Memoria y Visibilidad La Casa de La Mujer de Valparaiso
Memoria y Visibilidad La Casa de La Mujer de Valparaiso
Memoria y Visibilidad La Casa de La Mujer de Valparaiso
MEMORIA Y VISIBILIDAD:
Autora
Profesora Gua:
Para el anlisis de los discursos y documentos utilizo los aportes analticos del
pensamiento feminista, filosfico y polticos que dan cuenta de las distintas formas de
comprender la nocin de identidad y el reconocimiento que se produce en el nosotras
feminista. Tambin se incorpora en el estudio la categora de clinamen, descrito como el
desvo que activa las transformaciones en la subjetividad de las mujeres y que, despus de
ese desvo, ya no se ubicaran en el mundo de la misma manera, fortalecern su autonoma
y cuerpo. Como dira Oyarzn, los cuerpos se forman en virtud de un entrelazamiento de
tomos a partir de choques o colisiones entre ellos (Oyarzn y Molina 2005:8). Se dar
cuenta del pasado reciente, el surgimiento de la Casa y su aporte en la poltica feminista
local. Se abordar la materialidad que transita en la inclinacin y roces, el sujeto discursivo:
el cuerpo de las mujeres y sus memorias. Por ltimo, retomando la idea de rizoma
planteada por Deleuze y Guattari (1997), propongo pensar esta categora como alternativa
para la accin poltica feminista.
[2]
Los conocimientos son y estn situados
Una premisa epistmica, como sta tambin, supone que no existe una
sola verdad ah esperando a ser descubierta por el observador imparcial, a la vez que
[3]
ndice:
Introduccin. 5
Bibliografa 98
[4]
Introduccin
En el Chile de 1986 ocurren una serie de acontecimientos que tienen amplio eco en
la prensa y en la memoria colectiva: la internacin de armas del Frente Patritico Manuel
Rodrguez en Carrizal Bajo; el atentado a Augusto Pinochet y la declaracin del Estado de
Excepcin, cuestin que agudiza la represin contra la ciudadana. En 1986 el cuerpo del
dictador es amenazado y, al mismo tiempo, el cuerpo de la ciudadana es una vez ms
disciplinado con la poltica del terrorismo de Estado. En este escenario, las mujeres siguen
en pie de lucha por la vida y la democracia. En 1986 son amplias las protestas, como el
significativo paro del mes de julio y el recorrido de las mujeres en Santiago. Del mismo
modo, en Valparaso, las agitadas movilizaciones y la profunda conviccin democrtica
marca el cuerpo de las ciudadanas y las impulsa a la convergencia de voluntades contra la
dictadura. Surgen organizaciones nombradas Casa haciendo referencia al espacio propio
de las mujeres, a la propia definicin poltica y prctica. La misma Casa de la Mujer de
Valparaso se plantea como un espacio para hacer activismo poltico antidictatorial y va
asumiendo un perfil claramente feminista (Ros, Godoy y Guerrero 2003:52),
constituyndose en un espacio de articulacin en la regin.
1
Situacin que marca un precedente en las consideraciones constitucionales. La constitucin de 1833
sealaba que poda votar todo chileno mayor de 21 aos que poseyera una propiedad. Las mujeres de San
Felipe mayores de esa edad y propietarias se inscribieron para votar.
[5]
trabajadoras, la Sociedad de Obreras Mutualistas. En 1905 emerge el peridico La
Alborada, texto que registra la palabra pblica de las mujeres hasta 1917; tambin en1915
surgen los centros Beln de Srraga en Valparaso, Iquique y Antofagasta. En 1928 se
funda la Unin Femenina de Chile, la que se moviliza para reivindicar el derecho a voto de
las mujeres: su actuares fundamental para la conquista del voto municipal en 1931
(Kirkwood 1986:126). Como vemos, la geografa del puerto est entrelazada con los
movimientos sociales de mujeres. En los traslados de los cuerpos y en las articulaciones
polticas se presenta el escenario rizomtico del puerto, sus mltiples entradas a cerros, los
ascensores, la vista al mar, sus colores, las salidas que transmiten la sensacin de cambio y
belleza (Gaviola et. al 1994:173), conexiones que van proyectando nuevas posiciones en el
espacio, cuyos desplazamientos pueden aproximarse a nuevos territorios y, por qu no,
pensar en la expansin de su rizoma que se percibe en la medida que nos sumergimos en la
memoria de los testimonios y en las trayectorias de sus habitantes.
Esta idea de rizoma se interrelaciona con la prctica y poltica que deviene de las
mujeres que encarnan la Casa de la Mujer. Si consideramos que las primeras ideas del
proyecto Casa de la Mujer surgen desde las proximidades discursivas entre una mujer que
retornaba desde Inglaterra y de otra activista de Valparaso, veremos que ambas
trayectorias tienen una desviacin que las entrelaza en un vnculo, cuyas races, con el pasar
del tiempo, van sumando nuevos cuerpos, formando nuevas organizaciones, fortaleciendo
liderazgos y rebeldas, generando lazos de proximidad2, reconocimiento o incluso de
amistad y enemistad (Derrida1 998). La primera accin de Casa de la Mujer es la
realizacin de la Primera Escuela de Verano en enero de 1987, actividad que tiene un
sentido poltico de proximidad y la potencialidad de un rizoma3, multiplicador de
2
Entendiendo proximidad desde las matemticas como la relacin entre puntos u objetos que puede
expresarse por una distancia en un espacio mtrico, o por la pertenencia de un punto a un entorno del otro.
Este concepto lo utilizar para definir los encuentros entre las mujeres. En la primera escuela de verano de
enero de 1987 se aproximaron nuevas mujeres al entorno de la Casa de la Mujer y entre ellas generaron
puntos de conexin cuyos puentes (rectas) fueron el intercambio de experiencias y aprendizajes. Esta
proximidad puede tener efectos biyectivos, es decir, es inyectiva y sobreyectiva, ya que todos los
elementos del conjunto de salida (las mujeres que participaron de la escuela) tienen una imagen distinta a
cada elemento del conjunto de entrada, (las fundadoras de la Casa).
3
En la teora filosfica de Gilles Deleuze y Flix Guattari, un rizoma es un modelo descriptivo
o epistemolgico en el que la organizacin de los elementos no sigue lneas de subordinacin jerrquica
con una base o raz dando origen a mltiples ramas, de acuerdo al conocido modelo del rbol de Porfirio,
[6]
experiencias. Ms de 70 mujeres se renen en un proceso que genera una reorientacin de
los objetivos de la Casa. En sus comienzos, la Casa se define como un espacio para la
articulacin de organizaciones, pero en la Escuela participan, en su mayora, mujeres cuyas
trayectorias no son las situadas en una orgnica, sino libres de militancia, cuestin que
plantea el desafo de hacer poltica considerando los procesos de autoconciencia4, el
reconocimiento de la situacin de opresin que vivan las mujeres e injusticias, marcada por
el rgimen militar. Como seala Kirkwood, la dictadura militar fue clara expresin de
autoritarismo que puso a las mujeres, de cierto modo, de cara a un fenmeno conocido: el
autoritarismo como cultura es su experiencia cotidiana (Kirkwood 1986:166).
sino que cualquier elemento puede afectar o incidir en cualquier otro. Lo mltiple hay que hacerlo, pero
no aadiendo constantemente una dimensin superior, sino, al contrario, de la forma ms simple, a fuerza
de sobriedad, al nivel de las dimensiones de que se dispone, siempre n-1 (slo as, sustrayndolo, lo Uno
forma parte de lo mltiple). Sustraer lo nico de la multiplicidad a constituir: escribir a n-1. Este tipo de
sistema podra denominarse rizoma. Un rizoma como tallo subterrneo se distingue radicalmente de las
races y de las raicillas. (Deleuze y Guattari 2002:12)
4
En los procesos de autoconciencia se pueden presentar con mayor intensidad los lazos de proximidad y
reconocimiento ya que cada una dispone su cuerpo, su experiencia y deseo en el colectivo para crecer en
conjunto.
[7]
impugn no slo la exclusin de las mujeres de los espacios pblicos, como lo hicieran las
sufragistas, sino que visibiliz los efectos materiales y simblicos de las relaciones de
gnero, los mecanismos de distribucin desigual de poder entre hombres y mujeres, las
lgicas culturales e institucionales que separan lo pblico de lo privado, la produccin y la
reproduccin y los principios jerrquicos que organizan la vida privada (Guzmn y Bonan
s/f:2). Las trayectorias de las mujeres y feministas de la segunda ola generaron
organizaciones nombradas como Casas de la Mujer en distintas zonas del pas: la Casa de la
Mujer La Morada, en 1983, la Casa de la Mujer de Quintero, la Casa de la Mujer YELA de
Talca o la Casa de Encuentro de la Mujer CEDEMU de Arica, que surgen a finales de los
aos ochenta.
5
Otras casas que surgen en el siglo XXI son: Casa de la Mujer Mara Conti, de San Pedro Jujuy (2007):
http://www.ela.org.ar/a2/index.cfm?fuseaction=MUESTRA&campo=htm0054&ext=htm&codcontenido=
492&aplicacion=app187&cnl=62&opc=23. Casa del Encuentro (2003): www.lacasadelencuentro.org/
6
http://www.casadelamujerartesana.com/casa.html
7
http://www.gloobal.net/iepala/gloobal/fichas/ficha.php?id=10083&entidad=Agentes&html=1
8
http://www.casmujer.com/#!haciendo-memoria/ctm7
9
http://www.nodo50.org/mujeresred/argentina-casa_de_la_mujer.html
[8]
feministas y devienen nuevos proyectos y organizaciones en todo el pas. El efecto de
rizoma se presenta.
10
Nota de prensa del diario El Clarn, 25 de noviembre de 1990.
[9]
En estos veinte aos de activismo de la Casa de la Mujer, considerando su
articulacin desde 1986 y su trmino en el ao 2006, aproximadamente, se gestan proyectos
e iniciativas polticas de reconocimiento de la lucha de las mujeres. Dar cuenta de sus
estrategias de articulacin, de su proyecto poltico, sus acciones y discursos constituye el
tejido que forma la manta de memoria feminista en la regin. Dar registro a ese discurso,
escribir y visibilizar el testimonio permite potenciar la reflexin poltica en torno a las
prcticas feministas, el poder al interior de las organizaciones, las dinmicas colectivas, la
singularidad metodolgica y las polticas del reconocimiento de un movimiento cuyo
objetivo es la liberacin de las ataduras patriarcales. Por ello, mi investigacin apunta a
comprender cmo se gesta un proyecto feminista en la regin de Valparaso y a responder
en qu medida el decir nosotras es resultado de la proximidad entre las mujeres. A partir de
estas inquietudes, la memoria feminista, la visibilidad y el reconocimiento son tres
elementos fundamentales para situar el problema a investigar. Como seala Ciriza, las
genealogas feministas, las conexiones entre las mujeres, nuestras memorias, los breves
momentos de protagonismo en la historia son difciles de recuperar, pues la mayor parte de
los acontecimientos que alguna vez hemos protagonizado no forman parte de aquello que,
en sociedades marcadas por relaciones de dominacin de clase, sexo y raza, se transmiten
como parte del sentido comn compartido por todas y todas (Ciriza 2008:30).
[10]
(Grau 2006) y memoria colectiva, pretendo dar cuenta de las trayectorias de las mujeres
que fueron fundadoras de la Casa en reconocimiento de su contribucin al feminismo
porteo. Para la aproximacin al discurso en torno a la Casa de la Mujer utilic entrevistas11
semiestructuradas como tcnica de recopilacin, consider doce testimonios de mujeres que
participaron en talleres, trabajaron en los proyectos y otras que dirigan la ONG para ser
analizados y sistematizados. Sus testimonios sern reconocidos como Consuelo, Blanca,
Eliana, Fresia, Mireya, Myriam, Mirta, Marisol, Nani, Paula, Paula Q y Yolanda. Mediante
la revisin de fuentes primarias, los testimonios, y las fuentes secundarias, provenientes de
la teora feminista y estudios de gnero, pretendo ir al origen y unir los puntos de cada
hebra que conforma el tejido de la experiencia organizativa feminista en la regin.
11
Estas entrevistas fueron realizadas entre octubre y diciembre 2013 y enero 2014, en Valparaso y Via del
Mar.
[11]
Captulo I: Marco terico
[12]
A diferencia de Pedro Milos, Ciriza pone en cuestin la referencia poltica de los
sujetos, especficamente cuestiona en qu medida esta memoria fragmentada podra tener
efectos que encaucen los procesos emancipatorios de subalternos/as:
[13]
femenino. Prcticas sostenidas por la relacin con los cuerpos en la historia de las
mujeres, cuerpos vivos, cuerpos muertos (Olea 2000:213).
Puesto que la persona que habla y acta es siempre una multiplicidad, ningn
teorizante intelectual12 o partido o unin puede representar a aquellos quienes
actan y luchan. Son mudos quienes actan y luchan, en oposicin a quienes
actan y hablan? (Spivak 2003:308).
Spivak, Ciriza y Duby ponen en comn la disputa entre quienes protagonizan las
luchas sociales y quienes producen el discurso. Las voceras oficiales nombran y colonizan
las experiencias de subalternas/os, produciendo un efecto hegemonizador de las historias y
12
Adems, Spivak seala que los intelectuales de izquierda al representar a los subalternos, se representan a
s mismos como transparentes (Spivak 2003:309).
[14]
memorias de sujetos mltiples y heterogneos. La colonizacin enmudece a las y los
sujetos. Para Spivak los sujetos subalternos no pueden hablar, en el sentido de que no son
escuchadas/os, porque su discurso no est autorizado por las instituciones13, que no slo se
han encargado de silenciar sus voces, disciplinar sus cuerpos, sino de desechar la escucha y
menospreciar sus saberes. Como dira Mohanty, los discursos occidentales y europeos se
han apropiado y codificado las experiencias de las mujeres del tercer mundo, han
pretendido colonizar un saber:
[15]
contextos normativos: la familia, la escuela, el trabajo, el ejrcito, entre otros. Pero este
pretendido silenciamiento puede tener un efecto contrario. Butler advierte que el esfuerzo
por restringir un trmino acaba por hacerlo proliferar. Esta autora llega a esa conclusin
luego de analizar la ley del no preguntar, no hablar, que aprob el Congreso de Estados
Unidos en 1994, la que no haca referencia explcita a las personas homosexuales dentro del
ejrcito, pero que s aparecieron en los debates pblicos sobre la discriminacin:
Por tanto, la prohibicin invoca el acto de habla que intenta limitar y queda atrapada
en una produccin circular e imaginaria de s misma. El hecho de enunciar aquello
que el ejrcito quera censurar supone tambin el cumplimiento del deseo de
establecerse a s mismo como el autor-origen de todas las expresiones que se
producen dentro de su dominio. La regulacin, por as decirlo, enunciar una parte
de lo censurado as como la propia voz que censura, asimilando el drama como una
forma de establecer un control sobre la enunciacin (Butler 2004:217).
[16]
mutilacin genital, en Chile las mujeres no pueden abortar, en Honduras aumentan los
femicidios, una suma y sigue de condiciones estructurales, materiales y simblicas, que
restringen la autonoma y posibilidad de transformacin de y desde las mujeres. Los lmites
establecidos por el sistema patriarcal actan para privar a los sujetos de libertad de
expresin, se pone en juego la censura del habla, se configuran los sujetos y los lmites
discursivos. Siguiendo a Butler, esta norma opera para permitir que algunos tipos de
ciudadanos sean posibles, y otros imposibles (Butler 2004:218).Por ello, la regulacin, la
censura no se ejerce solamente en funcin del habla sino que acta al servicio de otros
objetivos sociales, se constituye en instrumento para producir ciertos resultados sociales,
polticos (estatales), que, a menudo, pueden quedar ocultos: Un ejemplo es el uso de la
censura en la codificacin de la memoria, como el caso de control estatal de la preservacin
de monumentos y edificios, o la presin para que ciertos acontecimientos histricos slo se
expongan de una manera (Ibid 2004:219).En este ejemplo, la censura no se refiere al
habla. La vigilancia o la regulacin del habla sera algo secundario a la hora de conseguir
otros fines sociales, tales como fortalecer la unidad nacional, el consenso, legitimar como
hroes a ciertos personajes, construir y legitimar la cultura y la memoria del pas. Para
Butler, la censura es una forma productiva de poder, no es algo meramente privativo sino
formativo; tambin considera que la censura produce sujetos segn normas implcitas y
explcitas, y que la produccin del sujeto est directamente relacionada con la regulacin
del habla.
La produccin del sujeto se realiza no slo por medio de la regulacin del habla del
sujeto, sino por la regulacin del mbito social del discurso enunciable. La cuestin
no es qu es lo que podr decir, sino cul ser el mbito de lo decible, el mbito
dentro del cual podr empezar a hablar (Ibid 2004:219).
[17]
siguiendo a Spivak (2003), el silenciamiento, al igual que la censura, pondra lmites a la
posicin de sujeto desde la cual hablar. Del mismo modo, Bidaseca seala que:
[18]
1.2 El silencio y la palabra
Las mujeres han tenido una historia aparte de la de los hombres; en consecuencia,
dejemos que las feministas hagan la historia de las mujeres que no tiene por qu
interesarnos; o la historia de las mujeres tiene que ver con el sexo y con la familia y
debera hacerse al margen de la historia poltica y econmica (Scott, en Lamas
1996:269).
15
Pisano, Margarita. Las rebeldas de las mujeres. Margarita comparte sus reflexiones a travs de su
pgina web, esta cita puede encontrarse en artculo completo, en:
www.mpisano.cl/articulos/rebeldias.htm#v_01
[19]
Para Scott (1996) el desafo que marcan estas respuestas es de carcter terico. El
anlisis requiere no slo de la relacin entre experiencia masculina y femenina en el
pasado, sino tambin de la conexin entre la historia pasada y la prctica histrica actual.
Por lo mismo, no se trata de buscar procesos histricos idnticos para todas las mujeres,
puesto que no todas tienen la misma historia (Bock 1991:57) ni viven todas las mismas
realidades. Por ello, al remirar la historia se necesita, por una parte, comprender lo vivido y,
por otra, asimilar la experiencia.
En los procesos de liberacin poltica que emprendieron los pueblos a mediados del
siglo XX, Kirkwood advierte que las vindicaciones de las mujeres se debieron sumar con
posterioridad, ya que su forma de insercin dependi, fundamentalmente, de su adscripcin
o pertenencia de clase y a la eventualidad de poseer una adecuada conciencia poltica. Este
proceso de liberacin se plante como una teora ya hecha, acabada y que debi ser llevada
a la praxis por los sectores ms conscientes de la sociedad: el proletariado y sus
vanguardias polticas, y con el fin de evitar debilitamientos en la lucha ideolgica excluy
la incorporacin de los cuestionamientos y reivindicaciones de las mujeres:
[20]
La configuracin poltica establecida desde los silencios impuestos constituy una
barrera para la percepcin de las mujeres como sujetos autnomos, ciudadanas con
reivindicaciones singulares. Esto posibilit el desarrollo de una conducta poltica en apoyo
a la lucha de los ciudadanos neutros los hombres a travs de sus vanguardias (los
partidos polticos), definiendo ellos todo el quehacer poltico e intelectual de las mujeres
(Ibid 1986:162). Los protagonistas de los procesos polticos fueron los hombres y la causa
reconocida por todos fue la lucha de clases, de manera que los procesos de liberacin
global han sido contradictorios con los procesos emancipatorios de las mujeres.
[21]
Forstenzer nos plantea una reflexin crtica en torno a la influencia de la poltica de
los acuerdos en el movimiento feminista, el cual ha fortalecido una corriente ms
conveniente para la gobernabilidad. Es as como a comienzos del siglo XXI varias
organizaciones desaparecen entre ellas la Casa de la Mujer de Valparaso, y otras se van
debilitando, probablemente por la disminucin de la cooperacin internacional y la
imposibilidad de recrearse. El trmino de organizaciones que en su origen se plantearon
como antidictatoriales hace pensar en una historia suspendida que, junto a la poltica de los
acuerdos, puso una pausa a la rebelda y articulacin desde las mujeres. En la actualidad, la
incidencia para lograr polticas pblicas pasa por los canales que permanecen en las
estructuras de poder masculinas: los partidos y la iglesia. Incluso la idea de un proceso
constituyente, como el que vivieron las mujeres en las asambleas de 1925, parece un
horizonte lejano y an mediado por quienes tienen derecho a la palabra. Como dira
Bourdieu:
Las palabras ejercen un poder: hacen ver, hacen creer, hacen actuar. Pero es
necesario preguntarse: dnde reside el principio de esta accin, o ms exactamente,
cules son las condiciones sociales que hacen posible la eficacia de las palabras. El
poder de las palabras no se ejerce sino sobre los que han estado dispuestos a orlas y
a creerlas. El principio del poder de las palabras reside en la complicidad que se
establece, a travs de las palabras, entre un cuerpo social encarnado en un cuerpo
biolgico, el del portavoz autorizado, y los cuerpos biolgicos socialmente
formados para reconocer sus rdenes, sus exhortaciones, sus insinuaciones o sus
conminaciones, y que son los sujetos-hablados, los fieles, los creyentes (En
Eribon 1982).16
16
Entrevista realizada por Didier Eribon para el diario francs Libration, 19 de octubre de 1982, con
motivo de la publicacin de Ce que veut dire parler. Esta obra fue traducida al castellano bajo el ttulo de
Qu significa hablar? Economa de los intercambios lingsticos. Editorial Akal, Argentina. 2014.
[22]
discursos patriarcales. Ya lo dira Aristteles en su Poltica el esclavo est absolutamente
privado de voluntad; la mujer la tiene, pero subordinada17. Ellas fueron negadas de la
funcin poltica, no tuvieron palabra, no fueron nombradas en la polis; su nombre, su ser,
slo estuvo en lo privado. Todo lo que ha sido negado ha sido desplazado del terreno
poltico18. Como bien lo ha sealado Jane Flax, el deslizamiento de las cuestiones
ontolgicas hacia el terreno de lo poltico, o las complejidades en las relaciones entre
subjetividad y poltica, hacen que una tropiece con obstculos recurrentes (En Ciriza
2008:25). Sin embargo, cabe preguntarse cules seran las posibilidades de que el sujeto
que simblicamente no ejerce poder pueda devenir en sujeto protagonista de las
transformaciones sociales? Para Deleuze y Parnet:
17
Aristteles, Poltica. Ver en Libro primero, de la sociedad civilde la esclavitud de la propiedad del
poder domstico. Captulo I, origen del Estado y de la sociedad. Pgina 10. En:
http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/a/Aristoteles%20-%20Politica.pdf
18
Este desplazamiento de las mujeres en la poltica se puede medir a travs del nmero de escaos ocupados
en el Parlamento chileno. En la eleccin, entre 1990 y 2006 se pas del 5,8% al 15,8% de diputadas,
mientras que en el Senado el porcentaje de mujeres se mantuvo ms constante. En 1998 se registr un leve
incremento, pasndose del 2,6% en 1990 a un 5,2% ocho aos despus, porcentaje que se mantendra
hastala eleccin parlamentaria de 2009. En esa oportunidad se registr un aumento de la presencia
femenina en el Senado, mientras que en la Cmara de Diputados descendi., si bien levemente. En 2014,
en el Senado hay cinco mujeres que representan el 13,2% y en la Cmara Baja hay 17 mujeres que
equivalen al 14,2%. (Biblioteca del Congreso Nacional, 2012:3-8)
19
Deleuze busca diferenciarse de las posturas teleolgicas que asignan un fin al devenir. No hay ningn
tipo de fin en el devenir. Causa final y devenir se excluyen. Las teleologas suponen un origen y un fin, un
trmino del que se parte y un trmino al que se llega (substancia o sujeto). Para poder escapar de un
sistema hay que des-substancializarse, hay que des-subjetivarse; de lo contrario, nunca se escapa. Por eso
el devenir es silencioso e imperceptible.
20
Suponer trminos es aceptar una posicin esencialista, substancialista, platnica-cristiana,
trascendentalista.
21
Es estpida porque remite precisamente a lo que no cambia, a lo que no deviene. Supone que la vida se
define por la continuidad, por lo permanente, por lo mismo, y no por la creacin, por la discontinuidad,
por el devenir. La pregunta nos obliga a responder estpidamente: Todo bien o Aqu me ves. No
pas nada. Soy el de siempre.
[23]
evolucin no paralela22. Una doble captura, puesto que lo que23 cada una deviene
cambia tanto como el que24 deviene (Deleuze y Parnet 1980:4-5).
Hay devenires que actan en silencio, que casi son imperceptibles. () Los
devenires son lo ms imperceptible, son actos que slo pueden estar contenidos en
una vida y que slo pueden ser expresados en un estilo (Ibid 1980:1-5).
22
Doble captura: una accin captura a la otra y viceversa. No se trata de que uno asimile al otro ni que se
asocie con el otro. La doble captura modifica ambas acciones. Cada accin le roba algo a la otra, de
manera que componen algo diferente. Evolucin no paralela: no se trata de dos procesos semejantes,
paralelos o que se desarrollan hacia un mismo fin. Cada proceso es heterogneo (dos reinos) respecto
del otro. Sus acciones no tienen el mismo sentido o la misma direccin. Sin embargo, se produce un
encuentro de ambos movimientos.
23
Objeto.
24
Sujeto.
25
Esta nota fue sealada por el traductor Ricardo Etchegaray, en eltexto de Deleuze y Parnet Dilogos
1980.
[24]
Amors, plantear la posibilidad de desidentificarse con respecto a un genrico masculino,
implica una crtica de distanciamiento, de objetivacin, de tantear alternativas y
redefiniciones (Amors 2008:19). Del mismo modo, Spivak seala:
Tenemos a nuestra disposicin todos los textos del mundo y la pregunta no puede
caer en los engaos de un puro Qu soy yo? Sin embargo, nos restituye la
posicin de sujeto cuestionador en virtud de la pregunta-efecto, una posicin que la
diferencia sexual nunca le ha permitido de modo lcito a las mujeres a propsito de
los hombres. Este gesto debe continuar suplementando el trabajo sustantivo y
colectivo de restituir la historia y literatura de la mujer (Spivak 1994:174-175).
Esta operativa de restituir la historia de las mujeres, implica reescribir el texto social
de modo que las diferencias histricas y sexuales operen juntas (Ibid 1994:174). El cuerpo
y las palabras contribuyen a formar el mundo social, son histricas. Para Bourdieu, el
lenguaje es una tcnica del cuerpo: las palabras expresan perfectamente la gimnasia poltica
de la dominacin o de la sumisin porque son, con el cuerpo, el soporte de montajes
profundamente ocultos en los cuales un orden social se inscribe durablemente (En Eribon
1982)26.En la inscripcin de un orden no todo se mantiene en disciplina, las fugas son
posibles incluso desde los cuerpos y subjetivaciones. Los puntos de subjetivacin presentan
lneas de fuga, devenires donde se debe tener en cuenta la funcin del estilo. Para Deleuze,
las palabras no son meramente relevantes, lo que cuenta sera el estilo:
26
Entrevista realizada por Didier Eribon para el diario francs Libration. Ver nota 17.
[25]
El estilo se define por las heterogeneidades, por las discontinuidades, por los puntos
de subjetivacin y por un cierto desorden. Eso es el tartamudeo y esto tambin sera la
figura de un devenir. Para Deleuze son los actos, los fluidos, las velocidades y gradientes
quienes se agencian, es el deseo, ya que una palabra siempre se puede reemplazar por otra;
es decir, en el acto de devenir podemos crear palabras y usarlas en distintos contextos para
generar la posibilidad de mltiples sentidos y vida, porque el estilo tiene un efecto en la
escritura.
[26]
metfora general que ya est inscrita en la estructura gramatical, a un simbolismo
ms profundo de naturaleza sexual (Violi 1991:77).
Toda dominacin simblica presupone, por parte de aquellos que estn sometidos en
ella, una cierta complicidad que no es una sumisin pasiva. El reconocimiento de la
legitimidad del lenguaje oficial no tiene que ver con el hecho de tener una creencia
explcita y deliberada, ni con un acto intencional de aceptar una norma (Bourdieu
en Butler 2004:222).
[27]
reclamo de minora, como cuestionamiento (reafirmacin) de una tradicin cultural pre-
moderna y como auto-comprensin tico-poltica del colectivo. La auto-afirmacin de un
colectivo es lo que tienen en comn estas tres modalidades (Garca de la Huerta 2010:16),
aspecto que tambin retoma Dora Barrancos, diciendo:
Sin embargo, esta cuestin presenta una tensin con el camino hacia la
redistribucin y justicia, que ya estara muy situada desde la identidad modelada, llamada
por Fraser como modelo de la identidad (Fraser-Honneth 2006), en el cual al hablar de
reconocimiento se hace referencia de inmediato a que ha de ser reconocido como la
identidad, en tanto forma especfica de ser: una mujer, una persona de color, una mapuche,
un gay o una lesbiana, entre otras. Pero el enfoque de la identidad, siguiendo a Fraser, tiene
serios problemas, por lo que ella avanza hacia el estatus como un modo de evitar la
reificacin autoritaria y la lgica conformista del modelo identitario. Este estatus no slo se
limitara a la participacin poltica sino que tendra un sentido de justicia. La justicia
requiere que las personas tengan una posicin, un lugar para participar activamente como
pares en la democracia, en la vida social, poltica, econmica y cultural. Es decir, en las
relaciones familiares, en el mercado del trabajo, en la poltica y otras esferas en las que
exista un relacionamiento las personas deberan sean reconocidas, escuchadas sus voces,
decidir sobre sus vidas, vivir en condiciones que les sean favorables para un desarrollo
integral. Por ello, el reconocimiento sera una estructura que se aplica a las relaciones
interpersonales y sociales, teniendo en cuenta el concepto hegeliano que posiciona la
autoconciencia en relacin a otro, yo como condicin de posibilidad del reconocimiento
recproco, es decir intersubjetivo. En palabras de Habermas:
[28]
universal, en el que sobre la base de la reciprocidad, los sujetos que se saben a s
mismos quedan asociados como no idnticos (En De la Maza 2010:69).
Para Taylor (1993), las comunidades cuentan al igual que los individuos. A
diferencia de Garca de la Huerta, Taylor no distingue que slo el yo tiene conciencia de s
mismo por los recuerdos que guarda y el sentimiento de permanecer el mismo a pesar de
los cambios.
[29]
y nuestras luchas pasaron a ser secundarias y marginadas de lo poltico. Por ello, el
reconocimiento no establece nociones de homogeneidad, sino de diferencias originadas por
el continuo movimiento. En opinin de Barrancos las identidades son materia de
negociacin entre el adentro y el afuera:
[30]
Estamos constituidos por cmo somos interpelados como cuerpos; por ejemplo, se
nos atribuye un gnero segn nuestro cuerpo, podremos tener mejores resultados en una
entrevista laboral segn nuestra apariencia, el cuerpo sera el pretexto para limitar o
posibilitar cualquier relacionamiento. Los cuerpos estn cruzados por la condicin de
vulnerabilidad y dependencia, ya que nuestra salud, nuestra alimentacin, educacin y
bienestar dependen de las condiciones externas que nos provee el Estado, de los servicios
de otras personas, del buen trato y afecto que podamos construir juntos con otros. Butler
seala que si como cuerpos quedamos completamente aislados, no sobrevivimos ni como
nios, ni como adultos (Butler 2011:59). El poder acta sobre los cuerpos, los regula
(Butler 2005:63). Un ejemplo de ello podemos observarlo en las actuaciones del grupo
islamista Boko Haram, que en Nigeria, a travs del secuestro y violencia extrema,
manifiesta su rechazo ante la educacin de las nias y puede generaren la opinin pblica la
idea de prohibirla. El cuerpo de las nias y mujeres es subordinado y replegado a una nica
esfera reproductiva y servicial de los deseos masculinos; este poder opera sobre la materia
de las nias, su cuerpo, invocando una historia sedimentada de jerarqua sexual (Ibid
2005:87).
Para Honneth existiran tres esferas del reconocimiento: la primera, el amor, como
el primer reconocimiento de una madre a un hijo; la segunda, el trabajo27 ya que lo que
27
Este anlisis deviene de una crtica al modelo capitalista en el cual los/as trabajadores/as slo seran una
pequea parte de un engranaje mayor de produccin; aqu el producto del artesano no sera apropiado por
l, l no se reconocera ya que no sera propietario. El trabajo no es para s mismo sino para una
organizacin mayor, el artesano slo recibira una pequea parte, la plusvala, como dira Marx es negada
[31]
hacemos y producimos define el mrito, la estima social, el reconocimiento que otros tienen
de m; y la tercera esfera, el derecho, que sita a los sujetos tutelados por las leyes y
reconocidos por los Estados. Si viramos a las mujeres en su devenir por las tres esferas, en
todas estara mediada por las brechas presentes en la sociedad patriarcal y capitalista. Por
ello, el colectivo ha hecho tantos esfuerzos por visibilizar que lo personal tambin es
poltico, ya que las luchas por el reconocimiento, redistribucin y justicia (Fraser 1997)
tienen dimensiones que no son exclusivamente las pblicas como sealan Taylor, Honneth,
y Habermas, sino privadas, ntimas y subjetivas. Los procesos colectivos van junto a
revoluciones cotidianas (Kirkwood 1986) que, luego, las mujeres comparten entre otras
produciendo sincretismos28 (Lagarde 2011). De all la potencia de la colectivizacin y la
constitucin de espacios para y desde las mujeres.
al artesano generando un menosprecio por su trabajo. Esta experiencia de menosprecio, de injusticia que
se vive en la esfera del trabajo, es parte de las luchas por el reconocimiento.
28
Entendido como la articulacin de elementos tradicionales y modernos, donde se generaran posibles
intercambios culturales entre las mismas mujeres.
[32]
Captulo II: Proximidad y clinamen: la emergencia de un proyecto
[33]
movimiento, a una ruptura imperceptible de la simetra espacial (Ibid:52). Por ello el
clinamen tendra un efecto transformador, es la pendiente ms pequea posible que abre la
va de la existencia, sera la desviacin ms pequea pero la pendiente ms ptima. En
palabras de Serres:
Ligar, estar ligadas en un quehacer cotidiano y gestar algo que tuviera un cuerpo
es el grfico ejemplo de cmo en el discurso se enuncia la materializacin del movimiento,
un clinamen. El mnimo deseo31 de reunirse y el apoyo de Mirta Crocco se transform en
un mximo en la accin poltica. El colectivo, a pesar del aparato represivo, codificador de
31
Esta nocin de mnimo deseo la entiendo en su sentido movilizador y energizante, es un canal que permite
fluir y deslizar los cuerpos hacia la proximidad de otros. Es mnimo en su sentido casi imperceptible, es
silencioso agenciamiento. Profundizar esta nocin en el captulo IV, en el cual abordar una poltica
rizomtica. El deseo ser el punto de expansin de nuevas proximidades rizomticas.
[34]
los deseos y prcticas revolucionarias, pudo fluir en un escenario local caracterizado por su
geografa rizomtica. Valparaso es un rizoma: conecta cualquier punto con otro cualquiera,
no est hecho de unidades, sino de dimensiones o ms bien de direcciones cambiantes
(Deleuze 1997:48), entre pasillos estrechos, cerros, gradientes, torbellinos de colores,
sombras, escaleras infinitas, mltiples entradas como dira Deleuze (1997:29), cuya
perspectiva no tiene un horizonte limitado, sino que permite mirar sin una continuidad
rgida, ya que se vuelve voluta, acontece una raz de mltiples posibilidades para la
ubicacin y la perspectiva.
[35]
materialidades para introducir un tiempo nuevo para ellas, un tiempo de rebeldas
feministas que transgredi, con sus inclinaciones, la situacin disciplinar del contexto
dictatorial y patriarcal.
Las mltiples desviaciones que vivieron las mujeres en la dictadura militar, tuvieron
en Valparaso una serie causal que permiti generar articulaciones e hitos en la lucha por la
democracia, permitiendo abrir nuevas inclinaciones y generar nuevas posibilidades para
recuperar espacios democrticos. Siendo cada una singular, con el efecto clinamen
formaron parte de ser nosotras, donde el nosotras sera entre nosotras, un plural que no
perdi su singularidad.
[36]
mujeres, que no slo aspiraban a un proceso de liberacin nacional sino que apelaron a la
conquista de las libertades ntimas, aquellas amarradas en el vnculo autoritario del
Estado32.
32
Segn el informe Rettig y la Corporacin Nacional para la Reconciliacin y Reparacin, hubo ms de
3.197 asesinatos y desapariciones. Ver en: http://www.derechoschile.com/espanol/victimas.htm
[37]
un claro sello feminista. Con el pasar del tiempo, esta colectiva form una coordinadora de
grupos a la que se sum Semilla, constituido por un grupo de jvenes del Partido
Comunista y el Comit de defensa de los Derechos la Mujer (CODEM), instancia ligada al
MIR.A propsito del Caupolicanazo33 de 1983 en Santiago en marzo de 1984 se realiz en
Valparaso un gran acto poltico en el Fortn Prat, lleno, cuatro mil mujeres (Gaviola, et al.
1994:170). Como nos relata Blanca, este evento fue la primera conexin con Mireya, quien
sera la directora de la Casa de la Mujer:
Lo que sita Blanca como el primer encuentro con Mireya, dirigenta del colectivo
la Ruptura, es la emergencia de un tejido entre mujeres que ms adelante gestar un nuevo
proyecto. Despus del 8 de marzo de 1983, un grupo de mujeres que formaban parte de la
Ruptura, entre ellas Mireya, crean el Taller de la Mujer en el cual realizaban talleres de
sexualidad, teatro del oprimido, talleres de comunicacin y encuentros. Un punto crtico
que expres Mireya fue la situacin del espacio para realizar las reuniones y actividades:
33
Un multitud de mujeres se reunieron en el teatro Caupolicn de Santiago en 1983.
[38]
Partimos juntndonos en un local privado y despus conseguimos un espacio en el
Colegio de Profesores. Ah estuvimos mucho tiempo hasta que entraron y allanaron
el local; el hecho de no tener un espacio donde reunirnos fue matando esto (Gaviola
et al. 1994:171).
El ao decisivo, justamente. Tena algo que ver con el ao decisivo, pero tambin
tena que ver con la voluntad de las que estbamos ah (Mireya).
[39]
condiciones maduraban para el xito de la Sublevacin Nacional. Definido ya no como
protesta, sino como Paro Nacional, el 2 y 3 de julio ha sido considerado la ltima gran
movilizacin contra la dictadura fuera de un
contexto electoral. El Partido Comunista, en su
informe de evaluacin del paro del 2 y 3 de julio,
sealaba:
[40]
Otro hecho que marca el contexto de mediados de los aos ochenta es el terremoto
de 1985 y los ndices de cesanta que comienzan a aumentar a partir de esa fecha,
generando un cambio en las relaciones materiales de sexo, en el cual son principalmente los
hombres los que se encuentran sin trabajo, como seala Mirta:
Cifras que grafican los dichos de Mirta. La divisin sexual del trabajo, que situaba a
los hombres como sujetos de la produccin, se ve remecida por los ndices
macroeconmicos y quienes comienzan a parar las ollas son las mujeres pobladoras.
34
Elaboracin propia, segn datos obtenidos de Censo 1982, pgina 168.
[41]
El mismo diario, en marzo de 1985, contina
reflejando la cesanta. En la nota aparece una
madre con sus tres hijos la duea de casa
Miriam Ros Weechy, del cerro Crcel, con
sus tres hijos, fue sorprendida en el interior de
la Catedral de Valparaso en el instante del
sismo. Rezaba por su esposo cesante (El
Mercurio, 1985).
Todo estaba teido por la lucha contra el dictador, contra un enemigo comn. Pero
no era solamente eso. Haba una cosa ms que tenamos que discutir; poner lo
domstico en lo pblico. Se empez a trabajar desde la accin. Igual nosotras
participbamos dentro de otra coordinadora, muy bonita, la coordinadora de
Mujeres por la vida. Trabajbamos con mujeres pobladoras (Consuelo).
35
En este periodo el MIR estaba dividido en dos fracciones, una representada por Andrs Pascal y Hernn
Aguil y otra liderada por Nelson Gutirrez (MIR Renovacin). La divisin fue irreconciliable en el
congreso de 1987 donde se reeligi a Pascal como secretario general y a Aguil como subsecretario
[42]
Fue como en el ao 88. Hubo un encuentro clandestino y nadie quera tener un
departamento femenino como lo tena el Partido Comunista. Entonces en el MIR se
form una Comisin Nacional de Mujeres que tena autonoma y poda participar
directamente de la comisin poltica (Mireya).
general, y se eligi un nuevo secretariado ejecutivo nacional, del cual el sector de Gutirrez se margin.
Segn la edicin de noviembre de 1987 de El Rebelde, edicin nmero 233, las resoluciones aprobadas
por mayora apuntaban a fortalecer la alternativa democrtico-popular, rechazndose las tendencias
negociadoras y claudicantes que existan en el campo opositor. A la vez, se sealaba que el MIR
reafirmaba su programa y estrategia revolucionaria, lo cual implicaba sostener el objetivo de
derrocamiento de la dictadura e impulsar la constitucin de un gobierno democrtico, popular y
revolucionario que permitiera avanzar hacia la construccin del socialismo en Chile (Pinto y Leiva
2008: 129-130).
[43]
Los devenires tienen efectos transformadores, el contexto provoc cambios en las
vidas de las mujeres, modificando su lucha poltica partidaria a una lucha desde las mujeres
y sus organizaciones. El devenir en un contexto dictatorial sera un devenir que no es
esttico, ya que el devenir implica velocidad, se traslada, se desplaza.
Por ejemplo, por un cuello de botella que fuese la mitad de ancho que el ro normal,
el agua pasa al doble de velocidad. Aunque se refera a un fluido, las consecuencias
de la ley podan comprenderse imaginando un flujo continuo de animales. Con el
tiempo Leonardo supuso que su ley de la continuidad era aplicable a los fluidos de
todo tipo, incluyendo el aire (En Guilln 1999:78-79).
[44]
2.2 Surgen las ONG y las Casas de la Mujer
[45]
desarrollo (Lpez s/f:143-144). Se cataloga a las ONG por su vocacin, tipo de actividades,
alcance geogrfico y estrategia general, en primera, segunda, tercera y cuarta generacin.
La primera surgi alrededor de 1945, basada en la necesidad de realizar acciones de
emergencia y asistenciales; la segunda, en 1960, basada en la cooperacin Norte-Sur, en la
transferencia de recursos y sensibilizacin de los problemas sociales en el Norte; la tercera
surge alrededor de 1973, cuestionando el modelo de desarrollo del Norte y la dependencia
de los pases del sur latinoamericano. La cuarta generacin surge en 1982, fundamentada en
la idea de equidad social y sostenibilidad ecolgica, desde la cual nace la nocin de
empowerment, institucionalizada por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (Ibid s/f:150).
[46]
son identificadas como grupo objetivo de las polticas de desarrollo (Birgin en
Torres1995:92).
[47]
caso de las ONG esta apuesta de transformacin social tiende a estar atada a un
nudo fundamental que parte desde su propio origen fundacional Pueden estos
organismos, que dependen para su desarrollo y supervivencia de la cooperacin
internacional o nacional, adjudicarse este deseo transformador? El propio devenir de
su historia parece responder que no (Toro 2005:101).
Para las mujeres fue un hito el surgimiento de la Casa (). Tenamos los proyectos
de atencin a vctimas de violencia sexual y domstica. Tuvimos un trabajo sper
importante de poder formar y capacitar en los temas de acogida en violencia sexual
y domstica para las mujeres, nias y nios abusados. Tenamos conexiones con
feministas de toda Latinoamrica. Participbamos en encuentros. Fue un trabajo
muy bonito porque no se qued en la militancia de algunas, sino que se abri a la
expresin de todas las mujeres organizadas, desde la duea de casa o la mujer de
poblacin. Pasamos a ser una fuerza sper importante en Valparaso y en la regin
porque nosotras tambin apadrinamos la formacin de la Casa de la Mujer en
Limache (Consuelo).
36
Otras casa que surgen en el siglo XXI Casa de la Mujer Mara Conti, de San Pedro Jujuy (2007):
http://www.ela.org.ar/a2/index.cfm?fuseaction=MUESTRA&campo=htm0054&ext=htm&codcontenido=
[48]
Mujer 8 de marzo, Casa de la Mujer de ITZA, Casa de la Mujer XOCHIL, todas en
Nicaragua. La Casa de la Mujer de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia que comenz sus
trabajos el 1 de mayo de 1990, la Casa de la Mujer Artesana37 de Per en 1993, la Casa de
la Mujer para vctimas de violencia fundada en 1982, la Asociacin Casa de la Mujer
fundada el 24 de octubre de 1984, tambin en Per. En Colombia nace en 1979 la Casa de
la Mujer de Bogot. Por su lado en Argentina surge la Casa de la Mujer de Argentina, la
Casa de las Mujeres Norma Nassif, adems se funda la Casa de la Mujer Rosario
Castellanos38. Todos estos colectivos u ONG tuvieron como pblico objetivo a las mujeres.
Al igual que estas casas, Consuelo nos seala que en Valparaso:
La Casa nace con mujeres militantes. Todas compartamos este compromiso o esta
necesidad de luchar por los derechos de las mujeres y luchar contra la dictadura
(Consuelo).
La Casa de la Mujer se sita desde una poltica del reconocimiento, cuya pretensin
fue avanzar en un proyecto transformador hacia la vida y libertad de las mujeres. Este
proyecto transformador tendra un sentido desde la definicin del nombre Casa de la
Mujer como un espacio en donde se pretende la democratizacin. Recordemos la consigna
Democracia en el pas y en la casa, premisa que tambin sita la necesidad de una
revolucin cotidiana: siguiendo a Kirkwood, la revolucin de la vida cotidiana sera la
extrema precisin en el tiempo y en el espacio de un cambio social real para la sociedad en
su conjunto (Kirkwood 1986:35), o sea, es una revolucin tica y poltica, marca lo privado
[49]
e ntimo. Estos mrgenes se desdibujan, ya que estn en permanente interaccin en lo
pblico, en la organizacin feminista:
Eran propuestas feministas, creo yo. Eran ONG feministas. Ah es donde se da esa
experiencia que dura hasta los 2000 y que tambin tiene harto aprendizaje y quizs
es la fuente de conflicto con lo que empieza a llamarse la institucionalizacin del
movimiento feminista (Paula).
Las ONG actuaban como puente para la recomposicin del tejido social, pero al
mismo tiempo tenan que enfrentar las problemticas propias de un cuerpo
institucionalizado. Algunas ONG se plantearon crticas respecto de lo institucional estatal,
como, por ejemplo, las ONG de salud sealaron que el Estado en su lgica de subsidiaridad
sustentaba posiciones ideolgicas basadas en el autoritarismo, la represin y la exclusin,
con intento de fragmentar el cuerpo social y recomponerlo en estructuras corporativas
(ECO-EPES 1989:3)39. Sin embargo, la crtica no es suficiente, ya que hay dinmicas
autoritarias que estn en funcionamiento y cuando se depende econmicamente de un
39
Esta cita proviene de un texto histrico titulado Encuentro de organizaciones no gubernamentales en
salud de 1989, participaron ONG ECO y EPES.
[50]
agente externo resulta ms complejo avanzar hacia procesos autnomos, aspecto sobre el
cual reflexiona una de las participantes de la Casa de la Mujer:
Hasta hoy son escasas las agencias de cooperacin que financian a organizaciones,
independientemente de sus proyectos. La gran mayora acta con agendas que son
reguladas cada ao, segn el cumplimiento de objetivos de desarrollo que
discrecionalmente se definen. La institucionalidad del movimiento feminista no slo opera
en la medida en que los cargos son ocupados en el gobierno, en las llamadas femcratas,
sino que tambin se expresa en la formacin y encuadre de iniciativas segn disponibilidad
financiera. Esto genera, al interior de las organizaciones, una maquinaria que distribuye
informes, actividades, productos e indicadores, segn los tiempos heterodesignado, y que
poco y nada podran ayudar a transformar la realidad de las mujeres.
[51]
Captulo III: Proximidad interna a la Casa de la Mujer de Valparaso
En Valparaso el imaginario en
torno a la Casa de la Mujer tiene
diversos matices. Por un lado, se
presentan discursos que sealan
la incertidumbre de su trmino, el
dolor y frustracin que esto
provoc y, por otro, aquellos que
expresan la necesidad de retomar
el proyecto, volver a generar un
lugar de encuentros y formacin poltica para las mujeres y feministas de la regin.
Siguiendo a Benjamin, podra decir que para algunos discursos la Casa de la Mujer qued
suspendida40 en la historia, su continuidad entre 1986 y 2006 tuvo una ruptura que hizo
poner una pausa a la ONG, su historia sera pasado en cuanto pendiente. El en cuanto
pendiente es su necesidad de expresin, esa es su fuerza, que dbilmente nosotras
heredamos, como dira Benjamin: entonces nos ha sido dada, tal como a cada generacin
que nos precedi, una dbil fuerza mesinica, sobre el cual el pasado reclama derecho (En
Fernndez 2006:8).
40
En Walter Benjamn, Dialctica en suspenso, Arcis- LOM, 2002.
[52]
accedidos dan cuenta de una palabra cuyos matices abordan el reconocimiento de la Casa
como el espacio de formacin de mltiples mujeres de la regin, como el espacio de
organizacin y generacin de redes locales, como la referencia en torno a la causa contra
violencia hacia las mujeres, su incidencia en polticas como la ley de violencia, adems de
la realizacin de varias campaas sobre los derechos sexuales y reproductivos, junto al Foro
Salud de Derechos Sexuales y Reproductivos y la Red de Salud de las Mujeres
Latinoamericanas y del Caribe, entre 1995 y 2005, aproximadamente.
Cada una de las mujeres que entrevist41 y que formaron parte de la Casa de la
Mujer, Mireya Zuleta, Consuelo Zuleta, Blanca Ros, Mirta Crocco, Eliana Vidal, Nani
(Adriana), Paula Quintana, Marisol Matus, Fresia Avendao, Yolanda Soto, Paula Santana
y Myriam Donoso, tuvieron sus trayectorias polticas que confluyeron en sumar esfuerzos
para construir un proyecto comn. Las fundadoras de este proyecto redactaron los
objetivos, definieron el problema y su propuesta de solucin a travs de la construccin de
una Casa: Mireya y Blanca, con apoyo de Mirta; luego se sumaran Consuelo Zuleta,
Renate Francia, Ana Mara Roma y Gladys Arcos que formaron parte del colectivo Casa de
41
Recordemos que estas entrevistas se realizaron entre octubre-diciembre 2013 y enero 2014, en Valparaso
y Via del Mar.
[53]
la Mujer y que ms adelante se transformara en una ONG42 cuyo organizacin sera una
escuela de aprendizaje para todas:
Las tres mujeres que Consuelo nombra como las idelogas del proyecto, tienen en
comn una militancia en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, colectividad
que para mediados de los ochenta se haba erosionado por el enorme esfuerzo desplegado
en el contexto del ao decisivo, 1986. La dictadura militar no haba sido derrocada, las
protestas daban seales de una rutinizacin, haban perdido espontaneidad, se volvieron
movilizaciones de combatientes y para 1986 ya se saba que las protestas en s mismas no
eran decisivas (Moulian1997:317). El MIR cay en una espiral de resquebrajamiento
interno que se precipitara rpidamente hacia su divisin. El plebiscito de 1988 inici
finalmente la transicin democrtica, y el partido nacido un cuarto de siglo antes transitaba
hacia su disolucin. La dcada que, segn la carta abierta de enero de 1981, haba
comenzado bajo tan buenos auspicios, terminaba bajo el signo de un desenlace sin retorno
(Pinto y Leiva 2008:85). En este contexto, las feministas militantes, y especficamente
quien lideraba el colectivo, Mireya, hace un ejercicio de establecer fronteras entre la
poltica del MIR y lo poltico feminista:
42
En la ONG se integran al trabajo varias mujeres: Fabiola Fernndez, Paula Santana, Paula Quintana,
Camila Maturana, Myriam Donoso, Claudia Salvo, Marcela Reinoso (form la biblioteca de la Casa de la
Mujer), Delia Gonzlez.
[54]
Militaba en el MIR, pero pusimos una clusula: que el partido no se metiera en las
decisiones de la Casa de la Mujer; que sta fuera autnoma e independiente. El
partido no la poda instrumentalizar para convocar a militantes, nada, o sea, era
autnoma e independiente del partido (Mireya).
Dentro del MIR digamos empieza la Mireya, la doctora Marisa a dar la pelea por
esta recuperacin de lo que es el feminismo y la identidad de las mujeres dentro del
MIR. Y de ah empiezan muchas cosas. De hecho, por eso el colectivo est formado
por gente del MIR: la Mirta, la Mireya; desde eso, desde el MIR parte una serie de
proyectos feministas. Pero yo creo que son las mujeres del MIR las primeras que
empiezan a criticar, desde dentro de los partidos, no te digo fuera, porque fuera s
haba otros grupos de mujeres. Porque yo creo que durante la dictadura es cuando
las mujeres empiezan a alzarse como mujeres (Eliana).
Esas fricciones, ese malestar de las mujeres de partidos de izquierda se dio en todos
los partidos de izquierda. En el Partido Socialista, en el MIR, en el PC, en todos
lados. En todos esos partidos hubo salida de mujeres que decidieron formar parte de
un movimiento feminista. As se forma el movimiento feminista de esa poca. Con
esas mujeres de izquierda, que salen porque no encuentran lugar y cachan que por
[55]
ah no va la cuestin, que tienen que hacer un movimiento autnomo. Ese es el
feminismo chileno. La tercera ola de feminismo en Chile que comienza con esas
mujeres (Paula).
Todas, en general, eran mujeres mayores, dira que abuelas, pero abuelas jvenes de
48 aos. Dentro de los grupos de salud haban cosas muy importantes de cmo
vivan el parto, el embarazo, las relaciones y los abortos, ah fue mi primer shock,
las que menos se haban hecho el aborto eran 8, y era desde que se introducan las
varillas, las ramas o se tiraban desde las escaleras del Cerro Cordillera y quedaban
moradas. Eran momentos muy difciles, de mucha confianza y nobleza, en el grupo
haba una intimidad que se estaba exponiendo por primera vez. Haba tristeza y las
mujeres, que estaban calladas y asustadas, en principio escuchaban, y despus esto
lo acogan amorosamente, fue una experiencia muy bonita. Me acuerdo de otro
43
Cuando los tomos chocan, sus electrones externos interactan y pueden pasar de un tomo a otro,
permitiendo que los tomos que chocaron permanezcan unidos.
[56]
grupo de Cerro Placeres: ellas tenan toda una trayectoria de participacin, mucha
fuerza, incluso me convencieron de que tuviera a mi hija sin anestesia y tenerla en la
casa. Cuando me embarac nos contamos la experiencia, incluso ellas me regalaron
un tremendo chal contndome de sus experiencias de parto, as fuimos recopilando
datos, esa era una metodologa. Adems, organizbamos los talleres segn lo que
ella queran, haban cosas donde yo no tena idea entonces yo llevaba alguien y as
iba evolucionando el taller, hablbamos cosas de una o del pas o cosas generales
que estaban sucediendo, por ejemplo de la planificacin familiar, y de lo que estaba
sucediendo en los consultorios (Blanca).
As, Blanca aterriz en Chile y con las redes que tena su madre, Mirta, quien
participaba del Comit de Defensa de los Derechos de la Mujer (CODEM) comenz a
participar en las organizaciones de derechos humanos y al poco andar realiz un
proyecto44con organizaciones de base de los cerros de Valparaso, experiencia que nos
relat. Su madre, Mirta, adems de CODEM, era parte del Comit de Defensa de los
Derechos del Pueblo (CODEPU) y trabajaba como docente en la Universidad Catlica de
Valparaso. Por su parte, Mireya, quien sera la coordinadora del colectivo Casa de la Mujer
y luego directora de la ONG, comienza su vida activista feminista en la Universidad
Catlica como estudiante de filosofa:
44
Este proyecto lo present desde CODEM y obtuvo apoyo de un fondo de iniciativas para jvenes del
Reino Unido.
[57]
tena en el MIR. En la universidad conoce a una reconocida profesora de Trabajo Social,
Mirta, quien tuvo una trayectoria que da cuenta de la resistencia y creatividad para
enfrentar las limitaciones de los contextos:
A los 17 aos yo quise estudiar arquitectura y mi pap no quera y fui a pedir una
beca a un cura de la Catlica y le dije que con mis primeros trabajos le pagara la
carrera. l me dijo que para estudiar arquitectura en esta universidad haba que tener
plata y yo como era patuda le dije si era cristiano, pero l me dijo que en la vida hay
que pagar las cosas y me fui indignada; entonces tuve que luchar por terminar el
cuarto de humanidades e ir hacer el bachillerato. Termin en un liceo nocturno el
sexto ao de humanidades y cuando ingres a la universidad entr al Movimiento
Catlico Accin Universitaria. Tuve una formacin de la cabeza y del espritu, yo
viv desde ese minuto otra vida. Me hice amiga de un historiador, Danilo Salcedo,
del Partido Comunista y me dijo que un sindicato necesitaba que le ensearan,
porque no saban ni las tablas, ni sumar y multiplicar. No tenamos mucho tiempo
para hablar, porque mi pap deca a la 1 a almorzar, a las 5 otra cosa, y yo trabajaba
en el negocio de l y volva a estudiar (Mirta).
[58]
hijos. ().Tambin me integr al CODEPU, al CODEM; adems, en el tiempo de la
dictadura estuve en el Comit Pro Paz45. En ese minuto t haces un trabajo social de
manera radical, ya que buscas un cambio para la sociedad (Mirta).
La vida personal que relata Mirta es el claro reflejo del compromiso y subjetividad
militante, todo el quehacer est envuelto por el sueo de la transformacin social. Desde
pequea, los mandatos de gnero que la cruzan no desviaron sus deseos ni la trayectoria de
ser parte de una de las iniciativas feministas ms significativas en la historia reciente de
Valparaso. Mirta fue quien vincul a Mireya y Blanca. El primer encuentro se produjo en
la actividad de conmemoracin del da internacional de las mujeres: el 8 de marzo de 1984,
en el Fortn Prat. Acuerdan reunirse y compartir experiencias, luego se vinculan en la
realizacin de talleres desde el CODEM, para, ms adelante, emprender una idea que surgi
en el espacio biopoltico de una casa, la cocina:
Luego de escribir este proyecto lo presentan a Teo Petersen, un holands que tena
conexiones con agencias de cooperacin internacional, y a quien Blanca haba conocido en
Londres mientras trabajada en la WACC46. l fue lapidario en sus comentarios, ya que el
proyecto no estaba siguiendo las rigurosas formas de un marco lgico: Cul es el
problema? Qu quieren conseguir? Cmo lo van a hacer? Con quines van a trabajar?,
etc. Blanca nos cuenta:
Esa reunin con el Teo fue importante porque con la Mireya tuvimos que aterrizar la
metodologa, era fundamental proponernos objetivos semestrales o trimestrales para
ir logrando esto, y ah nos juntamos y fue un proceso muy tranquilo y no s cmo,
de repente fuimos seis mujeres: Mireya Zulueta (profesora de filosofa), Consuelo
45
Comit para la Cooperacin de la Paz en Chile (1973-1975) en: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-
article-98133.html
46
The World Association for Christian Communication.
[59]
Zulueta (comunicadora social), Renate Francia (Licenciada en idiomas) Gladys
Arcos (actriz) y Ana Mara Roma (asistente social) y yo (sociloga) (Blanca).
Nuestras parejas nos ayudaban, era muy solidario. Las parejas entendieron y nos
ayudaban con este proyecto, nosotras trabajamos mucho, realizbamos talleres,
estudibamos y volvamos a las tareas, evalubamos a nivel grupal e individual los
talleres, era pega no remunerada, pero para Gladys, que tena ms necesidades,
reunamos un fondo para ella (Blanca).
Esta definicin solidaria del trabajo est marcada por el compromiso militante, todo
quehacer estaba a disposicin de la causa; en ese momento, tenan la colaboracin de sus
familias y sus amores contingentes y parejas. Se acomodaron a la circunstancia, aspecto
que tuvo algunas discrepancias que ms adelante abordaremos. Sin embargo, resulta
importante el sentido de sororidad establecido entre las mujeres parte del colectivo: quien
tena ms necesidades reciba ms apoyo monetario, tenan un sentido de comunidad y
affidamento47.Una de las integrantes de la Casa de las mujeres lo define as:
47
Lo entender como una actitud tica de colaboracin, ver en Dora Sales Salvador, Traduccin, gnero y
poscolonialismo, Compromiso traductolgico como mediacin y affidamento femenino. 2006.
[60]
ramos un grupo de mujeres que nos podamos
llamar feministas. Haba de todas las profesiones
y tambin haba mujeres que hacan talleres.
Todas tenamos profesiones y desde el punto de
vista poltico habamos de todo. Haba
comunistas, socialistas y miristas. Pero ese era el
cuadro poltico. Nunca dejamos, hasta el final,
que esa cosa nos influyera. Lo que nos importaba
es que ramos mujeres que queramos crear
conciencia entre las mujeres y decir a la sociedad
que esto de la violencia intrafamiliar no era un
problema domstico, no era un problema de la
pareja, del esposo y la esposa, sino que era un
problema de tipo social (Nani).
Las trayectorias de las mujeres fueron polticas. Es importante cmo el todo est
marcado por la definicin de cuadro poltico que especifica una orientacin de izquierda y
profundamente revolucionaria. Para Gramsci, los cuadros constituyen el elemento
fundamental para un proyecto revolucionario y por ello habla de la responsabilidad de los
militantes: adherirse a un movimiento quiere decir asumir una parte de la responsabilidad
de los acontecimientos que se preparan, convertirse en artfices directos de esos
acontecimientos mismos48. Esta visin parece confrontar una prctica feminista que, por
definicin, tendera a ser antipratriarcal, libres de las estructuras militares y masculinistas,
donde las mujeres gozan la autonoma y libertad; sin embargo, estas nociones de militancia
influyen las subjetividades de las mujeres de la Casa:
Por eso parto de nuevo hablando de que el trabajo de aquellas mujeres feministas
precursoras de la Casa de la Mujer, parti por las mujeres militantes. Yo creo que
ah agarramos una veta importante, esa fue nuestra columna vertebral. Eso nos dio
una mirada distinta a la que tienen todas las mujeres hoy en da (Consuelo).
48
http://www.gramsci.org.ar/1/6.htm
[61]
La militancia, las feministas militantes se distancian de las mujeres de hoy da, dice
Consuelo. Si esto lo observamos con la nocin que incorpora Gramsci, esto es la disciplina.
Se observa que hoy las organizaciones feministas tienen una orgnica contingente, se crean,
se recrean, surgen nuevos nombres y agrupaciones que pueden bien constituirse para una
actividad, una campaa o bien para visibilizar los cuerpos y sus discursos. La temporalidad
y presencia nacional de estas colectivas no tiene relacin alguna con las estructuras
militantes, en las cuales gran parte de la vida se sustentaba en la accin poltica, en la
consecuencia de un militante. Del mismo modo, la tecnocracia del gnero pone a la funcin
pblica como mbito feminista; el Estado, los gobiernos o las agencias de cooperacin
internacional hacen abandonar la lgica de militancia y dan paso a las jornadas laborales, lo
cual trae complejidades al movimiento. Como dice Leticia Aguilar:
Con una subjetividad militante, la mayora de las mujeres que iniciaron el proyecto
Casa de la Mujer, tenan una clara autoconciencia de la necesidad de urgente
49
http://www.gramsci.org.ar/2/22.htm
[62]
transformacin de las condiciones de subordinacin de las mujeres, la cual, intuan, poda
concretar sea travs de la organizacin y la educacin en torno a una vida libre de
violencia:
A principio de los aos noventa la Casa de la Mujer tuvo mucho que ver en la
organizacin del movimiento feminista nacional. Yo creo que la Casa de la Mujer
de Valparaso fue un hito en la vida de muchas mujeres. Tanto por su experiencia de
violencia, de cmo procesarla y enfrentarla y luego por la experiencia poltica. Eso
significaba un impacto tanto en la vida social como en la vida personal (Paula Q).
La primera actividad que realizaron como organizacin Casa de la Mujer, fue una
Escuela de Verano en enero de 1987, fue significativa, convocaron a mltiples mujeres de
la regin y tenan la expectativa de que llegaran mayoritariamente mujeres organizadas. Sin
embargo, el resultado fue lo contrario: llegaron mujeres sueltas sin ninguna formacin,
necesidad que les permiti reorientar su objetivo y avanzar precisamente en procesos de
formacin de mujeres, a travs de metodologas didcticas, basadas en las propias
experiencias. Como nos relata Mireya, Consuelo y Fresia:
[63]
A lo mejor durante la Unidad Popular se trabaj mucho desde la metodologa de la
educacin popular y nosotras rescatamos todo eso. Ser feminista es trabajar por una
educacin distinta, por una educacin que t no recoges solamente de lo acadmico,
sino que desde los distintos saberes y experiencias de las mujeres. Todo es vlido.
Involucra una mirada de respeto con el otro (Consuelo).
Fue una escuela muy importante para muchas de nosotras, porque no nos
conocamos. Pero con todo lo que significaba la dictadura, el miedo, nos atrevimos a
decir quines somos y qu queremos (Fresia).
Los talleres se realizaban incorporando diferentes elementos que tenan que ver con
un proceso de autoconocimiento, conversaciones o estudios; se hicieron talleres temticos
desde la discusin, existan preguntas que promovan y guiaban la discusin. El objetivo
era generar un conocimiento colectivo comn, como dira Kirkwood (1986): conocer,
reconocer y hacer:
Yo creo que la Casa de la Mujer se destac en su tiempo por hacer harto trabajo
asociado a la educacin popular, a la comprensin, al cmo sacar cosas de la
metodologa de Paulo Freire como la alfabetizacin y eso ocuparlo en la
metodologa feminista. La autoreflexin a travs de las imgenes. Se trabajaba
tambin con los dilogos socrticos y el dialogar para construir, a partir de ah, un
discurso comn que para nadie fuera impuesto, porque cuando a ti te imponen algo,
en algn momento se produce el quiebre a nivel cognitivo y emocional acerca del
discurso. Tambin se hablaba de cmo no reproducir los roles patriarcales a partir
de las prcticas, en darse cuenta. Ah se trabaja el proceso de autoconocimiento y
autoreflexin, porque ser feminista no es ser hembrista, entonces tambin est el
construir la prctica de no ir al choque con los hombres, sino que irlos construyendo
como aliados necesarios, adems de los otros que piensan diferentes a nosotros; es
parte de esta construccin pensar qu es lo que queremos y como lo queremos y de
cmo lo reproducimos (Marisol)
[64]
de mujeres de la Quinta regin, junto con Paula, Fabiola y Mireya, mujeres que eran parte
de la Casa. En la Casa la colectiva se reuna, organizaba encuentros feministas, talleres de
gnero y sexualidad. Esta colectiva ms adelante se llam Caleidas y exista, porque, de
alguna manera, para la prctica feminista la ONG generaba disputa:
Se muri la Fabiola, una de mis mejores amigas y yo trabaj harto con ella en el
tema de los adolescentes (Consuelo).
[65]
Si se pudieran sealar algunas caractersticas de los grupos de mujeres, podramos
establecer que las lgicas de la amistad estn presentes en la medida que la sororidad y
affidamento se instalan como sustrato para el desarrollo de las confianzas y la constitucin
de los encuentros entre mujeres. Tal es esta aproximacin, que en el IV Encuentro
Feminista Latinoamericano y del Caribe se desarrolla el texto Del amor a la necesidad, el
cual se refera a la bsqueda de nuevas formas de construccin poltica feminista, en las que
se pone en disputa la lgica amorosa:
Hemos desarrollado una lgica amorosa todas nos queremos, todas somos iguales
que no nos permite aceptar el conflicto, las diferencias entre nosotras, la disparidad
entre las mujeres. Para desmontar este entretejido, es necesario acabar con esta
lgica amorosa y pasar a una relacin de necesidad. Las mujeres nos necesitamos
para afirmar nuestro sexo, para tener fuerza. Asumiendo la lgica de la necesidad,
reconoceremos nuestras diferencias y nos damos apoyo, fuerza y autoridad (En Toro
2009:46).
Con esto, Derrida se pregunta Qu verdad para una amistad sin proximidad, sin
presencia, pues sin semejanza, sin atraccin, quiz incluso sin preferencia significativa y
razonable? Cmo es posible una amistad as a no ser figuradamente? Cmo podramos no
slo ser de la soledad, amigos de nacimiento, amigos de juramento, sino invitarnos a formar
parte de esta singular comunidad? Formar una singular comunidad implica sentar
[66]
relaciones de proximidad y reconocimiento. Por ello, cuando una de las integrantes fallece
se evidencia una prdida y el dolor que ello conlleva:
Generar confianza y sororidad con las participantes de los talleres era parte de los
principios que transitaban en cada actividad. Lo que le suceda a una no era, solamente, una
experiencia individual y aislada, sino que poda generar emociones y sensaciones en todas.
As da cuenta un comunicado a causa del femicidio de Mara Elena, una mujer que
particip entre 1991 y 1992 en el programa de Atencin Integral a Mujeres Golpeadas de la
Casa de la Mujer, con la cual se generaron vnculos:
[67]
proceso de crecimiento. No tiene justificacin, explicacin ni consuelo alguno
(Carta de enero 1994).
50
En Anexo N1 se encuentra la lista con el programa formativo que realiz la Casa de la Mujer de
Valparaso entre los aos 1994 y 1995.
[68]
Este trptico seala informacin del
programa y contenidos a trabajar en la
Escuela de Invierno, realizada entre el 17 y
el al 21 de julio de 1989. El tema fue
tcnicas de organizacin.
[69]
En un tercer periodo de la organizacin,
cuando estn ubicadas en la Casa de San
Ignacio 487, incorporan el desarrollo de
manuales. Uno de ellos fue Cuando atacar a
una mujer sea peligroso, dejarn de
hacerlo, manual de autopreservacin fsica
y psquica. Al interior aparecen una serie de
dibujos que explican los movimientos clave
para una autodefensa.
[70]
Durante sus 20 aos de existencia, el equipo de mujeres que constituy la Casa de la
Mujer de Valparaso realiz una serie de proyectos que abordaban dos grandes reas
programticas, Mujer y organizacin y Mujeres y desarrollo personal, para lo cual la Casa
se articulaba con varias organizaciones a nivel nacional y latinoamericano.
A nivel latinoamericano:
[71]
Las redes y producciones de la Casa de la Mujer fue un entramado de conexiones que
establecieron puentes entre distintos lugares de la regin latinoamericana. Como telas de
araa, fueron tejiendo rebeldas entre mujeres. Tal cual lo dira un conjunto de feministas
participantes del IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en Taxco, Mxico
en el ao 1987:
Frente al sistema patriarcal, contra la tribu, la familia y la pareja, crear una red, una
telaraa de soporte efectivo de las mujeres, crear una tierra de mujeres (Monroy et
al. 1988:155).
[72]
toda dominacin simblica presupone, por parte de aquellos que estn sometidos a ella, una
cierta complicidad. Hay cuestiones socialmente aceptables que reproducen de manera
simblica las relaciones asimtricas de poder: se aceptan los liderazgos que conducen las
organizaciones hacia objetivos claros, aunque sean rgidos; si los resultados de esa
organizacin son deseados, todo rasgo de autoritarismo se diluye. En esta lnea, una de las
participantes de la Casa de la Mujer seala que el liderazgo de la coordinadora/directora,
que era muy fuerte, tuvo en ella un efecto formador importante:
La Mireya era muy lder, tena un liderazgo muy fuerte y eso era para bien y para
mal. Ella poda ser muy acogedora, muy acompaadora. Para m fue muy
importante en mi formacin, pero como jefa era difcil llevarle el ritmo, tena una
personalidad muy fuerte, muy tajante. Ella no te deca las cosas para caerte bien,
sino que te las deca porque as las pensaba, entonces tena problemas de trato con
algunas. Por un lado, por su personalidad, por su exigencia, y porque tambin se le
fue rayando la cuestin, la Mireya impona su visin sobre las cosas, entonces yo
creo que ah empezaron los problemas (Paula).
Los problemas de trato que tena con algunas fueron aceptados por todas. La
aceptacin fue simblica, operaba a travs de la censura. Al operar la imposicin de ideas,
un discurso se constituye como dominante: a algunas/os les impondr el silencio o un
lenguaje hiper controlado, mientras que dejar a otras/os la libertad de un lenguaje seguro,
como, al parecer, sera el caso de Paula, el decir fue importante en mi formacin
establece la seguridad en el habla y la formacin del cuerpo en el contexto poltico,
preparas la carne para asumir las restricciones y hacer de ellas un lugar productivo, refuerzo
las ideas y aprendo a defender mis opiniones, y no por slo acto de convencer a otras/os
sino simplemente por el hecho de estar convencidos en lo que se est transmitiendo. Como
dira Bourdieu:
[73]
(valoracin)51, que recibe el propio cuerpo, una de las mediaciones a travs de las
cuales se constituye esa especie de sentido de su propio valor social que rige la
relacin prctica con los diferentes mercados (timidez, soltura, etc.) y,
generalmente, la forma de comportamiento en el mundo social (Bourdieu 2014:70).
51
El parntesis y concepto es propio, cumple el objetivo de definicin del precio como la valoracin que
tiene ese cuerpo en las relaciones sociales.
[74]
En la falta de solidaridad, en el tema de las platas, en el maltrato laboral se conjuga
el patriarcado y el modelo econmico, los cuales se expresaban en el lugar menos
esperable. No s cmo lo vivieron las dems chiquillas, pero para m fue difcil
darme cuenta de eso (Myriam).
A veces pasa que los egos terminan destruyendo lo que quisiramos que se
mantuviera. Eso es un tema complicado y lo va seguir siendo siempre. Entonces,
tenemos que aceptar esas condiciones de estos egos (Yolanda).
Las feministas hemos llegado a decir que rehusamos el poder como dominio, sin
embargo, necesitamos poder para nuestras vidas, en nuestras organizaciones, para
poder ser autnomas, fortalecernos como mujeres y avanzar en nuestra lucha y
hacer que la mujer comience a transformarse desde la perspectiva de gnero. Hasta
aqu est bsicamente formulada la propuesta del poder como capacidad de hacer
(Cedeo et al. s/f:91).
[75]
Evidentemente el poder nos traspasa a todas y a todos. Todas tenemos una cultura
machista que tenemos que ir eliminndola y educndola, educndonos en una
matriz, en un tero, para poder combatir el machismo que nosotras mismas tenemos.
Y eso pasa por el poder. Poder feminista, s, no ese poder mezquino que es muy
tpico de las mujeres. Las mujeres que yo vi, a lo mejor no todas son iguales,
andaban conversando con secretos y todo eso (Mireya).
Esa es otra palabra clave en m, el trabajo desde el poder. Eso supone que hay que
estar muy lcida. Eso se va formando. El trabajar respetando la diversidad, el poder
entender que el otro eres t (Consuelo).
Trabajar desde el poder implica mirar las relaciones de fuerza que estn en
funcionamiento precisamente para tratar de evitar reproducir relaciones de dominacin. Sin
embargo, cuando Consuelo plantea respetar la diversidad Qu se entiende por lo
diverso? Es lo distinto? La lgica de establecer que el otro eres t contiene un juego de
identificacin en el cual no se permitira la diferencia, sino la apropiacin del otro. En el
entendimiento de que el otro eres t, se aplica la lgica de no contradiccin52, el yo se
identifica con el otro en similitud: yo soy t. Las relaciones de poder actan evitando las
52
Aristteles, en su Metafsica, presenta la siguiente formulacin del principio de no contradiccin: "Nada
puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido."
[76]
diferencias, evitando todo aquello distinto y fuera de las formas establecidas. El mismo
discurso estableci lmites al interior de la Casa, fue instituido, volvindose una prctica
habitual para el entendimiento de cmo relacionarse.
Cuando parti este colectivo, era todo horizontal, ramos militantes. En un principio
bamos rotando las responsabilidades, pero despus no lo hicimos, nos quedamos
pegadas. Fall la esencia. Se vio ms como un espacio laboral que un espacio de
reflexin o un espacio ideolgico, eso nos llev a perder el norte, a perder el sentido
de la esencia de lo que era trabajar desde la mirada feminista. Esto lo veo como un
triunfo del neoliberalismo (Consuelo).
[77]
internacional para Chile. Las agencias internacionales establecieron sus agendas segn
metas trasnacionales y fueron debilitando la permanencia de algunas ONG o posibilitando
la emergencia de otras. Mientras el poder sea valorado por la representacin y la influencia
de unos sobre otros, estaremos reordenando la misma lgica de dominacin.
[78]
Captulo IV: Produccin de lo poltico
[79]
nico que realmente nos pertenece, no hay ms propiedad que sa; es el instrumento nico
con que tocamos nuestras vidas (Pisano 1986:108).
53
Si bien aqu se seala el ao 1987 el inicio, en las entrevistas se registra que desde 1984 las mujeres
comienzan a gestar el proyecto a partir de un colectivo de mujeres miristas.
[80]
Nuestro equipo est conformado por un grupo de mujeres con historia y trayectorias
diversas que, confiadas en la capacidad de nosotras, para pensar en decidir, dimos
comienzo a esta iniciativa de tener un espacio propio. Hemos constatado en la
prctica de nuestro trabajo, la riqueza de la diversidad y la importancia de la
autonoma, desde donde vamos creciendo y construyendo esta fuerza de
mujeres.() Queda un largo camino por andar y este es un aspecto que cobra
carcter de reto: hacer comprensible a grandes sectores de mujeres una realidad
oculta para muchos, nuestra situacin de subordinacin, para as ir aprendiendo y
teniendo instrumentos que posibiliten una transformacin, no slo de la calidad de
vida, sino tambin ir eliminando las relaciones de subordinacin, generadoras de
violencia, negacin e infelicidad para mujeres y hombres.54
Lo que acontece es la necesidad de dar sentido del ser-en-comn segn lo que es, a
saber, en-comn, o con, y no segn un ser una esencia de lo comn: de dar,
entonces, el sentido del ser-con en el mismo con, y en suma en un hacer-sentido-
con (en una praxis del sentido-con) en que se enredara y se quebrara la oposicin
de un Sentido (horizonte, historia, comunidad) y de un simple con (espaciamiento,
exterioridad, dis-paridad) (Ibid, 2006:71).
54
Esto se encuentra en la pgina nmero 1 de la primera publicacin de la revista Casandra, 1989.
[81]
La singularidad del ser es su plural. Las mujeres con otras mujeres dotan de sentido
sus acciones, diagnsticos y propuestas, ellas son lo que son en tanto con otras. Este ser
nosotras, en su pluralidad, nace en una prctica poltica de mujeres militantes en la que se
comparten necesidades y deseos:
Ser singular-plural quiere decir: la esencia del ser es, y slo es, como coesencia.
Pero una co-esencia, o el ser-con ---el ser-con-varios---. El ser que est siendo en comn
con otras mujeres, pero una co-esencialidad; en efecto, no puede consistir en un conjunto de
esencias donde quedara por determinar la esencia del conjunto como tal: con relacin a
ste, las esencias reunidas tendran que ser accidentales (Ibid 2006:46). En esta
accidentalidad que sita Nancy de la coesencia, resulta interesante analizar las primeras
expectativas que tenan las dirigentas de la Casa de la Mujer, pues ellas establecan que era
precisamente la esencia de mujeres organizadas, mujeres feministas, las que estaran con-
ellas involucradas. No obstante, la realidad social les present un desafo que pudieron
resolver a travs de los talleres, cuyo fluir facilit los encuentros entre mujeres:
Nosotras pensbamos que iban a llegar mujeres organizadas pero resulta que no,
llegaron mujeres sueltas. Bueno, vamos a tener que cambiar la estrategia, te fijas?
Porque los grupos de mujeres organizadas que existan en ese tiempo no ocuparon la
Casa de inmediato. Despus, pasando el tiempo, llegaron las organizaciones de
mujeres, pero al principio eran puras mujeres interesadas en qu es lo que era esto
de la Casa de la Mujer, mi casa ms o menos, su espacio, entonces las invitamos a
los talleres (Mireya).
El espacio a salvo que se constituy en la Casa fue con el tiempo el contexto que
sirvi de entrelazamiento con el movimiento de mujeres y feminista, la singularidad de ese
nosotras: Casa de la Mujer. Luego se fue ampliando y coexistiendo con el conjunto de
[82]
organizaciones y mujeres que se fueron sumando, por ello una singularidad es indisociable
de una pluralidad. Ahora bien, lo singular ofrece la propiedad individual de la
indivisibilidad, pero no es indivisible como una sustancia, sino que es indivisible poco a
poco, en el acontecimiento de su singularizacin. Como dira Nancy, es indivisible como el
instante, es decir, tan infinitamente divisible (Ibid:48). El ser no podra decirse ms que de
esta manera singular: somos (Ibid:49). Pensarse como la propiedad de esencia de un ser
que no es ms que uno-con-otro (Ibid:50).
La apuesta de nosotras era que si esa mujer ganaba en autonoma y valor no le iban
a pegar ms. Entonces trabajbamos hasta talleres de autodefensa (Mireya).
La ganancia de autonoma que poda generarse a partir del estar con otra, siendo una
con una, se transforma, siguiendo al discurso, en un cuerpo que no se deja tocar, se volvera
infranqueable para el agresor, impenetrable, en defensa de los deseos de una por una,
slido, limitando los roces o las fricciones producidas por los efectos del poder dominante,
entre los cuales se menciona la influencia de los partidos polticos, como seala una de las
participantes:
Durante los primeros aos de la Casa de la Mujer funcionamos sin que las fricciones
de los partidos entraran en nosotras (Nani).
[83]
intromisin de ciertas instituciones patriarcales y el cuerpo deviene en un cuerpo slido
impenetrable.
Los elementos compactos sitan la materialidad del cuerpo. Como dira Nancy, es
denso, es impenetrable, si se lo penetra se lo disloca, se lo agujerea, se lo desgarra (Nancy
2007:6). El cuerpo, por tanto, sera el territorio donde transita y se materializa el singular
plural; contiene flujos e intensidades cuyos vectores avanzaran hacia la posibilidad de la
emancipacin, una prctica encarnada y deseante.
[84]
propio cuerpo y, de hecho, uno se hace su propio cuerpo de manera distinta a como se
hacen sus cuerpos sus contemporneos y a cmo se lo hicieron sus predecesores y a cmo
se lo harn sus sucesores. Con ello podramos preguntar si el cuerpo tiene alguna
temporalidad, es contextualizado? Como dira Serres:
Para los anlisis, en torno a la Casa de la Mujer, tiene relevancia el contexto ya que
es el periodo, del pasado reciente, que marca la historia institucional. En nuestro caso, el
cuerpo est investido de un contexto dictatorial, pero no pierde el sentido de rebelda, dada
la formacin mirista y feminista, cuya intensidad sita el compromiso de las mujeres:
55
Sergio Bernales Mata, en su tesis fenmeno ertico-amoroso, plantea un estudio preliminar acerca de la
problemtica de la proximidad. Expresa que sensibilidad es proximidad, cuestin que parece estar en
sintona con lo que ha planteado Bataille y Nancy respecto del sentir del cuerpo y Althusser sobre el
materialismo del encuentro.
[85]
deseantes, histricas, polticas, sexuales, rebeldes, etc. Con ello, los cuerpos se pueden
pensar en clave de intensidades colectivas56, donde est presente el deseo, la afectacin
como dira Deleuze (1995).
La historia de las mujeres no forman parte del sentido comn, por ello es un juego
de visibilidad, el cuerpo de las mujeres, sus historias, sus experiencias extraordinarias han
56
No es objetivo de este trabajo el anlisis profundo del devenir ertico de lo poltico, pero es importante
precisar la importancia de continuar en los anlisis de las afectaciones presentes en el colectivo feminista.
[86]
sido invisibilizadas, o incluso borradas y fragmentadas. El desafo de la recopilacin
histrica no es neutral, como dira Ciriza, nosotras mismas estamos atravesadas por las
consecuencias polticas de las diferencias entre los sexos, marcadas por la dificultad para
hallar una estrategia que nos permita la reconstruccin de nuestras memorias en el mbito
de lo poltico (Ibid:33). Dificultad que puede ser agudizada por los silencios57, por la
invisibilidad histrica, por la institucionalidad y la captacin de los sueos de mujeres que
luchaban por democracia en el pas y en la casa. Podramos decir que el movimiento
feminista qued suspendido luego de las polticas de negociacin para la transicin
democrtica.
57
Los silencios han estado presentes en el transcurso de esta investigacin, en el sentido de que no he podido
acceder a los relatos de todas las mujeres de la Casa, como Laura Sau y Renate Francia. Hay mujeres
clave que participaron del ncleo de la Casa de la Mujer que estn inubicables o bien han manifestado su
deseo de no querer participar con su testimonio.
[87]
diferencias, los contrastes, las resistencias, las densidades, los pesos y medidas (Nancy
2007:9-10).
Este tejido de mujeres tan distintas que nos atrevimos a hacer otro tipo de historia
(Consuelo).
[88]
refiere a la multiplicidad: un rizoma no tiene sujeto ni objeto, sino nicamente
determinaciones, tamaos y dimensiones. Aparece cuando lo mltiple es tratado como
sustantivo, deja de tener relacin con lo Uno como sujeto y objeto, no hay puntos ni
posiciones rgidas. Es agenciamiento, la multiplicidad que cambia necesariamente de
naturaleza a medida que aumentan sus conexiones. En una tercera lnea, el principio de
ruptura del significante: establece que un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier
parte, pero siempre recomienza segn sus propias u otras lneas. Ejemplo de este principio
sera el actuar de las hormigas, en su rizoma animal, aunque se destruya en su mayor parte
no cesar de reconstruirse. Hay ruptura del rizoma cada vez que de las lneas segmentarias
surge bruscamente una lnea de fuga, que tambin forma parte del rizoma, esas lneas
remiten constantemente unas a otras. Y una cuarta lnea, el principio de cartografa y de
calcomana seala que un rizoma no responde a ningn modelo estructural o generativo, es
ajeno a toda idea de eje gentico, el rizoma es una antigenealoga. La lgica del rbol es
una lgica de calco y de la reproduccin mientras el rizoma es mapa y no calco. El mapa
contribuye a la conexin de los campos, al desbloqueo de los cuerpos sin rganos, es
abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir
constantemente modificaciones. Puede ser roto, alterado, adaptarse a distintos montajes,
iniciado por un individuo, un grupo o una formacin social. Una de las caractersticas ms
importantes es que tiene mltiples entradas: es un mapa y no un calco que vuelve as mismo
(Deleuze y Guattari 1997:17-29).
[89]
la Mujer que surgi aproximadamente en 1986, dio origen a otras Casas en la regin: la
Casa de la Mujer en Achupallas a principios de los aos noventa y la Casa de la Mujer de
Quintero, cuestin que refleja los desplazamientos del feminismo antidictatorial y los lazos
de proximidad con otras experiencias de Casa en Santiago, Talca, Arica e incluso
latinoamericanas, (Casa de Per, Argentina, Bolivia).
Queremos que el deseo de hacer cosas el deseo de crear, de una mujer, encuentre
su fuerza en su relacin con el deseo, con el querer de las otras. No neguemos los
conflictos, las contradicciones y las diferencias. Seamos capaces de establecer una
tica de las reglas de juego del feminismo, logrando un pacto entre nosotras que nos
permita avanzar en la realizacin de nuestra utopa (Monroy 1987:146).
[90]
nica y dominante como centro y sujeto, para avanzar hacia las lneas de fuga, donde los
flujos y deseos del devenir nosotras se transformen en las cartografas que den paso al
movimiento y emergencia de nuevos, contradictorios y disidentes deseos feministas.
[91]
puntos de convergencia al interior y fuera de los lmites de la Casa, el colectivo Caleidas,
las otras casas de la mujer en la regin tomaron sus propias direcciones, al igual que un
rizoma fue conjuncin (Deleuze y Guattari 1997:57). Fue Casa de la Mujer y espacio de
formacin, y espacio para la autoconciencia, y produccin literaria, y poesa, y pintura, y
teora. Durante aproximadamente 20 aos la Casa fue meseta, tallos subterrneos y races
areas, por ello mi deseo est en que siendo la Casa un agenciamiento discontinuo, ms
pronto que tarde, vuelva a agenciarse y multiplicarse.
[92]
V. Conclusiones
El sujeto poltico, que dio origen al proyecto Casa de la Mujer, fueron mujeres cuya
subjetividad estuvo marcada por la intensidad en rebelda, antidictatorial. A travs de las
desviaciones que vivieron los cuerpos se gener el clinamen que permiti que cada mujer
deviniera en otra, deviniera con otra en un nosotras. Se vivieron transformaciones en la
subjetividad de las mujeres, de modo que despus de ese desvo, gracias a la pequea
desviacin de una proximidad (Serres 1994:100), ya no se ubicaron en el mundo de la
misma manera, fortalecieron su filosofa poltica y cuerpo, como dira Oyarzn: los cuerpos
se forman en virtud de un entrelazamiento de tomos a partir de choques o colisiones entre
ellos (Oyarzn y Molina 2005:8).
[93]
historizar, visibilizar los procesos que emprendieron mujeres en las regiones. A travs de
los movimientos, el silencio y la palabra, cruzamos hacia el umbral de los testimonios y nos
aproximamos al reconocimiento -que realizaron las participantes de la Casa de la Mujer de
Valparaso- de su experiencia. El contexto que envolvi la Casa de la Mujer propici el
nacimiento de proyectos que tuvieron relacin con las reivindicaciones democrticas y,
especficamente, con el reconocimiento de la violencia contra las mujeres y la potencia
transformadora de hacer poltica desde las mujeres. Agudizada con la dictadura, la
violencia contra las mujeres fue una de las causas que moviliz proyectos y puso un sello
en el quehacer de las ONG Casas de la Mujer.
Antes de que el Estado chileno comenzara a proveer de servicios para atender a las
mujeres vctimas de violencia, sancionara y formulara programas para reparar la violencia
hacia las mujeres, eran principalmente las Casas de la Mujer las que generaban grupos de
autoayuda, entregaban terapias psicolgicas y acompaamiento legal, realizaban campaas
de prevencin, salan a las calles a denunciar, etc. Desde las lgicas estatales, no es sino
hasta 1994 que en Chile se legisla sobre la violencia intrafamiliar (Ley 19.32558 ); en el ao
2000 el Servicio Nacional de la Mujer crea los Centros de la Mujer y desde 2007 instala las
Casas de Acogida cuestin que pudo haber generado la disminucin del financiamiento del
Estado a las ONG, que tenan programas de violencia contra las mujeres. Siendo el Estado
el proveedor del servicio y de un modelo de atencin determinado59, los privados (ONG),
limitaron su actuar y las agencias internacionales disminuyeron las donaciones, las
organizaciones comenzaron a debilitarse. Pero este problema no fue slo econmico,
tambin dice relacin con la institucionalizacin y apropiacin que hace el Estado de los
contenidos y quehaceres feministas: algunas feministas sostienen que las polticas estatales
han tenido un carcter remodelador o cosmtico de la condicin de las mujeres (Ros,
Godoy y Guerrero 2003:284), corriendo el riesgo de invisibilizar y desconocer a la sujeto
58
Esta ley fue originada por la mocin de la diputada Adriana Muoz DAlborada y el diputado Sergio
Aguil. En el ao 2005, esta fue reemplazada por la Ley 20.066, presentada como mocin por las diputadas
Muoz y Mara Antonieta Saa.
59
A partir del ao 2005, los Centros de Atencin Integral y Prevencin de Violencia Intrafamiliar se
denominaron Centros de la Mujer, manteniendo su finalidad y objetivos. Actualmente existen 96 Centros
distribuidos en las 15 regiones del pas.
[94]
social que dio origen60 a las demandas y propuestas feministas (Ley VIF, Ley Femicidio,
etc.). Con este actuar el Estado secuestra el sentido de las propuestas polticas de las
mujeres, manteniendo en reserva y aislamiento toda la potencialidad transformadora y
radical de las feministas. La poltica pblica, si bien avanza hacia la garanta de los
derechos de las personas, mientras excluya a las feministas y a las organizaciones de los
debates y construccin programtica, estar reproduciendo y no transformando las
relaciones materiales y simblicas entre los sexos.
60
Por ejemplo en la legislacin VIF 20.066 y Ley de Femicidio el movimiento de mujeres fue invisibilizado y
las propuestas de las feministas fueron restringidas, perdiendo la potencia transformadora.
[95]
cobertura para medir el impacto de un acto, no importa el nmero de sujetos que transforme
con una prctica poltica, lo que importa es que esa prctica se multiplique, se vincule, sea
prxima con otra y pueda ir generando una cartografa y mltiples agenciamientos.
La Casa de la Mujer fue un eje muy importante en Valparaso porque se abrieron las
puertas de las mujeres a nuestro conocimiento (Yolanda).
[96]
Descubrirnos en una memoria colectiva61, percibir y materializar que nuestra utopa
feminista permanece, que nuestros deseos como seala el manuscrito estn vinculados a
los deseos de construir una propia poltica nos debe situar en un avance por procurar
materializar un proyecto emancipatorio que elimine todas formas de dominacin, en el cual
los cuerpos no tendran la permanencia de identidades fijas; como dijo Beauvoir, ser lo que
queramos ser. Fluir, desviarse, porque el clinamen concepto que permiti analizar la
problemtica de la constitucin de un nosotras puede ser viento, silencio y cada,
emergencia, movimiento y devenir. En definitiva, deseo en su sentir revolucionario, porque
siempre quiere ms conexiones y ms agenciamientos (Deleuze y Parnet 1980:26). Como
dira Serres, lo estable huye, slo lo inestable puede sostenerse (Serres 2006: 100).
61
A las mujeres nos cuesta proyectarnos en el futuro, porque para esto tenemos que tener pasado. Nuestro
concepto de espacio-tiempo est limitado a nuestra memoria familiar y no social, a una memoria ajena en la
historia del hombre-masculino. Mientras no nos descubramos en una memoria colectiva de mujeres, no
podremos proyectar futuro (Pisano 1986:103, en Franulic y Pisano 2009:90)
[97]
Bibliografa:
[98]
1987. Centro accin de la mujer CAM y Centro de informacin y apoyo a la mujer
CIAM, Editores. Ecuador.
CIRIZA. Alejandra. Coord. (2008) Intervenciones sobre ciudadana de mujeres,
poltica y memoria. Perspectivas subalternas. Feminaria editorial, Argentina.
----------------------. (2003)Herencias y encrucijadas feministas: las relaciones entre
teora(s) y poltica(s) bajo el capitalismo global. En: Atilo A. Barn. Filosofa
poltica contempornea. Controversias sobre civilizacin, imperio y ciudadana.
CLACSO, Buenos Aires.
CLARK, Cindy. (2006)Dnde est el dinero para los derechos de las mujeres?
Una evaluacin sobre los recursos y el papel de las financiadoras en la promocin
de los derechos de las mujeres y el apoyo a las organizaciones que trabajan por los
derechos de las mujeres. AWID.
COVARRUBIAS, Andrs. (2007) Orator perfectus: la rplica de San Agustn al
rtor ideal de Cicern. Teol. vida [online]. vol.48, n.2-3, pp. 141-147. ISSN 0049-
3449.
CUSICANQUI. Silvia. (2010) Oprimidos pero no vencidos: luchas del
campesinado Aymara y Qhechwa 1900-1980. La Mirada Salvaje editorial. La Paz,
Bolivia.
DELEUZE. Gill. (1995)Deseo y placer. Cuadernos de la crtica de la cultura, n 23,
Barcelona.
DELEUZE, Gill y GUATTARI, Flix. (1997) Rizoma, Introduccin. Editorial Pre-
Textos, Valencia.
-------------------------------------------------- (2002) Mil mesetas: Capitalismo y
esquizofrenia. Editorial Pre-Textos, Valencia.
DELEUZE, Gill y PARNET, Claire. (1980) Dilogos. Editorial Pre-Textos,
Valencia.
DERRIDA, Jacques. (1998) Polticas de la amistad seguido del odo de Heidegger.
Trotta editorial, Madrid.
DE LA MASA, Luis. (2010) Actualizaciones del concepto hegeliano de
reconocimiento. Revista VERITAS, N23, Septiembre. Pginas 67-94.
ERRAZURIZ, Pilar. (2013) La interpretacin subversiva de la interpretacin
hegemnica: el revs del discurso psicoanaltico cannico. La Plata, FAHCE-
UNLP, 2013. En http://jornadascinig.fahce.unlp.edu.ar/iii-2013.
----------------------------. (2006) Psicologa social y gnero, construccin de
espacios a salvo para las mujeres. Libros de la Elipse, Santiago.
ERIBON, Didier. (1982) Entrevista realizada para el diario francs Libration, 19
de octubre de 1982, con motivo de la publicacin de Ce que veut dire parler. Esta
obra fue traducida al castellano bajo el ttulo de Qu significa hablar? Economa de
los intercambios lingsticos. En http://pierre-
bourdieu.blogspot.com/2008/01/entrevista-pierre-bourdieu-qu-significa.html
FERNNDEZ, Ana Mara comp. (2006) Poltica y subjetividad: asambleas
barriales y fbricas recuperadas. Editorial Tinta y limn, Argentina.
FERNNDEZ, Diego. (2006) Walter Benjamin y el tiempo de la esperanza. Revista
a parte Rei n 4. Enero.
[99]
FOUCAUL, Michel. (1968) Las palabras y las cosas, una arqueologa de las
ciencias humanas. Editorial Siglo XXI, Argentina.
FRASER, Nancy. (2010)Trazando el mapa de la imaginacin feminista. De la
redistribucin al reconocimiento y a la representacin. En: Boria, Adriana y
Morey, Patricia (eds) Teora Social y Gnero: Nancy Fraser y los dilemas tericos
contemporneos. Editorial Catlogos. Buenos Aires.
---------------------y HONNETH, Axel. (2006) Redistribucin o
reconocimiento? Un debate poltico-filosfico, La Corua Fundacin Paideia
Galiza, Ediciones Morata Madrid.
----------------------- (1997) Iustitia Interrupta: Reflexiones crticas desde la posicin
postsocialista, Siglo de Hombres Editores, Santa F de Bogota.
FOX KELLER, Evelyn. (1991)Reflexiones sobre gnero y ciencia. Ediciones
Alfons El Magnnim, Espaa.
GARCS, Mario. (2010) ECO, las ONGs y la lucha contra la dictadura militar en
Chile, entre lo acadmico y lo militante. Revista Izquierda, ao 3, n 7. ISSN 0718-
5049.
GAVIOLA, Edda. LARGO, Eliana y PALESTRO, Sandra. (1994) Una historia
necesaria, mujeres en Chile: 1973-1990. Primera edicin, Santiago.
GUZMAN, Virginia y BONAN, Claudia. Feminismos latinoamericanos y sus
aportes a la experiencia moderna, en CEM. http://www.cem.cl/pdf/moderna.doc
GRAU, Olga. (2006) la monja alfrez o las huellas del deseo. En Kemy Oyarzn
compiladoras. Esttica y marcas identitarias. Serie Nomadias, Editorial cuarto
propio, 51-61p. Chile.
HONNETH, Axel. (1997) La lucha por el reconocimiento, por una gramtica
moral de los conflictos sociales. Crtica Editorial, Barcelona.
HORVITZ VSQUEZ, Mara Eugenia. (2001)Entre lo privado y lo pblico: la
vocacin femenina de resguardar la memoria. Recordando a Sola Sierra. Cyber
Humanitatis, [S.l.], ene. ISSN 0717-2869. Disponible en:
<http://www.revistas.uchile.cl/index.php/RCH/article/view/8877/8715>.
HARDING, Sandra. (1997)Ciencia y Feminismo. ediciones Morata, Espaa.
HARAWAY, Dona. (1995) Ciencia, cybors y mujeres, la reinvencin de la
naturaleza. Ed. Ctedra, Madrid.
ILLANES, Mara Anglica. (2007) Cuerpo y la sangre de la poltica, la
construccin histrica de las visitadoras sociales (1887-1940), LOM Editores,
Chile.
KIRKWOOD, Julieta.(1986)Ser Poltica en Chile, los nudos de la sabidura
feminista. Cuarto Propio Editorial, serie teora, Chile.
KRISTEVA, Julia. (1999) Sentido y sinsentido de la rebelda. Editorial Cuarto
Propio, Santiago.
LAGARDE. Marcela. (1998) Aculturacin Feminista. En Largo, Eliana (Ed).
Gnero en el Estado. Estado del gnero. Isis Internacional Ediciones de las Mujeres
No 27. Santiago de Chile. p135-149p.
---------------------------. (2001) Claves feministas para la autoestima de las mujeres.
Editorial Horas y Horas, Madrid.
[100]
LEYVA, Xochitl (2010). Academia versus Activismo? Repensarnos desde y para
la prctica -terico-poltica en X. Leyva et al. Conocimientos y prcticas polticas:
reflexiones desde nuestras prcticas de conocimiento situado. Chiapas, Mxico
D.F., Lima y Ciudad de Guatemala, CIESAS, PDTG-USM, UNICACH, pp. s/n.
LONGO, Roxana. (2012) El protagonismo de las mujeres en los movimientos
sociales: innovaciones y desafos. Ediciones Amrica Libre, Argentina.
LPEZ, Adrin. (1999) Resea de "Polticas de la amistad seguido de El odo de
Heidegger" de Jacques Derrida. Revista: Signos Filosficos Vol. 1 N 1, enero-
junio, pp.241-243.
LPEZ, Norka. El proceso de las organizaciones no gubernamentales en Mxico y
Amrica Latina. Biblioteca Jurdica UNAM. www.juridicas.unam.mx
MOULIAN, Toms. (1997) Chile actual, anatoma de un mito. Arcis-LOM
editorial, Chile.
MONROY, Lilia. Ed. (1988) Memorias del Taller: Mujer Centroamericana,
Violencia y Guerra. IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, Taxco,
Guerrero, 1987. Editorial Electrocomp. Mxico.
NANCY, Jean-Luc. (2007) 58 indicios sobre el cuerpo Extensin del alma.
Editorial La Cebra, Buenos Aires.
--------------------- (2006) Ser singular plural, Arena Editorial, Madrid.
--------------------- (2003)Corpus, Arena Editorial, Madrid.
OYARZN, Pablo y MOLINA, Eduardo. (2005) Sobre el Clinamen. Artculo en
Mthexis XVIII.
OLEA, Raquel. (2000) Yolanda; abrir la memoria a otros relatos. En Polticas y
estticas de la memoria. Ed. Nelly Richard. Santiago de Chile: Cuarto propio. 213-
220.
PISANO, Margarita. Las rebeldas silenciadas. s/f. en:
http://www.mpisano.cl/articulos/rebeldias.htm#v_01
--------------------------------. (1986) Algunas reflexiones sobre los movimientos
feministas. Ponencia en el IV Encuentro Feminista Latinoamericano en Taxco,
Mxico. 102-110pp.
-------------------------------- y FRANULIC, Andrea. (2009) Una historia fuera de la
historia: Biografa poltica de Margarita Pisano. Editorial Revolucionarias. Chile,.
RICOEUR, Paul. (1995) Tiempo y narracin, configuraciones del tiempo en el
relato histrico. Ed. Siglo XXI, Vol. 1, ESPAA.
---------------------- (2006) La vida en busca de un narrador. gora. Vol. 25, N
2:9-22p.
ROS, Macerla. Godoy, Lorena. Guerrero, Elizabeth. (2003) Un nuevo silencio
feminista? La transformacin de un movimiento social en el Chile posdictadura.
Centro de Estudios de la Mujer, CEM, y Cuarto Propio editorial. Chile.
RUIZ, Mara Olga. (2005)Memorias sobre el movimiento de mujeres y pactos
transicionales, Chile 1990-2000. En Espacios de transculturacin en Amrica
Latina. LOM Ediciones, Chile, 105-123p.
[101]
SALES Salvador, Dora. (2006) Traduccin, gnero y poscolonialismo,
Compromiso traductolgico como mediacin y affidamento femenino. Quaderns.
Revista de traduccin n 13, Espaa. 21-30p.
SCOTT, Johan. (1996) El gnero una categora til para el anlisis histrico. 265-
302p. En Lamas, Marta comp. El gnero la construccin cultural de la diferencia
sexual. PUEG, Mxico,
SERRES, Michel. (1994) El nacimiento de la fsica en el texto de Lucrecio.
Caudales y Turbulencias. Pre-textos Editorial, Espaa.
SPIVAK, Gayatri. (2003) Puede hablar el subalterno? Revista Colombiana de
Antropologa. Vol. 39, enero-diciembre. 297-363p.
------------------------- (1994) El desplazamiento y el discurso de la mujer. Debate
feminista, marzo.
MOHANTY, Chandra Talpade. (2008) Bajo los Ojos de Occidente: Feminismo
acadmico y discursos coloniales. En SUREZ-NAVAZ, Liliana y HERNNDEZ
CASTILLO, Rosalba. (editoras).Descolonizando el Feminismo: prcticas desde los
mrgenes. Ed. Ctedra. Madrid. 112-161p.
TEYLOR, Charles. (1993) El multiculturalismo y la poltica del reconocimiento.
Fondo de Cultura Econmica editorial, Mxico.
TORO, Mara Stella. (2005) El trnsito de las ONG hacia el mercado,
transformaciones de las ONG que trabajan con mujeres en el Chile contemporneo.
En Espacios de transculturacin en Amrica Latina. LOM Ediciones, Chile, 87-
104p.
----------------------------- (2009) Debates Feministas Latinoamericanos. La Calabaza
del Diablo Ed. Santiago, Chile.
VALCRCER, Amelia. (2001) La memoria colectiva y los retos del feminismo,
Serie 31, Unidad Mujer y Desarrollo, CEPAL, Chile.
VALENZUELA Van Treek, Esteban. (2011) El mapu y el rol transformador de las
lites iluministas: revolucin, pragmatismo y disidencia. Rev. ciencia poltica.
(Santiago) [online], vol.31, n.2, pp. 187-206. ISSN 0718-090X.
VALDIVIA, Vernica. LVAREZ, Rolando. PINTO, Julio. DONOSO, Karen.
LEIVA, Sebastin. (2008) Su revolucin contra nuestra revolucin. Vol. II. La
pugna marxista-gremialista en los ochenta. LOM Ediciones, Chile.
VARGAS, Mariela. (2012) El problema del tiempo histrico y la imagen dialctica
en Walter Benjamin. Rev. latinoam. filos. [online]. vol.38, n.1, pp. 85-108. ISSN
1852-7353.
VIDAURRZAGA, Tamara. (2012) Atenea y Oshn. O lo personal y lo pblico en
las memorias de Dolores Ibrruri y Gioconda Belli. Revista virtual de estudios
literarios y culturales centroamericanos. N 25, Julio-Diciembre. ISSN: 1535-2315.
Disponible en: http://istmo.denison.edu/
VIOLI, Patricia. (1991) El infinito singular. Ediciones Ctedra. Espaa.
VITALE, Luis. (1988) La mitad invisible de la historia. El protagonismo social de
la mujer latinoamericana. Editorial Sudamericana-Planeta, Buenos Aires.
Disponible en:
http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/s
ys/fmu/e.pdf
[102]
Pginas webs:
http://www.casadelamujer.org.bo/
http://www.gramsci.org.ar
Censo 1982, VOL I http://www.ine.cl/canales/usuarios/cedoc_online/censos/pdf/
censo_1982_volumen_I.pdf
www.sernam.cl
[103]
Anexo N 1: Programa Formativo de la Casa de la Mujer
[104]
[105]
Anexo N 2: Documento histrico Las definiciones de la Casa de la Mujer
[106]
[107]
[108]
[109]
[110]
Anexo N 3: Documento histrico Reflexiones de la Casa de la Mujer
[111]
[112]
[113]
[114]