Javier SeseÌ - Naturaleza y Dinamismo de La Vida Espiritual
Javier SeseÌ - Naturaleza y Dinamismo de La Vida Espiritual
Javier SeseÌ - Naturaleza y Dinamismo de La Vida Espiritual
JAVIER SES
SCRIPTA THEOLOGICA
Vol. XXXV, 1 enero-abril 2003
1. VIDA ESPIRITUAL
La vida espiritual cristiana es una realidad unitaria y simple, pues participa de la
unidad y simplicidad del mismo Dios; pero, al mismo tiempo, contiene una enorme riqueza,
pues participa tambin de la infinita riqueza del Ser divino. Esto hace que la Teologa
Espiritual estsiempre centrada en el estudio de un objeto bien preciso y determinado, del
que nunca se separa; pero que lo contemple desde una multitud de perspectivas
complementarias y enriquecedoras entre s.
Cada uno de esos acercamiento s teolgicos nos dice mucho sobre la vida espiritual,
pero, a la vez, se queda corto; y slo cuando se ha complementado con los dems, se puede
valorar y admirar de verdad toda la riqueza y profundidad de su maravilloso objeto: la vida
del cristiano en Dios y de Dios en el cristiano, la intimidad que se establece entre el alma y
las tres Personas divinas, las alturas sublimes que puede alcanzar la santidad cristiana.
El objeto de estas lneas es presentar algunos de esos elementos esenciales de la
vida espiritual: los que me parecen ms caractersticos, ms decisivos, ms imprescindibles
en un estudio teolgico profundo de la materia.
No pretendo ser exhaustivo: no mencionar todo lo que puede aparecer en un
manual o en unas lecciones de Teologa Espiritual, pero s lo que, a mi juicio, no debera
faltar. Lo que no debera faltar en cuanto a los contenidos, pero ms todava en cuanto al
enfoque: a lo que podramos llamar el tono, el estilo de la explicacin teolgica de la
vida espiritual.
En efecto, la intrnseca unidad de toda la Teologa lleva, lgicamente, a que muchos
de los contenidos concretos de esta parte de la Teologa se estudien tambin en otras partes,
con enfoques diversos. Por eso, sin entrar aqu en ms pormenores, establecer lo especfico
realidad espiritual gira en torno a esa relacin ntima y personal entre el cristiano y Dios,
con sus diversas manifestaciones; y su estudio teolgico debe reflejado as.
Una ltima observacin general sobre el origen de estas reflexiones. Son fruto, sin
duda, de varios lustro s ya de dedicacin a estas materias, de muchas clases impartidas
sobre estos temas, y con la ilusin, adems, de que sirvan de avance de un manual de
Teologa Espiritual que puede ver la luz dentro de un tiempo prudencial. Recogen ideas
suscitadas por la lectura de numerosos manuales, monografas y estudios de muchos
especialistas clsicos y actuales. Pero, sobre todo, son ideas suscitadas por la lectura directa
de los escritos de los principales maestros de vida espiritual de todos los tiempos, de
muchas biografas de santos y santas de toda poca y condicin tambin algunos muy
recientes, que an no han subido a los altares, pero es muy probable que lohagan,y
extradas adems de la experiencia pastoral y de direccin espiritual prctica de mis aos de
sacerdocio.
Estoy convencido, en efecto, de que stas ltimas deben ser despus de la
Revelacin, que siempre es la fuente principal de la Teologalasfuentescaractersticas
de la Teologa Espiritual; como algo propio, justamente, de su carcter vivo y dinmino,
muy pegada siempre a la realidad cristiana concreta de cada da, y alejada de reflexiones
fras y abstractas, quiz tiles y necesarias en otras partes de la Teologa (aunque dudo que
deba ser as en ningn caso), pero que, en el nuestro al menos, podran llegar a traicionar, a
mi entender, la misma esencia de lo que llamamos Teologa Espiritual.
Dicho de otra forma: aqu, ms que en ninguna otra materia teolgica, me parece
fundamental seguir recuperando el sentido sapiencial que el trmino teologa tuvo
hasta el siglo XVI (por ejemplo, el sentido con el que Santa Teresa y San Juan de la Cruz,
sin ir ms lejos, hablan de mstica teologa); sin pensar que, por ello, hacemos una
teologa menos cientfica, menos seria; y sin que esto signifique tampoco dejar de lado
las aportaciones de otros mtodos ms sistemticos, racionales o crticos.
Por otra parte, una Teologa ms sapiencial significa tambin mepareceuna
Teologa ms viva, ms cercana a su objeto al mismo Dios, ms cercana a las
personas, ms influyente en la santidad personal de las almas, ms influyente en la sociedad
actual... Y si alguna parte de la Teologa debe buscar decididamente esa cercana, es
justamente la Teologa Espiritual.
2. AMOR
La vida espiritual es, ante todo, sobre todo y por encima de todo, una vida de amor.
una aventura de amor, la ms maravillosa aventura de amor en la que el hombre se puede
embarcar... Por eso la Teologa Espiritual debe hablar continuamente de amor, debe estar
empapada de amor, debe mover al amor...
Debe saber mostrar, primero, las grandezas del Amor divino: del Amor trinitario, del
Amor paterno de Dios, del Amor divino-humano de Jesucristo, del Amor personal enviado
atrs? Pues daros gracias por tan grandes mercedes no sabe cmo. Con decir disparates me
remedio algunas veces.
Comunicase Dios en esta interior unin al alma con tantas veras de amor, que no
hay aficin de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano ni
amistad de amigo que se le compare. Porque an llega a tanto la ternura y verdad de amor
con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma -joh cosa
maravillosa y digna de todo pavor y admiracin!-, que se sujeta a ella verdaderamente para
la engrandecer, como si l fuese su siervo y ella fuese su seor; y est tan solcito en la
regalar, como si l fuese su esclavo y ella fuese su Dios. Tan profunda es la humildad y
dulzura de Dios!
Porque l, en esta comunicacin de amor, en alguna manera ejercita aquel servicio
que dice l en el Evangelio que har a sus escogidos en el cielo, es a saber, que,
"cindose, pasando de uno en otro, los servir" (Lc 12, 37). Y as, aqu est empleado en
regalar y acariciar al alma como la madre en servir y regalar a su nio, crindole a sus
mismos pechos; en lo cual conoce el alma la verdad del dicho de Isaas que dice: A los
pechos de Dios seris llevados y sobre sus rodillas seris regalados" (Is 66, 12).
Jess, djame que te diga, en el exceso de mi gratitud, djame, s, que te diga que
tu amor llega hasta la locura... Cmo quieres que, ante esa locura, mi corazn no se lance
hacia ti? Cmo va a conocer lmites mi confianza...?.
Saber que me quieres tanto, Dios mo, y... no me he vuelto loco?.
3. HUMILDAD
El amor es el concepto clave, a mi entender, de la Teologa Espiritual. Pero hay un
segundo concepto que est ntimamente unido a l, que aparece como el complemento ms
necesario e imprescindible de ese amor, como la condicin fudamental sin la cual el amor
no pude arraigar, crecer y desarrollarse en el alma, y, sobre todo, no es capaz de alcanzar las
alturas y la intensidad propias de la santidad: me refiero a la humildad.
La ciencia de la santidad es tambin una ciencia de humildad. Una ciencia que
ensea quin es Dios y quin es el hombre, pero de nuevo, en su sentido ms personal y
relacional entre los dos. Es decir: quin soy yo delante de Dios; su grandeza frente a mi
pequeez; la total necesidad que tengo de l; y cmo l quiere salvar, y salva de hecho, esa
enorme distancia que nos separa, a pesar de mis miserias, si yo le dejo libremente actuar en
mi alma.
Una humildad que es, pues, reconocimiento de una verdad honda y radical: la nada
miserable y pecadora que cada uno es ante el Todo santo e inmaculado de Dios. Pero, al
mismo tiempo y como consecuencia, la humildad es tambin apertura hacia otra Verdad:
hacia ese mismo Todo que quiere llenar nuestra nada, que puede transformar nuestra
miseria en santidad; una Verdad maravillosa que encandila al alma y le mueve
impetuosamente, justamente en la medida en que percibe ms y mejor el contraste con la
otra verdad, la de s mismo.
Por eso, la humildad de los santos, la verdadera humildad, es una humildad audaz,
osada, atrevida: con el atrevimiento del que no se fa nada de s, pero se fa totalmente de
Dios.
Junto a esa audacia, ntimamente unidas a la humildad, aparecen otras virtudes y
actitudes bsicas de una autntica vida espiritual cristiana, que deben tambin dar forma a
todo el estudio teolgico que nos ocupa: docilidad, confianza, abandono, sencillez,
sinceridad,...
En definitiva, estoy convencido de que una autntica Teologa Espiritual debe
hacerse eco de una u otra forma, prcticamente en cada una de sus pginas, de esa verdad y
esa actitud honda y decisiva del alma que, partiendo de la Sagrada Escritura y del ejemplo y
las palabras del mismo Jesucristo, la tradicin espiritual ha designado con el riqusimo
trmino humildad y todos sus derivados.
Aprended de m, que soy manso y humilde de corazn (Mt 11, 29).
Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me
llamarn bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en m cosas grandes el
Todopoderoso, cuyo nombre es Santo (Lc 1,48-19).
Sin m, no podis hacer nada (Jn 15, 5).
Todo lo puedo en aqul que me conforta (Fil 4, 13).
Antes eligi Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios y elegi Dios
la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes (1 Cor 1,27).
l me dijo: Te basta mi gracia, porque la fuerza resplandece en la flaqueza. Por
eso, con sumo gusto me gloriar ms todava en mis flaquezas, para que habite en m la
fuerza de Cristo. Por lo cual me complazco en las flaquezas, en los oprobios, en las
necesidades, en las persecuciones y angustias, por Cristo; pues cuando soy dbil, entonces
soy fuerte (2 Cor 12, 9-10).
Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia (1 P 5, 5).
Cristo pertenece a los humildes, no a los que se exaltan sobre su rebao. El cetro
de la grandeza de Dios, e! Seor Jesucristo, no vino al mundo con aparato de arrogancia ni
de soberbia, sino en espritu de humildad, conforme lo haba anunciado e! Espritu Santo (ls
53, 112)... Pues si hasta este extremo se humill el Seor, qu ser bien que hagamos
nosotros, los que por l nos hemos puesto bajo eL yugo de su gracia?.
Si me preguntis qu es lo ms esencial en la religin y en la disciplina de
Jesucristo, os responder: lo primero, la humildad; lo segundo, la humildad; y lo tercero, la
humildad.
Si los Padres conciliares concedieron tanto relieve a esta temtica no fue para dar una
especie de toque espiritual a la eclesiologa, sino ms bien para poner de relieve una
dinmica intrnseca y determinante. Descubrir a la Iglesia como "misterio", es decir, como
pueblo "congregado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espritu Santo", llevaba a
descubrir tambin su "santidad", entendida en su sentido fundamental de pertenecer a Aqul
que por excelencia es el Santo, el "tres veces Santo" (cfr. 1s 6, 3). Confesar a la Iglesia
como santa significa mostrar su rostro de Esposa de Cristo, por la cual l se entreg,
precisamente para santificada (cfr. Ef 5,25-26). Este don de santidad, por as decir, objetiva,
se da a cada bautizado.
Pero el don se plasma a su vez en un compromiso que ha de dirigir toda la vida
cristiana: "sta es la voluntad de Dios: vuestra santificacin" (1 Ts 4, 3). Es un compromiso
que no afecta slo a algunos cristianos: "Todos los cristianos, de cualquier clase o
condicin, estn llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfeccin del amor".
(...) Poner la programacin pastoral bajo el signo de la santidad es una opcin llena
de consecuencias. Significa expresar la conviccin de que, si el Bautismo es una verdadera
entrada en la santidad de Dios por medio de la insercin en Cristo y la inhabitacin de su
Espritu, sera un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida segn una tica
minimalista y una religiosidad superficial. Preguntar a un catecmeno, "quieres recibir el
Bautismo?", significa al mismo tiempo preguntarte, "quieres ser santo?" Significa ponte en
el camino del Sermn de la Montaa: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre
celestial" (Mt 5,48).
Como el Concilio mismo explic, este ideal de perfeccin no ha de ser
malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable slo por
algunos "genios" de la santidad. Los caminos de la santidad son mltiples y adecuados a la
vocacin de cada uno. Doy gracias al Seor que me ha concedido beatificar y canonizar
durante estos aos a tantos cristianos y, entre ellos a muchos laicos que se han santificado
en las circunstancias ms ordinarias de la vida. Es el momento de proponer de nuevo a
todos con conviccin este "alto grado" de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la
comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta direccin.
5. ORACIN
Continuamente se ha destacado y se destaca la importancia de la oracin en la vida
espiritual cristiana; pero se corre el riesgo de reducir este concepto a unas prcticas de
piedad concretas, y no captar su sentido ms hondo como expresin, precisamente, de otro
de los aspectos esenciales de toda la vida espiritual en cuanto tal.
Basta fijarse en que, justamente bajo la palabra oracin, el Catecismo de la Iglesia
Catlica, siguiendo una antiqusima tradicin catequtica, incluye la parte ms propiamente
espiritual de la doctrina cristiana, despus de haber desarrollado lo dogmtico, lo litrgico y
lo moral; aunque, por lo dems, la espiritualidad impregne toda la enseanza de dicho
texto, de una forma particularmente lograda. O basta recordar que los primeros tratados de
la historia de la literatura cristiana que podemos considerar especficamente espirituales
versan justamente sobre la oracin (Orgenes, Tertuliano, S. Cipriano); y que algunos de los
Me has escrito: "orar es hablar con Dios. Pero, de qu?" -De qu? De l, de ti:
alegras, tristezas, xitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias...,
flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras:
conocede y conocerte: tratarse!.
"Si conocieras el don de Dios" Un 4, 10). La maravilla de la oracin se revela
precisamente all, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: all Cristo va al
encuentro de todo ser humano, es el primero en buscamos y el que nos pide de beber. Jess
tiene sed, su peticin llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oracin,
sepmoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de
que el hombre tenga sed de l (cfr. San Agustn, quaesto 64, 4).
6. ASCTICA
Como es sabido, durante varios decenios del siglo XX, se utiliz preferentemente la
expresin Teologa Asctica y Mstica para designar nuestra especialidad. No es el
momento de detenerse en la historia de esa expresin, pero s es oportuno recordar que fue
un primer paso importante en la recuperacin de una visin unitaria de la vida espiritual,
durante mucho tiempo errneamente dividida entre lo asctico y lo mstico.
La actual denominacin de Teologa Espiritual va todava ms all en ese subrayar
la unidad del objeto de nuestra ciencia, pero eso no significa la superacin de esos
componentes ascticos y msticos de la vida cristiana, sino, ms bien, entended os y
explicados en su justo sentido, recuperando buena parte de la tradicin espiritual anterior al
siglo XVII, antes de que se produjera esa fractura.
La perspectiva asctica de la vida espiritual, en particular, es algo que debe tambin,
a mi juicio, permear todo el tratamiento de nuestra materia. En efecto, el sentido de lucha,
de esfuerzo, de ejercicio, todo lo relativo a la cooperacin personal a la gracia a travs de
las propias acciones, en el proceso de santificacin, no es algo propio slo de los que
inician su camino hacia Dios, o de un primer periodo ms o menos largo de ese proceso,
sino algo inherente a la vida espiritual en cuanto tal y, por tanto, a todos los momentos y
todos los aspectos de su desarrollo. Ms an, los ms santos son los que ms luchan, en
todos los sentidos (tambin suelen tener ms dificultades): Jesucristo mismo tuvo que
luchar..., y cmo!
Quiz, parte del error que a veces se ha tenido y se tiene al plantear esta materia,
viene de una consideracin de la asctica cristiana en un sentido demasiado negativo, es
decir, como lucha contra: sobre todo, contra el pecado. Sin embargo, su sentido ms
profundo -del que lo anterior es slo una de sus consecuencias o manifestaciones
principales- me parece que es plenamente positivo y enlaza con el mismo ncleo de la
vida espiritual: es el esfuerzo personal por avanzar, por progresar, por poner todos los
medios a nuestro alcance para responder al mismo don que se nos da, por cooperar con l
en todo lo que nos pide, por cumplir su voluntad (y cumplirla por amor, porque le queremos
y queremos quererle cada vez ms), por manifestar con obras nuestro amor, por desarrollar
las virtudes (no tanto en beneficio personal, como en servicio a los dems y por la gloria de
Dios), etc.
Desde esta perspectiva, resulta claro que la asctica cristiana no slo no desaparece
o se apaga conforme avanza la vida espiritual, sino que crece con ella; y que la armona
con la mstica, de la que hablaremos enseguida, es algo mucho ms profundo y decisivo de
lo que parece a simple vista.
Aprovecho para insistir, una vez ms, en la unidad de nuestro objeto de estudio y,
por tanto, en la conveniencia de mantener siempre ante los ojos todos los elementos
esenciales que estamos subrayando; de tal forma que, al hablar o escribir sobre cuestiones
ms de tipo asctico, se haga siempre con continuas referencias al amor y a la humildad, en
tensin hacia la santidad y la mstica, en un clima de intimidad con Dios; y no de mero
ejercicio prctico, o de casustica y solucin de problemas psicolgico-espirituales, etc.
Lo cual no quita que sea tambin conveniente -ms an, necesario; porque la vida
espiritual real y concreta de cada uno lo est pidiendo as- descender a detalles, y recoger,
en particular, tantas manifestaciones y criterios eficaces y prcticos de la asctica cristiana
que la tradicin espiritual ha acumulado durante siglos; pero siempre presentados en su
autntico contexto de verdadera santidad cristiana, y en un tono atractivo, optimista,
esperanzado: bien apoyado en la humildad, y motivado por el amor y orientado hacia l.
No sabis que los que corren en el estadio, todos, sin duda, corren, pero uno solo recibe
el premio? Corred de tal modo que lo alcancis. Todo el que toma parte en el certamen
atltico se abstiene de todo; y ellos para alcanzar una corona corruptible; nosotros, en
cambio, una incorruptible. As pues, yo corro no como a la ventura, lucho no como el que
golpea al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea que, habiendo
predicado a otros, sea yo reprobado (1 Cor 9, 24-27).
He luchado en el noble combate, he alcanzado la meta, he guardado la fe; por lo
dems, me est reservada la merecida corona que el Seor, el Justo Juez, me entregar en
aquel da; y no slo a m, sino tambin a todos los que desean con amor su venida (2 Tim
4, 7-8).
Con respecto a la virtud, hemos aprendido del Apstol que el nico lmite de la
perfeccin consiste en no tener lmite. Aquel divino Apstol, grande y elevado de
pensamiento, corriendo siempre por el camino de la virtud, jams ces de "tender hacia
delante" (cfr. Fil 3, 13), pues le pareca peligroso detenerse en la carrera. Por qu? Porque
todo bien, por propia naturaleza, carece de lmites, y slo es limitado por la presencia de su
contrario, como la vida es limitada por la muerte y la luz por la tiniebla; en general, todo
aquello que es bien tiene su trmino en aquello que es considerado lo opuesto del bien. As
como el final de la vida es el comienzo de la muerte, as tambin el pararse en la carrera
hacia la virtud es el principio de la carrera hacia el vicio.
"Olvidndome de lo pasado y tenso hacia lo que est delante, en mi intencin lo
persigo". Todava lo persigo: "hasta lograr la palma de la suprema vocacin de Dios en
Cristo Jess" (Fil 3, 13-14). Todava voy en pos de ello, an avanzo, an camino, todava
estoy en ruta, todava estoy en tensin, an no he llegado. Por lo tanto, si tambin t
caminas, si ests en tensin, si piensas en lo que ha de venir, olvida el pasado, no pongas tu
mirada en l, para no anclarte en el lugar donde has puesto los ojos (...).
No podemos detenemos. El Seor nos pide un batallar cada vez ms rpido, cada
vez ms profundo, cada vez ms amplio. Estamos obligados a superamos, porque en esta
competicin la nica meta es la llegada a la gloria del cielo. Y si no llegsemos al cielo,
nada habra valido la pena.
7. CRUZ
A simple vista este tema debera quedar ya incluido en el anterior. Por lo menos,
parece claro que estn muy relacionados, y no slo por su referencia respectiva a la vida
espiritual en su conjunto. Pero me he decidido a tratados de forma independientemente,
porque quiero subrayar con cada uno de estos trminos asctica y cruz dos aspectos
diversos, aunque complementarios: dos acentos que me parecen tener fuerte entidad propia
en la tradicin espiritual cristiana; acentos que, presentados juntos, tienden a difuminarse y
a empobrecer lo que tanto la doctrina como la experiencia viva de santidad nos ensean,
pero vistos por separado cobran una claridad y una hondura especiales.
En efecto, luchar no es necesariamente equivalente a sufrir, por lo menos en el nivel
espiritual cristiano en el que nos movemos aqu (el sentido deportivo de la lucha,
tradicional en la Iglesia desde San Pablo, como acabamos de ver, lo demuestra); pero tanto
lo uno con lo otro aparecen como elementos irrenunciables en el verdadero discpulo de
Cristo.
La cruz, en efecto, lo es. No slo debido al acontecimiento central de la misma Cruz
de Jesucristo, sino que la constatacin, por ejemplo, de la realidad del martirio y su estrecha
relacin con la santidad en todas las pocas de la historia de la Iglesia y muy
particularmente en nuestros das, como no deja de recordamos Juan Pablo II, bastara
para apoyar la importancia de la cruz en el estudio de la espiritualidad cristiana. Pero,
mucho ms en general, una lectura atenta de la vida y experiencia de cualquier alma santa
nos muestra siempre, no slo la presencia de algn sufrimiento concreto especial, sino de
dolores numerosos, variados y, con frecuencia, particularmente duros y persistentes.
A ello hay que aadir la enorme generosidad en la mortificacin voluntaria de todo
tipo que contemplamos en la historia de la espiritualidad, hasta el punto de que, en
ocasiones, puede llegar a abrumamos y desconcertamos; sobre todo, en contraste con
nuestro actual ambiente tan materializado, tendente al hedonismo, y centrado en el
bienestar y el placer, a veces a cualquier precio y por encima de todo.
De nuevo estamos ante un tema que, me parece, no slo debe ser estudiado en lugar
destacado como propio de nuestra materia, sino que deber permear todo buen tratado de
Teologa Espiritual, de la primera a la ltima leccin, si no queremos desvirtuar la
radicalidad del seguimiento de Jesucristo, la centralidad del misterio de la Cruz en el
mensaje cristiano y, por tanto, en su realizacin viva y personal en cada uno, que constituye
la vida espiritual.
Pero, tambin en este caso, hay un sensible peligro, agravado en nuestra poca
justamente por ese ambiente hedonista al que acabamos de hacer referencia: el peligro de
un planteamiento slo negativo de la cruz cristiana, aunque sea con la recta intencin de
Porque el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para los que
se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios (...) Pues los judos piden signos, los griegos
buscan sabidura; nosotros en cambio predicamos a Cristo crucificado, escndalo para los
judos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, judos y griegos, predicamos a
Cristo, fuerza de Dios y sabidura de Dios. Porque lo necio de Dios es ms sabio que los
hombres, y lo dbil de Dios es ms fuerte que los hombres (1 Cor 1, 18.22-25).
Con Cristo estoy crucificado: vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en m
(Ga 2, 19-20).
Lejos de m gloriarme sino en la cruz de nuestro Seor Jesucristo, por quien el
mundo est crucificado para mi y yo para el mundo (Ga 6, 14).
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jess, el cual,
siendo de condicin divina, no consider como presa codiciable el ser igual a Dios, sino
que se anonad a si mismo tomando la forma de siervo, hacindose semejante a los
hombres; y, mostrndose igual que los dems hombres, se humill a s mismo hacindose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exalt y le otorg el
nombre que est sobre todo nombre; para que al nombre de Jess toda rodilla se doble en
los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: Jesucristo es el Seor!,
para gloria de Dios Padre (Fil 2,5-11).
Por lo que a m toca, escribo a todas las iglesias, y a todas les encarezco que yo
estoy pronto a morir de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidis. Yo os
lo suplico: no mostris para conmigo una benevolencia inoportuna. Permitidme ser pasto de
las fieras, por las que me es dado alcanzar a Dios. Trigo soy de Dios y he de ser molido por
los dientes de las fieras a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo (...).
A Aqul quiero que muri por nosotros. A Aqul quiero que por nosotros resucit.
Mi partida es ya inminente. Perdonadme, hermanos: no me impidis vivir. No os empeis
en que yo muera. No entreguis al mundo a quien no anhela sino ser de Dios. No me tratis
de engaar con lo terreno. Dejadme contemplar la luz pura. Llegado all, ser de verdad
hombre. Permitidme ser imitador de la pasin de mi Dios.
Si sufres con l, con l reinars; si lloras con l, con l te gozars; si mueres en su
compaa en la cruz de la tribulacin, poseers con l las moradas celestes en el esplendor
de los santos, y tu nombre ser inscrito en el libro de la vida y se har famoso entre los
hombres. Por eso mismo, poseers por toda la eternidad y por todos los siglos la gloria del
reino celestial, en lugar de los honores terrenos, que son tan caducos; participars de los
bienes eternos, en lugar de los bienes perecederos, y vivirs por todos los siglos.
Angate en la sangre de Cristo crucificado; bate en su sangre; sciate con su
sangre; embrigate con su sangre; vstete de su sangre; dulete de ti mismo en su sangre;
algrate en su sangre; crece y fortifcate en su sangre; pierde la debilidad y la ceguera en la
sangre del Cordero inmaculado; y con su luz, corre como caballero viril, a buscar el honor
de Dios, el bien de su santa Iglesia y la salud de las almas, en su sangre.
cielo, la fe con la visin, la esperanza con la posesin, la intimidad de amor con Dios en
este mundo, maravillosa pero an incompleta e imperfecta, con la plenitud de amor
insospechable e inimaginable de la otra vida, de la definitiva; y al damos a gustar un
poquito al menos de esa felicidad infinita que nos espera en el Cielo, estos maravillosos
dones divinos nos espolean ms en nuestro camino de santidad y nos ayudan a recorrerlo
con ms ilusin, garbo y alegra.
El progreso espiritual tiende a la unin cada vez ms ntima con Cristo mediante
los sacramentos "los santos misterios" y, en l, en el misterio de la Santsima Trinidad.
Dios nos llama a todos a esta unin ntima con l, aunque las gracias especiales o los
signos extraordinarios de esta vida mstica sean concedidos solamente a algunos para
manifestar as el don gratuito hecho a todos.
Abandona los sentidos y las operaciones intelectuales, todos los sensibles y los
inteligibles, todo lo que no es y lo que es, y en la medida de lo posible, por va de negacin,
extindete hacia la unin con aquel que est por encima de toda substancia y todo
conocimiento. Con la absoluta y libre salida de ti mismo y de todas las cosas, habindolo
dejado todo y habindote desvinculado de todo, sers elvado al rayo sobrenatural de la
tiniebla divina.
Fija tu mente en el espejo de la eternidad, fija tu alma en el esplendor de la gloria
(cfr. Hb 1, 3), fija tu corazn en la figura de la divina sustancia (cfr. Hb 1,3), y transfrmate
toda entera, por la contemplacin, en imagen de su divinidad (cfr. 2 Cor 3, 18), para que
tambin t sientas lo que sienten los amigos cuando gustan la dulzura escondida (cfr. Sal
30, 20) que el mismo Dios ha reservado desde el principio para quienes lo aman (cfr. 1 Cor
2, 9).
Y en este trnsito, si es perfecto, es necesario que se dejen todas las operaciones
intelectuales, y que el pice del afecto se traslade todo a Dios y todo se transforme en Dios.
Y esta es experiencia mstica y secretsima, que "nadie la conoce, sino quien la recibe" (Ap
2, 17), ni nadie la recibe, sino quien la desea; ni nadie la desea, sino aqul a quien el fuego
del Espritu Santo lo inflama hasta la mdula. Por eso dice el Apstol que esta mstica
sabidura la revel el Espritu Santo (cfr. 1 Cor 2, 10s).
Y as, no pudiendo nada la naturaleza y poco la industria, ha de darse poco a la
inquisicin y mucho a la uncin; poco a la lengua y muchsimo a la alegra interior; poco a
la palabra y a los escritos, y todo al don de Dios, que es el Espritu Santo; poco o nada a la
criatura y todo a la esencia creadora, esto es, al Padre, yal Hijo, y al Espritu Santo (...).
Y si tratas de averiguar cmo sean estas cosas, pregntalo a la gracia, pero no a la
doctrina; al deseo, pero no al entendimiento; al gemido de la oracin, pero no al estudio de
la leccin; al esposo, pero no al maestro; a la tiniebla, pero no a la claridad; a Dios, pero no
al hombre; no a la luz, sino al fuego, que inflama totalmente y traslada a Dios con excesivas
unciones y ardentsimos afectos.
T, Trinidad eterna, eres un mar profundo, donde cuanto ms me sumerjo, ms
encuentro, y cuanto ms encuentro, ms te busco. Eres insaciable, pues llenndose el alma
en tu abismo, no se sacia, porque siempre queda hambre de ti, Trinidad eterna, deseando
verte con luz en tu luz.
Quiere ya nuestro buen Dios quitada las escamas de los ojos, y que vea y entienda
algo de la merced que le hace, aunque es por una manera extraa; y metida en aquella
morada, por visin intelectual, por cierta manera de representacin de la verdad, se le
muestra la Santsima Trinidad, todas tres Personas, con una inflamacin que primero viene
a su espritu a manera de una nube de grandsima claridad, y estas Personas distintas, y por
una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandsima verdad ser todas tres
Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos
por fe, all lo entiende el alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del
cuerpo ni del alma, porque no es visin imaginaria.
Aqu se le comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas
palabras que dice el Evangelio que dijo el Seor: que vendra l y el Padre y el Espritu
Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos. Oh, vlgame Dios!
Cun diferente cosa es or estas palabras y creedas, a entender por esta manera cun
verdaderas son! Y cada da se espanta ms esta alma, porque nunca ms le parece se fueron
de con ella, sino que notoriamente ve, de la manera que queda dicho, que estn en lo
interior de su alma, en lo muy muy in:rior; en una cosa muy honda, que no sabe decir
cmo es, porque no tiene letras, siente en s esta divina compaa.
Esta noche oscura es la contemplacin en que el alma desea ver estas cosas.
Llmala "noche", porque la contemplacin es oscura; que por eso la llaman por otro
nombre "mstica Teologa", que quiere decir sabidura de Dios secreta o escondida, en la
cual, sin ruido de palabras y sin ayuda de algn sentido corporal ni espiritual, como en
silencio y quietud, a oscuras de todo lo sensitivo y natural, ensea Dios ocultsima y
secretsimamente al alma sin ella saber cmo; lo cual algunos espirituales llaman "entender
no entendiendo", porque esto no se hace en el entendimiento que llaman los filsofos
activo, cuya obra es en las formas y fantasas y aprehensiones de las potencias corporales,
mas hcese en el entendimiento en cuanto posible y pasivo, el cual, sin recibir las tales
formas, etc., slo pasivamente recibe inteligencia sustancial desnuda de imagen, la cual le
es dada sin ninguna obra ni oficio suyo activo.
"All me ense ciencia muy sabrosa": La ciencia sabrosa que dice aqu que le
ense, es la Teologa mstica, que es ciencia secreta de Dios, que llaman los espirituales
contemplacin; la cual es muy sabrosa, porque es ciencia por amor, el cual es el maestro
della y el que todo lo hace sabroso. Y, por cuanto Dios le comunica esta ciencia e
inteligencia en el amor con que se comunica al alma, esle sabrosa para el entendimiento,
pues es ciencia, que pertenece a l; y esle tambin sabrosa a la voluntad, pues es en amor, el
cual pertenece a la voluntad.
l, que en los das de su vida mortal exclam en un transporte de alegra: "Te doy
gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has
revelado a la gente sencilla" (Lc 10,21), quera hacer resplandecer en m su misericordia.
Porque yo era dbil y pequea, se abajaba hasta m y me instrua en secreto en las cosas de
su amor. Si los sabios que se pasan la vida estudiando hubiesen venido a preguntarme, se
hubieran quedado asombrados al ver a una nia de catorce aos comprender los secretos de
la perfeccin, unos secretos que toda su ciencia no puede descubrirles a ellos porque para
poseerlos es necesario ser pobres de espritu....
Primero una jaculatoria, y luego otra, y otra..., hasta que parece insuficiente ese
fervor, porque las palabras resultan pobres...: y se deja paso a la intimidad divina, en un
mirar a Dios sin descanso y sin cansancio. Vivimos entonces como cautivos, como
prisioneros. Mientras realizamos con la mayor perfeccin posible, dentro de nuestras
equivocaciones y limitaciones, las tareas propias de nuestra condicin y de nuestro oficio,
el alma ansa escaparse. Se va hacia Dios, como el hierro atrado por la fuerza del imn. Se
comienza a amar a Jess, de forma ms eficaz, con un dulce sobresalto (...).
El corazn necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas
divinas. De algn modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida
sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se
entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espritu Santo; y se somete
fcilmente a la actividad del Parclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: los
dones y las virtudes sobrenaturales!
Hemos corrido como el ciervo, que ansa las fuentes de las aguas (Sal 41,2); con
sed, rota la boca, con sequedad. Queremos beber en ese manantial de agua viva. Sin
rarezas, a lo largo del da nos movemos en ese abundante y claro venero de frescas linfas
que saltan hasta la vida eterna (cfr. Jn 4,14). Sobran las palabras, porque la lengua no logra
expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, se mira! Y el alma rompe otra
vez a cantar con cantar nuevo, porque se siente y se sabe tambin mirada amorosamente por
Dios, a todas horas.