La Teoria Politica Hoy
La Teoria Politica Hoy
La Teoria Politica Hoy
Hoy
Jornada de la
Maestra en Ciencia Poltica & Sociologa de
FLACSO
Carlos Strasser
DIRECTOR, COMPILADOR
ii
iii
ndice
CONICET-FLACSO, 2015.......................................................... 1
FLACSO, 2015... 11
2015. 32
2015. 56
Presentacin
CARLOS STRASSER
Buenos Aires, marzo de 2016
La actualidad de pensar la poltica
Jorge E. Dotti
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1.
1
Prescindo de plantearle la misma inquietud al adjetivo, pues esto abultara
abusivamente estas pginas.
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2
Cmo no recordar el otrora afamado (y aciago) ?
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Dicho de otro modo, toda filosofa poltica sabe que dar pie a
lecturas y conductas de los ms variados tipos, diversas,
opuestas y hasta contradictorias, sin que de ninguna pueda
negarse que tiene su fundamento y justificacin en una misma
doctrina.
2.
3
Llegados a este punto, no les recordar que Pierre Menard es tan autor de
El Quijote como Cervantes.
P a g e | 10
Enrique Aguilar
P a g e | 12
Allan Bloom***
5
Cansino llega a decir que leer a un clsico y reflexionar sobre la poltica
son procesos simultneos. Csar Cansino, La muerte de la ciencia poltica,
Sudamericana, Buenos Aires, 2008, pp. 15, 26 y 205-208.
6
Cfr., Jos Mara Medrano, Para una teora general de la poltica, EDUCA,
Buenos Aires, 2012, pp. 321 y sig. Sobre la tensin existente entre los
reclamos metodolgicos de la filosofa y la historia ver Iain Hampsher-Monk,
Poltical Languages in Time. The Work of J.G.A. Pocock, en British Journal
P a g e | 14
of Political Science, Vol. 14, N 1, January, 1984, pp. 89 y sigs. Ver asimismo
Jean Leca, Political Philosophy in Political Science: Sixty Years on, en
International Political Science Review, Vol. 31, N 5, November 2010, pp. 525
y sigs.
7
Strauss agrega: Toda filosofa poltica es pensamiento poltico, pero no
todo pensamiento poltico es filosofa poltica [] El pensamiento poltico es
tan antiguo como la raza humana, pero la filosofa poltica surgi en un
determinado momento del pasado registrado documentalmente. En
ltimo trmino, la filosofa poltica no consiste ms que en observar
filosficamente las cosas polticas filosficamente, esto es, sub specie
aeternitatis. Leo Strauss, Qu es filosofa poltica? [1954-55] y Qu
podemos aprender de la teora poltica? [1942], en Qu es la filosofa
poltica? y otros ensayos [1959], Alianza Editorial, Madrid, 2014, pp. 82 y
sig., 154-157 y 179. Cabe recordar que para Strauss las cosas polticas, por
su naturaleza propia, son susceptibles de aprobacin y desaprobacin. Por
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8
Harold Bloom, The Western Canon. The Books and School of the Ages.
Riverhead Books, New York, 1995, pg. 490.
9
Ibdem, pp. 36, 16 y sig. y 27-30.
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10
Ibdem, p. 35.
11
Allan Bloom, El estudio de textos [1980], en Gigantes y enanos. La
tradicin tica y poltica de Scrates a John Rawls, ob. cit., p. 392. Ver
tambin, del mismo autor, La civilizacin occidental [1988], ibdem, p. 38.
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12
Ciertamente, como seala Strauss, esta conversacin no podra
desarrollarse sin nuestra ayuda. De hecho, somos nosotros como lectores
los que debemos producir esa conversacin (Qu es la educacin
liberal?, ob. cit., p. 19).
13
Cfr. nuevamente Leo Strauss, para quien una filosofa poltica no
queda obsoleta simplemente porque la situacin histrica, y en particular la
situacin poltica con la que est relacionada, haya dejado de existir. Pues
toda situacin poltica contiene elementos que son esenciales para todas las
situaciones polticas: de qu otra forma se podra inteligiblemente llamar a
todas estas situaciones polticas situaciones polticas? La filosofa poltica
y la historia [1949], en Qu es filosofa poltica? y otros ensayos, ob. cit.,
pp. 194-196. Strauss asume la inevitable contradiccin que existe entre el
intento de arribar a soluciones universales y el hecho de que todo el
pensamiento humano se halla dominado por opiniones y convicciones que
difieren de una situacin histrica a otra. Pero despus de admitido esto
la filosofa poltica an tendra que plantearse y tratar de resolver esas
cuestiones fundamentales y universales que ningn hombre pensante
puede dejar de plantear una vez ha tomado conciencia de ellas. Slo que el
filsofo tendra que acompaar su trabajo filosfico de una reflexin coherente
sobre su situacin histrica con el fin de liberarse cuanto sea posible de los
prejuicios de su tiempo. Esa reflexin histrica estara al servicio de la
investigacin filosfica propiamente dicha, pero bajo ningn concepto podra
identificarse con ella (ibdem, pp. 205 y sig.; la bastardilla es ma). La clebre
expresin de Strauss, en carta a Gadamer del 26 de febrero de 1961, segn
la cual es ms seguro tratar de entender lo bajo a la luz de lo elevado
apunta precisamente a priorizar lo que el autor dice, inclusive entre lneas,
por sobre el anlisis del contexto econmico o social (citado por Josep Mara
Esquirol en Leo Strauss, Progreso o retorno? [1989], Introduccin, Paids,
Buenos Aires, 2005, p. 23).
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14
Allan Bloom, El estudio de textos, ob. cit., p. 394.
15
Allan Bloom, La civilizacin occidental, ob. cit., pp. 35 y 36.
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Leo Strauss, La filosofa poltica y la historia, ob. cit., pp. 214 y sig., pp.
16
18
Ver Quentin Skinner, Significado y comprensin en la historia de las
ideas [1988], en Prismas. Revista de historia intelectual, N 4, Universidad
Nacional de Quilmes, Pcia. de Buenos Aires, 2000, pp. 149-191, y Los
fundamentos del pensamiento poltico moderno [1978], Prlogo, Fondo de
Cultura Econmica, Mxico, 1993, pp. 7-13. Ver asimismo, sobre estos
debates metodolgicos, Fernando Vallespn, ob. cit., pp. 19-52.
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19
Cfr. Iain Hampsher-Monk, Historia del pensamiento politico moderno. Los
principales pensadores polticos de Hobbes a Marx [1992], Ariel, Barcelona,
1996, pp. 11 y sig. En un captulo sobre El Federalista, aludiendo al modo
como Hamilton, Madison y Jay se valieron de un vocabulario poltico
disponible para elaborar una teora del Estado federal, Hampsher-Monk
sostiene que, de este modo, aportaron una contribucin permanente no slo
a la dignidad del Estado norteamericano sino a nuestros recursos presentes
para conceptualizar el Estado liberal-democrtico (ibdem, p. 247; la
bastardilla es ma). Con respecto al lenguaje, y en particular el lenguaje
poltico que es de suyo polivalente, cabe decir no obstante, siguiendo a John
Pocock, que un autor es tanto el expropiador, que toma el lenguaje de otros
y lo utiliza para sus propios fines, como el innovador, que acta sobre el
lenguaje para inducir un cambio momentneo o duradero en las formas en
que se usa. Pero lo mismo que l ha hecho a otros y su lenguaje pueden
hacrselo a l y al suyo. Los cambios que trata de provocar en las
convenciones lingsticas que lo rodean tal vez no impidan que el lenguaje
siga utilizndose de las maneras convencionales que procur modificar, y
esto puede ser suficiente para anular o distorsionar los efectos de su
enunciado. Ver J. G. A. Pocock, Historia intelectual: un estado del arte
[1985], en Prismas. Revista de historia intelectual, N 5, Universidad
Nacional de Quilmes, Pcia. de Buenos Aires, 2000, pp. 149 y sig., y en
general todo el trabajo. En otro lugar, Pocock afirma que una diferencia
evidente entre el terico y el historiador es que el primero por las razones
que fueran, lee el texto histrico y recupera su lenguaje a los fines de algn
proyecto de teora poltica llevado a cabo en el presente; el lenguaje de ese
texto estar entonces expuesto como una propuesta para ser evaluada en
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los trminos y bajo los criterios del proyecto presente. El historiador aparece
ahora preguntando y haciendo afirmaciones sobre las intenciones del autor
del texto y el significado (un trmino engaoso) de sus palabras en el
contexto o los contextos en que l y ellas vivieron. La lectura que hace
el terico del texto (prosigue Pocock) habr sido entonces un acto de
seleccin, una decisin de leer el texto inserta en un programa particular
[] El historiador est interesado en la multiplicidad de cosas que
sucedieron y en los contextos en que ocurrieron y aun en el caso extremo de
que pueda demostrarse que el autor escribi en un nico lenguaje y que
estuvo abocado a una sola empresa, probablemente responder
preguntndose si esa es la nica forma en la cual cabe leer y se han ledo
esas obras del autor. Cuando los textos sobreviven la situacin histrica en
la cual fueron originalmente escritos y ledos, planeados y comprendidos, la
probabilidad de una diversidad de efectos se vuelve ms grande. J.G.A.
Pocock, Theory in History. Problems of Context and Narrative, en Robert
E. Goodin (ed.), The Oxford Handbook of Political Science, ob. cit., pp. 107 y
sig. Para una rplica puntual de Pocock a The study of texts de Bloom, ver
su trabajo Las ideas polticas como sucesos histricos: los filsofos polticos
en tanto que agentes histricos [1980], en J.G.A. Pocock, Pensamiento
poltico e historia. Ensayos sobre teora y mtodo [2009], Akal, Madrid, 2011,
pp. 67-80. En este revelador escrito, Pocock justifica su propuesta de
estudiar filosofa poltica histricamente, partiendo de la base de que lo
que dota de historicidad a la filosofa poltica, como a muchas otras
disciplinas, es el uso del lenguaje, un lenguaje que sus usuarios no controla
al cien por cien.
20
Iain Hampsher-Monk, ob. cit, p. 9.
21
Fernando Vallespin, ob. cit., p. 20. Quiz no resulte del todo aventurado
sealar que lo que Rosanvallon denomina historia conceptual de lo
poltico constituye un gran paso en esa direccin. Es de presumir, adems,
que aun cuando Rosanvallon pueda afirmar que un enfoque como el de Allan
P a g e | 25
23
Observamos (escribe Bloom) las semejanzas que haba entre
Maquiavelo y sus contemporneos, pero somos ciegos a las diferencias que
los separaban, ejemplo de los cual seran las doctrinas de los captulos XV
o XXV de El prncipe que nada tendran que ver con los tradicionales espejos
de prncipes. Allan Bloom, El estudio de textos, ob. cit., pp. 395 y sig. Del
mismo autor ver tambin El cierre de la mente moderna [1987], Plaza &
Jans, Barcelona, 1989, pp. 385-387.
24
El estudio de textos, ob. cit., p. 401.
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25
Allan Bloom, El cierre de la mente moderna, ob. cit., p. 393.
26
Bobbio aade que el reconocimiento de estos temas recurrentes tiene una
doble importancia: por una parte sirve para ubicar algunas categoras
generales (comenzando por la categora misma de lo poltico) que permiten
analizar y determinar los diversos aspectos del fenmeno poltico,
compararlos entre ellos, construir sistemas conceptuales aceptablemente
coherentes y comprensivos; por otra parte, permite establecer entre las
diversas teoras polticas, que han sido sostenidas en diferentes pocas,
afinidades y diferencias. Norberto Bobbio, La teora de las formas de
gobierno en la historia del pensamiento poltico [1976], Fondo de Cultura
Econmica, Mxico, 1987, p. 7 y sig.
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27
Norberto Bobbio, Politica e cultura (1955), citado por Carina Yturbe, Pensar
la democracia: Norberto Bobbio, UNAM, Instituto de Investigaciones
Filosficas, 1ra. reimpresin, Mxico, 2007, p. 32.
28
Sheldon Wolin, Poltica y Perspetiva. Continuidad y cambio en el
pensamiento poltico occidental [1960], Amorrortu, Buenos Aires, 1974, pp.
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31
La expresin es de Allan Bloom en Leo Strauss [1914], en Gigantes y
enanos. La tradicin tica y poltica de Scrates a John Rawls, ob. cit., p.
322.
32
Alain Finkielkraut, La derrota del pensamiento [1987], Anagrama,
Barcelona, 1990, p. 38.
P a g e | 31
33
Allan Bloom, Prefacio a Gigantes y enanos. La tradicin tica y poltica de
Scrates a John Rawls, ob. cit., p. 11.
34
Leo Strauss, La persecucin y el arte de escribir [1952], Amorrortu, Buenos
Aires, 2009, p. 47.
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Francisco Bertelloni
P a g e | 33
-I-
-II-
P a g e | 36
36 THOMAS HOBBES, Leviathan (ed. Malcolm), Oxford, 2012, cap. 47, p. 1118
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37THOMAS HOBBES, Leviathan (ed. Malcolm), Oxford, 2012, cap. 42, p. 918
38 W. ULLMANN, Leo I and the Theme of Papal Primacy, en Journal of
Theological Studies NS 11 (1960), 25-51 (trad. cast.: Escritos sobre teora
poltica medieval, Eudeba, Buenos Aires 2003, 65-106).
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21-2.
P a g e | 39
-III-
41 THOMAS HOBBES, Leviathan (ed. Malcolm), Oxford, 2012, cap. 29, p. 506.
P a g e | 40
-IV-
46 THOMAS HOBBES, Leviathan (ed. Malcolm), Oxford 2012, cap. 29, p. 510
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-V-
49THOMAS HOBBES, Leviathan (ed. Malcolm), Oxford 2012, cap. 29, p. 510
50Cito el Defensor pacis (=DP), ed. R. SCHOLZ, Hannover 1932; menciono
parte (dictio), captulo y pargrafo. He tomado las traducciones de los
pasajes citados de la versin del Defensor de la paz de L. M. GMEZ, Madrid
1988, en algn caso con ligeras modificaciones.
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51 DP, I, v, 7.
52 DP, II, ii, 8.
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-VI-
55 DL, IV, IX, 3: [...] igitur constituit Christus Dominus Ecclesiam tanquam
unum spirituale regnum, in quo unus etiam esse rex, et princeps spiritualis;
ergo necesse est ut ei subdatur temporalis potestas, sicut corpus animae [...]
sicut homo non esset recte compositus, nisi corpus esset animae
subordinatum, ita neque Ecclesia esset convenienter instituta, nisi temporalis
potestas spirituali subderetur.
56 FRANCISCUS SUAREZ, Defensio fidei catholicae adversus anglicanae sectae
errores (=DF), ed. C. Berton, en Opera omnia XXIV, Pars 1859; menciono
libro, captulo y pargrafo.
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57 DF, III, V, 14: [...] non ergo promisit Christus Petro clavis regni terreni,
ac proinde non promisit temporale dominium vel jurisdictionem temporalem
directam, sed spiritualem potestatem.
58 Per potestatem enim directivam non intelligimus solam potestatem
consulendi, monendi aut rogandi, haec enin non sunt propria superioris
potestatis, sed intelligimus propriam vim obligandi, et cum morali efficacia
movendi, quam aliqui solent coactivam appellare, sed haec vox magis as
poenas pertinet [...]; hic autem de jurisdictione ad obligandum in
conscientia loquimur. (ibid.). (Por potestas directiva no entendemos
solamente un poder de consejo, de exhortacin o de consulta, porque stas
cosas no son propias de una potestas superior, sino que entendemos una
facultad de obligar y de mover con eficacia moral, que algunos suelen llamar
coactiva, pero este trmino concierne sobre todo al castigo [...]; pero aqu
hablamos de una jurisdiccin de obligar en conciencia
59 DF, III, XXII, 1: [...] Pontificem Summum, ex vi suae potestatis seu
61 DF, III, VI, 18: Marsilius etiam Paduanus in fide errat, dum supponit
omnes clericos, seu sacerdotes et Episcopos, jure divino esse aequales.
62 DF, III, VI, 3: In hac ergo questione fuit haeresis Marsilii Paduani, qui
fere ante quingentos annos inter alias haereses dixit, Christum nullam
jurisdictionem Ecclesiae suae, aut Episcopis, vel Romano Pontifici dedisse,
vel in laicos, vel in clericos, vel ad praecipiendum seu obligandum, vel ad
cogendum sed puniendum; sed solum dedisse sacerdotibus potestatem
ministrandi sacramenta, et praedicandi verbum Dei.
63 DF, III, VI, 3: [...] et in reliquis omnibus, dispositioni et jurisdictioni
66 DF, III, VI, 3: Et in hoc errore videtur fuisse fundatus Henricus VIII rex
Angliae ad schisma contra Ecclesiam romanam excitandum. Ut enim
pontifici obedientiam negaret, consequenter etiam negavit se habere in terris
superiorem tam in spiritualibus quam in temporalibus et consequenter
asseruit in suo regno se habere totam potestatem supremam quae in
ecclesia respective esse potest [...]. Idque diserte ac frequenter vel affirmat
vel supponit rex Jacobus in sua ad christianos principes praefatione.
67 DF, III, VI, 4: Por lo cual as como dijimos ms arriba que el poder real
-VII-
I.
El problema de la democracia se convirti en la secuela
natural de las clsicas reflexiones poltico-filosficas de la
modernidad, preocupadas por asuntos tales como la
justificacin del Estado y su formalizacin jurdica, los dilemas
de la representacin y de la soberana populares y el inters por
asegurar las libertades y los derechos humanos. El trasfondo
histrico de estas derivas conceptuales estuvo signado por el
ocaso de los absolutismos y la irrupcin de las masas en la vida
poltica, las cuales fueron ganando cada vez mayor gravitacin
durante el ltimo siglo y medio.
Desde otro plano, el impulso que recibi la ciencia poltica
en Estados Unidos despus de la Segunda Posguerra Mundial
y en los inicios de la Guerra Fra dej su marca en la agenda de
intereses programticos de la disciplina. Ms tarde, las
sucesivas cadas de las dictaduras sudamericanas a lo largo de
los aos 1980 y el posterior derrumbe de los comunismos
europeos a partir de finales de esa misma dcada ubicaron al
problema de la transicin democrtica en el centro de las
discusiones internacionales.
El sistema democrtico termin ampliando sus horizontes
de manera indita. Amrica Latina y Europa oriental se
convirtieron en territorios en los cuales se haban afianzado
democracias que, cualesquiera fuesen sus defectos, no slo
reclamaban para s esa denominacin sino que eran
universalmente reconocidas como tales (no haba sido este el
caso de, por ejemplo, las llamadas democracias populares del
Este europeo o de la democracia orgnica franquista en el otro
extremo del continente). Pero a comienzos del siglo XXI el
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II.
Esta evolucin histrica, acontecida a lo largo de los
ltimos decenios y de los ltimos aos, exigira una serie de
precisiones. Por un lado, la democratizacin iniciada en los
aos 1980 no impact slo en Europa o en Amrica Latina.
III.
La actual crisis de las democracias, las mltiples
conmociones a sus fundamentos de legitimidad, atraviesan las
ms diversas configuraciones que estos sistemas adoptan en
las distintas partes del mundo. Las manifestaciones de esta
crisis se encuentran en nuestros das a la vista de todos: en los
debates pblicos, en las discusiones parlamentarias y en la
prensa nacional e internacional. Un repaso por sus principales
sntomas debera incluir una caracterizacin de la condicin
actual de las democracias como as tambin una identificacin
de los desafos que se presentan a futuro y que ya proyectan
sus amenazas en el presente.
En trminos generales, la crisis democrtica reconoce dos
tipos de rupturas entre sus tres eslabones fundamentales:
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71 Entre los muchos registros posible, un reciente informe del llamado club
de los pases ricos constata que la desigualdad dentro de sus pases
miembros creci durante dcadas de bonanza y por supuesto se aceler con
el estallido de la ltima crisis: OECD, In It Together: Why Less Inequality
Benefits All, OECD Publishing, Paris, 2015.
72Saskia Sassen, Territory, Authority, Rights. From Medieval to Global
Assenblages, Princeton and Oxford: Princeton University Press, 2006, pp.
223 y ss.
P a g e | 64
IV.
Jrgen Habermas, el intelectual pblico ms destacado de
Alemania y, segn muchas opiniones, el filsofo vivo ms
importante de nuestra poca, ha sido un terico de esencial
importancia para la renovacin de la teora democrtica. Desde
los inicios de su carrera, Habermas hizo de los problemas de la
democracia el surgimiento y aparente ocaso de la esfera
pblica, la fundamentacin del Estado de derecho, los
problemas de la soberana popular un centro de gravedad de
sus reflexiones. En particular, se ocup de la crisis de
legitimidad social y poltica en Occidente cuyo trasfondo
identific en la crtica a la racionalidad moderna heredada de
Max Weber. La aparicin en 1981 de su magnum opus, Teora
de la accin comunicativa, coincidi con los inicios de la oleada
democratizadora en Latinoamrica y con las ms avanzadas
transiciones polticas en la Europa del sur (Espaa, Grecia,
Portugal). Tambin por esa oportunidad histrica la obra lleg
a erigirse en un punto de orientacin en los debates iniciados
en la poca y que prosiguen hasta el presente.
En 1981 Habermas tambin dio inicio a la publicacin de
una serie de intervenciones titulada Pequeos escritos polticos,
que probablemente se cierre, segn anunci el propio autor,
con el duodcimo volumen, En el remolino de la tecnocracia (Im
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2011 (Hay trad. cast: La constitucin de Europa, Madrid, Trotta, 2012, trad.
J. Aguirre Romn et al.). Para un revisin ms sistemtica de este libro de
la que puedo realizar aqu, vase mi comentario en: Revista S.A.A.P. (Buenos
Aires), vol. 6, N 2, noviembre de 2012, pp. 437-439.
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77Jrgen Habermas, Fr ein starkes Europa aber was heisst das?, Bltter
fr deutsche und internationale Politik (Berlin) Marzo de 2014, pp. 86-87.
P a g e | 71
V.
El ncleo poltico de En el remolino de la democracia
retoma, incluso con mayor vehemencia, algunas de las
preocupaciones expuestas en La constitucin de Europa.
Habermas vuelve a insistir en la necesidad de un nuevo pacto
europeo y a denunciar como una oligarqua de expertos a
quienes detentan el poder en Bruselas en alianza con sus pares
de las distintas naciones que integran la UE.
La caracterizacin de esa oligarqua ofrece otra clave para
comprender la crisis de las democracias.79 El personal poltico
Roco Annunziata
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86 Estas categoras podran coincidir con las que propone Enrique Peruzzotti
(2013) cuando analiza distintas formas de intervencin de la sociedad civil
en relacin a su carcter o capacidad representativa: los representantes
auto-autorizados podran equivaler a lo que el autor denomina la poltica
de influencia e identidad y la accountability social desarrolladas por
movimientos sociales u organizaciones no gubernamentales, mientras que
los representantes ciudadanos podran equivaler a lo que llama
participacin institucionalizada.
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87 Si bien uno de los temas que preocupan a los autores que tratan las
formas no electorales y de representacin es cmo reemplazar la
accountability que era, como dijimos, un aspecto clave de la representacin
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2) Representantes ciudadanos
93 Otros trabajos recientes como los del Almeida (2013, 2014) plantean
tambin el desafo de evaluar particularmente las caractersticas de
accountability y responsividad (responsiveness) en las formas de
representacin ciudadana que se dan en el marco de los dispositivos
participativos.
P a g e | 103
3) Paradojas
Referencias
Andrs Rosler
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Terrorismo
103 V., v.g., C. A. J. Coady, Morality and Political Violence, op. cit., p. 159.
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104 Uwe Steinhoff, On the Ethics of War and Terrorism, Oxford, Oxford
University Press, 2007.
105 V. ibidem, p. 39.
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106 Michael Walzer, Arguing about war, New Haven, Yale University Press,
2004, p. 33.
107 O quizs siguiendo una moralidad de segundo orden.
108 Se trata de un ejemplo inspirado en Uwe Steinhoff, On the Ethics of War
112Cf. Carl Schmitt, Der Leviathan in der Staatslehre des Thomas Hobbes.
Sinn und Fehlschlag eines politischen Symbols, ed. Gnther Maschke,
Stuttgart, Klett-Cotta, 1982, p. 56.
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