Dos Paradojas Griegas
Dos Paradojas Griegas
Dos Paradojas Griegas
The growing argument and the paradox of the heap or Sorites were
extensively discussed by the ancient logicians and are still discussed in
contemporary logic, with no convincing solution ever found. I shall try to
show that the two arguments are complementary and that they jointly
form an indirect proof of Parmenides teaching concerning the conventional
and fictitious character of the reality in which mortals believe, and I shall
briefly discuss the consequences of the argument for our understanding of
the world.
319
Los antiguos sabios y sofistas de Grecia nos han legado algunas de esas
buenas paradojas, que an hoy siguen desafiando nuestras creencias ordinarias
acerca de la realidad (entre las ms ilustres, las aporas de Zenn y la paradoja del
Mentiroso). Voy a examinar dos de esos argumentos, que, a mi entender, se
complementan mutuamente y, con leves modificaciones, vienen a formar dos
brazos de un mismo razonamiento dilemtico.
El primero, el llamado razonamiento creciente (auxmenos lgos), en-
frent en largas y apasionadas disputas a estoicos y acadmicos; debemos su
formulacin ms antigua a una de las comedias perdidas de Epicarmo (23 B 2 D-K):
Una breve alusin de Plutarco (De sera num. vind., 559b) permite entre-
ver el lance en que se insertaba este fragmento de dilogo: un deudor, dialcti-
co habilidoso, convence a su acreedor de que l ya no es el mismo individuo al
que haba prestado y, por tanto, nada le debe; el otro se da por persuadido, al
punto de mandar expulsar de su convite al moroso sofista, alegando que ste
tampoco es el mismo al que haba convidado el da antes2 . Notemos que el
efecto cmico del desenlace no equivale a una refutacin del argumento: de-
muestra, en todo caso, que la identidad personal es una convencin difcilmen-
te prescindible en el comercio ordinario entre los hombres (no en vano lo que
est en juego son los tratos dinerarios y crediticios), pero no demuestra que
sea algo ms que una convencin.
Platn, en el Banquete (207d-208a), pone un razonamiento anlogo en
boca de su personaje Scrates:
Pues tambin sucede as en lo que en cada uno de los vivientes se llama
vivir y ser el mismo, como que desde nio se dice que es el mismo, aun cuando
321
Esa antigua perplejidad no fue ajena a los modernos; David Hume ob-
serv: No hay un solo poder del alma que permanezca inalterable, siquiera por
un momento. La mente es una especie de teatro en el que distintas percepcio-
nes se presentan en forma sucesiva; pasan, vuelven a pasar, se desvanecen y
mezclan en una variedad infinita de posturas y situaciones. No hay en ella
propiamente ni simplicidad en un tiempo, ni identidad a lo largo de momentos
diferentes5 .
Las variantes hasta aqu citadas del argumento reiteran una misma con-
clusin evidente: la impermanencia de la identidad personal en el tiempo. Bertrand
Russell, aplicando el mismo procedimiento a la fisiologa, razon que es impo-
sible que uno sea uno siquiera en un mismo instante:
Supongamos que tiene usted un amigo, el Sr. Jones. Como objeto fsico, sus
lmites son un tanto vagos, porque est continuamente perdiendo y adquiriendo
electrones y porque un electrn, por ser una distribucin de energa, no cesa
abruptamente a cierta distancia de su centro (...). No es necesario entrar en las
sutilezas de la fsica terica para mostrar que el Sr. Jones es tristemente indeter-
minado (...). Cuando come una costilla de carnero, en qu momento entra a
formar parte de l? Cuando exhala anhdrido carbnico, el carbono es parte de
l hasta que sale de sus narices? (...) De estos y otros modos, lo que forma parte
del Sr. Jones y lo que no forma parte de l es dudoso6 .
5 Hume, Treatise of Human Nature I, 4, 6, p. 253 ed. Selby-Bigges (Hume 1984 [1739],
401).
6 Russell 1983 [1948], 73.
323
nmeros (sean cien granos de trigo, por ejemplo) que ahora no forma un mon-
tn, pero luego, cuando se le aada un grano ms, dices que ahora el montn
se ha formado, entonces esa cantidad de trigo se convierte en montn por la
adicin de un solo grano, y si se quita el grano, el montn queda eliminado. Y
no conozco nada peor ni ms absurdo que admitir que el haber o no haber un
montn dependa de un solo grano de trigo. Y para eludir ese absurdo, no
parars de negar, y nunca admitirs que tal suma forma un montn, aunque el
nmero de granos llegue al infinito... En razn de esa negacin, se demuestra
que no hay montn12 .
Otras variantes prefieren el procedimiento inverso; as Aspasio, en su
comentario a la tica Nicomquea:
12 Gal. Exp. Med. 16.2, 115 Walzer. Excepto dos breves fragmentos en griego, el tratado
de Galeno slo sobrevive en una versin rabe editada y traducida por E. Walzer (1944),
traducida a su vez del siraco. Debido a mi desconocimiento del rabe, traduzco, faut de
mieux, la traduccin inglesa de Walzer; espero no aadir muchas infidelidades ms a las ya
acumuladas por mis predecesores.
13 Asp. in EN 56,34-57,3.
14 Asp. in EN 56,32-34.
15 D. L. 7.82 (= SVF 2, 274). Egli (1967, 8, 55) propone leer myron y mria (diez mil)
por dka (diez), conjetura tambin aceptada por Barnes (1982, 28 n. 9), Burnyeat
(1982, 320 n. 15) y Goulet, en Goulet-Caz (dir.) 1999, 844 n. 2.
325
Antiguo y bueno es aquel que cien aos cumplidos llevare.
Cmo? Y aquel que finara faltndole un mes o un ao,
dnde habr que ponerlo? De antiguo poeta, o entre
los que la edad presente y las venideras detestan?
A ste, por cierto, ponerlo de antiguo podrs por las buenas,
al que un mes nada ms es ms joven o un ao entero.
Con tu permiso, y cual a caballo las cerdas de cola,
poco a poco arranco y qutolos uno tras otro,
hasta que caiga vencido en razn del montn que declina
quien cuenta hacia atrs la historia y mide el mrito en aos.
La naturaleza de las cosas no nos ha dado ningn conocimiento de los lmites tal
que en cosa alguna podamos establecer hasta dnde alcanza, y eso no slo en el
montn de trigo de donde le viene el nombre, sino en ninguna cosa en absoluto:
cuando nos preguntan poco a poco cunto se ha de aadir o de quitar para que
el rico sea pobre y el clebre ignorado, lo mucho poco, lo grande pequeo, lo
largo breve y lo ancho estrecho, no sabemos responder con certeza (...), y ese
gnero de zozobra se propaga de tal modo que no veo hasta dnde no pueda
llegar22 .
Por m, hasta puedes roncar si quieres dice Carnades y no slo callar; pero
de qu te sirve? Pues seguir el que te despierte y te vaya interrogando del
mismo modo: Y el nmero en que te callaste, si a ese nmero le aado uno ms,
sern muchos o no?, y seguirs adelante otra vez hasta donde le parezca. A
qu decir ms? Pues confiesas que no sabes decir cul es el ltimo de los pocos,
ni cul el primero de los muchos25 .
327
peludo, y as para todas las cosas, aunque slo pudiera discernirlos el verda-
dero sabio, que posee el criterio infalible de la verdad: que Crisipo, personal-
mente, lo desconozca, slo demuestra la ignorancia de Crisipo (y de todos los
hombres que no son sabios), no la inexistencia del lmite27 . Esa solucin, que
supone un lmite preciso de la calvicie o de los montones de trigo y,
adicionalmente, un sabio inhallable encargado de su verificacin, ser tal vez
coherente con la filosofa del Prtico; pero no es apenas menos paradjica que
la paradoja que pretende resolver.
Pasemos a los refutadores modernos de Eublides28 . Uno de los proce-
dimientos que se han ensayado es recusar el principio de bivalencia de la
lgica clsica (que establece que toda proposicin o es verdadera o es falsa) y
admitir algn margen de vaguedad o de incertidumbre, dentro del cual la cues-
tin de si lo que vemos es o no es un montn de trigo, un hombre calvo, una
mesa o una montaa queda de alguna manera en suspenso entre el s y el
no. A las afirmaciones acerca de esos casos, podemos adjudicarles algn
valor intermedio entre la verdad y la falsedad, como dudoso, indetermina-
do o indecidible. Lo difcil, o ms bien imposible, es asignarle a este margen
a su vez unos lmites precisos: a partir de cuntos granos de trigo exactamente
comienza a ser dudoso si forman montn o no? Y con un grano de ms o de
menos, ya no ser dudoso? La paradoja resurge, slo que con tres trminos
en lugar de dos... A menos que nos resignemos a admitir un margen del margen,
luego un margen de ste, y as ad infinitum.
Podremos, desde luego, avenirnos a esa proliferacin indefinida de los
trminos del problema; podremos admitir, consecuentemente, que la verdad
misma es cuestin de grado, como los montones y las calvicies. Lo que equiva-
le, tcnicamente, a recurrir a las lgicas borrosas o multivaloradas, las cuales
sustituyen la dicotoma o verdadero o falso por una escala continua de
grados de verdad, que corresponden a los nmeros reales comprendidos entre
0 y 1. As, decir que es calvo quien no tiene un solo pelo, es decir algo definitiva
e indudablemente verdadero (grado 1 de verdad); decir lo mismo de quien tiene
exactamente un pelo, lo es ligeramente menos (digamos, en grado 0,9999); de
27 Para esta reconstruccin tentativa de la postura de Crisipo, cf. Barnes 1982, 52-56, y
Burnyeat 1982, 334-336, con las tiles observaciones crticas de Leib 2001, 152-158.
Menos probable es que Crisipo haya pensado en una modificacin de las reglas lgicas de
inferencia, como sugiere Mignucci 1993, 243-245.
28 Una introduccin sucinta a los debates contemporneos sobre el Sorites y problemas
afines puede encontrarse en Sainsbury 1995, 23-51; una discusin pormenorizada en Burns
1991, Williamson 1994 y Keefe 2000; una seleccin representativa de los intentos de
solucin ms recientes en Beall (ed.) 2003.
29 Como han observado Unger 1979a, 128-130, Burns 1991, 109-113, Sainsbury 1995,
46, y Priest 2003, 11, para las lgicas multivaloradas; para la lgica borrosa (fuzzy logic) en
sentido estricto, cf. Haack 1996, 239-240. Las tentativas de solucin supervaloracionistas
-como las de Tappenden 1993 o Heck 2003- se prestan a una objecin anloga: cf. Putnam
1983, 284, Burns 1991, 108, 116, Sainsbury 1995, 38-39, y Wright 2003, 88.
30 Por ejemplo, Cargile 1969, Williamson 1992, 1994, 2000, Sorensen 2001.
31 Graff 2000; Shapiro 2003 y 2006.
32 Putnam 1983; Wright 2001 y 2003.
329
31), segn los cuales lo que es permanece eternamente idntico a s mismo33 ; y
de Eublides sabemos que fue discpulo (o discpulo de un discpulo) del
megrico Euclides, de quien Digenes Laercio refiere que traa entre manos el
escrito de Parmnides34 ; as lo corroboran Cicern y el peripattico Arstocles,
que aseguran que Euclides y sus discpulos fueron seguidores de Parmnides
y de Zenn de Elea35 . A pesar de esa unanimidad de las fuentes, algunos
estudiosos han puesto en cuestin la filiacin eletica de la escuela de Mgara36 ;
creo que sin mucho fundamento, pero no voy a entrar ahora en esa cuestin,
que he discutido pormenorizadamente en otra parte37 . Creo que no es muy
aventurado pensar que la paradoja del Sorites deba servir de prueba indirecta
o expedicin de socorro (como dice de las suyas Zenn en el Parmnides
platnico, 128c6) a las enseanzas de Parmnides38 .
En el poema de Parmnides leemos que la primera va de indagacin
(la nica transitable, se dir luego, fr. 8, 1-2) es la de que ES y no puede ser
que no sea (fr. 2, 3). sa es la va que la verdad acompaa (fr. 2, 4); los
ltimos versos del proemio nos han advertido ya que no se trata de una
verdad cualquiera, sino del corazn sin temblor de la verdad bien redonda
(fr. 1, 29), esto es, de la verdad necesariamente verdadera39 . En ese sentido
riguroso, no se puede hablar con verdad sino de lo que nunca puede dejar de
ser lo que es, y que ha de ser, por tanto, eterno, todo igual a s mismo,
inalterable y perfecto (fr. 8, 1-33); el Destino (la necesidad lgica) lo ha
atado a ser eso mismo que es, entero e inamovible (fr. 8, 37-38). Luego sigue:
Ser, pues, todo mero nombre <o slo de nombre, si lo tomamos como
acusativo de relacin40 >
33 Reinhardt 1985 [1916], 114; Hlscher 1969, 95-96. Sospecho que a las comedias de
Epicarmo se refiere tambin la alusin de Platn (Parm. 128c-d) a quienes pretendieron
ridiculizar (komoden) el razonamiento de Parmnides.
34 D. L. 2.106 (SSR 1, II A 30 = 31 D.).
35 Cic. Acad. 2.42, 129 (SSR 1, II A 31 = 26A D.); Arstocles, fr. 5 Heiland = Eus. Praep.
ev. 14.17.1 (27 D.).
36 Von Fritz 1931, 707-724; Dring 1972, 83-87; Muller 1985, 101-107, y 1988, 71-77.
37 Bredlow 2011c; cf. Montoneri 1984, 48-49.
38 As ya Wheeler 1983, 293-294. Sobre el parentesco del Sorites con el razonamiento del
celemn de mijo atribuido a Zenn (A 29 = Arist. Ph. 7.5, 250a19; Simp. in Ph. 1108,18),
cf. Krmer 1971, 75-76, Dring 1972, 108, 111, Montoneri 1984, 104 n. 27; en las
diferencias entre los dos argumentos insisten Untersteiner 1963, 175-177, Moline 1969,
393 n. 3, Sedley 1977, 112 n. 85, y Barnes 1982, 37.
39 Un desarrollo ms amplio de esta interpretacin puede encontrarse en Bredlow 2011a y
2011b; sobre el fr. 2 y la nocin de verdad necesaria, cf. tambin Palmer 2009, 83-105.
40 La sugerencia es de J. Lohmann, ap. Brcker 1964, 84.
41 Parm. fr. 8, 38-42 D-K. En la interpretacin sintctica de este pasaje sigo a Coxon
1986, 211. Para la interpretacin noma = mero nombre, remito a LSJ, s.v., III (a
name and nothing else, opp. the real person or thing), con abundantes referencias. Algu-
nos intrpretes (entre los ms recientes, Bollack 2006, 176-177, Solana 2006, 36-38, y
Palmer 2009, 385) prefieren para el v. 38 la variante ms. onmastai (por nom stai),
entendiendo que lo que ha sido nombrado hacerse y deshacerse, etc., es el Ser o lo-que-es
mismo; Parmnides, sin embargo, dice expresamente (fr. 19, 3) que los hombres han puesto
nombres a las cosas que nacen y parecen; y ciertamente, de haber puesto esos mismos
nombres (hacerse y deshacerse, ser y no ser, etc.) a lo-que-es, an ms equivocados estaran,
y los nombres vendran a ser igualmente meros nombres.
42 Sobre los nombres en Parmnides, vase Owens 1975, Coxon 1986, 256, Conche 1996,
195-196, Barrett 2004, 282-287, y Bredlow 2011b.
43 Para esta interpretacin de las creencias de los mortales, cf. Bredlow 2011b, 2011d, 2013.
44 Whorf 1971 [1956], 240 (traduccin modificada). Una aproximacin entre Parmnides
y F. De Saussure propone Graham 2006, 177; cf. Bredlow 2010b y 2011b.
331
cosmos de cosas distintas y definidas no se concibe sin la operacin lings-
tica de denominacin y clasificacin; aadiremos, con Parmnides y su diosa,
que esa operacin importa un falseamiento inevitable45 . As lo entenda tam-
bin B. Russell: El lenguaje (...) es una herramienta til y aun indispensable,
pero peligrosa, ya que empieza por sugerir una definicin, separacin y casi
permanencia de los objetos que stos, como la fsica parece mostrar, no po-
seen. El filsofo se enfrenta, por tanto, a la difcil tarea de usar el lenguaje para
deshacer las falsas creencias que sugiere46 .
Concebimos el mundo como una vasta coleccin de cosas distintas,
separadas y bien definidas; imaginacin sin duda til y aun necesaria para
sobrevivir (no en vano es una invencin de mortales, y no en vano es una
diosa quien lo dice), pero que no deja de ser engaosa. La seal ms clara de su
falsedad es que encierra paradojas irresolubles: la ms sencilla y evidente es la
que deriva de la suposicin elemental de que una cosa puede cambiar es
decir, hacerse otra y, sin embargo, seguir siendo la misma que era. (Heraclito
la ilustr con la imagen del ro, que es el mismo y no el mismo cada vez que
entramos en l.)47
Los razonamientos de Epicarmo y de Eublides son meras elaboracio-
nes de esa paradoja raigal. Las dos paradojas son complementarias; ambas
responden, de manera igualmente paradjica, a la misma pregunta48 : una cosa
que cambia, siquiera mnimamente, sigue siendo la misma que era o no? Si
respondemos, con Epicarmo, que es otra, la cosa misma se disuelve en una
sucesin vertiginosa de entidades instantneas y evanescentes; si responde-
333
Bibliografa
335
Kephalaion. Studies in Greek Philosophy and its Continuation Offered
to Professor C.J. De Vogel, , Assen, 16-25.
Palmer, J., 2009: Parmenides and Presocratic Philosophy, Oxford.
Prantl, C., 1855: Geschichte der Logik im Abendlande, Leipzig.
Priest, G., 2003: A Site for Sorites, en Beall (ed.), 9-23.
Putnam, H., 1983: Vagueness and Alternative Logic, en H. Putnam, Realism
and Reason. Philosophical Papers, vol. 3, Cambridge, 271-86.
Reinhardt, K., [1916] 1985: Parmenides und die Geschichte der griechischen
Philosophie, Frankfurt.
Russell, B., 1948: Human Knowledge, London (trad. esp.: El conocimiento
humano, Barcelona 1983).
___ [1923] 1988: Vagueness, en The Collected Papers of Bertrand Russell,
vol. 9, ed. J.G. Slater, London, 147-154.
Sainsbury, R. M., 1995: Paradoxes, Cambridge.
Sedley, D., 1977: Diodorus Chronus and Hellenistic Philosophy, Proceedings
of the Cambridge Philological Society 203, 74-120.
Shapiro, S., 2003: Vagueness and Conversation, en Beall (ed.), 39-72.
___ 2006: Vagueness in Context, Oxford.
Solana, J., 2006: De logos a physis. Estudio sobre el Poema de Parmnides,
Zaragoza.
Sorensen, R., 2001: Vagueness and Contradiction, New York.
___ 2003: A Brief History of the Paradox, Oxford.
Tappenden, J., 1993: The Liar and Sorites Paradoxes: Toward a Unified
Treatment, Journal of Philosophy 90, 551-577.
Unger, P., 1979a: There Are No Ordinary Things, Synthese 41, 117-154.
___ 1979b: I Do Not Exist, en G. F. Macdonald (ed.), Perception and Reality.
Essays Presented to A.J. Ayer, Ithaca (NY), 235-51.
Untersteiner, U., 1963: Zenone. Testimonianze e frammenti, Firenze.
Walzer, R., 1944: Galen. On Medical Experience, Oxford.
Wheeler, S.C., 1975: Reference and Vagueness, Synthese 30, 367-379.
___ 1979: On That Which Is Not, Synthese 41, 155-173.
___ 1983: Megarian Paradoxes as Eleatic Arguments, American Philo-
sophical Quarterly 20, 287-295.
Whorf, B.L., 1956: Language, Thought and Reality, Cambridge (Mass.) (trad.
esp.: Lenguaje, pensamiento y realidad, Barcelona 1971).
Williamson, T., 1992: Vagueness and Ignorance, Proceedings of the
Aristotelian Society Suppl. 66, 145-162.
337