Posmodernidad y Democracia Xiomara Martinez

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POSTMODERNIDAD

Y PERSPECTIVAS
PARA LA DEMOCRACIA:
UN REPLANTEAMIENTO
TICO-POLTICO

Xiomara Martnez Oliveros*

Resumen

La prospectiva futurizante como idea de del Orden como fin en s mismo, deja paso al
planificabilidad del futuro- contenida en la con sentido del Orden para realizar la Libertad. Des
cepcin de Progreso que se acua en la segunda de all, la legitimidad de lo poltico se conva
mitad del siglo XVIII, descansa en la conjuncin lida conel tiempo social, en un movimiento fre
Razn-Historia y supone, tanto la primicia de la ntico,acumulativo e irreversiblede bsquedade
ciencia como va y complemento de la lgica del Libertad.
devenir histrico, como la "introduccin de un Palabras clave: Postmodernidad, De
sentido que coincide con la direccin de la mocracia, Libertad.
historia" . El universosgnico de la arquitectura

Recibido: 05-12-97 Aceptado: 15-04-98

* Sociloga Dra. en Ciencias Sociales. Prof. Escuela de Estudios Internacionales U.C.V.


1 Cfr.: Marramao, 1983:119.
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Postmodernism and Perspectuives as to


Democracy: An Ethical-political Restatement
Abstract

The futurized perspective as a planned ture ofOrder as an end in itself, gave way to the
idea of the future, contained in the idea of Pro- sense ofOrder to achieve Liberty. Since then, the
gress which was born in the second half of the legitimacy ofthe political was co-validated
18thcentury,isbasedontheconjunctionReason- with social time, in a frenetic movement, both
History, and suposes both the primacy ofscience accumulative and irreversible, in search ofLi
as the way and the complement to the logic of berty.
future history, and the "introduction ofa sense Key words: Post-modernism, Democracy,
(or feeling) which coincides with the direction of Liberty,
history". Thesignificant universeofthe architec-

Tiempo histrico y Razn -como sujeto trascendente de la emancipacin


moderna- se concentran en la potencia simblica del futuro. La poltica se
presenta como accin que busca y construye situaciones mejores, siguiendo la
esencia transpoltica delfactor-tiempo. La poltica opera sobre el sentido de un
tiempo acumulado cada-vez-mejor, y los movimientos colectivos "presentan sus
pretensiones como legitimados ya por la Historia" (Marramao, 1983:119). La
representacin se unlversaliza e inicia su propia crisis permanente.
Ya en el siglo XX, la correspondencia directaentre eldesarrollo dela Razn,
la libertad, la felicidad y la abundancia, es pensada hegemnicamente como el
resultado del funcionamiento efectivo de una idea de Progreso sustentada en el
despliegue socio-econmico de los procesos detrabajo y los procesos devaloriza
cin capitalista (para este entonces en su fase fordista), sobre el soporte consi
derado inefable del desarrollo cientfico-tecnolgico, y bajo la gua de la planifi
cacin estatal. Todo ello, avizorado como la gran esperanza del siglo XX de la
Post-guerra, llegados a la dcada de los noventa no puede ser considerado ms
que un acto de fe.
Desde los aos sesenta se evidencia en forma contundente la disolucin de
la fuerza creadora y liberadora de la Modernidad y sus paradigmas unlversali
zantes. Desde aqu, la legitimidad de lo poltico y su carcter proyectivo,
imbricado tanto en la norma como modelo estructural de reproduccin del poder
como en la dinmica de los movimientos colectivos, se deslegitima. El sentido
-centro deltiempo presentecomo sacrificio ya notiene contrapartidadefelicidad
postmodernidad y perspectivas para la democracia:
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en el tiempo futuro. Las ideas constitutivas de la substancialidad de la razn


moderna no tienen correlato en los eventos de este siglo, y el tiempo, en vez de
"viajar" al progreso, parece "viajar a la entropa" en la medida en que el futuro
pierde su sentido referencial y su potencia simblica. La finalidad de convierte
en serialidad (Deleuze) y el futuro-fin en futuro-pasado (Marramao), como
tiempo simplemente a consumir: eternidad infinita de un tiempo histrico que
se hace "homogneo y vaco", a la vez que se condensa en lo efmero del lapso de
las vidas individualizadas (Debray). Viajamos hacia lo ignoto y la contempora
neidad nos hace "inaprehensible" (Negri). Descentracin y pluralizacin que
vacan de sentido societal totalizante tanto a las constelaciones discursivas como
a las acciones sociales.

La homogeneidad del tiempo histrico, referida a la democracia de masas,


se presenta ahora como disipacin-fragmentacin del contenido substancial de
la modernidad. Se extingue la carga simblica de proyeccin y futurizacin
contenida en el tiempo del Progreso. Asistimos tambin a la propia aniquilacin
del presente , ante un movimiento frentico por lo instantneo, donde las ticas
colectivas pierden su "profundidad de tiempo" (Debray, 1995:41). La Democracia
parece reducirse a un acto momentneo, "en vivo y directo" (como inmediatez
discontinua), de eleccin entre alternativas de consumo frente a la impotencia
y debilitamiento de los referentes tico-polticos.
Ajuicio de Marramao (1983:200), este tiempo hipermoderno opera como
una "tirana omnicomprensiva y totalizadora de la "facticidad" presente", que se
teje en la configuracin de una sociedad fuertemente segmentada y compleja, y
en la que parecen diluirse las posibilidades de sntesis, dada la estructura

Aludimos al presente como representacin del contexto y del proyecto de vida en el


tiempo asumido como real de los sujetos; ese presente opuesto y sacrificado por la
teleologa futurista del progreso. En la aniquilacin tardomoderna de este presente,
lo que aparece como tal es simplemente instante vaciado de tica y limitado a la
inmediatez hedonista y vital ms banalmente individualizada, en los trminos de
la polticaindiciara caracterizada por Debray, como componente del Estado (video-
poltica) actual (Debray, 1995:39, 40y ss-): "La prdida de las grandes metas ideales
del viaje (la marcha hacia el Progreso)sumerge a cada uno en la incertidumbre de
lo que hay que transmitir, de modo que el 'public messagetranquiliza como ltimo
punto de anclaje", acomodamiento, en fin, con lo que es, y conformidad conlo que
venga. (Debray, 1995:152-153).
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diferenciada, antagonizada e irreductible de las demandas sociales. Lipovetsky


dira "personalizacin" intensiva y difundida de los libre-electores-clientes-con
sumidores. Para Habermas, por su parte, ocurrira el desarrollo de "un equiva
lente funcional de la formacin de ideologas", donde la forma totalizadora del
saber cotidiano permanece difusa, y "la conciencia cotidiana queda despojada de
su fuerza sintetizadora, queda fragmentada" (Habermas, 1990:501).
Desde esta perspectiva, la representacin poltica (como sntesis univer-
sal)muestra inevitablemente su particularidad ocasional frente a los otros
contenidos particulares, inefectivizndose, con ello, la representacin misma,
tanto en la dinmica poltico-decisional como en la dinmica de diversificacin
y entrelazamiento de los distintos intereses sociales. Ubicadas esas dos dinmi
cas en la base de la racionalidad del Estado Moderno, la pltora de repre
sentacin aparece ahora imposibilitada de expresarse no slo en el espacio social
como normativizacin y sometimiento a la Ley legtima, sino tambin de trans
cribirse metapoltica y transpolticamente en el tiempo social referido al sentido
necesario del progreso.

Asistimos as, con la dinmica fraccionante y excluyente del capitalis


mo actual, a una impotencia poltica que convive con la acentuacin de las
prcticas autoritarias. Pero, a la vez, tambin asistimos, con la prdida del
sentido-centro y la erosin de los paradigmas jerrquicos o axiales de la racio
nalidad, a una difusin del tiempo, que pierde su significado teleolgico y
naufraga en el presente de una pluralizacin de sujetos a la deriva. Desde esta
perspectiva asistimos, definitivamente, a una implosin de la crisis del sujeto
moderno, inherente tanto a la prdida del sentido-centro, a su pretensin
soberana de racionalidad universal y, fundamentalmente, a su posible muerte
referida a las potencialidades emancipatorias adscritas a la construccin del
proyecto democrtico.

En esta situacin posmodernizada de crisis del sujeto y su identidad, el


Poder junto con sus formas jurdico polticas de Estado, Partidos, etc., pierde
tambin sus criterios modernos de fundamentacin metapoltica (legitimidad).
Los proyectos se hacen "autotlicos" para cada particularidad en la medida en
que la contextualidad homogeneizante-futurizante del proyecto democrtico,
vinculado a la racionalidad del Estado, se diluye y la poltica no sigue, como en
el siglo XIX, los impulsos sociales democrtico-igualitarios.
El ejercicio de Autoridad se hace, igualmente, precario como punto de
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encuentro en el Consentimiento, como tica de lo colectivo, como Poder


Legtimo,y remite ahora a una proliferacin de plexosaxiolgicos que fragmenta
en mltiples direcciones al tejido social y hace que el Poder -como relaciones de
fuerza- "tenga que legitimarse en marcos de justificacin ad-hoc"(Lanz, 1993:7).
La Democracia pierde, en particular, desde la perspectiva del individualismo
neoconservador de este fin de siglo, su "magna humanista" y, a la vez, se
despolitiza en el acto de contraposicin absoluta y excluyente de Libertad y
Justicia, es decir, entre el libre arbitrio del Poder y aquella triada moderna
inseccionable de Etica, Derecho y Estado.

El Poder va creando sus nuevas formas de Normalidad u Orden interior


(Foucault), que en el imaginario poltico de la "condicin posmoderna" se tradu
ce, con la "muerte del sujeto", en la prescindencia de la crtica como herencia
tica de la Modernidad ilustrada. La definicin autnoma de sus condiciones
de vida se supedita a la dispersin y fragmentacin de las prcticas. La Voluntad
Moral se disuelve y el individuo des-subjetivizado se pierde en la multitud. Todo
esto, en el proceso de "declive del espacio pblico como mbito de confrontacin
de proyectos ideolgico-polticos y, por ende, de implicacin vital de los sujetos
-individuales y colectivos." (Tllez, 1997:6).

La Fragmentacin y el descentramiento posmodernizados de lo poltico se


enfrentan, justamente, con el sentido colectivo contenido en el proyecto trascen
dente del individuo comulgando con la tica teleolgica de la Modernidad. Ello
se evidencia, en particular, en las imposibilidades crecientes para la identifica
cin colectiva de intereses, metas, fines comunes, etc., representados en y por
sujetos emancipantes (en la peculiar subjetividad del "nosotros" como entidad
colectiva trascendente de la Modernidad), a partir de postulaciones ideolgicas
unlversalizantes en torno a la naturaleza humana. La trascendencia del Sujeto
Moderno, como registro de lo colectivo, representable en un conjunto de intereses
orgnicos, articulados como fuerza por una voluntad realizativa-a-futuro de
proyectos existenciales est, sin duda, fuertemente erosionada y cada vez ms
desplazada por la irrupcin de la lgica neoutilitaria, pragmtica e individuali
zante (Sujeto Narcisista) (Tllez, 1996: 167-186), como tendencia del clima
socio-cultural posmoderno. La "muerte del Sujeto" moderno y su voluntad
emancipatoria supone, en el discurso posmoderno, la clausura del futuro en
tanto proyecto acabado de sociedad alternativa del Sujeto nico y trascendente
proyectado en el tiempo por venir.

La quiebra del ideal de emancipacin moderno es celebrado por Vattimo


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en tanto posibilidad de advenimiento de la libertad como "erosin del principio


de realidad". En lnea con los postulados de Nietzsche y Heidegger, el sentido
de realidad se expresa como pretensin metafsica de conocer, apropiarse y
adecuarse a la estructura necesaria de lo real, en una voluntad de dominio que
reduce las cosas, y al propio hombre, al nivel de la apariencia mensurable,
manipulable y sustituible. De tal modo, pues, la "prdida de la realidad" sera
una efectiva posibilidad emancipatoria consistente en el desarraigo (dpayse-
ment), como liberacin de las diferencias, asumido con la "conciencia aguda" de
la historicidad y la contingencia de cada particularidad: "Vivir en este mundo
mltiple significa hacer experiencia de la libertad entendida como oscilacin
continua entre pertenencia y desasimiento" (Vattimo, 1994:19).
Desde esta nocin, indudablemente que la democracia se traduce como
dbil acuerdo transitorio, cambiante con el acontecimiento y el azar, porque ella
misma es contingencia histrico-cultural. Heterogeneidad y simultaneidad de
los acontecimientos seran los componentes del presupuesto post-histrico de la
condicin posmoderna -de complejidad y caos- de las sociedades actuales. La idea
de emancipacin se traduce aqu no como fin ltimo, sino como posibilidad
presente de prcticas y efectos de emancipacin (Vattimo, 1994:17), no como el
reencuentro con "perdidas" o "alienadas" identidades o autenticidades predeter
minadas, sino como un abreviado efecto de desarraigo que se pone de manifiesto
en la primera identificacin de la particularidad. De esta manera, la poca
posmoderna es una posibilidad de existencia de sujetos dbiles, que ante la
muerte de los dioses, fundamentan sus prcticas y discursos en acuerdos
parciales, provisionales y contingentes. De hecho, la afirmacin de la pluralidad
que se produce y reproduce en el marco de la propia sociedad de mercado actual,
se avisora posmodernamente como presencia-posibilidad de cambio radicada en
el propio hecho-reconocimiento de existencia de las diferencias. En este sentido,
el giro posmoderno redimensiona el tratamiento de los efectos de carcter
autogenerativo de los sistemas descentrados que convierten a la actividad en la
fuente reformadora, y se plantea, por el contrario, las posibilidades emancipa-
torias que puedan haber con la multiplicacin de las imgenes del mundo, de
las racionalidades "locales", con la liberacin de las diferencias, del dialecto.

Sin embargo, asumir la Muerte de los Metarrelatos (Lyotar, 1986) y la


contingencia absoluta de los fundamentos de legitimacin o criterios de obliga
toriedad del poder, puede muy bien, como seala Vattimo en su ensayo "Desen
canto y Desilusin"(1994:199), conducir al descubrimiento de la igualdad y al
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reconocimiento de las diferencias, pero no excluye tambin la posibilidad de una


"pura y simple liberacin del juego de fuerzas y, por lo tanto tambin,
de la voluntad de violencia o de predominio"(S.N.). Efectivamente, coinci
dimos con Vattimo en que desencanto no se limita a una pretendidamente
ingenua postulacin de la reciprocidad comunicativa y de igualdad formal entre
los individuos, tal como presenta la tradicin liberal, desde los clsicos hasta
Rawis, Rorty y Habermas . Sobre todo, porque el planteamiento liberal no puede
resolver la apora que se desprende del trnsito dicotmico del individuo autr-
quico y egosta al ciudadano. Esa tensin poltica bsica de la modernidad, que
con el derrumbe de las ideologas, se incapacita cada vez ms para dar respuesta
a la pregunta Por qu debo ser moral?

Para Vattimo, esta situacin traduce la inevitable insurgencia de la "vo


luntad de vivir", la cual, dejada a su libre arbitrio, reduce la vida social a la
desnuda lucha del todos contra todos . Aqu justamente, es donde introduce la
necesidad de un replanteamiento tico que con el desencanto del mundo, nos
impulse "hasta el extremo de que podamos ironizar tambin sobre nosotros
mismos" (Vattimo, 1992:202). La tica de Vattimo, como capacidad de trascender
la lgica de la lucha por la vida, remite, no obstante, a la voluntad de poder, y
se manifiesta como una debilitada "piedad" o solidaridad para con el sufrimiento
fundada en "esa especie de vocacin de 'disolverse que justamente emerge como
el rasgo de desencanto que nace de la modernidad". Es decir, que el nico vnculo
que nos inclinara a una socialidad estetizada , frente al sufrimiento del otro,
resultara de la propia autocompadecencia fugaz -que puede ocurrir o no- ante
la toma de conciencia de nuestra absoluta finitud y terrible intrascendencia en

"No traicionar el desencanto significa tambin darse cuenta de que ste no puede
limitarse a una pura y simple instauracin de la reciprocidad comunicativa, o de la
igualdad entre los individuos; es decir, al liberalismo [...] cuyo slo defecto, como en
el fondo piensa Habermas, estara en que puede realizarse en la estructura de la
sociedad liberal burguesa"... (Vattimo, 1992:200).
La Voluntad del Poder como lucha de todos contra todos, se puede traducir, en esta
derivacin, como la naturalizacin o aceptacin de la poltica del ms fuerte, quien
tambin -siguiendo la misma lgica puede "asirse" de la muerte de Dios para no
sentir obligacin de justificar o intentar legitimar su podero ante nadie.
En los trminos de dar "una textura especial a los hechos de la readad social
bruta"(Martn, 1984:40), y como propensin de encubrimiento de las asimetras y
rugosidades sociales.
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el mundo. Una piedad, por tanto, ajena a cualquier consideracin afn a los temas
humanistas e ilustrados de los derechos humanos (Vattimo, 1992:203).

El sentido de inmanencia afirmado por Vattimo -cerrado a todo orden, ley


fija, racionalidad inherente o verdad trascendental, negando a toda clase de
identidad absoluta-, circunscribe al hombre dentro del flujo incesante de la
"voluntad de poder", como principio natural activo, sin argumentos para su vida
y sin justificaciones para su muerte. Una voluntad de poder, que no es instru
mento sino la vida misma, y que puede ser tanto sana como degenerada,
dionisaca o decadente. La tica, desde tal perspectiva, da paso al concepto
central de "superacin de s", en el que la vida -siempre entendida como la vida
de un individuo, y por tanto, siempre con objetivos individuales- se da nueva
forma y se supera a s misma ampliando su poder, viviendo el drama de
inexorabilidad de la inmanencia: el eterno retorno, como recurrencia inacabable
de estados transitorios traducible en el amor feti. En esta concepcin, de
asentimiento a la incertidumbre y a la creatividad continua, se radicaliza el
proceso de secularizacin de los principios de normatividad poltica inaugurados
con el planteamiento ilustrado (sin valores a priori, ms all de lo que los seres
humanos deciden en el ejercicio de su autonoma). En este caso, el contexto de
la inmanencia est marcado efectivamente por la transitoriedad, la tragedia y
el carcter multifactico de la vida. Implica, por tanto, autonoma limitada y
finita en el proceso autoestructurante de los seres humanos. A partir de aqu,
creemos que es imposible erradicar la cuestin del Sujeto, en tanto ella remite
a la pregunta por las condiciones histricas de su constitucin como agencement
vital, sin teleologas que lo condicionen o prefiguren.

Sin embargo, es pertinente alertar que las nociones modernas de contrato


y consenso, materializadas en el Estado democrtico y la Ley, pudieran tradu
cirse tambin, desde una derivacin de la perspectiva nietzscheana, slo como
expresin de la "moral del resentimiento", de la "moral del esclavo" que se afirma
negando a los dems y sacrificando su libertad en aras de la seguridad proveda
por la "red imaginaria de leyes y categoras fijas". Con esta derivacin, se corre
el peligro de que, con el afn de resistir a la metafsica objetivadora, olvidemos
lo que en el Estado y la Ley actual hay en la historia de la lucha por la
democracia, y por criterios ms humanos para la convivencia social, resumidos,
por ejemplo, en los universales de los Derechos Humanos.

Por esa razn, nos parece sumamente necesario deslindar la cuestin de la


inmanencia radical, de una aportica visin del mundo signado absolutamente
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por la imposibilidad de nexos que involucren al yo y al nos-otros, como parte


autntica en la definicin de lo humano, de nuestra manera de existir y de
proyectarnos en el ser. Una visin que se coloque al margen de este nexo, hace
imposible incluso, como dice Luc Ferry (1991:15), cualquier tica, toda vez que
no se puede introducir inteligibilidad cuando lo razonable y lo justo son consi
derados ilegtimos. Si nada mueve a la piedad, si nada mueve a la solidaridad,
por qu apelar a la tica como matriz de la voluntad de poder? Parece innegable
que con la responsabilidad del hombre, que surge de la muerte de Dios, resurge
tambin e inevitablemente la necesidad de una perspectiva tica6 a partir de la
cual se reintroduce subrepticiamente la marca de la subjetividad y su proyecto
de dominio autnomo de la prctica humana sobre el devenir (sin desconocer las
determinaciones de su componente azaroso y contingente), y no del devenir sobre
la prctica.

Con esta ltima afirmacin reivindicamos, apoyndonos en Yovel(1995),


la inmanencia del mundo como horizonte abierto a interpretaciones mltiples y
parciales, donde los seres humanos tenemos un papel constitutivo ontolgico:
"El mundo incorpora la actividad interpretativa del hombre; y el ser-ah del
hombre ilumina y da sentido a lo que en s mismo es opaco" (Yovel, 1995:384).
Pero ese acto interpretativo es antes que nada Praxis, es decir, accin de vivir,
decidir y relacionarnos con el mundo, como portadores, traductores y proyectores
de sentido interiorizado (no desde el aislado yo cartesiano, ni del sujeto
trascendental kantiano). Esto presupone la ambivalencia de la condicin perso
nal, tanto en su posibilidad de determinacin en un contexto social amplio, como
en su ms profunda e indeterminable individualidad. El individuo siempre es
contingencia impredecible y, sin embargo, a travs de l existen las formas
histricas generales, por lo tanto, el individuo tambin tiene el poder y la

"El recurso a la tica supone un cierto compromiso con los procesos de subjetivacin
que llevan a la identificacin de algn tipo de intereses, a la colectivizacin de
determinados planos de la individualidad, a la medicin entre lo privado y lo
pblico"(Lanz, 1996:72).
"Es como entidad interior al mundo ('natural) como la raza humana cumple su papel
en el ser, y tambin como criatura social, miembro de colectivos histricos a cuyo
funcionamiento y modificacin contribuye. El ser humano cumple su papel median
te la prctica, esto es, la encarnada interpretacin del ser que precede a las
imgenes culturales explcitas. Aqu radica la peculiar contribucin de Marx a la
filosofa de la inmanencia" (Yovel, 1995:385).
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responsabilidad de socavar esas formas histricas y abrirlas a las transforma


ciones.

De esta manera, radicalizando la secularizacin y el desencanto del mundo,


no podemosmenos que afirmar, con Toni Negri(1994) que "elpoder constituyen
te es un sujeto", no progresivo, sino "antitesis continua de toda progresin
constitucional", por lo tanto, de un sujeto que debe ir ms all de la
modernidad, en la medida en que ella se ha definido como desarrollo del
pensamiento totalizante y de la racionalidad instrumental, imbricada en la
propia lgica capitalista de produccin del mundo y de la organizacin social .
Se trata de una trascendencia de la Modernidad que implique el replanteamien
to de los sujetos individuales y colectivos , la afirmacin de la potencia de la
multitud en lo poltico, que la modernidad haba disuelto en lo social (lase
Mercado, Historia, Progreso, Astucia de la Razn, etc.), y posmodernamente, en
la produccin de sentidos massmediticos.
La posibilidad de ser -nunca como absolutez o totalidad- de esta utopa
tico-poltica, alude a que, efectivamente, la idea no es (o no debe ser) la Razn
hegeliana que se (o se tiene que) realiza en la tierra, porque la tierra es, desde
nuestra concepcin, el resultado de lo que las prcticas sociales mismas (de los
hombres finitos) -en sus contingencias, con sus voluntades y con sus proyectos
particulares, pero tambin en la forma en que se inscriban y/o las relaciones
particulares que adopten con las determinaciones institucionales (cruzadas por
una poltica de poder que se proyecta y reproduce en el tiempo) vayan disponien
do. De esta forma, el sentido aqu dado a la utopa es el de una idea que rechaza
la proyeccin totalitaria de una Razn a futuro, pero que si piensa en la
posibilidad de un futuro distinto que se-va-definiendo y va hacindose a partir
de la conjuncin o encuentro de distintas voluntadas polticas, en un replantea-

"La filosofa poltica moderna no nace de la administracin, sino del miedo. Su


racionalidad es instrumental para los fines del ordenamiento slo en la medida en
que lo es del lado de la represin. La angustia es la causa, la represin el efecto de
la racionalidad instrumental. Lo moderno es pues la negacin de toda posibilidad
de que la multitud pueda expresarse como subjetividad" (Negri, 1994:395).
Ni sujeto individual, como entidad emprico-psicolgica intradeterminada, al mar
gen de toda determinacin social cons-tructiva de su condicin de sujeto, ni sujeto
colectivo trascendentalizado, en el que se "engulle" a los sujetos particulares y a los
individuos social e histricamente constituidos.
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miento afirmativo de la cuestin del Sujeto. No se trata, como se colige de lo


dicho, de oponer, a la evidencia de una sociedad, "la evidencia de otra, como se
podraoponer puntualmente el bien y el mal" (Mafessoli, 1977:46), sino de una
acentuacin de lo posible, "como crtica radical de lo dado, de lo aparente. Se
trata de la prctica de la subversin" (Mafessoli, 1977:48). La utopa es, desde
esta ptica, energa que impulsahacia el conflicto conla realidad, y que a la vez,
nos permite:

...'habitar' en esta zona de conflicto. No estar en un lugar abstracto del


mundo [...] sino en la zona donde la mutacin misma, siendo nuestro
horizonte, se vuelve el lugar del descubrimiento, de la invencin, y de
las percepciones de la felicidad en la caducidad (Relia, 1989:255).

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