15 Galindo, Angel - Moral Socioeconomica PDF
15 Galindo, Angel - Moral Socioeconomica PDF
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I. Teologa fundamental
1. Introduccin a la Teologa, por J. M.a Rovira Belloso. (Publi
cado.)
2. Dios, horizonte del hombre, por J. de Sahagn Lucas. (Publi
cado.)
3. Fenomenologa de la religin, por J. Martn Velasco.
4. Teologa de la revelacin y de la fe, por A. Gonzlez Montes.
5. Historia de la Teologa, por J. L. Illanes e 1. Saranyana. (Pu
blicado.)
6. Patrologa, por R. Trevijano. (Publicado.)
II. Teologa sistemtica
7. El misterio del Dios trinitario, por S. del Cura.
8. Cristologia fundamental y sistemtica, por O. Gonzlez de
Cardedal.
9. Antropologa teolgica fundamental, por A. Matabosch.
10. Teologa del pecado original y de la gracia, por L. F. Ladaria.
(Publicado.)
11. Escatologa, por J. L. Ruiz de la Pea.
12. Eclesiologa fundamental y sistemtica, por J. M.J Lera.
13. Mariologa, por J. C. R. Garca Paredes. (Publicado.)
III. Teologa sacramental
14. Tratado general de los sacramentos, por R. Amau. (Publicado.)
15. Bautismo y Confirmacin, por I. Oatibia.
16. La Eucarista, por M. Gesteira.
17. Orden y Ministerios, por R. Amau. (Publicado.)
18. Penitencia y Uncin de enfermos, por G. Flrez. (Publicado.)
19. Matrimonio, por G. Flrez. (Publicado.)
20. La liturgia de la Iglesia, por Mons. J. Lpez. (Publicado.)
IV. Teologa moral
21. Moral fundamental, por J. R. Flecha. (Publicado.)
22. Moral de la persona, I, por J. R. Flecha.
23. Moral de la persona, II, por J. Gafo.
24. Moral socioeconmica, por A. Galindo. (Publicado.)
25. Moral sociopolitica, por A. M.a Oriol.
V. Teologa pastoral y espiritual
26. Pastoral catequtica, por A. Caizares.
27. Teologa espiritual, por S. Gamarra. (Publicado.)
28. Teologa pastoral, por J. Ramos. (Publicado.)
MORAL
SOCIOECONOMICA
POR
ANGEL GALINDO GARCIA
I n tr o d u c c i n .................................................................................... xvn
B ibliografa ...................................................................................... xxm
S iglas y abreviaturas..................................................................... xxix
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
In d ic e o n o m s t i c o ................................................................................................................. 477
<
INTRODUCCION
1. DICCIONARIOS Y ENCICLOPEDIAS
II. MANUALES
1. Teologa y Moral
2. Ciencias humanas
Lai Laicado.
LOR LOsservatore Romano.
LuV Lumire et Vie.
LV Lumen Vitae.
MedMor Medicina e Morale.
MelScRe Mlanges de Science Religieuse.
Men Mensaje.
MiscCo Miscelnea Comillas.
MoEcc Monitor Ecclesiasticus,
MS Mysterium Salutis.
NDMC Nuevo Diccionario de Moral Cristiana.
N1S Nuova Italia Scientifica.
NRT Nouvelle Revue Thologique.
ONG Organizacin No Gubernamental.
ONU Organizacin de las Naciones Unidas.
OSoc Ordo Socialis.
Ovet Ovetense.
Pg Pginas.
Per Peridica.
PG M i g n e , Patrologa Graeca.
PhPuAf Philosophy and Public Affairs.
PL M i g n e , Patrologa Latina.
PM Pastoral Misionera.
Proy Proyeccin.
PUG Pontificia Universidad Gregoriana,
QJE The Quarterly Journal of Economics.
RABM Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.
RAgust Revista Agustiniana.
RazFe Razn y Fe.
REIS Revista Espaola de Investigacin Sociolgica.
REP Revista de Estudios Polticos.
REPo Revista de Economa Poltica.
RevCCh Revista Catlica de Chile.
RevFoSo Revista de Fomento Social.
RiBi Rivista Bblica.
RMM Revue de Mtaphysique et de Morale.
RO Revista de Occidente.
RPJ Revista de Pastoral Juvenil.
RT Revue Thomiste.
RThL Revue Thologique Lovaniense.
RTLim Revista Teolgica Lmense.
RTMor Rivista di Teologa Morale.
Sales Salesianum.
Salmant Salmanticensis. i
SalTer Sal Terrae.
ScripT Scripta Theologica.
ScuCa Escuela Catlica.
SelTe Selecciones de Teologa.
SM Sacramentum Mundi.
Siglas y abreviaturas XXXI
A b r e v ia t u r a s d e d o c u m e n t o s
' Cf F e r n a n d e z , A , o c , 33-50
C f F l e c h a , J R , Estatuto eclesial del teologo moralista en Mor 10 (1988)
445-466 I d , Teologa Moial Fundamental o c , 27-32 B o e c k l e , F , Le magisteie de
I I xhseen matieie morale enRThL 19(1988)3 16 R a h n e r , K , Magisterio eclesias-
!iu>, en SM IV, 239
' C f Fi e c h a , J R , Teologa Moral Fundamental o c , 197 G a l i n d o , A , La
8 PI Moral econmica fundamental
2. Factores nuevos
Son numerosas las obras que analizan esta situacin de crisis Entre ellas no
olvidamos el anlisis de la constitucin conciliar GS V i d a l , M , Moral de Actitudes,
0 c ., 2 1-78 AA.VV .Praxis cristiana, o.c , 1 7 . C u l l e n , C . Fenomenologa de la crisis
moral Sabidura de la experiencia de los pueblos (Buenos Aires 1978) CEE, Vida
moral de nuestro tiempo, en Ecclesia n 1547 (1971). P i n c k a t r s , S , La renovacin de
li moral (Barcelona 1971)
n M a r a s , J , Una vida presente Mis memorias (Madrid 1988-1989) G a l i n d o , A ,
1 os grandes tratados de moral en San Alfonso Mara de Ligorio Arquitectura de la
sntesis de su teologa moral, en Mor (1988) 273-304 I d , La obra de San Alfonso
Mai a de Ligono Polmicas e influencias, en Salmant 36 (1988) 73-94.
10 P.L Moral econmica fundamental
m ovim iento surge para defender y prom over un determ inado valor:
esto supone una elaboracin especfica de un proyecto histricam en
te practicable y de unas estrategias y tcticas para realizarlo.
En segundo lugar, desde esta reflexin m oral, pueden surgir va
rios cam inos para construir una respuesta a la em ergente instancia
moral: un cam ino breve que consiste en tom ar en serio la exigencia
de una m oral aceptando seguir en la elaboracin de la respuesta las
indicaciones que nacen de la pregunta m ism a. Y puede escogerse
otra va com o cam ino m s largo que parte de la problem tica de la
instancia m oral con el objeto de com prenderla conociendo su origen
c historia 19.
Porque las actitudes son im portantes para una com prensin ac-
lual del fenm eno m oral, se debe elaborar este tratado de m oral eco
nmica buscando las races de la problem tica m oral. El lugar de la
moral en la poca m oderna est en la relacin entre individuo y so
ciedad 20. A unque es verdad que, en sentido general, ha ocupado este
lugar en todas las pocas histricas, sin em bargo, hoy aparece de una
forma significada. Esta afirm acin no la entendem os en el sentido
propio de la cultura liberal com o tarea del individuo extraa a la
sociedad, ni tam poco que la m oral sea un reflejo del plano subjetivo
de las estructuras econm icas, sociales o polticas.
La m oral puede ponerse com o instancia crtica enfrente de la so
ciedad y del horizonte m undano en cuanto deja al descubierto las
pretensiones totalizantes. Esto no anula en m odo alguno el que la
relacin individuo-sociedad sea el lugar en el que la instancia crtica
lunda sus races.
I I origen del m odo actual de hacer m oral ha de llevam os al na-
i uniento de la filosofa m oderna, en la que la obra de D escartes 21
ocupa un papel relevante, principalm ente en su aspecto hum anista y
icnacentisla. Con Kant la centralidad absoluta del sujeto aparece co
mo el quicio fundam ental de la m oral: el significado de la autonom a
G., o . c ., 169.
37 A n g e l i n i ,
J.B., Breve apologa del narrar, en Conc 9 (1973). E l l a c u r a , I., La
38 M e t z ,
superacin del reduccionismo idealista de Zubiri, en AA.VV., Razn, tica y poltica.
El conflicto de las sociedades modernas (Barcelona 1989).
C. I. Alcance y significado de la moral socioeconmica 17
w H egel, G.W.F., Introduccin a la filosofa del derecho ( 1 8 2 1 ).
40 U t z , A.F., Etica social III, o.c., 16-17.
18 P.. Moral econmica fundamental
2. Intersubjetividad y sociabilidad
Dios cre las realidades terrenas y vio que eran buenas. Estas son
sagradas sin necesidad de que Dios baje continuam ente al terreno de
las causas segundas. La gracia no anula la naturaleza 44. Segn esto,
entendem os por realidades terrenas el conjunto de dim ensiones prc
ticas de la vida del hom bre (poltica, cultural, econm ica) que no
necesitan el descendim iento deslum brante de los dioses para hacer
las sagradas. Las realidades terrenas tienen su autonom a e indepen
dencia de lo sagrado. Pero esta independencia no significa oposicin
ni enfrentam iento, sino que, siendo en s m ism o buenas, necesitan
una palabra de las otras realidades tanto terrenas com o espirituales
(GS 36) 45. Sin negar el valor intrnseco de las realidades terrenas y
la autonom a de las ciencias, hay entre ellas y la moral m ltiples
interdependencias 46. A bsolutizar lo tem poral significa deshum ani
49 Cf G o n 7 a l e z M o n t e s , A , o c , 26-40 y 226-290
so Cf R a m o s G u e r r e ir a , J A , Cristo Remo v Mundo, tres referencias obligadas
para la accin pastoral de la Iglesia, en Salmant 37(1990) 180ss
S| T o m a s d e A q u i n o , STh I-II, q 1-170. La virtud es considerada como punto de
referencia de la moral y como su estructura En cuanto al concepto es definida gene-
ratim est perfectio et vis aliquid recte operandi Virtus dicitur esse dispositio pcrfecti
ad optimum, quia est dispositio complens potentiam ad eliciendum actum bonum
(I-II, q 55 a 2) En cuanto a la estructura en la 11-11 comienza con las virtudes teologa
les, fe, esperanza y candad (q 1-47) y sus derivadas, con el gozo, la misericordia, la
beneficencia y sus vicios correspondientes Posteriormente (q 58) comienza con la
prudencia, la justicia (q 58), la religin (q 81), la obediencia, la piedad, martirio,
templanza, y los vicios correspondientes a todas ellas
22 P.L Moral econmica fundamental
1. Fuente bblica
Esta moral de virtudes puede ser construida desde la Sagrada
Escritura. Presentam os algunos aspectos significativos: im agen y se
m ejanza (Gn 1,26) de un Dios que es am or (1 Jn 4,10); cam po
2. F uente conciliar
Hay que sealar que la tica teolgica cristiana tiene mucho que
aportar a las lneas eje de la m oral econm ica. Sobre ellas proyec
tan su luz los m isterios cristianos m s im portantes: el de la Trinidad,
el de la C reacin, el de la Cruz y el de la Encam acin o solidaridad
hum ana, ya que D ios, que cuida de todos con paternal solicitud, ha
querido que los hom bres constituyan una sola fam ilia y se traten
entre s con espritu de herm anos (GS 24). Es necesario conectar el
m isterio de la solidaridad hum ana con una autntica teologa divina
de la Cruz, de la Gracia y del Pecado 55.
Sin em bargo, el gran problem a o dificultad de la teologa moral
actual radica en la carencia de una tradicin cientfica durante los
ltimos siglos 56. Si bien es verdad que la teologa poltica ha inten
tado aportar una reflexin teolgica a la praxis, sin em bargo falta, de
hecho, una consistente reflexin teolgica en torno al tem a de la
sociedad y de los problem as sociales ms relacionados con la m edia
cin social de las relaciones hum anas.
Por otra parte, la moral econm ica necesita de lo teolgico. Es
preciso hacer una reflexin teolgica de los valores sociales en la
que entren en ju eg o los dogm as fundam entales que constituyen la
dignidad de la persona hum ana: verdad, ju sticia, am or, libertad,
igualdad, participacin y liberacin 57.
En cuanto a la verdad, se exige una form acin de los ciudadanos
y una inform acin objetiva proporcionada a los m edios de transm i
sin. Esta verdad exige el clim a de libre discusin de las ideas y
proyectos (GS 26). Por ello, tendrem os que proponer los valores ti
cos sin engao y con prudencia, pues la dignidad del hom bre exige
la fratern id ad 58. El triunfo del cam bio que se realiza en el Este ser
una realidad en la m edida en que las tres virtudes sean posibles.
b) La libertad com o resistencia. Esta se da cuando la lucha
por la libertad tiene un m atiz individualista-liberal. Es la expresin
de la necesidad de poner a salvo al individuo del poder creciente del
Estado. En este caso el individuo trata de defenderse frente al poder
del Estado y frente al poder poltico. El poder aqu es concebido
com o una am enaza para el individuo. Se vive en conflicto entre el
individuo y el Estado. Por esto es preciso delim itar bien los cam pos
de actuacin y evitar cualquier injerencia del m s poderoso sobre el
m s dbil.
c) Libertad de participacin. La sociedad cum ple la m isin
de reconciliar al individuo con el Estado. A unque la sociedad ha
existido siem pre com o conglom erado de relaciones interhum anas,
sin em bargo su conciencia de existencia es nueva. La sociedad es el
continente para realizar la libertad com o participacin.
La libertad es la m ejor form a de buscar igualdad. La diferencia
de libertades es el m etro para m edir las desigualdades. La igualdad
no es algo ya conseguido, sino una m eta del hom bre para lo cual ha
de aparecer la virtud de la justicia. La tica intentar reafirm ar los
valores de la igualdad y de la libertad con la fuerza de la justicia,
explicar su contenido y sus exigencias y buscar el equilibrio entre
ambas.
BIBLIOGRAFIA
nuovo en Ez. 36, 25-27, en StM or26 (1988) 205-239. M a s n , J.D., S c h a e f f e r , K.C.,
The Bihle, the State, and the Economy: A francwork for Analysis, en ChScRev 20
(1990-1991) 45-64. S a n d r e s , J.T., Ethics in the New Testament. Change andDevelop-
ment (Londres 1975). Y a n n a - R a s , C., M o h l , R ., A u b e r t , J.M., La loi de la libert:
vangile el morale (Pars 1972).
C.2. Aproximacin bblica a la moral econmica 29
13 V i d a l , M., o . c ., 30-31.
C.2. Aproximacin bblica a la moral econmica 33
15 Algunos de los textos que iluminan nuestra reflexin son los siguientes: a) En
cuanto a la Palabra de Dios que anuncia una intervencin positiva en favor de los
pobres- Am 2,6-7; Is 5,14-15; Jer 22,13; 5,26-29. b) En cuanto a la imagen del nuevo
mundo donde florece la justicia y la fraternidad: Sal 72; Is 29,19-31; 61,1 -3.
16 Es importante la lectura de D u p o n t , J., Les batitudes II (Pars 1969), y F a b r i s ,
R., La scelta dei poveri nella Bibbia (Roma 1989).
C.2. Aproximacin bblica a la moral econmica 35
3. Perspectiva m esinica
17 Cf. P islf .y , J.-Boff, L., Opcin por los pobres, o.c.. 62-68.
36 P.J. Moral econmica fundamental
IX Cf. G l z z e t t i , J.B., El hombre y los bienes, o.c., 22ss. Textos significativos para
entender esta dimensin econmica son Lev 25 y Dt 15.
C.2. Aproximacin bblica a la moral econmica 37
* Recapitulacin
21 Cf. V id a i , M., o.c., 278-283. El autor entresaca del Nuevo Testamento algunas
cuestiones acerca del uso de los bienes temporales bajo las claves de la limosna, el
trabajo, la caridad, la acumulacin de riquezas, etc.
C.2. Aproximacin bblica a la moral econmica 41
BIBLIOGRAFIA
6 Este sentido histrico de todas las realidades humanas es promovido por K. Marx
con los estmulos hegelianos frente a la concepcin clasica del equilibrio econmico
La concepcin marxiana de una economa en continuo cambio es aplicable a todo el
movimiento social: todas las instituciones econmicas sindicatos, corporaciones,
conflictos de clases estn en movimiento o son una fuente de movimiento histrico
Cf G a l b r a i t h , J .K , Historia de la economa (Barcelona 1989), especialmente el
capituloXl AA VV , Historia de las civilizaciones El sgloXIX{ Madrid 1989) Puede
consultarse lo publicado al respecto en la revista The Journal of Economa Issues
1 C f H e g e l , G.W F , El concepto de religin (Madrid 1981) K u n g , H , La encar
nacin de Dios Introduccin al pensamiento de Hegel como prolegmenos para una
cnstologia futura (Barcelona 1970) H e id e g g e r , M , El sei v el tiempo (Barcelona
1962) D a r l a p , A - S p l e t t , J , Historia e historicidad, en SM 3, o.c , 430-443
8 C f . C o n g a r , Y M., L 'Ecclsiologie du Haut Moyen-Age (Pars 1 9 6 8 )
g A A VV., Praxis cristiana, o c , 55ss B o c a r d , F , Stona delle dotti me polinche
1-5 (Miln 1979) C a f a r r a , C ., Historia de la teologa moral, en DETM, o c., 448).
B o u r k e , V J., Histoire de la morale (Pars 1970) G r e n ie r , H , Les grandes doctunes
morales (Pars 1981). L ie b a e r t , J , Anc lennet et nouveaut de l amour chrtienne du
prochain selon les Peres de l'glise, en MelScRel 45 (1988) 59-82 L u p o , T , Lme
general i di stona del la morale Dalle ongmi all 'inizio della scolastica (Turn 1988),
D e M e r c a d o , T., Suma de tratos y contratos (Madrid 1975) S ie r r a , R , Doctrina
social y econmica de los Padres de la Iglesia (Madrid 1987) T r il l in g , W , o.c.
(Barcelona 1970)
46 P.l. Moral econmica fundamental
I. EPOCA PATRISTICA 10
H asta el siglo m, el cristianism o se presenta com o el nacim iento
y desarrollo de un grupo pequeo en el interior de otro m s grande,
el m undo grecorrom ano. La experiencia de este grupo es inicial, ori
ginal y social, con gran sem ejanza con el cristianism o en tierras de
misin y en algn sentido con el cristianism o actual en m edios del
neopaganism o m oderno. E sta experiencia se distancia de la vivida
en pocas m edievales. C onviene, por esto, analizar la originalidad
patrstica de la m oral econm ica desde las caractersticas propias de
la Iglesia com o grupo y com o com unidad. El acceso directo a las
fuentes asegura esta tarea.
diferencias dentro del grupo cuando surgen las excom uniones, la pe-
nitencia, las herejas, etc.
b) O rientacin socio-m isionera. Se trata de llegar a lo que
hoy recibe el nom bre de nueva evangelizacin. Los que form an el
grupo se caracterizan por tener un sentim iento de enviados a los de
ms, a los de fuera, para com unicarles el m ensaje y el cam ino nuevo
descubierto. Es, pues, contraria esta vivencia a la de los grupos ce
rrados. No se conform an con que les perm itan vivir o con legitim ar
su situacin. No se preocupan de plantear o de ju stificar su existen
cia, ni viven con psicologa de inferioridad. Esta perspectiva aparece
no en tono de conquista o de dom inio, sino com o com unicacin de
buena noticia, con entera libertad y sin coaccin. La Iglesia no con
dena el m undo desde su propia perspectiva, sino que confronta el
mundo desde la com unicacin y con la realidad de Cristo-Persona-
mensaje.
c) O rientacin escatolgica. Nos referim os a la actitud tom a
da por el hom bre frente a las realidades de este m undo, actitudes que
van m s all del tiem po y del espacio, pero que necesitan del tiem po
y del espacio para expresarse. Las cosas m ateriales, la organizacin
de la vida social y el modo con que los dem s inciden sobre cada
individuo no son lo definitivo para los cristianos, sino elem entos se
cundarios. As, los cristianos no viven preocupados por el progreso
material, ni bajo una psicologa de subsistencia propia del sentim ien
to general del m undo grecorrom ano.
Respecto a las organizaciones de este mundo, tam bin se sienten
apartados. Entienden que su m isin no es sa. Hay que vivir en me
dio del m undo, pero esto es secundario. No olvidem os que creen en
la inm inencia cronolgica del fin del mundo. Cabe, en efecto, pensar
que cada uno ha de salvarse contra el m undo, en el m undo, o con el
mundo. C ualquiera de las tres concepciones puede definir una verda
dera m anera de ser cristiano. Esta concepcin desem bocar en la
vida m onacal, pero en lo que se refiere a los asuntos econm icos
supone, incluso para los que se quedan en el m undo, el abandono de
todo lo que tiene que ver con la riqueza y con el dinero.
Estas tres caractersticas im pulsan a una toma de posicin social
radical que en tica tiene las orientaciones siguientes:
1.a La irrenunciabilidad hum ana a la libertad de conciencia:
Es preciso obedecer a Dios antes que a los hom bres. El m undo gre
corrom ano im pone el m odo de concepcin del m undo a cada con
ciencia. Surge, por ello, un choque con la m entalidad cristiana. El
imperio los condena considerndolos m alos ciudadanos. El cristiano
cree (sta es una verdad en psicologa) que el hom bre no queda ago
tado por lo que los dem s pretenden respecto a l m ism o. No queda
agotado por aquello que le quieran imponer.
C.3. Fundamentacin histrica de la moral econmica 49
11 Cf. Bardy, G., Les ides morales d'O gne, en MelScRe 13 (1957) 23-83.
50 P.I. Moral econmica fundamental
2. A lgunos representantes
San G regorio Magno, tom ando tam bin com o fundam ento la Sa
grada Escritura, se orienta hacia la moral practica de la vida cristia
na 17
9 C f T e r t u l ia n o Apologeticum 3 9 1 7 PL 1 5 3 1 5 4 1
S a n B a sil io Homila solve el mayordomo inicuo PG 3 1 2 6 2 S a n A m b r o s io
S a n J u a n C r is o s t o m o C l e m e n t e d e A l e j a n d r a Pedagogo sobre la salvacin de los
ricos PG 9 6 0 3 6 5 2
54 P.I. Moral econmica fundamental
1. A ntecedentes
4. Algunos representantes
* R ecapitulacin
41 S a n A n s e l m o d e C a n t e r b u r y ( 1 0 3 3 - 1 1 0 9 ) , Proslogio, en BAC 8 2 , 3 5 3 - 4 3 7 ,
especialmente los captulos VIII-XII.
'2 La moral del declogo se va fraguando en tomo a la espiritualidad de San
Bernardo. C f . C a f a r r a , C . , Historia de la moral, o.c., 4 3 6 - 4 5 1 .
u S a n A n s e l m o d e L y o n , fundador de la escuela de teologa donde se profundiza
en las sententiae Anselmi, especialmente sobre los preceptos del declogo, las
virtudes, las leyes. A b e l a r d o , Dialogas inter philosophum, judaeum et christianam:
PL 178,1636.
'4 P . L o m b a r d o , Sententiarum libri quatuor ( 1 1 6 0 ) . Se preocupa principalmente de
res quibus fruimur et atimur.
60 PI Mof al economic a fundamental
1 Introduccin
drn en cuenta esta im agen y figura del hom bre com o causa de s
m ism o en un sentido dinm ico.
Pero tam bin el hom bre, al ser libre, puede usar mal del com er
cio y p o r ende abusar de los bienes privando a otros de acceso a
ellos, ya que no alcanzan a D ios nuestras ofensas m s que en la
m edida en que obram os contra nuestro propio bien hum ano 40. La
autntica libertad se ejerce afirm an los obispos espaoles en la
fidelidad com prom etida por la propia opcin en el servicio desinte
resado al bien de los dems: Habis sido llam ados a la libertad...
servios por am or los unos a los otros (V hL 38).
R., o . c . , 5 9 .
45 T e r m e s ,
46 S a n t o T o m s , STh I-II, q.95 a.4 (Tratado de la ley) y II-II, q.77 a. 1-4 (Tratado
de la justicia).
47 Cf. C m a f u e n , A., Economa y tica (Madrid 1 9 9 1 ) 103. Este autor se manifiesta
en contra de la teora de R.H. Tawney, quien afirma que est aqu el origen marxista
de la concepcin del valor y en definitiva del trabajo.
4X Cf. T e r m e s , R., o . c ., 63.
49 S a n t o T o m s , STh I-II, q.l 14 a. 1; q.77 a.2 y 4. Por otro lado, aunque J. Duns
Scoto difiere en muchos aspectos de Santo Toms, sin embargo no lo hace en la
cuestin del precio y del valor. Como tampoco lo hacen autores posteriores inspirn
dose en San Agustn: S a n A g u s t n , La Ciudad de Dios XI, 16; A n t o n i n o d e F l o r e n c i a ,
Suma Teolgica 11,1,16; B f.r n a r d i n o d e S i e n a , Opera Omnia, Sermn XXXIII.
68 P.I. Moral econmica fundamental
usura por tres razones: 1.a Es ilcita la venta del tiem po, que es un
bien dado por Dios a todos los hom bres. 2.a El dinero es un bien
estril que no produce bienes. 3.a El dinero, igual que sucede con los
bienes consum ibles, la cosa prestada, se identifica con su uso y, por
tanto, pedir la devolucin de la cosa y un dinero por su uso es vender
dos veces lo m ism o.
Santo Tom s sigue en principio esta argum entacin, pero aade
otras de gran inters para nuestros das 50. Aqu, bajo el aspecto de la
creacin de una cierta sociedad, describe el fenm eno del riesgo, en
que incurre todo el que presta dinero, de no ver devuelto el im porte
del prstam o. A sim ism o, analiza el dao em ergente y el lucro cesan
te por la prdida de la oportunidad de invertir el dinero prestado en
alguna actividad rentable. Hoy se aadiran nuevos elem entos a s
tos, com o las diversas tasas de inflacin y la diferente valoracin del
dinero en el tiem po segn el llam ado ndice de la vida.
* R ecapitulacin
52 C f . d e Vigo, A., La teora del justo precio corriente en los moralistas espaoles
del siglo de oro (Burgos 1979). C h a f u e n , A., Economa y tica. Races cristianas de
la economa de libre mercado (Madrid 1991).
51 J i m b e r t , J ., Historia econmica (de los orgenes a 1789) (Barcelona 1975), 223.
C r i s t i a n i , L ., L Eglise l 'poque du Concile de Trente, Histoire de TEglise, Fliche-
Martin, 1.17 (Pars 1948). V i l . l o s l a d a , R . G . - L l o r c a , B., Edad nueva, coll. Historia de
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capitalismo y del socialismo contemporneo (Madrid 1981). G a l b r a i t h , J.K., Historia
dla economa (Barcelona 1989) 47-57. T l r m e s , R ., o . c . (Madrid 1992), 75-93.
C.3. Fundamentacin histrica de la moral econmica 71
Las respuestas que los m oralistas de esta poca van dando a los
problem as nuevos ofrecen soluciones que estn todava dom inadas
por la situacin econm ica m edieval. A m ediados del siglo xvi la
inflacin conm ovi duram ente la econom a europea, sobre todo la
espaola 54. Por ello, aqu se recogen aquellas condiciones nuevas
que afectan al hom bre y a la sociedad de esta poca.
1. C ondiciones p o ltica s. La rep b lica cristiana durante
el siglo xvi quiere m an ifestar su lugar dentro de un nuevo orden
poltico. En E uropa ex isten grandes n aciones, con igualdad de d e
rechos, pero div ersas por el b ien estar y la m entalidad. Por esta
razn, en tre ellas hay ten sio n es y d iversidades. D espus del fin de
la E dad M edia se crearon E stados unitario s com o E spaa, Francia
e Inglaterra. En E spaa se realiz la unidad con la unin de la
C orona de C astilla y la de A ragn bajo la au toridad de los Reyes
C at lico s al final del siglo x v y d espus de la R econquista de
G ranada. Bajo los em p erad o res C arlos V y Felipe II, E spaa llega
a ser un gran Estado.
En todos estos Estados, los reyes tienden a establecer una m onar
qua absoluta creando un pensam iento de la patria com n unido a
alguna idea de absolutism o. Surgen otros Estados, com o A lem ania e
Italia, form ados por pequeos estados que tam bin tienden al abso
lutism o. Entre estas naciones se establece un nuevo equilibrio de
tipo negativo: los prncipes tienden a conservar el equilibrio en m u
chos casos con negociaciones econm icas y a veces con las armas.
Se establece as un derecho internacional y un derecho derivado de
la intervencin y presiones de otras naciones. Todava durante esta
poca existieron m uchas guerras polticas y religiosas.
2. C ondiciones geogrficas. Los siglos xv y xvi fueron los
siglos de los descubrim ientos de A m rica y de Asia. Las causas de
la expansin europea fueron sobre todo econm icas. Los rabes y
egipcios, juntam ente con los italianos, tenan el m onopolio del co
m ercio de las especias, del oro, etc., que llegaban de la India. Se
tiende a rom per este m onopolio principalm ente desde Espaa y Por
tugal. Se buscan para ello nuevas vas para introducir especias en
Europa. No faltan los m otivos religiosos con la idea del universalis
mo catlico. Los portugueses llegan a la India dando la vuelta a
A frica y los espaoles buscaron el cam ino por el A tlntico occi
dental.
De las expediciones coloniales surgieron m uchos problem as:
problem as ju rdicos en cuanto al derecho de los espaoles y de los
sm ente porque este pas tena el dom inio en todos los sentidos. Po
lticam ente, Espaa llega a la unidad bajo el poder del em perador
Carlos V y Felipe II. Estos reyes tienden al absolutism o. Espaa es
el centro de un gran im perio porque no slo posee territorios en Eu
ropa, com o H olanda, N poles, Sicilia, M iln, sino tam bin en A m
rica, desde M jico hasta Chile, y en A sia, com o en Filipinas (1564).
Los espaoles instituyen una verdadera ocupacin colonial y
constituyeron sucesivam ente nuevas naciones com o aparece en His
panoam rica. Pero surgen tam bin problem as de ndole colonial, la
legitim idad de la dom inacin espaola sobre estas tierras, etc.
Econm icam ente, Espaa est abierta por prim era vez a toda
afluencia de oro y plata que llega de A m rica y pasa para Europa.
Pero tam bin por prim era vez Espaa siente el efecto de la expan
sin com ercial y de la crisis econm ica. El efecto de la gran afluen
cia de m etales preciosos, m anifestacin inicial de la teora cuantita
tiva del dinero, hace que los precios varen en proporcin directa a
la oferta del dinero 61.
La doctrina de escritores principalm ente de Salamanca, Alcal de
Henares y Lisboa, constituye el ncleo de lo que se conoce com o la
segunda escolstica, de gran im portancia para ver las relaciones en
tre econom a y moral. Su preocupacin principal era tica en cuanto
sienten la necesidad de ju zg ar la actuacin de los com erciantes a la
luz de la moral. El grupo de autores estableci la teora cuantitativa
del dinero (M artn de A zpilcueta), descubri la teora del tipo de
cam bio basada en la prioridad del poder de com pra (Toms de M er
cado), sostuvo la teora del valor basada en la utilidad, enum er los
factores determ inantes del precio de las cosas venales 62.
En Espaa la inflacin aum ent durante todo el siglo con graves
consecuencias sociales. M uchos espaoles cam biaron el trabajo m a
nual para dedicarse a las arm as y la pobreza se extiende entre los
grupos sociales inferiores. De aqu nacen las obras de los telogos
sobre la pobreza. El hum anism o en Espaa es plenamente catlico;
no hay en ellos tendencias heterodoxas com o en otras naciones eu
ropeas, pero siguen la va de la piedad m edieval. Esto aparece espe-
the Pnce Revolution in Spain 150J-1650 (Cambridge 1934) 40ss. V e r e e c k e , L., Intro
duccin a la historia de la teologa moral moderna (Madrid 1969) 63-113. D e V igo,
A., Las tasas y las pragmticas reales en los moralistas espaoles del siglo de oro, en
Burg 22 (1981) 427-470. Id., Economa y moral. Los monopolios en los moralistas
espaoles del siglo de oro (Burgos 1982). B a r r i e n i t o s , J., Un siglo de moral econmica
en Salamanca (1526-1629) (Salamanca 1985).
61 Cf. G a l b r a i t h , J.K.., o.c., 46.
62 Sealamos los autores siguientes: Francisco de Vitoria (1495-1560), Domingo
de Soto (1494-1560), Martn de Azpilcueta (1493-1586), Toms de Mercado (1500-
1575), Domingo Bez (1528-1604), Luis de Molina (1536-1600), Juan de Mariana
(1537-1624) y Francisco Surez (1548-1617).
76 P.l. Moral econmica fundamental
cialm ente en el cardenal Jim nez. Entre los hum anistas espaoles
podem os recordar: Francisco de V itoria, Luis V ives, Juan de Avila,
Luis de G ranada, A rias M ontano y Luis de Len.
En cuanto a la R eform a, sta no se introduce directam ente en
Espaa. M s bien se conserva el catolicism o en su form a medieval.
Florece la espiritualidad: Santa T eresa y San Juan de la Cruz y otros
m uchos. En este tiem po la teologa espiritual est inserta dentro de
la teologa m oral. Por otra parte, durante este tiem po Espaa ocupa
el prim er puesto en la literatura. Y en la teologa sus telogos ense
an en el Concilio de Trento y en las universidades europeas.
M Nuestra reflexin tendr como fuente principal la obra del De iustitia et iure de
Domingo de Soto. Cf. F e r n a n d e z , A., o.c., 201-232.
C.3. Fundamentacin histrica de la moral econmica 77
hambre, bien por la escasez de grano, a causa del mal tiem po, bien
por el mal estado de la agricultura a causa de la propiedad dada al
pasto de las ovejas para la produccin de la lana, bien a causa de la
em igracin de los agricultores a A m rica y a causa del ejrcito del
em perador de C arlos V.
Conviene acercarse al concepto de pobreza de la poca, al estado
de los pobres y a sus derechos con el fin de reconocer el valor de la
limosna. Es pobre quien tiene de suyo donde vivir, pero sin sustento
y m seram ente. Es m endigo quien no tiene nada propio y vive de las
cosas de otros. A quellos que se abstienen del trabajo debido a la
vejez y a la dbil salud o son ignorados por el pblico.
Cules son los derechos de los pobres? Si bien es verdad que
todos los hom bres tienen derecho a la vida, incluso los pobres, tam
bin es cierto que todos los hom bres estn obligados al trabajo, bien
por ley divina (G n 3,17; 2 Tes 3,12), bien por ley natural.
Si hay algunos que no estn en situacin de vivir del propio tra
bajo, no pierden el derecho a la vida. Por ello, el Estado es quien
debe proveerles. Si esto no sucede, los pobres tienen el derecho na
tural a pedir lim osna. Este derecho es un derecho natural que el Es
tado no puede abrogar sin haber antes provedo l m ism o a la nece
sidad de los pobres.
Por tanto, no debe introducirse ninguna discrim inacin jurdica
entre los pobres y los ricos. Los pobres tienen derecho a ser tratados
dignam ente y a la elevacin social.
El estado de los p o b res. En la sociedad civil, segn Dom ingo
de Soto y los autores contem porneos, los pobres constituyen un
estado perteneciente a la sociedad. D om ingo de Soto lo llam a estado
u orden de los pobres. La dignidad de este estado proviene del hecho
que Cristo ha com parado a los pobres con los ricos. C risto ha honra
do la abundancia de la riqueza y de los bienes y se ha dignado hon
rar la pobreza.
La obligacin de la caridad surge de la razn que da consisten
cia a la existencia del estado de los pobres. Su justificacin se asien
ta en el derecho natural, en la ley evanglica y en la reflexin teol
gica:
Por derecho natural: en caso de necesidad todas las cosas son
com unes. El derecho de gentes que divide los bienes no puede susti
tuir este derecho natural.
Por la ley evanglica: en el precepto de la caridad est incluida la
obligacin de la lim osna (M t 22,39). Su om isin es pecado u ofensa
a Dios (M t 25,41-45), y sin el ejercicio de la caridad, la caridad
hacia D ios es im posible (1 Jn 3,17). El precepto de la lim osna est
claram ente expresado en Le 11,41.
C.3. Fundamentacin histrica de la moral econmica 81
70 G a l b r a it h , J.K., o . c . , 49.
82 P. I. Moral econmica fundamental
71 T a w n e y ,R.H., Religin and the Rise ofCapitalism (Nueva York 1926), 226.
72 Cf. G a l i n d o , A . , Hacia una nueva mentalidad. Valoracin tica de las relacio
nes Norte Sur, en Salmant XXXV (1988). I g u i i z , J., Deuda externa, orden econmico
y responsabilidad moral, en P g X, n.73 (Lima 1985). T r i f f i n , R., The internalional
role and fate of the dollar (1978-1979).
77 El hilo conductor de nuestro estudio lo constituye la obra de Toms de Mercado
Suma de tratos y contratos (Madrid 1975), incluido el estudio introductorio de R.
Sierra Bravo. Toms de Mercado es telogo ms que economista y est ms cerca de
la economa prctica que de la especulativa. Cf. A b l l l a n , P.M., Una moral para
comerciantes en el siglo XVI. Significado de la Suma de Frav Toms de Mercado en
la Teologa Moral, en MiscCom 15 (1951).
74 D e R o o v e r , R ., Scholastic economics. Survival and lasting influent e from the
sixteenth to Adam Smith, en QJE 69 (1955) 176. Para un estudio ms completo del
contexto histrico y econmico lase R. C a r a n d e , Carlos V y sus banqueros, o.c.
(Barcelona 1990).
75 La numeracin entre parntesis que aparece a lo largo de este apartado despus
de alguna alusin a la obra de Toms de Mercado corresponde a la paginacin de la
obra que nos sirve de reflexin y citada ms arriba.
C.3. Fundamentacin histrica de la moral econmica 83
7A Cf. H a m i l t o n , E.J., American treasure and the Price Revolution in Spain (Cam
bridge 1934) 42. L a r r a z , J. L., La poca del mercantilismo en Castilla (1506-1700)
(Madrid 1943). Segn los trabajos de F.J. Hamilton, las entradas oficiales de metales
preciosos en los registros de la Casa de Contratacin de Sevilla sin contar lo extraofi
cial y aquellas cantidades que se desviaban hacia Europa ascendan en ia primera mitad
del siglo a 16.886.815 kilos de plata y 181.333 kilos de oro.
84 P.I. Moral econmica fundamental
nio del poder econm ico sobre el poltico. Existe, pues, una cierta
falta de control econm ico por parte del poder del reino. El precio es
ms variable que el viento (181) y tan m udable que parece va
corriendo y m udndose por m om entos com o el cam alen con el
tiem po (277).
De aqu la im portancia y la necesidad de un precio legal. El pre
cio es la expresin y la m edida del valor actual de la cosa, aunque
est tam bin en funcin de la necesidad de la m ism a. Es im portante,
entonces y ahora, establecer un precio legal de los bienes de la tierra
en m om entos en los que la econom a de la guerra y del desarrollo
exige unas tasas no slo nacionales, sino adem s internacionales.
Tom s de M ercado saca la conclusin de que el precio legal tie
ne una relacin de ju sticia conm utativa y su violacin equivale a un
hurto: todo lo que se lleva m s del ju sto precio en cualquier venta,
especialm ente do hay tasa, es hurtado, por ello exige restitucin 83.
Si esto est claro cuando se refiere a los bienes m uebles com o ropa
y oro, cobra m ayor im portancia y fuerza de presin si se tiene en
cuenta la tarea del poder poltico para regular el precio cultural y
personal de los costes de la conquista. Por eso debem os preguntar
nos desde el cam po de la m oral si el com ercio entre Espaa y los
m ercaderes europeos a costa de la prim era y el com ercio entre Espa-
a-Europa y las Indias a costa de la segunda no supuso un robo con
derecho a restitucin o est ya hecha por com pensacin de los bienes
que las Indias han recibido por el trasvase cultural derivado de las
relaciones entre las gentes.
No debem os olvidar, por otra parte, que en teora el precio co
rriente estim ado por el pueblo es el precio ju sto en las cosas sujetas
a ta s a 84. En el cam bio de las m onedas el precio ju sto no es otro que
el que se dara de la diversa estim acin com n o social de las m one
das en distintos lugares o naciones, lo cual im plica la justicia y el
deber de entregar m s o m enos ducados en cada uno de los lugares
en cuestin. Pero tam bin, siguiendo el pensam iento de este autor,
sabem os que la estim a o apreciacin es causa lo prim ero de tener
gran abundancia o penuria de estos m etales, y com o en aquellas par
tes nace y se coge, tinese en poco (463).
4) La com pra de dinero. Otra de las novedades valoradas des
de la m oral es la com pra de dinero. Entre las form as injustas que los
m onopolios realizan con influencia para adquirir dom inio poltico y
econm ico, consideradas por Tom s de M ercado com o un gnero
de engao y violencia, est la de
c o g e r y r e c o g e r e n s t o d a la m o n e d a q u e h a y e n la c i u d a d p a r a
n e c e s ita r lo s m e r c a d e r e s to m e n c o n in t e r e s e s c r e c id o s , y m a y o r in i
q u i d a d e s , c o n s t r e i r l o s e n t o n c e s a t o m a r y li b r a r e n p a r t e d o s o n
m a y o r e s la s g a n a n c i a s : o y a q u e n o l o s e a n , l o s h a m e n e s t e r , y e l
m e r c a d e r n o lo s tie n e a ll ( 4 9 1 ) .
90 CEC, n.2401. Esta misma enseanza haba sido presentada por Santo Toms
afirmando que los principios del declogo se han dado sobre la justicia. Cf. II-II, q. 122
a. 1.
91 Cf. J. A z o r , R. B i l l u a r t , S a l m a n t i c e n s e , etc.
92 V e r e e c k e , L Aggiornamento, o.c., 149.
C.3. Fundamentacin histrica de la moral econmica 93
mo y buscar una lnea m edia aunque siem pre desea el bien de las
alm as y la tranquilidad de las conciencias. An no se haba plantea
do la exigencia social de la transform acin de la sociedad com o su
ceder en el siglo siguiente.
San Alfonso centr su moral econm ica en el sptim o m anda
miento. Habla con claridad de los hurtos de los nobles. Dice en
concreto: deberam os avergonzam os de defraudar a los pobres, a
los que tenem os la obligacin de socorrer 93.
L a o r i g i n a l i d a d m o d e r n a DE LA MORAL ECONOMICA l a i n i c i a t i v a
PRIVADA Y LA UNIVERSALIZACION DEL USO DE LOS BIENES
La m oral econm ica del siglo xix tiene com o base los cam bios
dados en diversos niveles de la vida social econm icos, sociales,
polticos y culturales La base ideolgica se encuentra en A Smith
con sus propias fuentes y el aadido de otros autores posteriores o
contem porneos, com o D avid Ricardo, S M ili, K M arx y otros del
siglo xix El pensam iento de A Sm ith se m ueve en dos planos en
uno describe lo que parece ser la realidad que observa y en otro
dibuja lo que a l le gustara que fuera El anlisis moral de la acti
vidad econm ica del siglo xix puede situarse en tom o al descubri
m iento de sus ideas m otrices, al valor de la iniciativa privada y a los
niveles de com prensin
94 C f T frm fs, R o c 93
C3 Fundamentacin histrica de la moral econmica 95
tica y cerrada a otra dinm ica y abierta. Esto afecta a todos los sec
tores de la vida social, aunque los que m s evolucionan son la indus
tria, el transporte, el com ercio y la agricultura.
4. Nivel eclesial. La Ilustracin, m oralizante por naturaleza,
quiere im poner un m odelo nuevo de sociedad. Frente a la moral uti
litaria de Hume y a la racionalista de Kant surge el rom anticism o
individual. Este insiste en la autonom a del espritu com o el nico
valor absoluto. Com o consecuencia, aparece el abandono de valores
com o la fam ilia, lo social y la m ism a religin.
Los orgenes del rom anticism o es el m ism o protestantism o. Poco
a poco, debido en gran parte a la Revolucin francesa y a las nuevas
ideas com o las rom nticas, la Iglesia fue desplazada de la sociedad:
la desam ortizacin con la supresin de los bienes de las m anos va
cas de la Iglesia y la supresin de las rdenes religiosas incidieron
en la falta de presencia de la Iglesia en la sociedad.
La accin de la Iglesia se ver centrada prioritariam ente en la
recuperacin de la conciencia y el com prom iso sociales a travs de
la creacin de un m odelo nuevo de relacin con la sociedad com o es
la doctrina social de la Iglesia, segn verem os en el captulo siguien
te. A partir de la segunda m itad del siglo xix su preocupacin estar
en la postura a tom ar frente a los socialism os, al com unism o y al
capitalism o duro.
C a p t u l o IV
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y MORAL
SOCIOECONOMICA
BIBLIOGRAFIA
2 Existe una evolucin clara entre los tratadistas de la Doctrina Social de la Iglesia.
Hasta la segunda guerra mundial el contenido fundamental es econmico, como puede
verse tanto en las encclicas como en los comentarios de las mismas Desde Juan XXIII
el universalismo del contenido y de los problemas sociales atiende a todo aquello que
afecta al hombre.
3 En esta cuestin la Doctrina Social de la Iglesia prefiere usar el trmino doctri
na y no enseanza, como puede verse en GS 76, SRS, CA. Cf G o n z a l e z - C a r v a j a l ,
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11-53.
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Iglesia, en Ovet (1992) 35-53 I d , Naturaleza de la Doctrina Social de la Iglesia en
C4 Doctrina Social de la Iglesia y moral socioeconmica 101
1. La cuestin social
La aparicin de la Rerum novarum supuso una respuesta a la
cuestin social nacida y desarrollada a lo largo del siglo XIX. Se trata
de un reto para analizar la cuestin social en el presente y para des
cubrir las respuestas que hoy se dan a la m ism a tanto desde la ense
anza eclesial com o desde el com prom iso cristiano y desde otras
instancias de la vida social.
La cuestin social nace en un contexto socioeconm ico concreto;
por ello, nuestra labor ha de ser indiscutiblem ente interdisciplinar, es
decir, hem os de acudir a las ciencias econm icas, polticas, sociol
gicas, etc., para situam os desde sus propias perspectivas ante la vida
social. El problem a, a la vez, ha de verse en su am plitud y en su
concretez local, ha de ju zg ar dicha cuestin y ha de hacer que la
reflexin est abierta a la participacin.
Conviene, al com enzar este tem a, definir el concepto de cuestin
social. Esta tiene com o punto de partida una injusta situacin; co
mo desarrollo, el esfuerzo por cam biar las condiciones sociales
que procuran dicha situacin; y com o objetivo, ordenarlas confor
me al bien com n. Se entiende por cuestin social aquel problem a
suscitado en un tiem po concreto por la injusta situacin de un grupo
hum ano ju n to con el esfuerzo o lucha por cam biar las condiciones
sociales y ordenarlas de acuerdo con el bien com n que se considera
justo y posible 6. Por ello, se han de analizar al m enos tres aspectos
de la cuestin social: sus orgenes, su dim ensin universal y la loca
lizacin en la realidad concreta de la vida del hom bre.
a) Sus orgenes
El desarrollo de la cuestin social y la respuesta a la m ism a exige
el conocim iento del fin para el que existe la sociedad y la vida social
de los ciudadanos. La sociedad existe para la persona y tiene como
fin el que todo hom bre consiga el desarrollo, el bienestar social, la
calidad de vida y la perfeccin de todas sus facultades. Por ello, la
sociedad debe proporcionar a los ciudadanos aquellas condiciones
de vida que hagan posible su perfeccionam iento. De esta m anera nos
encontram os con un orden social considerado com o bueno en la m e
dida en que la sociedad consiga este fin en cada circunstancia hist
rica.
n Cf. las encclicas Sollicitudo rei socialis y Cenesimus annus, que nos hablan del
cuarto mundo y de las bolsas de pobreza como situaciones planetarias de extrema
pobreza y marginalidad por la que pasan muchos hombres en el momento actual.
106 P.I. Moral econmica fundamental
Cuatro son los niveles desde los que se han de contem plar sus
orgenes y causas. En la actualidad estos niveles tienen su origen en
la evolucin que nace en la industrializacin enm arcando la respues
ta tica a los problem as econm icos.
N ivel cultural. En los ltim os decenios se han de sealar de
form a especial los avances de los descubrim ientos cientficos en el
m undo de la m edicina, la m icrobiologa, el tratam iento de las plantas
y el de la geologa ju n to a los descubrim ientos y al conocim iento del
universo, la am bivalencia y coexistencia del analfabetism o con la
extensin del acceso a los estudios superiores; el llam ado M ayo
francs con su eslogan program tico La im aginacin al poder, el
valor de la utopa y la facilidad de acceso a la cultura y el nuevo
estilo del ocio extendido por la m sica m oderna y por los m ass
Este planteam iento nace durante la segunda m itad del siglo xix y
la prim era del xx. Se plante en prim er trm ino la cuestin siguien
te: no es la Iglesia una institucin esencialm ente religiosa que mira
por el bien sobrenatural del hom bre en orden a su salvacin? Poste
riorm ente, a partir de la dcada de los aos sesenta, se im pugna la
intervencin de la Iglesia en la cuestin social desde otra perspec
tiva. Esta consiste en que m uchos de nuestros contem porneos pa
recen tem er que, por una excesiva y estrecha vinculacin entre la
actividad hum ana y la religin, sufra trabas la autonom a del hom
bre, de la sociedad y de la ciencia (GS 36).
A m bas im pugnaciones a este estilo de accin m anifiestan una
visin superficial tanto de la Iglesia com o de la cuestin social y una
concepcin parcial de la autonom a de lo tem poral (cf. GS 36). Sin
em bargo podem os afu m ar que la Iglesia acta por necesidad pasto
ral y no com o solucin optativa, propia de sensibilidades personales
(SRS 8). La Iglesia se siente com petente para ello (M M 42) y sabe
que al hacerlo ejercita un derecho y cum ple un deber (M M 28). Ella,
al intervenir en la cuestin social, no puede ser acusada de sobre
pasar su cam po especfico de com petencia y, m ucho m enos, el m an
dato recibido del Seor (SRS 8).
La cuestin social debe ser tratada en su dim ensin integral y en
toda su com plejidad (LE 2). Esta estriba en que en dicha cuestin
est en ju eg o el bien com n y ste abarca a todo el hom bre, es
decir, tanto las exigencias del cuerpo com o las del espritu (PT 57).
El m osaico de exigencias que integran la vida social oculta una
aspiracin m s profunda y ms universal: las personas y los grupos
sociales estn sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna
del hom bre... (GS 9). Por ello, una m irada a la historia nos ayudar
a descubrir la ininterrum pida cadena de intervenciones en favor del
hom bre, en todo el abanico de sus necesidades (M M 179).
D ebem os acercarnos, por tanto, a la naturaleza de la intervencin
de la Iglesia. La distincin necesaria entre Iglesia y m undo no es
separacin. M s an, no es indiferencia, no es tem or, no es despre
cio (ES 58), porque aun antes de convertirlo, m s an, para con
vertirlo, el m undo necesita que nos acerquem os a l y hablem os
(ES 62). La Iglesia debe entablar dilogo con el m undo en el que
tiene que vivir. La Iglesia se hace palabra. La Iglesia se hace m ensa
je. La Iglesia se hace coloquio (ES 60).
Pero la Iglesia, al entrar en este cam po, conoce sus propios l
m ites. No pretende dar una solucin a todos los problem as presentes
en la situacin d ram tica del m undo contem porneo, tanto m s
cuando existen grandes diferencias de desarrollo entre las naciones y
C.4. Doctrina Social de la Iglesia y moral socioeconmica 111
Son m uchos los textos escritos por autores cristianos que sealan
esta dignidad y su origen. D ios, que ha creado dice Lactancio
y da vida a los hom bres, quiso que todos fuesen iguales... Ante El
nadie es siervo ni seor. Pues si es Padre de todos, con igual derecho
todos somos sus hijos... La desigualdad excluye la justicia 22. D es
de el convencim iento de que todo lo hum ano nos pertenece (ES
91), la Iglesia interviene en la cuestin social porque cree en el hom
bre (LE 4) y ste es el cam ino prim ero y fundam ental de la Iglesia
(RH 14). La persona hum ana est en el centro de la cuestin social.
Los gozos y las esperanzas, tristezas y angustias de los hom bres de
nuestro tiem po, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a
la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discpulos de
Cristo. N ada hay verdaderam ente hum ano que no encuentre eco en
su corazn... la Iglesia, por ello, se siente ntim a y realm ente solida
ria del gnero hum ano y de su historia (GS 1).
De esta m anera, interviniendo en la cuestin social, la Iglesia se
acerca a la persona hum ana, hom bre o m ujer, que padece carencias,
que lucha por superarlas y se alegra cuando lo logra (PP 13). La
preocupacin social de la Iglesia se orienta al desarrollo autntico
del hom bre y de la sociedad, que respete y prom ueva en toda su
dim ensin la persona hum ana (SRS 1). Una vez ms, los discpulos
de Cristo no pueden por m enos de recordarse a s m ism os que es la
persona del hom bre la que hay que salvar. Es la sociedad hum ana la
que hay que renovar. Es, por consiguiente, el hom bre, pero el hom
bre entero, cuerpo y alm a, corazn y conciencia, inteligencia y vo
luntad, quien ser el objeto central (GS 3) de su pasin m isionera.
25 S a g r a d a C o n g r e g a c i n p a r a l a E d u c a c i n C a t l i c a , Orientaciones para el
estudio y enseanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la formacin de los sacer
dotes (Roma 30-12-1988) 3.
26 Cf. A. P a l e n z u e l a , Presentacin de la Instruccin Pastoral Catlicos en la Vida
Pblica (Madrid 1986).
C.4. Doctrina Social de la Iglesia y moral socioeconmica 115
1. Definicin
2. F u e n t e s 30
3. Sujeto
4. D estinatarios
14 C o n g r e g a c i n p a r a l a E d u c a c i n C a t o l i c a , o .c ., 3 .
3S Existen encclicas que tuvieron como destinatarios a personas e instituciones no
catlicas. Puede recordarse el documento de Len XIII Praeclaragratulationis (1884),
dirigido a todos los gobernantes y pueblos del mundo, y varios radiomensajes
navideos de Po XII. Cf. M a r t in A r t a j o , A., Las relaciones de los catlicos con los
no catlicos, en Instituto Social Len XIII, Comentarios a la Pacem in terris
(Madrid 1963)604.
3h G a l i n d o , A., Constitucin Gaudium et spes (Salamanca 1986) 1 1-18.
37 C a m a c h o , L, Doctrina Social de a Iglesia, o.c., 253-254.
120 PI Moral econmica fundamental
41 C o n g r e a c i n p a r a l a D o c TRINA DE l a Fe L i b a la ts c o n s c ie n tia so b re a h b e t
tael c ris tia n a v la h b et a c i n (1987)
122 P.I. Moral econmica fundamental
todo cuanto se refiere a las relaciones entre los hom bres dentro de la
sociedad.
Pero la relacin entre la m oral y la doctrina social no viene dada
solam ente por la coincidencia en el m ism o punto de referencia ana
ltico, en lo social, sino sobre todo por las fuentes teolgicas y el
espritu de las bienaventuranzas y de los consejos evanglicos, que
dan sentido a am bos.
Por otra parte, con el m todo de la D octrina Social, el M agisterio
pontificio y el conciliar aplican la luz de los principios evanglicos a
la realidad cam biante de las com unidades hum anas, interpretan con
el auxilio del espritu de Dios los signos de los tiem pos e indican
profticam ente las m xim as necesidades de los hom bres hacia donde
cam ina el m undo. En este sentido, el M agisterio de la Iglesia ha
convertido la D octrina Social en un autntico m todo de evangeliza-
cin.
cum entos del M agisterio, est pensada, con el com plejo de las ense
anzas de los Pontfices, com o una unidad doctrinal acerca de la
sociedad.
La afirm acin de la encclica Sollicitudo rei socialis (n.41) acer
ca de la pertenencia de la D octrina Social a la teologa m oral exige
un desarrollo, aunque ya haba estado indicado en docum entos ante
riores (cf. MM 49). A dem s delinea una idea y una tarea nuevas,
aceptadas antes de ser desarrolladas. Es necesario, por tanto, precisar
el sentido de una integracin de la DSI en la teologa moral.
Esto nos obliga a hacer una reflexin sobre la naturaleza y sobre
las tareas de la tica social cristiana. Este estudio se debera hacer
observando los criterios siguientes:
se debe m ostrar cm o la relacin entre D octrina Social y teo
loga m oral presenta una orientacin que va desde la ausencia de
referencia a una asuncin de esa form a sobrepuesta;
ha de verse en algunos problem as una cualificacin de la
D octrina Social en el m bito de la teologa moral y de su herm enu
tica y m etodologa;
han de poder reclam arse algunas im plicaciones de la fisono
m a de la m ism a D octrina Social en el m bito de la reflexin tica
teolgica.
En este proyecto se ha de ser consciente de que, hasta ahora, la
DSI era elaborada im plcitam ente com o una serie de pronunciam ien
tos del M agisterio de la Iglesia, que deban ser justificados para de
term inar el juicio m oral y la praxis de los creyentes. A hora se pide
ms: se habla de la necesidad de que la Iglesia ilum ine y oriente la
vida social con su enseanza, dado que el m ensaje cristiano llena la
totalidad de la existencia hum ana de form a histrica.
En la literatura teolgico-m oral reciente, an se nota un esfuerzo
de atencin a los pronunciam ientos del M agisterio que consiste en
acogerse a la naturaleza y a los presupuestos tericos de la DSI. Pero
todava aparece la D octrina Social com o irrelevante para la teologa
m oral, debido a los lm ites y a la parcialidad de la m ism a respecto a
las circunstancias fundam entales y universales del Evangelio y a las
exigencias de la praxis determ inada. En resum en, de la atencin que
la teologa m oral ha prestado a la D octrina Social se puede decir
que:
no se ha sido consciente de la novedad de la cuestin social.
Es necesario, por ello, hacer un anlisis teolgico m s profundo de
la D octrina Social;
no se han tratado suficientem ente algunas categoras propias
de la D octrina Social principios, criterios de reflexin, directrices
de accin y la categora de los signos de los tiem pos;
C. 4. Doctrina Social de la Iglesia y moral socioeconmica 127
N o s e a s d e l o s q u e e x t i e n d e n la m a n o p a r a r e c i b i r y la e n c o g e n
p ara dar N o r e c h a z a r a s al n e c e s it a d o , s in o q u e c o m u n ic a r a s e n t o
d o c o n tu h e r m a n o , y d e n a d a d i r a s q u e e s t u y o p r o p i o P u e s si o s
c o m u n ic is e n lo s b ie n e s in m o r ta le s , 6 c u a n to m a s e n lo s m o r t a le s 9
(Didaje)
4S Carta a Diogneto, 5.
Epitome Div. Inst., 54: PL 6,1061 .
49 L a c t a n c i o ,
50 B e n o r, A., Actualit des Peres de / glise, en CahTh 47 (Neuchtel 1961) 54.
C.4. Doctrina Social de la Iglesia y moral socioeconmica 13 1
dom inio de las riquezas y del lucro en la vida econm ica con la
consiguiente subordinacin de los valores m orales y sociales a los
m ateriales y de la exaltacin del inters individual. Los Santos Pa
dres proponen el som etim iento de la vida socioeconm ica a las exi
gencias de la ju sticia y de la com unicacin de bienes, la prim aca de
los valores hum anos en la vida econm ica, el seoro del hom bre
sobre las riquezas y la exaltacin de la utilidad com n y no del inte
rs particular com o m vil de la accin econm ica.
2. En cuanto a la valoracin de las riquezas, estim an que son
buenas aunque no sean la causa de la felicidad del hom bre. M oral
mente pueden ser consideradas com o indiferentes; su bondad y m al
dad dependen del uso que se haga de ellas.
3. A parecen asim ism o nuevos valores sociales, com o la so
lidaridad, el dom inio del m undo por el trab ajo y el sentido de la
igual d ignidad de todos los hom bres. La so lid arid ad con los nece
sitados, que m anifestaron espontneam ente los cristianos de los
prim eros siglos, prosigui durante todo el perodo a pesar de los
riesgos que entraaba. En una carta del ao 257, San C ipriano les
recom ienda crear entre ellos y todos los perseguidos una cadena
de solidaridad en la oracin para ay udarse a ganar la corona de
gloria.
Desde la valoracin de la propiedad privada y la com unicacin
de bienes, los conceptos de funcin social de los bienes, la ju sticia
social y los principios de dom inio universal y del derecho natural al
uso de los bienes aparecen en la enseanza de aquella poca sin una
form ulacin tan especfica com o en el m om ento actual.
4. BUSQUEDA DE IDENTIDAD
Puebla Laborem exercens (1981)
Bloques Norte-Sur Instrucciones sobre TL (1984-1986)
Perestroika Sollicitudo rei social is (1987)
Atencin ecolgica Basilea (1989) y Sel (1990)
Cada del muro de Berln Centesimus annus (1991)
Cambios en el Este
Guerra del Golfo (1991)
C. 4. Doctrina Social de la Iglesia y moral socioeconmica 135
s' Pueden consultarse, entre otras, las obras de J. Maritain Los grados del saber. El
humanismo integral, El hombre y el Estado.
138 P.I. Moral econmica fundamental
ver las propias. Por ello quiere ahondar en la cuestin clave que la
Iglesia se est planteando desde Juan XXIII: Iglesia, qu dices de ti
misma? Iglesia, cm o puedes responder al aggiornam ento? D esde
aqu reforzar el dilogo con el mundo.
La clave social viene dada por las causas que han m otivado un
clima social nuevo: la evolucin de la m ism a conciencia cristiana en
el interior de la Iglesia a travs del surgim iento de la conciencia
autnom a de la labor del laicado y la sim ultnea accin en el m bito
de lo mundano 54. Por otra parte, la aparicin en la cultura, en la
reflexin filosfica y en la praxis de la desdogm atizacin de las con
cepciones globales de la existencia y el fenm eno de las dos guerras
mundiales van cam biando la fisonom a del hom bre occidental y de
sus instituciones.
En este contexto nace la encclica Ecclesiam suam, y los viajes
del Papa ju n to con la creacin de la Com isin Pontificia Iustitia et
Pax im pulsan el nacim iento de la encclica P opulorum p rogressio ,
por muchos aceptada, por otros rechazada y por tantos olvidada. Y
ante el interrogante sobre la opcin poltica del catlico, Pablo VI
fija un pluralism o poltico en otra encclica, O ctogsim a adveniens.
Los principios fu n d a m en ta les. Nace com o prim er principio el
afianzam iento de la concepcin histrica del hom bre y de la Iglesia.
Todo ello se proyecta en una nica historia, la de Dios que acta en
la historia del hom bre. Todo se relaciona y todo se realiza en el
interior de una historia que tiene a Dios por sujeto. La Iglesia no se
aduea de la historia sagrada, sino que Dios acta siem pre y en todas
partes. Segn esto, el gran problem a est en descubrir la voluntad de
Dios en la historia y los signos de su actuacin. De aqu surge la
categora de los signos de los tiem pos.
En segundo lugar, se descubre que el bien tam bin existe fuera
de la conciencia cristiana. Por ello, se irn encontrando m ultitud de
problem as ticos m odernos para los que el nico tratam iento posible
ha de hacerse desde la conciencia global hum ana, o desde lo que hoy
podemos llam ar la tica c iv il55 y la autonom a de las realidades te
rrenas. El otro se convierte en lugar de historia de Dios y donde
se puede m anifestar parte de la verdad que nadie posee en totalidad.
Principios p r c tic o s. El alcance prctico de todo esto es claro:
dentro de los acontecim ientos histricos com ienzan a distinguirse
planos. A parece una concepcin global del m undo com o principio
IV. VALORACION
Puede observarse que la Doctrina Social de la Iglesia ocupa una
zona verde dentro de los m anuales de M oral Social. Hasta ahora, los
cristianos, por una parte, han vivido su com prom iso radical en servi
cio de los hom bres a travs de los m ovim ientos apostlicos y de los
grupos ms com prom etidos de la Iglesia particular. Por otra, se en
cuentra en ella una reflexin teolgica interdisciplinar. Y por otra, ha
servido de gran apoyo para la instauracin de las sociedades dem o
crticas y para el nacim iento de las libertades.
A sim ism o, la Doctrina Social de la Iglesia ha participado de la
m ism a evolucin de los cristianos en los m om entos de crisis por los
que ha pasado. As, se ha planteado el problem a de la especificidad
cristiana en el cam po de la praxis. Se ha producido la crisis del m o
delo de Iglesia: Iglesia jerrquica e Iglesia de Pueblo de Dios. Desde
esta crisis, la Doctrina Social de la Iglesia se ha instrum entalizado y
usado desde uno y otro campo de la vida social.
En cuanto a la Doctrina Social de la Iglesia com o m odelo moral
autnom o e independiente, se trata de un m odelo ya superado. En
prim er lugar, Juan Pablo II lo considera com o una parte de la teolo
ga, y en concreto de la teologa m oral, y no tanto com o un instru
m ento tico-sociolgico. En segundo lugar, se trata de una ensean
142 P.I. Moral econmica jundamental
2. Propuestas de solidaridad
3. Actitud de dilogo
r Cf. G a it i, G., Morale sociaie e della vita fsica (Turn 1992) 36.
144 P.I. Moral econmica fundamental
dos o individualm ente segn la propia com petencia, con la com uni
dad local de la que form an parte. Este nuevo m odelo de enseanza
de la Iglesia com enz a tom ar cuerpo con Juan XXIII con referen
cias y aplicaciones particulares en toda la enseanza de Pablo VI.
Tam poco las encclicas de Juan Pablo II se han alejado de esta ense
anza, de manera que la superacin de una doctrina social no con
siderada como tercera va ha sido aportacin del ltim o papado
(SRS 41).
ESTRUCTURAS E IDEOLOGIAS
APROXIMACION TEOLOGICO-MORAL AL HECHO
SOCIOECONOMICO
BIBLIOGRAFIA
I. EL H ECH O SO CIA L
Todo lo hum ano pertenece al hom bre com o ser social e indivi
dual, colectivo y autnom o, de m anera que el centro de la realidad
social es el hom bre quien lo ocupa. Sin el ser hum ano no existira el
hecho social. La respuesta, por tanto, al hecho social y a la cuestin
social ha de ser siem pre hum ana. En todos los problem as es el hom
bre el que est implicado, bien en cuanto los crea, bien en cuanto los
sufre y padece, bien en cuanto intenta resolverlos.
Por ello, cuando se quieren resolver los problem as sociales en su
m bito universal y concreto, desde la realidad de que los pecados
personales hacen que el m undo est som etido a estructura de peca
do (SRS 36), tanto el pecado personal com o el social han de ser
superados mediante un proceso de conversin equivalente. Ante una
realidad enferm a de la sociedad universal, por el contenido moral
que conllevan las cuestiones integradas en la cuestin social, el hom
bre, las instancias interm edias, la m ism a Iglesia no pueden m ante
nerse al m argen ni indiferentes. Esta labor ha de llevarse a cabo co
mo respuesta que nazca del deber de conciencia, m ediante un proce
so que se defina por la racionalidad y con la praxis de la solidaridad.
Hoy se encuentran unos elem entos positivos y otros negativos
que provocan inquietud en la evolucin de la econom a, al m enos en
las m agnitudes internacionales. En cuanto a lo positivo, aum enta el
dominio del hom bre sobre la naturaleza, se m ultiplican las relacio
nes entre las naciones con su intercam bio de tecnologa y de la cul
tura, cada vez es m ayor la interdependencia entre los hom bres y se
m ultiplica la intervencin de los poderes polticos en el control de la
econom a, aunque con debilidad frente a las grandes potencias eco
nmicas, trilaterales y m ultinacionales.
En cuanto a los elem entos negativos, estn enm arcados en la su-
pervaloracin de lo econm ico en la vida hum ana, el desprecio de
los pobres o el sentim iento de vergenza huidiza ante los m arginados
y las desigualdades sociales, que perm iten la existencia del lujo junto
a la miseria y las bolsas de pobreza en m edio del m ayor consum o.
Hoy, con los anlisis econm icos elaborados por tcnicos de
prestigio, se hace una llam ada a tom ar una conciencia responsable.
Es evidente que sobre las naciones en vas de desarrollo se agaza
pan una serie de actitudes que pueden calificarse individualm ente
com o pecam inosas. Pero sum adas ofrecen un panoram a especial
mente abom inable. El paso de la m icroeconom a a la m acroecono-
ma es fundam ental para un autntico anlisis y oferta moral com o
lo hace la Sollicitudo rei socialis. A parecen as las estructuras de
pecado que se m encionan en ella (SRS 36). Pero conviene recordar
152 PI Mof ai ec onomic a fundamental
que estas proceden del terrible sum atono de los pecados individuales
y por tanto, de la responsabilidad individual 4
Siguiendo el anlisis del econom ista Juan V elarde y con el deseo
de descubrir la labor que nazca de una conciencia responsable, es
evidente que el concepto de pecado estructural explica com o puede
ser tan grave rendir culto idoltrico al dinero, a la ideologa, a la
clase social y a la tecnologa (c f SRS 37) D ejando paia mas adelan
te el riesgo conceptual de manejai una expresin estructura, es
tructural tan confusa com o puso de relieve F ntz M achlup, es evi
dente que se ha dado un paso m uy im portante para com piender de
que m odo la actitud egosta de m uchos daa, muy por encim a de
todo lo im aginable, a los pobres, a los desheredados y en general a
los afligidos del m undo C onvendra ahondar en este sentido para ir
siendo consciente de la responsabilidad de la conciencia individual y
social ante el abism o creciente entre pobres y ricos en el m undo
entero por el cam ino y la evolucin de la econom a
El desarrollo de la conciencia interpelada pasa por la racionali
dad R acionalidad y fuerza hum am zadora van intim am ente unidas,
com o afirm an los obispos espaoles en La V e/dad os h a /a h h /e s
(n 7) La racionalidad es la clave de la etica social y de la bsqueda
de una etica com n a todos los hom bres Por ello, un sano plantea
miento de la cuestin social en su dim ensin um veisal ha de salir del
cam po individual y entrar en el m arco de las estructuras Las institu
ciones asociaciones, grupos sociales, grupos no gubernam entales,
religiones han de realizar una gran tarea en este cam po El indivi
duo se siente social cuando esta en relacin con un tu con el que
pueda dialogar Los poderes m ayoritarios y dogm ticos carentes de
racionalidad nunca podran ser un tu capacitado para el dialogo
En este m bito de anlisis se puede ver com o el capitalism o y el
intervencionism o econm ico estn reduciendo la moral al terreno de
lo individual Por ello, com o dejara constancia el econom ista Novak,
la solucin de la cuestin social a niveles universales debe pasar por
el im pulso dem ocrtico a la participacin social desde todos los
cam pos sociales 5 Esto no podra hacerse sin una autoridad interna
cional capaz de regular dem ocrticam ente dichas tareas
10 M a r x , K., El capital II, 1 cap. 1,4 (Mxico 1979) 93ss. Id., Manifiesto del
Partido Comunista (Madrid 1935).
C.5. Estructuras e ideologas 157
a) Las estructuras
ducto de la accin hum ana, pero no son necesariam ente causadas por
la accin voluntaria del hom bre. En cuanto m udables y cam biantes,
es m s fcil cam biar la m entalidad y el com portam iento de un indi
viduo que el de una estructura, de un grupo o de una sociedad. Es
decir, las estructuras son condicionantes aunque no determ inantes.
Com o no son fuerzas determ inantes, tienen flexibilidad con po
der de reaccin por parte del hom bre. Pero la estructura posee una
objetividad que conform a a cada individuo desde su interioridad pe
netrando en lo m s ntim o del m ism o individuo. El hom bre est
arraigado en la estructura, aunque no es producto ni resultado de la
m ism a, es decir, el individuo no queda agotado por la estructura. El
hom bre nace en una historia estructurada, pero a la vez va haciendo
esa historia.
Es frecuente ver en el cam po de la vida social que ningn hom
bre es capaz de tom ar conciencia de la totalidad de los datos que
configuran su propio ser, aunque s puede ir descubrindolos progre
sivam ente. Pero esta lim itacin entre lo que el individuo es y lo que
puede ser y hacer, puede ser ilum inada desde la fe dando un sentido
a este m odo de ser hom bre. La fe puede dar una respuesta ilumina
dora a las preguntas fundam entales de su existencia.
Todo este m undo de estructuras es el objeto de estudio de la
moral socioeconm ica (trabajo, em presa, sistem as econm icos, mo
nopolios, etc.), aunque la accin del hom bre sobre las estructuras
sociales no tiene la inm ediatez de la accin sobre s m ism o.
b) Las ideologas
los partidos que tienen ideologas concretas y com prender las tcti
cas, tcnicas y estrategias existentes en el trasfondo de las ideologas
y de las estructuras:
Las tcticas se definen com o el arte de poner en orden las
cosas. Es un sistem a especial que se em plea disim ulada y hbilm ente
para conseguir un fin. El origen del uso de la tctica es militar, aun
que ordinariam ente se em plea en el cam po de la poltica.
La tcnica es el conjunto de procedim ientos, recursos y uten
silios de que se sirve un arte tctico. Se define com o la habilidad
para usar esos procedim ientos. Se trata de usar unos recursos m ate
riales para poner en orden la estructura.
La estrategia es el arte de dirigir un asunto o el conjunto de
reglas que asegure una decisin ptim a en cada m om ento del desa
rrollo poltico. Las reglas son la prudencia, la m ano izquierda, la
diplom acia (es usual dentro del m ovim iento de la bolsa y de los
proyectos financieros).
La estrategia ocupa un lugar significativo en la vida socioecon
mica. D esde el punto de vista de la m oral, cum ple una funcin rela-
tivizadora de lo econm ico por dos razones: en cuanto que im pide
caer en los totalitarism os econm icos y en cuanto que potencia el ir
ms all de lo inm ediato en el uso de los bienes.
La estrategia im pide la supervaloracin de los fines, que en la
vida econm ica tiende a expresarse de tres maneras: a) Aquel por el
que, en orden a la intencin, el hom bre, m ovido por el dinero, cree
hacer el bien cuando apela justificativam ente a una coherencia m era
m ente subjetiva, b) La m anera de la tecnocracia econm ica que
convierte los m edios y, por tanto, el uso de los bienes en un instru
m ento sin inters, c) El totalitarism o de los revolucionarios que mi-
nusvaloran las instituciones y las estructuras utilizndolas para satis
facer unos fines restringidos al grupo.
Esto se vive de form a peculiar en la tensin entre la excesiva
valoracin de los m edios o de los fines. Com o afirm a M. V idal,
existe una perm anente tensin entre m edios y fines en todo el cam
po de la m oral. El fin tiene que tener en cuenta la sustantividad tica
de los medios; pero stos tam bin han de aceptar la referencia moral
del fin. La situacin concreta no goza de plena autojustificacin; en
la determ inacin de su m oralidad jueg a un papel im portante la con
catenacin que tenga en el engranaje de la totalidad 16.
Si deseam os aplicar el concepto de ideologa al cristianism o de
bem os decir que ste no es una ideologa (OA 26-29) en cuanto las
actitudes estn referidas a una persona, Cristo. En el cristianism o
encontram os tres elem entos: C risto, ideas y actitudes. Pero aunque el
d) Estructuras de peca d o
e) Utopa cristiana 20
huida del com prom iso; la utopa es una crtica sofocante y com pro
m etida de la sociedad establecida; la utopa es una m irada al futuro
m ejor, desde un asentam iento hum anista, aunque este hum anism o se
viva a la intem perie o en la soledad del que presenta ideales o del
pobre; la utopa concede y recibe, a la vez, su fuerza de la esponta
neidad que nace del espritu y del corazn hum ano.
El nivel utpico de la fe cristiana queda reflejado en aquellas
palabras de Pablo VI: El Espritu del Seor, que anim a al hom bre
renovado en C risto, trastorna de continuo los horizontes donde con
frecuencia la inteligencia hum ana desea descansar, m ovida por el
afn de seguridad... U na cierta energa invade totalm ente al hom bre,
im pulsndole a trascender todo sistem a y toda ideologa (OA 37).
Una concepcin del hom bre que quiera ir a las races del ser
hum ano ha de ser personalista. Sus extrem os son la lnea individua
lista y la colectivista. La personalista se acerca a la concepcin de
algunos autores m odernos 25 y no est lejos de la enseanza y de la
tradicin cristiana m s genuina 2(\
Esta concepcin tiene com o fin la bsqueda de los valores y de
la dignidad de la persona hum ana, y com o fundam ento el prim ado
de la persona en la relacin con la naturaleza y con las instituciones.
La persona tiene, por tanto, un estatuto de fin, es decir, no puede
ser un m edio para que otras cosas sean com unitarias, estatales ni
cosificantes.
Por otra parte, la persona es esencialm ente un ser social, es decir
su socialidad est unida intrnsecam ente a la persona. La vocacin
social constituye la verdad de su ser. Por ello, si la persona nunca
puede se reducida a un m edio, tam poco puede reducir a m edio a sus
sem ejantes. Esta es su pequenez y su grandeza.
25 Cf. M o u n i l r , E., Obras completas I-IV (Salamanca 1992). Puede verse esta
correlacin en el tomo I, 894-896.
26 Cf. la enseanza de los Santos Padres, S a n t o T o m a s , STh I-l, q. 10 a.l, y la
Doctrina Social de la Iglesia.
166 P. I. Moral econmica fundamental
el resultado de una guerra de todos contra todos 27. Este cam ino de
sem boca en una situacin de conflictividad continua.
A veces se ha considerado que los valores hum anos tales com o
la com petencia (no la com petitividad), la capacidad de iniciativa, la
inventiva, etc., eran propios de este carcter individualista del hom
bre 28. Sin em bargo, es necesario distinguir la concepcin individua
lista de los valores individuales/personales.
Los socilogos seguidores de esta concepcin individualista de
sem bocan en la afirm acin de la necesidad de un contrato social o
un consenso que pudiese crear la posibilidad de la vida social debido
a la fuerza de un inters com n superior a la de cada uno de sus
m iem bros. C ada uno acepta lim itar voluntariam ente sus propias pre
tensiones en base al deber social.
Se puede decir que la sociedad es el resultado del egosm o de
cada uno de los m iem bros y conform e a sus verdaderos intereses. El
egosm o de cada uno, para transform arse en fuerza de cohesin so
cial, tiene solam ente necesidad de ser razonable (no tanto racional),
es decir, tener capacidad de reconocer la im posibilidad de cam inar
en la consecucin de todos sus ideales y la ventaja de aceptar los
lmites. De esta m anera, la racionalidad del egosm o es la nica vir
tud social y la nica verdadera cualidad m oralm ente positiva del
hom bre 29.
Desde aqu se entiende que la justicia social sea el resultado de
un pacto social, unido a las condiciones que propone e im pone la
estructura social encargada de asegurar la distribucin de ventajas y
beneficios para cada ciudadano. La concepcin individualista de la
sociedad tiene su propio evangelio, es el evangelio de la convergen
cia, de la que nacer el m ejor m undo de los posibles.
Utopa cristiana
La utopa de la generosidad
1. R eflexin teolgica 35
c) La econom a a la luz de la f e 40
2. A nlisis tico
45 R o b b in s , L ., o . c . , 1 5 .
46 Cf. S amui i s s o n , P . A., Religin y economa (Barcelona 1970). Es frecuente or
en Itfs congresos sobre tica empresarial el grito de los economistas pidiendo ayuda
a los moralistas.
47 P a n e t t a , D., Assicurare una dimensione umana all 'agir econmico e sociale,
en Ang. 70(1993)279-303.
C.5. Estructuras e ideologas 173
49 Cf. R o b b i n s , L., Saggio sulla natura e sul significato della scienza econmica
(Turn 1946).
<0 A. E l l l n a , Economa, en DETM, o.c., 267-291.
C.5. Estructuras e ideologas 175
BIBLIOGRAFIA
1. LA CARIDAD 1
1 Recogemos algunas de las obras sobre esta primera categora de moral social:
A dam, A., La primaca del Amor (Madrid 1962). C a r p e n t ie r , R., Le primat de l amour
dans la vie morale, en NRT 83 (1961) 3-24. C a s c o n e , M., II ministero della carita
poltica, en Sy 8 (1990) 29-36. M x im o el C o n f e s o r , Centurias sobre la caridad
(Argentina 1990). N e d o n c e l l e , M., Verso una filosofa dell'amore e della persona
(Roma 1959). T o r n o s , A., Antropologa del amor, desde su radicacin social y psico
lgica, en SalT 64 (1976) 83-93.
2 P a b l o VI, Discurso en la FAO (Roma 1970). Cf. CIC 1931-1933.
' Una visin ms amplia de la dimensin teologal de la caridad, vase R. C e s s a r i o ,
La virtu (Miln 1994) 79-111. R a h n e r , K., Amon>, en SM 1, o.c., 114-133. C a r p l n -
t if r , R., Le primat de Vamour dans la vie morale, en NRTS3 (1961) 3-24. T o r n o s , A.,
Antropologa del amor, desde su radicacin social y psicolgica, en Sal 64 (1976)
83ss.
C.6. Fundamentacin categoral 179
s Una sntesis y descripcin bien clara del concepto poltico de la caridad puede
encontrarse en la exhortacin de los Obispos espaoles Catlicos en la vida pblica
n.60-63 (Madrid 1986). Cf. D uque , F., Presencia de los catlicos en la vida pblica.
Candad poltica, en Cor X III44 (1987) 155-193.
C.6. Fundamentacin categoral 181
4. C aractersticas de la caridad
Com o hem os ido viendo, la caridad es una de las tres colum nas
bsicas de la Moral social y constituye la clave de solucin adecuada
182 P.I. Moral econmica fundamental
5. D im ensiones de la caridad
Algunos, creyendo que las injusticias deben ser redim idas nica
m ente por la justicia, rechazan la caridad com o aquello que hum illa
la dignidad hum ana. Sin em bargo, la doctrina catlica afirm a que
todo el orden social necesita conform arse con la ju sticia, pero la ca
ridad debe ser com o el alm a de este orden. La caridad evapora la
acritud que nace de la rigidez de la justicia. Para ver esto nos fijam os
en tres horizontes dim ensionales de la caridad: dim ensin kentica,
dim ensin social y dim ensiones parciales de la caridad.
N uestro objetivo es el de descubrir estas dim ensiones desde la
consideracin social del hom bre y desde la insercin del am or divi
no en la realidad sociocom unitaria. Dios, A m or, se encam a en una
realidad hum ana respetando la autonom a de las realidades tem po
rales.
II. LA JUSTICIA
1) Justicia y derecho
3) D efinicin de ju stic ia
Desde Platn, la justicia se ha considerado com o una de las cuatro
virtudes cardinales. En este sentido tiene significado de virtud enten
4) Clases de ju stic ia
27 S a n t o T o m a s , STh I I - I I , q .6 1 a . 3.
2K Z alba M., Theologia Moralis Summa (Madrid 1958) II, n. 1661.
,
29 Cf. F e r n a n d e z , A., o.c., 439-477. Cf. CIC 2412.
V) Cf. S a n t o T o m a s , STh I I - I I , q .6 2 a .2 .
C.6. Fundamentacin categorial 195
2. Perspectiva teolgica
1. Am bito bblico
15 En el Sermn del Monte se pasa de una justicia negativa a una positiva, de una
concepcin exterior a una interior, de una concepcin minimalista a otra maxtmalista
(caridad). En San Pablo, la justicia como fruto de esta gracia particular que es la
justificacin producida en nosotros, por la misma justicia de Dios, no por la justicia
con la que El es justo, sino aquella por la que El nos hace justos (Ses VI De lustifca-
tione 7, Dz 1529,799). C f A r r u p l , P , El testimonio de la justicia (Madrid 1973)
36 Cf Mt 25,40, Le 19,8, 1 Tes 2,10, Flp 4,8, Rom 14,17 S a n t o T o m a s , STh II-II
q 57 a 122
37 L a c t a n c i o , Institutions divines, livre V (Pars 1973).
C 6. Fundamentacin categora! 197
i a z S n c h e z , o . c . , 116.
46 S o r i a , C . - D
47 R J., A Theory of Justice (Cambridge 1971). La teora contractual o la
a w ls,
justicia como equidad tiene sus races, porua parte, en la teora del contrato social
202 P.I. Moral econmica fundamental
2. D iversas opiniones
INTRODUCCION
1. Derecho de propiedad
n Los leasing son una forma usada frecuentemente por los sistemas bancarios
en sus intervenciones financieras y comerciales.
14 M a i t a i , G., o . c ., 924.
,s Los fetosin son aquellas explotaciones comunitarias de fincas y terrenos en
zonas de agricultura tradicional, pertenecientes a concejos y ayuntamientos.
16 H i g u e r a , G., o . c ., 388-389.
C. 7. Propiedad y destino universal de los bienes 223
4. C oncepto de propiedad
1 Reflexin bblica 19
M a t t a i, G , o c , 9 2 2
19 Cf Z sifk ov its, V , Propiedad, en NDMC (Barcelona 1993) 487ss
70 H e n c .e l, M , o c , 20-32
71 H en gel, M , o c , 33-42
C 7 Propiedad v destino universal de los bienes 225
2. R eflexin teolgica
30 C f M. H e n g e l , o . c . , 52-53.72.
C. 7. Propiedad y destino universal de los bienes 229
2) Reflexin teolgica
L a u r e n t , P h ., L a p r o p i e d a d p r i v a d a y e l d e s t i n o u n i v e r s a l d e lo s b ie n e s , e n
A A .V V ., Tened en cuenta..., o .c ., 1 5 1 .
234 P. II. Concrecin de la moral econmica
3. A nlisis tico
proceso que nos lleva a la apropiacin y uso com o elem entos esen
ciales de la mism a. Para com prender el sentido profundo de este
proceso de la propiedad conviene m arcar niveles que van de lo ge
neral a lo concreto 40.
En prim er lugar, desde el orden m oral entendem os que en la
creacin las cosas no se han asignado a personas concretas. Es decir,
las cosas han sido creadas con un destino universal. Esta fuerza uni
versal nace de su capacidad natural de extenderse y de la voluntad
universal de Dios 41.
En segundo lugar, desde el orden de la experiencia o nivel
realista vem os que las cosas son destinadas para el uso y consum o
de personas concretas. Existe una relacin estrecha entre las cosas y
quien las usa, de m anera que tanto ste com o quien lo observa las
considera com o una extensin de quien las posee. El tener es una
extensin del ser 42.
En tercer lugar, desde el nivel social y poltico existe una rela
cin estrecha entre la apropiacin y el uso. Q uien se apropia de algo
lo usa. En este sentido, el trabajo se define com o el ejercicio de
apropiacin de la cosa para usarla com o cosas concretas y trabaja
das.
En este sentido, en cuanto al derecho de propiedad, podem os de
cir que la apropiacin de las cosas concretas necesarias para el
hom bre, excluyendo a los dem s de ellas, en virtud de su trabajo,
viene a ser reconocida de una u otra forma, pero siem pre explcita y
concretam ente, por los sistem as jurdico-positivos de las distintas
com unidades polticas 43.
44 M a t t a i, G ., o .c., 9 3 0 .
238 PAL Concrecin de la moral econmica
estirpe Y si som os hermanos, lo mas recto sin duda es que participemos a partes
iguales en la gran herencia P a b i o VI, PP 23
4; Algunos Padres tuvieron com o posible esta comunidad comunal de estilo paia
disiaco (c f Gregorio de Nisa, Basilio, Juan C n sostom o San Am brosio etc ) Pcio en
la situacin de pecado el principio es orientador y primero
s<) C f MM 109 A dem as, la historia y la experiencia atestiguan que en los reg
m enes polticos que no reconocen el derecho de piopiedad privada de los bienes,
incluso de produccin, son oprimidas y sofocadas las expresiones fundamentales de la
libertad
C7 Propiedad y destino universal de los bienes 241
IV CUESTIONES ABIERTAS
2. A m bito estructural
3. Am bito internacional
4. A m bito particular
1) El robo
cin para evitar el dao ajeno. Cm o? Dos son los cam inos para no
daar al otro por falta de atencin o con pecados de omisin: obser
vando las leyes civiles que buscan lim itar el riesgo y usando la pru
dencia.
2) D eber de restitucin
V. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA
libertad plena para sus actuaciones, ninguna ha estado tan enem ista
da con la acracia (sociojurdica) o con la anom a (sociotica) com o
la empresa; su funcionam iento necesita de nuestra jerarquizacin or
ganizativa; su supervivencia, de nuestro orden social y poltico que
la ampara y respeta; su crecim iento, de nuestra cultura que la valora
y com pra sus productos 8.
Hasta ahora, desde la poca de la industrializacin, ha existido
una tica vinculada a la ideologa liberal donde la em presa apareca
com o un ghetto con necesidad de ser m oralizada en s m ism a. Inte
resaba la tica profesional del em presario y del trabajador, la tica de
los salarios y de los precios. Pero no se haba planteado la tica de
las influencias planetarias y de dim ensiones exteriores de la m ism a
empresa.
Paralelam ente han ido apareciendo otras reflexiones m orales, cu
yo horizonte era el m arxism o, que daban en la diana de la relacin
entre em presa, m oral y estructuras histricas y sociales. Tras este
m todo moral estaba la conciencia de que la econom a estructurada
era el m otor de la historia y del com portam iento hum ano.
En las ltim as dcadas han ido dndose cam bios que hacen vis
lum brar un panoram a de econom a em presarial interrelacionado e
interplanetario que nos interrogan sobre algunas cuestiones abiertas
en m ateria de tica de em presa 9.
2. E s tru c tu ra de la e m p re sa
a) Factores de produccin
b) Sectores em presariales
Los sectores em presariales corresponden a los tres sectores tradi
cionales de produccin:
c) Actividades em presariales
d) El alma de la em presa
a) Tipos de em presas
F., o . c ., 646-671.
14 G u e r r e r o ,
El modelo capitalista y el colectivista sern estudiados en un capitulo aparte.
260 P.ll. Concrecin de la moral econmica
1. El m ercado
se debe llevar hacia el extrem o de fom entar los com portam ientos
individuales y sociales que puedan perjudicar la calidad de vida.
A sim ism o, existe otro lm ite al m ercado: hay necesidades colec
tivas y cualitativas que no pueden ser satisfechas por los m ecanis
m os de m ercado (cf. CA 35). La finalidad de la em presa en la socie
dad m oderna no es sim plem ente la produccin de beneficios sino
ms bien la existencia m ism a de la em presa com o com unidad de
hom bres. En el m om ento actual, debido a la tcnica y a la gestin
organizativa, el hom bre a travs del trabajo se vuelve creador y au
m enta en l la tendencia a apropiarse de m odo prioritario de los bie
nes que l m ism o ha fabricado.
2. El consum o
4 Provecho y calidad
De la cultura de la em presa nace un bien para el hom bre: el pro
vecho Pero es preciso situar bien el provecho que el hom bre saca de
esta tarea y de este servicio. Es un hecho que fue la sociedad del
bienestar la que, con la reduccin de la jo m a d a laboral y el aligera
m iento del trabajo, hizo que el postulado del desarrollo personal y de
la autoreahzacin apareciera com o factible para las grandes m asas y,
as, abri perspectivas enteram ente nuevas en lo concerniente a la
hum anizacin y a la aspiracin a una existencia llena de sentido
Durante mucho tiem po no se ha podido realizar la reconciliacin
entre tica y provecho En su origen est la consideracin del prove
cho com o algo torpe para el hom bre 21 y la incapacidad de encontrar
sus valores positivos. R ecordem os que los telogos m ed iev ales
unan provecho con la avaricia Sin em bargo, desde A Sm ith, con la
nueva divisin del trabajo, el provecho es considerado com o un m e
dio de cam bio y, por tanto, con aspectos positivos para la em pre
sa Pero, aun desde esta consideracin, a pesar del logro de la socie
dad del bienestar, cuando el provecho es fruto del egosm o concu
rrente es puesto en cuestin por la tica cristiana.
El anlisis tico del provecho ha de hacerse desde el m bito de la
tensin entre la tica del lucro y la de lo superfluo, m edida desde la
clave de la avaricia segn los autores c ristia n o s22 y desde aquella
tesis segn la cual la prom ocin ideolgica del trabajo viene unida a
la tica protestante por la que la Reform a dio a la avaricia un
contenido tico 23. Encontram os el contenido tico de sta en m u
chos de los escritores laicos del siglo trece italiano En la raz de
estas dos tendencias existe distinta valoracin de los dos fines del
hom bre, el celeste y el terrestre Por esto, en este contexto, en la
bsqueda de la relacin tica y provecho, hem os de ver la produc
cin y su calidad, as com o el consum ism o, com o negacin de la
calidad autntica
Hoy se habla m ucho de calidad de vida Se hace un planteam ien
to de esta m ateria desde el cam po poltico, ecolgico, dom stico e
incluso en el m bito del control de la natalidad y sobre el origen de
la vida Podem os resum ir en tres los criterios que pueden configurar
la calidad de vida hum ana (CA 36)
IV CULTURA EMPRESARIAL
Pero aun con estas virtudes y posibilidades del hom bre, la cultura
em presarial actual, especialm ente por su carcter nacional e interna
cional de tipo intervencionista, tiene algunos riesgos Gran parte de
los hom bres no pueden entrar de form a digna en el sistem a de em
presa tal com o aparece en la actualidad A lgunas m anifestaciones de
esta realidad son las siguientes
1 d A lgunos pueblos no tienen la posibilidad de adquirir los co
nocim ientos bsicos que les ayuden a expresar su creatividad y a
desarrollar sus capacidades personales, tradicionales y culturales
2 a No consiguen entrar en la red de conocim ientos y de inter
com unicaciones que les perm itan ver apreciadas y utilizadas sus cua
lidades
3 d Son m arginados en un sentido am plio en cuanto el desarro
llo econm ico m undial esta desarrollndose a velocidades lejos de
su alcance
Estos hom bres se sienten im potentes para resistir la com petencia
de m ercancas, ofuscados por el esplendor de la ostentacin opulen
ta de O ccidente y coartados por la necesidad De todos m odos, se
puede afirm ar que la em presa tiene am plias potencialidades en los
pases del tercer m undo si se m anifiesta la cultura de la solidaridad,
la subsidiandad, el respeto a la iniciativa privada e iniciativa respon
sable Con estos valores propios de la em presa, los pueblos en vas
de desarrollo podran superar gran parte de las dificultades que im
pone la rapida evolucin del prim er m undo sin necesidad de que este
atropelle la cultura, la libre iniciativa y el ritm o de los prim eros
v ANALISIS ETICO
que conecte con aquella poca, contando con el contenido y el arsenal tico que nace
de la fe reflejada en la Sagrada Escritura y en la Tradicin de la Iglesia.
2S Puede recordarse la aportacin de los Santos Padres, Clemente de Alejandra,
Tertuliano, San Basilio, San Juan Crisstomo, etc., la reflexin teolgica de Santo
Toms y de los telogos espaoles del siglo xvi, as como las novedades introducidas
portel Magisterio social a partir de Len XIII.
2g Cf. Po XII, Alocucin a la Unin Internacional de Asociaciones Patronales
Catlicas, 7-5-1949.
30 Po XII, Alocucin al Grupo Nacional de la UCID, 31-1-1952.
C.8. Moral empresarial 271
a) R azones de principio
D esde la m oral social se puede afirm ar que todos los que contri
buyan al bien com n de la em presa han de repartirse las responsabi
lidades y la autoridad. D esde la psicologa social, la cogestin, en su
desarrollo, significa el reconocim iento del valor del trabajo, de la
dignidad de los trabajadores y de su m adurez educando en la respon
sabilidad de los trabajadores. Y, desde la economa, descubrim os
que los trabajadores con su intervencin pueden favorecer el rendi
m iento, el m ejor em pleo de las m aterias prim as y una m ayor produc
cin.
Por otra parte, la cogestin introduce en la em presa las luchas y
antagonism os polticos. La cogestin se convierte en un asunto pol
tico, especialm ente por la fuerza de los sindicatos y porque stos
suelen representar una ideologa poltica concreta. De esa m anera
puede convertirse en una etapa hacia la socializacin. A parece con
frecuencia un peligro para la propiedad privada, el que la funcin de
la autoridad se debilite y la responsabilidad se diluya. No se puede
ju stificar la cogestin cuando es un obstculo para acuerdos rpidos
y responsables.
B IB L IO G R A F IA
por el hom bre, y en la que los m edios tcnicos fruto del trabajo
hum ano juegan un papel prim ordial (pinsese aqu en la perspec
tiva de un cataclism o m undial en la eventualidad de una guerra nu
clear con posibilidades destructoras casi inim aginables), se debe ante
todo recordar un principio enseado siempre por la Iglesia. Es el
principio de la prioridad del trabajo frente al capital (LE 12).
1. E n sus races
a) D efinicin
que significa vacilar bajo un gran peso. El trm ino castellano traba
jo deriva del sustantivo tripalium , una especie de cepo form ado
por tres palos que, en un principio, serva para sujetar a los bueyes y
caballos a fin de ponerles las herraduras y, posteriorm ente, fue utili
zado com o instrum ento de tortura para castigar a los esclavos y a los
reos de ciertos crm enes. De acuerdo con estas etim ologas el trabajo
se expresa com o la actividad hum ana con sentido de sufrim iento.
En cuanto a la definicin, son m uchas: Es la actividad hum ana
en general (G uzzetti), La actividad racional realizada en conside
racin a un fin (H aberm as). C ualquier actividad socialm ente til
(Da Gangi). D esde el cam po jurdico se entiende por trabajo, la ac
tividad personal prestada m ediante contrato, por cuenta y bajo direc
cin ajena en condiciones de dependencia y subordinacin (Prez
Botija). En definitiva, se entiende por trabajo aquella actividad per
sonal y libre en la cual el ser hum ano em plea, de m anera parcial o
totalm ente sostenida, sus fuerzas fsicas o m entales en orden a la
obtencin de algn bien m aterial o espiritual distinto del placer deri
vado directam ente de su ejecucin.
En un sentido am plio, y en la vertiente personal, trabajar es el
obrar racional del hom bre m ediante las fuerzas corporales y espiri
tuales con el fin de conservar y desarrollar su vida y la de la socie
dad. Con esta definicin querem os afirm ar que el trabajo com o acti
vidad es una caracterstica esencial de la existencia del hom bre sobre
la tierra. Es sta la vertiente sobre la que insisten m s los Papas. El
trabajo es expresin de la persona hum ana. Trabajando, el hom bre
m ejora su propia naturaleza, se hace m s hom bre, perfecciona en s
m ism o la im agen de Dios. Con el trabajo, el hom bre se convierte en
artesano de s m ism o.
Segn los Papas, lo im portante es que el hom bre, m ediante el
trabajo, llegue a ser m s hom bre y no slo consiga tener ms. Pero
com o el hom bre tiene una dim ensin conyugal y fam iliar, y llega un
m om ento en que, norm alm ente, se convierte en cabeza de fam ilia, en
circunstancias ordinarias la eficiencia econm ica del trabajo de un
adulto es superior a lo que requiere su subsistencia personal. Por
ello, el destino de su trabajo incluir las exigencias fam iliares. Esta
productividad fam iliar responde a su m ism a eficacia intrnseca, es
decir, responde al designio divino (LE 10). M ediante el trabajo, la
persona se inserta en la vida social m s am plia y participa en ella,
creando una com unidad de personas, de intereses, de vida. El trabajo
hace posible la vida social, pone sus bases m ateriales y espirituales,
la sostiene, perfecciona y enriquece.
Por otra parte, el trabajo puede considerarse en relacin dialcti
ca com o una m ediacin, un puente, un dilogo activo entre el hom
bre y la naturaleza. El trabajo desbasta, afina y perfecciona el eos-
C. 9. Etica del trabajo y del salario justo 291
del Reino (GS 39) y supone una expiacin del pecado en cuanto
posee un valor corredentor (LE 8) ,6.
2. En cuanto a l deber de trabajar desde su m ism a naturaleza,
se funda en la naturaleza m ism a del trabajo com o m edio para conse
guir bienes de subsistencia y es el m edio indispensable para conse
guir bienes para la sociedad I7. El trabajo es la contribucin que to
dos deben prestar para hum anizar el m undo y contribuir a la realiza
cin del se r h u m an o . S up era de esta m an era la sola fin alid ad
econm ica y utilitarista y se abre a ocupar, en el cam po hum ano, su
lugar especfico com o la consecucin del bienestar social y, en el
m bito cristiano, la m isin de participacin en la obra creadora y
redentora de Dios.
La sociedad, com o consecuencia, tiene el deber de asegurar a
todos con el trabajo y con una adecuada utilizacin de los bienes
econm icos la posibilidad de conseguir su propia perfeccin y de
contribuir a la hum anizacin del m undo. Esto responde a la concep
cin del trabajo com o un derecho fundam ental incluso en caso de
conflicto con otros derechos. La tica se sita en el anlisis de este
lugar prim ario del trabajo.
Por otra parte, el trabajo es el m odo de traducir en la prctica el
concepto de profesin (CVP 163-166), entendiendo por sta la ac
tividad personal en la que el individuo realiza su vocacin dentro de
un trabajo elegido, que determ ina su participacin en la vida social y
que le sirve de m edio de existencia. Para todo esto, se requiere
vocacin, com petencia, recta intencin y dedicacin suficiente. En
principio, se puede decir que el progreso tcnico ha conseguido, gra
cias a la m ovilidad profesional y a la superacin de las barreras de
las llam adas clases sociales, garantizar la libertad de eleccin del
trabajo. Pero, debido a la absolutizacin de la teora liberal y a las
tcnicas y estrategias consum istas, ha fabricado sus riesgos, com o el
paro, que im posibilitan elegir un trabajo vocacionado. Por ello, en la
eleccin profesional, la tica invitar a tener en cuenta los siguientes
deberes:
La persona hum ana est llam ada a realizar su propia vocacin;
existe un deber de la com unidad civil de asegurar a todos, a travs
de la cultura y de la orientacin profesional, la tom a de conciencia de
la p ro p ia v o cacin y, en lo p o sib le, realizarla, y esta vocacin
ha de realizarse com o expresin natural que responda a una espiri
tualidad de servicio a los hom bres y no slo en funcin de la ganancia.
2. R eflexin teolgica
C risto es visto com o el hom bre del trabajo (LE 26). A quel que,
siendo Dios, se hizo sem ejante a nosotros en todo, dedic la m ayor
parte de los aos de su vida terrena al trabajo m anual junto al banco
de carpintero. Esta circunstancia constituye por s sola el m s elo
cuente evangelio del trabajo (LE 6). El am or de Cristo al trabajo
puede deducirse tam bin del hecho de que las personas m s allega
das a l fueron hum ildes trabajadores: M ara, Jos, los Apstoles.
Tam bin del hecho de que el m undo del trabajo ju ega un papel im
portante en las catequesis de Jess, que recurra frecuentem ente a las
304 PAI. Concrecin de la moral econmica
3. A nlisis tico
a) N iv e l de ju s t ic ia
b) N iv e l a n tr o p o l g ic o
3S P a n n e n b e r g , W., o . c ., 528-529.
c) N iv e l d e l a t ic a t e o l g ic a
d) E l t r a b a j o s u b je tiv o y o b je tiv o
41 M a t t a i , G., o . c ., 514.
312 P Concrecin de la moral econmica
e) E l t r a b a j o c o m o v o c a c i n
4. Exigencias ticas
a) D im ensin individual
cia el m bito social del trabajo. Su dim ensin tico-econm ica per
mite reconocerlo com o un principio de gran im portancia en la eco
noma de cada pas y m ediante el contrato laboral el trabajo adquiere
una vinculacin ju sta con otros factores de produccin, com o el ca
pital, y la vinculacin con el resto de trabajadores de la em presa y de
la sociedad.
En esta dim ensin social, el em presario tiene la obligacin del
pago del salario y el trabajador tiene el deber de cum plir lo pactado
y de producir. Este doble deber obliga por razones del bien comn.
Los intentos de crear un sistem a laborista de direccin nica de la
econom a con el trabajo no han resultado. Las propuestas de desco
nectar el salario del trabajo y la de crear un salario bsico general
llevan a dividir la sociedad sin referencia al trabajador produciendo
presiones sociales arbitrarias.
A sim ism o, ocupa un lugar im portante, dentro de la funcin so
cial del trabajo, la aparicin de las asociaciones surgidas en la socie
dad industrial para la defensa de los intereses de los trabajadores. En
este contexto surgen la regulacin de los convenios colectivos y la
colaboracin de la cogestin econm ica com n.
El derecho al trabajo, com o derecho social, obliga al Estado a
procurar el pleno em pleo m ediante una poltica econm ica justa. Pe
ro afecta tam bin a los em presarios indirectos. Es toda la sociedad
en conjunto la que ha de cooperar a una poltica solidaria de ocupa
cin. Todas las m edidas sociales dependen a su vez del desarrollo
del producto social y de la productividad de la econom a.
Una de las expresiones de la dim ensin social del trabajo aparece
en el contrato de trabajo. Este es el acuerdo expreso o tcito en
virtud del cual una o varias personas se com prom eten a realizar
obras o prestar servicios, con carcter profesional, por cuenta ajena
y bajo la dependencia de otra persona, fsica o jurdica, a cam bio de
retribucin.
Las im plicaciones en el contrato de trabajo por cuenta ajena son
concretas. En cuanto contrato es bilateral, pero de distinta naturaleza
de otros contratos, com o el alquiler, aunque, en cuanto contrato, est
som etido a la justicia conm utativa (cf. CIC 2411). De todos modos,
una cuestin abierta ser la de definir el m bito de este estilo de
contrato:
El hom bre no es objeto sino sujeto de la actividad econm ica
y de la productividad tanto de cosas com o de servicios.
El trabajo hum ano no es una cosa sino algo personal. Es una
actividad de una persona. Por tanto, es algo que no puede identificar
se con una m ercanca.
- Hay, por tanto, una distincin esencial entre el titular del ca
pital y el titular de la actividad laboral.
C. 9. Etica del trabajo y del salario justo 317
45 C a m a c h o , I., o . c ., 403-409.
46 A z p i a z u , J., Los precios abusivos ante la moral (Madrid 1941). B l r g l r , P.,
Pirmides de sacrificios (Santander 1979). G a l i n d o , A., Salario social v familia a la
luz de la tica, en Fam 2, 69-89. G a t i , G ., Morale cristiana, o . c . (1982). M u l i fr , A.,
318 P II Concrecin de la moral econmica
1. E l PRECIO JUSTO
Para poder llegar a consid erar el salario ju sto exam inam os los
precios ju sto s en relacin con la ju sta distribucin de los bienes tanto
a nivel nacional com o internacional. Lo vem os en dos perspectivas:
el ju sto precio en la d octrina tradicional y el precio justo desde una
nueva concepcin de la ju stic ia conm utativa.
50 S a n t o T o m s , STh II-II, q .61 a.3: Utrum materia utriusque iustitiae sit diversa.
51 B a r r i e n t o s , J., Un siglo de moral econmica en Salamanca (1526-1629) (Sala
manca 1985).
52 C a m a c h o , 1., o .c ., 2 0 4 . C f . F e r n n d e z , A ., o .c ., 4 9 7 - 5 0 3 .
C. 9. Etica del trabajo y del salario justo 323
2. El s a l a r io ju s t o
3. C r it e r io s p a r a u n s a l a r io j u s t o
64 G e s t e l , C . v a n , o .c ., 2 7 5 .
328 P.II. Concrecin de la moral econmica
V. CUESTIONES ABIERTAS
(RN 3). De entre los em pleos cabe el ahorro y la com pra de otros
bienes que pueden darle fruto y posesiones.
Junto al trabajo se plantean otras form as legtim as de adquirir
propiedad: adem s de las donaciones adquiridas por herencia o por
testam ento, se encuentran aquellas donaciones que tienen su ori
gen en los ju eg o s de azar, los hallazgos de bienes que tienen su
dueo, el acceso a bienes que van unidos a adquisiciones legtim as,
la ocupacin de bienes con la intencin de buscar la prescripcin, la
ocupacin de obras y tesoros ocultos.
En todos estos casos, el cam ino tico de anlisis ha de fijarse
especialm ente en la tica de los m edios que llevan a la adquisicin
de propiedad, pero tam bin en la im portancia que esos bienes tienen
en el m arco de una ju sta distribucin de los bienes en los niveles, no
slo locales y los propios de la ju sticia conm utativa, sino tam bin en
el m bito nacional e internacional en base a los principios de la ju s
ticia distributiva.
Es discutida la m oralidad de estos ttulos de propiedad. En el
prim er caso, las herencias, es una form a con reconocim iento unni
me tanto en el cam po jurdico-positivo com o en el tico. La dificul
tad moral se plantea en lo que respecta a las grandes herencias, es
decir, la discusin radica en la cantidad a heredar ms que en la
naturaleza de la herencia.
b) En cuanto a los prem ios de azar, no existe problem a tico en
cuanto a su naturaleza, ya que la cantidad recibida com o prem io es
fruto de un trabajo cedido voluntariam ente al ganador. Se puede de
cir que de form a indirecta un tercero cede voluntaria y librem ente el
fruto de su actividad laboral a la persona que va a reconocerse so
cialm ente com o propietaria de los bienes cedidos.
Es difcil com patibilizar los ju e g o s de azar (loteras, casinos,
etc.) con el evangelio, especialm ente cuando se alim enta el ansia de
tener y poseer m s y ms. Es ste un com portam iento que se ha
extendido y se ha norm alizado en la sociedad. El mal moral est en
la ganancia a la som bra del trabajo y de la utilidad social, y la difi
cultad tica no est tanto en el jueg o , en s m ism o considerado, o en
la ganancia, sino en la actitud de dependencia que se crea en el ju g a
dor, en las grandes cantidades que se logran, en el destino de esos
bienes y en la propiedad (uso) de los m ism os en caso que se jueguen
los dineros/bienes superfluos.
El que ju eg a utiliza o recibe un dinero que es fruto del trabajo
propio o de persona ajena. En un caso se est dispuesto a ceder ese
dinero; en el otro a recibir un don. C ada persona puede disponer
razonablem ente del fruto de su trabajo. Por esto, en s m ism o consi
derado, el ju eg o no es m alo, pero quien gana o tiene m s de lo nece
sario debe dar a los pobres. El problem a aparece m s bien en la
332 PAL Concrecin de la moral econmica
75 I n s t i t u t o I n t e r n a c i o n a l d e T e o l o g ia a D i s t a n c i a , La economa (Madrid 1 9 9 0 ).
336 PA1. Concrecin de la moral econmica
Pero las ltim as crisis han puesto en cuestin estos deseos del estado
de b ie n e sta r79.
Por ello, de cara al futuro, el trabajo ha de desem pear al m enos
tres funciones: fuente de realizacin personal, instrum ento de inte
gracin social y va de acceso a la renta.
g) La em presa (el trabajo y el capital): La funcin de la em pre
sa es la de produccin y la distribucin. Los dos factores son el
trabajo y el capital. Pero hay una tercera funcin que hoy es necesa
rio analizar: la em presa es innovacin-progreso. Esta funcin perte
nece en prim er trm ino al em prendedor inteligente. Todos los pases,
en la m edida en que tienen capacidad-saber de innovar, progresan.
En este m arco la em presa tiene unos objetivos concretos.
1. El paro 81
La com plejidad del fenm eno del paro nos lleva a partir de la
situacin plural del m ism o para ver las actitudes y los valores ticos
ante este problem a. Entendem os por paro aquella situacin en la
que est toda persona que, buscando trabajo y estando en condicio
nes para realizarlo, no encuentra la profesin u ocupacin adecuada.
Pero este concepto se m anifiesta de m ltiples maneras:
crtica de las personas y fam ilias que estn en paro, los valores m o
rales tam baleantes.
La obligacin m oral de invertir. Esta obligacin es propia de
los em presarios en vistas al bien com n. Pero a la vez el G obierno
tiene el deber de prom over y garantizar las condiciones sociales m
nim as indispensables que faciliten las inversiones.
R edistribucin ju sta de trabajo. Esta puede llevarse a cabo a
travs de la renuncia al pluriem pleo y a las horas extras, la bsqueda
de frm ulas ju stas que posibiliten jo m a d a s com partidas. Todo ello
ha de realizarse dentro de una concepcin dinm ica de la econom a,
es decir, con capacidad de crear nuevos puestos de trabajo.
La redistribucin ms ju sta de la renta nacional entre ocupa
dos y parados. Esto se puede hacer estableciendo el subsidio de de
sem pleo. Para ello ha de desaparecer el fraude fiscal. La obligacin
de declarar la renta prom oviendo una sociedad ms solidaria. La
obligacin de pagar los im puestos com o contribucin al bien comn.
Y, por parte del Estado, es necesaria una redistribucin m s equita
tiva de todos los im puestos.
2. La em igracin
3. El pluriem pleo
4. El ocio 85
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA
I. HUELGA
1) O r ig e n s o c ia l
2) O r ig e n h is t r ic o
do, para corregir los errores econm icos y las desigualdades sociales
existentes en las sociedades m odernas 9.
Las huelgas han ido evolucionando y han perfeccionado sus es
trategias: tienen sus dirigentes, sindicales, cajas de resistencia para
atender a los luchadores y los servicios de vigilancia y de defensa.
En este sentido, en cuanto estrategia, es sim ilar a la guerra. La evo
lucin de la huelga se ha orientado hacia niveles laborales muy di
versos, generalm ente hacia la crtica de la poltica econm ica, fuerza
de las situaciones concretas.
Por lo dicho hasta aqu podem os ir observando que las huelgas
tienen ya una fundam entacin jurdica. Poco a poco se van tolerando
en cuanto desaparece su carcter violento, no lleva consigo la ruptu
ra del contrato de trabajo y se convierte en un procedim iento norm al
de reivindicacin y de prom ocin colectiva. Los sindicatos la uti
lizan com o m edio de nivelacin de fuerzas en la contratacin colec
tiva.
3) C a u sa s de las huelgas
4) F in e s y o b je to d e l a s h u e l g a s
2. D efinicin y tipologa
1) D e f in ic i n
2) C l a s e s y t ip o s d e h u e l g a
3) R a z t ic a
4. V aloracin m oral
A ntes de contem plar las condiciones para que la huelga sea lcita
es preciso que contem plem os la am plitud de esta valoracin m oral.
Esta abarca las consecuencias econm icas y polticas, la postura
cristiana y la responsabilidad sindical frente a la invalidez de todo
tipo de am bigedad.
1. L a b s q u e d a d e l a r e s p o n s a b il id a d
olvidar que ordinariam ente estas ayudas suelen recaer no tanto sobre
la poblacin laboral sino sobre aquellos que estn sindicados.
En segundo lugar, la huelga tiene unas consecuencias econm i
cas para los em presarios. Estas provienen de la prdida de produc
cin durante el tiem po de la huelga, de la prdida de clientes, la
publicidad negativa y la desconfianza de los inversores. Pero las
consecuencias no son slo econm icas sino tam bin sociales y pol
ticas ,4.
d) R esponsabilidad sindical
e) Invalidez de la am bigedad
2. C o n d ic io n e s p a r a l a l ic it u d d e l a h u e l g a
15 C a m a c h o , I., o .c ., 2 5 7 .
C. 10. Respuestas ticas solidarias 357
prim ero que lo form ul (QA 80) y fue despus recogido por Po X I1
y Juan XXIII (M M 53-55; PT 140-141). La constitucin GS lo in
cluye en el n.75 al referirse a la com unidad poltica y Pablo VI en la
carta OA lo expone al hablar de la accin poltica del cristiano. En
el m bito m oral se expresa de la m anera siguiente:
La sociedad debe abstenerse de intervenir en la esfera de ac
tuacin de las personas individuales, y las sociedades superiores en
las inferiores, siem pre que las personas y las agrupaciones sociales
inferiores tengan capacidad y voluntad de realizar por s m ism as las
funciones que les corresponden dentro del orden social correspon
diente.
Asim ism o, la sociedad y las agrupaciones superiores deben
prestar asistencia y ayuda (subsidium afferre) com plem entaria a las
personas individuales cuando las personas y las asociaciones de ran
go inferior no sean capaces por sus propios m edios de proveer a las
n ecesidades o de realizar las tareas que les corresponden. En esos
casos, las personas individuales y las sociedades inferiores no pue
den negarse a recibir la necesaria ayuda y asistencia.
El principio de subsidiaridad constituye una norm a jurdica y
tica natural de ordenacin social que determ ina la com petencia de
las personas y de las diversas agrupaciones sociales, en concreto de
las asociaciones sindicales.
20 Cf. G ai in d o , A., La Iglesia, una comunidad que mira al futuro con esperanza,
en AA.VV., Para ser libres nos libert Cristo (Valencia 1990) 125-146.
362 P.II. Concrecin de la moral econmica
los principios perm anentes del pensam iento social catlico desde la
aparicin del liberalism o hasta nuestros das.
Las asociaciones profesionales son entendidas com o la activi
dad hum ana socialm ente til, desem peada con carcter perm anente
m ediante una com pensacin econm ica. Pero este concepto de
profesin se puede extender a actividades de otro tipo: culturales,
sociales.
En un sentido, la asociacin tiene un carcter horizontal. Nos
recuerda as los antiguos grem ios o corporaciones m edievales: car
pinteros, plateros. Tiene, asim ism o, un carcter vertical, que viene
especificado por el fin para el que existen. Es necesario distinguir las
asociaciones libres de las estatales.
23 Cf. C a m a c h o , I ., o . c . , 254.
C. 10. Respuestas ticas solidarias 365
3. La unidad sindical
5. Sindicato y poltica
La naturaleza especfica del sindicato no es poltica. Los sindi
catos no han de perm itir el que se conviertan en instrum entos de un
partido poltico ni el que sean absorbidos por el Estado. Este existe
para proteger a los sindicatos, no para dom inarlos. Pero en la prc
tica sabem os que los sindicatos tratan de influir cada vez m s en las
6. E l sindicato y la em presa
3. V aloracin m oral
2. A nlisis tico
37 M a i r l , E., o . c . , 165-166.
18 Puede verse el dinamismo de la enseanza del Concilio Vaticano II, de los
ltimos Papas y de las Conferencias episcopales de la Iglesia catlica: cf. GS 77-90;
PT 166ss; PP 76ss; P a u l o VI, Discurso en la ONU, octubre de 1965: AAS 57 (1965)
877ss; La accin de la Comisin de Justicia y Paz; Pastoral Colectiva de la CE. de
EEUU, El desafio de la paz , prom esa de Dios y nuestra respuesta. Exhortacin
pastoral de la CE. de Alemania Federal, La justicia construye la paz; Documento de la
CE. de Francia, Ganar la paz. Cf. AA.VV., Obiezione fiscale alie spese militan, en
RTMor 16 (1984) 297-299.
39 G a n d h i , M., K in g , L., C a r i t a s , ONGs, etc.
376 P 11 Concrecin de la moral econmica
Aos
41 D a h r e n d o r f , R . , S o c i e d a d y l i b e r t a d ( M a d r i d 1 9 7 1 ) 1 1 9 .
C. 10. Respuestas ticas solidarias 379
2. Anlisis tico
44 C a m a c h o , I., o .c ., 338.
45 Epstola a Diogneto V: PG 2,1 179.
46 T e r t u l i a n o , Apologa X L I1 9 : P L 1 ,4 9 3 - 4 9 4 .
C. 10. Respuestas ticas solidarias 381
47 Hil e r a , G , o c , 303
48 G o n z a l e z - C a r v a j a l , L , o c , 222-223
C IO Respuestas eticas solidarias 383
3. C uestiones abiertas
57 C f . G o n z l e z - C a r v a j a l , L ., o .c ., 2 2 4 .
388 PAL Concrecin de la moral econmica
BIBLIOGRAFIA
A) Derechos humanos
ne su origen en los ltim os decenios del siglo xvm con el nacim ien
to de las prim eras form ulaciones francesas y am ericanas de los De
rechos H um anos. Sin em bargo, la pretensin de que un legislador
proteja los derechos de los hom bres en el m arco de las relaciones
com unitarias, sagradas y laicas, proviene de m uy antiguo.
Desde pocas rem otas, com o puede verse en los escritos platni
cos y, antes an, en el Cdigo de H am m urabi (B abilonia, 2130 a
2088 a.C.) 4, existen intentos y esfuerzos de los hom bres en coordi
nar el m undo de las relaciones sociales buscando los derechos de las
personas en el m arco interpersonal. A hora bien, con el correlato po
ltico de la econom a individualista, propia de la econom a de m er
cado, es en la poca m oderna cuando com ienza a reivindicarse el
reconocim iento de las libertades del hom bre y a redactarse diversas
declaraciones de derechos.
N o obstante, antes de estas form ulaciones explcitas, el pensa
m iento y la praxis cristiana han form ulado sus propuestas de dere
chos del hom bre y de su dignidad desde la m ism a esencia del evan
gelio y de la accin de las prim eras com unidades, m anifestados en
m uchos m om entos de la historia de la Iglesia aunque ella m ism a en
ocasiones haya encontrado dificultades a sus propuestas hum aniza-
doras.
El reconocim iento de las libertades del hom bre llega en un m o
m ento histrico im portante durante la cada del A ntiguo Rgim en y
con la aparicin de la burguesa, reivindicadora de las libertades so
ciales en el m arco de la R evolucin francesa. El origen de la econo
m a de m ercado y de la industrializacin coincide con las prim eras
declaraciones de los D erechos del hom bre y cam ina en tensin hasta
el presente.
No se puede olvidar el nacim iento de los Estados liberales y de
m ocrticos, correlatos sociales al capitalism o liberal, que crean una
constitucin y un gobierno intrprete y servidor de la opinin pbli
ca. Estam os ante el nacim iento del liberalism o com o sistem a social,
generador de una nueva cultura de la com petencia. Frente a ello, la
crtica de M arx pone en evidencia que la libertad del liberalism o es
puram ente formal para todos y privilegio para unos pocos protegidos
por un Estado que favorece el individualism o com petitivo.
El reconocim iento de las libertades y de los derechos del hom bre
nace en este contexto poltico y econm ico. Por eso, dado que ni la
revolucin burguesa, ni el liberalism o, ni la revolucin proletaria
han conseguido las libertades fundam entales para el hom bre, y ms
bien se ha ido cayendo en una dura burocracia y tecnocracia, hoy
hay m uchos que abogan por una nueva revolucin de rostro hum ano
y de talante tico, donde el hom bre sea al fin estim ado por lo que es
y no por lo que tiene y produce. Puede ser til y preciso encontrar
una antropologa de la religacin donde el am or sea la categora fun
dam ental, capaz de devolver al hom bre su sentido 5
Son num erosas las declaraciones de los derechos hum anos que
se han prom ulgado durante los ltim os tiem pos A rgum ento decisi
vo de la m isin de la O N U es la D eclaracin U niversal de los D ere
chos H um anos que la A sam blea G eneral ratific el 10 de diciem bre
de 1948. En el prem bulo de su declaracin se proclam a com o obje
tivo bsico que deben proponerse todos los pueblos y naciones el
reconocim iento y el respeto efectivo de todos los derechos y todas
las formas de la libertad recogidas en tal declaracin 6
De todos m odos, el trm ino declaracin puede entenderse co
mo una sim ple form ulacin de derechos y deberes, com o una expli-
citacin de la conciencia cada vez m s viva de esos m ism os dere
chos, como una especie de com prom iso que la hum anidad hace ante
s m ism a o com o una aceptacin vinculante que una determ inada
com unidad realiza en orden a poner en prctica tales derechos y
obligaciones Segn se site cada uno en el m arco de uno u otro
sentido de este trm ino dar un valor u otro a los derechos hum anos
en su vida prctica, social y econm ica
Los orgenes de las declaraciones escritas pueden situarse en la
M agna Carta Libertatum de Juan Sin T ierra (1215) o en el D ecre
to de Alfonso IX en las C ortes de Len (1188) Pero, en concreto,
com o declaraciones m s recientes podem os sealar las siguientes
Declaracin de D erechos (Bill o f Rights) del Estado de V irgi
nia (1776) Esta se inspira y recoge las ideas del Bill o f Rights
ingls de 1689.
D eclaracin de los d erech o s del hom bre de la A sam blea
Constituyente Francesa de 1793. Esta inspirar los ideales de la so
ciedad y de las constituciones liberales del siglo xix
Declaracin Universal de D erechos H um anos, adoptada por
la A sam blea General de las N aciones U nidas (1948) No slo se
K Cf. GS 36. Cf. Ruiz G im n e z , J., El Concilio y los derechos del hombre (Madnd
1968).
9 Cf. G a l i n d o , A., El compromiso cristiano en favor de los derechos humanos,
o.c., en Salmant 32 (1990) 321 -322.
10 D e c l a r a c i n U n i v e r s a l d e l o s D e r e c h o s H u m a n o s , art. 18.
396 PAL. Concrecin de la moral econmica
Pero, en verdad, com o afirm a O rtega y G asset, las cosas no son res
stantes l4, sino que estn en continua m utacin y las estructuras son
m odificables, son historia. En este sentido se puede decir que la Igle
sia en los ltim os tiem pos ha tenido una historia brillante en defensa
de los derechos hum anos ,5.
T om ando com o punto de referencia la D eclaracin de los D ere
chos H um anos en su prem bulo, se puede afianzar la fe en los dere
chos fundam entales del hom bre, en la dignidad y en el valor de la
persona hum ana y en la igualdad entre todos ellos. De esta m anera
puede tom arse com o fundam ento de los derechos hum anos a la m is
m a naturaleza hum ana en su form a dinm ica, base y fundam ento de
la solidaridad com o derecho hum ano a alcanzar.
J.M.a, o .c ., 7 .
22 G o n z l e z R u iz ,
J.M.a, o .c ., 7 . Cf. U t z , A.F., Etica Social III, o .c ., 4 6 .
23 G o n z l e z R u iz ,
24 Cf. J u a n P a b l o
II, SRS 2 0 - 3 3 y 4 0 . C f r e c e s M e r i n o , E., Nuevo concepto de
solidaridad en la Sollicitudo Rei Socialis, e n ASE, o .c ., 3 0 1 - 3 2 9 . G a l i n d o , A.,
Dimensin moral del desarrollo, en Cor X III 4 7 (1 9 8 8 ) 6 9 ss.
400 PAL Concrecin de la moral econmica
25 Cf. SRS 29. Sobrino, J., Cmo abordar los derechos humanos desde Dios y
desde Jess, en VidRel 66(1989) 103ss.
26 Cf. J oblin , J., o.c., 326.
CAL Economa , moral y sociedad 401
27 Cf. GS 40, 41 y 76; EN 29-31 y 38; SRS 41 y 47; Juan P ablo II, Audiencia al
Cuerpo Diplomtico acreditado ante la Santa Sede (1989).
28 Po XII, Mensaje del 1 de junio de 1941 en la fiesta de Pentecosts: AAS 33
(1941) 201; RN, MM.
29 Los principales documentos eclesiales acerca de los derechos que se refieren a
la vida econmica son: Derecho de propiedad (PT 21); Derecho de asociacin (RN
34-37; MM 97-102; PT 18,20,23-24,64); Derecho al trabajo (PT 19,64); Derecho de
iniciativa (PT 12,20,34); Derecho al descanso (PT 11).
402 P.II. Concrecin de la moral econmica
Sin em bargo ser Juan XXIII quien reconozca los derechos del
hom bre com o parte integrante de su program a tico-social. La enc
clica Pacem in terris puede considerarse com o el m om ento y la obra
culm en en la aceptacin del contenido de los D erechos Humanos.
Subraya los derechos de participacin y com ienza a reconocer la
necesidad de una proteccin efectiva respecto a las m inoras y el
derecho de autodeterm inacin de los grupos siguiendo el criterio de
subsidiaridad solidaria de una form a sistem tica:
Afirm a el derecho a la existencia, a la integridad corporal y a
los m edios necesarios para un decoroso nivel de vida.
Se enum eran los derechos al respeto debido a la persona, a
buscar la verdad, a m anifestar sus opiniones, a ejercer una profesin,
a disponer de una inform acin objetiva, a acceder a los bienes de la
cultura y a una instruccin fundam ental.
Se subraya el derecho a profesar una religin segn su con
ciencia, se afirm a el derecho a elegir el estado de vida, a fundar una
fam ilia y a educar y m antener la prole.
Se reco g en los derechos econm icos trabajo y retrib u
cin , el derecho a la propiedad privada de los bienes que entraa
una funcin social, los derechos de reunin y asociacin, de residen
cia y em igracin, el derecho a intervenir en la vida pblica para con
tribuir al bien com n as com o a la defensa ju rd ica de los propios
derechos.
b) En el Concilio Vaticano I I 30
facilite al hom bre lo que necesita para una vida verdaderam ente hu
mana: alim ento, vestido, etc. (GS 26). No solam ente enum era varios
derechos, sino que proclam a su actitud positiva a propsito de esta
realidad actual:
1. N ivel o rie n ta d o r
2. N ivel p ro te c to r
3. N ivel crtic o
A sim ism o, esta dim ensin tica tiene la funcin de ejercer una
crtica utpica sobre las condiciones sociales en las que se viven
esos valores de la persona hum ana. De este modo, la asuncin de la
categora de los derechos hum anos, urgiendo su paso del m bito for
mal al real, debe ejercer una crtica sobre las estructuras sociales
(econm icas, culturales, polticas) que hacen difcil la realizacin de
tales derechos o que incluso tienden a convertir la declaracin de
libertades en instrum ento de opresin para los m s dbiles.
actitud tica ante la deuda externa y los cam inos hacia la creacin de
una nueva m entalidad 33
41 G a r c a P e r e z , J , o c , 310
C ll Economa, moral v sociedad 409
La deuda externa es un fenm eno com plejo. Hay pases que tie
nen inters en entrar dentro de la deuda externa de form a tem poral
por razones com erciales y com o estrategia econm ica en busca de
beneficios para el propio pas. Pero el problem a tico se plantea en.
su crudeza cuando algunos pases caen en la deuda externa com o
im posibilidad de salir de su situacin de crisis econm ica y no como
estrategia. Se trata de un fenm eno cuyas causas lejanas se rem on
tan a los tiem pos cuando las perspectivas generalizadas de creci
m iento incitaban a los pases en desarrollo a atraer capitales y a los
bancos com erciales a conceder crditos para financiar inversiones
que, a veces, im plicaban un gran riesgo 47.
D urante la dcada de los setenta, antes de la crisis del petrleo y
de la cada del precio de las m aterias prim as, era econm icam ente
ventajoso contraer deudas ya que el inters a pagar por los rditos
era ms bajo que la inflacin. Com o consecuencia, el dinero a pagar
por los intereses era gratis.
En 1974 y en 1979, la cada de los precios de las m aterias prim as
y el flujo de los petrodlares en bsqueda de inversiones fructuosas
han contribuido a poner a los pases en vas de desarrollo en una
situacin de endeudam iento nuevo. La inflacin m undial baja y los
intereses suben. Com o consecuencia, los pases industrializados to-
nidad del hom bre. Por ello, invita a la confianza en las partes, soli
daridad entre todos y la necesidad de un nuevo orden internacional.
La encclica Centesim us annus sostiene que es ciertam ente ju s
to al principio que las deudas deben ser pagadas; sin em bargo no es
lcito pedir o pretender un pago cuando esto llevase a im poner de
hecho elecciones polticas que im pulsen a la desesperacin de la po
blacin. N o se debe pretender que las deudas se paguen a base de
grandes sacrificios. La decisin ha de venir si se conocen indivi
dualm ente los m odos m s adecuados para prevenir una m ejor distri
bucin planetaria de los bienes producidos sobre la tierra.
4. A nlisis tico
48 D e c l a r a c i n d e l a C o m is i n E p is c o p a l d f P a s t o r a l S o c i a l , CERM n 3 y 5
CU Economa moral v sociedad 415
C) E l autntico desarrollo 50
rales, las cuales, para los creyentes y especialm ente los cristianos, se
inspirarn en los principios de la fe, con la ayuda de la gracia divi
na 51.
Las propuestas m orales al desarrollo nacen de la presentacin del
autntico desarrollo. Este ser descrito despus de distinguir el pro
greso y el desarrollo desde su fundam entacin teolgica.
S| J u a n P a u l o II, SRS 35. Las fuentes de este texto son numerosas: PP, 44 veces;
GS 20; RN 2; QA 1; MM 3; OA 6; LE 3; RH 2 veces.
s: F r a n c is c o d e V it o r ia , Relcctio de Indis, en Corpus Hispanorum de Pace,
vol.V, 104-107. Cf. la obra de Melchor Cano.
418 P.II. Concrecin de la moral econmica
1. El desarrollism o cultural
La cultura es el modo de habrnoslas con la realidad 53. Con la
intencin de no caer en la ingenuidad de pensar que la cultura absor
be el desarrollo, constatam os que todo desarrollo est encajado en
una cultura en proceso evolutivo. El desarrollo pertenece a una rea
lidad econm ica y la accin en pro del desarrollo es una form a de
proteger la realidad 54. A m bas dim ensiones forman parte del desa
rrollo integral. D esarrollo y cultura transform adora son dim ensiones
del hom bre culto 55.
Pero hoy, debido precisam ente a la sociedad consum ista y al em
pobrecim iento del desarrollo integral en O ccidente, hem os llegado a
una situacin de desarrollism o. Este, com o un falso ideal de cre
cim iento perpetuo, es precisam ente la dim ensin patolgica de la
cultura o c c id e n ta l56. A nte esto las encclicas PP y SRS nos inducen
a constatar que el desarrollo no es un proceso rectilneo, casi auto
m tico y de por s ilim itado (SRS 27; FC 6). Por ello ha de interro
garse si es ju sto prom over un desarrollo de tales dim ensiones consu
m istas en la sociedad del T ercer Mundo. Los seguidores de la cultu
ra desarrollista optan por el progreso ilim itado com o un modo de
vivir para la productividad y el consum ism o, aunque con ello se ex
pongan a hacer desaparecer algunas culturas y se organice la totali-
5. La cuestin antropolgica
Es, pues, el hom bre el que est com prom etido en esta tarea En
prim er lugar, est com prom etido el hom bre en su dim ensin indivi
dual y com unitaria, cultural y espiritual Los efectos de la sum isin
al solo consum o o del ser al tener aliena al hom bre de m anera que la
m ism a ciencia y progreso del hom bre acaba aniquilndole Es el m a
terialism o craso (SRS 28) el peor efecto del servilism o econm ico
La consecuencia prctica es que son relativam ente pocos los que
poseen m ucho y m uchos los que no poseen casi nada (SRS 28) Sin
em bargo, el tener cobra sentido cuando esta al servicio de la m adu
racin y del enriquecim iento del ser y de la realizacin de la voca
cin hum ana
En segundo lugar, la bsqueda del verdadero desarrollo ha de
hacerse desde una dim ensin religiosa y teolgica Una lectura teo
lgica de los acontecim ientos que tenga en cuenta la naturaleza del
desarrollo de m anera que aparezca com o una dim ensin esencial de
la vocacin del hom bre, im agen y creatura de Dios, que tiene com o
tarea ser en el m undo y en la naturaleza y no frente al m undo o a
la naturaleza De esta m anera el hom bre ser siem pre el protagonista
de su propio desarrollo
Desde esta sum isin del tener al ser, con una visin teolgica del
com prom iso hum ano en pro del desarrollo, no desde el m aterialis
mo, podem os soar con un progreso indefinido (SRS 31) en el
61 S a m p e d r o , J L o c , 62
424 PAL Concrecin de la moral econmica
Dado que el desarrollo tiene una dim ensin dinm ica, las pro
puestas ticas tendrn el carcter de provisionalidad y apertura al
desarrollo integral del hom bre. La prim era propuesta puede ser ca
racterizada por un m ayor conocim iento y preocupacin social.
D esde esta preocupacin, la respuesta principal se sita dentro de la
tarea de la solidaridad. Esta recibe su sentido teolgico y tico de la
fraternidad.
A sim ism o, el conocim iento y la preocupacin social se han de
traducir en una valoracin m oral de la realidad socioeconm ica.
Por consiguiente, los responsables de la gestin pblica, los ciuda-
61 Peccf.i, A., L 'ora della verit si avvicina. Quale futuro? (Miln 1974) 92.
64 Cf. S c H U M A C H tR , E.F., Lo pequeo es hermoso (Madrid 1984).
CAI. Economa, moral y sociedad 425
D) Ecologa
I. CONSIDERACIONES PRELIMINARES
n S m it h , A., Las riquezas de las naciones (Madrid 1956). En esta obra puede verse
con claridad cmo el mercado, en la visin capitalista, posee una mano invisible que
funciona a pesar de los sentimientos ms inesperados y al margen de los planteamien
tos morales.
74 R j a z a P r e z , F., La tcnica contempornea y su esencia: Reflexiones sobre
algunas tesis de M. Heidegger, en AA.VV., Ecologa y culturas (Madrid 1988)
139-156.
75 C o r t i n a , A., Razn comunicativa y responsabilidad solidaria (Salamanca 1985)
155ss.
76 S o s a , N.M., o.c., 138-139.
77 Ruiz df. l a P e a , J.L., Fe en la Creacin y crisis ecolgica. en IgVi 115 (1985)
p.30.
78 R a n d e r s , J . - M e a d o w s , D.H., The carrying capacity of our global environ-
ment, en H.E. D a l y , o . c . (San Francisco 1973), 283-305. M e a d o w s , D.H., o.c. (M
xico 1975).
C AL Economa, moral y sociedad 429
Van pasando los tiem pos en los que la teologa busca disculparse de
las acusaciones lanzadas al cristianism o de prom ocin del deterioro
de la tierra recordando aquellos textos bblicos que prescriben el
descanso de la tierra cultivable cada siete aos (Lev 25,2-5), el repo
so de los an im ales (Ex 23,12) o el cuidado de los rboles (D t
2 0 ,1 9 ss)92. Hoy, las razones en favor del ecocristianism o bblico se
centran en el anlisis de los pasajes del G nesis situndolos en el
contexto de los captulos 1-11.
Pero, en nuestro tem a, interesa centrar la reflexin en el segundo
aspecto sobre la dim ensin tica. El estudio ha de fijarse en la bs
queda de las posibles salidas a la c ris is 93. En concreto, la dim ensin
moral de la ecologa debe acercarse a analizar todos aquellos com
portam ientos, especialm ente los arm am entsticos, que destruyen la
naturaleza m ovidos por una accin voluntaria de los hom bres, com o
la contam inacin am biental, los usos blicos de la energa nuclear,
ya que la lucha por la justicia debe incluir la lucha por la ecologa...
para afirm ar la prctica m s elem ental de todas: un am biente habita
ble para las futuras generaciones 94.
La aportacin al tem a de la fundam entacin de la responsabili
dad ecolgica desde el cam po tico y teolgico se centra en sealar
como raz del problem a el distanciam iento del hom bre respecto a la
naturaleza, debido a la aparicin y auge de la racionalidad cientfica
m oderna; la exacerbacin de tal racionalidad supone una ruptura con
el m undo y con Dios. Ante un paradigm a contem porneo prom etei-
co, dom inante en las sociedades desarrolladas, en el que se invierte
la relacin hom bre-naturaleza, y ante el m odelo de reaccin, de tipo
cosm ocntrico y panvitalista, que tiene com o referencia no ya ningu
na antropologa, sino la m era biologa, el pensam iento cristiano pro
pone un paradigm a hum anista creacionista 95.
V. INTERPELACION A LA ETICA
102 J u a n P a b l o II, SRS 38-39. G a lin d o , A., Hacia una nueva mentalidad, o.c.,
321-344.
101 G u t i r r e z , G., La alternativa ecologista. E l arte de la impotencia, en
AA.VV., Ecologa y culturas, o.c., 231 ss.
104 Cf. J u a n P a b l o II, Paz con Dios, paz con toda la creacin. Mensaje para la
celebracin de la Jomada Mundial de la Paz (1-1-1990), en Ecclesia 2456 (30-12-
1989) 1929-1933.
105 Cf. H a r d e s t y , D. L., Antropologa ecolgica (Barcelona 1979).
106 Q u e s a d a C a s t r o , F., Etica y ecologa, en Lai 63 (1983) 47-55.
438 PII. Concrecin de la moral econmica
El hom bre vive en tensin dentro de una doble dim ensin ,08.
Por una parte, con la ciencia desea avanzar en el dom inio de la natu
raleza. Por otra, intenta progresar en la esfera sociopoltica en la
relacin entre los hom bres. En este am biente, com o exigencia de la
regulacin tica de la crisis ecolgica nace la aspiracin general ha
cia la ju sticia social entre individuos, clases y naciones. La idea m is
m a de ju sticia no tiene sentido si no es por la regulacin de los re
cursos naturales. Esta llam ada al ejercicio de la ju sticia social se
funda sobre la persuasin de que cada ser hum ano y cada pueblo
tiene derecho estricto a desarrollarse y a usar aquellos bienes que le
son necesarios. Nos estam os refiriendo a la enseanza de la D octrina
Social sobre el destino universal de los bienes.
Esta exigencia de regulacin tica va m s all de la ju sticia cuan
do aparece no com o algo facultativo sino com o rigurosam ente nece
sario. As aparecer corno un ideal poltico, ideal de liberacin y de
respeto religioso. Para percibir que toda decisin tica es respuesta a
la llam ada desde la justicia, se debe tener en cuenta aquello que tiene
su origen en la ciencia positiva respecto a lo fsico, biolgico y hu
m ano, y el uso de una escala de valores que tenga presente la visin
global sobre el destino del hom bre y su relacin con la naturaleza. El
problem a suele estar en la radical y cuestionable separacin en el
hom bre de la accin y del conocim iento donde las cosas estn y
pueden ser m anipulables por el sujeto.
m o aquella que sigue el principio del Fin ju stifica los m edios. Por
ello ofrecem os los siguientes puntos de referencia:
1. O pciones ticas
2. Principios ticos
120 B i r c h , C h ., Creation, o . c . , 8 3 .
121 Ruiz d e la P ea, J.L., Crisis y apologa de la fe, o .c ., 2 4 6 .
444 PAL Concrecin ele la moral econmica
Principios
Edad M edia (X l-X V I) C apitalism o (X V I-X IX )
econm icos
C om o puede verse en esta com paracin del valor dado a los prin
cipios econm icos en la econom a m edieval,y en el capitalism o, la
evolucin de los m ism os presenta una im agen del hom bre y de la
actividad econm ica m uy diversa.
II. EL C A P IT A L IS M O 6
4. M arx y el capitalismo
7. El neocapitalismo
8. Neocapitalismo tecnolgico 22
2. El socialismo utpico
donde sobresale una tica basada en el principio del fin ju stifica los
m edios. En el m bito de la praxis revolucionaria, el leninism o pri
vilegia la funcin del partido. El centralism o dem ocrtico y la disci
plina frrea en el interior del partido es uno de los elem entos carac
tersticos de esta visin leninista.
En este contexto, la perestroika se caracteriz, despus de la
constatacin del fracaso del leninism o, por la instrum entalizacin de
la tica de los m edios por encim a de los fines y desde el fracaso del
sueo de Marx. En concreto, se desarroll a travs de una apertura
en las form as econm icas al intervencionism o econm ico frente a
las fuerzas econm icas internacionales; con la participacin de las
estructuras sociales en el cam po social y no slo en el m bito del
Politbur; por m edio del deshielo en las relaciones con O ccidente,
posibilitando la distensin en las relaciones N orte-Sur; con un socia
lism o de talante dem ocrtico y con la introduccin de una econom a
liberal.
V. CUESTIONES ABIERTAS
3. Soluciones antropolgico-liberadoras
4. Soluciones utpico-ideales 58
(SRS 43) son retos que dejan abierta la cuestin sobre la licitud m o
ral de los actuales sistem as econm icos.
Las soluciones utpico-ideales piden unas actitudes antropolgi
cas en todas las opciones que se propongan de cara al futuro. Enu
m eram os brevem ente las siguientes:
1.a Actitud capitalista recuperable. Se reconoce en la tica cris
tiana que el m ercado y la em presa son positivos siem pre que estn
orientados al bien com n y que los trabajadores se sientan tan part
cipes de la em presa que puedan ejercitarse en su inteligencia y liber
tad.
2.a Actitud socialista recuperable. En cuanto alternativa crtica
al capitalism o ha logrado que ste fuera m enos inhum ano de lo que
es esencialm ente. Por otra parte ha m antenido la esperanza a m ulti
tud de pases pobres de la tierra y, segn algunos 5), sigue siendo la
fuerza que haga organizar una salida ju sta a las situaciones inhum a
nas del tercer m undo.
3.a A ctitudes ticas bsicas. En prim er lugar, ha de tenerse en
cuenta que el hom bre es el autor, centro y fin de la vida econm ica
(GS 63). Por ello las instituciones econm icas han de dar prioridad
a lo hum ano. En segundo lugar, el destino universal de los bienes
aporta a la propiedad una funcin social (SRS 42). En tercer lugar,
nace una actitud preferencial por el pobre. La justicia de los sistem as
econm icos hay que m edirla por los efectos positivos que surten en
favor de los pobres de la sociedad.
4.a El reto de la solidaridad. La solucin autntica ha de tender
a crear una com unidad mundial* m ediante el ejercicio de la fraterni
dad y de la solidaridad. El reto de la solidaridad se define por la
bsqueda de un hum anism o cuyas caractersticas son las siguientes:
teocntrico a la luz del m isterio de la Redencin (SRS 31); presente
en la historia (SRS 32); respetuoso con los derechos hum anos (SRS
33); com unitario, donde se reafirm e la prim aca del hom bre sobre la
sociedad (SRS 42 y 44); interrelacional y unitario, en el que se res
pete la unidad de los pueblos frente a la confrontacin (SRS 40);
cultural, con una nueva cultura del trabajo, del progreso y de la dis
tribucin de los bienes (SRS 29).
5.a La opcin preferencial por los pobres. Esta ha de ser efecto
de una decisin personal y colectiva. El punto raz es personal, el
punto de llegada es personal y colectivo en cuanto contem pla los
pobres com o individualidades y com o aquellos que sufren las conse
cuencias de la accin de unas estructuras planetarias que en ocasio
nes son estructuras de pecado.
129 138 144 152-153 189 217 231 Gutirrez, G 405 437
243 255 285 313 317 323-324 334 Gutirrez Garca, J L 99 187 315
336-337 343-344 361 389 395 399 Guzzetti, G B 5-6 8 27 36 44 290 425
416 425 427 429 431 437 442 430 432 440
Gallagher, J A 44
Gallego, S 448 Habermas, J 12 22 150 254 269 281
Gallino, L 285 287 290
Gananzi, G 287 Haicht, R 27
Garca, J A 79 133 Halles, A de 67
Garca de Andoain, C 463-464 473 Hamilton, E J 74 83 85
Garca Escudero, J M 103 Handey, C 363
Garca Estebanez 206 Hardesty, D L 425 437
Garca de la Fuente, O S 52 Hardin, G 431
Garca Gmez, A 427 Haring, B 5-6 20 193 291 326 330
Garca Gnmaldos, M 416 383
Garca Nieto, J N 285 343 349 373 Harmel, L 103
GarcaTerez, J 406 408 Hamngton, J 219
Garca Roca, J 13 Hawley, A H 426
Garca Trapiello, J 33 Hayek, F A 152
Gary Montelle, R 248 Hedin, J 103
Gatti, G 8 33 99 143 166 169 317 325 Hegel, G W F 15 17 45 459
Gay, C M 456 Heidegger, M 45 427-428
Gclinier, O 247 Heller, A 177
Genicot, E 8 Hengel, M 43 47 52 133 171 217 224-
Gentili, E 425 430 440 226 228
Gesteira, M 27 217 Henning, R 22
Gestel, C van 324 327 Hernndez Garca, V 51
Getz, A 217 Herrera Oria 162 186
Gilleman, G 177 Hesiodo 44
Gimnez Rodrguez, R 445 Higuera G 5-6 78 86 217 221-222 236
Ginellom, L 325 238 330 343 371 377 381 382
Girardt, G 445 Hobbes, T 14 94 166 188 190 219 406
Goffi, T 5 6 22 123 147 Hoerler, R 449
Gogt, J le 60 Horkheimer, M 96 269
Gmez Camacho, F 470 Hortelano, A 6 8
Gmez Hinojosa, J F 101 Hugues, J 435
Gonzlez de Cardedal, O 24 Hume, D 94 97
Gonzalez-Carvajal, L 24 100 217 289 Hutcheson, F 82 94
343 359 379 382-383 387
Gonzlez Faus, J I 177 406 445 470 Iguiiz, J 82 407
Gonzlez Montes, A 21 24 167 474 Illanes, J L 458
Gonzlez Ruiz, J M 398-399 Inocencio III 55
Gorosquieta, J 285 337 Interdonato, F 217
Gorz, A 374 Ion, R 226
Graciano 66 67 230 lorio, Th A 193
Grenier, H 45 Isidoro de Sevilla 190
Grillo. A 206
Gnsolia, S 280 426 Jaeger, N 30
Grocio, H 82 93 94 188 Jeremas, J 38
Gubbels, R 354 Jimbert, J 70
Guerrero, F 248 259 279 Jimnez, A 325
Guichard, J 147 159 Joblin, J 397 400
Guidelli, C 27 Juan XXIII 100 105 115 117 119 121
Guix, J M 325 136 138 142 145 148 232 278 299
Gundlach, G 260 361 366 370 392 398 402 469
480 Indice onomstico