Algunas Reflexiones Sobre Calidad y Educacion
Algunas Reflexiones Sobre Calidad y Educacion
Algunas Reflexiones Sobre Calidad y Educacion
14 / Julio-Diciembre, 1998 /
UAM - A
En el presente trabajo iniciamos con una breve reflexión sobre la complejidad del
mundo contemporáneo para tratar de entender cómo se incrustarían las universidades en
éste; como nuestro centro de atención son las universidades, seguidamente, pensamos
en lo que son éstas, su razón de ser, sobre todo las universidades públicas y,
específicamente, la mexicana. Por último, hablamos de la calidad y tratamos de
ubicarnos en las propuestas concretas para las universidades.
Debemos reconocer que muchas de las propuestas que hacen los modelos de calidad
resultan interesantes, así como también debemos reconocer que estos modelos han
funcionado en algunas empresas, especialmente privadas, la duda nos acecha en mucho
más cosas que aquellas en las que nos convence: ¿es valido hablar de cliente en una
universidad pública?, ¿quién es el cliente: el alumno; el mercado que lo contrata?, ¿la
universidad puede organizarse bajo criterios eficientistas y productivistas?; ¿lo que
busca la universidad y sobre todo la pública es satisfacer un mercado y sus demandas, o
tiene una función mucho más noble? Estas son solamente algunas dudas de las muchas
que tenemos respecto a los programas de calidad en la educación superior; quizá estos
programas sean más funcionales en el caso de las escuelas privadas y nótese que
hacemos hincapié en que son escuelas y no universidades, por las funciones que
desarrollan. Sobre lo anterior intentamos elucubrar a lo largo de estas reflexiones, las
cuales por cierto no son lo último de nuestro pensamiento, sino un avance en el estudio
de los Programas de Calidad Total en nuestro país.
La Universidad
Es necesario ayudar a crear las condiciones que permitan mejorar la
educación superior porque sí no lo
hacemos nunca tendremos los niveles de competitividad que demandan
los tiempos actuales y por devenir:
Las funciones sociales antes mencionadas, propias de toda educación formal, no tienen
un carácter lineal, sino más bien contradictorio y complementario en su desarrollo. No
obstante, en el nivel educativo de la educación superior, las funciones sociales tienen
sus formas peculiares de aplicación, adquiridas por variadas razones: el nivel de
conocimientos y las aplicaciones científicas y tecnológicas de éstos para el desarrollo
general de la sociedad; la autonomía, que favorece, entre otras cosas, la posibilidad de
expresar proyectos nacionales y educativos diferentes al predominante, así como
generar diversos proyectos universitarios; la pluralidad de sus objetos de estudio y el
grado de maduración intelectual (relativa) de maestros y alumnos, a lo que se suma la
heterogeneidad que existe en las identidades de cada universidad (ibid).
Por lo que respecta a los objetivos sociales, Villaseñor plantea que, en sentido amplio,
aquellos se conforman debido al conjunto de acciones concretas que las universidades
proyectan llevar a cabo en la sociedad a través de las funciones académicas (docencia,
investigación y difusión)y de acuerdo con sus funciones sociales, tomando en
consideración demandas y necesidades de los sectores sociales, así como el análisis de
la situación global (nacional e internacional y universitaria); todo ello en el marco de
una ideología y de una axiología, explícitamente manifestadas a través de una teoría
universitaria (ibid).
Por otro lado Marcos Kaplan (1996) nos manifiesta que la universidad se ha ido
constituyendo como poder, polo productor y eje difusor, en términos a la vez culturales,
científicos, ideológicos, sociales y políticos. Esto sucede en varias dimensiones
fundamentales, Kaplan señala seis: en primer lugar, nos dice, la universidad se concibe
y actúa según un ideal educativo o paideia, un poder espiritual cuyo papel es
emancipador. La institución universitaria se supone sede de la razón, de la búsqueda de
la verdad que realiza una comunidad de cultura que forma maestros y estudiantes
mediante la investigación, la innovación, la producción y difusión de conocimientos y
cultura; la formación de intelectuales, profesionales y especialistas; la elaboración de
elementos y modelos culturales e ideológicos. La universidad en parte se propone y en
parte logra –por su mera existencia y sus influencias directas e indirectas– la formación
de personalidades inteligentes, autónomas y creativas, capaces de conocimiento y
desarrollo para el logro de alguna variedad de sociedad deseada, no realizada, pero
esperada y posible.
En segundo lugar, y a la inversa, el ideal universitario no puede sino encarnarse y
desplegarse en formas reales bajo los condicionamientos y determinaciones de la
sociedad y del Estado. No puede surgir ni existir sino como institución que forma parte
de un sistema educacional que debe reconocer las demandas culturales, sociales y
político estatales, los correspondientes fines y funciones, y admitir límites respecto a los
principales actores, niveles y aspectos del sistema (ibid).
El México de esta universidad era rural y por tanto la extracción de su riqueza provenía
del trabajo en el campo o de la explotación de los recursos naturales, había un escaso
desarrollo del sector industrial y en éste prevalecía la producción precapitalista. La
industrialización se inició en la década de los años cuarenta; tal impulso al desarrollo
industrial implicó no sólo cambios en lo económico sino también en lo político y lo
social, obviamente la educación no quedaría al margen de dichas transformaciones.
Desde los años setenta las universidades mexicanas tuvieron como prioridad aceptar el
mayor número posible de alumnos, esto incrementó desmesurada y rápidamente la
planta de profesores y la infraestructura física; atender la progresiva demanda se
convirtió en un ciclo que facilitó el acceso masivo a la educación superior, hecho que
propició serios deterioros en la calidad de sus servicios.
Por otro lado, tenemos que México, desde mediados de los años ochenta, abrió sus
fronteras con la pretensión de promover entre los empresarios una conducta de
competencia, sustentada en la producción al menor costo, la mayor calidad posible y el
conocimiento profundo del mercado, que permitiera la satisfacción plena de las
necesidades de los consumidores. Las universidades se vieron así en la necesidad de
entrar en un intenso proceso de reestructuración para elevar la calidad de los recursos
humanos que forma y para evitar desacoplamientos con las demandas del mercado.
En los últimos años y en los próximos el reto fundamental ha sido y será mejorar la
calidad de los servicios universitarios, sin perder de vista que el objetivo es lograr que la
educación superior participe activamente para generar un ambiente de oportunidades
que apoyen las estrategias de equidad, las que deben complementar la apertura
económica del país; en donde se fomente un aprendizaje más emprendedor,
participativo y de calidad, adecuado a las crecientes necesidades de recursos humanos
calificados de los sectores productivos y sociales del país.
Calidad y universidades
En los últimos años se ha hablado mucho de la necesidad de
incrementar la calidad de la educación
superior en el país, para poder esta en mejores
condiciones y no tan sólo para responder a los
retos que trajo consigo la globalización, sino también para
lograr un cambio de mentalidad en
la sociedad, que propicie un verdadero desarrollo futuro de
México.
A pesar de haber realizado estudios de evaluación tanto interna como externa del
sistema de educación superior, programas de carrera docente y de estímulos al personal
académico, la autoevaluación institucional anual de las instituciones públicas de
educación superior, y constituir adicionalmente el Fondo para Modernizar la Educación
Superior (FOMES); los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación
Superior; el Padrón de Excelencia de Posgrado de CONACYT; la Federación de
Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES) y el Centro
Nacional de Evaluación de la Educación Superior (CENEVAL), persiste la necesidad de
fortalecer y ampliar esfuerzos de coordinación, evaluación y planeación estratégica.7
Por otro lado, cerca del 50 por ciento de la demanda estudiantil se concentra en el área
de ciencias sociales y administrativas, especialmente en las carreras de derecho,
contabilidad y administración. En contraste, las áreas de ciencias naturales y Exactas
absorben el dos por ciento de la demanda; la de ciencias agropecuarias el tres por
ciento; las de humanidades el tres por ciento; el área de ingeniería y tecnología se ha
incrementado al 33 por ciento y la de ciencias de la salud al nueve por ciento.
También el Programa reconoce que en la conformación de la oferta educativa del nivel
superior no se ha considerado plenamente el comportamiento del mercado de trabajo
profesional, ni las perspectivas reales del empleo, que deberán servir de base para
orientar la demanda (ibid). De la misma manera, reconoce que no se ha atendido al
seguimiento de los egresados, haciendo evidente la falta de investigación, de proyectos
y sistemas orientados a analizar el tema, para determinar la relevancia social de las
carreras y los programas de formación de profesionales. En cuanto al financiamiento,
las instituciones de educación superior han intentado desarrollar esquemas alternos para
allegarse recursos, entre ellos están la prestación de servicios científicos y tecnológicos,
a través de la venta de patentes, cesión de derechos por desarrollos tecnológicos, y
convenios de capacitación de personal especializado, entre otros. El gasto público
federal ha pasado del 0.30% del PIB en 1990 al 0.44% en 1994. No obstante este
esfuerzo, la expansión de la capacidad nacional de investigación y desarrollo y la
formación de personal calificado en la materia, no han recibido suficiente impulso por
parte del sector productivo.
Por último, mencionaremos que el Programa destaca que aún si se contara con las
mejores condiciones técnicas y financieras, la educación superior no podría operar
adecuadamente sin la convergencia de intereses de los diversos sectores de la
comunidad educativa y, por tanto, sin la búsqueda de propósitos comunes. La armonía
en las relaciones laborales es fundamental para crear un clima propicio que permita
elevar la calidad de los servicios, se destaca que las transformaciones o innovaciones
deben sustentarse en la renovación del marco jurídico para que les otorgue solidez y
mejores perspectivas de continuidad en los acuerdos interinstitucionales e
intersectoriales.
– Conocimientos actualizados
– comprensión de otras culturas
– buen uso del lenguaje
– enfoque sistémico
– correcto manejo de la información pertinente
– planteamiento y solución de problemas
– cultura organizacional y trabajo en equipo
– buen uso de diagnósticos y simulaciones
– liderazgo
–capacidad de funcionar bajo presión.
Primeramente nos dicen que la calidad total se va asimilando poco a poco en México en
materia de educación. Como no somos un país altamente industrializado, entramos tarde
a la calidad total, nos acercamos a ella por las necesidades del mercado mundial, no es
una opción elegida sino una realidad impuesta. No negamos la importancia de dar
calidad a la educación superior, sobre todo si entendemos por calidad el cumplimiento
de ciertos requerimientos o características que deben de tener los productos o servicios,
aún si pensamos en la calidad como una rama de la administración moderna y de los
principios básicos de planeación, organización, ejecución y control, creemos importante
que haya calidad en la educación, pero es comprensible porque este discurso entró
tardíamente al país.
Cuando se habla de dar satisfacción al cliente, nos invade la duda de quién es el cliente.
El Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey,10 que ha presentado
documentación para concursar por el Premio Nacional de Calidad en varias ocasiones,
ha identificado a diferentes clientes: el alumno, el empleador de sus egresados, o sea las
empresas, y también ha identificado como cliente a los padres de familia. ¿Quién es el
cliente?; ¿quién es el cliente de la universidad pública?; ¿la función de la universidad es
satisfacer clientes? Ahora bien, actualmente la calidad se entiende como un proceso
sistemático de mejoramiento continuo para servir a la sociedad con productos y
servicios que superen las expectativas de quienes los reciben (por su diseño,
durabilidad, belleza o menor costo; por la información que permita un uso más fácil; por
la facilidad de mantenimiento, la velocidad en la entrega o en la respuesta a nuevas
necesidades, etcétera). Desde esta lógica, manda el que compra no el que produce
(Peón, 1992). Nos preguntamos quién manda en una universidad pública, quién es el
que compra. Qué es lo que produce la universidad que puede entrar al juego del
mercado tan fácilmente.
Más adelante se expone que después de consultar a los clientes, éstos han convenido
algunos criterios para poder llevar a cabo cambios en la educación superior, entre los
que –nos llama la atención– señalan: comprensión de otras culturas, lo cual se muestra
como una necesidad para la forma actual del capital; enfoque sistémico, buen uso de
diagnósticos y simulaciones, liderazgo, capacidad de funcionar bajo presión; llama
poderosamente nuestra atención sobre todo este último punto. Pareciera que la función
principal de la universidad es satisfacer a las empresas –o clientes–, y no la búsqueda
del conocimiento. Por tanto, desde este esquema, la formación de profesionistas capaces
de trabajar en ambientes turbulentos sería la principal función de la universidad.
Ahora bien, lo que sucede con las propuestas de calidad total en las universidades es lo
mismo que pasa en algunas empresas: el diagnóstico se realiza sobre una sola variable
de las muchas que intervienen en la institución y su desempeño, de ahí que abunden los
programas de calidad centrados en el desarrollo del profesor. Este es el caso de los
Colegios Científicos y Tecnológicos del Estado de Michoacán, donde se lleva adelante
un modelo cuyo centro de atención es el alumno, elemento pasivo en el proceso,
receptor de conocimientos y sabiduría, y el docente debe transformarse en un promotor,
motivador, con
gran vocación de servicio, honesto y respetuoso, entre otras virtudes, transmisor de
conocimientos.12
Esta propuesta afirma que el profesor debe cubrir tres círculos: el tecnológico (es decir,
debe ser científico, interactivo, planificado), el socio–cultural (debe tener apertura, debe
ser autocrítico y democrático) y el círculo personal (debe tener equilibrio emocional, ser
positivo y seguro); si el profesor cubre todo este perfil, podrá ser innovador creativo y,
por tanto, apoyar a sus alumnos.
[...] el termino calidad de la educación está asociado con la capacidad tanto de las instituciones
educativas, como de los individuos formados en su seno [...] de satisfacer los requerimientos del
desarrollo económico, político y social de la comunidad a la que están integrados. La
investigación sobre la temática de la calidad de la educación desarrolla tareas de análisis y
evaluación de los productos o resultados del proceso educativo, a través del estudio minucioso
de las relaciones entre los insumos [...]y los procesos [...] que se siguen con el fin de orientar
convenientemente la formación de recursos humanos para impulsar el desarrollo (1997).
Estos mismos autores indican:
La calidad en la Educación Superior constituye un concepto relacional, multideterminado. El
mejoramiento de la calidad de la educación superior a nivel institucional implica necesariamente
la integración de todos los actores de la organización [...] articulándose a través de lo académico
y la relación con el entorno sociocultural [...] Una de las definiciones más adecuadas (es
visualizar) la calidad de la educación superior como la readaptación continua de la institución a
su multientorno social, cultural, económico y político, o también (proponen siguiendo a Latapí,
1996) como una cultura de superación y de autoexigencia [...] (1997).
Para dejar más claro su concepto de calidad Álvarez y Topete proponen el siguiente
esquema:
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Fuente: Álvarez García y Topete Barrera (1997), “Modelo para una evaluación integral de
las políticas sobre gestión
de calidad en la educación superior”, Gestión y Estrategia, núm. 11–12 , enero-
diciembre.
La sociedad hoy exige a las universidades e instituciones de altos estudios una mayor
relación con los procesos que están definiendo el futuro del país. Por lo tanto se
plantean grandes tareas para cumplir eficientemente con la formación de profesionistas
capaces de enfrentar nuevos problemas; consolidar una disposición más abierta a la
innovación, y propiciar el avance en la generación de conocimientos, sin inhibir la
creatividad de los investigadores (Gago, 1993). Las universidades, al ser espacios
privilegiados de síntesis e innovación de conocimientos, requieren una valoración
permanente del papel para el que han sido creadas: conservar, difundir y producir los
saberes que dan coherencia y sentido a una civilización. También satisfacer las
necesidades del mercado, pero no exclusivamente esto: la sociedad está primero.
Conclusiones
Un gran reto para las instituciones de educación superior del país ,
es el que los modelos educativos,
formativos y de capacitación que impulsen y apliquen, deban estar
en consonancia real y radical, en
cuanto a que vayan a la raíz de las cosas con la problemática del país y
con las alternativas de su solución.
La universidad, ese ideal productor y eje difusor de la cultura, sede de la razón, donde
se busca la verdad, la ciencia; ese ente que encierra poder, ideologías, sentires sociales y
políticos; que no puede existir sino bajo los condicionamientos de la sociedad, es clave
para la reproducción de ésta y condicionada por ella misma para su existencia; no puede
mantenerse ajena a los cambios mundiales; los produce al tiempo que es impactada por
ellos. Los modelos de desarrollo que hablan de la liberalización de los mercados, las
nuevas formas de organización que asume la producción, todo cristaliza en un lenguaje,
que la universidad atrapa y ayuda a producir.
Quizá las universidades privadas respondan más a los modelos de calidad, ya que éstas
están conceptualizadas como un negocio que da un servicio, por tanto, si el mercado
demanda determinadas características en el producto (profesionista egresado), la
institución debe satisfacerlo. Es así como se entiende que se consulte a empleadores y
estos digan: “necesitamos profesionistas bilingües y que puedan trabajar bajo presión”;
y las Universidades, sobre todo privadas, realicen cambios en sus planes de estudios15
para cubrir esa necesidad.
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11 Contrario al espíritu de la universidad, a la razón de ser de la universidad: “al buscar formar
profesionales predecibles, se tiende por una parte a actualizar los planes de estudio, de manera que
garanticen los procedimientos que reduzcan la práctica profesional a una serie de normas claras,
aplicables, y por el otro, se tratar de que los que transmiten el conocimiento sean capaces de sujetarse y de
aplicar controles diseñados para imponer estas normas y eliminar, en lo posible, la sorpresa. Detrás de
estos procedimientos hay teorías. Estas teorías están relacionadas con formas de medir y evaluar el
desempeño. La tendencia al uso de zanahorias y palos para asegurar que la práctica se conforme a las
normas ha sido muy comentada últimamente en el ambiente universitario” (Porter, 1994).
12 Para mayor información sobre el modelo que están llevando a cabo los Colegios Científicos y
Tecnológicos del Estado de Michoacán, Véase: Elvia Espinosa y Rebeca Pérez (1996), “Calidad en la
educación superior en México”, Gestión y Estrategia, núm. 10, julio-diciembre.
13 “Diseño de un programa de formación docente con un enfoque de sistemas”, ponencia presentada por
Patricia López Garza en el Coloquio de la Disciplina de Administración en la UAM, 9 y 10 de octubre de
1997.
14 En otro artículo presentado en esta misma revista se ha desarrollado más detalladamente el concepto
de calidad; si se desea se puede consultar: Elvia Espinosa y Rebeca Pérez, op. cit.
15 Un ejemplo muy claro de lo anterior nos lo da el ITESM, quen cada cinco años revisa y modifica sus
planes de estudio de preparatoria, carreras profesionales y posgrado, tomando como base las encuestas a
empleadores y a ex-alumnos, acerca de las características que requieren. Además, cada diez años el
ITESM redefine su misión, también bajo la lógica de una amplia consulta.
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