Al Otro Lado - Libro
Al Otro Lado - Libro
Al Otro Lado - Libro
Feltan
Producción editorial: Tinta Libre Ediciones
Córdoba, Argentina
Coordinación Editorial: Gastón Barrionuevo
Corrección literaria: Lucía López Arzuaga
Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. Celina González Beltramone.
Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. Celina González Beltramone.
ISBN 978-987-708-323-1
1. Novela. I. Título.
CDD A863
Al otro lado • 5
Ya de grande, decidí recurrir a una especialista para deter-
minar la causa de dicho problema. Luego, los estudios revela-
rían que padezco de dislexia y que, por lo tanto, debía realizar
una serie de ejercicios con respecto a la lectura y escritura y así,
contrarrestar en cierta forma dichas dificultades de expresión y
comprensión.
Entender este problema que había acarreado toda mi vida,
sería el hincapié principal que me llevaría a estar hoy aquí y po-
der compartir con ustedes el inicio de un largo sueño. La dislexia
no fue más que un motor que me animo a creer más en mí mis-
mo y a no dejarme vencer. Así, comencé un día a expresarme, a
crear una historia y construir lo que en algún momento comenzó
como una decepción. Aprendí que las dudas y los miedos solo
viven en nuestra mente, depende de nosotros acogerlos o eli-
minarlos con nuestra fuerza de voluntad. Siempre cometeremos
errores, las cosas nos saldrán mal una, dos o hasta tres veces, pero
la clave para el éxito es intentar una cuarta vez. Ahora, puedo
decir que me siento satisfecho por el logro conseguido y espero
que disfruten de la obra tanto como yo lo he hecho. Espero, que
de alguna manera puedan sumergirse en la profundidad de ésta
y sentirse parte de ella.
Lo que busca indirectamente esta corta historia, es que cada
lector pueda imaginar a los personajes y situaciones de la manera
más personal posible. Si bien se dictan ciertas cuestiones un tan-
to míticas, da tal vez, una visión un tanto abierta y especulativa
sobre ese mundo que todos imaginamos alguna vez en nuestras
vidas. ¿Existe o no existe? Esto siempre ha sido cuestión de de-
bate. De lo real o no real, lo que conocemos y desconocemos
6 • Franco G. Feltan
de este gran y maravilloso universo. Después de todo y por el
momento, somos seres en continua evolución, los misterios que
desconocemos y rodean nuestro mismo tiempo son iguales o in-
cluso muchos más de lo que creemos. Incluso, tan viejos como
la vida misma.
Para intentar llevar el tema, qué mejor que tomar situaciones
cotidianas que vivimos día a día. Mejor dicho, que podríamos es-
tar esquivando día a día. Nuestras decisiones siempre repercuten
a nuestro alrededor. Las palabras, son armas de doble filo; tomar
conciencia sobre el impacto de éstas en la vida, es pensar antes de
hablar, antes de actuar. Tal vez sea el motivo principal del porqué
nacemos con dos oídos y una sola boca. ¿Sería mejor escuchar el
doble de lo que muchas veces hablamos? Para conocernos, pri-
mero deberíamos aprender a conocer.
Al otro lado • 7
CAPÍTULO I
¿Solo un sueño?
Una grave e intensa voz suena con tibieza en la oscuridad de
la inconsciencia. El entorno se presenta cambiante y el silencio
toma su lugar. Al mismo tiempo que el cambio se hace notar…
ya en sueños se puede escuchar…
—BIENVENIDO AARÓN, ¿PODRÁS ESCAPAR
DE AQUÍ? ¿O SERÁS TÚ MISMO QUIEN TERMINE
CONTIGO? TÚ DECIDES EL FINAL DEL CAMINO…
El despertador comienza a sonar. Despierto totalmente agita-
do y con la garganta parcialmente seca. Logro sentarme al borde
de la cama y enciendo el pequeño velador de la mesa al costado
derecho de la cama. Tomo el vaso de agua que allí se encontraba
y, luego de beber un poco para recuperar el aliento, desplazo las
sábanas a un lado y me pongo de pie. Estoy totalmente empapa-
do en transpiración, como si recién hubiera tomado un baño, y
la cama, exactamente en las mismas condiciones. Qué locura. Es
como si aún escuchara en mi cabeza aquella rara voz. Tan inten-
sa, tan cercana… tan real que se me hace familiar.
Al otro lado • 9
Tuve una extraña pesadilla que no logro recordar con toda
claridad, fue tan real que terminó por dejarme una sensación
de preocupación, un recurrente calosfrío que parece extenderse
desde mis brazos hacia todo mi cuerpo, para nada agradable, sin
dudas… Es como esa típica sensación que tienes cuando pasas
por sueños que parecen reales; aunque quizás no lo recuerdes,
puedes sentirlo. Me he levantado confundido. Como si aquello
que escuché lo hubiera hecho en realidad. La sensación que me
ha dejado no es muy buena. En fin, al voltear a ver el desperta-
dor, que sigue sonando como una insistente alarma de incendios,
no puedo creer la hora que es.
—¿Ya son las ocho menos cuarto? ¿Cómo pude haberme dor-
mido tanto tiempo? —pienso mientras me estiro y recuerdo las
cosas que tendré que hacer hoy…
Así que, sin más tiempo que perder, y viendo lo atrasado que
estoy, me pongo por fin de pie. Simplemente estiro las sabanas
y el cubrecama y listo, después de todo, en unas cuantas horas
volveré a la cama. Mientras me dirijo al baño, ya que ahora sí me
ducharé de verdad, recuerdo que justo antes de acostarme había
activado la alarma y la controlé una vez más antes de cerrar los
ojos. Lo que no deja de pasearse por mi cabeza es por qué no
sonó el despertador antes; perdí toda la tarde en la cama atrapa-
do en aquel sueño que, si por lo menos hubiera sido un poco más
lindo, podría decir que disfruté de una hermosa siesta.
En fin, ahora tendré que hacer los papeles del seguro de mi
coche mañana por la mañana o, quizás, de tarde, ya que, si esta
noche se descontrolara, la resaca me visitaría más que seguro en
la mañana. No es que no lo soporte, sino que vengo así hace ya
10 • Franco G. Feltan
un largo tiempo, ni siquiera logro descansar por completo en las
noches. Me embriago tanto que me la paso dando vueltas sin
parar por la casa. Soy patético.
Veamos, se supone que debo llegar a la cena de Mariano para
las 21:30hs, es su cumpleaños y no puedo fallarle. Digo, es…
o en todo caso era mi mejor amigo. No es cuestión de maldad,
de ser un falso amigo, o incluso de fallar a mi palabra, es solo
que Mariano es una persona muy cerrada, al menos desde aquel
desastre. No tiene muchos amigos a decir verdad; es de quien
menos esperas una travesura, si de mujeres y alcohol hablamos,
por supuesto. Aunque la inteligencia le sobra, carece de gracia;
muchas veces incluso resulta casi imposible robarle una sonrisa,
así que… no espero mucho de esa fiesta.
De igual modo creo que podría decirle que estoy enfermo en
cama y no podré asistir, o simplemente que tengo aún mucho
trabajo por terminar. Que de hecho sí lo tengo, aunque no sea
para tanto en realidad. Lo terminaré en la oficina, por si alguna
visita se presenta esta noche. No hay necesidad de mencionar a
qué me refiero.
Sea cual sea el caso, las cosas con Mariano no están de la
mejor manera. Tuvimos una serie de malentendidos en estos úl-
timos tiempos; incluso, la última vez que lo vi, llegamos a los
golpes. Nos enojamos tanto el uno con el otro que perdimos
la cabeza en la discusión. Y pensar que nos habíamos reunido
para intentar aclarar algunas cuestiones que aún teníamos pen-
dientes de hablar. Pero, por suerte, un colega de él nos separó
rápidamente, de lo contrario creo que eso hubiera terminado en
peores circunstancias. Además, se suponía que seríamos solo los
Al otro lado • 11
dos, aquel “amigo” no debía estar allí y, en todo caso, ni debía
intervenir. Sí que me enojé aquel día.
En fin… creo que de todas maneras fue mejor así, de lo con-
trario aquella cafetería hubiera cerrado el día con varias tazas
menos. A pesar de todo, también sé que debería, o tal vez podría
aprovechar para disculparme con él y olvidar absurdos renco-
res, pero… ¡pero él es el que está equivocado! Incluso no es la
primera cosa que sucedió en estos términos… Pero bueno, es
así que, desde ese día, no volví a verlo como antes, ninguno lo
hizo. Puede que no sea la gran cosa, pero ya no estamos tan de
acuerdo como solíamos estarlo, pero tampoco nos damos tregua
para hacerlo.
Según él, yo no soy el mismo que hace cinco años atrás. Pero
él tampoco lo está siendo conmigo. Aunque aún nos veamos y
compartamos alguna copa juntos... Siempre surge entre nosotros
ese momento incómodo de silencio más que tenso y que trae
consigo algún que otro resentimiento del pasado. Hasta aquel
enfrentamiento, claro. Y, más allá de que estemos enojados y ha-
yamos decidido no hablarnos por un tiempo, anoche él llamó a
mi contestadora y me dejó el mensaje de su invitación para la
fiesta de hoy. Sinceramente, no esperaba el gesto y me sorprendió
mucho, a decir verdad.
¡Pero vamos…! También debo pensar, ¿qué es bueno para mí
o no? ¿Por qué asistir a un lugar donde no me sentiría cómodo?
En todo caso, luego le escribiré una carta con un gran regalo y
estaremos más que bien. Aunque… ¿para qué? ¿Qué le diría? Tal
vez, podría invitar a María a casa, suena bien. Además, hoy creo
que, después de todo, no iré a ninguna parte. Así que… ¿por qué
12 • Franco G. Feltan
no divertirme en casa? Podríamos ver películas, tomar algunas
copas… hace tiempo que quiero conocerla.
Ella ha estado trabajando en la compañía por más de 2 años,
y creo que ya es hora de animarme a hablar con ella, invitarla
a salir incluso. Al menos, es lo que mis colegas me inspiraron,
siempre dicen que ella es genial y que, además, me mira un poco
con otros ojos. Y quien dice… tal vez hasta podría haber alguna
buena y grata sorpresa más antes de dormir; hace tiempo que no
veo o me doy la oportunidad a conocer a una mujer.
Luego de estar pensando por veinte minutos sobre qué hacer
por la noche, la chica, por supuesto, gana y es lo que haré sin
dudas; invitarla a casa sería bueno. Pero antes de llamarla debería
ir al baño, ducharme y arreglar hasta el último detalle en casa.
No creo que le guste mi cara de: “Hola, recién me levanto”. Así
es que, después de alistar y elegir detenidamente qué me pondré
para esta cita, voy al baño, giro la perilla y, ¿qué creen? Pues claro,
no hay agua.
—¡No puedo creerlo! ¿Por qué justo un día como hoy no hay
agua? ¡365 días en el año y justo hoy!
Nuevamente me he levantado con el pie izquierdo; ha sido
una semana sumamente complicada pero, para no perder la cos-
tumbre, algo más tenía que pasar. En estas condiciones no voy
a presentarme ante ella… Definitivamente así no habrá sorpresa
esta noche, y sin contar que ella, de por sí, es sumamente delica-
da consigo misma y con el mundo. De igual forma, eso no es lo
más impresionante en ella, o por lo menos, en lo que yo me fijo.
Digo, es una mujer hermosa, inteligente y apasionada por su tra-
bajo. Pero hay algo en ella que no logra llenarme por completo.
Al otro lado • 13
No lo sé, es como si quisieras cargar más y más agua en un vaso
con agujeros debajo. Nunca lo llenarías del todo, a no ser que
logres sellarlos por completo. Pero, a pesar de todo, vale la pena
intentar conocernos mejor… Nunca se sabe. Podría decirse que
sería una buena noche para descartar cualquier duda.
Son ya las 20:48 hs, los grillos cantan y la radiante luna se
hace lugar en mi ventana iluminando el cuarto casi por com-
pleto. Puedo escuchar el motor de los autos a la distancia, como
anunciando un fin de semana transitado y de salidas nocturnas.
Algunas personas que van y vienen, cada uno en su mundo, otras
mirando el cielo cubierto de nubes… La tormenta se acerca cada
vez más y, por si fuera poco, aún debo hacer las compras para
la cena y demás. Debo ponerme en marcha de inmediato, de lo
contrario se hará más tarde, y todavía ni siquiera la he llamado.
También falta ese típico y costoso champán que a ella tanto le
gusta. Se la ha pasado toda la semana hablándome de lo increí-
ble que es mezclado con un trago que probó en su cumpleaños
la semana anterior. Esta debe ser una velada romántica, tengo
que conquistarla a la primera impresión. Por suerte nunca tuve
muchos problemas con eso, siempre conté con mucha gracia y
una lengua muy suelta que afina poemas y halagos, como si fuese
todo lo que ellas esperan.
Esta noche iba a decirle cosas que seguramente le gustaría
escuchar y sería mía sin más. Después de todo, y si todo va como
lo tengo en mente, pasaremos la noche juntos… y tal vez al día
siguiente podríamos ir a desayunar. ¿O eso sería un tanto de-
masiado? Quizás sería mejor que todo fluya sin más… No debo
forzar nada, si tiene que ser… será. De hecho, sería mejor que
14 • Franco G. Feltan
vaya hasta al súper que está a unas cuantas cuadras de aquí para
hacer las compras lo antes posible, ya que si este cierra, perderé
tiempo buscando en otro lugar más alejado y todavía tengo que
ducharme. Ojalá que para cuando regrese a casa, se haya solu-
cionado el problema del agua y, por lo menos, debería acomodar
algunas cosas también aquí. Solo que el reloj no está a mi favor
esta noche.
Tomo las llaves del coche de la pequeña mesa del living, al-
canzo a ponerme unas zapatillas y corro hacia el auto. Lo encien-
do y, a toda prisa, me dirijo al súper. En pleno apuro, saliendo de
casa, escucho sonar el móvil en el asiento trasero con ese típico
sonido de oficinas… ¡Insoportable, por cierto! Lo cambiaré, de
seguro. Pondré “Nothing else matters” de “Metallica”. Cuando
contesto la llamada, y sin mirar quien estaba en la línea del otro
lado, escucho:
—Hola Aarón… ¿cómo estás querido? Soy Mariano —dice
en un tono un tanto irónico…
—¡Marian! ¿Qué hay? Justo estaba pensando en ti. Escucha,
tengo una mala noticia para darte. Sabes… no podré asistir a tu
fiesta esta noche, tengo mucho compromiso con el trabajo y algu-
nos expedientes que organizar. De verdad lo siento mucho, pero
si no los termino se me juntarán con los que vendrán en la sema-
na. Sabes cómo son estos temas, después de todo tú hacías algo
similar. Pero podríamos, de igual manera, juntarnos si tú quieres
y tomar algo en un bar durante la semana… ¿qué opinas? Al fin
y al cabo, hace ya un buen tiempo que nos vemos y creo que po-
dríamos resolver algunas cosas, aunque si no quieres lo entiendo.
—Aarón, amigo… sabía que no vendrías. Eres una excelente
Al otro lado • 15
persona, pero siempre te excusas por todo, nunca tomas verda-
deramente el control en tu vida. Es decir… ¿no te das cuenta de
que hace tiempo que estás viviendo una vida absurda? Vives en-
cerrado en tu casa, ya casi no sales, tu trabajo ha decaído, como
todo a tu alrededor, y si me preguntas cómo lo sé, es porque
a pesar de todo sigo pensando en ti, amigo, y aún pregunto a
quienes nos conocen por ti. Sé que fue duro todo este tiempo en
soledad pero necesitas ayuda, tal vez un hombro en el que llorar.
Yo también estoy herido luego de aquella horrible noche, pero
sabes bien cómo sucedieron las cosas, tú estabas allí.
Haciendo notar un tanto su enfado, prosigue:
—Deja de echarte la culpa de una vez por todas, el destino
no nos deja elegir, y eso lo sabes. Dependes a diario de tu boca
mentirosa, no te animas a afrontar las cosas como verdadera-
mente son, y eso sin contar con tu abultado bolsillo y supuesto
encanto de los que tanto hablas. Mira, eso es algo que nunca
me ha agradado, al menos estos últimos años. Amigo, en la vida
somos solo un grano más de arena, estamos dentro del reloj sin
saber cuándo caeremos y cumpliremos nuestra hora asignada, y
tú estás perdiendo ese tiempo. Deberías vivir un poco más en
la realidad, porque desde lo que pasó con Eli has cambiado por
completo de personalidad; a veces, ni siquiera te conozco.
Luego de recordar brevemente aquel día, muy nervioso,
contesto:
—No vuelvas a nombrarla jamás, aún intento olvidar lo que
sucedió. No quiero enfadarme ni recordar esto ahora, ya tuvi-
mos tiempo para esto, Mariano. No comencemos otra discusión
que no sabemos en qué términos acabara. No estoy para todos
16 • Franco G. Feltan
tus cuentos y moralejas ahora, ¿sí? Estoy conduciendo… solo
quería decirte que no puedo asistir hoy y me sales con lo mismo
de siempre. Ya olvídalo, cuando yo decida saldré adelante, ¿está
bien?
—Lo siento, no era mi intención, solo quiero decirte que de-
bes comprender tantas cosas… Sabes que lo que sucedió fue un
accidente y que la vida misma es así, te da y te quita sin pre-
guntar ni avisar. Aprende a superar los obstáculos de la vida, no
huyas más. Supéralo. ¿Mientes solo por no querer afrontar lo
que viene? ¿O qué sucede? La verdad no te comprendo amigo,
espero que algún día pienses un instante en esto, y lo que haya
pasado antes, ya es pasado. Deberías mirar el presente hacia el
futuro. Así que… sin más, lo siento Aarón, pero recuerda esto,
¿de acuerdo? Y no te engañes a ti mismo.
—¿Que no me engañe? ¿A qué te refieres...? ¿Mariano? —pre-
gunto, totalmente desconcertado.
En ese momento una luz parpadeante ilumina intensamen-
te el interior del coche, y puedo escuchar el fuerte rechinar de
un auto que frena bruscamente. Cuando levanto la vista y logro
reaccionar, aún con el llamado en línea, ya es tarde… Siento
un fuerte golpe y todo se transforma en oscuridad. El inmenso
impacto que recibo me hace rebotar dentro del coche, que se ha
dado vuelta y estrellado contra un cartel publicitario. Lo rápido
se vuelve lento, la luna se apaga en esta oscura noche y un suspiro
basta para cerrar los ojos. Ni siquiera siento dolor, solo escucho
los fuertes estallidos y la repentina frenada de más automóviles
de la zona. Pero lo que jamás olvidaré es el momento en que, en
la soledad de mi inconsciencia, alguien grita mi nombre, una voz
de mujer. Ella suena como… ¿Elisa? ¿Mi amor?
Al otro lado • 17
En pocos minutos dejo de sentir las piernas y no vuelvo a
escuchar aquella voz. Puedo escuchar los pasos de las personas
acercándose al lugar. No logro moverme ni gritar. Mi coche está
completamente destrozado y, frente a él, un auto en las mismas
condiciones. Nos encontramos en el mismo camino y ninguno
pudo cambiar su lamentable destino. Mi cuerpo entero parece
estar entumecido, una especie de neblina me asfixia y no consigo
respirar, me desvanezco ante la inminente tragedia. La oscuridad
se extiende sobre mí. Murmullos ajenos parecen muy alterados,
se escuchan gritos de auxilio… y una completa desesperación.
—¿Estoy atrapado en mi mente? ¿Qué es esto? Nadie me es-
cucha… Es como si estuviera pensando, o hablando conmigo
mismo. —Realmente muy asustado y sin poder mover un mús-
culo, solo pienso—: Dios no me abandones, ¡no puedo morir
hoy! ¡Quién te crees… dame otra oportunidad!
El silencio comienza a presentarse con una gran sensación de
muerte a su paso; segundo a segundo las voces se alejan. ¿O soy
yo quien se aleja? ¡Creo que estoy muriendo! Pero, ¿qué escucho?
Es como si alguien me estuviera susurrando al oído. ¿Esa voz…?
Es la misma maldita voz de mi pesadilla. ¿Qué es esto, qué está
pasando?
—DEBES RECONSTRUIRTE O ESTE SERÁ TU
DESTINO, AARÓN… YA ESTÁS CERCA… ¿SALDRÁS DE
AQUÍ? NO TODO ES LO QUE PARECE…
Es entonces cuando, como un viejo recuerdo, veo toda mi vida
pasar frente a mí en un segundo que parece eterno. Es tal como
se muestra en las películas, cuando te mueres pasas por esto…
Puedes ver todo lo que has hecho y logrado hasta ese momento,
18 • Franco G. Feltan
con la diferencia de que lo que yo veo no es precisamente lo que
esperaba. Tantos recuerdos que ni siquiera sabía que estaban allí.
¿Qué he hecho, por Dios? Estoy muriendo y aún debo arreglar
tantas cosas, no puedo irme así, esto no es justo.
Es difícil de explicar una sensación tan espantosa como estar
viendo cada error que he cometido, a cuánta gente he lastimado
con mis actitudes arrogantes, a cuántos he dejado de lado por
simples malos entendidos; cómo simplemente no pude ver que
estaba desperdiciando el tiempo y ahora es cuando en verdad sé
cuánto vale. Si tan solo pudiera regresar el tiempo y arreglarlo
todo, o tal vez algunas pequeñas cosas, hoy moriría en paz, pero
no es así. ¡DIOOOS!
Fui un mentiroso, arrogante y terco codicioso; al parecer, ten-
go más defectos que virtudes. Aunque no siempre fui así; ocasio-
nalmente parece que brindé más tristezas que alegrías en estos
años a quienes me rodean. Viví sin tener en cuenta qué es lo que
realmente importa en esta vida. No me importaron jamás las
consecuencias de mis actos. Siempre quise tener lo que quería
cuando yo lo quería. Soy como un niño caprichoso en un cuerpo
adulto. Ya no sé si los que me rodean están ahí por compromiso,
por mi dinero o porque, tal vez, después de todo soy bueno.
Siento un enorme y frustrante disgusto, también vergüenza de
mí mismo. Esto no es lo que soñé siempre, yo no soy así… al
menos no es así como yo lo siento. Creo que viví otra vida, me
estuve engañando a mí mismo por años… ¿Que no me engañe,
me dicen? Llevo tiempo viviendo una mentira, una realidad que
no es real.
Por un solo instante puedo escuchar las sirenas alteradas de las
Al otro lado • 19
patrullas policiales, ambulancias y a los bomberos, que suenan
muy apurados. Me estoy muriendo, Dios mío. Eli, mi amor, ven
conmigo e iré contigo, hace tiempo que espero este día; te soñé
tantas veces y sé que esto está pasando. ¿Dónde estás, cielo? ¿Tú
me llamaste… eras tú, verdad? Por fin me llegó la hora, ahora
estaremos juntos para siempre, mi amor, tú y nuestro hermoso
hijo.
—Aguante señor, ya están aquí las ambulancias… Quédese
aquí, ¿me escucha? No se vaya, por favor, aguante un poco más.
¡Ayuda! Por aquí… Este hombre está grave.
—¡Enfermero! Rápido… ¡Por aquí! Ayúdeme a cargarlo so-
bre la camilla, debemos llevarlo de urgencia, aún respira y está
luchando… —grita el enfermero mientras sostiene a Aarón en
los brazos.
Mientras intento hacerme escuchar, grito en silencio en mi
mente:
—Esperen, ¿qué hacen? ¡No! Déjenme aquí… Déjenme mo-
rir, quiero estar con ella, nada más, ya no siento dolor… Solo
quiero verla, por Dios. Nadie me escucha y es todo lo que quiero
en este momento, ¿por qué regresaría? Ya no tengo nada por qué
luchar, estoy solo y ahora no lo estaré nunca más. Pero nada pue-
do hacer, solo es mi conciencia, o lo que queda de ella...
—Señor, ya estamos aquí, ¿puede escucharme? Le salvaremos
la vida, tranquilo, todo saldrá bien, siga con nosotros, ¿de acuer-
do? —dice el enfermero con la esperanza de mantenerme con
vida—. Doc, está inconsciente, tal vez esté entrando en coma.
Debemos llegar urgente al hospital, la mujer del otro vehícu-
lo está en las mismas condiciones, casi con los mismos golpes.
¡Vámonos, deprisa! No resistirán mucho tiempo.
20 • Franco G. Feltan
CAPÍTULO II
¿Raptado?
¡Carajo! Qué increíble pesadilla… ¿Qué fue todo eso? Gracias
al cielo que solo fue un mal sueño. Pero fue tan real…
—Bienvenido Aarón, ¿podrás escapar de aquí? ¿O serás tú
mismo quien termine contigo? Tú decides el final del camino…
—¿Qué significa eso? Es como si en verdad me lo hubieran su-
surrado; aún siento un pequeño cosquilleo en el oído. Pero bue-
no… después de todo, fue solo un sueño y ya. Aunque nunca
antes había tenido un sueño tan real, tan intenso, pude sentir
cada sensación en mi cuerpo. ¡Qué terrible accidente! Además, la
jaqueca está matándome. En fin... ¡qué locura!
—¿Qué hora será? —me pregunto, muy confundido mien-
tras desplazo las sábanas hacia un costado.
El despertador comienza a sonar y volteo a ver el reloj.
Enciendo el velador que posa sobre la mesa de luz al costado de
la cama y, mientras me siento en el borde, tomo el vaso que está
en la pequeña mesa. Luego de unos largos sorbos de agua, noto
algo particularmente espantoso.
Al otro lado • 21
Realmente lo que veo me dejo totalmente congelado de la im-
presión... Parece un mal chiste, una broma de muy mal gusto…
Ver que el reloj marca las ocho menos cuarto es la coincidencia
más grande de todas. Es decir… ¿cuántas posibilidades hay de
que me despierte a la misma hora en la que había despertado en
el sueño? Y eso no es todo, sino que, para completar lo bizarro,
estoy tan transpirado que la misma remera se me pega al cuerpo.
¿Podría ser una total y absurda coincidencia? Ya que, sea lo que
sea, no deja de pasearse por mi mente. Toda mi vida creí que
los sueños son un gran viaje que realiza nuestro subconsciente
hacia un mundo paralelo al nuestro. Incluso puede que nuestro
subconsciente haya creado este mundo a partir de experiencias
vividas, personas que conocemos, eventos, etc.
Todo está allí tal cual lo vivimos día a día en el mundo real, si
es que esto es la verdadera realidad, por supuesto… porque si de
verdad lo pensamos, ¿quién dice que esto es la realidad y aque-
llo, solo sueños, como digo…? ¿Por qué no puede ser al revés?
¿Es posible que todo sea producto de un sueño mayor? Quizás
somos solo un manojo de ideas salidas de una mente maestra
que diseña y rediseña cada noche nuestro futuro mientras dor-
mimos… ¿Y si somos su sueño? Las cosas que nos sucederán, las
cosas que no, simplemente todo pasa por algo. Sí… eso solemos
decir pero, verdaderamente, ¿qué es ese algo? ¿Y si en realidad
son pensamientos de cada noche que él sueña? ¿Quizás cuando
dormimos somos realmente libres de esta prisión cotidiana y re-
lativa a la que estamos atados por miedo? ¿Quizás por no estar
listos? ¿Pero listos para qué? ¿Él sería a quien debemos temer?
Dios, qué mente desastrosa tengo… Al fin y al cabo, allí todo
22 • Franco G. Feltan
es posible, no hay leyes de tiempo ni materia, si lo sueñas, pue-
des lograrlo. Al igual que aquí, “la vida real”. Solo que aquí nos
limitamos por tantas cosas… Nos dejamos manejar, aunque no
lo veamos así. Desde que nacemos, la sociedad nos señala qué
hacer e incluso quiénes debemos ser.
Podemos poner ciertos criterios y algunos toques nuestros,
pero todos respondemos a un estatus y estereotipo determinado.
Es complejo analizarlo… Desde niños nos muestran y contro-
lan sin que nos demos cuenta, las instituciones nos “abren” la
mente… Yo creo que en realidad es así, pero no precisamente
para darnos libertad. Al menos, no la verdadera libertad. Si eso
existiera, esto no sería la Tierra, y nosotros… seríamos menos
idiotas.
Lo mejor que puedo hacer por ahora es no martirizarme por
algo que quizás no tiene mucho sentido… Al fin y al cabo, quien
toma las decisiones en mi vida soy yo. Y bueno, tal vez un poco,
¿Dios? Pero… ¿él no está aquí ahora, o sí? En resumen, nunca fui
muy practicante de la fe. He buscado siempre el lado científico
de todo lo que escape a lo cotidiano, saben a qué me refiero. Y,
si bien creo en un Dios que todo lo ve y todo lo puede, no logro
comprender ciertas cosas, o simplemente no le encuentro una
razón lógica a muchos versos del gran libro.
Será mejor que aproveche el poco tiempo que me queda para
ducharme y elegir qué vestir para la fiesta de Mariano. No pue-
do perder más tiempo y la verdad es que no puedo decidir qué
llevar, si una camisa negra con detalles en celeste claro y un jean
claro con zapatos de cuero negro, o una camisa clara con un jean
negro, zapatos y una chaqueta de cuero. ¿Qué llamaría más la
Al otro lado • 23
atención? Ya que la fiesta seguro no sería “LA FIESTA”, pero aún
me sigue pareciendo tremendamente curioso este sentimiento
permanente de… ¿cómo definirlo? De repetirlo todo casi igual.
¿Me habré vuelto vidente? En el sueño pensé casi todo del mismo
modo… tanto es así que ya no solo me causa curiosidad, sino
que también comienza a asustarme un poco.
Igualmente, y hablando en serio, al menos debería poder traer
una chica a casa… Digo, con mi encanto y algo de dinero ten-
dría que bastar. También podría llamar a María. Si en mi sueño
lo hice, ¿por qué no ahora? Ya que todo se está repitiendo aquí,
en el mundo real…
Bueno… al parecer ya tengo prácticamente todo planeado
para hoy, solo me falta un delicado detalle: el regalo para Marian.
Es de esas personas a las que resulta muy difícil hacer un rega-
lo. Tiene gustos exóticos y cambiantes, nunca se queda mucho
tiempo con algo en mente. Es evidente que es de géminis, y de
pura sangre. Podría simplemente regalarle una botella de algún
costoso vino, aunque fuera una persona de poco alcohol… Una
buena copa nunca viene mal. Pero primero lo primero, tengo
que retirar dinero del banco. Espero que me hayan depositado el
cheque de la compañía en la cuenta, hace una semana y media
que vengo esperándolo. Odio los retrasos de facturación que hay
en la empresa, no sé dónde consiguen a estos empleados. Son
tan lentos que si pusiera una liebre a correr pensarían que es un
ratón.
El hecho de trabajar como gerente general para una empresa
internacional de comercio tiene sus ventajas pero, así también,
muchas horas de trabajo intenso. Y lo que más afectaba mi vida
24 • Franco G. Feltan
personal era el tiempo que me quitaba para compartir con mi
familia: mi querida Eli y el orgullo de papá… Lucas. Pero ahora
no debo ponerme sentimental, debo estar bien para la fiesta, por
más que no quiera asistir de verdad y estén mal las cosas con
Mariano. Al menos tuvo la decencia de invitarme, ¿no? Y aunque
quizás no fuera a quedarme mucho tiempo allí, sería bueno para
comenzar a entablar nuevamente una conversación e ir arreglan-
do un poco nuestra amistad.
Cuando por fin decido llevar puesto el primer conjunto ele-
gido, suena el móvil. Otra vez con ese irritante sonido que, defi-
nitivamente, debo cambiar. Hasta en mis sueños es irritante. Por
lo visto hay cosas que ni en sueños cambian... Al tomar el móvil,
veo que es él…
—Hola Marian, ¿cómo estás? —pregunto, muy sorprendido
por la llamada.
—Hola Aarón, muy bien, ¿y tú?
—Genial, a punto de salir para la fiesta… ¿Está todo listo,
no?
—Justamente por ese motivo te llamo, la fiesta se suspendió,
¿sabes? No haré nada esta noche, quizás el próximo fin de sema-
na pueda organizar algo con más paciencia, y así, de paso, estaré
mucho mejor. Después de todo, es mi cumpleaños, ¿no? Debo
estar bien para festejar. El caso es que estoy más o menos, con
cuarenta grados de fiebre, no puedo ni levantarme de la cama,
así que mejor lo dejamos para la semana que viene, ¿está bien?
—¿Por qué no me contaste que estabas enfermo? —Y solo por
reprochar a Mariano por su accionar, le digo—: Podías haberme
Al otro lado • 25
avisado un poco antes, ¿no lo crees? Entonces organizaba otra
cosa para esta noche, sabes perfectamente que odio cuando me
cambian los planes a última hora.
—Lo siento, pero intenté estar bien… Y con respecto a mí,
gracias de verdad Aarón, pero estaré bien, solo tengo que descan-
sar, hacer reposo y tomar las medicinas que me recetó el médico.
De verdad, estoy bien, gracias por tu comprensión. Además, y
no me juzgues, no creo que hayas dicho tan en serio lo de venir
aquí. Ambos lo sabemos… pero te entiendo.
—De acuerdo, pero sabes que cuentas conmigo más allá de
las diferencias, aunque me cueste. Si necesitas algo solo dímelo.
Con un gran olfato para las mentiras, Mariano contesta:
—Está bien, estaremos hablando… Ahora debo colgar por-
que tengo que tomar unas pastillas que me recetó el médico para
el dolor. Hasta luego, Aarón.
—Está bien, no hay problema, estamos en contacto… Si ne-
cesitas algo solo llama. Adiós.
Obviamente todo me pareció algo raro. No por el hecho de
que se suspenda la fiesta o algo así, sino que en su voz pude escu-
char algo distinto. ¿Ya no hay resentimiento ni enojo en él? Me
habló casi como si nada hubiera pasado entre nosotros, es más...
solo pensar que me invitó a la fiesta es extraño. ¿Y en mi sueño?
Yo no había querido ir, ¿por qué ahora sí? Eso sí se llama ironía. Y
no solo eso, sino que en el fondo de su voz pude escuchar como
si él estuviera llorando, su voz estaba un poco ronca. No lo sé,
es raro.
Literalmente me invade una incertidumbre enorme, algo está
26 • Franco G. Feltan
sucediendo. Algo me dice que no es la verdad lo que me ha di-
cho ¿Pero… yo hablando de la verdad? Eso sí que es la madre de
todas las ironías… Incluso yo actúo de manera distinta.
En otro momento hubiera preferido jamás ofrecerme a cui-
darlo o no lo sé... ¿Qué estoy diciendo? ¿Por qué estoy enros-
cándome en algo que ni siquiera es para tanto? En fin, de todos
modos, creo que compraría el vino para Mariano y se lo llevaría.
Tal vez eso levante su ánimo y así, también, descubriré si real-
mente estuvo mintiéndome… Pobre de él si lo hiciera. Es decir,
¿con que propósito me invitaría y luego mentiría? Aunque yo lo
hubiera hecho… pero somos distintos, ¿no? Además, un regalo
siempre saca al menos una sonrisa. Pero debo ir primero al banco
por dinero y luego a la vinoteca más grande.
Me dirijo hacia el garaje pensando si comprar un exquisito
vino blanco o tinto, que de seguro le gustaría más. Cuando en-
ciendo la luz al llegar a la puerta, casi me desmayo al encontrar
la puerta corrediza del garaje un tanto abierta por la fuerza y, lo
más importante y triste, ¡mi coche ya no está! La furia invade
cada centímetro de mi cuerpo, me siento capaz de matar al im-
bécil que lo robó si lo agarro. ¿En qué momento sucedió algo así?
¿Cómo no escuché ni un solo ruido?
—¿Y mi hermoso auto? —Mientras me tomo de la cabeza
con las dos manos, grito con una gran rabia—: ¡Me robaron el
maldito coche! Esto no puede estar pasándome, ¿qué hago aho-
ra? … ¡Tengo que llamar a la policía urgente! —Exaltado por la
situación, mientras meto la mano en el bolsillo, recuerdo—: ¡El
celular! Tengo que llamar urgente a la policía… no puedo creer
esto, ¿por qué tanta mala suerte ¡Dios!?
Al otro lado • 27
En ese preciso instante, corro hasta el living y tomo el teléfo-
no de donde lo había dejado luego de hablar con Mariano. Qué
increíble situación está ocurriendo, y todavía sigo sin entender
cómo hicieron para forzar la maldita puerta sin hacer ni un solo
ruido. Esto no pudo ser una coincidencia.
—¿Cómo sabían estos idiotas cómo entrar? Qué más da, ya
es tarde para lamentarse, llamaré a la jefatura más cercana y ex-
pondré la denuncia. ¡Mierda! Justo hoy está pasándome esto…
¡No puedo creerlo! —Suspiro profundamente y, mientras miro al
techo, reprocho—: Encima me rebota la estúpida llamada, ¿algo
más me puede suceder hoy?
Luego de varios minutos insistiendo y remarcando el núme-
ro, escucho:
—Buenas noches… Departamento de policía, ¿en qué puedo
ayudarlo, señor?
—Buenas noches… Sí, por favor, quiero informar un robo de
vehículo en mi propia casa. Estoy desesperado, no sé qué hacer,
era un coche muy caro y tenía en él cosas personales que no pue-
do perder, papeles muy importantes de mi compañía.
—De acuerdo señor, no se preocupe, en diez minutos llegará
un patrullero a su dirección, tranquilícese… haremos todo lo
posible para ayudarlo. Solo quédese en casa. ¿Sabe a qué hora se
produjo el hecho?
—Muchísimas gracias oficial. —Me quedo en silencio por un
instante y, muy pensativo a la pregunta del oficial, contesto—:
No, pero creo que no fue hace mucho… Yo estaba durmiendo.
La verdad, ni siquiera entiendo cómo lograron forzar la puerta
28 • Franco G. Feltan
del garaje sin hacer siquiera un ruido. Si los hubiera escuchado es
más que seguro que no podrían contar su historia…
—Para eso estamos señor, al servicio siempre. Que tenga bue-
nas noches y no se preocupe, unos oficiales ya van en camino,
harán unas inspecciones para detallar su vehículo y así ponernos
en su busca.
Luego de esperar por más de media hora, suena el timbre de
la casa. Me levanto rápidamente del sillón esperando que sean
los oficiales. Me acerco a la puerta y miro a través de la ventana.
Gracias a Dios son ellos, tarde como siempre, pero al menos vi-
nieron. Abro la puerta y los hago pasar…
—Buenas noches oficiales, muchas gracias por venir. Pasen
por aquí, por favor, el garaje está por aquí. Miren… es una ver-
dadera locura lo que acaba de ocurrir. Estoy completamente in-
dignado. Cuando fui hacia el garaje para sacar el auto, porque
necesito ir a comprar unas cosas, ¡ya no estaba allí! Y encontré la
puerta totalmente rota, miren… Es un desastre…
Los oficiales están muy callados, parecen observar todo con
detenimiento y escuchar atentamente. Son algo raros… Pero lo
más raro de todo es cuando uno de ellos dice:
—Muy bien señor, verificaremos la patente de su vehículo y
podremos detectar dónde se encuentra gracias a este aparato de
rastreo satelital. Tal vez el ladrón aún está cerca. A decir verdad,
no creo que haya sido un robo al azar, mi amigo. En esta vida,
todo pasa por algo, toda acción tiene su reacción…
—Perfecto, hágalo… Quiero atrapar al malviviente y hacerlo
pagar.
Al otro lado • 29
Uno de los oficiales toma una especie de tablet en la que están
registradas todas las patentes de vehículos y sus respectivos titu-
lares. ¡Es genial! Si este aparato cayera en manos equivocadas…
podría provocar un gran desorden en el sistema. ¡Es increíble! Ni
siquiera sabía que estas personas manejaban esa clase de tecnolo-
gía. En fin… Luego de diez minutos aproximadamente, uno de
los oficiales expresa:
—Perdóneme señor, pero aquí algo o no está bien o usted
está loco y está haciendo que perdamos el tiempo, y si fuera este
el caso, ¿sabe que podría ir a prisión por mentir a la autoridad?
—Espere un segundo, ¿qué me está diciendo? —Totalmente
sorprendido y confundido, alzo la voz y, en tono de enojo, les
digo—: ¡Qué falta de respeto! ¿Qué sucede?
—Mire Aarón, aquí figura que su auto no es su auto. —
Mientras me acusa con la mirada, señala—: Aquí no hay ningún
robo ni nada parecido. Solo usted inventando una historia que
puede acabar en la prisión esta noche. Al parecer es usted quien
intenta adueñarse de un vehículo ajeno. Además… ¿qué hace
aquí en esta casa?
—Pero… ¿qué me está diciendo oficial? Primero que nada,
yo vivo aquí, ¿entiende? Y segundo… ¿me permite ver el registro
que tiene usted ahí?
—Por supuesto, pero si sigue actuando así y nos toma como
locos a nosotros, esto no terminará bien para usted y, como le
dije, y no lo repetiré, ¿qué hace aquí? Está invadiendo propiedad
privada… Deberá acompañarnos.
Totalmente desconcertado y completamente confundido, me
30 • Franco G. Feltan
acerco al policía y tomo su “tablet”, o como se llame ese dispo-
sitivo que ya no me fascina tanto. El maldito programa afirma
lo que él dice… Mi nombre no figura como titular, sino que mi
casa parece pertenecer a un tal Lorenzo Cabañas. Todos sus datos
están ahí, su número de documento, patente del auto y dirección
del domicilio. Es de locos, ¿qué rayos está pasando?
Ya con muy poca paciencia, de mal humor y desconfiando de
los mismos oficiales, digo:
—Disculpe oficial pero aquí debe haber un error. Esto no es
lo que están pensando, yo manejo y manejé toda mi vida autos
de lujo, y este es mío desde hace ya varios años. Y no entiendo
por qué creen que no vivo aquí… ¿qué están intentando hacer?
¿Esto es una broma, no? Díganme que es una broma… ¿Por qué
no busca de una vez, por favor, al supuesto titular y ladrón y lo
arresta?
No puedo creer lo que está ocurriendo, qué mal día estoy te-
niendo: primero, la fiesta se suspende por el malestar de Mariano,
luego me roban el coche y ahora estos dos oficiales me acusan de
loco. Definitivamente es el peor día de todos…
—Señor Aarón, creo que deberá acompañarnos y explicar por
qué nos hizo venir hasta aquí solo para tener esta conversación
que lo único que asegura es que usted no está bien. Es un señor
grande para estar mintiendo telefónicamente a la policía, ¿no lo
cree? Además de ser bastante tonto como para llamar a la poli-
cía cuando usted está cometiendo dos delitos al mismo tiempo.
Debemos llevarlo detenido. Pero le daré otra oportunidad de
entregarse.
—¿Está usted diciendo esto en serio, oficial? Porque no puedo
Al otro lado • 31
permitirlo… Más bien parece que ustedes están jugando conmi-
go y mi desgracia. ¿Creen que solo por ser la “AUTORIDAD”
pueden burlarse de mí? No señores, llamaré a mi abogado en
este instante. Este es un truco muy malo, ustedes están con los
malditos ladrones…
En ese momento, ambos oficiales avanzan lentamente hacia
mí y comienzan a imponer cierta presión:
—Deberá acompañarnos a la comisaría, donde podrá expli-
car mejor y más calmado la situación. Por las faltas de respeto
y mentiras, el loco aquí es usted que no ve la realidad. ¿En qué
mundo vive señor? Y dígale a su abogado que lo espere en la
comisaría, salimos de aquí por las buenas, ¿o lo hará más difícil?
No somos de manos débiles…
—¿Qué? —Y, tomando distancia de los hombres, decidido,
continúo—: No… esperen… ¡ustedes no entienden! Algo está
mal… esto no puede estar pasando. ¡Yo no estoy loco! Les estoy
diciendo la verdad, no pueden llevarme por algo que no es cier-
to, no van a detenerme por esto. Tengo derechos y no pienso mo-
verme de aquí porque los que están equivocados aquí son ustedes
y su pequeña porquería de juguete que no hace otra cosa más que
mentir. ¡No funciona! Y si me ponen una sola mano encima no
estaremos en paz.
—¿Aarón, está usted amenazando a un oficial? Aquí el único
mentiroso es usted, siempre lo fue y nunca se detuvo. Ultima ad-
vertencia señor, ¿viene por las buenas o lo llevamos por las malas?
—¿Cómo rayos saben ustedes mi nombre si nunca se los dije?
¿Y quiénes son? ¿Por qué no veo sus nombres en el uniforme?
¿Qué es esto? ¿Fueron ustedes, verdad? ¡Malditos hijos de perra!
32 • Franco G. Feltan
—Todos aquí sabemos su nombre Aarón, quién es y qué
hace… Nuestros nombres no importan; vamos, acompáñenos…
Esta situación es peor que una maldita película de terror, es-
tos hombres parecen tan convencidos de las cosas que dicen, no
muestran ningún signo de nerviosismo ni de que me estuvieran
engañando. ¿Solo yo parezco estar loco? No, esto es un complot
contra mí. Además… ¿quiénes son estos que dicen conocerme?
Nunca los había visto... ¡Todo lo que dicen es una completa
locura!
—Miren, no entiendo nada, no sé si serán oficiales o no pero
les pido que se retiren de mi casa urgentemente. No están cre-
yendo nada de lo que digo y me da mala espina su presencia en
mi casa. Tienen tres segundos para irse, si no, no responderé de
buena manera. Mañana por la mañana radicaré la denuncia en
otro departamento e informaré de todo esto que me están ha-
ciendo a sus superiores. Esto no quedará así.
—Es que no podrá hacerlo, Aarón… De aquí no saldrá ja-
más. Aparte somos el único departamento disponible aquí.
—¡De qué están hablando! Miren, solo váyanse de aquí, de
verdad están asustándome y no quiero hacer algo de lo que me
arrepienta, no permitiré que jueguen conmigo oficiales o lo
que sean… Esto lo hablaré con mi abogado en la mañana. —
Mientras me dirijo lentamente hacia la salida, vuelvo a decir—:
Así que por favor les pido que se retiren en este instante de mi
casa…
En ese mismo momento siento un duro e inmenso dolor en la
cabeza, como si me golpearan con un bate. Mi cuerpo comien-
za a aflojarse por completo y me voy desvaneciendo totalmente
Al otro lado • 33
mientras escucho al oficial que dice que debo pagar por mis
errores para salir en libertad, como si ya estuviera preso. Qué
horrible sensación de locura, confusión y miedo. Se oscurece la
habitación y ellos desaparecen lentamente en la oscuridad. Todo
se vuelve borroso y siento cuando mi cabeza golpea contra el
suelo y, finalmente, cierro los ojos.
34 • Franco G. Feltan
CAPÍTULO III
Un lugar extraño
¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? Siento como si tuviera la
cabeza a punto de explotar. ¿Qué carajo sucedió? Dios, qué es-
panto, me duele demasiado... ¿Esos oficiales de verdad me gol-
pearon? Qué increíble dolor y, por si fuera poco, ¡el mareo que
tengo me da ganas de vomitar! Desgraciados, me acaban de rap-
tar estos malditos delincuentes… policías corruptos, me las van
a pagar. En cuanto logre descifrar cómo salir de aquí, ¡los voy a
matar! No se saldrán con la suya. Si solo pudiera ver algo a mi
alrededor.
Creo que estoy encerrado en una especie de habitación to-
talmente a oscuras. ¡Es como si estuviera completamente ciego!
O, al menos, esta debe ser la misma sensación… El piso del lu-
gar es frío y húmedo, al igual que las paredes. Apenas alcanzo a
tocar en un costado una especie de cama tipo cucheta, pero sin
colchón y una sola almohada… Creo que lo más horrible que
logro distinguir aquí es el espantoso olor a podrido que hay, qué
Al otro lado • 35
desagradable… Al menos hubieran limpiado un poco este lugar,
tal vez así les ayude a cooperar con el rescate, después de todo…
Solamente yo puedo sacarme de aquí y, en todo caso, pagar mi
propio rescate. Qué ironía tan estúpida.
Incluso quizás estos desgraciados lo saben, es claro que fue
todo más que planeado. El disfraz de oficiales, el robo anticipado
del auto para que haga la denuncia y así entrar en acción. Qué
idiota, caí completamente en su juego, aunque no me explico
cómo lograron conseguir un auto de policía… deben serlo, ¿no?
¡Mierda!
Sujetándome la cabeza, y con ayuda de la gélida pared, me
pongo de pie. Me acerco hasta la horrible cama para sentarme
y pensar en lo que haré al respecto. En ese momento, logro dis-
tinguir algo que me hace olvidar por completo aquel intenso
dolor… Si bien la oscuridad es tan intensa que no veo un metro
delante de mí, cuando estoy por sentarme sobre la cama, veo la
silueta de un hombre allí acostado…
—¡Mierda! No sabía que había alguien más, casi muero del
susto… ¡Oye, oye amigo, despierta! ¿Qué haces aquí? Mejor di-
cho… ¿sabes qué hacemos aquí? ¿Dónde estamos? —pregunto
y sigo preguntando en voz baja para que no nos escuchen—.
¡Hombre, despierta, quieres…! Estoy asustado amigo, ¿puedes
oírme?
Al no recibir ningún tipo de respuesta y ver que este tipo ni
siquiera mueve un músculo, comienzo a transpirar de los ner-
vios, además de la adrenalina que siento por hacer tanto ruido.
Lo único que falta es que nos escuchen, y ahí sí que estaremos en
problemas. Ni siquiera estoy seguro de cuántos están detrás de
36 • Franco G. Feltan
esto o quiénes… Nada, ni lo que quieren ni nada en absoluto…
Es como ser una simple oveja entre lobos hambrientos. Y aunque
ya no aguanto más los nervios, me acerco aún más y lo muevo
del brazo para despertarlo. Al tocarlo, noto que su chaqueta, bata
o lo que fuese, está totalmente mojada. No sé qué será, pero es
asqueroso… y aunque aún no se mueve, sigo insistiendo, hasta
que decido voltearlo de un sacudón. Tal vez así reaccione.
Jamás en toda mi vida sentí el pánico que siento ahora. Al
voltearlo, veo que su rostro está completamente desfigurado y
empapado en sangre, ni siquiera se puede distinguir alguna de
sus facciones. Por el mismo sacudón, miles de moscas salen de su
boca, como si tuviera en ella un gigantesco nido. De verdad sien-
to el terror más grande que nunca he sentido. Inmediatamente,
al intentar retroceder de pura reacción, me tropiezo, caigo de
espaldas al piso y comienzo a gritar como niño asustado.
Me llevo las dos manos al rostro para cubrirme de los insectos
al sentir que enloquecería… Aquella impactante imagen y las
cientos de moscas volando a mi alrededor en la pequeña habi-
tación me llevan al borde del infarto… Jamás volveré a dormir
después de esta situación. En ese preciso momento compren-
do de dónde proviene este espantoso olor: es del cuerpo de este
hombre, que debe estar aquí hace mucho tiempo. Es, sin lugar a
dudas, lo más escalofriante que alguien pueda imaginar… lo más
bizarro y asqueroso.
—¡Ayuda! ¡Por favor, sáquenme de aquí…! ¡Hay un hombre
muerto, por favor! ¡Esto es horrible, sáquenme de aquí!
Entre gritos y una completa desesperación, al sentirme in-
vadido por la euforia y el terror, comienzo a pedir a Dios que
Al otro lado • 37
me salve de esta situación. Como dije antes, jamás fui de tener
una fe fuerte, pero cuando uno siente tanto desamparo, cuando
estás a punto de colapsar, es ahí cuando este instinto o fuerza de
esperanza explota en el interior con el nombre de Dios. Miles de
sentimientos y pensamientos que me invaden por completo, casi
no puedo respirar por la inmensa agitación, el hedor a muerte
que no deja lugar a un mínimo respiro… Es entonces cuando,
por arte de un milagro, como dicen, o lo que fuera… el terrible
zumbido que hacen los insectos se detiene. Un rotundo silencio
se apodera de la celda, y justo cuando pienso que ya nada puede
superar esta situación, afuera de la habitación escucho cómo dos
personas cruzan lentamente el pasillo charlando entre sí…
Aunque no logro entender con claridad lo que dicen, puesto
que hablan en voz baja, creo que se refieren a algo muy impor-
tante. Por lo poco que puedo entender, dicen algo sobre una
señorita que ha llegado hace poco al lugar. La única conclusión
que puedo sacar al respecto es que no soy el único que está en
peligro. Por suerte para mí, al menos por debajo de la puerta
consigo un poco de aire fresco que, si bien no es la gran cosa, me
ayuda a mantener un tanto la cordura y me deja observar hacia
afuera. Aunque puedo ver poco, parece que estoy al final de un
largo pasillo.
Inmediatamente me pongo de pie y me acerco hasta la puerta,
quizás pueda escuchar un poco más, pero estos tipos ya se alejan.
Al parecer somos muchas las personas en esta situación. Aún no
comprendo exactamente qué está sucediendo, la verdad es que
no estoy seguro de qué pensar… Es decir, ni siquiera oigo otros
gritos de auxilio. Por el momento parece que solo yo estoy aquí,
38 • Franco G. Feltan
totalmente aislado. Sin embargo, estoy seguro de que esto se tra-
ta de algo más que un simple secuestro.
A decir verdad, no sé dónde me encuentro ni qué está ocu-
rriendo exactamente. Solo recuerdo esa última discusión en casa
con aquellos hombres y el duro golpe en la cabeza. Al pasar los
minutos, esta especie de cárcel está comenzando a afectar mis
sentidos, como si de a poco me confundiese más y más, y la
sensación de claustrofobia tampoco ayuda mucho. El lugar no
tiene ninguna ventana como para ayudarme a respirar. Tengo
que salir de aquí cuanto antes. ¿Qué dijeron los oficiales antes
de golpearme? Si serán imbéciles… no creyeron una palabra de
lo que les dije y, encima, se atrevieron a golpearme… ¡Menudos
cobardes! Golpean a un hombre desprevenido y por la espalda.
¿Dónde estoy? ¿Las prisiones no suelen tener rejas? En caso de
que estuviera en una, por supuesto. ¿De verdad creyeron que
estaba loco? Esto no tiene sentido.
—¡Auxilio! ¡Sáquenme de aquí! ¡No pueden encerrarme
aquí… qué quieren de mí! ¿Alguien me escucha? Si es dinero
lo que desean puedo dárselo todo, pero por favor sáquenme de
aquí, estoy perdiendo la cabeza, ya no puedo respirar.
Nadie parece escuchar ni una sola palabra de lo que digo…
pero no voy a quedarme de brazos cruzados… ¿Dónde está el
móvil? Reviso mis bolsillos, pero no tengo absolutamente nada
de lo que traía conmigo. ¡Me quitaron todo! No puedo creerlo,
de verdad. De acuerdo, esto está llegando muy lejos.
Casi en estado de shock y muerto de miedo, suplico:
—Por favor, necesito hablar con alguien… ¿pueden escuchar-
me? ¿Dónde estoy?
Al otro lado • 39
De repente, y cuando pensaba que nadie vendría, se escuchan
pasos acercándose lentamente a la puerta, quizás sean los mismos
hombres que estaban merodeando por aquí hace unos segun-
dos... De todas formas esta es mi oportunidad.
—¡Señor! ¿Me escucha? ¿Qué está pasando aquí? Esto es un
error, tienen que dejarme, por favor, no sé qué quieren de mí…
pero déjenme vivir, por Dios.
En el mismo instante, del otro lado de la puerta, una voz gra-
ve y fuerte responde…
—Buenas noches, Aarón… ¿Cómo te sientes?
—Bien, ¡súper bien! Me encanta este lugar tan acogedor…
¿Por quién me está tomando? ¿Acaso todos son tan insensibles?
Casi me matan de un golpe en la cabeza, me creen loco y me en-
cierran aquí como si fuera un maniático. ¿Qué es lo que quieren?
Con un grave tono de voz y, por demás, misterioso, este hom-
bre sigue diciéndome:
—¿Nosotros insensibles? ¿Por qué no se hace la misma pre-
gunta a sí mismo, Aarón? Nosotros no lo golpeamos, usted se
desmayó sin más. Al parecer sigue sin comprender lo que sucede,
¿no es así? Mire, nosotros no somos oficiales de policía señor,
tampoco criminales. Por cierto… mil disculpas por la tardanza,
es que estaba ocupado con una señorita que está en sus mismas
condiciones, si no me equivoco. Ahora… ¿por qué ha estado gri-
tando tanto? ¿No es usted un hombre? O debe ser que ni siquiera
usted aguanta su propia locura… En fin, de a poco entenderá a
qué me refiero.
—Espere, ¿quién es usted? ¿A qué se refiere con la misma
40 • Franco G. Feltan
situación que yo? Me hablan con metáforas y dicen cosas sin sen-
tido, me acusan de cosas que la verdad desconozco. Están todos
locos, no sé qué pretenden... pero jamás se saldrán con la suya…
¡malditos hijos de perra!
—Siempre tan simpático, Aarón. Mire, le pondré las cosas
así: usted no está aquí de casualidad, este es un lugar especial
al que pocos llegan. Solo a quienes se les concede una segunda
oportunidad recibirán la redención. Y tú eras mejor persona an-
tes de estar aquí, ¿no es así? —Con un tono muy seguro y casi
como si me conociera de hace tiempo, continúa—: Aunque…
no últimamente. Y con respecto a ese intenso dolor, no desapa-
recerá en tanto esté aquí con nosotros. Ese supuesto golpe que
le dieron los oficiales, según usted, se lo dio usted mismo hace
unos días, mi amigo. Si no lo recuerda no se preocupe, ya nos
ocuparemos de ello. Dígame una cosa, ¿hace cuánto que se ha
vuelto tan mentiroso?
—¿Qué? Espere, estoy confundido… No logro comprender
lo que dice. ¿Qué segunda oportunidad? ¿Redención? ¿De qué
está hablándome…? Sáqueme de aquí de una vez por todas. No
sé quiénes sean, pero esto no acabará bien para ninguno de los
dos. ¡Están todos locos…! Ya dejen de mentir, estoy perdiendo
la cabeza.
—¿Que dejemos de mentir? Piense, Aarón: ¿no le parecieron
extrañas las cosas que sucedieron desde que usted se levantó? ¿Ya
conoció a su amigo de habitación? Espero que no se haya tragado
alguna de sus propias mentiras… Verá… esas moscas representan
cada una de las mentiras que ha dicho a sus seres queridos. Cada
una de ellas los ha lastimado de alguna manera. Ahora que estas lo
atacaron a usted, ¿qué sintió? ¿Puede describírmelo? No lo creo…
Al otro lado • 41
Mientras habla, deja escapar una pequeña sonrisa. Parece es-
tar disfrutando del interrogatorio.
—Seré breve con usted. Está aquí para cambiar su vida o de-
jarla para siempre. Si quiere puede quedarse allí, junto a su ima-
gen… Por si no lo ha notado, ese hombre de allí es usted. Así se
verá si no enfrenta lo que tiene por delante; si no decide cambiar,
es así como acabará. Lo devorará su propia ambición, menti-
ra, engaños… Todo lo que usted representó durante este largo
tiempo, lo matará. Ahora bien… se le ha otorgado una segunda
oportunidad, Aarón, y será mejor que esta vez sí la aproveche. A
pesar de todo, al menos tiene suerte. ¿Qué elegirá? Usted ya no
pertenece al mundo que conoce. Aquí todos sus malos deseos, el
dolor que ha causado en los demás o incluso a sí mismo, todo se
revelará en su contra, y dependerá de usted saber afrontarlo para
cambiar la realidad. Aún hay tiempo. No lo desperdicie.
Al terminar la frase, la cerradura se destraba y la puerta se
abre de par a par dejando entrar a su paso una intensa luz blanca,
como si un reflector estuviera apuntando justo sobre ella. Pero
algo ha cambiado. A pesar de que aquella luz ciega temporalmen-
te mis ojos, luego de estar quien sabe cuánto tiempo encerrado
en la oscuridad, el hombre, oficial, o quien sea que haya hablado
conmigo ya no está. En su lugar solo encuentro un papel tirado
en el suelo, muy abollado. Me agacho para levantarlo y, cuando
lo abro, leo la siguiente frase.
—SI NO DESEAS ESCUCHAR, SERÁS SORDO. SI NO
APRENDES A VER, SERÁS CIEGO. Y SI NO INTENTAS
VIVIR, PUEDES MORIR.
Esta frase ahora socava lo más profundo de mi conciencia, me
42 • Franco G. Feltan
hace reflexionar por un instante miles de cosas, momentos, e in-
cluso trae a mí un recuerdo escondido que creía olvidado. Luego
de un gran suspiro, levanto la vista, perplejo, y me veo parado
ante un largo pasillo con una gran puerta al final. Dos extensos
corredores que llevan a algún lugar se extienden uno a cada lado.
Miro otra vez hacia adelante. El pasillo que se abre frente a mí
parece interminable.
El piso es de un color blanco brillante, tanto que hasta pue-
do ver mi propio reflejo en él. Las paredes son como ventanales
gigantes, y del otro lado puedo ver episodios de mi vida, como
si estuvieran proyectando una película sobre mí. Entre tanta
confusión y algunos mareos, me acerco a una ventana para apo-
yarme, puesto que ya no tengo fuerzas para sostenerme en pie,
pero al tender mi mano sobre ella, al intentar tocarla, mi brazo
atraviesa el ventanal sin más.
Después de todo, no son ventanas; más bien parecen inmen-
sas paredes de gelatina transparente o algo así. Me acerco a un
“ventanal” y apoyo la mano. Al tacto es muy asqueroso y frío. Mi
brazo se hunde en aquella viscosidad y, al retirarlo, esta sustancia
se desliza por mi antebrazo y vuelve a la pared formando una
pequeña onda de círculos, como el agua. ¿Está esto ocurriendo
de verdad o me estoy volviendo completamente loco? ¿Qué me
está pasando? Desesperado, regreso a mirar los otros dos corredo-
res, pero están completamente oscuros, solamente en este parece
haber luz. No tengo opción, ya no sé de qué manera relacionar o
pensar las cosas… Si de verdad estoy aquí, ¿cuál de los tres cami-
nos debo tomar? ¿El que da luz y parece fácil? ¿O alguno de los
que están completamente a oscuras?
Al otro lado • 43
La sensación que produce el pasillo es muy extraña y desa-
gradable. ¿Se puede sentir la muerte tan de cerca? ¿Se la puede
describir? No lo creo… En este momento no puedo mover un
solo músculo, me he quedado congelado del miedo. Y este pasi-
llo… Vamos, es más que un chiste… es lo más extraño y enfer-
mo que he visto. Me secuestraron unos dementes, no sé dónde
me encuentro ni cómo salir… ¿Qué hago, Dios? Ayúdame una
vez en la vida. Es entonces cuando, de repente, escucho cómo
alguien con tres fuertes y secos golpes llama desde el otro lado
de la puerta que se encuentra al final del largo pasillo. Creo que,
después de esto, y si salgo de aquí, no repetiré tantos errores una
y otra vez.
A cada segundo puedo sentir cómo el miedo abraza a todos
mis sentidos. Comienzo a caminar hacia la puerta de manera
cautelosa y, mientras voy observando con espanto todo a mi al-
rededor, siento un terror psicológico enorme. Ante todas estas
visiones de mi vida rodeándome, me doy cuenta de lo miserable
y egoísta que he sido muchas veces.
Por cierto, la gran puerta que da a quién sabe dónde tiene
una pésima pinta, de aspecto antiguo y maltrecho, pero lo más
llamativo es su color oro intenso rodeado de un tallado marco de
madera y piedras brillantes como el diamante. Ese reflejo miste-
rioso inspira una gran curiosidad pero, a la vez, genera temor…
incertidumbre… No sabes qué puedes esperar del otro lado. No
me llena el deseo de abrir esta puerta pero tampoco tengo otro
lugar a donde ir. Estoy encerrado aquí y prefiero arriesgarme a
salir de este lugar que perder la cabeza, aunque de ello quizás
dependa mi vida.
44 • Franco G. Feltan
Cuando estoy a no más de dos metros de ella, los golpes vuel-
ven a repetirse pero, esta vez, con más intensidad. El sobresalto
es inevitable, así es que tomo el picaporte, lo hago girar y abro
la puerta lentamente, como si pudiera, de alguna forma, anti-
cipar lo que vendrá o lo que traerá el otro lado. Entonces veo
que la habitación continua está completamente oscura, no logro
distinguir absolutamente nada… Avanzo con pasos dudosos e
inseguros hasta cruzar la puerta. Apenas la atravieso, se cierra
bruscamente a mis espaldas y me encierra en la completa oscu-
ridad. No hace falta mucha explicación para describir el pánico
que siento. Es decir, acabo de salir de una maldita celda esca-
lofriante para entrar en otra… no tiene mucho sentido. Estoy
totalmente sugestionado por este ambiente de confusiones, de
miedos y mentiras. Gracias al cielo, apenas la puerta se cierra, del
espanto, giro bruscamente y choco de espaldas contra un espejo.
De inmediato logro darme cuenta de que allí no hay ninguna
habitación continua ni nada parecido. Es algo mucho peor; solo
esto faltaba para completar la terrible claustrofobia que siento.
¡Me encuentro encerrado en una especie de armario enorme! O
tal vez solamente sea una habitación demasiado pequeña... Así,
comienzo a buscar desesperado un interruptor, algo que haga un
poco de luz. La oscuridad y el silencio son tan profundos que
hasta puedo sentir el palpitar de mi corazón acelerado.
No sé bien cómo describir lo extraño que es… pero, por un
instante, cuando me detuve y la puerta se cerró por sí sola, en ese
momento pude sentir el perfume más delicioso que haya sentido
jamás. Hasta juraría que se trataba del perfume que usaba usual-
mente Elisa, ella solía comprar esas fragancias dulces que tanto
Al otro lado • 45
me gustaban, me volvían loco. Sin dudas lo reconocería donde
fuese, y en especial este, que le había regalado para nuestro ani-
versario. Puedo recordar momentos que creí olvidados, puedo
por un segundo reconstruir su rostro en mi mente, la veo tan
clara que casi puedo sentirla.
Entre tanta mezcla de sentimientos me pregunto… ¿Quién
ha golpeado la puerta? ¿Qué hice para estar aquí? ¿Estoy soñando
nuevamente? Digo… nunca había escuchado una historia así.
Parece una maldita película de ficción. Mientras pienso tantas
cosas como estas, extiendo los brazos para estudiar cada rincón
del lugar. Estoy completamente encerrado; la puerta, por más
fuerza que haga, no se mueve en lo más mínimo. Aunque así,
afortunadamente, antes de ceder y darme por vencido, al de-
jarme caer al suelo, a mi lado y en diagonal al espejo, descubro
lo que creo es un mediano baúl y, sobre él, un pequeño sobre y
una caja de cerillos. El alivio que siento ahora es inmediato. Al
encender uno de los fósforos, observo que se trata del típico baúl
donde se guardan las cosas que ya no se usan más, el famoso baúl
de los recuerdos.
En fin, la carta tiene escrito mi nombre en rojo (como todo
hasta ahora) y la hoja, una pinta un tanto desgastada que ya
ha tomado el color amarillento del paso del tiempo, como si
llevara mucho tiempo esperándome aquí. Al otro lado, en su
reverso, tiene un sello muy peculiar que jamás he visto. Parece
como si no coincidiera con la vieja carta, es decir, parece recién
puesto. En él logro descifrar la fecha de emisión, que data de 5
años atrás, incluso con fecha para ser abierta. ¡Y la fecha es hoy!
Definitivamente ya es evidente que este lugar no es para nada
normal. Al abrir la carta, la confusión me invade por completo.
Está escrita de puño y letra, y en ella puede leerse…
46 • Franco G. Feltan
QUERIDO AARÓN:
Te escribí esta carta, amor mío, con el simple propósito de que
sepas que estaré acompañándote a cada paso que des. No estás solo.
Que no puedas verme no significa que no esté a tu lado. Aún no pue-
do verte, pero sé que ya estás aquí. Solo ten cuidado en las decisiones
que tomes… Tómalas con el corazón, no repitas los mismos errores
del pasado. Intenta cambiar y no hacer cosas tan solo porque parecen
una buena idea… Te veré más adelante, mi amor, y recuerda…
No todo es lo que parece. A partir de ahora todo será confuso,
pero no pierdas la calma, sigue tus instintos y escucha mi voz, estoy
siempre en tu corazón y tu consciencia. Aprende a ver y escuchar…
Yo cuidaré siempre de ti, no tengas miedo.
Sé quién eres en realidad, Aarón… Yo te conocí mejor que na-
die, y ahora no estás siendo tú mismo; cambia tu destino, todavía
puedes ser feliz. Pronto nos veremos a los ojos como lo hacíamos siem-
pre, y te prometo que sobrarán las palabras en ese momento; si con
solo mirarnos… podíamos sentirnos.
Debes estar confundido querido, lo sé… Tienes un gran rompe-
cabezas por armar. Te puedo sentir tan cerca pero lejos a la vez…
Estás aquí, pero estás al mismo tiempo allá. Todo pasa por algo en
esta vida, y lo que no, es porque por algo no debe suceder. Todavía no
es tu hora, mi amor. Todavía tienes futuro, lucha por eso. Lucha por
mí. Lucha por ti. Recupérate y vuelve a vivir… Cierra los ojos frente
al espejo y mírate de frente, ve tú mismo qué es lo que más deseas e
intenta alcanzar lo que ves…
Te amo y por siempre te amaré.
Eli
Al otro lado • 47
¡Dios mío! ¿Es Eli? Pero… ¡No puede ser ella! ¡Está muerta…!
De verdad no puedo creer esto, están jugando conmigo…
—¡¿Acaso quieren ver hasta dónde puedo sostener la cordu-
ra?! Maldición… ¡Hijos de puta! ¿Por qué hacen esto?
Tengo que salir de aquí ahora mismo… así es que me paro
frente al espejo, observo la carta una vez más, la guardo en el
bolsillo trasero y cierro los ojos. La verdad, no sé bien qué hacer
o esperar, pero necesito un respiro a todo esto. Tomo aire unas
cinco veces y, cuando abro los ojos, enciendo nuevamente otro
cerillo y me veo ahí… frente a frente conmigo mismo ante el es-
pejo… ¿Qué deseo? Pues muéstrame, estoy listo para enfrentar-
me y prometo que saldré de aquí… Así, el ambiente se torna frío,
el aire se vuelve denso y comienzo a sentir como si me observaran
de todos lados, comienzo a escuchar extrañas voces en el interior
de mi cabeza, voces que se alzan cada vez más, y todas juntas
pronuncian mi nombre. De repente, sobre mi espalda, escucho a
alguien murmurar justo en mi oído.
—ESTÁS A PUNTO DE AVERIGUARLO, MUCHACHO…
Al darme vuelta con total sobresalto, no veo absolutamente
a nadie, solo la puerta que nuevamente, y de manera lenta, co-
mienza a abrirse, con un viejo y ruidoso rechinar. Frente a mí, el
largo pasillo de regreso a la celda; todo parece estar cambiando
por alguna inexplicable razón.
Pronto las paredes comienzan a tomar otro aspecto. Dejaron
de ser simplemente esa gelatina asquerosa y transparente para
comenzar a responder a alguna especie de patrón… se van po-
niendo de un color cada vez más rojo a medida que avanzo de
regreso a la celda. No sé cómo describir esto, pero puedo por
48 • Franco G. Feltan
alguna razón deducir que no debo regresar o algo malo pasará.
A cada paso, parece que se van convirtiendo en un río de sangre
más y más intenso, más y más espeso. Cuando vuelvo a ver al
espejo, veo aún ahí mi reflejo, parado observando cada instante
con el cerillo en la mano. Una mirada intensa que me hiela hasta
los huesos, unos ojos brillantes y desconfiados. Levantando una
mano y apuntándome con el dedo índice, logro hipnotizarme.
Poco a poco me acerco hasta mi reflejo, a medida que todo va
regresando a la normalidad.
Al estar cara a cara, simplemente bajo el brazo, me sonrío y,
en ese instante, su cabeza queda totalmente ensangrentada. Una
gran herida se ha abierto en su frente. Justo allí, en ese momento,
soplo el cerillo que sostenía en la otra mano. En la infinita oscu-
ridad, de inmediato se rompe la conexión.
—¡Demonios! ¡Ayuda! ¿Qué es esto?
De pura reacción, me tomo la cabeza con las manos al ver
el inmenso corte que parece no parar de sangrar. Es sumamen-
te impactante. Pero antes de que pudiera pestañear, este mismo
reflejo se abalanza sobre mí, me toma de la camiseta y me lleva
hacia él con gran fuerza y decisión.
—¿Qué…? ¡Aahhh! ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Suéltame hijo de pe-
rra! ¿Qué eres? ¡Suéltame!
Lo que está ocurriendo es simplemente inexplicable, y no lo
estoy imaginando. Al tomarme de la camiseta, esta espeluznante
copia de mí pudo atravesar el espejo hacia aquí; al tocarme, pue-
do sentir cómo el dolor de cabeza que tenía aumentó inmensa-
mente. Como si estuviera a punto de explotar. Al jalarme hacia
él, entramos al espejo… lo atravieso sin más. Creo estar viviendo
Al otro lado • 49
un sueño demasiado real o, mejor dicho, una pesadilla de la que
no puedo despertar. Y aún falta más. Al pasar por esa especie de
portal, o lo que sea, no hago más que caer de boca al piso desde
el techo. Caigo justo en medio de la sala de estar de mi antigua
casa, la misma en donde solía vivir con mi familia. Me levanto
muy aturdido y desesperado, no logro comprender tanta locura.
Es decir, es imposible que esto esté pasando… ¿Qué clase de
alucinación es esta?
Alzo la vista hacia la chimenea que teníamos frente a los si-
llones, y en ella veo posado el retrato que más quise en toda mi
vida, la foto familiar que nos sacamos en el zoológico ese último
día que los vi reír junto a mí. Es raro pensar que la foto más
hermosa de todas sería la última… Recuerdo perfectamente ese
momento, yo estaba muy enojado con Eli porque no dejaba de
consentir a Lucas. Él quería subirse solo a los juegos para los ni-
ños grandes pero, efectivamente, era muy pequeño para entrar.
Siempre fue caprichoso, y si no obtenía lo que quería lloraba
hasta no poder más. Era bastante rebelde, y qué decir… una cosa
lleva a la otra. Además, me hacía acordar a mí mismo de peque-
ño, quizá yo fui un poco más terrible a su edad. De todos modos,
ese día la pasamos genial, es uno de los mejores recuerdos que
tengo, y el más claro. Hasta que volvimos a casa. Pero las cosas
debían ser así supongo. Solo Dios sabe…
Al acercarme al cuadro y tomarlo con cuidado, una inmensa
angustia me invade por completo. Son tantos los recuerdos que
van y vienen por mi mente… Incluso había olvidado detalles
hermosos de aquel día, hasta la misma fotografía. La había dado
por perdida. Al tiempo del accidente, al mudarme a la nueva
casa, se extravió en el viaje… o al menos eso había creído. Y, por
más que no hayan pasado tantos años desde el día del accidente,
50 • Franco G. Feltan
es como si desde ese entonces mi mente o una gran parte de mí
hubiera quedado allí, cautiva y sin salida.
Cualquier cosa después de aquello me hacía recordarlo todo.
Fueron tiempos muy duros en los que comencé a dejarme estar
en la vida. Todos dicen: “¡Vamos! Tienes que salir adelante, no te
dejes vencer, la vida continúa”, y todo el resto de las cosas que ya
sabemos de memoria, pero en realidad no saben lo que es vivir
sintiéndote culpable de destruir la vida de quienes más amas, e
incluso la de uno mismo. Es un dolor que desgarra el corazón.
No saben lo que es tener que soñar por días, meses completos
sus rostros, sus últimas sonrisas, pensar qué hubiera pasado si…
Ahora daría cualquier cosa por volver a soñar con ellos; es como
si, al pasar el tiempo, los recordara cada vez con menos detalles.
Muchos dicen: “Te comprendo, pasé por lo mismo o por algo
similar”, y está bien, pero no somos la misma persona y no todos
sentimos de la misma forma. Y, en mi caso, esto derrumbó toda
mi vida. Si bien el dicho del tiempo que lo cura todo es efectivo,
el dolor se va apaciguando pero aún está ahí, se lucha día a día,
se pelean batallas internas que callamos para continuar sonrien-
do... Nada vuelve a ser como antes; yo cambié tanto que, en un
cierto punto, empecé a hacer cosas que no eran propias de mí.
Me volví frío y calculador, no quería más responsabilidades que
las esenciales, me volví mentiroso, traté de ahogar las penas en
alcohol, pero de nada sirvió, solo me emborrachaba y aturdía
más a mi corazón.
Ya no veía hacia el futuro viviendo el presente; solo vivía el
presente pensando en el pasado. Intenté incluso reconstruirme
en una nueva relación, tal vez alguien me ayudaría a sobrellevar
mi pesar, pero hasta no sanar es imposible volver a amar.
Al otro lado • 51
CAPÍTULO IV
El encuentro
A pesar de tanto, estoy aquí… No sé concretamente cuál será
la razón, pero de seguro esto es importante, después de todo
nada es normal en este lugar, y lo que aquel hombre me dijo en la
celda… quizás es la verdad. Es un lugar increíble, puede ser tan
horrible como hermoso… Hasta puedo sentir que Eli está con-
migo. Aquella carta no pudo ser solo un invento, su perfume…
todo eso era ella. A decir verdad, nunca la había sentido tan cerca
en mi vida con tanta intensidad y emotividad.
Así, con los ojos llenos de lágrimas y una fuerte jaqueca, co-
loco nuevamente el cuadro en su lugar, se ve perfecto junto a
la chimenea… Era nuestro lugar favorito, pasábamos las pocas
noches de invierno que recuerdo junto al fuego mirando fotogra-
fías antiguas. Nos reíamos y recordábamos el largo camino que
llevábamos juntos.
Mientras, Lucas jugaba con sus juguetes o, simplemente, se
dormía en el sillón de enfrente viendo sus dibujos animados.
Al otro lado • 53
Creo que aún puedo recordar sus francas sonrisas... Con estos
hermosos recuerdos floreciendo nuevamente y llenando grades
vacíos en mí, retrocedo unos pasos hasta el sillón más grande
y me recuesto en él; me siento exhausto. Es como si, de alguna
manera, el hecho de estar más tiempo en este sitio me robara las
fuerzas y, por si fuera poco, el dolor en mi cabeza se hace cada
vez más fuerte. No podría continuar si esto empeorara aún más.
Cierro los ojos e intento relajarme unos segundos, recupe-
rar energía, pero aquí no hay tiempo para relajarse. Todo parece
materializarse de alguna forma; lo que he estado viviendo es tal
cual lo que predijo aquel hombre… Mis recuerdos saltan de aquí
para allá sin control y llevan a situaciones que solo en la mejor
imaginación cabría. Es entonces que, de repente, en el fondo del
silencio más turbio escucho…
—¿Papá? ¿Eres tú? No puedo dormir, ya dejé la luz encendi-
da, pero sigo sin poder dormir.
Algo difícil de explicar es la sensación de un reencuentro…
Se puede sentir al mismo tiempo tanta alegría, nostalgia y has-
ta miedo de que ese momento se termine. Es revivir el alma.
¿Sentir un abrazo? ¿Sentirse completo? Imposible explicar lo que
me sucede al escuchar esa voz… Mi corazón y todo mi ser se
iluminan de inmediato… Felicidad, sonrisa y lágrimas que lo
expresan todo…
Con la voz cortada y con un gran nudo en la garganta,
respondo:
—¡Lucas! ¿Eres tú de verdad, hijo?
Levanto levemente la vista por encima del sillón y veo a mi
54 • Franco G. Feltan
amado hijo parado justo allí, junto a las escaleras detrás de mí
con su osito de peluche en brazos y ese pijama de ranas que tanto
adoraba… Era imposible que se acostara a dormir sin él. Desde
el día que se lo regalamos no pasó una sola noche sin él. No pue-
do creerlo, es mi hijo. Su mirada profunda y tierna, inocente y
amorosa es todo lo que hace tanto tiempo necesitaba.
—Sí papá, ¿acaso no te acuerdas de mí?
—¡Oh, Dios…! Ven aquí amor mío, ¡cuánto te extrañé, hijo
querido! Por favor Dios, que esto esté pasando de verdad, solo
eso pido…
—Sabes pa, yo también te extraño mucho, extraño que me
leas un cuento antes de ir a la cama. Mamá siempre lo hace, pero
ella no los cuenta como tú. Por favor, di que sí papá, son geniales
tus historias.
Dibujando la sonrisa más sincera, le digo…
—¿De verdad? Me encantaría ver a tu mamá contándote
cuentos, Lucas. Mírame a los ojos un segundo… Oh, Dios, no
puedo creer esto, no me lo saques otra vez de mi lado, por favor.
Solamente quiero abrazarlo y hacerlo dormir en mis brazos una
vez más…
—¿De qué hablas papi? ¿Estás bien?
—Sí, mi amor, nunca fui tan feliz en mi vida. ¿Y sabes qué?
Tú me haces así de feliz.
—¿Me vas a leer un cuento antes de dormir? Porque ya es
tarde y tengo mucho sueño… Di que sí…
—Todas las noches corazón, las veces que quieras… No me
iré a ningún lado, no tienes que extrañarme más, ya estoy acá
Al otro lado • 55
y no me alejaré jamás. Solo dime de qué quieres que se trate la
historia, mi amor.
—¿Sabes? Mami siempre me habla de ti, papi, siempre me
cuenta historias hermosas de cómo están las cosas en donde estás
tú… Ella dice que aún falta mucho tiempo para que puedas que-
darte con nosotros. —Mientras Lucas habla, mis ojos se pierden
en su inocencia y mi corazón se rompe en una mezcla de nostal-
gia y alegría—: Aquí es hermoso… Tengo muchos amigos para
jugar. Tengo que presentártelos luego, Jimmy es mi mejor amigo,
nos entendemos muy bien y nos llevamos aún mejor. Siempre
jugamos a las escondidas juntos. Él dice que te conoce, o que se
conocerán más adelante, no recuerdo mucho, a decir verdad…
aunque no sé a qué se refiere... A veces no logro comprender las
cosas que me cuenta, pero sé que pronto debe realizar un gran
viaje.
—Seguro hijo… ya tendremos tiempo para jugar todos jun-
tos. —Por supuesto, tampoco me olvido de ella, así que, sin más,
pregunto—: Cuéntame, ¿cómo está tu madre? Me encantaría
verla... No te imaginas cuánto la extraño, hijo. Dios, qué feliz
estoy, jamás creí volver a verte otra vez…
—Mmm… ella está muy bien papá, está hermosa… siempre
está cuidando de todos. Si quieres puedes quedarte con nosotros,
eso sería increíble… muero por enseñarte tantas cosas. Aquí to-
dos son buenas personas papi, estoy seguro de que te encantará.
—No lo sé hijo, para ser completamente honesto, estoy con-
fundido. Pero haré todo lo posible por quedarme contigo, ¿de
acuerdo?
Es literalmente impensable para mí estar pasando por esto,
56 • Franco G. Feltan
volver a escuchar su voz, sentir su inmenso amor, su inocencia de
niño. Ya no me importa si está muerto o vivo, ni el lugar donde
está; él me hace sentir vivo. No necesito nada más. Solo quisiera
quedarme aquí para siempre, ser el papá que nunca fui, recupe-
rar todo el tiempo perdido por culpa del trabajo.
Es ahora que veo las cosas de otra manera, las prioridades en
mi vida eran otras, jamás noté la falta que le hacía a mi familia.
Por aquel tiempo, la compañía estaba en caída libre, todo era
difícil… El estrés que vivía a diario para que los números de
ventas cerraran y no tengamos que pensar en la quiebra misma
era insoportable, tanta presión a veces no me dejaba ni siquiera
el tiempo necesario para encontrarme con mi esposa por las no-
ches. Mucho menos jugar una tarde con Lucas.
En mi corazón, en el fondo, sé que esto de quedarme no es
muy fiable, sé que tal vez le mentí nuevamente al decirle que
conoceríamos a su amigo y esas cosas pero… ¿qué más puedo
hacer? La situación es única y no puedo echarla a perder. Hoy
vuelvo a sentirlo como nunca lo hice antes; creo que nunca había
dicho una mentira tan dolorosa como esta. Lo había hecho en
distintas ocasiones en el pasado, pero no le daba mucha impor-
tancia a las repercusiones que podían tener, además, después de
todo, eran las famosas mentiras piadosas.
Nunca fui el mejor padre ni el mejor marido, pero da-
ría mi vida entera y hasta el último suspiro por verlos sonreír.
Desperdicié años de mi vida al no poder estar junto a ellos. Me
había convertido en un robot más de la sociedad, no miraba
nada más que el dinero y el trabajo, mi familia quedaba siempre
a un lado. No supe aprovechar lo más preciado, y… ¿ahora esto?
Al otro lado • 57
No puedo desaprovecharlo… Cuánto valor tiene todo ahora,
¡Dios! La vida es hermosa, pero fui el peor ciego al no querer ver
tantas cosas… Ahora es cuando, ahora tengo que cambiar todo
esto. Cambiar mi mundo.
Al cabo de unos diez minutos, Lucas, quien permaneció re-
costado sobre mis brazos, repentinamente se levanta y camina
hacia las escaleras. Sube los dos primeros escalones, voltea y,
mientras extiende su brazo, me dice…
—Vamos pa, ¿qué esperas…? Ven y léeme un cuento para
dormir, ya tengo que volver a la cama. Vamos, te enseñaré algo
muy bonito que también te gustará mucho.
—De acuerdo corazón, vamos… ¿De qué te gustaría la histo-
ria: de castillos y caballeros, como siempre? O mejor, ¿sabes qué?
Leamos alguno de tus libros favoritos, ¿qué dices?... La verdad
es que me duele mucho la cabeza, Lu. Está matándome la fatiga
y el dolor, creo que también debería recostarme unos minutos.
—Sí, lo sé papi, pero debes estar tranquilo, mami siempre
dice que hay que darle tiempo al tiempo, no entiendo mucho a
qué se refiere, pero suena bien. En todo caso, ella espera arriba,
vamos, preguntémosle qué significa. Además, creo que quiere
enseñarte algo, ella me pidió que te llevara. ¡Vamos, papá! Creo
que es una sorpresa.
—¿Mamá? ¿Mamá está arriba? —No puedo creer que, ade-
más de verlo a él, podré verla a ella nuevamente. Sin dudar un se-
gundo, insisto—: Vamos Lu, subamos, no puedo creerlo… ¡Eli!
—Sí, así es… ¿sabes? Mamá parece una princesa de los cuen-
tos que tú me lees… ¡está siempre hermosa!
58 • Franco G. Feltan
Me levanto entonces del sillón, tomo de la mano a Lucas
y subimos las escaleras. Ya a la mitad del camino, nuevamente
puedo sentir ese perfume que me volvía loco; es como volver
a reconstruir su rostro instantáneamente al olerlo. Todo esto es
tan increíble que no logro convencerme yo mismo del todo. Es
como estar viviendo un sueño increíble. Es lo más maravilloso
que pudiese imaginar, sea lo que sea no quiero despertar. Estoy
tan sorprendido… Siempre fui escéptico. Nunca confié en las
cosas que no tienen sentido pues siempre le busqué a todo una
explicación racional.
Aquellos sujetos, al fin y al cabo, no hicieron otra cosa que
cumplir el sueño más grande que he tenido en mucho tiempo:
volver a ver a mi familia. Ya nada de lo que ocurrió me importa,
no quiero demandarlos, no quiero nada más que un abrazo de
mi bella esposa y mi hermoso hijo. Es una locura, como todo lo
que en algún momento creí falso. Ahora está ocurriéndome, soy
yo el protagonista de esta realidad de la que me burlé siempre…
Apurando el paso por la emoción, casi saltando los escalones
de dos en dos, llegamos hasta la habitación en la planta alta.
Por un segundo siento que todo mi cuerpo se afloja, como si
perdiera todas mis fuerzas. Estoy tan nervioso que mi corazón
parece salir de mi pecho. Caminando lentamente, atravesamos el
pasillo. Al llegar frente a la puerta de su cuarto, Lucas comienza
a mirarme fijamente y ambos nos apretamos las manos. Las mías
están transpiradas por la emoción. Él solo me sonríe, extiende su
mano, toma el picaporte y lo hace girar.
Puedo jurar que la misma sensación que tuve cuando pedí
su mano la primera vez, se está repitiendo en este momento. Es
Al otro lado • 59
increíble, no sé qué decir, ni qué pensar… Al abrir la puerta,
ella está allí, de espaldas a nosotros ordenando la cama de nues-
tro hijo como lo hacía todas las noches antes de arroparlo. Es
la imagen más cotidiana del mundo, pero nunca me detuve a
observar esa clase de cosas, lo que antes ni siquiera notaba ahora
representa la muestra de amor más grande de todas hacia Lu: la
importancia de unas buenas noches, de un cálido beso antes de
dormir, los cuentos con los que él soñaba… mi mano acarician-
do su cabeza antes de apagar la luz.
Todo es distinto ahora, es como si me hubiera sacado una
terrible venda de los ojos. Mi corazón está cambiando, puedo
sentirlo… Recuerdo que siempre pasábamos uno al lado del otro
sin más, o al menos yo lo hacía muchas veces; no demostraba el
amor que sentía, siempre opacaba todo cariño y momentos en fa-
milia, siempre estaba ocupado en mis cosas… Qué decepción…
En fin, allí está… realmente hermosa; tal cual la describió el
niño. No puedo creer que los tengo de nuevo aquí conmigo una
vez más. Mi corazón se ha llenado de amor como nunca antes, el
tiempo parece no surtir efecto aquí, están igual que la última vez
que salimos juntos, mis dos ángeles hermosos.
Muy entusiasmado y esbozando una hermosa sonrisa, Lucas
dice:
—Mami, mami… Papá dijo que me leerá un cuento antes de
dormir. ¡Genial! ¿No lo crees?
Entonces, Eli voltea hacia nosotros… En ese momento me
congelo en el lugar; es como la primera vez que la vi a los ojos,
la vez que me enamoré perdidamente de ella. Su mirada no ha
cambiado en absoluto. Siento tal revolución de sentimientos que
60 • Franco G. Feltan
me resulta imposible de expresar. Ella comienza a acercarse len-
tamente hacia mí sin quitarnos la vista el uno del otro, y ocurre
justamente lo que ella había escrito... No hacen falta palabras
para decir todo el amor que le tengo, lo mucho que la extrañé. La
emoción del momento y sus ojos ya lo dicen todo, al igual que
los míos. Es nuevamente este amor a primera vista, por llamarlo
de alguna forma.
Parada frente a mí, toma mi mano y me besa. Pero no es un
simple beso, es algo mágico en verdad. El terrible dolor de cabeza
que me estaba volviendo loco desaparece sin más, como si nunca
lo hubiera tenido. Mi alma parece saltar de euforia. La tomo del
brazo con una mano y con la otra por la cintura. En completo
silencio ambos, no nos sacamos la vista de encima. Una gran co-
nexión nos mantiene en este momento. Tanto arrepentimiento
hay en mí que lo único que puedo hacer es llorar; todo el dolor
y frustración que guardaba es removido por su inmenso amor y
perdón. Todo aquello que vivimos en los malos tiempos ya no
parece importar. Ella no dice nada; yo estoy perdido en esta sen-
sación de paz y felicidad, puesto que es la primera vez que pude
puedo sentir lo que es en realidad.
No puedo parar de llorar; ella me sonríe, acaricia mi rostro
con su mano y lentamente se acerca a mi oído. Me susurra que
cierre los ojos y que, así, me llevará por unos segundos a la verdad
del comienzo. Obviamente, no logro comprender de inmediato
a qué se refiere con eso. De igual manera, iría a cualquier lado si
estoy con ella. Es todo lo que quiero pero, aun así, pregunto…
—¿Amor, a qué te refieres con la verdad del comienzo?
—Solo toma mi mano y la de Lucas. Te enseñaremos por qué
Al otro lado • 61
estás aquí, querido. Debes saberlo para poder continuar por este
camino y así entender algunas cosas.
—De acuerdo mi amor, iré a donde digas… No sabes cuánto
los eché de menos, por Dios.
—Al igual que nosotros Aarón, y siempre estamos observán-
dote y cuidando de ti… —Volviendo al tema, me pregunta—:
¿Estás listo, mi amor?
—Por supuesto querida, iría contigo a donde sea…
—Cierra los ojos amor, ahora concéntrate en tus últimos re-
cuerdos antes de estar aquí, antes de que todo comenzara a cam-
biar. ¿Por qué el dolor en tu cabeza? Piensa… En el fondo sabes
por qué estás aquí amor, por qué estoy yo aquí… Sabes lo que
debes hacer, sigue las pistas en tu interior. No has dejado de pen-
sar en esas cosas durante todo el camino. Solo calma tu mente y
escucha a tu corazón.
Al mismo tiempo que Eli me guía con aquellas palabras, mis
recuerdos viajan en mi mente buscando el punto clave en esto.
Lo último que recuerdo es la discusión con esos tipos que estu-
vieron en casa o quienes hayan sido esos hombres. En realidad,
todo fue raro desde que abrí los ojos luego de aquel extraño sue-
ño… Pero no logro recordar mucho más… ¿Qué es lo que debo
saber?
—Recuerda que no todo es lo que parece… ¿Recuerdas tus
sueños al despertar? Piensa en ellos… No son solo sueños, crée-
me. Todo lo que conocemos de la vida misma es solo una parte
muy pequeña de los misterios de nuestro universo. Intenta re-
cordar, Aarón… Sabes por qué estás aquí, sabes qué tienes que
hacer… solo debes confiar en ti mismo.
—¿Los sueños? Espera, recuerdo…
62 • Franco G. Feltan
Es entonces cuando, como una gran oleada, recuerdo aquel
raro sueño del que desperté tan agitado. Recuerdo estar segu-
ro de que no había sido tan solo un sueño, y es ahora cuan-
do puedo confirmarlo… Esa voz que decía: “BIENVENIDO
AARÓN, ¿PODRÁS ESCAPAR DE AQUÍ? ¿O SERÁS TÚ
MISMO QUIEN TERMINE CONTIGO? TÚ DECIDES EL
FINAL DEL CAMINO…”, como si de alguna manera me es-
tuviera anunciando todo esto, y luego la fiesta, los planes para
la noche… el secuestro del auto. Pero lo más impactante fue…
¡el accidente! Fue ahí cuando desperté… pero, vamos, sigo sin
comprender muy bien todo esto, solo fue un sueño, ¿qué tiene
que ver con todo esto?
Esto trae nuevamente el dolor insoportable a mi cabeza, duele
tanto que ya no puedo mantener los ojos cerrados. Al abrirlos,
ya no estoy en el cuarto de Lucas. Me encuentro solo y parado
en la sala de mi propia casa. Me siento totalmente anonadado.
¿Cómo y en qué momento ocurrió esto? El cuarto de estar se
halla casi en total oscuridad, tal es así que cuando me acerco
hasta la llave de luz para ver por dónde pisar, de reojo, casi a mis
espaldas, veo una sombra. Es sin dudas la silueta de un hombre
que ha cruzado rápidamente del living a la habitación. De mane-
ra espontánea, retrocedo y me agacho un poco para ocultarme.
Cautelosamente, comienzo a acercarme lentamente con las luces
apagadas. En mitad del camino, casi llegando a mi propia habi-
tación, el foco se enciende y, al cabo de un minuto, también la
del baño.
De manera intuitiva, tomo un pequeño adorno de vidrio que
está sobre una mesa de licores y, preparado para sorprender a
Al otro lado • 63
este hombre, entro rápida y violentamente a la habitación. En
el segundo que levanto el brazo para golpearlo, él se voltea sin
advertir mi presencia y entonces veo de quién se trata. Suena
extraño y muy confuso, pero a quien estoy por noquear de un
golpe es a mí mismo.
Inmediatamente, al ver su rostro, o mejor dicho, al verme a
mí mismo es tal la conmoción que no dudo en soltar el adorno
y echarme para atrás con gran asombro. A pesar de ello, de todas
formas, ya nada me sorprende de este lugar. Es decir… con todas
las cosas que he pasado en tan poco tiempo, esto no es la gran
cosa, aunque sí muy inquietante. En definitiva, estoy observán-
dome a mí mismo y, al parecer, mi otro yo está haciendo todo
lo que había hecho en mi sueño… como si reviviera un sueño
dentro de otro. Y, a pesar de que mi otro yo ni siquiera pueda
verme, la confusión ocupa el lugar principal en todo esto, sin
lugar a dudas. Tal vez, inconscientemente no quería ver la reali-
dad, siempre escapé de ella o, al menos, lo intentaba en ciertas
circunstancias.
—Eli… Eli… amor, ¿dónde estás? —pregunto en voz alta.
De repente, una mano me toma por la espalda y una suave
voz susurra en mis oídos…
—Es aquí mi amor, aquí es donde nace el comienzo de la
verdad, de tu verdad. Este día todo cambió para ti, querido…
¿Recuerdas bien este sueño, verdad? ¿Fue tan real, no es así? Yo
estuve contigo y te acompañé todo el tiempo, viendo cada movi-
miento como tú lo estás viendo con tus propios ojos. —Sin per-
der el tiempo, y mirándome fijo a los ojos, continúa—: Lo que
ocurrió no fue solo un sueño mi amor, de verdad pasó todo esto.
64 • Franco G. Feltan
Esta es la verdad, ya no podías vivir con tanto odio a ti mismo,
odio a la vida, culpas, mentiras y rencores. Todo estaba dicho,
solo mírate… Sabes que lo que ves no eres verdaderamente tú…
Jamás fuiste así. Estás destruyéndote a ti mismo y a todo aquello
que te rodea.
Sinceramente, se me hace un tanto difícil procesar todo esto.
¿Cómo que no fue solo un sueño? Yo recuerdo que desperté lue-
go del accidente, seguía aquí en casa, en la cama… Lo que sí
pude notar fue la sensación de realismo que me había dejado en
el cuerpo, y desde entonces no ha dejado de dolerme la cabeza ni
un segundo, pero… ¿qué ocurrió en realidad? ¿Eso quiere decir
que estoy muerto? Dios mío, terminé por perderlo todo, una vez
más… ¡incluso mi propia vida!
¿Qué hice todo este tiempo? ¡Cómo viví tan ciego! Y ahora
que quizás sea tarde, puedo verme ir y venir por la casa pensando
en cómo mentir a Mariano, pensando solamente en mí, con-
fiando en mi dinero, en mi orgullo y mis engaños… pensando
en tapar dolores con noches apasionadas y perdiendo mi razón
en copas de alcohol. De verdad no era yo… El hecho de verme
andar sin ningún sentido por la vida, de un lado al otro luchan-
do contra el tiempo, viviendo enojado y sin amigos me provoca
tanta vergüenza que no hago más que llorar. Mi vida se había
estancado por un error del pasado, un error que jamás superé,
y aún no he logrado conseguir el perdón. Creo que mi mayor
pesar siempre fue eso: encontrarlos, verlos a los ojos e implorar
su perdón.
—Entonces, mi amor, ¿estoy muerto, verdad? Lo perdí todo;
soy y siempre fui un fracasado. Primero ustedes, luego terminé
Al otro lado • 65
por perderme a mí mismo, nunca pude rehacer mi vida. De ver-
dad me di cuenta de lo que tenía cuando ya lo había perdido…
La vida me sacó todo antes de abandonarme. ¿Y ahora qué me
espera, mi amor? ¿Esto es el dolor de cabeza? ¿El golpe? ¿Mi
muerte?
—Aún no, cielo. Aún no estás muerto. Como te dije antes,
estás aquí y allá. Mira este lugar, querido… Aquí estás realmen-
te, tu esencia ahora está aquí, y es eso lo que en verdad impor-
ta, la única verdad entre tanta mentira. Es lo único que vale la
pena realmente, nuestra esencia. Dios existe, el demonio existe,
nosotros existimos, pero depende de nosotros cómo queramos
existir hasta el final… Míralo tú mismo… Aún puedes cambiar
el mundo. Todo es posible, solo ten fe. Háblame, siempre te es-
cucho, Lucas te escucha, aquí no hay límites. Despierta y mira a
tu alrededor… Nadie está solo, y tampoco tú.
Eli levanta la mano y con el dedo me señala una pared sobre la
que se proyecta una película en la que soy el protagonista. Allí se
comienza a transmitir el accidente, mi pesadilla completa. Sufrí
grandes golpes, y el peor de todos fue en la cabeza, lo que aho-
ra me hace comprender el porqué de esta terrible jaqueca. Ese
accidente me ha dejado en coma. Puedo verme en el hospital,
ahí postrado en la camilla. No puedo decir que sintiera tristeza,
al fin y al cabo parece ser que todo esto que me sucedió me lo
he estado buscando de alguna manera. Además, no siento más
dolor que el que ya siento en mi corazón.
Lo más llamativo, lo que más me está removiendo muchas
cosas es ver quién se encuentra en ese momento a mi lado…
Mariano. Está sentado esperando que abra los ojos, llorando y
66 • Franco G. Feltan
rezando. Incluso puedo escucharlo, cada plegaria es por mí. Ya
no hay viejos rencores… ya no hay odio, ya no existe nada de lo
que antes corrompía nuestra larga amistad. Nunca hubiera ima-
ginado ver algo así, o tal vez no a él en esa situación. No me lo
esperaba… Tanta gracia después de tanta frustración… La vida
es increíble.
Hasta puedo sentir sus más claros sentimientos; jamás estu-
vo enojado como yo pensaba. Solo yo lo complicaba todo, me
negaba a aceptar las cosas como son, no soportaba la culpa y lo
proyectaba todo en él. No abrí jamás la mente y la razón por más
vivo y despierto que estuviera. Él siempre se mantuvo al margen,
es todo lo que hizo, no me presionó, me entendía y respetaba a
pesar de tantas cosas que hice y dije. Como un gran hermano
que en verdad siempre estuvo para ayudarme a levantar la frente
cuando sentía que ya no podría estar en pie.
—Pero… si no estoy muerto, ¿cómo estás tú aquí, Eli? —
Realmente hay cosas que todavía no logro comprender, necesito
saber… así que continúo preguntando—: ¿Cómo los veo a los
dos? No sé realmente qué tengo que hacer aquí amor, la tristeza y
la confusión aumentan a cada paso; los decepcioné y lo lamento.
Verás… mis energías se debilitan, mis ganas de vivir son altas,
pero ustedes son mi familia y no creo tener nada más allá afuera
para mí. Mariano es una gran persona y amigo, por lo que acabas
de mostrarme… ¿Sabes? Siempre me creí tan fuerte… que nada
podía desestabilizar mi mundo, que todo era mío, y ahora estoy
parado frente a una pared viendo lo equivocado que viví; mi
orgullo está destruido… Dios logró quebrarme en mil pedazos y
tú me reconstruyes.
Al otro lado • 67
—Sigues viendo el vaso vacío, querido. —Sonriendo y to-
mando mi mano, me dice—: Intenta ver más allá del hecho en
sí. Dios no te destruyó, solo te sacó la venda de los ojos, y yo soy
a quien mandó para acompañarte y lograr que vieras la verdad.
Ya no te lamentes por el pasado. No te lamentes más por mí ni
por nuestro hijo. Nunca fuimos tan plenos, mi amor. Ahora vivo
por siempre en tu corazón, ahora puedo cuidar de ti donde sea.
Ahora vivo en ti, aunque no lo sientas así; ese es el gran misterio,
el amor se quedó contigo… Todo está allí, solo escucha… Tú lo
enciendes con cada pensamiento. Esto es solo un viaje querido,
debes comprender los misterios que en él te esperan. Te prometo
que al final comprenderás y vivirás la vida que has estado buscan-
do. Pero primero deberás llegar al final… Te mostraré la puerta,
pero solo tú la cruzarás. Calma tu corazón y tu mente, nunca
olvides eso, es la clave para entenderte, para entender tus senti-
mientos y emociones. —Con una tierna mirada y acariciándome
el rostro lentamente con todo su amor, prosigue—: Eres una
maravillosa persona, pero debes sanarte y volver a vivir. Mucho
más de lo que tú piensas te espera de regreso. Anímate a vivir una
vez más, mi amor. El día que vuelvas a mí, iré por ti, pero ahora
debes volver… Encuentra tu camino.
—Dios mío, no sé qué decir, no sé qué pensar… —Con los
ojos completamente llenos de lágrimas, solo puedo decir una
cosa—: Abrázame mi amor, abrázame fuerte… Nunca antes
lo hice y ahora no quiero dejar de hacerlo. Luego llévame con
Lucas, que aún no me despido… Los volveré a ver, ¿no es ver-
dad...? Los buscaré siempre en mi corazón.
Es el abrazo más grande que he recibido en mi vida… el de
68 • Franco G. Feltan
la mujer más hermosa. Dos almas que se encuentran libres. Los
mismos sentimientos se han reencontrado y luchan contra el do-
lor... luchan por un amor. Todo es tan perfecto, todo se resume
a ella… El reloj teme marcar las horas, el tiempo se ha detenido
sin más. Ni siquiera él comprende tanto amor… ni el mismo
tiempo puede separarnos y jamás lo hará.
Al abrir los ojos, luego de aquel abrazo en el que pude sen-
tir el amor en plenitud, volvemos en un instante al cuarto con
Lucas. Él se encuentra dormido en su cama, arropado como su
madre siempre solía hacerlo y abrazado a su osito de peluche. En
verdad es la imagen más tierna de todas; cuánto extraño ahora
esas cosas que antes no tomaba en cuenta. Es algo tan cotidiano
que antes pasaba por alto, pero ahora puedo ver las mismas cosas
desde otro ángulo, tan claras. Hasta lo más ínfimo ahora vale
mucho para mí. Me acerco hasta su cama, me siento a su lado
y, poniendo mi mano sobre él, puedo sentir que todo va a me-
jorar. Verlos me ha llenado completamente de fuerzas para con-
tinuar… y mientras acaricio su suave cabello castaño, le doy un
beso de buenas noches, de esos besos en la frente que expresan
igual o más amor que cualquier otra cosa, con los que uno puede
sentirse tan seguro...
—Lucas, hijo mío, no sé si estaré aquí para jugar contigo, no
sé si podré conocer a tus amigos mañana. Pero te prometo que
siempre estaré pensando en ti, cada día de mi vida lo hago, recor-
darlos con ese inmenso amor… ese eterno resplandor. —En cier-
ta forma sabía que no iba a estar para cumplir lo que había dicho,
pero no podía matar sus esperanzas de jugar juntos. Así que le
digo—: Ya tendremos tiempo de vivir en plenitud, juntos los
Al otro lado • 69
tres, hijo… pero hasta ese día tengo que volver y arreglar algunas
cosas, amor mío. Cuando llegue la hora tú y mamá vendrán por
mí y seremos eternamente felices. Te amo tanto que no quisiera
despedirme, solo es un hasta luego. Descansa, mi amor… Pronto
vendré a leerte los cuentos que quieras. ¡Te amo!
Luego de aquel hasta luego, me pongo de pie y camino hacia
el amor de mi vida, la tomo por la cintura y acaricio su hermoso
rostro. Lentamente, mientras cierro los ojos, me acerco y la beso.
Es tan suave que se siente como si fuera nuestro primer beso.
Este amor sigue intacto, sigue vivo… Cuando abro los ojos, ella
me toma por los hombros, me mira fijamente a los ojos y, con la
sonrisa más bella y un tierno te amo, comienza a desaparecer…
comienza a desvanecerse cual niebla. Extiendo los brazos y la
llamo…
—Espera mi amor, ¿a dónde vas? No me abandones… no
otra vez.
—Todavía nos queda camino por recorrer aquí, aún no puedo
marcharme… Sigue tu camino y cuida de ella, ¿sí? Prométemelo,
cuida de ella como lo harías ahora con nosotros. Vive libre, mi
amor, y no dejes de avanzar en la vida. Yo seré tu guía, eso te lo
prometo. Ya nos veremos, te amo tanto querido mío…
—Eli… amor, ¿a qué te refieres con cuidarla? ¿De qué hablas?
¿A quién? No te vayas mi amor, ¡espera!
Al desaparecer frente a mí, volteo hacia la cama y veo que
Lucas también se ha ido. A su vez, la habitación completa co-
mienza a desvanecerse, dejándome en un vacío oscuro e infinito.
Es increíble lo que estoy viendo. Todo parece esfumarse, incluso
el piso se está encogiendo más y más… No tengo lugar a donde
70 • Franco G. Feltan
ir… La habitación parece querer encerrarme aquí, no lo entien-
do. En cuestión de minutos, el suelo bajo mis pies desaparece y
caigo en un precipicio ciego. No puedo ni imaginar el fondo, la
adrenalina del momento es inmensa, exactamente la misma que
en esos sueños en los que caes y despiertas cuando te estrellas
contra el suelo… ¿o te estrellas nuevamente contra la “realidad”?
Al otro lado • 71
CAPÍTULO V
Toda acción
tiene su reacción
De una manera muy extraña que no comprendo, este mundo
puede llevarte de aquí para allá cuando le plazca. Aquí no existe
ningún tipo de ley sobre la física o algo parecido. Es aterrador
pero, al mismo tiempo, maravilloso; al menos, hasta que uno se
acostumbra… No sé bien cuánto tiempo llevo aquí, resulta muy
difícil comprender qué sucede… pero pasan cosas increíbles, no
sé si soy yo quien sugestiona todas estas visiones o si realmente
suceden. Sea cual sea la verdad, debo continuar mi camino. Por
más complejo que sea manejar las cosas en este sitio no puedo
quedarme de brazos cruzados. Debo salir a como dé lugar.
¿No se supone que había atravesado el espejo y aterrizado
aquí? ¿No es esto lo que necesitaba ver, lo que más deseaba saber?
Entonces… ¿qué hago aún en mi antigua casa y acostado en el
sillón…? ¡Qué locura, Dios mío!
Es difícil mantener la cordura… Es difícil no pensar un
Al otro lado • 73
segundo. Todo esto tiene que ser por algo más que solo cambiar
mi vida, es decir, ¿quién soy? ¿Qué hice para merecer semejante
oportunidad? No imagino cuál será el designio con el que se ma-
nejan estas cosas… Quisiera volver simplemente a mi cuerpo y
despertar de una vez por todas. Al menos, ya me he reencontrado
con mi familia… ¿Qué más debe pasarme para escapar de aquí?
Es increíble pensar cómo de un instante al otro la vida se trans-
forma completamente. Me pregunto por momentos, ¿cómo ex-
plicaré todo esto cuando despierte del coma? ¿Alguien me creerá?
Cómo lo harán si ni siquiera yo estoy seguro de que todo esto
sea real… Me siento como si fuera una pequeña hormiga en un
mundo gigantesco, quizás así lo viven ellas. Saber que solo co-
nocemos un cuarto de los misterios que existen es absurdo… La
ciencia sigue siendo ínfima ante tantos interrogantes que existen
a nuestro alrededor sin explicación, y así seguirán.
Y pensar que en un momento estaba manejando pensando en
pasarla bien, en comprar un regalo… Me distraje y me estrellé
de frente contra otro vehículo. ¿Qué habrá pasado con la persona
del otro auto? Digo… yo no ocasioné el choque, ¿o sí? Fue un
accidente nada más… No fue culpa mía. Cuando despierte me
encargaré de ello. Pero primero lo primero, salir de este lugar y
volver a vivir… así que veamos, Eli ha dicho por último antes de
desaparecer que debo cuidar de alguien… ¿Qué? No tiene senti-
do, llegué solo a este lugar… ¿de quién habla? ¿Yo, cuidar? Si ni
siquiera puedo cuidar mí mismo, por algo estoy aquí… ¡Mierda!
Siempre todo es tan difícil…
Sin más que pensar, camino despacio hacia la salida del
hogar. Necesito tomar un poco de aire fresco, este lugar está
74 • Franco G. Feltan
cansándome cada vez más. Debo salir antes de que ya no pueda
continuar para no quedar varado aquí. Al llegar a la salida, al
abrir la puerta, supongo que saldré a la vereda del viejo barrio
donde solía vivir.
Nunca he estado más confundido. En algún punto, parece
que, por más cosas extrañas que sucedan, mi mente no logra
percatarse por completo de dónde estoy parado realmente.
En esta dimensión nada es normal… Al llegar a la salida, me
encuentro de repente parado en la entrada del hospital general
de la ciudad. Nada de veredas ni viejo barrio. ¿Pero qué significa
esto? Inmediatamente, luego de ingresar por la puerta principal,
escucho por los grandes altavoces a la recepcionista llamando de
urgencia al doctor Ramírez, Fernando. Algo que sinceramente
no esperaba volver a escuchar en mi vida, y digo esto porque él
es quien asistió a Eli cuando nació Lucas. Increíblemente, todo
se está repitiendo en este momento. Es como estar presenciando
mi vida en tercera persona.
Entonces, mientras estoy parado recordándolo todo, justo
frente a mí cruza el doctor corriendo deprisa hacia el quirófano.
Inmediatamente detrás de él, vamos a toda prisa los enfermeros,
Eli y yo tomado de su mano diciéndole que todo va a salir bien.
La situación es estupenda, la verdad, esta vez me siento afortu-
nado de poder revivir todo esto nuevamente, aunque aún no
entiendo qué quiere decir todo esto…
Avanzo por el pasillo justo detrás de ellos y noto como ningu-
na persona de aquí logra verme, como si yo fuera un fantasma. A
la par que los voy siguiendo hasta la sala de partos y observando
a las personas, recuerdo un pensamiento que tuve ese día, justo
Al otro lado • 75
ahora y en este instante. Todo se repite con una exactitud increí-
ble y yo estoy simplemente participando del proceso sin antici-
parme a nada. Recuerdo qué pensaba… en cómo, muchas veces,
las personas vivimos tan acelerados. Todo el mundo encerrado
en sus propios ideales, sus propios intereses sobre el de los demás,
con sus cientos de problemas a diario, todos con batallas por
enfrentar, algunas ya vencidas, otras perdidas… pero también
pienso que no hay mal que por bien no venga, ¿no? Las cosas
que nos pasan en la vida son definidas por nosotros mismos...
Nosotros construimos nuestro presente a medida que aprende-
mos de nuestros errores del pasado. Si no aprendemos no cam-
biamos. Y aprendemos en el presente lo necesario para nuestro
futuro. Saber anticipar algunas cosas, como sobrellevar otras.
Todo a su vez es un enorme círculo eterno e infinito, del pasa-
do al presente y del presente al futuro. Tal vez, algún día las cosas
sean un poco más claras; tal vez, cuando la luz se apague al final
del tiempo tendremos todas las respuestas. Pero hasta entonces,
como decía mi padre, estamos parados en tierra y respirando sin
problema.
Nuestra mente es sin dudas una de las cosas más grandiosas
que existen; si en verdad deseamos algo, ¿qué nos impide cum-
plirlo? Si sabes que es necesario caer mil veces antes para al final
levantarte y seguir mil veces más. Nada está de más y mucho
sobra en determinadas circunstancias; a veces parecemos caballos
de carga, nos tapan los ojos y solo vemos el camino recto hacia
adelante, cuando en realidad tenemos miles de opciones para ele-
gir, pero nos las ocultan de una u otra manera. Siempre vamos a
lo fácil… pero no vemos que lo difícil es difícil porque nos espe-
ra una mayor recompensa al final. No debemos ser conformistas.
76 • Franco G. Feltan
Hubo un tiempo en el que los pueblos más grandiosos lo eran
todo, jamás dejaban de crecer y perseguir sus ideales. Ahora solo
abrimos la boca bajo la lluvia con la esperanza de que una gota
pueda saciar tanta sed. No buscamos un balde, un vaso, algún
recipiente. Solo abrimos la boca.
Los adultos son solo adultos y los niños son solo niños, eso
pensamos todos… Claro, siempre fue así… como si por ser pe-
queños no entendieran las cosas, no entendieran de la vida, y es
ahí donde nos equivocamos. Ellos ven la vida desde un punto de
vista distinto, lo único que hacemos es guiarlos por lo que se con-
sidera el buen camino, ¿pero los escuchamos siempre? ¿Estamos
seguros de cuál es el mejor camino siempre? Desde ahora sé que
no es así; si los adultos fuéramos tan solo un poco como ellos…
el mundo sería distinto. ¿O si ellos, de un día para el otro dejaran
de ser niños y se convirtieran en adultos y los niños fuéramos
nosotros, los adultos…? ¿Con cuánto amor se contaría? ¿Con
cuánta inocencia y sin miedo viviríamos? Sé que ellos aman más
que nadie, ellos respetan más que nadie… Están atrapados en sus
cuerpos de niños hasta que el tiempo y, muchas veces, lamenta-
blemente, la vida que llevamos corrompe esas almas tan perfectas
y las vuelven más y más duras, más pesadas, más humanas.
Justo antes de ingresar a donde están llevando a Eli para ini-
ciar con el proceso de parto, un fuerte dolor en mi cabeza me
hace frenar la marcha. El mareo me obliga a sentarme a un cos-
tado, en el suelo. La sensación que me produce es de un atur-
dimiento increíble, el dolor es realmente intenso. Lentamente
intento ponerme de pie, pido ayuda, pero luego recuerdo que
nadie puede siquiera verme o escucharme. Estoy solo y siento
Al otro lado • 77
que mi cabeza está por explotar en mil pedazos. Entonces, en ese
momento, un fuerte llamado por altoparlante llama mi atención
de manera inmediata. No solo por lo fuerte que suena, ya que es
el único en resaltar, sino porque los demás parecen estar en bajo
volumen, o simplemente es para llamar mi atención.
Lo cierto es que, mientras solicitan de manera urgente la
presencia del Dr. Romano en la sala de emergencias, yo intento
llegar hasta la puerta principal mientras me tomo la cabeza con
una mano y con la otra me sostengo contra la pared. Solamente
quiero salir y tomar un poco de aire fresco, por decirlo de alguna
manera. Me siento a punto de enloquecer aquí dentro, si bien
todo había comenzado de manera estupenda. De un momento
a otro, se ha convertido en un lugar marcado por el sufrimiento.
Cuando por fin llego a la entrada principal, ya casi no tengo
fuerzas; la visión y mis sentidos se van distorsionando a cada
segundo más y más. Como si de un gran ACV se tratara. Estoy
realmente asustado, pero entonces, como una especie de premo-
nición, veo entrar de manera alterada y muy exaltado a Mariano.
Está muy conmocionado buscando deprisa la recepción. Yo solo
observo cada movimiento suyo desde la entrada. Me he quedado
un tanto atónito al ver lo ocurrido. Estoy reviviendo cada mo-
mento importante para mí.
Con lágrimas en los ojos, logro entender que, en realidad, la
vida te da muchos golpes y te quita sin decirte nada. Pero tam-
bién puede darte la alegría más inmensa de todas. La vida puede
ser tan bella como oscura, pero todo depende de la fuerza con
la que la afrontamos, la dulzura con la que la veamos y el amor
con el que vivamos. Por supuesto, la esperanza siempre intacta,
78 • Franco G. Feltan
aunque ya no quede nada. Ahora me duele ver que, más allá de
todo esto, yo no supe ver o apreciar las cosas, las personas o todo
aquello a mi alrededor hasta que ya, quizá, fue demasiado tarde.
Cuando Eli quedó embarazada, ambos nos asustamos. En ese
entonces no teníamos casi para comer, éramos muy pobres y con
mucho esfuerzo teníamos lo que teníamos. Dormíamos en un
pequeño colchón de un cuerpo y éramos felices. A decir verdad,
su embarazo no fue del todo planeado ya que, si bien queríamos
ser padres y gozar del don más hermoso que la vida nos da, no
estábamos en condiciones de serlo aún. No teníamos la capaci-
dad económica suficiente para ello y hasta puede que fuéramos
un tanto jóvenes. A pesar de todo, la vida nos sorprendió y, de
cierta forma, nos impulsó a ser mejores: mejores personas, más
capaces… Íbamos a tener que esforzarnos el doble y parecía que
ni así podríamos con tal responsabilidad.
Yo estaba sumamente inseguro de tener un hijo. ¿Qué vida
le daríamos? No sabía cómo enfrentar la situación. Me sentía
superado, nos veíamos en unos meses con los zapatos apretados
y no teníamos ni siquiera un biberón o pañal, y las peores veces,
ni para la renta del mes. Pero fue entonces que, como dije ante-
riormente, la vida te da y te quita sin avisar, sin preguntar. Justo
cuando estábamos pensando en la peor decisión que tomaríamos
en la vida (sí, abortar) ambos recibimos unas ofertas laborales
que nos permitieron nuevas oportunidades.
En ese momento, yo me había recibido de administrador de
empresas, pero las operaciones de trabajos empresariales estaban
muy restringidas y era casi imposible pensar en un contrato o al-
gún trabajo donde ejercer mi profesión, o al menos cobrar algún
Al otro lado • 79
dinero mensual. Si bien mi currículum volaba por todos lados,
incluso bajo los autos que circulaban por la zona, jamás conseguí
algo. Hasta ese día, y aún hoy sigo trabajando en la empresa. De
manera paralela, Eli había conseguido un trabajo como cajera de
supermercado a la vuelta del monoambiente que alquilábamos
para estudiantes. Ella siempre le atribuyó este gran alivio y respi-
ro a su Fe en Dios. Como ya había mencionado, yo nunca fui de
creer mucho en estas cosas. Pero ahora es que entiendo o analizo
que todas las cosas pueden tener su explicación racional, pero…
¿qué es eso que hace que las cosas sucedan de una forma u otra?
Por decirlo así, ¿qué es el viento y quién lo mueve, quién dio ese
gran respiro?
En fin, volviendo al hospital, estoy tan sorprendido y confun-
dido de que Mariano haya aparecido aquí de esa manera que de-
cido seguirlo. A pasos un tanto lentos, lo sigo por un largo pasillo
luego de que hablara unos minutos con la recepcionista. Intento
escuchar lo que dicen, pero apenas puedo mantenerme en pie.
Mientras lo sigo, él se detiene de repente frente a un ascensor y
presiona el botón para llamarlo. Mientras tanto, espera ansioso.
Yo me acerco lentamente a su lado. Me paro allí, esperando el
mismo ascensor y, si bien sé que él no puede verme, aun así, ni
siquiera deseo hablarle ni estar cerca de él. En cuanto el elevador
llega, se abren las puertas y ambos ingresamos. Yo solo deseaba
averiguar por qué está aquí, por qué está. Encerrados los dos, lo
miro con ojos culposos, con ojos de ira pero, a la vez, nostálgicos
por los momentos compartidos.
Unos segundos más tarde, el elevador se detiene y sus puertas
se abren. Mariano sale muy apresurado hacia la sala de terapia
80 • Franco G. Feltan
intensiva. Yo, siguiéndolo un tanto atrás, no paro de pregun-
tarme qué ha pasado, a qué se debe tanto alboroto, hasta que,
al acercarme a no más de dos metros de él, como un inmenso
estallido, siento una gran puntada en la cabeza. De inmediato la
vista se me empieza a nublar y mis fuerzas van desapareciendo
sin más. Entonces un doctor con una bata muy ensangrentada se
acerca desde el quirófano de la terapia y, luego de presentarse, le
pregunta su nombre. Mariano le responde y, de inmediato, pre-
gunta si sabe algo sobre un tal Aarón que acaba de ingresar con
graves lesiones a causa de un duro accidente de tráfico. Al escu-
char tal cosa, mi respiración se acelera. Siento que voy a desma-
yarme. Intento llamar a Mariano con las pocas fuerzas que aún
me quedan, lo llamo con un fuerte grito y, cuando estoy cerran-
do los ojos, creo ver que él me escuchó. Se ha parado de repente
y ha comenzado a inspeccionar la sala de espera, intenta mirar
hacia dentro del quirófano. ¿Realmente me habrá escuchado?
Al cabo de unos treinta minutos aproximadamente, cuando
despierto, puedo observar que me encuentro sentado justo frente
a una camilla ensangrentada a un lado de la sala de operaciones.
Aún cargando con un poco del intenso dolor, logro incorporar-
me y así me acerco a la camilla. Entonces siento un calosfrió que
recorre todo mi cuerpo. Sé de alguna extraña manera que esta
sangre es mi sangre. Asustado y sin pensar, retrocedo unos pasos
y salgo por la primera puerta que veo. Al cruzarla me encuentro
de inmediato dentro del quirófano junto a los médicos en plena
cirugía. Cuando me acerco para observar un poco más noto que
quien está luchando por vivir soy yo mismo.
Estoy muy golpeado, en coma. Al parecer, las consecuencias
Al otro lado • 81
son más graves de lo que imaginaba. Aún incrédulo de la inmen-
sa tragedia que me trajo hasta aquí, no soy yo quien en verdad
sufre, sino aquellos que esperan por mí. Y, aunque quizá no sean
muchos, mi mejor amigo está aquí y es en este momento algo de
suma importancia para mí, para ambos. Eso sin lugar a dudas,
habla mucho de nuestra amistad, más específicamente de la suya.
Además, es increíble estar reviviendo todo lo ocurrido luego
del accidente en otros zapatos, y estar viéndolo todo como en
una película... Me resulta imposible no reflexionar sobre todo lo
hemos pasado juntos, que tal vez me excedí en cada momento al
culparlo por lo que sucedió con Eli y Lucas. Tal vez, no sopor-
taba lo ocurrido y, de alguna manera, buscaba un culpable. Ver
lo equivocado que estuve siempre en cuanto a nosotros dos me
supera, es decir, al parecer siempre fui yo quien ponía la barrera
en medio, era yo quien no podía dejar ni por un minuto la culpa
que siempre remordía mi alma. En síntesis, no puedo olvidar y
mucho menos terminar de sanar lo de aquella noche. Pero estoy
más que dispuesto a intentarlo y sanar mi alma. Estoy dispuesto
a perdonar y pedir perdón.
Todo comenzó hace cuatro años, cuando volvíamos de una
salida de fin de semana a pescar. Al llegar a casa, alrededor de
las cuatro de la mañana del domingo, guardamos las cosas que
habíamos llevado y nos recostamos en el sillón a mirar televisión
mientras descansábamos un poco del largo viaje. Yo había bebi-
do bastante esa tarde y estaba un tanto ebrio, recuerdo que había
sido un día muy largo…
Más allá de que había ido a distraerme con Mariano, en el
trabajo no había tenido un buen día, estaba harto de mi jefe,
82 • Franco G. Feltan
siempre soberbio y mal hablado. Incluso había discutido con Eli
y ella se había llevado a Lucas a la casa de su madre, por lo cual
no se encontraban en casa cuando llegamos esa madrugada. La
tarde que pasamos con Mariano pescando también me había
ayudado a pensar tranquilo las cosas y darme cuenta de que el
tema de la discusión había sido una tontería. Estaba dispuesto
a pedirle perdón y arreglar las cosas, había sido solo un gran
malentendido.
Estábamos tan enojados el uno con el otro que nos habíamos
dicho palabras muy hirientes, y antes de que ella me diera la es-
palda, tomara a Lucas y diera el último portazo, me había dicho
que todo se terminaría si no cambiaba mi estilo vida y seguía
con actitudes egoístas. Que de esa manera estaba destruyendo la
familia, que jamás me encontraba en casa por el trabajo y que,
cuando lo hacía, no soportaba a nadie, y de ser necesario pediría
el divorcio. En verdad, parecía estar muy cansada de mí.
Yo estaba tan enfurecido que no había escuchado atentamen-
te todo lo que decía, nunca quería escucharla. Así que apenas
ella se fue, llamé a Mariano y nos marchamos también. Esa
misma tarde él me había confesado algo muy importante… sin-
ceramente algo que nunca hubiera imaginado escuchar de él.
Mariano trabajaba conmigo en la empresa, hace muchos años
que éramos colegas de trabajo, y siempre me habían llamado la
atención ciertos movimientos de él. Había notado ciertas cosas
raras en las que andaba involucrado, pero por respeto, más allá
de todo, nunca me había atrevido a preguntar sobre el tema.
Aunque siempre sospeché que estaba metido en algo extraño, sin
nombrar las veces que lo escuché hablar con mi jefe en voz baja.
Y no del trabajo de la empresa precisamente.
Al otro lado • 83
En su confesión me contó que estaba trabajando para una
empresa denominada “XZI” en la que lavaba dinero para unos
mafiosos… Dijo que hace no más de una semana atrás, había
hecho un trato con unos hombres colombianos que salió mal y
que representó una pérdida importante para su “familia”, que era
como denominaban a su entorno en los negocios, y que, desde
entonces, tuvo miedo de presentarse y dar la cara ante su jefe
porque, según él, se enfadaría tanto que hasta podía matarlo.
Al fin y al cabo, estaba esquivando de alguna manera una ley
importante para ellos.
Un tanto alarmado, le dije que no podía entender por qué ha-
bría él de involucrarse en algo tan peligroso sabiendo los riesgos
que presenta para su propia vida. Que, tal vez, por más que le
haya sucedido eso, debía presentarse y pagar las consecuencias…
Además, por lo que él contaba, era uno de los mejores en el tema,
así que no veía alguna razón para que lo mataran, pero en fin…
Todo el mundo sabe cómo se manejan estos tipos… Una vez que
entras, tendrás suerte si logras salir… Era simplemente increíble
su relato. No podía creer lo que me estaba contando, parecía una
historia de gánsteres o alguna ficción parecida, pero lastimosa-
mente se trataba de mi amigo. Si bien la idea de que lo mataran
me aterrorizaba, él se lo había buscado, y ni siquiera necesitaba
el dinero como para haberse arruinado la vida entrando en un
círculo tan peligroso como aquel.
En fin, luego de unas horas mirando televisión en casa al vol-
ver, y todavía tomando una que otra cerveza, le había pedido a
Mariano que me llevara hasta la casa donde estaba Eli con Lucas.
El reloj ya señalaba la cercanía del amanecer, rondaban las cinco
84 • Franco G. Feltan
de la mañana cuando subimos al coche para ir a buscarla. Yo,
un tanto mareado, planeaba hablar con ella e intentaría pedirle
perdón. Tan solo quería estar bien y que volviéramos a casa para
descansar. Al llegar a la casa, le pedí a Mariano que se quedara
en el auto y me espere allí. Yo entraría, hablaría un rato con Eli y
todo estaría bien… Volveríamos a nuestra casa. Yo no conducía
porque de verdad estaba mareado para hacerlo. Así, lo tenía todo
bajo control… o así lo creía…
Él se quedó en el coche mientras yo hablaba con mi esposa. Al
pasar unos minutos, había convencido a Eli de volver con Lucas
y charlar tranquilos en la casa. Fue así como ella tomó su cartera
y fue hacia el auto con nuestro hijo, donde esperaba Mariano al
volante. Me quedé adentro por dos minutos más para despedir-
me de su madre y juntar algunas cosas que había que cargar en
el baúl. Luego de recogerlo todo, agarré el bolso de juguetes que
ella había traído para que Lucas no se aburriera con su abuela…
Y fue entonces, cuando estaba por abrir la puerta para salir de la
casa que, desde afuera, se escucharon unos fuertes y desgarrado-
res gritos… Al mismo tiempo, un gran estruendo como de dis-
paros cortó el silencio de la fresca mañana. De inmediato, oigo a
Mariano pidiendo auxilio de manera desesperada.
Escuchar tal desastre y sin tiempo siquiera a imaginar alguna
situación, solté todo lo que traía conmigo y salí corriendo deses-
perado hacia afuera. Al momento de ver nuestro coche comple-
tamente baleado y un auto que se alejaba lentamente cerrando
las ventanillas con premura, sentí que la vida se me partía en mil
pedazos, todo mi mundo… se vino abajo.
Me acerqué al coche con los ojos nublados por las lágrimas,
desesperado, totalmente aterrado y rezando a Dios de que no
Al otro lado • 85
haya ocurrido nada grave. Finalmente, veo a los tres adentro del
auto, totalmente ensangrentados. Estaba viviendo la peor pesadi-
lla que pudiera imaginar jamás. Ese día, Dios dejó de mirarme…
no se apiadó de mí… ni de nadie. Ese día dejaría allí hasta mi
propia fe…
Mi familia: Eli y mi querido hijo estaban ahí, en la parte tra-
sera del auto, muertos sin más… Los llamaba a gritos, les pedía
que por favor que se despierten, que iríamos al hospital y todo
saldría bien, que no me abandonaran, por favor… Ni siquiera
tuve la oportunidad de intentar salvarlos, nada. Me los arreba-
taron sin sentido, sin culpa, sin corazón. Se habían ido sin más.
Sostenía sus cuerpos en mis brazos cuando, de manera increíble,
vi a Mariano que aún seguía con vida, él aún respiraba. Con
mucha dificultad, sí, pero aún vivía. Abrí rápidamente la puerta
del conductor y lo tomé en mis brazos, tenía varias heridas de
balas en las piernas y el tórax, pero por suerte ninguna extrema
complicación. Lo saqué del coche y lo dejé acostado en el piso.
La madre de Eli, al escuchar los disparos, había llamado de inme-
diato a la policía que, al pasar diez minutos, ya estaban llegando
al lugar.
Totalmente desconsolado, abrí la puerta trasera y saqué a mi
familia, los dos simplemente estaban allí muertos. Dios mío,
¿cómo sucedió esto? ¿Qué carajos había pasado? Los mataron a
sangre fría, ni siquiera fue un simple robo o algo más, nada…
No hay respuestas a tanto dolor y crueldad… De pronto, la ma-
dre de Eli corrió hasta nosotros con unos viejos trapos, intentan-
do tapar las heridas de Mariano y ayudarlo.
La escena era desbastadora, su propia madre, a pesar de verla
así en mis brazos, no paraba de pensar en ayudar. De igual forma,
86 • Franco G. Feltan
en sus ojos expresaba el infinito dolor y furia con la misma o más
intensidad que los míos. Había ido hasta allí para recuperar a mi
familia y ahora solo me quedaban sus recuerdos… No es justo.
En ese momento, había perdido la cabeza literalmente… Estaba
totalmente en estado de shock, lo único que recuerdo luego de
tenerlos en mis brazos hasta que llegó la ambulancia fue que
Mariano, apenas respirando y a punto de desmayarse, intentaba
hablarme… hasta que logró decirme…
Con los ojos casi cerrados, y en un estado de gran conmoción
por el suceso, apenas en voz baja por los disparos Mariano logró
decir…
—Lo siento mucho hermano, nunca creí que pudiera suceder
algo así, perdóname Dios mío… No debía pasar esto. Eran ellos,
Aarón… Yo los vi…
Entonces, sin decir más nada, se desmayó. La ambulancia lle-
gó justo y lo alzó rápidamente para llevarlo al hospital. Yo sim-
plemente… me quedé sentado al lado del coche con mi familia
en brazos, hasta que llegó la policía y el resto del operativo. No
sé si había escuchado realmente lo que me había dicho Mariano
porque estaba como ido, no podía reaccionar ante nada. Sentía
que me moría por dentro, ya nada de la vida tenía sentido. Solo
miraba al infinito viendo una y otra vez sus últimas sonrisas antes
del desastre.
Tardé varias horas hasta volver a emitir algún sonido, casi en-
loquecí esa mañana, y el primer recuerdo que se me vino a la
mente apenas pude reaccionar fueron las palabras de Marian…
y fue ahí que comprendí a la perfección lo ocurrido. Mi familia
había muerto por un maldito ajuste de cuentas del que se hacía
Al otro lado • 87
llamar mi amigo. Era él quien debía morir, estar allí tirado en
lugar de mi inocente familia… Pero esto no quedaría así… Por
su culpa, y también la mía por confiar en él, se llevaron a mi
familia de mi lado.
Desde ese día nada fue como antes, comenzando por nues-
tra amistad… Luego de la tragedia, ni siquiera fui a visitarlo al
hospital. La verdad, no sabía cómo tomar la situación. Pensaba
que tal vez él no tenía la culpa, no se había imaginado nunca
que se tomarían esa venganza, o lo buscarían para matarlo de
esa manera. Pero, al mismo tiempo, él, al estar involucrado en
esos negocios, nunca debió de acercarse a mi familia, yo no debí
exponerlos, y con más razón cuando él me había revelado todo
sobre lo que estaba haciendo… No sé por qué, pero definitiva-
mente aquel día rompió nuestra amistad para siempre, ni él ni
yo volvimos a ser los mismos. Puede que nos hayamos visto una
o dos veces para intentar hablar o solucionar cosas de la empre-
sa, pero nada era normal, todo era incómodo, el solo tenerlo
de frente me causaba un repudio inmenso… En resumen, así
habían ocurrido las cosas.
Más allá de todo lo que había pasado, verlo así y ahora, en-
trando desesperado por saber algo de su amigo, viendo que real-
mente nunca estuvimos tan separados como creí, es difícil…
Después de pasar años enemistados, o disimulándolo, me hace
reflexionar mucho y pensar que la vida es así, muchas veces ocu-
rren cosas inesperadas que pueden destrozarnos la vida o mejo-
rarla de una manera única. Puede y va a quitarte hasta la esperan-
za por momentos, pero te devolverá diez veces más. Tal vez sea
necesario pasar por ciertas circunstancias o situaciones para que
88 • Franco G. Feltan
así comprendamos muchas otras cosas… Pareciera que las cosas
no tienen sentido en el preciso momento en que ocurren, pero
todo lleva a algún otro sitio, tal vez mejor, o no, pero a dónde
vayamos luego del caos depende de nosotros, si elegimos superar
y comenzar un mundo nuevo o estancarnos, como lo hice yo en
el pasado. Es difícil, pero la vida nunca fue fácil, y si lo fuera, tal
vez sería más aburrida o, simplemente, perdería el sentido del
porqué estamos realmente aquí.
Creo que sería mejor comenzar a olvidar de una vez por todas
viejos rencores que no traen nada bueno, solo contaminan mi
mente y mi alma. Si Mariano pudiera escucharme solamente un
minuto, alcanzaría para disculparme con él. Al fin y al cabo, no
sé cuándo lograré despertar de esto. ¿Y si no lo hago? Pues ya
todo sería olvidado, y tal vez lo deje con la culpa para siempre,
no sería nada bueno… La culpa destruye cualquier alma por más
fuerte que sea; si no la superas, avanza como una gran enferme-
dad que toma toda la vitalidad y la transforma en ira, en llanto y
tristezas, depresión. Todo se conecta con todo. A tanto recuerdo
y pensamiento, se me suma una gran nostalgia. No puedo irme,
no puedo morir aún sin resolver las cosas con Mariano. Solo eso
pido, una breve oportunidad.
Al seguir caminando por los pasillos del hospital, de regreso a
la sala de espera, me encuentro nuevamente con Marian. Esta vez
no está solo, está acompañado por la madre de Eli. Mi cuerpo, a
decir verdad, está tan cansado de andar y andar que lo único que
logro hacer fue es sentarme junto a ellos y esperar lo que Dios, o
lo que fuese, disponga de mi vida. Mariano, que se ha levantado
un breve segundo para tomar agua de un dispenser, al regresar,
Al otro lado • 89
toma asiento justo a mi lado. Yo, totalmente sin fuerzas, lo miro
y deseo poder hablar con él… Quisiera decirle tantas cosas pero
es imposible que me escuche. Y, por más que pareciera haberlo
hecho una vez, de seguro solo lo imaginé. De hecho, mi brazo
está apoyado justo en el mismo lugar que el suyo, uno encima de
otro, y ni así logro hacerme sentir.
90 • Franco G. Feltan
CAPÍTULO VI
Aún te quiero
Al cabo de unas cuantas horas de estar sentados esperando el
parte médico, ya que la cirugía se ha extendido unas horas por
algunas complicaciones, de pronto, un médico se acerca desde el
pasillo y nos mira a través de la pequeña ventana circular de la
puerta de terapia intensiva. Con un breve gesto, llama a Mariano
y él, sin pensarlo, se acerca para hablar.
Desde mi lado, desde este punto, no puedo hacer otra cosa
que observarlos y escuchar qué dicen. El doc le dice en breves
palabras a Marian que, si bien la cirugía que me han realizado
salió bien, he perdido mucha sangre, que tengo algunos golpes
muy graves y que, desafortunadamente, el más peligroso lo he
recibido en la cabeza. El médico le comunica que, de seguro, voy
a pasar muchos días internado en cuidados intensivos pero que
necesita comunicarse con algún familiar cercano para que reali-
cen algunas donaciones de sangre y comenzar con los papeleos
para la internación.
Al otro lado • 91
Mariano, conociéndome casi mejor que nadie, de inmediato
contesta que yo soy un hombre solo, sin esposa ni hijos. Por cier-
to, escuchar esas referencias mías me hace sentir un tanto depri-
mido, era un hombre totalmente solitario y aburrido. Respecto
a la donación de la sangre Marian dice que él cubriría lo que pu-
diera, y conseguiría quien done más en caso de que hiciera falta.
Él es el único en quien yo puedo confiar en un momento así, y
en este momento de mi vida, es mi único amigo.
Mi madre falleció hace aproximadamente diez años; mi padre
es un ebrio alcohólico, internado en algún asilo seguramente,
nunca lo conocí. Por más que alguna vez lo haya visto, saludado
quizás, él abandonó a su familia. Jamás me quiso, jamás volvió
o intentó arreglar las cosas. A decir verdad, estaba muy admira-
do e impresionado por la actitud y postura que Mariano había
adoptado hacia conmigo, y todo esto a pesar de la última charla
que tuvimos.
Mientras ellos siguen debatiendo temas de papeleos y demás,
puedo sentir que mi cuerpo no me responde de la mejor manera.
Es decir… más allá de los mareos y algún que otro dolor intenso
de cabeza, siento un extremo cansancio. Es algo que, si bien no
me está afectando del todo, si noto que, mientras más tiempo
paso aquí, más cansado me siento. Me pregunto qué pasaría si
no logro salir antes de tiempo, por decirlo de alguna forma…
Mientras intento componerme, decido visitarme a mí mismo.
Después de todo, la cirugía ha resultado un éxito y pronto
me trasladarán a cuidados intensivos. Pensar que me veré allí
acostado quién sabe en qué estado, me resulta un tanto morboso,
pero quiero hacerlo. Así, junto coraje y cruzo la puerta donde
92 • Franco G. Feltan
ellos están hablando. Mientras avanzo por un largo pasillo con
habitaciones a los costados, mi sentido de la audición comienza
a agudizarse, o al menos eso es lo que parece. A cada paso que
doy, puedo escuchar más y más voces que susurran en mis oí-
dos. Comienzo a sentir un terrible pánico, no todas las voces
son buenas. Es como estar escuchando unos malditos fantasmas.
Pero era extraño, ¿acaso yo qué soy? ¿Por qué no puedo verlos?
Algunos solo piden ser escuchados y que mande un mensaje por
ellos. Otros rezan e imploran misericordia. Luego, están las ma-
las voces, que no desean otra cosa que la muerte, solo quieren
verme muerto. Es escalofriante, ni siquiera sé de quiénes se trata,
pero de seguro no les agrado.
A medida que me voy acercando al final del pasillo, donde se
encontraba la sala post operatoria, mis piernas se van aflojando
y debo sostenerme un poco de las paredes. Siento una forma de
conexión y no puedo determinar con certeza si está relacionada
con la proximidad de mi cuerpo físico o si es algo más que no
logro imaginar. De todas formas, al llegar lentamente y observar
a través de la pequeña ventana de la puerta, veo a una mujer de
espaldas observando detenidamente mi cuerpo.
No es que sea alguna enfermera o doctora; es una mujer ves-
tida con ropa informal. Me quedo allí mirando, petrificado, la
escena. De verdad me he asustado, es sumamente extraña. Al
empujar la puerta para enfrentarla, ya no está. Creo que de todo
lo que ha ocurrido hasta ahora, este es, sin lugar a dudas, uno
de los momentos más confusos. Simplemente, en un segundo
había desaparecido frente a mis ojos. Es de locos. Al fin y al
cabo, al menos ya he llegado y, aunque de verdad mi rostro ha
Al otro lado • 93
quedado espantoso por los golpes, aún estoy allí, vivo, y desde
aquí, luchando.
Algo que llama toda mi atención es el peculiar frío que hace
en la habitación. Ha logrado sacarme algún que otro calosfrió.
Pero no será lo único que me producirá esa sensación, ya que
cuando me paro frente a mí mismo, por la espalda y justo detrás
de mí, escucho una pequeña voz que dice:
—No te aferres, eres libre ahora… Siéntete como en casa…
Desnudos nacimos, y desnudos nos vamos. No te aferres a nada.
Del impactante susto, volteo rápidamente pero no hay nadie,
solo yo y mi pálido cuerpo. Sin esperar más, y del miedo que
siento, decido volver por donde vine, directo a la sala de espera
con Mariano o a la habitación de terapia, si es que ya se ha ido.
No pienso pasar un segundo más aquí, evidentemente es un lu-
gar muy sensible para entes como yo, o al menos eso creo que
soy. Así, al cruzar la puerta para volver por el pasillo, todo ha
cambiado en él.
Las habitaciones están totalmente a oscuras, las puertas, total-
mente abiertas, incluso el mismo pasillo parece haberse alargado
unos metros. Es una escena de terror sin dudas. De todos modos,
y por más que quiera evitar el lugar, debo atravesarlo. Es la única
salida así que, sin pensarlo mucho, junto fuerzas y, con los ojos
entre cerrados, comienzo a caminar. A medida que avanzo, escu-
cho cómo otros entes que yacen aquí desde hace tiempo junto
a sus cuerpos, lloran y se lamentan esperando el día de irse o
finalmente despertar.
No todos buscan la paz; algunos están simplemente buscan-
do un lugar. Buscando un nuevo cuerpo, quizá… Merodean e
94 • Franco G. Feltan
inspeccionan quién entra y quién sale. Como si buscaran algo en
cada cuerpo. No son buenos, y lo compruebo cuando, a la mitad
del pasillo, desde una de las oscuras habitaciones, uno de estos
fantasmas se me abalanza y me tumba. Inmediatamente se sube
encima de mí y comienza a estrangularme. Es tan fuerte que ni
siquiera puedo quitar uno de sus brazos. Están cargados con tan-
ta ira, odio y desprecio a los demás que solo desean volver a vivir
para dañar más y más.
Lucho como puedo, pero el espectro logra someterme para así
quedarse con mi cuerpo y volver en una nueva vida. Justo cuan-
do pienso que voy a morir allí sin más, en medio de tanto terror
y tristeza, un hermoso portal de luz se abre detrás del espectro
y lo obliga de inmediato a retroceder a la voz de… “Aléjate de
él… ¡Te lo obligo!”. Muy eufórico y enojado, al soltarme, corre
nuevamente a la oscuridad; sentado en un rincón con las pier-
nas flexionadas y diciendo por lo bajo, esbozando una espantosa
sonrisa: “no saldrás de aquí jamás... serás solo mío…” Allí se
oyen tres fuertes gritos y todas las luces comienzan a apagarse y
encenderse varias veces sin parar. Yo estoy perplejo por el modo
en que están ocurriendo las cosas, ni siquiera sabía que esas cosas
existían, son demonios en busca de almas perdidas. Nunca en mi
vida había sentido tal terror, me siento como un niño indefenso,
ni siquiera puedo defenderme en esta dimensión.
Una vez de pie, me dirijo rápidamente a la salida; tengo que
volver con Mariano y encontrar la manera de volver en mí, pero
al regresar, no encuentro ni al doctor ni a mi amigo. La sala está
vacía, no hay nadie. Comienzo a caminar buscando a Marian
por todas partes. Ya me estaba sintiendo realmente perdido,
Al otro lado • 95
cuando de repente, de entre la gente que espera en la sala prin-
cipal de consultorios, la misma mujer que estaba observando mi
cuerpo se pone de pie y lentamente comienza a caminar hacia
las escaleras.
De inmediato, comienzo a seguirla y, a pesar de que algo en
ella me resulta muy familiar, me causa una cierta incertidumbre,
me transmite mucha desconfianza. Además, quizás siguiéndola
de casualidad encuentre a Marian. Así, al llegar a las escaleras, la
mujer frena la marcha y se queda totalmente inmóvil observando
simplemente hacia arriba, hacia el final de las escaleras.
Me resulta muy extraño aquel comportamiento, siento que
estoy perdiendo el tiempo, pero estoy seguro de que conozco a
esa mujer, aunque en mi mente no logro ubicar el punto exacto
de dónde la conozco. Quizá me lo estoy imaginando. Pero es
entonces cuando, de repente y sin lugar a cuento, ella comienza
a cantar una canción muy particular mientras sube muy lento las
escaleras. Es una canción muy vieja, yo la conocía perfectamen-
te. Es la misma que cantaba junto a una amiga de la infancia,
alguien a quien aprecié mucho, hasta nos habíamos enamorado.
Pero fue hasta la adolescencia, cuando nos separamos y cada uno
recorrió su propio camino. En fin, solamente permanezco en mi
lugar, transportado al pasado por los miles de recuerdos que esto
me trae. A medida que ella sube cada vez más, su canto se va
apaciguando; es idéntico al que cantaba con Mía. Al llegar al
final, justo en el descanso, ella simplemente se detiene y, repen-
tinamente, dice:
—¿Qué esperas, Aarón…? Has estado siguiéndome por to-
das partes y sé que eres tú. ¿Recuerdas…? Así nos conocimos de
96 • Franco G. Feltan
niños, tú comenzaste a seguirme a la salida de la escuela solo para
ver dónde vivía… —Dejando un breve silencio de por medio,
me pregunta—: ¿Lo recuerdas?
Sus palabras me causan una enorme nostalgia. Pero… ¿cómo
puede ella verme? ¿No se supone que este mundo no se conecta
con el mundo real? ¿Qué está pasando?
—Vamos, ven conmigo —sigue diciendo—: No te preocu-
pes, no tengas miedo… De seguro te preguntarás cómo puedo
verte, ¿verdad? La misma pregunta me la hice cuando te vi a lo
lejos, al ver tu cuerpo en la terapia. Sabía que esto no era una
coincidencia. Esto es mucho más que eso, y en el fondo lo sa-
bes… Además, me alegra saber que no estoy sola en este anómalo
lugar.
—¿De verdad eres tú? ¿Mía? ¿Pero qué haces aquí? ¿Qué te
ocurrió? Se supone que si estás en este lugar es porque…—
Rápidamente me interrumpió:
—Sí, viejo amigo, ambos estamos aquí por lo mismo, ambos
estamos aquí por algún motivo, ¿sabes? No soy de creer en las
coincidencias. Pero si eso fuera, resulta que es la más grande e
incomprensible de todas. Pero… al fin y al cabo, como decía ¿no
te parece extraño caer ambos en el mismo lugar? ¿Después de
tanto tiempo, encontrarnos en este sitio?
—Ya que lo planteas de esa manera, puede que tengas razón.
¿Tú también estás en este hospital? ¿Pero qué pasó contigo? —le
pregunto.
—No lo sé, Aarón, no lo recuerdo con claridad, creo que fue
un grave accidente de tránsito… pero lo más chocante es que
Al otro lado • 97
desde que estoy aquí, no dejo de sentir la sensación de traición,
una sensación de incredulidad enorme. Como que lo que me
ocurrió no fue simplemente al azar, ¿sabes…? ¿Y tú? Cuéntame
de ti… Vamos, sube, dame un abrazo. ¿O ya te has olvidado de
mí? —pregunta con un tono un tanto dramático…
—Claro… —agachando la mirada y sonrojándome un poco
exclamo—: ¡Qué tonto! Lo siento Mía, es solo que me cuesta
procesar tanta información. Esto es increíble, al fin algo bonito
entre tanta incertidumbre y desesperación. —Mientras subo las
escaleras y la miro fijamente a los ojos, mi ser parece llenarse de
esperanza. Como ella misma ha dicho, al menos ahora ya no es-
taré solo. Y qué mejor compañía que alguien con quien compartí
grandes momentos de mi vida.
Al llegar junto a ella, nos damos un abrazo tan fuerte que
trae los mejores recuerdos. Ambos sabemos expresar cuánto nos
hemos echado de menos. A pesar del tiempo y la distancia, nin-
guno se olvidó. Es como verla por primera vez ese primer día
de clases. Y aunque lamento tanto que nos veamos en esta triste
situación, es algo que, de igual modo, no mata tanta alegría. De
esta manera, luego de un intenso abrazo y cruzar tantos senti-
mientos, nos sentamos a un costado en el primer escalón de la
escalera y hablamos por horas. Recordamos los viejos tiempos
como si los hubiéramos vivido ayer. A medida que la charla avan-
za, veo en sus hermosos ojos aquel brillo que, de alguna manera,
jamás olvidé. Esa mirada tan encantadora como cautivadora, sus
ojos color esmeralda impactan de lleno en mi corazón. Su sonri-
sa… qué decir, solo verla reír es un motivo para ser feliz. Además
de contagiar alegría, me inspira seguridad, me da fuerzas y valor.
Me cautiva con cada expresión.
98 • Franco G. Feltan
Solíamos ser inseparables o, al menos, así lo creíamos. Incluso
ya en la escuela secundaria habíamos empezado una relación,
ella había sido mi primer amor y nunca lo olvidé… Estábamos
tan enamorados, prácticamente crecimos juntos, éramos insepa-
rables de pequeños. Éramos enamorados novios y los mejores
amigos. Pero luego ella tuvo que mudarse, a causa de su madre,
quien había renunciado a su trabajo en ese entonces, ya que le
habían ofrecido uno con mejor paga y mejores condiciones de
vida en los Estados Unidos junto a su padre, quien ya estaba ra-
dicado allí por las mismas cuestiones, además de comenzar con
la gran mudanza ese mismo año.f
Fue entonces cuando sufrí mi primer corazón roto. Si bien
estaba feliz por ella y su familia, era algo que no podía evitarse,
nuestra promesa de estar por siempre juntos se estaba rompien-
do. Nuestra relación tenía fecha de vencimiento… Ambos sabía-
mos que la distancia mataría al deseo.
Recuerdo lo que sufrí por su partida. Ella, por su parte, siem-
pre fue una persona un poco más centrada en la vida que yo, era
totalmente diferente a mí, pero nos entendíamos y nos comple-
mentábamos como nadie. Como el dicho dice: los polos opues-
tos se atraen. Y eso habíamos sido (quizás aún lo seamos), pensá-
bamos diferente pero sentíamos igual. Solíamos ser perfectos el
uno para el otro.
A pesar de la gran distancia que nos había separado, yo le
escribía cartas una vez a la semana y se las mandaba, ni siquiera
sé si las recibía todas. Su padre no aceptaba mucho la relación,
primero y principal porque nunca le agradé del todo y segundo
porque decía que las relaciones a distancia no hacían más que
Al otro lado • 99
hacer sufrir a quienes la tenían. Él siempre quiso lo mejor para
su familia y siempre cuidó de manera increíble de ellas, y ahora
es que veo que tal vez el hombre tenía razón… ya que luego de
cumplir los 18 años y, después mucho tiempo de estar envián-
donos cartas y vernos solo dos veces al año cuando volvían en
vacaciones de invierno y verano, por fin habíamos entendido que
definitivamente no podíamos estar juntos como siempre había-
mos soñado.
Cada uno debía seguir su camino y seguir adelante. Mas allá
de tanto deseo y que fuera imposible imaginar a alguien más, las
circunstancias no ayudaban y la vida decidió que lo mejor sería
olvidar... ¿Qué sentido tendría seguir así? Y así fue… Nos ama-
mos tanto que decidimos volar cada uno por su rumbo. Aquella
libertad fue la muestra de amor más grande por encima del te-
rrible dolor que significó, un día, dejar de verla en mis sueños.
Al pasar el tiempo, cuando ingresé a la universidad, no espe-
raba mucho, aún estaba con la mente y el corazón en los Estados
Unidos. A pesar de ello, ya en mi tercer año de la carrera, la
vida me había presentado a mi querida Eli. Recuerdo ese día
como su hubiera sido ayer, era fabulosa… se robo mis sentidos
al verla pasar. Yo compartía mucho tiempo con mis amigos de
estudios, compartíamos la biblioteca, el comedor y las horas
de ocio. Literalmente vivíamos todo el tiempo juntos. Un día,
aquella mañana de invierno, habíamos ingresado al salón de cla-
ses media hora antes por el intenso frío que hacía en el patio.
Simplemente nos sentamos a charlar y debatir unas cuantas cosas
sobre la materia que estábamos cursando pues pronto íbamos a
rendir un examen importante. Cabe destacar que mi fuerte no
∞ | CAPÍTULO I
¿Solo un sueño?..................................................... Pág. 9
∞ | CAPÍTULO II
¿Raptado?............................................................... Pág. 21
CAPÍTULO III
Un lugar extraño................................................. Pág. 35
∞ | CAPÍTULO IV
El encuentro........................................................... Pág. 53
∞ | CAPÍTULO V
Toda acción tiene su reacción.................... Pág. 73
∞ | CAPÍTULO VI
Aún te quiero......................................................... Pág. 91
∞ | CAPÍTULO VII
Sentimientos encontrados......................... Pág. 109
∞ | CAPÍTULO VIII
El perdón............................................................... Pág. 127
∞ | CAPÍTULO IX
La segunda oportunidad............................ Pág. 143
CAPÍTULO X
Estamos de vuelta........................................... Pág. 155
∞ | CAPÍTULO XI
No me olvides.................................................... Pág. 171
∞ | CAPÍTULO XII
Un recuerdo de amor.................................... Pág. 183
Este libro se terminó de imprimir
en julio de 2018
Córdoba - Argentina
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