La Fascinante Levedad de Su Sonrisa
La Fascinante Levedad de Su Sonrisa
La Fascinante Levedad de Su Sonrisa
LA FASCINANTE
LEVEDAD DE SU
SONRISA
La fascinante levedad de su sonrisa.
L.J
La fascinante levedad de su sonrisa.
ndice:
Captulo 1. ....6
Captulo 2. ..22
Captulo 3. ..24
Captulo 4. ..44
Captulo 5. ..61
Captulo 6. ..70
Captulo 7. ..83
Captulo 8. ..93
Captulo 9. 108
Captulo 10. ...114
Captulo 11. ...126
Captulo 12. ...140
Captulo 13. ...153
Captulo 14. ...171
Captulo 15. ...185
Captulo 16. ...192
Captulo 17. ...208
Captulo 18222
Captulo 19. ..245
Captulo 20. ....257
Captulo 21. ....264
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pasa siento que llevo media vida esperando a que decida re-
cordarlo y por fin me deje. Nos deje, a su ausencia y a m,
abrazarnos un rato, y no es que yo sea un pobre mrtir o un
cabrn sin alma, es que ella ya no existe y lo nico que con-
serva es esa terquedad molesta. Lo que sucede es que triste-
mente llegamos a este punto con ganas de retorno, pero sin
va para hacerlo. Aun as, yo la amo y juro que he sido un ca-
brn con otras, pero nunca con ella. Jams.
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na.
- Me has hecho el amor Pablo! Que me crees! T furcia! -
Furcia? En definitiva, muy postizo, muy ella. - Cmo
que me quieres lejos? Soy tu esposa!
- Lucia! Dios! Por qu no lo entiendes? Porque no ves
que me lstimas? Porque simplemente no te vas? No te
quiero en mi vida amor Por qu no lo entiendes? le di-
go como si el ltimo grito se hubiese llevado toda la voz
que guardaba para ella. Ya fue suficiente, ya fui suficien-
temente amable, suficientemente paciente, incluso dema-
siado bueno, para alguien como ella, como yo.
- Pablo, escchame Por qu no lo hablamos?
- Hablarlo? Lucia, ya no s cmo decrtelo, por favor no
me obligues a decir algo que no podamos digerir despus,
yo no te quiero, entindeme ya no te amo y t tam-
poco cario no lo fuerces ms. - como le explico o es
que quizs no hay manera.
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Captulo 2.
Perdname, por no encontrar otra manera de salvarme que no implicara
abandonarte.
Elvira sastre.
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Captulo 3.
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cia. No me gusta.
- No me digas que te has clavado con la tipa del bar!
suelta Camilo un poco escptico y preocupado, cuando se
cierra la puerta tras Julin.
- Nooo, creme, despus del folln con Lucia, ni loco, no
tengo cabeza para eso, aunque no te lo niego, Vernica
me hace rer digo en tono burlesco, casi insultante
para cualquiera, pero es Camilo, as que no importa.
- Entonces? la irona se le desborda por la piel.
- Sexo del mejor Me he quedado dormido y se me
paso la cita de las ocho, ngela la programo a la una.
- Es un ngel esa chica.
- Crelo.
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Captulo 4.
sonriendo
- T tampoco quieres pensar? pregunta dudosa. Me
encanta como me mira, me recuerda a la nia mala de
Llosa.
- No, yo s puedo pensarla, pero repentinamente se ha
eclipsado y me encanta. - Anna me sonre sin saber que
es una advertencia.
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marlo.
- Y que con eso. respondo enfadado.
- No pienso dejrtela para que la lastimes, ella no necesita
esto en su vida - apunta incisivo tirando la servilleta de
tela sobre la mesa, igualando mi temperamento. - Lucia
nunca ser parte de tu pasado.
- Ni de mi presente. apunto subiendo la voz ms de lo
necesario.
- Siempre va a estar en tu presente Juan Pablo, a quien pre-
tendes engaar. destila irona y no entiendo porque, so-
mos amigos, l es como mi hermano y me est hiriendo
aposta.
- Y que, si es as, Camilo, que problema hay con eso.
quiero que se deje de rodeos, que me diga por qu esta-
mos aqu.
- Que ella no va a ser tu clavo. grita aplastndome un
poco. Por suerte el reservado tiene mamparas insonoras
porque parecemos al borde de liarnos a golpes, pero no es
lo que quiero, yo ni vine hasta aqu a perder un hermano.
- Camilo, yo no la quiero para lastimarla - susurro triste y
recuerdo lo que pens cuando la vi en la maana. -
simplemente creo que ella me va a salvar de todo esto.
se queda mirndome y entiende que no somos esto que
grita esperando a herir al otro.
- Y si no lo hace? musita temeroso.
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tender por encima y ltima vez, como en los ltimos das, que
ella era su vida y que por primera vez desde que nos cono-
camos no me perdonara, si le haca dao, y yo, yo solo estaba
escuchando, intentando conocer de la boca de su hermano el
mundo en el que viva para no estropearlo. Como en clase de
biologa, cuando sabes que todo es perfecto en un ecosistema
hasta que alguien que no sabe cuidarlo, o tan solo apreciarlo,
entre en l y lo destruye. Yo no quera hacerlo, en realidad
quera aprender a amarla. A olvidarla.
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- Si?
- . Mierda! Pens con miedo de lo que hubiera escu-
chado, mis padres eran de ese tipo de persona que no
perdonaban, lo que ellos catalogaban, como malas pala-
bras.
- Alo?
- Pap soy yo, necesito ayuda. - respond en un susurro
que dese con toda mi alma que no escuchara.
- Juan Pablo - escuche una respiracin larga y pausada,
de esas que anuncian lo que se avecina- Dnde carajos
estas? Y ms te vale que no ests en problemas. lo ima-
ginaba con esa cara de decepcin, tan constante en l, el
ceo fruncido al borde de sacarle los ojos por presin es-
pontnea y la mano pasendose por sus cejas en una acla-
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de Santiago.
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das
- Que exagerado eres! le digo al borde la risa. Voy vesti-
do con un polo blanco, una saco negro y jean azul algo
desgastado, con el cabello revuelto y cara que debera es-
tar durmiendo, como dicta la norma que debera estar pa-
ra estos casos.
- Por cierto, pensabas dejarme aqu? Despus de todo lo
que hice por ti? apunta con falsa cara de indignado to-
cndose el pecho a la vez que sacamos las maletas de la
banda. luc te manda besos y un regalo.
- Esta hermosa verdad. el me mira sonriendo con orgullo
y eso es un si. - Oye Que traes en la maleta? Piedras?
me quejo tomando una- Y no te hagas que a ti tambin te
convena venir sin l, es que no entiendo porque insistes
en pasar una semana en su casa si sabes que siempre te
amenaza con venir a chequear como estn las cosas.
Dios! Ni siquiera son sus cosas.
- Sabes que no me gusta perder la costumbre, luego pasa
algo y me arrepiento Ya sabes cmo es eso del karma,
t deberas hacer lo mismo.
- Pero si no tiene karma l, menos vos.
- Deberas ir Juan.
- Si, seguro... - le respondo en el tono de seguro-maana-
voy que uso cada vez que me dice lo mismo, mientras
caminamos al auto, no entiendo como se lo soporta si su
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infierno es culpa de l.
- Ja. Ja. Ja... Mejor dime como van las cosas por la torre.
- Bien Que dice Luciana? - bueno, la mitad va bien, pero
no necesita escucharlo a las cuatro de la maana.
- Que te ama y que vayas a verla pronto Bien? Eso es
todo? No te creo. Dime que pasa.
- Que te digo que todo va bien pesado, no le pongas trabas,
es ms, ya no tienes que buscar asistente.
- Y eso?
- Encontr al amor de mi vida que sirve como lo que sea,
as que ser tu nueva asistente, tu nueva y ultima porque
no pienso sacarla cuando te vayas.
- Espera, espera, espera, no te entiendo un coo Me en-
contraste una asistente eterna que hace lo que sea? pre-
gunta con el ceo tan fruncido que pienso que le duele la
cabeza, se parece a pap.
- No, encontr al nuevo amor de mi vida que resulto ser tu
asistente, a la cual no pienso echar nunca, y cuando te va-
yas ser mi tercer asistente. Ser ma. le aclaro hablando
un poco ms pausado mientras voy abriendo la cajuela del
auto- En serio traes piedras del can o qu?
- El amor de tu vida? Lucia va a ser mi asistente? - pre-
gunta incrdulo- no son piedras, es un nuevo equipo de
pesas portable para el fondo de la maleta de viaje, ya sa-
bes, para no perder la costumbre- aclara ayudndome a
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merito
- Sacarle los ojos? Camilo es como esa modelo de la tele
que sonre con los ojos, l tambin puede hacerlo, justo
como lo hace ahora. - As se escuchaba?
- Realmente al principio cre que era una de esas tas que te
arman folln por usarlas a tu antojo, y que estabas mon-
tando el show para mandarlas a la mierda con la clsica
eres t, no yo, hasta que escuch que era ella. Cremos
que le ibas a no s cmo decirlo, as que uso el trmino
que usara mi madre. - corregirla, por eso entramos.
Camilo nos mira como si no la creyera.
- Hablas de Golpearla? Estn de broma? No? Si esa nia
es mi vida. el silencio fue la nica respuesta que encon-
tr, porque en realidad lo creamos- Oooh! vamos, que
me vuelve loco y de vez en cuando me encantara darle
una que otra bofetada, porque hasta yo tengo limite, pero
nunca lo he hecho ni lo hara, ya sabes. Lo que la mata es
que la regae y le trate como una nia, eso la humilla co-
mo no se lo imaginan, igual no creas, que no va a volver
como su asistente dijo sealando a Santiago con el vaso
vaco en la mano. - y de seguro no me quedo con las ga-
nas de la ostia, que cuando llegue a casa ella se encarga de
darme motivo. termina burlndose de m.
- Y ya le preguntaste por qu digo, uno no se tira un
semestre porque si y ya - Al instante me quito esa ima-
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nico.
- No me jodas Santiago que no estoy para chistes. - y no lo
culpo, cualquiera en su situacin no lo estara.
- No me jodas t a m La gata era tu hermana! Me cago en
la puta! Pero Mrate!
- Santiago. Por favor- le reprendo en tono molesto.
- Okay, est bien, me callo pero insisto vaya con tu
hermanita, crtale las uas to- si las miradas mataran l
estara muerto, y no precisamente por nosotros, Anna
Mara sala por el pasillo con cara de querer cargarse al
primero que se le pasara por el frente, llevaba un vestido
playero corto, color rosado, con vuelo bajo, tipo can can,
se vea hermosa, e intacta, lo que, entre cosa y cosa, aun-
que me generara tranquilidad, me asombraba, porque
Camilo esta vuelto mierda.
- No soy una gata, no seas imbcil e impertinente que yo a
ti no te conozco peleando conmigo se tropez y casi
mata al gato del vecino, y a el tipo no le dio mucha gracia.
- explico mirndome.
- Joder con la fiera tiene carcter y no hablo del gato
nia. Santiago se la estaba gozando para darle la estoca-
da final
- Sers cabrn! Anna tena carcter y yo lo haba descu-
bierto en muy poco tiempo. De la nada le cruzo la cara
con tanta fuerza que hasta a Camilo, que no se le haca pa-
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o.
- Pues si pueden bailar embarradas en Nutella mi masoca
y tu tetona no me quejara mucho que digamos.
- Eres un puto marrano
- Y t de qu coo vas si a ti te encantan tan guarras como
a m.
- Los dos son unos cerdos deberan copiarme a m que
soy casi santo.
- Pues como la llevas con Lucia no lo dudo to joder,
Camilo tena que recordrmelo, y cuando estoy a punto de
rechistar, de la nada Santiago se desata entre risas y casi
llanto
- Te lo imaginas seria la cereza del pastel Camilo y
gatianna puto incesto Juan y el marrano soy yo. el
dueo del ultraje y yo nos miramos extraos por no en-
tender el chiste y cuando por fin lo hacemos no damos
crdito a la hiperactiva imaginacin de Santiago
- Cllate! le gritamos ambos con cara de asco.
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- Listo!
- Puedo voltear?
- Sip, vamos a comer, traigo mucha hambre. como me
encantara que ella fuese la cena, pienso unos segundos
antes de voltear.
- Y que se supone que vamos a comer? replico con una
sonrisa en los labios mientras admiro lo bella que es, se ha
cambiado, ahora luce muy ella, no lleva zapatos y lleva un
blusn gitano en color blanco que le cae de lado, algo
grande, pero perfecto para ella. Seguro lleva algo debajo,
no se nota, pero seguro lo lleva, se ha soltado el cabello y
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caer cual largos, con la boca justo frente a la otra, caigo senta-
do mientras ella hace pleno equilibrio sujeta a mis manos y, de
repente pasa, destruimos el silencio y ahora somos un tumul-
to de convulsivas y sonoras carcajadas. No podemos respirar
porque aparentemente rer es ms vital, sino lo hacemos, de
seguro estallaremos, y justo cuando nada puede ser ms per-
fecto ella se arrodillada y me da, me roba, me regala un beso.
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- Te sucede algo?
- Ah? respondo ceudo, me ha cogido espindola de la
manera en lo hace la luna con la soledad, sin pecado en la
mirada y embelesado por su belleza. Apenado.
- No s, de repente has visto un fantasma.
- Un fantasma? digo relajado, soy un experto en pare-
cerlo.
- Tienes miedo. no me lo pregunta, me lo est confir-
mando, lo noto por la forma en que su rostro ha cambia-
do, est en su modo serio. Es perturbadoramente idntica
a Santiago.
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- No lo hago.
- Voy a creerte, pero no me falles. Y lo de Italia no me lo
tomes a mal, no te lo digo porque me escueza. Ya paso,
solo intento que entiendas que no te tengo secretos, Que
puedo con cualquier verdad, tuya o ma, y aunque no pu-
diese la prefiero mil veces
- Te lo prometo - digo besando su cabello. El celular
suena, pero no tengo intencin de soltarla ni ganas para
nadie ms que no sea ella.
- Contesta. sugiere alejndose de m.
- Puede esperar
- No, no puede, mi celular est muerto y si es Camilo, debe
estar desesperado.
- No importa, yo le explico luego.
- Por favor, Juan, contesta.
- Okay pero tenemos que hablarlo me sigue miran-
do, pero ahora su cara es poema - no con Camilo, pero
tenemos que hablarlo Anna.
- No lo creo, de veras, ya paso, y no pretende traerlo a cola-
cin de nuevo.
- Tenemos que hablarlo y lo sabes.
- Contesta! dice autoritaria y no puedo creer que le haga
caso, pero por lo visto, aqu la ruda es ella.
- Alo.
- Son ms de las ocho, deberas estar en tu casa preparn-
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un nio regaado.
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Ese fue el nico secreto que nos guard, solo Dios cono-
ce lo que se le pasaba por la mente cada que abra las puertas
de mi cuarto y encontraba a Santiago abrazado a mi cuerpo,
con la mano derecha dormida sobre mi pecho, su cabeza me-
tida en mi cuello y su pierna inerte aferrada a m, ella nunca lo
entendi, nunca lo defendi.
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vamos justo.
- No s por qu tengo que ir, si el rollo es tuyo adems,
entonces Por qu lo dices? Los viejos estn jvenes,
que tienen como no se 48 aos, seguro y toda-
va cogen yo cogera - analiza la situacin de una
forma algo extraa, pero en l, demasiado normal.
- Ni creas que te salvas, t le dejaste entrar y, adems, ir
media hora antes a la oficina de seguro no te mata le
alego sealndolo amenazador con el dedo, camino a la
ducha, obviando su comentario sobre pap y mam tiran-
do - y tienen 50 to, que son tus padres.
- Pues por hoy son tuyos, te los regalo. dice mientras des-
aparece entre las sabanas.
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- Pasa algo?
- No Debera pasar?
- No s, tu dime. y justo cuando le veo la intencin de
sacarme de la miseria Santiago aparece.
- Buenos das Anita la huerfanita Que tal la cama? ha
cogido a Anna por sorpresa, as que la expresin de ma-
lestar en su rostro ahora es ms notoria no me digas que
no sabas que el jefe toca pelotas vive con tu nuevo novio.
justo ahora ella podra patearle.
- Voy por mi celular, lo he dejado en tu cuarto. y es as
como sale huyendo, con su celular en la mano y mis espe-
ranzas por entender que coo le sucede.
- En serio Santiago - le replico con tono de enfado ti-
rndole la servilleta de tela a la cara mientras camino tras
Anna.
- Ey ey ey bonita Para Qu pasa?
- El imbcil de Santiago vive contigo!?
- No, claro que no.
- Entonces por qu se la vive aqu metido!? tampoco es
que se la viva o que ella lo viva viendo, es ms, es la pri-
mera vez que la traigo casa, pero lo ignoro.
- Porque es mi hermano Anna, necesito que me expliques
que sucede.
- Sucede que es una pesadilla, o sea, me lo encuentro hasta
en la sopa y al muy imbcil le parece de puta madre ha-
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bien?
- Quien carajo te crees Juan Pablo
- Mierda, mierda mierda. susurro en medio de una
extraa sensacin de mareo, no creo que sea del todo na-
tural, que yo no me mueva y aun as la oficina de vueltas.
- Djalo Jos Luis! No ms - mam est molesta, pero
nunca lo estuvo lo suficiente, por eso el segu aqu -
Juan, cario Estas bien? su mano es tibia, pequea y
delicada, llevaba mucho tiempo sin sentir eso.
- Si mama, djalo estar - siento que me voy, as que em-
piezo a respirar ms rpido, y mi madre a asustarse a un
ms.
- Juan
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menos su esposo.
- Qu te pasa? En serio ests verde.
- Nada, ve con Camilo, por favor, dile que le esperamos.
- Oye, Juan mrame. dice tomndome el rostro para ver el
tono rosado que llevo en el inusual relieve.
- No me muevas as, me va a estallar la cabeza. le pido
incomodo, y no bromeo con lo de estallar.
- Le has golpeado pap? Santiago luce molesto. Ofendi-
do - estas de puta madre, crees que puedes venir aqu a
impartir rdenes a diestra y siniestra y encima a partirnos
la cara.
- Santiago!
- Santiago qu Mam - Jos Luis no puede creerlo, y es
que nosotros nunca le hablamos as, mucho menos l, pe-
ro como todo padre estricto deja la perplejidad a un lado
y se le acerca demasiado como para no preocuparme.
- T a quien crees que le ests hablando? Niato Quien te
crees?
- Un hombre con un da bastante jodido que lo ltimo que
necesita es tener que darle explicaciones a un cliente ms
en su propia empresa, as que, si no es mucho pedir, vete.
ese era el argumento ms simple y convincente que yo
haba escuchado en la vida.
- Vmonos Gabriela, por lo visto tus hijos no tienen tiem-
po para nosotros.
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da.
- Yo si quiero hablarlo, no te puedo entender si no me ayu-
das a hacerlo Anna. tomo su mano y todo lo que ha
ocurrido parece solo un espejismo.
- Ya te dije, no importa. pero si lo hace, no me mira, no
me sonre con la misma timidez dulzona de hace unos
instantes, as que si le importa.
- Ya estuvo bueno el juego Anna se me va olvidando
que llevo un odo perforado y comienzo a sentir que la
temperatura aumenta, me estoy enojando. - y hablo en
serio, no puedes decirme un instante que odias las menti-
ras y al siguiente ocultarme la verdad - estoy tan moles-
to que me he puesto en pie y la he tomado por el brazo,
apenas lo noto me detengo, ella me hace sentir y hacer
cosas que normalmente nunca hara, pero esto no, yo no
soy como l. - no s t, pero para m es lo mismo...
- Lo mismo te digo a ti Juan Pablo, no puedes decirme que
me quieres, en la noche y al da siguiente desaparecer de la
cama y tratarme como si yo fuera una buena amiga.
- Bromeas? - no puedo creerlo, yo llevo semanas mirndo-
la casi con devocin o sea, soy un patn por no aprove-
charme de ti. mam me mira con cara de asombro sin
entender nada, ella no es Lucia, no se ve como Lucia, ni le
admira el cabello con esa falsa idolatra que ella adora, pe-
ro no estoy dispuesto a explicarlo, y menos ahora. Santia-
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Captulo 16.
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Es hermosa.
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- Te amo.
- Te amo.
- Qu sucede?
- Olvdalo. me besa apasionada pero todava guarda un
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ra.
- No les escuches nena. Se ven deliciosas. tomo un boca-
do con el tenedor en plan mira-que-buen-novio-soy-que-
me-voy-a-comer-estas-cosas totalmente decido a morir
viendo esa sonrisa y Dios! Esta nia en realidad quiere
matarnos.
- Sabe fatal Verdad? me mira ilusionada esperando a que
le diga que no, que saben a gloria, como ella. Pero no soy
tan cruel, alguien ms podra morir por esto.
- Podran ser peor
- Pero no hay nada peor! grita Camilo, bueno, que ha
sido su hermano quien lo ha dicho, no yo.
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todo ello.
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- Bailas conmigo?
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- Qu tan bueno?
- No s si el mejor, pero si el que quiero le respondo
totalmente confiado en lo que digo, pero su dicha no es
del todo plena. - Qu te pasa? pregunto cuando la cur-
va de sus labios no le alza los pmulos.
- La gente nos est mirando demasiado.
- Es que mi novia es preciosa.
- Es que estas casado! apunta graciosa mirando a los ojos
y regalndome de nuevo esa sonrisa que adoro.
- Bueno y por eso tambin. Pero no estoy casado, estoy
divorciado.
- Pero ellos no lo saben cario, y no me gusta.
- Qu te miren?
- Que lo hagan como si fuera la otra. cualquier mujer lo
dira molesta, pero ella sigue sonriendo. Les reta, sonre
de nuevo y me besa el cuello, la boca, la vida.
- Otra vez amor musito refirindome a su manera de
hacerme suyo ante la gente, Anna me mira dudosa.
vamos bonita, dales una buena foto para la primicia. - en-
tonces toma mi barba entre sus dedos y me besa como si
estuvisemos solos y no rodeados de extraos capaces de
pisotearle el nombre e inventarle un pasado.
- Te amo. musito todava en sus labios.
- Te amo pero tengo hambre. Quiero un cup cake de la
barra y una copa Vienes?
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de ramera. Te amo.
- Vamos a Quimera? interrumpe su hermano con entu-
siasmo mientras lleva a una sensual morena de la mano.
Se ha quitado la corbata y luce chulesco.
- Y Santiago?
- Dice que nos alcanza. Nos vemos all. Chao Anna Mara.
se despide soltndole un sonoro beso en mi hoyuelo fa-
vorito y se va con la pobre afortunada.
- Quieres ir a Quimera? pregunto mientras sostengo la
puerta del Audi para que suba, cuando lo hace doy la
vuelta, me siento junto a ella, enciendo el auto y me aden-
tro en la carrera 43. Todava no me responde, pero luce
cansada y yo realmente prefiero estar en una cama achu-
chndole el cuerpo y no en Quimera, lidiando con Anna y
el recuerdo de Lucia, o en el fin del mundo si lo quiere,
donde sea, pero no en bar que me grita: Lucia y todas
las promesas que all nos hicimos. Pasan unos minutos y
aun no me dice nada, pero necesito saberlo pa ver si me
puedo concentrar en ponerle un nombre a la manera en
que me siento o si debo guardrmelo para luego y empe-
zar a sentirme melanclico, as que pongo la mano en el
final del rasgado de su vestido para llamar su atencin.
- Quiero conocerlo. responde perdida en el pasar de las
luces de otros autos. Aparentemente la melancola se me
ha adelantado, y esta vez no solo ha venido por m.
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- Wow!
- Te gusta?
- Me encanta. pasa sus largos y estilizados dedos sobre un
par de retratos, esta cautivada por la sutil belleza que se
encuentra tras los senos al aire y las sonrisas fras. Tras los
cuerpos desnudos. Yo estoy absorto en ella. Lucia nunca
se fij en ellos. Un cuadro llama an ms su atencin, en
l, un hombre atltico de tez negra sostiene a brazos lle-
nos, por la espalda, a otro ms alto de tez blanca, sus ros-
tros no se ven, pero la imagen irradia tristeza. Agona.
Una lgrima baja por el pecho del hombre blanco.
- Este es Santiago. no me lo pregunta, de nuevo, me lo
est confirmando.
- Cmo lo sabes?
- Tiene la pequea cicatriz del pecho... apunta oprimin-
dola con el dedo ndice, parece ser que no soy el nico al
que le invade la necesidad de hacerlo cuando la ve. -
Quin es el otro?
- Un amor
- Por qu llora? susurra suavecito, como si creyera en la
posibilidad de turbar su desdicha y estropear la imagen.
- Tiene una esposa y dos hijos. Gatita es demasiado extrao
que mires mi pecho as... Santiago aparece de la nada, le
mira risueo olvidando por completo que esa foto casi le
cuesta la vida. me tienes ganas Verdad? Lo s, soy
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Un aborto?
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rrotados.
- Cmo pudiste? - le hablo desesperado tomndome del
pecho, con ganas de saltarle encima y borrarla de un gol-
pe. Me duele ella, todas las veces que repet su nombre en
medio de un gemido, todos los segundos que perd ob-
servando como bajaba su pecho cuando dorma, me due-
le, pero, sobre todo, me duele en el alma l. Quizs ella.
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Captulo 20.
Da 1:
Sollozo.
Grito.
Duermo por lapsos cortos.
- Dnde ests?
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Da 2:
Es mi redencin.
Soy su infierno.
- No me dejes. me abraza.
Lleva miedo de m.
Pavor.
No puedo salvarla.
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Da 3:
Amarla.
- No me dejes.
Lloro.
La maldigo.
Aun lo intenta.
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Da 4:
Amarla es su injusto.
Sollozo.
- Te amo.
Lo siento amor.
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Da 5:
Sollozo.
No la deja vivir.
- Te amo cario.
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Da 6:
- Abrzame
- Gracias bonita.
- No me dejes.
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Da 7:
Me cree dormido.
Le amo.
- Te amo.
No pienso perderla.
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Captulo 21.
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Anna,
es tibia y reconfortante.
Huele a menta.
A fresas.
Ella es mi nuevo hogar.
Aunque tenga que vivir escondiendo los fantasmas.
Aunque las paredes del cuarto sigan siendo,
en azul,
en blanco.
Aunque el reloj sin minutero me siga hablando.
Aunque no sea el que ms quiero.
Aunque extrae
la
fascinante
levedad
de
su sonrisa.
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Fin .
Agradecimientos.
Bueno, este es el momento fcil de escribir, solo es recordar
quienes estn detrs de todo esto, de todo lo que soy y he sido
y agradecerles por estar all. As que:
Gracias:
A mi mam, Roci, porque sin ella las cadas seran ms soli-
tarias y las culpas ms amargas.
A mi pap, Jimmy, porque la ausencia y la intermitencia tam-
bin ensean.
A mi abuela Gladys, porque es y ser mi aire, mujer de poca
fe mrame aqu y sonre porque t tenas razn.
A mi abuelo Carlos, porque lunita consentida colgada del
cielo, como un farolito que puso mi Dios. Porque aquel
baln nunca rodo.
A mi hermana, Paola, porque me demuestras que la fuerza
viene del alma y no del cuerpo. Gracias por leerme, aunque
no lo quieras. Y yo tampoco.
A la luz de mi vida, mi sobrina Mara Paula, porque todo
empieza y acaba contigo. Porque haba una vez, muy, muy, muy,
una vaca amarilla con una mancha oscura en el dedo y dos marranos
amarillos que con un rio verde coman cocos con sabor a mango, pero al
rio no le gustaba y no comi.. Porque papelicono y papeliculo. Porque
hay hijos que no salen del vientre, pero si de las entraas del
La fascinante levedad de su sonrisa.
alma.
A mi primo Diego, porque me llevo hasta Elvira y me conto
que hay dolores que inspiran y amores que no se borran.
A mis amigas, Ericka, Marylin, Xiomara y Daniela, porque la
vida te da amigos por si la familia no alcanza.