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Andaluca y el anarquismo

(1868-1936)
Jos Luis Gutirrez Molina
Grupo de Investigacin Historia Actual
Universidad de Cdiz

Andaluca es una de las regiones esenciales en la vida poltica,


social, cultural y econmica del Estado espaol. Los antiguos reinos
de Sevilla, Granada, Crdoba y Jan, convertidos en las ocho pro-
vincias actuales por Francisco Javier de Burgos en 1833, determinan,
por su peso demogrfico y sociopoltico, la gobernacin del pas.
Sus problemas sociales y econmicos, derivados de una mayorita-
riamente injusta distribucin de la propiedad de la tierra, se con-
virtieron en el primer tercio del siglo xx en cuestiones primordiales
que, tanto Monarqua como Repblica, deban solucionar. Adems,
fue una de las regiones en las que mayor importancia tuvieron las
ideas libertarias durante estas dcadas. As lo indican tanto su amplia
presencia numrica como geogrfica. Sin la actividad de los anar-
quistas no es posible comprender la vida de la mayora de las comarcas
andaluzas. Hasta el punto que se puede afirmar que existi una
trabazn entre muchas de las seas de identidad cratas, como el
federalismo o la comprensin del mundo agrario, y las del conjunto
de la sociedad andaluza.
N o extraa, por tanto, que los investigadores le hayan prestado
una especial atencin. Aunque, en demasiadas ocasiones, los estudios
hayan oscilado entre dos extremos. Primero, el que se basaba en
una serie de tpicos que caricaturizaban al conjunto de Andaluca
como un inmenso latifundio cuya poblacin se divida entre absen-
tistas seoritos aficionados a los toros, a los caballos y las juergas
con vino de Jerez y mujeres vestidas con trajes de flamenca de lunares,

AYER 45 (2002) (1)


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y una masa de jornaleros hambrientos, faltos de conciencia de clase,


muy dados a la accin espontnea y mstica. Todos irredentos anar-
quistas que haban sustituido a Dios por La Idea. Despus, el pndulo
oscil al comps del desarrollo de los estudios histricos y de la
coyuntura de los aos de la muerte del general Franco y la con-
solidacin de la actual Monarqua parlamentaria. A la vez que se
dibujaba un panorama con trazos ms finos, se fue diluyendo la
importancia del anarquismo en la regin. En todo caso se resaltaba
el papel que tuvo en la falta de consolidacin de la II Repblica,
caracterizndolo como uno de los extremos que hicieron inevitable
la llamada Guerra Civil.
Obvias eran las razones para que fuera as en el contexto de
unos regmenes, primero, dictatorial y, despus, democrtico. En el
primero por ser considerado como la genuina representacin de esa
Andaluca de pandereta e injusticia y, en el segundo, como vacuna
ante cualquier posible resurgimiento del movimiento libertario con-
siderado como uno de los problemas a evitar. Despus, arrojado
a las cloacas de la historia el franquismo, consolidado el rgimen
monrquico parlamentario, el anarquismo fue pasando, como muchos
de otros temas estrella de los aos setenta y ochenta, a un segundo
plano. En el camino ha quedado una ingente bibliografa que, a
pesar de sus carencias, nos permite trazar un panorama bastante
preciso del anarquismo en Andaluca durante el primer tercio del
siglo xx.
Hoy podemos afirmar que, de forma general, durante estas dca-
das, el anarquismo en Andaluca, primero, no fue una ideologa mar-
ginal, alejada de la mayora de la poblacin y con fuertes tendencias
terroristas, sino que, por el contrario, era un poderoso competidor
del sistema social y poltico imperante durante esas dcadas. En segun-
do lugar, que ms all de lo que signific socialmente, se caracteriz
por desarrollar una amplia actividad cultural y educativa ejemplificada
en un sinnmero de ateneos, escuelas y peridicos que animaron
y mantuvieron durante esos aos. Adems de ser una de las vas
de introduccin de movimientos, como el vegetarianismo, neomal-
thusianismo, naturismo o difusin del esperanto, hoy plenamente
asumidos por la sociedad. Esfuerzo que cre una alternativa cultural
y mental a la liberal y religiosa imperante. Finalmente, en tercer
lugar, que en la coyuntura del verano de 1936 signific una alternativa
de rgimen social, transformando lo que se presenta habitualmente
como una guerra fratricida en una autntica revolucin social.
Andaluca y el anarquismo (1868-1936) 173

As, a travs del anarquismo, la clase obrera andaluza, tanto rural


como urbana, fue adquiriendo un mayor grado de organizacin hasta
alcanzar su eclosin a partir de los aos de la Primera Guerra Mundial.
Preeminencia que mantuvo, frente a la socialdemocracia, primero,
y al comunismo, despus, hasta 1936. Frente a los cuarenta mil aso-
ciados que aproximadamente tena la UGT en 1920, la CNT alcanzaba
ms de cien mil. Incluso en 1931, tras ms de un lustro de prctica
desaparicin durante la dictadura de Primo de Rivera, los efectivos
anarcosindicalistas casi igualaban a los del sindicato socialista. Cinco
aos despus, la situacin se haba restablecido en favor de la CNT
que sobrepasaba los ciento cincuenta mil afiliados en la regin. Toda-
va un nmero sensiblemente inferior a los ms de doscientos mil
representados en el Congreso regional de 1933.
Pero no se trataba slo de un mayor nmero de afiliados. La
supremaca anarcosindicalista en Andaluca se manifestaba en otro
elemento mucho ms decisivo: controlaba prcticamente todos los
sectores productivos ms importantes de su economa y presencia
social. As ocurra en el mundo rural. Cierto es que entre los aos
veinte y los treinta las secciones de la Federacin Campesina de
la UGT se expandieron enormemente, llegando a ser mayoritarias
en provincias como Jan. Sin embargo, ello no empece para que
las zonas de las campias cordobesas, sevillanas y gaditanas -las
ms importantes desde el punto de vista demogrfico, econmico
y social- continuaran prcticamente controladas por la CNT. As
lo confirm el que, en 1932, la primera gran prueba de fuerza entre
el recin nacido rgimen republicano y el anarcosindicalismo agrario
tuviera lugar en la provincia de Sevilla. Las autoridades pensaban
que el futuro de gran parte de sus medidas legislativas dependan
de su capacidad para imponerlas en las comarcas de mayora cenetista.
De igual forma, los principales sectores urbanos -como la cons-
truccin, la metalurgia, el transporte o la alimentacin- eran anar-
cosindicalistas. En un sector tan significativo como la construccin,
hay que esperar hasta el mismo 1936 para que la UGT llegara, siquiera,
a constituir su sindicato en muchas de las grandes ciudades andaluzas.
Una cuestin muy debatida en la historiografa ha sido fijar las
causas por las que el anarquismo arraig de este modo en Andaluca;
desde los planteamientos del britnico Eric J. Hobsbawm, y su teora
de los rebeldes primitivos, pasando por los de Martnez Alier o
Jacques Maurice, hasta los trabajos ms recientes de Gonzlez de
174 Jos Luis Gutirrez Molina

Malina y Eduardo Sevilla. De todos ellos, desechados los primeros


determinismos de carcter marxista, frecuentes en los aos sesenta
y setenta, hoy podemos decir que la presencia del anarquismo en
Andaluca parece responder a un conjunto de razones, de muy diverso
origen, que van desde el anarquismo que supo interpretar los mo-
dos de vida y trabajo del mundo rural, muy presionado desde las
desamortizaciones y el paulatino centralismo del liberalismo deci-
monnico, hasta el que fue capaz de encauzar las aspiraciones de
la cada vez ms numerosa clase proletaria que se iba asentando en
las ciudades en expansin.
Las comarcas de mayor implantacin anarquista eran las de mayor
concentracin de propiedad de la tierra, las de ms nmero de pobres;
las de antiguas experiencias de lucha y desengao campesino en pleitos
antiseoriales, y las que fueron objeto de la represin tanto monr-
quica como republicana. Pero tambin lo fueron las zonas de fuerte
presencia de trabajadores de industrias ligadas a la revolucin indus-
trial como mineros, constructores navales o los diferentes oficios de
la construccin urbana. En ellos, las ideas libertarias ocuparon el
espacio social que dejaba el desinters del Estado por integrar en
sus estructuras a los colectivos de las clases subalternas. Circunstancias
que proporcionaron las condiciones para que germinara la intensa
propaganda y los flexibles planteamientos ideolgicos, tcticos y te-
ricos, que encajaban con la actitud moral campesina, las expec-
tativas de las recientes aglomeraciones urbanas y su impulso favorable
a la accin directa.
En el anlisis de la implantacin crata en Andaluca no es posible
dejar de mencionar sus relaciones con el republicanismo, sobre todo
con el federal. Desde antes de 1869, el primero apoyaba las rei-
vindicaciones campesinas sobre las tierras usurpadas y, como el
naciente movimiento obrero, sufri persecuciones. En la Federacin
de la Regin Espaola (FRE) encontramos a trabajadores seguidores
de Bakunin y antiguos republicanos como Fermn Salvochea, el ex
sacerdote y diputado federal Antonio Pedregal Guerrero o Miguel
Mingorance. Posteriormente, en la dcada de los ochenta del siglo XIX,
la Federacin de Trabajadores de la Regin Espaola (FTRE) aglutin
a todos esos sectores en su seno mediante las sociedades cooperativas
y de socorros mutuos preexistentes o republicanos con doble mili-
tancia. Fue una de las razones de su espectacular crecimiento en
Andaluca. Ms adelante, republicanos y anarquistas se distanciaron
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y lucharon por ocupar el espacio del asociacionismo obrero. Pero


antes estuvieron juntos, tras la revolucin de 1868 y la proclamacin
de la 1 Repblica, en los intentos de revocar las sentencias contrarias
a los municipios en los pleitos sobre la propiedad de la tierra. En
el otoo de 1869, cuando la insurreccin federal, como ha analizado
Antonio Lpez Estudillo, su mapa se corresponde con las zonas de
mayor conflictividad social como Mlaga, Sevilla, Cdiz o Crdoba,
ya sus partidas se incorporaron numerosos trabajadores.
Si tomamos como ejemplo lo ocurrido en una de las comarcas
de mayor tradicin anarquista en Andaluca, la sierra sur sevillana
y la campia limtrofe, en su cabecera, Morn de la Frontera, los
escritos de los primeros internacionalistas, fueron difundidos por la
revista republicano-federal madrilea La Justicia Social. No fue un
caso aislado. Similares procesos se dieron en otras zonas como la
Baha de Cdiz, la campia y sierra de la provincia gaditana o en
Crdoba. Desde entonces, estas comarcas no dejaron de contar con
la presencia de ncleos de la FRE, FTRE Y grupos especficos anar-
quistas que coexistieron con los de Partido Republicano Federal o
intentos de fundar federaciones obreras de tendencia republicana
como la impulsada por Manuel Moreno Mendoza, masn, corre-
ligionario de Blasco Ibez y alcalde de Jerez durante la II Repblica,
a caballo entre los siglos XIX y xx. En los primeros aos del siglo xx
estas sociedades ya seguan mayoritariamente las pautas anarquistas
por la escasa utilidad de las anteriores direcciones en alcanzar mejoras
econmicas. A partir de este momento, y pese a la competencia
del socialismo en algunas comarcas rurales andaluzas, el anarquismo
se convirti en la ideologa dominante en el movimiento obrero anda-
luz, urbano y campesino, hasta 1936.
Cinco son las caractersticas que pueden definirlo durante estas
dcadas: 1. a , su extensin geogrfica, importancia numrica en el
conjunto del movimiento libertario espaol y persistencia en el espacio
y tiempo; 2. a , equilibrada presencia en el mundo rural y urbano;
3. a, especial protagonismo en las pginas de la represin estatal y
patronal; 4. a, su pragmatismo sindical y continua labor de propaganda
y accin cultural, y 5. a , haber sido cuna de importante figuras del
movimiento obrero y la cultura andaluza y espaola. Vemoslas.
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1. Extensin geogrfica, persistencia en el tiempo y espacio


e importancia en el movimiento libertario

Podemos tomar como unidad de anlisis los 92 partidos judiciales


en los que Andaluca estaba dividida durante las tres primeras dcadas
del siglo xx. Un referente ms cercano al carcter confederal andaluz
y anarquista que la divisin provincial, que a menudo se saltaban
las federaciones comarcales de la CNT. En ellos encontramos una
significativa presencia anarquista en todas las capitales de provincia
y en ms de la mitad de los partidos. Pero mayoritaria en los ms
poblados de la cuel}ca del Guadalquivir que suponen casi el 65 por
100 del territorio andaluz. El anarquismo dominaba en la prctica
totalidad de las provincias de Cdiz, Sevilla, Crdoba y en ms de
la mitad de Huelva y Mlaga. Desde la campia cordobesa hasta
su desembocadura en Sanlcar de Barrameda. Es decir, como ha
escrito Jacques Maurice, la zona que denominamos habitualmente
como Baja Andaluca, el territorio que se extiende entre el curso
inferior del Guadalquivir y la fachada martima de los litorales gaditano
y malagueo. Una especie de ancho cuadriltero cuyos ngulos esta-
ran en Montoro, en Crdoba; Valverde, en Huelva; Motril, en Gra-
nada, y Cdiz. Sus puntos dbiles eran los municipios ms orientales
de la regin pertenecientes a Almera y los de Jan.
Desde la fundacin de la CNT, y en los momentos en los que
el anarcosindicalismo tuvo una cierta continuidad legal y celebr de
forma pblica congresos, Andaluca ocup un destacado lugar. Fue
la tercera federacin en 1919 por el nmero de sus efectivos, aunque
la primera por el de organizaciones locales presentes; la segunda,
tanto en afiliados como en nmero de sindicatos en 1931 y, final-
mente, la primera regional cenetista, tanto en nmero de afiliados
como en organizaciones representadas, en 1936. As, a la fuerte
implantacin geogrfica y numrica en la regin, al anarquismo anda-
luz hay que sumarle que fue tambin un puntal bsico del movimiento
libertario espaol.
Persistencia que se observa desde las dcadas finales del siglo XIX.
Presentes los obreros andaluces desde la creacin de la I Internacional
en Espaa, los adheridos a organizaciones de tendencia anarquista
o anarcosindicalistas siempre estuvieron entre los ms numerosos.
Ya durante la existencia de la FRE se crearon dos Comarcales, la
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Este y Oeste, que indicaba no slo la amplitud territorial de la regin,


sino tambin el creciente nmero de sociedades y federados. En
1882, con motivo del congreso que la FTRE celebr en Sevilla, ms
del 60 por 100 de los trabajadores representados eran andaluces.
Importante presencia que se mantuvo durante los primeros congresos
de la Federacin de Sociedades Obreras de Resistencia de la Regin
Espaola (FSORE).
No fue, por tanto, extrao que tras la creacin de la CNT el
anarcosindicalismo andaluz se convirtiera en uno de sus ms slidos
pilares. Su importancia numrica era tan decisiva que se le consider
la infantera del movimiento revolucionario espaol. Si observamos
las cifras de los congresos de la CNT de 1919, 1931 Y 1936, vemos
que la confederacin andaluza nunca supuso menos del 15 por 100
del total de afiliados. Adems, su trayectoria fue en ascenso. Si en
1919 eran poco ms de una octava parte de la organizacin, en
1931 eran ya la cuarta parte y cinco aos despus un tercio del
total de los sindicalistas.
Predominio numrico que se complementa con el geogrfico.
Ya en 1870-1872, durante los balbuceos de la organizacin obrera
internacionalista nos encontramos con grupos de trabajadores y cam-
pesinos de diversas comarcas y poblaciones andaluzas. Muchas de
ellas permanecieron fieles a los principios de accin del societarismo
y sindicalismo crata. Es un hecho especialmente evidente en la prc-
tica totalidad de las comarcas sevillanas, gaditanas, malagueas y
cordobesas que delimitan el mapa de mxima influencia libertaria.
As ocurre en las provincias de Cdiz y Mlaga. En el caso de
la primera en todas sus comarcas. Tanto en la sierra, en Arcos, Olvera
o Grazalema, como en la campia, en Jerez, Sanlcar de Barrameda
o Medina Sidonia, y la fachada martima y el Campo de Gibraltar.
Las organizaciones de trabajadores de la capital gaditana estuvieron
presentes en los congreso de la FRE de Crdoba en 1872; de Sevilla,
diez aos ms tarde, de la FTRE; de Madrid de la FSORE de octubre
de 1900, 1919 Y 1931, Y Zaragoza, 1936, de la CNT. En el caso
de Mlaga es lo que ocurre en localidades como Alozaina, Crtama,
Antequera, Humilladero y, sobre todo, en Ronda y la propia Mlaga
y las poblaciones de sus partidos judiciales.
Parecida situacin la encontramos en las tierras cordobesas. Sin
embargo, en esta ocasin la implantacin fue ms tarda, durante
la primera dcada del siglo xx. Aunque despus ya se mostr per-
178 Jos Luis Gutirrez Molina

sistente. Son los casos de Castro del Ro, Espejo, Montara, La Carlota,
Fernn N ez y tambin la propia ciudad de Crdoba. Las comarcas
sevillanas se dividen entre las que el obrerismo libertario cuaj en
las dcadas setenta y ochenta del siglo XIX y en las que lo hizo en
la segunda del xx. Entre las primeras estn las de Carmona, Lora
del Ro, Marchena, Morn de la Frontera, Osuna y Utrera. Entre
las segundas las de Cazalla de la Sierra, Estepa y Sanlcar la Mayor.
En el caso de la propia ciudad de Sevilla, si bien la presencia del
obrerismo libertario es muy temprana, en las restantes poblaciones
de influencia directa no aparece hasta los aos posteriores a la Primera
Guerra Mundial, como manifestacin del desarrollo econmico y los
movimientos demogrficos que se produjeron en ese perodo.
En Huelva, Jan y Granada la presencia y persistencia fue mucho
ms inestable. Junto a momentos de gran influencia hubo otros de
prctica, si no total, desaparicin. As, la capital onubense y otras
localidades como Ayamonte o la comarca minera de Ro Tinto y
N erva contaban con una cierta tradicin. Aunque hubo una eclosin
durante la II Repblica en todas ellas. Como islas anarcosindicalistas,
y nunca en solitario, tenemos los casos de La Carolina, Linares,
Peal de Becerro y Santa Mara de Rus en Jan, o la capital y Motril
en Granada.
Este importante nmero de comarcas que durante esas dcadas
contaron con una significativa presencia anarquista nos lleva a plantear
que las ideas libertarias tuvieron durante este perodo una

2. Equilibrada presencia tanto en el mundo rural


como urbano
Tradicionalmente se le ha atribuido al anarquismo andaluz un
componente esencialmente agrario. Es significativo que el subttulo
del nico trabajo de conjunto existente, el ya citado de Jacques Mau-
rice, sea el de Campesinos y sindicalistas (1868-1936)>>. No es sino
reflejo de la identificacin de Andaluca con el mundo rural y la
supuesta inexistencia de un sector industrial significativo. La cuestin
del latifundio y sus consecuencias sociales ha sido una manta que
ha ocultado la presencia de comarcas industrializadas, de importantes
ciudades que si bien estaban totalmente inmersas en el mundo rural,
tambin contaban con una industria de transformacin que las con-
verta en algo diferente del mero ncleo rural.
Andaluca y el anarquismo (1868-1936) 179

Hoy da este fracaso, los abortos de la industrializacin andaluza


en palabras del historiador econmico Jordi Nadal, est mucho ms
matizado. Conocemos un panorama mucho ms complejo en el que
a las limitaciones de la primera revolucin industrial en Andaluca,
cuando pierde la oportunidad de protagonizar la modernizacin esta-
tal, se le aaden ciertos logros durante la segunda revolucin, que
comprende el perodo de mxima influencia del anarquismo en la
regin. Cuando el porcentaje andaluz del producto fabril espaol
se situaba en torno al 20 por 100. Es en 1936 cuando ya podemos
hablar con mayor propiedad, en nmero y calidad, de diferencias
entre ncleos urbanos y rurales, y cuando el anarcosindicalismo tiene
un mayoritaria presencia de afiliados relacionados, ms o menos nti-
mamente, con el mundo agrario, el 56,4 por 100. Aunque mucho
menor de lo que podra suponer la existencia del tpico.
Porcentajes obtenidos de considerar afiliados rurales a aquellos
que aparecen bajo la denominacin de Sindicatos de Oficios Varios
o especficamente de campesinos, y urbanos a aquellos que perte-
necan a oficios de carcter eminentemente industrial tanto de sin-
dicatos de las capitales de provincia como de los pueblos mostrando
lo siguiente: las comarcas gaditanas agrupaban a 45.323 afiliados,
26.208 rurales y 19.115 urbanos; las de Crdoba, 8.980 rurales frente
a 2.108 urbanos, de un total de 11.088; en el caso de Granada,
de 8.656, 1.930 eran agrarios y 6.726 urbanos; Huelva agrupaba
a 2.975 afiliados rurales y 4.738 urbanos, con un total de 7.713;
Mlaga a 25.554 afiliados, tena 12.412 rurales y 13.142 urbanos;
Sevilla, 29.219' y 18.222, respectivamente, de un total de 47.441,
y en Jan, con apenas 4.159 afiliados, la prctica totalidad eran rurales.
As pues, los 149.862 cenetistas representados en el Congreso de
Zaragoza se dividan en 85.811 rurales y 64.051 urbanos. Lo que
da unos porcentajes provinciales de 57,9 por 100 rurales y 42,1 por
100 urbanos en Cdiz y, respectivamente, 81,1 y 18,9 por 100 en
Crdoba; 22,2 y 77,8 por 100 en Granada; 38,6 y 61,4 por 100
en Huelva; 48,7 y 51,3 por 100 en Mlaga; 61,6 y 38,4 por 100
en Sevilla, y casi el 100 por 100 rurales en Jan. En resumen, unos
porcentajes totales del 56,4 y 43,6 por 100.
Cdiz y Mlaga se muestran como las ms representativas del
anarcosindicalismo andaluz. Muy lejanas a los desequilibrios de Jan,
el 100 por 100 de afiliados rurales, o Granada, con ms del 75
por 100 de urbanos. De todas formas, fuera en el mundo urbano
180 Jos Luis Gutirrez Malina

o en el rural, el anarquismo andaluz tuvo una caracterstica comn,


que no distingui entre uno u otro. ste fue su

3. Especial protagonismo en las pginas de la represin estatal


y patronal

El carcter fuertemente represivo con que las autoridades espa-


olas, tanto bajo rgimen monrquico como republicano, afrontaron
la cuestin del asociacionismo obrero y, en especial, el de tendencia
libertaria, no slo ocultaba su incapacidad para afrontar una autntica
poltica de reformas econmicas y sociales, sino que, adems, estuvo
detrs de la sucesin de incidentes violentos y sangrientas represiones
que el destacado abogado republicano, asesinado por los franquistas
en 1939, Eduardo Barriobero Herrn, calific de obsesin por el
orden pblico.
Andaluca tiene el triste privilegio de ocupar un lugar protagonista.
En demasiadas ocasiones los poderes ejecutivo, legislativo y judicial
se conjugaron para evitar la expansin de las ideas disolventes
de la manumisin obrera. Hasta el punto que algunos de estos sucesos
se han convertido en hitos de la historia de Espaa de estas dcadas.
As ocurre, por ejemplo, con los casos que conocemos como de La
Mano Negra, El asalto campesino a Jerez o, ya en el siglo xx,
los sucesos ocurridos en Alcal del Valle y Casas Viejas. Hasta el
punto que han alcanzado la categora de tema literario. Basten recor-
dar La bodega) de Vicente Blasco Ibez, o La aldea del crimen)
de Ramn J. Sender.
Aunque tampoco hay que olvidar la brutal represin, que mejor
podra calificarse de operaciones de guerra colonial, que sufrieron
las localidades de la regin ocupadas durante la fracasada sublevacin
de julio de 1936. La imperiosa necesidad de transportar a la pennsula
las tropas africanas, para lo que era necesario controlar el valle del
Guadalquivir, y conectarlas con el ejrcito del Norte de Mola con-
virtieron a las ciudades y campos andaluces en un territorio a con-
quistar. En l, las fuerzas mercenarias del general Franco actuaron
de la nica forma que saban: despertando el pnico y ejerciendo
el derecho de botn. Terror que perdur no slo los aos del conflicto,
sino tambin durante las dcadas posteriores, en las que la guerrilla
fue combatida con similares mtodos.
Andaluca y el anarquismo (1868-1936) 181

En todas estas circunstancias, justicia, administracin civil, ejrcito


y prensa, juntos o por separado, no dudaron en utilizar todos los
medios a su alcance para abortar las ansias de transformacin social.
Paradigmtico fue lo ocurrido en los llamados procesos de La Mano
Negra que, de mayo a septiembre de 1883, tuvieron lugar en Jerez
de la Frontera (Cdiz) contra los acusados de haber cometido una
serie de crmenes en la campia gaditana. El pretexto para detener,
encarcelar y procesar a varios centenares de internacionalistas, no
slo gaditanos sino tambin de otras provincias andaluzas. Indepen-
dientemente de las causas de los asesinatos, fueron utilizados para
desmantelar las sociedades obreras que haban renacido en la pro-
vincia gaditana tras la reorganizacin de la Internacional en Espaa
en septiembre de 1881. El anarcocolectivismo estaba en plena expan-
sin en Andaluca y a detenerlo se aprestaron las autoridades.
La Guardia Civil se encarg de preparar los juicios mediante
la falsificacin de un supuesto reglamento de una sociedad secreta
llamada La Mano Negra, que elabor listas de los principales acti-
vistas obreros de la provincia gaditana y obtuvo las confesiones de
culpabilidad de los detenidos. A la vez, la prensa public espeluznantes
relatos sobre sus actividades secretas, los crmenes que haba come-
tido, los miles de afiliados que tena y sus terribles planes. Desde
el Parlamento, los diputados conservadores pidieron que las leyes
se aplicaran con la mayor dureza, el ejrcito ocup los campos y
centenares de soldados trabajaron en la recogida de la cosecha. La
conclusin fueron unos voluminosos sumarios, de ms de nueve mil
folios, que no tuvieron en cuenta las confesiones obtenidas bajo tor-
turas, se rechazaron pruebas y se manipularon otras.
La consecuencia fue siete sentencias a muerte, que se cumplieron
en Jerez el 14 de junio de 1884, y que veinte aos ms tarde todava
permaneceran en prisin siete de los condenados. La instruccin
judicial fue tal chapuza que la Revista de Legislacin, cuando public
los sumarios, se vio obligada a omitir las fechas de algunos documentos
para evitar que se pudieran constatar contradicciones y errores. Sin
embargo, el montaje se ha transmitido hasta fechas recientes como
una verdad. Incluso hoy, quien no est familiarizado con la bibliografa
histrica puede dar por cierta la existencia en el campo andaluz
de una banda de anarquistas asesinos llamada La Mano Negra.
Pero no era la primera vez, ni fue la ltima.
Una dcada ms tarde, en 1892, la misma poblacin gaditana
fue escenario de otro triste acontecimiento: el llamado asalto cam-
182 Jos Luis Gutirrez Molina

pesino de Jerez. Otra vez volvi la represin indiscriminada y feroz


sobre el obrerismo andaluz, como los procesos de Montjuich lo fueron
para el cataln. Una manifestacin de jornaleros hambrientos, entre
seiscientos y tres mil, invadi las calles de la ciudad el 8 de enero
de 1892 desde los cercanos llanos de la Caulina donde se haban
concentrado. Durante unas horas fueron dueos de las calles hasta
que, tras intentar liberar a algunos presos, intervino el ejrcito. Tras
la desbandada quedaron en las calles tres muertos -el hermano
de un concejal, un escribiente y uno de los asaltantes- y numerosos
heridos.
De nuevo se repitieron las detenciones masivas, la prensa se encar-
g de difundir la existencia de un complot, los polticos recordaron
La Mano Negra, se declar el estado de sitio y volvi a actuar
la justicia, en esta ocasin la militar. De entre los ms de doscientos
detenidos, ocho fueron sometidos a un primer consejo de guerra.
A cuatro se les aplic la pena de muerte. Nuevamente, se obtuvieron
confesiones bajo tortura, se despreciaron pruebas, numerosas socie-
dades obreras fueron clausuradas y permanecieron encarcelados
durante muchos aos algunos de los ms destacados militantes cratas
de la zona.
Ya entrado el siglo xx tuvo lugar un motn de Alcal del Valle,
poblacin tambin de la provincia de Cdiz. Aunque pueda ser con-
siderado un episodio menor, es representativo de otros muchos que
denotan la forma de encarar la cuestin social en Andaluca. Una
huelga de solidaridad desencaden, el 1 de agosto de 1903, un san-
griento choque con la Guardia Civil en las calles del pueblo. Los
detenidos fueron torturados y tres de ellos condenados a muerte.
En esta ocasin las ejecuciones no se consumaron por la intensa
campaa de la prensa republicana y anarquista y como seal de que,
aunque poco, los tiempos cambiaban. La Guardia Civil no poda
torturar impunemente; la justicia, aunque fuera la militar, condenar
a muerte a su libre albedro, y la prensa influyente ya no era slo
gubernamental.
El ltimo ejemplo es quizs el que mejor marca los lmites de
la incapacidad del Estado espaol por erigirse en representante de
la paz pblica ciudadana. Fuera monrquico o republicano, la vin-
culacin Estado y crimen se hizo patente una vez ms con los anar-
quistas andaluces como protagonistas. Fue lo que ocurri en 1933
en Casas Viejas, entonces una perdida aldea de la provincia de Cdiz.
Andaluca y el anarquismo (1868-1936) 183

El domingo 8 de enero, en numerosas ciudades espaolas se


declararon huelgas generales que, en muchas ocasiones, tuvieron un
carcter violento y, en otras, proclamaron el comunismo libertario.
Fue un movimiento revolucionario preparado por la CNT. El intento
fracas, falto de coordinacin y carente del principal apoyo previsto:
una huelga nacional ferroviaria que no lleg a declararse. Sin embargo,
al amanecer del mircoles 11 en Casas Viejas se proclam el comu-
nismo libertario. La rebelin fue pronto sofocada y slo en la choza
de la familia Cruz hubo resistencia. La Guardia de Asalto la incendi
de madrugada. Siete de sus ocupantes resultaron muertos. Unas horas
ms tarde, al amanecer, detuvieron a una docena de campesinos
a los que ejecutaron entre los restos calcinados de la casucha.
Pocos das despus, el peridico anarcosindicalista CNT denunci
lo sucedido. Era parte interesada y nadie le dio crdito. Sin embargo,
los reportajes que Ramn J. Sender y Eduardo de Guzmn publicaron
en la prensa madrilea tuvieron mayor credibilidad. Al reabrirse el
Parlamento en febrero, el Partido Radical de Alejandro Lerroux, en
la oposicin, interpel al gobierno para que aclarara lo ocurrido.
El presidente del gobierno, Azaa, neg los fusilamientos hasta que
los certific una comisin de parlamentarios que viaj a Casas Viejas.
Desde ese momento los acontecimientos se desbordaron como una
riada. El gobierno intent circunscribir la responsabilidad de lo suce-
dido al comandante de las fuerzas, el capitn Rojas. Pero algunos
de sus compaeros firmaron un escrito asegurando que haban reci-
bido rdenes de no hacer ni heridos ni detenidos. El director
general de seguridad, Arturo Menndez, dimiti y, pocos das despus,
fue encarcelado -como Rojas- acusado de homicio.
Enterrados bajo la capa de nieve que cubra Madrid esos das,
escribi Azaa que permaneceran los asesinatos de Casas Viejas.
Como las causas y significado de la matanza de la localidad gaditana.
Entre ellas el papel que ocup la soberbia y la pretensin de sustituir
un injusto sistema social por otro ms solidario e igualitario. Lo impor-
tante era preservar el prestigio del ejercicio del poder. As es como
adquieren pleno significado las palabras del presidente del gobierno
afirmando que en Casas Viejas no haba ocurrido sino lo que tena
que ocurrir. En enero de 1933 el rgimen republicano, que haba
sustituido a la vieja Monarqua, no satisfaca las esperanzas populares
de amplias y profundas reformas. Ni haba sabido reaccionar al espec-
tacular resurgir anarcosindicalista con mtodos diferentes de los del
184 Jos Luis Gutirrez Molina

orden pblico. En junio de 1931, antes de que se hubiera puesto


en marcha cualquier otra reforma, ya desfilaban por el madrileo
paseo del Parque de El Retiro las nuevas fuerzas policiales repu-
blicanas: la Guardia de Asalto.
Para escamotear los excesos estatales se suele descargar la res-
ponsabilidad en los anarquistas, en los utpicos revolucionarios, como
Ramn Caneja, el protagonista de la alucinacin sobre Casas Viejas
escrita por Joaqun Prez Madrigal en pleno franquismo. Algo muy
diferente de lo que apreciamos si se observa con detalle la actuacin
de los anarquistas andaluces de estas dcadas. Todos los sucesos
citados se sitan en momentos de auge organizativo y expansin
libertaria. A diferencia de lo que prensa y autoridades del momento
y algunos historiadores nos quieren hacer ver, el anarquismo andaluz
fue menos un movimiento primitivo que una respuesta moderna
a unas determinadas situaciones. Menos utpico y con mayor, de
lo que a primera vista parece,

4. Pragmatismo sindical y continua labor de propaganda


y accin cultural

El crata andaluz era eminentemente asociativo y nunca se con-


virti en miembro de grupsculos sectarios. Aunque existieran en
su seno duras polmicas, por ejemplo, sobre la orientacin colectivista
o anarcocomunista o entre los sindicalistas y los partidarios de una
accin especficamente anarquista. Tenemos muchos ejemplos de esta
afirmacin. Uno de ellos es e! caso del que haba sido alcalde de
Cdiz, Fermn Salvochea, y su peridico El Socialismo. El gaditano
fue, por medio de sus traducciones, uno de los difusores en Espaa
de las ideas anarcocomunistas. Pero esto es lo de menos. Interesa
ms sealar la escrupulosa neutralidad que mantuvo el peridico,
a pesar de las simpatas por Kropotkin de su editor, en las polmicas
entre defensores y adversarios de! colectivismo y e! comunismo. Hasta
tal punto que, durante e! perodo de mayor virulencia de los enfren-
tamientos, 1886-1890, sustent una posicin conciliadora con e! fin
de evitar escisiones. Postura que mantuvo hasta que en 1889, tras
el Segundo Certamen Socialista, en el que colectivistas y anarco-
comunistas discutieron pblicamente sus diferencias, crey pasado
e! riesgo de ruptura, desde 1890, y se declar abiertamente anarco-
comunista.
Andaluca y el anarquismo (1868-1936) 185

Otro ejemplo lo tenemos en las prcticas sindicales de los anar-


quistas andaluces que pueden caracterizarse de maduras, revolucio-
narias y organizadas dentro de sus posibilidades. Adjetivos aplicables
tanto a los sindicatos campesinos como urbanos. As, fueron las orga-
nizaciones animadas por los trabajadores anarquistas las que a prin-
cipios de siglo empezaron a oponerse al salario remojado -parte
en dinero y parte en comida- y pidieron la reduccin de la jornada
de trabajo. Hasta tal punto que la regin se convirti en una en
las que mayor repercusin tuvieron tanto el Primero de Mayo, desde
1890, como, durante los aos treinta, la lucha por la reduccin de
la jornada a seis horas que peda la AIT, refundada en Berln en
1922. En junio de 1936 el Sindicato de la Construccin de la CNT
de Sevilla firm con la patronal del sector las primeras bases, que
conozca, en las que se recoga esta peticin.
Andaluca siempre anim la creacin de una organizacin nacional
campesina que dotara de mayor eficacia sus luchas. En Crdoba,
con asistencia de numerosos delegados de la regin, se cre la Fede-
racin Nacional de Obreros Agricultores (FNOA), heredera de la
vieja Unin de Trabajadores Campesinos (UTC) decimonnica. Des-
pus, Jerez de la Frontera acogi a su consejo federal y a su portavoz
La Voz del Campesino. Esta organizacin, a la que algn autor con-
sidera como la primera de caractersticas plenamente anarcosindi-
calistas, signific tanto una mejor estructura de las luchas campesinas,
dotndole de una plataforma reivindicativa coherente, como el vnculo
de campesinos de diferentes zonas del pas.
Cuando la FNOA desapareci en 1919, al integrarse en la CNT
y adoptar sta el modelo organizativo de Sindicato nico, la necesidad
de contar con una organizacin campesina nacional qued en la
memoria de los sindicatos andaluces y a ello dedicaron sus esfuerzos
a lo largo de las dcadas siguientes, sobre todo durante los aos
treinta. Diversas localidades andaluzas, como Jerez o Morn, fueron
sede de las secretaras provisionales de la futura Federacin Nacional.
En la capital de la Campia gaditana reapareci el peridico La
Voz del Campesino, portavoz de los campesinos.
No extraa por tanto que fuera en Jerez donde, para obtener
unas bases de trabajo de un ao de duracin y el salario a seco,
se aplicara, en 1914, la tctica de poner en huelga al unsono a
todos los pueblos de una comarca y no abandonarla hasta que todos
hubieran conseguido las reivindicaciones. Pero no qued en la mera
186 Jos Luis Gutirrez Malina

accin reivindicativa la obra de los cratas andaluces. Cuando en


1917 los avances salariales conseguidos se vieron recortados por la
inflacin, fueron activistas como Diego Martnez o Sebastin Oliva,
dirigentes de la FNOA, o ms radicales, como Juan Guerrero, en
1917, y Prez Cordn, en los aos treinta, quienes se pusieron al
frente de acciones muchos ms duras, como huelgas generales, para
frenar el retroceso obrero. N o es posible, por tanto, caracterizar las
prcticas del anarcosindicalismo como de un revolucionarismo de cuer-
da sin fin. Tanto en el mundo campesino, como se ha visto, como
en el urbano sus prcticas eran mucho ms complejas de lo que
habitualmente se pintan.
Otro ejemplo es el del camino recorrido, durante los aos treinta,
por la confederacin regional de la CNT hasta llegar a un pacto
de unidad sindical con la UGT. Ambas centrales se haban enfrentado
duramente en los aos anteriores por ocupar el espacio sindical. En
1934, tras el fracaso de las dos insurrecciones de la CNT, la expulsin
del gobierno de los socialistas y el triunfo de la extrema derecha
en las elecciones de fines de 1933, se produjo la radicalizacin de
los afiliados socialistas. A la vez que la CNT andaluza haba entrado
en una crtica situacin. Adems, desde principios de ao haba apa-
recido una corriente favorable a la unidad de accin con la UGT
al observar el cambio de actitud de la militancia socialista y el peligroso
ascenso del fascismo. Aunque en principio, los cenetistas andaluces
se mostraron reacios a llegar a cualquier tipo de inteligencia, en
junio apoyaron la huelga convocada por la Federacin Nacional de
Trabajadores de la Tierra (FNTT) y, en agosto, el Pleno Regional
de sindicatos andaluces aprob, a escala regional, la realizacin de
pactos circunstanciales con los sindicatos de la UGT.
Con este acuerdo los anarcosindicalistas andaluces no hacan sino
refrendar la prctica adoptada en Sevilla durante la huelga campesina
de junio de 1934 y daba carta de naturaleza orgnica a posibles
entendimientos con los socialistas. En 1936, la CNT y la UGT anda-
luza caminaban unidas en su deseo de clarificar definitivamente el
panorama sindical de la regin. Tras la integracin de la comunista
CGTU en el sindicato socialista, ambas centrales presionaban a los
llamados sindicatos autnomos para que decidieran su federacin
en una de las dos. En mayo, en Zaragoza, al calor del entusiasmo
despertado por el triunfo electoral del Frente Popular, el congreso
nacional de la CNT dio un paso ms all respecto al adoptado por
Andaluca y el anarquismo (1868-1936) 187

los cenetistas andaluces en agosto de 1934: el pacto CNT-UGT se


realizara a escala de organizaciones, no de entes locales. Cierto es
que no lleg a ponerse en prctica. Lo impidieron las dudas del
sindicato socialista, cuyos dirigentes percibieron la ventaja propa-
gandstica que daba a los anarcosindicalistas presentarse ante la opi-
nin obrera como los adalides de la unidad revolucionara obrera.
De todas formas, sta se realiz en la calle durante la sublevacin
militar de julio.
Pragmatismo sindical que se complet con una continua labor
de propaganda y accin cultural. Fue la prensa republicana la que,
en la mayora de las comarcas, introdujo las ideas internacionalistas
en Andaluca. Continu siendo una de las rutas durante las dcadas
siguientes. Pero no la nica ni la ms importante. Otras fueron la
creacin de centros culturales, con distintos nombres como Centro
de Estudios Sociales o Ateneo de Divulgacin Social, y escuelas.
Una sinttica descrpcin de este hilo rojo que discurre durante
estas dcadas nos la proporciona las memorias de uno de los ms
conocidos militantes anarcosindcalistas de la regin, el campesino
sevillano Antonio Rosado Lpez. En sus memorias nos dice que
recibi instruccin en una escuela, que cerr al clausurar las auto-
ridades el local de la sociedad existente en su localidad natal a finales
del siglo XIX. Pero resurgi, como la prensa prohibida. El propio
Rosado atribuye el paso de su inicial militancia socialista a la anarquista
a un corresponsal de prensa crata que venda, o regalaba, libros
de Rousseau, Kropotkin, Bakunin, Malatesta, Mella, Lorenzo, etc.
Hasta que se volvi a abrir otra escuela, se cre un Centro de Estudios
Sociales y, en 1919, apareci el peridico Juventud Rebelde, rgano
de la Federacin Regional de Grupos de Andaluca que sustituy
al desaparecido La Voz del Terruo.
Aunque esta cuestin, como tantas otras, est necesitada de ms
y mejores investigaciones, los datos de los que se dispone permiten
extender este ejemplo a la mayora de las comarcas andaluzas. La
presencia constatada de numerosos maestros, como Jos Snchez
Rosa o Abelardo Saavedra del Toro, indica la existencia de esta red
que cubre los vacos organizativos producidos bien por la represin
o el retraimiento de los trabajadores. Actividades que desarrollaron
no sin inconvenientes, prisiones y clausuras de locales y escuelas.
Rectificaciones tcticas, comprensin de la realidad en la que
vivan, creacin de centros culturales, escuelas, peridicos, bibliotecas
188 Jos Luis Gutirrez Molina

que no puede entenderse sin hacer una referencia a las personas


fsicas que las llevaron a cabo. Unas permanecen hoy annimas, otras
ocupan un lugar destacado en la historia de Espaa de estas dcadas.
Porque

5. Andaluca ha sido cuna de importantes figuras


del movimiento obrero
Otra de las inmensas tareas por realizar es la de rescatar del
olvido, y en muchos casos de la infamia, a los miles de militantes
anarquistas que, en comarcas y pequeas o grandes localidades, ejem-
plificaron la importancia del movimiento libertario en Andaluca.
Incluso de las figuras que han pasado a la mitologa de toda la sociedad
espaola, caso Fermn Salvochea, hoy venerado como santo por
ciertas capas populares de Cdiz, no existen biografas completas,
ni mucho menos la recopilacin de su obra. Por tanto, es fcil imaginar
qu sucede con los militantes de pequeas poblaciones. La simple
enumeracin de algunas decenas de ellos se convierten en el mayor
elemento de comprensin de hasta qu punto las ideas libertarias
fueron, durante estas dcadas, un elemento consustancial de la socie-
dad, economa y cultura andaluza. Muchos de ellos eran campesinos
o trabajadores urbanos. Pero tambin encontramos a artesanos, bur-
gueses desclasados, la mayora de ellos procedentes del republica-
nismo.
Fueron los casos de Francisco del guila Aguilera o Jos Vizcano
Zapata en Almera; Jos Aguayo Cuesta o Juan Chacn Uceda en
Jan y Fernando Claro, Higinio Naja Ruiz o Isabelo Romero en
Huelva. De la provincia de Cdiz, uno de los ms importantes feudos
cratas de estas dcadas, se puede citar a Jos Crespo Snchez,
Manuel Garca Liao y Juan Rueda Lpez en el Campo de Gibraltar;
Jos Aragn Morillo, Toms Torrejn, Jos Bonat Ortega, Antonio
Carrero Armario, Diego Rodrguez Barbosa, Clemente Gal Campos
o Jos Jarana en la capital y costa atlntica; Jos Fernndez Lamela,
Jos Guerrero Bocanegra, Juan Ruiz Ruiz y Honorio Marn en la
comarca de la Campia y zona vitivincola jerezana; Jos Gmez,
Jos Romero o Francisco Lpez Vera en la Sierra, y Jos Olmo
en la comarca de La Janda.
En Crdoba, otro de los baluartes cratas andaluces, se puede
citar a Pedro Algaba, Salvador Cordn Avelln o Lucas Centella
Andaluca y el anarquismo (1868-1936) 189

Aranda en Castro del Ro; Juan Gallego Crespo o Alfonso Nieves


Nez en Bujalance y Bartolom Montilla Rull en la capital; Antonio
Galisteo en Baena; Antonio Prez Rosa en Fernn Nez; Manuel
Manzano del Real en Espejo; Toms Martnez Fresco o Manuel Prez
Prez en Montara; Jos Rodrguez Moreno en Montilla y Aquilino
Medina en Pueblo Nuevo del Terrible. La provincia sevillana podra
aportar varias centenas de estos militantes cratas que, con su accin,
dejaron la impronta libertaria en la regin durante estas dcadas.
Algunos de ellos fueron Miguel Rubio, los hermanos Juan, Julin
y Miguel Arcas, Fernando Ucls, Manuel Viejo Vital, Francisco Gon-
zlez Sola, Antonio Martnez de Len, Miguel Mendiola Osuna, Anto-
nio Ojeda, Carlos Zimmermann, Rafael Pea Garca en la capital;
Eduardo Domarco en Aznalcllar o Antonio Gonzlez Tagua, Abe-
lardo Saavedra del Toro, Bartolom Larda Urbano o Jos Margalef
Margalef en Morn de la Frontera. En Granada, fundamentalmente
en la capital de la provincia, nos encontramos a Antonio Caete
Rodrguez, Jos Alcntara Garca, Antonio Morales Guzmn, Jos
Zarco, Francisco Titos Lpez o Francisco Santamara Fuentes. As
como Jos Lpez Manchn en Maracena, Francisco Pereira Ruiz
en Lanjarn o Antonio Terrn Ballesteros en Motril. En Mlaga
tenemos a Cipriano Damiano Gonzlez, Enrique Lpez Alarcn,
Miguel Pino, Juan Santana Calero y Victoriano Mairena en la capital;
Diego Gmez Garca en Teba; Francisco Hiraldo Aguilar, Jos Hiral-
do Snchez y la familia Lpez Calle en la serrana de Ronda y Miguel
Martas Cobas en Mollina. Adems de la presencia en Melilla de
militantes tan destacados como Celedonio Daz, Jos Garca Vias
o Paulina Dez Martn.
El prestigio de muchos de ellos traspas las fronteras andaluzas.
Los nombres de Fermn Salvochea lvarez, Pedro Vallina Martnez
y Manuel Prez Fernndez son sinnimos de anarquismo. Como
el de Jos Snchez Rosa lo es del maestro crata que difunde la
idea por campos y ciudades. En los primeros balbuceos del inter-
nacionalismo obrero, la fascinante figura de Nicols Alonso Marselau
represent a los trabajadores ibricos en los congresos de La Haya,
Bruselas y Saint Imier; y Trinidad Soriano, delegado de los obreros
sevillanos al congreso de la FRE de 1872 en Zaragoza, present
el dictamen sobre la enseanza integral. Tras la fundacin de la
CNT, Francisco Jordn, Progreso Alfarache Arrabal y Manuel Rivas
alcanzaron el puesto de secretario nacional.
190 Jos Luis Gutirrez Malina

Tambin ocuparon altos cargos en las organizaciones campesinas


nacionales Antonio Rosado Lpez, Diego Martnez Domnguez o
Sebastin Oliva. Vicente Ballester Tinaco y Miguel Prez Cordn
fueron habituales firmas en la prensa cenetista nacional. Ambos per-
tenecieron a la redaccin del peridico eNT y escribieron novelas
en la coleccin de la familia Urales. El anarquismo madrileo no
es comprensible sin las figuras del sevillano Melchor Rodrguez Garca,
aprendiz de torero, destacado miembro de la FAl y director general
de prisiones, bajo el ministerio de Garca Oliver, desde donde procur
que a los prisioneros se les tratara dignamente y terminaran sacas
y paseos, o del madrileo de nacimiento, casi cordobs de adopcin,
Mauro Bajatierra Morn, anarquista individualista que prefiri morir
antes que ser sometido por los vencedores. Frecuente fue la presencia,
en los ms diversos puntos del Estado, junto a Eduardo Barriobero,
del abogado granadino Benito Pabn y Surez de Urbina.
A partir del verano de 1936, la ms vesnica represin se abati
sobre estos hombres y mujeres que vislumbraban sus aspiraciones.
Miles fueron asesinados y otros tantos encarcelados, vejados y redu-
cidos a la condicin de esclavos de los vencedores en campos de
concentracin y batallones de trabajo. Muchos marcharon al exilio
para no volver nunca y hubo quienes decidieron continuar la lucha
en campos y ciudades. En Andaluca, la guerrilla actu significa-
tivamente hasta, al menos, 1950. Fueron los casos de la partida de
Los Jubiles de Bujalance por las sierras cordobesas de Montara,
Almodvar y Hornachelos; de los hermanos Quera Robles o la de
Antonio Raya Gonzlez en Granada; Bernab Lpez Calle, jefe en
1949 de la Agrupacin Fermn Galn que actu en las provincias
de Mlaga y Cdiz. Todava a finales de febrero de 1952 la Guardia
Civil abata en Ubrique (Cdiz) a un guerrillero crata: Antonio Nez
Prez.
El lector puede encontrar en la numerosa bibliografa, en la que
estn inspiradas estas pginas, existente ampliaciones de estas cues-
tiones, con otros puntos de vista, y estudios concreto de perodos
o espacios geogrficos. En una bibliografa bsica sobre el anarquismo
andaluz habra que incluir, al menos, para lo referente a las causas
de la implantacin crata y las diversas interpretaciones existentes,
las obras de lvarez Junco (1976), Gonzlez de Malina (1996), G6r-
ling (1993), Hobsbawm (1983), Martnez Alier (1975) YSevilla Guz-
mn y Heisel (1988). Sobre su implantacin geogrfica y persistencia
Andaluca y el anarquismo (1868-1936) 191

en el tiempo tenemos el trabajo de Maurice (1990), el nico con


una perspectiva interprovincial, y los de Gonzlez de Malina y Caro
Cancela (2001), Gutirrez Malina (1993), Lpez Estudillo (1994),
Olaya Morales (1994) y Seco Serrano (1969). Una visin panormica
de la estructura econmica andaluza y su relacin con el anarquismo
la podemos obtener en Bernal (1974), Martnez Alier (1968), Parejo
(1997) y Parejo-Snchez Picn (1999).
Monografas provinciales, desde un anlisis global del obrerismo,
son los trabajos de Alarcn Caballero (1990) YLpez Martnez (1995)
para Granada. Prez Yruela (1979), adems de la obra pionera de
Daz del Moral (1973), lo han hecho para Crdoba. Para Mlaga
tenemos las de Barranquera y otros (1986) Y Ramos (1991). La pro-
vincia de Cdiz es la mejor estudiada. Sobre ella tratan las obras
de Brey (1973), Caro Cancela (2001), Gutirrez Malina (1994),
Kaplan (1977), Maurice (1979) y Sgler (1995). Sobre Jan tenemos
los trabajos de Coba Romero (1992) y Garrido Gonzlez (1990).
Finalmente, al anarquismo sevillano lo han tratado Gonzlez (1996)
y Macarro (1985).
Sobre los grandes procesos y represiones que padeci el anar-
quismo en Andaluca se pueden consultar Castro Alfn (1979), Espi-
nosa (2000) Y Mintz (1994). Para la padecida durante la sublevacin
militar y el rgimen franquista tenemos a Coba Romero (1995), para
Jan; Espinosa (1996), para Huelva; Quirosa Muoz (1987), para
Almera; Moreno Gmez (1987 y 2001), para Crdoba; Nadal (1984),
para Mlaga; Ortiz Villalba (1997), para Sevilla, y Romero Romero
(1999), para la serrana de Cdiz. Dentro de la escasez de trabajos
biogrficos y sobre la accin cultural y educativa de los cratas anda-
luces tenemos las biografas de Fermn Salvochea debidas a Brey
y otros (1987) y Puelles (1984), y las de los anarquistas gaditanos,
autores de novelas, Vicente Ballester y Diego Rodrguez Barbosa
realizadas por Gutirrez Malina (1988 Y 2001). Sobre la cultura anar-
quista andaluza, Aubert (1996). Memorias y autobiografas tenemos
las de Jos Hiraldo (s. f.), Antonio Rosado (1979), Manuel Temblador
(1980) y Pedro Vallina Martnez (1960 y 1961, 1968 Y 1971,2000).
El anarquismo andaluz ha sido tratado extensamente por la lite-
ratura y el cine. Entre las obras de autores del primer tercio del
siglo xx se pueden citar los artculos de principio de siglo de Jos
Martnez Ruiz, Azorn (1982); la novela La bodega) de Vicente Blasco
Ibaez (1998), y el relato periodstico sobre Casas Viejas de Ramn
192 Jos Luis Gutirrez Molina

J. Sender (2000). Un estudio sobre el impacto de la represin en


la literatura en Brey y Forgues (1976). Entre las novelas recientes
en las que el anarquismo andaluz ocupa un papel destacado tenemos
las escritas por Salvador Compn (1994 y 2000), Francisco Nez
Roldn (1997) y Vicente Tortajada (1999). Una obra de teatro, la
de Teresa Gracia (1992). Una pelcula, la mejor en mi opinin a
mucha distancia de otras, la que realiz Basilio Martn Patino (1997),
para Canal Sur, sobre la cuestin de la tierra.
Finalmente, un mayor nmero de referencias se encuentran en
las bibliografas de las investigaciones citadas. Recientemente ha apa-
recido un extenso repertorio, fundamentalmente referido al mundo
agrario, en un trabajo coordinado por Gonzlez de Molina (2000).

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