Gewurz Elias - El Libro Del Discipulo PDF

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EL LIBRO DEL DISCPULO

por ELIAS GEWURZ

BIBLIOTECA GNOSTICA
BUENOS AIRES
PREFACIO
"Los que nunca comieron su pan "
mojado en lgrimas; los que nun-" ca
te han sentado en sus camas du-" rante
las largas noches invernales "
llorando, no conocen el poder de "
Dios."
Goethe.

Muchas veces nos han asegurado tanto los amantes


como los compradores de libros, que si stos deben
razonablemente interesar al lector hoy en da, deben
poseer lo que se llama "el elemento hu-mano" es
decir, que deben ser libros vivientes y tratar de cosas
vivientes. Las simples teoras y doctrinas pertenecen a
los das que ya pasaron.
Si un libro debe interesar al hombre emprendedor
en esta emprendedora edad, debe ser nn documento
humano en el sentido real de la palabra.
Las pginas que siguen llenarn esta expectativa, por
la sencilla razn de que contienen las memorias de
una batalla singular librada contra poderosas huestes,
por un luchador solitario, sobre el que pesaba un karma
abrumador, como resultado de sus vidas pasadas.
Van estas pginas con la oracin de que puedan
ayudar a las almas en su combate y que sean pginas
sanadoras donde quiera que se necesite auxilio y
curacin.
Elias Gewurz.
Las Palmas, Gran Canaria, marzo de 1914,
"He descubierto que el alma del hombre se pu-"
rifica de sus elementos ms groseros y se liberta
"de todo lo bajo y ruin, mediante una sola cosa,
" y esa es el sufrimiento.
"Por supuesto, la Gracia de Dios existe, pero
" sta slo la conoce el alma que ha sido preparada
" por el dolor para recibirla."
(Del discurso del Filsofo Viajero con el Rabino Elea-zar.)
Rabi Simen Ben Jochai se encontraba muy en-
fermo y sus discpulos estaban en torno de su le-
cho, escuchando las palabras de sabidura que bro-
taban de sus labios, en medio de la agona. Sobre-
cogido a la vista de sus sufrimientos, uno de ellos
le pregunt: "Rab, por qu un alma pura y santa
como la tuya tiene que sufrir semejante agona?" Y
en seguida, una voz de las esferas (Bath-Kol,
segn la llaman), se oy que deca: "No discutis
la sabidura de Aquel que sabe mejor que la carne
y la sangre. Es Su Voluntad y Su Voluntad es ley,
y la ley decreta que se mantenga el equilibrio tanto
arriba como abajo; aquellos que estn a punto de
entrar en la gran dicha deben primeramente
participar de la amarga copa, y aquel que debe ver
la gloriosa luz debe pasar antes por las tinieblas de
la noche."
(De las Leyendas Hebreas; antiguo manuscrito de la sec-cion
Oriental del British Museum.)
I

LA OBSCURA NOCHE

"La llegada de "la obscura moche" "


es anunciada por muchos cambios "
de la constitucin del hombre, y s-"
bitamente el alma descubre que ha "
sido privada de sus hermosas y pre-"
ciosas vestiduras, tejidas con tanto "
esfuerzo en sus das inmaculados e
"inocentes."
La Qabdh.
Los msticos de todas las edades han escrito
acerca de la obscura noche y las terribles experien-
cias que sufre el discpulo que pasa por ella. Por
lo que toca a su duracin exacta y al tiempo en
que sobreviene en la carrera del aspirante los casos
difieren. Dependen, evidentemente, de la vida pa-
sada del alma individualizada y de las lecciones
que haya aprendido durante sus estadas anteriores
en la tierra. Es una experiencia comn, durante este
pasaje a travs de la obscura noche, que todo se
vuelve contra nosotros; hay un sentimiento d va-
co, de absoluta soledad. Parece como si todo mar-
chara mal y ya no hubiera razn alguna para se-
guir viviendo; y muy afortunado es el discpulo
que no ha perdido completamente su asidero en
la vida, al llegar a este estadio de experiencia par-
ticular. Su tarea entonces es la de arreglar sus cuen-
tas y pagar sus deudas krmicas. Es en este estadio
donde oye "la voz del Darma" impulsndolo al
arreglo final de todas las deudas pendientes. Feliz
el hombre que obedece prontamente, porque evitar
muchas cadas y se ahorrar muchos sufrimientos.
El testimonio de todos los que han pasado por la
obscura noche comprueba que es una ordalia que est
ms all de la capacidad del alma humana para
soportarla sin ayuda, y, por lo tanto, se nos dice que,
en el momento de entrar en ella, los poderes
celestiales rodean al discpulo para ayudarlo en su
peregrinacin. Sin embargo, no se hacen visibles
ni indican en forma alguna su presencia o poderes
a la conciencia ordinaria de vigilia. El auxilio que
prestan se lo dan al alma para ayudarla a soportar
su carga y llevar a cabo el trabajo de la purificacin.
Frecuentemente el hombre se pregunta cmo pudo
soportar todas esas ardientes pruebas por las que
pas; bien poco sabe de toda la afectuosa atencin y
cuidado de que ha sido objeto, de la tierna solicitud
que se le ha prestado. Manos invisibles han guiado,
voces inaudibles han prevenido, y un amor
inexpresado ha caldeado y sostenido al alma a lo
largo del camino, pero a su mente normal no le
fu dado conocer el conocimiento as transmitido,
porque la ley que gobierna la evolucin espiritual
lo ordena as por muy buenas razones. El hombre
de mundo, que no ha entrado en el sendero y cuyos
principales intereses estn ligados a las cosas del
tiempo y del espacio, ve su naturaleza purificada
por esas mismas cosas: lentamente, gradualmente,
la vida de la especie humana es purgada y refinada.
as como elevada de plano en plano, mediante la
revolucin de los ciclos. Pero con el discpulo que
se ha salido del camino trillado v se ofrece a s
mismo como servidor, la cosa es completamente di-
ferente; la purificacin gradual del hombre no
servira para l, y el proceso tiene entonces que ser
acelerado. Y es este aceleramiento del trabajo pu-
rificatorio el que se manifiesta como dolor y dis-
cordia en la vida exterior.
Mirado desde este punto de vista elevado, este
estado no es ms extraordinario que la hinchazn
que acompaa a la curacin de una herida. Es do-
lorosa mientras dura, es verdad, pero al final re-
sulta beneficiosa: las substancias extraas son ex-
pulsadas y la Naturaleza provee un medio para su
salida con lo que conocemos como inflamacin e
hinchazn. En la vida del espritu sucede lo mis-
mo; las viejas propensiones de la mente inferior
y de los deseos tienen que ser desarraigados y toda
la corriente de la vida debe ser vuelta en direccin
opuesta. Este es un proceso sumamente penoso. Es
como hacer que un ro fluya contra su gravitacin
natural. No hay, pues, de qu admirarse si la pobre
alma se siente desequilibrada mientras todos estos
reajustes se estn efectuando en sus cmaras inter-
nas. De ah que se llame al tiempo que dura este
proceso "la obscura noche' . La luz con la cual el
hombre ordinario gua sus pasos, ha desaparecido
para el discpulo, pero la nueva luz todava no ha
surgido en l. Tuvo un vislumbre de ella cuando
por primera vez puso su pie en el umbral, pero sus
ojos no pueden contemplarla en su plenitud hasta
que toda su naturaleza haya sido transformada.
La transformacin de su naturaleza tiene lugar du-
rante esa obscura noche espiritual, y si se mantiene
fiel a la visin que tuvo y ordena su vida de acuer-
do con ella, a pesar de la obscuridad, entonces vi-
vira para ver cmo se realizan todas las cosas ma-
ravillosas de que se le habl al entrar en el sendero,
y todos sus llantos que duraron toda esa noche, se
cambiarn en profunda felicidad al llegar la aurora.
"Crece como crece la flor", es un consejo muy
apropiado, dado a todos los que caminan pot el
sendero; la flor no tiene conciencia de s misma,
ni lucha ni se preocupa, y as sucede con los lirios
del campo que no hilan ni tejen, a pesar de lo cual
ni Salomn con toda su gloria estuvo tan bien
vestido como ellos. Las ansiedades y las luchas, la
inquietud y la preocupacin, son simplemente in-
cidentes del estadio humano de desenvolvimiento;
cuando se pasa ms all de este estado, todo eso
desaparece porque no es natural en los planos su-
periores. El discpulo que se prepara para esta en-
trada en los mundos espirituales, durante el perodo
de transicin, debe cuidarse de los sntomas agu-
dizados de sus debilidades pasadas; cuando la men-
talidad inferior empieza a sumergirse en los prin-
cipios superiores, los gritos de los cuervos son
muy fuertes. Se debe imitar el ejemplo que nos
da la flor al dejar que la obra universal de la Na-
turaleza sea la que opere en ella; si se deja que la
plasticidad de la mente se impresione con las in-
fluencias que la rodean en forma natural, aceptando
lo bueno y desechando lo malo automticamente,
sin pensar, entonces uno crece como crece (a flor,
evitndose asi el peligro gravsimo de caer en
la octava esfera donde se destruyen y descompone
las mentalidades.
La inocencia del nio y la inofensividad de la
paloma son dos principios que deben inculcarse en
la gente profundamente, si buscamos la regenera-
cin. Toda la capacidad intelectual del alma no la
salvara del desastre en el mar intenso, sin lmi-
tes, de la vida interna. Como un nio debe confiar
en la Visin y, al obedecerla ciegamente, compro-
bar que es un manantial real de fortaleza, que
salvar al aspirante de una hueste de enemigos tan
crueles como sutiles, y tanto ms poderosos cuanto
que la mente ordinaria ni los ve ni los conoce. La
obscura noche es la hora de la caza para una
multitud de espritus inferiores, que hacen su presa
en los pobres aspirante que penetran sin la necesaria
preparacin, con todas su debilidades y fallas
morales an pegadas a ellos. Hasta la ms in-
significantes debilidad puede convertirse en grave
amenaza para el discpulo, cuando ya ha avanzado
mucho en el sendero. Es como una grieta en la ar-
madura de un guerrero en medio del combate, que
lo expone a una herida mortal del enemigo.
En el humilde soldado que se encuentra en la
retaguardia, una ligera negligencia puede no tener
importancia; y de la misma manera, el hombre or-
dinario puede no sufrir nada por cosas que seran
fatales para el que est luchando en el campo de
batalla. Todo depende de dnde se encuentre uno
y del significado que cada uno tenga con respecto
al todo. Los discpulos adelantados deben tener su-
mo cuidado en que su vida mental est completa-
mente resguardada durante la obscura noche, recor-
dando que, en los planos espirituales de la Natu-
raleza, las causas con las que tenemos que hacer
son pensamientos. Nunca se ponderar demasiado
la importancia de este punto. Habtualmente consi-
deramos la vida mental como de menor importan-
cia que la que expresamos mediante nuestros actos
fsicos. El hombre mundano va ms all an: con-
sidera el pensamiento como algo sin importancia
y a menudo piensa interiormente todo lo
contrario de lo que expresan sus opiniones y sus
actos exteriores. Con el aspirante esas cosas deben
pertenecer al pasado; si cree en la ley de causa y
efecto (y quin es el aspirante que en ella no cree?)
podr fcilmente prever los tormentos que se est
prepa-rando con una vida mental desordenada.
Sera como un jardinero que estuviera recortando
hermosa y cuidadosamente los canteros de su
jardn para una exposicin, y que por otra parte
dejara que los gusanos, los parsitos y otras pestes,
perjudicaran sus plantas en aquellas partes que no
son visibles inmediatamente. El fin sera un
desastre, y el mismo destino esperara al discpulo
negligente. Muchas excrecencias de las que salen a
la superficie durante el perodo de las pruebas se
deben a estos pensamientos no vigilados. En el
plano de la absoluta realidad, la justicia es
inexorable, y estar prevenidos es estar salvados.
Una vez que el discpulo se da cuenta de que le
est ocurriendo algo desusado, de que se ve sujeto a
pruebas y tentaciones de las que estn libres sus
semejantes, debe redoblar su vigilancia
inmediatamente y, volviendo su rostro hacia la luz,
debe echar mano de todo el buen karma que haya
acumulado de cualquier manera en cualquier parte,
y aprestarse para la sera batalla. La batalla y la
victoria pertenecen a los fuertes de espritu, a los
que no vacilan ni desmayan. Hay tres cosas cuya
compaa es esencialmente deseable durante la
obscura noche. Por tiles que parezcan en todo
tiempo, su presencia es inestimable durante la
obscuridad y el vaco: sus
nombre son Fe, Esperanza y Caridad. Es difcil
decir cul de las tres es la ms grande, porque las
tres son igualmente indispensables como partes in-
tegrantes de la armadura de los campeones de la
luz. Hay muchas cosas tiles en la bsqueda de
la cultura espiritual, para que el germen divino
latente en el alma humana, pueda desenvolverse
en forma saludable, pero ninguna cualidad es ms
necesaria que esa confianza infantil que lo vuelve a
uno sensible a lo invisible y obediente a sus pe-
didos.
La Esperanza, basada en las experiencias inter-
nas del alma, y el Amor, la corona de todo senti-
miento puro, demostrarn ser dos poderosos guar-
dianes, cuyos brazos son fuertes para salvar y para
proteger en los momentos de tensin y de prueba.
Los patriarcas de la antigedad, los profetas y
los iniciados, los videntes y los sabios de todas las
pocas y pases, han tenido que pasar por la obs-
cura noche antes de que lograran sus poderes. Y t,
querido peregrino, tambin, seas quien seas y ests
donde ests, llegars a ella en su da: el mero hecho
de que estas pginas te atraigan prueba que no eres
un extrao para el espritu. Pero deja que la suave
paciencia posea tu alma mientras marchas por el
sendero, y que tu corazn no se sobrecoja si las
sombras de la noche lo envuelven ms tiempo del
que quisieras. Escucha! Los heraldos anglicos te
susurran valor aun mientras te encuentras en pleno
vaco, y los consuelos de Dios son en verdad mu-
chos, aun en el medio de la ms negra necesidad y
tensin. Contempla a aquellos cuyos pies se han
hundido en el lodo, que quiz se encuentran en-
cadenados por el vicio y que no pueden poner si-
quiera su pie en el peldao ms bajo de la escala.
Cun grande debe ser tu gratitud por la luz que se
te ha dado y por las hermosas enseanzas que tu-
viste el privilegio de recibir! Por lo tanto, no dejes
que la desesperacin se apodere de tu corazn, sino
da gracias a los Seores de Compasin por haberte
guiado hasta aqu, y aun mientras dure la batalla
y ests pasando por las experiencias de (a obscura
noche, ponte a Su servicio con todo tu poder y
fortaleza y espera tranquilamente la aurora del
nuevo da.
II

LA MISIN DEL DOLOR

"Es heroico sufrir y no decir


na-da sobre ello."
Marco Aurelio

El sufrimiento fsico no es en manera alguna


lo peor que pueda ocurrirle a un ser humano: las
agonas mentales y el ardor del fuego psquico son
mucho ms terribles, como pueden atestiguarlo to-
dos los que han pasado por ese crisol. El efecto de
la angustia mental en el alma, es mucho ms pro-
fundo y duradero, y por esta razn los cuerpos
mentales de los discpulos quedan desnudos cuando
pasan por la ordala de la purificacin. General-
mente esto es desconocido para la mayora, y la
gente a menudo se sorprende de las quejas de los
aspirantes, respecto a las cosas que tienen que su-
frir. Aquellos que tienen cuerpos fsicos sanos, que
cubren y protegen los cuerpos etricos y sutiles,
amortiguando los fuertes impactos del mundo fsi-
co, son demasiado duros en sus juicios referentes a
la naturaleza excesivamente delicada y sensitiva de
los discpulos. Esto tiene que ser asi porque nunca se
han encontrado en semejante situacin y no pueden
saber, por lo tanto, lo que ella significa. Sera lo
mismo pedir a un herrero que aplicara sus
herramientas a un delicado reloj de seora, para
componerlo, que esperar que un hombre ordi-
nario, con su habitual pensamiento materialista,
pueda apreciar el mecanismo supersensitivo de los
diferentes cuerpos de una naturaleza altamente sen-
sibilizada. As como se necesita grandeza para po-
der apreciar y reconocer la grandeza de otro, se
necesita sufrimiento para ser capaz de sentir sim-
pata por los que sufren. Ahora bien, la razn del
agudo sufrimiento por el que pasa el espritu es. co-
mo ya sabemos, la necesidad de apresurar el pro-
ceso de la purificacin. En el curso ordinario de
las cosas el hombre est oscilando entre el placer y
el dolor, gustando alternadamente uno y otro; y
el equilibrio de su naturaleza se va ajustando vida
tras vida, sin que l se d cuenta demasiado do-
lorosamente de ello. Pero es completamente dife-
rente el caso de aquellos que han tomado sobre s
mismos la tarea de arreglar sus cuentas krmicas. En
este caso, el velo que tapa las experiencias del hombre
ordinario, debe ser arrancado de sus ojos, y debe
convertirse en el testigo consciente del proceso de
purificacin. En el caso del discpulo, la agencia
consciente de su propia mente debe substituir a las
fuerzas ciegas de las leyes evolutivas que obran para
el mundo en conjunto.
Esta agencia lo impele desde el interior de su
propio ser a trepar por los peligrosos peldaos y
a no descansar hasta vislumbrar la cumbre de la
montaa. Terrible y fatigosa es la peregrinacin:
parece un desierto sin fin, sin un oasis en que des -
cansar los pies doloridos. Una y otra vez el cami-
nante vacila y su corazn y su valor desmayan:
sus compaeros de peregrinacin en la vida pare-
cen no tener la menor simpata para l. Solo tiene
que cargar con su fardo, solo tiene que luchar,
solo tiene que sufrir, solo tiene que fracasar y so-
lo tambin tiene que ganar.
Esta prueba del aislamiento es lo que hace la
ordala tan insoportable; cuando todo se vuelve
vaco y quieto y obscuro, cuando los antiguos i d e a -
les han perdido su valor y los nuevos son todava
demasiado vagos y remotos, fuera de nuestro al-
cance, entonces el corazn se subleva y los ltimos
vestigios de la antigua personalidad en descompo-
sicin, se levantan rebeldes contra el nuevo rgi-
men, tratando de deponer al alma naciente y de so-
focar sus aspiraciones por la vida ms pura y ele-
vada.
Esto ocurre a todos los aspirantes, y desgracia-
do el dbil que se aventure a volver atrs abriendo
el camino a sus terribles enemigos. No habr cuar-
tel para l si mira atrs, sobre el sendero que ha
atravesado, permitiendo que su mente more en el
pasado y en sus fracasos. La mente del discpulo
debe estar fija en lo que est ante l y no en lo
que ha dejado atrs. El remordimiento y las la-
mentaciones estn muy bien para la mente anima!
que encuentra una especie de satisfaccin en recor-
dar sus queridas debilidades; pero no deben ocu-
par lugar alguno en la vida del discpulo que co
noce la leccin que ensea una debilidad y la for-
taleza adquirida por la conquista de un defecto.
Las leyes de la Naturaleza son la expresin de
la sabidura de Dios y al mismo tiempo la eterna
garanta de que toda criatura recibir su plena me-
dida de justicia y de equidad. Pero la sabidura de
la ley no es aparente para aquellos cuya visin est
confinada exclusivamente a los sucesos exteriores
de una vida sola; ni la justicia de Dios puede
tampoco ser vindicada para los que slo tienen el
conocimiento concerniente a su breve existencia en
la tierra. Slo extendiendo nuestra visin hacia
atrs y hacia adelante, y tomando nuestra vida ac-
tual por lo que realmente es un captulo en la
historia de la vida del Ego podemos concebir
la magnitud del plan y del exaltado carcter de
nuestro destino. La misin del dolor, dondequiera
que se sienta, es la de abrir parcialmente nuestros
ojos a esos hechos, porque mientras el kaleidscopo
de las sensaciones placenteras nos tiene encadena-
dos, no estamos en condiciones de hacer ms que
mundanas reflexiones. Pero en cuanto el deseo de
placeres cesa de dominar nuestras vidas y el dolor
hace su aparicin en una forma u otra, inmediata-
mente nos predispone a reflexiones ms serias, por-
que en las profundidades de nuestro propio ser
nuestro espritu sabe que todas las cosas han sido
ordenadas sabiamente, y, teniendo que sufrir, lu-
cha y busca la causa del sufrimiento. Al hacerlo as,
el dolor ya ha realizado parte de su misin, pues
nos ha hecho pensar y meditar, mientras que antes
nos habamos contentado con dejarnos llevar por
la corriente de las sensaciones. Ahora la primera
cosa que llama la atencin de la mente reflexiva
es la presencia de un factor misterioso en el proce-
so. Este factor parece decir: "Te revelar la causa
real de tu sufrimiento, pero no totalmente en segui-
da. Como primera racin te dir ahora, a tu pre-
gunta inicial, que todas tus experiencias dolorosas
son merecidas, y si te dedicas a estudiar su miste-
riosa naturaleza, yo, que estoy tras todo, te las ir
haciendo gradualmente claras." Podramos llamar
quizs a este misterioso personaje "El Guardin del
Umbral", pero el nombre no importa gran cosa:
todo lo que es esencial es comprender el carcter
del nuevo conocido que se nos presenta a la fuerza.
No se puede retroceder; el aspirante debe a su lle-
gada a este estadio escuchar con todo el corazn
a este Mentor y dejarlo que gue sus pasos.
Entonces es cuando la verdad de la reencarna-
cin se le presentar en una forma que se ver
compelido a aceptarla; en adelante la conocer, y
por lo tanto, no buscar la causa de sus sufrimien-
tos en sus obras de la vida actual, sino que com-
prender que los sucesos de sus vidas anteriores
han modelado su existencia actual, y que las causas
del lejano pasado lo han convertido en lo que es
ahora y lo han puesto donde se encuentra en cada
momento particular. Ver un largo panorama de
vidas, pasadas y futuras, que son el complemento
de su presente estada en la tierra, y al investigar
el misterio del dolor, el discpulo considera las co-
sas que pasaron y las que aun estn por venir. En-
cuentra que muchos de sus dolores son los medios
de que echaban mano los que lo guiaban para des-
pertarlo de su sueo e inercia. La misin del dolor,
como ahora la comprende, es la de producir el des-
lusionamiento final, con objeto de evitarles mayo-
res calamidades mientras avanza hacia el templo.
Grandes desastres le ocurrirn si no se despierta
de su sueo.
Ahora debe tener lugar un absoluto cambio de
vida y de conducta, que borre todas las trazas del
antiguo Adn. Todos los actos feos y sin amor
que hacen an aquellos que creen vivir vidas inofen-
sivas, deben ser completamente abandonados. As
como el hombre que huye de su enemigo, va arro-
jando sucesivamente en su huida todas la cosas
que le incomodan, empezando por las ms pesadas,
as tambin debe el aspirante libertarse de todas
las cosas que le impiden su progreso, empezando
con las que ms quiere, porque es precisamente en
ellas donde est la llaga. Debes renunciar de veras,
dice la Qbalah; de nada sirve abandonar lo que
nada nos importa o renunciar a lo que no tiene
atractivo para nosotros. Los grandes Maestros de la
Sabidura interna, cuya mirada penetra profunda-
mente en la naturaleza de las cosas y cuyo testi-
monio es una herencia preciosa para la raza hu-
mana en general, y para los ocultistas en particu-
lar, dejaron bien establecido que la aceptacin ale-
gre del dolor y de todo lo penoso que pueda ocu-
rrirnos, abrir el santuario.
"Es la mano de amor la que as nos ha permi-
tido caer" debe ser el pensamiento dominante en
la mente del aspirante cuando tiene que afrontar
algo penoso. Esta actitud mental pronto producir
un gran cambio y todo el medio que rodea al
discpulo, que antes era como un desierto, blan-
queado y rido, conforme su alma se retrae de lo
externo, se convierte para l en un nuevo mundo
iluminado por las luces de la fe, de la esperanza
y del amor.
El dolor habr llenado su misin compasiva con
l y con el dulce cantor de Israel levantar sus ma-
nos al cielo y dir:
"Bien fue para m estar en tribulacin, porque
as aprend tu ley."
III

TRANSMUTACIN

"Y conforme me acerqu vi los


" dos grandes ojos amantes, y tuvo
" un vislumbre de la Divina compa-
" sin en ellos; me inclin y sent el
" palpitar de su corazn compasivo,
" y entonces supe que me encontraba
"en presencia de uno cuya naturaleza
" haba sido cambiada y transmuta-
" da." Nota de mi diario escrita des-
pus de una visita a un miembro de
la Fraternidad.

Los yoguis del oriente y los rosacruces del oc-


cidente han enseado la doctrina de la palingenesia,
o sea la renovacin de la vida y de la juventud en
el organismo marchito. Sus enseanzas fueron con-
firmadas por los alquimistas de la Edad Media, y
se encuentras muchas referencias a "la gran obra"
en los escritos hermticos ms antiguos. En pocas
palabras, la teora en que se basa es la de la trans-
mutacin de los metales inferiores en oro. Esto, en
buen espaol, quiere decir que los elementos infe-
riores de la naturaleza en el organismo humano
pueden ser autorenovados y autoperpetuados me-
diante ciertos procedimientos.
Todo lo que se necesita para el xito de "la gran
obra" segn Hermes, el Gran Maestro del Arte, es
"el temor de Dios y el amor al hombre". Estos,
unidos a una vida pura, realizarn todo lo nece-
sario.
Ahora bien, por lo que toca a las capacidades
corporales del sujeto, era esencial que ya hubieran
operado ciertos procesos de refinacin en toda la
constitucin que deba ser rejuvenecida. El hombre
fsico tena que ser ms etrico y sensitivo, el hom-
bre mental ms penetrante y profundo y el hombre
moral ms filsofo e impersonal. No haba nece-
sidad alguna de que el cuerpo del hombre en el
que se iba a hacer la experiencia, fuera superior
en cualquier sentido, porque sostenase que todo
e1 poder viene del interior y surge de fuentes espi-
rituales que estn ocultas en el hombre.
El poder, de acuerdo con su doctrina, aumenta
en proporcin inversa a la densidad y tosquedad
del material que hay en todo mdium productor
de poder.
El progreso en la iluminacin artificial servir
de ilustracin. La astilla de tea, material primitivo
y tosco, arde con mucho humo, dando poca luz;
luego viene la lmpara de aceite, en la que la grasa
arde mediante una mecha; sigue la vela de sebo, y
despus las lmparas de querosn. En cada caso
hay un aumento de poder y de brillantez en la
luz, en la misma proporcin en que la cruda ma-
terialidad del medio disminuye. El material refi-
nado da resultados refinados. El paso siguiente es
el gas, que es mucho ms sutil, y el volumen de luz
es mayor que con los otros medios de iluminacin
citados. Por ltimo se utiliz la electricidad, y en-
tonces la luz fue ms brillante todava: es la ley
eterna de la espiritualizacin de la substancia. "El
mayor grado de poder se genera en la menor canti-
dad de materia" dice una gran autoridad metafsica.
El poder est en la inteligencia, que es el fundamento
y la fundacin de toda substancia en todos los
planos y en todos los estados concebibles. Esta es
la ley soberana del universo manifestado y era bien
conocida de los alquimistas y filsofos hermti-
cos antiguos. Sus enseanzas estaban fundadas en
esas verdades universales que la multitud ignoraba.
Para el hombre de ciencia de todas las edades la
materia era la matriz de todo poder, y cuanto ms
opaca era una substancia, tanta mayor energa se
crea era capaz de dar. Los alquimistas sostenan que
lo contrario era la verdad, y la ciencia moderna est
recin empezando a vindicar la autoridad de
aquellos sabios tan poco comprendidos y tan
malignamente atacados. Los llamaban soadores y
visionarios, pero no parece que sus sueos fueran
tales sueos. Los ltimos descubrimientos de la
ciencia han hecho manifiesto que haba un subs-
tratum de verdad tras todas las alegoras y parbo
las aparentemente divertidas con que encubran sus
enseanzas. La materia, segn dicen ahora las ms
altas autoridades, es viva y transmutable; en su
ltimo estado es energa, aparentemente inerte en
los planos inferiores de manifestacin, pero ms y
ms vivida y dinmica conforme se eleva en la es-
cala de la evolucin. En los reinos mineral, vegetal,
animal y humano, vemos la elevacin gradual de
la materia original del universo hacia formas ms
finas, hasta llegar al punto en que aquel polvo
primordial ha llegado, mediante una lenta gra-
duacin, a convertirse en un ser consciente razo-
nable. Los estudiantes de las obras alquimistas, es-
pecialmente del medioevo, se quedan perplejos ante
los complicados enredos y evasivas de los autores al
explicar sus teoras, y muchos se preguntan si
eso era realmente necesario. No hubiera sido me-
jor explicar las cosas claramente? En cierto sentido
s, pero, sin embargo, esos viejos conocedores de
la Gnosis saban lo que hacan. Ellos vivieron vidas
llenas de sacrificio y de devocin a sus investiga-
ciones, y la Naturaleza recompens sus continuados
esfuerzos revelndoles el supremo secreto: la trans-
mutacin de la materia y la renovacin de la vida.
Rebosando de felicidad con sus descubrimientos y
llenos de amor a Dios y al hombre (sin el cual su
obra jams hubiera tenido xito, como ninguna
otra obra puede tenerlo), desearon transmitir sus
conocimientos a los dems estudiantes de las futu-
ras generaciones que lo merecieran, pero con objeto
de impedir los abusos de aquellos que no lo me-
recan, dieron con el expediente de disfrazar sus
enseanzas con fbulas, alegoras y parbolas. Los
que se acerquen a ellas con sencillez de propsito
no dejarn de comprender su significado, pero los
que no estn preparados trabajarn en vano. Los
mismos principios se aplican a las enseanzas ro-
sacruces y a sus smbolos secretos: yacen ocultos
grandes tesoros de sabidura en esos libros inspira-
dos en los templos rosacruces a travs de los siglos,
pero la clave debe traerla el mismo estudiante. No
debe olvidarse que una vida muy pura es el nico
material con el que puede fabricarse esa clave.
Todo hombre contiene el elemento divino ger-
minalmente, pero est sobrecargado por muchas
capas de cruda materia que deben desaparecer pa-
ra poder alcanzar dicho elemento divino. Pero, se-
gn dicen los rosacruces, estas capas de materia no
pueden sacarse destruyndolas violentamente, sino
que, por el contrario, deben ser tratadas suavemente
y con mucha paciencia y perseverancia.
El refinamiento y atenuacin de estas cubiertas
debe ser llevado a cabo de acuerdo con un proceso
sistemtico y gradual, adaptado a cada individuo.
Se necesita realmente la segura mano de un Maes-
tro para vigilar la obra: si tiene que ser un xito,
slo el que ha llegado puede saber el grado exacto
de refinacin de que son capaces la materia y ener-
ga de un cuerpo dado.
El objeto final del proceso alqumico es la trans-
formacin de la fuerza mecnica e instintiva in-
consciente en poder espiritual, pero esto no puede
hacerse sin un cuidadoso equilibrio de las fuerzas
centrfugas y centrpetas de la persona en que
debe llevarse a cabo la obra. La intuicin infalible
de la mente del Maestro es la nica que puede medir
y juzgar sobre la capacidad del hombre para ella:
puede medir su estatura espiritual y decir si es
"un sujeto apto para el arte" o no. Hay un dicho
rosacruz tradicional, al efecto de que la substancia
de cohesin debe igualar a la fusin que debe
hacerse es decir, que el hombre debe haber
concentrado en s mismo tanta experiencia espiri-
tual y tanta percepcin de la verdad Divina que le
permita suministrar la substancia necesaria para
efectuar la fusin entre el Yo superior y la perso-
nalidad inferior. El hombre solo puede expresar
su perfecta Divinidad en la tierra si ha realizado
sto; de lo contrario no es ms que un instrumento
de la Naturaleza universal que manifiesta luz y ti-
nieblas, bien y mal, de acuerdo con el karma de
su propia situacin y el karma colectivo del que
constituye una unidad.
Hermes Trismegistus, que ocupa una elevada po-
sicin en la Jerarqua Oculta, recomendaba a sus
discpulos la refinacin de sus cuerpos mediante
una vida abstemia y retirndose de los placeres del
Hoi Polloi comn. Pitgoras daba a esto la mis-
ma importancia, y la nota de la pureza se repite
una y otra vez en sus "Versos Dorados". Los de-
ms grandes instructores de la antigedad nunca
perdieron la oportunidad de proclamar la necesidad
esencial de una vida pura y negada en los aspiran-
tes. Saban muy bien que la relacin subsistente
entre el espritu y la materia est sujeta a peso,
medida y nmero, y que el poder de la inteligencia
espiritual aumentaba en la misma proporcin en
que se refinaba el vehculo denso y tosco. Cuando
el discpulo se aproxima a las puertas interiores del
templo es bueno que recuerde estas cosas, tratan-
do de recuperar diligentemente el terreno perdido,
si no ha adquirido ya un perfecto dominio de s
mismo.
Se nos dice con toda la autoridad del Maestro
Hilarin, que la organizacin del discpulo antes
de la iniciacin debe vibrar al toque ms suave, co-
mo un bien templado instrumento musical, pues,
de lo contrario, las instrucciones del Maestro no
seran bien entendidas. Si el nefito hubiera sido
debidamente preparado y sus varios cuerpos debi-
damente purificados, entonces todas las fibras de
su ser obrarn al unsono unas con otras y res-
pondern a todos los pensamientos del Maestro
en la misma forma que las cuerdas de un arpa res-
ponden a las vibraciones atmosfricas. Porque su
unin est fundada en esta perfecta responsividad
de sus naturalezas y en la armona interior que
hay entre ellos. El Maestro y el discpulo deben ser
como una sola alma en dos cuerpos, dicen los sa-
bios gurs del oriente, y si esta unidad de mente
y de corazn no puede lograrse, entonces el resulta-
do de la relacin ser tanto ms pobre.
El objeto de la transmutacin alqumica es siem-
pre el mismo, y el "Elixir de Vida" no era ms que
e1 espritu purificado, libertado de los deseos de (a
carne y elevado por encima de la imaginacin te-
rrestre, y por lo tanto capaz de renovar los prin-
cipios inferiores, reconstruyndolos desde arriba.
"La Piedra Filosofal" tena el mismo significado
y simbolizaba al alma que haba conquistado la
materia y sus atracciones, adquiriendo as el don
de curar y las virtudes y sabidura supremas de
las jerarquas celestiales. "La voz del hombre en
quien se ha efectuado la transmutacin es ms po-
derosa que la de las huestes anglicas", dice la Q-
balah, y, por otra parte, "La voz del egosta y
del impuro es (en sentido espiritual) ms dbil que
el grito de la bestia ms inferior de la Naturaleza".
No debe descorazonarse el discpulo cuando descu-
bra haber cometido algn error en determinadas
ocasiones y creer que en su caso la transmutacin
es imposible. "An aquellos que cayeron en el
abismo deben aferrarse a la misericordia", dice el
Talmud; "su misma maldad los pondr en buena
posicin cuando las corrientes de la compasin ce-
lestial pasen sobre ellos e inclinen sus corazones para
obedecer a la buena ley". La explicacin es, por
supuesto, que la energa que antes pusieron en sus
deseos malignos, la pondrn ahora en sus buenas
obras. Esto mismo lo sostiene la ciencia al afir-
mar que la soldadura de las partculas ms sepa-
radas es la que produce mayor energa, y que la
msica ms hermosa se obtiene de las discordancias
que suenan al unsono. Siempre debe producirse
dolor como consecuencia de separarse de Dios, pe-
ro el grado de sufrimiento que tiene que soportar
el hombre cuando pierde la gracia y se rebela contra
la luz que ha visto, determina exactamente el grado
de felicidad y bendicin que eventualmente ser
suyo cuando de nuevo busque a su Creador,
utilizando plenamente las profundidades en que
haya cado. El poder de redimir a las almas se ob-
tiene mejor con las experiencias sufridas en los
antros tenebrosos del mundo, y las lecciones del
amor se conocen mejor convirtindose en el blan-
co de las saetas envenenadas del odio.
El efecto directo de haber desafiado las tormentas
de fuerzas opositoras, es una especie de resistencia
espiritual que el alma adquiere y que la inmuniza
contra los ataques anlogos en el futuro. Y esto es
de la mayor utilidad para el discpulo porque le
permite afrontar toda suerte y clase de hombres que
necesitan su ayuda, sin ser repelido por las
emanaciones atmicas de sus auras generadas por
sus hbitos de vida y pensamiento. El hombre-dios
puede as cruzar por el mundo a voluntad, as-
cendiendo a las ms elevadas alturas y descendiendo
a las mayores profundidades, se encuentra igual-
mente cmodo en todas partes y se mueve con se-
guridad perfecta y no menos perfecto equilibrio,
desde el cielo al protoplasma, y del protoplasma
al cielo, sin ser contaminado por contacto alguno
con cosas inferiores a su estado espiritual. El se-
creto de la transmutacin, una vez dominado, con-
cede al discpulo este poder de cambiar las condi-
ciones y estados con slo cambiar su ritmo. Una
de las grandes dificultades que confrontan al dis-
cpulo es su incapacidad para cruzar los "centros-
laya". En la literatura teosfica se llaman stos,
centros "de esencia elemental". Esta esencia ele-
mental se la encuentra en todos los planos en un
estado inorganizado, y no puede ser manipulada
desde abajo. Si no se tiene el auxilio de un Maes-
tro para elevarlo a uno sobre estos centros-laya
se detiene el progreso, o, lo que es peor, se retro-
cede en vez de avanzar, porque la fuerza adicional
de la esencia elemental intensifica todas las debi-
lidades de que haya rastros todava en los centros
subconscientes.
Las escrituras hermticas dicen: "Los planos ele-
mentarios (layas neutrales) deben cruzarse antes
de poder lograr la victoria". Si no, la luz y la-
fuerza no pueden unirse, y el rojo len no se junta
con el guila blanca. Esto es lo mismo que decir
que la gran obra de la transmutacin requiere la
conquista de todo el hombre en sus partes cons-
cientes, subconsciente e inconsciente, y si todas las-
antiguas propensiones no han sido eliminadas y
toda la naturaleza subyugada, no puede alcanzarse
la meta.
Sin embargo, cuando se han vencido las difi-
cultades y el alma se liberta de sus grilletes, densos
o sutiles, entonces ocurre algo que parece un mila-
gro: las molculas constitutivas del sistema del
hombre se polarizan hacia el centro, y el Espritu
Divino difuso y latente se hace manifiesto y cen-
trado. Y entonces ocurre que todo el buen karma
pasado del discpulo se amontona sobre l, dejando
caer como una lluvia de bendiciones, y el disc-
pulo se convierte en uno de los Salvadores de la
raza y en uno de los Redentores de la especie.

IV LA VIDA

HERMOSA

"Y conforme llegu a conocer y


" comprender la naturaleza del dolor
" y me familiaric con el sufrimien-
" to, dej de luchar con l. Lo con-"
templo como un amigo fiel y bueno "
y le doy la bienvenida. Desde en-"
tonces mi vida es hermosa." The
diet of the Soul.

Los novelistas generalmente dan a las creacio-


nes de su imaginacin, especialmente a sus hroes,
algn rasgo noble de carcter, y si desean hacerlo
particularmente atrayente a sus lectores, lo repre-
sentan como un hombre de tendencias altruistas y
de fines ideales, que vive su vida para el bien de
la humanidad. En este mtodo se vislumbra lo que
en el fondo atrae al corazn humano ms fuerte-
mente. Contra todos los argumentos de la escuela
moderna de escritores materialistas, como Emilio
Zola y sus seguidores decadentes, subsiste en las
cmaras secretas del corazn humano el amor por
todo lo bueno, lo verdadero y lo justo, y todos
se regocijan cuando ven el triunfo de la virtud y
la justicia y se lamentan cuando ven las lgrimas
de los oprimidos y odian al opresor. De manera
que si un autor desea llegar al corazn del pueblo
ya sabe lo que tiene que hacer. Lo bajo y lo inno-
ble en sus historias, tienen que ser invariablemente
vencidos, mientras que lo bueno y lo verdadero debe
siempre alcanzar la victoria. Este es un hecho
psicolgico y desgraciado del escritor y del edi-
tor tambin, que se olviden de ello.
Ahora bien, por qu es as? Salvo que la na-
turaleza humana sea esencialmente divina y trate
de realizar su divinidad aun en este valle de l-
grimas que llamamos tierra, esto no podra ser
as. Pero como el hecho es que el Hombre es el hijo
de Dios, si se da con la verdadera nota clave de su
naturaleza, siempre se evocar la armona de que es
capaz.
Estos hechos han ido siendo mejor conocidos
en las ltimas tres o cuatro dcadas y se est ele-
vando actualmente una nueva generacin, aun en
las esferas comerciales y financieras, que estn co-
menzando a desear no tanto la riqueza y las pose-
siones sino algo ms digno de ser vivido. La vida
ideal como muchas personas cultas han visto
no es aquella en la que el hombre cae sbitamente
en la fortuna, el favor y la gloria, siendo prove-
do en adelante de todo cuanto pueda necesitar, en
tal forma que su alma pueda ser archivada en un
estante con una etiqueta que diga "intil". No, la
vida ideal que reconocemos los hombres de este si-
glo, es la vida intensa, desprendida, dedicada a un
ideal, un propsito que amamos mis que nada en
el mundo.
La vida es el gran investigador del corazn hu-
mano, a quien le es dado arrancar los sellos que ta-
pan las fuentes del alma. Si dedicamos nuestra vida
a un objeto que absorbe todo nuestro amor y a
una labor incesante para su realizacin, entonces
nos convertimos en los colaboradores del Gran Ar-
quitecto y en los maestros constructores de las
mansiones celestiales en las que la armona, el or-
den y la belleza reinan supremos. Cumplamos,
pues, con las leyes dictadas para el levantamiento
ordenado del edificio espiritual, y el Seor que
mora en el interior no tardar en hacer conocer Su
Presencia. Los hombres de ciencia nos aseguran que
las operaciones maravillosas de la ley natural pue-
den estudiarse y observarse en el desarrollo de los
fenmenos mrbidos lo mismo que en el desarrollo
de los crecimientos sanos. La regularidad, exactitud,
y fidelidad de estas pequeas molculas, tomos y
electrones que constituyen las clulas y los rganos,
son igualmente admirables bien sea que trabajen por
la preservacin de un organismo o por su
destruccin. Obedecen estrictamente a leyes de-
terminadas, que no violan ni tuercen jams. La
nica excepcin se produce cuando interviene una
ley superior que suspende los efectos de la infe-
rior. Y si esto es verdad en lo que concierne a la
naturaleza inferior (o lo que nosotros llamamos
inconsciente), cunto ms verdad no ser por lo
que toca a los planos superiores, donde el espritu
comulga con el espritu bajo el impulso de las
leyes celestiales y el orden establecido en las altas
regiones?
Ahora bien, si queremos producir ciertos resul-
tados aqu abajo, primeramente creamos las condi-
ciones apropiadas para ellos; si no nos agrada el
resultado, cambiamos las condiciones. La Natura-
leza no se entromete arbitrariamente para echar a
perder nuestra obra, como tampoco interviene para
complacernos.
La ley de la Naturaleza es su nico seor y due-
o, y es lo nico a que presta obediencia.
Si el hombre quiere vivir la vida superior, nada
hay en el cielo ni en la tierra que pueda im-
pedrselo. El dominio universal de la ley es una ga-
ranta de que no hay nada imposible si procedemos
dentro de la ley. Habiendo realizado que el verda-
dero objeto en la vida del hombre es la perfeccin
moral y mental, y de que esto slo puede lograrse
viviendo una vida pura y noble, el mejor plan es
estudiar la ley, echar los cimientos de acuerdo con
ella, y seguir edificando el gran edificio con fe per-
fecta y confianza absoluta en la ley que no puede
fallar jams y que har que no construyamos en
vano. Nada hay oculto ante el espritu divino des-
pertado, y cuando el hombre entra en posesin de
los dones y poderes dados por Dios, se encuentra
ya en camino de su libertad espiritual. As como
la semilla puesta en la tierra, nutrida por la luz,
el calor y la humedad, crece y contina creciendo
mientras las condiciones de su medio son favora-
bles, as tambin la simiente divina plantada en lo
ms ntimo del hombre va creciendo hasta ser per-
fecta, si no se le quita la nutricin y el sustento
requeridos. El alimento ms apropiado para el des-
arrollo de nuestra divinidad es la Consagracin.
Debemos consagrar nuestras vidas, si queremos ha-
cerlas hermosas, dedicando cada hora a esa obra
de amor que creamos ms esencial para el bienes-
tar de la humanidad. La razn de que haya tanta
gente miserable en este mundo es, como bien lo
sabemos, la ignorancia. Si la gente no fuera tan
ignorante por lo que respecta al objeto y al uso de
la vida, no llevaran la vida que llevan no po-
dran. Pero, careciendo de este conocimiento, el
hombre se encuentra como un capitn en alta mar
que no conociera la ciencia de la navegacin y que
careciera de mapas y brjula. Ese capitn se en-
contrara a merced de los vientos y de las olas, as
como aquellos hombres se encuentran ahora a mer-
ced del tiempo y de las circunstancias.
En "Luz en el Sendero" se nos dice que "Hay
personas tan cerca de las puertas del conocimiento
que la misma vida las prepara para l". Esto se
refiere a las naturalezas sumamente sensitivas, que
han sido molidas finamente en los molinos de Dios
en las innumerables edades y ciclos pasados. Estas
almas estn actualmente encarnndose en gran n-
mero. Su misin en la tierra es la de ensear a las
almas ms jvenes y a ayudarlas a pasar por los
bordes de los precipicios mientras viajan por los
caminos peligrosos de la vida Vienen para difun-
dir la luz y para disipar las tinieblas de la ignoran-
cia, para acabar con el vicio, el crimen y la miseria,
suplantndolos con la virtud, la belleza y la ale-
gra. Todas las cosas que contribuyen al bienestar
de la humanidad y que ayudan a nuestra civili-
zacin a llevar una vida ordenada sobre la tierra,
se deben a la labor de estas almas, cuyo renacimiento
sobre la tierra era necesario para ayudar a la raza.
;Qu gran oportunidad es sta para todos aquellos
cuyos espritus se han comprometido a prestar este
servicio! Nunca hubo semejante oportunidad
tan grande en ningn otro momento de la historia
Por lo tanto, todos los candidatos a la vida her-
mosa deben unirse a las filas de los que luchan por
la buena causa, alistndose como voluntarios al
servicio de la Humanidad y escribiendo sus nom-
bres en el libro dorado de todos los bravos, de los
buenos y de los verdaderos, que han enriquecido
a este mundo con su nobleza y con la grandeza de
sus almas.
Despus de adquirir poder sobre la vida es cuan-
do comenzamos a ser tiles, y nuestras vidas slo
comienzan a contar desde ese momento. As como
un profesor aprende ms en el laboratorio que su
alumno, as tambin el hombre que ha libertado
su alma del torbellino de las pasiones y de la per-
sonalidad, aprende mucho ms en la gran escuela de
la vida que aquellos que se ven llevados de un lado
a otro por los placeres y los dolores, por la esperan-
za y el descorazonamiento
Aquellos cuyos pies se encuentran en el sendero
deben borrar de sus mentes la idea de que pueden
volver atrs a su vida de inercia, de pecado y de
placer. S muy bien cuan frecuentemente ocurre que
estudiantes bastante adelantados, al echar una
mirada retrospectiva a su pasado, se imaginan que
un compromiso con el viejo Adn no los per-
judicara, y viendo quiz que no estn haciendo
ningn progreso marcado, piensan que bien po-
dran hacerlo Pero debis recordar que la flor y
el fruto una vez abiertos no pueden ser metidos
de nuevo en la simiente, ni puede volverse a meter
en la cascara del huevo al pajarillo que ya sali a
la luz del da El hombre ordinario que jams oy
hablar del discipulado o del Sendero, algunas veces
desea ennoblecer su vida; pero para el discpulo no
hay eleccin, debe o bien seguir adelante hasta lle-
gar a la cumbre o caer en el abismo. No hay ms
que estos dos fines. Elegid, por lo tanto, la her-
mosa vida como la vuestra y la de los dems que
se os asemejan. Hay mucha belleza en torno nues-
tro, cuya variedad trasciende absolutamente nues-
tra capacidad de comprensin. No hay miedo al-
guno de agotar los recursos de la Naturaleza. Aliaos
a las huestes anglicas que vienen a la tierra en este
momento critico de la vida de la raza, y formad
parte del nmero de los auxiliadores de la humani-
dad, de los Heraldos de la Paz, de los
Precursores de la Luz.
V

SILENCIO

Cuando el discpulo conoce que "


el mero pensamiento de los dere-"
chos individuales no es ms que el "
silbido de la antigua serpiente que "
emponzoa tu propia vida y la de "
los que lo rodean, est pronto pa-" ra
tomar parte en una ceremonia "
abierta a los nefitos. Todas las ar-"
ma s d e f e n s i v a s y o f e n s i v a s s o n "
abandonadas en la puerta; todas " tas
armas de la mente, del corazn, " del
cerebro y del espritu. Nunca " mis
podr otro hombre ser juzgado " o
condenado, nunca ms podr el "
nefito levantar su voz para excu-" sa
o defensa propia. Desde esta ce-"
remonia vuelve al mundo tan des-"
valido e indefenso como un recin "
nacido". Luz en el Sendero

Louis Claude de Saint Martn, en uno de sus li-


bros cuyo nombre no recuerdo en este momento,
dice que se conoce a un Iniciado por tres cosas:
nunca entretiene deseos que no estn de acuerdo
con la ley; nunca concibe una idea que no sea ana
sagrada comunicacin del Altsimo, y jams emite
una palabra que no sea un poder soberano. El as-
pirante cuyo fin sea la Iniciacin debe mantener
estas tres perfecciones ante sus ojos, y aunque fra-
case una y otra vez en alcanzar el elevado ideal que
indican, no los debe perder de vista como criterio
final de sus realizaciones espirituales. Cuando en-
traba en el silencio me acostumbr a pensar en es-
tas tres caractersticas de Saint Martn y siempre
me pareca que cuando consegua el silencio perfecto,
posea estos atributos en toda su plenitud. El objeto
del Silencio es la adquisicin de la facultad que nos
permite ver a nuestro yo tal como es, sin barniz de
ninguna clase. En los ruidosos lugares del mundo,
durante las horas ocupadas del da, somos como
extraos para nosotros mismos. Como peregrinos en
un extrao pas, sin conocimiento de su idioma,
costumbres y pueblo, es como entramos en nuestras
primeras excursiones psquicas en los mundos
superiores. Los espritus con los que llegamos a
ponernos en contacto no nos son a menudo tiles, y,
frecuentemente, nos son daosos, debido a que no
hemos entrado en el Silencio por completo y no
conocemos a nuestro verdadero yo. Sin este
conocimiento todo contacto con espritus es
peligroso y lo ser siempre. El Silencio tiene por
objeto ejercitarnos en el autoconocimiento y pre-
pararnos para la comunin con los Seres Elevados
que viven en los Mundos Superiores. Las leyes que
gobiernan la comunin de los espritus son tan sen-
cillas y tan fciles de comprender que uno a me-
nudo se pregunta cmo es posible que el hombre
viole esas leyes superiores continuamente, a pesar
de las desastrosas consecuencias que su violacin
ocasiona invariablemente. La ley de la atraccin
que determina que las substancias que tienen pare-
cidas afinidades se atraigan mutuamente, y que las
difieren en su composicin qumica se repelan, es
una ley que rige suprema en el mundo del espritu
lo mismo que en el mundo material. Mientras el
hombre se encuentra envuelto en sus vestiduras de
carne y sumergido en los tomos, partculas y
elementos del plano material, se ve impedido de
ponerse en contacto con los espritus desencarnados
Su intrusin en la esfera del hombre encarnado es
t bien lejos de ser beneficiosa en la mayora de
los casos. No es bueno para el hombre cultivar el
intercurso con el mundo de los espritus y sus ha-
bitantes, mientras tenga en su constitucin deseos
impuros y bajas ambiciones, y la compasiva Na-
turaleza ha ocultado misericordiosamente el camino
que cruza el umbral. Cada vez que el hombre
irrumpe en el mundo psquico sin la debida pre-
paracin, la ley de afinidad citada lo pone en con-
tacto con todos aquellos espritus y entidades cuya
naturaleza es anloga a la suya ; y as toda debi-
lidad que estuviera en l oculta subira a la superfi-
cie con fuerza centuplicada debido a los elementos
similares que se le apegaran por el amontonamiento
de espritus ligados a la tierra que tienen semejantes
naturalezas. Este hecho cientfico, de que los
semejantes se atraen, que conocan muy bien los
antiguos, es lo que les haca prohibir a la gente
ordinaria que se aproximaran a los reinos invisi-
bles.
Los profetas y videntes que cultivaban la inter-
comunicacin con las esferas elevadas, lo hacan
slo despus de largos perodos de ejercitamiento y
despus de haber pasado por muchas pruebas, cu-
yo propsito era prepararlos para el silencio per-
fecto necesario si hay que conservar el equilibrio
mental al pasar los recintos externos del Templo
Universal de la Naturaleza. En estos tiempos se
encuentran por todas partes muchas personas sensi-
tivas, y esa sensitividad es justamente la indicacin
de que existe una abertura (astral o mental, segn
sea el caso) en los cuerpos sutiles, que permite a
los espritus del otro lado entrar con su naturaleza
dentro de la encarnada personalidad. Algunos se
preguntarn por qu sucede as, por qu la na-
turaleza es tan cruel que permite que los sufrimien-
tos propios puedan ser aumentados por las ma-
las inclinaciones de los dems. A esta pregunta la
nica contestacin es Karma. Los que ignoran la
ley del Karma pueden muy bien creer que tienen
razn para reprochar por ello a su Hacedor, pero
el que conoce esta sagrada ley sabe que la ley es
justa y el Hacedor de ella compasivo, y tambin
sabe que nuestras cuentas no empiezan con nuestro
nacimiento y que no terminan con lo que llama-
mos muerte, y se entristece por lo tanto al or a
los que protestan contra la justicia de su Creador y
ora para que lleguen a conocerlo mejor algn da,
aunque sea en alguna vida prxima. Ahora bien,
respecto a los medios para evitar que las entidades
no deseables se apeguen a nuestros cuerpos, hay
slo uno, el antiguo, pero que ha sido bien pro-
bado y demostrado por los santos y videntes de
la antigedad. Es el silencio, el completo silencio
por el que debe pasar el nefito, el silencio en el
que se escucha la voz resonante del Yo solamente
y nada ms. Muchas veces he odo quejarse a es-
tudiantes bastante adelantados, de la gran necesidad
de distraccin de alguna clase que sienten. Cierta
inquietud parece llevarlos de aqu para all, en el
mismo momento en que desearan estar quietos. Al
investigar algunos detalles de su vida diaria y de
sus costumbres, siempre encontr con que no ha-
ban pasado por el silencio. Algunos han domi-
nado sus deseos, su irritabilidad, y hecho progre-
sos satisfactorios en otros sentidos, pero no podan
sobreponerse a su inquietud, a su deseo impulsivo
de querer, de hacer, de ser. Por supuesto, es nece-
sario aun para el iniciado el querer y el hacer, y
cuanto ms grande es el iniciado tanto ms vivi-
damente responde a sus diarios deberes; pero hay
esta diferencia, que mientras el iniciado quiere y
obra de acuerdo con la ley y los puros dictados de
su voluntad espiritual, el aspirante que aun est
luchando se ve arrastrado por sus impulsos errti-
cos. Los que viven constantemente en la presencia
de Dios, no necesitan distracciones de ninguna cla-
se; han aprendido el secreto de la inaccin en la
accin y puede encontrar paz y descanso en medio
del tumulto y del trabajo. Son estas las natura-
lezas que radian dulzura y suavidad en medio
de la tristeza y de la obscuridad de esta edad de
hierro; han vislumbrado las glorias venideras de
la raza y habiendo pasado ellos mismos por el Si-
lencio, desean ahora que los dems lo pasen tam-
bin. Actualmente hay en todos los pases civilizados
mucha gente que desea el conocimiento, pero slo
hay unos pocos que desean la sabidura; el Espritu
de este planeta, encargado de la evolucin de la
gente inferior del hombre, no se preocupa de la
sabidura de Dios tal como nosotros entendemos
estos trminos. La astucia, la adaptacin de los
medios para obtener un fin determinado, son los
mtodos que se ponen en prctica, y, naturalmente,
puede deducirse que la gran masa de la humani-
dad que est todava sujeta al dominio astral del
Dios Planetario no est todava muy adelantada en
las cosas espirituales. Pero debe tenerse en cuenta
que aunque la raza encarnada no conoce al regente
del sistema Solar ni el verdadero objeto de la evo-
lucin, sin embargo, el Espritu de la Raza lo co-
noce perfectamente. Sabe que hay una gran Jerar-
qua en las esferas en que l, como Dios Planetario,
est sujeto como obediente servidor de sus Seo-
res y Maestros.
El mayor de estos Maestros se conoce con el
nombre de Cristo, y aunque los moradores de la
tierra en conjunto no estn todava bajo la ley de
Cristo, esto suceder ms adelante. Actualmente
estn siendo instruidos por uno de los servidores
de Cristo, el Espritu de la Tierra, a quien los egip-
cios llamaban Ra, y a quien sus Hierofantes cono-
can muy bien. Pero aun durante el reinado de Ra
Cristo no est ausente, y muy a menudo El o algu-
no de sus mensajeros intervienen en favor de aque-
llos cuya evolucin y estado espiritual los hace
acreedores a ese privilegio.
An en nuestro trato personal con nuestros se-
mejantes podemos a menudo obtener vislumbres
de la operacin de esta ley de intercesin que viene
de las esferas superiores. Cuando quiera que nos
encontramos con un malhechor u opresor, si en-
seguida invocamos al Yo Superior para que nos de-
fienda y nos abstenemos, no solamente de hacer
mal, sino hasta de toda palabra spera, veremos
con maravilla como esos aparentes dominadores y
tiranos de la tierra se transforman en dbiles y co-
bardes en un instante. Tan pronto como les mostris
a Cristo huyen como las huestes de las tinieblas al
llegar la aurora. Una vez y otra suceder esto a
los discpulos que hacen rpidos progresos, porque
los hermanos de la sombra les oponen toda clase
de espritus malignos, y sus trampas y engaos
son sumamente sutiles; pero si el discpulo est fir-
me en su fe y confa en los guardianes de los puros
de corazn, estas persecuciones del otro lado en
nada lo daarn; al contrario, cobrarn as hasta
el ltimo cntimo de su Karma y apresurarn su
evolucin, evitndole quiz muchas encarnacio-
nes.
No son estas palabras dichas a la ligera, y qui-
siera decirlas con tanta energa como exige el sig-
nificado de cada una de ellas. "No resistis al mal"
debe ser para el aspirante la regla inflexible de su
vida, sin apartarse de ella jams.
Este es el compromiso que ha tomado en el
Templo del Saber, aunque no lo sepa en su con-
ciencia ordinaria de vigilia. Ser probado y tenta-
do una y otra vez hasta que haya aprendido la
leccin de no resistir al mal, y haya impregnado
con ella toda su naturaleza espiritual. Tan pronto
como la ha absorbido, el martillo de Ra dejar
de golpearlo, y los golpes que se le puedan dirigir
ms tarde, caern sobre sus adversarios. Realmente
es una maravilla ver como quedan dominados los
enemigos por el amor, y esto puede muchas veces
dar por resultado que se nos abran las puertas que de
otra manera hubieran quedado cerradas mucho
tiempo. El espritu que mora en la naturaleza
inferior del hombre est inspirado por el Dios
planetario, porque es su progenie; sus deseos son
terrestres y sus pensamientos malignos, pero en
sus capas ms profundas sabe que hay al-
go ms elevado, y cuando quiera que mostris
tato ms elevado (lo que hace el amor) todos
caen ante l y lo adoran. Ra reconoce a su Seor
superior, y como un servidor obediente se inclina
ante su Dueo. Esto es exactamente lo que ocu-
rre cada vez que devolvis amor por odio y bien
por mal. No dir que sea fcil hacerlo, pero es la
meta hacia la cual vamos y que tenemos que al-
canzar si todo nuestro trabajo no ha de ser en
vano. Haber entrado completamente en el Silen-
cio, significa que esta leccin ha sido totalmen-
te aprendida.
VI EL CAPITULO

DEL PODER
"El amor espiritual es la atms-"
fera de los mundos espirituales; es " el
ter en que giran las esferas si-"
guiendo el camino que les est se-"
alado. Cuan fcil es, pues, ver, "
que si alguien odia no puede vivir "
en las esferas elevadas. Podras lo "
mismo tratar de respirar sin aire "
que tratar de vivir en las regiones "
celestiales sin amor. Cuando el hom-"
bre se hace consciente de esta ver-"
dad, entonces se convierte en un "
hombre de poder."
La Qbalah.
Hay dos clases de amor, el activo y dador, del
hombre que se ha dedicado al sendero de la ac-
cin, el hacedor y dominador, y el amor pasivo y
receptivo del santo y del mstico. Ambos estn
tratando de realizar la Divinidad con mtodos di-
ferentes. El trabajo desinteresado por el bien de
la humanidad es el sendero que eligen los hom-
bres de accin, y la visin anmica, la contempla-
cin y el desprendimiento, constituyen el sendero
del mstico. Cuando el alma llega a la tierra para
obtener ms experiencia y cumplir su ciclo evo-
lutivo, generalmente se olvida de su misin y. por
lo que concierne a la conciencia de vigilia, slo co-
noce lo que aprende mediante sus capacidades in-
natas, sobre el origen de las cuales slo la doctri-
na de la reencarnacin puede arrojar alguna luz.
Pero siempre hay una inclinacin definida en ca-
da individuo por uno u otro de esos senderos.
Esto, sin embargo, no quiere decir que la incli-
nacin mstica haga a un hombre un mstico per-
fecto, o que el deseo innato de hacer y de regir
convierta a cualquiera en un regidor competente;
al contrario, a menudo estas facultades anmicas
se manifiestan en su aspecto negativo durante una
parte considerable de la vida del hombre. Sucede
as especialmente si algunas lecciones del karma
inferior tienen que ser aprendidas y el alma se
ve arrojada al gran pozo de la naturaleza uni-
versal, sin ningn asidero en el principio mental.
Sucede esto frecuentemente con aquellos que han
adquirido poderes ocultos, pero que no han con-
quistado todava sus cuerpos inferiores. Cuando
llega el tiempo, para un discpulo iniciado que no
ha dominado su naturaleza de deseos, de volver
a la vida terrestre, los Seores del Karma tienen
un cuidado especial en darle un cuerpo que posea
muchos defectos, un cuerpo absolutamente inapro-
piado para manifestar los dones previamente ad-
quiridos por el iniciado, y muy a menudo la ener-
ga encerrado en los vehculos superiores fluye a
travs del cuerpo inapto, transformndose en pa-
sin a su paso. En esta forma, un hombre puede
llevar una vida vergonzosa durante toda una en-
carnacin a pesar de ser un Iniciado bien versado
en los misterios y poseyendo grandes poderes. Se
ve obstaculizado por un cuerpo que el Ego nece-
sita para la expiacin de sus antiguos errores, y
hasta que la medida est llena y la justicia kr-
mica baya sido satisfecha, el alma deber conten-
tarse con el humilde lote de un despreciado pe-
cador, aunque pueda ser en realidad el Alma de
un Gran Santo. Nos encarnamos en la tierra de
acuerdo con nuestro demrito; esto es, que cual-
quier pequea falla que tengamos es la que to-
man en consideracin los constructores del cuerpo,
para que todas las lecciones sean aprendidas debi-
damente. Hay un hermoso pasaje en la Qbalah
que explica el proceso de la regeneracin de la Na-
turaleza. No puedo repetirlo tal cual, pero indica
que cuando algo tiene que ser renovado o re-
generado, la fuerza qumica negativa de la luz
asume las riendas y aumenta la fuerza de repul-
sin dentro del tomo para que venza a su opuesta
la atraccin, y el tomo es entonces repelido v
separado de sus vecinos.
Cuando la fuerza positiva o polar de la luz se
afirma de nuevo, aumentando la atraccin del
tomo, ste adquiere nuevas afinidades y se for-
ma una nueva substancia. Esto ocurre con los
tomos del plano material y con los del plano
espiritual. El estudiante inteligente comprender
la analoga entre los dos reinos de la Naturaleza
y descubrir muchas cosas sugeridas por esta ilus-
tracin.
No sucede lo mismo con el alma individual
cuando llega el tiempo de renovar su substancia
y ser regenerada? No es la carne apasionada y lu-
juriosa, la naturaleza impulsiva que quiere ha-
cer las cosas que daan al espritu, no es ese prin-
cipio de repulsin el que se pone en movimiento
contrabalanceando el poder atrayente del tomo
espiritual?
Qu leccin para nosotros, para ser bondado-
sos y pacientes con aquellos en quienes el pecado
y los sentidos estn todava dominando! Cmo
nos ensea a ver en los cados slo a nuestros
hermanos ms jvenes en quienes sigue su obra
el proceso natural; y a veces bien pueden ser
nuestros hermanos mayores a quienes la Natura-
leza est dando su ltimo toque! Tan pronto co-
mo el poder centrpeto de la atraccin se afirme
de nuevo en ellos, se convertirn en los auxilia-
dores de su especie, en los Guas y Benefactores
de la raza, utilizando sus experiencias para el bien
de sus hermanos menos afortunados. Los que per-
tenecen al rayo mstico, que es el rayo del amor,
son especialmente dbiles ante el principio krmi-
co, porque el amor que fluye a travs de sus ve-
hculos se desva de su camino debido a las pa-
siones aun no dominadas y vivifica los deseos in-
feriores. Los que buscan la Unin por el sendero
de la accin estn menos expuestos en este sentido,
pero en ellos, a su vez, el poder que les viene de
arriba, si no est controlado, se manifiesta como
ira y tirana. Hasta que el alma no haya adquirido
un perfecto dominio de s misma y de sus
cuerpos astral y mental, no puede utilizarse la
plenitud del influjo divino de acuerdo con los
designios del Espritu. Tampoco puede nadie ob-
tener el dominio de s mismo en seguida; se ne-
cesita tiempo; el paso de un extremo a otro debe
hacerse por un mdium. La Naturaleza no da sal-
tos y la transicin de la densidad de un plano al
otro debe hacerse por gradaciones medidas, como
las gradaciones del arco iris. El progreso, si es
sistemtico y continuo, ser rpido pero no s-
bito. Entonces, si en obediencia a su instructor
con el que est unido por el mstico cordn, se
desprende el discpulo de sus ltimos grilletes y
concentra su mente y su alma en lo eterno, podr
a su tiempo resistir a los demonios ms feroces,
aunque slo sea un manso y dulce caminante en
busca de su hogar celestial. Y aun si toda una
legin de demonios lo atacara, incluyendo al Ar-
chienemigo mismo, el discpulo, que sabe muy
bien en quin ha puesto su confianza, se limitar
a mirar al Seor que ha entronizado en su cora-
zn purificado, y quedndose perfectamente quieto
har que aquellos que tienen sed de su sangre se
inclinen ante la suave presencia del Eterno
Amor que nada en el Cielo ni en la tierra puede
resistir.
Cuando la conciencia divina se despierta plena-
mente en el hombre y ste reciba su bautismo de
fuego, su lucidez mental es perfecta y trascien-
de a todo lo conocido tanto por la ciencia como
por la filosofa. El hombre regenerado se encuen-
tra "vestido de Sol" y participa de la sabidura
de los otros Logos y de las grandes Inteligencias
Espirituales cuyos cuerpos son los planetas y as-
tros visibles.
Los tomos etricos del cuerpo purificado de
un santo estn en contacto directo con los estados
y espacios espirituales de carcter similar, y lo
conectan con esos rayos con los que tienen ma-
yor afinidad. El influjo de esos planos exaltados
fue lo que model las mentalidades religiosas de
los genios de todas las edades Los mrtires sa-
caban su energa y su valor de esas esferas, y los
Grandes Reformadores recibieron de all tambin
su direccin. El hombre de poder est ligado a
todos esos planos, aunque sea poco conocido en
el mundo externo. Es muy difcil para nosotros
concebir la grandeza y el esplendor de las cosas
pertenecientes a los mundos superiores, debido a
la falta de una terminologa apropiada para ex-
presarlo. Nos vemos siempre obligados a usar tr-
minos relacionados con el mundo fsico cuando
tenemos que referirnos a los seres y cosas de los
mundos suprasensibles. Por lo tanto, debemos te-
ner presente la enorme diferencia que puede pro-
ducirse al presentar las cosas de esta manera.
Ni la materia ni la mente tienen belleza algu-
na que les sea inherente; son los elementos pasivos
y primordiales en diversos estados de refinacin
o atenuacin, en los que la belleza del espritu
que atraviesa los elementos astrales en ellos, se re-
fleja externamente.
La expansin de un principio en la substancia
se manifiesta como vida, y la expresin de una
idea en forma se expresa como belleza. Ni el ar-
tista ni el inventor crean nada: simplemente des-
cubren o redescubren leyes preexistentes. "La be-
lleza del Macrocosmos se refleja en el microcos-
mos", dice la Qbalah, pero en el hombre ordi-
nario est corrompida por los elementos en lucha
y las tendencias caticas de la naturaleza inferior.
El hombre que ha apaciguado la tormenta y do-
minado el oleaje de la parte animal en s mismo,
recupera la niez perdida y con ella recupera tam-
bin la pureza prstina y la anglica belleza que
pertenecen a los habitantes de las esferas celestia-
les. El hombre de poder que ha pasado las inicia-
ciones del agua, del aire y del fuego, est en con-
tacto directo con las fuentes de toda belleza y ver-
dad; es una parte estructural real del Gran Cos-
mos de Sabidura y Amor, y expresa por medio
de su vida sus leyes eternas.
VII LAS PUERTAS

DE LA COMPASIN

"Y t que quisieras dar lbremen -


" te de tu propia sangre para redimr
" a tu hermano y aflojar sus ligadu-
" ras de sufrimiento, sabe que en 1a
' hora de tu supremo deseo Dios ha
" aceptado tu oblacin
"Tu amor no volver vaco, sino
" que de acuerdo con la grandeza de
" su grado realizar tu voluntad, y
" tu tristeza, y tu trabajo sern co-
" mo gracia y bendicin en el alma
" que quisiste redimir
"No cuentes como perdido tu su-
frimiento por otras almas, porque "
cada grito es una oracin, y toda "
oracin es poder Slo el amor re-"
dme, y el amor nada tiene suyo." El
Perfecto Camino
La gran mayora de la raza humana no llega
a comprender el significado e importancia de la
vida. Esto se debe en parte a la vida tan dura que
tiene que pasar la mayor parte de la masa, teniendo
apenas las cosas ms necesarias para la existen -ca.
Ocupan la primera parte de su vida en enredar
tontamente los hilos de su karma, v necesitan la
otra mitad para desenredarlos y volver sobre sus
pasos dados en falso. Vivir una vida per-
fectamente ideal es, por supuesto, imposible en.
esta edad de hierro, pero el que no logremos es-
tablecer algo que se le aproxime es tanto ms de-
plorable si consideramos las posibilidades de me-
joramiento de la raza y su progreso bajo condi-
ciones ms ideales que las actuales. Hasta ahora
los polticos y estadistas han estado diciendo que
la aguda competencia comercial tiene un efecto sa-
ludable en el cuerpo social y que el nmero de loa
que caen y quiebran como resultado de las exi-
gencias de la lucha, no tiene importancia.
Los economistas sociales favorecen este punto
de vista, basando sus juicios en el caos que la Na-
turaleza crea en los dominios de los dbiles e in-
aptos. Viendo que la Naturaleza no tiene mise-
ricordia hacia los que no se bastan a s mismos
en los reinos inferiores, abogan por un estado
anlogo en el plano de la humanidad. Esta ma-
nera de razonar, si se la escuchara, conducira al
aniquilamiento de la especie humana. El punto
de vista por el que aboga la filosofa materialista
de la vida (pues esos estadistas y economistas lo
son (se olvida de que, en el plano de la humanidad,
existe un factor diferente que pertenece a un
estado de cosas completamente distinto.
Este factor es el alma humana, con sus necesi-
dades, deseos y aspiraciones. Por supuesto, los
representantes del materialismo niegan la existen-
cia del alma completamente, y desde su punto de
vista, el principio de la supervivencia de los ms
aptos est completamente justificado. Pero, de
cualquier manera, la creencia en la inmortalidad
del alma no ha sido desvanecida por la ciencia
materialista, y en estos ltimos tiempos el nme-
ro de gente espiritualista es cada vez mayor y no
menor. Y lo que es ms satisfactorio hacer no-
tar es que los estudiantes de la concepcin espiri-
tual de la vida salen generalmente de las filas de
las clases cultas e instruidas, cuyos miembros tie-
nen cierto ejerctamiento cientfico. No vacilan en
afirmar que sus estudios e investigaciones les han
afirmado la fe en lo invisible ms que otra cosa.
Ahora bien, para los que contemplan esta vi-
da como un estadio de transicin en la vida ver-
dadera, se les est haciendo cada da ms difcil
aceptar las antiguas normas ortodoxas de adorar
a Dios los domingos, dedicando el resto de los
das de la semana a oprimir y explotar a sus her-
manos. Ellos, los hijos de la Nueva Edad, dicen
que quieren hacer consecuente su profesin y obrar
de manera que su vida y su religin marchen de
acuerdo.
Si el concepto de Dios es la ms valiosa pose-
sin de la raza humana, dicen ellos, hagamos la
voluntad de Dios en la tierra y tratemos de con-
vertirla en el Celo. Tal como est es ms in-
fierno que otra cosa, y las personas de buen co-
razn se niegan a gozar de las comodidades y los
lujos mientras los dems pasan hambre y necesi-
dades. Hay muchos que poseen abundantemente
de todas las cosas buenas del mundo y que pien-
san de esta manera, obrando acordemente, pero, en
general, la organizacin de la sociedad es realmente
completamente salvaje, y el ms fuerte y el ms
astuto est siempre en la cumbre.
Los observadores cuidadosos de los signos de
los tiempos pueden, sin embargo, ver el proceso
continuo de espiritualizacin que opera en la so-
ciedad, y estn haciendo una especie de conciencia
social en todos los pases civilizados que desafa
al antiguo principio de "cada uno para s mis-
mo", tratando de suplantarlo por el ms huma-
no de "amaos los unos a los otros" y "compar-
tid vuestras cargas unos con otros".
El estudiante concienzudo de la historia ve que
nada que no sea una nueva dispensacin de amor
Divino sobre la humanidad puede evitar el cata-
clismo social que amenaza nuestra civilizacin con
sus horrores indecibles. Las perturbaciones inter-
nas de las naciones, las complicaciones internacio-
nales, la avaricia de los financistas enloquecidos
adoradores del oro, la corrupcin de los estadistas,
y la explotacin y opresin del pobre y desvali-
do, todos estos factores hacen de nuestras nacio-
nes civilizadas volcanes humeantes, cuya aparien-
cia exterior parece tranquila y calma, lo que no
evita el peligro de una erupcin sbita y arrolla-
dora. Si la herencia de las edades incorporada en
las realizaciones de la humanidad civilizada, en
sus instituciones, en sus tesoros nacionales, no ha
de ser destruida por un sbito levantamiento so-
cial, nuestros estadistas tendrn que ser ms sabios
de lo que son. De nada sirve decirle al pueblo
que tenga paciencia en sus desgracias sin hacer
algo para remediarlas. Todo gobierno digno de
ese nombre debe ocuparse de las reformas socia-
les, y con esto no quiero significar un programa
desordenado de medidas a medias, con objeto de
amortiguar la sensibilidad de las clases bajas y sus
guas. La reforma, si debe cumplir su propsito,
tiene que ser sistemtica y continua. En los mo-
mentos actuales todos los que se preocupan por
la humanidad tienen una oportunidad gloriosa
para aunar sus esfuerzos en su obra de redimir a
las masas y elevar a los cados, a los pobres y a
los condenados al ostracismo social, redimindolos
de sus psimas condiciones de vida y elevndolos
a un modo ms humano de existencia. Esta crisis
en la historia del mundo debe ser especialmente
utilizada por los investigadores de la verdad, sin
importar nada a qu sociedad pertenezcan, o sus
puntos de vista particulares, ni tampoco las
doctrinas diversas o creencias. La razn por qu
mucha gente bien intencionada fracasa en sus es-
fuerzos para mejorar a los pobres, es que no sa-
ben cules son las verdaderas necesidades de las
masas. Filntropos ricos gastan millones y millo-
nes cada ao, pero de nada sirven para combatir
el mal de la pobreza o de la degradacin. S los
bondadosos donantes agregaran un poco ms de
amor a sus donativos de dinero, su trabajo pro-
ducira algn fruto, mientras que dados sin amor
es casi dinero malgastado.
Toda donacin para que ayude realmente debe
estar inspirada por el amor y por la sabidura al
mismo tiempo. Si as se hiciera no existira esa
multitud de instituciones intiles con huestes de
no menos intiles empleados, y, por otra parte,
toda necesidad pblica urgente sera inmediata-
mente atendida y toda buena causa encontrara el
apoyo requerido. Como estn las cosas ahora, las
buenas causas no consiguen apoyo porque las fuen-
tes de su sustento han sido absorbidas por las or-
ganizaciones convencionales e intiles. Si existiera
un verdadero sentimiento de amor en el corazn de
los benefactores, se preocuparan de que sus do-
nativos llenaran el objeto que estuviera de acuer-
do con las leyes evolutivas y que mejor satisfa-
ciera la humana necesidad.
Conforme el hombre avanza en el sendero del
discipulado, debe reconocer tarde o temprano sus
deberes hacia la raza y dedicar sus dotes al bien-
estar del conjunto ms bien que al de una limitada
porcin del mismo. Su propio crecimiento ser
acelerado mejor que nada con ese completo olvido
que aporta el trabajo desinteresado y altruista.
Las cumbres del conocimiento, aun las ms altas,
nunca ofrecern un panorama tan hermoso y pla-
centero como el que puede ver el aspirante que
contempla al mundo desde la alta torre del servi-
cio humanitario.
Pascal, el gran pensador francs, en sus cele-
brados "Pensamientos", nos dice que la grandeza
del Universo y todos sus esplendores son como
nada en comparacin con las maravillas de la
mente humana y su capacidad para comprender
las cosas admirables que contienen los espacios in-
terestelares. Pero, agrega, a pesar de su
significado y valor evolutivo, la mente del hombre,
con todas sus excelencias, es de poca importancia
comparada con la belleza espiritual de un corazn
que verdaderamente ama.
Una mayor responsividad de nuestra parte ante
la apelacin de nuestros menos afortunados
hermanos, har que nuestra propia apelacin a los
que estn por encima de nosotros tengan ms
fuerza, y al hacer obras de amor y piedad adqui-
rimos as el ttulo necesario para participar de su
cualidad cuando de ella necesitemos. Y dnde es-
t ese orgullo mortal que est por encima de se-
mejantes emergencias?
Mucho despus que las maravillas de los des-
cubrimientos cientficos hayan cesado de excitar
la imaginacin del hombre, y cuando la fortuna,
el lujo y el poder no sean ms considerados como
el fin supremo del esfuerzo humano, quedar to-
dava abierta esa salida para nuestras energas que
puede traernos paz, porque est de acuerdo con
nuestra naturaleza superior. Esa salida es el tra-
bajo desinteresado y la servicialidad bondadosa.
Cuandoquiera que comencemos esta nueva carrera
de utilidad y dejemos de preocuparnos de nada
ms, salvo la de ser tiles, nuestros aos tu-
multuosos y ruidosos parecern slo momentos
en el eterno silencio que nos rodear. Nuestras
obras de compasin sern nuestros compaeros
mientras permanezcamos en este plano, y cuando
de l salgamos, ellas permanecern, como las an-
tiguas montaas, para testificar nuestra victoria
sobre nosotros mismos, como vivientes monumen-
tos que ni el tiempo ni el espacio pueden destruir.
Ha habido tales hombres en el pasado y su re-
cuerdo nos ha sido legado a travs de los abismos
del tiempo como una bendicin.

Aquellos que estn llamando a las puertas de


la compasin deben abrir sus corazones a todo lo
que vive y respira; hasta debemos cuidar de no
tratar cruelmente a nuestros compaeros de los
reinos inferiores.
Debemos dejar de cazar por deporte y de ase-
sinar para entretenernos. No debemos robarle la
vida a ningn ser, ni tampoco su libertad para
aumentar la nuestra. Ni tampoco debemos entor-
pecer las probabilidades que tenga cualquiera de
elevarse en la escuela de la evolucin con objeto
de propender al crecimiento de nuestra propia per-
sonalidad. El Pecado de los Atlantes consisti en
privar a los menos capacitados seres humanos de
sus oportunidades de crecimiento en beneficio de
los que eran mentalmente ms fuertes y capaces.
El futuro de la raza humana depende de la di-
reccin que tomen sus unidades donde se dividen
los caminos. Si siguen el sendero de la Luz y obe-
decen a sus mentores, entonces esta civilizacin se
salvar, pero si repiten el pecado de los Atlantes
este planeta compartir su destino.

La misin del discpulo sobre la tierra es la de


proclamar este mensaje en toda direccin: ense-
ar la buena ley, difundir la buena palabra. Y
as como la Naturaleza misma en los reinos in-
feriores da testimonio de la sagrada ley, as tam-
bin la voz del hombre regenerado debe darlo en
el plano humano. Las puertas de la compasin
se abrirn finalmente a la humanidad encarnada,
y toda la creacin que sufre y gime con sus do-
lores de parto, ser algn da redimida. Entonces
el hombre realizar esa felicidad consumada que
estaba buscando en vano a travs de los ciclos,
y la paz, la perfecta paz, reinar en su corazn.

F I N
NDICE

Prefacio ................................. pg. 3


L a o b s c u r a n o c h e ................... 5
La misin del dolor . . . . 13
T r a n s m u t a c i n ......................... 19
L a v i d a h e r m o s a .................... 28
Silencio ..................................... 35
El captulo del poder . . . 45
Las puertas de la compasin 50

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