Revista Cacharro(s) 2 La Habana, Cuba.
Revista Cacharro(s) 2 La Habana, Cuba.
Revista Cacharro(s) 2 La Habana, Cuba.
Mi Patria es la irrealidad.
1
Cacharro(s), expediente 2, septiembre-octubre 2003
La Habana.
A la memoria del poeta Luis Marimn y del cineasta Nicols Guilln Landrin.
A todos los escritores y artistas que por expresar sus ideas han sufrido
persecusin o prisin en cualquier parte del mundo.
Agradecimientos:
Anita Jimnez, Carlos Alberto Aguilera, Rogelio Saunders, Carlos M.
Luis, Yanira Marimn, Francisco Morn, Fernando Savater, lvaro
Modigliani, Jacobo Machover, Revista Autodaf, y a los amigos que nos
ayudan desde el anonimato.
[email protected]
[email protected]
originalmente fue este nuestro correo. Sentimos haber perdido esa
cuenta. Pueden escribirnos ahora a [email protected]
Los textos que aparecen en esta revista son propiedad exclusiva de sus autores o de
las fuentes citadas (obras protegidas por la ley de derecho de autor de cada pas).
2
Prohibido cualquier tipo de reproduccin (excepto la privada a travs del correo
electrnico) con fines comerciales o no, sin previo contacto con nosotros. Cacharro(s)
es una revista sin fines de lucro. Sus autores no la consideran una publicacin.
3
SUMARIO
De los autores
Bullet-in
NUEVO!
4
SUMARIO
Ncleos II
Carlos M. Luis
-1-
Mscaras enfrentan hombre invisible.
Voz:
-2-
Acto Primero:
Acto Segundo:
Acto Tercero:
Acto Cuarto:
Teln.
-3-
Es de sobra conocido que durante los sueos perdemos nuestro sentido
de direccin.
Conclusin:
5
O sea, que una parte de nuestro cuerpo se confunde con la otra parte de
nuestros sueos y que ambas partes, separadas, se buscan por toda la
eternidad.
-4-
Circo donde todos llevamos sombreros.
Me recuerda sueo:
-5-
Mi dios excrementa otros dioses
A quin escoger?
-6-
Cmo nos escapamos?
-7-
Insectos cuando pasan dibujan mi rostro.
Lluvia lo borra.
-8-
Detrs de cortinaje: mueco hace guios.
Corremos y soamos.
6
-9-
Un hueco.
Otro.
A lo lejos: serpiente.
Exclamacin:
-10-
Blanco sobre blanco.
-11-
Personaje con cajitas.
La realidad se repite.
-12-
Dentro de cada espejo las miradas no saben hacia dnde ir.
-13-
Las manos.
Los espacios.
En el espacio de la mano
-14-
Residuos de lo que somos o no somos.
Dice:
7
Otro personaje surge
Dice:
Autor:
-15-
Al fin hemos llegado
A la cada en.
-16-
Vaya qu laberinto!
Encuentro:
Ahora comprendo:
-17-
Salieron o entraron? Nadie se puso de acuerdo sobre este hecho.
Otro escenario:
8
Portavoz 1.- La situacin contina siendo la misma.
Explosin.
Huda.
Aparicin.
Ruidos.
TODO EST HECHO/ALGO EST POR HACER/NO HAY NADA QUE HACER!
-18-
Obra puede tener las siguientes variantes:
Tercera conversacin posible (en alta voz): Quien de los dos puede
aguantar la eyaculacin durante ms tiempo.
Aqu podra concluir la obra. Sin embargo, tanto el autor como el lector
tienen la opcin de continuarla en cualquier forma que estime conveniente.
9
-19-
sssssssssssssilencio!
cmo entr?
Quin?
El Pierrot Lunar.
-20-
Latidos de lo oscuro
Te encontr! Te encontr!
Dnde?
En la Capilla de Rotchko.
-21-
John Cage
Juan Enjaulado
En la otra parte
Silencio?
No: su msica.
-22-
Ir
Detrs
-23-
De qu
Y por qu
Pues ahora
Un traspis
Digo:
10
Beckett!!!! No somos nada!
-24-
Paisaje. Rastros de cosas.
Individuo 1.- (rascndose todo el cuerpo): A la una, a las dos y a las tres
Ncleos II
Carlos M. Luis
SUMARIO
11
SUMARIO
Inmovimiento
Samuel Beckett
Versin indita del poeta, escritor y ensayista Rogelio Saunders, cedida a Cacharro(s)
1
Una noche sentado a la mesa la cabeza entre las manos vio cmo se
levantaba y se iba. Una noche o un da. Porque cuando su luz se extingui no
se qued en la oscuridad. Cierta luz advino desde la alta nica ventana. Bajo
ella an el taburete donde hasta que quiso o pudo se subi para mirar el cielo.
Que no se estirara para mirar lo que haba debajo se deba tal vez a que la
ventana no estaba hecha para abrir o porque no poda o no quera abrirla. Tal
vez saba demasiado bien lo que haba debajo y no quera volver a verlo. As
que estara simplemente all sobre la tierra y mirara a travs del panel
nublado el cielo sin nubes. Su tenue luz inmutable como ninguna que pudiera
recordar de los das y noches en que el da segua sin pausa a la noche y la
noche al da. Esa luz exterior entonces cuando la suya se extingui se convirti
en la nica hasta que a su vez se extingui y lo dej en la oscuridad. Hasta que
se extingui.
Una noche o un da entonces sentado a la mesa la cabeza entre las
manos vio cmo se levantaba y se iba. Primero se levantaba y se aferraba a la
mesa. Luego se sentaba otra vez. Luego se levantaba y se aferraba otra vez a
la mesa. Entonces se iba. Comenzaba a irse. Con inadvertidos pies comenzaba
a irse. Tan lentamente que slo el cambio de lugar para denotar que se iba.
Como cuando desapareca slo para reaparecer en otro lugar ms tarde.
Entonces desapareca slo para reaparecer otra vez ms tarde en otro lugar de
nuevo. As una y otra vez desapareca otra vez slo para reaparecer de nuevo
en otro lugar de nuevo. Otro lugar en lugar del sitio donde se sentaba a la
mesa la cabeza entre las manos. El mismo lugar y la misma mesa en que por
ejemplo muri y lo abandon Darly. En que otros tambin a su vez desde
entonces y antes. En que otros lo haran tambin a su vez y lo abandonaran
hasta que l a su vez. La cabeza entre las manos a medias esperando que
cuando desapareciera de nuevo no reapareciera otra vez y a medias temiendo
que no lo hara. O simplemente preguntndose. O simplemente esperando.
Esperando para ver si lo hara o no. Si lo dejara o no solo de nuevo esperando
por siempre de espaldas a dondequiera que fue. El mismo sombrero y abrigo
nada de nuevo.
Visto de antao cuando recorra los caminos. Los caminos del campo.
Ahora como alguien en un lugar extrao buscando la salida. En la oscuridad.
En un lugar extrao buscando a ciegas la salida en la oscuridad del da o de la
noche. Una salida. Hacia los caminos. Los caminos del campo.
Un reloj a lo lejos daba las horas y las medias. El mismo que cuando
Darly entre otros muri y lo abandon. Las campanadas ahora claras como si
se las llevara el viento ahora tenues en el aire inmvil. Gritos a los lejos ahora
tenues ahora claros. La cabeza entre las manos a medias esperando que
cuando diera la hora no diera la media y a medias temiendo que no lo hara.
Igualmente cuando daba la media. Igualmente cuando los gritos cesaban un
12
momento. O simplemente preguntndose. O simplemente esperando.
Esperando para or.
Hubo una poca en que levantaba a veces la cabeza lo suficiente para
verse las manos. Lo que poda de verse de ellas. Una yaca en la mesa y sobre
ella la otra. Inmviles despus de todo lo que hicieron. Levantar su pretrita
cabeza para mirar sus manos pretritas. Luego volver a apoyarla en ellas para
que tambin descansara. Despus de todo lo que hizo.
El mismo lugar que cuando se iba da tras da por los caminos. Los
caminos del campo. Al que volva noche tras noche. Paseado de pared a pared
en lo oscuro. En la entonces fugaz oscuridad de la noche. Ahora como un
extrao al que se vea levantarse e irse. Desaparecer y reaparecer en otro
lugar de nuevo. O en el mismo. Nada que demostrase que no era el mismo.
Ninguna pared desde la cual o hacia. Ninguna mesa a la que regresar o desde
la que partir. En el mismo lugar paseado de pared a pared como si todos los
lugares fueran el mismo. O en otro. Nada que demostrase que no era otro.
Donde nunca. Levantarse e irse en el mismo lugar como siempre. Desaparecer
y reaparecer en otro donde nunca. Nada sino las campanadas. Los gritos. Los
mismos de siempre.
Hasta que tantas campanadas y gritos desde que lo vieron la ltima vez
que tal vez no volvera a ser visto. Y luego tantos gritos desde que las
campanadas se oyeron por ltima vez que tal vez no volveran a ser odas. Y
luego tal silencio desde que se oyeron los gritos por ltima vez que tal vez no
volveran a ser odos. Quiz de este modo el fin. A menos que no fuera un
simple hiato. Entonces todo como antes. Las campanadas y los gritos como
antes y l como antes ahora all ahora ido ahora all de nuevo ahora de nuevo
ido. Luego otra vez el hiato. Luego todo como antes de nuevo. Y as una y otra
vez. Y la paciencia hasta el nico verdadero final del tiempo y el dolor y el ser
y el segundo ser l mismo.
13
su desconcierto. Porque no poda recordar ningn campo de hierba desde cuyo
centro mismo no pudiera descubrirse un lmite de alguna clase sino siempre en
un sector u otro algn trmino a la vista como una valla u otra forma de linde
desde el que regresar. Ni al mirar ms de cerca para empeorar las cosas se
trataba de la corta hierba verde que pareca recordar comida por rebaos y
manadas sino que era larga y de un color gris claro que tenda aqu y all al
blanco. Entonces busc ayuda en la idea de que su memoria del exterior tal
vez fallaba pero no la encontr. As que todo ojos de mal en peor hasta que al
fin ces si no de ver s de mirar (a su alrededor o ms cerca) y se puso a
pensar. Con tal fin a falta de una piedra donde sentarse como Walther y cruzar
las piernas lo mejor que poda hacer era pararse en seco y quedarse inmvil lo
que luego de un instante de vacilacin hizo y por supuesto hundir la cabeza
como alguien en meditacin profunda lo que luego de otro instante de
vacilacin tambin hizo. Pero cansado pronto de hurgar en vano en esos restos
camin a travs de la alta hierba griscea resignado a no saber dnde estaba
ni cmo haba llegado all ni a dnde iba ni cmo regresar al lugar de dnde no
saba cmo haba venido. As en marcha sin saber y sin final a la vista. Sin
saber y lo que es ms sin querer saber ni sin duda alguna ningn deseo de
ninguna clase ni por tanto ningn dolor salvo que hubiera querido que cesaran
para bien las campanadas y los gritos y lamentaba que no lo hicieran. Las
campanadas ahora tenues ahora claras como si se las llevara el viento pero
ningn soplo y los gritos ahora tenues ahora claros.
Inmovimiento
Samuel Beckett
SUMARIO
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SUMARIO
ALARMA AREA
THUGHS
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Onrica de Onn me grit Oliverio abrindose sitio entre Cecilia y yo
y poniendo una de sus zarpas peludas en mi hombro. No entend qu quera
decir con aquellas palabras y, adems, como siempre, ola mal.
Esa misma noche, Otto, que tambin era el guitarra lder, sali a
caminar con su novia por el malecn. Un pescador hizo girar el anzuelo en lo
alto y lo lanz hacia el mar, pero era inexperto y se lo clav en un ojo al
desafortunado msico.
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Y por lo visto tienes muy pocas ganas de cantar se quej el otro,
inquieto, porque era quien organizaba aquel renombrado concierto.
Es posible, pero ya s lo que voy a hacer.
Y aquella noche actu y la multitud aplaudi complacida, igual que
siempre.
Muy bien, excelente asinti el hombre parado a su lado, sin ninguna
inquietud ya.
Realmente todas fueron canciones nuevas, pero se parecan a las otras
dijo el trovador, doblado sobre una rodilla, mientras se calzaba el otro
zapato.
EL PEZ TATUADOR
SUMARIO
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SUMARIO
Matadero
Carlos A. Aguilera
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l, solt la Pekinesa, lo sacaron del mundo y para colmo lo pusieron a vivir en
este lugar, para que se acuerde que con ellos no se juega.
Al principio el escritor pas de hospital en hospital y despus fue enviado
hacia una clnica de rehabilitamiento por dos aos en Zhinku; ah fue cuando
aparec yo tocndose las manos, nos mudaron a este edificio y advirtieron
que esto era hasta que ellos quisieran, que siempre recordramos la palabra
bondad.
Sin dudas, sta era una de las palabras ms utilizadas por la retrica oficial Naformtovno: panltina
de LaNuevaChina. Slo en la versin en ingls del Aurora del futuro la (panlsko, mezinrodn azen)
contamos cuatrocientosetentaysiete veces.
La Pekinesa nos mostr cmo desde all: la sala y el cuarto del escritor, se Naformtovno: panltina
vean diferentes zonas del matadero, y cmo el olor a sangre a veces era tan (panlsko, mezinrodn azen)
fuerte que ella tena que colocarse un trapo en la cara para no contaminarse.
Yo estoy segura, que a veces matan animales slo para que el olor a sangre
penetre en la casa y veamos lo que pueden hacer con cualquiera, cmo
pueden destrozarlo hasta que pudra.
Hay vacas que han dejado ms de veinte das en medio de ese patio, y toc Naformtovno: panltina
con el brazo derecho una de las ventanas, mientras las moscas y los gusanos (panlsko, mezinrodn azen)
hacen lo suyo. Eso no les parece una advertencia?
Dijimos que no sabamos exactamente pero que haba varias maneras de Naformtovno: panltina
deshacerse de animales enfermos: quemndolos al aire libre mientras alguien (panlsko, mezinrodn azen)
echa petrleo o dejndolos semimuertos hasta que hinchan y pudren. Segn
Granet, ste era el mtodo preferido de los seores feudales: una larga
pestificacin hasta que el fluir del animal se acopla a la naturaleza.
La Pekinesa hizo un mohn con la cabeza y nos condujo de inmediato hasta
la puerta: Me parece que ustedes an no han visto la manera en que cierra la
boca un tigre... (plump)
Resulta innecesario subrayar que a partir de aqu nuestra investigacin Naformtovno: panltina
sobre el escritor se hizo sumamente difcil, ya que la Pekinesa nos reciba (panlsko, mezinrodn azen)
cuando quera o nos ahuyentaba argumentando fuertes dolorcitos de cabeza.
Cuando le pedimos revisar los inditos del escritor dijo: para eso tienen que
traer permiso oficial.
Sus historias se hicieron cada vez ms extraas y slo giraban alrededor Naformtovno: panltina
de micrfonos, grabaciones detrs de las paredes y de cmo la Bolsa (panlsko, mezinrodn azen)
inyectaba sustancias en el pollo que le daban cada seis meses para
adormecerla. Ms de una vez articul: He encontrado la caja de fsforos fuera
de lugar.
En uno de sus arranques verbales supimos que ella estaba emparentada
con el escritor por parte de madre (haba sido la esposa del to de), y que el
escritor durante mucho tiempo la haba llamado mi ta perifrica; que en
Beijing slo quedaban ellos dos; y que por atenderlo haba enterrado su vida y
ahora era un vegetal junto a l...
Habl de cmo su angustia se deba a la fama cada vez ms idiota del
escritor y cmo en la misma medida que esa famita haba crecido ella senta
tambin que por tener que dar entrevistas que no quiero dar y salir en fotos
donde no quiero salir su odio creca junto a ella.
Nosotros charlamos de nuestra universidad y de cmo algunos
departamentos estaban intentando crear un fondo para ayudar al escritor:
eso tambin va a ser para usted..., no se preocupe..., con nuestra
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investigacin vamos a demostrar que el escritor puede ser considerado la
resistencia ms prestigiosa a China en los ltimos cincuenta aos.
Ella qued durante un tiempo en silencio y despus escudri bizcamente
nuestros maletines en el suelo. Dijo: est bien, pero hoy no, otro da...; y abri
la ventana para ver como empujaban a una vaca y la colgaban viva en uno de
los ganchos del matadero.
El da menos pensado le voy a dar un tiro en la cabeza...
Por lo que preguntamos, el accidente del escritor no estaba tan claro como
la Pekinesa haba sugerido. Varios escritores cuyo anonimato es mejor no
develar dijeron estar seguros de que no haba existido tal accidente, y de que
si haba cado era porque seguramente lo haban empujado. Uno jur haber
visto una sombra correr en direccin a las oficinas.
Cuando registramos las actas del momento: tuvimos que esperar cerca de
una semana para que nos dejaran observarlas, ya que un jefe superior deba
siempre darle permiso a otro jefe superior hasta que acordaron que las
revisramos con unos de los poetas vicepresidentes, un batracio de ojos
amarillos que nos interrumpa constantemente, vimos que de veinteysiete
personas quedaron en el local a las 6 y 45 slo tres contando al escritor y a la
secretaria que levant acta.
Esto en principio nos dio mucha alegra. Aparte del escritor slo dos
personas haban quedado junto a l, nos decamos, as que por algn lado
tendr que salir la verdad. Cosa que hizo que recesramos ese fin de semana y
furamos a comer pato cantons a un restaurante que hay en las afueras de la
ciudad. Un pato extraordinario, sin dudas, el mejor que hemos comido en
aos.
20
(Animales en movimiento). Tambin, diferentes libretas que al principio no
comprendimos1 y ensayos sueltos.
Otras cajas slo eran de cartas.
Cuando al vuelo revisamos algunas de stas, la mayora escritas en ingls,
vimos que un gran volumen estaban dirigidas a diferentes escritores de
occidente2, y otras, aparentemente las ltimas, a una tal Dear S.
El escritor haba viajado a Pars unos aos antes presidiendo una
delegacin oficial y sin querer, comenta en una carta, la haba conocido. Por lo
que escribe fue muy importante recorrer con ella el antiguo Museo de
Antropologa y los Champs Elyses...
Le comenta sobre un supuesto relato que slo t puedes escribir, con todas
estas frases sobre China que yo te ir dictando... y advierte de cmo le
gustara que esa nouvelle se llamase: Apuntes para un viaje a China, as de
sencillo...
La Pekinesa dijo no saber nada de esta relacin: No s nada de americanas
dijo, y cuchiche que no debamos hacer ningn comentario sobre el asunto,
si no los perros de la Bolsa vendran y se llevaran las cajas. En la nueva
repblica estn prohibidos los vnculos amorosos entre personas de ideologas
contrarias.
Nos remos de lo que nos pareci otra locura de la Pekinesa y prometimos
silencio total. Como ustedes saben, una chinita desconfiada puede convertirse
en algo muy serio.
1
Ver el Informe que se reproduce al final de este relato. Por el permiso de reproduccin
agradecemos a la Universidad de Princeton, USA.
2
Entre las cartas dirigidas a otros escritores, todas apiladas en dos cajas color verde,
encontramos 24 a Heinrich Bll, 7 a Primo Levi, 12 a John Updike, 18 a Ricardo Renzi, 5 a
Somma Morgensten; a este ltimo pidindole datos sobre la vida de Joseph Roth. Todas
comienzan invariablemente con la palabra Querido... o Estimado.... La correspondencia
sostenida con Levi contiene un debate muy interesante sobre el substrato no histrico de la
palabra Lager.
21
Lo ms absurdo siempre era el comunicado. Era ledo sin exclusin a cada
vaca lista y repetido innumerables ocasiones en tonos diferentes de voz,
como si varias personas se relevaran una detrs de otra para condenar entre
gritos y gritos a las vacas indefensas. Una vez finalizado este simulacro
comenzaba la ejecucin.
Cuando le preguntamos a la Pekinesa si esto era costumbre en China, Naformtovno: panltina
asegur no saber nada de mataderos pero que hasta ahora nunca haba visto (panlsko, mezinrodn azen)
esta manera de cortarle-la-cabeza-a-las-vacas. Es un ritual nuevo, apunt.
Simulacro que nos molest muchsimo por la cantidad de ruido y golpeteo
que incorporaba, pero que terminamos por introducir en nuestro campus de
trabajo.
Otra de las cosas extraas fueron los hombrecitos de cartn. Aparecieron Naformtovno: panltina
un da en el techo del matadero, hacia la casa del escritor, y se corran solos (panlsko, mezinrodn azen)
de lugar formando varios diseos. A veces una cruz, a veces una espiral, a
veces una fila horizontal.
Estaban pintados como los sheriff de las pelculas del oeste, con
pistola/chaleco, y en vez de ojos tenan huecos, dos huecos por donde
suponamos alguien iba a mirar.
Lo cierto es que nunca vimos a ninguna persona vigilantemente detrs de Naformtovno: panltina
ellos, y siempre estaban ah, como perritos de guardia. (panlsko, mezinrodn azen)
El presidente era gordo, zambo, de uas largas, con una sonrisita perenne Naformtovno: panltina
y gestos afeminados. Ladraba tan enredadamente que muchas veces se perda (panlsko, mezinrodn azen)
y al final ya nadie saba qu estbamos hablando. Cuando miraba daba una
extraa impresin de peep-show.
Hizo muchos cuentos de su poca y sermone largamente sobre el alma Naformtovno: panltina
china. Cmo haba escritores que haban traicionado la ontologa estrada (panlsko, mezinrodn azen)
del alma china: fuan yei xo guahn, y por esa razn no situaban su locus en el
mismo lugar de la nacin. Esos son los renegados, dijo, a los que hay que
cortarle los brazos para que aprendan a nadar a favor de la corriente.
Narr cmo en su tiempo l agarraba a ese tipo de escritores falsos y Naformtovno: panltina
desagradecidos y los amonestaba severamente por haber incumplido con el (panlsko, mezinrodn azen)
Cdigo Areo del Soldado de las Letras. Record el famoso caso de un
periodista que haba burlado la censura que nuestra proteccin impone a
ciertos temas, y cmo l en persona lo haba arrastrado hasta el manicomio y
pateado all. Un hombre, observ con los ojitos semicerrados, que se atreva de
esa manera slo puede estar fuera de su centro.
22
A las preguntas sobre el escritor se mostr evasivo y apenas dio datos que
ayudaran a decidir si haba sido accidente u otra cosa. Slo dijo: yo se lo
advert muchas veces, con el inxj3 no se juega.
Sobre la secretaria que haba levantado acta aquella noche no pareci
recordar mucho y cuando hablaba de ella pareca disear a dos o tres
personas a la vez: alta, delgada, deforme, bajita..., que a l le pareca que
estaba emparentada con l [el escritor], y que era una de esas mujercitas a
las que no hay que tomar muy en cuenta. Por mucho que nos hayamos
esforzado, picote, ellas no han podido superar el terrenito medio de la
inteligencia, ji ji ji ji...
Acto seguido pas a describir los logros literarios de los escritores bajo su Naformtovno: panltina
mandato: 17 aos siendo la cabeza-gua, y cmo l junto a dos o tres ms (panlsko, mezinrodn azen)
haba empujado el movimiento realistanacional hacia la cumbre que se
ilumina con el primer rayo de sol en la maana. Descripciones duras, grit,
no esos novelones sobre la existencia que nadie entiende.
Habl de cmo en la repblica se haba puesto todo en funcin de ese Naformtovno: panltina
movimiento: a pesar de las limitaciones que tiene nuestro pas, y de la (panlsko, mezinrodn azen)
manera en que la alta dirigencia encarril a la verdadera literatura. Eso nos
hizo grandes, volvi a ladrar, aunque hayamos sido al final muy criticados.
Cuando nos levantamos para recoger nuestros bolsos dijo esprense y Naformtovno: panltina
apareci por la puerta con un librito de tapas negras que segn l era el mejor (panlsko, mezinrodn azen)
testimonio que se haba escrito sobre aquella poca. Acabo de publicarlo, se
llama El alma proftica de un soldado.
Como ustedes imaginarn, mucho antes de llegar a nuestra casa, lo
botamos.
Lo ms curioso de todas las opiniones que habamos recogido era que Naformtovno: panltina
varias coincidan en que la secretaria de aquella reunin estaba emparentada (panlsko, mezinrodn azen)
con el escritor e incluso, las ms arriesgadas, especularon que la sombra que
se haba visto en la escalera antes de la cada era una sombra femenina. Un
poeta, que no neg sus diferencias estticas con el escritor, asegur que
existan rumores de que la secretaria era la ta de ste o algo as.
Sera posible que la Pekinesa fuera la secretaria que durante los dos
ltimos meses buscbamos? La mano que redact el informe? La sombra Naformtovno: panltina
que atraves de lado a lado la oficina? Y si lo era, por qu hasta ahora lo (panlsko, mezinrodn azen)
haba negado? Por qu nunca haba hecho mencin de eso?
Cierto que nunca le habamos hecho la pregunta directamente. Perdidos en Naformtovno: panltina
nuestra propia pesquisa, y por lo desptico que sera que la ta del escritor (panlsko, mezinrodn azen)
su propia ta!! haya participado en un juicio contra ste, no habamos
concebido que ella pudiera estar de manera frontal detrs de todo.
Y si todo lo que haba sucedido: los vigilantes en el matadero, el Naformtovno: panltina
fusilamiento de las vacas, las palabras del Presidente de la Bolsa..., no era (panlsko, mezinrodn azen)
ms que un plan puesto a funcionar por ella misma? Un plan de constantes
descentramientos y ocultamientos de la verdad? Un plan nefasto concebido
por una chinita nefasta?
(Hmmmmmm...)
3 Trmino coloquial muy usado en la repblica para designar algo mayor e inalcanzable que debe
ser tratado con obediencia y respeto, por ejemplo: la alta dirigencia poltica y el estado. Fuan Zhan
Yu. Dictionary of Political Terms. Beijing: Ministry of Culture, English Languaje Publications, 1967.
23
Y si la que lo haba empujado por la escalera era ella y ahora como castigo
o recompensa, que todo est muy raro y no se sabe, tena que cuidarlo hasta
que finalmente muriera? Vigilarlo?
(Hmmmmmm...)
La visita a casa del Presidente nos dej con muchsimas dudas y nos meti Naformtovno: panltina
en un mundito lleno de atajos/paranoias. Slo una cosa era segura: nada de lo (panlsko, mezinrodn azen)
que sabamos era definitivo, haba que desconfiar de todo y todos. Como ha
escrito Confucio: Un verdadero Prncipe es aquel que duerme con los ojos muy
abiertos.
Nota:
Pas por aqu. No estaban. Al escritor le han dado convulsiones
y est en el hospital. Nos hacen falta medicinas.
Los espero.
La grafa de la Pekinesa no era ya un indicio de sospecha? Esa manera de Naformtovno: panltina
hacer la a, con una bolita demasiado contrada abajo y slo un palito arriba, (panlsko, mezinrodn azen)
de construir oraciones cortas, de obligarnos a ir al hospital sin obligarnos, no
era todo fruto de un calculado y puntual entrenamiento? No haba en la
autoridad que desprenda esta nota clavada en la puerta de nuestra habitacin
toda una vida en funcin de recibir y dar rdenes? No se encontraba ya en
esa tachuela de cabeza roja utilizada para martillar la nota algo
ntimamente relacionado con el movimiento de sus manos cuando hablaba,
as, como si tasajeara dos vacas en el aire? Incluso no era ya todo evidente
en las venas que le bajaban por el brazo hasta las manos y se ramificaban en
cada uno de sus dedos?
Innegablemente, una de las cosas que ms nos llam la atencin de la Naformtovno: panltina
Pekinesa fueron sus venas: anchas, multiformes, verdes... No porque hayan (panlsko, mezinrodn azen)
sido sensacionales en s mismas, habra que ver que significa ste vocablo
aplicado al mundo de las venas, sino por el simple hecho de que se tornaban
visibles y se poda estar frente a ellas con relativa comodidad. Por mucho que
una persona no entendiese, son por decirlo de alguna manera carreteras
listas para el viaje.
Aunque parezca curioso, en la repblica a las mujeres nunca se les Naformtovno: panltina
observan las venas. Suelen echarse polvo de arroz para tapar la ms mnima (panlsko, mezinrodn azen)
variacin en sus cuerpos y usan vestidos largos con estampas oscuras o
flores. De hecho, para aficionados a la angiologa como nosotros se hizo
sumamente difcil y slo en la Pekinesa o en nias que no pasaban de diez
aos pudimos recrearnos, ya que en la repblica consideran de mal gusto este
arte e incluso incomprensible. Dicen: occidentales como siempre: aberrados...
Ahora el propio hecho de que en la repblica se empolven con talco de
arroz y la Pekinesa no, de que las chinitas disimulen esa vena que pasa cerca
del ojo4 y la ta del escritor no slo no la escondiera sino la mostrara
constantemente, no es esto en verdad y sin exageracin sospechoso?
No es sntoma de un carcter autoritario, de una voluntad al servicio del
mal, de un desafo?
4
Lo que ms sufrimos fue sin dudas la ausencia de venita ocular. Se la tapan
obsesivamente con una resina amarilla que a su vez va a ser borrada con polvo de arroz, y ni
siquiera dejan que otras personas se acerquen a sus rostros. Piensan que la localizacin de esa
vena hace a los descendientes del antiguo imperio vulnerables y pueden ser reconocidas
enfermedades biolgicas o genticas por esa va. Algunos creen que a partir de esa vena slo
es posible la circulacin de qi en el cuerpo.
24
Alguien con ese tipo de venas, la del ojo la de las manos la de los pies, no
puede irte estrangulando da a da y observar con total calma como pataleas
hasta que mueres?
Agarrarte el cuello y sencillamente trackk...?
S, ya no tenamos dudas. La Pekinesa era ese bicho que desde el principio
tuvimos contra nosotros. A partir de este momento slo haba que investigar y
mantenernos alertas. Si haba arrojado por la escalera al sobrino, a nosotros
era capaz de amarrarnos y sacarnos los ojos con una cuchara.
Informe.
Este informe no ha sido hecho para ser publicado. Debe ser ledo en
silencio; tomando apuntes. Es fruto de nuestro error, de la mala informacin
que constantemente tiene occidente de lo que ve-siente el Otro. Tambin, de
nuestra ingenuidad. Es el resumen de las notas que poco a poco fuimos
25
tomando ese da, el da de nuestro arresto, en el lugar de los hechos.
Quisiramos consignar que nos han tratado respetuosamente y nadie nos ha
obligado a mostrar este diario. Lo hemos entregado slo para que nuestra
conciencia quede tranquila y facilitar en parte el proceso. Estamos seguros
que la benevolencia de la ley ser la nica que caer sobre nosotros.
1. Todo en la casa ha cambiado. El orden aparentemente contina: las
tazas de t, los cuadritos sobre las paredes, la mesa en medio de la sala...
pero a la vez todo posee un orden falso, como si hubiera sido trazado para
despistar, coger en falta...
2. Una foto del escritor ha sido colgada detrs de la puerta. Una foto muy
pequea, como las que se colocan en carnets o planillas, dentro de un marco
muy grande. El marco ocupa ms o menos la mitad de la puerta mientras la
foto, ridculamente, est empotrada en medio. La imagen del escritor en la
foto mueve los ojos hacia todas partes desenfrenadamente mientras nosotros
recorremos la casa; a veces, salta.
3. Han desaparecidos 11 cajas de textos. En las siete restantes slo hay
papeles sueltos y anotaciones sin demasiada importancia. En una de ellas,
junto a un reloj antiguo de bolsillo, hay un gorrin disecado.
4. El gorrin tiene una expresin muy rara en el rostro. Sus ojos y cierta
apertura en el pico, como si quisiera decir algo, recuerdan los ojos y la boca
de la Pekinesa. Es como si el artesano que lo momific se hubiera basado en
una foto de sta. Quiz, en una foto de la Pekinesa joven. Por momentos, no
sabemos cmo ni por qu, el gorrin mueve una pata.
5. Del bao ha sido arrancada la tina de porcelana, an se ven los huecos
de los tornillos en el piso, y la ducha. En sustitucin slo hay dos cubos vacos.
Uno de los cubos tiene un hilo amarrado que llega hasta la foto dentro del
gran marco tras la puerta. El hilo es blanco.
6. En el bao hay otra foto del escritor. En sta se ve desnudo, acostado
sobre una camilla en un lugar que parece la sala de operaciones de un
hospital. En el fondo hay una mujer con guantes blancos y una cuchilla en la
mano izquierda. La mujer, quiz la Pekinesa, no parece estar mirando hacia el
fotgrafo sino hacia una puerta que no se ve en la foto.
7. En uno de los rincones de la sala hay un aparato. Es metlico, con varios
bombillitos rojos y una bocina en forma de cono; por uno de sus extremos
bota papeles.
8. En las siete cajas de inditos que permanecen hay un diario. Mejor, un
fragmento de diario, ya que slo sobreviven algunas pginas de uno mayor5
que antes no habamos visto. En este diario encontramos el siguiente apunte:
Estn vigilando. Aparecen y desaparecen de mi casa y me obligan a pasar
muchas horas inutilizado en un silln de ruedas... Los occidentales hablan
mucho. Calma, porque si no la situacin se puede volver insoportable.
9. Analizamos las hojas que suelta el aparato. Hay fotos de nosotros
abriendocerrando las cajas y en otras posiciones: hablando con la Pekinesa,
de pie junto a la puerta, mirando por las ventanas, echando azucar en el t,
etc. En algunas aparece el escritor babendose. Su boca, en esta foto,
recuerda tambin a la de la Pekinesa joven. Quiz cierta deformacin hasta
ahora imperceptible en la comisura de los labios.
5
Una de las pginas dice: En realidad los matarifes desollan muy rpido a los toros, como si con
esa rapidez quisieran economizar su dolor. Con las vacas se demoran ms. Les cortan primero las
ubres y despus el rabo en tres pedazos. Posteriormente con un cuchillo las van apualeando
hasta que la vaca se desangra. Otra: A los toros los matan con electricidad. Dos o tres cablecitos
alrededor del cuerpo y una descarga. Lo ms curioso es que siempre caen con los ojos cerrados,
como si no quisieran culpar a nadie. Las vacas no. Las vacas caen con los ojos abiertos o
pestaeando. Ms de una vez he visto como los matarifes les echan chorros de agua en los ojos
para ver si los cierran. Otra: Por la manera en que mueren los toros y las vacas sabemos que son
animales en diferencia.
26
10. El aparato est registrando lo que ahora mismo hacemos. Reproduce
imgenes detalladas de nuestros movimientos por la casa y va describiendo a
pie de foto nuestras acciones. Por ejemplo: Si nos sentamos a leer el diario del
escritor dice: Occidentales sentados leyendo diario. 19.07 gtm.
11. Por lo que est escrito en el diario, el escritor tiene que obligar
constantemente a la Pekinesa e incluso a veces convocar reuniones urgentes
con los kamaradas de la Bolsa para que sta cumpla eficazmente su papel.
En un esbozo de carta que aparece pegada sobre otra hoja en el mismo, dice:
...no estoy seguro que este teatro del accidente sea lo indicado. Tal parece
que muchos piensan que no hubo tal accidente y que en realidad me
empujaron. Para nuestra tranquilidad debemos intentar desmentir esta
versin. Charlar con F.
12. Bajo el sof descubrimos otras cajas con fotos: con la misma calidad de
impresin del aparato. En algunas aparece el escritor disfrazado de militar en
el patio del matadero ordenando la ejecucin de las vacas y, en otras, con su
rostro muy cercano al de varios de estos animales como si estuviera
susurrndoles algo. En un lbum, el escritor y la Pekinesa pintan y recortan
los hombrecitos de cartn. Sonren.
13. Encima del escaparate hay otros gorriones disecados: 75 para ser
precisos. Todos ms o menos tienen el mismo tamao y la misma expresin. A
la izquierda hay un pjaro ms grande al que le faltan dos plumas de cada ala
y los ojos. Los ojos o un simulacro de stos estn dentro de una cajita de
cristal con un papelito que dice: Hechos a mano por la Pekinesa.
14. Descubrimos en unos files camuflados en una falsa pared del cuarto un
Mea culpa redactado por la Pekinesa. En ste dice que por sus padres haber
desertado de la repblica y haberse vendido al enemigo se compromete a
servir lealmente toda encomienda y a no fallar nunca. Kamaradas, lo nico
que puedo decirles es: no desconfen.
15. Junto a los papeles del escritor aparecen muchas cosas que no
habamos registrado antes: brazaletes de soldado, medallas militares,
fragmentos de notas aparecidas en la prensa, una pequea pistola
semioxidada o que por lo menos no se limpiaba haca mucho, una portada de
revista donde se ve al escritor sonriendo encima de una montaa de gorriones
disecados... El pjaro ms grande, al que faltan ojos y algunas plumas de las
alas, se ve como a un metro de esta montaa mirando hacia la cmara. La
revista tiene escrito en sus bordes, a bolgrafo, algo ininteligible...
16. El aparato reproduce insistentemente nuestros movimientos, incluso
los de pararnos frente a l, observarlo; y tira los papeles hacia un lado en una
canasta plstica. Hace un ruido sordo.
17. Junto a los libros que se amontonan tras el sof hay dos ceniceros con
varias colillas de cigarros. Tambin, pequeos papelitos masticados con restos
de apuntes. En algunas de estas colillas hay manchas de rouge y grasa de
pelo. Encima, plumas de algn pjaro que an no hemos detectado en la
habitacin. Estas plumas tienen pintados unos ideogramas que aparentan
movimiento cuando cambiamos las plumas de lugar.
18. Abrimos uno de los muchos gorriones que hay sobre el escaparate y
vemos que estn totalmente huecos y con una reproductora de minicasettes
encajada en lo que antes fue su barriga. Cuando escuchamos, en esta cinta
est parte de nuestras conversaciones con la Pekinesa y a posteriori la voz de
un hombre consignando da y ao del encuentro. El pjaro grande est vaco,
con una babaza transparente que hace un poco difcil su manipulacin.
19. En otro de los apuntes dice: Hoy los occidentales vinieron y
registraron las cajas con cartas que hemos tardado aos en falsificar.
Quedaron muy impresionados con mis supuestas relaciones y le hicieron a la
Pekinesa muchas preguntas al respecto. Realmente estoy muy cansado ya de
este asunto y no s porque de una vez por todas no intervenimos. Al final, son
como ratoncitos en un laboratorio, estn atrapados.
27
20. Descubrimos bajo uno de los cubos del bao el de la derecha un
cartapacio de papeles con anotaciones precisas de qu decir y cmo gesticular
en este nuevo caso. Las anotaciones tienen pequeos dibujos con la mano
en dismiles posiciones e incluso en una aparece el lugar en que se debe
colocar a los gorriones con respecto a la emisin de la voz y el volumen de los
cuerpos: para que el movimiento de las manos no corte el flujo de la voz.
Por la grafa, suponemos que estos apuntes fueron redactados por el antiguo
Presidente de la Bolsa o la Pekinesa.
21. Las ventanas del cuarto del escritor han sido restauradas y pintadas de
verde oscuro. Encima tienen una telilla blanca con una hoz y un martillo
incrustados. Debajo, otra telilla con la imagen de uno de los dirigentes de la
repblica. A veces, por una extraa anomala, esta imagen parece recorrer
todo el cuarto y despus situarse nuevamente en su lugar.
22. El aparato emite un ruido spero y enciendeapaga todos sus
bombillitos insistentemente. El papel que vomita tiene un raro esquema de
gentes fusilando y vacas muertas. A pie de nota se lee La sonrisa del escritor
construir el horizonte!
23. En otro de los apuntes dice: Esta va a ser la prueba ms dura. Nunca
he tenido paciencia para estar en cama y creo nunca la tendr. Ojal todo
pase rpido. No soporto ya la situacin y menos el olor que desprenden estos
occidentales. Si todo contina segn hemos ideado esta misma noche
operamos.
24. El matadero est totalmente vaco y han colocado frente a la casa una
valla grande con la imagen de una vaca muerta y tres gorriones encima
picoteando su carne. La imagen tiene abajo la letra xhu, en letras rojas.
25. Bajo el sof encontramos otra revista con unas preguntas a la Pekinesa
y una foto de sta junto al antiguo presidente de la Bolsa. El artculo cuenta
cmo una sofisticada operacin entre varios escritores y las fuerzas de la
Seguridad salvaron a la nacin una vez ms de la calumnia y el sinsentido.
El mismo artculo habla de alucinaciones y de un extrao juicio celebrado hace
un ao a dos personas [pginas centrales].
26. El aparato empieza a soltar tornillos hacia todas partes y un intenso
olor a plstico derretido. La ltima foto que imprime es la vista vertical de dos
paredes grises y una ventana con rejas en lo alto. Debajo, un banquillo de
madera.
27. Decidimos que debemos regresar al hospital y mostrarnos como si-
nunca-hubiramos-sospechado-nada. Un verdadero profesional simula incluso
hasta cuando cree que ha sido descubierto.
28. Luces,
Matadero
Carlos A. Aguilera
SUMARIO
28
SUMARIO
29
particular, desbordaban entusiasmo: "Ah, Jiabiangu! Mi segunda tierra
natal en la que nac a una nueva vida!!!" (ntese el triple signo de
exclamacin).
El artculo que haba causado una impresin ms profunda se titulaba:
"Refutar la absurda idea de que la correccin mediante el trabajo manual no
valdr lo que la reeducacin mediante ese mismo trabajo." La idea general
era la siguiente: si algunos formulan semejante opinin es porque el trabajo
es un castigo caracterizado por su duracin y no una correccin mediante el
trabajo. Pero quienes eso afirman, si no albergan ocultos propsitos, carecen
por lo menos de los ms elementales conocimientos en materia de poltica.
Confunden dos contradicciones de distinta naturaleza, puesto que la
reeducacin es una dictadura ejercida sobre un enemigo, en tanto que la
correccin es una contradiccin entre el enemigo y nosotros, y debe ser
regulada como una contradiccin en el seno del propio pueblo. Es una
muestra de la clemencia del Partido hacia nosotros, para facilitar nuestra
reeducacin. Si se nos permitiera salir antes de que esta reeducacin haya
concluido, cometeramos delitos mayores an, y la cada sera ms grave. Al
no precisar la duracin de la pena y no soltarnos hasta que nuestra
reeducacin sea perfecta, el Partido nos muestra su solicitud, su
magnanimidad. Somos ingratos por quejarnos: eso es realmente carecer de
conciencia, etc.
Nadie haba podido elegir entre si haba que tomarse todo aquello en
serio o como una guasa. Eran sinceros los autores? Mentan? Es de temer
que ni ellos mismos lo supieran. No, a nadie se le haba pasado por la
imaginacin plantearse semejante pregunta. Cuando reina el caos, todo es
sencillo y natural.
Haba tambin momentos en que no todo resultaba tan natural, pero, a
decir verdad, a nadie se poda culpar de ello.
Con anterioridad a los hechos narrados ms arriba, hubo una poca en la
que se ocupaba de nosotros el responsable Wang. Vena directamente del
ejrcito, y an vesta un viejo uniforme militar.
Careca de preparacin, pero era honrado y bondadoso. En la obra,
tomaba asiento aqu o all y se pona en cuclillas para aspirar ruidosamente
por su pipa, que tena la boquilla de bamb y la cazoleta de latn. Hablaba
poco. Cierto da haba estado as un buen rato en la seccin de la obra que
dependa de nuestra brigadilla, cuando consult su reloj y dijo: "Un pequeo
descanso! Me doy cuenta de que todos estis fatigados." Ver reconocidos as
nuestros esfuerzos era, naturalmente, una satisfaccin, as que todos
respondimos que no, que no estbamos fatigados, y tuvimos a gala seguir
trabajando como si estuviramos de nuevo frescos y animosos. Wang
Xiaoliang, el que fuera jefe del centro terico del departamento de
propaganda del Comit Provincial del Partido, con una mano apoyada en los
riones y la otra en la fresadora, haba enderezado lentamente el cuerpo y
haba dicho en tono adulador: "Ja, ja! Los dirigentes no pueden seguir el
paso de las masas!" Era una frase hecha, que se hizo popular durante el
perodo del Gran Salto Adelante.
Por los ojos del responsable Wang cruz una leve sombra de embarazo.
No respondi. Se puso a limpiar su pipa con una ramita y golpendola contra
la suela de su zapato. Al acabar, se puso en pie y, sin volverse, se sacudi el
polvo de la culera de los pantalones y se march dejando tras de s un olor a
tabaco de Mohe.
Su reaccin nos desconcert a todos, y nos dej inquietos despus. En
principio, aquella observacin no haba tenido otro propsito que el de
hacerse notar, pero las cosas haban tomado un mal giro. "Cuando un
bachiller se encuentra con un soldado, incluso aunque tenga toda la razn, no
consigue hacrselo entender." Todo aquello era muy complicado! Por
fortuna, poco despus el responsable Wang fue enviado a otra parte y
30
sustituido por el responsable Han, que, ste s, era un hombre astuto y cruel
que no dejaba pasar una. De esta forma se racionalizaron las relaciones, y el
embarazo y la complejidad dieron paso a la simplicidad y a lo natural.
En la poca en que preparbamos la llegada de los visitantes, estbamos
ya bajo la autoridad del responsable Han. Para dar un poco de animacin al
trabajo en la obra, se comenz por centrarse en el tema de las repugnancias:
tambin era una cosa de lo ms simple y natural. Todas las tardes, en la
reunin de estudio de casos, y una vez se haban marchado ya a sus casas los
educadores despus del trabajo, las propias brigadas participantes se
encargaban de dirigir el debate. Todo el mundo tomaba la palabra, a ver
quin lo haca mejor, y el tema se abordaba desde todos los ngulos. Fulano
tena siempre cara de funeral... contra quin iba dirigido su descontento?
Mengano mantena los dientes apretados durante toda la jornada... qu le
rondaba por la cabeza? Perengano, cuando transportaba su capazo, avanzaba
con paso inseguro... acaso pretenda que lo compadecieran? Estas
denuncias, estas crticas, nos llevaban a todos finalmente a la misma
conclusin: las mentalidades no estaban reeducadas. Nadbamos en la
felicidad, y no ramos capaces de tomar conciencia de ello. As que se
impona que cada uno hiciera su autocrtica, prometiera enmendarse y pidiera
a los dems que no le quitaran la vista de encima.
Cuando de las promesas se pas a los hechos, la atmsfera de la obra
cambi. En las pequeas, medianas y grandes brigadas, todo el mundo
sonrea; sonrea de la maana a la noche; en todo lugar, en todo momento: al
levantar el pico, al manejar el taladro, al transportar los capazos corriendo
cuesta arriba o bajando por la pendiente. Se sonrea, se corra, se gritaba. Al
principio, los gritos se acompasaban a la cadencia de la carrera: "hai..., hai...,
hai". Poco despus algunos, a partir de este ritmo, inventaron un canto para
acompaar el trabajo. Hacan falta dos para ello; el que iba detrs lanzaba
una frase, y el que iba delante se haca eco de ella, y responda: "hai... hai".
Las frases variaban segn la inspiracin del momento. Ibas corriendo, por
ejemplo, con tu capazo y, cuando llegabas junto al jefe de la gran brigada,
Chen Zhibang, gritabas:
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no le pareca adecuado destacar a ningn individuo, y pidi que no se dieran
ms tales gritos.
A la vista de las dificultades encontradas y de los riesgos que podan
darse, la fiebre creativa, que estaba en plena pujanza, decay, y se volvi a los
"hai..., hai!" del principio, ms simples, ms naturales. As estaba bien. Todos
los trabajadores de la obra corran con la sonrisa en los labios y gritaban
"hai..., hai!": era suficiente para expresar nuestro sentimiento de dicha.
Pero, bien mirado, nuestra sonrisa y nuestra carrera no eran una sonrisa
ni una carrera ordinarias. La sonrisa debe nacer de la alegra, correr requiere
tener fuerzas... Para poder, pues, hacer ambas cosas sin ninguna de las dos
condiciones previas, cada uno de nosotros deba librar contra s mismo una
lucha spera y tenaz. Los ojos tenan que achicarse lateralmente y curvarse
hacia abajo, en tanto que las comisuras de la boca, transformada casi en un
trazo recto, haban de subir hacia arriba. Todos estos esfuerzos acentuaban
las arrugas horizontales del rostro. Era un poco laborioso, pero se consegua
una sonrisa. Ni que decir tiene que, para conservarla durante mucho tiempo,
haba que hacer un gran gasto de energa. Y, en resumen, como era imposible
ocultar este esfuerzo, el resultado era que dabas la impresin de tener ms o
menos ganas de echarte a llorar.
Correr era ms difcil an. Para saltar, tenas que tomar impulso con el
pie de atrs, mantenerte prcticamente con los dos pies en el aire durante un
instante, y alargar el paso. Y nos faltaban fuerzas para realizar tales proezas.
Para empezar, no ramos capaces de levantar un pie si no tenamos apoyado
el otro..., con lo que nuestra carrera no se diferenciaba apenas de la marcha.
Para paliar este defecto, y sin que nos hubiramos puesto de acuerdo, nos
esforzbamos en acentuar la curvatura de las piernas cuando las doblbamos
y en estirarlas luego de golpe. Esta alternancia de relajamiento y tensin
sugera la elasticidad de la carrera, impresin que se confirmaba con la
diferencia de altura de un paso y del siguiente. Semejante forma de correr,
que nos permita hacerlo sin acelerar el paso y, consiguientemente, sin
derrochar energa, estaba adaptada tambin al avance en las subidas y en las
bajadas con una carga de barro chorreante. Todos habamos adoptado este
estilo.
Cuando llegaron los visitantes, esta manera de sonrer, de correr, se
mantena an porque se haba convertido ya en algo orgnico, mantenido por
la energa inagotable que encontrbamos en la lucha por la existencia..., en el
proceso de vigilancia mutua. A la larga se transform en un hbito, y hubiera
sido difcil dar marcha atrs.
En aquella obra que era el hogar de un millar de personas, todos los ojos
forzados, revirados en sus profundas rbitas, estaban cerrados a medias. Y,
cargado cada uno con su capazo, todos caminaban marcando diferencias de
altura de un paso a otro, deslizndose junto a los dems y gritando como
ellos: "hai..., hai!". A veces ocurra que se desmandaban los nervios: uno
tena entonces vagamente la impresin de que todos aquellos seres familiares
que te rodeaban se haban convertido en tipos rarsimos; hasta el punto de no
saber siquiera dnde te encontrabas.
Era un amanecer como los dems. Acababa de arrojar mi primer capazo
de tierra al montculo nuevamente alzado en la parte exterior del barranco. El
sol se levant, pegado a la larga franja del horizonte; un sol rojo oscuro,
enorme, redondsimo. Un sol que no pareca luminoso, sin embargo, sobre
aquella corteza terrestre, triste, sumida en el silencio; sobre aquel terreno
accidentado, comenzaban a aparecer numerosas sombras azuladas. En una de
esas sombras, larga y sutil, vi entonces una multitud de pequeos seres vivos
oscuros que araaban ligeramente la superficie estril de la tierra. Se movan
lentamente, marcando diferencias de altura entre un paso y otro. Se alejaban
poco a poco, cada vez ms imprecisos, hasta fundirse con el sustrato del caos
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primitivo, vago e indiferenciado. Sin saber por qu, me sent de pronto lleno
de estupor.
Me deca que un forastero que no supiera nada de la situacin y que se
viera sbitamente frente a aquel singular paisaje, permanecera un buen rato
boquiabierto, inmvil, presa del pnico. Nada como aquellas sonrisas
extraas, congeladas, para ponerle los pelos de punta.
Me deca tambin que, si en aquel mismo instante se produjera un
terremoto, quedaramos todos enterrados de repente, fosilizados, y los
arquelogos del futuro no podran hallar ninguna explicacin para la singular
expresin de nuestros rostros y nuestra actitud. Supondran, tal vez, que se
trataba del rito secreto de los miembros de alguna secta, comportndose de
forma irracional. O imaginaran quiz que era la antigua costumbre de una
raza exterminada de las tierras brbaras fronterizas. Acaso afirmaran que
era un caso similar al de las cabezas achatadas de los mayas o las mscaras
de Nueva Caledonia: simples y extravagantes metforas culturales. No habra
que reprochrselo. Sin conocer la historia de su formacin, nadie est en
condiciones de interpretar un signo misterioso.
SUMARIO
33
SUMARIO
SUMARIO
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SUMARIO
El fin de la esperanza
Juan Hermanos
Traducido al espaol por Julio de Alava, a partir de La fin de lespoir
(Pars, 1950), con prefacio de Jean Paul Sartre, y publicado por Bayo
Libros (La Habana, 1963) "para la ayuda a la causa del Pueblo Espaol"
PREFACIO
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Este clamor no ha cesado desde hace veinte aos: fue primero el de los judos
alemanes, ms tarde el de los austracos, luego el de los espaoles, el de los
checos, el de los polacos. Perecieron unos despus de otros. Cuando moran
unos, aparecan otros que levantaban la voz y gritaban a su vez. Nosotros nos
tapbamos los odos. Ahora, ah tenis este libro. Los que geman han muerto
pero quedan las palabras impresas. Debis leerlas para aprender cmo se
clama el fin de la esperanza, porque vuestra voz llegar pronto. Despus no
quedar nadie para gritar ni tampoco para taponarse los odos.
1.- EL PRINCIPIO
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por qu de estos discursos. Se imaginaban que a fuerza de repetirnos que
estbamos de acuerdo con nuestros opresores terminaramos por pensarlo?
La formacin de ciertas fortunas era una de las cosas ms
extraordinarias. Si uno inspiraba confianza, el gobierno lo enriqueca de una
manera fabulosa. Para ello bastaba solicitar una autorizacin para importar
artculos que faltaban en Espaa. Dichas autorizaciones no eran concedidas
ms que a gentes seguras a condicin de repartir los beneficios con las
autoridades competentes. Todo el mundo saba que el asunto era oficial. La
condicin sine qua non era trabajar en favor del rgimen. El resto era una
simple cuestin de precio. Las tarifas de la corrupcin eran oficiales. Todo el
mundo las conoca, aunque no se publicaran por decoro.
[...]
Los intelectuales, los profesores, los mdicos en los hospitales,
reducidos a un tren de vida particularmente modesto, excepto si eran
"patriotas", se convertan en un hazmerer del pblico. La literatura, que haba
alcanzado durante la Repblica un esplendor extraordinario, estaba
prcticamente muerta. No se escriba. No se lea. Garca Lorca, fusilado;
Antonio Machado, muerto despus de la evacuacin de Catalua; Alberti,
exilado voluntario; Miguel Hernndez, apresado y muerto de hambre; y as
sucesivamente. Los que tenan algo que decir teman decirlo. Los que
deseaban leer eran condenados a tragarse novelas en las que la herona era
siempre una joven religiosa y dulce, brutalizada por los ateos y los
republicanos. La Iglesia catlica mantena al pas en un obscurantismo
propicio al desarrollo de la fe.
[...]
Los discursos oficiales estaban llenos de alusiones a la obra magnfica
realizada por el franquismo. Los errores, se nos deca, provienen de la
importancia dada a la razn y a la cultura, la inteligencia haba minado la fe en
la Iglesia y en la autoridad poltica. Restaurados estos dos principios, Espaa
se transformara en un paraso sobre la tierra. Aunque esto le parezca
imposible al lector extranjero, la Iglesia consigui imponer y poner de nuevo
en el candelero el escolasticismo de la Edad Media. Segn la opinin de los
catlicos, el siglo XIII debe ser considerado como el punto culminante de la
civilizacin occidental. Despus, Europa decay. Poder absoluto de derecho
divino, negacin del progreso cientfico, educacin de la memoria ms bien
que de otra facultad a fin de poder repetir los argumentos aprendidos. No
saber discutir. En la Universidad se lleg a suspender en los exmenes a aquel
que no repeta al pie de la letra las lecciones de los profesores. No se poda ni
criticarlas ni exponer otras. Se nos transformaba en papagayos.
[...]
3.- LA LUCHA
[...]
No sin fundamento se nos hablaba a lo largo de los das de un
renacimiento escolstico y de la superioridad de la Edad Media sobre la poca
moderna. La justicia se haca medieval y se aplicaba la tortura con entusiasmo.
Haca falta arreglrselas para no caer vivo en sus manos.
La instruccin de los procesos era confiada, por consiguiente, a la
justicia militar. Esto quera decir que el acusado no tena derecho a
defenderse. Asista a la audiencia, pero sin ms recurso que negar los hechos
que se le imputaban. La defensa la llevaba un oficial nombrado de oficio que
no saba una palabra de derecho o que si conoca algo lo disimulaba
prudentemente. La mayora de las veces el oficial as designado, bien por no
comprometerse con una defensa demasiado calurosa, bien por no crearse
complicaciones, se limitaba a decir que estaba de acuerdo con las conclusiones
del fiscal, que solicitaba la indulgencia del juez. Los defensores que no
37
aceptaban este rgimen de justicia y cumplan su deber con cierta honestidad
desaparecan en la lista o eran perseguidos. Despus de esto el culpable era
condenado a la pena de muerte. Ms tarde, cuando los procesos (ltimamente)
fueron menos sanguinarios, se condenaba a la gente no por rebelin sino por
violacin de un artculo del cdigo penal.
[...]
Lo que en estas condenas hiere la imaginacin no es tanto su horror
como su absurdidad. Se sobreentiende que era necesario contar con la
corrupcin general. Los jueces civiles, obligados a vivir con un sueldo
miserable, se vendan ellos y sus sentencias al mejor postor. Era del dominio
pblico el hecho de que los abogados del partido y los clientes ricos ganaban
todos los pleitos. En lo contencioso ocurra lo mismo. Todas las querellas
contra la injusticia del Estado, del Partido y de las administraciones eran
sobresedas. Por el contrario, los poderosos, an sin tener injusticia que
reprochar, obtenan indemnizaciones fabulosas por expropiaciones o daos
que no haban sufrido. Espaa era entonces, y lo es todava, una verdadera
ratonera. Aquel que se deja atrapar en ella tiene su vida rota.
[...]
El pas entraba en una fase de pasividad que ha sido muy bien descripta
en la famosa novela Nada de Carmen Laforet, publicada ms tarde. Nada... el
ttulo es revelador. Vivamos una poca hueca. Muchos jvenes intelectuales
volvan la espalda a los problemas de actualidad y trataban de olvidarlos con
una frivolidad rebuscada. La mayor parte, sin darse acaso cuenta de las causas
de su inquietud, vivan envueltos en extrao malestar. Toda la novela Nada
baa en ese carcter confuso a gentes que comienzan a resignarse y que,
como los bravos rusos de Dostoievski, no se atreven a tomar partido contra el
opresor, pero se consideran humillados, vejados. Los intelectuales ms
inteligentes, como la autora de Nada, que se pinta en primer plano, o alguno
de sus personajes, se refugian en una excitacin mrbida, malsana. No slo
por azar han sido sealadas las coincidencias de esta novela con la literatura
rusa anterior a la revolucin. La nica influencia es la del medio, pero coincide
perfectamente con aquel en que se debata Dostoievski. Una sorda angustia
vibra en el aire y guarda todava, como un cielo tormentoso, los ecos de las
ejecuciones. Esa Nada, esa psicosis de la nada, del abandono, esa alucinacin
colectiva que los intelectuales muertos de hambre sacaban de sus
sufrimientos, he ah el verdadero carcter de la vida en Espaa bajo el
fascismo. Pero esto no lo vean los extranjeros.
[...]
38
[...]
Un da, otro da. Nuestra inquietud aumentaba. Luego nos resignamos a
la espera. Los sabotajes y la propaganda continuaban. Unos decan que los
aliados esperaban el fin de la guerra con Japn. Cuando el gobierno, por una
de las cobardas que le eran habituales, orden cnicamente engalanar por la
victoria, el pueblo no reaccion. Los falangistas, por un resto de decencia y por
vergenza; los nuestros, porque de lo que entonces se trataba era solo de
empavesar.
[...]
Todo fracas lamentablemente. El miedo se acentu. El escepticismo de
aquellos que se volvan indiferentes comenz a tener slidas bases en que
fundarse. Y nosotros tenamos que proseguir an, con todo y contra todo,
frente a la desesperacin, frente a las malas razones, frente a la polica, frente
al abandono general que comenzaba a dibujarse. Habamos hecho todo lo que
humanamente era posible hacer. Cada uno cumpli su deber hasta el fin. Sin la
traicin de las democracias nuestra victoria era segura. Pero nos
traicionaron...
6.- LA O.N.U.
[...]
Las democracias han hecho algo peor que abandonarnos. Nos hundieron
con armas y bagajes. Hicieron desaparecer la moral para siempre. Miguel tena
razn: "Estamos perdidos".
Creo que ni siquiera oje los peridicos en varios das. Atravesamos una
crisis de depresin inimaginable. Todo el mundo abandonaba la lucha. Los
aliados retiraron simblicamente sus embajadores. No recibimos ni armas ni
ayuda. Los aliados siguieron enviando hierro, lana, algodn. A cambio de
concesiones irrisorias, justamente las precisas para permitir la vida del
fascismo. Se compraron las conciencias de las naciones con toneladas de
aceite y de naranjas. Pero esto ocurri ms tarde.
La versin oficial era la de que toda Espaa protestaba en nombre de su
independencia contra la intervencin de la ONU cuando, en realidad, no
desebamos otra cosa. Para reforzar dicha tesis fue organizada una solemne
manifestacin. Fue precedida de preparativos destinados a engaar a las
gentes de aqu y de fuera. En Espaa se trataba de hacer creer al pueblo que la
discusin de nuestra situacin ante las Naciones Unidas era un ultraje al honor
nacional y que si los espaoles "queran un rgimen o preferan otro, eran lo
suficientemente grandes para elegir".
Estas tonteras electrizaron no slo a la minora franquista sino que
hicieron estragos entre los miedosos no encuadrados todava y que, no
conociendo las circunstancias accesorias de un levantamiento eventual, se
declararon, desde luego, prestos a participar en l, pero completamente solos
para demostrar al extranjero que no ramos nios y no tenamos necesidad de
nodrizas. Esta propaganda hbil, que no impresion en nuestras filas ms que
a los simplones, presentaba otro carcter ms all de las fronteras. All no era
una manifestacin del amor propio sino de adhesin al rgimen. Para apoyarla
se comenz enseguida a hacer visitas al domicilio de cada uno para obligar a
las gentes a firmar listas de adhesin. Os ruego me digis quin hubiera
podido negarse en un pas en el que para encontrar un empleo es necesario un
certificado de lealtad expedido por el comisario de polica, simple formalidad
que, por otra parte, solo se rehusa a aquellos denunciados por los espas de
tener propsitos o realizar actos hostiles al rgimen.
Hubo, no obstante, quienes se negaron a firmar. Eran gentes que no
necesitaban pasaporte, porque no pensaban viajar; que gozaban de un empleo
seguro que no tenan intencin de dejar, que contaban con un pasado que
responda de ellos; que haban bebido las heces del sufrimiento y todo les
39
tena ya sin cuidado. Los dems firmaron bajo la amenaza de no tener trabajo,
ni pasaporte, o de encontrarse entre cuatro muros o en el cuarto de tortura un
buen da, sin ms ni ms.
El carcter no franquista, sino de orgullo nacional, fue activamente
explotado por la propaganda. Una lluvia de hojas y de carteles proclamaba que
no ramos una colonia y que no admitamos ser protegidos. Gran Dios !
Estbamos ocupados y todava existan personas que se dejaban seducir por
tales tonteras.
El da de la manifestacin las rdenes fueron estrictas. Cada uno deba ir
a su trabajo. A las diez, el delegado falangista de cada tienda, de cada taller,
de cada oficina, tena que llevar al personal a la Plaza de Coln, desde donde
se desfilara al Palacio Real. Aqu hablara Franco. A pesar de las dificultades
que presentaba la evasin, hubo delegados (antiguos falangistas que no
estaban de acuerdo con el partido oficial, pero que seguan pagando su
cotizacin) que no dijeron nada. En fin, todos aquellos que pudieron hacerlo,
sin que corrieran riesgo de ser separados, escaparon por las calles adyacentes.
Lo que joroba es que entre tan gran multitud no se ve a nadie y se ve a todo el
mundo. No se sabe si a dos metros hay un falangista conocido que por
casualidad os ve tomar soleta.
El miedo retuvo a la mayora. Conozco a centenares de personas que
dijeron que una vez embarcados en el acto tuvieron miedo de irse. Otros que
eran libres de ir o no ir a causa de su profesin, fueron a ver lo que pasaba y
no pudieron eclipsarse, por temor de ser observados. Por otra parte, despus
que sabamos que todo estaba perdido no podamos mirar mal a aquellos que
volvan la chaqueta, ni a los que transigan. No tenamos fuerza para
despreciarlos.
[...]
[...]
Era un lo. Todo se lo debamos a la debilidad de las democracias.
Hermoso trabajo. Tenan por qu enorgullecerse. "Si eso es la democracia",
me dijo en un arranque de amargura un compaero, "me hago falangista".
Aquello era duro, pero no admita contestacin.
El gobierno se saci de alegra. Devolvi la cortesa a nuestros antiguos
aliados proclamando por todas partes que no tenamos nada de estado
totalitario. ramos una democracia, pero una democracia "orgnica". Nadie
saba lo que ello quera decir, pero sonaba bien. Con nfasis se haca notar que
disfrutbamos de un parlamento. Ciertamente, sus miembros son nombrados
uno a uno por el gobierno, y destitudos cada vez que no votan lo que el
Dictador desea. Un grupo de ellos que os presentar una mocin de carcter
realista fue perseguido. Despus ninguno se atrevi a respirar. Pero se trata
de una libertad orgnica...
Se hizo la vista gorda acerca de la presencia en los escaparates de las
libreras de ciertas ediciones argentinas de nuestros escritores republicanos.
Los amos consideraban la libertad como un insigne favor y cada gota era
dosificada cuidadosamente.
[...]
Estamos en las ltimas. No puedo ms. Toda esta poltica es basura,
mugre. No quieren ms que una cosa, que Franco nos explote, nos arruine, nos
humille, nos aplaste hasta el fin. Estn de acuerdo con l. Yo recurro al pueblo
americano, al ingls, al francs. Cmo podis permitir tal cosa? Apelo a las
gentes honradas de la ONU. Los espaoles piden "socorro". Hemos luchado
como vosotros por un mundo nuevo. Hemos tenido ms muertos y padecido
ms que ninguno de vosotros. Cuatro aos de guerra. Diez de ocupacin.
Acaso no es bastante?
40
Grito frente al mundo, quisiera tocar a rebato: "Espaa se muere,
Espaa ha muerto". No se han contentado con esto. Como si no hubiramos
sufrido bastantes injurias y humillaciones, se nos ha impuesto la farsa del
plebiscito. Fue inmundo. Nos hicieron ratificar nuestra abyeccin. Cubrieron
los muros de carteles. Llenaron las calles de hojas: "Votad S", "Votar S es
salvar a Espaa, votar S es asegurar la grandeza del pas" y otras
imbecilidades.
Ahora bien, todo el mundo decidi no votar, puesto que no podan votar
NO. Pero la abstencin de las tres cuartas partes de la nacin hubiera sido una
catstrofe para el gobierno. Se hizo obligatorio el voto bajo pena de anulacin
de la carta de racionamiento. Toda carta no sellada no sera vlida, ni
renovada. Los ex presos polticos fueron excluidos de oficio de los padrones. Al
mismo tiempo, se hicieron correr rumores de que los boletines estaran
dispuestos de tal manera que, gracias al control, se sabra quin votaba NO.
En fin, para evitar toda imprevisin, se enviaron los boletines a
domicilio, con orden de llevarlos ya llenos. De tal suerte que una simple
peticin de presentacin en la cola poda provocar la detencin. Los
falangistas no dejaban de ensear a su vecino el boletn que iban a depositar.
Si alguien se negaba a exhibir el suyo es porque haba escrito NO. Tuve
muchas discusiones por esto. Todo el mundo transiga. El pas entero,
exceptuando algunos desesperados que estaban decididos la vspera a votar
NO, escribi S.
Al da siguiente, por otra parte, por reaccin y para demostrarse a s
mismos que no eran cobardes, muchos al leer el resultado del plebiscito en los
peridicos, cometieron la estpida imprudencia de gritar en el metro, en el
tranva a viajeros desconocidos: "Yo tambin vot S, pero lo hice porque tuve
miedo". Ese miedo haba sido creado por una campaa de nervios.
[...]
[...]
Estamos fatigadsimos. Estamos hartos. Es ya demasiado tarde. Quin
contina an la lucha aqu? Este manuscrito es la ltima cosa que intento. Con
l digo adis a la vida activa y a la esperanza. He hecho todo lo que he podido
hasta el fin. Si se me detiene con esto en el bolsillo, si lo pierdo, si se llega a
conocer el autor, mi cuenta es clara. Ya no puedo realmente hacer ms.
A lo largo de estas pginas habis asistido paulatinamente a dos
acontecimientos que uno hubiera credo imposibles en un pas de sangre
ardiente como Espaa. El crecimiento de la indiferencia y el aprendizaje del
miedo. Diez aos. Pensad en ello, la duracin completa de los estudios. Tres
aos de escuela primaria, seis aos de estudios secundarios, y un ao ms
para el bachillerato. Somos los bachilleres del miedo. Nuestra sombra, nuestra
voz, nos asustan en lo sucesivo. Permitimos que se persiga a pobres mujeres
en la calle y nos alejamos apresuradamente para no or sus gritos. Yo lo digo
porque tengo vergenza.
El miedo se cierne sobre el pas. Obliga, cada da, a nuevos miembros a
abandonar las organizaciones clandestinas. No slamente el miedo sino
tambin la indiferencia. Los mejores no desean ms que una cosa: emigrar. A
los dems les tiene sin cuidado hasta esto. Les basta con que les dejen ganar
miserablemente su pan tranquilos.
[...]
Miguel, por ltima vez, me explic la situacin:
Su propaganda ha conseguido una gran victoria. No ha convencido
pero ha llegado a asquear a las gentes. Lo que decan estaba tan lejos de la
realidad que la gente se indignaba ms por la maniobra misma que por su
objetivo. Las democracias, segn la versin oficial, eran albaales, pases en
41
los que la accin se dilapidaba intilmente contra los muros constitudos por el
parlamento y las garantas legales. Y, en efecto, cuando las gentes vieron el
asunto espaol sometido a dilaciones y a discusiones interminables por tales
democracias, comenzaron a doblegarse. Unos se resignaron; otros no
comprendieron que ciertas ideas polticas tratan de disimular la presencia de
intereses, y que para las "democracias" la realidad de los intereses es lo que
importa. No hay, pues, que confundir las palabras con los hechos; las
promesas con las realidades.
Se ha embrutecido a los espaoles. Exceso de esbirros, exceso de
garrotazos. Miedo a la polica y a sus torturas. Temor a la Iglesia y al infierno.
Este innoble "chantaje" religioso es explotado por gentes sin escrpulos, que
para desarrollar cualquier fanatismo y obscurantismo religioso, lo mismo
construyen iglesias en Espaa que mezquitas en Marruecos. Y estos canallas
son considerados por el clero como apstoles, porque en la Pennsula protegen
a los curas y condenan los libros hostiles al clericalismo porque ayudan a
pensar y, por lo tanto, su accin daa tanto al rgimen como a la Iglesia.
Y entonces Miguel agreg:
Esto debes escribirlo. Yo me encargo de que se publique. Donde quiera
que me encuentre, en Francia, en Amrica, o en los pases escandinavos,
envame el relato de lo sucedido en estos aos. Es necesario que el mundo lo
sepa. Lo publicaremos bajo seudnimo. La verdad tiene que saberse un da.
Comprend entonces que todava no haba terminado todo. Que poda y
deba continuar la lucha. Una lucha distinta.
[...]
El fin de la esperanza
Juan Hermanos
SUMARIO
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SUMARIO
La religin de la memoria
Jacobo Machover
El jardn de la muerte
43
humana. O caba demasiado. Era el monstruo que todos, no slo los alemanes,
llevamos dentro. Cada uno de esos testimonios (al igual que otros, annimos)
aporta una piedra al jardn de la muerte, al cementerio sin tumbas que fue la
Shoah, el Holocausto, el genocidio.
Lo esencial, sin embargo, no reside en la capacidad humana de pensar
lo inconcebible hasta entonces sino en la capacidad de transmisin de la
memoria. Los supervivientes, ilustres o desconocidos, se nos estn muriendo.
Asistimos, impotentes, a la banalizacin de ese Mal. A pocas decenas de
metros de la entrada de Auschwitz 1, al lado del museo que muestra,
amontonados, lentes redonditos de intelectuales y maletas con nombres de
desconocidos y de familiares, fotografas de deportados y mechones de pelo,
hay tiendas de souvenirs de Polonia, libros ms o menos serios sobre el
universo concentracionario, postales. Fuera del campo hay, incluso, un
revisionista polaco que afirma que todo es mentira, que las cmaras de gas
nunca existieron, que la realidad es la existencia de una piscina y de un
prostbulo para los SS y para los detenidos privilegiados. Lo grotesco en medio
del horror, como las orquestas que acompaaban a los deportados que se
levantaban, de madrugada, para ir a trabajar.
La memoria se transmite de manera extraa, siempre dispareja. Surge
en los momentos en que menos se espera. No hay palabras suficientes, por
ms libros que se hayan escrito, por ms pelculas que se hayan rodado, por
ms testimonios recogidos u olvidados. Slo la poesa cruda de la realidad
ayuda a sentir alguna de las emociones vividas por los que murieron y por los
que escaparon a la muerte, de milagro. En Auschwitz muri la poesa
entendida como elega, como canto de vida y esperanza, muri la fe, muri la
religin. Lo nico que queda es la memoria de los testigos y, sobre todo, la de
los que vendrn, para transmitir el relevo, de generacin en generacin. Como
otra religin.
La religin de la memoria
Jacobo Machover
SUMARIO
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SUMARIO
(Segunda parte)
6
Un ejemplo de esto es la ancdota que refiere Greg King respecto al actor hngaro Josef Kainz.
Habindose prendado de l, Ludwig le obsequi una cadena de oro con un cisne, un reloj
tachonado de diamantes, un anillo con piedras preciosas. Ms tarde, lo hizo conducir a Linderhof
como su invitado: el criado escolt a Kainz y ambos avanzaron por un sombro sendero del jardn,
y comenzaron un empinado ascenso entrando en el bosque. Cerca de la cima de la colina, llegaron
a un pequeo claro, y all el criado se detuvo bajo un inmenso peasco. Con un breve empujn,
abri una puerta, y as Kainz entr en la Gruta de Venus y el mundo fantstico del rey. Luis
esperaba a la orilla de un lago artificial, tambin ataviado con ropas de noche. Con un gesto seal
la mesa, fabricada con coral artificial y conchas marinas, sobre la cual se haba servido una cena
de medianoche. El agotado Kainz apenas pudo sostener una conversacin con el rey. Pareca que
participaba en un drama teatral, un efecto que se vena acentuando por las cambiantes luces rojas
y azules que inundaban la Gruta. Ludwig II lo transforma todo en teatralidad y artificio: la cena,
la seduccin misma del actor, todo est mediado por la representacin.
45
inimaginables de esa pasin por la representacin del deseo.7 Tanto Luis II
de Baviera como Casal hacen de la imagen, es decir, de la representacin de s
mismos, el instrumento de seduccin por excelencia. As, Frans von
Pfistermeister, el secretario de Gabinete y a quien el rey le haba ordenado
buscar a Wagner y conducirlo a Munich hubo de entregarle al compositor
una fotografa del rey en un marco de plata y un anillo de rubes que llevaba
la siguiente dedicatoria: As como esta piedra refulge, yo tambin estoy
consumido por el ardor de conocer al creador de las palabras y la msica de
Lohengrin (King). Tambin se cuenta que le envi otro retrato al barn von
Varicourt, un apuesto ex oficial del regimiento de caballera ligera. La
seduccin, de incuestionable raz homoertica, atraviesa y podra decirse que
est condicionada por el performance. En el primer caso, el retrato va
rodeado por la tramoya de lo esttico: la plata y el anillo de rubes que lo
enmarcan constituyen el sello del poder real, pero tambin transforman la
imagen enmarcada en representacin, en personaje el principal de una
puesta en escena mayor: la corte. Es de notar que, de acuerdo con la
dedicatoria, ms que el hombre Wagner, lo que seduce al rey es su ficcin
literaria y musical. En el envo del retrato el deseo homoertico est
representado por el envo de s mismo como objeto de seduccin, pero ello es
algo que debe llevarse a cabo teatralmente. En el segundo caso, la belleza del
barn no era menos seductora que su apellido y sus supuestas relaciones
con los borbones. Tambin Casal, en lugar de enviarle al pintor Gustave
Moreau una fotografa suya hecha en cualquiera de los estudios fotogrficos
de la ciudad, elige hacer una copia fotogrfica del cuadro al leo que le haba
hecho el pintor Armando Menocal.8 Prefiere, pues, en una poca en que la
creciente popularidad de la fotografa descansaba, entre otras cosas, en el
acercamiento a lo real que prometa transformarse en imagen pictrica en
ficcin en una representacin menos real de s mismo. Tanto Luis de
Baviera como Casal saben que la seduccin es un asunto de superficie, de
(auto)representacin. En la decisin de vivir slo como representacin de s
mismos, vuelven problemtico cualquier intento de biografiarlos, es decir, de
construirlos como entidades histricas: uno y otro se transforman en leyenda,
en personajes. Al mismo tiempo nos obligan a buscar en stos la verdad, la
biografa que, precariamente, apenas pueden sostener las fechas de
nacimiento y de muerte.
La lectura de Flores de ter invita a un reexamen del problema de la
(auto)biografa y an el de la Nacin como representacin de una ficcin, de
un deseo. Entre el hombre y su destino final media nada menos que todo un
7
Los signos de perturbacin mental aparecieron hacia 1875, recin cumplidos los treinta aos.
Una de las ancdotas refiere que Luis II de Baviera no quera que nadie lo viese mientras coma.
De todos modos, siempre deban prepararse comidas y cenas para tres o cuatro personas, de
modo que si bien el rey siempre coma solo no se senta solitario. Crea encontrarse en compaa
de Luis XIV y de Luis XV, y de las amigas de stos, madame de Pompadour y madame de
Maintenon, y de tanto en tanto incluso conversaba con ellos, como si en efecto estuviesen
invitados a su mesa(citado por King). La cena un acontecimiento intrnsecamente teatral se
teatraliza an ms. La locura marca lo delicado que resulta siempre el paso de fingir a creer, es
decir, de la representacin teatral consciente pasamos a asumir, hasta sus ltimas consecuencias
la locura la verdad de lo representado.
8
En 1972, y en la Revista Hispnica Moderna, Robert Jay Glickman dio a conocer la
correspondencia doce cartas en total de Casal al pintor simbolista francs Gustave Moreau. Con
excepcin de la no.2 en espaol todas las dems fueron escritas en francs. Hasta ahora slo
tenemos una traduccin al espaol de algunas de esas cartas, mientras que, en ingls hasta
donde he podido averiguar no se ha traducido ninguna. Nadie parece darse cuenta de lo
preciosas que son esas cartas para la recuperacin del itinerario de la seduccin en Casal,
seduccin que insisto privilegia la imagen, la mirada, el cuerpo en un estado de performance
infinita. El problema es que estas cartas nos entregan, en apariencia, a un sujeto profundamente
submisivo, y no se ha visto que detrs de ello hay toda una manipulacin por parte de Casal
para obtener el retrato de Moreau. Casal le haba enviado antes el suyo, pero no fue el suyo un
regalo desinteresado, sino uno que esperaba y an exiga reciprocidad.
46
camerino habitado de disfraces, poses y simulaciones. El desafo ltimo
consiste, pues, en pasar por entre ellas, habitarlas por unos instantes, y
abandonarlas luego sin la pretensin de haberlas posedo.
Es importante comenzar por localizar el poema con relacin al lugar que
ocupa en Nieve. De los tres libros de Casal, ste es el nico que aparece
dividido en secciones: Bocetos antiguos, Mi museo ideal, Cromos
espaoles, Marfiles viejos y La gruta del ensueo, siendo esta ltima la
que hospeda a Flores de ter. Exceptuando La gruta del ensueo, los
ttulos de las dems nos remiten al espacio del museo, de la galera, de la
tienda incluso. Es el mundo del coleccionista, y es, tambin, el del reino
interior. Tambin el ttulo de la ltima seccin sugiere, por cierto, el espacio
cerrado, pero ntese que, slo por asociacin con los anteriores, invita a
evocar el museo. No obstante, la gruta en s misma est ms misteriosamente
cargada con lo oculto, lo misterioso, lo cerrado.
Ahora bien, qu es aqu lo cerrado y a qu se cierra? Desde el ttulo
mismo del libro Nieve se nos sugiere un espacio de ensueo cerrado, o por
lo menos resistente, al discurso nacionalista. Si en Hojas al viento nos
encontramos con el soneto A los estudiantes, o con La perla, y en Bustos y
Rimas con otros dos sonetos A un hroe y Da de fiesta (poemas que
pasan como patriticos, o de crtica social o poltica) en Nieve, en cambio, la
Nacin desaparece. El libro de Casal dibuja una rara travesa por entre las
discusiones polticas de su tiempo, y hace del cuerpo extranjero, enfermo y
decadente, el declarado objeto de su deseo. De modo que si al aparecer Hojas
al viento la crtica se limit por lo general a aconsejar al poeta, 9 Nieve vena a
significar una reincidencia; o lo que es peor, un desafo. El nuevo libro de Casal
provoca, en efecto, inquietud. Wen Glvez, por ejemplo, reacciona
violentamente y afirma que haba ledo versos malos, [...] pero sin embargo,
an siendo tan malos, [haba] en ellos alguna idea que el poeta (llammosle
as) ha querido rimar, llegando a anunciar que [s]i el poeta contina por la
senda que parece haberse trazado, [lo] tendr siempre opuesto en dimetro,
porque una cosa es la amistad, y otra cosa es la poesa. Pero, a qu se debe
la agresividad del crtico? Por qu no ignorar el libro ya que es tan malo? La
respuesta a estas preguntas nos llega, precisamente, por boca de Glvez:
9
[Y]o espero que su decadentismo sea cosa pasajera, haba conjeturado Nicols Heredia
(Glickman), mientras desde Puerto Rico, Manuel Zeno Ganda profetizaba que Casal llegara a la
energa fustigadora del concepto y [de] la humanizacin de los ideales.
47
conectadas. Lo que probablemente le corta la risa a Glvez, es la violenta
irrupcin de lo sexual, del cuerpo travestido, de lo enfermo; en suma, de lo
decadente. Si Hojas al viento haba preocupado, Nieve no poda fallar en
escandalizar. El protagonismo de lo flico, del artificio, de la pose, se muestra
aqu en todo su apogeo. Al lado de Nieve, Hojas al viento parece un libro de
aprendizaje, digamos que menos desafiante. Por eso es tan interesante la
observacin de Varona: donde ms admiracin ha concitado el libro de Casal
es lejos, fuera de la Isla. No es posible reconocer en Nieve a un libro cubano,
nacional. Sus deseos, sus poses no podan pertenecernos. Su nieve es
extranjera, y cae lejos, en otra parte, fuera de lo sanitario, fuera de la Isla.
Cuando se comparan las crticas que provoc la edicin de Hojas al
viento con aqullas que siguieron a Nieve, asombra la virulencia, el ataque
frontal y en modo alguno disimulado que caracteriza a stas ltimas. No se
trata, por supuesto, de que en uno y otro no asomen las mismas ansiedades
la supuesta extranjera de Casal, su exotizacin, su pesimismo sino de que si
antes la crtica se conformaba con un regao, o con expresar la esperanza de
que esos males fueran pasajeros, ahora vistos la obstinacin, y por tanto el
desafo es obvio que ya no cabe ninguna esperanza de encarrilar a Casal. Y
eso es algo que no se le escapa a Varona, por ejemplo, quien ante la
formidable aceptacin que ha disfrutado Nieve a lo lejos, fuera de la isla
decide asumir la posicin del advocatus diaboli, segn l mismo dice,
reconociendo que Casal se muestra muy desdeoso de la crtica. Esta
observacin que Varona, por cierto, no es el nico en hacer contrasta con la
imagen de un Casal dbil y carente de voluntad, y cuya esttica, ms que de
una conviccin ntima, habra sido el resultado de la seduccin ejercida sobre
l por decadentes y simbolistas, imagen en la cual muchos de sus
contemporneos insisten en hacernos creer. As, aunque Rafael Montoro nos
dice que tenasele por blando y por dbil no hay que olvidar que,
unnimente, sus amigos no cesaban de repetir pobre Casal Glvez, en el
comentario crtico sobre Nieve a que nos hemos referido, no puede evitar
expresarse en trminos similares a los de Varona: Lo ms doloroso es que el
poeta ha tomado ya su resolucin y cada vez acenta ms su tendencia
(nfasis mo). Sin esta conviccin que empezaba ya a arraigarse en la crtica
no podramos comprender, particularmente, el tono casi amenazador,
policaco, de Varona: Si en nuestras manos estuviera, no repetira Casal
descripciones como las de su cadver en Horridum Somnium. Pero toda esta
agresividad al descubierto tiene su explicacin en lo que decamos al principio:
Casal haba llegado, en Nieve, demasiado lejos; haba traspasado el lmite de
lo tolerable, y se haba revelado, finalmente, como un sujeto demasiado
peligroso. Y es Varona mismo quien lo dice: hay un lmite que no debe salvar
ningn artista, y que ha marcado con singular penetracin el psiclogo Bain,
cuando ha dicho que la verdadera anttesis de lo bello no es lo feo, sino lo
nauseabundo (nfasis mo). En efecto, Nieve est poblado de imgenes del
cuerpo en descomposicin, de carroa (moral y fsica), de hospitales y
enfermedades, de smbolos perversos (Salom, Petronio), sumamente
ambiguos (el torero), travestidos (Kakemono) y de un paisajismo psicolgico
(es el caso de Paisaje de verano) que no tenan que ver con el paisaje
romntico. La respuesta de la crtica ser, por tanto, tan airada en su reaccin
como unnime en su dictamen: condena el afrancesamiento de Casal, su
amaneramiento, y sus regodeos en lo nauseabundo. Para Enrique Trujillo,
Casal quiere formar fila entre los modernistas de la literatura, los
decadentistas, que pululan en Pars, mientras que para Glvez, ora es un
pobre joven que anda tan descaminado, o le parece que sus poesas son la
labor de un extraviado, que es una lstima que [...] pierda su tiempo en esos
extravos, envolviendo en su cada Quin sabe a cuntos!.... En cuanto a
Varona, sus recomendaciones a Casal son mucho ms claras: hojear menos a
Verlaine, evitar el terrible escollo hacia el cual parece desviarse, el
48
amaneramiento y, finalmente, invocando el nosotros nacional: nos agradara
ver empleadas las facultades exquisitas de Casal en asuntos ms altos, que en
pintar jarrones, biombos, platos, estuches o abanicos, una gentil criolla con los
atavos postizos de una emperatriz de los nipones en un bal masqu. Desde
luego que de haber llegado a los pobres odos de Varona alguna noticia sobre
el bal masqu de Casal en casa de Raoul Cay, la alarma habra sido mayor. Y
quin sabe si detrs de este comentario sin dudas referido a Kakemono no
habra algo de eso!
Hay algo, sin embargo, que quisiera destacar. A pesar de los continuos
reproches que se le hacen a Casal por supuestamente imitar a los franceses,
de vez en vez dentro de esa misma crtica se abre paso relampagueante una
lectura muy diferente. Wen Glvez, por ejemplo, comenta que no [se inclina]
a creer que cultive ese gnero gotoso porque viene de Pars y por seguir las
corrientes de la moda. Yo, que conozco algo ntimamente a Casal, entiendo
que su alma estaba preparada por acontecimientos ajenos al arte para
dejarse influir por el decadentismo, [el cual] encajaba bien en su manera de
ser y en su pesimismo prematuro.
Es evidente que Casal se haba revelado como un exceso que no poda
ser contenido, ni con consejos, ni con ataques personales; ni tampoco
asimilado por el provincianismo de la crtica finisecular habanera. Quien mejor
comprendi el conflicto que Casal hubo de enfrentar no fue Mart como hasta
hace poco yo mismo haba credo sino el periodista Manuel Mrquez Sterling,
el cual afirmaba en 1902:
49
poder leer con alguna calma, para bajar hasta esa luz que haba escrito
enigmas en la sombra: nuestro propio enigma, nuestra propia sombra.
Ahora bien, se comprende que era absolutamente importante considerar
la recepcin crtica de Nieve, puesto que ello es el marco que hemos de tener
presente constantemente al leer Flores de ter.
Ya resulta significativo que la crtica apenas se haya ocupado del nico
texto de Casal en el cual es posible leer el reclamo de una identidad queer.
Ello, unido al hecho cierto de que el poema en cuestin y an el sostenido
inters de Casal en Ludwig II de Baviera que ya hemos visto permite reunir
las piezas de lo que podramos llamar un romance no nacional, y situar por lo
mismo nuestra lectura en tensin con las posiciones nacionalistas de la lectura
cubana de Casal, le confieren un inters particular al poema en el contexto de
la relacin sexualidad-nacionalidad en que se concentra este captulo.
En lo que respecta a la crtica sobre el poema de Casal, no disponemos
ms que de un puado de comentarios, casi siempre hechos de pasada. La
monarqua le seduce [dice Manuel de la Cruz en su cromito], antes que por su
organizacin, porque consagra una clase y, sobre todo, por la pompa fastuosa
con que hiere la imaginacin [lo que explica] su platnica simpata por el
romntico, cerebral y neurpata Luis de Baviera. Amrica Du-Bouchet afirma
que Casal era un neurtico con todos los caracteres de la especie, y que
Moreau (de Tours) le hubiera comparado al rey Luis de Baviera, aquel
desequilibrado mental de extrao temperamento artstico (La Habana
Elegante). Vitier, por su parte, destaca la atmsfera enfermiza en Flores de
ter. Los juicios de De la Cruz, Du-Bouchet y Vitier se caracterizan por la
misma anfibologa: el poema de Casal es apenas otra cosa que una
tematizacin de lo enfermo y lo esttico. Pero, lo mismo el trmino enfermizo
que la alusin a un Casal seducido por la monarqua, son formas de rondar el
secreto, de tocar madera. Al parecer, Gustavo Duplessis es el nico que ya
haba advertido o cuando menos sugerido, insinuado la posibilidad de leer
Flores de ter desde, especficamente, el terreno de las sexualidades
perifricas, para decirlo en trminos foucaultianos. Su misoginia [dice
Duplessis refirindose a Casal] y su curiosidad enfermiza por todo lo que es
raro y misterioso, le llevan a cantar las gracias del rey Luis de Baviera,
dndole un picante sabor a ensueo homosexual a sus Flores de ter
(citado por Esperanza Figueroa). Algo tiene que decirnos la irrupcin de la
palabra maldita homosexual en una poca en que la crtica prefera los
caminos oblicuos y mdico-psiquitricos para abordar la sexualidad de Casal.10
Cuando afirm que era necesario leer Flores de ter en el contexto de
la crtica que se volc sobre Nieve, deb aadir que no menos necesario era
considerar, a su vez, aqullos textos en los que emerge Ludwig II, y que ya
analizamos. En efecto, de la red constituida por stos es que emerge, no slo
la fascinacin de Casal con el monarca bvaro, sino tambin su identificacin
con l. Asimismo, se impone considerar los comentarios que suscita en Max
Nordau la admiracin de Verlaine por Ludwig II de Baviera.
Nordau haba visto en Verlaine, in astonishing completeness, all the
physical and mental marks of degeneration, entre ellas, sa que Nordau
consideraba the special characteristic of his degeneration, o sea, a madly
inordinate eroticism. Veamos entonces lo que piensa de la atraccin de
Verlaine por el rey bvaro:
10
Duplessis public Julin del Casal en dos partes en la Revista Bimestre Cubana (vol.1, julio-
agosto, 1944, y, posiblemente porque se anuncia que continuar, aunque no lo hemos
localizado en el vol. 2), y Julin del Casal (La Habana: Molina, 1945).
50
that unhappy madman in whom intelligence was extinct long
before death, in whom only the most abominable impulses of foul
beasts of the most degraded king had survived the perishing of the
human functions of his disordered brain.
51
probable que tampoco hubiera dudado en incluir en ese grupos de raras
asociaciones las flores de ter, de Casal. Asimismo, tambin habra incluido
como ejemplo de rabchage (es decir, como marca de la debilidad intelectual
de Casal) la misteriosa, incansable repeticin: Rey solitario como la aurora /
Rey misterioso como la nieve, con que Casal fija y al mismo tiempo llama,
conjura la imagen de Luis II de Baviera. Y mucho menos habra escapado a la
mirada de Nordau la manera en que Casal apostrofa al rey, esa familiaridad
con que intenta seducirlo.
En efecto, si hay algo que exige una particular atencin en el poema
Flores de ter, es su carcter apostrfico. Jonathan Culler nota la desazn, la
situacin embarazosa en que el apstrofe pone a los crticos. No voy a
detenerme aqu en todas las consideraciones que hace al respecto, sino slo
en aqullas que considero pertinentes al anlisis del texto de Casal:
52
imagen que nos cautiva, anticipa nuestra muerte, nos torna en otra imagen, en
fotografa, o como dira Barthes, en espectro.
Culler afirma acertadamente que lo que est en juego en el apstrofe es
el aspecto performativo del lenguaje, su capacidad para hacer que algo
suceda. Al mismo tiempo, nos recuerda la importancia de algo que ya
habamos sugerido, a saber, que the simple oppositional structure of the I-
Thou model leaves out of account the fact that the poem is a verbal
composition which will be read by an audience. As, el poema de Casal no es
slo la voz de un deseo que interpela a su objeto. En el momento de leerlo nos
convertimos en ese objeto, de ah que cada uno de los movimientos del texto
est encaminado a seducirnos y, lo que es ms importante, a travestirnos, a
tornarnos en cmplices, en compaeros de lecho de ese deseo cuyo poder
perturbador es obvio: desconocemos su origen; slo sabemos que es un deseo
que nos desea, que nos corteja.
El ritornello, la repeticin rtmica Rey solitario como la aurora / Rey
misterioso como la nieve es el conjuro mgico que mantiene tenso el
espacio de la invocacin entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y es,
por lo tanto, la constante actualizacin del deseo, o, si se quiere, de su
irreductible voluntad. Para Culler, [t]he figure of apostrophe is critical [...],
because its empty O, devoid of semantic reference is the figure of voice, a
sign of utterance, and yet, as a figure of voicing, quite resistant to attempts to
treat the poem as a fictive representation of personal utterance. Ese O
vaco es, precisamente, el del ritornello casaliano Oh!, Rey solitario como la
aurora... la figura de su voz, la pista, la huella de la presencia de Casal que
queda en el camino del texto de su voceo pero es tambin, en el muro de
silencio que rodea su conjuro, un imposible que hace que la escuchemos con
recelo, para decirlo al modo de Cullers. Pero no hay que olvidar que esta
inestabilidad de la enunciacin personal conduce a un callejn sin salida,
porque, si bien es cierto que no podemos afirmar la presencia, tampoco
podemos negarla. Ms an, de lo que se trata es de que ese O vaco puede
ser llenado, ocupado, intervenido, por la voz del lector, por su deseo. Puesto
que esa voz expresa un deseo de presencia, la lectura misma es la que
actualiza ese deseo, la que lo mantiene aullando, es decir, deseando.
Resulta sorprendente como Nordau segn ya vimos, al leer a Verlaine,
insiste en su circularidad (Verlaine es un circulaire), impulsividad (es,
tambin, un impulsivo) y repetitividad (rabchage), todo lo cual podra
resumirse en el eterno retorno de lo mismo: el deseo. De ah que para Nordau
stos [t]he circulaires belong to the worst species of degenerate. Esta
circularidad es la que lleva a Nordau a fijarse, precisamente, en los esquemas
lingsticos y de sonido de Verlaine. Menciona, pues, la the imbecile
repetition of similar sounds. Para Nordau, estamos ante the language of
nurses to babies, who do not care to make sense, but only to twitter to the
child in tones which give him pleasure. No es difcil ver hacia donde nos
dirijimos con todas estas consideraciones. La simbolizacin de la identidad
sexual en Flores de ter est codificada, resguardada por as decirlo, en el
acertijo que propone el ritornello, as como en una impulsividad repetitiva que
es la que, en verdad, produce al texto. La voz, seducida por su propio
movimiento, parece separarse del sujeto histrico, de modo que, finalmente,
lo que nos queda es slo la impresin de una reproduccin, sin sentido, del
lenguaje. El lenguaje se convierte en un movimiento de produccin y
reproduccin mecnica de s mismo. As, por ejemplo, la descripcin del alma
de Luis II de Baviera es un mero inventario de imgenes que, lejos de
describir-descubrir esa alma, la velan mediante una produccin en serie de
ah que se apele a uno de los procedimientos ms mecanicistas: la
enumeracin de artefactos aparentemente inconexos: Colas abiertas de
pavos reales / Rseos flamencos en la arboleda, / Fros crepsculos matinales,
53
/ ureos dragones de seda roja. Es el lenguaje, la escritura, transformados
en mquina, y cuya funcin no es ya producir un sentido, sino velarlo.
Enamoradas de s mismas, seducidas por su propia imagen sonora,
visual las palabras se suceden unas a otras como cuando lanzamos una
piedra al agua y empiezan a producirse las ondas. Esa es, justamente, la lgica
potica de Flores de ter. El ritornello Rey solitario como la aurora / Rey
misterioso como la nieve es la piedra, el deseo que, al hundirse en el vaco
de la presencia la pgina en blanco, la ausencia del sujeto, la muerte
comienza a producir, en ondas, en expansiones sucesivas, el texto. Pero, como
afirma Culler, si pensamos los poemas lricos as fictional representations of
possible historical utterances [esto es, como las enunciaciones de un sujeto
real], [se hace] harder to explore them as ingenious artifacts that puzzle or
riddle.
Lo que sucede es que la incesante produccin y (re)produccin del
texto, su circularidad, cumple una importante funcin: vela el deseo expreso
del yo, y, consecuentemente, vela tambin a ese yo. Una de las razones por las
que la crtica no le ha prestado mucha atencin a este poema es, justamente,
porque el deseo que compromete al yo casaliano se nos esconde entre la
cacharrera modernista, y se hace difcil dar con l. El yo no irrumpe hasta el
verso treinta y tres, al final de la tercera estrofa, y an en ese momento entra
como un ella (mi alma): Tu alma encontraba deliquios santos / Como en los
tintes de los afeites / Las cortesanas frescos encantos! / Por eso mi alma la
tuya adora / Y recordndola se conmueve. Como se recordar, al leer El
reino interior de Daro vimos el extrao efecto que consegua el sujeto lrico
al referirse a su alma. Mi alma frgil se asoma, deca Daro. All, igual que
aqu, se produce al unsono un efecto de involucramiento y de alienacin
con respecto al alma, porque al transformrsele en un ella, se la aleja, se la
vaca de presencia. No obstante, resulta significativo ver la misma estrategia
en dos poemas en los que, evidentemente, se juega con un outing, con la
revelacin de una identidad queer. As, cuando el yo de Casal aparece por fin,
es en la forma de un alma que adora a otra. Vase, no obstante, el interesante
performance que, a travs del smil, ejecuta el texto. Lo que avecina un alma a
la otra es el maquillaje travestido, pero la operacin transformista del
maquillaje textual la realiza el smil, que es en el que recae la ejecucin de la
pose. El alma, en el hallazgo de su xtasis, se traviste en, posa como una
cortesana (en el hallazgo del suyo). Perversamente, el xtasis del alma no se
sita ms en la unin con lo divino, sino con la vanidad y la mscara. Tanto el
alma de Luis II de Baviera, como la de Casal, son pura superficie, piel sobre la
cual delinear los rasgos, los deseos de la sexualidad impura. Ahora bien, si el
yo como objeto de su propio discurso la mirada que ese yo arroja sobre su
propio deseo con relacin al t demora en entrar, cuando lo hace, se muestra
sin tapujos. Y esto es as hasta el punto de que, en ese momento, las
biografas de Casal y de Luis II de Baviera se superponen y enmascaran una a
la otra, volvindose difcil, altamente problemtico, cualquier empeo de
deslindarlas. El alma de Casal recuerda a la del rey, y ese recuerdo nos lleva a
un pasado, a un linaje, a una riqueza desvencijados: a la abdicacin o al
destronamiento (del rey), y a la prdida del patrimonio familiar (en Casal):
Aunque sentiste sobre tu cuna / Caer los dones de la existencia, / T no
gozaste de dicha alguna / Ms que en los brazos de la Demencia. La memoria
del rey, a la que est dedicada el poema, se constituye como smbolo de una
ausencia, de una prdida (la riqueza y la posicin familiar) y de una presencia
(el deseo homosexual).
Casal escribe en los momentos en que, nos dice Foucault, ya ha nacido
el homosexual como personaje. Y un personaje nace segn Barthes cuando
semas idnticos atraviesan repetidamente el mismo Nombre propio y parecen
adherirse a l. Para que haya, pues, un personaje, tiene que haber un
diagnstico el acto de nombrar al que atraviesen, repetidamente, semas
54
idnticos, es decir, unidades de sentido susceptibles de caracterizar, de
enmarcar al sujeto, de imaginarlo. En ese punto dice Barthes yo se
convierte inmediatamente en un nombre, su nombre [...] yo no es ya un
pronombre, es un nombre, el mejor de los nombres; decir yo es infaliblemente
atribuirse significados (las negritas son mas).
Aunque en la poesa de Casal el yo se prodiga generosamente, en
Flores de ter se resiste a aparecer. En lugar de decir yo, el texto dice mi
alma; en lugar de decir t en ambos casos, tanto yo como t son recipientes
del cuerpo, dice tu alma, y tu persona. Persona es ms bien un concepto
genrico y, en cuanto tal, no tiene destino, ni biografa. Pero es en esta
esgrima defensiva de la escritura donde hemos de buscar, pese a todo, al yo
que se esconde, al Nombre que se calla. En la tradicional oposicin alma-
cuerpo, el alma, en su irreductible oposicin, presume de ser otra cosa muy
diferente de aquello que es el cuerpo. El cuerpo es el lugar de la cada y de la
constante amenaza de perdicin del alma. El ltimo poema de Casal, Cuerpo y
alma puede ser ledo como la metfora de su existencia. El poema de su
iniciacin haba sido Amor en el claustro (el combate agnico entre el amor
sagrado y el amor profano, otra expresin de la disputa alma-cuerpo), pero,
como ya vimos, el sentido del alma en Flores de ter es intrnsecamente
perverso. El alma casaliana se maquilla, se disfraza, seduce, es, en fin, no lo
que se opone a la cada, sino su mbito.
Flores de ter se resiste a la solidez del cuerpo; su diseo, tpicamente
art-nouveau, consiste en una serie de sensaciones, de imgenes en constante
estado de disipacin, de formas que, apenas nacen, mueren para dar paso a
otras. Flamencos, pavos reales, crepsculos, plumas de cisnes, todo, en fin, se
vuelve vagas nieblas azules. El alma de Luis de Baviera no de otra cosa se
trata ahora est hecha de un movimiento de refinadas y decadentes
sensaciones (ureos dragones en roja seda / Verdes lucirnagas en las lilas /
Plumas de cisnes alabastrinos, / Vapor de lago dormido en calma, pero
tambin de ropa de teatro, y de transformismo travestido. Y es esa alma, que
las sensaciones mantienen presa de la caja, de los deseos del cuerpo, la que
nos dice Casal A la ma slo enamora / De las del siglo dcimo nueve. Qu
nos dice esta eleccin, esta declaracin? Casal no estaba al margen no poda
estarlo de la clasificacin de las sexualidades que estaba teniendo lugar a
fines del siglo XIX. Su eleccin ocurre en un campo minado y estratificado por
los discursos criminalstico, mdico, jurdico, sociolgico, sexolgico: el de la
sexualidad. Luis de Baviera es slo la mscara del coming out del texto. Pero
esto, como es natural, requera tomar antes un mnimo de precauciones. Una
de ellas consiste, como ya vimos, en velar codificndola en imgenes
modernistas al alma que asume el yo del texto. La otra tiene que ver con el
lugar escogido por ste para ejecutar su coming out, el cual se produce en la
estrofa cuatro, al final de la descripcin del alma de Luis de Baviera. La estrofa
siguiente, la cinco, dice as:
55
Todo el poema se mueve en direccin a un cuerpo que no se deja
enfocar, que se desdibuja constantemente guerrero / doncella, efebos /
doncellas y no se deja nombrar, esto es, definir. Frente a la intensidad del
deseo y de la mirada, el cuerpo se vuelve resbaladizo. No obstante, algo nos
dice esta estrofa, sin la ms mnima vacilacin: la persona del rey atrae,
seduce, apasiona, no a las doncellas, sino a los nobles mancebos. Por un
lado, se nos dice que no era tanto el brillo de la corona del rey lo que lo haca
atractivo para los nobles mancebos como el misterio de su persona.
Eliminada la ambicin per se, o los hechizos del poder como motivo principal
de la seduccin, queda el cuerpo (convenientemente enmascarado por la
persona). De ah que el desplazamiento del cuerpo por la lejana conceptual de
la persona, reaparezca, obstinadamente, en las formas bellas del rey.
El poema de Casal sugiere un conocimiento de la biografa de Luis de
Baviera la infancia solitaria y melanclica, el obsesivo amor al Arte, la locura,
y las aventuras homosexuales y es desde este conocimiento, primero, y de su
manipulacin para construir los raros deleites de la mscara propia, e
incluso del propio apasionamiento del texto casaliano con la figura del rey,
despus, que podemos leer este texto como el lugar de un performance, de un
cuidadosamente coreografiado coming out. Si comparamos Flores de ter
con Autobiografa, por ejemplo, no sera difcil ver que el ltimo se desplaza,
rizomticamente, para incorporar al otro. Oscar Montero nota que Hojas al
viento coleccin a la que pertenece Autobiografa podra leerse [...] como
el relato en verso de la transformacin del poeta, la transformacin de su
cuerpo y su biografa en un autorretrato inslito que desborda los lmites del
discurso nacional, del concepto de patria urdido a lo largo de un siglo de
luchas, compromisos y derrotas . Y aade algo que considero absolutamente
esencial:
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constitucin como sujeto nacional, puesto que lo ms que podra conferrsele
es apenas un certificado de nacimiento.
Permtaseme, ahora, repasar siquiera brevemente, una de las crnicas
de Casal que habamos mencionado al principio, y que como pronto veremos
no nos aleja de los borrosos contornos de la nacin en Casal. Se trata de la
que, bajo el ttulo de Conversaciones dominicales / Albertini y Villate,
public El Pas, 10 de enero de 1891. Al saludar el regreso a la Isla de los
msicos cubanos Rafael Daz Albertini (violinista)11 y Gaspar Villate
(compositor),12 Casal informa a sus lectores que stos, despus de larga
ausencia, tanto ms sentida cuanto ms prolongada, han vuelto a la tierra
natal, deseosos de calentarse a los rayos de nuestro sol. Tan intenso es el fro
del extranjero que llega a veces hasta el corazn. El recuerdo de la Patria
que, dice Casal, se presenta de improviso, sugiere algo muy parecido a las
palmas que interrumpen de sbito la contemplacin de Heredia de la
majestuosa catarata, o a la caracterstica asociacin martiana del fro con los
rigores del destierro, de la extranjera. Pero, siguiendo un procedimiento
habitual, Casal pasa despus a describirnos a los artistas, luego de dejar en
claro que no conoce personalmente a ninguno de los dos. Le basta afirma
haber contemplado sus retratos. Dada su compulsiva tendencia a fijar el
objeto de su deseo en el retrato, la imagen fotogrfica deviene la distancia
requerida por el eros casaliano siempre necesitado del obstculo y la
distancia y es tambin la inmovilizacin de ese mismo objeto que, posedo al
fin en la imagen fijada, clavada, puede ser devorado ritualmente.
Basta arrojarle una mirada [al retrato de Albertini, dice Casal] para
adivinar que es un artista ntese el acto depedrador del ojo, echando sus
redes sobre la imagen agregando que su rostro, ms que el de un cubano,
parece un italiano. Interesante movimiento el del ojo: la misma mirada que
repatria a Albertini, lo exilia. Pero fijmonos en cul es la razn de ese
repentino exilio: el cuerpo deseado no suele coincidir en Casal con el cuerpo
nacional. El deseo fulgura, entonces, como el espacio de la disidencia, del
exilio:
11
Rafael Daz Albertini. Violinista. La Habana, 13 de agosto de 1857 Marsella, 11 de noviembre
de 1928. Inici su aprendizaje de violn con los maestros Jos Vandertgucht y Anselmo Lpez. En
1870 march a Pars para ponerse bajo la gua de Alard. En 1875 gan el Primer Premio de Violn
en el Conservatorio parisiense. Realiz giras de concierto por muchas ciudades del mundo. En
1894 hizo un recorrido por muchas ciudades cubanas, junto a Ignacio Cervantes. Al siguiente ao
parti nuevamente hacia Francia (Orovio).
12
Gaspar Villate. Compositor. La Habana, 27 de enero de 1851 Pars, 9 de octubre de 1891. A
los diecisis aos compuso sobre el drama homnimo de Vctor Hugo, la pera Angelo, tirano de
Padua. En 1868, al estallar la Guerra de Independencia, emigr hacia los Estados Unidos. En 1871,
de regreso a Cuba, escribi la pera Las primeras armas de Richelieu. March a Pars, donde
estudi con Bazin, Joncieres y Dannhauser. Amigo de Verdi, en 1877 estren en el Theatre Italien,
de la capital francesa, su obra Zilia, sobre libreto de Solera. En 1880 estren en La Habana la
pera La zarina y en 1885, en el Teatro Real de Madrid, la basada en el drama de la Avellaneda,
Baltasar [...].(Orovio).
57
Hungra, en casa de un mercader judo, adonde el prncipe sola ir
de incgnito a comprar antiguos objetos para la decoracin de sus
siete castillos. Despus de satisfacer su curiosidad, cuntase que
la soberana, al llegar a su palacio, escribi en su lbum ntimo la
siguiente observacin que hoy figura en su libro de Pensamientos
y que dice poco ms o menos: Mirar siempre el rostro; el alma no
es diferente. Por eso, al ver en la fotografa el bello semblante de
nuestro eminente violinista, he pensado que su alma deba ser
ms bella an.
58
justificar su preferencia: Villate aspira a conquistar para s solo, por medio de
obras originales, pero Albertini busca la gloria para las ajenas, lo cual basta
para que, en opinin de Casal, ste ltimo aparezca ms noble que el otro,
toda vez que Albertini puede tambin crear, valindose de su instrumento
(el nfasis perverso es nuestro, desde luego).
Finalmente, Casal deja descansando a Villate como un gladiador
cansado, en el seno de la casa paterna, y se dispone a arrastrar consigo a sus
lectores (de ah el dispongmonos) para asistir al concierto de Albertini,
quien ha plantado, por algn tiempo, su tienda entre nosotros, y quien ser
augura Casal de seguro el hroe de nuestras fiestas. La contraposicin
gladiador cansado-hroe es demasiado evidente. Albertini es asociado con el
herosmo y la juventud, y con el espacio natural del deseo: el teatro; Villate,
con la vejez, el cansancio y el retiro.
El bigote sedoso de Albertini aparece en el espejo donde antes se asom
el rubio soberano. Apasionado, Casal los contempla a los dos y escribe los
versos fatales: De mi vida misteriosa / Ttrica y desencantada / Oirs contar
una cosa / Que te deje el alma helada...
59
tolerable, lo marca en Virgilio Piera; y segundo, que aqu Vitier da forma
definitiva a la oposicin que no dejar de emerger cada vez que se acerque a
Mart o a Casal: la oposicin binaria entre el uno y el otro. La voz potica de
Piera tiene su antecedente directo en el caso de la poesa cubana en la voz
de Casal. Ambos se apartan, abierta y provocadoramente, del discurso
consagratorio de la insularidad cubana, y ambos tambin tienen al cuerpo
fctico, sexuado en el centro de su orbe potico, y an en el de sus vidas.
Pero, a diferencia de lo que ms o menos sucede con Casal, la homosexualidad
de Piera no es, ni desconocida, ni por lo mismo disputable; y tambin a
diferencia de Casal, Piera expres en trminos mucho ms agresivos la
facticidad limitante de la Isla en un poema memorable y cuyo mismo ttulo
La isla en peso hace de Cuba una carga, una especie de piedra de Ssifo.
Incapaz de tolerar La furias (1941) de Piera su pupila analtica y
desustanciadora Vitier sentencia: Nuestra sangre, nuestra sensibilidad,
nuestra historia, como hemos visto en este Curso, nos impulsan por caminos
muy distintos. Considero que este testimonio de la isla est falseado (nfasis
nuestro). Una vez ms el nosotros nacional forma la coraza protectora y dibuja
la rayuela en el suelo: del otro lado queda la pupila pieriana, ninguneada,
pero derramndose, no obstante, en lo cubano y en la poesa.
Pero, como ya dijimos, si bien es cierto que Casal no recibe la orden
tajante de abandonar la casa de la poesa habra sido imposible ni la de la
nacin, tambin lo es que Vitier hace de l la lnea divisoria por excelencia:
Casal como anttesis de Mart (as empieza el ttulo de la octava leccin). Por
supuesto, ser la anttesis de Mart implicaba, por un lado, que Casal se
converta en el chivo expiatorio, en el farmakos de lo nacional, pero, por el
otro, implicaba tambin una formidable resistencia de su parte. De no ser as
Mart se habra quedado solo en el cuadriltero, pues habra vencido en el
primer asalto y por knock out. Y no es por azar que en la elaboracin de tal
anttesis, Vitier haya echado mano a un fragmento del poema que acabamos
de analizar: Flores de ter. Veamos entonces ese pasaje de la octava leccin:
60
otros realsimos que vio Mart en libre y salvaje escuadra sobre
el mar! Verdadero inventario modernista, remotas colecciones
de fosforescencia hmeda, de vago y penetrante erotismo,
presididas por la nieve (o ms bien por la palabra nieve), que
es el smbolo casaliano del imposible.
61
jardn de la casa. Toma, Casal, le dijo alargndole la flor, ste es el Lirio de
Salom!. Entonces Casal, prosigue Esteban,
13
Pero, afortunadamente, contamos con la lectura de Dulce Mara Borrero, participante tambin
de la escena. Permtaseme citarla en extenso: La entrada de Casal en nuestra vida fue algo as
como la entrada de un ancho rayo de luna en una estancia desierta que estuviese, en sus cuatro
62
Pero sucede que en ese conmovedor instante no hay nada que rectificar,
ni hay tampoco victorias ni derrotas. La equivocacin si es que hubo alguna
fue del nio, puesto que lo que Moreau y Casal pusieron en la mano de Salom
fue un loto, no un lirio. En todo caso lo que hay es que agradecer: tenamos el
lirio que posiblemente vino de otra parte y Casal nos regal el loto. No
obstante, resulta obvio el peligro que Casal representaba, o tena que
representar, para nuestra comunidad imaginada. Los regalos de Casal
significan o implican un cuestionamiento de la posibilidad ltima de definir,
esto es, de fijar con exactitud el mapa de lo nacional. Ahora ese mapa quedaba
sometido a un peligroso marcador: el del deseo. Ya hemos visto como Casal
lo desdibuja constantemente, o corre sus fronteras, lo abre, y hace de l un
espacio poroso cuyos estiramientos terminan siendo tan impredecibles como
caprichosos.
Uno debe considerar, entonces y en primer lugar las implicaciones
polticas del desdn que muestra Casal hacia la naturaleza cubana. Su
preferencia por lo artificial no poda sino ir ms all de su relacin con la
esttica modernista, para chocar con la almendra misma del nacionalismo
cubano. Despus de todo, era en los campos donde se haba combatido
principalmente por la independencia, y donde se haba refugiado el espritu
insurrecto de la nacin. Desde Heredia, Cuba la patria se haba constituido
en la espiritualizacin de la naturaleza. Qu, sino las palmas, es lo que
interrumpe la contemplacin herdica de la imponente catarata del Nigara?
Pero Casal llega para trastocar este mapa. Maldice el sol y oscurece la Isla,
cubrindola de fro y de nieve:
paredes, revestida de espejos. No hubo un plano, ni un ngulo que no diera reflejos. Aquellos
espejos desnudos en su vida silenciosa, recibieron el beso azul de aquella aparicin; pero slo
uno, el ms hondo y pulido de todos, capt, entero, el fulgor de aquella luz. Vino el bardo a
nuestra casa trado de la mano por el mismo padre que cuidaba de nuestros corazones con un celo
angustiado y expectante. Vino el bardo a nuestra casa con las turquesas de sus ojos errantes
baadas de ese brillo que parece la plata del roco, y que es slo de un llanto no vertido, pero que
est en reposo en las hondas cisternas del alma; vino con esa luz de perla y nardo, que no llega a
ser luz, sino ms bien sudario que arropa dulcemente a los tristes. Vino, repito, con las turquesas
lquidas de sus ojos serenos, y el mrmol de su frente circuido por una corona hirsuta de oro
muerto, y con su continente de dios que va pisando la tierra sin rumor, como quien va en el fondo
de una ausencia.
[...] Aquel da, hasta la madre de Juana, que no bajaba nunca durante el da a la sala de recibo,
dejando la lanzadera de marfil con que edificaban sus finsimos dedos alegoras de milagro con el
frivolit para adornar los hombros de Juanita [...]; hasta la madre de Juana baj a conocer al
bienvenido, y su rostro, que ostentaba ese sello habitual que pone el silencio en las criaturas que
viven para otros sin reposar jams, tuvo una sonrisa ms tierna y tambin ms duradera, que le
dej para muchos das alumbrada la faz... Se han trocado las lecturas. Ahora la fuerza y la
claridad llegan con Casal en la estremecedora belleza de la evocacin de Dulce Mara Borrero.
Transformado en una aparicin casi divina, el rayo de Casal anima la casona familiar y la ll ena de
reflejos. Toda la estancia, hasta el ltimo rincn, se transforma bajo el hechizo de su presencia. Es
imposible no darnos cuenta de la velada sugerencia que encierran estos recuerdos. Vemos a la
madre de Juanita recluida prcticamente en las habitaciones superiores, tejiendo, ajena por
completo a las tertulias que tenan lugar en la sala de recibo. Ese don Esteban de hombros
fuertes que Cintio se haba apresurado a ofrecer como apoyo al desventurado Casal, era el mismo
que no dejara bajar a su esposa, y para la cual la visita de Casal tiene un efecto liberador: le quita
la lanzadera de marfil de las manos y le deja alumbrado el rostro por muchos das. Antes
habamos sospechado que Juana Borrero exageraba al escribirle a Carlos Po Uhrbach: No creas
que Pap dice ciertas cosas de mentirita. Dentro de su carcter enrgico no cabe la amenaza,
como una amenaza solamente, sino como algo que se realizar. Nosotras que lo conocemos
sabemos hasta donde llega su inquebrantable voluntad. Te convences de que no es la cobarda ni
el temor lo que nos hace estar asustadas? No, no me infieras esa injusta ofensa. En este momento
en que te escribo, cuntas complicaciones, cuntos peligros, cunta amenaza atraigo sobre mi
cabeza! La imagen de la madre, confinada y alejada de las visitas de la casa, es perfectamente
coherente con la del padre autoritario y amenazador. Esta es la familia Los Borrero a la cual,
segn Fina Garca Marruz, habr siempre que referirse [...] como a una especie de feudo de la
poesa cubana. Hay que reconocer que, en lo que al feudo respecta, parece que tiene razn.
63
Ojal que el invierno se prolongara muchos meses, que el
cielo permaneciera siempre nublado, que no hubiera ms astro que
la luna, que no se escuchara ms voz que la del viento entre las
hojas secas y que la nieve principiara a caer, colocando sus
arandelas alrededor de los troncos de los rboles, poniendo sus
caperuzas sobre las montaas eternamente verdes y empezando a
extender los pliegues del sudario en que todos nos hemos de
abrigar!
Qu mejor mortaja que la de la nieve puede ambicionarse en
un pueblo que bosteza de hambre o agoniza de consuncin?
Hace unos das que llegu del campo [dice Casal en una de
sus cartas14] y no haba querido escribirle porque traje de all
muy malas impresiones. Se necesita ser muy feliz, tener el
espritu muy lleno de satisfacciones para no sentir el hasto ms
insoportable a la vista de un cielo siempre azul, encima de un
campo siempre verde. La unin eterna de estos dos colores
produce la impresin ms antiesttica que se puede sentir.
14
De acuerdo con los editores de la Edicin del Centenario, la carta est dirigida a Esteban
Borrero. Emilio de Armas, sin embargo, basndose en la edicin de las cartas de Casal por Jos A.
Fernndez de Castro en la revista Social, nos dice que estaba dirigida a la poetisa cubana Nieves
Xenes. Considerando que la carta no. 3 nuestra cita es de la no.2 deba, segn el criterio de De
Armas, estar igualmente dirigida a Nieves Xenes, cuando, por el contrario, su destinataria fue
segn nuestras investigaciones Magdalena Pearredonda, hemos decidido no afirmar nada en
este sentido y s remitir al lector interesado a Casal, y a las Prosas III, 81-90.
64
sangre de una pasin. Agrguese a lo expresado por la varonil
escritora camageyana y por el correcto poeta uscaro, lo til que
sera a Casal recorrer a pie y a caballo los valles y eminencias de la
Sierra Maestra, bogar en guairos y en piragua por las aguas del
Cauto, saturarse, impregnarse con el aroma de la naturaleza, para
contrabalancear el efecto de su prolongada saturacin literaria, y
tendremos el mtodo teraputico indicado para el estado patolgico
que de comn acuerdo todos reconocen en sus manifestaciones
morales.
SUMARIO
65
SUMARIO
Prdromo
Pa McHabana
juni03.
SUMARIO
66
SUMARIO
Poemas Inditos
Luis Marimn
Cacera
100 aos
67
La misma luna, entonces
hace crecer una raz de muerte en mis ojos sin fin.
Habito en la rabiosa
trampa de algn dios contrahecho
y s que en el mundo
ya casi nada
vale la pena.
La vida para m
no ha sido fcil...
XV
68
de: Shalom Shabat
Cuerpo de guardia
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de: Shalom Shabat
Carne
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de los caminos y los barcos,
de mis papeles y mi tierra,
pero no del canto.
Ese no ser ya de m arrancado.
Es el supremo instante de concluir con este juego
de ratn encadenado vs. gato insatisfecho.
Marcho jubiloso hacia una muerte que s,
no es definitiva.
Y slo tengo miedo de no ver el Da.
Amanecer maana, estoy seguro,
pero vivo?
El universo gira como un pndulo ciego.
El erudito
Soy hombre.
Am,
par,
tuve la vida.
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de: Desde mi jergn luntico
Osario pblico
(I)
(II)
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(III)
XXVI
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amputarse los dedos y beber vidamente de su sangre.
Esas visiones llegan
a reconfortar mi espritu, pues comprendo
dentro de mi infortunio soy bastante feliz...
Es una perenne crucifixin la de estos animales
(elogio fuera si los llamase humanos),
un aniquilamiento paulatino,
dira yo que planificado.
El mbito en que habitan
puede ser el horror con el que amenaza el diablo
a los que entre convulsiones viven en el infierno.
Poemas Inditos
Luis Marimn
SUMARIO
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SUMARIO
Noticia de Rolando
Pa McHabana
Este ao he vuelto ver a Rolando: yo miraba mi rostro en una vidriera
vaca de La Habana y por detrs vi cruzar su figura olmesca. O cre verla
cruzar.
Al llegar a casa, otro amigo haba dejado para m justo el ltimo libro
publicado en Espaa por Rolando Snchez Mejas: Historias de Olmo. Lo le en
una hora, y en media hora ms copi a mano ocho de los setenta y cuatro
textos. Hubiera preferido copiar sesenta y seis, y olvidar ocho si acaso, pero
una nota nada amigable me conminaba a devolver el ejemplar esa misma
noche.
SUMARIO
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SUMARIO
Historias de Olmos
Rolando Snchez Mejas
Tomado de: Historias de Olmo, Rolando Snchez Mejas, Coleccin Nuevos Tiempos, Ediciones
Siruela, Madrid, Espaa, 2001
AVERGONZADO
Una vez Olmo se despert y vio en el espejo que le faltaba un ojo. Pens
mirando hacia su esposa: Dios mo, se ha vengado, mujer latina, si miras a
las dems, te sacar los ojos, ya vers.
No, no haba sido ella. Ella no se habra contentado con un solo ojo. Y
dorma tan plcidamente! Entonces pens que haba sido el Estado. Pero para
qu quera el Estado un ojo de Olmo? La mano derecha, quiz. Pero un ojo...
Dios mo, Olmo, qu paranoico ests! Primero tu esposa, luego el Estado!
Entonces encontr el ojo. Estaba en un vaso. En la mesita de noche. Nunca
ms volver a pensar mal de mi mujer. Ni del Estado. Nunca ms!, pens
avergonzado.
Cuenta Olmo que la familia los incuba y los regresa al Estado que los
regresa a la familia, sin interrupcin del ciclo. No son seres huecos. Estn
llenos de contenido patrio. Pero se llenan y se vacan como bolsas. Alegres y
musicales todo el tiempo, trabajan en los planos bajos de la realidad. Esto
que dice Olmo no es teora. Miren al hijo de Lalo, el que tuvo con Dorita. Le
celebran su cumpleaos y el cretino, en vez de apagar las velas, se encarama
de un salto a la mesa y nos endilga un discurso. Luego el muy puerco nos tira
merengue. Pero en una de sas se le cay la cabeza. Literalmente: la cabeza
rod hasta nuestros pies. Lalo recogi la cabeza, que al fin y al cabo es la
cabeza de su hijo. Olmo le dijo a Lalo: Deberas educar mejor a tu canallita.
Y saben lo que hace Lalo? Pedirle a Olmo veinte pesos para comprarle a su
hijo un sombrerito.
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POSICIONES RADICALES
Olmo explica:
Hemingway escriba de pie. De ah su economa de estilo. Proust, au
contraire, escriba acostado, de ah su estilo lento, memorioso, prolijo.
Nietzsche se exasperaba paseando por el bosque. Escriba como si le mordiera
el cuello a los pjaros. La mayor parte de los escritores, como yo, escriben o
escribieron sentados. De ah su mediocridad. En literatura, como en todas las
cosas, hay que adoptar posiciones radicales.
ESCRITOR
REALISMO NACIONAL
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vender ni una flor. Lalo deca: Tenemos un chino atrs. Pero la historia del
chino tampoco vale la pena contarla aqu.
APRENDIZ
Historias de Olmos
Rolando Snchez Mejas
SUMARIO
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SUMARIO
Este prrafo lo escribo para lectores del siglo XX, pues tengo por
seguro que la obscena interjeccin morir junto con el ltimo nieto de los
soldados de la Independencia, como desaparecer tambin la proclama que el
general Lara dirigi a su divisin al romperse los fuegos en el campo de
Ayacucho: " Zambos del carajo ! Al frente estn esos pueteros espaoles. El
que aqu manda la batalla es Antonio Jos de Sucre, que, como saben
ustedes, no es ningn pendejo de junto al culo, con que as, fruncir los
cojones y a ellos".
En cierto pueblo del norte exista, all por los aos de 1850, una
acaudalada jamona ya con derecho al goce de cesanta en los altares de
Venus, la cual jamona era el non plus ultra de la avaricia; llambase Doa Gila
y era, en su conversacin, hembra ms ccora o fastidiosa que una cama
colonizada por chinches.
Uno de sus vecinos, Don Casimiro Piateli, joven agricultor, que posea
un pequeo fundo rstico colindante con terrenos de los que era propietaria
Doa Gila, propuso a sta comprrselos si los valorizaba en precio mdico.
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Que por eso no se quede replic con amabilidad Doa Gila, pues
siendo usted, como me consta, un hombre de bien, me pagar el resto en
especies, cuando y como pueda, que plata es lo que plata vale. No tiene
usted quesos que parecen mantequilla?
S, seora.
S, seora.
Aqu le falt la paciencia a don Casimiro que, como eximio jinete, viva
muy encariado con sus bucfalos, y mirando con sorna a la vieja, le dijo:
SUMARIO
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SUMARIO
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medios. No soy ciego a lo que los griegos apreciaban, quizs sus valores no
sean los mos, mas puedo entender lo que sera vivir iluminado por ellos, puedo
admirarlos y respetarlos, e incluso imaginarme persiguindolos, pero no lo
hago, no deseo hacerlo, y quiz no pudiese si lo desease. Las maneras de vivir
difieren. Los fines, los principios morales, son muchos y variados. Pero no
infinitos: han de estar dentro del horizonte humano. Si no lo estn, quedan
fuera de la esfera humana.
Si encuentro hombres que adoran a los rboles no porque sean smbolos
de fertilidad o por divinos, con una vida enigmtica y poderes propios, o porque
este bosque est consagrado a Atenea, sino slo porque son de madera; y si al
preguntarles por qu adoran la madera dicen: porque es madera y no dan
ms respuesta, yo ya no s lo que quieren decir. Si fuesen humanos, no seran
seres con los que yo pudiese comunicarme, hay una barrera real. No son
humanos para m. Ni siquiera puedo calificar de subjetivos sus valores si no
puedo imaginar lo que sera llevar ese tipo de vida.
Es evidente que los valores pueden chocar; es por eso que las
civilizaciones son incompatibles. Puede haber incompatibilidad entre culturas o
entre grupos de la misma cultura o entre usted y yo. Usted cree que siempre
hay que decir la verdad, suceda lo que suceda; yo no, porque considero que
puede ser demasiado doloroso en ocasiones o demasiado destructivo.
Podramos discutir nuestros puntos de vista, intentar encontrar un terreno
comn, pero al final lo que usted persigue pudiera no ser compatible con los
fines a los que yo considero he consagrado mi vida. Los valores pueden incluso
chocar dentro de un mismo individuo; y eso no significa que unos hayan de ser
verdaderos y otros falsos. La justicia, la justicia rigurosa, es para algunas
personas un valor absoluto, pero no es compatible con lo que pueden ser para
ellas valores no menos fundamentales (la piedad, la compasin) en algunos
casos concretos.
La libertad y la igualdad figuran entre los objetivos primordiales
perseguidos por el ser humano a lo largo de muchos siglos; pero la completa
libertad para los lobos es para los corderos la muerte, la completa libertad para
los poderosos, los dotados, no es compatible con el derecho a una existencia
decente de los dbiles y poco dotados., Para crear una obra maestra un artista
puede llevar una vida que suma en el sufrimiento y la miseria -a los que l es
indiferente- a su familia. Podramos condenarle y proclamar que la obra
maestra debe sacrificarse a las necesidades humanas, o podramos colocarnos
de su lado, pero ambas actitudes encarnan valores que para algunos hombres o
mujeres son esenciales, y que adems son inteligibles para todos nosotros si
tenemos alguna compasin o imaginacin o comprensin de los seres
humanos. La igualdad quizs exija que se limite la libertad de los que buscan
dominar; la libertad (y sin una cierta cuanta de ella no hay eleccin, por tanto
ninguna posibilidad de seguir siendo humanos tal como entendemos la palabra)
quizs deba reducirse para dejar espacio al bienestar social, para alimentar al
hambriento, vestir a otros, para que sea posible que halla justicia o equidad.
Antgona enfrenta un conflicto que Sfocles resuelve de manera
implcita. Sartre da la solucin contraria, mientras que Hegel propone
sublimacin a un cierto nivel ms elevado... un pobre consuelo para los que
sufren conflictos de semejante tono. La espontaneidad, una cualidad humana
maravillosa, no es compatible con la capacidad para la previsin organizada,
para el clculo delicado de qu y cunto y dnde... del que puede depender en
gran medida el bienestar de la sociedad. Todos tenemos noticia de las
atormentadoras alternativas del pasado ms reciente. Debe un individuo
oponerse a una tirana monstruosa cueste lo que cueste, a expensas de la vida
de sus padres o hijos? Se debe torturar a los nios para extraerles
informacin sobre traidores o delincuentes peligrosos?
Estas colisiones de valores son de la esencia de lo que son y de lo que
somos. Si nos dijesen que estas contradicciones se resolveran en algn mundo
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perfecto en el que todas las cosas positivas pueden armonizarse por principio,
entonces debemos responder, a quienes dicen esto, que los significados que
ellos asignan a los nombres que para nosotros denotan los valores
contradictorios no son los nuestros. Hemos de decir que en ese mundo en que
lo que vemos como valores incompatibles no son ya contradictorios es un
mundo absolutamente incomprensible para nosotros; que los principios que
estn armonizados en ese otro mundo no son los principios de los que tenemos
conocimiento en nuestra vida cotidiana; si estos se han transformado, lo han
hecho en conceptos que nosotros no conocemos en la tierra. Y es en la tierra
donde vivimos, y aqu donde debemos creer y actuar.
La nocin del todo perfecto, la solucin final, en la que todas las cosas
coexisten, no slo me parece inalcanzable (esto es una perogrullada) sino
conceptualmente ininteligible; no s qu se entiende por una armona de este
gnero. Algunos de los Grandes Bienes no pueden convivir. Es una verdad
conceptual. Estamos condenados a elegir, y cada eleccin puede entraar una
prdida irreparable. Felices los que viven bajo una disciplina que aceptan sin
cuestionamientos, los que obedecen de forma natural rdenes de dirigentes,
espirituales o temporales, cuya palabra aceptan sin vacilar como a una ley
inquebrantable; o los que han llegado, por mtodos propios, a convicciones
claras y firmes sobre qu hacer y qu ser que no admiten duda alguna. Slo
puedo decir que los que descansan en el lecho de tan cmodo dogma son
vctimas de formas de miopa autoprovocada, de anteojeras que pueden
proporcionar satisfaccin pero no una comprensin de lo que es ser humano.
Baste esto por lo que toca a la objecin terica -decisiva, creo yo-, a la
idea del estado perfecto como fin razonable de nuestros esfuerzos. Pero hay
adems un obstculo sociosicolgico que se opone a esto, un obstculo que se
puede plantear a aquellos cuya fe sencilla, de la que la humanidad se ha
nutrido durante tanto tiempo, se resiste a todo gnero de argumentaciones
filosficas. No hay duda de que es posible resolver algunos problemas, de que
varios males pueden curarse, en la vida social y en la individual. Podemos librar
a los hombres del hambre o de la miseria o de la injusticia, sacarles de la
esclavitud o de la crcel, y obrar bien con ello..., todos los hombres tienen un
sentimiento bsico del bien y el mal, pertenezcan a la cultura que pertenezcan;
pero todo estudio de la sociedad muestra que cada solucin crea una nueva
situacin, y esta engendra nuevas necesidades y problemas propios, nuevas
exigencias. Los hijos han obtenido lo que sus padres y abuelos anhelaban...
mayor libertad, mayor bienestar material, una sociedad ms justa; pero los
viejos males se olvidan y los hijos se enfrentan a los nuevos problemas que
traen consigo las propias soluciones de los viejos, y aunque tambin stos
puedan resolverse, generarn nuevas situaciones, y con ellas nuevas
necesidades, y as sucesivamente, siempre de modo impredecible.
No podemos legislar para las consecuencias desconocidas de
consecuencias de consecuencias. Nos dicen los marxistas que una vez obtenida
la victoria y que sea iniciada la historia verdadera, los nuevos problemas que
puedan surgir generarn sus propias soluciones, las que podrn aplicar
pacficamente los poderes unidos de una sociedad armoniosa y sin clases. Esto
a m me parece un ejemplo de optimismo metafsico que carece por completo
de base en la experiencia histrica. En una sociedad en la que se aceptan
universalmente los mismos fines, los problemas slo pueden ser de medios,
solucionables todos con mtodos tcnicos. Sera una sociedad en la que la vida
interior del hombre, la imaginacin moral, espiritual y esttica, ya no hablara.
Se deben destruir hombres y mujeres y esclavizar sociedades para conseguir
esto? Las utopas tienen su valor -nada expande tan maravillosamente como
ellas los horizontes imaginativos de las potencialidades humanas- pero como
guas a seguir pueden resultar literalmente fatales. Tena razn Herclito, las
cosas no pueden permanecer inalterables.
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Es, por tanto, mi conclusin, que la nocin misma de una solucin final
no slo es impracticable sino que, si no estoy errado y algunos valores no
pueden sino chocar, es adems incoherente. La posibilidad de una solucin
final (incluso si olvidamos el sentido terrible que estas palabras adquirieron en
tiempos de Hitler) resulta ser una ilusin; y una muy peligrosa ilusin. Pues si
uno realmente cree que solucin semejante es posible, es seguro que ningn
coste podra verse como excesivo para conseguir esto: lograr que la humanidad
sea justa, feliz, creadora y armnica para siempre, qu precio podra ser
demasiado alto con tal de conseguirlo? Con tal de hacer dicha tortilla, no puede
haber, seguro, ningn lmite en el nmero de huevos a romper. Era sa la fe de
Lenin, de Trotski, de Mao, y por lo que s de Pol Pot. Puesto que yo conozco el
nico camino verdadero para solucionar definitivamente los problemas de la
sociedad, s en qu direccin debo guiar la caravana humana; y puesto que
usted ignora lo que yo s, no se le puede permitir que tenga libertad de
eleccin ni siquiera en un mbito mnimo, si es que se quiere lograr el objetivo.
Usted afirma que cierta poltica le har ms feliz o ms libre o le dar espacio
para respirar; pero yo s que est equivocado, s lo que usted necesita, lo que
necesitan todos los hombres; y si hay resistencia debida a ignorancia o maldad,
hay que acabar con ella, y puede que tengan que perecer cientos de miles para
hacer a millones felices para siempre. Qu eleccin nos queda a nosotros, que
sabemos, sino la de estar dispuestos a sacrificarles?
Ciertos profetas armados pretenden salvar a la humanidad, y otros slo a
su propia raza por sus atributos superiores, pero, sea cual sea el motivo, los
millones sacrificados en guerras o revoluciones (cmaras de gas, gulag,
genocidio, todas las monstruosidades por las que nuestro siglo se recordar)
son el precio que ha de pagar el hombre por la felicidad de futuras
generaciones. Si uno desea de verdad salvar a la humanidad, ha de endurecer
el corazn y no pensar en costes.
Alexander Herzen, un radical ruso, dio la respuesta a esto hace ms de
un siglo. En su ensayo Desde la otra orilla, que es una suerte de esquela
necrolgica de las revoluciones de 1848, dijo que en su poca haba surgido
una nueva forma de sacrificio humano, el de seres humanos vivos en los altares
de abstracciones: nacin, iglesia, partido, clase, progreso, las fuerzas de la
historia. Si estas abstracciones, invocaron todas en su poca y que se han
invocado tambin en la nuestra, exigen sacrificios de seres humanos vivos, hay
que satisfacerlas. stas son sus palabras:
Si el objetivo es el progreso, para quin estamos trabajando? Quin es
este Molok que se retira cuando los que se esfuerzan afanosos se aproximan ya
a l; y que no puede proporcionar ms consuelo a las multitudes condenadas y
exhaustas, que gritan morituri te salutant que... la respuesta burlona de que
despus de que se mueran todo ser maravilloso en este mundo. Deseas
verdaderamente condenar a los seres humanos vivos hoy al triste papel... de
desdichados galeotes que, con la basura hasta las rodillas, arrastran una
embarcacin... con... "progreso en el futuro" escrito en su bandera? ...; un
objetivo que es infinitamente remoto no es un objetivo, es slo... un engao;
un objetivo debe hallarse ms cerca... en el salario del trabajador como mnimo
o en satisfaccin en el trabajo realizado.
De lo nico que podemos estar seguros es de la realidad del sacrificio, de
la muerte de los muertos. Pero el ideal por el que mueren sigue sin hacerse
realidad. Se han roto ya los huevos, y el hbito de romperlos crece, pero la
tortilla sigue siendo invisible. Los sacrificios por objetivos a corto plazo, la
coercin si la situacin de los individuos es desesperada y exige realmente esas
medidas, puede estar justificada. Pero el holocausto por objetivos inasibles es
una burla cruel de todo lo que los hombres juzgan estimable, ahora y en todas
las pocas.
Si la antigua y permanente creencia en la posibilidad de materializar la
armona definitiva es una falacia y las posiciones de los pensadores a los que
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he apelado (Maquiavelo, Vico, Herder, Herzen) son vlidas, entonces, si
admitimos que los Grandes Bienes pueden chocar, que algunos de ellos no
pueden convivir, aunque s puedan otros; en suma, que uno no puede poseerlo
todo, en la teora adems de en la prctica; y si la creatividad humana ha de
basarse en una diversidad de elecciones que sean mutuamente excluyentes,
entonces, como preguntaban en tiempos de Chernishevski y Lenin: Qu hay
que hacer? Cmo elegir entre posibilidades? Qu y cunto ha de sacrificarse
a qu? Creo que no hay una respuesta clara. Mas las colisiones, aunque no
puedan evitarse, se pueden suavizar. Las pretensiones pueden equilibrarse, es
posible llegar a compromisos: en situaciones concretas no todas las
pretensiones tienen igual fuerza, tanta cuanta de libertad y tanta de igualdad,
tanto de aguda condena moral y tanto de comprensin de una determinada
situacin humana; tanto de aplicacin plena de la ley y tanto de la prerrogativa
de clemencia; tanto de dar de comer a los hambrientos, de vestir al desnudo,
curar al enfermo, cobijar al que no tiene techo. Deben establecerse prioridades,
nunca definitivas y absolutas.
La primera obligacin pblica es evitar el sufrimiento extremo. Las
revoluciones, guerras, asesinatos, las medidas extremas, pueden ser
necesarias en situaciones desesperadas. Pero la historia nos ensea que sus
consecuencias pocas veces son las previstas; no hay ninguna garanta, a veces
ni siquiera una probabilidad lo suficientemente mayscula, de que estas
acciones traigan una mejora. Podemos correr el riesgo del acto drstico, en la
vida personal o en la poltica pblica, pero debemos tener en cuenta siempre,
no olvidarlo nunca, que podemos estar equivocados, que la seguridad respecto
a los efectos de tales medidas conduce invariablemente a un evitable
sufrimiento de los inocentes. Por tanto, debemos estar dispuestos a hacer eso
que llaman concesiones mutuas: normas, valores, principios, deben ceder unos
ante otros en grados variables de acuerdo a situaciones especficas. Las
soluciones utilitarias son errneas en ocasiones, pero sospecho que son
beneficiosas con mayor frecuencia. Lo preferible es, como norma general,
mantener un equilibrio precario que impida la aparicin de situaciones
desesperadas, de alternativas insoportables. sa es la primera condicin para
una sociedad decente; una sociedad por la que podemos luchar siempre,
teniendo como gua el mbito limitado de nuestros conocimientos, e incluso de
nuestra comprensin imperfecta de los individuos y de las sociedades. En estos
asuntos es muy necesaria una cierta humildad.
Esto pudiera parecer una solucin bastante insulsa, no es el tipo de
propuesta por la que el joven idealista estara dispuesto, en caso necesario, a
luchar y sufrir en pro de una sociedad nueva y ms noble. Y no debemos, por
supuesto, exagerar la incompatibilidad de valores: hay un espacio de amplio
acuerdo entre miembros de sociedades distintas a lo largo de grandes perodos
de tiempo acerca de lo cierto y lo falso, del bien y del mal. Tradiciones, puntos
de vista y actitudes pueden diferir, claro, legtimamente; puede haber
principios generales que prescindan en exceso de las necesidades humanas. La
situacin concreta es la ms importante. No hay salida: debemos decidir
cuando decidimos; no se puede evitar a veces correr riesgos morales. Lo nico
que podemos pedir es que no se desdee ninguno de los factores importantes,
que los objetivos que pretendemos se consideren elementos de una forma de
vida total, a la que las decisiones pueden favorecer o perjudicar.
Pero, en ltimo trmino, no es algo que dependa de un puro juicio
subjetivo: viene dictado por la forma de vida de la sociedad a la que uno
pertenece, una sociedad entre otras, con valores compartidos, hllense o no en
conflicto, por la mayor parte de la humanidad a la largo de la historia escrita.
Hay, si no valores universales, s al menos un mnimo sin el que las sociedades
difcilmente podran sobrevivir. Pocos querran defender hoy la esclavitud o el
asesinato ritual o las cmaras de gas nazis o la tortura de seres humanos por
gusto o por provecho o incluso por el bien poltico; o que los hijos tengan la
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obligacin de denunciar a sus padres, cosa que exigieron las revoluciones
francesa y rusa, o el asesinato irracional. No hay nada que justifique transigir
con esto. Mas, por otra parte, la bsqueda de la perfeccin me parece una
receta para derramar sangre, que no es mejor ni aunque lo pidan los idealistas
ms sinceros, los ms puros de corazn. No ha habido ms riguroso moralista
que Immanuel Kant, pero incluso l dijo, en un momento de iluminacin: De
la madera torcida de la humanidad no se hizo nunca ninguna cosa recta.
Meter a la fuerza gente en los uniformes impecables que exigen metas en las
que se cree dogmticamente es casi siempre un camino trazado hacia la
inhumanidad. No podemos hacer ms de lo que podemos: pero eso debemos
hacerlo, a pesar de las dificultades.
Habr encontronazos sociales y polticos, claro; el simple dilema de los
valores positivos por s solo hace que esto sea inevitable. Pero pueden, creo,
reducirse al mnimo promoviendo y manteniendo un inquieto equilibrio,
constantemente amenazado y que hay que restaurar continuamente...; slo
esto, insisto, constituye la condicin previa para sociedades decentes y un
aceptable comportamiento moral, de otro modo nos extraviaremos sin remedio.
Un poco inspido como solucin, diris? No es de ese material del que estn
hechas las llamadas a la accin de los dirigentes inspirados? Sin embargo, si
hay algo de verdad en este punto de vista, quizs eso baste. Un eminente
filsofo americano de nuestro tiempo dijo una vez: No hay una razn a priori
para suponer que la verdad resulte, cuando se descubre, necesariamente
interesante. Puede ser suficiente que sea verdad, o incluso con que se
aproxime a ella; no me siento, pues, afligido por propugnar esto. La verdad,
dijo Tolstoi, en la novela con la que comenc [Guerra y Paz], es lo ms hermoso
que hay en este mundo. No s si es as en el terreno de la tica, pero a m me
parece que se aproxima suficiente a lo que la mayora queremos creer para que
no se deje a un lado con excesiva ligereza.
SUMARIO
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SUMARIO
Catalepsia
Edwin Reyes Zamora
Tiempo muerto
La poesa no quiere ya
decir. Me rompo el
hgado, voy arrojando
lonjas a los perros, veo
como mi sangre gotea
mezclada con la rabia.
Bajo los horcones de la ciudad antigua; escoltado por
borrachos (padres o hijos de puta), con la lengua llagosa
de lamer el verdn de las paredes, puestas-en-juego las
aclamaciones VICTORIA - DERROTA; pude discernir que
el partidor de panes era un clown o al menos un espa.
La sucesin de bloques
habitables borra el mar
-pens- y los barcos que
en el flotan, y los posibles
e imposibles puentes.
Tengo un amigo con un
gabn sovitico (blindaje
automotriz), y otro, que
se afeita media cara.
Si alguien pregunta
cuntos tenemos que morir
para que una sola brizna
raje el pavimento
seguiramos bailando?
11 de octubre
De tarde en tarde en el vertedero de la gran ciudad aparecen
cosas tiles (latas de pescado a medio consumir o algn harapo
yanqui).
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Post-guerra: un daguerrotipo:
Sobre roedores y bajo quebranta
huesos los personajes ren de
la amnesia de Dios.
El viga
Unas lneas para el lord
protector de los nios
Limpieza de aura
Un rogamiento de cabeza
quebrarle el pescuezo a la paloma
dejar que la sangre penetre
lentamente los poros
inundando el cerebro.
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pero todo es lo mismo
tumor nacionalista
metstasis
Con certeza
nuestros muertos piden sal
gota
a
gota
el Caribe sostiene esta qumica.
Memoria afectiva
Alamar: otro barrio perifrico al este de la Habana, edificio
con reja sobre un terreno duro donde los rboles crecen al revs
y la familia visita a sus muertos en la costa.
Claustro-va
Reja.
Madre scame de aqu, ya no quiero ser la puta.
Padre scame de aqu, ya no quiero ser la puta.
Catalepsia
Edwin Reyes Zamora
SUMARIO
89
SUMARIO
Patria y globalizacin
Peter Sloterdijk
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de residencia. En nuestra poca, toda pregunta sobre identidad social y
personal es planteada desde el punto de vista de cmo, en macro-mundos
llenos de movimiento y riesgos, puede ser posible establecer formas viables de
residencia, o del estar-consigo-y-con-los-suyos. Mirado filosficamente, residir
significa formar parte de un sistema inmunolgico espacial o, en palabras de
Hermann Schmitz, es la cultura de los sentimientos en un espacio de
desasosiego.
El nerviosismo globalizador actual refleja el hecho de que, adems de
los Estados nacionales, tambin las que hasta ahora eran las mejores
condiciones polticas posibles de residencia por as decirlo: la sala y el saln
de conferencias de los pueblos democrticos (o quimeras populares) se han
vuelto intercambiables, y en esa sala nacional, aqu y all, comienza a entrar
una corriente harto desagradable. La proeza cultural del Estado nacional
moderno fue, como puede apreciarse retrospectivamente, el haberle dado una
especie de calor de hogar a la mayora de sus habitantes. Esa suerte de
estructura inmunolgica, a la vez real e imaginaria que, en el sentido ms
favorable del trmino, pudo ser vivida como punto de convergencia entre el
espacio y el s-mismo, como identidad regional. Tal proeza se realiz de forma
ms impresionante all donde el Estado de poder logr ser controlado de mejor
manera y se transform en un Estado benefactor. Pero justamente ese efecto
de calor de hogar poltico-cultural es lo que se ve afectado por la globalizacin,
con la consecuencia de que incontables habitantes de los Estados nacionales
modernos no sienten estar consigo mismos siquiera en su casa, y an estando
consigo mismos tampoco se sienten en casa.
La construccin inmunolgica de la identidad poltico-tnica ha
empezado a tambalearse ostensiblemente. Sobre todo puede apreciarse de
forma cada vez ms clara que el vnculo entre el espacio y el s-mismo no es
tan estable cuando las condiciones cambian, como promulg el folklore poltico
del territorialismo, desde las culturas agrcolas arcaicas y antiguas hasta el
Estado nacional moderno. Cuando la interdependencia entre espacios y s-
mismos se afloja o desaparece, pueden presentarse dos posiciones extremas
en las que la estructura del campo social puede registrarse con una exactitud
casi experimental, a saber: la de un s-mismo sin espacio y la de un espacio sin
s-mismo.
Por supuesto, todas las sociedades realmente existentes debieron
buscar hasta ahora su modus vivendi entre esos dos polos de forma ideal, lo
ms lejos posible de ambos extremos. Y es fcil comprender que, tambin en
el futuro, toda comunidad poltica real tendr que dar una respuesta al doble
imperativo de la determinacin por el espacio y la determinacin por el s-
mismo.
Lo que ms se acerca al primer extremo, el de la desvinculacin del s-
mismo del espacio, es seguramente la dispora juda de los ltimos dos mil
aos. No sin razn se ha dicho que el pueblo judo es un pueblo sin
"fundamento". Heinrich Heine llev ese estado de cosas al terreno humorstico
cuando dijo que el hogar de los judos no estaba en ningn pas sino en un
libro en aquella Tor que llevaban consigo como una "patria porttil". Esa
elegante y aguda observacin pone al descubierto un hecho de validez general
rara vez notado, a saber, que los grupos "de vida nmada" o
"desterritorializados" no construyen su inmunidad simblica ni su coherencia
tnica, o que lo hacen slo de modo secundario, en relacin a un suelo
sustentador, sino que su intercomunicacin funge directamente como un
"recipiente autgeno" (1) en el que los participantes se contienen a s mismos
y se mantienen "en forma" mientras el grupo se desplaza a travs de paisajes
externos.
En recipientes autgenos, como en las comunidades fuertes, se
experimenta de forma directa la prioridad que tiene la autorreferencia sobre la
territorialidad. Un pueblo sin tierra no puede ser vctima del sofisma que ha
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engaado a todo pueblo sedentario a lo largo de la historia, esto es: que la
tierra es el recipiente del pueblo, y que el propio suelo es el principio del que
deriva el sentido de su vida y su identidad.
Esa "territorial fallacy" (la falsa conexin entre territorio y propietario)
es hasta hoy uno de los legados ms efectivos y problemticos de la era
sedentaria, pues en ella se afirma el reflejo bsico de todo uso aparentemente
legtimo de la violencia, la as llamada "defensa de la patria". Esta falacia
reposa sobre la obsesiva equiparacin entre el espacio y el s-mismo, la falacia
originaria de la razn territorializada. Ese error fatal se ha puesto cada vez
ms al descubierto desde que una onda de movilidad transnacional, sin
precedente en la historia, ha relativizado la ligazn entre pueblo y territorio.
La tendencia hacia el s-mismo multilocal es una caracterstica de la
modernidad avanzada del mismo modo que la tendencia hacia el espacio
politnico o "desnacional".
Cuando el discurso de la modernidad habla de "patria" se refiere a un
punto de partida del movimiento hacia el espacio terrqueo abierto y no hacia
el claustro regional ineluctable de antes. El antroplogo cultural indo-
americano Arjun Appadurai llam hace poco la atencin sobre estas cosas al
crear el concepto de "etnoescape", que permite comprender procesos como la
"desespacializacin" progresiva (desterritorializacin) con rasgos tnicos, la
constitucin de "comunidades imaginarias" fuera de toda referencia a lo
nacional, y la participacin imaginaria de innumerables individuos en las
imgenes de otras formas de vida propias de otras culturas nacionales. De ese
modo puede describirse de qu manera formas de residencia modernas
vinculan desarraigo y contacto con el suelo. En lo que concierne al judasmo
durante su periodo de exilio, resulta claro que su provocacin consisti en
restregar a los pueblos del hemisferio occidental la paradoja aparente en
realidad, un verdadero escndalo de un s-mismo sin espacio existente de
facto.
El otro polo, que adquiere cada vez contornos ms claros ante los ojos
contemporneos, lo constituye el fenmeno de un espacio sin s-mismo. Las
regiones de la Tierra deshabitadas son el primer ejemplo de esto: los desiertos
blancos (mundo polar), grises (altas montaas), verdes (selvas), amarillos
(arena) y azules (ocanos). Pero en este contexto, los desiertos externos
tienen menos importancia que esos espacios "cuasisociales" en los que las
personas se renen sin por ello querer (o poder) establecer vnculo alguno
entre su identidad y la localidad. Eso puede aplicarse a todas las zonas de
paso, en un estricto y amplio sentido del trmino: ya sean localidades
destinadas al trnsito, como estaciones, puertos, aeropuertos, calles, plazas y
centros comerciales, o se trate de instalaciones diseadas para una estancia
limitada, como los centros vacacionales o las ciudades tursticas, plantas
fabriles o asilos nocturnos.
Tales espacios pueden poseer su propia atmsfera. Sin embargo, su
existencia no depende de una poblacin regular o un s-mismo colectivo
arraigado a ellos. Lo propio de ellos es no detener a sus visitantes o
paseantes. Son tierra de nadie: a veces repleta, a veces vaca. Desiertos de
paso que pululan en los centros sin ncleo y en las periferias hbridas de las
sociedades contemporneas.
En dichas sociedades puede reconocerse, sin mayor esfuerzo analtico,
que lo que hasta ahora constitua su normalidad la vida en condiciones de
hacinamiento masivo, sea regional o nacional, incluidos los fantasmas y los
narcisismos etnocntricos ya ha sido alterada de manera decisiva por las
tendencias a la globalizacin.
La licencia expedida desde tiempos inmemoriales para confundir pas y
s-mismo no puede renovarse infinitamente. Por un lado, las sociedades
modernas aflojan sus vnculos con el espacio en tanto las grandes poblaciones
se apropian de una movilidad sin precedente en la historia. Por otro lado,
92
aumenta dramticamente el nmero de zonas de paso donde las personas que
las frecuentan no pueden establecer relaciones de residencia.
De esa forma, las sociedades globalizadas y mviles se acercan
simultneamente tanto al "polo nmada", al s-mismo sin espacio, como al
"polo desrtico", al espacio sin s-mismo, con un terreno intermedio que se va
encogiendo sobre las culturas regionales que han florecido y las satisfacciones
fieles al espacio.
La crisis formal de la moderna sociedad de masas (que actualmente se
discute como crisis del Estado Nacional) tiene as su origen en la erosin
avanzada de las funciones tnico-regionales del contenedor. Lo que
anteriormente se entenda, y comprenda, por "pueblo" o "sociedad", en los
ms de los casos no era sino el contenido de un recipiente de gruesas paredes,
territorial, y sostenido por smbolos, en el que casi siempre se hablaba un
nico idioma. Es decir, un colectivo que encontraba su autocerteza en un
sistema nacional cerrado y que oscilaba dentro de sus propias redundancias, lo
cual difcilmente poda ser comprendido por extraos. Tales comunidades
histricas que se situaban en la interseccin entre el s-mismo y el espacio, los
as llamados "pueblos", se encontraban, debido a sus caractersticas de
autocontencin, la mayora de las veces sobre un mayor declive entre el
interior y el exterior: un estado de cosas que en las culturas prepolticas sola
reflejarse como un inocente etnocentrismo y, a nivel poltico, como una
diferencia sustancial entre el interior y el exterior.
Pero justamente esa diferencia y ese declive son los que hoy da, debido
a los efectos de la globalizacin, se nivelan cada vez ms, y la situacin
inmunolgica del contenedor nacional se vive cada vez ms como algo
problemtico por los usuarios de las condiciones de vida anteriores. Si bien es
cierto que casi nadie que haya conocido los privilegios de la liberalidad
moderna desea, en aras de las consignas militantes, que vuelva el reinado del
Estado Nacional, y menos an el retorno a la autohipnosis totalitaria
caracterstica de las formas de vida tribales, para muchos el sentido y riesgo
de la tendencia hacia un mundo de paredes delgadas y sociedades mezcladas
es incomprensible y, adems, se ve con recelo.
Roland Robertson opina, y es cierto, que la globalizacin es un proceso
que es acompaado por la protesta (a basically contested process). Pero la
protesta contra la globalizacin es, tambin, la globalizacin misma: ella forma
parte de la reaccin inmunolgica ineludible e ineluctable de los organismos
locales contra la infeccin provocada por un formato mundial ms elevado.
El reto psicopoltico de la era global consiste en no ver el debilitamiento
de la inmunidad tradicional y tica del contenedor como prdida de forma y
decadencia valga decir, como ayuda ambivalente o cnica para la
autodestruccin. Lo que para los posmodernos est realmente en juego son
diseos exitosos y condiciones de inmunidad dignas de ser vividas. Y esto es
justamente lo que en las sociedades de pared delgada puede volver a
constituirse de mltiples formas, si bien, como siempre, no para todos.
En ese contexto social-sistmico se revela el sentido inmunolgico
revolucionario de la tendencia actual hacia formas de vida individualistas, a
saber: quiz por vez primera en la historia de las formas de vida homnidas y
humanas, en las sociedades avanzadas los individuos, en tanto portadores de
propiedades inmunolgicas, se desprenden de sus cuerpos sociales (hasta
ahora esencialmente protectores) y aspiran a desenganchar su felicidad y su
desgracia del estar-en-forma de la comuna poltica. Esa tendencia encuentra
su mejor encarnacin en la nacin piloto del mundo occidental, los Estados
Unidos, donde el concepto individualista pursuit of happiness constituye
desde 1776 el fundamento del contrato social. Los efectos centrfugos de esa
orientacin hacia la felicidad individual fueron compensados mediante
energas de la comunidad y la sociedad civil, de tal forma que la prioridad
93
inmunolgica tradicional del grupo frente al individuo tambin pareci haber
encarnado en la sntesis de pueblos que constituyen los Estados Unidos.
Pero con el decursar del tiempo se han invertido los augurios: en
ninguna otra parte, en ninguna poblacin, en ninguna cultura, el individuo se
hace cargo, en tan gran medida, de sus necesidades biolgicas, psicotnicas y
religiosas, en la medida en que la abstinencia en el terreno poltico va
creciendo. Durante las ltimas elecciones presidenciales en los Estados Unidos
se registr por primera vez una participacin por debajo del 50%. Y en las
elecciones para la Cmara de Representantes y el Senado, en noviembre de
1998, alrededor de dos de cada tres votantes se abstuvieron de votar para
los expertos, el nivel de participacin en la votacin, de casi un 38%, fue un
resultado relativamente bueno. Ello nos revela una situacin en la que la
mayora de los individuos cree poder desolidarizarse del destino de su
comunidad poltica imaginando, con buen fundamento, que, de ahora en
adelante, el ptimo inmunolgico individual ya no se encuentra (o slo en
contadas excepciones) en el colectivo nacional parcialmente, quizs en el
sistema de solidaridad de su "minora" o su community-. Donde ms
claramente lo encuentra es asegurndose de forma privada, bien sea en el
terreno religioso, diettico, gimnstico o en el de las compaas de seguros.
El axioma del orden inmunolgico individualista se propaga en las
masas de individuos centrados en s mismos como una nueva evidencia vital:
que nadie har por ellos lo que ellos no hagan por s mismos. Las nuevas
tcnicas inmunolgicas se recomiendan como estrategias existenciales en las
sociedades constituidas por individuos para los cuales la Larga Marcha hacia la
flexibilidad, el debilitamiento de la "relacin de objeto", y la licencia general
para mantener relaciones de infidelidad o relaciones reversibles entre
personas y espacios, ya ha alcanzado su culminacin lgica.
En un mundo as, la antigua sabidura del emigrante: ubi bene ibi patria,
ser obligatoria para todos. Y es que la patria como espacio de la buena vida
es cada vez menos fcil de encontrar all donde, por accidente de nacimiento,
cada quien est. Sin importar donde se est, la patria debe ser reinventada
permanentemente mediante el arte de saber vivir y el de las alianzas
inteligentes.
Patria y globalizacin
Peter Sloterdijk
SUMARIO
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SUMARIO
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'corrupcin' forastera que los provoca, mientras hemos olvidado la que incit
a los que vemos desaparecer.
Al defender los rasgos culturales o folklricos supuestamente
idiosincrticos, los idlatras de la identidad olvidan que son formas de hacer y
de comportarse nacidas para resolver determinados problemas, no para
singularizarse entre los vecinos. Por qu no pueden cambiarse si se nos
ofrecen otros modelos ms efectivos y provechosos para afrontar retos
semejantes? La numeracin romana fue un rasgo de la identidad cultural
latina de lo ms relevante, pero no conozco a nadie que deplore su sustitucin
por los guarismos rabes. Es evidente que stos funcionan mucho mejor y lo
que se pretende con los nmeros es calcular bien, no 'distinguirse' de otros
pueblos. Tampoco parece que los puristas que defendieron nuestro racial
pergamino frente al papel inventado por los chinos o consideraron la seda
como una decadente moda de esos diablos amarillos sean dignos de ser
imitados. No son igual de obtusos los que hoy defienden la ley cornica
frente al liberalismo democrtico, en nombre de conservar la propia identidad
contra contaminaciones extranjeras? No es cierto que los rasgos culturales no
admitan nunca parangn unos con otros: en muchos casos es posible decir
que unos son mejores que otros, porque su funcin ltima no es la de
expresar 'formas de ser' preexistentes, sino afrontar las dificultades de una
realidad que en gran medida tiene aspectos comunes para todos los humanos.
Y ello es vlido incluso en el terreno aparentemente menos objetivo de los
gustos y diversiones. Por qu debo seguir bailando al son de mis abuelos si
otros ritmos me agradan ms... aunque me los hayan enseado gentes de
fuera? Snobismo? Y qu sera de la cultura si los benditos snobs no sintieran
el capricho por lo extico, por lo forneo, por la agitacin de las formas y de
los modos?
Entonces los partidarios de la identidad incorrupta profetizan que la
prdida de las identidades nacionales uniformizar el mundo, convirtindolo
en montono reflejo del imperio dominante. Es curioso que se recurra a lo
idntico para propagar lo diverso. Para que el mundo no se uniformice, los
partidarios de la identidad quieren uniformizar su parte del mundo... de modo
que todo en ella se distinga del resto del planeta pero nada dentro de ella sea
distinto de lo dems. El comportarse 'a su modo' es el derecho de la identidad
en las colectividades pero extranjerismo mimtico o colonialismo o
colonialismo en los individuos. Es cierto que los cosmopolitas prefieren que
todo en Japn sea muy japons y en Murcia muy murciano, porque ellos viven
ya como ciudadanos de un imperio en el que reinan los transportes rpidos:
pero quiz los que viajan menos prefieran que les traigan las cosas a la puerta
de casa. Qu es ms uniforme: que en cada gran ciudad haya una calle en la
que se encuentre un restaurante vasco, un McDonald, un bistrot, un pub, una
pizzera, un restaurante chino y una taberna andaluza o que esos locales no se
vean nunca fuera de su lugar de origen... ni en su lugar de origen se encuentre
cosa distinta al local que corresponde por 'identidad'? El reproche de
abigarramiento sin races contra las democracias imperiales viene de lejos. En
un panfleto annimo del siglo V a. C contra la democracia ateniense (en el que
se le reprochan cosas que les sonarn a ustedes, como la corrupcin de los
polticos y el afn popular por el dinero) se asegura que "mientras otros
griegos se valen cada uno de su propia lengua y tienen su propio modo de
vestir y sus propias maneras, el lenguaje, los trajes y las maneras de los
atenienses estn entreverados de elementos dispersos de todos los griegos y
de todos los brbaros". Sin embargo, las 'invasiones' culturales contra las que
ms se predica acaban luego como el Eurodisney: el que quiere va, el que no
quiere no va... y si la mayora no va el negocio puede entrar en bancarrota. De
vez en cuando, los entusiastas de la identidad sacan la artillera dialctica
pesada: lo tnico, lo lingstico, la identidad histrica. En ltimo extremo, la
raza. Fundar un estado en la identidad -es decir, en la uniformidad y el
96
sometimiento de la diferencia- de lo tnico o lo lingstico no es ms que un
primer paso en el camino que lleva al estado basado en criterios raciales. Por
desgracia, tenemos mucho de eso en nuestro pasado y una ojeada por la
Europa que vivimos revela que tambin en nuestro presente. El combate del
maana ser entre quienes intenten desmitificar la identidad de la tribu y
quienes deseen convertirla en dolo y mito del siglo XXI.
SUMARIO
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SUMARIO
Ligereza en la pasarela
Duanel Daz
98
origen/causa vs. diferencia/huella; metafsica vs. irona; determinacin vs.
indeterminacin. (El ensayo se llama "The culture of posmodernism").
Tal diagrama fue reproducido por David Harvey en su libro The Condition
of Postmodernity, de 1990.) Derrida, Deleuze, Guattari, Barthes, Heisenberg,
Rorty, todos sirven a Hassan para elaborar un cuadro comparativo que no es
slo, por esquemtico, necesariamente reductor, sino tambin contradictorio y
carente del ms mnimo rigor. Detrs del ensayo de Rufo se encuentra un
cuadro semejante, cuyas dicotomas tambin definen al posmodernismo como
una apertura hacia la diversidad, el juego y el pluralismo. Del lado del
moderno: el autor-Dios, la primaca de la alta cultura, la objetividad, la razn
excluyente, los dualismos, la jerarqua. Del lado del posmoderno: la polifona,
la democratizacin del arte, la valorizacin de la cultura popular, el predominio
de la subjetividad, la inclusin del otro, la autoconciencia, la difuminacin de
las oposiciones binarias, la desacralizacin, etc.
Esta teora, adems, reproduce la visin spengleriana de la cultura como
ciclo vital: en la madurez del modernismo, el posmodernismo es un retoo que
prefigura su momento de esplendor, cuando ste, ahora en calidad de
"dominante", coexiste con un "tardomodernismo" que ya no es paradigma de
la poca. El posmodernismo y el modernismo, insiste Caballero, son slo
dominantes, y por lo tanto pueden coexistir, superponerse en el seno de un
mismo artista o incluso de una misma obra. Pero esto no hace ms que
evidenciar que, en el fondo, se trata de una concepcin fuertemente
objetivadora, que tiende a considerar las obras de arte casi como meras
realizaciones o expresiones de un espritu epocal. Las maysculas de lo
Moderno y lo Posmoderno aumentan la sospecha de que se trata de dos entes
personalizados. El Moderno es un seor severo y cartesiano, un don Pomposo
cejijunto y aoso; el Posmoderno es un enfant terrible, rebelde y juguetn,
una especie de Nen Traviesa con algo de Mafalda y algo de Madonna. Hay
aqu, como en la apologa de Hassan, cierto provincianismo de lo
contemporneo, una especie de fundamentalismo posmodernista. Para Rufo,
todos los caminos conducen a la posmodernidad.
En Sedicin en la pasarela la oposicin entre lo moderno y lo
posmoderno se reduce notablemente al contraste entre el orden y el desorden,
la jerarqua y la subversin, la autoridad y la libertad. Esto es evidente, por
ejemplo, cuando Caballero critica la distincin del narratlogo Francis Vanoye
entre modelos guionsticos clsicos que para este son, nos informa Rufo,
aquellos "centrados en la accin, en la racionalidad de los encadenamientos
dramticos, la consistencia de los personajes y su coherencia lgico-
psicolgica y sociolgica" y los "modelos guionsticos modernos"
caracterizados por contenidos ms ambiguos, esquemas ms flexibles,
recursos de distanciamiento, etc. Escribe Rufo:
el guin que [Vanoye] llama "clsico" no es ms que el paradigma
de la dramaturgia moderna con sus estandartes de racionalidad y
claridad, mientras que lo designado como guin "moderno" se
corresponde, por el contrario, con la escritura posmoderna. Cuando
Vanoye relaciona el contenido de lo para l "moderno" y las
licencias escriturales de principios de siglo, no toma en cuenta que
las premisas de la alta modernidad no hacen sino anunciar lo que
varias dcadas despus adquiere el alcance y la generalidad de una
condicin. O sea, a los sedientos ojos del historiador fetichista, si
Dostoievski es polifnico, por extensin lo es la novela moderna; o
si en el cine de las primeras dcadas hay ruptura de la digesis
diacrnica, ah radica el paradigma del cine silente. Y no: a la
inversa. Intolerancia se alza como el soberbio clsico que es, justo
porque su acronologa se adelanta varias dcadas al proceso que
muchos aos despus representa la dominancia de la poca
(pp.77-78).
99
Es decir, el hecho de que Dostoievski sea polifnico no significa que la
novela moderna lo sea, pues Dostoievski no es paradigma, sino excepcin, un
adelantado de lo que solo despus ser dominante: el posmoderno. Asimismo,
Caballero asegura que "en Rashomon est ya el canon polifnico de lo
posmoderno, la multifocalidad y la relatividad del acceso a la ilusin de la
verdad, hallazgos morfolgicos y filosficos que se sistematizaran con los
aos sesenta" (p.52). Por esta va, todo cuanto a lo largo de la historia del arte
huela a polifona, libertad, cuestionamiento, autoconciencia, etc., podr ser
tenido como anuncio de lo que slo despus es decir, ahora ser dominante.
Rabelais ser posmoderno, lo ser Cervantes, lo ser el manierismo, el
Satiricn, y hasta la mismsima serpiente del Jardn. Al cabo, todo se reduce
prcticamente al conflicto de dos principios opuestos, orden y desorden, a la
discordia primordial entre lo clsico y lo barroco.
Sarduy celebra en el artificio del barroco, en el gasto en funcin de
placer, la subversin del orden burgus naturalizador, de la economa toda de
"lo humano". En la escritura autotlica y gozosa, que subvierte los cdigos del
realismo clsico, encuentra el ltimo reducto de la resistencia a la gran
capacidad asimiladora del capitalismo. En el fondo, esta oposicin entre el
texto neobarroco y el clsico-realista corresponde, para Caballero, Irlemar
Chiampi mediante a la relacin entre el posmodernismo y el modernismo.
Significativamente, el guin que Vanoye llama "clsico" es para el autor de
Sedicin en la pasarela el paradigma del moderno, mientras que el que aquel
llama "moderno" corresponde, en realidad, al posmoderno. Se trata de
localizar la subversin no ya en la relacin de lo moderno con lo clsico, sino
en la de lo posmoderno con lo moderno: el posmoderno corresponde, como el
todo a la parte, al neobarroco de Sarduy, y el moderno, a una dramaturgia
dominada por la claridad y la racionalidad, cercana al texto lisible de Barthes.
Rufo parece no reparar en que la oposicin que postula Sarduy, como las
de Barthes lisible vs. scriptible, obra vs. texto, etc. , es otra variante de la
afirmacin de una literatura moderna, continuadora de la ruptura del orden
clsico que introdujo el romanticismo, cuando la poesa se convierte en
libertad, orden resistente al maquinismo cosificador del capitalismo, pathos
progresivo destructor de los estancos gneros clsicos, coexistencia de estilos
altos y bajos. (No parece reparar tampoco en la contradiccin que supone
considerar, por un lado, el posmodernismo como una reaccin frente al
elitismo y el rechazo a la cultura de masas propios del modernismo y, por el
otro, asociar, con Hassan, lo posmoderno a lo scriptible, es decir, lo difcil,
aburrido, destructor del yo y de la cultura.)
La distincin de Sarduy, como han sealado muchos de sus estudiosos,
no es, en cierto sentido, ms que otro avatar de la definicin diferencial,
esencialmente romntica, de la literaturidad ensayada por los formalistas
rusos; slo que para los de OPOYAZ el autotelismo y el extraamiento del
lenguaje cotidiano eran caractersticos si no de toda la literatura, por lo menos
de la poesa, mientras que Sarduy, escribiendo desde la segunda mitad del
siglo XX, gastados los cartuchos del realismo decimonnico y demostrada la
gran capacidad del capitalismo para recuperar el potencial antiburgus propio
del arte moderno en general y, en especfico, de la llamada vanguardia
histrica, considera al realismo como un arte naturalizado, perpetuador de la
ideologa burguesa, y reclama para el neobarroco los poderes subversivos del
lenguaje y el simulacro. Est Joyce del lado del texto realista-clsico? Tiende
el Ulises al texto lisible o al scriptible? Uno de los exergos del ensayo de Rufo
es esta frase admirable de Eco: "La vida se parece ms al Ulysses de Joyce que
a Los tres mosqueteros, y sin embargo, somos ms propensos a leerla como si
fuera un relato de Dumas que como si fuera uno de Joyce" (p.29). Acaso el
contraste Dumas/Joyce es un ejemplo ms del contraste moderno-
clsico/posmoderno-barroco? Acaso tambin la polifona de Joyce no es ms
que, como la de Dostoievski, un destello pionero de la narrativa posmoderna?
100
No cabe dudas, Rufo Caballero lee la historia cultural ms como un relato de
Dumas que como uno de Joyce. Es el Seor Posmoderno, y no Tarantino o
Antonioni, el verdadero hroe de esta historia.
En el fondo de semejante teora de la posmodernidad est, creo, una
falta de perspectiva histrica, el desconocimiento radical del sentido en que el
posmodernismo independientemente de factores especficos que no podran
soslayarse, de la existencia de una nueva "estructura de la sensibilidad", de
elementos que aportan, indudablemente, una cierta originalidad al perodo
contemporneo constituye un captulo ms de un proceso esencialmente
moderno de largo alcance, cuyo jaln principal es acaso el romanticismo, y en
el cual las nociones de libertad, subversin y autoconciencia son ganancias
irrenunciables del arte, conquistas que alimentan una energeia destructiva y
autodestructiva, un horizonte esencialmente ambivalente en que el arte
moderno, no ya en el sentido estrecho del modernism angloamericano, es ms
un antagonista que un ayudante, o en todo caso un crtico acerbo, del proyecto
moderno fundado en el gran relato que ve en la humanidad el agente heroico
de su propia emancipacin por va de la razn y el avance del conocimiento. Si
bien absolutizar esta perspectiva de largo alcance impedira enfocar las
especificidades del momento contemporneo, absolutizar la opuesta, como
hace Caballero, conduce a la inconsistencia y al error.
No se trata, entonces, de que un terico como Bajtn no pueda ser
puesto en la rbita del imn posmoderno, sino de hacerlo con un poco de rigor.
Luego de citar un pasaje del trabajo "Las obras de Dostoievsky", donde Bajtn
habla de lo carnavalesco y de la "familiarizacin del hombre y el mundo",
Caballero escribe:
La narrativa moderna es entonces ese espacio textual en el que
cristaliza el punto de vista como identificacin posible del autor y
su personaje, y esa perspectiva a menudo vehicula, con toda
transparencia, la tesis del primero. No se precisa necesariamente
de un narrador como soporte para la expresin de la tesis, sino que
el personaje mismo, o un conjunto de ellos, propicia la meditacin
sustancial del autor-Dios. El personaje un sujet de baja
intensidad se supedita, pues, a la familiarizacin autoral que de
inicio comport una democratizacin de la expresin pero que con
el tiempo no hizo sino incrementar la omnisciencia moderna, que
tomaba al personaje por pretexto, por coartada o simulacin de
sumersin de la voz (p.82).
Para Bajtn la familiarizacin del hombre y el mundo forma parte de un
proceso que comienza con los gneros cmico-serios que dominan luego de la
desintegracin de la tragedia griega, y que, via el dilogo platnico y la stira
menipea, culmina en la novela como gnero fundamental de la poca moderna.
Cuando habla de esta poca Bajtn se refiere, pues, a un mundo que ha dejado
atrs la imagen cerrada del hombre que subyace a los antiguos gneros
picos, lricos y dramticos, un mundo esencialmente irnico y pospardico. La
novela no es, entonces, un gnero entre otros, sino el sello antigenrico de
una literatura cuyo origen se remonta a la disolucin del clasicismo griego, y
que se impone definitivamente a partir de la desintegracin del orbe medieval.
La novela, que es la modernidad misma para Bajtn, no tiene afuera. Por lo
tanto, es imposible postular a partir de l la existencia de una narrativa
posmoderna en trminos de ruptura antes que de continuidad con la novela
moderna. La narrativa moderna, en la visin de largo alcance de Bajtn, para
quien los verdaderos hroes de la historia literaria son los gneros mientras
que las escuelas o tendencias son slo personajes de segunda fila, no puede
tener un post que no sea otra de sus metamorfosis. (Lo cual no quiere decir,
desde luego, que no sea posible a partir de ciertas nociones de Bajtn hablar
una narrativa posmoderna donde el proceso de "novelizacin" de la literatura
alcance su apoteosis.) Igualmente inaceptable es oponer una narrativa
101
posmoderna autoconsciente y polifnica a una moderna caracterizada por "la
familiaridad de autor y hroe", la expresin de tesis y la "omnisciencia" del
"autor-Dios". Pues la "autoconciencia", la polifona y la ruptura de la
omnisciencia decimonnica son precisamente rasgos bsicos de la narrativa
moderna, a menos que Joyce, Kafka, Proust, Cline, Faulkner y Hemingway
sean tambin posmodernos avant la lettre.
Si en el captulo tercero era Bajtn, en el siguiente son Benjamin,
Barthes y Tel Quel quienes sirven a Rufo para delinear la oposicin entre el
moderno y el posmoderno. Leemos que, al contrario de los colegas de la
primera generacin de la Escuela de Frankfurt, Benjamin advirti que "en la
era de la reproducibilidad tcnica () la prdida del aura () permite
vislumbrar un potencial emancipatorio que democratice el acceso al capital
cultural por parte de esa "masa" preterida por la experiencia del xtasis
individual que el Moderno haba enarbolado" (p.135). Este potencial es el que
informa, para Caballero, la posmodernidad y al posmodernismo. Proposicin
inaceptable si tenemos en cuenta que, para Benjamin, "moderna" no es la
poca anterior a la prdida del aura, sino la poca donde esta prdida domina
el horizonte del arte: la poca de la cmara, el cine y la fotografa. El potencial
emancipatorio que, a diferencia de Adorno y Horkheimer, Benjamin atisba en
la destruccin de la tradicin y en la reproducibilidad de la obra de arte, no
consiste simplemente en la "democratizacin" de la cultura: la destruccin de
la distancia entre el arte y las masas no es sino lo que hace posible la
politizacin del arte en funcin de la liberacin de la opresin capitalista. Lo
cual est muy cerca de los intereses de la vanguardia, y especialmente del
proyecto brechtiano, y muy lejos de lo que habitualmente se entiende como el
acercamiento posmoderno entre la alta cultura y la cultura de masas.
Rufo afirma algunos prrafos ms adelante que con el concepto de
intertextualidad "el grupo Tel Quel se aprest a dimensionar tericamente la
regularidad, densidad y calidad con la que la condicin posmoderna "absorba"
y "transformaba" los textos" (p.138). Pero ocurre que ni Barthes ni Kristeva ni
Sollers se proponen en primer lugar "teorizar" una situacin epocal
posmoderna en que la prctica secular de la intertextualidad se habra vuelto
dominante, sino algo mucho ms radical: pensar la literatura abandonando
toda nocin humanstica. El paso de la intersubjetividad a la intertextualidad
en Kristeva, corresponde, en este sentido, a la "muerte del autor" proclamada
por Barthes. Para que el lenguaje hable, para que pueda orse ese murmullo de
la cohabitacin de los lenguajes, para que la confusin de las voces se torne
fiesta, el autor, como institucin, como origen del sentido, debe morir. La
concepcin de la intertextualidad desarrollada por Tel Quel, antes que a
cualquier condicin epocal, incumbe al status del texto en relacin al mundo.
"Il n'y a pas hors du texte", la conocida frase de Derrida, expresa este sentido
general y radical de la intertextualidad: el texto no tiene afuera porque es un
injerto de otros textos y lenguajes, porque no hay un lenguaje original ni un
texto puro, propio, cerrado.
La concepcin simplista de lo posmoderno que propone Rufo Caballero,
la cual descansa ostensiblemente en un paradigma historicista y organicista,
viene acompaada, as, de una falta de rigor filosfico. Esto es manifiesto, por
ejemplo, en un pasaje del ltimo captulo, donde leemos:
La sensualidad discursiva de ese trayecto deja claro que cuanto ha
predominado, al cabo, no es un proceso de devaluacin o
derogacin del sujeto sino todo lo contrario: la restitucin de su
integridad sobre la base de incluir las "otredades" posibles. Ha
muerto la muerte del sujeto: no haba muerto la ontologa del
sujeto sino su paradigma modlico y extremo de los treinta. El
posestructuralismo apenas nos dio entonces unas pistas para
entender cunto en realidad haba fenecido. La muerte de la
muerte del sujeto, socavamiento del ideal exterminador del primer
102
posmodernismo, nos convoca ahora al reino de esas identidades
que por convencin llam, en otro texto, subjetividades laterales
(p.150).
Se refiere, desde luego, a las identidades marginadas por el discurso
occidental y patriarcal: la mujer, el negro, el gay, el sujeto colonial, que se han
convertido en centros de reivindicaciones polticas y de "polticas de la teora",
ganando en las ltimas dcadas notable visibilidad. Ahora bien, el
reconocimiento de esta circunstancia, que constituye efectivamente un rasgo
caracterstico del mundo contemporneo, no debe provocar una confusin del
sentido y el alcance de la "destruccin" posestructuralista del concepto de
sujeto. La muerte del sujeto, hablando en riguroso sentido filosfico, no es
algo que pueda ser superado por la inclusin de la otredad. Por el contrario, la
supone, lo cual est en el origen de la apropiacin del pensamiento
posestructuralista por parte de feministas y tericos poscoloniales. El
posestructuralismo piensa el sujeto como el ltimo rostro de la metafsica
occidental, de esa "onto-teologa" que, segn Heidegger, alcanza su apoteosis
en la tcnica planetaria del siglo XX, culminacin de la relacin dominadora,
cartesiana, del hombre con el mundo. La destruccin del sujeto es una tarea
impostergable para un pensamiento crtico que, en la lnea de Nietzsche y de
Heidegger, quiere ir ms all del hombre. El posestructuralismo, por tanto, no
puede propugnar una coexistencia de los sujetos "laterales", a riesgo de que
estos se conviertan en centrales. No postula la diversidad sino la diferencia.
(Cobra y De dnde son los cantantes, por ejemplo, estn ms cerca de la
muerte del sujeto que de la muerte del sujeto blanco, occidental, de capas
medias, varn y heterosexual, ms cerca del vaciamiento de la identidad que
de la inclusin pluralista de las identidades "otras".) Afirmar que la muerte del
sujeto, del autor, etc., es "uno de los problemas del primer posmodernismo",
un exceso juvenil, una "absolutizacin de defunciones que realmente se
referan a la primaca de determinados modelos en especfico" (p.143) es
banalizar y recuperar un pensamiento que intenta dinamitar el edificio
completo de la metafsica.
Por otro lado, es notable la manera harto facilista con que Rufo critica a
algunos autores. Por ejemplo, cuando desprecia el concepto de sujet que
utiliza Viacheslav Ivanov. Olvidando olmpicamente que este corresponde a la
distincin de los formalistas rusos entre fabula y sjuzet, historia y argumento,
dato y construccin distincin que es, en efecto, "elemental", como son y
debe ser las distinciones bsicas de toda narratologa, Rufo define sujet como
voz y, al fin, como sujeto!.
A propsito de Vanoye, Rufo habla de "la obscenidad (en el sentido
baudrillardiano de falta de distingos) de la literatura contempornea que trata
de aquilatar el topos dramatrgico del Posmoderno" (p.78). Pienso que
Sedicin en la pasarela no slo no escapa a esa supuesta obscenidad sino que,
desde ya, figura como uno de sus textos ejemplares. Es obsceno, an, en otro
sentido: "Mi ciencia es una ciencia sometida a la poesa", escribe el ensayista
en la primera pgina. Y aade: "Movilic toda mi racionalidad, hice lo posible
por comportarme, por hacerme a la disciplina del topgrafo, pero no puedo
renunciar a la metfora. Sin la metfora, no sera yo" (p.35).
Si es obscena toda poesa mentida, salida de la confusin de la poesa
con su envoltura, de la ingenua creencia de que escribir en verso, usar una
estrofa o pergear una rima es hacer poesa, es obscena esta escritura que se
autotitula "potica" y que cree ingenuamente que lo potico, frente a la aridez
de la expresin cientfica, descansa en la metfora. Es obscena esta mezcla de
metforas chillonas con palabras como "digesis", "distasia" y "acronologa".
(Recuerdo que Lezama, al prologar un libro de Julio Ortega, no encontraba
mejor elogio que sealar que el gran crtico peruano "nunca ha escrito la
palabra sintagma".)
103
Es obsceno este texto donde el autor declara que lo que le interesa es,
ms que las manas clasificatorias de los manuales, "el ensayo asentado en la
idea, en la produccin de ideas ms que de casillas" (p37), pero que se
soporta en buena medida sobre un manual y dos casillas. Es obsceno este libro
que, luego de criticar pretenciosamente "las imprecisiones de craso rigor" de
la bibliografa sobre el tema, no avanza en el plano terico mucho ms all de
las malas lecturas, no en el sentido de Bloom, sino en el sentido comn.
Ligereza en la pasarela
Duanel Daz
SUMARIO
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SUMARIO
Rogelio Rivern
Palabra de sombra difcil: cuentos cubanos contemporneos.
Casa Editorial Abril,
Editorial Letras Cubanas, 2001, pp 227.
105
Cuando analizamos estos criterios no podemos dejar de juzgarlos de
muy sintomticos, sobre todo si no recordamos momentos de esplendor,
menos an en creadores de los noventa que en verdad provenan de la dcada
precedente, como los integrantes de este volumen, formados en la escuela de
los talleres literarios, los que no herederos de la tradicin tallerista,
estudiosos al pie de la letra de las tcnicas narrativas tal cual un fsico que
slo toma de patrn las leyes de Newton. Estos talleres, que no son ms que
un espacio social donde viejos leones, ya desdentados, intentan adiestrar a
los ms jvenes de la manada en el difcil arte de procurarse el pedazo ms
jugoso de la presa.
No me interesa desmenuzar esta antologa cuento por cuento, resultara
tedioso y agotador. Baste decir que en su mayora los textos no pasan de ser
intentos de escritura con muy poca gracia y ningn tipo de atractivo. No
obstante, algunos se destacan; podramos citar Transfiguracin del bailarn
de Jorge ngel Prez, quien parte de un texto conocido como ya nos tiene
acostumbrados y logra un buen discurso an cuando no nos convenza su final.
Escritos con buena mano pudieran sealarse El viejo, el asesino y yo de Ena
Luca Portela (aunque en lo particular prefiero otros cuentos suyos) y Carne
de Ronaldo Menndez, con un buen tema matizado con cierta irona pero no la
suficiente en mi opinin. El texto del propio compilador, Vincent Van
Lezama, sobresale igualmente, mas este tipo de literatura falla en tanto su
propuesta es pobre y de torpe concepcin. Decepcionante resulta por otra
parte la lectura de Dnde est Celeste Kindeln? de Noel Castillo, cuento
que causara tanta admiracin en algunas esferas. No cumple semejantes
expectativas pues a pesar de que por momentos se vislumbra alguna
intensidad, sta no es mantenida y el texto termina hacindose sal y agua.
La mayora de los autores escogidos en este volumen forman parte de
un gremio dentro del quehacer literario nacional que carece de concepto de
ficcin. Olvidan, como dice Juan Jos Saer, que la ficcin no solicita ser
creda en tanto que verdad, sino en tanto que ficcin, y adems slo siendo
aceptada en tanto que tal, se comprender que la ficcin no es la exposicin
novelada de tal o cual ideologa, sino un tratamiento especfico del mundo,
inseparable de lo que trata. Es frecuente que la literatura oficial carezca de
relevancia. Tambin es frecuente que existan variedades dentro de esta
literatura asociada al poder que se oculten tras la mscara de una no-
oficialidad. No se trata de rehusar al tratamiento de lo real en la narrativa,
sino de corregir el tratamiento que se da y sacarlo del contexto social en que
esta ha oscilado en los ltimos aos.
Escribir es un acto de valenta. Es precioso atreverse a mucho y el
propio impulso hacia la escritura puede parecer vano desde su principio.
Cmo escribir sin repetir lo que ya est dicho?, y en nuestro caso cmo
escribir sin comprometerse con la ideologa? Sin halo de misticismo el escritor
debe creer en su literatura y llevarla a cabo como un perro escarba su hoyo,
una rata hace su madriguera. Para eso: encontrar su propio punto de
desarrollo, su propia jerga, su propio tercer mundo, su propio desierto.1
Imperdonable resulta adems en esta seleccin la ausencia de ciertos
nombres. Si la institucin nos propone una manera de literaturizar ms
paciente no debera ignorar autores claves en este sentido como Rolando
Snchez Mejas, C. A. Aguilera, Antonio Jos Ponte, Rogelio Saunders, Jos
Manuel Prieto, Alejandro Aguilar o Cristina Fernndez, quienes han
demostrado manejar la ficcin con mucha ms maestra e intensidad.
Sin embargo, como dice su compilador, esta antologa es una opinin y
por esta vez no se equivoca. Palabra de sombra difcil es la opinin de una
poltica, el gesto de la institucin, una opinin dbil con grandes olvidos y
terribles caprichos. Una opinin que desea legitimar su contenido distanciado
1
Por una literatura menor: G. Deleuze, F. Guattari. Editorial Era, Mxico, DF. 1992. p.38.
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de la literatura pobre y que se atreve a sostener que esta ojerosa narrativa ha
sido dotada de un mayor rigor cultural y crtico. Pero sabido es que no
podemos esperar peras del olmo. Mucho menos una buena propuesta de una
narrativa que responde reiteradamente a cierta poltica cultural.
El da que Isaac Newton descubri la ley de gravedad muri una parte
de la ciencia moderna: el anhelo por encontrar lo desconocido partiendo de la
total ignorancia. El sabio, mientras masticaba la manzana y desechaba la
cscara, crey que ya saba demasiado. Cunto ms no le faltar a esta
narrativa cubana que cree gozar de buena salud cuando an no sabe muy bien
de qu se trata hacer literatura.
SUMARIO
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SUMARIO
Bullet-in
NUEVO!
Prximamente, la revista
Cacharro(s)
pondr en circulacin, de manera informal
Se aceptan colaboraciones
SUMARIO
(y, por supuesto, se rechazan tambin).
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SUMARIO
De los autores
Carlos M. Luis. La Habana, 1932. Poeta, ensayista y pintor. Ha publicado, entre otros,
El oficio de la mirada (ensayo, 1999) y Ncleos (poesa, 2000). Vive exiliado en Miami.
Ernesto Santana. Las Tunas, 1958. Escritor. Public Nudos en el pauelo (1993),
Bestiario Pnico (1995), Mariposas nocturnas (2000). Su novela Ave y Nada (Letras
Cubanas, 2002) obtuvo el Premio Alejo Carpentier 2001. Reside en La Habana.
Carlos Alberto Aguilera. La Habana, 1970. Poeta, escritor y ensayista. Miembro del
Proyecto de Escritura Alternativa Dispora(s), y co-director de la revista de igual
nombre. Ha publicado Retrato de A. Hooper y su esposa (1996), Das Kapital (1997) y
Portrait de A. Hooper et son pouse suivi de Mao (2001). Reside en Alemania.
Gao Er Tai. Goachun, 1935. Escritor, pintor y crtico de arte. Detenido en varias
ocasiones. En 1957 se le conden a trabajos forzados por "desviacionismo de
derechas", y otro tanto en 1966, tras el comienzo de la Revolucin Cultural. En 1983,
durante el "Movimiento de erradicacin de la contaminacin espiritual", se le prohibi
ensear y publicar. Detenido de nuevo en 1989, logra abandonar el pas en 1992 y se
instala en Estados Unidos. Desde 1995 se ocupa en escribir sus memorias, To seek my
homeland ("En busca de mi pas de origen").
.
Jacobo Machover La Habana, 1954. Escritor, periodista, y catedrtico de la
Universidad de Pars. Autor de los libros El prximo ao...en La Habana (relatos), y La
memoria frente al poder: escritores cubanos en el exilio: Guillermo Cabrera Infante,
Severo Sarduy, y Reinaldo Arenas (ensayo) Vive exiliado en Pars desde 1963.
Rolando Snchez Mejas (Holgun, 1959). Escritor y poeta. Obra de ficcin: Cinco
piezas narrativas (Extramuros, Cuba, 1993), Escrituras (Letras Cubanas, Cuba, 1994),
Historias de Olmos (Siruela, Espaa, 2001). Obra potica: Derivas I (Letras Cubanas,
Cuba, 1994), Clculo de lindes (Aldus, Mxico, 2000). Co-director de la revista
Dispora(s). Vive exiliado en Barcelona.
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Ricardo Palma (1833-1919). Poeta, crtico y escritor peruano.
Peter Sloterdijk. Filsofo alemn, nacido en 1947. Autor de Crtica de la razn cnica
(1983), rbol Mgico: el nacimiento del sicoanlisis en 1875 (1986) y En el mismo
barco: ensayos sobre hiperpoltica (1994).
Fernando Savater. Guipzcoa, 1947. Filsofo. Autor entre otros ttulos de La Tarea
del hroe, tica para Amador, y Poltica para Amador. Amenazado de muerte en varias
ocasiones por la ETA.
Adriana Normand. Berln, 1976. Narradora. Obtuvo la Beca de Creacin Dador 2003
por su libro de relatos Photomatum. Reside en La Habana.
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