Cómo Orar Por Mi Congregación
Cómo Orar Por Mi Congregación
Cómo Orar Por Mi Congregación
Muy pocos pastores afirmarían que oran lo suficiente por su congregación. Tal vez sea una
tarea imposible pues no existe alguien que haya orado lo suficiente. Aun así, aprendemos
del ejemplo de nuestro Señor y los apóstoles la importancia de orar por nuestra
congregación.
Aunque la Biblia habla mucho acerca de la predicación, son pocos los pasajes que hablan
directamente acerca de la preparación de un sermón (Esdras 7:10, 2 Timoteo 2:15). En
cambio, existen muchos pasajes que demuestran la necesidad de la oración constante. Esto
no quiere decir que la preparación del sermón no es importante, pues sin duda lo es. Más
bien, las tales hacen hincapié en la necesidad vital de la oración. Los pastores necesitan que
se les recuerde que la oración es una parte esencial de su ministerio, y que orar por su
congregación es una prioridad bíblica.
Romanos 1:8: “Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a
todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo” (vea también: 1 Corintios
1:4; Efesios 1:16; Filipenses 1:3; Colosenses 1:3; 1 Tesalonicenses 1:2; 2 Tes. 1:3; 2
Timoteo 1:3).
Pablo expresó clara y repetidamente su gratitud por aquellos a quienes ministró. ¿Y qué de
nosotros? ¿Cuántas veces derramamos agradecimiento al Señor por las personas bajo
nuestro cuidado pastoral?
Muchas de las epístolas de Pablo fueron escritas a personas que necesitaban corrección y
reprensión. Sin embargo, aun así expresó su agradecimiento a Dios por ellos. ¿Es eso lo que
piensa de las personas difíciles en su ministerio? Antes de clamar y rogarle al Padre que
cambie las circunstancias- pensando que tal vez el ministerio sería mucho más sencillo si
las personas fueran más maduras y menos conflictivas- da usted gracias al Señor por ellos y
por su fe. Pablo lo hizo, y nosotros debemos hacer lo mismo.
Filipenses 1:9: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en
ciencia y en todo conocimiento”
Si bien es cierto que la Escritura nos llama a orar por todas las cosas (Filipenses 4:6),
también es cierto que nuestra gente necesita que oremos por algo más que sus necesidades
físicas. Nuestra lista de oración debe reflejar una sana teología. En lugar de centrarse en la
salud y la riqueza, debemos dedicar nuestro tiempo pidiendo por fruto espiritual que honre
a nuestro Dios soberano.
Efesios 1:16-18: “haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de
nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en
el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál
es la esperanza a que él os ha llamado…“
Así como en la oración de Pablo en Filipenses 1:9, este pasaje demuestra una vez más la
importancia de orar por las bendiciones espirituales. Roguemos específicamente para que
Dios le conceda a nuestra gente mayor sabiduría y discernimiento espiritual. Una de
nuestras peticiones constantes de oración debe ser que nuestra congregación crezca en su
conocimiento y comprensión de Dios y su Palabra.
Filipenses 1:10-11: “…para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e
irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de
Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.”
Efesios 1:18-19: “…para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles
las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de
su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza.”
Si nuestro deseo es que nuestro pueblo tenga un conocimiento más profundo de Dios, que
estén seguros de su identidad en el Señor y que vivan en rectitud ante él, entonces este debe
ser el tipo de oraciones que debemos hacer por ellos.
En lugar de pedir solamente por resultados visibles, debemos pedir al Señor que le conceda
a nuestra congregación amor y sabiduría espiritual. Al hacerlo, podemos descansar y
confiar en el poder santificador del Espíritu y en que él continúa moldeándolos (y a
nosotros también) a la imagen de nuestro Salvador.