Cuatro Filósofos de La Alta Edad Media
Cuatro Filósofos de La Alta Edad Media
Cuatro Filósofos de La Alta Edad Media
FILSOFOS DE LA
ALTA EDAD
MEDIA
ANGEL J.
CAPPELLETTI
PRLOGO
La Alta Edad Media constituye una poca doblemente oscura de la historia del
pensamiento humano: oscura en s misma y oscura para nosotros.
De hecho, comprendi todas las tesis antitticas en una, pues fue heredero
de una Monarqua brbara y fundador de un Imperio nuevo (1).
Esta epstola ha sido titulada, tal vez por el mismo autor, De nihilo et
tenebris (Sobre la nada y las tinieblas).
Si alguien respondiera: Me parece que nada es, esto mismo que l cree
una negacin lo obliga a confesar que es alguna cosa, al decir: Me parece
que nada es. Lo cual equivale a decir: Me parece que es alguna cosa.
Porque si algo parece que es, no puede parecer sino siendo de algn
modo.
(Si quis responderit, Videtur mihi nihil esse, ipsa ejus quam putat negatio
compellit eum fateri aliquid es se, dum dicit, Videtur mihi nihil esse. Quod
tale est quasi dicat, Videtur mihi nihil quiddam esse. Quod si aliquid esse
videtur, ut non sit quoddam modo videri non potest).
Por lo dems, este apego hacia las frmulas es una nota constante en toda
la historia de la Escolstica. La decadencia de la misma trae aparejada, a
su vez, una nueva especie de literalismo. En los siglos XIV y XV Ockham
y los nominalistas reinciden con especial fervor en un culto de la palabra,
que preanuncia un nuevo perodo en la historia del pensamiento humano
(14).
(Omne itaque nomen finitum aliquid, significat ut homo, lapis, lignum. Haec
enim uba dicta fuerit, simul res quas fuerit significant intelligimus. Quippe
hominis nomen praeter differentiam aliquam positum universalitatem
hominum designat. Lapis et lignum suam similiter generalitatem
complectuntur. 1gitur nihil ad id quod significat refertur. Ex hoc etiam
probatur non posse aliquid non esse).
En este caso hay un recurso directo a la dignidad del nombre. Este es, por
esencia, significativo, y no slo de una diferencia especfica, de un propio,
de una cualidad, sino tambin y, sobre todo, de una esencia y de una
especie o un gnero.
Toda significacin es lo que es. Pero nada significa algo. Por tanto, nada
es lo que es su significacin, es decir, una cosa existente.
(Omnis significatio est quod esto Nihil autem aliquid significat. Igitur nihil
ejus significatio est quod est, id est, rei existentis).
Dios, dice el abad de Tours, cre las cosas de la nada (ex nihilo), luego la
nada no slo es algo, sino tambin algo muy importante (non solum aliquid
sit nihil sed etiam magnum quiddam).
Una conclusin semejante slo puede obtenerse si se considera la
expresin ex nihilo segn un criterio estrictamente gramatical, como
complemento de materia, algo as como si dijramos ex lapide o ex ligno.
Aflora aqu toda su subconciencia tnica. Para un hombre de los bosques, para un
guerrero germnico, habituado a probar diariamente sus armas en el cuerpo
vegetal, animal o humano, no puede concebirse una realidad ms evidente que
aquella que se presta al tacto. La vista todava puede engaar. Hay tanta niebla en
el Norte! Pero lo que ofrece resistencia al hacha o a la mano, posee siempre una
inconcusa evidencia (Quidquid enim tangi palparique potest, esse necesse est).
Es as que las tinieblas, hijas y hermanas de la nada, llegan a tener todas las
propiedades de los cuerpos. Ocupan un lugar en el espacio:
(Si lumen quod in te est, ipsae tenebrae quantae erunt! Matth. VI-LuG. XI).
Por lo cual, concluye, es probable que las tinieblas no slo existan, sino que existan
como cuerpos (Unde probabile colligitur tenebras non solum esse sed etiam
corporales esse).
Adems, est aquello que dice el Salmista: Como sus tinieblas (Sicut tenebrae ejus.
Psalm. CXXXVIII). Ahora bien, ejus es un genitivo y el genitivo indica propiedad.
Pero lo que es propiedad de alguien debe ser no slo corpreo sino tambin
corpreamente discreto, razona implcitamente Fredegiso.
He aqu, pues, el especial carcter probatorio del versculo, de modo que las
tinieblas no slo existen positivamente, puesto que son objeto de propiedad (Nam
omne quod possidetur, est), sino que adems tienen una existencia concretsima y
una corporeidad bien individualizada, puesto que son objeto de una propiedad
personal (ejus).
Un dilogo de Platn contiene, sin duda, un gran acervo doctrinal, sostenido por
pruebas y demostraciones, y al mismo tiempo incluye casi siempre una exposicin
de la doctrina de los adversarios con la consiguiente refutacin. Lo mismo puede
decirse de las obras de Aristteles o de cualquier otro filsofo griego. Pero ninguno
de ellos, que escriban para un pblico altamente familiarizado con la especulacin,
para el cual las ideas abstractas estaban integradas en la totalidad de la vida, crey
que podra agregar algo a la intrnseca fuerza de sus razones mediante la
disposicin esquemtica de los silogismos y la geomtrica divisin de las pruebas.
Vienen luego (B) los argumentos contrarios a la tesis que sostiene el autor, los
cuales suelen iniciarse con la locucin Videtur quod o Videtur quod non. A stos se
agrega uno o ms argumentos en favor: Sed contra. Despus sigue (C) la solucin
del problema: Respondeo dicendum, y la argumentacin principal que suele
llamarse Corpus articuli o solutio.
Este mtodo en su generalidad (aunque no siempre con los mismos detalles del
esquema que hemos desarrollado aqu) es comn a una gran parte de las obras
escolsticas de carcter filosfico o teolgico.
Alejandro de Hales, doctor irrefragabilis, haba dado, pocos aos antes que Santo
Toms, un ejemplo notable en la aplicacin del mismo.
Y en ltimo trmino saca una conclusin: Quod si aliquid esse videtur etc. (D), en la
cual resume su sentencia, exactamente como Santo Toms.
Este esquema se repite varias veces, ms o menos en el mismo orden, lo cual nos
muestra a la obra de Fredegiso como una cuestin (quaestio), en la que se tratan
diversos aspectos (articuli) del mismo tema general.
Los argumentos toman tambin con frecuencia la forma extema del silogismo con
sus respectivas pruebas supsidiarias (ad majorem, ad minorem).
Tambin en la obra del abad de Tours est ya plenamente consagrada esta unin
y esta subordinacin.
Los primeros argumentos son de orden puramente filosfico, pero a stos les siguen
varias pruebas tomadas directa o indirectamente del texto bblico.
Este es el sentido de las relaciones entre filosofa y teologa que prevalece en Santo
Toms y en la Escolstica en general.
As, pues, la obra del maestro Fredegiso nos muestra en el ingenuo y a la vez sutil
movimiento de su dialctica, en su esquematismo expositivo y didctico, en las
relaciones que establece entre razn y fe, un lejano pero significativo precedente de
las grandes sntesis escolsticas, configurado por las peculiaridades mentales de
los jvenes pueblos germnicos (17).
Notas
(2) El mismo Carlos, despus de haber aprendido la gramtica latina con Pedro de
Pisa, comenz a componer una gramtica en su lengua materna, recopil y mand
copiar cantos populares e invent nombres alemanes para los meses y los vientos.
(Cfr. A. Messer, Historia de la Pedagoga, Barcelona, 1939, p. 126).
(5) Sobre la vida y los escritos de Fredegiso de Tours, cf. Migne, Pat. Lat. v. 105,
col. 751 y 752. (Notitia historica ex Fabricio: BibUotheca Mediae et infimac
Latinitatis), Ms extensamente: Ahner, Fredegis van Tours, Leipzig, 1878.
(6) Cf. Azcuini opera, en Migne, Pat. Lat. v. 101 col. 57 y sigs. (Epistola de tribus
generibus visionum), donde se contestan las preguntas de Fredegiso sobre la
Trinidad.
(7) Este monasterio fue por entonces, bajo el gobierno de Alcuino, un centro
floreciente de vida intelectual. De alli surgi Rabano Mauro, ms tarde abad de
Fulda y arzobispo de Maguncia, el hombre ms culto de su tiempo,
apellidado Praeceptor Germaniae.
(8) Teodulfi Aurelianensis opera, Migne, Pat. Lat., v. 105, col. 321, Ad Carolum
Regem., vs. 175-176.
(9) El tratado De nihilo et tenebris, se halla en Migne, Pat. Lat. v. 105, col. 751-756.
(10) As por ejemplo, para el realsmo tomista la nada no puede ser pensada ni
expresada sino bajo la forma de un ente (sub specie entis), pero ella, en s misma,
no constituye una realdad sino una simple privacin que, como tal, es siempre
privacin de algo y con respecto a algo. An tratndose de la (palabreja en griego
que nos es imposible reprodicir aqu. Aclaracin de Chantal Lpez y Omar Corts)
aristotlca (materia prima) no se la puede identificar con una simple nada (nihil
simpliciter). Segn la interpretacin de Santo Toms, se trata de un ser
absolutamente desprovisto de toda determinacin cuantitativa y cualitativa, es decir,
de una nada relativa (nihil secundum quid).
(11) Una identificacin similar volvemos a encontrar en Hegel. Slo que aqu no se
trata ya del fruto de la mentalidad brbara e ingenua, sino, por el contrario, del
resultado de la larga maduracin del intelecto germnico, que culmina as en una
crtica de la critica. De este modo, se cumple una ley que el mismo Hegel propone
como esencia de la dialctica y se identifican los dos momentos antitticos del
pensamiento germnico en la unidad de un mismo contenido doctrinal (ser=nada;
lgica=ontologa) (Cf. Hegel, Wissenschaft der Logik. Lib. 1, Sec. 5, Cap. 1).
(11) E. Gilson, La Philosophie au Moyen Age, Pars 1947, pg. 196, reconociendo
que Le principe de son argumentation est que tout nom determin signifie quelque
chose, pretende, sin embargo, justificar esa argumentacin en cierta medida por
cuanto sera absurdo decir que "nihil" designa una cosa, si al mismo tiempo se
admitiese que nihil significa la nada. Y, en efecto, prosigue Gilson, esto es
precisamente lo que Fredegiso niega, porque el nihil al cual se refiere es aquel del
cual Dios sac el mundo (ex nihilo), es decir una especie de materia comn e
indiferenciada. Sin embargo, es claro que Fredegiso no habla en ninguna parte de
la materia comn ni siquiera de una manera implcita. Si as fuera, hubiera empleado
otra clase de argumentos, renovando en una u otra forma la doctrina de la eternidad
del mundo o de la materia. En realidad, Fredegiso no llega a afirmar la existencia
de la nada sino a travs de su fe en la significacin de las palabras. El anlisis
gramatical y no otra razn cualquiera de carcter metafisico es lo que fundamenta
su tesis. Lo importante aqu es reconocer el principio de la argumentacin que
seala a las claras el proceso mental correspondiente, y no buscar una posible
explicacin basada en analogas con doctrinas anteriores o posteriores, para excluir
el contrasentido lgico. En cuanto a las referencias de Agobardo en que aparecen
unidas la tesis de Fredegiso sobre la realidad de la nada y otra tesis suya sobre la
preexistencia de las almas, no se trata sino de un intento de interpretar conforme a
principios lgicos ms estrictos dicha doctrina. Agobardo era, sin duda, un espiritu
mucho ms cultivado, como lo demuestra el carcter de su refutacin y la elegancia
de su estilo literario. (Comprese su latn con el de Fredegiso).
CAPTULO SEGUNDO
PRIMERA PARTE
En Italia, por ejemplo, vease ya a los laicos iniciarse en los estudios que
los habilitaban para ocupar empleos pblicos o para dedicarse
ulteriormente al ejercicio del derecho. Dentro de la Iglesia misma haba
algunos clrigos, cuyas disposiciones espirituales tendan hacia la
sofstica y que estaban posedos de tal entusiasmo por la dialctica y la
retrica que gustosamente ponan en segundo trmino a la teologa (4).
Ahora bien, entre estos dialcticos y retricos, que no sin cierta razn
pueden ser comparados a los sofistas griegos (siempre que se despoje a
la palabra sofista de su connotacin fundamentalmente peyorativa), se
contaban algunos que, aunque representaran una actividad
potencialmente peligrosa para la ortodoxia (en cuanto no reconocan
ninguna instancia superior a la lgica y a la razn), eran de hecho
inofensivos, por el sencillo motivo de que no aplicaban la dialctica sino a
cuestiones banales e intrascendentes. Tal fue el caso, por ejemplo, de
Anselmo el peripattico. Otros, como Berengario de Tours, en cambio, se
atrevieron a aplicar con todo rigor la lgica a la crtica del dogma,
reeditaron en cierto sentido el racionalismo teolgico de Escoto Ergena e,
igual que ste, se hicieron merecedores de los anatemas conciliares (5).
La nota diferencial y especfica de este fideismo del siglo XI, surgido como
anttesis del movimiento racionalista, es una cierta ingenuidad que
comparte a veces con el propio racionalismo, y tambin una estrecha
vinculacin con el ascetismo monstico, que es la contraparte de la
mundanidad de la dialctica (6).
Otloh, como otros muchos intelectuales del Medioevo estaba turbado por
el pecaminoso deleite derivado de Tulio y Virgilio, de Ovidio y Lucano. Pero
su principal tormento provena de las dudas que surgan de sus simpatas
humanas y de motivos morales. La Biblia puede ser verdad y Dios puede
ser omnipotente cuando existen el pecado y la miseria? La lucha a travs
de la cual conquist la certeza fue la suprema experiencia de su vida: fij
sus pensamientos; sus escritos fueron fruto de la misma. Estos reflejan
alluchador y su lucha y nos revelan el retrato psicolgico de un alma
medieval (8). Con el propsito de edificar a sus hermanos en religin,
refiriendo las dudas y tentaciones que haba padecido y el modo en que
Dios lo haba ayudado a superarlas, compuso una obra autobiogrfica
titulada Libro sobre sus tentaciones, peripecias y escritos (Liber de
tentationibus suis, varia fortuna et scriptis).
A su fervor asctico uni, en todo caso, una nada tibia devocin por las
dos espadas. Y si por una parte fue leal servidor de los papas Len IX,
Esteban IX y Alejandro II, y goz de especial consideracin en la corte de
Nicols II, por otra se mostr siempre sbdito fiel de los emperadores
germnicos, mantuvo con ellos cordiales relaciones y lleg a ser confesor
de la emperatriz Ins.
Por otra parte, autoridad jerrquica y orden moral-religioso eran para l por
completo inseparables. De ah que, pese a su carcter fuertemente
autoritario, se esforzaba siempre por acatar, reverenciar y obsequiar a los
prncipes eclesisticos y seculares. De ah que, pese a la atraccin del
claustro, no rehusara los ms altos cargos en la Iglesia.
El que doma la rabia de los tigres y las sangrientas fauces de los leones,
te convierta a t, que hasta ahora has sido para m un lobo, en manso
cordero.
Como ellos, y, sin duda, con ms pericia que ellos, conduce sus ataques
contra la dialctica y la retrica, mediante una profusa instrumentacin
dialctico- retrica.
Los sabios segn la carne con frecuencia no consiguen lo que desean ya que,
confiados en la vanidad de su sabidura, mientras esperan conseguirlo todo
fcilmente, creen en verdad que pueden prescindir de la ayuda de la religin y,
mientras se jactan de una vacua sabidura, no temen vivir como ignorantes (in
sapientiae quippe suae vanitate confisi, dum sperant facile sibi cuneta suppetere,
arbitrantur utique se religionis testimonio non egere, et dum inanem sapientiam
iactant, in sipiellter vivere non formidano) (25).
En cambio, los sabios segn el espritu, aunque ignoran las letras, sobrepasan a los
gramticos y filsofos en el conocimiento de la palabra divina y en la profundidad
de sus consejos, de tal modo que quien quiera a ellos recurrir para consultados
sobre cualquier asunto referente a la vida espiritual, al recibir su palabra, confa en
ella como si hubiese escuchado el orculo de un profeta (26).
Carece, pues, de todo sentido decir, como Brezzi, que las intemperancias verbales
del autor, demasiado repetidas, han de ser corregidas con esta apropiada precisin,
esto es, con la distincin de dos clases de sabidura (28).
(vis grammaticam discere? disce Deum pluraliter declinare. Artifex enim doctor, dum
artem inobedientiae noviter condit, ad colendos etiam plurimos deos inauditam
mundo declinationis regulam introducit) (30).
Por eso declara Damiano en una de sus cartas: Cristo es mi gramtica (mea
grammatica Christus est) (32).
Objeto de sus severas reprensiones son en particular los monjes que dejando de
lado las ocupaciones espirituales, desean aprender las necedades de la ciencia
terrena y teniendo en poco la regla de Benito se complacen en dedicarse a las reglas
de Donato (qui, relictis spiritualibus studiis, addiscere terrenae artis ineptias
concupiscunt, parvipendentes siquidem regulam Benedicti, regulis gaudent vacare
Donati) (33).
Estos que desprecian la vida monacal y la sabidura celeste para ir en pos de las
ciencias seculares y de la sabidura terrena qu otra cosa parecen hacer si no
abandonar en el tlamo de la fidelidad a una casta esposa y descender hasta las
prostitutas de la escena? (quid aliud quam, in fidei thalamo coniugem relinquere
castam, et ad scaenicas videntur descendere prostitutas?) (34).
Estos, en verdad, olvidan que Dios es lo nico que merece ser aprendido y que El
es al mismo tiempo el camino por el cual avanzamos y a travs del cual obtenemos
el saber ms alto, el de su propio ser (35).
Intil les es aducir, por otra parte, que se esfuerzan tras las frusleras de las ciencias
de afuera a fin de aprovechar ms abundantemente el estudio de las cosas
divinas (quia ad hoc exteriorum artium nugis insudant ut locupletius ad studia divina
proficiun) (36). Permitir los estudios profanos a quienes, como monjes, han hecho
profesin de consagrarse a Dios, sera, para Pedro Damiano, como si una esposa
concediera a su marido el derecho de acostarse con su sierva para engendrar hijos
de ella.
Insensato sera, por otra parte, pensar que Dios necesita de la ciencia de los
hombres para llevar a feliz tlmino sus propsitos. El ejemplo de una vida asctica
vale ms que cualquier elocuencia, pues Dios omnipotente no precisa de nuestra
gramtica para llevar en pos de s a los hombres, ya que, aun al comienzo de la
redencin humana, cuando ms necesidad pareca haber de ella para esparcir las
semillas de la nueva fe, no envi a filsofos u oradores, sino ms bien a individuos
simples, rsticos y pescadores (nec enim Deus omnipotens nostra grammatka
indiget, ut post se homines trahat, cum in ipso humanae redemptionis exordio, cum
magis videretur utique necessarium ad conspergenda novae fidei semina, non
miserit philosophos et oratores, sed simplices potius, idiotas ac piscatores) (37).
La historia de los santos monjes del pasado demuestra a las claras que stos no
necesitaron en absoluto la ciencia de los hombres para obrar las mayores maravillas
y para conquistar la ms sublime sabidura. Benito, patriarca del monacato
occidental, prefiri trocar el estudio por las duras labores del campo ante el llamado
de Cristo, y pudo decir de s mismo lo que no podran ciertamente afirmar los sabios
gemetras y astrnomos; Martn obispo de Tours, uno de los primeros que abraz
la vida monstica en la Europa latina, era un hombre ignorante y, sin embargo, fue
capaz de sacar del infierno las almas de tres condenados; Antonio, maestro de los
Padres del desierto y cabeza del monacato de Oriente, nada saba de retrica, pero
se hizo famoso en el mundo entero y su nombre es recordado por la posteridad;
Hilarin, despus de haberse dedicado a los estudios filosficos, arroj lejos de s
a los Platones y los Pitgoras y, contentndose con los Santos Evangelios, fue a
recluirse en una cueva sepulcral (38).
El verdadero sabio, el asceta que no conoce casi las letras pero ha aprendido a
mortificar su cuerpo y a domar sus apetitos, mientras echa a puntapis al mundo,
se burla del mismo prncipe del mundo que filosofa (dum mundum calcibus objicit,
ipsum mundi principem philosophando ludit) (39).
Por qu preocuparse, pues, de una sabidura que, adems de ser intil, nos hace
semejantes a los rprobos y a los gentiles? En realidad, quin enciende una
linterna para ver el sol? Quin se vale de antorchas para mirar la claridad de las
estrellas brillantes? As, quien busca a Dios y a sus santos con sincera mirada, no
necesita una extranjera luz para contemplar la luz verdadera. Pues la misma
verdadera sabidura se manifiesta a quienes la buscan y el resplandor de la luz que
no muere se revela sin el auxilio de una luz mentirosa (Quis enim accendit lucernam
ut videat solem? quis scolacibus utitur ut stellarum micantium videat claritatem? Ita
qui Deum vel sanctos eius sincero quaerit intuitu, non indiget peregrina luce ut veram
conspiciat lucem. Ipsa quippe vera sapientia se quarentibus aperit et sine
adulterinae lucis auxilio inocciduae se fulgor ostendit) (40).
Son los demonios (que Pedro Damiano se representa de modo muy realista, como
grandes pjaros que vuelan por el aire) los que infunden en nosotros el deseo de
saber y el propsito de emprender el estudio de las artes liberales y de la filosofa
(41).
Verdad es que, escribiendo a Bonifacio, que vive fuera del claustro, parece
reconocerle el derecho a dedicarse un poco al estudio de las letras profanas (42),
pero no deja de advertirle que quienquiera dedique ya al estudio de las letras
profanas ya a cualquier cosa terrena lo que debe dedicarse principalmente al
examen ntimo para agradar a Dios, con razn perece (quisquis, ergo, sive litterarum
saecularium disciplinis, sive rebus quibusque terrenis hoc studium exhibet, quod ad
placendum Deo examinationi dumtaxat intima e principaliter debetur, merito perii)
(43). En realidad, no hay en esto sino una concesin hecha a quienes no pueden
por enfermedad de su espritu, odiar (la vida cientfica y mundana), como sera
justo (nequeant prae infirmitate mentis, ut dignum est, odire) (44).
En todo caso debe quedar bien claro que, si a pesar de todo se utiliza la pericia de
la ciencia humana (la dialctica) para explicar la palabra divina (la Sagrada
Escritura), aqulla no debe atribuirse con arrogancia el derecho d maestra, sino
servir con reverencia, como una sirvienta a su seora (quae tamen artis humanae
peritia, si quando tractandis sacris eloquiis adhibetur, non debet ius magisterii
sibimet arroganter arripere, sed velut ancilla dominae quodam famulatus obsequio
subservire) (45).
En verdad, el alma devota de Damiano no tiene an, como dice Prantl, el ms leve
presentimiento de que tambin esta sirvienta puede llegar a independizarse y a
fundar un hogar propio (46).
Entre los griegos, aun el Dios supremo del Panten olmpico, Zeus, est muy lejos
de ser razn ltima y clave de la Totalidad del Ser.
El mismo Zeus depende, como, todos los dioses y los hombres, del Destino
impersonal. En todo caso no es el principio de ninguna cosmogona: al comienzo
est el Caos o Tetis y Ocano etc.
No existe la nocin de una creacin ex nihilo. Aun aquellos filsofos que, como
Platn, se refieren a la creacin del Mundo y admiten un Demiurgo, no entienden
nunca por creacin sino la organizacin de una eterna materia preexistente. En la
mayor parte de los mitlogos y filsofos la formacin del Mundo aparece como un
proceso necesario de desarrollo del Principio y se presenta como algo ajeno a toda
libre voluntad divina.
Ms an, los hombres y tambin los dioses, slo son buenos, justos, bellos etc. en
cuanto se adecuan a este orden objetivo. Si Zeus es justo, ello se debe a que sus
acciones se conforman a la justicia. A ningn griego se le ocurrira decir, en cambio,
que una accin es justa porque Zeus as libremente lo dispone.
Con mayor razn lo mismo puede decirse respecto a la verdad de un juicio. Ni Zeus
ni los dioses son medidas de la verdad; antes al contrario, todos son medidos por
ella.
Si stos surgen en Grecia es porque la cosmovisin del pueblo helnico, regida por
la idea de un orden objetivo del ser y del valer, provoca el deseo -casi se dira la
ambicin- de descifrar y reconstruir mentalmente ese orden. Las preguntas por
el qu y el por qu de las cosas aparecen como vlidas y posibles. Se legitima la
inquietud de la razn.
El cristianismo, apenas salido de los crculos judos en los cuales naci y conquist
sus primeros adeptos, se enfrent con la concepcin griega del mundo, difundida
por todo el mbito del Imperio Romano.
En los siglos anteriores, los judos de la Dispora haban emprendido este camino.
Y ya en el siglo I los escritores cristianos iniciaron el laborioso proceso de sntesis
entre revelacin judeocristiana y filosofa griega, que haba de prolongarse con
alternativas diversas durante toda la Edad Media. San Pablo y el autor del cuarto
Evangelio son claros ejemplos de las primeras tentativas por aproximar el mensaje
de Cristo a las doctrinas estoica y platnica.
La idea del Dios, que libre y arbitrariamente constituye el ser, la verdad y el valor de
todas las cosas, es limitada por la idea de un Orden eterno y una inmutable Ley con
la cual aqulla tiende a identificarse. La idea de la creacin ex nihilo se une, a su
vez, a la nocin de los Arquetipos, existentes desde la eternidad en la mente divina.
Y de esta manera, junto a la revelacin, se halla un lugar para la razn, y junto a la
fe, se procura un sitio para la filosofa.
Mal que les pese deben pedir armas al enemigo para poder combatirlo y suelen
confirmar as aquello de Aristteles: Si se ha de filosofar, se ha de filosofar; si no se
ha de filosofar, se ha de filosofar, a saber, para demostrar que no se ha de filosofar.
Siempre, pues, se ha de filosofar. El propio Tertuliano, enemigo acrrimo de toda
pagana sabidura, debe mucho a los estoicos (47).
Para defender algunas de las doctrinas que le son ms caras, precisamente porque
son las que representan de modo ms especfico la concepcin judeocristiana del
mundo, se ve obligado a recurrir, a travs de pensadores cristianos como San
Agustn y el Pseudo Dionisio, a los vestigios del heleno Platn y del nada cristiano
Plotino.
Esta obra, compuesta por su autor despus de haber dimitido su episcopado (ego,
itaque, episcopatu dimisso) (48), esto es, no antes del ao 1067, tuvo origen en una
discusin que Pedro Damiano sostuvo con su amigo Desiderio, abad de Monte
Casino, acerca de aquella frase en que San Jernimo afirma que ni siquiera Dios
puede devolver su virginidad a la mujer que la ha perdido.
Dios ha creado el mundo a partir de la nada (ex nihilo). Esta idea, tpica de la
concepcin judeo-cristiana, es asumida por Pedro Damiano en toda su amplitud y
profundidad.
Advierte muy bien que la creacin que excluye toda materia preexistente, tanto fuera
del Creador como en el Creador mismo, implica un salto inconmensurable y una
contradiccin ontolgica. Sabe que una creacin de la naturaleza ex nihilo es una
creacin contra la naturaleza, puesto que contradice todo cuanto sucede en la
naturaleza. Ni siquiera se le escapa que la idea se opone abiertamente a cuanto
ensearon los filsofos griegos. Aun sin conocer los textos al respecto, que van
desde Parmnides hasta Aristteles y desde Aristteles hasta Plotino, se da cuenta
de que el ex nihilo nihil fit es una proposicin profundamente filosfica y pagana.
A quien reflexiona con atencin, le resulta evidente que, desde el comienzo del
mundo, el Creador de las cosas ha alterado como le pareci el orden de la
naturaleza; ms an, que ha hecho la misma naturaleza, por as decirlo, en cierto
modo contra la naturaleza: pues por ventura no es contra la naturaleza que el
mundo sea hecho de la nada, ya que los filsofos dicen que de la nada nada se
hace?
(Consideranti plane liquido patet quoniam ab ipso mundi nascentis exordio rerum
conditor in quid voluit naturae iura mutavit, immo ipsam naturam, ut ita dixerim,
quodammodo contra naturam fecit: numquid enim contra naturam mundum ex nihil
o fieri, unde ita philosophis dicitur quia ex nihil o nihil fit) (49).
Es claro que, si en lugar de una real y propia creacin ex nihilo, se tratara de una
emanacin, como en Escoto Ergena, sera tambin lgicamente imposible o, por
lo menos, muy difcil concebir la produccin del Universo como un acto enteramente
libre. Para Pedro Damiano la segunda tesis se vincula sin esfuerzo a la primera.
(Ad creandum igitur quod non erat, non solitudinis eum vel alicuius inopiae
necessitas impulit, sed sola propriae clementiae bonitas provocavit; nec beatitudini
eius rerum conditio conferre aliquid potuit, cum ita per se et in se sit plenus atque
perfectus ut nec existente creatura sibi aliquid accedat, nec ea pereunte
deccdat) (50).
Notas
(1) Cf. H. E. Barnes y H. Becker, Historia del pensamiento social - Mxico - 1945 - I
p. 269-270.
(2) Segn P. Orsi, el primero que se refiere de algn modo a ello es el cardenal
Baronio, en el volumen XI de sus Annales eclesiastici (1605), donde recoge
sencillamente ciertos vagos anuncios de una inminente catstrofe en autores
franceses y germnicos de la poca. En realidad, prosigue el mencionado
historiador italiano, quien desarrolla la opinin del terror del ao 1000 es el abate
Saverio Betinelli en su obra Del Risorgimiento d'Italia negli studi, nelle arti e ne
costumi dopo il mille (1773), seguido por Guinguen (en su Histoire litteraire d'Italie)
y luego por Michaud, Sismondi, Michelet y Cant.
(3) Cf. G. Carducci, Dello svolgimento della letteratura nazionale I (en Prose,
Bolonia, 1904 p. 265 ss.).
(6) Hay que tener en cuenta, sin embargo, que una tendencia claramente asctica
puede hallarse en fidestas antiguos tales como Taciano y Tertuliano.
(14) Cf. E. Barnes y H. Becker, op. cit. p. 253. Sobre las teoras polticas de
Manegoldo en particular, vase el artculo de A. J. Carlyle, Manegold of Lautenbach,
en Encyclopaedia, of the Social Science.s, v. x. (cit. por Barnes y Becker).
(20) Entre stos pueden citarse Sobre el celibato (De coelibatu), Contra los clrigos
intemperantes (Contra intemperantes clericos) etc.
(31) Ibid.
(40) Ibid.
SEGUNDA PARTE
Todas estas ideas forman parte, por lo dems, del dogma y son
inseparables de la ortodoxia catlica.
Ahora bien, si ello es as, la creacin del Mundo, sin dejar de ser ex
nihilo (segn lo exige la concepcin judeocristiana), en cierto modo no lo
es.
Las criaturas son hechas por Dios con ideas preexistentes. Y si bien es
cierto que estas ideas no son causa material de las cosas sino causa
formal externa o ejemplar de las mismas (segn la terminologa
escolstica), tambin es verdad que, tomada la doctrina
del ejemplarismo en su significacin ms general, supone que el mundo y
las criaturas todas preexisten de alguna manera a la Creacin y que las
cosas hechas ex nihilo son en cierto sentido hechas ex ideis.
Pedro Damiano tambin admite que las cosas preexisten en Dios, antes
de ser creadas.
(Voluntas quippe Dei omnium rerum sive visibilium sive invisibilium causa
est ut existant, adeo ut condita quaeque, antequam ad formarum suarum
visibiles procederent species, iam veraciter atque essentialiter viverent in
sui opificis voluntate) (2).
Ntese, por otra parte, que aqu, al hablar de la preexistencia de las cosas
en la voluntad de su Hacedor (in sui opificis voluntate), no dice que las
mismas preexistan desde siempre (ab aeterno), aunque ello debera
deducirse inmediatamente de la idea de la inmutabilidad divina.
Pensar que Dios slo puede hacer lo que hace es para l limitar su poder
hasta el punto de hacerlo inferior al del hombre. Por eso, concluye, con no
dudosa fe debe creerse que Dios todo lo puede, tanto lo que hace como lo
que no hace (indubitabili fide credendum est Deum omnia posse, sive
faciat, sive non faciat) (6).
Consta que Dios slo puede hacer lo que de hecho hace alguna vez.
Por consiguiente, cuando se dice que Dios no puede o no sabe hacer mal
alguno, esto no debe atribuirse a ignorancia o imposibilidad sino a la
rectitud de la voluntad eterna. Precisamente porque no quiere el mal, con
razn se dice que no sabe ni puede hacer mal alguno; pero por lo dems
todo cuanto quiere sin duda puede tambin hacerlo
(Roc ergo quod dicitur: Deus non posse malum aliquod vel nescire, non
referendum est ad ignorantiam vel impossibilitatem, sed ad voluntatis
perpetua e rectitudinem. Quia enim malum non vult, recte dicitur quia
necque scit neque potest aliquid malum; ceterum quicquid vult, indubitanter
et potest) (9).
Todos los males, pues, como las iniquidades y los crmenes, aun cuando
parecen ser, no son; puesto que no provienen de Dios, nada son,
precisamente porque Dios no los hizo en modo alguno y sin El nada fue
hecho.
(Mala autem quaelibet, sicut sunt iniquitates et scelera, etiam cum videntur
esse, non sunt, quia a Deo non sunt, quia videlicet Deus omnino non fecit,
sine quo factum est nihil) (11).
Nada ms ajeno, pues, al ser verdadero de Dios que el mal, puro ser
aparente, y verdadera nada:
Los males, por consiguiente, aun cuando parecen ser no son, y estn lejos
de Aquel que es el verdadero y supremo ser
(Mala ergo etiam cum videntur esse, non sunt, et a b eo qui vere et summe
est, procul sunt) (12).
La tesis del mal como carencia de ser y como nada, tiene, como se sabe,
origen aristotlico, pero a Pedro Damiano probablemente le haya llegado
a travs de autores cristianos vinculados al neoplatonismo y en particular
a travs de San Agustn. Sin embargo, no cita a ninguno de estos autores
y se limita en cambio a acumular textos bblicos que, a su juicio,
fundamentan dicha tesis (13).
Es obvio que Dios puede hacer que los mritos de tal mujer igualen y an
sobrepasen a los de una virgen. De hecho hemos conocido muchas
personas de uno y otro sexo que, despus de los abominables halagos del
placer, llegaron a una tan grande pureza de vida religiosa que no slo
aventajaron en santidad a todos los castos y pdicos sino que superaron
tambin los no despreciables mritos de muchas vrgenes (plerosque
novimus utriusque sexus homines post abominabiles voluptatis illecebras,
ad tantam religiosa e vitae pervenisse mundiciam ut, non modo castos et
pudicos quoslibet in sanctitate praecederent, sed et non contemnenda
multarum virginum merita superarent) (18).
Pero no menos evidente resulta para Pedro Damiano que Dios puede
tambin devolver a una mujer desflorada la condicin fsica de la
virginidad, reparando su himen:
(Juxta carnem vero, quis etiam versanae mentis addubitet eum videlicet
qui erigit elisos, solvit compeditos, qui postremo curat omnem languorem
et omnem infirmitatem, clausulam non posse reparare virgineam?) (19).
(Si Deus, ut asseris, in omnibus est omnipotens, numquid potest hoc agere
ut quae facta sunt, facta non fuerint? Potest certe facta quaeque destruere
ut iam non sint, sed videri non potest quo pacto possit efficere ut quae facta
sunt, facta non fuerint. Potest quippe fieri ut amodo et deinceps Roma non
sit: potest enim destrui; sed ut antiquitus non fuerit conclita, quomodo
possit fieri, nulla capit opinio) (20).
Dios, por lo comn, crea las cosas futuras sin destruir las pasadas. A
veces, sin embargo, destruye lo ya hecho para procurar algo mejor. As
leemos que aniquil el mundo por el diluvio y la Pentpolis por el fuego. Y,
aunque es cierto que en estos casos quit el ser a las cosas presentes y
futuras, y no a las pasadas, si consideramos el asunto con atencin,
veremos que los hombres perversos que en tales ocasiones fueron
destrudos, por su constante tendencia al mal y al no ser, bien puede
decirse que no existan (21).
Cualquier cosa que ahora existe dice- en cuanto existe es necesario que
exista, ya que mientras es no puede no ser. Igualmente lo que va a
suceder, es imposible que no vaya a suceder, aunque existan muchas
cosas que en s mismas son contingentes, como el que hoy vaya o no vaya
yo a caballo, el que hoy llueva o no llueva etc.
Estos hechos contingentes (utrumlibet) lo son ms por la variable
naturaleza de los seres (esto es, por una razn ontolgica) que por una
consecuencia de los juicios o de la predicacin (esto es, por una razn
lgica).
Est dentro de todas las cosas y fuera de todas; encima de todas y debajo
de todas; es superior a todas por su poder e inferior a todas por el sostn
que les da; exterior a todas por su grandeza, interior a todas, porque las
penetra por completo: Y es, por as decirlo, un lugar sin lugar, que contiene
en s todos los lugares, sin tener que moverse l mismo por tales lugares;
y aunque a todos los llena, no ocupa con sus partes las partes del espacio,
sino que est todo entero en todas partes, y no es ms difuso en los
lugares ms anchos y ms recogido en los ms estrechos, ni ms alto en
los ms sublimes, ni ms bajo en los ms bajos, ni mayor en las cosas
grandes ni menor en las ms pequeas, sino que es uno y el mismo, simple
e igual en todas partes (est enim, ut ita dixerim, locus inlocalis, qui sic in
se continet omnia loca, ut non moveatur ipse per loca, et cum omnia simul
impleat, non per partes sui occupat partes loci, sed totus ubique est, nec
per ampliora loca diffusior nec pero angustiora contractior, nec altior in
excelsis, nec plus humiliatus in infimis, non maior in magnis, minor in
minimis, sed unus idemque simplex et aequalis ubique) (25).
Conforme a esto, podr decirse, pues, que el poder divino se ejerce del
mismo modo sobre el pasado que sobre el presente o el futuro.
(Quid est ergo, quod ille non valeat de praeteritis omnibus vel futuris, qui
videlicet omnia facta vel facienda sine ullo transitu defigit et statuit in suae
praesentia maiestatis? Cui profecto et illud tempus intransibiliter adest
quod ea quae facta sunt anteccesit et illud qua cuncta deinceps futura
concludit) (30).
Notas
(7) Introductio ad theologiam III 5 (Pat. lat. V. 178, col. 1096, cit. por Brezzi).
(15) Ibid.
(30) Ibid.
La tica de Abelardo
(Nolo sic esse philosophus, ut recalcitrem Paulo. Non sic esse Aristoteles,
ut secludar a Christo) (2).
(Non esse meae consuetudinis per usum proficere sed per ingenium) (8).
Ms an, hasta podra decirse que la doctrina del mal como relativo no-
ser o como carencia, es formulada en circunstancias anlogas por San
Agustn y por Abelardo.
(Non ergo mala est, in quantum natura est, ulla natura; sed cuique naturae
non est malum ni si minui bono. Quod si minuendo absumeretur, sicut
nullum bonum, ita nulla natura relinqueretur) (23).
Todas las cosas que existen, en cuanto existen, son buenas y provienen
del bien; en cuanto son despojadas del bien, no existen ni son buenas.
(Quid enim aliud est nativitas sermonum sive nominum, quam hominum
institutio?).
De ah que el sermo, como palabra apta para ser predicada, sea portadora
de un significado conferido por los hombres, traduzca
una intencin humana respecto a las cosas.
As, por ejemplo, no peca la mujer violada, el hombre que por cualquier
engao se acuesta con una mujer ajena que cree ser la suya o aquel que
errneamente da muerte a otro, creyendo ejecutar un acto mandado por
el juez (veluti si quae vim passa cum viro alterius concubuerit; vel aliquis
quoquo modo deceptus cum ea dormierit, quam uxorem putavit; vel cum
per errorem occiderit, quem a se tamquam a judice occidendum credidit)
(37).
El diablo, que slo puede hacer lo que Dios le permite, lleva a cabo obras
buenas cuando castiga al malvado por sus faltas o aflige al justo para
revelar su paciencia o para purificarlo. Y, sin embargo, no por eso deja de
obrar mal, pues su intencin, esto es, su libre voluntad, es siempre mala
(ut voluntas ejus semper sit injusta) (40).
Dios es justo porque quiere la justicia, una accin no es justa porque Dios
quiere que lo sea (41). Podra decirse, pues, que en la concepcin
abelardiana Dios deja de ser un dspota oriental para transformarse en un
gobernante griego.
Retornando la analoga que antes iniciamos, entre lgica y tica, cabe
ubicar de este modo el concepto abelardiano del pecado: as como en la
lgica, y particularmente en la teora de los universales, se distinguen dos
planos: 1) el ontolgico (esto es, la pluralidad de las cosas, en cuanto
tienen un status comn), que constituye la base, 2) el propiamente lgico
(esto es, el mismo concepto universal), que es el centro, y 3) el lingstico
(esto es, el trmino que expresa dicho concepto), que es la parte externa,
as en la tica se diferencian igualmente tres estratos: 1) el deseo, esto
es, la voluntad instintiva, que constituye la base, 2) la intencin, esto es,
la voluntad libre, que es el centro y el meollo, y 3) la obra material, que
viene a ser el estrato externo.
Algunos hay que se sorprenden no poco cuando nos oyen decir que la
ejecucin del pecado no se llama propiamente pecado y que nada aade
a la gravedad del mismo, ya que a los penitentes se les impone una
satisfaccin ms pesada por la realizacin de la obra que por la mancha
de la culpa.
(Sunt etiam qui non mediocriter moventur, cum audiunt nos dicere, opus
peccati non proprie peccatum dici, vel quidquam non addere ad peccati
augmentum; cur gravior satisfactio poenitentibus injugatur de operis
effectu, quam de culpae reatu) (42).
Sera difcil imaginar que un pensador cristiano del siglo XII entendiera
por intencin la mera conviccin individual, adoptando un relativismo tico,
al estilo de los sofistas griegos. Tampoco es fcil concebir cmo podra
llegar a interpretar la intencin (consensus) como respuesta positiva o
negativa, a un imperativo moral autnomo, esto es, autosuficiente y
absoluto. En verdad, es preciso reconocer que, cualesquiera hayan sido
sus avances en el camino que conduce hacia una tica autnoma,
Abelardo sigue estando todava ms cerca de Toms de Aquino que de
Kant.
En efecto, para que una intencin pueda llamarse buena -dice nuestro
filsofo- no basta que el individuo crea que sus actos son gratos a Dios; es
preciso adems que realmente lo sean (Non est itaque intentio bona
dicenda quia bona videtur, sed insuper quia talis est, sicut existima tur)
(53).
Esto no quiere decir, sin embargo, que los mismos paganos, mediante las
luces de su razn, no pudieran lograr un juicio recto. Por eso, al igual que
los Padres griegos, insiste en la idea de un Cristo esencial, siempre
presente en el alma de los hombres y fuente de toda sabiduria (56).
Por eso, sostiene inclusive que algunos hombres que vivieron antes de
Cristo llegaron a conocer los misterios de la fe, como la Trinidad y la
Encarnacin. Por otra parte, la introduccin de un elemento ajeno a la
voluntad libre, en la determinacin de la positiva bondad moral, no significa
una inconsecuencia en la doctrina tica de Abelardo.
Tanto Cristo como su discpulo Esteban, al pedir perdn para quienes los
atormentaban y daban muerte, pedan a Dios que no les impusiese una
pena fsica o corporal (59). En efecto, Dios suele afligir fsicamente a los
hombres, aunque no hayan cometido un verdadero pecado. A veces se
propone con ello purificar o probar a los justos, a veces quiere tener
ocasin de librarlos luego y ser glorificado (Saepe etenim Deus aliquos hic
corporaliter punit, nulla eorum culpa hoc exigente, nec tamen sine causa,
veluti cum justos etiam afflictiones immittit ad aliquam eorum purgationem
vel probationem, vel aliquos eum affligi permittit, ut postmodum hinc
liberentur, et ex collato beneficio glolificetur) (60).
Tal rigorismo presenta, sin duda, grandes afinidades con el de los estoicos
y el de Kant. Pero es tambin la mejor contrapartida del rigorismo dualista
de los neomaniqueos, en cuanto ubica sus mximas exigencias en la
interioridad espiritual al mismo tiempo que considera como prcticamente
neutra o irrelevante la exterioridad sensible y material.
Notas
(1) Sobre la vida de Abelardo, pueden leerse las obras de Ch. de Rmusat, Ablard-
Sa vie, sa philosophie et sa thologie Pars, 2a. ed. 1855 vol. 1; de E.
Vacandard, Ablard.Sa doctrine, sa mthode - Paris - 1881, y de S. M.
Deutsch, Peter Abiilard - Leipzig - 1883. Entre las ms recientes vanse: G. P.
Fedtov, Abelardo (en ruso) - Petrogrado - 1924; C. Ottaviano, Pietro Abelardo - La
vita, le opere, il pensiero -Roma - 1929; J. K. Sikes, Peter Aballard - Cambridge -
1932; y G. Frascolla, Pietro Abelardo Pesaro - l950-1951. Sobre su disputa con San
Bernardo, cfr. P. Laserre, Un conflit religeux au XII siecle - Ablard contre Saint
Bernard - Paris - 1930 - Sobre los amores con Elosa cf. E. Gilson, Hloise et
Ablard - Pars - 1938.
(3) Manita (Notices et Extraits: XXXIV, parte 2, p. 179 Haurau, citado por Sikes, op.
cit. p.35).
(7) Es claro que el principio mismo no est all formulado ni postulado pero, pese a
lo que opine M. de Gandillac (Oewvres choisies d' Ablard - Paris - 1945 - p. 12,
nota 3), alli est su germen.
(11) Dialogus inter philosophum, judaeum et christianum (Pat. Lat. v. 178, col.
1613).
(12) La Ethica seu liber dictus Scito te ipsum fue editada por vez primera por
Bernardo Pez, bibliotecario de la Abadia de Moelk, quien la incluy en el tomo
tercero de su Thesaurus anecdotorum novissimus (1721).
(14) Ibid.
(15) Ibid.
(16) Ibid.
(19) Ibid.
(20) Ibid.
(21) Ibid.
(28) Ibid.
(31) Tal distincin aparece con toda claridad en la Logica Nostrorum petitioni
sociorum.
(34) Ibid.
(37) Ibid.
(38) Ethica col. 643.
(40) Ibid.
(44) Ibid.
(45) Ibid.
(53) Ethica, col. 653. Sidgwick en su History of Ethics - Londres - 1960 - p. 138,
opina que hay en esto una inconsecuencia.
(54) Ibid.
(55) J. G. Sikes, Peter Abailard - Cambridge - 1932 - p. 167; M. de Gandillac, op. cit.
p. 57 - 58.
A partir del siglo XIII no son pocos los autores que, como el franciscano
Buenaventura y su discpulo Mateo de Aquasparta, adoptan una posicin
intermedia y pretenden (como ms tarde muchos filsofos-humanistas del
Renacimiento) conciliar, en el campo gnoseolgico, la doctrina platnica
con el aristotelismo (1).
Por una parte formula, en efecto, una doctrina del conocimiento inferior,
que culmina en la formacin del concepto universal, de una manera no
muy diferente a la de Juan de Salisbury o Abelardo; por otra parte, una
doctrina del conocimiento superior o espiritual, de corte neo platnico, a
cuya elaboracin concurre tanto la ortodoxia agustiniana como la
heterodoxia del Ergena (4).
En ella el autor pretende tratar de la esencia y las potencias del alma (de
ejus essentia et viribus) desde un punto de vista estrictamente racional, es
decir, como l mismo lo explica, no segn lo que Dios ha revelado en la
Escritura (neque id quod in divinis litteris didicimus) ni conforme a una
consideracin sobrenatural (qualis fuerit ante peccatum aut sibi sub
peccato, aut futura post peccatum).
Pero esta divisin y articulacin del conocimiento (el cual, por otra parte,
es en s mismo simple e idntico a la substancia del alma) no nos dice
todava nada acerca del problema del origen. Resulta interesante advertir,
sin embargo, la inclusin del tiempo como factor determinante de las
modalidades del conocimiento.
Se define, por consiguiente, por una doble relacin con su objeto material
y con su objeto formal: con las cosas corpreas a las que aprehende en
cuanto son corpreas. Pero esta doble relacin no basta; las cosas
corpreas en cuanto corpreas son aprehendidas como presentes, es
decir, en un acto casi corpreo de yuxtaposicin espacial. De ah que, aun
cuando todo acto cognoscitivo suponga una cierta elevacin con respecto
a lo puramente corpreo, la sensacin puede ser llamada con propiedad,
corprea, en cuanto por su objeto (material y formal) no llega a trascender
lo corpreo y tambin en cuanto se ejerce por medio de instrumentos que,
siendo en s mismos corpreos, se adecuan al carcter del acto, el cual
exige como condicin sine qua non la contigidad fsica del objeto.
Pues la naturaleza misma del cuerpo, segn la cual todo cuerpo es cuerpo,
en realidad no es cuerpo alguno.
(Neque natura ipsa corporis secundum quam omne corpus, corpus est,
utique nullum corpus est) (28).
Este aristotelismo, sin embargo, que parece a primera vista tan prximo al
de Toms de Aquino, no es llevado hasta sus consecuencias ltimas ni se
extiende a todas las regiones del conocimiento. A diferencia del Aquinate,
que con obstinada consecuencia pretende seguir los pasos de Aristteles
y aplica los principios de su gnoseologa al mundo de las formas puras
inmateriales y aun al Acto puro (que identifica naturalmente con el Dios
cristiano), Isaac ve limitado su aristotelismo por la sombra venerable de
Platn cuando llega a la regin de las formas espirituales subsistentes. En
efecto, para l, la razn abstractiva es por s misma incapaz de alcanzar
el conocimiento de los ngeles y de Dios. Su dominio ms propio y
especfico es el de las matemticas, esto es, el de las estructuras
geomtricas y las relaciones aritmticas de los cuerpos. Hasta all no
llegan de por s los sentidos y la imaginacin, aunque sirven de peldaos
para que arribe la razn o, por lo menos, para que se acerque y pueda dar
su salto constitutivo, llamado abstraccin. De una manera semejante y en
la misma proporcin (simili proportione), la razn puede ayudar a conocer
las puras substancias espirituales, pero por sus solas fuerzas no las
alcanza jams, pues tiene sus propias metas y est limitada por sus
propios fines (habet etenim metas suas et propriis finibus limitatur) (32). A
diferencia de Toms que, mediante el concepto de analoga, extiende el
uso y la actividad de la razn al conocimiento de los puros espritus y an
al conocimiento de Dios, estableciendo un camino nico ascendente a
partir de la humilde fuente de los sentidos exteriores, Isaac piensa que
para llegar al plano de las formas puras subsistentes es preciso recurrir a
otra fuente cognoscitiva enteramente diferente cuya luz procede de lo alto.
La esencia de Dios est constituda por una luz inaccesible que, por don
natural (naturali dono) se proyecta sobre la inteligencia, esclarecindola e
iluminndola. El esplendor que la Divinidad emite de s, aunque sin
despojarse del mismo (emittens de se sed non amittens) (38)), inunda la
inteligencia en la verdad absoluta. En tal sentido, ms que una intuicin, el
acto podra caracterizarse como una fusin o, mejor todava, como una
inmersin del conocimiento humano en el Ser divino.
Por otra parte, este don que no se confunde con la revelacin sobrenatural
o con los dones de la Gracia (tal como los concibe la teologa medieval),
es lo nico que para Isaac puede explicar el conocimiento que de hecho
tenemos acerca de Dios y de los ngeles. Tal conocimiento, en efecto,
supera intrnsecamente la capacidad de nuestra razn abstractiva y
discursiva. Y como, por otra parte, cualquier hecho, segn lo dice de una
manera explcita el mismo Isaac, debe tener una causa de donde provenga
(omnis rei eventus causas habere unde proveniant) (39), slo una
intervencin de Dios puede explicar este saber humano natural que supera
tanto las capacidades propias del alma.
Esta luz, por otra parte, se relaciona con la luminosidad que resulta de la
naturaleza de cada objeto corpreo, la cual, en cuanto forma incorprea,
es aprehendida por la razn. Tambin esta luminosidad puede
considerarse como reflejo de la luz divina, pero como reflejo que slo se
manifiesta mediata y genricamente.
Notas
(1) Cf. J. M. Verweyen, Historia de la filosofa medieval, Bs. As. 1957, p. 133 sgs.
(4) Segn Jacquin (L'influence doctrinale de J. Scot au debut du XIII e siecle, p. 106-
170, citado por De Wulf) cuando el Papa Honorio III que condena en 1225 el De
divisione naturae y manda echar al fuego los ejemplares de la obra, dice que sta
an se lea in nonnullis monasteriis, se refiere especialmente a los monasterios
cistercienses. De hecho, no slo Isaac sino otros varios miembros de la orden,
muestran en esta poca influencias del Erigena.
(5) Esta ltima fecha se colige del hecho de que slo entonces aparece citado por
vez primera su sucesor en la silla abacial de Stella. Todas las noticias sobre la vida
de Isaac han sido tomadas de la Histoire littraire de la France, XII, 678, reproducida
por Migne, Pat. Lat. v. 194, col. 1683.
(6) A estas obras debe agregarse, segn P. Bliemetzrieder (Eine unbekannte Schrift
Isaaks van Stella. Stud. u. Mitteil. aus dem Benediktiner und Zisterzienserorden, 29-
1908), un Comentario sobre el Libro de Ruth.
(7) La obra ha sido publicada por Migne en la Patrologa Latina, v. 194. Se la conoce
con el nombre de Epistola ad quemdam lamiliarem suum de Anima (o De anima).
(De aqu en adelante, al citar, nos referiremos slO a la numeracin de las
columnas). No debe olvdarse, sin embargo, que, como hace notar Gilson (History
of Christian Philosophy in the Midle Age Londres 1955, p. 168), entre sus sermones
hay un grupo (XIX-XXVI) que presenta gran inters metafsico, por el firme y sutil
anlisis del concepto de sustancia.
(13) Col. 1880. Por otra parte tambin compara aqu mismo Isaac, los cinco
escalones del entendimiento (hacia la Sabidura) con los cuatro escalones de la
voluntad (hacia la Cardad).