Cuaresma Semana I Las 4 Témporas - Ratzinger, Joseph

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Segn la tradicin de la Iglesia, la primera semana de Cuaresma

es la semana de las Cuatro Tmporas de primavera. Las Cuatro


Tmporas representan una tradicin peculiar de la Iglesia de
Roma; sus races se encuentran, por una parte, en el Antiguo
Testamento -donde, por ejemplo, el profeta Zacaras habla de
cuatro tiempos de ayuno a lo largo del ao-, y por otra, en la
tradicin de la Roma pagana, cuyas fiestas de la siembra y de la
recoleccin han dejado su huella en estos das. Se nos ofrece as
una hermosa sntesis de creacin y de historia bblica, sntesis que
es un signo de la verdadera catolicidad. Al celebrar estos das,
recibimos el ao de manos del Seor; recibimos nuestro tiempo
del Creador y Redentor, y confiamos a su bondad siembras y
cosechas, dndole gracias por el fruto de la tierra y de nuestro
trabajo. La celebracin de las Cuatro Tmporas refleja el hecho de
que la expectacin ansiosa de la creacin est esperando la
manifestacin de los hijos de Dios (Rom 8,19). A travs de
nuestra plegaria, la creacin entra en la Eucarista, contribuye a la
glorificacin de Dios.

Las Cuatro Tmporas recibieron en el siglo V una nueva


dimensin significativa; pasaron a ser fiestas de la recoleccin
espiritual de la Iglesia, celebracin de las ordenaciones sagradas.
Tiene un sentido profundo el orden de las estaciones
correspondientes a estos tres das: mircoles, Santa Mara la
Mayor; viernes, Los doce Apstoles; sbado, San Pedro. En el
primer da, la Iglesia presenta los ordenandos a la Virgen, a la
Iglesia en persona. Al meditar en este gesto, nos viene a la
memoria la plegaria mariana del siglo III: Sub tuum praesidium
confugimus. La Iglesia confa sus ministros a la Madre: He ah a
tu madre. Estas palabras del Crucificado nos animan a buscar
refugio junto a la Madre. Bajo el manto de la Virgen estamos
seguros. En todas nuestras dificultades podemos acudir siempre,
con una confianza sin lmites, a nuestra Madre. Este gesto del
mircoles de las Cuatro Tmporas se refiere a nosotros. Como
ministros de la Iglesia, somos asumidos en virtud de este
ofrecimiento que representa el verdadero principio de nuestra
ordenacin. Confiando en la Madre, nos atrevemos a abrazar
nuestro servicio.
El viernes es el da de los Apstoles. En calidad de
conciudadanos de los santos y familiares de Dios somos
edificados sobre el fundamento de los apstoles y de los
profetas (Ef 2,19-20). Slo hay verdadero sacerdocio, slo
podemos construir el templo vivo de Dios en el contexto de la
sucesin apostlica, de la fe apostlica y de la estructura
apostlica. Las ordenaciones mismas tienen lugar en la noche del
sbado hasta la maana del domingo en la baslica de San Pedro.
As expresa la Iglesia la unidad del sacerdocio en la unidad con
Pedro, del mismo modo que Jess, al principio de su vida pblica,
llama a Pedro y a sus socios (Lc 5,10), luego de haber
predicado desde la barca de Simn. La primera semana de
Cuaresma es la semana de la siembra. Confiamos a la bondad de
Dios los frutos de la tierra y el trabajo de los hombres, para que
todos reciban el pan cotidiano y la tierra se vea libre del azote del
hambre. Confiamos tambin a la bondad de Dios la siembra de la
palabra, para que reviva en nosotros el don de Dios, que hemos
recibido por la imposicin de las manos del obispo (2 Tim 1,6) en
la sucesin de los Apstoles, en la unidad con Pedro. Damos
gracias a Dios porque nos ha protegido siempre en las tentaciones
y dificultades, y le pedimos, con las palabras de la oracin de la
comunin, que nos otorgue su favor, es decir, su amor eterno, l
mismo, el don del Espritu Santo, y que nos conceda tambin el
consuelo temporal que nuestra frgil naturaleza necesita:

Perpetuo, Domine, favore prosequere, quos reficis divino


mysterio, et quos imbuisti caelestibus institutis, salutaribus
comitare solaciis.

Oramos por Cristo nuestro Seor. Oramos bajo el manto de la


Madre. Oramos con la confianza de los hijos. Permanecen
vigentes las palabras del Redentor: Confiad; yo he vencido al
mundo (Jn 16,33).

JOSEPH RATZINGER
EL CAMINO PASCUAL
BAC POPULAR
MADRID-1990.Pgs. 59-65

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