Cementerio de San Javier
Cementerio de San Javier
Cementerio de San Javier
La tercera estacin como si se tratase de los pasos del ritual catlico cuaresmal-, nos
llev a un pequeo gran cementerio valga el uso del oxmoron tan quevediano, puesto
que son muchas las historias que all se configuran en tan reducido espacio-: el
cementerio del barrio San Javier, en lo alto de la comuna 13 de la capital de la montaa,
ubicado frente a otro que los violentos decidieron fundar clandestinamente, conocido
como la escombrera.
A diferencia de los anteriores panteones, en este hay un ambiente doble: por un lado est
la paz y tranquilidad que muchas familias han confiado a la necrpolis que corona uno de
los cerros de la barriada, y en otra orilla no muy lejos desde lo humano (y pagano), pero
s de lo sacro (del cristianismo)- ritos de brujera y de espiritismo vud: cals fetiches, o
en el argot popular: muecos vud- quemados. Sin duda lo ritual all juega un papel de
avizor, mas vara desde el sistema angular de donde se le observe: sacrilegio, conexin
con el mundo de los difuntos, favores expeditos de culpa o temor, vulneracin de la ltima
casa que muchos tendrn.
Es menester respetar el orden, y la vida como la muerte -adems de este escrito- lo
poseen, por ello en igual disposicin se hablar de cada contraparte.
Son mltiples las personas que creen que su vida siempre girar en torno a su casa no
necesariamente fsica-, y an despus de partir y cruzar la estigia, esperan que su ltima
morada est en medio de la tierra que los vio crecer, enamorarse, desilusionarse,
madurar, envejecer y finalmente morir. Eros inceptor de la vida, conocido por los romanos
pre-imperiales como Amor o Cupido su nombre ms comn-, no slo es un querubn
que junta almas que indisolubles al destino se tienen que fundir, para muchas veces
desquebrajarse en mil pedazos, sino tambin, el que permite que el vnculo entre dos
mundos o mortales con sus historias y pesadumbres, que juntos lucharon por vencer- se
siga alimentando, dilatando lo que las Moiras cortaron con sus oxidadas tijeras, por orden
de Hades. En San Javier Eros estaba ah, en las tumbas atestadas de frescas flores,
cartas hechas a mano, e incienso quemado, todo en honor del que ya no est: la madre,
el padre, el hijo, la pareja, un amigo del alma; cmo se le quiera llamar: un ser querido, -y
hasta ms- amado. El ser humano no atiende a la biologa, o tal vez no lo quiere hacer,
casi siempre busca una excusa perfecta para dar explicacin a que su gente no ha
abandonado el mundo, que siempre estar, aunque sea en el platnico mundo de la
ideas. Eros vigila el inicio y el fin del hilo de la vida, mantenindolo tenso, y muchas veces
tratando de anudar lo que es imposible reestablecer tras su corte.
Un gran espacio donde no nicamente se entierra lo que queda de nuestra corporalidad,
sino un sitio de reunin y devocin, es lo que las blancas paredes de este pequeo
cementerio nos ofreci. El amigo que no est entre los vivos, el familiar, el ser amado, son
llorados como si su partida hubiese sido el da anterior, como si el dolor no cesara dentro
del camposanto, y las enjugadas lgrimas se secaran para no brotar de igual manera
hasta la prxima visita; un arroyo alimentado por una cascada de recuerdos, mientras
aves aletean en los techos de los grupos de bvedas, y el fro viento hela hasta los
huesos; nuestra cultura no deja ir al que se marcha, sin una promesa: un reencuentro de
ambas partes en otro lugar, uno de paz y eterna compaa. Las albas tapias del lugar, se
hallaban salpicadas por tintes coloridos, muy distintos al del sombro luto que das, meses
o aos atrs vestan los dolientes; fotografas a color, flores artificiales y naturales-, cirios
desgastados, y lgrimas secas en el gris piso, dan diferentes matices al lugar de
concurrencia entre los separados por la vida, ofrendas que por tradicin -ms que dolor-,
muestran vida.
En la parte alta de la necrpolis y muy desde la cultura: el sitio ms cercano al cielo
desde la tierra, segn se nos ha narrado en sinfn de historias-, otra clase de rituales en
las tenebrosas noches acaecen: cera de velas, peridicos y cartas con extraa escritura, y
cals incinerados, son seales de que no slo all se recuerda con agrado al que ya no
est, sino que se hace lo mismo en este caso- con rencor contra l mismo, o hacia el
que todava vive; unos pocos osan visitar lo alto de aquella colina blanca en las horas ms
cercanas al alba, para pedir o maldecir en medio de huesos de calmos seres ya no
existentes. Anatema para algunos, miedo para otros, para quienes lo hacen: un medio
para lograr objetivos; quizs nuestras culturas han jugado con lo que hay ms all de la
vida, siendo cierto o falso lo que se teje a su alrededor, es innegable que muchos ante
acciones y simbologas como estas nos detenemos a observar, hablarnos al odo o bajo, o
simplemente desviar la mirada para no involucrarnos; est all, y por algo se da; la vida
tiene un gran poder lo sabemos, lo vivimos (valga la redundancia)-, pero son mayores el
vaho y misterio y posibles secretos- que ocultan la capa de la muerte, la cual el hombre
ha querido poseer, creyndose capaz de dominar a lo que es objeto.
Eros y Thanatos son mucho ms que lo que Freud nos deca sobre pulsiones, son dos
oblicuos en un despeadero, donde luchamos por no caer, por no estar en la obscuridad
de su fondo, donde el apego a la vida -Eros- es ms fuerte que el deseo de partir a la
eternidad -Thanatos-, o a donde cada quien piensa que ir tras abandonar este cuerpo
que nos es prestado por efmero tiempo.