El Masajista Negro de Tennessee Williams
El Masajista Negro de Tennessee Williams
El Masajista Negro de Tennessee Williams
Ahora, al cumplir los treinta aos, a fuerza de haber estado tan protegido, haba
conservado el aire y el cuerpo informe de un nio: en presencia de personas de
ms edad, que pudieran criticarlo, se comportaba como un chiquillo asustadizo.
En cada movimiento de su cuerpo, en cada inflexin de su voz, en cada
expresin de su fisonoma, haba una excusa tmida destinada al mundo, una
excusa por el espacio que pudiera llegar a ocupar, por pequeo que fuera. No
pareca alguien curioso. Poco se saba sobre l, y el mismo poco saba contar.
No conoca o era consciente de sus verdaderos deseos. Desear, consiste en
querer ocupar un espacio mayor del que a uno de le ofrece- y eso era
especialmente claro en el caso de Anthony Burns. Sus deseos- o ms bien su
deseo fundamental era demasiado grande para l, que lo engulleran por
completo o, al menos, lo cubrieran con un abrigo que el pudiera cortar en diez
trozos an ms pequeos. O ms concretamente: haran falta muchos Burns
para llenar un manto as.
Porque todos los pecados del mundo no son en realidad mas que cosas
incompletas, sin acabar, todo el sufrimiento del mundo viene a ser una suerte
de expiacin. Como una casa con tres muros porque no quedaban piedras para
construir el cuarto muro, la pared que falta; una sala que queda sin muebles
porque el propietario no tiene el dinero suficiente, se encuentra siempre alguna
forma artificial para paliar esta alguna carencia de esta clase. El que se las
arregla para disimular su lado incompleto. Sienten esa pared, ese mueble que
falta y saben como remediar esa ausencia. El uso de la imaginacin, el
ejercicio de los sueos o de las ambiciones artsticas, es una de las mscaras
que uno se fabrica para disimular esas partes vacas. Tambin existen la
violencia y la guerra, que suceden entre dos hombres o dos naciones,
apareciendo tambin como una ciega y ms insensata compensacin a todo
lo que no se ha llegado a acabar en la naturaleza humana.
escapar del miedo que lo atenazaba realmente, ese sbado por la tarde, al
encontrarse frente a la luz del letrero Baos turcos y masajes.
imagen de Burns surga en su mente: vea su cuerpo plido con las marcas
moradas o rojizas de los golpes recibidos. Entonces la barra de chocolate se le
derreta en los labios y se le formaba una sonrisa soadora. El gigante amaba
a Burns, y Burns estaba loco por el gigante. En su trabajo, empezaba a
mostrarse algo distrado. Mientras mecanografiaba y haca los recados, se
revolva en su asiento y se imaginaba a su gigante surgiendo frente a l por los
aires. Sonera y dejaba caer sus dedos hinchados por el trabajo,
abandonndolos sobre la mesa. En ocasiones, el patrn se paraba delante
suyo y le llamaba por su nombre de un modo desagradable: Burns, Burns
Deja de soar! En qu piensas?
Cogi el cuerpo que tena apenas junturas y lo puso con delicadeza sobre una
tabla limpia. El gigante comenz a devorar el cuerpo de Burns. Rebaaba los
huesos y le hicieron falta veinticuatro horas rebaar todas las costillas. Cuando
hubo acabado, el cielo tena un color azul sereno. El brillo del oficio religioso
haba acabado, las cenizas del incendio estaban repartidas, los coches de
bomberos repartan el olor a miel habiendo liberado la atmsfera.
El masajista puso en un saco los huesos ms duros que quedaban despus del
sacrificio de Burns y, con este fardo, se puso en el terminal de una lnea de
autobs.
Despus el camin por un barrio desierto y vaci su cargamento en las aguas
inmviles del lago. Volvi a su casa y se dijo:-S, todo est perfecto, todo ha
acabado.
Una vez en su hogar, en el saco donde haba llevado los huesos, hacin todas
las cosas de Burns: un traje azul, algunos botones esmerilados y una vieja foto
de Anthony a los siete aos.