El Sueno Del Sabueso - Manda Scott
El Sueno Del Sabueso - Manda Scott
El Sueno Del Sabueso - Manda Scott
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Manda Scott
ePub r1.1
Titivillus 06.04.15
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Ttulo original: Dreaming the hound
Manda Scott, 2006
Traduccin: Ana Herrera
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Para Debs,
con amor y agradecimiento
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DRAMATIS PERSONAE
Los nombres de los personajes con base histrica estn marcados con un asterisco.
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PERSONAJES ROMANOS
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AGRADECIMIENTOS
Gracias a mi editora, Selina, por su adaptabilidad en todo momento, su paciencia y
agudeza mental, y por comprender la naturaleza de los sueos. Gracias infinitas a
Nancy y Deborah, por corregir de forma tan impecable toda la serie, y a Kate Miciak,
por la fe que me ha demostrado desde el otro lado del Atlntico, y a mi agente Jane
Judd por su apoyo incondicional, y a H. J. P. Douglas Arnold por mantenerme al
da en los asuntos de Roma.
Gracias en particular a Jonathan Horowitz y Chris Luttichau, ambos profesores
excelentes, por compartir sus conocimientos de los sueos en sus mltiples facetas, y
a todos aquellos que asistieron a los talleres de sueo de 2004 por su valor, su buena
voluntad y su confianza en el proceso.
Gracias tambin a todos aquellos que creyeron que era posible poseer un caballo,
en particular a Tessa, sin la cual no habra sido factible nada de todo esto y,
ciertamente, habra fracasado ya desde el primer obstculo.
Finalmente, gracias de corazn a Gigha, madre de los gatitos, que vino a morir a
casa durante el proceso de correccin de la obra y que de nuevo transform mi
comprensin de las fronteras, o ms bien la falta de ellas, entre la vida y la muerte;
fuiste una luz que ilumin mis das, y te echo de menos.
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Escuchadme, soy Luain macCalma, el Soador de la Garza, antes de Hibernia y ahora
Anciano de Mona, consejero y amigo de Breaca, que es la Boudica, la Portadora de
Victoria. Estamos en un tiempo de grandes peligros; si no comprendemos el pasado,
no podremos comprender el presente, y sin ste, las tribus de Britania no tendrn
futuro alguno. Hoy, esta noche, junto al fuego, aprenderis lo que ha sucedido antes.
Eso es lo que ramos; si ganamos ahora, es lo que volveremos a ser.
Han pasado catorce aos desde que el emperador Claudio enviara sus legiones a
invadir nuestra tierra. Entonces ramos un pueblo diverso, con muchas tribus y
muchos dioses, unidos solo en los cuidados que prodigbamos a nuestros soadores,
esos hombres y mujeres que venan aqu, a la isla sagrada de Mona, a estudiar durante
doce aos en la casa grande, con los ancianos. Los guerreros tambin venan a
aprender las artes del honor y el valor que podan conducirles ms tarde a actos de
herosmo en la batalla.
Luego lleg Roma, con sus legiones y su caballera. Los hombres de Roma no
luchan por honor, ni por or pronunciar sus nombres en los relatos de hroes, en el
invierno. Luchan por la victoria, y cuando se han apropiado de una tierra, ya no la
dejan nunca ms.
La historia de cmo luchamos se ha contado ya en otros lugares. La batalla de la
invasin dur dos das, y se cantar para siempre en torno a las fogatas. Mil hroes
perdieron la vida y los pocos que sobrevivieron lo hicieron mediante el sacrificio de
otros. Fue entonces cuando Breaca, que fue de los icenos, entonces Guerrera de
Mona, dirigi la carga para rescatar a Caradoc, y se gan el ttulo con el que la
conocemos: la Boudica, la Portadora de la Victoria.
Breaca y Caradoc estaban entre aquellos que, siguiendo las rdenes de sus
mayores, abandonaron el campo de batalla. Lo hicieron a regaadientes, y huyeron
solo para continuar la guerra contra Roma, y para proteger a los nios, que son lo ms
preciado, por encima de todo lo dems. Los trajeron aqu, a la isla de los dioses de
Mona, donde los guerreros y el agua mantuvieron a salvo todo lo que es sagrado, y
donde los soadores, cantores y guerreros de muchas tribus venan para conocerse a
s mismos bajo la directa mirada de los dioses, para poder llevar ese conocimiento, y
la sabidura que trae consigo, de vuelta a su pueblo.
Desde aqu lucharon durante diez aos, evitando que las legiones romanas se
asentaran en el oeste. De ese modo, los romanos construyeron su primera fortaleza en
el este, en Camulodunum, que haba sido la fortaleza del pueblo de Caradoc.
En los aos tempranos de la ocupacin, miles de guerreros y soadores murieron
en el este; pueblos enteros fueron asesinados como represalia por las rebeliones, reales
o imaginarias, y se declar ilegal que cualquier hombre, mujer y nio portase un
arma.
Los legionarios que rompieron las espadas de nuestros guerreros iban dirigidos
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por un oficial, Julio Valerio, que cabalgaba en un caballo ruano. l era ms odiado
que ningn otro, porque en tiempos fue iceno, y haba vendido su alma a Roma y a
sus dioses. Luchaba por Mitra y por el emperador, y ambos se alimentaban de sangre
icena.
Breaca y Caradoc tuvieron un hijo, Cunomar, y luego una hija, Graine. Poco
despus de su nacimiento, Caradoc fue capturado mediante una traicin y fue hecho
prisionero en Roma. Capturados con l iban su hijo Cunomar y su hija mayor, Cygfa,
una guerrera de gran renombre.
La familia fue llevada a Roma para que muriese a capricho del emperador
Claudio, pero Airmid, la soadora que es la otra mitad del alma de Breaca, encontr
la forma de hacer un trato con la ms vieja y peligrosa de todos los antepasados y
pudo evitar su muerte y, mucho despus, conseguir su libertad.
Caradoc fue torturado y qued lisiado sin remedio. Estaba lo bastante bien para
llevar a su familia a la costa de la Galia, pero no para ir ms all. No poda regresar
como guerrero a Mona, porque sus heridas eran demasiado graves para empuar un
arma, como haba hecho con tanto xito antes de su captura, y no quera infligir a sus
guerreros el dolor de verle tan destruido por Roma. As que se qued en la Galia y se
dijo que haba entregado su vida para salvar a sus hijos al abordar stos el barco que
les llevara de vuelta a Roma.
Todo eso ocurri hace tres aos. Breaca llora a Caradoc, pero por dentro.
Exteriormente se ha entregado en cuerpo y alma a la batalla contra Roma. En verano
dirige a los guerreros de Mona para que eviten que las legiones lleguen a la isla, y para
rechazarlas todo lo posible hacia las montaas del oeste. En invierno caza sola,
buscando hombres solos o en parejas, y se la ha llegado a temer tanto como si fuera
un espritu de las montaas que se alimenta de sus almas.
Hubo otro que volvi en el barco de la Galia y a quien no se esperaba: Julio
Valerio, el oficial de la caballera y antiguo iceno que haba dirigido la opresin contra
su pueblo. Por voluntad de los dioses fue llamado a Roma por el renqueante Claudio
para que llevase a cabo una ltima misin: escoltar a la familia de Caradoc hasta la
costa gala y luego a un barco que les condujese a la libertad.
Claudio muri antes de que la familia pudiese conseguir la libertad, y Nern, su
sucesor, exigi que fuesen devueltos. Valerio no poda quebrantar un juramento
hecho en el nombre de su dios, y de ese modo fue declarado traidor y obligado a huir.
Yo le habra conducido a Mona, por razones que no son solo voluntad ma, pero
Breaca lo prohibi y ella no solo es la Boudica, cuya palabra prevalece sobre los
guerreros, sino que tambin es Breaca de los icenos, hermana del hombre que en
tiempos fue Bn y que se convirti en Valerio, oficial de las legiones.
Estos, pues, son los individuos que han moldeado nuestro pasado: Breaca, que
caza legionarios en las montaas occidentales de Britania, y su hermano Valerio, que
se encuentra exiliado en Hibernia, donde lleva una vida miserable como herrero.
Ninguno puede continuar as eternamente. El mundo cambia, y ellos deben cambiar
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con l o morir.
Mientras tanto, los nios y los soadores esperan en Mona, contemplando un
mundo que se va haciendo ms brutal a cada ao que pasa. Roma quiere obtener
rendimientos de sus provincias, y Britania no es la rica veta de oro y plata que Claudio
crea que era. Nern fue nombrado emperador en su lugar, y Nern est gobernado a
su vez por sus consejeros. Estos son hombres sin piedad, para los cuales una tierra y
su gente no significan nada, a menos que tengan oro o se las pueda obligar a
producirlo.
ste es el futuro que tememos y contra el cual luchamos. Mona est a salvo ahora
bajo el cuidado de los dioses, pero si es la voluntad de los dioses que ya no est a salvo,
entonces todo lo que es ms sagrado continuar en el corazn y la mente de aquellos
que ostentan el linaje de los antepasados. Nosotros somos esas personas, vosotros y
yo. Soad ahora, y sabed que en el sueo est vuestro futuro, y todo cuanto creemos
que es cierto.
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PRLOGO
Marco Publio Vindex, portaestandarte de la segunda centuria, tercera cohorte de la
Vigsima legin, estacionada en la frontera ms occidental de Britania, beba vino con
moderacin cuando realizaba incursiones invernales, y nunca asuma riesgos
innecesarios. Cuando la necesidad de orinar, en medio de la noche, se haca
insostenible, se alejaba de la fogata de guardia solo un momento, y le deca a su
armero adonde iba y por qu. Pasando entre las tiendas, silbaba la meloda de la
novena invocacin a Jpiter como prueba de que an segua vivo.
En la parte exterior de la fogata, donde la lluvia se converta en plata y su sonido,
martilleando los pellejos de las tiendas, era demasiado fuerte para que se oyese su
meloda, Vindex llam al armero y le respondieron. El riachuelo de su orina cayendo
en cascada sobre las rocas era un buen contrapunto para la lluvia. Haba una fra
satisfaccin en orinar en la base de la montaa, porque mientras durase aquel sonido,
l estara bien asentado en su victoria sobre los elementos, el barro inevitable, la falta
de caza y de grano y, lo mejor de todo, sobre los guerreros nativos que surgan en la
oscuridad y luego dejaban muertos a los incautos, para que los encontrasen a plena
luz del da. Grit a su armero, titubeando solo un poco.
La ltima palabra apenas haba cruzado el fuego cuando una mano le cogi la
barbilla y ech su cabeza hacia atrs y hacia arriba. No not el cuchillo que pasaba por
su garganta, porque la hoja estaba demasiado afilada para causar dolor, pero sta
cort hasta los huesos de su columna vertebral, seccionando todos los tejidos blandos
a su paso. Su vida brot en un enorme chorro y cay a tierra.
El portaestandarte muri repentinamente, y su fantasma, sorprendido, no supo
que estaba muerto, solo que aquella noche se haca de repente muy luminosa, como si
hubiese llegado el medioda, y que, cosa imposible, donde antes haba sombras
afiladas por las fogatas, ahora uno de los guerreros nativos se arrodillaba a plena vista
junto al cuerpo cado de un hombre, marcndole la frente con una seal de
maldicin.
Vindex haba vivido demasiadas batallas para perder tiempo cuestionndose lo
imposible. Su espada ya haba apualado el cuello expuesto del enemigo antes de
pensar en averiguar la identidad del cadver que yaca muy cerca, a sus pies. Mientras
arremeta, con todo su aliento form un grito que despertase a todo el campamento.
Su espada, su brazo y todo el peso de su cuerpo incorpreo pasaron a travs del
guerrero agazapado. Su grito, que poda atravesar todo el campo de batalla, no avis a
hombre armado alguno para que viniese en su ayuda, aunque un decurin de la
caballera, que beba vino junto al fuego, se ci ms el manto y dio unos golpes con
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los pies maldiciendo el sbito fro.
Vindex abri la boca para gritar de nuevo y se detuvo cuando la parte de s mismo
que an razonaba se dio cuenta al fin de que los hombres de la guardia no le haban
visto en absoluto.
No pueden orte. Tu gente ha decidido no or los gritos de la masacre. Esa es
vuestra fuerza, y vuestra mayor debilidad. Nunca viviris a salvo hasta que aprendis a
escuchar a vuestros antepasados y a vuestros muertos recientes.
La voz que llenaba la cabeza de Vindex tena una calidad muy distinta de aquellas
de los hombres que haba dejado junto al fuego; hablaba a su alma, no a sus odos. El
guerrero enemigo acab de realizar la marca de la maldicin, se levant y se volvi en
redondo.
As, por primera vez, en el momento ms oscuro de la noche, sin sol y con nubes
de lluvia que cubran la luna, el portaestandarte de la Vigsima vio el rostro de su
enemigo. Vio un cabello empapado por la lluvia y del color de un zorro en invierno,
con las trenzas de guerrero sueltas en seal de duelo, y una solitaria pluma de cuervo
entretejida a la izquierda y teida enteramente de negro, como uno que ha roto todas
las relaciones con su familia y su tribu y caza solo; y por tanto, quiz muera solo. Vio
el cuchillo teido de sangre, recin usado; vio la honda que colgaba del cinturn,
junto al saquito de guijarros de ro, y supo, con ese conocimiento que tienen las almas
y que trasciende la visin, que cada una de esas piedras estaba pintada de negro, y que
seguramente matara a aquellos contra los cuales fuese lanzada. Vio la seal de la
serpiente-lanza grabada en la frente del cadver (su cadver), y como haba visto la
misma marca en la frente de otros hombres ocho veces en los ltimos tres das, su
significado ya estaba grabado en su propio hgado.
Acumulando todo aquello, finalmente, Marco Publio Vindex, hijo de Gayo Publio
Vindex, conoci la identidad de la mujer que le haba matado, y as fue como
comprendi que estaba muerto.
Sintindose muy estpido, baj su espada. Desde la fogata, el armero grit una
nueva pregunta con un asomo de preocupacin en la voz. El silencio que el
portaestandarte, de haber vivido, habra llenado, dur demasiado tiempo.
La Boudica se alz lentamente, enfundando su cuchillo.
A quin adoras?, pregunt. Su boca no se movi, pero las palabras formaban
parte de la noche.
Del mismo modo, Vindex respondi: A Jpiter, dios de las legiones, y a Marte
Ultor, por la victoria. Y luego, conciliador: Deberas irte. Pronto vendrn a
buscarme. No puedes enfrentarte a tantos y sobrevivir. La preocupacin que aquello
demostraba le sorprendi. Muerto, descubri que no albergaba ni odio ni terror,
como le haba ocurrido en vida.
Gracias. Me ir cuando tenga que hacerlo. Tus hombres no han encendido
todava ninguna antorcha, y no he conocido an a ningn romano que sea capaz de
ver bien bajo la lluvia.
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Le sonri y Vindex no ley miedo alguno en sus ojos, solo la excitacin de la
batalla que empezaba a desvanecerse. l tambin haba conocido aquella sensacin, y
la paz sin lmites que la segua, y saba que era por eso por lo que haba luchado,
mucho ms que por la plata que le haban pagado, y que l no era el nico.
Movido por su nueva compasin, dijo: Nunca ganars luchando sola contra
tantos.
Divertida, la Boudica alz una ceja. Ya he odo eso antes. No todos los que lo
dicen son romanos, pero la mayora s, y todos estn muertos.
Entonces, escchame. Nosotros no tenemos nada en tu contra, pero podemos
ver las cosas con mayor claridad. Eso era cierto. Las preocupaciones de su vida se
estaban fundiendo y dejaban tras de s una claridad que Vindex haba buscado toda su
vida y jams haba encontrado. Te ofrezco esto como regalo, de la muerte a la vida: si
no alzas al este de la provincia para que luche, las legiones ganarn y Roma
desangrar por completo a tu pueblo.
La Boudica acab secndose las manos en la hierba. Asinti, pensativa. Gracias.
Ya pensar en tu regalo por la maana, si estoy viva por entonces. Ya no sonrea,
pero tampoco le odiaba. Deberas irte a casa, le dijo. Tus dioses te reconocern en
Roma. Aqu no pueden alcanzarte.
El armero grit por segunda vez y nadie le contest. Un legionario surgi de la
seguridad de las lneas de tiendas y su terror al ver el cuerpo fue mucho mayor que el
que haba sentido Vindex. Su grito despert al armero y ste, finalmente, pidi unas
antorchas. Los hombres corrieron, tal y como les haban enseado, y si la luz que
haba detrs de las tiendas no les haca aparecer con tanta brillantez como si fuese el
medioda, s que bastaba para que la guerrera de cabello de zorro fuese vista.
Ella corri entonces, fluidamente y sin demasiada prisa, como un ciervo que
todava no ha odo a los perros. El armero de la segunda centuria era un hombre de
pensamiento rpido, que se abstena completamente del vino. Tambin haba sido
durante tres aos el campen de su cohorte a la hora de lanzar venablos, honrado por
la velocidad y precisin de sus lanzamientos. Volvi a llamar y cinco hombres
corrieron a llevarle sus lanzas, pasndole una nueva a la palma cada vez que la ltima
emprenda el vuelo. Diez fueron arrojadas en el espacio de una docena de pasos. El
ms adelantado de los portadores de antorchas vio que la octava daba en el blanco y
grit al armero y a Marte Ultor, reclamando una muerte. Vindex, que lo vea todo con
ojos distintos, saba que la Boudica estaba herida, pero que no se haba unido a l en la
muerte.
Desde ms all de las mrgenes del campamento, la voz de ella le llen la cabeza.
Pareca sin aliento y deshilvanada, y no saba si era el dolor lo que la afliga o una
necesidad abrumadora de rer.
Vete a casa, le dijo de nuevo. El viaje a Roma es ms rpido en la muerte, te lo
prometo, y la tierra ms clida. Por qu te quedas ah bajo la lluvia, en un lugar
donde no te quieren? La legin ya no te corresponde, ahora que ests muerto. Puedes
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ir adonde quieras.
Se le haba ocurrido a Vindex ms de una vez mientras viva. En la muerte, con
regocijo, comprendi que era libre. Pasando a travs de las paredes de la tienda de los
oficiales y la materia insustancial de su centurin, inici el viaje de vuelta a Roma, que
no era tan largo.
En el lugar donde haba estado, murieron tres hombres ms de su guardia entre
una lluvia de guijarros de ro pintados de negro. El armero fue el ltimo.
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PARTE I
OTOO, 57 D. C.
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I
El agua estaba fra y color marrn debido a la turba y la lluvia reciente.
Breaca de Mona, conocida por todos excepto su familia y sus amigos ms ntimos
como la Boudica, lder de los ejrcitos y portadora de victoria, se arrodill sola en la
ladera de una montaa, junto a un arroyo, y se lav en la corriente la cara, las manos y
la herida sangrienta que llevaba en el brazo. El agua se ti de rosa brevemente en el
lugar donde ella haba estado. Cogi con ambas manos un poco de agua limpia, se
aclar la boca y elimin el regusto metlico de la sangre.
Al abrigo de un haya cercana dormitaba una hembra ruana, el resultado final de
una vida entera de cras, y mucho mejor que nada de lo que poda ofrecer Roma.
Llevaba ronzal pero no soga, y vino al llamarla, con los cascos envueltos en suave
cuero para amortiguar el sonido de su avance. Breaca mont y se encamin al norte y
un poco al este, movindose por las montaas y los senderos rocosos donde era
menos probable que los rastreadores coritanos, pagados por Roma, encontraran
seales de su paso.
Si hubiese escalado los picos, podra haber mirado hacia el oeste ms all de las
montaas y al otro lado de los estrechos a Mona, pero no lo hizo. La advertencia del
portaestandarte haca eco, de forma inquietante, con las pisadas amortiguadas de su
yegua, y no habra forma de silenciarlas. Nunca ganars luchando sola contra
tantos. Vindex no era el primero que le adverta de los peligros y la futilidad de
luchar sola, ni el segundo tampoco, pero era el enemigo, y ella no tena por qu
confiar en su opinin.
Resultaba ms difcil ignorar las advertencias de aquellos que se preocupaban por
ella: los ancianos y los soadores de Mona, que velaban por sus hijos en sus largas
ausencias invernales, y que no podan decirles dnde estaba su madre o si haba
muerto ya, a manos de algn portaestandarte que a lo mejor no estaba tan borracho
como le haba parecido.
Luain macCalma, el Anciano de Mona, fue el primero, discretamente, en decir
que la vida de la Boudica vala ms, y que la venganza por la vida de un solo hombre
vala menos, y despus de l haban venido en una larga sucesin otros que decan que
la amaban y que deseaban en su corazn lo mejor para sus intereses. Solo Airmid,
soadora y amiga del alma, haba comprendido siempre por qu Breaca necesitaba
cazar sola como lo haca, y nunca se haba pronunciado, ni en pblico ni en privado,
contra la pluma negra trenzada en el cabello de la Boudica y los inviernos de
asesinatos que anunciaba:
Airmid estaba en Mona, y Mona era otro mundo, y Breaca decidi no mirarlo y
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por tanto no pensar en l ni en su gente.
Se dirigi hacia arriba, y el camino se fue haciendo ms rocoso a medida que
ascenda. Unas piedras grises se alineaban a ambos lados del sendero, pintadas por
remolinos de lquenes. Al cabo de un rato ella desmont y destap los cascos de la
yegua, para que agarrasen mejor en las piedras hmedas. La lluvia iba disminuyendo;
haba pertenecido a la noche. Las lluvias en el horizonte del este se separaron y
mostraron las primeras lneas de luz, como cuchillos. Sin restriccin alguna, la herida
de su brazo fue dejando de sangrar poco a poco y le dola solo un poquito. El oficial
cuya lanza le haba dado mantena sus armas escrupulosamente limpias, cosa por la
cual ella le estaba muy agradecida.
A medio da a caballo hacia el sur, en el campamento nocturno donde un
portaestandarte, un armero y dos oficiales jvenes de la Vigsima legin haban
muerto, se alzaba una voluta de humo pringoso en ngulo hacia el cielo. Los buitres
suban y graznaban y empezaban a derivar hacia el aroma de hombres quemados.
* * *
El hombre robusto y con el pelo gris, inclinado encima del cuello de su caballo y con
la atencin fija en el rastro, no pareci notar ninguna de las dos piedras de honda que
chocaron contra las rocas, cerca de su cabeza. Su caballo, que las haba notado las dos,
resping un poco, desequilibrndole, y el hombre se agarr intilmente a la silla. El
cuidado de sus dioses evit que su cabeza chocase contra las piedras del camino
cuando cay, y un almohadn de brezo le proporcion un aterrizaje seguro, pero no
se levant despus, aun cuando la Breaca se arrodill a su lado.
Dnde te han herido?
l separ los labios secos y agrietados.
Tengo el flujo. No deberas tocarme; te contagiars.
Quiz, pero el dao ya est hecho Breaca meti su brazo bueno por debajo de
los hombros de l y le ayud a ponerse de pie. Le habra dado agua, pero no llevaba.
En ausencia de agua, us el caballo del hombre enfermo para apoyarle, poniendo el
hombro de l contra la silla. l se tambale y al final consigui estabilizarse.
Su acento, su caballo y el tejido de su casaca eran de los icenos del norte. Una
marca de tinta que llevaba en la piel debajo de la clavcula mostraba el halcn y el
caballo a la carrera, ligados. Breaca pas su ndice desde el caballo al halcn, y not el
pequeo ndulo de mbar enterrado bajo la piel, ms all de la punta del ala del
halcn, que verificaba la autenticidad de la marca.
Eres de Efns? pregunt. Y cuando l asinti: Por qu me estabas
siguiendo?
No te segua. Las montaas estn repletas de romanos, y yo quera entregar mi
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mensaje de una boca viva a unos odos vivos si el flujo no me mataba antes. Intentaba
alcanzar los bosques junto a la costa para encontrar refugio all, antes de cruzar a
Mona.
Breaca mene la cabeza.
No llegars a tiempo. Los hombres de la quinta cohorte estn estacionados
junto a la costa. La tercera cohorte perdi a cuatro hombres la noche pasada: las
seales de fuego llevan encendidas desde el amanecer, llamando a todos los dems
legionarios a la accin. Habrn rodeado ya todos los bosques hace mucho. Conozco
un lugar ms cerca que puede resultar seguro, si nos permiten entrar. Eres capaz de
cabalgar otras dos docenas de tiradas de lanza?
Si al final hay un refugio, pues s.
* * *
La boca de la cueva era una hendidura vertical en el acantilado realizada por los dioses
en un ngulo tal que era invisible a menos que uno se aproximara exactamente desde
el sudeste. La roca, del tamao de un perro, colocada por los antepasados para
guardar la entrada, estaba manchada con fragmentos de moho y escondida por la
hierba que haba crecido a su alrededor. En pocas anteriores, la habran limpiado
bien al honrar a los antepasados, cada luna vieja, y las marcas de espirales en su
superficie se habran resaltado de nuevo con ocre rojo y cal blanca y cenizas. En aquel
mundo nuevo e inhspito de ocupacin romana, los que se habran ocupado de ello
estaban muertos o se haban refugiado en Mona, y la roca y la boca de la cueva que
haba detrs estaban medio borradas por el abandono.
Breaca solo haba pasado una vez por aquella cueva, y aquello fue el invierno
anterior, pero vio entonces lo que otros quiz no haban advertido, confiando su
situacin a la memoria sin ninguna intencin real de usarla. Tampoco la habra usado
entonces, probablemente, de no haberse visto obligada. Los riesgos de entrar en un
lugar semejante sin un soador eran mucho mayores que los riesgos de muerte o
captura por parte de Roma.
De pie y sola ante la piedra-perro, Breaca dijo:
Ofrezco saludos a la ms anciana y grande de todas las antepasadas soadoras.
Limpiar tu lugar de descanso cuando me vaya, lo juro. Pero ahora, las malas hierbas
son mi proteccin, como han sido la tuya. Me permitirs entrar y llevar conmigo a
este otro?
Una voz que estaba ms all de lo audible dijo: Quin lo pregunta?.
Lo pregunto yo, Breaca nic Graine mac Eburovic, antes de los icenos y tambin
Guerrera de Mona, y ahora cazando bajo la pluma negra de los sin tribu. Mi marca es
la serpiente-lanza que era tuya antes de m, y ser tuya de nuevo cuando yo me haya
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ido.
La antepasada-soadora dijo: Bien. Yo permanezco y t quiz no. Es bueno que
recuerdes eso. Has venido a pedir mi ayuda como venganza, igual que hiciste
antes?.
No.
Ella era la Boudica, que conduca a miles de hombres hacia la batalla, y sin
embargo le sudaban las manos. Se las limpi en su casaca. Era mucho ms fcil
enfrentarse a las legiones bajo la lluvia y la oscuridad armada solo con un cuchillo y
una bolsita de guijarros de ro que hablar a la boca de una cueva vaca a plena luz del
da. Record a Airmid, y el temor en su voz cuando se enfrent por ltima vez a la
antepasada-soadora: Airmid, que no tema a nada ni a nadie.
Breaca mir hacia atrs, al sendero donde el mensajero moribundo esperaba,
fuera del alcance de su odo. Haba desmontado cuando ella lo hizo, y se qued de pie,
apoyado en su caballo. Mientras ella le contemplaba, l se desliz lentamente de
rodillas y luego se cay de lado, quedndose enroscado como un nio y respirando
agitadamente.
Si hubiese estado sola, ella habra corrido el riesgo de esquivar a las legiones a
campo abierto. Si esperaba, antes de que pasara mucho tiempo estara sola de nuevo,
pero el hombre moribundo era un iceno, y de Efns adems, y haba dado su vida para
llevar un mensaje a Mona. Si tena algo de honor, no poda dejarle morir en un
sendero de montaa al alcance de las legiones cuando haba un refugio cerca.
Breaca toc la piedra en forma de perro tanto para darse valor como buena suerte,
y dijo:
Somos dos, una herida, otro atacado por el flujo. Solo pedimos entrar en tu
proteccin, llevando nuestros caballos, nada ms. Los romanos que quieren quitamos
la vida estn muy cerca detrs de nosotros; los he visto entrar en el valle al subir hacia
la montaa. Creo que sus rastreadores no tienen ningn conocimiento de dnde se
encuentra el lugar de tu reposo, y que si lo hicieran, los legionarios no se atreveran a
cruzar el umbral. Hasta ellos reconocen un lugar sagrado cuando lo encuentran.
O si no es sagrado, al menos, s peligroso. La risa de la antepasada era como el
deslizarse de una serpiente por encima de las hojas invernales, un sonido que borraba
toda paz y toda esperanza de paz. Saben que yo penetrar en sus sueos, tanto
despiertos como dormidos, y que morirn como muri su gobernador, lentamente, y
enloquecidos. Quiz no te teman lo suficiente para abandonar la tierra, Breaca que
antes fue icena, pero me temen lo suficiente para hacer ofrendas en secreto que
aplaquen mi clera.
Breaca haba visto los cucuruchos de maz y los frascos de vino rotos, y una vez
incluso la cabeza podrida de un ciervo cuando conduca a las tropas por el sendero.
No saba que eran ofrendas a la soadora de la serpiente, y ni siquiera entonces poda
confirmarlo. No dijo nada. Esper un latido del corazn. Y luego: s, podis entrar.
Yo, que puedo destruirte, te doy permiso.
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* * *
La cueva no era tan completamente oscura como Breaca haba esperado. Los caballos
entraron de buen grado y se cobijaron en una cmara con el techo abierto al cielo, a
tres largos de lanza en el interior. All, excrementos de pjaros veteaban las paredes en
capas blancas, y forraban el suelo, acolchando el sonido de sus cascos. Unos huecos en
las rocas estaban llenos de agua, y la lluvia reciente los haba dejado bien limpios.
Ms adentro el cielo no se vea con tanta claridad, pero una luz griscea se filtr
durante un trecho desde las vertiginosas alturas del techo. En el suelo, esqueletos de
pequeos animales crujan bajo sus pies all donde haban cado, involuntarios
sacrificios a la antepasada y a los dioses. Los muros se estrechaban hacia adentro, de
modo que el camino se converta en tnel y las rocas araaron la casaca de Breaca y
ambos hombros.
Deberamos detenemos el mensajero iceno apenas poda caminar. Tir de la
manga de Breaca.
No, an no. Hay un recodo ms adelante y una cmara ms abierta, con un ro
que pasa a travs. All podremos descansar y beber agua. La necesitas.
l se agarr a ella y la mir. A la luz desfalleciente, ella vea el blanco de sus ojos
que se ensanchaba.
Has estado aqu antes? le pregunt.
No, pero lo he odo decir.
Ella no le dijo que la voz de serpiente de la antepasada-soadora le haba
conducido all, susurrando, ni tampoco que le haba explicado detalladamente el
momento y la forma de su muerte.
La cmara en la que entraron al fin era demasiado amplia para que Breaca
distinguiera con claridad sus mrgenes, y careca de luz por completo. Al tacto, ella
prepar y encendi un pequeo fuego. Unas sombras anaranjadas atrajeron a los
monstruos de la oscuridad, arrojando unas llamas fantasmales en el pequeo
riachuelo que flua a travs de la esquina norte de la cueva. Ecos de agua espesaban el
silencio. El sonido era mucho ms agradable que el susurro silbante de la antepasada.
A la orilla del ro, Breaca tendi al mensajero moribundo. Dobl el manto de ella
y el de l y lo coloc a l encima de ambos, en un lecho de roca plana. l llevaba un
odre de piel, vaco desde haca tiempo, y lo llen y le hizo beber y luego le lav la cara,
el cuello y las manos con lo que quedaba.
No deberas dijo l, con menos determinacin que antes. ramos tres, dos
hermanos y una hermana, cada uno de nosotros con el mismo mensaje. Solo
llevbamos dos noches cabalgando cuando nos atac el flujo. Pasa ms rpido de uno
a otro que la tos en una casa redonda, en invierno.
Breaca dijo:
Si voy a morir, este lugar es tan bueno como cualquier otro; los rastreadores de
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la legin no nos encontrarn aqu para intentar arrancarnos lo que sabemos con el
ltimo aliento de nuestros pulmones. Si voy a vivir, entonces puedes descansar bien
atendido y seguro. Qu ocurri con tu hermano y tu hermana?
No lo s. Tomamos caminos separados cuando nos encontramos con las
legiones. Cada uno de nosotros se dirigi cabalgando a Mona. Con tres, haba ms
posibilidades de que uno viviera y alcanzase el barco y entregase nuestras palabras.
Pdele su mensaje. La voz de la antepasada reson en las paredes. En su cueva
sonaba mucho ms fuerte que la del hombre moribundo.
Cuando est en paz dijo Breaca en voz alta, y el mensajero se hallaba
demasiado cerca de la muerte para notarlo.
Haba atendido a innumerables moribundos en el campo de batalla, pero
raramente con otras enfermedades, de modo que le cost un cierto tiempo hacer lo
que era necesario. Se inclin hacia l, intentando ver a travs de la piel de color gris
como el sebo la vida y la mente que se hallaban detrs. El rostro del hombre se haba
encogido sobre los huesos de su calavera. Sus ojos haban cado profundamente en los
pliegues de carne de su rostro, y el cabello estaba hmedo de sudor y de agua con la
que acababa de lavarle.
Pregntaselo!
Tocndole la frente con su palma, ella dijo, con precaucin:
ste es tu lugar de descanso. Que Briga te lleve desde aqu y la antepasada te
gue con toda seguridad hacia las tierras que hay ms all de la vida. Yo volver a
Mona cuando el viaje sea seguro. Es tu deseo que lleve tu mensaje conmigo?
Sera, pero no puedo entregarlo si no he llegado todava a Mona el hombre
hizo una mueca, intent incorporarse y no lo consigui. Lo siento. Nos matara a
los dos si lo intentase. Efns nos hizo un hechizo a los tres mensajeros. Si yo intentara
hablar, la lengua se me hinchara en la boca y me bloqueara el aliento antes de que
saliesen las palabras. Y ms an, aquella persona con la que hablase morira, aunque
no de inmediato, pero s de forma segura. Si nos cogan, se nos permita decir todo
esto a quienquiera que intentase interrogamos.
Breaca le alis el pelo en la frente y le ech un poco de agua para refrescarlo.
Efns es sabio. Si hubieses sido capturado, habra sido bueno morir
rpidamente, sabiendo que tu mensaje estaba a salvo y los indagadores de Roma
condenados a un lento final.
El hombre luch por asimilar aquello, frunciendo el ceo.
Pero no es tan bueno ahora, cuando me estoy muriendo en compaa de una
guerrera y amiga. Me llevar mi mensaje en la muerte, eso es seguro, y Efns nunca
sabr de mi fracaso.
Lo sabr. Nadie pasa a los otros mundos sin que los soadores lo sepan. Aun
as, puede que tenga una respuesta. Tengo razn al creer que tu mensaje tena que ser
entregado al Anciano de Mona, Luain macCalma, o en su defecto a Airmid de
Nemain, y que concerna a la Boudica?
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Era un riesgo. Ninguno de los dos conoca cules eran los lmites de la maldicin.
El mensajero sonri dbilmente y ensay su respuesta silenciosamente dos veces antes
de afirmar y decir:
Tienes razn.
Ambos esperaron. En los momentos que siguieron su aliento no se vio
imposibilitado, ni su lengua se hinch ms de lo que el flujo ya la haba hinchado.
Breaca dej escapar un suspiro.
Entonces, si yo te dijera que mi hija, segunda de mi corazn, de mi carne y de
mi alma, se llama Graine, igual que mi madre, y que mi padre fue Eburovic, herrero y
guerrero de los icenos, quedara desbloqueada tu boca, y tu lengua sin hinchar,
mientras me entregases tu mensaje?
Los ojos del hombre se haban cerrado y no se abrieron hasta que ella termin. En
la espera, Breaca no saba si se haba dormido o si la conmocin de averiguar su
identidad, aunque revelada de forma muy oblicua, le haba dejado sin habla.
El alivio cuando l tendi la mano y le cogi la suya la dej sin palabras. El
hombre abri los ojos y las lgrimas se agolparon en ellos, forjadas en cobre por el
fuego. Su voz era un hilo finsimo, tirante por el dolor y el esfuerzo.
T eres la Boudica? La Guerrera de Mona?
Ella asinti, sonriendo.
S.
El hombre se incorpor, respirando con dificultad.
Y por qu ests aqu, sin trenzas, llevando la pluma negra de los sin tribu, y
cazando sola en tierras dominadas por Roma?
Ella no haba esperado aquella rabia, ni la sbita energa que le dio. El hombre no
saba nada de las reuniones entre la Boudica y los soadores a los cuales ella serva, en
los cuales se desnudaban las almas, ni de las batallas entre amigos con palabras como
nicas armas. l no haba decidido esconder la acusacin en su voz ni la herida en sus
ojos. Se dej caer de nuevo, pero su mirada, desafiando la de ella, podra haber sido la
de macCalma o la de Duborno o la de Ardaco o la de cualquiera de sus hijos.
Alzndose, Breaca ech un puado de races de brezo al fuego. Surgieron nuevas
llamas verdes y de un azul violento all donde la tierra arda antes que la madera.
Mirando los colores y sin mirar al hombre, ella dijo:
Estaba matando romanos, como has visto. Los cuatro muertos de la tercera
cohorte han sido muertes mas, y dos la noche antepenltima.
El mensajero era un hombre inteligente. Contemplndola, dijo:
As que cazas sola porque el riesgo es demasiado grande para exponer a otros al
peligro, y Briga te llevar a la muerte cuando crea que las muertes han bastado. Y los
soadores ancianos de Mona consideran que ese riesgo vale la pena?
En absoluto Breaca sonri, sorprendiendo a ambos. Pero ellos no pueden
prohibirlo. Mi vida es ma, y yo creo que es un buen riesgo. Estamos casi en invierno;
el tiempo de las luchas ha terminado, pero las legiones siguen teniendo que
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aventurarse ms all de sus fuertes en busca de comida y lea. Se hace ms dao a sus
mentes con cuatro hombres muertos en medio de la noche que con cuarenta muertos
en el campo de batalla en lucha abierta. Cada muerte conduce a deserciones, y los que
quedan atrs suean con un tiempo en que puedan pedir un permiso y navegar hacia
Roma. Un ejrcito que va al campo de batalla descorazonado lucha para perder, y t
lo sabes muy bien.
Lo s. Y un pueblo que carece del liderazgo de los dioses no lucha en absoluto
y temblaron una rabia antigua y un miedo ms reciente. Ambos sentimientos se
desvanecieron y dejaron solo el cansancio fatal que haba envuelto al mensajero
cuando cay por primera vez de su caballo.
Con cuidado, Breaca dijo:
Los icenos no carecen de liderazgo.
Ahora s.
Se estaba muriendo con rapidez; ambos lo notaban. Las palabras no dichas
pesaban entre ellos, extrayendo todo el aire de su aliento. Eligiendo el camino que
haca menos dao, Breaca pregunt:
Puedes decirme en qu sentido tu pueblo y el mo estn sin lder?
No lo s. Decir esto puede matarnos a ambos.
l se arm de valor y luego, contra las protestas de ella, se enderez hasta sentarse.
Su mirada devoraba el rostro de la mujer y luego se desplaz hacia la rojiza herida de
su brazo. Despus de todo, la punta de aquella lanza no estaba tan limpia. La sangre
flua un poco de la herida, pero el brazo a su alrededor estaba irritado y caliente, y
haba empezado a oler mal. l lo toc y ambos notaron que la carne temblaba bajo sus
dedos.
l dijo:
Quizs Efns fuese ms sabio que ninguno de nosotros y supiera que ya te
estabas muriendo de todos modos.
Breaca ech agua encima de la herida.
Quiz. Me he sentido mucho ms cerca de la muerte que ahora, pero dicen que
Briga a menudo viene cuando menos te lo esperas.
No para m l sonri y la mueca permaneci en sus labios mucho despus de
que su mente se hubiese ido a otro lugar. Al cabo de un momento habl: Efns
pens sus palabras para Airmid, soadora de Nemain, pero las historias siempre han
dicho que ella ostenta la mitad de tu alma y Caradoc la otra. Si eso es cierto, entonces
puede que, a ojos de los dioses, yo est hablando como si hablase con Airmid, y pueda
contrtelo con total seguridad. Estoy dispuesto a intentarlo, pero mi muerte es cierta.
No tengo nada que perder. T podras cazar romanos a solas muchos inviernos ms.
Te arriesgars a perderlos para or mi mensaje?
Breaca cerr su puo izquierdo, notando el ramalazo de dolor en la palma que era
el recuerdo de un corte de espada. El dolor no era para advertirla del peligro. La
herida de lanza en su brazo lata de forma alarmante, pero otras heridas haban sido
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igual de profundas y se haban puesto igual de feas y ella no haba muerto por su
causa.
Ella mir al otro lado del fuego, hacia la oscuridad de la cueva, pero all no
encontr ninguna ayuda. La antepasada-soadora estaba silenciosa, cosa rara en ella.
Como en todas las decisiones importantes de su vida, Breaca estaba sola. Haba una
gran libertad en ese hecho.
Dijo:
El placer de matar romanos no es tan grande como para perderme un mensaje
de Efns que ha costado la vida de tres guerreros. S, compartir tu riesgo.
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II
Tu hermana ha muerto.
Yo no tengo ninguna hermana.
El aire en la herrera estaba denso por el humo del metal al rojo y estruendoso por
el repiqueteo del metal golpeado. El sol que entraba por el agujero hecho para que
saliera el humo arrojaba un charco de luz en el suelo, pero sin dar ni al fuego avivado
ni al yunque. Aquello no era ningn error: al herrero de Hibernia le gustaban las rojas
sombras del mundo donde trabajaba, y no tena ningn deseo de exponerse a la luz
del da, particularmente en su compaa actual.
Fue pasando el martillo por el metal que se enfriaba, de la longitud del brazo, y
que un da, pronto, se convertira en la hoja de una espada, y not que el ritmo
repercuta de forma agradable en sus huesos. Mientras ignoraba al visitante que
permaneca de pie en el umbral. Deliberadamente, no le invit a cruzarlo.
Luain macCalma, antes de Hibernia, ahora Anciano y primer soador de Mona,
no estaba acostumbrado a que le ignorasen. Raramente se le haba negado la entrada
al hogar de otro, y nunca cuando haba viajado diez das para llevar noticias de cierta
importancia.
Desde luego, l no necesitaba la luz para ver el cuerpo y el alma del hombre a
quien haba venido a visitar; un soador pasa gran parte de su vida en la
semioscuridad. De pie en el umbral, estudi el cabello liso y de un negro intenso,
crecido ahora hasta los hombros cuando en tiempos fue corto para complacer a las
legiones; las lneas esbeltas del cuerpo, en tiempos entrenado para la batalla y
mantenido casi en la misma forma por el trabajo de la forja; los pmulos marcados y
la amplia frente de un hombre a quien los dioses han arrojado muy lejos del rumbo de
su vida y sin embargo no est abatido an. Haba ira en l, y un orgullo tozudo* y
ninguna de ambas cosas era capaz de esconder el miedo ni el esfuerzo hecho para
ocultarlo.
Todo eso lo compar con lo que haba visto ltimamente en aquel hombre, y no
se sinti decepcionado. Tres aos de paz y soledad haban curado mucho ms de lo
que macCalma haba credo posible. Sus dudas, que eran muchas, se deban a la
condicin del alma y el corazn del herrero.
Tom aliento y lo dej escapar, lentamente. Por encima del atronador ruido del
martillo, dijo:
T eres Bn macEburovic, Cazador de la Liebre y soador del caballo de los
icenos, y ya me estoy cansando de tus fantasas. Tu chico me dice
No es mi chico el martillo fall un golpe y, tartamudeando un poco, recuper
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el ritmo. Se llama a s mismo Bello, por los bellovacos, que eran su pueblo entre los
belgos. Es posible que yo lo comprara como esclavo, pero le he devuelto su nombre y
su libertad. Sin embargo, me odia. Sigue aqu solo porque su miedo a los hibernios es
mayor que su odio hacia m. La gente de su pueblo no es amable en la expresin de
sus afectos hacia los jvenes guapos y de pelo rubio y con los ojos del color del cielo
en verano. Aqu est ms seguro que en cualquier otro lugar, y l lo sabe, o si no se
habra ido hace mucho tiempo.
MacCalma levant una ceja hasta el mximo.
l te ve como a un padre.
El herrero se encogi de hombros.
Un hombre puede odiar a su padre y aun as seguir siendo hijo suyo. Mira a
Caradoc.
O mrate a ti.
El martilleo se detuvo. El silencio que sigui resultaba duro a los odos.
Con exquisito cuidado, el herrero dej a un lado el martillo y, con las tenacillas,
levant la hoja todava al rojo vivo; en la cual haba estado trabajando. A la luz
sangrienta de su brillo, habl con tranquilidad y calma, como un hombre que ofrece
una invocacin a sus dioses en la quietud de un templo.
Escchame, macCalma. Solo lo dir una vez. Quin me engendr no es asunto
mo, y no permitir tampoco que lo sea tuyo. Eburovic de los icenos me crio y me
cuid durante mi niez. Corvo, de la Quinta Gallorum, me ense a luchar y a amar,
y me dio el nombre que uso. A esos hombres los valoro y los respeto, pero eso no los
convierte en propietarios de mi vida ni de mi alma, ni ellos la reclamaran. No dej a
los icenos por eleccin propia, y no eleg cometer traicin contra Roma y mi
emperador. Ambas cosas ocurrieron, y por tanto, ahora no pertenezco ni a las
legiones ni a las tribus. Por primera vez en mi vida soy libre. Y me propongo seguir
as.
Ah, s? el soador asinti. Y quin es se, quien es se tan libre?
Qu importa el nombre? Aqu en Hibernia yo soy el que quiera ser. Soy
Valerio para aquellos que prefieren a Roma y desean que les ayude a perfeccionar su
latn. Para el resto, soy simplemente el herrero de pelo negro de la colina, que les
puede arreglar las espadas y los broches y a veces ayudar a sus mujeres en el parto. Si
tienes quejas al respecto, Anciano de Mona, llvatelas a otra parte. Yo no tengo nada
tuyo.
El herrero que en el pasado fue tanto Valerio, decurin de la caballera tracia,
como Bn de los icenos, estaba temblando cuando termin. Tres aos sin vino ni
cerveza no haban eliminado de su cuerpo los temblores de su exceso. Por fortuna, la
espada sin terminar que sujetaba no temblaba como l. Aun as, Luain macCalma le
miraba demasiado fijamente para sentirse cmodo.
El herrero estaba desnudo hasta la cintura. Las cicatrices de guerra brillaban
blancas entre los riachuelos de sudor. Si se le daba el tiempo suficiente, un hombre
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que se lo propusiera poda leer la historia de la conquista de Britania en el mapa de
aquellas heridas. Dos hombres se lo haban propuesto, y ambos vivan ahora fuera del
alcance de su corazn, as como de su mente. Si l les dejaba, los recuerdos de
cualquiera de los dos podan dejarle destrozado. Baj la hoja y la meti en la cuba de
agua, de pie junto al yunque, y dej que el vapor borrase su pasado.
Pero no tuvo un xito completo. Igual poda haber invocado en voz alta a ambos
hombres y la herida de su prdida, tan profundamente cambi el rostro de
macCalma. A travs de la blancura que se iba espesando, el Anciano dijo:
Lo siento. No debera haber venido a molestarte en tu santuario. Solo me
imagin que debas saber la noticia.
Tu hermana ha muerto. No pensaba preguntar para saber ms. Ya eso solo era
demasiado.
El vapor fue desapareciendo lentamente a travs del agujero para el humo.
Cuando el herrero pudo ver de nuevo, macCalma ya se haba ido. Su voz llegaba
perezosa desde la luz del da, hablando con el muchacho belgo, Bello, que ya no era
esclavo y que sin embargo custodiaba fuera el caballo del husped como si fuese su
deber.
La yegua tesalia roja que est ah en el prado iba a ser mi regalo de husped. Es
un poco mayor y no es adecuada para la monta, pero en tiempos tuvo un gran valor.
Est preada de un caballo de batalla panonio y si el potro llega a alcanzar los mritos
de los padres, puede tener gran valor. Tengo unos asuntos con los soadores de
Hibernia y me resultara muy incmodo llevrmela de vuelta. Podras quiz?
Luain macCalma se haba entrenado durante tres dcadas con las mejores mentes
de Mona; el arte de la oratoria era una habilidad que haba cultivado, por encima de
sus habilidades de nacimiento. Cuando lo deseaba, poda animar a todos los
habitantes de una casa grande para que lanzasen vtores, puestos en pie, solo con la
primera frase de un relato, o susurrar a un nio enfermo para que se durmiese de
modo que estuviera curado antes de la maana o conmover el alma de un hombre
que pensaba que se haba vuelto invulnerable, y probarle que no lo era.
El herrero se apart de su yunque.
Qu has trado? Cmo has encontrado una yegua roja tesalia? estaba en la
puerta, a plena luz del da, olvidando que prefera la oscuridad de la forja. La espada
fra colgaba de su mano, intil.
Como respuesta, el soador retrocedi para que se pudiera ver su regalo de
husped. La yegua se encontraba en el pequeo cercado al lado de la choza. No era
mayor, sino anciana, una verdadera abuela entre los caballos, y no la haban cuidado
demasiado bien. Su lomo estaba torcido por haber engendrado demasiados potros. El
cansancio del viaje y de la vida se desprenda de todo su ser como si fuese un presagio
de muerte. Su pelaje era rojo, del color del hgado crudo, con cicatrices blancas en los
costados. Una antigua marca apareca de forma borrosa en la base de su cuello.
Una vez, haca mucho tiempo, cuando la yegua tena su pelaje de verano y estaba
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perfectamente acicalada, la marca fue muy clara: Leg VIII Aug, una yegua de la
caballera de la Octava Augusta, regalada a un muchacho de los icenos que haba
sabido de ella por medio de un sueo.
Haba pasado muchsimo tiempo. Se poda esperar que un verano de alegra
compartida con una batalla al final hubiese dejado un recuerdo tan fuerte en la yegua
como en el muchacho que la cabalgaba, pero los ojos del animal carecan de
esperanza, y mir al herrero sin reconocerlo. speramente, l dijo:
Es demasiado vieja para estar preada.
Creo que no. Ser el ltimo, pero lo har bien. Preferiras que pariese bajo los
cuidados de otro hombre? Puedo llevrmela de vuelta a Mona, si as lo deseas.
MacCalma conoca perfectamente el funcionamiento del corazn humano, y no
desdeaba usar ese conocimiento. El herrero no era capaz de hablar, pero asinti
cuando Bello le mir y luego vio que el muchacho corra hacia la yegua y le ofreca un
puado de sal que mantena en la palma. No era el primero que le daba; Bello haba
sido esclavo, y conoca ntimamente el dolor de la esclavitud en los otros, y saba
cmo aliviarlo.
Recuperando de nuevo la voz, el herrero dijo:
Tiene el corazn roto. Lo que queda, se lo ha dado al muchacho.
MacCalma no estuvo en desacuerdo.
Pero su potrillo entregar el corazn a quien le entrene para la batalla. Airmid
cree que ser un macho, negro y blanco, con un escudo y una lanza en la frente. No
tengo ningn motivo para no creerla.
El herrero dej que su mirada vagase por el horizonte un momento antes de poder
hablar.
Fue un error, desde luego, hablar en voz alta de mis sueos en mi niez. Yo
entonces era muy joven, y demasiado confiado. Pero ese sueo muri hace mucho
tiempo, y no se puede revivir. Muri cuando Amminio me convirti en esclavo y se
llev mi montura de batalla a sus criaderos, y si Breaca ha muerto, entonces el sueo
jams se podr revivir ya, porque ella formaba una parte muy importante de l.
He dicho acaso que Breaca hubiese muerto?
Estaban separados por la longitud de una espada. Valerio, antiguo oficial de
caballera, todava llevaba en la mano la espada a medio hacer, en la que empezaban a
vislumbrarse los primeros atisbos del arma que poda ser. Sin aparente esfuerzo
alguno por su parte, la punta se elev hasta el nivel de la garganta del otro hombre.
Con mucha tranquilidad, dijo:
No juegues conmigo, soador.
MacCalma se qued de pie frente al sol. Su sombra, algo imposible, adopt la
forma de la garza que era su sueo. Mene la cabeza.
Nunca jugara contigo. No quera que hubiese ningn malentendido. No es
Breaca quien ha muerto, sino Silla, tu hermana pequea, la nica del linaje real que
segua en tierras de los icenos. Ha muerto dando a luz a un hijo de Prasutago, a quien
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t conocas como Tago, el cual se ha nombrado a s mismo rey de toda la nacin
icena. l apoya a Roma, y ahora ya no queda nadie que lo detenga. Si no es eliminado,
los icenos, que eran el pueblo de tu madre, aunque digas que ya no son los tuyos,
quedarn esclavizados ante Roma de una forma que no se podr romper.
No es Breaca quien ha muerto
Valerio oy el resto pero no le import. Aquel nico hecho se grab en su mente y
fue repitindose. Sujetaba la nueva espada con demasiada fuerza. Las aristas del metal
a medio formar se clavaban en la carne de sus dedos. La ola que le invadi no fue de
alivio, ni de rabia, ni de dolor, sino de una mezcla de todas esas cosas, convertida en
algo feo y sucio por la manera de contarlo.
Ms tarde, en medio del caos, record que Luain macCalma segua de pie junto a
l, y que haba algunas ficciones que todava deseaba preservar.
Dijo:
Olvidas lo que yo he sido. Si los icenos carecen de armas y de voluntad de
luchar, es porque yo les he doblegado. Sabiendo eso, no pretenders en serio que llore
por el destino de una tribu derrotada, verdad?
Un dios desconocido al que no haba rezado permiti que su voz sonase normal.
La sonrisa de MacCalma resultaba enigmtica.
En absoluto. Tu madre era de estirpe real, y t llevas su sangre, aunque no
quieras. Yo esperaba que t accedieses a ir al este y levantar los icenos en guerra
contra Roma en nombre de tu madre, para que Breaca pudiera permanecer en el
oeste, donde se la necesita, y donde podra conducir a sus guerreros contra un ejrcito
dividido. Comprendo ahora que no lo hars. Ya me he disculpado por alterar tu paz.
No volver a ocurrir. Te deseo lo mejor con la yegua y su potro.
* * *
Luain macCalma quiz fuese un soador, pero cabalgaba con la habilidad de un
guerrero. Su caballo, al galope, formaba medias lunas en la turba empapada de
Hibernia que quedaban mucho despus de que el gris de su manto se hubiese fundido
con la niebla y el cielo.
Valerio se qued mirando hasta que una bandada de gaviotas apareci por encima
de las colinas costeras y rompi el horizonte. Al volverse encontr al chico, Bello,
contemplndole con la misma mezcla de temor y preocupacin que haba mostrado
desde que lleg a Hibernia.
De pronto, cosa nueva, Valerio quera que el chico se sintiese seguro. Dijo:
Te gusta la yegua? Fue ma en tiempos, cuando yo tena tu edad. La cabalgaba
en la batalla, y ella mat a mi primer hombre. Despus, cuando Amminio la captur,
dio a luz a un potrillo blanco y negro, el caballo-cuervo; aqul de quien tanto has odo
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hablar.
Hablaron un poco de su pasado. Bello conoca fragmentos de las pocas de
esclavitud de Valerio, y de Corvo, que le haba liberado, y muchsimo del caballo-
cuervo, que lo haba hecho posible. El caballo haba llegado a asumir unas
proporciones mticas entre ellos. A menudo (casi siempre) les resultaba ms fcil a
ambos hablar de animales que de hombres.
Los ojos del muchacho se abrieron mucho.
Esta yegua es la madre del Cuervo?
S. Ella era exactamente como l, pero sin el odio que l guardaba en su corazn.
Si yo te lo pidiera, la cuidaras?
Era un regalo, y Valerio hizo lo que pudo para ocultar cualquier dolor que pudiese
haber en la entrega. Bello le conoca mucho mejor que macCalma, pero era ms
amable. Si se le not algo, l fingi no darse cuenta. Por el contrario, sonri con
ilusin, y su mirada perdi el cansancio y busc la bolsa que llevaba en el cinto para
coger ms sal y tendrsela, de modo que la pudiera lamer de su mano.
Una idea le hizo fruncir el ceo y luego sonrer de nuevo. Dijo:
Yo la cuidar y la tratar como se merece, pero el potro es hermano del Cuervo,
y por lo tanto debe ser tuyo. Promteme que lo aceptars y lo conservars.
Valerio no saba que el chico haba estado escuchando, ni que entenda el
suficiente hibernio para seguir el crptico discurso de macCalma. l no quera el
potrillo, pero s deseaba mucho que el muchacho se sintiera a gusto con l. Dijo:
Por supuesto que lo conservar. Los hibernios son buena gente, pero no sabran
cmo educar un caballo de batalla aunque les cayera del cielo en sus propios cercados.
Pas una mano por encima de la yegua y not que vacilaba ante su contacto.
Pensando en voz alta dijo:
Est demasiado delgada para parir bien un potro, y la han tratado muy mal.
Necesitaremos heno y grano para alimentarla, y tendrs que pasar con ella mucho
tiempo cada da, para que llegue a confiar en ti. As, nos ayudar cuando llegue el
potro.
* * *
Pasaron el da haciendo planes y la tarde trayendo pienso en una carreta desde el
pueblo, que estaba en la costa. Bello se mostr menos tmido ese da de lo que haba
sido en los tres aos que llevaba en su compaa. Valerio le miraba y se maldeca a s
mismo por haber necesitado que la solicitud de macCalma le ensease lo que deba
hacer.
Cuando se retiraron a dormir, hizo cuanto pudo para no dormirse, pero la
negrura le capt al momento, y los sueos con ella, y eran los antiguos sueos de
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prdida y destruccin y, con ellos, la letana de aquellos a quienes haba matado.
Se despert temprano y descubri que Bello se haba levantado ms temprano
an, y le haba dejado junto al lecho, como presente para cuando se despertase, una
bandeja con queso y una manzana que quedaba de la cosecha, y una jarra de agua del
pozo, y se sinti muy agradecido a los dioses que ya no velaban por l de que el chico
no estuviese all para verle llorar.
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III
El cuerpo del mensajero iba flotando por el ro de la cueva, mantenido a flote por su
pelliza y su manto.
Breaca no era una cantora; las leyes de Mona, que eran las leyes de los dioses y los
antepasados, no le permitan cantar la balada de los muertos, pero s que poda
recitarla, y lo hizo. Solo cuando lleg a la parte en la que tena que haber dicho en voz
alta el nombre del muerto se dio cuenta de que no lo saba. La corriente se lo llev
lejos del alcance de la luz, y ella oy que su pelliza se enganchaba en las rocas y luego
se desgarraba.
Su fantasma ya haba cruzado el gran ro para alcanzar las tierras que haba ms
all de la vida, siguiendo una llamada que solo l poda or. Hubo un tiempo en que
Breaca no vea ms que a los fantasmas de su propia familia, y aquello solo en el
corazn de la batalla, cuando las paredes entre ambos mundos se tomaban mucho
ms frgiles. Entonces vio los espritus de todos los guerreros muertos, todos los
legionarios, todos los hombres arrebatados por el flujo. Todava no haba visto el
fantasma de su hermana Silla, cosa que le sorprenda.
Mirando hacia la fluida negrura del ro, luch por encontrar algn recuerdo de la
joven alrededor de cuyo cuello haba colocado la torques del liderazgo iceno.
Los recuerdos de Bn llegaban primero, sin ser convocados, y Silla solo despus de
l, los dos acurrucados juntos, de nios, compartiendo un solo lecho en la casa
redonda y riendo como cachorros de perro por su parte de las mantas de piel y los
perros que los mantenan a ambos calientes. Pas menos de un ao as y luego lleg
Granizo, el gran perro de guerra manchado con las marcas como de granizo
repartidas por todo su cuerpo, y ya no hubo ms peleas, porque Granizo fue de Bn
desde el momento de su nacimiento y
No haba que recordar a Granizo. Recordar su vida era tambin recordar su
muerte, y haba demasiado dolor en ella.
Demasiado tarde, Breaca cerr los ojos. Las puertas, ya abiertas, dejaron entrar
una oleada de recuerdos: Silla sentada a horcajadas en un potro rojo de su padre,
imposible de montar, y Bn tras ella, sujetndola por la cintura mientras impulsaba a
aquel animal de corazn loco al galope para probarle a Silla su propio valor; Bn
enseando a Silla cmo tirar una soga y capturar un potro, o cmo arrojar una lanza,
o sencillamente, de Bn, aquel nio solemne, serio, con la sorprendente sonrisa, que
haba superado a las abuelas con sus sueos, y que un da crecera y se convertira en
un soador tan poderoso como Airmid.
Y luego, como un nio no sigue siendo eternamente nio, sino que crece y se
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convierte en adulto, era imposible no recordar al hombre roto y desesperado que se
llamaba a s mismo Valerio, a quien haba visto tendido en la cubierta de un barco
procedente de la Galia vomitando en el mar, rogndole que le diera una muerte
limpia y decente.
Breaca no quera recordar aquello, no quera de ninguna manera. Era mucho
mejor antes, cuando crea que su hermano estaba muerto, y se haba sentado
custodiando a los soadores mientras ellos buscaban en los muchos caminos de las
tierras que hay ms all de la vida e intentaban encontrar su espritu y devolverlo al
cuidado de Briga.
No lo haban conseguido, por supuesto, porque su espritu no se hallaba perdido,
sino encendido en el corazn y la mente de un hombre que luchaba por Roma. El
descubrimiento de que Bn estaba vivo, de que era el decurin de la caballera tracia
que haba aterrorizado a los pueblos icenos durante diez aos despus de la invasin,
solo se le revel a unos cuantos. Efns lo saba, pero l no habra propalado jams esa
noticia sin necesidad. Era posible que Silla hubiese muerto sin conocer la verdad, y
creyendo que Bn haba muerto antes que ella. La idea de que le estuviese buscando
en la tierra de los muertos era insoportable.
Sin embargo, haba que soportarla, junto con las noticias de su muerte y todo lo
que sta acarreaba. Con gran esfuerzo, Breaca desech el pasado y se oblig a vivir de
nuevo en el presente. La herida de su brazo arda con un fuego propio que la estaba
abrasando. Se ech de cara junto a la orilla del ro y la meti debajo del agua hasta que
la piel qued entumecida.
Su mejilla estaba apretada contra la piedra hmeda. La dbil luz de su fuego
arrojaba unas sombras mviles en el agua, y se haca ms densa donde el cuerpo del
mensajero se haba enganchado en una roca.
En voz alta, dijo:
No le pregunt su nombre. Llevo demasiado tiempo apartada de la compaa
humana. Empiezo a tratar a los hombres con menos cuidado de lo que tratara a un
caballo.
l est bien atendido. Eres t la que necesita atenciones. Pediste mi ayuda una
vez, antes, la quieres pedir ahora por segunda vez?
La antepasada-soadora estaba muy cerca. Su voz llegaba desde el ro y el humo
del fuego que haba por encima, seductora y peligrosa. Siempre haba sido as, desde
el primer momento de su encuentro una noche de luna llena en el corazn de un
campamento romano, cuando Airmid convoc a la antepasada para destruir al
gobernador, pensando as salvar a Caradoc. El gobernador muri, pero Caradoc
segua todava en la Galia. Aquel farsante de Valerio haba vuelto en su lugar, y la
antepasada lo haba considerado un buen sustituto.
Airmid tuvo miedo de aquella soadora; Airmid, que no tema a nada ni a nadie.
Breaca la apremiaba mientras realizaba los trabajos nocturnos, pensando solo en
Caradoc. Despus se esforz por olvidar aquella voz insidiosa, seductora, que la
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arrastraba hacia los lugares ms oscuros de s misma. Ahora la recordaba y deseaba no
haberlo hecho.
Atrapada, toc el muro de la cueva y lo rechaz con fuerza, como lo hubiera
hecho ante hombres armados.
Me has preguntado lo mismo en la boca de la cueva y mi respuesta sigue siendo
la misma: no te conoca cuando nos vimos por ltima vez. Ahora s que te conozco, y
nunca ms pedir tu ayuda. Solo he venido a buscar la proteccin de tu cueva. Me la
has concedido y te lo agradezco. Ahora me ir, y no te molestar ms.
La risa de la antepasada era como el deslizarse de las serpientes en la arena, ms
terrorfica que cualquier legin.
Y adnde vas, guerrera? Y por qu?
A Mona, adnde si no? Los ancianos deben saber que Silla ha muerto y que
Tago ha asumido el gobierno de los icenos, apoyado por Roma.
Pero, no te irs al este? T, que eres la primognita del linaje real de los icenos,
no deberas, por derecho de nacimiento y estirpe, llevar la torques de los antepasados,
la cual te fue entregada para que la ostentaras como evidencia de tu preocupacin por
tu pueblo?
Haba una trampa en aquella pregunta, pero Breaca no era capaz de verla. Se
habra quedado silenciosa, pero la presin no se lo permita. Dijo:
Ya has odo el mensaje. No es seguro ir al este. Efns ha dejado claro que debo
quedarme y continuar la guerra en el oeste; que solo desde aqu existe alguna
oportunidad de que podamos expulsar a Roma de la tierra. Volver a Mona con esas
noticias. Nada ha cambiado.
Y sin embargo, los muertos han hablado. Si no alzas el este, las legiones
ganarn. El fantasma del portaestandarte te lo ha dicho. No reconoces la verdad
cuando la oyes?
No confiara nunca en las palabras de un romano, aunque est muerto. Efns
dice lo contrario, y no me mentira nunca. l se preocupa por los icenos mucho ms
que yo.
Te preocupas por tu pueblo? No s si es verdad. El ultraje de la antepasada la
haca estremecer. T les has dejado en manos de una nia suave como la leche y un
hombre que se ha vendido a Roma Los icenos no te aman.
Eso dola, y probablemente era cierto. Breaca dijo:
Yo lucho en el oeste para liberar el este. No quedan guerreros en el este. Roma
ha asesinado a todos los que tenan la voluntad y el ingenio para empuar un arma.
Pero no han secado completamente a tu pueblo todava. Un legionario recin
asesinado ve el futuro que se avecina mucho ms claramente que una guerrera viva.
Debo mostrarte, ltima guerrera de los icenos, qu significa que un pueblo se
desangre hasta que no quede nada ms que dar?
Breaca vio demasiado tarde lo que se avecinaba, y que no haba escapatoria. Con
los ojos cerrados o abiertos, las visiones eran las mismas, cayendo desde las negras
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paredes de la cueva, hirviendo en el agua turbia, danzando en la roca slida que se
alzaba ante ella.
Lo que vio no era la tribu de su niez, con o sin los recuerdos de Bn. Las casas
redondas haban desaparecido, desmontadas para quemar su madera cuando ya no se
encontraba nada ms. En su lugar haba chozas pequeas y rotas. La tierra apareca
desolada, los campos arrasados, los caballos muertos de hambre, la poza de los dioses
seca.
Entre el fango y la ruina, hombres y mujeres delgados como palillos y con los
mantos y tnicas azules de los icenos se reunan en toma a un redil, como si hubiese
mercado. Todos tenan las manos manchadas de tierra, como si fueran recogedores
de hierbas y plantadores. No haba guerreros ni soadores; ninguno de ellos ostentaba
las marcas de anciano, ni permanecan erguidos con orgullo ni fuego ni voluntad de
lucha.
Los legionarios con armaduras los rodeaban. En el centro de aquellos dos anillos
estaban los nios, ms de veinte, con los ojos muy abiertos y aterrorizados. Cada uno
iba encadenado al siguiente por el cuello y los tobillos. Llagas abiertas florecan all
donde morda el hierro. Los nios derramaban lgrimas de oro, y sus padres caan de
rodillas y las recogan en sus palmas como si fueran granos, y se sentan agradecidos.
Esclavitud, susurr la antepasada, con una mortal quietud. Cuando se hayan
llevado los perros y los caballos, y matado el ganado y los ciervos de los bosques, y el
hierro que habran sido armas y el bronce que habran sido cosas bellas, cuando
fundan la torques de los antepasados para hacer monedas y pagar con ellas la guerra,
cuando pongan impuestos a todos los momentos del da y arrebaten la comida de
todas las bocas de los nios, entonces vendrn y comprarn la carne viva, y pondrn
precio a aquello que no lo tiene. Recuerdas el sueo de tus largas noches, cuando te
dieron la marca que usas con tanta libertad y que no comprendes?
Preguntas dentro de preguntas en el interior de una pesadilla. Breaca rogaba para
despertarse y olvidar, y no poda hacer ninguna de las dos cosas.
Sudando, dijo:
Nunca he olvidado el sueo de mis largas noches. Jur entonces proteger el
linaje de mi pueblo, salvar a los nios y a los ancianos para que su herencia y la ma
pudiesen continuar sin perderse. Abandon la batalla del ro-mar para salvar a los
nios. He luchado sin cesar desde entonces para que puedan seguir con las canciones
y los sueos de los antepasados, sabiendo quines son y por lo tanto convirtindose
en lo que pueden ser. Y ahora lucho, arriesgndome a la muerte nocturna, para que
mis propios hijos y los de los dems puedan vivir en un mundo sin Roma. No puedes
acusarme de abandonar a los nios.
La antepasada rio.
Dselo t misma.
En la visin, el grupo de nios se separ. En medio de todos, una nia muy
pequea y de miembros muy finos, con el pelo color sangre de buey y un rostro que
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reflejaba un antiguo dolor, alz el brazo desde el corral de los esclavos, suplicando.
Graine?
Breaca fue a tocarla y se golpe los nudillos con la roca. La visin se esfum,
convirtindose en cenizas. Se encontr de pie, de espaldas al fuego, y con el rumor del
ro demasiado cerca de sus pies. El brazo herido le lata con el ritmo de su corazn,
demasiado rpido.
Desesperada, dijo:
Esto no puede ser una visin autntica. No lo creo. Los mercaderes de esclavos
no pueden comerciar en Britania. El emperador Claudio lo prohibi.
Claudio est muerto y lo han hecho dios. Unos trinovantes esclavos construyen
su templo en Camulodunum mientras nosotras hablamos. Nern gobierna en Roma,
y Nern est gobernado por aquellos que estn gobernados por el dinero. Si no
quieres creerme, lo nico que tienes que hacer es permanecer en el oeste y esperar. Si
no haces nada, lo que acabas de ver ocurrir. Por la marca que ambas compartimos, lo
juro.
Y si voy al este?
Entonces habr una oportunidad de darle la vuelta a la marea. T sola no te
bastas; debes encontrar guerreros en nmero suficiente para luchar contra las
legiones e infundirles valor. Debes encontrar el hierro para armarles. Debes encontrar
a otros con valor y visin para que les dirijan, si t caes. Con esas tres cosas, tendrs la
victoria. Lo hars? Te puedo mostrar mi regalo de un futuro mejor.
No quiero nada de ti. Tus visiones no son seguras.
Ah, qu arrogancia! Aun as te voy a dar mi regalo.
La imagen fue breve, un relmpago en la oscuridad que mostraba el diseo
familiar de un campo de batalla; imposible no mirarlo. La visin de Breaca se ampli
y se fij ms cuando los guerreros que conoca se empezaron a distinguir. En el ala
izquierda, Ardaco diriga a las osas como haba hecho siempre: luchaban a pie,
pintados con glasto y barro, y se enfrentaban a una lnea irregular de legionarios.
En el centro, los icenos avanzaban para aplastar al enemigo. Ella no vea quin les
diriga, solo la marca de la serpiente-lanza por encima. A la derecha, una mujer diriga
a los guerreros montados del oeste en una cua que golpe las alas de la caballera
romana y perfor el flanco del enemigo. Las filas de la caballera se hundieron y se
desmontaron y los que deseaban vivir abandonaron el campo de batalla, dejando el
centro sin custodiar. Una segunda oleada de icenos fue a llenar aquel hueco.
La batalla estaba ganada mucho antes de que acabase la carnicera. Lenta,
implacablemente, los guerreros avanzaban y se iban uniendo en el centro por encima
de los cuerpos amontonados de dos legiones.
El momento del encuentro fue maravilloso. En el corazn de la batalla, un
estandarte romano cay y fue pisoteado en el barro. La serpiente-lanza resplandeca
por encima, victoriosa.
Mi regalo, dijo la antepasada. Acurdate bien.
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* * *
Despus, durante mucho tiempo hubo oscuridad, y fras rocas, y el ro que corra
entre ellas. Breaca se fue dejando caer lentamente y qued sentada, y luego echada,
metiendo su brazo herido en el agua.
No era una soadora que convocara visiones, pero all echada en la fra roca, con
la cara vuelta hacia el ro, hizo todo lo posible por recordar a su propia hija, para
poderla ver entera y hermosa y a salvo en Mona, y no destrozada en el redil de los
esclavos como amenazaba la antepasada.
Esforzndose tanto que el sudor perlaba su frente, consigui imaginar un fuego
que bailaba encima del agua y una neblina en el aire por encima de ste. All, rasgo a
rasgo, construy el cabello color sangre de buey, y los ojos grises, y las cejas finas y de
color vino oscuro, y la mirada precavida y cuidadosa de Graine, la hija a la que apenas
haba visto desde su nacimiento. La hija de dos guerreros tan altos no habra tenido
que ser tan fina y tan esbelta, pero Graine era todo aquello que sus padres no eran, y
mucho ms bella precisamente por ello. Nacida a la luz de Nemain, era una soadora
desde su brillante y fino cabello hasta las plantas de los pies.
Breaca no poda imaginar la figura completa de su hija, solo el rostro, enmarcado
por el cabello abundante y oscuro, y le costaba mucho ms esfuerzo de lo que haba
credo posible. Luego, cuando pens que solo poda formar perfiles a medio hacer en
un fuego imaginario, oy llorar a Graine.
La conmocin deshizo la visin. All donde haba estado su hija, una liebre corra
por la ladera de una colina, cazada por Piedra, el ltimo hijo de Granizo, y luego
apareci Airmid, mirando entre las llamas, y la voz de Airmid hizo eco en la cueva
diciendo: no s qu herida tiene, pequea, tienes que decrmelo t. Yo no puedo ver
lo que t ves.
La visin haba desaparecido antes de que ella se diese cuenta de que las palabras
se referan a ella, y no eran para ella, y que a su contacto, el fuego que le abrasaba el
brazo era un poco ms soportable.
No intent llamar a Cunomar. Su hijo apenas haba hablado con ella en los tres
largos aos desde su huida del cautiverio de Roma. No era ningn secreto que no
haba tenido xito en la batalla al lado de su padre, en la Galia, y que hasta el ltimo
gramo de su ser ansiaba borrar aquella vergenza; que esperaba da a da que los
ancianos le llamasen para hacer la prueba de los guerreros y sus largas noches, de
modo que pudiera probarse a s mismo que iba a ser el hombre que deseaba ser.
Como madre, Breaca lo senta por l. Como guerrera, saba que un nio no se
puede convertir en hombre hasta que no haya aprendido a dominar sus impulsos y
que cuanto ms demorasen los ancianos su llamada, menos probable era que l
encontrase la paz necesaria para hacer tal cosa.
Careciendo de esa aprobacin final, Cunomar cazaba enemigos con el odio
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inquebrantable de un oso herido, y su creciente cuenta de muertes no consegua, sin
embargo, curar las mltiples heridas de su alma. Despierto y dormido, el
resentimiento flua de l, espeso y visible como un ro de niebla.
Desde la oscuridad que haba al fondo de la cueva Breaca oy el sonido de la voz
de su padre, Eburovic: tu hijo anhela tu amor. Por qu no se lo das?.
Eburovic haba dado su vida por ella y ella le amaba ms que a ningn otro
hombre. Vivo o muerto, nunca le haba odo decir otra cosa que la verdad. Mir hacia
la oscuridad y no pudo verle, pero su presencia le envolva en su cuidado, como no
haba conseguido hacer la de la antepasada. No estaba sola.
Dijo:
He hecho muchas plumas de muerte para mi hijo cada vez que ha matado a un
enemigo. Le he dado un caballo de mi propio criadero, y con mis propias manos he
fabricado el cuchillo con el que mata. Yo le amaba, y me sent muy feliz cuando Luain
macCalma me lo trajo de vuelta de Roma. l lo sabe, pero an sigue abandonando la
casa redonda cuando yo entro, y no se acerca a m desde que empieza el verano hasta
que termina. Mi hijo es un extrao que caza con las osas y yo no s cmo llegar hasta
l.
Y por eso cazas t tambin sola, sin desear ni requerir su compaa?
Era su padre; no poda mentirle. Era un fantasma que tena acceso a muchos
estratos de verdad.
Breaca dijo:
Yo no podra cazar con Cunomar. No es seguro. Ha matado y vivido para
contarlo solamente porque las osas cazan en manada y se asignan cada vez tres o ms
a su proteccin.
La verdad irrumpi entre los mundos de modo que ella vio a su hijo, lo quisiera o
no, en otro lugar y en otro momento; Cunomar volvi la cabeza y mir a su madre
con los ojos de un extrao. Ella busc su mirada e intent imaginarle llorando
lgrimas de oro, pero no pudo.
Como haba odo a Graine y visto a Cunomar, tambin vio a Cygfa, la hija de
Caradoc, que no era hija de la carne de Breaca, pero que se haba convertido en hija
de su corazn.
Como Cunomar, tambin Cygfa haba sido capturada y hecha prisionera en Roma
con Caradoc, su padre. Exactamente igual que Cunomar, ella haba permanecido a la
sombra de la cruz y haba pensado que la colgaran en ella. Pero a diferencia de
Cunomar, ella haba acrecentado su fortaleza interior, y no haba sucumbido despus
a la amargura.
Cuando Cygfa se fue a pasar sus largas noches y volvi convertida en una mujer,
iluminada por su sueo, Breaca fue la que habl por ella ante los ancianos y la salud
como hija en todos los aspectos excepto los de la carne, que siempre son los menos
importantes.
Alta como su padre, e igual de bella, le trenzaba plumas de muerte a puados en el
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cabello antes de la batalla, y montaba un caballo de su propio criadero. Los guerreros
se acercaban para tocar su espada por la suerte que les dara, y no haba ninguna duda
de que ella luchara bien, y matara con limpieza, y que si mora en la batalla, sera
solo porque Briga la necesitaba en el otro mundo. En todas las batallas desde su
regreso de Roma haba luchado al lado de la Boudica con brillantez.
Desde algn lugar distante, la antepasada dijo: t la amas como a una hija. Los
hijos de tu sangre lo ven cada da y se resienten. Y te extraa que sean ms fieles a
otros que a ti?.
Breaca yaca en la piedra fra a la orilla del ro, con la boca convertida en un
desierto por falta de agua. Tena demasiado calor y demasiado fro y temblaba. Su
aliento no bastaba para pronunciar debidamente las palabras. Respondi, susurrando:
Retuerces la verdad. Mis hijos saben que son iguales ante mis ojos.
Ests segura?
S.
Pero no estaba segura. Su voz en susurros lo deca, y el flujo del agua, y las
palabras de la antepasada, que se hacan cada vez ms dbiles.
T eres icena. Es tu sangre, y tu derecho, y tu deber. No es demasiado para evitar
que los nios lloren. Solo debes encontrar una forma de devolver al pueblo el corazn
y el valor que han perdido. Encuentra una forma de convocar a los guerreros y
armarlos, encuentra al menos uno con un valor que se iguale con el tuyo, y ganars.
Al final, halla la marca que es nuestra y busca su lugar en tu alma. Si lo sabes, t
ganars.
Las palabras de la antepasada formaron la imagen de una serpiente-lanza en la
oscuridad, hecha de fuego, suspendida en un cielo veraniego.
La serpiente, que tena dos cabezas, miraba al pasado y el futuro, retorcida. La
lanza estaba quebrada, como si estuviese rota. Sus dos puntas sealaban hacia arriba y
hacia abajo, a la tierra y al cielo, uniendo el reino de las personas con el reino de los
dioses.
Otras se unan a ella, cinceladas en la roca viviente una y otra vez en los muros de
la cueva, desde el suelo hasta el techo inalcanzable. En ninguna parte y en todas, la
serpiente de dos cabezas miraba por igual al pasado y al futuro, y la lanza torcida yaca
en medio, uniendo los dioses a su gente. El fuego chisporrote y dio ms luz, llenando
las marcas cinceladas con metal fundido, de modo que cobraron vida y sobresalieron,
brillando desde las paredes.
La luz era demasiado intensa. Dola mirarla. Creyendo que se mora, Breaca
apart la cabeza.
Qu ser de mis hijos?
Los dejars en los rediles de los esclavos? Si consiguieras tu victoria, tendras
que perderlos. Mejor perderlos ahora en Mona, donde se les ama, que ms tarde ante
Roma.
Las serpientes-lanza de las paredes se fueron desvaneciendo y todo qued oscuro.
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Solo la marca grabada al fuego estaba suspendida en el techo de la cueva, color azul
cielo.
Con perturbadora solicitud, la antepasada dijo:
No hay nadie ms que pueda hacerlo, si no, no se te pedira. Si procedes con toda
velocidad, la marea de Roma quiz pueda dar la vuelta.
Me lo prometes?
Yo no te prometo nada. Solo que estar contigo, y que si me lo pides, puedo
darte la muerte, que quizs anheles, o ayudarte a vivir, que tal vez no desees.
* * *
Se despert oliendo a quemado.
Su manto se estaba chamuscando en el borde de la hoguera, y la herida de su
brazo se haba abierto y brotaba de ella un pus maloliente. El dolor que la
atormentaba era el mayor que haba sentido jams, ms incluso que en el parto. Mir
hacia arriba en la oscuridad y no vio nada, ni oy nada, solo el ro que corra sin cesar
y sus ecos en el silencio.
Al cabo de un rato rod de lado y luego de cara y empap el borde del manto para
que no ardiera ms, y bebi un poco, y luego, castaeteando los dientes, meti el
brazo malo en el agua y dej que la corriente lo limpiase.
Ms tarde, arrastrndose an, encontr las alforjas del mensajero y el ajenjo,
verbena y llantn y otras cosas cuyo nombre no saba y que haba enviado Efns, por si
el portador resultaba herido durante su viaje.
Airmid habra sabido mucho mejor cmo usar aquello. Breaca hizo todo lo que
pudo recordar, y rez a los dioses, no a la antepasada-soadora, para que ayudasen en
su curacin.
* * *
Se durmi de nuevo, mucho rato, y se despert ms fresca y temblando de hambre,
pero no de fro, y as supo que lo peor haba pasado. Comi algo de las alforjas del
mensajero, agradeciendo a su fantasma su previsin y el regalo de la comida, y fue
lentamente a atender a los animales. La ruana la reconoci y relinch, dndole en el
cabello con el morro. Ella se qued de pie rascndole la cruz y deshacindole los
nudos de la crin.
Al cabo de un rato, como haba pensado en ello y haba tomado una decisin, y
necesitaba expresarla en voz alta, dijo:
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Nos quedaremos aqu seguras hasta que me encuentre lo bastante bien para
cabalgar, y entonces iremos al este. Yo sola. Encontraremos guerreros y los
llamaremos a la batalla, y podemos encontrar el hierro para armarlos, y uno que los
dirija. Si no devolvemos la marea de Roma, no ser por no haberlo intentado. Pero
ahora mismo te juro que si las legiones vienen a tomarte a ti o a tus cras para
esclavizaros, te matar o los matar a ellos, antes que dejar que tal cosa ocurra.
La yegua no saba nada de la esclavitud, solo not la pasin que subyaca en las
palabras. Volvi la cabeza y descans su barbilla en el hombro de Breaca y le lami el
cabello empapado de sudor, y durante un momento, en la oscuridad, fueron
compaeras, la una para la otra, antes de que emprendiese el viaje al este.
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IV
Una luna creciente coronaba el borde de la montaa. Un carrizo cantaba al amanecer.
La pequea Graine estaba echada detrs de una losa con las esquinas rectas, con la
mano en el cuello de un perro color azul pizarra llamado Piedra. Desmintiendo su
nombre, el perro no yaca quieto, sino que temblaba bajo su contacto, con la mirada
fija en el empinado terrapln de la colina, en el lugar donde el brezo de la montaa
dejaba su lugar a la hierba y grandes extensiones de helechos. En verano haban
cortado el heno que creca all, la hierba haba vuelto a crecer un dedo ms o menos,
con lo que era ya un buen pasto. Graine mir al lugar que miraba el perro y, cuando
los ojos de ella se convirtieron en los del animal, un tringulo de perfiles borrosos se
convirti en la forma de tres liebres de un ao que se alimentaban.
Las liebres eran jvenes e incautas. Graine, que tambin era joven, haba odo a los
dems contar historias de caza: viglalos desde la distancia. Cuando cojas a uno solo,
se es el momento de atacar.
Fue Duborno quien le cont aquello, el cantor delgado y atento a quien los dioses
haban devuelto vivo de Roma, mientras que su padre haba quedado atrs. Duborno
hablaba de cazar romanos, pero las liebres no eran tan diferentes.
Graine permaneca echada en la hierba hmeda, al acecho. Nemain, la luna, baj
mucho ms, hasta que la liebre que viva en su superficie no pudo verse ya
claramente. Los susurros de la semioscuridad cambiaron y se convirtieron en ruidos
diurnos. Graine hubiese preferido que la noche no acabase nunca; en la oscuridad, las
abuelas le hablaban desde los pases que haba ms all de la vida, y ella notaba que
comprenda aquel mundo. A la luz del da tena que fiarse de las palabras poco
crebles de los adultos que la rodeaban, y que le resultaban demasiado confusas.
No es que le mintieran, es que, sencillamente, no tenan la misma visin del
mundo que las abuelas, de modo que era difcil saber qu era lo que poda
complacerles. Su madre, Breaca, resultaba especialmente difcil de comprender, y era
a su madre precisamente a quien ms quera complacer Graine si es que an segua
viva. Ese interrogante haba dominado la maana y todo el tiempo transcurrido desde
aquella oscura tarde con Airmid, cuando ambas vieron cosas en el ro que no habran
deseado ver.
Las abuelas no la haban ayudado con aquella visin, ni se la haban explicado. Sin
tener nada ms slido que el dolor visto y sentido, Graine decidi comportarse como
si su madre todava estuviera viva y pudiese volver pronto, contando los muertos
romanos y, quiz, impresionada por las hazaas de la hija a la que haba dejado.
En la ladera de la montaa, contemplado por el perro llamado Piedra, uno de los
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gazapos, ms atrevido que sus hermanos, se alej en busca de hierba ms verde.
Cuando cojas a uno solo En un momento determinado, cuando el sol le mostr
el brillo del ojo de la liebre y el perro azul dej de temblar contra su costado y se
qued absolutamente quieto, Graine levant la mano.
Los primeros pasos de la persecucin helaron el aliento de la nia en su garganta.
Haba visto a los perros perseguir a un liebre muy a menudo, pero nunca haba sido
su perro el que persiguiese a la liebre que ella haba elegido, con su pelaje hirsuto, que
ya se volva leonado, y un relmpago color crema en el vientre, con su vida pulstil y
su carrera veloz y sus ojos negro y redondos, perfectos como el azabache pulido.
Durante una docena de latidos, Graine se qued inmvil, sintindose al fin como un
verdadero cazador, iluminada ya por el brillo del orgullo de su madre.
ste era el resumen de su plan: su to Bn, el traidor, haba recibido el ttulo de
Cazador de Liebres cuando todava era un nio, y amigo de las tribus. A Graine le
pareca que su madre lloraba a su hermano perdido igual que a Caradoc, que haba
sido la fuente que alimentaba su alma. Si bien Graine no poda reemplazar a su padre
(y los aos de ausencia le haban demostrado con claridad que no era posible),
entonces, quiz podra convertirse en otra Cazadora de Liebres, capaz de mitigar la
pena que caus la prdida de Bn.
Aquello no cambiara la realidad de la herida de Breaca, ni de su enfrentamiento
con la serpiente-soadora, pero quiz, al menos, la hiciera sonrer. Graine la Cazadora
de Liebres. Sonaba muy bien. Casi poda orlo pronunciado por Airmid, y ver cmo la
Boudica, rodeada por los ancianos, lo aceptaba y se senta feliz.
Muy cerca. Cazador y cazado, cazado y cazador. Muy cerca.
Piedra ya haba pasado sus mejores momentos, pero estaba en forma despus de
un largo verano de guerra. Al correr, se estiraba y se pona plano como un halcn, y la
distancia de cazador a cazado se iba acortando hasta que casi pudo golpear y matar
pero no del todo.
La liebre estaba muy crecida y haba sobrevivido a un largo verano de peligros.
Saba lo suficiente de la caza para salvarse del primer ataque. Los dientes blancos se
cerraron con un chasquido en el aire, en el lugar donde estuvo su pecho, pero el
animal ya haba desaparecido. Buscando una salida con desesperacin, se desvi y dio
la vuelta sobre s misma, de modo que, por primera vez, se situ de cara a Graine, que
se haba puesto de pie y estaba all hundida en el brezo hasta las rodillas. Aunque
estaba muy lejos, la liebre levant la cabeza y la mir directamente a los ojos,
suplicando. Su liebre buscaba su ayuda, y le suplicaba la libertad de vivir,
sencillamente.
No era aquello lo que haba planeado, en absoluto. El terror invadi a Graine,
asfixiante. No su propio terror, sino el de la liebre, el terror paralizante, martilleante
de la bestia acosada. Antes de que ella pudiera tomar aliento para gritar, el animal gir
de nuevo sobre s mismo, se arroj por debajo del cuello del perro y vol directo hacia
ella, recto como una flecha, sumergindose entre sus piernas en busca de refugio.
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Ella habra alejado a Piedra si hubiese podido. Hizo lo que pudo, chillndole hasta
que la garganta se le qued en carne viva, pero todo el mundo saba que cuando uno
de los perros del linaje de Granizo estaba cazando, o en la guerra, lo nico que poda
detenerle era recibir un lanzazo. Graine solo tena seis aos y no dispona de ninguna
lanza para arrojarla, y aunque la hubiese tenido, nunca se habra atrevido a hacer
dao al perro que hered el corazn y el alma del legendario Granizo, y que era todo
lo que le quedaba a su madre de la vida antes de la invasin romana. Se qued all,
petrificada, entre el brezo, y el perro pas corriendo junto a ella, impersonal como un
rayo, igual de sordo, igual de letal.
La liebre estaba a la distancia de un brazo. El tiempo se distenda mientras daba
vueltas y vueltas, una tercera vez, una cuarta, girando sobre s misma, esquivando las
mandbulas terrorficas en busca de un aliento ms de vida, una vida tan preciosa que
Graine poda notar su necesidad de sobrevivir como un sabor a hierro en la lengua.
Fue a coger al animal, desesperada por ayudarle, y ese movimiento fue su perdicin.
La liebre titube y fall la ltima vuelta, y Piedra, superndose a s mismo, se estir la
distancia de una mano ms, para alcanzarla. El animal muri, chillando, con el pecho
roto sobre su corazn. Hasta el final, los ojos negros siguieron clavados en los de
Graine, rogndole silenciosamente refugio y libertad.
En aquel momento, a los seis aos de edad, de pie y metida hasta las rodillas en la
hierba hmeda, con la media luna fantasmal de Nemain neblinosa en el cielo
occidental, Graine nic Breaca macCaradoc, heredera del linaje real de los icenos,
comprendi con espantosa lucidez la autntica indefensin de los dioses cuando las
fuerzas que desatan con buena intencin destruyen a aquellos que les han pedido
ayuda. La enormidad de ese hecho, la ilusin de esperanza, cuando en realidad solo
hay una muerte cierta, la abrum. Se sent en la hierba y llor como solo puede llorar
un nio, por la liebre, que era el animal de Nemain por encima de todo; por su madre
y por su padre, que viviran separados para siempre, por s misma, perdida en un
mundo de fuerzas ciegas donde Cygfa y Cunomar haban vuelto de la muerte para
reclamar partes del corazn de su madre, que ya estaba demasiado dividido, y por
ltimo, por el valiente perro de guerra de gran corazn que lo haba dado todo en la
caza y vena hacia ella para recibir su alabanza, y que no comprenda por qu ella no
se la daba, y por el contrario, se agarraba a su cuello y lloraba.
* * *
Airmid, soadora de Nemain, la encontr poco despus del medioda, junto a la
corriente, en aquella parte del bosque donde el sol era menor. Graine estaba sentada
en el tronco de un abedul cado con el perro, Piedra, echado a un lado, y el cuerpo
despellejado de una liebre en el csped ante ella. La piel estaba extendida sobre unas
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rocas, y la haba limpiado en parte. La cabeza, mal cortada, estaba en una piedra en
mitad de la corriente, de cara al oeste, hacia los antepasados. Un rizo de cabello largo
color sangre de buey ondulaba en la corriente a su alrededor, sujeto por otras piedras.
Haba un trozo calvo en la cabeza de Graine, que estaba sentada y encorvada,
sollozando junto a la corriente.
La soadora llevaba desde el amanecer buscando a la nia que no era su hija, pero
que haba ocupado ese lugar en su corazn. Vindola, la ansiedad de la maana se
convirti casi en ira, y luego en un miedo mucho ms hondo. Se qued quieta,
pensando que no la vean ni la oan. El perro no mostr seal alguna de haberla
reconocido, pero aun as, sin levantar la vista, Graine se inclin hacia delante y volvi
la liebre para que mirase hacia ella desde la corriente.
Quera honrarla dijo. Me ha enseado lo que ha sido de mi madre en la
cueva de la antepasada.
Airmid poda correr tan rpido como cualquiera de los guerreros, cuando se lo
propona. Sin preocuparse por su tnica, cruz las piedras hmedas del ro,
arrodillndose junto a la nia, sujet los pequeos y temblorosos hombros. Una
cascada de pelo despeinado qued entre sus dedos, esa parte de Graine que perteneca
solo a la nia, y no tena eco alguno ni en sus padres ni en sus abuelos, por ninguna
de las dos partes. Cuando naci era plido como la paja de invierno, y durante un
tiempo pareci como si los sueos de toda una vida hubiesen estado equivocados,
pero el espeso cabello color sangre de buey creci a lo largo del primer ao y
confirm al fin los primeros inicios de esperanza.
Ms tarde, cuando el beb se convirti en nia, su pequeez se hizo evidente; las
finas lneas de sus rasgos no se parecan a nadie ms que al hermano de su madre,
Bn, con quien Graine solo comparta una pequea parte de sangre.
Solo los ojos de Graine eran indiscutiblemente como los de su padre: ese gris
cambiante que se desplazaba, segn la movible climatologa de su alma, desde la
densidad de las nubes tormentosas al casi azul del hierro recin forjado.
Externamente, la nia no tena nada de su madre. Haba que comprender y amar
profundamente las almas de ambas para ver el fuego que arda en su interior, y la
distinta forma en que se haba moldeado en la soadora y la guerrera.
Ahora haba poco fuego en el interior de Graine, que solo era una presa herida y
frgil. El tronco de abedul estaba echado a lo largo de la orilla, derramando plumosos
filamentos de corteza blanca en la tierra. Sentada a una cierta distancia, Airmid sac
de su bolsa un puado de avellanas con cscara y unas manzanitas silvestres
marchitas que haba recogido al amanecer, pensando en compartirlas con su no-hija.
Ahora le ofreca una, mirando hacia el agua, ms all de la liebre.
Puedes contarme lo que te ha enseado la liebre? pregunt.
En los bosques que haba detrs, el viento del oeste jugaba con las hojas de otoo,
aflojndolas. Graine levant la vista. Sus ojos grises no tenan edad.
Cuando mi madre estaba luchando contra la traidora Cartimandua, t rezaste a
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Nemain pidiendo ayuda dijo. Y aun as, perdimos.
Me ha enseado lo que ha sido de mi madre Airmid respir honda y
lentamente, y afloj los puos. Estaba con Graine cuando ambas tuvieron la visin de
Breaca. Lleg neblinosa a travs del agua, pero a pesar de encontrarse a una distancia
tan grande, qued bien claro que la guerrera se estaba muriendo. Airmid haba rezado
y soado constantemente durante los tres das transcurridos desde entonces, pero no
se le haba mostrado nada ms. Graine, a quien los dioses enviaban visiones ms all
de la imaginacin de cualquier soador de Mona, decidi no compartir lo que saba, y
por el contrario, centr su mente en las batallas perdidas del verano.
No se poda hacer nada para apresurarla; aquella nia tocada por los dioses no
deba sufrir presiones.
Los dioses saben ms que nosotros cmo deben ir las cosas. Podemos rezar, y
debemos hacerlo. Pero no todo lo que pidamos se nos otorgar.
No, o si no los romanos habran embarcado y se habran alejado navegando
hace ya mucho tiempo.
Ciertamente. Pero siempre ha sido as, y debe continuar siendo as. Si todas las
plegarias fueran concedidas, nos volveramos arrogantes y pediramos demasiado.
Graine pens un momento y luego dijo:
Y eso sera malo?
Airmid le respondi:
Podra serlo. Creo que llegara un momento en que dejaramos de honrar a los
dioses por lo que nos han concedido. Y entonces nos quedaramos realmente sin
dioses.
Como los hombres de las legiones?
Algunos de ellos.
Eso sera malo.
Se quedaron calladas un rato. Poda haber sido un da como cualquier otro.
Comieron tranquilamente hasta que las avellanas se acabaron. Airmid parti una
arrugada manzana entre sus manos y le ofreci la mitad. El olor era cido, como la
hierba nueva, con una base dulce y almendrada. Graine la tom sin verla. Su mirada
estaba fija en la de la liebre. Los ojos estaban abiertos y eran opacos, como agua
empolvada.
Graine dijo:
Creo quiz podra ser que Nemain no pudiera ayudamos, por mucho que
le rezsemos? Igual que yo no he podido ayudar a la liebre, aunque quera hacerlo.
Y entonces qued ms claro el porqu de la piel tensada y la cabeza cortada.
Conteniendo un movimiento ms grande, Airmid se inclin hacia delante y apart un
mechn de pelo que caa encima de la frente de Graine. Los dioses hablaban de
formas pequeas, indefinibles. El entrenamiento de un soador consista en saber
cmo escuchar. All, en presencia de una nia que encarnaba su propio sueo, todo el
cuerpo de Airmid vibraba escuchndola. Una urraca vol por encima de ellas y
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grazn una vez, estentrea en el silencio de la maana. Ms discretamente, una trucha
chapote en la corriente y aterriz de forma poco elegante, salpicando ms de lo que
tena que haber hecho. Una rana cro, y estaban en una poca del ao demasiado
tarda para las ranas.
De esas sutiles formas el dios advirti a Airmid que deba escoger las palabras con
mucho cuidado. Veinte aos de enseanzas en Mona y un puado de aos antes al
servicio de la anciana abuela le haban ayudado a encontrar las palabras que deba
pronunciar.
Inclinndose hacia delante, la soadora tom las dos manos de la nia entre las
suyas.
Puede que tengas razn. Es posible que los dioses no puedan hacer nada, pero la
liebre es el animal de Nemain, y si ha muerto, lo ha hecho para volver con ella. La
muerte no es mala, si llega en el momento adecuado, eso debes recordarlo. Y t no
eres una diosa, sino otra de las criaturas de Nemain. No podras haber evitado la
muerte de la liebre, igual que una alondra no puede evitar que t te comas una
manzana. No est en tu mano.
Quieres decir que la liebre muri porque quiso? Yo no creo que fuera as.
No, tampoco creo eso. No he dicho eso. He dicho que quiz muri porque
haba llegado su momento. No podemos saber por qu, pero quiz si Piedra, que es el
mejor de los cazadores, no la hubiese capturado y matado limpiamente, le habra
ocurrido algo mucho peor despus; un guila poda haberla cogido y desgarrado para
alimentar a sus cras, o un cachorro de zorro que todava no hubiese aprendido a
matar bien poda haberla dejado lisiada, y as habra muerto de hambre durante el
invierno. O quiz, sencillamente, era su hora de volver con Nemain, que es quien
decide esas cosas. Nosotros, que no somos dioses, no podemos saberlo.
Pero Nemain s que puede?
Airmid se tom un tiempo para pensar. Las manos que sujetaba se haban puesto
fras, y luego demasiado calientes. Ella las volvi, examin las uas mordidas con su
habitual media luna de mugre. Los ojos grises la atrajeron de nuevo.
No lo s dijo. En realidad, no lo s. Pero creo que tenemos que creerlo as,
o si no, no nos quedara nada que creer. Quiz no sea cierto. Quiz la liebre muri
porque t decidiste enviar el perro a por ella, y no hay nada ms. Preferiras creer
eso?
En el largo silencio que sigui, los pjaros se quedaron quietos en las ramas y la
rana cro sola.
Si lo creo, har eso que sea verdad?
No me parece que lo que nosotros creamos cambie nada, excepto a nosotros
mismos.
No En ese caso, preferira creer que muri porque le haba llegado la hora de
volver con Nemain. Pero eso significa Graine titube. Era una nia de seis aos,
plantendose preguntas que haban atormentado a los sabios desde la poca de los
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antepasados ms antiguos. Tena el ceo tan fruncido que la frente estaba aplanada
encima del hueso.
Airmid dijo, suavemente:
Significa que Nemain ve una gran parte del cuadro, y nosotros solo vemos lo
que tenemos ante nuestros ojos. Significa que si tu padre Caradoc est en la Galia, est
por algn motivo que nosotros no conocemos.
Y el hermano traidor? Por qu est en Hibernia?
Valerio. Era Bn, pero ahora se llama a s mismo Valerio Airmid acarici una
pequea mejilla que poda haber sido fcilmente la del hombre. No nos ayuda en
nada pensar mal de l. No s por qu est all. No puedo llegar hasta l ni verle. Se ha
cerrado en s mismo ante el contacto de los dioses.
Airmid no le haba contado todo aquello a nadie ms; ciertamente, no a Breaca.
Graine tembl con el fro del amanecer, y no fue solo su piel la que repiquete con el
sonido de la voz del dios. Viendo que era posible mostrar la hondura de su
preocupacin sin hacer dao, Airmid se inclin hacia delante y apret el cuerpecito
contra su pecho, calentndola y sujetndola muy cerca.
El temblor dur un poco todava. Airmid dijo, mientras besaba el cabello
abundante y rebelde:
Debemos aprender a tener paciencia las dos. La respuesta llegar bien clara con
el tiempo, aunque tengamos que esperar a la muerte para verla.
La muerte hace que las cosas sean ms claras?
La muerte hace que todo sea ms claro.
Entonces el hombre que Sorcha lleva en el barco lo sabr todo a medioda.
La nia era excepcional, pero algunas cosas estaban incluso ms all de los dioses.
Bruscamente, Airmid le pregunt:
Cmo sabes eso?
El pequeo rostro se volvi hacia arriba. Durante un momento Graine adopt un
aire serio, con aquella mirada lejana que haba aprendido de los soadores. Luego
sonri y volvi a ser una nia de nuevo, encantada por el xito de su ardid.
Estaba all cuando me he ido de la cabaa de Sorcha con Piedra. Le he visto
cabalgar hasta la orilla del agua y hacer la seal. Cabalgaba de lado, sujetndose el
vientre, y cuando ha intentado desmontar se ha cado del caballo y ste se ha alejado
de l. Solo hacen eso cuando un hombre se est muriendo, Gwyddhien me lo dijo.
El vello en los brazos de Airmid se eriz, y se le sec la garganta. Algunos sueos
de las noches pasadas se hacan ms claros de lo que a ella le habra gustado.
Despreocupadamente dijo:
Si Gwyddhien lo dijo ser verdad. Ha ido Sorcha a ayudarle?
No, todava no. Se estaba levantando para alimentar al beb cuando yo me he
ido. Ahora ya estar lista. Deberas ir. Trae noticias del este. La liebre me lo ha dicho.
Y te ha dicho la liebre qu noticias traa?
Los ojos grises se abrieron mucho.
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No. Me ha enseado a su hermano, que est muerto. Mi madre se encontr con
l y le dio su mensaje. Estuvo enferma por la herida que vimos pero la serpiente-
soadora la cur. Ahora se va y no volver nunca. Los antepasados estn con ella. No
pueden mantenerla a salvo mucho ms que los dioses. Pero la vigilarn para que
nosotras lo sepamos si cae.
Gracias tanto de labios de una nia. Tanto contenido en lo que duraba una
maana. Tanto que lamentar y temer y quiz planear.
Airmid no se esforz por sonrer; con Graine, tal cosa sera un insulto. Se levant,
sujetando la mano de la nia, y dijo:
En ese caso, no podemos hacer otra cosa que saludar al mensajero. Crees que
vivir lo suficiente para transmitir su mensaje?
Si nos damos prisa, s.
Puedes correr?
Claro.
Entonces vamos.
Corrieron juntas por el sendero pedregoso hacia la cabaa de Sorcha. Una rana
solitaria en la orilla del ro croaba una cancin de duelo de otoo.
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V
Metido en un hoyo, el fuego no produca humo, solo una neblina de aire quemado
que emborronaba las lneas rectas de los abedules que lo rodeaban, de modo que stos
titubeaban como si estuviesen reflejados en el agua. Detrs, el cielo vespertino
nublado incorporaba las ondulaciones del ocano, de modo que Breaca poda haber
estado de nuevo en la cueva, encerrada en los sueos febriles de la antepasada, pero
no era as.
Los sueos habran sido ms agradables que la realidad. Estaba sentada, envuelta
en su manto, con la espalda apoyada en una roca, y deseaba, sin esperanza alguna de
conseguirlo, el calor y la compaa de un perro. Los das anteriores a la invasin de
Roma, ningn cazador, guerrero, comerciante o herrero ambulante habra dormido
jams a cielo abierto sin un perro que mantuviese alejado el fro de la noche.
Era un pequeo cambio en medio de todo el cataclismo de la ocupacin, pero
serva como indicador de la vida que haban perdido, y una vez ms era una pluma
que se aada al platillo de la balanza de su decisin, por si alguna vez lo lamentaba:
por el calor que prometa un perro en una tarde de otoo, Breaca de Mona, antes de
los icenos, haba abandonado a sus guerreros y la isla de Mona que haba sido su
hogar y su seguridad durante casi veinte aos. Haba abandonado a sus hijos, para los
cuales nunca haba sido una madre del todo, y a los guerreros, para los cuales haba
sido la Boudica, portadora de victoria, y, al salir de la cueva de la antepasada con la
herida del brazo medio curada, dirigi a su yegua hacia el este, hacia las tierras de los
icenos, y ni una sola vez mir hacia atrs.
Los dioses muestran los muchos futuros posibles y corresponde a los vivos
poner de manifiesto cuanto se ofrece.
La antepasada-soadora le haba dicho aquello al irse, hablando desde el perro de
piedra, mientras Breaca eliminaba las ltimas hierbas, en cumplimiento de su
promesa, y luego se pona en pie sobre la piedra para montar su caballo.
Pens en ello ms tarde, cabalgando hacia el este por unos senderos apenas
hollados, concentrndose en los pequeos sacrificios para que los grandes no la
abrumaran. No era difcil encontrar cosas que llorar: la prdida de Piedra, que era su
mejor perro de guerra y el ltimo hijo que quedaba de Granizo; la prdida del
semental castao que tena que haber cubierto a la yegua azul en primavera, y la
potranca de un ao que era su hija y que superara a sus padres; la prdida de tantos
cuchillos de caza que yacan en el estante, detrs del lugar donde dorma, en la casa
grande; la prdida de la antigua espada con la osa amamantando en el pomo, y que
haba sido de su padre Eburovic y de su padre antes de l y de su madre antes de l,
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pasando de ao en ao, a lo largo de la historia ms distante de los icenos.
Aquella espada tendra que haber ido a parar a Cunomar, en sus largas noches, y
quiz lo hiciese todava; Ardaco saba dnde se guardaba, y hara lo que fuera
necesario, pronunciando las palabras de la ofrenda como si fuese el padre de aquel
nio que se haca hombre, y no simplemente su mentor. Cygfa no podra estar
presente en la ceremonia, ya que solo los hombres podan tomar parte en las largas
noches de los chicos, igual que solo las mujeres velaban por las chicas pero s que
podra trenzarle el cabello despus, junto con Airmid y Graine, cuando saliese para
unirse a
Breaca se detuvo y maldijo su mente indisciplinada. Nunca se haba considerado
dbil, y no deseaba empezar a hacerle entonces.
Dominando su respiracin, levant la cabeza y mir ms all del fuego al lugar
por encima de las copas de los rboles donde el semicrculo de la luz de Nemain
iluminaba las siluetas de las ramas sin hojas. Cuando se asom por encima del
campamento romano, la luna estaba en el ltimo da del cuarto menguante,
demasiado vieja para mostrarse por la noche. Ahora estaba a mitad de camino de la
luna llena, y arrojaba sombras en el paisaje. Cinco das haba perdido curndose en la
cueva, una vida entera cada uno de ellos.
La noche era menos quieta que antes. Un viento hmedo soplaba desde el sur,
extendiendo la neblina por encima del fuego, baja y plana. Los rboles oscuros
inclinaban sus copas hacia el norte y el cielo que haba detrs brillaba con estrellas
tempranas. La yegua ruana se movi, olfateando la brisa, y luego se movi otra vez y
resopl suavemente por los ollares.
Muvete!
No era la antepasada quien hablaba, sino la parte ms vieja de la mente de Breaca,
que estaba unida a la serpiente-lanza y a la vida. Se puso de pie, ech su manto sobre
el fuego y lo pas por encima del hoyo de la hoguera para esconder su resplandor.
Llevaba en una mano sus piedras de honda y la honda en la otra, y ya estaba al abrigo
de los rboles, movindose silenciosamente sobre las hojas hmedas de lluvia y
escondindose entre los arbustos, que cedan hacia delante para dejarla pasar y se
cerraban luego tras ella despus, negando que hubiese estado all siquiera.
Ve al sur; el viento viene del sur, y trae el aroma del hombre a la yegua.
Breaca describi con cautela un crculo hacia el sur, como una lechuza en vuelo,
cambiando la honda por el cuchillo, que mata mejor en distancias cortas. Su yegua se
qued erguida, como si estuviese esculpida en granito, como algo que formaba parte
de la noche. El vapor que se elevaba del manto calentado por el fuego finalmente
traicionara a los rastreadores el hecho de que ella haba estado en aquel claro, pero no
les revelara su nueva posicin.
El enemigo estaba solo y bien escondido. Estaba echado debajo de un endrino
raqutico, y solo el borrn plido de su cabello le permita a Breaca distinguirlo. Por
tanto, no era romano; entre los invasores, solo los hombres de la caballera gala tenan
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un cabello de ese color, y no tenan destreza para aquello. Poda ser un explorador
coritano, un traidor de la tribu del este, los que eran vecinos de los icenos, que eran
partidarios de Roma, y cuyos mejores exploradores reciban una buena paga en oro
para cazar a sus propios compatriotas. Breaca haba matado a dos de ellos en das
recientes, y no le haban parecido ms hbiles que sus amos romanos, sino,
sencillamente, ms cuidadosos en campo abierto.
Esper y observ, y luego apret la hoja de su cuchillo en la tierra y, con la mano
libre, busc entre sus guijarros pintados de negro. Dos tenan unas lneas-serpiente
rojas en lo negro, pintados en Mona, donde la serpiente-soadora era un recuerdo
seguro y distante. Breaca los conoci por el dolor agudo que causaban en su palma.
Sac uno de su bolsa y lo coloc en el hueco de su honda. Esas dos piedras solas no
solo extraan la vida de sus enemigos, sino que extinguan tambin los fuegos del
alma. Era un destino adecuado para un traidor, y hasta los impos coritanos haban
aprendido a temerlo.
Al final, cuando el vapor de su manto se convirti en humo, el explorador se
levant de su escondite y avanz, echado sobre el vientre y silencioso como una
serpiente. Si la estrategia de su rastreo era fatalmente defectuosa, la calidad de sus
movimientos, en cambio, era exquisita. Una fluidez sinuosa que no alteraba ni las
hojas, ni las ramas pequeas, y que le haca avanzar hasta el lugar donde ella haba
estado.
Donde haba un rastreador que conoca su oficio, poda haber dos. Ese
conocimiento fue el que aplac la mano de Breaca cuando el rastreador emergi ms
all del endrino y el guijarro negro y rojo poda haberle matado. La Boudica no
llevaba tantos inviernos cazando sola para que la sorprendiera un guerrero dispuesto
a sacrificarse para atraparla. Observ el lugar donde el explorador se haba quedado
esperando.
Es bueno, verdad? Pero no tanto como t y yo.
El murmullo formaba parte de la noche, un suspiro de la brisa. La voz era la de un
amigo, y la ltima que esperaba or.
Ardaco?
Se volvi despacio. El guerrero menudo y marchito le sonri desde la base de un
abedul. Ardaco diriga a las osas y era el mayor defensor de sus aptitudes. Luchaba
desnudo y a pie, embadurnado con la grasa de oso color gris teida de glasto que le
daba su poder, y pintado con arcilla blanca para aterrorizar a sus enemigos. Ahora no
iba pintado ni apestaba a oso, sino que iba desnudo y solo llevaba un cinturn con un
cuchillo, y su cuerpo se confunda con la tierra que le rodeaba como hara una piedra
o un oso dormido. Breaca le vea porque l haba dejado que le viese. Con toda
probabilidad haba pasado junto a l al rastrear al rastreador, y no haba notado ni el
ms mnimo indicio de su presencia.
La sorpresa se convirti brevemente en ira y luego en una ansiedad acuciante. Los
ancianos ya enviaron a Ardaco una vez a buscar a la Boudica y llevarla de vuelta a
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casa. No le haca ninguna gracia tener que pelearse con l por el derecho a continuar
en el este.
Con un suspiro casi silencioso, ella le pregunt:
Por qu ests aqu?
He jurado proteger a tu hijo en tu ausencia. Las osas me lo pidieron y yo
consent, de buen grado. All donde va l, voy yo. A quien l persigue, yo lo persigo,
aunque la presa sea su propia madre.
Ardaco hizo una seal hacia delante y lo que tendra que haber sido obvio se hizo
obvio: el explorador que segua el rastro de la Boudica no era ningn traidor coritano,
sino Cunomar, su hijo mayor, digno hijo de su padre en muchas, muchas cosas
pero no lo suficiente.
Cunomar haba llegado al borde del claro y estaba abrindose camino hacia
delante entre los abedules. Breaca not el peso de la piedra pintada de rojo al dejar
caer su honda. Al comprender lo cerca que haba estado de matarle se senta aturdida
por el terror. La voz de la antepasada resonaba en su mente. Si tuvieras tu victoria,
deberas perderlos
Pero no as habl en voz alta sin querer.
Ardaco mene la cabeza.
Estoy aqu para protegerle. No te habra dejado tirar.
No? Con los ojos ella midi la distancia que le separaba de Ardaco. Dos
largos de lanza entre ellos. Podan discutir hasta el fin de sus das si eso habra bastado
o no.
Ella dijo entonces:
No lo comprendo. Qu hace Cunomar aqu? Y por qu me est siguiendo
cuando poda venir cabalgando tranquilamente y compartir mi fuego?
Podra? l cree que no. Tu hija cree que t nos has abandonado, y por eso
ahora, por primera vez, tus hijos estn unidos en su miedo y su prdida. Quieren
llevarte de vuelta o unirse a ti en tu huida. Tu hijo crea que si iba cabalgando hasta tu
fuego, t te iras antes de que l llegase. Acaso no tena razn?
Era tarde, y Breaca estaba cansada, y su mente no se haba recuperado an del
todo de aquella herida de lanza que se haba infectado. Dijo:
Cygfa cree que he abandonado Mona? Y cmo lo sabe ella?
Ardaco se pas la lengua por los bordes de sus blancos dientes. Sise con
desaprobacin o desesperacin.
Breaca, tienes dos hijas, y no es Cygfa la soadora, sino Graine, tu hija de
sangre. Ella so que estabas herida, y sabe que las abuelas y las antepasadas deseaban
que viajases hacia el este, pero no por qu te enviaron lejos de nosotros. Ni tampoco
sabe si ests lo bastante bien para viajar.
l alz la mano y toc los bordes rojos e hinchados de la herida en el brazo de
Boudica, que ya se curaba. Con un tono distinto, dijo:
Ya te haba dicho antes que no debas cazar sola. La lanza entr muy honda.
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Pero no demasiado, y el que la arroj est muerto. l
Madre?
En algn momento de la conversacin haban dejado de susurrar y, al orles,
Cunomar haba abandonado su acecho. Estaba de pie en el centro del claro, mirando
al lugar donde pensaba que podan estar. Como Ardaco, cazaba desnudo, y la luna
que acababa de salir pona brillo en su pelo y en la piel blanca que haba debajo. Era,
en muchos aspectos, la viva imagen de su padre, y sin embargo, resultaba claramente
defectuoso.
Breaca se esforz por mirar el pequeo fragmento de Caradoc, que pesaba ms
que el hecho candente de la piedra de honda pintada de rojo que sujetaba en la mano.
De pie, le sonri como bienvenida:
Estoy aqu. Si pudieras quitar mi manto del fuego antes de que se queme, igual
lo podra llevar otras noches.
l la mir sin expresin alguna. A diferencia de Ardaco, llevaba tanto la arcilla
como la grasa de oso de las guerreras osas. Como para demostrar algo, se haba
pintado en el rostro toda la parte de la calavera de oso que le estaba permitida a un
chico que an no haba pasado sus largas noches. Crculos blancos rodeaban sus ojos,
y unas lneas finas corran a lo largo de sus pmulos, acabando en una flecha que
suba hasta la frente. Era un extrao, como lo haba sido desde el momento en que
baj del barco que le traa de la Galia. La antepasada se lo haba dicho ya a Breaca, y
ella lo neg. All, en aquel momento, comprendi los muchos estratos de la verdad, y
el precio que ella haba jurado pagar.
Es mejor perderlos ahora, en Mona
Dijo, en tono muy bajo:
Cunomar? Me has rastreado muy bien. Quieres levantar el manto?
l la mir un momento ms y luego lo hizo, rgidamente. Se alz una humareda
blanca seguida por una rfaga de llamas hambrientas de aire.
Gracias. Hay lea en la piedra erguida que tienes detrs del pie izquierdo. Si
echas un poco de lea a las llamas, podemos sentarnos al calor, al menos, mientras me
cuentas cmo has conseguido seguirme hasta tan lejos. Los rastreadores coritanos de
Roma pagaran una buena cantidad de oro por saberlo.
Ella hablaba como lo hara con un nio, y su hijo lo not. Se agach junto al hoyo
de la hoguera y las llamas iluminaron las fantasmagricas marcas de la calavera en su
rostro. El resentimiento y la desconfianza moldeaban las facciones que haba debajo.
Su mirada vacil y se pos en la honda que colgaba de la mano de ella, y se qued all.
Te ha impedido Ardaco que me mataras? haba mucho dolor en la corriente
que subyaca debajo de aquellas palabras.
Tu hijo ansia tu amor. Por qu no se lo das? Para que hubiese amor, primero
debe haber verdad, y haba pasado mucho tiempo desde que Breaca se la haba dado a
Cunomar.
Ella estaba a punto de perderle. Sabindolo, se sent en una piedra y le habl por
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primera vez como hubiese hablado con su padre.
No, Ardaco no ha impedido que te matara, aunque lo habra intentado. La
verdad es que pensaba que eras un cebo, enviado por delante para hacerme salir.
Esperaba a ver quin iba detrs de ti.
Y como yo no era un rastreador coritano pagado por Roma, el que esperaba
detrs era Ardaco, protector de los hijos de Boudica. Cuando mi padre luch en la
Batalla de la Pata Lisiada, encargaron a Duborno que me cuidara. Ahora, l cuida de
Graine y Ardaco es quien debe vigilarme a m. Debe de resultar muy tedioso para
ambos.
Breaca mir hacia el fuego, en busca de respuestas, y no encontr ninguna.
Pregntaselo a l dijo. Tendrs tiempo de sobras para discutirlo en el
camino de vuelta a Mona.
Una sombrase uni a ellos. Incluso a la luz del fuego, Ardaco consegua ser solo
medio visto. Llevaba con l una piel de oso envuelta en un fardo. La dej a sus pies y
dijo:
Te he trado esto. No deberas volver para llevar la torques de tu pueblo sin ella.
Cmo sabes que voy a volver para llevar la torques?
Ardaco respondi:
Uno de los tres mensajeros de Efns lleg vivo a Mona. Muri en el estrecho,
antes de cruzar, pero Airmid oy su mensaje y comprendi entonces el sueo que
Graine le haba enseado. T vas a volver para recuperar el gobierno de los icenos de
manos de Tago, si es que l te deja. Para pensar siquiera en algo semejante, debes
llevar la espada de tu padre y la tuya propia.
Desenvolvi el bulto a la luz del fuego y aparecieron dos espadas juntas en la parte
lisa del pellejo de oso: la osa amamantando en el pomo de la mayor se superpona
ligeramente con la serpiente-lanza que marcaba la ms pequea, de modo que las dos
se entrelazaban y formaban solo una. La espada de la osa de Eburovic albergaba el
alma de sus antepasados, remontndose a demasiadas generaciones para contarlas. Su
prdida haba sido una de sus muchas fuentes de dolor, pero Breaca haba llevado la
espada con la serpiente-lanza en todas las batallas en las que haba luchado, y todava
no se atreva a llorar su prdida.
Por encima de la fogata, tom la hoja de la serpiente-lanza y la levant, notando el
ligero estremecimiento de muerte que siempre le provocaba. Despus sigui una paz
profunda que ella no haba echado de menos hasta su regreso.
Gracias. Algunas cosas resultaba fcil dejarlas atrs, pero sta no era una de
ellas.
Y nosotros? le pregunt Ardaco, tenso. A su manera, tambin se senta
herido, como Cunomar. En tiempos fue su amant, despus de Airmid y antes de
Caradoc, y haba credo que ella confiaba en l por encima de todo.
No, claro que no. Cmo puedes pensar semejante cosa? Pero yo jams te
pedira que te arriesgaras a colgar en una horca romana solo porque deseo tu
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compaa para
Una ramita cruji debajo de un pie mal colocado. Todos eran guerreros, hasta
Cunomar; antes de que el silencio roto se hubiese cerrado en torno a ellos ya estaban
de pie en la oscuridad, lejos de la fogata. El manto de Breaca yaca una vez ms
encima del fuego, escondiendo el resplandor. La lana desprendi vapor y luego
hume, ms pronto de lo que haba hecho antes. Tres cuchillos aparecieron a la luz de
la luna, oscuros.
La ramita chasque de nuevo, y luego por tercera vez, y result evidente que no la
haban roto por accidente, sino deliberadamente, como seal.
Acaso tu familia es el enemigo, ahora? la voz llegaba entre los rboles. No
proceda de la familia de la sangre, sino de la familia del corazn, divertida y segura de
la bienvenida. Cygfa conduca su caballo hacia delante, en el calvero, con el cabello
claro e iluminada por la noche.
Tu soadora se qued sin su guerrera y tu hija sin su madre. Dije que te las
devolvera a las dos, o que te devolvera a ti a ellas. No pensaba cuando lo promet que
resultara tan duro seguirte la pista. Nunca te habra encontrado si Ardaco no hubiese
seguido tu rastro, y Cunomar antes que l. Realmente, deberas quitar tu manto del
fuego. Es demasiado bueno para dejar que se queme.
Cygfa era hija de Caradoc en todo. Su media sonrisa era la de l, y eliminaba la
acidez de las palabras y aada a cambio algo distinto y ms difcil de soportar. Por el
espacio de una docena de latidos la joven guerrera qued de pie, sola, a la luz de la
luna, y Breaca tuvo tiempo para rezar a Briga y a Nemain porque no haba sucedido lo
peor. Luego los abedules se estremecieron y Airmid y Graine se adelantaron y la
noche se detuvo, y habra sido mucho, mucho mejor no haber abandonado nunca la
cueva.
Airmid
No haban llegado solas. Una silueta borrosa al costado de Airmid, al soltarla,
salt hacia delante. Un perro no comprende las complejidades de los antepasados y
sus visiones, pero Piedra, el ltimo y mejor de los hijos del perro de guerra, Granizo,
not el dolor en la voz de aquella a quien amaba ms que nada, y supo que solo l
podra curarla.
Un perro, al menos, poda ser bienvenido sin arriesgarse a destruir la visin de la
antepasada. Con ms dolor del que recordaba desde la captura de Caradoc, Breaca se
arrodill y abri los brazos. Piedra salv las ltimas zancadas en el calvero como si
estuviera persiguiendo a una presa y los miembros de su familia reunidos, tanto de
sangre como de espritu, les contemplaron mientras Boudica hunda las manos en el
pelaje del perro de batalla y un manto de lana humeaba con un humo espeso junto a
ellos.
Fue Graine quien quit el manto de su madre del fuego. Era demasiado pequea
para levantarlo del todo. La lana chamuscada arrastr por el suelo. El humo subi un
tanto atropelladamente desde un lugar junto a su hombro. El fuego, al recobrar el
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aire, volvi a revivir y sus llamas anaranjadas iluminaron el rostro de la nia desde un
lado, dejando la otra mitad en la oscuridad. Repartidas as entre luz y sombra, se vio
que sus pequeas facciones estaban muy tensas, para no llorar.
Todas te hemos encontrado dijo, por si no resultaba obvio. Yo so con los
abedules, y Cygfa encontr tu rastro. Airmid saba cundo estabas cerca, y que
Cunomar ya estaba aqu.
Estaba de pie muy quieta, apenas a un largo de lanza de su madre, con los puos
infantiles apretados encima del pecho. La hija de Boudica nunca vertera lgrimas en
presencia de otras personas, pero la soadora proftica que haba llorado por el dolor
de su madre, a un da a caballo de distancia, y luego haba soado con ella en el
bosque, bien podra hacerlo.
Las dos luchaban en el interior del alma de la nia, de modo que las lgrimas
temblaban en sus prpados, sin poder caer. Graine retrocedi un paso y se acerc a
Airmid, muy cerca de ella, y desliz su manita en la de la soadora, buscando su
consuelo.
Los pelos se erizaron en la nuca de Breaca. En algn lugar distante la antepasada
se rea.
mejor perderlos en Mona, donde se les ama
La verdad se le revel desnuda, como un cuchillo. Aunque solo la comprenda a
medias, haba resultado muy fcil seguir la lgica de la antepasada: era mucho mejor
que todos aquellos a los que amaba estuviesen al cuidado unos de otros all en el oeste
que arriesgarlos en las tierras rotas del este, donde el coste de su fracaso poda pagarse
con nios encadenados en recintos para esclavos. Ver que la verdad se le revelaba de
una forma tan cruda, en Cunomar y luego en Graine, eliminaba todas las dudas, de
una forma apabullante.
Breaca se irgui, dispuesta a decirlo, y vio que Airmid estaba de pie en el lugar que
haba ocupado Graine, y que despus de todo, no era posible hablar. Se volvi a
sentar, lentamente.
Airmid estaba muy quieta. La soadora era ms alta de lo que sera jams la nia;
los hilos de plata de la edad en su cabello brillaban a plena luz y la correa de soadora
que llevaba en la frente brillaba como si hubieran cosido en ella las escamas de un
salmn vivo. Un hilo de huesos de rana plateados circundaba su cuello, como nica
marca externa de su sueo. Sus ojos eran tneles oscuros a la luz del fuego.
Como si ambas estuvieran solas, dijo:
Breaca, qu fue lo que te ense la antepasada?
Ambas haban estado juntas desde la niez, como dos mitades de una misma
alma. Ni siquiera Caradoc haba conseguido separarlas. Breaca dijo:
No lo sabes?
Es necesario que lo digas t.
Vi una tierra en ruinas, las casas redondas destruidas para quemar la madera,
los cercados desnudos de forraje, los animales muertos de hambre. Vi un cercado
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repleto de nios esclavizados, llorando lgrimas de oro, y sus padres hambrientos
recogindolas como si fueran granos de maz. Luego, como regalo de la antepasada, vi
una batalla en la ladera de una colina. El guila de Roma era aplastada y la serpiente-
lanza triunfaba. La antepasada dijo que si yo iba al este y poda alzar a los guerreros e
infundirles valor, si poda armarles, si poda encontrar a uno de ellos con el valor y la
visin suficiente para dirigirlos a la batalla, era posible hacer retroceder la marea de
Roma.
Y no dijo: vi a Graine en el recinto de los esclavos. Aquella era una informacin
privada y seguira sindolo. Una visin no contada quiz pudiera ser despojada de su
poder.
En el calvero el aire se volvi ms intenso, y la luz de la luna ms clara. Nadie se
mova ni hablaba. Ninguna de las visiones era ambigua; no haba lugar all para
distintas interpretaciones, solo para decidir cmo se poda imponer una sobre la otra.
Piedra gimi y se apret contra el costado de Breaca, apretando el hocico bajo su
mano. Graine vino a colocarse junto a l, apoyndose de forma similar, de modo que
el peso de perro y nia presionaba la herida de lanza a medio curar. Haba en ello un
extrao consuelo, y Breaca prefiri no moverlos.
Cunomar fue el primero en desplazarse. No mir a su madre sino que coloc su
cuchillo en el cinturn y se agach junto al fuego, alimentndolo con pequeas
astillas de madera, de modo que produjese calor y luz sin humo.
Airmid tambin se acerc a las llamas. Le dijo a Breaca, despacio:
De modo que has decidido cambiar el mundo t sola. No sabes que si te
enfrentas a Tago ahora mismo, morirs? El mensajero de Efns lo dijo.
Breaca replic:
Efns est equivocado. Olvida que Tago es un hombre gobernado en segundo
lugar por su orgullo, y en primer lugar, por sus ansias.
Cmo? Airmid se rio speramente. Te vas a entregar a l para alimentar
su deseo? la burla de la antepasada nunca haba resultado tan hiriente.
Cinco das en la cueva y tres das cabalgando haban dado a Breaca tiempo
suficiente para imaginar todos los enfrentamientos posibles con Airmid. Ni una sola
vez haba imaginado algo tan pblico, ni tan poco planeado. Se puso de pie,
liberndose del perro y de la nia que presionaban contra ella. Siempre haba sido
ms fcil enfrentarse a Airmid de pie. Dijo:
Y cmo si no me va a aceptar Roma como consorte suya?
Si te aceptan a ti, entonces tambin aceptarn a tus hijos como si fueran suyos.
As lo hacen en Roma. Los hijos de un hombre no tienen por qu ser de su semilla.
Deseando dejar bien claro lo obvio, Breaca dijo:
Pero no estarn a salvo, ni t tampoco. Los nios, en la visin de la antepasada,
eran esclavos, y sus padres se moran de hambre. No haba soadores: todos estaban
muertos. No pienso pedirte eso, ni permitir que me lo pidas a m. Los dioses me
dieron a elegir, y yo eleg.
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Y ahora aquellos de nosotros que no somos dioses tomamos nuestras propias
decisiones, que son distintas.
No.
No tienes poder para detenernos.
Airmid, quieres escucharme? Yo no te llevar al este para que te crucifiquen, ni
ahora ni nunca.
Si antes les haba sorprendido, ahora se quedaron conmocionados. La crucifixin
no era comn en el oeste, como si Roma reservase esa ltima sancin para tiempos de
necesidad, ms adelante. Los adultos sanos no hablaban de aquello, temiendo que
aquel tiempo se acercara ms.
En los alrededores de la fogata, Cygfa y Ardaco hacan guardia contra el mal.
Blanca como el hueso y temblando, Airmid dijo:
Crees que queremos enterarnos de que te ha pasado eso mismo a ti, sabiendo
que habas muerto sola?
Su voz no temblaba; era una soadora, y estaba muy bien entrenada, pero el tono
fue cayendo y se hizo ms intenso y finalmente, demasiado tarde, qued bien claro
que, despus de todo, no era la ira lo que consuma a Airmid, sino un dolor que iba
ms all de todo lo soportable, y dominado durante demasiado tiempo.
Una nube cubri la luna. El calvero qued a oscuras, apenas iluminado por el
mbar neblinoso de la hoguera. Los que estaban en los mrgenes se convirtieron en
menos que sombras. Airmid estaba de pie a dos pasos de distancia, lo bastante cerca
para tocarla. El calor de su piel era ms intenso que las caricias distantes del fuego. El
olor a hierbas quemadas de su manto, mezclado con el toque de aire marino y sudor
de caballo y quietud, no conseguan cubrir del todo el aroma de Airmid, que nunca
haba cambiado. Ella esperaba, sin moverse, y eran nias de nuevo, haciendo el
primer aprendizaje del amor. Y eran adultas, conociendo el dolor inacabable de la
prdida. Y estaban solas, rodeadas por amigos que no pensaban molestarlas. Lo nico
que tena que hacer Breaca era llegar hasta ella, cruzar el puente que las separaba, y el
mundo ya no sera como haba sido cuando sali de la cueva y limpi bien la piedra
de la antepasada, como pago por una deuda.
En algn lugar un caballo relinch, uno que no era la yegua de Breaca. El perro
Piedra, olvidado desde haca rato, de repente se puso tieso, apretando contra su mano.
Breaca dijo:
Duborno? y supo que, en aquella noche llena de errores, al menos por una
vez haba acertado.
Un hombre pelirrojo y esbelto apareci en el borde del calvero. En alguna esquina
de su mente ella ya le esperaba. Era la pieza final que completaba el diseo y haca que
estuviese entera su familia espiritual.
Igual que Cygfa y Cunomar, Duborno haba sido prisionero de las legiones, y
estuvo dos aos en Roma. A diferencia de los otros dos, sus cicatrices eran corporales,
tanto como mentales. Tena rotos los dedos de una mano, y los tendones de ambas
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muecas muy debilitados porque los grilletes se los haban aplastado, de modo que en
lugar del escudo y la espada que ya no poda empuar, ahora luchaba con un cuchillo
y una honda.
Alto, demacrado y melanclico, haba entregado toda su vida, desde la niez, a los
rigores y el entrenamiento de cantor, pero la guerra le haba convertido tambin en
luchador, y desde haca mucho tiempo se haba convertido en guardin de los hijos de
Boudica. Era inconcebible que Graine hubiese viajado desde Mona sin su
conocimiento ni su acompaamiento.
l se apart del rbol en el cual se haba apoyado y qued claro que su presencia
no era ninguna sorpresa para los dems. Le haban encargado que vigilase los
caballos, y no los habra dejado sin una buena causa. Cygfa dijo:
Son las legiones?
Quin si no? Los rastreadores coritanos perdieron tu rastro ayer, y nunca
encontraron el de Breaca, pero Roma tiene una exploradora de los ordovicos y ella es
totalmente distinta.
Cygfa era de los ordovicos. Su madre los haba gobernado antes de ser tomada
prisionera por Roma, tambin. Demudada, dijo:
Ningn guerrero de los ordovicos tomara monedas de Roma. Ningn oro
puede comprarlos.
No. Y ellos lo saben. No le han ofrecido oro, sino que han hecho cautivos a sus
hijos y amenazan con matarlos uno cada luna vieja si no encuentra a la Boudica para
ellos. Uno ha muerto ya. Quedan vivos dos. Ella no quiere verlos colgados.
Siempre los nios. Uno podra preguntarle a los dioses por qu permiten que
ocurran tales cosas, pero perdera el tiempo y no obtendra ms respuestas de las que
ya tena. Breaca dijo:
Has hablado con ella?
No. He escuchado en su campamento al amanecer, esta maana. Hablaba en
voz alta con los exploradores coritanos. Supongo que saba que yo estaba all.
Ardaco dijo:
A cuntos romanos trae?
Cuatro centurias del Vigsimo ms dieciocho cazadores coritanos y hizo una
reverencia a Cygfa una guerrera de los ordovicos que vale por veinte de ellos.
A qu distancia? empez a preguntar Breaca, y luego, notando una oleada
de bilis y el ardor de la batalla: Estn aqu.
Un viento bajo soplaba suavemente por el valle, pero all no haba valles, y las
legiones nunca haban comprendido que un disfraz que funcionaba bien en un lugar
no tena necesariamente por qu funcionar en otro. Ese sonido, odo en los bosques,
era solo el cuerno que llamaba de una centuria romana a otra.
Haba mucho alivio en la batalla. En aquel momento congelado, Airmid casi haba
quedado olvidada. Breaca busc a su perro de guerra y encontr a Piedra dispuesto a
su lado. El pelaje estaba erecto en su lomo y su cuerpo temblaba con la necesidad de
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lucha. La espada yaca en el suelo donde Ardaco la haba dejado. Fue a cogerla y
encontr que Airmid ya la haba levantado, y que la sujetaba con el pomo hacia
delante.
Airmid dijo:
Vienen a por ti, por ti sola, con tres centurias de hombres. Si quieres morir
limpiamente, sta puede ser la noche. Si deseas que tus hijos vivan, no luchars, sino
que los conducirs a un lugar seguro. No puedes hacer las dos cosas.
Breaca mene la cabeza.
No puedo llevaros al oeste. Estarn vigilando todas las rutas que conducen a
Mona.
Por supuesto. Por lo tanto, debes llevarnos al este, al menos por ahora.
Airmid sonri irnicamente. Yo no ped esto, ni hice que ocurriese, lo juro.
Lo s. No pienso perderte as toda su vida Breaca se haba entrenado para
pensar con claridad en las crisis blicas, mientras otros no eran capaces de hacerlo.
Era su don, y ella lo cultivaba con esmero, incluso en aquel momento en que las
certezas de la claridad de la antepasada se desmoronaban y no podan completarse.
Dijo a Duborno: Tus caballos estn lejos?
Podemos alcanzarlos a tiempo.
Bien. Yo tengo la montura del mensajero. Eso les distraer. Y si le ponemos mi
manto, que est marcado con la serpiente-lanza, quiz la mujer de los ordovicos
pueda probar que realmente les ha conducido a la Boudica. Ardaco?
El pequeo guerrero ya estaba corriendo.
Yo lo traer, y tambin el poni de Graine. Dale mi caballo a Graine. Es mejor
que el suyo.
Se iba solo, de modo que si hubiese muerto, ellos no habran sabido nunca cmo o
dnde. Breaca dijo:
Cygfa. Ve con l. Lucha como las osas.
Las osas abjuraban del honor de los guerreros, atacando desde atrs, si era
necesario, y matando a aquellos de los suyos que quedaban demasiado malheridos
para correr, en lugar de dejar que los capturasen vivos las legiones. Era mejor as.
Cygfa ya corra tambin. Sonri fugazmente.
Gracias. Procurar que viva hasta maana. Haz t lo mismo con los dems.
Cygfa desapareci y los que quedaron se reunieron junto a las monturas: tres
adultos, una criatura y Cunomar, que no era ninguna de las dos cosas, y que deseaba
ms que nada luchar como osa. Sus caballos estaban acostumbrados a la batalla, y
todos menos Graine podan montarlos en movimiento. Por encima del estrpito de
los cascos, la voz de Cygfa lleg hasta ellos entre los rboles:
Dnde nos reunimos?
Una parte de ella ya haba planeado todo aquello. Breaca dijo:
En el lugar donde la tierra de los cornovios se encuentra con la tierra de los
coritanos, en el cruce de los cuatro ros. Ardaco lo conoce. Reza para que viva y te lo
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pueda ensear.
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VI
Graine estaba echada y despierta, con la cabeza apoyada en el flanco de un perro,
contemplando el humo grasiento de los cuerpos quemados que se alzaba dubitativo,
llevado por el viento del oeste.
Eran cuerpos romanos, no los de sus amigos, y las almas de los muertos
revoloteaban en el humo sin saber cmo volver hasta sus dioses. Era difcil no
apiadarse de ellos, por muy peligrosos que hubiesen sido cuando estaban vivos.
Graine dese que llegase la oscuridad y los tranquilos susurros de las abuelas, y as
poder pedir que los enemigos muertos fuesen escoltados a casa. Era bueno desear
aquello, y apartar su mente de la incertidumbre de los das venideros y del horror de
la huida desde el calvero.
Era muy importante no pensar en la cabalgada huyendo del enemigo, porque de
lo contrario nunca encontrara el valor suficiente para volver a cabalgar. Graine no
era una guerrera, y no deseaba serlo. Era la nica entre sus hermanos que nunca haba
ansiado cabalgar las monturas de batalla de sus mayores, y que nunca haba pasado
los das de verano en Mona practicando todos los movimientos de los guerreros a
lomos de caballo hasta poder cabalgar cualquier montura con toda facilidad. Durante
cuatro aos haba montado el mismo poni, que la adoraba, y ambos se sentan muy
seguros juntos.
El caballo de Ardaco le vena enormemente grande. Criado y entrenado para la
guerra, habiendo engendrado ya dos docenas de buenos potros, aquel animal estaba
en lo mejor de su existencia y raramente se le haba pedido que aceptase a otro jinete
que no fuese Ardaco, ni siquiera para huir del escenario de una batalla. Cuando
colocaron a Graine en la silla, pareci no darse cuenta siquiera de que estaba all.
Ciertamente, ignor cualquier intento por su parte de cambiar de direccin, y hasta
que la Boudica le grit, pareci decidido a arrojarse hacia el bosque para atacar a las
lneas romanas l solo. Cuando le llamaron y le azuzaron para que corriese ms, se
abalanz entre los rboles como si se encontrara en un campo abierto, sin pensar en la
seguridad de su jinete. Las ramas sin hojas iban azotndole por todas partes, y saltaba
los troncos cados de un solo salto, arqueado como un salmn.
Graine nunca haba experimentado el horror de una cabalgada desbocada.
Crecida entre una gente que cabalgaba tan pronto y con tanta facilidad como
andaban, nunca haba odo siquiera sugerir a nadie que tal cosa pudiese ocurrir. La
realidad era muchsimo peor que su imaginario miedo de Roma. Habra chillado,
pero no tena aliento para ello. Habra vomitado, pero al hacerlo habra soltado su
presa en la crin del animal, y en aquel preciso momento su vida dependa de que no lo
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hiciera. Se habra desmayado, dejndose caer en la seguridad del sueo, pero su
madre, al fin, vio lo que estaba ocurriendo y azuz a su yegua para que se colocase
junto al caballo desbocado.
En pleno galope, saltando sobre troncos, ramas y zanjas, la Boudica solt sus
riendas y, tendiendo las manos, levant a Graine de la silla a peso, solt los deditos
agarrotados sobre la crin con fuerza mortal y envolvi a su hija en la relativa
seguridad de su propia montura, que volaba enloquecida por la batalla. Todo aquello
tena el aroma de las pesadillas y de los mitos, y Graine haba pasado el resto de la
cabalgada demasiado asustada y asombrada y aterrorizada para pensar cmo
convertir todo aquello en una cancin.
La huida continu a lo largo de la noche, y el da y la noche siguientes, ms lenta
durante el da, para evitar ser detectados y ms rpida por la noche. Cerca del
amanecer del segundo da llegaron a la confluencia de cuatro ros y se desplazaron un
poco para esperar a Ardaco, dejando unas seales que indicaran hacia dnde se
haban dirigido.
Breaca les haba conducido hacia un valle boscoso donde uno de los ros se
introduca muy hondo en la tierra y los robles se apiaban muy espesos junto con los
olmos. El invierno no haba llegado all todava como haba ocurrido en Mona. Unas
hojas enmaraadas colgaban todava de las ramas; cobre fro y resplandeciente
superpuesto al color herrumbre de los robles a la luz temprana.
El bosque no estaba acostumbrado a la intrusin humana. Los cuervos se
espantaron y volaron sobre las copas de los rboles, mientras los jinetes entraban y
acampaban. Volvieron a alzarse de nuevo, escandalosos, poco despus de que los
caballos estuviesen ya instalados y hubiesen encendido un pequeo fuego. Breaca,
Duborno y Cunomar se pusieron en pie y se tranquilizaron enseguida cuando oyeron
el chillido de un armio que era la seal de Ardaco. l y Cygfa aparecieron momentos
despus, corriendo sobre las rocas y los rboles cados, exaltados por la batalla,
manchados de barro y suciedad y salpicados por sangre enemiga. No traan con ellos
ni el poni de Graine ni el caballo castrado de batalla de Cygfa. Nunca haba existido la
menor posibilidad de que lo hicieran; las osas siempre luchaban a pie, y podan
sobrepasar a cualquier caballo en una carrera de un da. El poni se us como seuelo,
y al salvar a la hija de la Boudica, Ardaco haba salvado tambin su propia montura.
Graine intent no odiarlo por aquello.
Los guerreros que volvan relataron brevemente su historia y luego se echaron a
dormir a cubierto de unas ramas de haya y hierbas de fin de ao. Graine no estaba
acostumbrada a dormir de da. Haba permanecido echada con la cabeza en el flanco
de Piedra, envuelta en su propio manto, con el de repuesto de Breaca echado por
encima. Un olmo yerto, derribado hace tiempo por el rayo se encontraba al oeste, y
sus ramas sin hojas destacaban, negras, contra el cielo que iba palideciendo. El hueco
que dejaba proporcionaba luz y una visin del horizonte occidental y, como lo estaba
esperando, al final la nia vio la primera columnilla de humo negro y luego las
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grandes humaredas que siguieron, cuando el enemigo quem los cuerpos de aquellos
romanos y de tres traidores coritanos asesinados por Ardaco y Cygfa.
Graine?
Pensaba que era la nica despierta. Sobresaltada, levant la cabeza. Su madre
estaba sentada junto al ltimo resplandor del fuego, con el manto encima de los
hombros, la cabeza apoyada en un antiguo tocn de roble lleno de hongos. Estaba
claro que se acababa de despertar. El cabello le llegaba por los hombros, trenzado solo
en parte. Por primera vez desde el verano (por primera vez en ningn invierno que
hubiese conocido Graine) la Boudica haba dejado a un lado la nica pluma de cuervo
teida de negro del cazador justiciero, y se haba hecho de nuevo las mltiples trenzas
de la guerrera.
Vindose bajo el escrutinio de la mirada de su hija, Breaca sonri, no como habra
hecho Airmid, pero s con bastante calidez.
Tienes fro?
No hablaban muy bajo, apenas un murmullo del viento, para no despertar a
los dems. Piedra me mantiene caliente casi era verdad.
Pero no puedes dormir?
Es la hora de levantarse. No puedo dormir ahora.
Hubo una pausa corta, de indecisin. Si hubiese sido Airmid la que se hubiese
despertado, Graine habra ido junto a ella, se habra enroscado a su lado y le habra
hablado de la columna de humo y de los cuerpos que ardan y de sus temores por las
almas errantes de los muertos. Airmid, a su vez, habra cantado al enemigo para que
descansara, si Graine se lo hubiese pedido, y luego habra cantado un poco ms para
que aquella nia de seis aos pudiera dormir y soar de da.
Breaca no era Airmid, pero tampoco era ya la Boudica, que traa la victoria a sus
guerreros, y sin embargo segua siendo una extraa para su hija. En el curso de la
huida de dos das, Graine haba visto ms de cerca a su madre que en ninguna otra
etapa de su vida. Hasta aquel momento, junto al fuego, no haba sabido cmo deseaba
aquello, ni lo atentamente que haba ido observando los cambios que ocurran.
En la maana tranquila y humeante, Graine vio a su madre con claridad por vez
primera: una mujer con demasiadas preocupaciones para poder dormir como es
debido, sentada junto a un fuego, medio envuelta en un manto, con el pelo
desgreado cayendo en guedejas en sus hombros, y los brazos desnudos al aire fro, de
modo que las antiguas cicatrices, igual que las nuevas, trazaban su escritura en su piel.
Sus ojos eran de un gris verdoso con vetas de cobre, henchidos ahora de una
turbulencia que Graine nunca haba visto en Airmid.
Como no saba qu decir, Graine no dijo nada. Frunciendo el entrecejo, Breaca se
inclin hacia delante y sac un resto carbonizado del fuego. Se lo tendi y dijo:
Queda un trozo de carne de liebre. Si comes, te ayudara a dormir un poco?
Era la sonrisa la que marcaba la diferencia, ms que las palabras. Graine nunca
haba visto a su madre mostrar timidez antes, ni tampoco se consideraba a s misma
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una posible causa de timidez. Con una extraa y vertiginosa sensacin en el
estmago, se apart de Piedra y se desliz hacia el cobijo del brazo extendido de su
madre. En su curva, en la seguridad de su abrazo, que la sujet con fuerza durante dos
das de dura cabalgada, se senta a salvo, y se daba cuenta del enorme miedo que haba
pasado. Enterr la cara en la tnica que ola a caballo y a grasa de oveja y a cuero, y se
apret contra ella con tanta fuerza como cuando la sacaron por primera vez
involuntariamente del tero.
Un poco despus, cuando el olor a carne quemada surgi del fuego, madre e hija
se separaron un poco y sacaron la pata de liebre de las brasas y la compartieron entre
las dos y con Piedra, que se meti entre las dos y se ech a sus pies.
Pensativamente, Breaca dijo:
Le afeitar el pelo esta maana, antes de que continuemos.
Qu pelo? Graine se apoyaba en su madre con los ojos cerrados, sin querer
abrirlos.
El de Piedra. Es un perro demasiado bueno para que lo vean as en el este. Los
romanos hacen esclavos a los perros, igual que a las personas, pero no tienen vista
para apreciar lo que hay debajo de la superficie. Si le corto el pelo de modo que
parezca que tiene la sarna, no lo mirarn ms a fondo, y estar a salvo.
La maana, que ya era fresca, de repente se volvi ms fra. Graine se abraz las
rodillas apretadas contra el pecho. Mir hacia el fuego y dese que las abuelas le
hablasen en la oscuridad. En Mona lo habran hecho as, y al menos ella habra
comprendido algo de lo que estaba ocurriendo.
An piensas ir al este a reclamar la torques de tu pueblo? pregunt.
Nuestro pueblo. Es el tuyo tanto como el mo. S. Y para sublevar a los
guerreros y llevarlos a la batalla. La antepasada lo dej muy claro. Yo no podra volver
a Mona con honor.
Haba demasiadas cosas que dependan de un equilibrio extraordinariamente
delicado, y Graine no vea la forma de desplazarse en la direccin deseada. Haba
notado la presin cortante en el calvero, cuando Airmid se enfrent a su madre, y los
mundos quedaron abiertos y todas las posibilidades eran idnticas. Pero haba una
cosa que no se haba dicho, y que debera haberse dicho. Estaba en su poder hacerlo
ahora.
Lo ensay un par de veces mentalmente y luego, cuando vio que las abuelas no la
reprendan, dijo:
Sabas que Gwyddhien ha muerto?
Gwyddhien era la amante de Airmid desde que Graine naci. Haba dirigido a los
guerreros de los siluros, y en ausencia de Boudica, los de Mona. La haban matado
dirigiendo una batalla al final de la temporada contra los brigantes de Cartimandua,
que luchaba por Roma. Despus, el dolor de Airmid se convirti en algo privado, de
lo que no se hablaba. Las prisas a la hora de dejar Mona y encontrar a la Boudica poco
despus haban sido para ella una buena forma de entretenerse con la accin.
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No se dijo qu pensaba o senta la Boudica. Tranquilamente, sin moverse, afirm:
S. Cygfa me lo cont.
Cygfa. No Airmid. Cosa que significaba que su dolor era demasiado reciente para
que pudiese hablar de ello, o, ms probablemente, que no quiso usar un martillo tan
obvio para aplastar la intransigencia de Breaca.
Graine no tena tales escrpulos. Dijo:
Airmid no volver a Mona, no ahora. Sin Gwyddhien para retenerla, es libre de
seguirte y no dijo: te habra seguido de todos modos, porque no estaba segura de
ello, solo lo deseaba.
Ya lo s Breaca atiz el fuego con el pie, moviendo los palitos para que diese
calor sin humear. Hablamos de ello la noche pasada. Airmid no volver a Mona, y
yo no tengo poder para obligarla. Cygfa har aquello que su mente le dicte, y me
seguir al este lo quiera yo o no, igual que Duborno; los dos me lo han dicho. A
Cunomar podra darle rdenes, pero sera ms probable que se le metiese en la cabeza
atacar a las legiones solo para probar su vala. T eres la nica a la que puedo mandar
de vuelta. Puedo ordenarle a Ardaco que te lleve de vuelta a Mona y l lo hara, y se
quedara para protegerte, por mucho que me odiase por ello.
Haba un tono extrao en la voz de su madre. Atrapada entre el miedo de irse y el
terror de seguir, Graine la mir. La comprensin la haba dejado muda. Finalmente
dijo:
Pero t no quieres mandarme de vuelta.
Breaca sonri torcidamente.
Quiero mandarte de vuelta, lo deseo muchsimo, pero no tengo derecho. T
ests ligada a Airmid como lo estn madre e hija. All donde ella va, vas t. No tengo
derecho a separaros.
El hueco que haba en el estmago de Graine se convirti en un vaco. Tragando
saliva, dijo:
Te ha dicho eso Airmid?
No. La antepasada lo intent, y yo no la cre. Luego, la otra noche, al huir de las
legiones, supe que era cierto. Cuando t estuviste a punto de caer del caballo de
Ardaco y romperte el cuello, fue Airmid quien vio lo que estaba ocurriendo. Su
caballo no era lo bastante rpido para atraparte, porque en caso contrario habras
cabalgado estos ltimos dos das con ella y no conmigo.
Los silencios eran significativos, as como la incertidumbre que palpitaba en los
ojos de su madre. Graine encontr sus manos envueltas y apretadas bajo el pelaje de
Piedra, como haban estado en la crin del caballo de Ardaco. Ahora su miedo era
distinto, y muy poco por ella misma. Solt una mano y, buscando, encontr la de su
madre, que estaba fra, y la apret.
No hubo palabras que volvieran a colocar el mundo en su sitio, o al menos no
supieron hallar ninguna. Al final Graine se encontr abrazada ms estrechamente an
en los brazos de su madre, y not los labios de su progenitora que le besaban la
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cabeza, y oy su propio nombre pronunciado una y otra vez, como una letana,
demasiado bajo casi para ser odo. Un aliento clido se filtraba a travs de su cabello, y
las palabras resonaban en su crneo de modo que llegaban a sus odos desde dentro.
Al final, cuando ya tena el pelo de la coronilla caliente y hmedo, oy una sola
frase con sentido:
Nia de mi corazn, te quiero; mientras yo viva, no dejar que Roma te mate, te
lo juro.
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VII
Haba nieve en las tierras de los icenos, y una pesadez en el aire que ola a sueos
viejos y nada claros.
El tenue manto de blancura no cubra las costillas hambrientas de la tierra.
Cuanto ms se adentraba el grupo de Breaca en el territorio ocupado, ms
descuidados estaban los setos, ms obstruidas las zanjas, y los bordes de los campos
eran una cosecha de malas hierbas. Los cercados estaban cubiertos de barro pisoteado
y resbaladizo, y sin embargo vacos; demasiadas ovejas y ganado haban apurado en
exceso aquellos pastos, y luego haban muerto.
Se pareca demasiado a la tierra de la visin de la antepasada. Cuando Breaca lo
dijo as, Duborno exclam, secamente:
La gente paga sus impuestos con la carne de sus animales, y en grano. La tierra
debe dar el doble ahora: una parte para los que la cultivan y otra parte para los que
reclaman su propiedad.
Ardaco dijo:
Y el resto de la vida? Dnde estn los pjaros? Y los zorros? Y las liebres?
Tambin se han pagado como impuestos?
Algunos. Roma acepta pellejos de zorro y carne de liebre cuando no hay buey.
En cuanto a los dems, t te quedaras en un lugar donde la propia tierra se ha
esclavizado a las legiones? Se han ido, y volvern cuando los dioses hayan restituido el
equilibrio a los mundos.
Saber aquello no facilitaba precisamente el viaje cada da. Breaca les diriga,
desgarrada entre la apremiante urgencia de la orden de la antepasada y las
necesidades de su juramento reciente, hecho sobre la cabecita de su hija, de mantener
sana y salva a Graine, y a tantos de los que viajaban con ella como fuese posible.
Ella cabalgaba como haba hecho desde que se retiraron del claro, con Graine
sujeta en su silla, delante de ella. Externamente, todo era igual. Por dentro, la cualidad
de su preocupacin era distinta, y los que cabalgaban con ella se haban dado cuenta.
Aquella parte de ella que permaneca ligada a la antepasada-soadora despreciaba la
prdida de su decisin y predeca una muerte del peor tipo imaginable para los que
viajaban con ella.
El resto de Breaca (la mayor parte) beba en la esencia de su hija como alguien que
se muere de sed bebe agua fra. Te maravilla que los hijos de tu sangre sean fieles a
otros? Ella haba olvidado, si es que alguna vez lo haba sabido, lo que era perderse
en el amor de un nio. Avanzaba cada paso con igual cantidad de esperanza y terror
equilibrando ambos lados de su corazn.
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* * *
Como deferencia a las leyes romanas que prohiban a los guerreros empuar
cualquier tipo de arma que fuese mayor que un cuchillo de desollar, Breaca y su
partida entraron desarmados en el territorio ocupado. Sus espadas y todo cuanto les
sealaba como guerreros qued en una tumba en forma de montculo de los
antepasados adonde Airmid les haba conducido la noche despus de que Ardaco y
Cygfa se uniesen al grupo.
El tmulo era bajo, escondido entre los matorrales y delgadas capas de neblina del
ro. A medida que se aproximaban desde el oeste, al anochecer, la luna que sala
arrojaba sombras a lo largo del tmulo, dndole un aspecto mucho mayor y menos
acogedor de lo que habra debido ser.
All la sensacin no era de seguridad. Al irse acercando, el vello se eriz en los
brazos de Breaca y respir fuerte, expulsando vapor en el aire congelado. Piedra
caminaba muy tieso a un lado, y Ardaco, maldiciendo entre dientes, sujetaba su
caballo al otro. Ante ellos se encontraba solo la luz de la luna y las sombras, y un
montn de rocas y csped elevado en torno a los huesos de los muertos. Estaban
acostumbrados a tales cosas, y no tendran que haber sentido de forma tan aguda el
terror de aquella ira antigua.
Solo Airmid pareca impvida. Se acerc montada en su caballo a la entrada del
tmulo y baj al suelo. La luna proyect su silueta en las rocas y el csped. Ella se
arrodill un rato junto a las piedras guardianas, recorriendo unas lneas ocultas en su
superficie. Desde donde esperaba, Breaca poda or la cadencia de un semidilogo
murmurado, como el que ella pudo mantener con la antepasada en la cueva.
ste es el lugar.
Airmid se apart del montculo. La presin de las piedras haba suavizado sus
rasgos, emborronndolos como si se acabara de despertar de algn sueo. Dijo:
Efns ha estado aqu, y algn otro de las tribus, pero no en los ltimos tres aos,
y nadie de Roma. Los fantasmas de los antiguos han preservado este lugar contra todo
el mundo, excepto los soadores ms fuertes. Si existe algn lugar mejor para
mantener tus armas a salvo de Roma, no lo conozco.
Hablaba a un grupo de guerreros silenciosos y una nia. Ardaco tosi y azuz a su
caballo hacia delante. ste desconfiaba de la luz plateada y rezong, movindose de
lado, sin querer enfrentarse a la oscuridad.
Ardaco no era un hombre dbil. A lo largo de veinte aos haba matado a ms
romanos l solo, al servicio de la osa, que ningn otro guerrero vivo. Breaca confiaba
en l en la batalla como en pocos. No fue la cobarda, pues, lo que le movi cuando
dijo:
Este lugar es de Nemain, tanto como de los antiguos. La diosa no es del mismo
sello que la osa y no querra ofenderla tampoco. Sera mejor que mi espada quedase
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enterrada en algn lugar lejos de aqu, ya la encontrar yo.
Airmid sonri. Su piel se vea de un blanco de hueso a la luz de la luna, y bastante
hermosa. Su voz proceda de otro mundo.
La osa es tan bienvenida como cualquier otro, o tan poco bienvenida. Es el
peligro de este lugar precisamente el que proteger lo que dejes aqu.
Cygfa tampoco tena miedo de la muerte. Dijo:
No quiero enfurecer a los fantasmas de nuestro pasado igual que Ardaco. Si les
molesta nuestra presencia, podemos darte a ti las espadas y que seas t quien las
esconda.
Airmid mene la cabeza.
No. Si yo muero, se perderan para siempre. Debis venir y colocar vuestras
armas donde mejor pueden hallarse. Si es necesario, cualquiera de vosotros podr
retirarlas luego cuando empiece la guerra.
Cuando empiece la guerra Esa parte de la visin de la antepasada pareca
segura. Sentada a caballo en la fra noche, Breaca contempl a los icenos arrojarse
hacia delante para aplastar a las legiones de Roma. Un guila de la legin quedaba
manchada de sangre y la serpiente-lanza prevaleca sobre ella
Breaca? Airmid le haba puesto una mano en el brazo, y Graine se haba
vuelto de lado sobre la cruz del caballo y le miraba a la cara. Puedes bajar?
Necesitamos tu espada y la de tu padre. sas deben ir las primeras. Cunomar puede ir
tambin contigo para que vea dnde estn colocadas. Es posible que necesite retirarlas
l algn da. Los dems pueden seguir en el orden que deseen.
Quieres que vaya yo primero? ir sin caballo y desarmada a la batalla habra
sido ms fcil.
Airmid levant una ceja. Su sonrisa hizo eco con la de la anciana abuela.
No. Los antiguos han pedido que sea tu hija, por lo cual todos deberamos dar
las gracias.
Breaca poda olvidar que su hija era una soadora, pero los dioses no le dejaban.
Mientras los guerreros sujetaban a los caballos y retiraban sus espadas, Nemain fue
avanzando por el cielo, mostrando el camino hacia delante. Una suave luz abri lo
que antes fue oscuridad, y, tal y como se le haba pedido, Graine dirigi el camino. La
luna converta su piel en leche y su cabello en fuego oscuro. No era capaz de conducir
un caballo al galope hacia la seguridad, pero entraba por la boca de la tumba de los
antepasados como si estuviera en su propia casa. Breaca le segua a una lanza por
detrs, asombrada ante el valor de su hija.
La entrada era pequea, de modo que todos tuvieron que entrar a gatas, hasta
Graine. Dentro era lo bastante alto para permitir que Breaca solo tuviese que inclinar
la cabeza y los hombros, y Ardaco casi poda permanecer de pie. En torno a ellos, la
roca tallada a mano se cerraba a ambos lados, mucho ms estrechamente que en los
altos muros de la cueva de la antepasada. Excepto al comienzo, la roca estaba seca, y
las marcas grabadas en lneas a la altura del hombro tenan los bordes muy agudos,
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como si las acabasen de tallar. El olor era a polvo antiguo, a huesos y a hierba seca y
desmenuzada, y cosquilleaba la nariz de modo que los guerreros estornudaron, uno
tras otro. Graine y Airmid, que no estornudaron, dirigan el camino hacia delante,
hablando a unos odos muertos desde haca mucho tiempo.
Demasiado pronto, Airmid dijo:
Aqu. Se abre una cmara. Habr espacio para todos nosotros. Vamos a entrar
poco a poco.
No podan haberlo hecho de otro modo. Las antorchas que sujetaban las
soadoras estaban hechas de hierba y resina de pino y grasa de oveja, y el humo que
producan haba llenado el pequeo pasillo. En la cmara del tmulo, arrojaban una
luz desigual y ponan un color mbar en los rostros plidos. Cinco adultos y Cunomar
formaron dos crculos en torno a Graine, mirando hacia dentro. Los muertos yacan
en forma de polvo en unos huecos de las paredes. Sus voces lanzaban advertencias de
muerte y el destino de las almas perdidas.
Agudamente, Airmid dijo:
Os traigo a la hija de Nemain; no la veis? los susurros adquirieron una nota
distinta y luego se detuvieron.
Graine estaba muy quieta. La llama de la antorcha de resina y sebo se agitaba en
su mano. Una luz ondulante aleteaba encima de su cabello como si unas manos
fantasmagricas lo acariciasen. El ruido y la palpable amenaza disminuyeron
entonces. Breaca respir con los pulmones tensos y anhel los sencillos peligros de la
batalla. Oy decir a su hija:
Nuestros guerreros dejarn sus armas a vuestro cuidado, hasta que las volvamos
a necesitar para arrojar a los hombres del guila de esta tierra.
Graine hablaba con claridad, con tonos adultos. La luz de la antorcha que portaba
en la mano alete una vez ms y luego se estabiliz. Manchas de sombras se reflejaban
en las paredes.
Airmid dijo:
Breaca, la espada de Eburovic debe ser la primera que escondamos. Ensasela
ahora a la oscuridad.
Breaca sac la espada de su padre del envoltorio de piel de oso. Apareci en su
mano, brillante como un pez, a la luz de las antorchas. Los dibujos ondulados del
metal tenan siete generaciones de antigedad, y todava se apreciaba con claridad la
muesca de la hoja producida cuando su abuelo luch contra el campen de los
coritanos, de cabello blanco, por una disputa de fronteras. Eran ms recientes los
verdugones que surcaban el metal y que se haban producido cuando su padre luch
contra los hombres de Amminio en la batalla en la que muri. Breaca haba tomado la
espada de su mano muerta y desde entonces la haba afinado bien, pero nunca haba
raspado aquellas muescas.
Su padre le haba hablado junto al ro, en la cueva de la antepasada, pero ella no le
haba visto all. Aqu, con su espada y su sangre en la mano, se hizo real para ella, de
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una forma en que los fantasmas de la tumba nunca podran ser.
Breaca? Su voz tena ms cuerpo que en la cueva. Dale mi espada a las piedras
del pasado.
l no estaba solo. Sus antepasados se encontraban tras l: abuelos y abuelas,
guerreros y herreros, cazadores y talabarteros, todos aquellos que alguna vez haban
empuado y usado la espada con honor, se fueron congregando hasta que uno de
ellos ocup el espacio en el que se encontraba Eburovic. Su voz mltiple dijo:
ensale la espada a la oscuridad.
Airmid ya se lo haba dicho, pero no quedaba claro lo que deba hacer. All, junto
al muro, Breaca vio a la altura de su hombro una repisa cortada en la pared de roca,
de un tamao suficiente para albergar una espada de guerra al estilo antiguo.
Como si los fantasmas de su linaje levantaran sus manos, Breaca not que sus
brazos se elevaban y la espada se alojaba en aquella repisa. Encajaba muy bien, como
si fuese una vaina, y la inestable llama de las antorchas daba vida a la hoja. El metal
azul y negro ondulaba como el agua bajo la luz, de modo que, en los primeros
momentos de su descanso, la osa que amamantaba forjada en el bronce del pomo
pareci beber en un charco nocturno.
Breaca haba olvidado que estaba acompaada. Detrs de ella, Cunomar jade
audiblemente. Ardaco, que era mayor, y que se controlaba mejor, pronunci a travs
de los dientes apretados los nombres ocultos de su dios, y luego:
No saba que tu padre era uno de los nuestros.
Eburovic haba desaparecido, o se haba convertido en parte de la espada y la
oscuridad que ahora la ocultaba. Breaca mir el lugar donde haba estado y no pudo
ver ni a su padre ni el arma. Si no la hubiese colocado all ella misma, habra credo
que la pared era de roca perfectamente slida.
Se oy decir a s misma desde la distancia:
Ni l tampoco. El oso era su sueo, no su dios. Pero se habra sentido muy
honrado al ver que t pensabas eso.
Un brazo roz la manga de Breaca, La mano de Graine se meti en la suya, y la
voz de Graine, llena de mareas y ecos del ocano, dijo:
Est a salvo. Los fantasmas de muchos muertos la guardarn hasta que llegue el
momento en que la gente la necesite. sta es la espada que alzar a las tribus y las
unir contra aquellos que quieren aplastarlas. No lo olvides, ni dejes que otros lo
olviden tampoco.
No lo har.
No bastaba, pero era todo lo que poda decir Breaca. El mundo estaba lleno de
fuego y sombras y un carrizo acababa de morir, cantando con la voz de su hija. Not
la mano de Airmid en su hombro y, como si pasase a travs de una tormenta, oy la
tranquila indicacin de Airmid que diriga a los dems a los lugares donde deban
colocar sus espadas, y luego doblar las cotas de malla, robadas a la caballera romana,
y esconderlas tambin en los huecos de los muertos. El ltimo fue un manto de un
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oficial romano arrebatado a un cuerpo muerto y usado siete veces por Ardaco como
disfraz para engaar al enemigo.
El nico que no tena armadura ni arma era Cunomar. Como no tena ningn
papel que representar, se qued quieto en medio del tmulo, observando y
escuchando. Despus, una vez escondieron las armas que quedaban, dieron gracias a
los antepasados y se alejaron, el recuerdo que le qued a Breaca fue notar que su hijo
iba junto a su hombro izquierdo y la ansiedad desnuda con la que le haba visto
esconder la espada de su abuelo. No dijo nada, pero tampoco era necesario que lo
hiciera; su linaje era el de l, y los fantasmas de su pasado conjunto los reconocan a
ambos igualmente.
Lo que no estaba claro, y no se poda preguntar, era si Cunomar haba odo la voz
de Eburovic cuando la espada encontr su hueco en el lugar oculto. Si mi nieto
empua esta hoja algn da, has de saber que despus seguir la muerte de los icenos.
Confo en que procures que tal cosa no suceda.
* * *
Cabalgaron pues sin espadas, de noche, lentamente, por una tierra que no era libre
desde haca casi quince aos.
De da, acampaban sin fuego y con dos de los cuatro guerreros despiertos, de
guardia. Dos veces se adentraron en los bosques para evitar las patrullas romanas, no
porque las legiones pudieran verles, sino porque las monturas de los oficiales, ms
cautelosas que los hombres, podran haber olido sus caballos o a Piedra.
Poco despus de dejar la tumba de los antepasados, Breaca entreg el liderazgo del
grupo a Duborno, que haba viajado al este ms recientemente. Despus de tres
noches, ste se lo confi a Airmid, que durmi sola en la orilla del ro, y luego, al
despertar, encendi fuego y apil sobre l hojas hmedas hasta que se alz hacia el
cielo, espesa y blanca, una columna de humo tan ancha como el cuerpo de un
hombre.
Al anochecer del mismo da, una columna ms delgada y ms oscura, que se
desviaba hacia el sur, apareci en el horizonte del este.
Airmid dijo:
Nos esperan. Efns har lo que pueda.
Dos noches despus, guiados por el humo, el instinto y unos sueos inciertos,
cabalgaban a lo largo de la orilla de un ro y seguan unas huellas que se dirigan al
nordeste hacia un bosque denso y descuidado. Ni los icenos ni las legiones haban
estado all, excepto quizs en determinados rastros que eran mucho ms anchos de lo
que podan hacer ciervos u osos.
La noche estaba clara y el cielo sin nubes. El dibujo de estrellas que formaba la
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Liebre haba coronado el horizonte cuando oyeron la voz de un hombre solo que
cantaba la balada de las almas perdidas con un dolor que haca que la prdida
pareciese nueva y fresca. Delante se vea la luz de una fogata y un crculo de figuras
sentadas y silenciosas. Su presencia se filtraba a travs de los rboles, como otros
tantos perros de caza que permaneciesen al acecho.
Como Airmid les haba llevado hasta all, Breaca poda creer que los que
esperaban no eran romanos armados y preparados, pero la sensacin de peligro no
era menor. A travs de su mensajero, Efns haba dicho que los icenos eran dbiles,
que carecan de lder, que no tenan ya la voluntad para resistirse a los muchos
terrores de la ocupacin. Haba predicho traicin y muerte para la Boudica y para
todos aquellos que cabalgasen con ella, si alguna vez volva al este. Solo los
antepasados, ya muertos y a salvo, haban sugerido algo distinto, y le haban ofrecido
una salida. No le haban dicho qu ocurrira si su camino no quedaba abierto.
Breaca se baj de su caballo y encontr a Piedra esperando. ste se apoy en su
costado, empujando su mano con su hocico, como sola hacer en las ocasiones en que
el peligro les acechaba muy de cerca. Ella cogi el morro en su palma y le puso el
pulgar en los labios, pidindole paciencia y silencio.
En torno a ella los dems desmontaron, excepto Graine, que iba sola en la yegua
ruana, esperando que la bajasen.
Eran sus amigos, sus compaeros. Dos haban sido amantes suyos y podan volver
a serlo. Llena de orgullo y dejndose llevar por las visiones de sus fantasmas, ella les
haba llevado hasta all lejos, a aquellos peligros. Todos sus instintos guerreros le
decan que todava haba tiempo de dar media vuelta y llevrselos de all.
Duborno era el que estaba ms cerca de ella. Haba permanecido a la sombra de su
propio crucifijo en Roma. Cinco aos no haban conseguido curar an las cicatrices
de su prisin.
Ella dijo:
Duborno
No l sonri. Ella no poda verle, no haba bastante luz para ello, pero lo
notaba en su voz. Una sonrisa de Duborno era una cosa muy rara, verdaderamente. l
levant la mano en la oscuridad y le toc el brazo. No lo pienses. Estamos aqu
porque as lo hemos decidido, y porque los dioses lo han querido tambin. T eres la
gua, nada ms su otra mano se elev hacia ella. Te hemos trado esto. Hay
algunos entre los aqu reunidos que no querrn aceptarte. Esto puede ayudarte a
hacerles cambiar de opinin.
Los dedos de Breaca buscaron en la oscuridad y encontraron metal caliente.
Palpando un poco ms, comprendi que lo que le ofrecan era una torques: no la
reliquia de su linaje que marcaba la lnea real de su pueblo, sino una nueva, hecha por
su padre como obsequio para Caradoc durante el invierno de su naufragio. Durante
cinco aos haba permanecido junto a su lecho en la casa redonda de Mona. Nunca se
la haba llevado consigo durante las caceras solitarias en las tierras ocupadas.
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Era mucho ms sencilla que la que hicieron los antepasados, pero sus lneas eran
fluidas y perfectas, y Su padre haba mezclado otros metales con un buen oro rojo, de
modo que, a la luz de las antorchas, combinaba a la perfeccin con el color del pelo de
Breaca. Ella conoca ntimamente su tacto, y la tom entonces, tibia por el calor del
cuerpo de Duborno.
El demacrado cantante estaba lo bastante cerca para que Breaca le viese el blanco
de los ojos. En toda su vida adulta, l jams le haba mentido. No conoca a ningn
hombre ms ntegro que aqul. l le sonri por segunda vez y ella casi se echa a llorar
por el dolor que contena aquella sonrisa, y por su promesa.
Aun as, todava haba tiempo de dar media vuelta.
Efns canta para ti dijo Ardaco, desde detrs de ella. No era de Nemain, ni
tampoco soaba. Una vez muerta Gwyddhien, poda haberse convertido en Guerrero
de Mona y dirigir a todos los guerreros del oeste, aadiendo su marca a todas aquellas
grabadas ya en las vigas del techo de la casa grande, y no vivir como niera de los
hijos de Breaca en una tierra que se hallaba bajo el yugo de Roma.
Como haba hecho Duborno antes, levant la mano para tocarla. La pluma que le
entreg era de plata, forjada a partir de un metal impoluto. Gunovic la haba hecho el
ao antes de morir. Marcaba cincuenta muertes o quinientas, Breaca lo haba
olvidado y tampoco importaba ya; solo los nios y los recin convertidos en guerreros
contaban las plumas de cuervo que marcaban sus muertes. Pero los icenos, muertos
de hambre y privados de honor, podan necesitar cosas semejantes.
Ardaco dijo:
Ponte esto en el pelo y ve. Ellos no saben nada, solo que Efns les ha prometido
un futuro. T eres todo lo que puede ofrecerles ahora mismo le cogi el brazo por
encima del codo y apret fuerte, que era lo ms aproximado a un abrazo procedente
de l. Su simple contacto ya la reconfort.
Pero segua habiendo tiempo todava.
Ardaco fue su amante en una ocasin, reemplazando a Airmid, para quien no
poda haber reemplazo. Airmid estaba all ahora, como haba estado siempre, como
deba estarlo, o si no su vida sera insoportable. Estaba hablando y diciendo lo mismo
que los dems, aunque con otras palabras.
Breaca, no pienses en retroceder. Hemos visto lo que ha hecho Roma con la
tierra en la que crecimos. Solo podemos imaginar lo que han hecho a la gente.
Ninguno de nosotros podra vivir con honor si volvemos atrs ahora.
Aun as.
Madre? Graine todava iba montada en la yegua ruana. Si la colgaban, le
costara medio da morir. Ahora no podemos volver. Est nevando ms fuerte que
antes. Las patrullas romanas vern nuestras huellas en cuanto haya luz.
Era una nia y nunca haba seguido ningn rastro, ni la haban seguido a ella,
pero haba crecido en Mona, escuchando a los mejores cazadores que jams haban
llegado al oeste, y conoca la realidad del peligro en invierno tan bien como cualquier
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adulto. Deca la pura verdad, y eso cambiaba la naturaleza de las elecciones.
Pero
En el calvero, los cnticos se hicieron ms suaves. En otros mundos, en otros
tiempos, una nia con el cabello color sangre de buey lloraba lgrimas de oro
mientras, en el campo de batalla, la serpiente-lanza prevaleca sobre la destruccin
romana.
Breaca levant la mano y tom a su hija, la hija de su alma, de la silla. Los cinco
que componan el resto de los pedazos de su corazn la contemplaban desde la
oscuridad.
Con demasiada formalidad, porque en aquellos momentos no poda hablar de
otra manera, Breaca dijo:
Si los soadores y cantores de Mona se unen a la cancin de Briga, los hijos de
sangre real irn a reunirse con su pueblo.
* * *
El rastro del ciervo llevaba hacia delante, a un claro. Las antorchas formaban un
crculo exterior, dejando escapar un humo blanco, de pino. Por encima y a su
alrededor se encontraban las hojas otoales an no cadas de robles y olmos, miles de
cintas de bronce captaban la luz de las antorchas y la reflejaban an ms clida.
Las hojas sobrepasaban en nmero varias veces a aquellos que esperaban entre los
rboles. De pie junto a su madre, ms all del crculo de luz, Graine poda contar ms
fcilmente los que haba en su interior. Eran menos de una dcima parte del nmero
que haba llenado la casa grande de Mona cuando las huestes guerreras del oeste se
haban reunido por ltima vez, y gran parte de ellos eran viejos. El cabello blanco
predominaba, y las toses de los ancianos tocados por el invierno se oan por encima
de la trova del cantor.
Efns estaba de pie en las sombras, ms all del crculo, cantando todava. Su voz
los abarcaba a todos ellos, como una espiral de sonidos entretejidos. Airmid y
Duborno avanzaban entre los rboles y se unieron a l. Empezando en un tono muy
bajo, sus voces se unieron a la suya, y se alzaron a Nemain junto con el humo
resinoso. Como eran solo tres, la meloda que se entreteja sonaba mucho ms
cercana de lo que habra sido cantada por muchas gargantas. Aumentando en
intensidad, lleg a un clmax y se detuvo de pronto. El silencio que hubo despus fue
un espacio que peda ser llenado.
Era demasiado tarde entonces para darse cuenta de lo poco preparados que
estaban para aquel momento. Graine se asust de pronto, intilmente, cuando not
que su madre se apartaba de su lado. En Mona, dirigiendo a los guerreros y a los
soadores de la casa grande, la Boudica habra llevado un manto y una tnica que
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colgaban desde que fueron confeccionados encima de un fuego ardiente, y que no
conocan ni la humedad, ni el moho ni los insectos. Durante el medio da anterior se
habra hecho las trenzas de nueve capas de los guerreros en el pelo, con las plumas de
muerte con sus bandas de oro para honrar a los antepasados. Su espada habra
colgado a su costado, y su cuchillo la habra equilibrado, y la serpiente-lanza habra
revivido en los pomos de ambas armas.
All acababa de pasar medio mes viajando, despus de dos veces ese tiempo
cazando sola en las montaas. Su manto estaba arrugado y manchado por el viaje. Su
tnica estaba bordeada de barro seco y sus botas empapadas de nieve fundida. No
tena espada, y en su lugar colgaba una honda en su cinto. El mango de su cuchillo era
de madera sencilla, sin adorno alguno. Su cabello ostentaba una sola trenza, y la
pluma de cuervo de plata estaba algo mate all donde Ardaco la haba pulido con la
punta de su manto.
sa era la realidad; pero no fue eso lo que se vio.
Breaca se adentr a la luz de las antorchas de resina y un murmullo contenido
reson en todo el calvero donde los guerreros, soadores y ancianos de la nacin
icena, reunidos, vieron su mayor esperanza y su mayor temor convertirse en realidad
por primera vez desde haca veinte aos.
Para ellos, la Boudica era una criatura de llamas y metales bruidos. La torques de
oro rojo era una serpiente viva en torno a su cuello. Su cabello era del bronce fuego
ms intenso, como el pelaje de un zorro en invierno. Sus ojos eran de un verde cobre,
iluminados por las batallas libradas y victoriosas.
Graine pens que ella poda haberse quedado as para siempre. Los ancianos
icenos vacilaron en el momento lgido del cambio, encallados en aquella confluencia
de innumerables caminos a partir de la cual eran posibles muchas acciones, aunque
solo una poda emprenderse. Cada uno de ellos, desde los ms ancianos a los ms
jvenes, era consciente de ello.
Efns rompi el hechizo. Un solo paso hacia delante le hizo salir de las sombras.
Como Breaca, haba hecho todo lo posible por vestirse adecuadamente para la
ocasin, aunque su manto estaba bastante desvado, y la corteza de su correa de
soador estaba fresca, todava hmeda, recin arrancada del rbol. Roma prohiba
vestir la correa de soador, al igual que empuar la espada de guerrero. El simple
hecho de haber confeccionado una ya era arriesgarse a morir.
Graine haba conocido a Efns en Mona, y le gustaba. Quera preguntarle quin
haba muerto, para que tuviese que cantar la balada de las almas perdidas, pero no
pudo porque l ya estaba hablando.
Breaca, saludos. El alto consejo de los icenos te da la bienvenida.
Y realiz el saludo con gran precisin. Airmid y Duborno, adelantndose para
unirse a l, hicieron lo mismo. Quiz no estaba preparado de antemano, pero tuvo el
efecto deseado. Dubitativos, otros les siguieron en el crculo. Un brazo tras otro se
fueron levantando, y vapores de hierba invernal se alzaron en una brisa vaga, hasta
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que los trescientos estuvieron de pie, esos hombres y mujeres ancianos que haban
sobrevivido a las purgas, los ahorcamientos, las traiciones de familiares y espas
pagados, y que haban reunido las ltimas briznas de su valor para reunirse en secreto
sabiendo que su muerte se contara en das si les encontraban.
Haban hecho lo necesario, con el sentimiento adecuado. Graine temblaba y dese
que las abuelas vinieran y le dijesen qu hacer, qu era lo propio. Como si hubiese
hablado en voz alta, Breaca se volvi y le sonri a ella directamente, no la media
sonrisa privada del calvero, sino una afirmacin pblica. Arrodillndose, hizo una
sea con el dedo llamando a su hija hacia el crculo
cosa que era una locura. Graine tambin llevaba medio mes viajando y era
evidente. No era la Boudica para plantarse all en medio junto a la hoguera, en
compaa de extraos. No tena torques ni pluma de plata entretejida en el pelo. El
broche de su hombro era muy sencillo y en forma de carrizo, y haba pertenecido a
Macha, pero estaba tan gastado que su forma ya resultaba incierta. Llevaba el pelo sin
peinar y nunca se haba puesto la correa de los soadores. Nada de todo aquello
importaba mientras ella permaneca annimamente entre las sombras. Importaba
mucho en la eternidad que le cost andar desde la seguridad del anonimato en el
bosque hasta el crculo de los brazos de su madre, bajo la mirada de trescientos
ancianos que saludaban de forma artificial.
Las abuelas quiz no hubiesen hablado, pero su madre, al parecer, haba adivinado
lo que deba hacer, milagrosamente. Es difcil permanecer con la dignidad requerida
en presencia de un nio, y muy descorts hacerlo frente a una madre que se arrodilla
y alborota el pelo de su hija. Igual que la hierba se haba alzado bajo la brisa, as la
brisa, incierta, volvi a aplacarla. Solos o de dos en dos, y cada vez en mayor nmero,
los ancianos de los icenos dejaron de saludar y se sentaron de nuevo.
Breaca bes a Graine en la frente y, cogindole la mano, fue andando hasta los
pellejos de caballo doblados que formaban un asiento en el extremo occidental del
crculo. Tom uno por una esquina, y arrastr toda la pila hacia delante, no hasta el
centro, pero casi.
A su hija, con un humor maternal e ntimo, le dijo:
Puedes sentarte en las pieles como los ancianos, no crees?
Por supuesto. Por su madre, en aquel momento, Graine podra haber volado hasta
lo ms alto del cielo, cantando como un carrizo. Tal como haba practicado con
Airmid muchas veces en la pequea choza de piedra en Mona, extendi los brazos un
poco para que su manto cayese recto entre sus hombros y, doblando las piernas
debajo de su cuerpo, se sent cuidadosamente en las pieles.
Rogando a Airmid ms que a Nemain, Graine de los icenos levant la cabeza y se
enfrent directamente a una reunin de los soadores de su pueblo. Trescientos
hombres y mujeres ancianos le devolvieron la mirada. Al menos la mitad de ellos
estaba llorando. Breaca estaba de pie detrs de Graine, con una mano en cada uno de
los hombros de su hija. Cuando habl, pareci que se diriga exclusivamente a cada
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uno de ellos.
sta es la primera y nica hija de mi sangre, Graine nic Breaca macCaradoc. Si
alguna vez tenis que poneros en pie y saludar, ser ante ella. Ella es el futuro, aquello
por lo que he luchado durante los ltimos catorce aos en el oeste y por lo que
lucharemos ahora en el este. Ella naci en guerra, a diferencia de nosotros. Hemos
hecho lo posible para educarla de modo que sea fiel a su derecho de nacimiento,
viviendo da a da ante la vista de los dioses, y sabiendo tambin que vuestros hijos no
han tenido ese lujo. Ahora venimos a unirnos a vosotros para educarla en la tierra que
es suya y para asegurar que, para sus hijos y para los vuestros, ese derecho de
nacimiento ya no sea un lujo. Por ese motivo, con vuestra ayuda, lucharemos contra
Roma y la derrotaremos.
Hablando a los guerreros del oeste, la Boudica no habra necesitado solicitar
promesas de valor y honor a sus oyentes. Por aquel entonces ya habran estado de pie,
clamando por ser los primeros en prestar sus juramentos a la antigua usanza,
empeando sus vidas, sus almas y su libertad por la causa.
En Mona haba el valor suficiente y sobraba. All era manifiesto que no lo haba.
Sabindolo, Breaca no dej un espacio que quiz no se hubiese llenado. Por el
contrario, hizo una seal tras ella, llamando a Cunomar y luego a Cygfa, hasta que
ambos se sentaron detrs de ella. Una mujer y sus tres hijos; la Boudica, la portadora
de victoria, y parte del linaje real de los icenos.
Les salud el silencio.
Graine se ech atrs, hacia su madre, sintindose menos segura que antes. En dos
aos, desde el regreso de las Galias, su hermano y su hermana nunca se haban
sentado junto a ella de aquella manera reclamndola para la familia. Los hijos de
Sorcha haban sido su familia, y Airmid. Mir a un lado, hacia la noche, ms all de
las antorchas. Piedra estaba all, sujeto por Ardaco. Ella formul en silencio una
peticin y fue respondida, y el gran perro se adelant a su lado y ya se sinti completa
de nuevo.
Breaca se puso de pie frente al consejo. En la falta de palabras estaba el meollo de
su mensaje. He trado a mi familia entre vosotros. Asumo los mismos riesgos que
vosotros habis asumido. Podis confiar en m.
No eran tontos aquellos hombres y mujeres, y mantenan orgullosamente lo que
les quedaba de dignidad. Un suspiro naci entre ellos, apenas moviendo el aire.
Graine les vio apartar la vista de su madre y volver su atencin hacia uno de los suyos.
Inevitablemente, haban elegido a un portavoz. Se puso de pie una mujer, una
anciana muy delgada con el cabello gris, alta y asctica, hambrienta por las
imposiciones de la vida o por su propia voluntad, de modo que la piel se agarraba a
sus huesos y las articulaciones de sus dedos sobresalan como los agriones de un
caballo. Su manto era del color gris de Mona, harapiento debido a las atenciones de la
podredumbre y los roedores. Llevaba un crneo de cuervo en la mano derecha, con el
pico blanco sealando hacia delante como un sexto dedo, y una solitaria ala negra
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colgando sobre su pecho. De todo cuanto llevaba, el crneo y el ala eran las nicas
cosas que parecan realmente limpias.
Ests bien alimentada, Breaca de los icenos, y tus hermosos hijos tambin.
No sonrea, pero las palabras tampoco le sonaron a Graine tan duras como podan
haber parecido. Su voz era ms suave que la del cuervo.
Si hubieses venido antes, cuando todava tenamos guerreros con la voluntad de
luchar, o que fueran capaces de empuar las lanzas y las espadas abiertamente, y no se
hubiesen visto obligados a esconderlas en un lugar donde no pudieran encontrarlas,
en lugares de los que ni siquiera nuestras familias saben nada, si hubieses venido con
las diez mil lanzas de Mona cabalgando detrs de ti para confirmar tus pretensiones, o
con los soadores suficientes para insuflar nimo en los que tienen el corazn roto, te
habramos dado la bienvenida de buen grado.
Mir a su alrededor, a sus iguales. Nadie se alz para poner freno al flujo de su
retrica, ni replic a su obvio curs. Inclinando la cabeza como lo hara un cuervo,
escuchando, continu:
Pero no viniste antes, y aunque has trado a tu familia, y aunque hemos odo
hablar de las hazaas de la hija de Caradoc luchando junto a la Boudica, es demasiado
poco, y demasiado tarde. Ya estamos destrozados, y no se nos puede arreglar tan
fcilmente.
El pico de cuervo se alz en un brazo extendido y qued abierto, de modo que el
sonido de la voz de la mujer proceda del espacio en su interior. Ya no era suave.
Quienquiera que le hubiese enseado en Mona poda estar satisfecho de su discpula.
Vete a casa, Breaca, antes gobernante de los icenos. Tenemos ahora otro
gobernante, y su poder procede de un emperador en Roma que se ha hecho dios a s
mismo. No hay lugar para ti aqu. Hars mejor en quedarte en el oeste y luchar. Te
honraremos a ti y a tu familia. Tu soadora puede ensear a tus hijos cmo soar
para seguir con las generaciones. Los nuestros estn perdidos, y no hay redencin
posible.
El aliento se contuvo en la garganta de Graine, y not que Cunomar se mova
junto a ella y que luego se esforzaba por permanecer quieto. Desde su primera
infancia, todos haban sabido que la salvaguarda de los nios era el ncleo del sueo
de su madre. Tal cosa es privada y es algo que no se debe comunicar en voz alta a un
extrao que est en compaa de extraos.
Si Breaca qued conmocionada, no lo demostr. Dijo:
Y sin embargo, todos vosotros habis venido a reuniros aqu, al alcance de las
legiones, mientras podrais haberos quedado a salvo junto a los fuegos de vuestros
hogares.
La mujer baj el crneo acusador. Su voz ya no era la del cuervo.
Sea lo que sea lo que nos haya ocurrido, an sigues siendo de nuestro linaje real
y no carecemos totalmente de valor. No deseamos mostrarte deshonor alguno, sino
decirte quines somos, para que veas que puedes volver por donde has venido y seguir
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luchando. Nosotros somos el ejemplo de lo que ocurrir bajo el gobierno de Roma.
Quiz nosotros hayamos perdido, pero el oeste no tiene por qu, y mientras Mona
resista, habr esperanza.
La mujer se sent con tanta rapidez como se haba levantado. En Mona habra
sido difcil mantener a los dems quietos y callados. En el bosque del este, nadie se
puso en pie para oponerse a lo que ella haba dicho.
En el tenso silencio, Breaca mir a su alrededor, hacia los bordes del crculo.
Como estaba muy cerca de ella, Graine not las primeras seales de la tensin que
dominaba a su madre. La apariencia externa de calma total costaba mucho ms
esfuerzo que antes, y para alguien acostumbrado a observar resultaban evidentes las
pequeas manifestaciones: los nudillos que se ponan blancos en la mano oculta por
el manto, y la forma en que se frotaba las puntas de los dedos con el pulgar, como
comprobando su tacto. Breaca esperaba algo, algo que no haba ocurrido todava.
Cuando lo hiciese, ella esperaba tener que luchar.
Pero no ocurri nada de aquello, excepto quizs en su voz, cuando pregunt:
Esta decisin es de todos vosotros?
Ella era la Boudica, lder de ejrcitos; poda poner un aguijn en una pregunta
sencilla, que avergonzase a todos ellos, los mejores y los peores.
No
Un hombre canoso, de mediana edad, que portaba un pellejo de castor encima de
los hombros, se puso de pie. Era robusto como un herrero, pero permaneca en pie
desequilibrado, como si una cadera le causara dolor.
Fue decisin de todos nosotros, antes de que t vinieras, pero no tiene por qu
ser as ahora que ests aqu y hemos visto quin eres y lo que eres mir a su
alrededor. Quiz te parezcamos derrotados, pero no es imposible que nos
recuperemos. Si los dioses nos envan la forma de hacerlo, cmo vamos a
enfrentamos a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos si no tomamos lo que se
nos ofrece? El linaje real de los icenos se remonta, sin interrupcin alguna, a los
antepasados. Seremos nosotros precisamente quienes lo rompamos ahora? Yo
recupero la palabra que le entregu a Lanis, de los Cuervos. Hablando por m mismo
y por aquellos de mi pueblo cuya confianza ostento, digo que la Boudica debe
quedarse y que hemos de rearmarnos, y que debemos desenterrar nuestras espadas y
sacar las lanzas de la paja de los tejados y hacer escudos que detengan las espadas de
las legiones, y que debemos luchar, o al menos sentimos orgullosos de morir en el
intento.
En tiempos fue un guerrero y todo su ser lo demostraba. Graine quiso abrazarle.
En lugar de eso, le sonri y se alegr cuando vio que l le devolva la sonrisa. Era un
hombre respetado por los dems. Lo cual se hizo evidente por las muchas seales
afirmativas que siguieron. Otro se puso en pie, una mujer ms joven que el primero.
El norteo tiene razn dijo. El linaje real es creacin de los dioses. No
debemos romperlo nosotros ahora.
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Como el fuego entre las hojas de otoo, la aceptacin fue creciendo. Aqu y all,
humedeciendo su calor, haba disensiones. En algunos lugares, grupitos de hombres y
mujeres discutan acaloradamente en contra del regreso de la Boudica. Casi todos
ellos ostentaban cicatrices y, mucho ms hondo, el dolor sordo y constante que
indicaba que haban perdido ante Roma aquellos que ms les importaban, y teman
perder ms an.
La reunin adquiri entonces la animacin a la que Graine estaba acostumbrada,
y fue aumentando en volumen y estridencia a medida que los argumentos razonados
dejaban lugar a la esperanza imprevista, o se ahogaban en el miedo. Uno por uno,
soadores y guerreros se pusieron en pie para apoyar a uno u otro de los dos
portavoces. No estaban ya acostumbrados a las cortesas de un consejo. A medida que
la noche se haca ms profunda y los que esperaban para hablar estaban ms cansados
y menos pacientes, el orden y la disciplina desaparecieron. Hombres y mujeres se
pusieron de pie en grupitos y gritaron a Breaca o entre s, o sencillamente gritaron
intentando hacerse or.
En el punto lgido del tumulto, Graine vio a un hombre delgado y de pelo rojo,
algo calvo, con una cicatriz en el puente de la nariz, como si le hubiesen cortado con
una espada en la batalla, que suba a un tronco cado que haba junto al borde del
crculo. Su voz se haba alzado antes sobre el tumulto de la batalla, y ahora lo volva a
hacer.
No puedes quedarte! No debes quedarte. Te costar tres das enteros morir
cuando las legiones sepan que la Boudica est aqu y, cuando vengan a capturarte, no
descansarn solo con vuestras muertes. Se adentrarn entre nosotros como lobos
hambrientos a travs de un rebao de ovejas sin guardar, y nuestros nios se
desangrarn hasta morir en nuestros umbrales. Ha sido una locura el hecho de venir
hasta aqu. Cmo creas que ibas a poder quedarte?
Sus ltimas palabras se extinguieron en el silencio. Aquel hombre haba
sobrepasado los lmites, aun en aquel lugar. Se qued all de pie, balancendose en el
tronco cado, con el resentimiento rodendole como un halo y mirando a todos lados
en busca de apoyo, pero ste no se le concedi. Hasta los que haban discutido con l
miraban al suelo y no hablaban.
La Boudica haba permanecido de pie todo el rato, escuchando cuidadosamente
los argumentos que se daban por ambas partes, al parecer. Graine, que la miraba con
inquietud creciente, vio que la mayor parte de la atencin de su madre se diriga ms
all del crculo, hacia el bosque. La espera haba puesto rgidas las manos de Breaca a
su costado, en el lugar donde tena que haberse encontrado su espada y sin embargo
no estaba.
Ella estaba tomando aire para empezar a hablar cuando, desde la noche que haba
ms all de las antorchas, una nueva voz dijo:
Podr quedarse como esposa ma. Roma nunca sabr quin es.
El vaco en el que cay aquella voz ola a ese terror que retuerce los intestinos.
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El hombre que se adelant entre dos antorchas chisporroteantes no era tan alto
como Luain macCalma, pero era ms alto que la mayora. Su cabello era como la paja
en color y textura, y lo llevaba cortado a la manera romana, de modo que apenas le
alcanzaba los hombros.
Cuando pudo mirar ms all, y superar el ansia desnuda que se reflejaba en los
ojos del hombre, Graine vio que su brazo derecho acababa en el codo, y que la manga
de su tnica era ms larga de lo normal para cubrir ese defecto. Y entonces, con
horrible claridad, comprendi quin era: Tago, que se haca llamar a s mismo
Prasutago para congraciarse ms con el gobernador, aquel guerrero lisiado que haba
tratado a Silla como una yegua de cra, hacindole un nio enfermizo tras otro hasta
que ella muri sin dejar ningn hijo vivo. El autoproclamado rey de los icenos, que
se haba aliado con el emperador Claudio y luego con Nern. Si el mensajero de Efns
estaba en lo cierto, aquel hombre les hara morir a todos de la manera ms terrible.
Tardamente, Graine pens en mirar a su madre. Breaca segua muy quieta. Las
tensiones anteriores haban desaparecido. La espera haba concluido. Pareca que se
estaba preparando, igual que hacan otros guerreros, antes de la batalla, pero antes
nunca haba necesitado hacer tal cosa.
Vienes con las legiones de Roma detrs de ti? pregunt, tranquilamente.
No.
Tago frunci el ceo aviesamente. Todos sus movimientos eran demasiado
rpidos, demasiado cortantes. No se tomaba el tiempo suficiente para pensar o para
preguntar a los dioses antes de actuar. Graine se senta avergonzada de que fuera as.
l dijo:
Siento que pienses eso de m. He venido con una respuesta para el conflicto. He
odo a los ancianos de nuestro pueblo en su desacuerdo. Pueden discutir toda la
noche y tres noches ms, y no encontrarse ms cerca de una solucin. La mitad de
ellos quieren que te quedes aqu para mantener intacto el linaje real, la otra mitad
tienen miedo de que la llegada de la Boudica atraiga la venganza de Roma sobre ellos
y sobre sus familias. Se imponga el bando que se imponga, la otra mitad les odiar. La
nacin icena, que ya est rota, quedar ms dividida an. No podemos permitirnos
una ruptura semejante, y yo no deseo gobernar sobre un pueblo tan dividido. Ofrezco
una solucin para que t y tu familia podis vivir seguros bajo la mirada del
gobernador, sin que ste sepa quines sois. Y te traigo esto
Todos los ojos se posaron en l. Con la pericia de un cantor entrenado, sac de
debajo de su brazo lisiado una torques de oro desgastada por el tiempo, entretejida al
estilo antiguo, con muchos hilos finos. Pareca un objeto muy pequeo, comparado
con la torques de oro rojo que llevaba la Boudica, pero en una reunin de soadores,
atrajo la atencin como una pata de animal ensangrentada habra atrado la atencin
de una jaura de perros.
En el lado ms cercano a Graine, lejos de Prasutago, la mano de Breaca se cerr y
se volvi a abrir, una sola vez.
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Me ofreces la torques de mi madre? su voz sonaba ruda, ptrea. Piedra
volvi la cabeza al orla, rgido.
No. Lo ofrezco a la nica que puede ser vista llevndola sin morir por ello.
El hombre que haba comido y bebido como husped de Roma se adelant
entonces. Cygfa estaba de pie junto a l. Ella titube un poco al verle aproximarse,
pero no retrocedi. Cuando l levant los brazos por encima de su cabeza y los pas
por detrs de su cuello, su mano se desplaz al pomo de su pual. Y cuando l pas el
aro de oro hacia delante para que los dos finales abiertos se alojasen en un charco de
clida luz, encima de sus clavculas, se relaj y dej caer el brazo a su costado,
olvidado. Se deca que nadie poda llevar la torques de los icenos y sentirse de otro
modo que regio. Cygfa era ms inmune de lo que fue Silla, por muy extranjera que
fuese su educacin. Sonri y el efecto fue deslumbrante.
Tago dio un paso atrs. Dijo a Breaca:
Si tomas la torques, y con ella el liderazgo, el nuevo gobernador har preguntas
que no deseamos que nadie responda. Bajo la ley romana, tus hijas sern mis hijas el
da que te conviertas en mi mujer. Por lo tanto, ofrezco la torques a Cygfa, que es tu
hija, al menos en nombre, para que la ostente hasta que Graine, que es hija de tu
sangre, alcance su mayora de edad. Si tenemos hijas, vendrn despus de ella en la
lnea de herencia. A mi muerte, el gobierno pasar a cualquier de ellas que est en
mejores condiciones de ostentarlo.
Y hasta entonces? pareca como si estuvieran solos Breaca y Tago. Hablaban
como si se hubiesen conocido desde haca una vida entera, y nunca hubiesen vivido
separados.
Hasta entonces yo gobierno como Roma quiere que gobierne, con Breaca de los
icenos como esposa ma. Te aceptarn como sustituta de Silla. Las mujeres cuentan
poco a sus ojos y no sern tan descorteses como para cuestionar la eleccin de esposa
por parte de un rey.
Y cunto tiempo pasar antes de que nos traicione un miembro de tu casa?
Tago se encogi de hombros.
Yo dira que eso no pasar nunca, pero si me equivoco, morir contigo. El
gobernador no se sentir inclinado a la indulgencia, si cree que le han traicionado.
Aquellos que hayan prosperado bajo mi mandato sern destituidos con mi muerte.
Aquellos que me odien pondrn su esperanza en ti, y tu supervivencia ser su mxima
preocupacin sonri. Un hombre tendra que odiarnos a los dos muchsimo, y
no preocuparse en absoluto por su pueblo, para elegir un curso de accin semejante, y
aunque hay muchos que me odian y el mismo nmero que teme tu presencia, no se
me ocurre ni uno solo que quiera provocar de buen grado tamao derramamiento de
sangre entre los icenos. Mientras los dos vivamos, estaremos a salvo. sa es nuestra
garanta: cada uno con el otro.
Esper. Todos esperaron. Graine contempl la sbita relajacin de la mano de su
madre. Ni su rostro ni su aspecto haban cambiado, pero la batalla para la cual se
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haba estado preparando Breaca haba terminado, y ella no haba perdido.
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VIII
Creas que ella hara que te mandasen a casa?
Tago, hijo de Sinocho, cerr la puerta del dormitorio, aunque sin atrancarla. No
era una habitacin demasiado grande, y unas cuantas lmparas de piedra hacan ms
oscuros an los espacios oscuros, y no conseguan iluminar el resto. Las haban
encendido antes de que Tago (Prasutago, deba recordarlo) abriera la puerta y
condujese dentro a Breaca. Solamente ese hecho significaba que haba sirvientes que
saban que l iba a la reunin, y que volvera antes del amanecer, y que deseara que su
fra y hmeda choza dentro de una choza estuviese iluminada para su husped.
Llamaba palacio a aquella choza, segn la costumbre romana, y encontraba en
ello orgullo y no vergenza. Fiel a la visin de la antepasada, no haba casa redonda en
el feudo de Prasutago, aunque sta no haba sido desmontada para usarla como lea,
sino por beneficios polticos. Como hacan los romanos, cada familia viva separada
en la hacienda que era el centro del poder del rey. Otros se estaban alojando ya en
las habitaciones que haba a cada lado. Breaca oy decir Gayo y Tito, los dos
guardaespaldas de Tago que haban adoptado nombres romanos, y ambos se
presentaron, sonriendo. No oa a sus hijos ni tampoco a Airmid.
Lanis exclam Tago por segunda vez. Su voz tena un tono perentorio. No
estaba acostumbrado a que le ignorasen. Creas que ella te enviara de vuelta a
Mona con tu honor intacto y tu dignidad sin mella?
l haba cambiado mucho. El recuerdo ms perdurable que tena de l era el de un
joven irresponsable e impaciente, que corra a sus talones como un perro joven,
desesperado en su entusiasmo, y sin embargo carente del valor necesario para actuar.
Ms tarde le recordaba herido despus de la batalla contra Amminio, convaleciendo
de la herida del brazo, de imposible curacin, pero su padre haba muerto en la
misma batalla, y la verdad es que ella se haba fijado poco en Tago. Ella fue quien le
sujet cuando Airmid cort la parte muerta de su brazo, pero l entonces deliraba, y
ella pensaba que no lo recordara. Ms tarde todava, l destruy su honor intentando
luchar en una batalla para la que no estaba capacitado. Valiosos guerreros murieron
en su defensa. Breaca recordaba sus nombres y sus familias y, de pie en el resplandor
dbil de aquellas lmparas, vio reflejado en los ojos del hombre el preciso momento
en que aquel recuerdo apareci en su rostro.
l iba a hacer la misma pregunta por tercera vez, y no se mostraba demasiado
contento por tener que hacerlo. Su humor nunca haba sido demasiado complaciente,
ya antes de perder el brazo. Despus se volvi proclive a los estallidos de violencia
repentina. Eso no lo haba olvidado. Pelearse all, en aquel momento, no ayudara a
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nadie.
Ella dijo:
Siempre fue posible que Lanis nos enviase a casa. Ella estudi con Airmid, y
desde entonces ha viajado a Mona y se comporta ante los dioses con ms integridad
que ningn soador que haya conocido. Su pasin, su preocupacin, es por el
bienestar del pueblo. Si ella pensaba que el peligro de que yo estuviese aqu
sobrepasaba los beneficios, habra procurado que el consejo nos enviase de vuelta, por
mucho que t y yo hubisemos decidido otra cosa.
l pens que era posible. Ella haba visto el pnico en su rostro. Entonces,
fingiendo calma, le pregunt:
Y t te habras ido?
Por supuesto. Si me quedo aqu es con la ayuda de los soadores o no me
quedo.
Eso era cierto. Lo nico que no era verdad era que, al entrar en el crculo, tuviese
dudas acerca de cul iba a ser el resultado. No crea que la rechazasen; otros haban
hecho demasiados sacrificios para que ella llegase hasta all. Comprendi ese hecho al
ver los ojos de Lanis antes de que la soadora empezase siquiera a hablar, y en la
compasin que mostr a continuacin. Ninguno de ellos esperaba que el camino que
les aguardaba fuese fcil, pero era impensable retroceder. El desafo ahora era
aprender a vivir en aquella farsa de poblado semiromano, con aquel hombre, entre los
despojos de su pueblo. Nada era imposible.
Quieres un poco de vino?
Tago rondaba a su alrededor. La jarra que llevaba en la mano estaba vidriada y era
de color rojo oscuro. La coloc con precisin en la tapa de un bal de roble para que
quedase bien nivelada y no se derramara mientras verta el vino con una sola mano.
Todo en aquel acto era casi romano, aunque no del todo, igual que el entorno en el
que se encontraban.
El muro que se encontraba detrs de l estaba enlucido, pero la imagen que tena
pintada en color azul iceno era de una yegua al galope que ya era vieja mucho antes de
que Roma se convirtiese en ciudad. Debajo de ella, en la tapa del bal, una
constelacin de monedas de plata parpadeaban con el brillo de la acuacin reciente.
Breaca cogi una y ley la palabra ecen. Otras en el mismo montn ostentaban
la cabeza del emperador-nio Nern de perfil, un joven corpulento con demasiadas
barbillas.
No es el ms bello de los hombres, pero s el ms poderoso con diferencia.
Compensa ser amigo suyo. l otorga grandes riquezas a los que gozan de su favor,
igual que hizo su to antes que l.
Tago estaba justo detrs de ella. El olor a vino en su aliento se mezclaba con el
resto de olores que emanaban de su cuerpo: un ligero olor a leche agria y a queso que
le revolva el estmago desde que se cerr el faldn de la puerta.
Pasando las monedas entre los dedos, ella dijo:
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Compensa a la gente que t tengas riquezas romanas? Pueden acaso sus hijos
moler la plata para hacer pan, cuando el grano del invierno escasee? He odo que las
legiones reclaman todo el producto de los campos para su propio uso, y que la gente
se muere de hambre por falta de lo que ellos mismos han cultivado.
La mente de Tago estaba en otras cosas. Breaca le vio quedarse absorto,
esforzndose en pensar. Dijo:
La gente no come plata, pero se puede usar para comprar grano cuando lo
necesitemos.
Grano iceno, criado en los campos icenos, comprado a un precio ms elevado
del que ellos han pagado ella estaba furiosa, cuando se haba prometido a s misma
que no se enfurecera. Jugueteaba con la plata y se esforzaba por calmarse.
Tago dijo:
Por supuesto, el gobernador tiene que sacar algo de provecho. Debe pagar a su
ejrcito y a su personal, y enviar algo de dinero al emperador. Igual que nosotros.
Mira con su nica mano, apart las tintineantes monedas del bal y abri la tapa.
Dentro, brillando tenuemente a la luz de la antorcha, haba una fortuna en monedas
nuevas, sin usar. El bal solo estaba medio lleno, pero de todos modos, si uno contaba
la riqueza que posea en plata, Prasutago era un hombre riqusimo.
Breaca solt las monedas que tena en las manos, viendo cmo caan las caras. El
nombre de su gente no apareca en esas monedas, ni la yegua al galope. All se vea a
Claudio y a Tiberio, y al loco Gayo. Una vez incluso vio a Augusto. Toda Roma estaba
all, conformando la riqueza de los icenos.
T tomas las monedas romanas como regalo? pregunt.
El hombre a quien ahora se vea ligada la mir largo rato, olvidando el vino y el
lecho que haba en el rincn. En aquella mirada ella pens que vea los inicios del
Tago real, que ya no era ni el diplomtico ni el joven ansioso, sino el hombre con un
solo brazo que haba luchado en muchas batallas y que no estaba dispuesto a perder
una ms.
Las aletas de la nariz del hombre se tensaron, y la piel de su rostro enrojeci. Con
voz apenas audible, dijo:
No es un regalo. Eso nunca. Sneca no entrega regalos. He aceptado un
prstamo de diez millones de sestercios por el cual pago un diez por ciento anual de
inters. En cuanto al resto, pago los impuestos y los sobornos, compro grano en
invierno y derechos de pastos en verano, compro regalos para el gobernador y su
esposa, para que se crean halagados por la realeza. Establezco rutas comerciales por
mar y por tierra, y se me permite cargar impuestos a aquellos que nos traen el vino y
las olivas y los higos, para as parecer ms romanos.
Al pronunciar aquella palabra, una lmpara de la pared parpade y se apag.
Estaba llena de grasa de oveja, que otros aceites mantenan lquida. Careciendo de las
resinas de pino de Efns, el humo que se elevaba de la mecha era negro y apestaba a
rebaos tardos.
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Los dioses se expresan de muchas maneras. Tago se detuvo y mir y continu, a la
defensiva:
Hago esto porque ste es mi pueblo, estn a mi cuidado, y no quiero verlos
reducidos a la abyecta servidumbre de los trinovantes. Roma respeta dos cosas: la
fuerza de las armas y la riqueza. Si no tenemos lo primero (cosa que, obviamente, no
tenemos y nunca tendremos, pienses lo que pienses), entonces debemos tener lo
segundo, porque de lo contrario nos convertiremos en menos que ganado hizo una
pausa momentnea, pensando, y luego se dio la vuelta. Si vas a quedarte aqu, debes
comprender algunas cosas. Mira y aprende.
l pas junto a ella y abri tres bales ms situados junto a la pared que haba
frente al lecho. Los objetos que estaban colocados encima de los bales cayeron al
suelo y se rompieron o se desperdigaron: un cuenco pequeo con el borde dorado, un
caballo hecho por un nio con arcilla basta, un peine con mango largo y un dibujo
desmaado pintado en azul en el mango
Ignorndolos, l dijo:
Nern es un nio, no tiene ms control sobre Roma que yo mismo. Pero hay
dos hombres que gobiernan a travs de l, y de ellos, Sneca es el que ms riquezas
posee. Las usa para amasar ms riquezas an. ste y volc el primero de los bales
estaba lleno antes. Y ste, y ste.
De los ocho bales, tres estaban volcados, vacos. Tago se qued en el mismo
borde de la luz de la lmpara, temblando como si estuviera en batalla. Su manga vaca
se haba soltado y se la subi encima del mun de su brazo. La carne apareca de
color morado donde Airmid la haba cosido sobre el mun del hueso. Por encima la
carne era del mismo color que el brazo de otro hombre cualquiera, pero plida por la
falta de luz solar.
Dijo:
Breaca, no todos podamos irnos corriendo al oeste y convertimos en hroes.
Todas las noches, durante catorce aos, he soado que el hombre de Amminio no me
rompa el brazo, o que yo consegua apartarme, o que levantaba la espada para
detener la suya y por tanto quedaba entero para poder luchar contigo en la batalla de
la invasin. He soado que derrotbamos a Roma juntos, o que estaba contigo
cuando condujiste a los nios y los guerreros de Mona al oeste para continuar la
lucha. En mi sueo resistamos juntos, y Roma era rechazada de vuelta al ocano, que
se la tragaba para siempre, y no volva jams. Luego, me despierto y no estoy entero y
las legiones no se han ahogado y mi pueblo se muere de hambre, de enfermedades y a
causa de los castigos infligidos por las legiones, que toman represalias contra nosotros
por el dao que les han causado las tribus a las que ellos no pueden alcanzar, en el
oeste.
Ella debera haber sentido lstima por l, pero no poda. Dijo:
Ests diciendo que ahora comercias como un romano, y que no debera
despreciarte por ello.
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S! S, en el nombre de Briga! Los nios tienen que comer, Breaca. sa es la
realidad, y eso no puedes cambiarlo. T crees que puedes venir al galope y levantar tu
estandarte y que los guerreros se reunirn a tu llamada y que, en primavera, podrs
conducirles hacia la gloriosa derrota de Roma. Pero no es as, nunca ser as. Vive
aqu un invierno y vers por qu no quedan guerreros que puedan reunirse bajo tu
estandarte, por qu todo el mundo, hombres y mujeres, est vencido: tienen
demasiada hambre, porque cinco dcimas partes de su grano se han pagado como
impuestos y llevan das viviendo solo a base de beber nieve derretida, para poder
alimentar a sus hijos. Tus hijos no morirn este invierno porque yo he cogido las
monedas de Sneca y las usar para alimentar a aquellos cuya vida depende de mi
proteccin. sta es mi batalla, y mi forma de librarla. Tambin aprenders eso. Si
quieres ensear a Graine a dirigir las cosas como corresponde a su sangre, esto es lo
que tendrs que ensearle. No habr ningn ejrcito, Breaca, los icenos no tienen
nimos para eso. Lo comprendes?
No. Pero comprendo que t lo creas Breaca se levant. Mir cada uno de los
bales volcados. Ni una sola moneda quedaba en el fondo de ninguno de ellos. Se dio
cuenta, de pronto, de que no haba comido desde que amaneci, y que su estmago
haca rato que daba vueltas sobre s mismo, quejndose. Qu ocurrir cuando
Sneca reclame su prstamo y t no puedas pagrselo? pregunt.
No soy incapaz de devolverlo. Tengo ms de lo que haba aqu en comercio e
impuestos propios. No todo est aqu, est en monedas icenas, pero la plata es plata, y
no discutirn sonri dbilmente. Pero si, por casualidad, resultase que soy
demasiado pobre y no puedo pagar, entonces, naturalmente, l tendr derecho a
disponer de los bienes que cubran el total: oro, grano, caballos, perros
Esclavos? el fro le helaba el pecho. Tendr que ensearte, Breaca de los
icenos, lo que significa que un pueblo se desangre hasta que no quede nada ms que
dar?
Malinterpretando su preocupacin, Tago dijo:
Por supuesto, esclavos. Pero nunca miembros de la familia real. Tienen mucho
cuidado con eso. Aquellos cuya reivindicacin de la realeza reside en los lazos de
sangre ms dbiles que se pueda imaginar y el incesto sancionado oficialmente, se
muestran extraamente respetuosos de aquellos cuya reivindicacin es genuina y se
remonta a incontables generaciones. Ocurra lo que ocurra, no te cogern ni a ti ni a
tus hijos. Hasta Cygfa, que solo es tuya nominalmente, est a salvo. Pero cogern a
cualquier otra persona que crean que puede cotizar un cierto valor en el mercado.
Y permitirs eso?
No tengo ningn poder para evitarlo, Breaca. Soy rey porque ellos decidieron
llamarme as. Si quieren colocar a otro en mi lugar, tampoco puedo evitarlo.
Y si dejamos de ser realeza, nuestra familia ya no estar a salvo.
Exactamente.
Era duro, entonces, dejar a un lado la visin de un redil de esclavos. Las lgrimas
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de Graine no eran de oro, sino de sangre, y convertan su rostro en un campo de
batalla.
Junto a una pared haba una cama cubierta con pieles de oveja teidas y debajo
una piel de caballo entera. Breaca se sent en el borde y se mir el dorso de las manos
hasta que fue capaz de verlas claramente a travs de la imagen de su hija.
Tago sonri con algo de tristeza.
Los romanos no quieren la guerra en el este dijo. Tus batallas en el oeste lo
han conseguido. Para mantener la paz, no nos provocarn. Para preservar nuestra
vida, no les provocaremos. No es algo con lo que uno pudiera soar, pero es bastante.
l le ofreca aquello como si fuese un regalo, su galardn por lo que ella haba
sido. La fuerza de aquel hecho, o el poder del vino, le empujaron ms all del escudo
invisible que la rodeaba. Acercndose, pas los dedos por el brazo de ella. El control
que ella tena de su cuerpo era menor que el de su mente. Despus de tocarlo l, se le
puso piel de gallina en el brazo.
l se inclin y le bes la frente.
Creo que deberas beber un poco de vino se lo sirvi y dej la jarra en el suelo
junto a ella. Ella lo ignor.
l dijo, mientras le acariciaba la nuca:
No me has preguntado cmo dormir tu familia.
No hay necesidad.
Las antorchas parpadeaban. Una por una, el aceite se les acababa y fueron
soltando hilos de humo, como telaraas, hacia el techo. Breaca cerr los ojos. Casi
amaneca, y la herida de lanza que tena en el brazo le dola, y estaba tan cansada
como si hubiese luchado todo el da, y quera agua, o cerveza, no vino.
Tago el pulgar de l iba dando vueltas y vueltas en su nuca. Haba bastantes
posibilidades de que acabase vomitando, cosa que resultara muy humillante. La
realidad la aplastaba, despus de das y das viviendo entre las palabras de la
antepasada, y l tena razn: las cosas no eran, en modo alguno, tal y como ella las
haba imaginado. Cabalgar hacia la batalla era mucho, muchsimo ms fcil.
Todava quedaban muchas cosas por decir, fronteras que establecer, de modo que
ambos las conocieran perfectamente.
Tenemos un acuerdo dijo ella, cansada. Deberamos aclarar los trminos.
T has establecido los tuyos: yo me convertir en tu mujer en todo y te ayudar a
gobernar a los icenos. Mis trminos son igual de claros. Si mis hijos, o Airmid, o
cualquiera de los que me han jurado lealtad, sufre algn dao, o si a alguna de las
mujeres la tocan siquiera en contra de su voluntad, me perders y conmigo toda
esperanza de gobernar a los icenos. Nuestro pueblo quiz no est preparado para
luchar, pero no son las ovejas que t me has pintado, y no aceptarn tu gobierno. El
linaje real siempre ha sido un nexo entre el pueblo y los dioses. Si rompes ese nexo,
ser a riesgo tuyo.
Obviamente a Tago no le gustaba que le trataran con condescendencia. Le
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quit la mano del cuello. Ella respir hondamente.
Es todo? pregunt l.
No. Otra cosa. Nosotros dos no tendremos ningn hijo.
Cmo? al final l perdi el control. Has jurado ante el consejo de los
ancianos
ser tu esposa en todo. Soy plenamente consciente de lo que he dicho, y de lo
que representa. Sin embargo, no he jurado que fuese capaz de dar a luz ms hijos. No
lo soy, o al menos as lo cree Airmid. Para conocer los detalles tendrs que
preguntarle a ella, pero creo que el nacimiento de Graine me caus unas cicatrices que
no se pueden reparar.
l la mir, oyndola solo a medias. Respiraba con demasiada rapidez, y los pozos
de sus ojos estaban vacos.
Y eso es todo?
Es todo.
Bien.
Con esa palabra, llegaron al momento que ella haba aceptado como la mejor
opcin posible en una cueva, en la ladera de una montaa. No era ni tan bueno ni tan
vergonzoso como ella poda haber esperado.
l se qued de pie a la luz de las ltimas antorchas, y ella le vio quitarse la tnica
con su nica mano. Llevaba practicando toda una vida, y era tan diestro como
cualquier hombre entero. El mun de su brazo apareci como un amasijo de
cicatrices. Se qued muy quieto, esperando los comentarios. No careca de valor; sus
ojos siguieron clavados en los de ella, en silencio. Ella haba visto cosas peores en cien
campos de batalla, y no dijo nada. l asinti y se quit la prenda interior y el cinturn
que la sujetaba.
Estaba muy cerca de lo que deseaba. Se sent en el borde del lecho y su mano se
movi espontneamente hacia la cintura de ella. Le bes la mano, y luego el brazo, y
luego el cuello. Su voz, ahogada por el pulso de su garganta, dijo:
Quiz no tenga ningn hijo, pero tengo mi vida, y quiero conservarla. Debes
saber ahora que si yo sufro algn dao, si muero, si tus soadores, de hecho, no hacen
todo lo posible por mantenerme sano y disfrutando de una larga vida, aquellos de mis
hombres que han tomado nombres romanos procurarn que los que ms quieres sean
quienes ms sufran a la hora de la represalia que seguir. Queda bien claro, esposa
ma?
l us la palabra romana uxor, que no tiene equivalente en ningn lenguaje de
ninguna tribu. Veinte aos de espera se escondan detrs de aquella palabra.
Excelente. En tal caso, debemos celebrarlo t y yo. Si no bebes vino, hay otras
formas de sellar un trato. Ha pasado mucho tiempo desde que Caradoc fue hecho
prisionero. Debes sentirte tan hambrienta casi como yo.
Estaba desnudo y le requiri que hiciera lo mismo. No era ningn nio, e hizo
todo lo que pudo por mostrarse atento. Ella se ech en la oscuridad solo alterada por
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una lmpara y pens en Caradoc primero, luego en Airmid y Graine, en Cygfa y
Cunomar, y por ltimo, de forma inevitable, porque estaba en casa, en Bn.
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PARTE II
PRIMAVERA, 58 D. C
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IX
Bello? Bello? Despierta.
El chico yaca muy quieto, con la cara blanca aplastada contra la turba negra y
ambos brazos extendidos, abrazando la tierra. Valerio se arrodill a su lado y luch
por apartar de su mente el sueo nocturno.
Le cost mucho ms de lo normal. El sueo se agarraba estrechamente a l, de
modo que, palpando su pulso agitado y mientras levantaba los prpados flccidos del
muchacho, una gran parte de Valerio todava estaba cabalgando el potro de la yegua
roja, en el corazn de la batalla. Como haba predicho Airmid, el potro de sus sueos
era negro con un escudo y una espada inclinada blanca marcados en la frente. Ya
crecido y adulto, llevaba a su jinete con toda la pasin del caballo-cuervo, que haba
perdido en las legiones.
Un hombre cuya vida se haba consagrado a la batalla se poda recrear en aquel
sueo, que era agridulce, debido a la urgencia de la accin, y con un filo de esperanza
que permaneca todava despus de despertarse. Airmid siempre haba sido una
soadora muy cuidadosa, y aunque solo la mitad de su promesa se convirtiera en
realidad y el potro llegase a crecer y ser una sombra de lo que fue el Cuervo, Valerio
crea que su vida sera mucho ms rica.
Esa esperanza ahora le pareca menos cierta. Apartado de forma involuntaria del
clamor y el estruendo de las batallas soadas, Valerio se tambale en la noche clida y
atraves el cercado de cra que haba junto a la herrera, y encontr otro tipo de
carnicera mucho ms difcil de aclarar.
All, debajo de un roble, en un montn de turba revuelta, yaca la yegua que fue
regalo de macCalma, tiritando. No haba potrillo alguno a su lado ni seal alguna de
que fuera a nacer uno, pero el olor entre dulce y salado del agua del nacimiento lo
inundaba todo, y la yegua gema con ese gemido profundo, procedente del vientre, de
una madre que ha hecho todo lo posible por expulsar a su hijo y no lo ha conseguido.
Todo eso lo comprendi Valerio al atravesar el cercado. Acercndose ms,
encontr a Bello echado junto a las patas traseras de la yegua, y la mancha negra de
turba en su cabello rubio, casi blanco, mostraba el lugar donde un casco le haba dado
de lleno, justo detrs de la sien izquierda.
Estaba oscuro y Valerio no haba llevado ninguna luz. Ya haba levantado la
cabeza del muchacho y le haba pellizcado la mejilla y le haba llamado por su nombre
dos veces antes de notar el hilillo de sangre que le brotaba de la nariz y el otro, mucho
ms fino, de la oreja.
Se qued inmvil y su mente se hel simultneamente.
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Bello?
Valerio apart el pelo de la cara sin vida del muchacho, metindoselo detrs de las
orejas de una forma que jams se habra atrevido a hacer de estar despierto. Seis aos
en compaa mutua no haban conseguido romper la barrera de formalidad que se
elev los primeros das de su encuentro, cuando Valerio todava viva para las
legiones y Bello era el muchacho prostituto comprado no por pena, ni por amor, ni
siquiera para usarlo, sino con la esperanza de que consiguiese mantener a raya a uno
de sus fantasmas ms poderosos.
La comprensin de que haba conseguido la libertad por no ser otra persona haba
daado el orgullo de Bello ya en los primeros das que pasaron juntos en la Galia,
cuando se apeg a Valerio en busca de seguridad frente a las legiones y el maligno
poder del ocano. Su evolucin hacia la edad adulta, que haba quedado muy clara el
ltimo invierno, haba agudizado y no disminuido precisamente aquella herida.
Por su parte, Valerio nunca supo qu decirle, as que no le dijo nada. En media
dcada nunca hablaron de amor, ni de falta de l. Solo la yegua roja de la caballera,
con su clara preocupacin por el muchacho y en cambio no por el hombre, haba
llegado a encarnar el muro que se alzaba entre ellos, y abierto de nuevo las heridas.
La yegua roja de la caballera que se estaba muriendo.
Heda a miedo y a derrota y sangre vertida por la espada en un campo de batalla.
Su aliento llegaba en grandes vaharadas que estremecan la tierra en torno a ella, y
quiz toda la tierra, de un ocano a otro, de modo que toda Hibernia e incluso Mona
sabran que el caballo por el cual el anciano Luain macCalma haba pagado el salario
de un ao entero en oro a un duplicario de la caballera batava haba dado la vuelta al
tero al principio del alumbramiento y estara muerta al amanecer, llevndose a su
potro no nacido con ella.
Haban pasado veinte aos desde la ltima vez que Valerio vio aquello. Su vida era
ms sencilla entonces, de modo que el momento ms duro de su joven vida fue
cuando su madre, Macha, cogi el martillo con punta y golpe en la cabeza a una
yegua que estaba dando a luz, entre los ojos, para liberarla de la vida y del dolor, todo
a la vez. Mientras la yegua se deslizaba hacia la muerte, Macha abri el vientre
hinchado y liber a su potro, sacndolo a la luz del da, resbaladizo pero vivo,
dispuesto a alimentarse y prosperar con otra yegua. La potrilla nacida aquel da creci
hasta convertirse en la yegua gris de batalla de la Boudica, y el chico que creci y se
convirti en Valerio lleg a aceptar que su madre haba hecho bien.
El adulto Valerio haba usado su propio martillo con caballos y con hombres,
liberndolos de una vida que se haba llegado a hacer insoportable. No le costara
ningn esfuerzo volverlo a hacer entonces, y conociendo a la yegua, no crea que su
alma le esperase, como hacan otros, en la tierra de los muertos, buscando venganza
por una vida cortada de raz sin causa alguna.
Bello, sin embargo, s que lo hara. Su cario por la yegua haba ido en aumento a
lo largo de los oscuros meses de invierno, como el tranquilo romance de dos
* * *
Una vez tomada la decisin, Valerio se puso a trabajar con eficiencia. Si tena que
intentar lo imposible, haba que salvar primero a Bello. El chico pesaba ms de lo que
pareca por su constitucin esbelta, pero le result bastante fcil llevarlo a la nica
habitacin de la choza del herrero y echarle en la cama con unas piedras calientes a su
alrededor, envuelto en lana. No poda beber por voluntad propia, pero s que le poda
obligar a tragar una infusin de consuelda y llantn cocido y luego triturado, enfriado
y guardado en una jarra de piedra para las mujeres que estaban demasiado agotadas
para comer despus del parto.
La yegua no se haba movido cuando volvi Valerio. Yaca tiritando como la haba
encontrado al principio. Bello no poda orle conscientemente, como si estuviera
despierto, pero nadie le impeda hablarle como si pudiera escucharle desde algn otro
lugar. Notando que haba una presencia que miraba por encima de su hombro,
Valerio dijo:
Mira y aprende. Quiz podamos salvarlos a los dos todava.
No era un trabajo fcil. Debera haber tenido a dos ms para ayudarle, para darle
la vuelta a la yegua hacia un lado mientras l volva el tero hacia el otro. Consider la
idea de ir al poblado para despertar a una de las mujeres tranquilas y firmes que
saban mucho ms de alumbramientos que l mismo. Por Bello habra sacrificado su
orgullo, pero la caminata y despertar a quien fuese y luego volver le habra ocupado
hasta la maana, y no crea que la yegua viviese para ver el amanecer. Solo, pues,
* * *
No haba existido ninguna oportunidad de que aquel alumbramiento fuera fcil, pero
no haba imaginado que resultase imposible.
Mientras dur la oscuridad y ya al amanecer, Valerio luch como raramente haba
luchado antes, por la vida, en lugar de por la muerte. No poda concretar en qu
punto la derrota result inevitable, ni el momento en que la acept y dej de
intentarlo. La yegua estaba exhausta y yaca como muerta, y solo el movimiento de
subida y bajada de su respiracin indicaba que no era as. El potro haba dejado de
lamerle los dedos haca mucho rato. Haba notado su corazn una vez al intentar tirar
de una pata, pero ese sonido tambin se haba desvanecido, al parecer.
Valerio se sent sobre sus talones e intent pensar. La yegua estaba ennegrecida
en un costado por la turba, y yaca muy quieta. Hasta tiritar le supona un esfuerzo
imposible. Si el potro no estaba muerto, le faltaba poco. En los recovecos de su mente,
Valerio oy a su madre pronunciar la invocacin a Briga que precede a la muerte, y la
vio yacer de costado con una espada en la mano, de una agudeza tal que poda
penetrar a travs del pellejo crudo, y cortar la pata de un potro muerto y separarla de
su cuerpo, y luego la cabeza, y quizs otra pata tambin, permitiendo as que el animal
ya muerto saliera a trozos y la yegua pudiese vivir.
Valerio haba ayudado a parir yeguas durante veinte aos, y nunca haba tenido
que recurrir a cortar el potro a trozos para sacarlo. Con la mente en blanco,
mantenindola as con mucho cuidado, y el corazn bien cerrado, anduvo la corta
distancia que le separaba de la forja y volvi, y el cuchillo que llevaba era tan afilado
como fue el de su madre en tiempos. Ms tarde, cuando el potro fue entregado a
trozos a los cuervos, volvi con agua caliente y unas hierbas y se dedic a devolver a la
* * *
La yegua fue mejorando con malta caliente y atenciones a lo largo del da y de la
noche. Lleg a reconocer, a Valerio y dio la bienvenida a sus cuidados. El segundo da
despus de su fracasado parto se puso de pie y, libre de la carga del potro, fue
caminando por el cercado y sali por la puerta abierta, hacia la puerta de la cabaa.
Bello todava yaca inconsciente en su interior, pero entonces le cambi el color.
Despus, la yegua se comi el buen heno que Valerio compr para ella, y se bebi
el agua caliente con un poco de miel e infusiones de bardana y valeriana. Aunque era
libre de correr por donde quisiera, pasaba el tiempo de pie junto a la puerta de la
cabaa, tapando la luz del sol y molestando a las gallinas, que tomaban el sol en el
umbral.
Bello no mejoraba. Tres das despus del parto, como el chico no mostraba ms
seales de que fuera a despertarse que la primera noche, Valerio tuvo que admitir sus
propias limitaciones y se dirigi hasta el pequeo asentamiento costero en el que no
haba establecido su hogar. All averigu hasta qu punto el extrao herrero moreno
de la colina, con su extrao chico rubio, se haban convertido en un valioso hilo en la
trama de la vida.
Valerio pens una vez que los hibernios eran corpulentos y toscos y que Bello no
estaba seguro en su compaa. Igual que ocurra con todas las falsedades, el fantasma
de la verdad se esconda en su corazn, pero los hombres y mujeres del asentamiento
no queran hacer ningn mal al muchacho. La amenaza, si es que exista alguna,
proceda de los navegantes que usaban la abrigada baha en las primaveras claras
como puerto para aprovisionarse de agua potable, y compraban carne y cerveza, y no
siempre estaban sobrios ni eran fiables ni seguros.
Aquellos con los que comerciaba Valerio no eran todos altos y pelirrojos y
* * *
Bello segua durmiendo. A lo largo de cuatro das de viaje por caminos llenos de
* * *
Aqu!
El cuerpo yaca bayo el grosor de una mano de nieve semifundida, que le haca de
manta, como si fueran los pellejos que se usan para dormir, y solo la punta de un codo
elevado sobresala y arrojaba unas sombras oblicuas sobre la blancura. Piedra lo
encontr y escarb en la nieve, aullando. El ruido se disemin por el paisaje y
* * *
No s si lo hizo o no. Gayo y Tito creen que no, pero estaba oscuro, nevaba y no
tuvieron tiempo de interrogarle debidamente.
Y t preferiste no decirme nada Breaca se mostraba fra, casi furiosa, y cada
palabra era una acusacin. Se haba quedado de pie en la puerta de la habitacin
privada de Tago, quitndole casi toda la luz. Despus de la fra nitidez de la nieve, la
semioscuridad de la lmpara era mucho ms fra y hmeda de lo que ella poda
soportar.
* * *
* * *
El chasquido de las espadas que entrechocaban resonaba por todo el calvero,
espantando a los cuervos posados. La intensidad de los impactos retumbaba en el
brazo de Cunomar y acababa entumecindolo. Dej caer la guardia, sofocando un
jadeo entre los dientes.
Eneit, despierta. Tienes que levantar la hoja ms arriba y sujetarla directamente
por encima de la lnea del tajo. Si yo tuviese una espada de verdad, estaras muerto.
No, si yo hubiese tenido tambin una autntica sonri Eneit con aire risueo
. Entonces, yo te habra bloqueado as y t te habras desequilibrado, y yo te
habra atacado as Se arroj hacia delante y movi diestramente la punta de su
espada hacia arriba, colocndola en las costillas del otro. Cunomar se dobl por la
mitad, ahogado.
Eneit se apart fuera de su alcance, con los ojos castaos iluminados.
Lo ves? Te habra matado.
Se qued de pie, con las manos en las caderas, sonriendo. Haban pasado dos das
desde el malhadado lanzamiento de las lanzas, y los dos eran jvenes. Si las sombras
del destino preocupaban a Eneit, lo ocultaba estupendamente. En el corazn del
bosque, frente a su amigo, se limitaba a balancearse sobre sus pies, con los ojos
brillantes por la promesa de victoria.
Cunomar respir plenamente por primera vez desde el golpe. En la segunda
inspiracin, se incorpor del todo y dej que sus manos se apartaran de su vientre.
Eneit esboz una sonrisa.
Bueno. Pensaba que estabas muerto de verdad. Vamos. Apenas acabamos de
* * *
Eneit haba aprendido bien. No dejaba huella alguna que un ojo sin entrenar pudiera
seguir, y la nica que dejaba era tan dbil que Cunomar se sinti muy agradecido por
las marcas intermitentes, las ramitas recin rotas y las piedras cadas, y, en una
ocasin, hasta una rama muerta clavada en el suelo, que haba sido colocada
deliberadamente para sealar el camino.
Cazador y cazado dejaron el bosque y se movieron por el terreno pantanoso. Eneit
conoca aquellas tierras desde que naci. Estaba a gusto en aquella llanura, donde solo
las aliagas de florecimiento temprano rompan la lnea recta del horizonte, y la tierra
firme dejaba paso a las marismas sin advertencia alguna, de modo que un hombre
poda ahogarse si no iba con cuidado.
Cunomar estaba echado de cara en un macizo de juncos en el borde del agua
quieta, y buscaba seales de movimiento. A un tiro de piedra de distancia, unas
yeguas salvajes amamantaban a sus potrillos y apacentaban. Una bandada de patos
formaba una flecha en el cielo casi blanco. Un halcn pas casi rozando las marismas
y gir de pronto de lado para hacer una presa. Volaron hacia arriba las plumas donde
antes estuvo el ave, y luego sta volvi a alzarse con un pichn.
Si no hubiese estado mirando todo aquello, Cunomar no habra visto el suave
movimiento de vaivn que produca un cuerpo deslizndose por la tierra plana y
luego por una hondonada. La tierra, al parecer, no era tan plana como l haba
* * *
La tumba de los antepasados era de la mitad del tamao que aquella en la que la
Boudica y sus guerreros haban escondido sus armas. Era plana y redonda, medio
sumergida en la arena, y la hierba haba ido arraigando en las grietas entre las rocas,
de modo que incluso desde cerca era difcil distinguirla de la turba que la rodeaba. La
entrada era un agujero que en tiempos fue cuadrado, redondeado por las esquinas y
desgastado hasta adoptar una forma casi circular por el tiempo y el paso de muchas
personas.
Ya no era cuestin de mirar e irse nada ms. Eneit diriga el camino y Cunomar le
segua. La abertura no conduca directamente a un pasaje como en el otro tmulo,
sino que ms bien se abra al vaco, de modo que cualquiera que buscase la entrada
tena que quedarse colgando y luego, confiado, soltarse y caer el ltimo trecho hasta el
suelo que quedaba debajo.
La cada no era tan pronunciada como Cunomar haba temido que fuese, menos
del largo de una lanza desde sus piernas colgantes hasta el suelo. Aterriz vacilante en
una piedra entre la semioscuridad y el fro, en un lugar donde las sombras hacan que
el espacio pareciese mayor y la corriente producida por su cada levant durante un
rato el viejo polvo de los muertos antiguos.
Los muertos que haba all eran tan poco acogedores como siempre. Cunomar
not la impaciencia de los fantasmas como algo que cosquilleaba su abdomen.
Demasiado tarde record el miedo de Eneit. El hijo de Lanis permaneca justo debajo
de la abertura del techo, con los ojos abiertos y una sonrisa algo insegura.
Habas estado aqu alguna vez? pregunt Cunomar.
No Eneit se desplaz un paso alejndose de la luz, agitando un brazo delante
de l para palpar las paredes. Hasta que t llegaste, no haba motivo alguno para
buscar una espada. Yo no habra sabido cmo recogerla, ni mucho menos cmo
usarla dio un par de pasos ms y se detuvo, apenas visible en la oscuridad. Hay
una pared ah y luego, despus de una pausa: Y el techo baja mucho.
Si hay una espada estar escondida lejos del suelo, en las grietas donde las rocas
forman un repecho, de modo que cualquiera que no lleve antorchas sea incapaz de
verla.
Cunomar hablaba en silencio. Podra haber estado l solo. Al cabo de un rato
Eneit, tenso, dijo:
Cmo lo sabes?
Mi madre y los guerreros escondieron sus espadas en un tmulo como ste. Yo
fui con ellos para vigilar.
* * *
No hubo tiempo para hablar con Graine. Volvieron a un poblado que herva como un
enjambre en plena actividad. Ocho hombres de la caballera romana se encontraban
junto a sus caballos en el interior del recinto, mirando al frente como si los que tenan
a su alrededor no existieran. Uno, peor adiestrado que sus camaradas, volvi la cabeza
para mirar a Cunomar. El disgusto y una afligida superioridad relampaguearon desde
el hombre hasta el chico. Por segunda vez en un solo da, el hijo de la Boudica not
que su corazn titubeaba y aprendi lo que era cruzar las fronteras de su propio valor.
* * *
En una comida en su villa, tres das despus, en circunstancias ms amistosas, se
inform a Tefilo de que el emperador requera que el templo fuese construido a
tiempo para el vigsimo aniversario de la invasin, y que si Tefilo quera dirigirse
personalmente al propio Nern para explicarle por qu era una locura construir con
piedra en un lugar donde nunca se haba usado la piedra, y donde los trabajadores
expertos llevados desde el continente moran de fro, o de enfermedad, o
sencillamente tomaban el siguiente barco de vuelta a casa, hacia el vino y el calor, y
donde los nativos no tenan dinero y sin embargo se esperaba que pagasen la
construccin de un templo para honrar al hombre que los haba derrotado, pues que
muy bien, pero que primero hara mejor en redactar su testamento.
Tefilo, que no estaba cansado de la vida de momento, no compareci ante el
emperador. Lo que hizo, cuando la primavera permiti la navegacin, fue enviar a
buscar a Atenas textos de construccin, y los ley de noche y en las horas libres del
da, para poder hacer sugerencias y mejorar la seguridad de la obra de construccin.
No se le requera tal cosa como fsico, pero haba aprendido haca mucho tiempo que
una herida evitada era una vida salvada, y consideraba su deber moral hacer todo lo
que pudiera por sus pacientes.
En la sala pequea, ms abarrotada, encontr tres pacientes por los cuales haba
hecho todo lo posible y sin embargo haba fracasado. Dos haban muerto durante la
noche, y el otro, un nio de ocho aos con la enfermedad de la tos, morira a
medioda. Para la proteccin de los dems habra sido mejor trasladar al nio a una
habitacin aparte, pero no haba ninguna disponible. Tefilo hizo que lo trasladaran
al extremo ms alejado de la sala, a la cama de una de las mujeres que haba muerto
antes que l, y concentr su atencin en la combinacin de heridas, malnutricin y
* * *
As, Valerio pas el invierno y los primeros meses de la primavera en la choza de la
mujer a la que haba visto por ltima vez en un barco en pleno mar de Hibernia; una
mujer que soaba con Nemain con tanta intensidad que haba construido su hogar
junto al agua, que era conocida por conducir a los mortales inferiores a la locura; una
mujer que tena la marca de la rana grabada en los rincones oscuros de la choza, de
modo que Valerio no las encontr hasta la primavera, cuando quit el techado de
juncos para cambiarlo por otros frescos. Lo que ms le preocupaba de todas aquellas
cosas era que en la choza de una soadora, con el sonido del agua corriente, y a lo
largo de los cambiantes ciclos de la luna, l no haba soado.
Decidi no pensar en ello, enfrascndose entonces en otros trabajos. Esperanzado,
Luain macCalma parti en el primer barco que se hizo a la mar despus de los
vendavales equinocciales, y dej a Valerio con suficientes instrucciones para llenar sus
das. A lo largo de la primavera que se iba haciendo cada vez ms clida, se dedic a
cuidar a Bello cuando empez a hablar, primero con evidentes dificultades, hasta
llegar a una coherencia que el muchacho no haba mostrado antes de su herida. Con
el habla le volvi la fuerza, y con la fuerza llegara, razonaba Valerio, la capacidad de
ponerse en pie. Si se poda poner en pie, sera capaz de sujetar una espada. Y eso era
* * *
Nada ms se dijo hasta dos das despus, cuando Valerio emergi del fondo de la
choza con dos pellejos de cabra enrollados. Los dej cruzados uno sobre el otro en la
hierba, enfrente de Bello, que los inspeccion con evidente curiosidad.
Qu son eso? Muletas?
* * *
Yo no soy guerrero. No puedes convertirme en guerrero Bello estaba sentado en
* * *
Estaba echado junto al arroyo cuando volvi Valerio, con la cabeza levantada, como
haba dictado el curandero macCalma. Como macCalma no haba dictado en
absoluto, su cabeza se apoyaba en un borde de la roca del carrizo; la sangre coagulada
formaba un amasijo oscuro en su cabello, y goteaba un poco en la tierra que haba
debajo.
Bello
* * *
Necesitamos a macCalma.
Valerio lo dijo, porque Bello no era capaz. Haba llevado al muchacho al
estercolero para que se aliviara, y le haba alimentado y lavado, y su vida era igual que
en los primeros das, excepto que en esta ocasin la mente de Bello estaba viva y
activa, y, cuando no estaba postrado por el terrible dolor de cabeza, poda pensar y
hablar con claridad. Entonces dijo:
Tambin podramos necesitar nieve en mitad del verano. A menos que haya
perdido, ms tiempo del que he sido consciente, nuestro soador favorito de los
dioses no debe volver hasta finales del mes que viene.
Quiz no, pero podemos llamarle, o ms bien, Efns puede hacerlo. l es
Anciano de Mona en ausencia de macCalma tiene que haber siempre uno
designado en la isla, para mantener el sueo de los antepasados. Hay formas de que
un soador hable con otro, si la necesidad es lo bastante acuciante.
Bello mir con los ojos secos al lugar donde crea que deba estar Valerio.
Efns no llamar a macCalma para ti.
No. Pero podra llamarlo para ti. Se lo puedo preguntar. Lo peor que puede
* * *
Soara. Es mi derecho de nacimiento.
Las palabras danzaban en las llamas de un fuego de abedul. Unos rostros
familiares se formaban y se disolvan junto a ellas, arrojando sombras en el humo.
Efns sonrea animndole de forma intermitente desde el fuego, pero no hablaba.
Tefilo, el fsico de las legiones, meneaba la cabeza y se rea ante las fantasas de las
mentes brbaras; Jenofonte de Cos, fsico de los emperadores, no se rea, pero
tampoco ofreca consejo. Longino Sdapeze sonrea como saludo, un oficial de
caballera que no tena en s ni el menor asomo de sueo, y ms tarde, cuando las
antiguas barreras se convirtieron en cenizas, apareci Corvo y se sent un rato,
contemplando la larga fila de muertos que le haban seguido.
Los fantasmas del pasado de Valerio no enarbolaban su ira, como lo hicieron
antiguamente. Icenos y trinovantes, romanos y galos, todos iban y venan,
desapasionadamente, y saludaban brevemente al hombre que les haba asesinado,
pero no arrojaban maldiciones ni prometan una eterna retribucin. Quizs hubiera
sido ms fcil si lo hubiesen hecho; ninguno de ellos era un soador, ninguno de ellos
saba cmo convocar a un soador, o si lo saban, no estaban dispuestos a compartir
su secreto.
Si te hubieses quedado con tu pueblo, t crees que te habras convertido en
herrero, o en curandero?
La soadora iba a ser mi hermana. Yo iba a convertirme en guerrero.
Es mi derecho de nacimiento.
Y el mo tambin.
l lo crea, porque quera creerlo. A travs de la noche de fro y de sudor, Julio
Valerio, que naci Bn de los icenos, hijo de una soadora (hijo de dos soadores)
y amigo en la niez de muchos otros, busc en todos los recuerdos de su juventud
mientras sujetaba o quemaba o beba o rezaba con cada objeto tocado por los dioses
en la choza de Airmid, en un esfuerzo cada vez ms desesperado por convocar a
cualquiera de ellos, vivo o muerto, que pudiera ayudarle a alcanzar a los dioses, o, en
caso de que no pudiera ser, a Luain macCalma.
No lo consigui.
Lo ests intentando con demasiada fuerza.
Qu?
* * *
Bello tena mucha ms fuerza de lo que los dos crean, tanto de cuerpo como de
mente. Valerio se qued un da entero y le guio mientras practicaba sin parar, y al
final, el joven poda preparar una comida sin cortarse los dedos, y haba demostrado
que era capaz de coger una jarra y arrastrarse hasta el arroyo para llenarla.
Hacia el anochecer, apareci la chica de las tortas con una liebre cortada a trozos,
y Valerio se fue a examinar a los caballos dejando que Bello hablase con ella. Al volver
encontr que Bello tena ms color en las mejillas que en ningn otro momento desde
que se cay, y sonrea de un modo que no pareca tan forzado. Haba una olla encima
del fuego y el olor de la liebre estofada y el ajo silvestre llenaba el aire tranquilo junto
a la corriente.
Comieron juntos despus de anochecer, cuando no haba nada ms que practicar,
ni que limpiar u ordenar. Bello dijo:
Le he dicho que t te irs al amanecer, y que, encuentres a macCalma o no,
volvers con la luna llena. Creo que ella me ayudar mientras t ests fuera. No creo
que tenga problemas por ello. Efns sabe que viene aqu.
Ya me imaginaba que lo saba Valerio haba pensado durante su paseo en lo
* * *
Como oficial de la caballera auxiliar, Julio Valerio haba pasado muchas noches sin
dormir en situaciones mucho menos clementes que una choza con una buena fogata
en su interior y junto a un arroyo, con el estmago lleno y los aromas del ajo, del
humo de lea y de la carne de liebre acariciando sus sentidos.
Quizs a causa de todo ello no permaneci despierto, como haba pensado, para
buscar la ayuda de los dioses en el fuego, sino que se durmi, y al dormir, so de
forma inconexa y desagradable, con su madre y con macCalma que caminaban,
dorman y yacan juntos como amantes en los antiguos lugares sagrados de Hibernia,
el ao anterior a su nacimiento.
Roma entonces era un enemigo distante solamente, y todos los conflictos eran
pequeos, aunque no lo parecan en su momento. La madre de Valerio era joven y no
estaba furiosa. Not la presencia del nio que creca en su vientre, y lo am. Dio a luz
sola bajo la luz de la luna llena, y puso a su hijo el nombre de Bn, que significa
blanco en el lenguaje de Hibernia, por el color de la luna. Apretando sus manos juntas
sobre el corazn de l, y luego el de ella, dijo: t sers de Nemain, y crecers bajo su
cuidado. Yo lo procurar.
Luain macCalma lleg a ella ms tarde y le dio noticias de que en la Galia
aumentaban los conflictos, y de que unos soadores haban muerto a manos de
Roma. Macha siempre supo que deba irse, pero Valerio, que antes fue Bn, not ya
* * *
El mundo se convirti en un lugar ms pequeo, y el tiempo empez a correr ms
despacio. La mano de Graine estaba dentro de la de su madre, calentndola un poco, y
su blanca piel infantil resultaba insoportablemente suave entre los antiguos callos de
la espada, renovados por toda una primavera de forja. El cabello de la nia tena el
color rojo oscuro de la sangre de buey; se lo haban peinado al despertarse hasta
dejarlo tan brillante como el pelaje de un caballo, y luego se haba vuelto a rizar con la
cabalgata colina abajo, de modo que le caa en brillantes tirabuzones hasta los
hombros. La parte superior de su cabeza llegaba apenas por encima de la cintura de
Breaca. Tena el cuello esbelto y recto, y dolorosamente largo, y la piel de un blanco
lechoso y translcido, azuleando un poco por las venas, como el pedernal recin
extrado de un ro. Todo su cuerpo pesaba un poco ms que un potro de tres meses.
Imaginarlo magullado siquiera era duro; verlo con colores vvidos retorcido y roto
por una cuerda pareca imposible, pero no lo era. En los relatos de los primeros
ahorcamientos de los poblados del este se haba comprobado la negra verdad de que
un nio pequeo, de poco peso, no muere rpidamente, y que fcilmente puede
sobrevivir a sus padres y morir mucho despus de que su familia haya desaparecido.
Crucificada, ella poda vivir un da y una noche enteros antes de que los dioses le
concediesen el descanso de la muerte.
No mientras yo viva para evitarlo. La decisin se introdujo entre otros
pensamientos, y no pareca inaceptable. En los primeros das de las purgas romanas,
las madres haban ahogado a sus propios hijos en los ros para apartarlos de los
legionarios. La Boudica no tena ro alguno, pero era una guerrera; haba matado lo
bastante para saber que la vida poda quitarse de muchas formas. Suspendida en una
claridad fra y antinatural, Breaca empez a planear la forma de llevar a cabo de la
manera ms rpida posible la muerte de su hija.
Cunomar estaba de pie a su derecha. Not el cambio que experimentaba ella, pero
era demasiado mayor para cogerse de su mano. Se inclin ligeramente y su hombro
roz el de ella. Valerio Corvo, el hombre ntegro que tena todas sus vidas en sus
manos, lo vio y sonri. Cunomar tambin morira antes de que ellos pudieran
prenderle; una vez haba permanecido en pie junto a su propia cruz, y no deba
ocurrirle dos veces. Sera mucho ms difcil, pero no imposible.
* * *
Tres centurias de legionarios permanecan de pie y en fila alrededor del arco lleno de
gradas del teatro, y formaban unas avenidas que conducan hacia las muchas entradas
y escaleras. Breaca y su familia llegaron tarde, los ltimos de unos pocos rezagados
que hacan el viaje desde el foro. Delante de ellos, entre un mar de humanidad
parloteante, ochenta delegaciones con sus familias, amigos y squitos demostraban
que se encontraban muy a gusto en compaa de los romanos.
Era imposible que no hubiesen visto la oveja colgada, smbolo de cobarda e
incapacidad de luchar, pero decidieron no hablar de ello; por el contrario, la charla
era llamativa y pragmticamente comercial. Tras la pesada dignidad de las ceremonias
anteriores, aquella reunin en el teatro tena la sutileza de un mercado de ganado. Los
contratos que se hacan y se rompan all eran igual de vinculantes que los que se
haban atestiguado bajo la ley romana a lo largo de la sesin matutina.
Tago ya estaba all; en aquel mundo, l floreca. La falta de un brazo en aquel lugar
nada importaba, y se vea fcilmente compensada por una mente rpida y la
capacidad de hacer tratos perspicaces. Tal como se pretenda, la belleza de la factura
de su regio brazalete captaba la atencin general, y le haba colocado aparte de otros
reyes amigos, de modo que su monopolio de vinos romanos y olivas de Grecia no se
haba roto.
Breaca y la ahora silenciosa Graine fueron conducidas a su lado y, mientras
Cunomar y Cygfa se unan a ellos, se complaci en presentar a su familia al maestro
albail de Iberia que haba diseado y estaba construyendo el templo de Claudio, al
calvo comerciante de vinos galo que era el tercer magistrado de mayor rango de la
ciudad, y que haba subvencionado el coste de una centsima parte de la construccin
del templo hasta la fecha, y por ltimo, y con la mayor efusin, al alto y canoso fsico
griego a quien haba divisado esperando junto a las escaleras hacia la hilera central de
asientos.
El fsico era uno de los pocos hombres a quien respetaban por igual Roma y las
tribus. Tago le salud extasiado.
Tefilo, qu alegra! No pensaba que nos regalaras con tu presencia en una
ocasin tan informal.
No? Cmo no iba a asistir cuando va a morir uno de mis antiguos pacientes?
Tefilo no le devolvi la sonrisa. Su aguda mirada de halcn se diriga
* * *
Vestidos con sus togas, sus tnicas ribeteadas o sus mantos tribales (muestras visibles
de la afiliacin del portador a Roma o su falta de ella) tres mil parloteantes
ciudadanos de Camulodunum, pavonendose, llenaban las gradas del teatro cuando
el gobernador dirigi a sus funcionarios hacia los asientos reservados en la hilera ms
baja de las gradas. Breaca y su hija se sentaban a mano izquierda del gobernador, y
Tago al otro lado.
El aire del teatro estaba quieto, y era caliente y ftido. El sol primaveral pasaba por
encima de la parte superior de los muros de mrmol y arrojaba la luz directamente
hacia el semicrculo de arena que separaba los asientos del escenario de madera que
haba enfrente.
Una hilera de mesas a la izquierda del escenario exhiba los regalos de los
delegados al gobernador. El sol los inundaba todos, puliendo el metal, ya bien
bruido, hasta conferirle un brillo cegador. Una cratera de oro inmensa ostentaba la
marca atrebate de Berico del roble combinado con el guila de las legiones. Al lado,
las lanzas de Breaca en su caja parecan pequeas y poco notorias. Ms all, un par de
broches de esmalte rojo y amarillo y una torques de oro hueco mostraban el estilo
fuertemente romanizado de los herreros belgos de Cogidubno. Una vaina de cuchillo
de piel teida, un cinturn, un juego de arneses y un manto recin tejido de color
verde musgo completaban los regalos de los belgos. Al final de la mesa, muy cerca de
la audiencia, un tablero cuadriculado de madera pulida de dos colores tena encima
un juego de fichas azules y amarillas, colocadas en fila a cada lado. No estaba en la
mesa del foro, cuando se presentaron los regalos por primera vez.
Desde detrs de Breaca directamente, Corvo dijo, pensativo:
Alguien le ha regalado al gobernador un juego de la Danza del Guerrero.
Supones que sabr jugar?
Sin volverse, ella respondi, como si se dirigiese a Graine:
Espero que uno de sus asistentes le ensee. Sera una habilidad muy til para un
* * *
Haba espacio suficiente en el semicrculo entre los bancos y el escenario para que el
gobernador se alejase treinta pasos de un extremo y marcase una lnea en la arena con
el tacn de su bota. Unos nuevos guardias, convocados mediante un gesto, hicieron
salir al pblico de las filas de bancos del extremo este del teatro, no fuese que una de
las tres lanzas volase por casualidad demasiado alto o hacia un lado y acabara
probando la sangre de un espectador.
Eneit fue desatado y escoltado hasta su posicin por uno de los oficiales de la
guardia. Breaca le sigui, mantenindose detrs hasta que le soltaron. Ella no era una
soadora, y su recuerdo de los ritos no era perfecto. Habra querido preguntarle los
detalles a Airmid, que estaba a medio da de galopada rpida de distancia, o a Graine,
que tena que quedarse con Cunomar, y por tanto tambin resultaba inaccesible.
Confa en los dioses y confa en ti misma. Sabrs lo que es correcto. Ella poda
rezar, y lo hizo, y not el toque del aliento del dios en su cuello. Manteniendo los tres
nombres de Briga en la cabeza, contempl a los guardias, que retrocedan para
ponerse fuera de tiro. Cada uno de ellos hizo el signo romano que guardaba contra la
mala suerte, mientras se retiraba. Ella se alegr al verlo.
Eneit poda permanecer en pie sin ayuda, que era lo primero que ella haba
preguntado. Su ojo bueno estaba iluminado, lleno de vida. Intent sonrer y lo
consigui a costa de un obvio dolor. Usando su cuerpo como escudo para que
ninguno de los espectadores, ya fuese de Roma o de las tribus, pudiera verlo, Breaca
hizo su propio signo de la serpiente-lanza en la frente de l, en el centro de su
esternn y en el espacio que tena encima del ombligo. Hizo los signos lentamente,
* * *
A qu dioses rogabas?
Yo no tengo dioses.
Su propia voz le despert, demasiado estridente para la oscuridad. La pregunta de
macCalma flotaba ante l, como si la acabase de formular.
Los dioses vengativos se rieron y cegaron de nuevo a Bello, asesinando a un potro
como precio de sangre para ellos. Mitra andaba entre el fuego y el agua, y la sangre de
un toro asesinado llen la cmara de los antepasados y la lav la marea.
Tienes demasiados dioses. No puedes conservarlos a todos. Cul eliges?
La voz era la suya propia, llevada fuera de s mismo. Sali del aire seco y la piedra
ms seca an, y le repercuti en los huesos.
Media docena de respuestas se apelotonaron, buscando espacio. Si hubiese estado
en compaa de alguien (aunque hubiese sido macCalma, o Tefilo, o Corvo, quien
hiciese tal pregunta), Valerio habra elegido la respuesta que le mantena distante y a
salvo. En su ausencia, mir hacia la oscuridad y esper que muriese el clamor en su
interior. No se propona jugar con una mente que se haba sacudido y liberado de s
mismo. Haba entregado una parte demasiado importante de su vida a los fantasmas y
las ensoaciones forjadas entre el dolor y el aislamiento. Ansiaba unas largas noches
que fueran reales o, en caso contrario, nada en absoluto.
Cuando hubo silencio al fin, y Valerio estuvo seguro de s mismo, dijo, con toda
claridad:
Marchaos.
La oscuridad qued sumida en el silencio. El tiempo sigui avanzando, y a l se le
concedi su deseo: el aire no volvi a hablar. La espera pesaba sobre l como una
montaa.
Con la cabeza aturdida, se incorpor y qued sentado. El perro se levant
lentamente con l. Ambos haban compartido el sueo y el tamao y la presencia del
animal ya no representaban amenaza alguna. Era libre para irse, mientras que Valerio
* * *
Valerio sali a una noche sin luna y con pocas estrellas, y aun as le pareci luminosa.
Esperando la muerte o el lento principio de ella al menos, fue a gatas con toda la
dignidad que pudo por encima de la piedra de guardia, hasta la entrada del tnel. En
el camino de entrada, la luz del fuego de macCalma haba inundado los grabados en la
superficie de aquella losa, arrojando sombras en las esferas y crculos grabadas por los
antepasados. Ahora, no haba nada salvo un viento templado de invierno y los grises
plateados de una tierra que se consideraba a s misma negra.
El perro no le sigui al exterior. Pens en llamarle y decidi no hacerlo; era ms
seguro que no quedase atrapado en lo que se avecinaba. Colocndose las manos junto
a la boca, envi su voz hacia fuera, desde el tmulo:
Hola?
Se sinti algo estpido, y ms an al no recibir respuesta. Se le puso piel de
gallina, y sus intestinos hambrientos se acalambraron, pero nadie apareci; no haba
soadores esperndole, ni cuchillos, ni cuerdas para atarle mientras le arrancaban la
* * *
Despus se pregunt por qu haba hecho aquello; ahogarse no era, ni mucho menos,
la peor forma de morir. Tiritando, sali a la orilla, helado y agotado, y vaco tambin,
de una forma que la colina del sueo no le haba provocado. Se visti, aviv el fuego y
las llamas ya no eran demasiado brillantes para mirarlas, ni el horizonte del este,
donde el primer fuego del sol verta el oro molido sobre la tierra.
La luna todava remoloneaba en el oeste, como una hoz fantasmal sobrepasada en
luminosidad por la luz ms brillante del sol. Valerio se volvi de cara a ella y se sent
un rato, sin pensar.
En el pasado, fantasmas y dioses por un igual le haban hablado con voces
demasiado estruendosas para ignorarlas. All, en las orillas del ro que estaba
consagrado para siempre a la hija de Briga, Valerio averigu por primera vez lo que
era escuchar el susurro de un dios, sentir un conocimiento que flua ms all de las
palabras a medida que Nemain vena a descansar en el centro de su ser.
No le ofreca una visin de gloria futura, ni un final para todos sus sufrimientos; l
no habra credo ninguna de esas cosas, ni las hubiera pedido tampoco. Por el
Exactamente un ao despus del da en que arroj una lanza de garza, con la hoja de
plata, hacia el corazn de un joven guerrero iceno, se descubri un monumento al
difunto gobernador de Britania junto a la aldea de su amigo y leal aliado Prasutago,
rey de los icenos.
Como su gemela, que fue colocada en el muro del teatro de Camulodunum, la losa
era de mrmol gris, con un matiz casi de plata y pulida hasta parecer un espejo. A
diferencia de su gemela, sin embargo, sta se alzaba sola, colocada a un lado del
camino al salir de la aldea. De la altura de un hombre y la mitad de ancha, la haba
colocado el mismo cantero ibrico que la haba esculpido y entregado, de modo que el
sol poniente arrojase una limpia sombra a su travs y hacia el camino. Con la
superficie grabada, cuadrada y cortada rudamente, contena la historia escrita de toda
una vida:
Lo saba.
Tago iba caminando a lo largo del hoyo para asar que contena el toro que se
haba sacrificado demasiado pronto, especialmente para alimentar al procurador y sus
mercenarios. El procurador se haba ido, llevndose sus carretas de oro y un regalo de
vino del rey de los icenos.
Breaca contemplaba el espacio que se iba oscureciendo y que era el lugar por
donde se retiraba la carreta, y supo que la niebla, enviada por los dioses, se estaba
retirando. En torno a ella solo quedaban icenos, y Tefilo, que era un amigo, y Tago,
que se senta muy incmodo y lo demostraba.
Por mi propia mano la arroj y di en el blanco lleg hasta el final del hoyo
* * *
Los tratos duraron ms de una maana. Durante tres das, Breaca de los icenos,
herrera y forjadora de lanzas, ense a su hija cmo calcular el valor de una cosa nada
ms verla, cmo regatear en lenguas extranjeras con los hombres de piel oscura y
mujeres de Iberia y Galia que traan sus esmaltes y barras de hierro crudo, con latinos
de ojos amargos que traan oro finamente cincelado y cueros curtidos y teidos de
colores que nunca se haban visto en Britania, con los belgos del norte y los hombres
de las tribus germnicas, que traan caballos que no eran tan buenos como los que ya
cabalgaban los icenos, pero cuyos perros eran excelentes y que queran espejos de
plata, o los cuchillos con mango de olmo y el signo de la liebre en la hoja, a cambio.
Graine era una comerciante excepcional. Descubrir aquello las sorprendi a las
dos. Como si encontrase una nueva compaera de escudo para el combate, Breaca
not que se cerraba una puerta que antes estaba abierta y tuvo una sensacin de
sbita seguridad, de la que haba olvidado que careca.
Tambin haba olvidado lo guapsima que era su hija; en el aislamiento de la
* * *
La oscuridad iba devorando el cielo de este a oeste. Breaca esperaba, observando a los
esclavistas, que, a su vez, observaban el lugar por donde el guerrero coritano tatuado
con los lagartos haba abandonado el claro. En un momento dado, cuando las ocho
siluetas en torno al fuego se hicieron ms oscuras que las sombras arrojadas por las
llamas, se levant y se dirigi hacia fuera, lejos de las fuentes de luz.
La cancin de las lanzas la sigui al apartarse de los comerciantes y de la mujer de
los icenos del norte que se haba llevado las dieciocho puntas de lanza con marcas de
liebre de Breaca a cambio de un par de buenos cuchillos y una perra rojiza con el
pellejo spero y los ojos suaves y rodeados de negro. El trato se hizo solo de cara a la
galera, y Graine no tom parte, aunque la perra era muy buena y emparejara muy
bien con Piedra.
Las puntas de lanza eran de la longitud adecuada para cazar, pero la mujer saba
cmo or la cancin de sus almas y haba otros con ella que tambin se entrenaran
para orla. Poco a poco, sin alertar a los que la observaban, la Boudica estaba
equipando a las primeras filas de su cohorte de guerra.
En las afueras de la feria, donde la guerra prosegua furtivamente en manos de
hombres que medan los valores de las vidas de los dems en oro, Breaca se movi por
entre unas filas de avellanos talados, donde haban ido creciendo rebrotes que
formaban varas para cestas y rediles de ovejas. El mantillo de hojas bajo sus pies
estaba hmedo por la lluvia de la tarde y ella no haca ningn ruido.
La cancin de la lanza que llevaba con ella toda la tarde se entreteja por los
laberintos de su mente, hacindose ms y ms intensa con cada paso. Se iba
adentrando entre los rboles, siguindola, como sigue un perro un aroma, hasta que
esa cancin se alz por s sola por encima de todas las dems, como una nota simple,
pura e inmaculada, y ella pudo rastrearla hasta su origen.
La lanza y aqul que la empuaba estaban all esperando, escondidos, en la parte
ms oscura del bosque. Breaca se acerc todo lo que pudo y luego se escondi detrs
del tocn hueco de un avellano muerto haca mucho tiempo. La luna haba salido,
pero no bastaba para arrojar luz en el bosque. Ella vio lo que vio a la luz de las
estrellas, y sta era vaga.
Breaca poda haber hablado la primera, pero decidi no hacerlo; haba demasiado
en juego, y demasiadas cosas desconocidas. Bastaba, simplemente, con dejarse ver tal
y como estaba; sola y sin armas de guerra. No se atrevi a arriesgarse ms.
Al cabo de un momento, desde su derecha, Cunomar dijo entre susurros:
Cmo sabas que era yo? Te lo ha dicho Graine?
* * *
Las nubes haban emborronado las estrellas cuando ambos se separaron. Hablar era
difcil. Breaca dijo:
Hay demasiadas cosas que decir y no podemos hablar ahora. Sabes por qu
* * *
Valerio estaba solo, arrodillado en la roca del suelo de la cmara, temblando tanto
como en las ocasiones en que cruzaba el ocano. El perro hizo que se sentara, luego
hizo que se pusiera de pie, luego le empuj las piernas, de modo que deba resistir o
caer. Quiso vomitar pero no se atreva a mancillar la caverna del dios, por muy
horrorosamente profanada que estuviese ya.
Al pensarlo se sinti conmovido. No haba llevado ninguna herramienta consigo,
pero crea que era posible, aun con las manos desnudas, deshacer lo peor de lo que
haban hecho hombres que s contaban con herramientas.
Las varillas de hierro en torno al lago fueron muy fciles de quitar; los agujeros en
los cuales se haban introducido no eran hondos, y la argamasa a su alrededor se
* * *
Salir era el renacimiento a la alegra que haba imaginado en el montculo de los
antepasados en Hibernia, y que sin embargo no haba experimentado. El ltimo sol de
la maana le ceg, as como el resplandor de la poza bajo la cascada.
El agua rugiente y el grito del guila ratonera inundaron sus odos y perforaron su
* * *
Tu hijo se ha portado como un hombre. La responsabilidad ha afirmado lo que
empezaron los soadores del oso.
Eso parece. A lo largo del invierno sabremos si es verdad o no.
Breaca se apoy en un poste de roble a un lado de la entrada, donde la luz del
fuego le daba menos. Entonces lo que importaba era que Cunomar mantuviese la
atencin de los nuevos guerreros y sus ancianos, y que su madre quedase en la
sombra.
Ardaco se agach en el suelo a su lado, arreglando la hoja de su lanza. Sus voces se
perdan en el murmullo que se iba elevando de las filas de los ancianos que rodeaban
las fogatas hacia el lado norte del espacio. En la otra mitad, la ltima guerrera recin
nombrada se puso de pie y, desafiando la solemnidad de sus pares, elev muy alto la
lanza por encima de su cabeza y la hizo girar, lanzando un antiguo grito de guerra
iceno. Tras un momento de silencio conmocionado, los que estaban a su alrededor
hicieron otro tanto. El techo de paja reson con los elevados tonos de la batalla.
Ardaco se volvi hacia Breaca.
Ella es como Braint. Lucha como un gato salvaje. Si sobrevive a su primera
batalla, ser muy buena.
Para que eso ocurra debemos llevarlos a la batalla, y no podemos hacerlo
todava Breaca se apart de la puerta. Toda su atencin estaba puesta en los jvenes
que gritaban y en Cunomar, que, sobriamente, se haba adelantado unos pasos para
calmarlos. En el tiempo que cost que se hiciera de nuevo el silencio, Breaca camin
hacia el lado de los ancianos y lleg a su lugar en el muro ms alejado, frente a la
puerta. All, un puado de pellejos de caballo doblados conformaba un asiento. Un
escudo de bronce colgaba de la pared que haba detrs, con la serpiente-lanza muy
* * *
La casa grande haba quedado vaca a primera hora de la tarde, de modo que solo
quedaban en ella los nuevos guerreros de la guardia de honor de Cunomar. Durante
un tiempo armaron mucho jaleo por el alivio que sentan, despidindose de los
ancianos que partan, pero, cuando stos empezaron a escasear y al fin
desaparecieron, los jvenes se quedaron de nuevo tranquilos, esperando su prueba
final. Si deseaban que se les considerase entre los guerreros de la osa, y no solo como
guardia de honor de Cunomar, deban seguir a Ardaco en una danza de la osa y
entonces ni siquiera Breaca poda estar presente. Ya los tambores de calavera haban
empezado a sonar en el interior de la casa grande. No era un ritmo que se pudiera
escuchar durante largo tiempo y permanecer cuerdo.
Su caballo estaba cerca, trado desde los cercados por Unagh, quien haba
comprendido que era necesario. Breaca intent acomodarse el gran escudo de bronce
a la espalda y pens en el esfuerzo que supondra montar y cabalgar hasta la aldea de
Tago. Graine estaba all, y Airmid, y todas las comodidades. Si cabalgaba con
prudencia, podra llegar all un poco antes de que cayera la noche; antes incluso si iba
muy deprisa, y ms tarde si se dorma y la yegua se abra camino por s sola en la
oscuridad.
Gracias. Me alegro de que se volvi, mirando hacia la carretera. Es
Duborno
Conoca el caballo; cojeaba de la pata izquierda, pero no demasiado, y a Duborno
le gustaba el animal y no quera dejarlo. El sonido que haca al cabalgar con rapidez
por la carretera era inconfundible, aunque tuviera nieve bajo los cascos.
Ardaco lleg a su lado, y luego Cunomar dej de tocar los tambores de calavera y
se uni a ella, de modo que los tres estaban juntos cuando Duborno hizo parar a su
caballo y, sin desmontar, solo volvindolo, dijo:
Los esclavistas latinos estn en la aldea! Tago les ha ofrecido derechos de
husped, y vino. Ya han hablado dos veces con Graine. Airmid la tiene ahora con ella,
y la mantiene a salvo, pero si preguntan por ella, es posible que Tago no pueda
detenerlos.
Breaca le mir, sin comprender.
Comprarla? Pero eso no puede ser. Ni siquiera Tago
No, comprarla todava no, pero quiz s hacer una oferta, y sabrn ya lo que
vienen a buscar cuando vuelvan en primavera.
* * *
Breaca se rea dbilmente, por el alivio y por la cara que haba puesto Filo cuando ella
le quit el broche del pez, y por la sbita liberacin del miedo. El mundo se volvi
mucho ms ligero, henchido de relmpagos de luz blanca en los mrgenes de su vista,
y un tnel rojizo forrado de noche en el centro. Not que una mano pequea y fra se
meta entre las suyas y un pulgar le rozaba los nudillos. Graine le susurr, con la voz
de la anciana abuela:
Estn mirando. Sigue despierta. No puedes caerte ahora.
No me iba a caer.
Pensaba que s. Tu hija es ms sabia de lo que crees Tago vino a colocarse al
otro lado, completando as la familia. Entre ambos, l y Graine, mantuvieron
incorporada a Breaca, aunque parecan apoyarse en ella en busca de apoyo.
Se quedaron as, de pie, unidos en la necesidad mutua, hasta que el ltimo de los
esclavistas fue demasiado pequeo para divisarlo a simple vista. Graine fue la primera
que dio un paso y se apart.
* * *
La habitacin de Tago haba cambiado desde la ltima vez que estuvo all. Los bales
* * *
Eran cuatro, tres guerreros y una soadora, que cabalgaban lentamente sin luz por el
denso bosque con Cygfa como exploradora. No era verdad que fuese capaz de ver en
la oscuridad, pero le faltaba tan poco que lo pareca.
La nieve se desprenda y caa entre los rboles, ya no transportada por el viento.
Era demasiado honda para viajar cmodamente; si los dioses queran ponerlos a
salvo, haban logrado su objetivo. Sus huellas se cerraban a medida que cabalgaban, de
modo que su paso no dejaba rastro alguno.
Breaca no estaba despierta del todo. Sueos fragmentados de las pruebas de los
guerreros entretejan sus imgenes a travs de la noche oscura, de modo que vea a
Cunomar, sin parar, y a la media docena de guerreros de su guardia de honor, que
eran excepcionales. Los tambores de calavera propagaban sus ritmos que iban
devorando la mente, y cada uno de los guerreros pintados de blanco se acercaba a ella,
sonriendo, con las garras de oso en lugar de espadas, y ella deba enfrentarse a ellos
solo con su espada. En sus sueos, como en la noche a travs de la cual cabalgaba,
deseaba que la espada que empuaba en su mano fuese aquella con la que haba
luchado toda su vida, no la sustitua hecha en secreto para las pruebas. Con la espada
de su padre poda llevar a Cunomar a su derecha y a Cygfa en el lugar del escudo a su
izquierda y toda Roma no habra conseguido
Un caballo relinch agnicamente y un hombre lanz una voz y luego chill
tambin, y otro hombre grit una orden en latn.
Cygfa dijo:
Es Filo.
Y Airmid:
El muerto es Gayo. Tago solo tiene a Tito para defenderle.
* * *
La nieve empez lentamente, y la batalla fue rpida y dura. Cygfa luch a la izquierda
de Breaca, en el lugar del escudo, el de mayor honor. Muy pronto (antes de lo que
* * *
La nieve sigui cayendo durante todo el resto del mes, sellando la tierra bajo un
manto de hielo, de modo que las legiones permanecieron en sus alojamientos de
* * *
Se quedaron despiertas toda la noche del ao nuevo, redescubriendo lo que era viejo e
inventando lo que poda ser nuevo, y llegaron a la maana entrelazadas como
cachorros de perro entre las pieles, soolientas.
Breaca se desliz en el sueo y se despert de nuevo y qued vigilando el hilo de
humo que ascenda enroscndose hacia el agujero del techo, cerrando un ojo y luego
el otro, para que avanzase y retrocediese, igual que su mente se mova con l, atrapada
en la maraa de antiguas imgenes.
Airmid se inclin hacia ella y la bes.
Buenos das. Que el ao crezca bien en ti.
Breaca sonri mientras la besaba.
Y en ti tambin.
Todos los amantes decan eso la primera maana del ao nuevo. La tradicin lo
requera.
Airmid dej descansar su mano, con los dedos separados, en el vientre de Breaca,
y lade la cabeza, como si escuchara.
Algo ha arraigado durante la noche, y como no puede ser un nio, debe de ser
un sueo. No se podra contar?
S, fcilmente, pero no estoy segura de que puedas hacer nada Breaca cogi su
mano y le bes los dedos, y luego los nudillos, y luego la parte ms suave del centro de
la palma, y all se qued su lengua siguiendo las lneas que haban marcado los dioses
. A menos que puedas convertirte en buscadora de hierro y encontrar hierro crudo
en tierras de los icenos, y luego aprender el arte de la forja y ayudarme a convertir el
hierro en espadas para el ejrcito, y encontrar tambin una forma de apartar a las
legiones de la casa grande mientras
Para, Breaca. No pienses en eso. Hoy, esta maana, ahora mismo, no pienses
las manos de Airmid la cogieron con fuerza, sujetando los dedos entre los suyos,
mantenindola cerca. No ests sola. No tienes que luchar en la guerra y armar a los
guerreros y planearlo todo t sola. Lo sabes muy bien. Cunomar ir a Camulodunum,
* * *
Efns, esto no va a funcionar. No pongo en cuestin el valor de Braint ni la
disposicin a la lucha de los guerreros de Mona, simplemente, me limito a hacer
nmeros. Suetonio Paulino fue nombrado gobernador precisamente porque sabe
mucho de guerra en las montaas. Se le dijo que deba asegurar el oeste o morir en el
intento, y no tiene la menor intencin de morir. Cuenta con dos legiones y toda su
caballera: unos mil trescientos hombres, y cada uno de ellos dara su propia vida para
salvar la piel de su gobernador. Vosotros tenis poco menos de cuatro mil guerreros,
seis, si todos los soadores y nios de ms de cinco aos empuan un arma. En el mes
pasado, las incursiones de Braint han matado a cincuenta y tres auxiliares, contra la
prdida de seis guerreros. Y eso est muy bien. Es muy loable. Es un mrito enorme,
que demuestra el valor de vuestra Guerrera y de aquellos a quienes conduce. Pero no
basta.
Te he pedido tu opinin acaso?
Excepcionalmente, Efns estaba solo en la casa grande de Mona, de pie,
semidesnudo y metido hasta la cintura en el hueco de un fuego, cavando en las
cenizas de invierno. Luain macCalma haba embarcado de nuevo hacia Hibernia, o
quizs hacia la Galia, nadie lo saba. En su ausencia, Efns era el Anciano. Su palabra
era ley en Mona, y en todas las tierras donde los soadores todava ejercan su
influencia. Que se ocupara l mismo personalmente de limpiar los desechos del
invierno deca ms de l de lo que l mismo crea.
Sin que se lo pidieran, Valerio se quit la tnica y salt al hueco. Tom un tronco
de espino carbonizado y lo ech a un lado.
Como no le invitaron expresamente a irse, dijo:
Nunca me has pedido mi opinin. Pero Luain macCalma quiere que est en
Mona, y por eso estoy en Mona. Si voy a quedarme aqu, preferira no morir en una
* * *
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La eleccin del Guerrero de Mona era un proceso largo y tradicionalmente
supervisado por el consejo de ancianos en pleno. Aquella posicin no se otorg por
capricho a un hombre que haba traicionado, asesinado y entregado al interrogatorio
a ms guerreros y soadores de los que l o cualquier otra persona poda contar.
Sin embargo, Luain macCalma era el legtimo Anciano de Mona, y su palabra era
la ley. Si l decida otorgar el liderazgo de los guerreros a un hombre que en tiempos
dirigi la caballera enemiga, si decida convertir a ese hombre, en efecto, en Guerrero
Suplente sin consulta o explicacin alguna, ningn otro poda reprochrselo. Eso no
significaba que los lanceros, guerreros y honderos de Mona tuviesen que depositar en
un hombre semejante su confianza o su aprecio. Solo la esperanza de recuperar a
Braint con vida les llev a aceptar el liderazgo de Valerio, y esa esperanza estaba lejos
de ser firme.
La maana transcurri entre frenticos planes, y Valerio averigu que conoca a
muchos ms guerreros por nombre y aptitudes de lo que l mismo imaginaba. Y lo
ms importante: estaba empezando a saber quin le seguira de mala gana, pero bien,
y quin intentara matarle por su propia mano a la menor oportunidad. El perro
caminaba a su lado mientras l iba corriendo de la casa grande a las armeras y de
nuevo de vuelta. Los guerreros que lo aceptaban, segn averigu, eran aquellos en los
que ms poda confiar. Los pocos que hacan la seal de proteccin contra el mal de
ojo eran los ms peligrosos.
Justo despus de medioda convoc una reunin en la casa grande y reuni a los
capitanes de los grupos de escudo, de modo que todos los guerreros estuviesen
representados, aunque el lugar no pudiese albergarlos a todos. Hizo que las bisagras
de la puerta fuesen sujetas hacia atrs, y que se levantasen las ramas que cubran las
paredes. La luz lo inund todo, ms brillante que el mismo fuego.
Podra haber caminado entre ellos; Breaca, con toda certeza, lo habra hecho.
Valerio, el antiguo oficial auxiliar, decidi ponerse de pie en un tocn de roble
nivelado, de modo que su cabeza y hombros sobresalan por encima de los dems y
as le vean desde atrs. Llevaba una cota de malla y un antiguo manto de la caballera,
robado en tiempos de Caradoc, y usado en las emboscadas, y su estandarte colgaba
detrs de l en la pared. Haba pintado en l la marca del perro de guerra en la tela,
con rojo de sangre sin coagular sobre un fondo gris, y lo haba colgado luego entre
dos ramitas de sauce, de modo que se pudiera ver desde todos los puntos de la casa
grande.
Si la forma hubiese sido algo distinta, habra hecho juego exactamente con el toro
rojo de la caballera tracia bajo el cual una vez Valerio luch por Roma. Cuando subi
a su estrado, se encontr con un silencio tan pesado que el aire pareca ponzooso.
Ningn guerrero presente dudaba de quin haba sido l; no esperaban, sin embargo,
que se deleitase en ello.
Valerio se haba dirigido a las tropas antes de entablar combates mucho mayores
que aqul; saba cmo conmoverles, por mucho que le odiasen. Arrojando su voz a los
* * *
Tres guerreros de seiscientos decidieron quedarse con Tethis y tomar parte en la
defensa de Mona. El resto cruz los estrechos hacia la tierra firme con Valerio.
Montados en la orilla ms alejada, los combatientes se alineaban tras l en orden y
mantenan a la vista su estandarte con el perro de guerra, pero carecan del orden y la
disciplina de la caballera romana, y Valerio ech de menos las perfectas
comunicaciones en el campo de batalla de su pasado.
La yegua zaina que montaba era una de las mejores que tena, por lo cual se senta
muy agradecido. Antigua montura de la caballera, robada en una incursin
temprana, estir el lomo y acudi fcilmente a su mano, y aguz las orejas hacia el
* * *
Era una seal de fuego, vista igualmente por ambas partes pero, con un poco de
suerte, no interpretada de la misma manera.
El valle en el cual custodiaban a Braint tena forma de flecha, con la punta hacia el
norte. All, dos riscos montaosos muy empinados se unan hasta formar el extremo
ciego de una punta de flecha. En su extremo sur, la boca era lo suficientemente ancha
para que cupiesen un centenar de hombres a caballo caminando en lnea, con un
largo de lanza entre cada uno.
En medio, la tierra era plana, como si un ro la hubiese desgastado en alguna
ocasin, y casi despojada del todo de rocas, de modo que los jinetes podan galopar
con intensidad sin miedo por la seguridad de sus monturas. Longino haba escogido
bien aquella ubicacin y haba acampado en la zona abierta, adonde no poda llegar
ningn soldado sin ser visto. A lo largo de la maana, los exploradores de Mona
haban informado de que las tiendas de los auxiliares estaban apiadas en un grupito
a un tercio de distancia del camino desde el extremo ms ancho, el del sur, tal como
haba ocurrido cuando capturaron a Braint. Entre otras cosas, la seal de fuego
confirmaba que todava estaban all.
Valerio apremi a su yegua para que subiera colina arriba hacia el extremo norte
del valle. Su banda de treinta jinetes le segua en fila india, dejando un hueco entre
morro y cola. Desde delante, para los que esperaban ver algo parecido, podan
asemejarse a una patrulla de la caballera, que cabalgaba en orden de columna,
haciendo todos los esfuerzos posibles para no ser vistos.
Un desprendimiento de piedras bloqueaba el camino. Valerio se detuvo a su
abrigo, sin ver la cima de la montaa ni ser visto desde all.
Huw estaba a su lado, plido y muy quieto. La honda colgaba de su mano como
un apndice olvidado. Su bolsa de guijarros abultaba.
Valerio dijo:
Braint ha sido vista con vida; el humo habra sido negro si hubiese estado
muerta. De modo que debemos seguir tal y como habamos planeado. Huw, dame el
estandarte a m y tu caballo a Nydd.
Nydd era de los ordovicos y algunos aos mayor que Huw, pero su cabello era del
* * *
Los guerreros de Mona superaban en nmero a los de la caballera de la Prima
Thracum en un centenar de caballos, y les anim mucho el regreso de Braint, en la
misma medida en que los tracios se vieron desanimados por la cada de Longino. La
batalla fue brutal y corta, y los cuarenta y ocho tracios supervivientes se rindieron con
sus armas al final.
Valerio no tom parte a la hora de asegurar los prisioneros o despojar a los
muertos. Antes de que acabase la batalla, haba desmontado y se haba metido hasta
los tobillos en el brezo, lejos del alcance del caballo-cuervo. Blanco de sudor y
sangrando por media docena de cortes poco hondos, el caballo ruano todava estaba
erguido junto a la forma postrada de Longino, como un perro se coloca junto a un
guerrero cado, y no dejaba que nadie se acercase.
Tendrs que matar al animal si quieres el cuerpo del hombre.
Madb estaba montada en su caballo cerca, vigilando la espalda de Valerio. Le
* * *
Algn tiempo despus, Longino Sdapeze, antiguo decurin del Ala Prima Thracum,
se despert con un dolor de cabeza retumbante.
Al final, cuando qued claro que no iba a morir, se palp y abri los ojos. El toldo
que cubra una carreta se agitaba suavemente por encima de su cabeza, iluminado por
el cielo del amanecer. Un perro de guerra pinto yaca a su lado, vigilndole, pacfico.
Un hombre esbelto, con el pelo oscuro, estaba sentado en el asiento delantero del
carro, bloquendole la mayor parte de la luz.
Longino se qued echado un rato, estudiando el aspecto familiar y obstinado de
aquella espalda, de modo que supo en qu momento se haba percibido su escrutinio.
Pens en incorporarse para hacer al menos una de las preguntas acuciantes que le
rebotaban entre los muros de la cabeza, pero el perro le mir hasta que se lo pens
mejor.
Durmi un rato, luego comi, vomit y bebi agua y se volvi a dormir. Cuando
se despert estaba oscuro y el perro haba desaparecido. El balanceo del carro era el
balanceo de una cuna, y resultaba muy difcil permanecer despierto. Esforzndose por
sentarse, Longino fue a tocar el hombro de aqul que le haba salvado la vida.
Adonde vamos?
Al este.
Por qu?
Porque el cerebro se te ha vuelto leche en la cabeza, y no podrs sentarte a
lomos de un caballo hasta que cuaje de nuevo y se convierta en el caldo con el que
naciste.
Su cerebro se volvi leche entonces y le hizo dormir de nuevo, ineludiblemente,
de modo que ya estaban a mitad de la noche cuando se dio cuenta de que no haba
* * *
Desnudo hasta la cintura, con las marcas del oso claramente visibles en hombros y
espalda, Cunomar estaba arrodillado en medio del polvo de la calle principal de
Camulodunum y miraba al procurador de toda Britania mientras ste consideraba y
descartaba tres respuestas diferentes a su regalo y a la peticin que acompaaba.
El hombre era una verdadera sanguijuela, y un ser despreciable, pero al menos no
era el gobernador, y por eso Cunomar se senta agradecido. Haba practicado el
discurso todo el invierno, hasta que pudo recitarlo en sueos. Cogulos de latn
inundaban sus sueos como cuervos en un campo de batalla, y se sinti
desmesuradamente agradecido cuando lleg el deshielo y con l el momento de
actuar.
No era posible saber de antemano quin estara al mando de la guarnicin de la
ciudad cuando llegase el deshielo, y enfrentados a dos alternativas, la decisin de
arrodillarse ante el procurador haba sido tarda, sugerida por el instinto: Corvo no
era tan soberbio y orgulloso como para objetar ante el hecho de que se le pasara por
alto, y el procurador era peligroso, y haba que ganrselo, o al menos ligarlo mediante
algo semejante al honor.
Vindolo en aquel momento, Cunomar comprendi que su intuicin haba sido la
ms adecuada. Antes de que el procurador recuperara la compostura, Corvo se
adelant y, ofrecindole la mano a Cunomar, le ayud a levantarse.
Bienvenido a Camulodunum, Cunomar, hijo de Breaca y heredero de
Prasutago, rey de los icenos. Lamentamos profundamente la muerte de tu rey, y
ofrecemos nuestras condolencias a tu madre y a tu familia. En nombre del emperador,
* * *
Longino tena razn; el tmulo era muy pequeo. Valerio se arrastr a travs de una
abertura que ya habra resultado pequea para un nio, y luego sigui por un tnel
que vena a continuacin, a lo largo, hacia una cmara mucho ms pequea de la que
haba en el interior del tmulo del sueo de los antepasados en Hibernia.
Su llama de resina de pino parpadeaba entre las rocas y huesos y turba seca. Poda
notar que haba otros a su alrededor: Cunomar, el nio mimado; Cygfa, la guerrera
que era Caradoc renacido como mujer y que por eso mismo causaba terror; el propio
padre de Valerio, no Luain macCalma, sino Eburovic, el maestro herrero de los
icenos, a quien haba conocido como padre a lo largo de toda su niez. Y por encima
de todos los dems, ms fuerte, ms cercana, tan cercana que casi poda tocarla,
estaba Breaca.
Pero ella no estaba all, no poda estar all; el espacio en el tmulo no lo permita.
Sin embargo, haba estado, y haba dejado all una parte de su ser. Valerio se esforz
por mirar las cambiantes sombras de la llama y todo lo que tocaba, la roca, los huesos
antiguos, las cagadas de ratn, y luego, cegadoramente (cmo era posible que no las
hubiesen visto al principio?) las cinco espadas que yacan en unos rebordes recortados
en las paredes.
La presin que senta en la cabeza era asombrosa; ni en el montculo de los
antepasados en Hibernia, ni en la cueva de Mitra en las montaas occidentales haba
notado tan cercana la presencia de los muertos, ni su determinacin de matar. El suyo
era como un silbido de serpiente que inundaba su mente, destinado a robar su alma y
* * *
No nos honra y lo lamento profundamente, pero no podemos alimentar a
trescientos hombres. El invierno ha dejado vacos nuestros almacenes y el comercio
no ha empezado an.
Y era cierto, al menos de alguna manera. Ciertamente, la hacienda tena pocas
provisiones, y las dos docenas de guerreros de la osa que haban seguido a Breaca
desde la casa grande haban trado solo lo suficiente para alimentarse a s mismos.
Como corresponda a un asentamiento de duelo, las osas llevaban tnicas atadas con
cinturones de pellejo crudo, y ningn oro, y sus cuchillos eran cortos y no suponan
ningn desafo a las leyes romanas. Se ocupaban en atender a los caballos o los
campos y ninguno de ellos dio la bienvenida al procurador ni le invit a entrar.
Ms tarde, si tenan que luchar, no existira riesgo alguno de que rompiesen las
leyes de la hospitalidad, e incurriesen as en la desaprobacin de los dioses.
Gracias. Traemos nuestras propias provisiones.
Breaca se haba dirigido al procurador en latn, y l le replic en iceno, a travs de
un joven de los trinovantes que se enroscaba el pelo en el dedo, miraba al suelo y no
* * *
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Azotaron a Cunomar, a Ardaco y a las tres osas que haban matado cada una a un
mercenario. Se hizo de forma muy competente, por hombres que haban sufrido
azotes ellos mismos muchas veces en sus veinticinco aos de servicio en las legiones.
No era fcil contemplar aquello, pero tampoco resultaba imposible.
Si Breaca miraba hacia el sol, y al cuervo que iba cogiendo pajitas, en lugar de
atender al ruido; si prestaba atencin al reguero de hormigas que atravesaba la tierra
batida de la hacienda, si descansaba su mente en la red de la torques de la antepasada,
que estaba silenciosa, como si esperase, entonces era posible testificar todo aquello
para honrar el valor y no el dolor. No era peor que en la batalla, en realidad, y las
heridas que se producan entonces apresuraran posteriormente la muerte, cosa que
no era mala.
Al cabo de un rato prest atencin a Cygfa, que temblaba de forma incontrolable,
e intent pensar en algo que pudiera ayudarla.
Puede que estn armados dijo, en voz baja. Es posible coger un cuchillo y
darle la vuelta.
Con terrible seguridad, Cygfa dijo:
No, no lo estarn. Ya han hecho esto antes. No corrern ningn riesgo.
Lo siento.
No haba nada que decir entonces, nada sino contemplar la tierra y la nica fila de
hormigas que caminaban y preguntar de nuevo a la silenciosa antepasada por qu
todos los fragmentos de su visin deban extinguirse de aquella manera, cuando haba
tanto que esperar an.
Aquello acab, a su debido tiempo, porque todo acaba, y luego llegaron otras
cosas, que ocuparan ms tiempo.
Result imposible observar a las hormigas porque apareci Graine al fin, aturdida
y silenciosa y caminando de forma inestable, que sala a empujones de la choza que
haba sido de Airmid, donde los cuervos seguan picoteando pajas del tejado.
Haban lavado a la nia, y la haban alimentado, y haba vomitado, y tambin le
haban limpiado el vmito, y alguien, que Briga le lisiara y le mantuviera sumido en el
sufrimiento para siempre, le haba peinado el pelo y le haba colocado una diadema de
hojas de roble entrelazadas, y un hilo de oro al cuello, de modo que su belleza estaba
ms all de toda duda, as como su castidad.
Era pequea y estaba sola y aterrorizada y ms all de toda posibilidad de ser
valiente. Sus ojos buscaron los de su madre y no encontraron consuelo en ella. Abri
la boca para hablar, y la cerr de nuevo. Estaba llorando, y seguira hacindolo para
siempre, y no se poda hacer absolutamente nada.
En su cabeza, silenciosamente, una y otra vez, Breaca deca: Graine, lo siento, y
oa la voz de su hija, seria y desesperada, diciendo: es culpa ma, Duborno se
durmi
Cygfa maldeca rgidamente, un largo susurro continuo que invocaba a lo ms
oscuro de Briga y Nemain para que la ayudasen y destruyesen a los hombres que
* * *
Cunomar yaca de costado en la tierra ensangrentada, en el lugar donde los
mercenarios le haban dejado, que haba sido su propia habitacin, la que en tiempos
comparti con Eneit y que ahora comparta con Ardaco y con tres de las osas.
Les haban dejado all la noche anterior, y ellos haban excavado una letrina en el
rincn y la haban usado, ya que no esperaban volver. El hedor se mezclaba con el
dolor martilleante de su cabeza, en el lugar donde antes tena la oreja, y en su espalda,
que ya no tena piel, y en sus brazos, donde el peso de colgar de las ligaduras y del
montante le haba descoyuntado los hombros.
No haba forma alguna de echarse que no enviara latigazos de fuego por todo su
cuerpo, y por lo tanto no haba forma de dormir. Estaba a oscuras y notaba el hombro
de Ardaco apretado contra su taln; una presencia firme que le daba ms consuelo
que las palabras. Las tres osas yacan junto a l, tratando de estabilizar el aliento como
l intentaba tranquilizar el suyo. Era lo mejor que poda hacer, una tentativa final de
no deshacerse en lgrimas, y lo nico que oa era el aullido inhumano de Graine que
chillaba y chillaba y que luego dej de chillar, cosa que an era peor.
A lo largo de toda su niez, cuando envidiaba la delicadeza y belleza de su
hermana y el afecto que le profesaba su madre y el lugar que ocupaba en el corazn de
* * *
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Por la maana le harn a ella lo que te han hecho a ti. No intentes detenerles.
Cunomar no poda detenerles, y no pensaba perder su orgullo intentndolo por el
bien de ella; solo presenciarlo, como ella haba hecho, e intentar hacer lo posible para
darle fuerzas.
La idea le despert muy temprano, de modo que estaba ya preparado cuando el
guardia lleg a la puerta y trajo unas cadenas de esclavos de las carretas para
ponrselas. No haba encontrado el centro de su paz durante la noche, despus de irse
el explorador halcn, ni tampoco ninguno de los dems, o al menos eso pensaba. El
dolor era demasiado grande y el temor de lo que deparase la maana tambin.
Parpadeando, demacrado, encadenado a Ardaco por un lado y a las osas por el
otro, sali a la luz de la maana arrastrando los pies.
Y se detuvo.
Las carretas con las maderas haban llegado de Camulodunum. Los agujeros
excavados por los mercenarios ya se haban rellenado.
Seis cruces se alineaban de este a oeste a travs de la hacienda, para la familia del
antiguo rey y los ms allegados. Una horca con muchas cuerdas esperaba a las osas.
Cunomar no vomit, pero una de las guerreras osa encadenada a su izquierda
hizo violentas arcadas, y oy y luego oli tambin una ventosidad larga y fluida
cuando los intestinos de otra se soltaron. Solo contaba con su propia experiencia en
Roma para agradecer que no le ocurriera una vergenza semejante. Esa misma
experiencia le deca que acabara por ocurrirle lo mismo, y que para entonces ya nada
importara.
Su madre estaba all. La vio detrs de las cruces. Se hallaba sujeta al montante de
roble en el centro del poblado, donde haban atado a Cunomar el da anterior;
deshonrada y sola en el lugar que debera haber dado nacimiento a su sueo.
Era todava la Boudica; cada lnea de su cuerpo lo deca. Ms que ninguna otra
cosa, importaba entonces que el procurador no averiguase su identidad, pero
resultaba muy duro ver que l no era capaz de verlo, cuando brillaba en ella de una
forma tan clara: desde el ro de cobre de su cabello, atado por los legionarios en una
parodia del moo del guerrero, para apartrselo de la espalda, a las cicatrices de
batalla que tatuaban todas las partes de su cuerpo y la rabia tranquila que se
remansaba en sus ojos, y el desprecio hacia los hombres que la tenan cautiva, y
desbordaba por encima de ellos y ms all an.
Cunomar not el mismo pellizco en su corazn que haba notado cuando Eneit se
prepar para morir, y supo sin duda alguna que la amaba, y que estaba orgulloso de
ella, y que era demasiado tarde para decirlo. Habra soportado todos aquellos
horrores por ella, pero no encontraba ninguna forma de hacrselo saber ni de
ayudarla a soportarlo.
Era una idea nueva, y le asustaba mucho ms que las cruces. Breaca no haba
recibido las marcas del oso; sus largas noches haban sido ms tranquilas y ella pudo
volver a casa despus sin cicatriz alguna. A pesar de todo su tiempo en combate,
* * *
Unas nubes como garzas asaeteaban el cielo, empujadas por una brisa procedente del
este.
* * *
Cunomar vio a su madre perder la conciencia por primera vez, y vio cmo la hacan
volver en s con el agua, y luego cmo volva a desmayarse de nuevo, poco despus.
Pens que haba muerto y rez para que fuese as, pero el titubeante movimiento
de subida y bajada de su pecho le deca que solo se haba ido, durante un tiempo, a un
lugar donde no podan tocarla, y que la haran volver en s de nuevo con ms agua.
Los mercenarios pensaron lo mismo. Uno llev el cubo al abrevadero y lo llen y se lo
habra arrojado encima, igual que haba hecho antes, pero el procurador se adelant y
le par el brazo.
Alto. Ya basta. Si muere ahora se llev los dedos a los labios, pensando, y
luego dijo: Soltadla. Id poniendo las cruces para los dems. Si oye cmo vamos
levantando a sus hijas, se despertar. Traedlas
Un caballo a galope tendido lleg por el camino. Dos caballos; un segundo le
segua, y luego tres ms, de modo que en total eran cinco. Ayudaba mucho contar las
cosas, mantener la atencin en otro lugar; Cunomar estaba aprendiendo ya aquel
hecho.
El primero de los recin llegados pas a toda velocidad por las puertas, y se detuvo
demasiado rpido para que resultase seguro. Un caballo normal obligado a detenerse
de aquella manera habra cado. Pero ste se mantuvo firme en el giro y se detuvo
donde se requera, justo delante del montante, pasando a menos del ancho de una
mano del cuerpo cado de la mujer, que yaca desmadejada en el suelo.
* * *
Nadie se mova, nadie hablaba. Lentamente, el sonido de los caballos al galope se fue
aquietando.
Cunomar estaba quieto, muy, muy quieto, para que ninguno de los eslabones de
las cadenas que le ligaban tintineasen entre s.
Esperaron ms an, hasta que el sonido de los cuervos que se reunan en el tejado
roto de la choza de Airmid fue ms alto que el susurro de los caballos distantes, y
luego un poco ms, hasta que, finalmente, Valerio dijo algo en un idioma que no era
ni iceno, ni latn, ni galo, y el soldado con el pelo rojo asinti y fue andando hacia
Gunovar y la liber.
Ella era herrera, y no la haban daado gravemente. Con la ayuda del soldado
empez a hacer la ronda y fue soltando los grilletes que haban puesto a las osas.
Aturdido y sin acabar de creerlo an, Cunomar junt las muecas y fue
avanzando, arrastrando los pies. Inclin su frente hacia el hombro de Ardaco, porque
poda hacerlo, porque le amaba y estaba demasiado cansado para andar sin apoyo, y
todas esas cosas eran enteramente aceptables, y no estaba preparado en absoluto para
* * *
Est despierta Breaca?
Espero que no.
S.
Ella quera hablar, pero su boca no se mova siguiendo las rdenes de su mente.
Airmid estaba muy cerca, y as haba sido desde el primer contacto de sus manos
junto al montante, y su voz le haba dicho todo lo necesario: Graine est viva. Corvo
est aqu. Todo ir bien, de modo que no era necesario que Breaca saliese del pozo
de paz que haba encontrado al fin.
La negrura iba y vena. Unas manos rodeaban sus manos, limpiaban todos sus
dedos de suciedad y sangre, que se haba quedado incrustada. Ms tarde, alguien puso
algo fro y hmedo en la carne destrozada de su espalda. Ella se estremeci
violentamente y gimi en voz alta, sin encontrar las palabras, sin buscarlas siquiera, y
el fro se alej, pero no la humedad. Ms humedad fue cayendo sobre ella, goteando
lentamente, de modo que cada gota la calentaba y aliviaba antes de que llegase la
siguiente, y a su debido tiempo, el goteo regular se hizo soportable.
Por encima se oan voces que iban y venan. Oa el tono, pero no las palabras,
hasta que qued claro que Airmid haba hecho una pregunta, pero no quin haba
respondido, excepto que era un hombre, y que se preocupaba por ella.
Un tiempo despus, cuando el sol se hubo desplazado y notaba menos calor en su
espalda, el mismo hombre dijo:
Tiene que moverse, igual que se estn moviendo Cunomar y los dems que
fueron azotados.
Airmid dijo:
Todava no est preparada.
Pacientemente:
Entonces, haremos que lo est. Si se queda echada as, la espalda se le quedar
tiesa cuando se cure, y ya no podr valerse como guerrera.
Una nueva voz, brusca y masculina, preguntaba:
Y le importar a ella?
Creo que s. Podras preguntrselo.
No es asunto mo. Solo he venido a ver cmo estabais. Estar fuera, ayudando a
Contra los veteranos era ms intenso el odio [de las tribus rebeldes]. Porque esos
As, tenemos a los trinovantes en Camulodunum, a los que se trataba como tratan
a todos los nativos los poderes de ocupacin: con desdn y poca observancia de la ley.
Tambin sabemos por Suetonio y su Vidas de los Csares que Nern (un libertino
derrochador, incluso para los cnones romanos) haba considerado la posibilidad de
retirar sus tropas de Britania. Eso, en s mismo, quiz no causase el pnico, pero Din
Casio nos cuenta que el consejero imperial Sneca:
con la esperanza de recibir una buena tasa de intereses, prest a los isleos
40.000.000 de sestercios que ellos no queran, y posteriormente reclam aquel
prstamo de golpe, recurriendo a severas medidas para recuperarlo.
Las tribus del este, por tanto, estaban bajo una presin social y poltica inmensa.
No resulta difcil imaginar que cada nuevo insulto les impulsara ms y ms hacia la
guerra, y los icenos estaban muy bien situados para encender la chispa de la rebelin.
Haban formado parte de una revuelta armada bastante efectiva en el 47 d. C., y no
estaban directamente bajo las botas de los veteranos de Camulodunum, como ocurra
con sus vecinos, los trinovantes. Sin embargo su rey, Prasutago, era un rey amigo,
instalado por Claudio y presumiblemente considerado como sbdito romano leal,
cuya rebelin no era probable que se produjese.
Sabemos muy poco de Prasutago, aparte de que era famoso por su gran
prosperidad, y que muri habiendo redactado uno de los testamentos ms insensatos
de la historia, pues nombraba a sus dos hijas coherederas junto con el emperador.
Resulta difcil imaginar por qu hizo tal cosa. Las posibilidades oscilan desde el
hecho de firmar un documento que no saba leer afirmar un documento que se le
entreg sin opcin alguna; algo as como: firma esto y a lo mejor lo respetamos; no lo
firmes y te lo quitaremos todo, de todas maneras.
La cuestin de los derechos de las mujeres a la herencia en este punto permanece
abierta. Cicern informa de que la Lex Vocania prohiba que cualquier hombre
incluido en el censo convirtiese en heredera suya a una mujer. Augusto cambi este
hecho, legislando que las mujeres podan heredar si haban dado a luz tres hijos, si
eran ciudadanas romanas; cuatro, si eran latinas y nacidas libres, o cinco, si no eran
ciudadanas romanas. Eso indicaba que las muchachas demasiado jvenes para
concebir, o que no se haban casado o no haban tenido hijos no podan heredar.
Y eso nos devuelve a las hijas de Prasutago, de las cuales no se sabe nada preciso,
excepto que fueron ultrajadas por los centuriones enviados a tomar posesin de su
herencia, y al mismo tiempo su madre, la Boudica, fue azotada.