S Xvi Manierismo
S Xvi Manierismo
S Xvi Manierismo
1- Europa I: Pgina
A- Textos de Crtica:
TEXTO 1: 4
HAUSER ARNOLD, El manierismo, crisis del renacimiento.
TEXTO 2: 67
PATETTA LUCIANO, Historia de la arquitectura Antologa Crtica, Captulo 7, El Rena-
cimiento, Miguel ngel y Palladio.
La arquitectura de Miguel Angel, James S. Ackermann 67
La actualidad de Miguel ngel arquitecto, Bruno Zevi 68
Miguel Angel y el manierismo, Manfredo Tafuri 70
El anticlasicismo de Palladio, Giulio Carlo Argan 71
Palladio y la antigedad, Erik Forssman 72
Por que Palladio no fue neoclasico, Cesare Brandi 72
i quattro libri dellarchitettura de Palladio, Roberto Pane 72
El dramatismo en el lenguaje anticlsico de Palladio, Lionello Puppi 74
Tommaso Temanza, juicio negativo de la poca neoclsica sobre la arq. de M.Angel 75
Francesco Milizia juicio negativo de la poca neoclsica sobre la arq. de M.Angel 75
TEXTO 3:
PATETTA LUCIANO, Historia de la arquitectura Antologa Crtica, Captulo 8. La proble-
mtica del manierismo.
El mito naturalista en la arquitectura del siglo XVI, Manfredo Tafuri 76
El concilio de Trento y el arte religioso (S. Carlos Borromeo y la arquitectura), A. Blunt 77
El tratado (o manual ) de Vignola, Luigi Vagnetti 79
La situacin europea en el siglo XVI, Manfredo Tafuri 80
TEXTO 4: 82
RUDOLF WITTKOWER, Los fundamentos de la arquitectura en la edad del humanismo.
B- Textos de poca:
TEXTO 1: 93
Renacimiento en Europa, Edicin a cargo de Joaquin Garriga ,II. El Cinquecento italiano
Leonardo da Vinci, Tratado de Pintura 94
Miguel Angel, Carta al cardenal Rodolfo Pio di Carpi 96
Giorgio Vasari, Las vidas de los ms ilustres pintores, escultores y arquitectos 96
Concilio de Trento, Decreto sobre la invocacin, veneracin y las reliquias de los santos 98
y sobre las imgenes sagradas
Carlo Borromeo, Instrucciones para la construccin y para el mobiliario eclesistico 99
Sebastiano Serlio, Reglas generales de arquitectura 100
Andrea Palladio, Los cuatro libros de arquitectura 102
Jacopo Barozzi da Vignola, Las dos reglas de la perspectiva prctica 103
A- Textos de Crtica:
TEXTO 1:
MARTNEZ NESPRAL, FERNANDO: Imgenes del habitar en la Espaa mudjar a travs de
los relatos de tres viajeros (siglos XV-XVII) (INCLUIDO EN MODULO I)
TEXTO 2:
NIETO, VICTOR; MORALES, ALFREDO J.; CHECA, FERNANDO: Arquitectura del Re-
nacimiento en Espaa, 1488-1599, Ed. Ctedra, S.A.,Madrid, 1993 (INCLUIDO EN MODULO I)
TEXTO 3:
CHUECA GOITIA, FERNANDO: Invariantes castizos en la arquitectura espaola, Editorial 106
Dossat, S.A., Madrid, 1981
TEXTO 4:
DIEZ DEL CORRAL GARNICA, ROSARIO: Arquitectura y mecenazgo. La imagen de Tole-
do en el Renacimiento, Alianza Editorial, Madrid, 1987 (INCLUIDO EN MODULO I)
TEXTO 5:
FERNNDEZ ARENAS, JOS: Renacimiento y Barroco en Espaa, Coleccin "Fuentes y 111
Documentos para la Historia del Arte", Editorial Gustavo Gili, S.A., Barcelona, 1982
3- Amrica:
TEXTO 1: 119
RAMN GUTIERREZ, Arquitectura y urbanismo en iberoamrica, Ed. Ctedra, S. A.,1983,
Madrid
TEXTO 2: 144
Pedro Rojas, Historia general del arte mexicano, poca colonial, Editorial Hermes, S. A.,
Mxico Buenos Aires, 1963
TEXTO 3: 164
Damin Bayn, Sociedad y arquitectura colonial sudamericana. Una lectura polmica, Colec-
cin Arquitectura y Crtica, Editorial Gustavo Gili, S.A.Espaa
177
5- Bibliografa complementaria
Las pocas de arte clsico, de dominio total de la vida por la disciplina de las formas, de plena
penetracin de la realidad con principios ordenadores, de identificacin absoluta de la expresin con el
ritmo y la belleza, son pocas de duracin relativamente breve. Comparado con la poca del geome-
trismo y arcasmo o del helenismo, el clasicismo griego no se afirma durante largo tiempo, y el clasi-
cismo del Renacimiento no es, en realidad, ms que un episodio fugaz, que desapareci apenas comen-
zado. Aquellos clasicismos -como los de la Roma imperial y de finales del siglo XVIII- que, al contra-
rio de lo clsico, slo son estilos de segunda mano, unilateralmente formalistas y rigurosamente hierti-
cos, duran ms tiempo, pero, pese a su unilateralidad y rigor, no crean formas tan puras como el arte
clsico en s. A causa, por una parte, de la anarqua o romanticismo que los amenaza,, y contra la cual
se defienden, y a causa, por otro lado, del carcter imitativo de sus obras, estos clasicismos no presen-
tan la unidad ni la inmediatez del clasicismo. Quiz lo clsico va contra la naturaleza del hombre y pre-
supone una autodisciplina a la que ste no puede someterse durante largo tiempo. Ms que expresin de
una paz interna, de un poder seguro de s, de una relacin directa y sin problemas con la existencia, tal
como nos sale al paso en los fugaces momentos del arte clsico, el arte es sin duda un grito espontneo,
a menudo salvaje y desesperado, en ocasiones apenas articulado; la expresin, unas veces, de un anhelo
incontenible de poseer la realidad; otras, del sentimiento de encontrarse, inerme y desamparado, en
manos de esta misma realidad.
A comienzos del siglo XVI, y durante un perodo de poco ms de veinte aos, se impone en Ita-
lia un espritu artstico estricto en la forma, idntico consigo mismo y, al parecer, en armona perfecta
con el mundo, espritu al que, por su equilibrio interno y por su carcter de plenitud, se le suele desig-
nar como clsico. Incluso durante este breve perodo, este espritu no domina ntegra e incontroverti-
damente ms que las artes plsticas, y ni en la literatura ni en la msica produce obras que puedan
equipararse estilsticamente -para no hablar del valor artstico- con las creaciones de Leonardo, de Ra-
fael o de Miguel Angel. Slo en un sentido limitado puede por eso hablarse, en principio, de un clasi-
cismo del Renacimiento; ms an, habra que preguntarse si es posible un clasicismo riguroso en una
cultura dinmica, como la del Renacimiento, que llevaba en s todos los fermentos del mundo medieval
en disolucin y de la crisis del equilibrio acabado de alcanzar.
Se suele hacer coincidir el fin del arte clsico del Renacimiento con la muerte de Rafael. Y aun
cuando no es exacta la afirmacin de Heinrich Wolfflin5 de que a partir de 1520 no surge ninguna obra
clsica, los sntomas de disolucin no se hacen patentes tampoco ahora por primera vez, sino mucho
tiempo antes, de tal suerte que no hay casi ningn maestro del alto Renacimiento en el que no
aparezcan ya con anterioridad tendencias anticlsicas. Leonardo, el creador del ms puro ejemplo de
arte clsico, en Italia, es en conjunto un romntico. En Rafael y Miguel ngel los objetivos y
cnones clsicos se ven desplazados, desde su primera juventud, por tendencias barrocas y manieristas.
A Tiziano, y ya a causa de su manera veneciana, slo con restricciones se le puede calificar de
clsico. En el arte de Andrea del Sarto no pueden desconocerse los indicios del manierismo, como no
pueden desconocerse tampoco los indicios del barroco en el arte de Correggio. El cambio de estilo no
coincide por eso, en absoluto, con la muerte de Rafael y la independizacin de su escuela, ni tampoco
con el estilo ltimo de Miguel ngel y la constitucin del estilo miguelangelesco. No todos los
maestros del alto Renacimiento se convierten en manieristas, pero casi sin excepcin se ven afectados
5
Heinrich Wolfflin, Renaissance und Barock
La historia de Occidente es, desde finales de la Edad Media, una historia de crisis. Las breves
fases de tranquilidad llevan siempre en s los grmenes de la disolucin subsiguiente; son slo perodos
de euforia entre perodos de degradacin y de miseria, en los que el hombre sufre por causa del mundo
y por causa de s mismo. El Renacimiento representa, sin duda, una pausa, pero no carente de peligros,
y por eso puede decirse que el arte del manierismo, tan atormentado, tan penetrado de un sentido de
crisis, tan vituperado y denunciado por su aparente insinceridad y amaneramiento, es, sin embargo, una
expresin mucho ms fiel de la efectiva realidad que el clasicismo con su insistente serenidad, armona
y belleza.
Las pocas de crisis suelen definirse como pocas de transicin. En realidad, toda poca
histrica es una poca de transicin, ya que toda poca histrica es un trnsito, ninguna posee fronteras
fijas y en todas alienta, no slo la herencia del pasado, sino, tambin la anticipacin del futuro y
promesas que nunca llegan a cumplirse. Pero la crisis del Renacimiento, que denominamos
manierismo, es un perodo de transicin en un sentido mucho ms estricto que la mayora de las otras
pocas histricas. La crisis del Renacimiento se encuentra apresada entre dos fases relativamente
unitarias de la historia occidental: entre la esttica Edad Media cristiana y la dinmica Edad Moderna
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cidental: entre la esttica Edad Media cristiana y la dinmica Edad Moderna de las ciencias naturales.
Es una crisis que dirige la mirada, unas veces con altanera y otras con nostalgia, a la Edad Media, de la
que se incorpora momentos de inspiracin religiosa, as como momentos del pensamiento escolstico y
de la estilizacin artstica, que haban sido abandonados por el Renacimiento, mientras que, de otro
lado, prepara la visin cientfica del mundo que haba de imperar en los siglos siguientes.
Lo que nosotros entendemos por crisis del Renacimiento puede expresarse tambin, reducido a
una frmula concisa, como crisis del humanismo. Esta crisis somete a revisin, en ltimo trmino, la
validez de aquella grandiosa visin sinttica del universo que, centrada en el hombre y en sus necesida-
des espirituales, trataba de unir la herencia de la Antigedad clsica y la de la Edad Media y aspiraba a
conciliar- tanto sus oposiciones internas como las que separaban a esas pocas de las exigencias del
presente. Los ideales del humanismo fueron formulados de la manera ms pura por Erasmo, en cuyos
escritos habla tanto el buen cristiano como el discpulo fiel de los autores clsicos. Cuando se trataba,
empero, de la dignidad del hombre, Erasmo se senta -como los mejores humanistas- ms atrado por la
tica estoica que por la moral cristiana. Lo que los humanistas valoraban ms en los autores clsicos, y.
lo que trataban de encontrar siempre en ellos, era, en efecto, la restauracin de aquella fe en el hombre,
que el cristianismo tanto haba hecho descender en la escala de los valores. Los humanistas crean
haber alcanzado su ms alto fin con la recuperacin de una nueva confianza en la esencia fundamen-
talmente moral del hombre, bajo la cual, desde luego, entendan algo distinto de lo que Rousseau predi-
caba como la bondad natural humana. En contraposicin a toda veleidad romntica, los humanistas
pensaban, ms bien, que, tal como lo enseaba el estoicismo, la verdadera humanidad era el fruto del
saber y de la educacin, el resultado de una disciplina frrea y una autosuperacin heroica. Ser hombre
significaba para ellos un cometido, no un regalo, tal como lo enseaba Sneca: Cun despreciable es
el hombre cuando no se eleva sobre lo humano. Y en el mismo sentido se pronunciaba Goethe por el
humanismo cuando escriba en sus Aos de viaje de Wilhelm Meister: Todo hombre debe pensar a su
manera... No debe, sin embargo, abandonarse, sino que tiene que ejercer control sobre s; el mero ins-
tinto no es cosa, de los hombres.
El carcter antihumanista de la Reforma, del maquiavelismo y del sentimiento vital del manie-
rismo reposa en la destruccin, una vez ms, de la fe en el hombre, el cual no, aparece ya ms que co-
mo un pecador cado, ms an, como un ser cado aun sin el pecado, El optimismo de los humanistas se
basaba en la fe en la coincidencia del orden divino con el humano, de la religin con el derecho, de la
fe religiosa con la moral. Ahora, de pronto, va a afirmarse que la voluntad divina no se encuentra vin-
culada a ninguno de estos cnones axiolgicos, que Dios decreta la salvacin o la condenacin con
arbitrio desptico, por encima de lo justo y de lo injusto, de lo bueno y de lo malo, de la razn y de la
sinrazn. Y con los criterios de salvacin, tambin los de la moral, los del valor artstico y los de la
verdad cientfica escapan a la posibilidad de un juicio cierto. A la esfinge de la predestinacin en la
esfera religiosa corresponde el escepticismo en la filosofa, el-relativismo en la ciencia, la doble mo-
ral en la poltica y el je ne sais quoi en la esttica.
El estoico sequere naturam contena la idea central del humanismo. Lutero, Calvino,
Montaigne, Maquiavelo, Coprnico, Marlowe y Shakespeare, todos contribuyeron a destruir el
concepto de naturaleza en el sentido de algo que puede constituir en todo momento un canon de
conducta. Por muy distintos qu sean los intereses y objetivos de estos hombres, su concepcin de la
condicin del hombre y de la naturaleza de la sociedad, su radical nominalismo y pragmatismo, su
relativismo y el sentido de la realidad que en l se expresa, ajeno tanto a la Edad Media como al
Renacimiento, todo ello muestra el mismo espritu antihumanista. Con la Reforma en el horizonte, con
el movimiento catlico reformista, con la invasin extranjera, con el sacco di Roma y toda la confusin
que le sigue, con la preparacin y el curso del Concilio de Trento en el propio suelo, con la nueva
orientacin de las rutas comerciales, con la revolucin de la economa en toda Europa y la crisis
econmica en el mbito mediterrneo, comienza y se hace realidad la crisis, y en parte tambin, la
disolucin del humanismo en Italia. Las buenas relaciones de los humanistas con la Iglesia quedan
perturbadas de una vez para siempre, y en las ideas antiautoritarias y antidogmticas que se dejan or
HISTORIA II -ABOY www. h2aboy.blogspot.com 7
ideas antiautoritarias y antidogmticas que se dejan or cada vez con menos reparos, va imponindose
una mentalidad que es, de un lado, extremadamente racionalista, y de otro, radicalmente
antiintelectualista.
La crisis del humanismo y del Renacimiento es un fenmeno espiritual contradictorio. Las doc-
trinas de Montaigne, Maquiavelo, Telesio, Vives, Vesalius, Cardano, Juan Bodino, etc., expresan el
mismo naturalismo y empirismo y, directa o indirectamente, la misma clase de escepticismo. Todas
ellas luchan por igual contra la doctrina eclesistica, la escolstica, la lgica abstracta y formal, la tra-
dicin rgida, y todas lo hacen en nombre de los mismos principios racionales. Racionalismo e irracio-
nalismo, intelectualismo y antiintelectualismo, ilustracin y misticismo se contraponen y equilibran en
esta poca de contradicciones internas. Montaigne y Maquiavelo son racionalistas inflexibles, mientras,
que Giordano Bruno y Agrippa de Nettesheim son, al contrario, irracionalistas imprevisibles.
Las tendencias antiintelectualistas de la poca, lo mismo que las tendencias opuestas, encuen-
tran expresin en las formas ms diversas. La nueva religiosidad, teida de misticismo y exaltacin,
producto accesorio de la Reforma, se opone como actitud espiritual al sobrio intelectualismo de los
humanistas en la misma medida en que se opone tambin la reviviscencia, modesta, pero indudable, de
la filosofa medieval, a la que ahora se vuelven los ojos ocasionalmente. A la vez, y en trminos gene-
rales, se echa de ver una cierta irritabilidad contra la marea de libros y frases de los humanistas, que
empieza a considerarse como algo antivital, En este sentido, el Don Quijote aparece, segn se ha di-
cho6, como una acusacin contra el mundo libresco de los humanistas. El antiintelectualismo es ante
todo una protesta contra el imperio unilateral de la razn en la filosofa, en la ciencia y en la moral,
pero a la vez representa una oposicin contra los principios de medida, orden y regla, y se expresa co-
mo tal en las tendencias anticlsicas del manierismo.
Antihumanista es, empero, tambin la destruccin del equilibrio entre alma y cuerpo, espritu y
materia. El sequere naturam significa biolgicamente, el principio del mens sana in corpore sano, es
decir, de la armona entre ambos; estticamente significa el equilibrio de forma y contenido, la absor-
cin absoluta del contenido espiritual en la conformacin sensible. En el nuevo arte, que rompe con los
principios del Renacimiento y del humanismo, lo espiritual se expresa desfigurando, haciendo saltar,
disolviendo lo material, la forma sensible, la fenomenalidad inmediata; es decir, por la deformacin de
lo material. Cuando, al contrario, hay que subrayar lo material, la belleza corporal, la armona orna-
mental, la forma se independiza y es entonces el espritu el que es violentado, encadenado y esquemati-
zado; -el espritu, paralizado, se expresa como formalismo. En este proceso se conserva, sin embargo,
en trminos generales, el lenguaje formal del Renacimiento; se mantienen los esquemas de composi-
cin, el ritmo linear, la estructura plstica monumental y el enorme aparato de los movimientos, los
grandiosos tipos humanos y los requisitos exigentes, pero toda esta pompa pierde el sentido que haba
revestido en el clasicismo. Las formas siguen inmutables, pero se hallan en contraposicin con los im-
pulsos anmicos que penetran y mueven a la nueva generacin, y se vuelven por eso falsas, internamen-
te vacas, hasta que finalmente son destruidas. La nueva generacin consigue as indirectamente lo que
desde un principio se propona: la disolucin del estilo clsico. Por medio de un rodeo logra as lo que
ya haba alcanzado en parte directamente por medio de la deformacin y desfiguracin de las formas
clsicas. Los dos caminos confluyen, como era de esperar tratndose de un cambio radical de estilo.
La perfeccin formal lograda por el clasicismo renacentista se hallaba unida a una
simplificacin anmica; la radical capacidad expresiva y la perfecta integridad de las formas se haba
logrado a costa de una disminucin de los contenidos espirituales. Hasta qu punto era limitada la
envergadura espiritual de este arte formal se puso de manifiesto, no ms adelante, ni tampoco en
relacin con las necesidades espirituales de la generacin siguiente: las obras de Rafael, de Fra
Bartolommeo, de Andrea del Sarto, concebidas en los lmites de la belleza ideal formal, no respondan
ya en la poca en que fueron creadas a los problemas que inquietaban a la humanidad occidental. La
cadencia imperturbada, la objetividad contemplativa indiferente al curso, del mundo, la armona y
6
Leo Spitzer, Linguistic Perspectivim in the Don Quijote, Linguistic and Literary History, 1948.
En Ronsard, casi siempre tan sereno y equilibrado, se encuentran tambin versos como stos:
7
G. Galilei, Considerazioni al Tasso, Ed. Mestica, 1906
Al antihumanismo como concepcin del mundo, como filosofa de la vida y de la historia, co-
rresponde en el arte una direccin a la que, por sus tendencias contrapuestas al Renacimiento, que supe-
ran con mucho las coincidencias con l, podra designarse como Contra-Renacimiento, a no ser por-
que esta denominacin no alude al carcter independiente y al estilo positivo de dicha direccin, y tam-
bin porque el trmino manierismo ha adquirido de tal forma carta de naturaleza, que se ha hecho
imposible prescindir de l. Contra la expresin manierismo habla, ante todo, el eco peyorativo unido
a ella, de tal suerte que su aplicacin a las obras de los grandes maestros provoca siempre un cierto
asombro. Contra su utilizacin puede argumentarse tambin, por otra parte, la posibilidad de confundir-
lo, como de hecho acontece a menudo, con maneras y amaneramiento, un concepto sui generis que
puede rozarse con el de manierismo, pero. que de ninguna manera debe identificarse con l. Manieris-
mo es un concepto especfico de la historia del arte, amanerado, un concepto cualitativo de la crtica
artstica; ambos conceptos coinciden, es cierto, a lo largo de ciertas fases -a veces considerables- del
desenvolvimiento artstico, pero no hay una conexin necesaria entre los dos, ni lgica, ni desde el pun-
to de vista histrico. En los artistas de la tendencia manierista se da simplemente una mayor disposi-
cin, aunque no una necesidad interna, a hacerse amanerados, es decir, a petrificar su peculiaridad en
una frmula, produciendo as la impresin de rebuscados, extravagantes y abstrusos.
Fijar algunos rasgos ms o menos sobresalientes del manierismo y dar as una definicin suges-
tiva, aunque no completa ni esencial, de su naturaleza, es cosa relativamente sencilla; incomparable-
mente ms difcil es llegar a una definicin que abarque y exprese de forma exhaustiva el verdadero
principio estilstico de la direccin. Aunque la bibliografa sobre este punto aumenta de da en da, to-
dava no existe una definicin de este tipo. Los ensayos ms utilizables recogen slo algunos rasgos
aislados aunque, a veces, importantes del manierismo; otros son ms interesantes y sugestivos que con-
vincentes; algunos descansan en una consideracin insuficiente de las circunstancias de la poca o en
presuposiciones histricamente insostenibles, como, por ejemplo, en ideas inexactas acerca de la co-
nexin cronolgica entre los fenmenos religiosos de la poca y el espacio de tiempo que stos necesi-
tan para ejercer su influencia en el arte en ciertas condiciones.
La determinacin de principio quiz ms importante sobre la esencia formal del manierismo se
encuentra en la definicin de Walter Friedlander, que designa a esta direccin como estilo
anticlsico9. Bajo esta denominacin entiende Friedlander la manifestacin de tendencias artsticas
anormativas, irracionales y anaturalistas, contraponindola al arte del alto Renacimiento, que l
caracteriza como objetivo, sometido a reglas y paradigmtico, es decir, como un arte orientado a
valores supuestamente suprahistricos y esencialmente humanos, y situado por encima de todo lo
singular, casual y arbitrario. Aun cuando esta definicin es valiosa como punto de partida para un
anlisis del manierismo, es completamente insuficiente si se aferra uno a su unilateralidad y si se la
8
Max Dvork, Kunstgeschichte als Geitesgeschichte, 1924.
9
Walter Friedlander, Die Entstehung des antiklass, Stils i. d. ital. Malerel um 1520, Rep. F. Kunstwiss., 1925
10
Kiekegaard, Ges. Werke, 1910 ss, VI
12
Cf. Wilhelm Pinder, Zur Physiognomik des Manierismus, Ludwig-Klages-Festschrift, 1932
13
Rudolf Kautzsch, Kunstgeschichte als Geistesgeschichte, Belvedere (Forum), 1925, VII
14
Wilhelm Pinder, Das Problem der Generation, 1926 y Die deutsche Plastik vom ausgehenden Mittelalter bis zum Ende
der renaissance, 1928
15
Esta insostenible teora la encontramos especialmente en W. Weibasch, Der Manierismus, Ztschr. f. bild. Kunst, 1918 y
en Margarete Hoerner, Der Manierismus als kunstl.Anschauungsform, Ztschr. F. Asth. U. allg. Kunstwiss, 14926.
1. El anticlasicismo
La evolucin del arte se mueve desde siempre entre el seguimiento de una tradicin y la protesta
contra ella. Durante milenios estas actitudes se adoptaron de manera espontnea y completamente
aprogramtica, acompaadas del sentimiento de que la situacin dada no permita ninguna eleccin.
Slo a partir del Renacimiento se convirti, en un problema la cuestin de si deba proseguirse la tradi-
cin artstica y hasta qu punto. Repentinamente pareci abierta la eleccin entre los caminos siempre
recorridos y los caminos inditos, y de esa libertad de eleccin surgi el problema cultural del Renaci-
miento. No se renuncia a lo mejor de uno mismo si se deja uno guiar sin ninguna resistencia por la
tradicin? Y de otro lado, no se pierde uno en la propia interioridad catica si renuncia desde un prin-
cipio a todo ejemplo, a toda indicacin, a toda doctrina? Se comienza a comprender que la tradicin
puede paralizarlo a uno, pero se percibe a la vez que la tradicin puede convertirse en un dique contra
la corriente desbordada de lo nuevo: contra lo nuevo que ahora sbitamente empieza a sentirse en toda
su complejidad como el verdadero principio de la vida y la ms tremenda amenaza para sta. La esen-
cia del manierismo est contenida en esta contradiccin: su imitacin de los modelos clsicos es una
huida frente al caos de la vida creadora en la que teme perderse; su radicalizacin de las formas subje-
tivas, su arbitrariedad ostentativa, la exagerada originalidad de su interpretacin formal de la realidad
son, por otra parte, expresin del miedo a que la forma pudiera fallar frente a la dinmica de la vida, y
el arte pudiera petrificarse en una belleza sin tensin interna.
Toda creacin artstica consciente est unida a problemas, en especial a problemas relativos a la
eleccin de los medios ms adecuados para la voluntad artstica de que se trate; ahora bien, un
problema cultural en el arte slo surge cuando se hace cuestin de la misma voluntad artstica que debe
seguirse, cuando se ponen en tela de juicio no slo ya los mtodos artsticos, sino tambin los fines del
arte. La cuestin a la que, sobre todo, trata de dar respuesta el manierismo es la de si objetivos artsticos
como los del Renacimiento son dignos de ser seguidos; la de si con su consecucin se alcanza un grado
ms elevado de humanidad, una posesin ms plena de la vida, una forma del espritu ms sublimada.
16
El concepto procede de Konrad Lange, Das Weswn der Kunst, 1901, quien quiz lo concibi bajo la influencia de la
willing suspension of disbelief de Coleridge. Coleridge, a su vez, tuvo que estar influido por el concepto de irona de los
romnticos alemanes.
17
Paul Valry, Hommages, Hommage a Marcel Proust, Les Cahiers de Marcel Proust, n. 1, 1927
2. El antinaturalismo
19
Cf. mi Philosophie der Kunstgeschichte, 1958 (Trad. Espaola con el ttulo Introduccin a la Historia del Arte, Ed.
Guadarrama, 1969)
20
Heinr. Wolfflin, Kunstgeschichtliche Grundbegriffe, 1929
21
Andr Malraux, Les voix du silence, 1951
22
Segn Francesco Flora, Storia della letteretura italiana, II, 2, 1948
La poca a cuyo estudio desde el punto de vista de la historia de las ideas est dedicado el pre-
sente libro representa el perodo en que nace el hombre moderno. Poner en claro las implicaciones de
este hecho es el cometido que nuestra investigacin se propone. El siglo XVI se ha designado ya ante-
riormente, y se suele designar todava hoy, como el comienzo de la Edad Moderna, pero al hacerlo se
pasa por alto que lo que se califica de ordinario como la modernidad de este siglo23 es justamente lo
que tuvo que ser superado para que se abriera un camino al hombre moderno, con sus problemas espe-
cficos, su nueva concepcin del mundo y su sentimiento vital radicalmente cambiado. Las presuposi-
ciones de la Edad Moderna fueron creadas no, corno suele creerse, por el surgir del Renacimiento, sino
por su disolucin. El hombre de la fase clsica del Renacimiento era todava el hombre viejo, el
heredero de la Antigedad y de la Edad Media, el hombre no afectado todava, en trminos generales,
por la crisis espiritual de la Edad Moderna ni por la anttesis de sus fines y valoraciones. El Renaci-
miento se mova prcticamente todava dentro de los lmites del viejo mundo cristiano-dogmtico, de
pensamientos y sentimientos condicionados por la tradicin, dominados por el culto de la autoridad y
las formas econmicas de la Edad Media. En este sentido, el Renacimiento era propiamente todava
parte de la Edad Media o, al menos, perteneca ms directamente a la Edad Media que a los siglos pos-
teriores. La llamada modernidad del siglo XVI slo puede predicarse con razn de su fase posclsi-
ca. El mundo moderno se edifica sobre los escombros de la Edad Media y del Renacimiento, si bien en
parte con el material de estos escombros. Y si en la Edad Moderna no se pierden las conquistas del Re-
nacimiento, ello es porque en la Edad Moderna se conserva tambin en parte la herencia espiritual de la
Edad Media.
Al supravalorar 1a importancia del Renacimiento para el presente, somos vctimas en muchos
aspectos de un espejismo. Nos encontramos todava muy prximos a la poca que redescubri,
revaloriz y -tras un perodo de indiferencia condicionado por la desilusin general de la contra-
revolucin- rehabilit el Renacimiento. El Renacimiento, tal como hoy lo vemos, no es slo el
redescubrimiento, sino tambin en parte la recreacin de la filosofa de la historia de aquella poca, una
filosofa de la historia condicionada por la evolucin poltica y social de su tiempo. El descubrimiento
de la naturaleza por el Renacimiento ha sido inventado por el liberalismo del siglo XIX; ste enfrent
23
As, por ejemplo, Henri Hauser, La modernidad du XVI siecle, 1930
4. Manierismo o manierismos?
El anticlasicismo es un rasgo tan sobresaliente del manierismo, que se cae fcilmente en el error
de no ver en el estilo manierista ms que un posludio del clasicismo, es decir, una tendencia estilstica
que aparece reiteradamente. As como Wolfflin no vea en el barroco ms que un estilo tpico, peri-
dicamente repetido, y de acuerdo con este supuesto desarroll la tesis de que toda poca histrico-
artstica de cierta amplitud atraviesa con necesidad lgica una fase barroca despus de una fase clsica,
de igual manera se habla hoy del manierismo como de una tendencia estilstica general, no vinculada a
condiciones histricas singulares, que aparece en situaciones semejantes y que, despus de haber se-
guido ms o menos los mismos principios formales en las postrimeras de la Antigedad, del gtico y
del Renacimiento, se manifiesta de nuevo en nuestros das.
En relacin sobre todo con la literatura, se ha afirmado que toda poca muestra sus
deformidades anlogas al manierismo24, que en la literatura europea el estilo preciosista, delicado,
forzado es un fenmeno constante que desvaloriza sin cesar los criterios del gusto clsico25; que en el
manierismo se manifiesta una constante del espritu occidental26, que este estilo, para decirlo de una
24
Indicado por primera vez por Marcelino Menndez Pelayo, Expediente acadmico, 1874.
25
W. Syher, Four Stages of Renaissance Style, 1955
26
E. R. Curtius, Europ Literatur u. lat. Mittelalter, 1948; G. H. Hocke, Die Welt als Labyrinth, 1927.
27
Richard Zurcher, Stilprobleme der ital. Baukunst des Cinquecento, 1957
28
Niels v. Holst, Die deutsche Bilnismalerei zur Zeit des Manierismus, 1930
29
E. R. Curtius, loc. cit.
30
Cf. la discusin acerca de la perioricidad en la historia del arte en mi Introduccin a la Historia del Arte, IV: Historia del
Arte sin nombre.
31
E. R. Curtius, op. cit.
34
Heinr, Wolfflin, Die klassische Kunst, 1948
35
Friedrich Schlegel, Uber die Unverstandlichkeit, Krit, Schriften, ed. por W. Rasch, 1956
36
C. S. Lewis, Donne & Love Poetry, 17th Century Studies presented to Sir Herbert Grierson, 1938
1. El giro copernicano
Desde todos los puntos de vista imaginables, desde el punto de vista teolgico, filosfico y as-
tronmico, as como desde el punto de vista econmico y poltico, la imagen del mundo propia del Re-
nacimiento constitua un sistema de esferas concntricas que giraban en torno a un centro fijo e inmu-
table. Se conceba al universo organizado segn la misma idea jerrquica que haba determinado la
sociedad feudal. As como la pirmide del sistema feudal haba tenido su centro en la persona del em-
perador, as tambin el universo tena su centro en el trono de Dios. Esta estructura se repeta en todas
las construcciones racionales, bien fueran divinas, humanas o naturales. Tambin la perspectiva central
de la pintura renacentista era slo una de estas construcciones formales organizadas unitariamente y
orientadas haca un solo centro. El trono de Dios constitua el centro de las esferas celestes; la tierra, a
su vez, era el centro del mundo material y -como correspondencia antropolgica a esta imagen del
mundo- el hombre mismo apareca como un microcosmos concluso en s, en cuyo torno giraba toda la
creacin, de igual manera a como los cuerpos celestes, giraban en torno a la tierra. La imagen del mun-
do renacentista responda en todo ello todava a la imagen del mundo medieval. Slo la confianza en s
del individuo, ahora amenazada, tena que ser reforzada si se quera que esta imagen del mundo subsis-
tiera. Lo que hasta entonces haba hecho que el hombre se conformara con su modesta posicin en la
tierra haba sido la conciencia de que, pese a su insignificancia respecto a Dios y a las cosas ltimas,
poda sentirse como la coronacin y el verdadero sentido de la creacin. El Renacimiento robusteci la
fe del hombre en su importancia entre las criaturas de Dios, y lo que perdi en confianza como creyente
se lo compens por la intensificacin de su autoconciencia como individuo.
Una vez que la ordenacin feudal de la sociedad y la doctrina de la Iglesia perdieron su
autoridad anterior, el sistema ptolemaico qued como nico fundamento de esta imagen del mundo en
cuya forma el mundo haba tenido sentido y consistencia para la Edad Media. Con la teora geocntrica
se derrumb tambin toda la construccin que pareca dar al hombre seguridad. y firmeza en este
mundo. Cuando Coprnico desplaz a la tierra del centro del cosmos a la periferia del mismo, despoj
tambin al hombre de la conciencia de su posicin central en el mundo de las criaturas: de seor de la
creacin se convirti en un pobre vagabundo sobre la superficie de un planeta. La tierra misma giraba
en torno al sol, en lugar de hacer girar al cielo estrellado en torno a s; como una estrella ms entre las
innumerables estrellas, se vio lanzada a los amplios y lejanos espacios celestes, para recibir del sol luz,
calor y energa. La distincin de la astronoma aristotlico-ptolemaica entre un mundo sublunar y un
mundo traslunar perdi su sentido y validez. La luna -dira Giordano Bruno- forma parte del cielo de
la tierra, como la tierra forma parte del cielo del sol. Esta nocin destruy toda la idea anterior de un
orden universal constituido por un sistema estrictamente centrado, nico, estable, siempre idntico a s
mismo. A la vez hizo desaparecer la antigua jerarqua social, teolgica y cientfica establecida entre las
HISTORIA II -ABOY www. h2aboy.blogspot.com 33
mo. A la vez hizo desaparecer la antigua jerarqua social, teolgica y cientfica establecida entre las
distintas partes de la creacin. El cielo y la tierra, el sol y las estrellas, la luna y el mundo sublunar
constituan ahora un universo esencialmente igual, aunque distinguible en diversos sistemas solares. La
idea de la similitud y del valor igual de todas las cosas comienza a anunciarse y prepara la concepcin
relativista del mundo. Al quedar desplazado el hombre, junto con la tierra, del centro del universo a su
periferia, no slo qued destruida la imagen geocntrica del mundo, sino tambin la antropocntrica.
37
Wilh. Windelband, Lehrbuch d. Gesch. D. Philosophie, 1910
38
Wilh. Dilthey, Weltanschauung u. Analyse des Menschen seit Renaissance u. Reformation, Ges. Schriften, II, 1914
39
Cf. mi Sozialgeschichte der Kunst u. Literatur, 1953, I,
3. El yo fluctuante y cambiante
Pese a la actitud cientfico-natural y racionalista cada vez ms intensa, las ideas neoplatnicas
no pierden en absoluto su influencia durante el curso del manierismo. Puede hablarse incluso de su
reviviscencia, despus de que el neoplatonismo alcanza su cumbre todava en el quattrocento y
experimenta una decadencia transitoria a comienzos del perodo clsico del Renacimiento. Como todas
sus manifestaciones espirituales, tambin la filosofa de la poca se halla penetrada por tendencias
contrapuestas. Al lado del empirismo de los cientficos de la naturaleza y del escepticismo de los
filsofos como Montaigne y Snchez, Giordano Bruno sustenta un espiritualismo de matiz pantesta y
panpsquico, que reviste una importancia tan decisiva como la direccin opuesta no slo para la
filosofa, sino tambin para el arte. Dilthey designa el pantesmo incluso como la doctrina filosfica
ms importante de la poca y ve en ella no slo el resultado de tres siglos, sino tambin el verdadero
puente ideolgico entre la Edad Media y la Edad Moderna. Con su nueva concepcin cosmolgica,
Giordano Bruno lleva a cabo efectivamente, en cierto sentido, el giro ms importante en el pensamiento
filosfico y cientfico de este perodo de transicin. La filosofa y la ciencia anteriores, incluso las
doctrinas neoplatnicas y el mismo sistema de Coprnico, estaban dominados todava por la idea del
carcter limitado del mundo; Giordano Bruno es el primero que concibe el universo como infinito. La
significacin de esta idea es inconmensurable e incalculable para la totalidad de la cultura. El influjo de
ella slo se echa de ver plenamente en el barroco, pero el manierismo prepara el terreno para este
influjo. El problema de la representacin pictrica del espacio infinito queda sin solucionar hasta
Claude Lorrain y los paisajistas holandeses del siglo XVII, pero los manieristas se enfrentan ya con l y
se encuentran en el camino para solventarlo. El sentimiento espacial de Tintoretto y de Brueghel escapa
ya a los lmites del escenario clsico y, si bien este sentimiento no tiene todava nada que ver con la
filosofa de Giordano Bruno, constituye evidentemente un fenmeno paralelo a ella y participa en el
desarrollo de la idea de la infinitud y de la representacin del espacio infinito.
Montaigne y Giordano Bruno son sin duda los dos filsofos ms importantes y representativos
del manierismo. Por muy opuestas que sean las concepciones del mundo que mantienen ambos, por
muy racionalistamente sobrio que sea el uno y por muy msticamente exttico que sea el otro, por muy
robustecido y espiritualmente rejuvenecido que deja uno el libro del autor francs y por muy enervado,
aunque curiosamente incitado, que abandona uno la obra del autor italiano, los dos filsofos se
corresponden y tienen que ser mencionados juntos, no pese a su diversidad, sino justamente a causa de
ella, ya que slo, as es posible formarse una idea adecuada del espritu escindido de su poca.
Compensando y complementando ambos sus respectivos influjos, preparan los dos juntos el porvenir
de la filosofa occidental. Con su escepticismo Montaigne anticipa la duda cartesiana y la radicalidad
de la gnoseologa kantiana, convirtindose en fundador del moderno relativismo psicolgico, al
condensar el grande y ancho mundo en el angosto pero tangible hic et nunc del individuo. Giordano
Bruno recorre el camino opuesto, el que lleva del microcosmos al macrocosmos, al ampliar hasta la
infinitud el sistema de Coprnico, convirtiendo a la conciencia humana en un espejo de relaciones
inconmensurables. De esta forma se recupera aquel absoluto que desde la Edad Media se haba perdido
Las consignas que las autoridades espirituales, especialmente la Iglesia, imponan en la poca
del manierismo a los artistas no podan ser para stos un sustitutivo del apoyo que les haba ofrecido el
sistema universal de la cultura cristiana medieval, que abarcaba toda la vida y toda la creacin del
artista. Estas consignas, en efecto, salvo cuando afectaban al objeto especial de la representacin
artstica, eran ms negativas que positivas y no estaban aseguradas, fuera del arte eclesistico, por
ninguna sancin, quiz porque clrigos entendidos en arte se percataban del peligro que poda encerrar
una severidad excesiva, dado el estado ya extraordinariamente diferenciado del arte. Teniendo en
cuenta el desarrollo de la situacin histrica, no caba pensar en una regulacin de la produccin
artstica de carcter hiertico, unvoco y unitario, que pudiera compararse en naturalidad con la que
haba existido en la Edad Media. Por muy buenos cristianos que fueran, los artistas no podan renunciar
sin ms a los elementos profanos y paganos del arte clsico y tenan que aceptar como no resuelta y
como insoluble la contradiccin interna entre los distintos factores de la tradicin artstica. Aquellos
para quienes la tensin de esta contradiccin era superior a sus fuerzas y que, a diferencia de Miguel
Angel, no encontraron consuelo y robustecimiento en los brazos de Cristo, se refugiaron en un arte
juguetn ms o menos superficial o cayeron en la neurosis. De da en da aumenta el nmero de los
artistas extravagantes o psicopticos. Pontormo sufre desde su juventud grandes depresiones y se hace
cada vez ms misntropo y hermtico. Parmigianino se entrega en los ltimos aos de su vida a oscuros
estudios alquimistas y tiene un aspecto completamente desastrado. Adems de Pontormo, tambin
Salviati, Francesco Bassano el Joven y Goltzius sufren estados manaco-depresivos. Rosso Fiorentino
se suicida; Tasso, Gngora y Orlando di Lasso, mueren locos. El Greco permanece en pleno da con las
cortinas de las ventanas echadas y, aunque ya no se le tiene, como en otro tiempo, por perturbado, se
Entretanto el capital financiero y los negocios realizados con l se diferencian cada vez ms del
capital invertido en el comercio y en la industria. Esto trae consigo una distancia creciente del
empresario respecto a la produccin, no slo porque en determinadas circunstancias no mantiene
ningn contacto con el trabajo manual y ningn contacto necesario con la explotacin de los productos
del trabajo, sino tambin porque la independizacin del momento de la especulacin hace posible un
En la poca de la conquista de Italia por Carlos V el eje del comercio mundial se haba
desplazado del Mediterrneo hacia Occidente. Las causas fueron el peligro turco, la interrupcin del
comercio con Oriente a travs del Mediterrneo, el descubrimiento de las nuevas rutas martimas y la
aparicin de las llamadas naciones ocenicas como sujetos econmicos. Pero el potencial econmico
italiano se haba debilitado tambin como consecuencia de los acontecimientos polticos y de la crisis
social, de la invasin espaola y francesa y de la ocupacin del pas. por tropas extranjeras, del saqueo
de Roma y de su aniquilamiento transitorio como centro cultural, de las luchas religiosas y la
consiguiente reagrupacin de fuerzas y, finalmente, como consecuencia de la ruina de la clase media
productora y del proceso de aristocratizacin en curso. Simultneamente con la crisis econmica de
Italia y con el proceso que hace aparecer en la organizacin de la economa mundial en lugar de los
Estados italianos con sus casas comerciales relativamente pequeas, potencias que disponen de
territorios y medios incomparablemente mayores, termina tambin la poca del capitalismo primitivo y
comienza el moderno capitalismo en gran escala.
La crisis econmica del siglo XVI se hace notar en Italia antes y de modo ms intenso que en la
mayor parte del resto de Occidente; sin embargo, no se vio agudizada como en otros sitios por la lucha
de clases. En el resto de Occidente, especialmente en Alemania, nos sale al paso un movimiento
anticapitalista exasperado, unido a levantamientos constantes contra la usura, los precios abusivos, los
monopolios, las grandes sociedades mercantiles y sus privilegios, la exclusin de los campesinos de la
propiedad de la tierra y de los artesanos de su influjo en los gremios. En Italia, en cambio, despus de
los violentos choques de los siglos XIV y XV, la lucha de clases llega a un cierto perodo de calma. El
capital se haba apoderado aqu tan firmemente de la sociedad y de la economa, que todo movimiento
anticapitalista estaba condenado desde un principio al fracaso, no quedando a las clases oprimidas y
explotadas otro recurso que el de la resignacin. Ms adelante, cuando bajo el dominio espaol se
presenta una decadencia econmica general, tambin pueden observarse en Italia fuertes
manifestaciones anticapitalistas41.
Hasta el sacco de Roma, en 1527, era todava Florencia no slo la mayor potencia econmica de
Italia, la potencia que dominaba tambin en Roma y en Npoles, sino que los banqueros florentinos
41
Cf. Richard Ehrenberg, Das Zeitalter der Fugger, 1986
1. La doctrina de la predestinacin
43
Hubert Jedin, Das Konzil von Trient, 1926
44
Cf. Joseph Lortz, Die Reformation in nDeutschland, I, 1939
45
En contra, entre otros, de W. Dilthey, Die Glaubenskehre der Reformatoren, Preuss. Jahrb.
46
Ernst Troeltsch, Die Soziallehren d. christl. Kirchen u. Gruppen, 1912
47
Esta versin radical la adopta la doctrina de la predestinacin slo en el calvinismo. Cf. Troeltsch.
48
Lutero, Vom freien Willen, 1937
49
Karsten Klaehn, Luthers sozialethische haltung im Bauernkrieg, 1940
50
friedr, heer, Europ. Geistesgesch, 1953
51
Cf. J. W. Allen, Polit. Thought in the 16th Cent.,1928
3. Protestantismo y capitalismo
52
P. Pietsch, luther u. D. hodchdeutsche Schriftsprache, 1883. Esta cita, as como las siguientes indicaciones estadsticas,
estn tomadas de la tesis ya mencionada de K. Klaehn.
53
E. Belfort Bax, The Social Side of the German reformation, II, The peasant War in germany 1525/26, 1899
54
as, por ejemplo, E. Troeltsch
4. Reforma y contrarreforma
Ningn elemento del mundo de ideas de la Reforma caus mayor impresin en los artistas del
manierismo que la negacin del libre albedro, ni ninguno parece haber encontrado mayor aprobacin
entre ellos. El carcter forzado, mecnico, teatral de la concepcin del hombre propia del manierismo
expresa el mismo sentimiento de falta de libertad, de retencin, de hallarse preso en un cuerpo frgil y
en la vida terrena, que sirve de base a la antropologa de Lutero. El sentimiento de coaccin y de
desasosiego se extiende, por lo dems, en el manierismo, mucho ms all de las fronteras de la
existencia humana y acta no slo en la conformacin de la figura del hombre, en su relacin con el
espacio y en lo forzado de sus movimientos. Wilhelm Pinder habla con razn, a este respecto, no slo
de una coraza de la actitud que angosta a los hombres, sino tambin de una forma impuesta que
petrifica la composicin manierista, convirtindola en una frmula rgida, determinada de antemano55.
Ello procede, sin duda, del mismo sentimiento de impotencia y de la misma conciencia de culpa, de la
misma angustia csmica y vital, de los que haba surgido el protestantismo, con su negacin del libre
albedro y su renuncia a merecer por derecho propio la gracia divina. Es fcilmente comprensible que
para un humanista liberal como Erasmo el determinismo de Lutero constituyera el mximo
impedimento para adherirse al protestantismo. Erasmo senta que con ello tena que abandonar toda la
tradicin cultural clsica y cristiana y apela precisamente a esta tradicin al defender el libre albedro y
al hombre; ese hombre del que Erasmo no puede conceder que sea tan radicalmente malo y reprobable
como Lutero afirmaba y que para l slo exista como dilema o la gracia o la libre voluntad.
La hazaa copernicana de Lutero consisti, de un lado, en la espiritualizacin de la religin,
convirtiendo el cristianismo de la religin legalista del catolicismo en una religin de la gracia,
sustituyendo el clero sacramental por un sacerdocio general e inoficial, al menos en la intencin,
55
Wilh Pinder, Zur Physiognomie des Manierismus, en Die Wisssenschaft am Scheidewege, Ludwig Kjages-Festschrift,
1932
57
Cf. Nikolaus Pevsner, Gegenreformation u. Manierismus, repertorium f. Kunstwiss, 1925 y Die italienische Malerei vom
Ende der Renaissance usw en Barockmalerei in den roman. Lndern. Handbuch d. Kunstwiss, 1928
58
W. Weisbach, Gegenreformation, Manierismus, Barock, repertorium f. Kunstwiss, 1928
59
Op. Cit.
5. El Concilio de Trento
60
Hubert jedin, Entstehung u. Tragweite des trientiner dekrets ber die Bilderverehrung, Theolog. Quartalschrif, 1935.
61
Cf. Federico Zeri, Pittura e Controriforma, 1957
62
K. G. fellerer, Das Tridentinum u. D. Kirchenmusik, en Das weltkonzil von Trient, 1951
63
F. Zeri, op. Cit.
64
Cf. H. K. M. Schnell, Der bayerische barock, 1936
65
giov. Paolo lomazzo, Idea del tempio della pittura, 1590.
2. La doble moral
67
Maquiavelo, El Prncipe, trad. Esp., Madrid, 1967.
Maquiavelo fue el primero que desarroll la teora y el programa del realismo poltico. El
maquiavelismo, en cambio, la separacin de la prctica poltica de los ideales cristianos y de las
normas ticas no lo invent l: cualquier pequeo prncipe del Renacimiento era ya un maquiavelista
perfecto. Slo la doctrina del realismo y racionalismo polticos obtuvo en Maquiavelo su formulacin y
l fue tambin quien pens por primera vez hasta sus ltimas consecuencias, las implicaciones morales
de una prctica realista llevada a cabo de modo consciente y segn un plan.
Pese a toda su originalidad, Maquiavelo fue tan slo exponente y portavoz de la generacin que
l mismo mantuvo en vilo con sus osadas afirmaciones. Si su doctrina slo hubiese sido la ocurrencia
extravagante de un filsofo ingenioso y extrao, no hubiese causado la profunda impresin que caus
en toda la literatura de Occidente. Y si slo se hubiera tratado de los mtodos polticos de los pequeos
tiranos italianos, es seguro que sus escritos no hubieran conmovido los nimos ms profundamente que
las horripilantes historias difundidas en su tiempo sobre el papel del veneno y el pual en la prctica
poltica de aqullos. Con su sobrio realismo Maquiavelo no se encontraba solo, ni estaban
exclusivamente a su lado los pequeos y brutales prncipes condottieri. Qu era en efecto, Carlos V, el
defensor de la Iglesia catlica, que amenaz la vida del Santo Padre y convirti la capital de la
cristiandad en un cuartel y un burdel, ms que un realista sin escrpulos? Y qu era Lutero, el
fundador por excelencia de la moderna religin popular, que traicion al pueblo a favor de sus seores
y que hizo posible que la religin de la interioridad se convirtiera en la religin de la clase social ms
hbil en la vida y ms intensamente vinculada al mundo? Y qu era cualquiera de los prncipes de la
poca, dispuestos siempre a sacrificar el bienestar de sus pobres sbditos a los intereses de los
68
Cf. E. Troeltsch, op. Cit.
69
Montaigne, Essais, III, Ed. De la pliade.
70
Fr. Meinecke, Die idee der staatsrson, 1929
71
Op. cit.
72
Eduard Meyer, Machiavelli and the Eliizabethan Drama, 1907
4. El concepto de ideologa
Ningn problema del Renacimiento est ms prximo al espritu de nuestro tiempo que el de la
ideologa. Maquiavelo, de quien procede la primera formulacin inequvoca de la nocin de ideologa,
inicia as un proceso que desde entonces no va a sufrir ninguna interrupcin sensible. Marx es slo el
ltimo representante y sin duda el ms radical de esta nocin, el pensador que dio al concepto de
ideologa su sentido ms unvoco y concreto, pero que a la vez redujo tan esencialmente su
significacin, que la ideologa como desplazamiento perspectivista de las cosas, capaz de los ms
diversos fundamentos, se convierte en l en una deformacin especfica de la imagen del mundo, en
una visin condicionada principalmente por intereses econmicos, con el tono implcito de
falseamiento de la verdad. Si se tiene en cuenta que el descubrimiento de la subjetividad de las
categoras del pensar constituye una de las peripecias ms decisivas en la historia del concepto de
ideologa, habr que afirmar que Kant desempea en esta evolucin un papel tan decisivo como el de
aquellos pensadores a cuyo nombre se halla ntimamente ligada la nocin de ideologa. Tanto Marx
como Kant, lo mismo que todos los dems pensadores que participan en el desarrollo de esta nocin,
tienen como antepasado espiritual a Maquiavelo, y no slo porque ste fue quien primero descubri que
haba ms de un orden de valoraciones morales, sino porque Maquiavelo ech de ver ya que las
valoraciones se rigen por la posicin social y los fines polticos del sujeto, que valora.
Con su deduccin del derecho y de la idea de lo bueno de la nocin de lo til, Maquiavelo se
aproxima en gran manera a la moderna concepcin de ideologa, aun cuando sta no reviste todava en
l carcter clasista. No obstante, Maquiavelo cita el adagio, surgido en su tiempo, de que en la plazuela
74
Maquiavelo, El Prncipe.
75
Maquiavelo, Discorsi sopr la prima decade di Tito LIVIO,II
76
Op. cit., I. Cf. J. W. Allen, A History of political Thought in the 16th Century, 1928.
77
Goiv. Paolo Lomazzo, Trattato dell'arte della pittura, scultura et architettura, 1584; Idea del tempio della pittura, 1590
78
Federico Zuccari, L'idea de' pittori, scultori ed architteti, 1607
En su libro sobre La idea de la razn de Estado observa Friedrich Meinecke que a Maquiavelo
le hubiera sido muy posible, sin apartarse de sus ideas rectoras, exigir del prncipe que, en lugar de la
duplicidad moral que traa consigo el compromiso entre los ideales cristianos y el realismo poltico,
escogiera el conflicto entre el inters del Estado y la moral particular, enfrentndose con las
consecuencias trgicas de esta eleccin. Sin embargo, contina Meinecke, esta solucin no era posible
en la poca de Maquiavelo, ya que ella supona una actitud espiritual que no encuentra expresin hasta
la dramaturgia de Shakespeare80. Meinecke mismo no saba quiz qu conexiones tan complejas roza
aqu y qu perspectiva sobre el desenvolvimiento histrico-espiritual, cerrada hasta ahora, se abre con
su observacin episdica y al parecer modesta. El camino condujo desde la tensin tica que se hallaba
en la base de la doble moral hasta un conflicto que encontr su dialctica y su solucin en la
tragedia. La tragedia moderna, con su interiorizacin de las contraposiciones, con su desplazamiento
del destino del exterior al interior, tal como la crearon Marlowe, Shakespeare y sus contemporneos,
fue en cierto sentido slo un escape a la situacin insostenible de la doble moral;. fue la respuesta de
la literatura al problema de cmo poda hacerse la vida esencial, plena de sentido y lo ms unvoca
posible en una poca con contradicciones insolubles, para hombres desgarrados por tendencias
ambivalentes y aspiraciones inconciliables. El hroe trgico prefiere la lealtad ambivalente a la
contradiccin interna, el acabamiento a la vida con un compromiso humillante. Su ejemplo se convirti
en un reproche crepitante contra todos, no slo contra el prncipe. Lo que a las gentes tanto indignaba
en las disquisiciones de Maquiavelo, el hecho de que pretendiera para los prncipes una medida moral
79
Erwin Panofsky, Idea, 1924.
80
Friedr. Meinecke, op. cit.
CAPTULO 7
EL RENACIMIENTO
MIGUEL NGEL Y PALLADIO
No es raro que los tericos renacentistas relacionen las formas arquitectnicas con las del cuerpo
humano; de un modo u otro esta asociacin, que puede remontarse a la antigua Grecia y de la que se hace eco
Vitruvio, aparece en todas las teoras de la edad del Humanismo. Lo que es genuino de Miguel Angel es la
concepcin de la semejanza como una relacin que puede llamarse orgnica, en contraste con la abstracta que
proponan otros arquitectos y escritores del Renacimiento. Es la anatoma, ms que el nmero y la geometra, lo
que llega a ser la disciplina bsica del arquitecto; las partes de un edificio se comparan no a las proporciones
globales ideales del cuerpo humano, sino, significativamente, a sus funciones La referencia a los ojos, la nariz y
los brazos sugiere incluso una idea de movilidad, el edificio vive y respira.
Cuando los escritores del siglo XV hablaban de la procedencia de las formas arquitectnicas a partir del
cuerpo humano, no pensaban en el cuerpo como un organismo vivo, sino como un microcosmos del universo
una forma creada a imagen de Dios y con la misma armona perfecta que determina el movimiento de las esferas
celestes o las consonancias musicales. (...) Las teoras de la proporcin del primer Renacimiento, al ser aplicadas
a los edificios, produjeron una arquitectura que era abstracta en el sentido de que su objetivo primordial era
lograr unas armonas matemticas ideales a partir de la interrelacin de las partes del edificio. Para la planta se
preferan las figuras geomtricas simples; las paredes y los huecos se entendan como rectngulos a los que se
poda dar la cualidad deseada por medio de la razn entre anchura y altura. Establecido el concepto bsico de las
plantas bien proporcionadas, el fin ltimo del diseo arquitectnico era producir una estructura tridimensional en
la que los planos estuvieran interrelacionados armnicamente. En los mejores casos, este principio de diseo
produjo una arquitectura muy sofisticada y sutil, pero fue vulnerable a la misma critica que Miguel Angel dirigi
contra el sistema contemporneo de proporciones de la figura humana. Enfatizaba el elemento aislado y
fracasaba al no tener en cuenta el efecto que sobre el carcter de las formas arquitectnicas produce el
movimiento en arquitectura, el movimiento del observador a travs y alrededor de los edificios y las condiciones
ambientales, en particular la luz. Era ms fcil producir una arquitectura de papel ms afortunada sobre la mesa
de dibujo que en tres dimensiones. (...) Visto desde esta perspectiva, el enfoque de Miguel Angel hacia la
arquitectura parece apartarse radicalmente de la tradicin renacentista. Su asociacin de la arquitectura con la
forma humana ya no era una abstraccin filosfica, una metfora matemtica. Al pensar en los edificios como
organismos, cambi el concepto de diseo arquitectnico pasando de uno esttico generado por un sistema de
proporciones predeterminadas a otro dinmico en el que los miembros estaran integrados por la sugerencia de
una fuerza muscular. De este modo la accin y la reaccin de las fuerzas estructurales en un edificio que an
hoy denominamos traccin, compresin, tensin, etc. podan interpretarse en trminos humanos. Pero, si las
fuerzas estructurales sugirieron un tema a Miguel Angel, l rechaz la idea de limitarse a expresar la manera en
la que realmente actuaban: la humanizacin prevaleci en sus diseos sobre las leyes de la esttica hasta el punto
de que una masa tan pesada como la cpula de San Pedro puede dar la impresin de elevarse, o de que un
entablamento relativamente ligero parezca muy pesado.
Los dibujos de ventanas, puertas o cornisas intentan comunicar al que las tiene que realizar una
experiencia viva ms que unas instrucciones medidas y calculadas para la labra. Mientras sus contemporneos
dibujaban perfiles para garantizar la proporcin adecuada entre una acanaladura y un toro, Miguel Angel
trabajaba en la evocacin de la fuerza fsica; mientras que todos copiaban los capiteles y entablamentos romanos
entre las ruinas para lograr una cierta ortodoxia en el detalle, las ocasionales copias de Miguel Angel son
reinterpretaciones muy personalizadas precisamente de aquellos restos que reflejaban su propio gusto por la
forma dinmica. Roma suministr a otros arquitectos un corpus de reglas, pero a Miguel Angel le dio la chispa
para la explosin de su fantasa, una medida a la que hizo ms honor por infraccin que por cumplimiento.
... dentro de todo el panorama de la historia arquitectnica, Miguel ngel, frente a cualquier otra
apariencia, es la figura de la que ms tienen que aprender los arquitectos de hoy, ya que acta en una situacin
sociolgica, lingstica y profesional que presenta extraordinarias analogas con la que hoy atravesamos. Esta
tesis sonar hertica para los muchos que estn acostumbrados a pensar en Miguel ngel en trminos mticos, de
genio solitario e irreducible dentro de un contexto cultural. Bastar, en cambio, sondear, aunque sea
sumariamente algunos aspectos de la sociedad en la que vivi y actu para que estas analogas se evidencien
apremiantes y espontneas.
Partamos de algunas famosas referencias sociolgicas. Miguel Angel crece en el ambiente florentino de
Lorenzo de Medici, cuando el florecimiento econmico del primer Renacimiento ya ha entrado en crisis, y a una
poca heroica de expansin capitalista sigue un periodo dominado por una clase que vive de las rentas y los
privilegios de casta, por una generacin, dice Hauser, de ricos herederos y de hijos envilecidos. (...) La poca de
Miguel ngel ofrece el panorama de un mundo alienado, de una sociedad que va a la deriva, de una humanidad
que ya no consigue comunicarse, mientras acechan enormes peligros a los que las conciencias se adaptan con
propensiones autodestructivas y suicidas, disfrazadas de las ms diversas formas religiosas y mundanas.
El paso de la condicin sociolgica a la lingstica es directo. Si al sano capitalismo del primer siglo XV
corresponden, para explicarlo de un modo simplificado pero exacto en sus lneas culturales genricas, una
actitud racional, antiescolstica y antiasctica, la representacin perspectiva elemental y homognea, una
equilibrada investigacin proporcional, signos todos ellos de una cierta confianza en la sociedad, a la situacin
inestable de finales de siglo y especialmente a los cincuenta aos sucesivos corresponde la crisis de todos y cada
uno de estos valores y por tanto, el hundimiento del racionalismo renacentista. Toda la vida de Miguel ngel
puede interpretarse segn la clave de este debatirse entre los valores fallidos del Renacimiento a los que no haba
con qu sustituir. Es un juego alterno, desmoralizante y atormentado: una continua renovacin del repertorio
lingstico renacentista, el nico que estaba a su disposicin, y su inmediata denuncia. (...)
Estos condicionamientos sociolgicos, lingsticos y profesionales son comunes a todos los artistas de la
poca. Pero es por su modo de afrontarlos por lo que Miguel Angel no es asimilable a otros: ofrece una respuesta
diferente, de cuya singularidad es testimonio su propia fortuna historiogrfica. Incluso cuando se basaba en el
EL ANTICLASICISMO DE PALLADIO
Giulio Carlo Argan
(De Andrea Palladio e la critica neo-classica, En L'Arte, 1930)
Todava hoy en da se considera a Palladio como un neoclsico, al cual es lcito reprochar una cierta
frialdad de erudito, pero del que es elegante alabar la severa correccin y la rgida seriedad del estudioso. Pero
cuando tratamos de comparar este juicio con el de algn crtico neoclsico advertimos que stos tienen una
clara conciencia de los lmites de su gusto y que la arquitectura palladiana, lejos de hacer de estos lmites su
propio esquema, escapa hacia algo no del todo definido, pero extrao, no obstante, al gusto neoclsico.
En 1768 Francesco Milizia publica sus Vidas de arquitectos destinadas a reflejar, en lo tocante a la
arquitectura, las nuevas ideas de Winckelmann y Mengs. Los arquitectos griegos y romanos y, subsidiariamente,
los italianos del Renacimiento, eran sus unidades de medida: todos ellos haban alcanzado la razn del arte, la
pura belleza, coherencia bella de partes bellas, representacin absoluta del espacio a travs del valor constructivo
del relieve plstico. Ante estos filsofos, Palladio sorprende por su extravagancia.
Estos filsofos haban fijado su canon en los rdenes de arquitectura los cuales, ms que ornamentos
son realmente el esqueleto del edificio, y partes esenciales de l. Se pueden definir, por tanto, como ornamentos
necesarios producidos por la naturaleza misma del edificio. La sucesin de estos rdenes desde el ms slido al
ms delicado, deba, por tanto, ser la representacin sumaria de una coherencia espacial y constructiva, la
relacin entre la solidez monumental del edificio y la lnea del horizonte, entendida como limite entre lo finito y
lo infinito, entre lo determinado y lo no determinable. Cuando Palladio superpone a un orden rstico un orden
compuesto, insensible ante los trminos medios de la serle, Milizia se sorprende como si se tratase de la
afirmacin de algo absurdo.
Precisamente con este absurdo, con esta interpretacin arbitraria de un valor de espacio, con esta
rebelin suya a una subordinacin perspectiva de su edificio, Palladio se opone claramente al gusto clsico
antiguo y al del Renacimiento florentino y romano. Cuando se piensa que Palladio mantiene en lneas generales
los elementos arquitectnicos de la preceptiva romana, disponer, como hace l, el mismo elemento en diversas
condiciones espaciales o diversos elementos en idnticas condiciones espaciales, significa la prdida total de
cualquier significado espacial por parte de tal elemento, significa tambin dar a dos intensidades espaciales
diferentes el mismo valor formal, negando ese sentido de paralelismo y coherencia entre forma y espacio que era
la base del gusto clsico...
Todos los esquemas vlidos para el gusto clsico son, por tanto, absolutamente incapaces de explicar el
gusto de Palladio... Del mismo modo, no son vlidos los esquemas de movimiento, de luminosidad, de
sugerencia, los cuales expresan una anttesis de lo esttico, de lo plstico, del amor a la definicin, propias del
gusto clsico. Tambin frente al Barroco la posicin de Palladio no se apoya, por tanto, en una solucin analoga
del problema de espacio, sino sobre todo en la oposicin general de extravagante frente a filsofo y en la
sustitucin de una esttica de lo arbitrario por una esttica del precepto: En el fondo, el Renacimiento y el
Barroco no hacen ms que resolver el mismo problema de dos modos diferentes, problema que Palladio, si bien
no renuncia del todo a plantearse, da al menos como resuelto en todas las ocasiones (es significativo que los
elementos estilsticos de Palladio no entren en los esquemas que ha trazado Wlfflin... ). Esta solucin del
problema espacial, Palladio sobreentiende en s mismo, se mantiene para l solamente como una posibilidad y un
punto de apoyo: la posibilidad de yuxtaponer dos formas arquitectnicas que nacen de un mismo plano como
dos tonos de colores; y, puesto que esas formas tenan en s mismas, desde su origen, una relacin de claro y
oscuro, y tal relacin creada con fines plsticos haba quedado destruida como paso o efecto plstico por
una subversin de la disposicin espacial, la mencionada yuxtaposicin ser una yuxtaposicin de claro y
oscuro, en sus valores, no ya cuantitativos, sino cualitativos y cromticos.
As se pasaba de un claroscuro indicador del relieve a una pura oposicin cromtica a travs de la
negacin del espacio como profundidad. Y puesto que en esta negacin est implcita una necesidad de antitesis,
el espacio como profundidad se sustituye por el plano como frontalidad absoluta; no ya el plano de Leon Battista
Alberti, preciosidad geomtrica definida por una precisin perspectiva lineal, sino el plano como negacin
perspectiva, como proyeccin sbita de elementos espaciales sobre la superficie para conseguir una decidida
PALLADIO Y LA ANTIGEDAD
Erik Forssman
(De Palladio e Vitruvio, en Bolletino del Centro Internazionale Andrea Palladio, IV, 1962.)
Eran...los despojos de la antigedad un testimonio de una gran poca, de los que (Palladio) trataba,
gracias a las enseanzas de Vitruvio, de extraer varios tipos de una arquitectura absoluta, que conservase su
valor en todas las pocas. Este renacimiento de una arquitectura clsica que precisamente, era ahistrica y, por
principio, siempre actual poda realizarse a varios niveles: 1) Se poda partir del edificio completo como haba
hecho Palladio cuando concibi la casa privada sobre la base de la casa de los antiguos griegos y romanos; 2) Se
podan utilizar las partes caractersticas y colocarlas juntas en una nueva unidad (as ocurri por ejemplo, cuando
Palladio uni los elementos de la baslica y del templo en su arquitectura sagrada); 3) Se podan tomar detalles
singulares que respondieran a la exigencia de un decoro comprensible en todas las pocas. En ninguno de
estos casos era oportuno hablar de una imitacin puramente formal de la antigedad, sino de una aplicacin
meditada y motivada de un lenguaje arquitectnico como en el caso del prtico de un templo jnico que deba
conferir una dignidad tranquila y armnica a la casa privada. Palladio puso en prctica con bastante frecuencia
estas tres fases al mismo tiempo y en el mismo edificio. A diferencia de los dems tericos, encontraba en las
enseanzas de Vitruvio la materia con la que poda realizar sus propias ideas. De Vitruvio no tom las frmulas
que podan utilizarse sin discriminacin para conferir a cualquier arquitectura un aspecto arcaizante sino que
dedujo modelos arquitectnicos sabiendo que deban presentar un aspecto diferente en la Italia septentrional del
siglo XVI que la que haban tenido en Atenas y Roma, en la antigedad.
Evidentemente, es lgico querer argumentar que estos tipos, considerados en s mismos, no tienen nada
que ver con el genio creador y con la poesa de Palladio. Tambin otros han estudiado a Vitruvio y no han
conseguido realizar una arquitectura moderna. Pero aunque puede parecer una paradoja, podemos decir que su
interpretacin creativa de Vitruvio le preserv de convertirse en un imitador neoclsico.
En el uso que se haba hecho de los elementos clsicos del Renacimiento exista el principio de la
transmutacin de un elemento figurativo de imagen a signo.
Y precisamente esta transmutacin, que puede parecer tan breve que no pueda configurarse ni siquiera
como un viaje, sino como un relmpago, una iluminacin diferente es la que una vez advertida, permite seguir la
extraordinaria parbola que lleva de Brunelleschi a Palladio y al Estilo Imperio.
La estructuracin clsica, convertida en emblemtica en la nueva visin espacial provocada por la
perspectiva, seguir desarrollndose durante cuatro siglos de manera siempre diferente en la extraordinaria
activacin del espacio perspectivo. Palladio representa una fase culminante de este viaje de cuatro siglos. Pero
slo por medio de la emblemtica clsica se puede alcanzar el punto crtico al que llev la resurreccin de lo
antiguo.
El xito conseguido por los Quattro Libri fue debido principalmente a la multiplicidad y claridad de
sus ejemplificaciones. Se puede decir que Palladio ha proporcionado al mundo civil la versin ms persuasiva
de lo que Geoffrey Scott, aludiendo a la temtica predominante del Renacimiento, ha denominado idealizacin
de las estructuras. Las columnas salientes respecto al muro, desde sus villas a las creaciones segn los
diversos sitios que an sin ser realizadas, han influido en tanta arquitectura neoclsica, se convierten en
elementos claves de una composicin susceptible de innumerables variantes; el instrumento ms conveniente y
seguro para una representacin de dignidad cvica. Adems, la aplicacin prctica de sus enseanzas se ve
favorecida por la demostracin que ofrece de cmo se puede reducir con mucha facilidad la magnificencia de
los edificios... a la verdadera belleza y elegancia de los antiguos; y esto sin tener que recurrir necesariamente
al costoso empleo de la piedra, puesto que los edificios se estiman ms por la forma que por la materia. Por
tanto, ser posible tambin alcanzar la belleza construyendo con ladrillos, tanto los muros como las columnas, y
revistindolos de un buen enfoscado, o digamos esmaltado exterior. (...)
Ya haba dedicado a su Tratado un largo perodo de tiempo cuando a la edad de 62 aos, es decir, en
1570, public I Quattro Libri. La tarea que se propone llevar a cabo ya est claramente enunciada en el
prefacio inicial, donde Vitruvio es el primero y el ltimo nombre que menciona... En el primer libro trata de las
maneras de construir, de los cinco rdenes y de las casas privadas con sus elementos constitutivos: es decir, de
Palladio se consider siempre, y con toda la serenidad, un clasicista convencido y respetuoso. Pinsese:
en 1570 el arquitecto publica el Tratado profesando con sinceros acentos su propia fe en Vitruvio y en la
Arquitectura Romana, que rebate con sorprendente vehemencia un poco ms tarde, con ocasin de la diatriba
sobre la ereccin de la fachada de San Petronio en Bolonia, mientras que, en lo que se refiere a indicaciones
externas, por ejemplo la cuarteta de un contemporneo veneciano annimo (1560-70?) publicada por
Temanza (Non va Palladio per male a puttane / che se tal volta pur gli suole andare / lo fa perch le esorta a
fabbricare / un atrio antico in mezzo Carampane) me parece por su irridente vulgaridad, mucho ms
sintomtica. Pero todo esto no desmiente ni la carga dinmica, interna e inquieta pero jams aferrada a
complacientes autocontemplaciones, del devenir estilstico, ni tampoco puesta al da, en todas sus fases, del
arte palladiano: precisamente por sus posibilidades, inherentes a la formacin de Andrea, al final insiste, en las
estructuras de su dimensin mental, en incluir, escoger y transfigurar, con una sensibilidad decidida y
pragmtica pero con una coherencia impertrrita y destacada en el contexto del propio lenguaje, experiencias
cada da ms aproximadas, desde las inquietudes manieristas hasta Miguel Angel; recuperando de este modo una
actualidad que propone el arte como uno de los testimonios poticos ms extraordinarios de la poca.
Est demasiado claro que el clasicismo programtico del artista queda desmentido por la concrecin
formal de las obras que se han apoyado en un lenguaje anticlsico y que proponen, de hecho, soluciones de un
verdadero anticlasicismo mucho mas evidente, y dramtico hasta el punto de que en las obras maestras ms
extremas el mismo uso de una morfologa clsica aparece dominado por una urdimbre sintctica tan agitada y
extraa, que naufraga y se deshace en la presencia de una afirmacin que es pura y simplemente visionaria.
TEXTOS
Dos juicios negativos de la poca neoclsica sobre la arquitectura de Miguel ngel
TOMMASO TEMANZA
(Lettera a Antonio Selva, a Roma, Venecia, 1778, G. Bottari e G Ticozzi, Biblioteca scelta di opere italiane,
1822-25, vol. 8)
(Antonio Selva). Por nuestro amigo el seor Quarenghi supe que habais llegado a Roma...Me place muchsimo
vuestro sentimiento a propsito de los edificios de Miguel Angel. Desgraciadamente es cierto que ha intentado
destruir todo lo bueno de aquellos hombres valientes que antes que l y en su misma poca, haban trabajado con
tanto honor y mrito. Recordaris veces os he dicho que los edificios de Miguel Angel son incorrectos y que,
exceptuada la sacrista de S. Lorenzo... todo lo dems es malo. Qu cosa tan inspida, tan extraa, tan triste es la
Laurenziana? Y a pesar de todo tan alabada. Los laterales y la parte posterior de la gran iglesia de S. Pedro de
Roma son obras medianamente tolerables, Todo lo dems es muy malo. Como Miguel Angel ha sido sumamente
excelente en escultura y pintura se pretende a la fuerza que ocurra lo mismo en la arquitectura. Pero sed cauto en
Roma al hablar con poca estima de los edificios de ese tal Miguel Angel... Nosotros los venecianos procedemos
de una escuela que no est sujeta a ninguna otra; y a propsito de la arquitectura nuestro Palladio se impone a
todos. Si estos arquitectos romanos lo consideran de poco genio es debido a su ignorancia. Su explosin de
fantasa es como la vida de aquellos hombres que a modo de bestias, viven sin moral y sin ninguna observancia
de las leyes.
FRANCESCO MILIZIA
(De Memorie degli architetti antichi e moderni Roma, 1778, y de Dell'Arte di vediere nelle Belle Arti del
Disegno, Venecia, 1781. Versin castellana: Arte de ver en las Bellas Artes del Diseo, Imprenta de Garciga y
Aguasvivas, Barcelona, 1823. Trad. Ignacio March, pg. 48)
En la iglesia de San Pedro se reconoce la grandeza arquitectnica de Miguel Angel. (...) Un nico y
enorme, orden corintio de pilastras por todo el interior y por todo el exterior decora as el gran templo... todo este
pensamiento es grande, noble, majestuoso... Pero vayamos al detalle de lo que ha hecho Miguel Angel en San
Pedro... Los resaltos de la cornisa, los ornamentos de las ventanas y de los nichos, y de las bvedas de los
nichos superiores, que estn sobre el collarino de pilastras, no son precisamente admirables. Y cmo pueden
aguantarse esos terribles frontones partidos en los ventanales del crucero, cuando cualquier frontn all dentro es
intil? El tico que circunda exteriormente el templo es demasiado alto, las ventanas tienen una forma muy mala
y su decoracin es psima. Este tico es una parte tan fuera de toda regla que los defensores de Miguel Angel
niegan que sea suyo. Que no lo sea. Es soberbio el tambor de la cpula, es admirable el mecanismo; pero la
linterna con esos candeleros no es muy agradable; ... el basamento exterior de esta gran construccin (la cpula)
es de una belleza maravillosa; pero tantos ngulos con esas pilastras que sobresalen hacia fuera una debajo de la
otra, no son ciertamente aceptables. (...) en la decoracin se tom grandes licencias; con frecuencia qued fuera
de las buenas reglas... sin duda no fue la arquitectura su principal profesin. (...) sus licencias han hecho escuela:
el libertinaje de Borromini y las escuelas modernas.
Palacio Farnese (Sangallo y Miguel Angel). Masa terrible en buenas proporciones y sin gracia. Los
adornos de las ventanas no estn bien escogidos, ni bien dispuestos; y a cornisa tiene demasiado adorno. Es
hermoso el vestbulo, por las columnas aisladas, tiene el patio demasiados macizos, y demasiado sofocados los
rdenes, que pueden quitarse impunemente.
CAPTULO 8
LA PROBLEMTICA DEL MANIERISMO
No es casualidad que de la rbita cultural bramantesca nazcan dos corrientes opuestas que pondrn en
crisis el equilibrio intelectualista trabajosamente alcanzado por l.
El experimentalismo de Peruzzi y de Serlio y las inquietas metforas de Giulio Romano por un lado, y el
dramatismo teatral de Sansovino y Sammichele por otro, extraen de la equivalencia naturaleza-razn
indicaciones opuestas, comprometiendo definitivamente el equilibrio original.
Equilibrio, por otra parte, que se presentaba ya como inestable, dado que no derivaba, como en el
ambiente florentino, de una perfecta sntesis operativa, sino de una voluntad de representar esa equivalencia, de
subrayarla de todas las formas, de ostentarla con la mediacin de un acto reflejo de cultura: como si el nico
modo de recuperar el valor de esa sntesis se encontrara en el recurso a una legitimacin a posteriori. Y est claro
que si se siente obligado a recurrir a semejantes instrumentos es que vive ya en un estado de nimo dominado
por una angustiosa duda.
Separar la sntesis naturaleza-razn en sus dos componentes lleva de cualquier modo, a buscar para la
arquitectura nuevas vas que confirmen la naturaleza mimtica.
A travs del afanoso experimentalismo del maduro Peruzzi y ntese, a propsito, lo indicativos que
son sus proyectos de organismos de planta central basados en la compleja orquestacin de espacios geomtricos
cerrados de matrices antitticas a travs de tal experimentacin, decamos, y de la de Giulio Romano se
llegar al lxico idiomtico de Serlio y de Primaticcio en Fontainebleau, a las atmsferas mgicas y metafsicas
de las rustiques figulines de Palissy. Pero se llegar tambin a la exaltacin del puro ritmo, realizado por medio
de antropomorfismos y zoomorfismos vacos de todo emblematismos, de las galeras de Fontainebleau o de
Sabbioneta, a los encarecidos arabescos de los grotescos nrdicos (de Cock, de Floris o de Bos), a la trgica
monstruosidad de aquellos monumentos a lo irracional que son las imgenes de un Wendel Dietterlin.
El naturalismo, liberado por s mismo, no llega, especialmente en esas ltimas experiencias a someterse
a un esfuerzo autocrtico. Se repliega ms bien hacia irrealismos neomedievales, cargndose de valor que hunden
sus races en el inconsciente colectivo, sacando de nuevo a la luz miedos que slo estaban adormecidos y
prejuicios slo superados en apariencia, en el fondo de los cuales hay una trgica pasividad a la hora de
enfrentarse con el mundo orgnico, visto como una perenne amenaza y como una fuente de incontrolables
prodigios.El sentido de la muerte que, como ha demostrado estupendamente Tenenti, acompaa al nacimiento y al
desarrollo del Humanismo, explota a fines del siglo XVI, en particular en los ambientes nrdicos, con una
significativa violencia. Pero, junto a l, toma forma la tendencia a controlar, a travs de la arquitectura,
precisamente esas amenazas y esos prodigios.
La difusin de los modelos de Serlio puede explicarse muy bien por todo lo que ellos tenan de respeto
mimtico a los procesos ms inquietantes de la tan temida naturaleza. Lo rstico como mezcla de obra humana y
obra natural, que Serlio vea en el palacio del T en Mantua (pero que habra podido reconocer mejor en los
palacios de Bramante) representaba, precisamente, el intento de apoderarse de los instrumentos creativos propios
de la naturaleza e igualmente la difusin europea del orden rstico es el ndice de una rivalidad con el mundo
orgnico que tiene todo el aspecto de un desafo lanzado por quienes oscilan entre la inseguridad acerca de sus
propios medios y el orgullo de una superioridad a ostentar y comprobar continuamente.
En este punto, sin embargo, hemos de precisar y distinguir ms profundamente las diversas actitudes que
confluyen en este conjunto de experiencias.
Lo primero a considerar es lo que ya llam la atencin de Panofsky en el curso de su estudio de la casa
de los Borghesi en Siena, de Beccafumi.
Panofsky indicaba en aquel ensayo, lejano pero fundamental, cmo uno de los primeros signos de la
revolucin manierista encontr su expresin en experiencias compuestas de algunos pintores-arquitectos como
La finalidad de la poltica papal en la segunda mitad del siglo XVI no era reforzar el Estado cuyas bases
haban trazado los Papas del Renacimiento, sino establecer un absolutismo eclesistico en Italia lo ms extenso
posible. (...) Desde un punto de vista ms general, la caracterstica esencial de la Contrarreforma en sus
comienzos es el intento de restaurar el dominio que la Iglesia haba ejercido durante la Edad Media.
En el campo intelectual, signific que este movimiento se opuso a todas las conquistas del humanismo
renacentista. El racionalismo individualista haba jugado un papel considerable en el desarrollo de la Reforma, y
La importancia del tratado de Jacopo Barozzi de Vignola, Regole delli cinque ordini dell architettura,
est implcita en su ttulo; cuando la obra aparece en 1562 en seguida se constituye en rival del libro IV de Serlio
al que rpidamente dej en la sombra y sustituy tanto entre los especialistas como entre la opinin pblica. El
xito deriv del carcter mismo de la publicacin, que constituye indudablemente un tratado, pero que asumi de
repente el significado de un manual, autntico vademecum para evitar los posibles errores en la aplicacin del
lxico formal de los rdenes, ya universal en Occidente. Este significado hizo prevalecer durante mucho tiempo
las Regole de Vignola sobre los otros textos de los tratadistas, tericamente ms importantes, pero queda
justificado por el uso que de ellas hicieron los arquitectos, por el gran cuidado y por la claridad de sus
ilustraciones adems de por la adopcin de un nuevo mtodo en la exposicin en la que, a diferencia de sus
inmediatos predecesores y refirindose al modelo de Vitruvio, Vignola racionaliz la composicin de los
rdenes mediante la introduccin de un sistema numrico-proporcional entre las diversas partes de cada uno de
ellos, restableciendo la medida relativa y del valor universal denominada mdulo correspondiente al
semidimetro de la columna tomado en la proximidad de la base.
El principio modular facilitaba el dimensionamiento de cada una de las partes de los rdenes y su
proporcin general por medio de la adopcin de cualquier medida local y variable (palmo, pie, braza, codo, paso,
etc.); y permita a quien fuera, tambin por tanto a los profanos disponer de una base de juicio absoluta para la
valoracin de las obras arquitectnicas, mientras proporcionaba una regla gramatical precisa e inequvoca para
proyectarlos. Justamente en la adopcin de tal principio, considerado por otra parte como algo muy ingenioso, es
donde debe buscarse la razn primordial del extraordinario xito editorial obtenido por las Regole de Vignola y
tambin de los severos juicios que en tiempos recientes se le han hecho, entre los cuales es dursimo el de
Nota de la ctedra: Se lo ha incluido por ser considerado un libro de enorme influencia en los crculos
especializados de la historia del arte en Europa.
La edicin de 1995 est ampliada y corregida con respecto a la primera en 1949.
Wittkower supera en sus anlisis la teora esencialmente esttica del perodo que analiza, 1450-1480, y busca
dilucidar los fundamentos de la arquitectura del humanismo, para ello debe recurrir a los significados de la
arquitectura eclesial y a la organizacin proporcional del edificio.
Hemos extrado los captulos que hacen referencia a las villas de Palladio, porque el desarrollo del tema supera
el discurso matemtico y por los valiosos aspectos de los llamados problemas prcticos, que no son otra cosa
que cuestiones referidas a como se habitaba y a las valoraciones que estaban en juego a la hora de proyectar.
En cambio, del captulo La gnesis de una idea: las fachadas eclesiales de Palladio pueden extraerse los
fundamentos histricos y las valoraciones significativas de las decisiones proyectuales de Palladio.
Parte III
Los fundamentos de la arquitectura de Palladio
En un captulo acerca de los malos usos arquitectnicos, Palladio seala lo siguiente: Aunque la
variedad y las cosas nuevas suelen agradar a todo el mundo, su uso no debe ser contrario a los preceptos del arte
y a los dictados de la razn; as, aunque los antiguos apreciaban la variedad, nunca se apartaban de ciertas reglas
artsticas universales y necesarias, tal como puede verse en mis libros de antigedades81. Aunque Palladio hace
esta afirmacin en un contexto concreto, es posible generalizarla; trataremos de explorar a travs de sus villas
cmo interpretaba los preceptos universales de la arquitectura. Al proyectar sus villas y palacios, Palladio
siempre respetaba ciertas reglas. Era imprescindible que existiera un vestbulo en el eje central y una absoluta
simetra en la distribucin de las habitaciones ms pequeas a ambos lados. Y no debe olvidarse que las
situadas a la derecha se correspondan con las de la izquierda, de manera que el edificio sea igual en sus dos
partes82Los
. arquitectos renacentistas siempre haban considerado la simetra como un requisito terico del
diseo, y en la obra de Filarete, Francesco di Giorgio y Giuliano da Sangallo ya aparecen plantas rgidamente
simtricas. Pero en la prctica rara vez se aplicaba esta teora. La comparacin de una planta palladiana con la de
un tpico edificio renacentista como la villa Farnesina de Roma (1509) revela inmediatamente su completa
ruptura con la tradicin precedente. La sistematizacin de la planta se convirti en la caracterstica definitoria de
los palacios y villas de Palladio83. Trissino se anticip en Cricoli a los proyectos palladianos; todas las
posteriores realizaciones de Palladio son desarrollos de este arquetipo.
El primer edificio cuya autora puede atribuirse con seguridad a Palladio es la villa Godi Porto de
Lonedo, por la que recibi pagos a partir de 154084. En comparacin con Cricoli, esta villa es regresiva. La
disposicin asimtrica de las ventanas en la fachada puede encontrarse en innumerables casas de campo de la
terra ferma veneciana85, y la ruptura provocada por el prtico con tres arcos y el cuerpo central en retroceso son
tambin rasgos tradicionales. La planta tambin es ms simple que la de Cricoli, aunque con sus cuatro
habitaciones de igual tamao a cada lado del eje central respeta estrictamente el principio de simetra86. En esta
planta sorprendentemente poco pretenciosa estn implcitas todas las claves de la evolucin posterior de
Palladio.
81
Quattro Libri,I,cap.20,p.48
82
Ibid., I, cap.21,p.48
83
Las plantas regulares de las termas romanas eran para Palladio una prueba evidente de que la simetra era tambin un
requisito indispensable en la arquitectura domstica antigua.
84
Los pagos prosiguen durante 1552, pero el edificio parece haber sido terminado en sus partes fundamentales en 1542 (la
fecha que figura en la inscripcin de la fachada). La propia ilustracin de Palladio (II, p.63) muestra un frente distinto.
85
Deriva de la tradicin de los palacios venecianos.
86
En las dos habitaciones hay pequeas escaleras que alteran su forma. pero al no reflejar en los planos un muro divisorio
entre las escaleras y las habitaciones, Palladio indicaba su deseo de que se <leyera> la forma ideal de la habitacin.
87
Palladio II, p.60. El edificio, que nunca lleg a terminarse, no se ha conservado
88
Palladio II, cap.16
En el apartado anterior hemos considerado los edificios de Palladio como variaciones de un motivo
geomtrico, como diferentes materializaciones, por as decirlo, de la idea platnica de la villa. Pero sera errneo
deducir de ello que no se produjo ninguna evolucin. En este apartado nos ocuparemos ampliamente por tanto,
de los factores variables que operan en la arquitectura palladiana; dado que la Antigedad clsica fue siempre su
punto de referencia, el problema de la evolucin de Palladio supone el examen de su cambiante interpretacin de
la arquitectura antigua.
89
Libro VI, cap.2
90
Palladio I, prefacio. la comparacin que hace Palladio de la ciudad con una gran casa y, a la inversa, de la casa una
pequea ciudad (Libro II, cap. 12) se basaba en consideraciones prcticas.
91
Vase tambin la afirmacin, obviamente influenciada por Alberti, que aparece en el Libro II, cap. 12: La Citt non sia
altro che una certa casa grande, e per lo contrario la casa una citt picciola
92
Haba habido intentos en este sentido antes de l: cf. por ejemplo, la villa de Poggio a Caiano de Giuliano de Sangallo.
93
Slo se lleg a construir una pequea parte de la villa, iniciada probablemente en 1549. El frente de templo (...) es el
ala superviviente de una fachada mucho mayor. Puede apreciarse aqu lo mucho que Palladio se acerca a la transformacin
albertiana del antiguo frente de templo en una estructura mural lgica.
94
Iniciada antes de 1566. La solucin de la villa Maser fue anticipada en la temprana villa Angarano, cercana a Bassano
(1548), que fue reconstruida por completo a comienzos del siglo XVIII.
95
Palladio recibi un pago por cuatro dibujos el 27 de octubre de 1545, (...) cuando ya haba salido para Roma en compaa
de Trissino. casi tres aos ms tarde, el 6 de septiembre de 1548, se acept en trminos generales su maqueta para la
realizacin de la obra.
96
Por eso el motivo suele denominarse serliana en Italia.
97
Libro III, prefacio, p.1; cap.16,p. 27; cap.20,p.37. Para las afirmaciones de Alberti sobre la baslica antigua como sede de
jurisdiccin, cf. parte I, p.18
98
Libro III, cap.20, p. 37
99
Op.cit. p.viii.
100
El Palazzo Vidoni-Cafarelli de Rafael (1515) y la llamada Casa di Rafaello (destruida), edificada por Bramante para el
conde Caprina y terminada por Rafael c.1517. Vase tambin el Palazzo bresciano (1515), el Borgo (Venturi, XI, 1, p. 237),
el Palazzo Ossoli di Peruzzi (ibid., fig.343) y otros.
El primer palacio de Palladio, el Palazzo Civena de Vicenza (1540-42), se acerca an ms a este palacio romano que el
Palazzo Porto. Sobre la atribucin del Palazzo Civena a Palladio, hoy generalmente aceptada, vase Zorzi, Una
restituzione palladiana, Arte veneta, III, 1949, pp. 99 ss
101
Palladio nunca utiliz un orden drico en el primer piso; siempre asoci dicho orden con la planta baja.
102
stas no son en absoluto las nicas diferencias. Nuestra descripcin se basa en la lmina de Palladio (II, p.7). En el
edificio, las figuras y los festones slo aparecen en el centro y en los entrepaos de los extremos y, en lugar de las figuras de
remate, ha dispuesto dos figuras en el sobrado, a izquierda y derecha del entrepao central. El dibujo que hizo Palladio para
el grabado se acerca ms al resultado final que la lmina de los Quattro Libri.
103
Libro II, cap. 7, p. 32, planta, letra E (saloti di quattro colonne)
104
Reconstruido por Palladio en II, cap. 5: DellAtrio di Quattre Colonne
105
Libro I, cap. 21, p. 48, sobre las sale: quanto pi si approssimeranno al quadrato, tanto pi saranno lodevoli, &
commode
106
Comentario a Vitruvio VI, cap. 3, p. 171
107
Libro II, p. 42
108
Vase, por ejemplo, la secuencia de salas circulares y octogonales en las Termas de Constantino o la serie de
habitaciones octogonales, absidales y rectangulares en las Termas de Diocleciano. Para el gran vestbulo absidial a lo largo
de uno de los lados del peristilo, cf. las Termas de Agrippa.
109
Actualmente Accademia dell Belle Arti. Slo se realiz una pequea parte del proyecto, Palladio, II, cap. 6, pp.27-30
110
Vasari, ed. Milanesi, VII, p.529
111
El atrio corintio, de acuerdo con Vitruvio, VI, iii, 1, tiene hileras de columnas a lo largo del espacio abierto
112
Un ejemplo es el Palazzo Antonini en Udine (1556, Fig.73, Palladio, II, p.3), formado por un atrio tetrstilo que da paso
directamente al tablinum; a izquierda y derecha se abren pequeas instancias, las alae de Vitruvio. El eje principal se
prolonga en un estrecho pasaje ( el antiguo vestibulum que aparece entre la calle y el atrio en la reconstruccin palladiana de
la casa griega) con las escaleras a ambos lados; desde aqu se llega a la logia, que ocupa el lugar del antiguo oecus. no hay
peristilo. La planta parece ser, por tanto, una especie de condensacin o resumen de la de la casa antigua, adaptada a las
circunstancias concretas.
113
Palladio, II, pp. 4,5. Actual Museo Cvico. Los documentos publicados por A. Magrini, Il Palazzo del Museo Civico in
Vicenza, Vicenza, 1855, pp. 67, ss, permiten hacer un seguimiento de la rpida construccin del edificio entre 1551 y 1554.
Palladio slo termin una parte del edificio; el resto fue realizado a finales del siglo XVII; cf. Magrini, ibid., pp. 35 ss, y
Bertotti Scamozzi, op. cit., I, p.29 ss. Los festones a lo largo de las ventanas y los grupos a ambos lados de la escalera, que
aparecen en la ilustracin de Palladio, no llegaron a ejecutarse.
114
Palladio, III, cap. 16, p.27. Cf. previamente Alberti, libro VIII, cap. 6
Bien entrada su carrera, Palladio proyect dos grandes iglesias y la fachada de otra en Venecia115. La
fachada es la de S. Francesco della Vigna; fue iniciada probablemente en 1562 y sirve de frente a una estructura
de Jacopo Sansovino116. S. Giorgi Maggiore e Il Redentore, las dos iglesias de Palladio, se erigieron ms tarde.
La primera piedra de S. Giorgio se coloc en 1566, pero el frente se levant entre 1597 y 1610117. Il Redentore
se inici durante la plaga de 1576, y se termin en 1592, doce aos despus de la muerte de Palladio118. En este
apartado slo estudiaremos la fachadas de las tres iglesias. Todas ellas siguen el mismo esquema: un frente
colosal de templo delante de la nave central y un orden menor que sostiene dos fragmentos de un frontn delante
de las naves laterales. El esquema del diseo puede representarse como dos frentes de templo, uno mayor que
otro, superpuestos119. Merece la pena preguntarse por qu recurri Palladio a la misma tipologa; bsica en sus
tres fachadas monumentales. La respuesta ya ha sido apuntada en nuestro anlisis de las villas.
Uno de los problemas ms intrincados con que se enfrentaron los arquitectos del Renacimiento fue la
fachada de la iglesia. Los que pensaban en trminos clsicos y consideraban a la iglesia cristiana como la
legtima sucesora del templo antiguo120 lucharon constantemente por aplicar el frente de templo a la iglesia. Pero
al contrario que los templos antiguos, con su cella uniforme, la mayora de las iglesias respondan a una
estructura basilical con una alta nave central y naves laterales ms bajas. Cmo poda aplicarse un frente de
templo, con su sencillo prtico y su frontn, a una estructura como sa? Inicialmente adoptaron una solucin
drstica: disearon un gran frente de templo que cubriese al mismo tiempo la nave central y las laterales. As es
como Alberti hizo frente al problema en S. Andrea de Mantua (1470)121. Al mismo tiempo, al aproximar su
estructura a la del arco de triunfo con un gran entrepao central y entrepaos laterales ms estrechos, consigui
evocar en la fachada las proporciones de las naves. Sin embargo, aunque la combinacin de un frente de templo
y un arco de triunfo fuera perfectamente satisfactoria en este caso, resultaba demasiado compleja y personal para
115
Antes de 1558, el patriarca Vicenzo Diedo encarg a Palladio la realizacin de la fachada de la iglesia de S. Pietro di
Castello en Venecia. Segn un documento del 7 de enero de 1558, publicado por Magrini, op. cit., pp.xvii ss, el diseo de
Palladio inclua porte e finistre, sei colonne grandi y sei pilastri quadri cio tre per banda. Vicenzo Diedo muri el 9
de diciembre de 1559, posiblemente antes de que iniciasen las obras. La fachada actual fue construida entre 1594 y 1596 por
Francesco Smeraldi no responde al proyecto de Palladio, ya que no tiene ventanas, ni seis columnas, ni seis pilastras (slo
tiene cuatro columnas y cuatro pilastras); por otra parte, no disponemos de informacin suficiente para reconstruir el diseo
palladiano. En realidad, la fachada actual es un pasticcio: es imposible que Palladio anticipara en casi veinte aos su propio
estilo tardo del Redentore. La afirmacin de Pane (Palladio, p. 102) de que la fachada actual se basa en el diseo de
Palladio carece por tanto de fundamento.
116
La primera piedra de la iglesia se coloc en 1534; no se conoce exactamente la fecha de construccin de la fachada.
Vasari, Vite, ed.. Milanesi, VII, p. 529, fue testigo del levantamiento de la estructura, y sabemos que estuvo en Venecia en
1566. segn Tassini, Curiosit Veneziane, 1933, pp. 284 s., se empez a construir en 1562. Cf. tambin Magrini, op. cit., pp.
65 ss
117
En la fachada figuran inscripciones de 1602 y 1610. (...) Gallo ha demostrado, basndose en documentos recientemente
descubiertos, que la ejecucin de la fachada se debi supuestamente a Simone Sorella y no, como se ha venido creyendo, a
Scamozzi. Las obras empezaron en 1597, se reanudaron en 1607 y se terminaron en 1610.
118
Cf. la carta de Palladio de 1577, con un informe completamente revelador acerca de su diseo, en Bottari, racc. di lettre,
1822, I, pp.560 ss. (...) Primera piedra: 3 de mayo de 1577.(...)
119
Debe insistirse en que Palladio quera que sus fachadas se vieran como construcciones independientes: se alzan en su
brillante blancura delante de las estructuras de ladrillo rojo de las iglesias.
120
Incluso hablan de templos cuando se refieren a las iglesias; es lo que hace Alberti en De re aedificatiria. Vase tambin
Serlio, que en su Libro Quinto se refiere a diverse forme di Tempij sacri, secondo il costume Christiano, & al mondo
antico , y Palladio en el prefacio de su Libro Cuarto.
El arquitecto fausto Rughesi, en sus Considerationi sopra la nuova aggiunta da farsi alla Fabrica di San Pietro,
relaciona el trmino templo con las estructuras centralizadas; afirma que Miguel ngel elesse la forma del tempio et non
della Basilica (M. Cerrati, Tiberii Alpharani De Basilicae Vaticanae antiqussima et nova structura, Roma, 1914, pp. 203
ss.)
121
Cf. el anlisis en detalle realizado ms arriba, pp.76 ss
122
Publicado por vez primera por Beltrami en Rassegna dArte, I, 1901, pp.33 ss.
123
Este motivo tambin aparece en el grabado florentino de finales del siglo XV de la Presentacin en el templo (Hind B.
I,4); probablemente en la descripcin que hace Vitruvio de la baslica de Fano.
124
Cf. Vitruvio, V, i, 10: Ita fastigorum duplex tecti nata... (As una doble hilera nacida del techo)
125
El mismo dibujo fue copiado en las ediciones de Caporali (1536) y Philander (1544); esta ltima copia es la que
reproducimos en nuestra ilustracin.
Hasta el momento slo hemos considerado las tres fachadas de Palladio a la luz de su similitud bsica.
Aunque la estructura es idntica en los tres casos, hay tambin importantes diferencias. S. Francesco y S.
Giorgio, de cronologas cercanas, muestran tambin un gran parecido. Hay que decir, no obstante, que el aspecto
actual de S. Giorgio no parece corresponder a las intenciones de Palladio. Los dos rdenes no parten del mismo
nivel. Mientras que las grandes medias columnas descansan en elevados pedestales, las pequeas pilastras se
elevan casi desde el suelo. Esta diferencia de nivel, que resulta particularmente desafortunada en el
encabalgamiento de los altos pedestales sobre las pilastras adyacentes, no es el nico defecto de la fachada127.
Conocemos el diseo original de Palladio a travs de un dibujo128 que nos permite advertir las posteriores
alteraciones. El dibujo demuestra su deseo de que ambos rdenes partieran del mismo nivel; indudablemente,
Palladio consideraba que eso era esencial para la unidad de su diseo129. Si se tiene en cuenta este dibujo al
comparar S. Francisco con S. Giorgio, parece que en vez de una similitud en el tratamiento general se ha
producido una evolucin entre ambas fachadas. En S. Giorgio, el orden menor cobra mayor importancia que en
S. Francesco, y la relacin entre el orden grande y el pequeo se acerca ms a la existente en Il Redentore. Este
cambio hace que la interpenetracin de dos frentes de templo resulte ms convincente. Hay otro asunto que
merece la pena mencionar en relacin con el dibujo. Est inacabado, lo cual resulta revelador. El orden mayor,
dispuesto sobre un muro en el que no se ha dibujado todava ningn detalle, remite directamente al prtico de un
templo corintio.
La relacin de S. Francesco y S. Giorgio con Il Redentore puede compararse a la del Palazzo Valmarana
con la Loggia del Capitaniato. En la tarda fachada de Il Redentore hay sobre todo una nueva y poderosa
concentracin; el gran motivo del templo resulta dominante y en los entrepaos laterales no aparecen detalles
que distraigan nuestra atencin, mientras que el sencillo edculo columnado que enmarca la puerta ocupa
enteramente el entrepao de la entrada. Adems, una amplia escalera a imitacin de las de los templos antiguos
une los tres entrepaos del orden colosal. La mayor concentracin determina tambin una complejidad
inexistente en las anteriores fachadas. La interrelacin de las dos estructuras de templo se acenta ahora
mediante peculiares repeticiones. El gran frontn se reproduce en el frontn de la puerta, y los fragmentos de
frontones de los entrepaos laterales se repiten ms arriba en un plano ms profundo; el frontn superior est
cortado por un tico rectangular, derivado, como hemos visto, del Panten130. No es necesario insistir en lo lejos
126
Libro IV, p.11.
127
Los zcalos bajo los edculos de los entrepaos laterales corresponden en altura a los pedestales del orden gigante y son
desproporcionadamente grandes en relacin con los edculos. Adems, las pilastras del orden menor entre los tabernculos y
las medias columnas casi parecen haber sido comprimidas.
128
R. Inst. of British Architects, Col. Burlington-Devonshire, vol. XIV, nm.12.
La relacin entre el dibujo y S. Giorgio Maggiore est fuera de toda duda debido al edculo con el pequeo sarcfago que
aparece en el entrepao lateral. Los sarcfagos y bustos de la fachada fueron erigidos en memoria de los dogos Tribuno
Memmo y Sebastiani Ziani; el primero fue el fundador mtico del monasterio, y el segundo su benefactor. El dibujo muestra
que los monumentos fueron proyectados desde el principio. Hay que decir tambin que las proporciones del diseo de
Palladio son casi exactamente las mismas que las de la fachada actual (altura de las naves laterales y central y anchura de las
naves laterales), y que, por tanto, al reconstruir la fachada debemos suponer que se pretenda que se levantara sobre la base
ms baja posible. A Palladio le atraa particularmente le idea de situar las columnas sobre el pavimento sin un basamento
elevado. En el Libro IV, cap.5, se refiere a ello.
129
Aqu se resuelven todos los aparentes problemas de la fachada; hay una relacin proporcionada entre el zcalo y el
edculo, por ejemplo.
130
El problema de Palladio era en este caso similar al que se le plante a Alberti en S. Andrea de Mantua. La nave era
demasiado alta para cubrirla con un frente de templo; era completamente necesario, por tanto, recurrir al tico. Los
fragmentos de frontn empotrados en l tambin eran estructuralmente necesarios. Actan como contrafuertes: cada lado
del elevado muro de la nave se sustenta en cuatro pares de dichos contrafuertes. Pero como todos los grandes arquitectos,
Palladio hizo que estos elementos estructurales sirvieran a sus fines estticos.
23.2. [5] Qu comprende la ciencia de la pintura. La ciencia de la pintura comprende todos los colores de la
superficie y las figuras de los cuerpos que con ellos se revisten, y su proximidad y lejana, segn proporcin
entre las diversas disminuciones y las diversas distancias. Esta ciencia es madre de la perspectiva, esto es, de la
ciencia de las lneas de visin, ciencia que se divide en tres partes; de stas, la primera solamente comprende la
construccin lineal de los cuerpos [perspectiva lineal]; la segunda, la difuminacin de los colores en relacin a
las diversas distancias [perspectiva de color], y la tercera, la prdida de determinacin de los cuerpos en relacin
a las diversas distancias [perspectiva menguante]. Pero a la primera, que se extiende tan slo a la configuracin y
lmites de los cuerpos, llmase dibujo, esto es, representacin de cualesquiera cuerpos. De ella nace otra ciencia
que comprende la sombra y la luz o, por decirlo de otro modo, lo claro y lo oscuro, la cual ciencia requiere un
extenso discurso. Conviene indicar que la ciencia de las lneas de visin ha parido la ciencia de la astronoma,
que no es sino pura perspectiva, pues todo lo que en ella encontramos son lneas de visin y secciones de
pirmides [...].
23.3. [13] De cmo quien la pintura menosprecia, filosofa y naturaleza no ama. Si t menospreciares la pintura,
sola imitadora de todas las obras visibles de la naturaleza, de cierto que despreciaras una sutil invencin que,
con filosofa y sutil especulacin, considera las cualidades todas de las formas: mares, parajes, plantas, animales,
rboles y flores que de sombra y luz se cien. Esta es, sin duda, ciencia y legtima hija de la naturaleza, que la
pari o, por decirlo en buena ley, su nieta, pues todas las cosas visibles han sido paridas por la naturaleza y de
ellas naci la pintura. Conque habremos de llamarla cabalmente nieta de la naturaleza y tenerla entre la divina
parentela [...].
23.6. [34c]. Tras sta [la pintura] viene la escultura, arte dignsima, pero con menor excelencia e ingenio
ejecutada, puesto que en dos asuntos principales, la perspectiva y las sombras y luces, en los que el pintor
procede de dificilsima manera, la escultura es ayudada por la naturaleza. No es ella, por otra parte, imitadora de
los colores, por medio de los cuales fatgase el pintor en descubrir que las sombras son compaeras de la luz [...].
23.7. [37] Diferencia entre la pintura y la escultura. Entre la pintura y la escultura no encuentro sino esta
diferencia: que el escultor concluye sus obras con mayor fatiga de cuerpo que el pintor, en tanto que el pintor
concluye las suyas con mayor fatiga de mente [...].
23.8. [46] Diferencia entre la pintura y la escultura. Maravilla de la pintura, en primer lugar, el que parezca
sobresalir del muro o de cualesquiera superficies y engae as a las mentes ms sutiles, cuando, en realidad, no
est separada de la superficie de la pared. En este respecto, las obras del escultor aparecen tal cual son. El pintor
ha, pues, de estudiar la ciencia de las sombras, compaeras de la luz, mas no el escultor, pues la naturaleza
auxilia a sus obras, como tambin a las restantes cosas corpreas: sin luz son todas de un mismo color, pero una
vez iluminadas son de variados colores, a saber: el claro y el oscuro. La segunda gran ciencia que el pintor
requiere entraa una sutil investigacin, y es sta situar las sombras y las luces segn sus cabales cualidades y
cantidades. En las obras del escultor es la naturaleza quien por s misma se encarga de situarlas. [La tercera es] la
perspectiva, investigacin e invencin sutilsimas de los estudios matemticos, la cual hace que por medio de
131
No se ha conservado ningn Tratado de pintura original de Leonardo da Vinci, pero a su muerte en 1519 dej
innumerables esbozos y escritos, que leg a su discpulo y amigo Francesco Melzi. A partir de ese copiossimo material,
hacia 1550, quizs el propio Melzi o bien otro lombardo redact un tratado leonardesco de pintura que en la actualidad se
conserva en la Biblioteca Vaticana, cdice Urbinas 1270 A pesar de los defectos de la antologa, es la ms importante de
cuantas compilaciones se hicieron a partir de los cuadernos autgrafos del artista, por la misma riqueza de su contenido y
sobre todo porque dos tercios de los textos originales de Leonardo que all se utilizaron hoy se hallan perdidos.(...)
23.9. Proemio [...] [11] Muchos juzgarn razonable despreciarme, alegando que mis pruebas son contrarias a la
autoridad de unos pocos hombres muy reverenciados, mas de inexperto juicio, sin tener en cuenta que mis
trabajos nacen de la mera experiencia, que es maestra verdadera. Sus reglas bastan para hacerte discernir la
verdad de la mentira, por qu los hombres se propongan cosas posibles y de ms moderacin, y no te empae la
ignorancia; de suerte que si no obtienes resultado alguno habrs, desesperado, de entregarte a la melancola [...].
23.10. [16] De las partes de la pintura. La primera parte de la pintura atiende a que los cuerpos por ella fingidos
parezcan sobresalir, y que los campos que los circundan parezcan, por el contrario, y de acuerdo con sus
distancias, hundirse en la pared en que estn pintados; todo ello con auxilio de las tres perspectivas, esto es, de la
mengua de los contornos de los cuerpos [menguante], de la mengua de sus magnitudes [lineal] y de la mengua de
sus colores [de color]. De estas tres perspectivas, la primera resulta [de la estructura] del ojo, en tanto que las dos
restantes son causadas por el aire que se interpone entre el ojo y los cuerpos vistos por l [area]. La segunda
parte de la pintura atiende a que las actitudes de sus figuras sean apropiadas y diversas, de suerte que los
hombres no parezcan todos hermanos, etc. [...].
23.11. [18] Del error de aquellos que se sirven de la prctica sin ciencia. Quienes se prendan de la prctica sin
ciencia son cual el piloto que se embarca sin timn ni brjula: que nunca sabr con certeza su derrota. La
prctica ha de ser siempre edificada sobre cabal teora, de la cual es puerta y gua la perspectiva; pero sin sta
nada se har a derechas en la pintura [...].
23.12. Perspectiva lineal [...] [49] La pintura se fundamenta en la perspectiva, que no consiste sino en el exacto
conocimiento de los mecanismos de la visin, mecanismos que tan slo entienden de la recepcin de las formas
y colores de todos los objetos situados ante el ojo por medio de una pirmide. Digo que por medio de una
pirmide porque no existe objeto, por diminuto que sea, menor que el lugar del ojo donde esas pirmides
convergen. Pues si t trazas lneas desde los lmites de cada cuerpo y, como un haz, las haces concurrir en un
solo punto, las tales lneas formarn necesariamente una pirmide. La perspectiva no es sino una demostracin
racional que se aplica a considerar cmo los objetos antepuestos al ojo transmiten a ste su propia imagen por
medio de pirmides lineales. Por pirmide entendemos un conjunto de lneas que, partiendo de las superficies
extremas de cada cuerpo, convergen desde una determinada distancia para concluir en un solo punto. La
perspectiva es una demostracin racional que nos permite comprender prcticamente cmo los objetos
transmiten sus propias imgenes por medio de pirmides lineales [concurrentes] en el ojo [...].
23.13. [82] La pared de vidrio. La perspectiva no es otra cosa que ver un lugar a travs de un vidrio plano y
perfectamente translcido, sobre cuya superficie han sido dibujados todos los cuerpos que estn del otro lado del
cristal. Estos objetos pueden ser conducidos hasta el punto del ojo por medio de pirmides que se cortan en dicho
vidrio [...].
23.14. Perspectiva menguante [...] [224] Del aire interpuesto entre el ojo y el cuerpo visible. A la misma
distancia, el objeto parecer tanto ms o menos distinto cuanto ms o menos raro sea el aire interpuesto entre el
ojo y ese objeto. Por todo ello, sabiendo yo que la mayor o menor cantidad de aire interpuesta entre el ojo y el
objeto concede al ojo contornos ms o menos confusos de esos objetos, menguars t las imgenes de estos
cuerpos en proporcin a su creciente alejamiento del ojo que los ve [...].
23,15. Los colores [...] [267] La superficie de todo cuerpo opaco participa del color de los objetos que lo
circundan. Pero tanto mayor o menor ser ese efecto cuanto ms prximo o ms lejano est ese objeto y mayor o
menor sea su intensidad [...].
23.16. [279] De los colores. Entre colores de blancura equivalente parecer ms cndido aquel que est sobre un
campo ms oscuro. El negro, si visto en campo de mayor blancura, parecer ms tenebroso. El rojo, si visto en
campo amarillo, parecer ms vvido; y esto mismo ocurrir con todos los colores si estn circundados por sus
colores contrarios [...].
23.18. Perspectiva de color y perspectiva area [...] [249] De la perspectiva area. Hete aqu una otra
perspectiva que llamo area, pues por la variedad del aire podemos conocer las diversas distancias de los
distintos edificios que aparezcan dispuestos en una sola lnea. As, por ejemplo, cuando ves algunos edificios al
otro lado de un muro, que todos parecen sobre el lmite del dicho muro tener la misma dimensin, y quieres t
representarlos en la pintura a distancias dispares, y fingir un aire someramente denso. T sabes que en un aire de
uniforme densidad las cosas ltimas vistas a travs de l, como las montaas, parecen, por culpa de la gran
cantidad de aire interpuesto entre tu ojo y la montaa, azules, y casi del color del aire cuando el sol est al
oriente. Habrs, pues, de pintar sobre el muro el primer edificio, segn su real color, y el ms lejano, menos
perfilado y ms azulado. Aquel que desees ver cinco veces ms lejano habrs de hacer cinco veces ms azulado,
y as, por medio de esta regla, conseguirs que, de los edificios que sobre una lnea parecen de una misma
dimensin, pueda saberse cul es ms remoto y cul mayor que los restantes [...].
23.19. Proporciones y movimientos del cuerpo humano .[...] [340] Vitruvio arquitecto dice en su obra sobre la
arquitectura que las medidas del hombre estn, por naturaleza, distribuidas de esta guisa; a saber: que cuatro
dedos hacen un palmo y cuatro palmos hacen un pie; seis palmos hacen un cbito; cuatro cbitos hacen un
hombre. Y que cuatro cbitos hacen un paso y veinticuatro palmos un hombre. Estas medidas estn en sus
edificios. Si abres tanto las piernas que tu altura menge en 1/14, y tanto extiendes y alzas los brazos que con los
dedos medios alcances la lnea que delimita el extremo superior de la cabeza, has de saber que el centro de los
miembros extendidos ser el ombligo y que el espacio que comprenden las piernas ser un tringulo equiltero.
La longitud de los brazos extendidos de un hombre es igual a su altura.
Esta carta o fragmento de carta constituye uno de los pocos documentos conservados sobre la
concepcin arquitectnica de Miguel ngel (1475-1564) (pero cfr. texto 56). El artista, que siempre afirmaba no
ser un arquitecto y se consideraba sobre todo un escultor, rehusa tambin la vinculacin del proyectista a unas
reglas a priori de la obra concreta, o a soluciones paradigmticas al margen del concreto organismo
arquitectnico. La originalidad y la coherencia del edificio radican en su propia dinmica interior. La
asociacin de la arquitectura con el cuerpo humano, tan en la lnea de la tradicin vitruviana, es entendida por
Miguel ngel no en trminos aritmticos o geomtricos sino anatmicos, orgnicos. Al contrario de los
arquitectos del primer Renacimiento, Miguel ngel no piensa en proporciones ideales, expresin matemtica de
un microcosmos, sino en proporciones dinmicas y funcionales (cfr. 1. S. Ackerman, op. cit., pp. 11 y
siguientes).
27.1. [Al cardenal Rodolfo Pio di Carpi.]132 2 Monseor reverendsimo. Cuando una planta tiene diversas partes,
todas aquellas que son iguales en cualidad y cantidad han de ser adornadas de un mismo modo y de una misma
manera, e igualmente sus correspondencias. Pero cuando la planta cambia totalmente la forma, no slo es lcito
sino incluso necesario cambiar de lo anterior tambin los adornos, e igualmente sus correspondencias; y los
centros quedan siempre libres a voluntad. Del mismo modo que la nariz, que est en el centro de la cara, no est
obligada ni a un ojo ni al otro, pero que una mano, en cambio, tiene toda la obligacin de ser como la otra, y un
ojo como el otro, por respeto a los lados y a las correspondencias. Pues es cosa cierta que los miembros de la
arquitectura dependen de los miembros del hombre. Quien no ha sido o no es buen maestro en figuras, y sobre
todo en anatoma, no puede entender en esto [ca. octubre 1560-enero 1561].
35. Giorgio Vasari, Las vidas de los ms ilustres pintores, escultores y arquitectos (1550 y 1568)
El gran texto renacentista de historia de las artes es sin dada de ninguna clase Le Vite... del pintor y arquitecto
aretino Giorgio Vasari (1511-1574). La sucesin de sus biografas de los artistas se integra en una concepcin
132
La carta no tiene fecha ni destinatario.
35.1. Primera parte. Introduccin a las tres artes del diseo133 [...]. La pintura. Cap. 1. Qu es el diseo, y cmo
se hacen y se reconocen las buenas pinturas, y con qu; y la invencin de las historias. El diseo, padre de
nuestras tres artes, arquitectura, escultura y pintura, procediendo del intelecto, extrae de la pluralidad de aspectos
de las cosas un juicio universal, semejante a una forma o idea de todo lo existente en la naturaleza, la cual es
perfecta en sus medidas. Por ello, no slo en los cuerpos humanos y de los animales sino tambin en las plantas
y en las construcciones, esculturas y pinturas conoce la proporcin que tiene el todo con las partes, y que tienen
las partes entre s y con el entero conjunto. Y puesto que de este conocimiento nace un cierto concepto y juicio, y
se forma en la mente aquello que expresado luego con las manos se llama diseo, se puede concluir que este
diseo no es otra cosa que una visible expresin y explicacin del concepto que se tiene en el espritu, y de lo
que alguien se ha imaginado en la mente y elaborado en la idea. Y de ah seguramente naci el proverbio de los
griegos: De la ua, un len, cuando aquel hombre de talento, viendo grabada en una roca la sola ua de un
len, capt con la mente a partir de aquella medida y forma las partes de todo el animal, y despus el conjunto
entero, como si lo hubiera tenido presente y ante los ojos.
35.2. Creen algunos que el padre del diseo y de las artes fue el azar, y que el uso y la experiencia, como nodriza
y pedagogo, lo alimentaron con la ayuda del conocimiento y del razonamiento; aunque yo creo que el azar,
mejor que poder llamarle padre del diseo, con ms razn puede decirse que ha servido de ocasin. Pero sea
como sea este diseo, cuando extrae la invencin de alguna cosa del juicio, requiere que la mano sea, mediante
el estudio y ejercicio de muchos aos, ligera y apta para disear y expresar bien cualquier cosa que haya creado
la naturaleza con la pluma, buril, carbn, lpiz, o con otra tcnica porque, cuando el entendimiento emite los
conceptos depurados y con juicio, las manos que han ejercitado muchos aos el diseo dan a conocer la
perfeccin y excelencia de las artes y, a la vez, el saber del artfice. Y porque algunos escultores no tienen tal vez
mucha prctica en las lneas y en los contornos, no pueden por esto disear sobre papel; pero en cambio ellos,
con bella proporcin y medida, haciendo en barro o cera hombres, animales y otras cosas de relieve, hacen lo
mismo que aquel que disea perfectamente sobre papel u otras superficies.
35.3. Los hombres de estas artes han nombrado o distinguido el diseo de varios modos y de acuerdo con las
cualidades de los diseos que se hacen. Los que estn apuntados someramente y apenas insinuados con la pluma
u otra cosa se llaman esbozos, como se explicar en otro lugar. Luego, los que consisten en lneas principales
que contornean todo son llamados perfiles, contornos o delineamientos. Y todos ellos, perfiles o de otro modo
que queramos llamarlos, sirven tanto en arquitectura y escultura como en pintura; aunque principalmente en
arquitectura, puesto que sus diseos estn compuestos slo de lneas, y en ello consiste, en lo que afecta al
arquitecto, el principio y fin de aquel arte: el resto, obtenido mediante los modelos de madera deducidos de estas
lneas, es obra slo de picapedreros y albailes. Y en la escultura es conveniente el diseo de todos los contornos
porque, vista por vista, se sirve de l el escultor cuando quiere disear aquella parte que le parece mejor o que
intenta hacer en todas las dimensiones con cera, tierra, mrmol, madera u otra materia.
35.18. Tercera parte. Proemio. En verdad dieron un gran progreso a las artes, en la arquitectura, pintura y
escultura, los excelentes maestros que hemos descrito hasta aqu en la segunda parte de estas Vidas, al aadir a la
obra de los primeros regla, orden, medida, diseo y manera, si no a la perfeccin en todo por lo menos tan cerca
de lo natural que los terceros, de los cuales vamos a razonar de aqu en adelante, pudieron mediante aquella luz
133
A pesar de que no pocas veces el trmino disegno equivale simplemente a dibujo 2, en muchos otros casos ( y en Vasari
de modo particular) su significado es ms amplio, abarca y enfatiza al aspecto mental y pre-grfico en un sentido muy
prximo al del trmino castellano diseo, por el cual optamos aqu. Cfr. Textos 2,n. 2, y 19, n. 3.
35.19. La regla consisti, en arquitectura, en el sistema de medir segn las antigedades, siguiendo las plantas de
los edificios antiguos en las obras modernas. E1 orden fue diferenciar un gnero de otro, de modo que a cada
cuerpo le correspondiesen sus miembros y no se mezclasen ya entre ellos el drico, el jnico, el corintio y el
toscano. Y la medida fue universal tanto en la arquitectura como en la escultura: hacer los cuerpos de las figuras
rectos, derechos y con los miembros organizados de modo similar; y lo mismo en la pintura. El diseo fue imitar
lo ms bello de la naturaleza en todas las figuras, tanto esculpidas como pintadas, que procede de disponer la
mano y el ingenio capaces de trasladar todo lo que el ojo ve sobre el plano, diseos, papeles, tabla u otra
superficie, exacta y puntualmente; y lo mismo con el relieve en la escritura. La manera se convirti en la ms
bella por haberse difundido el uso frecuente de reproducir las cosas ms bellas, y lo ms bello de ellas, manos,
cabezas, cuerpos, piernas, conjuntarlo todo y componer una figura con todas aquellas bellezas lo mejor posible, y
aplicarla en cada obra a todas las figuras, que por esto se dice que es bella manera.
44. Concilio de Trento, Decreto sobre la invocacin, veneracin y las reliquias de los santos y sobre las
imgenes sagradas (1563)
El Concilio de la reforma catlica reunido en Trento a partir de 1545, en su ltima sesin (3-4 de
diciembre de 1563) afront el tema de las imgenes bajo la urgencia de una triple problemtica: por una parte
el radicalismo iconoclasta de algunas de las corrientes de la Reforma protestante (texto 36), cuya actitud
general era cuando menos de suspicacia frente a las imgenes sagradas; en segundo lugar los abusos entre
ciertos sectores del clero y el pueblo catlico, cuya veneracin de las imgenes rozaba la heterodoxia o
evidenciaba sencillamente un culto idoltrico; en ltimo trmino estaba la, a su modo de ver, insidiosa
paganizacin icnica derivada de las corrientes humanistas, clasicistas o manieristas, cuya alarmante
proliferacin de mitologas y alegres desnudos atentaba contra los valores doctrinales y morales propugnados
por la reforma cat1ica institucional (y cuando estas imgenes mundanas se exhiban en lugares sagrados, el
atentado contra el debido decoro> revesta una especial gravedad: fue emblemtica en este sentido la
polmica sobre el Juicio final de Miguel Angel en la Capilla Sixtina; cfr. un eco en texto 37). La solucin
adoptada por los padres conciliares de Trento consisti en reafirmar la doctrina tradicional del valor didctico
de las imgenes sagradas (la consabida Biblia del iletrado>), insistiendo en su subordinacin a los objetivos
de la Iglesia, en especial a la ortodoxia doctrinal y al decoro> y en el control de los abusos. Traducimos aqu
la parte ms esencial de su contenido.
44.1. El Santo Snodo manda a todos los obispos y a cuantos tienen el deber y la funcin de ensear, de acuerdo
con la consuetud de la Iglesia catlica y apostlica, recibida de los primeros tiempos de la religin cristiana y
unnimemente sancionada por los santos padres y por los decretos de los sagrados concilios: que instruyan
diligentemente a los fieles en primer lugar sobre la intercesin de los santos, sobre su invocacin, la veneracin
de sus reliquias y el uso legtimo de sus imgenes, ensendoles que los santos, reinantes junto con Jesucristo,
ofrecen sus oraciones a Dios en favor de los hombres [...]. Los sagrados cuerpos de los santos y los mrtires y de
cuantos viven con Jesucristo, que fueron miembros vivos de Jesucristo y templo del Espritu Santo y que por El
sern resucitados y glorificados para la vida eterna, deben ser venerados por los fieles, ya que por ellos Dios
dispensa muchos beneficios a los hombres: por ello quienes afirman que no hay que venerar ni honrar las
reliquias de los santos, o que su veneracin y la de otros sagrados monumentos por parte de los fieles es intil, y
que es en vano que se frecuentan los santuarios de los santos para implorar su auxilio, deben ser totalmente
condenados, y del mismo modo que ya les condenaba antes la Iglesia sigue an condenndoles.
44.2. Enseen adems que las imgenes de Jesucristo, de la Virgen Madre de Dios y de los dems santos deben
ser expuestas y conservadas, principalmente en los templos, y que ha de tributrseles el honor y la veneracin
debidos; pero no es que deban ser honradas por la creencia de que reside en ellas alguna divinidad o poder, o
44.3. Enseen tambin con diligencia los obispos que, a travs de las historias de los misterios de nuestra
redencin expresadas en pinturas y otras representaciones, el pueblo es ilustrado y confirmado en la
conmemoracin y en la asidua veneracin de los artculos de la fe; y asimismo que se obtienen grandes frutos de
todas las sagradas imgenes, no slo porque se recuerdan al pueblo los beneficios y dones que ha recibido a
travs de Jesucristo, sino tambin porque los milagros realizados por Dios a travs de los santos y sus saludables
ejemplos son puestos bajo los ojos de los fieles, a fin de que por ellos den gracias a Dios y conformen su vida y
costumbres a imitacin de los santos, y sean estimulados a adorar y amar a Dios y a practicar la piedad. Y si
alguien enseara o creyera lo contrario de estos decretos, sea excomulgado.
44.4. Pero si entre estas santas y saludables observanzas irrumpieran algunos abusos, este santo Snodo desea
fervientemente que sean erradicados de inmediato, de modo que quienes los cometen no puedan constituir
ninguna imagen de falsa doctrina ni una ocasin de peligroso error para los sencillos. Por lo que, cuando
ocurriera expresar y representar historias y narraciones de las sagradas Escrituras, al ser esto conveniente para la
gente sin instruccin, ensese al pueblo que con ello no se representa la divinidad, como si pudiera
contemplarse con los ojos corporales o pudiera expresarse con colores o figuras. En adelante sea erradicada toda
supersticin en la invocacin de los santos, en la veneracin de sus reliquias y en el uso sagrado de sus
imgenes, sea eliminada toda vergonzante ganancia, y sea evitada, en fin, toda lascivia, de modo que no se
pinten ni adornen imgenes de belleza provocativa, y en la celebracin de las fiestas de los santos y en la visita a
las reliquias no cometa nadie excesos en la bebida, como si las festividades en honor de los santos se hubieran de
celebrar con lujuria y actos licenciosos. Por lo dems, ocpense los obispos con tanta diligencia y cuidado de
estas cosas que no se advierta nada desordenado o dispuesto de cualquier modo y confusamente, nada que sea
profano y deshonesto, puesto que a la casa de Dios conviene la santidad.
44.5. Y a fin de que todo esto sea observado ms fielmente, el Santo Snodo establece que a nadie ser lcito
colocar o hacer colocar ninguna imagen anteriormente inusual en ningn lugar ni iglesia, ni siquiera la exenta en
algn modo, si no hubiera sido aprobada por el obispo Tampoco podrn admitirse nuevos milagros, ni obtenerse
nuevas reliquias, a no ser con el conocimiento y la aprobacin del obispo, el cual, tan pronto como tuviera
informacin de ello y despus de consultarlo con los telogos y otras personas piadosas, resolver lo que juzgue
conforme a la verdad y a la piedad. Y si hubieran de ser extirpados algunos abusos dudosos y difciles, o en
torno a ello surgiera algn problema muy grave, el obispo, antes de dirimir la controversia, escuchar el parecer
del metropolitano y de los obispos de su provincia reunidos en Concilio provincial, pero de tal modo que no se
establezca nada nuevo o desusado hasta aquel momento en la Iglesia sin antes haber consultado a S.S. el
Romano Pontfice.
45. Carlo Borromeo, Instrucciones para la construccin y para el mobiliario eclesistico (1577)
En sus Instructiones el cardenal Carlo Borromeo (1538- 1584) se aleja de la erudita tipologa de los
contemporneos tratados de arquitectura y desarrolla los criterios doctrinales y pragmticos del Concilio
Tridentino, preocupado por unas construcciones eclesisticas culturalmente propias y eficaces y que
conciliaran las exigencias de la liturgia de la Reforma catlica con las ms variadas condiciones
ambientales134. Seleccionamos, a modo de ejemplo de la normativa postridentina sobre arquitectura elaborada
por el cardenal Borromeo, sus indicaciones a propsito de las plantas, las fachadas y los muros exteriores de
las iglesias.
134
El cardenal Borromeo enuncia sus prescripciones y propuestas sin recurrir a abstracciones ni divagaciones histricas, precisando en cambio
minuciosamente hasta los mas nfimos detalles todos los elementos estructurales, de decoracin y mobiliario que van a configurar el marco fsico y visual
del catolicismo postridentino. La rigurosa normativa de las Instructiones, que reduce el papel del arquitecto casi al de un simple consultor tcnico del
obispo, es esencialmente prctica y funcional, y no oculta la 1gica y los propsitos que la motivaron: el servicio a la ptica doctrinal y moral y al
decoro litrgico de la reforma institucional de la Iglesia. La influencia del tratado del cardenal de Miln super con mucho los lmites de su dicesis,
como documentan por otra parte sus abundantes ediciones, y su normativa presidi desde finales del siglo XVI la construccin de numerossimas obras
eclesisticas (cfr. P. Barocchi, Trattati, III, 1962, pp. 383 a 388).
45.2. Por lo tanto, donde sea posible, deber observarse la construccin que conlleva notoriamente la semejanza
de una cruz alargada en toda iglesia, o catedral, o colegiata o parroquia que haya de edificarse. Pero donde el
lugar, segn el parecer del arquitecto, imponga al edificio otra forma diferente de la longitudinal, podr
realizarse la construccin de la iglesia de acuerdo con esa forma requerida, una vez aprobada por el obispo.
Sobre la manera de edificar la iglesia en forma de cruz. Y esta iglesia, que haya de tener slo una, o tres, o cinco
naves, como suelen llamarse, en forma de cruz, puede organizarse segn diversas plantas y maneras pero
prefirase concretamente sta: construyendo fuera del ingreso a la capilla mayor dos capillas por cada lado, a
manera de brazos, que se prolonguen por toda la anchura del edificio de la iglesia y resalten slo un poco al
exterior, segn el plan arquitectnico.
45.3. Cap. 3. Sobre las paredes exteriores y la fachada. Las restantes normas relativas al tipo de construccin, a
la buena realizacin de las paredes y a su robustez, al revestimiento, o a las cubiertas, y dems cuestiones
anlogas, segn la clase de iglesia que hay que construir y segn las caractersticas de la regin o del lugar, sern
establecidas escrupulosamente a criterio del obispo y con el consejo del arquitecto. Pero procrese que el
exterior de las paredes laterales y del bside no conlleve ninguna imagen, las paredes frontales, en cambio,
presentarn un aspecto tanto ms decente y majestuoso cuanto ms se enriquezcan con imgenes sagradas o
pinturas que narren hechos de historia de la salvacin. El arquitecto, pues, al organizar la fachada segn el estilo
y segn las dimensiones de la construccin eclesistica, procure que, no conteniendo nada de profano, resulte en
cambio lo ms esplndida que pueda permitirse, como conviene a la santidad del lugar.
45.4. Procrese por encima de todo que, en la fachada de cada iglesia, y especialmente de la parroquial, en la
zona sobre la puerta principal se pinte o se esculpa con decoro y religiosamente una imagen de la bienaventurada
Virgen Mara con el Nio Jess en los brazos; a su derecha est la efigie del santo o de la santa a quien est
dedicada la iglesia, y a su izquierda la efigie tambin del santo o de la santa que es objeto de veneracin especial
por el pueblo de aquella parroquia; o por lo menos, si no puede realizarse toda la obra con las tres imgenes,
colquese la sola figura del santo o de la santa titular de aquella iglesia. Y si la iglesia tiene el ttulo o celebra la
festividad por la Anunciacin, o la Asuncin, o la Natividad de Santa Mara, represntese la imagen de la
bienaventurada Virgen que sea ms adecuada al misterio. Tocar luego al arquitecto procurar con el tipo ms
idneo de obra que [la imagen] est al reparo de la lluvia y de las inclemencias del tiempo. Para el resto de
aspectos, de escultura o de pintura y de otros adornos importantes y modestos, que dan esplendidez y
religiosidad a la majestad de la fachada de la iglesia, el obispo ver, acaso con el consejo del arquitecto, lo que
exigen las caractersticas de la construccin eclesistica que se realiza.
El tratado de arquitectura en ocho libros publicados a lo largo de un dilatado perodo por Sebastiano
Serlio (1475- 1554) debe bastante al entorno artstico romano de Bramante y Rafael, sobre todo a travs del
amigo y maestro de Serlio el arquitecto sens Baldassarre Peruzzi, cuyos materiales grficos y escritos tuvo
ocasin de utilizar. El de Serlio es el primero de los cuatro grandes tratados de arquitectura del siglo XVI, y
muy pronto alcanz un favor poco comn dentro y fuera de Italia, como atestiguan sus numerosas ediciones y
48.2. De la orden compuesta [...]. Cap. II. Del ornamento de la pintura para por de fuera y dentro de los
edificios. Por no dejar ninguna suerte de los ornamentos de los edificios as de la pintura como de otras cosas en
que yo no d alguna regla. Digo que el arquitecto no solamente debe ser curioso en los ornamentos que han de
ser de piedra y de mrmol, pero tambin lo debe ser en la obra y pintura del pincel para adornar las paredes y
otras partes de los edificios, y principalmente le conviene ser l mismo ordenador de todo como superior de todo
lo que se haya de hacer en las obras; porque si no lo es podra topar con algunos pintores tan presuntuosos en las
palabras y en saber estimarse cuanto en las obras de poco juicio, los cuales no han tenido ni tienen respeto a ms
de mostrar las diferencias de los colores, sin consideracin a otra cosa ninguna, y con esto muchas veces han
corrompido el orden que se debe tener en las tales cosas, no teniendo cuenta de poner la pintura en su lugar y los
coloridos donde son necesarios.
48.3. Y, a este propsito, digo que, habindose de pintar alguna delantera de algn edificio al fresco o con otra
manera de pintura, no conviene hacer ninguna abertura de puerta ni de ventana por donde se finja parecerse los
campos ni el cielo ni el aire porque estas semejantes cosas vienen a corromper el edificio, porque es hacer de un
cuerpo macizo y fuerte transformacin de un transparente y sin firmeza como edificio imperfecto y arruinado. Ni
tampoco conviene especialmente ningn personaje ni animal colorido, excepto si no se fingiese alguna ventana
en la cual estuviese asomada alguna persona, la cual ms se ha de hacer en actitud quieta que en furioso
movimiento. Tambin se pueden hacer en la tal ventana algunos animales que conviniesen al tal lugar, puestos
encima de algunas cornisas o en otras partes voladas. Y si acaso quisiere solamente el pintor complacer al seor
de la obra con la diversidad de los colores, por no daar ni romper la obra como ya est dicho, se podrn fingir
algunos lienzos o paos colgados de la pared como cosa movible en los cuales se puede poner y colgar lo que
ms apacible les parezca, porque de esta manera no se corrompe el orden y fingirn la verdad guardando su
origen.
48.4. Podr tambin a uso de triunfos y fiestas pintar algunas hermosas ficciones, en las cuales podr hacer
festones de hojas y de frutas y de flores, escudos, trofeos, y otras cosas como stas coloridas de muchas maneras
que representasen cosas colgadas y movibles. Con que el campo de ellas ha de ser del mismo color que la pared.
Y de esta manera hecha la pintura en los semejantes lugares podr estar sin que nadie la pueda reprehender. Y
adems de esto con juicio sabio y prudente se puede adornar una delantera con el fresco y se podr fingir de
mrmol o de otras piedras, esculpiendo en ella lo que les pareciere de bronce, como sera en algunos
encasamentos algunas figuras fingidas de todo relieve, y algunas historias tambin del mismo bronce. Y,
hacindose de esta manera, la obra sera tenida en mucho de todos aquellos que conocern la verdad y lo fingido.
En esto tuvo muy excelente juicio y supo hacer con gran sabidura todas sus obras Baltasar Petrucio Sens136, el
cual, queriendo adornar una delantera de pintura del fresco en el palacio de Roma en el tiempo de Julio Segundo,
hizo de su mano en ella algunas cosas fingidas de mrmol, como son sacrificios, batallas, historias, arquitectura,
el cual no solamente pona fuerza al edificio al parecer con aquel tan fundado y macizo ornamento ms le
enriqueca en gran manera de presencia y autoridad.
48.5. Pero, qu dir yo de la excelente cordura de otros muchos que se han deleitado en adornar muchos
edificios en Roma con este fresco, los cuales jams han querido hacer las tales pinturas de otros colores sino de
blanco y negro? Y por esto no dejan sus obras de ser de tanta bondad y hermosura que hacen maravillar a todos
135
Su fama qued slo disminuida por el ms sobrio pero tambin ms acadmico texto de Vignola, publicado en 1562 (...); los tratados de Palladio (1570;
cfr. Texto 51) y de Vicenzo Scamozzi (1615) tuvieron una difusin algo menor. La fortuna de estas obras, y la del libro IV de Serlio en primer lugar, va
asociada a la teora de los cinco rdenes, fijada ya desde haca tiempo en Italia e identificada en toda Europa con la arquitectura renacentista. Serlio
reivindica reverencialmente la autoridad de Vitruvio en relacin a los rdenes y codifica un sistema que, con todo, resulta bastante menos rgido que el de
Vignola, posibilitando continuas variaciones temticas (y por lo tanto invenciones) en las formas arquitectnicas. Al hablar de las antigedades de Roma,
por otra parte, Serlio las asocia a Bramante y Rafael, indicio de una actitud histrica y crtica, y no simplemente mimtica, hacia la arquitectura vitruviana.
(...)
136
Baldassarre Peruzzi de Siena (1481-1536)
Andrea di Pietro della Gondola, conocido como Andrea Palladio (1508-1580), fue tallador de piedra o
picapedrero hasta los treinta aos, primero como aprendiz en su ciudad natal de Padua y luego en Vicenza
como profesional. El humanista vicentino Giangiorgio Trissino, a raz de las reformas de su villa de Cricoli,
donde Andrea trabajaba, se fij en l y, adems del apelativo de Palladio, le procur una particular formacin
clsica: no la del hombre universal propugnada por Alberti, sino una educacinespecializada, ceida a la
arquitectura, la ingeniera, la topografa antigua y la tcnica militar. Sus viajes fueron numerosos: estuvo en
Roma, Npoles, Piemonte y Provenza, dibujando y midiendo edificios con el propsito de conocer a fondo la
arquitectura antigua (pero no slo la antigua: tambin Bramante y Rafael fueron objeto de su atencin). Fue
amigo adems de Daniele Barbaro, para cuya edicin y comentario de Vitruvio (155) Palladio realiz los
dibujos y le asesor. I quattro libri dell'architettura reflejan esa formacin palladiana, profundamente
conocedora de la tradicin arquitectnica clsica pero asimilada no desde una mentalidad de humanista
erudito, sino desde la de un prctico y un tcnico. Como su equilibrada arquitectura, las propuestas de su
tratado filtran el clasicismo evidente de su lenguaje con un pragmatismo lcido, eficaz y muy sensible a lo
funcional, y se dirigen al arquitecto (diletante o profesional) interesado ms en la prctica arquitectnica que
en la teora.138
51.1. Cap. 12. Del sitio a elegir para la construccin de villas. Las casas de ciudad procuran en verdad mucho
esplendor y comodidad al gentilhombre, pudiendo habitar en ellas todo el tiempo que necesite para la
administracin pblica y el gobierno de sus propios intereses; pero obtendr no menos provecho y compensacin
seguramente de las demoras de villa, donde transcurrir el resto del tiempo viendo y cuidando sus posesiones y
aumentando los rendimientos de la agricultura con ingenio y habilidad; donde tambin con el ejercicio, que en la
villa suele hacerse a pie y a caballo, el cuerpo se mantendr ms fcilmente sano y robusto; y donde adems el
espritu, fatigado de las agitaciones de la ciudad, se restablecer y recuperar en gran manera, y podr dedicarse
reposadamente a los estudios de las letras y a la contemplacin. Por motivos parecidos los antiguos sabios solan
a menudo retirarse en lugares semejantes, en los que reciban visitas de amigos valiosos y de parientes, y
contando con casas, jardines, fuentes y lagares de recreo parecidos, y sobre todo con sus cualidades, podan
conseguir fcilmente aquella vida feliz que aqu abajo puede obtenerse [...]
51.4. Se proveer a alojar cmodamente y sin estrechez alguna a los hombres dedicados a los trabajos de la villa,
los animales, las cosechas y los aperos. Las estancias del colono, del capataz y de los jornaleros deben estar en
lugar adecuado y pronto a las puertas y a la vigilancia de todo el resto. Los establos para los animales de trabajo,
como bueyes y caballos, estarn alejados de la residencia del amo, para que el estircol quede lejos, y se situarn
en lugares muy calientes y claros. Los animales de engorde, como cerdos, ovejas, palomas, aves y otros, se
dispondrn segn sus caractersticas y naturaleza; y en ello habr que atenerse a la costumbre de las diferentes
zonas. Las bodegas debern hacerse bajo tierra, cerradas, aisladas de todo estrpito y de toda humedad y fetidez,
y tomando luces de levante o de septentrin, porque si las tuvieran de otra direccin donde el sol pudiera
calentar, los vinos que all se guardaran, recalentados por el sol, vendran dbiles y se estropearan [...]
51.5. Los graneros deben tener la luz de tramontana para que de este modo el grano no pueda recalentarse tan
pronto sino que, enfriado por el viento, prolongue ms su conservacin y evite el nacimiento de aquellos insectos
137
Dosso Dossi (ca. 1489-1542) y Battista Dossi (ca. 1497-1548)
138
Especialmente interesante es la concepcin palladiana de villa y sus realizaciones (de lo cual traducimos aqu unas muestras), totalmente extraa a la
tradicin arquitectnica de Italia central. Palladio debe formular no una simple "segunda residencia" suburbana y de lujo, para descanso y placer de
aristcratas (como Pratolino [cfr. texto 2] o como la villa del cardenal Ippolito dEste construida por Pirro Ligorio en Tvoli), sino algo bastante ms
complejo. La villa veneciana, sobre todo a partir de la crisis del comercio martimo de la Repblica veneciana, que proyect grandes inversiones de capital
a la agricultura del Vneto, es un centro de explotacin econmica, adems de una residencia aristocrtica. Las villas de Palladio, por lo tanto, dan forma a
esa doble funcin de granja o centro de control y produccin agraria, y de estancia seorial (cfr. J. S. Ackerman, op. cit., cap. 1).
51.6. Cap. 14. Sobre los diseos de casas de villa de algunos nobles venecianos [...]. La construccin propuesta
est en Maser, villa cercana a Asolo, castillo trevisano, del reverendsimo monseor electo de Aquileia y del
magnifico seor Marcantonio, hermanos Barbaro. La parte de la construccin que es algo prominente tiene
estancias de dos tipos: el plano de las superiores est al mismo nivel que el plano del patio posterior, donde se ha
excavado en la montaa adyacente a la casa una fuente con infinita ornamentacin de estuco y pintura. Esa
fuente conforma una piscina que sirve de estanque: a partir de aqu, el agua fluye hacia la cocina y luego, una
vez regados los jardines que flanquean a derecha e izquierda la carretera que en suave pendiente conduce a la
construccin, se remansa en dos estanques con sus abrevaderos sobre la carretera comn; fluyendo de aqu irriga
el huerto, que es enorme y pletrico de ptimos frutos y variedad de arbustos. La fachada de la casa del amo
presenta cuatro columnas de orden drico: el capitel de las angulares es careado por dos lados (sobre la forma de
realizarlos hablar en el libro de los templos). De una parte y otra hay prticos, en cuyas extremidades se sitan
los palomares, y debajo suyo los lugares para elaborar el vino, los establos y otros lugares para el uso de la villa
[...].
51.7. Cap. 15. Sobre los diseos de casas de villa de algunos gentilhombres de tierra firme [...]. En Lonedo, lugar
del vicentino, se halla la siguiente construccin del seor Girolamo de'Godi, dispuesta sobre una colina de
bellsima vista y junto a un ro que sirve como estanque. Para mejor acomodar el sitio para el uso de villa se han
realizado patios y acceso sobre bvedas con no pequeo dispendio. La construccin central es la residencia del
amo y de la familia. Las estancias del amo estn sobre un plano elevado del suelo trece pies, en solera, y encima
de ellas estn los graneros; debajo, o sea en la altura de los trece pies, se disponen las bodegas, los lagares para
elaborar el vino, las cocinas y otros lugares semejantes. El saln se eleva en altura hasta bajo la techumbre y
tiene dos rdenes de ventanas. A ambos lados de ese cuerpo de fbrica estn los patios y los cobertizos para las
cosas de villa. La construccin ha sido decorada con pinturas de bellsima inventiva por messer Gualtiero
Padovano, messer Battista del Moro verons y messer Giambattista [Zelotti] veneciano; porque este
genti1hombre, que es muy juicioso, para conducirla a toda la excelencia y perfeccin posibles no ha parado en
gasto alguno y ha escogido los ms singulares y egregios pintores de nuestro tiempo.
52. Jacopo Barozzi da Vignola, Las dos reglas de la perspectiva prctica (1583)
52.1. Regla 1. Cap 1. Que puede procederse con diferentes Reglas. A pesar de que muchos hayan sostenido que
en Perspectiva hay una sola Regla verdadera, rehusando como falsas todas las dems, no obstante, para
demostrar que se puede proceder con diferentes Reglas, o dibujar con mtodo de Perspectiva, se tratar de dos
Reglas principales, de las cuates dependen todas las dems. Y aunque parezcan procedimientos diferentes, no
52.2. Cap. 2. Que todas las cosas vienen a terminar en un solo punto. La conviccin comn de todos los que han
dibujado en Perspectiva lleva a concluir que todas las cosas que aparecen a la vista van a terminar en un solo
punto. No obstante ha habido algunos que han opinado que teniendo el hombre dos ojos haba que terminar en
dos puntos. Pero no se ha encontrado a nadie, que yo sepa, que haya operado o pueda operar si no es con un
punto, o sea con una sola vista; aunque no quiero insistir en la definicin de esa cuestin: voy a dejarla para
ingenios ms altos. Expongo slo mi parecer: que aunque dispongamos de dos ojos, no disponemos ms que de
un sentido comn; y quien haya visto la anatoma de la cabeza puede de paso haber comprobado que los dos
nervios de los ojos van a terminar juntos. De modo similar la cosa vista: aunque entre por dos ojos, va a terminar
en un solo punto en el sentido comn. Y ello es la causa de que, cuando el hombre, voluntaria o accidentalmente,
violenta los ojos, parece que vea una cosa por duplicado, pero estando con la vista junta slo se ve una. En fin,
sea como quiera, por ms que me haya afanado en este arte no consigo comprender que con ms de un punto
pueda operarse con mtodo. Y tal es mi opinin, que se opere con un solo punto y no con dos [...].
Parte segunda
Conceptos bsicos de espacio y tiempo en el arte del Islam
Mucho se ha escrito sobre el arte del Islam en sus tres grandes grupos: persa, rabe y turco. A nosotros
nos interesa sobre todo el grupo rabe y, ms concretamente, el hispanomaghreb.
Louis Massignon fundamenta el arte musulmn sobre la teologa islmica y sobre el atomismo temporal
de los axares. Slo Dios es permanente; no hay duracin fuera de Dios y slo instantes que plugo a Dios crear.
Estamos de acuerdo con tal punto de vista, que nos parece capaz de aclarar muchas cosas.
La aritmologa griega estudia el nmero puro como un conjunto no numerable, no atomizable; el tres no
es la suma de tres unidades, sino la triada; el diez la dcada, etc. Por eso los griegos se servan del alfabeto de
signos o de figuras para representar sus nmeros puros. En cambio, para los musulmanes no existen formas o
conjuntos en s, sino las agrupaciones cauasales que han dado eventualmente lugar a ellos y que no permanecen
ni tienen validez intrnseca, porque slo Dios es permanente. La nica entidad real es ese tomo transente que
invalida toda permanencia formal. Si los griegos se complacen, lo mismo que en los nmeros enteros, en los
poliedros bellos y en las esferas, que son formas cerradas e inmutables, los rabes slo comprenden la constante
fluencia de las formas abiertas y el nmero sucesivamente descomponible. Era natural que fueran los rabes los
inventores de la numeracin verdaderamente aritmtica y sus guarismos. De la misma manera, toda la
decoracin musulmana se basa en el atomismo diferencial y en la repeticin insistente de motivos abiertos. Pero
este atomismo est formado por elementos extraordinariamente pequeos que no llegan a ser, con todo,
infinitamente pequeos, infinitsimos.
Frente al Occidente, integracin y continuidad, Oriente opone numeracin y discontinuidad. El Oriente
expresa en su arte esa suma de tomos temporales y espaciales, sin continuidad, sin duracin ms que como
suma de puntos o de instantes. El Occidente se goz, en cambio, en la continuidad tersa, meldica, cerrada,
redonda y suave como un torso praxiteliano. Oriente se caracteriza por el polgono acercndose sucesivamente al
crculo, pero sin llegar al lmite; Occidente, por el lmite mismo: el crculo.
I. Siglo XVI
IA. Teora y tcnica de las artes. Arquitectura
Introduccin
La teora de la arquitectura en Espaa, como en el resto de Europa, est alimentada por los grandes
tratadistas italianos ledos en su idioma original o en traducciones posteriores, con repetidas ediciones. Los libros
III y IV de Serlio fueron traducidos por el rejero Francisco de Villalpando, en 1552; los Diez Libros de
Arquitectura de Alberti, en 1582, Patricio Caxs tradujo a Viola el ao 1593 y Francisco de Praves traslad en
castellano la obra de Palladio en 1625. Vitruvio haba sido traducido por Lzaro de Velasco en 1564, pero se
public con la traduccin de Miguel de Urrea en 1582, sta con abundantes grabados en madera.
Ante esta abundancia de tratados sobre arquitectura, el libro de Diego Sagredo tiene un mayor mrito por
lo que significa de solitario y por la valenta de su temprana publicacin, que le concede carcter de manifiesto
(1526). Naturalmente, Medidas del romano versa sobre la experiencia, comprensin, seleccin e intereses de la
nueva arquitectura, y no sobre un anlisis constructivo, formal e ideolgico de la arquitectura humanstica, al
modo de Alberti. Pero, de alguna manera, inicia esta problemtica anteponiendo un elemento bsico de la
arquitectura renovada: las proporciones del cuerpo humano y la definicin de arquitecto ordenador, en
oposicin al maestro de obras. Todo lo dems es un repertorio de formas nuevas de el romano y sus
medidas bajo el modelo de Vitruvio, aunque falte una idea global del edificio arquitectnico.
Esta falta de un cuerpo doctrinal bsico, que vertebre las formas constructivas, vuelve a destacar en el
Libro de arquitectura de Hernn Ruiz, el Joven, y en el Libro de trazas de Alonso Vandelvira, ambos
resueltamente inclinados hacia las formas italianizantes, configurando fachadas, cubiertas, muros y aun
proyectos totales. Lo que en Diego Sagredo es vocabulario, se manifiesta en estos constructores expresin, lxi-
co y discurso. Situado entre estos dos momentos tenemos el texto de Rodrigo Gil, recogido por Simn Garca ya
en el siglo XVII, que manifiesta claramente la tensin habida a mediados del siglo XVI entre la forma
constructiva del gtico tardo, en uso en nuestros lares, y la entrada de la nueva arquitectura. La decoracin
grutesca, aceptada en la prctica por la llamada arquitectura plateresca, no era reconocida por todos. Ya veremos
cmo Felipe de Guevara la reprueba enrgicamente, mientras otros autores intentan justificarla.
La obra terica y abstracta de Juan de Herrera, Discurso sobre la figura cbica, y su actividad en El
Escorial pudieron tener una decisiva importancia en la implantacin definitiva de las formas arquitectnicas
restauradas. De hecho, las traducciones de los tratados italianos (Alberti, Viola y Vitruvio) nacieron en ese
ambiente.139
Pese al inters que puedan tener las anotaciones marginales escritas por El Greco en la traduccin y
comentario de Daniel Brbaro sobre Los Diez Libros de Arquitectura de Vitruvio (Venecia, 1556), no podemos
considerarlas como un tratado de Arquitectura, sino como una expresin de ideas artsticas del pintor.
La prctica arquitectnica en esta poca en Espaa se orienta hacia varios caminos: la permanencia de estructuras gticas, la aceptacin de formas
italianizantes en lo ornamental y decorativo (plateresco) y el purismo constructivo escurialense que lograr, tardamente, la sntesis, despus del atisbo
de Machuca.
Diego de Sagredo era un clrigo erudito y entendido en arquitectura, que estuvo en Italia y, de regreso,
intent restablecer las formas vitruvianas de la arquitectura redactando este tratado en forma de dilogo entre
Tampeso -l mismo- y el pintor Len Picardo. Introdujo el concepto de arquitecto (artista) en oposicin al
maestro de obras (artesano). Estudi en primer lugar las proporciones del cuerpo humano (el microcosmos
139
M. Menndez y Pelayo, Historia de las ideas estticas, t. II, p. 372
1.1. (Tampeso) Conclusin muy averiguada es, entre los antiguos filsofos, ser el hombre de mayor y ms
complicada perfeccin de todas las criaturas: por tanto, le llamaron microcosmo, que quiere decir: menor
mundo; porque ninguna cosa hay tan subida y estimada en el mundo que en el hombre no se halle. Y como los
primeros fabricadores no tuviesen reglas para trazar, repartir y ordenar sus edificios, pareci1es deban imitar la
composicin del hombre: el cual fue creado y formado de natural proporcin: y especulando los tercios y
escudriando las medidas de su estatura y cotejando unos miembros a otros: hallaron la cabeza ser ms
excelente: y de ella todos los otros: como de miembro ms principal tomaban medida y proporcin: porque de su
rostro sacaban el comps para formar los brazos, las piernas, las manos y finalmente todo el cuerpo: de donde
tomaron ciertas reglas y medidas naturales para dar proporci6n y autoridad a los repartimentos y ordenanzas de
sus edificios. De manera que todo edificio bien ordenado y repartido es comparado al hombre bien dispuesto y
proporcionado. (Picardo) Qu medidas ha de haber en el hombre para ser bien hecho y proporcionado?
(Tampeso) Hombre bien proporcionado se puede llamar aquel que contiene en su alto (segn Vitruvio) diez
rostros. Y segn Pomponio Gaurico nueve. Pero los modernos autnticos quieren que tenga nueve y un tercio
(pp. 8 y 9).
4. Juan de Herrera, Discurso sobre la figura cbica (1585?)141
Menndez y Pelayo apreci la importancia de este pequeo tratado, descubierto ya por Jovellanos,
sealando su dependencia de las ideas filosficas de Ramon Llull. De hecho, durante esos aos coinciden las
traducciones de los ms importantes tratadistas italianos, y Herrera figura como censor de la realizada por
Francisco Lozano, de Alberti (1582), siendo de la misma fecha la de Urrea, de Vitruvio, y algo posterior la que
hizo Caxs, de Vignola (1593). La intervencin de Juan de Herrera en El Escorial, publicando sus planos, pudo
ser decisiva en este ambiente arquitectnico de finales de siglo.
4.1. De la cual doctrina se infiere, que siempre se ha de considerar un tringulo de plenitud en el ser y obrar de
natura y en todas las cosas, como se ha hecho en el cubo, dando uno que es agente y otro que es agible y otro que
es juntamente agente y agible; porque el Tivum es activo y el Are neutro pasivo y el Bile pasivo y activo, sin la
cual plenitud hubiera vacuidad en la obra de naturaleza; y as habemos probado, lo ms breve que se ha podido
en la figura cbica slida, cmo los tres Correlatos intrnsecos de Raimundo Lulio son necesarios, y cmo,
quitado cualquiera de ellos, es imposible que el tal cubo sea: porque faltando el agente o agible o agere
careceran de obra natural las cosas y habra ociosidad intrnseca y extrnseca y por el consiguiente habra
vacuidad en natura de ser y de obrar, o de esencia y relacin, y sera imposible haber plenitud de dimensiones.
4.2. Hemos ido declarando el cubo as en la cuantidad discreta como en la cuantidad continua y de aqu adelante
se procurar probar cmo en todas las cosas est el cubo, en lo natural como natural, en lo moral como moral y
en lo natural y moral como en natural y moral y que est otros en cada uno de los 9 principios absolutos y
relativos de Raimundo y otros cualquier principios que fuera destos se pudieren dar y bien entendido y penetrado
como se debe, se vern las grandes maravillas que en s encierra el arte luliana, tan amada de unos y aborrecida
de otros, porque la ignoran (p. 26).
4.3. Y si consideramos a cualquier sujeto como muchos, o en razn de pluralidad y relacin, que guiaremos con los principios relactos de Raimundo, los
cuales allende de estar tambin en las mismas cosas, en cada una segn su modo, son maravillosas luces para despertar nuestros entendimientos. Y psolos
Raimundo en tres tringulos: uno verde, que es diferencia, concordancia, contrariedad, en el cual hay dos principios que son concordes y uno que es
contrario. El segundo es colorado y tiene al principio medio y fin que son tres concordantes; y el tercer tringulo es amarillo, de la mayoridad, igualdad y
minoridad, que son dos ngulos contrarios y un concordante [...]. El primer tringulo verde BCD sirve para las diferencias y distinciones y para las
harmonas y generaciones y corrupciones, mixtiones, transmutaciones y alteraciones de las cosas. El segundo tringulo colorado EFG sirve para los
rdenes, movimiento y relaciones de las cosas. Y el tercero tringulo, amarillo, HIK sirve para las graduaciones y templanzas y para tratar de las virtudes
medias entre los excesos y defectos (p. 35).
140
Diego de Sagredo, Medidas del romano necesarias a los oficiales que quieren seguir las formaciones de las Basas, Colunas, Capioteles y otras piecas
de los edificios antiguoas, Ramn de Petrs, Toledo, 1526.
141
Manuscrito conservado en la Biblioteca Menndez y Pelayo de Santander. Publicado por J. Rey Pastor, Editorial Plutarco Madrid, 1935.
Introduccin
La teora arquitectnica del siglo XVII es, pese a los repetidos tratados que intentan su divulgacin, ms
practicona y utilitarista que la teora pictrica. Los autores se conforman con repetir y aclarar los conceptos
vitruvianos sobre las proporciones del cuerpo humano aplicadas a las formas constructivas, sobre el origen de los
distintos rdenes y la conveniencia de que el arquitecto sea un hombre impuesto en todo gnero de
conocimientos tcnicos y humansticos. En el fondo es lo mismo que hacen otros tratadistas de quienes dependen
(Serlio, Palladio, Scamozzi).
Una obra y una idea centran la atencin de casi todas las fuentes sobre arquitectura: El Palacio-
Monasterio de El Escorial y el Templo de Jerusaln, al que aqul perfecciona y completa, porque la traza fue
dada por el Espritu Santo (Lorenzo de San Nicols) y Felipe fue el segundo Salomn de Espaa (Francisco
de los Santos).
Esta idea procede de la descripcin que hizo el P. Villalpando del templo de Salomn (1596) y Esteban
Martn (1615) y no tiene inconveniente en retomar Caramuel en su Arquitectura civil recta y oblicua (1678).
El P. Rizi, en su tratado sobre pintura, escribe en realidad ms de arquitectura, facultad que dispone la
habitacin humana segn el nmero o calidad de personas, definicin que sale de lo corriente, para atisbar un
sentido ms profundo del arte edilicio, por debajo de los simples rdenes arquitectnicos. Pero l trata de los
distintos rdenes aportando dibujos explicativos muy ricos y aadiendo algunos ms: el orden grutesco, digno
de alabanza; el orden irregular o gtico y el orden salomnico, aunque hasta ahora no se ha visto sino las
columnas. De esta manera, aparece como definidor de dos estilos: el gtico y el salomnico (churrigueresco)
bastante prematuramente.142
Fray Lorenzo de San Nicols tambin se acuerda de mencionar las catedrales gticas, por ser de tres o
cinco naves su planta, y la mezquita de Crdoba, por la planta cuadrada con columnas y sin naves.
Una cuestin profesional parece desatar las iras, envidias e improperios de nuestros tratadistas a lo largo
de los aos, tal como se manifiesta en la segunda parte del Arte y uso de la arquitectura de Lorenzo de San
Nicols, en los preceptos canteriles de Torija y en las argumentaciones de Pedro de la Pea. En este aspecto, la
corriente mudjar, mantenida por Diego Lpez de Arenas, queda reducida nicamente a las labores de
ebanistera. No faltan personas que se meten a maestros de obras sin ser su oficio, como apostilla aos despus
Palomino, hablando del obispo Caramuel.
Simn Garca era arquitecto en Salamanca y hace una recopilacin de autores Recogido de varios
autores naturales y extrangeros, como l mismo dice en el subttulo del libro. Algunos captulos pertenecen a
Rodrigo Gil, de donde se deriva el anacronismo gotizante de su teora y sus grabados. El captulo 76 est tomado
de Torija, sumando el prlogo o Al Lector ms un captulo intermedio, el folio 30.
35.1. El arquitectura, porque mejor se entienda, consiste en s tres cosas, que son ordenacin, disposicin y lustre
o hermosura que es cada una parte de stas. Digamos ordenacin es una comodidad de miembros de la obra o
una comparacin de toda la proporcin de ella. Y sta se compone de cantidades. Y a sta llaman los griegos
positis, esta cantidad no es otra cosa sino limitar o buscar las trazas combenientes a la calidad o especie de la
obra. Y ordenar y distribuir y componer y poner en orden las cosas para el tal edificio combenientes llamamos
ordenacin. Si habiendo de hacer un templo, un teatro, o una casa, o fortaleza, le compusisemos segn lo que
requiere para cada especie, llamarse ha ordenacin. Si dividiramos en un templo los gruesos a l combenientes,
as de pillares, como de paredes, arcos, cruceros y los ornatos de molduras a ello combeniente. Y quando
142
El P. Rizi llama a las formas medievales con el nombre que hoy perdura: gtico, por hacerlo proceder de los godos, tal como se vena creyendo pero
tambin lo denomina "irregular", por no cumplir las leyes de la proporcin, y advierte que no debe llamarse antiguo, trmino que corresponde a los rdenes
greco-romanos. Debemos hacer notar asimismo su empeo en crear un orden salomnico con la basas y entablamento ondulados, para corresponderse
con las columnas.
143
Simn Garca, Compendio de architectura y simetra de los templos, conforme a la medida del cuerpo humano con algunas demostraciones de
geometra. Manuscrito de 1681. Primera impresin de Mariategui, El Arte en Espaa, Madrid, 1868. Editado de nuevo por J. Camn Aznar, Salamanca,
1941. Recopilacin de textos en Pereda de la Reguera, Rodrigo Gil de Hontan, Santander, 1951.
35.2. Disposicin es una colocacin o asiento de edificios, hermosos, dispuestos de la ordenacin, combenientes a la composicin o calidad de la obra.
Disposicin es aquella anchura que la medida nos ensea. As en lo llano como en lo alto entonces tendr disposicin la obra de planta y montea que sobre
la figura humana fuere dispuesto y fabricado as los altos, como largos y anchos. Esta calidad de disposicin hay tres cosas, que son, ynografa y ortografa
y escenografa. Ynografa es un uso sacado de la regla del comps, venido de la medida humana, la qual nos muestra y ensea las descripciones de formas
en el suelo, para sobre ellas fundar y lebantar los edificios. Ortografa es una imagen o figura en la delantera, medida con razn, la qual nos muestra la
montea o lebantamiento, de lo que de la planta nos result y mostrmoslo en un plano o papel, aquello que fue o ha de ser, sta no nos muestra ms de el
primer derecho. Y aqul con lneas rectas aunque en l se pueden mostrar los apartamientos y bariaciones y ornatos de molduras que ha de llebar en slo
aquel pao o lienzo o pared. Escenografa es un uso sacado de la regla y del comps, con el qual damos a entender la obra hecha o benidera tanto que de un
sitio o parte podemos alcanzar a ver, otro tanto mostramos en el diseo o traza, que con este arte o parte de composicin y disposicin fabricamos.
35.3. A ste llaman los griegos perspectiva. Y los italianos enseamiento y los modernos escorzo lineal porque
con razn de lneas es fabricada. Y porque las lneas que a sta perfeccionan, son bisuales se llaman
enseamiento. Todas estas cosas nacen y se componen de una imbencin y pensamiento del nimo. Pues
digamos qu es imbencin; imbencin es una esplicacin de questiones obscuras y una razn de cosas nuevas no
vistas, ni oydas [...]
35.4. Qu es simetra? Es un comn consentimiento de todos los miembros de toda la obra y un ayuntamiento
de partes, de las cuales cada una de por s, da a entender aquello que de la obra en s contiene. Y de la manera
que en el cuerpo del hombre as como el codo, el pie, la mano, el rostro, el dedo, que cada uno de estos
miembros, tiene una, o dos o quatro partes de lo del cuerpo. As ha de ser en las obras que han de tener un
comn repartimiento en cada cosa de el todo de el edificio. Lustre o hermosura, es que despus de ordenado y
dispuesto el edificio, es menester en su fbrica la pulicia y curiosidad del ornato, as de la materia como de la
forma (cap. Vll pp. 69 a 71).
35.5. Las partes de la arquitectura son tres combiene saber: edificacin de cosas sagradas. Y imaginacin de
defensas de enemigos. Y oportunidad de cosas pblicas [...]. Para el ornato de lo sobredicho es menester la orden
de las cinco columnas, que son toscana, drica, jnica, corintia y compsita [...]. Muchos modernos llaman a
estos cinco gneros arquitectura y a lo dems traza, no entiendo de que ste es uno de los sirbientes de la cosa,
mas no la cosa, tanta diferencia hay de ella, a la arquitectura, como de la ausencia a la presencia, como de lo bivo
a lo pintado (Ibdem, p. 72).
35.6. El arte en comn comprende en cierto modo todas las ciencias [...]. El arte en particular [...] es una
recopilacin de preceptos y reglas, que con orden, razn y estudio, nos encaminan a algn fin [...]. El arte se
diferencia de la ciencia y del oficio de la ciencia en que el arte se puede variar, porque depende del uso y arbitrio
de los hombres, pero la ciencia, no; porque es una cognicin cierta y evidente, hecha por demostracin [...] del
oficio, en que el oficio, no de preceptos, ni estudio alguno, pero el arte s, como habemos dicho [...]. Dividense
las artes en contemplativas, activas y efectivas. Contemplativas llama (Quintiliano) a las que slo se encaminan
al conocimiento de la verdad, como la filosofa natural y la astrolojia; activas a las que se quedan en su accin,
sin producir efecto alguno, como la msica y la retrica y efectivas a las que no slo tienen su accin, sino que
de ellas resulta otro efecto y obra visible, como la arquitectura, medicina, pintura y escultura (Ibdem, p. 94).
Este texto del arquitecto Brizguz y Bru est ordenado anteponiendo los conceptos vitruvianos sobre
arquitectura, las leyes geomtricas, los rdenes arquitectnicos, la planimetra y los materiales. Los grabados
son claros y abundantes. Es el tratado ms completo sobre arquitectura de la primera mitad del siglo XVIII y en
todo l se muestra una preocupacin por el aspecto ornamental de las distintas partes.
144
Atanasio Genaro Briguz y Bru, Escuela de Arquitectura civil, en que se contienen los rdenes de arquitectura, la distribucin de los planos de templos y
casas y el conocimiento de los materiales, Joseph Thomas Lucas, Valencia, 1738. Se reedita en la misma ciudad en el ao 1804.
73.2. La anchura de los portales de las ciudades y villas se determina por la estrechez o anchura de las calles.
Otras puertas hay de jardines que tienen la misma altura y anchura que las cocheras [...]. La anchura de las
puertas principales de los templos, se toma de la anchura de la nave (libro II, captulo I).
73.3. Entiendo por distribucin de los planos de las casas, el repartimiento que se hace del terreno en que se
fabrican. Esta parte de la arquitectura se debe tener por la principal a quien estn subordinadas todas las dems;
porque a la verdad, aunque se hermoseara una casa poniendo colunas sobre colunas; aunque su fachada fuese
ms regular y de miembros ms delicados que los de los ms bellos edificios de la antigedad y aunque los ms
clebres arquitectos y escultores se esmerasen en adornarla, qu acierto se poda esperar si el terreno estuviese
mal distribuido? Si los principales apartamientos no tuviesen aquella grandeza, magestad, conveniencia y
hermosura que les pertenece? Por esta causa, pues, dir con brevedad lo que se debe observar en la distribucin
de los planos de las casas.
73.4. La disposicin general del plamo es lo primero en que se debe poner mucho cuidado. El dueo de la casa
forma ordinariamente la primera idea de su plano, poniendo la mira en los usos y comodidades particulares y
determina lo que quiere gastar en ella. Despus de formada la idea y determinado el gasto que se quiere hacer en
su execucin, pertenece a la habilidad y experiencia del arquitecto ordenar la idea del dueo de tal suerte, que la
irregularidad del terreno no impida que en l se fabrique una casa que sea juntamente acomodada y agradable.
Para poder hacer esto convendr observar lo que sigue [...].
73.5. Si el terreno es corto se ver obligado el arquitecto a distribuir los aposentos en diferentes planos o
estancias y en este caso ser conveniente hacer las cocinas, despensa, repostera y comedero en el primer plano y
si sobrare lugar se emplear lo restante en algunas cmaras u otras piezas necesarias. Si estas piezas se
distribuyen en el primer plamo, habr en el segundo, que es donde habita el dueo de la casa, lugar bastante para
la sala, quadra y cmaras, no slo de los dueos sino tambin de las criadas, siendo de gran conveniencia que
stas puedan dormir en cmaras cercanas a las de sus amas, por si acaso las hubieren menester a deshora (libro
II, captulo II).
73.6. Las letrinas se hacen debaxo de las vueltas de las escaleras; alguna vez tambin se suelen hacer junto a las
recmaras y para que de stas no se sienta el mal olor que suelen causar cuando estn tan cerca, se ha inventado
un nuevo modo de letrinas que quiero explicar, porque la mayor parte de los arquitectos no saben idearlas [...]
73.7. Las escaleras se harn a un lado de los edificios, porque aunque si se hacen en medio dan ms fcil
comunicacin a entrambos lados, pero ocupan el lugar de una de las mejores piezas, como de una sala o quadra.
La altura de los escalones suele ser medio pie o algo ms; su anchura cuatro pies en las casas medianas y un
poco menos en las pequeas [...]. Cuando a los escalones se les da poca huella, se le podr dar a sta algo de
inclinacin hacia dentro, de suerte que subiendo, la punta del pie est un poco ms baxa que el taln, porque esta
inclinacin ayuda tanto a subir, que parece que se ande a nivel (libro II, cap. II).
El benedictino Martn de Sarmiento (1695-1777) fue asesor para la decoracin del Palacio Real, y la
relacin de los temas mitolgicos, histricos, religiosos y morales, que l mismo propuso para la decoracin
escultrica, es realmente del mximo inters e imprescindible para la interpretacin icono grfica del palacio
barroco.
Punto primero
83.1. Supnese que en la escalera principal del nuevo palacio se han de colocar dos estatuas que representen al
Rey y a la Reyna nuestros seores y que, adems de estas dos, se han de poner en la misma escalera cuatro
estatuas que representen las cuatro virtudes del Rey y otras cuatro las virtudes ms principales de la Reyna. Las
ocho virtudes que ya present a S. M. el escultor principal Don Juan Domingo Olivieri, para este asunto, son las
siguientes, en italiano: 1) Giusticia. 2) Fortezza. 3) Temperanza. 4) Prudenza. 5) Magnanimita. 6) Magnificenza.
7) Forza. 8) Valore.
Parceme que las primeras virtudes de estas ocho, por ser las cuatro cardinales, convienen a cualquiera
de las dos Magestades; y que las cuatro ltimas, por ser ms propias del sexo masculino, convienen con ms
especialidad al Rey nuestro seor.
La divisin de estas ocho virtudes, propuestas de modo que cuatro se pongan al lado del Rey, subiendo
la escalera, y las otras cuatro al lado de la Reyna, y que representen con toda propiedad, es algo difcil de
executarse, no privando al Rey de alguna virtud cardinal, o no atribuyendo a la Reyna sino las virtudes
principalmente varoniles. Pero, en el caso de seguirse este sistema, soy de dictamen que, por ser semejantes en la
representacin Fortezza, Magnanimita, Forza y Valore, se pusiesen otras virtudes ms diferentes entre s, y con
las cuales se pudiesen ajustar mejor los cuatro pares de estatuas.
83.2. Sera muy oportuno que entre ellas hubiese alguna armona y correlacin a proporcin que se iba subiendo
por la escalera. Entonces se colocara un par de estatuas en el pavimento; los tres pares restantes en los tres
ngulos que hicieron los tres tramos, o tres descansos de la escalera; y en el remate, para entrar en el piso
principal del palacio, las dos estatuas de Sus Mags.; o los originales de aquellas ocho virtudes, verbi gratia:
Rey Reyna
Justicia Clementia
Prudentia Pudicitia
Magnanimitas Liberalitas
Religio Pietas
La voz Magnanimitas, que a mi parecer es virtud caracterstica del Rey, abraza otras muchas virtudes
varoniles, y la voz Liberalitas, que es tan notoria prenda de la Reyna, tambin comprende otras muchas virtudes
propias del piadoso sexo.
83.3. La armona y graduacin de las estatuas alusivas a las virtudes de sus Mags. se manifiestan en las cuatro
consideraciones siguientes, verbi gratia: Convienen:
145
Fray Martn de Sarmiento, Sistema de adornos del Palacio Real de Madrid, manuscrito redactado entre 1743 y 1747 y publicado por J. Snchez Cantn
en Opscolos gallegos sobre las Bellas Artes, de los siglos XVII y XVIII, "Coleccin de los Biblifilos Gallegos", n. 3, Santiago de Compostela, 1956.
83.6. Supongo que en las cuatro balaustradas del grande patio del nuevo palacio se han de colocar 16 estatuas.
Quiere S. M. que las cuatro representen Historia divina y las doce Historia profana.
El principal arquitecto Don Juan Bautista Saqueti ha propuesto para las doce estatuas profanas las
siguientes:
1 Gratitudine 7. Gioia
2 Liberta 8 Tranquilita
3 Historia 9 Perfeccione
4 Concordia 10 Charezza/Chiarezza
5 Obediencia 11 Armona
6 Obligo 12 Amicizia
83.11. Doce estatuas que representen doce provincias, o los doce Reinos ms famosos de nuestra pennsula, cada
una con el escudo de armas correspondiente y cuatro estatuas sagradas de Santos propios, o apropiados de la
Monarqua espaola formarn un sistema curioso y con la singularidad de que no se pueda adaptar al palacio de
otro monarca alguno. El orden y colocacin de las dichas diecisis estatuas para evitar quejas slo S. M lo debe
determinar.
Ramn Gutirrez
Captulo 1
Esta primera etapa de la arquitectura americana est pues marcada por la transferencia lineal de
propuestas arquitectnicas de Espaa a Amrica.
Las variaciones son atribuibles a la procedencia regional de los conquistadores y sus referencias
culturales, a la realidad intrnseca de las reas del Nuevo Mundo y al papel que se les fue asignando en el proce-
so de ocupacin del espacio e instrumentacin econmica y poltica del continente.
No condicionados fuertemente por el medio, los espaoles trataron de aplicar sus experiencias y
programas arquitectnicos directamente. Las limitaciones de materiales y mano de obra especializada los lleva-
ran a utilizar tambin las propias experiencias nativas.
El espaol encontr un panorama absolutamente diferente cuando sus expediciones entraron en contacto
con las culturas que se haban desarrollado en territorio mexicano.
A la sorpresa de las condiciones naturales del medio geogrfico habra de sumarse ahora el impacto que
el desarrollo de estas civilizaciones produjo en el espritu del conquistador. Ya no se trataba de tribus dispersas
que vivan de una economa de subsistencia, con organizaciones primarias y carentes de cohesin poltica,
militar y espiritual. El mundo mexicano era la anttesis de la precariedad formativa que los espaoles arrasaron
en La Espaola.
Cuando el 14 de julio de 1520 Hernn Corts destruye la resistencia azteca en el valle de Otumba, abra
las puertas a la conquista de Tenochlitln y empezaba a poner la huella del vencedor sobre la increble traza
urbana de la ciudad vencida. Este simple y a la vez complejo hecho variar la transculturacin directa del
periodo antillano condicionando la propuesta espaola a la preexistente obra indgena.
Frente a ella el espaol actuar rechazando o aceptando pero siempre lo americano significar un
condicionamiento previo.
El sentido misional de la conquista de Amrica parecer ntido en las tareas de las rdenes religiosas en
las sierras de Nueva Espaa. Franciscanos, dominicos y agustinos abrieron fronteras y avanzaron en el territorio
consolidando poblados, organizando asentamientos y difundiendo el mensaje evanglico en los ms remotos
confines. La ocupacin del espacio fsico y la propaganda de la Fe constituan los dos ejes que movilizaban la
fuerza vital de la conquista. Territorio, produccin, mano de obra, riqueza aparecan a veces desdibujadas por las
hazaas de las misiones, martirios, testimonios de caridad, organizacin del indgena y capacitacin, o los
proyectos utpicos.
Era la Espaa de la Reconquista y las Cruzadas superpuesta a la Espaa mercantilista sujeta a los
intereses de la banca europea mas all de su aparente podero imperial.
El empuje humanista del renacimiento convivira con las medievales expresiones del gtico que
manifiesta los propios tiempos de la aculturacin americana y la persistencia de las formas feudales (jurdica y
sociales) que se haban trasladado a Amrica.
La proyeccin de la arquitectura gtica hasta el ltimo tercio del siglo XVI marca una de las
caractersticas notables de esta primera etapa mexicana que posibilita la perdurabilidad de un lenguaje expresivo
que haca casi medio siglo apareca como agotado en la metrpoli. En efecto, la catedral de Segovia (1525)
sealaba el ltimo intento gtico en la pennsula, mientras Diego de Sagredo con su tratado de Medidas del
Romano (1526) daba inicio a la difusin del pensamiento renacentista vitrubiano.
La acumulacin de las formas expresivas gticas y renacentistas marca nuevamente, no tanto la
transicin, sino la utilizacin libre del repertorio espaol disponible.
Junto a la arquitectura aparecen, a veces previamente, otras circunstancias (dado que muchas veces se
ocupaban asentamientos indgenas preexistentes) donde las ideas urbanas del espaol, por ejemplo, eran
contradictorias con las del indgena.
La ciudad y los centros ceremoniales prehistricos valoraban los espacios abiertos y como bien seala
Chanfn Olmos daban ms importancia al conjunto que al detalle. Por el contrario en el pensamiento urbanstico
espaol del XVI confluan las demostraciones empricas del urbanismo medieval y- las teoras de las ciudades
ideales renacentistas.
La experiencia de la ciudad fortificada con sus espacios abiertos funcionales y residuales, emergentes de
un crecimiento orgnico, expresaba la vida urbana espaola, pero junto a ella las teoras de la ciudad vitrubiana,
las utopas, los principios de diseos ideales o militares de los tratadistas se adecuaran a las exigencias
imprescindibles de planificacin y sistematizacin que la ocupacin continental requerira.
Urbanismo y arquitectura se constituan, pues, desde sus inicios como procesos de sntesis de
experiencias y teoras europeas que no ejecutadas en Espaa se verificaban en Amrica y por la
superposicin de ideas espaolas y realidades americanas.
Sin duda es posible encontrar un paralelo entre los antiguos conventos medievales que jugaron un papel
preponderante en la ocupacin de las reas rurales y los conventos mexicanos del siglo XVI constituidos en las
avanzadas de la evangelizacin indgena a la vez que delimitaban las reas de frontera.
Las funciones externas (catequesis, liturgia, enseanza, asistencia) y las internas (produccin agrcola y
artesanal, formacin espiritual) eran similares, pero los problemas de escala y concepcin cultural variaron las
propias propuestas arquitectnicas, aunque los elementos aislados (iglesia, claustro, huerto, celdas,
equipamiento, etctera) eran semejantes.
Las modificaciones de programas pueden verificarse en varios aspectos: la fortificacin, el uso del atrio,
las capillas abiertas y el sistema de posas.
El templo y el convento
El partido arquitectnico definido por los benedictinos en la baja Edad Media inclua los elementos
esenciales de la organizacin en torno a los patios enclaustrados, un sistema de vida y economa autosuficiente y
Captulo 3
Espaa y el imperio incaico: espina dorsal de sudamrica
Ecuador
Sobre los lmites del imperio incaico, en medio del macizo andino, Sebastin de Belalczar habra de
fundar el asentamiento de San Francisco de Quito al pie del volcn Pichincha, en diciembre de 1534.
Captulo 5
La expansin urbana de Amrica
Ciudades irregulares
Se deben a dos causas principales; o se trata de aquellas cuya gnesis es anterior a las ordenanzas y por
ende recogen la tradicin morisca de los asentamientos peninsulares, o se vinculan a las formas de produccin y
tipo de emplazamiento.
En el primer caso son ciudades que han sufrido en su mayora procesos de adaptacin posterior en los
siglos XVIII y XIX tendientes a su acomodamiento a la cuadrcula, tal cual sucedi en Asunci6n del Paraguay.
La otra alternativa parece haber sido frecuente en los poblados mineros donde la proximidad con las bocas de
produccin y 1a movilidad rotativa de la poblacin indgena forjaban una imagen cercana al campamento en
buena parte del conjunto.
El caso ms notorio es el de Potos, cuya poblacin super los 150.000 habitantes en el siglo XVII y
cuyas legendarias riquezas argentferas atraan aventureros y conquistadores que organizaron a 4.000 metros de
altura una increble ciudad que descansaba sobre el empuje de los millares de mitayos indgenas transportados
para las duras faenas de los socavones e ingenios.
Potos comienza luego un ciclo decadente y la ciudad tiende a ordenarse perdiendo el espontaneismo de
su primer siglo, pero vacindose a la vez de la vitalidad y la riqueza que la convirtieron en emporio del
Virreinato peruano.
Ciudades semirregulares
Se trata de aquellas que cualifican los ejemplos precursores de las ordenanzas de 1573. Las ciudades
donde comienzan a verificarse las pautas de ordenamiento urbano con calles quebradas y rectilneas an cuando
las manzanas no guarden consonancia en sus dimensiones. Santo Domingo, Cartagena de Indias, Quito y La
Habana ejemplifican estas trazas de plazas arrinconadas, compases pequeos, atrios reducidos formados por
recortes de manzanas y otras formas urbanas que demuestran los cambios y persistencias respecto del urbanismo
espaol contemporneo.
Ciudades fortificadas
La estructura de estas ciudades puede ser regular, pero es verificable un condicionamiento expreso a sus
posibilidades de expansin, desarrollo y la propia estructura en atencin a sus caractersticas defensivas.
Las murallas y bastiones constituan de por s una limitacin clara al crecimiento, una necesaria
adecuacin de las manzanas de los bordes y un control en las alturas de edificacin por las necesidades de la
artillera.Es cierto que la imagen de la ciudad militar era la que mas se aproximaba a la experiencia europea de
regularidad, pues al convertirse su diseo en ciencia de la fortificacin las matemticas y la geometra
campeaban en su fundamento.
La calle
Palm sealaba la importancia de la variacin renacentista del diseo urbano previo, donde las calles
dejan de ser vas de fuerza centrpetas que en su confluencia crean las plazas sino que ahora pasaban a ser
fuerzas centrfugas que irradiaban inexorablemente de la plaza que era su ncleo generador.
A la inversa la ocupacin espacial pareca acotada aun cuando la fuerza de los caminos y articulaciones
con el medio rural privilegiase en su entronque las arterias internas de la ciudad.
La calle defina el carcter del paisaje urbano y es quizs su unidad rectilnea, fruto del cordel, lo que ha
forjado la imagen de monotona que muchos autores suelen adjudicar a las ciudades americanas.
La calle y sus historias constituyen la memoria tradicional de cada ciudad, la integracin de lo cotidiano
con lo fctico, la prolongacin de la vida familiar. En sociedades donde la vida pblica al exterior siempre ha
tenido gran valor, la puerta de calle es el punto de comunicacin primaria de la sociedad vecinal.
En cuanto a las dimensiones, se respet el sabio criterio de las ordenanzas de Felipe II de que en lugares
clidos las calles fueran estrechas para dar sombra y en lugares fros anchas para que penetrara el sol.
Captulo 6
EL DESARROLLO DE LA ARQUITECTURA BARROCA EN MXICO, CENTROAMRICA Y EL
CARIBE
Desde mediados del siglo XVII es evidente que la composicin social y cultural de Amrica ha ido
variando en trminos de una consolidacin de ciertas estructuras, una definicin en la distribucin del trabajo,
una conformacin de los ncleos urbanos y su relacin con las reas rurales; en definitiva: el surgimiento
paulatino de un sector criollo americano y el proceso de integracin del indgena.
El sistema colonial ha perfeccionado sus mtodos de control, ha definido con mayor claridad los roles de
los diferentes estamentos sociales y ha perfilado los grados de autonoma institucional y jurdica as como las
zonas que constituirn centro y aquellas que sern periferia.
Frente a esta realidad consolidada se yergue la superestructura de las tensiones de la psicologa social
espaola y americana, de la presencia de la afirmacin del eje religioso y social por la contrarreforma, de la
bsqueda de los conceptos esenciales de participacin y persuasin a travs del barroco.
La vida ritual y festiva, el mundo de lo ilusorio y ficticio, que es ms real que la realidad misma, la
escenografa necesaria para el teatro de la vida. Las tensiones sociales y la marginalidad econmica, que se
encubren en la participacin ocasional o la construccin de una sociedad evasiva, son tambin reflejo de este
siglo vital de la expresin americana.
Rigidez y flexibilidad coexisten en una actitud dialctica comprensiva que articula los polos
justificndose alternativamente.
En el relajamiento de los sistemas de control de lo cotidiano el mundo subyacente, raigal, de Amrica
comienza a expresarse como sntesis, como elaboracin propia de la experiencia de lo vivido.
CAPTLO 7
Arquitectura en sudamrica durante los siglos XVII-XVIII
Las situaciones geopolticas, el agotamiento de los antiguos centros de produccin y la alteracin de los
circuitos de comercializacin del imperio espaol en Amrica, determinaron las modificaciones de relacin de
las reas centrales y perifricas en el siglo XVIII. Regiones marginales se incorporaron como mercados
potenciales v otras reas, antes desiertas, sern ahora territorios ocupados por la evangelizacin o la produccin.
PER
El Per mantiene en el desarrollo de su arquitectura caractersticas geogrficas y culturales que han
sealado claramente tres reas diferenciadas en el pas: la costa, la sierra y la selva. Durante el periodo colonial
las dos primeras de ellas constituyen el teatro esencial de los acontecimientos, mientras que la selva tiene un
proceso de ocupacin ms tardo que ha alcanzado vigor en las ltimas dcadas.
Las localizaciones geogrficas son determinantes en cuanto a la disponibilidad de recursos materiales y
condicionan por ello la propia evolucin tecnolgica de cada regin. En la costa la piedra es escasa y por ello
predominarn las arquitecturas de tierra cruda o cocida. En la sierra abunda la piedra pero sobre todo en las
mesetas altiplnicas falta la madera y se recurrir tambin al uso del adobe y ladrillo.
Las respuestas frente al comn desafo ssmico fueron diversas; en la costa re adoptaron sistemas
livianos y flexibles con estructura de madera y entramado de caas, barro y estuco que se denomin quincha.
Su uso se proyect inclusive a reas del altiplano.
En la sierra la respuesta fue rgida, maciza: acumular piedra y trabarla adecuadamente para resistir el
movimiento. Tambin el adobe, de reconocidas condiciones frente a los temblores, siempre que est bien
realizado y trabado, es usado por los sectores de menores ingresos, aqu, en ambas regiones.
La valoracin del barroco peruano, como la del americano en general, se ha venido haciendo sobre la
base de que es un arte esencialmente decorativo. No dudamos que sta pueda ser una aseveracin vlida para
ciertos y circunscritos ejemplos regionales, pero es indudable que las obras de arquitectura no pueden com-
prenderse sino en forma integral porque no hay decoracin sin soporte, como no puede evaluarse una obra
meramente por el soporte.
Pero esto es lo que hace a los aspectos formales del problema; a nosotros nos debe preocupar
esencialmente el clima cultural que generan estas obras como respuestas a sus demandas y aqu aparecen nti-
das las dos variables: la de la ciudad, Lima, que aspiraba a remedar las formas de vida de la corte, con sus ttulos
de nobleza, herldicas, obras efmeras, boato virreinal, etc. y la del mundo indgena y mestizo que incorporaba
los valores esenciales de su propia cultura y los verta en formas externas de ritual popular.
Sobre un mismo trasfondo o ideologa barroca las respuestas sern diversas porque la forma de valorarlo
o sentirlo, las disponibilidades de recursos y tecnologas sern distintas. Si ello sucede as, en un mismo pas, en
dos regiones prximas, cabe preguntarse Por qu continuamos pretendiendo que una arquitectura, para ser
barroca, deba tener columnas salomnicas y plantas curvas borrominescas?
Creemos que es momento de concluir con los complejos de inferioridad que se van fomentando desde
fuera y dentro por decenas de aos (siglos?). La arquitectura barroca iberoamericana expresa una situacin
cultural en un determinado momento histrico, sus productos son relevantes, en un primer plano como rasgos de
identidad, en un segundo porque constituyen manifestaciones artsticas, sociales y culturales de primer orden.
La arquitectura del Per aparece adems ritmada por las fatdicas acciones de los terremotos que jalonan
las etapas de la evolucin arquitectnica al obligar a las permanentes reposiciones edilicias.
Los terremotos de 1607, 1655 y 1746 en Lima, de 1650 en el Cusco y de 1583 y 1867 en Arequipa,
sealan hitos evidentes para las ciudades.
Chile
La arquitectura chilena del XVII y XVIII sufrir el mismo ciclo de catastrofes ssmicas que en un rea
marginal del virreinado peruano la afectaron con ms notoriedad por las dificultades para obtener recursos y
encarar la reposicin edilicia.
Argentina
El cono sur constituy un rea marginal dentro del imperio espaol en Amrica hasta que el avance
portugus sobre el ro de la Plata primero y los intentos de invasiones inglesas despus, persuadieron a la corona
espaola de la importancia geogrfica de la regin.
Ello motiv en 1776 la creacin del virreinato del ro de la Plata con sede en Buenos Aires que se
desgaj del antiguo virreinato del Per y las ordenanzas de libre comercio en 1778 que vinieron a reconocer la
vigencia de un flujo comercial que actuaba a travs del contrabando.
La ocupacin territorial de la Argentina se fue realizando por distintos centros emisores y ello
contribuy a enfatizar no slo las influencias sino tambin la propia ver-tebracin econmica y social con los
polos de desarrollo econmico que estaban ms all de su territorio.
La corriente colonizadora del Per se encontr en el noroeste con las estnbaciones del sistema incaico y
la mayor densidad y desarrollo de la poblacin indgena. La gravitacin de esta regin fue principalsima hasta
que la creacin de virreinato privilegia otras zonas del pas.
En el noroeste se concentran los ms importantes centros urbanos del interior: Santiago del Estero,
Tucuman, Salta, JuJuy, que se vinculan con la zona central: Crdoba, La Rioja, y- en una organizacin ms
amplia articulan su sistema producttvo conectado a las demandas del emporio econmico minero del Potos.
El desarrollo de una economia de subsistencia a escala regional encontr en el intercambio con Potos la
fuente de renovacin de recursos y complementacin generando una industria artesanal textil con chorrillos
domsticos y una movilidad de recursos naturales con la crianza, engorde y formacin de las recuas de mulas
que eran necesarias en el Alto Per y aun en el Cusco.
El trajn de estos convoyes de arrieros y mulas facilit la penetracin de las corrientes culturales del
Aitiplano en el noroeste argentino donde las pinturas cusqueas y potosinas pueden encontrarse con frecuencia a
la vez que los artesanos se intercambiaron en funcin de la vigencia de la relacin centro-periferia que habra de
variar segn el polo estuviera en Lima o en Buenos Aires.
No debe pues extraar la continuidad de los programas de la arquitectura de los poblados indgenas:
iglesias con atrio y posas los hay en Casabindo, Coranzul y Susques, torres exentas en el atrio (Uqua), capillas
balcn-abiertas (Molinos), pinturas murales (Santo Domingo de Oro, Seclants), cruces catoqusticas (Tafna,
Cobres) todo, por supuesto, en una escala ms modesta que los templos peruanos y alto peruanos en consonancia
con las disponibilidades de recursos y densidad de la poblacin.
Estas capillas de poblados indgenas u oratorios rurales van jalonando las lneas de penetracin de las
rutas del noroeste. Junto a ellos se ubicarn los tambos o postas y marcarn las pautas esenciales de referencia
arquitectnica. Ejemplos como Fiambal (1770) en Catamarca sealan los lmites de penetracin rural de la
pintura cusquea y San Isidro de la Sierra de Minas en la Rioja reitera en pintura mural sobre adobe Ios retablos
indgenas del arte mestizo. E1 ejemplo ms relevante es la capilla y hacienda de Yavi (Juguy) sede del
marquesado de Tojo donde la familia Campero, residente en Cusco, manejaba sus vastas posesiones
altoperuanas.
Entre las ciudades del noroeste, Salta (1582) se caracteriza por su empuje, la ca- Iidad de su desarrollo
agrcola, y sobre todo ganadero, as como la instalacin de los primeros ingenios azucareros que encontraran
rpido eco en Tucumn. Siendo la actividad predominante de carcter rural, las ciudades se consuituan en
centros de servicios complementarios, donde en casos extremos casi no residia la gente ms que en los fines de
semana, festividades y mercados o ferias. Salta es sin duda la cindad que logra un mayor clima urbano con
obras de envergadura arquitectnica y sobre todo notables residencias que sealan la presencia continua de un
ncleo permanente de espaoles y criollos.
Hacia el centro, la cindad de Crdoba constituy el eje de desarrollo del cornercio entre el noroeste,
Cuyo y el litoral argentino Desde aqu los jesuitas organizaron sus estancias que haban de mantener los colegios
urbanos e impulsaron la formacin de la Univenidad (la primera del pais), Seminario y Colegio Convictorio.
EL REA GUARANTICA
As como la regin del Altiplano tiene una unidad geogrfica que posibilit una actitud cultural comn
frente al paisaje, respuestas tecnolgicas y valoraciones de la arquitectura frente al entorno muy ntidas, el rea
guarantica ofrece tambin. a su manera, respuestas coherentes v diferenciadas obviamente de aquellas.
Configurada como una regin unitaria que abarca desde el oriente boliviano (Santa Cruz de la Sierra,
Chiquitania y el Beni), el Paraguay y el litoral argentino (Misiones, Corrientes, parte de Santa Fe y Entre Ros),
el epicentro generador estuvo localizado en Asuncin, fundada en 1537.
Desde esta ciudad capital del Paraguay habran de salir las expediciones que for- maron las ciudades de
Corrientes, Santa Fe, Buenos Aires, Santa Cruz de la Sierra sea- lando la apertura territorial. (11545-1588).
Editorial Hermes, S. A.
Mxico Buenos Aires, 1963
Primera parte
Las artes en el mbito de los indios
El punto de partida
Habindose concedido a los franciscanos, dominicos y agustinos el privilegio de administrar a los indios
la religin y la poltica espaolas, su ministerio produce una alteracin muy importante en el seno mismo de las
poblaciones donde se asientan. Generalmente por iniciativa de los frailes y en ocasiones a peticin de los indios,
aqullos edifican sus conventos en el centro de las congregaciones existentes. En menos de un siglo de
desempear el encargo y bajo su direccin los nativos levantan unos doscientos setenta y dos edificios entre
grandes y chicos. La presencia de estas fbricas generalmente ciclpeas, algunas veces pequeas y delicadas y en
algunos casos solamente respuesta a las necesidades mas apremiantes, es indicio seguro de que en el sitio exista,
antes de la llegada de los espaoles, un pueblo de indios con sus adoratorios y su organizacin urbana; revela en
que medida se haban desarrollado los indios libres y emprendedores, capaces de realizar grandes esfuerzos aun
bajo la opresin y las calamidades que sta les atrajo. La invariable conducta de los invasores ante las
construcciones en uso de los centros ceremoniales que formaban como el meollo artificial de las comunidades,
no era otra que la de derribar los dolos y plantar una cruz en su lugar. Una vez dominados los indios
desmontaban los edificios para construir con sus materiales los centros de evangelizacin. Cuando el conjunto
monumental indgena poda dar albergue, entonces los frailes ocupaban las crujas mientras alistaban las celdas
que haban de habitar. Con frecuencia achataban las grandes pirmides truncadas que servan de base a los
adoratorios y levantaban sobre ellas un templo o todo un conjunto conventual. As se cimentaron el templo de
Santa Elena en Yucatn y los conventos de la Asuncin de Tlaxcala y de San Luis Obispo en Huexotla, ambos
en el altiplano central de Mxico. Los casos ms notables, aunque tardos, corresponden a la capilla del Rosario
construida sobre la gran pirmide de Cholula y la iglesia de Mitla desplantada dentro de un edificio prehispnico
a la manera como se levantaron las catedrales de Crdoba dentro de la gran mezquita.
Los frailes ordenaban un amplio recinto para el convento y trazaban unas cuantas calles con el modelo
de cuadrcula. Prevenan espacios para la plaza y el cementerio y dejaban que a poco andar se extendieran las
parcelas de los indios, a la vera de los caminos, que as en los aledaos se transformaban en callejuelas. En la
inmensa mayora de esos pueblos, el vigor increble de frailes y de indios sumisos fragu en las gigantescas
estructuras de los conventos y tuvo menos cuidado para el resto de las congregaciones. Sin embargo, en lugares
como Cholula y Tepoztln adems de los respectivos conventos se atendieron con primor las plazas, las calles y
los barrios sufragneos, descollando entre los caseros sus templecitos particulares.
El convento posea una serie de dependencias correspondientes a los modelos europeos y algunas ms
impuestas por la peculiar misin evangelizadora. La principal era el atrio y no el claustro, cosa sta,
americansima, dado que las necesidades de los nuevos rebaos eran muy grandes y para atenderlas los frailes no
se encerraban intramuros sino que desempeaban en espacios abiertos las mltiples actividades que se
impusieron en su ministerio. Por otra parte vivan deambulando por los campos en que se encontraban dise-
minadas las repblicas de naturales, las que visitaban pueblecito tras pueblecito, en los pequeos edificios
religiosos que construan en sustitucin de los adoratorios idoltricos. Estos edificios fueron las visitas de los
conventos, que generalmente estaban regadas en reas de unos treinta kilmetros a la redonda.
Un convento deba tener surtidor de agua, atrio, capilla de indios, capillas posas, templo, claustro y gran
huerto bardeado. Los cuatro primeros son elementos de inspiracin local. Los restantes, secuela de las casas
europeas de religiosos.
En la Nueva Espaa los religiosos eran monjes de la legua que, a semejanza de Mahoma, iban a la
montaa si sta no vena a ellos y se las ingeniaban para inventar procedimientos que les permitieran adoctrinar a
los indios. Es as como dieron a los atrios funciones insospechadas y para templos crearon las ingeniosas y
originalsimas capillas de indios.
LOS ATRIOS
Bajo el signo de la vida cristiana, los atrios eran propiamente la casa espiritual de los indios. Excepcin
hecha de los que pertenecieran a los conventos de Atotonilco el Grande, Huejutla y Tlaquiltenango en que se
colocaron a un costado del templo conventual, siempre iban hacia el frente del macizo arquitectnico formado
por el templo y el convento, y con cierta frecuencia se prolongaban por el lado libre del templo; es por eso que
aparecan los edificios monacales en el fondo de los atrios. Su forma era cuadrangular y sus dimensiones muy
variables, marcndose con el tamao la importancia de los conjuntos segn pertenecieran a las visitas o a los
conventos propiamente dichos. Los cuadrngulos resultantes tienen entre 80 y 110 metros por lado. Rodeados de
altos muros que con frecuencia presentan el erizado aspecto almenado de fortaleza, que era usual imponer a los
conventos, el patio serva en los das de fiesta para congregar y retener durante muchas horas a las multitudes.
Los muros de los atrios, de unos dos metros de espesor, se abran por dos o tres lados formando las llamadas
arcadas reales. En su concepcin no siempre se sigui un mismo modelo que consistira en disponer una arcada
en cada lado. En este aspecto como en todos los restantes, se dej sentir la libertad y la ingenuidad de los frailes
constructores, verdaderos arquitectos improvisados de quienes maravilla su ingenio y sus inusitadas
composiciones edificativas y ornamentales. Casi todos eran artistas populares, aprendices en los escasos textos y
dibujos de que se dispona y memoristas de lo que haban hecho o visto en Espaa, Italia y Portugal.
LAS PORTADAS
Los accesos de los templos cristianos de la poca de la conquista se conciben como prenuncio de las
puertas del cielo y predisponen a que los constructores quieran infundirles cuando no un espritu piadoso y
LOS CLAUSTROS
Los indios hacan casa y templo a los frailes, aunque solamente contaran con la visita muy espaciada de
stos; no reparaban en el enorme esfuerzo propio de esclavos, que les significaba levantarlas. En el proceso de
desarrollo de las obras de los conjuntos conventuales, despus de la parte dedicada a los indios el atrio, su
capilla y las capillas posas lo que segua era la construccin del claustro que se haca de manera provisional,
con adobes y cubierta de morillos y zacate, entre tanto poda levantarse el edificio definitivo. El templo del
convento vena el ltimo. Al finalizar el siglo y agonizar la misin de adoctrinamiento, el impulso constructivo
que anim estas empresas ces por completo. Unas obras haban quedado terminadas y otras suspendidas para
siempre.
Hay que imaginar el ambiente de las casas para frailes, situadas por los campos o en algn rellano de las
montaas, casi siempre a una jornada de distancia unos de los otros en las zonas densamente pobladas por los
indios, o ms distantes en aquellas en que escaseaban; comunicadas unas y otras por senderos de los propios
indios, elevndose como slidas fortalezas de grandes muros apenas si clareados por la portera, alguna ampla
ventana o galera, especialmente la ventana prioral, y por las pequeas de las celdas. Las imponentes
construcciones albergan dos, tres y hasta seis frailes y muchas veces quedan desamparadas por largo tiempo o en
definitiva a falta de mnimo grupo de monjes. Eran edificios dominantes en el da, como un reto a la naturaleza y
a los naturales, clausurados y llenos de tiniebla en la noche con araazos de luz de las candelas, las oraciones y
la paz de los solitarios extranjeros, rasgados sus silenciosos aires interiores por el vuelo disparado de los mur-
cilagos, hijos perpetuos de las hendeduras.
La disposicin general de los conventos es hacia el lado sur de los templos con excepcin de algunos
pertenecientes a la provincia franciscana de Yucatn y al rea del actual Estado de Morelos, lugares en que
aparecen colocados hacia el norte. La razn es que tuvieran clima ms benigno aprovechando el sol o evitndolo.
Sobre poco ms o menos esas casas tuvieron las mismas dependencias y distribuciones, variando ms
bien en tamao y acabado. Casi todas se proyectaron de dos plantas, comunicadas por monumentales escaleras y
desplantadas alrededor de un patio cuadrado. Entre las pequeas casas de las visitas se falt a esa regla pues a
veces lo modesto de los poblados indgenas slo permita la construccin de casas de una planta o de plano no se
haca la casa. Las salas y celdas se hacan concurrir a corredores que rodeaban el patio. En algunas ocasiones lo
soberbio de los edificios daba lugar a que paralelos a los corredores del claustro alto transcurrieran otros,
interiores, hacia los que comunicaban las celdas (de esta manera est dotado el convento agustiniano de
Actopan). En torno del claustro o patio se desplantaban las galeras, las que aparte de cumplir con la funcin de
comunicar a las estancias, llenaban la de caminos procesionales, por lo que en sus cabeceras era frecuente que se
hicieran hornacinas, luciendo en sus paneles pinturas con historias sagradas, las que slo se conservan en el
primero. Las dependencias principales eran, en la parte baja, la sala de Profundis, la sala capitular (cementerio
LA ESCULTURA Y LA PINTURA
En nada como en la escultura se manifest categricamente la hibridacin de la cultura europea en la
mentalidad y en las facultades manuales de los indios. No fue haciendo la inmensa labor que implic labrar
cantera para los edificios como se patentiz la fisonoma del proceso de transculturacin que se iba operando,
sino que se manifest refulgente al esculpir los temas ornamentales. Muchas de las portadas de los templos son
furiosamente mestizas: diseos de ultramar y ejecucin paisana. Los follajes gticos, la lrica fantasa figurativa
de los estilos gtico y renacentista, la simblica imaginera del cristianismo de los aos quinientos, las generosas
inspiraciones mudjares, se vierten profusas en las portadas.
Dada la inventiva fecundsima de los indios, toda proporcin guardada puede decirse que haban
intentado por su cuenta cuanto hay, aunque tuvieron sus preferencias segn grupos y pocas. De esta suerte fue
La pintura mural
Debido a las encarnizadas luchas civiles registradas en la poca del Mxico independiente entre las
fuerzas de la Iglesia y las de los gobiernos liberales de Mxico, los templos y los conventos fueron desampa-
rados por los eclesisticos quedando abandonados o destinados a usos civiles o militares. Por esta razn la
inmensa obra muralista realizada en el siglo XVI en unos casos se arruin y en otros se cubri con encalados.
Sin embargo, algunos ejemplares conservados o rescatados evidencian el gran aliento religioso con que se
pintaronSiloslas
muros.
casas de los religiosos que tuvieron a su cargo la evangelizacin se concibieron de grandes
dimensiones ante los atrios de los indios, si para edificarlas se ensayaron los mejores diseos disponibles, el
acabado final de las superficies lgicamente no poda quedar en el enjarrado de los materiales de construccin o
en la textura de la cantera. Haba necesidad de iluminarlas con figuras que atendieran a las exigencias litrgicas
pero sobre todo aqullas que hablaran de la historia cristiana y que indicaran a ojos vistas el supremo significado
de la fe. Por lo dems para los frailes y los laicos espaoles esto tena que ser un medio de confortar el espritu,
tan apartados como estaban del ambiente de la cultura natal. La tarea concebida con grandiosas proporciones, fue
realizada bsicamente por los religiosos y por los indios, quienes haban coincidido en tener tradiciones vivas de
la pintura al fresco.
Los temas de las pinturas provenan de dos fuentes. Una de stas, los grabados que circulaban en libros y
estampas sueltas, as como en telas y lminas tradas de Espaa, Alemania, Italia y Flandes. La otra, la inventiva
de los frailes para relatar pictricamente la doctrina o los episodios histricos ms impresionantes de la
evangelizacin.
Durante el siglo de la conquista las ms elementales necesidades rituales y de ambientacin se
transformaron en rplica de la suntuaria medieval y renacentista que se complaca en invadir las superficies con
tableros y frisos dedicados a exaltar alegoras, lecciones e historias sagradas.
Las perspectivas para el dibujo y la pintura eran amplsimas. A los indios les fascinaba engalanar las
cosas y hacer tangibles o visibles sus ideas, que los estados emocionales no se adormecieran sino los
conmocionaran, los poseyeran, no importando la magnitud de los trabajos que tuvieran que realizar con tal de
conseguirlo. Les era necesario hacer cosas importantes para que la vida tuviera importancia. Vivan desde siem-
pre alucinados por grandes dosis de estupefacientes mentales que les suministraban su propia inventiva y los
mecanismos de predominio social elaborados por sus magos y caciques. Y con la conquista todo pas menos que
se hubiera acabado esa historia, por principio slo se dobl la pgina.
Revelador de lo duchos que eran en el arte de la pintura al fresco, es el relato del fraile Motolina, de que
por el ao de 1539, los indios de Tlaxcala haban terminado su capilla del atrio, la que llamaban de Bethlem
(seguramente por su forma de portal que evocara el de la Natividad), y que para estrenarla la pintaron al fresco
dedicando los tableros a representar el uno, los tres primeros das de la Creacin del mundo, el otro, la misma
Creacin de los siguientes das, y los dems la vara de Jes con la generacin de Mara, el serfico San Francisco
y por ltimo potestades eclesisticas y seculares.
Conocedores viejos de la tcnica muralista y de la pintura en telas, pieles y papeles vegetales, los
dibujantes y coloristas indios radicados en las comunidades de nativos y aquellos otros que deambulaban por los
pueblos de espaoles, tenan de sobra quehacer en grandes y pequea obras. Y cuando no se les encomendaban
murales, lo que hacan eran cdices o pinturas ideogrficas que servan de memoriales, de matrculas de tributos,
etc. Al principio fueron los amos del oficio, pero con los aos se les fue desplazando hasta quedar relegados en
sus congregaciones reducidos a la condicin de meros artistas populares, enlechadores de paredes.
Las cpulas
El airoso remate del crucero, la luz para aliviar las sombras de las naves, no se intenta en la Nueva
Espaa hasta fines del siglo XVI. Toussaint llama protocupulares a las primeras bvedas combas desarrolladas
en la seccin central de los cruceros, derramadas inmediatamente sobre los arcos fajones. No las pudo haber con
anterioridad porque se trazaron las naves sin cruzamientos y corriendo las bvedas a todo lo largo de las
recintos, el crucero sealado slo con pilastras y arcos de especial categora formal. Y en muchas iglesias no las
hubo por cubrirlas alfarjes en cuyo desarrollo fueron incompatibles, o por llevar torres de madera y plomada en
vez de cpulas.
En el siglo XVII y de manera desbordante en el XVIII, los templos del mbito espaol se edifican o se
reconstruyen adoptando generalmente el tipo de planta de cruz latina o el cuadrangular, llevan slidas cubiertas
de bveda de aristas, prominentes lucernarios en los cruceros y torres para muchas campanas. Por otra parte, las
parroquias y capillas que se levantan por esos siglos en las cabeceras de poblacin y en los barrios de los indios,
se proyectan fuera de las limitaciones regulares que haban regido para los templos conventuales construidos en
su mbito durante el siglo XVI y vienen a imitar a los modelos de las ciudades. En todas partes el gusto por estas
linternas es tal, que de ser posible se introducen en la zona del crucero, haya o no naves que se entrecrucen, y
tambin en otras secciones de las naves.
La expresin clsica de la cpula: tambor, casquete esfrico, y cupuln se realiza de manera generalizada
en las grandes construcciones del siglo XVII, planeadas por entonces o con anterioridad (es el caso de la catedral
de Mxico). Se contina el uso durante el siglo XVIII, conservndose bien definidos los elementos de su
estructura, una interpretacin a base de masa consolidada, y un gusto alegre y discreto puesto en el acabado. De
ese modo son todas hasta no llegar la poca del neoclasicismo en que, diseadas con inusitados alientos
artepuristas de arquitectura de sillares y de rdenes clsicos, en adelante se propagan as. La innovacin se
registra en la propia catedral de Mxico cuyo primitivo y pesado cimborrio de los seiscientos (1666) fue
sustituido por el ligero, neoclsico y afrancesado, que proyect Manuel Tols.
La solucin novohispnica dada a las cpulas puede caracterizarse como de una obra compacta de
materiales de albailera y no como una construccin armada de piezas para estructurar columnas, arquitrabes y
bvedas. En ese plan de concepcin y ejecucin muy del pas, las cpulas forman una slida estructura de
tambores y medias naranjas cuyo aspecto de gravedad se rompe gracias al cupuln.
Esta manera de proyectarlas se explica por una tradicin que sacrifica los recursos de la mecnica de las
estructuras de piedra, de tipo gtico o renacentista, en favor de una solidez arcaizante. Conforme al sistema de
masas de mampostera o de ladrillo se hacen la mayor parte de las cubiertas correspondientes a los edificios del
siglo XVI y las obras ulteriores vienen a ser una especie de prolongacin de las mismas. Por lo dems, es
explicable que se hicieran as, dado que extensas zonas del suelo mexicano resienten frecuentes temblores de
tierra y el sistema masivo ofrece mayores garantas de resistencia. Para corroborar esta suposicin basta observar
con cunta frecuencia se rebajan los tambores y las bvedas o se apuntalan los conjuntos mediante arbotantes o
contrafuertes.
LAS PORTADAS
En el proceso histrico que se desarrolla en el correr de los siglos XVII y XVIII y durante los cuales se
consolidan el rgimen colonial y las drsticas divisiones de clases sociales, el barroco se presta a maravilla para
expresar esas condiciones de vida. Inalterables los estamentos, asumen toda iniciativa las clases privilegiadas: el
clero y los hombres de fortuna hacen gala del poder con los valores del honor, de la riqueza y del arte. Al boato,
a la ostentacin, responden los amplios y expresivos recursos del barroco y se adoptan tal y como se aborda en
general a la vida, por lo ms ostensible o representativo, sin preocupaciones de fondo. De otra manera no se
explica que participando en los vuelos del barroco los hombres de la Nueva Espaa hayan respetado las frmulas
arquitectnicas bsicas del Renacimiento, y de ms atrs, y se hayan dedicado a transformar nicamente las
partes de mayor exposicin. Coincide con la manera de vivir toda, de una sociedad cimentada en el trabajo de un
gran nmero de esclavos negros, de castas serviles y de indios tributarios, toda esta gente sustentada en un
rgimen sin perspectivas de ningn gnero y explotada por una minora blanca duea de vidas y haciendas y lo
que es ms, del presente y del futuro. El barroco colonial es la expresin de un lucimiento cifrado en la vanidad,
en la aplicacin de grandes energas al afianzamiento del prestigio mundano y sobre todo, a los medios
disponibles para eternizar las posiciones privilegiadas en el ms all religioso. Los estratos populares no se
libran de esos destinos, puesto que en aquello que tienen que crear para atender a sus propias necesidades se
desliza algo de esa manera de ser y arraiga en ellas del modo popular, y esto ocurre porque ellas hacen la parte
obrera de muchas de las cosas e incluso por natural simbiosis.
Toda una cosmovisin, un rgimen social y una tendencia histrica se cristalizan de la manera ms
indicativa en las portadas y los retablos de las iglesias de los siglos XVII y XVIII. Los maestros crean sucesivos
modelos bajo el acicate de exigencias virtuosistas. Lo virtual va supliendo a lo racional. Dos caminos tienen para
realizarlo: el de las formas arquitectnicas y el del tratamiento litrgico de las composiciones. Creen siempre que
estn haciendo obra moderna y no cesan hasta que la reaccin academista los sacude y los barre expresndose
con horror de sus fantasas. Nunca olvidan los smbolos religiosos de la imaginera, aunque los sometan a
subordinaciones y supresiones impuestas por el afn de hacer apoteosis de los cuerpos, de los adornos
esteticistas.
En el mbito espaol de la Colonia, la historia de las portadas barrocas se inicia con la introduccin del
estilo llamado postherreriano y se contina con la evolucin que va rebuscando progresivamente en las
potencialidades de las formas hasta ir a dar en el estilo de Rivera y los Churriguera. Por los caminos del barroco
se tiende a lograr una lujuriosa combinacin de viejos y nuevos motivos ornamentales que por igual llegan a
abarcar los del Renacimiento y los del rococ. Y tras del agotamiento de posibilidades tan ensanchadas, viene el
derrumbe y la salida por el neoclasicismo. El recorrido, conforme se desglosa en modalidades, adquiere
caractersticas regionales y an las personales de celebridades en el oficio. Empero, lo dominante en el trayecto
creativo es que se mantiene una especie de emulacin dentro de la similitud, entre las portadas y los retablos, tan
importante que cuando no se llega al extremo de la asimilacin casi completa que se registra por ejemplo, bajo
los dictados de la modalidad churrigueresca, por lo menos produce aproximaciones de la ndole de las portadas
con relieve central que se inspiraron en los retablos de ascendencia gticoplateresca. Al contrario de lo que se
registra en la evolucin del retablo, la portada refleja con ms constancia el paso de los estilos. Su punto de
partida es la estructura clasicista del arco de triunfo romano y si se quiere ver ms escuetamente, de la
composicin de columnas y entablamento que es propia del prtico griego. Su desarrollo se cifra en la violacin
de los cnones clsicos y en la hibridacin con otros estilos, siempre en pos de riqueza, efectismo y movimiento.
LA CASA COLONIAL
Los conquistadores triunfantes, como lo hicieran los frailes algunas veces, mientras construyen sus casas
habitan las residencias que la muerte y la dispersin por la lucha de conquista deja vacas. Se ordena la traza
de las nuevas ciudades sobre las ruinas y el arrasamiento de las anteriores. Las manifestaciones de las culturas
originales y milenarias tienen que ser destruidas. La tierra y el olvido deben tragarse fatalmente a los
inauditos esfuerzos materializados en las cosas y con ellos el caudal de alucinaciones con que abordaban y
hacan su vida los naturales.
La ereccin de ciudades y fincas rurales espaolas es una necesidad generatriz de la Nueva Espaa, del
Nuevo Mundo.
Para construir las casas se principia por el reparto de solares en las ciudades de nueva fundacin, hecho
por los Cabildos en proporcin a los mritos de los conquistadores, subsistiendo en adelante esta costumbre. De
acuerdo con esa norma se conceden tambin mercedes de tierras que formarn las estancias de los espaoles en
el campo, entre las posesiones reconocidas de los indios, independientes de las encomiendas que implicaban
solamente la prestacin de servicios y tributos.
En el suelo de escombros de Tenochtitlan son para Hernn Corts los principales solares que dan hacia
la Plaza Mayor, o Plaza de Armas, trazada por Alonso Garca Bravo, y los contiguos capitanes de la conquista
tales como los Guerrero, los Avila, Gonzalo de Salazar, Gmez Dvila, en fin, una serie que menciona el
cronista Cervantes de Salazar en sus Dilogos. Para las necesidades edificatorias del comn no se previnieron
solares suficientes originando problemas a las instituciones civiles o eclesisticas de ulterior radicacin, los que
tuvieron que resolverse con la compra de casas y predios de los que fueron asignados a los primeros vecinos. Los
grupos rotatorios de indios encomendados que enviaban los pueblos fueron los encargados de edificar sobre los
solares. Con el paso de los tiempos las casas se multiplican para dueos y arrendatarios, crendose al parejo
residencias y vecindades. Surgen conventos para hombres y mujeres, hospitales, colegios, hospederas y casas
para instituciones pblicas. Los estilos se suceden no slo reflejando las concepciones sociales de la vida pblica
y privada sino siguiendo las modas espaolas.
En las construcciones urbanas del siglo XVI hay mucho de medievalismo, aunque se guste de la
suntuosidad renacentista. En los edificios se revela el ambiente de expectacin entonces reinante o por mejor
decir de desconfianza y hasta de belicosa defensividad, por ser semiclausurados al exterior, abiertos con
franqueza al interior. Contribuyen a ello no slo los masivo de las construcciones sino la escasez de vanos en las
fachadas, y los torreones y almenas que las coronan. Algunos muestran galeras en lo alto, buenas para el solaz
de los moradores, sin que representaran ningn peligro debido a su propia altura. Durante el siglo XVII las
construcciones fueron cediendo en hermetismo, aunque se conserven huellas de retraimiento al dejarse para los
pisos bajos los portones macizos y las claraboyas y para los altos los balcones y ventanas pequeos y muy
espaciados. En el siglo XVIII la transformacin se extrema crendose una arquitectura reveladora de gran
prosperidad y de confianza sociales. Se establece un equilibrio en la vida civil de tal manera que puede reflejarse
por igual a fuera y adentro de las residencias. Se clarean las fachadas con grandes puertas, ventanas y balcones,
Es ya casi un lugar comn decir que la historia del arte debe ser reescrita cada veinte aos. En el caso de
Sudamrica esa afirmacin es tanto ms cierta si se piensa que, comparada con la historia de Europa o la de los
Estados Unidos, la nuestra soporta el peso de un considerable retraso.
El argumento que voy a desarrollar podra enunciarse en pocas palabras ms o menos as: despus de la
desestima del arte colonial en el siglo XIX, parecera que los historiadores de estos ltimos cincuenta aos,
interesados en demostrar la importancia de ese arte olvidaran que, en ltima instancia, el fenmeno artstico no
es sino un episodio de la ms vasta historia general de la cultura.
O, para decirlo an de otra manera: ya es hora de reincorporar la materia estudiada por los especialistas
al dominio de la comprensin global de ese lugar del mundo que se llama la Amrica del Sur a lo largo de los
cuatro siglos de su historia colonial. Los pioneros hicieron ya su trabajo de revaloracin; los investigadores
serios el suyo, que se traduce en una serie de monografas; el gran tratado existe desde hace ms de quince aos.
Son necesarios ahora los artculos y libros (de los cuales ya hay, por cierto, algunos excelentes ejemplos) que se
embarquen en la va pluridisciplinaria: es decir que sean capaces de insertar la obra de arte "total" (arquitectura,
pintura, escultura, decoracin) dentro de las otras actividades polticas, religiosas, sociales, econmicas, etc. que
constituyen la historia como conjunto, y que no es nunca la mera yuxtaposicin de una serie de detalles
estudiados minuciosamente.
La era de la incomprensin fue, en cierto modo, fatal. Se destruyeron infinidad de monumentos, se
"mejoraron" otros, en el ms triste sentido de la palabra: muy pocos edificios se libraron de la deformacin
ignorante o del resentimiento acumulado. Una lista implacable de monumentos definitivamente mutilados o
arruinados se impone. A veces, por fortuna, el mal se refiere slo al interior de las iglesias o a sus fachadas, los
dos puntos ms sensibles en la apreciacin superficial de un edificio. Sus plantas, aunque muchas veces
"disfrazadas"146 recuerdan, en general todava lo que fueron en su origen: su masa estructural, sus contrafuertes,
su cpula tambin. Y es que resulta ms fcil alterar algo aplicndole una simple mscara de quita y pon que
cambiar radicalmente los huesos del cuerpo de edificacin una vez que est realizada.(...)
Volvamos cincuenta aos atrs. La lite descubri los valores del arte colonial, del mismo modo que
Europa descubra el arte negro, polinesio y en general el arte de salvajes, primitivos e ingenuos. Por un mo-
vimiento pendular conocido en historia bamos a pasar del desprecio ms total a la sobrevaloracin exa-
gerada. Ya es hora de que revisemos serenamente todos esos conceptos.
Los que he llamado los pioneros fueron, en general, nacionalistas en el mejor sentido del trmino. A
veces lo eran sin siquiera darse cuenta, lo que es bastante peligroso de por s. Resultaban tambin, con la misma
ingenuidad, teorizadores o generalizadores de una materia especialmente compleja y rica. No seamos demasiado
rigurosos con ellos. Se trataba en realidad de autodidactas. Hace medio siglo, apenas si podan leerse en el
mundo un puado de libros renovadores de esos que parecen cambiarnos de cuajo las ideas . Esos autores de los
que hablamos, ms curiosos que el resto pero menos bien preparados al manejo de las ideas puras que los
especialistas, realizaban rpidamente y como sobre la marcha, unas pseudosntesis que a nosotros, hoy, nos dejan
totalmente insatisfechos.
Seamos, sin embargo, justos. Esos autores tienen sobre todo la importancia de haber sido los primeros
que se atrevieron a romper lanzas con el sentir general de apata o de destruccin de todo aquello que recordara
la colonia. Lo espaol tuvo hasta 1920 o 1930 mala prensa en Sudamrica, especialmente en la Argentina y ms
an en Buenos Aires (Salta o Crdoba, por ejemplo, siempre han sido ms "hispanizantes"). La primera
146
Mario J. Buschiazzo, Exposicin de planos y fotografas de monumentos histricos, Buenos Aires, 1939, estableca la lista de los
principales monumentos desaparecidos de la poca colonial en la Argentina.
147
J. L. Romero, "L'Amrique latine et l'ide d'Europe", Diogne, Pars, n47, 1964, pg. 86: "La emancipacin aceler la evolucin de
las ideas. Espaa fue el pasado, y Europa que representaba la libertad de conciencia, el pensamiento racional, la ciencia moderna, el
desarrollo tcnico, la libertad de comercio fue el presente y el futuro. La imagen de una Europa sin Espaa, es decir, sin el
tradicionalismo conservador, se arraig entre los grupos predominantes. Fue entonces cuando se empez a dar un juicio positivo sobre lo
que era europeo mientras que lo que era espaol se haca definitivamente negativo''. (Traduzco del texto francs.)
148
En 1967 me permit hacer una pequea encuesta entre algunos especialistas sobre las obras que consideraban fundamentales en
Sudamnca. Casi todos coincidieron en los mismos monumentos con pequeas variantes. El nmero es relativamente restringido, a
veces hay una sola iglesia o edificio considerado importante en ciudades de primera categora.
149
Yo, personalmente, no creo mucho en los llamados "estilos" ni "escuelas''. Si hay que clasificar una materia confusa me parece mejor
hacerlo de acuerdo a una grille concreta e irrefutable: en una de las coordenadas irn los lugares geogrficos, en la otra las fechas. En vez
de preguntarse dnde habr que colocar a la catedral de Puno como "estilo", anotar simplemente sus medtdas, su material constructivo y
procedimiento, la altura sobre el nivel del mar, el clima de la regin, la fecha de 1757 y el nombre de su presunto autor. Todos datos
concretos y controlables.
150
G. Gasparini, en una carta particular me deca que no crea mucho en la utilidad de aplicar la nocin de encabezamiento y de serie en
Amrica, porque "la arquitectura colonial es la extensin del sentir arquitectnico europeo, una actividad esencialmente repetitiva y
propia de las manifestaciones provinciales". Yo me refiero aqu a series, particularmente sudamericanas.
151
Vicente Lamprez y Romea llam a sus obras respectivamente: Arquitectura civil espaola y Arquitectura cristiana espaola. En mi
tesis de doctorado publicada con el nombre de L'architecture en Castille au XVIe sicle, Pars, 1967 ya trat de justificar la mezcla
deliberada de lo "civil" y lo "religloso" en obras mixtas como los colegios, hospitales, etc.
152
R. Vargas Ugarte, S.J., Historia del Colegio y Universidad del Cuzco, copia la crnica annima que contina la Historia e enarracin,
del P. Vega. El autor desconocido nos cuenta la llegada de ese documento la planta del Ges y la importancia que se dio al
acontecimiento.
153
Copio aqu un texto del malogrado Carlos Arbelez Camacho que figuraba en una exposicin del musco de Bogot en diciembre de
1968 y que ilustraban magnificas fotos de ese gran fotgrafo que es el arquitecto colombiano Germn Tllez. Ese texto que ignoro si
existe en forma de libro o artculo dice as: "Se juzga invariablemente la arquitectura colonial con el enfoque y la escala de valores
correspondientes a las artes plsticas, y a esto se aade la confusin de suponer que, cuanto ms decoracin posea un templo o una casa,
ms importante ser su arquitectura.
"La decoracin no interviene en los conceptos bsicos que guan la creacin arquitectnica en la colonia. Opera como un modificativo "a
posteriori" sobre una obra pensada con implacable sencillez y claridad volumtrica. Es posible por ello juzgar los dos fenmenos
independientemente, el decorativo y el arquitectnico, puesto que su ejecucin artesanal es, asimismo, aislada en uno y otro caso. As, por
ejemplo, se evita el error crtico de tildar de "barroca" una arquitectura que, espacialmente, es ajena a tal actitud estilstica pero que
incluye, a manera de complemento, es decir, de modo adjetivo, decoracin tallada o pintada dentro del repertorio formal barroco.
"La convivencia formal de la arquitectura y la decoracin coloniales es notable, en razn de la mesura y discrecin de la primera que
acepta y recibe sin debate los acentos ambientales que proveen las artes plsticas aplicadas. Pero sera intil buscar una "integracin de las
artes" en este caso. Se trata ms bien de una feliz coexistencia artstica."
Agrego yo que no estoy de acuerdo con esta manera de enfocar el asunto, lo que discuto ms adelante en este mismo libro.
154
Cf. D. Bayn, El Greco, Rubens (inditos}, libros en que he tratado de no usar ni una vez la nocin de estilo para elucidar la figura de
los respectivos pintores. Del primero est de moda decir que era un "manierista"; el segundo pasa por ser el "barroco" por antonomasia.
155
G. Kubler, The Shape of Time, New Haven, 1962, pg. 128 sqq analiza el problema extensamente, apoyndose justamente en la nocin
de barroco El tambin parece estar contra la nocin de "estilo".
Pierre Charpentrat, Le mirage baroque, Pars, 1967, logra a su vez desmistificar el trmino barroco, haciendo notar la proliferacin
abusiva de sus sentidos, lo que equivale a su neutralizacin conceptual.
156
Cf. R. C. Smith, The Art of Portugal, Nueva York, 1968, divide su libro en ocho partes (sin contar la introduccin, notas y
bibliografia): Arquitectura; el interior dorado de la iglesia; escultura; pintura; cermica; orfebrera; mobiliario; textiles. Encuentro muy
equilibrada esta distribucin de la materia estudiada. En espera del libro total vaya aqu este estudio mo sobre las condiciones del interior
dorado de la iglesia sudamericana.
157
Hay que reconocer sin embargo que los franceses en los siglos XVII y XVIII logran interiores de iglesia correctos sin duda pero
muy "frios". Lo mismo podra decirse de los monumentos ingleses de la poca. El clasicismo de esos dos pases no ha sabido cmo hacer
vivir un espacio religioso. Por el contrario, las otras comarcas que han estado bajo el signo del barroco y del rococ han sido siempre muy
hbiles para "animar por dentro" la caja de muros. No estoy confiriendo aqu premios a la buena aplicacin de las reglas, ms
modestamente trato de desentraar la esencia de cada expresin. Vitral gtico y retablo dorado barroco por distintos motivos parecen
ser dos de los momentos ms altos de la catolicidad plstico-litrgica en el sentido de la autosignificacin de los mbitos.
158
En Espaa, pienso como ejemplos de gran "arquitectura interior" en la iglesia del Escorial que es del italiano Paciotto ; en la
catedral de Granada, de Diego Siloe; en la catedral de Valladolid, obra de Juan de Herrera. En Amrica del Sur los interiores eclesisticos
''trabajados" podran ser las catedrales gemelas de Lima y el Cuzco ambas de Francisco Becerra la iglesia de la Compaa, en el
Cuzco, del P. Egidiano, que era flamenco, etc. Se trata, en todos los casos, de lo que hemos llamado la corriente culta de la arquitectura
para distinguirla de la espontnea, que es sin embargo la ms habitual.
LAS CUBIERTAS
Varias clases de cubiertas son practicadas en Amrica del Sur a partir del siglo XVI: las mudjares (que
representan lo que entonces se llamaba "carpintera de lo blanco"161); los artesonados renacientes en la pura
tradicin europea162; en fin, las bvedas de varios tipos.
Se podra fcilmente dibujar el mapa de las techumbres con tcnica mudjar en Amrica del Sur. Deba,
sin embargo, haber muchas ms de las que encontramos hoy da, a pesar de ser todava bastante numerosas. Los
terremotos, las reconstrucciones y por qu no? el cambio de gusto deben haber acabado con ellas en ms
de un caso. De acuerdo a lo que se conserva hoy este mapa tendra vagamente la forma de una gran mancha que
tomara todo el norte y el centro-oeste del continente, es decir los virreinatos de Nueva Granada y del Per. En la
grisalla general de esta mancha notaramos algunas otras ms oscuras que corresponderan a los puntos en que
las obras son ms frecuentes y ms bellas, o sea en las ciudades de Tunja, Bogot, Quito, Lima, Ayacucho
(antigua Huamanga), Sucre y Potos163.
Parece demostrado que muchos moriscos164 se encontraban entre las tropas espaolas de la conquista.
Son ellos sin duda quienes a pedido de los maestros de obras empezaron a practicar esta forma til y bella que
constitua una prctica ancestral de ese pueblo165. Es tambin muy posible que, gracias a la formacin de
discpulos y a la divulgacin del libro de Lpez de Arenas, los artesonados de este tipo hayan sido realizados ya
en el siglo XVII por espaoles puros, por indios o mestizos adiestrados en esta tcnica. Por cierto que a
159
Cf al respecto el relato de Antonio de Lalaing (1480-1540), seor flamenco que acompa a Felipe el Hermoso a Espaa (publicado
por Gachard en Bruselas en 1876).
160
F. Chueca Goitia, Invariantes castizas de la arquitectura espaola, Madrid, 1950.
161
Cf D. Lpez de Arenas, Carpintera de lo blanco, Sevilla, 1633 (edicin moderna, Madrid, 1912). Este tratado cientfico permiti la
conservacin de una tcnica que, de otra manera, hubiera tenido tendencia a desaparecer.
162
E. Marco Dorta, in Angulo Iiguez, Historia del arte hispano-americano, Barcelona, 1956, passim, encuentra que estos artesonados a
casetones salen, sobre todo, del tratado de Serlio quien da, en efecto, un repertorio muy variado y completo.
163
Los primeros en orden cronolgico y en calidad son las techumbres que se encuentran todava en nuestros das en Quito: catedral,
iglesia de San Francisco y de Santo Domingo. Inspirados sin duda en los de Quito y posteriores en unos aos, encontramos en Tunja un
muy hermoso conjunto de cubiertas mudjares en la pequea iglesia de Santa Clara. Otro fragmento interesante puede verse en el
convento de San Francisco de la misma ciudad. Sin salir de la actual Colombia, sabemos que la catedral de Cartagena de Indias (hoy
espantosamente deformada) y la iglesia de Santo Toribio tenan tambin techumbres mudjares que cubran la nave central. En fin, la
iglesia de San Francisco, en pleno centro de la ciudad de Bogot, conserva todava hoy un artesonado del mismo gnero. Debi haberlos
en profusin en Lima pero los terremotos los hicieron desaparecer. Queda el techo circular sobre el descansillo de una escalinata en el
convento de San Francisco, estropeado en 1940 pero que ltimamente ha sido restaurado con habilidad. En el Per actual vemos un
soberbio ejemplo en el presbiterio del convento de Santa Clara, en Ayacucho. En Bolivia encontramos otro ms modesto en la sacrista de
la iglesia de Santo Domingo en Potos. En ese pas no obstante, la ciudad ms rica en esos artesonados mudjares es Sucre, en donde se
encuentran algunos soberbios, sobre todo en las iglesias de San Francisco y San Miguel (1612-1620), perteneciente esta ltima a la
Compaa de Jess.
164
E. Marco Donta, op.cit., tomo I, pg. 584: "El arte mudjar tuvo una vida pletrica en Quito y es posible que en ello influyera alguna
causa histrica, pues parece ser que muchos musulmanes convertidos luchaban en las filas conquistadoras cuando estallaron las
desdichadas guerras pizarristas".
165
Resulta curioso comprobar que Harold E. Wethey en su ya clsico libro Colonial Architecture and Sculpture in Peru, Cambridge,
Mass., 1949, no los estudia aparte como hace con los plpitos, retablos y silleras del coro. Se limita apenas a mencionarlos cuando se
ocupa del interior de las iglestas (pgs. 73-74).
166
E. Marco Dorta, op.cit., pgs. 502-503 cita este texto: "En el circuito desta ciudad escriba la audiencia en 1573 , dentro de un
quarto de legua de los arrabales della ay mill y quinientas casas de yndios anaconas [...] naturales y estrangeros que quedaron de las
guerras pasadas de quando estubo aqui Goncalo Piarro contra el virrey Blasco Nez Vela y antes y despus sirviendo a espaoles [...] se
hallan los tales unos muy buenos officiales canteros, albailes, plateros, sastres, apateros de todos officios..."
Otra prueba de que haba indios entre estos antesanos la encontramos en P. Benjamn Gento Sanz, Historia de la orden constructiva de
San Francisco. Desde su fundacin hasta nuestros das, Quito, 1942. Este pequeo libro, casi inutilizable, copia sin embargo textos
interesantes como el debido a Fr. Francisco M. Compte, Varones Ilustres de la Orden Serfica en el Ecuador, tomo I, pgs. 22-23
(Archivos del convento de San Francisco, Quito): "Y preguntando a George de la Cruz de dnde era natural respondi que era de un
pueblo grande llamado Guaclachiri del repartimiento de don Diego de Carvajal y que este pueblo est en el camino Real de una jornada
de la cordillera de Pariacaca yendo al valle de Xauxa y al Cuzco y al Potos, y que su amo don Diego le trajo a Lima donde aprendi a
hacer cassas de los Espaoles... "
Entre los antistas que se formaron en Quito citemos ante todo al P. Carlos de quien no sabemos nada, salvo que segn J. G. Navarro
estaba activo entre 1620 y 1630 a su posible discpulo Jos Olmos ms conocido con el sobrenombre de "Pampite". En el siglo siguiente
encontramos otros imagineros importantes entre los que figuran el clebre Bernardo de Legarda y su sucesor Manuel Chili, ms conocido
con el nombre de "Caspicara".
167
Decir que los espaoles han heredado la totalidad del gusto rabe sera ezagerar. Quiz en razn de su origen nomdico los arbes para
sentirse bien en su casa necesitaban una especie de "baldaquino" sobre sus cabezas y alfombras dispersas por el suelo, recuerdo por dems
obvio de la tienda improvisada y del "piso textil" que se extienda sobre la arena del desierto. Los espaoles se contentaron con una rica
techumbre; en lo que concierne al suelo (de piedra, cermica o madera) extendieron siempre sobre l esteras de paja trenzada o mullidas
alfombras.
168
La lista de los artesonados renacientes es ms corta que la de los techos mudjares. Cito los principales: el de la capilla de Mancipe en
la catedral de Tunja (1598); el del locutorio en el convento de Santo Domingo, Lima (ambos copiados de modelos de Serlio, publicados
por el espaol Villalpando) y la antesacrista del convento de San Agustn, Lima (Marco Dorta, op.cit., tomo II, 147). En el siglo XVII
encontramos otros muy importantes y bellos: en el claustro del convento de San Agustn, Quito (este techo forma parte de un conjunto
que comprende un friso con cuadros pintados por el gran artista Migual de Santiago), el claustro fue realizado en 1641 y la decoracin
terminada en 1660. Al lado, y siempre en la misma ciudad habra que citar aun otro claustro: el del convento de la Merced. En fin, en el
siglo XVIII, quiz la obra ms importante sea la sala capitular del mismo citado convento de San Agustn que acabamos de mencionar a
propsito del claustro. Tiene la forma de una artesa: en sus partes inclinadas muestra cuadros enmarcados, mientras que el fondo
horizontal copia un modelo serliano. La sala posee un valor histrico, puesto que sirvi de marco a la proclamacin de la independencia
del Ecuador. El artesonado data de 1741-1761.
169
Que el tratado de Serlio haya sido muy popular en Amrica del Sur no quiere decir que sea un repertorio de calidad extraordinaria.
Hojendolo objetivamente hoy da, tenemos la impresin de que se trata sobre todo de una recoleccin de "cosas vistas" o de invenciones
de puro diseo, ms bien pensadas que sentidas. Su sola ventaja podra ser la de que es abundante y en l existen muchos ejemplos que
pueden ser seguidos de acuerdo a la mayor o menor capacidad del constructor.
Si hubiera que caracterizar esta decoracin de las bvedas se podra decir que la ms "serena" es la de San Francisco en Lima. Viene
despus la de Gupulo, en Quito, todava "serliana". La Compaa de Quito es, a su vez, una mezcla de elementos mudjares a base de
polgonos estrellados con entrelazados renacientes. Se puede decir, en su caso, que esos diseos en la parte inferior de los pilares van
tallados en la piedra en decoracin planista (antes de ser pintados y dorados). Los mismos motivos tratados de manera idntica continan
en estuco por toda la bveda. El espectador queda perplejo porque hay casos la iglesia de la Compaa en Crdoba, Argentina en que
la bveda "en carena" est realizada en verdadera madera. En fin, la decoracin ms suelta y quiz tambin la ms "salvaje" es la de la
bveda de la Merced, en Quito. Hay que agregar que imita la de la Compaa en la misma ciudad.
LOS RETABLOS
El problema del retablo es ms complejo, sobre todo porque en su caso se trata de una forma decorativa
mixta situada entre la verdadera arquitectura y el mueble de proporcin gigantesca. El origen del retablo hay que
buscarlo170 en los pequeos altares porttiles de la Edad Media. En un momento dado de la historia esta
construccin agrandada a la escala del muro de iglesia queda "atada", a su manera, a la mesa de los sacrificios,
alzndose tras el ara donde se celebra el rito catlico. Se trata de un elemento vertical supremamente visible y
significativo que sirve de fondo a las ceremonias que se desarrollan a sus pies.
En Espaa el procedimiento conoci un xito fulgurante. A partir del momento en que el retablo aparece
tenemos dos versiones: una esculpida, otra pintada. Ms tarde se llegar a una tercera solucin en el retablo
mixto que combina estatuas o relieves tanto como cuadros enmarcados. La gran gloria de los retablos espaoles
del siglo XVI es la de haber impuesto este arreglo basado sobre una estructura arquitectnica que le presta una
cierta unidad, al mismo tiempo que le confiere un carcter majestuoso.
En tiempos del romnico y del gtico esta estructura arquitectnica pasaba mucho ms desapercibida
puesto que se confunda insensiblemente con la escultura propiamente dicha. En el renacimiento, por el
contrario, un prurito de construccin correcta preside a la composicin de esta "arquitectura figurativa" que va a
constituir el teln de fondo de todas las capillas, ya sean la del altar mayor o las otras subsidiarias. Uno de los
ms grandes artistas del siglo XVI espaol, Alonso de Berruguete, no se contenta ya con realizar imgenes y
pinturas sino que se lanza tambin a la creacin del retablo propiamente dicho, retablo que servir de soporte a
sus propias obras figurativas en dos o tres dimensiones. En su caso particular, el resultado es, empero, algo
decepcionante. Ya que Berruguete no es capaz de instaurar un verdadero sistema ms o menos lgico en la
disposicin de las partes. La suya no pasa de ser una arquitectura, mal estructurada por definicin, que
finalmente cuenta bastante poco en el conjunto, puesto que es siempre la parte escultrica la que domina y atrae
el ojo, en detrimento de columnas, entablamentos y aun sombras pinturas, obras tambin suyas aunque muy
inferiores a su labor escultrica.
Hacia mediados del siglo XVI empezamos a ver los primeros grandes retablos renacientes en Amrica
del Sur. Son todava bastante chatos, en el sentido estricto de la palabra, es decir que se contentan, cuanto ms,
de acompaar el muro de fondo para "vestirlo". Dije con cierto optimismo "empezamos a ver"; en realidad esos
retablos han desaparecido casi todos. Apenas si podemos hacernos una idea de lo que deban ser observando, por
ejemplo, los de las pequeas iglesias de Huaro y de la Asuncin, en Juli (cerca del Cuzco y del lago Titicaca
respectivamente). En el primero de estos casos tenemos una superposicin de rdenes hecha con aplicacin
aunque muy rudimentaria; en el segundo, un empleo mucho ms "suelto" del mismo esquema. (...)
El verdadero triunfo y generalizacin del retablo datan, sin embargo, del siglo XVII171. Por qu no
tenemos otros ejemplos del siglo XVI en Amrica del Sur as como los hay tantos y tan buenos en Mxico? Creo
distinguir dos razones fundamentales: los terremotos que siguen demoliendo esas obras vlidas plsticamente
pero frgiles por definicin; en segundo lugar: el cambio de gusto propio de cada poca. La modestia casi
170
Cf. M. E. Gmez Moreno, Breve historia de la escultura espaola, Madrid, 1951.
171
En efecto, cuando se estudia con detalle esta forma de arte, tarde o temprano se llega a una conclusin sorprendente. Desde el punto de
vista puramente estadstico se consenvan pocas obras del siglo XVI, muchas del XVII correspondiendo la inmensa mayora al siglo
XVIII. Ahora bien, las obras del siglo XVI han desaparecido casi todas: eran demasiado modestas o precarias. Lo que el hombre no
destruy, ms tarde la naturaleza se iba a encargar de hacerlo. El siglo XVII, en Amrica del Sur, corresponde a una masa importante de
edificacin y de retablos originales: los grandes sistemas creativos, las cabezas de serie son sobre todo de esta poca. El XVIII, ms rico y
perfecto, ha copiado sobre todo antiguos modelos, beneficindose no solamente de la riqueza de las minas sino tambin de las ventajas de
la explotacin agrcola y de un estilo de vida ms fcil y civilizado. Mi investigacin, sin embargo, no quiere quedar limitada a lo
cuantitativo sino ms bien a lo cualitativo, por eso precisamente me siento obligado a buscar a cada instante obras vlidas entre lo poco de
autntico que nos queda. Esas obras tienen que ser no slo hermosas, significativas, sino que deben encontrarse en un mnimo estado de
buena consenvacin, sin lo cual es imposible teorizar sobre ellas sin caer en lo caprichoso y absurdo.
172
Cf V. L. Tapi, Baroque et classicisme, Pars, 1957, ha dejado establecida, me parece que definitivamente, esta idea que considero
fundamental.
173
En realidad, aun en los ejemplos ms desatados del rococ en Europa central: Vierzehnheiligen, la Wiess, Ottobeuren, Einsideln, hay
que reconocer que el exterior del monumento es siempre mucho ms severo que su contenido: la caja de muros no deja ni sospechar
siquiera la orga de formas y colores que vamos a descubrir al interior.
174
Las fechas de aparicin de los diferentes tratados son las siguientes: Serlio, Venecia, 1545; Viola, Venecia, 1562; Palladio, Venecia,
1570; Pozzo, Roma, 1693. Los tratados no italianos se escalonan as: Vredeman de Vries, Amberes, 1581; Dietterlin, Nuremberg, 1598.
175
Sin contar esos "remplazos" de los cuales ya trat antes, hay que decir que en Venezuela, Chile y la Argentina los retablos han sido
siempre ms modestos. No se debe olvidar que durante la colonia se trataba de zonas marginales. El Paraquay lleg a desarrollar un estilo
particular. Para todos estos pases el nico momento importante tiene lugar a partir de mediados del siglo XVIII.
Obras de Italia:
Miguel ngel
1- Sacrista Nueva (Italia, Florencia, 1520-1534)
2- Biblioteca Laurenciana (Italia, Florencia, 1525)
3- Il Campidoglio (Italia, Roma, 1546)
Andrea Palladio
4- Iglesia Il Redentore (Italia, Venecia, 1576)
5-Villa Rotonda (Italia, Vicenza, 1566)
Giulio Romano
6- Palacio del T (Italia, Mantua, 1525-1534)
Giacomo Vignola
7- Il Ges, Iglesia y proyecto de fachada (Italia, Roma, 1568)
8- Villa Giulia (Italia, Roma, 1550)
9- Santa Andrea en Via Flaminia (Italia, Roma, 1554)
Jacopo Sansovino
10- Biblioteca Marciana (Italia, Venecia, 1588)
11- La Zeca (Italia, Venecia, 1547)
12- Palacio Ca Corner (Italia, Venecia, 1537)
Obras de Espaa:
Juan de Herrera
13- Monasterio El escorial (Espaa, Madrid, 1563-1582)
14- Catedral de Valladolid (Espaa, 1585-1590)
Pedro Machuca
15- Palacio Carlos V en la Alhambra (Espaa, Granada, 1527-1568)
Aprile- Snchez
16- Casa de Pilatos (Espaa, Sevilla, 1521-1533)
Obras de Iberoamrica:
EUROPA I
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