Elsa Tamez PDF
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RIBLA
REVISTA DE INTERPRETACIN
BBLICA LATINOAMERICANA
N 38
Religin y Erotismo
Cuando la Palabra se hace carne
QUITO, ECUADOR
2001/1
CONTENIDO
ELSA TAMEZ. Para una lectura ldica del Cantar de los Cantares......... 59
Sagrados cuerpos
Dios nos hizo cuerpos.
Dios se hizo cuerpo. Se Encarn.
Cuerpo: imagen de Dios.
Cuerpo: nuestro destino, destino de Dios.
Esto es bueno.
La invitacin que Rubem Alves haca, abre la posibilidad de percibir las ten-
siones del Credo, saberlo equvoco y carente de sentido. Todo depende de la ento-
nacin de la voz. Esta invitacin atravesaba el pequeo libro de oraciones de Ru-
bem, y se desparramaba a toda la vida. Vena de las calles, de los movimientos con-
tra la tortura, de las madres y los abuelos buscando, los cuerpos desaparecidos de hi-
jos e hijas, de los movimientos de mujeres contra la explotacin de sus cuerpos, de
los movimientos de proteccin de los nios, de grupos ambientalistas y la urgencia
del cuidado del cuerpo del mundo, de los movimientos de trabajadores y trabajado-
ras organizados que afirmaban la santidad de la fuerza del trabajo en huelgas delan-
te de las mquinas.
De tantas maneras el cuerpo dejaba de ser lugar de negacin y sufrimiento y
se afirmaba como lugar de creacin y de placer, que era imposible no aprender a ex-
presarlo de otra manera en nuestras oraciones. Fue y ha sido un aprendizaje difcil
y desafiante.
Pero no significaba solamente un dislocarse en las liturgias y en la espiritua-
lidad. Afirmar la resurreccin del cuerpo como plenitud ertica que nos humaniza
trae desafos para la teologa y lo que decimos de Dios y como lo decimos. Trae de-
safos tambin para quien trabaja con la Biblia.
Los smbolos e imgenes, metforas y relaciones que habitan en nuestras ora-
ciones, liturgias y teologa se refieren al elenco de historias bblicas. Nuestro lxico,
nuestro lenguaje de cuerpo y de discurso, se alimentan del men de personajes, en-
redos, estructuras, mitologas, secuencias y representaciones de las tradiciones bbli-
cas vivas, tambin, en las culturas por caminos de imposicin, de asimilacin o de
reinvencin.
Lo que se construye como sentido comn en el imaginario social a partir de
las tradiciones bblicas es una mezcla entre un dios incorpreo, puro espritu, y hom-
bres y mujeres llenos de rdenes y daos en sus cuerpos pecadores y mortales. Es-
ta visin simplificada, violentamente monoltica y restringida del texto bblico es la
que prevalece en las catequesis y escuelas dominicales, en las representaciones ar-
tsticas y en las liturgias.
Infelizmente es la visin que contina atravesando tambin la lectura bblica
popular y ecumnica que hacemos en Amrica Latina. An no fuimos capaces de in-
corporar una visin crtica de lo demonaco del cuerpo y del erotismo en las versio-
nes oficiales del judasmo-cristianismo, ni capaces de articular creativamente los
descubrimientos y alternativas que la arqueologa, antropologa, psicoanlisis traen
para una experiencia religiosa ms integrada.
Nuestras lecturas bblicas continan reforzando una perspectiva de Dios im-
personal, separado de la humanidad y de sus cuerpos, de la naturaleza y sus cuerpos.
Un Dios sin cuerpo y des-erotizado y por eso mismo, mejor y superior a otras divi-
nidades marcadas y mezcladas a rituales de fertilidad y expresiones erticas.
El primer problema est en la tentativa de las teologas sistemticas y sus ver-
siones catequticas en trabajar la Biblia a partir de reducciones temticas y secuen-
ciales: se habla de El Dios del Antiguo Testamento como una imagen nica y refe-
rente siempre a un mismo contenido. O se organiza una secuencia de imgenes de
la divinidad del Antiguo Testamento, disponindolas en un movimiento que va de la
ms rudimentaria y atrasada (una divinidad corprea y erotizada) hasta una percep-
cin exacta y ms avanzada de Dios (sin cuerpo y sin relacin).
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3 FRYMER-KENSKY, T., In the Wake of the Goddesses - Women, Culture and the Biblical Transfor-
mation of Pagan Myth, Free Press, 1992,. p.188.
8 Introduccin
4 GEBARA, Ivone, Nas origens do mal, em Teologia em ritmo de mulher, Paulinas, So Paulo,
1994, p.43.
5 GEBARA, Ivone, Nas origens do mal, p.84.
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Sin necesidad de hacer por el contrario el elogio del erotismo como lugar
exclusivo de plenitud, pero insertndolo como dimensin fundamental de la repro-
duccin simblica y material de la vida, la lectura bblica liberadora tiene delante de
s el desafo de asumir las posibilidades, las contradicciones y los lmites de las vi-
vencias erticas en las construcciones de modos de vida y de sociedad.
LA DANZA DE EROS
O EL DESEO DEL SER
venciado por el sujeto humano es siempre marcado por lo provisorio, por lo mez-
clado, por lo parcial, por lo regional, por lo personal. Es hoy que experimentamos
la infinita atraccin del momento, la infinita atraccin por el otro, por la otra, por la
causa, por el cosmos. Es hoy que vivenciamos el encanto, la locura de la proximi-
dad, del habitar mutuo. Es hoy que el universo canta en nosotros y somos capaces
de componer canciones de amor. Pero de repente el encanto se quiebra. El hada que
sustentaba la atraccin parece haberse despedido de los amantes. La luz de su vari-
ta parece haberse apagado. Y el otro y la otra amados originalmente pueden
convertirse hasta en el lugar de lo anti-ertico, repudio, reaccin negativa, odio, des-
dn. Es la misteriosa provisoriedad de lo ertico humano! Es como las olas del mar
que van y vienen mostrando la movilidad y la mutacin en nuestros ms profundos
sentimientos.
Pero, quin es el que establece el modelo del ideal ertico? Quin es el que
define las reglas del juego? Quin establece los lmites de lo amado y de lo recha-
zado? La poesa desea lo ertico sin lmites, lo ertico inclusivo, lo ertico que res-
peta lo diferente, que invita a soar con el imposible suelo. La Teologa cambia
el erotismo divino en gape para marcar la diferencia entre el simple amor humano
y el divino.
La sociedad a su vez impone normas a lo ertico, lo reduce a su imagen y se-
mejanza. Lo expresa en el racismo, en el sexismo, en la homofobia, en la misoginia,
en el clasismo, en la comercializacin.
Los amantes transgreden, se culpan, se disculpan, se aman, se odian, se vuel-
ven a amar, vuelven a ignorarse. Los amantes ponen lmites, reglas, celos... contra-
tan detectives, castigan, matan, olvidan... Y el cielo de los amantes, el cielo erti-
co, dnde est, en este infierno que construimos y nos formamos?
No tengo respuestas para ms all de la acogida de la provisoriedad y de la
intensidad del momento vivido. Todo pasa, fluye, huye, vuela... Pero, todo continua
en la infinita atraccin csmica. Todo se renueva y recomienza como si fuera la pri-
mera vez, el primer amor, el primer beso, la primera caricia, la ms fuerte, la ms
intensa, la ms original.
Por eso sigo adelante y doy un paso ms en mis pensamientos sobre las es-
tructuras de lo ertico o sobre la construccin social de lo ertico. Erotismo tiene
que ver con la afirmacin del sujeto. Tenemos necesidad de afirmar el yo para co-
nocer sus caminos, sus sueos y deseos. Y en la medida en que nos conocemos, va-
mos siendo capaces de conocer nuestros frgiles mapas erticos, nuestra geogra-
fa de sueos, nuestra historia de deseos. En la medida que nos conocemos, percibi-
mos que los mapas descubiertos, son apenas algunos trazos delante de una inconta-
ble cantidad de trazos desconocidos. En la medida en que nos conocemos permiti-
mos al otro, a la otra que se conozcan. Y este descubrir recproco se torna casi ina-
ceptable en una sociedad que entrega modelos erticos prefabricados y los necesita
para mantener su poder y controlar la vida de las multitudes.
La construccin de mi cuerpo, de mi persona, revela mi construccin ertica,
revela algo de mi libertad interior, de mi bsqueda de comunin con los otros. En-
tonces, Eros acaba naciendo en nosotros con sus mltiples rostros, con sus danzas
diversas, con sus vinos y tragos, con sus manjares y sacrificios. De repente, percibi-
mos que lo ertico de lo cual hablamos es el rostro bonito del Eros, que vive en no-
sotros. Entonces Eros no es uno pero mil, no es mil pero s millares con su expre-
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sin diferente a pesar del fondo comn que lo hace existir. Ertico es el vaso, el ja-
rro, es el cucharn que se hace con las manos, es la boca que se aproxima para be-
ber de la misma agua, ms all de todos los instrumentos, de todos los utensilios y
de todos los poemas.
Erticos son los dedos en el teclado, haciendo salir la msica de adentro del
cuerpo, carne y piano, de las entraas profundas, vibrando al son del ritmo creado.
Erticas son las palabras cuando los cuerpos estn hambrientos y sedientos de
cario.
Ertica es la comida y la bebida cuando el estomago gime de hambre y la gar-
ganta ansa por agua.
Ertica es la forma de respirar, de llenar los pulmones de aire, de inspirar y
expirar el mismo aire que nos envuelve y nos hace vivir.
Y finalmente, ser que se puede decir todava que Dios es amor? Gran cues-
tin teolgica! Tengo ganas de decir que Dios es ms que el amor. Limitamos el
amor a nuestras experiencias bien o mal vividas en amor. Repetimos a San Juan en
su identificacin de Dios con el Amor sin pensar en el sentido real de nuestras pala-
bras y experiencias. No sera mejor decir que el amor, cualquier amor humano, cre-
ce en Dios, pero que Dios, el misterio infinito, el misterio que teje la vida y todas
las vidas, est ms all del Amor? Eros es apenas un dios, un dios entre los muchos
que creamos en la vivencia de la aventura humana. Eros es apenas un aspecto de
nuestro Olimpo cultural. El sin nombre, o no dios es ms grande, mucho ms
grande y de l/ella se sabe tan poco. Se intuye apenas que es un VIENTO, un AIRE
que se hace complejo y se simplifica sustentando la VIDA, todas las vidas. La sa-
bidura humana se calla delante del Misterio. Apenas consciente que el Misterio sea
Misterio. Atraccin, Sustentacin, Relacin. No hay ms teologa. Solo se puede de-
cir AMEN al SER.
Ivone Gebara
rua Alpino Meira 278
Tabatinga
Camaragibe/PE
54756-380
Brasil
LA SEXUALIDAD DE LA DIVINIDAD
Reflexiones sobre el lenguaje acerca de Dios
Resumen
De lo Trascendente slo se puede hablar por va negativa (que es no decir), negan-
do en l todo lo que pertenece a nuestra experiencia fenomnica, o tambin por va
positiva, afirmando de l lo que experimentamos en nuestro mundo, pero en forma
eminente. En todos los casos, hablamos de Dios desde nuestra realidad, humana, his-
trica, cultural. Slo mediante el smbolo podemos expresar la experiencia de lo sa-
grado. Y los smbolos son parte de nuestra experiencia fenomnica.
Nosotros nos relacionamos unos a otros como personas, y las personas son sexua-
das. Si hablamos simblicamente de Dios como persona(s) sea como Dios Uno del
AT, sea como Trinidad se sobreentiende que lo representamos sexuadamente, mas-
culino o femenino. Afirmar que Dios est ms all del sexo, no es apropiado en la va
positiva. En la negativa, ningn lenguaje es propio.
La tradicin hebrea desarroll un monotesmo masculino. Fue siempre as? El Ya-
v masculino fue siempre solitario? Qu condicion la prdida de lo femenino en
la Divinidad, o sea la prdida de la Diosa?
Cmo podemos expresar correctamente lo femenino divino?
Abstract
We can only speak of the Transcendent by way of negation (which means not to
say), denying in it every thing belongs to our phenomenical experience or also by
way of the positive, that is , affirming in it what we experience in our world, but in
an eminent way. In any case, we speak about God from our human, historical, cultu-
ral reality. Only by means of the symbol can we express the experience of the sacred.
And symbols are part of our phenomenical experience.
We relate to one another as persons and persons are sexualized. If we speak sym-
bolically about God as person(s) either the One God of the Old Testament, or the
Trinity- it is understood that we are representing God as a sexualized person, mascu-
line or feminine. To affirm that God is beyond sex is not appropriate in the positive
way. In the negative no language is suitable. Hebrew tradition developed a masculi-
ne monotheism. Was it always like that? Was the masculine Yahweh always alone?
What were the events or thoughts that brought about the loss of the feminine in the
Divine, or rather the loss of the Goddess?
How can we correctly express the feminine of the Divine.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 15
Afirmamos, no obstante, que esto puede ser pensado (lo mismo que sostene-
mos que Dios est ms all del cosmos, o de lo fenomnico) pero no dicho. Nos
explicamos:
2.1 Al decir trans- (que Dios transciende la sexualidad), estoy usando un
elemento fenomnico (lo sexual) que al mismo tiempo niego. Y no digo nada espe-
cfico, fuera de expresar una diferencia respecto de lo que s es especfico, por ser
parte de mi experiencia.
3.2.1 Es necesario, con todo, hablar acerca de l en smbolos, y stos estn to-
mados del acerbo cultural. Se lo compara con el alimento, con el aire, con la pala-
bra (va), etc. Con esto, ya estamos volviendo a la experiencia de las cosas del mun-
do para poder hablar de lo trascendente. Y en segundo lugar, los trminos que se
usan tienen gnero, y por obra de la analoga, que realiza una transferencia (por el
significante) de lo fenomnico a lo transfenomnico, se est negando que Brahman
no tiene atributos (se convierte en saguna).
3.2.2 En la prctica religiosa, el devoto se entiende con las manifestaciones
de Brahman, que son personificaciones de otros tantos smbolos: Indra, Varuna,
Vyu, Agni, etc. De esta manera no salimos del lenguaje simblico que aplicado
a Dios remite a lo totalmente Otro a travs de (analogiks) infinitas experien-
cias fenomnicas y culturales.
3.3 Todas las representaciones de Dios son sexuadas: Yav, Elohm, El, Ado-
nay, Padre-Hijo, Espritu Santo. Lo que decimos de Dios afirma en primer lugar una
funcin (el aspecto de la experiencia religiosa que es captado), luego sta puede ser
representada (en el lenguaje y en el arte) y condensarse en un nombre (que lo iden-
tifica). La historia de las religiones ensea que todos los Dioses tienen una funcin,
una representacin y un nombre. En la Biblia, los nombres divinos son todos mas-
culinos. Las representaciones son normalmente masculinas, con algunas excepcio-
nes en el orden de la metfora (cf. infra, bajo 3.4). Las funciones normales del Dios
bblico son patriarcales y kiriarcales.
3.4 En la teologa crtica feminista se enfatiza que Dios es tambin jokm (Sa-
bidura) y raj (Espritu) trminos femeninos en hebreo y que se es un lengua-
je vlido para referirse a Dios. Eso es correcto. El equivalente de jokm es femeni-
no tambin en griego (sofa), pero no lo es el de raj (pnema es neutro, y el latn
spiritus es masculino, lo que no ayuda a la continuidad conceptual del lenguaje).
Jokm/Sofa es personificada (por eso la mayscula en este caso) como mujer en di-
versos textos del AT (Pr 1,20-33; 8,1-21; 9,1-6; Sb 10,1-11,3) y hasta del NT (Mt
11,19; 12,42; Lc 7,35), pero ni la jokm ni la raj son apelaciones o nombres de Ya-
v, sino atributos importantes de l. No indican aspectos femeninos de Dios. Son
trminos femeninos que hablan de cualidades del Dios masculino. La raj est siem-
pre en posicin sintctica de poseda (de Yav) y nunca es igual a Yav mismo, co-
mo nombre propio7.
El caso de jokm es ms interesante. En Sabidura 10,1-11,3, el inicio del gran
midrs de la historia salvfica (10-19), la Sabidura es el sujeto de la creacin y de
las acciones soteriolgicas que en xodo y Nmeros tienen a Yav mismo por suje-
to. Por lo tanto, la Sofa all es Yav mismo. Pero los textos no deducen nada de eso.
Por ser Sofa la conductora de la historia de salvacin, el midrs hubiera podido ex-
plotar esa circunstancia para destacar aspectos femeninos de esa actuacin de Yav.
Pero queda en el fondo la concepcin masculina propia de la tradicin.
Lo importante, en este caso, es que el lenguaje de Sb permite la representa-
cin de Dios como mujer, y el darle un nombre femenino, aunque no nos abre el ca-
mino para una funcin tambin femenina, que es lo esencial (cf. supra, bajo 3.3).
7 Tendemos a decir el raj, en masculino, por atraccin del uso griego y latino.
18 JOS SEVERINO CROATTO, La sexualidad de la Divinidad
Esencial si la entendemos bien, es decir, que lo femenino debe tener su propia iden-
tidad como persona, a la manera como en Pr 8,22-36 la Sabidura es la compaera
de Yav en la obra de la creacin. Aunque ya es una metfora literaria, no deja de
ser sugerente la distincin de lo femenino como persona diferente de Yav. No
habr all un resto una recuperacin, ms bien? de la Diosa?
Si es as, se podra sospechar que la Sofa de Sb 10,1-11,3 es una forma vela-
da, en el contexto helenstico, de resucitar a la Diosa ya sumergida y suprimida pa-
ra ese entonces en la tradicin normativa (ver ms abajo, en 4.4 y 4.5).
La mujer Jokm de Pr 1,20-33; 8,1-21; 9,1-6 nos dara ms elementos en esa
lnea, ya que ella es representada como una mujer que sabe preparar un banquete y
atender a los convidados. Pero, lastimosamente, se trata de una metfora literaria
que personifica la Sabidura (con todo lo que eso implica en el ideario cultural del
texto). La Jokm-mujer de estos tres pasajes de Proverbios no es Yav mismo, co-
mo puede ser la Sofa de Sb 10-19.
De modo que hay tres maneras de entender la jokm:
a) Como un atributo de Yav (en la literatura sapiencial en general).
b) Como personificacin literaria de Yav mismo (Pr 1,20-33; 8,1-21; 9,1-6;
Sb 10,1-11,3). La funcin, con todo, sigue siendo masculina (es Yav el actor su-
puesto).
c) Como una persona femenina junto a Yav (Pr 8,22-36).
Sea como sea, lo que queremos destacar en este pargrafo es que nuestro len-
guaje sobre Dios es sexuado, no trans-sexual. Por eso eran importantes estas met-
foras femeninas, no masculinas precisamente.
3.5 Por eso, lo trgico est en el predominio absoluto, exagerado, del Dios
masculino. Palabras femeninas en uno u otro idioma para hablar de Dios, de ningu-
na manera lo hacen femenino. Se piensa en Yav, un sujeto siempre masculino.
8 Algunos creen que esta Dios es el equivalente babilonio de la Atratu ugartica. Si Ashratum es lla-
mada Seora de la estepa en los textos mesopotamios, en los mitos de Ugarit Atratu no tiene nada
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 19
4.1 El antiguo Israel veneraba a muchos Dioses/as, pero fue destacando la fi-
gura de Yav10. Instructiva al respecto es la informacin de Jc 11,24, en el relato de
la guerra de Jeft con los amonitas. Ante las pretensiones territoriales de stos, Jef-
t le dice a su rey:
No posees ya todo lo que tu Dios Kems ha quitado para ti a sus poseedo-
res? Igualmente, nosotros poseemos todo lo que Yav nuestro Dios ha quitado para
nosotros a sus poseedores.
que ver con el desierto (pace Enilda de Paula Pedro y Shigeyuki Nakanose, Debaixo da macieira te
desnudei... - Uma leitura de Cnticos 8,5-7: RIBLA 37 (2000:3) par.4. Por lo dems, es inexacto ha-
blar de Attartu de la estepa. El desierto es, en los mitos de Ugarit, el mbito del Dios ttar (no se
habr confundido a este Dios, con la Diosa Attartu?).
9 Ver el otro artculo en este mismo nmero de la revista, sobre La Diosa Asher en el antiguo Israel:
el aporte epigrfico de la arqueologa.
10 Ver el art. de Baruch Halpern, The Baal (and the Asherah) in Seventh-Century Judah: Yhwhs Re-
tainers Retired, en Rdiger Bartelmus, et al. (eds.), Konsequente Traditionsgeschichte: Festschrift fr
Klaus Baltzer zum 65. Geburtstag, Orbis Biblicus et Orientalis 126; Friburgo, d. Universitaires/Go-
tinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1993, 115-154 (p.116).
20 JOS SEVERINO CROATTO, La sexualidad de la Divinidad
El discurso de Jeft presupone como un dato que cada nacin tiene su Dios
principal que dirige los destinos de su propio pueblo.
4.3 Yav, adems, parece haber sido un Dios acompaado por la Diosa Ashe-
r (ver ms arriba, en 3.6.2). Se puede deducir de los datos siguientes:
a) Los textos bblicos la distinguen de manera particular como un elemento
a erradicar. As sucede con la reforma de Josas, en la cual hay un especial ensaa-
miento con esta Diosa y sus smbolos (2 Reyes 23,4, en especial el v.6)12. Es impor-
tante tambin el testimonio de 1 R 15,13, en que la Gran Dama, la abuela del rey As,
es despojada de este ttulo por haber hecho una mifleset13 para Asher, seguramente
smbolo de la Diosa, objeto que es abatido y quemado en el valle del Cedrn.
b) El testimonio de los documentos de Ugarit es significativo para nuestro
propsito, ya que all el jefe del panten, el Dios Ilu, tiene como consorte a la Dio-
sa Atratu ya mencionada. Como, por otra parte, la presencia de El en Israel es ms
antigua que la de Yav (en los nombre teofricos del Gnesis slo aparece El: Isra-
el, Isma-el, Penu-el, etc.), se puede pensar que la pareja ms antigua El-Asher fue
sustituida por la de Yav-Asher, una vez afirmada la figura de Yav.
c) Las nuevas inscripciones encontradas en el sur de Israel (Khirbet el-Qom
y Kuntillet Ajrud) aluden varias veces a Yav y su Asher. A pesar de las dificul-
tades de lectura y de interpretacin de las inscripciones, est suficientemente claro
que Asher no es un objeto sino una persona como Yav. Y aunque fuera un objeto,
simboliza a la Diosa asociada ntimamente con Yav14.
Dioses en esa ciudad. Fue algo mucho ms radical. Fue la supresin de los santua-
rios locales y regionales en que se renda culto a Yav, ahora centrado en Jerusaln.
Pero fue tambin la erradicacin de los otros Dioses que no eran Yav. No se puede
afirmar que en Jud haba un gran sincretismo religioso y que las medidas de Josas
significaban una purificacin de la religin yavista. Ms bien, el rey decidi abolir
el culto a los otros Dioses, tradicionales en el contexto, y que era tan legtimo como
el que se renda a Yav.
Josas logr una erasio memoriae impresionante. Claro, esta impresin pue-
de ser aparente, por cuanto leemos la historia con el lente que nos dej el historia-
dor deuteronomista que cuenta esa misma reforma. En la forma en que la narra (2
Reyes 23) queda claro su ensaamiento con toda manifestacin figural de las divi-
nidades. Dicho de Jerusaln y su templo, vale tambin para los santuarios abolidos
en el resto del territorio. Tal vez por esto se encuentran tan pocas representaciones
divinas en las excavaciones arqueolgicas15.
Lo que dicen los deuteronomistas, con todo, no necesariamente es la reali-
dad histrica. Pero indica, al menos en el nivel de la formacin de las tradiciones ex-
presada por los textos, un paso importante y definitorio hacia el monotesmo estric-
to. En este momento Yav es nico para Israel, pero existen Dioses de otras nacio-
nes, a los que no hay que adorar (Dt 4,19-20; Ex 20,3; Dt 5,7)16.
son Anat et son Aserah (Os 14,9): Ephemerides Theologicae Lovanienses 74 (1998) 373-385, esp.
380-383.
21 Aqu tambin hay que evitar generalizaciones que al final resultan perjudiciales. Cuando los profe-
tas usan un lenguaje ertico o matrimonial, se entiende que Yav (el esposo) ama o rechaza a una mu-
jer, generalmente Jerusaln (Ezequiel 16) o Samaria (Os 2). No es correcto hablar, como se hace co-
rrientemente, de relaciones de amor de Yav para con Israel (un vocablo masculino en hebreo!). O
Israel queda personificado como mujer, o los textos estn hablando en realidad de Jerusaln-mujer.
Tal el caso de Ez 16,8-14 o de Jer 2,2 (ver la nota de la BJ), texto ste ltimo donde Yav recuerda tu
cario juvenil, el amor de tu noviazgo; el inicio (ve y grita a los odos de Jerusaln) y los sufijos
femeninos no reconocibles en castellano no dejan ninguna duda de que el Israel del desierto es re-
presentado como mujer. Sobre esta cuestin vase el artculo todava esclarecedor de J. J. Schmidt,
The Gender in Ancient Israel: Journal for the Study of the Old Testament 26 (1983) 115-125.
22 Ez 16 es una gran alegora, en trminos erticos, de las relaciones de Jerusaln (mujer) con Yav
(varn), pero nada nos permite deducir sobre la complementariedad Dios-Diosa, de la cual hablamos
en el pargrafo 4.3 y volveremos a hacerlo en 5.2-4.
23 Ver el comentario al 3-Isaas, cap.13.
24 Redaccin implica que no se trata necesariamente del profeta de la poca del exilio (mediados
del siglo VI). Sabemos que el 2-Isaas tiene un nivel redaccional relativamente tardo. Y en todo caso,
el tema del dominio absoluto de Yav, lo mismo que su unicidad, caben bien durante todo el tiempo
de presencia imperial en Yehd (la provincia persa) y en la dispora, ms aun si exilio ya no es un
concepto cronolgico (ya que pocos fueron llevados cautivos y poqusimos retornaron) y en realidad
se diluye en su continuidad con la situacin de dispora, mucho ms importante. Ver Reiner Albertz,
Die Exilszeit als Ernstfall fr eine historische Rekonstruktion ohne biblische Texte: die neubabylo-
nischen Knigsinschriften als Primrquelle, en Lester L. Grabbe (ed.), Leading Captivity Captive.
The Exile as History and Ideology, Sheffield, Sheffield Academic Press, 1998, 22-39, y especialmen-
te Robert P. Carroll, Exile! What Exile? Deportation and the Discourses of Diaspora, en la misma
obra, 62-79 (muestra que los trminos preexlico/exlico/postexlico no son tiles ni reales para en-
tender la historia de Israel).
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 23
6.14b.18b.21.22; 46,9)25. Se puede apreciar, por otro lado, que en el libro de las Cr-
nicas (siglo IV?) ya no hay recuerdos de Asher ni Astart, erradicadas hace tiem-
po. El dato de 1 Sm 31,10 segn el cual los filisteos colgaron sus armas (de Sal y
Jonatn) en el templo de Astart, es interpretado en 1 Cr 10,10 como que deposi-
taron sus armas en el templo de su Dios (desaparece Astart). Y el de 2 R 21,7, se-
gn el cual Manass coloc la escultura (pesel) de Asher, que haba fabricado, en
la Casa..., es transformado en 2 Cr 33,7 (y cf. el v.15) en coloc la escultura (pe-
sel) del objeto cltico (semel, cf. Dt 4,16 y Ez 8,3.5) que haba fabricado (desapa-
rece Asher). El texto resulta recargado (en vez de una escultura de Asher, ahora es
una escultura de algn objeto instalado) pero se ha borrado el nombre de la Diosa26.
4.7 En la etapa final de este monotesmo muy celado (sobre este concepto,
vase Ez 8,3.5) se perfila la prohibicin de representar figurativamente a Yav.
Hoy se discute bastante el tema del aniconismo bblico. Pero mientras al-
gunos tratan de mostrar su antigedad27, otros prefieren bajar drsticamente las
fechas28.
El argumento sacado de Dt 4,15-20 y sobre todo del Declogo (Ex 20,4 y Dt
5,8) no tiene valor. Aparte de los problemas de las fechas de datacin, dichos pasa-
jes no tienen que ver con el aniconismo en sentido teolgico (Dios no es represen-
table) sino con la exclusin de los otros Dioses, cuyas representaciones son negadas
como forma de alejar la presencia de esos otros Dioses. Slo tardamente, fue-
ra de la Biblia, tales textos fueron reledos como prohibicin de hacer imgenes de
Yav. El contexto es clarsimo: no tendrs otros Dioses delante de m..., no te pos-
trars ante ellos. El problema, como se ve, no son las imgenes (de Yav) sino los
Dioses diferentes, que atraen a Israel o que fueron tradicionalmente venerados antes
de ser excluidos29. El problema es que los esquemas interpretativos estn demasiado
metidos en la tradicin exegtica y teolgica como para que se acepten lecturas di-
ferentes de los textos30.
25 Textos todos de la primera parte del 2-Isaas (40,1-49,13), donde se afirma el poder creacional y
salvfico de Yav.
26 Sobre la desaparicin de la Diosa del horizonte del Cronista, cf. el anlisis de Christian Frevel, Die
Elimination der Gttin aus dem Weltbild des Chronisten: Zeitschrift fr die alttestamentliche Wis-
senschaft 103 (1991) 263-271 (p.267s).
27 En esta lnea se inscribe Tryggve N. D. Mettinger, No Graven Image? Israelite Aniconism in its An-
cient Near Eastern Context, Coniectanea Biblica, OT Series, 42; Estocolmo, Almqvist & Wiksell,
1995 (cf. p.17).
28 Cf. B. B. Schmidt, The Aniconic Tradition: On Reading Images and Viewing Texts, en Dianne
V. Edeleman (ed.), The Triumph of Elohim: From Yahwisms to Judaisms, Grand Rapids, Eerdmans,
1995, 75-105.
29 Insisto en este tema desde el ensayo de 1986, La exclusin de los otros Dioses y sus imgenes
en el declogo: Revista Bblica 48:3 n.23 (1986) 129-139; tambin en La crtica a los Dioses en la
Biblia (A propsito de dos artculo de Revista Bblica): Revista Bblica 59:3 n.67 (1997) 181-189.
30 Incluyo en esta queja al mismo Theodore J. Lewis, Divine Images... (cf. nota 13), 52. Su rese-
a muy crtica del libro de Mettinger arriba citado, por otra parte, es excelente y enriquecedora.
24 JOS SEVERINO CROATTO, La sexualidad de la Divinidad
31 Al leer la severa crtica que David Lee (Internet, octubre 1995) hace del libro de Howard Eilberg-
Schwartz, Gods Phallus and Other Problems for Men and Monotheism, Boston, Beacon Press, 1994,
no se puede menos que lamentar que este libro traiga una construccin psicoanaltica u omniflica
de la religin de Israel sobre datos inexactos, o lecturas distorsionadas de los textos bblicos. Desde
Moiss y el monotesmo (Freud) es conocida esa tendencia a usar la Biblia para lo que no est en ella.
La obra mencionada merece algunas reseas crticas ms (lamentablemente, David Lee no parece ser
un biblista).
32 Sobre esta denotacin esencial del smbolo, cf. Los lenguajes... (ver nota 2), 55.66.
33 El motivo del falo de Ilu se desarrolla en un hermoso fragmento del mito de Los Dioses apuestos
y hermosos (texto KTU 1.23), donde aparece Ilu en un acto de seduccin? a dos mujeres (las Dio-
sas Atratu y natu?). El poeta anota:
Se alarg (tirkm) el miembro (yd, lit. mano) de Ilu como el mar,
el miembro de Ilu como la marea;
era largo (ark) el miembro de Ilu como el mar,
el miembro de Ilu como la marea (lneas 33b-35a).
Traduccin y comentario de Guillermo del Olmo Lete, Mitos y leyendas de Canan segn la tradicin
de Ugarit, Madrid, Cristiandad, 1981, 427-448 (texto en la p.444).
34 Como en la tradicin de base del becerro de oro de Ex 32.
35 Es loable el esfuerzo de Leonardo Boff por identificar un rostro materno de Dios (ver su El ros-
tro materno de Dios. Ensayo interdisciplinario sobre lo femenino y sus formas religiosas, Madrid,
Paulinas, 19792), pero no pasa el umbral de la masculinidad explcita de Dios (cf. ms arriba, en
4.5.2).
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 25
5.2 Por eso es importante entender que las nuevas prcticas de las luchas de
las mujeres (y de muchos varones) por la igualdad de oportunidades, y las relectu-
ras de la Biblia desde la perspectiva de gnero, son lo que har posible luego ha-
bitual hablar tambin de la Diosa como lenguaje normal y corriente acerca de la
divinidad. De esa manera, las prcticas de las mujeres tambin tendran su modelo
divino, como las de los varones lo tienen por dems en el Dios masculino36.
Algunas mujeres se contentan con el Dios Padre, como bsqueda del padre
que no experimentaron satisfactoriamente. Y qu harn los hombres que no tuvie-
ron una madre plenificante, si no tienen a la Diosa para sublimar su frustracin te-
rrestre? Pero la situacin normal es que tanto las mujeres como los varones necesi-
tan de modelos divinos para sus propias prcticas humanas o las del otro sexo.
Esta no es una idea banal sino fundamental en la experiencia religiosa de to-
das las culturas37.
36 Despus de redactar esta reflexin, me encontr con una genial confirmacin en el siguiente texto
de Elisabeth Schssler Fiorenza: en el acto de leer la Escritura dice ella las mujeres sufren de la
toma de conciencia de que el ser mujer significa nunca llegar a ser hijo de Dios y ser excluido del
poder divino del patrn/seor/padre/marido: Yeast of Wisdom or Stone of Truth... (cf. nota 4), 76.
Efectivamente, en la Biblia no existe ninguna hija de Dios...
37 Ver nuevamente Los lenguajes..., 166.201.280.
26 JOS SEVERINO CROATTO, La sexualidad de la Divinidad
38 Tal vez esto explicara la denigracin hecha por el cristianismo de la sexualidad humana, que lle-
ga a ser vista en algunas iglesias como un mal necesario para lograr la procreacin. Tambin explica-
ra el nfasis en la virginidad como una virtud cristiana, y la insistencia en muchas iglesias en un cle-
ro clibe.
39 Comunicacin personal, luego de leer el borrador de este artculo. Cf. Epifanio, Panarion 49,1.
40 Como en una pintura que aparece en el film australiano Sirens, escrito y dirigido por John Duigan.
La pintura representa la crucifixin, pero la crucificada es una mujer, la multitud enfurecida al pie de
la cruz est integrada slo por hombres, y el que est clavndola a la cruz es un monje dominico.
41 Para que algo se convierta en smbolo debe ser real, existir en la realidad. Y nadie es biolgicamen-
te padre y madre al mismo tiempo. La metfora, en cambio, puede desfigurar la realidad, al ser una
comparacin que, en nuestro caso, puede imaginar aspectos masculinos y femeninos en la misma
persona divina.
42 En cambio, Padre-Madre-Hijo es una frmula trinitaria conocida en el gnosticismo (Apcrifo de
Juan, Evangelio de los Egipcios, Pensamiento Trimorfo). La visin es clara e interesante, pero fue
erradicada por la Gran Iglesia. Para que el lector conozca algunos textos, sealamos los siguientes:
Yo soy el que siempre [est con vosotros]. Yo [soy el Padre], yo soy la Madre, yo soy el Hijo. Yo soy
el inabarcable (ajretos) y el incorruptible (ApJn 2,10-19).
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 27
f) Pero esto ltimo connota otro paso, bloqueado por la tradicin, que es ad-
mitir la Mujer, o la Diosa, en el seno de la divinidad. No nos parece extrao que Dios
sea Esposo (simblicamente) de la mujer-Sin/Israel, porque nuestra visin de Dios
es consagradamente masculina, patriarcal, y por consecuencia, kiriarcal. S nos pa-
rece extrao hablar de la Esposa del pueblo (ahora en sentido metafrico, no simb-
lico, porque el pueblo no es varones solamente), simplemente porque, borrada la
Diosa del seno de la divinidad, no podemos recuperarla sin cierto horror.
Entonces decimos que no es necesario.
Y se establece un crculo vicioso que har triunfar una vez ms al Dios mas-
culino, poderoso, patriarcal (Padre), al que se le conceden aspectos femeninos, co-
mo los tenemos de manera atenuada todos los varones, que seguimos siendo hom-
bres, precisamente.
g) Cabe finalmente observar que el lenguaje de Dios-Diosa o Diosa-Dios no
conduce a asumir slo la parte sexuada que somos, olvidndonos de integrar el resto.
Todo lo contrario, es la integracin normal y equilibrada de los dos aspectos, que
quedan bien definidos y contrabalanceados uno con el otro, sin peligro de recaer en
el eterno masculino, que rpidamente se afirma y autolegitima, como ha pasado en
la historia de la humanidad, pero especialmente de nuestras religiones monotestas.
5.5 Para expresar la trascendencia de Dios, algunas telogas optan por escri-
bir D*s (o G*d, en ingls)43. Se quiere con este recurso expresar la innominabilidad
de Dios, como en la teologa negativa o apoftica; diramos en el contexto cristia-
no en la lnea del Pseudo-Dionisio44. En el orden de la sexualidad, implicara que
Dios est ms all del orden sexual.
Como respuesta, remitimos al pargrafo 3 de este artculo. La teologa apof-
tica, de estructura mstica, es en muchas religiones expresin de una experiencia me-
tafsica de lo sagrado que no es comn sino caracterstica de personas o grupos ini-
ciados.
Por otro lado, D*s puede ser un importante ideograma para la reflexin es-
crita que es lo que se quiere con este recurso pero el orante necesita hablar, y
D*s no es pronunciable siquiera.
Y la Voz (= Protnnoia o Primer Pensamiento) que se origin de mi pensamiento existe como tres per-
manencias: el Padre, la Madre y el Hijo, como un lenguaje que es perceptible... (PenTrim 37,21).
Traduccin en Antonio Piero - Jos M. Torrents - Francisco Garca Bazn, et al., Textos gnsticos I,
Madrid, Trotta, 1997, 216.309.
43 Cf. Elisabeth Schssler Fiorenza, Maestras de la Sabidura Divina: Una teologa feminista crtica
de la liberacin, cap. 1, nota 1 (cf. nota 4). All, ella misma dice lo siguiente: En mi libro Jesus: Mi-
riams Child, Sophias Prophet. Critical Issues in Feminist Christology, Nueva York, Continuum,
1994) he hecho un cambio de la forma ortodoxa juda de escribir G-d [D-s] que haba adoptado en
But She Said y en Discipleship of Equals, como una manera de indicar la ruptura y lo inadecuado del
lenguaje humano para nombrar a la Divinidad a la presente forma, G*d [D*s]. Busco as evitar la
conexin que para las feministas judas tiene la forma G-d con la corriente masculina conservadora.
44 Ver al respecto el excelente artculo de Paul Rorem, La espiritualidad elevadora del Pseudo-Dio-
nisio, en Bernard McGinn John Meyerdorff Jean Leclercq (eds.), Espiritualidad cristiana. Des-
de los orgenes al siglo XII; Buenos Aires, Lumen 2000, 149-168.
28 JOS SEVERINO CROATTO, La sexualidad de la Divinidad
6. Conclusin
Por ltimo, qu sera lo ideal en nuestro hablar acerca de, y a, Dios?
Estimo que el verdadero avance en la teologa debera darse por la recupera-
cin de la Diosa, para que los smbolos femeninos sean coherentes, equilibrados y
claros. Sobre todo, para que tambin la mujer tenga un modelo divino que le co-
rresponda. Y, sobre todo, para que no haya una legitimacin en un Dios solamente
masculino de las prcticas patriarcales y kiriarcales que tienen va libre, o apoyo
trascendente, en una concepcin trunca de la divinidad.
J. Severino Croatto
Camacu 252
C1406DOF Buenos Aires
Capital Federal
Argentina
[email protected]
JOS SEVERINO CROATTO
LA DIOSA ASHER
EN EL ANTIGUO ISRAEL
El aporte epigrfico de la arqueologa
Resumen
Hace un tiempo se poda discutir sobre la existencia de una Diosa Asher. En la Bi-
blia, las frecuentes referencias a una aserao a las aserot se entendan como alusio-
nes a objetos clticos (cipos, postes, rboles, etc.) que podan representar a Diosas co-
mo Astart o Anat. Hoy no es as. En primer lugar, los descubrimientos de Ugarit re-
velaron la existencia y la plena vigencia de Atratu, consorte de Ilu, el Dios supremo
de los semitas nordoccidentales. En segundo lugar, diversas inscripciones halladas en
territorio de Israel reproducen invocaciones a Yav y su Asher. En tercer lugar, la
Diosa es redescubierta en textos bblicos sea como figura divina (Asera) o como un
smbolo material (generalmente un poste) que la hierofaniza. Por ltimo, y tal vez
sea lo ms provechoso, estos descubrimientos, y las reevaluaciones de muchos textos
bblicos, nos muestran la radicalidad de la erradicacin de esta Diosa en Israel, pero
tambin los peligros subsecuentes de un monotesmo trunco, masculino, patriarcal y
kirirarcal.
Abstract
Some time ago it was possible to discuss the existence of a Goddess named Ashera.
In the Bible the frequent references to an aseraor to the aserot were understood as
allusions to cultic objects (memorial stones, poles, trees, etc.) which could represent
Goddesses like Astarte or Anat. Today that is not so. Firstly, the discoveries in Uga-
rit revealed the existence and the genuine validity of Atrtu, the consort of Ilu, the
supreme God of the northwestern Semites. Secondly, several inscriptions found in the
land of Israel reproduce invocations to Yahweh and his Ashera. Thirdly, the God-
dess is rediscovered in biblical texts, either as a divine figure (Asera), or as a mate-
rial symbol (usually a post) that bestows her with a sacred interpretation. Finally,
and perhaps the most useful, these discoveries and the reevaluations of many biblical
texts show us not only the radical eradication of this Goddess in Israel, but also the
subsequent dangers of a truncated, masculine, patriarchal and lordly monotheism.
sionar las imgenes femeninas de Dios; discutir crticamente los textos bblicos des-
de una perspectiva de gnero o feminista; y ms recientemente recuperar a la
Diosa, sumergida, erradicada, borrada en su nombre, en sus smbolos clticos y en
sus imgenes literarias en los textos2.
En lo que concierne a este ltimo aspecto, es importante recurrir a la fenome-
nologa religiosa, a la historia crtica de la formacin del monotesmo en Israel, a la
crtica de las tradiciones normativas de Israel, y por ltimo, como un aporte exter-
no, a los datos brindados por los descubrimientos arqueolgicos (monumentos e ins-
cripciones). Aqu nos ocuparemos de este ltimo punto .
3
Para conocerla, no hay como disfrutar de algunos pasajes del ciclo mtico an-
tes aludido. Cuando se parlamenta acerca de la falta de palacio para Balu, la corte
divina exclama:
Suspirando exclam as el Toro Ilu, su padre,
Ilu, el rey que le estableci (a Balu);
exclamaron Atratu y sus hijos,
la Diosa y el clan de sus parientes:
Pero, claro, no tiene casa Balu como los Dioses,
ni mansin como los hijos de Atratu;
la morada de Ilu es el cobijo de su(s) hijo(s);
(pero) la morada de la Grande, Atratu del Mar,
(es) la morada de [Pdrayu], hija de la luz...9.
Algunas veces Atratu es llamada Diosa (ilt = latu), ttulo interesante por-
que es la forma femenina de Ilu. En la epopeya de Kirta, el rey va a buscar esposa
en una lejana tierra; el relator comenta:
Marcharon un da y otro,
con la salida del sol al tercero
llegaron al Santuario de Atratu de los tirios,
al de la Diosa (ilt = latu) de los sidonios.
All hizo voto Kirta, el Magnfico:
Dnde ests Atratu de los tirios,
la Diosa (latu) de los sidonios?
por la irrigacin) no tiene nada que ver con el desierto sirio. La Atratu ugartica tiene que ver con el
mbito de la fertilidad (montaas y valles). En algunas listas de ofrendas sacrificiales, esta Diosa (re-
presentada como das-ra-tum) recibe ovejas. Para una resea crtica de la obra de Tilde Binger, cf. Ste-
ve A. Wiggins, Asherah Again: Bingers Asherah and the State of Asherah Studies: Journal of
Northwest Semitic Languages 24 (1998) 231-240.
9 Con leves diferencias, sigo la excelente traduccin de Guillermo del Olmo Lete, Mitos y leyendas
de Canan segn la tradicin de Ugarit, Madrid, Cristiandad, 1981, 191 (texto KTU 1.3.V35-41); con
variantes, p.193 (KTU 1.4 I 4-16).201 (KTU 1.4 IV 50-55).
10 Guillermo del Olmo Lete, Mitos y leyendas, 198 (texto 1.4 III 23-37).
32 JOS SEVERINO CROATTO, La Diosa Asher en el antiguo Israel
Las otras Diosas activas en los mitos son: sapsu (Shapshu), la luminaria de
los Dioses, una personificacin femenina del astro rey; tambin natu, siempre
acompaada del ttulo de Virgen; ella es la hermana de Balu (se discute si tambin
esposa12); es ms bien guerrera, en su lucha por encontrar a Balu y rescatarlo del
poder de Mtu. Rasgos ms erticos aparecen en los breves mitos de Los amores de
Balu y natu y de La Virgen-Madre natu. Esta Diosa fue perdiendo su impor-
tancia en Canan (ver ms abajo, sobre Israel) a favor de su doble, en el plano sim-
blico, la Diosa Attartu, de escasa presencia en los textos de Ugarit, por otra par-
te13, pero que llegar a ser muy mencionada en la Biblia (deformada en la escritu-
ra en Ashtret, probablemente para que se leyera bshet, vergenza).
Lo que puede llamar la atencin al lector de los mitos de Ugarit es la actua-
cin pareja de las Diosas junto con los Dioses. La integracin es completa, y no se
observan indicios de sumisin de aqullas a stos. Los Dioses y las Diosas estn di-
ferenciados por sus funciones, representaciones y nombres, sin que se pueda decir
que los Dioses sean ms prominentes.
11 Epopeya de Kirta (Keret), KTU 1.14 IV 31-43 (mi traduccin es levemente distinta de la de G. del
Olmo Lete, Mitos y leyendas de Canan, 298).
12 De hecho no procrea. La pareja es simblica, por cuando ambos representan y generan la vida en
la tierra.
13 En un hermoso pasaje de la Epopeya de Kirta, el rey Pbilu insta a Kirta a que no tome a su hija
Jrrayu sino que se lleve todo el oro y plata que quiera, esclavos, aurigas, etc. Kirta contesta que na-
da de eso quiere sino:
dame a la joven Jrrayu,
la ms graciosa (nmt) de la estirpe de tu primognito,
cuya gracia (nm) es como la de natu,
como la belleza (tsm) de Attartu su belleza,
cuyas nias de los ojos son gemas de lapislzuli,
sus pupilas pateras de alabastro (G. del Olmo Lete, Mitos y leyendas de Canan, 301).
14 Sobre este continuum ver ahora la contribucin de Guillermo del Olmo Lete, Antecedentes y con-
comitantes del culto hebreo-bblico, en Guillermo Hansen (ed.), Los caminos inexhauribles de la Pa-
labra (Las relecturas creativas en la Biblia y de la Biblia)Homenaje a J. Severino Croatto, Buenos Ai-
res, Lumen-ISEDET, 2000, 115-132.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 33
No tiene sentido que se trate simplemente de una asher u objeto cltico (pos-
te, escultura, rbol)26 para representar a la Diosa. Como bien seala Baruch Halpern,
refirindose a estas frmulas,
En otras palabras, la asher de Yhwh es realmente la diosa... es totalmente in-
concebible que uno dedique productos agrcolas al poste: tal nocin retrotrae al
nivel en que se toma literalmente la polmica proftica contra la idolatra, asumien-
do que los devotos acusados de ello no podan distinguir de ninguna manera entre
la sublime deidad y la representacin concreta erigida frente a ellos. En verdad, en
el uso bblico, consagrado a... puede ser completado slo con el nombre de Yhwh,
con el trmino sacerdote o con un vocablo que designa a los israelitas. Asher
en las inscripciones de Miqneh, por lo tanto, casi ciertamente funciona como el
nombre o sobrenombre de una diosa27.
Estas cosas, claras para la fenomenologa religiosa, son las que la teologa tra-
dicional no sabe apreciar, o no logra entender.
25 La segunda dedicacin es idntica a la de 2 R 23,4a, donde se relata que el rey (Josas) ordena sa-
car del templo de Yav todos los utensilios (kelm) que haban sido hechos para Baal y para Asher y
para todo el Ejrcito de los cielos. Es evidente que estas tres designaciones se refieren a divinidades
o (por la presencia del artculo definido) a conjuntos de divinidades, pero no a objetos como escultu-
ras, estatuas, postes, etc. stos ltimos son los kelm consagrados a ellas.
26 Por eso con minscula.
27 Ibid., 124s.
28 A. Cowley, Aramaic Papyri of the Fifth Century B.C., Oxford, Clarendon Press, 1923, 147 (n.
44,3).
29 Otra lectura en U. Winter, Frau und Gttin, 497 (ntyhw = Anatyah, nombre compuesto).
30 Jer 1,1; 11,21.23; 1 R 2,26. La historia del destierro por Salomn del sumo sacerdote Abiatar a su
tierra natal Anatt explicara quizs la erasio memoriae de la Diosa Anat en los textos bblicos.
36 JOS SEVERINO CROATTO, La Diosa Asher en el antiguo Israel
Pero el dato que ms importa es el que nos ofrece la expresin la Anat de Ya-
h, equivalente a la de Yav y su Asher. En ambos casos, en efecto, la Diosa
respectiva es la consorte de Yav.
Lo que era lenguaje normal, despus y ahora ser y es escandaloso. Es posi-
ble volver a la normalidad?
a) En singular
Dt 33,2: en una fantstica confluencia de tradiciones, Yav es representado vi-
niendo del Sina/de Ser/de Parn/de Qads (lugares todos del desierto), siendo
acompaado a su diestra por sdt. Este trmino es raro y sospechoso. La vocali-
zacin masortica hace imposible la lectura con las consonantes actuales: propone
al mismo tiempo las pronunciaciones esdat (d explosiva) y esedat (por la e
media inicial). Adems, falta el shev debajo de la letra shin.
Seguramente, ninguna de esas lecturas es correcta. Sacadas las vocales (tar-
das) nos quedan las consonantes sdt, que en el alefato hebreo son casi idnticas a
srt (d y r son extremadamente parecidas). Conocido es el recurso de los maso-
retas de sustituir (y no de revocalizar solamente) palabras odiadas por otras, deni-
grantes, cuyas vocales orientaban a la lectura con consonantes no escritas32. O tam-
bin para reemplazar trminos positivos, no pronunciables por respeto, como
YHWH, que siempre lleva las vocales de Adonay.
Cul sera entonces el vocablo aludido por la vocalizacin masortica en Dt
33,2? Tiene que ser una palabra de signo positivo, ya que es alguien (o algo perso-
nificado) que acompaa a Yav mismo. Lo que esas vocales traen a la memoria de
inmediato es sema (arameo), el Nombre. Es bastante comn esta sustitucin.
31 Cf. Ulrich Hbner, Der Tanz um die Ascheren: Ugarit Forschungen 24 (1992) 121-130 (cf. el re-
sumen de la p.127). Cf. la crtica a esas interpretaciones en John Day, op. cit. 401-403.
32 Por ejemplo, Mlek, un ttulo demasiado honroso para Baal, segn los escribas judos, lleva las vo-
cales o-e, no para que se lea Mlek (este Dios nunca existi!!!) sino boset, vergenza.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 37
b) En plural38
Jueces 3,7: Hicieron los hijos de Israel lo malo a los ojos de Yav, olvidaron
a Yav, su Dios, y veneraron a los Baales y a las Ashert (Ashtart, en los lugares
paralelos de 2,13; 10,6; 1 Sm 7,4 y 12,10). La queja, sin mencin de Dioses, se re-
pite al inicio de los relatos sobre jueces mayores (3,12; 4,1; 6,1;13,1).
Es la nica mencin de Ashert, en plural, en la Biblia.
Jc 6,25: el padre de Geden tena un altar de Baal, con una aser (poste) jun-
to a l (tambin los v.28b.30), que es quemada (v.26).
1 R 16,32-33: Ajab, rey de Israel, alz un altar a Baal en el santuario de Baal
que edific en Samaria, e hizo Ajab la aser....
El historiador deuteronomista se queja en 2 R 13,6b de que en tiempos de Joa-
caz la aser sigui en pie en Samaria.
2 R 17,16: El editor deuteronomista postjosinico explica la ruina de Sama-
ria porque abandonaron todos los mandamientos de Yav y se hicieron una fundi-
cin, los dos becerros, e hicieron una aser y se postraron ante todo el Ejrcito de
los Cielos y veneraron a Baal.
2 R 18,4a: El rey Ezequas apart los lugares altos (bamt), rompi las este-
las (massebt) y rompi la aser.
2 R 21,3: Manass deshace la reforma de su padre Ezequas y restablece (na-
da menos que en el templo de Yav, v.4) los cultos no yavistas, como otrora Ajab:
Erigi altares a Baal e hizo una aser como haba hecho Ajab... (v.3b).
2 R 23,6: Antes habamos ledo en el v. 4 una referencia a la Diosa Asher;
ahora, en el 6, Josas sac la aser de la casa de Yav fuera de Jerusaln, al torren-
te Cedrn, y la quem en el torrente Cedrn y la redujo a polvo; luego arroj su pol-
vo sobre la tumba de los hijos del pueblo.
La conjuncin de los dos pasajes nos ofrece una imagen completa de la Dio-
sa y su smbolo representativo. All termina la historia de este smbolo en el libro de
los Reyes.
2 R 23,15b: El texto supone que tambin haba una aser en Betel desde mu-
cho antes de Josas, y que ste quem.
38 Respecto de los plurales colectivos los Baales, las Ashtarot (Jc 10,6; 1 Sm 12,10), las Ashe-
rt (Jc 3,7), ver el excelente anlisis de Baruch Halpern, The Baal (and the Asherah), 115-154.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 39
b) En plural:
En pocos lugares encontramos asert (los postes), para designar el smbo-
lo especfico de la Diosa Asher. As, en 2 C 19,3; 33,3 (singular en 2 R 21,3). En
general, el plural aparece en masculino (aserm) en una larga lista de textos39, que al
mismo tiempo enumeran diversos otros smbolos divinos o instalaciones clticas.
En esos pasajes el trmino ya ha perdido su sentido originario de smbolo de
la Diosa Asher. Ms aun, la masculinizacin del vocablo es otra manera de era-
sio memoriae para alejar hasta el recuerdo de la Diosa. Otro recurso equivalente,
usado a travs de toda la tradicin cristiana, es traducir los diversos trminos que in-
dican los smbolos de los Dioses y Diosas, entre ellos aser o aserm, por el voca-
blo despectivo, injusto y falso de dolo(s). El lector no tiene ms que buscar la en-
trada dolo en una concordancia. Cuando se desprecia dogmticamente la expe-
riencia religiosa del otro, esos cdigos interpretativos parecen normales.
4. Conclusin
* Nos hemos ceido al tema de la Diosa Asher porque sus implicaciones en
la religin de Israel sobre todo como una Diosa especialmente asociada al culto a
Yav fueron diferentes a las que conciernen a otras Diosas. Sobre stas, en espe-
cial Attartu (Ashtart), Anat y la Reina de los Cielos, es necesario tambin estar
bien informados. A veces se leen cosas muy confusas, sobre todo en cuanto a la fun-
cin de cada Diosa.
* Por otra parte, los textos cuneiformes alfabticos (y algunos silbicos) de
Ugarit, as como los recientes hallazgos epigrficos en el sur de Israel, nos permiten
una relectura fresca de algunos pasajes bblicos.
* Sobre todo, el conocimiento del profundo trabajo de erradicacin y de era-
sio memoriae de Asher en el proceso de monoteizacin masculina (que rindi
efecto total) nos hace ver la importancia que tuvo esta Diosa en el antiguo culto de
Yav. Al mismo tiempo, para nosotros, surge con mucha fuerza la figura eminente
de Asher.
* Otro dato de esta exploracin nos indica que resulta dudoso el lenguaje tra-
dicional de la exgesis bblica cuando habla de sincretismo, o de retroceso en la
religin de Yav. Como si todo fuera contaminacin de los cananeos u otras cul-
turas. Ms bien, debemos comenzar a hablar de una religin compartida, parte de un
contexto cultural comn. Los procesos histricos llevaron a Israel a diferenciarse
especialmente de su entorno. El resultado fue desembocar en un monotesmo estric-
to, que opt por un Dios masculino, en el que nos hemos quedado40. Hasta cundo?
J. Severino Croatto
39 Esta lista es la siguiente: En el Pentateuco: Ex 34,13; Dt 7,5 y 12,3 (tres normas iconoclastas). En
la tradicin D: 1 R 14,15.23; 2 R 17,10; 23,14. En el corpus proftico: Is 17,8; 27,9; Jr 17,2; Mi 5,13.
En el Cronista: 2 C 14,2; 17,6; 24,18; 31,1; 34,3.4.7. La mayora de estos pasajes son tardos.
40 Una mayor elaboracin de esta idea en el otro artculo en este nmero de RIBLA (ver la nota 1).
HAROLDO REIMER
Resumen
Este artculo presenta algunos apuntes sobre la complejidad de la temtica de la cor-
poreidad de YHWH en la Biblia Hebrea. Tres puntos bsicos sern enfocados: la ten-
dencia anicnica del antiguo Israel, la ambigedad entre el ver y no ver el cuerpo de
Dios y la profusin de imgenes conceptuales sobre el cuerpo divino.
Abstract
This article presents some points on the complexity of the theme of the corporality of
YHWH in the Hebrew Bible.
We will focus on three basic points: the anti-iconic tendency in ancient Israel, the
ambiguity between seeing and not seeing the body of God, and the abundance of con-
ceptual images about the body of the Divine.
la Biblia sugiere claramente que Dios tiene forma, y que Moiss, al or a Dios ha-
blar, tuvo permiso para contemplarla, o por lo menos la parte de atrs
Spinoza
1 Son de gran valor los siguientes trabajos: Howard EILBERG-SCHWARTZ, O falo de Deus e outros
problemas para o homem e o monotesmo, Rio de Janeiro: Imago, 1995; Daniel BOYARIN, Israel
Carnal lendo o sexo na cultura talmdica, Rio de Janeiro: Imago, 1994; Othmar KEEL y Christoph
UEHLINGER, Goettinnen, Goetter und Gottessymbole, Friburgo/Basilia/Viena: Herder, 1992.
42 HAROLDO REIMER, No vers el cuerpo de Dios
culino. No fue visto como objeto pasivo por la mirada de alguien5 y eso es aso-
ciado a la vergenza y deshonra. La exposicin voluntaria e intencional de los rga-
nos genitales no constitua ni problema ni deshonra. Esto es evidenciado por ejem-
plo en el juramento del siervo de Abrahn en Gn 24,1-4. El siervo, para hacer el ju-
ramento, tuvo que colocar la mano por debajo del muslo del patriarca (v.2 - cfr.
tambin Gn 47,29-31). As como un posible deseo ertico en la visin pasivo de la
figura paterna podra originar vergenza y deshonra, as tambin podra pasar con la
representacin de la figura del padre divino. Hay posibilidad de que la prohibicin
a cualquier imagen visual en la literatura legislativa del antiguo Israel podra haber
querido resguardar la honra de ese padre divino. As tambin la supresin de con-
sortes femeninas para YHWH procurara evitar exponer la sexualidad o ver/descu-
brir la desnudez del propio Dios.
Frente a esta lnea dominante de des-erotizacin de la concepcin de Dios, so-
bre todo en los textos de matiz deuteronmico en la Biblia Hebrea, lo descubierto
en Kuntillet Aijrud, de una imagen de un Dios erotizado, estilizado con un pene bien
pronunciado, al lado de sus consortes femeninas (Asheras!?) es desconcertante y es-
clarecedor.6 Esa imagen y la mayora de los descubrimientos en ese sitio arqueol-
gico son fechadas en el siglo VII-VI aC. Esto por el hecho de que la tendencia ani-
cnica del antiguo Israel conviva con tradiciones o reminiscencias de imgenes vi-
suales de la divinidad.
6 Ver las lcidas formulaciones de Othmar KEEL y Christoph UEHLINGER, Goettinnen, Goetter,
p.236-282.
44 HAROLDO REIMER, No vers el cuerpo de Dios
/So Leopoldo, 1993, vol.15, p.28-36. Para la interpretacin de mal-amado, ver Nancy Cardoso PE-
REIRA, ...sem perder a ternura: Jamais! De homens mal-amados.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 49
una inversin de papeles. Israel parece ser una grandeza masculina y YHWH apare-
ce como la esposa de la alianza que este Israel traicion (Ml 2,11 y 14) al abando-
nar los caminos de Dios.
Esas indicaciones selectivas para algunos textos que representan a Dios con
caractersticas anatmicas de mujer, colocadas lado a lado con las representaciones
de YHWH como hombre, apuntan para una androginia parcial de Dios o por lo me-
nos de un equilibrio de gneros en la representacin de la divinidad14. El rescate de
estas imgenes conceptuales, sin duda, es importante para las representaciones de
Dios en nuestro imaginario religioso actual y su desdoblamiento en relaciones de g-
neros teolgicamente motivadas. La diversidad de las imgenes es tambin fuente
para crtica de afirmaciones teolgicas demasiado dogmticas. Simultneamente, las
representaciones visuales o conceptuales de la corporeidad de Dios son indicativas
para el discurso y la prctica que busca incluir o rescatar la dimensin ertica en la
experiencia y en la vivencia religiosa.
Haroldo Reimer
Rua 20, n.81, ap. 2103
Edificio Leo Lynce - Centro
Goinia - GO
74020-170
Brasil
[email protected]
13 Esas imgenes fueron detalladamente compiladas y analizadas en la obra de Phyllis TRIBLE, God
PABLO R. ANDIACH
LA ERTICA
COMO CLAVE DE LECTURA 1
Resumen
Hay teologa en el Cantar y debemos buscarla en la toma de posicin respecto al lu-
gar social que ocupa el amor sincero - y en particular el lugar de la mujer - dentro de
la dinmica de una sociedad que reprime los sentimientos.
Abstract
There is theology in the Song and we should look for it in the position taken regar-
ding the social level which sincere love occupies and in particular the place of wo-
men within the dynamic of a society which suppresses feelings.
Establecer una clave de lectura es una tarea delicada, ya que supone que lue-
go nuestra interpretacin ser influida por dicha opcin. A la vez es necesario decir
que difcilmente un texto pueda ser abordado desde una sola clave de lectura, hecho
que no slo nos habla de la riqueza de todo texto y su polisemia, sino tambin de la
riqueza de la experiencia vital que es diversa e incluso contradictoria - desde la
cual se lee e interpreta lo que tengamos delante.
En nuestro comentario al Cantar de los Cantares2 sealamos que surgen del
mismo texto cuatro claves de lecturas: a. La oposicin entre lo singular y lo mlti-
ple. Esto adquiere varios aspectos, como la afirmacin del amor personal y el recha-
zo de la sexualidad despersonalizada, o la preservacin del propio cuerpo para el ser
amado y la negacin a otros y otras posibles relaciones. b. La crtica del modelo sa-
lomnico de sexualidad3. c. La valoracin del cuerpo del ser amado en contraste con
otros personajes donde se exaltan las posesiones que adornan el cuerpo, las rique-
zas, los muebles. d. La necesidad de leer el Cantar en clave femenina. La propia es-
tructura lingstica del libro sugiere que es obra de autora y que su impronta permea
cada uno de los poemas4. Lo ertico est presente en diversas formas en las cuatro
perspectivas.
1 Este trabajo es parcialmente un adelanto del que se incluir en Alejandro Botta y Esteban Voth (edi-
tores), Introduccin latinoamericana al Antiguo Testamento, en prensa.
2 Pablo Andiach, Cantar de los Cantares - El fuego y la ternura (Buenos Aires, Lumen, 1997), p.51-
52. En portugus: (Petrpolis, Vozes/Sinodal, 1998), p.44-45.
3 Vase nuestro Crtica de Salomn en el Cantar de los Cantares, Revista Bblica, 53 (1991), p.129-
156.
4 David Clines cuestiona el rol de la mujer en el Cantar considerndolo subordinado al del varn. Par-
te del concepto de que el Cantar describe a la mujer desde la perspectiva del varn. Clines asume es-
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 51
to pero no lo fundamenta, lo que a nuestro criterio le hace perder buena parte de la riqueza femenina
del texto, Interested Parties: the Ideology of Writers and Readers of the Hebrew Bible (Shefield, JSOT
Press, 1995) p.120-121.
5 God and the Rhetoric of Sexuality (Philadelphia, Fortress Press, 1978), p.144-165.
6 God and the Rhetoric of Sexuality, p.144.
7 Athalya Brenner puntualiza las diferencias de esos textos y muestra sus intereses divergentes, The
Song of Songs (Sheffield, JSOT Press, 1989), p.83; tambin David J. A. Clines, Interested Parties,
p.115-116.
8 Es un error interpretar este pasaje como si el erotismo femenino fuera un castigo por la desobedien-
cia y una seal de sujeccin al varn. Preferimos interpretarlo como un signo del carcter humano y
corporal distinto del ser de los Dioses a los que aspiraba la pareja: la desobediencia tendra como pre-
mio el hecho de que sereis como Dios (Gn 3,5). George Coats seala que esta unidad no es una mal-
dicin sino que establece una nueva relacin entre la mujer y el varn distinta de la relacin ntima y
vinculante de 2,23-24, Gnesis with and Introduction to Narrative Literature (Grand Papids, Eermans,
1983), p.56. Gerhard von Rad tambin rechaza la idea de maldicin y prefiere hablar de que se anun-
cia que sobre la vida de la mujer se abatirn penas y contradicciones, El libro del Gnesis (Salaman-
ca, Sgueme, 1977) p.112.
52 PABLO R. ANDIACH, La ertica como clave de lectura
Las palabras del varn repiten un estribillo (3,6 y 6,10) donde se vincula la
mujer con el desierto, en este caso smbolo de un lugar extico y atractivo por lo
enigmtico. La respuesta de ella alude a una nueva escena. Cuenta que se desarro-
lla debajo de un manzano. El verbo hebreo or tiene dos acepciones, siendo la pri-
mera despertar y la que utilizan la mayora de los traductores. La segunda signi-
fica desnudar. La eleccin entre ambas no puede ser un mero juego estadstico si-
no el fruto del contexto literario del pasaje y de la obra mayor. En esta unidad se ha-
bla de la concepcin del varn y del parto en el cual naci, ambas actividades lleva-
das a cabo en desnudez y que expresan momentos centrales de la vida ertica. Si la
intencin es aludir a la unin sexual es ms apropiado traducir desnud, por otra
parte enfatizando el rol principal de la joven en esta actividad.
La ausencia de mencin del padre ausente en todo el Cantar vuelve a colo-
car el acento en la perspectiva femenina, la que interesa destacar a la autora. Dada
esta perspectiva es llamativo que no haya base textual para pensar en el Cantar co-
mo vinculando el erotismo y la sexualidad con la maternidad. El concebir es slo
mencionado en otra oportunidad (3,4), en este caso la concepcin de ella, pero indi-
cando el lugar donde se renen para hacer el amor. Es as un lugar cerrado donde ya
se ha ejercitado la sexualidad y donde se evoca el erotismo femenino.
Otro texto es el poema de 2,16-17 puesto en boca de ella:
Mi amado es para mi, y yo soy para l:
l pastorea entre los lirios.
Amor. Placeres.
Aspectos literarios
Un texto que posee como uno de sus centros semnticos la condicin ertica
no puede dejar de reflejar esto en sus aspectos literarios. Se ha debatido bastante si
el Cantar posee una estructura literaria interna o si sus poemas estn colocados aza-
54 PABLO R. ANDIACH, La ertica como clave de lectura
tica y belleza
En el Cantar encontramos una tica que pone en tela de juicio la moral que la
sociedad de entonces y en buena medida la nuestra - sostena sobre el erotismo y
la sexualidad. En sus poemas se crea un tensin entre la legitimidad del amor dada
por la decisin de los amantes de unirse ms all de toda necesidad de una sancin
social que los autorice, mientras que a la vez se teje un fuerte lazo de fidelidad que
asegura la continuidad del vnculo y la pertenencia en exclusividad mutua. Los poe-
mas dejan entrever que la relacin no es socialmente aceptada. La pareja no convi-
ven juntos regularmente y se encuentran en lugares escondidos o privados, all don-
de no pueden verlos (1,4.7; 2,4.14; 3,4; 4,8; 5,5; 7,12-13; 8,1). La autora deja ver
que esta situacin tiene que ver con los hermanos de la joven que la esconden y la
preservan para casarla con un varn que pueda dar una buena dote (vase 8,8-9 y el
desprecio por el comprar el amor con dinero que expresa la autora en 8,7, en alusin
al sistema de dotes y de entrega por los varones de las hijas o hermanas). Esta pue-
de no ser la razn final de su ocultamiento pero el recurso a huir juntos es una cons-
tante en ellos. Frente a esta libertad de los sentimientos el Cantar coloca otro ele-
mento que dar equilibrio a la relacin: el sentimiento de mutua pertenencia en ex-
clusividad. El amor que se tienen no es abierto a otros actores. El la llama huerto
cerrado (4,12) para otros hombres. Ella dice de l mi amado es para mi (2,16); y
cuando las otras mujeres quieren compartirlo ella las detiene diciendo mi amado ha
bajado a su huerto... mi amado es para mi (6,1-3). Este tema llega a su culminacin
en el poema en que ella dice ponme cual sello sobre tu corazn/como un sello so-
bre tu brazo (8,6-7) reclamando hacer pblica la relacin confirmndola con una
marca indeleble.
Estos poemas son a la vez una fuente de recursos estticos y erticos poco vis-
tos en la literatura universal. Se requiere sensibilidad potica para valorar los ms
osados como cuando l compara a la mujer con una yegua en los carros del Faran
(1,9), para lo cual debemos recordar eran las ms hermosas yeguas las que se ele-
gan para el monarca; o cuando dice de ella tu nariz como la torre del Lbano (7,5),
y nos recuerda que una nariz importante era signo de personalidad fuerte, es decir,
un elogio mayor que la mera belleza fsica. En el Cantar abundan las comparacio-
nes con animales: pechos con gacelas (4,5); cabellos negros con el cuervo (5,11); la
blancura de los dientes con rebaos de ovejas (6,6). Tambin se recurre a paisajes
para describir al amor y los amantes: el hombre es como un manzano (2,3); ella es
como un ciudad bella (6,4); y un lirio rodeada de espinas agresivas (2,2). No es-
tn ausentes los aromas y entonces ella describe a su amado como un fruto dulce a
su paladar (2,3); ella es un nardo que ofrece su fragancia al amado (1,12-14). En
4,11 l describe la boca de ella como destilando leche y miel. Finalmente los cuer-
pos son tambin exaltados tomando imgenes de la naturaleza. El cuerpo de ella es
en varios momentos comparado con las vias, un lugar frtil y aromtico (1,6; 8,12),
y con un huerto (5,1; 6,2). El cuerpo del varn es comparado con el Lbano, esbel-
to cual los cedros (5,15).
El recurso a la repeticin es otra tcnica explorada por la autora. En varios
poemas se repiten frases completas o parciales como yo os conjuro, hijas de Jeru-
saln (2,7; 3,5; 5,8; 8,4). O mi amado es para mi y yo para l (2,16; 6,3; 7,11).
Si consideramos la simples imgenes contaramos decenas de repeticiones. Ms que
56 PABLO R. ANDIACH, La ertica como clave de lectura
Discurso teolgico
La incomprensin y la falta se sensibilidad potica sumados al imperativo de
encontrar una explicacin religiosa llev a muchos a imaginar una teologa oculta
detrs de las imgenes y metforas del Cantar. As surgi la comprensin alegrica
para asegurar una teologa que de otro modo no poda justificarse, y que era impres-
cindible para preservar la canonicidad de la obra. Nosotros preferimos valorar lo di-
cho en el texto y desafiarnos a comprender su significado. Hay dos elementos teo-
lgicos que deseamos resaltar: en primer lugar el rol negativo atribuido a Salomn.
Al hacerlo la autora toma partido por una comprensin de la historia de Israel y de
lo que Dios bendice y rechaza. El modelo de relacin impersonal y casi esclavista
que se funda en la poligamia de la cual aquel rey es su mximo hroe israelita es de-
nunciado en los poemas. Salomn es descripto como un rey frvolo y agresivo (3,6-
11) en contraste con el amor de la pareja10. En segundo lugar la descripcin del rey
en forma negativa permite delinear mejor la valoracin positiva del amor y la sexua-
lidad de la pareja: se unen porque se aman y eso vale por encima de cualquier for-
ma de poder social o poltico. Es ms, desafan el modelo salomnico al denunciar
en forma sutil pero explcita que el amor no puede comprarse con dinero (8,7), prc-
tica habitual de los sectores cortesanos pero no vinculado en este caso a la prostitu-
cin sino al pago de favores y acuerdos polticos con la entrega de hijas en casa-
miento.
Hay teologa en el Cantar y debemos buscarla en la toma de posicin respec-
to al lugar social que ocupa el amor sincero - y en particular el lugar de la mujer -
dentro de la dinmica de una sociedad que reprime los sentimientos. La sociedad los
canaliza a travs de una estructura donde la mujer es sometida al varn a travs de
casamientos forzados y decididos por otros (8,8-9). Y es la misma sociedad que san-
ciona al hombre que quiere romper con ella al rechazar el dinero (8.12). Esta colec-
cin de poemas en la Biblia denuncian que Dios da otro lugar al amor y al erotismo.
Pablo R. Andiach
C.C. 159
1832 Lomos de Zamora
Argentina
10 En este poema Salomn no es el hroe sino que es desvalorizado al ser descripto en toda su frivo-
lidad, en su desamor y en contraste con la sencillez y la sensibilidad de los jvenes amantes. Vease
nuestro Cantar de los Cantares, el fuego y la ternura (Buenos Aires, Lumen, 1997), p.96-104.
ELSA TAMEZ
Resumen
He aqu una manera ldica, ertica, de leer el Cantar de los Cantares como poemas
de amor. El hecho de que aparezcan en la Biblia es un signo que nos ensea que la
mejor manera de hablar de Dios y con Dios, pasa por la materialidad del amor huma-
no.
Abstract
Here we have a playful and erotic way of reading the Song of Songs as love poems.
The fact that they appear in the Bible is a sign that it teaches us that the best way to
speak of God and with God is through the materiality of human love.
1. La importancia de lo ldico
Valorar la dimensin ldica del ser humano es una tarea importante en nues-
tras sociedades orientadas por la lgica de la rentabilidad, donde los objetos sin pre-
cio pierden importancia. Hasta el juego es promovido nicamente si se obtiene al-
gn provecho rentable. El tiempo de la pausa, de la fiesta, de la informalidad, de lo
que no se estructura en el consenso social, de los juegos del amor, casi no cabe en
nuestras actividades impregnadas de una visin utilitaria de las cosas.
El ser humano no es solamente sapiens y faber, sino tambin ludens2. La ma-
yora del pueblo pobre lo sabe y experimenta muy bien: sabe gozar de las tantas fies-
tas que organiza y disfrutar de una taza de caf con amistades, sin sentir prdida de
tiempo. Muchos de los intelectuales hemos perdido esa dimensin humana. Posible-
mente algunos la sepamos pensar bien, o afirmar su importancia, pero nos cuesta lle-
varla a su realizacin y disfrutarla. Lamentamos con frecuencia lo corto de los das,
pues nos sentimos imposibilitados para concluir los innumerables trabajos, activida-
des y compromisos en los cuales estamos envueltos. Muchos no hemos comprendi-
do an que los momentos de esparcimiento, de fiestas, de alegras, de amoros, de
1 Este artculo lo escrib en 1990; sali publicado en Pasos 39/90. Sin embargo, creo que sigue dan-
do placer su lectura. En este artculo se presentan conceptos fundamentales de mi obra Un nuevo acer-
camiento al Cantar de los Cantares, tesis presentada en la Universidad Nacional (Costa Rica), indi-
ta, 1985.
2 Huizinga, Johan, Homo ludens (Barcelona: Emec, 1968).
58 ELSA TAMEZ, Para una lectura ldica del Cantar de los Cantares
3 Roland Barthes, Leccin inaugural de la Ctedra de Semiologa Literaria del College de France
(Mxico: Siglo XXI, 1982), p.126.
4 Especialmente en sus obras Se (Mxico: Siglo XXI, 1980), El placer del texto (Mxico: Siglo XXI,
1980) y Fragmentos de un discurso amoroso (Mxico: Siglo XXI, 1983).
5 Rubem Alves, Poesia, profecia, magia - Meditaes (Rio de Janeiro: CEDI, 1983), p.8.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 59
El cuerpo humano tambin se puede dividir en el cuerpo visible, del cual ha-
bla la ciencia, y el cuerpo de goce, que tiene sus relaciones erticas. As pues, el pla-
cer del texto y el placer del cuerpo (humano) no se pueden reducir a los funciona-
mientos gramaticales o fisiolgicos respectivamente:
El texto tiene una forma humana: es una figura, un anagrama del cuerpo? S, pe-
ro del cuerpo ertico. El placer del texto sera irreductible a su funcionamiento
gramatical (fono-textual) como el placer del cuerpo es irreductible a la necesidad
fisiolgica.7
La palabra texto quiere decir tejido. Este se teje, se entrelaza por medio de los
cdigos o voces tales como el hermenutico, el simblico, el cultural, el de las ac-
ciones y el de los semas.8 Estos cdigos, al entrelazarse, se pierden en el tejido, for-
man la red con mil entradas abiertas al lector.
Desde la perspectiva de las relaciones erticas del texto, el roce de las pala-
bras en sus polos metafrico y metonmico provoca reacciones placenteras; all el
texto muestra su placer.
Siguiendo la lgica de esta relacin tan estrecha entre texto (tejido) y cuerpo
(humano), podramos afirmar que este ltimo es un texto. En qu sentido? En que
el cuerpo tambin es un tejido, aunque de carnes altamente sensitivas, deseosas de
combinaciones, sobre todo en el contacto con otros cuerpos. La figura barthesiana
cuando mi dedo por descuido... nos ayuda a entender este discurso interior sus-
citado por un contacto furtivo con el cuerpo (y ms precisamente la piel) del ser de-
seado9. Rubem Alves, hablando sobre la sensacin del cuerpo frente a ciertas pala-
bras dice: coisa delicada este nosso corpo, tapeceria de carnes tecida sobre pala-
bras10.
El texto y el lector, ambos cuerpos y tejidos con facultades erticas, entran en
dilogo, se seducen mutuamente: el texto atrayendo al lector al provocarle reaccio-
nes corporales y sentimentales, y el lector incitando al texto a que muestre sus con-
notaciones y se goce en la polisemia.
11 F. Landy, Beauty and the Enigma: An Inquiry into some Episodes of the Song of Songs, en: Jour-
nal for the Study of the Old Testament 17 (1980), p.62.
12 R. Barthes, Leccin inaugural, p.126.
13 R. Barthes, Leccin inaugural, p.150.
14 Cf. El placer del texto, p.20 ss.
15 Significancia es la relacin de las connotaciones producidas por los significantes. En textos de pla-
cer esta relacin de connotaciones produce una atmsfera imprecisa, ertica, llena de fantasa.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 61
te sensual aun cuando no hable explcitamente de amor ertico. Es ms, Barthes lle-
ga a afirmar que cuando un texto trata temas erticos el discurso es poco placente-
ro porque al hallar erotismo aqu y erotismo all, la obra puede resultar bien decep-
cionante.
Esta afirmacin ltima de Barthes no se verifica en el Cantar de los Canta-
res. Al contrario, la relacin ertica de los amantes de la historia y la relacin erti-
ca del texto se complementan de tal manera, que el placer mayor del texto se da pre-
cisamente en los bordes de la fisura entre la ancdota ertica y la narratividad tam-
bin ertica. Es en esta coyuntura donde se produce el centelleo.
De los momentos placenteros del texto mencionados anteriormente, el Can-
tar produce la mayora, aunque no todos con la misma intensidad. Se produce con
cierta regularidad la duplicidad, los discursos paralelos: uno legible y el otro leble,
entre lneas; el entrecruce de cdigos o sintagmas: la intertextualidad y la intratex-
tualidad; y la repeticin. Con menos regularidad ocurre la figura percibida en el tex-
to. Por ejemplo, el amado acostado sobre ella, imagen dibujada con lenguaje de flo-
res (Ct 1,13-16).
Otro momento coqueto que aparece en el Cantar y que Barthes no mencio-
na, por lo menos explcitamente, pero que cabe en la duplicidad, es la continuidad
de la lgica del discurso escrito sin aparecer ste en forma plausible, slo en la men-
te del lector o, en otras palabras, en el discurso leble. Un ejemplo es los v.1-7 del
cap.4. En ellos el amante recorre el cuerpo de la amada desde el cabello hasta el pe-
cho; all se detiene el discurso escrito, menciona unas palabras aparentemente aje-
nas a la descripcin del cuerpo pero que suponen una actividad sexual, y concluye:
Toda eres hermosa y en ti no hay defecto. Al afirmar la perfeccin de la amante
se supone que recorri las partes no descritas; esta actividad, no obstante, la desa-
rroll el discurso clandestino.
El momento que no se da marcadamente es el de los lugares quemantes de
la ancdota; esto, claro est, se debe al carcter potico y no narrativo del texto en
cuestin. Por el contrario, el goce ms frecuente es el de las connotaciones, pues pa-
reciera ser que el texto se goza en hacerle ver al lector su polisemia ertica plasma-
da en los significantes. Resulta, pues, til el mtodo barthesiano para desnudar el
texto y gozar de l.
+Esta lexa comienza y termina con la misma splica; el amante pide que ella
salga y trata de convencerla con la primavera como pretexto; percibimos la accin
amar y suplicar. ++El tono tambin es eufrico: primavera, ambiente musical, vis-
toso, perfumado, el vino est listo para ser preparado; esta vegetalidad que se respi-
ra es la vida palpitando, en flor. Las connotaciones entonces son de vida y de tiem-
po de fecundacin. +++Este hecho ambiental, por metonimia, connota la madurez
sexual de la amada: la via perfuma equivale a t ests excitante o preparada se-
xualmente, lo cual los hermanos de ella negarn en Ct 8,8. Algunos comentarios re-
conocen la palabra via como eufemismo para el sexo femenino.
4. Paloma ma, que anidas en los huecos de la pea
en las grietas del barranco,
+La verdadera razn por la cual el amante quiere ver a la joven no es para que
vaya con l a ver las flores, segn la lexa 3, sino porque desea estar y hablar con
ella. El encuentro amoroso de los amantes aqu es diferente al del movimiento ante-
rior (Ct 2,1-7), en el cual el cuerpo masculino se impone sobre el femenino. Aqu se
desean ambos sujetos que se hablan y se hacen el amor. El sometimiento es mutuo
(lexa 7). ++El tono de splica connota deseo y produce ansiedad e inquietud en el
lector.
6. Agarradnos las raposas,
las raposas pequeitas,
que destrozan nuestras vias
nuestras vias florecidas.
+El ritmo cambia en esta lexa, y resulta brusco en relacin con su anteceden-
te y siguiente; cambian tambin los pronombres personales de singular a plural: no-
sotros/vosotros. Es un ladrillo inserto que tiene como propsito interrumpir la l-
gica del argumento (que es hacer el amor). Se quiere evitar una destruccin de vi-
as en flor, o desfloracin. Esos son dos sintagmas del discurso que resultan de un
desdoblamiento de los significantes: discurre una ancdota de raposas legible a cau-
sa de los significantes, y un discurso ertico subyacente a causa de la connotacin
de los significantes interrelacionados con las lexas vecinas. ++Percibimos una con-
notacin de peligro (la desfloracin). +++las acciones seran, por un lado, (el legi-
ble) prohibir o pedir ayuda para que las raposas no destruyan las vias, por el otro,
(discurso clandestino) el plural masculino (los hermanos?). Los hermanos no quie-
ren que ella tenga una relacin sexual. ++++No se explicita la identidad del hablan-
te ni de los destinatarios; tenemos un enigma de identidad, parece, como dijimos l-
neas antes, que son los hermanos preocupados por la via (Ct 1,6). El vaco del
nombre de los destinatarios queda abierto o vacante para un lector que piense como
ellos.
7. Mi amado es mo y yo soy suya!
+En esta lexa se oyen ecos de otras partes del Cantar que aparecen a lo lar-
go del poema: est el pastor que recuesta su rebao (Ct 1,7), aparece ella como
azucena (Ct 2,2), los labios de l como azucenas con mirra que fluye (Ct 5,13), y los
dientes de ella como un rebao (Ct 4,2). Todas estas imgenes se dan cita en esta le-
xa. La cadena de significantes que se van regando a lo largo del texto enredan al
lector en un mundo de ensoacin con una dosis alta de erotismo. El pastor de azu-
cenas es el besador, es quien come y deja comer de su boca. La palabra pastar,
es ambigua, pues puede significar comer o hacer comer.19
19 Marvin Pope, Song of Songs Song of Songs (New York: Doubleday, The Ancor Bible, 1977), p.114.
68 ELSA TAMEZ, Para una lectura ldica del Cantar de los Cantares
+Se cierra con la misma figura inicial: el cervatillo saltando por los montes y
quebradas. Hay una invitacin al amante para que vuelva. ++Los significantes pro-
ducen el movimiento de subida y bajada, lo cual connota el deseo de hacer el amor
de nuevo.
Elsa Tamez
Apartado 901
1000 San Jos
Costa Rica
[email protected]
20 Hay expresiones que tienen una funcin sugestiva, son expresiones fundantes que cada vez que se
oyen producen placer, estimulan la imaginacin, invitan a lo impreciso. Al mismo tiempo sucede que,
todo lo vago y sugestivo es trado a esa expresin original, para verificar si sta contiene la connota-
cin imaginada. En otras palabras, esta expresin fundante poderosa en lo sugestivo es rgida e ine-
quvoca pues imita y orienta el campo de lo sugestivo (Umberto Eco, Obra abierta [Barcelona: Ariel,
1979], p.119).
JORGE PIXLEY
EROTISMO Y MISTICISMO
Una prctica de interpretacin
Resumen
Este artculo parte de un anlisis del contraste entre el amor/deseo en Cantares de los
Cantares y el amor desinteresado en Pablo. Toma nota del enorme inters que siem-
pre provoc el libro de Cantares, y cmo este inters se cultiv especialmente en los
conventos. Explora la relacin entre erotismo, ascetismo y mstica, entendida sta co-
mo la prctica de la presencia de Dios. Orgenes sent las bases de una mstica exe-
gtica que vea en Cantares el libro ms teolgico de la Biblia. Despus de analizar
esta interpretacin se toma nota de la tradicin mstica del monasticismo, escogiendo
a Bernardo de Claraval como modelo para estudio. Mediante un contraste entre Ber-
nardo y su contemporneo Pedro Abelardo se termina notando el vaco de un misti-
cismo cristiano que parta del amor carnal entre esposos.
Abstract
This article begins with an analysis of the contrast between /desire in Song of Songs
and the disinterested love of Paul. It acknowledges the enormous interest which the
book of Songs has always evoked and how this interest was fostered in the monaste-
ries. It explores the relationship between eroticism, asceticism and mysticism, with
the latter being understood as the practice of the presence of God. Origen laid the
foundations for an exegetical mysticism which viewed the Song of Songs as the most
theological book of Scripture. After analyzing this line of interpretation the mystical
tradition of monasticism is acknowledged and Bernard of Clairvaux is chosen as a
model for study. By making a contrast between Bernard and his contemporary Peter
Abelard, it ends by noting the absence of a Christian mysticism that begins with the
carnal love between husband and wife.
Introduccin
No debemos pensar la ertica de la Biblia y su tradicin interpretativa sin dar
atencin a la inmensa vertiente de reflexin y prctica espiritual que busca respon-
der a Dios como amor con un amor humano que no se conforma con la insalvable
distancia entre la existencia divina y la humana. El libro bblico que es una celebra-
cin del amor humano corporal, el Cantar de los Cantares, es tambin el libro sobre
el cual ms homilas y comentarios se predicaron y se escribieron dentro de los con-
ventos cristianos de todas las edades. Parece contradictorio que quienes ms comen-
taron el Cantar fueron hombres y mujeres consagrados a una vida clibe. Por lo me-
nos esto nos dice que el amor es ms que la atraccin entre cuerpos. Si lo ms ca-
70 JORGE PIXLEY, Erotismo y misticismo
racterstico de lo ertico es la presencia y fuerza del deseo, tendremos que decir que
el erotismo se ha mostrado vivo y fuerte donde se ha reprimido el deseo de la car-
ne. Para efectos de este ensayo sobre erotismo y mstica buscaremos tomar en serio
la presencia insistente de este erotismo cristiano que reniega del deseo de la carne.
Creemos que es un prejuicio moderno pensar que esto sea necesariamente malsano,
aunque no se puede negar que a veces lo es.
Cuando hablamos de misticismo estamos sealando una tradicin que cultiva
la presencia de Dios en la vida terrenal. Central en la doctrina cristiana de la salva-
cin es la carne, pues la encarnacin es un misterio que tiene que ver con nuestra
salvacin. Deca Ireneo, el primer gran telogo defensor de la ortodoxia cristiana,
nuestro Seor Jesucristo por su amor trascendental se hizo lo que nosotros somos
para que pudiera llevarnos a ser lo que El es en s mismo (Adversus Haereses [=
A.H.] V. prefacio). Y afirma tambin que quienes desprecian la Encarnacin del
Verbo le niegan a la naturaleza humana su promocin hacia Dios y se muestran in-
gratos con la Palabra de Dios que se hizo carne por ellos (A.H. III.19.1). En la doc-
trina cristiana, entonces, existe una dinmica en la que Dios se hace carne y toma
cuerpo carnal para que los humanos podamos aspirar a ser divinizados, a alcanzar la
incorruptibilidad que no poseemos como seres corporales. Es lo que se afirma en el
Nuevo Testamento cuando se dice para que seis partcipes de la naturaleza divina
[genesthe theias koinonoi fyseos] huyendo de la corrupcin que est en el mundo por
el deseo (2 Pedro 1,4).
El tema del erotismo y mstica rebasa lo posible en un artculo de revista y de-
ba desarrollarse en un libro, quizs de varios tomos para comenzar a hacerle justi-
cia a todos los santos y sabios que la vivieron y practicaron. En este ensayo tratare-
mos solamente de situar las lneas generales con nfasis en el lugar de la interpreta-
cin bblica, y sin omitir un vistazo a los antecedentes en el filsofo favorito de la
tradicin mstica, el griego Platn. Hay un peligro en esta reduccin del tema, que
quiero sealar sin poder evitarlo en el desarrollo del ensayo. Se trata de que el amor
nunca est aislado de otros aspectos de la vida cristiana como son la Iglesia, que Pa-
blo llama el Cuerpo de Cristo, y el cultivo de la vida activa en el servicio a los po-
bres. Amar a Dios sin participacin en la Iglesia y sin la prctica del servicio es una
mentira y no puede ser amor a Dios. En sus vidas y en sus reflexiones los msticos
y las msticas supieron que a Dios se le encontraba en la liturgia eclesial y en el ser-
vicio a los pobres a la par que en el amor espiritual. Suplicamos al lector y a la lec-
tora disculpar la imposibilidad de desarrollar este aspecto indispensable de la msti-
ca que vuelve parcial lo que decimos.
se adapten a la luz, pero cuando as sea caer en la cuenta que las sombras en la os-
curidad de la cueva son imitaciones burdas y poco vlidas de las realidades que ve
en la luz. Si ahora le obligan a regresar al cautiverio de sus compaeros en la cueva
nuevamente tardar un tiempo que sus ojos se adapten a la oscuridad y vean las som-
bras en la cueva. Cuando entre en los debates de las personas de la cueva habr una
incomunicacin ya que creern que est loco cuando les habla de las realidades de
una luz que no conocen.
Es fcil observar que para Platn hay una fisura profunda en la realidad. La
experiencia de los sentidos que sirve de base para nuestros debates tiene apenas una
relacin distante con los objetos del intelecto, las ideas que se definen mediante la
dialctica. En esta situacin se entiende por qu el filsofo, que cultiva las ideas,
aparece ridculo ante el comn de la gente. Viven en dos mundos distintos, y aun-
que hay una relacin entre los dos no es evidente.
Es en esta situacin que podemos entender la posicin de Eros, el amor. Co-
mo siempre, Platn aborda el tema tan de fondo por indireccin, en este caso el mi-
to del auriga en el Fedro (243-257) y la historia del origen de Eros en el cuento de
la seora Diotima en el dilogo Simposio (201-212).
Cuando le corresponde el turno a Scrates de dar su discurso sobre el amor
en el banquete cuenta ms bien la historia de Diotima, cmo durante el banquete con
que los dioses celebraban el natalicio de Afrodita naci Eros de la unin entre el dios
Poros (Ingenio) que estaba borracho y la mortal Penes (Miseria) que se le acerc
buscando alguna sobra del banquete. El Amor, entonces, participa de lo divino pero
tambin de lo humano (mortal). Esto es as porque un elemento necesario del amor
es el deseo, y donde hay deseo hay carencia lo cual no puede ser de lo divino. Be-
llo es dios, mientras que el amor slo desea la belleza que no posee. De modo que
en el mundo roto que vemos en la alegora de la cueva, representado en el lenguaje
de Diotima por la separacin de los dioses de los mortales, el amor es un ser inter-
medio que participa de ambos extremos de la realidad. Con las variaciones que plan-
tea el Dios de la Biblia ste es el supuesto de mucha teologa y espiritualidad msti-
cas del movimiento monstico cristiano.
Pero la esencia del misticismo es la aspiracin disciplinada hacia Dios. Lo co-
rrespondiente en la visin filosfica de Platn es la bsqueda de lo Uno, lo Bello, y
lo Bueno. En el mito del Fedro el Amor es la fuerza motriz que impulsa hacia lo be-
llo (to kallos). El alma es una carroza con dos corceles guiada por un auriga. Se mue-
ve pues por s mismo. Uno de sus corceles es disciplinado y responde a las rdenes
del auriga que busca subir al cielo, pero el otro es brioso y desordenado y puede des-
viar al alma de su objetivo. Sin duda el amor es una especie de locura (mana), pe-
ro Scrates busca demostrar que esta locura es un don de los dioses para la felicidad
de los mortales (248b-c). Cuando la persona observa un cuerpo bello se estremece
de deseo, hoy lo llamaramos sexo o deseo sexual. En el gozo y la angustia de su
enamoramiento el alma ni dormir puede sino corre de un lado para otro deseando a
aqul en quien reside la belleza, queriendo contemplarlo. Cuando logra contemplar-
lo el auriga recuerda la Belleza en s que se manifiesta en la belleza del amado. Con
ello va logrando la fuerza para imponer su voluntad al corcel rebelde y que el alma
pueda ascender a las esferas divinas donde reside la Belleza.
Para nuestros fines, lo importante es constatar el rol positivo del amor en la
bsqueda de lo Bello. Eros es profundamente ambiguo, y el sexo que pide el corcel
76 JORGE PIXLEY, Erotismo y misticismo
en estos y en otros muchos pasajes, la divina Escritura rehuye el vocablo deseo y po-
ne amor en su lugar. Alguna vez, empero, aunque raramente, llama al deseo por su
propio nombre y hasta convida e incita a las almas a l, como cuando en los Prover-
bios dice de la sabidura: desala, y ella te guardar; asdiala, y ella te engrandece-
r; hnrala, para que ella te abrace... Efectivamente, quin podra advertir algo de
pasional o indecoroso en el deseo de la sabidura o en que alguien se confiese desea-
dor de la sabidura?... Por lo dems, en este mismo libro [Cantares] que tenemos en-
tre manos est clarsimo que el vocablo deseo se ha sustituido por el de amor all don-
de dice: yo os conjuro, hijas de Jerusaln: si encontris a mi amado, qu le anun-
ciaris? Que estoy herida de amor! [Ct 5,8]7.
Esta larga cita del Comentario al Cantar de los Cantares permite apreciar la
atencin respetuosa que presta este exgeta a los detalles del texto bblico, y mues-
tra tambin su intencin de tomar distancia del pudor de los traductores de la Biblia.
Esto segundo es porque tiene que rehabilitar el vocablo eros para poder tratar el te-
ma del deseo, esencial para la vida espiritual como la concibe Orgenes. El deseo de
alcanzar a Dios es la fuerza motriz de la vida cristiana como la concibe Orgenes, y
piensa que fue puesta en los humanos en su misma creacin. Antes de regresar a
Cantares tendremos que hacer una breve incursin en la teologa de este maestro que
l elabor temprano en su vida en la obra Peri Arjn, que se conoce solamente en la
traduccin latina de Rufino con el ttulo De principiis.
Para Orgenes la vida humana tiene su origen cuando fue creada a imagen y
semejanza de Dios. Cuando los primeros padres pecaron Dios les dio cuerpos mate-
riales (las tnicas de piel de Gn 3,21) para que mediante su esfuerzo pudieran reto-
mar la semejanza perdida. Entonces, toda la vida ha de concebirse como un proce-
so, un camino hacia una meta, y esa meta es que Dios sea todo en todos (1 Cor
15,28).8 Permtame el lector otra cita larga donde Orgenes explica esta meta:
Pues aunque decimos que an ahora Dios est en todas partes y en todas las cosas,
por la razn de que nada puede estar vaco de Dios, sin embargo no lo decimos para
significar que l es ahora todo en aquello que est presente. Por lo tanto, debemos mi-
rar con atencin para ver la condicin que marca la perfeccin de la bienaventuranza
y el fin de las cosas, en el cual Dios se dice no solamente estar en todas las cosas si-
no ser todas las cosas... Ahora, yo mismo pienso que cuando dice que Dios es todo
en todos quiere decir todas las cosas en cada individuo. Y ser todas las cosas en ca-
da persona de tal manera que todo lo que la mente racional cuando se purifica de la
lastra de los vicios y se despeja de toda nube de maldad, pueda sentir y entender o
pensar ser todo Dios y que la mente ya no tendr conciencia de nada que no sea Dios
sino que pensar Dios y ver Dios y agarrar Dios y Dios ser el modo y la medida
de cada uno de sus movimientos. De esta manera Dios ser todo para l. Pues ya no
habr ms contraste de bien y mal ya que el mal no existir; pues Dios, a quien el mal
nunca se aproxima, es entonces todas las cosas para l; ni podr uno que siempre es-
7 Orgenes, Comentario al Cantar de los Cantares - Introduccin y notas de Manlio Simonetti, traduc-
cin de Argimiro Velasco Delgado, O.P. Madrid: Ciudad Nueva, 1986, p.46-48. Se trata de porciones
del prlogo, 20-24, traduciendo el latn de Rufino de la cual traduccin sobreviven tres de los diez li-
bros de este comentario. El original griego se ha perdido. Velasco cree que amor en el latn represen-
ta eros en el original y caritas el griego agape, y a su vez traduce el primero por deseo y el segundo
por amor.
8 Este tema se elabora en Jorge Pixley, Apokatastasis panton: Orgenes interpreta la escatologa b-
blica, Xilotl 19 (1997), 71-101.
78 JORGE PIXLEY, Erotismo y misticismo
t en lo bueno y para quien Dios es todas las cosas desear comer ms del rbol del
bien y del mal.9
Para Orgenes est claro que Dios no tiene un cuerpo material sino uno espi-
ritual. Que Dios llegue a ser todo para el ser racional - ngel, hombre o demonio -
tiene que incluir un proceso en el que la materia del cuerpo se vaya trascendiendo.
Su espiritualidad es pues asctica, y cuando comenz el movimiento monstico en
el desierto egipcio en el siglo IV las obras de Orgenes fueron fundamentales. Eva-
grio (345-399), un aventajado estudioso de Orgenes, se traslad del Ponto hasta
Egipto para vivir la vida asctica en ese austero contexto, y a travs de los escritos
de Evagrio Pntico la teologa mstica de Orgenes dio forma a la vida monacal de
los siglos subsiguientes.
Pero, cuidado! La vida espiritual no es un rechazo del cuerpo. Orgenes acep-
taba la regla de fe de las iglesias que se conceban herederas de los apstoles y co-
mo ellas rechazaba la idea de Marcin y de los gnsticos de que el mundo y la ma-
teria fueran en s malas, obras de un dios inferior. Al contrario, Dios es esencial y
eternamente un Dios creador, de modo que debemos pensar que antes de este mun-
do hubo otros, idea que Orgenes encuentra en el nada nuevo hay bajo el sol de
Qohlet, y despus de la destruccin de nuestro mundo Dios har otros mundos ma-
teriales, tal como lo profetiz Isaas cuando habl de un nuevo cielo y una nueva
tierra. Y la materia tiene el fin de que las criaturas con libre albedro que hayan pe-
cado puedan nuevamente escalar a Dios. Y, como los seres con libre albedro nunca
lo perderemos, siempre habr cadas y siempre sern necesarios los mundos que ve-
hiculen el regreso a Dios.
Entonces, los cuerpos son instrumentos necesarios para la obra del gran edu-
cador en su divina paideia. Para que emprendamos el proceso tiene que haber de-
seo, el eros de llegar a Dios. Esencial al proceso de la vida espiritual es el estudio
de la Escritura. Y Dios ha diseado la Escritura para que hable a quienes estn en
las diferentes etapas de su camino espiritual, tanto a los simples (haplous) como a
los perfectos (teleioi). Y en el curso acadmico del Espritu Santo, por decirlo en tr-
minos modernos, el Cantar de los Cantares es el ms avanzado de todos los libros.
En efecto, Salomn nos dej libros en tres niveles:
En primer lugar intentemos indagar cuidadosamente qu significado pueda tener el
hecho de que, habiendo recibido la Iglesia de Dios tres libros escritos por Salomn,
se ponga como primero de ellos el libro de los Proverbios, segundo el que llamamos
Eclesiasts, y solo en tercer lugar el Cantar de los Cantares. Lo que a m se me ocu-
rre sobre este particular es lo siguiente. Las ciencias generales por las que se llega al
conocimiento de las cosas son tres, que los griegos llamaron tica, fsica y epptica y
que nosotros podemos llamar moral, natural y contemplativa.10
Lo ms interesante para una reflexin sobre ertica y misticismo es que Cantares ven-
ga a ser el curso superior de estudios en la Escritura, en la opinin de Orgenes. Un
epopte en el mundo antiguo era un iniciado en los ms altos misterios. Epoptike son
9 De Principiis III.6, 2-3. Este pasaje se preserva solamente en la traduccin latina de Rufino. Aqu
yo la he traducido de la versin inglesa de G.W. Butterworth, Origen on First Principles (New York,
Harper Torchbooks, 1966), p.248.
10 Comentario al Cantar de los Cantares, prlogo, cap.3.1 (p.56-57 de la edicin de Simonetti). El
ltimo comentario parece una ayuda de Rufino a los lectores latinos.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 79
los misterios que conoce este iniciado. Es interesante constatar que Diotima, la ins-
tructora de Scrates en la ciencia ertica (ta erotika) piensa que esta materia es ante-
rior y propedutica a ta epoptika (Simposio 210A). Para Orgenes, en cambio, Can-
tares y su ertica es el curso superior de teologa! Sobre ella resume Orgenes:
La cuestin contemplativa la ense en el presente libro que tenemos entre manos,
esto es, en el Cantar de los Cantares donde, bajo la figura de la esposa y del esposo,
despierta en el alma el amor de las cosas divinas y ensea que se ha de llegar a la
unin con Dios por los caminos del amor.11
Los caminos de Eros nos conducen a la unin con Dios! Sentimos aqu ecos
del maestro Platn, pero no debemos olvidar que para Orgenes y los maestros cris-
tianos ms bien Platn aprendi su ciencia de Moiss y de Salomn quienes vivie-
ron antes que l. En todo caso, no hay duda que el amor-deseo lleva a Dios y, como
vimos, Orgenes les recrimina a los traductores de la Biblia haber obnubilado esta
verdad.
Pero, cmo es posible? Cmo puede un eunuco por voluntad propia, uno
que se hizo eunuco por el Reino, promover la ertica como el camino para llegar
a Dios. Hay sin duda una ambivalencia aqu. Esto es la carne slida del cual habl
el apstol que no se debe dar a quienes se alimentan solo de leche (Hb 5,12-14).
Ciertamente puede ocurrir que los prvulos antedichos vengan a estos parajes y no
aprovechen nada absolutamente de esta Escritura, aunque tampoco se daen demasia-
do al leer lo que est escrito, o bien al examinar lo que para su explicacin se dir. En
cambio, si se acerca alguien que slo es hombre segn la carne, para este tal lo escri-
to producir una situacin de peligro muy crtica.12
Es decir, el Cantar es un libro espiritual y se debe leer como tal entre cristia-
nos avanzados. El cristiano que comienza su caminar hacia Dios ver poco de pro-
vecho, aunque tampoco es daino que lea sobre el amor. El peligro estar para quien
es un hombre carnal que solamente lo entienda y lo lea para despertar sus deseos se-
xuales.
Para ayudar a los lectores de Cantares, Orgenes propone una clave herme-
nutica muy importante, hay un hombre interior y otro exterior, y se usan las mis-
mas palabras para referirse a ambos.
Al comienzo de los libros de Moiss, donde se escribe sobre la creacin del mundo,
hallamos referida la creacin de dos hombres: el primero, hecho a imagen y semejan-
za de Dios; el segundo, modelado del barro de la tierra... Pablo, que sin duda enten-
da mejor que nosotros lo que Moiss escribi, dice que en cada hombre hay dos, y
nos recuerda que uno de ellos, el interior, se va renovando de da en da mientras el
otro, el exterior, se va corrompiendo y debilitando incluso en santos de la calidad del
propio Pablo... queremos hacer saber que en las divinas Escrituras se suele nombrar
mediante homnimos, esto es, mediante denominaciones semejantes, ms an, con
idnticos vocablos, a los miembros del hombre exterior y a las partes y sentidos del
hombre interior, y su mutua confrontacin se realiza no slo en las palabras sino tam-
bin en los hechos mismos.13
16 En Padres apologistas griegos (siglo II) - Introduccin, texto griego, versin espaola y notas por
Daniel Ruiz Bueno. Madrid: BAC, 1954, p.572-628.
17 Se preservan los Hechos de Toms en mltiples manuscritos en siraco y en griego. Es probable que
se compuso a comienzos del siglo III en siraco, y posiblemente simultneamente en griego. No co-
nozco una versin castellana. Existe una al ingls por Han J.W. Drijvers en New Testament Apocryp-
ha, editor Wilhelm Schneemelcher, traduccin R. McL. Wilson, Louisville, Westminster/John Knox,
1992, tomo II, p.322-411.
18 Segn el historiador Peter Brown, The Body and Society - Men, Women and Sexual Renunciation
in Early Christianity (New York, Columbia University Press, 1988), p.6, el promedio de vida en el im-
perio romano era de menos de 25 aos. Solamente unos cuatro de cada 100 varones llegaba a los 50
aos, y mucho menos mujeres. Para que la poblacin se mantuviera estable era preciso que cada mu-
jer tuviera un promedio de cinco hijos. Se puede suponer que muchas moran jvenes en partos y que
haba, por lo tanto, muchos viudos. Las implicaciones de estos datos demogrficos propuestos por un
destacadsimo profesor son inmensas!
82 JORGE PIXLEY, Erotismo y misticismo
con Gregorio de Nacianzo editaron las Filocalia de Orgenes, que incluye porciones
de su Comentario sobre Cantares. Ambrosio de Miln (339-397), Gregorio el Gran-
de (540-604), Isidoro de Sevilla (ca. 600), Beda el Venerable (673-735), Bernardo
de Claraval (1091-1153), y Luis de Len (siglo XVI) fueron slo algunos de los mu-
chos que escribieron comentarios sobre los Cantares. Con el fin de profundizar en
la difcil dialctica de renuncia y erotismo en la bsqueda cristiana de Dios nos de-
tendremos un poco en Bernardo, abad de Claraval y fundador del movimiento mo-
nstico cisterciense en el siglo XII.
La obra maestra de Bernardo fueron sus 86 Sermones sobre el Cantar de los
Cantares. Aqu desarrolla toda una teologa mstica que se caracteriza porque a los
tradicionales libros de revelacin en la creacin y las Escrituras aadi un tercero,
el libro de la experiencia, en este caso, su propia experiencia espiritual. En esto da
un paso ms con respecto a Orgenes para quien las Escrituras lo eran todo. De los
sermones sobre Cantares, ocho fueron sobre Ct 1,2, Que me bese con los besos de
su boca. Este texto es inescapablemente carnal, y dice san Bernardo, ofreci su
carne a los que conocan la carne para que mediante l ellos llegaran a conocer tam-
bin el espritu.19 El camino hacia Dios comienza, pues, con el amor carnal hacia la
carne de Jess el Hijo de Dios. El beso tiene mltiples sentidos, pero comienza con
su sentido carnal literal. Los besos de Cristo incluyen su encarnacin en el pasado,
su redencin de los humanos en el presente, y su presencia escatolgica al final de
los tiempos. Esto en el segundo sermn leyendo el libro de revelacin de la Biblia.
En el tercer sermn pasa al libro de la experiencia, y aqu distingue tres besos, el be-
so de los pies que lleva el alma a obras de gracia, el beso de las manos, que la lleva
al arrepentimiento continuo, y el beso de la boca, que es un encuentro superior con
Dios. El sermn 7 trata este beso de la Trinidad, y el octavo el beso del Espritu San-
to, el vnculo de unin entre Padre e Hijo.
En el sentido ms importante Bernardo sigue a Orgenes, indirectamente pues
seguramente nunca conoci su comentario, pues afirma el amor/deseo de Dios por
los humanos, y el amor/deseo como el camino de los humanos hacia Dios. Pero Ber-
nardo introduce una novedad interesante cuando insiste que el camino hacia Dios
comienza con el amor carnal por la humanidad de Cristo. Insiste que solamente el
amor puede alcanzar a Dios en esta vida; el conocimiento no puede. Cristo hace vi-
sitas a la interioridad de su amada, el alma humana, que son anticipaciones de la vi-
sin celestial cara a cara. Pero, interesantemente, la perfeccin de la bienaventu-
ranza solamente se dar, no en el cielo donde veremos a Cristo cara a cara, sino en
la resurreccin general cuando nuestras almas se reecontrarn con nuestros cuerpos
ya librados de sus debilidades.20
El amor a Dios, segn Bernardo, es su propia causa. Pero en su estado cado
los humanos deseamos cosas y as perdemos el objeto propio del amor. Como vimos
antes, el amor a Dios comienza con el amor carnal a Cristo encarnado que a su vez
comienza con el amor a lo que Cristo hizo por nosotros. Luego ese amor carnal nos
19 Sermones sobre Cantares (SC) 6,3. Traduzco de una cita en McGinn, The Growth of Mysticism:
Gregory the Great through the 12th Century (New York, Crossroad, 1994), p.165. Dependo de la mag-
nfica exposicin de McGinn en las p.158 a 224 de su obra, que es el segundo tomo de su obra mag-
na, The Presence of God: A History of Western Christian Mysticism, de la cual an esperamos los to-
mos tres y cuatro.
20De diligendo deo 8.23 y 11.30-33 (referencias de McGinn, tomo II, p.173).
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 83
Pero, en concreto, qu tiene que ver con la vida cotidiana del creyente? Pa-
ra el siglo XII el cristianismo haba institucionalizado sus ambigedades respecto a
la vida sexual en la dualidad de los laicos que producan los hijos para la Iglesia y
la sociedad, y l@s monj@s que vivan vidas consagradas a Dios, cumpliendo los
consejos de perfeccin que mencion el salvador (Mt 19,21, nicamente en la ver-
sin mateana de la percopa del rico que no quiso seguir a Jess). En su tratado tem-
prano, Los pasos de humildad y orgullo, plante que solamente los dos pasos inicia-
les se pueden lograr en el mundo, mientras que los diez superiores solamente se con-
seguiran en el monasterio.21 Bernardo reconoci un valor al sexo en el matrimonio,
de modo que este no es el obstculo principal.22 Sin embargo, es difcil superar los
primeros pasos del amor a Dios en el mundo. Una de las reformas que Bernardo y
los cistercienses introdujeron en los monasterios fue no recibir nios, lo cual signi-
fica que todos los monjes tenan experiencia de la vida en el mundo. Esto segura-
mente ampli la capacidad de Bernardo y sus hermanos de aceptar el valor de la car-
ne en las primeras etapas del amor a Dios.
Como una especie de nota sobre la teologa mstica de Bernardo de Claraval,
parece til hacer el contraste con el gran profesor de filosofa, lgica y teologa de
Paris, Pedro Abelardo (1079-1142). Inevitablemente, Abelardo fue y es ms conoci-
do por su amor carnal por Elosa que por sus atrevidas teoras filosficas. Siendo l
ya un famoso profesor, el clrigo Fulberto de la catedral de Pars le encomend la
educacin de su joven y precoz sobrina Elosa. Segn sus propias interpretaciones
de lo que sucedi, ella se enamor perdidamente de l y l sinti una irresistible pa-
sin lujuriosa por ella.23 Elosa sali embarazada y le pari un hijo. Fulberto contra-
t unos vagos que entraran a la pieza donde dorma Abelardo y le castraran. Las car-
tas revelan dos perspectivas muy diferentes a estos sucesos: Elosa nunca siente re-
mordimiento por su amor que, segn ella dice, sigue tan vivo como siempre. Sola-
mente se arrepiente del dao que le hizo a la carrera brillante del genio Abelardo. El,
en cambio, considera su prdida fsica un castigo merecido en el miembro que uti-
liz como instrumento de su pecado. Y no cesa de protestar contra los injustos ata-
ques a su ortodoxia de las que ha sido vctima, cosa que atribuye a la envidia de
mentes ms limitadas que la suya.
El encuentro entre los dos, Bernardo y Abelardo, se dio en 1140 cuando Ber-
nardo convoc un concilio en Sens que conden al maestro Pedro por hereja. Abati-
do, Abelardo se refugi en el convento de Cluny y apel al Papa Inocencio II para
una revocacin de su condena, cosa que nunca lleg. Sin embargo, Pedro el Venera-
ble, abad de Cluny, recibi con honor al maestro y lo utiliz para formar a sus mon-
jes, aprovechando sus grandes talentos filosficos. Abelardo estaba abatido, y muri
dos aos ms tarde, en 1142. Cmo pudo un telogo del amor mstico emprender
una cruzada como sta contra un gran maestro reconocido por su valenta en el pen-
samiento y tambin en el amor? Es difcil para una persona moderna no sospechar
que haba en Bernardo un rechazo al amor carnal del filsofo ms que a su filosofa,
que tanto Abelardo como Pedro el Venerable siempre consideraron plenamente orto-
doxa.24 Como historiadores tenemos que hacer un balance dentro de las normas de la
poca, lo cual rebasa nuestras posibilidades aqu, pero desde este tiempo y como par-
te de una reflexin sobre erotismo y mstica, el episodio de la condena de Abelardo
echa sombras sobre la magnfica teologa mstica del abad de Claraval.
Para terminar este ensayo sobre ertica y mstica quisiera sealar un texto25re-
cientemente descubierto que celebra el amor carnal como va de acceso a Dios. El
autor de este texto sin ttulo que se encuentra en la Biblioteca de la Real Academia
de Historia en Madrid es un morisco espaol expulsado de Espaa y refugiado en
Tnez en 1609. Dice en un prrafo que deja ver el tenor de esta obra:
Al tiempo de quere meter el miembro, Refregallo en los labios del baso (vagina), por-
que se alteren ms l y ella, y diciendo: bismi ylahi (en el nombre de Dios), mete-
llo... Y dir al tiempo de querer derramar el umor esto: Oh Dios, lbranos del demo-
nio, y libra del demonio aquello que tu nos otorgas como posteridad, porque, si se en-
jendra criatura, no ser perturbada por el demonio (fol 97v-98v)26
Sera incorrecto pensar que este texto es mstico o que promueva el encuen-
tro con Dios. Sin embargo, revela en el Islam espaol del siglo XVII una aceptacin
del erotismo corporal como una realidad que se vive dentro de la obediencia a Dios.
El hecho de que no conozca un texto cristiano anlogo nos permite clarificar los l-
mites del erotismo mstico de tradicin cristiana. Ni los telogos cristianos casados
como Tertuliano, Clemente Alejandrino (probablemente), Gregorio de Nisa o Abe-
lardo pudieron incluir su vida amorosa dentro de su vivencia de fe. Para Tertuliano
la nica diferencia entre la fornicacin y la intimidad matrimonial es que el segun-
24 Parte de esta tragedia es que ni Abelardo ni Elosa vieron en su amor una expresin del amor de
Dios ni un acercamiento a su Dios. Para Abelardo su pasin se origin en la lujuria y fue, por lo tan-
to, pecado en su origen. Para Elosa, quien fue abadesa de un convento de monjas cerca de Pars, su
entrada a la vida monstica fue por complacer a su amado Abelardo y nunca sinti vocacin por ella.
25 Se trata de Un Kama Sutra espaol, introducido por Luce Lpez-Baralt (Madrid: Ediciones Cirue-
la, 1992).
26 Citado de la resea de Jorge Alvarado en Xilotl 11 (1993), 143-152. La cita en la p.151.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 85
Reflexiones finales
1. Los libros de la revelacin. Se le atribuye a san Agustn la referencia ya
consagrada en la teologa de que Dios se revela en dos libros, el libro de la Creacin
y las criaturas, y el libro de las Sagradas Escrituras. El segundo sera una especie de
guin de museo que acompaa al visitante a las pinturas en sus paredes para inter-
pretarlas y ayudarlo a disfrutarlas. La realidad es ms compleja, por supuesto, pero
esta idea puede servir para ordenar esa complejidad. En asuntos de mstica, habra
que aadir un tercer libro, el de la experiencia, la disciplina de la contemplacin y
sus pasos en las vidas de sus practicantes.
Podemos tratar de aplicar este sencillo esquema a los telogos msticos, de
quienes hemos visto algunos representantes. Orgenes es sin duda un telogo msti-
co de las Escrituras. Todo su conocimiento de Dios se da en el contexto de sus ho-
milas y comentarios a la Sagrada Escritura, y muy especialmente en su Comentario
al Cantar de los Cantares. Esto, por supuesto, no significa que Orgenes, quien en su
juventud fue profesor de fsica y matemticas, no conociera a Dios en su creacin y
tampoco que este disciplinado asceta que encontr en la Biblia una gua para ascen-
der a Dios no conociera la experiencia mstica. Sin duda, sin embargo, tanto la crea-
cin como la experiencia son secundarias al estudio de las Escrituras para el gran
alejandrino.
Para encontrar un mstico de la creacin salta a la mente la persona de Fran-
cisco de Ass (muri en 1226), quien consideraba el sol, la luna y las bestias sus her-
manos de creacin y manifestantes del Dios que cre a todos, a l mismo, al sol, y
al lobo. Su amor por los pobres es parte de esta mstica de la creacin, que por su-
puesto no excluy el estudio de las Escrituras donde conoci a Jess el pobre que
am a los pobres de su tiempo.
Bernardo de Claraval complejiza el cuadro al introducir una disciplina msti-
ca, con mltiples pasos en el acercamiento a la experiencia de Dios en nuestros cuer-
pos mortales y en preparacin para el encuentro con Dios en el estado espiritual
cuando le veremos cara a cara. Pero, como hemos visto, el lugar donde Bernardo ex-
pone con mayor lucidez y detalle el camino hacia Dios es en sus homilas sobre los
Cantares. Y todos sus escritos estn salpicados de citas y alusiones a los ms varia-
dos textos de las Escrituras.
2. Las vas negativa y positiva. En trminos tcnicos los estudiosos del misti-
cismo hablan de la va apoftica y la va kataftica (del griego apo ms femi y kata
femi, donde el verbo femi significa afirmar). En la va positiva o kataftica se en-
cuentra a Dios en sus criaturas. Las cosas de la vida sirven como escalones para su-
bir a Dios que las cre. La va negativa o apoftica es la negacin que Dios est en
27 Es todo el argumento de su tratado Ad Uxorem, A su mujer.
28 Pedagogo III.9.1.
86 JORGE PIXLEY, Erotismo y misticismo
pe. Y es conocido que esta familia lingstica es la que se usa en la inmensa mayo-
ra de los casos para tratar del amor en el N.T., que nunca usa la familia de la raz
griega eros. El resultado es que el amor en el N.T. tiene un desinters que tratba-
mos de entender con la palabra moderna solidaridad. Esta es una profundizacin im-
portante que de ninguna manera quisiramos sacrificar en una bsqueda barata de
recuperacin del cuerpo y sus deseos. Pero en nuestro mundo actual, despus de Sig-
mund Freud, Ren Girard, y otros investigadores del deseo, no quisiramos tampo-
co sacrificar el elemento deseo que parece indisolublemente unido al amor carnal.
No es casual que casi toda la reflexin cristiana sobre la bsqueda y presencia de
Dios en estos cuerpos terrenales descanse en el estudio del Cantar de los Cantares,
ms que en Pablo y Juan.
Esto nos permite apreciar la sabidura de los telogos y obispos ortodoxos que
rechazaron el atractivo planteamiento de Marcin de repudiar las Escrituras hebreas.
En este punto, como en otros, los escritos apostlicos (el N.T.) profundizan las Es-
crituras hebreas pero no las pueden desplazar ni mucho menos cancelar. Es otro mo-
tivo para rechazar la divisin que se suele hacer en la academia entre el estudio de
Antiguo Testamento [mejor, Biblia Hebrea] y Nuevo Testamento. El ajab de
los amantes de Cantares no debe separarse del desinters del agape de los escritos
de Pablo y de Juan. Solamente juntos podemos entender las profundidades del amor.
Ruusbroec lo vio con claridad al encontrar en la misma Trinidad el salirse desinte-
resado del amor del Padre en el Hijo, que corresponde a las obras de solidaridad en
la imagen humana del Hijo, y el gozo del amor que vuelve al Padre en el Espritu
Santo, que corresponde a la contemplacin en la criatura humana.
Aunque sea espiritual el abrazo, la intensidad del lenguaje que toma las im-
genes del tacto amoroso, parece ameritar que en un sentido importante se hable aqu
de erotismo que se refleja en este sermn del ms bblico de los telogos cristianos.
No puede pasar desapercibido que el fraile Luis de Len dedic su obra sobre
Cantares a una mujer, doa Isabel Osorio, religiosa del convento del Espritu San-
to.32 Tambin lo hizo en una sugestiva dedicatoria nuestro hermano Jos Crdenas
Es, pues, una teologa mstica que refleje una apertura plena al erotismo car-
nal una tarea por hacer. Dios quiera que pronto aparezca la pareja indicada para rea-
lizarla!
Jorge Pixley
Apartado 2555
Managua
Nicargua
[email protected]
33 Jos Crdenas Pallares, El Cantar de los Cantares y el amor humano, Cuenca: Edicay, 1989.
34 Carta del 6 de diciembre de 1525, citado por Andreas Richter-Bhne y Ute Bhne en El matrimo-
nio, vehculo de santificacin? Una visin protestante desde Martn Lutero, Xilotl 21 (1998), p.9-29.
La cita se encuentra en la p.9.
JORGE LUIS RODRGUEZ GUTIRREZ
A Rita Mara
Resumen
Este artculo presenta la vida de Teresa de vila y comenta algunas meditaciones de
Teresa sobre el Cantar de los Cantares (principalmente 1,1; 1,2; 2,3; 2,4; y 2,6; y de
una manera secundaria los textos de 1,15; 2,3-4; 4,7; 6,2; 6,9 y 8,5). En la propia se-
leccin est presente la teologa e intencin de Teresa. Ella escogi textos de gran ero-
tismo. Esta es una prueba ms para las antiguas relaciones entre el amor mstico y el
ertico y reafirma la constatacin de que algunos msticos (entre ellos Orgenes, Ber-
nardo de Claraval, Juan de La Cruz y la propia Teresa) fueron grandes lectores, estu-
diosos y comentadores del Cantar de los Cantares y sintieron una inmensa fascina-
cin por este libro.
Abstract
This article presents the life of Teresa of Avila and comments on some meditations of
Teresa on the Song of Songs (principally 1,1; 1,2; 2,3; 2,4; and 2,6; and in a secon-
dary way the texts of 1,15; 2,3-4; 4,7; 6,2; 6,9; and 8,5;). In the selection itself the
theology and intention of Teresa is present. She chose texts of great eroticism. This is
another proof of the ancient relationship between mystical love and the erotic and
reaffirms the observation that some mystics were great readers, learners and commen-
tators of the Song of Songs and felt an immense fascination for this book.
1. Introduccin
Tener padres virtuosos y temerosos de Dios me hubiera sido suficiente, si yo
no fuera tan ruin1 Con estas palabras Teresa de Cepeda y Ahumada, comenz su
biografa, hoy conocida como el Libro de la Vida.2 La autora es conocida como San-
1 Libro de la Vida 1.1: El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan
ruin.
2 Santa Teresa de Jess, Libro de la Vida, Madrid, BAC, 1979 (Obras Completas). Tambin en:
http://www.montecarmelo.com/fondos/steresa
90 JORGE LUIS RODRGUEZ GUTIRREZ, El amor es una saeta enviada por la bondad
ta Teresa, Teresa de Jess o Teresa de vila. Fue canonizada en 1622 y en 1970 fue
la primera mujer en recibir el ttulo de doctora de la Iglesia Catlica Romana. Por
eso, adems de santa, tambin puede ser llamada Doctora o Madre, que era como la
llamaban las religiosas de su orden.
Cuando por orden de las autoridades eclesiales, escribi el Libro de la Vida, te-
na 51 aos. Era el ao de 1566. En esta obra ella pasa revista a su vida. Recuerda sus
aos de felicidad en la infancia hasta la muerte de su madre, Doa Beatriz que pa-
s su vida con grandes enfermedades, y de grandsima honestidad, cuando ella solo
tena 12 aos.3 Recuerda tambin el descubrimiento del amor y el enamoramiento, el
difcil y triste fin de su adolescencia (con soledad y enfermedad), y principalmente,
su vida junto a Jess: de quien ella se senta esposa. l Jess siempre estuvo a su
lado, no como un pensamiento metafsico, mas como una presencia constante, apare-
ciendo innumerables veces ante los ojos tristes, extasiados y humanos de Teresa, con-
solndola en sus momentos de angustia y soledad, ayudndola con sus sensualida-
des,4 fortalecindola en sus trabajos cotidianos y en otros que ella llamaba duros tra-
bajos de la religin, dndole sus mimos y carios5 y provocando en ella xtasis es-
pirituales, borracheras divinas, embriaguez celestial, y una serie de sntomas fsicos
que la dejaban embobada y presa de un santo desatino, tan fuera de s que ella era in-
capaz de saber por s misma y entender lo que le pasaba.6 Todo esto, y mucho ms,
convertiran a la Doctora Teresa en una de las mujeres ms clebres y controverti-
das de la historia de la humanidad. Frecuentemente ella es llamada de mstica y con-
siderada entre las mayores escritoras de la lengua espaola.
A su ya reconocida inteligencia se debe acrecentar que en su adolescencia era
una joven muy bonita.7 Era poetisa (clsica de la lengua hispana), reformadora ecle-
sial (reform la Orden del Carmelo), comentadora de las escrituras (este artculo tra-
ta sobre sus meditaciones del Cantar de los Cantares) y lectora de alto rango, que
desde nia era viciada en lectura y frecuentadora asidua de la biblioteca de su padre,
Don Alonso, donde era posible encontrar, entre muchas otras, obras de Sneca, Vir-
gilio y Boecio. Esto dio a Teresa la oportunidad de entrar, desde temprano, en con-
tacto con las grandes obras de la historia del pensamiento. Posteriormente ella con-
tinu con la lectura de obras clsicas, como las Confesiones de San Agustn: que se-
r una referencia para meditar sobre su propia vida.
Un dato anecdtico es que en la infancia jugaba con su hermano Rodrigo de
ir a la tierra de los moros. Una vez fueron encontrados, por su to Don Francisco Al-
ves de Cepeda, saliendo de la ciudad por el puente de Adaja, prontos para empren-
3 12 aos es la edad que ella coloca en su libro. Segn el clculo del ao de su nacimiento y el ao en
que muri su madre, afines de 1528 o principios de 1529, ella era de 13 14 aos. Doa Beatriz se
haba casado con Don Alonso con 14 15 aos, as pues, muri con 34 35 aos.
4 Sensualidades es una palabra usada repetidas veces por Teresa, como veremos despus.
5 La palabra espaola regalos (que traducimos por mimos o carios) es una palabra muy usada
por Teresa y es de difcil traduccin, ya que en el lxico de Teresa, esta palabra tiene un significado
muy particular, especialmente cuando ella la usa refirindose a las apariciones de Jess. Volveremos
sobre ello.
6 Todas estas palabras son de la propia Teresa borrachez divina; embriaguez celestial; como si le
echasen en los tutanos una uncin suavsima; queda como cosa espantada y embobada y con un san-
to desatino, etc.
7 Entonces, con el pasar de los aos la enfermedad fue dejando las huellas en su cuerpo. En relacin
a los relatos y de bigrafos sobre los rasgos fsicos de Teresa ver: Mara de San Jos, Libro de Recrea-
ciones, Vol. VIII, Burgos, 1913, especialmente las pp. 96-97.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 91
(Libro de la Vida II, 5), y cuando habla sobre las cosas hechas en secreto. Pero, de
hecho, no fueron hechas tan en secreto, pues provocaron la quiebra de su honra y las
sospechas de su padre (Libro de la Vida II, 6). Ella afirma que su padre no poda
creer que en ella hubiera tanto mal. Como ella tema tanto por la honra, haca todas
las diligencias posibles para que lo que ella hizo fuera secreto (Libro de la Vida II,
7). Al final del tem tres del captulo II, afirma que perdi su honra por muchas vas,
y luego asegura que era mucha su sagacidad para las cosas malas. La pregunta in-
sistente de los bigrafos era a qu se est refiriendo Teresa?
El problema biogrfico se acenta, cuando se considera que el cap. II del Li-
bro de la Vida de Teresa est lleno de un cierto misterio la palabra secretos apare-
ce varias veces y de sentimiento de culpa, palabra que tambin est colocada con
frecuencia. En la poca en que escribi sobre ese perodo de su vida treinta aos
despus recuerda sus experiencias de adolescente, solo puede aconsejar a los pa-
dres que tengan cuidado con sus hijos porque lo natural en ellos es siempre hacer lo
peor en vez de lo mejor.
No sabemos lo que sucedi, ni a qu hechos Teresa se est refiriendo. Solo sa-
bemos que, en consecuencia de eso, su padre la llev para un convento. En ese lu-
gar, de acuerdo con las palabras de Teresa, se cuidaba a personas como ella, nadie
era tan mala en costumbres como ella10 (Libro de la Vida II, 6). Sobre el significado
de esas palabras de Teresa solo se pueden hacer conjeturas y especulaciones.
Teresa nos informa que el motivo oficial que su padre dio para llevarla al
convento fue que, habiendo muerto su madre y casado su hermano, no estaba bien
que ella se quedara sola.
En los primeros das de su vida en el convento, Teresa enferm. El sentimien-
to de culpa y una vida para la cual no estaba preparada (ella afirma que era enemi-
ga de ser monja)11, debilitaron su salud y hasta la voluntad de vivir. Teresa comen-
zaba un largo y difcil camino.
En el Libro de la Vida describe con detalles los largos aos de su enfermedad.
Una vez se qued completamente inmvil, fue dada por muerta y velada como tal.
Hasta colocaron cera en sus ojos, de acuerdo con las costumbres funerarias de la
poca. Gracias a su padre que no dej que la sepultaran porque quera estar ms
tiempo con el cuerpo de su hija, continu viviendo, a pesar de su estado de muerte
que dur cuatro das. Durante este perodo todos pensaron que estuviera muerta.
Hasta abrieron una sepultura en el convento y la envolvieron con vestidos fnebres.
Cuando despert, qued delirando y no consigui caminar por cuatro aos. Teresa
tena veinticuatro aos. La enfermedad sera una compaera de toda su vida.
Esa muerte aparente de Teresa y el consecuente cuadro clnico dio motivo pa-
ra muchas especulaciones. A modo de ejemplo, podemos citar el libro del neurlo-
go espaol Esteban Garca Albear, Teresa de Jess: una ilustre epilptica. Para ese
autor, Teresa sufra de lo que hoy los especialistas llaman crisis de felicidad. As, se-
10 Libro de la Vida 2.6 porque no me parece haba tres meses que andaba en estas vanidades, cuan-
do me llevaron a un monasterio que haba en ese lugar, a donde se criaban personas semejantes, aun-
que no tan ruines en costumbres como yo; y esto con tan gran simulacin, que sola yo y algn deudo
lo supo; porque aguardaron la coyuntura que no pareciese novedad: porque haberse mi hermana casa-
do y quedar sola sin madre no era bien.
11 Libro de la Vida 2.8: Y puesto que yo estaba entonces ya enemigusima de ser monja; y Libro de
la Vida 2.11 la gran enemistad que tena de ser monja, que se me haba puesto grandsima.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 93
gn Garca Albear, las visiones, apariciones, voces, etc. de las cuales hablaba Tere-
sa, estaran explicadas por una epilepsia parcial: una pequea irritacin del cerebro
con sntomas afectivos, de placer y felicidad.
Para Alberto Gimeno, jefe del servicio de neurologa del Hospital Ramn y
Cajal de Madrid, los cuatro das de muerte de Teresa fueron un estado de coma pro-
vocado por una encefalitis, posiblemente una inflamacin del cerebro provocada por
algn virus. Lo ms probable de acuerdo con Gimeno es que esta enfermedad de-
j una profunda cicatriz en su cerebro y que esa fue la causa de las crisis de felici-
dad de Teresa.12
Contra estas explicaciones est la voz de la Iglesia que afirma que los msti-
cos en este caso las msticas tendran una capacidad especial para comunicarse de
manera maravillosa y no convencional con Dios y en general con lo sobrenatural.
Esa capacidad no tendra su fuente en ninguna causa natural: sera un don de la pro-
pia divinidad. Para la Iglesia, Teresa no estaba enferma, estaba recibiendo una espe-
cial gracia divina.
En 1555, despus de muchos aos de enfermedad, de rigurosos ejercicios es-
pirituales y de dura vida monstica, Teresa tuvo, lo que ha sido llamado por sus bi-
grafos, el profundo despertar: ella vio a Jess, el infierno, los ngeles y los demo-
nios. Comenz a sentir dolores como de una punzada en el pecho: interpret esto di-
ciendo que era la punta de una lanza de un ngel atravesando su corazn. Esas vi-
siones y sntomas fsicos atribuidos por ella a causas sobrenaturales acompaaron
a Teresa, prcticamente, durante toda su vida.
Un ao despus, Teresa tiene su desposorio mstico: sus sentimientos se libe-
ran y una fuerza que vena de su interior la hizo volar libremente en cuanto una voz
silenciosa le hablaba: no quiero ms que usted tenga conversacin con hombres, so-
lo con ngeles. Este momento ha sido llamado de su segunda conversin. A partir de
entonces ella pudo ser mucho ms humana. Era el da de Pentecosts de 1556.
Su dura disciplina personal y el rigor de sus ejercicios espirituales hicieron
que Teresa comience a sentirse incomodada con la disciplina o mejor, con la indis-
ciplina que era seguida en los conventos carmelitas. Eso la llev a emprender la re-
forma de esa orden. Tuvo el apoyo del papa. Mas su espritu reformador le caus
muchas fricciones con sus superiores.
En septiembre de 1560 funda con un grupo de monjas un monasterio de tipo
eremita. El fundamento fue la antigua tradicin del Carmelo y la reforma descalza
de Pedro Alcntara. La principal norma de vida era simple, pero extrema: hacer
siempre lo ms perfecto con la mayor perfeccin posible. Ellas se esforzaran por
unir la actividad contemplativa con la actividad prctica y en buscar a Dios en lo
ms profundo del alma.
Los aos 1562 a 1567, despus de algunos contratiempos y contrariedades
de las cuales posiblemente lo ms grave fue una tentativa de expulsarla del con-
vento son aos de paz para Teresa. Se pudo dedicar con cierta tranquilidad a su tra-
bajo de escribir: concluye el Libro de la Vida y escribe una de sus obras ms famo-
sas, Caminos de la Perfeccin. Es posiblemente, en este perodo que ella escribe las
Meditaciones sobre el Cantar de los Cantares, que son el tema principal de este ar-
tculo.
gorio XV la canoniza, junto con Isidro, Ignacio, Francisco Javier y Felipe Neri. El
18 de septiembre de 1965 Pablo VI la declara patrona de los escritores catlicos de
Espaa, finalmente el 27 de septiembre de 1970, el mismo papa la proclama docto-
ra de la Iglesia Catlica, siendo la primera mujer que recibe ese ttulo.
13 Cosa nueva y peligrosa que mujer escribiese sobre el Cantar de los Cantares. Prlogo del padre
Gracin a la primera edicin de las Meditaciones sobre Cantares, Bruselas 1611.
14 M.C. 1.8: No hemos de quedar las mujeres tan fuera de gozar de las riquezas del Seor.
15 El Padre Fray Diego de Yanguas dijo a esta testigo que la dicha Madre haba escrito un Libro so-
bre el Cantar de los Cantares, y l parecindole que no era justo que mujer escribiese sobre la Escri-
tura se lo dijo y ella fue tan pronta en la obediencia y parecer que su confesor, que lo quem al pun-
to.
96 JORGE LUIS RODRGUEZ GUTIRREZ, El amor es una saeta enviada por la bondad
de Teresa. Ella escogi textos de gran erotismo. Esta es una prueba ms para las an-
tiguas relaciones entre el amor mstico y el erotismo. Reafirma la constatacin de
que algunos msticos (entre ellos Orgenes, Bernardo de Claraval, Juan de La Cruz
y la propia Teresa) fueron grandes lectores, estudiosos y comentadores de los Can-
tares. Sintieron una inmensa fascinacin por este libro.
Uno de los problemas que Teresa encontr en la lectura de Cantar de los Can-
tares fue el poco conocimiento que ella tena del latn, lengua en la cual se encontra-
ba el texto bblico. Pero esa dificultad no la detuvo. Escribi en el prlogo que, mis-
mo sin entender todo, estos textos tocaron su alma mucho ms que otros que poda
entender en su totalidad. Lo ms probable, de acuerdo con sus palabras, es que ella
conoci oralmente (por sermones o por tradicin oral) los textos sobre los cuales me-
ditaba. Tambin es posible que ella conociera el texto bblico parcialmente a travs
de la lectura de otras obras, que contenan partes del Cantar de los Cantares, traduci-
dos al espaol. Sin embargo la lengua no fue el nico problema. Pues, aunque alguien
le hubiera traducido el texto al espaol, ella tambin no entenda lo que el texto que-
ra decir.16 Por ese motivo, como afirma en el prlogo, las Meditaciones fueron un es-
fuerzo suyo para explicar el texto a las otras hermanas monjas de su orden que pa-
decen sin entender el texto del Cantar de los Cantares. Pensaba que su libro sera una
consolacin para sus hermanas monjas. Entendi que la claridad que comenz a ob-
tener sobre el Cantar de los Cantares, que la animaba a escribir, era un regalo de Dios.
Por eso escribir le era un imperativo: Dios le estaba dando a entender muchas cosas
y era necesario, colocarlas por escrito, pues si solo quedaban en su memoria las po-
da olvidar. Para ella escribir era un ejercicio de osada, pues como ella afirma: pen-
s mucho antes de atreverse a colocar sus meditaciones por escrito.
La obra est dividida en siete captulos, y en su totalidad resultan aproxima-
damente 30 pginas. En las notas de pie de pgina, esta obra ser mencionada por
las letras M.C. (Meditaciones sobre Cantares).
16 Teresa escribi en el prlogo de Meditaciones sobre Cantares: De algunos aos ac, dado un re-
galo grande cada vez que oigo o leo algunas palabras del Cantar de los Cantares de Salomn, en tan-
to extremo que sin entender la claridad del latn en romance, me recoga ms y mova mi alma que los
libros muy devotos que entiendo; y esto es casi ordinario, y aunque me declaraban el romance tampo-
co lo entenda ms que sin entenderlo ni apartar alma de s.
17 El ttulo del captulo es el siguiente: Trata de la veneracin con que deben ser ledas las Sagradas
Escrituras y de la dificultad de comprenderlas las mujeres, principalmente el Cantar de los Cantares.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 97
apartarse de la vida fcil (regalada), pues ese tipo de vida es la destruccin: el cuer-
po engorda y el alma se debilita. La carne es falsa y es preciso entenderla,22 pues la
carne nunca se pacifica: aunque quiera, no puede.23
La lucha finalmente tendr un final y una recompensa: el beso de la boca del
Esposo. Por eso vale la pena no desmayar ni desistir de la lucha. Porque aunque no
se consiga el beso del Seor recompensa suprema para aquellas que vencieron por
lo menos se podr conseguir la amistad de l. Y esto puede ser ms que suficiente.24
Teresa coloca todava ms un motivo de temor, que debe ser tambin un mo-
tivo para perseverar; en el momento de la muerte, el propio esposo es quien juzga a
la esposa: el Seor que es el esposo ser tambin el juez. Por eso se debe tener el
mayor cuidado de no ser infiel ni ofender mortalmente al Seor esposo juez. La
conciencia siempre debe estar limpia, porque el Seor esposo juez puede hasta
leer la conciencia. El Seor es un esposo a quien no hay como traicionar sin que l
lo sepa. Por eso la nica manera de vivir con seguridad es vivir siempre con la con-
ciencia limpia. Consecuentemente, en M.C. 2,27, Teresa dir que todo es cansancio.
La vida es un ejercicio de mortificacin y de negar la propia voluntad. De miedo y
sufrimiento.25 Fuera de la religin, entonces de acuerdo con el texto de M.C. 2,29
hay poca cosa. Para Teresa la finalidad de esta vida es conseguir un da el beso di-
vino, beso que comienza a ser dado en esta vida, y que tendr su consumacin final-
mente en el momento en que ella transformada en alma encuentre a su esposo y
l la reciba como su esposa. Las mortificaciones de esta vida son justificadas por el
beso futuro.
Delante del poder del Dios-Seor-esposo opuesto a la debilidad de la carne de
la mujer-monja-esposa la solucin es pedir la amistad de Dios-Seor-esposo con l-
grimas continuas y deseos. Pero como a veces esa es una misin un tanto difcil,
aconseja a sus hermanas que cada una debe hacer lo que pueda y confiar lo restan-
22 M.C. 2.15: Lo que digo es que no nos soseguemos en lo que es relajar, sino que nos probemos al-
gunas veces porque yo s que esta carne es muy falsa y que es menester entenderla.
23 En M.C. 2.15: Teresa habla: Oh hijas, si supieseis el grande mal que aqu est encerrado! El cuer-
po engorda, el alma enflaquece; que si la visemos, parece que ya va a expirar. En muchas partes ve-
ris escrito el gran mal que hay pacificarse en esto, que an si entendiesen que es malo, tendramos
esperanza de remedio; ms temo no les pasa por pensamiento. Como se usa tanto no me espanto. Yo
os digo que aunque su carne sosiega, en muchas partes veris escrito el gran mal que hay que pacifi-
carse en esto, que an si entendiesen que es malo, tendramos esperanza de remedio; ms temo no les
pasa por pensamiento. Como se usa tanto no me espanto. Yo os digo que aunque esto su carne sosie-
ga, que por mil partes tengan la guerra si se han de salvar, y valdrales ms entenderse y tomar la pe-
nitencia poco a poco que les ha de venir por junto. Esto he dicho para que la alabis mucho a Dios, hi-
jas de estar donde aunque vuestra carne quiera pacificarse en esto no puede.
24 M.C. 2.16: Miraris, hijas, en qu est el punto para que podis pedir lo que la esposa, si el Seor
os llegare a l, sino, no desmayes, que cualquier amistad que tengis con Dios quedis harto ricas si-
no falta por vosotras. Mas para lastimar es y dolernos mucho los que por nuestra culpa no llegamos a
esta tan excelente amistad y nos contentamos con poco.
25 M.C. 2.28: Hay otras almas y con esto acabo, si vais advirtiendo, entenderis muchas vas por
donde comienzan a aprovechar y se quedan en el camino, dijo que hay otras, que ya tampoco se les
da mucho de los dichos de los hombres ni de la honra; ms no estn ejercidas en la mortificacin y en
negar su propia voluntad y as no parece les sale el miedo del cuerpo. Puestos en sufrir con todo pa-
rece ya est acabado: ms en negocios graves de la honra del Seor, torna revivir la suya y ellos no lo
entienden; no les parece temen ya el mundo sino a Dios. Peligros sacan, lo que puede acaecer, para
hacer que una obra virtuosa sea tornada en mucho mal, que parece que el demonio se las ensea; mil
aos antes profetisa lo que puede venir, si es menester.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 99
26 Teresa escribi: As que hijas mas, el Seor si os ha trado a este estado, poco os falta para la
amistad y la paz que pide la esposa; no dejis de pedirla con lgrimas muy continuas y deseos haced
lo que pudiereis de vuestra parte para que os la d. Porque sabed que no es sta la paz y amistad que
pide la esposa aunque hace harta merced el Seor a quien a este estado, porque ser con haberse ocu-
pado con mucha oracin y penitencia y humildad y otras muchas virtudes. Sea siempre alabado el Se-
or, que todo lo da, amn. (M.C. 2.30).
27 M.C. 3.5: Mirad una cosa que se me ofrece ahora y viene a propsito para los que de su natural
son pusilnimes y de nimo flaco que por la mayor parte sern mujeres, y aunque en hecho de verdad
su alma haya llegado a este estado, su flaco natural teme. Es menester tener aviso, porque esta flaque-
za natural nos har perder una gran corona. Cuando os hallaris con esta pusilanimidad, acud a la fe
y humildad y no dejis de acometer con fe, que Dios lo puede todo, y as pudo dar fortaleza a muchas
nias santas y, se la dio, para pasar tantos tormentos, como se determinaron a pasar por l.
28 M.C. 4.10: Cfr. ms adelante la nota a pie de pgina n 38.
100 JORGE LUIS RODRGUEZ GUTIRREZ, El amor es una saeta enviada por la bondad
hoy es considerado santo confes sus luchas interiores y su sed de verdad, eterni-
dad y belleza, y la fragilidad de su carne, fue una profunda inspiracin para Teresa.
Una prueba ms del pesimismo de Teresa es que ella llama a esta vida, vida
de sequa,29 en relacin a la cual lo nico por hacer es esperar que Dios, un da, co-
mo premio por nuestro amor y sacrificios, nos permita entrar en el cielo. Esa recom-
pensa es el mayor incentivo que Teresa tena para perseverar en el amor y en los cui-
dados para con su Esposo.
En este captulo ella manifiesta su miseria: su carne es enferma, dbil y peca-
dora, presa de un bajo natural.30 Contrariamente, la carne del esposo es divina y sin
pecado. Teresa se siente triste hasta la muerte. Se califica a s misma de estropajo.
Est con miedo de su finitud, debilidad y condicin pecadora. Teme no merecer a su
esposo. Manifiesta entonces su deseo o esperanza de morir para el mundo, cuan-
to antes sea posible, para as verse libre de esas tristezas, de su cuerpo dbil y de su
voluntad. Ella, como esposa, quiere tener la paz de una esposa: no soporta la inse-
guridad de no saber si merecer el amor de su esposo o si ser rechazada por l.
A pesar de todo, en el fondo hay una gota de optimismo. Es posible, estando en
esta tierra disfrutar de la amistad del Esposo, aunque sea con trabajo, con muerte, con
tormento y con sufrimientos diarios. Toda la miseria del presente es soportable por la
esperanza del beso divino. Teresa habla para su divino Esposo, Seor de su vida: no
le pido otra cosa en esta vida, sino que me beses. Para conseguir ese beso, Teresa es-
t dispuesta a renunciar a su voluntad. Ella pide a su poderoso esposo que anule la vo-
luntad de ella y la someta a la voluntad de l. Su deseo es que nada impida eso.
se introduce en su alma. Teresa resalta que esto sucede con mucha suavidad.
Alegra y satisfaccin son dos palabras que ella utiliza para describir como se
est sintiendo. Ella siente que aquel bien est dentro de ella, pero no sabe decir por
donde entr. Cuando est en este estado, ni siquiera se quiere mover ni hablar ni ver
por miedo a perderlo, pues ella no quiere perder aquello.31 Para ella la fragancia que
siente inspirndose en el libro del Cantar de los Cantares es la fragancia del pe-
cho del esposo, que es mejor que los ms exquisitos ungentos.
Teniendo como referencia la mencin del vino, sealado en el libro del Can-
tar de los Cantares, utiliza las metforas de borrachera divina o embriaguez celes-
tial, para describir el estado de sus sentidos.
Teresa afirma que en este momento el placer es tanto, que ella siente como si
se fuera a desmayar,32 como si se quedara suspendida en los brazos divinos de su Es-
poso, acogida al lado de l y recostada en su pecho divino. Entonces ella no sabe ha-
cer otra cosa que gozar, sustentada por la leche divina que le ofrece el esposo.33 To-
do esto es como un sueo. Y cuando de esta embriaguez celestial, queda como espan-
tada, embobada y con santo desatino.34 La imagen que Teresa utiliza es la de subir y
bajar. En cuanto estaba en su bebedera, solo querra seguir subiendo. Para describir
el punto ms alto, utiliza la frase del Cantar: mejores son tus pechos que el vino.35
Para Teresa la sensacin de experimentar el amor de Dios es de grande satis-
faccin, de gozo y deleite. Por eso ella no desea otra cosa que permanecer el mayor
tiempo posible en ese estado. Ella solo quiere permanecer acostada en sus brazos di-
vinos, en armona con su esposo.36 Para ella la relacin con Cristo es una relacin de
31 Considerando que ste es un texto clave para comprender la dimensin corporal de la experiencia
mstica de Teresa, anotaremos ahora el texto original de M.C. 3.2: Sintese una suavidad en lo inte-
rior del alma tan grande, que se da bien a sentir estar vecino nuestro Seor de ella. No es sto slo una
devocin que ah mueve a lgrimas muchas, y stas dan satisfaccin o por la Pasin del Seor o por
nuestro pecado, aunque en esta oracin de que hablo, que llamo yo de quietud por el sosiego que ha-
ce en todas las potencias, que parece la persona tienen muy a su voluntad, aunque algunas veces se
siente de otro modo, cuando no est el alma tan engolfada en esta suavidad, parece que todo el hom-
bre interior y exterior conforta, como si le echasen en los tutanos una uncin suavsima, a manera de
un gran olor, que si entrsemos en una parte de presto donde le hubiese grande, no de una cosa sola,
sino muchas, y ni sabemos qu es ni dnde est aquel olor, sino que nos penetra todos, as parece es
este amor suavsimo de nuestro Dios: se entra en el alma, y es con gran suavidad, y la contentan y sa-
tisface y no puede entender cmo ni por dnde entra aquel bien. Quera no perderla, quera no menear-
se ni hablar ni an mirar porque no se le fuese. Y esto es lo que dice aqu la esposa a mi propsito que
dan de s los pechos del Esposo olor ms que los ungentos muy buenos.
32 M.C. 3.4: Mas cuando este Esposo riqusimo la quiere enriquecer y regalar ms, convirtela tan-
to en S que como una persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece se queda suspen-
dida en aquellos divinos brazos y arrimaba a aquel sagrado costado y a aquellos pechos divinos. No
sabe ms de gozar, sustentada con aquella leche divina, que la va criando su Esposo, y mejorando pa-
ra poderla regalar y que me merezca cada da ms.
33 Cfr. nota anterior.
34 M.C. 4.4: Cuando despierta de aquel sueo y de aquella embriaguez celestial, queda como cosa
espantada y embobada y con santo desatino.
35 M.C. 4.4: Porque cuando estaba en aquella borrachez, parecale que no haba ms que subir; mas
cuando se vio en ms alto grado, y toda empapada en aquella innumerable grandeza de Dios, y se ve
quedar tan sustentada, delicadamente lo compar; y as dice: mejores son tus pechos que el vino.
36 M.C. 4.8: Oh Jess mo, quien pudiese dar a entender la ganancia que hay de arrojarnos en los
brazos de este Seor nuestro y hacer un concierto con Su Majestad, que mide yo a mi Amado y mi
Amado a m; y que mide l por mis cosas, yo por las suyas! No nos queramos tanto que nos saque-
mos los ojos, como dicen.
102 JORGE LUIS RODRGUEZ GUTIRREZ, El amor es una saeta enviada por la bondad
amor. Fuera de esa relacin nada importa. Teresa confiesa que, si no estuviera junto
a Dios, nada vale. Ella no es nada, no tiene para donde ir. Lejos de su esposo nada
tiene valor.37
Ella siente que no hay divisin entre Dios y ella: ella y Dios son una unidad,
estn completamente juntos. Por eso ella afirma que es una esposa santa que har
cualquier cosa para mantener esa unidad con su esposo.
En M.C. 4,9 como afirmamos anteriormente Teresa cita las palabras de San
Agustn: dame lo que me ordenas y ordname lo que quieras.38 Despus del xtasis
espiritual y fsico Teresa vuelve a sentir la fragilidad del cuerpo frente a las pasio-
nes, por eso repite la oracin de Agustn. Ella, como el obispo de Hipona, siente que
solo podr vencer las luchas contra las pasiones con la ayuda divina. Teresa compar-
te el pesimismo agustiniano sobre la capacidad del ser humano de hacer el bien sin
la ayuda divina. Ella afirma que su querer no es poderoso, y que solo Dios es pode-
roso. Ella no quiere tener ms voluntad propia, quiere que la voluntad de Dios se
apodere de ella. Pero ella sabe que es dbil se llama a s misma de estropajo y por
eso tiene la necesidad infinita de su verdadero amante, su Dios, su esposo, su bien.
As, ella habla como esposa consagrada para su esposo: quiero olvidarme de m y
mirar solo en qu puedo servirte y no tener voluntad sino la tuya.39
42 M.C. 6.3: Dice que la meti en la bodega del vino; orden en m la caridad. Entiendo yo de aqu
que es grande la grandeza de esa merced. Porque puede ser dar a beber ms o menos y de un vino bue-
no y otro mejor, y embriagar y emborrachar a uno ms o menos. As es en las mercedes del Seor, que
a uno da poco vino de devocin y a otro ms, a otro crece de manera que le comienza a sacar de s, de
su sensualidad y de todas las cosas de la tierra.
43 M.C. 6.3: No parece que el Rey quiere dejarle nada por dar, sino que beba conforme a su deseo y
se embriague bien bebiendo de todos estos vinos que hay en la despensa de Dios. Gcese de estos go-
zos; admrese de sus grandezas; no tema perder la vida de beber tanto, que sea sobre la flaqueza de su
natural; murase en este paraso de deleites bienaventurada tal muerte que as hace vivir! Y verdade-
ramente as lo hace; porque son tan grandes las maravillas que el alma entiende, sin entender cmo lo
entiende, que queda tan fuera de s, como ella misma lo dice al decir: orden en m la caridad.
44 M.C. 6.5: Pensaba yo ahora si es cosa en que hay alguna diferencia la voluntad y el amor. Y pa-
rceme que s; no s si es bobera. Parceme el amor una saeta que enva la voluntad, que si va con to-
da la fuerza que ella tiene, libre de todas las cosas de la tierra empleada en solo Dios, muy de verdad
debe de herir a Su Majestad; de suerte que, metida en el mismo Dios, que es amor torna de all con
grandsimas ganancias, como dir.
45 Bajo natural.
46 En la traduccin de Teresa: desfallezco de mal de amores.
104 JORGE LUIS RODRGUEZ GUTIRREZ, El amor es una saeta enviada por la bondad
con las palabras del Cantar de los Cantares 2,5: estoy enferma de amor.46
Amor y muerte son temas con los cuales Teresa comienza el captulo siete de
sus Meditaciones. El texto que ella evoca es Cantar de los Cantares 2,5, que en la
traduccin que ella tiene est de la siguiente manera: mantnganme con flores y
acompenme de manzanas porque desfallezco de amores.47 Ella se pregunta si la
mencin de las flores es una imagen de la muerte, nica manera de juntarse defini-
tiva y plenamente con su esposo. Responde que no: por el contrario se trata de un
pedido de vida, una imagen de la vida y una reafirmacin del compromiso de ser-
vir.48 No son las flores de la muerte, son las flores de la vida futura que ella disfru-
tar en el jardn de su esposo.
Teresa en el captulo siete vuelve a repetir las palabras deleite y suavidad pa-
ra referirse a la experiencia del amor de Dios. Vuelve a cualificar su experiencia de
ese amor como una especie de muerte: cuando se est en ella no se puede realizar nin-
guna accin, ni movimiento, ni ruido. Pero, aqu ella coloca una nueva expresin pa-
ra referirse al estado en que se encuentra cuando experimenta el amor de su esposo:
es como un sueo profundo. En l ella no consigue hablar, aunque quisiera.49
En M.C. 7,5, afirma que, cuando est emborrachada en el vino celestial, no
recuerda nada de este mundo. En ese estado solo siente el gusto dulcsimo de las flo-
res. Menciona a la mujer samaritana del evangelio de Juan: ella imagina a esa mu-
jer gritando por las calles, en una borrachera divina, despus de haber hablado con
Jess.50
Para ella el rbol de las manzanas, citada en el texto de Cantar de los Canta-
res, es el rbol de la cruz: por eso ella est rodeada de cruces metfora para el su-
frimiento, trabajos y persecuciones. Por lo dems, ella repite varias ideas que an-
teriormente ya haba mencionado en su libro, como por ejemplo: los trabajos, los
mimos divinos, la leche y vino de los pechos y el misterio del amor de Dios.
Casi al final, Teresa repite cual fue su intencin al escribir el libro: dar a en-
tender a sus hermanas cmo se puede disfrutar y aprovechar las palabras de Cantar
de los Cantares aunque esas palabras sean obscuras cmo pueden comprender los
grandes misterios que hay en ellas.
47 Sostenedme con flores y acompaadme de manzanas, porque desfallezco de mal de amores (Cant
2,5).
48 M.C. 7.1: Y peds flores! Qu flores sern estas! Porque ste no es remedio, salvo sino le peds
para acabar ya de morir; que, a la verdad, no se desea cosa ms cuando el alma llega aqu. Ms no vie-
ne bien, porque dice: sostenedme con flores. Y el sostener no me parece que es pedir la muerte, sino
con la vida querer servir en algo a quien tanto ve que debe.
49 M.C. 7.2: No pensis, hijas, que es encarecimiento decir que muere, sino que, como os he dicho,
pasa en hecho de verdad. Que el amor obra con tanta fuerza algunas veces, que se enseorea de ma-
nera sobre todas las fuerzas del sujeto natural, que s de una persona que estando en oracin semejan-
te oy cantar una buena voz, y certifica que, a su parecer, si el canto no cesara que iba ya a salirse el
alma, del gran deleite y suavidad que nuestro Seor le daba a gustar, y as provey Su Majestad que
dejase el canto quien cantaba, que la que estaba en esta suspensin, bien se poda morir, mas no poda
decir que cesase; porque todo el movimiento exterior estaba sin poder hacer operacin ninguna ni bu-
llirse, y este peligro era que se vea, se entenda bien; unas de un arte, como quien est en un sueo
profundo de cosa que querra salir de ella y no puede hablar aunque quera.
50 M.C. 7.6: Iba esta santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 105
Ella quiere parar de escribir sus textos, porque, de acuerdo con sus palabras,
prolongarse sera atrevimiento.51
Teresa concluye pidiendo comprensin por el hecho de que escribi el texto
con mucha prisa. Y sus palabras finales son una oracin: Plega nuestro Seor nos
tenga de su mano, y ensee siempre a cumplir su voluntad.
A modo de informacin informacin importante diremos que Teresa man-
tuvo sobre Cantar de los Cantares un dilogo literario con su buen amigo fray Juan
de la Cruz. l escribi en poesa sobre el Cantar de los Cantares, y en algunos poe-
mas responde y comenta los poemas de su amiga Teresa. Esos poemas son una be-
lla y profunda muestra del amor mstico.
Finalizaremos con un poema de Teresa, inspirado en el Cantar de los Canta-
res 6,3, en el cual, en su modo caracterstico, habla del amor que siente por su Dios-
esposo:
Yo toda me entregu y di,
Y de tal suerte he trocado,
Que mi amado para m,
Y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
Me tir y dej rendida,
En los brazos del amor
Mi alma qued cada,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado,
Que mi amado para m
Y yo soy para mi Amado.
Tirme con una flecha
Enerbolada de amor,
Y mi alma qued hecha
Una con su Criador;
Ya no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi amado para m
Y yo soy para mi Amado.
MI FUROR Y MI CELO
Resumen
Justificar y explicar la historia utilizando la alegora del celo furioso y devastador de
Dios, es una manera de hacer teologa, de hablar sobre Dios. Es una opcin teol-
gica. La imagen que destaca, filtrada a travs de estas pginas es una imagen ntida
de un macho posesivo y vengador, que considera como la cosa ms tranquila y leg-
tima del mundo, destruir a la mujer que era suya pero que, al no sentirse saciada,
lo traicion y lo humill, corriendo detrs de cuerpos ms jvenes, ms fuertes y me-
jor preparados. La relacin hombre/mujer, cuando se vive de esta manera, acaba sien-
do no muy diferente de la relacin padre/hijo(a), patrn/empleado, dominador/sbdi-
to: se trata nicamente de una relacin de posesin-poder!
Abstract
To justify and explain history by using the allegory of the furious and devastating jea-
lousy of God is a way of creating theology, of talking about God. Its a theological
option. The image which stands out, filtered through these pages, is a clear image of
a possessive and vindictive macho who considers it to be the most normal and legiti-
mate thing in the world to destroy the woman who was his but, who finding herself
unfulfilled, betrayed him and humiliated him, running after younger bodies which
were stronger and better endowed. The relationship man/woman, when it is lived out
in this way, ends up being no different than the relationship father/son, master/emplo-
yee, dominator/subject: It is only a possession-power relationship!
Ezequiel 16
Vamos a comenzar por Ezequiel 16, el cual nos presenta la alegora de la es-
posa infiel. De un lado aparece el hombre/dios, del otro la mujer/Jerusaln.
La iniciativa del discurso, que ms bien parece una acusacin, parte siempre
del hombre. La mujer nunca dice nada: ni siquiera al final. El ltimo versculo des-
taca con vigor:
A fin de que te acuerdes y te avergences y en tu humillacin, no te atrevas a abrir
ms la boca, cuando te haya perdonado todo cuanto hiciste (16,63).
Al igual que las adlteras, ser expuesta a vergenza pblica y ser apedrea-
da. El gozo del deseo ser sustituido por la trgica experiencia de la violacin.
El sexo fue instrumento de pecado; el sexo ser instrumento de castigo.
Quedar desnuda, como en el tiempo de su mocedad, como cuando todo co-
menz antes del paso del Seor.
La traicin, la bsqueda por la satisfaccin del deseo ertico, es una especie
de tara hereditaria, de factor gentico de todas las mujeres. La madre hetea fue as:
tuvo enojo del marido y de los hijos. Las hermanas Sodoma y Gomorra- fueron
tambin as: tuvieron enojo de los maridos y de los hijos.
Jerusaln, por lo dems, fue peor, ya que ella conoci bien de cerca el favor
del Seor y, sin embargo, reneg de l con sus prostituciones.
En cierta manera, es hacia all que el hombre quiere llevar a la mujer, cuan-
do ella era jovencita. Parece continuar sin solucin la ambigua relacin del hombre
padre/marido con la mujer; sigue ms padre que marido.
Erotismo slo con los amantes, nicamente fuera de casa, en los lugares al-
tos, debajo de los terebintos, en las esquinas de las calles y de las plazas.
Al interior de la casa, la relacin deja de ser ertico-corporal, para convertir-
se en una relacin de gratitud, de dependencia, ms apropiada para una adolescente
dependiente y agradecida, as como a una mujer/esposa sumisa y feliz con todo lo
que el hombre le entrega.
El castigo, en esta perspectiva, no puede ser otro.
Destruccin...vergenza...oprobio...abandono de los amantes.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 109
Ezequiel 23
El propio Ezequiel vuelve a la metfora de la traicin algunos captulos des-
pus. En el captulo 23, la alegora de Ohol/Samaria y Oholib/Jerusaln, las dos
meretrices, alcanza un realce tan grande como la de la esposa infiel, del cap. 16.
Empero, esta vez, no se narra lo que el esposo hizo para ellas. Slo se di-
ce que eran mas. En ningn momento figura la accin del hombre, antes de la
traicin.
Ohol (ella tiene una tienda) y Oholib (mi tienda en ella) son prostitutas des-
de su mocedad, desde Egipto.
Desde el comienzo se dejaron prostituir.
Nuevamente las imgenes son crudas: fueron manoseados sus pechos y aca-
riciados sus senos virginales (23,3.8.21).
Tres veces se repite este refrn que da inicio a la fornicacin en los das de su
juventud.
Podramos entender que, cuando todava eran vrgenes, las dos ya se estaban
entregando a la lujuria?
Desaparece aqu, la poca de la fidelidad que, aunque fuera breve, fue colo-
cada de manera destacada en el cap. 16. Ella multiplic sus fornicaciones, hacien-
do revivir los das de su juventud, cuando se prostitua en tierra de Egipto (23,19).
Las dos tienen, prcticamente, la misma conducta. Su actuar, tambin est
marcado por el deseo insaciable.
110 SANDRO GALLAZZI Y ANA MARIA RIZZANTE, Mi furor y mi cielo
Una vez ms, se hace evidente la culpa de la mujer. Culpa por desear pecami-
nosamente el cuerpo fuerte y joven de sus amantes.
Una vez ms, tambin, el hombre deja translucir su rabia por no lograr com-
petir frente a tamaa concurrencia.
Por amor a ellos te baaste, te pintaste los ojos, y te engalanaste con los afeites; te
reclinabas en un lecho suntuoso, ante una mesa bien servida, en la que habas puesto
mi incienso y mi leo. Se oa el ruido de una multitud alegre, de bebedores del de-
sierto (23,40-42).
Es el hombre hablando a todas las mujeres. Al fin y al cabo ellas son todas
iguales.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 111
En lugar del deseo, tiene que poseer gratitud y reconocimiento. As, este dios-
/macho no tendr opositores, no sufrir comparaciones.
La mejor relacin, ser una relacin asexuada, sin erotismo, sin vida.
Quizs sea en correspondencia con esto, que el templo de Jerusaln reserv
los actos de culto, exclusivamente a los hombres. Las mujeres, al menos, eran es-
pectadoras de los mismos.
1 Los comentarios suelen identificar estas palabras como reveladoras de los sentimientos de Jeremas,
pero nada nos impide el considerar a Yahveh como sujeto de las mismas.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 113
Es cierto que en este texto se trata del corazn del padre y no del hombre/es-
poso, pues sabemos cunto la experiencia de Oseas est marcada por estos senti-
mientos duros.
El hombre/dios de Oseas es siempre capaz de dirigir su mirada hacia la mu-
jer/pueblo con cario y deseo.
S, en el cap. 2, el deseo del encuentro, de la respuesta, del poseer recproco
se sobrepone con fuerza al momento de la ira, del juicio y de la condenacin.
El hombre/dios de Oseas super todos sus complejos maritales y machistas.
l se dispone decididamente a tomar la iniciativa de un reencuentro cargado de se-
xualidad y de erotismo.
l va a competir con los amantes en la bsqueda de la reconquista de la mu-
jer. Los amantes no sabrn satisfacer a la mujer:
Perseguir a sus amantes, sin alcanzarlos,
va a buscarlos pero no los hallar
y dir: quiero regresar a mi primer marido
pues era ms feliz antes de lo que soy ahora (Os 2,9).
Seducir: se trata del gesto claro de quien toma para s una joven virgen y, por
eso, estar obligado a pagar la dote (Ex 22,15). En el desierto midbar/lejos de la
palabra- la seduccin puede ser consumada en la intimidad, sin testigos y la palabra
del hombre podr resonar en el corazn de la mujer. Es el ms puro erotismo o en-
cuentro del cuerpo y del corazn de dos amantes.
El hombre/dios tomar la iniciativa y se casar con ella (Os 2,21). Al igual
que el verbo seducir, igualmente el verbo desposar slo es empleado en el caso de
joven virgen.
El pasado de la mujer es cancelado. La historia puede recomenzar: ni esposa,
ni prostituta. Una joven con la que recomenzar a vivir: en el derecho y en la justicia
y, sobre todo en el amor y con las entraas.
Los juramentos de fidelidad son del hombre.
Yo te desposar conmigo en fidelidad
y conocers a Yahveh (Os 2,22)
los textos bblicos, acostumbra a tener muchas veces un sentido sexual. No se trata
de conocer quin es Yahveh, sino ms bien de conocer Yahveh: de amarlo, de po-
seerlo y de ser poseda.
Para que esto suceda, es necesario que la mujer descubra en el hombre/dios
su amante y lo quiera como amante. ste es el fruto de la seduccin y de la conver-
sacin en el desierto:
All ella responder como en los das de su juventud,
como en el da en que subi del pas de Egipto.
Y suceder aquel da...
que me llamars marido mo,
y no me llamars ms mi marido/baal.
Quitar de sus labios los nombres de los baales (Os 2,17-18).
El casamiento slo tiene sentido como fidelidad a este proyecto de casa sin
seores, sin dominadores, sin sumisin, sino ms bien fruto de la bsqueda constan-
te de estos amantes que se desean y se conocen.
Esta respuesta de la mujer a la palabra hablada en el desierto a su corazn
es el comienzo de la vida. Los baales dejan, inclusive, de ser enemigos, de estar en
competencia. Con ellos, tambin, es posible establecer un pacto de vida, pues no hay
peligro de que los amantes, ahora, se abandonen.
En aquel da, har con ellos un pacto,
con los animales del campo,
con las aves del cielo
y con los reptiles de la tierra (Os 2,20).
Revive una nueva creacin. Un nuevo mundo sin baales y, por esto, sin ar-
co, sin espada y sin guerra. Una nueva vida en seguridad, sembrada en la tierra, ri-
ca de trigo, de aceite, de mosto al alcance de todos, al alcance del pueblo.
Ms tarde, las palabras del Deutero-Isaas y del Cntico de los Cnticos, ce-
lebrarn esta intuicin nacida en tierra labrada, en la era del pueblo.
Con todo, el dios celoso y ceudo del templo, contrario a toda forma de ero-
tismo, tambin, continuar exigiendo sacrificios, considerando impuro todo lo que
tenga que ver con el sexo, con el deseo y con la libertad.
Hasta el da de hoy!
2 La presencia de una divinidad femenina junto a Yahveh, en el culto popular, est tambin atestigua-
da, gracias a las excavaciones de Kuntillat Ajrud, un pequeo cuartel militar judo en el Negueb, en
los siglos IX-VII a.C. y por los documentos del templo de Elefantina. Signo de la antigua religiosidad
popular israelita/cananea, este templo venera la presencia de una divinidad femenina junto a Yhu y de
un hijo, ms la conciencia es de un culto israelita en todos los sentidos, basado sobretodo en las fies-
tas populares. Esta expresin religiosa ser excluda por la Tor, pero continuar existiendo teniendo
mucho en comn con el judasmo. Para mayores informaciones en MEIER, Johann, Il Giudaismo del
secondo tempio, Brescia, Paideia, 1991, p.56-58; RICCIOTTI, Giuseppe, Storia dIsraele, Torino,
S.E.I., 1964, 2 vol. p. 168-179.
NANCY CARDOSO PEREIRA
Resumen
Las novelas bblicas ofrecen un fantstico juego de seduccin, cambio de pareceres y
confrontacin de poderes. De modo especial son las mujeres las que subvierten la pa-
sividad, se apropian de sus cuerpos y de sus adornos (baos, perfumes, collares, vi-
nos y comida) para establecer un mirar heroico, ertico y conquistador. Pequeas his-
torias a lo largo del Antiguo Testamento, y las novelas de Rut, Ester y Judit son ejer-
cicios de ese mirar transformador.
Abstract
The biblical novels present a fantastic game of seduction, change of opinions and
confrontation between powers. It is especially the women who disrupt the passivity.
They take charge of their own bodies and of their adornments (bathings, perfumes,
necklaces, wines and food) in order to establish a heroic, erotic, and vanquishing ima-
ge. Short stories throughout the Old Testament, and the novels of Ruth, Esther and Ju-
dith are exercises in this transforming image.
Ellas miran. Ellas son miradas. Como si estuviesen all para eso: el ejercicio
del ojo del hombre que desea, la existencia del cuerpo de la mujer que espera ser mi-
rado para llegar a ser. Entrar en la historia.
Gnesis 12,10-20
Abraham y Sara. Ella bellsima. Los ojos de los egipcios. La fatalidad de su
belleza en los ojos de ellos: violencia inminente. Ella no dice nada. No hace nada.
Anula su status de esposa para que pueda estar disponible como belleza. Acosada
por los ojos de los otros, se desataba la furia del deseo, los intercambios entre los
hombres y la suspensin de la violencia. Son los hombres que confieren cualidades
y propiedades al cuerpo de Sara. Por su belleza traman estrategias, realizan comer-
cio: la mujer, bueyes y burros, siervos y sierva. Un hombre reconoce en el mirar del
otro el poder de tener la belleza que desea. Se distribuye el poder, se adquiere la be-
lleza. Todo lo que el cuerpo de aquella mujer poda decir sin que ella dijera nada. Se
suspende la violencia. La convivencia entre los hombres se basa en el intercambio
de mujeres. Hasta que la divinidad interviene tambin de manera violenta. Anula los
pactos. Inutiliza el intercambio. Y esto, debido a la mujer. Desde los comienzos, la
divinidad disputa y toma para s la custodia de los deseos del cuerpo de la mujer
frente a los ojos de los hombres. Sea ella Sara o Rebeca (Gnesis 26,7).
Puede ser Dina (Gnesis 34), joven que sale para ver (v.1) y es vista (v.2a),
tomada, poseda y humillada (v.2b). Se establecen los intercambios, los hombres se
mueven. Acuerdos y violencias. Los hermanos justifican el saqueo y las muertes rei-
vindicando y tomando para s la custodia del cuerpo de la hermana en los ojos del
hombre.
chaza, ofrenda el acuerdo del padre y rey (v.12). l es ms fuerte que ella: de deseo
y de fuerza (v.14). Pasada la furia del deseo, l la abandona (v.15) y ella reclama y
pierde (v.16 y 17). En el mbito de las disputas por la sucesin del trono, un herma-
no mata a otro hermano, reivindicando y tomando para s la custodia de la honra del
cuerpo de la hermana (v.29). Se organiza la venganza, se planea la violencia duran-
te 2 largos aos en que Tamar, desconsolada (v.20) deja que luchen por ella.
Todos estos textos localizan el deseo en el mirar del hombre. Para las muje-
res la pasividad del ser mirada y el abismo que desencadena violencia, venganza,
abandono y muerte. Esta belleza que desata plagas y muertes que habita en los cuer-
pos de las mujeres, requiere ser controlada en el mito (Eva) y en la historia (Sara),
en el casamiento y en la ley.
Se estableci el poder masculino en el Estado, en la casa, en las representa-
ciones como elemento necesario de control de las fuerzas y deseos de lo femenino.
Se anulan las diosas y sus hambres de fertilidades csmicas. Se ridiculiza a una que
quisiera desistir de amar y obedecer, y levantar los ojos y criticar.
Se ridiculiza a Mikal (1 Samuel 18). En un primer momento ella ama a Da-
vid (v.20). l se alegra: es hija de Sal, el rey. Por el casamiento con Mikal, David
paga la dote exigida por Sal: cien prepucios de los filisteos (v.27). Y ella amaba a
David, insiste el texto (v.28). Enfrenta al padre, protege a David, miente, rompe con
los dolos: plena duea de su deseo (1 Samuel 19,12-17). El padre resuelve casarla
con otro (1 Samuel 25,44) hasta que David se impone como rey, vence a Sal y man-
da traer de vuelta a Mikal, retirndola de su marido (2 Samuel 3,14-16). Hasta que
ella asiste al cortejo organizado por David que trae el Arca a Jerusaln (2 Samuel
6,12-23). Ella observa por la ventana y lo ve: desprecia a David en su corazn (v.16).
Ve, analiza, pondera, resuelve. Emite su opinin: qu linda figura! (v.20). El texto
asla a Mikal en una postura encopetada y con un palabreo pesado. El rey responde
aplastndola con la historia y el poder. Ella no pas de ser un elemento de intercam-
bio entre un rey vencido y trastornado y l, David, escogido por Dios. Ella va a ser
machacada: mujer del rey, sin hijos, sin poder tenerlos hasta el da de su muerte
(v.23).
Se ridiculiza una mujer que quiso ser seora de sus ojos, creadora de su be-
lleza, duea de su cuerpo.
Ridiculiza a Jezabel: se pinta el entorno de los ojos, afeita su cabeza y mira
por la ventana. Toma la palabra. Provoca al hombre: hace poltica de los ojos pinta-
dos (2 Reyes 30 y 31). Ella es mujer, poderosa y extranjera: el caos. Va a ser lanza-
da del balcn, pisoteada por los caballos, atropellada. Maldita: le sobra la cabellera,
los pies y las manos (v.33-35). Pasa para la historia como si fuera estircol (v.37).
De ningn rey, de ningn dspota y sanguinario (son tantos!) el texto va a obtener
tanto placer como en describir los horrores, la muerte violenta llegando a los deta-
lles del horror. Ah! El placer de derrotar y desmontar el cuerpo de la mujer de ojos
pintados que haca poltica!
Las mansas sern tomadas y consumidas. Abandonadas. Porque son bellas y
silenciosas, disponibles, merecedoras de miradas, portadoras de deseos que piden
ser tomados.
Las poderosas sern aisladas y muertas. Abandonadas. Porque no son silen-
ciosas ni disponibles, merecen el castigo y la reprensin pblica. Portadoras de de-
seos que no obedecen.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 121
magia: Booz reconoce a Rut. Conversan. Ella le dice a qu vino y por qu vino per-
fumada y bien vestida. Antes que los argumentos sobre el rescate y la virtud (v.9-11)
el perfume y los colores del vestido ya haban comprometido a Booz. Acostados jun-
tos, medianoche entera, las resoluciones formales fueron anticipadas. A la luz de la
maana, Rut se va: soberana y bella.
Booz debe enfrentar todo el mundo masculino y sus mecanismos de justicia
y juicio (Rut 4) que postergaban la posibilidad del derecho de las mujeres. La nove-
la denuncia el formalismo de estos mecanismos y presenta la solidaridad entre las
mujeres y la instrumentalizacin de la belleza y de la seduccin como instrumentos
capaces de hacer justicia y garantizar el derecho.
As tom Booz a Rut, y ella pas a ser su mujer, cohabit con ella, y el Se-
or le concedi que concibiese, y tuvo un hijo (Rut 4,13).
5 GALLAZZI, Sandro y RIZZANTE, Ana Mara, Judite, a mo da mulher na histria do povo, Vo-
zes, Petrpolis, 2001.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 125
Ella acepta la invitacin. Ella juega el juego con sus vestidos y sus adornos
femeninos (Judit 12,15). Holofernes se siente arrebatado por la mujer vestida de
mujer que se recuesta frente a l (12,16). El texto comienza a derrotar al hombre ha-
blando de su condicin: dominado por el deseo de poseer a la mujer. Invita a la be-
bida y a la alegra, intentando con ello seducirla. Nuevamente el vino que deja amor-
tiguado al hombre (12,20).
126 NANCY CARDOSO PEREIRA, De ojos bien abiertos
En este preciso momento, cuando Judit es dejada a solas con Holofernes, ella
se transforma de nuevo: de mujer vestida de mujer para el mirar del hombre, ella se
levanta guerrera y corta la cabeza de Holofernes y concluye su plan: la cabeza en
una alforja, el camino hacia fuera del campamento, el regreso para su ciudad. A par-
tir de ah, la historia se desenvuelve rpidamente con el levantamiento de los judos
y el desbaratamiento del campamento enemigo.
novelas bblicas -una de las dinmicas que estructuran los enredos- presenta una si-
tuacin al mismo tiempo desconcertante y fascinante: son mujeres que se aduearon
(del ejercicio del poder) al llevar al lmite el papel conferido por las relaciones so-
ciales de gnero.
Eran para ser miradas y deseadas y, as, sometidas. Ellas tensionan al mxi-
mo las posibilidades formateadas, revierten los contenidos e imponen sus deseos.
Tierra. Integridad. Paz.
Lo que justifica los comportamientos matriarcales y sagaces de estas mujeres,
es la intencionalidad mayor con que el texto reviste sus gestos y acciones: ellas ac-
tan en nombre del colectivo, de la preservacin de la comunidad. Es incmoda la
insistencia de los textos en presentar este modelo de la poltica de ojos pintados co-
mo modelo consagrado y aprobado. Es incmodo el hecho de que estas heronas no
tuvieron el momento de gozar slo por placer al contacto con el agua, el perfume,
los tejidos y las cosas que relucen.
Ellas aparecen siempre vestidas para el mirar de un hombre, funcionales, en
sus cuerpos y poderes erticos. Tal vez solamente en el Cntico de los Cnticos el
texto bblico nos invite para una situacin integradora entre ertico-enfrentamiento-
placer.
Para quien lee el texto a partir de las realidades vividas por las mujeres lati-
no-americanas, las novelas bblicas se muestran como un espacio privilegiado de
dilogo con situaciones lmite, de desafos de convenciones, de marginalidad y al-
ternativas contradictorias.
La pregunta que se coloca a partir de las realidades latino-americanas es c-
mo el texto usa y abusa de los cuerpos de las heronas. El uso simblico, es decir, el
cuerpo formateado en los intercambios simblicos en el refuerzo de los arquetipos
femeninos en el mbito de una literatura ampliamente aceptada como sagrada, exi-
ge un horizonte de sospecha ms all del elogio a las heronas.
En un Continente donde el estupro, la prostitucin, el abuso sexual, el sexo-
turismo y la pornografa forman parte de la historia y son bienes de exportacin,
cualquier funcionalidad del cuerpo femenino aunque sta sea simblica- debe ser
colocada bajo sospecha. Uno de los mecanismos ms eficientes de justificacin de
la dominacin y la violencia a las mujeres en Amrica Latina ha sido la alienacin
y la dominacin ertica.
Produciendo una imagen alienada de los cuerpos, una percepcin individual
e instrumental (maternidad, pornografa, etc.) de la sexualidad, origina personas
hombres y mujeres- incapaces de una expresin ertico-creativa. Cualquier expro-
piacin de los cuerpos subjetiva y objetiva- favorece y refuerza la expropiacin de
la capacidad humana de rebelarse y de crear ms all de lo que recibe7.
En este sentido, el carcter didctico de las novelas bblicas no puede ser el
eje hermenutico vital. En una perspectiva feminista y latino-americana lo que inte-
resa en las novelas son las posibilidades que las mujeres encuentren de ser lo que
quieran ser. Son buenas y ruines, sinceras y mentirosas, osadas y recatadas...lo que
quisieren. Ellas saben desear y tienen los ojos bien abiertos.
En cuanto a las novelas brasileas, mexicanas, venezolanas, las que insisten
en presentar heronas bellas y puras como modelos contrarios de las bellas y mal-
7 MADURO, Otto, Extraccin de plus vala, represin de la sexualidad y catolicismo en Latinoam-
rica, en Expresamente, n 4, febrero de 1978, Caracas, Venezuela, p.33-39.
128 NANCY CARDOSO PEREIRA, De ojos bien abiertos
vadas, reforzando esquemas morales que aprisionan a las mujeres al deseo mascu-
lino que, las novelas bblicas deben ser ledas en sus contradicciones, valorizndo-
se todas las posibilidades de las mujeres-camalen. Mujeres que pueden ser lo que
quisieren, conscientes de su deseo de vida y portadoras del gesto erticamente hu-
mano.
A Dios conozco.
TU SOPLO EN MI ODO
ME HACE CARNE 1
Prlogo-La Narracin
Haban nacido maravillados de un horno de ladrillos. Haban sido sacados del
tero, de color de Sangre y de Tierra. Haban surgido del sueo de la Madre-Luna.
Vivan en medio de un gran terreno cultivado como un jardn. Una tierra que daba
proteccin, seguridad y descanso, y saciaba el hambre de comida y de belleza.
La Madre-Tierra, Pacha Mama, Abya Yala, Pindorama, Araucana fecunda,
haba soplado el perfume de la Vida de sus races profundas en aquellos cuerpos del
color del ladrillo.
El Encanto
Un susurro en mi odo.
El aliento lame los cartlagos frgiles.
El calor se hace camino en las curvas.
Es aroma exhalacin emanacin inspiracin!
Mis ojos se cierran.
Las fosas nasales se dilatan al perfume de tu cuerpo.
Mi carne resucita.
La piel renace, se estremece.
Mi cuerpo se humedece.
Tu aliento inspira espira inspira espira Aspira!
Cual poder humectante!
ngulo-Vida de Vida a Vida!
Y la Palabra se hace Carne
El Canto
Nuestras pieles perfumaban a tierra y la tierra exhalaba el mismo perfume de
la gente. Nos miramos y nos reconocemos. Un sentimiento de inmensa nostalgia,
una tristeza y un deseo profundo, llegados nadie sabe de donde, finalmente encon-
traban su descanso y su sentido, como un ro, que desciende tortuoso, hasta el abra-
1 Ante la dificultad de traducir la riqueza contenida en esta poesa de Mara Soave Buscemi, RECU
ha decidido publicar el texto original en portugus y ofrecerles un intento de traduccin al espaol de
alguien que no es poeta.
130 MARIA SOAVE BUSCERMI, Tu soplo en mi odo me hace carne
zo manso del mar. En un fuerte abrazo que perfumaba la piel y la tierra, en un abra-
zo que tena el sabor del sol y del sudor, y en el beso con los colores de una huerta
cultivada como un jardn, nuestros ojos se encontraban, se penetraban y se per-
dan La respiracin se haca corta y el corazn se aceleraba.
Tu boca en la ma, las lenguas entrelazadas en un juego delicioso de encajes,
de temblores y de humores, as nuestras bocas ms profundas
La narracin
Haban nacido maravillados de un horno de ladrillos. Haban surgido del te-
ro del lindo color de la sangre y de la Madre-Tierra-Agua-Luna. Se miraban y se re-
conocan as mismos, por primera vez, en el gran milagro de los ojos-en los-ojos, de
los rostros-en los rostros, de la tierra-en la tierra, nadie dominando ni oprimiendo,
piel-en la piel, boca-en la boca, sexo-en el sexo
El Encanto
Un susurro en mi odo.
Un aliento lame los cartlagos frgiles.
El calor se hace camino en las curvas.
Es aroma exhalacin emanacin inspiracin!
Mis ojos se cierran.
Las fosas nasales se dilatan al perfume de tu cuerpo.
Mi carne resucita.
La piel renace, estremeciendo.
Mi cuerpo se humedece.
Tu aliento inspira espira inspira espira Aspira!
Cual poder humectante!
ngulo-Vida de Vida a Vida!
Y la Palabra se hace Carne
El Canto
Ol tu carne. Lamiste mi piel. Inhalamos con placer nuestros humores, el per-
fume de la tierra, perfume antiguo y vital.
De la raz del suelo y del sexo sali el grito:
Adam! Adamah! Humanidad sacada del tero color de Sangre de la Tie-
rra. Mi amado amante de arcilla mojada, desnudo, en lgrimas y sudores de placer.
Mi amada amante de arcilla mojada, desnuda, en el respiro corto de la pe-
quea muerte, del gozo que resucita la Vida.
La narracin
La Naturaleza era amiga de esta Humanidad de color de Tierra. Un rbol
plantado en medio de una huerta/jardn produca sombra, acogida, proteccin, sea-
lando la presencia de agua cristalina y el roco para refrescar los cuerpos-Cuerpo de
los amantes.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 131
El Encanto
Un susurro en mi odo.
El aliento lame los cartlagos frgiles.
El calor se hace camino en las curvas.
Es aroma exhalacin emanacin inspiracin!
Mis ojos se cierran.
Las fosas nasales se dilatan al perfume de tu cuerpo.
Mi carne resucita.
La piel renace, estremecindose
Mi cuerpo se humedece.
Tu aliento inspira espira inspira espira Aspira!
Cual poder humectante!
ngulo-Vida de Vida a Vida!
Y la Palabra se hace Carne
El Canto
En un tiempo que parece e-terno, t ests en m. Yo estoy en ti. In-sistimos,
vivimos dentro, cual sublime experiencia espiritual! T eres mi paz.
Este es el tiempo de la paz. Nuestras miradas se encuentran, cara a cara, de
frente, entre iguales en el perfume de la tierra! Humanidad-Adam.
El reencantamiento
Escucho la Voz interior.
El deseo, la memoria, el sueo
hacen latir fuerte el corazn de mi sexo.
Como la Madre Serpiente
el susurro lame los cartlagos frgiles.
Como tu sexo,
el calor del aliento
se hace camino, dulcemente, en las curvas de mi ser.
In-sisto, in-sistes,
all, en lo profundo del ser,
para volver a ex-istir.
Es aroma exhalacin emanacin inspiracin!
Haciendo Amor con la Divinidad,
voy pariendo Divinidad
La Palabra se hace Carne!
El recanto
Mis ojos se cierran, las fosas nasales se dilatan al perfume de tu soplo. Tu car-
ne resucita, mi piel renace, estremecindose. Mi cuerpo se humedece. Tu aliento ins-
pira, espira, inspira, espira aspira respira Cual poder humectante! ngulo-
Vida de Vida la Vida! El Espritu es ertico: el Soplo se hace Carne!
La narracin
Fue la Serpiente, conocedora de la Sabidura y de la Humanidad, que hizo
despertarse a la Humanidad.
El En-canto
Com, me diste
desnuda, desnudo,
Comiste,
te di.
En el encaje
del profundizar divino.
Nuestros ojos se abren.
Desnudos,
desvendados de todos los velos,
desarmados los cuerpos,
desvestidos de violencias
y opresiones.
Adn,
hombre con perfume de tierra.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 133
Eva,
Serpiente, madre de todos los vivientes.
Tu soplo en mi odo me hace Carne.
La narracin-Eplogo
Y la vida volvi a ser Viva en la huerta/jardn, el placer volvi a ser Placer y
el amor se hizo Amor.
Prlogo-O conto:
De um forno de tijolos maravilhados tinham nascido. Do tero da cor do San-
gue da Terra tinham sido tirados. Do sonho da Me-Lua tinham surgido. Viviam no
meio de uma grande roa cultivada como um jardim. Uma roa que dava colo e des-
canso e saciava a fome de comida e de beleza.
A Me-Terra, Pacha Mama, Abya Yala, Pindorama, Araucania fecunda, tinha
soprado o cheiro da Vida das suas razes profundas naqueles corpos da cor do tijo-
lo.
O Encanto:
Um sussurro em meu ouvido.
O hlito lambe a cartilagem frgil.
O calor se faz estrada nas curvas.
aroma... exalao... emanao... virao!
Meus olhos fecham
As narinas escancaram-se ao cheiro do teu sopro.
Minha carne ressuscita,
A pele renasce, estremecendo.
O meu corpo umedece.
Teu bafo inspira... espira... inspira... espira... Aspira!
Qual poder umectante!
Engra-Vida de Vida a Vida!
E a Palavra se faz Carne...
134 MARIA SOAVE BUSCERMI, Tu soplo en mi odo me hace carne
O canto:
Nossas peles cheiravam terra e a terra exalava o mesmo cheiro da gente. Nos
olhamos e nos reconhecemos. Uma saudade imensa, uma tristeza e um desejo pro-
fundos, vindos ningum sabe de onde, finalmente encontravam seu descanso e seu
sentido, como um rio, que desce tortuoso, at o abrao manso do mar. No amplexo
que cheirava pele e terra, no abrao que tinha o sabor do sol e do suor e no beijo com
as cores de uma horta cultivada como um jardim, os nossos olhos se encontravam,
mergulhavam e se perdiam... O respiro se fazia curto e o corao acelerava.
A tua boca na minha, as lnguas entrelaadas num jogo delicioso de encaixes,
de tremores e humores, assim nossas bocas mais profundas...
O conto:
De um forno de tijolos maravilhados tinham nascido. Do tero da linda cor
do Sangue da Me-Terra-gua-Lua tinham surgido. Olharam-se e se reconheceram
assim, pela primeira vez, no grande milagre dos olhos-nos-olhos, rostos-nos-rostos,
terra-na-terra, ningum dominando nem oprimindo, pele-na-pele, boca- na-boca, se-
xo-no-sexo...
O Encanto:
Um sussurro em meu ouvido.
O hlito lambe a cartilagem frgil.
O calor se faz estrada nas curvas.
aroma... exalao... emanao... virao!
Meus olhos fecham
As narinas escancaram-se ao cheiro do teu sopro.
Minha carne ressuscita,
A pele renasce estremecendo.
O meu corpo umedece.
Teu bafo inspira... espira... inspira... espira... Aspira!
Qual poder umectante!
Engra-Vida de Vida a Vida!
E a Palavra se faz Carne...
O canto:
Cheirei tua carne. Lambeste minha pele. Inalamos com prazer nossos humo-
res, o perfume da terra, cheiro antigo e vital.
Da raiz do solo e do sexo saiu o grito:
Adam! Adamah! Humanidade tirada do tero cor de Sangue da Terra. Meu
amado amante de argila molhada, nu, em lgrimas e suores de prazer.
Minha amada amante de argila molhada, nua, no respiro curto da pequena
morte, do gozo que ressuscita a Vida.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 135
O conto:
A Natureza era amiga desta Humanidade da cor da terra. Uma rvore planta-
da no meio da horta/jardim produzia sombra, aconchego, proteo, sinalizando a
presena de gua cristalina e orvalho para refrescar os corpos-Corpo dos amantes.
As pequenas frutas doces como beijos de amor acordavam a saudade e o de-
sejo... a viso e a sabedoria, a fundante e fundamental nudez.
O fruto ou a bebida Soma, doavam o conhecimento do bem e do mal, a ca-
pacidade de nua viso, asas de guia para ver a Vida com o corao da Divindade.
Nus! Assim era Vida, a Vida. Assim era Prazer, o Prazer. Assim era Amor, o
Amor.
Era o tempo da partilha e da vida em abundncia. Uma Serpente, amiga da
humanidade, morava na Terra ao redor da rvore.
Era a Me-Vida, a Serpente-Lua, conhecedora da Sabedoria e da Humanida-
de, em contnua mudana e converso.
O Encanto:
Um sussurro em meu ouvido.
O hlito lambe a cartilagem frgil.
O calor se faz estrada nas curvas.
aroma... exalao... emanao... virao!
Meus olhos fecham
As narinas escancaram-se ao cheiro do teu sopro.
Minha carne ressuscita,
A pele renasce estremecendo.
O meu corpo umedece.
Teu bafo inspira... espira... inspira... espira... Aspira!
Qual poder umectante!
Engra-Vida de Vida a Vida!
E a Palavra se faz Carne...
O canto:
Num tempo que parece e-terno, voc est em mim. Estou eu em voc. In-sis-
timos, vivemos dentro, qual sublime experincia espiritual! Voc minha paz.
Este o tempo da paz. Nossos olhares se encontrando, rosto no rosto, de fren-
te, entre iguais no cheiro de terra! Humanidade-Adam.
O conto do desencanto:
Chegou um tempo triste na horta cultivada como um jardim. Um tempo de fe-
rro e de espadas. Tempo de guerras e violncias. Um tempo de reis e senhores. Um
tempo de desigualdade e fome. No mais rosto no rosto, nem olhares se encontran-
do e se reconhecendo. Foi o tempo da dominao e do estupro.
Tempo do acmulo e da explorao. A natureza foi ferida e os animais encar-
cerados. O grande tero da Serpente-Me-Terra foi violentado. A cor do sangue no
trouxe mais vida: foi sinal da espada e da morte.
136 MARIA SOAVE BUSCERMI, Tu soplo en mi odo me hace carne
O Reencanto:
Escuto a Voz interior.
O desejo, a memria, o sonho
Fazem o corao do meu sexo bater forte.
Como a Me Serpente
O sussurro lambe a cartilagem frgil.
Como o teu sexo
O calor do hlito
Se faz estrada, docemente, nas curvas do meu ser.
In-sisto, in-sistes,
L, no profundo do ser,
Para voltar a ex-sistir.
aroma... exalao... emanao... virao!
Fazendo Amor com a Divindade
Vou parindo Divindade...
A Palavra se faz Carne!
O Recanto:
Meus olhos fecham, as narinas escancaram-se ao cheiro do teu sopro. A tua
carne ressuscita, minha pele renasce, estremecendo. O meu corpo umedece. Teu ba-
fo inspira, espira, inspira, espira... aspira... respira... Qual poder umectante! Engra-
Vida de Vida a Vida! ertico o Esprito: o Sopro se faz Carne!
O conto:
Foi a Serpente, conhecedora da Sabedoria e da Humildade, que fez Humani-
dade a acordar.
O En-canto:
Comi, me deste.
nua, nu,
Comeste,
te dei.
No encaixe
Do profundamente divino.
Nossos olhos se abrem.
Nus,
Desvendados de todos os vus,
Desarmados os corpos,
Despidos de violncias
E opresses.
REVISTA DE INTERPRETACIN BBLICA LATINOAMERICANA, No. 38 137
Ado,
Homem com cheiro de terra
Eva,
Serpente, me de todos os viventes.
O teu Sopro em meu ouvido me fez Carne.
O conto-Eplogo:
E a vida voltou a ser Viva na horta/jardim, o prazer voltou a ser Prazer e amor
se fez Amor.
Bibliografia
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