Revista Cacharro(s) 2 La Habana, Cuba.

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expediente 2 septiembre-octubre

Cacharro(s) Yo otra patria espero, la de mi locura.

Mi Patria es la irrealidad.

1
Cacharro(s), expediente 2, septiembre-octubre 2003
La Habana.
A la memoria del poeta Luis Marimn y del cineasta Nicols Guilln Landrin.
A todos los escritores y artistas que por expresar sus ideas han sufrido
persecusin o prisin en cualquier parte del mundo.

Coordinador: Jorge Alberto Aguiar Daz


Equipo de trabajo: Pedro Marqus de Armas
Juan Carlos Flores
Pia McHabana
Rebeca Duarte
Proyecto Cacharro(s)
Almelio Caldern Fornaris
Ismael Gonzlez Castaer
Lizabel Mnica
Grisel Echevarra
Juan Carlos Flores
Jorge Alberto Aguiar Daz
Edwin Reyes Zamora
L. Santiago Mndez Alpzar (Chago)
Presentacin:
Versos de Jos Kozer y Reinaldo Arenas.
Portada del folleto Curso de Comunismo Cientfico, Ministerio de Salud
Pblica, La Habana 1980.

Agradecimientos:
Anita Jimnez, Carlos Alberto Aguilera, Rogelio Saunders, Carlos M.
Luis, Yanira Marimn, Francisco Morn, Fernando Savater, lvaro
Modigliani, Jacobo Machover, Revista Autodaf, y a los amigos que nos
ayudan desde el anonimato.

Si algn lector o institucin desea colaborar con ayuda material, financiera, o


moral, ya sea para la revista Cacharro(s), el proyecto de igual nombre, o para
cualquiera de los autores publicados (estn o no vinculados directamente con
el proyecto) pueden contactarnos a las siguientes direcciones:

[email protected]
[email protected]
originalmente fue este nuestro correo. Sentimos haber perdido esa
cuenta. Pueden escribirnos ahora a [email protected]

Escobar 354, esquina a San Miguel, C. P. 10200. Centro Habana.

Los textos que aparecen en esta revista son propiedad exclusiva de sus autores o de
las fuentes citadas (obras protegidas por la ley de derecho de autor de cada pas).

2
Prohibido cualquier tipo de reproduccin (excepto la privada a travs del correo
electrnico) con fines comerciales o no, sin previo contacto con nosotros. Cacharro(s)
es una revista sin fines de lucro. Sus autores no la consideran una publicacin.

3
SUMARIO

Ncleos II, Carlos M. Luis


Inmovimiento, Samuel Beckett

Cinco relatos inditos, Ernesto Santana

Matadero, Carlos A. Aguilera

Sobre la obligacin de sonrer en los campos de trabajo


chinos, Gao Er Tai
La esperanza del fin, Pia McHabana
El fin de la esperanza, Juan Hermanos

La religin de la memoria, Jacobo Machover

Flores de ter o la nacionalidad etr(eo)-sexual de


Julin del Casal, (II parte), Francisco Morn
Prdromo, Pia McHabana
Poemas inditos, Luis Marimn

Noticia de Rolando, Pia McHabana


Historias de Olmos, Rolando Snchez Mejas
La Pinga del libertador, Ricardo Palma

La persecucin del ideal, Isaiah Berlin


Catalepsia, Edwin Reyes Zamora
Patria y globalizacin, Peter Sloterdijk

Los dolos de la tribu, Fernando Savater

Ligereza en la pasarela, Duanel Daz

La sombra de las palabras (o la cscara de la manzana),


Adriana Normand

De los autores
Bullet-in
NUEVO!

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SUMARIO

Ncleos II

Carlos M. Luis
-1-
Mscaras enfrentan hombre invisible.

Voz:

Mscaras nacen dentro de los espejos

Y sucede entonces que:

Osamentas y otras muecas completan cuadro donde mscaras quedan


como indicio de un pasado y el pasado deposita en el ro sus excrementos.

-2-
Acto Primero:

Personaje contempla pedazo de carroa

Acto Segundo:

Aparecen fantasmas (como son invisibles slo se escuchan sus aullidos)

Acto Tercero:

Entran en el escenario unos perros que comienzan a ladrar.

Acto Cuarto:

Sale autor al escenario y dice: En esto consiste la lgica de la obra

Teln.

-3-
Es de sobra conocido que durante los sueos perdemos nuestro sentido
de direccin.

Esta explicacin, de por s suficiente, nos llevara hacernos las


siguientes preguntas:

Qu le sucede a las cosas cuando las olvidamos?

Qu tiene que ver esto con los sueos?

Conclusin:

La materia de los sueos no se pierde cuando estamos despiertos.

5
O sea, que una parte de nuestro cuerpo se confunde con la otra parte de
nuestros sueos y que ambas partes, separadas, se buscan por toda la
eternidad.

-4-
Circo donde todos llevamos sombreros.

Sombreros caen al suelo. Pblico desaparece.

Me recuerda sueo:

Habitacin muy oscura. Encaramados en unos grandes muebles una


tribu de indios amenaza con matarnos a mi madre y a m. Mi madre se detiene
en el umbral de una puerta y yo le grito que huya porque los indios podran
flecharla.

Para interpretar el sueo tendra que encontrar sombrero en medio de la


oscuridad.

Luz. Pblico que llenaba la carpa aplaude frenticamente.

-5-
Mi dios excrementa otros dioses

Y moscas salen de sus narices

A quin escoger?

-6-
Cmo nos escapamos?

Por los orificios de los viejos.

Tendremos que apurarnos antes de que se cierren.

-7-
Insectos cuando pasan dibujan mi rostro.

Lluvia lo borra.

Me libero de tener que decir que s.

-8-
Detrs de cortinaje: mueco hace guios.

Corremos y soamos.

Regresamos y mueco nos espera.

Cmo comunicarnos con l?

6
-9-
Un hueco.

Otro.

Encaramados unos sobre los otros.

Espacio queda vaco.

A lo lejos: serpiente.

Exclamacin:

Todos somos huecos!

-10-
Blanco sobre blanco.

Miro: no encuentro nada.

Ante blanco: razn sin palabras.

Y en ese silencio la muerte pariendo.

-11-
Personaje con cajitas.

Adentro: signos de interrogacin.

Msica de otro espacio.

Personaje sin cajitas.

La realidad se repite.

-12-
Dentro de cada espejo las miradas no saben hacia dnde ir.

-13-
Las manos.

Los espacios.

En el espacio de la mano

Que caiga el teln.

Detrs, todos sin manos.

-14-
Residuos de lo que somos o no somos.

Aparece personaje desnudo

Dice:

Ah s! Las cartas, las rosas, el juguete, los nmeros

7
Otro personaje surge

Dice:

Mire usted qu cosa!

Autor:

Debo repetir este acto.

-15-
Al fin hemos llegado

Sin saber cmo

A este espacio saturado

De alambres que rodean el aire

A las formas que definen cada paso

A la cada en.

En los restos y detritus

De las palabras que nos hacen perder el tiempo.

-16-
Vaya qu laberinto!

Pero, dnde ests?

Encuentro:

Sombras partidas en pequeos pedazos.

Ahora comprendo:

Mi mirada la pertenece al otro.

-17-
Salieron o entraron? Nadie se puso de acuerdo sobre este hecho.

Portavoz 1.- Seguimos esperando.

Portavoz 2.- Seguimos esperando.

Portavoz 3.- Seguimos esperando.

Despus ocurrieron los siguientes acontecimientos:

Pasa gato/seora cae al suelo/auto desvencijado/carbones en los


bolsillos/pedazos de papel con mensajes/botellas vacas.

Otro escenario:

8
Portavoz 1.- La situacin contina siendo la misma.

Portavoz 2.- La situacin contina siendo la misma.

Portavoz 3.- La situacin ha cambiado.

Esto provoc varios trastornos. En orden de importancia:

Explosin.

Huda.

Aparicin.

Ruidos.

Lo que sucedi despus nadie pudo recordarlo claramente pero alguien


crey haber visto a (al punto de decirlo lo olvid)

Lo que trajo por consecuencia que los portavoces exclamaran a voz en


cuello y al unsono:

TODO EST HECHO/ALGO EST POR HACER/NO HAY NADA QUE HACER!

-18-
Obra puede tener las siguientes variantes:

Entran dos personajes (mal vestidos) en una estacin de trenes o de


mnibus. Toman asiento uno al lado del otro. Ambos se dirigen la palabra.

Primera conversacin posible: sobre la demora de los trenes o de los


mnibus.

Segunda conversacin posible (esta vez algo ms extensa): discuten


sobre la caresta de la vida.

Tercera conversacin posible (en alta voz): Quien de los dos puede
aguantar la eyaculacin durante ms tiempo.

De acuerdo con las tres conversaciones el escenario puede tener


distintas variantes:

1.- Personajes entran con peridicos bajo el brazo y comienzan a leerlos


en alta voz.

2.- Personajes cesan de leer prestndole atencin a cada una de las


conversaciones.

3.- Personajes, de pie, comienzan a golpearse con furia.

Aqu podra concluir la obra. Sin embargo, tanto el autor como el lector
tienen la opcin de continuarla en cualquier forma que estime conveniente.

9
-19-
sssssssssssssilencio!

Celesta + violn = sonidos

cmo entr?

Por la puerta invisible

Quin?

El Pierrot Lunar.

-20-
Latidos de lo oscuro

Alrededor: una mirada

Te encontr! Te encontr!

Dnde?

En la Capilla de Rotchko.

-21-
John Cage

Juan Enjaulado

En la otra parte

Silencio?

No: su msica.

-22-
Ir

Detrs

Alguien nos dice: escuche!

Algunas letras se olvidaron.

-23-
De qu

Y por qu

Pues ahora

Que nunca fue

Un traspis

Digo:

10
Beckett!!!! No somos nada!

-24-
Paisaje. Rastros de cosas.

Altoparlante: Siento una voz que me dice

Multitud: Ah est el detalle!

Individuo 1.- (en voz baja): Contra viento y marea

Individuo 2.- (voz an ms baja): No estamos en nada

Altoparlante: La muerte en bicicleta

Multitud: Hay que vivir el momento feliz

Individuo 1.- (rascndose todo el cuerpo): A la una, a las dos y a las tres

Individuo 2.- (rociando el piso con su orina): Cachn, cachn, y


cachumba

Hay cambios en el paisaje. Aparecen rboles enanos.

Altoparlante: La cosa est que arde

Multitud: Y para qu hemos venido aqu?

Individuo 1.- Aqu lo que no hay es que morirse

Individuo 2.- Cllense la boca y djenos morir!

El paisaje se torna como una sombra en forma de ameba

Altoparlante: Ni pitos ni flautas

Multitud: Sin camino no podemos huir

Individuo 1.- De esta obra no sale nadie!

Individuo 2.- Mejor irnos con nuestra msica a otra parte.

Ncleos II
Carlos M. Luis

SUMARIO

11
SUMARIO

Inmovimiento

Samuel Beckett
Versin indita del poeta, escritor y ensayista Rogelio Saunders, cedida a Cacharro(s)

Nota del Traductor: Agradezco la ayuda inestimable de Susanne Lange en la


interpretacin de este texto. (Sabadell, 5. 8. 2001).

1
Una noche sentado a la mesa la cabeza entre las manos vio cmo se
levantaba y se iba. Una noche o un da. Porque cuando su luz se extingui no
se qued en la oscuridad. Cierta luz advino desde la alta nica ventana. Bajo
ella an el taburete donde hasta que quiso o pudo se subi para mirar el cielo.
Que no se estirara para mirar lo que haba debajo se deba tal vez a que la
ventana no estaba hecha para abrir o porque no poda o no quera abrirla. Tal
vez saba demasiado bien lo que haba debajo y no quera volver a verlo. As
que estara simplemente all sobre la tierra y mirara a travs del panel
nublado el cielo sin nubes. Su tenue luz inmutable como ninguna que pudiera
recordar de los das y noches en que el da segua sin pausa a la noche y la
noche al da. Esa luz exterior entonces cuando la suya se extingui se convirti
en la nica hasta que a su vez se extingui y lo dej en la oscuridad. Hasta que
se extingui.
Una noche o un da entonces sentado a la mesa la cabeza entre las
manos vio cmo se levantaba y se iba. Primero se levantaba y se aferraba a la
mesa. Luego se sentaba otra vez. Luego se levantaba y se aferraba otra vez a
la mesa. Entonces se iba. Comenzaba a irse. Con inadvertidos pies comenzaba
a irse. Tan lentamente que slo el cambio de lugar para denotar que se iba.
Como cuando desapareca slo para reaparecer en otro lugar ms tarde.
Entonces desapareca slo para reaparecer otra vez ms tarde en otro lugar de
nuevo. As una y otra vez desapareca otra vez slo para reaparecer de nuevo
en otro lugar de nuevo. Otro lugar en lugar del sitio donde se sentaba a la
mesa la cabeza entre las manos. El mismo lugar y la misma mesa en que por
ejemplo muri y lo abandon Darly. En que otros tambin a su vez desde
entonces y antes. En que otros lo haran tambin a su vez y lo abandonaran
hasta que l a su vez. La cabeza entre las manos a medias esperando que
cuando desapareciera de nuevo no reapareciera otra vez y a medias temiendo
que no lo hara. O simplemente preguntndose. O simplemente esperando.
Esperando para ver si lo hara o no. Si lo dejara o no solo de nuevo esperando
por siempre de espaldas a dondequiera que fue. El mismo sombrero y abrigo
nada de nuevo.
Visto de antao cuando recorra los caminos. Los caminos del campo.
Ahora como alguien en un lugar extrao buscando la salida. En la oscuridad.
En un lugar extrao buscando a ciegas la salida en la oscuridad del da o de la
noche. Una salida. Hacia los caminos. Los caminos del campo.
Un reloj a lo lejos daba las horas y las medias. El mismo que cuando
Darly entre otros muri y lo abandon. Las campanadas ahora claras como si
se las llevara el viento ahora tenues en el aire inmvil. Gritos a los lejos ahora
tenues ahora claros. La cabeza entre las manos a medias esperando que
cuando diera la hora no diera la media y a medias temiendo que no lo hara.
Igualmente cuando daba la media. Igualmente cuando los gritos cesaban un

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momento. O simplemente preguntndose. O simplemente esperando.
Esperando para or.
Hubo una poca en que levantaba a veces la cabeza lo suficiente para
verse las manos. Lo que poda de verse de ellas. Una yaca en la mesa y sobre
ella la otra. Inmviles despus de todo lo que hicieron. Levantar su pretrita
cabeza para mirar sus manos pretritas. Luego volver a apoyarla en ellas para
que tambin descansara. Despus de todo lo que hizo.
El mismo lugar que cuando se iba da tras da por los caminos. Los
caminos del campo. Al que volva noche tras noche. Paseado de pared a pared
en lo oscuro. En la entonces fugaz oscuridad de la noche. Ahora como un
extrao al que se vea levantarse e irse. Desaparecer y reaparecer en otro
lugar de nuevo. O en el mismo. Nada que demostrase que no era el mismo.
Ninguna pared desde la cual o hacia. Ninguna mesa a la que regresar o desde
la que partir. En el mismo lugar paseado de pared a pared como si todos los
lugares fueran el mismo. O en otro. Nada que demostrase que no era otro.
Donde nunca. Levantarse e irse en el mismo lugar como siempre. Desaparecer
y reaparecer en otro donde nunca. Nada sino las campanadas. Los gritos. Los
mismos de siempre.
Hasta que tantas campanadas y gritos desde que lo vieron la ltima vez
que tal vez no volvera a ser visto. Y luego tantos gritos desde que las
campanadas se oyeron por ltima vez que tal vez no volveran a ser odas. Y
luego tal silencio desde que se oyeron los gritos por ltima vez que tal vez no
volveran a ser odos. Quiz de este modo el fin. A menos que no fuera un
simple hiato. Entonces todo como antes. Las campanadas y los gritos como
antes y l como antes ahora all ahora ido ahora all de nuevo ahora de nuevo
ido. Luego otra vez el hiato. Luego todo como antes de nuevo. Y as una y otra
vez. Y la paciencia hasta el nico verdadero final del tiempo y el dolor y el ser
y el segundo ser l mismo.

Como uno en sus cabales afuera de nuevo al fin no saba cmo no


llevaba mucho tiempo afuera de nuevo cuando comenz a preguntarse si
estaba en sus cabales. Porque podra decirse razonablemente de uno que no
estuviera en sus cabales que se preguntara si estaba en sus cabales y
convocara lo que es ms lo que le quedaba de razn sobre esta perplejidad
del modo en que se dira que debera hacerlo si pudiera decirse en absoluto?
Fue por tanto a guisa de un ser ms o menos razonable que emergi al fin no
saba cmo en el mundo exterior y no haba estado all ms de seis o siete
horas por el reloj cuando no pudo sino comenzar a preguntarse si estaba en
sus cabales. Por el mismo reloj cuyas campanadas eran aquellas odas
innmeras veces en su confinamiento cuando daba las horas y las medias y as
en cierto modo al principio una fuente de seguridad hasta que finalmente una
de alarma al no ser ms claras ahora que cuando en principio las asordinaban
las cuatro paredes. Entonces busc ayuda en la imagen de alguien que corra
hacia el oeste a la cada del sol buscando una vista mejor de Venus pero no la
encontr. Del nico sonido distinto de los gritos que animaba su soledad
cuando ido en sufrimiento se sentaba a la mesa la cabeza entre las manos lo
mismo era cierto. De su paradero es decir el de los gritos y las campanadas lo
mismo era cierto es decir no poda determinarse ms ahora que entonces
cuando era simplemente natural. Poniendo en ello todo lo que le quedaba de
razn busc ayuda en la idea de que su memoria del interior tal vez fallaba
pero no la encontr. Aument su desconcierto su paso insonoro como cuando
pisaba descalzo el suelo. As que todo odos de mal en peor hasta que al fin
ces si no de or s de escuchar y se puso a mirar alrededor. Result finalmente
que estaba en un campo de hierba que avanzaba un trecho al menos para
explicar sus pasos y que un poco ms tarde pareca recuperarlo para aumentar

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su desconcierto. Porque no poda recordar ningn campo de hierba desde cuyo
centro mismo no pudiera descubrirse un lmite de alguna clase sino siempre en
un sector u otro algn trmino a la vista como una valla u otra forma de linde
desde el que regresar. Ni al mirar ms de cerca para empeorar las cosas se
trataba de la corta hierba verde que pareca recordar comida por rebaos y
manadas sino que era larga y de un color gris claro que tenda aqu y all al
blanco. Entonces busc ayuda en la idea de que su memoria del exterior tal
vez fallaba pero no la encontr. As que todo ojos de mal en peor hasta que al
fin ces si no de ver s de mirar (a su alrededor o ms cerca) y se puso a
pensar. Con tal fin a falta de una piedra donde sentarse como Walther y cruzar
las piernas lo mejor que poda hacer era pararse en seco y quedarse inmvil lo
que luego de un instante de vacilacin hizo y por supuesto hundir la cabeza
como alguien en meditacin profunda lo que luego de otro instante de
vacilacin tambin hizo. Pero cansado pronto de hurgar en vano en esos restos
camin a travs de la alta hierba griscea resignado a no saber dnde estaba
ni cmo haba llegado all ni a dnde iba ni cmo regresar al lugar de dnde no
saba cmo haba venido. As en marcha sin saber y sin final a la vista. Sin
saber y lo que es ms sin querer saber ni sin duda alguna ningn deseo de
ninguna clase ni por tanto ningn dolor salvo que hubiera querido que cesaran
para bien las campanadas y los gritos y lamentaba que no lo hicieran. Las
campanadas ahora tenues ahora claras como si se las llevara el viento pero
ningn soplo y los gritos ahora tenues ahora claros.

As en marcha hasta detenerse cuando a sus odos desde lo profundo oh


cmo y ah una palabra que no pudo descifrar fue a concluir donde nunca
hasta entonces. Descansar entonces antes de otra vez desde tan poco hasta
tanto que tal vez nunca de nuevo y entonces otra vez tenue desde lo profundo
oh cmo y ah de nuevo esa palabra perdida fue a concluir donde nunca hasta
entonces. De cualquier modo fuera lo que fuese acabar etc no estaba ya all
doblegado y a sus odos tenue desde lo profundo una y otra vez oh cmo algo
etc no haba llegado ya por lo que vea a donde nunca hasta entonces? Porque
cmo poda siquiera alguien as habindose encontrado en un lugar como se
no estremecerse de hallarse all de nuevo lo cual no haba hecho ni se hubo
estremecido buscar ayuda en vano en la supuesta idea de que si haba salido
de all de algn modo entonces podra volver a salir de nuevo de algn modo lo
que tampoco hizo. All pues todo ese tiempo donde nunca hasta entonces y por
lejos que pudiera mirar en todas direcciones cuando levantaba la cabeza y
abra los ojos ningn peligro o esperanza como s hubiera sido el caso si
hubiera podido salir. Iba ahora a apresurarse sin importarle si en esta
direccin o en aqulla o bien por otra parte a no moverse ms segn el caso es
decir si la palabra perdida fuese una que advirtiese tal como desdichado o
daado por ejemplo entonces desde luego a pesar de todo lo uno y en caso
contrario entonces desde luego lo otro es decir no moverse ms. As y an ms
la barahnda en su mente supuesta hasta que nada desde lo profundo sino
slo cada vez ms tenue oh acabar. No importa cmo no importa dnde.
Tiempo y dolor y ser supuesto. Oh que todo acabe.

Inmovimiento
Samuel Beckett

SUMARIO

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SUMARIO

Cinco relatos inditos



Ernesto Santana

ALARMA AREA

Amaneci hace una hora y an no he podido dormir porque la sirena, que


empez a sonar desde ayer por la tarde, no se ha callado ni un momento.
De qu sirena hablas? me preguntas mirndome con tu aburrida
suspicacia Llovi un poco, eso s.
Claro que llovi! exclamo yo soltando el aire igual que un buzo al
regresar a la superficie, y aado, aunque s que no servir de mucho: Y ahora
sigue lloviznando. Pero yo te hablo de esa sirena que no ha parado en toda la
noche.
Habr sido una pesadilla y pones esa mezquina sonrisa a medias que
los que se consideran cuerdos usan con los locos familiares. O quin sabe si
todava no te has despertado.
Cllate un momento, por favor. Escucha bien. No la oyes?
Claro que la oigo te encoges de hombros y extiendes tu mano como si
fueras a ponerla sobre mi cabeza. Si ahora mismo ha empezado a sonar!
Aunque ya no te digo nada ms, de todas maneras busco en tus ojos una
chispa de esa demencia que te hace comenzar a or la tortura de la maldita sirena
justamente cuando se ha callado.

THUGHS

Forgive me mother earth,


I don't wanna hurt you

Haban salido los cuatro al escenario oscuro, haban tomado sus


instrumentos en la penumbra y, cuando se hubo encendido la luz, vimos que
estaban totalmente pintarrajeados de negro, vestidos de negro y tenan ojos
sombros. La voz de Otto era poderosa y fra, incluso feroz.
Cmo se llaman? le grit al odo a Cecilia, que empezaba a
contorsionarse junto a m.
Los Thughs! chill ella sobre los pesados acordes de la guitarra
acompaante.
Mir a los Caballeros de la Dama Negra y vi que sobre ellos caan
pedazos de estuco desprendidos del techo por las rabiosas vibraciones de las
bocinas. Msica para Kali, la Diosa Terrible.

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Onrica de Onn me grit Oliverio abrindose sitio entre Cecilia y yo
y poniendo una de sus zarpas peludas en mi hombro. No entend qu quera
decir con aquellas palabras y, adems, como siempre, ola mal.
Esa misma noche, Otto, que tambin era el guitarra lder, sali a
caminar con su novia por el malecn. Un pescador hizo girar el anzuelo en lo
alto y lo lanz hacia el mar, pero era inexperto y se lo clav en un ojo al
desafortunado msico.

Forgive me mother earth,


I just wanna hold you.

LAS AMANTES DEL CORONEL SARAZO

No son flores en el lodo ni ngeles cados, aunque quizs alguna llore un


poco en alguna noche del turbin del verano o en alguna fra madrugada de
febrero.
Y l, siempre temible, y en ocasiones terrible, resulta ser cuanto ms un
stiro aburrido al que ellas, como bacantes, gustosamente despedazaran con
dientes y uas.
Se persiguen y se atraen. Nadie es culpable y nadie atestigua nada.
Juegan a odiarse porque l, viejo asqueroso, las persigue, las fornica, las
encierra, con mayor o menor ardor, segn el brillo de su estrella y de acuerdo
con la fosforescencia de cada una de esas putas de mierda.
No se ilusionen le dice l a alguna que lo mira con los ojos
encendidos de odio. Pienso vivir todava treinta aos ms.
Los puercos no duran tanto susurra ella para s misma.
Y la vida contina.

LOS ZAPATOS DEL TROVADOR

Se calz un zapato y se qued as, doblado sobre una rodilla, recordando


de pronto la msica de una de sus canciones de amor. Cuando eso ocurra,
normalmente silbaba la meloda durante un rato sin siquiera darse cuenta.
Pero ahora era presa de una pesadumbre desconocida.
Hay algo terrible en todo esto dijo a media voz, extendiendo una
mano hacia la guitarra, que yaca en el piso, entre la butaca y una silla. Soy
un vulgar ladrn aadi, rasgando las cuerdas con un dedo, arqueado an y
sin levantar la guitarra del suelo.
Todos somos ratas en el mismo sembrado replic el hombre parado
junto a l.
Pero unos somos ms ratas que otros.
Caramba se asombr el hombre mientras hojeaba los papeles
regados sobre la mesa, todas son canciones nuevas.
Son las mismas de siempre le asegur el trovador con tono
aburrido, pero parecen nuevas.

16
Y por lo visto tienes muy pocas ganas de cantar se quej el otro,
inquieto, porque era quien organizaba aquel renombrado concierto.
Es posible, pero ya s lo que voy a hacer.
Y aquella noche actu y la multitud aplaudi complacida, igual que
siempre.
Muy bien, excelente asinti el hombre parado a su lado, sin ninguna
inquietud ya.
Realmente todas fueron canciones nuevas, pero se parecan a las otras
dijo el trovador, doblado sobre una rodilla, mientras se calzaba el otro
zapato.

EL PEZ TATUADOR

Hoy he punzado metros de piel rozando la sangre que da el toque


mgico a la tinta. He escrito decenas de nombres, he dibujado cien figuras y
he dado mil colores que, en parte, se han de desvanecer durante algn tiempo,
como esos sueos que alcanzan una turbadora nitidez y cuyo recuerdo, luego,
durante el da, se torna cada vez ms vago.
He andado hoy aos de vida y kilmetros de muerte. Al asomar por la
herida, la carne alcanza rudeza de diamante y despus, buscando un letargo de
carbn, abandona el mbito de la transparencia y se abisma en la oscura trama
de los huesos (por cierto, en los pjaros, esos seres que no pueden ser tatuados a
causa de su emplumada piel, los huesos crecen llenos de aire). Ahora bien, mi
cancin preferida cuenta la historia de un hombre que perdi una pierna y se hizo
con la tibia una flauta. Yo har algo semejante. No derramar otra gota de
sangre. No herir otra piel. No har que mi alma siga esa interminable va
epidrmica hacia la cara oculta de la herida.
A lo lejos, parpadeando en la noche, el gran ojo tatuado en el cielo nos
mira desaparecer como si furamos plidos arabescos sobre la piel de las
ciudades.

Cinco relatos inditos


Ernesto Santana

SUMARIO

17
SUMARIO

Matadero

Carlos A. Aguilera

Texto del libro indito Los parasos de cartn

La casa del escritor estaba justamente detrs del matadero.


Era oscura, pequea, estrecha, con un pasillo largo hasta la cocina y
dostres cuadros con recorticos de animales en las paredes. A este tipo de
construccin: edificios de 5 plantas con puertas puertas puertas..., algunos
arquitectos lo llaman trampas para ratones.
Si no fuera demasiado descorts podramos decir que Beijing est llena de
trampas para ratones.
Existen grandes asentamientos de estos edificios por toda la ciudad y Naformtovno: panltina
algunos de sus apartamentos ni siquiera poseen una pieza ritual destinada al (panlsko, mezinrodn azen)
sueo (huevecillos-de-cobre), slo un bao, una cocina y una sala-comedor
donde tambin se descansa. Segn pudimos constatar la casa del escritor
tena una habitacin con 2 ventanas que daban directamente al matadero.
Por lo que dijo la Pekinesa, seora que atiende desde el accidente al Naformtovno: panltina
escritor, ese lugar es una metfora de China: slo sangre, sangre y vacas (panlsko, mezinrodn azen)
muertas. As que no podemos quejarnos, chirri, por mucho que querramos no
podemos escaparnos de la maquinita historia...
Cont como el escritor qued parapljico despus de una acusacin pblica
en la Bolsa de escritores: se supone que le haya dado un derrame cerebral
bajando la escalera, y cmo su cabeza barri cada uno de los 57 escalones
que separan a la Seccin de Literatura de la Biblioteca. Todo por culpa de esa
acusacin, dijo, de esos escritores que se denuncian unos a otros.
Parece ser que el ltimo libro del escritor, la novela La gran marcha hacia
el costado haba cado especialmente mal en la repblica y haba sido
traducida a varios idiomas sin permiso oficial de la Bolsa...; cosa castigada
con varios aos de crcel o con un congelamiento ad infinitum en una fbrica
o panadera.
Como el escritor qued en este estado despus de la acusacin y lo
seal, mientras ste en su silla de ruedas babeaba y miraba algn lugar
detrs de las ventanas lo que hicieron fue no reeditar ms sus libros,
prohibir cualquier referencia en revistas/peridicos y ofrecerle esta casa que
es una especie de sarcfago, para que muera...
Sabemos que cada vez que nos visitan, mir al escritor, varios funcionarios
de la Bolsa se colocan en el techo del matadero y vigilan. Pero a m ya no me
importa eso, chirri, lo nico que pueden hacer es castigarnos como a las
vacas, a corrientazos.
Hasta donde entendemos, el problema de La gran marcha hacia el costado
fue su cuestionamiento irnico de los ltimos aos de la repblica. Su visin Naformtovno: panltina
de ella como zona de castigo: lugar donde las vacas matan a otras vacas y les (panlsko, mezinrodn azen)
hacen sufrir distintas vejaciones. As que al final ellos fueron ms irnicos que

18
l, solt la Pekinesa, lo sacaron del mundo y para colmo lo pusieron a vivir en
este lugar, para que se acuerde que con ellos no se juega.
Al principio el escritor pas de hospital en hospital y despus fue enviado
hacia una clnica de rehabilitamiento por dos aos en Zhinku; ah fue cuando
aparec yo tocndose las manos, nos mudaron a este edificio y advirtieron
que esto era hasta que ellos quisieran, que siempre recordramos la palabra
bondad.
Sin dudas, sta era una de las palabras ms utilizadas por la retrica oficial Naformtovno: panltina
de LaNuevaChina. Slo en la versin en ingls del Aurora del futuro la (panlsko, mezinrodn azen)
contamos cuatrocientosetentaysiete veces.
La Pekinesa nos mostr cmo desde all: la sala y el cuarto del escritor, se Naformtovno: panltina
vean diferentes zonas del matadero, y cmo el olor a sangre a veces era tan (panlsko, mezinrodn azen)
fuerte que ella tena que colocarse un trapo en la cara para no contaminarse.
Yo estoy segura, que a veces matan animales slo para que el olor a sangre
penetre en la casa y veamos lo que pueden hacer con cualquiera, cmo
pueden destrozarlo hasta que pudra.
Hay vacas que han dejado ms de veinte das en medio de ese patio, y toc Naformtovno: panltina
con el brazo derecho una de las ventanas, mientras las moscas y los gusanos (panlsko, mezinrodn azen)
hacen lo suyo. Eso no les parece una advertencia?
Dijimos que no sabamos exactamente pero que haba varias maneras de Naformtovno: panltina
deshacerse de animales enfermos: quemndolos al aire libre mientras alguien (panlsko, mezinrodn azen)
echa petrleo o dejndolos semimuertos hasta que hinchan y pudren. Segn
Granet, ste era el mtodo preferido de los seores feudales: una larga
pestificacin hasta que el fluir del animal se acopla a la naturaleza.
La Pekinesa hizo un mohn con la cabeza y nos condujo de inmediato hasta
la puerta: Me parece que ustedes an no han visto la manera en que cierra la
boca un tigre... (plump)

Resulta innecesario subrayar que a partir de aqu nuestra investigacin Naformtovno: panltina
sobre el escritor se hizo sumamente difcil, ya que la Pekinesa nos reciba (panlsko, mezinrodn azen)
cuando quera o nos ahuyentaba argumentando fuertes dolorcitos de cabeza.
Cuando le pedimos revisar los inditos del escritor dijo: para eso tienen que
traer permiso oficial.
Sus historias se hicieron cada vez ms extraas y slo giraban alrededor Naformtovno: panltina
de micrfonos, grabaciones detrs de las paredes y de cmo la Bolsa (panlsko, mezinrodn azen)
inyectaba sustancias en el pollo que le daban cada seis meses para
adormecerla. Ms de una vez articul: He encontrado la caja de fsforos fuera
de lugar.
En uno de sus arranques verbales supimos que ella estaba emparentada
con el escritor por parte de madre (haba sido la esposa del to de), y que el
escritor durante mucho tiempo la haba llamado mi ta perifrica; que en
Beijing slo quedaban ellos dos; y que por atenderlo haba enterrado su vida y
ahora era un vegetal junto a l...
Habl de cmo su angustia se deba a la fama cada vez ms idiota del
escritor y cmo en la misma medida que esa famita haba crecido ella senta
tambin que por tener que dar entrevistas que no quiero dar y salir en fotos
donde no quiero salir su odio creca junto a ella.
Nosotros charlamos de nuestra universidad y de cmo algunos
departamentos estaban intentando crear un fondo para ayudar al escritor:
eso tambin va a ser para usted..., no se preocupe..., con nuestra

19
investigacin vamos a demostrar que el escritor puede ser considerado la
resistencia ms prestigiosa a China en los ltimos cincuenta aos.
Ella qued durante un tiempo en silencio y despus escudri bizcamente
nuestros maletines en el suelo. Dijo: est bien, pero hoy no, otro da...; y abri
la ventana para ver como empujaban a una vaca y la colgaban viva en uno de
los ganchos del matadero.
El da menos pensado le voy a dar un tiro en la cabeza...

Por lo que preguntamos, el accidente del escritor no estaba tan claro como
la Pekinesa haba sugerido. Varios escritores cuyo anonimato es mejor no
develar dijeron estar seguros de que no haba existido tal accidente, y de que
si haba cado era porque seguramente lo haban empujado. Uno jur haber
visto una sombra correr en direccin a las oficinas.
Cuando registramos las actas del momento: tuvimos que esperar cerca de
una semana para que nos dejaran observarlas, ya que un jefe superior deba
siempre darle permiso a otro jefe superior hasta que acordaron que las
revisramos con unos de los poetas vicepresidentes, un batracio de ojos
amarillos que nos interrumpa constantemente, vimos que de veinteysiete
personas quedaron en el local a las 6 y 45 slo tres contando al escritor y a la
secretaria que levant acta.
Esto en principio nos dio mucha alegra. Aparte del escritor slo dos
personas haban quedado junto a l, nos decamos, as que por algn lado
tendr que salir la verdad. Cosa que hizo que recesramos ese fin de semana y
furamos a comer pato cantons a un restaurante que hay en las afueras de la
ciudad. Un pato extraordinario, sin dudas, el mejor que hemos comido en
aos.

De vuelta a casa del escritor fuimos desmontando las cajitas de inditos de


un closet disimulado en una de las paredes del cuarto, el que est frente por
frente a las ventanas, y abrindolas con mucho cuidado para ver qu
contenan.
Para nuestro asombro algunas de estas cajas, dieciocho en total, estaban
semivacas. Haban sido abiertas antes y muchos de los papeles que
encontramos se interrumpan, o lo que reconocamos como grafa de
escritor se haca tan diferente que no era difcil sospechar que alguien las
haba cambiado o distorsionado.
En una de las cajas slo apareci un reloj.
Cuando le comentamos a la Pekinesa esta arbitrariedad: la de papeles y
letra de escritor, dijo no saber nada del asunto y que ella recordara era
primera vez que esas cajas se manipulaban. Es muy posible que alguna vez l
trabajara con una secretaria, apunt.
Despus de pensarlo muchas veces decidimos que no. Nadie alquila una
secretaria para que copie una hoja o la mitad de otra. Adems, estaban
colocadas como si no hubieran sido confeccionadas despus sino en el mismo
momento de lo que se llama flujo de creacin.
Por lo que vimos haba fragmentos de una novela (la novela que pone al
lmite mi vida segn descubrimos a posteriori en unos apuntes) que no haba
avanzado mucho hasta ese momento y dos o tres libros de relatos y uno de
teatro en cajas distintas. ste ltimo se llamaba Yuanxhei no fuanhg

20
(Animales en movimiento). Tambin, diferentes libretas que al principio no
comprendimos1 y ensayos sueltos.
Otras cajas slo eran de cartas.
Cuando al vuelo revisamos algunas de stas, la mayora escritas en ingls,
vimos que un gran volumen estaban dirigidas a diferentes escritores de
occidente2, y otras, aparentemente las ltimas, a una tal Dear S.
El escritor haba viajado a Pars unos aos antes presidiendo una
delegacin oficial y sin querer, comenta en una carta, la haba conocido. Por lo
que escribe fue muy importante recorrer con ella el antiguo Museo de
Antropologa y los Champs Elyses...
Le comenta sobre un supuesto relato que slo t puedes escribir, con todas
estas frases sobre China que yo te ir dictando... y advierte de cmo le
gustara que esa nouvelle se llamase: Apuntes para un viaje a China, as de
sencillo...
La Pekinesa dijo no saber nada de esta relacin: No s nada de americanas
dijo, y cuchiche que no debamos hacer ningn comentario sobre el asunto,
si no los perros de la Bolsa vendran y se llevaran las cajas. En la nueva
repblica estn prohibidos los vnculos amorosos entre personas de ideologas
contrarias.
Nos remos de lo que nos pareci otra locura de la Pekinesa y prometimos
silencio total. Como ustedes saben, una chinita desconfiada puede convertirse
en algo muy serio.

A partir de ese momento empezaron a ocurrir cosas muy raras en el


matadero.
Cada vez que llegbamos el mugido de las vacas se haca ms y ms
insoportable, como si todas hubieran sido pinchadas a la vez, y una banda
militar vestida a la manera antigua haca un recorrido por el gran patio,
tocaba largamente un tambor y realizaba 4-5 fusilamientos.
Lo extrao es que la manera usual de matar a los animales en los
mataderos es con unos o dos cuchillos hasta descuerarlos (existen varias
tcnicas, entre ellas la pu fixj, patentada en la misma repblica) o con una
serie de corrientazos hasta que las vacas, animales grandes y difciles de
mover, caen desplomadas por la electricidad.
Pero nada de esto ocurra en la Segunda Estrella de Oro, as se llamaba
este matadero. Cuando la banda militar daba todas las vueltas que iba a dar,
que podan variar de seis a veinte segn el delirio del capitn de turno, se
colocaban seis rifleros en posicin de alerta y disparaban.
Esto suceda ocho veces en la maana y ocho en la tarde, segn
visitramos al escritor. Cuando trabajbamos tiempo completo se articulaban
en las dos sesiones.

1
Ver el Informe que se reproduce al final de este relato. Por el permiso de reproduccin
agradecemos a la Universidad de Princeton, USA.
2
Entre las cartas dirigidas a otros escritores, todas apiladas en dos cajas color verde,
encontramos 24 a Heinrich Bll, 7 a Primo Levi, 12 a John Updike, 18 a Ricardo Renzi, 5 a
Somma Morgensten; a este ltimo pidindole datos sobre la vida de Joseph Roth. Todas
comienzan invariablemente con la palabra Querido... o Estimado.... La correspondencia
sostenida con Levi contiene un debate muy interesante sobre el substrato no histrico de la
palabra Lager.

21
Lo ms absurdo siempre era el comunicado. Era ledo sin exclusin a cada
vaca lista y repetido innumerables ocasiones en tonos diferentes de voz,
como si varias personas se relevaran una detrs de otra para condenar entre
gritos y gritos a las vacas indefensas. Una vez finalizado este simulacro
comenzaba la ejecucin.
Cuando le preguntamos a la Pekinesa si esto era costumbre en China, Naformtovno: panltina
asegur no saber nada de mataderos pero que hasta ahora nunca haba visto (panlsko, mezinrodn azen)
esta manera de cortarle-la-cabeza-a-las-vacas. Es un ritual nuevo, apunt.
Simulacro que nos molest muchsimo por la cantidad de ruido y golpeteo
que incorporaba, pero que terminamos por introducir en nuestro campus de
trabajo.
Otra de las cosas extraas fueron los hombrecitos de cartn. Aparecieron Naformtovno: panltina
un da en el techo del matadero, hacia la casa del escritor, y se corran solos (panlsko, mezinrodn azen)
de lugar formando varios diseos. A veces una cruz, a veces una espiral, a
veces una fila horizontal.
Estaban pintados como los sheriff de las pelculas del oeste, con
pistola/chaleco, y en vez de ojos tenan huecos, dos huecos por donde
suponamos alguien iba a mirar.
Lo cierto es que nunca vimos a ninguna persona vigilantemente detrs de Naformtovno: panltina
ellos, y siempre estaban ah, como perritos de guardia. (panlsko, mezinrodn azen)

Sin dudas la presencia de estos mirones era ms molesta que todo el


tejemaneje con las vacas en el patio. Sobre todo si se piensa que las ventanas
del cuarto estaban semirrotas y no podan cerrarse. Era como estar en una
pecera en la que en cualquier momento un monstruo puede introducir su
mano.

A partir de ah decidimos acelerar nuestro trabajo y visitar al presidente de Naformtovno: panltina


la Bolsa en los das del accidente. Arrinconarlo. Sacar la verdad. (panlsko, mezinrodn azen)

El presidente era gordo, zambo, de uas largas, con una sonrisita perenne Naformtovno: panltina
y gestos afeminados. Ladraba tan enredadamente que muchas veces se perda (panlsko, mezinrodn azen)
y al final ya nadie saba qu estbamos hablando. Cuando miraba daba una
extraa impresin de peep-show.
Hizo muchos cuentos de su poca y sermone largamente sobre el alma Naformtovno: panltina
china. Cmo haba escritores que haban traicionado la ontologa estrada (panlsko, mezinrodn azen)
del alma china: fuan yei xo guahn, y por esa razn no situaban su locus en el
mismo lugar de la nacin. Esos son los renegados, dijo, a los que hay que
cortarle los brazos para que aprendan a nadar a favor de la corriente.
Narr cmo en su tiempo l agarraba a ese tipo de escritores falsos y Naformtovno: panltina
desagradecidos y los amonestaba severamente por haber incumplido con el (panlsko, mezinrodn azen)
Cdigo Areo del Soldado de las Letras. Record el famoso caso de un
periodista que haba burlado la censura que nuestra proteccin impone a
ciertos temas, y cmo l en persona lo haba arrastrado hasta el manicomio y
pateado all. Un hombre, observ con los ojitos semicerrados, que se atreva de
esa manera slo puede estar fuera de su centro.

22
A las preguntas sobre el escritor se mostr evasivo y apenas dio datos que
ayudaran a decidir si haba sido accidente u otra cosa. Slo dijo: yo se lo
advert muchas veces, con el inxj3 no se juega.
Sobre la secretaria que haba levantado acta aquella noche no pareci
recordar mucho y cuando hablaba de ella pareca disear a dos o tres
personas a la vez: alta, delgada, deforme, bajita..., que a l le pareca que
estaba emparentada con l [el escritor], y que era una de esas mujercitas a
las que no hay que tomar muy en cuenta. Por mucho que nos hayamos
esforzado, picote, ellas no han podido superar el terrenito medio de la
inteligencia, ji ji ji ji...
Acto seguido pas a describir los logros literarios de los escritores bajo su Naformtovno: panltina
mandato: 17 aos siendo la cabeza-gua, y cmo l junto a dos o tres ms (panlsko, mezinrodn azen)
haba empujado el movimiento realistanacional hacia la cumbre que se
ilumina con el primer rayo de sol en la maana. Descripciones duras, grit,
no esos novelones sobre la existencia que nadie entiende.
Habl de cmo en la repblica se haba puesto todo en funcin de ese Naformtovno: panltina
movimiento: a pesar de las limitaciones que tiene nuestro pas, y de la (panlsko, mezinrodn azen)
manera en que la alta dirigencia encarril a la verdadera literatura. Eso nos
hizo grandes, volvi a ladrar, aunque hayamos sido al final muy criticados.
Cuando nos levantamos para recoger nuestros bolsos dijo esprense y Naformtovno: panltina
apareci por la puerta con un librito de tapas negras que segn l era el mejor (panlsko, mezinrodn azen)
testimonio que se haba escrito sobre aquella poca. Acabo de publicarlo, se
llama El alma proftica de un soldado.
Como ustedes imaginarn, mucho antes de llegar a nuestra casa, lo
botamos.

Lo ms curioso de todas las opiniones que habamos recogido era que Naformtovno: panltina
varias coincidan en que la secretaria de aquella reunin estaba emparentada (panlsko, mezinrodn azen)
con el escritor e incluso, las ms arriesgadas, especularon que la sombra que
se haba visto en la escalera antes de la cada era una sombra femenina. Un
poeta, que no neg sus diferencias estticas con el escritor, asegur que
existan rumores de que la secretaria era la ta de ste o algo as.
Sera posible que la Pekinesa fuera la secretaria que durante los dos
ltimos meses buscbamos? La mano que redact el informe? La sombra Naformtovno: panltina
que atraves de lado a lado la oficina? Y si lo era, por qu hasta ahora lo (panlsko, mezinrodn azen)
haba negado? Por qu nunca haba hecho mencin de eso?
Cierto que nunca le habamos hecho la pregunta directamente. Perdidos en Naformtovno: panltina
nuestra propia pesquisa, y por lo desptico que sera que la ta del escritor (panlsko, mezinrodn azen)
su propia ta!! haya participado en un juicio contra ste, no habamos
concebido que ella pudiera estar de manera frontal detrs de todo.
Y si todo lo que haba sucedido: los vigilantes en el matadero, el Naformtovno: panltina
fusilamiento de las vacas, las palabras del Presidente de la Bolsa..., no era (panlsko, mezinrodn azen)
ms que un plan puesto a funcionar por ella misma? Un plan de constantes
descentramientos y ocultamientos de la verdad? Un plan nefasto concebido
por una chinita nefasta?
(Hmmmmmm...)

3 Trmino coloquial muy usado en la repblica para designar algo mayor e inalcanzable que debe
ser tratado con obediencia y respeto, por ejemplo: la alta dirigencia poltica y el estado. Fuan Zhan
Yu. Dictionary of Political Terms. Beijing: Ministry of Culture, English Languaje Publications, 1967.

23
Y si la que lo haba empujado por la escalera era ella y ahora como castigo
o recompensa, que todo est muy raro y no se sabe, tena que cuidarlo hasta
que finalmente muriera? Vigilarlo?
(Hmmmmmm...)
La visita a casa del Presidente nos dej con muchsimas dudas y nos meti Naformtovno: panltina
en un mundito lleno de atajos/paranoias. Slo una cosa era segura: nada de lo (panlsko, mezinrodn azen)
que sabamos era definitivo, haba que desconfiar de todo y todos. Como ha
escrito Confucio: Un verdadero Prncipe es aquel que duerme con los ojos muy
abiertos.
Nota:
Pas por aqu. No estaban. Al escritor le han dado convulsiones
y est en el hospital. Nos hacen falta medicinas.
Los espero.
La grafa de la Pekinesa no era ya un indicio de sospecha? Esa manera de Naformtovno: panltina
hacer la a, con una bolita demasiado contrada abajo y slo un palito arriba, (panlsko, mezinrodn azen)
de construir oraciones cortas, de obligarnos a ir al hospital sin obligarnos, no
era todo fruto de un calculado y puntual entrenamiento? No haba en la
autoridad que desprenda esta nota clavada en la puerta de nuestra habitacin
toda una vida en funcin de recibir y dar rdenes? No se encontraba ya en
esa tachuela de cabeza roja utilizada para martillar la nota algo
ntimamente relacionado con el movimiento de sus manos cuando hablaba,
as, como si tasajeara dos vacas en el aire? Incluso no era ya todo evidente
en las venas que le bajaban por el brazo hasta las manos y se ramificaban en
cada uno de sus dedos?
Innegablemente, una de las cosas que ms nos llam la atencin de la Naformtovno: panltina
Pekinesa fueron sus venas: anchas, multiformes, verdes... No porque hayan (panlsko, mezinrodn azen)
sido sensacionales en s mismas, habra que ver que significa ste vocablo
aplicado al mundo de las venas, sino por el simple hecho de que se tornaban
visibles y se poda estar frente a ellas con relativa comodidad. Por mucho que
una persona no entendiese, son por decirlo de alguna manera carreteras
listas para el viaje.
Aunque parezca curioso, en la repblica a las mujeres nunca se les Naformtovno: panltina
observan las venas. Suelen echarse polvo de arroz para tapar la ms mnima (panlsko, mezinrodn azen)
variacin en sus cuerpos y usan vestidos largos con estampas oscuras o
flores. De hecho, para aficionados a la angiologa como nosotros se hizo
sumamente difcil y slo en la Pekinesa o en nias que no pasaban de diez
aos pudimos recrearnos, ya que en la repblica consideran de mal gusto este
arte e incluso incomprensible. Dicen: occidentales como siempre: aberrados...
Ahora el propio hecho de que en la repblica se empolven con talco de
arroz y la Pekinesa no, de que las chinitas disimulen esa vena que pasa cerca
del ojo4 y la ta del escritor no slo no la escondiera sino la mostrara
constantemente, no es esto en verdad y sin exageracin sospechoso?
No es sntoma de un carcter autoritario, de una voluntad al servicio del
mal, de un desafo?

4
Lo que ms sufrimos fue sin dudas la ausencia de venita ocular. Se la tapan
obsesivamente con una resina amarilla que a su vez va a ser borrada con polvo de arroz, y ni
siquiera dejan que otras personas se acerquen a sus rostros. Piensan que la localizacin de esa
vena hace a los descendientes del antiguo imperio vulnerables y pueden ser reconocidas
enfermedades biolgicas o genticas por esa va. Algunos creen que a partir de esa vena slo
es posible la circulacin de qi en el cuerpo.

24
Alguien con ese tipo de venas, la del ojo la de las manos la de los pies, no
puede irte estrangulando da a da y observar con total calma como pataleas
hasta que mueres?
Agarrarte el cuello y sencillamente trackk...?
S, ya no tenamos dudas. La Pekinesa era ese bicho que desde el principio
tuvimos contra nosotros. A partir de este momento slo haba que investigar y
mantenernos alertas. Si haba arrojado por la escalera al sobrino, a nosotros
era capaz de amarrarnos y sacarnos los ojos con una cuchara.

En el hospital todo fue diferente. Se mostr particularmente amable y Naformtovno: panltina


hasta las enfermeras, a las que se les tiene prohibido hablar con extranjeros, (panlsko, mezinrodn azen)
sonrean e inclinaban su cabeza a nuestro paso.
Narr las varias etapas que haba tenido esta nueva recada: primero con Naformtovno: panltina
manos viradas-lengua afuera, despus con suplemento de oxgeno-ojitos en (panlsko, mezinrodn azen)
blanco, ms tarde con espumarajos babosos-contorsiones epilpticas, y cmo
desde hace dos das todo se haba controlado y empezaba a mejorar. Si
contina as, grazn, estaremos muy pronto en nuestra casa.
Frase que nos record nuestras sospechas debemos investigar, debemos
investigar! y nos hizo pensar seriamente en la manera o las maneras en que
debamos entrar a la casa sin levantar sospechas:
uno) ofrecerle un t con somnferos a la Pekinesa, extraerles las llaves y
hacerles copia.
dos) zafar con un cuchillo de mesa varias de las persianas de la sala y
despus retornarlas a su sitio cosa que ocupara mucho tiempo.
tres) forzar la puerta.
Aunque como imaginan la que menos nos agradaba era la primera ya que Naformtovno: panltina
inclua demasiado azar: si se tomaba el t, si le haca efecto, si no haba una (panlsko, mezinrodn azen)
reaccin alrgica..., fue la que estimamos ms conveniente para no fallar en
nuestros propsitos. As que inventamos un t ingls de muy reciente
reputacin, que seguro ella no haba probado: nos guibamos los ojos cada
vez que hablbamos de la grandeza de este t, y le echamos somnferos como
para que estuviera durmiendo una semana. Cosa que no fall. Pareca una
puerca a la que acaban de matar.
Dos horas despus estbamos entrando a la casa del escritor.
Hacer el recuento de cmo nuestra investigacin vari a partir de este
detalle: la entrada a la casa, el juego entre lo que se muestra y se oculta, el
asombro, sera un sinsentido, una manera de enmaraar las historias que
posee esta historia. Slo una cosa podemos adelantar: la Pekinesa no
despert y hubo que enterrarla en la misma posicin que fue encontrada:
cubito supino. Al escritor le dieron casa: una casa hermosa, con estantes de
flores techo de pagoda, y ahora atiende un taller de jvenes dramaturgos en
una provincia cercana. El antiguo presidente de la Bolsa se mat. Segn el
Aurora del futuro: el enemigo una vez ms haba demostrado, al-asesinar-a-
este-matrimonio-smbolo-de-la-repblica, que no saba observar las
diferentes formas que conviven en una naranja.

Informe.
Este informe no ha sido hecho para ser publicado. Debe ser ledo en
silencio; tomando apuntes. Es fruto de nuestro error, de la mala informacin
que constantemente tiene occidente de lo que ve-siente el Otro. Tambin, de
nuestra ingenuidad. Es el resumen de las notas que poco a poco fuimos

25
tomando ese da, el da de nuestro arresto, en el lugar de los hechos.
Quisiramos consignar que nos han tratado respetuosamente y nadie nos ha
obligado a mostrar este diario. Lo hemos entregado slo para que nuestra
conciencia quede tranquila y facilitar en parte el proceso. Estamos seguros
que la benevolencia de la ley ser la nica que caer sobre nosotros.
1. Todo en la casa ha cambiado. El orden aparentemente contina: las
tazas de t, los cuadritos sobre las paredes, la mesa en medio de la sala...
pero a la vez todo posee un orden falso, como si hubiera sido trazado para
despistar, coger en falta...
2. Una foto del escritor ha sido colgada detrs de la puerta. Una foto muy
pequea, como las que se colocan en carnets o planillas, dentro de un marco
muy grande. El marco ocupa ms o menos la mitad de la puerta mientras la
foto, ridculamente, est empotrada en medio. La imagen del escritor en la
foto mueve los ojos hacia todas partes desenfrenadamente mientras nosotros
recorremos la casa; a veces, salta.
3. Han desaparecidos 11 cajas de textos. En las siete restantes slo hay
papeles sueltos y anotaciones sin demasiada importancia. En una de ellas,
junto a un reloj antiguo de bolsillo, hay un gorrin disecado.
4. El gorrin tiene una expresin muy rara en el rostro. Sus ojos y cierta
apertura en el pico, como si quisiera decir algo, recuerdan los ojos y la boca
de la Pekinesa. Es como si el artesano que lo momific se hubiera basado en
una foto de sta. Quiz, en una foto de la Pekinesa joven. Por momentos, no
sabemos cmo ni por qu, el gorrin mueve una pata.
5. Del bao ha sido arrancada la tina de porcelana, an se ven los huecos
de los tornillos en el piso, y la ducha. En sustitucin slo hay dos cubos vacos.
Uno de los cubos tiene un hilo amarrado que llega hasta la foto dentro del
gran marco tras la puerta. El hilo es blanco.
6. En el bao hay otra foto del escritor. En sta se ve desnudo, acostado
sobre una camilla en un lugar que parece la sala de operaciones de un
hospital. En el fondo hay una mujer con guantes blancos y una cuchilla en la
mano izquierda. La mujer, quiz la Pekinesa, no parece estar mirando hacia el
fotgrafo sino hacia una puerta que no se ve en la foto.
7. En uno de los rincones de la sala hay un aparato. Es metlico, con varios
bombillitos rojos y una bocina en forma de cono; por uno de sus extremos
bota papeles.
8. En las siete cajas de inditos que permanecen hay un diario. Mejor, un
fragmento de diario, ya que slo sobreviven algunas pginas de uno mayor5
que antes no habamos visto. En este diario encontramos el siguiente apunte:
Estn vigilando. Aparecen y desaparecen de mi casa y me obligan a pasar
muchas horas inutilizado en un silln de ruedas... Los occidentales hablan
mucho. Calma, porque si no la situacin se puede volver insoportable.
9. Analizamos las hojas que suelta el aparato. Hay fotos de nosotros
abriendocerrando las cajas y en otras posiciones: hablando con la Pekinesa,
de pie junto a la puerta, mirando por las ventanas, echando azucar en el t,
etc. En algunas aparece el escritor babendose. Su boca, en esta foto,
recuerda tambin a la de la Pekinesa joven. Quiz cierta deformacin hasta
ahora imperceptible en la comisura de los labios.

5
Una de las pginas dice: En realidad los matarifes desollan muy rpido a los toros, como si con
esa rapidez quisieran economizar su dolor. Con las vacas se demoran ms. Les cortan primero las
ubres y despus el rabo en tres pedazos. Posteriormente con un cuchillo las van apualeando
hasta que la vaca se desangra. Otra: A los toros los matan con electricidad. Dos o tres cablecitos
alrededor del cuerpo y una descarga. Lo ms curioso es que siempre caen con los ojos cerrados,
como si no quisieran culpar a nadie. Las vacas no. Las vacas caen con los ojos abiertos o
pestaeando. Ms de una vez he visto como los matarifes les echan chorros de agua en los ojos
para ver si los cierran. Otra: Por la manera en que mueren los toros y las vacas sabemos que son
animales en diferencia.

26
10. El aparato est registrando lo que ahora mismo hacemos. Reproduce
imgenes detalladas de nuestros movimientos por la casa y va describiendo a
pie de foto nuestras acciones. Por ejemplo: Si nos sentamos a leer el diario del
escritor dice: Occidentales sentados leyendo diario. 19.07 gtm.
11. Por lo que est escrito en el diario, el escritor tiene que obligar
constantemente a la Pekinesa e incluso a veces convocar reuniones urgentes
con los kamaradas de la Bolsa para que sta cumpla eficazmente su papel.
En un esbozo de carta que aparece pegada sobre otra hoja en el mismo, dice:
...no estoy seguro que este teatro del accidente sea lo indicado. Tal parece
que muchos piensan que no hubo tal accidente y que en realidad me
empujaron. Para nuestra tranquilidad debemos intentar desmentir esta
versin. Charlar con F.
12. Bajo el sof descubrimos otras cajas con fotos: con la misma calidad de
impresin del aparato. En algunas aparece el escritor disfrazado de militar en
el patio del matadero ordenando la ejecucin de las vacas y, en otras, con su
rostro muy cercano al de varios de estos animales como si estuviera
susurrndoles algo. En un lbum, el escritor y la Pekinesa pintan y recortan
los hombrecitos de cartn. Sonren.
13. Encima del escaparate hay otros gorriones disecados: 75 para ser
precisos. Todos ms o menos tienen el mismo tamao y la misma expresin. A
la izquierda hay un pjaro ms grande al que le faltan dos plumas de cada ala
y los ojos. Los ojos o un simulacro de stos estn dentro de una cajita de
cristal con un papelito que dice: Hechos a mano por la Pekinesa.
14. Descubrimos en unos files camuflados en una falsa pared del cuarto un
Mea culpa redactado por la Pekinesa. En ste dice que por sus padres haber
desertado de la repblica y haberse vendido al enemigo se compromete a
servir lealmente toda encomienda y a no fallar nunca. Kamaradas, lo nico
que puedo decirles es: no desconfen.
15. Junto a los papeles del escritor aparecen muchas cosas que no
habamos registrado antes: brazaletes de soldado, medallas militares,
fragmentos de notas aparecidas en la prensa, una pequea pistola
semioxidada o que por lo menos no se limpiaba haca mucho, una portada de
revista donde se ve al escritor sonriendo encima de una montaa de gorriones
disecados... El pjaro ms grande, al que faltan ojos y algunas plumas de las
alas, se ve como a un metro de esta montaa mirando hacia la cmara. La
revista tiene escrito en sus bordes, a bolgrafo, algo ininteligible...
16. El aparato reproduce insistentemente nuestros movimientos, incluso
los de pararnos frente a l, observarlo; y tira los papeles hacia un lado en una
canasta plstica. Hace un ruido sordo.
17. Junto a los libros que se amontonan tras el sof hay dos ceniceros con
varias colillas de cigarros. Tambin, pequeos papelitos masticados con restos
de apuntes. En algunas de estas colillas hay manchas de rouge y grasa de
pelo. Encima, plumas de algn pjaro que an no hemos detectado en la
habitacin. Estas plumas tienen pintados unos ideogramas que aparentan
movimiento cuando cambiamos las plumas de lugar.
18. Abrimos uno de los muchos gorriones que hay sobre el escaparate y
vemos que estn totalmente huecos y con una reproductora de minicasettes
encajada en lo que antes fue su barriga. Cuando escuchamos, en esta cinta
est parte de nuestras conversaciones con la Pekinesa y a posteriori la voz de
un hombre consignando da y ao del encuentro. El pjaro grande est vaco,
con una babaza transparente que hace un poco difcil su manipulacin.
19. En otro de los apuntes dice: Hoy los occidentales vinieron y
registraron las cajas con cartas que hemos tardado aos en falsificar.
Quedaron muy impresionados con mis supuestas relaciones y le hicieron a la
Pekinesa muchas preguntas al respecto. Realmente estoy muy cansado ya de
este asunto y no s porque de una vez por todas no intervenimos. Al final, son
como ratoncitos en un laboratorio, estn atrapados.

27
20. Descubrimos bajo uno de los cubos del bao el de la derecha un
cartapacio de papeles con anotaciones precisas de qu decir y cmo gesticular
en este nuevo caso. Las anotaciones tienen pequeos dibujos con la mano
en dismiles posiciones e incluso en una aparece el lugar en que se debe
colocar a los gorriones con respecto a la emisin de la voz y el volumen de los
cuerpos: para que el movimiento de las manos no corte el flujo de la voz.
Por la grafa, suponemos que estos apuntes fueron redactados por el antiguo
Presidente de la Bolsa o la Pekinesa.
21. Las ventanas del cuarto del escritor han sido restauradas y pintadas de
verde oscuro. Encima tienen una telilla blanca con una hoz y un martillo
incrustados. Debajo, otra telilla con la imagen de uno de los dirigentes de la
repblica. A veces, por una extraa anomala, esta imagen parece recorrer
todo el cuarto y despus situarse nuevamente en su lugar.
22. El aparato emite un ruido spero y enciendeapaga todos sus
bombillitos insistentemente. El papel que vomita tiene un raro esquema de
gentes fusilando y vacas muertas. A pie de nota se lee La sonrisa del escritor
construir el horizonte!
23. En otro de los apuntes dice: Esta va a ser la prueba ms dura. Nunca
he tenido paciencia para estar en cama y creo nunca la tendr. Ojal todo
pase rpido. No soporto ya la situacin y menos el olor que desprenden estos
occidentales. Si todo contina segn hemos ideado esta misma noche
operamos.
24. El matadero est totalmente vaco y han colocado frente a la casa una
valla grande con la imagen de una vaca muerta y tres gorriones encima
picoteando su carne. La imagen tiene abajo la letra xhu, en letras rojas.
25. Bajo el sof encontramos otra revista con unas preguntas a la Pekinesa
y una foto de sta junto al antiguo presidente de la Bolsa. El artculo cuenta
cmo una sofisticada operacin entre varios escritores y las fuerzas de la
Seguridad salvaron a la nacin una vez ms de la calumnia y el sinsentido.
El mismo artculo habla de alucinaciones y de un extrao juicio celebrado hace
un ao a dos personas [pginas centrales].
26. El aparato empieza a soltar tornillos hacia todas partes y un intenso
olor a plstico derretido. La ltima foto que imprime es la vista vertical de dos
paredes grises y una ventana con rejas en lo alto. Debajo, un banquillo de
madera.
27. Decidimos que debemos regresar al hospital y mostrarnos como si-
nunca-hubiramos-sospechado-nada. Un verdadero profesional simula incluso
hasta cuando cree que ha sido descubierto.
28. Luces,

Matadero
Carlos A. Aguilera

SUMARIO

28
SUMARIO

Sobre la obligacin de sonrer


en los campos de trabajo chinos

Gao Er Tai
Tomado de la revista Autodaf, del Parlamento Internacional de los Escritores
Traduccin de Javier Calzada

Los habitantes de Jiabiangu han creado una sonrisa que no tiene


parangn en el mundo, y una forma de correr que tambin es nica. Toda
actividad creadora es contingente y est sometida, a largo plazo, a diversos
factores. En Jiabiangu, el factor que la provoc fue la llegada de no s qu
grupo de visitantes.
La Direccin de la Comuna se tom la cosa muy en serio. Aquella misma
noche se construy febrilmente una pista de baloncesto, y a rengln seguido
fuimos repartidos en diversos equipos: baloncesto, danza, canto; se form un
grupo de espectculos populares, una oficina de redaccin de peridicos
murales... La vspera de la llegada de los visitantes dejamos de trabajar antes
de la hora habitual para tener tiempo de barrer, de lavarnos y de cortarnos la
barba y los cabellos... Pero hete aqu que los mandos encargados de nuestra
reeducacin declararon unnimemente que lo ms importante de todo era dar
un poco de animacin al trabajo, demostrar que nos sentamos felices...
Aquel da no vimos a ningn visitante, no vinieron a la obra. Sin
embargo, nos ganamos el derecho a una buena comida: panecillos cocidos al
vapor y hechos de harina de trigo, legumbres verdes salteadas con carne, y
todo en mayor cantidad que de ordinario. Esto deba dejarnos un recuerdo
imperecedero.
Despus de que se fueron los visitantes, todos esos equipos y grupos se
disolvieron, como era natural, pero quedaron en su sitio los cuatro grandes
peridicos murales correspondientes a las cuatro grandes brigadas,
rivalizando en esplendor.
La simple lectura de estos peridicos murales dejaba ver el semillero de
talentos que era Jiabiangu. Tanto la maquetacin como el diseo y su
ornamentacin evidenciaban un trabajo profesional. Los artculos, copiados a
mano, estaban escritos con una hermosa caligrafa que revelaba oficio.
Estaban representados todos los estilos: los de Liu Gongyuan y Yang
Zhenquing de la dinasta Tang, el de las inscripciones sobre estelas de los
Wei (Dinastas del Norte, 386-534) e incluso el depuradsimo estilo de Zhao
Ji de los Song. La primera gran brigada haba elegido como frase paralela dos
versos de Liu Yuxi (772-842): "La nave hundida yace de costado; mil velas
pasan; por delante del rbol enfermo se desarrolla la vegetacin." Los
caracteres, de gran tamao, estaban trazados a propsito con cierta torpeza,
cual si hubieran surgido de la mano de Ji Nong (1687-1763).
Los artculos eran en su mayora comentarios sobre temas tpicos: "La
bondad del Partido es profunda como el mar", "Mudar la piel, transformarse
en un hombre nuevo", "Amar la Comuna como al propio hogar que, en
cualquier caso, no vale tanto como la Comuna", "Refutar esa estupidez que
dice que nada en el mundo escapa al control del Partido"... Los puntos de
vista, sin embargo, eran novedosos, y el tono sincero. Los poemas, en

29
particular, desbordaban entusiasmo: "Ah, Jiabiangu! Mi segunda tierra
natal en la que nac a una nueva vida!!!" (ntese el triple signo de
exclamacin).
El artculo que haba causado una impresin ms profunda se titulaba:
"Refutar la absurda idea de que la correccin mediante el trabajo manual no
valdr lo que la reeducacin mediante ese mismo trabajo." La idea general
era la siguiente: si algunos formulan semejante opinin es porque el trabajo
es un castigo caracterizado por su duracin y no una correccin mediante el
trabajo. Pero quienes eso afirman, si no albergan ocultos propsitos, carecen
por lo menos de los ms elementales conocimientos en materia de poltica.
Confunden dos contradicciones de distinta naturaleza, puesto que la
reeducacin es una dictadura ejercida sobre un enemigo, en tanto que la
correccin es una contradiccin entre el enemigo y nosotros, y debe ser
regulada como una contradiccin en el seno del propio pueblo. Es una
muestra de la clemencia del Partido hacia nosotros, para facilitar nuestra
reeducacin. Si se nos permitiera salir antes de que esta reeducacin haya
concluido, cometeramos delitos mayores an, y la cada sera ms grave. Al
no precisar la duracin de la pena y no soltarnos hasta que nuestra
reeducacin sea perfecta, el Partido nos muestra su solicitud, su
magnanimidad. Somos ingratos por quejarnos: eso es realmente carecer de
conciencia, etc.
Nadie haba podido elegir entre si haba que tomarse todo aquello en
serio o como una guasa. Eran sinceros los autores? Mentan? Es de temer
que ni ellos mismos lo supieran. No, a nadie se le haba pasado por la
imaginacin plantearse semejante pregunta. Cuando reina el caos, todo es
sencillo y natural.
Haba tambin momentos en que no todo resultaba tan natural, pero, a
decir verdad, a nadie se poda culpar de ello.
Con anterioridad a los hechos narrados ms arriba, hubo una poca en la
que se ocupaba de nosotros el responsable Wang. Vena directamente del
ejrcito, y an vesta un viejo uniforme militar.
Careca de preparacin, pero era honrado y bondadoso. En la obra,
tomaba asiento aqu o all y se pona en cuclillas para aspirar ruidosamente
por su pipa, que tena la boquilla de bamb y la cazoleta de latn. Hablaba
poco. Cierto da haba estado as un buen rato en la seccin de la obra que
dependa de nuestra brigadilla, cuando consult su reloj y dijo: "Un pequeo
descanso! Me doy cuenta de que todos estis fatigados." Ver reconocidos as
nuestros esfuerzos era, naturalmente, una satisfaccin, as que todos
respondimos que no, que no estbamos fatigados, y tuvimos a gala seguir
trabajando como si estuviramos de nuevo frescos y animosos. Wang
Xiaoliang, el que fuera jefe del centro terico del departamento de
propaganda del Comit Provincial del Partido, con una mano apoyada en los
riones y la otra en la fresadora, haba enderezado lentamente el cuerpo y
haba dicho en tono adulador: "Ja, ja! Los dirigentes no pueden seguir el
paso de las masas!" Era una frase hecha, que se hizo popular durante el
perodo del Gran Salto Adelante.
Por los ojos del responsable Wang cruz una leve sombra de embarazo.
No respondi. Se puso a limpiar su pipa con una ramita y golpendola contra
la suela de su zapato. Al acabar, se puso en pie y, sin volverse, se sacudi el
polvo de la culera de los pantalones y se march dejando tras de s un olor a
tabaco de Mohe.
Su reaccin nos desconcert a todos, y nos dej inquietos despus. En
principio, aquella observacin no haba tenido otro propsito que el de
hacerse notar, pero las cosas haban tomado un mal giro. "Cuando un
bachiller se encuentra con un soldado, incluso aunque tenga toda la razn, no
consigue hacrselo entender." Todo aquello era muy complicado! Por
fortuna, poco despus el responsable Wang fue enviado a otra parte y

30
sustituido por el responsable Han, que, ste s, era un hombre astuto y cruel
que no dejaba pasar una. De esta forma se racionalizaron las relaciones, y el
embarazo y la complejidad dieron paso a la simplicidad y a lo natural.
En la poca en que preparbamos la llegada de los visitantes, estbamos
ya bajo la autoridad del responsable Han. Para dar un poco de animacin al
trabajo en la obra, se comenz por centrarse en el tema de las repugnancias:
tambin era una cosa de lo ms simple y natural. Todas las tardes, en la
reunin de estudio de casos, y una vez se haban marchado ya a sus casas los
educadores despus del trabajo, las propias brigadas participantes se
encargaban de dirigir el debate. Todo el mundo tomaba la palabra, a ver
quin lo haca mejor, y el tema se abordaba desde todos los ngulos. Fulano
tena siempre cara de funeral... contra quin iba dirigido su descontento?
Mengano mantena los dientes apretados durante toda la jornada... qu le
rondaba por la cabeza? Perengano, cuando transportaba su capazo, avanzaba
con paso inseguro... acaso pretenda que lo compadecieran? Estas
denuncias, estas crticas, nos llevaban a todos finalmente a la misma
conclusin: las mentalidades no estaban reeducadas. Nadbamos en la
felicidad, y no ramos capaces de tomar conciencia de ello. As que se
impona que cada uno hiciera su autocrtica, prometiera enmendarse y pidiera
a los dems que no le quitaran la vista de encima.
Cuando de las promesas se pas a los hechos, la atmsfera de la obra
cambi. En las pequeas, medianas y grandes brigadas, todo el mundo
sonrea; sonrea de la maana a la noche; en todo lugar, en todo momento: al
levantar el pico, al manejar el taladro, al transportar los capazos corriendo
cuesta arriba o bajando por la pendiente. Se sonrea, se corra, se gritaba. Al
principio, los gritos se acompasaban a la cadencia de la carrera: "hai..., hai...,
hai". Poco despus algunos, a partir de este ritmo, inventaron un canto para
acompaar el trabajo. Hacan falta dos para ello; el que iba detrs lanzaba
una frase, y el que iba delante se haca eco de ella, y responda: "hai... hai".
Las frases variaban segn la inspiracin del momento. Ibas corriendo, por
ejemplo, con tu capazo y, cuando llegabas junto al jefe de la gran brigada,
Chen Zhibang, gritabas:

Chen Zhibang, nuestro... hai..., hai!


buen dirigente, s... hai..., hai!"

O pasabas cerca de Zhang Yuanqin, que trabajaba tan mal, y la cosa


poda ser:

"Zhang Yuanqin, este... hai..., hai!


zngano, s... hai..., hai!"

Durante un tiempo, a imitacin de las justas poticas libradas en pblico


o de las de los cantos populares, entre los habitantes de Jiabiangu se puso de
moda practicar justas de cantos de trabajo.
Si tenamos la sensacin de estar afilndonos los unos por los otros como
navajas de afeitar, hay que decir tambin que la eleccin de las palabras no
resista el menor anlisis. Y as algunos, el primer da que alguien dijo lo de
Chen Zhibang, destacaron el hecho de que el jefe de la gran brigada tambin
estaba sometido a la correccin por el trabajo; llamarlo "dirigente" no era,
pues, adecuado; por lo cual, la frase se transform en: "un... buen ejemplo, s...
hai..., hai!". Pero se aleg que, puesto que an no haba sido liberado, estaba
claro que todava no estaba reeducado correctamente..., por lo que mal poda
servirnos de ejemplo. De ah que se cambiara nuevamente la frase: "tiene... el
corazn en la obra, s... hai..., hai!". Esta formulacin pareca aceptable; y, sin
embargo, el propio Chen Zhibang, que ya haba meditado el asunto, declar que

31
no le pareca adecuado destacar a ningn individuo, y pidi que no se dieran
ms tales gritos.
A la vista de las dificultades encontradas y de los riesgos que podan
darse, la fiebre creativa, que estaba en plena pujanza, decay, y se volvi a los
"hai..., hai!" del principio, ms simples, ms naturales. As estaba bien. Todos
los trabajadores de la obra corran con la sonrisa en los labios y gritaban
"hai..., hai!": era suficiente para expresar nuestro sentimiento de dicha.
Pero, bien mirado, nuestra sonrisa y nuestra carrera no eran una sonrisa
ni una carrera ordinarias. La sonrisa debe nacer de la alegra, correr requiere
tener fuerzas... Para poder, pues, hacer ambas cosas sin ninguna de las dos
condiciones previas, cada uno de nosotros deba librar contra s mismo una
lucha spera y tenaz. Los ojos tenan que achicarse lateralmente y curvarse
hacia abajo, en tanto que las comisuras de la boca, transformada casi en un
trazo recto, haban de subir hacia arriba. Todos estos esfuerzos acentuaban
las arrugas horizontales del rostro. Era un poco laborioso, pero se consegua
una sonrisa. Ni que decir tiene que, para conservarla durante mucho tiempo,
haba que hacer un gran gasto de energa. Y, en resumen, como era imposible
ocultar este esfuerzo, el resultado era que dabas la impresin de tener ms o
menos ganas de echarte a llorar.
Correr era ms difcil an. Para saltar, tenas que tomar impulso con el
pie de atrs, mantenerte prcticamente con los dos pies en el aire durante un
instante, y alargar el paso. Y nos faltaban fuerzas para realizar tales proezas.
Para empezar, no ramos capaces de levantar un pie si no tenamos apoyado
el otro..., con lo que nuestra carrera no se diferenciaba apenas de la marcha.
Para paliar este defecto, y sin que nos hubiramos puesto de acuerdo, nos
esforzbamos en acentuar la curvatura de las piernas cuando las doblbamos
y en estirarlas luego de golpe. Esta alternancia de relajamiento y tensin
sugera la elasticidad de la carrera, impresin que se confirmaba con la
diferencia de altura de un paso y del siguiente. Semejante forma de correr,
que nos permita hacerlo sin acelerar el paso y, consiguientemente, sin
derrochar energa, estaba adaptada tambin al avance en las subidas y en las
bajadas con una carga de barro chorreante. Todos habamos adoptado este
estilo.
Cuando llegaron los visitantes, esta manera de sonrer, de correr, se
mantena an porque se haba convertido ya en algo orgnico, mantenido por
la energa inagotable que encontrbamos en la lucha por la existencia..., en el
proceso de vigilancia mutua. A la larga se transform en un hbito, y hubiera
sido difcil dar marcha atrs.
En aquella obra que era el hogar de un millar de personas, todos los ojos
forzados, revirados en sus profundas rbitas, estaban cerrados a medias. Y,
cargado cada uno con su capazo, todos caminaban marcando diferencias de
altura de un paso a otro, deslizndose junto a los dems y gritando como
ellos: "hai..., hai!". A veces ocurra que se desmandaban los nervios: uno
tena entonces vagamente la impresin de que todos aquellos seres familiares
que te rodeaban se haban convertido en tipos rarsimos; hasta el punto de no
saber siquiera dnde te encontrabas.
Era un amanecer como los dems. Acababa de arrojar mi primer capazo
de tierra al montculo nuevamente alzado en la parte exterior del barranco. El
sol se levant, pegado a la larga franja del horizonte; un sol rojo oscuro,
enorme, redondsimo. Un sol que no pareca luminoso, sin embargo, sobre
aquella corteza terrestre, triste, sumida en el silencio; sobre aquel terreno
accidentado, comenzaban a aparecer numerosas sombras azuladas. En una de
esas sombras, larga y sutil, vi entonces una multitud de pequeos seres vivos
oscuros que araaban ligeramente la superficie estril de la tierra. Se movan
lentamente, marcando diferencias de altura entre un paso y otro. Se alejaban
poco a poco, cada vez ms imprecisos, hasta fundirse con el sustrato del caos

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primitivo, vago e indiferenciado. Sin saber por qu, me sent de pronto lleno
de estupor.
Me deca que un forastero que no supiera nada de la situacin y que se
viera sbitamente frente a aquel singular paisaje, permanecera un buen rato
boquiabierto, inmvil, presa del pnico. Nada como aquellas sonrisas
extraas, congeladas, para ponerle los pelos de punta.
Me deca tambin que, si en aquel mismo instante se produjera un
terremoto, quedaramos todos enterrados de repente, fosilizados, y los
arquelogos del futuro no podran hallar ninguna explicacin para la singular
expresin de nuestros rostros y nuestra actitud. Supondran, tal vez, que se
trataba del rito secreto de los miembros de alguna secta, comportndose de
forma irracional. O imaginaran quiz que era la antigua costumbre de una
raza exterminada de las tierras brbaras fronterizas. Acaso afirmaran que
era un caso similar al de las cabezas achatadas de los mayas o las mscaras
de Nueva Caledonia: simples y extravagantes metforas culturales. No habra
que reprochrselo. Sin conocer la historia de su formacin, nadie est en
condiciones de interpretar un signo misterioso.

Sobre la obligacin de sonrer


en los campos de trabajo chinos
Gao Er Tai

SUMARIO

33
SUMARIO

La esperanza del fin



Pia McHabana

En epoquitas de augurios apocalpticos y convergencias siderales


fatdicas, la voz annima, apcrifa? de un testigo.

En medio de altisonantes speeches nacionales sobre libertad e


independencia, el bisbiseo de un trasquilado por la libertad e independencia
nacionales.

Ante la tentacin de tomarnos demasiado en serio la esperanza de un fin


anunciado ao tras ao y dcada tras dcada, la mueca pattica de quien
anunciara acaso demasiado en serio tambin el fin de toda esperanza.

Y el eterno ritornelo de la historia (a ratos historieta) equiparando


cualquier escritura hasta desembocar en el "todos los hombres son mis
contemporneos" de Jorge Luis Borges...

Y el "dolor poltico" de cualquier lectura difuminando entonces siglas y


colores hasta desembocar en mi propio "todos los hombres son daltnicos y
ambidextros..."

SUMARIO

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SUMARIO

El fin de la esperanza

Juan Hermanos
Traducido al espaol por Julio de Alava, a partir de La fin de lespoir
(Pars, 1950), con prefacio de Jean Paul Sartre, y publicado por Bayo
Libros (La Habana, 1963) "para la ayuda a la causa del Pueblo Espaol"

PREFACIO

Una noche, durante la ocupacin, estbamos reunidos varios amigos en


la habitacin de un hotel. De repente una voz desconocida pidi socorro en la
calle. El tono de aquella voz era tal que, sin ponernos de acuerdo, descendimos
corriendo: la calle estaba desierta. Dimos la vuelta a la manzana y no
encontramos a nadie. Volvimos a nuestro trabajo, pero aquella voz no ces en
toda la noche de gritar en nuestros odos. Una voz sin rostro, sin nombre, que
gritaba para todos. En estos tiempos medrosos esperamos una ayuda lejana,
un socorro que tarda en llegar y cada uno se pregunta si no es su propia voz la
que ha odo.
Cuando le por vez primera El fin de la esperanza me pareci reconocer
esa voz. Es ella la que desde Madrid lanz la llamada a fines de enero de 1946.
Entonces deca: "Ya es casi demasiado tarde". Y el llamado nos llega en 1950.
Cuando lo publicamos en Les Temps Modernes recibimos algunas cartas que
nos preguntaban: "Quin es Hermanos? Dnde vive?" Yo respond: "No s".
Ofrecan dinero, ayuda. Yo contest: "Es demasiado tarde".
Cuando comencis la lectura de este libro os parecer que os habla de
vosotros mismos. Las personas, las detenciones secretas, la lucha clandestina,
la distribucin de propaganda, el miedo, la escucha ansiosa de la radio inglesa:
todo esto nos es muy conocido. El autor acert al elegir su seudnimo: esos
espaoles son hermanos nuestros. Esperaban apasionadamente nuestra
liberacin porque acarreaba tambin la suya. La nuestra lleg, pero no era su
liberacin. Lo que nosotros vivimos embriagados de alegra, ellos lo vivieron
sumidos en la angustia, la decepcin, el estupor.
Al volver cada hoja, nuestros recuerdos se transforman en
remordimientos: hemos entregado a nuestros hermanos. La voz cambia, se
vuelve la VOZ DE OTRO, de un hombre a quien hemos asesinado. Aquella vive
todava, vibra por primera vez en nuestros odos, y l con toda seguridad ha
muerto. Muerto en la desesperacin. Y podis comprender lo que estas
palabras quieren decir?
Nada importa morir, pero s morir en la vergenza, en el odio, en el
horror, lamentando haber nacido. Esto es el mal, y no pensis que victoria
alguna puede borrarlo. Aunque llegramos a liberar a Espaa, buscaramos
intilmente a Hermanos y a sus compaeros de Barcelona y Mlaga: ya
desaparecieron. Espaa est vaca de ellos como lo estaba la calle solitaria. No
hay nada que hacer, nada que borrar, nada que reparar. Las ltimas palabras
del libro "He aqu lo que han hecho de nosotros estos marranos, las
democracias y los camisas azules reunidos" son las ltimas palabras de un
moribundo y no podemos cambiar una sola letra. ES DEMASIADO TARDE.
Es preciso que oigis ese grito de vuestra vctima, el clamor que precede
en un segundo al postrer momento: la voz aflictiva del fin de la esperanza.

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Este clamor no ha cesado desde hace veinte aos: fue primero el de los judos
alemanes, ms tarde el de los austracos, luego el de los espaoles, el de los
checos, el de los polacos. Perecieron unos despus de otros. Cuando moran
unos, aparecan otros que levantaban la voz y gritaban a su vez. Nosotros nos
tapbamos los odos. Ahora, ah tenis este libro. Los que geman han muerto
pero quedan las palabras impresas. Debis leerlas para aprender cmo se
clama el fin de la esperanza, porque vuestra voz llegar pronto. Despus no
quedar nadie para gritar ni tampoco para taponarse los odos.

Jean Paul Sartre

1.- EL PRINCIPIO

Puesto que estoy decidido a escribir, es necesario decirlo todo. Por lo


tanto, voy a entrar en los detalles. Es difcil redactar despus de tantos aos.
Se pierde la costumbre. Justamente quiero llegar a esto, a perder el hbito, no
slo de escribir sino de obrar y de pensar. En aquella poca, esto no haba
todava comenzado. Mucha gente estaba en la crcel. Los que estn presos no
tienen nada que perder. Han sido descubiertos. Entre ellos pueden decirse
todo lo que piensan, aunque haya soplones. Esto no tiene importancia. Los que
se hallan libres temen ser detenidos, ah est la diferencia. He aqu por qu
mientras los hombres estaban presos, la moral se mantena elevada. A medida
que ellos salan, el miedo se apoderaba del pas. El largo aprendizaje del miedo
es difcil. Tener miedo ha devenido nuestra manera de ser. Vosotros no sabis
lo que es hablar siempre a medias palabras. Es preciso que todo lo que se diga
pueda figurar en un informe policaco sin que constituya una prueba. Hay que
contar con la posibilidad de dar otro sentido a la frase, aunque sea evidente
que no es el verdadero. Vivamos en perpetuos interrogatorios. ramos, a la
vez, el juez de instruccin y el acusado. Buscbamos en cada conversacin
pruebas contra nosotros mismos para poder responder a ellas. Esto agota. A
tal precio muchos preferan no hablar, no pasarse al enemigo sino solamente
callarse, no trabajar. Ahora, los dos tercios de los nuestros han llegado a ese
estado. Pero ello se fue efectuando poco a poco.
[...]

2.- ORGANIZACIN CLANDESTINA

Hiciramos lo que hicisemos, ramos siempre prisioneros. El aire


continuaba siendo irrespirable. Los crticos alababan todos los libros, por
psimos que fueran, si salan de una pluma falangista. Si uno de estos corra el
riesgo de ser suspendido en un exmen, se presentaba de uniforme y exiga la
aprobacin, acusando al profesor de republicano. Para evitar este nombre, se
hubiera transigido con cualquier cosa. Los antiguos combatientes podan
robar, matar, estafar: tenan razn. En la oficina haba dos que no hablaban de
otra cosa que de una San Bartolom de republicanos. Toda palabra imprudente
provocaba un diluvio de frases soeces sobre la libertad y las ideas
democrticas. Haba que asentir para no hacerse sospechoso. Su odio era
sostenido por un complejo de inferioridad creciente. Puesto que todos los
intelectuales eran de izquierda, ellos se declaraban con orgullo enemigos de la
inteligencia. Por otra parte, los salarios de hambre, impuestos para
embrutecer al pueblo, les afectaban ms que a nosotros. Pero tenan que
mostrarse conformes y vertan contra nosotros su rencor.
[...]
Bajo esta aparente tranquilidad se ejerca silenciosa opresin: la prensa
amordazada, las noticias deformadas sistemticamente, discursos que
afirmaban que todos ramos felices y estbamos contentos. Quisiera saber el

36
por qu de estos discursos. Se imaginaban que a fuerza de repetirnos que
estbamos de acuerdo con nuestros opresores terminaramos por pensarlo?
La formacin de ciertas fortunas era una de las cosas ms
extraordinarias. Si uno inspiraba confianza, el gobierno lo enriqueca de una
manera fabulosa. Para ello bastaba solicitar una autorizacin para importar
artculos que faltaban en Espaa. Dichas autorizaciones no eran concedidas
ms que a gentes seguras a condicin de repartir los beneficios con las
autoridades competentes. Todo el mundo saba que el asunto era oficial. La
condicin sine qua non era trabajar en favor del rgimen. El resto era una
simple cuestin de precio. Las tarifas de la corrupcin eran oficiales. Todo el
mundo las conoca, aunque no se publicaran por decoro.
[...]
Los intelectuales, los profesores, los mdicos en los hospitales,
reducidos a un tren de vida particularmente modesto, excepto si eran
"patriotas", se convertan en un hazmerer del pblico. La literatura, que haba
alcanzado durante la Repblica un esplendor extraordinario, estaba
prcticamente muerta. No se escriba. No se lea. Garca Lorca, fusilado;
Antonio Machado, muerto despus de la evacuacin de Catalua; Alberti,
exilado voluntario; Miguel Hernndez, apresado y muerto de hambre; y as
sucesivamente. Los que tenan algo que decir teman decirlo. Los que
deseaban leer eran condenados a tragarse novelas en las que la herona era
siempre una joven religiosa y dulce, brutalizada por los ateos y los
republicanos. La Iglesia catlica mantena al pas en un obscurantismo
propicio al desarrollo de la fe.
[...]
Los discursos oficiales estaban llenos de alusiones a la obra magnfica
realizada por el franquismo. Los errores, se nos deca, provienen de la
importancia dada a la razn y a la cultura, la inteligencia haba minado la fe en
la Iglesia y en la autoridad poltica. Restaurados estos dos principios, Espaa
se transformara en un paraso sobre la tierra. Aunque esto le parezca
imposible al lector extranjero, la Iglesia consigui imponer y poner de nuevo
en el candelero el escolasticismo de la Edad Media. Segn la opinin de los
catlicos, el siglo XIII debe ser considerado como el punto culminante de la
civilizacin occidental. Despus, Europa decay. Poder absoluto de derecho
divino, negacin del progreso cientfico, educacin de la memoria ms bien
que de otra facultad a fin de poder repetir los argumentos aprendidos. No
saber discutir. En la Universidad se lleg a suspender en los exmenes a aquel
que no repeta al pie de la letra las lecciones de los profesores. No se poda ni
criticarlas ni exponer otras. Se nos transformaba en papagayos.
[...]

3.- LA LUCHA

[...]
No sin fundamento se nos hablaba a lo largo de los das de un
renacimiento escolstico y de la superioridad de la Edad Media sobre la poca
moderna. La justicia se haca medieval y se aplicaba la tortura con entusiasmo.
Haca falta arreglrselas para no caer vivo en sus manos.
La instruccin de los procesos era confiada, por consiguiente, a la
justicia militar. Esto quera decir que el acusado no tena derecho a
defenderse. Asista a la audiencia, pero sin ms recurso que negar los hechos
que se le imputaban. La defensa la llevaba un oficial nombrado de oficio que
no saba una palabra de derecho o que si conoca algo lo disimulaba
prudentemente. La mayora de las veces el oficial as designado, bien por no
comprometerse con una defensa demasiado calurosa, bien por no crearse
complicaciones, se limitaba a decir que estaba de acuerdo con las conclusiones
del fiscal, que solicitaba la indulgencia del juez. Los defensores que no

37
aceptaban este rgimen de justicia y cumplan su deber con cierta honestidad
desaparecan en la lista o eran perseguidos. Despus de esto el culpable era
condenado a la pena de muerte. Ms tarde, cuando los procesos (ltimamente)
fueron menos sanguinarios, se condenaba a la gente no por rebelin sino por
violacin de un artculo del cdigo penal.
[...]
Lo que en estas condenas hiere la imaginacin no es tanto su horror
como su absurdidad. Se sobreentiende que era necesario contar con la
corrupcin general. Los jueces civiles, obligados a vivir con un sueldo
miserable, se vendan ellos y sus sentencias al mejor postor. Era del dominio
pblico el hecho de que los abogados del partido y los clientes ricos ganaban
todos los pleitos. En lo contencioso ocurra lo mismo. Todas las querellas
contra la injusticia del Estado, del Partido y de las administraciones eran
sobresedas. Por el contrario, los poderosos, an sin tener injusticia que
reprochar, obtenan indemnizaciones fabulosas por expropiaciones o daos
que no haban sufrido. Espaa era entonces, y lo es todava, una verdadera
ratonera. Aquel que se deja atrapar en ella tiene su vida rota.
[...]
El pas entraba en una fase de pasividad que ha sido muy bien descripta
en la famosa novela Nada de Carmen Laforet, publicada ms tarde. Nada... el
ttulo es revelador. Vivamos una poca hueca. Muchos jvenes intelectuales
volvan la espalda a los problemas de actualidad y trataban de olvidarlos con
una frivolidad rebuscada. La mayor parte, sin darse acaso cuenta de las causas
de su inquietud, vivan envueltos en extrao malestar. Toda la novela Nada
baa en ese carcter confuso a gentes que comienzan a resignarse y que,
como los bravos rusos de Dostoievski, no se atreven a tomar partido contra el
opresor, pero se consideran humillados, vejados. Los intelectuales ms
inteligentes, como la autora de Nada, que se pinta en primer plano, o alguno
de sus personajes, se refugian en una excitacin mrbida, malsana. No slo
por azar han sido sealadas las coincidencias de esta novela con la literatura
rusa anterior a la revolucin. La nica influencia es la del medio, pero coincide
perfectamente con aquel en que se debata Dostoievski. Una sorda angustia
vibra en el aire y guarda todava, como un cielo tormentoso, los ecos de las
ejecuciones. Esa Nada, esa psicosis de la nada, del abandono, esa alucinacin
colectiva que los intelectuales muertos de hambre sacaban de sus
sufrimientos, he ah el verdadero carcter de la vida en Espaa bajo el
fascismo. Pero esto no lo vean los extranjeros.
[...]

4.- PRIMER DESASTRE

Somos los ltimos vestigios de la "inteligencia" europea. Cremos


generosamente que el espritu poda revolucionar el mundo, y eso no es cierto.
No es verdad en absoluto.
Frente a las bayonetas, qu puede hacer la inteligencia? No somos
dioses, ni genios, sino simplemente muchachos y muchachas plenos de
actividad y de entusiasmo. Cremos en la libertad y en el poder de la palabra
para contribuir al advenimiento de un mundo mejor. Muchos de los nuestros
han muerto ya en calabozos, por una Gestapo cualquiera, despus de atroces
sufrimientos. Se les tortur para hacerles confesar. Qu? No tenamos armas.
Nos lanzamos adelante con palabras y con la pluma.
[...]

5.- EL FIN DE LA GUERRA

38
[...]
Un da, otro da. Nuestra inquietud aumentaba. Luego nos resignamos a
la espera. Los sabotajes y la propaganda continuaban. Unos decan que los
aliados esperaban el fin de la guerra con Japn. Cuando el gobierno, por una
de las cobardas que le eran habituales, orden cnicamente engalanar por la
victoria, el pueblo no reaccion. Los falangistas, por un resto de decencia y por
vergenza; los nuestros, porque de lo que entonces se trataba era solo de
empavesar.
[...]
Todo fracas lamentablemente. El miedo se acentu. El escepticismo de
aquellos que se volvan indiferentes comenz a tener slidas bases en que
fundarse. Y nosotros tenamos que proseguir an, con todo y contra todo,
frente a la desesperacin, frente a las malas razones, frente a la polica, frente
al abandono general que comenzaba a dibujarse. Habamos hecho todo lo que
humanamente era posible hacer. Cada uno cumpli su deber hasta el fin. Sin la
traicin de las democracias nuestra victoria era segura. Pero nos
traicionaron...

6.- LA O.N.U.

[...]
Las democracias han hecho algo peor que abandonarnos. Nos hundieron
con armas y bagajes. Hicieron desaparecer la moral para siempre. Miguel tena
razn: "Estamos perdidos".
Creo que ni siquiera oje los peridicos en varios das. Atravesamos una
crisis de depresin inimaginable. Todo el mundo abandonaba la lucha. Los
aliados retiraron simblicamente sus embajadores. No recibimos ni armas ni
ayuda. Los aliados siguieron enviando hierro, lana, algodn. A cambio de
concesiones irrisorias, justamente las precisas para permitir la vida del
fascismo. Se compraron las conciencias de las naciones con toneladas de
aceite y de naranjas. Pero esto ocurri ms tarde.
La versin oficial era la de que toda Espaa protestaba en nombre de su
independencia contra la intervencin de la ONU cuando, en realidad, no
desebamos otra cosa. Para reforzar dicha tesis fue organizada una solemne
manifestacin. Fue precedida de preparativos destinados a engaar a las
gentes de aqu y de fuera. En Espaa se trataba de hacer creer al pueblo que la
discusin de nuestra situacin ante las Naciones Unidas era un ultraje al honor
nacional y que si los espaoles "queran un rgimen o preferan otro, eran lo
suficientemente grandes para elegir".
Estas tonteras electrizaron no slo a la minora franquista sino que
hicieron estragos entre los miedosos no encuadrados todava y que, no
conociendo las circunstancias accesorias de un levantamiento eventual, se
declararon, desde luego, prestos a participar en l, pero completamente solos
para demostrar al extranjero que no ramos nios y no tenamos necesidad de
nodrizas. Esta propaganda hbil, que no impresion en nuestras filas ms que
a los simplones, presentaba otro carcter ms all de las fronteras. All no era
una manifestacin del amor propio sino de adhesin al rgimen. Para apoyarla
se comenz enseguida a hacer visitas al domicilio de cada uno para obligar a
las gentes a firmar listas de adhesin. Os ruego me digis quin hubiera
podido negarse en un pas en el que para encontrar un empleo es necesario un
certificado de lealtad expedido por el comisario de polica, simple formalidad
que, por otra parte, solo se rehusa a aquellos denunciados por los espas de
tener propsitos o realizar actos hostiles al rgimen.
Hubo, no obstante, quienes se negaron a firmar. Eran gentes que no
necesitaban pasaporte, porque no pensaban viajar; que gozaban de un empleo
seguro que no tenan intencin de dejar, que contaban con un pasado que
responda de ellos; que haban bebido las heces del sufrimiento y todo les

39
tena ya sin cuidado. Los dems firmaron bajo la amenaza de no tener trabajo,
ni pasaporte, o de encontrarse entre cuatro muros o en el cuarto de tortura un
buen da, sin ms ni ms.
El carcter no franquista, sino de orgullo nacional, fue activamente
explotado por la propaganda. Una lluvia de hojas y de carteles proclamaba que
no ramos una colonia y que no admitamos ser protegidos. Gran Dios !
Estbamos ocupados y todava existan personas que se dejaban seducir por
tales tonteras.
El da de la manifestacin las rdenes fueron estrictas. Cada uno deba ir
a su trabajo. A las diez, el delegado falangista de cada tienda, de cada taller,
de cada oficina, tena que llevar al personal a la Plaza de Coln, desde donde
se desfilara al Palacio Real. Aqu hablara Franco. A pesar de las dificultades
que presentaba la evasin, hubo delegados (antiguos falangistas que no
estaban de acuerdo con el partido oficial, pero que seguan pagando su
cotizacin) que no dijeron nada. En fin, todos aquellos que pudieron hacerlo,
sin que corrieran riesgo de ser separados, escaparon por las calles adyacentes.
Lo que joroba es que entre tan gran multitud no se ve a nadie y se ve a todo el
mundo. No se sabe si a dos metros hay un falangista conocido que por
casualidad os ve tomar soleta.
El miedo retuvo a la mayora. Conozco a centenares de personas que
dijeron que una vez embarcados en el acto tuvieron miedo de irse. Otros que
eran libres de ir o no ir a causa de su profesin, fueron a ver lo que pasaba y
no pudieron eclipsarse, por temor de ser observados. Por otra parte, despus
que sabamos que todo estaba perdido no podamos mirar mal a aquellos que
volvan la chaqueta, ni a los que transigan. No tenamos fuerza para
despreciarlos.
[...]

7.- EL FIN DE TODO

[...]
Era un lo. Todo se lo debamos a la debilidad de las democracias.
Hermoso trabajo. Tenan por qu enorgullecerse. "Si eso es la democracia",
me dijo en un arranque de amargura un compaero, "me hago falangista".
Aquello era duro, pero no admita contestacin.
El gobierno se saci de alegra. Devolvi la cortesa a nuestros antiguos
aliados proclamando por todas partes que no tenamos nada de estado
totalitario. ramos una democracia, pero una democracia "orgnica". Nadie
saba lo que ello quera decir, pero sonaba bien. Con nfasis se haca notar que
disfrutbamos de un parlamento. Ciertamente, sus miembros son nombrados
uno a uno por el gobierno, y destitudos cada vez que no votan lo que el
Dictador desea. Un grupo de ellos que os presentar una mocin de carcter
realista fue perseguido. Despus ninguno se atrevi a respirar. Pero se trata
de una libertad orgnica...
Se hizo la vista gorda acerca de la presencia en los escaparates de las
libreras de ciertas ediciones argentinas de nuestros escritores republicanos.
Los amos consideraban la libertad como un insigne favor y cada gota era
dosificada cuidadosamente.
[...]
Estamos en las ltimas. No puedo ms. Toda esta poltica es basura,
mugre. No quieren ms que una cosa, que Franco nos explote, nos arruine, nos
humille, nos aplaste hasta el fin. Estn de acuerdo con l. Yo recurro al pueblo
americano, al ingls, al francs. Cmo podis permitir tal cosa? Apelo a las
gentes honradas de la ONU. Los espaoles piden "socorro". Hemos luchado
como vosotros por un mundo nuevo. Hemos tenido ms muertos y padecido
ms que ninguno de vosotros. Cuatro aos de guerra. Diez de ocupacin.
Acaso no es bastante?

40
Grito frente al mundo, quisiera tocar a rebato: "Espaa se muere,
Espaa ha muerto". No se han contentado con esto. Como si no hubiramos
sufrido bastantes injurias y humillaciones, se nos ha impuesto la farsa del
plebiscito. Fue inmundo. Nos hicieron ratificar nuestra abyeccin. Cubrieron
los muros de carteles. Llenaron las calles de hojas: "Votad S", "Votar S es
salvar a Espaa, votar S es asegurar la grandeza del pas" y otras
imbecilidades.
Ahora bien, todo el mundo decidi no votar, puesto que no podan votar
NO. Pero la abstencin de las tres cuartas partes de la nacin hubiera sido una
catstrofe para el gobierno. Se hizo obligatorio el voto bajo pena de anulacin
de la carta de racionamiento. Toda carta no sellada no sera vlida, ni
renovada. Los ex presos polticos fueron excluidos de oficio de los padrones. Al
mismo tiempo, se hicieron correr rumores de que los boletines estaran
dispuestos de tal manera que, gracias al control, se sabra quin votaba NO.
En fin, para evitar toda imprevisin, se enviaron los boletines a
domicilio, con orden de llevarlos ya llenos. De tal suerte que una simple
peticin de presentacin en la cola poda provocar la detencin. Los
falangistas no dejaban de ensear a su vecino el boletn que iban a depositar.
Si alguien se negaba a exhibir el suyo es porque haba escrito NO. Tuve
muchas discusiones por esto. Todo el mundo transiga. El pas entero,
exceptuando algunos desesperados que estaban decididos la vspera a votar
NO, escribi S.
Al da siguiente, por otra parte, por reaccin y para demostrarse a s
mismos que no eran cobardes, muchos al leer el resultado del plebiscito en los
peridicos, cometieron la estpida imprudencia de gritar en el metro, en el
tranva a viajeros desconocidos: "Yo tambin vot S, pero lo hice porque tuve
miedo". Ese miedo haba sido creado por una campaa de nervios.
[...]

8.- EL FIN DE MIGUEL

[...]
Estamos fatigadsimos. Estamos hartos. Es ya demasiado tarde. Quin
contina an la lucha aqu? Este manuscrito es la ltima cosa que intento. Con
l digo adis a la vida activa y a la esperanza. He hecho todo lo que he podido
hasta el fin. Si se me detiene con esto en el bolsillo, si lo pierdo, si se llega a
conocer el autor, mi cuenta es clara. Ya no puedo realmente hacer ms.
A lo largo de estas pginas habis asistido paulatinamente a dos
acontecimientos que uno hubiera credo imposibles en un pas de sangre
ardiente como Espaa. El crecimiento de la indiferencia y el aprendizaje del
miedo. Diez aos. Pensad en ello, la duracin completa de los estudios. Tres
aos de escuela primaria, seis aos de estudios secundarios, y un ao ms
para el bachillerato. Somos los bachilleres del miedo. Nuestra sombra, nuestra
voz, nos asustan en lo sucesivo. Permitimos que se persiga a pobres mujeres
en la calle y nos alejamos apresuradamente para no or sus gritos. Yo lo digo
porque tengo vergenza.
El miedo se cierne sobre el pas. Obliga, cada da, a nuevos miembros a
abandonar las organizaciones clandestinas. No slamente el miedo sino
tambin la indiferencia. Los mejores no desean ms que una cosa: emigrar. A
los dems les tiene sin cuidado hasta esto. Les basta con que les dejen ganar
miserablemente su pan tranquilos.
[...]
Miguel, por ltima vez, me explic la situacin:
Su propaganda ha conseguido una gran victoria. No ha convencido
pero ha llegado a asquear a las gentes. Lo que decan estaba tan lejos de la
realidad que la gente se indignaba ms por la maniobra misma que por su
objetivo. Las democracias, segn la versin oficial, eran albaales, pases en

41
los que la accin se dilapidaba intilmente contra los muros constitudos por el
parlamento y las garantas legales. Y, en efecto, cuando las gentes vieron el
asunto espaol sometido a dilaciones y a discusiones interminables por tales
democracias, comenzaron a doblegarse. Unos se resignaron; otros no
comprendieron que ciertas ideas polticas tratan de disimular la presencia de
intereses, y que para las "democracias" la realidad de los intereses es lo que
importa. No hay, pues, que confundir las palabras con los hechos; las
promesas con las realidades.
Se ha embrutecido a los espaoles. Exceso de esbirros, exceso de
garrotazos. Miedo a la polica y a sus torturas. Temor a la Iglesia y al infierno.
Este innoble "chantaje" religioso es explotado por gentes sin escrpulos, que
para desarrollar cualquier fanatismo y obscurantismo religioso, lo mismo
construyen iglesias en Espaa que mezquitas en Marruecos. Y estos canallas
son considerados por el clero como apstoles, porque en la Pennsula protegen
a los curas y condenan los libros hostiles al clericalismo porque ayudan a
pensar y, por lo tanto, su accin daa tanto al rgimen como a la Iglesia.
Y entonces Miguel agreg:
Esto debes escribirlo. Yo me encargo de que se publique. Donde quiera
que me encuentre, en Francia, en Amrica, o en los pases escandinavos,
envame el relato de lo sucedido en estos aos. Es necesario que el mundo lo
sepa. Lo publicaremos bajo seudnimo. La verdad tiene que saberse un da.
Comprend entonces que todava no haba terminado todo. Que poda y
deba continuar la lucha. Una lucha distinta.
[...]

El fin de la esperanza
Juan Hermanos

SUMARIO

42
SUMARIO

La religin de la memoria

Jacobo Machover

Auschwitz-Birkenau, 31 de enero de 2001. Vine con mis primas, cuyo


padre muri aqu, en busca de algunas huellas de l, de nuestro abuelo comn,
al que ninguno de nosotros conoci (los judos de mi generacin nunca
tuvieron abuelos), y de otros familiares, deportados tambin, de los cuales
slo tengo ecos lejanos, leyendas, dudas. Mi to no muri aqu. Fue deportado
a Maidanek o a Sobibor no se sabe. Tampoco volvi. Tena apenas veinte aos.
Desde mi infancia o hablar de todos ellos como si estuvieran vivos. El ltimo
recuerdo es el de su detencin, en Pars o en el centro de Francia, su paso por
Drancy, uno de los campos de trnsito hacia la muerte programada. Y despus,
nada ms. O s. Mi abuela, muerta de pena. Mi padre, exiliado a Cuba. Mi
madre, escondida en Francia durante toda la guerra. Y tantos ms,
supervivientes o no, que vivieron la barbarie en carne propia, sin entender lo
que ocurra. Pero es posible entender el horror?
El horror se lee en los ojos. Es intraducible. Nuestro gua es un antiguo
deportado, de apellido Baron. Est acompaado por un joven polaco, que
cuenta lo que sabe, lo que pudo investigar, sin atreverse a dar ninguna
explicacin, incrdulo ante ese espectculo permanente que es Auschwitz, en
el que no se ve nada, en el que slo queda imaginar lo que pas detrs del
cartel Arbeit macht frei (en Auschwitz 1, el primer campo), o detrs de la
entrada de Birkenau (Auschwitz 2, el campo de exterminio, donde yacen los
restos de las cmaras de gas, monstruos destrozados por sus creadores poco
antes de su huida). Baron cuenta lo que vio, la muerte de decenas de nios, no
lo que vivi. l es hoy un hombretn, un tipo fuerte con voz estentrea que no
deja traslucir casi ninguna emocin. Se dirige, solo, a las alambradas. Se
apoya en ellas, mirando hacia ms all del bosque de abedules. Su cuerpo
inmenso se ve sacudido por sollozos incontenibles. Tiene lgrimas en los ojos.
Me acerco a l, lo cojo del brazo. Me dice: No quiero que me vean llorar. Su
voz ya no es la del hombre que est con nosotros. Es la del nio, del
adolescente, que lleg a Auschwitz con diecisis aos, despus de un periplo
por los campos de concentracin situados en Alemania. ste fue el peor, el
ms inconcebible, el campo de la muerte cuyo nombre resume el de todos los
dems, el colofn del horror en vida. Qu ha visto Baron detrs de las
alambradas? Lo indecible.
Son tantos los que han intentado contar sus sufrimientos y sin
embargo son demasiado pocos. Habra que or y volver a or, siempre, para
saber de qu son capaces los hombres, por fanatismo, por locura racionalizada
al extremo, por deseo de exterminar al otro, a los otros, a los que no son como
ellos, a los que quedan reducidos al rango de animales sin nombre (slo
nmeros), sin formas (slo huesos), sin rostro (slo ojos desorbitados).

El jardn de la muerte

Los relatos de los supervivientes se parecen. La literatura de los


campos de concentracin posee sus clsicos: Si esto es un hombre, de Levi;
La especie humana, de Antelme; Ms all del crimen y de la expiacin", de
Amry. Varios fueron escritos poco despus de la liberacin, cuando la gente
no quera creer, ya que lo que sus autores contaban no caba en la mente

43
humana. O caba demasiado. Era el monstruo que todos, no slo los alemanes,
llevamos dentro. Cada uno de esos testimonios (al igual que otros, annimos)
aporta una piedra al jardn de la muerte, al cementerio sin tumbas que fue la
Shoah, el Holocausto, el genocidio.
Lo esencial, sin embargo, no reside en la capacidad humana de pensar
lo inconcebible hasta entonces sino en la capacidad de transmisin de la
memoria. Los supervivientes, ilustres o desconocidos, se nos estn muriendo.
Asistimos, impotentes, a la banalizacin de ese Mal. A pocas decenas de
metros de la entrada de Auschwitz 1, al lado del museo que muestra,
amontonados, lentes redonditos de intelectuales y maletas con nombres de
desconocidos y de familiares, fotografas de deportados y mechones de pelo,
hay tiendas de souvenirs de Polonia, libros ms o menos serios sobre el
universo concentracionario, postales. Fuera del campo hay, incluso, un
revisionista polaco que afirma que todo es mentira, que las cmaras de gas
nunca existieron, que la realidad es la existencia de una piscina y de un
prostbulo para los SS y para los detenidos privilegiados. Lo grotesco en medio
del horror, como las orquestas que acompaaban a los deportados que se
levantaban, de madrugada, para ir a trabajar.
La memoria se transmite de manera extraa, siempre dispareja. Surge
en los momentos en que menos se espera. No hay palabras suficientes, por
ms libros que se hayan escrito, por ms pelculas que se hayan rodado, por
ms testimonios recogidos u olvidados. Slo la poesa cruda de la realidad
ayuda a sentir alguna de las emociones vividas por los que murieron y por los
que escaparon a la muerte, de milagro. En Auschwitz muri la poesa
entendida como elega, como canto de vida y esperanza, muri la fe, muri la
religin. Lo nico que queda es la memoria de los testigos y, sobre todo, la de
los que vendrn, para transmitir el relevo, de generacin en generacin. Como
otra religin.

La religin de la memoria
Jacobo Machover

SUMARIO

44
SUMARIO

Flores de tero la nacionalidad


etr(eo)-sexual de Julin del Casal

Francisco Morn
Captulo V de "Guardarropas del deseo: los escondites del
modernismo" (texto indito). Tesis Doctoral defendida el 8 de
noviembre de 2002, en la Universidad de Georgetown. Tutores:
Vernica Salles-Reese y Horacio Legrs. Segundos lectores: Jorge
Olivares, Ben A. Heller y Jos Quiroga

Cacharro(s) publicar en tres nmeros sucesivos el Captulo V

(Segunda parte)

3.2 Rey misterioso como la nieve

El inters de Casal en Luis II de Baviera no se reduce, sin embargo, a la


concentracin, a la intensidad simblica que sugiere el palco oscuro del
monarca. Est tambin eso a que Casal se refiere en Flores de ter como Lo
misterioso de [su] persona, misterio que, por otra parte, apasionaba nobles
mancebos. El poema revela, pues, cun conocidos haban llegado a ser, en la
poca de Casal, los affaires homosexuales del monarca bvaro. Adanse,
adems, la disolucin de las fronteras entre la vida y el arte, entre lo vivido y
lo imaginado. Para el rey, la vida es esencialmente representacin, de modo
que, por lo mismo, el tiempo de la experiencia teatral y el de la vida no
estaban separado.6
Todo, incluso la experiencia ertica, tena lugar en un escenario; y era
un papel aprendido, ensayado y, finalmente, escenificado, realizado
verdaderamente en la representacin. Esta voluntad performativa tambin
presente en Casal es la que termina por transformarlo en imagen, en deseo, y
explica la seduccin que ejerci sobre Verlaine, sobre Casal, y sobre el poeta
andaluz Luis Cernuda. En este sentido, la locura del rey hacia el final de su
vida, no fue otra cosa que la intensificacin llevada a extremos

6
Un ejemplo de esto es la ancdota que refiere Greg King respecto al actor hngaro Josef Kainz.
Habindose prendado de l, Ludwig le obsequi una cadena de oro con un cisne, un reloj
tachonado de diamantes, un anillo con piedras preciosas. Ms tarde, lo hizo conducir a Linderhof
como su invitado: el criado escolt a Kainz y ambos avanzaron por un sombro sendero del jardn,
y comenzaron un empinado ascenso entrando en el bosque. Cerca de la cima de la colina, llegaron
a un pequeo claro, y all el criado se detuvo bajo un inmenso peasco. Con un breve empujn,
abri una puerta, y as Kainz entr en la Gruta de Venus y el mundo fantstico del rey. Luis
esperaba a la orilla de un lago artificial, tambin ataviado con ropas de noche. Con un gesto seal
la mesa, fabricada con coral artificial y conchas marinas, sobre la cual se haba servido una cena
de medianoche. El agotado Kainz apenas pudo sostener una conversacin con el rey. Pareca que
participaba en un drama teatral, un efecto que se vena acentuando por las cambiantes luces rojas
y azules que inundaban la Gruta. Ludwig II lo transforma todo en teatralidad y artificio: la cena,
la seduccin misma del actor, todo est mediado por la representacin.

45
inimaginables de esa pasin por la representacin del deseo.7 Tanto Luis II
de Baviera como Casal hacen de la imagen, es decir, de la representacin de s
mismos, el instrumento de seduccin por excelencia. As, Frans von
Pfistermeister, el secretario de Gabinete y a quien el rey le haba ordenado
buscar a Wagner y conducirlo a Munich hubo de entregarle al compositor
una fotografa del rey en un marco de plata y un anillo de rubes que llevaba
la siguiente dedicatoria: As como esta piedra refulge, yo tambin estoy
consumido por el ardor de conocer al creador de las palabras y la msica de
Lohengrin (King). Tambin se cuenta que le envi otro retrato al barn von
Varicourt, un apuesto ex oficial del regimiento de caballera ligera. La
seduccin, de incuestionable raz homoertica, atraviesa y podra decirse que
est condicionada por el performance. En el primer caso, el retrato va
rodeado por la tramoya de lo esttico: la plata y el anillo de rubes que lo
enmarcan constituyen el sello del poder real, pero tambin transforman la
imagen enmarcada en representacin, en personaje el principal de una
puesta en escena mayor: la corte. Es de notar que, de acuerdo con la
dedicatoria, ms que el hombre Wagner, lo que seduce al rey es su ficcin
literaria y musical. En el envo del retrato el deseo homoertico est
representado por el envo de s mismo como objeto de seduccin, pero ello es
algo que debe llevarse a cabo teatralmente. En el segundo caso, la belleza del
barn no era menos seductora que su apellido y sus supuestas relaciones
con los borbones. Tambin Casal, en lugar de enviarle al pintor Gustave
Moreau una fotografa suya hecha en cualquiera de los estudios fotogrficos
de la ciudad, elige hacer una copia fotogrfica del cuadro al leo que le haba
hecho el pintor Armando Menocal.8 Prefiere, pues, en una poca en que la
creciente popularidad de la fotografa descansaba, entre otras cosas, en el
acercamiento a lo real que prometa transformarse en imagen pictrica en
ficcin en una representacin menos real de s mismo. Tanto Luis de
Baviera como Casal saben que la seduccin es un asunto de superficie, de
(auto)representacin. En la decisin de vivir slo como representacin de s
mismos, vuelven problemtico cualquier intento de biografiarlos, es decir, de
construirlos como entidades histricas: uno y otro se transforman en leyenda,
en personajes. Al mismo tiempo nos obligan a buscar en stos la verdad, la
biografa que, precariamente, apenas pueden sostener las fechas de
nacimiento y de muerte.
La lectura de Flores de ter invita a un reexamen del problema de la
(auto)biografa y an el de la Nacin como representacin de una ficcin, de
un deseo. Entre el hombre y su destino final media nada menos que todo un

7
Los signos de perturbacin mental aparecieron hacia 1875, recin cumplidos los treinta aos.
Una de las ancdotas refiere que Luis II de Baviera no quera que nadie lo viese mientras coma.
De todos modos, siempre deban prepararse comidas y cenas para tres o cuatro personas, de
modo que si bien el rey siempre coma solo no se senta solitario. Crea encontrarse en compaa
de Luis XIV y de Luis XV, y de las amigas de stos, madame de Pompadour y madame de
Maintenon, y de tanto en tanto incluso conversaba con ellos, como si en efecto estuviesen
invitados a su mesa(citado por King). La cena un acontecimiento intrnsecamente teatral se
teatraliza an ms. La locura marca lo delicado que resulta siempre el paso de fingir a creer, es
decir, de la representacin teatral consciente pasamos a asumir, hasta sus ltimas consecuencias
la locura la verdad de lo representado.
8
En 1972, y en la Revista Hispnica Moderna, Robert Jay Glickman dio a conocer la
correspondencia doce cartas en total de Casal al pintor simbolista francs Gustave Moreau. Con
excepcin de la no.2 en espaol todas las dems fueron escritas en francs. Hasta ahora slo
tenemos una traduccin al espaol de algunas de esas cartas, mientras que, en ingls hasta
donde he podido averiguar no se ha traducido ninguna. Nadie parece darse cuenta de lo
preciosas que son esas cartas para la recuperacin del itinerario de la seduccin en Casal,
seduccin que insisto privilegia la imagen, la mirada, el cuerpo en un estado de performance
infinita. El problema es que estas cartas nos entregan, en apariencia, a un sujeto profundamente
submisivo, y no se ha visto que detrs de ello hay toda una manipulacin por parte de Casal
para obtener el retrato de Moreau. Casal le haba enviado antes el suyo, pero no fue el suyo un
regalo desinteresado, sino uno que esperaba y an exiga reciprocidad.

46
camerino habitado de disfraces, poses y simulaciones. El desafo ltimo
consiste, pues, en pasar por entre ellas, habitarlas por unos instantes, y
abandonarlas luego sin la pretensin de haberlas posedo.
Es importante comenzar por localizar el poema con relacin al lugar que
ocupa en Nieve. De los tres libros de Casal, ste es el nico que aparece
dividido en secciones: Bocetos antiguos, Mi museo ideal, Cromos
espaoles, Marfiles viejos y La gruta del ensueo, siendo esta ltima la
que hospeda a Flores de ter. Exceptuando La gruta del ensueo, los
ttulos de las dems nos remiten al espacio del museo, de la galera, de la
tienda incluso. Es el mundo del coleccionista, y es, tambin, el del reino
interior. Tambin el ttulo de la ltima seccin sugiere, por cierto, el espacio
cerrado, pero ntese que, slo por asociacin con los anteriores, invita a
evocar el museo. No obstante, la gruta en s misma est ms misteriosamente
cargada con lo oculto, lo misterioso, lo cerrado.
Ahora bien, qu es aqu lo cerrado y a qu se cierra? Desde el ttulo
mismo del libro Nieve se nos sugiere un espacio de ensueo cerrado, o por
lo menos resistente, al discurso nacionalista. Si en Hojas al viento nos
encontramos con el soneto A los estudiantes, o con La perla, y en Bustos y
Rimas con otros dos sonetos A un hroe y Da de fiesta (poemas que
pasan como patriticos, o de crtica social o poltica) en Nieve, en cambio, la
Nacin desaparece. El libro de Casal dibuja una rara travesa por entre las
discusiones polticas de su tiempo, y hace del cuerpo extranjero, enfermo y
decadente, el declarado objeto de su deseo. De modo que si al aparecer Hojas
al viento la crtica se limit por lo general a aconsejar al poeta, 9 Nieve vena a
significar una reincidencia; o lo que es peor, un desafo. El nuevo libro de Casal
provoca, en efecto, inquietud. Wen Glvez, por ejemplo, reacciona
violentamente y afirma que haba ledo versos malos, [...] pero sin embargo,
an siendo tan malos, [haba] en ellos alguna idea que el poeta (llammosle
as) ha querido rimar, llegando a anunciar que [s]i el poeta contina por la
senda que parece haberse trazado, [lo] tendr siempre opuesto en dimetro,
porque una cosa es la amistad, y otra cosa es la poesa. Pero, a qu se debe
la agresividad del crtico? Por qu no ignorar el libro ya que es tan malo? La
respuesta a estas preguntas nos llega, precisamente, por boca de Glvez:

Yo, que estoy habituado a rerme de muchas cosas que el vulgo


tiene por sacrosantas [...], confieso que encuentro algo en las
poesas de Casal que me corta la risa. Al ocuparme en sus estrofas,
no encuentro el buen humor que casi siempre me acompaa
cuando escribo, sino al contrario, cierta dolorosa impresin, una
especie de decaimiento que me hace ms perezoso de lo que
suelo.

Cmo explicarnos al mismo tiempo la vaciedad del libro de Casal y el


desasosiego, la zozobra que suscita en Glvez? Y finalmente, qu hay en
Nieve que corta la risa? Porque no fue Glvez el nico en ponerse serio;
tambin Varona se preocupa, slo que por razones mucho ms claras. As,
mientras ste ve con pesar que [l]a ltima edicin de las poesas del dulce
Mendive rod por las libreras casi inadvertida y lo mismo en los casos de
Jos Joaqun Palma y del culto Selln reconoce que algo muy diferente ha
sucedido con Nieve: El aplauso ha sido general, y ha resonado a lo lejos, fuera
de la Isla. Ha habido reservas, cmo no? pero ha prevalecido la aprobacin,
que en muchos casos ha frisado con el entusiasmo. Entre uno y otro
comentario se dibujan dos zonas de reticencia crtica que estn ntimamente

9
[Y]o espero que su decadentismo sea cosa pasajera, haba conjeturado Nicols Heredia
(Glickman), mientras desde Puerto Rico, Manuel Zeno Ganda profetizaba que Casal llegara a la
energa fustigadora del concepto y [de] la humanizacin de los ideales.

47
conectadas. Lo que probablemente le corta la risa a Glvez, es la violenta
irrupcin de lo sexual, del cuerpo travestido, de lo enfermo; en suma, de lo
decadente. Si Hojas al viento haba preocupado, Nieve no poda fallar en
escandalizar. El protagonismo de lo flico, del artificio, de la pose, se muestra
aqu en todo su apogeo. Al lado de Nieve, Hojas al viento parece un libro de
aprendizaje, digamos que menos desafiante. Por eso es tan interesante la
observacin de Varona: donde ms admiracin ha concitado el libro de Casal
es lejos, fuera de la Isla. No es posible reconocer en Nieve a un libro cubano,
nacional. Sus deseos, sus poses no podan pertenecernos. Su nieve es
extranjera, y cae lejos, en otra parte, fuera de lo sanitario, fuera de la Isla.
Cuando se comparan las crticas que provoc la edicin de Hojas al
viento con aqullas que siguieron a Nieve, asombra la virulencia, el ataque
frontal y en modo alguno disimulado que caracteriza a stas ltimas. No se
trata, por supuesto, de que en uno y otro no asomen las mismas ansiedades
la supuesta extranjera de Casal, su exotizacin, su pesimismo sino de que si
antes la crtica se conformaba con un regao, o con expresar la esperanza de
que esos males fueran pasajeros, ahora vistos la obstinacin, y por tanto el
desafo es obvio que ya no cabe ninguna esperanza de encarrilar a Casal. Y
eso es algo que no se le escapa a Varona, por ejemplo, quien ante la
formidable aceptacin que ha disfrutado Nieve a lo lejos, fuera de la isla
decide asumir la posicin del advocatus diaboli, segn l mismo dice,
reconociendo que Casal se muestra muy desdeoso de la crtica. Esta
observacin que Varona, por cierto, no es el nico en hacer contrasta con la
imagen de un Casal dbil y carente de voluntad, y cuya esttica, ms que de
una conviccin ntima, habra sido el resultado de la seduccin ejercida sobre
l por decadentes y simbolistas, imagen en la cual muchos de sus
contemporneos insisten en hacernos creer. As, aunque Rafael Montoro nos
dice que tenasele por blando y por dbil no hay que olvidar que,
unnimente, sus amigos no cesaban de repetir pobre Casal Glvez, en el
comentario crtico sobre Nieve a que nos hemos referido, no puede evitar
expresarse en trminos similares a los de Varona: Lo ms doloroso es que el
poeta ha tomado ya su resolucin y cada vez acenta ms su tendencia
(nfasis mo). Sin esta conviccin que empezaba ya a arraigarse en la crtica
no podramos comprender, particularmente, el tono casi amenazador,
policaco, de Varona: Si en nuestras manos estuviera, no repetira Casal
descripciones como las de su cadver en Horridum Somnium. Pero toda esta
agresividad al descubierto tiene su explicacin en lo que decamos al principio:
Casal haba llegado, en Nieve, demasiado lejos; haba traspasado el lmite de
lo tolerable, y se haba revelado, finalmente, como un sujeto demasiado
peligroso. Y es Varona mismo quien lo dice: hay un lmite que no debe salvar
ningn artista, y que ha marcado con singular penetracin el psiclogo Bain,
cuando ha dicho que la verdadera anttesis de lo bello no es lo feo, sino lo
nauseabundo (nfasis mo). En efecto, Nieve est poblado de imgenes del
cuerpo en descomposicin, de carroa (moral y fsica), de hospitales y
enfermedades, de smbolos perversos (Salom, Petronio), sumamente
ambiguos (el torero), travestidos (Kakemono) y de un paisajismo psicolgico
(es el caso de Paisaje de verano) que no tenan que ver con el paisaje
romntico. La respuesta de la crtica ser, por tanto, tan airada en su reaccin
como unnime en su dictamen: condena el afrancesamiento de Casal, su
amaneramiento, y sus regodeos en lo nauseabundo. Para Enrique Trujillo,
Casal quiere formar fila entre los modernistas de la literatura, los
decadentistas, que pululan en Pars, mientras que para Glvez, ora es un
pobre joven que anda tan descaminado, o le parece que sus poesas son la
labor de un extraviado, que es una lstima que [...] pierda su tiempo en esos
extravos, envolviendo en su cada Quin sabe a cuntos!.... En cuanto a
Varona, sus recomendaciones a Casal son mucho ms claras: hojear menos a
Verlaine, evitar el terrible escollo hacia el cual parece desviarse, el

48
amaneramiento y, finalmente, invocando el nosotros nacional: nos agradara
ver empleadas las facultades exquisitas de Casal en asuntos ms altos, que en
pintar jarrones, biombos, platos, estuches o abanicos, una gentil criolla con los
atavos postizos de una emperatriz de los nipones en un bal masqu. Desde
luego que de haber llegado a los pobres odos de Varona alguna noticia sobre
el bal masqu de Casal en casa de Raoul Cay, la alarma habra sido mayor. Y
quin sabe si detrs de este comentario sin dudas referido a Kakemono no
habra algo de eso!
Hay algo, sin embargo, que quisiera destacar. A pesar de los continuos
reproches que se le hacen a Casal por supuestamente imitar a los franceses,
de vez en vez dentro de esa misma crtica se abre paso relampagueante una
lectura muy diferente. Wen Glvez, por ejemplo, comenta que no [se inclina]
a creer que cultive ese gnero gotoso porque viene de Pars y por seguir las
corrientes de la moda. Yo, que conozco algo ntimamente a Casal, entiendo
que su alma estaba preparada por acontecimientos ajenos al arte para
dejarse influir por el decadentismo, [el cual] encajaba bien en su manera de
ser y en su pesimismo prematuro.
Es evidente que Casal se haba revelado como un exceso que no poda
ser contenido, ni con consejos, ni con ataques personales; ni tampoco
asimilado por el provincianismo de la crtica finisecular habanera. Quien mejor
comprendi el conflicto que Casal hubo de enfrentar no fue Mart como hasta
hace poco yo mismo haba credo sino el periodista Manuel Mrquez Sterling,
el cual afirmaba en 1902:

Para nosotros, un poeta como Casal era un exceso al


que no resistamos por falta de preparacin; no nos era
posible, tampoco, estimularle, y lentamente, como una luz
que oscila y describe enigmas en la sombra, el poeta fue
hacindose extico. No pudo ejercer la influencia que su arte
necesitaba; no tuvo horizonte; su verso palpitaba solo, en el
hasto de su retiro, y la vida, para l, era algo triste, una
cueva insoportable, de la que tena que escapar, con las alas
que al espritu lleva a la muerte. Este proceso pas
inadvertido para las multitudes; su fin se lament porque las
gentes le consideraban un buen muchacho, un muchacho de
talento... y sus versos, reproducidos con escasa frecuencia,
eran gemidos de ultratumba que apenas lograban conmover a
los mismos que hoy van a recitar sus versos y a llevarle
flores...
[...] Nuestra juventud literaria que si no est bien
preparada, encuentra un campo que puede fecundar,
comienza a echar sobre el pasado sus ojos y concluir por ver
mucha hojarasca en los inmortales, en los consagrados por el
patriotismo, y por descubrir joyas de arte donde nadie quiso
detenerse. Estamos en un perodo de germinacin en el que
podrn brillar algunos que salvaron su lira en los
estremecimientos revolucionarios.

Irnico, incisivo, conmovedor y honesto, el comentario de Mrquez


Sterling resulta, todava hoy, sorprendente en su lucidez. No era que Casal
hubiese sido algo realmente extico, sino que la crtica lo fue exotizando. Pero
llaman la atencin dos cosas: por un lado, la falta de preparacin, de madurez
potica requerida para recibir un don como el de Casal; y por el otro, que era
eso mismo lo que habra de hacer de Casal un poeta cuya recepcin no podra
ser futura, es decir, moderna. Haba que esperar a que pasara eso que nunca
ha de dejado de pasar en Cuba el estremecimiento revolucionario para

49
poder leer con alguna calma, para bajar hasta esa luz que haba escrito
enigmas en la sombra: nuestro propio enigma, nuestra propia sombra.
Ahora bien, se comprende que era absolutamente importante considerar
la recepcin crtica de Nieve, puesto que ello es el marco que hemos de tener
presente constantemente al leer Flores de ter.
Ya resulta significativo que la crtica apenas se haya ocupado del nico
texto de Casal en el cual es posible leer el reclamo de una identidad queer.
Ello, unido al hecho cierto de que el poema en cuestin y an el sostenido
inters de Casal en Ludwig II de Baviera que ya hemos visto permite reunir
las piezas de lo que podramos llamar un romance no nacional, y situar por lo
mismo nuestra lectura en tensin con las posiciones nacionalistas de la lectura
cubana de Casal, le confieren un inters particular al poema en el contexto de
la relacin sexualidad-nacionalidad en que se concentra este captulo.
En lo que respecta a la crtica sobre el poema de Casal, no disponemos
ms que de un puado de comentarios, casi siempre hechos de pasada. La
monarqua le seduce [dice Manuel de la Cruz en su cromito], antes que por su
organizacin, porque consagra una clase y, sobre todo, por la pompa fastuosa
con que hiere la imaginacin [lo que explica] su platnica simpata por el
romntico, cerebral y neurpata Luis de Baviera. Amrica Du-Bouchet afirma
que Casal era un neurtico con todos los caracteres de la especie, y que
Moreau (de Tours) le hubiera comparado al rey Luis de Baviera, aquel
desequilibrado mental de extrao temperamento artstico (La Habana
Elegante). Vitier, por su parte, destaca la atmsfera enfermiza en Flores de
ter. Los juicios de De la Cruz, Du-Bouchet y Vitier se caracterizan por la
misma anfibologa: el poema de Casal es apenas otra cosa que una
tematizacin de lo enfermo y lo esttico. Pero, lo mismo el trmino enfermizo
que la alusin a un Casal seducido por la monarqua, son formas de rondar el
secreto, de tocar madera. Al parecer, Gustavo Duplessis es el nico que ya
haba advertido o cuando menos sugerido, insinuado la posibilidad de leer
Flores de ter desde, especficamente, el terreno de las sexualidades
perifricas, para decirlo en trminos foucaultianos. Su misoginia [dice
Duplessis refirindose a Casal] y su curiosidad enfermiza por todo lo que es
raro y misterioso, le llevan a cantar las gracias del rey Luis de Baviera,
dndole un picante sabor a ensueo homosexual a sus Flores de ter
(citado por Esperanza Figueroa). Algo tiene que decirnos la irrupcin de la
palabra maldita homosexual en una poca en que la crtica prefera los
caminos oblicuos y mdico-psiquitricos para abordar la sexualidad de Casal.10
Cuando afirm que era necesario leer Flores de ter en el contexto de
la crtica que se volc sobre Nieve, deb aadir que no menos necesario era
considerar, a su vez, aqullos textos en los que emerge Ludwig II, y que ya
analizamos. En efecto, de la red constituida por stos es que emerge, no slo
la fascinacin de Casal con el monarca bvaro, sino tambin su identificacin
con l. Asimismo, se impone considerar los comentarios que suscita en Max
Nordau la admiracin de Verlaine por Ludwig II de Baviera.
Nordau haba visto en Verlaine, in astonishing completeness, all the
physical and mental marks of degeneration, entre ellas, sa que Nordau
consideraba the special characteristic of his degeneration, o sea, a madly
inordinate eroticism. Veamos entonces lo que piensa de la atraccin de
Verlaine por el rey bvaro:

As one vagabond feels himself attracted by other


vagabonds, so does one deranged mind feel drawn to others.
Verlaine has the greatest admiration for King Louis II. of Bavaria,

10
Duplessis public Julin del Casal en dos partes en la Revista Bimestre Cubana (vol.1, julio-
agosto, 1944, y, posiblemente porque se anuncia que continuar, aunque no lo hemos
localizado en el vol. 2), y Julin del Casal (La Habana: Molina, 1945).

50
that unhappy madman in whom intelligence was extinct long
before death, in whom only the most abominable impulses of foul
beasts of the most degraded king had survived the perishing of the
human functions of his disordered brain.

El comentario de Nordau resulta sorprendentemente exagerado si uno


considera el poema de Verlaine en el cual se basa. Ms all de una admiracin
declarada por Ludwig II, el poema no puede ser, en verdad, ms inocuo. Esto
sugiere que la catadura del rey, por un lado, y la de Verlaine, por el otro, eran
para Nordau ms que suficientes para condenarlos a ambos. No haca falta
ms. Adems, la sobrecarga simblica con que Nordau transforma la escritura
en una corriente de inmundicias, evidencia cun conocidos eran los vicios, la
homosexualidad del rey bvaro. A pesar de que Luis II de Baviera poda
igualmente haber sido objeto de ataques y crticas por muchas otras razones
por ejemplo, su indiferencia hacia los asuntos del Estado es obvio que son
sus impulsos no cualquiera, sino los ms abominables los que hacen de
l un degenerado y, ms importante an, los que lo vinculan a Verlaine. Ahora
no es, pues, Daro, sino Nordau, el que podra ver en Casal un discpulo de
Verlaine; excepto por el detalle de que el poema de Casal no solamente no le
debe nada a Verlaine, sino que, incluso, resulta ms escandalosamente
homoertico que el de ste.
Pero las (co)incidencias de Verlaine y Casal no se limitan aqu al inters,
o a la seduccin que los arrastra a Ludwig II de Baviera. An en los rasgos
estilsticos que Nordau subraya en Verlaine, asoma la oreja Casal. En este
sentido, la primera peculiaridad que comenta es the frequent recurrence of
the same word, of the same turn of phrase, that chewing the cud, or
rabchage (repetition), which we have learnt to know as the marks of
intellectual debility. Con relacin a la segunda, the other mark of mental
debility, viz., the combination of completely disconnected nouns and
adjectives, which suggest each other, either through a senseless meandering
by way of associated ideas, or through a similarity of sound, hay que decir
que no est presente en Flores de ter, pero fue uno de los rasgos
estilsticos que le quitaban el sueo a Varona. Al comentar Nieve, afirma: El
valor potico de una palabra no se aprecia por su extraeza; el tabletear, el
crepitante, los brillos astrales, las uas marfileas chocan. Ms an; al
comparar a Casal con Verlaine, Varona dice aquello que Nordau mismo no
habra vacilado en firmar: Ahora bien, enumerar no es pintar. Cuando
Verlaine empieza una de sus Aguas Fuertes: La nuit. La pluie; el efecto es el
de las acotaciones de una pieza de teatro. En ello no hay nada de pictrico. Lo
mismo pasa cuando Casal comienza un poema: Noche de primavera. O cuando
principia: Noche de soledad. O bien: Polvo y moscas.
Casal pudo haber figurado en el libro de Nordau al igual que Verlaine
como alguien en quien tambin se daban, in astonishing completeness, all the
physical and mental marks of degeneration. Jntense el Casal de La
Caricatura, el de Nieve, el Casal fascinado con Ludwig II, y se tendr sin
exagerar un candidato seguro, y de los ms ilustres, al respetable grupo de
degenerados de Nordau.
No resulta difcil comprender por qu la poesa de Verlaine provoca al
mismo tiempo perplejidad e ira en Nordau. La poesa en Verlaine es, sobre
todo, impulso. He is an impulsivist, afirma Nordau. As, todos los ejemplos
que cita son repeticiones, asociaciones de palabras basadas en el sonido; goce,
en fin, goce y juego con el lenguaje. Se trata de una escritura que parece
saltar de la sensualidad del cuerpo, o que, sencillamente, la expresa. Entre las
asociaciones inslitas del lenguaje Nordau cita, por ejemplo: brand which
thunders (marca / tea, hacha que truena), a slack liqueur (un licor flojo),
gilded perfume (perfume dorado), terse contour (contorno terso). Es muy

51
probable que tampoco hubiera dudado en incluir en ese grupos de raras
asociaciones las flores de ter, de Casal. Asimismo, tambin habra incluido
como ejemplo de rabchage (es decir, como marca de la debilidad intelectual
de Casal) la misteriosa, incansable repeticin: Rey solitario como la aurora /
Rey misterioso como la nieve, con que Casal fija y al mismo tiempo llama,
conjura la imagen de Luis II de Baviera. Y mucho menos habra escapado a la
mirada de Nordau la manera en que Casal apostrofa al rey, esa familiaridad
con que intenta seducirlo.
En efecto, si hay algo que exige una particular atencin en el poema
Flores de ter, es su carcter apostrfico. Jonathan Culler nota la desazn, la
situacin embarazosa en que el apstrofe pone a los crticos. No voy a
detenerme aqu en todas las consideraciones que hace al respecto, sino slo
en aqullas que considero pertinentes al anlisis del texto de Casal:

Rey solitario como la aurora,


Rey misterioso como la nieve,
En qu mundo tu espritu mora?,
Sobre qu cimas sus alas mueve?
Vive con diosas en una estrella
Como guerrero con sus cautivas,
O est en la tumba blanca doncella
Bajo coronas de siemprevivas?...

La nieve, afirma Cintio, es el smbolo casaliano del imposible. La


imagen real (real en el sentido de realeza) es la de un imposible, pero, sobre
todo, la de una lejana. Esa lejana no me cansar de insistir en ello era,
precisamente, la que erotizaba a Casal. Lo que trata de seducir es una lejana
blanca, una ausencia, un sudario, un espesor de muerte. En virtud del
apstrofe, la imagen inanimada del rey muerto, es conminada a responder.
Qu atrevimiento ertico puede igualar al intento de seducir a un rey muerto?
En el esplendor muerto seducimos la riqueza perdida, el abolengo desteido,
el oro viejo del cuerpo, sobado una y otra vez por el vaho de la tierra.
Suplantamos siquiera en la brevsima eternidad del poema los discursos de
turno, el pas y el orden poltico que no elegimos, por las pomposidades, los
ritos, y las genealogas del deseo. Pero la conversacin con los muertos es
siempre peligrosa, como lo sugiere la siguiente observacin de Paul de Man
citada por Culler: He notes the latent threat that inhabits prosopopoeia,
namely that by making the dead speak, the symmetrical structure of the trope
implies, by the same token, that the living are struck dumb, frozen in their
own death . En Flores de ter el apstrofe pregunta En qu mundo tu
espritu mora? pero no hay respuesta. No obstante, el sujeto lrico contina
hablndole, dirigindose a l. La obstinacin del que invoca, llama, interpela, y
el silencio de lo interpelado, la invisibilidad con que su silencio lo recubre, nos
trasportan al reino de los muertos. La lectura traviste a cada lector a toda su
audiencia en una realeza muerta, desprovista de lenguaje, y a merced de los
deseos del texto. Cada uno de nosotros es el rey muerto, llamado por un deseo
que no sabemos de dnde viene ni de quin es. Es eso, simplemente, deseo.
Luis II de Baviera, esa memoria suya a que el texto dice dirigirse, no es ms
que una mscara. La memoria del poema somos nosotros, que estamos
muertos, y que no podemos defendernos de la humedad del deseo, de su
perversa labor. Y qu somos? Acaso el guerrero con sus cautivas, o la blanca
doncella que est en la tumba? Responder es intil, porque en su performance,
el lenguaje espejea con engaosos significados. El guerrero con sus
cautivas ya ha sido cautivado, y la blanca doncella la muerte podra ser
una de aqullas. Cautivar-morir, guerrero-doncella; todo forma parte del
mismo engao. La muerte torna al guerrero en su doncella, porque lo posee, lo
cautiva. Cautivar es inmovilizar, suspender, matar, y tambin feminizar. La

52
imagen que nos cautiva, anticipa nuestra muerte, nos torna en otra imagen, en
fotografa, o como dira Barthes, en espectro.
Culler afirma acertadamente que lo que est en juego en el apstrofe es
el aspecto performativo del lenguaje, su capacidad para hacer que algo
suceda. Al mismo tiempo, nos recuerda la importancia de algo que ya
habamos sugerido, a saber, que the simple oppositional structure of the I-
Thou model leaves out of account the fact that the poem is a verbal
composition which will be read by an audience. As, el poema de Casal no es
slo la voz de un deseo que interpela a su objeto. En el momento de leerlo nos
convertimos en ese objeto, de ah que cada uno de los movimientos del texto
est encaminado a seducirnos y, lo que es ms importante, a travestirnos, a
tornarnos en cmplices, en compaeros de lecho de ese deseo cuyo poder
perturbador es obvio: desconocemos su origen; slo sabemos que es un deseo
que nos desea, que nos corteja.
El ritornello, la repeticin rtmica Rey solitario como la aurora / Rey
misterioso como la nieve es el conjuro mgico que mantiene tenso el
espacio de la invocacin entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y es,
por lo tanto, la constante actualizacin del deseo, o, si se quiere, de su
irreductible voluntad. Para Culler, [t]he figure of apostrophe is critical [...],
because its empty O, devoid of semantic reference is the figure of voice, a
sign of utterance, and yet, as a figure of voicing, quite resistant to attempts to
treat the poem as a fictive representation of personal utterance. Ese O
vaco es, precisamente, el del ritornello casaliano Oh!, Rey solitario como la
aurora... la figura de su voz, la pista, la huella de la presencia de Casal que
queda en el camino del texto de su voceo pero es tambin, en el muro de
silencio que rodea su conjuro, un imposible que hace que la escuchemos con
recelo, para decirlo al modo de Cullers. Pero no hay que olvidar que esta
inestabilidad de la enunciacin personal conduce a un callejn sin salida,
porque, si bien es cierto que no podemos afirmar la presencia, tampoco
podemos negarla. Ms an, de lo que se trata es de que ese O vaco puede
ser llenado, ocupado, intervenido, por la voz del lector, por su deseo. Puesto
que esa voz expresa un deseo de presencia, la lectura misma es la que
actualiza ese deseo, la que lo mantiene aullando, es decir, deseando.
Resulta sorprendente como Nordau segn ya vimos, al leer a Verlaine,
insiste en su circularidad (Verlaine es un circulaire), impulsividad (es,
tambin, un impulsivo) y repetitividad (rabchage), todo lo cual podra
resumirse en el eterno retorno de lo mismo: el deseo. De ah que para Nordau
stos [t]he circulaires belong to the worst species of degenerate. Esta
circularidad es la que lleva a Nordau a fijarse, precisamente, en los esquemas
lingsticos y de sonido de Verlaine. Menciona, pues, la the imbecile
repetition of similar sounds. Para Nordau, estamos ante the language of
nurses to babies, who do not care to make sense, but only to twitter to the
child in tones which give him pleasure. No es difcil ver hacia donde nos
dirijimos con todas estas consideraciones. La simbolizacin de la identidad
sexual en Flores de ter est codificada, resguardada por as decirlo, en el
acertijo que propone el ritornello, as como en una impulsividad repetitiva que
es la que, en verdad, produce al texto. La voz, seducida por su propio
movimiento, parece separarse del sujeto histrico, de modo que, finalmente,
lo que nos queda es slo la impresin de una reproduccin, sin sentido, del
lenguaje. El lenguaje se convierte en un movimiento de produccin y
reproduccin mecnica de s mismo. As, por ejemplo, la descripcin del alma
de Luis II de Baviera es un mero inventario de imgenes que, lejos de
describir-descubrir esa alma, la velan mediante una produccin en serie de
ah que se apele a uno de los procedimientos ms mecanicistas: la
enumeracin de artefactos aparentemente inconexos: Colas abiertas de
pavos reales / Rseos flamencos en la arboleda, / Fros crepsculos matinales,

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/ ureos dragones de seda roja. Es el lenguaje, la escritura, transformados
en mquina, y cuya funcin no es ya producir un sentido, sino velarlo.
Enamoradas de s mismas, seducidas por su propia imagen sonora,
visual las palabras se suceden unas a otras como cuando lanzamos una
piedra al agua y empiezan a producirse las ondas. Esa es, justamente, la lgica
potica de Flores de ter. El ritornello Rey solitario como la aurora / Rey
misterioso como la nieve es la piedra, el deseo que, al hundirse en el vaco
de la presencia la pgina en blanco, la ausencia del sujeto, la muerte
comienza a producir, en ondas, en expansiones sucesivas, el texto. Pero, como
afirma Culler, si pensamos los poemas lricos as fictional representations of
possible historical utterances [esto es, como las enunciaciones de un sujeto
real], [se hace] harder to explore them as ingenious artifacts that puzzle or
riddle.
Lo que sucede es que la incesante produccin y (re)produccin del
texto, su circularidad, cumple una importante funcin: vela el deseo expreso
del yo, y, consecuentemente, vela tambin a ese yo. Una de las razones por las
que la crtica no le ha prestado mucha atencin a este poema es, justamente,
porque el deseo que compromete al yo casaliano se nos esconde entre la
cacharrera modernista, y se hace difcil dar con l. El yo no irrumpe hasta el
verso treinta y tres, al final de la tercera estrofa, y an en ese momento entra
como un ella (mi alma): Tu alma encontraba deliquios santos / Como en los
tintes de los afeites / Las cortesanas frescos encantos! / Por eso mi alma la
tuya adora / Y recordndola se conmueve. Como se recordar, al leer El
reino interior de Daro vimos el extrao efecto que consegua el sujeto lrico
al referirse a su alma. Mi alma frgil se asoma, deca Daro. All, igual que
aqu, se produce al unsono un efecto de involucramiento y de alienacin
con respecto al alma, porque al transformrsele en un ella, se la aleja, se la
vaca de presencia. No obstante, resulta significativo ver la misma estrategia
en dos poemas en los que, evidentemente, se juega con un outing, con la
revelacin de una identidad queer. As, cuando el yo de Casal aparece por fin,
es en la forma de un alma que adora a otra. Vase, no obstante, el interesante
performance que, a travs del smil, ejecuta el texto. Lo que avecina un alma a
la otra es el maquillaje travestido, pero la operacin transformista del
maquillaje textual la realiza el smil, que es en el que recae la ejecucin de la
pose. El alma, en el hallazgo de su xtasis, se traviste en, posa como una
cortesana (en el hallazgo del suyo). Perversamente, el xtasis del alma no se
sita ms en la unin con lo divino, sino con la vanidad y la mscara. Tanto el
alma de Luis II de Baviera, como la de Casal, son pura superficie, piel sobre la
cual delinear los rasgos, los deseos de la sexualidad impura. Ahora bien, si el
yo como objeto de su propio discurso la mirada que ese yo arroja sobre su
propio deseo con relacin al t demora en entrar, cuando lo hace, se muestra
sin tapujos. Y esto es as hasta el punto de que, en ese momento, las
biografas de Casal y de Luis II de Baviera se superponen y enmascaran una a
la otra, volvindose difcil, altamente problemtico, cualquier empeo de
deslindarlas. El alma de Casal recuerda a la del rey, y ese recuerdo nos lleva a
un pasado, a un linaje, a una riqueza desvencijados: a la abdicacin o al
destronamiento (del rey), y a la prdida del patrimonio familiar (en Casal):
Aunque sentiste sobre tu cuna / Caer los dones de la existencia, / T no
gozaste de dicha alguna / Ms que en los brazos de la Demencia. La memoria
del rey, a la que est dedicada el poema, se constituye como smbolo de una
ausencia, de una prdida (la riqueza y la posicin familiar) y de una presencia
(el deseo homosexual).
Casal escribe en los momentos en que, nos dice Foucault, ya ha nacido
el homosexual como personaje. Y un personaje nace segn Barthes cuando
semas idnticos atraviesan repetidamente el mismo Nombre propio y parecen
adherirse a l. Para que haya, pues, un personaje, tiene que haber un
diagnstico el acto de nombrar al que atraviesen, repetidamente, semas

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idnticos, es decir, unidades de sentido susceptibles de caracterizar, de
enmarcar al sujeto, de imaginarlo. En ese punto dice Barthes yo se
convierte inmediatamente en un nombre, su nombre [...] yo no es ya un
pronombre, es un nombre, el mejor de los nombres; decir yo es infaliblemente
atribuirse significados (las negritas son mas).
Aunque en la poesa de Casal el yo se prodiga generosamente, en
Flores de ter se resiste a aparecer. En lugar de decir yo, el texto dice mi
alma; en lugar de decir t en ambos casos, tanto yo como t son recipientes
del cuerpo, dice tu alma, y tu persona. Persona es ms bien un concepto
genrico y, en cuanto tal, no tiene destino, ni biografa. Pero es en esta
esgrima defensiva de la escritura donde hemos de buscar, pese a todo, al yo
que se esconde, al Nombre que se calla. En la tradicional oposicin alma-
cuerpo, el alma, en su irreductible oposicin, presume de ser otra cosa muy
diferente de aquello que es el cuerpo. El cuerpo es el lugar de la cada y de la
constante amenaza de perdicin del alma. El ltimo poema de Casal, Cuerpo y
alma puede ser ledo como la metfora de su existencia. El poema de su
iniciacin haba sido Amor en el claustro (el combate agnico entre el amor
sagrado y el amor profano, otra expresin de la disputa alma-cuerpo), pero,
como ya vimos, el sentido del alma en Flores de ter es intrnsecamente
perverso. El alma casaliana se maquilla, se disfraza, seduce, es, en fin, no lo
que se opone a la cada, sino su mbito.
Flores de ter se resiste a la solidez del cuerpo; su diseo, tpicamente
art-nouveau, consiste en una serie de sensaciones, de imgenes en constante
estado de disipacin, de formas que, apenas nacen, mueren para dar paso a
otras. Flamencos, pavos reales, crepsculos, plumas de cisnes, todo, en fin, se
vuelve vagas nieblas azules. El alma de Luis de Baviera no de otra cosa se
trata ahora est hecha de un movimiento de refinadas y decadentes
sensaciones (ureos dragones en roja seda / Verdes lucirnagas en las lilas /
Plumas de cisnes alabastrinos, / Vapor de lago dormido en calma, pero
tambin de ropa de teatro, y de transformismo travestido. Y es esa alma, que
las sensaciones mantienen presa de la caja, de los deseos del cuerpo, la que
nos dice Casal A la ma slo enamora / De las del siglo dcimo nueve. Qu
nos dice esta eleccin, esta declaracin? Casal no estaba al margen no poda
estarlo de la clasificacin de las sexualidades que estaba teniendo lugar a
fines del siglo XIX. Su eleccin ocurre en un campo minado y estratificado por
los discursos criminalstico, mdico, jurdico, sociolgico, sexolgico: el de la
sexualidad. Luis de Baviera es slo la mscara del coming out del texto. Pero
esto, como es natural, requera tomar antes un mnimo de precauciones. Una
de ellas consiste, como ya vimos, en velar codificndola en imgenes
modernistas al alma que asume el yo del texto. La otra tiene que ver con el
lugar escogido por ste para ejecutar su coming out, el cual se produce en la
estrofa cuatro, al final de la descripcin del alma de Luis de Baviera. La estrofa
siguiente, la cinco, dice as:

Aunque sentiste sobre tu cuna


Caer los dones de la existencia,
T no gozaste de dicha alguna
Ms que en los brazos de la Demencia.
Halo llevabas de poesa,
Y ms que el brillo de tu corona
A los extraos les atraa
Lo misterioso de tu persona
Que apasionaba nobles mancebos,
Porque ostentabas en formas bellas
La gallarda de los efebos
Con el recato de las doncellas

55
Todo el poema se mueve en direccin a un cuerpo que no se deja
enfocar, que se desdibuja constantemente guerrero / doncella, efebos /
doncellas y no se deja nombrar, esto es, definir. Frente a la intensidad del
deseo y de la mirada, el cuerpo se vuelve resbaladizo. No obstante, algo nos
dice esta estrofa, sin la ms mnima vacilacin: la persona del rey atrae,
seduce, apasiona, no a las doncellas, sino a los nobles mancebos. Por un
lado, se nos dice que no era tanto el brillo de la corona del rey lo que lo haca
atractivo para los nobles mancebos como el misterio de su persona.
Eliminada la ambicin per se, o los hechizos del poder como motivo principal
de la seduccin, queda el cuerpo (convenientemente enmascarado por la
persona). De ah que el desplazamiento del cuerpo por la lejana conceptual de
la persona, reaparezca, obstinadamente, en las formas bellas del rey.
El poema de Casal sugiere un conocimiento de la biografa de Luis de
Baviera la infancia solitaria y melanclica, el obsesivo amor al Arte, la locura,
y las aventuras homosexuales y es desde este conocimiento, primero, y de su
manipulacin para construir los raros deleites de la mscara propia, e
incluso del propio apasionamiento del texto casaliano con la figura del rey,
despus, que podemos leer este texto como el lugar de un performance, de un
cuidadosamente coreografiado coming out. Si comparamos Flores de ter
con Autobiografa, por ejemplo, no sera difcil ver que el ltimo se desplaza,
rizomticamente, para incorporar al otro. Oscar Montero nota que Hojas al
viento coleccin a la que pertenece Autobiografa podra leerse [...] como
el relato en verso de la transformacin del poeta, la transformacin de su
cuerpo y su biografa en un autorretrato inslito que desborda los lmites del
discurso nacional, del concepto de patria urdido a lo largo de un siglo de
luchas, compromisos y derrotas . Y aade algo que considero absolutamente
esencial:

A diferencia del yo hispanoamericano, que quiere


representar, en toda la latitud de la palabra, para
representarse, el yo de Casal, el de la Autobiografa, el del
nico paseante de la ciudad abandonada, y el que se enfrenta
especularmente al amante de las torturas del cuento, no
recibe el reconocimiento nacional, ni puede reflejarse en un
consenso nacional, siquiera cultural.

Este yo, que empieza su Autobiografa en realidad el autorretrato


inslito que menciona Montero con un Nac en Cuba emigra, se exilia, o es
trasterrado al alma de Luis II de Baviera en Flores de ter. En otro de sus
poemas La pena (parfrasis de Heine, y tambin perteneciente a Hojas al
viento) el yo casaliano se pasea solitario, casi espectralmente, alrededor de
la casa de la nia idolatrada. sta lo interroga: Quin eres? De dnde
vienes? / Qu pena oprime tu alma?, a lo que responde el yo: Soy un
poeta nacido / En regin americana, / Famosa por sus bellezas / Y tambin
por sus desgracias. Vengo de lejanas tierras / Con incurable nostalgia; / Y si
las penas te nombran / Oirs, nia idolatrada, / Que nombran la pena ma /
Entre las penas que matan. Si antes Cuba permita deslindar, cuando menos,
el espacio fsico si bien intrascendente para la Autobiografa de la patria,
ahora se desdibuja completamente transformndose en el ambiguo regin
americana. Ntese que la voz no responde definitivamente a las preguntas
que se le hacen, escabullndose, por el contrario, tras el pronombre
indefinido: un poeta, (una) regin americana. An la pena que mata se niega a
decir su nombre, sino que se pospone en el condicional indefinidamente: Si
las penas te nombran / Oirs... Ese yo, paseante solitario alrededor de un
centro que no cesa de interrogarlo, de preguntarle no tanto quin es, como por
aquello que es, se niega a responder. Su silencio lo mantiene en los bordes de
lo soportable. Su elusiva figura, o en constante disipacin, impiden su

56
constitucin como sujeto nacional, puesto que lo ms que podra conferrsele
es apenas un certificado de nacimiento.
Permtaseme, ahora, repasar siquiera brevemente, una de las crnicas
de Casal que habamos mencionado al principio, y que como pronto veremos
no nos aleja de los borrosos contornos de la nacin en Casal. Se trata de la
que, bajo el ttulo de Conversaciones dominicales / Albertini y Villate,
public El Pas, 10 de enero de 1891. Al saludar el regreso a la Isla de los
msicos cubanos Rafael Daz Albertini (violinista)11 y Gaspar Villate
(compositor),12 Casal informa a sus lectores que stos, despus de larga
ausencia, tanto ms sentida cuanto ms prolongada, han vuelto a la tierra
natal, deseosos de calentarse a los rayos de nuestro sol. Tan intenso es el fro
del extranjero que llega a veces hasta el corazn. El recuerdo de la Patria
que, dice Casal, se presenta de improviso, sugiere algo muy parecido a las
palmas que interrumpen de sbito la contemplacin de Heredia de la
majestuosa catarata, o a la caracterstica asociacin martiana del fro con los
rigores del destierro, de la extranjera. Pero, siguiendo un procedimiento
habitual, Casal pasa despus a describirnos a los artistas, luego de dejar en
claro que no conoce personalmente a ninguno de los dos. Le basta afirma
haber contemplado sus retratos. Dada su compulsiva tendencia a fijar el
objeto de su deseo en el retrato, la imagen fotogrfica deviene la distancia
requerida por el eros casaliano siempre necesitado del obstculo y la
distancia y es tambin la inmovilizacin de ese mismo objeto que, posedo al
fin en la imagen fijada, clavada, puede ser devorado ritualmente.
Basta arrojarle una mirada [al retrato de Albertini, dice Casal] para
adivinar que es un artista ntese el acto depedrador del ojo, echando sus
redes sobre la imagen agregando que su rostro, ms que el de un cubano,
parece un italiano. Interesante movimiento el del ojo: la misma mirada que
repatria a Albertini, lo exilia. Pero fijmonos en cul es la razn de ese
repentino exilio: el cuerpo deseado no suele coincidir en Casal con el cuerpo
nacional. El deseo fulgura, entonces, como el espacio de la disidencia, del
exilio:

Delante del retrato de Albertini, [...] he recordado la de la


reina de Rumana en presencia del difunto rey de Baviera, a quien
deseaba conocer y de quien se le haban contado ancdotas
repugnantes. La reina slo haba visto el retrato del Rey Virgen y
se negaba a creer lo que le cont un reptil disfrazado de ministro
bvaro. Solicit ver al rubio soberano y ste le neg la audiencia.
Pero la reina, mujer experta en el arte de juzgar a los hombres, no
lo conden por tal negativa. Limitse a esperar que la casualidad,
nica que poda proporcionarle la dicha de contemplarlo, porque el
bello monarca se negaba a soportar la tirana de la faz humana, se
lo trajera a su presencia. Al cabo de algn tiempo logr verlo en

11
Rafael Daz Albertini. Violinista. La Habana, 13 de agosto de 1857 Marsella, 11 de noviembre
de 1928. Inici su aprendizaje de violn con los maestros Jos Vandertgucht y Anselmo Lpez. En
1870 march a Pars para ponerse bajo la gua de Alard. En 1875 gan el Primer Premio de Violn
en el Conservatorio parisiense. Realiz giras de concierto por muchas ciudades del mundo. En
1894 hizo un recorrido por muchas ciudades cubanas, junto a Ignacio Cervantes. Al siguiente ao
parti nuevamente hacia Francia (Orovio).

12
Gaspar Villate. Compositor. La Habana, 27 de enero de 1851 Pars, 9 de octubre de 1891. A
los diecisis aos compuso sobre el drama homnimo de Vctor Hugo, la pera Angelo, tirano de
Padua. En 1868, al estallar la Guerra de Independencia, emigr hacia los Estados Unidos. En 1871,
de regreso a Cuba, escribi la pera Las primeras armas de Richelieu. March a Pars, donde
estudi con Bazin, Joncieres y Dannhauser. Amigo de Verdi, en 1877 estren en el Theatre Italien,
de la capital francesa, su obra Zilia, sobre libreto de Solera. En 1880 estren en La Habana la
pera La zarina y en 1885, en el Teatro Real de Madrid, la basada en el drama de la Avellaneda,
Baltasar [...].(Orovio).

57
Hungra, en casa de un mercader judo, adonde el prncipe sola ir
de incgnito a comprar antiguos objetos para la decoracin de sus
siete castillos. Despus de satisfacer su curiosidad, cuntase que
la soberana, al llegar a su palacio, escribi en su lbum ntimo la
siguiente observacin que hoy figura en su libro de Pensamientos
y que dice poco ms o menos: Mirar siempre el rostro; el alma no
es diferente. Por eso, al ver en la fotografa el bello semblante de
nuestro eminente violinista, he pensado que su alma deba ser
ms bella an.

Por qu, de sbito, el retrato de Albertini se transforma en el del Rey


Virgen? Cmo explicarnos la intromisin de Ludwig II de Baviera en la
crnica de Casal? Es obvio que estamos ante un texto tejido a la manera de
una casa de espejos, y en el que el deseo homoertico se esconde, al mismo
tiempo que se revela, en un vertiginoso y simultneo desplazamiento de
posiciones y de disfraces. Albertini es al rey de Bavaria lo que Casal a la reina
de Hungra: una imagen especular. La reina de Hungra ante el retrato de
Ludwig II reproduce a Casal ante el de Albertini, y viceversa. Entre la imagen
congelada en el retrato enigmtico y la mirada que lo interroga se propagan,
se cuentan ancdotas repugnantes (de Ludwig, de Casal). El bello
semblante del violinista que seduce a Casal y al que Casal busca seducir no
es, decididamente, ni cubano, ni italiano, sino bvaro. Si el alma y el rostro de
Albertini hacen evocar a Casal los de Ludwig, uno no puede menos que
recordar la comprometedora declaracin de Flores de ter:

Nada ms bello fue que tu alma


Hecha de vagas nieblas azules,
Y que a la ma slo enamora
De las del siglo dcimo nueve.

Y puesto que el alma no difiere del rostro y, por tanto, de la persona


entonces, como ya habamos sospechado, esa alma de vagas nieblas azules
que enamora a Casal no est tampoco separada de las formas bellas del rey
que igualmente lo apasionaban. Casal se convierte as en uno de esos nobles
mancebos apasionados por la belleza del rey, belleza que ahora le llegaba
podramos decir que diferida en el bello semblante del violinista cuya
patria, de tanto desplazarse, termina siendo no la que hay que ganar o perder
en los campos de batalla, sino en las galeras fotogrficas, en la flanera
urbana, en la teatralidad de los cuerpos que se mueven como signos
espejeantes, siempre fuera de foco.
Y esto lo apreciamos mejor cuando cambiamos nosotros mismos de
lugar, y miramos hacia donde est el otro retrato, el del compositor Villate.
Hay que tener en cuenta, entonces, que en esos momentos Albertini tena slo
treinta y cuatro aos, mientras que aqul tena cuarenta. A diferencia de lo
que sucede en el caso de Albertini, cuya descripcin es indudablemente ertica
soberbios ojos negros, mirada soadora, bigote oscuro y sedoso, la
cascada de su cabellera de artista la de Villate parece ms bien una
inspeccin llevada a cabo en un asilo de ancianos: frente espaciosa, surcada
de arrugas, cabeza artstica, [pero] cubierta de cabellos grises, ojos
geniales, [pero] saturados de melancola, espaldas ligeramente
encorvadas, concluyendo: imagnese uno que contempla un sexagenario,
ms bien que un artista que no llega a los cuarenta aos. En efecto, Villate
muere unos meses ms tarde. Sin embargo, lo que realmente resulta
sorprendente es la clara distincin que observamos entre uno y otro retrato:
aunque destaca que ese envejecimiento prematuro, no del espritu, sino del
cuerpo es uno de sus mejores blasones, es obvio que no era hacia Villate que
poda inclinarse la balanza del deseo de Casal, el cual se las ingenia para

58
justificar su preferencia: Villate aspira a conquistar para s solo, por medio de
obras originales, pero Albertini busca la gloria para las ajenas, lo cual basta
para que, en opinin de Casal, ste ltimo aparezca ms noble que el otro,
toda vez que Albertini puede tambin crear, valindose de su instrumento
(el nfasis perverso es nuestro, desde luego).
Finalmente, Casal deja descansando a Villate como un gladiador
cansado, en el seno de la casa paterna, y se dispone a arrastrar consigo a sus
lectores (de ah el dispongmonos) para asistir al concierto de Albertini,
quien ha plantado, por algn tiempo, su tienda entre nosotros, y quien ser
augura Casal de seguro el hroe de nuestras fiestas. La contraposicin
gladiador cansado-hroe es demasiado evidente. Albertini es asociado con el
herosmo y la juventud, y con el espacio natural del deseo: el teatro; Villate,
con la vejez, el cansancio y el retiro.
El bigote sedoso de Albertini aparece en el espejo donde antes se asom
el rubio soberano. Apasionado, Casal los contempla a los dos y escribe los
versos fatales: De mi vida misteriosa / Ttrica y desencantada / Oirs contar
una cosa / Que te deje el alma helada...

3.3 El caso de los rseos flamencos en la arboleda

Ya mencion antes que el espacio territorial de la literatura cubana ha


sido cartografiado a travs del binarismo Mart (lo nacional)-Casal (el borde, la
frontera ltima ms all de la cual lo extranjero no es un territorio ajeno u
hostil, sino un desvo de lo martiano). Esa posicin continuamente disputada,
y mantenida a travs de la disputa le confiere a Casal un lugar tan elusivo
como central: es gracias al margen que l representa, que el centro martiano
cobra, en ltima instancia, su significacin. Casal est, pues, fuera, pero
tambin dentro de lo nacional.
Cintio Vitier es quien ha articulado ms sistemtica y consistentemente
la oposicin Mart-Casal, sobre todo porque la ha plasmado en textos no
solamente son, en s mismos, cannicos, sino tambin en uno en particular que
es ya un clsico, y uno que, precisamente, establece un orden cannico de lo
cubano en la poesa. Siendo ese su ttulo Lo cubano en la poesa quisiera
detenerme brevemente en un momento de su lectura de Casal, lectura que, por
cierto, repara en un fragmento del poema que acabamos de leer, Flores de
ter.
Lo cubano en la poesa nos dice Vitier es consecuencia de un Curso
ofrecido en el Lyceum de La Habana, del 9 de octubre al 13 de diciembre de
1957. El libro fue editado, primero, en 1958 (Universidad Central de Las
Villas), y luego en 1970 (Instituto del Libro) y en 1998 (Letras Cubanas).
Aunque ya en la primera leccin Vitier afirma que [n]o hay una esencia
inmvil y preestablecida, nombrada lo cubano, lo cierto es que el libro, en su
totalidad, va en busca de categoras, de rasgos esenciales de lo cubano en la
medida en que stos, a su vez, iluminan la nacin: La poesa va iluminando al
pas, dice Vitier. Y aade: Vamos juntos, sin aparato de erudicin ni crtica, a
suscitar la voz humilde, conmovedora e impresionante, de nuestros poetas. El
llamado al nosotros y adems juntos provee a Vitier con el respaldo mismo
de la nacin. El deseo de abandonar crtica y erudicin se expresa como
metfora de la anulacin de la autoridad para que fuese la poesa misma;
mejor, lo cubano en la poesa aquello que finalmente se expresara por
voluntad propia, como gesto afirmativo del ser nacional en la sustancia
potica. Vitier asume, pues, el rol del poeta homrico a travs del cual se
habra de manifestar la voz mucho ms alta, y por tanto inapelable, de la Isla,
de su ser ms ntimo, tal y como la iluminaran sus poetas.
En esa bsqueda de Vitier hay dos cosas que me interesa destacar aqu:
primero, que ms que en Casal, el lmite de lo cubano en la poesa, o de lo

59
tolerable, lo marca en Virgilio Piera; y segundo, que aqu Vitier da forma
definitiva a la oposicin que no dejar de emerger cada vez que se acerque a
Mart o a Casal: la oposicin binaria entre el uno y el otro. La voz potica de
Piera tiene su antecedente directo en el caso de la poesa cubana en la voz
de Casal. Ambos se apartan, abierta y provocadoramente, del discurso
consagratorio de la insularidad cubana, y ambos tambin tienen al cuerpo
fctico, sexuado en el centro de su orbe potico, y an en el de sus vidas.
Pero, a diferencia de lo que ms o menos sucede con Casal, la homosexualidad
de Piera no es, ni desconocida, ni por lo mismo disputable; y tambin a
diferencia de Casal, Piera expres en trminos mucho ms agresivos la
facticidad limitante de la Isla en un poema memorable y cuyo mismo ttulo
La isla en peso hace de Cuba una carga, una especie de piedra de Ssifo.
Incapaz de tolerar La furias (1941) de Piera su pupila analtica y
desustanciadora Vitier sentencia: Nuestra sangre, nuestra sensibilidad,
nuestra historia, como hemos visto en este Curso, nos impulsan por caminos
muy distintos. Considero que este testimonio de la isla est falseado (nfasis
nuestro). Una vez ms el nosotros nacional forma la coraza protectora y dibuja
la rayuela en el suelo: del otro lado queda la pupila pieriana, ninguneada,
pero derramndose, no obstante, en lo cubano y en la poesa.
Pero, como ya dijimos, si bien es cierto que Casal no recibe la orden
tajante de abandonar la casa de la poesa habra sido imposible ni la de la
nacin, tambin lo es que Vitier hace de l la lnea divisoria por excelencia:
Casal como anttesis de Mart (as empieza el ttulo de la octava leccin). Por
supuesto, ser la anttesis de Mart implicaba, por un lado, que Casal se
converta en el chivo expiatorio, en el farmakos de lo nacional, pero, por el
otro, implicaba tambin una formidable resistencia de su parte. De no ser as
Mart se habra quedado solo en el cuadriltero, pues habra vencido en el
primer asalto y por knock out. Y no es por azar que en la elaboracin de tal
anttesis, Vitier haya echado mano a un fragmento del poema que acabamos
de analizar: Flores de ter. Veamos entonces ese pasaje de la octava leccin:

O esta suma de cosas exquisitas y raras, de sensaciones


decadentes y voluptuosas, hijas mentales del tedio, la sed de
lo extrao y la neurosis que enumera con tibia y exhalada
sensualidad hermtica en Flores de ter:

Colas abiertas de pavos reales,


rseos flamencos en la arboleda,
fros crepsculos matinales,
ureos dragones en seda roja,
verdes lucirnagas en las lilas,
plumas de cisnes alabastrinos,
sonidos vagos de las esquilas,
sobre hombros blancos encajes finos,
vapor de lago dormido en calma,
mirtos fragantes, nupciales tules,
nada ms bello fue que tu alma
hecha de vagas nieblas azules,
y que a la ma slo enamora
de las del siglo dcimo nueve,
rey solitario como la aurora,
rey misterioso como la nieve.
(A la memoria de Luis II de Baviera)

Qu distintos estos flamencos absortos, decorativos,


dominados por el lnguido sopor de su arboleda, de aquellos

60
otros realsimos que vio Mart en libre y salvaje escuadra sobre
el mar! Verdadero inventario modernista, remotas colecciones
de fosforescencia hmeda, de vago y penetrante erotismo,
presididas por la nieve (o ms bien por la palabra nieve), que
es el smbolo casaliano del imposible.

He credo importante citar en extenso para que se aprecie mejor cmo


en la oposicin Casal-Mart entran en juego sutilmente, pero sin titubeos ni
ambigedades la nacin y la sexualidad. En el caso de sta ltima, el
procedimiento ms socorrido es el de codificarla, por ejemplo, como
sensualidad hermtica, o como vago y penetrante erotismo. Por
hermtica, esa sensualidad (o la palabra sensualidad, puesto que tras ella lo
que nos hace seas es la sexualidad misma) no puede describirse, ni mucho
menos abrirse. Ha de permanecer, pues, cerrada. Por vago y penetrante, el
erotismo de Casal remeda al del nio freudiano: el consabido perverso
polimorfo. Y no obstante, Vitier no puede evitar puesto que la comparacin
con Mart lo fuerza a ello sugerir esa aberrante sexualidad casaliana en
trminos menos elusivos. En este caso, lo indecible-decible salta de la
perturbadora imagen de los rseos flamencos de Flores de ter, que es la
que se convierte en el fundamento de la oposicin. Lo primero es desrealizar
en el sentido de restarle realidad la imagen de Casal. Sus flamencos no pasan
de ser una imagen decorativa y afeminada. Obsrvese que al describirlos Vitier
no utiliza ni un slo verbo, y que los adjetivos empleados al efecto absortos,
decorativos, dominados nos remiten, inobjetablemente, a la pasividad, a la
languidez, incluso a la voluptuosidad abandonada con que suele asociarse lo
femenino. Los flamencos de Mart, en cambio, no son meramente reales, sino
realsimos. El contraste entre Mart y Casal no se da, pues, solamente, en el
sentido de la diferencia masculino/femenino, sino, adems, en la encarnacin
por parte de Mart de una masculinidad absoluta, tanto como de un
afeminamiento no menos absoluto por parte de Casal. Por eso la fuerza del
verbo vio en la lnea referida a Mart, y el nfasis en que sus flamencos vuelan
en libre y salvaje escuadra sobre el mar. Puesto que en Cuba prcticamente
cualquier referencia a un animal con plumas, o con alas ya sea el pjaro, la
paloma, el pato, la mariposa, etc. suele connotar al maricn, resulta an ms
clara la especificacin que hace Vitier: libre y salvaje portan la identidad
perfectamente definida de esos flamencos: son libres (no tienen un amo, y
por tanto son cuidadosamente removidos de la relacin dialctica hegeliana) y
son salvajes (son naturales, indmitos, machos, varones y masculinos).
Otra de las estrategias de Vitier y de la crtica cubana en general ha
consistido en desmantelar a Casal mediante continuas rectificaciones. Vase si
no la lectura de uno de los momentos ms conocidos de la biografa de Casal:
su primera visita a la casona de los Borrero en Puentes Grandes. Relatada
primero por Esteban Borrero en In memoriam (Por Julin del Casal). El lirio
de Salom (1899), y ms tarde por Dulce Mara Borrero en Evocacin de
Juana Borrero (1941), la ancdota atrajo la atencin de Lezama, el cual dice
en su ensayo Julin del Casal (1941): Nadie toca o vuelve sobre la pgina
de Esteban Borrero, en recuerdo de Casal. Cintio Vitier vuelve sobre ella en su
ensayo Julin del Casal en su Centenario.
Segn refiere Esteban Borrero, la llegada de Casal a Puentes Grandes
fue una verdadera fiesta espiritual, aadiendo que todas lo conocan, todas
saban de memoria sus versos que haban ledo y saboreado en la perfecta
libertad literaria que yo conced siempre del estudio del arte elevado a mis
hijas. Rodeado Casal por esa simpata familiar, de pronto es sorprendido por
la irrupcin de uno de los hijos de Esteban llamado tambin Esteban que no
rebasaba los siete aos, y el cual entr desembarazadamente en el grupo que
formbamos, y aproximndose a Casal como a un igual suyo, le mostr un
blanco y fresco lirio, hmedo an, que acababa de arrancar de un tallo en el

61
jardn de la casa. Toma, Casal, le dijo alargndole la flor, ste es el Lirio de
Salom!. Entonces Casal, prosigue Esteban,

en presencia de aquella flor que condensaba el espritu de


la escena moral ntima en que tombamos parte tan principal
todos nosotros, se emocion hondamente; psose plido,
ruborizse luego, se incorpor lenta y dulcemente y sin saber ya
de sus afectos que culminaban de sbito en una emocin
imprevista, suprema, se irgui transfigurado y radioso, y se
arroj sollozando entre mis brazos.

La escena, sin dudas conmovedora, adquiere en un carcter casi mstico,


profundamente religioso. Habindose estrechado todos en un abrazo, concluye
Esteban:

Aquel blanco lirio que Casal mantena embarazado aun


(como cuando se tocan cosas sagradas a que atribuamos una
virtud sobrenatural) en una de sus manos y en el cual tenamos
todos fijos los ojos todava, fue la hostia de aquella comunin
artstica; el nio, el sacerdote puro que nos la ofreca
hermosendola con su misma inocencia en su candorosa,
profunda y decisiva intervencin en aquella escena.

No resulta difcil comprender la causa de la conmocin que sacude a


Casal; lo sucedido era una prueba de cuanto se le quera en aquella casa.
Hasta el ms pequeo de los hijos de Esteban conoca sus versos! Pero
cuando Vitier mira esa misma escena. Adems de apuntar eso que acabamos
de decir, expresa:

Es tambin que del lado de la realidad, de la verdad que [Casal]


saba que no estaba encarnada en la belleza artificial, le vena
una respuesta espontnea, pursima pero carnal, ideal pero real:
un loto transfigurado en lirio, como si todo su angustioso mundo
onrico se deshiciera en la luz de la maana, en los ptalos
hmedos, blanqusimos y mortales de aquel lirio que poda tocar
con sus dedos y que, sollozando en los hombros fuertes de don
Esteban, rodeado de las nias, mantena en una de sus manos,
conjurando sin saberlo el gesto sombro de Salom, como
cuando se tocan cosas sagradas a que atribuimos una virtud
sobrenatural....

Al igual que antes, al comentar ciertos versos de Flores de ter,


tambin ahora Vitier retoca, rectifica la escena en casa de los Borrero, lo cual
significa que tiene que introducir una vez ms la redistribucin binaria del
contenido simblico. De un lado, el nio (la inocencia, lo natural) y el lirio
(adems de lo natural, tambin lo cubano), y del otro Casal y el loto (la belleza
artificial, decadente, extranjera, y, no menos perturbadoramente, el smbolo
flico). Hecha la separacin de las aguas, el nio y el lirio mensajeros de la
verdad entran como una leccin rectificadora, suficiente para conjurar el
gesto sombro de Salom, o sea, el significado infernal, por ertico, del loto.
Los triunfadores son, pues, la naturaleza cubana (el lirio sobre el loto), la
virtud, la inocencia, y, sobre todo, los valores patriarcales y masculinos
encarnados en los hombros fuertes de don Esteban sobre los que se apoya el
debilitado Casal, mientras sostiene entre sus manos el loto derrotado.13

13
Pero, afortunadamente, contamos con la lectura de Dulce Mara Borrero, participante tambin
de la escena. Permtaseme citarla en extenso: La entrada de Casal en nuestra vida fue algo as
como la entrada de un ancho rayo de luna en una estancia desierta que estuviese, en sus cuatro

62
Pero sucede que en ese conmovedor instante no hay nada que rectificar,
ni hay tampoco victorias ni derrotas. La equivocacin si es que hubo alguna
fue del nio, puesto que lo que Moreau y Casal pusieron en la mano de Salom
fue un loto, no un lirio. En todo caso lo que hay es que agradecer: tenamos el
lirio que posiblemente vino de otra parte y Casal nos regal el loto. No
obstante, resulta obvio el peligro que Casal representaba, o tena que
representar, para nuestra comunidad imaginada. Los regalos de Casal
significan o implican un cuestionamiento de la posibilidad ltima de definir,
esto es, de fijar con exactitud el mapa de lo nacional. Ahora ese mapa quedaba
sometido a un peligroso marcador: el del deseo. Ya hemos visto como Casal
lo desdibuja constantemente, o corre sus fronteras, lo abre, y hace de l un
espacio poroso cuyos estiramientos terminan siendo tan impredecibles como
caprichosos.
Uno debe considerar, entonces y en primer lugar las implicaciones
polticas del desdn que muestra Casal hacia la naturaleza cubana. Su
preferencia por lo artificial no poda sino ir ms all de su relacin con la
esttica modernista, para chocar con la almendra misma del nacionalismo
cubano. Despus de todo, era en los campos donde se haba combatido
principalmente por la independencia, y donde se haba refugiado el espritu
insurrecto de la nacin. Desde Heredia, Cuba la patria se haba constituido
en la espiritualizacin de la naturaleza. Qu, sino las palmas, es lo que
interrumpe la contemplacin herdica de la imponente catarata del Nigara?
Pero Casal llega para trastocar este mapa. Maldice el sol y oscurece la Isla,
cubrindola de fro y de nieve:

paredes, revestida de espejos. No hubo un plano, ni un ngulo que no diera reflejos. Aquellos
espejos desnudos en su vida silenciosa, recibieron el beso azul de aquella aparicin; pero slo
uno, el ms hondo y pulido de todos, capt, entero, el fulgor de aquella luz. Vino el bardo a
nuestra casa trado de la mano por el mismo padre que cuidaba de nuestros corazones con un celo
angustiado y expectante. Vino el bardo a nuestra casa con las turquesas de sus ojos errantes
baadas de ese brillo que parece la plata del roco, y que es slo de un llanto no vertido, pero que
est en reposo en las hondas cisternas del alma; vino con esa luz de perla y nardo, que no llega a
ser luz, sino ms bien sudario que arropa dulcemente a los tristes. Vino, repito, con las turquesas
lquidas de sus ojos serenos, y el mrmol de su frente circuido por una corona hirsuta de oro
muerto, y con su continente de dios que va pisando la tierra sin rumor, como quien va en el fondo
de una ausencia.
[...] Aquel da, hasta la madre de Juana, que no bajaba nunca durante el da a la sala de recibo,
dejando la lanzadera de marfil con que edificaban sus finsimos dedos alegoras de milagro con el
frivolit para adornar los hombros de Juanita [...]; hasta la madre de Juana baj a conocer al
bienvenido, y su rostro, que ostentaba ese sello habitual que pone el silencio en las criaturas que
viven para otros sin reposar jams, tuvo una sonrisa ms tierna y tambin ms duradera, que le
dej para muchos das alumbrada la faz... Se han trocado las lecturas. Ahora la fuerza y la
claridad llegan con Casal en la estremecedora belleza de la evocacin de Dulce Mara Borrero.
Transformado en una aparicin casi divina, el rayo de Casal anima la casona familiar y la ll ena de
reflejos. Toda la estancia, hasta el ltimo rincn, se transforma bajo el hechizo de su presencia. Es
imposible no darnos cuenta de la velada sugerencia que encierran estos recuerdos. Vemos a la
madre de Juanita recluida prcticamente en las habitaciones superiores, tejiendo, ajena por
completo a las tertulias que tenan lugar en la sala de recibo. Ese don Esteban de hombros
fuertes que Cintio se haba apresurado a ofrecer como apoyo al desventurado Casal, era el mismo
que no dejara bajar a su esposa, y para la cual la visita de Casal tiene un efecto liberador: le quita
la lanzadera de marfil de las manos y le deja alumbrado el rostro por muchos das. Antes
habamos sospechado que Juana Borrero exageraba al escribirle a Carlos Po Uhrbach: No creas
que Pap dice ciertas cosas de mentirita. Dentro de su carcter enrgico no cabe la amenaza,
como una amenaza solamente, sino como algo que se realizar. Nosotras que lo conocemos
sabemos hasta donde llega su inquebrantable voluntad. Te convences de que no es la cobarda ni
el temor lo que nos hace estar asustadas? No, no me infieras esa injusta ofensa. En este momento
en que te escribo, cuntas complicaciones, cuntos peligros, cunta amenaza atraigo sobre mi
cabeza! La imagen de la madre, confinada y alejada de las visitas de la casa, es perfectamente
coherente con la del padre autoritario y amenazador. Esta es la familia Los Borrero a la cual,
segn Fina Garca Marruz, habr siempre que referirse [...] como a una especie de feudo de la
poesa cubana. Hay que reconocer que, en lo que al feudo respecta, parece que tiene razn.

63
Ojal que el invierno se prolongara muchos meses, que el
cielo permaneciera siempre nublado, que no hubiera ms astro que
la luna, que no se escuchara ms voz que la del viento entre las
hojas secas y que la nieve principiara a caer, colocando sus
arandelas alrededor de los troncos de los rboles, poniendo sus
caperuzas sobre las montaas eternamente verdes y empezando a
extender los pliegues del sudario en que todos nos hemos de
abrigar!
Qu mejor mortaja que la de la nieve puede ambicionarse en
un pueblo que bosteza de hambre o agoniza de consuncin?

Adems de oscurecer y enfriar la Isla, Casal la contamina. Si Cuba


agoniza de consuncin o sea, de tuberculosis es porque l mismo la ha
enfermado con los flujos de su deseo. Se trata de tapar con la nieve el
escandaloso y antiesttico matiz de esas montaas eternamente verdes:

Hace unos das que llegu del campo [dice Casal en una de
sus cartas14] y no haba querido escribirle porque traje de all
muy malas impresiones. Se necesita ser muy feliz, tener el
espritu muy lleno de satisfacciones para no sentir el hasto ms
insoportable a la vista de un cielo siempre azul, encima de un
campo siempre verde. La unin eterna de estos dos colores
produce la impresin ms antiesttica que se puede sentir.

No estamos ante un comentario accidental, sino ante una percepcin de


la naturaleza insular, ya consolidada como problema esttico en la mente de
Casal. As, se disgusto era una de las cosas que lo colocaba segn Ricardo
del Monte en perpetua contradiccin con su tierra, Cuba, agregando que el
azul intenso de nuestro cielo, y el rojo sol, y los contornos definidos del
paisaje y la esplndida verdura de nuestros campos, le eran menos gratos,
menos poticos, que las nieblas, las brumas, la tibia lumbre, los largos
crepsculos, la nieve y el cielo gris de los climas septentrionales. Este
rechazo har que la crtica proponga un plan teraputico y poltico
encaminado a curar los graves males que aquejaban a Casal. Escuchemos lo
que dice entonces Manuel de la Cruz:

Aurelia Castillo, por el dualismo de su corazn de artista y de


su corazn de mujer, ha sondeado el alma del poeta [Casal], hasta
lo ms hondo y oscuro, [...] [y] ha execrado y maldecido los libros
favoritos del poeta, con los que hara un auto de fe; y en un
arranque digno de la elevacin de su carcter, comentando una
expresin viril de uno de sus cantos, exclama: As, amigo mo, as
habla un poeta. La frente alta, el cuerpo erguido, el nimo pronto a
la lucha! El poeta no puede ser una estatua [...]. Otro poeta,
Faustino Diez Gavio, por simptica intuicin, ha dicho que en Nieve
se echa de menos la imagen de una mujer, la estela de lgrimas y

14
De acuerdo con los editores de la Edicin del Centenario, la carta est dirigida a Esteban
Borrero. Emilio de Armas, sin embargo, basndose en la edicin de las cartas de Casal por Jos A.
Fernndez de Castro en la revista Social, nos dice que estaba dirigida a la poetisa cubana Nieves
Xenes. Considerando que la carta no. 3 nuestra cita es de la no.2 deba, segn el criterio de De
Armas, estar igualmente dirigida a Nieves Xenes, cuando, por el contrario, su destinataria fue
segn nuestras investigaciones Magdalena Pearredonda, hemos decidido no afirmar nada en
este sentido y s remitir al lector interesado a Casal, y a las Prosas III, 81-90.

64
sangre de una pasin. Agrguese a lo expresado por la varonil
escritora camageyana y por el correcto poeta uscaro, lo til que
sera a Casal recorrer a pie y a caballo los valles y eminencias de la
Sierra Maestra, bogar en guairos y en piragua por las aguas del
Cauto, saturarse, impregnarse con el aroma de la naturaleza, para
contrabalancear el efecto de su prolongada saturacin literaria, y
tendremos el mtodo teraputico indicado para el estado patolgico
que de comn acuerdo todos reconocen en sus manifestaciones
morales.

A pesar de los rodeos, queda bastante claro qu entiende De la Cruz y


todos los dems por el estado patolgico [de las] manifestaciones morales
de Casal. No se trata de ganar en acento viril, o de permitir que emerja al fin
esa mujer que se echa de menos en Nieve? Acaso la invitacin al ejercicio
fsico y en contacto con la naturaleza criolla no se propone insuflar en Casal
era atenuada o inexistente virilidad? Y no se propone todo esto reintegrarlo
lo mismo a los escalafones de la masculinidad que de la nacin; prepararlo, en
fin, para que pueda integrarse a la lucha? De lo que se trata, pues, es de
cambiar el signo de la intensidad; en lugar de la saturacin literaria (y por
tanto urbana), la del ejercicio fsico. Un exceso slo puede curarse con otro. Se
trata de sacarlo del circuito de deseo de la ciudad, de quitarle el cigarro de la
mano, de sacarlo de los teatros, cafs y parques habaneros de los que se
cuentan historias cada vez ms escandalosas, como esa de acerca de N, quien
[e]n cierta ocasin, en uno de los corredores de nuestro principal teatro y
durante la representacin, [fue] sorprendido rodeado y besando las partes
genitales, descubiertas, de un joven, perteneciente, con seguridad, a la clase
de los prostituidos(Montan)

Flores de ter o la nacionalidad etr(eo)-sexual


de Julin del Casal
Francisco Morn

SUMARIO

65
SUMARIO

Prdromo
Pa McHabana

1. Entre cuarteles y cuarteras, entre bibliotecas y burdeles, entre traidores y


tiburones, la biografa rabiosa de Luis Marimn (1951-1995): cronologa del
naufragio y el vrtigo. Entre demonios y decisiones, entre shabats y soledades,
del arpa a la trama y del bufn al jergn, la deslumbrante tragedia de su
poesa: el camino de la locura hay que recorrerlo solo.

2. - Si escribir es autodestruirse, Luis Marimn escribi, fue poeta, y Luis


Marimn se autodestruy: nica manera de construirse a s mismo, incluso a
retazos de nada y con jirones de caos.

3. Virtualmente indito, al margen de todo canon o concilibulo, ausente de


honor de las antologas y devenido mito de horror en Matanzas, la voz de Luis
Marimn resurge ahora lullaby espeluznante o acaso nanita fnebre como
quien blande el cariado tornillo con que aspira a recomponer los cacharro(s)
literarios de un siglo XX tirado all afuera, a la intemperie intil del ltimo
Plan Tareco.

4. Vamos, garan...! Yo me retiro un tiempo

juni03.

SUMARIO

66
SUMARIO

Poemas Inditos

Luis Marimn

Textos enviados a Cacharro(s) por la hija del poeta, Yanira Marimn

Seleccin de Orlando Luis Pardo Lazo

de: El lugar de la trama

Cacera

Atrapamos la juta en la urdimbre del monte.


Cay entre los colmillos espumosos del perro
que destroz, entre chillidos vehementes,
sus tendones, sus ojos de niebla y yerba seca.
El pan es ms eterno que el bocado
y an ms duradero que la desolada
y antigua cicatriz del hombre.
Diestros en el manejo del cuchillo,
le quitamos la piel.
Las mujeres cocinaron el arroz,
nosotros tocamos la guitarra.
Y a la luz de la fogata
pareca un nio recin nacido
que temblaba...

de: Herencia de la soledad

100 aos

No ser uno de esos viejos que por las maanas


buscan la leche y el pan
y despus se duermen en los parques
esperando las moscas,
el pedazo de algodn que los haga
para siempre callar.

En realidad creo que no llegar all.

Por estos reinos penetro en los hospitales y cafeteras,


con mi garfio de vidrio excavo en las viejas tumbas,
calmo mi sed de abismo en la humedad
de los cntaros rotos.

Con un cuchillo en las venas


transcurro en el rumor del hombre.

67
La misma luna, entonces
hace crecer una raz de muerte en mis ojos sin fin.

Habito en la rabiosa
trampa de algn dios contrahecho
y s que en el mundo
ya casi nada
vale la pena.

No preciso ninguna frmula, ningn ritual


para que el vino
siga transcurriendo por mi garganta cruda.
Mis ojos, mohosos por la tanta lluvia que han visto
se niegan a ser despertados por un sediento amanecer.
Me disfrac de olvido para transparentarme;
te esper tantas veces!

He de continuar por la misma ruta que los cazadores


hasta que mi hocico tropiece con sus escopetas.

Pronto, ver a Dios?


Qu me dir?
Y yo a l?

La vida para m
no ha sido fcil...

de: Los saturnales ecos del silencio

XV

Los gorriones dentro del basurero


picotean los hollejos de naranjas,
se llevan en sus picos pedazos de algodones neutros,
hacen sus nidos dentro de un perro muerto.
La miel inaccesible es siempre cruel.
Por eso los gorriones, con esa levedad
hecha tendones, buscan en la maana
el cauce seco de los ros de aquel soado,
doliente paraso...

de: Herencia de la soledad

En el inmvil ojo del pescado hay

En el inmvil ojo del pescado hay


un sueo de anzuelo.
Yo lo he visto, arrancado, en la orilla del ro.
Un gran ojo que duele, que te observa a travs de las moscas,
a travs de los siglos carniceros del hombre.
Un gran ojo muy solo
y muy triste.

Como el ojo de dios.

68
de: Shalom Shabat

Cuerpo de guardia

Tal vez existan nios que an no han comido


carne de hombre: Salvad a los nios!
LU-SIN

Con el imn ausente de su ayuno, los perros


sarnosos o amarillos yacen dormidos bajo los bancos
entre escupitajos y algodones.
Nada es ms triste y desolado que un hospital de madrugada
a no ser
esas tablas podridas que el reflejo deja en su cansancio
entre viejos caracoles y algas como pjaros
que por tan verdes y desmemoriados
pierden la ruta, chocan contra el cielo y mueren.
O esas terminales de trenes de provincia
donde las agnicas luces se incrustan en los ojos
hasta llegar al sitio justo
donde se oculta el llanto,
donde la gente espera y sabe
el tren no llegar nunca
y que ellos mismos no irn a parte alguna.
Una mujer muy gorda se recuesta al telfono pblico,
le falta el aire y boquea como un pez que las olas
han tirado en los riscos.
Se abre una puerta y con el aire glido de la necro
brota una enfermera tan blanca como la porcelana de China;
lleva una bandeja de plata que huele a corazn y cloroformo;
del color de su cara. Alguien se le acerca y pregunta:
Hay alguna esperanza?
Todo huele a noche tiznada, a frialdad selvtica,
hay un silencio capaz de confundir el ruido.
El neurocirujano, dice alguien,
est tratando de extraerle el pedazo de cuchillo del crneo:
a lo mejor Dios lo ayuda y no se salva.
Un anciano se incorpora de su camilla y grita:
me pudro, huelo mal, hace seis das que me he muerto
y el camillero no me acaba de llevar a la morgue.
Gentes extraas que vienen a cambiar un litro de sangre
por una botella de aguardiente,
el hombre crudo que se come el Diablo,
otro viene de Santiago y no tiene en qu sitio quedarse;
un mdico vocifera: hace falta otro estetscopo,
este en vez de ir hacia adelante, camina hacia atrs...
Un cuerpo de guardia es conciso como una bofetada:
los ojos, vacos de guardar tanto sueo revolotean como moscas,
mientras los perros, sarnosos o amarillos
se contraen, rascan y cuando terminan de sacarse alguna pulga,
vuelven a dormirse
como si nada esta madrugada ocurriendo estuviera en el mundo,
tranquilos,
como esperando la muerte
y el Juicio Final...

69
de: Shalom Shabat

Carne

El corazn del tiburn, despus de ser sacado,


sigue latiendo.
La carne de la jicotea cocinndose en la olla, en sus espasmos
se mueve.
La juta, decapitada y descuerada
salta encima de la mesa...

Cundo vendrn a buscarme?


Escucho el sonido de sus botas pero lo que se
pierde en la vida se gana en eternidad.
Es lo que hemos tenido
que pagar por vivir
y es que tambin despertar tiene un precio.
Estamos llenos de piojos,
esta tripulacin est deshumanizada,
las nicas semillas que fructifican son las de la sal y el veneno;
tenemos que fabricar los ladrillos que rodearn nuestras celdas
y cubrirn las tumbas,
nuestro jornal es el de andar muy tristes
y solos.
En las calles nos entendemos con gestos,
nuestras miradas son oscuras como pozos ciegos,
las lgrimas traen en su peregrinaje
todo lo errante, amargo del mar...
Ah, nido espantado de su pjaro;
ah, nio absorto ante las hordas que lo aplastan...
Cundo vendrn a buscarme?
Me pesa el sudor en la piedra,
la enorme cabeza en el cuerpo,
mi sombra arrastrndose a mis pies como un perro apaleado
y de quien tengo tambin que desconfiar.
Quin pudiera dormir sin pensar
alguien vendr a buscarte
o incluso, puede estar debajo de la cama
vigilando tus sueos,
lo que dices en ellos,
interpretndolos;
quin pudiera soar!
Un carro ha frenado frente a mi puerta.
Un estremecimiento como cuando
se nos pudre un ganglio en las axilas
o nos cae en la muela cariada un pedazo de hielo.
Con los agonizantes se hicieron los cimientos del cielo.
Por ello, siempre ha habido un sordo clamor
que se ha equivocado en lo alto.
Cundo se har realizable el hombre y cundo
podr vencer tanta falacia y cerradura?
Perplejo, oculto en la urna la enorme
cantidad del espritu de mis abuelos,
los moradores taciturnos de la conciencia humana.

Me despojan de la madre y del hijo,

70
de los caminos y los barcos,
de mis papeles y mi tierra,
pero no del canto.
Ese no ser ya de m arrancado.
Es el supremo instante de concluir con este juego
de ratn encadenado vs. gato insatisfecho.
Marcho jubiloso hacia una muerte que s,
no es definitiva.
Y slo tengo miedo de no ver el Da.
Amanecer maana, estoy seguro,
pero vivo?
El universo gira como un pndulo ciego.

Mas, cuando hayan transcurrido los das


y sea el Tiempo de juzgar a los justos
y a quienes los mataron,
l recordar el corazn del tiburn,
los huevos que dej la jicotea en la arena,
los nervios de la juta.
Pero ante todo,
la carne de los que luchan, sufren y mueren,
ser la primera
en ser resucitada...

de: El demonio del arpa

El erudito

Ruinas... todo es ruina. El labio y la flor


y el alacrn.
Desde el despertar del mundo estoy muriendo:
llevando una escudilla, unos ojos vidos,
el inagotable manantial de mi asco...

Los huesos de mis piernas son duros,


impenetrables mis ojos,
como los de los peces abisales...

He buscado la paz, no me avergenzo de ello.


Busqu tambin las terribles cosas que nos nacieron.
He gastado el camino.
Me lo llev en las piernas.
Deshice el mar con mi pesadilla de marino sin sueo;
descubr una tierra digna para morir.

Soy hombre.
Am,
par,
tuve la vida.

71
de: Desde mi jergn luntico

Osario pblico
(I)

En los nichos de musgo y palo


los huesos se entremezclan:
vrtebra de brujo, tibia de un strapa,
el fmur salobre de un marinero.
Sucesores ya de tanto olvido
se arremolinan en la serena
reliquia de la catacumba; la tierra,
el mar y el cielo.
Nada ms santo que esa luz all,
donde concluyen los pasos
y de los huecos
irrumpen las tibias ratas de ojos tristes.
Voy a ellos, todo primor los oscuros
rasgos de Dios, las palomas
con ptreos ramos de olivo,
la historia del diluvio y de la luna.
Alegoras de esas vasijas tenues que construye el viento
y resecan los viejos soles de la cristiandad
y de la morera.
Signos y escrituras que no alcanzo a comprender,
sonidos que repercuten
en los soados ecos de algn crneo vaco.
Al final del camino est el desastre;
al final del desastre empieza el vrtigo,
rida msica que llega desde lo alto
como una lluvia venenosa.
Finsima.

(II)

Cuando empiezan a germinar las piedras cclicas


y el ojo insomne, seguro de estar muerto
es arroyo, nave, espejo
como serpiente va reptando hacia la altura.
La altura es slo humo.
La distancia, como subterfugio de eternidad,
anda existiendo...
A veces,
eso s
me permito cierta vacilacin,
cierto suspiro
y el corazn, lleno de hiel, me late,
inclinado hacia el ms oscuro
y olvidado y vaco
hueco de la noche.
Estancias de luz donde eternos son
los rostros que vimos por ltima vez;
los rostros amados...

72
(III)

Aqu las sombras habitan


como sepultureros que no saben qu tumba van a abrir.
Somos repeticin mas una
misma palabra podr tener el mismo acento
y cada muerte es diferente a la otra.
Triste es slo aquel que solo habla
cuando camina por esta callecita;
cuando canta y no sabe
a quin preguntar
dnde queda su casa
y quines son
sus hijos.
Cuando empiezan a germinar las piedras cclicas,
me voy doliendo, olvidndome,
hacia adentro...

de: Memorias del bufn

XXVI

Una luz hacia adentro crea mi oscuridad,


por eso, la ceguera del sol
es mi sombra
y el silencio del tiempo
mi voz.

En los subterrneos del castillo existe otra ciudad.


Una colmena podrida que en sus pluralidades revela
la dinasta escatolgica del desastre.
Yo penetro en su urdimbre algunas veces, sobre todo
cuando en mi alma se extrava alguna masacre,
y veo cmo los cautivos alargan sus brazos
como esculidos tentculos y paso de largo
con mi traje multicolor, los cascabeles
que resuenan en lejanas galeras.
Ellos envidian mi libertad sin saber
estoy ms preso
ya que llevo las cadenas adentro.
Al menos ellos pueden traducir en palabras sus pensamientos.
(Soy heroico en los mos.)
Debajo de mi jubn llevo siempre
mendrugos que lanzo a travs de las rejas,
stas tan antiguas que parecen haber sido forjadas
por el mismo dios.
No lo hago por piedad
sino con el fin de disfrutar de la fiesta,
donde los presidiarios
se arrancan a dentelladas, en pedazos, la carne.
El hambre tiene cara de perro: los he visto
extraerse los piojos y comerlos,
cazar las moscas que vienen atradas por los cuerpos,
triturar y extraerle el tutano
a los mgicos huesecillos de los murcilagos y ratas;

73
amputarse los dedos y beber vidamente de su sangre.
Esas visiones llegan
a reconfortar mi espritu, pues comprendo
dentro de mi infortunio soy bastante feliz...
Es una perenne crucifixin la de estos animales
(elogio fuera si los llamase humanos),
un aniquilamiento paulatino,
dira yo que planificado.
El mbito en que habitan
puede ser el horror con el que amenaza el diablo
a los que entre convulsiones viven en el infierno.

Soy testigo de esa muchedumbre de cadveres que predican


ser las caritides, el fundamento de este reino.
Slo del odio puede brotar la poesa.
No soy desnaturalizado; al contrario:
odiar es la cosa ms natural del hombre.

Aqu hay aparentes sabios;


locos que quisieron transformarlo todo con sus
ideas peregrinas.
Uno dijo que la tierra era redonda y se mova.
El otro, que la sangre circulaba en los cuerpos
y no ramos el nico de los mundos habitados.
Aqu ese guardin que un da equivoc las llaves
y qued preso;
cazadores furtivos en los cotos reales,
acusados de profanar las momias,
de hacer abortar con la mirada;
un cocinero que quem un asado,
un copero que verti vino en la peluca de la Reina.
Gentes que no recuerdan
el motivo de sus grilletes,
la causa de su horror, que no recuerdan
la fecha en que los enterraron,
de su nombre o de si alguna vez
tuvieron hijos.
Recordar es retornar al pasado,
pero ya ninguna palabra
podr salvar al hombre.

El Rey tiene en su conciencia


un cementerio.

Poemas Inditos
Luis Marimn

SUMARIO

74
SUMARIO

Noticia de Rolando
Pa McHabana
Este ao he vuelto ver a Rolando: yo miraba mi rostro en una vidriera
vaca de La Habana y por detrs vi cruzar su figura olmesca. O cre verla
cruzar.

Me volv enseguida pero ya se haba desvanecido. Recin anocheca. De


manera que el pramo del bulevar reflejado en el vidrio reflejado en mis gafas
se lo haba tragado sin siquiera los trmites de rigor acaso rigor mortis.

Desandando el camino hasta mi covacha de Cuba y Amargura, mirando


los celajes cluecos del crepsculo, saqu un boniato con un ladrillo que por
algn oscuro motivo me record que el Muro de Berln haca ya ms de un
dcada que no exista. O que tal vez nunca haba existido del todo o acaso
nunca dejado del todo de existir...

Aquel cambolo a mitad de acera era toda la evidencia tangible de la


tragicomedia: mi memoria ya no daba ms que para parodiar un texto de
Rolando que un amigo me leyera das atrs por telfono, desde la Madre Patria
hoy trocada en madrastra. Fue algo as como Olmo se abrocha los zapatos,
alzan y tumban el Muro de Berln, y Olmo se desabrocha los zapatos.

Al llegar a casa, otro amigo haba dejado para m justo el ltimo libro
publicado en Espaa por Rolando Snchez Mejas: Historias de Olmo. Lo le en
una hora, y en media hora ms copi a mano ocho de los setenta y cuatro
textos. Hubiera preferido copiar sesenta y seis, y olvidar ocho si acaso, pero
una nota nada amigable me conminaba a devolver el ejemplar esa misma
noche.

Tal precipitada lonja pernil, ternilla, chuleta? del escritor es lo que


ahora regurgita Cacharro(s): piezas de algn rompecabezas cuya lectura acaso
consiga hacer cruzar por detrs de nuestras nucas y cuidad vuestras nucas si
estis de paso por mi ciudad a cierta figurilla olmesca con nfulas de Rolando.

SUMARIO

75
SUMARIO

Historias de Olmos

Rolando Snchez Mejas

Tomado de: Historias de Olmo, Rolando Snchez Mejas, Coleccin Nuevos Tiempos, Ediciones
Siruela, Madrid, Espaa, 2001

HASTA QUE LA DELACIN TE ALCANCE

Tonino le secretea a Olmo que en La Habana ya no se saba quin era o


no delator. Todos los delatores no tienen por qu ser gorditos, de pelo
grasiento y olor a cebolla.
Pero el delator del cual hablamos s era gordito, de pelo grasiento y olor
a cebolla, adems de ser un poquito jorobado. Se sent frente a Olmo y le dijo:
Te voy a delatar.
Olmo amaba la rectitud en la gente. Y la transparencia de alma en la
gente. Y la resolucin en los ojos de la gente. Un delator honrado, se dijo
Olmo con las pupilas hmedas. Y lo abraz, lo abraz como no abrazaba a
nadie haca muchsimo tiempo.

AVERGONZADO

Una vez Olmo se despert y vio en el espejo que le faltaba un ojo. Pens
mirando hacia su esposa: Dios mo, se ha vengado, mujer latina, si miras a
las dems, te sacar los ojos, ya vers.
No, no haba sido ella. Ella no se habra contentado con un solo ojo. Y
dorma tan plcidamente! Entonces pens que haba sido el Estado. Pero para
qu quera el Estado un ojo de Olmo? La mano derecha, quiz. Pero un ojo...
Dios mo, Olmo, qu paranoico ests! Primero tu esposa, luego el Estado!
Entonces encontr el ojo. Estaba en un vaso. En la mesita de noche. Nunca
ms volver a pensar mal de mi mujer. Ni del Estado. Nunca ms!, pens
avergonzado.

SERECILLOS DE CONFECCIN RECIENTE

Cuenta Olmo que la familia los incuba y los regresa al Estado que los
regresa a la familia, sin interrupcin del ciclo. No son seres huecos. Estn
llenos de contenido patrio. Pero se llenan y se vacan como bolsas. Alegres y
musicales todo el tiempo, trabajan en los planos bajos de la realidad. Esto
que dice Olmo no es teora. Miren al hijo de Lalo, el que tuvo con Dorita. Le
celebran su cumpleaos y el cretino, en vez de apagar las velas, se encarama
de un salto a la mesa y nos endilga un discurso. Luego el muy puerco nos tira
merengue. Pero en una de sas se le cay la cabeza. Literalmente: la cabeza
rod hasta nuestros pies. Lalo recogi la cabeza, que al fin y al cabo es la
cabeza de su hijo. Olmo le dijo a Lalo: Deberas educar mejor a tu canallita.
Y saben lo que hace Lalo? Pedirle a Olmo veinte pesos para comprarle a su
hijo un sombrerito.

76
POSICIONES RADICALES

Olmo explica:
Hemingway escriba de pie. De ah su economa de estilo. Proust, au
contraire, escriba acostado, de ah su estilo lento, memorioso, prolijo.
Nietzsche se exasperaba paseando por el bosque. Escriba como si le mordiera
el cuello a los pjaros. La mayor parte de los escritores, como yo, escriben o
escribieron sentados. De ah su mediocridad. En literatura, como en todas las
cosas, hay que adoptar posiciones radicales.

ESCRITOR

Olmo se topa con un escritor que se jacta de no escribir. Veinte aos


sin escribir!, rechina los dientes el escritor muy cerca de la cara de Olmo. El
escritor arranca un pedazo de papel, hace unos garabatos y se lo da a Olmo:
Esto es lo nico que tendrn de m!. El escritor enciende un cigarro y dice
ms calmado: Deberan darme un premio por mi silencio. Fuma y susurra:
Pero yo no aceptara el premio. Se queda observando el humo del cigarro:
O no ira a recogerlo.

REALISMO NACIONAL

Olm se top en la Unin de Escritores con tres exponentes del Realismo


Nacional.
Olmo, por qu escribes de manera tan ligera? Nosotros podemos ir
ms all de tu prosa insustancial. Mira y los tres exponentes del Realismo
Nacional aletearon y se elevaron al cielo en el aire tropical.
En eso pas un vendaval y se llev a los tres exponentes del Realismo
Nacional. Pero cayeron pesadamente a tierra.
Olmo mene la cabeza:
Son duros de cascar.

SIMILIA SIMILIBUS CURANTUR

Tonino no soportaba que Marilope estuviera enamorada de Olmo y fue a


ver a un brujo. El brujo le dijo que enterrara una prenda ntima de Marilope
debajo de una ceiba y que luego le cortara la cabeza a un gato negro y echara
la sangre en las races de la ceiba y dijera unas palabras secretas.
Tonino eligi una prenda ntima de Marilope y de paso (envidiaba
secretamente a Olmo) un cuento corto de Olmo. Enterr la prenda y el cuento
debajo de una ceiba y aprovech que pasaba un gato negro y le cort la
cabeza y ech la sangre en las races de la ceiba y dijo las palabras secretas.
Despus Marilope se puso flaca y fea y el Estado la envi a estudiar
Economa Poltica a Mosc y all se cas con el taquillero del teatro Bolshi y
tuvo tres hijos muy gordos, pero esta historia no vale la pena contarla aqu.
Respecto a Olmo, empez a encadenar las frases a como diera lugar
sustrayendo nombres y situaciones de manuales de latn, botnica y cultura
popular. Olmo declaraba con orgullo: Hago literatura moderna. Pero los
directores de revistas le reprochaban: Olmo, por qu distorsionas la
literatura nacional?. Olmo fue castigado a vender flores junto a Lalo y a
Tonino en La Habana Vieja. A Lalo lo haban castigado por vago y a Tonino por
brujero. El gato asqueroso de Lalo los segua a todas partes y no podan

77
vender ni una flor. Lalo deca: Tenemos un chino atrs. Pero la historia del
chino tampoco vale la pena contarla aqu.

APRENDIZ

A veces Olmo aprenda a pensar. Pero se le olvidaba enseguida. A veces


tena la extraa facultad de pensar segn nuevas reglas de juego. Pero
retroceda espantado.

Historias de Olmos
Rolando Snchez Mejas

SUMARIO

78
SUMARIO

La pinga del libertador



Ricardo Palma

Tomado de Tradiciones en salsa verde, Ediciones de la Biblioteca Universitaria. Lima, 1973.

Tan dado era Don Simn Bolvar a singularizarse, que hasta su


interjeccin de cuartel era distinta de la que empleaban los dems militares
de su poca. Donde un espaol o un americano habran dicho: Vaya usted al
carajo !, Bolvar deca: Vaya usted a la pinga !

Histrico es que cuando en la batalla de Junn, ganada al principio por


la caballera realista que puso en fuga a la colombiana, se cambi la tortilla,
gracias a la oportuna carga de un regimiento peruano, varios jinetes pasaron
cerca del General y, acaso por halagar su colombianismo, gritaron: Vivan los
lanceros de Colombia !

Bolvar, que haba presenciado las peripecias todas del combate,


contest, dominado por justiciero impulso: La pinga ! Vivan los lanceros del
Per !

Desde entonces fue popular interjeccin esta frase: La pinga del


Libertador!

Este prrafo lo escribo para lectores del siglo XX, pues tengo por
seguro que la obscena interjeccin morir junto con el ltimo nieto de los
soldados de la Independencia, como desaparecer tambin la proclama que el
general Lara dirigi a su divisin al romperse los fuegos en el campo de
Ayacucho: " Zambos del carajo ! Al frente estn esos pueteros espaoles. El
que aqu manda la batalla es Antonio Jos de Sucre, que, como saben
ustedes, no es ningn pendejo de junto al culo, con que as, fruncir los
cojones y a ellos".

En cierto pueblo del norte exista, all por los aos de 1850, una
acaudalada jamona ya con derecho al goce de cesanta en los altares de
Venus, la cual jamona era el non plus ultra de la avaricia; llambase Doa Gila
y era, en su conversacin, hembra ms ccora o fastidiosa que una cama
colonizada por chinches.

Uno de sus vecinos, Don Casimiro Piateli, joven agricultor, que posea
un pequeo fundo rstico colindante con terrenos de los que era propietaria
Doa Gila, propuso a sta comprrselos si los valorizaba en precio mdico.

Esas cinco hectreas de campo dijo la jamona, no puedo


vendrselas en menos de dos mil pesos.

Seora contest el prepotente, me asusta usted con esa suma,


pues a duras penas puedo disponer de quinientos pesos para comprarlas...

79
Que por eso no se quede replic con amabilidad Doa Gila, pues
siendo usted, como me consta, un hombre de bien, me pagar el resto en
especies, cuando y como pueda, que plata es lo que plata vale. No tiene
usted quesos que parecen mantequilla?

S, seora.

Pues recibo. No tiene usted chanchos de ceba?

S, seora.

Pues recibo. No tiene usted siquiera un par de buenos caballos?

Aqu le falt la paciencia a don Casimiro que, como eximio jinete, viva
muy encariado con sus bucfalos, y mirando con sorna a la vieja, le dijo:

Y no quisiera usted, doa Gila, la pinga del Libertador?

Y la jamona, que como mujer no era ya colchonable (hace falta en el


Diccionario la palabrita), considerando que tal vez se trataba de una alhaja u
objeto codiciable, contest sin inmutarse:

-Dndomela a buen precio, tambin recibo la pinga.

La pinga del libertador


Ricardo Palma

SUMARIO

80
SUMARIO

La persecucin del ideal



Isaiah Berlin
Versin para Cacharro(s) de Rebeca Duarte

() Vico crea en una sucesin de civilizaciones, J. G. Herder iba ms all


y en diversos perodos comparaba las culturas nacionales de mltiples pases,
afirmando que toda sociedad posea lo que l llamaba su centro de gravedad
propio, diferente al de los dems. Si, como l quera, hemos de comprender las
sagas escandinavas o la poesa de la Biblia, no debemos adaptarles los juicios
estticos de los crticos del Pars del siglo dieciocho. La manera de vivir de las
personas, su modo de pensar, de sentir, de comunicarse entre ellos, el ropaje
que visten, las canciones que cantan, los dioses que siguen, los alimentos que
comen, sus supuestos bsicos, sus costumbres, los hbitos que les son
intrnsecos..., es esto lo que crea las comunidades, cada una hecha a su propio
estilo de vida. Las comunidades pueden asemejarse en muchos aspectos,
pero los griegos difieren de los alemanes luteranos, los chinos difieren de
ambos; lo que buscan y lo que temen o adoran pocas veces es similar.
A este punto de vista se le ha llamado relativismo moral o cultural; esto
es lo que pensaba un gran investigador, mi amigo Arnaldo Momigliano, al que
tanto admiro, de Vico y de Herder. Estaba equivocado. No es relativismo.
Miembros de una cultura pueden, debido a la fuerza de la intuicin imaginativa,
entender (lo que Vico llamaba entrare) los valores, ideales, formas de vida de
otra cultura o sociedad, incluso de las lejanas en espacio o tiempo. Esos valores
pueden resultarles inaceptables, pero si abren la mente lo suficiente podrn
llegar a entender cmo era posible ser un ser humano pleno, con el que uno
podra hablar, y vivir al mismo tiempo de acuerdo con valores muy diferentes
de los propios, pero a los que sin embargo puede uno considerar valores, fines
de la vida, cuya satisfaccin puede permitir a los hombres realizarse
plenamente.
Yo prefiero caf, t champn, tenemos gustos diferentes, no hay ms
que decir. Esto es relativismo. Pero el punto de vista de Vico, y el de Herder,
no es se, sino lo que yo explicara como pluralismo. Es decir, la idea de que
hay tantos fines distintos que pueden perseguir los hombres y aun as ser
plenamente racionales, hombres completos, capaces de entenderse entre ellos
y simpatizar y extraer luz unos de otros, lo mismo que la obtenemos leyendo a
Platn o las novelas del Japn medieval, que son mundos, puntos de vista, muy
alejados del nuestro. Porque si no tuvisemos ningn valor en comn con esas
personalidades lejanas cada civilizacin estara recluida en su propia burbuja
impenetrable y no podramos entenderlas en absoluto; a esto equivale la
tipologa de Spengler. La intercomunicacin de las culturas a travs del tiempo
y el espacio slo es posible porque lo que hace humanos a los hombres es
comn a ellas, acta como puente entre ellas. Pero nuestros valores son los
nuestros y los suyos son los suyos. Tenemos libertad para criticar los valores
de otras culturas, para condenarlos, pero no podemos pretender que no los
entendamos en absoluto, o considerarlos slo subjetivos, producto de criaturas
en circunstancias distintas con gustos diferentes a los nuestros, que nada nos
dicen.
Hay un mundo de valores objetivos. Me refiero con ello a esos fines que
los hombres persiguen por inters propio, para los que el resto de las cosas son

81
medios. No soy ciego a lo que los griegos apreciaban, quizs sus valores no
sean los mos, mas puedo entender lo que sera vivir iluminado por ellos, puedo
admirarlos y respetarlos, e incluso imaginarme persiguindolos, pero no lo
hago, no deseo hacerlo, y quiz no pudiese si lo desease. Las maneras de vivir
difieren. Los fines, los principios morales, son muchos y variados. Pero no
infinitos: han de estar dentro del horizonte humano. Si no lo estn, quedan
fuera de la esfera humana.
Si encuentro hombres que adoran a los rboles no porque sean smbolos
de fertilidad o por divinos, con una vida enigmtica y poderes propios, o porque
este bosque est consagrado a Atenea, sino slo porque son de madera; y si al
preguntarles por qu adoran la madera dicen: porque es madera y no dan
ms respuesta, yo ya no s lo que quieren decir. Si fuesen humanos, no seran
seres con los que yo pudiese comunicarme, hay una barrera real. No son
humanos para m. Ni siquiera puedo calificar de subjetivos sus valores si no
puedo imaginar lo que sera llevar ese tipo de vida.
Es evidente que los valores pueden chocar; es por eso que las
civilizaciones son incompatibles. Puede haber incompatibilidad entre culturas o
entre grupos de la misma cultura o entre usted y yo. Usted cree que siempre
hay que decir la verdad, suceda lo que suceda; yo no, porque considero que
puede ser demasiado doloroso en ocasiones o demasiado destructivo.
Podramos discutir nuestros puntos de vista, intentar encontrar un terreno
comn, pero al final lo que usted persigue pudiera no ser compatible con los
fines a los que yo considero he consagrado mi vida. Los valores pueden incluso
chocar dentro de un mismo individuo; y eso no significa que unos hayan de ser
verdaderos y otros falsos. La justicia, la justicia rigurosa, es para algunas
personas un valor absoluto, pero no es compatible con lo que pueden ser para
ellas valores no menos fundamentales (la piedad, la compasin) en algunos
casos concretos.
La libertad y la igualdad figuran entre los objetivos primordiales
perseguidos por el ser humano a lo largo de muchos siglos; pero la completa
libertad para los lobos es para los corderos la muerte, la completa libertad para
los poderosos, los dotados, no es compatible con el derecho a una existencia
decente de los dbiles y poco dotados., Para crear una obra maestra un artista
puede llevar una vida que suma en el sufrimiento y la miseria -a los que l es
indiferente- a su familia. Podramos condenarle y proclamar que la obra
maestra debe sacrificarse a las necesidades humanas, o podramos colocarnos
de su lado, pero ambas actitudes encarnan valores que para algunos hombres o
mujeres son esenciales, y que adems son inteligibles para todos nosotros si
tenemos alguna compasin o imaginacin o comprensin de los seres
humanos. La igualdad quizs exija que se limite la libertad de los que buscan
dominar; la libertad (y sin una cierta cuanta de ella no hay eleccin, por tanto
ninguna posibilidad de seguir siendo humanos tal como entendemos la palabra)
quizs deba reducirse para dejar espacio al bienestar social, para alimentar al
hambriento, vestir a otros, para que sea posible que halla justicia o equidad.
Antgona enfrenta un conflicto que Sfocles resuelve de manera
implcita. Sartre da la solucin contraria, mientras que Hegel propone
sublimacin a un cierto nivel ms elevado... un pobre consuelo para los que
sufren conflictos de semejante tono. La espontaneidad, una cualidad humana
maravillosa, no es compatible con la capacidad para la previsin organizada,
para el clculo delicado de qu y cunto y dnde... del que puede depender en
gran medida el bienestar de la sociedad. Todos tenemos noticia de las
atormentadoras alternativas del pasado ms reciente. Debe un individuo
oponerse a una tirana monstruosa cueste lo que cueste, a expensas de la vida
de sus padres o hijos? Se debe torturar a los nios para extraerles
informacin sobre traidores o delincuentes peligrosos?
Estas colisiones de valores son de la esencia de lo que son y de lo que
somos. Si nos dijesen que estas contradicciones se resolveran en algn mundo

82
perfecto en el que todas las cosas positivas pueden armonizarse por principio,
entonces debemos responder, a quienes dicen esto, que los significados que
ellos asignan a los nombres que para nosotros denotan los valores
contradictorios no son los nuestros. Hemos de decir que en ese mundo en que
lo que vemos como valores incompatibles no son ya contradictorios es un
mundo absolutamente incomprensible para nosotros; que los principios que
estn armonizados en ese otro mundo no son los principios de los que tenemos
conocimiento en nuestra vida cotidiana; si estos se han transformado, lo han
hecho en conceptos que nosotros no conocemos en la tierra. Y es en la tierra
donde vivimos, y aqu donde debemos creer y actuar.
La nocin del todo perfecto, la solucin final, en la que todas las cosas
coexisten, no slo me parece inalcanzable (esto es una perogrullada) sino
conceptualmente ininteligible; no s qu se entiende por una armona de este
gnero. Algunos de los Grandes Bienes no pueden convivir. Es una verdad
conceptual. Estamos condenados a elegir, y cada eleccin puede entraar una
prdida irreparable. Felices los que viven bajo una disciplina que aceptan sin
cuestionamientos, los que obedecen de forma natural rdenes de dirigentes,
espirituales o temporales, cuya palabra aceptan sin vacilar como a una ley
inquebrantable; o los que han llegado, por mtodos propios, a convicciones
claras y firmes sobre qu hacer y qu ser que no admiten duda alguna. Slo
puedo decir que los que descansan en el lecho de tan cmodo dogma son
vctimas de formas de miopa autoprovocada, de anteojeras que pueden
proporcionar satisfaccin pero no una comprensin de lo que es ser humano.
Baste esto por lo que toca a la objecin terica -decisiva, creo yo-, a la
idea del estado perfecto como fin razonable de nuestros esfuerzos. Pero hay
adems un obstculo sociosicolgico que se opone a esto, un obstculo que se
puede plantear a aquellos cuya fe sencilla, de la que la humanidad se ha
nutrido durante tanto tiempo, se resiste a todo gnero de argumentaciones
filosficas. No hay duda de que es posible resolver algunos problemas, de que
varios males pueden curarse, en la vida social y en la individual. Podemos librar
a los hombres del hambre o de la miseria o de la injusticia, sacarles de la
esclavitud o de la crcel, y obrar bien con ello..., todos los hombres tienen un
sentimiento bsico del bien y el mal, pertenezcan a la cultura que pertenezcan;
pero todo estudio de la sociedad muestra que cada solucin crea una nueva
situacin, y esta engendra nuevas necesidades y problemas propios, nuevas
exigencias. Los hijos han obtenido lo que sus padres y abuelos anhelaban...
mayor libertad, mayor bienestar material, una sociedad ms justa; pero los
viejos males se olvidan y los hijos se enfrentan a los nuevos problemas que
traen consigo las propias soluciones de los viejos, y aunque tambin stos
puedan resolverse, generarn nuevas situaciones, y con ellas nuevas
necesidades, y as sucesivamente, siempre de modo impredecible.
No podemos legislar para las consecuencias desconocidas de
consecuencias de consecuencias. Nos dicen los marxistas que una vez obtenida
la victoria y que sea iniciada la historia verdadera, los nuevos problemas que
puedan surgir generarn sus propias soluciones, las que podrn aplicar
pacficamente los poderes unidos de una sociedad armoniosa y sin clases. Esto
a m me parece un ejemplo de optimismo metafsico que carece por completo
de base en la experiencia histrica. En una sociedad en la que se aceptan
universalmente los mismos fines, los problemas slo pueden ser de medios,
solucionables todos con mtodos tcnicos. Sera una sociedad en la que la vida
interior del hombre, la imaginacin moral, espiritual y esttica, ya no hablara.
Se deben destruir hombres y mujeres y esclavizar sociedades para conseguir
esto? Las utopas tienen su valor -nada expande tan maravillosamente como
ellas los horizontes imaginativos de las potencialidades humanas- pero como
guas a seguir pueden resultar literalmente fatales. Tena razn Herclito, las
cosas no pueden permanecer inalterables.

83
Es, por tanto, mi conclusin, que la nocin misma de una solucin final
no slo es impracticable sino que, si no estoy errado y algunos valores no
pueden sino chocar, es adems incoherente. La posibilidad de una solucin
final (incluso si olvidamos el sentido terrible que estas palabras adquirieron en
tiempos de Hitler) resulta ser una ilusin; y una muy peligrosa ilusin. Pues si
uno realmente cree que solucin semejante es posible, es seguro que ningn
coste podra verse como excesivo para conseguir esto: lograr que la humanidad
sea justa, feliz, creadora y armnica para siempre, qu precio podra ser
demasiado alto con tal de conseguirlo? Con tal de hacer dicha tortilla, no puede
haber, seguro, ningn lmite en el nmero de huevos a romper. Era sa la fe de
Lenin, de Trotski, de Mao, y por lo que s de Pol Pot. Puesto que yo conozco el
nico camino verdadero para solucionar definitivamente los problemas de la
sociedad, s en qu direccin debo guiar la caravana humana; y puesto que
usted ignora lo que yo s, no se le puede permitir que tenga libertad de
eleccin ni siquiera en un mbito mnimo, si es que se quiere lograr el objetivo.
Usted afirma que cierta poltica le har ms feliz o ms libre o le dar espacio
para respirar; pero yo s que est equivocado, s lo que usted necesita, lo que
necesitan todos los hombres; y si hay resistencia debida a ignorancia o maldad,
hay que acabar con ella, y puede que tengan que perecer cientos de miles para
hacer a millones felices para siempre. Qu eleccin nos queda a nosotros, que
sabemos, sino la de estar dispuestos a sacrificarles?
Ciertos profetas armados pretenden salvar a la humanidad, y otros slo a
su propia raza por sus atributos superiores, pero, sea cual sea el motivo, los
millones sacrificados en guerras o revoluciones (cmaras de gas, gulag,
genocidio, todas las monstruosidades por las que nuestro siglo se recordar)
son el precio que ha de pagar el hombre por la felicidad de futuras
generaciones. Si uno desea de verdad salvar a la humanidad, ha de endurecer
el corazn y no pensar en costes.
Alexander Herzen, un radical ruso, dio la respuesta a esto hace ms de
un siglo. En su ensayo Desde la otra orilla, que es una suerte de esquela
necrolgica de las revoluciones de 1848, dijo que en su poca haba surgido
una nueva forma de sacrificio humano, el de seres humanos vivos en los altares
de abstracciones: nacin, iglesia, partido, clase, progreso, las fuerzas de la
historia. Si estas abstracciones, invocaron todas en su poca y que se han
invocado tambin en la nuestra, exigen sacrificios de seres humanos vivos, hay
que satisfacerlas. stas son sus palabras:
Si el objetivo es el progreso, para quin estamos trabajando? Quin es
este Molok que se retira cuando los que se esfuerzan afanosos se aproximan ya
a l; y que no puede proporcionar ms consuelo a las multitudes condenadas y
exhaustas, que gritan morituri te salutant que... la respuesta burlona de que
despus de que se mueran todo ser maravilloso en este mundo. Deseas
verdaderamente condenar a los seres humanos vivos hoy al triste papel... de
desdichados galeotes que, con la basura hasta las rodillas, arrastran una
embarcacin... con... "progreso en el futuro" escrito en su bandera? ...; un
objetivo que es infinitamente remoto no es un objetivo, es slo... un engao;
un objetivo debe hallarse ms cerca... en el salario del trabajador como mnimo
o en satisfaccin en el trabajo realizado.
De lo nico que podemos estar seguros es de la realidad del sacrificio, de
la muerte de los muertos. Pero el ideal por el que mueren sigue sin hacerse
realidad. Se han roto ya los huevos, y el hbito de romperlos crece, pero la
tortilla sigue siendo invisible. Los sacrificios por objetivos a corto plazo, la
coercin si la situacin de los individuos es desesperada y exige realmente esas
medidas, puede estar justificada. Pero el holocausto por objetivos inasibles es
una burla cruel de todo lo que los hombres juzgan estimable, ahora y en todas
las pocas.
Si la antigua y permanente creencia en la posibilidad de materializar la
armona definitiva es una falacia y las posiciones de los pensadores a los que

84
he apelado (Maquiavelo, Vico, Herder, Herzen) son vlidas, entonces, si
admitimos que los Grandes Bienes pueden chocar, que algunos de ellos no
pueden convivir, aunque s puedan otros; en suma, que uno no puede poseerlo
todo, en la teora adems de en la prctica; y si la creatividad humana ha de
basarse en una diversidad de elecciones que sean mutuamente excluyentes,
entonces, como preguntaban en tiempos de Chernishevski y Lenin: Qu hay
que hacer? Cmo elegir entre posibilidades? Qu y cunto ha de sacrificarse
a qu? Creo que no hay una respuesta clara. Mas las colisiones, aunque no
puedan evitarse, se pueden suavizar. Las pretensiones pueden equilibrarse, es
posible llegar a compromisos: en situaciones concretas no todas las
pretensiones tienen igual fuerza, tanta cuanta de libertad y tanta de igualdad,
tanto de aguda condena moral y tanto de comprensin de una determinada
situacin humana; tanto de aplicacin plena de la ley y tanto de la prerrogativa
de clemencia; tanto de dar de comer a los hambrientos, de vestir al desnudo,
curar al enfermo, cobijar al que no tiene techo. Deben establecerse prioridades,
nunca definitivas y absolutas.
La primera obligacin pblica es evitar el sufrimiento extremo. Las
revoluciones, guerras, asesinatos, las medidas extremas, pueden ser
necesarias en situaciones desesperadas. Pero la historia nos ensea que sus
consecuencias pocas veces son las previstas; no hay ninguna garanta, a veces
ni siquiera una probabilidad lo suficientemente mayscula, de que estas
acciones traigan una mejora. Podemos correr el riesgo del acto drstico, en la
vida personal o en la poltica pblica, pero debemos tener en cuenta siempre,
no olvidarlo nunca, que podemos estar equivocados, que la seguridad respecto
a los efectos de tales medidas conduce invariablemente a un evitable
sufrimiento de los inocentes. Por tanto, debemos estar dispuestos a hacer eso
que llaman concesiones mutuas: normas, valores, principios, deben ceder unos
ante otros en grados variables de acuerdo a situaciones especficas. Las
soluciones utilitarias son errneas en ocasiones, pero sospecho que son
beneficiosas con mayor frecuencia. Lo preferible es, como norma general,
mantener un equilibrio precario que impida la aparicin de situaciones
desesperadas, de alternativas insoportables. sa es la primera condicin para
una sociedad decente; una sociedad por la que podemos luchar siempre,
teniendo como gua el mbito limitado de nuestros conocimientos, e incluso de
nuestra comprensin imperfecta de los individuos y de las sociedades. En estos
asuntos es muy necesaria una cierta humildad.
Esto pudiera parecer una solucin bastante insulsa, no es el tipo de
propuesta por la que el joven idealista estara dispuesto, en caso necesario, a
luchar y sufrir en pro de una sociedad nueva y ms noble. Y no debemos, por
supuesto, exagerar la incompatibilidad de valores: hay un espacio de amplio
acuerdo entre miembros de sociedades distintas a lo largo de grandes perodos
de tiempo acerca de lo cierto y lo falso, del bien y del mal. Tradiciones, puntos
de vista y actitudes pueden diferir, claro, legtimamente; puede haber
principios generales que prescindan en exceso de las necesidades humanas. La
situacin concreta es la ms importante. No hay salida: debemos decidir
cuando decidimos; no se puede evitar a veces correr riesgos morales. Lo nico
que podemos pedir es que no se desdee ninguno de los factores importantes,
que los objetivos que pretendemos se consideren elementos de una forma de
vida total, a la que las decisiones pueden favorecer o perjudicar.
Pero, en ltimo trmino, no es algo que dependa de un puro juicio
subjetivo: viene dictado por la forma de vida de la sociedad a la que uno
pertenece, una sociedad entre otras, con valores compartidos, hllense o no en
conflicto, por la mayor parte de la humanidad a la largo de la historia escrita.
Hay, si no valores universales, s al menos un mnimo sin el que las sociedades
difcilmente podran sobrevivir. Pocos querran defender hoy la esclavitud o el
asesinato ritual o las cmaras de gas nazis o la tortura de seres humanos por
gusto o por provecho o incluso por el bien poltico; o que los hijos tengan la

85
obligacin de denunciar a sus padres, cosa que exigieron las revoluciones
francesa y rusa, o el asesinato irracional. No hay nada que justifique transigir
con esto. Mas, por otra parte, la bsqueda de la perfeccin me parece una
receta para derramar sangre, que no es mejor ni aunque lo pidan los idealistas
ms sinceros, los ms puros de corazn. No ha habido ms riguroso moralista
que Immanuel Kant, pero incluso l dijo, en un momento de iluminacin: De
la madera torcida de la humanidad no se hizo nunca ninguna cosa recta.
Meter a la fuerza gente en los uniformes impecables que exigen metas en las
que se cree dogmticamente es casi siempre un camino trazado hacia la
inhumanidad. No podemos hacer ms de lo que podemos: pero eso debemos
hacerlo, a pesar de las dificultades.
Habr encontronazos sociales y polticos, claro; el simple dilema de los
valores positivos por s solo hace que esto sea inevitable. Pero pueden, creo,
reducirse al mnimo promoviendo y manteniendo un inquieto equilibrio,
constantemente amenazado y que hay que restaurar continuamente...; slo
esto, insisto, constituye la condicin previa para sociedades decentes y un
aceptable comportamiento moral, de otro modo nos extraviaremos sin remedio.
Un poco inspido como solucin, diris? No es de ese material del que estn
hechas las llamadas a la accin de los dirigentes inspirados? Sin embargo, si
hay algo de verdad en este punto de vista, quizs eso baste. Un eminente
filsofo americano de nuestro tiempo dijo una vez: No hay una razn a priori
para suponer que la verdad resulte, cuando se descubre, necesariamente
interesante. Puede ser suficiente que sea verdad, o incluso con que se
aproxime a ella; no me siento, pues, afligido por propugnar esto. La verdad,
dijo Tolstoi, en la novela con la que comenc [Guerra y Paz], es lo ms hermoso
que hay en este mundo. No s si es as en el terreno de la tica, pero a m me
parece que se aproxima suficiente a lo que la mayora queremos creer para que
no se deje a un lado con excesiva ligereza.

La persecucin del ideal


Isaiah Berlin

SUMARIO

86
SUMARIO

Catalepsia

Edwin Reyes Zamora

Poemas del libro indito Catalepsia

Tiempo muerto

La poesa no quiere ya
decir. Me rompo el
hgado, voy arrojando
lonjas a los perros, veo
como mi sangre gotea
mezclada con la rabia.
Bajo los horcones de la ciudad antigua; escoltado por
borrachos (padres o hijos de puta), con la lengua llagosa
de lamer el verdn de las paredes, puestas-en-juego las
aclamaciones VICTORIA - DERROTA; pude discernir que
el partidor de panes era un clown o al menos un espa.
La sucesin de bloques
habitables borra el mar
-pens- y los barcos que
en el flotan, y los posibles
e imposibles puentes.
Tengo un amigo con un
gabn sovitico (blindaje
automotriz), y otro, que
se afeita media cara.
Si alguien pregunta
cuntos tenemos que morir
para que una sola brizna
raje el pavimento
seguiramos bailando?

11 de octubre
De tarde en tarde en el vertedero de la gran ciudad aparecen
cosas tiles (latas de pescado a medio consumir o algn harapo
yanqui).

Dirase que en naciones como esta los escrpulos son sueos


borrosos de la infancia (amaneramiento burgus).

Donde termina una montaa de detritus comienza otra montaa


de detritus.

Hombres rudos, cuya nica misin es estibar hasta que el sol se


encaje detrs de la basura (y en las noches tormentosas prenderle
su velita a Trotsky), sobreviven cantando los muchos himnos
de la patria.

87
Post-guerra: un daguerrotipo:
Sobre roedores y bajo quebranta
huesos los personajes ren de
la amnesia de Dios.

Ayer, entre cantidades rosadas de peridicos (rastro hemorroidal),


descubrimos otra silueta adolescente: la mano sobre el pecho,
la boca ligeramente abierta y dos agujeros rojos en un costado;
algo que los patriarcas occidentales nombran el poema. Una
enorme cucaracha sali del orificio auditivo izquierdo y se
introdujo en el orificio nasal derecho.

Vinieron todos los vecinos, sopa-de-gallo, pelcula doblada al


espaol

El viga
Unas lneas para el lord
protector de los nios

Cuando sol o lluvia cida cae refractndolo todo, desde un


sexto piso de hospital, la intransigencia de Maceo luce
diferente.

Durante el da, bandas de pjaros sobre esculturas. En la


noche, devotos de Yemay arrojan pias y cocos milime-
trando la altitud del muro.

Para quien tiene techo frgil y sequedad bajo la lengua


estas postales pueden convertirse en el pas o en el recuerdo
del pas.

A pesar de las ruedas oxidadas y chirriantes grit el enfermero


de turno:

Es mejor pincharlo por la espalda.

Limpieza de aura
Un rogamiento de cabeza
quebrarle el pescuezo a la paloma
dejar que la sangre penetre
lentamente los poros
inundando el cerebro.

Ocho onzas de pan


y tres kilos de azcar
para extender la existencia como un manto
sobre pas en ruinas.
Hijo de indio y negra
hace cruces en su piel
esperando el retorno al embrin
a travs de un tero caliente.

Ya llegaron los santsimos varones

88
pero todo es lo mismo
tumor nacionalista
metstasis

Con certeza
nuestros muertos piden sal
gota
a
gota
el Caribe sostiene esta qumica.

Memoria afectiva
Alamar: otro barrio perifrico al este de la Habana, edificio
con reja sobre un terreno duro donde los rboles crecen al revs
y la familia visita a sus muertos en la costa.

Como en una novela de Proust, viendo a mi padre alimentar


el fuego mientras copos de nieve golpean la ventana, el
mismo escenario, los mismos personajes resucitan.

A veces la memoria es un cuerpo en descomposicin.


Mi cuchara de albail raspa tanques de basura bajo la insistente
alarma de combate esquivando el reflector fronterizo.

Si pudiera refugiarme en el trono del dios, con un revlver


disparara cinco proyectiles contra el pecho lanudo de mi
prjimo.

Como en una novela de Proust, viendo a mi padre abandonar


el Fuego y ponerme delante dos pastillas rojas junto al vaso
de agua con azcar.

Claustro-va

Reja.
Madre scame de aqu, ya no quiero ser la puta.
Padre scame de aqu, ya no quiero ser la puta.

3 vueltas a la izquierda, 2 vueltas a la derecha.


Reajuste en el sensor del audio.
3 vueltas a la derecha, 2 vueltas a la izquierda.

Hijo scame de aqu, ya no quiero ser la puta.


Puta scame de aqu, ya no quiero ser la puta.
Reja.
Pestillo.
Cortina.

Catalepsia
Edwin Reyes Zamora

SUMARIO

89
SUMARIO

Patria y globalizacin

Peter Sloterdijk

(Traduccin para Cacharro(s) por lvaro Modigliani.)

La palabra Heimat (patria) es parte de un ncleo lingstico no


traducible, propio de la territorialidad de la lengua germana. Aun as, aquello
que denomina no debe leerse como una va especficamente alemana hacia el
ser-en-el-mundo. Toda lengua de culturas altamente desarrolladas es capaz de
expresar el concepto de "patria" con sus propios medios, aun cuando el matiz
sonoro de tales expresiones vare de pas en pas y de lengua en lengua.
La razn de esa capacidad comn puede hallarse en experiencias
anlogas del desarrollo cultural. As, con conceptos como "tierra", "pueblo" y
"madre patria", los pueblos (que tras la revolucin neoltica comenzaron a
cultivar la tierra) caracterizaban el lado positivo de su sedentarismo. En las
diferentes expresiones dadas al espacio con el que se haban familiarizado, los
pueblos sedentarios articulaban su simbiosis con un suelo que, a la vez que los
alimentaba, era el depositario de sus muertos. En las palabras que expresan
las ventajas de tener un espacio de residencia propio, esos pueblos
manifiestan su patriotismo agrario. Es tambin por ello que la palabra alemana
Heimat (patria) forma parte de una reserva de signos cuya poca de validez
principal evidentemente ya ha terminado: esto es, el vocabulario gua de la
sociedad agraria, con su poltica y su metafsica.
Quien dice "patria" reclama su derecho de poder florecer, como una
planta de segundo orden, por debajo de la vegetacin del suelo que habita. El
sujeto definido por su referencia a una patria es como un animal que ha hecho
suyo el privilegio de las plantas de echar races. Claro est que ese animal con
races representa una imaginaria forma hbrida que, bajo condiciones
histricas dismiles, deber pagar el precio de su imposibilidad biolgica. El
inicio de ese cambio histrico decisivo lo marcan las grandes doctrinas de la
Edad Media asitica y europea, en las que el acento de la existencia humana
pas del arraigo nacional al desarraigo, de los usos y costumbres autctonos a
una tica mundial. Desde entonces las races y el lugar de residencia se
encuentran bajo reserva espiritual, puesto que una tica ms elevada habr de
volverse contra todo tipo de etnocentrismo, racismo y racinismo (del francs
racine: raz). En ese sentido armonizan el budismo que ensea el ascetismo
del abandono del hogar, el estoicismo que desea promover un exilio global
del alma y el cristianismo que propone una tica de la peregrinacin.
Resulta fcil comprender que tales elevadas enseanzas permanecen
por debajo de su nivel al ser presentadas a los arraigados. Sin embargo, el
destino del sujeto definido por su relacin con una patria no ha de cumplirse
sino en un mundo moderno en el que, mediante la revolucin anti-agraria, se
conduce a la ciudadanizacin y a la movilizacin de las formas de vida. El fin
de la civilizacin sedentaria inaugura una poca de crisis permanente del
concepto de patria.
Me gustara llevar estas observaciones de carcter histrico a la
cuestin de cmo ha afectado semejante transformacin la conciencia del
hombre actual en los pases movilizados, modernos, respecto a sus
condiciones de residencia. Es un hecho el que el mundo moderno ha creado
una nueva poltica del espacio y una dinmica particular respecto a las formas

90
de residencia. En nuestra poca, toda pregunta sobre identidad social y
personal es planteada desde el punto de vista de cmo, en macro-mundos
llenos de movimiento y riesgos, puede ser posible establecer formas viables de
residencia, o del estar-consigo-y-con-los-suyos. Mirado filosficamente, residir
significa formar parte de un sistema inmunolgico espacial o, en palabras de
Hermann Schmitz, es la cultura de los sentimientos en un espacio de
desasosiego.
El nerviosismo globalizador actual refleja el hecho de que, adems de
los Estados nacionales, tambin las que hasta ahora eran las mejores
condiciones polticas posibles de residencia por as decirlo: la sala y el saln
de conferencias de los pueblos democrticos (o quimeras populares) se han
vuelto intercambiables, y en esa sala nacional, aqu y all, comienza a entrar
una corriente harto desagradable. La proeza cultural del Estado nacional
moderno fue, como puede apreciarse retrospectivamente, el haberle dado una
especie de calor de hogar a la mayora de sus habitantes. Esa suerte de
estructura inmunolgica, a la vez real e imaginaria que, en el sentido ms
favorable del trmino, pudo ser vivida como punto de convergencia entre el
espacio y el s-mismo, como identidad regional. Tal proeza se realiz de forma
ms impresionante all donde el Estado de poder logr ser controlado de mejor
manera y se transform en un Estado benefactor. Pero justamente ese efecto
de calor de hogar poltico-cultural es lo que se ve afectado por la globalizacin,
con la consecuencia de que incontables habitantes de los Estados nacionales
modernos no sienten estar consigo mismos siquiera en su casa, y an estando
consigo mismos tampoco se sienten en casa.
La construccin inmunolgica de la identidad poltico-tnica ha
empezado a tambalearse ostensiblemente. Sobre todo puede apreciarse de
forma cada vez ms clara que el vnculo entre el espacio y el s-mismo no es
tan estable cuando las condiciones cambian, como promulg el folklore poltico
del territorialismo, desde las culturas agrcolas arcaicas y antiguas hasta el
Estado nacional moderno. Cuando la interdependencia entre espacios y s-
mismos se afloja o desaparece, pueden presentarse dos posiciones extremas
en las que la estructura del campo social puede registrarse con una exactitud
casi experimental, a saber: la de un s-mismo sin espacio y la de un espacio sin
s-mismo.
Por supuesto, todas las sociedades realmente existentes debieron
buscar hasta ahora su modus vivendi entre esos dos polos de forma ideal, lo
ms lejos posible de ambos extremos. Y es fcil comprender que, tambin en
el futuro, toda comunidad poltica real tendr que dar una respuesta al doble
imperativo de la determinacin por el espacio y la determinacin por el s-
mismo.
Lo que ms se acerca al primer extremo, el de la desvinculacin del s-
mismo del espacio, es seguramente la dispora juda de los ltimos dos mil
aos. No sin razn se ha dicho que el pueblo judo es un pueblo sin
"fundamento". Heinrich Heine llev ese estado de cosas al terreno humorstico
cuando dijo que el hogar de los judos no estaba en ningn pas sino en un
libro en aquella Tor que llevaban consigo como una "patria porttil". Esa
elegante y aguda observacin pone al descubierto un hecho de validez general
rara vez notado, a saber, que los grupos "de vida nmada" o
"desterritorializados" no construyen su inmunidad simblica ni su coherencia
tnica, o que lo hacen slo de modo secundario, en relacin a un suelo
sustentador, sino que su intercomunicacin funge directamente como un
"recipiente autgeno" (1) en el que los participantes se contienen a s mismos
y se mantienen "en forma" mientras el grupo se desplaza a travs de paisajes
externos.
En recipientes autgenos, como en las comunidades fuertes, se
experimenta de forma directa la prioridad que tiene la autorreferencia sobre la
territorialidad. Un pueblo sin tierra no puede ser vctima del sofisma que ha

91
engaado a todo pueblo sedentario a lo largo de la historia, esto es: que la
tierra es el recipiente del pueblo, y que el propio suelo es el principio del que
deriva el sentido de su vida y su identidad.
Esa "territorial fallacy" (la falsa conexin entre territorio y propietario)
es hasta hoy uno de los legados ms efectivos y problemticos de la era
sedentaria, pues en ella se afirma el reflejo bsico de todo uso aparentemente
legtimo de la violencia, la as llamada "defensa de la patria". Esta falacia
reposa sobre la obsesiva equiparacin entre el espacio y el s-mismo, la falacia
originaria de la razn territorializada. Ese error fatal se ha puesto cada vez
ms al descubierto desde que una onda de movilidad transnacional, sin
precedente en la historia, ha relativizado la ligazn entre pueblo y territorio.
La tendencia hacia el s-mismo multilocal es una caracterstica de la
modernidad avanzada del mismo modo que la tendencia hacia el espacio
politnico o "desnacional".
Cuando el discurso de la modernidad habla de "patria" se refiere a un
punto de partida del movimiento hacia el espacio terrqueo abierto y no hacia
el claustro regional ineluctable de antes. El antroplogo cultural indo-
americano Arjun Appadurai llam hace poco la atencin sobre estas cosas al
crear el concepto de "etnoescape", que permite comprender procesos como la
"desespacializacin" progresiva (desterritorializacin) con rasgos tnicos, la
constitucin de "comunidades imaginarias" fuera de toda referencia a lo
nacional, y la participacin imaginaria de innumerables individuos en las
imgenes de otras formas de vida propias de otras culturas nacionales. De ese
modo puede describirse de qu manera formas de residencia modernas
vinculan desarraigo y contacto con el suelo. En lo que concierne al judasmo
durante su periodo de exilio, resulta claro que su provocacin consisti en
restregar a los pueblos del hemisferio occidental la paradoja aparente en
realidad, un verdadero escndalo de un s-mismo sin espacio existente de
facto.
El otro polo, que adquiere cada vez contornos ms claros ante los ojos
contemporneos, lo constituye el fenmeno de un espacio sin s-mismo. Las
regiones de la Tierra deshabitadas son el primer ejemplo de esto: los desiertos
blancos (mundo polar), grises (altas montaas), verdes (selvas), amarillos
(arena) y azules (ocanos). Pero en este contexto, los desiertos externos
tienen menos importancia que esos espacios "cuasisociales" en los que las
personas se renen sin por ello querer (o poder) establecer vnculo alguno
entre su identidad y la localidad. Eso puede aplicarse a todas las zonas de
paso, en un estricto y amplio sentido del trmino: ya sean localidades
destinadas al trnsito, como estaciones, puertos, aeropuertos, calles, plazas y
centros comerciales, o se trate de instalaciones diseadas para una estancia
limitada, como los centros vacacionales o las ciudades tursticas, plantas
fabriles o asilos nocturnos.
Tales espacios pueden poseer su propia atmsfera. Sin embargo, su
existencia no depende de una poblacin regular o un s-mismo colectivo
arraigado a ellos. Lo propio de ellos es no detener a sus visitantes o
paseantes. Son tierra de nadie: a veces repleta, a veces vaca. Desiertos de
paso que pululan en los centros sin ncleo y en las periferias hbridas de las
sociedades contemporneas.
En dichas sociedades puede reconocerse, sin mayor esfuerzo analtico,
que lo que hasta ahora constitua su normalidad la vida en condiciones de
hacinamiento masivo, sea regional o nacional, incluidos los fantasmas y los
narcisismos etnocntricos ya ha sido alterada de manera decisiva por las
tendencias a la globalizacin.
La licencia expedida desde tiempos inmemoriales para confundir pas y
s-mismo no puede renovarse infinitamente. Por un lado, las sociedades
modernas aflojan sus vnculos con el espacio en tanto las grandes poblaciones
se apropian de una movilidad sin precedente en la historia. Por otro lado,

92
aumenta dramticamente el nmero de zonas de paso donde las personas que
las frecuentan no pueden establecer relaciones de residencia.
De esa forma, las sociedades globalizadas y mviles se acercan
simultneamente tanto al "polo nmada", al s-mismo sin espacio, como al
"polo desrtico", al espacio sin s-mismo, con un terreno intermedio que se va
encogiendo sobre las culturas regionales que han florecido y las satisfacciones
fieles al espacio.
La crisis formal de la moderna sociedad de masas (que actualmente se
discute como crisis del Estado Nacional) tiene as su origen en la erosin
avanzada de las funciones tnico-regionales del contenedor. Lo que
anteriormente se entenda, y comprenda, por "pueblo" o "sociedad", en los
ms de los casos no era sino el contenido de un recipiente de gruesas paredes,
territorial, y sostenido por smbolos, en el que casi siempre se hablaba un
nico idioma. Es decir, un colectivo que encontraba su autocerteza en un
sistema nacional cerrado y que oscilaba dentro de sus propias redundancias, lo
cual difcilmente poda ser comprendido por extraos. Tales comunidades
histricas que se situaban en la interseccin entre el s-mismo y el espacio, los
as llamados "pueblos", se encontraban, debido a sus caractersticas de
autocontencin, la mayora de las veces sobre un mayor declive entre el
interior y el exterior: un estado de cosas que en las culturas prepolticas sola
reflejarse como un inocente etnocentrismo y, a nivel poltico, como una
diferencia sustancial entre el interior y el exterior.
Pero justamente esa diferencia y ese declive son los que hoy da, debido
a los efectos de la globalizacin, se nivelan cada vez ms, y la situacin
inmunolgica del contenedor nacional se vive cada vez ms como algo
problemtico por los usuarios de las condiciones de vida anteriores. Si bien es
cierto que casi nadie que haya conocido los privilegios de la liberalidad
moderna desea, en aras de las consignas militantes, que vuelva el reinado del
Estado Nacional, y menos an el retorno a la autohipnosis totalitaria
caracterstica de las formas de vida tribales, para muchos el sentido y riesgo
de la tendencia hacia un mundo de paredes delgadas y sociedades mezcladas
es incomprensible y, adems, se ve con recelo.
Roland Robertson opina, y es cierto, que la globalizacin es un proceso
que es acompaado por la protesta (a basically contested process). Pero la
protesta contra la globalizacin es, tambin, la globalizacin misma: ella forma
parte de la reaccin inmunolgica ineludible e ineluctable de los organismos
locales contra la infeccin provocada por un formato mundial ms elevado.
El reto psicopoltico de la era global consiste en no ver el debilitamiento
de la inmunidad tradicional y tica del contenedor como prdida de forma y
decadencia valga decir, como ayuda ambivalente o cnica para la
autodestruccin. Lo que para los posmodernos est realmente en juego son
diseos exitosos y condiciones de inmunidad dignas de ser vividas. Y esto es
justamente lo que en las sociedades de pared delgada puede volver a
constituirse de mltiples formas, si bien, como siempre, no para todos.
En ese contexto social-sistmico se revela el sentido inmunolgico
revolucionario de la tendencia actual hacia formas de vida individualistas, a
saber: quiz por vez primera en la historia de las formas de vida homnidas y
humanas, en las sociedades avanzadas los individuos, en tanto portadores de
propiedades inmunolgicas, se desprenden de sus cuerpos sociales (hasta
ahora esencialmente protectores) y aspiran a desenganchar su felicidad y su
desgracia del estar-en-forma de la comuna poltica. Esa tendencia encuentra
su mejor encarnacin en la nacin piloto del mundo occidental, los Estados
Unidos, donde el concepto individualista pursuit of happiness constituye
desde 1776 el fundamento del contrato social. Los efectos centrfugos de esa
orientacin hacia la felicidad individual fueron compensados mediante
energas de la comunidad y la sociedad civil, de tal forma que la prioridad

93
inmunolgica tradicional del grupo frente al individuo tambin pareci haber
encarnado en la sntesis de pueblos que constituyen los Estados Unidos.
Pero con el decursar del tiempo se han invertido los augurios: en
ninguna otra parte, en ninguna poblacin, en ninguna cultura, el individuo se
hace cargo, en tan gran medida, de sus necesidades biolgicas, psicotnicas y
religiosas, en la medida en que la abstinencia en el terreno poltico va
creciendo. Durante las ltimas elecciones presidenciales en los Estados Unidos
se registr por primera vez una participacin por debajo del 50%. Y en las
elecciones para la Cmara de Representantes y el Senado, en noviembre de
1998, alrededor de dos de cada tres votantes se abstuvieron de votar para
los expertos, el nivel de participacin en la votacin, de casi un 38%, fue un
resultado relativamente bueno. Ello nos revela una situacin en la que la
mayora de los individuos cree poder desolidarizarse del destino de su
comunidad poltica imaginando, con buen fundamento, que, de ahora en
adelante, el ptimo inmunolgico individual ya no se encuentra (o slo en
contadas excepciones) en el colectivo nacional parcialmente, quizs en el
sistema de solidaridad de su "minora" o su community-. Donde ms
claramente lo encuentra es asegurndose de forma privada, bien sea en el
terreno religioso, diettico, gimnstico o en el de las compaas de seguros.
El axioma del orden inmunolgico individualista se propaga en las
masas de individuos centrados en s mismos como una nueva evidencia vital:
que nadie har por ellos lo que ellos no hagan por s mismos. Las nuevas
tcnicas inmunolgicas se recomiendan como estrategias existenciales en las
sociedades constituidas por individuos para los cuales la Larga Marcha hacia la
flexibilidad, el debilitamiento de la "relacin de objeto", y la licencia general
para mantener relaciones de infidelidad o relaciones reversibles entre
personas y espacios, ya ha alcanzado su culminacin lgica.
En un mundo as, la antigua sabidura del emigrante: ubi bene ibi patria,
ser obligatoria para todos. Y es que la patria como espacio de la buena vida
es cada vez menos fcil de encontrar all donde, por accidente de nacimiento,
cada quien est. Sin importar donde se est, la patria debe ser reinventada
permanentemente mediante el arte de saber vivir y el de las alianzas
inteligentes.

Patria y globalizacin
Peter Sloterdijk

SUMARIO

94
SUMARIO

Los dolos de la tribu



Fernando Savater
Recuerdan ustedes lo que deca de los dolos Francis Bacon? Por
supuesto no me refiero al gran pintor recientemente desaparecido, sino al
filsofo renacentista que fue Barn de Verulamio, Lord Canciller de Inglaterra
y crtico acerbo de Aristteles. Bacon sostuvo que diversos dolos o
supersticiones ideolgicas acosan la mente de los hombres, derivados de la
propia naturaleza humana, de la psicologa individual, de las convenciones
sociales y de errores filosficos indebidamente venerados. A los que
provienen de nuestra naturaleza o raza humana les llam dolos de la tribu,
mientras que los que provienen del intercambio social eran los dolos del
mercado. Sea entre los de la tribu o entre los del mercado, estoy seguro de
que Bacon hoy no dejara de incluir la obsesin por la identidad cultural y
nacional en la nmina de los ms pertinaces dolos vigentes.
Segn se dice, la identidad de un grupo la forman el conjunto de rasgos
que le hacen ser el que es y como es. Si los rasgos cambian, cambia la
identidad y el grupo deja de ser el que era... aunque siga siendo un grupo. Los
partidarios del culto a la identidad consideran que ello supone una gran
prdida y slo puede deberse a una malvola injerencia externa. Por lo visto,
toda identidad es buena por el hecho de serlo y ningn cambio puede ser para
mejor o al menos indiferente. Tambin las personas tenemos una identidad,
pero es comnmente aceptado que ciertos cambios venidos del exterior
pueden mejorarla: en el caso contrario, de qu viviran los maestros y los
psicoanalistas? No saber leer ni escribir es un rasgo de identidad muy propio
de los nios y de los adultos de ciertas capas sociales pero lo comn es
intentar modificarlo (lo que llev a Bergamn a deplorar 'la decadencia del
analfabetismo'); ciertas fobias y ciertas filias desordenadas son de lo ms
caracterstico de algunos individuos, pero suele pagarse a los psicoanalistas
por intentar transformarlas. Si la identidad personal sufre cambios que a
nadie escandalizan por influjo de fuerzas exteriores, por qu las identidades
nacionales no podran ser tambin 'educadas' o 'curadas' de modo semejante?
La identidad de un grupo se forma por lo comn a base de hbitos,
tcnicas o diversiones que pasan por inmemoriales pero que la mayor parte de
las veces son estilizaciones recientes (brotadas ms o menos por la poca en
que la acuacin de una identidad propia se hace deseable) y que derivan de
la imitacin, la transformacin o la emulacin de otros procedimientos
forneos. El contagio y la impregnacin por lo ajeno son norma, no excepcin,
en todo lo que sentimos como ms peculiar y propio. El estmulo venido de
fuera potencia lo de dentro. Qu sera del vino de jerez sin los ingleses o de
los mariachis mexicanos sin el mariage de Maximiliano y Carlota, monarcas
gabachos y efmeros? La identidad no es el despliegue de una esencia nacional
eterna, sino el conjunto de intercambios creadores y de excentricidades
fecundas. Esos rasgos son tanto ms autnticos (en el sentido de fidelidad
veraz a su origen) cuanto ms flexible y ligero es su uso: el estereotipo
purista y castizo los caricaturiza en lugar de preservarlos. Adems, el proceso
contina en el presente porque los perfiles de la identidad no tienen una
poca privilegiada para establecerse in aeternum. Los rasgos que hoy se
destruyen dan lugar a otros, ni ms ni menos 'puros' que los antes
desplazados: lo que ocurre es que ahora somos conscientes de la estimulante

95
'corrupcin' forastera que los provoca, mientras hemos olvidado la que incit
a los que vemos desaparecer.
Al defender los rasgos culturales o folklricos supuestamente
idiosincrticos, los idlatras de la identidad olvidan que son formas de hacer y
de comportarse nacidas para resolver determinados problemas, no para
singularizarse entre los vecinos. Por qu no pueden cambiarse si se nos
ofrecen otros modelos ms efectivos y provechosos para afrontar retos
semejantes? La numeracin romana fue un rasgo de la identidad cultural
latina de lo ms relevante, pero no conozco a nadie que deplore su sustitucin
por los guarismos rabes. Es evidente que stos funcionan mucho mejor y lo
que se pretende con los nmeros es calcular bien, no 'distinguirse' de otros
pueblos. Tampoco parece que los puristas que defendieron nuestro racial
pergamino frente al papel inventado por los chinos o consideraron la seda
como una decadente moda de esos diablos amarillos sean dignos de ser
imitados. No son igual de obtusos los que hoy defienden la ley cornica
frente al liberalismo democrtico, en nombre de conservar la propia identidad
contra contaminaciones extranjeras? No es cierto que los rasgos culturales no
admitan nunca parangn unos con otros: en muchos casos es posible decir
que unos son mejores que otros, porque su funcin ltima no es la de
expresar 'formas de ser' preexistentes, sino afrontar las dificultades de una
realidad que en gran medida tiene aspectos comunes para todos los humanos.
Y ello es vlido incluso en el terreno aparentemente menos objetivo de los
gustos y diversiones. Por qu debo seguir bailando al son de mis abuelos si
otros ritmos me agradan ms... aunque me los hayan enseado gentes de
fuera? Snobismo? Y qu sera de la cultura si los benditos snobs no sintieran
el capricho por lo extico, por lo forneo, por la agitacin de las formas y de
los modos?
Entonces los partidarios de la identidad incorrupta profetizan que la
prdida de las identidades nacionales uniformizar el mundo, convirtindolo
en montono reflejo del imperio dominante. Es curioso que se recurra a lo
idntico para propagar lo diverso. Para que el mundo no se uniformice, los
partidarios de la identidad quieren uniformizar su parte del mundo... de modo
que todo en ella se distinga del resto del planeta pero nada dentro de ella sea
distinto de lo dems. El comportarse 'a su modo' es el derecho de la identidad
en las colectividades pero extranjerismo mimtico o colonialismo o
colonialismo en los individuos. Es cierto que los cosmopolitas prefieren que
todo en Japn sea muy japons y en Murcia muy murciano, porque ellos viven
ya como ciudadanos de un imperio en el que reinan los transportes rpidos:
pero quiz los que viajan menos prefieran que les traigan las cosas a la puerta
de casa. Qu es ms uniforme: que en cada gran ciudad haya una calle en la
que se encuentre un restaurante vasco, un McDonald, un bistrot, un pub, una
pizzera, un restaurante chino y una taberna andaluza o que esos locales no se
vean nunca fuera de su lugar de origen... ni en su lugar de origen se encuentre
cosa distinta al local que corresponde por 'identidad'? El reproche de
abigarramiento sin races contra las democracias imperiales viene de lejos. En
un panfleto annimo del siglo V a. C contra la democracia ateniense (en el que
se le reprochan cosas que les sonarn a ustedes, como la corrupcin de los
polticos y el afn popular por el dinero) se asegura que "mientras otros
griegos se valen cada uno de su propia lengua y tienen su propio modo de
vestir y sus propias maneras, el lenguaje, los trajes y las maneras de los
atenienses estn entreverados de elementos dispersos de todos los griegos y
de todos los brbaros". Sin embargo, las 'invasiones' culturales contra las que
ms se predica acaban luego como el Eurodisney: el que quiere va, el que no
quiere no va... y si la mayora no va el negocio puede entrar en bancarrota. De
vez en cuando, los entusiastas de la identidad sacan la artillera dialctica
pesada: lo tnico, lo lingstico, la identidad histrica. En ltimo extremo, la
raza. Fundar un estado en la identidad -es decir, en la uniformidad y el

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sometimiento de la diferencia- de lo tnico o lo lingstico no es ms que un
primer paso en el camino que lleva al estado basado en criterios raciales. Por
desgracia, tenemos mucho de eso en nuestro pasado y una ojeada por la
Europa que vivimos revela que tambin en nuestro presente. El combate del
maana ser entre quienes intenten desmitificar la identidad de la tribu y
quienes deseen convertirla en dolo y mito del siglo XXI.

Los dolos de la tribu


Fernando Savater

SUMARIO

97
SUMARIO

Ligereza en la pasarela

Duanel Daz

Cacharro(s) reproduce Ligereza en la pasarela debido a la limitada distribucin


de la fuente (revista Extramuros, nmero 9).

El debate en torno al posmodernismo es uno de los captulos


imprescindibles de la historia intelectual de Occidente en las dcadas de los
aos setenta y ochenta. De entrada es de agradecer, entonces, un libro que,
como Sedicin en la pasarela (cmo narra el cine posmoderno) de la Editorial
Arte y Literatura (2001), se interna por esos caminos cerrados para la crtica
cubana durante largos aos de citas rituales de Marx, Engels y Lenin.
Este libro de Rufo Caballero constituye un ejemplo significativo de la
apertura hacia nuevos temas y enfoques a que se abocan desde hace algunos
aos la crtica, la ensaystica y en general la literatura cubana. Agrada, por
ejemplo, ver a Antonioni reconocido como algo ms que una notable expresin
de la alienacin burguesa, o toparse con citas de autores marxistas de la talla
de Benjamin y Jameson. Sin embargo, la "teora de la posmodernidad"
tomemos prestado el ttulo del conocido libro de Jameson que a lo largo de
todo el libro informa la "la matizacin mnimamente rigurosa" del "panorama
lectivo" (p.78) del cine posmoderno que busca Rufo Caballero, carece del rigor
que se espera en un escritor que da muestras suficientes de poseer una aguda
mirada crtica y una vasta erudicin cinematogrfica. Aunque el tema no es el
posmodernismo en s sino el cine posmoderno y, ms especficamente, cmo
este narra, ciertamente llama la atencin la superficialidad de Sedicin en la
pasarela en lo tocante a la definicin de lo posmoderno. El ensayo en su
conjunto parece estar "contaminado" por la inconsistencia de la teora del
posmodernismo que lo soporta, a la cual me gustara oponer aqu unos
cuantos reparos.
La descripcin del posmoderno como Zeitgeist se apoya en argumentos
de autores tan prestigiosos como Jameson, Baudrillard, Barthes y Lyotard. La
muerte del autor (Barthes), la falta de fundamento (Vattimo), la crisis de los
mtarcits (Lyotard), la prdida del potencial emancipador de un arte
moderno cooptado por el capitalismo (Jameson), son algunos de los
ingredientes de una olla podrida en la que todo va a parar al contraste entre
un posmodernismo bsicamente romntico y un modernismo bsicamente
clsico. La visin del posmodernismo de Rufo es bastante afn a la del terico
norteamericano Ihab Hassan, quizs el ms ingenuo de los campeones del
posmodernismo en Estados Unidos. El autor de The Dismemberment of
Orpheus: Toward a Postmodern Literature incluy en un ensayo de 1984 un
cuadro comparativo donde define el posmodernismo como la anttesis, punto
por punto, del modernismo. Algunas de las aristas de la dualidad modernismo-
posmodernismo, segn Hassan, son: forma (conjuntiva, cerrada) vs. antiforma
(disyuntiva, abierta); jerarqua vs. anarqua; objeto artstico/obra terminada
vs. proceso/performance/happening; creacin/totalizacin/sntesis vs.
deconstruccin/anttesis; centro vs. dispersin; gnero/lmite vs.
texto/intertexto; raz/profundidad vs. rizoma/superficie; lisible vs. scriptible;
genital/flico vs. polimorfo/andrgino; paranoia vs. esquizofrenia;

98
origen/causa vs. diferencia/huella; metafsica vs. irona; determinacin vs.
indeterminacin. (El ensayo se llama "The culture of posmodernism").
Tal diagrama fue reproducido por David Harvey en su libro The Condition
of Postmodernity, de 1990.) Derrida, Deleuze, Guattari, Barthes, Heisenberg,
Rorty, todos sirven a Hassan para elaborar un cuadro comparativo que no es
slo, por esquemtico, necesariamente reductor, sino tambin contradictorio y
carente del ms mnimo rigor. Detrs del ensayo de Rufo se encuentra un
cuadro semejante, cuyas dicotomas tambin definen al posmodernismo como
una apertura hacia la diversidad, el juego y el pluralismo. Del lado del
moderno: el autor-Dios, la primaca de la alta cultura, la objetividad, la razn
excluyente, los dualismos, la jerarqua. Del lado del posmoderno: la polifona,
la democratizacin del arte, la valorizacin de la cultura popular, el predominio
de la subjetividad, la inclusin del otro, la autoconciencia, la difuminacin de
las oposiciones binarias, la desacralizacin, etc.
Esta teora, adems, reproduce la visin spengleriana de la cultura como
ciclo vital: en la madurez del modernismo, el posmodernismo es un retoo que
prefigura su momento de esplendor, cuando ste, ahora en calidad de
"dominante", coexiste con un "tardomodernismo" que ya no es paradigma de
la poca. El posmodernismo y el modernismo, insiste Caballero, son slo
dominantes, y por lo tanto pueden coexistir, superponerse en el seno de un
mismo artista o incluso de una misma obra. Pero esto no hace ms que
evidenciar que, en el fondo, se trata de una concepcin fuertemente
objetivadora, que tiende a considerar las obras de arte casi como meras
realizaciones o expresiones de un espritu epocal. Las maysculas de lo
Moderno y lo Posmoderno aumentan la sospecha de que se trata de dos entes
personalizados. El Moderno es un seor severo y cartesiano, un don Pomposo
cejijunto y aoso; el Posmoderno es un enfant terrible, rebelde y juguetn,
una especie de Nen Traviesa con algo de Mafalda y algo de Madonna. Hay
aqu, como en la apologa de Hassan, cierto provincianismo de lo
contemporneo, una especie de fundamentalismo posmodernista. Para Rufo,
todos los caminos conducen a la posmodernidad.
En Sedicin en la pasarela la oposicin entre lo moderno y lo
posmoderno se reduce notablemente al contraste entre el orden y el desorden,
la jerarqua y la subversin, la autoridad y la libertad. Esto es evidente, por
ejemplo, cuando Caballero critica la distincin del narratlogo Francis Vanoye
entre modelos guionsticos clsicos que para este son, nos informa Rufo,
aquellos "centrados en la accin, en la racionalidad de los encadenamientos
dramticos, la consistencia de los personajes y su coherencia lgico-
psicolgica y sociolgica" y los "modelos guionsticos modernos"
caracterizados por contenidos ms ambiguos, esquemas ms flexibles,
recursos de distanciamiento, etc. Escribe Rufo:
el guin que [Vanoye] llama "clsico" no es ms que el paradigma
de la dramaturgia moderna con sus estandartes de racionalidad y
claridad, mientras que lo designado como guin "moderno" se
corresponde, por el contrario, con la escritura posmoderna. Cuando
Vanoye relaciona el contenido de lo para l "moderno" y las
licencias escriturales de principios de siglo, no toma en cuenta que
las premisas de la alta modernidad no hacen sino anunciar lo que
varias dcadas despus adquiere el alcance y la generalidad de una
condicin. O sea, a los sedientos ojos del historiador fetichista, si
Dostoievski es polifnico, por extensin lo es la novela moderna; o
si en el cine de las primeras dcadas hay ruptura de la digesis
diacrnica, ah radica el paradigma del cine silente. Y no: a la
inversa. Intolerancia se alza como el soberbio clsico que es, justo
porque su acronologa se adelanta varias dcadas al proceso que
muchos aos despus representa la dominancia de la poca
(pp.77-78).

99
Es decir, el hecho de que Dostoievski sea polifnico no significa que la
novela moderna lo sea, pues Dostoievski no es paradigma, sino excepcin, un
adelantado de lo que solo despus ser dominante: el posmoderno. Asimismo,
Caballero asegura que "en Rashomon est ya el canon polifnico de lo
posmoderno, la multifocalidad y la relatividad del acceso a la ilusin de la
verdad, hallazgos morfolgicos y filosficos que se sistematizaran con los
aos sesenta" (p.52). Por esta va, todo cuanto a lo largo de la historia del arte
huela a polifona, libertad, cuestionamiento, autoconciencia, etc., podr ser
tenido como anuncio de lo que slo despus es decir, ahora ser dominante.
Rabelais ser posmoderno, lo ser Cervantes, lo ser el manierismo, el
Satiricn, y hasta la mismsima serpiente del Jardn. Al cabo, todo se reduce
prcticamente al conflicto de dos principios opuestos, orden y desorden, a la
discordia primordial entre lo clsico y lo barroco.
Sarduy celebra en el artificio del barroco, en el gasto en funcin de
placer, la subversin del orden burgus naturalizador, de la economa toda de
"lo humano". En la escritura autotlica y gozosa, que subvierte los cdigos del
realismo clsico, encuentra el ltimo reducto de la resistencia a la gran
capacidad asimiladora del capitalismo. En el fondo, esta oposicin entre el
texto neobarroco y el clsico-realista corresponde, para Caballero, Irlemar
Chiampi mediante a la relacin entre el posmodernismo y el modernismo.
Significativamente, el guin que Vanoye llama "clsico" es para el autor de
Sedicin en la pasarela el paradigma del moderno, mientras que el que aquel
llama "moderno" corresponde, en realidad, al posmoderno. Se trata de
localizar la subversin no ya en la relacin de lo moderno con lo clsico, sino
en la de lo posmoderno con lo moderno: el posmoderno corresponde, como el
todo a la parte, al neobarroco de Sarduy, y el moderno, a una dramaturgia
dominada por la claridad y la racionalidad, cercana al texto lisible de Barthes.
Rufo parece no reparar en que la oposicin que postula Sarduy, como las
de Barthes lisible vs. scriptible, obra vs. texto, etc. , es otra variante de la
afirmacin de una literatura moderna, continuadora de la ruptura del orden
clsico que introdujo el romanticismo, cuando la poesa se convierte en
libertad, orden resistente al maquinismo cosificador del capitalismo, pathos
progresivo destructor de los estancos gneros clsicos, coexistencia de estilos
altos y bajos. (No parece reparar tampoco en la contradiccin que supone
considerar, por un lado, el posmodernismo como una reaccin frente al
elitismo y el rechazo a la cultura de masas propios del modernismo y, por el
otro, asociar, con Hassan, lo posmoderno a lo scriptible, es decir, lo difcil,
aburrido, destructor del yo y de la cultura.)
La distincin de Sarduy, como han sealado muchos de sus estudiosos,
no es, en cierto sentido, ms que otro avatar de la definicin diferencial,
esencialmente romntica, de la literaturidad ensayada por los formalistas
rusos; slo que para los de OPOYAZ el autotelismo y el extraamiento del
lenguaje cotidiano eran caractersticos si no de toda la literatura, por lo menos
de la poesa, mientras que Sarduy, escribiendo desde la segunda mitad del
siglo XX, gastados los cartuchos del realismo decimonnico y demostrada la
gran capacidad del capitalismo para recuperar el potencial antiburgus propio
del arte moderno en general y, en especfico, de la llamada vanguardia
histrica, considera al realismo como un arte naturalizado, perpetuador de la
ideologa burguesa, y reclama para el neobarroco los poderes subversivos del
lenguaje y el simulacro. Est Joyce del lado del texto realista-clsico? Tiende
el Ulises al texto lisible o al scriptible? Uno de los exergos del ensayo de Rufo
es esta frase admirable de Eco: "La vida se parece ms al Ulysses de Joyce que
a Los tres mosqueteros, y sin embargo, somos ms propensos a leerla como si
fuera un relato de Dumas que como si fuera uno de Joyce" (p.29). Acaso el
contraste Dumas/Joyce es un ejemplo ms del contraste moderno-
clsico/posmoderno-barroco? Acaso tambin la polifona de Joyce no es ms
que, como la de Dostoievski, un destello pionero de la narrativa posmoderna?

100
No cabe dudas, Rufo Caballero lee la historia cultural ms como un relato de
Dumas que como uno de Joyce. Es el Seor Posmoderno, y no Tarantino o
Antonioni, el verdadero hroe de esta historia.
En el fondo de semejante teora de la posmodernidad est, creo, una
falta de perspectiva histrica, el desconocimiento radical del sentido en que el
posmodernismo independientemente de factores especficos que no podran
soslayarse, de la existencia de una nueva "estructura de la sensibilidad", de
elementos que aportan, indudablemente, una cierta originalidad al perodo
contemporneo constituye un captulo ms de un proceso esencialmente
moderno de largo alcance, cuyo jaln principal es acaso el romanticismo, y en
el cual las nociones de libertad, subversin y autoconciencia son ganancias
irrenunciables del arte, conquistas que alimentan una energeia destructiva y
autodestructiva, un horizonte esencialmente ambivalente en que el arte
moderno, no ya en el sentido estrecho del modernism angloamericano, es ms
un antagonista que un ayudante, o en todo caso un crtico acerbo, del proyecto
moderno fundado en el gran relato que ve en la humanidad el agente heroico
de su propia emancipacin por va de la razn y el avance del conocimiento. Si
bien absolutizar esta perspectiva de largo alcance impedira enfocar las
especificidades del momento contemporneo, absolutizar la opuesta, como
hace Caballero, conduce a la inconsistencia y al error.
No se trata, entonces, de que un terico como Bajtn no pueda ser
puesto en la rbita del imn posmoderno, sino de hacerlo con un poco de rigor.
Luego de citar un pasaje del trabajo "Las obras de Dostoievsky", donde Bajtn
habla de lo carnavalesco y de la "familiarizacin del hombre y el mundo",
Caballero escribe:
La narrativa moderna es entonces ese espacio textual en el que
cristaliza el punto de vista como identificacin posible del autor y
su personaje, y esa perspectiva a menudo vehicula, con toda
transparencia, la tesis del primero. No se precisa necesariamente
de un narrador como soporte para la expresin de la tesis, sino que
el personaje mismo, o un conjunto de ellos, propicia la meditacin
sustancial del autor-Dios. El personaje un sujet de baja
intensidad se supedita, pues, a la familiarizacin autoral que de
inicio comport una democratizacin de la expresin pero que con
el tiempo no hizo sino incrementar la omnisciencia moderna, que
tomaba al personaje por pretexto, por coartada o simulacin de
sumersin de la voz (p.82).
Para Bajtn la familiarizacin del hombre y el mundo forma parte de un
proceso que comienza con los gneros cmico-serios que dominan luego de la
desintegracin de la tragedia griega, y que, via el dilogo platnico y la stira
menipea, culmina en la novela como gnero fundamental de la poca moderna.
Cuando habla de esta poca Bajtn se refiere, pues, a un mundo que ha dejado
atrs la imagen cerrada del hombre que subyace a los antiguos gneros
picos, lricos y dramticos, un mundo esencialmente irnico y pospardico. La
novela no es, entonces, un gnero entre otros, sino el sello antigenrico de
una literatura cuyo origen se remonta a la disolucin del clasicismo griego, y
que se impone definitivamente a partir de la desintegracin del orbe medieval.
La novela, que es la modernidad misma para Bajtn, no tiene afuera. Por lo
tanto, es imposible postular a partir de l la existencia de una narrativa
posmoderna en trminos de ruptura antes que de continuidad con la novela
moderna. La narrativa moderna, en la visin de largo alcance de Bajtn, para
quien los verdaderos hroes de la historia literaria son los gneros mientras
que las escuelas o tendencias son slo personajes de segunda fila, no puede
tener un post que no sea otra de sus metamorfosis. (Lo cual no quiere decir,
desde luego, que no sea posible a partir de ciertas nociones de Bajtn hablar
una narrativa posmoderna donde el proceso de "novelizacin" de la literatura
alcance su apoteosis.) Igualmente inaceptable es oponer una narrativa

101
posmoderna autoconsciente y polifnica a una moderna caracterizada por "la
familiaridad de autor y hroe", la expresin de tesis y la "omnisciencia" del
"autor-Dios". Pues la "autoconciencia", la polifona y la ruptura de la
omnisciencia decimonnica son precisamente rasgos bsicos de la narrativa
moderna, a menos que Joyce, Kafka, Proust, Cline, Faulkner y Hemingway
sean tambin posmodernos avant la lettre.
Si en el captulo tercero era Bajtn, en el siguiente son Benjamin,
Barthes y Tel Quel quienes sirven a Rufo para delinear la oposicin entre el
moderno y el posmoderno. Leemos que, al contrario de los colegas de la
primera generacin de la Escuela de Frankfurt, Benjamin advirti que "en la
era de la reproducibilidad tcnica () la prdida del aura () permite
vislumbrar un potencial emancipatorio que democratice el acceso al capital
cultural por parte de esa "masa" preterida por la experiencia del xtasis
individual que el Moderno haba enarbolado" (p.135). Este potencial es el que
informa, para Caballero, la posmodernidad y al posmodernismo. Proposicin
inaceptable si tenemos en cuenta que, para Benjamin, "moderna" no es la
poca anterior a la prdida del aura, sino la poca donde esta prdida domina
el horizonte del arte: la poca de la cmara, el cine y la fotografa. El potencial
emancipatorio que, a diferencia de Adorno y Horkheimer, Benjamin atisba en
la destruccin de la tradicin y en la reproducibilidad de la obra de arte, no
consiste simplemente en la "democratizacin" de la cultura: la destruccin de
la distancia entre el arte y las masas no es sino lo que hace posible la
politizacin del arte en funcin de la liberacin de la opresin capitalista. Lo
cual est muy cerca de los intereses de la vanguardia, y especialmente del
proyecto brechtiano, y muy lejos de lo que habitualmente se entiende como el
acercamiento posmoderno entre la alta cultura y la cultura de masas.
Rufo afirma algunos prrafos ms adelante que con el concepto de
intertextualidad "el grupo Tel Quel se aprest a dimensionar tericamente la
regularidad, densidad y calidad con la que la condicin posmoderna "absorba"
y "transformaba" los textos" (p.138). Pero ocurre que ni Barthes ni Kristeva ni
Sollers se proponen en primer lugar "teorizar" una situacin epocal
posmoderna en que la prctica secular de la intertextualidad se habra vuelto
dominante, sino algo mucho ms radical: pensar la literatura abandonando
toda nocin humanstica. El paso de la intersubjetividad a la intertextualidad
en Kristeva, corresponde, en este sentido, a la "muerte del autor" proclamada
por Barthes. Para que el lenguaje hable, para que pueda orse ese murmullo de
la cohabitacin de los lenguajes, para que la confusin de las voces se torne
fiesta, el autor, como institucin, como origen del sentido, debe morir. La
concepcin de la intertextualidad desarrollada por Tel Quel, antes que a
cualquier condicin epocal, incumbe al status del texto en relacin al mundo.
"Il n'y a pas hors du texte", la conocida frase de Derrida, expresa este sentido
general y radical de la intertextualidad: el texto no tiene afuera porque es un
injerto de otros textos y lenguajes, porque no hay un lenguaje original ni un
texto puro, propio, cerrado.
La concepcin simplista de lo posmoderno que propone Rufo Caballero,
la cual descansa ostensiblemente en un paradigma historicista y organicista,
viene acompaada, as, de una falta de rigor filosfico. Esto es manifiesto, por
ejemplo, en un pasaje del ltimo captulo, donde leemos:
La sensualidad discursiva de ese trayecto deja claro que cuanto ha
predominado, al cabo, no es un proceso de devaluacin o
derogacin del sujeto sino todo lo contrario: la restitucin de su
integridad sobre la base de incluir las "otredades" posibles. Ha
muerto la muerte del sujeto: no haba muerto la ontologa del
sujeto sino su paradigma modlico y extremo de los treinta. El
posestructuralismo apenas nos dio entonces unas pistas para
entender cunto en realidad haba fenecido. La muerte de la
muerte del sujeto, socavamiento del ideal exterminador del primer

102
posmodernismo, nos convoca ahora al reino de esas identidades
que por convencin llam, en otro texto, subjetividades laterales
(p.150).
Se refiere, desde luego, a las identidades marginadas por el discurso
occidental y patriarcal: la mujer, el negro, el gay, el sujeto colonial, que se han
convertido en centros de reivindicaciones polticas y de "polticas de la teora",
ganando en las ltimas dcadas notable visibilidad. Ahora bien, el
reconocimiento de esta circunstancia, que constituye efectivamente un rasgo
caracterstico del mundo contemporneo, no debe provocar una confusin del
sentido y el alcance de la "destruccin" posestructuralista del concepto de
sujeto. La muerte del sujeto, hablando en riguroso sentido filosfico, no es
algo que pueda ser superado por la inclusin de la otredad. Por el contrario, la
supone, lo cual est en el origen de la apropiacin del pensamiento
posestructuralista por parte de feministas y tericos poscoloniales. El
posestructuralismo piensa el sujeto como el ltimo rostro de la metafsica
occidental, de esa "onto-teologa" que, segn Heidegger, alcanza su apoteosis
en la tcnica planetaria del siglo XX, culminacin de la relacin dominadora,
cartesiana, del hombre con el mundo. La destruccin del sujeto es una tarea
impostergable para un pensamiento crtico que, en la lnea de Nietzsche y de
Heidegger, quiere ir ms all del hombre. El posestructuralismo, por tanto, no
puede propugnar una coexistencia de los sujetos "laterales", a riesgo de que
estos se conviertan en centrales. No postula la diversidad sino la diferencia.
(Cobra y De dnde son los cantantes, por ejemplo, estn ms cerca de la
muerte del sujeto que de la muerte del sujeto blanco, occidental, de capas
medias, varn y heterosexual, ms cerca del vaciamiento de la identidad que
de la inclusin pluralista de las identidades "otras".) Afirmar que la muerte del
sujeto, del autor, etc., es "uno de los problemas del primer posmodernismo",
un exceso juvenil, una "absolutizacin de defunciones que realmente se
referan a la primaca de determinados modelos en especfico" (p.143) es
banalizar y recuperar un pensamiento que intenta dinamitar el edificio
completo de la metafsica.
Por otro lado, es notable la manera harto facilista con que Rufo critica a
algunos autores. Por ejemplo, cuando desprecia el concepto de sujet que
utiliza Viacheslav Ivanov. Olvidando olmpicamente que este corresponde a la
distincin de los formalistas rusos entre fabula y sjuzet, historia y argumento,
dato y construccin distincin que es, en efecto, "elemental", como son y
debe ser las distinciones bsicas de toda narratologa, Rufo define sujet como
voz y, al fin, como sujeto!.
A propsito de Vanoye, Rufo habla de "la obscenidad (en el sentido
baudrillardiano de falta de distingos) de la literatura contempornea que trata
de aquilatar el topos dramatrgico del Posmoderno" (p.78). Pienso que
Sedicin en la pasarela no slo no escapa a esa supuesta obscenidad sino que,
desde ya, figura como uno de sus textos ejemplares. Es obsceno, an, en otro
sentido: "Mi ciencia es una ciencia sometida a la poesa", escribe el ensayista
en la primera pgina. Y aade: "Movilic toda mi racionalidad, hice lo posible
por comportarme, por hacerme a la disciplina del topgrafo, pero no puedo
renunciar a la metfora. Sin la metfora, no sera yo" (p.35).
Si es obscena toda poesa mentida, salida de la confusin de la poesa
con su envoltura, de la ingenua creencia de que escribir en verso, usar una
estrofa o pergear una rima es hacer poesa, es obscena esta escritura que se
autotitula "potica" y que cree ingenuamente que lo potico, frente a la aridez
de la expresin cientfica, descansa en la metfora. Es obscena esta mezcla de
metforas chillonas con palabras como "digesis", "distasia" y "acronologa".
(Recuerdo que Lezama, al prologar un libro de Julio Ortega, no encontraba
mejor elogio que sealar que el gran crtico peruano "nunca ha escrito la
palabra sintagma".)

103
Es obsceno este texto donde el autor declara que lo que le interesa es,
ms que las manas clasificatorias de los manuales, "el ensayo asentado en la
idea, en la produccin de ideas ms que de casillas" (p37), pero que se
soporta en buena medida sobre un manual y dos casillas. Es obsceno este libro
que, luego de criticar pretenciosamente "las imprecisiones de craso rigor" de
la bibliografa sobre el tema, no avanza en el plano terico mucho ms all de
las malas lecturas, no en el sentido de Bloom, sino en el sentido comn.

Ligereza en la pasarela
Duanel Daz

SUMARIO

104
SUMARIO

La sombra de las palabras


(o la cscara de la manzana)

Adriana Normand
Tomado de la revista Dispora(s), documento 7/8

Rogelio Rivern
Palabra de sombra difcil: cuentos cubanos contemporneos.
Casa Editorial Abril,
Editorial Letras Cubanas, 2001, pp 227.

Si la serpiente muerde antes de ser encantada, de


nada sirve el encantador
Eclesiasts 10:11

El universo narrativo cubano no sale de su marasmo. Claro est, no se


pueden esperar milagros de una narrativa que padece y agoniza mientras se
esfuerza por lucir, sofisticada, una rozagante salud. Como bien dira cierto
amigo: el cuento cubano sufre de beri-beri.
Recientemente ha sido publicada una nueva antologa, se trata de
Palabra de sombra difcil: cuentos cubanos contemporneos, con seleccin y
prlogo de Rogelio Rivern. Ttulo rimbombante, como para animar al ms
desalentado y despertar la curiosidad de los escpticos; sin embargo otra vez
nos convencemos de la veleidosidad de las palabras porque sin dudas las que
integran este volumen no poseen una sombra difcil... ni mucho menos.
Acaso el principal desacierto de este libro no radica en la consabida
repeticin de frmulas, de por s error censurable, sino en sus grandes
pretensiones. Nuestro pas se ha visto inundado, penetrado podramos decir
para ser ms justos con su condicin de isla, por toda clase de antologas, de
tal manera que lo que debera ser coleccin de textos significativos ha
devenido muestrario, zoo, lbum de botnica de un escolar de quinto grado.
Lo que en los rebasados noventa comenz como una intencin por divulgar la
produccin literaria de una poca en que las publicaciones se hicieron casi
nulas, se ha convertido en moda, movimiento, suerte de delirio que
pretende legitimar autores, una y otra vez repetidos incluso con un mismo
texto. Pero, reitero, no est ah el principal fallo de esta seleccin, pues una
antologa pudiera ser vlida si intentara resumir estos aos de confusin y
caos editorial, y reuniera lo ms preciado en aras de sellar una etapa o, como
diramos en sorna, ponerle (al fin) la tapa al pomo.
En lnea con toda una poltica cultural la institucin pretende mostrarnos
una alternativa, cual si las instituciones cubanas pudieran ofrecer alternativas
y burlar a la poltica imperante. La campaa de masificacin de la cultura
ampla o quisiera ampliar su espacio a todo tipo de exigencias y necesidades
mientras el escritor-funcionario (o viceversa) amparado en la institucin nos
brinda otra mirada, la de unos cuentos que proponen una manera de
literaturizar ms paciente. En su prlogo condena a la narrativa de los
noventa por llevar el sello de un realismo angustioso que amenaz con
eclipsar cualquier otra forma de plantearse la ficcin a la par que considera:
la ltima dcada del siglo pasado, permiti, por ejemplo, a la narrativa
cubana momentos de esplendor que no se vieron en los ochenta.

105
Cuando analizamos estos criterios no podemos dejar de juzgarlos de
muy sintomticos, sobre todo si no recordamos momentos de esplendor,
menos an en creadores de los noventa que en verdad provenan de la dcada
precedente, como los integrantes de este volumen, formados en la escuela de
los talleres literarios, los que no herederos de la tradicin tallerista,
estudiosos al pie de la letra de las tcnicas narrativas tal cual un fsico que
slo toma de patrn las leyes de Newton. Estos talleres, que no son ms que
un espacio social donde viejos leones, ya desdentados, intentan adiestrar a
los ms jvenes de la manada en el difcil arte de procurarse el pedazo ms
jugoso de la presa.
No me interesa desmenuzar esta antologa cuento por cuento, resultara
tedioso y agotador. Baste decir que en su mayora los textos no pasan de ser
intentos de escritura con muy poca gracia y ningn tipo de atractivo. No
obstante, algunos se destacan; podramos citar Transfiguracin del bailarn
de Jorge ngel Prez, quien parte de un texto conocido como ya nos tiene
acostumbrados y logra un buen discurso an cuando no nos convenza su final.
Escritos con buena mano pudieran sealarse El viejo, el asesino y yo de Ena
Luca Portela (aunque en lo particular prefiero otros cuentos suyos) y Carne
de Ronaldo Menndez, con un buen tema matizado con cierta irona pero no la
suficiente en mi opinin. El texto del propio compilador, Vincent Van
Lezama, sobresale igualmente, mas este tipo de literatura falla en tanto su
propuesta es pobre y de torpe concepcin. Decepcionante resulta por otra
parte la lectura de Dnde est Celeste Kindeln? de Noel Castillo, cuento
que causara tanta admiracin en algunas esferas. No cumple semejantes
expectativas pues a pesar de que por momentos se vislumbra alguna
intensidad, sta no es mantenida y el texto termina hacindose sal y agua.
La mayora de los autores escogidos en este volumen forman parte de
un gremio dentro del quehacer literario nacional que carece de concepto de
ficcin. Olvidan, como dice Juan Jos Saer, que la ficcin no solicita ser
creda en tanto que verdad, sino en tanto que ficcin, y adems slo siendo
aceptada en tanto que tal, se comprender que la ficcin no es la exposicin
novelada de tal o cual ideologa, sino un tratamiento especfico del mundo,
inseparable de lo que trata. Es frecuente que la literatura oficial carezca de
relevancia. Tambin es frecuente que existan variedades dentro de esta
literatura asociada al poder que se oculten tras la mscara de una no-
oficialidad. No se trata de rehusar al tratamiento de lo real en la narrativa,
sino de corregir el tratamiento que se da y sacarlo del contexto social en que
esta ha oscilado en los ltimos aos.
Escribir es un acto de valenta. Es precioso atreverse a mucho y el
propio impulso hacia la escritura puede parecer vano desde su principio.
Cmo escribir sin repetir lo que ya est dicho?, y en nuestro caso cmo
escribir sin comprometerse con la ideologa? Sin halo de misticismo el escritor
debe creer en su literatura y llevarla a cabo como un perro escarba su hoyo,
una rata hace su madriguera. Para eso: encontrar su propio punto de
desarrollo, su propia jerga, su propio tercer mundo, su propio desierto.1
Imperdonable resulta adems en esta seleccin la ausencia de ciertos
nombres. Si la institucin nos propone una manera de literaturizar ms
paciente no debera ignorar autores claves en este sentido como Rolando
Snchez Mejas, C. A. Aguilera, Antonio Jos Ponte, Rogelio Saunders, Jos
Manuel Prieto, Alejandro Aguilar o Cristina Fernndez, quienes han
demostrado manejar la ficcin con mucha ms maestra e intensidad.
Sin embargo, como dice su compilador, esta antologa es una opinin y
por esta vez no se equivoca. Palabra de sombra difcil es la opinin de una
poltica, el gesto de la institucin, una opinin dbil con grandes olvidos y
terribles caprichos. Una opinin que desea legitimar su contenido distanciado

1
Por una literatura menor: G. Deleuze, F. Guattari. Editorial Era, Mxico, DF. 1992. p.38.

106
de la literatura pobre y que se atreve a sostener que esta ojerosa narrativa ha
sido dotada de un mayor rigor cultural y crtico. Pero sabido es que no
podemos esperar peras del olmo. Mucho menos una buena propuesta de una
narrativa que responde reiteradamente a cierta poltica cultural.
El da que Isaac Newton descubri la ley de gravedad muri una parte
de la ciencia moderna: el anhelo por encontrar lo desconocido partiendo de la
total ignorancia. El sabio, mientras masticaba la manzana y desechaba la
cscara, crey que ya saba demasiado. Cunto ms no le faltar a esta
narrativa cubana que cree gozar de buena salud cuando an no sabe muy bien
de qu se trata hacer literatura.

La sombra de las palabras


(o la cscara de la manzana)
Adriana Normand

SUMARIO

107
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Cacharro(s)
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(por aquello de caa cristalina y caa piojota)

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108
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De los autores

CACHARREAR OTRA VEZ

Carlos M. Luis. La Habana, 1932. Poeta, ensayista y pintor. Ha publicado, entre otros,
El oficio de la mirada (ensayo, 1999) y Ncleos (poesa, 2000). Vive exiliado en Miami.

Samuel Beckett (1906-1989). Escritor, dramaturgo y poeta irlands. En 1940 se uni


a la Resistencia Francesa y en 1942 huye a la Francia Libre perseguido por la Gestapo.
Obtuvo el Premio Nbel de literatura en 1969.

Ernesto Santana. Las Tunas, 1958. Escritor. Public Nudos en el pauelo (1993),
Bestiario Pnico (1995), Mariposas nocturnas (2000). Su novela Ave y Nada (Letras
Cubanas, 2002) obtuvo el Premio Alejo Carpentier 2001. Reside en La Habana.

Carlos Alberto Aguilera. La Habana, 1970. Poeta, escritor y ensayista. Miembro del
Proyecto de Escritura Alternativa Dispora(s), y co-director de la revista de igual
nombre. Ha publicado Retrato de A. Hooper y su esposa (1996), Das Kapital (1997) y
Portrait de A. Hooper et son pouse suivi de Mao (2001). Reside en Alemania.

Gao Er Tai. Goachun, 1935. Escritor, pintor y crtico de arte. Detenido en varias
ocasiones. En 1957 se le conden a trabajos forzados por "desviacionismo de
derechas", y otro tanto en 1966, tras el comienzo de la Revolucin Cultural. En 1983,
durante el "Movimiento de erradicacin de la contaminacin espiritual", se le prohibi
ensear y publicar. Detenido de nuevo en 1989, logra abandonar el pas en 1992 y se
instala en Estados Unidos. Desde 1995 se ocupa en escribir sus memorias, To seek my
homeland ("En busca de mi pas de origen").

Pia McHabana. La Habana, 1959. Cronista crnica. Resiste en La Habana.

Seudnimo de autor espaol desconocido.

.
Jacobo Machover La Habana, 1954. Escritor, periodista, y catedrtico de la
Universidad de Pars. Autor de los libros El prximo ao...en La Habana (relatos), y La
memoria frente al poder: escritores cubanos en el exilio: Guillermo Cabrera Infante,
Severo Sarduy, y Reinaldo Arenas (ensayo) Vive exiliado en Pars desde 1963.

Francisco Morn Lull. La Habana, 1952. Poeta, crtico e investigador literario. Ha


publicado en ensayo Casal Rebours, en poesa Ecce Homo. Fundador y director de la
revista electrnica La Habana Elegante. Reside en EE.UU.

Luis Marimn (1951-1995). Poeta. En Cuba public El bibliotecario de infierno y La


decisin de Ulises. El resto de su obra permanece indita. Muri exiliado en Estados
Unidos.

Rolando Snchez Mejas (Holgun, 1959). Escritor y poeta. Obra de ficcin: Cinco
piezas narrativas (Extramuros, Cuba, 1993), Escrituras (Letras Cubanas, Cuba, 1994),
Historias de Olmos (Siruela, Espaa, 2001). Obra potica: Derivas I (Letras Cubanas,
Cuba, 1994), Clculo de lindes (Aldus, Mxico, 2000). Co-director de la revista
Dispora(s). Vive exiliado en Barcelona.

109

Ricardo Palma (1833-1919). Poeta, crtico y escritor peruano.

Isaiah Berlin. Pensador liberal ruso. Autor de Libertad y necesidad en la Historia;


Inevitabilidad histrica; Rusia en 1848; y Tolstoi y la ilustracin.

Edwin Reyes Zamora. La Habana, 1971. Poeta y escritor.Miembro del Proyecto


Cacharro(s). Reside en La Habana.

Peter Sloterdijk. Filsofo alemn, nacido en 1947. Autor de Crtica de la razn cnica
(1983), rbol Mgico: el nacimiento del sicoanlisis en 1875 (1986) y En el mismo
barco: ensayos sobre hiperpoltica (1994).

Fernando Savater. Guipzcoa, 1947. Filsofo. Autor entre otros ttulos de La Tarea
del hroe, tica para Amador, y Poltica para Amador. Amenazado de muerte en varias
ocasiones por la ETA.

Duanel Daz. Holgun, 1975. Ensayista y traductor. Su libro Maach o la Repblica


obtuvo el Premio Alejo Carpentier en 2002. Reside en La Habana.

Adriana Normand. Berln, 1976. Narradora. Obtuvo la Beca de Creacin Dador 2003
por su libro de relatos Photomatum. Reside en La Habana.

110

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