Jacob Boehme - El Hombre en El Desierto
Jacob Boehme - El Hombre en El Desierto
Jacob Boehme - El Hombre en El Desierto
El desierto que queremos evocar es aquel en que fue tentado Jess. Recordemos el
relato de Mateo, IV: "Entonces Jess fue llevado del Espritu al desierto, para ser
tentado del diablo. Y habiendo ayunado cuarenta das y cuarenta noches, despus
tuvo hambre. Y llegndose a l el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que
estas piedras se hagan pan. Mas l respondiendo, dijo: Escrito est: No con slo el
pan vivir el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios".
La tentacin de Cristo en el desierto es una verdadera prueba. Boehme la sita en
paralelo con la prueba del desierto a la que Dios ha sometido a su pueblo, y que el
captulo VIII del Deuteronomio recuerda en estos trminos: "Y acordarte has de
todo el camino por donde te ha trado Yahv tu Dios estos cuarenta aos en el
desierto, para afligirte, por probarte, para saber lo que estaba en tu corazn, si
habas de guardar o no sus mandamientos. Y te afligi e hzote tener hambre, y te
sustent con man, comida que no conocas t, ni tus padres la haban conocido;
para hacerte saber que el hombre no vivir de slo pan, mas de todo lo que sale de
la boca de Yahv vivir el hombre". En ambos casos, el desierto es el lugar en que
se aguza el hambre. Pero, de qu naturaleza es este hambre? Qu alimento lo
sacia? Qu pan? No con slo el pan vivir el hombre, mas con toda palabra que
sale de la boca de Dios. Ahora bien, esta palabra es en s misma un pan. Es el
man cado del cielo, y el man es un pan. Cuando lo deseamos, es de este pan de
lo que tenemos hambre.
Segn Boehme, Cristo tiene hambre, pero se alimenta durante su ayuno. Su
hambre no es simplemente consecutiva a este ayuno. Segn la letra de la Escritura,
Cristo ayun durante cuarenta das y cuarenta noches, y despus tuvo hambre.
Para Boehme, Cristo tuvo hambre durante todo el tiempo pasado en el desierto. Y
durante esos cuarenta das en los que fue tentado, rehus el pan que le ofreca el
diablo mientras se alimentaba del man celestial, que es el pan descendido del cielo
(1). He aqu cmo Cristo sufri la prueba del desierto impuesta a los israelitas. Los
cuarenta aos de Israel se convierten en los cuarenta das de Cristo.
Cristo tiene hambre del man divino. El demonio quiere provocar en l otro apetito
(2). Qu alimento le propone? Un pan que no es nuestro pan cotidiano, que no es
el fruto de la tierra. Es el pan del diablo, que es el producto de la magia. El deseo
de este pan ardera, no sera ya la expresin de una necesidad natural. Sera el
fuego que, cuando se apodera del hombre, le transforma a imagen del demonio.
En el desierto, Cristo es solicitado por ambos deseos. Debe escoger entre el pan de
Dios y el pan del diablo. Se vuelve resueltamente hacia Dios. El hambre de Dios
prevalece sobre el hambre del diablo. No obstante, antes de ganar esta victoria,
Cristo sostiene un combate heroico. l es lo que sern los hombres soldados de
Cristo. Es el hroe (3), el caballero, hermano de aquel de Durero que luchar contra
la Muerte y el diablo. Su victoria del desierto prefigurar la conseguida sobre la cruz
y en la tumba.
Cristo es el primer hombre que sale victorioso de este combate. La prueba a la que
se somete se repetir en el alma de los hombres que irn tras l. El acontecimiento
que se propone a nuestra meditacin tiene as un valor de ejemplo. La victoria de
Cristo sobre el diablo es la primera afirmacin de la fe tras el bautismo. Boehme
seala la relacin entre el bautismo de Cristo y la prueba del desierto. El bautismo
de Cristo ser tambin el nuestro. Hablaremos, pues, del nacimiento del fiel a la
verdadera fe. Este fiel sufrir en s mismo la prueba del desierto tras haber sido
bautizado. Habremos de precisar la naturaleza de este bautismo, el nivel en el que
se sita. Veremos cmo nos hace aptos para sufrir la prueba de los cuarenta das.
Pero, para comenzar, recordemos brevemente cmo concibe Boehme la persona de
Cristo.
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En un estudio dedicado a Mara, madre de Cristo (4), hemos dicho lo que era Cristo
en el espritu del tesofo. El Cristo de Boehme es el hombre perfecto, es decir, el
hombre habitado por Dios. Cristo no es Dios; es el nombre de Jess lo que es Dios.
El nombre de Jess significa Dios bajo el aspecto de su amor. Cristo, hijo de Mara,
recibe este nombre, que hace de l un hombre divino. Esto significa que, en l, la
presencia de Dios se encarna en una substancia que es la naturaleza perfecta. El
cuerpo glorioso de Cristo, absolutamente distinto del cuerpo grosero del que se ha
revestido para venir entre nosotros, es la objetivacin de esa naturaleza perfecta.
Ahora bien, este cuerpo radiante de Cristo ser tambin el de los creyentes que
hayan nacido a la verdadera vida. Cristo es simplemente el primognito de estos
creyentes. En verdad, l lo es en la perfecta plenitud del cumplimiento humano.
Hombre cumplido segn la gracia que se ha encarnado en su cuerpo de luz, Cristo
representa la naturaleza divina de la que los elegidos se hacen partcipes (5).
Cristo es hombre en los dos niveles de la humanidad que distingue Boehme (6). Por
un lado, Cristo se ha revestido de nuestro cuerpo terreno. Boehme insiste mucho
sobre este punto, es resueltamente hostil al docetismo que niega la realidad de este
cuerpo en la persona del Salvador. Pero, por otro lado, Cristo es hombre segn su
cuerpo celestial. Esta doble humanidad ser la de los creyentes que tengan el
privilegio del segundo nacimiento.
Antes de su cada, Adn era, tambin, un hombre de dos niveles. Tena un cuerpo
celestial, aunque tambin un cuerpo como el nuestro. Pero este cuerpo no se hizo
visible hasta despus de la cada (7); fue la turbada desnudez sobre la que se
fijaron los ojos de Adn y Eva. Antes exista, pero no era visible, pues la luz del otro
cuerpo impeda que se manifestara. Una vez perdido el cuerpo de luz, apareci el
cuerpo tenebroso.
Cristo es dos veces hombre, como Adn antes de su transgresin. Cristo es
literalmente el segundo Adn. Como l, tiene dos cuerpos. El problema consiste en
saber cul de los dos prevalecer, el cuerpo grosero o el cuerpo glorioso. Para
Adn, fue el primero. Para Cristo, ser el segundo. Ahora bien, esto no puede
determinarse ms que tras una prueba. Para Boehme, no hay santidad que sea
dada entera y de manera definitiva. La santidad es el fruto de una vocacin, debe
ser ganada (8). Cristo no es una excepcin. Debe elevarse a la santidad a la que
est llamado. No la realizar ms que al trmino de una serie de pruebas. La
tentacin del desierto es la primera de esas pruebas que Cristo deber afrontar.
Adn ha sido probado, pero sin embargo no ha triunfado. Sufri una nica prueba,
que era la tentacin que emanaba del demonio, representado por la serpiente.
Segn la letra de la Escritura, la tentacin de Adn se produjo tras el nacimiento de
Eva. Para Boehme, es anterior. El verdadero pecado de Adn se consuma en el
momento en que se abandona al sueo, y el nacimiento de Eva es su consecuencia.
En cuanto a la tentacin, dur todo el tiempo de su estancia en el paraso. Este
tiempo, dice Boehme, fue de cuarenta das (9). Vemos la similitud entre la
tentacin de Adn por la serpiente, que ha obrado sobre sus pensamientos desde
antes del nacimiento de Eva, y la tentacin de Cristo por el demonio en el desierto.
Son dos pruebas de las que el nmero cuarenta atestigua su analoga. Boehme
pone de hecho a Cristo en la situacin del primer hombre. Esto ha podido indignar,
tanto ms cuanto que la teologa protestante de la poca pona con gusto el acento
sobre la Divinidad de Cristo (10). Ahora bien, en el espritu de Boehme, Cristo es
una criatura, como Adn. Si Cristo hubiera sido Dios, cmo Dios se podra tentar a
s mismo? (11)
Cristo es una criatura, pero con los dos cuerpos del hombre, uno mortal y otro que
es el templo de Dios. El alma humana es el lugar en que coexisten las dos
naturalezas representadas por estos dos cuerpos. Por un lado, se fija en la materia
del cuerpo grosero, y, por otro, se encarna en el cuerpo de luz. Ser hombre es
poseer esta alma. Por ello, cuando Boehme habla de la humanidad de Cristo, no
piensa tan slo en nuestro cuerpo mortal, sino principalmente en esa alma humana
con la que nace el hijo de Mara y que es verdaderamente la nuestra. Es un alma
sensible como la nuestra. De lo contrario, cmo habra podido decir Cristo que su
alma estaba triste hasta la muerte? (12) Sin embargo, esta alma humana se
encarna en un cuerpo de luz, que es el templo de Dios.
Cristo es pues plenamente hombre segn todas las virtualidades que ello implica,
pero tambin con todas las obligaciones que se desprenden. Como todo hombre,
Cristo debe cumplirse asumiendo las pruebas que le son impuestas. Cristo deber
librar combates y ganar victorias, sin lo cual el hombre no podra responder a su
vocacin profunda. Cristo es el primero de todos los caballeros, y su Sabidura
ceir la frente del vencedor (13). Su carrera ser ejemplar para todos los
hombres.
Estos combates se producen en el infierno. Pero, dnde est el infierno? Est en la
raz del alma humana, de toda alma humana. Revistindose del alma humana,
Cristo se prepar para descender al infierno (14). Desde entonces, estaba volcado
al combate heroico contra las potencias del infierno. Combatir es afrontar pruebas
en diferentes grados. La primera de estas pruebas es la tentacin del desierto. Ella
prefigura la Pasin y la muerte de Cristo. Corresponde a la nica prueba sufrida por
Adn, pero de manera negativa. Cristo ha vencido en el mismo momento en que
cay Adn.
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Preguntmonos ahora qu se le haba prometido a Adn y no se realiz a causa del
pecado, pero que ser dado al Cristo victorioso. Adn deba engendrar un hijo
incluso aunque Eva todava no hubiera nacido (15). Este hijo deba ser a semejanza
de su padre segn su naturaleza celestial. Slo por l, Adn deba engendrar a su
semejante segn un modo espiritual de generacin. Para distinguir este nacimiento
del nacimiento del hijo concebido por la mujer, Boehme lo designa como un
nacimiento sin desgarro. Todo ser engendra a su semejante segn su naturaleza,
celestial o terrenal (16). El Adn celestial habra engendrado a un ngel, segn su
naturaleza anglica. Reducido a su naturaleza terrenal, Adn engendrar a Can. El
ngel que hubiera salido de Adn si ste hubiese pasado victoriosamente la prueba
de los cuarenta das nacer, a pesar de todo. Ser el fruto del alma humana
regenerada. Ser el hombre nuevo engendrado segn la maternidad del alma.
Este hombre nuevo ser Cristo. Sin embargo, el nacimiento de Cristo es doble. Por
un lado, es un nacimiento fsico, segn la naturaleza terrenal del hombre. Boehme
no es totalmente doceta, para l Cristo naci de una verdadera mujer. Por otro, el
nacimiento de Cristo es un nacimiento espiritual. Cristo es engendrado por la
Sabidura, que ha establecido su trono en la persona de Mara. Debido a este
nacimiento superior, Cristo es desde su concepcin el hombre nuevo. Pero, cuando
llega a la tierra, se halla en la situacin de Adn, pues participa de los dos mundos.
Se mantendr en el mundo celestial? No se ensombrecer en el mundo inferior?
La pregunta se plantea en los mismos trminos que con respecto a Adn.
Cristo es el segundo Adn. El trayecto que recorrer se concibe ante todo por
analoga con el de Adn, que le precede. Pero es tambin la carrera ejemplar para
todos los hombres por venir. Y, en esta ltima perspectiva, aparece una diferencia.
Adn y Cristo nacen con un cuerpo celestial y con un cuerpo terrenal. Ambos
cuerpos les son dados simultneamente. Representan dos nacimientos que se
cumplen en el mismo momento, que cronolgicamente no son sino uno. No ocurre
lo mismo con los hombres que debern imitar a Cristo. Sus dos nacimientos sern
espaciados. Nacern primero con un cuerpo terrenal, y despus una segunda vez
con un cuerpo celestial. El nacimiento segn el Espritu ser para ellos
verdaderamente un segundo nacimiento. Una vez nacido de la Sabidura en el
momento mismo de su primer nacimiento, Cristo, al parecer, no tiene necesidad de
nacer de nuevo. Sin embargo, la carrera que va a cumplir se presenta segn la
perspectiva de un segundo nacimiento. Ser as ejemplar para los hombres. Pero,
puede hablarse tambin de un segundo nacimiento en cuanto a Adn? Cabe
pensar que el nacimiento del hijo de Adn segn el Espritu, si se hubiera producido
en vida de su padre, habra sido de hecho un segundo nacimiento. En efecto, en el
lleg a la tierra debe ser purificada. Revistindose del alma humana, Cristo se hace
cargo de todo el pecado con que ella, en su universalidad, est mancillada. Cristo
toma sobre l el pecado del mundo. Para Boehme, esto significa que se hace
plenamente culpable (20). Cristo no hace ms que sustituirse a todos los hombres
pecadores para sufrir en su lugar la clera de Dios, para pagar su deuda tolerando
un sufrimiento que slo l poda soportar. Cristo es l mismo la persona que ha
cometido el pecado de todos los hombres. A este ttulo se da a la clera del Padre.
Su arrepentimiento representa la plena medida de la penitencia que los hombres
debern asumir despus para ser, como l, regenerados.
El bautismo del Jordn es ejemplar. Los hombres lo recibirn despus de Cristo. No
obstante, y Boehme lo indica, este verdadero bao de regeneracin no ser el
bautismo administrado por los sacerdotes. No ser el sacramento material (21).
Pero el bautismo de Cristo no es solamente el bautismo de arrepentimiento o el
bao de regeneracin. Dado en lo invisible, se asocia al bautismo recibido por los
discpulos el da de Pentecosts. Es el bautismo de agua, pero tambin el bautismo
de Espritu y de fuego. En el pensamiento de Boehme, los dos se confunden en el
mismo plano de lo invisible. El bautismo recibido por Cristo y el que dar a sus
discpulos son un solo y mismo bautismo. Cristo recibe este bautismo nico, y por
l se comunicar. El bautismo de Cristo es pues, a la vez, el que purifica y el que da
el Espritu de Dios. Gracias a este don, Cristo podr asumir las pruebas a las que
debe someterse. El don del Espritu hace de Cristo un soldado, pues le da la fuerza
y el coraje.
La fuerza no es la violencia. La fuerza est en la dulzura del agua. Es la virtud
nutritiva del agua, que fortifica el corazn. No se trata aqu del agua visible. El agua
del bautismo es el elemento primordial. Es la substancia perfecta habitada por la
Sabidura. Este agua es el cielo (22). Esta preciosa substancia ser llamada la carne
de Cristo. Sin embargo, es anterior a la llegada del hijo de Mara a este mundo,
puesto que la recibe en el momento de su bautismo. El agua del Jordn es el cielo.
Es la carne espiritual de la que se alimenta el hombre de deseo, y la que le
engendra. La maternidad del alma segn la Sabidura en el seno de Mara se
renueva en la maternidad del agua. En virtud de su bautismo, Cristo es engendrado
por segunda vez. Saliendo del agua del Jordn, Cristo nace de lo alto. Pero este
segundo nacimiento no se cumple en tal momento. Por la gracia del bautismo, el
alma nueva no ha nacido sino a medias (23). Lo que es dado al alma es la fuerza
de convertirse. El segundo nacimiento se constituye en las pruebas.
El bautismo de Cristo no slo da la fuerza. Despierta tambin el deseo (24). Ambas
cosas son una. En efecto, la fuerza reside en una substancia de la que el alma se
alimentar para hacer su propia carne. Sin embargo, el bautismo no dispensa de
este alimento de manera habitual. Dios no lo da an ms que para hacer que se
desee. El nacimiento del deseo es el de la verdadera fe. El bautismo de Cristo es el
despertar del deseo. El bautismo da a Cristo el hambre que le salvar en el
desierto. La gracia del bautismo es este hambre. La fuerza de Cristo est en su
deseo. Sin embargo, este deseo deba serle dado por Dios. Slo el deseo dado por
Dios es substancial. sta es la razn profunda por la cual Cristo deba ser
bautizado.
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Para Boehme, el deseo es la fuerza primordial. Su teosofa es esencialmente una
cosmogona que se desarrolla en lo invisible. Ahora bien, en el origen del primer
mundo, que es el de la naturaleza eterna, hallamos el deseo. La voluntad divina se
convierte en deseo, y entonces se forma ese mundo de la naturaleza eterna en el
que Dios se manifestar. El comentarista de Boehme podra escribir: En el principio
era el Deseo.
La naturaleza eterna es un viento que se convierte en un cuerpo perfecto. Este
viento es un alma a la que Boehme llama el alma eterna. Esta alma primera y
universal es el modelo de todas las almas futuras, luego tambin del alma humana
revestida por Cristo. Pero, qu es esta alma? Es el deseo. El ciclo septiforme por el
cual se constituye el alma eterna es, en su integridad, el ciclo del deseo. En este
movimiento en siete grados, Dios se revela a s mismo, as como se dar a conocer
a la criatura. Ahora bien, para manifestarse plenamente, Dios se busca. Dios no se
revelar verdaderamente hasta que se haya encontrado (25). La bsqueda de Dios
por s mismo se manifiesta en su deseo de la violencia del fuego devorador, y
despus en la dulzura del agua. La bsqueda de Dios por parte del hombre, que es
tambin la del hombre por s mismo, ser a imagen de estos dos deseos. Primero
es un hambre insatisfecha y dolorosa; despus es un hambre dulce y dichosa. El
ciclo septiforme implica dos fases, una tenebrosa, otra luminosa, que se
corresponden con los dos deseos. El primer deseo es un fuego negro y
atormentado, el segundo es una llama clara y tranquila. El paso de uno a otro se
hace segn lo que puede llamarse la peripecia del deseo. Hay que saber que bajo
estos dos aspectos contrarios se manifiesta el mismo deseo. El primer deseo es un
fuego devorador. En la Biblia, esta expresin se aplica al Dios indignado, pero
Boehme la emplea tambin para hablar del fuego de la gehena. En su forma
primera, el deseo es una voracidad que, alimentndose de s misma, se exaspera
sin cesar por no ser sino un furioso torbellino. Este deseo no engendra ms que su
propio abismo generador de tinieblas y de terror. No obstante, se produce una
conversin en el ciclo primordial, una metanoia semejante a aquella que se
producir en el hombre en el umbral de la vida nueva. Es la conversin del deseo.
El fuego oscuro se transforma en luz.
Pero, qu es ese fuego tenebroso? Es un fuego que no alumbra, es decir, que no
proyecta ninguna claridad. En cuanto a la luz que brilla en la segunda fase del ciclo,
es una llama que no se extingue. El fuego que arde sin alumbrar es el smbolo del
deseo jams saciado. La llama que ilumina y que jams se extingue es el deseo
eternamente colmado. La primera fase del ciclo de la naturaleza eterna produce un
fuego, el del infierno. Este fuego devorador es ante todo la expresin de la clera
divina. Pero tambin es el de la gehena. El infierno, que representa el castigo segn
la justicia, ser uno con la clera de Dios. As, en su forma primitiva, el deseo, que
es el fuego de la naturaleza, se relaciona a la vez con esta clera divina y con las
angustias de las que es la causa en el reino de Satn. La segunda fase del ciclo es
luminosa. La luz es sinnimo del amor. A la clera de Dios se opone su amor,
simbolizado por el nombre de Jess dado al hijo de Mara. Al deseo engendrado
segn la clera sucede el deseo de amor.
El fuego se torna luz. En el agua nace la luz. La dulzura del agua primordial debe
imaginarse como un aceite, en razn de la violencia del fuego devorador. El furor se
transforma en una fuerza tranquila y expansiva. No obstante, el agua retiene al
fuego, que se mira en ella. La fuerza extrema es destructora, no crea substancia
duradera. Por el contrario, la dulzura da la substancia, y por ello el agua es
nutritiva. El agua da al fuego un cuerpo, que le fija y en el cual brillar con el
resplandor de la luz. Esta expansin es la del verdadero deseo. Por el agua del
bautismo, el deseo, que era un fuego devorador, cambia de naturaleza. En virtud
del agua, el deseo deviene substancial. Toma cuerpo en lugar de cavar siempre su
propio abismo. Es la fe que se encarna en un cuerpo de luz. El deseo se implanta en
ese cuerpo radiante. Se fija al renovarse eternamente. Subsiste, pues es
eternamente saciado. La substancia est en su permanencia.
El cuerpo radiante que aparece en el ltimo grado del ciclo primordial, el sptimo,
es el cuerpo del deseo. En el hombre, ser el cuerpo de la fe. Este cuerpo posee
una carne, que se llama la carne celestial, y que es el pan de los ngeles. El deseo,
que le hace nacer eternamente, es el hambre de esta carne. Ser el verdadero
hambre de Cristo en el desierto. El deseo de amor ser la fe de los fieles, que se
encarnar en esta carne celestial. El cuerpo glorioso de los hijos de Dios ser su
deseo de amor, que no se har carne. El fin de toda vida espiritual ser esta
encarnacin de la fe. El ciclo de la naturaleza eterna se repite en las almas
humanas. O bien se prosigue hasta su trmino, y el alma se cumple segn todas
sus virtualidades, o bien el hombre desanda su camino. Entonces el infierno que
deba abandonar se reafirma sobre l y lo engulle. El alma que se libera del infierno