Aragon en El Centro de La Historia

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Departamento de Educacin,
Cultura y Deporte

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LA CORONA DE ARAGN
EN EL CENTRO
DE SU HISTORIA
1208-1458
La Monarqua aragonesa y los reinos de la Corona

Zaragoza y Monzn 1 al 4 de diciembre de 2008


NGEL SESMA MUOZ
(Director cientfico)

Departamento de Educacin,
Cultura y Deporte

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COLECCIN ACTAS, 74

Gobierno de Aragn
Diseador: David Mazagatos
Edita: Gobierno de Aragn
Departamento de Educacin, Cultura y Deporte
ISBN: 978-84-8380-198-7
Dep. Leg.: Z-3.485/09
Realizacin: ARPIrelieve, S.A.

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NDICE
Presentacin, por J. NGEL SESMA MUOZ .............................................................................

LA ESTRUCTURA INTERNA DE UNA MONARQUA PLURAL

Monarqua, Iglesia y Nobleza en la Corona de Aragn o la gestin de la


complejidad, por CARLOS LPEZ RODRGUEZ ......................................................................

13

La monarqua y las ciudades desde el observatorio de la fiscalidad,


por MANUEL SNCHEZ MARTNEZ ...................................................................................................

43

La metamorfosis del Estado feudal. Las estructuras institucionales de la


Corona de Aragn en el periodo de expansin (1208-1283),
por CARLOS LALIENA CORBERA .......................................................................................................

65

Los ejrcitos del rey en la Corona de Aragn (siglos XIV-XV),


por JORGE SIZ SERRANO ...................................................................................................................

97

Consejeros influyentes y personas de confianza en el entorno cortesano de


los reyes de Aragn (siglos XIII-XV), por GERMN NAVARRO ESPINACH ............

129

LA IMAGEN DEL REY

El perfil trascendental de los reyes aragoneses, siglos XIII al XV:


Santidad, franciscanismo y profecas, por NIKOLAS JASPERT .....................................

183

Tradiciones e idiosincracias. Las relaciones entre Catalua y Aragn en la


historiografa (siglos XI-XIII), por STEFANO MARIA CINGOLANI ..............................

219

LOS REINOS

La corte napoletana di Alfonso il Magnanimo: il mecenatismo regio,


por ROBERTO DELLE DONNE ..............................................................................................................

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La conservacin de la memoria: archivos regios, por ALBERTO TORRA PREZ

271

Ritos y gestos de la realeza en las cuatro grandes crnicas,


por RAFAEL NARBONA VIZCANO .....................................................................................................

285

El entorno femenino de los reyes de Aragn,


por MARA DEL CARMEN GARCA HERRERO ................................................................................

327

La formacin bajomedieval del sistema aragons de Fueros y Observancias,


por JESS MORALES ..............................................................................................................................

351

La organizacin central de la Corona de Aragn cismarina,


por FLOCEL SABAT ...............................................................................................................................

393

Forme della rappresentanza nel regno di Sicilia: circolazione di modelli


istituzionali nella Corona dAragona, por BEATRICE PASCIUTA ............................

415

Parlamento e luogotenenza generale. Il regno di Napoli nella Corona


dAragona, por FRANCESCO SENATORE ......................................................................................

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PRESENTACIN
La cultura occidental ha tenido siempre clara la idea de continuidad y de que
lo que somos en cada momento se apoya en lo que fueron e hicieron nuestros predecesores. La historia es acumulativa y esencialmente inmutable; nada podemos
hacer por cambiar lo sucedido, ni es factible borrar aquello que hoy no parece
oportuno o nos incomoda, pero tambin, como la vida para Garca Mrquez, la
historia no es slo lo que ocurri, sino lo que se recuerda y cmo se recuerda. Los
sucesos del tiempo pasado, aunque no alterarse ni eliminarse, s pueden rememorarse y analizarse de diferentes maneras y con diferentes objetivos; por eso cada
generacin evoca y celebra unos acontecimientos y olvida otros. Junto a la inmutabilidad de lo que fue convive la variedad de interpretaciones y la iluminacin o
sombreado de figuras y hechos. Es el juego apasionante entre el pasado y el presente, la historia como experiencia y la historia como esperanza.
En el ao 2008 se cumplieron el octavo centenario del nacimiento de Jaime I y
el 550 aniversario del fallecimiento de Alfonso V, monarcas aragoneses de obligada
presencia en nuestras vivencias histricas; entre ambos acontecimientos transcurre
un cuarto de milenio de la historia de la Corona de Aragn. Son fechas y cifras
redondas que deben invitar a la conmemoracin y a la reflexin; es un largo periodo del pasado al que solemos asomarnos para buscar nuestras races y sobre el que
las proyecciones de sucesivos presentes han actuado no siempre con prudencia.
En la primera fecha, 1208, se anunciaba, aunque entonces no se poda prever
en qu circunstancias, el largo reinado de Jaime el Conquistador, que se prolongara hasta el ltimo cuarto del siglo XIII. En su dilatado gobierno, se manifiestan paradojas tan sealadas como que de una situacin de profunda crisis poltica
a su arranque, cuando con apenas cinco aos, le encaramaron al trono de Aragn
y Catalua, vacante por la muerte de su padre en la batalla de Muret, se pas a la
gran conquista emprendida por el joven rey por tierras musulmanas y, con ella, el
asentamiento definitivo de una monarqua que, al aglutinar los reinos de Aragn,
Mallorca y Valencia y el principado de Catalua, rebasaba el nivel peninsular y se
situaba junto a las principales dinastas de la Cristiandad Latina. Finalmente, una

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PRESENTACIN

vez fortalecido el poder real, asentado en tan extensos territorios, fue el propio
monarca quien procur, a travs de sus reiterados testamentos, la fragmentacin
de sus dominios para dotar de reinos y posesiones a sus hijos, aun a costa de debilitar la corona y romper una unidad que pareca consolidada.
El relativo fracaso de sus intentos y las acciones emprendidas por sus sucesores,
con la intervencin de una sociedad mltiple y en constante transformacin, consiguieron articular un proyecto poltico de gran dinamismo, no slo en lo puramente
poltico e institucional, sino tambin en lo econmico, social y cultural. La Corona
de Aragn as configurada, que en lo fundamental una a Aragn, Catalua, Mallorca y Valencia, constituy el modelo bsico para la formulacin de una forma estatal
medieval, que basaba su esencia en conservar y enriquecer la identidad de cada una
de las partes que la constituan, al tiempo que se protega y fortaleca la unin en torno a la monarqua, que era en definitiva lo que les imprima carcter y potencia.
La monarqua, cabeza y centro indiscutible del sistema, velaba por mantener
el equilibrio del conjunto y de cada una de las piezas, lo que dio lugar durante los
casi dos siglos que se mantuvo con pleno vigor a que, con cierta audacia y enormes muestras de sentido comn y pragmatismo, se introdujeran novedades para
mantener estable un sistema de gobierno compartido entre el rey y las fuerzas
sociales, integradas por elementos de los grupos tradicionales de la nobleza y el
clero junto con los representantes de la sociedad surgida del desarrollo urbano y
las actividades mercantiles o artesanales. La paulatina construccin de un entramado institucional a dos niveles, global de la Corona que favoreca la cohesin
general en torno al monarca, y particular para los territorios, desplegado de manera sincrnica y simtrica en cada uno, que giraba alrededor de las instituciones
representativas (Cortes y Diputacin) surgidas para dotar de personalidad y autonoma, permitiendo el mantenimiento de cdigos legales, lenguas, monedas,
pesos y medidas propios, la fijacin de fronteras econmicas y territoriales en el
interior y, en definitiva, el nacimiento de movimientos de tipo nacional, sin
necesidad de romper la cohesin y unidad que defina la Corona.
La segunda fecha, 1458, trmino final de nuestro itinerario, corresponde a la
muerte de Alfonso el Magnnimo, que no slo cierra el proceso de expansin mediterrnea iniciado en Sicilia, continuado en Cerdea y culminado con la conquista del
reino de Npoles llevada a cabo por el propio Alfonso, sino que marca el fin definitivo de esa poca vigorosa en la que se haba desarrollado la comunidad de intereses
y proyectos compartidos en el seno de la Corona. La voluntad de conservar la unidad, que se haba mostrado fuerte incluso en momentos de graves tensiones como los
levantamientos unionistas o el interregno, manifest su agotamiento durante el reinado de Juan II, que tuvo que hacer frente a la guerra civil catalana, donde las deci-

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MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN

siones separatistas ponan el punto final a la secular convivencia y anunciaban la


quiebra del sentimiento secular de solidaridad mantenido por los tres reinos y el principado. Despus del reinado de Alfonso V los motivos y objetivos que mueven a aragoneses, valencianos y catalanes divergen y hasta se enfrentan; slo la profunda crisis econmica padecida por la sociedad del principado y las posibilidades de solucin
que poda significar la nueva unin dinstica establecida entre las monarquas de
Castilla y Aragn con el matrimonio de Isabel y Fernando, mantendr vivo el caparazn institucional heredado de tiempos anteriores y cuyo modelo, en parte, sirvi
para establecer las bases del estado hispnico. La antigua unidad volver a surgir doscientos aos despus con motivo de la guerra de Sucesin que concluir con la llegada de Felipe V al trono de Espaa, a comienzos del siglo XVIII; la postura adoptada por aragoneses, catalanes, mallorquines y valencianos formando el bando
contrario a la dinasta Borbn, supuso que tras las derrotas sufridas se anularan oficialmente los ltimos vestigios que quedaban de la Corona de Aragn.
Para contribuir al doble ejercicio de conmemoracin y reflexin, desde el Grupo de Investigacin CEMA de la Universidad, con el patrocinio del Departamento de Cultura del Gobierno de Aragn, propusimos una revisin actual de La
Corona de Aragn en el centro de su historia, 1208-1458, articulada en una
serie de congresos. El primero, cuyas actas ahora publicamos, tuvo lugar los das
1 a 4 de diciembre de 2008 en Zaragoza y Monzn, dedicado a La monarqua
aragonesa y los reinos de la Corona; el segundo, que se celebrar en noviembre
de 2009, completar el programa con los aspectos econmicos y sociales. Un tercero, previsto para finales de 2010 abordar el anlisis del Interregno y de la solucin adoptada en Caspe.
Con este proyecto se trata de congregar a expertos que renueven con sus reflexiones los temas que hoy nos parecen fundamentales para trazar la trayectoria de
esa Corona, apartando todo lo posible los viejos clichs y las pasadas concepciones arrastradas desde hace demasiado tiempo y todava mantenidas por los malentendidos nacionalismos. Quiz la imagen ms expresiva de nuestra intencin sea la
de abrir las ventanas para que el aire fresco haga volar los papeles que no tienen el
peso suficiente para seguir siendo vlidos. Y esto lo queremos hacer en la Universidad y ante los alumnos, porque el momento actual creemos que as lo exige.
Tengo la sensacin, como muchos colegas nacidos a mediados del siglo pasado,
que se ha perdido una gran parte del entusiasmo vivido en los aos setenta y ochenta, cuando cremos haber desterrado definitivamente la vieja historia vaca y sin compromiso, y en su lugar podamos concebir la historia como ciencia, pero no como
mera ciencia del pasado cargada de erudicin, sino como la ciencia del hombre que
sirviera para averiguar el funcionamiento y organizacin de las sociedades que nos

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CARLOS LPEZ RODRGUEZ

precedieron, sus xitos y fracasos, para as comprender mejor nuestro presente y ayudar en la construccin del futuro con ms experiencia y amplias esperanzas de progreso. Vana ilusin que poco a poco se ha ido apagando a nuestro alrededor.
Por supuesto que los responsables de tal desilusin somos nosotros, y no tanto por no haber sido capaces de contagiar ese sentimiento y esa profunda necesidad a nuestros sucesores, que en parte lo hemos hecho y afortunadamente todava
hay alguna mirada brillante entre nuestros antiguos alumnos y todava, todos los
aos, hay buenos bachilleres que se dejan vencer por su vocacin por la historia,
a pesar de la sonrisa irnica de sus profesores de ciencias y el disgusto de sus
padres, sino porque no hemos conseguido transmitir a la sociedad la idea de que
la historia es, como la poesa, un arma cargada de futuro, que su fin no es defender y conservar el orden establecido, sino agitarlo y hacerlo evolucionar, que no
sirve para ampliar el repertorio de mitos heredados del pasado, sino para destriparlos y evitar que se creen otros y que tampoco es un pasatiempo para entretener
y dar satisfaccin a afanes culturales de fin de semana. La historia sirve para ensear a pensar, despertar el espritu crtico y conseguir por lo menos leer los peridicos todos los das con independencia; el estudio y conocimiento de la historia
debiera ser la autntica base de la educacin para la ciudadana.
Pero a la sociedad actual, al menos la de antes de la crisis de estos ltimos
meses, no parece interesarle la historia que plantea los cambios sociales y analiza
los comportamientos socioeconmicos que han hecho evolucionar a la humanidad, la que aborda los grandes debates ideolgicos que han servido para configurar el mundo que ahora tenemos, la que muestra la realidad de unas diferencias en
el reparto de los papeles adjudicados a grupos o pueblos y los esfuerzos para procurar el cambio que equilibre las desigualdades, frente a las resistencias para evitarlo. La historia que la sociedad del bienestar al parecer necesita, y como un producto ms de consumo se pone en el mercado, es la que huye de problemas y se
convierte en historias, a ser posible del propio pueblo, con ideologas simples
rodeadas de graves apariencias, o la simple reposicin de las ideas gastadas y las
gestas legendarias de un pasado que refleja muy distorsionadas las imgenes proyectadas por un presente interesado. Todo amable y divertido, con poca letra y
mucha accin, precocinado y listo para ser deglutido, nada que haga pensar, nada
que estimule el raciocinio, sino las convicciones.
Quiz las nuevas sensaciones provocadas por la crisis poltica, social y econmica que nos est sorprendiendo haga que nuestra sociedad tan alegre y confiada en
su superioridad, vuelva a darse cuenta de sus limitaciones y recurra a la experiencia.
Quiz sea todava posible, como tantas veces ha sucedido en la historia, que la conciencia social innata en el ser humano y la pasin por conocer y entendernos a noso-

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MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN

tros mismos, superen los obstculos puestos desde las instancias de decisin y poder
para evitarlo; que resurjan la desobediencia y el rechazo contra los falsos mensajes
de progreso que slo buscan la preservacin de lo establecido y que triunfe la lucha
contra lo que se opone a que los individuos dispongamos de instrumentos de crtica
y comprensin. Los brillantes e iluminadores combates por la historia del siglo
pasado, han pasado ahora a convertirse en argumentos para combatir la historia
(las humanidades en general), desdibujando, cuando no anulando, su enseanza y
sustituyendo el superior ejercicio del conocimiento y la reflexin por el de hacer,
impulsar las destrezas y habilidades a costa de la capacidad de razonar; regresar, en
definitiva, al homo habilis, aunque sea con tecnologa punta.
Y aqu est nuestra vieja institucin universitaria, que no se resiste todo lo que
debera ante la prdida de su espritu antiguo, y se adapta con demasiada facilidad
a las exigencias de unas demandas exteriores, formalistas y economicistas, donde
los proyectos y el futuro se plantean siempre en la dimensin de la oferta y la
demanda, abrazando ese libre mercado que la realidad actual parece demostrar
que no es la panacea, y nos hace renunciar a los conceptos de estudiantes, cuya
funcin es estudiar y aprender, y conocimiento, para pasar a los de clientes y mercado. Y esto lo hace la universidad a pesar de la larga experiencia que arrastra en
los ms de ocho siglos de vida, en los que tuvo que luchar para mantener su integridad cientfica y la pureza de sus objetivos contra el poder del emperador, del
papa, de la burguesa, de las imposiciones ideolgicas excluyentes y totalitarias, y
de cuantas fuerzas externas quisieron dominarla y domesticarla.
Pero junto a la experiencia hay que conservar la esperanza. Las sesiones del
congreso se celebraron en una vieja y venerable, aunque rejuvenecida por dentro
y por fuera, aula magna repleta de jvenes que acudieron dispuestos a escuchar y
aprender; nos acompaaron las ms altas autoridades polticas y acadmicas, que
patrocinaron el trabajo realizado por profesores de las universidades de Zaragoza,
Barcelona, Lrida, Valencia, Palermo, Npoles y Bochum, por investigadores del
Consejo Superior de Investigaciones Cientficas y los principales tcnicos del
Archivo de la Corona de Aragn. Por eso sent al iniciar el congreso y siento ahora al concluir esta presentacin, una sensacin de confianza, idntica a la que
todos los aos al comienzo de cada curso se nos renueva a los profesores ante una
nueva generacin de jvenes ilusionados con estudiar historia, emocin que es
muy necesaria a los que tenemos ya cierta experiencia.
J. NGEL SESMA MUOZ
Catedrtico de Historia Medieval
Universidad de Zaragoza

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LA ESTRUCTURA INTERNA
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MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA


EN LA CORONA DE ARAGN O LA
GESTIN DE LA COMPLEJIDAD
CARLOS LPEZ RODRGUEZ
Archivo de la Corona de Aragn

En diciembre de 1460, tras la detencin del prncipe de Viana y pese a la conmocin que este hecho caus en Catalua, el rey Juan II march a Zaragoza a
pasar las Navidades y comunic a sus hombres de confianza su intencin de vacar
en otros asuntos antes de pasar a ocuparse de los negocios del Principado. Su bigrafo, Jaume Vicens Vives, a pesar de su no disimulada admiracin por el genio
poltico del personaje (menos por su condicin moral), se indigna con esta torpeza y le llama miope1 Tanta era la ceguera del monarca, ya por entonces con cataratas? Tanta fue la incompetencia de este rey, acaso el ms maquinador de todos
los monarcas aragoneses, enfrentado en esos das a una crisis de dimensiones en
apariencia formidables, como para dejar pendiente durante semanas, por incuria o
error de clculo, los graves asuntos de estado que tanto parecan apremiar?
Ciento veinte aos antes, en 1341, cuando las relaciones con el rey de Mallorca estaban ya muy deterioradas, relata Pedro el Ceremonioso en su crnica que
aplaz la recepcin de una embajada de aquel reino para emprender en la Valldigna una partida de caza de jabal, que por aquellos aos escaseaba en sus dominios, Slo fue una artimaa? O mera irresponsabilidad? Para Zurita, hostil al
rey, fue una hbil estratagema Pero entonces, por qu el Ceremonioso incluy en
su crnica esta ancdota insignificante, que recuerda bien y con detalle, y en la

1. J. VICENS VIVES, Juan II de Aragn, Barcelona, 1953, pp. 223-224. Dado el carcter de esta
ponencia, he procurado aligerar al mximo el aparato bibliogrfico, bien conocido por lo dems. Los
Profs. ngel Sesma y Carlos Laliena me invitaron a participar en esta reunin con una cortesa exquisita, imposible de rechazar, y su estmulo me permiti reflexionar, espero que de manera fructfera, en
el marco de las propuestas de este Congreso. Esta ponencia se ha beneficiado de los comentarios y
sugerencias del Prof. Antoni Furi. Vaya para todos ellos mi agradecimiento.

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CARLOS LPEZ RODRGUEZ

cual se explaya? Segn opina Soldevila, tampoco muy entusiasta de la tica del
Ceremonioso, lo hizo para que las gentes admiraran sus artificios, aunque este
caso diga poco a su favor2 Por qu no creer en su sinceridad y pensar que, entre
tantos asuntos como se traa entre manos, consider que la embajada no urga y
bien poda posponerse al solaz que le producira unos das de caza?
La respuesta quiz la encontremos en un episodio ocurrido un siglo despus.
En junio de 1450, la ciudad de Barcelona envi unos embajadores ante la corte de
Alfonso el Magnnimo en Npoles para tratar asuntos de cierta importancia, entre
otros la restitucin de su seoro sobre el castillo de Montcada y las villas de
Terrassa y Sabadell. Ellos desembarcaron el 3 de julio pero hasta el da 16 el
monarca, que estaba fuera, no regres a Npoles. Se entrevistaron en varias ocasiones con el rey y le expusieron algunos puntos de su embajada. Durante su
estancia, consiguieron varios privilegios, pero no resolver el asunto principal que
les haba llevado. El 10 de septiembre, el rey los recibi en el Castel Novo y les
prometi que, cuando regresara de la Torre del Greco, proveera en la cuestin de
aquellas localidades. Pero el 18 de octubre se quejaban los embajadores a los consejeros de Barcelona. Les confesaban que el rey haba vuelto pero que no tomaba
ninguna decisin. Y aadan que por los grandes negocios que el rey tiene y por
las muchas embajadas que son en esta ciudad, tanto de la tierra como de otras partes, con gran dificultad se puede hablar con su majestad, mayormente porque
durante la maana, despus de or misa, no tiene tiempo de tratar negocios con las
gentes que le necesitan, sino tan solo unas dos horas, y despus de almorzar se cierra en un jardn, de modo que nadie puede tratar de negocios con su seora.
Mientras tanto, los mensajeros barceloneses haban tenido ocasin de asistir a la
recepcin con grandes honores del almirante Bernard de Vilamar, vencedor de
los venecianos; a la propia entrada triunfal del rey Alfonso, que acababa de conseguir varias victorias militares y diplomticas; al bautizo de la nieta del monarca, e incluso a la presentacin de una delegacin de las Cortes de Catalua, considerada hostil a la ciudad de Barcelona. Los embajadores estuvieron en Npoles
hasta finales de noviembre. Entonces, el rey, aunque estaba descontento con Barcelona, firm el documento de restitucin del seoro. A su regreso, el consejo
municipal decidi hacer donacin a don Alfonso de una joya de gran valor, como
agradecimiento y para que conservase su amor hacia aquella capital.3

2. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. III-12, en la edicin de F. Soldevila, Les quatre grans crniques, Barcelona, 1971, con sus comentarios en la n. 2 a este captulo; los de J. Zurita en Anales de
la Corona de Aragn, lib. VII, cap. LV.
3. Jos M. MADURELL MARIMN, Mensajeros barceloneses en la corte de Npoles de Alfonso V de Aragn (1435-1458), Barcelona, 1963, pp. 42-59, y docs. 234, 243, 280 y 298, especialmente.

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MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN

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As que de este episodio resulta que los enviados de la ciudad que sin duda era
la ms importante de los dominios ibricos del rey de Aragn tuvieron que hacer
audiencia durante cinco meses y desembolsar grandes cantidades a los consejeros
reales (ms la promesa encubierta de un regalo regio, a modo de precio) para
poder ser atendidos, tal era la multitud de asuntos que el rey y sus consejeros tenan que atender, rivalizando con embajadas extranjeras, pero tambin de otras ciudades, adems de nobles y eclesisticos procedentes de todos los dominios del rey
de Aragn, pendientes unos y otros de arreglar en la Corte sus asuntos o los de sus
respectivas localidades y provincias, y obtener del monarca las gracias y provisiones que necesitaban.
Este jardn o vergel donde todas las tarde se encerraba el rey y que en 1450
permaneci inaccesible para los embajadores barceloneses era el de la amante
del Magnnimo, la bella Lucrecia. Sin embargo, un ao ms tarde, all mismo
recibi el monarca a Antoni Vinyes, el nuevo enviado de la capital catalana, no
una, sino varias veces. Con l a solas, estuvo tratando largo y tendido de los graves asuntos de la ciudad, ya por entonces dividida entre la Biga y la Busca. El
rey se mostr bien alegre y dispuesto a or al embajador, con quien habl con
gran delectacin. Esto ya haba ocurrido unos aos antes, en 1443. Entonces,
Alfonso V se haba reunido con Vinyes, a solas y a puerta cerrada, un lunes
durante tres horas, y el viernes de esa misma semana durante toda la tarde, entre
otras entrevistas. En 1438, el Magnnimo dio audiencia privada a los embajadores de la ciudad, que encontraron al monarca estar informado de todo, pese
a pasar muy a menudo diez, quince y veinte das de caza, por lo que los enviados barceloneses de 1444 pretendieron aprovechar una de estas escapadas para
ir a visitar Roma.4
All, en la Corte, para negociar de manera constante con los reyes, acuden
nobles y eclesisticos, de cuyas vicisitudes tenemos menos noticias. Conocemos
lo que les ocurri a los mensajeros barceloneses, gracias a su nutrida correspondencia (y a la paciencia del benemrito erudito Jos Mara Madurell, que las recopil y public). Pero todos ellos, cmo negociaron y qu consecuencias hubo
para la vida poltica de la poca? Es lo que aqu trataremos de dilucidar. Es cosa
sabida que la Corona de Aragn tuvo algunas peculiaridades en las relaciones
mantenidas entre la monarqua y sus vasallos nobles, eclesisticos y populares. Lo
que debemos hacer es aislar esas peculiaridades, explicar sus causas y determinar
cmo influyeron en la evolucin histrica de esta formacin poltica.

4. Ibdem, docs. 366, 176, 136 y 186, respectivamente.

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CARLOS LPEZ RODRGUEZ

1. LA COMPLEJIDAD DE LA CORONA DE ARAGN


Al tratar una vez ms sobre la monarqua, la nobleza o la Iglesia en la Corona
de Aragn, inserta como lo estuvo en el Occidente medieval cristiano y sometida,
por tanto, al desarrollo histrico general, lo que nos debiramos preguntar es por
aquello que caracteriza y singulariza a esta formacin social frente a sus coetneas, desde el punto de vista de sus protagonistas o de lo que nos es dado conocer
de ellos, es decir, tal como lo percibieron aquellos reyes, nobles y eclesisticos,
ante quienes la realidad se presentaba en toda su compleja variabilidad, multiplicidad y simultaneidad de relaciones polticas poco formalizadas, sin posibilidad
de reducirlas a una visin unitaria y exclusiva, como muy frecuentemente parte la
bibliografa, pues nuestra concepcin cartesiana y racionalista de la sociedad
(tambin de la Historia) se oponen frontalmente a la visin medieval, acaso ms
propicia en este punto a aceptar lo real en su complejidad.
Una materia tan vasta como la que se anuncia en el ttulo de esta intervencin
parece difcilmente abarcable en una sola ponencia. Los tres objetos de su enunciado son en esencia los sujetos polticos principales de cualquier sociedad medieval, por lo que su exposicin, aunque solo sea en sntesis, implica condensar los
ejes de la historia de la Corona de Aragn en apenas unos pocos folios, lo que es
a todas luces excesivo. Y ms an con un abanico cronolgico tan amplio, pues
entre 1137, fecha de la primera unin dinstica entre Aragn y Catalua, y 1479,
fecha en que culmina la segunda unin dinstica entre Castilla y la Corona de Aragn, la sociedad de estos territorios, y en general la europea, ha cambiado. Pero
fijmonos ya en que, al establecer los lmites cronolgicos que interesan a la historia de esta Corona, de algn modo estamos anunciando el sujeto principal de
ella, que son las dinastas reales que la rigieron. No es este el nico dato que nos
permitir situar a la monarqua en el centro de los procesos polticos que aqu se
exponen, como enseguida veremos.
A nadie se le escapa, pues, que la sociedad poltica de mediados del siglo XII,
cuando se produce la unin dinstica de Aragn y Catalua y apenas es ms que
eso, una alianza dinstica por consolidar, no es la misma que la de los siglos XIV
y XV, cuando la Corona de Aragn se convierte en una unidad poltica sustantiva,
por debajo de su aparente fragmentacin en reinos y territorios, e incluso por encima de la desagregacin temporal, ms o menos prolongada, de alguno de ellos
como Mallorca o Sicilia. Los problemas polticos y geoestratgicos a los que tuvo
que hacer frente Alfonso II fueron diferentes de los que se le plantearon a Juan II,
al margen de las numerosas continuidades desde el punto de vista econmico,
social, cultural y tambin poltico. Ni tan siquiera territorialmente coincidan los
dominios de uno y otro monarca. As que la primera impresin del observador ha

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MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN

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de recaer necesariamente en la complejidad de la Corona de Aragn. Y lo que


nos interesa aqu es la gestin de esta complejidad, es decir, el modo en que la
monarqua se enfrent a ella con un cierto xito. De aqu el ttulo de esta ponencia, que tomo de una afortunada expresin del Presidente del Gobierno de Aragn, Sr. Marcelino Iglesias, en su discurso durante el acto de constitucin del
Patronato del Archivo de la Corona de Aragn el 20 de enero de 2007, al referirse a las enseanzas que aquella Corona ofrece para la gestin de la complejidad
en un Estado plural. En definitiva, los historiadores, o al menos a los aficionados a las materias histricas, podemos tomar en consideracin esta reflexin de un
poltico, es decir, de alguien acostumbrado al ejercicio del Poder y, por tanto,
familiarizado con sus dificultades y sus oportunidades.
Complejidad, aado, en todos los rdenes: en la composicin social de las clases y estamentos; en el mundo institucional o jurdico; complejidad poltica, por
las caractersticas inherentes a una monarqua feudal; complejidad cultural, pues
fuera del marco comn que ofrece la Cristiandad latina, dominios tan diferentes
entre s como Aragn, Catalua, Cerdea o Sicilia no forman propiamente una
comunidad cultural unitaria; complejidad tambin religiosa, por la convivencia de
las minoras juda y, ms particularmente, musulmana, Pero todas, al fin y al
cabo (incluida esta ltima peculiaridad), son comunes a las sociedades de la Cristiandad latina medieval. Slo que en el caso de la Corona de Aragn viene acentuada por una ltima caracterstica que es, acaso, la ms sealada: su complejidad
territorial. Es, en efecto, la que increment exponencialmente los problemas que
se plantearon a los monarcas aragoneses (y a sus historiadores). Pues no slo deban enfrentarse, como los otros soberanos, a una complicada estructura social o
legal por ejemplo, con la coexistencia de leyes y jurisdicciones (seoriales, eclesisticas, municipales, corporativas,) sino que esta estructura legal diversa era
diferente de un territorio a otro. Como lo era la composicin y caracterizacin de
sus clases sociales, por muy relacionadas que estuvieran y por muchas similitudes
que mantuvieran. Y as sabemos que la nobleza catalana, aragonesa, valenciana,
mallorquina, siciliana o sarda difera en el detalle de sus bases econmicas, militares, rgimen legal, privilegios, estructura piramidal, hasta el punto de que en
Aragn se divida en dos brazos mientras que se agrupaba en uno slo en Catalua o Valencia, donde justamente era este uno de sus rasgos distintivos. Diversidad
de los reinos incluso en lo que afecta a las circunstancias en las que estos se integraron en la Corona de Aragn, lo que determinara tambin su posicin en el conjunto: al ncleo formado por la unin dinstica de Aragn y de Catalua se suman
territorios por conquista militar a los musulmanes (Valencia y Mallorca), por
infeudacin del Papa seguida de una larga guerra (Cerdea), por adhesin (Sicilia), o por conquista feudal (Npoles), entre otros. Para enfrentarse a esta realidad

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compleja, los monarcas aragoneses ni siquiera podan dictar leyes generales vlidas para todos sus territorios, sino que tenan que ir aprobndolos en cada uno de
ellos (y an as, a veces con escasa eficacia), y disponan slo de unos rganos
centrales ms bien reducidos, aunque competentes (su Casa, su Consejo, su Cancillera, su Tesorero, y unos pocos oficiales ms, englobados en lo que se llama la
Corte real). Gracias a ellos, los soberanos aragoneses pudieron ejecutar una poltica comn especialmente en su dimensin internacional, aunque sumamente
adaptable a las circunstancias locales en el gobierno interno- para todos los dominios que les estaban sometidos, por encima de lo que podan ser intereses dispares o incluso contrapuestos de sus sbditos.
Monarquas o estados compuestos hubo muchos en la Edad Media, algunos
muy poderosos, como la Unin de de Krewo (1385) o la de Calmar (1397), o el
fracasado estado borgon, pero ninguno tuvo una formacin tan temprana ni fue
tan duradero, y pocos consiguieron establecer tan slidas relaciones entre sus
miembros ni intervenir de forma tan cohesionada en su accin exterior. Sin
embargo, el caso de la Corona de Aragn sigue siendo mal conocido por la historiografa europea, a pesar de que plantea problemas muy interesantes desde el
punto de vista constitucional de la sociedad medieval y de su proyeccin en la
Edad Moderna. Claro que la estructura compuesta no es un caso nico en la Europa de aquella poca. Hasta cierto punto, es una situacin frecuente, pues la historia medieval europea es un continuo tejer y destejer de uniones dinsticas. Lo que
no resulta ya tan comn es la duracin de esta estructura compuesta, su estabilidad y el hecho de que, en realidad, con relativa prontitud la Corona de Aragn
sus territorios nucleares, al menos se comportara como una unidad poltica en
el orden interno y, en el internacional, con una notable coherencia que le permiti
superar coyunturas extraordinariamente graves sin perecer, sino transmutndose
por elevacin en una segunda y en una tercera unidad dinstica, las constitutivas
de la Monarqua Hispnica, que habra de pervivir por siglos.
Situmonos, pues, en la perspectiva de este Congreso, es decir, la de la Corona de Aragn en el centro de su historia. Por qu sobrevive la unin tctica de
dos pequeos principados feudales como Aragn y Catalua, cuya soberana era
ms bien dudosa, ubicados en las pobres y montaosas estribaciones de los Pirineos, marginales como son respecto de los grandes centros polticos europeos, y
destinados, por su situacin geogrfica y escasez de recursos, a caer en la esfera
de influencia de sus vecinos, las poderosas monarquas castellana y francesa?
Tenemos el ejemplo bien ilustrativo del Reino de Navarra (y antes el del propio
Reino de Mallorca). Pero la unin coyuntural de Aragn y Catalua con objetivos
muy inmediatos (aquel reino con el de mantener su independencia frente a Castilla, y el Principado para la promocin jerrquica del conde de Barcelona) sobre-

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vivi a las consecuencias de Muret, a las de los testamentos de Jaime I o a las de


los tratados de Anagni, pero tambin a las grandes crisis econmicas y sociales de
la baja Edad Media, lo que muestra la fuerza a largo plazo de este proyecto poltico. Sobrevivi tambin a los reiterados planes de reparto, alentados por la
monarqua francesa durante centurias, que fueron algo ms que una mera estratagema tctica as las consider Vicens Vives5 como se demostr durante la guerra civil catalana (y volvi a demostrarse en el siglo XVII durante la guerra dels
segadors). Desclot (y siglos ms tarde grandes historiadores como dAbadal o
Hillgarth) insiste en esta circunstancia geoestratgica de calado: los dominios de
los reyes de Aragn se ubican entre dos de las monarquas ms poderosas del
mundo, la de Francia y la de Castilla. Que el cronista tena razn y perspicacia, se
demostrara con el tiempo, pues su rivalidad fue una de las claves de las relaciones internacionales de los siglos XVI y XVII. La Corona de Aragn no slo se
sobrepuso a vecinos tan peligrosos, sino que adems se convirti en uno de los
actores ms dinmicos (y persistentes) del Mediterrneo Occidental y, en cierto
modo, acab imponiendo en un primer momento sus propias directrices polticas
a Castilla tras la unin dinstica. Cierto es que en los intersticios de las grandes
monarquas solan prosperar estos estados intermedios, pero por lo general tuvieron poco futuro (como Navarra, Flandes, el incipiente estado borgon, Saboya y
tantos ms). En parecidas circunstancias, otros territorios que basculaban entre las
grandes potencias de la poca, como los italianos (all siempre con Francia implicada de un modo u otro, a pesar de sus problemas internos) tendieron a la descomposicin de sus regmenes polticos, a su disgregacin territorial y a una inestabilidad interna secular, lo que no fue incompatible con su florecimiento
econmico o cultural. Sin embargo, el caso de la Corona de Aragn fue diferente.
Cmo fue posible que esto no sucediera con esta monarqua integrada por
territorios dispersos e invertebrados, sino que, por el contrario, irrumpa con fuerza en dos momentos clave de la historia europea, como son las Vsperas Sicilianas y la conquista de Npoles (que anticipa la poltica de Fernando el Catlico),
y adems en uno de sus escenarios estratgicos, como es Italia? Indudablemente,
operan una multitud de causas, que se han argido una y otra vez. Por ejemplo,
los intereses de los mercaderes catalanes; o la ambicin de una nobleza aguerrida
y codiciosa (y no demasiado rica). Sin embargo, siendo causas necesarias, no son
suficientes como respuesta, pues no son especficas de la Corona de Aragn. Tambin han actuado en otras formaciones polticas que no tuvieron su larga duracin,
ni su expansin territorial, considerable para lo que entonces poda una potencia

5. J. VICENS VIVES, Juan II de Aragn cit., pp. 264-265.

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europea. No ocurri, por ejemplo, con dinmicas comunidades mercantiles (como


Florencia), las ciudades flamencas o las hanseticas, pero tampoco con la nobleza francesa, tan belicosa como la aragonesa, y mucho ms rica y poderosa, pero
que no pudo construir y mantener de modo duradero un imperio, bien que modesto, disperso en torno al Mediterrneo, con los medios de comunicacin de la poca. Ni tampoco sobrevivieron, en otro escenario pero con el mismo enemigo, los
proyectos de un imperio angevino ni el de la Casa de Borgoa, quizs el que mejor
aunaba intereses mercantiles y aristocrticos.

2. ESPECIFICIDAD DE LA CORONA DE ARAGN


Fijemos nuestra atencin en los rasgos especficos de la Corona de Aragn. A
los efectos de esta ponencia, destacaramos tres. En primer lugar, ya lo hemos
avanzado, la estructura territorialmente compuesta de la monarqua, que ha recibido muchos nombres historiogrficos:6 unin dinstica, confederacin, pluralismo coordinado, monarqua plural,Volveremos sobre este punto, que es capital.
En segundo lugar, resalta la temprana constitucin de una monarqua limitada, en
un proceso paralelo al acaecido en toda Europa, aunque quiz ms intenso, pues
fue la Corona de Aragn, junto con Inglaterra, una de los pocas formaciones donde el parlamento (los parlamentos, en nuestro caso, lo que apela a la complejidad territorial de esta monarqua) se convirti en un sujeto poltico7 (aunque el
alcance de su poder sea una cuestin de amplio debate historiogrfico), hasta el
punto de que se ha denominado al sistema que articul como pactismo, termino que ha conocido una fortuna excepcional, acaso por circunstancias ajenas a la
historiografa. Y aadamos que si es cierto que fue una monarqua limitada por la
lucha con los estamentos (sobre todo, la nobleza), tambin lo es que se trat de
una lucha asimismo limitada, porque al fin y al cabo el rey era la clave de bveda de todo el edificio poltico estamental.
Finalmente, llama la atencin la estabilidad de la Casa reinante. Se ha resaltado una y otra vez que el hecho poltico central de la Corona de Aragn radica en ser una unin dinstica entre reinos inicialmente independientes entre s
que solo comparten su supeditacin a un mismo monarca. Ahora bien, la sucesin ininterrumpida de una dinasta en el trono, sin graves problemas sucesorios, como mnimo desde Alfonso II a Martn I (es decir, durante cerca de doscientos cincuenta aos), y an despus de resuelto el Interregno durante otro
6. P. CORRAO, Stati regionali e apparato burocratici nella Corona dAragona (sec. XIV e XV),
en XVIII Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Valencia, 2005, vol. I, pp. 99-143.
7. G. GALASSO, Storia dEuropa, Roma, 2001, pp. 270-271.

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siglo ms, no ha podido pasar sin efectos de algn tipo, en especial una vez
superadas las vacilaciones inherentes a los inicios de rgimen que se produjeron en los primeros reinados. Hasta tal punto esta estabilidad ha consolidado a
la Corona y a los territorios a ella ligada, que durante el Interregno los dominios permanecen firmemente unidos y decididos a resolver juntos el problema
sucesorio, e incluso apenas resuelto el Compromiso de Caspe se produce la
incorporacin efectiva y definitiva de Sicilia, que se haba mantenido expectante. Pero, adems, desde las tensiones surgidas entre Jaime I y el infante
Pedro, que no llegaron tan lejos como en otros territorios, acaso por la oportuna muerte del Conquistador, estn ausentes de la Corona de Aragn las caractersticas guerras civiles dinsticas, que tanto abundan en los reinos medievales: la de los hijos sublevados contra sus padres, las luchas fratricidas por el
poder, las de ramas colaterales o las deposiciones del monarca. Los contados
conatos que hubo no alcanzaron las tremendas dimensiones que tuvieron en
otras monarquas o pasaron sin consecuencias de peso. La sucesin a la Corona fue por lo general ordenada, an careciendo de un derecho sucesorio claro,
incluso cuando lo hizo colateralmente. La guerra contra el rey de Mallorca o la
que brevemente enfrent a Jaime II con su hermano Federico en aplicacin de
los acuerdos internacionales no pueden ser consideradas propiamente como
tales. La rebelin de la Unin a raz del intento del Ceremonioso de transmitir
sus derechos a Constanza, por citar un caso relevante, se resolvi por partida
doble: con la derrota de los sublevados y con el nacimiento del infante Juan. En
realidad, esta guerra culminaba el enfrentamiento entre el rey y las Uniones
aragonesa y valenciana iniciada medio siglo antes.
Sin embargo, una monarqua compuesta y dispersa como la aragonesa, con
territorios de personalidad muy acusada, hubiera sido, en principio, terreno abonado para conflictos dinsticos muy graves y continuos. No ocurri as, ni con la
Casa de Barcelona ni con la de Trastmara. Ni siquiera en la siempre sublevada
Cerdea la oposicin anti-aragonesa fue encarnada por una rama colateral de la
dinasta (sino que lo fue por una casa autctona). El infante Juan de Navarra,
durante su breve virreinato del reino de Sicilia, rechaz tajantemente esa posibilidad. La situacin durante el Interregno es ms confusa, porque falta precisamente la figura del monarca, pero an as la solucin adoptada fue excepcional en el
conjunto de Europa. Salvadas las naturales tensiones y unos pocos hechos de
armas, el Compromiso de Caspe evit una larga y devastadora guerra dinstica,
como tan a menudo sucedi en Castilla. La guerra civil de los catalanes es un caso
distinto, pues tampoco es una sublevacin propiamente dinstica: los reyes intrusos se suceden sin un gran arraigo en Catalua, y es esta gran traicin a la Casa
real legtima una de las causas del fracaso de los sublevados.

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La dinasta, por tanto, (y en esto la Trastmara, gracias a la inteligencia de Fernando I, no hace ms que continuar la lnea de la Casa de Barcelona) consigui
identificarse profundamente con el territorio, pues es ella la que lo ha creado en
gran parte, hasta el punto de que cada uno de los dominios se ha identificado a su
vez profundamente con su rey, que es el mismo para todos ellos. La de la Corona
de Aragn no es, pues, una monarqua catalana o aragonesa ampliada, ni bajo la
hegemona de un territorio (como ocurri con otras monarquas compuestas), sino
que, merced a la suma de todos ellos, adquiere la masa crtica necesaria para dar
al conjunto una dimensin suficiente para intervenir con decisin en la escena
internacional y, al mismo tiempo, dar garantas a cada uno de ellos, es decir, a
cada una de las oligarquas regionales que lo dominan, de sobrevivir con independencia.
Estos tres factores (monarqua limitada, estructura territorial compuesta, estabilidad y prestigio de la dinasta) van estrechamente ligados. La debilidad inicial
de los monarcas feudales aragoneses desde Alfonso II a Jaime I, en tanto que actores polticos frente a una poderosa nobleza, a la Iglesia y a las ciudades, les impidi fusionar (o les pareci ms conveniente no hacerlo) los territorios y dejarlos
como meras denominaciones administrativas (al estilo de lo que ocurri en Castilla). Tras la gran ampliacin del siglo XIII con las conquistas de Mallorca y Valencia (que, en teora, hubiera podido dar lugar a una fusin de todos los reinos si el
soberano hubiera tenido el poder suficiente), la personalidad jurdica de los territorios haba sido sancionada con la promulgacin de sus respectivos cdigos legislativos, recopilados y aprobados en un corto perodo de tiempo: el de Vidal de
Canyelles para Aragn en 1247, los Fueros de Valencia en 1250, y la aprobacin
en las Cortes de Barcelona de 1251 de la compilacin de los Usatges como legislacin general del Principado de Catalua.8
Esto oblig a sus monarcas a hacer de la necesidad virtud. En su crnica,
Pedro IV atribuye a Alfonso IV una muy conocida rplica a su mujer, la castellana Leonor, cuando esta le reprochaba su debilidad ante la actitud de las autoridades municipales valencianas encabezadas por Guillem de Vinatea en 1332: Reina, reina, nuestro pueblo es franco, y no subyugado como lo est el pueblo de
Castilla, pues ellos nos tienen a Nos como seor, y Nos a ellos como buenos vasallos y compaeros.9 No sabemos si estas palabras fueron ciertas o exactas. Lo que
ahora nos interesa resaltar es que de ellas se enorgullece, por boca de su padre, el

8. E. GUINOT, La Corona de Aragn en los siglos XII y XIII, en La Corona de Aragn (siglos
XII-XVIII), Valencia, 2006, pp. 51-53.
9. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. I-48.

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mismo monarca que llev al lmite la tensin con los estamentos a causa de sus
franquezas, el que sufrira las consecuencias de los excesos de la Unin, cuyos
privilegios anulara. Por conviccin u obligacin, los reyes aragoneses se vieron
forzados a moverse en aquella compleja estructura poltico-institucional, que limitaba su poder y cuyos engranajes tuvieron que dominar con singular maestra si
queran ejercer su autoridad. Incluso tras su aplastante victoria sobre la Unin, y
pasada la represin que le sigui inmediatamente, el Ceremonioso tuvo que adoptar el camino que Ramon dAbadal llam de la transaccin y la resignacin.10
De la lectura de la correspondencia privada cruzada entre Fernando I y su primognito, el infante Alfonso cartas cerradas que no estaban destinadas a tener
publicidad, y que por eso mismo reflejan ms fidedignamente los sentimientos e
ideas ms ntimos de sus autores sorprende la soltura con la que muy pronto se
desenvuelven en los intrincados mecanismos legales y polticos de sus nuevos
dominios y la insistencia por parte del monarca y sus hijos en respetar los fueros
y leyes de la tierra, y sus costumbres, si bien con una interpretacin favorable a la
autoridad de la Corona, lo que es natural, pues una lectura partidista a favor de las
oligarquas ya la hacan a su vez los estamentos y las instituciones locales.11
Como sabemos, ms que en otros estados, la historia de la Corona de Aragn
es la historia de sus reyes, pues son ellos (con su casa y sus oficiales) los que constituyen la espina dorsal de esta formacin poltica, hasta el punto de darle el nombre con el que hoy se la conoce (pues los territorios carecen de uno que los denomine en conjunto y slo lo hacen en relacin a su sumisin al rey de Aragn). Y
la historia de estos reyes es tambin, ms an que en otros lugares, la de la lucha
de la monarqua frente a los otros actores polticos (la nobleza, la Iglesia y las ciudades). Siempre est en el centro del juego poltico (como, por lo dems ocurre
en toda Europa), pero adems es la instancia que domina ese juego, a pesar de
todos los reveses y todas la dificultades que le surgen, a pesar de las limitaciones
legales, a pesar de las resistencias de los privilegiados y de los conflictos armados
o sublevaciones, por lo general de dimensiones inferiores a los que tuvieron que
enfrentarse otras monarquas y de un alcance menor (pues, cuando concluyeron,
ninguna acab con la deposicin efectiva del rey, o con su confinamiento, destierro o muerte, como tantas veces pas en Europa). En los tres siglos de historia
medieval de la Corona, por encima de los mltiples acontecimientos locales, slo
hay unas pocas coyunturas sensibles en las que la esta formacin poltica o su
10. R. DABADAL, Pedro el Ceremonioso y los comienzos d ela decadencia poltica de Catalua, en Historia de Espaa, dirigida por R. Menndez Pidal, vol. XIV, Madrid, 1958, p. CLXXXIII.
11. C. LPEZ RODRGUEZ, Epistolari de Ferran I dAntequera amb els infants dArag i la reina Elionor (1413-1416), Valencia, 2004.

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rgimen estuvieron realmente en peligro, y menos an fueron las ocasiones en que


esta amenaza de colapso deriv del enfrentamiento con los estamentos: la derrota
de Muret, la invasin francesa en tiempos de Pedro el Grande (acaso la ms crtica), las guerras de la Unin, la invasin castellana en tiempos de Pedro I el Cruel,
el Interregno, la derrota de Ponza, la guerra civil catalana. Sobrevivi a todos ellas
y, a la larga, sali de cada crisis ms robustecida: a la severa derrota de Muret
sigui, slo quince o veinte aos ms tarde, la conquista de Mallorca y Valencia;
la invasin francesa se sald con la derrota gala y la consolidacin aragonesa en
el Mediterrneo, a pesar del retroceso que para la monarqua haba supuesto la
revuelta de la Unin y las consecuencias de los tratados de Anagni; las guerras de
la Unin (que marcaron el punto ms bajo de la relacin del rey con los estamentos) se cerraron con la victoria monrquica y el sometimiento definitivo de la
nobleza rebelde (y eso an contando con la paradjica derrota poltica del Ceremonioso); la guerra de los Dos Pedros, que puso en evidencia las limitaciones de
la Corona, acab con la muerte de Pedro el Cruel y la neutralizacin por un siglo
de la hegemona castellana en la Pennsula; del Interregno, la Corona de Aragn
sali fortalecida en sus vnculos inter-territoriales y con la isla de Sicilia agregada por siglos al dominio hispnico; Alfonso el Magnnimo convirti su derrota de
Ponza en un xito diplomtico que le abri en unos pocos aos las puertas de
Npoles; la guerra civil catalana concluy con el fracaso de los sublevados en los
albores de la robusta Monarqua Hispnica. Cierto es que el resultado de los acontecimientos no se produjo inmediatamente, pero ocurre que el tiempo dinstico (al
igual que el eclesistico) es un tiempo largo, y no como el del hombre laico contemporneo, a corto plazo.

3. LA MONARQUA COMPUESTA COMO RESPUESTA


Pese a estos xitos, cuyo alcance ha sido muy discutido pero que quedan puestos de manifiesto en la continua agregacin de dominios al ncleo originario, lo
que se ha llamado imperio o expansin catalano-aragonesa, la historia de la
Corona de Aragn se nos presenta como la de una monarqua pobre y limitada,
obligada a pactar constantemente con los estamentos en lo que se percibe como
una rmora para la accin poltica de sus soberanos, por ejemplo para su capacidad financiera, en exceso dependiente de la voluntad de sus sbditos y carente de
rentas que pudiesen competir con las de otros monarcas. Como es bien sabido, en
1281 lo reconoci amargamente Pedro el Grande: El rey de Castilla nos tiene
voluntad contraria; es, como sabis, ms poderoso que Nos () y ni Nos ni nuestros predecesores reunimos ni tuvimos nunca tesoro. Lo reconoci Desclot,
cuando escribi de ese mismo rey que era uno de los ms pobres reyes del mun-

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do, de tierras y de haber. Lo propal Dante y su famosa stira: Lavara povert


de Catalogna. Lo confes Pedro IV en su famosa carta al infante Pedro de 1357:
no soy rey que disfrute de tesoro ni de grandes rentas () tenemos que sacarlo
de nuestras gentes, que en tiempos pasados, en nuestras guerras y nuestros quehaceres, nos han ayudado mucho.12 La inferioridad de los monarcas de Aragn en
potencia demogrfica, econmica y militar qued puesta de manifiesto muchas
veces. Uno de los casos ms sangrantes fue con ocasin de la guerra de los Dos
Pedros. Sin embargo, esta inferioridad qued de sobra compensada por la superioridad poltica que, al final, le permiti la victoria, entre otras cosas porque la
retaguardia del Ceremonioso se mantuvo cohesionada detrs de su soberano (a
pesar de las reticencias de sus vasallos y los resquemores que pudieran quedar tras
las recientes guerras de la Unin) frente a la desunin de los castellanos, inmersos en su propia guerra civil, que finalmente costara la vida a Pedro el Cruel. Fue
la estrategia del Ceremonioso, como lo dej escrito en su Crnica o en la expresiva carta al infante Pedro ya mencionada. Y fue certera, a pesar del duro juicio
del gran historiador Ramon dAbadal, porque la coron la victoria. En parte, esta
cohesin de la retaguardia de la que se enorgullece el Ceremonioso se debi a que
los Cortes recuperaron la iniciativa poltica y a travs de ellas, naturalmente, los
brazos, que adems consolidaron el organismo estamental de las Diputaciones con
su hacienda propia. Algo parecido ocurri con Alfonso V durante la guerra de
Npoles. Como escribi Alain Ryder, sus dificultades financieras, (producidas
por una estructuras hacendsticas que, desde nuestro punto de vista contemporneo, pueden parecer tan arcaicas, lentas y poco productivas que le obligaron a
depender de la negociacin con los estamentos y del crdito) fueron muy grandes,
pero las de sus enemigos fueron an mayores, como tambin lo fueron los problemas polticos en su retaguardia en comparacin con los del Magnnimo (y a
pesar de la agitaciones, en todos sus niveles, en los reinos ibricos de la Corona).13
Y otro tanto ocurri en tiempos de Juan II, enfrentado nada menos que al gran
Lus XI, la Araa universal. En el balance final de su reinado, fue su derrota
frente a Juan II y sus ardides, culminada por Fernando II, el nico fracaso de consideracin de aquel monarca francs.
Ciertamente, cuando carecan de problemas internos, los vecinos y rivales de
la Corona de Aragn eran por lo general capaces de movilizar muchos ms recursos, porque sus dominios eran ms grandes y poblados, sus estructuras polticas y
12. Epistolari de Pere III, a cura de R. GUBERN, Barcelona, 1955, doc. XX.
13. Tesis que sostiene en sus dos grandes trabajos, El Reino de Npoles en la poca de Alfonso el
Magnnimo, Valencia, 1987; y Alfonso el Magnnimo, rey de Aragn, Npoles y Sicilia (1396-1458),
Valencia, 1992.

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administrativas ms vigorosas, y estaban en zonas ms ricas o centrales de la economa europea. Pero, en conflictos de larga duracin, el mantenimiento del orden
interno durante mucho tiempo en una sociedad como la feudal no era nada fcil,
ni siquiera para los reyes ms poderosos, en Francia, en Castilla o en Inglaterra.
Cmo fue posible conseguir en la Corona de Aragn una cohesin de la sociedad
poltica de la que carecieron sus oponentes? Y eso con la dificultad aadida de que
se trataba de una sociedad poltica compuesta, disgregada en varios territorios,
que a su vez combinaba diversos niveles (centrales, regionales, locales), y por lo
general poco unitaria fuera de unos pocos miembros del crculo ms inmediato
que rodeaba permanentemente al rey en su Corte.
La respuesta parece residir en que fue precisamente la estructura compuesta de
la Monarqua aragonesa una de las claves de su supervivencia. Se adaptaba mejor
a las circunstancias sociales de la Baja Edad Media y su organizacin feudal que
las monarquas unitarias que por entonces daban sus primeros pasos, sin tener
todava desarrollada toda la panoplia de recursos coercitivos de los que se valdran ms tarde. La celebracin de las asambleas parlamentarias fue muy temprana
en los dominios de la Corona, justamente a causa de la debilidad de los monarcas
y de la consolidacin institucional de los reinos que gobiernan. Con independencia de los antecedentes ms o menos lejanos, y antes de su gran consagracin en
1283, las Cortes se renen de manera peridica desde 1218 en Catalua; desde
1236 en Aragn, y desde 1261, muy poco despus de la Conquista, en Valencia.
Tanto en Cerdea como en Sicilia y en Npoles, el dominio aragons se inicia con
la convocatoria de esta institucin, que parece consustancial a la organizacin de
la monarqua aragonesa aunque no le sea exclusiva. A diferencia de las castellanas, la nobleza y la Iglesia continuaron interesadas y muy activas en sus sesiones.
Con independencia del autntico alcance del poder de las Cortes (sujeto a interpretaciones de los contemporneos y no digamos ya de los historiadores) y muy
pronto para el conjunto de la Europa Occidental (pues los representantes de las
ciudades no asisten hasta 1232 a la Dieta alemana, hasta 1265 al parlamento
ingls, y hasta 1302 a los primeros Estados generales franceses), la monarqua
aragonesa qued ms o menos limitada por el poder institucionalizado de los estamentos privilegiados reunidos en Cortes, que consolidaron una organizacin poltica y una personalidad jurdica propia en cada uno de los territorios. Sin embargo, este proceso aceler la institucionalizacin de la monarqua, al vehicular la
articulacin poltica de la sociedad mediante un entramado institucional fuertemente ligado a los reyes y establecer mecanismos de consenso y participacin
poltica de las oligarquas. Por eso, cuando el soberano quiere asegurarse la colaboracin de sus sbditos, los convoca a Cortes, concebidas como instrumentos de
una monarqua limitada de hecho, y quiz no tanto de derecho, de modo que estas

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asambleas, en aquel mundo con rudimentarios mecanismos para el ejercicio efectivo del poder, se constituyeron tambin en un eficaz instrumento al servicio del
poder del rey. As hay que entender la frmula quod omnes tangit ab omnibus
approbari debeat, que en el siglo XV el jurista Pere Belluga interpret a la perfeccin para la conveniencia del Prncipe. En su opinin, aunque habitualmente
dicho principio sea cierto, algunas veces, sin embargo, los negocios de las Cortes
se cierran sin la aprobacin ni consenso de algunos, pero estos quedan obligados,
por el hecho de haber sido consultados, a los acuerdos y a los donativos que se
aprueben. Por eso, las leyes dictadas en las cortes con el consejo de los prceres,
deca Belluga, son de mayor eficacia que las dictadas slo por el prncipe, e incluso tambin que las dadas en las cortes sin ser paccionadas.14
Cuaj de este modo una estructura poltico-jurdica-administrativa compuesta
que, slo para entendernos, denominaremos federal, caracterizada por su flexibilidad frente a la rigidez de las incipientes monarquas unitarias coetneas, cuyos
recursos, aparatos burocrticos y capacidades reales eran, durante los siglos XIII
al XV, todava inferiores al poder que de derecho se atribuan y a su eficacia para
imponer su dominio en el conjunto de los vastos territorios que les estaban sometidos. Por eso, peridicamente, cuando un conflicto afectaba al centro de su sistema poltico, tenan hundimientos o colapsos, de los que estuvo libre la Corona de
Aragn. Ha pervivido una cierta idea en la historiografa de que esta Corona pertenece a un modelo dbil de Estado, por su carcter pactista, frente a la monarqua
autoritaria, basada en un concepto absolutista, como la castellana.15 Es cierto, pero
tambin que el rey de Aragn tena una capacidad para hacerse obedecer en cualquier punto de sus reinos superior a la del rey de Castilla, como se puso de manifiesto durante las alteraciones y las devastadoras guerras nobiliarias de la baja
Edad Media castellana, de la cual se libraron sus vecinos aragoneses (pues aqu
las guerras y bandos nobiliarios, que existieron, no alcanzaron la extensin, intensidad ni virulencia de aquellos).16 A pesar, incluso, de la reducida extensin del
dominio real aragons frente a los estados de la Iglesia y de la nobleza; a pesar,
incluso, de su autoridad mediata en gran parte del territorio. La sociologa moderna ha discutido mucho sobre la mayor potencia de un poder suave (pero no blan-

14. P. BELLUGA, Speculum Principum, Pars, 1530, Rbrica 45, De inequalitate vocum, In Quamvis [1]; y Rbrica 2, De inventione Curiae et Principis potestate in legibus condendis.
15. Por ejemplo, en M. A. LADERO QUESADA, El ejercicio del poder real: instituciones e instrumentos de gobierno, en XV Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Zaragoza, 1996, vol. I1, pp. 71-140.
16. Expusimos esta idea en C. LPEZ RODRGUEZ, Nobleza y poder poltico en el Reino de
Valencia (1416-1446), Valencia, 2005.

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do ni dbil, como lo demostr el Ceremonioso), basado en la negociacin y el pacto, sobre un poder duro, fundamentado en el autoritarismo y con menor base
social, cuyos efectos pueden ser ms inmediatos e intensos, pero menos duraderos. Fue esto lo que hizo a los sicilianos preferir de modo reiterado el poder suave de los lejanos reyes aragoneses al poder duro de un rey francs en su propia tierra (y permitieron as la presencia de Aragn en el Mediterrneo central).
Ciertamente, la historia de la Corona de Aragn es incomprensible o slo parcialmente comprensible si no se contempla desde la perspectiva de los territorios,
porque cada uno tiene sus propias dinmicas sociales y estructuras institucionales,
pero tambin lo es si se hace slo desde ellos. La capacidad del poder radica precisamente en esto, en tener una visin ms general de la realidad en su complejidad (y, por tanto, en su capacidad para movilizar recursos de todo tipo y de todos
los lugares con el fin de concentrarlos all donde se necesiten) frente a la menor
disposicin para ello de quien tiene una visin ms parcial, en trminos polticos,
culturales, sociales o territoriales. En el caso de las administraciones hacendsticas regionales de la monarqua, por ejemplo, nunca pudieron constituir un sistema autnomo de gestin. Mantenan fluidas relaciones con los rganos centrales
de la Corona, sobre todo la Tesorera general, donde realmente se fraguaba la poltica financiera y patrimonial, solo parcialmente supeditada, eso s, a las negociaciones y presiones de las fuerzas sociales locales.17 En el fondo, algo parecido ocurri con las haciendas de los reinos (e incluso con las de los municipios reales,
pues los continuos requerimientos del monarca fueron la primera entre las causas
del desarreglo financiero de estas administraciones, adems de su corrupcin).
El rey, pues, es la nica instancia de poder, junto con la Iglesia, que est presente, en persona o por representacin a travs de sus lugartenientes generales u
otros grandes oficiales, en todos y cada uno de los territorios, y la nica que puede movilizar recursos en uno u otro, o en todos simultneamente (aunque le sea
muy trabajoso y comprometido). No una familia nobiliaria, ni un estamento, ni un
parlamento ni una diputacin. Slo el rey (y el papa, en otro orden de cosas) puede actuar a la vez en todos los territorios, negociar con sus oligarquas, conocer
sus necesidades, intervenir en la justicia y en la legislacin. Es tambin quien dirige la accin exterior, la defensa del reino y encarna a la comunidad poltica frente a otros soberanos. Es precisamente el monarca, en tanto que rey de Aragn,
quien define el territorio y por tanto, constituye el sujeto poltico principal de esa
agregacin de territorios de la Corona que, en el lmite, eran capaces de sobrevi-

17. Lo tratamos con ms extensin en C. LPEZ RODRGUEZ, La Tesorera General de Alfonso V el Magnnimo y la Baila General del reino de Valencia, en Hispania, LIV, (1994), pp. 421-446.

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vir individualmente fuera del dominio de la dinasta (como ocurri temporalmente en varias ocasiones) sin acabar por ello con esta formacin, pues tanto la persona del monarca como la misma idea de la Corona poda residir en cualquier
territorio, sin perder su poder ni sus preeminencias. Eso no pasaba en las monarquas unitarias como Castilla, Francia, o Inglaterra. Por esta razn, en la Corona
de Aragn no existi propiamente, en lo poltico (menos en las relaciones econmicas o sociales), una dinmica territorial centro/periferia ntida, sobre todo a partir de la conquista del reino de Valencia, que consolid los intereses comunes de
aragoneses y catalanes, y demostr a todos las ventajas de una relacin interna
fuerte.18 Y aunque haya reinos que parezcan relegados como Mallorca o Cerdea,
la realidad es bien distinta, pues no puede decirse que las vicisitudes de sus respectivas conquistas desempearan un papel secundario en la vida poltica de la
Corona. Los reyes pudieron sentir predileccin por un territorio u otro, o reclutar
su personal de confianza y de su Casa ms entre los naturales de uno u otro dominio, segn sus gustos, o bien las elites de un reino pudieron sentirse ms o menos
atrados por servir en la corte real, segn sus particulares intereses y segn las
pocas, pero el conjunto de la Corona no estuvo sometido a un territorio (como
ocurri con la Unin de Calmar, aquejada de la hegemona danesa, lo que fue la
causa de su extincin). Por lo general, se afirm el principio de que los oficios de
los reinos quedaban reservados a los naturales. No existi, en consecuencia, una
clara capitalidad poltica (al estilo de otras monarquas que tambin tuvieron un
fuerte desarrollo burocrtico, como la francesa o la inglesa), salvo en el perodo
final, muy especial por muchas razones, del reinado del Magnnimo durante su
estancia en Npoles. Alfonso V pudo soar con un imperio mediterrneo, como se
plasma en el friso del arco del triunfo que da entrada al Castel Nuovo. Pero su traslado a aquella ciudad en realidad evidencia de una manera plstica que, en efecto, la Corona no necesitaba de un centro territorial consolidado y necesario (como
en Francia) pues, ms an que el centro del poder era el rey con su Corte.
Esta estructura compuesta (federal, para entendernos) estuvo sometida,
como es natural, a fuerzas centrfugas y centrpetas que operaron en todos los
niveles y sobre todos los actores (administracin fiscal y de justicia, poltica eclesistica, relaciones con las nobleza, la Iglesia, o las ciudades). Pero la compensacin de las unas por las otras, con variaciones segn las pocas y las materias
concretas, fue la consecuencia de la gran adaptabilidad de este peculiar sistema
poltico a la variable realidad social y econmica, combinando los intereses de las
oligarquas locales y regionales de los territorios con las necesidades unitarias de

18. P. CORRAO, Stati regionali cit., pp. 114-115.

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la poltica exterior y de las acciones militares, monopolizadas por el rey. Le sirvi


a la Corona de Aragn para sobrevivir en el marco de la Europa fragmentada de
la Baja Edad Media, pero no le permita conseguir la masa crtica suficiente para
rivalizar con las grandes monarquas del Renacimiento (una vez que estas cohesionaron en torno a ellas a sus respectivas sociedades), aunque algunos de sus
mecanismos se transfieren eficazmente a la Monarqua Hispnica: el sistema de
virreinatos y esta combinacin, tan difcil de mantener equilibrada, de centralizacin del poder a nivel global por parte de la monarqua con la descentralizacin
de su ejercicio en el gobierno interno de los reinos entregado a las oligarquas
regionales, un pacto (y subrayamos este trmino) que se demostr muy duradero
y que slo se rompi en circunstancias muy extraordinarias, porque su cumplimiento beneficiaba a ambas partes. Era este uno de los tres modos que Maquiavelo aconsej para conservar un estado habituado a vivir en libertad y con leyes
propias (los otros dos eran aniquilarlo o residir en l): dejar que viva con sus leyes,
obteniendo de l tributos y creando en su interior una oligarqua que hiciera perdurar su fidelidad, pues siendo tal gobierno una creacin del prncipe, saben que
no se puede sostener sin su amistad y podero, con lo que harn todo lo posible
por mantener su dominacin.19 Como escribi Joanot Martorell en Tirant lo
Blanc, ms vale tener a los vasallos ricos que no al Fisco () que el Prncipe de
un reino rico no puede ser pobre.20 Era esta la idea que antes expresaron reyes
como Alfonso IV, Pedro el Ceremonioso o Martn I, para quienes sus sbditos eran
el pueblo que gozaba de ms franquezas y libertades en el mundo, por las gracias
de sus prncipes. Y esto compensaba con creces, en opinin de un entusiasta de
los monarcas aragoneses como Muntaner, la pobreza de la tierra. De hecho, el
consenso de los estamentos con el rey cristaliz y se rehizo constantemente desde mediados del siglo XIV mediante la aprobacin de las ayudas y subsidios en
Cortes, que se cubrieron crecientemente con la emisin de deuda pblica, consignada sobre los impuestos indirectos, desviando en beneficio propio buena parte
del esfuerzo fiscal de la poblacin.
As pues, si se compara su evolucin con las de las monarquas europeas, se
encontrarn muchos paralelismos: en la fiscalidad, en las relaciones sociales, en
la evolucin econmica, en el desarrollo institucional, en el proceso de limitacin
de la monarqua por los parlamentos, en la relacin rey-burguesa, etc. Pero resaltan tambin sus peculiaridades. Entre ellas, este mayor desarrollo de la adminis19. N. MAQUIAVELO, El Prncipe, cap. V, Quomodo administrandae sunt civitates vel principatus qui antequam accuparentur suis legibus vivebant.
20. J. MARTORELL, Tirant lo Blanch i altres escrits de Joanot Martorell, ed. M. de Riquer, Barcelona, Clssics Catalans Ariel, 1982, cap. CXLIII.

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tracin territorial en la Corona de Aragn, producto de una monarqua limitada


tras sus conflictos con los estamentos, y que es expresin tambin de una sociedad poltica ms compleja, fruto de un proceso de creacin realizado por agregacin de territorios ms que por asimilacin (lo que revela ms la falta de capacidad que una idea de tolerancia), donde los consensos se generan de un modo ms
complejo, pero tambin ms firme, como supieron ver moralistas y juristas (Eiximenis o Belluga, entre otros muchos). Esta monarqua no es ni plural ni federal,
y ah est su originalidad. Pues, fuera del Imperio la pluralidad del poder monrquico era una idea radicalmente ajena a ese poder (y de hecho pocas veces materializada desde la baja Edad Media: quiz slo lo fue en la monarqua dual del
Imperio austro-hngaro). Ni tampoco era federal o confederal, puesto que el
poder central no era el producto de la suma de los poderes de los estados miembros de la Corona, que no participan en tanto que tales estados en la toma de decisiones a nivel global. Ni tampoco hay propiamente un trasvase de soberana de los
miembros a favor del poder central, pues en este caso la soberana no resida en
los territorios (una idea por completo moderna), sino en el rey, que es nico para
toda la Corona, y cuyo poder deriva de Dios y de su derecho de conquista, y no
de un transmisin del poder efectuada en el seno de una confederacin o federacin de monarcas. Despus de coronado en Zaragoza, cuenta Pedro IV en su Crnica que envi sus oficiales (vegueres, subvegueres, bailes, y otros) a Catalua,
con sus nombramientos, pero algunas ciudades y villas catalanes no les quisieron
obedecer, porque decan que antes tena que ser conde que rey y que no haba jurado todava los usos y constituciones del Principado, por lo que no estaban obligadas a observar sus mandatos. El rey tuvo que escribirles de nuevas cartas ms
expresas y con gran reprensin, por lo que las villas, atemorizadas, obedecieron a
los oficiales reales.21

4. CONSECUENCIAS DE LA COMPLEJIDAD
Hasta ahora, hemos insistido en las peculiaridades de la estructura compuesta,
por lo dems bastante conocida, constituida por la Corona de Aragn, y hemos
avanzado algunas explicaciones a su supervivencia. Pero, cules fueron sus consecuencias en el gobierno y en las relaciones con los estamentos?
Una vez que se consolid esta monarqua compuesta, como cada territorio tena
su propia organizacin poltica y sus propias dinmicas sociales, su estructura
federal o confederal (trminos que son manifiestamente anacrnicos, como

21. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. 2-16.

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vemos, pero que utilizamos por comodidad) dificult que los problemas de uno
pasaran a los de otro, e hizo de eficaz cortafuego para evitar la propagacin de conflictos entre los miembros de la Corona. La Unin aragonesa pas al reino de
Valencia, pero no al Principado. Su carcter y composicin fueron, adems, distintos en uno u otro reino. La decadencia poltica de Catalua fue simultnea a una de
las coyunturas ms expansionistas de la Corona de Aragn en su conjunto. Las banderas nobiliarias valencianas no contaminaron a las de la nobleza catalana o aragonesa, o por lo menos no lo hicieron con la intensidad que se vivi en aquel reino. Los conflictos agrarios cataln o el mallorqun no se traspasaron al campo
aragons o valenciano. Ni la sublevacin de los catalanes arrastr tras de s al resto de territorios. La crisis de Barcelona fue compatible con el florecimiento de
Valencia. Esta organizacin poltica tambin permiti a los reyes disponer de un
eficaz contrapeso en sus relaciones con las diferentes oligarquas y un amplio margen de maniobra en las negociaciones con ellas. El monarca y sus consejeros eran
de los pocos (si no los nicos) que tenan una visin de conjunto de los acontecimientos de toda la Corona y de la marcha de la situacin internacional o de las relaciones con el Papado, as como del curso de las negociaciones, pblicas o secretas,
con otros actores, lo que le permita mayor maniobrabilidad frente a la menor red
de recursos y a la visin parcial de los problemas que tenan las elites de cada territorio. Cuando en 1452, el Magnnimo entr en Npoles para celebrar la Navidad,
al finalizar una expedicin de caza, salieron a recibirle una gran multitud de
embajadores de muchas partes del mundo, prncipes, condes, duques, barones y
hombres de honor. El monarca vio entonces a Antoni Vinyes, el embajador de
Barcelona, y le pidi noticias. A lo cual respondi Vinyes que era l quien esperaba saber de su seora, que de muchas partes del mundo era informado.22 Lo
mismo podra haber dicho cualquiera de los notables que reciban al rey.
Obligados por su monarqua limitada, las circunstancias forzaron a los reyes a
una actuacin pragmtica y por lo general poco dogmtica. Los soberanos apuraron al mximo este poder limitado y sacaron ms partido de l que otros monarcas (como los castellanos) de su terico poder absoluto. Este pragmatismo (o realismo poltico) est detrs del comportamiento de los monarcas con el papado, por
ejemplo. La Corona de Aragn se form en el siglo XIII, durante el gran siglo del
papado, entre las batallas de Muret y la del Coll de Panissars, entre dos reyes que
murieron uno en defensa de herejes y el segundo fuera de la Iglesia (un hecho de
capital importancia poltica, pese a los intentos del cronista Desclot por maquillarlo en el ltimo captulo de su obra) y que, en su enfrentamiento con el papa,

22. Jos M. MADURELL MARIMN, Mensajeros barceloneses cit, doc. 382.

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llevaron ambos a la Corona de Aragn a los momentos ms crticos de existencia.


Quiz esto explique que, en lo sucesivo, los reyes aragoneses (a diferencia de los
Capeto, los Hohenstaufen u otras casas reinantes), se abstuvieran de atacar al
papado, aunque se opusieran a su poltica, como puede comprobarse con la respetuosa actuacin de Jaime I durante el Concilio de Lyon de 1274, o en la indiferencia mantenido durante la mayor parte del Gran Cisma.23 El pragmatismo inspira numerosas acciones de los reyes aragoneses. Un pragmatismo que aconsej a
Pedro IV para buscar el apoyo de los aragoneses cuando se coron posponiendo a
los catalanes, pero que ms tarde se invirti. Un pragmatismo que llev al rey a
servirse de los catalanes contra aragoneses y valencianos en las guerras de la
Unin, y de stos contra aquellos durante la guerra civil catalana. Un pragmatismo regido por la prudencia y la bsqueda del equilibrio poltico que, a pesar de
todos los excesos, puede seguirse en numerosos episodios de la crnica de Pedro IV,
y que se perpetu de unos reyes a otros. Ya en el prlogo de su Crnica, el Ceremonioso se vanaglori de sus propias virtudes, aunque las atribuy por falsa
modestia a la Providencia de Dios: su prudencia, su sutileza, su saber, el buen dictamen de su consejeros, la multitud de naciones a l sometidas, la astucia de su
pueblo. El mismo pragmatismo que empuj al Ceremonioso a incorporar a numerosos roselloneses a su Consejo, para atrarselos despus de la conquista del reino de Mallorca, hizo que Fernando I y Alfonso V aceptaran en su servicio a los
antiguos urgelistas, o que el Magnnimo se mantuviera neutral en las banderas
nobiliarias valencianas del siglo XV. Un pragmatismo que supo adaptar a la realidad los principios ideolgicos romanistas de la superioridad del monarca y su
potestad absoluta que inspiraban la actuacin de los reyes desde Jaime II. Un
pragmatismo que, por serlo, precedi a su teorizacin en la pluma brillante de
Maquiavelo y de su obra El Prncipe, donde pueden encontrarse muchos de los
consejos aplicados ya por los soberanos aragoneses, con ms xito que otros
monarcas coetneos. Un pragmatismo que, en ltima instancia, tena un objetivo
inmediato, claro y distinto: la perpetuacin de la Casa real en el trono de Aragn.
Ahora bien, una actuacin de este tipo, de carcter pragmtico para mantener
un equilibrio muy difcil entre las partes, necesita de un conocimiento adecuado
de la realidad de los territorios mediante un flujo de informacin constante y
siempre disponible. De otro modo, las decisiones del poder podan tomar una
direccin totalmente inadecuada, como suceda a menudo por las dificultades de
comunicacin. Fue esto lo que movi a un monarca pobre y no demasiado pode-

23. J. VINCKE, Estado e Iglesia en la Historia de la Corona de Aragn de los siglos XII, XIII
y XV, en Actas del VII Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Barcelona, 1962, vol. I, pp.
267-285.

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roso como era Jaime II a desarrollar un sofisticado sistema de transmisin, tratamiento, conservacin y recuperacin de la informacin, que pudiera orientar adecuadamente la accin de los reyes. Fund, por esta razn, el Archivo Real en
1318, ubicndolo en su palacio de Barcelona, despus de haber comenzado su reinando acumulando las escrituras de sus predecesores y las suyas propias en un
depsito situado en la casa de la Orden del Hospital de esa ciudad.24 Introdujo
adems muchas reformas burocrticas, que iniciaron el proceso de estatalizacin de la Monarqua, con la intencin de transformar la Corona de Aragn de
una mera agregacin dinstica de territorios, tal como la haba recibido de sus predecesores, en una entidad poltica sustantiva (aunque descentralizada). Con nimo
tan slo de ilustrar este punto, debe recordarse que el 14 de diciembre de 1318,
apenas tres meses despus de concluidas las obras de habilitacin del Archivo en
el palacio real, se promulg el estatuto por el cual los reinos de Aragn y Valencia, el condado de Barcelona y el dominio directo y los derechos pertenecientes al
rey (obsrvese este detalle) en el reino de Mallorca y en los condados de Roselln
y Cerdaa, en el Conflent, en el Vallespir y en los vizcondados de Omelads y
Carlat habran de estar siempre unidos bajo un mismo dominio.25 Este estatuto o
privilegio fue jurado a partir de entonces por todos los reyes aragoneses, por lo
menos hasta Alfonso el Magnnimo. Paralelamente, continu funcionando el sistema de captacin y transmisin de la informacin a travs de la Cancillera, con
el respaldo del Archivo Real, y de sus hijuelas valenciana y aragonesa ya en el
siglo XV. Por eso, los mensajeros barceloneses encontraron a Alfonso el Magnnimo siempre muy bien informado, a pesar de su largo absentismo. Por eso, no es
de extraar que Maquiavelo fuera un destacado funcionario de la Cancillera florentina, como tambin lo fueron Alfonso de Borja, papa Calixto III, en la aragonesa, y su sobrino Rodrigo de Borja, luego papa Alejandro VI, en la pontificia.
Este pragmatismo de los monarcas, la actuacin casustica a la que les obliga el
margen de maniobra y el juego poltico que la estructura compuesta del dominio
permite, explica tambin la proyeccin que adquiere en la Corona de Aragn el
carcter y la personalidad concreta de sus reyes (y de sus esposas), as como la
importancia que se dio a la formacin del prncipe heredero, quien desempe un
puesto importante en la organizacin del estado. Para ello, se le asoci al ejercicio
del poder, y tuvo un papel capital en el desarrollo del rgimen de Procuracin, luego de Gobernacin General y finalmente de las Lugartenencias Generales, que

24. R. CONDE Y DELGADO DE MOLINA, Reyes y archivos en la Corona de Aragn. Siete


siglos de reglamentacin y praxis archivstica (siglos XII-XIX), Zaragoza, 2008.
25. Archivo de la Corona de Aragn, Real cancillera, Reg. 217, fols. 224-225.

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hicieron posible la extensin del poder real, por delegacin, en todos los territorios.
Al heredero, por su parte, le dio la posibilidad de adquirir una experiencia que le
sera gran utilidad cuando fuera entronizado. Un proyecto educativo de este tipo
parece inspirar, por ejemplo, a Fernando I respecto de su primognito Alfonso,
como deja ver la correspondencia cruzada entre ambos, ya mencionada. Este proceso formativo tuvo consecuencias positivas. Una observacin ecunime de la
actuacin de los reyes aragoneses nos permitira destacar que, desde la desgraciada actuacin de Pedro el Catlico, y con independencia de la valoracin moral o
del balance poltico de la obra de cada uno de ellos, no hay reyes incompetentes,
ineficaces, o corrompidos en el trono aragons, al contrario de lo que ocurri en
tantas monarquas europeas, donde los logros de algunos soberanos fueron dilapidados rpidamente por herederos depravados o que, simplemente, no supieron
estar a la altura de las circunstancias. Por el contrario, en la Corona de Aragn, la
historiografa no deja por lo general de reconocer el genio poltico de sus soberanos, incluso con aquellos que concitan una crtica poltica profunda o una reprobacin moral mayoritaria, como Pedro IV o Juan II. Una de las actuaciones ms discutibles fue la de Juan I, el Cazador (no lo fue ms que otros parientes suyos), el
Amador de gentileza, pero tambin mal llamado el Descurat, sin que su incuria, ms bien opinable, llegase a los niveles de muchos reyes europeos coetneos.

5. LA CORTE COMO MERCADO O LA GESTIN


DE LA COMPLEJIDAD
En sntesis, para valorar las dimensiones de los conflictos a los cuales el
monarca tuvo que enfrentarse (y el nimo con que los abord), hay que hacerlo
desde su punto de vista, es decir, desde la complejidad resultante del conjunto de
los reinos que le estn sometidos, y no desde la valoracin que hacan las autoridades o las fuerzas locales o regionales (y, por tanto, desde el reflejo que han dejado en la documentacin). Con la Corona de Aragn, las visiones historiogrficas
excesivamente sistmicas o formalizadas, que tienden a buscar un orden lgico o
una lnea evolutiva claramente definida en medio de aquel conjunto catico de
mltiples relaciones simultneas y poco formalizadas, choca con su realidad tremendamente casustica y mutable, para entender la cual en muchos casos estaban
mejor preparados los monarcas que sus historiadores.
Es ese pragmatismo al que obliga la gestin de la complejidad (inspirado por
la estructura compuesta de la monarqua, con cuya visin de conjunto y capacidad
de actuacin global en una realidad cambiante no puede competir ninguna de las
instancias polticas de la Corona) el que est detrs de algunas de las ambigedades y paradojas que ha detectado la historiografa dedicada a este sujeto poltico:

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las discusiones sobre si se trata de una monarqua limitada o si los estamentos apenas cuentan; si el sistema es pactista, o incluso constitucionalista, o autoritario; si
el monarca infringe las libertades del reino o se apoya en ellas; el alcance de esa
extraa combinacin de victorias militares y derrotas polticas de sus reyes y viceversa, La ambigedad es la principal caracterstica de la Corona de Aragn, fruto de su complejidad y de la casustica, siempre mutante, que preside las relaciones entre la monarqua y los estamentos privilegiados. De ah tambin la
irreductibilidad de la estructura poltica de la Corona de Aragn a un nico principio rector (el pactismo, por ejemplo). Esta complejidad, ambigedad y mutabilidad de las relaciones polticas ofrece un terreno abonado a la monarqua para
ejercer su papel arbitral entre las clases y grupos sociales, lo que le proporciona
una posicin preeminente de la que los reyes supieron sacar partido, pese a las
limitaciones legales que pudieran objetarse a su poder.
Por qu ocurri as? Para contestar, haremos una breve incursin sobre las
concepciones polticas vigentes entre los juristas aragoneses de la poca, que
alcanzaron su mxima expresin a mediados del siglo XV, en la pluma de uno de
sus ms brillantes escritores, el abogado valenciano al servicio del Magnnimo
Pere Belluga, autor de la obra Speculum Principum, acabada en 1441.26 En resumen, dice este autor, al menos en los reinos hispnicos, el poder del rey no procede del pueblo ni del emperador, sino de su derecho de conquista, lo que le convierte en administrador de la justicia por voluntad divina, porque de las fauces del
enemigo arranc sus reinos. Por eso el prncipe detenta un poder por s mismo que
procede de Dios y que le ha sido dado para administrar justicia a sus sbditos y
garantizar la paz del reino. Pero le conviene vigilar para que sus sbditos no se
vean agraviados ni maltratados por jueces y oficiales. Pues el prncipe es opulento cuando sus sbditos son ricos y bien tratados. Para reparar estas causas de maltrato a los vasallos, debe el prncipe convocar las cortes, ya que el motivo de celebrarlas es la justicia y la paz del reino, cuya defensa es funcin del prncipe como
se demuestra en el Viejo Testamento, en el cual se lee que por la justicia reinan los
reyes. El monarca debe convocar las cortes sin que est obligado por un compromiso contractual sino moral, para cumplir con sus obligaciones con el pueblo y
atender a sus clamores contra la opresin de los ministros, pues es rey mediante
el ejercicio de la justicia, para la defensa de la paz y del bien pblico. Y aun cuan-

26. Lo que sigue es una sntesis extrada de esta obra, segn la edicin publicada en Pars en 1530.
Las referencias concretas las dimos en C. LPEZ RODRGUEZ, Teora y praxis del contrato poltico nobiliario en el Reino de Valencia. Del Interregno a la conquista de Npoles, en Du contrat dalliance au contrat politique. Cultures et socits politiques dans la Pninsule Ibrique la fin du
Moyen ge, Toulouse, CNRS-Universit de Toulouse-Le Mirail, 2007, pp. 361-402.

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do suela el prncipe, a causa de sus necesidades, pedir una subvencin a los sbditos, en realidad las convoca para ofrecerse a reparar la justicia y a conceder las
leyes, fueros y privilegios que le parezcan ms necesarias para el reino. Esto le
est permitido porque l es ley animada en la tierra. Pues lo que place al prncipe
es tenido por justicia.
Aunque los prncipes hagan pragmticas sanciones sobre el bien pblico, que
tienen fuerza de ley, tambin suelen dar leyes con el consejo de los prceres congregados en cortes. Y si el pueblo da dinero por estas leyes hechas en cortes, como
suele ocurrir, se convierten en contrato. Estas son leyes paccionadas y se convierten
en irrevocables incluso por el prncipe. Pues aunque por su naturaleza la ley sea
revocable a voluntad del prncipe, sin embargo, si es paccionada y adquiere la naturaleza de contrato, el prncipe y sus sucesores quedan obligados. Este principio es la
opinin comn de los legistas y canonistas: la ley que se convierte en contrato se
hace irrevocable, porque en ella consienten quienes pudieran sentirse perjudicados.
En cualquier caso, es la intervencin del prncipe lo que solemniza un acto y
le da la sancin de derecho pblico. Esto es as porque, como indica Belluga, un
simple pacto entre personas privadas no puede modificar el derecho pblico. Pero
slo tienen el carcter de irrevocables estas leyes hechas a ttulo oneroso, que son
en realidad disposiciones dictadas por el prncipe, que es quien les da fuerza de
ley. Si el prncipe vende en los casos permitidos, no puede revocar estas enajenaciones. Sin embargo, si concede u otorga por fuerza de privilegio, puede revocarlo a su voluntad, porque sta es una prerrogativa del prncipe, que puede revocar
los privilegios concedidos por l, no obstante que se diga que le conviene mantenerlos. Pues, al igual que la ley, tambin el estatuto, el rescripto y el privilegio se
pueden revocar, como en el contrato entre privados, salvo que en la concesin el
concedente reciba algn lucro por el beneficiario, pues entonces el concedente
cometera dolo si lo revocase. Por todo ello, salvo en el caso de recibirse dinero,
pues entonces el privilegio se convierte en contrato y se hace irrevocable, las concesiones o privilegios siempre se hacen sin perjuicio del poder del superior, como
ocurre con las jurisdicciones. Porque en ellas siempre queda reservada la autoridad del superior y a no ser por la autoridad de ste no puede ejercerse, como resida en ella y sea inseparable de la suprema potestad, por lo que puede el superior
suprimir las jurisdicciones de otros, no slo de las personas singulares, sino tambin de las ciudades. Eso siempre que las jurisdicciones se transmitan por fuerza
de nudo privilegio, pues si se da dinero, entonces es contrato, y se aplica la regla
de los contratos del prncipe. Pero slo en ese caso.
Sin embargo, incluso aunque se d dinero, el privilegio es asimismo revocable. Pues la entrega de pecunia no parece que quite al prncipe su suprema potes-

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tad de revocar lo que concede, ya que, aun siendo conveniente al privilegio del
prncipe ser permanente, ello ha de ser por honor y no por necesidad. Y as, hay
autores que dicen que el sucesor del prncipe no est obligado a observar el contrato hecho en fraude de estos mismos sucesores, aunque haya sido jurado o con
clusulas penales, porque el juramento es algo personalsimo.
En suma, todo lo que sea una simple concesin o una pura donacin puede
revocarse a voluntad del prncipe, pero no si es un contrato. Aunque no siempre
un donativo constituye un precio, pues tambin puede darse un donativo de la corte, por magnificencia o liberalidad de los sbditos hacia su seor, pro iustitia
administranda, sin que por nada estn obligados los sbditos a darlo al prncipe.
Y otros casos diferentes son aquellos en los que se da algo al prncipe por alguna
de las causas acostumbradas o por sus necesidades, pues el sbdito se prodiga
movido por la piedad hacia la necesidad del prncipe. Se dice que hay necesidad
del seor cuando hace una gran compra, es capturado, por matrimonio de su hija,
porque se arma caballero, porque viaja por sus negocios, porque hace razonablemente algunos gastos graves e intolerables, o porque por alguna causa se ha
empobrecido, est obligado o no tiene de qu alimentarse. Este donativo se hace
por utilidad pblica y por tanto nadie en derecho puede excusarse de este ofrecimiento. Mxime cuando esta necesidad del prncipe se produce en tiempo de una
guerra y en defensa de la patria. No hay mayor piedad que defender de los enemigos a la patria dbil y a los pobres. Por eso, segn argumenta Baldo, de las eminentes necesidades a causa de la guerra nadie puede excusarse por razn de privilegio, bien le haya sido concedido por su dignidad, por su regin o por su
persona, porque la utilidad pblica (publica utilitas) ha de ser preferida a cualquier privilegio.
Estos razonamientos de Pere Belluga valen para todos los dominios del monarca, porque corresponde a la esencia de su poder. El rey es fuente de derecho y as
se predica de cada uno de los territorios que le estn subyugados. Por lo que la
promulgacin de privilegios y de leyes en cada uno de ellos depende de la voluntad del monarca, y de su sancin ltima, pues en caso contrario nada valen. De
modo que la teora y la prctica poltica aceptan que el soberano negocie los efectos de su poder (en absoluto sus fundamentos tericos) con sus sbditos, hasta el
punto de que la Corte real se convierte en un mercado poltico, donde la relacin
rey-sbditos se cumple al margen de la celebracin de las asambleas parlamentarias, que constituyen slo una parte, y no la ms importante, de la actividad legislativa y de cauce de relacin entre el monarca y los estamentos (y sus individuos).
Hay esta otra relacin directa, entre el rey y cada uno de los actores polticos de
cada reino, que permite la negociacin particular del vasallo con su monarca, y
que apela a su funcin ltima como dispensador de gracia y justicia, una relacin

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que vincula directamente al rey con el pueblo, en la cual la Corona aparece como
garante de la justicia (del pueblo) frente a la libertad (de los privilegiados en cuanto singulares y como corporacin). Esta concepcin de la Corte como mercado se
consolida por la posibilidad de comprar el privilegio y convertirlo en contrato,
para asegurar su perdurabilidad.
Por estos motivos, como expresin mxima del poder soberano, en torno al
monarca y los rganos administrativos centrales de la monarqua se teji una densa red de intereses creados, cuyos tentculos se extendieron por todos los reinos
de la Corona para confluir en la Corte real, donde pululaban nobles, eclesisticos,
embajadores de otras potencias, representantes de reinos, ciudades y villas, sndicos de corporaciones y mercaderes, procedentes de todos sus reinos y dominios,
entregados a maquinaciones, negociaciones pblicas y secretas, presiones, conspiraciones, sobornos y corruptelas, para obtener del soberano tratados, privilegios,
cartas de gracia y justicia, y todo tipo de provisiones favorables para sus intereses
(nacionales, corporativos o particulares), como se consigna en los libros de la
Tesorera general.27 En esta negociacin continua con sus vasallos, mantenida en
su corte, jugando el rey con unos y otros, su margen de maniobra era muy amplio,
contrapesando las reticencias de unos con los apoyos de otros, incluso por encima
de las disposiciones legales que limitaban su poder, recogidas en las constituciones, usos, fueros y privilegios. De ah la fama de intrigantes y maniobreros
(maquiavlicos avant la lettre) que alcanzaron sus reyes, mayor cuanto ms
grandes fueron los desafos polticos a los que se enfrentaron, como Jaime II,
Pedro IV, Alfonso V o Juan II.
De todo ello prestan un expresivo testimonio las misivas enviadas por los embajadores de Barcelona destacados ante la corte real del Magnnimo en Npoles,
como hemos visto. Sus cartas pintan vivamente el funcionamiento interno de la
Corte real como un mercado de favores, donde el dinero no slo sirve para comprar las voluntades de los oficiales, sino tambin para ganarse la del monarca, que
juega con unos y otros. No es una imagen, sino la realidad. Conocemos los tejemanejes financieros y polticos del Magnnimo, que alcanzaron niveles muy superiores a los de sus antecesores (porque el alcance de sus dominios fue tambin
mayor). En 1444, los embajadores de Barcelona negociaban en Npoles la obtencin de algunos privilegios. Los embajadores se quejaron de que sus poderes eran
muy estrechos, pues si hubieran sido ms amplios, en dos das hubieran acabado el
negocio en mejores condiciones, vista la necesidad que tena el rey de dinero, que

27. Expusimos algunos casos en C. LPEZ RODRGUEZ, Hisenda reial i comer en el Regne de
Valncia en poca del Magnnim, en Recerques. Histria. Economia. Cultura, 43 (2001), pp. 129-162.

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dudaban que no se perdiera en poco tiempo, y vistas tambin las prcticas que
aqu se tienen. Urgan a los consejeros a decidirse, antes de que el soberano se
marchara, pues todos los das le crecen al rey negocios, en concreto la guerra que
se avecinaba con el duque de Miln. Con el retraso de las consultas a los consejeros barceloneses, se perdi la sazn, como decan, del negocio. Estaban dispuestos a pagar 5.000 florines por el privilegio, y an a subir hasta los 8.000; pero les
cost 12.000 florines; lo queran perpetuo, pero el rey slo lo otorg con carta de
gracia; solicitaron la exencin del derecho de sello, por el cual los funcionarios de
la Cancillera pedan 500 florines; se concordaron en 300 florines. Confiaron el
negocio al secretario real Fonolleda, porque era hijo de la ciudad. Pero al final en
el privilegio faltaban algunas de sus peticiones que Alfonso V, segn su secretario,
se neg a conceder.28 El xito de los remensas catalanes en 1448 al conseguir el
apoyo del monarca en su lucha por la abolicin de los malos usos se debi a su
compromiso de satisfacer 100.000 florines, que el Magnnimo necesitaba urgentemente para hacer frente al pago de los crditos que deba al mercader Bertran Crexells.29 Pero unos aos ms tarde, en 1451, el rey oblig a los embajadores de Catalua a presentar pblicamente, en presencia de los embajadores de Venecia, el
donativo de 400.000 florines que las Cortes, enemigas de los remensas, le hacan.30
Sospechosamente, Alfonso V orden que se sobreseyera la causa remensa por
algn tiempo y que todos los procesos incoados por este asunto se remitieran a la
corte real de Npoles. El sobreseimiento no dur, sin embargo. En 1455, el rey promulg su famosa sentencia interlocutoria de 5 de octubre por la que suspenda temporalmente la prestacin y exhibicin de los malos usos y servidumbres.31
Como dijo Pedro IV en su celebrado discurso ante las Cortes de Tarragona de
1370, verdaderamente hemos sufrido grandes sucesos y, no obstante, con la ayuda de Dios de todo salimos bien.32 Podra ser la divisa de esta Monarqua. Muchos
reyes europeos no pudieron decir lo mismo. S los de Aragn, tanto los de la Casa
de Barcelona como los Trastmara. Desde este punto de vista, quiz entendamos
mejor a Pedro el Ceremonioso, cuando dej a los embajadores de Mallorca esperando hasta acabar su cacera. O al Magnnimo y su desidia con los representantes

28. Jos M. MADURELL MARIMN, Mensajeros barceloneses cit., pp. 33-38, y docs. 184-200,
especialmente los docs. 192 a 196.
29. A. RYDER, Cloth and Credit: Aragonese War Finance in the Mid Fiftennth Century, en War
and society (Duntron, Australia), vol. 2, nm. 1 (1984), pp. 10-11.
30. Jos M. MADURELL MARIMN, Mensajeros barceloneses cit., doc. 382.
31. J. VICENS VIVES, Historia de los remensas en el siglo XV, Barcelona, 1945, pp. 63-66.
32. Cortes de los antiguos Reinos de Aragn y de Valencia y Principado de Catalua, publicadas
por la Real Academia de la Historia, Madrid, 1900, tomo III, p. 50.

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barceloneses. O a Juan II cuando, en vsperas de las guerras con los catalanes, march a Zaragoza y se dedic a otros asuntos. Fue este rey un gran aficionado al juego, como sabemos por la biografa de Vicens Vives. Sus maniobras parecen estar
inspiradas en complicadas combinaciones y en un clculo ajustado de riesgos. Al
final, se saldra con la suya en aquel juego de la poltica peninsular, que por entonces era ya el gran juego de la poltica europea. De la Edad Media, la Monarqua
aragonesa sali triunfante en su secular lucha con los estamentos. Como en el resto del continente, cierto es. Pero en el caso de la Corona de Aragn, sus reyes, con
menos recursos, con un poder ms limitado por los estamentos, enfrentados a enemigos y vecinos ms poderosos, con la incomprensin y reticencias de sus sbditos muchas veces, consiguieron mantener sus dominios, acrecentarlos, someter a
las oligarquas provinciales y an desempear un papel clave en la vida poltica del
Mediterrneo occidental. Fue todo esto lo que hizo a Maquiavelo admirar a Fernando II de Aragn y merecer su consideracin como prncipe nuevo, porque, de
un rey dbil, ha pasado a ser por fama y gloria el primer rey de los cristianos ()
siempre ha tramado y ejecutado grandes cosas, que han tenido a sus sbditos maravillados, absortos y pendientes de su resolucin. Y estas acciones nacen las unas de
las otras sin que d tiempo a que nadie conspire tranquilamente, escribi el florentino.33 A pesar de su justa indignacin, compaginada con su admiracin por el
genio poltico de los personajes sobre los cuales escribieron de modo tan brillante
y profundo, creo que ni Vicens Vives ni Soldevila ni dAbadal, entre tantos otros
que merecen mi ms hondo respeto como historiadores y como intelectuales, han
llegado a comprender en este punto plenamente a Juan II ni a Alfonso V ni a Pedro
IV. Pues es difcil que un catedrtico de historia o un archivero: un funcionario de
la cultura al servicio del Estado moderno y sin poder poltico en sus manos, en
definitiva comparta los alambicados mecanismos mentales de un rey medieval.
Estos grandes historiadores, adems, se situaron en la perspectiva de los territorios
y, por eso, ocasionalmente incurrieron en la misma minusvaloracin de la accin
de los soberanos aragoneses. A estos historiadores les pudo asistir la razn poltica, o incluso la razn histrica cuando criticaron a los monarcas. Pero estos se
movieron por su razn dinstica, que obedece a sus propias leyes y cuya oportunidad el tiempo corrobor. Fueron Juan II, Alfonso V, Pedro IV o Jaime II y, con
ellos, sus predecesores y descendientes quines, con grandes dificultades, eso s,
ganaron la partida a sus rivales la mayor parte de las veces y aseguraron por siglos
la pervivencia de su Casa, y por extensin la de su real Corona de Aragn, mediante una habilidosa gestin de la complejidad.

33. N. MAQUIAVELO, El Prncipe, cap. XXI, Quod principem deceat ut egregius habeatur.

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EL OBSERVATORIO DE LA FISCALIDAD
MANUEL SNCHEZ MARTNEZ
Institucin Mil y Fontanals (CSIC, Barcelona)

No debera sorprender que, al ttulo genrico ofrecido por la organizacin del


Congreso la monarqua y las ciudades, haya aadido la coletilla desde el observatorio de la fiscalidad. A nadie se le oculta que el estudio de la fiscalidad y de
las finanzas pblicas (reales y municipales) es precisamente mi principal lnea de
investigacin desde hace ya cuatro lustros. Pero, ms all de esta circunstancia personal, parece claro que es precisamente en el mbito de la fiscalidad donde mejor
pueden observarse las particulares relaciones que se establecieron entre la monarqua y las ciudades de realengo en la Corona de Aragn. Es de sobra sabido que,
por un lado, los monarcas pudieron llevar a cabo su poltica dinstica de expansin
y, a veces, atender a la defensa del territorio gracias a la ayuda de los ncleos urbanos, ayuda, en ocasiones, muy superior a la ofrecida por la Iglesia y la nobleza. Por
otro lado, tambin es notorio que las ciudades, en plena expansin demogrfica y
econmica entre mediados del siglo XIII y mediados de la siguiente centuria,
supieron aprovecharse de las acuciantes necesidades de la monarqua y, sobre todo,
de la particular configuracin del poder poltico en la Corona de Aragn para conseguir importantes privilegios, dotarse de un sistema fiscal y financiero acorde a
sus intereses los de la minora dirigente y adquirir al cabo unas cotas de autonoma desconocidas en otras monarquas occidentales, hasta el punto de constituir
ste uno de los rasgos ms originales del hecho urbano en los pases de la Corona.
En este texto esbozar someramente el proceso de formacin de esa autonoma
urbana, desde el ngulo fiscal y financiero, entre mediados del siglo XIII, cuando
vieron la luz los primeros componentes de la futura fiscalidad municipal, y mediados del siglo XIV, cuando ya se puede hablar con propiedad de sistema fiscal municipal y cuando la participacin de las ciudades y villas de realengo en las finanzas
reales qued comprendida en el donativo general ofrecido por las Cortes. El estu-

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dio, todava pendiente, del importante papel jugado por el brazo real en las Cortes
generales de los reinos a partir de 1360 aproximadamente, me habra llevado muy
lejos del objetivo que me he marcado y, por tanto, esta cuestin no ser abordada
aqu. Dicho de otra manera, observar el perodo que parte de unas ciudades incrustadas en el seoro real (entre 1250 y 1320) y acaba con la constitucin de los municipios como verdaderos seoros colegiados (entre 1350 y 1370); entre ambos extremos, transcurre una importante etapa intermedia (entre 1320 y 1350), en que las
ciudades supieron aprovechar el amplio margen de negociacin de los subsidios con
la monarqua para ir logrando paulatinamente nuevas cotas de autonoma fiscal y
poltica.1 Es verdad que la definicin de esas tres etapas corresponde bsicamente a
lo observado en el caso de Catalua y que todava no conocemos con el mismo grado de precisin la evolucin de las relaciones fiscales entre la monarqua y sus ciudades en Aragn y Valencia en el largo siglo que va desde 1250 hasta 1360 aproximadamente. Y aunque no cabe dudar que, en trminos generales, la evolucin en los
tres territorios peninsulares y en Mallorca fue muy parecida, tambin es cierto que
se observan importantes contrastes que sera necesario estudiar a fondo y que derivan, como no poda ser de otra manera, de las diferencias econmicas, sociales e
institucionales de cada reino en el marco de una Corona unitaria.2

1. LAS CIUDADES EN EL SENO DEL DOMINIO REAL:


LA ERA DE LAS TALLAS Y COMPARTIMIENTOS (C.1250 C. 1320)
Naturalmente, hemos de comenzar nuestra historia en el viejo reino de Aragn
y en el principado de Catalua en los umbrales del siglo XIII. Como puede com-

1. Acerca de todo ello, vase P. ORT GOST, El Consell de Cent durant lEdat Mitjana, en M.
ROVIRA-S. RIERA (coord.), El temps del Consell de Cent. I. Lemergncia del municipi, segles XIII-XIV,
Barcelona, 2001, pp. 21-48.
2. Este texto, que sigue fielmente el tenor de la conferencia pronunciada en el Congreso, es una
apretada sntesis de la evolucin de la fiscalidad municipal y sus relaciones con la monarqua. Por tanto, el lector no deber esperar ningn dato especialmente nuevo: todo lo que sigue procede de trabajos publicados por los todava escasos investigadores que nos dedicamos a estas cuestiones. As, para
evitar trufar el texto con largas y repetitivas notas a pie de pgina, remito al lector a los siguientes trabajos, de donde proceden la mayora de las consideraciones que siguen y donde se contienen las oportunas referencias bibliogrficas: J. A. SESMA MUOZ, Las transformaciones de la fiscalidad real en la
baja Edad Media, XV Congreso de Historia de la Corona de Aragn (Jaca, 1993), tomo I, vol. 1,
Zaragoza, 1996, pp. 231-291; A. FURI, Deuda pblica e intereses privados. Finanzas y fiscalidad
municipales en la Corona de Aragn, Edad Media. Revista de Historia (Valladolid), 2 (1999), pp. 3579; M. SNCHEZ MARTNEZ, Pagar al rey en la Corona de Aragn, CSIC, Barcelona, 2003 (coleccin
de 14 trabajos); y M. SNCHEZ MARTNEZ, A. FURI Y J. A. SESMA MUOZ, Old and New Forms of
Taxation in the Crown of Aragon (13th-14th. centuries), en S. CAVACIOCCHI, La fiscalit nelleconomia europea, secc. XIII-XVIII, Firenze University Press, Firenze, 2008, I, pp. 99-130.

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prenderse, para esta remota poca la documentacin sobre prcticas fiscales es


bastante escasa, en espera de que, en los aos centrales del Doscientos, empiecen
las series continuas de los registros de la cancillera real.3
En aquellos aos, la nica fiscalidad que exista en las ciudades y villas de la
Corona era la emanada del propio patrimonio regio, gestionada por los correspondientes oficiales reales.4 As, en Catalua, era el batlle local quien administraba los
ingresos dominicales en la ciudad o villa en cuestin; y es muy probable que con
el producto de las rentas e impuestos del patrimonio atendiese a la defensa y a otras
necesidades del ncleo urbano. Como es bien notorio, al comps de la expansin
territorial y del desarrollo de la actividad comercial, la ms relevante fiscalidad real
sobre el mercado, a partir de la segunda mitad del siglo XII, se manifestaba en las
lezdas, peajes, mesurajes, portazgos, monopolios, etc.5 Por tanto, entre la segunda
mitad de aquella centuria y las primeras dcadas del Doscientos, no encontramos
ningn atisbo de autonoma urbana: el gobierno de la ciudad recaa en los oficiales regios y, como acabamos de decir, la nica fiscalidad detectable en los ncleos
urbanos era la derivada del seoro que el monarca ejerca sobre ellos.
Pero tambin es verdad que, desde mediados del siglo XII, los habitantes de las
ciudades y villas fueron adquiriendo de manera paulatina y creciente cierto sentimiento de unidad y una ms o menos vaga conciencia colectiva. Y, en consecuencia, al despuntar el siglo XIII, la comunidad definida ya como universitas tam-

3. Como ya he escrito en otro lugar, la documentacin de la cancillera real, conservada en el


Archivo de la Corona de Aragn, es la nica que nos permite conocer las relaciones fiscales entre la
monarqua y las ciudades entre mediados del siglo XIII y el primer tercio del siglo XIV, cuando todava no existe o es muy escasa la documentacin local. Pero, tambin para un perodo posterior, cuando ya contamos con series municipales ms o menos continuas, el material emanado de la cancillera
proporciona importantes detalles complementarios que pueden colmar los vacos de la documentacin
local; cf. M. SNCHEZ MARTNEZ, Fiscalit royale et fiscalit municipale en Catalogne (XIVe sicle).
Quelques sources de lArxiu Reial (ACA), en D. MENJOT- M. SNCHEZ, La fiscalit des villes au
Moyen ge. I. tude des sources, Privat, Toulouse, 1996, pp. 135-146.
4. Durante mucho tiempo, una bien asentada tradicin historiogrfica ha tendido a subvalorar la
importancia del poder regio y de sus oficiales en las ciudades de realengo y a sobredimensionar, en
cambio, el papel de una organizacin municipal todava embrionaria o, en el peor de los casos, inexistente. Como dice con cierto humor P. Ort, sha vestit als primers regidors municipals i a llur
migrades competncies amb les luxoses gramalles i amb tot laparat cerimonial dels seus collegues
del segle XV (P. ORT GOST, Renda i fiscalitat en una ciutat medieval: Barcelona, segles XII-XIV,
CSIC, Barcelona, 2000, pp. 39-44 (y, para la cita concreta, p. 42).
5. Vale la pena recordar que, como cualquier otro seoro, el del rey era tambin un centro redistribuidor de renta, por lo que muchos de estos impuestos y monopolios eran objeto de donacin a la
Iglesia, a la nobleza y a destacados ciudadanos, como se ha observado en Aragn y en el caso concreto de Barcelona (J. A. SESMA, Las tansformaciones de la fiscalidad..., cit., pp. 237-239, y P. ORT, El
Consell de Cent..., cit., pp. 28-29).

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bin vena participando en el gobierno de las ciudades, ya fuese en tareas de defensa de la colectividad, en la resolucin de conflictos (arbitrados, en el caso de Barcelona, por los prohoms o notables de la comunidad) y en la gestin de algunos
impuestos a ella transferidos, quizs a iniciativas de sus miembros ms destacados.
Con estos recursos, la comunidad atenda al mantenimiento de algunas edificaciones y servicios pblicos como muros, calles, plazas, puentes, hospitales, etc. La
gestin de los bienes recibidos de la monarqua fue especialmente importante en
algunas ciudades aragonesas, que fueron dotadas de un amplio patrimonio territorial, a diferencia de los ncleos urbanos catalanes y de la futura Valencia cristiana,
cuyos trminos municipales apenas sobrepasaban el permetro amurallado de la
ciudad.6 Por tanto, para administrar los grandes trminos otorgados a las ciudades
aragonesas y, ms en general, para administrar los recursos fiscales cedidos por los
monarcas, las comunidades urbanas debieron realizar algunas actividades financieras por espordicas, rudimentarias y poco relevantes que fuesen. En suma,
podramos hacer nuestra la afirmacin de Bernard Chevalier para el caso francs
en el sentido de que aquellas comunidades vecinales tenan finanzas pero no una
fiscalidad elaborada.7 Y, recordmoslo de nuevo, tanto la participacin de la comunidad en el gobierno de las ciudades como aquellas primeras actividades financieras de los grupos vecinales estaban estrechamente controladas por los oficiales reales, como corresponda a entidades de poblacin insertas en el seoro regio.
Ahora bien, ya a finales del siglo XII, en los casos ms precoces, y de manera
ms general durante las primeras dcadas del Doscientos, sabemos que, para atender a algunas necesidades que no eran cubiertas con los ingresos del patrimonio gestionados por los oficiales reales o con los recursos transferidos a la comunidad, se
peda a los vecinos una aportacin personal y directa en forma de derrama. Es
importante destacar que, en muchos casos, la autorizacin regia para mettere in
commune y disponer de un arca comn precedi a la propia constitucin del rgi-

6. Vase, por ejemplo, el caso de Teruel comentado por I. FALCN, Finanzas y fiscalidad de ciudades, villas y comunidades de aldeas aragonesas, V Congreso de Estudios Medievales, vila, 1997,
p. 246; y, para la ciudad de Valencia, J. V. GARCA MARSILLA, La gnesis de la fiscalidad municipal
en la ciudad de Valencia (1238-1366), Revista dHistria medieval, Valencia, 7, 1996, pp. 239-273.
Hace algunos aos, algunos historiadores confundieron la lgica instalacin de conspicuos miembros
del patriciado barcelons en el territorio de la ciudad con la existencia de un amplio trmino municipal y no dudaron en equiparar este fenmeno nada menos que con el contado de las ciudades italianas. Nada ms lejos de la realidad: el trmino estricto de la ciudad slo englobaba el espacio extramuros, perteneciente a las distintas parroquias urbanas; cf. P. ORT, El municipi de Barcelona i les
parrquies del seu entorn, Anuario de Estudios Medievales, 31/1 (2001) pp.33-48.
7. B. CHEVALIER, Gense de la fiscalit urbaine en France, Revista dHistria medieval, Valencia, 7, 1996, p. 26. Lo mismo afirma I. Falcn para el caso aragons (I. FALCN, Finanzas y fiscalidad..., cit., p. 247).

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men municipal.8 Despus, en diferentes fechas pero siempre durante el reinado de


Jaime I, fueron constituyndose los distintos regmenes municipales, siempre con la
triple estructura caracterstica: en primer lugar, los jurados, paers o consellers; en
segundo lugar, un nmero mayor de consejeros que asesoraban a los primeros; y, por
fin, la asamblea general de vecinos, cada vez con menos papel en el gobierno de la
comunidad. Pero, an a riesgo de parecer reiterativo, debemos repetir que, en esta
poca, la marcha hacia el municipio pleno y sus primeras iniciativas fiscales y
financieras eran tuteladas muy de cerca por el monarca y los oficiales locales.
Resumiendo un poco todo lo anterior, podramos decir que cuando, a lo largo
del siglo XIII, las ciudades y villas recibieron como cuerpo la consideracin de
municipios, ya disponan de un arca comn, elemento intrnseco, segn la doctrina jurdica de la poca, a toda universitas;9 y que, desde finales del siglo XII,
est documentada en algunas ciudades de Aragn y Catalua la prctica de repartir tallas, compartimientos, colectas o comunes entre los vecinos, al principio, de
forma espordica y ms regularmente a lo largo del siglo XIII.10 El hecho de que,
como veremos enseguida, algunos tributos regios dejasen de ser percibidos por el
oficial local, vecino por vecino, y que tal responsabilidad recayese colectivamente sobre la universidad quiere decir que tal cosa fue posible slo cuando logr
expresarse la voluntad de la universidad por encima de la de cada uno de sus
miembros; o, ms probablemente, que aquel procedimiento de exaccin contribuy decisivamente a forjar la voluntad de la universidad y, por tanto, como ya haba
sugerido M. Turull, que el hacer comn para una urgente necesidad fue uno de
los motivos ms determinantes en la configuracin final del municipio.

8. As sucedi en Lrida: en 1196, Pedro el Catlico autorizaba a los prohoms a hacer una derrama justo un ao antes de que se instaurase en la ciudad el primer rgimen de consulado de Catalua
(M. TURULL, El naixement de la fiscalitat municipal a Lleida (1149-1289), en el Coloquio sobre
Corona, municipis i fiscalitat a la baixa Edat Mitjana, Lrida, 1997, pp. 219-232). Lo mismo cabe
decir de Barcelona, donde Jaime I regulaba en 1226 la forma de establecer estas derramas antes de la
constitucin del municipio en 1249; y de Mallorca, donde se perciban colectas en 1237 y 1244 antes
de que se formase el organismo rector de la isla. Tambin en Teruel, en una fecha tan precoz como
1208, el encargado de confeccionar el padrn del vecindario era el juez, que actuaba junto a una comisin de seis jurados (vanse P. ORT, El consell de Cent..., cit., p. 33; J. F. LPEZ BONET, La prctica fiscal a la Mallorca de la baixa Edat Mitjana, Randa, 29, 1991, p. 13; e I. FALCN, Finanzas y fiscalidad..., cit., p. 246).
9. Cf. M. TURULL, Arca Communis: Dret, municipi i fiscalitat, Initium. Revista Catalana
dHistria del Dret, I (1996), pp. 581-610.
10. Aunque queda fuera de los objetivos de este texto, debemos recordar que, desde el principio,
estas derramas no eran capitaciones sino que se perciban a tenor de las posibilidades per solidum
atque libram de cada vecino, como prescriba el rey para Barcelona en 1226. Y, por ejemplo, en
Teruel, Jaime I divida en 1258 a los vecinos en tres categoras, a tenor de su riqueza: posteros, medio
posteros y cuartos posteros (I. FALCN, Finanzas y fiscalidad..., cit., p. 250).

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Ocupmonos ahora de una cuestin de cierta importancia para observar las


relaciones fiscales entre las ciudades y la monarqua en esta poca, todava relativamente oscura. Cules eran los motivos la causa necessaria que requeran el
reparto de tallas y compartimientos entre los vecinos?. La documentacin de la
poca suele referirse, en distintos contextos, a regalis exactio et vicinalis. Sin duda
alguna, las derramas anuales podan cubrir algunas necesidades internas de las
ciudades (gastos de defensa, reparacin de puentes o caminos, devolucin de prstamos, envo de mensajeros a la corte, etc.), pero no deban ser gastos muy importantes en consonancia con la escasa entidad del municipio en aquella poca y sin
olvidar insistamos de nuevo que algunas de aquellas necesidades podan ser
atendidas por los oficiales locales con los ingresos del patrimonio real. Por tanto,
hay motivos ms que suficientes para pensar que aquellas peridicas derramas
servan para pagar los tributos regios (las cenas y, sobre todo, las pechas aragonesas, las questias catalanas y, ms tarde, las peitas valencianas) as como las frecuentes fonsaderas o rescates del servicio de hueste. No voy a entrar ahora en el
origen, todava poco claro y siempre controvertido, de aquellos tributos.11 Baste
recordar slo un par de cuestiones que interesan directamente a nuestro tema. En
primer lugar, que se trataba de unos tributos pertenecientes a la esfera del patrimonio real, que la monarqua tena derecho a exigir (en principio, de forma arbitraria por lo que respecta a su frecuencia y volumen) y que los ncleos de realengo tenan la obligacin de pagar ex debito. Y, en segundo lugar, que, en espera de
los donativos otorgados por las asambleas estamentales a partir de las ltimas
dcadas del siglo XIII y, sobre todo, de los subsidios obtenidos de las ciudades
desde 1320 y1330, aquellos tributos constituyeron uno de los principales soportes
financieros de la monarqua.12

11. El mejor estudio de sntesis, con un amplio estado de la cuestin bibliogrfico, sobre los orgenes de pechas, questias y peitas es el de V. BAYDAL, Guerra, fiscalitat i assemblees estamentals (c.
1250 - c. 1300). Levoluci de la fiscalitat reial i la configuraci del pactisme a la Corona dArag
durant la segona meitat del segle XIII, Trabajo de Iniciacin a la Investigacin defendido en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona) en julio de 2007, y cuya publicacin esperamos en breve.
12. Habra que tener en cuenta tambin los monedajes y bovatges exigidos por la monarqua desde
finales del siglo XII. Por lo que respecta al bovatge cataln la primera plasmacin de la fiscalidad de
Estado en el principado, los obtenidos por Jaime I sirvieron para financiar, en parte, las conquistas de
Mallorca, Valencia y Murcia (vase P. ORT, La primera articulacin del estado feudal en Catalua a
travs de un impuesto: el bovaje (ss. XII-XIII), Hispania, 209 (2001), pp. 967-998). Y, en cuanto a los
monedajes aragoneses, desde 1236, se instaur su peticin cada siete aos; ms tarde, con el nombre de
morabet, este impuesto fue introducido en el reino de Valencia (1266) y en Mallorca (1301). El bovatge cataln fue redimido por la nobleza y las ciudades del principado en 1300; y aunque el monedaje se
continu percibiendo en Aragn, Valencia y Mallorca, su repercusin en las finanzas regias disminuy
considerablemente debido a las numerosas enajenaciones del impuesto a la nobleza y a las ciudades
(vase J. A. SESMA, Las transformaciones de la fiscalidad..., cit., pp.240-243).

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En resumen, parece claro que las ciudades y villas de Aragn y Catalua, desde 1200 aproximadamente, dispusieron del que J. M Font Rius llam el primer
pilar de las finanzas urbanas;13 y que la causa fundamental del establecimiento de
tallas y compartimientos, cada vez con mayor frecuencia y regularidad, fue el
pago de los tributos y redenciones de ejrcito que las ciudades y villas estaban
obligadas a pagar al rey. De esta manera, la responsabilidad de reunir aquellos tributos de manera colectiva convirti a las universidades en meras gestoras de la
fiscalidad real.
A diferencia del largo y todava poco conocido proceso de adquisicin del
primer pilar de las finanzas urbanas en Aragn y Catalua, la creacin ex novo
de todo el entramado institucional del reino de Valencia permiti quemar etapas,
de forma que la prctica de establecer tallas es casi simultnea a la constitucin
orgnica del municipio.14 As, desde mediados del siglo XIII, est documentada
la percepcin de peitas en el reino valenciano en rigurosa sincrona con las peticiones regias de pechas y questias en Aragn y Catalua. Y, en consecuencia,
tambin las universidades del nuevo reino establecan peridicas derramas, sobre
todo, para pagar la peita real y secundariamente para hacer frente a algunas necesidades comunitarias.15
Podramos concluir este primer epgrafe diciendo que, hacia el final del reinado de Jaime I, es posible que la monarqua pudiese vivir de lo suyo (como quera el viejo, y cada vez menos creble, principio medieval), con un patrimonio
espectacularmente ampliado y mejor gestionado tras las conquistas de Mallorca y
de Valencia, con las peticiones espordicas de monedajes y bovatges, pero especialmente con las recaudaciones sistemticas de pechas, questias, peitas y redenciones de ejrcito. Paralelamente a la cada vez ms frecuente exigencias de tributos, los flamantes municipios pusieron la primera piedra de su futuro sistema

13. J. M FONT RIUS, La administracin financiera en los municipios catalanes medievales, en


Historia de la Hacienda espaola (pocas antigua y medieval). Homenaje al profesor Garca de Valdeavellano, Madrid, 1982, pp. 193-231. Tambin en Mallorca se obtuvieron mediante colectas los subsidios pedidos entre 1269 y 1275; cf. P. CATEURA, El regne esvat: desenvolupament econmic, subordinaci poltica, expansi fiscal (Mallorca, 1300-1335), Palma de Mallorca, 1998, pp. 10-12).
14. Cf. A. J. MIRA P. VICIANO, La construcci dun sistema fiscal: municipis i impost al Pas
Valenci (segles XIII-XIV), Revista dHistria medieval, 7 (1996), pp. 135-148. En efecto, un ao
despus de la organizacin del rgimen municipal de la ciudad de Valencia. Jaime I regulaba en 1246
los procedimientos para percibir questias, redenciones de ejrcito y otras exacciones reales o vecinales. Y, pocos aos despus, en 1252, se extendi al resto del reino la normativa para la percepcin del
impuesto directo vigente en la ciudad de Valencia.
15. Vase A. FURI, Limpt direct dans les villes du royaume de Valence, en D. MENJOT M. SNLa fiscalit des villes au Moyen ge. 2. Les systmes fiscaux, Privat, Toulouse, 1999, pp. 169-199.

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fiscal, efectuando derramas entre los vecinos para hacer frente prioritariamente a
las demandas regias.16
Tras la muerte de Jaime I y el acceso al trono de Pedro el Grande, las progresivas necesidades financieras de la Corona impidieron que la monarqua pudiese
seguir viviendo de lo suyo. Por otra parte, se rompi el equilibrio alcanzado en
la correlacin de fuerzas entre el soberano y los grupos privilegiados, sobre un
teln de fondo de creciente malestar social en el campo y en las ciudades.17 En
efecto, nada ms subir al trono, Pedro el Grande despleg una poltica tendente a
afianzar con firmeza la autoridad monrquica. La necesidad de hacer frente a la
revuelta mudjar en el reino de Valencia y, sobre todo, la preparacin de la campaa que concluira con la conquista de Sicilia (1282) se plasmaron en una intensa presin fiscal sin precedentes sobre los territorios de la Corona. As, el nuevo
monarca estableci una gabela de la sal en Aragn y Catalua, exigi la quinta del
ganado en Aragn, pretendi cobrar el bovatge en Catalua antes de entrar en el
principado y de jurar sus privilegios; y, en general, pidi crecidos subsidios extraordinarios y cuantiosas redenciones de hueste a los ncleos urbanos. No debe
extraar, por tanto, que fuesen generales las protestas de nobles, eclesisticos y
ciudades ante esta inusitada ofensiva fiscal.18
Como es bien notorio, las graves consecuencias de la conquista de Sicilia
hicieron que la Corona de Aragn conociese, entre 1283 y 1295, una de las fases
ms crticas de su historia bajomedieval: excomulgado por Martn IV, quien le
desposey formalmente de sus reinos, Pedro el Grande y sus inmediatos sucesores tuvieron que enfrentarse a la poderosa coalicin franco-angevino-pontificia, a
la que se uni el reino de Mallorca. Fue la ocasin esperada por los grupos privilegiados y los dirigentes urbanos, que formaron un frente comn para poner freno a la ofensiva fiscal del monarca y a las formas autoritarias desplegadas desde
el comienzo de su reinado. Efectivamente, en las importantes Cortes celebradas

16. Como se ha podido comprobar en el caso de Barcelona, por su escasa entidad, los gastos
comunitarios no generaban tallas particulares: se esperaba a hacer la talla para el pago de la questia
real y se aadan al volumen total de aquella los gastos y deudas del municipio (P. ORT, El Consell
de Cent..., pp. 38-39).
17. He insistido ms de una vez en la necesidad de estudiar de manera global el perodo que transcurre aproximadamente entre 1276 y los primeros aos del siglo XIV. Es verdad que existen numerosos trabajos dedicados a cuestiones concretas, pero todava carecemos de un estudio que sea capaz de
integrar las dificultades econmicas, el descontento social, los trascendentales cambios en las relaciones entre la monarqua y los grupos privilegiados despus de 1283, su importancia en el entramado
institucional de la Corona, la grave crisis blica provocada por la conquista de Sicilia, etc.
18. Vase M.SNCHEZ, A. FURI, J. A. SESMA, Old and New Forms of Taxation..., cit., pp. 103104 y la bibliografa citada en la nota 9.

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en 1283 en Zaragoza, Barcelona y Valencia, el rey confirm el Privilegio General


de Aragn, suprimi la quinta del ganado, cancel la gabela de la sal y jur no exigir ms impuestos indirectos que los acostumbrados a recibir 20 aos atrs. Pero,
los resultados de las asambleas de 1283 y las que siguieron en los aos inmediatos sobrepasaron con creces el mbito fiscal; de hecho, la historiografa viene considerndolas como clave de bveda del llamado constitucionalismo o pactismo catalanoaragons. En efecto, en esas Cortes se elabor una nueva forma de
crear derecho en la Corona de Aragn: con mayor o menor nfasis, los grupos privilegiados presentes en las asambleas lograron que ninguna constitucin de alcance general a cada reino fuese aprobada sin el consenso de las Cortes que, adems,
deban reunirse anualmente. Y, como evidente corolario, tampoco ningn impuesto general podra establecerse sin haber sido previamente negociado en la asamblea y autorizado por sta.19
Volviendo al terreno de la fiscalidad, conviene destacar la consecuencia ms
directa de las Cortes de 1283: la de configurar unas reglas de juego entre la
monarqua y la representacin oligrquica de los pases de la Corona de Aragn
que deban durar hasta los comienzos del siglo XVIII. Por tanto, desde finales del
Doscientos, se delimitan con meridiana claridad dos esferas fiscales. Por un lado,
la estricta fiscalidad real: el monarca tena las manos libres en su patrimonio y
poda percibir impuestos indirectos en los mercados de las ciudades y villas de
realengo,20 exigir de stas pechas, questias y peitas y disponer a su antojo de las
comunidades de judos y musulmanes, consideradas cofre e tresor del senyor rey.
Por otro lado, ms all del estrecho marco del dominio, el monarca no tena capacidad para establecer ningn nuevo impuesto sobre el conjunto del territorio, por
lo que cualquier peticin de subsidios deba ser negociada y consensuada con los
tres brazos de las Cortes; si finalmente se conceda la ayuda, sta era otorgada non
ex obligatione seu debito set solum ex providentia et mera voluntate. Aqu radica
la originalidad, en trminos fiscales, de la Corona de Aragn, que contrasta radicalmente con lo que, ms o menos por los mismos aos, suceda en la Castilla de
Alfonso X o en la Francia de Felipe el Hermoso.
No tardaran en ponerse en prctica las reglas de juego definidas en 1283. Ante
las crecientes necesidades de dinero y hombres para hacer frente a los conflictos
mediterrneos, Alfonso el Liberal y Jaime II debieron recurrir a la negociacin de

19. Ibdem, pp. 104-105y la bibliografa de la nota 10.


20. De todas formas, fosilizadas las tarifas de lezdas, mesuratges, peajes, etc. y erosionado su producto por numerosas franquicias, los ingresos del patrimonio por estos conceptos, salvo algunas
excepciones, eran cada vez ms irrelevantes para las finanzas regias.

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importantes subsidios a lo largo de un verdadero ciclo de Cortes en cada uno de


los tres reinos, que transcurri entre 1289 (Cortes generales de Monzn) y 1304.21
Estas asambleas otorgaron a los soberanos importantes ayudas, obtenidas mediante diferentes formas fiscales (impuestos directos de capitacin o cabezajes y gabela de la sal) aunque predominaron los impuestos indirectos sobre las transacciones (sisas). Vale la pena destacar la aparicin de estas sisas generales en Aragn,
Catalua y Mallorca - incorporada de nuevo a la Corona por Alfonso el Liberal entre 1289 y 1300, en perfecta sincrona con una sisa documentada en Castilla en
1293 y con la famosa maltte impuesta en la Francia de Felipe IV en 1292. Entre
otras cosas, la percepcin de los subsidios mediante sisas revela la vitalidad de los
mercados urbanos en la Corona de Aragn en la precisa coyuntura de 1300. Puesto que mi objetivo principal es la fiscalidad municipal, no insisto ms en estas
sisas generales que fueron gestionadas por comisiones paritarias elegidas por las
Cortes y donde los municipios, como tales, quedaron relativamente al margen.22
Como resumen de lo anterior, podramos decir que, en los umbrales del siglo
XIV, incapaces de hacer frente a las urgencias de la guerra con los recursos de un
patrimonio que ya empezaba a experimentar los efectos de numerosas enajenaciones y con los tributos consuetudinarios de las ciudades y villas de realengo, los
monarcas tuvieron que recurrir a la negociacin de cuantiosos subsidios con las
Cortes. Por tanto, podemos documentar ya en esta poca los primeros ejemplos de
la nueva fiscalidad de Estado, desde el momento en que los impuestos decididos en
las Cortes de finales del Doscientos afectaban por igual a la Iglesia, a la nobleza y
a las ciudades reales. De todas formas, estas primeras ayudas de las Cortes no tuvieron continuidad inmediata y habr que esperar a la dcada de 1360 para que aquella nueva fiscalidad se consolidase definitivamente en la Corona de Aragn. Por otra
parte, y dicho en trminos generales, las ciudades de realengo salieron favorecidas
de la crisis de finales del siglo XIII y pudieron afianzar el rgimen municipal gracias a los importantes privilegios que obtuvieron de los monarcas (por ejemplo, para
Barcelona, el Recognoverunt proceres de 1284). Pero, aunque consolidaron su capacidad para ordenar tallas y compartimientos, todava no cabe hablar en rigor de fiscalidad municipal, pues unas y otros servan para pagar los cada vez ms regulares
tributos regios; como dice P. Ort para el caso de Barcelona (aunque el ejemplo
podra ser extrapolado a otras ciudades de la Corona), la actividad de los municipios

21. M.SNCHEZ, A. FURI, J. A. SESMA, Old and New Forms of Taxation..., cit., p. 105 y nota 11.
Para el caso de Catalua, vase M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 9 (1289/92 1342/44: dos
fechas cruciales en la evolucin de la fiscalidad real y urbana en Catalua), pp. 315-338.
22. Otra cosa es que algunos miembros de las elites urbanas pudiesen participar a ttulo individual
en la gestin de las sisas en calidad de arrendatarios, prestadores de dinero, recaudadores, etc.

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en el mbito fiscal era lo ms parecido a una caja recaudadora de los tributos debidos al monarca. Por fin, hemos visto como, a finales del siglo XIII, apareci una
nueva figura fiscal llamada a desempear un papel estelar en el futuro: los impuestos indirectos sobre el consumo y las transacciones (sisas). Aparecieron en escena
simultneamente tanto en el mbito de la fiscalidad de Estado las sisas acordadas
en las Cortes mencionadas como en el de la fiscalidad municipal. En efecto, conocemos, por ejemplo, la sisa concedida a Barcelona en 1287 para la construccin de
las murallas y las otorgadas a algunos lugares del reino de Valencia: Ganda y Pego,
tambin para el mantenimiento del recinto amurallado y, un poco ms tarde, Guardamar, Orihuela y Elche para la defensa de estos lugares fronterizos.23 De todas formas, la concesin de permisos para percibir un impuesto indirecto durante un tiempo limitado y para una finalidad muy concreta (como las frecuentes concesiones de
barras para la reparacin de puentes o caminos) tuvo escasa relevancia para explicar la gnesis del complejo sistema fiscal municipal. Fueron, por el contrario, los
incesantes subsidios pedidos por la Corona los que contribuyeron a forjar tal sistema a partir de la primera mitad del siglo XIV.

2 LAS CIUDADES Y VILLAS DE REALENGO, PRINCIPALES


SOSTENEDORAS DE LA POLTICA MEDITERRNEA
DE LA CORONA (C. 1300 C. 1350)
Amainado el grave enfrentamiento con Francia, el papado y los Anjou a principios del siglo XIV, durante la segunda parte del reinado de Jaime II y el breve de
Alfonso el Benigno (1327-1336), la Corona de Aragn no tuvo que enfrentarse a
ningn conflicto de naturaleza defensiva que requiriese la contribucin de los brazos reunidos en Cortes.24 Pero haba que sufragar algunas expediciones de conquista (p. e. la campaa de Almera en 1309 y, sobre todo, la difcil conquista de
Cerdea en 1322-1323), correr con los gastos de coronaciones, de matrimonios del
rey y de las infantas, invertir dinero para la incorporacin de tierras al dominio (p.
e., la compra del condado de Urgell y vizcondado de ger entre 1317 y 1320) y
asegurar, en general, el buen funcionamiento de la maquinaria administrativa de la
Corona. Jaime II y Alfonso el Benigno intentaron hacer frente a esas necesidades

23. Vase M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 12 (El sistema fiscal de los municipios catalanes y valencianos del dominio real en la baja Edad Media), p. 439, notas 27 y 28. Tambin en Mallorca, Jaime II estableci una sisa entre 1300 y 1309 (P. CATEURA, El regne esvat, cit., pp. 15-16 y, del
mismo autor, Els impostos indirectes en el regne de Mallorca, Palma de Mallorca, 2006).
24. Recordemos que fue la defensio regni la causa necessaria aducida para obtener los subsidios
de las Cortes celebradas a finales del siglo XIII: puesto que la defensa del territorio competa a todos,
deba ser pagada por todos.

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exprimiendo al mximo los recursos del patrimonio real, es decir, revalorizando las
rentas procedentes del dominio, presionando de manera inusitada a las aljamas de
judos y, lo que ms nos interesa aqu, pidiendo subsidios cada vez ms cuantiosos
a las ciudades y villas de realengo.25 Tocamos en este ltimo punto un episodio muy
importante de las relaciones fiscales entre la monarqua y los ncleos de realengo,
quizs el ms relevante con anterioridad a la regularizacin de los subsidios en Cortes. Vale la pena, por tanto, que nos detengamos un poco en esta cuestin.
Recordemos que, ya en las primeras dcadas del siglo XIV, las pechas aragonesas estaban fijadas y, en su mayora, asignadas a las caballeras de honor.26 En Catalua, desde el ltimo tercio del siglo XIII, las cantidades que pagaban como questia
las ciudades y villas haban quedado progresivamente fijadas, bien de forma consuetudinaria, bien por expreso privilegio real. Y estamos seguros que, a partir de 1327,
el montante de las peitas valencianas qued fijado para el futuro. Por otra parte, al
filo de 1300, las ciudades y algunas grandes villas (Valencia desde 1286 y Barcelona desde 1299) estaban exentas del pago de peitas y questias. He dicho ms arriba
que el monarca tena el derecho indiscutido a exigir los tributos que le correspondan de sus ciudades. Pero, qu suceda si el rey deseaba recibir como subsidio una
cantidad superior al tributo fijado y/o quera obtenerlo tambin de los lugares francos de dicho tributo y donde, en consecuencia, se haba roto el vnculo (ex debito)
que obligaba a pagarlo?. En ambos casos, al monarca le estaba vedado actuar por su
propia autoridad y, por tanto, el nico camino era la negociacin ciudad por ciudad y
villa por villa o, ya bien entrado el siglo XIV, en Parlamentos con los representantes
del realengo. Fue as como, aprovechando las acuciantes necesidades de la monarqua y utilizando hbilmente los resquicios de la negociacin, las ciudades no slo
obtuvieron importantes privilegios que afianzaron su poder poltico sino que, sobre
todo, empezaron a construir un sistema fiscal propiamente municipal.
Aunque es una cuestin que todava deber estudiarse a fondo, veamos como
transcurra la negociacin en el caso de las ciudades y villas catalanas y aragonesas
durante las primeras dcadas del siglo XIV.27 De entrada, para legitimar la peticin de
cada subsidio era necesario aducir una apropiada causa finalis, que estuviese encaminada al bien comn y a la satisfaccin de necesidades pblicas, segn prescriban

25. Por ejemplo, en Catalua, entre 1309 y 1333, ambos monarcas pidieron y obtuvieron 21 subsidios a las villas, casi uno por ao (M. SNCHEZ, Tributos negociados: las questie/subsidios de las villas
catalanas en la primera mitad del siglo XIV, Anuario de Estudios Medievales, 38/1 (2008), pp. 65-99).
26. Vase J: A. SESMA, Las transformaciones de la fiscalidad..., cit. pp.246-247.
27. Para todo lo que sigue vanse M. SNCHEZ, Tributos negociados..., cit. y Pagar al rey..., cit.,
cap. 2 (La fiscalidad extraordinaria en el reino de Aragn durante el primer tercio del siglo XIV),
pp. 81-120.

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los textos de telogos, canonistas y juristas. En la mayora de los casos observados,


las razones invocadas coincidan con las que proclamaban dichos textos: guerra contra los musulmanes, matrimonios del rey y de las infantas, coronacin y caballera del
nuevo soberano, ampliacin del dominio regio o simplemente pro utilitatibus et
necessitatibus nostris et regni. En aquellos lugares donde el rey todava conservaba
el derecho a exigir tributos, se enviaba un porter con la misin de solicitar un subsidio superior a la cantidad que cada ncleo urbano tena fijada. Rpidamente, despus
de escuchar la peticin, se reuna el consejo municipal y se enviaba una mensajera
all donde la corte estuviese para obtener una reduccin de las cantidad pedida, procurando negociar con habilidad el alcance del subsidio que el rey peda por encima
del tributo acostumbrado. En las ciudades y villas catalanas exentas de questia y en
las aragonesas, donde el subsidio no estaba embebido en el tributo consuetudinario
como sabemos, las pechas estaban en su mayora asignadas a las caballeras de
honor, sino que deba negociarse por entero, el enviado a los distintos lugares no era
un simple porter sino alguien mucho ms influyente como el batlle general de Catalua y el baile general de Aragn o el propio infante Pedro acompaado del arzobispo de Zaragoza en el caso aragons (1332-1333). Para Catalua, conocemos los trminos generales de la negociacin. Parece evidente que los mensajeros de aquellas
villas francas de questia o que tenan fijado este tributo en una cantidad determinada solicitaran de la Corona algn tipo de concesin a cambio de otorgar un subsidio
voluntario (sponte). En algunos casos, el monarca debi conceder todo o parte de lo
solicitado y acept, en consecuencia, todo o parte del subsidio ofrecido libremente.
En otras ocasiones, las peticiones de las villas debieron ser superiores a lo que el
monarca estaba dispuesto a otorgar y, en este verdadero mercadeo entre las dos partes, el soberano acab por rechazar el subsidio. Por fin, otras veces la negociacin
debi quedar en tablas, por lo que las villas no dieron ni un sueldo ms de lo que les
corresponda como questia ordinaria, haciendo caso omiso del subsidio. No debe
extraar que, a veces, las negociaciones fuesen muy duras como sucedi en Catalua en 1329 o en Daroca y sus aldeas en 1332.28
Fue tambin gracias a este margen de negociacin como los municipios pudieron dotarse de un nuevo y decisivo instrumento fiscal: los impuestos indirectos

28. Vanse M. SNCHEZ, Tributos negociados..., cit., pp. 73-74 y S. QULEZ BURILLO, Fiscalidad
y autonoma municipal: enfrentamiento entre la villa de Daroca y la monarqua, Aragn en la Edad
Media, III(1980), pp. 95-145. Vale la pena subrayar el importante peso fiscal de las comunidades de
Daroca, Teruel y Calatayud en el marco de los subsidios pedidos en el primer tercio del siglo XIV no slo
respecto a Aragn parece que las mayores expectativas de la Corona en dicho reino recaan casi exclusivamente en aquellas comunidades sino en relacin a otros mbitos fiscales y territorios. Baste decir
que slo lo pagado por las tres comunidades en 1331 superaba con creces lo que la monarqua obtuvo de
las aljamas de judos de toda la Corona (cf. M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 2, pp. 103-106).

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sobre el consumo y las transacciones (imposiciones y sisas), cuya relevancia super con mucho las espordicas concesiones de sisas, barras o similares para cubrir
puntuales necesidades locales. Lejos de ello, la extensin y generalizacin de
aquellos impuestos indirectos a todas las ciudades y villas debe ponerse en estrecha relacin con la escalada de los gastos militares de la Corona y con las incesantes peticiones de subsidios para hacerles frente.
Dejando atrs algunos precedentes, el proceso de establecimiento de impuestos indirectos comenz con los subsidios otorgados para sufragar la dura conquista de Cerdea a partir de 1321-1322.29 Por lo que respecta a Catalua, a cambio de
los importantes subsidios otorgados por Barcelona, Tarragona, Tortosa y Lrida,
el rey permiti que las cantidades fuesen obtenidas mediante imposiciones. Una
vez abierto el camino en 1322, las ciudades catalanas siguieron pagando a travs
del mismo procedimiento las ayudas para la primera guerra con Gnova (13301333); un poco despus, el permiso para establecer impuestos indirectos se extendi tambin a las grandes villas-mercado; y, por fin, el paso decisivo tuvo lugar
en 1340 cuando Pedro el Ceremonioso dio un permiso general para que las imposiciones se estableciesen en todos los ncleos urbanos del principado. En el caso
de Mallorca, el gran subsidio para la conquista de Cerdea se reunira tambin
mediante una sisa, que se percibira durante seis aos; lo mismo sucedera ms
tarde, para contribuir a las guerras contra Gnova entre 1329 y 1333.30 Por lo que
respecta al reino de Valencia, los subsidios que se esperaba obtener de la capital y
de Orihuela, Elche, Alicante y Guardamar tambin seran reunidos con imposiciones, mientras el resto de las villas pagaran la ayuda mediante tallas. Despus,
la evolucin fue muy parecida a la del principado: el voluminoso subsidio concedido por las Cortes de 1329 tambin se obtuvo mediante imposiciones, que, en el
caso de la capital del reino, fueron prorrogadas en 1336 y 1339; y, como en Catalua, en 1340 se reuni de idntica manera una ayuda general para defender el
territorio de las amenazas marines. Por fin, en el caso de Aragn, conocemos las
cantidades que el rey esperaba obtener de las comunidades de Albarracn, Teruel,
Daroca y Calatayud as como de Tarazona, Jaca, Barbastro, Zaragoza y Huesca

29. Recordemos que, segn el presupuesto de la campaa, se esperaba que las ciudades y villas
de la Corona asumiesen el 62,5%; y que, entre la participacin urbana, las ciudades y villas aragonesas pagaran el 37,14%, las catalanas, el 37,4% y las valencianas el 23,38%. Por tanto, frente al usual
lugar comn, queda patente la activa participacin de Aragn en una de las campaas mediterrneas
ms importantes de la Corona (M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 10 (Las ciudades y villas de
Catalua en la financiacin de la conquista de Cerdea), pp. 341-378).
30. En general, en el caso mallorqun, las sisas corrieron casi sin interrupcin desde 1300, de forma que la opcin por la fiscalidad indirecta y el crdito relegaron los impuestos directos a un lugar
muy secundario; cf. P. CATEURA, El regne esvat..., cit, pp. 15-45.

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ms las questes per prechs dels hmens francs dArag, aunque ignoro si estos
subsidios se obtuvieron mediante compartimientos o a travs de sisas.31
Por tanto, podemos decir que, a lo largo de la dcada que transcurre entre 1330
y 1340, los municipios catalanes, valencianos y el mallorqun dispusieron del
segundo pilar de las finanzas urbanas: los impuestos indirectos sobre el consumo
y las compraventas. Debemos insistir en el papel de la Corona como inductora de
estas transformaciones fiscales. Si fue el pago de pechas, questias y peitas reales
el que motiv el establecimiento regular de tallas y compartimientos, la adopcin
del segundo gran componente fiscal de las haciendas urbanas tambin estuvo causado por la necesidad de reunir los subsidios otorgados a la Corona. Hemos comprobado para el caso de Catalua que, ante la imposibilidad de obtener un donativo general de las Cortes quizs porque los brazos consideraron que las empresas
mediterrneas eran de carcter dinstico y no afectaban a la defensa del territorio
fueron las ciudades y villas las que financiaron aquellas campaas entre 1322 y el
estallido de la guerra con Castilla en 1356. Tambin conviene insistir en que todas
esas ayudas fueron negociadas en asamblea o de forma particular con cada ciudad
o villa. Y, puesto que el subsidio era gracioso y non ex debito, tanto las tarifas de
las imposiciones como el abanico de productos gravados eran competencias exclusivas del municipio, que adems poda gestionarlos sin intervencin del monarca
ni de sus oficiales. Tengamos en cuenta, por otra parte, que la libre disposicin del
municipio sobre el nuevo recurso fiscal le permita tener en sus manos una poderosa arma de intervencin en el mercado urbano; en efecto, los dirigentes municipales podan desviar hacia el exterior la presin fiscal, incentivar la entrada de
determinados productos o conjurar la salida de otros. El mal disimulado inters de
los regidores barceloneses en 1321 para que el subsidio fuese obtenido mediante
imposiciones y no a travs de la talla muestra palmariamente la capital importancia que el nuevo instrumento fiscal tena para los grupos dominantes en la ciudad.32

31. Como recuerda I. Falcn, en el reino aragons, las sisas encontraron siempre graves obstculos para establecerse y fueron reiteradamente prohibidas a partir de la segunda mitad del siglo XIV (I.
FALCN, Finanzas y fiscalidad..., cit., pp. 259-260). Para la poca que nos ocupa, conocemos, por
ejemplo, las dificultades que tuvieron Daroca (1302) y Calatayud (1303) para imponer una sisa y M.
Diago llega a afirmar que el recurso masivo al cobro de imposiciones que se ha detectado en ciudades catalanas y valencianas a partir de mediados del siglo XIV no tuvo paralelo en Calatayud (M.
DIAGO, Haciendas municipales en el reino de Aragn durante el siglo XIV. El caso de Calatayud y su
comunidad de aldeas, en D. MENJOT M. SNCHEZ, Fiscalidad de Estado y fiscalidad municipal...,
cit., p. 350).
32. Efectivamente, en la negociacin de los subsidios para Cerdea no aparecen en primer plano
los siempre invocados intereses comerciales de la burguesa barcelonesa (en perfecta armona con la
poltica dinstica) en la conquista de la isla sino ms bien los intereses de la elite municipal en disponer de aquel nuevo y poderoso instrumento fiscal.

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Hasta ahora he venido refirindome a fiscalidad municipal con cierta impropiedad. Para hablar de sistema fiscal es necesaria, ante todo, la continuidad. Y, a
las alturas de 1350, tal continuidad no exista: cuando al municipio se le conceda
permiso para establecer imposiciones, se creaba la necesaria infraestructura administrativa para gestionarlas (clavarios, oidores, oficiales para vigilar los fraudes,
etc.); pero, una vez pagado el donativo al cabo de dos o tres aos, esa infraestructura se desmantelaba. Por tanto, existan soluciones de continuidad entre las diversas secuencias fiscales del municipio, siempre a tenor de la cadencia de los subsidios. Por otro lado, difcilmente se puede llamar municipal a una fiscalidad que
serva casi exclusivamente para pagar al monarca y que dependa del goteo espordico de los subsidios. Por mucho que algunos municipios hubiesen aumentado
sus cotas de autonoma fiscal, es evidente que todava eran simples gestores de la
fiscalidad real y que su capacidad para usar las nuevas imposiciones y orientar el
destino de su producto estaba subordinada casi exclusivamente a reunir las ayudas
a la Corona. Esta situacin dara un vuelco trascendental a partir de los ltimos
aos de la dcada de 1340.

3. LOS AOS DECISIVOS (C. 1350 C. 1370): CONSOLIDACIN


DEL SISTEMA FISCAL Y FINANCIERO MUNICIPAL
Acabamos de ver el destacado protagonismo de las ciudades en procurar a la
Corona los recursos necesarios para llevar a cabo su poltica en el Mediterrneo.
Ahora bien, eran compatibles las urgencias de la guerra con la lenta percepcin
de los subsidios?, podan esperar los monarcas a que las imposiciones se pregonasen en las ciudades, se arrendasen y se recaudasen por tercias anuales?. Evidentemente, no: para que sirviesen de algo, los subsidios deban ser financiados
con rapidez. Como deca con meridiana claridad Pedro el Ceremonioso con ocasin del subsidio ofrecido por el brazo real de Catalua en 1344: mas, per tal que
ns, qui som posats en gran necessitat, nos puguam socrrer e ajudar...de les dites
quantitats..., la qual cosa nos poria fer si de la dita quantitat nons podie ajudar
a ads de present; y conclua grficamente que, en caso contrario, la dita proferta no proferteria res.33
Por tanto, y esto es bien notorio, los municipios debieron recurrir al crdito
ya desde la segunda mitad del siglo XIII: para pagar la questia o la peita al rey,

33. M. SNCHEZ, La Corona en los orgenes del endeudamiento censal de los municipios catalanes (1343-1344), en D. MENJOT M. SNCHEZ, Fiscalidad de Estado y fiscalidad municipal en los
reinos hispnicos medievales, Casa de Velzquez, Madrid, 2006, pp. 249 y 258.

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se pedan prstamos que eran devueltos con el producto de la talla anual.34 Lo


mismo debi suceder para hacer frente a los subsidios de la primera mitad del
siglo XIV, aunque es una cuestin todava poco estudiada. El hecho es que,
mientras las ayudas a la Corona fueron relativamente espordicas, la devolucin
de los prstamos no debi plantear especiales problemas a las finanzas locales.
La situacin cambi drsticamente cuando Pedro el Ceremonioso accedi al trono y se inaugur un largo medio siglo de conflictos blicos que se sucedieron
sin interrupcin: la guerra del Estrecho (1340-1342), las campaas contra Jaime III de Mallorca (1342-1344) y, tras un breve respiro, las guerras contra
Gnova y el juez de Arborea en Cerdea (1350-1355) para enlazar, sin solucin
de continuidad, con la guerra de Castilla (1356-1365).35 En consecuencia, las
demandas de subsidios no conocieron tregua como tampoco el creciente endeudamiento de los municipios, que debieron recurrir al crdito en una magnitud y
con una frecuencia hasta entonces desconocidas. El mantenimiento de una deuda flotante, a muy cortos plazos de devolucin y a unos tipos de inters que, a
veces, llegaban al 25% o 30%, empez a generar serios problemas a numerosas
haciendas urbanas.
Fue entonces cuando algunos municipios empezaron a utilizar un producto
financiero (valga la expresin) ya utilizado en el mbito privado: la venta de pensiones vitalicias (violarios) al 14,28% de inters y perpetuas (censales) al 7,14%
o al 8,33%, ambas redimibles. Fue as como el crdito tradicional a corto plazo y
a un alto inters, sin desaparecer jams de las finanzas locales, empez a ser sustituido por la deuda a largo plazo, a un tipo de inters considerablemente ms bajo
y que slo se cancelara cuando el municipio considerase oportuno devolver el
precio de la renta. Son evidentes, por tanto, las ventajas de este tipo de deuda para
los gobiernos municipales, que podan obtener crditos ms baratos y demorar largamente su devolucin. Aunque todava deber estudiarse el origen de la adopcin
de esta modalidad crediticia por las ciudades, podemos documentar, por ejemplo,
la venta de un censal por la villa aragonesa de Almudvar ya en 1326 y la de un

34. De hecho, sabemos que, desde finales del siglo XIII en Barcelona y desde las primeras dcadas del siglo XIV en Valencia, un cambista actuaba como tesorero o clavario del municipio; cf. P. ORT,
La construcci del sistema fiscal municipal a Barcelona, segles XIII-XIV, Barcelona. Quaderns
dHistria, 2/3 (1996), pp. 26-27; y J. V. GARCA MARSILLA, La gnesis de la fiscalidad municipal...,
cit., pp. 165-166. Para el caso de Mallorca, Cateura ha mostrado la importancia del crdito con los banqueros precisamente a partir del subsidio para Cerdea en 1321 (P. CATEURA, El regne esvat..., cit.,
pp. 36-42; y, para los aos posteriores, vase la segunda parte de este libro, pp. 50-133).
35. Es muy expresivo y est bien justificado el ttulo del libro donde P. Cateura estudia las repercusiones de esta cascada de subsidios en el reino de Mallorca: P. CATEURA, La trentena esgarrifadora.
Guerra i fiscalitat (el regne de Mallorca, 1330-1357), Palma de Mallorca, 2000.

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censal y un violario por la villa-mercado de Cervera en 1332 y 1334.36 Pero, ms


importante que establecer una especie de ranking de precocidad en el uso de la
deuda largo plazo es comprobar que las ventas realmente significativas de censales y violarios tuvieron lugar en las dcadas cruciales de 1340 y 1350, coincidiendo con las peticiones incesantes de subsidios.
As pues, a partir de los aos centrales del siglo XIV, la mayora de los municipios de la Corona de Aragn dispusieron, con la autorizacin regia, del tercer
pilar que sostena las haciendas urbanas: la venta de censales y violarios. Y, como
en el caso de los dos primeros tallas/compartimientos e imposiciones/sisas,
tambin la Corona estuvo detrs de esta importantsima iniciativa financiera. No
slo porque la venta de rentas tuvo por causa principal la satisfaccin con urgencia de los subsidios otorgados al rey, sino porque, en el caso concreto de Catalua, fue la propia tesorera real la que organiz la primera venta de rentas por todas
y cada una de las ciudades y villas del principado. Ello sucedi en 1344 con ocasin del subsidio 70.000 l. en tres aos concedido por el brazo real con destino
a las campaas contra el rey de Mallorca. Como el rey necesitaba con urgencia el
dinero, orden que todos los ncleos de realengo, sin excepcin, vendiesen violarios por la cantidad que a cada uno corresponda pagar en los dos primeros aos
del subsidio. As, en un juego a tres bandas cuidadosamente organizado, el rey
recibi con rapidez el dinero que tan necesario le era; las ciudades y villas vendieron violarios, cuyas pensiones seran pagadas con el producto de las imposiciones; y a un grupo bien selecto de ciudadanos barceloneses se les dio la ocasin
de invertir parte de sus capitales en la compra de rentas. Podemos observar en esta
operacin, montada y tutelada directamente por la monarqua, que las ciudades y
villas aparecen otra vez como instrumentos e intermediarias de las finanzas
regias. Ahora bien, en este caso concreto, la Corona hizo pedagoga pues, obligando a todo el realengo a vender rentas, difundi este instrumento financiero
hasta los ltimos rincones del principado: no slo emitieron violarios las ciudades
que ya venan hacindolo (Barcelona, Cervera o Gerona) sino lugares minsculos
(dena, Mur o Tagamanent) que, sin duda alguna, no haban utilizado la deuda a
largo plazo antes de 1344.37

36. Sobre todo ello, vanse M. SNCHEZ, A. FURI, J. A. SESMA, Old and New Forms of Taxation...,
cit., pp. 124-127; y M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 14 (Deuda pblica, monarqua y ciudades en
los pases de la Corona de Aragn), pp. 523-561, as como la bibliografa citada en ambos trabajos.
37. Las ventas de violarios por la prctica totalidad del realengo, con todo lo que ello implicaba
(capacidad jurdica para proceder a la venta y garantizar el pago de la pensin con los bienes de toda
la universidad, recursos fiscales para pagar las pensiones, etc.) muestra, por un lado, el grado de madurez institucional de los municipios; pero, por otro lado, el hecho de que minsculos enclaves tambin
se viesen obligados a vender rentas debi impeler a estas comunidades a dotarse de un mnima infra-

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Despus de esta primera emisin general de rentas, las ciudades y villas de


Catalua, ya sin la tutela de la Corona, vendieron masivamente censales y violarios
para pagar los importantes donativos concedidos al rey durante la dcada de 1350.38
Tambin el Consell General de Mallorca decidi emitir deuda a largo plazo en
1355 para pagar uno de los donativos para la guerra de Arborea.39 Por lo que respecta a la ciudad de Valencia, los intentos de emitir rentas en 1343 y 1350 fracasaron, por lo que hemos de esperar a 1356, fecha en que el municipio vendi el primer censal, y a 1366, cuando se reconvirtieron por decreto todas las deudas del
municipio en censales al 8,33%. En cuanto a Aragn, disponemos de algunos datos
de censales y violarios vendidos por las comunidades zaragozanas de judos y
musulmanes, y por algunos lugares del reino durante la dcada de 1360, aunque las
noticias al respecto slo empiezan a ser abundantes a partir de 1370.40 As, desde
mediados del siglo XIV y de forma creciente segn avanzamos en el tiempo, la
deuda pblica a largo plazo aparece plenamente instalada en las finanzas de las
ciudades catalanoaragonesas, absorbiendo entre el 60% y el 80% de los gastos
municipales. En efecto, pasado el umbral de 1370, los municipios continuaron emitiendo deuda, ya fuese para seguir pagando donativos al monarca, para financiar
las costosas obras de fortificacin del lugar, para garantizar el aprovisionamiento
en cereal del ncleo urbano (especialmente a raz de la grave caresta de 1374-75)
y last but not least para atender a la propia deuda; es decir, hubo necesidad de vender nuevas rentas para poder pagar las pensiones de las emitidas con anterioridad.41
estructura administrativa para gestionar la deuda y, ms all, debi contribuir tambin a fortalecer la
propia cohesin social de la universidad (cf. M. SNCHEZ, La Corona en los orgenes del endeudamiento censal..., cit., p. 259).
38. Es posible que, al vender rentas en tanta cantidad y con cierta alegra, los municipios catalanes jugasen un poco al aprendiz de brujo. El hecho cierto es que, en 1363, temiendo la destruccin
de sus ciudades y villas, Pedro el Ceremonioso promulg en Monzn una pragmtica donde se prohiba la venta de censales y violarios que no estuviesen destinados a reducir la deuda. Aunque, debido a
las continuos permisos particulares y a numerosas excepciones generales, la pragmtica sancin de
1363 tuvo una vigencia relativa, quizs sirvi para poner coto a la desenfrenada carrera del endeudamiento censal, desde el momento en que era necesario pedir la autorizacin del soberano para vender
rentas y aducir a tal efecto una causa justificada.
39. P. CATEURA, La trentena esgarrifadora..., cit, pp. 97-103.
40. Vase J. V. GARCA MARSILLA, La gnesis de la fiscalidad municipal..., cit., pp. 167-169; y,
para Aragn, el reciente trabajo de J. ABELLA, La deuda pblica de los municipios aragoneses en los
siglos XIV y XV, Anuario de Estudios Medievales, 39/1 (2009), pp. 47-64.
41. Algunas cifras muy significativas al respecto las recoge A. FURI, La dette dans les dpenses
municipales, en D. MENJOT M. SNCHEZ, La fiscalit des villes au Moyen ge. 3. La redestribution
de limpt, Privat, Toulouse, 2002, pp. 321-350. Estos elevados porcentajes de los gastos municipales
colocados al servicio de la deuda quiere decir que el producto de la creciente presin fiscal, va
impuestos sobre el consumo y las compraventas, no se empleaba en gastos comunitarios sino que iba
a engrosar las arcas de los censalistas.

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La necesidad de sanear las finanzas urbanas y evitar el riesgo de caer en ruidosas


bancarrotas condujo a los regidores municipales a adoptar una decidida poltica
de reduccin o amortizacin de la deuda, con gravosas consecuencias fiscales y
polticas. En efecto, el capital necesario para redimir las rentas se tradujo en un
considerable aumento de la presin fiscal sobre la ciudad o villa en cuestin: establecimiento de nuevas y ms gravosas tallas, incremento de los impuestos indirectos e incluso adopcin de nuevas formas impositivas como los oncenos o redelmes. Por otra parte, las frecuentes suspensiones de pagos provocaron la reaccin
de los acreedores que, pasando a la ofensiva, pugnaron por controlar casi todos los
resortes financieros del municipio con el fin de asegurar la percepcin de sus pensiones; puesto que Barcelona fue sin lugar a dudas la capital del mercado de la
deuda en Catalua y tambin ms all del principado, los sufridos regidores de
muchas villas tuvieron que lidiar en muchas ocasiones con el poderoso y temible
lobby formado por los acreedores barceloneses. Pero esto es otra historia, que nos
llevara ms all del perodo aqu considerado.
El endeudamiento censal de las ciudades y villas fue el factor fundamental que
nos permite hablar, a partir de 1350 aproximadamente, de un verdadero sistema
fiscal y financiero municipal. Por un lado, la deuda a largo plazo contribuy decisivamente a perpetuar los impuestos indirectos, consignados al pago de sus intereses; en Catalua, a partir de 1353, el rey haba autorizado a mantener las imposiciones hasta que se hubiesen pagado todas las pensiones y redimido el ltimo
censal; evidentemente, colocar unos impuestos al servicio de una deuda inextinguible a medio plazo significaba perpetuarlos de facto y convertirlos en la espina
dorsal del sistema fiscal municipal. Por otro lado, el mantenimiento de la deuda
censal dio continuidad a la propia institucin municipal, desde el momento en que
la ms o menos complicada infraestructura administrativa que, como vimos ms
arriba, se pona a punto para recaudar los impuestos no dependa ya del espordico pago de donativos al rey sino de la necesidad de hacer frente de manera continua a una crecida deuda. No es casual que las ms importantes magistraturas
municipales (clavario, racional) se consolidasen en los aos centrales del siglo
XIV y que, por la misma fecha, las fuentes documentales en materia fiscal y
financiera empezasen a ser cada vez ms continuas, numerosas y diversificadas.
Pero, quizs, la consecuencia ms importante del endeudamiento censal en los
umbrales de 1370 fue la de convertir al municipio en una instancia captadora y
distribuidora de renta. Desde el momento en que se rompi el cordn umbilical
que ligaba a las finanzas urbanas con los subsidios al rey y que stas se colocaron
al servicio de una imponente deuda, el municipio la oligarqua dirigente poda
orientar libremente la gestin fiscal y financiera, decidiendo la cadencia y volumen de los impuestos a recaudar y repartiendo el producto obtenido a travs de

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las pensiones de la deuda. Si utilizamos el ejemplo de Barcelona, estudiado por P.


Ort,42 aunque podra homologarse sin especiales distorsiones a otras grandes ciudades de la Corona, podramos decir que, al filo de 1370, la ciudad condal apareca como un verdadero seoro colegiado: una oligarqua urbana controlaba los
resortes de poder en la ciudad, gestionaba el aparato hacendstico y, deuda
mediante, poda convertir al municipio, como hemos dicho, en un centro generador y distribuidor de renta, que es uno de los elementos consustanciales a cualquier seoro feudal.43 Falta mencionar, por fin, otra caracterstica que permite
considerar al municipio como seoro colegiado: la insercin del poder urbano en
el entramado poltico del territorio, en pie de igualdad con los otros poderes feudales, Iglesia y nobleza. Tambin se cumple esta condicin en el caso de las ciudades de la Corona desde la dcada de 1360. Como es bien sabido, a partir de
entonces, los donativos seran decididos conjuntamente por los tres brazos de las
Cortes, con lo que las relaciones bilaterales de la Corona con sus ciudades pierden la relevancia de pocas anteriores y la contribucin urbana queda comprendida en aquellos donativos generales. Comprendida, pero no diluida: el brazo real
procur defender siempre en las largas sesiones de Cortes y, a veces, con aspereza sus intereses particulares, no slo frente a los monarcas sino, muy especialmente, frente a los brazos eclesistico y militar. Pero eso es tambin otra historia.
En esta apretada sntesis he intentado esbozar, a partir de la fiscalidad y de las
finanzas pblicas, la larga marcha de los municipios hacia la plena consecucin
de su autonoma poltica y fiscal respecto a la Corona. Hemos partido de unas universidades plenamente integradas en el seoro real (la era de las pechas, questias
y, despus, peitas), entre principios del siglo XIII y las primeras dcadas del siglo
XIV. Hemos seguido el camino por unos aos entre 1320 y 1350 aproximadamente en que, a travs de la negociacin, las ciudades fueron conquistando progresivamente mayores cotas de autonoma fiscal (la era de las imposiciones y
sisas). Y hemos concluido al final de la dcada de 1350, cuando, en trminos
generales, la deuda pblica a largo plazo dio el empujn definitivo hacia la edad
adulta de la fiscalidad y finanzas urbanas. Traspasado el umbral de 1370, no slo

42. P. ORT GOST, El Consell de Cent..., cit.


43. Algunos colegas han criticado el excesivo protagonismo que nuestro grupo de trabajo concede
a la Corona en el estudio de la fiscalidad municipal, descuidando los intereses de los grupos dominantes. Slo cabe responder que todo es cuestin de fechas. Nadie puede dudar que, hasta bien entrada la
segunda mitad del siglo XIV, las actividades fiscales y financieras de los municipios seran ininteligibles si prescindimos de la monarqua y de sus incesantes peticiones de donativos; y que slo a partir de
aquel perodo, una vez roto el vnculo con los subsidios y bien aclimatada la deuda pblica a largo plazo, cabra hablar con propiedad de un sistema fiscal, calificar a ese sistema como municipal y conceder el debido protagonismo a los intereses de la oligarqua en la gestin de las haciendas urbanas.

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se puede hablar ya sin anacronismos de la existencia de un sistema fiscal verdaderamente municipal sino que algunas ciudades acabaron por configurarse
como autnticos seoros colectivos, dirigidos por unas oligarquas que haban
conquistado importantes parcelas de poder urbano, a costa de los oficiales regios,
y que regan sin cortapisas la poltica fiscal y financiera del municipio. La participacin de las ciudades en las Cortes de los reinos, en pie de igualdad con los
otros dos poderes feudales Iglesia y nobleza ilustra muy bien el final de un proceso, iniciado oscuramente a finales del siglo XII, y los comienzos de una poca
en que el dilogo poltico y fiscal entre la monarqua y sus ciudades transcurrir
por unos derroteros muy diferentes a los de un siglo atrs.

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LA METAMORFOSIS DEL ESTADO FEUDAL.


LAS ESTRUCTURAS INSTITUCIONALES
DE LA CORONA DE ARAGN EN EL PERIODO
DE EXPANSIN (1208-1283)
CARLOS LALIENA CORBERA
Universidad de Zaragoza

1. INTRODUCCIN*
Siempre me ha parecido particularmente expresiva la definicin que Thomas
Bisson hace del poder de los dirigentes europeos en el periodo alrededor de 1100,
cuando sugiere que debemos entenderlo como una presencia ilustre, que cristalizaba su autoridad en ciertos momentos y espacios, que admiten fcilmente el
adjetivo de pblicos y que, en consecuencia, califican tambin al tipo de poder
ejercido por los monarcas durante una fase que puede situarse entre 1050 y 1200,
por elegir unas fechas redondas.1 Un poder pblico que no significaba orden ni,
necesariamente, paz. Este mismo autor subraya en su obra ms reciente los componentes de una autoridad de inciertos lmites: el poder en el siglo XII significaba seoro y nobleza, la preeminencia de uno o (muy excepcionalmente) unos
pocos. Se realizaba en la sumisin, alianza, paternidad, amistad y ceremonia; en
la peticin, juramento o testimonio; en la presencia del seor, en sus castillos, sus

* Las abreviaturas utilizadas en este trabajo son: AIIRA.: A. I. SNCHEZ CASABON, Alfonso
II, rey de Aragn, conde de Barcelona y marqus de Provenza. Documentos (1162-1196), Zaragoza,
1995; CDCZ.: A. CANELLAS, Coleccin Diplomtica del Concejo de Zaragoza, Zaragoza, 19721975; Cortes: Cortes de los antiguos reinos de Aragn y de Valencia y principado de Catalua, publicadas por la RAH. I, primera parte, Cortes de Catalua, Madrid, 1896; CPRA.: M. L. LEDESMA
RUBIO, Cartas de poblacin del reino de Aragn en los siglos medievales, Zaragoza, 1991; DMH.: C.
LALIENA CORBERA, Documentos municipales de Huesca, 1100-1349, Huesca, 1988; HC.: A. HUICI MIRANDA y M. D. CABANES PECOURT, Documentos de Jaime I de Aragn, Valencia, 19761988; JDM.: A. UBIETO ARTETA, Jaca: Documentos municipales, 971-1269, Valencia, 1975.
1. T. N. BISSON, The Feudal Revolution, Past and Present, 142 (1994), pp. 6-42, ref. pp. 9-11.

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CARLOS LALIENA CORBERA

distritos (la palabra evoca el distringere de la coercin seorial). Era experimentado misteriosamente en los rituales clericales de promesa, adhesin, festividad,
consagracin, ordala y rechazo. Era experimentado como violencia, secuestro,
violacin, intimidacin, extorsin, incendio, asesinato; sentido penosamente, es
decir, en la general debilidad de la proteccin y la justicia. El poder no era visto,
ni era habitualmente imaginado, como gobierno.2
Con algunos matices, que analizar en la primera parte de este trabajo, el mundo en el que naci Jaime I poda reconocerse en esta intensa descripcin del ethos
ritual, depredador y caballeresco que anidaba en los crculos de la aristocracia
meridional. Menos de un siglo despus, a la muerte de su hijo Pedro III, la formidable capacidad de creacin ritual de la Iglesia haba quedado confinada a estrechos marcos administrativos, los grandes linajes nobiliarios vivan el ocaso de la
ltima de las tentativas al viejo estilo de recordar al rey su posicin subordinada
y el poder era experimentado a travs de los oficiales reales, los jueces investidos
de una autoridad especfica, las normas legales de la costumbre estructuradas por
el derecho romano y los recaudadores fiscales. Todo aquello que Thomas Bisson
reconoce como gobierno se manifestaba ampliamente en el cuerpo social. La
violencia y la rapacidad seguan siendo notas distintivas del ejercicio del poder,
pero la negociacin y el consenso se haban situado en el centro mismo de la legitimacin de cualquier reclamacin de poder y soberana. Estas cualidades no eran
gestos, no eran concesiones a un comportamiento ritualizado que recordase a cada
parte su posicin en un orden inmutable, eran, por el contrario, instituciones
sociales que se afirmaban con rapidez. El nudo que las ataba era la solidaridad
interna de las sociedades urbanas, que generaba al hilo de una fiscalidad creciente una cultura de servicio pblico y poder privado basada en una participacin amplia en las estructuras de poder mediante acuerdos institucionales. La
transferencia continua de modelos e imagenes entre esta cultura urbana y un Estado cada vez ms burocratizado produjo una consolidacin autoritaria de los aparatos de poder estatales, impregnados de una ideologa de la soberana del prncipe procedente del derecho culto, y, paradjicamente, de la nocin de un bien
comn que deba ser alcanzado mediante la participacin creciente de los sbditos en algunos escenarios del poder.
El objetivo de este trabajo es plantear en trminos bastante generales algunas
de las transformaciones esenciales que jalonan este itinerario. Se trata de hacerlo
de una manera razonablemente abstracta, como conviene a un estudio de sntesis

2. T. N. BISSON, The Crisis of the Twelfth Century. Power, Lordship, and the Origins of Europea
Government, Princeton, 2009, p. 12.

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LA METAMORFOSIS DEL ESTADO FEUDAL

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sobre un haz de problemas que apenas ha sido abordado. Desde esta perspectiva,
la primera parte est consagrada a sistematizar la definicin que propona Thomas
Bisson de manera harto expresiva de las estructuras del poder estatal en el siglo XII
y que, en otro lugar, he defendido denominar el Estado feudal para evidenciar
las singularidades que lo separan de otros modelos de poder centralizado anteriores y posteriores.3 Bajo un ttulo nico, las dinmicas del Estado en el siglo XIII,
en la segunda parte se van a analizar exclusivamente tres aspectos determinantes
que constituyen otros tantos epgrafes: la institucionalizacin de la justicia real, la
formulacin de una fiscalidad estatal homognea y la organizacin de gobiernos
urbanos autnomos bajo la tutela del poder central. No incluyen todos los factores de evolucin institucional de este periodo un corto siglo XIII, pero s los
que, a mi juicio, tienen ms trascendencia en el cambio social. Las conclusiones
pueden servir para reabrir la cuestin trazada rpidamente en los prrafos anteriores en relacin con una ordenacin de un poder social que atenda a condicionantes nuevos y se configuraba de acuerdo con rasgos ideolgicos basados en la
representacin y el consenso.

2. UNA ERA DE TIRANA? PODER Y GOBIERNO EN EL SIGLO XII4


A la luz de la historiografa europea reciente, no es difcil identificar los lugares y las circunstancias en las que se manifestaba la potestad soberana ni tampoco las caractersticas de un poder esencialmente carismtico durante los siglos XI
y buena parte del XII. Los rituales seculares y litrgicos concentraban esa aura
de poder y la materializaban, a travs de los gestos cumplimentados en asambleas nobiliarias y celebraciones religiosas. Las confirmaciones de los documentos
reales muestran la fluida circulacin en torno a los reyes de magnates regionales
que, en ocasiones concretas, se transformaban en reuniones ms amplias. La itinerancia real facilitaba estos contactos que tambin encontraban un cauce privilegiado en las convocatorias para la hueste, al situar al rey cerca de los grupos aristocrticos regionales con cierta frecuencia. Aunque nuestra informacin
a escala de los estados peninsulares dista de ser suficiente antes de mediados del
siglo XII, cuando las crnicas comienzan a detenerse en las ceremonias ms
puramente polticas, no cabe duda de que procedimientos estructurados para conferir honores, recibir fidelidades, solventar conflictos, desplegar la benevolencia

3. C. LALIENA CORBERA, La formacin del Estado feudal. Aragn y Navarra en la poca de


Pedro I, 1094-1104, Huesca, 1996.
4. La pregunta que encabeza el ttulo del apartado procede de T. N. BISSON, The Crisis of Twelfth
Century, p. 278.

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regia o, por el contrario, proclamar la ira real, existan y se efectuaban en el marco de estas asambleas.5
Los monarcas tambin multiplicaban el aspecto numnico asociado a un poder
intensamente personalizado mediante la participacin activa en los ritos litrgicos, que cubran una amplia gama de modalidades en esta poca. Las bendiciones
invocadas sobre el rey antes de las expediciones militares, por ejemplo, que eran
acompaadas por misas especiales, las que se efectuaban durante las consagraciones de iglesias, en los snodos y otras circunstancias, como la pascua, que figuran en los manuscritos contemporneos, dejan claro que la vinculacin de los
soberanos con los monjes y obispos era algo ms que parte de una genrica identidad de clase y contribua decisivamente a sacralizar la funcin real, adems de
preservar la memoria dinstica.6 Se trata, en todo caso, de aspectos decisivos de la
configuracin del poder en una poca en la que era preciso construir un discurso
poltico distinto y superior a la fidelidad el comn lenguaje de clase de las elites
aristocrticas y, al mismo tiempo, consolidar la abstraccin de la persona real en
una sucesin dinstica capaz de encarnar al Estado.
Esta serie de abstracciones extradas de las actuaciones de los reyes y de las
elites nobiliarias que les rodean corren el riesgo de ofrecer un panorama irnico
de la organizacin del poder en una fase crtica. Es la perspectiva de Thomas Bisson, que insiste en la crisis que padecen unas sociedades atribuladas por el
vigoroso despliegue de una aristocracia castellana que no duda en destruir los res-

5. Algunos de estos aspectos aunque el nfasis es diferente estn analizados en E. PASCUA


ECHEGARAY, Guerra y pacto en el siglo XII. La consolidacin de un sistema de reinos en Europa
Occidental, Madrid, 1996. Puntos concretos que iluminan la documentacin aragonesa y catalana son
tratados por G. ALTHOFF, Ira regis: prolegomena to a history of royal anger, Angers past. The
social uses of an emotion in the Middle Ages, Ithaca (Nueva York), 1998, pp. 59-74; G. KOZIOL, Beggin pardon and favor: ritual and political order in early medieval France, Ithaca (Nueva York), 1992;
H. DBAX, La fodalit languedocienne, XIe-XIIe sicle. Serments, hommages et fiefs dans le Languedoc des Trencavel, Toulouse, 2003; J. GREEN, The Government of England under Henry I, Cambridge, 1986; A. J. KOSTO, Making Agreements in medieval Catalonia. Power, order, and the written
world, 1000-1200, Cambridge, 2001; B. F. REILLY, El reino de Len y Castilla bajo el rey Alfonso VI
(1065-1109), Toledo, 1989; R. BARTLETT, England under the Norman and Angevin Kings, 10751225, Oxford, 2000.
6. En particular, J. R. BARRIGA PLANAS, El sacramental, ritual i pontifical de Roda. Cod. 16
de larxiu de la Catedral de Lleida, c. 1000, Barcelona, 1975 y M. FROTIN, Le Liber Ordinum en
usage dans lEglise wisigothique et mozarabe dEspagne du Ve au XIe sicle, Paris, 1904. Cf. C.
LALIENA CORBERA, Rituales litrgicos y poder real en el siglo XI, Aragn en la Edad Media,
XVI (Zaragoza, 2000), pp. 467-476 e ID. La construccin de una memoria real en San Juan de la Pea
durante el siglo XI: poder, carisma y legitimidad en los orgenes del estado feudal aragons, Aragn
en la Edad Media, XIX (2007), pp. 309-324; D. IOGNA-PRAT, Des morts trs spciaux aux morts
ordinaires: la pastorale funraire clunisienne (XIe-XIIe sicles), Mdivales, 31 (1996), pp. 79-92.

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tos del orden social y poltico antiguo para ocupar los nichos de poder local. No
puedo internarme aqu en una discusin historiogrfica que, por otra parte, est
en la gnesis del libro de este autor sobre las transformaciones del seoro en el
transcurso de los siglos XI y XII, salvo para sealar que el panorama que traza
merecera consideraciones y matices regionales que l mismo intuye: las sociedades mediterrneas son menos proclives a que la construccin de castillos y la articulacin de los seoros se traduzcan en un debilitamiento del poder real.7 Sin
embargo, obvia que la inmensa ambicin que nota en la clase dominante de guerreros ansiosos por convertirse en seores se aplica sobre las fronteras de la cristiandad latina en la Pennsula y que para materializarla era preciso un elevado grado de coordinacin de clase. En el mbito ibrico, las bruscas llamaradas de
violencia social de los siglos XI y XII no evitan que los reyes castellano-leoneses,
los navarro-aragoneses, los condes catalanes e incluso los monarcas portugueses
consoliden su autoridad sobre el magma crecientemente numeroso de las noblezas regionales. Cmo lo hacen es la pregunta que debemos responder sucintamente para comprobar el modo en que se enrazan las metamorfosis del Estado
feudal del siglo XIII en una tierra preparada para los cambios.
Durante los cincuenta aos que siguen a la creacin oficial de la Corona de
Aragn (1137-1162) se desarrollan algunos principios de gobierno que pueden ser
sistematizados con una cita de Timoth Reuter, pensada para el imperio alemn,
pero apropiada tambin para otros estados europeos de la poca. La evolucin institucional incluye la formacin de unidades de gobierno territorialmente concebidas y ampliamente homogneas; oficiales o quasi-oficiales en lugar de hombres
que disfrutan del oficio sobre bases feudales; residencias estables, con sedes fijas
para la actividad oficial incluso cuando el dirigente no se halla en ellas, y capitales; una jerarquizacin de las cortes judiciales, unida, finalmente, a un monopolio
de la justicia por el Estado especialmente en las reas de la justicia criminal y la
apelacin judicial; crecientes responsabilidades en la financiacin del Estado a
partir de una fiscalidad general en vez de los medios privados de quien estuviera
en el poder en ese momento; y, finalmente, pero no en ltimo lugar, reglas de
sucesin claramente definidas.8 Naturalmente, la dinmica de este conjunto de
7. T. N. BISSON, The Crisis of the Twelfth Century, pp. 278-288 (la idea de que el mundo mediterrneo presenta especificidades, en p. 279). La discusin historiogrfica, en T. N. BISSON, The
Feudal Revolution, Past and Present, 142 (1994), pp. 6-42 y 155 (1997), pp. 208-225, seguido por
Debate: the Feudal Revolution, Past and Present, 152 (1996), pp. 196-205 (D. BARTHLEMY), pp.
205-223 (S. WHITE); 155 (1997) pp. 177-195 (T. REUTER), pp. 196-208 (C. WHICKHAM).
8. T. REUTER, All quiet except on the Western Front? The emergence of pre-modern forms of
statehood in the central Middle Ages, en ID. Medieval Polities and Modern Mentalities, ed. J. NELSON, Cambridge, 2006, pp. 432-458, cita p. 437.

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factores sociales e institucionales est lejos de alcanzar el grado de efectividad


que puede desprenderse de una lista de la naturaleza de la presentada por Reuter,
pero es til tener presentes estas caractersticas de un poder monrquico en expansin para interpretar algunas de las reas en las que cristalizan las estructuras de
poder estatales.
De este modo, asistimos en Aragn y Catalua a la multiplicacin de merinos,
bailes y justicias, oficiales reales de ndole variada cuyas circunscripciones estn
escasamente formalizadas, que se diferencian progresivamente de sus antecesores
en que son escogidos entre miembros de los rangos inferiores de la nobleza y disminuye sensiblemente el carcter de honor que tena su cargo para convertirse en
un puesto asalariado dentro de unos aparatos protoburocrticos. Las actuaciones de
estos oficiales se relacionan con la justicia, como muestran las competencias atribuidas a los merinos en las adiciones al Fuero de Jaca estipuladas por Alfonso II
en 1187, que estipulan que si alguna localidad osa impedir al merino apresar a un
ladrn, el rey haga justicia de toda la villa.9 En la misma poca, los pleitos conservados en los cartularios de La Seo de Zaragoza reivindican la capacidad de juzgar de los oficiales reales, jueces y zalmedinas, as como la imprecisa posibilidad
de los prohombres locales de intervenir en los procedimientos judiciales, en ocasiones supervisados de cerca por el propio rey.10 Por su parte, los veguers catalanes
deban jurar tratar con legalidad la tierra y aplicar bien la justicia comn, el derecho y la costumbre de la tierra, segn la carta de Gerona de 1205.11 Y sus funciones estaban vinculadas asimismo a la supervisin de los dominios reales, a juzgar
por las rendiciones de cuentas estudiadas minuciosamente por Thomas Bisson.12
Las dimensiones de la Corona acentuaron al final del siglo XII la amplitud de
los desplazamientos reales, que incorporaron el sur de Francia y Provenza a lo que
9. JDM. n 21 [1187.11]: quod si aliquis fuerit contradicere merino ne capiat furem, dicat vel nunciet hic merinus domno regis. Et rex de tota villa faciet iusticiam. Et de illis qui deffenderint furem,
faciet sicut de ipso fure deberet facere.
10. M. T. IRANZO MUO, Ad removendam discordie pestem: justicia y sociedad en Zaragoza durante el siglo XII, Aragn en la Edad Media. A la profesora emrita Mara Luisa Ledesma
Rubio en homenaje acadmico, X-XI (Zaragoza, 1993), pp. 417-435, cita los ejemplos y los comenta ampliamente.
11. T. N. BISSON, An Unknown charter for Catalonia (1205), en ID. Medieval France and her
Pyrenean Neighbours. Studies in early institutional history, Londres, 1989, pp. 211-212: Qui uicarii
iurent ut legaliter tractent terram et communem iusticiam et ius et consuetudinem terre bene seruent,
et quod non faciant ibi amodo aliquas nouas exacciones uel questas.
12. T. N. BISSON, Fiscal Accounts of Catalonia under the Early Count-Kings (1151-1213), Berkeley y Los Angeles, 1984. En Aragn, los bailes ajustaban su contabilidad ante los mayordomos y el
repostero reales, adems de notarios y escribanos de racin, como muestra un documento contable de
1225: HC. n 75, referido a la baila de Lrida, pero que se contabiliza ante los oficiales aragoneses.

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ya era un extenso conjunto de territorios que requeran la presencia del soberano.


La intensa movilidad del rey no fue obstculo para la lenta emergencia de las capitales regionales destinadas a tener un largo futuro, Barcelona, Zaragoza y Montpellier. La concesin papal de que los reyes fuesen coronados por el arzobispo de
Tarragona en la catedral zaragozana13 sugiere que esta percepcin no resultaba
extraa a los contemporneos. Una centralidad simblica de la capital aragonesa
que era compatible con una ms efectiva de Barcelona, una ciudad capaz de articular econmica y polticamente un espacio regional ms grande incluso que la
propia Catalua.14
Alfonso II confes sin ambages en mayo de 1170 que su situacin financiera era
desesperada teniendo una gran necesidad, la mayor que nunca tuve como consecuencia de las deudas contradas con Guillem de Montpellier por los grandes
negocios y gastos [efectuados] en Provenza durante su estancia all y, al mismo
tiempo, seal que haba recibido un satisfactorio subsidio de la ciudad de Huesca,15
sin duda una ms entre las que ayudaron financieramente al monarca. Las cuentas
de los fiscos reales de Alfonso apuntan a una estabilizacin de sus deudas e incluso
una sensible mejora de su capacidad recaudatoria, como evidencia su generoso testamento.16 El panorama se deterior a lo largo del reinado de Pedro II, cuando los
emprstitos obtenidos en los centros mercantiles del Languedoc se incrementaron
extraordinariamente, al igual que los conseguidos del Temple y de nobles laicos
catalanes y aragoneses, que se colocaron en una posicin privilegiada para apropiarse de las rentas reales de un patrimonio que todava era considerable.17
No resulta en absoluto sorprendente que el rey decidiera explorar otras posibilidades fiscales que tenan todas las caractersticas que definen a los impuestos.
El monedaje aragons y el bovaje cataln responden a esas iniciativas, cuyos precedentes no deben ocultar que surgen con fuerza en esta coyuntura crtica. En
1205, Pedro II impuso un gravamen de un sueldo por libra (un 5%) sobre los bienes muebles tanto para Catalua como para Aragn, en una asamblea celebrada en

13. B. PALACIOS MARTN, La coronacin de los reyes de Aragn, 1204-1410. Aportacin al


estudio de las estructuras polticas medievales, Valencia, 10975, pp. 77-78.
14. S. P. BENSCH, Barcelona i els seus dirigents, 1096-1291, Barcelona, 2000 (ed. orig. Cambridge, 1995).
15. AIIRA. n 88. Deudas avaladas por Guillem de Montpellier: AIIRA, n 37 [1167.03] y n 51
[1168.07.1]. T. N. BISSON, Fiscal Accounts, p. 84, para el contexto.
16. T. N. BISSON, Fiscal Accounts, p. 120. El testamento: AIIRA, n 628 [1194.12]; el codicilo,
n 657 [1196.04].
17. T. N. BISSON, Fiscal Accounts, pp. 122-150. ID. Las finanzas del joven Jaime I (12131228), X Congreso de Historia de la Corona de Aragn, II, Zaragoza, 1980, pp. 161-208.

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Huesca, justificado probablemente como un pago para evitar las mutaciones


monetarias a las que el rey tena derecho y que se haban efectuado con cierta frecuencia a partir de 1174. De ah que este impuesto tomase el nombre de monedaje, si bien en Catalua deriv en los aos siguientes hacia una demanda llamada bovaje que pesaba sobre los yugos de bueyes utilizados en la labranza,
una exigencia que se relacionaba con demandas que efectuaban condes y obispos
a finales del siglo XI ligadas tradicionalmente a la paz y la tregua de Dios.18 En
ambos casos, el teln de fondo es similar, es decir, un impuesto sobre los bienes
mobiliarios, aunque percibido de manera diferente. Un paso de esta naturaleza en
la dinmica del estado tuvo que contar con el consenso de las elites urbanas y
nobiliarias, una aprobacin que todava se planteaba en trminos de ayuda feudal,
pero que comenzaba un largo recorrido de dilogo entre los grupos dominantes y
el Estado para desarrollar un sistema fiscal de alcance general. No sucedera lo
mismo con otras innovaciones emprendidas por Pedro II.
El ltimo de los aspectos incluidos en la cita de Timothy Reuter es el establecimiento de una sucesin dinstica bien definida, probablemente el medio ms eficiente para la consecucin de una necesaria estabilidad poltica.19 Mejor que enumerar la consolidacin de la frmula hereditaria y las debilidades que present en
esta fase ser recurrir a las pautas de asignacin de nombres que la evidencian. La
eleccin de Alfonso y Pedro y no la pareja Sancho/Ramiro o Ramn/Berenguer
muestra claramente el momento escogido por Ramn Berenguer IV y Petronila
para incardinar simblicamente el comienzo del linaje real, el periodo 1094-1134,
que constituye la etapa lgida de la conquista del Valle del Ebro. La excepcin de
Jaime, debida al patronazgo de Santiago, no excluye la verificacin de que el
doblete de nombres es utilizado sistemticamente y que, con toda probabilidad,
encarna ciertas prioridades polticas inexcusables que son al mismo tiempo factores de continuidad estatal: la conquista de al-Andalus, la alianza castellana, los vnculos con la santa sede y una visible deferencia hacia la nobleza aragonesa, una
parte importante de la cual se har matar junto al rey en la jornada de Muret.
Otras perspectivas podran enfatizarse, entre ellas el reforzamiento de jerarqua
y deberes vinculados a la fidelidad de los grandes, una insistencia en la feudalidad
que recoga los elementos ms tiles de esta tradicional ideologa de la clase aristocrtica y pretenda codificarlos. Tambin, la expansin de los medios de gobier-

18. P. ORTI GOST, La primera articulacin del estado feudal en Catalua a travs de un impuesto: el bovaje (ss. XII-XIII), Hispania, LXI/3 (2001), pp. 967-998.
19. A ttulo comparativo, cf. A. W. LEWIS, Le sang royal: la famille captienne et ltat. France,
Xe-XIe. sicle, Paris, 1986 ed. orig. Harvard, 1981)

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no, en particular la contabilidad de los dominios y la importancia concedida a los


documentos escritos en la afirmacin de la fidelidad de los seores locales y otros
componentes de la gestin del poder. O el desarrollo de asambleas con una finalidad de celebracin y persuasin, en las que los juristas, que empezaban a calibrar la trascendencia del derecho romano, jugaban un papel cada vez mayor.20 Sostener la prioridad de las que he apuntado depende, principalmente, del hecho de
que, con todo, me parecen ms innovadoras y menos ligadas al pasado.

3. LAS DINMICAS DEL ESTADO EN EL SIGLO XIII


Rastrear el conjunto de factores de cambio que observamos en el tramo final
del siglo XII durante la siguiente centuria plantea evidentes problemas de espacio
en este trabajo, lo cual obliga a enfocar nuestra atencin sobre dos que han sido
sealados de pasada al evocar los focos de evolucin del poder real, la justicia y
la fiscalidad estatal, y un tercero que no ha sido citado, en la medida en que, a
pesar de que arranca en los ltimos lustros del reinado de Alfonso II, slo adquiere una importancia decisiva a partir de mediados del siglo XIII, en el oscuro corazn del mandato de Jaime I, la formacin de los gobiernos urbanos y su relacin
con la estructura del poder estatal.

2.1. La justicia real


El mismo Thomas Bisson que subraya la vertiente agresiva y despiadada de la
formacin del poder seorial, resaltaba antao y con razn que Alfonso II dej de
compartir la tica depredadora de sus nobles en la dcada de 1170 para sustituirla por una concepcin poltica de orden territorial. Esta decisiva separacin
poltica del rey de la cultura del poder compartida por sus magnates se manifiesta en la apropiacin de la paz y la tregua, previamente aplicadas por los obispos a
escala comarcal y ahora extendida por el soberano a ambos reinos, proclamndola en asambleas generales que contaban con la presencia de los prohombres de las
principales ciudades.21 Tanto este autor como otros han incidido en la orientacin

20. Algunas de estas cuestiones, en T. N. BISSON, The Crisis of Twelfth Century, cit., de donde
procede la expresin entrecomillada.
21. T. N. BISSON, The Rise of Catalonia: Identity, Power, and Ideology in a Twelfth-Century
Society, en ID. Medieval France and her Pyrenean Neighbours, pp. 125-152, ref. p. 147 (previamente publicado en Annales ESC. 1984, pp. 454-479). Para la primera etapa de las instituciones de paz,
ID. The Organized Peace in Southern France and Catalonia (c. 1140-c. 1233), ibid. pp. 215-236 (previamente en American Historical Review, 82 (1977), pp. 290-311).

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fiscal de esta proteccin de la paz que se refleja en especialmente en la imposicin de bovajes en Catalua, pero sera conveniente observar estas casi rutinarias
declaraciones y juramentos desde el ngulo de la jurisdiccin real.
En Aragn la justicia era una prerrogativa del rey durante los siglos XI y XII,
de manera que los oficiales reales resolvan conflictos ajustndose a una imprecisa ley de la tierra, hasta el punto de que negar el acceso a la justicia real era la
amenaza que pesaba sobre aquellos que se negasen a ayudarle en las circunstancias previstas por las costumbres que organizaban la fidelidad debida por los
hombres libres al soberano.22 Las constituciones de Zaragoza de 1164 y de Huesca de 1188 dejan claro que Alfonso II se consideraba garante de la paz y poda
establecer normas generales sobre aspectos del procedimiento judicial, del reclutamiento de milicias para castigar a los delincuentes y de la resolucin de disputas propias de los nobles, pero esta enrgica afirmacin de la potestad alfons contrasta con la cristalizacin a lo largo de este periodo de los seoros, que
encuentran un soporte esencial en la captacin de la justicia.23
En 1208, Pedro el Catlico promulga unos fueros per gouernament de totz los
omnes abitanz en lo regno dAragon a totz temps que incluyen unas constituciones de paz en las que reivindica el derecho real a pacificar los enfrentamientos
nobiliarios, regular los desafos, a exigir la ayuda de todos para defender las prerrogativas del rey, as como la potestad para arrebatar los castillos y honores a los
ricos hombres que maltraten a los sbditos reales vinculados a estos honores y
no quieran enmendar los agravios que les infieren.24 Los artculos siguientes pro22. J. M. LACARRA, Honores y tenencias en Aragn. Siglo XI, en ID. Colonizacin, parias,
repoblacin y otros estudios, Zaragoza, 1981, apndice 3 [ca. 1134]: Et ille [el rey] quod tenuisset illos
in directa justicia, et iudicasset illos suo alcalle per directa iusticia, per fuero de illas terras. Ms adelante, seala Et qui isto suprascripto [ayudar al rey en asedio y batalla campal] non quesierit facere ad
rege, non escuset villano sicut est suprascripto, neque iudicet illi suo alcalle. Alcalde en este contexto equivale a juez. Es probable que esta justicia tuviera un carcter fuertemente penal a juzgar
por la existencia de tasas colectivas por los homicidios no aclarados y ritual, de manera que contribua a resolver pleitos muy especficos, como las reivindicaciones de infanzona o libertad. Otras cuestiones sobre tierras, herencias y prendas quedaban seguramente al arbitrio de los notables locales,
especialmente cuando se trataba de mezquinos (siervos).
23. CPRA. n 113 [1174.01], poblacin de La Almunia de Doa Godina: de iudiciis que inter vos
evenerit semper iudicia Hospitalis teneatis et suum consilium habeatis; n 121 [1184.12], poblacin de
Alcal de la Selva: omnes querele vel calumpnie coram fratribus iudicabuntur iuxta forum de Darocha; n 157 [1213.10.13], poblacin de Lled: retineo [el obispo] insuper dominium, iudicia, firmamenta, fabricas, stabilimenta et ea que iuste pertinent vel pertinere debent ad dominium terrae, entre
otros ejemplos posibles.
24. Cf. M. MOLHO, El Fuero de Jaca. Edicin crtica, Zaragoza, 1964, redaccin O, pp. 165-177
(reed. facsmil, Zaragoza, 2003). Tambin en J. L. LACRUZ BERDEJO, Dos textos interesantes para la
historia de la Compilacin de Huesca, Anuario de Historia del Derecho Espaol, 18 (1947), pp. 531-538.

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claman la justicia real: los nobles que matarn o robarn sin un desafo previo
estn sujetos a penas corporales que infligir el rey tras un juicio; cualquier otro
malhechor o ladrn es castigado en su cuerpo, sus bienes y con el exilio por decisin de los jueces y merinos reales.25
A diferencia de estas constituciones, las fijadas en una asamblea general celebrada en Zaragoza en 1236 y repetidas por el infante Fernando, procurador de
Aragn, tres aos despus, manifiestan expresamente su condicin de cartas de
paz, en las que se define con precisin las caractersticas de las juntas o milicias rurales y urbanas destinadas a perseguir a los quebrantadores de las paces.
Ms all de la casustica detallada que contiene este documento, conviene resaltar
que la punicin sumaria de los ladrones y raptores corresponde a los justicias,
merinos, zalmedinas, jueces y alcaldes del rey, con excepcin de los nobles, que
estn sometidos al dictado del monarca o de su representante, el infante.26
Lo mismo sucede en Catalua, donde los Usatges y los acuerdos de paz y tregua permiten comprobar el soterrado conflicto entre unos seores que aspiran a
disfrutar de una plena justicia y los reyes, que intentan reivindicar su soberana en
este terreno. Los usos catalanes de mediados del siglo XII sitan la alta justicia
la que permite castigar con mutilaciones de miembros y la horca dentro de la
esfera de poder de las potestades, expresin que se refiere a los condes barceloneses y no a cualquier seor, como sugiere Flocel Sabat al comentar este pasaje.27 En consonancia con la influencia del derecho romano, estas normas postulan
la preeminencia del poder condal y no del seorial, lo que no significa necesaria-

25. De altres malfeytos e robados, quis que sian, asi es dit e establit: que sian peniatz o corporalment iusticiatz o perdan todas las suas cosas e yscan del regne sens esperana de tornar, pero
segons que sera uist a las iusticias del rey e almedinas e als merins segont la qualidat de la mala feyta e la quantitat.
26. Archivo Histrico Nacional, Clero, carp. 426, n 8, ed. A. GARCA SANZ y V. GARCA
EDO, La carta pobla de Morella: abril 1233, Valencia, 1995, pp. 53-56: Item, statuimus quod latro vel
manifestus raptor, ubicumque inventus fuerit, capiatur a junctariis vel justiciis vel meriniis vel avalmediniis vel judicibus vel alkaldis et fiat de eo justicia corporale, super hoc nulla judiciali sentencia
expectata. Tam si persona illa nobile fuerit, teneatur firmiter et districte in capcione domini regis,
quousque domino regi vel domino F. significetur, et ipsi secundum eius maleficia possint de eo facere
justiciam corporalem.
27. J. BASTARDAS, Usatges de Barcelona. El codi a mitjan segle XII, Barcelona, 1991, pp. 110-113:
et ex magnatibus uero, uicelicet uicecomitibus, comitoribus siue uasuassoribus, nullus presumat deincebs
ullo modo punire impios, id est, pendere per iusticiam. A continuacin, se prohbe a los magnates construir castillos contra el prncipe, se indica la forma de restaurar el honor condal daado por la ereccin
de fortalezas y la violencia y se aade: quia iusticiam facere de malefactoribus datum est solummodo
potestatibus, para despus desgranar las penas corporales que pueden infligir. Cf. F. SABAT, La pena
de muerte en la Catalua bajomedieval, en Clio & Crimen, 4 (2007), pp. 117-276, esp. p. 122.

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mente que su aplicacin en la prctica en tiempos de Alfonso II fuera tan taxativa


como la formulacin jurdica.
De hecho, en las clusulas de la paz y tregua de Gerona, en 1188, se estipula que
los pleitos entre hombres de un seor se resuelven judicialmente ante l, pero si en
un plazo de veinte das no se les ha hecho justicia, pueden recurrir al obispo o al
veguer real.28 Pocos aos despus en Cervera (1202), los nobles arrancan al rey una
declaracin explcita por la que no puede poner a hombres de otro seor bajo su proteccin, ni puede amparar a los rsticos maltratados o desposedos de sus bienes,
excepto si se trata de gentes que habitan seoros tenidos como feudo del monarca.29
La misma ambigedad persiste en las declaraciones de paz de la dcada siguiente.
En Puigcerd, Pedro II se atribuye la potestad de requerir a un noble que haga justicia a un querellante o, en su defecto, embargarle el castillo y los feudos que tenga
por l para forzarle a resolver la disputa.30 Una justicia supletoria que, en 1214, se
ve limitada por la afirmacin de los regentes de que los hombres de los seoros
solamente estn includos en las prescripciones de paz en caso de que sus seores lo
hagan explcito con un documento escrito. Sin embargo, se estipula que se elijan
pahers en cada ciudad para defender la justicia y, por tanto, asegurar la autoridad
del rey en el contexto urbano.31 Una quincena de aos despus, en diciembre de
1228, unas ordenanzas de paz bastante amplias apenas indican que los hombres de
monasterios y otros lugares religiosos deben ser juzgados por sus propios seores y
solamente si se resisten deben intervenir los vicarios reales.32 Sin embargo, las disposiciones adicionales sobre los veguers dictadas por Jaime I sugieren que estos oficiales actuaban con contundencia en circunstancias relacionadas con la justicia. As,
se les prohbe lanzar cabalgadas contra los honores y los hombres de las instituciones eclesisticas con la excusa de la ruptura de la paz, dejarse sobornar para omitir
su deber de juzgar, atormentar sin un procedimiento judicial, as como tampoco reunir a su alrededor ladrones y hombres infamados como sus representantes.33
A mediados del siglo XIII, el poder real haba prevalecido en el territorio aragons, donde la aprobacin formal de los Fueros de Aragn, en enero de 1247, sirvi para ratificar una organizacin que haca de la justicia real el factor dominan-

28. Cortes, pp. 63-68, esp. p. 65.


29. Cortes, pp. 86-87. Cf. P. H. FREEDMAN, Els orgens de la servitud pagesa a la Catalunya
medieval, Vic, 1993 (ed. orig. Cambridge, 1991), p. 135.
30. Cortes, pp. 87-88 (1207).
31. Cortes, 93-95 (Lrida).
32. Cortes, p. 112 (Barcelona).
33. HC. 112 [1228.12.22].

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te en el panorama judicial del reino. El manuscrito de Miravete de la Sierra, el ms


antiguo de los conservados de los Fueros del reino, seala en el prlogo que, bajo
orden expresa de Jaime I, todos los jueces deban regirse por esta normativa, de
modo que las apelaciones de los justicias locales se revisaban en primera instancia por los de Zaragoza, Huesca y Tarazona nicos citados concretamente pero
tambin, con toda seguridad, por los de Jaca, Daroca, Calatayud y Teruel. La apelacin definitiva se realizaba ante el Justicia de Aragn o ante el propio rey, que
generalmente nombraba un juez para la causa, si la admita.34 Y, lo que es todava
ms importante, los Fueros vedaban a los seores la aplicacin de penas capitales
y de mutilacin de miembros, que estaban universalmente reservadas a la justicia
real.35 Pedro III lo afirma taxativamente en 1279, al conceder permiso a los sobrejunteros de Zaragoza y Tarazona para que acten all donde no haya jueces o bailes reales puesto que, segn los Fueros de Aragn, todas las justicias y mutilacin de miembros del cuerpo pertenecen a nuestra jurisdiccin.36 La nica
restriccin a la generalizacin de la potestad real para delegar la alta justicia penal
en sus oficiales est contemplada igualmente en los Fueros: los seores, que no
podan derramar sangre de los reos, conservaban la posibilidad de castigar con
una muerte de hambre, sed y fro en prisin a quienes hubieran incurrido en un
slo caso posible, el asesinato de un vasallo por otro del mismo seor. En cualquier otra circunstancia, la justicia real se haca cargo de la acusacin y la pena.37
En Catalua se percibe la misma tendencia a recabar el predominio de la justicia real sobre las jurisdicciones seoriales configuradas en los siglos XI y XII,
como muestra la ordenacin de los procedimientos judiciales efectuada por Jaime
I en 1251, en la que, sin embargo, retroceda en la posibilidad de que se admitieran las frmulas romanas y la actuacin de los juristas especializados en el dere-

34. A. PREZ MARTN, ed. Los Fueros de Aragn: la Compilacin de Huesca, Zaragoza,
1999, p. 34.
35. A. PREZ MARTN, ed. Los Fueros de Aragn, pp. 104-107: mandamos por el fuero nuevo
que nengun sennor de villa, ni bayle, ni otro omne nenguno, qualquiere que sia non faga iusticia de
sagne de ningun omne, ni de muert, ni de miembro ninguno, sino tan solament aquella iusticia que
sera por nos metuda en cada un logar. La pena por contravenir esta norma es de mil sueldos por cada
miembro y quedar a merced del rey, porque iusticia corporal, ni estema, no la deve fer ninguno sino
el rey o aquel qui tienga su logar. Con mayor claridad todava, vase G. TILANDER, ed. Vidal Mayor.
Traduccin aragonesa de In excelsis Dei Thesauris de Vidal de Canellas, Lund, 1956, pp. 98-99.
36. ACA. Cancillera, reg. 42 f. 182v.
37. A. PREZ MARTN, ed. Los Fueros de Aragn, pp. 490-493: E si el omne del inanfon matara al omnes del infanon, bien puede el infancn prender aquel homicidiero e tenerlo en preson quanto quiera e que lo faga morir en la preson de famne, e de set e de frio, si se quire. Mas otra iusticia
corporal non dever nenguna, ni estema nenguna, sino tan solament la iusticia del rey. El Vidal Mayor
apenas hace aclaraciones a un fuero bastante evidente: G. TILANDER, ed. Vidal Mayor, pp. 509-510.

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cho culto.38 La mejor prueba de este avance radica en la definicin extrada de la


legislacin justinianea del mero y mixto imperio o justicia alta y baja, una distincin que corrobora la pertinencia de que el rey se atribuyera los delitos mayores y que figura, probablemente, entre las causas de las disputas de Pedro III con
los nobles catalanes en la dcada de 1270. As, la crisis de la Unin aragonesa provoca un brusco debilitamiento de la posicin real, que se traduce en unas Cortes
en Barcelona en diciembre de 1283 en las cuales el monarca renuncia formalmente a la potestad sobre la justicia que se arrogaba, restituyendo el mero y mixto imperio a quienes lo haban disfrutado en sus dominios tradicionalmente, hasta ser despojados por la presin real.39 Esta genuflexin del rey no es absoluta ni
siquiera en el articulado del privilegio, pero, en todo caso, supone que una parte
de los nobles catalanes encontr un asidero para defenderse de los avances estatales en el terreno de la justicia. Las numerosas controversias entre los oficiales
regios y los seores sobre el mero imperio que ha sealado Flocel Sabat evidencian que los nobles que conservaban la alta justicia estaban sometidos a una continua ofensiva de los aparatos de poder estatales,40 que, como en Aragn, no cesar hasta que los inmensos gastos de las guerras del siglo XIV fuercen a Alfonso
IV y Pedro IV a ser condescendientes con los seores que compraban ese derecho.
En Valencia, la conquista dej poco margen a situaciones confusas como las
descritas, derivadas de una larga historia de transformacin del poder. Jaime I estableci unas Costums en 1238 con modificaciones posteriores hasta 1271 que las
transforman en Furs que regulaban minuciosamente el despliegue de la justicia
real y que reducan la jurisdiccin de los seores a los casos civiles menores, con
una sucesin de apelaciones que conclua en la Cort de la capital;41 solamente des-

38. Cortes, pp. 137-139.


39. Cortes, pp. 142-143: Et restituimus possessionem vel quasi meri imperii omnibus illis supradictis qui ipso ab antiquo usi fuerint, vel quasi, in locis eorum, et quod ipsos vel aliquem ipsorum non
(sic por nos) spoliabimus possesione vel quasi ipsius meri imperii sine cause cognicione. Restituimus
etiam omnibus supradictis personis et locis mixtum imperium et jurisdiccionem sicut antecessores
eorum ab antiquo tenuerunt et posiderunt vel quasi, et quod super predictas personas vel loca aut res
eorum ulterius non molestabimus nec molestari faciemus. A continuacin, Pedro III se compromete a
que sus veguers y otros oficiales no entren en ciudades, villas y castillos que no sean del dominio real
por causas judiciales salvo como sola hacerse en tiempos de don Jaime, rey de Aragn, padre nuestro, de buena memoria, una interesante clusula de reserva.
40. F. SABAT, La pena de muerte en Catalua, pp. 123-127 y en el conjunto del trabajo.
41. Vase el epgrafe De jurisdiccio, o es, de poder de tots jutges e de for covinent, o es, de cort
covinent, en P. LPEZ ELUM, Los orgenes de los Furs de Valncia y las Cortes en el siglo XIII, Valencia, 1998, con la edicin del ms. prncipe de los Furs, pp. 139-141. esp. apartado 15; el De appel.lacions,
pp. 226-228, esp apartado 10. Sobre los materiales legales de este periodo del conjunto de la Corona de
Aragn, cf. V. GARCA EDO, La obra legislativa de Jaime I de Aragn, 1208-1276, Castelln, 2008.

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de el segundo tercio del siglo XIV, las concesiones de Alfonso IV a cambio de la


renuncia a los Fueros aragoneses hicieron que el mero y mixto imperio comenzasen a tener una presencia relevante en el espacio valenciano.42 La reciente publicacin de los libros de la cort del Justcia de Valncia correspondientes al periodo
1280-1298, ofrece adems una inmejorable oportunidad de verificar la rutina de un
sistema judicial a escala de todo el reino, dirigido por el rey y dominado por los
juristas reclutados en el seno de las elites urbanas,43 que encaja lo bastante bien en
las briznas de informacin disponible sobre los otros territorios de la Corona como
para constituir un modelo sobre el que trazar futuros estudios comparativos.
No es frecuente que conozcamos la forma en que se dilucidan las negociaciones en torno a la jurisdiccin entre Jaime I o sus sucesores y los grandes seores,
pero un ejemplo puede ser significativo. Hacia 1250, el concejo de Alcaiz, seoro de la Orden de Calatrava, acudi a Jaime I para evitar el nombramiento de un
juez por parte del comendador mayor de la Orden en una disputa sobre ciertas
peticiones no especificadas. El rey rechaz designar un juez, pero exigi al
comendador que eligiera uno aragons, que sus decisiones fuesen apelables ante
el maestre y que, en todo caso, la sentencia definitiva pudiera ser librada por el
propio monarca. Un cuarto de siglo despus, la sintona entre el rey y el comendador Rodrigo Prez Ponce facilit la revocacin de esta frmula, con lo que las
sentencias del maestre no tenan apelacin, pero el monarca se reservaba el derecho a intervenir en caso de injusticia manifiesta contra los vasallos.44
Faltos de investigaciones concretas sobre el funcionamiento de los sistemas judiciales en los estados de la Corona, la imagen que tenemos del panorama en la segunda mitad del siglo XIII es francamente compleja. Por una parte, la renuncia de los
seores a involucrarse en la multitud de conflictos locales producidos en sus seoros que, en ocasiones, originan problemas legales bastante enrevesados y requieren
un buen conocimiento de una regulacin y unos procedimientos cada vez ms complicados por la inclusin de procedimientos de derecho romano, hace que los justicias y veguers locales, extrados de las elites rurales y semiurbanas, cobren un pro-

42. E. GUINOT RODRGUEZ, La creaci de les senyories en una societat feudal de frontera: el
regne de Valncia (segles XIII-XIV), en Les senyories medievals. Una visi sobre les formes del
poder feudal, monogrfico de Revista dHistria Medieval, 8 (1997), pp. 79-108, esp. p. 90.
43. E. GUINOT RODRGUEZ, M. A. DIGUEZ y C. FERRAGUD, Llibre de la Cort del Justcia de Valncia (1280-1282), Valencia, 2008; R. M. GREGORI, J. V. GARCA MARSILLA y R. J.
PUJADES, Llibre de la Cort del Justcia de Valncia (1283-1287), Valencia, 2008; y A. SILVESTRE
ROMERO, Llibre de la Cort del Justcia de Valncia (1287-1288, 1298), Valencia, 2008.
44. C. LALIENA CORBERA, Sistema social, estructuras agrarias y organizacin del poder en
el Bajo Aragn en la Edad Media, Teruel, 1987, p. 154, con las fuentes.

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tagonismo creciente, compatible con la reserva de las apelaciones por la curia seorial y el cobro de una parte de las multas. Asimismo, las nociones fundamentales de
la superioridad intrnseca de la justicia del rey y de la apelabilidad de las sentencias
por defecto de derecho, que se consolidan a lo largo de esta centuria por influencia
del derecho culto, hacen que, en ltimo trmino, la jurisdiccin real crezca a costa
de la autonoma judicial de los seores, en la prctica y en la teora, como ponen de
relieve los Fueros de Aragn y los Furs valencianos. Los registros de cancillera de
Pedro III estn, de este modo, plagados de nombramientos de jueces para multitud
de casos presentados ante la corte como apelacin de las sentencias de los oficiales
reales pero tambin de los jueces seoriales. Y esta exhuberante intervencin del rey
en la resolucin de litigios no est reida con la afirmacin de la jerarqua que, en
el caso aragons, desde los justicias locales conduce al Justicia de Aragn que se
configura definitivamente como un tribunal superior, con independencia de las funciones que cumple o cumplir en el terreno ceremonial, especialmente en el marco
de las Cortes, al igual que sucede con el Justcia de la capital valenciana.

2.2. La fiscalidad estatal


Bovajes catalanes y monedajes aragoneses
La expansin de la justicia real y la tendencia a la supeditacin de las costumbres locales a normas forales nicas o casi nicas la excepcin la constituyen los fueros turolenses en Aragn y la acumulativa situacin de los Usatges y
las Constitucions de Catalua, vinculadas con la formacin de las Costums urbanas45 est acompasada y facilitada por la implantacin de una fiscalidad homognea sobre la inmensa mayora de los habitantes de los estados de la Corona, en
virtud de su naturaleza de sbditos de la monarqua. Al igual que sucede con la
justicia, la exigencias fiscales de carcter general se imponen con vacilaciones y
dificultades, por no mencionar claudicaciones de considerable alcance aceptadas
por Jaime I y que seguramente eran inevitables ante las dimensiones del cambio
que suponan algunas de las demandas manejadas durante este periodo.
La gran carta otorgada a los catalanes por Pedro II en 1205 ofrece informaciones precisas sobre una tentativa de elevar la presin tributaria sobre algunos
45. V. GARCA EDO, La obra legislativa, pp. 83-104, para un resumen de estas modificaciones
en relacin con Catalua. Tambin, J. MORALES ARRIZABALAGA, Fueros y libertades del reino
de Aragn. De su formacin medieval a la crisis preconstitucional (1076-1800), Zaragoza, 2007 y A.
PREZ MARTN, La primera codificacin oficial de los fueros aragoneses: las dos Compilaciones
de Vidal de Canellas, Glosae, (1989-1990), pp. 9-80, que ponen de relieve la complejidad de los problemas que suscitan los Fueros de Aragn.

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componentes de la panoplia tradicional de los ingresos reales.46 Figuran en la lista las tasas sobre el comercio y la sal, exacciones y cuestias en grano, dinero
y otros productos, as como conmutaciones de la obligacin genrica de alojar al
squito real,47 Se trata de una lista que no es muy diferente de la que aparece en
las cartas de 1208 dirigidas a diversas ciudades y entidades eclesisticas aragonesas, por las que el monarca renuncia a solicitar lezdas, peajes, portazgos, toltas,
forcias y [toda] costumbre nueva o vieja, instituida o por instituir, lo que sugiere que la decisin de ampliar las tarifas de los impuestos mercantiles y efectuar de
manera decidida peticiones directas no estuvo restringida al mbito cataln.48
Con toda certeza en Catalua y posiblemente en Aragn, Pedro II abandon
sus pretensiones de manera solemne, con un juramento por el que anulaba las
nuevas lezdas y peajes, que fue ratificado por los regentes en las Cortes de Lrida de 1214.49 Sin embargo, es probable que, a tenor de lo que indica la carta de
Gerona de 1205, se reservase el derecho a gravar con pechas o cuestias a los contribuyentes de sus dominios propios y con peajes a los mercaderes forneos.50
Pedro II olvid formalmente en la misma fecha de su pretensin de obtener un
rescate por mantener inmutable la moneda, una cesin que inclua explcitamente
el bovaje, pese a lo cual no dud en exigirlo algunos meses ms tarde.51 Pere Ort
argumenta, creo que de manera correcta, que, ms que hallarnos ante problemas
46. Sobre las rentas reales en los siglos XI y XII, que mezclaban elementos dominiales con algunas reivindicaciones de carcter pblico: C. LALIENA CORBERA, La formacin del Estado feudal,
pp. 219-220 y J. M. SALRACH MARS, La renta feudal en Catalua en el siglo XII: estudio de las
honores, censos, usos y dominios de la casa de Barcelona, en M. SNCHEZ MARTNEZ, comp.
Estudios sobre renta, fiscalidad y finanzas en la Catalua bajomedieval, Barcelona, 1993, pp. 29-70.
47. El rey seala confitens me instituisse et accepisse in Cathalonia leudas nouas siue forcias et
salinas, exactiones, albergas et questias bladi uel peccunie uel aliarum rerum: T. N. BISSON, An
Unknown charter, pp. 211-212.
48. DMH. n (Huesca): damus, concedimus et laudamus vobis, universis civibus nostris de Osca
() non detis nec dare teneamine unquam per totam terram nostram de rebus et mercibus vestris ()
lezda aliquam vel pedagium, vel portaticum, vel usaticum aliquo, vel toltam vel forciam, vel consuetudinem novam vel vetera, constituta vel constituenda () in omni loco dominacionis nostre mari scilicet et terra et aqua dulci; n 13 (Barbastro); JDM. n 30 (Jaca); CDCZ. n 37 (Zaragoza), entre otras
ciudades: cf. M. T. IRANZO MUO, Elites polticas y gobierno urbano en Huesca en la Edad Media,
Huesca, Huesca, 2005, pp. 55-57 con el resto de las fuentes.
49. Cortes, p. 94: Item, statuimus quod omnia nova pedagia et nove leude, quas Petrus rex, pater istius
pueri, apud Barchinonem cum solempni juraramento prestito remisisset, denuncientur penitus relaxata.
50. T. N. BISSON, An Unknown charter, pp. 211-212: retineo autem leudas nouas si uoluero
in mercatoribus et hominibus extra terram meam illuc uenientibus et retineo questias et albergas in
propriis dominicaturis meis et in locis quibus mihi debentur ex debito.
51. Promitto similiter quod monetam barchinonensium in tota uita mea non mutem nec deteriorari permittam nec faciam ipsum uel bouaticum deinde redimi.

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de datacin de los documentos, ocurre que esta magna carta fue resultado de una
negociacin en la que los nobles y eclesisticos aprobaron un bovaje general en
Catalua que deba ser el ltimo, paralelo al monedaje exigido en Aragn en
noviembre de ese mismo ao.52 Naturalmente, no fue el ltimo. La secuencia de
percepciones de bovajes en Catalua comprende los de 1207 ligado a la asamblea de paz de Puigcerd, 1209, 1211 paces y treguas dictadas en Barcelona y
1213. Adems, Pere Ort ha mostrado que la paz y la estabilidad de la moneda ya
no constituan la nica base sobre la que fundamentar la exigencia de ambos
impuestos generales a catalanes y aragoneses, puesto que la guerra contra los
musulmanes y la ayuda para el matrimonio de las hermanas del rey fueron tambin motivos aducidos para solicitarlos.53
El turbulento reinado de Pedro II dej a su sucesor la herencia de unas finanzas
en estado catastrfico y un buen nmero de precedentes fiscales que permitieron a
Jaime I cobrar cuestias moderadas y, hasta cierto punto voluntarias, en las ciudades durante su minora y, sobre todo, bovajes, con motivo de su ascenso al trono
(1217), como contribucin de los catalanes al esfuerzo blico con ocasin del asalto a Mallorca (1228), para las campaas valencianas (1232) y para la expedicin
para someter Murcia (1264),54 colectas que no excluyen vagas pretensiones de hacer
valer el derecho al monedaje, al menos en los primeros tiempos de su mandato.55 En

52. P. ORT GOST, La primera articulacin del Estado feudal en Catalua, pp. 980-981.
53. P. ORT GOST, La primera articulacin del Estado feudal en Catalua, pp. 981-986. Discrepo de la idea de este autor de que la agresiva poltica fiscal del monarca cre y desarroll por primera vez la posibilidad de recaudar impuestos sobre el conjunto de la Catalua feudal pero, lejos de consolidar el poder del rey, acab por reforzar las prerrogativas de la nobleza y, especialmente, de la Iglesia
(p. 986), ya que parte de la idea de que el consentimiento de la nobleza y el clero eran indispensables
para la percepcin de los bovajes, cuando l mismo demuestra claramente que Pedro II reclamaba repetida y autoritariamente este impuesto sin atenerse a sus propios compromisos y con un espectro de
motivos cada vez ms amplio. Lejos de encontrarnos ante un proto-pactismo y la hegemona de la
nobleza feudal, la accin de gobierno de Pedro el Catlico preludia la de su nieto, Pedro III.
54. HC. n 1.441 [1264.11.12]: Jaime I reconoce haber recibido un subsidio de los nobles catalanes en auxilio para la guerra contra los musulmanes y se compromete a que esta concesin no cree un
precedente y hace jurar a los infantes Pedro y Jaime que no solicitarn ningn impuesto posterior
basndose en ste caso, excepto el bovaje al ascender al trono.
55. P. ORT GOST, pp. 986-990. Sobre las noticias de cuestias y monedajes catalanes, T. N. BISSON, Las finanzas del joven Jaime I (1213-1228), pp. 161-208: es posible que el monedaje se percibiera solamente en las zonas de Catalua donde circulaba la moneda jaquesa. En 1225, Jaime pasa
cuentas con Ramn de Ramn, baile de Lrida, de los ingresos de la baila de Lrida, entre los que
figura el monedaje cobrado en esta zona: HC. n 75 [1225.11.12]. Segn declara en este documento,
Jaime prevea la posibilidad de obtener dinero de los musulmanes, de un bovaje o de cuestias, con el
cual pagar la deuda contrada con este baile, sin necesidad de resarcirse con las rentas regulares de la
baila. Pero Jaime acab por decidirse a manipular la moneda (1222), con lucrativos resultados.

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cualquier caso, no cabe duda de que, en la dcada de 1220, Jaime estaba cerca de
considerar que los bovajes eran un ingreso regular de su hacienda.56
En Aragn, Jaime impuso tres monedajes sucesivamente, en 1218, 1221 y
1223, con la finalidad de evitar devaluaciones ostensibles de la moneda jaquesa,
sealando explcitamente que pensaba emplear el dinero recaudado para redimir
nuestros empeos y para nuestras necesidades y beneficio.57 La validez de la
moneda se fij en diez aos, al final de los cuales el rey acu moneda ternal y
de nuevo reiter mediante juramento que no volvera a modificar la talla y calidad
del numerario, aunque no sin obtener la institucionalizacin definitiva del monedaje como impuesto, segn una normativa muy detallada, que conservamos.58 Es
importante subrayar que la tributacin afectaba tanto a los hombres de religiones, rdenes e iglesias como a los nuestros, lo que significa que los nobles consiguieron apropiarse de esta imposicin en sus seoros justo en este momento,
como precio del consenso fiscal en una coyuntura en la que Jaime I necesitaba
movilizar todos sus recursos para la conquista de Valencia.59 Antes del final del
reinado, el soberano tuvo que ceder ante la posicin de las instituciones eclesisticas, en el sentido de permitirles retener la mitad de los ingresos del monedaje de
los hombres de sus seoros.60
A duras penas y con severas limitaciones, este impuesto extraordinario se
haba transformado en algo parecido a una percepcin fiscal amplia y de carcter
peridico. Y, al igual que sucede en Catalua, pero en un sentido inverso, Jaime
intent que no fuese incompatible con un gravamen sobre el ganado, es decir, un
bovaje. De este modo, el rey pidi una quinta de este tipo de bienes justificada

56. HC. n 79 [1226.04.10] Jaime I recibe un prstamo de Bartolom Pellicer y Valentn Alamn,
habitantes de Villafranca, y les autoriza a recuperarlo mediante la inmunidad del pago de sus impuestos propios en las cuestias y bovajes que el rey pensaba imponer y que los vecinos distribuiran en la
comunidad.
57. Lo seala T. N. BISSON, Las finanzas del joven Jaime I (1213-1228), p. 168: las fuentes en
CDCZ. n 48, 49 y 52.
58. HC. n 238 [1236.10.15]. Los representantes de las ciudades y villas aceptan un impuesto septenal sobre todos aquellos habitantes pro singulis domibus valentes sumam decem aureos vel utra, de
septenio in septenium, dando un morabetino. La regulacin, C. ORCSTEGUI GROS, La reglamentacin del impuesto del monedaje en Aragn en los siglos XIII-XIV, Aragn en la Edad Media,
V (Zaragoza, 1983), pp. 113-121 (doc. pp. 118-121.
59. Estaban exentos los clrigos e infanzones, pero no aquellos que trabajaban con sus manos o
en actividades comerciales. El texto del documento de concesin citado reza: et in hoc mittant et
donent tam homines religionum sive ordinum et ecclesiarum quam nostri.
60. Con seguridad antes de 1270, cuando la Orden de Calatrava ya tena la posibilidad de retener
la mitad del monedaje de sus posesiones en el Bajo Aragn: ACA. Cancillera, reg. 16, ff. 194v-195.

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por los gastos de la ofensiva sobre Valencia hacia 1236, que cont con la aprobacin de las elites dirigentes aragonesas que obviamente se lucraban de la conquista de los territorios levantinos,61 con una tarifa que, efectivamente, supona la
quinta parte del valor del ganado ovino y caprino.62 Una benevolencia nobiliaria a
la hora de aprobar la recaudacin que falt claramente en 1264, cuando Jaime I
intent resucitar la peticin de un bovaje para la expedicin murciana y tropez
con la firme resistencia de los barones.63
No obstante, este fallido impuesto es slo una de las posibilidades barajadas
por Jaime I en el tramo final de su reinado, que intenta combinar con la utilizacin de la sal para crear una gabela especial (1262) y con un nuevo herbaje, que
supone una versin edulcorada del fracasado bovaje, datadas ambas demandas
con toda probabilidad en 1264.64 Ante las dificultades que parece haber encontrado Jaime para gestionarlas, la solucin ms sencilla fue pactar su retirada a cambio de subsidios otorgados por las ciudades. Zaragoza, un centro ganadero de
importancia, ofreci 20.000 ss. j., equivalentes a una anualidad de la pecha ordinaria, para eludir estas innovaciones fiscales.65
Sin duda hubo componendas tributarias como stas que escapan por ahora a
nuestra informacin, pero merece la pena retener que, desde principios del siglo
XIII, los monarcas daban vueltas continuamente a la necesidad de extender el
mbito recaudatorio al conjunto del cuerpo social de la Corona y que los expedientes que empleaban para ello eran bastante uniformes: monedajes y bovajes,
tasas sobre los intercambios y gabelas de la sal, es decir, moneda, paz, proteccin

61. L. GONZLEZ ANTN, Las Uniones aragonesas y las Cortes del reino (1283-1301), Zaragoza, 1975, p. 16 (Privilegio General): Item, del feito de la quinta, que nunqua se die en Aragon, fueras por
priegos de la vuest de Valencia, que daqui adelant nunqua se die de nengun ganado ni de nenguna cosa.
62. CDCZ. n 104 [1279.12.06]: refirindose a la quinta, los jurados de Zaragoza dice que la
aviamos dado de gracia por la preson de Valencia, o es, de carneros, de oveyllas, de crabones e de
crabas, de cada cabea, cinquen dinero.
63. F. SOLDEVILA, ed. Les quatre grans croniques. I. Llibre dels feits del rei En Jaume, Barcelona, 2007 (ed. orig. Barcelona, 1970), pp. 411-415.
64. Para la sal, CDCZ. I, n 112 [1265.01.12]: renuncia a la obligacin que haba impuesto a
todos los hombres de nuestro reino de Aragn de comprar cierta cantidad de sal y les permite que la
adquieran libremente, aunque prohibe las importaciones desde Castilla y Navarra. Ya en 1262, haba
concedido el almud de la sal de Zaragoza a Miguel Violeta con obligacin de llevar los libros de registro de quienes comprasen la sal y respetando el beneficio real, estimado en 4 ss. j. sin que sepamos
por qu unidad de peso de sal vendida. El novum herbaticum consta tambin en CDCZ I. n 112, y la
tarifa era de un dinero por oveja, cabra o carnero y cuatro dineros por buey, vaca o yegua, en ambos
casos con carcter anual.
65. CDCZ. I, n 118 [1266.05.16], un subsidio efectuado el ao anterior para el ejrcito que hacamos contra Murcia.

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al comercio y salinas, todo lo cual era patrimonio de la monarqua desde principios del siglo XII.

Pechas y cuestias en los estados de la Corona


Los impuestos extraordinarios han concitado la prioridad en la atencin de los
historiadores en el anlisis de la evolucin de la fiscalidad en este periodo. Sin
embargo, donde se gest el autntico xito de Pedro II y, sobre todo, de Jaime I fue
en el terreno de la tributacin ordinaria.66 Tanto en la carta gerundense de 1205
como en las franquicias de 1208 aparecen exacciones imprecisas forcias, toltas,
consuetudines, de clara raz seorial que se refieren a peticiones en dinero y en
cereal a tanto alzado efectuadas a las inicipientes ciudades y comunidades rurales
del dominio del rey en Aragn y Catalua. Las Cortes de Lrida citadas abolieron
en 1214 las cuestias solicitadas por Pedro II a los ncleos urbanos y las conservaron nicamente en aquellas poblaciones del patrimonio real que estaban empeadas para el pago de deudas, cuestias que deban cobrarse una vez al ao y ser discretas.67 Dos aos ms tarde, Inocencio III pidi a aragoneses y catalanes
generosidad para tapar la herida fiscal que sangraba en el costado de la hacienda
regia, embargada hasta lmites insospechados.68 Si bien no son en absoluto numerosas, algunas alusiones en documentos de esta primera poca refieren la existencia de pechas y cuestias, un vocabulario fiscal que todava no se ha especializado pero que no tardar en hacerlo, de manera que el primero de estos trminos
se aplicar sistemticamente en Aragn y el segundo en Catalua y Ribagorza.69
As pues, y a falta de un difcil anlisis de los orgenes de la transformacin fiscal en el primer cuarto del siglo XIII, hay que coincidir con Manuel Snchez y Pere
Ort en que la generalizacin de las pechas y cuestias se produjo en el transcurso

66. Esta distincin separa dos tipos-ideales dentro del tercero que seala C. WICKHAM, Lineages of wester European taxation, 1000-1200, Col.loqui Corona, municipis i fiscalitat a la Baixa Edat
Mitjana, Lrida, sf. (1997), p. 26, la capacidad de los dirigentes para extraer riqueza de todos sus sbditos sobre bases sistemticas. La diferencia estriba en que monedajes y bovajes se cobraban irregularmente y se parecen a los tributos (primer tipo-ideal de Wickham), mientras las pechas tenan una
secuencia anual caracterstica.
67. Cortes, p. 95. Se admita la posibilidad de que se hicieran cuestias voluntariamente para ayudar al joven Jaime I.
68. T. N. BISSON, Las finanzas del joven Jaime I, apndice 1, p. 192.
69. HC. n 13 [1218.09.5], 21 [1219.12.31], 49 [1224.04.9], 64 [1225.03.15], etc. Pechas en HC.
n 90 [1227.03.30], referido a Bardallur y Albalate de Cinca, lugares lo suficientemente distantes como
para pensar que se perciban en todo el reino. Desde 1226, las tallas y cuestias en Barcelona se cobraban por sueldo y libra, con colectores escogidos en las tres manos en que se divida el conjunto de
los contribuyentes: vase la reglamentacin y las penas en HC. n 81 [1226.04.22].

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del reinado de Pedro II y, con intermitencias, durante la minora de Jaime I, de


manera que se institucionaliz definitivamente antes de mediados del Doscientos.70
La conservacin total o parcial de algunos listados de las pechas de las bailas de Zaragoza, Huesca, Barbastro, Jaca, Ejea y la veguera de Ribagorza, escalonadas desde 1252, permite trazar un primer cuadro de este componente decisivo
de las finanzas del rey a mediados del siglo XIII en Aragn.71 Existen relaciones
de cuestias para Catalua y pechas para Valencia que se alinean de tal forma con
las aragonesas que es inevitable concluir que la implantacin de estos pagos
colectivos en dinero en el transcurso de las dcadas iniciales del Doscientos, sustituyendo a las entregas de censos individuales anteriores, responde a un ajuste, a
un oscura reforma destinada a incrementar los ingresos reales y a transformarlos
en moneda, cuestiones ambas que constituan una exigencia indispensable de la
hacienda real dadas las dimensiones alcanzadas por la Corona y la dispersin de
los gastos que era preciso realizar.72
Los nombres de estos impuestos si resulta cierto que etimolgicamente peyta proviene de petita son equivalentes entre si, y producen la impresin de que el
rey extiende a sectores sociales muy diversos, que incluyen a las grandes ciudades, unas denominaciones que antao estaban reservadas para las rentas satisfechas por los campesinos siervos a sus seores, entre los que se contaban los reyes,
en el ambiente de la montaa pirenaica. La razn no es otra que salvaguardar la
legitimidad derivada de la tradicin, aunque estas peticiones reales tengan un con-

70. M. SNCHEZ MARTNEZ y P. ORT GOST, La Corona en la gnesis del sistema fiscal
municipal en Catalunya (1300-1360), Col.loqui Corona, municipis i fiscalitat, pp. 236-242.
71. El registro 8 de la Cancillera del Archivo de la Corona de Aragn guarda estas listas: ff. 7v10v (pechas de 1252); ff. 11v y 14-15 (pechas de 1254, incompletas, solamente la baila de Zaragoza);
ff. 16-18 (pechas de 1255, incompletas, falta la veguera de Ribagorza); ff. 27v-29v (pechas de 1256,
incompletas, falta la veguera de Ribagorza); f. 12 (pechas de 1257, incompletas, solamente figura la
veguera de Ribagorza); ff. 36v-40v (pechas de 1258); ff. 51-54 (pechas de 1261, incompletas, falta la
veguera de Ribagorza); f. 54v (pechas de las ciudades en 1261); ff. 45v-50 (pechas de Ribagorza, Barbastro, Zaragoza y diversos lugares de otras bailas, sin fecha). Este registro es una miscelnea de cuadernillos originalmente sueltos y con prdidas evidentes, reagrupados y encuadernados en el siglo XIX
con un cierto orden cronolgico, que sera necesario estudiar detenidamente para verificar con precisin su contenido que, por otra parte, incluye listados de cuestias catalanas y de pechas valencianas.
Esta relacin, por tanto, es provisional y est sujeta a cambios en la medida en que se pueda reorganizar el material de una forma diferente de cmo se halla en estos momentos.
72. Un fenmeno parecido subyace en el proceso de unificacin de pechas que tiene lugar en
Navarra entre fines del siglo XII y principios del XIII: C. LALIENA CORBERA, La conversin des
cens agraires dans le domaine royal en Navarre (1180-1240), en L. FELLER, ed. Calculs et rationalits dans la seigneurie mdivale: les conversions de redevances entre XIe et XVe sicles, Paris, 2009,
pp. 253-269.

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tenido muy distinto al originario y afecten a gentes para las que pechas o cuestias
eran una remota referencia de sus antepasados.73
Naturalmente, las cifras de la recaudacin de estas pechas estn sometidas a
mltiples cautelas que es imposible desglosar aqu, pero, ciendonos por el
momento al espacio aragons, se pueden resumir los datos de la colecta de 1265
la ms completa que poseemos que supuso para las arcas reales no menos de
257.560 ss. j.74 Esta cantidad supone el grueso de las rentas de Jaime I, pero es una
evaluacin mnima de los recursos de los que dispona. Para afinarla, habra que
tener en cuenta los ingresos del patrimonio que, en gran parte, se gastaban en
asignaciones efectuadas directamente y que no pasaban por la tesorera central,
pero s eran computados peridicamente a partir de los registros de los bailes y
otros oficiales, los derechos que generaban las cenas o albergues reales, las multas judiciales y las redenciones de las huestes. Pero, sobre todo, es imprescindible
tomar en consideracin las sumas que un buen nmero de poblaciones aragonesas
entregaban por decisin real a los nobles en concepto de caballeras, que pueden perfectamente definirse como feudos de bolsa que recompensaban la fidelidad de los magnates y los servicios militares que deban cumplir cuando eran
requeridos para hacerlo. Las caballeras estaban configuradas por unidades de 500
ss. j. y cada noble disfrutaba de un nmero variable, ligado a la posicin de su
linaje y al favor real. El mximo de caballeras que sola conceder el rey en condiciones normales ascenda aproximadamente a unas 400, es decir, alrededor de
200.000 ss. j., pero las que realmente circulaban entre las manos de los grandes
nobles rondaban las 200, y, por tanto, suponan unos 100.000 ss. en el presupuesto real. No hace falta decir que el incremento del volumen de caballeras traa aparejada una disminucin equivalente del dinero de las pechas, puesto que eran las
mismas comunidades principalmente rurales o semiurbanas las que pagaban
pechas y caballeras en un todo fijado por la costumbre, aunque con un amplio
margen para la negociacin. Si admitimos que la redistribucin de la renta fiscal
entre la elite nobiliaria era una cruda prioridad de los Estados feudales y que, a
cambio, los monarcas lograban cumplimentar fines pblicos en especial, una
cierta gestin del monopolio de la violencia legtima, se pueden unir pechas y

73. A. J. MIRA y P. VICIANO, La construcci dun sistema fiscal: municipis i impost al Pas
Valenci (segles XIII-XIV), La gnesi de la fiscalitat municipal (segles XII-XIV), en Revista dHistria Medieval, 7 (Valencia, 1996), pp. 136-137.
74. Los detalles sobre la colecta, C. LALIENA CORBERA,El impacto del impuesto sobre las
economas campesinas de Aragn en vsperas de la Unin (1277-1283), Monnaie, crdit et fiscalit
dans le monde rural. La conjoncture de 1300 en Mditerrane occidentale, III, Madrid, Casa de Velzquez, febrero de 2007, en prensa.

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caballeras para situar el nivel de ingresos en Aragn de Jaime I en las dcadas de


1260 y 1270 entre 360.000 y 460.000 ss. j. anuales, en cifras redondas.75
Las colectas equivalentes en Valencia, de las que conservamos referencias datadas en 1255, 1259, 1262, 1272, 1273, 1274, 1275 y 1275-1276, han sido descritas
por Jusep Torr, que las cifra en cantidades que oscilan entre los 100.000 y 150.000
ss. reales para las dcadas de 1260-1270.76 Como en Aragn, de donde proviene esta
tradicin fiscal, es un impuesto anual77 que sustituye hacia 1250 a otras probaturas
fracasadas de crear exacciones generales de base territorial, cuya escasa duracin y
limitada capacidad fiscal hacen innecesario analizarlas aqu. Tampoco hace falta
subrayar que la pecha valenciana era una fraccin aunque posiblemente la mayor
del conjunto de rentas vinculadas al patrimonio de Jaime I en el nuevo reino, donde
la reciente conquista hizo que los ingresos por conceptos que en los estados originarios estaban en declive tuvieran una trascendencia especial.
Este mismo autor ha resaltado con toda razn el hecho de que la movilizacin
de estos impuestos en la Corona requiri durante estos aos centrales del siglo
XIII una acuacin de moneda impresionante. Segn sus clculos, en 1254 se
tallaron 1.320.000 ss. j. que se aadieron a los que se haban labrado en 1236,
seguramente una cantidad semejante, mientras que la fabricacin de reales valencianos no fue inferior a los 1.656.000 ss.78 Todo lo cual sin contar con la acuacin sin la aprobacin de los representantes de los reinos y la talla de millareses,
las piezas que falseaban la moneda islmica, que corran en los estados de la
Corona sin lugar a dudas.79
Incluso si dejamos a un lado la caracterizacin minuciosa de estos impuestos y
tampoco intentamos analizar la manera en que estas cantidades de moneda se trans-

75. De nuevo remito a C. LALIENA CORBERA,El impacto del impuesto para las fuentes y su
interpretacin.
76. J. TORR, Colonitzaci i renda feudal. Lorigen de la peita al regne de Valncia, Col.loqui
Corona, municipis i fiscalitat, pp. 467-494, con los cuadros en p. 492. Ms exactamente, la recaudacin debe situarse entre los datos de 1259 (= 96.650 ss. reales) y los de 1272 (=154.400 ss. reales). Las
remisiones son mnimas, con excepcin de los aos 1262, 1273 y 1274.
77. Se recoga en tres tanda a lo largo del ao, lo que explica algunas peculiaridades de las listas
disponibles, pero no, como sugiere J. TORR, Colonitzaci i renda feudal, p. 477, cada tres aos.
78. J. TORR, Colonitzaci i renda feudal, pp. 486-489. Este autor parece asumir que la acuacin de jaqueses y reales se hizo en moneda ternal, siendo equivalentes, por tanto. Sin embargo, al
menos desde comienzos del siglo XIV, la moneda jaquesa era ms fuerte (tena mayor contenido de
plata) que los reales (y los sueldos barceloneses). Se trata de un tema en el que debe profundizarse.
79. A. RIERA MELIS, Monedas y mercados en la Edad Media: el Mediterrneo Noroccidental (c.
1190-1350), Moneda y monedas en la Europa medieval (siglos XII-XV), XXVI Semana de Estudios
Medievales de Estella, Pamplona, 2000, pp. 218-223 resume esta cuestin con la bibliografa anterior.

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formaban en accin de gobierno, no creo que haya dificultad para admitir que Jaime
I haba conseguido hacer evolucionar decisivamente el panorama fiscal que haba
hallado al principio de su reinado. Si la comparacin se lleva a comienzos del siglo
XII, las diferencias todava resaltan ms. Pedro I o Alfonso I vivan de las antiguas
pechas entregadas por algunos millares de campesinos percibidas individualmente, de
las tasas comerciales de Jaca, Huesca y Zaragoza, de los beneficios de la talla frecuente pero escasa de moneda y del botn. Sus sucesores sostuvieron la gran poltica occitana con bovajes, subsidios y endeudamiento. Jaime I consigui regularizar y
anualizar los donativos, adems de arrancar a los nobles y eclesisticos diversas ayudas generales, cuya importancia no conviene menospreciar. Los medios a su disposicin para gobernar, imponer su justicia, administrar e incluso extender la Corona se
multiplicaron de forma notable y las dificultades por las que atraves influyeron significativamente en la determinacin de sus sucesores de acentuar el desarrollo burocrtico del Estado, la dimensin de las rentas fiscales y la independencia militar respecto a la gran nobleza, en otras palabras, la autonoma del Estado. Para ello, no
obstante, era imprescindible contar con la anuencia de un cuerpo social diversificado,
en el que las ciudades y sus elites se haban erigido en interlocutores privilegiados.

2.3. Los gobiernos urbanos


Es bien sabido que la formacin del sistema urbano de los territorios de la Corona de Aragn es el resultado de la confluencia de dos procesos distintos. En el norte de Catalua es fruto de la evolucin interna de ncleos cuyo origen se remonta al
periodo romano y que haban atravesado una larga fase de declive antes de renacer
lentamente hacia el ao mil; en Catalua meridional, Aragn y Valencia es el resultado de una conquista y destruccin de la sociedad andalus que se alarga entre 1100
y 1240. Durante la segunda mitad del siglo XII, en conexin con una potenta fase
de inmigracin ultrapirenaica y de expansin agraria, se organizaron redes urbanas
que giraban en torno a Barcelona y Zaragoza, a las que se aadi la configurada
alrededor de Valencia a partir de 1238. Pocos aos despus, estas redes urbanas tendan claramente a integrarse en un sistema urbano homogneo, con dinmicas sociales comparables y estructuras de gobierno muy similares. Todo ello en estrecha vinculacin con las ciudades del sur de Francia e Italia, con las cuales las ciudades de
la Corona de Aragn desarrollan una cultura poltica comn.80

80. Para lo que sigue, cf. C. LALIENA CORBERA, Las transformaciones de las elites polticas
de las ciudades mediterrneas hacia 1300: cambios internos y movilidad social, La mobilit sociale
nel medioevo: rappresentazioni, canali, protagonisti, metodi dindagine. La conjoncture de 1300 en
Mditerane occidentale 4, Roma, 2008, en prensa.

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Con independencia de sus orgenes, los ncleos urbanos de la Corona manifiestan desde la segunda mitad del siglo XII la cristalizacin de una elite de prohombres que se arroga la representacin del conjunto de la ciudad en determinadas circunstancias. La difusin del derecho romano proporciona a la ideologa
urbana de estos grupos dirigentes dos nociones claramente reconocibles: la de
universitas y la de res publica, comunidad poltica y bien pblico, que contribuyen a dotar a las ciudades de una personalidad jurdica y a las magistraturas que
las gobiernan de una autoridad ampliamente autnoma. La creacin de los regmenes consulares y de jurados en Catalua y Aragn, desde 1190, sanciona la
paulatina institucionalizacin de este poder urbano emergente. Entre 1208 y 1214,
la mayora de las ciudades, si no todas, consolidan magistraturas electivas bajo la
denominacin de jurados y pahers, que todava parecen poco emancipadas de los
amplios e informales consejos colectivos del estrato dirigente urbano, pero que se
hallan en el camino de hacerlo.81
Bastar, en este sentido, con recordar la activa presencia de Zaragoza, Huesca
y Jaca en la sublevacin contra el joven Jaime I, que extiende entre 1224 y 1227,
para constatar la vitalidad de estas ciudades en la antesala de la conquista de
Valencia, que cont con la participacin activa de las milicias urbanas catalanas y
aragonesas.82 En esta poca, la defensa de la paz y la persecucin de los malhechores se convirtieron en el argumento decisivo para posibilitar la creacin de
juntas o asociaciones de ciudades, a su vez experiencias determinantes a la hora
de gestar formas de solidaridad supralocales, identidades colectivas de las elites
urbanas e instituciones informales ligadas a la autodefensa y la tutela de valores
de clase muy caractersticos. Tal vez la primera ocasin en la que se manifiestan
estos rasgos sea en un acuerdo patrocinado por el rey que tiene lugar en 12361239, que se plasma en las constituciones de paz de las Cortes del primero de
estos aos, resueltas con la creacin de las juntas por el infante Fernando tres

81. M. T. IRANZO MUO y C. LALIENA CORBERA, El acceso al poder de una oligarqua


urbana: el concejo de Huesca (siglos XII y XIII), Aragn en la Edad Media, VI (Zaragoza, 1984), pp.
47-65; J. M. FONT RIUS, Orgenes del rgimen municipal de Catalua, en Estudios sobre els drets
i institucions locals en la Catalunya medieval, Barcelona, 1985, pp. 477-490 (ed. orig. Anuario de Historia del Derecho Espaol, 16 1945, pp. 389-529 y 17, 1946, pp. 229-585); PH. DAILEADER, The
Vanishing Consulates of Catalonia, Speculum, 74 (1999), pp. 65-94; a todo lo cual hay que aadir tres
estudios seminales: S. P. BENSCH, Barcelona i els seus dirigents, cit.; PH. DAILEADER, De vrais
citoyens. Violence, mmoire et identit dans la communaut mdivale de Perpignan, 1162-1397, Perpignan, 2004 (ed. orig. Leiden, Colonia y Boston, 2000); y M. T. IRANZO MUO, Elites polticas y
gobierno urbano, cit.
82. L. GONZLEZ ANTN, La revuelta de la nobleza aragonesa contra Jaime I en 1224-1227,
Homenaje Lacarra, Zaragoza, 1977, II, pp. 143-163.

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aos despus,83 y, sobre todo, en la unitatem, germanitatem et societatem sellada


en 1260 por los concejos de Zaragoza, Barbastro, Huesca, Jaca, Tarazona, Calatayud, Daroca y Teruel.84
La dcada de 1240 supuso un giro decisivo en la consolidacin de las estructuras de poder urbanas de los estados de la Corona, que se hicieron visiblemente
ms rgidas. El propio crecimiento interno, la reorganizacin de los sistemas de
derecho, las exigencias de la fiscalidad estatal y la intervencin real figuran entre
los mltiples factores que subyacen en este proceso. El aspecto que adopt fue el
de una serie de confirmaciones de las magistraturas de las principales ciudades
rubricadas a partir 1245. As, Valencia, Barcelona y Mallorca fueron provistas de
cartas que instituan gobiernos electivos basados en frmulas de cooptacin pura
para la designacin de sus miembros y una supervisin general mediante la persistencia, ahora institucionalizada, de amplios consejos consultivos.85 Desde los
aos inmediatos a 1260 y hasta el final de su reinado, Jaime I unific a escala de
la Corona la configuracin de las magistraturas urbanas mediante concesiones a
favor de Huesca, Lrida, Zaragoza, Perpin y Teruel adems de introducir cambios en Valencia y Barcelona, entre otras poblaciones de menor rango.86 Es evidente que las inciertas y nebulosas frmulas de poder de cnsules y jurados del
medio siglo anterior estaban dejando paso a regulaciones mucho ms precisas, en
consonancia con la necesidad de definir el derecho de participacin en los deberes y prebendas del gobierno local y con el imperativo de desarrollar una representacin social e institucional adecuada en el contexto del robustecimiento fiscal
y burocrtico de los aparatos estatales de la monarqua.
83. Cf. nota 26.
84. M. T. IRANZO MUO, Poltica municipal y vida pblica en Huesca. Documentos (12671527), Zaragoza, 2008.
85. Liber privilegiorum civitatis et regni Valencie. I. Jaume I (1236-1276), ed. de J. CORTS,
Valencia, 2001, n 20, pp. 126-127 (Valencia); J. M. FONT RIUS, Los orgenes del rgimen municipal, apndice, doc. 8 y 9 (Barcelona); HC. n 501 (Mallorca). Vf. P. ORT GOST, El Consell de Cent
durant lEdat Mitjana, en M. ROVIRA I SOL y S. RIERA I VIADER, El temps del Consell de Cent,
I. Lemergncia del municipi, segles XIII-XIV, monogrfico de Barcelona Quaderns dHistria, 4
(2001), pp. 21-48.
86. DMH. n 25 (Huesca); HC. n 1.420 (Lrida), vase tambin Els Costums de Lleida, Lrida,
sf. que recoge la compilacin de las Costumbres de la ciudad hecha por Guillem Botet en 1228, pp.
83-84 sobre la eleccin de cnsules; Liber privilegiorum civitatis et regni Valencie. I., n 78 y n 88
[1260.06.6], sobre los consejeros (Valencia); CDCZ. I, n 141 (Zaragoza); J. M. FONT RIUS, Orgenes del rgimen municipal, p. 496, y PH. DAILEADER, The Vanishing consulates, pp. 83-85,
con las referencias documentales (Perpignan); en Teruel, Jaime I aprueba en 1256 la forma acostumbrada de elegir jurados, lo que probablemente indica que en los aos anteriores haba reorganizado el
poder local: A. J. GARGALLO MOYA, El concejo de Teruel en la Edad Media, 1177-1327. III. La
articulacin del poder, Teruel, 1996, p. 783.

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La evolucin de estos regmenes experimenta una brusca aceleracin durante


el ltimo cuarto del siglo XIII, en exacta correlacin con la inflexin brutal de la
fiscalidad estatal fomentado por Pedro III. Y hay nexos directos entre ambos procesos. Las ordenanzas sobre la eleccin de cargos introducidas por este monarca
reflejan la necesidad de respetar la divisin de los ciudadanos en escalones fiscales. Si tradicionalmente haba lneas divisorias poco marcadas entre mayores y
menores, cives y populo, u otras similares, a partir de este momento la clasificacin por manos o por escalas remite a una jerarqua fiscal bien perfilada.
La aparicin de las asociaciones de artesanos, que comienzan a exhibir su potencial en estos entornos urbanos contribuye a favorecer esta nueva organizacin, que
no por ser ms sofisticada deja de ser significativamente cooptativa. El ciclo de
reformas abarca ciudades como Valencia, Huesca, Gerona, Mallorca, Castelln
de entre las que conocemos,87 con matices destacables que tienen que ver con el
empleo de las parroquias como circunscripciones electorales y con la precoz aparicin de los sorteos para aumentar la capacidad de estos gobiernos para redistribuir el honor, prestigio y poder que connotaban los cargos municipales entre los
individuos que formaban parte integrante de los grupos familiares dominantes sin
cambiar sustancialmente la composicin de stos.88 Aunque la diversidad de las
experiencias se incrementa en particular, por la mayor o menor integracin de
sectores concretos de los oficios artesanales, se puede resumir el elenco de transformaciones que tienen lugar en esta fase en tres puntos concretos: escalas de

87. L. ALANYA, Aureum opus regalium privilegiorum civitatis et regni Valentie, Valencia, 1972
(reed. facsmil de la de Valencia, 1515), p. 117 (Valencia, 1278; el propio Pedro III seala que hizo la
misma concesin a Murviedro/Sagunto, Jtiva, Alcira, Ganda y otros lugares del reino de Valencia);
ibid. pp. 118-121 (Valencia, 1283); DMH. n 38 (Huesca, 1278); C. GUILLER, Girona al segle XIV,
Barcelona, 1993, I, pp. 152-156 (Gerona, 1284); y P. CATEURA BENNASSER, Municipi i monarquia en la Mallorca dels segles XIII-XIV, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval,
13 (2000-2002), pp. 52-53 (Mallorca, 1287). Con ms detalles, A. SANTAMARA ARNDEZ, La
poltica municipal de Alfonso el Liberal en el Reino de Mallorca (1285-1291), en La ciudad hispnica durante los siglos XIII al XVI, II, Madrid, 1985, pp. 1.271-1.300. Para Castelln, cf. F. ROCA
TRAVER, Ordenaciones municipales de Castelln de la Plana durante la Edad Media, Valencia,
1952, p. 63. M. MORA GAUD, Ordinaciones de la ciudad de Zaragoza, Zaragoza, 1908, pp. 195199 (Zaragoza, 1293).
88. Dos ejemplos extraordinarios son los de Huesca y Zaragoza, ambos gobiernos reformados en
1311 para introducir el sorteo sobre la base de una seleccin previa de los candidatos: DMH. n 90
(Huesca); M. MORA GAUD, Ordinaciones de Zaragoza, pp. 203-207 y pp. 211-219. Analiza detalladamente este sistema M. T. IRANZO MUO, Elites polticas y gobierno urbano en Huesca, pp.
164-167. En Catalua se continan aplicando las frmulas basadas en las manos en localidades que
pueden ser calificadas de ciudades pequeas o grandes burgos: Cervera (1311), Balaguer (1311),
Trrega (1313), Manresa (1323). Cf. J. M. FONT RIUS, Orgenes del rgimen municipal, pp. 503509. En Perpignan, hacia 1312-1313, se modific el nmero de cnsules y la forma de eleccin, estrictamente cooptativa: PH. DAILEADER, Des vrais citoyens, pp. 154-155.

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riqueza, sorteos y espacializacin del poder, que suponen los factores principales
de este ciclo de cambios en los gobiernos urbanos.
Culminaba de esta manera una etapa secular en la que las ciudades dejaron de
ser el escenario de la actividad social de una pequea elite con un fuerte carcter
nobiliario y muy cercana a los reyes, Alfonso II y Pedro II, para erigirse en una
palestra donde se decida la hegemona social en el conjunto de la sociedad feudal de los estados de la Corona y, con ella, la distribucin del poder poltico. En
el ltimo tercio del siglo XIII es difcil que hubiera grandes mercaderes en la
Corona con fortunas comparables individualmente a los linajes nobiliarios aragoneses y catalanes, que estaban en la cspide de su expansin social aunque s,
desde luego, con muchas familias aristocrticas de segunda fila. Pero, como Jaime I les advirti a los nobles en 1264, el potencial de las ciudades aliadas con el
rey era muy superior al de cualquier faccin de la nobleza y eso las eriga en fiel
de la balanza del poder.89 Jaime lo saba bien porque haba experimentado en
varias ocasiones la fuerza de las ligas urbanas y era consciente del potencial militar de unas milicias ciudadanas adiestradas a combatir a caballo e imbuidas de una
cultura caballeresca. Y, por su parte, Pedro III comprob que los nobles catalanes
rebeldes de 1279-1280 tenan pocas posibilidades de desestabilizar a la Corona, al
contrario de la alianza entre ciudades y nobles aragoneses de 1283, cuyo potencial para colapsar la autoridad real fue crtico durante algunos meses.
Una cultura aristocratizante que, sin embargo, era slo una parte de un conjunto ideolgico ms vasto que se decantaba por valores asociados a la exigencia
de formar una comunidad poltica. Las ciudades de mediados del siglo XIII eran
un microcosmo del Estado. Para sentar definitivamente las bases de su poder, las
elites urbanas necesitaban coordinacin supralocal, estabilidad poltica y justicia
sobre bases legales uniformes, funciones que la estructura estatal encabezada por
Jaime I empezaba a asegurar en esos decenios. La exigencia de impuestos para
financiarlas oblig al magma de familias dominantes en las ciudades hacia 1200
a organizar una redistribucin fiscal interna, los repartos por sueldo y libra, que
se difunden desde los aos 1220 en Aragn y Catalua. Como no existe fiscalidad
sin consenso y menos todava cuando la estructura tributaria es poco progresiva,
como de hecho suceda en las ciudades catalano-aragonesas, la legitimacin de las
exacciones locales destinadas a pagar al rey provoc la institucionalizacin cre-

89. F. SOLDEVILA, ed. Les quatre grans croniques. I. Llibre dels feits, p. 417: De mes, que
havem totes les ciutats dArag e de Catalunya que seran contra vs, e de guerra saben tant con vosaltres, les dice a los nobles. A ttulo comparativo, cf. J. M. MAIRE VIGUEUR, Cavaliers et citoyens.
Guerre, conflits et socit dans lItalie communale, XII-XIII sicles, Paris, 2003, que describe la actuacin de milicias ciudadanas, similares en muchos aspectos a las de las urbes de la Corona de Aragn.

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ciente de unas magistraturas que, hasta 1245, haba podido mantenerse en un


cmodo limbo de indefinicin, con relevos cooptativos, pero que, desde entonces,
requirieron una forma organizativa y jurdica ms slida.
Justamente, el rey estaba en esa encrucijada, dispuesto a ratificar la legitimidad de las dominaciones de clase urbanas y a velar por los mecanismos que garantizasen una cierta participacin de las capas medias de las ciudades a cambio de
un dilogo creciente sobre un tema casi nico, los subsidios fiscales. Un dilogo,
conviene insistir, fructfero para la corona. Jaime I recibi una y otra vez permiso
para acuar moneda, cobrar bovajes, monedajes, subsidios y, sobre todo, consigui recaudar cotidianamente pechas y cuestias. Pero este dilogo tena efectos
probablemente no deseados por las elites urbanas, pero inevitables. En las ciudades de la Corona hubo conflictos importantes entre 1260 y 1300 que apenas entrevemos y sobre los cuales es imposible extendernos aqu, de tal modo que la intervencin real, a travs de los privilegios que reformaban los gobiernos locales,
constituy un arbitraje decisivo en el inestable reparto del poder urbano, que se
prolong hasta bien entrado el siglo XIV. Este arbitraje trajo como consecuencia
una decisiva captacin de una autoridad soberana para el rey y, en conjunto, los
aparatos de dominacin regios. Al exigir un cierto grado de redistribucin del
poder social en los espacios urbanos, por limitado que fuera, los reyes, de Pedro II
a Jaime II, fomentaron la idea de representacin poltica, segn la cual los participantes en las magistraturas y consejos de las ciudades incorporaban a la totalidad del conjunto social. El consenso imprescindible en estas circunstancias tena
que basarse lgicamente en los conceptos ya citados de bien comn y ciudadana
o pertenencia a un cuerpo poltico, que actuaban como un potente motor ideolgico de las dinmicas polticas internas pero tambin externas a las ciudades.
Finalmente, la sublevacin unionista aragonesa de 1283 cristaliz definitivamente esta perspectiva de la relacin entre el rey y sus sbditos. Al contraer Pedro
III la obligacin de consultar peridicamente a los diferentes estados de la Corona por mediacin de las Cortes, estaba reconociendo definitivamente y sin paliativos que cada uno de los reinos exista como un cuerpo poltico, fragmentado y
jerarquizado, pero sujeto de intereses comunes y capaz de manifestar cuando fuera convocado una voluntad o voluntades propias.90 De este modo, las asambleas de

90. Los documentos fundamentales son el Privilegio General de Aragn, ed. L. GONZLEZ
ANTN, Las Uniones, II, pp, 14-19, esp. p. 18; Cortes, pp. 140-153, esp. p. 147. Una clara expresin
de este reconocimiento en el apartado IX de estas constituciones catalanas, p. 145: Item statuimus
volumus et etiam ordinamus quod si nos vel successores nostri constitucionem aliquam generalem seu
statutum facere voluerimus in Catalonia, illam vel illud faciamus de approbacione et consensu prelatorum baronum militum et civium Catalonie vel ipsis vocatis maioris et sanioris partis eorumdem.

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LA METAMORFOSIS DEL ESTADO FEUDAL

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nobles, eclesisticos y prohombres de las ciudades que haban comenzado su


andadura poco ms de un siglo antes en Aragn y Catalua se transformaron en
sedes de parlamentos que reflejaban un nuevo modo de ejercer el poder, al que se
puede calificar de tardofeudal.

4. CONCLUSIN
Un magnfico artculo de Pietro Corrao en el Congreso de Historia de la Corona de Aragn celebrado en Valencia en 2004 propone una amplia reflexin sobre
la historiografa de esta realidad poltica medieval, profundamente aquejada de
prejuicios y minusvalorada en su desarrollo y efectos.91 Subraya algunas evidencias que, sin embargo, son sistemticamente desdeadas por los historiadores de
las tres ltimas dcadas: que la historia de la Corona se centra casi exclusivamente en los estados peninsulares y que cuesta mucho superar la visin de los territorios mediterrneos como algo ms que hitos en una imagen de conquista y comercio esencialmente romntica. Contra ambas tendencias, reclama una mayor
atencin a una flexibilidad y a un patrimonio de experiencias y soluciones de
gobierno sedimentados en la larga historia de un dominio plural desde tiempos
de Jaime II, un dominio que abarca a modo de crculos concntricos los dominios
hispnicos, las islas, Sicilia y Npoles.92 La insistencia en trazar la historia de cada
uno de los estados como si fueran estrictamente independientes, que distingue a
la investigacin histrica posfranquista, con un esfuerzo historiogrfico que se ha
dirigido sucesivamente hacia la naturaleza constitucional de la Corona, el rgimen
de gobierno de los reinos y, ms recientemente, la identidad colectiva de los estados que la integraban, conduce a situaciones historiogrficas sin salida, al olvidar
las relaciones estrechsimas existentes entre estas entidades polticas, la interaccin que se realizaba entre ellas, la dimensin supralocal de la accin de la corona.93 Corrao distingue elementos de diversidad que los soberanos no intentaron
reducir nunca: el mantenimiento de estructuras polticas con largas tradiciones
anteriores, como las de Sicilia o Npoles, la persistencia de elites dirigentes regionales que no excluye la circulacin e integracin de nobles y comerciantes, y,
por ltimo, la aplicacin de principios dinsticos con divisiones, a veces forzadas
por las circunstancias, sin que cediera la coordinacin de esfuerzos, por ejemplo,
en las polticas antiangevinas. Pero estos fenmenos nunca impidieron que se pro91. P. CORRAO, Stati regionali e apparati burocratici nella Corona dAragona (secc. XIV e
XV), XVIII Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Valencia, 2005, I, pp. 99-143.
92. P. CORRAO, Stati regionali, p. 103.
93. P. CORRAO, Stati regionali, p. 105.

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dujera una adhesin general de las elites nacionales al principio de unidad de la


Corona, jams desmentido con pretensiones de ruptura, ni siquiera en los momentos ms crticos. Y detecta tambin algunos factores de cohesin ligados a la
dinasta y a los aparatos de poder: la cancillera, la propaganda real, los burcratas que desde el centro de la monarqua extienden capilarmente su accin a todos
los territorios y que se reclutan entre las capas medias y altas de la nobleza, los
juristas y los mercaderes, junto con la propia corte real, ncleo donde confluyen
los grupos de presin de toda la Corona.
Este trabajo est concebido desde esta misma perspectiva, en la conviccin de
que, sin perjuicio de la evolucin de identidades cada vez mejor establecidas en
cada una de las sociedades y estados, la comprensin de la dinmica poltica de
todos ellos es inalcanzable sin tener en consideracin a los restantes y al conjunto, la Corona, que tiene una autonoma propia. Una Corona que debe ser entendida en los dos sentidos de la expresin: la reunin de los estados peninsulares y
mediterrneos, por una parte, y el conjunto de las instituciones de poder que se
articulan alrededor de los soberanos. En l, he intentado mostrar de una forma
bastante abstracta y con relativamente pocas concesiones a los detalles concretos
cmo las sociedades polticas aristocrticas del siglo XII evolucionan hacia
estructuras organizativas de carcter burocrtico que preludian el estado moderno. Desde esta perspectiva, creo que se puede afirmar que la justicia basada en la
ley, la fiscalidad general y la representacin forjada sobre los modelos urbanos
son los tres campos fundamentales en los que se dilucid durante el siglo XIII la
metamorfosis del Estado feudal.

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LOS EJRCITOS DEL REY EN LA CORONA


DE ARAGN (SIGLOS XIV-XV)
JORGE SIZ SERRANO1
I.E.S. Tirant lo Blanc. Torrent

INTRODUCCIN
No cabe duda que la historia militar ha mejorado su rostro en la prctica historiogrfica reciente. Relegada al olvido la vieja historia militar de grandes personajes, batallas y glorias patrias, hoy en da preocupa una historia social de la
guerra y los ejrcitos que aborda cuestiones tan amplias como la organizacin
social y poltica en torno a la guerra o la dimensin socio-econmica y tecnolgica de la prctica blica. El medievalismo europeo, primero el anglosajn pero
cada vez ms tambin en mbito mediterrneo, reivindica el peso de las relaciones entre guerra, estado y sociedad como clave explicativa del cambio social. Ya
parece que se otorga el debido peso a las transformaciones militares ocurridas en
la Baja Edad Media como antecedente de la Revolucin Militar de la Edad
Moderna y como origen de las estructuras poltico-militares del estado moderno
o de Antiguo Rgimen.2
La disponibilidad de estudios generales sobre ejrcitos y organizacin militar
de diferentes territorios europeos (Inglaterra, Francia, Italia, Castilla, Navarra,

1. Doctor en Historia Medieval por la Universitat de Valncia, profesor del IES Tirant Lo Blanc
de Torrent (Valencia)
2. Sobre la revolucin militar medieval y el debate abierto en el medievalismo anglosajn vase: A. AYTON, J.L. PRYCE, The Military Revolution from a Medieval Perspective, Id. The Medieval Military Revolution. State, Society and Military Change in Medieval and Early Modern Europe,
Londres-Nueva York, 1995, pp. 1-22; M. PRESTWICH, Armies and Warfare in the Middle Ages. The
English Experience, New Haven Londres, 1996, pp. 334-346. Una reciente y til sntesis de la revolucin militar moderna en: F. ANDJAR, Ejrcitos y militares en la Europa moderna, Madrid, 1999,
pp. 15-38.

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Portugal)3 contrasta con la escasa atencin que ha merecido este mbito de investigacin en la Corona de Aragn.4 Y ello a pesar de la abrumadora variedad de

3. Entre ellas, slo por citar slo algunas obras generales, de sntesis o recientes, sealar las
siguientes. Para Inglaterra: M. PRESTWICH, Armies and Warfare in the Middle Agescit.; A.
CURRY, M. HUGUES (dir.), Arms, Armies and Fortifications in the Hundred Years War, Woodbridge,
1994; Francia: Ph. CONTAMINE, Guerre, tat et socit la fin du Moyen ge. tudes sur les armes des rois de France, 1337-1494, Pars-La Haya, 1972; Id. (dir.), Histoire militare de la France. I. Des
orgines a 1714, Pars, 1992; Italia; A. SETTIA, Comuni in guerra. Armi ed eserciti nellItalia delle
cit, Bolonia, 1994; M. MALLETT, Signori e mercenari. La guerra nellItalia del Rinascimento,
Bolonia, 1984; M. DEL TREPPO (ed.), Condottieri e uomini darme nellItalia del Rinascimento,
Npoles, 2001; P. GRILLO, Cavalieri e popoli in armi. Le istituzioni militari nellItalia medievale,
Roma-Bari, 2008; Castilla: M. A. LADERO QUESADA, La organizacin militar de la Corona de
Castilla durante los siglos XIV y XV, La incorporacin de Granada a la Corona de Castilla, Granada, 1993, pp. 195-227; Id. Formacin y funcionamiento de las huestes reales en Castilla durante el
siglo XV, La organizacin militar en los siglos XIV y XV. Actas de las II Jornadas Nacionales de Historia Militar, Mlaga, 1993, pp. 161-172; Id. Recursos militares y guerras de los Reyes Catlicos,
Conquistar y defender. Los recursos militares en la Edad Media Hispnica. Revista de Historia Militar, n extraordinario, (2001), pp. 383-420; F. GARCA FITZ, Las guerras de cada da. En la Castilla del siglo XIV, Edad Media. Revista de Historia, 8, 2007, pp. 145-181; Navarra: J. A.
FERNNDEZ DE LARREA, Guerra y sociedad en Navarra durante la Edad Media, Bilbao, 1992;
Portugal: J. G. GOUVEIRA MONTEIRO, A guerra em Portogal nos finais da Idade Media, Lisboa,
1998. M-J. BARROCA, L. M. DUARTE, J. G. MONTEIRO, Nova Historia Militar de Portugal, I, Lisboa, 2003. Para una visin general de los ejrcitos y la organizacin militar bajomedieval remito a las
siguientes sntesis generales, con abundante bibliografa: Ph. CONTAMINE, La guerre au Moyen ge,
Pars, 2003 (6 ed. con actualizacin bibliogrfica); J. A. FERNNDEZ DE LARREA, Guerra y
sociedad en Europa occidental durante la Baja Edad Media (siglos XIII-XV), en A. Vaca (ed.), La
guerra en la Historia. Dcimas Jornadas de Estudios Histricos, Salamanca, 1999, pp. 45-94; F.
GARCA FITZ, Ejrcitos y actividades guerreras en la Edad Media europea, Madrid, 1998; ID. La
composicin de los ejrcitos medievales, en J. I. De la Iglesia (coord.), La guerra en la Edad Media.
XVII Semana de Estudios Medievales, Logroo, 2007, pp. 85-146; M. A. LADERO QUESADA,
Guerra y paz: teora y prctica en Europa occidental. 1280-1480, XXXI Semana de Estudios Medievales: Guerra y diplomacia en Europa occidental, 1280-1480, Pamplona, 2005, pp. 21-67; M. KEEN,
(ed.), Historia de la guerra en la edad media, Madrid, 2005 (ed. orig. 1999).
4. Excepto recientes estudios, predominan trabajos para diferentes espacios polticos o sobre ejrcitos bajomedievales, entre los que destacara: M T. FERRER I MALLOL, Organitzaci i defensa
dun territori fronterer. La governaci dOriola en el segle XIV, Barcelona, 1990; Id. La organizacin
militar de Catalua en la Edad Media, Conquistar y defender. Los recursos militares en la Edad
Media Hispnica. Revista de Historia Militar, n extraordinario, 2001, pp. 119-222; Id. Entre la paz y
la guerra. La corona catalana-aragonesa y Castilla en la baja edad media, Barcelona, 2005; F. X.
HERNNDEZ, Histria militar de Catalunya. Vol II. Temps de conquesta. Aproximaci didctica,
Barcelona, 2003; J. SIZ, La caballera de Alfonso el Magnnimo en la expedicin mediterrnea de
1432. Reclutamiento y estructura de tropas en los ejrcitos reales de la Corona de Aragn, Saitabi,
volum extraordinari, 1996, pp. 23-64; Id. Del amprament al acorriment. La movilizacin de tropas
de caballera en los ejrcitos de Alfonso el Magnnimo (1420-1432), El Mediterrneo: hechos de
relevancia histrico-militar y sus repercusiones en Espaa. V Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, 1998, pp. 329-352; Id. Guerra y nobleza en la Corona de Aragn. La caballera en los ejrcitos del rey (siglos XIV-XV), Valencia, tesis doctoral, 2003; Id. La organizacin militar en la expansin mediterrnea de la Corona de Aragn, siglos XIV y XV, en R. Narbona (ed.) XVIII Congrs

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LOS EJRCITOS DEL REY EN LA CORONA DE ARAGN (SIGLOS XIV-XV)

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fuentes disponibles, sobre todo para los siglos XIV y XV (fondos administrativos
y financieros de la monarqua, por ejemplo, a parte de las crnicas). En la presente
ponencia pretendo modestamente partir de una investigacin en curso (guerra,
estado y nobleza en la Corona de Aragn) y presentar hiptesis de trabajo que
debern estimular futuros estudios.
De hecho, la Corona de Aragn conoci entre los siglos XIV y XV una transformacin en sus estructuras militares (en los sistemas de reclutamiento y administracin militar, en la profesionalidad y continuidad de servicio de tropas) muy
similar a la de los estados europeos ms evolucionados al respecto, los reinos de
Inglaterra y Francia y las ciudades y principados italianos. En los ejrcitos del rey
de Aragn acabaron predominando los contratos de servicio voluntario a sueldo y
una administracin militar centralizada en la Casa Real. Al mismo tiempo aparecieron fuerzas permanentes combinando la clientela militar del monarca (gente de
armas liderada por nobles cortesanos o pensionados en la Casa Real) con la regularizacin de compaas contratadas.
El grueso de esos cambios se gest y se consolid en guerras exteriores en el
escenario mediterrneo (Sicilia, Cerdea, Npoles): en cierta medida son episodios del largo conflicto entre los reyes de Aragn y la dinasta Anjou aliada con
Francia, el papado y Gnova, con la disputa por el trono de Sicilia como teln de
fondo, que ha sido etiquetado como Guerra de los Doscientos Aos.5 Los frentes militares de la Corona de Aragn en la pennsula ibrica, hasta el primer tercio del XIV con el reino de Granada y durante toda esa centuria y parte del Cuatrocientos, con Castilla, en una intermitente y dura rivalidad por la hegemona
peninsular y el control del sur valenciano, siempre fueron subsidiarios respecto a
los mediterrneos en el origen de los cambios militares.
El dinamismo en las estructuras militares fue capitalizado por los ejrcitos
del rey desplegados en conflictos exteriores mediterrneos. Y al respecto conviene no olvidar que en el modelo poltico y militar de la Corona de Aragn, gestadHistria de la Corona dArag. La Mediterrnia de la Corona dArag, segles XIII-XVI & VII Centenari de la Sentncia Arbitral de Torrella, 1304-2004, vol. I, Valencia, 2005, pp. 737-764; Id. Caballeros del rey. Guerra y nobleza en el reinado de Alfonso el Magnnimo, Valencia, 2008; Id. Formacin de un ejrcito permanente en el siglo XV: la caballera de Alfonso el Magnnimo, Medievalismo.
Boletn de la Sociedad Espaola de Estudios Medievales, 17 (en prensa); Id. La poltica militar de
Alfonso el Magnnimo: guerra y nobleza, Actes del Congrs 550 Aniversari Alfons el Magnnim,
1394-1458, Valencia 2008, (en prensa); J. A. SESMA, Guerra, ejrcito y sociedad en los reinos de
Aragn y Navarra durante la Edad Media, Historia militar: mtodos y recursos de investigacin.
Revista de Historia Militar, n extraordinario, 2002, pp. 15-47.
5. D. ABULAFIA, The Western Mediterranean Kingdoms, 1200-1500. The Struggle for Dominion,
Londres-Nueva York, 1996.

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do precisamente al calor de las guerras mediterrneas, emergi una dualidad


entre ejrcitos del rey, fuerzas reclutadas directamente por el monarca, con recursos propios y a su libre disposicin, y ejrcitos o milicias de los reinos y principados de la Corona, fuerzas movilizadas y pagadas por la sociedad poltica de
esos reinos con restricciones de servicio exterior. Se trataba de una dualidad
paralela a la propia contraposicin entre hacienda del rey y haciendas de los reinos, o a la ya existente entre estructuras militares ofensivas y defensivas. Los
reyes de Aragn, a diferencia de los monarcas de Castilla o de Francia, perdieron
durante el siglo XIV la autonoma para movilizar libremente el potencial militar
de sus reinos, vinculado a las oligarquas nobiliaria, eclesistica y urbana; acabaron as dependiendo militar y financieramente de los reinos y sus asambleas
representativas (Cortes y Diputaciones Generales), encargadas de gestionar la
fiscalidad estatal, los nuevos impuestos pblicos, y de decidir el destino de la
contribucin militar al monarca, priorizndose el despliegue en contextos defensivos. Para conflictos exteriores, el rey de Aragn deba negociar con las oligarquas de sus reinos si quera movilizar el grueso del potencial militar de stos.
Slo dispona libremente de las fuerzas directamente vinculadas a su persona, a
travs de obligaciones clientelares, o de aquellas que contratase con recursos al
margen de la negociacin poltica (patrimonio real, crdito pblico, impuestos
pblicos en reinos sin control estamental). Por tanto los ejrcitos del rey no siempre coincidieron con las milicias o ejrcitos de los reinos y principados. Pero fueron ejrcitos del rey desplegados en conflictos exteriores los que protagonizaron
las transformaciones ms relevantes.
Una buena forma de calibrar el alcance de los cambios acaecidos en los ejrcitos de la monarqua es perfilar ejrcitos tipo del rey de Aragn en dos momentos concretos que pueden representar el punto de salida y el punto de llegada del
conjunto de transformaciones: por una parte el ltimo tercio del siglo XIII, a finales del reinado de Jaime I e inicios del de su hijo Pedro III; por otra parte, en los
aos 40 del siglo XV en el reinado de Alfonso V. En la presente ponencia parto de
esa comparacin de ejrcitos del rey a fines del Doscientos y a mediados del Cuatrocientos para analizar, despus, de una manera ms sistemtica el poder militar
del rey en la Corona de Aragn. Inicialmente tras una estimacin de sus efectivos
(fuerzas terrestres y navales) en relacin con los de sus principales rivales mediterrneos y peninsulares, abordo someramente la composicin de sus ejrcitos
(caballera, infantera y tiradores, etc.) intentando recalcar cules podran ser los
puntos fuertes de la capacidad militar del rey de Aragn en el contexto europeo.
A continuacin examino los cambios ms relevantes en las estructuras militares:
por un lado el dinamismo de su organizacin militar (modelo de reclutamiento,
mando y administracin) y por otro lado la gnesis de fuerzas permanentes.

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1. LAS TRANSFORMACIONES MILITARES:


DE FEUDOS RENTA A SOLDADAS, DE EJRCITOS
OCASIONALES A FUERZAS PERMANENTES
Situmonos para comenzar entre los aos 70 y 80 del Doscientos, en el poder
militar que puede movilizar Jaime I o su hijo Pedro III.6 Por entonces el rey de
Aragn no dispone de una fuerza permanente, profesional y remunerada por la
tesorera regia. No tiene tropas estables ms all de los reducidos contingentes que
pueda vincular a la Casa Real (caballeros o almogvares retenidos peridicamente en la domus regia con una quitaci o salario) as como de las guarniciones de
la red castral del monarca, una casi invisible y dispersa fuerza de naturaleza esencialmente defensiva. Carece tambin de recursos financieros propios y suficientes (impuestos pblicos) para movilizar un ejrcito durante varios meses. Slo tiene sus rentas patrimoniales o la ayuda que de forma extraordinaria pueda reclamar
a sus reinos. El potencial que puede reunir con todo ello tambin vara segn opere en contextos defensivos (en la frontera de sus reinos ante incursiones granadinas, en rebeliones baroniales, etc.) o en ofensivos (en expediciones exteriores a
frentes mediterrneos o peninsulares)
Veamos inicialmente conflictos de naturaleza defensiva, como por ejemplo, la
revuelta musulmana valenciana de 1276 o la rebelin de la nobleza catalana de
1280. El rey recurre al servicio obligatorio de sus feudatarios, nobles y caballeros
dotados de feudos-renta o feudos de bolsa, caballeras/cavalleries quienes le sirven gratuitamente al menos un mes con comitivas de caballera pesada (cavalls
armats) segn las cavalleries percibidas; pero tambin realiza convocatorias de
movilizacin general defensiva (hueste y cabalgada, host e cavalcada en los reinos de Aragn y Valencia, usatge princeps namque en Catalua) que dan lugar a
milicias urbanas, de infantera (peones, lanceros, ballesteros) y de caballera ligera (cavalls alforrats). El coste de la movilizacin corre a cargo de los convocados
mientras sirvan en sus territorios y en la defensa del reino. Con todo, algunos
nobles y caballeros aunque no percibiesen una soldada o sou por su servicio

6. Sobre el ejrcito del rey de Aragn en ese periodo, a falta de monografas al respecto, sigue
resultando imprescindible la informacin cronstica (Jaime I y Bernat Desclot): Les quatre grans crniques, Soldevila, Ferran (ed.) Barcelona, 1971. Con todo, variadas referencias pueden seguirse en: J.
N. HILLGARTH, El problema dun imperi mediterrani catal, 1229-1327, Palma de Mallorca, 1984;
D. J. KAGAY, Army mobilization, royal administration, and the realm in thirteenth-century Crown of
Aragon, en P. E Chevedeen, D.J. Kagay, P. G. Padilla (eds.), Iberia and the Mediterranean World of
the Middle Ages. Essays in Honor of Robert I. Burns S. J., Leiden, Brill, vol. 2, 1996, pp. 95-114; F.
X. HERNNDEZ, Histria militar de Catalunya, cit; M T. FERRER I MALLOL, La organizacin militar de Catalua, cit; J. A. SESMA, Guerra, ejrcito y sociedad en los reinos de Aragn,
cit; J. SIZ, Guerra y nobleza en la Corona de Aragn, cit.

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armado, s podran obtener provisiones en moneda o en especie (vituallas) para el


abastecimiento de los combatientes a su cargo. Con esos mecanismos de reclutamiento y dependiendo del conflicto, el rey podra reunir fuerzas mximas de 5001.000 caballos y 1.000-2.000 peones al menos durante uno o dos meses, un ejrcito bsicamente de naturaleza ocasional ya que se desmovilizara al final de las
operaciones.
Por el contrario a la hora de acometer una expedicin exterior, como la Cruzada de 1269 o la expedicin al norte de frica de 1282, la monarqua despliega
otros medios que anuncian nuevos tiempos. En principio, no puede contar con el
dbito de sus feudatarios ni con la movilizacin armada de habitantes de villas y
ciudades reales, dadas las restricciones espaciales y temporales que imponen
ambos servicios obligatorios. El rey necesita tropas (de caballera pesada y ligera
y de infantera almogvares, peones, ballesteros, etc.) que le sirvan voluntariamente sea mediando una retribucin monetaria sea gratuitamente con la expectativa de beneficios en forma de botn. Y para asumir el coste de reclutar tropas
pagando una soldada el rey necesita ir ms all de su patrimonio real: debe acudir
a crditos o negociar donativos a las Cortes de sus reinos cobrados en forma de
impuestos extraordinarios (bovatge, morabat, sises), embrin de la futura fiscalidad estatal. As la monarqua convocar a nobles y caballeros con compromisos
de servicio voluntario y asalariado por los que asegurar a los participantes avituallamiento, indemnizacin por prdida de monturas y un pago avanzado (acorriment de moneda) para la preparacin de sus comitivas.7 Para los contingentes
de infantera ligera (almogvares) la posibilidad de botn y ganancias sera el
mejor acicate para enrolarlos aunque tambin podra mediar una retribucin
monetaria anticipada. Por esos aos y con esos medios se estaban dando los primeros pasos del reclutamiento voluntario a sueldo. Con ese sistema, podan reunirse tambin ejrcitos ocasionales con un servicio asegurado al menos para dos
o tres meses y con posibilidades de prorrogarlo merced a lo obtenido en campaa
(saqueo y botn): esos son los casos del contingente de cerca de 500 (440) cavalls
armats (unos 800-1.000 caballos) de la cruzada catalana de 1269 a Tierra Santa
(Acre) a cargo del infante Ferran; o el del ejrcito de la expedicin tunecina de
Pedro III en 1282 que acabara en Sicilia, ms de 1.000 caballeros y varios miles
de infantes, buena parte de ellos almogvares. De esas fuerzas, es probable que
difcilmente llegasen al medio centenar los combatientes a caballo con disponibilidad de servicio estable al dirigirlos la clientela regia, los nobles y caballeros vinculados a la Casa Real.

7. J. SIZ, Guerra y nobleza en la Corona de Aragn, cit, p. 64-65.

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LOS EJRCITOS DEL REY EN LA CORONA DE ARAGN (SIGLOS XIV-XV)

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El ejrcito del rey de Aragn es notablemente diferente en los aos 40 del Cuatrocientos en tiempos de Alfonso V el Magnnimo.8 A pesar de haber conquistado Npoles en 1442, el Magnnimo contina liderando sus tropas personalmente
hasta 1448 en escenarios italianos, en el interior del reino napolitano (sofocando
revueltas baroniales) o en el tablero poltico centro-italiano (obteniendo puntos
fortificados en la costa toscana). Hacia mediados de los aos 40, la continuidad
de la guerra, las ms de dos dcadas de conflictos, y la capacidad financiera autnoma del monarca (redes de mercaderes-banqueros, crdito pblico, operaciones
comerciales especulativas del propio monarca, impuesto permanente napolitano,
subsidios clericales, etc.) le han permitido mantener y organizar un ejrcito estable. Unas fuerzas surgidas de la reorganizacin de su clientela militar y de la
seleccin de combatientes contratados. Sus tropas no se movilizan para campaas
ocasionales sino que permanecen en servicio continuo con contratos militares (de
acorriment, o condotte): stos se activan anualmente con pagos avanzados de soldada (acorriment e imprestanza) que retribuyen el semestre de operaciones y se
complementan con pequeos abonos de mantenimiento al finalizar las mismas.
Del nutrido ejrcito a su cargo (entre 6.000 - 8.000 hombres), ms de la mitad de
combatientes no los aportan grandes condottieri o capitanes mercenarios locales
a sueldo sino que son un ejrcito propio del rey (de 3.000 a 4.000 hombres). Un
ejrcito conformado por dos conjuntos: por un lado combatientes vinculados a la
Casa Real, de caballera pesada (unas 600 lanzas, 1.800 caballos), a cargo de
nobles cortesanos y hmens darmes de casa del senyor rey, pero tambin de
infantera (unos 1.250 entre ballesteros, infantera ligera y espingarderos); por
otro lado, un contingente variable de caballera pesada (de 500 a 1.000 lanzas)
organizado en pequeas comitivas a cargo tanto de hombres de armas locales
reclutados mayoritariamente en territorio napolitano al margen de condottieri
como de una baja nobleza (caballeros, escuderos y donceles) de origen ibrico. Un
ejrcito que, a su vez, presenta estructuras ms o menos uniformes de encuadramiento y mando al estar subdividido en esquadres de dimensiones parecidas a cargo de capitanes nombrados por el monarca (nobles cortesanos).
Como se aprecia, entre los reinados de Pedro III y Alfonso V ha ocurrido un
cambio cuantitativo y cualitativo en las estructuras militares de la Corona de Aragn, al menos por lo que hace referencia a los ejrcitos de la monarqua: los efectivos han aumentado y se han profesionalizado, han pasado de movilizarse con
feudos de bolsa a un mayoritario reclutamiento asoldado y de articular ejrcitos
ocasionales a constituir fuerzas permanentes. Una transformacin que tambin

8. Remito al respecto a: Id. Caballeros del rey, cit, pp. 124-138.

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vemos en otros ejemplos europeos y que merece la pena centrarnos a examinar.


Pero antes intentar una estimacin cuantitativa y cualitativa del poder militar del
rey de Aragn en el contexto europeo.

2. EFECTIVOS Y COMPOSICIN: LA CAPACIDAD MILITAR


DEL REY DE ARAGN EN EL CONTEXTO EUROPEO
Cualquier cuantificacin de ejrcitos o armadas en la baja edad media ha de
reconocer que siempre ser parcial e incompleta dadas las limitaciones de las
fuentes. Las referencias cualitativas de las crnicas son tiles pero pueden recoger intencionadas distorsiones. En ocasiones no siempre van a encontrar reflejo en
los registros que generan los estados monrquicos a la hora de la movilizacin y
reclutamiento de tropas y escuadras. E incluso la propia transformacin en los sistemas de reclutamiento hace que dispongamos de una imagen ms completa de los
efectivos desplegados conforme se generaliza el servicio a sueldo y su reflejo en
fondos financieros y administrativos de la monarqua. Eso s, siempre que los historiadores se hayan ocupado del tema ya que a diferencia de los reyes de Inglaterra, Francia, Castilla o incluso los prncipes y condottieri italianos, disponemos de
escasos estudios cuantitativos del potencial militar del rey de Aragn. Por tanto,
las cifras que ahora ofrecer disponen de un mayor apoyo documental para el siglo
XV, ms abordado (marco de mi tesis doctoral) que para el siglo XIV (periodo
crucial que demanda mayores estudios).
Reconociendo esas limitaciones, con todo, es necesario situar los efectivos del
rey de Aragn al lado de los de otros monarcas y prncipes bajomedievales. Especialmente compararlos con sus principales competidores en el escenario mediterrneo (el eje franco-romano-angevino Francia, los Anjou y el papado, Gnova
y Pisa) e ibrico (Castilla), pero tambin con otros estados de mayores recursos
(Inglaterra, Borgoa).
Para realizar esta estimacin, a partir de la informacin cronstica y los estudios disponibles hasta el momento, he seleccionado los escenarios mejor documentados entre los siglos XIV y XV. Ello me permite recoger la evolucin de los
efectivos militares de la Corona de Aragn en 15 catas (desde guerras a campaas
concretas), entre la conquista de Cerdea por el infante Alfonso en 1323 y las
campaas centro-italianas de Alfonso el Magnnimo de 1446-1448. Para cada uno
de esas guerras u operaciones he indicado las fuerzas que puede documentarse
que moviliz el rey o miembros de la familia real en tropas de caballera, de infantera y en escuadras de galeras. Los resultados que obtengo se pueden apreciar en
la presente TABLA y merecen una cuidada interpretacin.

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Tabla. El potencial militar del rey en la Corona de Aragn (siglos XIV-XV)9


Reinado

Ao

Guerra o campaa

Caballera

Jaime II

1323

Conquista de Cerdea 1.000 cavalls armats


(infante Alfonso)
(2.000/3.000 caballos)
100 alforrats

Alfonso IV

1329

Proyecto de Cruzada
a Almera

1.000 cavalls armats


y 500 alforrats
(3.250 caballos)

Pedro IV

1343

Reintegracin del
reino de Mallorca,
Rosell, Cerdanya

1.700 caballos

Pedro IV

13511352

Guerra con Gnova

Pedro IV

13531354

Expedicin a Cerdea 1.000 cavalls armats


y guerra con Gnova (2.000/3.000 caballos)
/ 500 alforrats

Gran n de infantes:
ballesteros, etc.

45 galeras

Pedro IV

1357,
1364

Guerra con Castilla

1.500/2.000 infantes

Juan I

1392

Reintegracin de Sicilia 2.000 hmens


(infante Martn)
darmes

Martn I

1409

Expedicin a Cerdea 1.000/1.500 lanzas


(Martn el Joven)
(3.000 caballos)

4.000 infantes

10-15
galeras

Alfonso V

1420

Expedicin a Cerdea 4.000 caballos


y Crcega

1.500 ballesteros

24-30
galeras

Alfonso V

1421

1 incursin napolitana 5.000 caballos

1.000 infantes

Alfonso V

1425

Presin a Castilla

4.000 caballos

500 infantes

Alfonso V

14291430

Guerra de Castilla:
verano de 1429

2.500/ 1.500 caballos

2.000 infantes,
ballesteros, lanceros

Alfonso V

1432

Armada al norte de
frica y a Npoles

2.000 entre hmens


darmes y pillards

1.000 ballesteros

Alfonso V

14411442

Conquista final de
Npoles

5.500 /6.250 caballos


(1.800 / 2000 lanzas)

1.600/2.800 infantes

Alfonso V

14461448

Expedicin
centro-italiana

7.600 caballos
(2.500 lanzas)

2.000 infantes

3.000 caballos

Infantera

Galeras

5.000 infantes: 2.000


ballesteros y 3.000
escudados (lanceros)

53 galeras

4.000 infantes

22 galeras

24 galeras

21 galeras

27 galeras

9. Las cifras ofrecidas son de elaboracin propia a partir de informacin cronstica y la existente en
estudios al respecto: Les quatre grans crniques, cit; P. TOMIC, Historias e conquestas dels excelentissims e catholics reys dArag e de lurs antecessors, los comtes de Barcelona, Valencia, 1970; J.
ZURITA, Anales de Aragn, libros IX-XV, A. Canellas, (ed.), vols. 4-5 Zaragoza, 1974; M T. FERRER
I MALLOL, La organizacin militar de Catalua en la Edad Media, cit; J. N. HILLGARTH, El problema dun imperi mediterrani, cit; J. SIZ, Guerra y nobleza en la Corona de Aragncit.

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Para una mejor interpretacin de los datos de la Tabla y su posterior comparacin con otros ejrcitos europeos, conviene detenerse en la terminologa y composicin de efectivos en ejrcitos del rey de Aragn recogida en las fuentes, tanto
para caballera como infantera.
Entre los siglos XIV y XV las tropas de caballera pesada y ligera han dejado
su reflejo en crnicas y registros documentales con una terminologa variada
(cavalls armats y alforrats, lanzas, bacinets, hmens darmes, etc.) que resulta
complejo reducir en una simple cifra de caballos o de combatientes a caballo.
Aunque faltan en este mbito estudios concretos, se pueden extraer unas evidencias documentadas.10 Durante el Trescientos en unidades de caballera pesada predomina hasta los aos 60 la referencia al cavall armat, integrado por 2-3 caballos,
el combatiente pesadamente armado con su montura de guerra y uno o dos caballos comunes a cargo de escuderos, cifra que oscil a la baja; pero desde los aos
70-80 de ese siglo se difunden ms los trminos lanza y bacinet indicativos de una
unidad de caballera pesada dotada de dos caballos, generalizndose en el siglo
XV la lanza de 3 caballos: el hombre de armas con caballo de guerra y otras dos
monturas a cargo de un combatiente auxiliar o pillard y un servidor o paje. Por su
parte, la unidad de caballera ligera durante todo el siglo XIV aparece en las fuentes como cavall alforrat, equivalente a un combatiente armado a la gineta con una
nica montura, trmino ste (armat a la gineta o genets) que se hace comn para
las menores fuerzas de caballera ligera presentes en el XV.
Respecto a las tropas de infantera las fuentes dejan clara constancia de su diversidad: tiradores (ballesters), infantera pesada (peons o servents, escudats, lancers)
e infantera ligera (almogvers). Ahora bien hasta fines del Trescientos o el propio
Cuatrocientos no siempre constan referencias explcitas de unidades de infantes que
permitan su cuantificacin precisa. Ello es debido, en cierta medida, a la lenta generalizacin del servicio a sueldo de infantes en los ejrcitos del rey as como a la
mediacin de ciudades y villas en el reclutamiento de estos efectivos, dejando por
tanto un desigual reflejo documental en los registros de la monarqua.
Al analizar los datos de la tabla es conveniente diferenciar dos marcos de
observacin, por un lado el potencial de los reyes del casal de Aragn y por otro,
el mejor documentado del Trastmara Alfonso el Magnnimo. En el primer caso,
entre 1323 y 1409, la informacin disponible permite establecer una media de
efectivos asoldados de 2.000/2.500 caballos (con algo ms del millar de hombres

10. Vase al respecto: M T. FERRER I MALLOL, La organizacin militar de Catalua, cit,


pp. 169-170; J. SIZ, Guerra y nobleza, cit, pp. 282-284; Id. La organizacin militar en la expansin mediterrnea, cit, p. 757.

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de armas cavalls armats, lanzas, bacinets) y alrededor de 3.000/4.000 infantes


(incluyendo ballesteros, lanceros, almogvares). Las cifras mximas (3.000 caballos, con unos 1.500/2000 hombres de armas) se alcanzan en contextos defensivos
(guerra con Castilla) o en operaciones en Cerdea, contando la monarqua en
ambos casos con la contribucin financiera de asambleas representativas de sus
reinos (Cortes y Diputaciones del General). Por su parte, en fuerzas navales, centrndonos slo en las principales embarcaciones de guerra, las galeras, las escuadras catalano-aragonesas durante el siglo XIV disponen de una media de 20/25
galeras; slo en las mayores expediciones en el frente de Cerdea, en la conquista de la isla y en las luchas contra sus rebeldes ayudados por Gnova, donde la
colaboracin entre la sociedad poltica catalana y la monarqua fue muy intensa,
se lleg a reunir flotas mximas de 40-50 galeras.
En el segundo marco de observacin, las guerras Alfonso el Magnnimo, el
monarca Trastmara con mayor proyeccin militar, documento en fuerzas terrestres una media de tropas asoldadas para campaas organizadas desde territorio
peninsular (1425, 1429-30, 1432) que iguala, al menos en caballera, los mximos
de los reyes de Aragn entre el primer tercio del Trescientos e inicios del Cuatrocientos, unos 2.500/3.000 caballos y 1.000/1.500 infantes. Ahora bien, en sus operaciones italianas (antes y despus de la conquista de Npoles, 1441-1442, 14461448), el Magnnimo llega a duplicar sus efectivos asoldados, con una media de
6.000 caballos y ms de 2.000 infantes (y con mximos totales cercanos a 10.000
hombres). Tal aumento cabe vincularlo a la mayor capacidad financiera autnoma
del rey y al concurso mayoritario de combatientes del amplio mercado de gente de
armas disperso en tierras italianas. Por lo que respecta al potencial naval, el expansionismo mediterrneo de Alfonso V reactiv la flota de galeras, superando ligeramente la media de los reyes de Aragn en el Trescientos, 25/30 galeras, pero sin
alcanzar las mayores flotas de la primera mitad del siglo XIV. Paralelamente se
promovi la construccin de galeras de guerra propias del monarca (en atarazanas
en Barcelona, Valencia, Cullera y Npoles) que habran de unirse a las contratadas a nobles y caballeros de la Casa Real.
Situemos este potencial militar del rey de Aragn en el contexto europeo. Si
comparamos esas cifras con las de los vecinos y rivales terrestres de la Corona de
Aragn (Castilla, Francia) vemos que durante el siglo XIV stos pudieron triplicar o cuadruplicar los efectivos catalano-aragoneses: el rey de Francia lleg a
mantener contratados una media de 7.000/14.000 hombres de armas y ms del
doble de infantes, entre la Cruzada a Catalua de 1285 y las operaciones de la
Guerra de los Cien Aos; por su parte el rey de Castilla en sus conflictos con el
rey de Aragn y el rey de Navarra entre las dcadas de los 50 y 70 del XIV dispuso del servicio asoldado de una media de 8.000/12.000 caballos y ms de dos

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decenas de miles de infantes.11 El contraste demogrfico de Castilla, Francia y los


reinos de la Corona de Aragn as como la mayor autonoma financiera de los
reyes castellano y francs, sin mediacin estamental, explicara esta desproporcin de efectivos. Tampoco el potencial de galeras que poda poner en liza la
Corona de Aragn era muy grande en el contexto mediterrneo. Sus principales
rivales, las ciudades-estado de Pisa y Gnova o la dinasta Anjou, disponan de
escuadras de entre 40-50 a 80 galeras,12 fuerzas que triplicaban las armadas catalano-aragonesas.
Slo en el reinado de Alfonso el Magnnimo cuando el monarca ya no slo es
de rey de Aragn (de Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdea y conde de Barcelona)
sino tambin de Npoles, el mayor estado de la pennsula italiana, los ejrcitos y
armadas del rey en la Corona de Aragn se sitan en una escala medio-alta en el
contexto europeo.13 As en los aos 40 del Cuatrocientos, el ejrcito del rey de
Aragn y Npoles en territorio italiano (recordemos una media de 8.000 hombres,
con ms de 6.000 caballos) slo es inferior al de las dos potencias locales (la repblica de Venecia y el ducado de Miln, con unos 10.000 caballos sobre mximos
de 20.000 hombres) pero supera el resto de estados o principados italianos (Papado, Florencia, Ferrara, Saboya, etc. que pueden rondar mximos de 3.000/5.000
caballos). En fuerzas navales, el rey de Aragn y Npoles (mximos de 25/30
galeras) iguala las escuadras venecianas y las genovesas, por bien que raramente
se articularan para operaciones concretas ms de 10/20 galeras. Fuera del mbito
italiano, frente a las tropas asoldadas por Francia, Inglaterra y Borgoa entre los
aos 20 y 60 del Cuatrocientos, Alfonso el Magnnimo moviliza fuerzas algo inferiores, especialmente cuando opera desde sus reinos peninsulares: poco menos
que Inglaterra, en el primer tercio del siglo con mximos de 8.000/13.000 hombres, incluyendo 3.000 hombres de armas; y que Francia, hacia 1445-1448 con
9.000 hombres permanentes, de ellos 6.000 caballos, y sobre todo, que Borgoa
con ms de 10.000 efectivos permanentes en los aos 70, con ms de 2.000 hombres de armas. Aunque como veremos, cualitativamente, por la presencia de fuer-

11. Ph. CONTAMINE, (dir.), Histoire militaire, cit pp. 105 y 136; M T. FERRER I MALLOL,
La organizacin militar de Catalua, cit, pp. 174-175; P. LPEZ DE AYALA, Crnicas, J.L. Martn, (ed.), Barcelona, 1991, p. 498.
12. J. N. HILLGARTH, El problema dun imperi mediterrani, cit, pp. 34-35.
13. Los efectivos de los ejrcitos europeos citados en: Ph. CONTAMINE, Histoire militaire de la
France, pp. 192-202; Id., La guerra en la Edad Media, pp. 206-215; M. PRESTWICH, Armies and
Warfare, pp. 334-345; A. CURRY, English Armies in the Fifteenth Century, A. CURRY, M. HUGHES (ed.), Arms, Armies, cit, pp. 44-47; M. MALLETT, Signori e mercenari, pp. 120-126; Id.
Lorganizzazione militare di Venezia nell400, Roma, 1989, pp. 33-73; M N. COVINI, Lesercito del
Duca. Organizacione militare e istituzioni al tempo delgi Sforza (1450-1480), Roma, 1998, pp. 37-53.

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zas permanentes, los ejrcitos del Magnnimo no se encuentran tan alejados de los
ms numerosos y mejor organizados de Venecia, Miln y Francia.
Podemos decir, pues, que la evolucin bajomedieval de los efectivos armados
del rey de Aragn en el contexto europeo tiene elementos de continuidad y de
cambio muy destacados. Como continuidad, indiquemos que los ejrcitos del rey
de Aragn siempre son inferiores a los de sus principales rivales terrestres, los
poderosos reinos de Castilla y Francia, al hilo de la propia desigualdad de recursos humanos y econmicos con dichos reinos. Por tanto, el rey de Aragn nicamente despliega fuerzas mayores que sus rivales cuando opera en sus frentes insulares mediterrneos de conquista o reintegracin: en Cerdea (desde su conquista
en 1323 a la guerra continua 1353-1420 para sofocar las rebeliones sardas); en
Mallorca (en 1342-1343, en la campaa de reintegracin del reino insular y sus
condados pirenaicos de Rosell y Cerdanya); y en Sicilia (en las operaciones de
reintegracin del reino entre 1392-1398).
Como elementos de cambio cabe resear que los efectivos del rey de Aragn
variarn en funcin del potencial demogrfico y econmico de los reinos de la
Corona, en aumento por la propia expansin territorial de esta monarqua plural
(con un mximo en el reinado de Alfonso el Magnnimo). Pero tambin, y sobre
todo, en funcin de la poltica financiera de la monarqua, en especial su capacidad para socavar la dependencia financiero-militar respecto a las oligarquas polticas de sus reinos peninsulares representadas en Cortes y Diputaciones. Precisamente con Alfonso el Magnnimo la monarqua lograr aumentar los efectivos
asoldados pero tambin estabilizar el servicio de nutridas fuerzas al arbitrar recursos financieros alternativos a la fiscalidad estatal controlada por las asambleas
estamentales: gracias al crdito pblico y redes de mercaderes-banqueros, a operaciones comerciales especulativas del propio rey, al libre acceso a impuestos permanentes en los reinos italianos o a subsidios clericales, etc.
En definitiva, los efectivos armados del rey de Aragn crecieron en el siglo
XV, en tiempos del Magnnimo, aunque puede decirse que se mantuvieron durante todo el periodo bajomedieval en una escala medio-alta en el contexto europeo
y mediterrneo. El monarca de los diferentes reinos de la Corona de Aragn no
cabe duda que representaba una potencia militar y naval. Pero no fue precisamente por una dimensin cuantitativa por lo que pudo mantener sus posiciones frente
a rivales ms numerosos en el siglo XIV en fuerzas terrestres (Francia, Castilla) y
navales (Gnova). Hay que buscar otros factores para comprender las claves militares de la expansin militar del rey de Aragn, superando a fuerzas mayores
(franco-angevinos, genoveses), conquistando o reintegrando reinos mediterrneos
(Cerdea, Mallorca, Sicilia y Npoles) o resistiendo en conflictos peninsulares

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con la poderosa Castilla. Debemos dirigir nuestra atencin a la composicin o


naturaleza de los ejrcitos reales as como al nivel de su organizacin militar
(reclutamiento, mando y grado de desarrollo de fuerzas permanentes). Dejando
para ms adelante el segundo aspecto, centrmonos ahora en la composicin de
los ejrcitos del rey de Aragn.
Precisamente la naturaleza y composicin de las fuerzas armadas desplegadas
es uno de los elementos que ms se destaca a la hora de valorar la capacidad militar de los diferentes estados medievales (reinos, principados, ciudades-estado). La
actual historiografa sobre la prctica blica medieval14 ha desterrado los viejos
tpicos sobre el peso de la batalla campal, el predominio de la caballera pesada
y el papel subsidiario de la infantera. Se destaca hoy en da la complejidad de la
guerra medieval, donde priman los medios defensivos (fortalezas, castillos) sobre
los ofensivos (fuerzas armadas): el objetivo militar bsico es, por tanto, el control
de puntos fortificados reducindose las principales operaciones a movimientos de
desgaste y destruccin previos a los asedios (cabalgadas, razzias) o durante stos
cuando, slo ocasionalmente y en esos contextos, pueden ocurrir batallas campales que enfrentan a ejrcitos. En esta revisin de la praxis militar tambin se insiste, precisamente, en el valor que tienen aquellos ejrcitos donde actan de manera ms coordinada diferentes grupos de combatientes: caballera, pesada y ligera,
combatiendo a caballo, en soporte de la infantera y tiradores, pero tambin desmontada en la defensa o ataque de puntos fortificados. Lejos queda, pues, la clsica dualidad caballera e infantera, la primera en predominio frente a la segunda
con sus cargas de choque hasta inicios del Trescientos cuando entra en decadencia por la actuacin de formaciones de infantera. Los ejrcitos ms dinmicos,
mejor adaptados a la compleja guerra medieval, fueron aquellos que supieron
coordinar fuerzas ms diversas (caballera pesada y ligera, infantera pesada y
ligera, tiradores ballesteros y arqueros) sin el predominio absoluto de ninguna de
stas, aunque destacando en cada caso algunos grupos de combatientes (arqueros,
ballesteros, infantera o caballera ligera) como elemento fuerte.
Y en este sentido cabe destacar que para fines del Doscientos y el primer tercio del Trescientos, tal y como ilustran las excelentes descripciones de las crnicas reales a falta de un mayor estudio de registros financieros y de la cancillera
real, el punto fuerte de la capacidad militar de los monarcas de la casa de Aragn
fue la combinacin continua de selectas tropas profesionales de caballera e infan-

14. Remito slo al til ensayo sobre la prctica blica medieval, centrndose en la excepcionalidad de la batalla campal, y el repertorio bibliogrfco all citado de: F. GARCA FITZ, La batalla en
la Edad Media: algunas reflexiones, Revista de Historia Militar, 100, 2006, pp. 93-108.

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tera ligeras, cavalls alforrats y almogvares, formas militares no feudales originarias de la guerra de frontera contra el Islam peninsular, de tiradores especializados, ballesteros urbanos, y de contingentes de caballera pesada vinculados a la
Casa Real operando como ncleo de los ejrcitos del rey.15 En cierta medida
podra afirmarse que ello supuso una ventaja relativa frente a ejrcitos rivales
(franco-angevinos o genoveses) integrados bsicamente por las fuerzas tradicionales de caballera pesada, ballesteros y lanceros; pero tambin demostr ser una
combinacin decisoria para su despliegue en frentes mediterrneos. Nos encontramos, pues, con tropas profesionales de infantera y caballera ligera y de tiradores (almogvares, caballera ligera y ballesteros) que actan coordinadas en el
combate con la caballera pesada (cavalls armats) vinculada a la nobleza, parte de
la cual tiende a encuadrarse en una clientela regia, en la Casa Real. Dejando para
ms adelante el estudio sistemtico del papel militar de la Casa Real, como ncleo
de los ejrcitos y va clientelar para la formacin de fuerzas permanentes, abordemos ahora los elementos que tipifican mejor la capacidad de los ejrcitos y
armadas del rey de Aragn, al menos en su expansin exterior inicial hasta mediados del Trescientos.
En primer lugar en mbito naval cabe destacar la calidad y cantidad de ballesteros profesionales: originarios de las principales ciudades y enrolados en centros
de reclutamiento a sueldo (los ballesters en taula que cita el cronista Ramon Muntaner, asoldados en taules dacordament), la presencia de unos 30-40 ballesteros
asoldados por galera, exentos de boga y principal fuerza de combate en abordajes,
compensara, en cierta medida, el menor nmero de galeras en las armadas del rey
de Aragn.
En segundo lugar, en el combate terrestre, resear los efectivos de infantera y
caballera ligeras, los almogvares y los cavalls alforrats o a la geneta cuya presencia en ejrcitos catalano-aragoneses supone la utilizacin de formas militares
no feudales derivadas de conflictos de frontera con el Islam peninsular, al igual
que los ejrcitos ingleses incorporaron caballera ligera y tiradores especializados
(hobelars y arqueros) asociados a sus guerras fronterizas con el mundo cltico
(galeses y escoceses). La presencia de contingentes de almogvares, infantera
ligera mvil y adaptable a cualquier entorno originaria de profesionales de la razzia fronteriza con los musulmanes supuso un valor aadido y autnomo en los
ejrcitos del rey de Aragn: un complemento perfecto al resto de combatientes
(caballera pesada e infantera tradicional de lanceros y ballesteros) con actuaciones decisivas en mbito mediterrneo frente a la caballera pesada franco-angevi-

15. J. SIZ, La organizacin militar en la expansin mediterrnea, cit, pp. 744-746.

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na y con excelente reputacin de fuerzas de choque, reconocimiento y ataques


sorpresa. Numerosos hasta el primer tercio del XIV, su presencia ir decayendo en
la segunda mitad de dicha centuria al tiempo que se especializaban en servicios de
exploracin y emboscada. Por su parte, en los ejrcitos del rey de Aragn hasta los
aos 60-70 del Trescientos tambin destaca la constante participacin de cavalls
alforrats o fuerzas de caballera ligera aportadas por nobles, ciudadanos y tambin
por lderes de contingentes almogvares. Ahora bien, a diferencia de los ejrcitos
castellanos, donde la caballera ligera conservara su vigencia asociada quizs a la
continuidad de conflictos fronterizos con los musulmanes, la caballera ligera disminuye espectacularmente en unos ejrcitos del rey de Aragn de fines del XIV a
mediados del XV ms involucrados en escenarios mediterrneos italianos.

3. RECLUTAMIENTO Y ADMINISTRACIN:
UNA EVOLUCIONADA ORGANIZACIN MILITAR
Junto a la naturaleza de las fuerzas movilizadas, otro elemento cualitativo a
destacar en los ejrcitos del rey de Aragn a lo largo de los siglos XIV y XV es el
grado de desarrollo de sus estructuras militares, especialmente el modelo de reclutamiento y administracin. En este sentido he defendido en otros trabajos16 la existencia de unas estructuras militares muy dinmicas para la Corona de Aragn, por
el peso del reclutamiento a sueldo y la centralizacin del poder militar alrededor
de la Casa Real, que evolucionan al mismo ritmo de los estados bajomedievales
ms evolucionados al respecto, los reinos de Inglaterra, Francia y los principados
y ciudades-estado italianas. De nuevo en este mbito disponemos de estudios ms
detallados para el Cuatrocientos que para el decisivo Trescientos. Con todo, contrasta entre la historiografa actual la ya relativa abundancia de trabajos para las
transformaciones en las estructuras fiscales de la Corona de Aragn (gnesis de la
fiscalidad estatal)17 con la prctica ausencia de monografas sobre el cambio en las

16. Ibid.; Id. Guerra y nobleza en la Corona de Aragn, cit, pp. 53-80.
17. Sealemos slo algunos estudios generales como: J. A. SESMA, Fiscalidad y poder. La fiscalidad centralizada como instrumento de poder en la Corona de Aragn (siglo XIV), Espacio. Tiempo. Forma. Serie III, Historia Medieval, t. I. (1989), pp. 447-463; Id. Las transformaciones de la fiscalidad real en la Baja Edad Media, XIV Congreso de Historia de la Corona de Aragn, vol. I, t. I,
Zaragoza, 1996, pp. 233-291; M. SNCHEZ, El naixement de la fiscalitat dEstat a Catalunya (segles
XII-XIV), Girona, 1995; Id. Pagar al rey en la Corona de Aragn durante el siglo XIV, Barcelona,
2003; A. FURI, M. SNCHEZ, (eds.), Actes Col.loqui Corona, municipis i fiscalitat a la Baixa Edat
Mitjana, Lleida, 1997; M. SNCHEZ, A. FURI, J.A. SESMA, Old and New Forms of Taxation in
the Crown of Aragon (13th-14th Centuries), en La fiscalit nelleconomia europea. Secc. XIII-XVIII.
Fiscal systems in the european economy from the 13th to the 18th centuries. 39 Settimana di Studio
dellIstituto Internazionale di Storia Economica F. Datini di Prato, Florencia, 2008, pp. 99-130.

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estructuras militares, especialmente la mutacin en los sistemas de reclutamiento


y la difusin del servicio a sueldo, mxime cuando son procesos mutuamente
influenciados. Particularmente llamativa es la escasa atencin que han merecido
los cambios en los sistemas de reclutamiento y organizacin militar para la primera mitad del siglo XIV, especialmente el decisivo reinado de Pedro IV el Ceremonioso por la coincidencia de frentes militares abiertos (peninsulares y mediterrneos) y la emergencia de la fiscalidad estatal. Y una vez ms la riqueza de las
fuentes contrasta con los escasos trabajos realizados. A pesar de ello, intentar una
nueva sntesis provisional a partir de la informacin disponible (crnicas y trabajos existentes) complementada con el anlisis de ordinacions militares del reinado de Pedro IV y catas en registros financieros y de la cancillera entre los aos
50 y 90 del Trescientos.18 Comenzar abordando el modelo de reclutamiento para
pasar a continuacin a examinar la administracin militar (encuadramiento y mando de tropas). Parto, no obstante, de una evidencia documentada para el reinado
de Alfonso el Magnnimo: la hegemona del reclutamiento voluntario a sueldo
como mecanismo prioritario de reclutamiento y un eficaz sistema de administracin militar centralizado en la Casa Real, centro organizativo de los ejrcitos del
rey. No cabe duda que los orgenes y generalizacin de este modelo de organizacin militar hemos de buscarlos en el periodo comprendido entre fines del Doscientos y los aos 60 del Trescientos.
En ese periodo (1282-1369), en el curso de la organizacin de ejrcitos y
armadas para expediciones mediterrneas es cuando puede documentarse el origen y difusin del reclutamiento voluntario a sueldo: la expedicin tunecina y a
Sicilia de Pedro III en 1282, la guerra entre Jaime II y su hermano Federico de
Sicilia de 1297-1299, la conquista de Cerdea de 1323-1324, la reintegracin del
reino de Mallorca de 1342, las armadas contra Gnova de los aos 50, la expedicin a Cerdea de 1354-55. Cierto es que en campaas exteriores terrestres (la
guerra con Castilla de 1296-1304 o cruzadas a Almera en 1309 o la proyectada
de 1329) tambin documentamos el recurso a soldadas, pero el reclutamiento a
sueldo se origin y organiz en expediciones navales. Se trata del acordament, tal
y como qued regulado por Pedro IV en 1359 en una ordinaci al efecto que fijaba por escrito una prctica ya vigente. Los nobles, caballeros o ciudadanos que
aportaban cavalls armats o alforrats, o los condestables de infantes, clients o servents

18. En el Archivo de la Corona de Aragn (ACA), fondos de la Cancillera (C) Guerrae, Exercitum et Curiarum, Armatae, Curiae Sigilli Secreti y del Real Patrimonio (RP), seccin Maestre Racional (MR) desde registros de la tesorera real a diferentes contabilidades financieras y las propias
ordinacions militares de 1359, 1365, 1369 y 1386; remito a: J. SIZ, Guerra y nobleza, cit, pp. 6680, 114-115; Id. La organizacin militar, cit, pp. 750-754.

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(ballesteros, lanceros o escudats) eran acordats, esto es, inscritos en taules dacordament (centros de reclutamiento urbano) al ingresar una retribucin preparatoria de su servicio (un acorriment), quedando su dbito armado tasado en un sou
diario que se abonaba en general de forma anticipada para unos 2-4 meses. Este
sistema, gestado en campaas exteriores mediterrneas, acab generalizndose
para todo tipo de operaciones incluidas las defensivas, dentro y fuera de las fronteras de los reinos, tras el conflicto con Castilla de 1356-1369. Esta larga guerra
defensiva no slo gest la fiscalidad estatal sino que tambin transform las
estructuras militares del monarca y sus reinos difundiendo el reclutamiento asoldado. Precisamente en los ltimos aos de la guerra con Castilla y al final de su
reinado Pedro IV public tres ordinacions sobre organizacin militar (en 1365,
1369 y 1386) que ratificaron los cambios al respecto: generalizaron las soldadas,
fijando su cuanta para todo tipo de combatientes, y normalizaron el control centralizado de las tropas asoldadas (revistas o mostres) por parte de oficiales de la
Casa Real. Desde entonces, el reclutamiento hegemnico en los ejrcitos y armadas para todo tipo de operaciones siempre fue el servicio a sueldo.
Por tanto, ese mismo periodo (1282-1369) tambin documenta la ineficiencia
de los sistemas de reclutamiento obligatorio y gratuito, derivados del servicio feudatario y de la movilizacin general defensiva, como fuente de tropas para los
ejrcitos del rey.
Por lo que respecta a la convocatoria general defensiva podemos indicar que
supona una leva general sobre vasallos de cualquier jurisdiccin para defender al
monarca y su territorio que conformaba milicias locales o del conjunto de cada
reino o principado. Segn la naturaleza del conflicto, se poda convocar huestes u
hosts que afectaran a las villas prximas en caso de rebeliones locales o querellas
nobiliarias o realizar una convocatoria o llamamiento general al reino o reinos
afectados en caso de invasin de ejrcitos o companyies extranjeras. En el primer
caso los reyes de Aragn recurrieron a este mecanismo como medida a corto plazo para dotar a las tropas localmente desplegadas de milicias de infantes costeadas por las propias villas; en el segundo caso, la leva general implicaba un lento
y poco efectivo proceso de articulacin del conjunto de milicias locales que muy
pronto tendi a redimirse por un pago monetario. En contextos defensivos (desde
la invasin francesa de 1285 a la guerra con Castilla de 1356-1369) los reyes de
Aragn recurrieron a esos sistemas como complemento a los ejrcitos articulados
en las fronteras o el interior de sus reinos, pero muy pronto constataron los inconvenientes e ineficacia de este tipo de levas. Dada su lentitud y la naturaleza no
profesional de las milicias resultantes, era mejor sustituir o redimir esas convocatorias por dinero para contratar a sueldo tropas profesionales, mxime cuando se
estaba consolidando el servicio asoldado en las continuas campaas exteriores.

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As ocurri en Catalua en la segunda mitad del Trescientos con los llamamientos por el usatge Princeps Namque:19 las sucesivas levas generales realizadas por
Pedro IV para la defensa del principado cataln (1361-62, 1368,1374 y 1385) acabaron derivando en fogatges o impuestos directos sobre todo el principado que utilizaran los oficiales reales para contratar a sueldo caballera e infantera.
Respecto al servicio militar feudatario en la Corona de Aragn, de los poseedores de feudos renta o caballeras/cavalleries, puede afirmarse que estos feudos
renta se transformaron en pensiones carentes de operatividad militar a lo largo de
la primera mitad del XIV. Su pervivencia y el servicio a ellas asociado dependi
de la continuidad de una frontera con conflictos locales y defensivos, algo que
vemos en el sur valenciano frente a incursiones granadinas. Pero el dbito feudatario por las restricciones espacio-temporales que impona result insuficiente
para expediciones exteriores mediterrneas; en stas podra recurrirse al mismo
como patrn de convocatoria o movilizacin, pero los nobles y caballeros participantes demandaran una retribucin monetaria en forma de sueldo o estipendio
que fuera ms all de las tradicionales remuneraciones que slo cubran compensaciones por prdida de monturas o provisiones por servir fuera de sus reinos. La
compensacin al servicio feudatario fuera de las fronteras provino tradicionalmente de las expectativas de beneficio o botn, como as ocurri durante las conquistas sobre los musulmanes con los repartos de tierras, heredades y rentas. Pero
las empresas mediterrneas de fines del Doscientos y el primer tercio del Trescientos se organizaron gracias slo a las soldadas. Dos factores propiciaran esta
consolidacin del servicio estipendiado en estas expediciones. Por un lado el alejamiento y dispersin de los frentes militares y la propia naturaleza de las operaciones, ms complejas y costosas. Por otro lado el aumento de la capacidad financiera del rey para pagar acorriments, sous y el resto del dispendio blico (flete de
naves, compra de vituallas, etc.) ya que fue la continua sucesin de empresas militares fuera de sus reinos la que provocara la mutacin en las estructuras fiscales
y el nacimiento de la fiscalidad pblica, primero la municipal y ms adelante, en
los aos 50-60, la fiscalidad estatal centralizada.
De esta forma, cuando se lleg a la guerra con Castilla, el rey de Aragn comprob que ya no poda contar con el servicio feudatario ni en contextos defensivos, y a veces ni siquiera para la convocatoria local nobiliaria, como constataron
Pedro IV y sus oficiales en los reinos de Aragn y Valencia. As, por ejemplo, en
1356 al inicio del conflicto, los nobles y caballeros feudatarios valencianos recha-

19. M. SNCHEZ, Defensar lo principal de Catalunya en la segunda mitad del siglo XIV: de la
prestacin militar al impuesto, en Id., Pagar al rey en la Corona de Aragn, cit, pp. 170-211.

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zaban servir obligatoria y gratuitamente al governador del regne de no mediar una


peticin y con soldada, per manera de prechs e ab sou.20 Siete aos despus ni el
despliegue del ejrcito del rey en una localidad lograba la participacin plena de
los feudatarios all residentes, como pudo constatarse en Aragn en la revista de
tropas realizada en el frente en Tarazona en 1363 al certificar que slo 7 de los 22
caballeros de la localidad dotados con caballeras servan en el ejrcito.21 No
extraa que para unos caballeros habituados a percibir salarios por combatir, en
campaas navales a Cerdea o contra Gnova, la obligatoriedad defensiva debiese ser completada con el ofrecimiento y pago de soldadas.
Tras la generalizacin del servicio a sueldo en el reinado de Pedro IV, en los
aos 80-90 del Trescientos tanto Juan I como Martn I recurriran al servicio militar de sus redes de feudatarios de forma ocasional, nicamente en convocatorias
de huestes locales y como mera pauta de movilizacin contra rebeliones o bandosidades nobiliarias (como consta en 1394 y 1399), pero nunca para organizar
expediciones exteriores mediterrneas. Los ltimos reyes de la casa de Aragn
esperaban poco o casi nada de un servicio militar feudatario muy poco articulado
en los reinos de la Corona precisamente por el escaso recurso al mismo durante
todo el Trescientos: as lo constat Juan I en 1395 al reconocer que desconoca en
el reino de Aragn cmo, con cuntos efectivos y dnde podan servir aquellos
caballeros y escuderos que perciban caballeras del monarca.22 Unos feudos renta (cavalleries, caballeras) transformados en meras pensiones monetarias completamente marginales en las estructuras militares de la Corona de Aragn. Todo
lo contrario a lo que sucedi en la Corona de Castilla donde los feudos renta
(pagos por tierra o por acostamiento) y el dbito armado de los vasallos mantuvo
su vigencia en los ejrcitos y se reorganiz en continuas ordenanzas gracias a su
continuo uso en el marco de la frontera abierta con el reino de Granada y la naturaleza local de los conflictos.23
Podemos constatar, por tanto, en los aos 60 del Trescientos la hegemona del
reclutamiento a sueldo como modalidad obligatoria en todo tipo de operaciones,
ofensivas y defensivas. Un reclutamiento asoldado que presenta una mecnica

20. J. SIZ, Guerra y nobleza, cit, p. 75.


21. Id., La organizacin militar, cit, p. 761.
22. Ibid.
23. Sobre la desigual vigencia del servicio feudatario en la Corona de Aragn y Castilla remito a:
J. SIZ, Una clientela militar entre Castilla y la Corona de Aragn a fines del siglo XIV: caballeros
de casa y vasallos de Alfons dArag, marqus de Villena y conde de Denia, En la Espaa Medieval,
29, 2006, pp. 97-134, especialmente, pp. 116-124.

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muy similar a la de los estados bajomedievales con una organizacin militar ms


evolucionada. Dispone de unos pasos muy bien definidos, documentados por primera vez en la campaa de conquista de Cerdea de 1323-1324 y consolidados a
lo largo de las sucesivas guerras ofensivas y defensivas del reinado de Pedro IV
entre 1342-1385: reintegracin del reino de Mallorca, campaa a Cerdaa, guerra
con Castilla y defensa frente a invasiones mercenarias en la frontera catalana.
Centrndonos en las fuerzas de caballera, el centro de los ejrcitos, el primer
paso era la realizacin de convocatorias de servicio militar o ampraments dirigidas a nobles, caballeros o ciudadanos: haba que convencerles de su participacin
voluntaria y cerrar compromisos verbales de su presencia y cuanta de sus comitivas. La decisin de quines y cuntos deban ser convocados quedaba en manos
de la administracin central regia, generalmente el Consell reial o consells de
especfica competencia militar (Consilium armatae).24 En principio la convocatoria quedaba abierta a todos los nobles y ciudadanos, aunque en ocasiones la administracin real poda seleccionar la identidad de los convocados segn diversos
criterios: segn la obligatoriedad de su servicio (oficios o cargos regios locales
o cortesanos, feudatarios, etc.), segn sus probadas y reputadas participaciones
en campaas previas o, incluso, segn las propias disponibilidades de la tesorera
real. Ahora bien, lo ms habitual, era desplegar convocatorias localmente en la
prctica totalidad de circunscripciones de los diferentes reinos. Estos ampraments
eran ejecutados localmente por oficiales de la administracin regia local o por
caballeros u oficiales de la Casa Real en cada uno de sus reinos quienes actuaban
as como reclutadores del rey. Se encargaban de informar a los convocados de las
condiciones que el rey ofreca: cuanta de la soldada y formas de pago (acorriment
inicial y sou diario), tiempo de servicio y posibilidades de prorroga (generalmente 3-4 meses mximos y perspectivas de continuidad), condiciones de reparto y
disfrute del botn, etc. De esta forma, para planificar el gasto u otras necesidades
logsticas (vituallas, transporte naval, etc.) la administracin real podra disponer
con antelacin de una cifra de voluntarios con sus respectivas comitivas.
El segundo paso era la retribucin anticipada de las soldadas. Quienes comprometan su participacin y aceptaban las condiciones ofertadas acudan en las
fechas previstas a los centros de reclutamiento urbanos donde estaban abiertas

24. Como, por ejemplo, constan para la expedicin sarda de Pedro IV en 1354-55 en las capitales
de sus reinos peninsulares (Barcelona, Valencia, Zaragoza), encargados de organizar la armada (reclutamiento, avituallamiento, preparacin de la flota y administracin financiera); vase: A. BEAUCHAMP, Que ivarosament nos trametats la hajuda que demanada us havien. Lorganisation du
soutien militaire au roi Pierre IV dAragon durant la campaigne de Sardaigne (1354-1355), XVIII
Congrs dHistria de la Corona dArag, cit, vol. I, pp. 435-449.

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taules dacordament. En ellas reciban su sou o retribucin por las tropas que ofrecan aportar mediante pagos fraccionados segn las disponibilidades de liquidez
de la tesorera regia o las cajas financieras creadas al efecto para el gasto militar.
En general, en los memorials o capitols para el reclutamiento generados por la
cancillera real, se diferencia un pago inicial, denominado acorriment, equivalente al monto de 1-2 meses de soldada (500 sueldos por cavall armat, 250 sueldos
por cavall alforrat), destinado a preparar sus comitivas (reponer equipamiento
caballos, arneses, etc. subcontrata de combatientes, etc.); y el resto de su soldada, librado tambin de manera anticipada siempre que se disponga de recursos
suficientes, por el tiempo comprometido a servir: entre los aos 20 y 80 no supera los 3-4 meses, aumentando su duracin cuando la disponibilidad financiera es
mayor por la contribucin de las asambleas representativas de cada reino (como,
por ejemplo, en la guerra con Castilla cuando se llega a servicios retribuidos continuos, de 9 meses o ms). Aunque las soldadas quedaban tasadas por da (6-8
sueldos por cavall armat y 4-6 sueldos por alforrat) y los pagos estuviera previstos realizarlos anticipadamente, la retribucin efectiva quedaba en funcin de la
propia liquidez de las arcas reales o de las instituciones estamentales encargadas
del pago, lo que poda obligar a diferentes operaciones crediticias e incluso pagos
en especie (en trigo).
Finalmente, llegamos al tercer paso, el ejercicio del servicio armado de los
contratados, que comenzaba el da previsto de concentracin de efectivos del
ejrcito o armada real cuando el escriv de raci de la Casa Real y su equipo de
oficiales y escribanos apoyado por caballeros cortesanos (alguzirs), verificaban
la cuanta y equipamiento de los contratados (nmero de combatientes, caballos,
armamento), a fin de evitar los frecuentes fraudes a la administracin real. Estos
controles conocidos como mostres o revistas de tropas generalmente se realizaban al comienzo del servicio, al recibir el primer pago y tambin de forma
peridica, segn la disponibilidad de los oficiales reales. El objetivo era registrar de forma exhaustiva tanto los pagos de soldada (generando llibres dacorriments de sou) como la identidad y calidad de los combatientes, sus monturas
y quienes los aportaban (creando llibres de mostres, llibres de estimes de los
caballos). Un procedimiento semejante exiga un elevado control burocrtico
que no siempre cubra los objetivos deseados y generaba numerosos fraudes:
entre ellos los ms frecuentes eran la percepcin de soldada por mayor nmero
de combatientes comprometidos o inspeccionados y el cambio de combatientes
y de monturas. Las continuas movilizaciones y contrataciones de tropas del reinado de Pedro IV, especialmente en sus conflictos terrestres defensivos entre
1356-1386 guerra con Castilla, invasin del infante de Mallorca en 1374-75,
rebelin del conde de Ampurias e invasin de compaas mercenarias en 1384-

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85, pusieron a prueba la gestin regia del reclutamiento a sueldo, demostrando


su fragilidad y permitiendo abusos como la contratacin de menor nmero de
combatientes y con equipo deficiente, que acabaran exigiendo la ordinaci real
de 1386 (ordenaci feta sobre la provisi dels fraus que poden fer los hmens
darmes que son en sou): con ella se busc normalizar y regular el procedimiento vigente de reclutamiento y control de los contratados, estimulando el
autocontrol entre los combatientes a sueldo y considerando sanciones como la
prdida de las cantidades recibidas.
El sistema de reclutamiento a sueldo en los ejrcitos del rey, tal y como lo
documentamos en los aos 60-80 del Trescientos, se normalizara y perfeccionara a lo largo de la primera mitad del siglo XV con la continuidad de guerras del
reinado de Alfonso el Magnnimo. Entonces el reclutamiento depende de lo que
he denominado como contratos de acorriment (compromisos verbales para nobles
y caballeros de los dominios del rey o capitols escritos para capitanes extranjeros)
ya que las regulaciones y condiciones de servicio son muy similares a las modalidades fijadas con contratos escritos en Inglaterra (indentures), en Francia (lletres
de retenue) y en los territorios italianos (condotte). De hecho, en las campaas italianas los pagos anticipados de soldada, los acorriments, eran lo mismo que las
imprestanze previstas en los contratos o condotte italianas y son as asimilados en
la documentacin (acorriment e imprestana).25
Sin duda la generalizacin del reclutamiento a sueldo en los ejrcitos del rey
de Aragn fue posible, y a su vez estimul, una cuidada administracin militar
en manos de la monarqua, previa a la paralela que acabara surgiendo en manos
de los reinos. El gasto destinado a preparar y ejecutar la guerra, que siempre fue
el grueso del dispendio pblico en los estados bajomedievales, y la gestin cotidiana del mismo estimul la formacin de administraciones militares a lo largo
del Trescientos que se ocuparon de sus diferentes facetas: reclutamiento de combatientes (contratacin, pago y control de los soldados), avituallamiento, preparacin de flotas y la propia gestin del capital destinado a esos desembolsos. En
los estados monrquicos, como la Corona de Aragn, la jefatura mxima de los
ejrcitos recaa en el monarca o, en su ausencia, en un miembro de la famillia real
(asociado desde 1369 al oficio de condestable) o en el delegado territorial del
monarca (governador, lloctinent, etc.). Por tanto, cuando se articulaban ejrcitos
o armadas, los recursos humanos necesarios para su organizacin, encuadramiento y mando salan del entorno ms prximo al rey, en su clientela inmedia-

25. El evolucionado sistema de reclutamiento asoldado de los ejrcitos del Magnnimo y su similitud con los ejemplos europeos puede seguirse en: J. SIZ, Caballeros del rey, cit, pp. 61-76.

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ta, la Casa Real. Hay que dirigir nuestra mirada hacia la misma para documentar
una administracin militar propiamente dicha en los mbitos logsticos de organizacin de ejrcitos y armadas. En la Casa Real encontraremos los encargados
de convocar, contratar, avituallar, armar y ejercer parcelas de mando y disciplina, contando para esas funciones con la directa colaboracin de las administraciones territoriales del rey en cada uno de sus reinos. Al igual que otras administraciones estatales centrales (financiera, judicial, gubernativa), la
administracin militar central emana de la Casa Real. Pero a diferencia de esos
mbitos la funcin militar no ha generado un completo proceso de especializacin extra-curial, creando oficios especficos y burocracias, algo ms tardo en
el marco de la organizacin estatal tardofeudal o de Antiguo Rgimen. Por tanto, en la administracin militar del rey en la Corona de Aragn, siempre encontraremos un doble nivel, el administrativo formal operando al lado del patrimonial o clientelar. Tenemos constancia del funcionamiento y caractersticas de esta
administracin militar dual para el reinado de Pedro IV a partir de sus ordinacions militares y de registros de la Cancillera, y podemos constatar sus similitudes y operatividad en el reinado de Alfonso V.26 Por una parte vemos un nivel
burocrtico, unas pequeas oficinas en la tresoreria y la escrivania de raci del
rey, compuestas generalmente por personal procedente de clases medias urbanas
(ciudadanos, juristas, notarios, etc.), que gestionaban el pago y control de las soldadas (pago de acorriments, pase de revistas mostres) y otros servicios (avituallamiento, armamento, etc.); se trata de oficiales con competencias parejas a
las de los collateralli y proveditori de las administraciones militares de los principados y ciudades-estado italianos. Por otra parte vemos un nivel patrimonial
encarnado en la clientela nobiliaria del rey: se trata de nobles y caballeros con
oficios cortesanos en la Casa Real (copers, cambrers, camarlencs, etc.), disponibles para cualquier dbito poltico o militar que el rey les ordenase, estando entre
stos funciones de administracin militar especficas como las movilizaciones y
convocatorias (oficios cortesanos menores como uixers darmes, alguzirs, cambrers, etc.) y la jurisdiccin y mando de cuerpos de tropas (altos cargos cortesanos como camarlencs, majordoms, copers, etc.) Esas tareas no demandan oficios
especficos al ejercerse en forma de comisiones o encargos temporales: no generan, por tanto, desarrollo burocrtico alguno al permanecer a cargo de servidores
patrimoniales del monarca, una clientela feudal renovada y centralizada en la
Casa Real. Y ello es as al ser la va clientelar una de las primeras vas de desarrollo de estructuras militares permanentes.

26. Ibid., pp. 76-84.

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4. GNESIS DE FUERZAS PERMANENTES:


EL PAPEL DE LA CASA REAL
Efectivamente, en la gnesis de ejrcitos permanentes al servicio de los estados
bajomedievales juega un papel central la Casa Real. A partir de una tradicin feudal, el squito de caballeros vinculado establemente al prncipe (comitatus, guardia, familia o casa regia), lo que se observa en los ltimos siglos medievales con el
aumento de escala de la guerra y el refuerzo de las clientelas feudales, con la multiplicacin de cortesanos o pensionados en las casas o cortes (el conocido feudalismo bastardo), es la aparicin de contingentes permanentes de caballera, y en
menor medida tambin del resto de combatientes. Y en este caso el fenmeno es
comn en diversos estados monrquicos europeos entre finales del siglo XIV y la
primera mitad del XV, en la Corona de Aragn, pero tambin en Castilla, Inglaterra, Francia, Borgoa o Miln que ven emerger fuerzas permanentes bsicamente
de caballera, por la necesidad de los poderes monrquicos de mantener reservas
estables de las tropas ms caras y valoradas del momento. La formacin de esos
ejrcitos permanentes acontece, en gran medida, tras un ciclo de guerras y una
mayor capacidad financiera de los estados para sufragarlas. Y tambin deriva de la
vinculacin estable de nobles, capitanes u hombres de armas al prncipe (al rey,
duque, etc.) a travs de su casa o corte, el centro organizativo del ejrcito. Se detecta un refuerzo de la clientela militar regia que se combina con la contratacin regular de capitanes y tropas profesionales. Nos encontramos, por tanto, con una va
clientelar en la gnesis de ejrcitos permanentes en la baja edad media.27
En la Corona de Aragn podemos documentar al servicio del monarca una
reserva estable de tropas de caballera (ligera y pesada) desde fines del XIII y
durante todo el XIV a la que se suman desde el segundo tercio del XV otros efectivos (infantera, ballesteros, espingarderos).28 Vemos as, en primer lugar, un
reducido contingente de caballera ligera que opera como guardia personal de los
reyes de Aragn: son los servidores de la geneta o genets de casa del senyor rey,
combatientes con cavalls alforrats: documentado ya al servicio de Pedro III a
fines del XIII un minsculo grupo de jenetos de domo nostra, en el reinado de

27. Un repaso al contexto europeo al respecto en: J. SIZ, Formacin de un ejrcito permanente, cit. El peso de la Casa Real en la formacin de cuerpos de ejrcito permanentes ya fue sealado por Contamine: Ph. CONTAMINE, La guerra, cit, pp. 206-215; otras sntesis en: F. GARCA
FITZ Ejrcitos y actividades guerreras, pp. 34-36 e Id., La composicin de los ejrcitos medievales, cit, pp. 90-96; M. A. LADERO QUESADA, Guerra y paz, cit, pp. 38-39.
28. El ejemplo de fuerzas permanentes del rey de Aragn desde la Casa Real puede seguirse en:
J. SIZ, Guerra y nobleza, cit, pp. 138-143 y 434-489; Id. La organizacin militar, cit, pp. 746749; e Id. Caballeros del rey, pp 99-138.

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Pedro IV vemos ese pequeo colectivo (10-20 hombres) percibiendo quitacions o


salarios como cualquier otro miembro de la Casa Real y participando en los ejrcitos del rey en los aos 50 y 60 (en campaas a Cerdea y la guerra con Castilla).
Pero ms inters tiene, por su eficacia y continuidad, el ms variable y flexible potencial de caballera pesada que gravit alrededor de los nobles y caballeros
de la Casa Real. Nos encontramos ante una tradicin feudal que tuvo un gran
desarrollo en la dinasta del rey de Aragn al mismo nivel de los reyes de Inglaterra y por encima de los de Francia y Castilla. A partir de la tradicin aragonesa
de la mesnada o mainada real, como crculo de caballeros asociado a la Casa Real,
parece ser que reforzada con Pedro III a fines del Doscientos por influencia normanda, cuando consta un grupo de cavallers e fills de cavallers de casa del senyor rey (scutifers et militis de domo regis, cerca de 40), lo que veremos desarrollarse durante todo el siglo XIV es una clientela nobiliaria, nobles y caballeros
cortesanos del rey de Aragn o de miembros de su familia (infantes), apta para
servirle en armas de forma permanente, expandiendo su variable presencia en la
corte al aportar en tiempos de guerra compaas de gente de armas. Ello se traducira en la disponibilidad continua de una reserva de caballera pesada a partir
de los linajes nobles vinculados a la Casa Real que operara como ncleo de los
ejrcitos articulados por el monarca o a su servicio.
Esta clientela militar la encarnaban aquellos individuos nobles con cargos
domsticos en la corte regia (camarlenc, majordom, coper, boteller, cambrer, uixer
darmes, armer, alguzir, cavalllers, cavaller o escuder de casa, patge, etc) y los
titulados como de casa del senyor rey, equiparable a ser de la familia del senyor
rey, quienes deban servir al monarca en tiempos de guerra y aportar monturas
militares (cavalls, csers) en su itinerante presencia en la domus regia. Los cargos que disfrutaban no implicaban tanto el ejercicio de funciones propiamente
domsticas como una disponibilidad permanente de servicio, poltico y militar, a
cambio de salarios, rentas y derechos, ordinarios y extraordinarios (quitacions,
drets, grcies, etc.) y del privilegio de la proximidad peridica a la persona del
monarca. En la guerra estaban compelidos a acompaar al rey aportando comitivas de caballera que, al igual que las de cualquier otro noble, retribuira a sueldo
la tesorera regia. Esta vinculacin de linajes nobiliarios a la Casa Real era la
medida ms efectiva para fomentar la participacin militar estable de sectores de
la nobleza de los reinos y principados del rey de Aragn, mxime cuando ya no se
poda esperar efectividad militar alguna del servicio feudatario, de la nobleza
dotada de feudos renta o caballeras. En cierta medida, detrs de la proliferacin
de nobles con oficios cortesanos, cuyas cifras superarn las previstas en las sucesivas ordinacions de la Casa Real, hemos de ver la configuracin de una clientela nobiliaria propia del rey, una especie de partido cortesano dotado de todo tipo

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de funciones, militares y polticas al ser en esos linajes nobles donde el monarca


encontraba titulares para los cargos de las administraciones territoriales de la
monarqua en sus reinos (batles, governadors, etc.) Nos encontramos, pues, con
un colectivo de nobles cortesanos de los diferentes dominios del monarca, vinculados a la Casa Real o a las Casas de los infantes, dispuestos permanentemente a
servir en armas. Un sistema militar clientelar de este tipo supona, en cierta medida, una ventaja relativa para un rey de Aragn rodeado de enemigos con mayor
capacidad armada (Castilla y Francia) y adems obligado a desplegar efectivos en
frentes muy dispersos (Cerdea, Sicilia, fronteras con Castilla y Francia). All
donde se encontrase el monarca siempre haba un colectivo, numricamente muy
variable, de caballeros cortesanos debidamente equipados (monturas de guerra,
armaduras, combatientes, etc.); y, al mismo tiempo, cada reino dispona tambin
de un crculo de linajes nobles asociados a la Casa Real por sus oficios cortesanos o por ser de casa o de la familia del rey o sus hijos, que poda reunir efectivos de caballera a disponibilidad del monarca, fuera para la defensa de los reinos,
para expediciones exteriores o para el servicio de la administracin real local. A
partir de esa clientela militar regia, en tiempos de guerra o de urgente necesidad
de tropas, se poda articular de manera rpida un mnimo potencial armado: un
potencial que ira creciendo con la convocatoria y movilizacin del conjunto de
cortesanos y sus parientes. Las tropas de caballera pesada que emergieran de esa
clientela militar, de esos caballeros del rey, configuraban el ncleo estable de
las fuerzas armadas del monarca.
Este sistema militar ya podemos documentarlo funcionando desde mediados
del siglo XIV cuando vemos las companyies de cavall de casa del senyor rey. Pedro
IV regul mediante cuatro ordenacions (1356, 1368, 1377 y 1383) la tasacin de
monturas que estaban obligados a aportar a la corte los oficios cortesanos y domsticos as como las quitacions o salarios que por ello reciban: ser miembro de la
Casa, estar inscrito en raci de cort, implicaba que parte de las monturas que llevasen en la corte deban ser caballos de guerra, medida que permita la existencia
de unas companyies de casa del senyor rey, cuya funcin era tanto la escolta como
la reserva de un mnimo contingente armado rpidamente disponible en el entorno
regio. Las sucesivas ordenanzas que promulg Pedro IV al respecto muestran el
inters de la monarqua por potenciar este sistema militar pero tambin confirmaran, como igualmente vimos con el control de los pagos de soldada, la difcil normalizacin que tuvo el sistema: sobre todo el pago de quitacions por los abusos que
supuso (perceptores que no sirvieron) y el excesivo dispendio para una monarqua
con agobios financieros. Con todo, como indica el texto de la ordenaci de Pedro
IV de 1377, publicada de nuevo por Juan I en 1388, era evidente el inters del rey
de Aragn por disponer de sus domstichs e familiars b encavalcats e muntats en

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bons cavalls e de bons csers per sser aparellats a defendre llurs regnes e terres.29
Una obligacin que tambin era extensiva a los oficiales de las diferentes administraciones territoriales de la monarqua, quienes deban disponer de caballos de guerra y mantener contingentes de caballera. Los registros financieros del reinado de
Pedro IV que he comenzado a analizar en expediciones a Cerdea y en la guerra
con Castilla, confirman la participacin regular de nobles y caballeros cortesanos
con tropas de caballera. Con todo, parece ser que el sistema estaba normalizndose y no fue todo lo eficaz que la monarqua pretendi como se desprende de las
sucesivas ordinacions de Pedro IV entre los aos 60-80.
De hecho, es en el reinado de Juan I cuando puede documentarse la operatividad de esta clientela militar para todo tipo de expediciones. As he comenzado a
constatarlo en la estructura de ejrcitos articulados en dos campaas prximas
cronolgicamente pero de naturaleza diferente, tanto defensiva y como ofensiva.
En primer lugar, las fuerzas movilizadas en 1389-90 para la defensa de la frontera catalana frente a una invasin de compaas mercenarias (gascones e ingleses
al mando del conde de Armagnac). En segundo lugar las tropas participantes en la
expedicin a Sicilia del infante Martn en 1392.30 En ambos casos, donde los efectivos reunidos quedaron bajo el mando del hermano del rey, el infante Martn,
documento entre quienes aportan comitivas de caballera (lanzas, pillards) una
destacada participacin de nobles y caballeros vinculados tanto a la corte real
(como miembros de la familia del senyor rey) como tambin, y sobre todo, a la
casa del infante Martn, duque de Montblanc, sea en calidad de cortesanos
(camarlencs, copers, etc.) o como integrantes de la familia del senyor Duch.31
Merece la pena destacar cmo para una operacin defensiva en 1389 y tres aos
despus, en 1392, para una expedicin exterior, se moviliza a integrantes de una
misma clientela militar que acta como la reserva ms prxima de nobles profesionalizados en la guerra: su presencia cabe entenderla al mismo nivel que la de
los capitanes mercenarios (gascones, bretones) que fueron contratados para ambas
operaciones (en la defensa de Catalua y en la armada a Sicilia).

29. J. SIZ, Guerra y nobleza en la Corona de Aragn, cit, pp. 138-143.


30. ACA, RP, MR. n 897; Ibid. C, n 1957, 2.103, 2026 y 2.092-2.096.
31. Entre ellos destacaramos, por su singular aportacin armada, nobles y caballeros catalanes
vinculados a la corte del infante Martn, futuro Martn el Humano, que ejercen como capitanes de
compaas de caballera (lances, pillards): es el caso, entre los nobles, de Bernat de Cabrera, Jaume
de Prades, Ramon de Bages, Luis de Mur, Pere de Cervell, y entre los caballeros y donceles el de Jaume dArts, Diego de Cetina, Berenguer Desplugues, Bernat Palau. Un nico ejemplo entre los simples caballeros: Jaume Darts, caballero de la familia del senyor rey milita a cargo de 3 lanzas y 3
pillards en 1389 al servicio del infante Martn y en 1392 tambin lo vemos embarcando a Sicilia en la
armada del infante.

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La evolucin de este sistema militar clientelar en campaas exteriores, a fines


del XIV e inicios del XV en Sicilia y Cerdea y entre los aos 20 y 40 del XV en
Npoles, permitira la articulacin ms estable de ejrcitos permanentes en el
marco de una continuidad de la guerra y un aumento de la capacidad financiera
autnoma de los monarcas.
Lo vemos tras las guerras de reintegracin del reino de Sicilia entre 1397 y
1402, cuando Martn el Joven, como monarca siciliano e hijo del rey de Aragn
Martn el Humano, dispone de una fuerza permanente de 600 caballos (300 bacinets, el caballero pesadamente armado acompaado de un combatiente auxiliar o
pillard). La prctica totalidad de esas tropas las lideran nobles y caballeros cortesanos (camarlencs, cambrers, majordom, etc.) y se financian con fiscalidad pblica local (impuestos indirectos sicilianos) a libre disposicin del rey sin negociacin alguna con asambleas representativas. La permanencia de la guerra y la
autonoma financiera regia permiti reorganizar la clientela militar del monarca
como ncleo permanente de fuerzas caballera, parte de la cual ya habra acompaado a los Martin a Sicilia en 1392 o fue llegando en posteriores expediciones.32
En el reinado de Alfonso el Magnnimo encontraremos un proceso similar,
aunque con una intensidad superior por la mayor escala de las guerras del rey.33 El
ejrcito permanente de Alfonso el Magnnimo, de caballera pero tambin de
infantera y tiradores, emana de la clientela militar regia completada con posterioridad en tierras italianas con una seleccin y contratacin de profesionales y
hombres de armas locales. Y ello acontece en dos fases paralelas a la mayor intensidad de la guerra y a la poltica financiera del monarca, dotndose de recursos

32. Algunos de los capitanes nobles que lideran las compaas ms importantes de ese contingente
permanente (como el camarlenc y marescal Ramon Bages o el conseller Bernat de Cabrera), as como
otros caballeros al frente de comitivas ms reducidas, ya estuvieron presentes en las operaciones antes
citadas, de 1389 y 1392: por tanto la formacin de fuerzas permanentes emanaba de la propia evolucin del sistema clientelar gracias a la estabilizacin del servicio de una nobleza cortesana profesionalizada en la guerra y que participa regularmente en campaas. He destacado la relevancia de este
ejemplo siciliano de fuerzas permanentes en: J. SIZ, Guerra y nobleza, cit, pp. 429-430; Id. Caballeros del rey, pp. 99-100; sobre el ejrcito real siciliano, su estabilidad y el peso militar de los cortesanos tambin remito a: H. BRESC, Un monde mditerranen. Economie et societ en Sicile, 13001450, vol. II, Roma-Palermo, 1986, pp. 837 y 840; P. CORRAO, Governare un regno. Potere, societ
e istituzioni in Sicilia fra Trecento e Quatrocento, Npoles, 1991, pp. 87, 224-225, 312-314; E. I. MINNEO, Note su guerra e aristocracia in Sicilia tra il primo e il terzo decenio del Quatrocento, Cheiron, 23, 1995, pp. 49-65, sobre todo, pp. 34, 61-62 (nota 11), 63-64 (nota 23); F. STORTI, Note critiche. Istituzione militari in Italia tra Medioevo ed et Moderna, Studi Storici, 38, 1997, pp. 257-271,
sobre todo, pp. 264-265 (nota 23).
33. Sobre el ejrcito permanente del Magnnimo: J. SIZ, Caballeros del rey, pp 102-138; Id.,
Formacin de un ejrcito permanente, cit; Id. La poltica militar de Alfonso el Magnnimo, cit.

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alternativos. En los aos 20, en sus conflictos con Castilla (1425, 1429-30) Alfonso V dispone de un crculo de nobles cortesanos y pensionados en su corte (cerca
de 70 individuos) que junto a miembros de sus linajes aporta unos 1.000 caballos,
contingente que el monarca poda equipar parcialmente, en reposicin de monturas y armaduras e incluso, como en 1429, en uniformes con la insignia caballeresca favorita del rey (el smbolo del ciclo artrico del Siti Perills). Ahora bien,
a partir de la continuidad de campaas en la pennsula italiana, antes y despus de
la conquista de Npoles (especialmente entre 1441-1442 y 1446-1448) asistiremos a una reorganizacin de esta clientela militar, con la participacin ms selectiva y profesional de cortesanos y la aparicin de un colectivo de hmens darmes
de casa del senyor rey. Paralelamente la Tesorera regia selecciona y regulariza la
gente de armas contratada como muestra de una clara poltica militar del monarca. Por una parte se prioriza la participacin de reducidas comitivas (de 3-6 lanzas y con una media descendente) a cargo de una baja nobleza ibrica o, sobre
todo y mayoritariamente, a cargo de combatientes y hombres de armas locales al
margen de grandes compaas de condottieri (denominados en territorio italiano
como lanze spezzate), muchos de ellos contratados en las ciudades y reas napolitanas de dominio real (y que aparecern en los registros financieros desde 1443
como hmens darmes del domani del senyor rey). Por otra parte, se fomenta la
contratacin de comitivas mayores procurando recurrir a unos mismos capitanes
locales, que pasan de ser eventuales conducters de gent darmes a conducters del
senyor rey. El resultado es una articulacin de fuerzas permanentes que se ve
favorecida a partir de la victoria en Npoles, en 1442-1443, por la mayor disponibilidad financiera del rey: a los recursos que ya maneja (crdito pblico, redes de
mercaderes-banqueros, participacin en subsidios clericales, etc.) se une la fiscalidad permanente napolitana (sobre todo un impuesto directo o fogaje arrancado
al Parlamento del reino en 1443), parte de ella destinada a mantener un contingente de caballera proveniente de las ciudades del dominio real o sostenido a cargo de stas, los denominados hmens darmes del domani del senyor rey. Pero
tambin desde 1443 otros factores refuerzan el potencial permanente fruto de la
poltica militar del monarca: se trata de la estabilizacin de contratos militares o
condotte para capitanes y hombres de armas del ejrcito, en su mayora originarios de la nobleza local, en cierta forma como compensacin a la prohibicin de
reunir compaas y tropas privadas, que no fueran para servir al rey; pero tambin
vemos una poltica regia encaminada a pensionar a capitanes profesionales locales (condottieri) insertndolos en su clientela militar como conducters de casa del
senyor rey; y, finalmente, se asiste a la progresiva fijacin de estructuras de mando y encuadramiento cada vez ms estables para el conjunto del ejrcito, a partir
de esquadres dirigidas por capitanes nombrados por el rey entre sus cortesanos y

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capitanes veteranos.34 Fruto de todo ello emerge al servicio de Alfonso V en Npoles una de las primeras experiencias europeas de ejrcito permanente. Un ejrcito
de naturaleza permanente por su base profesional, su servicio contratado y dependiente del Estado, del rey, y por sus marcos de encuadramiento relativamente uniformes, al que ya aludimos al inicio de esta ponencia: unos 3.000/4.000 hombres,
cerca de la mitad de las fuerzas que poda contratar el Magnnimo, el grueso de
ellos de caballera (de 600 a 1.000 lanzas) pero tambin de infantera y tiradores
(unos 1.250 hombres, entre infantes, ballesteros 200 y espingarderos 30).
Merece la pena resear que este ejrcito permanente de Alfonso el Magnnimo
vigente entre los aos 40 y 50 del XV sera coetneo, aunque menor en efectivos,
a otras experiencias europeas, como las del rey de Francia (compagines dordonance), Venecia (condottieri pensionados y lanze spezzate) y del duque de Miln
(famigli darmi casa ducal y lanze spezzate).
La efectividad del ejrcito permanente del rey de Aragn y de Npoles sera
puesta a prueba tanto en frentes interiores, para sofocar rebeliones en territorios
de la Corona, como la revolta dels forans en Mallorca de 1450-51, donde se envi
una seccin del mismo (400 lanzas y 1.000 infantes), como exteriores, en el escenario italiano, en 1452 en la guerra con Florencia, con el despliegue de fuerzas
reales (alrededor de 6.000 caballos y 2.000 infantes) al mando de su hijo Ferrante, duque de Calabria. No obstante, a la muerte del Magnnimo, Ferrante I heredaba un reino separado del resto de la Corona de Aragn, en manos de Juan II,
perdiendo recursos financieros y padeciendo otro largo conflicto (1458-1465)
para reafirmar su poder frente a una generalizada rebelin nobiliaria y una nueva
intervencin angevina. Habra que esperar al final del conflicto y su victoria en
Npoles, en 1464-1465, para que Ferrante I pudiera profundizar la poltica militar
iniciada por su padre reorganizando fuerzas permanentes: en su reforma militar de
1464 prohiba reclutamientos privados que no fueran para el servicio al rey y reorganizaba las tropas que le haban servido, licenciando efectivos y reuniendo otros
en escuadras uniformes al mando de capitanes veteranos, entre oficiales, cortesanos y condottieri del rey.35 En esos mismos aos Juan II de Aragn acababa de ini-

34. En 1446-47 constan ocho esquadres a cargo de nobles cortesanos (seis de ellas numricamente
prximas) y una dirigida en persona por el rey, denominada esquadra de les banderes del senyor rey
donde concurre el grueso de hombres de armas de la Casa Real y gran parte de los caballeros de origen ibrico.
35. Con el tiempo, entre 1467-1482, lograra consolidar una fuerza permanente de unos 5.000
caballos organizada en escuadras homogneas de 20/25 lanzas. Sobre el ejrcito de Ferrante I y su
reforma militar vase los interesantes estudios de: F. STORTI, Il principe condottiero. Le campagne
militari di Alfonso duca di Calabria, Condottieri e uomini darme, cit, pp, 327-345, sobre todo, pp.
329-333; Id., Lesercito napoletano nella seconda met del Quattrocento, Salerno, 2007, pp. 63-177.

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ciar otra larga contienda (guerra civil catalana de 1462-1472) y aunque no documentamos una poltica militar semejante seguimos constatando el recurso a fuerzas permanentes asociadas a la Casa Real durante el conflicto,36 una tradicin tardofeudal que pudo reforzarse por influencia castellana con la dinasta Trastmara
de reyes de Aragn: de hecho, con Fernando I a inicios de su reinado (1413-1414)
ya servan vinculadas a su corte 256 lanzas (algo ms de 500 caballos) a modo de
guardia regia.37
En definitiva, los primeros ejrcitos permanentes, en el siglo XV, como ocurrira tambin en el siglo XVI, emergieron y se organizaron en los territorios donde la continuidad de la guerra dirigida en exclusiva por el Estado exigi mayores
transformaciones. En este sentido el paralelismo entre el contexto militar de la
Corona de Aragn de los aos 40-60 del Cuatrocientos y el de la monarqua hispnica del Quinientos es evidente, salvando obviamente las significativas diferencias formales y cuantitativas. En uno y otro caso veremos ejrcitos permanentes
vinculados a guerras exteriores del rey y milicias y estructuras menos estables en
los reinos peninsulares, como tambin veremos que los cambios ms dinmicos
en las estructuras militares (continuidad y disponibilidad de servicio de las tropas,
grado de cohesin y estructuras de mando) afectan ms a los ejrcitos del rey que
a las milicias o ejrcitos de los reinos. Sin duda las tendencias y transformaciones
que acontecen en los ejrcitos del rey de Aragn entre finales del XIV y el XV
anticipan, en buena medida, el contexto militar de la monarqua hispnica. Puede
que, como se ha apuntado entre la historiografa anglosajona, haya que ampliar el
alcance temporal de la Revolucin Militar ms all de la edad moderna, buscando las races de las estructuras militares del estado moderno o de antiguo rgimen
en los siglos XIV-XV.

En esta ltima obra su autor defiende la continuidad de la poltica militar de Ferrante I con la de su
padre el Magnnimo: a partir del anlisis de las escasas fuentes conservadas de los aos 50 (copias del
XVIII de registros y cdulas de la tesorera general y listados de gente de armas en correspondencia
diplomtica), llega a conclusiones complementarias a nuestros trabajos basados en fondos de la cancillera real y de la tesorera general entre 1424-1432 y 1441-1447.
36. As lo muestran los registros de la tesorera general de 1465-66, donde los contingentes permanentes reciben diversa denominacin, quiz como convergencia de las tradiciones castellana y aragonesa de tropas asociadas a la Casa Real: constan capitans, hmens darmes e ginetaris familiars de
casa del senyor rey y oficials continuos capitans genetaris familiars de casa del senyor rey: J. SIZ,
Formacin de un ejrcito permanente, cit
37. A cargo de 130 caballeros y hombres de armas castellanos con comitivas de 2-3 lanzas: Id.
Caballeros del rey, cit, p. 101.

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CONSEJEROS INFLUYENTES Y PERSONAS


DE CONFIANZA EN EL ENTORNO CORTESANO
DE LOS REYES DE ARAGN (SIGLOS XIII-XV)*
GERMN NAVARRO ESPINACH
Universidad de Zaragoza

En un pasado remoto como la Edad Media resulta complicado documentar las


emociones y los sentimientos manifestados por los gobernantes en el mbito de sus
relaciones personales. La amistad, la confianza, la complicidad, el afecto, la cooperacin, el reconocimiento de autoridad y la influencia son casi invisibles en la prctica poltica de un tiempo tan lejano. Ahora bien, el crculo ms ntimo de los soberanos aragoneses ha dejado bastantes pistas e indicios para intentarlo. Lo pone en
evidencia una simple exposicin comparativa, reinado por reinado, desde el nacimiento de Jaime I a la muerte de Alfonso V (1208-1458). A la luz de la antropologa y de la psicologa pueden aclararse doscientos cincuenta aos de vida de una
monarqua feudal que muy pocas veces ha sido contemplada desde esta perspectiva. El vaco existente y la necesidad de innovacin en el medievalismo actual hacen
pertinente la iniciativa. Vistas as las cosas, surgen varias preguntas para observar el
mundo de las elites polticas y econmicas que rode a los monarcas de la Corona
de Aragn. Cundo se atribuyeron por primera vez ciertas condiciones morales
idneas a quienes desempearan los oficios palatinos? Qu datos existen sobre las
decisiones de los reyes en interaccin con su entorno social? Se corresponden las
directrices que marcan las ordenanzas de la casa real aragonesa con las noticias que
transmiten paralelamente las crnicas, los registros de cancillera, la contabilidad de

* El presente estudio se integra en el programa de actividades del Grupo de Investigacin de Excelencia C.E.M.A. (Centro de Estudios Medievales de Aragn) de la Universidad de Zaragoza, financiado por el Gobierno de Aragn. Asimismo, es un resultado directo del proyecto interuniversitario Elites sociales y estructuras econmicas comparadas en el Mediterrneo occidental (Corona de Aragn,
Francia e Italia) en la Baja Edad Media, subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovacin
durante 2009-2011 (Ref. HAR2008-06039).

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GERMN NAVARRO ESPINACH

palacio, las actas de cortes, o la historia particular de algunas familias de la nobleza que vieron recompensada su fidelidad generacin tras generacin?

JAIME I (1208-1276), REY DESDE 1213


La infancia de Jaime I constituye una de las coyunturas histricas de mayor
inters para detectar la actitud de diversos personajes dispuestos a influir en las
decisiones y en la forma de ser de un soberano an nio que, como es obvio, resultaba bastante manipulable. De hecho, la estancia de Jaime en el castillo de Monzn entre 1214 y 1217 se produjo bajo la tutela de Guilln de Monredn, hombre
de confianza de su padre, el rey Pedro II. Durante ese tiempo slo sali del castillo para asistir a las cortes de Lrida de 1214 en las que fue jurado como rey por
los estamentos. Delante de sus sbditos compareci en brazos de Aspargo de la
Barca, arzobispo de Tarragona y pariente suyo. Es en ese momento la autoridad
de la iglesia la que protege, gua y sostiene al pequeo rey. Mientras tanto, los bandos y facciones entre los ricoshombres de Aragn se dividen entre los partidarios
de su to abuelo el conde Sancho (+1223) y los de su to Fernando, abad de Montearagn (+1248). Un documento del 15 de septiembre de 1216 confirma que
Aspargo (arzobispo de Tarragona), Garca (obispo de Tarazona), Pedro Fernndez
de Azagra (seor de Albarracn), Jimeno Cornel, Guilln de Cervera, Guilln de
Cardona y Guilln Ramn de Montcada (senescal de Catalua) tomaron al rey
bajo su proteccin, defensa, custodia y consejo para asesorarlo en todos sus negocios, para utilidad suya y de sus reinos y tierras.1 Se trata de una suma de conveniencias privadas que ms que influir en el rey lo que hicieron en verdad fue
gobernar por l. Se ve con claridad en la documentacin redactada en 1217, cuando Jaime alcanzaba los nueve aos, apoyando sus decisiones en la autoridad del
conde Sancho, su procurador general, o en la de sus otros consejeros.2
Al final de la vida, los recuerdos de Jaime I sobre su infancia, reflejados en el
Llibre dels Fets, aportan algunos datos de inters aunque no deben ser tomados al
pie de la letra, puesto que constituyen una visin retrospectiva efectuada en una
clave poltica bastante diferente de la que hubiera aplicado en su niez.3 Por delante de los dems consejeros cita a Jimeno Cornel, a quien rememora como un caba1. S. M. CINGOLANI, Historia y mito del rey Jaime I de Aragn, Barcelona, Edhasa, 2008, pp.
115, 122 y 128.
2. S. SANPERE Y MIQUEL, Minora de Jaime I. Vindicacin del procurador conde Sancho.
Aos 1214-1219 en Actas del Primer Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Barcelona,
1909-1913, pp. 580-694.
3. CINGOLANI, Historia y mito, citado, p. 20.

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CONSEJEROS INFLUYENTES Y PERSONAS DE CONFIANZA

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llero muy anciano, el ms sabio y el de mayor consejo que tuvo entonces: E don
Eixemn Cornell era ja de dies, e pesava-li aquells mals que vea en Arag tan
grans; car ell era lo pus savi hom que en aquell temps fos en Arag, e el pus aconsellat.4 Cuando en 1221 el rey contrajo matrimonio con la infanta Leonor de Castilla hija de Alfonso VIII, de la que se separara en 1228 fue por consejo de Cornel y de algn otro personaje influyente en su vida: E ns haguem per muller la
reina dona Lionor per consell de nostres hmens E a consell NEixemn
Cornell e En Guillem de Cervera, qui eren majors consellers nostres, e En Guillem de Montcada qui mor a Mallorques, e daltres qui a ns no membren.5 Al
respecto, Guilln de Cervera, seor de Juneda y monje de Poblet, tambin es
recordado junto al arzobispo de Tarragona aconsejando al rey que no se aventurase a volver a Mallorca a pesar de las noticias que aludan a la llegada de naves del
rey de Tnez para reconquistar aquel reino: e pregaren-nos per Du, e per la fe
que ells nos havien, e per bon consell que ells nos daven, que nostra persona no
laventurssem E punyaren molt en abraar-nos per ra de retenir a ns, e ns
esquivam-nos dells, e partim-nos-en e anam a Salou.6
El oficio de mayordomo en Aragn y su equivalente de senescal o dapifer en
Catalua representaba desde el siglo XII el cargo domstico y poltico ms importante de aquellos tiempos hasta que hizo su aparicin el oficio de canciller con Jaime I.7 Los mayordomos de la primera parte del reinado del Conquistador fueron
Pelegrn de Ahones (1217); Pedro Fernndez de Azagra (1217-1221); Blasco de
Alagn, Artal de Luna y Ato de Foces alternativamente (1221-1233); y, por ltimo, Pedro Cornel (1234-1255), sobrino de Jimeno Cornel.8 Al principio, el cronista Zurita cuenta que como el rey era tan mozo que no tena sino once aos y
era gobernado por tantos, don Pedro Fernndez tena aviso de lo que se trataba
por medio de sus parientes y amigos que eran del consejo del rey.9 El propio

4. JAUME I, Crnica o Llibre dels Feits, edicin de F. Soldevila, Barcelona, Edicions 62, 1982,
cap. 12.
5. Ibdem, cap. 18.
6. Ibdem, cap. 109.
7. J. CARUANA, Los mayordomos mayores de Aragn en los siglos XII y XIII en Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos, 62 (1956), pp. 349-377; A. I. SNCHEZ CASABN, Los cargos de
mayordomo, senescal y dapifer en el reinado de Alfonso II de Aragn en Aragn en la Edad Media,
8 (1995), pp. 599-610.
8. M. D. PREZ BOLD, Los mayordomos de Aragn bajo el reinado de Jaime I en Ligarzas,
2 (1970), pp. 57-76.
9. J. ZURITA, Anales de la Corona de Aragn (segunda edicin de 1585 del primer texto original
de 1562), edicin a cargo de . Canellas, 8 vols., Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 19671977, Libro II, caps. 68, 69 y 74.

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monarca explica que en 1223 fue secuestrado por sus enemigos en el palacio de
la Zuda de Zaragoza y estuvo vigilado en su cmara hasta tres semanas por dos
capitanes que dorman junto a su lecho para impedir que Ato de Foces, muy favorecido y privado del rey, hablase con l y le aconsejara en aquel hecho: E don Ato
de Foces, que era entrat en la vila, no el lleixaven entrar denant ns per consellar-nos ne sser en nostra privadana ni poc ni molt.10
Los mayordomos Blasco de Alagn, Artal de Luna y Ato de Foces formaron
posiblemente el grupo de nobles aragoneses ms fiel al monarca. Eran vasallos
que le estaban obligados y deban seguirle para cumplir el servicio feudal. Estuvieron a su lado en la revuelta nobiliar provocada por la muerte de Pedro Ahones
en 1226 a manos del rey. Quien se encarg entonces de negociar la paz con los
rebeldes fue nuevamente la figura emblemtica de Aspargo de la Barca, arzobispo de Tarragona. La documentacin tambin informa sobre cmo Jaime I entreg
distintas villas, lugares, aldeas o castillos a los nobles aragoneses que colaboraron
con l en la conquista y repoblacin de Valencia. Blasco de Alagn mantuvo
Morella y los castillos y villas de Culla y Les Coves de Vinrom. Artal de Luna
se convirti en seor de Manises y Paterna.11
En esas mismas circunstancias tiene origen uno de los linajes ms enriquecidos y ennoblecidos por los monarcas aragoneses en toda su historia, el de los
Urrea, futuros condes de Aranda.12 El 24 de julio de 1233 Jaime I hizo donacin
del castillo y lugar de Alcalatn a favor del noble Jimeno de Urrea como agradecimiento por los muchos servicios prestados en la toma de Burriana.13 Aos despus, en 1269 el rey reconoca una deuda de 500 maraveds de oro a favor del
mismo Jimeno de Urrea por la dote de la hija de ste que contrajo matrimonio
con Fernando Snchez, hijo natural del monarca. Vasallo y consuegro del rey,
Jimeno estuvo presente en varios episodios de la crnica de Jaime I que lo con-

10. Llibre dels Feits, cap. 22; ZURITA, Anales, Libro II, caps. 78 y 79.
11. J. F. UTRILLA UTRILLA, Jaime I (1213-1276) y Aragn: Aspectos ms sobresalientes de
un reinado en G. Coln y T. Martnez (eds.), El rei Jaume I. Fets, actes i paraules, Castell-Barcelona, Publicacions de lAbadia de Montserrat, 2008, pp. 53-73. Vase especialmente la documentacin
citada en las pp. 66-67.
12. G. NAVARRO ESPINACH, La formacin de los seoros del condado de Aranda en El condado de Aranda y la nobleza espaola del Antiguo Rgimen, Actas de las Segundas Jornadas celebradas en pila, 6-8 de noviembre de 2008, en prensa.
13. A. HUICI MIRANDA y M. D. CABANES PECOURT, Documentos de Jaime I de Aragn, vol.
I (1216-1236), Zaragoza, Anubar, 1976, doc. 184. Hay diversos traslados en papel y traducciones de
poca moderna en las signaturas IV-137 y I-301-1 del Fondo Hjar del Archivo Histrico Provincial de
Zaragoza. La copia ms antigua est fechada en 1599 y la llev a cabo la corte antigua del Justicia de
Aragn a partir del pergamino original depositado en el archivo del palacio del Real de Valencia.

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firman sin duda como un protagonista importante del entorno real. Desde principios del siglo XII, los Urrea haban intervenido en la conquista de la taifa
musulmana de Zaragoza y fueron dotados por la monarqua con algunas de las
tenencias ms importantes del reino como Calatayud, Daroca, Borja, pila o la
misma poblacin que les da apellido, Urrea de Jaln, el solar originario de esta
familia. El topnimo convertido en apellido serva para identificar a linajes estables de nobles que, a pesar de tener dispersas sus posesiones por varias zonas,
reafirmaban de esa manera su condicin aristocrtica inseparable desde el principio de la geografa aragonesa, el reino del que procedan, uno de los smbolos
ms importantes para su identidad social, mxime cuando dichas posesiones se
extendan allende de las fronteras.14
El premio a la fidelidad es una cuestin que no debe perderse de vista tal y
como recuerda el propio Zurita al citar el caso de otro noble, Jimeno Prez de
Tarazona, lugarteniente general del rey. El cronista aragons explica muy bien el
porqu determinados personajes como ste eran promovidos a la riqueza por parte de los monarcas: hzole rico hombre, como se poda hacer y era costumbre en
los tiempos antiguos sublimar en aquel estado a los que eran caballeros que llamaban mesnaderos, que de tal manera eran vasallos y de la casa del rey ellos y
sus padres y agelos naturales de Aragn, que no hubiese memoria que haban
sido vasallos sino del rey o de hijo de rey o de conde que suceda de linaje de
reyes o de prelado de la iglesia. Por ese motivo el rey le entreg la barona de Arens y el personaje en cuestin cambi su apellido para llamarse desde entonces
Jimeno Prez de Arens, como hicieron sus descendientes.15
En la segunda parte del reinado de Jaime I hay otro hecho importante. La funcin de los mayordomos en la escena domstica y poltica se concentr ms en el
mbito domstico para ceder el protagonismo poltico a la figura del canciller, el
jefe del consejo real. La primera persona que ocup este cargo fue Sancho de Ahones, obispo de Zaragoza, hermano del mayordomo Pelegrn de Ahones. Otros
hombres que han sido identificados en el desempeo del mismo son Berenguer de
Palol o Palou (1218-1241), obispo de Barcelona; Andreu de Albalat, obispo de
Valencia y hermano de un arzobispo de Tarragona (1248-1279); y Guilln de
Montcada, obispo de Lrida y hermano del senescal de Catalua (1259-1261).16
14. J. F. UTRILLA UTRILLA, De la aristocracia a la nobleza: hacia la formacin de los linajes
nobiliarios aragoneses (1076-1276) en La nobleza peninsular en la Edad Media, VI Congreso de Estudios Medievales, Len, Fundacin Snchez Albornoz, 1999, pp. 431-477; en concreto pp. 464-466.
15. ZURITA, Anales, Libro III, cap. 39.
16. J. TRENCHS y A. M. ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn y Mallorca desde
Jaime I a la muerte de Juan II, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 1983, pp. 18-19.

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Sin embargo, en la visin retrospectiva que Jaime I hace en su crnica slo dedica atencin especial a su ltimo canciller, Jaime Sarroca, sacristn de Lrida, consagrado como obispo de Huesca en 1272. Otro gran privado del rey de quien se
dice que pudo redactar los ltimos captulos de la citada crnica autobiogrfica.17
El rey cuenta cmo recomend al infante Pedro, su hijo y sucesor, que mantuviese a su lado a los hombres ms queridos por l al final de su reinado: E encara, tot a dit en presncia de tot lo consell, comanam a ell lo bisbe dOsca, lo
qual ns avem nodrit e feit nodrir dinfantea a en, el qual per ns era pujat a
lhonra e benefici de bisbalia, e era estat canceller de nostra cort entr al dia
dui, el qual degus amar e honrar per honrament e per esguardament de ns. E
aprs comanam-li lo sagrist de Lleida, frare del dit bisbe dOsca; e lartiaca
dUrgell e tots los altres savis de nostra cort e generalment tota nostra companya, ab los quals tots fos en deute al qual nos rem en aquest present dia, e ells ab
ell en aquell en qu ab ns eren.18 En contraste, Zurita reproduce esa noticia pero
sin mencionar la responsabilidad que el monarca confes haber tenido en la promocin de Sarroca al episcopado: Y encomendole que favoreciese a don Jaime
Roca, obispo de Huesca, su canciller, a quien l haba criado desde su niez, y al
sacristn de Lrida, su hermano, y a Hugo de Mataplana, arcediano de Urgel, y
a todos los de su casa y consejo; y que los tuviese cabo su persona y se rigiese y
gobernase mediante su parecer.19
La escalada en la carrera eclesistica de algunos domsticos del rey constitua,
pues, otra variante ms, al fin y al cabo, del negocio del poder. Viene a colacin
en ese sentido otra figura emblemtica de este reinado como es la de Vidal de
Canellas, obispo de Huesca, a quien Jaime I encomend la compilacin de los fueros de Aragn assi como savio omne.20 El 10 de junio de 1238 el rey le concedi
a este obispo, al que calificaba de venerable y amado consanguneo, la alquera de
Almssera y otras propiedades dentro de la ciudad de Valencia, junto a la mezquita mayor, en recompensa por los servicios prestados en la conquista porque era
razonable, segn se dice en el texto de la donacin, honrar con beneficios a aquellos que haban soportado o se proponan soportar das trabajosos y noches insom-

17. R. DEL ARCO Y GARAY, El obispo don Jaime Sarroca, consejero y gran privado del rey
don Jaime el Conquistador en Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 1917, pp.
65-91 y 140-167.
18. Llibre dels Feits, cap. 563.
19. ZURITA, Anales, Libro III, cap. 101.
20. Vidal Mayor, edicin, introduccin y notas al manuscrito a cargo de M. D. Cabanes Pecourt,
A. Blasco Martnez y P. Pueyo Colomina, Zaragoza, Libros Certeza, 1996. En el prlogo del manuscrito (p. 18) es donde se califica al obispo de hombre sabio.

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nes por honor y utilidad del rey y de su reino. Aos despus, Jaime I insista en
los muchos, gratos, satisfactorios y tiles servicios prestados multipliciter por el
obispo Vidal de Canellas, fallecido en 1252, el cual estudi derecho en Bolonia y
fue cannigo de Barcelona.21
Escriba Ramn Llull, paje de Jaime I y preceptor de su hijo el infante Jaime,
futuro rey de Mallorca, que un prncipe deu tenir ordonat son regne ab hmens
bons qui li ajuden a rger son alberch e son regne. Malvats membres son destrucci del cors, e malvatz officials e consellers son destrucci de la senyoria e
de la honor del prncep, e destrucci de senyoria e de honrament de prncep s
destrucci de prncep, s destrucci de terra e de poble.22 Con ese mismo parecer,
Jaime I recomendaba a su yerno Alfonso X el Sabio cmo deba organizarse una
buena ciudad despus de ser conquistada mediante el nombramiento de hombres
valiosos y bien remunerados en el gobierno.23
Con todo, al margen de los hombres buenos que deban rodear al rey no debe
olvidarse el entorno femenino. Violante de Hungra, su segunda esposa desde
1235, aconsejaba habitualmente a su marido a la hora de tomar decisiones. Por
ejemplo, cuando llevaba a cabo la conquista de la mismsima ciudad de Valencia:
E ns entenem que ella nos consellava b, e dixem-li que li atorgvem lo consell
que ella ens donava, mas aitant hi volem ns anadir, e que sobre a tenem per
bo lo consell. Influencia femenina que Zurita tambin atribuye a la tercera esposa, Teresa Gil de Vidaurre (repudiada en 1265), con cuyo consejo gobernaba el rey
gran parte de sus negocios.24

PEDRO III (1240-1285), REY DESDE 1276


El infante Pedro, tras la muerte de su madre la reina Violante en 1251, qued
por completo en manos de algunos nobles sobre todo catalanes, especialmente
Jazberto y Guilln de Castelnou o Gilberto de Cruilles. Tambin tom parte en su
cuidado el aragons Ato de Foces. Con ellos se fue adiestrando en el uso de las
armas y en la caza, adquiriendo alguna formacin en letras. En 1262, cumplidos
los veintids aos de edad, contrajo matrimonio con la princesa siciliana Cons-

21. Vase A. DURN GUDIOL, Vidal de Canellas, obispo de Huesca en Estudios de Edad
Media de la Corona de Aragn, IX (1973), pp. 267-369, especialmente pp. 268, 274, 275, 285 y 293.
22. R. LLULL, Doctrina Pueril, edicin a cargo de G. Schib, Barcelona, Editorial Barcino, 1972,
cap. LXXX, p. 189.
23. Llibre dels Feits, cap. 498.
24. Ibdem, cap. 278; ZURITA, Anales, Libro III, caps. 23 y 51.

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tanza Staufen, una nia de apenas doce aos que era hija del rey Manfredo y nieta del emperador alemn Federico II. Por aquel entonces dispona ya de una
modesta casa y corte propia en Barcelona con medio centenar de servidores, de
cuyos gastos se ha conservado alguna documentacin. Despus de la ocupacin
de Sicilia por las tropas de Carlos de Anjou en 1272-1274, el infante Pedro acogi en su casa a varios exiliados de aquel reino como Roger de Lauria, Conrado
Lanza o Juan de Prcida.25 Segn cuenta Ramn Muntaner en su crnica, el infante mantuvo a dos hijos de caballeros que procedan del entorno de su esposa la reina Constanza de Sicilia, stos eran los citados Roger de Lauria y Conrado Lanza.
La madre de Lauria, llamada Bella, era dama de compaa de la reina y, de hecho,
su hijo Roger se cri en la corte de los infantes e faas molt amar al senyor infant
e a madona la reina e a tots. De forma parecida, Lanza era altre honrat fadr criado junto a Constanza como pariente suyo, teniendo fama de ser el pus bell catalanesc de aquellos tiempos.26
Muntaner narra tambin la escena en que el rey Pedro III nombr almirante a
Roger de Lauria aos despus, el 20 de marzo de 1283, rememorando los buenos
servicios prestados por su madre: E llavors lo senyor rei apell lo noble En Roger
de Lria, que ell havia nodrit, e fu-lo sagenollar davant, e dix-li: En Roger:
dona Bella, vostra mare, ha ben servida la reina muller nostra, e vs havets nodrit
ab ns, e entr ac nos havets ben servit; e aix donam-vos, ab la grcia de Du,
la verga de lalmirallat, ax que daqu avant siats almirall nostre, e de Catalunya, e del regne de Valncia, e de Siclia, e de totes les terres que havem ne Du
nos dar a conquistar.27 El cargo de almirante o jefe de la escuadra naval tuvo
durante este reinado un papel muy relevante por los continuos enfrentamientos
con la flota francesa, de manera que los hechos de mar sirvieron para engrandecer el prestigio de algunos cortesanos como Roger de Lauria.
Cuando Pedro III parti de Sicilia tras reconquistarla a los franceses en 1283
dej al mando de aquella tierra a su propia esposa la reina Constanza y al infante
Jaime, su hijo segundo y sucesor, nombrando como hombres principales de su
consejo a Guilln Galcern, vicario del reino, Alaimo de Lentn, maestre justiciero, Juan de Prcida, canciller, y Roger de Lauria, su almirante y capitn general
de la armada. En especial, concedi varias villas y castillos a Alaimo de Lentn, a

25. L. GONZLEZ ANTN, Pedro III en Los reyes de Aragn, Zaragoza, Caja de Ahorros de
la Inmaculada, 1993, pp. 91-99.
26. R. MUNTANER, Crnica, edicin a cargo de M. Gust, Barcelona, Edicions 62 i la Caixa,
1994, cap. 18.
27. Ibdem, cap. 76.

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quien en seal del gran amor que el rey le tenia le dio el caballo de su persona,
su lanza y espada y una celada muy rica y su escudo; a cuyo consejo y gobierno
principalmente quedaba encomendada no slo la persona de la reina y de los
infantes, pero todo el estado del reino.28 Estas noticias dadas por Zurita proceden
del cronista Muntaner, el cual resalt tambin en su escrito la figura de Juan de
Prcida, qui era dels pus savis hmens del mn.29 Adems, la cancillera real de
Aragn tuvo que convivir con la de aquel reino. Como canciller de los territorios
peninsulares de la corona aragonesa actu Arnau de Satorra, mientras que en el
reino de Sicilia fue nombrado canciller vitalicio en 1284 el citado Juan de Prcida, el cual desempe dicho cargo durante todo el reinado siguiente.30
La figura del canciller desde Jaime I se haba convertido en el jefe nato del
consejo real, una de las instituciones ms importantes de la corte que discuta los
asuntos ms problemticos. As consta en las primeras ordenanzas de la casa real
aragonesa que se conocen y que corresponden precisamente a Pedro III, promulgadas en 1276, fijando por escrito una serie de prcticas y costumbres ya consolidadas en poca de su padre Jaime I.31 En ese sentido, puede afirmarse que el canciller Arnau de Satorra (1279-1283) fue la figura poltica central del reinado de
Pedro III. Era otro hombre que haba estado sirviendo al monarca antes de serlo,
cuando todava era infante. Se le designa en la documentacin real como profesor
de leyes y juez de la curia. En 1281 se le concedi como seoro el lugar de Juncosa en Lrida. Reciba un estipendio anual de 3.000 sueldos barceloneses adems
de otros 300 anuales para la provisin de su vestido. A finales del reinado, en
1283, se le identifica como cannigo de Barcelona y rector de Sant Boi del Llobregat.32 Al final del reinado, Pon de Vilar (1287-1291) sustituy en su puesto
al canciller Arnau de Satorra, mientras en Sicilia continu ejerciendo como canciller Juan de Prcida. Y durante las ausencias de Vilar actu a veces como canciller sustituto un sacristn de Vic.33
Segn Zurita, en vsperas de su muerte en 1285 y habiendo desaparecido ya
Satorra del entorno cortesano, el rey Pedro III hizo acudir junto a l a Jazberto,
obispo de Valencia, que era ahora su gran privado, a los abades de Poblet y San28. ZURITA, Anales, Libro IV, cap. 30.
29. MUNTANER, Crnica, cap. 99.
30. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, pp. 19 y 26.
31. F. CARRERAS CANDI, Redre de la reial casa: ordenaments de Pere lo Gran e Alfons lo
Liberal (segle XIII) en Miscelnia Histrica Catalana, 1905-1906, II, 309-318.
32. J. TRENCHS ODENA, Casa, corte y cancillera de Pedro el Grande (1276-1285), Roma, Bulzoni, 1991, pp. 23-24.
33. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, pp. 26-27.

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tes Creus, y a Hugo de Mataplana, preboste de Marsella y futuro obispo de Zaragoza, que era miembro del consejo real y otro personaje influyente sobre el
monarca. Delante de todos ellos, el rey Pedro III le dijo al prelado valenciano que
siempre haba tenido en l gran confianza y en los mayores negocios de su estado haba seguido su parecer; y entonces le rogaba que le aconsejase en lo ltimo
de su vida, no como a rey, sino como a un hombre muerto o que esperaba en breve morir y apenas poda hablar.34 Esta escena procede sin duda de la crnica de
Bernat Desclot o Llibre del Rei En Pere dArag e dels seus antecessors passats,
que debi terminarse hacia 1286-1288. En ella figura tambin la respuesta que dio
el obispo al rey, aconsejndole que actuara como hicieron sus antecesores los
reyes de Aragn, buenos cristianos que en el momento de su muerte se confesaron e hicieron penitencia.35

ALFONSO III (1265-1291), REY DESDE 1285


En las cortes aragonesas de 1286 se trat directamente sobre el ordenamiento
y gobierno de la casa real a tenor de lo que cuenta Zurita.36 Algunos ricos hombres (Entenza, Cornel, Urrea, Alagn, Foces), apoyados por los jurados de Zaragoza y los procuradores de las otras ciudades y villas del reino, pretendan echar
del lado del monarca a ciertos personajes porque eran notorios los grandes desrdenes que en la casa del rey se hacan. La propuesta fue criticada por otros nobles
como Artal de Luna y por gran parte de los mesnaderos y caballeros, los cuales
argumentaron que tal pretensin slo derivaba de la ambicin de esos ricos hombres por tener ms parte en la gracia y el favor del rey. Segn Zurita, el monarca
les contest que no estaba establecido en ningn fuero que las cortes pudieran
pedirle tal cosa, ni nunca antes se haba pedido algo as a sus predecesores. No
obstante, para evitar ms conflictos con la nobleza en plena poca de las Uniones
Aragonesas, acept reformar su casa para que los ricos hombres y la unin y reino se tuviesen por contentos. Los ricos hombres no se quedaron satisfechos con
la respuesta porque decan ser muy cierto y notorio que siendo el rey don Jaime
su agelo de buena memoria de muy poca edad cuando sucedi en el reino, porque por causa de los tutores y de los que tenan el gobierno de su casa y por mal
consejo no se estregase y empeorase el estado del reino, antes se fue augmentado
en honor y ensalzamiento suyo y en utilidad del reino, los aragoneses le dieron

34. ZURITA, Anales, Libro IV, cap. 71.


35. B. DESCLOT, Crnica, edicin a cargo de M. Coll i Alentorn, Barcelona, Edicions 62 i la
Caixa, 1990, cap. 168.
36. ZURITA, Anales, Libro IV, cap. 79.

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consejeros de Aragn y los catalanes de Catalua, y con su acuerdo y consejo se


gobern el reino y el condado de Barcelona y provey en los ms arduos negocios
e importantes que se ofrecieron. Ante este alegato, el rey abandon las cortes y se
march a Alagn. Los ricos hombres que estaban con l tambin abandonaron el
parlamento y hubo que establecer mensajeras y embajadas entre unos y otros.
Pero el monarca no accedi a reformar su casa y para determinar una salida a esta
controversia se nombraron rbitros. En esas circunstancias, el 31 de abril de 1286,
el rey Alfonso III decidi finalmente dictar ordenanzas para los oficios de su casa,
sancionando en el fondo una prctica ya existente, documentada por escrito con
claridad al menos desde el reinado de su padre Pedro III, y con precedentes claros
en las costumbres antiguas practicadas durante el mandato de su abuelo Jaime I.37
A partir de esas ordenanzas, el rey estara en lugar pblico cada lunes para or
las peticiones y demandas que hubiese. Se reunira los martes y los viernes por la
maana con los de su consejo para tratar asuntos propios. Adems, los jueces de
la corte oiran cada da los pleitos presentados ante ellos y en casos dudosos de
resolver intervendra una persona muy principal que tuviese cargo de comunicarlos con el rey. Se guardaran as las normas ya dictadas en ese sentido por su padre
Pedro III y tambin las concernientes al modo en que deberan recibirse las cuentas de la casa real, delante de las personas que el rey nombrase, en especial el
mayordomo y el escribano de racin. Publicadas dichas ordenanzas para remediar
los desrdenes de su casa se alcanz por fin el acuerdo con los nobles y el 20 de
mayo se concluyeron las cortes de Zaragoza.38
En relacin con esos desrdenes de la casa real aragonesa es oportuno recordar lo escrito en aquellos aos por el franciscano Matfres Ermengaus de Bziers,
cuando explicaba que los emperadores, los reyes y los otros grandes prncipes y
potestades seglares de entonces pecaban a menudo no atendiendo por igual a los
sbditos ricos que a los que eran pobres. Adems, sus oficiales y consejeros cometan grandes agravios cuando tardaban en emitir las sentencias de los pleitos que
deban resolver, ya que cuanto ms se demoraban en hacerlo ms dinero costaba
a los litigantes. Por aadidura, dichos oficiales deban confesar si obraban de mala
fe contra algunos sbditos, mientras favorecan con desmesura a otros que eran
sus amigos. Muchas veces no queran or los clamores de las gentes que se presentaban ante la corte y les hacan gran agravio con su vanidad, sin tener en cuenta los gastos y los trabajos que haban empeado en ello. Por otra parte, los oficiales falsos y desleales causaban enormes maldades a los vasallos y los seores

37. CARRERAS, Redre de la reial casa, citado.


38. ZURITA, Anales, Libro IV, cap. 82.

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no estaban excusados de pecado por el hecho de no saberlo, porque deban diligentemente elegir a las personas que ocupasen cada uno de los cargos, y si los
ejercan mal deban castigarlos como se merecieran. De la misma manera, dichas
potestades pecaban cuando abusaban de las pobres gentes con derechos e impuestos abusivos, de cuyas colectas algunos tomaban dinero indebidamente para satisfacer los fastos de sus cortes con onerosos banquetes.39
Quines eran los causantes de desrdenes en la casa del rey Alfonso III? En
qu haban consistido esas malas acciones aducidas? Para empezar los ricos hombres de la Unin, segn Zurita,40 hablaban de expoliaciones, enajenaciones y
empeos de cosas que concernan a los intereses del reino sin haber consultado
con las cortes. Parece ser adems que el rey haba concedido el oficio de la sobrejuntera de Ribagorza a un hijo bastardo de Palls, que era veguer de Catalua y
contrario a los intereses de la Unin. Se peda tambin que fuese privado de su
oficio el judo Muza, baile general, no debiendo tener aquel cargo conforme a lo
que se haba establecido para los de su condicin tnico-religiosa. En contrapartida, la propuesta de los unionistas era que mientras el rey estuviese en Aragn o en
Valencia continuamente le siguiesen dos ricos hombres, dos mesnaderos y dos
caballeros aragoneses, un caballero valenciano y cuatro consejeros por las ciudades y villas de Aragn, con cuyo acuerdo y consejo el rey, do quiera que se hallase, ordenase y proveyese todos los negocios y hechos del reino.
En esas circunstancias, en enero de 1289 el rey jur cumplir las demandas de los
nobles unionistas y nombr para que asistiesen ordinariamente a su consejo a Pedro
(seor de Ayerbe), Pedro Fernndez (seor de Hjar), Bernardo Guilln de Entenza,
Pedro Cornel, Jimeno de Urrea (seor de Alcalatn), Pedro Jordn de la Pea (seor
de Arens) y otros. Aquellos mismos ricos hombres fueron quienes eligieron a los
principales oficios palatinos de la casa del rey: Miguel Jimnez de Urrea (canciller),
Martn Prez de Huesca (juez), igo Lpez de Jaca (tesorero), Joan de Figueras

39. Matfres Ermengaus de Bziers fue un trovador provenzal convertido en franciscano al final de
su vida. Escribi en verso hacia 1288-1292 la obra titulada Breviari dAmor, una de las composiciones ms ledas en toda la literatura catalana vulgar de los siglos XIV y XV, desde que el texto provenzal original fuese traducido al cataln. He consultado directamente la versin catalana del Breviari
dAmor que contiene un manuscrito valenciano del siglo XV conservado en la Biblioteca Nacional de
Madrid con la signatura RES 203. Los datos que comento proceden del epgrafe titulado Dels emperadors e dels reys e dels altres grans prnceps e potestats seglars que ocupa los folios CVII-CVIII.
Vase la edicin facsimilar y el estudio crtico de este mismo manuscrito a cargo de A. Ferrando para
Vicent Garca Editores (Valencia 1974), as como la reciente edicin facsimilar con estudio y traduccin al castellano del texto provenzal de la misma obra hallado en la Biblioteca Nacional de Rusia en
San Petersburgo, a cargo de A. Ferrando y V. Martines para A y N Ediciones (Madrid, 2004-2005).
40. ZURITA, Anales, Libro IV, cap. 83.

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(repostero y camarero), y Arnaldo de Aimerich (escribano de racin). Una de las primeras decisiones que tomaron tras la confirmacin de su nombramiento en cortes
fue la declaracin de los lugares del reino de Valencia que seran juzgados a fuero
de Aragn, gran parte de los cuales eran de su dominio como, por ejemplo, la tenencia de Alcalatn o la barona de Arens.41 Sobre esta cuestin es imprescindible la
lectura de la obra de Luis Gonzlez Antn, quien interpreta los citados nombramientos de los oficiales de la casa real por parte de los unionistas.42

JAIME II (1267-1327), REY DESDE 1291


En la resea que hace Zurita sobre las cortes aragonesas celebradas en Zaragoza en 1301 cita a los nobles que ms parte tenan en la casa y el consejo del rey
Jaime II por aquel entonces, a saber, Lope Ferrench de Luna (procurador del reino de Aragn y gobernador general), Jaime de Jrica (alfrez y primo hermano del
rey), Sancho de Antilln (mayordomo), los hermanos Juan y Lope Jimnez de
Urrea, Jimeno Cornel y Pedro Martnez de Luna entre otros. Debido a una conjura establecida por algunos de ellos a raz de las deudas contradas por el monarca,
el rey acab desterrndolos. Lope Ferrench de Luna fue sustituido como gobernador general por Pedro Cornel43 y tom protagonismo en el entorno real la figura de Pedro Lpez de Oteiza, que era un rico hombre de Navarra por cuyo consejo principalmente el rey provea las cosas del estado y el buen gobierno de la
tierra, que fue casado con doa Teresa hermana del rey, mujer que haba sido de
don Artal de Alagn.44 Con ocasin de la firma del tratado de Torrellas en 1305
tambin se nombra a Gonzalo Garca como personaje principal en el consejo real
y muy favorecido por el monarca, su gran privado con quien se trataban todas las
cosas de mayor confianza.45
En 1307 se alude a la presencia del confesor del rey en el palacio de Valencia,
el dominico fray Guilln de Arag, los consejeros Gonzalo Garca y Artal de
Azlor, y el vicecanciller Bernardo de la Abada. Ramn, obispo de Valencia,
desempeaba el cargo de canciller.46 Los cancilleres del reinado de Jaime II fue-

41. Ibdem, cap. 108.


42. L. GONZLEZ ANTN, Las Uniones Aragonesas y las cortes del reino (1283-1301), 2 vols.,
Zaragoza, Escuela de Estudios Medievales, 1975, pp. 238 y siguientes del vol. 1.
43. ZURITA, Anales, Libro V, cap. 51.
44. Ibdem, cap. 54.
45. Ibdem, cap. 67, y para la cita en cursiva vase Libro VI, cap. 32.
46. Ibdem, Libro V, cap. 73.

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ron todos prelados, excepto Juan de Prcida (1294-1295), originario de la poca


de Pedro III, o el infante Juan de Aragn (1314-1319), que despus sera arzobispo de Toledo y Tarragona. Los prelados cancilleres fueron Ramn Despont, obispo de Valencia y legado papal (1295-1312), y Gastn de Moncada (1320-1325).47
Con todo, puede lograrse un conocimiento ms detallado del entorno cortesano de
Jaime II con el estudio tanto de los libros de cuentas del tesorero Pedro Bol de
los aos 1302-130448 como de los registros inditos de la cancillera.
Zurita menciona un hecho significativo acontecido en 1310. Se trata de la
muerte y el entierro del noble Juan Jimnez de Urrea tras el cerco de Almera, que
en esta guerra y en otras muchas jornadas siempre se seal de muy valeroso;
pero en el recoger del ejrcito fue muy loado su mucho valor y grande esfuerzo. Y
del excesivo trabajo y fatiga que sostuvo en esta guerra se escribe en la historia
general de Aragn que muri en el camino, y que fue enterrado en el monasterio
de los frailes predicadores de Calatayud, y all se muestra hoy su tumba. El cronista aragons cuenta tambin que dicho noble estuvo casado con Teresa de Entenza y dej una sola hija que se llam Toda Prez de Urrea, quien contrajo matrimonio a su vez con Artal de Alagn. Y stos tuvieron dos hijos que fueron Blasco
de Alagn seor de la barona de Pina y Sstago y Juan Jimnez de Urrea que
hered la tenencia de Alcalatn. El sobrino de ste ltimo, tambin llamado Juan
Jimnez de Urrea (hijo de su hermano menor Jimeno y de Gracia Dions, nieta del
conde Dionisio de Hungra), acab recibiendo de su to la tenencia de Alcalatn y
de su padre las baronas de Biota y El Bayo.49
Para ayudar a su hijo el infante Alfonso que estaba en Cerdea, en los aos finales de su reinado Jaime II envi a fray Martn Prez de Ors, castelln de Amposta, que era un caballero de gran valor y de los ms estimados de aquel tiempo, y
se haba visto en diversos trances de guerra por tierra y por mar. Segn Zurita, lo
hizo para que estuviese en el consejo del infante ordinariamente, advirtindole a
ste que tomara muy en cuenta su opinin aunque sus principales consejeros fueran Artal de Luna y Guilln de Anglesola.50 Ante los errores cometidos por el almirante Francs Carroz en la defensa de la isla frente a la armada pisana, el monarca
haba decidido sustituirlo por el citado castelln de Amposta, porque en obra y con-

47. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, pp. 41-42.
48. Libros de cuentas de Pedro Boyl, tesorero del monarca desde marzo de 1302 a marzo de 1304,
edicin a cargo de E. Gonzlez Hurtabise, tomo 1 de la Coleccin de Libros de Tesorera de la Casa
Real de Aragn correspondiente al reinado de Jaime II, Barcelona, Tipografa Luis Benaiges, 1911.
49. ZURITA, Anales, Libro V, cap. 85.
50. Ibdem, Libro VI, cap. 46.

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sejo fue uno de los ms sealados caballeros de sus tiempos, en cuya prudencia y
valenta se haca gran confianza para el buen suceso de aquella empresa.51

ALFONSO IV (1299-1336), REY DESDE 1327


El ltimo ao del reinado de Jaime II haba comenzado a ejercer como canciller Pedro Lpez de Luna (1327-1337),52 arzobispo de Zaragoza, quien fue confirmado en el cargo de manera vitalicia por su sucesor el rey Alfonso IV, siendo
el nico personaje que ocup dicho puesto durante todo este reinado.53 El cronista Zurita apunta que tal decisin la tom el monarca el 25 de noviembre de 1327,
y dise a este prelado como l dice por su noble y antigua prosapia y por su dignidad y ciencia y prudencia.54 Otros personajes del entorno real aparecen mencionados en el juramento secreto que Alfonso IV realiz en Daroca el 20 de agosto de 1328 para no enajenar ninguna cosa de los reinos por tiempo de diez aos.
Se trata de fray Guilln Jornet, confesor del rey, Miguel de Gurrea, ayo del infante Pedro, Garca de Lriz, tesorero del rey y mayordomo que fue de la infanta
Teresa, o Lope de Concud, secretario real.55 Bernardo de Bojados era el almirante
de la armada y Guilln de Aulomar el vicecanciller del rey.56
Adems, el monarca otorg el oficio de la senescala de Catalua a su hijo y
sucesor el infante Pedro. Escribe Zurita: Era este oficio el ms preeminente que
haba en la casa real, y corresponde a la dignidad que en los tiempos antiguos
tenan los mayordomos de los reyes de los francos, a quien se encargaba la suma
del gobierno del reino. Y eran los que en guerra y en paz la gobernaban todo a su
albedro absolutamente, en tanto grado, que los reyes no se ocupaban en ninguna cosa ms que en representar en lo pblico, y autorizar la majestad y soberana que tenan los reyes. Asimismo, segn el cronista aragons, mayordomo en
Aragn era lo mismo que senescal en Catalua o condestable en Francia, el mayor
hombre de la casa del rey. Siempre haban desempeado ese oficio de senescal
los seores de Moncada, descendientes de Ramn Dapifer, primer noble del citado linaje. Por otra parte, el oficio de mayordomo en Aragn se conceda a los

51. Ibdem, cap. 48.


52. L. DARIENZO, Lope Fernndez de Luna, arcivescovo di Saragozza, cancelliere di Pietro IV
dAragona en Medioevo. Saggi e Rassegne, 2 (1976), pp. 77-96.
53. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, p. 42.
54. ZURITA, Anales, Libro VI, cap. 78.
55. Ibdem, Libro VII, cap. 5.
56. Ibdem, cap. 6.

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nobles ms importantes del reino con carcter vitalicio, como suceda con el de
alfrez o sealero que desde antiguo estaba en posesin del linaje de los Alagn.
Por consiguiente, el infante convertido en senescal no slo deba tener cargo del
regimiento de la casa real, sino tambin ocupar un lugar de gran preeminencia en
las batallas como portador de las insignias reales.57
Hacia 1332 la reina Leonor de Castilla promovi el procesamiento de varios cargos palatinos importantes por su intencin de revocar las donaciones del patrimonio
real hechas a favor del infante Fernando. Aparecen as una serie de personajes, encargados de velar por la conservacin del patrimonio real y la persona del propio sucesor de la corona, el infante Pedro. Eran el noble Miguel de Gurrea, ayo del infante y
gobernador general, a quien el rey daba gran crdito en su consejo y le amaba
mucho, su hermano Jimeno de Gurrea, abad de Montearagn, el caballero Garca de
Lriz, mosn Miguel Prez Zapata y el secretario Lope de Concud, es decir, todas
aquellas personas presentes cuatro aos antes en aquel juramento de un estatuto que
prohiba la alienacin del patrimonio real. El desenlace fue que el monarca mand
ejecutar a Lope de Concud para complacer a la reina y calmar su ira.58
En medio de la tensin existente entre el infante Pedro y la reina Leonor, sta
pretenda adems que Lope Prez de Fontecha, den de Valencia, que era principal
en su consejo y natural de Castilla y que tiempo despus se convertira en obispo
de Burgos fuera promovido al gobierno de la dicesis valenciana, obteniendo su
designacin como coadjutor del obispo, que era muy viejo, de la misma manera
que procuraba situar en otros cargos eclesisticos a diversos personajes castellanos
de su entorno. Sin embargo, su estrategia se vio obstaculizada por la figura del mismsimo canciller Pedro de Luna, arzobispo de Zaragoza, que tena gran celo al servicio del infante por haberse criado en su casa habindosele encomendado sus
padres, cuando pasaron a la conquista de Cerdea cuando no tena sino tres aos.
Adems, el canciller se senta muy agraviado por el rey de Castilla por haber mandado matar al marido de su sobrina Mara, la hija de su hermano Artal de Luna.59

PEDRO IV (1319-1387), REY DESDE 1336


Al inicio del reinado de Pedro IV, el peso del canciller Pedro Lpez de Luna,
arzobispo de Zaragoza, segua latente: Era el que gobernaba por este tiempo todo

57. Ibdem, cap. 12.


58. Ibdem, cap. 17.
59. Ibdem, cap. 23. La noticia de la promocin del dan de Valencia al obispado de Burgos en
cap. 46.

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el consejo del estado del rey, el arzobispo don Pedro de Luna su canceller, persona de gran autoridad. Era asimismo quien ms cuenta tena con la conservacin
del patrimonio real y con la buena administracin de la justicia segn Zurita.60 La
reina doa Leonor y el rey de Castilla pretendan que el papa hiciera ir a Roma al
arzobispo para alejarlo de la corte y as lograr ellos un mayor acercamiento, pero
el monarca aragons tena gran aficin a la persona del arzobispo por cuyo consejo se dispona y ordenaba todo el gobierno de los negocios de su estado, y con
mucha razn por ser persona de gran linaje y de mucha autoridad y prudencia y
de largo uso y pltica en los negocios.61
Pedro IV estuvo asesorado en sus decisiones por otros personajes como fray
Juan Fernndez de Heredia, castelln de Amposta,62 y sobre todo por Bernardo de
Cabrera, que era el ms principal en su consejo y de gran valor y prudencia por
quien se gobernaba todo (que se haba recogido al monasterio de San Salvador
de Brea para dejar los negocios del siglo y el rey le haba sacado de aquel su recogimiento con fin de gobernarse por l, porque era el ms prudente y valeroso
caballero que haba en sus reinos). Al conseguir los unionistas aragoneses que el
rey designase a nuevas personas en los oficios de su casa, le presionaron para que
echase de su lado a Bernardo de Cabrera y a otros catalanes, porque stos no deban tratar cosas del reino de Aragn. Pero Cabrera sigui ejerciendo el cargo de
mayordomo.63 Ms an, en 1350 cuando se produjo el nacimiento de Juan, el heredero de la corona, el monarca no dud en nombrarle ayo del infante, oficio que
tena mucho que ver con el amor y el poder paternal: No pasaron muchos das despus que el rey le seal para que tuviese cargo de su crianza y fuese su ayo a
don Bernaldo de Cabrera, porque en valor y prudencia y en todas las buenas partes que se requeran para semejante cargo exceda este caballero a todos los de
su reino.64 A la larga, sin embargo, sus desavenencias con el rey de Navarra, el
conde de Trastmara y la propia reina Leonor de Sicilia le llevaron a caer en desgracia del rey, siendo acusado de traicin, encarcelado y ejecutado en 1364.
Lamentablemente, el soberano aragons admiti aos despus la inocencia de
Cabrera y restituy el vizcondado de que fue titular a su nieto homnimo, al cual
nombr capitn general de la flota real en 1379: con sospechas fue provocado e

60. Ibdem, cap. 31.


61. Ibdem, cap. 36.
62. J. M. CACHO BLECUA, El gran maestre Juan Fernndez de Heredia, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragn, 1997.
63. ZURITA, Anales, Libro VIII, cap. 15.
64. Ibdem, cap. 40.

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inducido contra don Bernaldo, creyendo que por su culpa se movi la guerra
gobernndose por su consejo todas las cosas.65 Segn Zurita, el rey hizo pblico
reconocimiento de su error por haber procedido con tan grave rigor por inducimiento de malos consejeros contra don Bernaldo de Cabrera.66
Tras la derrota de la Unin es interesante fijarse en las represalias que quiso
poner en marcha Pedro IV en 1348. Segn Zurita, el castigo ms sealado fue la
confiscacin que se hizo de las baronas de Biota y El Bayo a Juan Jimnez de
Urrea, que era de las ms antiguas y principales casas de ricos hombres de este
reino, y por su muerte y de Juan Ximnez su hijo se acabaron los de aquel linaje
y casa de Urrea por lnea de varn. En efecto, qued una sola hija de nombre Violante que el rey mand casar con un caballero castellano, pero que no tuvo descendencia. Aprovechndose de esas circunstancias, la rama valenciana del citado
linaje, encabezada por otro Juan Jimnez de Urrea, seor de Alcalatn, intercedi
para recibir la posesin de dichas baronas y de esa manera evitar su integracin
en el patrimonio real. La pretensin del seor de Alcalatn fue atendida por el
monarca porque tvose gran consideracin a la intercesin deste caballero que
sirvi al rey con su casa y estado muy principalmente en todas sus guerras y
empresas as en Espaa como fuera della, en cuyos sucesores legtimos que son
hoy los condes de Aranda recay aquel estado de Biota y del Bayo porque faltaron los descendientes de doa Violante.67
Uno de los premios por los servicios prestados ms importantes del reinado de
Pedro IV fue el otorgado al linaje de los Luna, enemigos tradicionales de los
Urrea, que haban apoyado tambin al monarca en todo momento. El 22 de septiembre de 1348 el rey concedi a Lope de Luna el ttulo de conde, el primero que
se sabe en estos reinos haberse dado a rico hombre que no fuese hijo de rey. La
casa de Luna era de las de mayor patrimonio en Aragn.68 Adems, el nuevo conde estaba casado con la infanta Violante, ta del rey. Su padre y su hermano haban servido de manera destacada a la corona aragonesa en la conquista del reino de
Cerdea, muriendo all.69
Los aos finales del reinado de Pedro IV vivieron las quejas de las cortes aragonesas contra algunos malos consejeros que tenan el rey y su hijo el infante
65. Ibdem, Libro IX, caps. 52 y 57.
66. Ibdem, Libro X, cap. 25.
67. Ibdem, Libro VIII, cap. 30.
68. F. DE MOX Y MONTOLIU, La Casa de Luna (1276-1348). Factor poltico y lazos de sangre en la ascensin de un linaje aragons, Mnster, Aschendorffsche, 1990.
69. ZURITA, Anales, Libro VIII, cap. 31.

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Juan, con la splica de que fueran expulsados de su casa y corte para compensar
as los muchos agravios que haban realizado. Quedaron suspendidos en sus oficios Ramn de Vilanova y Hugo de Santapau, camareros, Pedro Jordn de Urris
y Ramn de Peguera, mayordomos, micer Ramn de Cervera y micer Narciso de
San Dions, consejeros, y Bernardo de Bonastre, protonotario. De la casa del
infante se destituy a Pedro de Bol, Francs y Constanza de Perells, y algunos
otros caballeros, pero no se contentando con esto se hizo instancia que se procediese contra otros muchos que estaban inculpados.70 Ciertamente, estando el rey
moribundo, la reina Sibila y algunos personajes de su entorno fueron acusados de
traicin y robo en el palacio. Los secuaces del grupo de la reina eran su hermano
Bernardo y otros barones y caballeros como el conde de Pallars o Berenguer de
Abella, que fue gran privado del rey don Pedro, al igual que el tesorero Pedro de
Val, el escribano de racin de la reina, Antonio de Naves, o el lugarteniente del
protonotario y otros personajes.71
En su propia crnica del reinado, Pedro IV se refiere a la persecucin a que
fue sometido por su madastra la reina Leonor de Castilla y sus consejeros: E de
continent la dita reina, madrastra nostra, ab aquells qui li ho consellaven, tract
moltes e diverses persecucions nostres segons que es segueix, especificando que
dicha accin de la reina se produca ab consell de dona Sanxa de Velasco, qui era
ama sua e era dona qui cabia molt en lo Consell de nostre pare, e de mossn
Ramon Cornell e de mossn Gonalvo Garcia e dalguns altres.72 De forma paralela cita a otros personajes que fueron importantes en su propio entorno a principios del reinado como fray Pere de Tous, maestre de Montesa, qui era lo principal conseller nostre entre aquells que eren llavors ab ns.73 Es el caso tambin
de Oto de Moncada, qui era dels savis barons que lladoncs fossen en nostre regne74 o de Hugo de Fenollet, doctor en lleis, qui aprs fo nostre canceller e bisbe
de Valncia.75 Desde luego, las noticias dadas por Zurita tienen su base en la crnica de Pedro IV, como puede observarse con un simple cotejo, pero no siempre
estn reflejadas con la misma intensidad con la que el rey las escribi. Por ejemplo, Zurita no recoge cierta alusin del rey a Vidal de Vilanova, comendador de
Montalbn, lo qual era hom fort antic e era estat dels principals consellers de
70. Ibdem, Libro X, cap. 34.
71. Ibdem, cap. 40.
72. F. SOLDEVILA, Les quatre grans crniques, Barcelona, Editorial Selecta, 1971, Crnica de
Pedro IV, cap. 1, nms. 43-44, p. 1019.
73. Ibdem, cap. 2, nm. 25, p. 1020.
74. Ibdem, nm. 27, p. 1030.
75. Ibdem, cap. 3, nm. 116, p. 1069.

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nostre avi, lo rei En Jacme, que ab aquell prengussem nostre consell.76 Y por
contra agranda mucho la cita escueta del rey a Juan Jimnez de Urrea, seor de
Alcalatn, de quien slo dice que era uno de nostres servidors e contraris a tots
aquells qui mantenien la Uni.77 Sea como fuere, ni Pedro IV ni Zurita rememoran a todos los hombres que ocuparon el cargo de canciller durante este largo reinado, doce en total. Quedan rememorados para la posteridad Pedro Lpez de
Luna, arzobispo de Zaragoza, Juan Fernndez de Heredia, gran maestre del Hospital, Hugo de Fenollet, obispo de Vic y Valencia, o Garca Fernndez de Heredia, sobrino del gran maestre, arzobispo de Zaragoza y nico canciller del futuro reinado de Juan I.78
Pero ms all de estas noticias, el reinado de Pedro IV adquiere especial protagonismo por las ordenanzas de la casa real aprobadas en cortes. Est comprobado, sin embargo, que esas ordenanzas de 1344, escritas en cataln, fueron prcticamente una traduccin literal, palabra por palabra y con pocos cambios, del
texto latino de las Leges Palatinae de 1337, promulgadas por su cuado Jaime III
de Mallorca. Varias copias del manuscrito original de esas leyes palatinas fueron
regaladas por el soberano mallorqun al papa o al rey de Francia. El azar quiso que
una de dichas copias con abundantes miniaturas acabase en la Biblioteca Real de
Bruselas, siendo editada en los aos treinta del siglo pasado dentro de los Monumenta Germaniae Historica.79 Recientemente se efectu una edicin facsmil del
manuscrito80 y en la actualidad es posible manejar otra en internet.81
Por su parte, la primera edicin impresa de las ordenanzas de Pedro IV en cataln fue realizada en 1850 por Prspero Bofarull para la Coleccin de Documentos Inditos del Archivo de la Corona de Aragn.82 Pocos aos despus, en 1866,

76. Ibdem, cap. 4, nm. 40, p. 1102.


77. Ibdem, nm. 45, p. 1105.
78. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, pp. 53-54.
79. W. BERGES, Die Frstenspiegel des hohen und spten Mittelalters, Monumenta Germaniae
Historica, 2, Stuttgart, 1938, reedicin de 1992.
80. Leyes Palatinas: [Cod. n 9169 de la Bibliothque Royale Albert I] Jaime III, rey de Mallorca (1324-1343), edicin facsmil, presentacin y transcripcin de L. Prez Martnez, introducciones
de G. Llompart y M. Durliat, traduccin de M. Pasqual Pont, fotografas de F. Llompart Mayans, Palma de Mallorca, Jos J. de Olaeta, 1991.
81. Vase http://germazorpe.uni-trier.de/Projects/LP/edition a cargo del profesor G. Kerscher
(Universitt Trier). Agradezco al profesor Nikolas Jaspert el haberme facilitado esta informacin y
algunas obras concernientes a la misma de la bibliografa alemana.
82. Ordonacions fetes per lo molt alt senyor en Pere Ter rey dArago sobra lo regiment de tots los
officials de la sua cort, edicin a cargo de P. Bofarull y Mascar, Coleccin de Documentos Inditos
del Archivo de la Corona de Aragn, tomo V, Barcelona, 1850.

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Pascual Savall y Santiago Penn incluan una traduccin castellana efectuada en


el siglo XVI dentro de su compilacin de fueros, observancias y actos de cortes
de Aragn.83 Con posterioridad se ha llevado a cabo una edicin facsimilar con
estudio introductorio de Bonifacio Palacios,84 el cual ha reconstruido tambin la
tradicin documental del manuscrito original de dichas ordenanzas reales conservado en la Biblioteca General de la Universidad de Valencia, procedente a su vez
del monasterio de San Miguel de los Reyes. Y de inminente publicacin es otra
versin de las mismas que aparece inserta en las actas de las cortes aragonesas de
Pedro IV.85
Para el tema que aqu se trata es de sumo inters reproducir el catlogo alfabtico de oficios de la casa real que deriva de las ordenanzas de Pedro IV, no slo
para calcular el nmero de personas implicadas sino tambin para registrar las
cualidades especficas que deban cumplir. En conjunto se trata de 85 oficios que
implican a 243 personas como mnimo, puesto que en alguno de ellos se alude de
forma imprecisa a una o ms (portant aigua a la botelleria), dos o ms (ajudants
de la cambra) o una cantidad indeterminada de personas (consellers y endreadors de la conscincia). Quienes los desempeaban eran hombres adultos en su
mayora absoluta, salvo un oficio muy puntual que de manera explcita se atribuye a mujeres, la costurera y su coadjutora, aparte de aquellos otros puestos en que
se precisan mozos, como botellers comuns, hmens de lescuderia, menucier o
rebosters comuns. En letras capitales se ha querido resaltar los cargos ms importantes de la casa real, a saber, los trece consejeros principales (consellers), que son
el canciller (canceller), el vicecanciller (vicecanceller), los tres mayordomos
(majordmens), los dos camareros (camarlencs), el maestre racional (mestre
racional), el tesorero (tresorer) y los cuatro promovedores (promovedors), a los
cuales se aada una cifra indeterminada de asesores (endreadors de la conscincia). Prelados y clrigos, nobles y caballeros, hombres de leyes y notarios son
los componentes principales del consejo real a tenor del texto:

83. Ordinaciones de la casa real de Aragon, compiladas en lemosn por su rey don Pedro IV, traducidas al castellano de orden del prncipe don Carlos, primognito de don Felipe II de Castilla, por
el protonotario de aquel reino don Miguel Clemente, Madrid, 1559-1562, publicadas por P. Savall y S.
Penn, Fueros, Observancias y Actos de Corte del reino de Aragn, vol. II, Zaragoza, 1866, 451-550.
84. Llibre dOrdinacions de la Real Casa dArag, 2 vols., con estudio introductorio de Bonifacio Palacios Martn, Valencia, Scriptorium, 1994. Vase tambin B. PALACIOS MARTN, Sobre la
redaccin y difusin de las Ordinacions de Pedro IV de Aragn y sus primeros cdices en Anuario
de Estudios Medievales, 25/2 (1995), 659-681. Otra edicin anterior es la llevada a cabo por O. SCHENA, Le leggi palatine di Pietro IV dAragona, Cagliari, Istituto sui Rapporti Italo-Iberici, 1983.
85. J. . SESMA MUOZ (editor), Cortes del reinado de Pedro IV/4 y Juan I, Acta Curiarum
Regni Aragonum, tomo V, Zaragoza, 2009.

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LOS OFICIOS DE LA CASA REAL SEGN LAS ORDENANZAS


DE PEDRO IV (1344)
DENOMINACIN

NMERO DE PERSONAS Y CUALIDADES ESPECFICAS

Abad de Santes Creus

El capelln mayor de todos los reyes de Aragn que rece junto a


ellos en la capilla del palacio en que estuviesen

Ajudant dapotecari

Un coadjutor prctico en el oficio para ayudar o sustituir al


especiero del rey

Ajudant de
sobreatzembler

Una persona que ayude, obedezca y respete al acemilero principal


y a su subordinado

Ajudants de la cambra

Dos o ms hombres de bondad que mantengan preparados los


aposentos de la cmara y recmara del rey

Ajudants de la nostra
escrivania

Ocho escribanos que se llamen ayudantes y registren los


privilegios, cartas, letras y otras escrituras de la corte en la
manera en que les sea ordenado por el canciller, el vicecanciller
o el protonotario

Algutzils

Dos caballeros para ejercer la jurisdiccin real sobre el personal


del palacio y sobre todos aquellos que sean familiares y
huspedes del rey o de la reina

Almoiners

Dos buenos y ancianos capellanes que entreguen las limosnas a


los pobres de las sobras de las mesas del palacio

Apotecari

Un hombre bueno y fiel que haga confituras, especias, jarabes y


medicinas

Argenter de la
nostra cuina

Una persona que encienda el fuego y ayude en todo lo dems


en la cocina

Argenters de la
cuina comuna

Dos criados idneos y suficientes para todo lo de la cocina

Armador real

Un hombre suficiente y leal para la guarda de las armas del rey

Atzemblers

Cuatro personas suficientes en el servicio del sobreacemilero


y sus dos ayudantes

Barber

Uno para el servicio del rey, por cuanto este oficio es el que se
acerca ms que los otros a su persona

Botellers comuns

Dos hombres mozos, criados, buenos y humildes para servir


bebidas en la sala del palacio

Botellers majors

Dos hombres de fe y bondad para guardar el agua y el vino del


rey, y mantener limpios sus vasos y copas

Caadors i guardes
de cans

Dos personas para cuidar los perros de caza del rey

Calfador de la cera per


als segells pendents

Un hombre bueno y experimentado para que caliente y apareje la


cera que fuera menester para los sellos

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CONSEJEROS INFLUYENTES Y PERSONAS DE CONFIANZA

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DENOMINACIN

NMERO DE PERSONAS Y CUALIDADES ESPECFICAS

Camarlencs

Dos caballeros, criados del rey, que sean personas secretas de


confianza y de calidad, que estn siempre junto a l y duerman
junto a su cama, adems de custodiar el sello secreto

Canceller

Un arzobispo, obispo o doctor en leyes que presida la cancillera,


ordene el consejo real e imparta justicia en nombre del rey

Cavallerices

Dos escuderos de la casa del rey que cuiden de los caballos y


otras cabalgaduras de silla

Coadjutora de costurera Una mujer que ayude a la costurera y le sustituya en su ausencia


Coadjutors de sastre

Dos mozos que ayuden al sastre del rey a coser y limpiar sus
vestidos o en su ausencia puedan sustituirle

Cocs comuns

Dos hombres de fe y bondad para aparejar bien y limpiamente


los manjares para los comensales

Comprador

Una persona de confianza que tenga gran vigilancia y cuidado de


los alimentos que se compren para la corte

Confessor

Un discreto capelln, religioso o seglar, para escuchar las


confesiones del rey, que est bien instruido en teologa, derecho
cannico, resplandeciente en buenas costumbres y honestidad de
vida, el cual est siempre presente en los oficios religiosos del
palacio y duerma lo ms cerca posible del monarca

Consellers

El canciller, el vicecanciller, los tres mayordomos, los dos


camareros, el maestre racional, el tesorero, los cuatro
promovedores y otras cualesquiera personas que puedan estar
con ellos y sepan qu cosas se deben aconsejar al rey
(v. endreadors de la concincia)

Copers

Dos escuderos nobles que sirvan la bebida al rey en su mesa

Correus

Veinte correos para llevar las cartas

Costurera

Una mujer honrada, lavandera, que corte y labre las camisas del
rey, y lave las sbanas y los manteles

Cuiners majors

Dos hombres fieles y de bondad para que cocinen los alimentos


del rey con particular cuidado y diligencia

Endreadors de la
conscincia

Obispos, prelados, maestros en teologa, doctores en derechos y


hombres religiosos, consejeros del rey, que no tengan otro oficio
en dicho consejo, que digan o escriban segn su parecer si las
decisiones que se tomen sean contra conciencia

Escol de lalmoina

Un clrigo de buena edad y envuelto de buenas costumbres y


vida, que asista a los capellanes limosneros

Escol de la capella

Un escolano que se encargue de mantener ornamentada la capilla


real para los oficios y custodie todos sus objetos, tejidos y libros

Escombrador del palau


i llavador del argent

Un hombre prctico que barra el palacio y limpie la plata del


servicio de la casa del rey

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GERMN NAVARRO ESPINACH

DENOMINACIN

NMERO DE PERSONAS Y CUALIDADES ESPECFICAS

Escriv de raci

Un hombre bueno, fiel, verdadero y diligente que sepa contar y


escribir para tomar las cuentas del palacio, hacer inventario de
bienes, registrar las quitaciones o salarios de los diversos oficios,
firmar albaranes y, cuando conviniere, pagar las soldadas del
ejrcito, entre otras cosas

Escrivans de manament Doce escribanos de mandamiento buenos, suficientes y fieles


de la nostra escrivania para la escribana de la cancillera
Escrivans de mestre
racional

Doce escribanos que registren las cuentas del maestre racional o


de su lugarteniente

Escrivans de raci

Dos escribanos al servicio del escribano de racin o de su


lugarteniente en su ausencia

Escrivans de tresorer

Seis escribanos que confeccionen los libros del tesorero

Escrivans dels odors

Dos escribanos hbiles, suficientes y prcticos que registren las


peticiones presentadas ante los oidores

Escrivans secretaris

Dos buenos y suficientes notarios para escribir y registrar las


cartas secretas del rey

Escuders davant ns
tallar ordenats

Dos escuderos para trinchar la carne delante del rey en su mesa

Escuders de la cambra

Seis escuderos para el servicio del rey dentro de su dormitorio


secreto

Escuders portants al
taulador real

Dos escuderos para llevar los manjares y platos a la mesa del rey

Falconer major

Un escudero prctico en cuidar halcones, azores y aves de caza


el rey

Falconers

Seis personas para ayudar al halconero mayor del rey

Guardes de les tendes

Tres hombres ingeniosos y prcticos para guardar y tener enteras


y aparejadas las tiendas del rey an en tiempo de paz

Hmens de lescuderia

Ocho mozos para cuidar los caballos sealados para servir al rey

Hmens de lofici de
lalgutzir

Ocho hombres que sirvan a los alguaciles para prender


delincuentes y custodiar a los presos en la crcel del rey

Joglars

Cuatro taedores de instrumentos, a saber, dos ministriles, un


atabalero y un trompeta

Lloctinent de mestre
racional

Un lugarteniente suficiente y fiel que ayude al maestre racional

Lloctinent de tresorer

Un lugarteniente que ayude al tesorero o le sustituya en su ausencia

Lloctinent o sotsescriv Un lugarteniente que ayude al escribano de racin a llevar


de raci
cuentas

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CONSEJEROS INFLUYENTES Y PERSONAS DE CONFIANZA

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DENOMINACIN

NMERO DE PERSONAS Y CUALIDADES ESPECFICAS

Majordmens

Tres caballeros nobles, uno por Aragn, otro por Catalua y el


tercero por Valencia-Mallorca, que hagan cumplir la voluntad
del rey en el palacio

Menescal

Una persona de confianza y prctica en el oficio de veterinario


para atender a los caballos

Menucier

Un hombre mozo y avisado que corte y reparta todos los alimentos


en el aparador para que luego todo sea puesto en las mesas

Mestre racional

Una persona fiel y sabia para buscar lo cierto de las rentas y los
derechos reales, dando cuenta al rey mediante libros ordinarios
de registros comunes, albaranes de pagos e ingresos, cuya
autoridad est por encima del resto de oficios econmicos y
forme parte del consejo real

Metges de cirugia

Dos hombres prcticos en el arte de la ciruga

Metges de fsica

Dos mdicos prcticos o expertos en medicina o fsica

Missatgers de verga o
verguers de la
cancelleria

Tres hombres buenos y suficientes que vayan delante del


canciller o, en su ausencia, del vicecanciller, y ejecuten los
mandamientos de aquellos

Monjos de la capella

Dos monjes del monasterio de Santes Creus, honrados y de buena


vida, que ayuden a su abad en la capilla del palacio

Museu

Una persona buena y fiel que tenga la llave de la despensa

Odors

Tres caballeros, dos sabios prcticos en derecho civil y otro sabio en


derecho cannico para atender las splicas presentadas ante el rey

Panicers comuns

Dos criados nuestros, hombres buenos y llanos, para servir el pan


en las otras mesas de comensales

Panicers majors

Dos personas generosas y de bondad, y de mucha confianza, que


sirvan el pan al rey en su mesa

Pastador

Una persona que sepa hacer pasteles y otras cosas en la cocina

Portadors daigua
a la cuina

Dos personas que traigan el agua para la cocina, laven y barran

Portant aigua a la
botelleria

Uno o ms hombres buenos y leales para el abastecimiento de


agua en todo el palacio

Porters de la porta
forana

Doce hombres que estn en la primera puerta del palacio para


guardar la plata del servicio del rey

Porters de masses

Veinte hombres bajo las rdenes de los ujieres para guardar la


persona del rey

Porters i sotsporters
lliurats al odors

Dos porteros del rey puestos al servicio de la audiencia de los


oidores

Posader

Un portero que vaya delante del rey en sus viajes para sealar las
mejores posadas para l y su squito

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GERMN NAVARRO ESPINACH

DENOMINACIN

NMERO DE PERSONAS Y CUALIDADES ESPECFICAS

Promovedors

Dos caballeros y dos suficientes doctores en derecho civil para


promover los asuntos de este tipo en el consejo real

Protonotari tinent
dels segells

Un buen escribano de fidelidad probada y bien instruido por lo


menos en gramtica latina, que tenga todos los sellos del rey,
excepto el secreto que custodian los camareros

Rebosters comuns

Dos criados, hombres mozos y de buena edad, buenos y llanos,


que guarden los enseres, frutas y repostera de los comensales

Rebosters majors

Dos hombres buenos y fieles que tengan a su cargo toda la vajilla


de oro y plata y guarden asimismo frutas, quesos, tortas, velas,
azcar, especias, sal y otras cosas similares para la mesa del rey

Sastre

Uno suficiente para hacer todos los vestidos que hayan de servir a
la persona del rey

Segelladors de
lescrivania

Dos personas de las ms suficientes del registro de la escribana que


comprueben y sellen todas las cartas que se habrn de despachar

Servidor de lalmoina

Un fiel y diligente servidor para la limosna, el cual recoja


fielmente en el lugar acostumbrado las sobras de las mesas y las
guarde para que los limosneros se las entreguen a los pobres

Sobreatzembler

Una persona que cuide de las acmilas del rey

Sobrecocs

Dos escuderos de linaje que den todos los manjares de escudillas


al mayordomo para ponerlos en la mesa del rey

Sotsatzembler

Una persona que ayude con diligencia al acemilero principal


como subordinado

Tresorer

Un hombre fiel e industrioso a quien se encomienden el tesoro y


las monedas del rey, que informe de seis en seis meses al maestre
racional, y defienda y promueva en el consejo del rey los asuntos
concernientes al patrimonio real

Uixers darmes

Cuatro caballeros no armados que vayan siempre detrs del rey


para protegerle, incluso en las sesiones secretas de su consejo

Vicecanciller

Un hombre fiel y prctico, doctor en leyes, que no sea eclesistico


y por ello pueda juzgar causas criminales

Las cualidades expresadas, que se han traducido literalmente de las ordenanzas,


permiten deducir algunas ideas importantes. Para empezar hay cargos aparentemente insignificantes que exigen personas con un alto grado de confianza para el
rey. Es el caso del barbero (barber), cuyo oficio debe ser ejercitado por alguien
muy fiel al monarca ya que es quien ms cerca est de su persona. Tambin se
deduce lo mismo del comprador, de los dos cocineros mayores (cuiners majors), de
las dos personas de mucha confianza que sirven el pan al rey en la mesa (panicers

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majors), de los seis escuderos que custodian su dormitorio secreto (escuders de la


cambra), de los cuatro caballeros guardaespaldas o ujieres de armas (uixers darmes), por no hablar de los dos notarios que escriben sus cartas secretas (escrivans
secretaris) o del discreto capelln que se espera que sea el confesor del rey.
En contraste, los consejeros reales que desempean los principales cargos de
la corte transmiten ms una imagen de jerarqua, autoridad, mando, juicio e
influencia, a excepcin de los dos camareros, de los cuales se espera sobre todo
que sean personas secretas de mucha confianza, pues estn siempre junto al rey y
duermen a su lado. Sea como fuere, en todos los casos se precisa fidelidad y servicio al ms puro estilo feudal. De hecho, de forma jerrquica cada subordinado
debe prestar juramento y homenaje sagrados a sus superiores y stos a su vez al
monarca. La casa real deviene una pirmide feudal perfectamente diseada a tono
con el sistema de relaciones dominante.
Algunos autores han insistido tambin en la influencia que pudieron tener ciertos intelectuales del entorno real en la construccin de los estereotipos de comportamiento moral que se exigen a los personajes de la corte que fuesen a desempear
las funciones polticas ms relevantes. Se atribuye en ese sentido bastante peso a la
obra de Francesc Eiximenis titulada Regiment de Prnceps, que es la sexta parte del
libro doce de Lo Cresti, como si se tratara de una especie de cdigo tico complementario a las ordenanzas de Pedro IV.86 Ciertamente, despus de analizar el perfil moral ideal del prncipe, Eiximenis dedica tiempo a reflexionar sobre el quehacer de sus oficiales en la administracin de justicia y en las tareas de gobierno
dentro del entorno ms inmediato del soberano. Trata temas como el del comportamiento ejemplar y central que debe tener la figura del canciller, el cual nunca
debe aceptar sobornos. Se refiere asimismo a los otros consejeros del prncipe y la
mejor manera en que deben asesorarle. Explica cul es el modelo ideal de tesorero. Y hasta ofrece una relacin de los oficios y de los personajes ms negativos que
solan pulular por las cortes medievales, es decir, visionarios, astrlogos y alquimistas o, en general, cualquier otro tipo de cortesanos corruptos y farsantes.87 En
86. . LPEZ-AMO Y MARN, El pensamiento poltico de Eximeni en su tratado de Regiment
de Princeps, Madrid, Instituto de Estudios Jurdicos, 1946; y C. WITTLIN, Francesc Eiximenis and
the State secret of king Peters Ordinance for Court Officials en Catalan Review, 16 (2002), pp. 229242; y La sisena part del Dotz de Francesc Eiximenis com a complement tic a les Ordinacions de
la Cort del Rei Pere el Cerimonis en Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona,
50 (2005-2006), pp. 231-248.
87. Vase la introduccin de F. EIXIMENIS, Dotz llibre del Cresti, vol. I 1, edicin de X.
Renedo, Universitat de Girona y Diputaci de Girona, 2005, pp. XXIX-XXI. El volumen I 2 de estas
obras completas de Eiximenis es el que contiene el citado regimiento de prncipes y est pendiente de
publicacin.

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GERMN NAVARRO ESPINACH

realidad, la literatura de los espejos de prncipes (Egidio Romano, Vicente de


Beauvais, Juan de Gales) no slo tena claros antecedentes en la literatura oriental antigua, sino que desde los siglos XII y XIII ya estaba presente en la Pennsula Ibrica en otros textos bien conocidos para Castilla como son la segunda de Las
Siete Partidas de Alfonso X el Sabio y el Libro de Alexandre. Y tambin lo estaba para la Corona de Aragn, como se ha descubierto en pginas anteriores, al
citar las obras de Ramn Llull o Matfres Ermengaus de Bziers. Es evidente, por
tanto, que las ordenanzas de Pedro IV y el regimiento de prncipes de Eiximenis
fueron un eco tardo ms dentro de una tendencia generalizada en Europa que
promovi la codificacin de valores sobre el arte de gobernar, y que march a la
par del proceso de consolidacin de las monarquas feudales emergentes.

JUAN I (1350-1396), REY DESDE 1387


Con el precedente de las quejas contra los malos consejeros y secuaces de los
ltimos aos de su padre Pedro IV, al inicio del reinado de Juan I caus gran
escndalo la relacin poltica mantenida por el nuevo soberano aragons con una
dama de la corte de nombre Carroza de Vilaragut. De hecho, en las cortes de Monzn de 1388 se solicit la reforma de la casa real y se removieron de su servicio
algunas personas profanas y de mala vida por el mal ejemplo que dello se segua;
y dieron ciertos captulos contra la Carroza y contra otros familiares de la casa
del rey y de la reina que eran secuaces de la Carroza, por cuyo consejo y favor se
hacan diversas gracias y mercedes muy desordenadamente, afirmando que para
ello se haban juntado con Francs de Pau del consejo del rey y mayordomo de la
reina y que por causa dellos se disminua el patrimonio real; y imputaban a sola
ella que por su causa no se guardaban las leyes, y que la casa y corte del rey y de
la reina se gobernaba por su mano. Segn Zurita, el monarca accedi a separar a
dicha dama de la casa real por acto de corte.88
Quines fueron los personajes ms importantes del entorno de Juan I? Por
delante de todos, sin duda, Garca Fernndez de Heredia, arzobispo de Zaragoza,
nico canciller del reinado que sera asesinado en 1399 por Antn de Luna ya en
tiempos de Martn I. Detrs de l estaba la enorme influencia que ejerca la reina
Violante de Bar en su esposo Juan I, la cual, segn afirma Zurita, gobernaba a sus
anchas mientras el monarca pasaba el tiempo cazando en el monte: ninguna cosa
se resolva sino con consejo de la reina; y en todas ellas se proceda con su consulta y parecer estando ella ausente, de lo cual se segua gran confusin en los

88. ZURITA, Anales, Libro X, cap. 43.

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negocios del estado y mucha turbacin, porque lo que un da se determinaba en


otro se deshaca. En ese sentido, entre los motivos que haban llevado a los brazos de las cortes a demandar la reforma de la casa real estaba el hecho de que tenan por muy sospechoso a don Garca Fernndez de Heredia arzobispo de Zaragoza que era gran privado de la reina.89 En verdad, el crculo de intervinientes en
los asuntos de estado era mayor. De sobra es conocido el proceso que en 1396, ao
de la muerte del rey, se inici contra diversos consejeros y oficiales reales acusados de malversacin de fondos, entre los cuales despuntaban los vicecancilleres
Guillem de Valseca, caballero barcelons y jurista, y Esperandeu de Cardona, otro
hombre de leyes, junto a los notarios Bernat Metge, secretario real, Bartomeu Sirvent, Jaime Tavascn, Pere de Benviure o Bernat Jonquer, repuestos en sus cargos
la mayora de ellos durante el siguiente reinado, especialmente Cardona, que
desempeara el cargo de vicecanciller en la corte de Martn I.90
Al respecto, tiene gran inters la lectura atenta de la obra en cataln titulada Lo
Somni, cuyo autor fue precisamente el secretario real Bernat Metge, uno de los acusados en el citado proceso. Dicho texto constituye un referente fundamental para
observar las relaciones que pueden establecerse en tiempos convulsos entre la poltica y la literatura dentro del entorno cortesano. Segn Cingolani, reciente editor de
la obra,91 Metge debi comenzar la composicin de la misma en Barcelona entre
finales de 1396 y principios de 1397, concluyndola al inicio de 1399. En su opinin, no habra que vincular Lo Somni a una interpretacin banal de la realidad poltica vivida por el propio autor en un tono autojustificativo y arrepentido, como se ha
hecho hasta ahora, porque en realidad Metge fue culpado de unas prcticas administrativas irregulares que eran muy habituales en aquella poca. Que su obra tenga
por escenario la crcel y el hilo conductor de la misma sea un insomnio o ensoacin en busca de consuelo para el autor convertido en protagonista en primera persona es slo una situacin de ficcin que nada tiene que ver con Metge, pues no hay
pruebas documentales que certifiquen su estancia en prisin. En palabras de Cingolani, no es por tanto un panfleto entonando un mea culpa sino una literatura de
altsima calidad en la que se combinan varios gneros literarios. Tampoco es una
autobiografa ni una confesin sino una notable manipulacin de la realidad ejecutada a partir de diversos modelos literarios tradicionales bastante evidentes como,
por ejemplo, el Somnium Scipionis de Cicern. Adems, la expresin de sus ideas

89. ZURITA, Anales, Libro X, caps. 43, 52 y 56.


90. M. MITJ, Procs contra els consellers, domstics i curials de Joan I, entre ells Bernat Metge en Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXVII (1957-1958), pp. 375-417.
91. B. METGE, Lo Somni, edicin crtica de S. M. Cingolani, Barcelona, Editorial Barcino, Els
Nostres Clssics, 2006.

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polticas aparece con claridad cuando intenta recuperar o justificar los reinados de
Pedro IV y sus hijos Juan I y Martn I. Segn Metge, la nica pena que mantena a
Pedro IV en el purgatorio era el esperado fin del Cisma. La debilidad poltica de
Juan I la achaca a la engaosa y egosta voluntad de sus opositores. Y en cuanto a
Martn I, su figura queda bien ensalzada como fort just e virtus. Es as cmo Metge defiende el punto de vista de la monarqua frente a las otras fuerzas polticas del
reino en la bsqueda de una pacificacin general de la sociedad.92 La lealtad de Metge a la casa real y su exaltacin de la monarqua se vuelve a plasmar incluso con el
elogio de algunas de las reinas de Aragn: Elisenda de Moncada (1292-1364), esposa de Jaime II; Leonor de Sicilia (1325-1375), tercera esposa de Pedro IV; Leonor
de Prades (1336-1416), infanta de Aragn y reina de Chipre; Sibila de Forti
(+1406), cuarta mujer de Pedro IV; Violante de Bar (c. 1365-1431), segunda mujer
de Juan I; y Mara de Luna (1357-1406), primera esposa de Martn I.93
Durante sus ltimos aos de reinado, hay que destacar el apoyo que prest
Juan I a su camarero real, Lope Jimnez de Urrea, para la adquisicin del vizcondado de Rueda y la villa y el castillo de pila. El rey confirm en 1394 el traspaso de los derechos del antiguo titular de estos seoros, el vizconde de Perells, a
favor del citado Lope Jimnez de Urrea, nobili et dilecto consiliario et camarlengo nostro, seor de la tenencia de Alcalatn. La operacin se haba efectuado el 7
de enero de 1393 en pila ante el notario zaragozano Domingo Pelagut.94 El precio fue 42.500 florines de oro y la compra inclua omnimoda jurisdiccione civili
et criminali, alta et vaxa, mero et mixto imperio, et pleno exercitio ipsorum hoste
exercituum et cabalgata, et redemptionibus ipsorum. En el documento se subrayaba adems que la tierra vendida estaba in regno Aragonum, situata in tali et tam
bono territorio et comarca, et tanti valoris reddituum. Un ao despus, el 24 de
marzo de 1394, se firm una escritura de cargamiento de censales sobre los bienes y rentas de los municipios de Llucena, LAlcora, Alcalatn, Les Useres y
Xodos, los cinco lugares principales de la tenencia de Alcalatn, con el objeto de
poder pagar el precio estipulado para la compra del vizcondado de Rueda.95
Dichos censales sumaban un capital total de 121.000 sueldos valencianos presta92. Vase el estudio introductorio de Cingolani en Ibdem, pp. 70-71.
93. Ibdem, Libro IV, pp. 242-245.
94. En el Archivo Histrico Provincial de Zaragoza (Fondo Hjar, II-91-2) se conserva una copia
simple de dicha escritura sacada en 1838 del documento original que estaba entonces en el archivo de
Aliaga. Vase el estudio de este documento en G. NAVARRO ESPINACH, La formacin de los seoros del condado de Aranda, citado.
95. Archivo Histrico Provincial de Zaragoza, Fondo Hjar, IV-137. Se conserva el documento original dentro del amplio legajo sobre la tenencia de Alcalatn que ha estudiado G. Navarro Espinach en
la misma ponencia citada en la nota anterior.

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dos con un inters anual del 833 por ciento. Los contratos fueron firmados ante
diversos notarios de Valencia entre los das 11 y 18 de marzo de 1394 y significaban el pago de hasta 10.083 sueldos y 4 dineros de intereses anuales, repartidos
entre trece pensiones censales distintas. Lo que interesa subrayar en este caso es
que las cantidades prestadas todava no haban sido devueltas medio siglo despus
y el asunto deriv en un conflicto armado que acabara beneficiando, cmo no, a
los Urrea desde su posicin privilegiada en el entorno cortesano de Alfonso V.
Las disputas entre los descendientes de Lope y sus acreedores llegaron hasta
las cortes valencianas de 1437-1438 en las que se hablaba de ms de 8.000 libras
en censales sobre la tenencia. Slo la deuda contrada por la venta del vizcondado ya alcanzaba las 6.050 libras como se ha visto (121.000 sueldos). En esas circunstancias, se orden en 1439 proceder a la ejecucin de los embargos y se reclut un ejrcito de ms un millar de hombres para que las tropas reales ocupasen la
tenencia en nombre de la corona. En ese instante, la capacidad de maniobra de los
Urrea en la corte del rey Alfonso V les permiti un claro trato de favor por parte
del monarca, a la vez que sus vasallos de la tenencia mostraron resistencia armada a la entrada de las tropas del lugarteniente del gobernador de Valencia mediante una revuelta general acontecida en 1440, tal vez instigada por los mismos
Urrea.96 Segn los seores de Alcalatn, los oficiales del reino de Valencia, antes
de irrumpir y pretender usar su jurisdiccin en dicha tenencia deberan haber jurado los fueros de Aragn, de modo que el intento de ocupacin y las medidas adoptadas contra la resistencia eran ilegales y contrafuero. As que todo el procedimiento fue suspendido y las reclamaciones de los acreedores quedaron archivadas.
Detrs de todo, como puede observarse, se entrelazaban cuestiones de poltica y
economa donde pesaban las relaciones privadas e invisibles a simple vista entre
seores y reyes con influencias y favores de por medio en un contexto de dualidad de fueros y dualidad de reinos. Sin olvidar que en 1440, el propio Pedro Jimnez de Urrea, nieto del consejero y camarero real de Juan I que compr el vizcondado de Rueda, acab nombrado nuevo gobernador de Valencia para la mejor
defensa de los intereses de la monarqua, pero sobre todo de los suyos propios.
Entre las elites econmicas ms importantes de la corte de Juan I estuvo el
prestamista Juan Don Sancho, ciudadano de Zaragoza. Se quejaba ante las cortes
de Zaragoza de 1398-140097 de que en tiempos pasados el rey don Juan y la reina
96. C. LPEZ RODRGUEZ, Los Urrea y la revuelta de LAlcalatn de diciembre de 1440 en
Saitabi, 45 (1995), pp. 277-291.
97. G. NAVARRO ESPINACH (editor), Cortes del reinado de Martn I, Acta Curiarum Regni
Aragonum, tomo VI (2 vols.), Zaragoza, 2008, Greuges nms. CLXXXVII y CC, vol. 1, pp. 273-277
y 283-287.

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doa Violante le haban quedado a deber 39.687 florines a travs de diversos contratos en poder del entonces maestre racional. Adems compr ciertas primicias a
dichos reyes por tiempo de seis aos y precio de 63.000 florines, habiendo entregado ya 5.063. Sin embargo, el procurador fiscal del rey, Guillem Tallet, y otros
cmplices suyos impugnaron esos contratos y se abri un pleito cuya sentencia
acab siendo contraria al citado Juan Don Sancho. Entonces volvi a presentar las
cuentas de todos sus dineros, los quales son devidos al dito Johan por la cort del
senyor rey e grandes quantias de diversos montantes a summa de cient milia florines e mas, segunt por los ditos comptos puede perecer. Incluso el rey Martn I
le deba a Juan, el hijo de Juan Don Sancho, 15.000 florines por el arrendamiento del almudn, peso, peaje y tintorera de Zaragoza. La situacin econmica de
Juan Don Sancho y de su hijo era muy complicada por culpa de sus negocios con
la monarqua. Ellos mismos reconocan el grave dao sufrido por la impugnacin
de sus cuentas, as como las dificultades que tenan para contentar a sus propios
acreedores, los cuales por ocasin de su insolvencia finquen destructos e en tant
grant desamistana con el dito Johan pues no pueden cobrar el suyo. Los contratos de Juan Don Sancho, mayordomo de la ciudad de Zaragoza en el momento de
la muerte de Juan I, del cual era adems administrador, han quedado reflejados
tambin en unos papeles sueltos del Archivo Histrico de Protocolos de Zaragoza.98 El monarca se haba quedado con 62.380 florines que le haba prestado, adems de apropiarse de las rentas del almud, peso, peaje y tintorera de Zaragoza,
de los peajes de Gallur y Alagn, y del impuesto de la marca o quema de Aragn,
con un valor aadido para Juan Don Sancho de 56.000 florines.

MARTN I (1356-1410), REY DESDE 1396


Segn Zurita, Martn I situ en el consejo real desde el principio de su reinado a personas muy prudentes y de gran experiencia y noticia de las cosas de sus
estados. Estas personas fueron los arzobispos de Tarragona y Zaragoza, y los obispos de Barcelona, Valencia y Mallorca. A ellos haba que unir la figura de su confesor, que fue fray Juan de Tauste, y las de los gobernadores de Catalua y Aragn, que eran respectivamente Guerau Alamn de Cervell y Gil Ruiz de Lihori.
Tambin estuvieron entre sus ms directos colaboradores los camareros reales
Pedro Snchez de Calatayud, Pedro y Ramn de Torrellas, hermanos, y Galcern
de Sentmenat, as como el vicecanciller Esperandeo de Cardona, el maestre racio-

98. E. MAIN BURGUETE, Martn I y la recuperacin del patrimonio real en Aragn. Acuerdos firmados en 1398 entre el monarca y Ioan Don Sancho, ciudadano de Zaragoza en Actas del XV
Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Zaragoza, 1996, tomo I, vol. IV, pp. 149-163.

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nal Pedro de Arts, el tesorero Juan Dezpl y el consejero Francisco de Aranda.


Ahora bien, en palabras del cronista aragons, el que fue preferido a todos en el
favor del rey y el que tuvo todo el poder y gobierno de lo que penda de su voluntad y albedro fue siempre Pedro de Torrellas su gran privado. De l hace gran
alabanza cuando fue virrey de Cerdea.99
El estudio de los registros de la cancillera real ha permitido ya a Mara Teresa
Ferrer abordar minuciosamente, con fuentes heterogneas, el estudio prosopogrfico del consejo real en tiempos de Martn el Humano,100 entrando en profundidad
en alguna de sus figuras como el consejero Francisco de Aranda, compromisario
de Caspe.101 Por otro lado, las actas de las cortes aragonesas celebradas en Zaragoza en 1398-1400 proporcionan una ancdota curiosa de la que fue protagonista el
obispo Hugo de Llupi y Bags.102 La sesin de clausura de dichas cortes culmin
con el discurso del arzobispo de Zaragoza en tono de agradecimiento, como era
costumbre, bajo el lema Beata terra cuius rex nobilis est bienaventurada tierra
aquella cuyo rey es noble. En vez de responder el rey Martn I directamente al arzobispo, le dijo de forma espontnea a don Hugo, obispo de Valencia, que estaba presente en el acto, qui en nombre et por part del dito senyor fiziese respuesta a la
proposicion sobredita. El obispo se excus diciendo que no estaba previsto que l
fuese a dar tal respuesta al arzobispo, pero el rey insisti diciendo que, aunque verdat era que el non sabia que tal acto se devisse fazer, debera decir algunas palabras en su nombre. La intervencin finalmente la realiz en su idioma cataln
segn recoge el escribano del proceso, prosiguiendo con brevedad el tema planteado por el arzobispo mediante algunas citas bblicas tendentes a corroborar que las
leyes verdaderas eran aquellas que ponan el mundo en orden.
La cuestin que se escapa por ahora es en funcin de qu motivos estaba presente en unas cortes aragonesas el obispo de Valencia, siendo como era extranjero, y con tal protagonismo como para pronunciar a peticin del monarca la respuesta final al arzobispo de Zaragoza en la sesin de clausura. Ocupaba en ese
momento el cargo de canciller? De l se sabe que desde 1395 haba sido obispo

99. ZURITA, Anales, Libros X y XI, caps. 91 y 5 respectivamente.


100. M. T. FERRER I MALLOL, El consell reial durant el regnat de Mart lHum en Actas del
XV Congreso de Historia de la Corona de Aragn (Jaca, 20-25 de septiembre de 1993), Zaragoza,
1996, t. I, vol. 2, pp. 173-190.
101. M. T. FERRER I MALLOL, Un aragons consejero de Juan I y de Martn el Humano: Francisco de Aranda en Aragn en la Edad Media, XIV-XV (1999), Homenaje a la profesora Carmen
Orcstegui Gros, vol. 1, pp. 531-562.
102. Vase el prlogo de G. NAVARRO ESPINACH, Cortes del reinado de Martn I, citado, vol.
1, p. XXIII.

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de Tortosa hasta que el rey Martn I lo present para ocupar la mitra valenciana.
Su nombramiento como obispo de Valencia se hizo el 28 de noviembre de 1397,
pero el prelado no lleg a la dicesis hasta el 19 de agosto de 1400. Era oriundo
del Roselln y descendiente de caballeros que haban estado al servicio de los
reyes de Mallorca. Tambin consta que ayud econmicamente al papa Luna,
Benedicto XIII, y organiz una armada en su defensa. Muri en 1427 y fue sepultado en la capilla mayor de la catedral de Valencia.103 Segn Mara Teresa Ferrer,
ejerci gran influencia y tuvo una presencia casi constante cerca del monarca desde el inicio del reinado, y era hermano de Ramn de Llupi, un noble rosellons
que fue otra personalidad poltica destacada en aquellos tiempos.104

FERNANDO I (1380-1416), REY DESDE 1412


Tras el perodo de interregno y todos los sucesos que desembocaron en el Compromiso de Caspe, Fernando I nombr al que fue su nico canciller, Pere de Sagarriga, arzobispo de Tarragona, tal vez para contrarrestar la oposicin poltica que pudiera practicar contra l, consciente como era de que el citado prelado haba sido
compromisario y no haba votado a su favor.105 La mayora s que lo hicieron, es decir,
seis de los nueve hombres reunidos, es decir, los tres representantes aragoneses, los
hermanos Ferrer por Valencia y el ciudadano Bernardo de Gualbes por Catalua.
Recurdese que el primero de los tres aragoneses era Domingo Ram, obispo de Huesca, letrado de prestigio y cabeza del estamento eclesistico de las cortes aragonesas
tras el asesinato del arzobispo de Zaragoza, Garca Fernndez de Heredia. El segundo era Francisco de Aranda, antiguo consejero real de Martn I, retirado de la vida
poltica en la Cartuja de Portaceli, cuyo prior era entonces Bonifacio, el hermano de
Vicente Ferrer. Y el tercer aragons fue Berenguer de Bardaj, ribagorzano, letrado
general del parlamento aragons. Entre quienes movieron los intereses del futuro rey
Fernando I en el Compromiso de Caspe no cabe duda que estaban Benedicto XIII, el
papa Luna, los hermanos Ferrer y el citado Francisco de Aranda.106

103. Una breve resea biogrfica en Historia de las Dicesis Espaolas, tomo VI coordinado por
V. Crcel sobre las Iglesias de Valencia, Segorbe-Castelln y Orihuela-Alicante, Madrid, Biblioteca de
Autores Cristianos, 2006, pp. 127-128. Vase tambin M. M. CRCEL ORT, Casa, corte y cancillera del obispo de Valencia Hug de Llupi (1398-1427) en Anuario de Estudios Medievales, 28
(1998), pp. 635-660.
104. FERRER, El consell reial, citado, p. 176.
105. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, p. 68.
106. E. SARASA SNCHEZ, Aragn y el Compromiso de Caspe, Zaragoza, Librera General,
1981. Vase tambin J. . SESMA MUOZ, La Corona de Aragn. Una introduccin crtica, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragn, 2000, pp. 139-153.

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De todos esos personajes el que tuvo mayor peso en el entorno del nuevo
monarca castellano fue posiblemente Domingo Ram, obispo desde 1410 de
tres sedes unidas en una, es decir, Huesca-Jaca-Barbastro. En 1415 fue promovido como obispo de Lrida y virrey de Sicilia por Fernando I, por el respeto y veneracin que le profesaba. La influencia de Ram estuvo latente tambin en el siguiente reinado de Alfonso V, siendo nombrado arzobispo de
Tarragona en 1434. Su muerte aconteci en Roma en 1445. Por otro lado, se
sabe que el cataln Bernardo de Gualbes ocup los cargos de vicecanciller y
maestre racional.107 En las actas de las primeras cortes del reinado, celebradas
en Zaragoza en 1412, figuran como consejeros reales Francisco de Aranda y
Berenguer de Bardaj, junto a ciertos personajes castellanos como Fernando
Diego de Vadillo o Diego Gmez de Fuensalida.108 De forma paralela, se ha
destacado tambin la actividad de Francs Ferriol, tesorero y administrador
general de la hacienda real, designado expresamente por el monarca para llevar a cabo una rigurosa gestin centralizada y evitar el descontrol fiscal de los
reinados anteriores mediante la confeccin de un libro-cabreo de las rentas y
derechos reales.109

ALFONSO V (1396-1458), REY DESDE 1416


En 1418, el nuevo rey Alfonso V fue acusado de gobernar mediante consejeros castellanos. Su respuesta a los mensajeros que le enviaron las ciudades de
Barcelona, Zaragoza y Valencia para tratar este asunto fue que l no tena en su
casa sino tres o cuatro castellanos que eran oficiales suyos, a los cuales por no
tener otro refugio haba sustentado por ser de tiempo muy antiguo criados y servidores del rey su padre; porque echarlos a todos por la forma que ellos lo pidan sera cosa escandalosa y para que se diese desgrado a todo el reino de Castilla, a donde el rey tena tanta parentela y servidores. Cuanto a lo que
pretendan que ordenase su casa, deca de parte del rey, que l lo pensaba hacer
sin falta ninguna con muy buen consejo, pero no cierto a su albedro y ordenanza dellos, de lo cual se podran seguir diversas disensiones y parcialidades y

107. E. SARASA SNCHEZ, Aragn en el reinado de Fernando I (1412-1416). Gobierno y


Administracin. Constitucin poltica. Hacienda Real, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico,
1986, pp. 26, 72 y 96.
108. G. NAVARRO ESPINACH (editor), Cortes del reinado de Fernando I, Acta Curiarum Regni Aragonum, tomo VIII, Zaragoza, en preparacin.
109. SARASA, Aragn en el reinado de Fernando I, citado, p. 105.

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grandes rancores; y por esto les encargaba que aquello se desviase por los mejores medios que ser pudiese.110 Los datos, sin embargo, eran contundentes. Alfonso de Argello, obispo de Sigenza, fue elevado a arzobispo de Zaragoza y
durante 1419-1422 ocup el cargo de canciller hasta que tuvo que abandonarlo
por los decretos aprobados en las cortes aragonesas sobre el origen autctono del
reino que deban tener quienes desempearan tal dignidad.111 Con posterioridad,
los otros cancilleres que tuvo Alfonso V seran naturales de la Corona de Aragn:
Dalmau de Mur, arzobispo de Tarragona y Zaragoza, Jaime Bardaj, obispo de
Tarazona, Arnau Roger, obispo de Urgel, Pedro de Urrea, arzobispo de Tarragona, y Jaume de Cardona, obispo de Vic.112
Segn Zurita, en las cortes generales de Monzn y Alcaiz de 1436 se decidi
que el vicecanciller y el regente del oficio de la cancillera del rey o su lugarteniente, as como el regente del oficio de la gobernacin, el asesor, el alguacil, el
baile general y su lugarteniente, el maestre racional y el procurador fiscal, o el
tesorero y su lugarteniente no pudiesen intervenir en cortes generales o particulares del reino, ni tuviesen voto ni pudiesen hallarse a ellas como procuradores
de otros; y declararon el rey y la corte que la persona de Bartolom de Reus secretario del rey pudiese tener oficio de juez y otros cualesquier oficios del reino, aunque era natural de Valencia.113
Por aadidura, el cronista aragons pone de relieve la importancia del cardenal Alfonso de Borja, obispo de Valencia y futuro papa Calixto III, en el entorno
cortesano de Alfonso V: Antes de ser perlado tuvo gran lugar en los consejos de
estado; y hall tanto favor en la grandeza de nimo y en la gratitud del rey, que
por sus grados mereci ser promovido a la dignidad de tan principal iglesia y despus a la de cardenal y al sumo pontificado. Con esos antecedentes, Zurita contina explicando que el rey con demostracin de una muy grande alegra en ver
puesto en la suma dignidad de la iglesia un perlado que era hechura suya y fue
muchos aos de su consejo, y con su favor fue creado cardenal, orden de enviarle a dar obediencia por sus reinos con la ms solemne embajada que se vio
jams.114 Los orgenes familiares y la trayectoria poltica de los papas Borja ya han
sido tratados por diversos autores. Con todo, cabe destacar los nuevos datos que

110. ZURITA, Anales, Libro XII, cap. 68.


111. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, p. 68.
112. Ibdem, pp. 68-69.
113. ZURITA, Anales, Libro XIV, cap. 35.
114. ZURITA, Anales, Libro XVI, cap. 32.

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se han aportado sobre la carrera eclesistica de Alfonso de Borja y sus vnculos


polticos y financieros con el rey Alfonso V.115
Requiere especial atencin tambin la figura de Lope Jimnez de Urrea, fallecido en 1476, otra de las personalidades polticas ms importantes de su poca. Camarero real de Alfonso V, fue nombrado asimismo virrey de Sicilia y Npoles durante
1443-1459.116 Le haba prestado apoyo financiero al monarca durante la guerra contra Juan II de Castilla. Se cas en segundas nupcias con Calatayuva de Centelles,
hermana de Francesc Gilabert de Centelles, conde de Oliva. Curiosamente, aunque
la reina Mara intent casar al citado conde con su prima Toda de Centelles, ste
contrajo nupcias en 1452 con Beatriz Jimnez de Urrea, hija del primer matrimonio
que tuvo su cuado el virrey con Beatriz Ruiz de Lihori. Del enlace de Francesc
Gilabert de Centelles y Beatriz Jimnez de Urrea nacieron varios hijos, entre ellos
Serafn (poeta y futuro conde de Oliva), Querubn (seor de la Vall de Ayora), y Jordi (capelln de palacio y consejero real de Alfonso V).117 Desde antes del advenimiento de Fernando I, las luchas de Urreas contra Lunas en Aragn y Centelles contra Vilaraguts en Valencia haban marcado la vida poltica de la Corona. Luego,
Urreas y Centelles coincidieron en dar un apoyo firme a los nuevos monarcas aragoneses de la dinasta Trastmara. Sendos matrimonios de Lope y Calatayuva por
un lado y de Francesc Gilabert y Beatriz por el otro, consolidaban todava ms si
cabe la alianza entre ambos linajes por va directa de parentesco.
Antonio Beccadelli, bigrafo del rey, alude gratamente a la figura del virrey
segn reproduce la traduccin catalana de su obra que efectu un nieto del mismo, el mencionado Jordi de Centelles: Don Lop Ximnez de Urrea, en la guerra
de Npols, serv la sua magestat vint anys ab molta fidelitat, ab contnua deligntia com a magnnim, leal e geners cavaller. Al qual lo senyor rey remuner ab
moltes hons singuls e poderosos oficis. Car fu-lo visrey hi gran president en la
illa de Siclia hi ensemps en tot lo realme de Npols, enax que la sua magestat se

115. Consltese sobre todo los trabajos de M. NAVARRO SORNI, Lo senyor rey ha molt a cor
la promoci del dit micer Alfonso. Los intentos de Alfonso el Magnnimo por situar a su consejero
Alfonso de Borja en los cabildos de Valencia y Barcelona en Credere et celebrare. Homenaje al profesor don Emilio Aliaga Girbs, Valencia, Facultad de Teologa San Vicente Ferrer, 2004, pp. 559-574;
y La promocin eclesistica de Rodrigo de Borja: estrategia nepotista y poltica dinstica de Calixto
III en De Valncia a Roma a travs dels Borja, Valencia, 2006, pp. 69-89.
116. J. MATEU IBARS, Los Virreyes de la Corona de Aragn durante Alfonso el Magnnimo
(1416-1458). Su nmina en XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona (Npoles-Caserta-Capri, 18-24 de septiembre de 1997), Npoles, Paparo Edizioni, 2000, vol. I, pp. 457-481.
117. Vase la introduccin de Eullia Duran a la edicin de la obra de A. BECCADELLI, Dels
fets e dits del gran rey Alfonso, Barcelona, Editorial Barcino, 1990, p. 17 y nota 23 especialmente.

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intitulava rex utriusque Scicilie, y lo don Lop, visrey de les dos Sciclies. Lo que
jams se sab ning tingus tant digne hi tant gran offici, nomenant-se alter rex.
May consent que neng fos en gratitut hi recort de beneficis rebuts major que la
sua magestat.118
Zurita recuerda que Pedro Jimnez de Urrea, seor del vizcondado de Rueda
y de la tenencia de Alcalatn, gobernador de Valencia, se cas con Mara de Bardaj, hija nica del justicia de Aragn, y de aquel matrimonio qued un solo hijo
que fue don Lope Ximnez de Urrea, de los sealados caballeros que hubo en su
tiempo; y fue gran privado del rey don Alonso y visorey y lugarteniente general en
un mismo tiempo de las dos Sicilias, lo que no se sabe que se haya jams encargado a ninguno de aquellos tiempos ni de los nuestros.119 Y entre los beneficios
con que premi Alfonso V a su virrey Lope Jimnez de Urrea estuvo la cesin del
seoro de Trasmoz en 1437, el cual haba pertenecido al linaje rival de los Luna
durante el primer tercio del siglo XV.120
El virrey Lope Jimnez de Urrea, ya difunto en 1476, es citado en un acto de
homenaje y toma de posesin de uno de sus dominios, la morera de Mislata, a
cargo del procurador de su hijo y heredero: lo qual s mort en Siclia ssent visrey de aquell regne, lo qual en la sua fi ha feyt testament ab lo qual ha feyt e instituhit hereu seu lo noble don Lop dUrrea, fill daquell legtim e natural.121 Una
procuracin realizada en Zaragoza en presencia del notario Antn Maurn el 9 de
marzo de 1476 ofreca la siguiente intitulacin para el referido heredero del virrey,
la cual refleja muy bien la extensin de las posesiones seoriales que haba percibido en Aragn y Valencia: nos nobilis dominus Lupus Eximenez de Urrea, dominus ville de Epila e vicecomitatus de Rueda in regno Aragonum situatis, et tenencie de Alcalatem e locorum de Mizlata e Benilloba in regno Valencie situatis,
filiusque multum egregii ac spectabilis viri domini Lupi Eximenez de Urrea, quondam vice regis Sicilie.122 Se trataba de su hijo primognito del mismo nombre,

118. Ibdem, Llibre III, nm. 7 (13), pp. 201 y 203.


119. ZURITA, Anales, Libro XIV, cap. 10.
120. E. I. GAL CASAJS, Aportacin documental para el establecimiento de la biografa de
Pedro Manuel de Urrea, seor de Trasmoz (I) en Tvriaso, XIV (1998), pp. 225-302, en concreto p.
235. En 1503 la familia de Urrea solicit copia autentificada del privilegio sobre Trasmoz otorgado
por el rey Alfonso V a favor de su antepasado el virrey de Sicilia, como se resea en el apndice de
Ibdem, docs. 49 y 50, pp. 266-267.
121. G. NAVARRO ESPINACH, Archivos notariales en M. T. Ferrer y otros, Fuentes documentales para el estudio de los mudjares, Teruel, Centro de Estudios Mudjares, 2005, pp. 126-127
y 132-136.
122. Archivo Histrico de Protocolos de Zaragoza, notario Antn Maurn, ao 1476, ff. 803r-804v.

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Lope Jimnez de Urrea, fallecido en 1490, que no alcanz un relieve poltico tan
destacado como el de su padre, aunque el 9 de enero de 1488 el rey Fernando II
de Aragn le concedi el ttulo de conde de Aranda. Existe un traslado notarial de
finales del siglo XVI que reproduce el contenido de ese privilegio real en el Archivo Histrico Provincial de Zaragoza, efectuado por el notario Antonio Gascn el
12 de mayo de 1599.123 En l se alude no slo a los mritos acumulados por el
beneficiario para recibir tan importante distincin sino tambin a los de su egregia Domus de Urrea. La culminacin de este linaje tambin se alcanz en el terreno de la cultura con la figura de Pedro Manuel de Urrea, segundo hijo varn del
primer conde de Aranda, autor de un Cancionero y de una obra de mayor envergadura de reciente edicin crtica titulada Peregrinacin de las tres casas sanctas
de Jherusalem, Roma y Santiago (1523).124
El esquema genealgico de los Urrea que se adjunta muestra la perpetuacin
en cargos cortesanos que ostent esta familia. Once generaciones que viven a lo
largo de doscientos cincuenta y cinco aos entre 1233, la fecha de la donacin de
la tenencia de Alcalatn, y 1488, la de la concesin del ttulo de conde de Aranda.
De manera complementaria, una tabla con el inventario de sus seoros en los reinos de Aragn y Valencia confirma el peso enorme que tuvieron las donaciones
reales en la promocin intergeneracional del patrimonio de este linaje. La lnea
paterna de antepasados de Lope Jimnez de Urrea, el primer conde, particip en
la conquista del reino de Valencia junto a Jaime I y a cambio obtuvo la tenencia
de Alcalatn. La rama valenciana de la familia permaneci fiel a Pedro IV durante las guerras de la Unin y en recompensa se le don las baronas de Biota y El
Bayo, confiscadas a sus parientes aragoneses. La mediacin de Juan I le facilit
la compra del vizcondado de Rueda a finales del siglo XIV. Despus apoy la candidatura de Fernando de Trastmara frente al conde de Urgel en tiempos del Interregno y del Compromiso de Caspe y el hecho le vali la posesin de Almonacid
de la Sierra. Ayud econmica y militarmente a Alfonso V en las guerras contra
genoveses y castellanos y recibi como premio el seoro de Trasmoz o el virreinato de Sicilia y Npoles. Y la fidelidad y los servicios que prest su casa noble
a Fernando el Catlico le vali la concesin del ttulo de condes de Aranda. Y esos
son slo algunos de los muchos datos que se podran aportar sobre los beneficios
obtenidos por esta familia a lo largo de su historia.

123. Archivo Histrico Provincial de Zaragoza, Fondo Hjar, V-133-2.


124. P. M. DE URREA, Peregrinacin de las tres casas sanctas de Jherusalem, Roma y Santiago,
2 vols., estudio y edicin a cargo de E. Gal, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2008. Vase
sobre el linaje de los Urrea especialmente vol. I, pp. 56-59.

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EL LINAJE DE LOS URREA, SEORES DE ALCALATN, AL


SERVICIO DE LA MONARQUA ARAGONESA (SIGLOS XIII-XV)
Jimeno de Urrea (c. 1233-1269), primer seor de la tenencia de Alcalatn,
vasallo y consuegro de Jaime I
& Mara Rodrigues, dama portuguesa
Jimeno de Urrea (c. 1269-1289), hijo de los anteriores, seor de Alcalatn,
consejero de Alfonso III
& Toda Prez Cornel, seora de Biota y El Bayo
Juan Jimnez de Urrea (c. 1289-1310), hijo de los anteriores, seor de Alcalatn,
consejero de Jaime II
& Teresa de Entenza
Toda Prez de Urrea (c. 1335), hija nica de los anteriores, seora de Alcalatn
& Artal de Alagn, seor de Sstago
Juan Jimnez de Urrea (c. 1325-1354), hijo de los anteriores, seor de Alcalatn
& Mara Jimnez de Atrosillo (sin descendencia)
Juan Jimnez de Urrea (c. 1348), sobrino de los anteriores, seor de Alcalatn, Biota y El Bayo
Juan Jimnez de Urrea (c. 1348-1388), sobrino de los anteriores, seor de Alcalatn,
Biota y El Bayo, consejero de Pedro IV
& Ramoneta de Bol, seora de Mislata
Lope Jimnez de Urrea (c. 1388-1404), sobrino de los anteriores, seor de Alcalatn y
primer vizconde de Rueda, consejero y camarero real de Juan I
Pedro Jimnez de Urrea (c. 1404-1421), hijo de los anteriores,
seor de Alcalatn y vizconde de Rueda
& Teresa de Hjar
Pedro Jimnez de Urrea (c. 1421-1469), hijo de los anteriores, seor de Alcalatn y
vizconde de Rueda, gobernador de Valencia
& Mara Bardaj, hija nica del justicia de Aragn (primeras nupcias)
Lope Jimnez de Urrea (c. 1437-1476), hijo de los anteriores, seor de Alcalatn y
vizconde de Rueda, camarero real de Alfonso V y virrey de Sicilia y Npoles
& Calatayuva de Centelles, hermana del conde de Oliva (segundas nupcias)
Lope Jimnez de Urrea (c. 1476-1490), hijo de los anteriores, seor de Alcalatn,
vizconde de Rueda y primer conde de Aranda
& Catalina Fernndez de Hjar

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INVENTARIO DE LOS LUGARES PERTENECIENTES A LOS URREA


EN LOS REINOS DE ARAGN Y VALENCIA (1233-1488)
Lugar
Alcalatn
Alcora (L)
Alfamn
Almonacid de la Sierra
Araia
Aranda (de Moncayo)
Bayo (El)
Benagelid
Benilloba
Biota
Costur
pila
Figueroles
Foia dAlcalatn (La)
Jarque
Llucena (del Cid)
Lucena (de Jaln)
Lumpiaque
Mata de Castilviejo (La)
Mesones (de Isuela)
Mislata
Mors
Nigella
Pardines (de Algemes)
Pomer
Rueda (de Jaln)
Salillas (de Jaln)
Sestrica
Sollana
Sun (de pila)
Tierga
Torreselles (Les)
Trasmoz
Urrea (de Jaln)
Useres (Les)
Xodos

Seoro
Prov
T. Alcalatn CS
T. Alcalatn CS
Z
V. Rueda
Z
T. Alcalatn CS
Z
B. Biota
Z
T. Alcalatn CS
A
B. Biota
Z
T. Alcalatn CS
V. Rueda
Z
T. Alcalatn CS
T. Alcalatn CS
Z
T. Alcalatn CS
Z
Z
B. Trasmoz
Z
Z
V
Z
Z
V
Z
V. Rueda
Z
V. Rueda
Z
V. Rueda
Z
V
Z
Z
T. Alcalatn CS
B. Trasmoz
Z
Z
T. Alcalatn CS
T. Alcalatn CS

Has

Fuegos Tipo

9.529
10.080
5.367

110
38
55-88

C
M
M

9.129

90-205

C/M

926
9.265
2.204
19.225
1.269

M
M
17
161

C/M

4.294
13.808
1.050
2.887

43-51

C/M
C
M
M

4.843
202
1.556
3.062

63-70
40
60
36-47

3.301
10.284
252
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43
10
33
57

M
M
M
M
M
C
M
C
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C/M
M

9
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Inicio Modo
1233
DR
1305
DR
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DR
DR
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H
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DR
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C
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DR
1437
DR
1443
C
DR
1292
DR

Fuente: G. NAVARRO ESPINACH, La formacin de los seoros del condado de Aranda en El Condado de Aranda y la nobleza espaola en el Antiguo Rgimen, pila, 6-8 de noviembre de 2008, en prensa.
Abreviaturas empleadas por columnas: Seoro (B Barona, T Tenencia, V Vizcondado); Pro Provincia
actual (A Alicante, CS Castelln, V Valencia, Z Zaragoza); Has Hectreas de superficie (1 ha = 10.000
metros cuadrados); Tipo de poblacin (C Cristianos, M Mudjares, C/M Mixta de cristianos y mudjares); y
Modo de adquisicin (C Compra, DR Donacin Real, H Herencia).

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Confirmando lo anterior, recientes investigaciones han demostrado la existencia de linajes dependientes o satlites del rey Alfonso V que constituan un partido cortesano y proporcionaban los principales servicios poltico-militares requeridos por el monarca. Adems, la casa real controlaba el conjunto de la
administracin militar con las oficinas de la escribana de racin y la tesorera
general, a travs de las cuales se gestionaban los servicios logsticos de las tropas,
pero sobre todo con el monopolio del alto mando militar en manos de los principales cargos palatinos ocupados por la nobleza ms fiel al rey. De hecho, buena
parte de las vas de promocin en el entorno cortesano presentaban una dimensin
militar y patrimonial tanto en el nivel de los oficios menores que estaban en
manos de la nobleza media o baja como en el de los principales cargos palatinos
que acaparaba la alta nobleza (camareros, mayordomos, coperos). En ese sentido,
cualquier empresa blica gestionada y organizada por la casa real siempre fue una
oportunidad de beneficio y negocio para los caballeros del rey.125
Valdra la pena estudiar algunos personajes valencianos y algn que otro aragons que estuvieron durante aos sirviendo en la corte de Alfonso V en Npoles.
Es el caso, por ejemplo, de Jaume Pelegr, un jurista valenciano que aparece vinculado a la cancillera del rey durante al menos veinte aos. Ya era doctor en leyes
hacia 1424, actuando como consejero y regente de la cancillera real dos aos ms
tarde, hasta alcanzar el cargo de vicecanciller en 1428, el cual ocup hasta su
muerte entre 1441 y 1442. Tambin puede citarse a otros valencianos como los
secretarios reales Joan Olzina y Francesc Martorell, hermano ste de Joanot Martorell, autor de Tirant lo Blanc.126
Entre los aragoneses hay que detenerse en la figura de Juan Ruiz, merino de
Zaragoza, consejero del rey en la corte de Npoles, de cuya estancia en dicha ciudad han quedado varias escrituras en los protocolos del notario Juan de Barrachina,127 quien se traslad all para efectuar diversos documentos relacionados con l.
En concreto, en el lugar de Albelda el 7 de febrero de 1451 fue nombrado procurador por los herederos de un cannigo de la ciudad de Valencia, constando como
Johannez Royz, jurisperitum, serenissimi domini regis consiliarium, merinum
civitatis Cesarauguste. Ese mismo da Bartolom de Sant Just, mercader de la ciudad de Barcelona, reconoci haber recibido 15.011 sueldos barceloneses por una
125. J. SIZ SERRANO, Caballeros del rey. Nobleza y guerra en el reinado de Alfonso el Magnnimo, Universitat de Valncia, 2008.
126. Vase el estudio de J. RUIZ I CALONJA, Relacions del Panormita amb la cort dAlfons el
Magnnim que aparece como apndice en BECCADELLI, Dels fets e dits, citado, pp. 307-398, en
concreto pp. 346-365.
127. Archivo Histrico de Protocolos de Zaragoza, notario Juan de Barrachina, aos 1451-1466.

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tercera letra de cambio librada en Npoles por el consejero Juan Ruiz, quien haba
percibido en esta ltima ciudad 1.000 ducados del tomador de la letra, Juan Snchez. Ruiz escribi por tercera vez al librado o pagador de la letra en la ciudad de
Barcelona, el mercader Ramn Beltrn, para que cumpliese con el beneficiario de
la misma, el citado Sant Just: Si por la prima e segunda de cambio fechas la present jornada pagado no haveys, por aquesta tera de cambio por todo el mes de
abril primero vinient pagares a Bartholome de Sant Just mil ducados a razon de
quinze sueldos barceloneses por ducado, o es, mil ducados por otros mil ducados yo so contento aqui de Johan Sanchez. Al tiempo haya buen compliment.
Scripta en Napols a XI de janero de MCCCCXXXXVIIII. A vuestra honor presto
Johan Royz.
El 21 de febrero de 1451 estaba Juan Ruiz en Barcelona junto a Ferrer de Queralt, comisario real, para recaudar in partibus Catalonie el impuesto del maridaje
de las infantas hijas de los reyes de Navarra por mandato del tesorero real Pere
Mercader. El 4 de marzo daba cuenta en Gerona de las cantidades recaudadas en
dicho obispado ante el notario Nicolau Roca. Le acompaaban en su viaje tres
caballeros ecuestres, entre ellos Bartolom de Ribera, escudero de su casa, y un
mozo a pie. El 6 de marzo estaban en Perpin para completar la recaudacin y
ms de un mes despus llegaron por fin a Npoles tras cumplir un apretado itinerario: venit de civitate Cesarauguste regni Aragonum ad civitates Terracone, Barchinone et Gerunde et ad comitatus Rossilionis et Ceritanie causa dandi exitum
et conclusionem comissioni facte per serenissimum dominum regem super collectionem demandarum dotium illustrium filiarum eiusdem dicti domini regis.
El 4 de mayo en Npoles se escribi un poca que relacionaba de nuevo al
merino Juan Ruiz, consejero real, con Juan Snchez, mercader habitante de aquella ciudad, antes citado como tomador de una letra de cambio que libr Ruiz a un
socio suyo en Barcelona. En dicha poca actuaron como testigos Joan Albanell,
mercader barcelons, y Paulo Terriola, comerciante mallorqun. El 30 de mayo
pag asimismo una pequea deuda a Antonio Amors, magister correriorum
habitans civitatis Neapolis. Otras escrituras realizadas en Npoles por el notario
Juan de Barrachina los das 2, 7 y 13 de junio de 1451 prueban su estancia continuada en la corte. Luego vino un lapso de tiempo sin rastro hasta el 9 de agosto
en que Blas Stefani, secretario del rey, reconoci haber cobrado seis ducados de
Juan Ruiz pro satisfacione diversorum laborum per me sustentorum tam in ordinando quam in expediendo certas provisiones et litteras patentes et alias clausas
directas serenissimis domine regine et domino regi Navarre.
El mismo notario Juan de Barrachina, en cuyos protocolos aparecen registradas
todas estas noticias, reconoci en Npoles el 9 de septiembre de 1451 haber reci-

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bido de Juan Ruiz 169 sueldos jaqueses de dietas por triginta unius diei quibus me
contingit vacare in itinere quod feci ut procurator vestri dicti domini comissarii
cum quadam bestia conducta de civitate Cesarauguste. l haba sido uno de los
tres acompaantes ecuestres del merino Juan Ruiz, con el cometido de levantar acta
de cada una de sus gestiones como comisario fiscal de la recaudacin de los maridajes de las infantas, lo que sumado a parte de su estancia posterior en Npoles
supona un total de sesenta y dos das fuera de Zaragoza, cobrando otros 370 sueldos in satisfaccione et solucionem laborum meorum et salarii michi debiti.
Pero la estancia de este notario se prolong mucho ms y fue aprovechada para
realizar otras escrituras como el protesto de una letra de cambio efectuado el 23
de octubre de ese ao. La letra haba sido librada por el noble valenciano Antoni
Olzina, secretario real, y enviada desde Npoles a Valencia, a la atencin del pagador o librado de la misma, el notario Joan Sart, con el siguiente contenido: En nom
de Deu en Napols a XXIII de octubre MCCCCLI. Molt honorable e car frare per
aquesta primera de cambi a quatre mesos feta complireu an Lorench Soler dos
milia sicentes e vint cinch lliures, co es, II M DCXXV lliures, per dos milia cinchcents ducats que son content den Guillem Escalles a razon de XXI sous per ducat,
perque al temps feuli bon compliment. Deus sia ab tots. Vostre sempre, Anthoni
Olzina. El reclamante era Guillem Escales, mercader de la ciudad de Barcelona
residente en Npoles, a la vista de que su socio en Valencia, Lloren Soler, no
haba cobrado del notario Joan Sart. El secretario real Antoni Olzina era caballero de la orden de San Jaime de la Espada y comendador de Montalbn, Museros,
Villajoyosa y Enguera, habitante asimismo en la corte de Npoles. Confesaba
tener en comanda hasta cinco mil florines de oro de buen cuo de Aragn pertenecientes al citado Guillem Escales, y en el escrito actu como testigo Juan Ruiz,
ciudadano y merino de la ciudad de Zaragoza, junto a Sancho de la Nau, maestro
en medicina y ciudadano de Daroca. De la misma manera, el 9 de noviembre el
notario zaragozano redact una procuracin en la capital napolitana a un tal Francisco del Povo, valentinus habitans civitatis Neapolis. Incluso, el 26 de noviembre Juan Ruiz compraba en presencia del notario Barrachina un cautivo negro llamado Al, de once aos de edad, propiedad del mercader mallorqun Jaume Pardo,
tambin residente en Npoles, por el precio de 45 ducados, actuando como testigo Jordi de Queralt, comerciante de Barcelona.
La estancia napolitana de Juan Barrachina junto al merino y consejero real Juan
Ruiz se prolong a lo largo de 1452, intitulndose en sus documentos notario habitador de la ciudat de Caragoa e de present habitant en la ciudat de Napols. Por
su casa y escribana pasaron durante enero y febrero de ese ao personajes como
el noble valenciano Pere Bol Lladr, seor de Turs, o el capelln mayor del rey
fray Domingo Xarch, obispo de Agrigento. A finales de febrero de 1452 los actos

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de Barrachina se escrituran en Putteo y en ellos intervienen fray Gilabert Despuig,


comendador de Burriana, o el tesorero real Pere de Capdevila. Precisamente all,
en Pozzuoli (Puteo, Puteolo), el 5 de marzo Juan Ruiz nombr varios procuradores para tratar el matrimonio de su hija Leonor, dispuesto a darle una dote que no
excediera de los 27.000 sueldos. En la corte real de Npoles le acompaaba tambin por aquel entonces el clrigo Jaime del Lagar, naturalis civitatis Daroce in
diocesis Cesaraugustane et residens de presenti in curie sacre regie magestatis.
Cabe destacar asimismo la presencia el 28 de mayo entre los clientes del notario
Barrachina en Npoles de otro personaje importante de la corte, el noble fray Juan
Claver, comendador de Chalamera y Ulldecona, regius consiliarius et armorum
uxerius, es decir, ujier de armas o caballero guardaespaldas de Alfonso V y miembro asimismo del consejo real. Con todo, a finales de junio de 1452 figuraban en
la documentacin napolitana del notario Juan Barrachina de Zaragoza junto a Juan
Ruiz el hijo de ste del mismo nombre, que era clrigo tonsurado, y Luis de Santngel, mercator habitans civitatis Valencie e de presenti in civitate Neapolis.
Todas estas noticias confirman por un lado aquello que ya se saba, esto es,
que en la corte de Alfonso V en Npoles se instal un elevado nmero de juristas,
notarios y escribanos valencianos. Que hubo desplazamiento importante de miembros de las elites sociales de Valencia hacia all con una actividad poltico-burocrtica que se compaginaba con la accin mercantil de hombres de negocios y
comerciantes de diversos pases. A partir de la documentacin indita presentada
aqu tambin se puede afirmar un fenmeno similar, aunque de menores proporciones, respecto a las elites aragonesas y catalanas, mxime teniendo en cuenta la
importancia de Valencia como rea de convergencia e irradiacin de negocios en
el Mediterrneo occidental del siglo XV. La corte real de Npoles aglutinaba as
un conglomerado de polticos y empresarios internacionales.128
De forma complementaria, el estudio de las cuentas de la casa real de Alfonso V en Npoles constituye una fuente excepcional para comprobar la prctica
efectiva de los oficios cortesanos en contraste con la imagen terica proporcionada por las ordenanzas reales de Pedro IV. Este tipo de fuente contable es la que ha
permitido tan buenos resultados en las investigaciones sobre Navarra u otros territorios europeos donde, paradjicamente, carecen de textos de ordenanzas o de
registros de documentacin tan abundantes como los de la Corona de Aragn. Al
respecto, el libro del banquero napolitano Giovanni Miroballo, al servicio del

128. E. CRUSELLES y J. M. CRUSELLES, Valencianos en la corte napolitana de Alfonso el


Magnnimo en XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona (Npoles-CasertaCapri, 18-24 de septiembre de 1997), Npoles, Paparo Edizioni, 2000, vol. I, pp. 875-897.

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tesorero Mateu Pujades en la corte de Alfonso V (1445-1447), merecer un anlisis mucho ms profundo del que se ha podido hacer hasta ahora.129 Se trata de un
manuscrito de 61 folios escrito en cataln y conservado en la Seccin Varia del
Archivo del Reino de Valencia (signatura 181), que emplea como moneda de
cuenta el ducado napolitano equivalente a 5 tarins (1 tar = 20 grans). El sistema
de registro utilizado, conocido tradicionalmente como contabilidad a la veneciana, consiste en poner los gastos que el banquero ha pagado y que por consiguiente le debe la casa real en el verso de cada folio, mientras que en el recto del
siguiente se apunta el haber o los ingresos que ha recibido de la casa real. La imagen resultante con el libro abierto delante del lector es la de dos partidas de datos
confrontadas bajo la expresin habitual del Deu (debe o gastos) a la izquierda y
del s li degut (haber o ingresos) a la derecha.
Las fechas que comprenden los registros van de noviembre de 1445 hasta
febrero de 1447. Durante ese tiempo el banquero Miroballo pag 127.173 ducados, 4 tarins y 3 grans e ingres 112.490 ducados y 2 grans con un balance final
negativo o dficit de caja de 14.683 ducados, 4 tarins y 1 gra. Los ingresos efectuados provinieron sobre todo de los fogajes recaudados en el reino de Npoles y,
en menor medida, del cobro de letras de cambio (24.000 ducados) y prstamos
(4.000 ducados). En ese sentido, el endeudamiento previo de la casa real para
obtener fondos afect tambin a la partida de gastos, ya que se pagaron 13.000
ducados a diversos acreedores durante ese perodo, 8.000 en letras de cambio y
5.000 por prstamos. Por lo general, dos tercios de los gastos consistan en mltiples pagos por la manutencin de la casa real y por los salarios de sus oficiales.
A stos se les daba una cantidad anual para vestirse y un estipendio (quitaci o
provisi), aunque los oficios principales eran premiados adems con subsidios,
donaciones o grcies ordinries. Pero al margen de estas cifras globales la potencia informativa del manuscrito es enorme a efectos del tema que aqu se trata.
La corte de Alfonso V en el castillo de Npoles reuna unos dos centenares y
medio de personas, a tono con los datos de las ordenanzas de Pedro IV. Se repartan en tres grupos de officials, domstichs e cavallers de casa del Senyor Rey. Tal
colectivo era equiparable a mediados del siglo XV al tamao de la casa del duque
de Borgoa (250-300 personas), y estaba a medio camino de las dimensiones que

129. Su transcripcin con estudio introductorio en G. NAVARRO ESPINACH y D. IGUAL LUIS,


La tesorera general y los banqueros de Alfonso V el Magnnimo, Castelln, Sociedad Castellonense
de Cultura, 2002. Vase tambin el avance de la investigacin realizado por ambos autores en Mercaderes-banqueros en tiempos de Alfonso el Magnnimo en XVI Congresso Internazionale di Storia
della Corona dAragona (Npoles-Caserta-Capri, 18-24 de septiembre de 1997), Npoles, Paparo Edizioni, vol. I, pp. 949-967.

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tenan por aquel tiempo las cortes inglesa y francesa (en torno a las 800 personas).
En conjunto, las cuentas del banquero Miroballo para la corte napolitana de
Alfonso V reflejan un claro predominio de los servidores domsticos con tres sectores principales, a saber, la cmara real (ayudantes y asistentes del rey, porteros,
escribanos), la caza (halconeros, monteros, podenqueros, mozos de perros alanos)
y la alimentacin (cocineros, reposteros, botelleros, especieros, compradores).
Aunque el personal laboral dedicado a la confeccin de vestidos, y a las actividades artsticas y ldicas era amplio tambin (msicos, danzantes, pintores, poetas). Llama la atencin especialmente el carcter internacional del entorno cortesano de Alfonso V con alemanes, catalanes, florentinos, franceses, genoveses,
griegos, milaneses, napolitanos, portugueses, castellanos y venecianos, entre
otros. En ese sentido, el problema clave del gasto de la corte no era slo el pago
al numeroso personal domstico y funcionarial sino tambin el desembolso de
pensiones a diversos ciudadanos y eclesisticos del entorno real de difcil caracterizacin, incluyendo algunos servidores procedentes de la antigua casa del hermano del rey, el infante Enrique, fallecido en 1445.

CONCLUSIONES GENERALES
Como se ha visto, el mundo de la casa real y de los consejeros de los reyes de
Aragn no ha tenido excesiva atraccin para la historiografa de la Corona en
comparacin con las importantes obras de referencia existentes en otros territorios
europeos. Es el caso de los libros de Chris Given-Wilson para Inglaterra,130 Rita
Costa para Portugal,131 Monique Ornato para Francia,132 Jaime de Salazar para Castilla y Len133 o Mara Narbona para Navarra.134 Posiblemente, la aplicacin del
mtodo prosopogrfico sea una de las mejores perspectivas de futuro que recalcan
todas esas investigaciones para captar bien la formacin de las elites cortesanas,
slidas estructuras clientelares basadas en vnculos de parentesco, servicio y fide-

130. CH. J. GIVEN-WILSON, The royal household and the Kings affinity: service, politics and
finance in England, 1360-1413, Londres y New Haven, Yale University Press, 1986.
131. R. COSTA GOMES, A Corte dos reis de Portugal no final da Idade Media, Lisboa, Difel,
1995. Vase tambin de la misma autora, The Making of a Court Society. Kings and Nobles in Late
Medieval Portugal, Cambridge University Press, 2003.
132. M. ORNATO, Rpertoire prosopographique de personnages apparents la courounne de
France aux XIVe et XVe sicles, Pars, Publications de la Sorbonne, 2001.
133. J. DE SALAZAR Y ACHA, La Casa del Rey en Castilla y Len en la Edad Media, Madrid,
Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2000.
134. M. NARBONA CRCELES, La corte de Carlos III el Noble, rey de Navarra: espacio
domstico y escenario del poder, 1376-1415, Pamplona, Eunsa, 2006.

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lidad. Estos grupos de poder fuertemente aristocratizados, aunque abiertos tambin al ascenso de juristas y caballeros, cimentaban las bases de su cohesin a travs de relaciones de confianza e influencia recprocas, que se aprehendan y practicaban desde la infancia. Los propios monarcas se apoyaron en ese tipo de nexos
para poder delegar competencias de gobierno. Algo que slo sera posible desde
el conocimiento ntimo de sus colaboradores ms cercanos. Se configur as una
nueva frmula de mando sustentada por una fuerte red de relaciones personales
que iba destinada a impregnar y vertebrar las monarquas europeas.135
El estudio de la corte real aragonesa, como el de cualquier otra, no puede ser
desligado de una interpretacin global sobre la formacin y evolucin de los estados feudales en Occidente. Hay que superar por fin esa visin errnea de los orgenes del Estado moderno en la Edad Media, que lo presenta como si fuera un
fenmeno nuevo surgido en los siglos XIV-XV, desconectado de las formas estatales feudales documentadas ya desde el siglo XI.136 Tampoco debera desligarse
el estudio de las casas reales y de sus oficios del anlisis de los procesos de ennoblecimiento y seorializacin que tanto tienen que ver con muchos linajes de cortesanos que, a cambio de los servicios prestados a la monarqua, consolidan generacin tras generacin su patrimonio y su capacidad jurisdiccional a lo largo y
ancho de muchas tierras. En lugar de reconstruir aisladamente las biografas de
personajes destacados, stas deben de integrarse en las trayectorias familiares
intergeneracionales de las cuales formaron parte indisoluble, desde una perspectiva espacio-temporal de larga duracin cuyos resultados sern sin duda ms significativos. De hecho, esta estrategia de estudio, cuya utilidad ha quedado sobradamente demostrada a travs del ejemplo paradigmtico del linaje Urrea, debe
priorizarse sobre la biografa individual aislada y descontextualizada.
Para la Corona de Aragn algunos especialistas en historia del derecho o en
historia econmica han concentrado su inters en ciertos oficios reales singulares
como el de los maestres racionales,137 virreyes, gobernadores o lugartenientes
135. . FERNNDEZ DE CRDOVA MIRALLES, Sociedad cortesana y entorno regio en
Medievalismo. Boletn de la Sociedad Espaola de Estudios Medievales, 13-14 (2004), pp. 49-78.
Vase tambin M. . LADERO QUESADA, La casa real en la Baja Edad Media en Historia. Instituciones. Documentos, 25 (1998), pp. 327-350.
136. G. NAVARRO ESPINACH, Los notarios y el Estado aragons (siglos XIV-XV) en J. A.
Barrio Barrio (editor), Los cimientos del Estado en la Edad Media, Alicante, Editorial Marfil, 2004,
pp. 39-63.
137. T. DE MONTAGUT I ESTRAGUS, El Mestre Racional a la Corona dArag (1283-1419),
2 vols., Barcelona, Virgili & Pags, 1987; E. CRUSELLES GMEZ, El Maestre Racional de Valencia. Funcin poltica y desarrollo administrativo del oficio pblico en el siglo XV, Valencia, Edicions
Alfons el Magnnim, Sindicatura de Comptes, 1989.

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generales.138 Sin embargo, al margen de los estudios de Trenchs sobre las cancilleras de los monarcas y la corte de Pedro III, la integracin de esos estudios en
la visin global del sistema institucional de la monarqua est por hacer. La historia de un oficio o de una institucin aisladamente ayuda a avanzar pero nunca es
suficiente. Cuando la bsqueda se adentra en los entresijos del poder las relaciones personales nos trasladan a terrenos mucho ms complejos y no menos importantes. Por ejemplo, el de la educacin de los reyes y sus vasallos en el entorno
cortesano, tema que explica las convicciones y los valores fundamentales de la
conducta y de la mentalidad de los gobernantes.139
Tal vez la obra de Maquiavelo deviene uno de los ecos ms lejanos del pensamiento medieval en ese mbito, colofn de toda la literatura especular de los prncipes de aquellos tiempos. En ese sentido, dicho autor escriba las siguientes reflexiones sobre la figura de los secretarios de gobierno en el captulo XXII de El
Prncipe (1513):140
No es asunto de poca importancia para un prncipe la eleccin de sus ministros. stos son buenos o malos segn la prudencia del prncipe mismo; de ah
que el primer juicio que nos formamos sobre la inteligencia de un seor sea a
partir del examen de los hombres que tiene a su alrededor: cuando son competentes y fieles se le puede tener siempre por sabio, puesto que ha sabido reconocer su competencia y mantenrselos fieles. Pero cuando son de otra manera
hay siempre motivo para formar un mal juicio de l, puesto que su primer error
ha sido precisamente elegirlos.

Para que un prncipe eligiese correctamente a sus ministros haba un procedimiento que nunca fallaba:
Si t ves que piensa ms en s mismo que en ti y que en todas sus acciones
anda buscando su propia utilidad, tal persona jams ser buen ministro, jams
te podrs fiar de l, porque aquel a quien se ha confiado el gobierno no debe
pensar nunca en s mismo, sino siempre en el prncipe y no recordarle jams
sino aquellos asuntos que conciernen realmente a su principado. Pero, por otra
parte, el prncipe, para conservar fiel a su ministro, debe pensar en l recompensndole con honores, hacindolo rico, vinculndolo a su persona y hacindole partcipe de honores y responsabilidades. De esta manera el ministro ve

138. J. LALINDE ABADA, Virreyes y lugartenientes medievales en la Corona de Aragn en


Cuadernos de Historia de Espaa, 1960, pp. 98-172; y La Gobernacin General en la Corona de Aragn, Zaragoza, 1963. Vase tambin F. CORRADO I DE VILLALONGA, La Procuracin Real en el
reino de Mallorca, Palma, 1991.
139. La importancia de los lmites y de las cualidades de los educadores y consejeros ya ha sido
tratada a travs de algunas fuentes literarias castellanas por M. C. GARCA HERRERO, La educacin de los nobles en la obra de don Juan Manuel en La familia en la Edad Media, Actas de la XI
Semana de Estudios Medievales de Njera, Logroo, Instituto de Estudios Riojanos, 2001, pp. 39-91.
140. N. MAQUIAVELO, El Prncipe, Madrid, Alianza, 1986.

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que no puede mantenerse al margen del prncipe, los abundantes honores le llevan a no desear ms honores ni las abundantes riquezas ms riquezas, mientras
las abundantes responsabilidades le hacen temer posibles cambios. Por tanto,
cuando los ministros y el comportamiento de los prncipes hacia ellos se presentan de esta forma, pueden tener confianza el uno en el otro; cuando sucede
de otra manera, el final es siempre desastroso para el uno o para el otro.

En el captulo siguiente de su obra, el nmero XXIII, Maquiavelo plantea cmo


los prncipes deban de huir de los aduladores que proliferaban en las cortes:
No hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender
a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decrtela te falta el respeto. Por tanto un prncipe prudente debe procurarse un tercer procedimiento, eligiendo en su Estado hombres sensatos y
otorgando solamente a ellos la libertad de decirle la verdad, y nicamente en
aquellas cosas de las que les pregunta y no de ninguna otra. Sin embargo, debe
preguntarles de cualquier cosa y escuchar sus opiniones, pero despus decidir
por s mismo y a su manera. Ante estos consejos y ante cada uno de sus consejeros, debe actuar de manera que cada uno sepa que tanto ms aceptado ser
cuanto ms libremente se hable, pero fuera de ellos no ha de querer escuchar a
nadie, ha de proceder directamente a la ejecucin de la decisin adoptada y
mantener su decisin con energa. El que acta de otra manera o bien se pierde
por culpa de los aduladores o bien cambia constantemente de determinacin por
las diferencias de pareceres, lo cual le acarrea una baja estimacin entre sus
sbditos.

Maquiavelo deca saber cmo aconsejarse por las personas idneas mediante
una regla que no fallaba nunca:
Un prncipe, por tanto, debe aconsejarse siempre, pero cuando l quiere y
no cuando quieren los dems; debe incluso desanimar a los dems a aconsejarle sobre cualquier cosa si no se les pide consejo. Sin embargo, debe estar siempre preguntando y escuchar pacientemente la verdad sobre todo aquello de lo
que ha preguntado, enojndose incluso si alguien por cualquier razn no se la
dice. Muchos piensan que el prncipe que da de s esta impresin de prudente
no es tal por su propia naturaleza, sino por los buenos consejos de los que tiene alrededor. Tales personas se engaan porque hay una regla general que no
falla nunca: un prncipe que por s mismo no sea sabio no puede recibir buenos
consejos, a no ser que ponga enteramente en las manos de un hombre prudentsimo que lo gobierne en todo. En este caso podra ocurrir, pero durara poco,
ya que el que gobierna por l le arrebatara el Estado. Pero si se aconseja con
ms de uno, un prncipe que no sea prudente no recibir jams consejos coherentes, ni sabr unificarlos. Cada uno de sus consejeros pensar en sus propios
intereses y l no sabr ni corregirlos ni percatarse de ellos. Y no puede ser de
otra manera porque los hombres siempre te saldrn malos a no ser que una necesidad los haga buenos. Por eso se ha de concluir que los buenos consejos, vengan de quien vengan, han de nacer de la prudencia del prncipe y no la prudencia del prncipe de los buenos consejos.

En suma, a estas alturas, queda bastante claro que la confianza es un valor moral
que se aprende en la ms tierna infancia y que se inculca y mantiene durante toda la

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CONSEJEROS INFLUYENTES Y PERSONAS DE CONFIANZA

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vida porque est en la base de las relaciones humanas en cualquier poca. Es la


expectativa firme que se tiene de alguien. Implica trato ntimo o familiar, amistad,
correspondencia, nunca jerarqua. Confiar en otra persona es establecer con ella una
relacin de esperanza y seguridad, una competencia de primer orden para vivir en
sociedad. La confianza es por ello la forma de interaccin social por excelencia.141
Sin embargo, como todo valor moral la confianza se sumerge en el mar de las
emociones y de los sentimientos y all se mezcla fcilmente con otros fenmenos. La
influencia es uno de ellos. Consiste en el poder o la autoridad que ejerce una persona para que otras obtengan ventaja, favor o beneficio. A diferencia de la confianza,
la influencia definida as parece colmarse de jerarqua. Ahora bien, para que exista
influencia debe reconocerse previamente la autoridad de quien la ejerce por parte de
quien se beneficia de ella, porque tener poder no significa de forma automtica tener
autoridad. Esta cualidad depende del grado de conveniencia, aceptacin y reconocimiento que expresen quienes reciben los efectos de la misma. Y, en verdad, si se
admite que tiene influencia toda persona que, a cambio de confianza y autoridad, responde a las aspiraciones y a las necesidades de las dems intentando darles satisfaccin, este tipo de poder visto as ya no est tan ligado al poder jerrquico, sino que
es ante todo y sobre todo una forma equilibrada de interaccin social.142
Admtase, pues, que la existencia de confianza es una condicin indispensable
para la aceptacin de influencia, a pesar de que sta pueda estar a merced de aspiraciones y frustraciones imprevisibles. Los consejeros influyentes, en efecto, ocupan una posicin muy difcil en el delicado y resbaladizo mundo de los afectos.143
Su vulnerabilidad slo puede ser paliada si gozan de verdadera autoridad moral
reconocida por los reyes, aunque el ambiente de poder jerrquico que siempre los
rodea acaba pervirtiendo el sentido de su actividad. No hay peor condicin poltica que gozar de mucha autoridad moral pero poseer muy poco poder efectivo. Y
ello se complica todava ms, si cabe, cuando el contexto histrico en que se desarrollan los acontecimientos y se toman las decisiones es un pasado remoto como
la Edad Media, basado en categoras culturales tan diferentes de las nuestras.

141. F. PETERMANN, Psicologa de la confianza, Barcelona, Editorial Herder, 1999.


142. Sobre el concepto de influencia vase La persona y su crecimiento. Fundamentos antropolgicos y psicolgicos de la formacin PRH, Madrid, 1997, pp. 231-232. De forma paralela consltese C. R. ROGERS, El proceso de convertirse en persona, Barcelona, Paids, 2004 (orig. 1961).
143. M. C. GARCA HERRERO, El cuerpo que subraya: imgenes de autoridad e influencia
materna en fuentes medievales en Tvriaso. Revista del Centro de Estudios Turiasonenses, XVII
(2003-2004), pp. 155-173.

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LA IMAGEN DEL REY

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EL PERFIL TRASCENDENTAL DE LOS


REYES ARAGONESES, SIGLOS XIII AL XV:
SANTIDAD, FRANCISCANISMO Y PROFECAS
NIKOLAS JASPERT
Universidad de Bochum (Alemania)

Recalcar la relevancia de lo sacro, de los santos, de la liturgia o de lo religioso en el sentido ms amplio para las sociedades medievales significara constatar
lo evidente. El objetivo de este artculo es ms limitado y concreto: Esto comtemplaria poner tres ambitos del mundo religioso en relacin con la monarqua
aragonesa bajo una perspectiva comparativa europea. Los campos elegidos indican un cierto enfoque cronolgico, pero la apariencia engaa, ya que cada uno de
los mismos tiene su relevancia para la poca estudiada, es decir los siglos XIII al
XV. Se trata, primero, de la santidad regia y en concreto de los brotes de veneracin hacia monarcas aragoneses que se pueden detectar durante los siglos bajomedievales, segundo, de la inclinacin por parte de varios miembros la familia
real hacia los mendicantes en general y los franciscanos en particular, y tercero de
los vaticinios surgidos desde finales del siglo XIII en el mbito catalano-aragons
vinculados a la familia real. Un anlisis de estos tres aspectos debera ayudar a
determinar el papel de lo religioso no slo a nivel personal e individual de los respectivos miembros de la familia real, sino tambin para la autoconciencia de una
dinasta que se situaba en un contexto monrquico europeo marcado, entre otro,
por la concurrencia entre-dinstica con respecto a la proximidad a lo sacro.1 Se

1. Folz, Robert: Les saints rois du moyen ge en occident: (VIe-XIIIe sicles) (Subsidia hagiographica 68), Bruxelles 1984; Folz, Robert: Les saintes reines du moyen ge en occident: (VIe - XIIIe
sicles) (Subsidia hagiographica 76), Bruxelles 1992; La royaut sacre dans le monde chrtien, ed.
Boureau, Alain / Ingerflom, Claudio Sergio (Lhistoire et ses reprsentations 3), Paris 1992; Klaniczay,
Gbor: Holy rulers and blessed princesses: dynastic cults in medieval central Europe, Cambridge
2002; Die Sakralitt von Herrschaft: Herrschaftslegitimierung im Wechsel der Zeiten und Rume, ed.
Erkens, Franz-Reiner, Berlin 2002; Le Goff, Jacques / Palazzo, ric / Bonne, Jean-Claude / Colette,

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podra buscar individuos o planteamientos que sirvieran de hilos conductores para


unir los tres aspectos, y efectivamente encontraramos personajes como el infante
Pedro de Aragn (1305-1381), que jug un papel nada despreciable en cada uno
de ellos. Pero tal vez el tertium comparationis ms pronunciado no sern personajes concretos, sino el franciscanismo, de extraordinaria relevancia para los tres
temas estudiados.

I. LA SANTIDAD FRUSTRADA
Sin duda, sera un analisis correcto decir que Aragn no ocupa un lugar de preeminencia entre los reinos medievales, que basaban su auto-consciencia e imagen
pblica en su supuesta relacin particular hacia lo trascendental, ms bien al contrario. Ni el reino de Aragn ni el condado de Barcelona o los otros condados catalanes tuvieron una larga tradicin taumatrgica como aquella que seal la
monarqua francesa, no gozaron de la sacralidad imperial de los reyes germanoromanos, ni siquiera pudieron hacer mencin de reyes santos como los ingleses,
los daneses o los hngaros. Esta posicin de relativa irrelevancia no slo la tiene
en comparacin con las monarquas ms all de los Pirineos, sino tambin respecto a otros reinos peninsulares. En vano se busca a una reina santa comparable
a Santa Isabel de Portugal o a un rey santo como Fernando III, aunque cabe subrayar que ambos han sido canonizados en siglos post-medievales.2 Tampoco encontramos las reliquias venerables de un autntico santo nacional, falta por lo tanto un santo que cumpla la funcin que el Apstol Santiago jug en la edad media
para el reino de Castilla-Len. Aragn ni siquiera tiene una antigua tradicin real
litrgica comparable a la astur-leonesa o un ttulo sacro para ostentar como el ttulo imperial leons. Esta insuficiencia relativa ha sido advertida y comentada des-

Marie-Nol: Le sacre royal lpoque de Saint Louis: daprs le manuscrit latin 1246 de la BNF, Paris
2001; Per me reges regnant: la regalit sacra nellEuropa medievale, ed. Cardini, Franco / Saltarelli, Maria, Rimini 2002; Le Goff, Jacques: Hros du Moyen ge, le Saint et le Roi, Paris 2004. Agradezco al amigo Santiago Sabariego (Madrid) su valiosa ayuda lingstica.
2. Boissellier, Stphane: La Vie de pp. Isabelle de Portugal en langue vulgaire: prsentation et
traduction annote du texte original, Revue Mabillon 18 (2007) 217-252, cf. Tambin las referencias
en la nota 50. Sobre las iniciativas de canonizacin de Fernando III en pocas posteriores, el culto local
y la canonizacin definitiva: Rodrguez Lpez, Ana: Fernando III el Santo, 1217-1252: evolucin historiogrfica, canonizacin y utilizacin politica, en: Miscel.lnia en homenatge Agust Altisent, Tarragona 1991, pp. 573-588; Snchez Herrero, Jos: El proceso de canonizacin de Fernando III El Santo, Anuario. Instituto de Estudios Zamoranos Florian de Ocampo 18 (2001) 349-367; Morales,
Alfredo J.: Rey y santo. Ceremonial por Fernando III en la catedral de Sevilla, en: Visiones de la
monarqua hispnica, ed. Vctor Mnguez Cornelles (Amrica 8), Castell de la Plana 2007, pp. 89120; Gonzlez Jimnez, Manuel: Fernando III, el santo, Sevilla 2006, pp. 282-294.

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de hace tiempo: Ya a comienzos del siglo XVII, Antonio Vicente Domnech reproch a sus compatriotas en el pasado por no haber instado la canonizacin de reyes
aragoneses como Ramn Berenguer III y Ramn Berenguer IV.3 En los ltimos
tiempos, los estudiosos han insistido en el tema, aunque con resultados a veces
contradictorios. El objetivo de esta contribucin no es el de continuar la polmica entre Jos Manuel Nieto Soria por una parte y Adelina Rucquoi, Peter Linehan
y Teofilo Ruiz por otra sobre la pregunta si las monarquas peninsulares fueron o
no monarquas sacras.4 Tan slo unas breves palabras sobre este punto: Parece que
en la Pennsula en general y en Aragn en concreto, ni la santificacin de las
dinastas ni el peso de lo sacro en las ceremonias y la comunicacin simblica real
se pudieron comparar con muchos otros reinos europeos, aunque no se pueda
hablar de una ausencia absoluta de elementos sacros en la iconografa y la liturgia
real. Es justificado entonces hablar de santidad y del perfil trascendental de los
reyes de Aragn? La respuesta es un s cauteloso, como se espera demostrar a travs de cinco ejemplos de tentativas fallidas de sacralizar la monarqua, cinco
ejemplos de santidad frustrada.
De todos los reyes catalano-aragoneses, Pedro el Ceremonioso probablemente
tuvo una percepcin ms ntida del capital simblico de sus antepasados.5 Lo
3. Domenec, Antonio Vicente: Historia general de los santos y varones ilustres en santidad del
principado de Catalua, Gerona 1630, pp. 265-273, 376-387, cf. Torra Prez, Alberto: Reyes, santos
y reliquias: aspectos de la sacralidad de la monarqua catalano-aragonesa, en: El poder real en la Corona de Aragn, siglos XIV-XVI (XV Congreso de Historia de la Corona de Aragn 3), Zaragoza 1996,
pp. 493-517, especialmente p. 496.
4. Ruiz, Tefilo F.: Unsacred Monarchy: The Kings of Castile in the Late Middle Ages, en: Rites
of power: symbolism, ritual, and politics since the Middle Ages, ed. Sean Wilentz, Philadelphia 1985,
pp. 109-144; Nieto Soria, Jos Manuel: La Monarqua Bajomedieval castellana: una realeza Sagrada?, en: Homenaje al profesor Juan Torres Fontes, vol. 2, ed. Universidad Murcia, Murcia 1987, pp.
1225-1237; Nieto Soria, Jos Manuel: Los fundamentos mtico-legendarios del poder regio en la Castilla bajomedieval, en: La leyenda: antropologa, historia, literatura, ed. Jean-Pierre tienvre (Casa de
Velzquez / Universidad Complutense de Madrid 6), Madrid 1989, pp. 55-68, especialmente pp. 6162; Rucquoi, Adeline: De los reyes que no son taumaturgos: los fundamentos de la realeza en Espaa,
Relaciones. Estudios de historia y sociedad 13 (1992) 55-100; Linehan, Peter: Frontier Kingship: Castile, 1250-1350, en: La Royaut sacre dans le monde chrtien: colloque de Royaumont, mars 1989,
ed. Alain Boureau / Claudio Sergio Ingerflom (LHistoire et ses reprsentations 3), Paris 1992, pp. 7180; Orcstegui Gros, Carmen: La coronacin de los reyes de Aragn: evolucin poltico-ideolgica y
ritual, en: Homenaje a Don Antonio Durn Gudiol (Homenajes 5), Zaragoza 1995, pp. 633-648; Nieto Soria, Jos Manuel: Tiempos y lugares de la realeza sagrada en la Castilla de los siglos XII al
XV, en: la recherche de lgitimits chrtiennes: reprsentations de lespace et du temps dans lEspagne mdivale (IXe - XIIIe sicle), ed. Patrick Henriet (Annexes des Cahiers de linguistique et de
civilisation hispaniques mdivales 15), Lyon 2003, pp. 263-284.
5. Sobre la espiritualidad del rey Pedro: Cingolani, Stefano Maria: La memria dels reis: les Quatre Grans Crniques i la historiografia catalana, des del segle X fins al XIV (Coleccin Base hispnica 24), Barcelona 2007, pp. 246-261.

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demostr en la reestructuracin del panten real de Poblet que planific y supervis con mucho detalle a lo largo de varias dcadas. Siguiendo el modelo establecido por los capetos en Saint Denis, cre una nueva iconografa mortuoria real,
ubicando los suntuosos sarcfagos de sus antepasados segn un esquema ideado
con mucho esmero.6 Las siete versiones de su testamento y no contamos los
muchos codicilos dan testimonio del inters que el monarca mostr por su obra
y tambin de los cambios que ste introdujo a lo largo del tiempo.7 Un lugar de
preeminencia en esta materializacin de la auto-consciencia real fue ocupado por
Jaime el Conquistador, nuestro primer ejemplo. No me extender mucho en este
punto, ampliamente tratado por Robert Burns, Francois Delpech, Stefano Maria
Cingolani y otros,8 unas pocas palabras sern suficientes. Pedro elev a su tatarabuelo por encima de todos sus otros antepasados. Con ello, sigui una pauta marcada por el mismo Conquistador: Ya en el Llibre dels fets se puede observar el
intento por parte de Jaime I de elevar sus propios orgenes y sus propias acciones
a un nivel sobrenatural, primero al sealar su concepcin de forma milagrosa,
despus al situar a su propia madre, Mara de Montpellier, a la altura de las santas, pretensin recogida por varios autores posteriores.9 Adems, el rey construye

6. Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval, vol. 1, ed. Rubio y Lluch, Antonio
(Memries de la Secci Histrico-Arqueolgica / Institut dEstudis Catalans 54), Barcelona 2000 (Orig.
1908), pp. 226-228; Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval, vol. 2, ed. Rubio y Lluch,
Antonio (Memries de la Secci Histrico-Arqueolgica / Institut dEstudis Catalans 54), Barcelona
2000 (Orig. 1921), pp. 60-62, 75, 103-104, 133-135, 150-153, 201, 291-192, 296; Gonzalvo i Bou,
Gener: Poblet, Pante Reial (Episodis De La Histria 328), Barcelona 2001; Blattmacher, Annette:
Grabmler in katalanischen Zisterzienserklstern bis 1400. Beispiele aus Santes Creus, Poblet, Vallbona de les Monges und Vallsanta, Cteaux. Commentarii cistercienses 56 (2005) 70-130; Klein, Bruno:
Der Knig und die Kunst: die Genese des aragonesich-katalanischen Panten in Poblet unter Pere el
Ceremonos, en: Grabkunst und Sepulkralkultur in Spanien und Portugal, ed. Barbara Borngsser /
Henrik Karge / Bruno Klein (Ars iberica et americana 11), Frankfurt a. M. 2006, pp. 317-338.
7. Udina i Abell, Antoni M.: Els testaments dels comtes de Barcelona i dels reis de la Corona dArag: de Guifr Borrell a Joan II (Textos i documents 33), Barcelona 2001, pp. 227-356, doc.37-49.
8. Bums, Robert I.: The Spiritual Life of James the Conqueror, King of Arago-Catalonia, 12081276: Portrait and Self Portrait, Catholic Historical Review 62 (1976) 1-35; Delpech, Franois: Histoire et lgende: Essai sur la gense dun thme pique aragonais (Textes et documents du Centre
de Recherche sur lEspagne des XVIe et XVIIe Sicles 3), Paris 1993; Cingolani, Stefano Maria: Historia y mito del rey Jaime I de Aragn, Barcelona 2007, pp. 91-110. Vase tambin Rubio Vela, Agustn: Jaime I. La imagen del monarca en la Valencia de los siglos XIV y XV, en: El rei Jaume I. Fet,
actes i paraules, ed. Germ Colon Domenech / Toms Martnez Romero, Castelln-Barcelona 2008,
pp. 129-155, pp. 137-143.
9. Soldevila, Ferran: Els primers temps de Jaume I (Memries de la Secci Histrico-Arqueolgica / Institut dEstudis Catalans 27), Barcelona 1968, pp. 1-14; Riquer, Martn de: Llegendes histriques catalanes: Les quatres barres, Lengendrament del Rei Jaume, La mort de la Infanta Sana, Lespasa de Vilardell i el drac de Sant Celoni, Galceran de Pins i el rescat de les cent donzelles (Dun
dia a laltre 7 7), Barcelona 2000, pp. 49-103. E nostre seyor la am tant e li don tanta de grcia,

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la imagen de su propia vida como una trayectoria humana casi milagrosamente


exitosa, gracias a dos factores exclusivamente: sus habilidades individuales y la
providencia divina.10 Esta tendencia por otra parte fue seguida decididamente en
la crnica oficiosa de San Juan de la Pea, donde Jaime aparece como hic sanctus rex,11 y ms todava en la crnica de Ramn Muntaner.12 En su crnica, Muntaner describe al Conquistador de forma claramente hagiogrficos, no sorprende
entonces que, segn l, a la muerte del rey lanima se part del seu cors e se nan
en Paras.13 El concepto del rey santo aparece en varias ciudades de la Corona,
que reina sancta es clamada per aquels que sn en Roma, e per tot laltre mn, sancta. E guarex
malaltes molts, can beuen ab vi o ab aygua de la pera que raen del seu vas Jaime Aragn, Rey, I.:
Llibre dels fets del Rei en Jaume, 2 vol., ed. Jordi Bruguera Talleda, Barcelona 1991, pp. 11-12. Esta
imagen de la reina sancta fue recogida por Muntaner: la molt alta dona madonna Maria de Montpesller, qui fo molt santa dona e bona a Dus e al mon Ramon Muntaner: Crnica, en: Les quatre
grans crniques, ed. Ferran Soldevilla (Biblioteca perenne 26), Barcelona 1982, pp. 665-1000, p. 668
(cap. 1). Cf. Tambin la Crnica de San Juan de la Pea: Por mrito de aquesta reyna Dios le fizo muytas gracias, porque miraglos fizo Dios en su vida et depus su muert cf. Crnica de San Juan de la
Pea: versin aragonesa, ed. Orcastegui Gros, Carmen (Publicacin de la Institucin Fernando el
Catlico. Nueva coleccin monogrfica 54), Zaragoza 1986, p. 81-82. Sobre el desarrollo de este atribucin a finales del siglo XV y a mediados del siglo XVI Duran i Grau, Eullia: Sobre la mitificaci
dels orgens histrics nacionals catalans: discurs llegit en la sessi inaugural del curs 1991-1992,
Barcelona 1991, pp. 15-17; Agustn Rubio Vela, Jaime I. La imagen del monarca (cf. nota 8), pp. 142143. Sobre la participacin de Gauberto Fabricio de Vagad y Pere Miquel Carbonell en la transmisin
de esta imagen cf. tambin: Maria del Carmen Garca Herrero, Femineidad y arquetipos femeninos en
la Coronica de Aragon de Gauberto Fabricio de Vagad; Stefano Cingolani, Jaume I fou un rei piads?
(agradezco a los autores el haberme pasado sus trabajos, todava sin publicar). Sobre los problemas
reales de este matrimonio, cf. Miron, E. L.: Las Reinas de Aragn, sus vidas y sus pocas, Valencia
1929, pp. 67-76; Haluska-Rausch, Elizabeth: Unwilling Partners: Conflict and Ambition in the Marriage of Peter II of Aragon and Marie de Montpellier, en: Queenship and political power in medieval and
early modern Spain, ed. Theresa Earenfight, Aldershot [u.a.] 2005, pp. 3-20, sobre la santidad de
Mara de Montpellier cf. tambin la contribucin de Maria del Carmen Garca Herrero en este libro.
10. Cingolani, Stefano Maria: Historiografia, propaganda i comunicaco al segle XIII: Bernat
Desclot i les dues redaccions de la seva crnica (Memories de la Secci Histrico-Arqueolgica 68),
Barcelona 2006, pp. 175-221; Smith, Damian J.: James I and God: Legitimacy, protection and consolation in the Llibre dels Fets, Imago temporis. Medium Aevum 1 (2007) 105-119, pp. 110-112.
11. Crnica de San Juan de la Pea, ed. (Textos Medievales 4), Valencia 1961, pp. 156-161; Carmen Orcastegui Gros, Crnica de San Juan de la Pea: versin aragonesa (cf. nota 9), pp. 94-98.
12. Ramon Muntaner, Crnica (cf. nota 9), especialmente pp. 669-672, 698, 753 (cap. 3-6, 35, 96).
Franois Delpech, Histoire et lgende (cf. nota 8), pp. 17-44; Narbona Vizcano, Rafael: Hroes, tumbas y santos. La conquista en las devociones de Valencia medieval, Saitabi 46 (1996) 293-319, pp. 299303.; Alberto Torra Prez, Reyes, santos y reliquias (cf. nota 3), pp. 497, Stefano Maria Cingolani, La
memria dels reis: les Quatre Grans Crniques i la historiografia catalana (cf. nota 5), pp. 162-165,
171-175 que subraya los elementos cristolgicos.
13. Ramon Muntaner, Crnica (cf. nota 9), p. 690 (cap. 28). Hay otros pasajes en la obra de Muntaner donde el autor situa a miembros de la familia real aragonesa directamente en la esfera sacral, por
ejemplo al comparar a Pedro III, lo sant rei dArag, von Moiss, a la reina Constanza y sus hijos con
los reyes magos: Ramon Muntaner, Crnica (cf. nota 9), pp. 715, 753 (cap. 60, 96)

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muy especialmente en Mallorca en forma de la Festa de lEstandart14 y en


Valencia, donde se decidi celebrar cada ao la conquista cristiana de la ciudad y
el aniversario del molt excel.lent sant e virtus rey en Jacme.15 En ambas ciudades la evocacin de la respectiva conquista por parte de Jaime I fue reforzada
mediante objetos materiales vinculados al rey, que aunque no reliquias en el sentido estricto de la palabra adquirieron la funcionalidad de objetos sacros venerados por la poblacin urbana. Finalmente, en 1633 Gaspar Galcern, conde de Guimer, proyect la canonizacin oficial del rey.16 Sin embargo, a pesar de estos
esfuerzos, Jaime, cruzado famoso y paladn del cristianismo, nunca fue elevado al
honor de los altares. Puede que la expansin de la Corona de Aragn haya sido la
causa decisiva para este menosprecio apostlico durante los siglos XII y XIV, pues
los conflictos con el papado que la guerra de Sicilia origin condenaron al fracaso cualquier iniciativa al respecto. Adems, la vida privada poco ortodoxa del
monarca y el sentido intrnseco del poder real en la Corona de Aragn hicieron
difcil si no imposible un acercamiento entre la Casa de Barcelona y el papado.
As pues, las referencias al rey santo fallido son pocas y esparcidas.
Pero Jaime el Conquistador no fue el primer monarca aragons situado en un
contexto hagiolgico por las fuentes. Ya su tatarabuelo, Ramn Berenguer IV, fue
descrito en trminos muy indicativos: la fraseologa utilizada en un pergamino
encontrado en el sarcfago del rey difunto es bastante significativa al respecto,
pues se afirma que Ramn Berenguer adquiri fama por los milagros que su cuerpo produjo tanto durante el traslado de Italia a Ripoll como despus del mismo:
In obitu etiam suo claruit miraculis, tam in Italia quam per totam Provinciam;
necnon por totum iter dum corpus ejus ad monasterium Rivipollense afferretur,

14. Llompart Moragues, Gabriel: La festa de lestandart (dArag). Una liturgia municipal europea en Mallorca (siglos XIII-XV), Jernimo Zurita: Cuadernos de histori 37-38 (1980) 7-34; Alomar
Canyelles, Antoni Ignasi: LEstendard, la festa nacional ms antiga dEuropa: (s. XIII - XXI) (Collecci Menjavents 26), Palma (Mallorca) 1998; Quintana i Torres, Antoni J.: La festa de lEstendard: cultura i cerimonial a Mallorca (segles XIV - XX) (Recerca i pensament 5), Catarroja [u.a.] 1998.
15. Robert I. Bums, The Spiritual Life of James the Conqueror (cf. nota 8), p. 5; Narbona Vizcano,
Rafael: El nou doctubre: ressenya histrica duna festa valenciana (segles XIV - XX) (Srie minor. Histria 44), Valencia 1997, pp. 21-34, Rafael Narbona Vizcano, Hroes, tumbas y santos (cf. nota 12), pp.
299-303, los artculos recogidos en: Rafael Narbona Vizcano, El nou doctubre (cf. nota 15) y la contribucin de Rafael Narbona en este libro, as como Serra Desfilis, Amadeo: En torno a Jaime I: de la imagen al mito en el arte de la Corona de Aragn en la Baja Edad Media, en: Visiones de la monarqua hispnica, ed. Vctor Mnguez Cornelles (Amrica 8), Castell de la Plana 2007, pp. 321-321-348 y
ltimamente Agustn Rubio Vela, Jaime I. La imagen del monarca (cf. nota 8), pp. 131-138, 137-140.
16. Tourtoulon, Charles Jean Marie de: el conquistador, Rey de Aragon, Conde de Barcelona,
Senor de Montpellier: segun las cronicas v documentos ineditos, Valencia 1874 (ND 1980), II, pp. 414415. Belenguer, Ernest: Jaume I a travs de la histria, 2 vol., Valncia 1984, I, p. 51.

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ubi, et iussu ipsius adhuc viventis in ecclesia, in hoc sepulchro honorifice tumulatum requiescit, ibique saepe et saepissime evidentibus crebris claruit miraculis.17 Por lo menos en Ripoll, parece que se celebraba la memoria de estos supuestos milagros, como demuestra un martirologio del monasterio, escrito fines del
siglo XII principios del XIII: VIII Idus Augusti. Eodem die obiit inclitus marchio
Raimundus Berengarii, Comes Barchinonensis, princeps Aragonensis, ac dux Provincie. Hic post captas Almeriam, Tortosam, Hylerdam, et Fragam civitates, multaque oppida, quae Dei virtute protectus pugnando ab Agarenis extorsit, in Italia
apud vicum Sancti Dalmacii diem clausit extremum; corpusque suum ad Rivipollense monasterium transportatum est et in ecclesia honorifice tumulatum; ibique
satis evidentibus claruit miraculis.18 Ahora bien, a pesar de estas noticias dispersas, no se encuentra la creacin formal de un culto real en el resto del reino, aunque todava a comienzos del siglo XVII, Antonio Vicente Domenec contara a
Ramn Berenguer IV entre los varones ilustres en santidad.19
Esto vale igualmente para Sancha, hija del Conquistador, nuestro tercer ejemplo.20 Sabemos de su existencia por la documentacin coetnea, que la menciona en
varias ocasiones, aunque el Llibre dels Fets quede mudo al respecto. En 1248 figur en el testamento de su madre, Violante de Aragn, y tres aos ms tarde Inocencio IV dio permiso para que se casara.21 Ahora bien, esto nunca sucedi, y Sancha
desaparece de las fuentes. Aos ms tarde la mencion Don Juan Manuel: En su
libro de armas cuenta que la infanta aragonesa dej las riquezas del mundo para retirarse a Acre y ayudar a los pobres. Al morir, los ciudadanos de la ciudad se percataron de quien haba sido esta mujer que tanto haba ayudado al prjimo: Et ovo
la infanta Sancha, que nunca caso. Et oy dezir que muriera en el ospital de Acre o
estava desconocidamente serviendo a los romeros. quando esta infanta fino en
Acre en el ospital que se movieron todas las campanas de la villa a tanner por su
17. Bofarull y Mascar, Prspero de: Los Condes de Barcelona vindicados, y cronologia y genealogia de los Reyes de Espaa considerados como soberanos independientes de su marca, vol. 2, Barcelona 1836, p. 201. Agradezco vivamente al amigo Stefano Cingolani haber llamado mi atencin
sobre este texto.
18. Prspero de Bofarull y Mascar, Los Condes de Barcelona vindicados (cf. nota 17), p. 205.
19. Antonio Vicente Domenec, Historia general de los santos (cf. nota 3), pp. 376-387.
20. de Riquer, Mart: La leyenda de la infanta Doa Sancha hija de Don Jaime el Conquistador,
en: Homenaje a Mills Vallicrosa, vol. 2, Barcelona 1954-1956, pp. 229-241; Jaspert, Nikolas: Heresy
and Holiness in a Mediterranean Dynasty: the House of Barcelona in the Thirteenth and Fourteenth
Centuries, en: Across the Mediterranean Frontiers: Trade, Politics and Religion, 650-1450, ed. Demetrios A. Agios / Ian R. Netton (International Medieval Research 1, Turnhout 1997, pp. 105-135.
21. Huici Miranda, Ambrosio: Coleccin diplomtica de Jaime I, el Conquistador: aos 1217 a
1253, 2 vol., Valencia 1916-1918, p. 549; Les registres dInnocent IV, 4 vol., ed. lie Berger (Bibliothque des coles Franaises dAthnes et de Rome, 2e Sr. 4), Paris 1884-1897, II, p. 218, doc. 5230.

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cabo, commo las tannen quando ay algun cuerpo finado, et las gentes fallaron
que [el cuerpo] tenia una carta en la mano; et quando la quisieron tomar para leer
non gela pudieron sacar de la mano fasta que vino un gran perlado, non me acuerdo si oy dezir si fuera patriarca o obispo. Mas bien me acuerdo oy dezir que fuera
perlado et desque vio que la carta non gela podian sacar de la mano, mando en virtud de sancta obediencia que diese la carta. Et ella abrio la mano et tomo el perlado la carta et leola a todo el pueblo et fallo que dezia la carta commo era la infanta donna Sancha, fija del Rey don Jaymes de Aragon y la Reyna donna Violante22
El historiador moderno suele cuestionar la veracidad de la historia. De hecho,
la finalidad poltica del libro de las armas a favor de Don Juan Manuel y su familia, emparentada con Sancha a travs de la madrastra del autor, hija de Jaime el
Conqueridor, est fuera de duda. Y la influencia de modelos literarios como la
Vida de Sant Alexios o incluso gestas contemporneas salta a la vista.23
Ahora bien, el hecho de que las fuentes prueben la existencia de la princesa y
su desaparicin repentina, hace algo ms verosmil que sta efectivamente podra
haber elegido una vida caritativa. Parece ms posible aun, si nos percatamos de
que Sancha fue sobrina de Santa Isabel de Hungra, muerta en 1231, una princesa que dedic los ltimos aos de su vida al servicio de los pobres y enfermos.24
Sancha habria crecido en pleno conocimiento de su ilustre ta, canonizada slo un
ao despus del enlace de sus padres. No es casualidad que su hermana fuera bautizada con el nombre de Isabel, que entr as a formar parte de los nombres reales de la Casa de Barcelona, documentos posteriores demuestran que varios
miembros de la dinasta entre ellos el ya mencionado infante Pedro de Aragn

22. Don Juan Manuel: Obras completas 1: Libro del cauallero et del escudero, Libro de las armas,
Libro enfenido, Libro de los estados, Tractado de la asuncin de la virgen Mara, Libro de la caza, ed.
Jos Manuel Blecua (Biblioteca romnica hispnica. 4, Textos 15), Madrid 1982, pp. 127-128.
23. Acta Sanctorum, vol. 4, pp. 251-253. Mart de Riquer, La leyenda de la infanta Doa Sancha
hija de Don Jaime el Conquistador (cf. nota 20). El principal inters de De Riquer era determinar los
modelos literarios de la historia, que encuentra en obras como quatre fils Aymon (Renaut de Montauban) o Li coronemenz y evidentemente en la leyenda de San Alexios. Golinelli, Paolo: La leggenda di
santAlessio in due inediti volgarizzamenti del Trecento e nella tradizione letteraria italiana (I Classici cristiani 273-274), Siena 1987.
24. Sankt Elisabeth: Frstin, Dienerin, Heilige. Ausstellung zum 750. Todestag der Heiligen Elisabeth
1981 - 1982, Sigmaringen 1981; Werner, Matthias: Mater Hassiae - Flos Ungariae - Gloria Teutoniae. Politik und Heiligenverehrung im Nachleben der hl. Elisabeth von Thringen, en: Politik und Heiligenverehrung im Hochmittelalter, ed. Jrgen Petersohn (Vortrge und Forschungen / Konstanzer Arbeitskreis fr
Mittelalterliche Geschichte 42), Sigmaringen 1994, pp. 449-540; as que ltimamente (con amplia bibliografa): Elisabeth von Thringen - eine europische Heilige: 3. Thringer Landesausstellung Wartburg Eisenach, 7. Juli bis 19. November 2007, ed. John, Uwe / Blume, Dieter, Petersberg 2007; Elisabeth von
Thringen und die neue Frmmigkeit in Europa, ed. Bertelsmeier-Kierst, Christa (Kulturgeschichtliche
Beitrge zum Mittelalter und der frhen Neuzeit 1), Frankfurt am Main [u.a.] 2008.

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(1305-1381) celebraron la memoria de su antepasada hngara.25 Es bien conocida la influencia que Isabel de Hungra ejerci sobre varias parientes suyas del centro este de Europa, princesas premislitas y rpadas como Margarita de Hungra o
Ins de Bohemia, beatificadas o canonizadas posteriormente al igual que su
modelo y pariente, debido a su vida ejemplar, su afn a la pobreza o su obra caritativa. Si el ncleo de la narracin de Don Juan Manuel fuera certero, la vida de
Sancha podra ser un ejemplo ms aunque poco conocido hasta la fecha de la
extensin de la veneracin Isabelina entre las princesas europeas.26
Si efectivamente la historia de Don Juan Manuel fue una tentativa paso para la
construccin de una santa real aragonesa, no lleg a ms. Igualmente frustrados
quedaron posteriores intentos de crear un culto propio en la Casa de Barcelona.
Pedro el Ceremonioso parece haber contemplado la idea de instaurar una veneracin popular de su to, un infante mendicante llamado Pedro o Pere.27 Como ya
dicho, ste, el cuarto ejemplo de un santo frustrado, tiene un papel relevante en
esta contribucin, ya que podra servir de hilo conductor que uniera los tres temas
de este artculo: sacralidad, franciscanismo y profeca. Al morir el infante en 1362,
su sobrino Pedro el Ceremonioso escribi varias cartas relatando los milagros que
haban ocurrido en la tumba de su to,28 pero fuera porque Pedro haba perdido
simpatas en la corte papal por sus declaraciones en favor de Urbano VI durante
25. Matthias Werner, Mater Hassiae (cf. nota 24), p. 523; Pou y Mart, Jos Mara: Visionarios,
beguinos y fraticelos catalanes (siglos XIII - XV) (Espejo de Clo 9), Alicante 1996, pp. 236-237.
26. El tema ha sido tratado magistralmente: Gbor Klaniczay, Holy rulers and blessed princesses (cf.
nota 1), cf. tambin estudios preparatorios como Klaniczay, Gbor: I modelli di santit femminile tra i
secoli XIII e XIV in Europa centrale e in Italia, en: Spiritualit e lettere nella cultura italiana e ungherese del basso Medioevo: [atti del convegno di studio promosso e organizzato dalla Fondazione Giorgio
Cini], ed. Sante Graciotti (Studi 46), Firenze 1995, pp. 75-108; cf. Adems un caso excepcional de imitatio sanctae Elisabethae: Dek, Viktria Hedvig: rpd-hzi Szent Margit s a domonkos hagiogrfia:
Garinus legendja nyomban (Teolgia, Budapest 2005. Sobre la devocin isabelina en las cortes de
Npoles y Castilla cf. Brm, Andreas: Fratrum minorum mater: Heiligenbilder als Angleichung und
zum Patronat in Frankreich und Flandern und in der Anjou-Hofkunst Neapels, en: Elisabeth von Thringen - eine europische Heilige: 3. Thringer Landesausstellung Wartburg - Eisenach, 7. Juli bis 19.
November 2007, ed. Uwe John / Dieter Blume, Petersberg 2007, pp. 309-324; Blume, Dieter / Joneitis,
Diana: Eine Elisabeth-Handschrift vom Hof Knig Alfons X. von Kastilien, en: Elisabeth von Thringen - eine europische Heilige: 3. Thringer Landesausstellung Wartburg - Eisenach, 7. Juli bis 19.
November 2007, ed. Uwe John / Dieter Blume, Petersberg 2007, pp. 325-339. Recientemente se ha
ampliado el espectrote las princesas filo-franciscanos con un estudio magistral: Field, Sean L.: Isabelle
of France: Capetian sanctity and Franciscan identity in the thirteenth century, Notre Dame 2006.
27. Archivo de la Corona de Aragn, Cancelleria, Reg. 1276, fol. 141r, 145v; Martnez Ferrando, Jos
M.: Jaime II de Aragn. Su vida familiar, 2 vol., Barcelona 1948, I, p. 169. Cf. las referencias en la nota 61.
28. Antonio Rubio y Lluch, Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval, vol. 2 (cf.
nota 6), p. 250-251, doc. 257; Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25),
pp. 525-538.

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el Gran Cisma de Occidente29 (en contra por cierto de la posicin de su sobrino),


fuera por otras razones: todos los intentos del rey no dieron fruto.
Hasta la extincin de la Casa de Barcelona en 1412, nunca se logr elevar a
uno de sus miembros a los altares. Slo quedaron los santos locales tradicionales como Santa Eullia o San Cugat, cuya veneracin los monarcas fomentaron
decididamente, y ciertos santos forneos que lograron vincular a su casa y a su
tierra, siendo el caso ms conocido San Jorge, Sant Jordi.30 La importancia de
los santos y sus reliquias para la monarqua queda patente tanto por las largas y
tortuosas negociaciones llevadas a cabo por Pedro el Ceremonioso para conseguir las reliquias precisamente de San Jorge, y tambin las de Santa Barbara,31
como por el afn de sus sucesores, entre los cuales destaca Martn el Humano,
por atesorar verdaderos cumulos de reliquias.32 Los monarcas aragoneses notaron esta deficiencia comparativa. En un intento de crear focos de veneracin
centrados en naturales de sus tierras persiguieron la canonizacin de San Ramon
de Penyafort, San Oleguer de Barcelona o los mrtires de Ceuta.33 Sin embargo,
29. Cf. Las cartas del infante Juan (futuro Juan I) crticas al to de su padre: Antonio Rubio y Lluch,
Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval (cf. nota 6), pp. 213-215, doc. 225-226.
30. Als-Moner, Ramn d: Sant Jordi, patr de Catalunya (Collecci Sant Jordi 3. Histria de
lEsglsia 1), Barcelona 1926; Vincke, Johannes: Zur Geschichte des Georgskultes in den Lndern der
Krone von Aragn, Historisches Jahrbuch 53 (1933) 458-465; Rafael Narbona Vizcano, Hroes, tumbas y santos (cf. nota 12), pp. 315-319; Sayrach Fatj dels Xiprers, Narcs: El patr Sant Jordi: histria, llegenda, art (Collecci Som i serem 9), Barcelona 1997. En general sobre su culto a San Jorge
y sus orgenes vase: Delehaye, Hippolyte: Les lgendes grecques des Saints-Militaires, New York
1975; Bugslag, James: St Eustace and St George: Crusading Saints in the Sculpture and Stained Glass
of Chartres Cathedral, Zeitschrift fr Kunstgeschichte 4 (2003) 441-464.
31. Antonio Rubio y Lluch, Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval (cf. nota 6),
pp. 69-70, doc. 61; Vincke, Johannes: Die Gesandtschaften der aragonesischen Knige um die Reliquien der heiligen Barbara (1322-1337), Historisches Jahrbuch 60 (1940) 115-124; Madurell Marimn,
Jos Maria: Regesta documental de reliquias y relicarios (siglos XIV-XIX), Analecta Sacra Tarraconensia 31 (1958) 291-324, sobre Santa Barbara: doc. 3, 5, 6, 11; San Jorge: doc. 8, 9, 14; Lpez de
Meneses, Amada: Pedro el Ceremonioso y las reliquias de Santa Brbara, Estudios de Edad Media de
la Corona de Aragn 7 (1962) 299-357; Setton, Kenneth M.: Saint Georges Head, Speculum 48 (1973)
1-12, cf. Alberto Torra Prez, Reyes, santos y reliquias (cf. nota 3), pp. 498-499, 504-506.
32. Fodale, Salvatore: Le reliquie di re Martino, en: Aspetti e momenti di storia della Sicilia (secc.
IX-XIX). Studi in memoria di Alberto Boscolo, Palermo 1989, pp. 121-135, cf. Alberto Torra Prez,
Reyes, santos y reliquias (cf. nota 3), pp. 506-512. Cf. La visin de conjunto: Espaol Bertran, Francesca: El Tesoro Sagrado de los reyes de la Corona de Aragn, en: Maravillas de la Espaa medieval:
tesoro sagrado y monarqua, vol. 1, ed. Isidro Gonzalo Bango Torviso, Len 2000, pp. 269-288. El testamento del monarca da una impresin del tesoro y de la importancia que el rey confiri al mismo:
Antoni M. Udina i Abell, Els testaments (cf. nota 7), pp. 369-382, doc. 51.
33. Rius Serra, Jos: Los procesos de canonizacin de san Olegario, Analecta Sacra Tarraconensia 31 (1958) 37-63; Oleguer: servent de les esglsies de Barcelona i Tarragona. Comentaris als documents de sant Oleguer, ed. Mart Bonet, Josep Mara, Barcelona 2003, pp. 307-316.

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fuera por las relaciones inestables con la curia pontificia, fuera por otras razones, no lograron este fin, pues todas las respectivas canonizaciones ocurrieron
ya en tiempos modernos.
Mirando a los Trastmara, se nota el mismo afn de crear ncleos de culto real.
En este contexto cabe recordar que el botn ms preciado por Alfonso el Magnnimo cuando conquist Marsella en 1423 fueron justamente las reliquias de su
antepasado, San Lus de Tolosa, desgraciadamente demasiado vinculado a la
dinasta de los capetos como para servir de santo nacional catalano-aragons.34
Medio siglo ms tarde sin embargo nos encontramos con el culto a un autntico
miembro de la familia real aragonesa, nuestro quinto y ltimo ejemplo: Se trata
de la veneracin popular al prncipe de Viana introducida por los barceloneses en
su catedral en 1462. Nada ms morir, surgieron rumores de milagros ocurridos en
la tumba del malogrado prncipe, y coblas cantaban sus virtudes. En un intento de
reforzar su posicin militar mediante la construccin de un santo propio, los Diputados de la Generalidad se dirigieron al papa Po II para conseguir la canonizacin, pero en vano: El papa se neg, y el culto a San Karles,35 tan fuertemente
marcado por los intereses polticos durante la guerra civil catalana, desapareci
rpidamente a su trmino en 1472.36 Slo con la canonizacin de San Vicente
Ferrer a mediados del siglo XV se puede hablar de un nuevo santo marcadamente catalano-aragons.37 Las celebraciones ordenadas en Npoles por Alfonso el
Magnnimo para celebrar el acontecimiento ponen en evidencia hasta que punto

34. Ametller Vinyas, Jos: Alfonso V de Aragn en Italia y la crisis religiosa del siglo XV, 3 vol.,
Gerona 1903-1928, I, pp. 190-192; Dietari del Capell dAnfos el Magnnim, ed. Jos Sanchis i Sivera, Valencia 1932, pp. 125-126; Jaspert, Nikolas: Santos al servicio de la Corona durante el reinado de
Alfonso el Magnnimo (1416-1458), en: Atti del XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona, Napoli 18-24 settembre 1997, ed. Guido dAgostino, Napoli 2000, pp. 1839-1858,
especialmente pp. 1843-1844. Sobre el franciscanismo capeto cf. Kintzinger, Martin: Viri religiosi et
literati. Kleriker am Frstenhof im spten Mittelalter, en: Vita religiosa im Mittelalter. Festschrift fr
Kaspar Elm zum 70. Geburtstag, ed. Franz J. Felten / Nikolas Jaspert (Berliner Historische Studien 31
= Ordensstudien 13), Berlin 1999, pp. 543-562; Sean L. Field, Isabelle of France (cf. nota 26). Sobre
Lus de Tolosa: Psztor, Edith: Per la storia di San Ludovico dAngi: (1274-1297) (Studi storici 10),
Roma 1955;
35. Dietaris de la Generalitat de Catalunya: 1411 - 1714, volum 1: Anys 1411 a 1539, ed. Sans i
Trav, Josep Maria, Barcelona 1994, p. 167.
36. Font Rius, Josep Maria: La tradici de la santedat del prncep de Viaria, La Paraula Cristiana
20 (1934) 196-223; Font Rius, Josep Mara: El Princep de Viana a la Seu de Barcelona, en: Homenatge a Antoni Rubi i Lluch. Miscel.lnia destudis literaris, histrics i lingstics, vol. 2, Barcelona
1936, pp. 541 -557; Duran Grau, Eullia: La funci de les llegendes en la historiografia, Estudi general 23 (2004) 63-82.
37. Smoller, Laura A.: Miracle, Memory and Meaning in the Canonization of Vincent Ferrer,
1453-1454, Speculum 73 (1998) 429-454.

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el monarca intent nacionalizar esta canonizacin: En contra de la costumbre,


segn la cual celebraciones pblicas napolitanas iban siempre acompaadas por
banderas del reino de Sicilia, Alfonso mand fabricar unas telas suntuosas adornadas exclusivamente con las armas de Catalua y Aragn.38
Los ejemplos de Jaime el Conquistador, de la infanta Sancha y del infante
mendicante Pedro han demostrado la existencia de elementos hagiolgicos en la
familia real aragonesa. Ahora bien, el hablar de santos frustrados puede crear la
impresin errnea de que los monarcas hayan intentado por todos los medios,
aunque sin xito, ponerse a la altura de otras monarquas sacralizadas. Sin embargo, llama la atencin que no fue as, pues los esfuerzos en esta direccin son bastante reservados. De hecho, no fueron tan slo las relaciones tortuosas con el
papado y el complejo contexto poltico los factores que impidieron la canonizacin de miembros de la familia real aragonesa, sino tambin la falta de energa a
la hora de promocionar las eclosiones de culto que surgieron. Esta deficiencia es
ms evidente todava si se compara la inactividad en la Corona de Aragn con los
esfuerzos hechos por otras dinastas europeas al respecto.39 Con respecto a esta
relativa falta de inters se puede resumir: La no existencia de reyes santos aragoneses se debe sobre todo al mismo concepto monrquico de la casa real, poco propicio a lo trascendental.
Por instructivo que este resultado pueda ser para el estudio de la autoconciencia de los monarcas aragoneses, no debera entenderse como reflejo de la piedad
particular real. No hace falta citar al gran Ernst Kantorowicz para diferenciar entre
la espiritualidad individual de los reyes y sus conceptos de sacralidad real, entre
el yo personal / privado y el yo poltico / pblico de un monarca.40 Por ello el
segundo apartado de esta contribucin estar dedicado al indudable celo religioso

38. Minieri Riccio, Camillo: Alcuni fatti di Alfonso I di Aragona: Dal 15 Aprile 1437 al 31 di Maggio 1458, Napoli 1881, p. 85. El rey dijo claramente cual era el valor excepcional de este santo: reputara singular grcia, principalment, per aquell [S. Vicente] sser natural de la ciutat de Valncia, de
qu no tan solament lo dit senyor [Alfonso], mas encara lo dit Sant Pare e tota Spanya se deuen congratular a dar laors a Nostre Senyor Du, Martnez Ferrando, Jess Ernesto: pp. Vicente Ferrer y la
Casa de Aragn, Barcelona 1955, doc. 81.
39. Vauchez, Andr: La saintet en Occident aux derniers sicles du Moyen Age: daprs les
procs de canonisation et les documents hagiographiques (Bibliothque des coles Franaises
dAthnes et de Rome 241), Roma 1981; Goodich, Michael: The Politics of Canonization in the Thirteenth Century: Lay and Mendicant Saints, en: Saints and their cults: studies in religious sociology,
folklore and history, ed. Stephen Wilson, Cambridge [u.a.] 1987, pp. 169-189.
40. Kantorowicz, Ernst Hartwig: The kings two bodies: a study in mediaeval political theory,
Princeton, NJ 1957, traducido como: Kantorowicz, Ernst: Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teologa poltica medieval, Barcelona 1988.

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demostrado por varios miembros de la Casa real, un celo muy vinculado a la religiosidad franciscana. Escribir acerca de ideales franciscanos en un artculo sobre
el perfil trascendental de los reyes aragoneses podra parecer una contradiccin,
dado que el ejemplo vivido por san Francisco se basaba justamente en lo humano
y en la humildad individual. Pero gracias a los estudios de Andr Vauchez, Gabor
Klaniczay y otros historiadores sabemos que efectivamente, la vida franciscana de
los poderosos pudo elevarles por encima de otros soberanos a los ojos de sus contemporneos y hagigrafos.41

II. LA FAMILIA REAL Y LAS NUEVAS FORMAS DE DEVOCIN


Bien sabido es que la reverencia hacia los franciscanos fue un fenmeno general entre las monarquas europeas medievales: prcticamente cada familia poda
sealar a algn miembro profundamente marcado por los ideales propagados por
el Poverello de Ass, es decir, pobreza individual y colectiva unida al deseo de imitar la vida de los apstoles.42 Los reyes de Aragn no fueron ninguna excepcin al
respecto. Sin embargo, si nos detenemos a observar este linaje con algo ms de
detalle, se puede apreciar una devocin particularmente marcada a partir del reinado de Pedro el Grande sobre todo entre las mujeres de la dinasta, una devocin que convierte la Casa de Barcelona en principal promotor real del franciscanismo peninsular.43

41. Andr Vauchez, La saintet en Occident aux derniers sicles du Moyen Age (cf. nota 39); Klaniczay, Gbor: The uses of supernatural power: the transformation of popular religion in medieval and
early-modern Europe, Princeton, N.J 1990; Vauchez, Andr: Lay peoples sanctity in western Europe:
evolution of a pattern (twelfth and thirteenth centuries), en: Images of sainthood in medieval Europe,
ed. Renate Blumenfeld-Kosinski / Timea Klara Szell, Ithaca, NY [u.a.] 1991, pp. 21-32.
42. La conversione alla povert nellItalia dei secoli XII-XIV: atti del XXVII convegno storico
internazionale, Todi, 14 - 17 ottobre 1990, ed. Accademia Tudertina (Atti dei convegni dellAccademia tudertina e del Centro di studi sulla spiritualit medievale N.S., 4), Spoleto 1991; Barbero, Alessandro: Un santo in famiglia: vocazione religiosa e resistenze sociali nellagiografia latina medievale (Sacro/santo 6), Torino 1991, pp. 275-285; Knige, Landesherren und Bettelorden: Konflikt und
Kooperation in West- und Mitteleuropa bis zur Frhen Neuzeit, ed. Berg, Dieter (Saxonia Franciscana
10), Werl 1998.
43. Berg, Dieter: Knigshfe und Bettelorden. Studien zu den aragonesischen und kastilischen
Herrscherhfen im 13. Jahrhundert, en: Imperios sacros, monarquas divinas Primer Coloquio Internacional del Grupo Europeo de Investigacin Histrica Religin, Poder y Monarqua, Castell de la
Plana - Vinars (Espaa), 19, 20 y 21 de noviembre de 2001, ed. Carles Rabassa / Ruth Stepper
(Collecci Humanitats 10, Castell de la Plana 2002, pp. 121-160; sobre la poca importancia de la
expansin mendicante bajo Jaime I vase ibidem, pp. 140-151 Evangelisti, Paolo: I Francescani e la
costruzione di uno stato: linguaggi politici, valori identitari, progetti di governo in area catalano-aragonese (Fonti e ricerche 20), Padova 2006.

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Limitar este apoyo exclusivamente a la espiritualidad personal de cada miembro


de la familia real sera sin duda una forma de reduccionismo inadecuado. El franciscanismo bajomedieval era un fenmeno extraordinariamente complejo con mltiples facetas que repercutan no slo a la historia religiosa, sino de manera muy
directa a la historia social, poltica, intelectual y econmica. A modo de ejemplo, en
una contribucin importante y reciente Paolo Evangelisti ha sealado la enorme
influencia que pensadores franciscanos ejercieron sobre ideales ticos del buen
gobierno generados en la Corona catalano-aragonesa, ideales muy marcados por
una mentalidad mercantil de las clases dirigentes urbanas.44 As, las ideas y el lenguaje poltico-mercantil franciscanos sirvieron para la construccin del nuevo estado martimo catalano-aragons. Aqu no se pretende minimizar esta faceta del franciscanismo aragons, sino ampliarla a travs del estudio de la devocin personal
mostrada por reyes y reinas, infantes e infantas de la familia real aragonesa hacia la
orden serfica. Justamente el peso de la contribucin de Evangelisti exige una visin
complementaria que se interrogue por la relacin entre poder real y devocin personal, por la dicotoma entre cabeza y miembros de una familia real, por la fina lnea
entre piedad ortodoxa y heterodoxa, y por la posicin del franciscanismo real aragons en la extendida veneracin serfica mostrada por varias dinastas europeas.
Comenzamos con la madre y con las hermanas de la malograda infanta Sancha,
hija del rey conquistador. Al igual que su madre, que fund un convento de clarisas
en Valencia dedicado por cierto a Santa Isabel y que en su testamento leg cantidades sustanciosas a varios conventos,45 los ocho hermanos y hermanas de Sancha
44. Paolo Evangelisti, I Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43), siguiendo una lnea
de recerca establecido en los aos noventa del siglo pasado por medievalistas italianos, cf. Todeschini,
Giacomo: Il prezzo della salvezza: lessici medievali del pensiero economico (Studi superiori NIS 205),
Roma 1994; Etica e politica. Le teorie dei frati mendicanti nel due e trecento; atti del XXVI Convegno
Internazionale, Assisi, 15-17 ottobre 1998 (Atti dei Convegni della Societ internazionale di studi francescani e del Centro interuniversitario di studi francescani, NS 9), Spoleto 1999; Ideologia del credito fra
Tre e Quattrocento: dallAstesano ad Angelo da Chivasso, ed. Molina, Monica, Asti 2001; I Francescani e la politica (secc. XIII- XVII). Atti del Convegno internazionale di studi, 2 vol., ed. Musco, Alessandro (Collana franciscana 13), Palermo 2003; Credito e usura fra teologia, diritto e amministrazione: linguaggi a confronto (sec. XII - XVI), ed. Quaglioni, Diego / Todeschini, Giacomo / Varanini, Gian Maria
(Collection de lcole Franaise de Rome 346), Roma 2005.
45. Averkorn, Raphaela: Adlige Frauen und Mendikanten im Spannungsverhltnis zwischen Macht und
Religion. Studien zur Iberischen Halbinsel im Mittelalter, en: Imperios, sacros, monarquas divinas: primer
coloquio internacional del Grupo Europeo de Investigacin Histrica Religin, Poder y Monarqua, Castell de la Plana - Vinars (Espaa), 19, 20 y 21 de noviembre de 2001 = Heilige Herrscher, gttliche
Monarch, ed. Carles Rabassa Vaquer / Ruth Stepper (Collecci Humanitas 10), Castell de la Plana 2002,
pp. 219-268, aqu: p. 226-230; Ambrosio Huici Miranda, Coleccin diplomtica de Jaime I (cf. nota 21),
III, pp. 50-52, doc. 585 (confirmacin del testamento por Jaime I), ibid., p. 66, doc. 591 (confirmacin del
a fundacin). Sobre la relacin entre franciscanismo, Isabel de Hungra y la devocin isabelina cf. Werner,
Matthias: Influencia de los franciscanos sobre santa Isabel de Hungra, Verdad y vida 65 (2007) 641-653.

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promocionaron extensamente la orden franciscana.46 La princesa Violante, esposa de


Alfonso X de Castilla, no slo fund el convento de clarisas de Allarz, sino que
impuls personalmente la fundacin de otras varias casas.47 Aunque no parece haber
cumplido con los votos para ingresar como monja en Allarz, el apoyo de la reina
catalana hacia la orden fue considerable. La cuada de Violante, es decir Constanza
de Hohenstaufen, esposa de Pedro el Grande, es un ejemplo importante aunque
demasiado poco conocido de filo-franciscanismo real, ya que parece haber jugado
un papel importante en la unin entre el franciscanismo radical y los reyes de Aragn.48 Valga como prueba que nada menos que cuatro de sus hijos eligieron sepultura en conventos franciscanos. Slo quisiera sealar como ejemplo el testamento de
Constanza, que nos ofrece una mirada puntual de su entorno espiritual.49 La reina
eligi sepultura en el convento franciscano de Barcelona, donde mand construir
una capilla, y fue enterrada con el hbito de clarisa. Al tomar esta decisin, inici
una nada despreciable tradicin de sepulturas reales en el convento barcelons,
como veremos a contincuacin. Fund dos hospitales bajo el cuidado de los franciscanos e hizo legados nada menos que a diez conventos de clarisas: Barcelona,
Huesca, Tarragona, Lleida, Tortosa, Calatayud, Zaragoza, Valencia, Castell de
Ampuries y Montblanc.50 Finalmente, y este prrafo es de especial inters, mand
hacer donaciones a cinco mujeres devotas semireligiosas sorori Benigne, Jacobe,
Constancie, Berengarie, Margarite que parecen haber vivido en la corte, las llama
46. Lpez, Anastasio: Confesores de la familia real de Aragn, Archivo Ibero-Americano 16
(1929) 145-240, especialmente pp. 145-150; Garca Oro, Francisco: Francisco de Ass en la Espaa
medieval, Santiago de Compostela 1988, pp. 133-148.
47. Francisco Garca Oro, Francisco de Ass en la Espaa medieval (cf. nota 46), pp. 122, 198,
228, 305, 326, 446; Aguad Nieto, Santiago: Alfonso X y las ordenes mendicantes, en: Knige, Landesherren und Bettelorden: Konflikt und Kooperation in West- und Mitteleuropa bis zur Frhen Neuzeit, ed. Dieter Berg (Saxonia Franciscana 10), Werl 1998, pp. 277-302; Raphaela Averkorn, Adlige
Frauen und Mendikanten (cf. nota 45), 259-264.
48. E. L. Miron, Las Reinas de Aragn, sus vidas y sus pocas (cf. nota 9), pp. 97-109; VanLandingham, Marta: The Hohenstaufen heritage of Constanza of Sicily and the Mediterranean expansion
of the Crown of Aragon in the later thirteenth century, en: Across the Mediterranean Frontiers: Trade,
Politics and Religion, 650-1450, ed. Demetrios A. Agios / Ian R. Netton (International Medieval Research 1, Turnhout 1997, pp. 87-104; Raphaela Averkorn, Adlige Frauen und Mendikanten im Spannungsverhltnis (cf. nota 45), pp. 231-233.
49. Archivo de la Corona de Aragn, Varia n. 21[4], fol 8r-13r. Agradezco a los amigos Jaume Riera y Alberto Torra su ayuda a la hora de localizar los testamentos reales guardados en el Archivo de la
Coroa de Aragn. Tanto Constanza de Hohenstaufen como Violante de Aragn tenan permiso especial para recibir a clarisas a modo personal, cf. la contribucin de Maria del Carmen Garca Herrero
en este libro.
50. Sobre las dificultades administrativas y financieras encontradas a la hora de realizar las fundaciones caritativas de la reina cf. Webster, Jill Rosemary: La reina doa Constanza y los hospitales
de Barcelona y Valencia, Archivo Ibero-Americano 51 (1991) 375-390.

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expresamente sorores nobiscum commorantes. Les dej la eleccin de entrar en la


orden clarisa o bien seguir viviendo de forma semireligiosa: quod intrent aliquid
monasterium ordinis sancte Clare in quo servant deo et rogent deum pro anima mea
vel vivant in castitate et penitentia sicut nobiscum usque modo vixerunt. No sorprende que la mitad de los testigos del documento hayan sido frailes menores. Slo
teniendo en cuenta este mbito ulico serfico se entiende la trayectoria de Santa
Isabel de Portugal y los otros hijos de este matrimonio.51
La meta de esta hija de Pedro el Grande de Aragn y Constanza de Hohenstaufen, casada con Dinis I. de Portugal en 1282, fue mediar en los conflictos polticos y dinsticos que enfrentaron a sus parientes los reyes de Castilla, de Aragon y de Portugal, cumpliendo as con uno de los prerequisitos de las sanctae
modernae del siglo trece.52 Segn su vita, Isabel se dedic adems personalmente
a la caridad, cuidndose de hijas empobrecidas de familias nobles, pero tambin
de prostitutas, de ancianos, hurfanos y pobres. Sus fundaciones caritativas en
Coimbra tambin dan prueba de su inters por los pobres, y adems mostr ser
una defensora ardua de las clarisas, fundando el convento de Coimbra y entrando
en el mismo como soror despus de la muerte de Dinis en 1325. Su vida y los
milagros obrados despus de su muerte en 1336 fueron la base de su tarda canonizacin en 1625, fruto sin duda de intereses polticos.
De los cuatro hermanos de Isabel de Portugal e hijos de Constanza de Hohenstaufen, tres estuvieron muy vinculados a la orden minorita; El primero, Alfonso el
Liberal, eligi sepultura en el convento de los minoritas de Barcelona, vestido en el
hbito franciscano, requiriendo expresamente que su sepultura no fuera de rey, sino
51. Ribeiro de Vasconcellos, A.G.: Evoluo do culto de Dona Isabel de Arago, 2 vol., Combra
1894; Robert Folz, Les saintes reines du moyen ge en occident (cf. nota 1), pp. 145-159; Carvalho
Andrade, Maria Filomena: O processo fundacional dos conventos de clarissas no Portugal medievo,
en: Fundadores, fundaciones y espacios de vida conventual: nuevas aportaciones al monacato femenino, ed. Mara Isabel Viforcos Marinas, Len 2005, pp. 79-102. Sobre la religiosidad de los hijos de
Jaime II cf.: Finke, Heinrich: Nachtrge und Ergnzungen zu den Acta Aragonensia (I-III), Spanische
Forschungen der Goerresgesellschaft - Gesammelte Aufstze zur Kulturgeschichte Spaniens 4 (1933)
355-536; Jos M. Martnez Ferrando, Jaime II de Aragn. Su vida familiar (cf. nota 27); Gil Roig,
Nuria: Correspondencia de Jaime II con sus hijos. Afecto, formalismo o inters, Aragn en la Edad
Media 14 (1999) 693-707; Averkorn, Rafaela: Knig Jaime II. von Aragn (+1327) und seine Tchter
im Briefwechsel. Anmerkungen zu Vater-Tochter-Beziehungen im Kontext weiblicher Lebenswelten
im Sptmittelalter, en: Das literarische Paar. Intertextualitt der Geschlechterdiskurse, ed. Gislinde
Seybert, Bielefeld 2003, pp. 29-73.
52. Klaniczay, Gbor: Legends as Life-Strategies for Aspirant Saints in the Later Middle Ages, en:
The uses of supernatural power: the transformation of popular religion in medieval and early-modern
Europe, ed. Gbor Klaniczay, Cambridge [u.a.] 1990, pp. 95-110, especialmente pp. 105-106; sobre la
mediacin por parte de las reinas aragonesas cf. la contribucin de Maria del Carmen Garca Herrero
en este libro.

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de simple fraile menor.53 Lo mismo mand el segundo, Pedro, aadiendo que durante la procesin se dejara abierto el sarcfago para que todos vieran el habito que llevaba.54 Federico, el tercer hijo de Constanza de Hohenstaufen de que hablamos, no
slo estableci una larga tradicin de relaciones especiales entre la rama siciliana de
la familia y los franciscanos, una tradicin que se manifest de manera ms clara en
la acogida de varias princesas sicilianas como abadesas o incluso como sencillas
monjas en el convento de Santa Chiara de Messina,55 sino que tambin eligi sepultura en el convento franciscano de Barcelona, aludiendo expresamente a la especial devocin que senta hacia su madre.56 Slo el ltimo de los hijos de Pedro el
Grande que presentamos, Jaime II, se inclin como monarca hacia los predicadores,
posiblemente porque los franciscanos entraron en conflicto con el papado por la
cuestin de la pobreza evangelica durante su reinado, y el rey no quera agravar las
relaciones de por si ya perturbadas con la sede apostlica apoyando a los minoritas.57
53. Antoni M. Udina i Abell, Els testaments (cf. nota 7), pp. 170-176, doc. 27-29. En el primer testamento slo mand quod in obitum nostro induamur habito Sancti Francisci (ibdem, p. 170), ms tarde
especific quod non fiat tumulus regnis [sic] in quo sepeliatur corpus nostrum, sed tumulus fratris minoris in quo sepeliamur (ibidem, p. 175). Webster, Jill: Els Menorets (Studies and Texts 114), Toronto 1993,
pp. 92-93; Deibel, Ulla: La reyna Elionor de Sicilia: monografia, Barcelona 1927, p. 6; Backman, Clifford R.: The decline and fall of medieval Sicily: politics, religion, and economy in the reign of Frederick
III, 1296-1337, Cambridge 2002, pp. 186-245 sobre la simpata del rey hacia los franciscanos espirituales; Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 147- 233; Raphaela Averkorn, Adlige Frauen und Mendikanten im Spannungsverhltnis (cf. nota 45), pp. 232-238.
54. fratrem minorem simpliciter tumuleturMandamus nichilominus quod cum corpus nostrum
deferatur ad locum seu conventum prefatum discohoperte aporteretur, ita quod habitus beati francisci
quem induere debemus omnibus aparet manifeste Archivo de la Corona de Aragn, Varia n. 21[3], 5IV-1296 cf. tambin Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota), pp. 159
con el texto de la promesa del infante de dejarse enterrar en Zaragoza.
55. Backman, Clifford R.: Arnau de Vilanova and the Franciscan spirituals in Sicily, Franciscan
Studies 50 (1990) 3-29; Todeschini, Giacomo: Gli spirituali e il regno di Sicilia agli inizi del Trecento, en: Federico III dAragona, Re di Sicilia (1296 - 1337), ed. Salvatore Massimo Ganci (Archivio
storico siciliano, Ser. 4, 23) 1999, pp. 185-204; Clifford R. Backman, The decline and fall of medieval Sicily (cf. nota 53), pp. 186-246.
56. Archivo de la Corona de Aragn, Perg. Alfons III, doc. 794. Sin embrago, el deseo no se vio
cumplido, y Federico encontr sepultura en Catania.
57. Cf. como dato indicativo el elenco de familiares del monarca: Schadek, Hans: Die Familiaren
der aragonesischen Knige des 14. und beginnenden 15. Jahrhunderts, Spanische Forschungen der
Goerresgesellschaft - Gesammelte Aufstze zur Kulturgeschichte Spaniens 32 (1988) 1-148, aqui: pp.
144-148. Pero no se olvid de los franciscanos, como demuestran los legados en sus testamentos: Antoni M. Udina i Abell, Els testaments (cf. nota 7), pp. 177-201, doc. 30-33, especialmente en el testamento de 1327 (ibidem, pp. 182-184, 192), donde dot tanto los conventos donde fueron enterrados sus
hermanos Alfonso y Pedro como el convento de Pedralbes, fundacin de su mujer. El rey remarc expresamente la tradicional devocin de su familia hacia la orden serfica: Finke, Heinrich: Acta Aragonensia: Quellen zur deutschen, italienischen, franzsischen, spanischen, zur Kirchen- und Kulturgeschichte aus der diplomatischen Korrespondenz Jaymes II; 1291-1327, vol. 3, Leipzig 1922, pp. 16-19.

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Algunas de sus cuatro esposas en cambio si mostraron una predileccin por los
minoritas. Tanto Mara de Chipre58 como Elisenda de Montcada eligieron conventos
de la orden serfica como lugar de su enterramiento; sta ltima sobre todo fue gran
benefactora de las clarisas mediante su fundacin del monasterio de Pedralbes.59
El apoyo a la orden franciscana no se limit a la generacin de Santa Isabel de
Portugal: Llama la atencin que de los cinco hijos de Jaime II, tres abrazaran la
vida regular o clerical.60 De ellos, el ya mencionado fray Pere dArag, el cuarto
de sus hijos, fue sin duda l que ms fuertes vnculos estableci con la orden serfica.61 Gobernador de los condados de Ribagorza y Ampurias en nombre de su
padre, Pedro se cas dos veces, primero con Constanza, hija de Federico III de
Sicilia, y posteriormente con Juana de Foix. El infante mostr gran inters tanto
en la prctica como en la teora del poder monrquico, como demuestra el espejo
de prncipes que escribi por el ao 1357.62 Viudo por segunda vez, Pedro decidi
entrar en la orden franciscana con 53 aos (en 1358), como afirma a causa de una
revelacin, donde se le apareci justamente su pariente capeto, San Lus de Tolo58. Maria de Chipre: Sepultura in ecclesia fratrum minorum Dertuse, et volumus sepeliri in
medio cori eorum et in habitu eorum Archivo de la Corona de Aragn, Varia n. 12[13,1]; Martnez
Ferrando, Jos M.: Jaime II de Aragn. Su vida familiar, 2 vol., Barcelona 1948, II, pp. 197-200, doc.
278. Sobre la reina cf. E. L. Miron, Las Reinas de Aragn (cf. nota 9), pp. 130-141; Jos M. Martnez
Ferrando, Jaime II de Aragn. Su vida familiar (cf. nota 27), I, pp. 197-273.
59. Martnez Ferrando, Jess Ernesto: Biografa de Elisenda de Montcada regina de Pedralbes,
Barcelona 1953; Castellano i Tresserra, Anna: Pedralbes a ledat mitjana: histria dun monestir femen (Biblioteca Abat Oliba 198), Barcelona 1998, p. 25-78.
60. Cubas i Oliver, Enric: Linfant hospitaler, Analecta Sacra Tarraconensia 11 (1935) 395-412;
Jos M. Martnez Ferrando, Jaime II de Aragn. Su vida familiar (cf. nota 27), I, pp. 81-196; Miret i
Sans, Joaquim: El forassenyat primognit de Jaume II (Memries de la Secci Histrico-Arqueolgica 18), Barcelona 1957; Fort i Cogul, E.: Una vocaci monstica obtinadament interdita. El primognit de Jaume II y el seu vot de professa a Santes Creus, Studia Monastica 3 (1961) 357-376;
Nikolas Jaspert, Heresy and Holiness in a Mediterranean Dynasty: the House of Barcelona (cf. nota
20), p. 124-126.
61. Cf. aparte de las referencias en la nota 27: Mart de Barcelona: El infante fray Pedro de Aragn, Estudios Franciscanos 11 (1913) 132-136; Mart de Barcelona: El infante fray Pedro de Aragn,
Estudios Franciscanos 12 (1914) pp. 129-141, 434-438; Mart de Barcelona: El infante fray Pedro de
Aragn, Estudios Franciscanos XIII (1915) 204-215, pp. 9-26; Jos Mara Pou y Mart, Visionarios,
beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 461-561; Jos M. Martnez Ferrando, Jaime II de Aragn. Su
vida familiar (cf. nota 27), I, pp. 158-169; Gens i Mas, Daniel: Les profecies de linfant Pere dArag (1305-1381): el comtat dEmpries en linici del joaquimisme a Catalunya, Annals de lInstitut
dEstudis Empordanesos 35 (2002) 119-140; Cabr, Llus: LInfant Pere dEmpries i la tradici familiar: estampes en el set centenari del seu naixement, Mot so razo 4 (2005) 69-84; Beauchamp, Alexandra: De laction lcriture: le De regimine principum de linfant Pierre dAragon (1357-1358),
Anuario de estudios medievales 35 (2005) 233-270.
62. Edicin electrnica del texto por parte de Alexandra Beauchamp: http://www.narpan.net/ben/
indexderegimine.htm

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sa, mostrndole la cadena de parientes suyos que se haban convertido en minoritas: et stant ax a la part de cara sua de luen quolcom, staven VII o VIII persones, homes et fembres, clars et resplandents en abit de frayres menors et menoretes; et dixme llavors mossen sent Lois: Nebot, dix ell; vets vos aquells qui son lla,
tots son stats de nostre linatge et sots habit de sant Francesca et de santa Clara.63
Hasta su muerte en 1381 Fray Pedro de Arag sirvi repetidas veces a la sede
apostolica como nuncio, y se esforz personalmente para superar el Cisma. Sin
duda, considerando estas actividades polticas, el infante franciscano no fue un
minorita tpico; pero estuvo realmente influenciado por el misticismo de la orden,
como demuestran sus visiones y sermones que sern tratados en el ltimo apartado de este artculo.
Los hermanos de fray Pere dArag no llevaron su proximidad hacia los mendicantes a la misma altura. Pero llama la atencin que tanto Alfonso el Benigno
como su esposa Teresa de Entenza eligieran conventos franciscanos como lugar de
sepultura.64 Esta decisin sorprende ms todava teniendo en cuenta las consideraciones y tradiciones que condicionaron la decisin de cualquier monarca medieval
a la hora de decidir sobre el lugar de su ltimo descanso. El testamento del Benigno deja entrever las presiones, que Jaime II ejerci sobre el joven prncipe por este
punto. Segn este documento, Alfonso tuvo que prometer a su padre que se dejara sepultar en el monasterio cisterciense de Santes Creus. Slo despus de la muerte del viejo rey retir su palabra, consiguiendo una absolucin apostlica y eligiendo sepultura en el convento minorita de Lleida.65 All mismo fund una capilla

63. J.M. Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), p. 509.
64. Teresa dEntenza: Archivo de la Corona de Aragn, Varia 12[12], sepultura en el convento
minorita de Lleida, junto con sus hijos muertos prematuramente (Sancho y Isabel), cf. sobre la reina
E. L. Miron, Las Reinas de Aragn (cf. nota 9), pp. 142-150. Vase tambin la hermana de Alfonso,
la infanta Isabel, que se cas con Federico de Habsburgo y mand sepultura en la capilla de San Lus
ubicada en el convento minorita de Viena fundada por ella misma: Regesta Habsburgica, Abt. 3: Die
Regesten der Herzge von sterreich sowie Friedrichs des Schnen als Deutschem Knig von 13141330, ed. Lothar Gro, Innsbruck, 1922 1924, doc. 1914.
65. Antoni M. Udina i Abell, Els testaments (cf. nota 7), pp. 201-217, doc. 34. Et eligimus sepulturam nostram in monasterio fratrum minorum civitatis Ilerde, non obstante quod dum monicionibus
serenissimi domini regis bone memorie nostri genitoris inducti, voverimus et sollemniter super missale posito in altari in presencia abbats et monachorum Sanctarum Crucum iuramento ad Sancta Dei
Evangelia manibus nostris corporaliter prestito firmaverimus, quod in dicto monasterio nostram eligerimus sepulturam et corpus nostrum faceremus inhib sepeliri (ibidem, p. 202). El rey consigui una
absolucin apostlica ob devocionem sinceram quam ad ordinem beati Ffrancisci a nostre cura tenere etatis primordio gessimus et gerimus (p. 203). Inicialmente, el cuerpo de Alfonso fue enterrado
en el convento franciscano de Barcelona, ciudad donde haba muerto; pero en 1369 encontr sepultura en Lleida, cf. Ivars Cardona, Andrs: Sepulcro de Alfonso IV de Aragn en la iglesia de los frailes
menors de Lrida, Archivo Ibero-Americano 30 (1928) 107-113.

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dedicada a la memoria de San Lus de Francia y de su to, el santo franciscano Lus


de Tolosa.66 Casi todos los hijos del rey Sancho, Isabel, Federico, Juan y Fernando junto con su esposa Mara de Portugal siguieron el ejemplo de sus padres.67
Slo Pedro el Ceremonioso obedeci las lgicas de la Staatsrson, eligiendo
Poblet como lugar de sepultura. Entre sus esposas, sin embargo, resaltan tanto Leonor de Sicilia por su fuerte apoyo a las clarisas, demostrado entre otras cosas por
su fundacin del convento de Teruel y su apoyo a la casa de Calatayud,68 como Sibila de Forti, enterrada en el convento franciscano de Barcelona.69
Este recorrido por las relaciones entre la familia real aragonesa y la orden franciscana demuestra el afn de varios infantes, infantas, reinas y hasta reyes por vincularse a modo personal a la orden franciscana, especialmente mediante la sepultura y las
conmemoraciones litrgicas que sta conllevaba. Los ejemplos ms celebres de piedad real franciscana en el siglo XIV sin embargo, no pertenecieron a la rama aragonesa de la Casa de Barcelona, sino a la dinasta de Mallorca a ambos lados del Mediterrneo. En la corte de Npoles, Sancha, una prima de Isabel de Portugal, adquiri
renombre por su celo religioso. Sancha fue la hija mayor de Jaime II de Mallorca y
Esclaramonda de Foix y contrajo matrimonio en 1304 con Roberto de Npoles, hijo
de Carlos II de Anjou. Roberto, sobrino segundo de San Lus de Francia y hermano
de San Lus de Tolosa, fue un ejemplo extraordinario de piedad real, un soberano que
expres sus convicciones religiosas en escritos y sobre todo en sermones.70 El y su

66. Item volumus quod dicti manumissores nostri faciant fieri et construi in eodem monasterio
unam capellam in meliori loco ipsius ecclesie, in qua fiat altare sub invocacione Beati Ludovici, quondam Ffrancorum regis et Beate Ludovici quondam, episcopi Tolose - Antoni M. Udina i Abell, Els
testaments (cf. nota 7), p. 205.
67. Maria y Fernando: Archivo de la Corona de Aragn, Reg. 1532, fol. 75v-78v (Juan). Archivo
de la Corona de Aragn, Varia n. 21[5]. Sobre Jaime y Federico cf. Udina Martorell, Federico: Tombes reials dels nostres reis catalano-aragonesos, Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona 47 (1999-2000) 367-376, especialmente pp. 373-374. Sobre Sancho y Isabel, hijos de Teresa de
Entenza: Ivars, Andrs: El mausoleo de la infanta Teresa de Entenza en el convento de S. Francisco de
Zaragoza, por el escultor Pedro Moragues, Archivo Ibero-Americano 25 (1926) 245-250.
68. Cf. El testamento de la reina: Archivo de la Corona de Aragn, Reg. 1537, fol. 139r-155v con
codicilio ibidem, fol. 156v-177r. Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como
nota), pp. 192-193.
69. Roca, Joseph Maria: La reyna empordanesa, in: Sobiranes de Catalunya. Recull de monografes histriques (Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona 10), Barcelona 1928,
S. 9-209, especialmente: 154-157; la reina fue enterrada en la tumba de Alfonso el Benigno, que haba
sido transladado a Lleida (ibidem); Federico Udina Martorell, Tombes reials (cf. nota 57), p. 373. Cf.
tambin el caso del infante iligtimo de Pedro el Ceremonioso, Juan de Aragn (francescano) Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota), pp. 176-181.
70. St Clair Baddeley: Robert the Wise and his Heirs 1278-1352, London 1897; Goetz, Walter:
Knig Robert von Neapel (1309 - 1343): seine Persnlichkeit und sein Verhltnis zum Humanismus,

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esposa convirtieron la corte de Npoles en refugio para reformadores franciscanos


radicales, en un cobijo para disidentes y en una casa abierta para visionarios religiosos como Ramn Llull y Arnau de Vilanova.71 Fomentaron explcitamente la existencia de conventos de clarisas y otras casas mendicantes en varias partes del Mediterrneo; en el reino de Npoles, en Mallorca, en el sur de Francia y en Palestina,72 y se
rodearon de consejeros y capellanes franciscanos. Sancha en particular se esforz por
vivir una vida de austeridad y religiosidad personal: Se rode de hermanas clarisas e
incluso contempl dejar a su marido para entrar en un convento, pero las palabras de
Juan XXII la disuadieron, y ejerci de reina hasta la muerte de Roberto en 1343. Un
ao despus sin embargo, le fue permitido cumplir con su deseo: renunci al mundo
y entr en el convento de clarisas de Santa Chiara en Npoles, donde muri dos aos
ms tarde, en olor de santidad, como dicen las fuentes.73
Tbingen 1910; Caggese, Romolo: Roberto dAngi e i suoi tempi, 2 vol., Firenze 1930; Brettle, Sigismund: Ein Traktat des Knigs Robert von Neapel de evangelica paupertate, en: Abhandlungen aus
dem Gebiete der mittleren und neueren Geschichte und ihrer Hilfswissenschaften: eine Festgabe zum
siebzigsten Geburtstag Geh. Rat Prof. Dr. Heinrich Finke gewidmet von Schlern und Verehrern des
In- und Auslandes, ed. Ramn d Als-Moner, Mnster i.W. 1925, pp. 200-209; Paciocco, Roberto:
Angioini e Spirituali. I differenti piani cronologici e tematici di un problema, en: Ltat Angevin:
pouvoir, culture et socit entre XIIIe et XIVe sicle, ed. cole Franaise de Rome (Collection de lcole Franaise de Rome 245), Paris 1998, pp. 253-287; Jaspert, Nikolas: Wort, Schrift und Bild im
Dienste der Auenbeziehungen. Die Anjou in der ersten Hlfte des 14. Jahrhunderts, en: Auswrtige
Politik und internationale Beziehungen im Mittelalter: 13. bis 16. Jahrhundert, ed. Dieter Berg / Martin Kintzinger / Pierre Monnet (Europa in der Geschichte 6, Bochum 2002, pp. 273-316; Musto,
Ronald G.: Franciscan Joachimism at the Court of Naples, 1309-1345: A New Appraisal, Archivum
franciscanum historicum 90 (1997) 419-486, con edicin de un sermo in die Francisci en pp. 484-486.
71. Heuckelum, Mercedes van: Spiritualistische Strmungen an den Hfen von Aragon und Anjou
whrend der Hhe des Armutsstreites (Abhandlungen zur Mittleren und Neueren Geschichte 38), Berlin-Leipzig 1912, pp. 36-91; Roberto Paciocco, Angioini e Spirituali (cf. nota 70), especialmente
pp. 263-287; Voci, Anna Maria: La cappella di corte dei primi sovrani angioini, en: Ltat Angevin:
pouvoir, culture et socit entre XIIIe et XIVe sicle, ed. cole Franaise de Rome (Collection de lcole Franaise de Rome 245), Paris 1998, pp. 447-467, especialmente pp. 458-467, y Ronald G. Musto, Franciscan Joachimism (cf. nota 70).
72. Musto, Ronald G.: Queen Sancia of Naples (1286-1345) and the Spiritual Franciscans, en:
Women of the medieval world: essays in honor of John H. Mundy, ed. Julius Kirshner, Oxford [u.a.]
1985, pp. 179-214, especialmente p. 192; Garca Barriuso, Patrocinio: Espaa en la historia de Tierra
Santa: obra pia espaola a la sombra de un regio patronato ol. 1: siglos XIV, XV, XVI y XVII),
Madrid 1992, pp. 23-32, 105-110.
73. Sobre la reina vase: Mercedes van Heuckelum, (cf. nota 71), pp. 36-91. Jos Mara Pou y
Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 128-144. Alomar Esteve, Gabriel: Iconografa y herldica de Sancha de Mallorca, reina de Npoles, Boletn de la Societat arqueolgica lulliana 35 (1976) 5-36; Ronald G. Musto, Queen Sancia of Naples (cf. nota 72); Ronald G. Musto, Franciscan Joachimism (cf. nota 70), pp. 454-456; Heullant-Donat, Isabelle: En amont de lObservance.
Les lettres de Sancia, reine de Naples, aux Chapitres gnraux et leur transmission dans lhistoriographie du XIVe sicle, en: Identits franciscaines lge des Rformes, ed. Frdric Meyer Meyer /
Ludovic Viallet, Clermont 2005, pp. 73-99.

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La biografa de Sancha de Mallorca es prueba suficiente del celo religioso que


marc a la rama mallorquina de la familia real, pero slo se aprecia la autntica
extensin de esta devocin si nos percatamos que de los cuatro hermanos de Sancha, todos menos uno dejaron el mundo para dedicarse a la vida religiosa. Los tres
hijos de Esclaramonda de Foix, definida por cierto como santa por el franciscano espiritualista Angelo Clareno,74 renunciaron a la sucesin al trono para unirse a los franciscanos.75 La presencia de la orden en la isla balear data de la conquista de la misma por los cristianos, pues ya en 1230 fue fundado un convento,
seguido en 1256 por una casa de las clarisas.76 Pero el punto lgido de esta relacin especial fue la primera mitad del siglo XIV. Como bien es sabido, los aos
veinte de aquella centuria fueron una poca de crisis para la orden franciscana
debido a la disputa dentro de la misma y con el papado por la cuestin de la pobreza evanglica. El conflicto tambin tuvo sus repercusiones en la familia real de
Mallorca.77 Los telogos espirituales Pierre-Jean Olivi y Bernard Dlicieux ejercieron una fuerte influencia sobre los jvenes infantes. Parece que uno de ellos,
Felipe, convenci a su hermano Fernando, el cual inicialmente haba consentido
en ser prncipe de Achaia y Morea, para que dejara la vida secular: Fernando
renunci a su derecho al trono y visti el hbito de San Francisco.78 El mismo paso
dio Jaime, hijo mayor de Jaime II de Mallorca, quien entr en la orden en 1299,
slo tres aos ms tarde que su pariente y amigo, Louis dAnjou, es decir, San
74. Clarenus, Angelus: Epistole, ed. Lydia von Auw (Fonti per la storia dItalia 103 = Angeli Clareni opera 1), Roma 1980, p. 292, doc. 62 cf. Evangelisti, Paolo: Relazioni di potere ed etiche per il
potere: Clareno, Filippo di Maiorca e la testualit politica francescana catalano-aragonese, en: Angelo
Clareno Francescano: atti del XXXIV convegno internazionale, Assisi, 5 - 7 ottobre 2006), ed. Societ
Internazionale degli Studi Francescani (Atti dei convegni della Societ Internazionale di Studi Francescani e del Centro Interuniversitario di Studi Francescani N.S., 17), Spoleto 2007, pp. 315-376, especialmente p. 349.
75. St Clair Baddeley, Robert the Wise and his Heirs (cf. nota 70), p. 232; Heinrich Finke, Acta
Aragonensia:, vol. 3 (cf. nota 57), doc. 59; Mercedes van Heuckelum, Spiritualistische Strmungen
(cf. nota 71), pp. 26-36; Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp.
236-237; Aurell, Martin: Messianisme royal de la Couronne DAragon (XIV-XV Sicles), Annales
ESC 52 (1997) 119-155, especialmente pp. 129-130.
76. Sobre los franciscanos en Mallorca cf. Webster, Jill: Els Menorets (cf. nota 53) pp. 36-38, 7375, 125-130.
77. Mercedes van Heuckelum, Spiritualistische Strmungen (cf. nota 71), pp. 53-63; Barcelona,
P. Mart de: Lordre francisc i la casa reial de Mallorca, Estudis franciscans 29 (1923) 354-383; Oliver, Antonio: Heterodoxa en la Mallorca de los siglos XIII-XV, Boletn de la Sociedad Arqueolgica
Luliana 32 (1961) 157-176.
78. St Clair Baddeley, Robert the Wise and his Heirs (cf. nota 70), p. 232; Leff, Gordon: Heresy
in the later middle ages: the relation of heterodoxy to dissent; c. 1250 - c. 1450, 2 vol., Manchester
1967, I, p. 205. Heinrich Finke, Acta Aragonensia, vol. 3 (cf. nota 57), p. 131-132, doc. 59. Si hijo tambin entr en la orden, aunque ms tarde fue liberado de sus votos.

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Lus de Tolosa, y slo un ao despus de la muerte prematura del mismo. Es muy


probable que tanto Jaime como Lus conocieran la espiritualidad franciscana de
cerca en los siete aos (1288-1295) que pasaron en Catalua como rehenes de Jaime II de Aragn.79 Una carta del rey prohibiendo que frailes menores visitaran a
los prncipes de noche es un indicador claro de los fuertes vnculos entre la orden
y los prisioneros reales.80 El prncipe Lus de Anjou se convirti en fraile poco despus de recobrar la libertad, pero ms tarde acept la ctedra de Tolosa. Jaime de
Mallorca en cambio tard ms en vestir el hbito de San Francisco, pero una vez
tomada la decisin permaneci en el convento franciscano de Perpignan como
fraile sencillo hasta el final de su vida.
Un miembro de la Casa de Barcelona no slo mostr simpatas hacia los reformadores radicales franciscanos, sino que efectivamente se uni a ellos para vivir
una vida de austeridad absoluta: Felipe de Mallorca.81 Felipe naci en 1288 y fue
educado en la corte de su padre, Jaime II de Mallorca, y en Paris. El prncipe recibi elogios por parte de Ramon Llull y fue dotado de varios beneficios.82 El invierno de 1310/11 cambi radicalmente el curso de su vida: en Viena al Rdano cono79. Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), p. 236-237; Mercedes van Heuckelum, Spiritualistische Strmungen (cf. nota 71), pp. 26-36; Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota), pp. 160-161; Paul, Jacques: Der heilige Ludwig von
Anjou, Bischof von Toulouse, en: 800 Jahre Franz von Assisi: franziskanische Kunst und Kultur des
Mittelalters, ed. Harry Khnel (Katalog des N Landesmuseums N.F., 122), Wien 1982, pp. 157-168,
especialmente p. 161.
80. Finke, Heinrich: Acta Aragonensia: Quellen zur deutschen, italienischen, franzsischen, spanischen, zur Kirchen- und Kulturgeschichte aus der diplomatischen Korrespondenz Jaymes II; 12911327 vol. 1, Leipzig 1908, p. 20-21, doc.15. Cf. DArienzo, Luisa: Documenti sulla prigionia di Carlo II. dAngi, principe di Salerno, en: Congreso de Historia de la Corona de Aragn = Congrs
dHistoria de la Corona dArag 11, Vol. 4. Palermo, Trapani, Erice, 25 - 30 aprile 1982: Sul tema
La societ mediterranea allepoca del Vespro, ed. Comisin Permanente de los Congresos de Historia de la Corona dAragn (Publicacines de la Institucin Fernando el Catlico 11), Palermo 1984,
pp. 489-556.
81. Vidal, J. M.: Un Ascte de sang royale, Philippe de Mallorque, Revue des questions historiques NS 44 (1910) 361-403, especialmente pp. 361-403; Mercedes van Heuckelum, Spiritualistische
Strmungen (cf. nota 71), pp. 53-63; Antonio Oliver, Heterodoxa en la Mallorca (cf. nota 77), pp. 165170; P. Mart de Barcelona, Lordre francisc i la casa reial de Mallorca (cf. nota 77), pp. 372-379; Jos
Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 111-128; Mateu Ibars, Josefina: Philippus de Maiorica tutor de Jaime III de este reino: noticias diplomticas segn Lletres Reals
25, de Real Patrimonio (1325-1328) en el Archivo del Reino de Mallorca, en: Documenta et scripta
(Rubrica. Paleographica et diplomatica studia 5), Barcelona 1993, pp. 151-186; Nikolas Jaspert,
Heresy and Holiness in a Mediterranean Dynasty: the House of Barcelona (cf. nota 20), pp. 128-130;
Ronald G. Musto, Franciscan Joachimism (cf. nota 70), pp. 447-453, y ahora: Paolo Evangelisti, Relazioni di potere ed etiche per il potere (cf. nota 74).
82. Antonio Oliver, Heterodoxa en la Mallorca (cf. nota 77), pp. 165-66; Mercedes van Heuckelum, Spiritualistische Strmungen (cf. nota 71), p. 54.

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ci a Angelo Clareno.83 Fue tal la impresin causada por el telogo ste se convertira en un amigo de por vida, y se conservan 13 cartas escritas por el telogo
franciscano al prncipe malloqun84 que pronto el infante se puso al lado de la
observancia franciscana. Mientras su hermana Sancha apoy a los moderados
aunque perseguidos franciscanos alrededor de Michele da Cesena, Felipe se
uni a los disidentes radicales joaquimitas en torno a Ubertino de Casale y Angelo Clareno.85 Juan XXII intent repetidamente volver a encaminarle a la ortodoxia
eclesistica, primero ofrecindole la sede episcopal de Mirepoix, despus proponindole que entrara en una orden aprobada. Pero Felipe tena otros planes: En
1317, y otra vez en 1328, el prncipe pidi permiso al papa para fundar una rama
observante de la orden franciscana. Parece que Felipe aspiraba crear un refugio
para sus compaeros espiritualistas con el consentimiento del papa. Conociendo
la postura de Juan XXII al respecto de la pobreza evanglica, no sorprende que su
deseo no se cumpliera.86 Tutor real para su joven sobrino, actu durante cinco aos
como regente de Mallorca,87 intentando homologar los ideales cristomimticos de
los reformadores franciscanos con un nuevo lenguaje y un nuevo cdigo tico
filo-franciscano basado en elementos que fluyen de los textos de Angelo Clareno:
la verdad evangelical, la utilidad pblica y el provecho comn.88 En 1329, Felipe
dej la isla para dirigirse a Npoles, donde form un grupo se seguidores fieles
83. Potest, Gian L.: Angelo Clareno: dai poveri eremiti ai fraticelli (Nuovi studi storici 8) 1990;
Ronald G. Musto, Franciscan Joachimism (cf. nota 70), p. 424-446; Angelo Clareno Francescano: atti
del XXXIV convegno internazionale, Assisi, 5 - 7 ottobre 2006, ed. Societ Internazionale degli Studi
Francescani (Atti dei convegni della Societ Internazionale di Studi Francescani e del Centro Interuniversitario di Studi Francescani N.S., 17), Spoleto 2007.
84. Angelus Clarenus, Epistole (cf. nota 74), cf. Tambin Michele, Curto: Lepistolario di Angelo
Clareno nel ms. 1942 della. Biblioteca Oliveriana di Pesaro, Studia Oliveriana, III Serie 1-2 (20012002) 9-306, estudiados detalladamente en: Paolo Evangelisti, Relazioni di potere ed etiche per il potere (cf. nota 74).
85. Cf. el intento de Sancha de convencer al captulo general de la orden para que siga al movimiento observante liderado por Michele da Cesena Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y
fraticelos (cf. nota 25), pp. 131-134. Despus de la muerte de la reina, varios libros de Michele da
Cesena fuero encontrados entre sus posesiones. Siguiendo las rdenes del papa Juan XXII, fueron trados a Avion y destruidos. Sobre la divisin interna de la Orden Franciscana: Nimmo, Duncan B.:
Reform and division in the medieval Franciscan Order: from Saint Francis to the foundation of the
Capuchins (Bibliotheca seraphico-capuccina 33), Roma 1987.
86. Ehrle, Franz: Die Spiritualen und ihr Verhltnis zum Franziskanerorden und zu den Fraticellen,
Archiv fr Literatur- und Kirchengeschichte des Mittelalters 3 (1887) 553-623, especialmente p. 29.
87. Mollat, Guillaume: Jean XXII et la succession de Sanche, Roi de Majorque (1326-1342), Revue
dHistoire et dArchologie du Roussillon 6 (1905) 65-83; Strmann, Auguste: Studien zur Geschichte
des Knigreiches Mallorca (Abhandlungen zur Mittleren und Neueren Geschichte 66), Berlin-Leipzig
1918; Josefina Mateu Ibars, Philippus de Maiorica tutor de Jaime III de este reino (cf. nota 81).
88. Paolo Evangelisti, Relazioni di potere ed etiche per il potere (cf. nota 74).

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conocidos como fratres fratris Philippi Maioricis. Desde la seguridad del palacio
angevino se sinti en condiciones para atacar frontalmente la posicin que Juan
XXII haba tomado hacia los espirituales.89 Desde la perspectiva de la curia, el
prncipe haba sobrepasado la frontera entre ortodoxia religiosa y espiritualismo
hereje. Felipe mismo vio que una reconciliacin ya no era posible: Parece haberse unido al grupo de los fraticelli, los seguidores cristomimticos de Angelo Clareno heretizados por la iglesia, y haberse dirigido al sur de Italia. All desaparecen
sus huellas.90 Aun en 1362, la memoria de los fratres fratris Philippi Maioricis
sigui viva entre los disidentes religiosos.91 A pesar de haber intentado vivir una
vida religiosa segn el modelo de San Francisco, el prncipe mallorqun no encontr la comprensin que el Poverello haba tenido la fortuna de experimentar. Venerado como santo por sus leales seguidores, muri como un hereje sin casa. Puede
que Felipe sea el que mejor combine ambos aspectos de religiosidad personal la
devocin franciscana y una cierta predileccin por posturas ms radicales que se
encuentran entre los miembros tanto masculinos como femeninos de la casa real
de Barcelona. Finalizamos este apartado aqu. No queremos dar ms ejemplos,
simplemente basta con mencionar un dato: Bien conocida es la importancia del
lugar de sepultura para la memoria litrgica y poltica de los reyes medievales, y
bien se sabe del papel extraordinario que los monasterios cistercienses de Poblet,
Santes Creus y Vallbona de las Monges jugaron en este sentido. Ahora bien,
menos conocido es el nmero de miembros de la familia real que eligieron un convento franciscano como lugar de su ltimo descanso. Slo entre 1280 y 1412,
nada menos que quince reyes, reinas, infantes e infantas tomaron esta decisin, y
eso sin considerar la rama mallorquina de la familia descendiente de Federico II
de Sicilia.92 El dato es sorprendente, y ms an si consideramos que la liturgia
89. Ehrle, Franz: Die Spiritualen und ihr Verhltnis zum Franziskanerorden und zu den Fraticellen, Archiv fr Literatur- und Kirchengeschichte des Mittelalters 4 (1888) 1-190, especialmente p. 94.
90. Russo, Francesco: I fraticelli in Calabria nel secolo XIV, Miscellanea francescana 65 (1965)
349-368. Despus de la muerte de Papa Juan XXII, Felipe pidi permiso para fundar una nueva orden,
otra vez sin xito: Bullarium Franciscanum, vol. 6, ed. Giovanni Giacinto Sbaraglia, Roma 1902, p.
76-77, doc. 123.
91. Franz Ehrle, Die Spiritualen und ihr Verhltnis zum Franziskanerorden (cf. nota 86), p. 100;
Antonio Oliver, Heterodoxa en la Mallorca (cf. nota 77), p. 168; Douie, Decima Langworthy: The
nature and the effect of the heresy of the Fraticelli (Historical series 220), New York 1978, p. 229; Jos
Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 145-49.
92. Constanza de Hohenstaufen, Alfonso el Liberal, Mara de Chipre, Elisenda de Montcada, Santa Isabel de Portugal, Federico II de Sicilia, el infante Pedro (hijo de Pedro el Grande), Alfonso el Benigno, Teresa de Entenza (con sus hijos muertos prematuramente, Sancho y Isabel), fray Pere de Aragn,
los infantes Fernando, Federico, Jaime y Juan (hijos de Alfonso el Benigno), Sibila de Forti. Hace falta corregir y aumentar entonces la til grfica genealgica incluida en la obra de Paolo Evangelisti, I
Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43), s. n., que marca cuatro sepulturas. Tampoco son

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franciscana no pudo compararse con la de una orden benedictina como la cisterciense, mucho ms idnea para la sacralizacin performativa. En suma, los mltiples vnculos al movimiento de la pobreza parecen ser un marco distintivo de la
dinasta real aragonesa, vnculos que iban mucho ms all de las donaciones y
fundaciones corrientes y que no pocas veces incluan la entrada en la orden como
monje o monja. La devocin de la casa real aragonesa igualaba e incluso superaba el caso de la otra dinasta filo-franciscana del siglo XIV, los Anjou de Npoles.93 Se puede observar un cierto cambio de postura a partir de mediados del siglo
XIV: las formas de celebracin litrgica en la casa real comienzan a orientarse
ms hacia nuevas rdenes monsticas y hacia un servicio litrgico a cargo de clrigos seculares.94 Pero an as, tambin a finales del siglo XIV se encuentra ejemplos notables de una cultura ulico-serfica en la corte aragonesa, especialmente
en tiempos de Martn el Humano y su esposa Mara de Luna; ambos se encontraron muy cercanos al franciscanismo como demuestra entre otros la fundacin del
convento de Santo Spirito de Murviedro, su relacin con Francesc Eiximenis y su
decisin de nombrar confesores reales perpetuos a frailes franciscanos.95 Y eviexhaustivos los regestas confeccionadas en su da de los testamentos reales: Andrs y Alonso, Rafael:
Relacin de testamentos reales existentes en el Archivo de la Corona de Aragn: trabajo presentado por
dicho Archivo al III Congreso de Historia de la Corona de Aragn en la sesin celebrada el da 4 de
julio de 1923, Valencia 1924, tambin en: III Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Valencia
1925, I, pp. 37-64 o las referencias en Jill Webster, Els Menorets (cf. nota 53), pp. 92-94.
93. Cf. Aparte de los ttulos en nota 70: Leonard, mile G.: Les Angevins de Naples, Paris 1954,
pp. 394, 432-433; Boyer, Jean-Paul: La foi monarchique: royaume de Sicile et Provence (mi-XIIIe mi-XIVe sicle), en: Le forme della propaganda politica nel due e nel trecento, Trieste 2-5 marzo 1993,
ed. Paolo Cammarosano (Collection de lcole Franaise de Rome 201), Roma 1994, pp. 85-110;
Nikolas Jaspert, Santos al servicio de la Corona (34), pp. 1839-1831. Vase como comparacin peninsular: Nieto Soria, Jos Manuel: Franciscanos y franciscanismo en la poltica y en la Corte de la Castilla trastmara (1369-1475), Anuario de estudios medievales 20 (1990) 109-131; Revilla Garca,
Fidel: El franciscanismo en la Castilla del siglo XIII. Una aproximacin bibliogrfica, Anuario de estudios medievales 27 (1997) 281-313; Narbona Crceles, Mara: La educacin de las infantas navarra a
cargo de las monjas clarisas de Estella: un ejemplo de franciscanismo en las cortes europeas de
fines del siglo XIV, en: Actas del VI Congreso Cultura Europea: Pamplona, 25 al 28 de octubre de
2000, ed. Enrique Bans Irusta, Pamplona 2002, pp. 77-99.
94. Cf. El caso paralelo de Castilla con el apoyo masivo de los jernimos y cartujos: Nieto Soria,
Jos Manuel: Religin y poltica en la Castilla bajomedieval: algunas perspectivas de anlisis en torno al poder real, Cuadernos de historia de Espaa 76 (2000) 99-120; Echevarra Arsuaga, Ana: Catalina of Lancaster, the Castilian monarchy and coexistence, en: Medieval Spain. Culture, Conflict and
Coexistence. Studies in Honour of Angus MacKay, ed. Roder Collins / Anthony Goodman, Basingstoke 2002, pp. 79-122, especialmente pp. 87-89; Jos Manuel Nieto Soria, Tiempos y lugares de la realeza sagrada (cf. nota 4).
95. Balaguer, Victor: Los frailes y sus conventos: historia, su descripcin, sus tradiciones, vol. 1,
Madrid 1851, pp. 662-664; Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota), pp.
209-212 (con el texto del diploma de 1398 nombrando confesores a los franciscanos); Ivars, Andrs:
Franciscanismo de la reina de Aragn doa Mara de Luna, Archivo Ibero-Americano 34 (1931) 568-

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dentemente se podra seguir la bsqueda de referencias entre los Trastmara. No


sera en balde hacerlo: A modo de ejemplo, Mara de Castilla, mujer de Alfonso
el Magnnimo, fund de nuevo el monasterio clarisa de San Antonio en Barcelona e hizo construir el de la Trinidad en Valencia, donde encontr su ltimo reposo vestida de clarisa, y tambin otros miembros de la familia fueron ardientes
patrocinadores de los franciscanos.96
Salta a la vista que este celo religioso fue demostrado ms por los infantes y las
infantas o reinas que por los soberanos de la casa. Puede que el oficio o mejor: la
dignidad real, fuera un factor determinante que impidiera una identificacin demasiado clara con una forma tan declarada de vida religiosa, pues al asumir el trono,
el soberano entraba a formar parte de un entramado de tradiciones y obligaciones
establecidas por sus antepasados. La postura hacia las rdenes monsticas, que se
expresaba de manera particularmente clara a travs del lugar de sepultura, formaba
una parte importante de este entramado, restringiendo as el margen de maniobra
real. Aun as, la orden franciscana s recibi el apoyo de los soberanos catalano-aragoneses, pero en la mayora de los casos este soporte parece haberse limitado al apoyo a travs de donaciones y privilegios. Si el franciscanismo de la Casa de Barcelona no contribuy a la sacralizacin monrquica como en el caso de los capetos o
594; Ivars, Andrs: Franciscanismo de la reina de Aragn doa Mara de Luna, Archivo Ibero-Americano 36 (1933) 255-281, 416-432; Webster, Jill Rosemary: Franciscanismo de la reina de Aragn doa
Mara de Luna (1396-1406), Archivo Ibero-Americano 42 (1982) 81-123; Silleras Fernndez, Nuria:
La piedad urbana de Mara de Luna, Reina de la Corona de Aragn (1396-1406), en: El mn urb a
la Corona dArag del 1137 als decrets de Nova Planta: XVII Congrs dHistria de la Corona dArag = Congreso de Historia de la Corona de Aragn: Barcelona. Poblet. Lleida, 7 al 12 de desembre
de 2000, vol. 2, Barcelona 2003, pp. 889-894, con sendos ejemplos de piedad personal; Silleras Fernndez, Nuria: Spirit and Force. Politics, Public and Private, in the Reign of Maria de Luna (13961406), en: Queenship and political power in medieval and early modern Spain, ed. Theresa Earenfight,
Aldershot [u.a.] 2005, pp. 76-88, especialmente pp. 89-90. Eiximenis tiene un papel preponderante en
la obra de Paolo Evangelisti, I Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43).
96. Soldevila, Ferran: La reyna Maria muller del Magnnim, en: Sobiranes de Catalunya. Recull
de monografes histriques (Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona 10), Barcelona 1928, pp. 213-347, pp. 260-261, 274-277. Sobre la relacin de Maria de Castilla con Matteo di
Agrigento cf. Paolo Evangelisti, I Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43), pp. 159-252,
vase antes: Evangelisti, Paolo: Fede, mercato, comunit nei sermoni di un protagonista della costruzione dellidentit politica della corona catalano-aragonese. Matteo dAgrigento (1380 c.-1450),
Collectanea Franciscana 73 (2003) 617-664. Cf. Sobre la devocin de la reina, que mand celebrar su
enterramiento sens ceremnia alguna reyal ni pompa: Hernndez Len de Snchez, Francisca: Doa
Mara de Castilla, esposa de Alfonso V el Magnnimo, Valencia 1959, especialmente pp. 45-57, 147156, y ms concretamente la contribucin de Maria del Carmen Garca Herrero en este libro. Sobre
Maria de Aragn, esposa de Juan II de Castilla, que mand inhumar los huesos de su difunto confesor
franciscano junto a los suyos: Nogales Rincn, David: Confesar al rey en la Castilla bajomedieval
(1230-1504), en: Pecar en la edad media, ed. Ana Isabel Carrasco Manchado / Pilar Rbade Obrad,
Madrid 2008, pp. 55-80, especialmente p. 63.

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rpados, fue por dos razones: Primero por la disputa de la pobreza evanglica que
merm la posicin del franciscanismo en la corte apostlica, y segundo por las relaciones poco estables entre la monarqua aragonesa y el papado durante la primera
mitad del siglo XIV a causa de la lucha por el dominio sobre Sicilia.

III. LA HERENCIA DE LOS HOHENSTAUFEN Y LAS PROFECAS


POLTICAS
Llegamos al tercer tema de este artculo, la historia de las profecas en la Corona de Aragn, es decir la historia del futuro pasado. Aqu no se puede presentar
ms que unas pinceladas, una corta aproximacin a un vasto campo donde se estan
consiguiendo resultados importantes, como demuestra una serie de aportaciones
recientes.97 Tambin en este campo sobresale el franciscanismo, pues un nmero
considerable de autores que escribieron vaticinios Arnau de Vilanova, Jean de
Roquetaillade, Pedro de Aragn, Francesc Eiximenis o pertenecieron al ordo fratrum minorum o fueron asociados de los minoritas.98 Con ellos y las profecas nos
alejamos de la hagiologa real tratada en la primera parte de la ponencia y de la piedad personal tratado en su segunda parte, para concentrarnos en los intentos por parte de autores medievales de situar a los soberanos aragoneses en un esquema providencial divino. Mirando de manera comparativa a las monarquas peninsulares,
llama la atencin que la Corona de Aragn no haya creado un propio ciclo de profetismo autctono: No sigui el rastro iniciado por Isidoro de Sevilla para formar
una tradicin proftica vinculada a la restauracin visigoda y consecuentemente a lo
que se suele llamar la reconquista. Lo que s hicieron los autores peninsulares en
general y catalano-aragoneses en particular fue adaptar a su situacin concreta
corrientes proftico-escatolgicas que circulaban en la Europa occidental.99
97. Resmes y visiones de conjunto: Aurell, Martin: Prophtie et messianisme politique. La
pninsule Ibrique au miroir du Liber Ostensor de Jean de Roquetaillade, Mlanges de lEcole franaise de Rome. Moyen age 102 (1990) 317-361; Hauf i Valls, Albert: Estudio preliminar, en: Jos Mara
Pou y Mart, Visionarios, beguinos y (como nota), pp. 9-112, y los ttulos nombrados en la nota 101.
98. Sobre la relacin entre franciscanismo y profeca cf. Benz, Ernst: Ecclesia spiritualis: Kirchenidee und Geschichtstheologie der franziskanischen Reformation, Stuttgart 1934 (Repr. 1964);
Rusconi, Roberto: Profezia e profeti alla fine del Medioevo (Opere di Gioacchino da Fiore 9), Roma
1999, p. 63-67.
99. Milhou, Alain: La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach. Trois images de lempereur des derniers temps dans le monde ibrique (XIIIe-XVIIe s.), Mlanges de la Casa de Velzquez
18 (1982) 61-78, especialmente pp. 61-62. Sobre las profecas medievales cf.: Rusconi, Roberto: L
attesa della fine: crisi della societ, profezia ed Apocalisse in Italia al tempo del grande scisma dOccidente (1378 - 1417) (Studi storici 115), Roma 1979; Les Textes prophtiques et la prophtie en Occident, XIIe-XVIe sicle (= Mlanges de lcole franaise de Rome. Moyen ge 102), ed. Vauchez,
Andr, Roma 1990; Reeves, Marjorie: The influence of prophecy in the later Middle Ages: a study in

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La inmensa mayora de los textos profticos catalano-aragoneses se sitan en


el campo ms amplio de las profecas apocalpticas.100 Basta recordar que un
nmero nada despreciable de autores vaticin la llegada de un anticristo annimo,
algunos con datos muy concretos. Por ejemplo, alrededor del ao 1300, Arnau de
Vilanova propuso los aos 1365, 1369 o 1376 para este acontecimiento.101 En este
contexto aparece por tercera vez el ya mencionado infante Pedro: no slo tuvo una
fuerte inclinacin hacia las visiones, profecas y visiones apocalpticas, sino que
el mismo escribi una obra pronosticando la destruccin de su patria y la llegada
del hijo de la perdicin.102 Esta corriente sigui viva hasta finales de la edad
media, como demuestra una profeca annima catalana de 1449 que anunciaba el
nacimiento del anticristo y que presagiaba el fin del mundo.103 Pero aqu no interesan estos vaticinios apocalpticos generales, sino aquellas obras profticas que
realzaron la sacralidad de la realeza mediante la vinculacin de ideas escatolgicas al concepto de un monarca universal o un supuesto ltimo emperador. Obras
autoritativas profticas de este tipo que influyeron en toda la Europa medieval fueron las Revelationes del Pseudo-Metodio, la Sibyla Tiburtina y la obra de Joaqun
de Fiore. El Pseudo-Methodius inspir obras posteriores como las de Adso de
Montier-en-Der, el Ludus de Antichristo (siglo XII), mientras los libros siblicos
fueron interpretados y amoldados a la respectiva situacin poltica a partir del

Joachimism, Notre Dame [u.a.] 1993; Guadalajara Medina, Jos: Las profecas del anticristo en la
Edad Media, Madrid 1996; Roberto Rusconi, Profezia e profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98);
Mhring, Hannes: Der Weltkaiser der Endzeit: Entstehung, Wandel und Wirkung einer tausendjhrigen Weissagung (Mittelalter-Forschungen 3), Stuttgart 2000; Ende und Vollendung: eschatologische
Perspektiven im Mittelalter, ed. Aertsen, Jan A. (Miscellanea mediaevalia 29), Berlin [u.a.] 2002.
100. Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp.
191-246; Hannes Mhring, Der Weltkaiser der Endzeit (cf. nota 99).
101. Cf. las obras profticas de Arnau de Vilanova (con referencias bibliogrficas): Perarnau
Espelt, Josep: Fragments en catal del tractat perdut dArnau de Vilanova De fine mundi en una disputa entorn de les previsions escatolgiques (Vilafranca del Peneds i Barcelona, 1316-1317), Arxiu
de textos catalans antics 7/8 (1989) 282-287; Perarnau Espelt, Josep: El text primitiu del De Mysterio Cymbalorum Ecclesiae dArnau de Vilanova, Arxiu de textos catalans antics 7/8 (1989) 7-169;
Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp. 195-205;
Perarnau Espelt, Josep: Tractatus quidam in quo respondetur obiectionibus quae fiebant contra tractatum Arnaldi De adventu Antichristi, Arxiu de textos catalans antics 20 (2001) 201-348; Perarnau
Espelt, Josep: Sobre la primera crisi entorn el De adventu Antichristi dArnau de Vilanova: Pars
1299-1300, Arxiu de textos catalans antics 20 (2001) 349-420.
102. Daniel Gens i Mas, Les profecies de linfant Pere dArag (cf. nota 51).
103. Aurell, Martin: La fin du monde, lenfer et le roi: une prophetie catalane due XVe sicle,
Revue Mabillon Ser. NS 5 (1994) 143-178; Guadalajara Medina, Jos: Preocupaciones apocalpticas en
la Europa Medieval, en: Milenarismos y milenaristas en la Europa medieval. IX Semana de Estudios
Medievales, Njera, ed. Jos Ignacio de la Iglesia Duarte, Njera 1999, pp. 257-280, pp. 269-270;
Daniel Gens i Mas, Les profecies de linfant Pere dArag (cf. nota 51).

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siglo XII (Sibylla Samia; Sibylla Erithea).104 El Pseudo-Metodio y la Sibyla Tiburtina tuvieron una difusin enorme y contribuyeron al xito de un concepto apocalptico directamente vinculado a la monarqua, la del ltimo Emperador o el
Emperador de los ltimos tiempos. El joaquimismo a su vez dio an ms empuje a este concepto, que se vera aumentado y potenciado por la lucha poltica entre
papado e imperio durante el siglo XIII: Federico II de Hohenstaufen en particular
fue situado en este contexto por crculos guelfos, es decir por crculos cercanos al
papado, sobresaliendo la profeca de la llamada Sibilia Eritrea, que ejerci una
influencia considerable.105
Pero tambin a reyes aragoneses se les asigno un puesto en este panorama
proftico: la coleccin establecida en su da por Pere Bohigas nombra nada menos
que unas cuarenta profecas catalanas de los siglos XIV y XV, y la edicin importante que Eulalia Durn y Joan Requesens han ofrecido de los textos profticos
favorables a Fernando el Catlico dan amplio testimonio del vigor que estas visiones mantuvieron hasta finales de la edad media.106 Este hecho nos lleva a la pregunta si la tradicin proftico-apocalptica italiana como el joaquimismo o el sibilismo por una parte y las posteriores adopciones catalano-aragonesas por otra
estaban vinculadas, y si fuese el caso, cules eran las vas de transmisin entre
ambas. Arnau de Vilanova ha sido identificado como la bisagra ms influyente.107
Su De adventu Antichristi, ms todava su Vae mundo in centum annis ejercieron

104. Roberto Rusconi, Profezia e profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98), pp. 73-141; Hannes
Mhring, Der Weltkaiser der Endzeit (cf. nota 99), pp. 17-104, 136-148, 321-368; Jostmann, Christian: Sibilla Erithea Babilonica: Papsttum und Prophetie im 13. Jahrhundert (Monumenta Germaniae
Historica. Schriften 54), Hannover 2006.
105. Ernst Benz, Ecclesia spiritualis (cf. nota 98), pp. 225-235; Roberto Rusconi, Profezia e profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98), pp. 74-78, 298-299; Kaup, Matthias: Prophetie als Propagandamedium. Zu Funktion und Methode der Produktion und Exegese prophetischer Texte am Beispiel der Joachiten, en: Propaganda, Kommunikation und ffentlichkeit (11.-16. Jahrhundert), ed.
Karel Hruza (Forschungen zur Geschichte des Mittelalters 6), Wien 2002, pp. 81-88; Alexander Patschovsky: Prophetie und Politik bei Joachim von Fiore, en: Politische Reflexion in der Welt des spten
Mittelalters, ed. Martin Kaufhold, Leiden 2004, pp. 27-42; Gioachimismo e profetismo in Sicilia (secoli XIII - XVI), ed. Fonseca, Cosimo Damiano 3), Roma 2007.
106. Bohigas i Balaguer, Pere: Profecies catalanes dels segles XIV i XV. Assaig bibliogrfic, Butllet de la Biblioteca de Catalunya 6 (1925) 24-49; Profecia i poder al Renaixement: texts proftics
catalans favorables a Ferran el Catlic, ed. Duran, Eullia / Requesens, Joan, Valncia 1997; Durn
Grau, Eullia: El mil-lenarisme al servei del poder i del contrapoder, en: De la unin de coronas al
Imperio de Carlos V, ed. Ernest Belenguer Cebri, Madrid 2001, pp. 293-308.
107. Sobre la influencia de Arnau de Vilanova sobre la tica poltica de los monarcas sicilianos y
aragoneses cf. Carreras Artau, Joaqun: Relaciones de Arnau de Vilanova con los reyes de la casa de
Aragn, Barcelona 1955; Paolo Evangelisti, I Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43),
pp. 108-123.

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una influencia enorme, ya que esta ltima obra fue recogida por varios autores,
entre ellos por Francesc Eiximenis y por el popular autor francs Jean de Roquetaillade o de Rupercissa (conocido en Aragn como Juan de Rocatallada).108 El
Breviloquium escrito por este autor crtico a la dinasta catalana fue recogido y utilizado en favor de los reyes aragoneses por varios autores. Estos dieron una funcin mesinica a los reyes como indicadores del fin del tiempo y del cumplimiento del diseo divino.109 Este conjunto de textos proftico-apocalpticos
catalano-aragoneses escritos en la tradicin arnaldiana encajaba perfectamente
con la nueva situacin poltica creada por la Guerra del Vespro. Los escritos
unieron la tradicin franciscano-joaquimita italo-siciliana con el inters poltico
de los monarcas catalano-aragoneses sucesores de los Hohenstaufen, tambin en
lo que se refera al papel proftico de los mismos.110 Ya en 1269, nada ms caer la
dinasta de los Staufen, el cisterciense ingls John Tolet mencion una profeca
segn la cual un miembro de los Staufen conseguira unir a los alemanes y los

108. Ivars Cardona, Andrs: Orige i significaci del Drach Alat i del Drach Penat en les insignies de la ciutat de Valencia, en: III Congreso de Historia de la Corona de Aragn, vol. 1, Valencia
1925, pp. 49-112, pp. 68-83 y las fuentes editadas ibidem en las pp. 99-100, 101-103, 104-106, 107108, doc. 1, 4, 5, 7, 9; el texto del Vae mundo tambin se encuentra en: Josep Perarnau Espelt, El text
primitiu del De Mysterio Cymbalorum Ecclesiae (cf. nota 101), pp. 102-103; Puig i Oliver, Jaume
de: Unes prediccions pseudo-arnaldianes del segle XIV. Edici i estudi, en: Actes de la I Trobada
Internacional dEstudis sobre Arnau de Vilanova, vol. 1, ed. Josep Perarnau (Treballs de la Secci de
Filosofia i Cincies Socials / Institut dEstudis Catalans 18), Barcelona 1995, pp. 207-286; Hauf Valls,
Albert Guillem: Profetisme, cultura literria i espiritualitat en la Valncia del segle XV: dEiximenis i
sant Vicent Ferrer a Savonarola, passant pel Tirant lo Blanc, en: Xtiva, els Borja. Una projecci europea. Catleg de lexposici, ed. Mariano Gonzlez Baldov, Xtiva 1995, pp. 101-138, especialmente
pp. 102-116; Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp.
206-217; Rousseau, Isabelle: La prophtie comme outil de lgitimation: trois lectures du Vae mundo (XIVe sicle), en: Lucha poltica: condena y legitimacin en la Espaa medieval, ed. Mara Isabel Alfonso Antn / Julio Escalona Monge / Georges Martin 2004, pp. 63-100. La obra de Jean de
Roquetaillade, autor crtico a la dinasta catalana, fue recogido por autores y utilizado a favor de los
reyes aragoneses, dndoles una funcin mesinica como indicador del fin del tiempo y del cumplimiento del diseo divino: Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp.
439-459; Rupescissa, Johannes de: Liber secretorum eventuum: dition critique, traduction et introduction historique par Lerner, Robert E.; Morerod-Fattebert, Christine (Spicilegium Friburgense 36),
Fribourg 1994; Batllori Munn, Miquel: La Sicile et la couronne dAragon dans les prophties dArnaud de Villeneuve et de jean de Roquetaillade, Mlanges de lEcole franaise de Rome. Moyen age
102 (1990) 363-379; Martin Aurell, Prophtie et messianisme politique (cf. nota 97).
109. Perarnau Espelt, Josep: La traducci catalana resumida del Vademecum in tribulatione (Ve
ab mi en tribulacio) de Fra Joan de Rocatalhada, Arxiu de textos catalans antics 12 (1993) 43-140;
Perarnau Espelt, Josep: La traducci catalana medieval del Liber secretorum eventuum de Joan de
Rocatalhada: edici, estudi del text i apndixs, Arxiu de textos catalans antics 17 (1998) 7-219.
110. Rodrguez de la Pea, Manuel Alejandro: Hesper, el vespro y el vespertilio: elementos de
continuidad entre el milenarismo stafico y el ciclo proftico del imperio aragons, Anales de la Universidad de Alicante. Historia medieval 11 (1996) 685-697.

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espaoles para destruir al rey de Francia, y profecas catalanas describen a Constanza de Hohenstaufen la reina devota a los franciscanos que se rodeaba de mujeres semi-religiosas en tonos apocalpticos como Hija del guila.111
Lo fascinante del posterior desarrollo de las profecas monrquicas aragonesas durante el siglo XIV fue su complejidad, pues a veces reunieron elementos que
parecen contradictorios a primera vista. Siguiendo a Alain Milhou, Eulalia Durn
y Martin Aurell, se pueden dividir estas corrientes en tres tipos: la del dragn, del
rat penjat, y del nuevo David o rey escondido.112 Pero en realidad, las tres estn
ligadas y superpuestas en muchos sentidos, y su valoracin no es nada clara. Enemigos de la Corona por ejemplo, siguiendo una vieja tradicin guelfa crtica a los
Staufen, identificaron al rey de Aragn como el anticristo, Emperador de los ltimos tiempos y precursor del Apocalipsis. A veces utilizaron elementos zoomorfos
para este fin, la imagen del dragn por ejemplo fue empleada en este sentido. Por
otro lado, los mismos catalano-aragoneses recogieron estas imgenes para subrayar su pretensin al trono siciliano, pues esta reivindicacin se basaba en la unin
genealgica entre ambas casas, la de Barcelona y los Hohenstaufen. No sorprende entonces que autores prximos a los monarcas o los soberanos mismos utilizaran los smiles de sus adversarios para demostrar que eran los autnticos herederos de los Hohenstaufen.113 Arnau de Vilanova por ejemplo utiliz la imagen
apocalptica del Emperador de los ltimos tiempos inicialmente empleada para
denigrar a los soberanos en favor de la Casa de Barcelona,114 y este concepto fue
recogido por autores posteriores hasta finales del siglo XV, como demuestra el
caso de Juan Alemany o Juan Unay.115 Lo mismo vale para el smil del dragn, ya
utilizado en el siglo XIII por crculos guelfos y anti-Staufen. No slo se debe pues
a la similitud fontica entre dragn y de Aragn el hecho de que ese animal
111. Martin Aurell, Messianisme royal de la Couronne DAragon (cf. nota 75), p, 132 (con
bibliografa).
112. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (cf. nota 99); Martin Aurell,
Messianisme royal de la Couronne DAragon (cf. nota 75); Eullia Duran/Joan Requesens, Profecia i
poder al Renaixement (cf. nota 108).
113. Ernst Benz, Ecclesia spiritualis (cf. nota 98), pp. 225-235; McGinn, Bernard: Pastor angelicus: Apocalyptic Myth and Political Hope in the Fourteenth Century, en: Santi e Santit nel secolo XIV,
Atti del XV Convegno Internazionale, Universit di Perugia, Perugia 1989, pp. 221-251; Isabelle Rousseau, La prophtie comme outil de lgitimation (cf. nota 108).
114. Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 119-131; Alain
Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (como nota 99), p. 68.
115. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (cf. nota 99), pp. 68-75;
Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp. 375-388,
405-425; Toro Pascua, Mara Isabel: Milenarismo y profeca en el siglo XV: La tradicin del libro de
Unay en la Pennsula Ibrica, Pennsula. Revista de estudos ibrico s.n. (2003) 29-38.

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fuera sido convertido en divisa real por Pedro el Ceremonioso.116 Este monarca
tuvo un marcado inters por los orculos, sobre todo por aquellos que presagiaban
la cada de la monarqua francesa, y Juan I incluso presion a Francesc Eiximenis
para que interpretara profecas parecidas en favor de su dinasta.117 Posteriormente, se pueden observar intereses y esfuerzos similares por parte de Fernando I y
Fernando el Catlico. Fernando de Antequera mostr gran inters por las apariciones y lleg a pedir la interpretacin de las mismas a San Vicente Ferrer, otro de
los grandes promotores de visiones profticas y apocalpticas en la Corona.118 As
pues, los Trastmara al igual que la Casa de Barcelona recogieron esta tradicin
providencial para fomentar su expansin econmica y poltica.119
Un vaticinio ms claramente vinculado a la situacin particular peninsular fue la
base de otro smil zoomorfo, el murcilago, rat penat o vespertilio.120 Siguiendo
una vieja profeca oriental, Arnau de Vilanova cre el smil potente y persistente de
un murcilago que vendra de occidente para despojar Africa de manos musulmanas. Incluso sin la ayuda del smil zoomorfo del murcilago, esta imagen del rey
conquistador y luchador contra el Islam tambin fue utilizada por aquellos que vieron a algn monarca aragons como nuevo David. La victoria sobre los musulmanes y la conquista de Jerusaln por un soberano aragons fueron pronosticadas por
varios autores. Arnau de Vilanova no slo celebr tanto a Jaime II como a Federico
III de Sicilia en tonos apocalpticos, sino que vaticin el fin del Islam, y Francesc
Eiximenis atribuy a la Casa de Barcelona tanto esta tarea como la humillacin pol-

116. Sanchs Guarner, Manuel: Los nombres del murcilago en el dominio cataln, Revista de
Filologa Espaola 40 (1956) 91-125, cf. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi
cach (cf. nota 99), p. 66.
117. Viera, David J.: Francesc Eiximenis and the Royal House of Aragon. A Mutal Dependence,
Catalan Review 3 (1989) 182-189; Viera, David J.: Francesc Eiximeniss dissension with the Royal
House of Aragon, Journal of Medieval History 22 (1996) 249-261; Martin Aurell, Messianisme royal
de la Couronne DAragon (cf. nota 75), pp. 122-124; Wittlin, Curt: Prophezeiungen in den Werken von
Francesc Eiximenis: Ihr Einfluss auf Missionare in Sdamerica und Rebellen in Spanien, en: Dulce et
decorum est philologiam colere. Festschrift fr Dietrich Briesemeister zu seinem 65. Geburtstag, ed.
Sybille Grosse / Axel Schnberger, Berlin 1999, pp. 793-812, pp. 798-801; Eullia Duran/Joan Requesens, Profecia i poder al Renaixement (cf. nota 108), pp. 42-45; Paolo Evangelisti, I Francescani e la
costruzione di uno stato (cf. nota 43), pp. 146-157.
118. Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp.
232-246; Jos Guadalajara Medina, Preocupaciones apocalpticas en la Europa Medieval (cf. nota
103), p. 262.
119. Menos extendido en el caso de Alfonso el Magnnimo: Durn, Eullia: La imatge del rei
Alfons, en: Atti del XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona, Napoli 18-24 settembre 1997, ed. Guido dAgostino, Napoli 2000, pp. 1401-1418.
120. Andrs Ivars Cardona, Orige i significaci del Drach Alat i del Drach Penat en les insignies (cf. nota 108).

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tico-militar de la monarqua francesa. Llama la atencin que segn Eiximenis, lo


que elevaba a sus seores sobre los otros soberanos fuera justamente una virtud muy
franciscana: su lucha contra los clrigos indignos. La misma virtud o mejor dicho,
su falta fue la razn por la cual ms tarde retir lo que haba dicho, desposeyendo
a la Casa de Barcelona de su carcter mesinico.121 Mejor suerte tuvo el ideal del rey
vencedor sobre el Islam. Comenzando con Pedro el Ceremonioso, y hasta entrado
el siglo XVI, algunos reyes parecen haber tomado muy en serio este vaticinio, como
demuestra el hecho de que todava Fernando el Catlico crea la predicacin de la
Beata de Barco de vila, segn la cual l no morira antes de haber conquistado la
Ciudad Santa. Al mismo tiempo, las victorias sobre los musulmanes granadinos y la
conversin de los judos peninsulares adquirieron un marcado carcter apocalptico,
pues segn algunos autores dieran la prueba de que una era llegaba a su fin.122 En
este contexto escatolgico surgi el concepto del rey escondido u oculto, LEncobert, que apareceria para obtener la victoria sobre los musulmanes. Aunque en el
caso de la Pennsula Ibrica parece haber sido introducido bastante tarde, pues las
primeras menciones al respecto datan de finales del siglo XV, no fue nada nuevo:
Tenemos famosos ejemplos parecidos a esta nocin en pocas anteriores y culturas
extra-peninsulares, slo hace falta recordar a Carlomagno, Federico Barbaroja o a
Federico II de Hohenstaufen.123
Lo expuesto habr remarcado la importancia de los vaticinios y las profecas
para los soberanos de la Corona de Aragn, como demostracin de sus pretensio-

121. Albert Guillem Hauf Valls, Profetisme, cultura literria i espiritualitat en la Valncia del segle
XV (cf. nota 108), p. 113-114; Curt Wittlin, Prophezeiungen in den Werken von Francesc Eiximenis
(cf. nota 119); Corrao, Pietro: Cultura politica francescana alla corte dei re di Sicilia: una lettera di
Francesco Eiximenis, Miscellanea di studi storici (Calabria) 9 (1992/94) 85-96.
122. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (cf. nota 99) p. 63; Eullia
Durn Grau, El mil-lenarisme al servei del poder (cf. nota 106), pp. 296-301. Cf. la exposicin sobre
la visin Surge, vespertilio, surge aplicado a Fernando II por Jernimo Torrilla: Andrs Ivars Cardona, Orige i significaci del Drach Alat i del Drach Penat en les insignies (cf. nota 108), pp. 109111, doc. 11. Gutwirth, Eleazar: Jewish and Christian messianism in XVth century Spain, en: The
expulsion of the Jews and their emigration to the Southern Low Countries (15th - 16th c.), ed. Luc
Dequeker (Series 1, Studia 26), Leuven 1998, pp. 1-22; Frh, Martin: Profeca y realidad: una oda de
Antonio Geraldini al rey Fernando el Catlico, en: De litteris Neolatinis in America meridionali, Portugallia, Hispania, Italia cultis, ed. Dietrich Briesemeister / Axel Schnberger (Bibliotheca Romanica
et Latina 1, Frankfurt a.M. 2002, pp. 47-67. Vase tambin la referencia a quedam dicta Merlini et quedam alia dicta cuiusdam discipuli abbats Joachim que eciam in quadam antiqua biblia regis Aragonum reperiuntur, que espressissime videntur loqui de quadam devastacione Ytalie fienda per Turcos et
hee prophetie communiter habentur in Italia in plerisque civitatibus Roberto Rusconi, Profezia e
profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98), pp. 163.
123. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (cf. nota 99), p. 75-78;
Eullia Duran/Joan Requesens, Profecia i poder al Renaixement (cf. nota 108), pp. 62-67, 80-133.

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nes genealgico-dinsticas, como justificante de la expansin mediterrnea, como


argumento contra el papado y la monarqua francesa y finalmente como distintivo particular entre los enemigos cristianos del Islam. Pero este rasgo no fue ni singular entre las dinastas europeas, ni logr investir a la monarqua aragonesa con
un aura sobrenatural de manera duradera o notable. Otros soberanos y linajes
europeos no slo gozaron de lo que se podra denominar sacralidad regia, sino que
tambin fueron situados en los mencionados contextos profticos y apocalpticos
por parte de los autores de su poca. Valen como ejemplo tres contemporneos de
Fernando el Catlico: Carlos VIII de Francia, Maximiliano de Habsburgo o Girolamo Savonarola: todos ellos fueron caracterizados por su marcado inters por los
vaticinios, y autores de corte supieron cumplir las expectativas de los soberanos
celebrando a sus seores en tono proftico o apocalptico.124
As pues, mirando nuestros tres apartados: sacralidad real, devocin mendicante y profecas monrquicas, de forma comparativa y a nivel europeo, se puede
constatar, que los reyes aragoneses no cultivaron de manera importante el campo
de la sacralidad regia tal y como lo hicieron otras dinastas europeas; en cambio,
la piedad y el celo religioso personal de algunos miembros de la familia durante
la primera mitad del siglo XIV s fue excepcional. Finalmente, en lo que se refiere a las profecas y vaticinios tardomedievales los reyes aragoneses se dejan parangonar con otros reyes europeos del siglo XV. Estas pinceladas deberan haber
demostrado el extraordinario papel del franciscanismo catalano-aragons en
varios campos. Pero para calibrar este peso adecuadamente hara falta indagar ms
124. Milhou, Alain: Coln y su mentalidad mesinica: en el ambiente franciscanista espaol
(Cuadernos colombinos 11), Valladolid 1983, con trad. francesa: Milhou, Alain: Colomb et le messianisme hispanique (Collection Espagne mdivale et moderne 10), Montpellier 2007; Roberto Rusconi, Profezia e profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98), pp. 193-201, 237-264, 298-302; Andreas
Fuhr: Machiavelli und Savonarola: politische Rationalitt und politische Prophetie (Kontexte 2),
Frankfurt am Main 198; Marjorie Reeves, The influence of prophecy in the later Middle Ages (cf. nota
99), pp. 346-358; Albert Guillem Hauf Valls, Profetisme, cultura literria i espiritualitat en la Valncia
del segle XV (cf. nota 108), pp. 134-138; Gil, Fernando / Macedo, Helder: Viagens do olhar: retrospeco, viso e profecia no renascimento portugus (Cultura portuguesa 1), Porto 1998; Hannes Mhring, Der Weltkaiser der Endzeit (cf. nota 99), pp. 248-253, 299-302; Eullia Durn Grau, El mil-lenarisme al servei del poder (cf. nota 106), p. 295-296; Zierer, Adriana Maria de Souza: O messianismo
na legetimao simblica de D. Joo I (1383-85/1433), Politeia 6 (2006) 123-148. Vase tambin:
Beaune, Colette: Prophtie et propagande: le sacre de Charles VII, en: Idologie et propagande en
France, ed. Myriam Yardeni, Paris 1987, pp. 63-73 y Ventura, Margarida Garcez: O messias de Lisboa: um estudo de mitologia poltica (1383-1415) (Histria 2), Lisboa 1992 para la importancia del
mesianismo en las cortes francesas y portuguesas en la primera mitad del siglo XV as como Lebsanft, Franz: Phantasie, Traum und Divination am Hofe Juans II. von Kastilien. Die Traktate Lope de
Barrientos, en: Der Proze der Imagination: Magie und Empirie in der spanischen Literatur der
frhen Neuzeit, ed. Gerhard Penzkofer / Wolfgang Matzat (Beihefte zur Iberoromania 21), Tbingen
2005, pp. 51-62.

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GERMN NAVARRO ESPINACH

detenidamente las funciones de los mendicantes en el entorno social de los monarcas. Dominicos y franciscanos frecuentaban la corte real por las razones ms
diversas: No slo actuaban como confesores, capellanes o predicadores, sino tambin como embajadores, asesores y familiares de los respectivos reyes.125 Ms all
de los casos conocidos de famosos consejeros franciscanos o terciarios como
Arnau de Vilanova, Francesc Eiximenis o Matteo de Agrigento hace falta reconstruir el entramado social serfico-ulico. Los muchos confesores, consejeros y
familiares mencionados en los testamentos reales slo aportan una primera noticia
de esta red. Trabajos recientes han identificado a 118 franciscanos en las cortes
reales aragonesas y sicilianas de finales del siglo XIII hasta mediados del siglo XV,126
pero estos datos necesitan ser complementados e invitan a ahondar ms en el tema
para, algn da poder escribir una historia de la monarqua aragonesa que preste
la atencin debida al peso social, artstico, poltico, intelectual y econmico del
campo religioso.

125. Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota); Jill Webster, Els
Menorets (cf. nota 53), p. 81-102. Una impresin de la amplia gama de contactos para un caso cocreto ofrece el elenco de 79 documentos confeccionado por Andrs Ivars y ampliado por Hill Webster:
Jill Rosemary Webster, Franciscanismo de la reina de Aragn (cf. nota 95), pp. 83-123.
126. Paolo Evangelisti, I Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43), pp. 10-11 y grf.
6-7. Se trata de 56 franciscanos en la corte aragonesa entre 1276 y 1458 y 63 franciscanos en la corte
siciliana entre 1288 y 1406 (ibidem). Cf. la prosopografa poltico-eclesiastico franciscana de los
franciscanos en la corte castellana en: Jos Manuel Nieto Soria, Franciscanos y franciscanismo en la
poltica (cf. nota 93) y las reflexiones terico-metodolgicas en: Daz Ibez, Jorge / Nieto Soria, Jos
Manuel: lites y clientelas eclesisticas en los siglos XIII al XV: una propuesta metodolgica a partir
del caso castellano, en: Elites e redes clientelares na idade mdia: problemas metodolgicos, ed. Filipe Themudo Barata (Biblioteca: estudos & colquios 2), Lisboa 2001, pp. 109-139.

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TRADICIONES E IDIOSINCRACIAS.
LAS RELACIONES ENTRE CATALUA Y
ARAGN EN LA HISTORIOGRAFA
(SIGLOS XI-XIII)
STEFANO MARIA CINGOLANI

1. INTRODUCCIN
Desde el momento de su constitucin (y a lo largo de mucho tiempo) de los
territorios que formaron la Corona de Aragn los dos con ms pasado por conjugar son Aragn y el condado de Barcelona (que de la unin recibir impulso para
definirse definitivamente como Catalua), mientras Mallorca y Valencia, una vez
olvidado su pasado musulmn, an tardaran mucho en crearse un pasado y una
conciencia distintiva. La formacin de esta unidad bicfala plante desde su inicio y a lo largo de su historia muchos problemas de muy distinta natura que comportaron distintas soluciones. El objetivo de esta comunicacin es ver cmo la historiografa medieval interpret las relaciones entre el reino de Aragn y los
condados catalanes, antes, i Catalua despus.
Mi propsito es limitado y, al mismo tiempo, variado. Los lmites vienen del
hecho que mi perspectiva privilegiada es la de la percepcin desde Catalua; y eso
no solamente por mi mayor conocimiento de la historiografa catalana, sino tambin por su mayor variedad y articulacin, y finalmente porque, una vez unidas las
dos dinastas, veremos que la mirada de los monarcas es dirigida privilegiadamente desde el Principado hacia Aragn. Como se podr comprobar, a parte de la
falta de estudios pormenorizados, la historiografa aragonesa por un lado mantiene ms fuerte la conciencia de la derivacin de su dinasta real de la monarqua
navarra, as que tiende a asumir modelos bien navarros bien genricamente hispnicos, en todo caso privilegiando la conexin con Navarra. Por otro lado, la breve
existencia del reino de Aragn gobernado por una dinasta real propia no le ha
permitido elaborar un modelo historiogrfico autnomo que, de no haberse extin-

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guido la dinasta con la consecuente unin con el principado de Catalua, se


hubiera dado, posiblemente, en el transcurso del siglo XII.1 De todas formas, y por
lo que parece, el problema se plante mayoritaramente desde la perspectiva y la
necesidad de legitimacin y continuidad de los conde de Barcelona una vez recogieron la heredad real aragonesa. Mi objetivo es limitado tambin porque en
muchos casos las perspectivas estn condicionadas por las circunstancias o por el
especial punto de vista del cronista, aunque se puedan percibir ciertas constantes
en los textos ms directamente vinculados con los condes y, despus, reyes de la
casa de Barcelona.
La variedad se debe al hecho que, si bien se puede apreciar cierta continuidad,
con su evolucin, a lo largo de los siglos, la misma singularidad de los diferentes
testimonios permite ver la presencia de posiciones muy diferentes segn las pocas o los ambientes de produccin de los textos, hasta de la misma ideologa del
propio historiador, hechos que son el reflejo de planteamientos distintos y que permiten perfilar un panorama que, con sus lmites, responde a ideas y visiones que
no son en absoluto unvocas o fijas. Es decir, que de este anlisis saldrn modelos
y aspectos que slo en algunos casos pueden significar una tendencia ms general.
Sin embargo, en el siglo XII parece percibirse la necesidad de manifestar y crear las razones ideolgicas de la continuidad; el reinado de Jaime I ver ms bien la
propuesta de definir las historias particolares ante-unin de la nueva historia
comn en tanto que Corona de Aragn; mientras a lo largo del reinado de Pedro III
veremos la emergencia de otras tendencias y posiciones. Igualmente ser util e
interesante empezar con las relaciones y sus reflejos en la historiografa de la poca anterior a la unin.

2. LA POCA CONDAL
Un texto historiogrfico exprime y refleja el horizonte de inters poltico del
historiador que escribe y, a veces, tambin de la comunidad de la cual es el producto. En el caso de unos anales, que es la primera tipologa con la cual nos
1. Vanse las observaciones de Carlos LALIENA, La memoria real en San Juan de la Pea: poder,
carisma y legitimidad en Aragn en el siglo XI, Aragn en la Edad Media (Homenaje a la profesora
Maria Isabel Falcn) 29, 2006, 309-324, pp. 311-312; se puede destacar como un momento de crisis
cual fue la sucesin a Alfonso I ya gener algunos relatos, aunque en forma de documentos, vase la
pequea autobiografia del mismo Ramiro II (Antonio UBIETO ARTETA, Documentos de Ramiro II de
Aragn, Zaragoza 1988, doc. 118) y otra relacin de los hechos de ca. 1135 a Prsper de BOFARULL i
MASCAR, Coleccin de documentos inditos del Archivo general de la Corona de Aragn, vol. 4, Barcelona 1849, doc. 150 (ahora en nueva edicin a Gaspar FELIU-Josep M. SALRACH (eds.), Els pergamins de lArxiu Comtal de Barcelona des de Ramon Berenguer II a Ramon Berenguer IV, en prensa.

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encontramos, este horizonte puede variar y modificarse con el paso del tiempo, a
medida que se van compilando secciones del texto y van llegando, o se buscan,
informaciones.
En los anales de Ripoll, y sobretodo en los Annals de Ripoll II, que es la serie
ms larga y compleja (aunque no incluya todo el material analstico presente en el
monasterio), hasta principios del siglo XI la nica mirada de inters fuera de los
condados catalanes es hacia el norte, hacia el regnum Francorum, o el este, hacia
Roma y el papado, hechos bastante evidentes dada la situacin poltica de la tierra, pero nada se recuerda de los otros territorios hispnicos, ni cristianos ni
musulmanes.2 Las cosas empiezan a cambiar a principios del siglo XI, en coincidencia con el progresivo alejamiento de los monarcas franceses de la dinasta
Capeto y el final de la ofensiva cordobesa liderada por al-Mans,u r y su hijo alMalik. Este cambio de perspectivas se materializa en el anal relativo a la expedicin catalana a Crdoba de 1010.
Tambin en esta poca empiezan a aparecer los bitos de reyes de Navarra,
Aragn y Castilla (y tenemos que imaginar que tal inters fuera precedente y
hubiera que esperarse a la muerte de los monarcas para poderlos entrar en los anales). De hecho, a partir de ca. 1035 son entrados con cierta regularidad tanto los
bitos como algunas empresas o conquistas. No siempre es fcil o seguro distinguir de qu rey se habla porque hay claramente dos fuentes de informacin diferentes, y en unos casos el monje (o monjes) que introdujo estas entradas comete
un error: creyendo que la datacin que le haba llegado tena que ser segundo el
sistema de la Era mientras era en aos le sustrae 38 aos, de esta forma tenemos tanto entradas duplicadas (algunas aparentemente correctas y otras no), como
entradas en las que no siempre es evidente el sistema de datacin.3 An as, y con
la duda de si se recuerda o no la muerte de Sancho III el Mayor (que es posiblemente entrada el ao 1076), tiene su punto de inters constatar que hasta principios del siglo XII, justamente a empezar por los tres hijos de Sancho III, son
recordados muertes y hechos de los reyes de Castella, Navarra y Aragn. Los que
siguen son los anales relativos (de los cuales he eliminado las noticias ajenas,
como las muertes de papas o condes):
2. Vase Els annals de la famlia Rivipullense i les genealogies de Pallars-Ribagora, edici a
cura de Stefano M. CINGOLANI (Monuments dHistria de la Corona dArag, 3), Valencia en preparacin (en adelante MHCA, 3).
3. Hay dos posibles soluciones para este problema: tenemos que pensar que o el redactor de la
serie Ripoll II, que trabaja hacia finales del siglo XIII, se encontraba con una informacin que interpretaba como ambigua, y por eso comete el error, o que el grupo de anales, donde se da el error, lleg conjuntamente en un segundo momento, tal vez despus de la muerte de Pedro I. Me inclino ms
por la primera hiptesis.

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Era MLXIII, anno Domini MXXV. Obiit Garsias rex in Ataporcha.4


Era MLXVI, anno Domini MXXVIII. Obiit Reimirus rex.5
Era MLXXII, anno Domini MXXXIIII. Obiit rex Sancius minor.6
Era MLXXIII, anno Domini MXXXV. Obiit []. Et Sancius rex de Castella.7
Era MXCII, anno Domini MLIIII. Obiit [] Garsias rex.8
Era MCI, anno Domini MLXIII. Obiit Reimirus rex. Et cabtus fuit castel
Duses.9
Era MCIIII, anno Domini MLXVI. Obiit Ffredalandus rex.10
Era MCX, anno Domini MLXXII. Obiit rex Sancius in Zamora.11
Era MCXIIII, anno Domini MLXXVI. Obiit rex Sancius Pampilonensis vetulus.12
Era MCXXIII, anno Domini MLXXXV. Haboletum captum est a rege Aldefonsus mense maii.13
Era MCXXVII, anno Domini MLXXXIX. Munso captum est a rege Sancio e[t]
Petro filio eius, die sanctis Iohannis, in die dominica.14
Era MCXXXI, anno Domini MXCIII. Valencia capta est a Rodorico.15
Era MCXXXII, anno Domini MXCIIII. Obiit Sancius rex Aragonum [].
Era MCXXXIII, anno Domini MXCV. Hoscha capta est et factum est bellum in
campo Alcoraz.
Era MCXXXV, anno Domini MXCVII. Oscha civitas capta est.16
Era MCXLII, anno Domini MCIIII. Obiit [Petrus] rex Arogonensis qui regnavit
annos XI.

Estos anales merecen algn comentario, porque no creo que sean simplemente el reflejo de una ampliacin de los horizontes de atencin de los monjes analistas de Ripoll. Se puede ver cmo estos siguen interesados, aunque con cierta
4. Garca III de Navarra (1035-1054).
5. Ramiro I de Aragn (1035-1063); el mismo error que el precedente.
6. Ya que est dando los bitos de los reyes de Navarra, ser Sancho IV (1054-1076), hijo de Garca III, minor en oposicin al abuelo maior, Sancho III el Mayor de Navarra (1000-1035).
7. Sancho II de Castilla (1065-1072).
8. Sar otra vez Garcia III rey de Navarra, ahora entrado en fecha correcta.
9. Otra vez Ramiro I rey de Aragn; vase Ripoll I Dasens, el Obituari de Roda reporta correctamente interfectus est a mauris in obsidione Gradus.
10. Fernando I rey de Castilla (1035-1065), para esta forma vase Annals de Roda Fredelandus
y el necrologio de Ripoll (Eduard JUNYENT, El necrologi del monestir de Ripoll, Analecta Montserratensia 9, 1962, 217-225, p. 225).
11. Otra vez Sancho II rey de Castilla.
12. Se trata de Sancho IV rey de Navarra (1054-1076) entrado correctamente o, mejor, de Sancho III el Mayor, entrado con error de ao por Era, como dejara pensar el apodo de vetulus?
13. No s explicar la grafa, o, mejor, error Haboletum, ya que evidentemente se trata de Toledo;
Alfonso VI rey de Castilla (1065-1109).
14. Sancho Ramrez (1069-1094) y Pedro I (1094-1104) reyes de Aragn.
15. Rodrigo Daz, el Cid (1043-1099).
16. La duplicidad de entrada muestra la duplicidad de fuentes de los anales.

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discontinuidad, en los asuntos de los otros reinos hispnicos, hasta Castilla, hasta
la muerte de Pedro I de Aragn. Hay una entrada que llama mucho la atencin, la
que recuerda la toma de Valencia por parte del Cid, ya que es la nica mencin de
l en toda la historiografa catalana. La nica, a parte del Carmen Campidoctoris,
a l ntegramente dedicado. Aunque an se discuta sobre su datacin y origen, lo
que parece bastante claro es la vinculacin del poema con los crculos cercanos al
joven Ramn Berenguer III y fieles a su padre, en oposicin al conde fratricida
Berenguer Ramn II, el deuteragonista del poema, villano y derrotado.17 Esto
dejara pensar que, a pesar de la competencia entre Aragn y el condado de Barcelona por la expansin y la recaudacin de parias en los reino de taifas de Zaragoza, Lrida y Tortosa, los monjes de Ripoll, de acuerdo con la corte barcelonesa
de los Ramn Berenguer I, II y III, an consideran el reino aragons si no como
aliado, seguramente no como un enemigo y un competidor.
La situacin, sin embargo, parece cambiar con el reinado de Alfonso I el Batallador, aunque sea contemporneo de Ramn Berenguer III. Llama la atencin el
hecho de que se recuerden las conquistas tal vez de Graus y seguramente la de
Huesca, mientras nada se dice de las numerosas y ms importantes adquisiciones
de Alfonso I. La muerte del rey es recordada, por supuesto, y tambin algunas de
sus empresas. Pero el anal a l dedicado es significativamente introducido tiempo
despus del pacto de matrimonio entre Ramn Berenguer IV y Petronila/Urraca;18
es decir, una vez que el reino de Aragn ha dejado de ser competidor directo, y
hasta enemigo, para unirse a Catalua bajo el dominio del mismo conde de Barcelona, de tal manera que la gloria del Batallador, en lugar de hacer sombra a los
condes de Barcelona, ahora se nos presenta como ilustre predecesor de estos, en
concreto del prncipe Ramn Berenguer IV:
Era MCLXXII, anno Domini MCXXXIIII. Obiit Ildefonsus rex Aragonensis
apud Fragam, ubi et Centullus de Bie[r]n, Aymericus de Narbona ac multi alii
christiani perierunt. Hic mirabilis Sarracenorum debellator nituit, nam Saragustam urbem opinatissimam, et civitatem Tirassonam, et mirabile opidum
Tudelam cepit, preter alia opida plura que regno suo adiecit. Quiescit apud
Montem Arogonensem. Huius ffrater Rainimirus monachus in regnum sublimatur, quia nulla eius proles remanserat. Qui Raynimirus uxorem accipiens,

17. Vase Jos Enrique RUIZ DOMNEC, Ricard Guillem o el somni de Barcelona, Barcelona 2001:
89-97 i Id., Mi Cid. Noticia de Rodrigo Daz, Barcelona 2007: 29-39. Sin embargo, si tenemos en
cuenta las caractersticas culturales y literarias del poema, juntamente con la biblioteca y las tradiciones poticas presentes en Ripoll, el monasterio sigue siendo, a mi entender, el lugar ms probable de
composicin del texto, cosa que no excluye la comisin condal.
18. Tal y como delata el texto mismo del anal, que habla de la muerte de Ramiro II, y la presencia tambin de otra entrada: Era MCLXXV, anno Domini MCXXXVII. Hoc anno suscepit regnum
Aragonum Raymundus comes Barchinone.

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filiam ex ea suscipiens, cum foret in utiles regno, ipsam filiam Raymundo


comiti Barchinone cum regno tradidit, et ipse in monachatum finivit vitam.19

Aunque las relaciones tanto polticas como eclesistica y personales de


los condados catalanes con los otros reinos hispnicos sean muy anteriores a la
mitad del siglo XI,20 y esta ampliacin de los intereses de los analistas se pueda fcilmente explicar con los cambios en la poltica de los condes de Barcelona, me parece que la causa de esta modificacin de perspectiva se debe a un
hecho y un momento muy concretos, ya que no son solamente los anales los
que apuntan en esta direccin: dira que el momento y el episodio es el contacto entre el abad Oliba de Ripoll y Sancho III Garcs el Mayor, el cual entre
1023 y 1025, seguramente por el trmite de Ponce de Tabernoles, obispo de
Oviedo y despus de Zamora, escribe dos veces al abad de Ripoll para interrogarlo sobre la cuestin de la legitimidad del matrimonio entre su hermana
Urraca y Alfonso V de Len.21
Pero se puede comprobar, como ya he anticipado, que la relacin del reino de
Aragn, al menos con Ripoll, es ms amplia y ms significativa, y estrechamente
vinculada a otra faceta de conservacin de la memoria desarrollada por el cenobio y en directa consecucin de la obra y la ideologa del abad Oliba. Este, en su
largo abadiado, haba dado dos pasos significativos y muy importantes por lo que
respecta a este anlisis. Por un lado haba empezado a construir el monasterio
como un panten condal. Ante el abandono de Ripoll por parte de los condes de
Cerdaa, vinculados a su nueva fundacin de Sant Martn de Canig y del parcial
de los condes de Barcelona, siempre ms arraigados en Barcelona,22 har para que
Berenguer Ramn I, el hijo de Ramn Borrell y de su gran amiga, la condesa
madre Ermessenda, sea enterrado en Ripoll, y, al mismo tiempo, reivindica el
monasterio como cuna de las diferentes dinastas, celebrando a los muertos que
all descansaban en el poema Distica epitaphia.23

19. Alfonso I rey de Aragn (1104-1134); Ramiro II rei dArag (1134-1137). El anal es presente tambin a Ripoll I, Annals de Marsella y Tortosa II, pero mientras los dos primeros sn muy diferentes, el de Tortosa II es prcticamente igual.
20. Vase Josep M. SALRACH, De lesperit a la matria: Catalans en terra castellana a lAlta
Edat Mitjana, Acta historica et archaeologica mediaevalia 26, 2005, 81-100.
21. Vase. Eduard JUNYENT I SUBIR, Diplomatari i escrits literaris de labat i bisbe Oliba, a cura
de Anscari M. MUND, Barcelona 1992, textos 16 y 19 y Cartulario de San Juan de la Pea, ed. Antonio UBIETO ARTETA, Valencia 1962-63, doc. 38.
22. Vase Stefano Maria CINGOLANI, Estratgies de legitimaci de poder comtal: labat Oliba,
Ramon Berenguer I, la Seu de Barcelona i les Gesta Comitum Barchinonensium, Acta historica et
archaeologica mediaevalia 29, 2008, en prensa.
23. JUNYENT, Diplomatari, cit., texto 2.

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Sin embargo, el abad Oliba cumpli otro paso, muy probablemente consecuencia de sus relaciones con la abada de Cluny. En el snodo de Vic de 1030 el
abad establece que Statuimus etiam pro omnibus in nostro episcopatu hoc anno
defunctis, hac feria II, magnum officium celebrari ab omnibus clericis qui sub
nostro episcopatus commanent terminis.24 Ahora, segn esto, podemos pensar
que al menos la primera celebracin, la del da de los muertos, es directa consecuencia del influjo de Cluny, como demostrara la presencia al ms. ACA, Ripoll
151, f. 32r del s. XI del Statutum sancti Odilonis abbatis de defunctis.25 Sin embargo, me parece que la liturgia de los muertos no se limitaba a su obispado, porque
el obituario de Ripoll no incluye slo y generalmente a todos los condes catalanes
(tambin de otros obispados), sino que estn tambin presentes los reyes de Aragn, ya que encontramos recordados Ramiro, Sancho Ramrez, Pedro i Alfonso:26
VII idus maii Raimirus rex.
Pridie nonas iunii Sancius rex.
Kalendas iulii Alifonsus rex.
IIII kalendas octubris Petrus Sancius rex Aragonum.27

No creo que la inclusin de los monarcas aragoneses en el necrologio de la


abada sea una casualidad totalmente desligada de su presencia a los anales, sino
que tiene que responder a la misma asuncin de stos como amigos del monasterio y en consecuencia de las tierras de Catalua, en tanto que entran en la misma
comunidad memorial de celebracin de los muertos. Un corolario me parece evidente: la comunicacin tena que darse en los dos sentidos. As al inters de Ripoll
(con lo que poda conllevar de inters para los condes de Barcelona) tena que
corresponder un paralelo inters por parte de los reyes de Aragn de formar parte de la comunidad memorial de Ripoll, aunque estuvieran construyendo su propio panten en San Juan de la Pea.28
24. Les constitucions de Pau i Treva de Catalunya (segles XI-XIII), Estudi introductori i edici a
cura de Gener GONZALVO I BOU, Barcelona 1994 (Textos Jurdics catalans, Lleis i costums II/3), doc.
2 y JUNYENT, Diplomatari, cit., text 20), mientras al final de su vida deja el encargo a su sucessor de
celebrar el dia de suscitatione Lazari la missa comemorativa para todos los hermanos muertos (vase Id., text 23).
25. Martinus MARRIER-Andreas QUERCETANUS, Bibliotheca Cluniacensis, Mcon 1915, cols. 338340, y vase CINGOLANI, Estratgies de legitimaci de poder comtal, cit.
26. El primero, tal vez, con un error de maii por marcii; tambin se encuentra VII kalendas ianuarii Fredalandus rex, para la presencia de los reyes de Aragn en otros obituarios vase LALIENA, La
memoria real en San Juan de la Pea, cit.
27. JUNYENT, El necrologi del monestir de Ripoll, cit. En esta forma lo encontramos solamente
en la Memoria renovata comitum et episcoporum Ripacurcensium y, tal vez no por casualidad, en los
Annals de Tortosa II (vase MHCA, 3).
28. Vase LALIENA, La memoria real en San Juan de la Pea, cit.

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3. RAMN BERENGUER IV Y LA UNIN DE LAS CORONAS


Es evidente que la unin de las dos coronas tena que aportar algn cambio en
la visin con la que la historiografa presentaba las relaciones entre Catalua y
Aragn. Evidente, pero la forma en que lo hizo no ha sido unvoca ni, hasta el
momento, se han individuado claramente algunas de esas formas.29
El conde Ramn Berenguer IV tuvo la que, forzando un poco, podramos llamar precoz conciencia de la propaganda. De tal manera que hizo diseminar por el
Principado y fuera de l una reducida serie de anales en que solamente aparecan
las conquistas de Mallorca, por parte de su padre, y, por su parte, las de Almera,
Tortosa, Fraga y Lrida, eventualmente con el aadido de Miravet i Ciurana. Este
dato sirve, sobretodo, para tener la seguridad que una serie de anales producida
durante su reinado tena ms posibilidades de lo normal de ser fuertemente marcada por la ideologa condal.30 Y es justamente el caso de los Annals de Tortosa II,
serie de la familia Rivipullense, expresamente formada para la catedral de Tortosa en 1151. No olvidemos que la ciudad haba sido conquistada en 1148, que era

tierra de frontera con el Sarq


al-ndalus y punto avanzado por donde, en los programas, tena que seguir la actividad de expansin, aunque, de hecho, bajo Alfonso II sta sigui por la Extremadura aragonesa.
Esta serie, en tano que expresamente creada por una iglesia catedral, muestra
especial atencin al elemento eclesistico; sin embargo, las entradas ms directamente polticas siguen la que me parece una lgica muy clara. En primer lugar,
esta serie se diferenca de las otras por tener un punto de partida reciente y no
remoto, ya que la primera entrada recuerda la conquista de Huesca:
Era MCXXXV, anno MXCVII. Capta est Oscha a Petro Sancio rege Aragonun.
Era MCXLII, anno MCIIII. Obiit Petrus rex Aragonum.
Era MCXLVII, anno MCVIIII. Obiit rex Yldefonsus.
Era MCLIII, anno MCXV. [] Et capta est Maiorica civitas a Raimundo
comite Barchinone et Pisanis. Pro hoc irati, Moabiti [Barchinona veniunt et
multa gastaverunt], et multi ex eis perierunt in loco qui dicitur Martorel.

29. No voy a tener en cuenta los textos producidos en el Pallars o en la Ribagorza, como el Obituario de Roda o las distintas versiones de la Memoria, especialmente la Memoria renovata, porque
presentan caractersticas propias de estas tierras de confn de soberana monrquica y episcopal, disputada y cambiante, as como los Annals de Roda que, aunque en su primera seccin son anales de origen ripolls, presentan un problemtica tpicamente ribagorzana, vid. MHCA, 3.
30. Vanse Els annals de la famlia Barcinonense, i Lenguadociana, edici crtica de Stefano M.
CINGOLANI, (Monuments dHistria de la Corona dArag, 5), Valncia en preparacin y Id., Del
monasterio a la cancillera. Construccin y propaganda de la memoria dinstica a la Corona de Aragn, Actas del Coloquio Construccin y conservacin de la memoria regia en Occidente (siglos XXIV), Arxiu de la Corona dArag, Barcelona 25-27 de julio 2007, en prensa).

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TRADICIONES E IDIOSINCRACIAS. RELACIONES ENTRE CATALUA Y ARAGN

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Era MCLVI, anno MCXVIII. [] Et capta est Cesaragusta civitas.


Era MCLXXII, anno MCXXXIIII. Obiit Yldefonsus rex Aragonum apud
Fragam, et Centulus de Biarn et Aimericus Narbonensis et multi alii christiani perierunt. Hic mirabilis sarracenorum debellator nituit, et Caesaraugustam urbem opinatissimam, et civitatem Tirasonam et mirabilem opidum
Tudelam cepit, et alia oppida pluraque que in regno suo arguescunt.
Era MCLXXVII, anno MCXXXIX. Comes Barchinone Remundus suscepit regnum Aragonum.
Era MCLXXXV, anno MCXLVII, kalendas novembris. Capta est Almeria.
Era MCLXXXVI, anno MCXLVIII, tercio kalendas ianuarii. Capta est Dertusa.
Era MCLXXXVII, anno MCXLVIIII, nono kalendas novembris. Capte sunt
civitates Ylerde et Frague.
Era MCXCI, anno MCLIII. Aschalona a rege Iherosolimitano et Siurana a
Raimundo comite capte sunt.31

Los anales estn claramente marcados por dos directrices de claro significado
poltico: por un lado, la guerra contra el Islam, punto de confluencia entre los intereses religiosos y profanos del texto, como refrendan las noticias relativas a la
conquista de Jerusaln (ao 1098), la creacin de los Templarios (ao 1128,
Inventa est religio domus milicie Templi), o las aadidas para continuar la serie
relativas a la toma de Ascalona (1153), al comienzo de la Cruzada contra los Albigenses (1208) o a la conquista de Castielfabib por parte de Pedro II en 1210. Por
otro lado, expresa claramente una idea que tena que ser evidente y necesaria: la
de la continuidad entre los reyes de Aragn y los condes de Barcelona, aqu representada por su faceta de conquistadores de tierras al Islam. Este aspecto lo revela
con claridad el hecho de no recordar la antigua historia condal, como hacen los
otros representantes de la familia, sino que se destaca la reciente expansin aragonesa y despus catalana. Qu otra cosa puede significar empezar la serie con
la toma de Huesca, interpretada como la primera y fundamental etapa de la imparable expansin aragonesa, hasta la muerte de Alfonso I en 1134?

4. LOS REYES DE ARAGN DE LA CASA DE BARCELONA


El problema de la continuidad entre los monarcas aragoneses de la dinasta
navarra y los de la dinasta barcelonesa tal vez se tenga que analizar desde un punto de vista ms amplio y complejo. Sin embargo la historiografa, o mejor en este
caso, el pensamiento histrico, nos brinda datos para la reflexin. Me voy a referir, ahora, a la ideologa de los reyes de Aragn del Casal de Barcelona tal y como
se empez a fraguar a lo largo del reinado de Alfonso II el Casto.

31. MHCA, 3.

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Alfonso II tiene, entre 1173 y 1192, cuatro proclamaciones de constituciones


de Paz i Tregua.32 Me parece muy significativo que, a parte de las de Barbastro de
1192, las de Perpin y Fondarella de 1173 y las de Gerona-Vilafranca de 1188
presentan todas el mismo prlogo de teora de la monarqua, solo que con pequeas variantes:
Divinarum et humanarum rerum tuicio ad neminem magis quam ad principem
pertinet, nichilque tam proprium debet esse boni ac recti principis quam iniurias
propulsare, bella sedare, pacem stabilire et informare, et informatam subditis conservandam tradere, ut de eo non incongrue dici et predicare possit quod a principe regum dictum est, per me reges regnant et potentes scribunt iusticiam.33

Con una significativa diferencia, entre las constituciones de Perpin (vlidas


para el condado de Roussillon, hace muy poco anexionado por la cesin del conde Gerardo II), y las vlidas para el Principado de Catalua a Salsis usque ad
Dertusam et Ilerdam, ya que en stas se aade que l opera parentum meorum
sequens exempla.
Como ya he mostrado en otra ocasin, sta es una de las primeras formulaciones la primera en acto pblico de importancia de aquella que ser la ideologa oficial del Casado: la de seguir, y, si es posible, superar el ejemplo de los antepasados, idea recogida en un segundo momento tambin en las Gesta Comitum
Barchinonensium, y en la posterior historiografa y prctica poltica hasta el reinado de Martn I.34 Comprobar cmo evoluciona la formulacin de este concepto
puede ayudar a entender cmo la continuidad en la accin poltica conlleva una
reflexin sobre el pasado y su organizacin.
Hacia el mes de agosto de 1164, cuando el rey confirma los privilegios de
Huesca, se recuerdan uno por uno los precedentes monarcas que los haban concedido: rex Petrus, et rex Adefonsus, et rex Ranimirus, et Raimundus comes pater
meus;35 todava en noviembre de 1169, en Jaca, el rey confirma al monasterio de

32. Les constitucions de Pau i Treva, cit., docs. 14, 15, 17 y 18.
33. Les constitucions de Pau i Treva, cit., doc. 15.
34. Stefano Maria CINGOLANI, Seguir les vestgies dels antecessors. Llinatge, regalitat i historiografia a Catalunya de Ramon Berenguer IV a Pere II (1131-1285), Anuario de Estudios Medievales 36/1, 2006, 201-240 y la introduccin a Gesta Comitum Barchinonensium (versi primitiva), la
Brevis Historia i altres textos de Ripoll, edici a cura de Stefano Maria CINGOLANI, Valencia en preparacin (Monuments dHistria de la Corona dArag, 4), en adelante MHCA, 4 y, para el caso concreto de Jaime I y la importancia que tuvo la ideologa sobre su accin poltica, Stefano Maria CINGOLANI, Jaume I. Histria i mite dun rei, Barcelona 2007 (en castellano Barcelona 2008).
35. Ana Isabel SNCHEZ CASABN, Alfonso II Rey de Aragn, Conde de Barcelona y Marqus de
Provenza. Documentos (1162-1196), Zaragoza 1995 (Fuentes Histricas Aragonesas 22), doc. 21.

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Santa Cristina de Somport lo que le haban concedido sus predecesores, que son
los mismos reyes ms Sancius, rex Aragonensium atque Pampilonensium (id.:
doc. 73). La reflexin genealgica expresada por los notarios extensores de los
documentos es analtica, se percibe una continuidad en el ejercicio del poder, pero
se tiene que recordar cada pasaje como para confirmar su legitimidad, ya que estas
cadenas genealgicas an no configuran un bloque nico claramente definido. Sin
embargo, ya en febrero de 1170, confirmando al obispo y a los cannigos de Zaragoza libertades y privilegios, el rey declara que lo hace vestigie predecessorum
meorum sequens eorumque bonos et pios mores inmittari cupiens (id.; doc. 79).
El cambio en la frmula que la acerca a la de las constituciones de Fonderella de
tres aos ms tarde no carece de significado. La reflexin genealgica ahora ha
pasado a ser sinttica, ya que no hace falta mencionar detalladamente a los antepasados del rey que haban concedido las libertades. Ahora, por un lado, destaca
ms la personalidad individual del monarca, mientras que, por otro, los antepasados, es decir, las dos familias de las cuales l es el heredero, la real aragonesa y la
condal barcelonesa, se han constituido en un nico bloque significativo, en un conjunto de memoria genealgica que no hace falta individualizar. Adems, el rey
expresa el deseo de continuar con la accin de estos antepasados, caracterizados
por los bonos et pios mores. La doble genealoga del rey se ha transformado en una
historia con un significado que plantea unas responsabilidades. Detrs de una frmula aparentemente simple se esconde el germen de una reflexin historiogrfica
que define las caractersticas del poder monrquico.
Hacia el mes de mayo de 1170, confirmando los privilegios de Huesca, se
vuelve a nominar cartas et fueros et usaticos quod rex Petrus et Ildefonsus et
Ranimirus et comes pater meus, quibus sit requies, antecessoribus meis (id.: doc.
88). La innovacin introducida pocos meses antes todava no se haba enraizado
del todo, sin embargo sta es la ltima vez que volvemos a encontrar la lista detallada de sus predecesores. A partir de este momento, la frmula sinttica de los
antepasados de quienes se sigue el comportamiento ya ser constante, con slo
pequeos cambios en la formulacin.36
Aquella que, en principio, era la inevitable prosecucin de una accin poltica
pretrita, sobretodo en la concesin de bienes, libertades y privilegios, se ha trasformado en una ideologa de la imitatio morum parentum de regusto clsico, especialmente centrada en el aspecto de recto y piadoso gobernante. Muy presente en la
documentacin de Pedro II y en la de los primeros aos de Jaime I, ya desaparece-

36. Vase SNCHEZ, Alfonso II, cit., docs. 166 (IV 1174), 167 (1
(VIII 1192).

1174), 338 (II 1182), 566

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r de los documentos, para quedar en otros mbitos expresivos. Porque con el tiempo ir adquiriendo matices ms decididamente polticos y, sobretodo, militares.
Como por ejemplo cuando, en las Gesta Comitum, hablando de Jaime I se dice que:
Domnus itaque Iacobus rex predictus, habens cor nobile et voluntatem immitandi suos predecesores et non minuendi regna sua, set pocius tocis viribus
ampliandi, movit guerram contra omnes vicinos suos sarracenos, et intravit
terram eorum, et cepit Burianam et multa alia castra et vilas [XV,5].37

Tal ideologa, que otorgaba un carcter de legitimidad y de continuidad entre


pasado y presente a la accin poltica del rey, entendida como consecucin genealgica, adems de fijar los deberes y las caractersticas del monarca, no puede ser
vista como ajena a una profunda meditacin historiogrfica dirigida a la reorganizacin del significado del pasado. An as, como seguiremos viendo, este tipo
de reflexin, que podramos definir continuista, emana normalmente de la monarqua o de obras con ella estrechamente vinculadas.
Se puede pensar, entonces, que tal planteamiento ideolgico y tales reflexiones sobre el papel y las caractersticas del monarca, bien estimularon bien comportaron la necesidad de ser profundizadas con una ms clara definicin del pasado de la familia la condal barcelonesa, aclarando el origen de los pasajes
genealgicos que garantizaban la legitimidad, y con una precisa definicin de los
espacios fsicos de poder donde acta esta legitimidad.
Con estas consideraciones nos encontramos muy cerca de la gnesis de la primera crnica escrita en el principado de Catalua: las ya citadas Gesta Comitum
Barchinonensium. Antes de hablar de esta crnica una cosa se tiene que subrayar.
Aunque empecemos con Alfonso II de Aragn, I de Catalua, y aunque el rey de
Aragn y el conde de Barcelona sean la misma persona, los puntos de vista que
hemos visto y veremos son los de los condes de Barcelona que, desde su perspectiva, buscan su razn de continuidad con los reyes de Aragn, mientras que no hay
tentativas paralelas y contrarias por parte aragonesa. La mirada es absolutamente
dirigida desde Catalua, desde donde se intentan compaginar las tradiciones de su
linaje con el nuevo ttulo real. La ideologa se empieza a forjar en dos mbitos paralelos y distintos, por un lado la continuidad de Alfonso II con su padre y sus antepasados aragoneses en la concesin de libertades y privilegios; por la otra, la continuidad con grandes modificaciones en la actividad legisladora de la Paz y la
Tregua en Catalua. Alfonso II, o, mejor, los legisladores de su corte, intenta formar una nueva imagen de la monarqua juntando las dos tradiciones para hacer una
nueva y comn, que acabar en ideologa oficial del Casado. Sin embargo, la pro37. MHCA, 4.

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blemtica se origina en Catalua y, por lo que parece, es nicamente en la historiografa catalana donde la encontraremos aplicada (a parte de su uso en la actividad diplomtica y legislativa de los reyes, que no puede ser calificada en su origen
nacional). Aunque en casos como en el Llibre dels fets de Jaime I y en su misma
personalidad, es casi imposible distinguir y separar las dos naturalezas del rey, la
lengua de la obra y ciertos privilegios narrativos y emotivos demuestran que igualmente se mueve en esta perspectiva, aunque de esto hablar ms adelante.
Las Gesta Comitum son la historia de un linaje, no de una tierra; no es por
casualidad que no se hable de la toma de Gerona o de la conquista de Barcelona
y que todo empiece con Guifredo de Arri, primer conde y padre de Guifredo el
Velloso. Hasta se tendra que decir que es la historia de una parte de este linaje, la
rama de los condes de Barcelona, y que la presencia de las otras dinastas que descienden del Velloso es funcional al demostrar cmo se dividieron y volvieron a
juntarse los diferentes territorios.38 Despus de hablar del acceso al trono de
Ramn Borrell, el cronista escribe:
Sinamus autem loqui adhuc de generatione comitum Bisillunensium vel Urgellensium quorum alter inicium fuit Oliba Cabreta, alter vero Ermengaudus Cordubensis, et exponamus primitus de generatione comitum Barchinonensium,
quorum dignior et longior posteritas adhuc perseverat [VI,4].

Una vez que acaba de hablar de los condes de Besal i de Cerdaa, concluye
diciendo:
Et ita Cerritaniensis ac Bisillunensis comitatus ad Barchinonensem, sicut antiquitus fuerat, restituti sunt, preter Urgellensem comitatum, ad quem nunc ex
ordine redeamus [XI,6].

La unin con Aragn es recordada con palabras no muy distintas de las utilizadas para hablar de las incorporaciones de los condados de Besal y Cerdaa;
una primera vez, empezando la biografa de Ramn Berenguer IV, como si esta
fuera su primera gesta:
Nam adhuc valde iuvenis regnum Aragonense cum filia Ranimiri regis Urracha
optinuit, anno scilicet Domini MCXXXVII [IX,1].

Y una segunda, al final de la misma biografa, subrayando la adquisicin del


ttulo monrquico:
Regnum Aragonense ac comitatum Barchinonensem filius eius Ildefonsus videlicet dictus rex habendum suscepit [IX,9].

38. La obra, que originariamente no llevaba ttulo, hacia 1268 le fue aadido: Incipit gesta vel
ortus illustrium comitum Barchinonensium.

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Esto no tiene que extraar, ya que, como he mostrado, la composicin de las


Gesta Comitum, en 1180-84, se tiene que ver en paralelo con la organizacin del
Liber Feudorum Maior, como una especie de justificante genealgico de los cerca de mil documentos reunidos en el cartulario, muestra y garanta de las propiedades de los condes de Barcelona, entre las cuales estaba tambin el reino de Aragn (LFM, docs. 1-9).39

5. LA PERSPECTIVA ARAGONESA
Esta perspectiva se hace an ms evidente en la secunda redaccin de las Gesta Comitum, redactada en 1268-69 y conservada solamente en traduccin catalana.40 Pero antes de examinar este texto, ser conveniente considerar brevemente
dos textos vinculados con Aragn compuestos en el intervalo, textos que, teniendo una impostacin universal, se ven profundamente afectados por otros modelos
en su planteamiento historiogrfico. Me refiero al Liber regum, de ca. 1196 en su
primera redaccin, y a la Estoria de los godos, de 1252-53.
De hecho, el primero, una crnica genealgica que empieza con Adn, es de origen navarro, destinado a ensalzar la restaurada dinasta en su enlace con el Cid y, a
travs de ste, con los mticos jueces de Castilla. Y tenemos que ver su composicin
en la perspectiva de un nuevo inicio al comenzar con los jueces, a la muerte sin hijos
de Alfonso II de Asturias, y en oposicin al goticismo de los reyes de Len. Nada
se dice del origen de los reyes de Navarra, que empiezan con Iigo Arista, si no que
se ponen en un plano de contemporaneidad cronolgica con los jueces de Castilla.
Y, lo que es tradicional, se empieza la historia de Aragn en dependencia de la navarra, con Ramiro I. Este asume un carcter especial, algo tpico de los hroes fundadores y que redime su ilegitimidad al relatar la leyenda de la defensa de su madrastra de la acusacin de adulterio.41 En el Liber regum la genealoga de los reyes sigue
recordando el matrimonio de Petronila con Ramn Berenguer IV sin mencionar
nunca, por lo que parece, la precedente historia de los condes de Barcelona.42

39. Vase la introduccin en MHCA, 4.


40. Gestes dels comtes de Barcelona i Reis dArag, edici a cura de Stefano Maria CINGOLANI,
Valncia 2008 (Monuments dHistria de la Corona dArag, 1), en adelante MHCA, 1.
41. M. SERRANO Y SANZ, Cronicon Villarense (Liber regum), Boletn de la Real Acadmia Espaola 6, 1919, 192-220 y Louis COOPER, El Liber regum. Estudio lingistico, Zaragoza 1960, ps. 1739, vase Diego CATALN, La pica espaola. Nueva documentacin y nueva evaluacin, Madrid
2000, pp. 123-131.
42. Aunque el ms. ms antiguo, el cdice Villarense, tiene una laguna, esto se puede deducir de
otras versiones posteriores.

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Al hacer esto, el Liber se muestra acorde con otra historiografa posterior, en


concreto con la Historia de rebus Hispanie de Rodrigo Jimnez de Rada y con los
textos que de sta dependen, al no considerar los condes de Barcelona como partcipes de la historia hispnica hasta el matrimonio del conde con la heredera de
Aragn, por verlos an como francos, es decir franceses, en vista de su historia
pretrita, originada en la conquista de Carlomagno y de su dependencia feudal,
aunque ms formal que efectiva, del rey de Francia. Olvidando totalmente la primitiva historia del Aragn cristiano, sta tambin con races carolingias, y la del
conde Aznar Galindo. Es decir, que la visin navarra, y por extensin aragonesa,
no busca compaginar la historia de las dos tierras y los dos linajes de forma original, sino que acepta el modelo de visin hispnica de la historia (con o sin goticismo) y la nueva dinasta es vista como continuadora de la antigua en esta visin,
haciendo caso omiso de sus precedentes.
Esta visin es bastante antigua, porque ya que est a la base, por ejemplo, del
grupo de genealogas contenidas en el cdice de Mey (Madrid, RAH 78) de finales del siglo X,43 y la volvemos a encontrar en la leyenda del fuero de Sobrarbe,
por la cual se reanuda la conexin navarro-aragonesa, ya que su primera formulacin conocida, y tal vez su invencin, es de los aos 1235 en Navarra y en directa dependencia del Liber regum.44
Tampoco la Estoria de los godos, versin romance de la crnica de Rodrigo, se
puede ver como expresin de un punto de vista totalmente aragons.45 Como ha
demostrado Diego Cataln (que descanse en paz), su autor est estrechamente vinculado con los seores de Albarracn, y en esto refleja puntos de vista navarros y, a
la vez, ms autnomos, en lnea con el peculiar estatus de los Azagra, adems de ser
traduccin de una obra castellana, profundamente marcada por la ideologa goticista y unitaria de Rodrigo. Unas cuantas interpolaciones, bien comentadas por Diego
Cataln, ilustran un punto de vista aragons con respeto sobretodo a la poltica
dinstica de reparticin de los reinos de Jaime I. Sin embargo, la Estoria no se trasforma en un modelo historiogrfico autnomo, simplemente manifiesta un punto de
vista que tampoco se puede ver como nacional en oposicin a decisiones del rey
que se puedan definir como favorecedoras del elemento cataln de la Corona.

43. Jos M LACARRA, Textos navarros del Cdice de Roda, Estudios de Edad Media de la Corona de Aragn, 1, 1945, ps. 193-283.
44. Vase Carlos LALIENA, La apropiacin mtica del pasado: poder, real, legitimacin y memorias de clase en Navarra y Aragn en el siglo XIII, Jos Ignacio DE LA IGLESIA DUARTE (coord.), Memoria, mito y realidad en la historia medieval, XIII Semana de Estudios Medievales, Njera 2002, pp. 6184, pp. 70-76.
45. Diego CATALN-Enrique JEREZ, Rodericus romanzado, Madrid 2005, pp. 23-149.

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6. JAIME I (GESTES DELS COMTES DE BARCELONA Y LLIBRE


DELS FETS)
Entre ca. 1214 fecha de la ltima continuacin de las Gesta Comitum antes
de que se complete en 1270 y 1266 la tradicin historiogrfica en el Principado queda como dormida. Pero a partir de este momento, y al menos hasta el primer cuarto del siglo XIV, cuando Ramn Muntaner escribe su Crnica, se asiste a una actividad de escritura casi frentica, entre remodelaciones y nuevos
textos, anales y crnicas.46 En 1266 hay una perdida traduccin al cataln de la
obra de Rodrigo Jimnez de la cual, en este contexto, nada se puede decir. Despus, en 1268 se redact un breve resumen/adaptacin de la Historia de rebus
Hispanie, posiblemente en San Cugat, cerca de Barcelona, y tal vez en directa
vinculacin con la voluntad real, el Status Yspanie a principio usque nunc.47
Aunque sea una versin de Rodrigo Jimnez, y acepte, con matices, su visin de
historia hispnica, presenta algunas modificaciones interesantes desde el punto
de vista de la construccin de modelos historiogrficos y de la relacin entre
Catalua y Aragn.
El Status Yspanie intenta solucionar algunos de los problemas presentados por
la historiografa peninsular de influencia castellana en el planteamiento de la
reconquista, interpretada como propiamente asturleonesa y, despus, castellana,
ya que afirma:
Sed divina clemencia per Pelagium principem et per reges alios, qui deinceps in
Ispania regnaverunt, fuit in parte liberata et in parte per Karolum imperatorem
et regem Francie, post quos possederunt eam christiani usque ad hodiernum
diem [ I, 12-14].

De esta forma los diferentes reinos son equiparados en la antigedad y legitimidad de sus conquistas, y se elimina la primaca de la monarqua asturleonesa, al mismo tiempo se ve Carlomagno (aunque sea rex Francie) como uno ms
de los reconquistadores al dejar su legado a los condes de Barcelona. Sin embargo, la dependencia de Rodrigo hace que se mantenga el modelo hispano, presentando la derivacin de los reyes de Aragn de los de Navarra e introduciendo los condes de Barcelona, despus de mencionar a Guifredo el Velloso,
solamente en el momento del enlace matrimonial entre Petronila i Ramn
Berenguer IV.

46. Stefano Maria CINGOLANI, La memria dels reis. Les Quatre Grans Crniques i la historiografia catalana des del segle X al XIV, Barcelona, 3 ed. 2008, pp. 75-95 y 137-158.
47. Pere QUER, La Histria i Genealogies dEspanya. Una adaptaci catalana medieval de la
histria hispnica, Abadia de Montserrat 2008.

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La del Status Yspanie es una primera y embrional respuesta (habr otras distintas o ms complejas) a un problema en parte poltico y seguramente historiogrfico: el lugar de Catalua en la Hispania. Inaugurado formalmente gracias a
la unin con Aragn, esto afecta ms a la propia Catalua que a la Corona de
Aragn en su conjunto. El problema se haba agudizado a causa del tratado de
Corbeil (1258), ya que la renuncia a toda pretensin sobre Occitania haca de la
Corona de Aragn un estado exclusivamente peninsular (amn del Rossilln y
Montpellier); an ms en el momento en que las espectaculares conquistas a
costa del Islam hasta la mitad de siglo XIII haban asimilado casi del todo Espaa (es decir, los territorios dominados por los reinos cristianos, ya no por los
musulmanes) con la Hispania. Jaime I, por su parte, ya lo haba resuelto al considerarse el rey ms importante y prestigioso de Espaa, el lder moral de los
reinos ibricos.
Pero al mismo tiempo del Status Yspanie, y en este caso he propuesto que en
directa dependencia de la voluntad real, se volvi a echar mano del viejo texto de
las Gesta Comitum, se reorden ahora en sentido cronolgico (no separando en
bloques homogneos los distintos linajes), se complet con el reinado de Jaime I y,
ahora s, con la historia de los reyes de Aragn, sacando la informacin justamente de Rodrigo Jimnez, y se envi a Barcelona donde fue traducido al cataln.48
Las Gestes dels comtes de Barcelona i reis dArag muestran con mucha claridad lo que deca antes: una historia aragonesa (ahora que se ha superado la
exclusividad concedida a los descendientes de Guifredo el Velloso) considerada
como apndice de la catalana, o, mejor, de la de los condes de Barcelona. Esto ya
resulta evidente en el prlogo aadido al texto y no traducido del original:
Aquest libre mostra veritat del primer comte de Barcelona e de tots los altres
qui sn venguts aprs dell; e de lordonament de tots los comtats qui sn en
Catalunya; els noms els temps daquells qui ho han tengut, los uns aprs dels
altres; el regisme dArag con vench e fo ajustat al comtat de Barcelona; e dels
fets recaptosos, e grans e nobles que han estats fets per reys e per comtes en lur
temps [I].

Sin embargo, se pueden hacer otras consideraciones que nos permitirn mirar
el tema desde otro ngulo y que responde a ideas que no son exclusivas del annimo monje redactor del texto. Porque la historia de los reyes de Aragn, aadida

48. El original de esta versin de las Gesta comitum se qued en Ripoll, donde sirvi para confeccionar la versin llamada definitiva en tres etapas: al poco de morir Jaime I, despus de la muerte
de Pedro III y a primeros del siglo XIV (vase CINGOLANI, La memria dels reis, cit., pp. 147-152 i
MHCA, 4); mientras el ejemplar enviado a Barcelona se perdi, conservndose slo la versin en cataln (MHCA, 4, pp. 23-28).

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como un au rbours despus de haber hablado de Ramn Berenguer IV, es introducida con la siguiente afirmacin:49
Fenides e passades les successions del comtat de Barcelona en la persona del
senyor rey Ildefons, e ajustats lo regne dArag el comtat de Barcelona, dels
quals fo rey e comte Ildefons davant dit, s mester de saber lo comensament del
regisme dArag e daquells quil tengren ans que fos ajustat ab lo comtat de
Barcelona [XX,1].

Los dos participios iniciales indican claramente tanto el final de una dinasta
(fenides) como el pasaje a otra dimensin (pasades), es decir que se seala con
mucha claridad cmo con Ramn Berenguer IV (e, implcitamente, con Ramiro
II) algo se ha acabado y con Alfonso II, primer conde-rey, empieza otra cosa diferente y nueva. Al contrario del Liber regum o de la redaccin primitiva de las mismas Gesta Comitum, donde el cambio de dinasta, en el caso de Aragn, o de titulacin, en el caso de los condes de Barcelona, aparentemente no comporta
ninguna novedad, ahora s que sta est marcada en Alfonso, el primero en ser al
mismo tiempo conde de Barcelona y rey de Aragn. El reconocimiento de unos
antepasados comunes para formar una nica tradicin, ahora confluye, se dira
desde el punto de vista del Principado, en la formacin de una nueva identidad de
la cual es portador el rey Alfonso II el Casto.
Evidentemente estamos hablando de una problemtica exclusivamente ligada
a la construccin de la memoria y la organizacin del pasado y que nada, o muy
poco, tiene que ver con la realidad poltica de una Corona donde los dos elementos son claramente percibidos como distintos,50 donde usos, costumbres, leyes,
organizacin territorial, economa y demografa declaran las profundas diferencias, diferencias que, por ejemplo, no impiden alianzas trasversales como las que
se dieron a lo largo de la minora de Jaime I. Sobretodo nada tiene que ver con
eventuales rivalidades o enemistades nacionales, aunque estas emergern alguna vez en los cronistas.
49. La notacin final: Del comenament del regne dArag entr a lajustament del regne e del
comtat de Barcelona foren CIIII anys [XX,7] adems que la precisin cronolgica, seguramente es
debida tambin a la voluntad de resaltar la antigedad del casal barcelons, con sus numerosas generaciones, con respecto a la breve historia aragonesa, y tal vez tenga relacin con una afirmacin de
Bernat Desclot que veremos ms adelante.
50. Por ejemplo el Epitafio de Ramn Berenguer IV (MHCA, 4: Vox in Cathalonia et in Aragonia sonet), algunos documentos de Pedro II que distinguen los testimonios entre aragoneses y catalanes (por ejemplo los docs. 587 (30 XII 1205), 595 (2 I 1206), 899 (4 VI 1208), 1016 (II 1210), vase Martn ALVIRA CABRER, Pedro el Catlico, Rey de Aragn y Conde de Barcelona (1196-1213). Documentos,
Testimonios y Memoria Histrica, 2 vols., Zaragoza, 2009, en prensa), o la relacin de los participantes a las Cortes de Lrida de 1214 donde se jur Jaime I rey, aunque slo haya quedado parte de la lista relativa a Aragn (Ferran SOLDEVILA, Els primers temps de Jaume I, Barcelona, 1968, pp. 83-84).

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Esta idea subyacente en las formulacin de las Gesta Comitum es la misma


que tena el rey Jaime I de su historia familiar y persona, en el Llibre dels fets,
empezado por la primavera de 1270, y en el ltimo testamento del monarca dictado en 1272 (y no ser una casualidad que la encontremos en un texto de 1268-69,
posiblemente encargado por el mismo rey).
Ya he hablado ampliamente de la conciencia histrica y dinstica de Jaime I, as
que ahora resumir brevemente algunas de mis conclusiones, las que ataen ms
concretamente a este discurso.51 Aunque Jaime no es un historiador strictu sensu, o
profesional, y la suya es una crnica contempornea que slo fugazmente abarca
las dos generaciones anteriores, as mismo, detrs de su construccin, hay una
reflexin sobre modelos histricos ms que historiogrficos, y el poder monrquico, reflexin sobre el pasado, suyo y, en consecuencia, de sus tierras, que est tambin presente otras veces en la mente del rey, como muestran sus discursos o sus
cartas, adems de la constante presencia, casi obsesiva, de la ideologa del Casado.
Al principio del Llibre dels fets, el rey recorre brevemente su historia familiar:
habla de su abuelo Alfonso que tena que casarse con la hija del emperador de
Constantinopla y se cas con la hija de Alfonso VII el emperador de Castella
(cap. 1);52 an as, la Providencia quiso que la sangre bizantina le llegase gracias
a su madre, Mara de Montpellier, hija de Eudoxia.53 Es un relato genealgico, no
poltico, pero que tenga tambin este significado, o al menos que sea este significado el que le lleve a empezar con el abuelo y no con el bisabuelo unificador de
los dos estados, se demuestra en su ltimo testamento. En un primer momento, en
1226, el rey haba decidido ser enterrado a Sigena, al lado de su padre y su abuela, la reina Sancha. Ya en 1232 cambiaba de opinin para escoger a Poblet, donde
se encontraba Alfonso y en 1241 especificaba que delante del altar de la Virgen.
Pero en 1272 profundiza de manera clarsima esta decisin y le atribuye un profundo significado histrico, en lnea con los ya citados, porque establece que:
In primis autem eligimus sepultura corporis in monasterio Sancte Marie Populeti, et ibi nostrum corpus sepelire mandamus iuxta monumentum illustris Ilde-

51. Vase CINGOLANI, Jaume I, cit. y Id., Memria, llinatge i poder. Jaume I i la conscincia
histrica, Butllet de la Societat Catalana dEstudis Histrics, en prensa.
52. Ferran SOLDEVILA, Les Quatre Grans Crniques, I. Llibre dels fets del rei En Jaume, revisi
filolgica de Jordi BRUGUERA, revisi histrica de M. Teresa FERRER MALLOL, Barcelona 2007.
53. Se ha demostrado que Eudoxia era besnieta, y no hija, de Manuele Palelogo (sobre el matrimonio reparador vase Josep M PUJOL, El mite de lheroi a la casa de Barcelona: Guifred I el Pels
i Jaume I, Mites i llegendes, Valls 2002, pp. 112-133, pp. 117-118); por otro lado se tiene que subrayar cmo el rey aqu se vanagloria de la sangre imperial que corre por sus venas, mientras ms tarde
ser radicalmente contrario a las aspiraciones imperiales de su yerno Alfonso IX.

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fonsi felicis recordationis avi nostri, subsequenter, scilicet, post ipsum monumentum volumus enim quod eius monumentum sit prius.54

Con estas palabras y con este gesto, se concretizaba una reflexin personal (su
lugar en la familia y su bsqueda de modelos, ms que de afectos) y otra de poltica (la significacin de la corona real y condal, que haba representado y significado algo para l, el rey que haba llegado a ser). La importancia poltica y memorial de su abuelo es simblicamente sealada con el hecho que su sepulcro tena
que ser el primero de una serie, el primero en ser visto.
En su obra y en su correspondencia el rey Jaime I nos deja numerosas muestras
de su pensamiento histrico, de su afn de comparacin con el pasado, no slo con
el cercano (su obsesin por su padre), sino tambin con el remoto, a veces muy
remoto. Son prueba de ello, por ejemplo, la afirmacin hecha a las Cortes de Barcelona de diciembre de 1228 por parte del conde Hugo IV de Ampurias, cuando se
acab de organizar la expedicin de conquista de Mallorca, que la empresa sera el
mellor feit que cristians faessen cent ayns ha (cap. 49), con clara referencia a la
fugaz conquista de la isla por parte del tatarabuelo del rey Ramn Berenguer III y
los pisanos en 1115; o, cuando delante la propuesta de rendicin de Valencia hecha
por Zayyan la acepta porque: per servici de Du ho faem, e cosa que hom del nostre llinatge no havia feita (cap. 234), seguramente aludiendo a los deseos y planes
de conquista de la ciudad de Alfonso I, Alfonso II y de su mismo padre.55
Otras veces, su recorrido es mucho ms largo y se remonta a generaciones y
generaciones. En una donacin al monasterio y hospital de Sant Vicent (Xtiva 14
VI 1276), donde retoma algunos conceptos de su ltimo testamento, su pensamiento corre por la historia de sus antepasados:
Unde cum nos Iacobus Dei gratia rex Aragonum, Maioricarum et Valentie,
comes Barchinone et Urgelli et dominus Montispesulani ad hec super ceteros
reges et principes qui per ducentos annos antequam nos extiterint specialius et
astriccius teneamur, ex eo scilicet quare contribuit nobis super hostes nostros
maiores victorias et in personam nostram aliisque etiam gracias nobis tribuit
potiores quam tribuerit regibus aliis qui fuerint prius nobis.56

54. Antoni UDINA I ABELL, Els testaments dels comtes de Barcelona i dels reis de la Corona dArag. De Guifr Borrell a Joan II, Barcelona 2001, doc. 21.
55. A este propsito, se puede citar el episodio de cuando, en el cerco de Borriana, se hace traer
su espada, que no es otra que Tizona, la espada del Cid; sobre este episodio, y sus implicaciones simblicas, vase CINGOLANI, Jaume I, cit. pp. 223-225 y Id., Memria, llinatge i poder, cit.
56. ACA, Cancelleria, reg. 22, f. 42r, el documento ha sido publicado parcialmente en Fernando
FONDEVILLA, La nobleza catalano-aragonesa capitaneada por Ferran Sncez de Castro en 1274, Primer Congrs dHistria de la Corona dArag, Barcelona 1912, pgs. 1061-1169, p. 1163, he revisado
la transcripcin sobre el original.

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A pesar del difcil momento por el que est pasando, el rey se siente tranquilo consigo mismo gracias a sus hazaas. Es consciente del gran privilegio de ser
rey, y de los deberes que esta condicin conlleva. l es un privilegiado, y su condicin de mesas es confirmada, otra vez ahora, en sus ltimos das, con una reflexin sobre el pasado navarro-aragons, cataln, en general el de la Corona de
Aragn?: ninguno de sus antepasados, durante los ltimos dos siglos desde el
tiempo de Sancho III el Mayor rey de Navarra y Ramn Berenguer I el Viejo conde de Barcelona ha disfrutado de ms proteccin por parte de Dios, proteccin
que tendremos que entender como victorias sobre los enemigos, poder, prestigio
y salud personal.
Otras veces su reflexin y su sabidura dinstica estn ms directamente centradas en su pasado aragons, nunca distinguido de su origen navarro, ya que
siempre se remonta ms atrs de Ramiro I. Son pruebas de ello al menos dos testimonios: un pasaje del Llibre dels fets y unos documentos.
La primavera de 1227, en los momentos finales de la gran revuelta posterior
a la muerte de Pedro Ahons, dirigindose a los ciudadanos de Huesca, les dice:
Barons, b creem que sabets e devets saber que ns som vostre senyor natural,
e de llonc temps; que catorze reys ab ns ha hats en Arag (cap. 31). Difcil
entender exactamente quienes son estos catorce reyes. Remontandonos atrs tendramos que detenernos en el rey de Navarra Sancho Garcs II Abarca, de finales del siglo X. Por qu este rey? Muy posiblemente porque es el primer rey de
Aragn, de la casa Jimena. Es importante ver cmo la instruccin de Jaime I era
lo bastante slida en materia de historia familiar y se remontaba mucho atrs,
aunque no podemos saber de qu estaba formada, en qu historias, gestas o ancdotas. Tambin muestra que, si nunca se ha vanagloriado de la antigedad de su
sangre condal, s que lo hizo de la real. Por que la consideraba ms importante
o por que no la encontraba escrita, al contrario de lo que pasaba con los condes
de Barcelona? La afirmacin orgullosa del rey muestra tambin el carcter de su
reflexin genealgica, aunque sta tenga que ser limitada en su dimensin global
por el hecho de estar hablando a sus sbditos aragoneses. No podemos saber qu
pensaba exactamente en 1227, pero en 1270, cuando dicta esta frase es claro su
sentimiento de formar parte de una larga estirpe real, que ha hecho suya tambin
la historia navarresa. Y, tambin, que las aproximaciones y heredamientos
mutuos, que, tanto l como su padre, haban establecido con Sancho VII el Fuerte, ltimo rey de la dinasta, no germinaban solamente de directrices polticas
para hacer frente a Castilla, sino que en ellas haba una profunda meditacin
dinstica, un repensamiento de los orgenes del linaje (de Catalua y Aragn)
decididamente orientado por el lado real navarro-aragons, ms que por el de los
condes de Barcelona.

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El verano de 1274 estalla otra vez la crisis sucesoria en el reino de Navarra, a


causa de la muerte sin herederos del rey Enrique I. Jaime I, que esta vez no quiere dejar escapar el reino pirenaico, decide seguir los caminos de la legalidad y no
los de la violencia, por eso escribe a los ricos hombres, caballeros y ciudades del
reino (29 VII 1274) para demostrarles sus derechos a la sucesin:
Prudenciam vestram non credimus ignorare quod regnum Navarre ab antiquis
temporibus ad predecessores nostros reges Aragonum pertinuit pleno iure et
ipsius regni continuata possessio usque ad tempus regis Alfonsi bone memorie
sub ipis regibus Aragonum pacifice perduravit. Quod non solum vulgata successive memoria tenet, verum etiam privilegia et alia instrumenta regalia tam in
terra Navare quam in istis partibus indicant manifeste. Post tempus eidem regis
Alfonsi, violenter et contra iusticiam fuerunt aliqui in Reges vestros intrusi, qui
usque ad presentes tempus et successiones varias regnum Navarre predictum
indebite possederunt. Nobis quoque non solum ex antiqua successione regnum
Navarre iuste debetur verum ex pacto in conveniencia dilecti avunculi nostri
dompni Sancii, regis Navarre, quondam, consensu vestro ac fide et iuramenta
firmata. Noscitis enim quod predictus rex Sancius nos in suum filium adoptavit eo pacto in conveniencia adhibito ut si prior nobis ipso Rex decesseret, ad
nos et ad nostros ipsum regnum Navarre pleno iure devolueretur. Quod non
solum pacto et fide ipsius Regis, verum etiam, sicut dictum est, fide vestra et
homagiis firmatum extitit, sicut instrumenta inde confecta, que apud nos retinuimus et habemus, evidenter elucidant et eorum teni adhuc memoria qui presentes dictis convenienciis et homagis affuerunt. Post ipsius vero regis Sancii
obitum, qui sine liberis et absque fratribus decessit, Thibellus filius sororis predicti regis Sancii, regnum Navarre quod apud nos tam manifeste pertinebat, violenter et indebite occupavit et ipsum regnum tam ipse quam duo filii sui successive usque ad tempora presencia tenuerunt.57

El documento es un pequeo tratado de historia. El acto de memoria del rey


Jaime se remonta al tiempo de Sancho III el Mayor, a primeros del siglo XI y, con
algunas profundas manipulaciones convenientes a la situacin, llega hasta sus
das, recordando el acto fundamental de la nueva y nica citada separacin del
reino de Navarra del de Aragn a consecuencia de la muerte de Alfonso I a causa
de las heridas recibidas en la batalla de Fraga, en 1134. Tal vez nunca, en Catalua, haba necesitado remontarse al pasado condal, sin embargo, sta es otra
demostracin de la profunda memoria dinstica de Jaime I, aparentemente ms
ligada al pasado real que al condal.
Me parece que, a raz de estos razonamientos, es preciso poner en claro algunos aspectos bsicos de esta problemtica, y algunas de sus contradicciones. Se

57. Vg. Ferran SOLDEVILA, Pere el Gran, Barcelona 1950-62, 2 ed. Barcelona 1995, 1, pp. 467468, una carta de contenido muy parecido fue enviada al infante Fernando de la Cerda y al rey Alfonso X el 23 VIII 1274 (ACA, Canc., reg. 15, f. 97v, Ibidem, p. 271), y el 1 IX tambin a Felipe III rey de
Francia (ACA, Canc., reg 23, f. 98r; ib., p. 272).

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razona en trminos de tradiciones, linajes y poder, no de comunidades o, peor,


nacionalidades, pero cuando estos razonamientos se formalizan en un discurso y
en una lengua este hecho impone una seleccin con respecto al pblico potencial,
y, entonces, al menos parcialmente al mismo significado del discurso. Cuando se
escribe en latn en el caso de Jaime I en los documentos se escoge un medio de
expresin que es, diramos, sobrenacional y, al mismo tiempo, elitista. En una cancillera cuadrilingue ya que se emite documentacin, segn el contexto y la necesidad, en latn, cataln, aragons o castellano, y sto an ms bajo el reinado de
Pedro III la eleccin de la lengua se ve condicionada por el destinatario y por la
tipologa del documento. Pero pocas veces podemos imaginar que el documento
llegue a un pblico amplio, y dira que se da slo en el caso de documentos dirigidos a colectividades, como el enviado a los navarreses, tal vez con la ayuda de
una traduccin oral.58
Al contrario, algunos (se puede decir la mayora) de los textos historiogrficos escritos en los ltimos treinta aos del siglo XIII son en vulgar, especficamente en cataln. ste es el caso, en primer lugar, de las Gestes dels comtes de
Barcelona; el rey, muy probablemente, promueve su traduccin y se encarga de
la difusin de copias en las oficinas de la Cancillera real y en la del Consejo de
Cientos. De esta forma se erige en un texto pblico, que, sin embargo, no se mueve de los centros de poder de la capital del Principado. Jaime I, aparentemente,
no se propone crear una comunidad alrededor de la memoria dinstica ms all
de Barcelona. Y, sobretodo, no se propone difundirla en Aragn ni de encargar
algo parecido en su otro reino. Aunque en l ya se pueda percibir la voluntad de
hacer pblica la memoria dinstica, como medio para crear fidelidad alrededor
de un poder de origen extremadamente remoto, esta voluntad no llega a los propsitos diramos universales de Pedro IV, que de su Crnica General hizo hacer
redacciones en las tres lenguas (latn, aragons y cataln) y procur que hubiesen ejemplares depositados en las tres capitales y en los principales centros de
conservacin de la memoria dinstica.
Si pasamos al Llibre dels fets, podemos comprobar cmo en l el rey narra
su vida en tanto que heredero de sus tradiciones, condales y reales; lo imagina
dirigido en primer lugar a sus sucesores, y a un potencial pblico ms amplio
(E per tal que el hmens coneguessen e sabessen [] lleixam aquest llibre per
memria. E aquells qui volran oir [], cap. 1), y tambin es depositado en la

58. Sobre este problema vase Stefano Maria CINGOLANI, Historiografia, propaganda, comunicaci. Bernat Desclot i les dues redaccions de la seva Crnica, Barcelona 2006, pp. 407, 442, 454 por
ms casos o la carta de Pedro III a los mallorquines en cataln, mientras el infante Alfonso les haba
escrito en latn (pp. 741-745).

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Cancillera,59 que empieza a tener as el doble aspecto de repositorio de memoria burocrtica e histrica (ya que al menos a las oficinas del Consejo de Cientos se depositan tambin los modelos y versiones de los Annals de Barcelona).
As mismo es en cataln, y aunque tena que haber muchos aragoneses sobre
todo nobles, funcionarios reales y cancilleres, capaces de entender y hasta de
hablar el cataln, la lengua del libro tena que ser una barrera para su potencial
utilizacin fuera del Principado. O es que Jaime, a pesar de privilegiar, aparentemente, su rango real con respecto al condal, y de airar su tan larga ascendencia navarra, de hecho consideraba ms bien a l y a sus herederos del Casal
de Barcelona? Ni l, ni su sucesor Pedro III ni nadie pens traducir el Llibre al
aragons, para que el legado poltico y memorial del rey Jaime I llegase a todos
sus sbditos (aunque estos sean unos pocos elegidos), como se tiene que suponer que era la intencin del rey, si consideramos su ideologa y su manera de
relatar su vida. La aportacin del Llibre a la definicin de un modelo de pasado, vlido para el futuro, a pesar de todo, se ve reducida slo al Principado
(mejor, a Barcelona), donde su obra poda ser leda conjuntamente con las Gestes dels comtes de Barcelona. La traduccin al latn que Jaime II encarg a Pere
Marsili en 1313 se tiene que entender, en teora, dirigida para fuera de la Corona de Aragn de cara a una proyeccin internacional del rey Jaime I y de la
Corona, aunque no tuvo ningn xito. As que la memoria ms propiamente aragonesa queda vinculada al modelo de Rodrigo Jimnez, como muestra la Crnica aragonesa de Espaa de 1305,60 y no habr tentativas de compaginar las
dos tradiciones, totalmente aisladas e incomunicadas, hasta Pedro IV.
Hay, entonces, una profunda contradiccin entre sentirse rey de Aragn, descendiente de los reyes de Navarra, creador de una nueva Corona de Aragn, querer dejar constancia de su legado a la posteridad y hacerlo como tal solamente en
el Principado, o, mejor, solamente en Barcelona.

7. PEDRO III (LLIBRE DELS REIS Y BERNAT DESCLOT)


A poco de ser terminado el Llibre dels fets, se escribi la hasta ahora ms desconocida de las crnicas catalanas, y una de las ms influyentes, ya que an la
encontramos utilizada por Andrs de Ustaroz a primeros del siglo XVII: el Libre
59. Josep M. PUJOL, The Llibre del rei En Jaume: A Matter of Style, Alan DEYERMOND (ed.), Historical Literature in Medieval Iberia, Queen Mary and Westfield College, Londres 1996, pp. 35-65.
60. Este es el ttulo que propone Diego Cataln (CATALN-JEREZ, Rodericus romanzado, cit., p.
111-112), la publica Antonio UBIETO ARTETA, Crnica de los estados peninsulares (texto del siglo
XIV), Granada 1955.

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dels reis.61 Obra muy probablemente de autor barcelons muy cercano a los
ambientes de la Cancillera i de la misma monarqua, este cronista, no siempre con
acierto y a veces con confusiones, es el primero y, durante mucho tiempo hacia
finales del siglo XIV cuando se compone el an indito Flos Mundi62 el nico que
se propone dar una visin general de la historia de la Corona de Aragn confrontndose con el modelo propuesto por Rodrigo Jimnez de Rada y modificndolo
en profundidad. An as, sta, que es la primera crnica general compuesta en
Catalua un siglo antes de la de Pedro IV, es de alguna manera la primera crnica
que podramos definir como nacional, ya que no solamente cuenta la historia de
la dinasta reinante, sino tambin la de la tierra.
El annimo, en manifiesta oposicin a Rodrigo Jimnez y al Liber regum, y
inspirndose en el historiador imperial Gofredo da Viterbo, traza una genealoga
de la monarqua universal desde un punto de vista totalmente laico, empezando
por Nembrot y pasando por Saturno y Jpiter; recupera la leyenda de la fundacin
de Barcelona por parte de Hrcules, pero ahora, nico en toda la tradicin catalana, hace de los primeros barceloneses unos troyanos, y sigue, pasando por Roma,
hasta los reyes Francos: Pipino y Carlomagno. Su absoluto anticastillanismo le
lleva a silenciar casi totalmente los reyes godos (de los cuales slo nombra unos
pocos, empezando por Wamba) que descienden de los godos llegados a Espaa
con Hrcules, an paganos en tiempos de la invasin musulmana, y que comparten el dominio de la pennsula con los reyes de Castilla y de Portugal, mientras
Pelayo es simplemente un cristiano, sin que se cuente nada de sus sucesores.
Incluso recupera y modifica una versin gibelina del origen del Islam, que ve
como su fundador al cardenal espaol Nicols.
Su dimensin nacional se ve en el hecho de que muy probablemente es el
annimo el inventor de la leyenda del seor del castillo de Catal germen de la
futura leyenda de Otger Catal el cual desde Gascua entr en Espaa antes de
Carlomagno y dio nombre a la tierra que se llamar Catalua. Es tambin el primer historiador a parte de las escuetas menciones de los anales que narra la
conquista de Barcelona e introduce otras leyendas ciudadanas, como las relativas
al saqueo de 985 por parte de al-Mans,u r. En lo que atae a la historia de los condes de Barcelona, el annimo retoma (directamente del original) el texto de las
Gestes dels Comtes de Barcelona, que sigue a veces fielmente, a veces innovando libremente y otras introduciendo notables confusiones. Esto le lleva a presen61. Libre dels reis, edici a cura de Stefano Maria CINGOLANI, Valncia 2008 (Monuments
dHistria de la Corona dArag, 2).
62. Publico algunos extractos referentes a la antigua historia de catalanes y Catalua en apndice
al Libre dels reis, pp. 225-246.

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tar la historia de Aragn siguiendo, en principio, las mismas pautas de las Gestes
dels Comtes. Sin embargo, aunque sin disponer de nuevas fuentes, modifica el
relato de las Gestes dels Comtes en profundidad, con la intencin de dividir, de
alguna forma, el reino de Aragn desde Navarra en su origen y de hacerlo retroceder en el tiempo, aunque su sincronizacin cronolgica sea algo deficiente y no
soporte bien su intencin.63
El desbarajuste es notable, pero no sin intenciones; har un breve resumen: el
rey Alfonso Abarca, rey de Aragn, en 1115 conquista Zaragoza, Tarazona y Tudela y muere a Fraga (segn los mss. SM despus de ocho aos de reinado, cap. 145)
y deja heredero a su hijo Pedro, que muere despus de cuatro aos (cap. 146).64
Entonces los aragoneses, por miedo a caer bajo el dominio del rey de Castilla, al
que no queran demasiado, entregan el reino a Sancho, que es as el primer rey de
Navarra y Aragn conjuntos a lo largo de once aos. Su hijo y sucesor Ramiro se
casa con Violante, hija del rey de Castilla, y tiene tres hijos: Sancho, Alfonso y
Ramiro. Ramiro muere en el sitio de Huesca (conquistada despus que Zaragoza!). Sancho reina seis aos, muere en 1122 y deja el reino a su hermano Alfonso. Este se casa con Urraca, hija del rey Alfonso de Castilla, con quien tiene un
hijo: Jaime. Despus de once aos de reinado, Alfonso muere en 1133 de vejez;
su hijo Jaime le sucede en Castilla y, despus, tambin en Navarra (cap. 148). Pero
los aragoneses traen del monasterio a su hermano, Ramiro, para no perder el reino y para que no caiga bajo Jaime rey de Castilla, as como le haba pasado a
Navarra. Le casan con la hermana del conde de Peiteu y, cuando su hija Urraca
tiene doce aos, la casan con Ramn Berenguer conde de Barcelona, de Besal y
Cerdaa, y seguidamente el rey Ramiro vuelve al monasterio.
No hacen falta demasiados comentarios para entender los errores, cmo ha
duplicado la figura de Alfonso I el Batallador, cmo ha eliminado virtualmente a
su hermano mayor Pedro I y ha inventado nombres. Sin embargo, hay algunos
puntos interesantes. La intencin del fantasioso cronista parece ser doble: por un
lado alargar la nmina de reyes de Aragn y, por el otro, invertir la relacin dinstica con Navarra (relacin que evidentemente afecta a los derechos de los reyes de
Aragn, Jaime I i Pedro III en concreto, sobre el reino), ya que es ste quien se

63. Ya que mantiene la diccin de las Gestes dels Comtes que el reino de Aragn dur 104 aos,
pero lo hace empezar en 1115. Adems, en la segunda etapa redaccional de la obra, la transmitida por
el ms. S (Barcelona, BC 487) y por la versin castellana con fuertes rasgos lingsticos aragoneses y
catalanes transmitida por M (Madrid, BNE 1814), esta historia es ulteriormente modificada para hacerla encajar con la versin que proporcionaba Desclot de la unin de las dos monarquas (pp. 218-224).
64. El annimo utiliza la misma frase que en las Gestes dels Comtes sealaba el cambio de dinasta, pero en sentido contrario: E fenides e passades les successions del regne dArag.

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separa de Aragn, y no al contrario, para caer bajo dominio castellano (con sus
monarcas siempre deseosos de ilegtimas expansiones). Puede que sea una casualidad y puede que no, pero esta presentacin tiene puntos de contacto, al menos
en sus intenciones, con la manipulada historia de Navarra-Aragn que el rey Jaime I en 1274 haba presentado a los navarros (y a Alfonso IX de Castilla y al
infante Fernando de la Cerda y a Felipe III de Francia). Cosa difcil de decir, dada
la escasez de elementos, es si detrs de la versin del annimo autor del Libre dels
reis, hay algn eco de la leyenda que haca de Iigo Arista rey de Sobrarbe con
anterioridad al reino de Navarra, tal como se encuentra recogida a los Fueros de
Navarra y, ms adelante, a la Crnica de 1305.65 Podramos encontrar, as, alguna
convergencia entre aquella que Cataln define como historiografa nacionalista
aragonesa y la catalana al intentar desvincular el origen remoto de Aragn de
Navarra, aunque con finalidades aparentemente divergentes: los unos, al parecer,
en total autonoma de una posible visin conjunta de la historia catalano-aragonesa, buscando una mayor antigedad e independencia; los otros, no slo para
desvincular Aragn de Navarra, sino sobretodo en vista de las reclamaciones al
trono navarro por parte de Jaime I y, sucesivamente, Pedro III, que nunca renunci a sus derechos.66
Hacia 1280 Bernat Desclot empieza a escribir la primera redaccin de su crnica.67 Con l nos encontramos con un tipo de historiador muy distinto de los que
se han visto hasta ahora. Estos estaban todos muy vinculados al poder y, aparentemente, todos expresaban un punto de vista conforme con el condal o monrquico, cuando no era el mismo rey quien hablaba. Desclot, aunque sea canciller real,
muy cercano a los reyes Pedro III y Alfonso III, y su crnica sea una atentsima
defensa de la actuacin de su soberano (al menos por lo que afecta su faceta de
poltica exterior, ya que en algunos aspectos no le escatima criticas y, adems,
injustas) expresa en algunos casos una visin absolutamente personal. Buen cono65. LALIENA, La apropiacin mtica del pasado, cit., pp. 70-76 y CATALN-JEREZ, Rodericus
romanzado, cit., p. 116-118 que remiten como posible fuente a una perdida crnica de San Victorin.
Desgraciadamente el texto de la Crnica de 1305 queda truncado a medio reinado de Ramiro II, as
que no sabemos cmo pensaba justificar la unin con Catalua y hacer encajar la historia posterior con
la ms antigua.
66. Como dice, por ejemplo, en una carta al rey Felipe, cuando an era prncipe heredero de Francia, en 1285: verum, quia in prefacionibus istius litere vos salutamus ut regem Navarre, protestamur
quod propter hoc iuri nostro non possit in posterum preiudicium generari (CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., p. 753).
67. La segunda, la que normalmente se lee, fue redactada entre 1286 y 1288, vase en general CINHistoriografia, propaganda, cit., y para la primera redaccin Stefano Maria CINGOLANI, La
storiografia catalana allepoca di Pietro II e Alfonso II (1276-1291). Edizione e studio di testi inediti:
4. Bernat Desclot, Libre del rei Pere, prima redazione, Studi Medievali, 3 serie, 49, 2007, 575-618.
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cedor de las tradiciones historiogrficas de Catalua, y en parte de la misma Castilla, Desclot reutiliza esta informacin desde su particular idea de la historia, a la
cual introduce un fuerte matiz antiaragons. Hasta ahora el problema haba sido
siempre historiogrfico de hacer encajar, o no, la historia de los dos pases, Aragn y Catalua, o mejor de sus monarcas, dentro de un modelo posiblemente
comn; no se haban encontrado voces crticas, a parte de algunas afirmaciones
del rey Jaime I en su Llibre dels fets,68 y algunas posiciones crticas del annimo
traductor de la Estoria de los godos, que, sin embargo, no se pueden tomar sino
con mucha cautela como sntoma de fricciones nacionales. Al contrario, Desclot
plantea un fuerte enfrentamiento entre los dos territorios, aunque introduzca, en la
accin del rey, actos de pacificacin y equilibrio.69 Y lo hace, bien con la presentacin de mitos fundacionales, bien distorsionando algunos hechos, con el agravante de que, dada su alta consideracin de historiador fiable y objetivo, estas
manipulaciones a veces han pasado a los modernos libros de historia.
He hablado muy detalladamente de la Crnica de Desclot, o mejor Llibre del
rei en Pere dArag e dels seus antecessors passats, as que aqu tambin resumir algunos aspectos centrales para mi discurso. Desde el principio, se tiene que
notar cmo el cronista abandona el modelo, propio sobretodo de Jaime I, de ver
en Alfonso II el inicio de la nueva historia (hasta el punto que de Alfonso prcticamente no habla) para volver a Ramn Berenguer IV, mitificado en la figura del
Bon Comte, fusin de l y de su padre. Habla de la muerte de Alfonso I en Fraga,
de la sucesin de su hermano Ramiro II y de la unin por el matrimonio entre
Petronila y el conde de Barcelona. Pero lo hace de una manera muy especial. Nunca dice Alfonso I, simplemente es el rey de Aragn, y Ramiro II es su hermano, y

68. Por ejemplo, hablando a los aragoneses, que se negaban a financiar su expedicin a Murcia,
les dice: Catalunya, que lo mellor regne dEspanya (cap. 392), para destacar que ellos han aceptado
ayudarle.
69. Por ejemplo, la embajada al papa del julio-agosto de 1282, donde en lugar de Pere de Queralt
y Guillem de Castelnou, pone como embajadores a este ltimo y a un caballero de Aragn (cap. 85),
o, sobretodo, al momento de la preparacin de la batalla cuando el ejrcito francs tiene que volver a
pasar por el Panissars, cuando est por conceder la delantera a Ramn de Montcada, que la haba solicitado en tanto que senescal de Catalua, le dice: En Ramon, ben s que, si bon cavaller ne enfortit
ha en Espanya, vs sts la un, e, quan dets que sia vostra la davantera, dic-vos que vostra deu sser,
segons usana de Catalunya. Emper, jo en planc a vs e no us en gosava emprar, per o com sts hom
antic. Mas, emper, per tal que no us sia greu, jo la us atorg sus ac, e lliurar-vos he per company un
honrat cavaller dArag. E no us desplcia quan dic que company vos lliurar, que no ho dic per defalliment de cor ne per minva de poder que haja en vs, mas dic-ho per o que els aragonesos no sen
tinguen per ahontats, car jo vull que en aquest feit catalans e aragonesos sien aix com a frares e a germans en tota res (cap. 167), cito de mi edicin revisada Bernat Desclot, Llibre del rei en Pere dArag e dels seus antecessors passats, a cura de Stefano Maria CINGOLANI, Barcelona 2009, en prensa (la
numeracin de los captulos es la misma de las otras ediciones).

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Petronila es la hija de ste o la infanta, los dos tambin sin nombre. La historia es
necesario narrarla, pero se queda en el ms absoluto anonimato. Quien cobra protagonismo es el Gran Senescal, Guilln Ramn de Moncada, el cual, desterrado
por un delito innominado a la corte del rey de Aragn, una vez nacida la hija de
Ramiro y de que ste se haya retirado al monasterio, aconseja el matrimonio entre
la nia y el Bon Comte, ya llegado al mximo de su potencia, porque los embajadores lo encuentran en Lrida acabada de conquistar (sin preocuparse de la violencia hecha a la cronologa). Adems no se trata de un pacto entre soberanos, sino
de una oferta por parte de los barones de Aragn (ells tots preguen-vos que siats
llur senyor e llur rei, cap. 3).70 Y lo que merece la pena considerar son las palabras con las cuales el conde responde al ofrecimiento:
Certes dix lo comte, ac ha bell present e tal qui no fa a refusar. E jo dix lo
comte reep la donzella e el regisme en aital manera: que, aitant com viva, no
vull sser apellat rei, que jo sn ara un dels mellors comtes del mn e, si era
apellat rei, no seria gens dels majors (cap. 3).

Desclot conoce las Gestes dels Comtes de Barcelona, y es perfectamente consciente de la duracin del reino de Aragn (los 104 aos de las que hablaban: tres
generaciones y cinco reyes) con respeto a las diez generaciones de condes de Barcelona en el momento de la unin, y ms del doble de tiempo, pero lo que pretende hacer sobretodo es privilegiar la antigedad del linaje por encima de la
importancia del ttulo real.71 De esta forma, por tanto, reivindica como ms importantes para sus reyes (los protagonistas de la crnica: Jaime I y, sobretodo, Pedro
III) la antigua nobleza (el alt llinatge) que les llega de los condes de Barcelona,
sintetizados en el Bon Comte, con respecto al ttulo de rey, ms elevado, pero al
mismo tiempo, no destacado por los mismos contenidos.72
Un episodio importante y muy esclarecedor de las posiciones y manipulaciones de Desclot (amn de sus posibles imprecisiones en el conocimiento de los
hechos y la documentacin) es el que atae la no participacin de los barones aragoneses en la conquista de Mallorca. Desclot narra cmo, despus de las Cortes
de Barcelona del diciembre de 1228, hacia el marzo de 1229 el rey Jaime se
encuentra en Lrida, para buscar ms colaboracin en la empresa, y all se encuentra con tots los barons dArag, e de Ribagora e de Pallars (cap. 30), les infor-

70. Vase CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., pp. 35-39 y 50-73.


71. Vase CINGOLANI, Seguir les vestgies dels antecessors, cit., pp. 202-207.
72. Una distincin parecida la encontramos en la utilizacin del trmino nobilis en la redaccin
definitiva de las Gesta Comitum que, por este aspecto, es de redaccin contempornea de Desclot, vase Ibidem, p. 214.

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ma de sus propsitos de conquista y los convoca para el da siguiente a parlamento


en el palacio. Y dice Desclot:
Mas, ja enans da, los barons dArag e els hmens de Lleida havien pregat
lo cardenal que degus pregar lo rei que muds lo viatge a Valncia, que aqu
farien tot llur poder, que del feit de Mallorca no havien cura.

El rey es firme en sus propsitos y les dice: Qui seguir-me volr far o que
deur, e jo sern mills son amic, e qui no em volr seguir haurn abans gasard
que fi y hace que le cosan la cruz en su manto. Pero:
Quan los rics hmens dArag e les gents de Lleida viuren que el rei fou croat,
e molts daltres, foren meravellats, e fo-llur greu com no hac mudat lo viatge a
Valncia. E no nhi hac neg qui anc li fas profirena de res.

Ms adelante Desclot dice que el rey trajo consigo doscientos caballeros de


Aragn (evidentemente los de su mesnada), pero los nicos que recuerda son Martn Peris y Ferrando Peris de Pina que son de los primeros en entrar en la ciudad
(cap. 47), dejando totalmente de citar a Pedro Cornel, Jimeno de Urrea o Lope
Jimnez de Luesia o otros barones aragoneses, adems de ciudadanos de Lrida,
que tomaron parte importante en la conquista.
Esta afirmacin de Desclot ha llevado, a veces, a los historiadores a seguirlo
y a hablar de disconformidad de aragoneses y leridanos a secundar a la tarea de la
conquista privilegiando la expansin por tierra hacia Valencia. Creo haber demostrado que nada ms equivocado: que el rey plane conjuntamente las dos expediciones (que, sin embargo, requeran preparaciones y estrategias bien diferentes)73
y que, entonces, no se puede hablar de boicot aragons a la conquista de Mallorca, y que ste es un hecho que a Desclot sirve para destacar la catalanidad de la
empresa y para presentarnos un primer acto de no colaboracin por parte aragonesa, anticipacin de otros y ms graves en futuro.
Por otro lado, tambin en la conquista del reino de Valencia la presencia aragonesa, para bien y para mal, es completamente silenciada. Aunque tengamos en
cuenta que Desclot, para la parte que precede al reinado de Pedro III es muy sinttico, operando una rigurosa seleccin del material para condensarlo en pocos
episodios representativos, no se puede dejar de notar que los protagonistas principales, y casi nicos de estos diez aos de guerras, son Bernat Guilln de Entenza,
Guilln de Aguil y la hueste barcelonesa, una vez puesto sitio a la capital.
Nuevas fricciones vienen a luz en el momento, en que ya regresado de Burdeos, el rey Pedro se pone a organizar la resistencia a la inminente invasin france-

73. Vse CINGOLANI, Jaume I, cit., pp. 161-182.

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sa, cuando empieza a operar la Unin aragonesa.74 Es posible que Desclot no fuese perfectamente informado de los hechos, asmismo hay caractersticas del relato (por sus omisiones o sus brevedades) que hacen pensar en una manipulacin
voluntaria. El cronista habla, por ejemplo, de la Cortes de Zaragoza de octubre de
1283 (cap. 107), pero omite a conciencia las de Barcelona de diciembre, seguidamente para atribuir toda falta de ayuda al monarca, o la voluntad por parte de la
nobleza de aprovecharse de la situacin, a los aragoneses, destacando, al contrario, la absoluta fidelidad de los catalanes.75 Otra vez presenta las quejas de los aragoneses al cap. 130 (ya somos a la primavera de 1284):
E lo rei orden e establ sos frontalers, hmens de cavall e de peu, a Eixea e a
Tarassona e per los altres llocs de frontera de Navarra. E, quan ho hac feit, vencsen a Saragossa per delitar son cos e per reposar, que b ho havia mester, tant
havia treballat tot lestiu passat.
E, aqu, estec-se un gran temps, quaix tro sus a la setmana de la festa de
Rams, per o car los rics hmens dArag e els hmens de les viles tots li
faen moltes demandes e conformacions dalgunes franqueses e furs que
demanaven, les quals al rei no era vijares que, de tot aix com ells ho demanaven, los ho degus atorgar, ne pogus sens gran perjudici seu e de sa senyoria. E, aix, en esta contesa estec per lo dit temps embargat en Arag, que
no podia res fer de sos afers, aix com ops fra ni ell volia, ja sia que b nhagus ops, segons lardit que li venc depuis all moltes vegades e en aquest llibre vos ser dit avant.

Y de esta forma relata el discurso del rey a los unionistas reunidos en Zaragoza (en el cual se tiene que notar que la tierra del rey es Catalua):
Barons, llong temps sn estat en aquesta terra amb vosaltres, per tal que em
pogus avenir amb vosaltres de les demandes que em feits. E no es pot fer a mon
semblant, e no roman en mi, mas en vs, que tots dies me feits demandes novelles. E, aix, s-me vijares que, si daquests cent anys hic estava, que tota hora
hauria assats qu fer. Mas jo no em puix aturar per neguna res, per tal car jo s
per cert que el rei de Frana amb tot son poder, amb ajuda de lapostoli, saparella de venir en breu sobre mi e ma terra, o s a saber, Catalunya. E jo hem
massa trigat daparellar com puixa esperar e em puixa defendre de tan grans
dues guerres. E no ho he ops a trigar, car ja s lo dit rei de Frana amb totes ses
hosts en Tolosa per venir sobre Catalunya. E, com jo hagus perduda la terra de
Catalunya, ja no en cobraria dara tan bona. Per qu jo mhe a partir dac per
aquestes raons, e no em puig pensar que pogus dar ara, sens gran perjudici
meu, com vs fssets pagats de mi. amb tant, coman-vos a Du, e, si volets
defendre vs e ma terra, e vostra que s, de mos enemics, e vostres que sn,

74. Vase Luis GONZLEZ ANTN, Las Uniones aragonesas y las Cortes del reino (1283-1301), 2
vols., Zaragoza 1973, 1, pp. 41-146.
75. De esta manera, la revuelta de Berenguer Oller queda como un hecho aislado del cual son responsables unos malvados traidores y las clases sociales ms bajas de la capital, vid. CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., pp. 528-531 con bibliografa.

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farets-ho b e gint, e si no, no hi puc ls fer. Mas jo he fe que vosaltres sts tals,
que farets o que devets vers mi, ara e tots temps (cap. 132).

Ms adelante, refirindose a las convocatorias de mayo de 1285, el cronista


escribe:
Diu lo conte que, quan lo rei dArag sen fou vengut a la ciutat de Barcelona e hac desemparat tot Empord e tot Gerons, llevat los castells e les forces
damunt dites, e, puis, hac estat un temps aqu e hac ents que els francesos
tenien assetjada la ciutat de Gerona, trams missatgers, dues o tres vegades,
en Arag, per los quals faa asaber a hmens de viles e de ciutats, e a rics
hmens e barons dArag o que els francesos havien feit contra ell e sa terra,
per qu els pregava, aix com a bons vassalls, que li venguessen ajudar tots
ensems, que amb llur bona ajuda ell se cuidava venjar de sos enemics e carvendre a ells o que feit li havien. Mas los aragonesos, aquella sa, e b havia
un any passat, no eren b amb lo rei per algunes franqueses que li demanaven,
segons que damunt s dit en aquest llibre mateix, per qu anc neg no nhi
venc ne nhi volc venir, sin tan solament don Pedro, frare del rei dArag,
amb sos cavallers (cap. 157).

Evidentemente, no habla de la llegada final de las tropas aragonesas que haban sido convocadas para el 1 de septiembre.76 Lo que acaba de presentar el cronista es el sentimiento de victoria debido solamente a los esfuerzos catalanes
adems de la flota sentimiento que se manifiesta tambin en los versos de jbilo presentes en la redaccin definitiva de las Gesta comitum:
O Catalonia, secla per omnia glorificeris,
magna mereberis et dominaberis, aere frueris!

Se podra pensar que estos sentimientos antiaragoneses son el producto de la


revuelta de la Unin que en sus ltimas fases, como pone de manifiesto Gonzlez
Antn, era bastante inmotivada y caprichosa, sobretodo considerados los logros
obtenidos y la situacin del peligro en que se encontraba la Corona.77 Pero esto
sera vlido slo en relacin a los captulos relativos a la invasin francesa, escritos en el vivo de la accin y poco despus, y no a los otros, sobretodo los relati-

76. A uno de los documentos recogidos en un dossier (Escrituras dice el ttulo) relativo a las Uniones, del 12 VII 1295 se dice claramente: aiustada Cort de la Unidat dAragon en la ciudat de aragoa
[] todos los nobles rricos omnes, mesnaderos, cavalleros, infanones, ciudadanos e los procuradores de las villas e de los villeros de la dita Unidat ensemple concordablament e volundat e assentimiento de todos los perditosos e los querelantes del Muit Alto senynor don Pero [] ordinaron e quisieron que todos los sobreditos nobles ricos omnes, mesnaderos, cavalleros e infanones fuesen en
servicio del dito senynor Rey en aquest viatge desta present guerra quel dito senynor Rey ha con el
Rey de Frana. Et quando seran en Barcelona ho alli do el senynor sera, que pidan mere (GONZLEZ, Las Uniones aragonesas, 1, p. 99).
77. GONZLEZ, Las Uniones aragonesas, 1, p. 140-146.

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vos a las conquistas de Mallorca y de Valencia, que tienen que remontarse tiempo
atrs, entre 1280 y 1282.78
No s si tenemos que ver sta como la primera emergencia de lo que podramos
denominar, con cierta aproximacin y la seguridad de utilizar una terminologa
demasiado moderna, nacionalismo cataln en paralelo con la emergencia de un
parecido nacionalismo aragons seguramente reforzado a lo largo del siglo XIII
por la cuestin de las reformas legales al reino de Valencia y subyacente a la revuelta de la Unin de 1283-85 nacionalismo que se centraba, como hemos visto, en
los fueros de Sobrarbe, y con lo que los enfrentamientos con Jaime I y Pedro III
hacan hincapi en los Fueros. Lo que es interesante es ver cmo, aparentemente,
este nacionalismo se centra en el aspecto que ms ve como propio, el antiguo y
ancestral derecho como elemento definidor, en absoluto ligado a la monarqua.
Parece que se pueda ver, al menos en ciertos mbitos sociales y sobretodo de organizacin de la memoria, una reaccin a lo que haban hecho la historiografa y el
pensamiento monrquico: la incorporacin de los monarcas aragoneses a las tradiciones de la Casa de Barcelona. Al mismo tiempo, la incorporacin en parte marginalizada de la historia de Aragn a la de los condes de Barcelona y de Catalua,
haba dejado la reflexin aragonesa por un lado siempre ms dependiente de la
visin elaborada en Castilla, y por el otro, fuera de contextos historiogrficos de
tipo genealgico, haba dejado a los aragoneses con sus tradiciones democrticas
(sera mejor decir oligrquicas) sin un punto de individuacin en sus monarcas.
Me parece que la probable aparicin de otro mito de la historiografa aragonesa, el de las campanas de Huesca, justo por esta poca, se tenga que ver, al
menos en un primer momento, como invento real justo contra la rebelda de los
nobles unionistas.79
Este discurso, sobretodo en lo afecta a los textos y a la problemtica del siglo XIII,
se tendra que ver en ms estrecha conexin con el desarrollo de la vida poltica y
civil en la Corona de Aragn, mucho ms de lo que me han permitido estas pocas
pginas. Sin embargo, la individuacin de algunas tendencias, generales y particulares, presentes en el pensamiento poltico de la monarqua y en algunos historiadores,
tiene que servir de estmulo para comprobar estas conexiones ms en profundidad,
lejos de generalizaciones o ideas preconcebidas que pueden venir de lejos.
78. Aunque los captulos iniciales, los que narran la unin de Aragn y Catalua solamente nos
hayan llegado en la segunda redaccin, de 1286-88, y no sepamos qu reportaba la primera en su lugar,
los de las conquistas de Mallorca y Valencia son idnticos en las dos redacciones as que nos garantizan que estos sentimientos ya estaban presentes en la mente del historiador y slo se fueron agravando en el transcurso del tiempo y de los hechos.
79. Vase LALIENA, La apropiacin mtica del pasado, pp. 76-81.

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8. EPLOGO
Con Desclot acabar mi anlisis. Las otras crnicas, o los anales barceloneses,
compuestos a lo largo del siglo XIII, el Libre de linfant en Pere, la Crnica del rei
en Pere posiblemente de Galceran de Tous o la redaccin definitiva de las Gesta
comitum, bien no presentan ningn elemento til para la reflexin (las primeras dos
crnicas o los anales), bien reproducen, en buena medida, posiciones ya analizadas
sin introducir novedades (las Gesta comitum).80 En el siglo XIV el panorama, tanto
historiogrfico como poltico, se complica. Empiezan a aparecer numerosas genealogas, en buena parte inditas y sin estudiar; la Crnica de 1305 plantea problemas de relacin con el modelo castellano an totalmente por analizar. A parte, de
la Crnica General de Pedro IV ya he hablado y, adems, ser difcil poder decir
algo definitivo hasta que no se tenga una edicin crtica de las tres redacciones.81
Lo que s se puede decir ahora, como conclusin, es que aquel grande elaborador
de memoria y gran continuador de las tradiciones de todos sus ancestros que es el
rey Cerimonioso,82 si por un lado demuestra por primera vez una voluntad homogenizadora, al hacer escribir una Crnica general vlida para todos sus reinos, y
superando los problemas lingsticos hasta ahora presentados, por el otro, no sin
alguna incoherencia tal vez, se presenta como rey podramos decir ms cataln que
aragons al escribir su crnica particular solamente en cataln y al querer que se le
diga Pedro III, y no IV. Si no hemos de pensar que ha hecho suya hasta las consecuencias finales la visin de Jaime I, que vea en Alfonso el Casto un nuevo inicio
que comportase una nueva numeracin de los monarcas, aunque hasta el momento no se haba dado el problema, por lo que he podido ver, al no presentarse nunca
los nombres de los monarcas acompaados de un numeral, al contrario desarrollando en la Crnica general el sistema de sobrenombres (el Santo, el Casto, el
Catlico, el Grande etc.) que tan til ha sido tambin a los historiadores modernos
para salir del paso con la multpes numeraciones de los monarcas (como por ejemplo: Pedro III de Aragn, II de Catalua, I de Valencia etc.).

80. Vase CINGOLANI, La memria dels reis, cit., pp. 87-95 (Libre de linfant en Pere), pp. 143-146
(Crnica del rei en Pere, y vase Stefano Maria CINGOLANI, Historiografia catalana al temps de Pere II
i Alfons II (1276-1291). Edici i estudi de textos indits: 1. *Cronica del rei En Pere, Acta historica et
archaeologica medievalia 25, 2003-04, 201-227), pp. 146-153 (Gesta comitum redaccin definitiva).
81. Vase CINGOLANI, La memria dels reis, cit., pp. 205-224.
82. Ibidem, pp. 225-233.

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LA CORTE NAPOLETANA DI ALFONSO IL


MAGNANIMO: IL MECENATISMO REGIO
ROBERTO DELLE DONNE
Universit di Napoli

Nel 1444, due anni dopo linsediamento della dinastia dei Trastmara dAragona nel Regnum Siciliae citra Pharum, giunse a Napoli Borso DEste, fratello del
marchese di Ferrara. Borso, che fu ospite di Alfonso il Magnanimo, scrisse per il
fratello Leonello uninsieme di pregevoli osservazioni sulla citt di Napoli e sullo
stato del Regno, in cui, tra laltro, annotava come Alfonso non badasse a spese per
dare splendore alla sua corte. Lattento osservatore ferrarese stimava che il sovrano, per mantenerla, dovesse spendere circa 1000 ducati al giorno e che tali costi
dovessero lievitare ad almeno 1500 ducati giornalieri quando il re lasciava Napoli e muoveva con il suo seguito.1
Daltronde, il Compte del banch d.en Miraball, scoperto alcuni anni fa da
Henri Lapeyre nellArchivo del Reino de Valencia e pubblicato di recente da Germn Navarro e David Igual,2 certamente non induce a rivedere al ribasso tali stime, e non difficile ipotizzare, sulla base dei dati disponibili, che i costi com-

1. C. Foucard, Descrizione della citt di Napoli e statistica del Regno nel 1444, in Archivio storico per le province napoletane, 2 (1877), pp. 725-57, ivi, p. 753. Una riedizione del documento, che
ne mette in dubbio lattribuzione a Borso, in Dispacci sforzeschi da Napoli I. 1444 - 2 luglio 1458,
a cura di F. Senatore, Salerno 1997, pp. 3-19, ivi, p. 17. M. Del Treppo, Il Regno Aragonese, in Storia
del Mezzogiorno, a cura di G. Galasso e R. Romeo, IV/1, Roma 1986, pp. 88-201, ivi p. 117, accoglie
la stima di Borso di 1000 ducati al giorno.
2. H. Lapeyre, Alphonse V et ses banquiers, in Le Moyen Age, LXVII (1961), pp. 93-136, in part.
pp. 95-96, 106-11, 132-136; Germn Navarro Espinach - David Igual Luis, La tesorera general y los
banqueros de Alfonso V el Magnnimo, Castelln de la Plana 2002. Su questa edizione si veda A. Leone, Alfonso il Magnanimo e il credito mercantile, in La Catalogna in Europa, lEuropa in Catalogna.
Transiti, passaggi, traduzioni, Associazione italiana di studi catalani. Atti del IX Congresso internazionale (Venezia, 14-16 febbraio 2008), Napoli 2008, Edizione in linea: http://www.filmod.unina.it/aisc/attive/ [30 giugno 2009].

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ROBERTO DELLE DONNE

plessivi della corte, negli anni di regno di Alfonso, dovessero aumentare vertiginosamente, in seguito al continuo incremento della preziosa suppellettile del Castel Nuovo, al moltiplicarsi del personale e dei servizi, allaumento del numero dei
cortigiani e delle loro provvisioni.3 In questa sede, non intendo per addentrarmi
nellanalisi dei costi della corte, che richiederebbe un ampio e particolareggiato
esame. Mi limito a ricordare che, in anni non molto lontani, alcuni storici hanno
sottolineato come lo sfarzo abituale non diminuisse neppure in occasione di guerre, dal momento che al campo attendevano Alfonso padiglioni sontuosamente
arredati, in cui egli amava immergersi in dotte conversazioni su Livio, Cesare e
altri autori dellantichit.4
La promozione dello studio dei classici, insieme con il senso della magnificenza e della liberalit, vengono generalmente considerati tratti caratterizzanti del
mecenatismo del Magnanimo. Del resto, fin dal 1435, lo accompagnavano nelle
sue spedizioni militari valenti umanisti, come Porcellio dei Pandoni, Antonio Beccadelli detto il Panormita, Lorenzo Valla e altri. Alcuni anni dopo avrebbero soggiornato a Napoli o frequentato la corte Bartolomeo Facio, Giovanni Gioviano
Pontano, Pier Candido Decembrio, Gregorio da Tiferno, Lorenzo Buonincontri,
Giorgio da Trebisonda, Teodoro Gaza, Costantino Lascaris, Poggio Bracciolini e
3. Secondo Navarro - Igual (La tesorera cit., p. 62 s.), il personale della corte di Alfonso, nei primi tre decenni del XV secolo, oscillava tra i 280 e i 340 componenti ed era costituito, in larga parte,
da domsticos: 139 rispetto al totale di 277, intorno al 1420; 215 su 336, nel 1429; 189 su 257, nel
1431. Intorno al 1420, la sola remunerazione del personale comportava per il tesoriere un esborso
annuo di 811.160 sueldos, pari a 45.064 ducati; tali cifre sulla base di unordinanza della casa reale
alfonsina, custodita allArchivo del Reino de Valencia (Real Cancillera, n 622, ff. 209v-219r) e analizzata da Jorge Siz Serrano: Los capitanes de Alfonso el Magnnimo en la conquista del reino de
Npoles: la caballera del ejrcito real de 1441, in XVI Congreso de Historia de la Corona de Aragn.
La Corona dAragona ai tempi di Alfonso il Magnanimo, a cura di G. DAgostino e G. Buffardi, Napoli, 2000, vol. I, pp. 981-1009; Ejrcito, caballeria y clientela militar en la Corona de Aragon en la baja
Edad Media. La casa real en las campaas de Alfonso el Magnnimo (1420-1442), Tesis de Licenciatura indita, Universidad de Valencia, 1996. Siz tornato sulla composizione della corte alfonsina
anche nel suo recente: Caballeros del rey. Nobleza y guerra en el reinado de Alfonso el Magnnimo,
Valncia, Universitat de Valncia, 2008, pp. 85-98. Per larco di tempo compreso tra il novembre 1445
e il febbraio 1446, il Compte del banch d.en Miraball attesta una spesa media giornaliera superiore ai
1500 ducati: Navarro - Igual, La tesorera cit., pp. 71-143.
4. Si veda, ad esempio, P. Raina, Il padiglione di re Alfonso, Firenze 1904. La fonte pi nota della
passione di Alfonso per i classici, che non lo abbandonava neppure in guerra, il De dictis et factis
Alphonsi Regis di Antonio Beccadelli: Dels fets e dits del gran rey Alfonso, a cura di M. Vilallonga, J.
de Centelles e E. Duran, Barcino, Barcelona, 1990, Lib. I, cap. VIII, XII, XIII, XVI, XXII, XLII; il
testo latino dellopera liberamente consultabile in internet, allindirizzo http://www.bibliotecaitaliana.it/ [30 giugno 2009], allinterno della Biblioteca italiana dellUniversit degli Studi di Roma La
Sapienza, coordinata da Amedeo Quondam. Con toni non diversi, parla dellinteresse di Alfonso per
gli autori e per gli uomini dellantichit Giovanni Pontano, De principe, a cura di G.M. Cappelli, Roma
2003, in part. pp. 14, 26, 28, 34.

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Giannozzo Manetti. Vespasiano da Bisticci, con ogni probabilit sulla base di


unindicazione di Giannozzo Manetti, riteneva che negli ultimi anni della vita
Alfonso avesse speso circa ventimila ducati per sostenere gli uomini di studio.5
Comunque sia, se ancora pochi decenni fa lo storico Ernesto Pontieri, riecheggiando e correggendo Benedetto Croce, poteva ritenere che il mecenatismo del
Magnanimo andasse ricondotto ad alcune qualit personali di Alfonso, radicate
nel [suo] animo, che gli avrebbero consentito di avvicinare lUmanesimo italiano agli Spagnoli, gi ritenuti barbari,6 diversa la prospettiva che oggi possibile assumere. Da un lato, occorre spostare lattenzione dal piano delle reali o
presunte qualit individuali a quello della costruzione della memoria di Alfonso e
allelaborazione di un nuovo catalogo di virt politiche; dallaltro lato, bisogna
considerare la corte come luogo di integrazione del ceto dirigente e di sperimentazione di nuove pratiche di comportamento sociale.
Nella mia relazione guarder quindi al mecenatismo di Alfonso da questa particolare prospettiva, per chiarire se i valori e gli stili comportamentali elaborati a
corte siano rimasti confinati o meno ai membri del suo entourage.
Per quanto riguarda la cosiddetta leggenda magnanima di Alfonso, va
ricordato che Giacomo Ferra,7 gi alcuni anni fa, ne ha individuato le origini in
una complessa operazione culturale, condotta da Antonio Beccadelli e da Bartolomeo Facio, volta a costruire limmagine di un sovrano ideale, in base ad alcuni
elementi fondamentali della cultura e del gusto umanistico. Daltronde, il sovrano
aragonese, che non poteva appoggiarsi alle sue tradizioni iberiche per fare accettare in Italia la propria dinastia, doveva necessariamente crearne di nuove, per vincere le riserve di cui gli aveva scritto lumanista Guarino Veronese, in una epistola del 1442: in Italia, si mormorava infatti che il regno di Napoli fosse stato
occupato da un sovrano straniero giunto dai confini della terra.8 Se la politica di
Alfonso tendeva quindi incessantemente ad adeguarsi alle strutture esistenti con
5. Vespasiano da Bisticci, Le vite, a cura di A. Greco, vol. I, Firenze 1970, pp. 91, 101.
6. E. Pontieri, Alfonso il Magnanimo re di Napoli 1435-1458, Napoli 1975, pp. 182 e 129 (per le
citazioni); ma anche 221 ss. Il giudizio di B. Croce in La Spagna nella vita italiana durante la Rinascenza, Bari 19222, pp. 33-54, in particolare p. 35. Sulle inclinazioni personali di Alfonso insiste, non
senza ragione, anche G. Bentley, Politics and Culture in Renaissance Naples, Princeton 1987, trad. it.
Politica e cultura nella Napoli rinascimentale, Napoli 1987.
7. G. Ferra, Il tessitore di Antequera. Storiografia umanistica meridionale (Nuovi Studi Storici,
33), Roma 2001, pp. 43 ss.
8. La lettera del 1 ottobre: Guarino Veronese, Epistolario, a cura di R. Sabbadini, 3 voll., Venezia 1915-1910, vol. II, pp. 424-431, in part. 427. Lindegnit di Alfonso , ad esempio, sottolineata
anche nella poesia popolare toscana: F. Flamini, La lirica toscana del Rinascimento anteriore ai tempi di Lorenzo il Magnifico, Pisa 1891, pp. 131-132.

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continui patti e compromessi, destinati nondimeno a esplodere al momento


dellascesa al trono di suo figlio Ferrante, la propaganda politica degli umanisti
collocava invece la figura del sovrano aragonese in una dimensione assoluta, in
cui le azioni e gli accadimenti contingenti venivano presentati come luminosi
esempi di alti valori etici e culturali. quanto accade, ad esempio, nel De dictis
et factis Alphonsi (1455) di Antonio Beccadelli. Anche se in apparenza unopera di storia, le parole e le imprese del Magnanimo vengono in realt presentate
solo per illustrarne le principali virt principesche, rubricando i duecentoventisette episodi narrati con un avverbio volto a sottolineare questa o quella qualit: fortiter, iuste, modeste, prudenter, sapienter, facete, graviter, patienter, misericorditer, religiose, magnanimiter, clementer, etc. Ispirandosi
ai Memorabilia di Senofonte, che presentano in forma aneddotica alcuni tratti
della dottrina socratica, il Panormita compone quindi unopera che sembra collocarsi, al tempo stesso, nel solco della tradizione della storiografia aneddotica e in
quello degli specula principum.
Con non diversi intendimenti, Bartolomeo Facio compose, in quegli stessi
anni, i Rerum gestarum Alfonsi regis libri.9 Nellopera, in dieci libri, egli narra
le azioni eroiche di Alfonso dal 1420 al 1455 e presenta il sovrano aragonese
come lincarnazione di ogni virt, per esaltarne, in particolare, la fortitudo, la
clementia, la iustitia, la severitas e la gravitas benignitate coniuncta qualit,
queste, che il Facio accortamente riconduce allideale di maiestas perseguito
nellopera. Come suggerisce il titolo, i commentari di Facio si ispirano al modello di Cesare, mentre per il catalogo delle virt riprendono soprattutto il De
inventione di Cicerone e la Rhetorica ad Herennium, forse anche il De officiis,
le orazioni cesariane di Cicerone, nonch Seneca.10 Facio propone quindi un
modello teorico di virt di ascendenza romana, che, attraverso il linguaggio
della storiografia umanistica allora in auge, avrebbe dovuto contribuire a fare
accettare, nel contesto italiano, una dinastia di recente e contrastato impianto.
Non era certo la prima volta che unopera storiografica veniva piegata a una sor-

9. Rerum gestarum Alfonsi regis libri, Testo latino, traduzione italiana, commento e introduzione
a cura di D. Pietragalla, Alessandria 2004.
10. F. Delle Donne, La letteratura encomiastica alla corte di Alfonso il Magnanimo, in Lumanesimo catalano e lItalia. Cultura, storia e arte. Atti del Convegno (Roma, Istituto storico italiano per
il Medioevo, 13 novembre 2008), in corso di stampa, che ne parla per lOratio in laudem Alfonsi Aragonum regis. Si veda anche: D. PIETRAGALLA, Alfonso il Magnanimo nei Rerum gestarum Alfonsi regis
libri X di Bartolomeo Facio, in XVI Congreso de Historia de la Corona de Aragn cit., pp. 1237-1238,
ripubblicato anche in Studi su Bartolomeo Facio, a cura di G. Albanese, Pisa 2000, pp. 65-79, in particolare pp. 69-70. Per il modello cesariano: G. Ianziti, I commentarii: appunti per la storia di un
genere storiografico quattrocentesco, in Archivio storico italiano, 150 (1992), pp. 1029-1063.

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ta di retorica epidittica,11 ma proprio sul terreno della historia conscribenda


che si consumer la rottura con Lorenzo Valla, il quale riteneva invece compito
non accessorio della storia il perseguire la verit, sia pure con abilit letteraria e
perizia retorica.12 Anche se a dar fuoco alle polveri fu laspra discussione sullelegantia e sul decorum, di cui, secondo Bartolomeo Facio, i Gesta Ferdinandi regis
di Valla13 sarebbero stati perlopi privi, gli esegeti sono oggi concordi nel ritenere
che le critiche nascondessero, in realt, il proposito di ridimensionare il favore di
cui Lorenzo Valla godeva presso il re, per riorientare le linee future della storiografia alfonsina come hanno messo in luce alcuni studi.14 Alla fine risult vincente la linea del Panormita e del Facio, cos che i loro cataloghi di virt principesche, volti allesaltazione della dignit regia e della sua magnanimitas,
riuscrono a imporsi durevolmente, contribuendo a determinare i tratti caratteristici non solo della storiografia, ma pi in generale del pensiero politico della
Napoli aragonese. Nel 1469 circa, il Panormita compose anche un resoconto della
vita di Ferrante, dal suo arrivo in Italia, nel 1438, alla morte di Alfonso, nel 1458,
dipingendo il nuovo re come un principe ideale, dotato di unampia rosa di virt
politiche e personali che ne legittimavano il governo.15
A poco a poco, lepidittica delle virt di impronta umanistica venne quindi
estesa ad altri membri della famiglia reale e allintero ceto di governo. Tra il 1463
11. Una concezione encomiastica della storiografia, legata anche alla mitizzazione dellantichit
romana, gi in Gaspare Pellegrino, Historia Alphonsi primi regis, a cura di F. Delle Donne, Firenze
2007; si veda in particolare lIntroduzione del curatore, pp. 3-42. Si tratta per di unopera ancora molto lontana dalle raffinate celebrazioni politico-ideologiche dellumanesimo; per di pi insiste sulle
radici iberiche di Alfonso una sottolineatura che il Panormita e Facio eviteranno.
12. Ledizione dellopera del Facio che diede inizio alla disputa : Invective in Laurentium Vallam,
a cura di E.I. Rao, Napoli 1978; su questa edizione si vedano: M. Regoliosi, Per la tradizione delle
Invective in Laurentium Vallam di Bartolomeo Facio, in Italia medioevale e umanistica, 27 (1980),
pp. 389-397; R. Ribuoli, Polemiche umanistiche. A proposito di due recenti edizioni, in Res publica
litterarum, 4 (1981), pp. 339-376. Per Valla: Laurentius Valla, Antidotum in Facium, a cura di M.
Regoliosi, Padova 1981, con una importante Introduzione della curatrice. Sulla storiografia valliana si
veda anche Ferra, Il Tessitore cit., pp. 1-42.
13. Lopera pubblicata in edizione critica: Laurentius Valla, Gesta Ferdinandi regis Aragonum, a
cura di O. Besomi, Padova 1973.
14. Ferra, Il tessitore cit.; G. Resta, Introduzione a Antonius Panhormita, Liber rerum gestarum
Ferdinandi regis, a cura di G. Resta, Palermo, 1968; Regoliosi, Introduzione a Valla, Antidotum, cit.;
Besomi, Introduzione a Valla, Gesta cit.; idem, Dai Gesta Ferdinandi regis Aragonum del Valla al De
ortographia del Tortelli, in Italia medioevale e umanistica, 9 (1966), pp. 75-121; Gabriella Albanese-Daniela Pietragalla-Monia Bulleri-Marco Tangheroni, Storiografia come ufficialit alla corte di
Alfonso il Magnanimo: i Rerum gestarum Alfonsi regis libri di Bartolomeo Facio, in XVI Congreso de
Historia de la Corona de Aragn. cit., vol. II, pp. 1223-1267; F. Delle Donne, Introduzione, in Pellegrino, Historia Alphonsi cit., pp. 29-35.
15. Panhormita, Liber rerum cit.

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e il 1478 Elisio Calenzio compose una serie di epistole che sperava instillassero
virt desiderabili, come la giustizia, la liberalit e la misericordia, nellanimo di
Federico, il suo regale allievo.16 Nel 1462, verso la fine della guerra di successione, il Panormita invi a Ferrante due lettere, che presentano i caratteri dello speculum principis, per congratularsi con lui per le recenti vittorie conseguite in
Puglia e dargli consigli sullamministrazione del regno.17 Se in una epistola suggerisce a Ferrante le qualit che egli dovrebbe coltivare, come la gratitudine, la
gentilezza, lumanit, la liberalit e la giustizia, nellaltra consiglia al re quali
caratteri dovrebbero avere i suoi ministri, raccomandandogli uomini virtuosi,
giusti, puri e moderati.
Due autori sono poi particolarmente importanti per comprendere come i nuovi
modelli di comportamento, elaborati a corte, venissero proposti anche ad altri gruppi sociali: Giovanni Gioviano Pontano e Giuniano Maio. In questa sede, non mi
possibile dilungarmi sul Maio anche perch cronologicamente distante dallet
alfonsina; mi limito solo a ricordare che insegn retorica nello Studio di Napoli dal
1465 al 1488, che nel 1490 divenne precettore e cortigiano nella casa di Ferrante e
che nel 1492 compose il De maiestate, unopera in cui disquisiva delle virt del
principe, non lesinando per suggerimenti anche ad altri attori politici e sociali.18
Sul Pontano invece necessario spendere qualche parola in pi, perch contribu pi di altri a codificare e a diffondere le nuove pratiche di comportamento
sociale, basate su un rinnovato catalogo delle virt.
Pontano figura troppo nota per doverne ripercorrere la vita o presentarne le
opere.19 Basti ricordare che conobbe Alfonso il Magnanimo nel settembre del
1447, mentre il sovrano era impegnato in operazioni militari in Toscana, e giunse
a Napoli, al suo seguito, nel 1448. La protezione del Panormita e lamicizia con
linfluente segreterio di Alfonso Giovanni Olzina, gli consentirono di avere pres16. E. Calenzio, Opuscula, Roma 1503, in particolare f. C6v. Su di lui si veda: L. Monti Sabia,
Lhumanitas di Elisio Calenzio alla luce del suo epistolario, in Annali della Facolt di Lettere e
Filosofia dellUniversit di Napoli, 11 (1964-1968), pp. 175-251.
17. Biblioteca Apostolica Vaticana, Vaticano latino 3371, ff. 192r-193r, 195rv. Le lettere, pesantemente interpolate, sono pubblicate in Panhormita, Regis Ferdinandi et aliorum epistole ac orationes
utriusque militae, Vico Equense 1586, pp. 403-407; su queste interpolazioni: G. Resta, Lepistolario
del Panormita, Messina 1954, p. 105.
18. Il De maiestate del Maio stato pubblicato, a cura di Franco Gaeta, a Bologna nel 1956. Sul
Maio si veda: L. Miele, Studi sullUmanesimo meridionale, Napoli 1994, in particolare pp. 110 ss.
19. Sempre prezioso E. Percopo, Vita di Giovanni Pontano, a cura di M. Manfredi, Napoli 1938.
Pi di recente: L. Monti Sabia, Un profilo moderno e due Vitae antiche di Giovanni Pontano (Quaderni dellAccademia Pontaniana, 25), Napoli 1998, ricco di riferimenti bibliografici alla letteratura precedente.

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to un incarico in Cancelleria e di diventare precettore del nipote del re, Giovanni


di Navarra. La sua prestigiosa carriera prosegu poi sotto Ferrante, che lo nomin
presidente della Sommaria e luogotenente del gran camerario, fino a porlo ai vertici della Cancelleria regia. Fu poi anche linfluentissimo segretario di Alfonso II,
re di Napoli. I suoi molti incarichi non gli impedirono di comporre numerose opere, sia in versi sia in prosa. Di particolare rilievo per il tema di cui ci stiamo occupando sono i cosiddetti trattati morali, di etica pratica e delle virt sociali, come
il De principe, il De obedientia, il De fortitudine, il De liberalitate, il De beneficentia, il De magnificentia, il De Splendore, il De conviventia, il De Prudentia, il
De Fortuna, il De magnanimitate e il De immanitate.20 A partire dal De Principe,
il celebre trattato composto intorno al 1465 per il duca di Calabria Alfonso dAragona, ritroviamo infatti un elenco di virt che il sovrano dovrebbe possedere, e
di vizi, che dovrebbe evitare, dal momento che egli investito di una responsabilit che potr onorare solo divenendo, agli occhi dei sudditi, specchio di tutte le
virtutes politiche.21 Tra queste, il principe massimamente tenuto a esercitarne
due, la liberalit e la clemenza, perch soprattutto attraverso il loro esercizio che
il sovrano si rende simile a Dio che beneficia tutti e ha misericordia anche dei
malvagi.22 Gi nel De Principe troviamo quindi quella valutazione positiva della
liberalit, che sar una costante del pensiero pontaniano, anche se in questopera,
e ancora nel De obedientia, tale virt, di matrice aristotelica e di derivazione ciceroniana, non esclusivamente legata allelargizione della ricchezza e del danaro,
ma anche di onori e di cariche.23 Nello stesso tempo il sovrano dovrebbe evitare la
superbia, ricordando che le fortune umane sono sempre instabili e aleatorie e pi
che dalluomo sono regolate da Dio.24 Felix Gilbert e, pi di recente, Guido Cap20. Le edizioni sono: De Principe cit.; De obedientia, in Opera omnia soluta oratione composita,
Venezia, 1518-1519, 3 voll., ivi, vol. I, cc. 1-48; De fortitudine, in Opera omnia cit., vol. I, cc. 49-86;
De prudentia, in Opera omnia cit., vol. I, cc. 147r-225v; De liberalitate, in I libri delle virt sociali, a
cura di F. Tateo, Roma 19992, pp. 39-136; De beneficentia, in I libri cit., pp. 137-162; De magnificentia, in I libri cit., pp. 163-220; De splendore, in I libri cit., pp. 221-244; De conviventia, in I libri, pp.
245-270; De fortuna, in Opera omnia cit., vol. I, cc. 264r-309v; De magnanimitate, a cura di F. Tateo,
Firenze 1969; De immanitate liber, a cura di L. Monti Sabia, Napoli 1970.
21. Pontano, De principe cit., p. 4: [] virtutibus, quarum tanta apud omnes sit expectatio ut
cunctorum et populorum et procerum Regni oculos in te unum converteris.
22. De principe cit., pp. 8-10: Utraque autem princeps deo maxime similis efficitur, cuius proprium est benefacere omnibus, parcere delinquentibus. Su liberalitas e clementia si veda lIntroduzione di Cappelli al De principe, in particolare pp. LXXVI-LXXXI.
23. Diversamente nelle opere successive, nelle quali la liberalitas sar limitata alla sola elargizione di denaro: F. Tateo, Lumanesimo etico di Giovanni Pontano, Lecce 1972, p. 123.
24. De principe cit., p. 12: Princeps qui se se hominem esse meminerit numquam superbia efferetur, aequabilitatem sectabitur et cum omnia maxime e sententia caedere sibi videbit, tum maxime
credet praeesse rebus humanis Deum, cui superbia ipsa mirum in modum displiceat.

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pelli hanno sottolineato come linsistenza su una virt di grande rilevanza mondana, la liberalit, distingua lopera di Pontano e, pi in generale, gli specula principum umanistici da quelli medievali.25 Loriginalit di Pontano sta per soprattutto nellavere posto in relazione tutte le virt che il sovrano dovrebbe coltivare con
la maiestas, una qualit che per larticolazione e per la strutturazione assunte nella
sua opera sostanzialmente nuova rispetto a quanto altri avevano detto e scritto
fino a quel momento. La maiestas un concetto stratificato e complesso, di origine romana, che tuttavia Pontano sostiene di riprendere dalluso comune e non
dalla tradizione dottrinale26 una virt essenzialmente politica, senza la quale, a
detta di Pontano, non possibile essere un buon sovrano: Est autem ea principum
propria comparaturque arte et diligentia multa habetque ortum a natura.27 Per
Pontano un solo re laveva compiutamente incarnata e questi era stato Alfonso il
Magnanimo.28 In termini generali, la maiestas sembra compendiarsi nelle due
caratteristiche proprie delluomo di stato ciceroniano, la gravitas e la constantia:
[] in omnibus tum dictis tum factis gravitatem servabis atque constantiam,29
che devono essere fondate sullautocoscienza del princeps (Primum igitur oportet teipsum ut cognoscas intelligasque te gerere principis personam)30 e temperate dalla facilitas (cio dallaccessibilit), dalla mansuetudo, dalla humanitas e
dalla comitas (affabilit).31 Di qui nasceranno gli effetti concreti della maiestas,
per Pontano vere garanzie di mantenimento del potere, perch in grado di suscitare non solo il rispetto, ma anche il consenso dei sudditi: Ex his igitur atque aliis
quae natura, tempus, res et ars docuerit, de quibus nulla certa praecepta tradi possent, nascetur admiratio quaedam, sine qua maiestas esse nullo modo potest.32

25. F. Gilbert, Il concetto umanistico di principe e Il principe di Machiavelli (1939), ora in


idem, Machiavelli e il suo tempo, Bologna 1977, pp. 171-208; Cappelli, Introduzione, in Pontano, De
principe cit., pp. LXXII-LXXXI. Sul pensiero politico del Pontano si veda anche: C. Finzi, Re, baroni, popolo. La politica di Giovanni Pontano, Rimini 2004.
26. De principe cit., p. 54: [] vulgus in hoc sequar []. Sulla storia del concetto: H. Drexler,
Maiestas, in Aevum, 30/3 (maggio-giugno 1956), pp. 195-212; G. Dumzil, Maiestas et gravitas.
De quelques diffrences entre les Romains et les Austronsiens, in Revue de Philologie de Littrature et dHistoire anciennes, I (1952), pp. 7-28; idem, Majestas et gravitas II, in Revue de Philologie
de Littrature et dHistoire anciennes, III (1954), pp. 19-20; E. Kantorowicz, The Kings Two Bodies:
a study in mediaeval political theology, Princeton 1957, passim.
27. De principe cit., p. 54.
28. Alfonso per Pontano modello di virt. In particolare, egli contempera la gravitas e la comitas: De principe cit., p. 14.
29. De principe cit., p. 54.
30. Ibid.
31. De principe cit., pp. 56 ss.
32. De principe cit., p. 56.

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Pontano, nel De Principe, rivolgendosi al duca di Calabria Alfonso dAragona,


ricorda come siano cresciute attorno al giovane erede al trono tante aspettative et
populorum et procerum Regni33 che egli potr soddisfare solo se dar prova di
tutte le virtutes politiche: se sapr esercitare la liberalitas verso la nobilt e la
burocrazia egli guadagner al suo operato il sostegno dei ceti di governo;34 se
scommetter fino in fondo sulla forza della politica e del consenso e sulleccellenza delluomo, egli potr instaurare con i sudditi una relazione di fiducia e di
affetto reciproco (mutua caritas), che esorcizzer definitivamente lo spettro della
tirannide e della guerra, per sostituirvi una coerente e completa arte delle buone
maniere,35 esercitata nella parola e nei comportamenti. Pochi anni dopo, Pontano
riprender nel De obedientia alcuni di questi temi, proponendo con puntuale precettistica la virt dellobbedienza, da far valere nei differenti ambiti e secondo i
diversi ruoli sociali, dalla sfera privata familiare a quella pubblica dei sudditi, dei
cortigiani, dei ministri e dei funzionari.36 Daltronde, in quel torno danni, Diomede Carafa, in una prospettiva generale mirante alla realizzazione del bonum
commune, caratterizzer anchegli il comportamento del signore come determinante per persuadere i sudditi dei molteplici vantaggi derivanti da un agire ordinato secondo virt e per innescare una dinamica dellimitazione foriera di ricadute positive sullintera societ.37
Per cogliere la distanza che separa tali concezioni da altre che erano state egemoni nella cultura politica del Regno di Napoli fino allarrivo del Magnanimo e
che ancora resistevano nel ceto burocratico, sufficiente rimandare al Prologo che
il giurista Goffredo di Gaeta antepose alla sua lettura dei Ritus della Sommaria,
composta tra il 1452 e il 1460.38 Goffredo, che dal 1442 era presidente della Regia
Camera della Sommaria la stessa carica, che alcuni anni dopo sarebbe stata
anche del Pontano , delinea, schematicamente, una sorta di speculum principis,

33. De principe cit., p. 4.


34. De principe cit., p. 70, in cui parla degli aulici.
35. Questa espressione e la precedente sono di Cappelli, Introduzione, in De principe cit., p.
CVIII.
36. Va tuttavia precisato che in tutto il trattato non sempre si opera una chiara distinzione tra servizio personale e servizio che oggi diremmo pubblico.
37. Si vedano, ad esempio: Carafa, Memoriale ad Alfonso dAragona, in Idem, Memoriali, a cura
di F. Petrucci Nardelli, Roma 1988, pp. 43-67, ivi, p. 63; Carafa, I doveri del principe, in Idem, Memoriali cit., pp. 97-210, ivi, p. 141, sul circolo virtuoso innescato dallimitazione.
38. Lho pubblicato, alle pp. 134-139, del mio Regis servitium nostra mercatura. Culture e linguaggi della fiscalit nella Napoli aragonese, in Linguaggi e pratiche del potere. Genova e il Regno
di Napoli tra Medioevo ed et moderna, a cura di G. Petti Balbi e G. Vitolo, Salerno 2007, pp. 91-150,
cui si rinvia per unanalisi pi approfondita del testo di Goffredo.

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ma lo fa nellalveo di una tradizione che da Cicerone, attraverso Agostino di Ippona, giunge a Tommaso dAquino. Nello spirito della tradizione aristotelico-tomista, per Goffredo il princeps custos iusti,39 mentre forma ottima di governo la
monarchia, cio il dominio giusto e ordinato secondo le leggi, esercitato da un
princeps al quale si chiede unassoluta idoneit personale e morale e la disponibilit a esercitare il proprio ufficio solo per realizzare il bene comune e per conseguire honor et gloria.40 Se invece dovessero prevalere in lui gli appetiti della
natura corrupta, la comunit ricadrebbe nella peggiore forma di governo, che la
tirannide, il dispotismo ingiusto di un individuo. Goffredo di Gaeta quindi vicino a Facio o a Pontano per il comune convincimento che sia Dio ad affidare al
princeps la missione regia, ma , al tempo stesso, da loro molto distante perch
nelle sue riflessioni non trova spazio lidea umanistica che a distinguere il sovrano dagli altri uomini sia la forma pi perfetta in cui egli possiede le virt personali, da lui conseguite anche sulla base della paideia, un rigoroso processo formativo basato sulla lettura dei classici e sullimitazione dei grandi uomini del
passato e del presente come scriveva, tra gli altri, Bartolomeo Facio, nel proemio al suo De viris illustribus, che termina proprio col racconto della vita di
Alfonso il Magnanimo.41
Daltronde, sono le riflessioni di Pontano a essere al centro della trattatistica
sulleducazione del nobile elaborata, nella seconda met del Quattrocento e nei primi decenni del Cinquecento, da numerosi esponenti dellaristocrazia di Napoli e
del Mezzogiorno, come Tristano Caracciolo, Diomede Carafa, Antonio de Ferrariis
detto il Galateo e Belisario Acquaviva.42 Questi autori, in una congiuntura in cui
importanti trasformazioni strutturali attraversavano la realt napoletana e la nobilt
di Seggio era indotta a definire la sua identit socio-culturale, sia rispetto alla grande feudalit, sia di fronte ai ceti di nuova formazione, questi autori discutono,
39. Tommaso dAquino, Summa Theologiae, II-IIae, q. 58, a. 1 ad 5. Per Goffredo: R. Delle Donne, Regis servitium cit., p. 136.
40. Delle Donne, Regis servitium cit., p. 118.
41. Bartholomaeus Facius, De viris illustribus liber, ristampato in La storiografia umanistica, vol.
II, Messina 1992, pp. 7-134, ivi, p. 58. Per la paideia nel Rinascimento: L. Gualdo Rosa, La fede nella
paideia. Aspetti della fortuna europea di Isocrate nei secoli XV e XVI, Roma 1984.
42. Per D. Carafa,oltre ai memoriali gi citati, si veda il Memoriale a Francesco dAragona, in
Idem, Memoriali cit., pp. 295-215; per il Galateo, Antonio de Ferrariis dit Galateo, De educatione
(1505), par C. Vecce, Bruxelles-Leuven, 1993; per Belisario Acquaviva, De instituendis liberis principum, Napoli 1526. per T. Caracciolo soprattutto gli inediti Disceptatio quaedam priscorum cum iunioribus de moribus suorum temporum e i Plura bene vivendi praecepta ad filium (per i manoscritti: P. O.
Kristeller, Iter italicum. A finding list of uncatalogued or incompletely catalogued humanistic manuscripts of the Renaissance in Italian and other libraries, London, 1965-1993, vol. 1, pp. 5, 428; vol. 2,
p. 116), in corso di pubblicazione a cura di L. Monti Sabia.

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assumendo posizioni diversificate, se le virt pontaniane della magnificentia,


dello splendor e della liberalitas, debbano avere o meno un ruolo nella rappresentazione dello status sociale oppure nella giustificazione etica dellacquisto e
del possesso del danaro. Le loro discussioni investono consolidate pratiche di
comportamento sociale, come la scelta delle fogge e dei colori degli abiti, i banchetti, le cerimonie funebri e i vari riti legati allesercizio delle buone maniere.43 Daltra parte, molte fonti napoletane sembrano richiamare lattenzione sul
problema che Trevor Dean ha definito delladdomesticamento e dellintegrazione del ceto dirigente [ attraverso] laddomesticamento della nobilt esistente e
la nascita, attraverso rapporti creati o perlomeno sanciti a corte, di una nuova
aristocrazia.44 Alcuni anni fa, Giuliana Vitale ha sottolineato come la seconda
met del Quattrocento sia stata a Napoli un momento di crisi e di trasformazione sotto il profilo dei quadri mentali e dei costumi nobiliari, di intensa ricerca di
chiarificazione sistematica dei codici comportamentali una ricerca particolarmente sentita in un momento in cui consolidati assetti sociali apparivano messi
in discussione.45 Naturalmente, tale ricerca identitaria poteva sfociare in opzioni diverse, anche in relazione ai livelli di stratificazione sociale presenti allinterno della nobilt, dipendenti, ad esempio, dallascrizione o meno della famiglia
ai Seggi della capitale, dalla sua appartenenza alla nobilt feudale e, pi precisamente, al suo ramo principale oppure a uno cadetto.
Potremmo quindi dire che alla corte di Alfonso, e poi di suo figlio Ferrante,
vennero sviluppati e proposti paradigmi comportamentali e tipologie di relazioni politiche e sociali che finivano col sopravanzare i tradizionali rapporti personali di ascendenza feudale. In altri termini, vennero elaborati modelli comportamentali basati su un canone di virt volto a suscitare lautodisciplinamento
non solo delle lites politiche e amministrative, ma anche degli altri cives, per
gradi successivi, attraverso i molteplici canali familiari e clientelari che legavano in forme diverse i gruppi sociali egemoni della capitale alle molte citt del
Regno e al suo territorio.
In tale prospettiva, vorrei richiamare lattenzione sulla funzione che svolsero
nella diffusione della cultura umanistica e dei suoi valori anche la biblioteca di
corte e lo Studio di Napoli.

43. Si veda lanalisi delle loro posizioni in G. Vitale, Modelli culturali nobiliari nella Napoli aragonese, Salerno 2002.
44. Le corti. Un problema storiografico, in Origini dello Stato. Processi di formazione statale in Italia fra Medioevo ed et moderna, a cura di G. Chittolini, A. Mohlo, P. A. Schiera, Bologna, pp. 425-447.
45. Vitale, Modelli cit., p. 8.

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Lo Studio era stato probabilmente chiuso alla morte della regina Giovanna II,
nel 1435. Alfonso lo riapr, senza clamore nel 1451, ma permise che cessasse di
nuovo le attivit nel 1456 o nel 1457.46 Durante il regno di Ferrante lo Studio
divenne invece parte integrante della realt napoletana. Bench venisse data priorit agli studi di diritto, professori di retorica e letteratura, come Giuniano Maio
e Francesco Pucci, contribuirono a diffondere i gusti dellumanesimo, anche in
materia di pratiche comportamentali.47 Per quanto riguarda la Biblioteca, noto
che Alfonso vi avesse radunato una vasta e notevole raccolta di volumi gi prima
di lasciare la Spagna, ma che la riorganizzasse a Napoli dopo la conquista.48 Al
suo interno lavoravano non solo bibliotecari, ma anche miniatori, legatori e
copisti, che realizzarono opere di cos squisita fattura da assicurare alla biblioteca grande reputazione, non solo per il suo contenuto culturale. Durante il regno
di Alfonso, essa era anche il luogo in cui avvenivano sedute letterarie e in cui
veniva realizzata listruzione di promettenti giovani napoletani. Sappiamo che
nel mese di agosto del 1453 Alfonso vers cinquanta ducati a uno dei suoi bibliotecari, Giovanni Torres, per la cura di un certo numero di studenti, ai quali avrebbe dovuto insegnare grammatica. Nel mese di dicembre dello stesso anno il re
assunse Melchiorre Miralles, maestro di teologia, sempre per insegnare ai ragazzi grammatica, allinterno della biblioteca. Due anni dopo, nel 1455, Miralles e
due studenti furono persino inviati a Parigi a studiare teologia.49 Tra coloro che
vennero ammessi a frequentare le lezioni nella biblioteca, intorno alla met degli
anni Cinquanta, vi era anche Francesco del Tuppo, il celebre novelliere e stampatore napoletano, rimasto fedele alla dinastia aragonese e alla memoria di

46. Lo Studio di Napoli nel Rinascimento, a cura di E. Cannavale, Napoli 1895; R. Filangieri, Let
aragonese, in Storia delUniversit di Napoli, Napoli 1924, pp. 151-199.
47. Di Giuniano Maio si gi detto. Francesco Pucci fu un allievo fiorentino di Poliziano e
insegn retorica nello Studio di Napoli dal 1485 circa; su di lui M. Santoro, Uno scolaro del Poliziano a Napoli: Francesco Pucci, Napoli 1948.
48. Sulla Biblioteca aragonese di Napoli, oltre alle opere classiche di T. De Marinis (La biblioteca napoletana dei re dAragona, 4 voll., Milano 1947-1952; idem, La biblioteca napoletana dei
re dAragona: supplemento, 2 voll., Verona 1969), si vedano i recenti contributi di Gennaro Toscano: La librairie des rois dAragon Naples, in Bulletin du Bibliophile, II (1993), pp. 265-284;
La formazione della Biblioteca di Alfonso il Magnanimo: documenti, fonti, inventari, in La Biblioteca reale di Napoli al tempo della dinastia aragonese, a cura di G. Toscano, Valencia 1998, pp.
183-217; La biblioteca di re Ferrante, in La Biblioteca reale cit., pp. 223-232. Vanno segnalati
anche i lavori di Paolo Cherchi: mi limito a ricordare I volgarizzamenti della Biblioteca aragonese, in Le carte aragonesi. Atti del convegno (Ravello, 3-4 ottobre 2002), a cura di M. Santoro, PisaRoma 2004, pp. 37-52.
49. C. Minieri Riccio, Alcuni fatti di Alfonso I dAragona, in Archivio Storico per le Province
Napoletane, 6 (1881), pp. 1-36, 231-258, 411-461, ivi, pp. 423, 428, 437. Si veda anche Bentley, Politica cit., p. 73.

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Alfonso fino ai suoi ultimi giorni.50 Nel 1477, nella prefazione alledizione della
Repetitio de iure iurando di Giovanni da Imola, Francesco, rivolgendosi a re
Ferrante, ricordava i suoi studi nella splendida biblioteca regia: Quando avevo
nove anni, convinto delle mie capacit, il re mi affid al reverendo Ferrando de
Valenza, maestro di sacra teologia, per farmi apprendere logica e filosofia []
Mi trattava come un suo figlio e mi faceva grandi promesse [] Studia, Francesco, studia, perch io ti ho destinato a un posto che esige una persona molto
bene istruita.51
invece Adamo di Montaldo a descriverci gli incontri letterari, che avevano
luogo nella biblioteca, in unorazione in lode di Alfonso indirizzata a papa Callisto III.52 Adamo racconta che dopo cena Alfonso era solito ritirarsi in biblioteca,
dove si dilettava ad ascoltare uomini dotti che discutevano di questioni letterarie e
storiche, di classici come Livio e Seneca, della Bibbia, di temi teologici o geografici. Le discussioni, che erano allora animate da Antonio Beccadelli, potevano talvolta diventare appassionate, fino a degenerare in aspre dispute tra umanisti che
facevano sfoggio della loro cultura per guadagnare credito presso Alfonso. Una
volta, il disaccordo contribu ad alimentare la celebre controversia che divamp tra
Lorenzo Valla, Bartolomeo Facio e il Panormita.53 Dopo la morte di Alfonso e
nonostante gli eventi bellici, le adunanze continuarono ad avere luogo presso labitazione del Beccadelli, per poi passare, alla sua morte (1471), nella dimora del
nuovo presidente dellAccademia, Giovanni Pontano. Fecero parte dellAccademia, che dal Pontano prese poi il nome di Pontaniana, Gabriele Altilio, Jacopo Sannazaro, Benedetto Gareth detto Cariteo, Andrea Matteo Acquaviva, Girolamo
Carbone, Giovanni Cotta, Francesco Pucci, Tristano Caracciolo, Pietro Summonte,
Antonio de Ferraris detto Galateo.54 Belisario Acquaviva e il Galateo organizzarono poi circoli di uomini dotti persino a Nard e a Lecce, nel tentativo di introdu50. A. Mauro, Francesco del Tuppo e il suo Esopo, Citt di Castello 1926, in particolare i documenti pubblicati alle pp. 227-230. Sulla sua figura si veda la voce di Paola Farenga in Dizionario Biografico degli Italiani, vol. 38, Roma 1990. Sulla sua attivit di stampatore: Marco Santoro, La Stampa a Napoli nel Quattrocento, Napoli 1984, pp. 12-57.
51. La prefazione di del Tuppo pubblicata in La stampa a Napoli nel XV secolo, a cura di M.
Fava e G. Bresciano, 3 voll., Leipzig 1911-1913, ivi, vol. II, pp. 30-32.
52. Lorazione pubblicata in De Marinis, La biblioteca cit., vol. I, pp. 225-227.
53. celebre la polemica scoppiata a proposito delle emendazioni di Facio al testo di Livio inviato ad Alfonso da Cosimo de Medici, raccontata dallo stesso Valla: Antidotum cit., pp. 303-370; ma si
veda anche: M. Regoliosi, Lorenzo Valla, Antonio Panormita, Giacomo Curlo e le emendazioni a Livio,
in Italia medievale e umanistica, 24 (1981), pp. 287-316.
54. SullAccademia ai tempi di Pontano: Percopo, Vita di Giovanni Pontano cit., pp. 106-119;
M. Santoro, La cultura umanistica, in Storia di Napoli, Napoli 1975-1981, vol. VII, pp. 115-291,
ivi, pp. 159-171.

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rre anche in provincia i raffinati gusti della capitale.55 Alla fine del Quattrocento,
lindustria della stampa ampli ulteriormente il raggio di diffusione dellumanesimo, fino a comprendere anche le citt prive di ununiversit o di unaccademia.56
il momento delle conclusioni. Durante gli ultimi anni del Trecento e i primi
del Quattrocento, gli umanisti dellItalia centro-settentrionale ripresero e approfondirono, in forme diverse, leredit di Petrarca e il suo nuovo modo di affrontare la tradizione, sia classica sia patristica. Essi diedero cos avvio a un movimento culturale, di grande significato per la societ, che essi promossero investendo
le loro capacit letterarie e analitiche nella discussione di un ampio spettro di problemi sociali, politici e morali, nonch fondando un programma educativo volto a
trasmettere e a diffondere, sistematicamente, interessi e valori umanistici.57 Poich
lumanesimo non fu un fenomeno omogeneo, esso assunse caratteri differenziati,
secondo il particolare ambiente in cui venne a consolidarsi. Pertanto, nellaristocratica Venezia, nella Firenze mercantile e nella Roma dei papi diverse priorit e
valori dettavano lagenda degli umanisti, anche se, sul piano della riflessione sugli
assetti costituzionali e sulla loro legittimit, essi furono accomunati da un interesse rivolto innanzitutto alla definizione delle qualit necessarie allazione politica, piuttosto che alle forme di governo.58 Negli stessi anni, fino allaffermazione
del dominio di Alfonso il Magnanimo, il regno di Napoli attravers invece fasi di
forte instabilit politica, che certamente non favorirono lampia ricezione e lestesa discussione delle proposte culturali e politiche provenienti da un movimento
di avanguardia, formatosi perlopi nelle citt dellItalia centro-settentrionale.
Alfonso sostenne invece larrivo a Napoli di numerosi umanisti, non solo per la
personale passione che nutriva nei confronti della cultura del Rinascimento italiano,

55. SullAccademia di Lauro, fondata dallAcquaviva a Nard: M. Maylender, Storia delle accademie dItalia, 5 voll., Bologna 1926-1930, ivi vol. III, pp. 403-404; C. Minieri Riccio, Notizia delle
accademie istituite nelle province napoletane, Napoli 1878, pp. 49-50. Per lAccademia di Lecce: A.
Galateo, Epistole, a cura di A. Altamura, Lecce 1959, pp. 147-150.
56. Sullincunabulistica partenopea: Marco Santoro, La Stampa cit.; idem, Stampa e cultura: il
contributo aragonese, in Le carte aragonesi cit., pp. 191-205; A. Petrucci, Biblioteca, libri, scritture
nella Napoli aragonese, in Le biblioteche nel mondo antico e medievale, a cura di G. Cavallo, RomaBari 2002, pp. 187-202.
57. Non possibile ripercorrere qui i complessi problemi relativi allUmanesimo. Mi limito a
rimandare a R. Fubini, LUmanesimo italiano e i suoi storici. Origini rinascimentali, critica moderna,
Milano 2001.
58. Su questo aspetto hanno insistito, in modo diverso: G.M. Cappelli, Petrarca e lUmanesimo
politico del Quattrocento, in Verbum VII/I (2005), pp. 153-175, e R. Fubini, Italia quattrocentesca.
Politica e diplomazia nellet di Lorenzo il Magnifico, Milano 1994. Lo stesso aspetto sottolineato
anche da Q. Skinner, Visions of Politics, vol. II. Renaissance Virtues, Cambridge 2002, trad. it. Bologna 2006, anche se dalla fuorviante prospettiva delle virt repubblicane.

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ma anche perch poteva cos legittimare in Italia, su un piano ideologico e culturale,


la sua nuova dinastia, associandola al movimento umanistico.59 Negli Stati regionali
dellItalia centro-settentrionale venivano sempre pi spesso affidati delicati uffici
diplomatici agli umanisti, che agivano in qualit di segretari o di ambasciatori, celebravano la storia delle loro citt-stato, le imprese e le virt dei signori e mecenati che
li avevano accolti nelle loro corti. Anche Alfonso aveva quindi bisogno di portavoce
che sapessero far valere i suoi interessi e annunciare i suoi successi in un linguaggio
dalle incontestabili credenziali umanistiche. Daltra parte, i maggiori umanisti che
operarono a Napoli, anche quando consacravano le loro energie a dispiegare talento
letterario ed eloquenza, servivano nel contempo gli interessi dinastici aragonesi. Su
questo piano si consumer anche la rottura di Lorenzo Valla con Bartolomeo Facio e
il Panormita, che porter al suo progressivo isolamento e poi allabbandono della corte di Napoli. Il lavoro di Lorenzo Valla su Ferdinando de Antequera legittima implicitamente la dinastia aragonese, facendone risalire lorigine al Compromesso di Caspe;60 mentre i Commentari di Facio presentano Alfonso il Magnanimo come un eroe
che ha saputo afferrare loccasione, dominare la fortuna e costruire un ordine politico giusto, dove in precedenza regnava il caos. Nella stessa direzione si colloca la raccolta di aneddoti del Panormita, che attribuisce ad Alfonso ogni genere di virt. evidente che la prospettiva di Valla, che legava Alfonso al suolo iberico, doveva apparire
inadeguata a rispondere a quel mormorio diffuso tra gli umanisti e di cui Guarino
Veronese aveva scritto ad Alfonso , che equiparava la volont del sovrano aragonese di innestarsi sul suolo italiano in maniera non occasionale alle antiche invasioni
dei barbari dei territori dellimpero di Roma.61 Inevitabilmente, fin quindi col

59. Naturalmente, ci non esclude che Alfonso ricorresse a strategie differenziate di legittimazione politica, in base ai diversi contesti sociali e culturali; come, ad esempio, avviene sul piano dei linguaggi cerimoniali e delle pratiche devozionali: N. Jaspert, Santos al servicio de la Corona durante el
reinado de Alfonso el Magnanimo (1419-1458), in XVI Congreso de Historia de la Corona de Aragn
cit., vol. II, pp. 1839-1857; G. Vitale, Ritualit monarchica, cerimonie e pratiche devozionali nella
Napoli aragonese, Salerno 2006.
60. Anzi Lorenzo Valla si preoccupa piuttosto di difendere la legalit della accessione al trono da
parte di Ferdinando, polemizzando contro le posizioni giuridiche avverse alla successione al trono
della linea femminile: Gesta Ferdinandi cit., pp. 104, 123, 129-130. Assumendo tale prospettiva, Valla
fa sue le istanze dinastiche prevalenti nella storiografia sicialiana di et alfonsina: F. Giunta, Cronache siciliane della fine del Medioevo, Palermo 1955.
61. Tale prospettiva pu forse aiutare a trovare una risposta allinterrogativo che si pone Mara de las
Nieves Muiz Muiz, quando osserva che Ausias March, che pure fu coppiere di Alfonso il Magnanimo,
non scrisse una sola riga sul libro dellumanesimo iberico: Le traduzioni spagnole della letteratura italiana, in Le carte aragonesi cit., pp. 53-102, ivi, p. 61. Allo stesso modo, potrebbe spiegare anche perch
la traduzione catalana del De dictis et factis del Beccadelli, realizzata come omaggio tardivo al Re defunto di un funzionario in pensione, rimanesse inedita dopo lavvento della stampa, di l dalle ragioni riconducibili al crescente predominio della lingua castigliana in tutto il territorio spagnolo: ivi, p. 58.

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prevalere la prospettiva legittimante di chi, come Facio, il Panormita o Pontano


insistevano invece sul valore delle virt. Se siano stati costoro a imporre questa
linea oppure se sia stato Alfonso il Magnanimo a suggerirla difficile dirlo. Va
nondimeno ricordato che Alfonso doveva anche preparare il campo alla successione di Ferrante, un bastardo come scrivono le fonti del tempo che non aveva alcun titolo tradizionale per aspirare al trono. La sua mancanza di purezza
di sangue doveva quindi essere dimenticata e lidea di nobilt per discendenza
sostituita, o almeno temperata, con una concezione della nobilitas basata sulle
virt della persona.
Comunque sia, furono i valori umanistici, con il loro catalogo delle virt e con
la minuziosa regolamentazione delle pratiche di comportamento sociale, ad affermarsi a corte, per poi diffondersi anche tra la nobilt di Seggio della capitale e in
altre citt e territori del Regno. La sua diffusione era per legata alla spinta propulsiva proveniente dalle corti di Alfonso e poi di Ferrante. Quando la monarchia
aragonese cadde, esso venne gradualmente a indebolirsi, ma almeno fino alla
chiusura dellAccademia pontaniana, nel 1542, lumanesimo rappresent il movimento culturale pi influente del Mezzogiorno.

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ARCHIVOS REGIOS
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Archivo de la Corona de Aragn

El archivo, en cuanto es memoria del poder y en cuanto es defensa de las prerrogativas de este poder, es un instrumento ms del Estado. Sirvan estas palabras
del recordado archivero e historiador Rafael Conde y Delgado de Molina para iniciar esta intervencin y al mismo tiempo para rendir homenaje a quien en gran
medida consagr su carrera al estudio de los archivos reales en la Corona de Aragn. Estn tomadas de la ponencia presentada hace ya quince aos, en el Congreso de Historia de la Corona de Aragn celebrado en Jaca, bajo un ttulo que bien
podramos utilizar ahora: Los archivos regios o la memoria del poder.1 Resuma
con claridad y precisin la historia de los archivos de la corona aragonesa destacando su lugar preeminente en la estructura de la administracin real. No fue un
trabajo aislado. Sus investigaciones y reflexiones sobre la historia de los archivos
de la Corona de Aragn como instrumentos de poder y al servicio del poder se
plasmaron en una larga serie de brillantes estudios particulares publicados a lo largo de ms de treinta aos.2 ltimamente estaba dedicado a un ambicioso trabajo
de investigacin documental sobre todos los archivos reales de la Corona de Aragn, que no pudo ver publicado a causa de su prematuro fallecimiento el ao
2005. Afortunadamente nos dej un texto prcticamente ultimado que acaba de
ser editado por la Fundacin Fernando el Catlico.3 Son ms de seiscientas pgi1. R. Conde y Delgado de Molina, Los archivos reales o la memoria del poder, XV Congreso de
Historia de la Corona de Aragn. Actas, t. 1, vol. 2, Zaragoza, 1996, pp. 121-139. La cita est tomada de la p. 123.
2. Bibliografa completa de Rafael Conde en el volumen de homenaje dedicado por la revista Medievalia (en prensa). Bibliografa parcial en A. Torra, Rafael Conde, arxiver, Lligall, 24 (2005), pp. 13-20.
3. R. Conde y Delgado de Molina, Reyes y archivos en la Corona de Aragn. Siete siglos de reglamentacin y praxis archivstica (siglos XII-XIX), Zaragoza, 2008. El libro fue presentado en el Archivo de la Corona de Aragn el da 5 de diciembre de 2008, en un acto de homenaje al autor.

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nas de estudio y documentos sobre setecientos aos de historia de los archivos,


que junto a los artculos ya mencionados y otros todava inditos igualmente
importantes que esperamos vean tambin pronto la luz, son la base fundamental
de las palabras que siguen.
Mucho se ha escrito y debatido sobre los orgenes de los archivos reales en los
territorios de la Corona de Aragn y en concreto sobre la existencia o no de archivos en Aragn y los condados catalanes antes de la unin de 1137. En la raz de
este debate hay, como ha puesto de manifiesto Carlos Lpez en un reciente y
minucioso artculo, un problema jurdico y terminolgico.4 Que los condes de
Barcelona se cuidaran de guardar algunos documentos importantes parece un
hecho suficientemente probado, al menos a partir de Ramn Berenguer I, por
haberse conservado en el Archivo de la Corona de Aragn un nmero significativo de documentos directamente relacionados con su poder feudal. Este hecho, sin
embargo, no es suficiente para hablar de archivo. No hay ninguna noticia directa
o indirecta sobre tal archivo y, como ha subrayado Carlos Lpez, es difcil que la
hubiera. El concepto de archivo, en el sentido jurdico de tradicin romanista es
decir, como referencia a un lugar en el que se guardan los documentos pblicos,
cuya creacin slo corresponde al soberano (nico que detenta el ius archivii) y
que garantiza su autenticidad no empieza a ser conocido hasta la recuperacin
del derecho romano a partir de finales del siglo XII, y su uso no es habitual en el
mbito de la Corona de Aragn hasta un siglo ms tarde. Todas las referencias
expresas al trmino archivo anteriores a 1300, incluida la ms antigua y citada
de 1180,5 son intercambiables de hecho con las ms frecuentes de archa, cartolaria, archis, scrinia o archiva (en plural) para referirse al mueble, arcn o armario
que contena documentos y que poda estar depositado en diversos lugares y custodiado por personas ajenas a la casa real. No implican la existencia de una institucin constituida por el rey en un lugar determinado.6
Las noticias concretas sobre depsitos de documentos reales no comienzan
hasta el siglo XIII. El ms importante y que ha dejado mayor nmero de testimonios es el constituido por Jaime I en el monasterio de Sijena, mencionado por pri-

4. C. Lpez Rodrguez, Orgenes del Archivo de la Corona de Aragn (en tiempos, Archivo Real
de Barcelona), Hispania, XLVII (2007), pp. 413-454.
5. Se trata de una sentencia sobre los castillos de Lluc y Merls en la que consta que el rey Alfonso haba presentado como prueba en el juicio alia similia sacramentalia de suo archivo producta
(ACA, Cancillera, perg. Alfonso I, 302; ed. R. Conde, Reyes y archivos, doc. 2. Carlos Lpez ha resaltado lo aislado de esta mencin, Orgenes del Archivo, pp. 423-424.
6. Estudio pormenorizado de todas las referencias al trmino archivo hasta la creacin del
Archivo real de Barcelona en C. Lpez, Orgenes del Archivo, pp. 423-431.

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mera vez en 1255. No era una novedad que los monasterios y otras instituciones
religiosas custodiaran documentos del rey o de particulares7 y del propio Sijena
nos constan algunas noticias anteriores. Del depsito de Jaime I se conocen ahora, gracias a una investigacin todava indita de Rafael Conde, detalles precisos
sobre el nmero de documentos que alberg y su contenido. Llegaron a ser unos
quinientos, muchos de ellos relativos a las relaciones con Castilla y Navarra, y
tambin de asuntos propios de Aragn, Valencia y, en menor medida, Catalua. En
cuanto a su funcionamiento, la priora del monasterio era la responsable y guardaba la llave del arca o armario del rey. En su presencia los funcionarios reales
enviados expresamente con ese propsito, debidamente identificados con un mandato real, procedan a depositar, extraer o trasladar documentos. Aunque apenas
hay referencias a nuevos ingresos desde la muerte de Jaime I, el depsito se mantuvo hasta 1308, cuando Jaime II orden que fuera llevado a Barcelona.8 Conocemos otros depsitos no tan importantes y ms o menos provisionales de tiempos
del mismo Jaime I y sus inmediatos sucesores, entre otros en los monasterios de
Santes Creus, San Juan de la Pea y en las casas del Temple de Barcelona y Zaragoza. En todos ellos se refleja una concepcin y funcionamiento similares.9
Hay que esperar a Jaime II (1291-1327) para que se produzca un cambio sustancial y de duraderas consecuencias, en el marco de una reorganizacin profunda
de la administracin real. Con su experiencia como rey de Sicilia desde 1285,
recrea magistraturas como el maestre racional, reestructura su cancillera y consolida y desarrolla el sistema de registro de la documentacin emitida. En 1300, tan
slo nueve aos despus de iniciarse su reinado, ya se haban completado unos cuarenta registros. Es necesario subrayar este hecho pues est en la base de la creacin
del archivo real. En efecto, como ya se ha observado en referencia a los archivos
de la antigua Roma, no hay archivo propiamente dicho sin documentacin seriada.10 Es un hecho que se comprueba al examinar los procesos de creacin de los
archivos reales europeos e igualmente de los archivos comunales italianos.11 La
7. Es una prctica habitual y bien documentada en toda Europa. Cf. S. Pistolese, Les archives
europenes du onzime sicle a nous jours. Essai historique et juridique, Roma, 1934, p. 5.
8. R. Conde y Delgado de Molina, El Archivo real del monasterio de Santa Mara de Sijena
(Huesca). Primer tercio del S. XIII-1308 (indito). Un resumen de las noticias y documentos sobre este
depsito en R. Conde, Reyes y archivos, pp. 28-30 y docs. 4-8, 10-20, 30.
9. R. Conde, Reyes y archivos, pp. 32-34; C. Lpez, Orgenes del Archivo, pp. 435-439.
10. G. Cencetti, Gli archivi dellantica Roma nellet repubblicana, Archivi, s. II, VII (1940),
pp. 7-17, citado por E. Lodolini, Lineamenti di Storia dellarchivistica italiana. Dalle origini alla met
del secolo XX, Roma, 1991, p. 18.
11. Un resumen de la historia de los archivos reales y comunales europeos durante la Edad Media
en E. Casanova, Archivistica, 2 ed., Siena, 1928, pp. 318-339.

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documentacin seriada aparece precisamente con una voluntad de conservacin y


como instrumento de control y requiere por tanto estar debidamente custodiada y
disponible para su consulta. Requiere, en definitiva, de un archivo.
Libros (libelli) copiadores de documentos, especialmente de carcter fiscal,
son conocidos en tiempos de Alfonso II y pueden tenerse en cierta medida,
siguiendo a Thomas Bisson, como precedentes de los registros.12 Sin embargo,
en el sentido especfico que este trmino tuvo en la cancillera real, es decir, el
de volmenes en los que se copiaba de manera sistemtica y en orden cronolgico la mayor parte de la documentacin emitida por la propia cancillera, parecen ms ligados a la prctica notarial y no son anteriores al reinado de Jaime I.
Los ms antiguos conservados son los tres volmenes de resmenes de donaciones en el Reino de Valencia de los aos 1237 a 1252 conocidos como Llibre
del repartiment, y an estos pueden considerarse excepcionales. La serie propiamente dicha se inicia en 1257, contndose siete registros desde entonces
hasta el final del reinado. Son los mismos siete libros de que ya hay noticia en
el primer inventario conocido, de 1306.13 Tras un estudio detallado de estos
registros y de todas las referencias antiguas que tenemos de los mismos, la conclusin que nos parece ms verosmil es que su utilizacin por parte de la cancillera se inici efectivamente en torno a 1257 en cualquier caso, no con
mucha anterioridad sin que hayan sufrido, por otra parte, prdidas considerables.14 En todo caso, el pequeo nmero de los registros de Jaime I y sus dos
inmediatos sucesores, unido a lo embrionario de la serie y al carcter marcadamente itinerante de la corte, no hizo sentir la necesidad de conservarlos en
ninguno de los depsitos existentes y debieron permanecer en manos de los
escribanos.15

12. Th. N. Bisson, Fiscal Accounts of Catalonia under the early Count-Kings (1151-1213), 2 vol.,
Berkeley-Los Angeles, 1984, en especial vol. I, pp. 99-101. Ms recientemente, del mismo autor, The
Crisis of the twefth Century. Power, Lordship and the Origins of European Government, Princeton,
2009, pp. 345-348.
13. ACA, Memoriales, 6 (borrador) y 7/1 (en limpio). Los siete registros recogidos en este inventario realizado por el escribano Mateo Botella se corresponden con 11 volmenes de la serie de registros de Jaime I tal como se conservan actualmente en el ACA, debido a alteraciones sufridas en sucesivas reencuadernaciones (ACA, Cancillera, reg. 9-16 y 19-21). En el inventario se mencionan
tambin los tres registros de donaciones en Valencia (ACA, Cancillera, reg. 5-7).
14. A. Torra, Los registros de la cancillera de Jaime I, en El poder reial. Les institucions. La
poltica internacional. Actes del congrs internacional. Barcelona, 31 de mar-4 dabril 2008 (en
prensa).
15. En 1286 el rey Alfonso IV reconoce a su escribano Pere de Sant Climent que este ha entregado de mandato real nueve registros de Jaime I y veintiuno de Pedro el Grande que tena en su poder al
notario Pere Marqus (ACA, Cancillera, reg. 66, fol. 25v; ed., R. Conde, Reyes y Archivos, doc. 21).

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Con Jaime II, como decamos, se producen cambios sustanciales. Se empieza


a registrar de manera sistemtica la prctica totalidad de la documentacin,
aumentando extraordinariamente el nmero de registros, que pasan a organizarse
en series temticas diferenciadas (Comune, Gratiarum, Curie, Pecunie, Solutionum,). Se configura as un sistema que perdurara sin cambios relevantes hasta
el siglo XVIII. Esta nueva situacin, junto a la mayor estabilidad de la corte y a la
conocida obsesin de Jaime II por los documentos escritos y su control propici
la creacin del Archivo real.16
A partir de 1301 tenemos abundantes noticias de la concentracin de los registros y otras escrituras de Jaime I y sus sucesores hasta el mismo Jaime II en la casa
de Barcelona de la orden del Hospital.17 Se puede entender como un paso intermedio entre los depsitos de documentos efectuados desde tiempos de Jaime I y
el que sera definitivo Archivo real. Por una parte, a semejanza de lo que suceda
en Sijena, los scriniis sive caxiis del rey se guardan en una institucin de carcter
religioso, de la que este no tiene el control directo. A diferencia de Sijena, sin
embargo, las llaves de esta caja o armario ya no las tiene el prior sino un escribano real, que a su vez se encarga del movimiento de los fondos y de autorizar los
traslados (en Sijena lo haca habitualmente un notario pblico llamado expresamente a tal efecto). Es un escribano tambin el que no slo recibe encargos de
bsquedas particulares sino de elaborar autnticos inventarios de alcance general.
En efecto, de este momento datan los primeros memoriales todava hoy conservados en el ACA: un ndice exhaustivo del Liber Feudorum Maior, un inventario
bastante detallado de los registros de Jaime I a Jaime II y otro de pergaminos,
todos ellos realizados probablemente por el mismo escribano, Mateo Botella,
comisionado a tal efecto por el rey.18
A diferencia tambin de Sijena, el depsito de la casa del Hospital parece
estar concebido como depsito nico y general para reunificar toda la documentacin dispersa hasta entonces, ya fuera en monasterios como San Juan de
16. Sobre la administracin, los documentos y el Archivo real en tiempos de Jaime II sigue siendo vlida la extensa introduccin de H. Finke en el primer tomo de su Acta Aragonensia. Quellen zur
deutschen, italienischen, franzsischen, spanischen, zur Kirchen- und Kulturgeschichte aus der diplomatischen Korrespondenz Jaymes II. (1291-1327), Berln-Leipzig, 1908, pp. I-CLXXXX.
17. R. Conde, Reyes y archivos, pp. 30-31 y docs. 24-34; C. Lpez, Orgenes del archivo, pp.
440-446.
18. ACA, Memoriales, 1, 2, 6 y 7. Cf. J. Riera i Sans, Catlogo de memoriales e inventarios. Siglos
XIV-XIX. Archivo de la Corona de Aragn, Salamanca, 1999, pp. 19-24. Es de destacar que estos inventarios de principios del siglo XIV estuvieron en uso en el Archivo durante siglos. El ndice del Liber
Feudorum, adems, sirvi de base imprescindible para la reconstruccin de su contenido llevada a
cabo por F. J. Miquel Rosell, Liber Feudorum Maior, 2 vol., Barcelona, 1945-1947.

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la Pea o la casa del Temple de Zaragoza (ambos trasladados a Barcelona en


1307) o el de Sijena (un ao ms tarde), o en poder de escribanos u oficiales reales.19 Por ltimo, y puede entenderse como reflejo de esta transformacin,
empieza a utilizarse con asiduidad el trmino archivo para denominarlo: in
archivo regio in domo Hospitalis Sancti Iohannis Hierosolimitani Barchinone;20 caxia illa que erat in archivo domini regis qua est in civitate Barchinone
apud Hospitale Sancti Iohannis.21 Aunque Carlos Lpez ha sugerido que aqu
archivo se utilice todava como sinnimo de armario, creo ms bien, por todo
lo dicho, que ya se piensa en el contenido jurdico del trmino. Para seguir la
definicin justinianea de archivo como lugar quo in publico instrumenta deponuntur,22 faltaba slo un paso, asignarle un lugar propio bajo control directo del
monarca. Este paso se dio en julio de 1318 al mandar Jaime II que se construyeran unas habitaciones en el lugar en el que sola estar la capilla en su palacio
de Barcelona para guardar en ellas les registres, els privilegis e els altres escrits
de la sua cancellaria e dels altres fets de la sua cort; y que se acondicionaran al
mismo tiempo unos stanos del mismo palacio para que fossen estoiats e conservats las comptes e les altres scriptures del offici del maestre racional de la
sua cort.23 Esta orden, que slo conocemos por el albarn de los gastos ocasionados por las obras de construccin, se refiere por tanto a dos archivos reales
diferentes, el de la cancillera y el del maestre racional, que siempre se mantendran separados.
Aunque hay que observar que el trmino no aparece expresamente en el albarn, a partir de entonces las referencias al Archivo de los registros y escrituras de
la cancillera son muy numerosas e inequvocas, aunque con ligeras variantes:
Artxivum palacii regis Barchinone, Archivum nostrum regium Barchinone,
Archiu patrimonial seu del palau de Barcelona, o ms simplemente, Archiu
reyal de Barcelona.24

19. R. Conde, Reyes y Archivos, docs. 26, 27, 30 y 25, respectivamente.


20. Referencia dada en el inicio de un traslado de 1308 (ACA, Cancillera, perg. Pedro II, 170;
recogido por F. de Bofarull y Sans, Historia del Archivo de la Corona de Aragn, pruebas de libro indito, conservadas en el ACA, doc. XXI).
21. En inventario de documentos relativos al Valle de Arn, probablemente de 1312 (ACA, Cancillera, Cartas reales de Jaime II, 3203; ed. ibid., doc. XIV).
22. Digesta, 48, 19-9.
23. Albarn de 8 de mayo de 1319, en referencia a una orden verbal dada por el rey a su camarero Arnau Messeguer (ACA, RP, Maestre racional, vol. 627, fol. 137v-138r; ed. R. Conde, Reyes y
Archivos, doc. 35).
24. F. de Bofarull, Historia del Archivo, docs., XXXVI (1332), XLVI (1346), LXIV (1369) y
LXXXV (1399), respectivamente.

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El paso del depsito de documentos en instituciones religiosas a un archivo


propiamente dicho en lugar pblico bajo custodia de la autoridad productora est
acompaado casi invariablemente por la entrega de su control directo a una persona especialmente encargada del mismo, notario o escribano por lo general, es
decir por la aparicin de la figura del archivero.25 El Archivo real no es una excepcin. Ya hemos visto que incluso antes de 1318 ya hay un escribano encomendado a la realizacin de bsquedas y memoriales de los documentos depositados en
la casa del Hospital, aunque careciera de un nombramiento especfico. Hay que
esperar para ello a 1346, cuando el rey manda entregar las llaves del Archivo a su
escribano Pere Paseya o Perseya, a quien ordena frecuentarlo diariamente pro
recognoscendis et conservandis instrumentis, scripturis et registris que in Archivo
nostro regio Barchinone recondita sunt, para evitar su destruccin y para expedir
los traslados necesarios.26 Similares funciones constan en el nombramiento de su
sucesor Bartomeu Despuig dos aos ms tarde,27 al que se denomina en otras rdenes tenens claves Archivi palacii Barchinone, conservator scripturarum patrimonii regii in Archivo Barchinone existencium o, en cataln, conservador de les
escriptures reals del nostre Archiu de Barcelona.28 Este ttulo de conservador,
muy frecuente tambin en las comunas italianas, hace referencia a su misin fundamental, conservar y custodiar los documentos contenidos en el Archivo. As se
refleja tambin en nombramientos sucesivos como el de Ferrer de Magarola de
1363, a quien se le encomienda el officium custodiendi Archivum Barchinone
scripturarum patrimonii nostri29 y al que se titula en otras ocasiones conservator
documentorum patrimonii nostri o tambin tinent les claus del Archiu patrimonial seu del Palau de Barcelona.30 Estas dos funciones relacionadas tener las llaves y custodiar las escrituras y registros, aparecen expresamente en el nombramiento de su sucesor Pere Gostemps de 1370 y en otros posteriores hasta bien
entrado el siglo XV.31

25. E. Casanova, Archivistica, pp. 327 ss.


26. ACA, Cancillera, reg. 1060, fol. 186r (ed. R. Conde, Reyes y Archivos, doc. 40). La carta original se conserva en el Archivo de la Catedral de Barcelona.
27. ACA, Cancillera, reg. 1062, fol. 105r (ed. F. de Bofarull, Historia del Archivo, doc. XLVII).
28. Ibid., docs. L (1354), LI (1355) y LIV (1357), respectivamente.
29. ACA, Cancillera, reg. 970, fol. 135v (ed. ibid., doc. LIX).
30. R. Conde, Reyes y Archivos, doc. 45 (1365) y F. de Bofarull, Historia del Archivo, doc. LXIV
(1364), respectivamente.
31. () comendamus vobis () custodiam et claves Archivi palacii nostri regii Barchinone
(ACA, Cancillera, reg. 919, fol. 236v-237r; ed. F. de Bofarull, Historia del Archivo, doc. LXXI). Formulas semejantes se emplean en los nombramientos posteriores de Berenguer Segarra, Gabriel Segarra y Diego Garca (ibid., docs. LXXX (1387), LXXXII (1392) y XCIV (1419), respectivamente).

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Otras rdenes reales dirigidas a los archiveros fueron perfilando sus funciones.
La ms habitual consista en realizar la bsqueda de los documentos solicitados
por el rey,32 junto a otras como comprobar la autenticidad de los traslados con los
registros33 o anotar en ellos las notas de cancelacin.34 Se conserva incluso una
relacin de los gastos ocasionados por el desarrollo de su trabajo, que tienen que
ver sobre todo con la conservacin, arreglo y encuadernacin de los registros, adems de la compra de papel para escribir los traslados.35
Tard en promulgarse, sin embargo, una normativa propia para el Archivo, que
tampoco aparece mencionado en las Ordenacions de Pedro el Ceremonioso. Este
vaco se subsan en 1384 con unas ordenanzas especficas, presentadas al archivero para que ignorancia no puxats allegar de o que havets a ffer en vostre offici.36
Fijan la prctica usual de nombrar al archivero o tenent les claus entre los escribanos reales, y lo colocan directamente bajo la obediencia del canciller y vicecanciller. Sobre su formacin y aptitudes se limitan a decir que ha de ser apte e feel.
Slo en algn nombramiento posterior se valora tambin la experiencia adquirida
con el trabajo previo en el propio Archivo.37 Las funciones que se le especifican
estn todas relacionadas con los registros: reclamarlos del protonotario, de los secretarios, del maestre racional, de la reina, del primognito y de los lugartenientes, porque, se aclara, mils seran atrobats en un loch que si en diversos lochs eren aquells
registres; colocarlos por orden cronolgico (aquells en lo archiu () posara arreu
uns apres altres segons kalendaris en que seran fets e scrits); inventariarlos llevando un registro de entrada, foliarlos e indizarlos; finalmente, y en caso necesario, restaurarlos o, como se dice literalmente, hacerlos adobar o reparar.
Algunas instrucciones no hacen sino recoger y confirmar prcticas que, como
hemos visto, ya existan con anterioridad. Otras parecen novedosas, pues slo se

32. Ejemplos, ibid., docs. LIII (1356), LIV (1357), LV, LXIII (1367), etc.
33. Ibid., doc. LII (1355).
34. Ibid., doc. LIII (1356).
35. R. Conde, Reyes y Archivos, doc. 44 (1363-1368).
36. El texto original de las ordenanzas enviadas al archivero Berenguer de Segarra, publicado por
F. de Bofarull (Historia del Archivo, doc. LXXVIII) no se localiza en la actualidad. Se conserva, sin
embargo, copiado en la confirmacin efectuada por Alfonso el Magnnimo en 1452 (ACA, Cancillera, reg. 2551, fol. 89r-90r; edicin facsmil y estudio en R. Conde, Las primeras ordenanzas del Archivo Real de Barcelona, 1384, Madrid, 1993. Publica tambin la carta de remisin de las ordenanzas al
archivero, de la que se conserva copia en ACA, Memoriales, 49, fol. 10). Fueron incorporadas como
complemento a las Ordinacions de Pedro el Ceremonioso en el manuscrito 982 de la Biblioteca de
Catalua y en el miscelnea 27 del ACA.
37. Por ejemplo, en el nombramiento de Diego Garca de 1419 (ACA, Cancillera, reg. 2603, fol.
157v-158r; ed. F. de Bofarull, Historia del Archivo, doc. XCIV).

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documentan a partir de estas ordenanzas, como el libro registro de entradas, que


efectivamente se inici ese mismo ao continuando sus anotaciones hasta el siglo
XVII.38 Otras, por ltimo, no llegaron a cumplirse, como la indizacin completa y
exhaustiva de los registros.
Las ordenanzas, en su intento por regular el funcionamiento del Archivo, al
menos en lo referente a los registros, ponen de manifiesto algunos de los problemas ms recurrentes en la prctica. Gracias al celo con que los archiveros guardaron las numerosas rdenes reales que reciban, podemos conocerlos con bastante
detalle.39 El ms importante fue quiz el que se refiere a los documentos que haban de ingresar. Los registros de escribanos y secretarios permanecan mientras estaban en uso en poder de estos o en la propia cancillera.40 Pero las ordenanzas son
taxativas al afirmar que una vez acabada su tramitacin todos los registros se deban entregar al Archivo, que se constituye en depsito nico de todos ellos. Sin
embargo las dificultades para incorporar al Archivo los registros son constantes
desde su creacin, repitindose las rdenes reales para asegurar su entrega, incluso despus de que las ordenanzas reforzaran la posicin del archivero, colocado
baja la autoridad directa del canciller y vicecanciller, precisamente para facilitar
que pudiera exigir los registros a protonotario y secretarios. El rey Martn tuvo que
promulgar una extensa provisin en 1399 para ordenar que todos los registros y
escrituras de su padre y hermano todava en poder de sus protonotarios y secretarios se entregaran al Archivo.41 Disposiciones semejantes se repitieron en 1416 y
1422.42 El memorial con las anotaciones de entrada de los registros en el Archivo,
aunque incompleto, da fe por un lado de la existencia de una cierta regularidad en
la entrega de los registros por parte del protonotario, pero tambin de algunas ano-

38. ACA, Memoriales, 51.


39. Ya el protonotario Mateu Adri escriba al archivero Bartomeu Despuig a mediados del siglo
XIV recomendndole que tuviera a prop les letres quel senyor rey vos tramet () e per tal como la
memoria dom es for estenegable (F. de Bofarull, Historia del Archivo, doc. LV).
40. Hay noticias concretas de un archivo que diramos corriente de la escribana. En 1327, por
ejemplo, se pagan unas obras en unes cases que eren contigues al seu palau davant la esglea de la seu
de Barcelona, () axi que en les dites cases posas la sua scrivania ab los seus segells e ab los registres (R. Conde, Reyes y Archivos, doc. 37).
41. ACA, Cancillera, reg. 2232, fol. 27r-v (ed. R. Conde, Reyes y Archivos, doc. 49). Con la misma fecha ordenaba al hijo del difunto secretario de Juan I, Bernat de Jonquer, que entregara al Archivo los registros que todava obraban en su poder, explicando que sicut omnes aque ad mare velut
matrem aquarum confluunt, sicut omnes scripturas in predecessorum nostrorum illustrium curiis et
nostra contextas et omnia registra et protocolla ipsarum dicti nostri Archivi sere concludant, ut exinde valeant ipsarum regaliarum et iurium nostrorum occulta deduci in lucem (ibid., fol. 27v-28r; ed.
ibid., doc. 50).
42. Ibid., doc. 55 (1416) y 56 (1422).

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malas ocasionales. Algunos registros de Pedro el Ceremonioso, por ejemplo, que


se remontaban hasta el ao 1355, no ingresaron hasta cuarenta aos despus, a la
muerte del protonotario Galcer de Ortigues que los retena.43 La persistencia de
este problema oblig a Fernando el Catlico en las Cortes de Barcelona de 1503 a
insistir en ello, fijando un plazo de diez aos desde la terminacin de un registro
hasta su paso de la cancillera al Archivo. A pesar de incumplimientos ocasionales,
parece que estos diez aos se mantuvieron como plazo de referencia, pues todava
en 1738, cuando la Audiencia determina que no ingresen ms registros al Archivo,
los ltimos transferidos son justamente de diez aos antes (1727).
A pesar de todas las reticencias, dificultades y retrasos, es un hecho que la
inmensa mayora de los registros producidos acab ingresando en el Archivo, aunque habra que hacer algunas matizaciones reinado a reinado. Tomando como
ejemplo el de Alfonso el Magnnimo, cuyos registros conocemos ahora con detalle, se observan slo pequeas lagunas muy puntuales: no llegaron al Archivo, por
ejemplo, los registros Comune X, XI y XII del secretario Fonolleda ni el Curie IV
del mismo secretario.44 En reinados posteriores, como los de Fernando el Catlico y el emperador Carlos, sin embargo, al parecer fueron ms numerosos los
registros no ingresados. En algn caso conocemos la causa, como el del registro
concerniente en su mayor parte a la expulsin de los judos en 1492, entregado al
maestre racional para su supervisin y en poder del cual permaneci sin llegar
nunca al Archivo real.45 Tambin debieron de producirse otras prdidas por la salida del Archivo de escrituras y registros que ya no fueron devueltos. De todas formas, la solicitud de originales por parte del rey, habitual en el depsito de Sijena,
se fue restringiendo con el tiempo, precisamente por los perjuicios que ocasionaba al Archivo. El archivero Ferrer de Magarola, al no encontrar unos documentos
ya entregados con anterioridad y nunca devueltos, lleg a quejarse al rey de quant
mal se segueix can los originals ixen del Archiu.46

43. ACA, Memoriales, 51, fol. 57r.


44. B. Canellas y A. Torra, Los registros de la Cancillera de Alfonso el Magnnimo, Madrid,
2000, pp. 28, 56 y 71. De este reinado, por otra parte, hay constancia de diez registros que s llegaron
a entrar en el Archivo y que en la actualidad estn ilocalizables (ibid., p. 203).
45. Actualmente ACA, Cancillera, reg. 3665 bis (ed. y estudio, R. Conde y Delgado de Molina,
La expulsin de los judos de la Corona de Aragn. Documentos para su estudio, Zaragoza, 1991). Se
han recuperado otros dos registros del mismo reinado de los fondos del Maestre Racional, actualmente ACA, Cancillera, reg. 3564 bis y 3571 bis.
46. F. de Bofarull, Historia del Archivo, doc. LXV (1369). Un ao despus el mismo archivero
se resisti a entregar al rey un registro solicitado, alegando que el mismo rey haba mandado que
nunca saliera del Archivo. Ello no obstante, finalmente se vio obligado a entregarlo (ibid., docs.
LXVI y LXVII).

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De la documentacin no registral nada dicen las ordenanzas del Archivo y no


parece que llegara a haber una norma establecida. La documentacin recibida en la
cancillera que se ha conservado de tiempos de Jaime II (especialmente desde 1301)
y hasta la primera mitad del reinado de Pedro el Ceremonioso es muy abundante,
pero se debe ms a circunstancias particulares y a rdenes concretas del rey que a
una prctica habitual de la cancillera de remitir todos sus papeles al Archivo. Ya a
mediados del siglo XIV el archivero Bartomeu Despuig se justifica ante el protonotario Mateu Adri al no poder encontrar ciertos documentos, porque be sabets
vos senyer que poques scriptures faents per neguns tractaments ne encara letres qui
venguen al senyor rey entren en lArchiu car casqun daquells les se rete.47
En las ordenanzas aparece tambin otra cuestin relevante que tiene que ver
no ya con el funcionamiento del Archivo sino con su concepcin jurdica. En relacin con los traslados que expide el archivero, exigen que se realicen exclusivamente por mandato real: la constante insistencia en este punto48 nos recuerda que
el Archivo era patrimonio del rey y no estaba abierto pblicamente a los territorios y sus sbditos.49 El Archivo real nace en efecto como archivo de la corona, no
de los reinos y territorios que la componen. Tambin los registros que custodia se
conciben en principio como nicos para todos ellos. Las diferentes series en las
que se estructuran tienen, como hemos visto, una base temtica y no geogrfica,
y slo en casos muy particulares se introduce un matiz territorial: as hay volmenes diferentes para Aragn, Catalua, y Valencia en series como Oficialium y
Castrorum, desde mediados del siglo XIV; o ms simplemente, secciones separadas para cada reino dentro de un mismo volumen, como en la serie Notariorum.
Con las incorporaciones de nuevos reinos a la Corona en el siglo XIV se empezaron a formar series particulares para ellos: aparecen as los registros Sardinie,
cuyo primer volumen se inicia ya en 1308 es decir, incluso antes de la conquista efectiva de Cerdea en 1323, y que se prolongarn hasta 1700; y en 1343, con
la reincorporacin de las islas a la Corona, la serie Maioricarum. Incluso algunos
47. Ibid., doc. LVI.
48. Vase, por ejemplo, la indignacin que el rey Fernando I muestra a su archivero Diego Garca al
entender que expide traslados sin su mandato: Molt som maravellats et quaix agreviats de vos qui sens
manament nostre segons se diu donats translats de cartes, letres e altres scriptures del nostre Archiu, per que
reprenent vos si axi es de les dites coses vos dehim e us manam expressament e de certa sciencia que sens
letra e manaments nostres vos guardets donar translats de les dites cartes, letres e scriptures a qualsevol persones. E aco per res no mudets () (ACA, Cancillera, reg. 2390, fol. 8v, del ao 1415; ed. ibid., doc.
LXXXIX). Otras instrucciones semejantes, ibid. docs. XC (1448) y CXX (1480). En esta ltima orden, sin
embargo, ya se hace la salvedad de que se puedan expedir traslados sin necesidad de autorizacin real de
los documentos tocants interes de part privada, no asi de los que tocaran a nostre patrimoni real.
49. Contrasta en esto con algunos archivos comunales italianos, como el de Siena, que ya a finales
del siglo XIII haban consagrado su apertura total (E. Casanova, Archivistica, pp. 325-326).

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mbitos territoriales menores o slo pertenecientes al rey de Aragn por un corto


perodo de tiempo, llegaron a disponer de registro propio.50
En el siglo XV, con la conquista de los reinos de Sicilia y Npoles, ambos con
un previo desarrollo administrativo notable que mantuvieron con un alto grado de
autonoma bajo la dominacin aragonesa, se formaron diversas series especficas de
registros para cada uno de ellos. Aparecen as los Comune, Curie o Pecunie de Sicilia; y los Comune, Iustitie, Privilegiorum, Curie o Parcium de Npoles, entre otras.
Pero mientras los primeros se transfirieron al Archivo de Barcelona, todas las series
de Npoles salvo una (los registros Privilegiorum) permanecieron en el reino.51
A pesar de estas especificidades en los registros, hay que insistir en que el Archivo real de Barcelona era en principio nico para todos los reinos y territorios. No se
concibi, sin embargo, como un archivo general, es decir, para custodiar toda la
documentacin real de cualquier naturaleza. Ya hemos indicado que desde el mismo
momento de su creacin convive con el archivo del maestre racional, cuya existencia parece algo anterior, contempornea de la recreacin del oficio por Jaime II en
1293.52 En este caso, aunque la magistratura fue en principio tambin nica para
toda la Corona, desde muy pronto se establecieron algunos archivos diferenciados:
as, por ejemplo consta un archivo del racional en el real de Valencia en 1341, aunque despus fue transferido a Barcelona y refundado en 1393, antes incluso de la
creacin de un maestre racional propio para el reino en 1419.53 En Aragn, el fuero
de 1348 haba dispuesto la permanencia de las cuentas en el reino, aunque probablemente no lleg a cumplirse hasta que en 1416 se crea un delegado del maestre
racional, paso previo a la creacin de una magistratura propia en 1420.54 En Cerdea, muy poco despus de la conquista, se cre el archivo de Cagliari (1332), no para
los registros, como vimos, sino para la cuentas del lugarteniente del maestre racional y para la documentacin de las dems magistraturas reales de la isla.55
La tendencia al particularismo de los reinos acab por afectar tambin al archivo de los registros, el Archivo real de Barcelona. En una fecha tan temprana como

50. Es el caso del dedicado a los ducados de Atenas y Neopatria entre 1380 y 1386 (ACA, Cancillera, reg. 1559).
51. B. Canellas y A. Torra, Los registros, pp. 102-110.
52. Denominado Archivum officii magistri racionalis, Archiu del racional o Archiu dels
comptes de Barchelona (R. Conde, Reyes y Archivos, pp. 61-62).
53. Ibid., pp. 62-64 y 87-88 y doc. 269. Es interesante notar la invocacin que se hace en el documento de 1393 a la autonoma del reino de Valencia, con sus propias leyes, fueros y privilegios, como
justificacin de la existencia de un archivo igualmente autnomo.
54. Ibid., pp. 64 y 84-85 y docs. 189 y 190.
55. Ibid., pp. 65-67 y doc. 260.

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1348, las cortes de Zaragoza aprobaron el fuero que obligaba a que los registros con
los negocios del reino de Aragn permanecieran en el propio reino, fuero que no lleg a cumplirse.56 La primera ruptura efectiva del carcter nico de los registros y de
su archivo en Barcelona no tuvo lugar hasta 1419, cuando Alfonso el Magnnimo
accedi a una peticin de las cortes valencianas presentada dos aos antes y mand
formar registros propios con la documentacin relativa al reino, divididos en las
mismas series habituales (Comune, Curie, Gratiarum, etc.) pero con el aadido
Valencie, que se habran de depositar en el Archivo real de Valencia, donde ya se
encontraba el archivo del maestre racional en manera que nos o nostros officials, e
encara los habitadors del dit regne, pus facilment puscam e pusquen haver o que
haurem e hauran necessari de les dites coses e actes.57 Esta disposicin se cumpli
y la documentacin relativa al reino de Valencia se desgaj de los hasta entonces
registros generales, transfirindose regularmente desde entonces estos registros propios al Archivo real de su capital.58 En el real de Valencia, adems se depositaron
tambin los procesos de cortes y documentos de justicia y de la baila, con un archivero nico al frente, convirtindose en un autntico archivo general del reino.59
Una disposicin similar para el reino de Aragn se llev a la prctica finalmente en 1461, al recuperar las cortes de Calatayud el fuero de 1348. Los registros especficos para Aragn se mandaron depositar en este caso en un archivo
situado en la propia casa de la Diputacin, denominado Archiu del serenissimo
senyor rey e de los registros suyos, a cargo de un notario pagado por el rey. Era
diferente del Archivo del reino creado en 1436 con los processos y registros de
la Corte del Iusticia de Aragn y de la Gobernacin y Diputacin que se encontraba en el mismo palacio.60 En este caso, el notario archivero poda hacer traslados con slo el mandato de juez competente. Aqu se introduce un cambio significativo: por primera vez el Archivo no se encuentra en un palacio real ni bajo
control directo de su escribana, rompiendo con la reticencia que hasta entonces
haban manifestado los reyes en este sentido. No muchos aos antes, por ejemplo,
Fernando I haba rechazado depositar los originales de las Constitucions de Cata56. Ibid., p. 82 y doc. 189.
57. Archivo del Reino de Valencia, Real, 231, fol. 4r-v (ed. ibid., doc. 272).
58. Excepcionalmente se ha conservado en el ACA algn registro especfico de Valencia y viceversa (cf. B. Canellas y A. Torra, Los registros, pp. 51, 69, 79, 91). Esta disposicin no tuvo sin embargo el carcter retroactivo previsto, pues nunca se llegaron a copiar todos los documentos anteriores de
inters para el reino que se encontraban en el Archivo real de Barcelona.
59. R. Conde, Reyes y Archivos, p. 81. Del mismo autor, La creacin del Archivo Real de Valencia, Estudis castellonenecs, 6 (1994-1995), pp. 371-381. Ver tambin C. Lpez Rodrguez, El Archivo Real y General del Reino de Valencia, Cuadernos de Historia Moderna, 17 (1996), pp. 175-192.
60. R. Conde, Reyes y Archivos, pp. 82-83 y docs. 192 y 193.

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ALBERTO TORRA PREZ

lunya y de los Usatges en el archivo de la Diputacin de Catalua, car la Diputaci no es perpetua () e per conseguent en casa que no ha perpetuitat nos deven
esser recondits los originals.61
Los registros de Mallorca, que como hemos visto formaron serie propia desde
la reincorporacin de las islas a la Corona, permanecieron siempre en el Archivo
real de Barcelona. Las magistraturas reales tuvieron archivos independientes, sin
que se llegara a crear hasta muy tardamente un archivo general.62
Estos son algunos de los puntos ms relevantes de la historia de los archivos
reales de la Corona de Aragn, expuestos de manera sumaria. Nos permiten, con
todo, extraer algunas conclusiones. La conservacin de la memoria escrita como
garanta de derechos y regalas es una preocupacin expresa e insistentemente
manifestada en los propios documentos. Pero su materializacin estuvo condicionada por circunstancias muy variables, de modo que en la prctica slo se consigui de manera parcial e incompleta. Hemos visto que un mismo problema la
conservacin de los documentos reales procedentes de las diversas magistraturas
y oficios de la Corona recibi soluciones diversas y contradictorias en los diferentes reinos y en distintos momentos. A partir de dos archivos generales para toda
la Corona, uno de los registros y otro de las cuentas del maestre racional, se acab llegando a una proliferacin de archivos con concepciones muy distintas en
cada reino. Esta situacin, tan lamentada por los archiveros del Archivo de Barcelona,63 no es sino el reflejo de una sociedad y de un sistema poltico a los que
no se les puede exigir una supuesta racionalidad administrativa contempornea. Y
sin embargo la memoria escrita de la monarqua aragonesa se ha conservado:
incompleta, repartida en distintos archivos y de manera desigual, pero a pesar de
todo en una proporcin cualitativa y cuantitativamente asombrosa si se compara
con la mayora de las monarquas coetneas. La causa habra que buscarla quizs,
ms que en las elucubraciones sobre la preservacin de la memoria que los propios reyes no dejaron de formular, en la atencin que pusieron en aspectos ms
materiales y prosaicos. No olvidemos que ya Pedro el Ceremonioso encareca a su
primer archivero que cuidara del Archivo excuciendo [instrumenta et scripturas]
a pulvere, es decir, limpiando el polvo.

61. ACA, Cancillera, reg. 2381, fol. 27v-28r (ed. y comentario en C. Lpez Rodrguez, El Archivo
Real de Barcelona en tiempos de Fernando I de Antequera (1412-1416), Signo, 12 (2003), pp. 31-60).
62. R. Conde, Reyes y Archivos, pp. 67-68.
63. Desde Pere Miquel Carbonell al mismo Rafael Conde, quien public un breve artculo sobre
la creacin de los Archivos reales de Valencia y Aragn con el significativo ttulo de Una discutible
decisin archivstica del siglo XV (Lligall, 8 (1994), pp. 11-17).

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EN LAS CUATRO GRANDES CRNICAS
RAFAEL NARBONA VIZCANO
Universitat de Valncia

Las ceremonias que rodearon los actos polticos de la realeza en la Corona de


Aragn son bien conocidas desde mediados del siglo XIV en adelante. Los documentos elaborados en las ciudades con su mltiple codificacin administrativa,
con los registros de acuerdos, sus misivas, o los asientos contables consignados
por aquellos mismos municipios, han sido utilizados para recomponer el sentido
y los modos de las recepciones reales a lo largo de la Baja Edad Media. Los dietarios y otros libros testimoniales tambin ayudan a recopilar las singularidades de
esos fastos, con dataciones precisas en tiempo y lugar, que incluyen en ocasiones
no slo un rico anecdotario sino tambin una memoria literaria, susceptible de ser
diferenciada de otros discursos polticos, cada vez ms prolficos y abundantes
conforme se avanzaba en el siglo XV, centuria sta de expresin tan espectacular
como detallada en las manifestaciones ceremoniales.1
No obstante, las limitaciones cronolgicas que imponen estas fuentes de informacin, tan poco atentas a esos mismos actos en pocas precedentes y, sobre todo,
1. No es este el lugar para desarrollar por extenso una bibliografa amplia y muy bien enraizada
ya en el medievalismo hispnico, razn por la que tan slo me limitar a dar algunos referentes recientes que puedan hilvanarse con los estudios de la diversa geografa de la Corona. Para Aragn pueden
verse los trabajos de M Luz Rodrigo Estevan, y en especial Lo ldico y lo festivo en el Aragn
medieval: fuentes documentales para su estudio, Aragn en la Edad Media XX (2008) pp. 661-676;
y tambin Jean Pierre Barraqu, Entre religin real y religin urbana. El caso de Zaragoza en el siglo
XV, En la Espaa Medieval 31 (2008), pp. 249-273. Para Barcelona los artculos de Miquel Raufast
Chico, Ceremonia y conflicto: entradas reales en Barcelona en el contexto de la Guerra Civil Catalana (1460-1473), Anuario de Estudios Medievales 38/2 (julio-diciembre 2008), pp. 1037-1085; y Un
mismo ceremonial para dos dinastas?. Las entradas reales de Martn el Humano (1397) y Fernando I
(1412) en Barcelona, En la Espaa Medieval 30 (2007), pp. 91-130. Para Valencia pueden verse los
artculos recopilados en mi libro Memorias de la ciudad. Ceremonias, creencias y costumbres en la
historia de Valencia, Valencia, Ayuntamiento, 2003.

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la carencia casi absoluta de las mismas para el siglo XIII y la primera mitad del
siglo siguiente, no slo obligan a utilizar otros recursos para intentar aproximarse
a esos ritos y simbolismos en tiempos inmediatamente anteriores a los tan documentados, sino tambin a plantear algunas incgnitas sobre lo que consideramos
actualmente como conocimientos asumidos. Puede considerarse que las entradas
reales se orquestaron desde el momento en que la monarqua adquiri la obligacin de renovar el juramento de conservacin de las cartas de poblacin o de franquicias puntuales, y que aquellas ceremonias tuvieron mayor proyeccin poltica
cuando se realizaron en las capitales de los reinos de la Corona, donde de forma
significada el monarca asuma de hecho el trono, y como tal era aceptado con
aquel juramento en cada uno de los reinos. Es bien conocido, que una y otra faceta, la local o la regncola, y las dos indisolublemente unidas, encuentran en Valencia su mxima expresin documental, tanto como que la relacin del monarca con
sus sbditos presentaba notables singularidades en cada geografa pese a mantener un referente comn, acelerado ste en la segunda mitad del Trescientos.2 Ahora bien existan otras modalidades de relacin poltica o de alarde conmemorativo? En estas ocasiones la percepcin del evento y la transmisin codificada del
mismo corresponda exclusivamente a una de las partes implicadas en la ceremonia. La ciudad subrayaba la preceptiva singularidad del papel y del sentido de un
protocolo con una profunda significacin local en el que la monarqua, an consintiendo en su simbolismo, poda presentarlo slo de forma tangencial, amparada en el extenso e hiperblico aparato de representaciones regias, referidas stas
a otras facetas que apenas si fueron reseadas en los registros ciudadanos.
Para soslayar el problema de las fuentes municipales y para salvar el problema
cronolgico puede recurrirse a las denominadas cuatro grandes crnicas catalanas, que recogen un amplio recordatorio de la labor poltica y fundamentalmente
blica de los monarcas de la Corona de Aragn, de los problemas de sus reinos,
de sus conquistas y de sus relaciones internacionales. Pese a sus caractersticas
intrnsecas, estas obras pueden considerarse interesantes en sus aportaciones al
conocimiento de aquella poca si atendemos tanto a la cronologa remota que nos
proporcionan, en comparacin con la ms tarda memoria administrativa y polti-

2. La amplsima coleccin documental extractada exclusivamente de los fondos del archivo municipal de Valencia as lo pone de manifiesto. Cfr. Salvador Carreres Zacars, Ensayo de una bibliografa de libros de fiestas celebradas en Valencia y su antiguo reino, Valencia, Imprenta Hijo de F. Vives
Mora, 1925, 2 vols. Las fuentes valencianas presentan an mayor heterogeneidad con la documentacin contable del municipio, por ejemplo, cfr. Joan Aliaga, Llusa Tolosa, Ximo Company, Documents
de la pintura medieval i moderna, II. Llibre de lentrada del rei Mart, Valncia, Universitat, 2007.
Independientemente de estos volmenes monogrficos de la contabilidad municipal, los libros de Claveria Comuna recogen los gastos por conceptos detallados con regularidad anual.

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ca de las ciudades, como en lo que respecta a la perspectiva de los acontecimientos, aqullos susceptibles de ser reseados en una memoria regia, que por esa
misma circunstancia proporciona una notable ampliacin de horizontes temticos,
al presentar ms ritos y comportamientos que los que interesaron exclusivamente
a la ciudad en tiempos posteriores.
Aquellas ceremonias y gestos como apreciacin de las formas polticas vlidas
en la sociedad medieval tuvieron una expresiva proyeccin, siempre ostentosa y
casi siempre pblica, al constituir un lenguaje tpico y recurrente del poder real.
No puede desdearse tampoco el presunto inters, e incluso la preocupacin por
dejar testimonio escrito de aquellos eventos vinculados a las singularidades de sus
protagonistas, de los autores y de su medio. Pero en cualquier caso las procesiones,
las entradas reales, las alegras y otros actos simblicos presentaban una faceta
conmovedora que slo podramos intuir a travs de otras fuentes administrativas o
diplomticas, y en cambio s son referenciadas, a veces insistentemente, por los
cronistas reales, los cuales muchas veces son poco exactos de forma consciente o
inconsciente, tanto en la cronologa como en la concatenacin de los hechos, pero
que por el contrario recurren a un universo de explcitos modos, comnmente aceptados entonces, para describir los sentimientos y las reacciones que provocaban las
acciones de gobierno, las decisiones, las batallas, los matrimonios o las rebeldas
de los sbditos. Precisamente esa percepcin particular, cronstica y regia, se hace
eco de cierto tono retrico y de los ideales vigentes en el horizonte ms sublime de
la sociedad, frente a la cancilleresca oficialidad de los documentos, ajenos stos a
la descripcin de las ceremonias, de la gestualidad y de la sentida esttica de la realeza. En este sentido las crnicas constituyen una de las escasas vas que nos capacitan para aproximarnos no slo a la ideologa y a la representacin del poder, sino
a los valores y a la misma transcendencia dada a los hechos contemporneos de
aquella sociedad de los siglos XIII y XIV. En ello concurre un elemento tan principal como fue la elaboracin escrita de una narracin desencadenada al decir de
Johan Huizinga por la soberbia heroica de los monarcas.3 Puede entenderse as
que las crnicas se detengan y describan desde las emotivas lgrimas de Jaime I,
cuando rindi Valencia tras seis meses de asedio, hasta la crueldad del castigo
impuesto por Pedro el Ceremonioso a los unionistas valencianos, al hacerles beber
el metal fundido de la campana que los convocaba en rebelda; y desde las alegras de Muntaner, derivadas de una feroz victoria y del consecuente reparto del botn
tras el ms terrible saqueo, hasta el comportamiento caballeresco de Pedro el Gran-

3. Cfr. Johan Huizinga, El otoo de la Edad Media. Estudios sobre la forma de la vida y del
espritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Pases Bajos, Madrid, Alianza Editorial,
2004, pg. 37.

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de, cuando prcticamente en solitario se desplaz hasta Burdeos para cumplir un


desafo y combatir personalmente a Carlos de Anjou, legitimando con su temeraria presencia la legalidad de la conquista de Sicilia.

CRNICA Y RELATO
Durante el siglo XIII y la primera mitad del XIV en los reinos de la Corona de
Aragn la memoria histrica fue exclusivamente una memoria regia. El inters
personal de los monarcas, de sus afanosos cancilleres, de los oficiales de la corte
o de otros eficaces servidores, sirvieron para glosar los hechos y las hazaas de
los reyes durante la denominada edad de oro de las letras catalanas.4 Las cuatro
grandes crnicas reales abarcan un perodo cronolgico sucesivo pero tambin
imbricado entre las narraciones que comprende, alargndose con cierta profundidad desde las primeras dcadas del Doscientos hasta llegar a los umbrales del
ltimo cuarto del Trescientos. Esa concatenacin de sucesivas historias se articula en torno al discurso monrquico del pasado, aqul que fue considerado susceptible de ser transmitido a la posteridad, y aunque en ellas debera haber existido
una manifiesta voluntad de conocer el contenido de las anteriores, lo cierto es que
siendo as o no, en su conjunto se detecta un autntico inters de imitacin de las
hazaas de los antepasados por parte de los descendientes, especialmente por
aqullos que tenan en su haber parmetros suficientes para equipararse a las
acciones perpetradas por los ancestros, tanto para medirse y alcanzar aquel glorioso nivel como para dejar testimonio indeleble de su protagonismo a las generaciones futuras, que de forma unvoca habran de garantizar a travs de esos
escritos una gloria imperecedera, gracias al memorable recuerdo de los hroes.
En aquella poca algunos reyes o no lograron acreditar mritos suficientes
para elaborar una obra propia o no se apercibieron de la necesaria transcendencia
que para el porvenir tendran aquellas memorias.5 No es cuestin de evaluar aqu
los demritos de Pedro el Catlico, el efmero reinado de Alfonso el Liberal, la
densidad del de Jaime II o el controvertido de Alfonso el Benigno, pero las histo4. Cfr. Les quatre grans crniques. Prlegs i notes de Ferran Soldevila, Barcelona, Editorial Selecta, 1983, pg. 4. Tambin Stefano Maria Cingolani, La memria dels reis. Les quatre grans crniques
i la historiografia catana, des del segle X fins al XIV, Barcelona, Editorial Base, 2007. pg. 10.
5. Sin tener en cuenta las sucesivas versiones y aadidos a las Gesta Comitum Barcinonensium,
que renen la sucesin de hechos importantes de la casa condal y pueden considerarse por tanto una
obra colectiva, slo algunos monarcas se interesaron por dejar impronta personal e histrica a sus reinados. Cfr. la edicin latina y catalana de I. Barrau Dihigo J. Mass Torrents, Barcelona, Institut
dEstudis Catalans, 1925. Ms reciente la edicin de Stefano Maria Cingolani, Gestes dels comtes de
Barcelona i reis dArag, Valncia, Universitat, 2008.

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rias de las cuatro grandes crnicas son las de grandes guerreros, pues fueron las
gestas y las conquistas las que justificaron la composicin escrita de las acciones
que habran de proporcionarles un lugar y una fama en la posteridad. Las conquistas de Jaime I, las de Pedro el Grande, las de los vstagos de la dinasta en
Aragn, en Mallorca o en Sicilia, o las de Pedro el Ceremonioso, constituyen un
elocuente nexo comn que, pese a sus ms que notables diferencias, permiten
comprenderlas y englobarlas en un captulo nico y homogneo, incluso como
expresin literaria de una poca.6
Primero el Llibre del fets de Jaime I, seguido por el dedicado al reinado de su
hijo Pedro el Grande en la crnica de Bernat Desclot, las cuales se remontan al
momento que consideran oportuno del pasado para comenzar los relatos, pero
abarcan el reinado y terminan con la muerte de sus protagonistas. Despus la
extensa recapitulacin de Ramon Muntaner, que an volviendo a comenzar con el
nacimiento de Jaime I concluye con la solemne coronacin de Alfonso el Benigno en 1328. Finalmente, la crnica ordenada por Pedro el Ceremonioso se inicia
con una doble resea, la de la conquista de Cerdea por su padre, todava infante
Alfonso, y la de su posterior coronacin, de nuevo glosada aqu aunque con otra
pluma, un proemio que daba paso a un cuidado testimonio del reinado de su hijo,
al menos hasta 1366.
Sin negar una inmediata proyeccin internacional entre las cortes europeas
ms o menos contemporneas a los hechos narrados, en las cuatro crnicas el rasgo que determina la seleccin de la memoria, y su codificacin escrita para garantizar la perduracin de la misma en las generaciones futuras, no es otra que la perpetuacin de los hechos de armas, una insistencia en las conquistas territoriales
que legitimaron el ejercicio de los poderes soberanos de los grandes guerreros, as
rememorados, aunque los relatos siempre aparecen concatenados con un sentido
genealgico, a la vez personal y familiar. En todas ellas el exhaustivo detalle de
los episodios blicos, de las epopeyas y de las victorias, acompaado de los silencios asociados a los fracasos o, por el contrario, la valoracin sopesada de las circunstancias negativas caso de la documentada crnica de Pedro el Ceremonioso
no demuestran otro propsito que ensalzar a la dinasta reinante, bien mediante la
codificacin de sus propios xitos militares, bien mediante el recuerdo de las gestas de los ancestros, bien con la transmisin sucesoria de la corona mediante la
descendencia de la sangre, garantizada sta con la majestad de los esponsales, en
los que las mujeres siempre abrieron la posibilidad de anudar relaciones diplom-

6. Cfr. Mart de Riquer, Histria de la literatura catalana I. Part Antiga, Barcelona, Ariel, 1984,
cap. IV dedicado a la literatura histrica.

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ticas, nuevos derechos sucesorios y en definitiva una ampliacin de perspectivas


con la posible proyeccin blica hacia nuevos lares. No hay que olvidar que estos
libros, aun reuniendo las hazaas de los reyes, son los de una caballera sin amor
corts, slo de matrimonios legtimos.
En cualquier caso la secuencia cronolgica de los cuatro relatos, firme al
menos entre 1208 y 1366, y la cohesin temtica de las crnicas, contrasta sobremanera con los rasgos individualizadores de las narraciones, de sus respectivos
autores y de sus formas de composicin, lo que conviene tener en cuenta para
valorar las noticias que nos proporcionan, como paso previo y necesario a la presentacin panormica de los ritos y gestos de la realeza.

PLUMAS DE AUTOR
La crnica de Jaime I tiene como propsito la biografa del rey, mejor la autobiografa del mismo, desde su providencial nacimiento hasta las dolencias que le
causaron la muerte mientras sofocaba la rebelin de los mudjares valencianos. El
propio monarca se encarg de confeccionar su propia historia, al menos de dictarla a sus escribanos, dejando a la posteridad los xitos de sus portentosos hechos de
armas, como fueron las conquistas de Mallorca, Valencia, Murcia y su voluntariosa cruzada a Tierra Santa. La posible autora de Jaume Sarroca, obispo de Huesca
e hijo natural del rey, no haran sino aumentar la perspectiva moral y religiosa, en
una percepcin de la historia del todo egocntrica, con un sujeto nico el rey
desarrollado a travs de su propio itinerario vital, jalonado ste por los hechos
seleccionados con los que pretenda ser recordado entre las generaciones futuras.7
La crnica de Bernat Desclot presenta rasgos distintos pese a coincidir con el
anterior argumento, si bien en este caso la biografa corresponde a su heredero,
Pedro el Grande. Su autor no es el rey sino uno de los escribanos de su cancillera, Bernat Desclot o Bernat Escriv, un eficiente y servicial gestor de los poderes soberanos de la monarqua, un burcrata perteneciente a una larga progenie
familiar de funcionarios que sirvieron al nuevo rey, en calidad de notarios, cortesanos o soldados, complementando una vida de servicio con la empresa apologtica que enalteciera an ms a su seor.8 Desclot es un hombre de corte que ela-

7. Sobre la autora, el egocentismo de Jaime I y el Llibre dels fets, un libro para hablar de s mismo, cfr. Stefano Maria Cingolani, La memria dels reis Op. cit., pp. 32-83.
8. Cfr. Miquel Batllori, La familia Escriv, parenta dels Borja, en La famlia Borja. Obra completa, vol. IV, Valncia, Eliseu Climent Editor, 1994, pp. 79-106. Tambin Stefano Maria Cingolani,
Historiografia, propaganda i comunicaci al segle XIII: Bernat Desclot i les dues redaccions de la
seva crnica, Barcelona, Institut dEstudis Catalans, 2006, pp. 12-20.

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bor una memoria de los hechos de su poca: los del reinado del monarca a quien
sirve, y por eso se vale de la documentacin que l mismo elaboraba, que manejaba y que consultaba en la medida de sus posibilidades. La crnica de Desclot es
mucho ms asptica y fra que el Llibre del fets de Jaime I, porque en sta en contadas ocasiones aparece el narrador para indicarnos su presencia o sus pasiones,
limitndose a dar cuenta de los hechos. Se ha dicho que Bernat Desclot recogi
los datos de los documentos, de las noticias que llegaban a la corte, que estaba al
tanto de los sucesos, etc., pero que pocas veces estuvo presente en los acontecimientos que relataba, excepto en aquellos dos aos y medio que ocupan la mitad
de su obra, con lo que al menos en ese plazo quedan avalados por un testimonio
tan cualificado como el suyo.9 Desclot es propiamente un cronista real, aunque en
ningn caso se ha documentado que su obra fuera resultado de un encargo institucional o que el resultado de sus trabajos fuera fiscalizado por instancia alguna.
Su memoria resulta ser la elaboracin de un modelo regio susceptible de ser imitado, forjado por un curial al que paradjicamente parecen no interesarle los
aspectos polticos, jurdicos, ceremoniales o simblicos derivados del gobierno
del reino. La percepcin heroica, blica y caballeresca de la monarqua sigue
sobreponindose a todo el relato.
La crnica de Ramon Muntaner es precisamente todo lo contrario de la anterior en lo referente al modo de composicin, apreciacin de los hechos y evocacin de la realidad circundante. Prcticamente el suyo es un libro de memorias
muy personales referidas al ramillete de tronos nacidos del casal de Aragn. Coincido con Stefano Cingolani en que su texto parece una secuencia escrita con los
relatos tabernarios de un soldado veterano curtido en muchas batallas treinta y
dos segn su testimonio o de un viejo marino tan locuaz como experimentado,
siempre al calor del hogar y ante un pblico de palurdos que apenas conoce ms
all del horizonte que marca el campanario de su pueblo. Su relato no tiene un
hroe sino muchos, todos los descendientes de la casa real de Aragn: sus monarcas, pero tambin los de Mallorca y los de Sicilia. La inventiva y las inexactitudes
de Muntaner parecen no tener lmite al narrar su participacin en las guerras sembradas de uno a otro extremo del Mediterrneo, de Calabria a Alcoll en el norte
de frica, y de Peralada hasta Galipoli en Macedonia.
Sin embargo, Muntaner es un relator muy particular, un soldado de la escala
media, que ha desempeado misiones y cargos de relativa importancia, y que tiene

9. Cfr. Ferran Soldevila, Les quatre grans crniques, II. Crnica de Bernat Desclot. Revisi filolgica de Jordi Bruguera. Revisi histrica de Maria Teresa Ferrer i Mallol, Barcelona, Institut dEstudis Catalans, 2008, en especial el prefacio, pg. 23.

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cierta formacin. De hecho, era l quien llevaba los libros de cuentas de la compaa almogvar en Oriente para fraccionar el botn, para repartir las raciones de la
tropa y, adems, tambin fue quien custodi durante algn tiempo el sello de la
misma compaa de soldados de fortuna.10 Estos conocimientos de escritura y de
aritmtica estn sobradamente acompaados con el demostrado conocimiento de
algunos textos, desde la cancin trovadoresca y provenzal del Jaufr, hasta las
hazaas de los hroes de artricos, y desde los testimonios de los personajes bblicos hasta los proverbios catalanes. Muntaner ha ledo e imita sus lecturas en sus
escritos.11 Se entiende pues que la memoria no sea otra cosa que un libro de viajes
y de maravillas, una novela, la de la celebracin de las victorias y del reparto del
botn, la constante anotacin y constatacin de los gozos, alegras y fiestas que de
ellas se derivaron, aunque no tuviera ocasin de estar presente en ellas y, por ello,
tuviera que imaginar segn los parmetros aceptables en su poca y en su medio.
En ltimo lugar la crnica de Pedro el Ceremonioso, una obra completa, resultado de un encargo personal del propio monarca, quien puso a disposicin de sus
exgetas los archivos reales, con el fin de secuenciar la cronologa y dar precisin
a los actos relatados a lo largo de una parte sustancial y continua de su reinado,
desde 1336 hasta 1366. Bernat de Torre, Arnau Torrelles y Bernat Descoll, participaron en una composicin elaborada entre la cancillera y la corte, que siempre
cont con la interesada supervisin del rey.12 El propio monarca revis, corrigi y
dio el visto bueno a los sucesivos captulos hasta completar la memoria oficial de
su propio reinado, inspirndose en las obras, en los modelos y en las temticas de
los textos anteriores. sta s es propiamente una crnica regia que pretende dejar
constancia de los avatares o de las fechas concretas, y de valorar las decisiones
10. La descripcin de las detalladas funciones logsticas desempeadas por Ramon Muntaner en
la compaa almogvar cfr. Crnica de Muntaner, vol. II, a cura de Marina Gust, Barcelona, Edicions
62-La Caixa, 1985, cap. 225.
11. En la tarea de glorificacin y ensalzamiento de la monarqua, de sus leales y de sus hazaas,
Muntaner recurre a constantes comparaciones de las acciones singulares con hroes artricos; establece correlaciones con episodios bblicos; compone relatos en base a ancdotas vividas o a l transmitidas; conoce las fbulas de Esopo; sabe de las heroicidades perpetuadas por la Cancin de Roldn;
probablemente ha leido el libro de infante Pedro y la crnica de Jaime I; compone versos en provenzal en su serm; y adems demuestra un notable interes geogrfico, histrico, piadoso e historicista
con sus disgresiones sobre los lugares que visit en Oriente. Sobre las posibles lecturas e influencias
lulianas en Muntaner cfr. Stefano Maria Cingolani, Historiografia, propaganda i comunicaci Op.
cit., pgs. 46-47.
12. La formacin intelectual y la mentalidad alfabtica de Pedro el Ceremonioso era absolutamente inusual en un rey. Sobre la escritura como instrumento de comunicacin y de gobierno, capaz
de trasladar la voz del rey, el gusto por la escritura y la memoria escrita cfr. Francisco M. Gimeno Blay,
Escribir, reinar. La experiencia grfico-textual de Pedro IV el Ceremonioso, 1336-1387, Madrid, Abada Editores, 2006, pp. 27-28.

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ordenadas por el rey a tenor de las circunstancias positivas y negativas de cada


momento. De hecho el texto contempla no pocas de las desdichas, infortunios y
amarguras que haban de fraguar las decisiones del rey: la infidelidad de Jaime III
de Mallorca, la insurgencia de los unionistas aragoneses y valencianos, la incapacidad financiera de la Corona para pagar a sus propias tropas y las dificultades
para recuperar el terreno perdido ante la invasin de sus reinos por el poderoso
ejrcito de Pedro I de Castilla. En este sentido, se ha indicado que la crnica de
Pedro el Ceremonioso es, propiamente, una obra histrica que no calla las derrotas, las humillaciones padecidas o la falta de recursos logsticos en una campaa,
aunque con estos balances de presuncin ecunime Pedro el Ceremonioso parece
querer aumentar los resultados positivos del reinado.

LA IRRUPCIN DE LAS MUSAS


Las cuatro crnicas estn pautadas por las acciones y por las rutas de sus
inquietos protagonistas. A lo largo de continuos desplazamientos se nos presenta
una vasta geografa, que orbitaba sobre el conjunto de reinos y tierras sobre los
que gobern la monarqua de la Corona de Aragn, aunque suele insistirse en los
espacios sobre los que se centraron las expediciones militares, y en especial sobre
aqullos que fueron progresivamente incorporados o que cuestionaron su soberana. Del mismo modo, el itinerario vital del autor y del protagonista resultan interesantes tanto como la cronologa de redaccin en cada libro. El inters regio por
dejar constancia escrita de sus actos, la retrica y otros condicionantes emotivos,
ticos e ideolgicos, se ha de conjugar con la contemporaneidad de las referencias
que nos proporcionan los textos, sobre todo cuando no pretenden recrear el pasado o reinterpretarlo sino dar prueba de los acontecimientos vividos como propios.
Conviene tener en cuenta, por tanto, los desencadenantes y las cronologas de
redaccin de esos textos,
La crnica de Jaime I tuvo como punto de ignicin el xito militar en la conquista de Mallorca, pero la inmediatez de la campaa valenciana ampli el horizonte
de la composicin, convirtiendo aquella gesta en una introduccin. En el Llibre dels
fets, los hechos son las conquistas y la de Valencia ocupa el grueso de la obra, extendida tambin a la de Murcia y a las campaas posteriores, dedicadas a sofocar las
revueltas islmicas en las tierras meridionales. Se acepta que antes de concluir la
vida del Conquistador, entre 1270 y 1276, la redaccin del texto estaba terminada.
Bernat Desclot encontr en la conquista de Sicilia en 1282 el pretexto que dio
coherencia a su discurso, y en su conjunto se considera que la redaccin fue concluida en su primera versin ya en 1288. Ms de la mitad de sus ciento sesenta y

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ocho captulos estn dedicados a cuatro aos, comprendidos entre 1281 y 1285,
desde la preparacin de la expedicin al norte de frica hasta la muerte del rey,
pero el tema de la crnica no es otro que Sicilia y sus consecuencias, de modo que
los antecedentes blicos en Mallorca, Valencia y Murcia no tienen otro propsito
que glosar las gestas del padre que organiz su matrimonio con la heredera del reino insular, evento que a su vez legitimara la incorporacin de Sicilia a los dominios de la Corona. De hecho el rechazo de la cruzada francesa de Catalua y la
momentnea derrota pontificia constituyen el colofn de la obra de los buenos
hechos de armas del rey Pedro, contra sarracenos y otras gentes segn dejan claro el ttulo y el colofn del libro, aunque se comprueba tras su lectura que la
mayor parte de aqullas no fueron gentes musulmanas sino aliadas de Carlos de
Anjou y muy devotas a Roma.13
El caso de Ramon Muntaner todava resulta ms paradigmtico porque, aun
habiendo nacido en Peralada y de haber recorrido todo el Mediterrneo, termin
casado, hacendado y autodenominado ciudadano de Valencia, momento de retiro
jubilar que le permiti dar rienda suelta a su pluma el 15 de mayo de 1325 para
componer su particular memoria. Despus, an tendra tiempo de establecerse en
Mallorca, pero en calidad de ciudadano electo como jurado de Valencia asisti con
la consiguiente comitiva ceremonial a los actos de coronacin de Alfonso el Benigno en Zaragoza en 1328, fecha en la que concluye su relato.14 Muntaner como
Desclot tampoco es un caballero, pues formaba parte de ese numeroso contingente de plebeyos desarraigados y convertidos en servents de mainada (soldados
de infantera), almogvares, adalides y caballeros salvajes, que siguieron los caminos de guerra. No es un caso excepcional: Guillem Escriv, servent bueno y experto, que cabalgaba una yegua a la jineta, o el burgus de Barcelona, Romic Durfort, formaban parte de la hueste de Pedro el Grande en la jornada de 30 de
septiembre de 1285, combate en el que perdieron la vida. Tambin Roger de Flor,
hijo segundognito de un halconero imperial y de una heredera de ciudad, era home
de pobre afer, qui per sa valentia munt. Estos aguerridos plebeyos buscaron fortuna en la guerra para poder establecerse con reconocida honorabilidad. A todos, y
especialmente a los de Peralada, Muntaner les dedica unas breves lneas de recuer13. Cfr. primer prrafo del prlogo de la obra y el ltimo del captulo 168 en la Crnica de Desclot, edicin del Institut dEstudis Catalans, Op. cit., pg. 33 y 388.
14. Ramon Muntaner ejerci sucesivos cargos en la ciudad de Valencia: fue elegido jurado en 1322
y en 1328, pero tambin ejerci de consejero ciudadano de la parroquia de San Nicols en 1325 y en
1327. Esta adscripcin parroquial nos obliga a sealar la continuidad de la actividad poltica de Joan
Muntaner, quizs su hijo, pues est documentada como consejero de ciudadanos de la parroquia de San
Nicols en 1330, 1333, 1337, 1340 y 1342. Slo puede atestarse otro personaje con idntico apellido
en toda la centuria: Macari Muntaner, jurado de Valencia en 1336.

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do, porque la mayor parte de ellos murieron en las guerras de la casa de Aragn
despus de soportar muchos trabajos y peligros. Todos ellos formaban una larga
senda de cadveres en la biografa de Muntaner, cuya afortunada supervivencia
desat su prosa, decidido a relatar su azarosa existencia como minscula contribucin a las glorias de la dinasta.15 En su caso el abandono de la casa familiar tras el
incendio de Peralada en 1285 lo enrol en la milicia, pero para situar los orgenes
sociales de Muntaner conviene fijarse en que aquella era una villa seorial en la
que la residencia paterna y no la del seor, ubicada en la plaza principal, era
capaz de ofrecer un cobijo de cierta calidad a los monarcas cuando transitaban por
sus proximidades, caso de Jaime I o de Alfonso X el Sabio.16 Es decir, la casa pairal, su solar, no era poca cosa. Por eso llama todava ms la atencin su inters en
subrayar los comportamientos caballerescos de los protagonistas, an cuando ni
Desclot ni tampoco Muntaner lo fueron, pero s dejaron claro que participaban de
aquellos ideales y horizontes que pautaban la visin de los hechos.
La construccin de la memoria en la crnica de Pedro el Ceremonioso es el
detallado relato de las grandes empresas, un anlisis de las circunstancias y una justificacin de las decisiones, amparadas en la legitimidad jurdica y en los actos de
gobierno. La confirmacin de privilegios urbanos, la repoblacin sarda, el juramento parlamentario de las leyes, la reunin de las Cortes, las ejecuciones de sentencias, etc., a diferencia de los textos anteriores son concomitantes a los episodios
blicos, resaltando de una nueva forma el ejercicio de los poderes soberanos del
rey, cuya majestad se exhiba detalladamente en las ocasiones solemnes con toda
la pompa ceremonial. Un ejercicio de coherencia en los aos centrales del Trescientos que casa conscientemente con un proyecto poltico bien conocido, romanista y centralizador, que aqu se presenta inseparable de las campaas militares.
Para el Ceremonioso los hechos no son slo conquistas y batallas sino decisiones
de gobierno amparadas en el ejercicio de la justicia. La redaccin de la memoria
del reinado, terminada en su primera redaccin en 1383, habra de legitimarlo.
El inters por dejar constancia detallada de las solemnidades de la monarqua,
aqullas que terminaron por imprimir el sobrenombre con el que se le denomina,
es posible que no estuviera tan relacionado con las circunstancias psicoanalticas
derivadas de su nacimiento y acceso al trono respecto a la dinasta, como con los
15. Las referencias sobre Guillem Escriv y Romic Durfort proceden de la crnica de Desclot
cap. 159. La de Roger de Flor de la crnica de Muntaner, cap. 193 y 194. El recuerdo dedicado a los
vecinos de Peralada enrolados en el ejrcito se encuentra en el cap. 125.
16. Se ha sealado la posibilidad de que Ramon Muntaner con diez aos saliera de Peralada en la
comitiva del infante Pedro cuando se diriga a Pars, cfr. Ferran Soldevila, Pere el Gran. Primera part:
linfant, Barcelona, Institut dEstudis Catalans, 1995, facsmil, pg. 389.

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modelos con los que se aderezaba en poder real en las cortes europeas durante el
siglo XIV.17 La demostracin del rango y de la dignidad real, el amor al pasado y
a la tradicin, el gusto por el ceremonial y la exhibicin ritual de los smbolos de
la realeza, pese a constituir o no una vocacin personal resultan del todo una
novedad en la cronstica de la Corona de Aragn, que en aquella poca encuentra
elocuentes referencias internacionales. Felipe II duque de Borgoa, Carlos V de
Francia, Eduardo III de Inglaterra, Jaime III de Mallorca y Enrique II de Castilla
estuvieron a la altura de aquellos mismos gustos por la institucionalizacin de la
etiqueta y de la solemnidad en una centuria fundamental para la eclosin de los
protocolos ceremoniales.
En conclusin, el excluyente protagonismo de Jaime I, la descriptiva asepsia
de Desclot, el efusivo soldado que fue Muntaner, o la iracunda amargura del Ceremonioso nos permiten aproximarnos a algunos temas de la gestualidad en la que
subyacen valores, emociones e ideologa, a travs de unos hechos descritos de forma genuina o por el contrario subjetivamente recreados segn la esttica vigente.
En cualquier caso debemos insistir en la contemporaneidad de unas redacciones
que no sufrieron la influencia de modelos posteriores, lo que permite pautar un
tanto la formacin de usos y prcticas, y por extensin, secuenciar la importancia
que se les reconoca.

EL LLIBRE DEL FETS


Las referencias que proporciona la crnica de Jaime I son las ms remotas y
han sido ajustadas con la cronologa recogida por Miret i Sans. La variedad de
noticias indirectas y a veces tangenciales que proporciona el texto dan por sobreentendidas la existencia de algunos ritos y gestos de la realeza, casi nunca explicitados, pues el autor no confiere importancia a la descripcin de los actos.18 Parece deducirse de ello que o bien aqullos no tenan todava suficiente trascendencia
simblica o, en otro sentido, que no vala la pena concederles mayor importancia
dentro del argumentado discurso biogrfico y belicista.
La relacin de la monarqua con las sociedades urbanas se atesta de forma
escueta y cuando sta adquiere cierta importancia es para resaltar la faceta justi-

17. Segn su propia confesin naci sietemesino e hijo de segundognito de segundognito en la


lnea de sucesin, cfr. Crnica de Pere el Cerimonis Op. cit., cap. I, 40.
18. Se ha utilizado la edicin del Llibre dels fets de Jaume I realizada por Antoni Ferrando y Vicent
Josep Escart, Catarroja-Valncia, Editorial Afers, 1995. Tambin cfr. Joaquim Miret i Sans, Itinerari
de Jaume I El Conqueridor, Barcelona, Institut dEstudis Catalans, 1918.

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cialista del rey. En su memoria no dej la ms mnima huella la reunin de Lrida en agosto de 1214, donde apenas con seis aos fue jurado rey, y eso a pesar de
que la narracin se hace eco tanto del fin de la forzada tutela de Simn de Montfort en Carcasona, como de que era recibido por los sbditos de su padre por mandato papal y cuando adems, durante algn tiempo todava, sus parientes, Ferrando de Montearagn y Nuno Sans, continuaron amenazando su autoridad si no la
legitimidad de su acceso al trono (cap. 11). Tampoco se glosa como evento la boda
con Leonor de Castilla ni la ceremonia del monasterio de Santa Mara de Huerta,
en Tarazona, salvo que tras or la misa del Espritu Santo fue armado caballero y
ci l mismo la espada que tom del altar (cap. 18 y 19). Del mismo modo, slo
se intuye cierto indicio relativo a la asuncin de la potestad real en Zaragoza en
marzo de 1225, a donde l y su esposa habran de ir alentados por Guillem de
Montcada con el propsito de entrar en la ciudad para ocupar su lugar, en elusiva referencia a la toma de posesin del trono que habra de inaugurar el gobierno soberano sobre sus tierras (cap. 22). La coronacin paterna en Roma, asociada al problema albigense, justificara en parte la tutela pontificia durante la
infancia de Jaime I, pero la negativa del mismo a coronarse para evitar la renovacin de la infeudacin del reino no desencaden la autocoronacin, pues todava
en el Concilio de Lyon de 1274 Jaime mantena la esperanza de ser coronado por
el papa. Cuando el joven rey fue a Tortosa tampoco aludi a recepcin alguna,
aunque s de que don Ferrando, don Nuno y Guillem de Montcada se distribuyeron las caballeras de Aragn aprovechndose de su inexperiencia (cap. 24).
A finales de 1226 o principios de 1227, Jaime I y su esposa Leonor eran
esperados y recibidos por veinte hombres buenos de Huesca, los cuales en calidad de legacin destacada por la ciudad anfitriona se llegaron hasta Santa Mara
de Sales para acompaarlos (cap. 30). Pese a la confabulacin sostenida por su
to Ferrando, cabeza de la liga nobiliaria que apoyaba la oligarqua ciudadana
contra el grupo hegemnico en el consejo del rey, se le presentaron peticiones y
demandas de gracias, que aqul no pudo otorgar al considerarlas un atentado al
ejercicio personal de su seora. Los prohombres escucharon las buenas palabras de Jaime I en las que les reafirmaba que, al igual que sus antepasados, slo
deseaba el bien de sus sbditos. Ellos, agradecidos, le hicieron patente que haran por l todo lo que les corresponda hacer ante su seor natural y, de este
modo, el rey entr en Huesca con una acogida en la que los nios y el pueblo
demostraron gran alegra por la visita real. sta es la primera y ms antigua
mencin protocolaria a una recepcin ciudadana, de la cual el monarca qued
satisfecho, tanto que despus de comer se mostraba dispuesto a conformar a sus
fieles, aunque la crnica pormenoriza que no se convid a la comitiva de consejeros que le acompaaba.

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Hubo fiesta, homenaje y banquete, pero el caluroso recibimiento y el dispendio


ocasionado por la ciudad anfitriona no lograron los efectos deseados. Huesca estaba dispuesta a recibir dones de su seor natural en el ejercicio de su autoridad, a
obtener nuevos privilegios y a ver confirmadas sus franquicias. De hecho, Jaime I
resea su parlamento en aquella jornada oscense, cuando sometido durante la
noche a una estrecha vigilancia, aseguraba que como seor natural quera mantener todas las buenas ordenanzas que haba dado su linaje, e incluso mejores si las
anteriores no eran consideradas buenas. Sin embargo, dej claro que no le agrada
la poca confianza que le brindaban sus sbditos, puesto que ni siquiera poda entrar
en las ciudades que Dios le haba dado y que haba recibido en herencia (cap. 31).
Despus, los Jurados de Huesca ordenaron cerrar las puertas de la muralla para
impedir la salida del rey y as forzarlo a aceptar sus demandas (cap. 32).
Aos despus, tras la conquista de la ciudad Valencia, Jaime I visitaba Montpellier con el fin de solicitar apoyo financiero para continuar la campaa hacia las
tierras ms meridionales, y tambin para pacificar la conflictiva situacin que
padeca la ciudad, derivada del grave enfrentamiento sostenido entre los cnsules
de la comunidad y el baile del rey (cap. 295). Previendo su llegada los cnsules y
cien hombres de Montpellier salieron a caballo para esperarlo en Lattes, donde
Pere Bonifaci, el hombre ms poderoso del momento, en calidad de genuino anfitrin ocup el lugar ms cercano a la compaa de Jaime con el fin de atraerlo a
su causa, aunque ste le increpara para que l y los suyos guardasen su justicia y
su seora a travs de su oficial.19 La solucin al conflicto se fragu cuando el
monarca lograba la adhesin personal de la menestrala y del campesinado ms
humilde de Montpellier frente a sus regidores (cap. 298). De modo que hasta cinco mil hombres jornaleros, campesinos, mercaderes de cebada, curtidores y pueblo se movilizaron en su favor, desencadenando la huida de los cnsules y la consiguiente represin. Con el mismo ariete con que los rebeldes haban previsto
derribar las casas del baile y de sus leales, el rey hizo ejercicio de una justicia
expeditiva al demoler las casas de los fugitivos y confiscar sus bienes, una simblica reparacin de agravios y de autoridad asociada a la designacin de nuevos
cnsules, consejeros y baile entre los fieles del rey, que mantuvieron los cargos
durante mucho tiempo. Del mismo modo, en diciembre de 1275, Jaime I lleg a
Valencia con el objeto de sofocar otros disturbios, pues el pueblo se haba conjurado bajo el liderazgo de Miquel Peris, quien haba derruido algunas casas de prohombres y atentado contra la autoridad real, al tiempo que saqueaba alqueras isl-

19. Los cnsules de Montpellier ya estn documentados en 1126 y los oficios desde 1204, cfr. Jacques Le Goff (dir.), Histoire de la France urbaine, II. La ville mdivale, Editions du Seuil, 1989, pp.
124, 278 y 282.

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micas. El castigo regio y el nombramiento de Pedro Libiano como Justicia durante un quinquenio, con la consiguiente suspensin del privilegio de eleccin anual
del magistrado entre los vecinos, dado en 1266, no pudo evitar el inmediato alzamiento mudjar (cap. 554). Tambin aqu los castigos de la justicia regia estuvieron acompaados de cambios entre la clase dirigente de la ciudad, pues podemos
identificar a este personaje con Pere de Llibi, funcionario o capitn encargado
por Pedro el Grande para poblar la isla de Menorca en 1287, aunque entonces fuera tildado de honrado ciudadano de Valencia.20
Desde los tiempos de Pedro el Catlico tanto Huesca como Montpellier contaban con una embrionaria organizacin ciudadana y con unas franquicias. En
1201 el rey haba trasladado algunas prerrogativas del senior civitatis a los Jurados de Huesca y en 1204 haba suscrito la carta de costumbres y libertades a favor
de los cnsules de Montpellier, que el propio Jaime I haba confirmado desde
Lrida en 1218.21 En consecuencia, podemos suponer cierta entidad ceremonial en
la visita real a estas ciudades pues la presencia regia permita confirmar in situ los
privilegios o fueros locales que disfrutaba la comunidad anfitriona, la cual poda
contar con la consiguiente expedicin de documentos validatorios en pergamino
y tambin con un acto de juramento en la iglesia mayor de la localidad, realizado
ante la poblacin en general y los hombres buenos en particular.
Las gentes de Tarragona, hombres y mujeres, tambin ofrecieron a Jaime I una
recepcin alegre a su regreso de la conquista de Mallorca en la que exhibieron
banderas reales, atentas sin duda al retorno de un rey victorioso cargado de botn
(cap. 107); y los prohombres de Murcia desplegaron todo un alarde militar, al
tiempo que rogaban por su permanencia en la peligrosa frontera (cap. 522). Pero
en la narracin de las exitosas campaas militares de Jaime I no se mencionan
referencias a entradas apotesicas o a festejos alegres en las villas, ni durante las

20. Sobre el conflicto y su castigo cfr. Robert I. Burns, Avalots socials a la Valncia del segle
XIII, en Jaume I i els valencians del segle XIII, Valncia, Eliseu Climent editor, 1981, pp. 294-298.
Sobre la continuidad de Pere Libiano en el cargo de Justicia de Valencia al menos entre 1277 y 1281,
cfr. mi trabajo Los ciudadanos de Valencia en el siglo XIII, Encuentros acadmicos del Any Jaume
I, Generalitat ValencianaUniversitat de Valncia, en prensa. Sobre la misin menorquina de Pere cfr.
Crnica de Muntaner, cap. 172, pg. 30 de la edicin citada ms arriba. Pere de Llibi carece de antecedentes locales en la documentacin valenciana del siglo XIII y como muchos otros personajes aparece desempeando misiones especficas de la Corona, que despus tuvieron continuidad en Menorca, mientras que algunos s se arraigaron en la ciudad de Valencia.
21. Cfr. Isabel Falcn Prez, Origen y desarrollo del municipio medieval en el reino de Aragn,
Estudis Balerics 31 (diciembre 1988), pp. 76 y 79. Tambin A. Blad Desumvila, Montpeller catal,
Barcelona, Rafael Dalmau editor, 1965, pp. 17-18. Sobre la confirmacin realizada por Jaime I, cfr.
Miret i Sans, Op. cit., pg. 28.

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primera parte de su reinado, tras el asedio y sometimiento de Balaguer, Agramunt


y Pons en manos de una nobleza desentendida de la condesa de Urgel (cap. 43-46)
ni en las ciudades islmicas rendidas. Tampoco se dan referencias de recepciones
ni en Tarragona cuando se planificaba la expedicin a Mallorca, ni en la Barcelona que celebraba Cortes para solicitar el apoyo financiero necesario. En la conquista de Mallorca Jaime I se detiene en episodios y ancdotas del combate,
incluye pormenores relativos a los problemas de la subasta del botn y a la represin de los descontentos (cap. 88-91), pero nada cuenta de ceremonias ni de consagracin de iglesias. Del mismo modo, en la conquista valenciana slo pueden
indicarse al acto de izar el estandarte real en la torre de Bab-al-Sakar como seal
de rendicin acto ya ensayado en Balaguer y el inicio de los repartimientos
entre la hueste (cap. 282). Por el contrario s se detiene en la toma de posesin de
Murcia a principios de febrero de 1266, donde Jaime I siguiendo una costumbre
que l mismo enuncia erigi una iglesia dedicada a Santa Mara para celebrar
una emotiva accin de gracias (cap. 450-452), aderezada sta con una procesin
de clrigos que desde el campamento sitiador se lleg hasta iglesia. A lo largo del
recorrido el rey acompa a pie la imagen de la Virgen junto al obispo de Barcelona y al obispo de Cartagena. Despus se aloj en el alczar con gran alegra y
entreg la ciudad al rey de Castilla.
Es decir, las solemnidades protocolarias entre monarqua y sociedades urbanas
aunque se atestan tempranamente, slo presentan inters para el rey en cuanto que
son expresiones de su justicia o de sus xitos militares. Frente a esos escasos indicios de recepciones urbanas, el rey se interesa ms y pormenoriza en las relaciones que mantiene con otras autoridades, reyes y papas, y en especial con su yerno, Alfonso el Sabio. Tras las primeras operaciones para sofocar la revuelta
musulmana de Murcia, Jaime se entrevist con Alfonso en Alcaraz, quien se
molest en salir al camino hasta una legua de distancia para acompaarlos hasta
la localidad. Las vistas duraron ocho das y provocaron en el nimo del rey gran
alegra y solaz (cap. 432). Tambin Alfonso X sali a esperar y a recibir en el
camino a Jaime I cuando ste desde Tarazona llegaba a greda, y desde all todos
juntos se trasladaron primero a Soria y despus a Burgos para asistir a las bodas
de su nieto don Fernando con la hija del rey de Francia en el invierno de 1269. La
reunin cont con la presencia de personajes principales y el rey de Castilla aprovech la ocasin para armar caballero a su heredero, y ste a su vez arm caballeros a sus hermanos y a otros hijos de ricoshombres, salvo al infante Sancho,
segundognito, que habra de ser armado por su padre (cap. 494-495).
Esperar al invitado en el camino, acompaarlo e introducirlo en la ciudad de
destino constitua una protocolaria obligacin y, de hecho, Jaime I se hizo eco de
la presunta descortesa del rey Sancho de Navarra, quien resida durante ms de

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veinticinco aos en Tudela de forma completamente inusual para un rey de aquella poca. Jaime lo disculpaba porque aqul era tan grueso que le avergonzaba que
le contemplaran sus sbditos con aquel aspecto. El rey anfitrin ni siquiera baj
del castillo para recibir al rey visitante, y ste habra de ascender solo para tratar
a puerta cerrada del pacto de prohijamiento que prevea para Jaime la herencia del
reino de Navarra (cap. 138).
Durante otra visita posterior de Alfonso, entre la Navidad de 1269 y febrero de
1270, Jaime alardeaba de que a lo largo de todo un mes y a sus propias costas
haban estado juntos en Tarazona, donde haba atendido las necesidades de avituallamiento de toda la comitiva castellana, haciendo gala de su desprendida hospitalidad (cap. 497).22 Poco despus, en la visita del mismo monarca y de su esposa Violante hacan a Valencia el rey reseaba que haba salido a esperarlos y a
recibirlos personalmente hasta Buol, en el camino de Requena, y que en aquella
ocasin se haba preocupado por todos los pormenores de la recepcin, acompaado del obispo de Valencia, de sus caballeros y buenos hombres de Valencia, disponiendo para la ocasin muchos juegos maravillosos y diversos, de modo que la
ciudad fue encortinada y las plazas aderezadas con telas y ajuares de cama. Al
entrar en la ciudad fue acogido con solemnidad y alegra, tanta que segn el rey
desde haca cien aos no se haba recibido a nadie de forma tan satisfactoria, proveyndose a la comitiva real castellana de todo cuanto hubo menester (cap. 501).
Sin embargo, cuando en enero 1274 Jaime I regresaba a Murcia volva a dejar
constancia de que nunca nadie se haba esforzado tanto para acoger a un rey como
los prohombres de Murcia, pues sin ser sus sbditos estaban agradecidos por todo
lo que aqul les haba dado cuando la conquist, los cuales gozosos y al completo salieron a recibirlo a pie y a caballo, realizando exhibiciones diversas y no descritas (cap. 522).
Tambin el Papa Gregorio IX orden a sus embajadores que obligaran a esperar durante una jornada entera a Jaime I en San Ceferino, a tres leguas de Lyon,
con el fin de preparar la recepcin en la sede del concilio (cap. 524). Los cardenales, el maestre del Temple en ultramar, y los que guardaban la ciudad por el
papa, ms los obispos, ricoshombres y multitud de gentes pero no el pontfice,
salieron una legua para recibir y acompaarlo multitudinariamente hasta el mismo palacio papal el 1 de mayo de 1274. Tambin Pedro el Ceremonioso fue recibido en las afueras de Avin por casi todo el colegio cardenalicio de Benedicto
22. La persistencia de la idea de una monarqua dispendiosa se desarrolla en la crnica de Muntaner, quien no deja de reiterar las maravillosas raciones distribuidas por los reyes de Aragn, los elevados gastos que mantiene la corte para con sus invitados y el asombro de castellanos y gallegos ante
tal dispendio. Cfr. Crnica, Op. cit. cap. 22, 23, 177 y 182.

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XII, cuando fue a prestar homenaje por el reino de Cerdea y Crcega, pero el
papa lo recibi sentado en su sitial, ante quien el monarca tuvo que arrodillarse
para besarle los pies y ste lo alz del suelo para besarlo en boca como reconocido vasallo.23 Los papas como mximas instancias espirituales mostraron la distancia necesaria para no participar directamente en la recepcin pese a ser anfitriones cuando el protocolo exiga a los reyes que como iguales en majestad se
prestaran a ello y, del mismo modo, los sbditos de las ciudades siempre se mostraban dispuestos a representar el homenaje que corresponda a su seor con la
preceptiva recepcin ceremonial.

LA CRNICA DE BERNAT DESCLOT


No es inoportuna la consideracin de la obra como una autntica fiesta de la
caballera, ni tampoco descabellada la comparacin que se establece entre el lance protagonizado por Pedro el Grande frente a los franceses, durante la jornada del
30 de septiembre de 1285, con las gestas de Roldn, genuino par en heroicidades
pirenaicas segn la consideracin del cronista (cap. 159), a quien Ramon Muntaner califica como el mejor caballero del mundo.24 Todas las acciones del rey constituyen una exgesis del comportamiento del perfecto caballero, lo que ha sido
interpretado con una lectura laica y gibelina frente al providencialismo gelfo en
la contienda europea por la hegemona mediterrnea.25 Bajo este perfil la devastadora expedicin a Berbera se transforma en un proyecto de conquista de Ifriqiya,
una campaa que aspira al rango de cruzada para incorporar aquellas tierras a la
cristiandad, y que encuentra un papa tan incrdulo tras el fracaso en Tnez de
San Luis en 1270 como prximo a las pretensiones de su campen angevino
(cap. 84). Otro ejemplo singular es la peligrosa aventura de Burdeos en la que
Pedro, disfrazado y acompaado por una pequea comitiva, cruzaba tierra extraa y hostil para poner de manifiesto la aceptacin de un reto en el que habra
demostrar, mediante un duelo personal con Carlos de Anjou, la legitimidad de la
soberana aragonesa sobre Sicilia en diciembre de 1282, hazaa culminada con la
certificada incomparecencia de aqul (cap. 100 y 105). Una exaltacin del honor
23. Cfr. Crnica de Pere el Cerimonis, a cura dAnna Cortadellas. Prleg de J.N. Hillgarth, Barcelona, Edicions 62-La Caixa, 1995, cap. II, 37.
24. Para la crnica de Desclot se ha utilizado la edicin del Institut dEstudis Catalans, ya citada.
De l tambin se dice que hubiera sido otro Alejandro si hubiera llegado a vivir ms tiempo, cfr. Crnica de Muntaner, cap. 145 y 146.
25. Cfr. Stefano Maria Cingolani, Historiografia, propaganda i comunicaci al segle XIII
Op. cit., pp. 14-35. Llaman la atencin las escasas invocaciones a la divinidad en un medio escrito
tan propicio.

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y de las armas que en boca de los caballeros catalanes convierte a la inactividad


urbana en tiempos de guerra en vida de mercaderes, y esto cuando permanecen
ociosos en Barcelona mientras los franceses asediaban Gerona (cap. 157). Tambin resultan elocuentes los torneos y las justas organizadas con motivo de las vistas mantenidas con el rey de Francia en Toulouse, suspendidas por la necesidad de
entrevistarse con el rey de Castilla, los dos reyes ms poderosos del mundo, entre
los que segn se nos dice se mova el de Aragn (cap. 76). A principios de 1281
el rey march a Francia acompaado de una comitiva de cuatrocientos caballeros,
ricamente aparejados de armas y vestidos, a la que se sum la de Jaime II de
Mallorca, quien llev doscientas acmilas con arneses y otras tantas cargadas con
fruta seca, madura y confites, cuya dispendiosa distribucin entre los nobles,
caballeros y juglares caus idntica admiracin a la larga y esplndida comitiva
con la que entraron en la ciudad. Un fasto y una etiqueta que habran de ser resaltadas con los magnnimos comportamientos de los reyes caballeros, y de hecho el
enemigo, Carlos de Anjou, constituye un mal ejemplo por dar una avara acogida
a los embajadores del rey de Aragn, lejos de los modos corteses del protocolo,
cuando no se ocup de proporcionarles ni colchones ni ropa de cama para pasar
la noche, limitndose a enviarles dos frascas de vino, seis panes negros, dos pollos
asados y una caldera de coles hervidas con carne de cerdo (cap. 92).
En la crnica de Desclot el justicialismo de la monarqua nos muestra una imagen contemporizadora con los feudales e inmisericorde en la represin de los plebeyos. Dejaba constancia de que saba imponer treguas en las guerras nobiliarias,
pero tambin de que como cabeza del estado organizaba ceremonias judiciales de
carcter pblico y conforme a derecho para acabar con las rebeldas, como la que
llev a convocar ante l a Hugo V conde de Ampurias.26 Las deslealtades de aqul
fueron enumeradas ante una congregacin de caballeros y ciudadanos en el palacio real de Barcelona, apoyadas en un consejo de juristas con el propsito de
publicitar la aceptacin de las culpas. El conde arrodillado solicit perdn y el
indulgente infante se lo concedi, recibindolo adems en su amor y gracia, integrndolo en su squito, otorgndole racin para cuarenta bestias, y ofrecindose
como seor a socorrerlo cuando se lo pidiera. Segn la crnica el conde, que
crea que iba a ser condenado a muerte, se arroj llorando al suelo y quiso besarle los pies y las manos, actitud de agradecimiento pero tambin de expresa restauracin del homenaje adeudado que conllevaba la renovacin de las reciprocidades feudales: obediencia y servicio a cambio de proteccin y sometimiento. El
infante lo levant del suelo con sus manos y le dio permiso para retirarse (cap. 72).
26. Sobre el conde de Ampurias como lder de la levantisca nobleza catalana, sus devastaciones y
latrocinios, cfr. Ferran Soldevila, Pere el Gran. Primera part: linfant Op. cit., pp. 381-382.

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De este modo lograba conciliar, momentneamente al menos, la endmica insurgencia de la aristocracia.


El episodio del asedio de Albarracn, desencadenado por las correras de Juan
Nuez y sus sospechosos vnculos con el rey de Francia, pone de manifiesto la
misma identificacin de la poblacin con su seor no slo en la capacidad de
resistir a las huestes del rey sino en la lealtad prestada a aqul en todo momento
(cap. 117). Tras sucesivos hechos de armas e intentos de asalto soportando las
duras condiciones invernales, Pedro logr la capitulacin, mediante la cual caballeros y ciudadanos rebeldes podran marchar libres, seguros y sin castigo, de
modo que sera necesario repoblar la ciudad con gentes procedentes de Daroca.
Despus, cuando lleg a Zaragoza los ricoshombres y las gentes de las villas le
presentaron importantes peticiones, adems de la ratificacin de antiguas franquezas y fueros, lo que el rey se neg a consentir por suponer gran perjuicio a su
seora (cap. 130). March de all alegando que haba de hacer frente a dos guerras: el dominio efectivo de Sicilia y la inminente invasin de Catalua por los
cruzados franceses (cap. 132).
Las circunstancias y las actuaciones cambian radicalmente a su llegada a Barcelona, donde Berenguer Oller, personaje calificado con vil origen, haba logrado
convertirse en hombre fuerte de la ciudad con el apoyo del pueblo llano. Para el
cronista sus actuaciones se presentaban con semblanza de bien aunque causaban
el mal, porque haban perjudicado al rey y a los prohombres de Barcelona, usurpando la jurisdiccin judicial, desposeyendo a la Iglesia, al obispo y a los burgueses de sus rentas y censales, e incluso rechazando la autoridad de los oficiales
reales.27 Ese liderazgo en la conjura popular, en la que ejerca de capitn o gobernador, se demostr an ms peligroso cuando se le achacaron indicios de sedicin
al atribursele contactos con el rey de Francia. Entonces, Berenguer intent
orquestar una solemne recepcin ante la inminente llegada del rey para congraciarse con l y a atraerlo a su causa, aunque Pedro la evit, entrando en Barcelona y alojndose en ella sin aceptar el protocolo de la entrada, provocando gran
gozo entre los prohombres desbancados de la ceremonia prevista por los rebeldes.
Al da siguiente el monarca se exhibi a caballo hasta toparse en las calles con
Berenguer, quien intent presentarse, gesto rechazado con irona por Pedro aduciendo que no era costumbre entre reyes besarse la mano. La represin del movimiento se realiz en juicio sumarsimo y a puerta cerrada en el palacio real, adquiriendo rango pblico tan slo mediante la ejecucin de sentencias el da de

27. Sobre la primera revuelta popular barcelonesa cfr. Carmen Batlle Gallart, La crisis social y
econmica de Barcelona a mediados del siglo XV, Barcelona, CSIC, 1973, vol. 1, pp. 36-44.

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Pascua. Berenguer fue arrastrado por las calles atado a la cola de un mulo, y junto a siete de sus secuaces fue ahorcado en la rama ms alta de una olivera. La crnica pormenoriza que entre los buenos y nobles hechos del rey ste era digno de
ser reseado, porque supuso mayor conquista o triunfo que la toma de cuatro o
cinco castillos a sus enemigos. Despus Pedro retorn a su residencia, escuch
misa, comi y tuvo buena y honrada fiesta, en paz y alegre. La satisfaccin provocada por el ejercicio soberano de la justicia real qued recalcada en la crnica
con un viejo proverbio: no hay mayor enemigo que el familiar (cap. 133).
La prestacin del homenaje sirvi de ocasin excepcional para demostrar en
la crnica que la realeza se encontraba en la cima de la pirmide vasalltica que
vertebraba las relaciones internacionales. La flota expedicionaria que parti hacia
Alcoll en Berbera recal antes en Menorca para recibir el debido homenaje del
tributario islmico y, de paso, avituallar las bodegas. Mientras las tropas quedan
embarcadas, el rey con sus barones levant tienda en una pequea isla ante Mahn
para esperar al almojarife menorqun, quien de inmediato, avisado de la presencia
de Pedro, envi abundante y variopinto ganado como presente, hacindole saber a
travs de su legacin que se encontraba dispuesto a asumir la voluntad de aqul.
De hecho acudi presto con una galera para arrodillarse ante l, besarle los pies y
las manos, humillndose como siervo, ofrecindole oro y plata como presentes,
siempre predispuesto a cumplir todos sus mandamientos (cap. 79).
En ese protocolo de vasallaje no se percibe diferencia alguna respecto a otras
situaciones. Los sicilianos, rebeldes a la dominacin insular de Carlos de Anjou,
reconocieron a Pedro el Grande como seor natural por los derechos de sucesin
que correspondan a su esposa Constanza y a los hijos de ambos, razn por la que
le ofrecieron que tomara posesin del reino como tierra propia, al tiempo que se
predisponan a sostener su causa (cap. 87). Una protocolaria embajada present
unas cartas suscritas y autentificadas como credenciales, en las que las ciudades,
villas y castillos de Sicilia acreditaban la lealtad de su conjura. El rey asumi el
reto presentndose como liberador del tirnico gobierno francs. Desde el norte
de frica la flota se dirigi a Trapani, donde arrib el 30 de agosto de 1282. Una
solemne recepcin estaba prevista para honrarlo: los ricoshombres y caballeros se
adentraron en el mar con sus barcas para recibirlo y acompaarlo a puerto, pero
antes se arrodillaron a sus pies y le invitaron a bajar a su tierra. All, una larga
comitiva lo precedi a pie, conducindolo a caballo y bajo palio, guiado por los
barones y caballeros sicilianos. El rey no era presentado como un conquistador
sino como legtimo soberano, entonces reconocido por sus sbditos. Las doncellas y las gentes, acompaadas con instrumentos musicales, abran paso al cortejo mientras proferan gritos de bienvenida y arengas a favor del salvador, en un
recorrido urbano encortinado con paos de seda y oro, alargado hasta el palacio

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real. En esta ocasin, y asociada a la liturgia de los emperadores Stauffen, aparece la referencia explcita ms antigua al uso del palio, formado por un pao de oro
sostenido sobre cuatro lanzas para cubrir, presentar y realzar la figura del monarca.28 La recepcin culmin con un gran banquete y cuatro das de fiesta en las que
los sicilianos ofrecieron presentes de oro, plata y ricos paos de seda y oro (cap.
90). Mientras tanto, tambin aqu las tropas de Pedro el Grande quedaban embarcadas, dando mayor sentido ceremonial de recepcin e introduccin en la ciudad
por sus propios pobladores. Esta imagen metafrica qued completada con el acto
legitimador llevado a cabo en Palermo, donde el monarca concedi las costumbres
del rey Guillermo a los habitantes del reino, an cuando stas ya las respetaba
Carlos de Anjou, pues en esta ciudad idntica comitiva y protocolo local lo condujo hasta el palacio imperial. La concesin de las costumbres desencaden el
homenaje de los barones, caballeros, ricoshombres de las ciudades, de las villas y
todas las gentes de Sicilia. Despus, el protocolo se repiti en Mesina, donde le
esperaba una ciudad encortinada con paos de lujo, calles cubiertas de junco y
hierbas olorosas, y una poblacin que le ofreci juegos de formas diversas, sin
drnoslas a conocer. Cuando en abril de 1283, despus de concluir las operaciones militares, la reina Constanza junto a los infantes Jaime y Federico llegaban a
la isla fueron recibidos con grandes fiestas en las que se la presentaba como nieta del emperador Federico e hija del rey Manfredo, en un ejercicio pleno de legitimidad dinstica (cap. 103).
En un ambiente de latente enemistad Perpin se mostr contraria a presentar
el homenaje adeudado a Pedro el Grande (cap. 134). En abril de 1285, ante la inminente llegada de las tropas cruzadas, el rey se present acompaado de su hueste
ante las puertas de Perpin para ejercer su calidad de seor natural del reino vasallo de Mallorca y Roselln, heredado por hermano Jaime por voluntad testamentaria paterna. Jaime II de Mallorca estaba aliado con los angevinos y con el papado
en el proyecto de desposeer a Pedro de sus reinos, segn la sentencia papal de 21
de marzo de 1283, que condenaba la usurpacin aragonesa del reino de Sicilia,
cuya investidura haba sido concedida por Roma a Carlos de Anjou. Paradjicamente los guardias reconocieron al monarca y le hicieron saber su amor, aunque no
tardaron en arrojarle piedras y proyectiles, de modo que Pedro se vio obligado a
derribar las puertas para entrar en la ciudad feudataria, llegndose hasta la fortaleza donde su hermano segua negndose a recibirle, alegando enfermedad. Al da
siguiente el rey recorra la ciudad a caballo y sin armas, momento que aprovecharon las gentes al decir del cronista para demostrarle su gozo y afecto, besndole
28. Cfr. Sergio Bertelli, Il corpo del re. Sacralit del potere nellEuropa medievale e moderna,
Firenze, Ponte alle Grazie, 1990, pg. 91.

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las manos y reconocindolo como seor. Al reclamar insistentemente el homenaje


y la fidelidad con la que estaba obligado su hermano ste lo rehuy, e incluso prefiri escapar de forma humillante por una alcantarilla. El amor de los perpianeses
a Pedro se desvaneci cuando se extendi el rumor de que haba acabado con la
vida de su rey, desencadenndose una abierta sublevacin urbana y, con ella, el precipitado abandono de Perpin por la comitiva aragonesa (cap. 135).
Las celebraciones de las victorias permiten percibir otra faceta de aquellas
imgenes simblicas y rituales. La llegada de la flota a Mesina dio lugar a una
gran luminaria nocturna por parte de la poblacin, que con antorchas, hachas de
cera, candelas, lmparas de aceite y fallas, alumbraron una gran claridad para
celebrar el xito militar sobre la flota angevina. A la maana siguiente, 17 octubre de 1282, la armada se aparej lo mejor posible en el faro para hacer su entrada apotesica en el puerto: se desat a los prisioneros franceses y se les hizo remar
en las galeras catalanas para remolcar por la popa a las propias, las cuales arrastraban sobre las aguas las banderas de Carlos de Anjou. Mientras sonaban trompas se enarbolaban orgullosamente las seeras del rey de Aragn. En la ribera les
esperaba el monarca, toda la caballera y la poblacin al completo para vitorear y
festejar a los vencedores, que bajaron a tierra el riqusimo botn incautado, dando
pie al solaz de la tropa y de la marinera (cap. 98). La expedicin naval y el saqueo
de Reggio en enero de 1283 depararon gran alegra por la gran ganancia que tuvieron almogvares y marinos (cap. 102). La victoria del almirante aragons ante
Malta el 8 de julio de 1283 tambin conllev idntica y apotesica entrada en
puerto de Mesina, arrastrando por la popa las galeras provenzales apresadas, y
todas las gentes festejaron la victoria (cap. 114). Gran algarada popular y gozo
provoc la entrada de la flota en Barcelona el 28 de julio de 1285, lo que de inmediato fue notificado a Sicilia mediante mensajeros para que all pudiese ser celebrado (cap. 158). La contemplacin de la flota siciliana de socorro a su arribada
a la playa de Barcelona provoc grandes gozos y alegras, que no impidieron las
crueldades pblicas del almirante perpetradas sobre los prisioneros (cap. 165 y
166). De igual modo, en la guerra contra Navarra el rey Pedro se preciaba de haber
arrasado e incendiado ms de ochenta villas (cap. 130).
El sentimiento gozoso de la guerra es comn. En mayo de 1285 el ejrcito cruzado tomaba posiciones en el Coll de Panissars, junto a la Junquera, en el paso
entre el Vallespir y el Ampurdn, donde la tropa se jale y se profirieron grandes
gritos como si ya se hubiese conquistado Catalua. Tras el asalto de Salses los
cruzados tuvieron gran alegra, mayor que si hubieran tomado la mayor ciudad de
Catalua o de Aragn (cap. 137). Tras las crueldades cometidas en el saqueo e
incendio de Elna las tropas francesas partieron con gran gozo y alegra (cap. 141).
Idnticas a las que siguieron a la toma de la fortaleza de San Salvador, situada

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sobre el monasterio de Sant Pere de Roses, lo que les abra el control de la costa
y el aprovisionamiento martimo para continuar la ofensiva (cap. 154). All el cardenal y legado papal para la cruzada coron rey a Carlos de Valois y lo invisti de
toda la tierra, dando lugar a dos das de fiesta (cap. 155). La capitulacin catalana de Gerona engendr gran alegra, gritos de victoria y algarada entre franceses
al tomar posesin de la ciudad (cap. 167).
Frente a estos gozos y alegras derivados de los xitos militares se contrapone
el duelo y la vergenza de la retirada, cuando el ejrcito francs en desbandada,
con gran prdida de haberes y de gentes, sufrieron el despiadado ataque en el Coll
de Panissars, el 29 de septiembre de 1285. Los almogvares e incluso de la marinera de la flota acudieron prestos para no perderse el festn de muerte y saqueo.
En el momento inmediatamente anterior, en el que pareca que se iba a producir
la gran batalla campal que pusiera fin a la guerra entre el rey de Francia y el rey
de Aragn, Pedro el Grande hizo saber y anotar que esa jornada hara desplegar
su seera, acto que no haba llevado a cabo desde su coronacin en noviembre de
1276. Toda la hueste qued alegre y pagada por la decisin real (cap. 167).

LA CRNICA DE RAMON MUNTANER


En claro contraste con el extraordinario clima de violencia que se deduce de
las aventuras almogvares en Oriente, el recuerdo del pasado y en especial la relacin de los sbditos para con la realeza tambin resultan ocasiones alegres y siempre festivas en Muntaner.29 La asistencia y el sostn de la monarqua provocan
gran alegra entre los prohombres de las ciudades y, al mismo tiempo, el itinerario de los reyes a lo largo de sus constantes desplazamientos no es otra cosa que
el reiterado festejo de su presencia, prorrogando aqu y all das y semanas de
diversin que paralizaban la actividad urbana con un sinfn de juegos, bailes, torneos y banquetes. Las rutas seguidas por Jaime I o por Pedro el Grande fueron
para Muntaner una sucesin de recepciones ciudadanas con el propsito de hacerles honor y darles placer, es decir, para rendirles homenaje. Tambin la vida de la
corte y las ocasiones ms solemnes, desde las bodas a las coronaciones, transmiten el sentido de una monarqua festejante.
El matrimonio de Constanza de Sicilia y el infante Pedro (cap. 11); los xitos
militares en la campaa murciana (cap. 14); la victoria sobre las galeras berberiscas (cap. 19); las vistas con los reyes de Castilla (cap. 12 y 27), cuando no la reu29. Se ha utilizado la Crnica de Ramon Muntaner, publicada en dos volmenes por la Edicions
62-La Caixa, que ya se ha citado ms arriba.

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nin de cortes o parlamentos (cap. 25 y 99); as como el juramento del primognito heredero del trono; etc., etc.; dieron lugar a grandes fiestas y alegras. El homenaje de la entrega de llaves en las ciudades sicilianas para ofrecer la seora a Pedro
el Grande (cap. 60) constituye otra ocasin de demostracin de alegras, previa a la
coronacin. El propio infante Jaime cuando logr el trono de Sicilia visit las ciudades para tomar posesin del reino, y ello le oblig a ir de convite en convite y de
placer en placer (cap. 150). En cualquier caso para Muntaner la ltima fiesta que
narra siempre resultaba ser la mejor y la mayor de las ofrecidas hasta entonces. A
esta alegre vivacidad, aderezada con concurridos banquetes, cabalgatas ldicas,
danzantes y musicales, o suntuosos torneos, se contraponen los duelos y lutos derivados de los decesos en la casa real. As se nos recrean los desgarrados gritos y las
desconsoladas lgrimas que provocaron el paso de las comitivas fnebres de Jaime
I y despus de Pedro el Grande por castillos, villas y lugares, cuando en vida y all
mismo se les haban ofrecido bailes y alegras (cap. 28 y 146).
Muntaner glosa la muerte de Jaime I el 27 de julio de 1276 y las repercusiones ceremoniales que l mismo atest. Segn su testimonio los pobladores de
Mallorca ordenaron que se celebrara anualmente la fiesta de San Silvestre en el
ltimo da del ao, fecha en la que fue tomada al asalto la ciudad de Mallorca,
para que se hiciera una procesin general con la seera del rey, y as que todas las
iglesias rogaran por su alma, para guardar a sus descendientes tambin y para instar la victoria sobre los enemigos de la Corona. En el mismo sentido, rogaba a
Alfonso el Benigno para que hiciera idntica gracia y merced a Jaime I el da de
San Miguel, 28 de septiembre, fecha de la capitulacin de la ciudad de Valencia,
y de este modo que los prohombres de Valencia convocaran una procesin general, en la que se implorara por el alma del rey, por el crecimiento y mejora de sus
descendientes y porque les diera la victoria a aqullos sobre sus enemigos. Tambin instaba a los clrigos a cantar misas y a los prohombres a realizar caridad
general y perpetua ya que entonces, segn su testimonio, todas las ciudades del
mundo la realizaban con carcter general, salvo Valencia, de modo que con esta
prctica piadosa la divinidad favoreciera la multiplicacin de los bienes de sus
pobladores.30 Pero en Valencia el consejo de Ramon Muntaner dado en torno a
1328 cay en saco roto, al menos durante diez aos, hasta 1338, quizs porque en
1329 march de Valencia a Mallorca, integrndose en la corte de Jaime III y en la
administracin real de Ibiza, donde falleci en 1336, dos aos antes del punto de
ignicin de la conmemoracin valenciana. Si en torno a 1325 la Iglesia y el municipio mallorqun comenzaron a celebrar con regularidad la Festa de lEstandard
para rememorar la conquista del 31 de diciembre de 1229 y a su hroe, en Valen30. Cfr. Crnica de Muntaner, Op. cit., vol. 1, cap. 28.

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cia el Nou dOctubre comenz conmemorarse como accin de gracias el da en


que se celebr el primer centenario de la efemride, en 1338, justo cuando comenzaban a sucederse un conjunto de calamidades sobre la ciudad.31
Para Muntaner esa actitud decididamente festejante de la realeza tiene una
razn de ser caracterstica de los reyes de la Corona de Aragn, pues entre las virtudes que los ilustran les destaca la de conceder muchas gracias y privilegios a sus
sbditos considerados vasallos pero tambin compaeros y la de hacer grandes
fiestas para convidar a las gentes, razones por las que stas de continuo ensalzaban el amor, el honor y el seoro de sus monarcas (cap. 20). Si por gozo entendemos la emocin causada por la contemplacin de algo placentero, bien porque
se posee la esperanza de obtener lo deseado bien por la satisfaccin de haberlo
obtenido, se pueden comprender los gozos que produjeron en Montpellier la
estancia de Jaime I cuando distribuy dones, es decir, franquicias y privilegios
(cap. 9), o aquellos otros que provocaron entre los sicilianos la decisin de Pedro
el Grande de tomar posesin del reino (cap. 58). Por otra parte, una ltima acepcin de alegre en el diccionario Alcocer-Moll presenta un sentido concomitante al
lenguaje feudal, sinnimo de slido o de ntegro, vocablo que expresa la lealtad y
el servicio, el cual puede cobrar sentido con el homenaje ciudadano que se presentaba con las recepciones brindadas al seor natural, causa del solaz, del recreo
y de la diversin del rey y de la comunidad. Se entiende mejor, por tanto, que las
procesiones, juegos y bailes organizados en las ciudades fueran esforzados y
tuvieran como objetivo proporcionar honor y placer al rey (cap. 173).
No obstante, la guerra tambin es una fiesta.32 Las exageraciones implcitas a
las ancdotas blicas no esconden lo que puede considerarse un sentimiento general. El ansia de combatir no slo provoca el insomnio de la hueste antes de batallar en Alcoll sino tambin gran gozo (cap. 55); el mismo que Pedro y su ejrcito
31. Puede verse mi trabajo Ideologa y representacin cvica en la sociedad hispnica medieval,
en Memorias de la ciudad Op. cit., pp. 111-130. Frente a este protagonismo conmemorativo de
Mallorca y Valencia la Crnica de Pere el Cerimonis (cap. II, 35) se hace eco de la traslacin de reliquias de Santa Eulalia en Barcelona, el 2 de julio de 1339, con una comitiva regia muy completa, en
la que figuraban el mismo rey, Jaime III de Mallorca, el cardenal de Rodas como legado papal, los
infantes (to y hermano del Ceremonioso), su esposa Mara, la reina abuela, Elicsenda de Montcada
(esposa del difunto Jaime II), el arzobispo de Tarragona, y otros obispos, prelados, barones y caballeros, reunidos en Barcelona por la celebracin de un snodo diocesano. Pese patronazgo tardoantiguo y
barcelons de Santa Eulalia no se resea siquiera la participacin municipal, y en cambio la memoria
de la ciudad otorga a sus Consellers un protagonismo compartico. Cfr. Rbriques de Bruniquer. Ceremonial dels magnfichs Consellers i regiment de la ciutat de Barcelona, Barcelona, Imprenta dHenrich y Companya, 1914, vol. 3, cap. 43, pg. 161.
32. Cfr. Franco Cardini, Quellantica festa crudele. Guerra e cultura de la guerra dallet feodale alle grande revoluzione, Firenze, Sansoni, 1982, pp. 28-30.

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disfrutan cuando barruntaban la gran batalla campal contra Carlos de Anjou en


Sicilia (cap. 65); gozos por la victoria en las tierras del rey de Aragn que contrastan con los duelos de Marsella y de Provenza tras la victoria naval frente a
Malta (cap. 83); un sentimiento previo al combate que exhibe Pedro el Grande
cuando visti armas en Barcelona y se dispuso a enfrentarse al rey de Francia y a
su oriflama en el Coll de Panissars (cap. 120). El infante Alfonso estaba gozoso
porque quera entrar en combate contra los cruzados que sitiaban Peralada y tuvo
gran placer cuando se decidi realizar una incursin contra la hueste sitiadora
(cap. 123). La compaa de almogvares tiene gran placer cuando por vez primera va a combatir a los turcos cerca de Filadelfia (cap. 205). Pedro el Ceremonioso tuvo gran placer y alegra cuando le sacaron de la cama a mitad de la noche
para comunicarle que Pedro I de Castilla se dispona a ofrecerle batalla al da
siguiente en el campo de Matana, entre Elche y Orihuela.33 Etc., etc.
Se puede proporcionar cierta explicacin a esta emocionante ansiedad por
entrar en combate si atendemos al coraje como actitud personal, al honor y a la
fama que reportara la victoria a los vencedores, pero tambin por la esperanza de
un sustancioso botn. Los esclavos obtenidos en la campaa murciana del infante
Pedro fueron tantos que se repartieron entre las cortes europeas (cap. 13). Todas
las ganancias de la guerra contra los franceses se gastaban en Mesina (cap. 116).
Una compaa de almogvares decide incendiar y abandonar Peralada porque los
haban destacado all para su defensa y con ello iban a perderse la lucha contra los
franceses que asediaban Gerona, razn por la que no iban a ganar nada (cap. 125),
de ah que antes de marchar robaran a la poblacin (cap. 126). Las tropas estaban
alegres y pagadas porque todos los das atacaban, mataban y saqueaban a los franceses que en desbandada cruzaban los Pirineos (cap. 134). La batalla o cabalgada
real es la que alienta el encono y el riesgo de la tropa en la lucha y en la depredacin. En la razzia practicada sobre la costa marsellesa, cada soldado ganara todo
lo que tomara como botn por l mismo, aunque slo tras el combate pues en caso
contrario incurrir en pena de traicin, es decir, la declaracin o anuncio de batalla real libraba de la entrega de la quinta parte del botn al rey (cap. 152). Los
gozos y alegras de los almogvares son proporcionales al botn obtenido (cap.
207) y su forma de vida, basada en el saqueo y devastacin del territorio en Oriente, les permite vivir ricos sin sembrar, labrar, cavar vias o podar (cap. 223). Las
tropas aragonesas quedan alegres y pagadas tras el saqueo obtenido de sus correras en Calabria, donde esquilman las tierras del rey Roberto (cap. 282). El saqueo
de Estampatx junto a Cagliari enriqueci a las tropas aragonesas para toda su vida,
e incluso la ordenada demolicin de la localidad permiti el aprovechamiento de
33. Cfr Crnica de Pere el Cerimonis, Op. cit., cap. VI, 51.

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los materiales constructivos para Bonaire, donde se traslad piedra a piedra la


iglesia de los frailes menores (cap. 287). Los almogvares y soldados que no
pudieron desembarcar para combatir en Mallorca se tiraban de los cabellos y de
las barbas porque al no participar en la prevista batalla real tampoco lo haran del
esperado botn, mientras que los que all estuvieron no slo se apropiaron de todos
los enseres del campamento de Jaime III en Santa Pona sino que, al huir en desbandada, tambin devoraron la comida que le haban preparado sus cocineros. Las
mismas tropas causaban espanto entre los temerosos mallorquines, pues tras suscribir la capitulacin de la ciudad, los jurados rogaban al Ceremonioso que las
embarcara en previsin a nuevos desmanes, robos y destrucciones.34 La derrota de
los leales a Jaime III en Vilafranca del Conflent supuso el asalto y el saqueo de la
villa, y con ello el enriquecimiento de los combatientes.35
Pero la guerra tambin presenta una faceta tan deportiva como alegre y emotiva. Los torneos y juegos de armas fueron imprescindibles en coronaciones,
matrimonios, vistas y juramento de leyes en las capitales de los reinos de la Corona. De hecho estos campeonatos son sinnimos de la presencia real, ante la cual
las gentes de armas demostraban una evidente competitividad, haciendo alarde de
sus destrezas y de cierta propensin pblica a la heroicidad en un campo previamente determinado, y ante el testimonio de personajes de calidad, de la misma
corte y de un pblico numeroso y de toda ndole, que propagara la fama, el valor
y las habilidades de los contendientes.
Muntaner recrea la estancia de Alfonso X el Sabio en Valencia e insiste en la
protocolaria recepcin que se le ofreci en presencia de Jaime I, para pormenorizar en el ofrecimiento de juegos por parte de la poblacin, pero tambin de tablas
redondas, entarimados y dianas, torneos singulares, y simulacros de batallas de
naranjas, escenificadas sobre galeras y leos arrastrados en carros, las cuales se
alargaron durante quince das de fiesta en los que ningn menestral trabaj en la
ciudad (cap. 23). Adems, se glosan las maravillosas raciones distribuidas por el
rey entre la comitiva castellana, as como la visita al monasterio de San Vicente
Mrtir para ofrecer reverencia al santo patrn de la ciudad, en una recepcin que
se alarg durante una jornada entera. Podramos pensar que Muntaner ha trasladado cincuenta aos atrs una entrada real a partir de las noticias que conociera a
travs del Llibre dels fets, pero los juegos de guerra, la recepcin de los oficios y
las acciones de gracias se constatan en otras tantas referencias abreviadas de la
crnica de Jaime I y, por tanto, podemos pensar tan slo en el progresivo desa-

34. Cfr. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. III, 26-27 y 31-34.


35. Cfr. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. IV, 12.

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rrollo de un modelo festivo que an despus presentara mayor complejidad parateatral, ldica y ceremonial.
Durante la estancia del infante Pedro en Pars, su cuado y su hermana, reyes
de Francia, le obsequiaron con las alegras habituales, pero se deja constancia especial de torneos y ejercicios blicos en los que particip aqul junto a otros caballeros y jvenes nobles para su deporte y solaz (cap. 37). Roger de Lauria, almirante
de Aragn, acogido como vencedor de la flota francesa en Zaragoza poco antes de
la coronacin del infante Alfonso, hizo construir un tablado o entarimado para probar puntera y destreza arrojando distintas lanzas e incluso naranjas, siendo premiados con las flores de campen Pedro el Grande y su hermano Jaime II de
Mallorca, considerados en la crnica los ms diestros caballeros de Espaa. Despus se organiz una tabla redonda, un torneo sin jerarquas inspirado en el modelo artrico, donde los reyes y grandes nobles se desposean de su rango para ponerse al mismo nivel de un squito de iguales caballeros todos con los que se
ejercitaban en distintas pruebas de armas. Tambin se construyeron dos barcas
armadas para una batalla naval de naranjas, tradas para la ocasin desde Valencia,
de modo que tras quince das de juegos y solaz segn se nos dice el almirante
ennobleci la fiesta y el infante tom la corona con gran alegra (cap. 155).
Mientras se espera a las vanguardias de la cruzada Pedro organiz un torneo
en Figueres con cuatrocientos caballeros, alineados en dos grandes equipos, el del
rey y el formado por Gisbert de Castellnou y el vizconde de Rocabert, un adiestramiento preparatorio del combate que fue considerado como una bella fiesta y
el ms bello hecho de armas en torneo desde los tiempos del rey Arturo (cap. 161).
Despus el rey march a Barcelona donde el almirante colg la seera para indicar que se comenzaba a enrolar gentes para el ejrcito, pero antes se organizaron
tablas redondas, torneos y ejercicios de competicin y de exhibicin con el fin de
propiciar un ambiente motivador. Todas las gentes del rey disfrutaron con ello,
iban de gozo en gozo y de baile en baile (cap. 163). Mientras los embajadores de
Alfonso el Liberal se reunan en Tarascn para acordar las paces con el legado
papal y Carlos de Anjou, l permaneci en Barcelona distrayndose con juegos,
torneos y competiciones, en las que tambin hubo tiempo para las danzas de caballeros, ciudadanos, hombres de las villas y de los oficios (cap. 173).
Las vistas que tuvo el rey de Aragn con el rey de Inglaterra en Aire sur lAdour (Gascua) sirvieron como excusa de una gran reunin familiar y de la corte,
a la que concurrieron caballeros y barones muy bien vestidos y pertrechados. All
Eduardo I demostr su liberalidad durante diez das con una gran fiesta en la que
se concertaron los esponsales de su hija con Alfonso el Liberal. El acuerdo alcanzado incremento las alegras y proporcionaron la excusa para que el rey de Aragn

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ordenara construir un entarimado con el que ejercitarse tanto en el lanzamiento de


azagayas como en torneos, de los que mujeres e ingleses quedaron prendados ante
las demostradas pericias aragonesas. Tambin aqu el deporte de las armas fue
completado con danzas entre caballeros y damas, en las que participaron los propios reyes. Todo un mes de festejos con continua y dadivosa comensalidad.
Para hacer los honores a Alfonso el Benigno y a su esposa, Roger de Lauria,
almirante de Aragn, convoc una mesa redonda en Calatayud, donde construy
un castillo de madera en un extremo del campo. Durante todo un da, ante la presencia de la noble comitiva que testificara los lances, se exhibi para competir
con quien se presentase, de igual a igual. La convocatoria result un xito pero
el final fue dramtico y hubieron de suspenderse las lides porque se teman
enfrentamientos poco deportivos entre los contendientes, pues un caballero de
aventura annimo, aunque se intua que su oculta identidad perteneca a un personaje de Murcia ret al almirante y tras el choque result gravemente herido
en la cabeza (cap. 179).
Las relaciones vasallticas alcanzan ostensible gestualidad en el reconocimiento de la superioridad jerrquica, de la pertenencia y de la dependencia entre
hombres, un compromiso de sumisin voluntaria y de lealtad expresada mediante
el beso. Cuando Jaime I es recibido por el papa en el concilio de Lyon, Muntaner
alude a los tres besos que el pontfice dio en la boca al monarca, en calidad de
confaloniero y defensor de la Iglesia romana, y tambin alude a la corts negativa de aqul a aceptar el besamanos que le ofreca el monarca en calidad de fiel
servidor (cap. 24). Tras anunciar su partida hacia Burdeos las mujeres y las doncellas de Mesina salieron al paso de Pedro el Grande para besar la tierra que iba
a pisar, porque la multitud les impeda llegar hasta sus pies y sus manos, e idntico comportamiento se observa entre las mujeres y doncellas de Palermo cuando
dieron la bienvenida a la reina Constanza (cap. 76 y 97); y cuando Pedro el Ceremonioso liber Valencia del asedio castellano la alegra y gozo de la poblacin se
manifest con la voluntad de besar los pies, las manos o la armadura del rey.36 Una
vez trasladada la reina Constanza a sus aposentos se exhibi una carta del rey,
remitida desde Lrida, en la cual se instaba a los sicilianos a que tuvieran a ella y
a los infantes por seores, si bien antes de abrirla Mateu de Trmens identific
que se trataba de una carta real, y entonces, se la coloc simblicamente sobre la
cabeza, despus bes el sello y, finalmente, la abri para proceder a su lectura
pblica ante los ricoshombres, caballeros y sndicos de las ciudades, convocados
a tal efecto en la Sala Verde del palacio imperial de Palermo (cap. 99).

36. Cfr. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. VI, 43.

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Roger de Lauria se arroj al suelo para besar los pies del rey, y despus las
manos, al ser nombrado almirante de Aragn, quien como vasallo honrara con sus
servicios a su seor (cap. 76). Cuando regres victorioso de la batalla bes las
manos de los infantes Jaime y Federico, que lo esperaban junto al mar en Mesina,
pero stos al descabalgar lo besaron a l en la boca. Despus cuando el almirante
pide rdenes al infante Jaime ste le indica que vuelva a subir a la galera para
hacer su fiesta o entrada triunfal en el puerto, y despus que vaya a presentar reverencia a su madre la reina. Una vez all y antes de aproximarse a Constanza, Roger
de Lauria bes por tres veces la tierra ante ella, y finalmente su mano, siendo recibido con buena y alegre cara (cap. 105 y 113). Sin embargo cuando la flota capitaneada por dos ciudadanos de Barcelona, Ramon Marquet y Berenguer Maiol,
regres victoriosa del combate contra la armada francesa fondeada en Rosas,
besaron el pie del rey, quien se limit a descabalgar, a abrazarlos y a presentar un
aspecto afable para con ellos. Al solicitar rdenes, Pedro rechaz la quinta parte
del botn capturado por la marinera, exceptuando los cautivos, y dej en manos
de aquellos capitanes su distribucin. Agradecidos stos volvieron a besarle el pie
y transmitieron la noticia a las galeras, donde la chusma jale y vitore al monarca (cap. 133). Cuando en 1309 el propio Ramon Muntaner fue nombrado capitn
de la isla de Gerba, frente a Tnez, orgulloso por el cargo recibido, hizo gala por
escrito de los poderes soberanos que le han sido conferidos con el mando. Entre
ellos citaba el homenaje de boca y de manos que singularmente le prestaron los
caballeros y escuderos por el castillo de Gerba y la torre de las islas Querquens
con el que se expresaba simblicamente que habran de guardar su persona como
si se tratase del mismo monarca (cap. 251-252). Ms tarde cuando se vio amenazado por las tropas de Roberto de Npoles reuni a los musulmanes que le eran
afines y mediante conveniencias les prometi un rico botn si le ayudaban en la
defensa, con lo que aqullos aceptaron prestar sus servicios con gran gozo y alegra, realizando un juramento ante Muntaner en el que se comprometan a presentarse en ocho das con cinco mil hombres a caballo, aunque segn se anota no
sin cierta paradoja l fue quien recibi y no dio el beso en la boca que corresponda al seor (cap. 259). En todos los dems casos se comprueba que los vnculos de subordinacin se demostraban mediante la genuflexin y el beso, de
modo que mientras se renda homenaje besando manos y pies en reconocimiento
de la superioridad tras el servicio prestado u ofrecido el seor lo aceptaba, ratificaba y confirmaba mediante el beso en la boca para significar la tutela, la jefatura y el agradecimiento en una relacin recproca.37

37. Cfr. Marc Bloch, La sociedad feudal. La formacin de los vnculos de dependencia, Mxico,
Uteha, 1958, pp. 168-169.

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LA CRNICA DE PEDRO EL CEREMONIOSO


La coronacin fue considerada el acto ms sublime de las ceremonias de la
realeza y las crnicas dejaron testimonio de la transcendencia de aquellas efemrides, excepto en el caso de Jaime el Conquistador.38 Pedro el Grande se coron en
Zaragoza el 17 de noviembre de 1276, despus de hacerse acompaar hasta el
monasterio de Poblet por los barones y prohombres de sus reinos para dar sepultura a su padre. Primero se autocoron y despus coron a su esposa Constanza,
a quien coloc el pomo y el cetro como atributos de la realeza, mientras el obispo cantaba misa en la iglesia mayor, un acto muy concurrido en el que distribuy
dones a caballeros y juglares. Despus el rey tuvo Cortes con los aragoneses, y de
forma escueta se nos indica que los caballeros y las gentes les hicieron gran fiesta y alegra por el amor que les tenan. Los monarcas abandonaron Zaragoza para
marchar a Valencia.39 Podemos pues presuponer el sentido poltico del procedimiento ceremonial, e incluso imaginar algunos de los actos festivos que lo acompaaron, en relacin a los juegos de las gentes de armas y a los ofrecidos por la
poblacin. La correlacin entre acceso al trono, juramento de leyes privativas,
coronacin y convocatoria de asambleas parlamentarias parece evidente desde el
primer momento. Muntaner hace referencia a aquella misma ocasin recordando
la alegra festiva de la solemnidad, tanto para Pedro como para su hermano Jaime,
cuando tomaron sendas coronas en Aragn y en Mallorca, aunque con su habitual
imprecisin dejaba constancia de que a Pedro lo coronaron y que Jaime se autocoron.40 Tampoco olvida referir como Carlos de Anjou fue coronado en Roma
por el papa al tiempo que le conceda la investidura del reino de Sicilia, previendo el envo de un legado para colocar la corona a su esposa; ni que un legado pontificio inst a Felipe III de Francia a que combatiera al rey de Aragn para dar
posesin de los dominios a su segundognito, a quien Felipe su hermano mayor
no sin cierta sorna es calificado como rei del xapeu, rey falso o rey de la nada.41
Pedro el Grande tom la corona de los sicilianos en Palermo; al igual que sus hijos
Jaime y Federico, quienes convocaron a sus sbditos para que les jurasen homenaje, lo que aprovecho Jaime para ennoblecer a un caballero.42

38. Cfr. Bonifacio Palacios Martn, La coronacin de los reyes de Aragn, 1204-1410. Aportacin
al estudio de las estructuras medievales, Valencia, Anubar, 1975, pp. 78-79. Tambin Francesc Massip Bonet, La monarqua en escena. Teatro, fiesta y espectculo del poder en los reinos ibricos, de
Jaume el Conquistador al Prncipe Carlos, Madrid, Comunidad de Madrid, 2003, pp. 13-32.
39. Cfr. Crnica de Desclot, cap. 73.
40. Cfr. Crnica de Muntaner, cap. 29.
41. Cfr. Crnica de Muntaner, cap. 33 (Carlos) y 103 (rei del xapeu).
42. Cfr. Crnica de Muntaner, cap. 63 (Pedro en Sicilia), cap. 148 (Jaime), cap. 185 (Federico).

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La asistencia personal a la ceremonia de la coronacin de Alfonso el Benigno


en 1328 convierten a Ramon Muntaner en un testigo de excepcin, que expres
por escrito la voluntad de detallar los pormenores del prolijo procedimiento, a
modo de colofn de su obra.43 Segn el relato los lutos paternos haban empaado la recepcin de los homenajes como seor de los catalanes as como el juramento de sus libertades en Barcelona, durante una celebracin disminuida en contraste con la solemnidad de Zaragoza, a la que concurrieron ni ms ni menos que
la exagerada cifra de mil jinetes. De hecho, la legacin valenciana comprenda a
ciento quince personas con cincuenta y dos cabalgaduras, squito bien pertrechado, acompaado de msicos y de arneses para torneos, que luci vestiduras y
cirios decorados con las armas reales. Aquella embajada actu de forma tan magnnima como necesitaba la ocasin, manteniendo como comensales a todos los
que se lo solicitaron y regalando vestiduras nuevas a los juglares.
La fiesta de la coronacin fue tambin ocasin singular para los ritos de la
caballera. Tras cerrar el duelo por el bito paterno, Alfonso y la corte se arreglaron las barbas, comenzaron a hacer fiesta y a convidar a las gentes. En la vigilia
del da previsto el infante vel en la iglesia de San Salvador y escuch maitines,
de modo que Alfonso se arm caballero, ciendo por s mismo la espada y la corona, actos con los que testimoniaba que el rey reciba el poder sobre sus reinos
directamente de Dios y sin intermedios pontificios. Despus arm a algunos
nobles, que a su vez armaron a los miembros de su respectiva comitiva en diferentes capillas hasta un total de doscientos cincuenta y seis, segn las cuentas de
Muntaner, aunque para el cronista del Ceremonioso fueron ciento ochenta.
Tomando la espada con su mano el rey la blandi tres veces para invocar tres desafos con los que se comprometa sucesivamente a defender la fe catlica; a mantener hurfanos, doncellas y viudas; y finalmente a impartir justicia entre propios
y extraos. Durante la misa el arzobispo de Zaragoza le ungi con crisma la espalda y el brazo derecho, y el de Toledo junto a los infantes sus hermanos se la terminaron de arreglar sobre la cabeza, tomando l mismo del altar el cetro y el
pomo, objetos exhibidos como atributos de la realeza ante el pueblo, cuando montado a caballo sali de la iglesia para dirigirse al palacio de la Aljafera. Si el rey
caballero era precedido por un porteador que luca su espada otros, tras l, cargaban sus restantes armas, una exposicin que fue imitada por los caballeros noveles que lo seguan, los cuales formaron una larga comitiva en la que sonaban trompas, tabales y flautas. As dieron comienzo los juegos de competicin de hombres
de armas, torneos, toros proporcionados por las parroquias de Zaragoza y las danzas femeninas. En la Aljafera el rey cambi la rica corona ceremonial por otra
43. Cfr. Crnica de Muntaner, cap. 293-297.

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menor, pero con el pomo y el cetro de oro acudi a la mesa del banquete, junto a
sus cortesanos y sbditos, pues la puerta estuvo abierta para todos. A cada plato
le corresponda una danza, y en la sobremesa vespertina se recitaron canciones y
poemas, comenzando por el serventesio de un juglar, compuesto a la sazn por el
infante Pedro para glosar los significados de los smbolos: el cetro de la justicia y
el pomo del poder sobre los reinos.
Los cronistas del Ceremonioso detallan que en aquella misma ocasin, el da
de Pascua de 1328, el infante Alfonso se coron rey en la iglesia de San Salvador
de Zaragoza, tal y como marcaba la tradicin, una fiesta descrita ahora en relacin
con el alegrico protocolo ms que por la alegre exhibicin de caballeresca majestad que percibi Muntaner. La vspera al oscurecer el rey y los caballeros partieron del palacio de la Aljafera formando una comitiva iluminada, dispuesta a pasar
la noche en la iglesia como rito inicitico. Al da siguiente, domingo, y en clara
alusin a la resurreccin de Cristo y al renacer como caballero y rey coronado
retornaron al palacio. Siguiendo al rey y cabalgado sus monturas de dos en dos,
los caballeros eran precedidos por un jinete que exhiba sus espadas, atendiendo a
la estricta prelacin derivada de su rango. Segn se dice el rey arm caballeros a
dieciocho nobles y stos a su vez a los miembros de su squito estableciendo una
correlativa red de compromisos (cap. I, 43). En el palacio se celebr una gran y
solemne fiesta a la que asistieron prelados, barones, caballeros, sndicos de las
ciudades y de las villas, todos los cuales participaron de un gran banquete en el
que se hicieron grandes dones, grandes alegras y grandes bailes, tal y como perteneca a buen seor y nuevo rey (cap. I, 39). Antes de la coronacin el infante
Alfonso haba jurado los privilegios, constituciones, usos y franquicias en Barcelona, donde fue reconocido rey y donde tom juramento de fidelidad y homenaje
a los catalanes por sus feudos (cap. I, 43).
Por el contrario Pedro el Ceremonioso, tan amante de las tradiciones, comenz su reinado alterndolas, pues decidi coronarse antes en Zaragoza y despus
marchar a Catalua a jurar sus leyes privativas, creando con esta medida evidente
malestar (cap. II, 3-5). Tambin eligi como fecha clave la Pascua de 1336, pero
hubo de posponerla ocho das porque no haba llegado el correo con la autorizacin pontificia al arzobispo de Zaragoza (cap. II, 7). El procedimiento seguido fue
idntico al desarrollado por su padre, si bien en vez de velar armas durmi sobre
una cama en la iglesia mientras en las calles se sucedan las alegras y los cnticos nocturnos. A la salida del sol fue vestido en la sacrista por el clero, y despus
de algunos titubeos ante el altar, en el momento cumbre, decidi seguir el consejo de Ot de Montcada impidiendo al arzobispo participar en modo alguno en la
coronacin, un acto que en tal caso ira en su detrimento y provocara la subyugacin del reino, al significar el reconocimiento de la investidura y de la infeu-

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dacin papal. El mismo Ceremonioso se autocoron y tras la misa jur los fueros
y ordenamientos del reino de Aragn, recibiendo la ovacin de sbditos, ante los
cuales y a caballo se mostr exhibiendo el cetro en la mano derecha y el pomo en
la izquierda. La montura fue uncida con cadenas de plata y como las riendas fueron guiadas por los ricoshombres de Aragn, los prohombres de Zaragoza y los
sndicos de las villas del reino, adems de representantes del reino de Valencia y
algunos de Catalua, junto a la tolerada e inusitada participacin de los vasallos
sardos, Mariano y Juan, hermanos del Juez de Arborea. A lo largo del itinerario
de regreso al palacio la comitiva encontr torneos, juegos de armas y bailes, que
se ejecutaban a su paso en distintas partes de la ciudad. La Aljafera fue completamente encortinada con paos de seda y oro, y aderezada con mesas para comer,
donde toda la comitiva particip del gran banquete mientras escucharon los melodiosos cnticos de juglares. La comida del rey fue servida y acompaada por los
barones del reino en el ejercicio de sus funciones domsticas y ttulos honorficos
en la casa real. Durante dos das el palacio estuvo abierto para todo aqul que
deseara comer, y segn la crnica, el primer da lo hicieron ms de diez mil personas (cap. II, 8-15). Todava en 1339 el rey no usaba comer en la misma mesa
tal y como consentira despus con sus nobles y caballeros (cap. II, 35).
Antes de partir el rey convoc Cortes a los aragoneses, y despus march Lrida para congraciarse con los descontentos catalanes, cuyas reticencias se haban
expresado con el rechazo de los oficiales reales nombrados desde Zaragoza sin
haber jurado sus usos y costumbres (cap. II, 16), aunque cuando el monarca se
prest a confirmarlos fue recibido con gran fiesta y alegra (cap. II, 23). En las
cortes catalanas los barones, prelados, ricoshombres, caballeros y gentes de las
villas prestaron juramento de fidelidad al rey en calidad de conde de Barcelona.
Desde all Pedro march a Valencia para celebrar Cortes, donde fue jurado rey
(cap. II, 21-26). Es decir, en el texto del Ceremonioso aparece claramente asociado el acceso al trono, la coronacin y la asuncin del poder, con el festejo inherente al homenaje debido por los sbditos, e inmediatamente anterior al desempeo de las funciones legislativas con la reunin de las Cortes de cada reino. Una
actitud muy ligada al gusto del monarca por realizar discursos o sermonear a sus
sbditos en las ms dispares ocasiones: durante el duelo paterno (cap. II, 1), en las
reuniones parlamentarias (cap. IV, 23), en las recepciones ciudadanas (cap. III,
169), ante las tropas (cap. V, 17), etc., con el nico fin de explicar las decisiones
de gobierno y de justificar con argumentos legtimos su actitud de buen y recto
monarca. Si en las crnicas anteriores ya se aluda en algunas ocasiones aisladas
a las conferencias o predicaciones singulares, realizadas por los monarcas ante sus
sbditos, en el caso del Ceremonioso las alocuciones regias son de una presencia
abrumadora.

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La manifestacin de la precedencia y de la jerarqua en los protocolarios actos


pblicos parece que constituyeron una continua obsesin para el Ceremonioso.
Cuando el rey de Mallorca le prest su juramento vasalltico en Barcelona, Pedro
le proporcion un asiento de menor altura al suyo para realizar el homenaje (cap.
II, 34). Y cuando ambos entraron juntos y bajo palio en Perpin insista en que
la cabalgadura de Jaime haba de ir ms atrasada y a la izquierda de la suya para
demostrar su subordinacin e inferioridad (II, 37). A su llegada a Avin se desat su furibunda ira al observar que el gua frenaba a su montura para equipararlo
al de Mallorca sin que ste hiciera nada para evitarlo, razn por la que Pedro intent desenvainar su espada contra Jaime tres veces consecutivas, aunque sin conseguirlo, pues llevaba al cinto la joya empleada en la coronacin, de tan escaso uso
que se resista a salir de su funda. Pero el nefasto incidente no evit la presentacin de homenaje debido por la investidura del reino de Cerdea y Crcega, ni
tampoco que las gentes de Montpellier primero y las de Perpin despus salieran
a recibir a su rey y al Ceremonioso con las habituales danzas de hombres y mujeres, que les condujeron a un solemne banquete (II, 37). Precisamente, las infidelidades de Jaime III y las de sus antepasados hacia los reyes de la Corona de Aragn sirvieron como argumento legal para desatar la acusacin de lesa majestad
derivada del quebrantamiento del homenaje ligio, y con ello la consiguiente incautacin del reino de Mallorca y de los condados del Roselln y la Cerdaa, que
aquel usufructuaba como feudo. De hecho, Pedro se presenta en la crnica como
buen seor, dispuesto a perdonar a su vasallo en Elna y a darle el beso en la boca,
pero se negaba a aceptar en correspondencia el besamanos pblico de Jaime III
por sus numerosas deslealtades, aunque aqul lograra conseguir su propsito en
un descuido del rey durante el homenaje, mientras lo alzaba del suelo, donde se
encontraba arrodillado para humillarse (cap. III, 162-163).
Los xitos en las campaas militares para la reincorporacin de las Baleares y
del Roselln al dominio directo de la Corona y las derivadas de la rebelin sarda
no fueron celebradas como victorias sobre el enemigo. Los pactos y capitulaciones finales terminaron por reconocer al soberano legtimo, autopresentado as a
tal efecto mediante el procedimiento ceremonial y legal correspondiente, habitual
en sus reinos patrimoniales. En esos casos la entrada del rey en la ciudad tuvo su
correspondiente recepcin civil y no triunfal, an despus de haberse producido
tras algunos combates. Los jurados de Mallorca en representacin de la ciudad y
del reino presentaron homenaje a Pedro en la iglesia de San Nicols de Portop
con la prestacin de un juramento de fidelidad, que en correspondencia obtuvo la
confirmacin real de los privilegios y libertades antiguas, otorgndose tambin
nuevas gracias, tras lo cual y sin armas, como rey, fue acogido por la poblacin en
la forma protocolaria, limitndose a colocar la seera real en la torre del ngel, a

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prestar reverencia a Santa Ana y a armar algunos caballeros en la capilla del castillo (cap. III, 35). Al da siguiente, 1 de junio de 1343, escuch misa en la seo,
hubo alegras, convite y el correspondiente pregn para hacer saber que el Ceremonioso privaba a Jaime III y reservaba para s el ttulo de rey de Mallorca (cap.
III, 36). Dos das despus recibi homenaje y juramento de fidelidad de caballeros, hombres de paraje, ciudadanos y poblacin en general, nombrando procuradores para recibirlo de todos los habitantes de la ciudad, en especial de todos los
lugares de la isla, de Menorca e Ibiza, y de las fortalezas de Alar, Montueri y
Pollena, actos certificados mediante escrituras pblicas que se alargaron durante
ocho das (cap. III, 40-42). Siguieron los juegos de armas y torneos habituales de
las celebraciones regias (II, 46). El 22 de junio Pedro el Ceremonioso se exhibi
coronado para ofrecerse al besamanos de los jurados y prohombres de la ciudad,
para lo cual imit el exclusivo protocolo de la coronacin zaragozana en la catedral de Mallorca. Tras la pertinente vigilia sali de la sacrista investido con todas
las insignias reales, oy misa en altar mayor, se mostr ante el pueblo en un sitial,
dio gracias a Dios y a la Virgen por permitir que se realizase su justicia mediante
la confiscacin del reino y con una alocucin explic el derecho que avalaba su
decisin. Despus el vicecanciller ley un extracto del proceso realizado a Jaime
y el secretario la indisoluble decisin de unir el reino de Mallorca a la Corona de
Aragn. Terminado el acto una noble comitiva formada por los barones, ciudadanos y caballeros lo condujeron bajo palio y sobre su montura hasta el palacio de
la Almudaina, donde el rey ofreci un banquete a todos los asistentes con una gran
fiesta, general y solemne (III, 47-48).
Del mismo modo, las victorias en el Roselln tampoco dieron lugar a gozos y
alegras festivas. Argilers fue tomada tras un asedio, pero con la capitulacin final
sus cnsules y ciento cincuenta prohombres prestaron homenaje y juramento de
fidelidad el 6 junio 1344. A cambio vieron confirmados sus privilegios y fue perdonada su rebelin. Pedro coloc sus seeras en las torres ms altas; entr en la
ciudad con una pequea comitiva; la poblacin le bes las manos; dio las gracias
a la Virgen en la iglesia; realiz el pertinente discurso sobre el derecho que le legitimaba tras soportar las felonas de Jaime III; concedi nuevos privilegios y arm
caballeros (cap. III, 125). Un procedimiento que se repiti en Cotlliure (cap. III,
139-147); en Elna, donde gentes y mujeres salieron a recibir al rey y le besaron
los pies y las manos, obteniendo el perdn regio (cap. III, 160); en Perpin, donde unos frailes fueron encargados de predicar en torno a la legtima actuacin del
monarca y a la indisoluble vinculacin a la Corona (cap. III, 166); y en Puigcerd,
donde las gentes quedaron pagadas y reafirmadas en su devocin al rey (cap. III,
174). Slo tras el rescate definitivo del Roselln Pedro retorn a Barcelona, donde fue recibido el 10 septiembre de 1344 con mucha solemnidad y alegra (III,

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179), cuando tras la incorporacin de Mallorca y parte del Roselln, a falta de


cumplimentar todo el objetivo, se la haban ahorrado (cap. III, 53 y 90). El 22 de
diciembre de 1344 la reina Mara y las infantas fueron recibidas con bailes y alegras por los oficios de Perpin, una colorida y festiva recepcin que les acompa hasta el castillo, en cuyo patio continuaron los bailes para el placer de los
monarcas, que incluso se incorporaron voluntariamente al grupo para ejercitarse
en la dana mesclada. Despus hubo banquete, vino y confites. Al da siguiente,
da de Navidad, el rey cabalg por Perpin con las insignias reales, acompaado
de su comitiva, guiado por sus cnsules y prohombres (cap. III, 199).
Idntico comportamiento ceremonial se observa en la campaa sarda. La rendicin de Alghero supuso la colocacin de la ensea real, el homenaje de los prohombres y la confirmacin de sus usos y franquezas el 29 de agosto de 1353 (cap.
V, 22). Slo tras sofocar la rebelin del Juez de Arborea, con la capitulacin de
Alghero el 9 de noviembre de 1354, se previ la expulsin de todos sus habitantes, el nombramiento de nuevos oficiales y todo un repartimiento colonizador
(cap. V, 39). Tampoco las victorias sobre los unionistas aragoneses o valencianos
fueron festejadas por el Ceremonioso, que se limit a dejar constancia de que
haba dado gracias a Dios por hacer valer su justicia (cap. IV, 44 y 55), un atributo de la realeza que en su crnica se expresa de distintos y simultneos modos.
El monarca premiaba la fidelidad de los sbditos confirmando sus libertades
y aumentando sus franquicias y privilegios, pero tambin castigaba las rebeldas
y las deslealtades. Durante la guerra con Castilla reconoci la fidelidad de Xtiva, Calatayud, Teruel y Daroca, otorgndoles el ttulo honorfico de ciudad (cap.
VI, 17 y 60), rango del que privaba a la Morvedre rendida frente a las tropas de
Pedro I (cap. VI, 56) hasta convertirla en simple calle de la recompensada y dos
veces leal ciudad de Valencia. Un amor hacia la pertenencia al realengo que desat la resistencia, el llanto y las splicas con los codos en tierra de los habitantes de Burriana, cuando recibieron la noticia de que iban a formar parte del patrimonio segregado de la Corona como seoro el infante Juan, hijo de la reina
Leonor de Castilla (cap. II, 30). Un sentimiento que provoc gran alegra y placer
entre los de Tortosa cuando de nuevo se reintegraron al directo dominio regio
(cap. VI, 36).
Cuando los sbditos atentaron contra la voluntad real se desencaden la faceta ms implacable de la justicia del rey, interesado ste en dejar constancia escrita de su ensaamiento represor o, por el contrario, de su caritativa misericordia.
El 30 de noviembre de 1344 fueron ejecutadas en Perpin las dieciseis condenas
a muerte de los leales de Jaime III de Mallorca que ocuparon Puigcerd, incluyendo la decapitacin de dos nobles (cap. IV, 197). Cuando Zaragoza se entreg

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al rey tras la derrota de los unionistas en pila, la ciudad renunci a sus privilegios para que se castigase a los culpables, facilitando las inquisiciones de los
alguaciles regios. El mismo Pedro ley las trece sentencias de muerte en la Aljafera, confisc los bienes de los huidos por haber incurrido todos ellos en crimen
de lesa majestad, y los reos fueron ahorcados en distintos puntos de la ciudad (IV,
46). Despus celebr Cortes para condenar pblicamente la Unin, el sello utilizado por los conjurados fue troceado de forma ritual y sus escrituras quemadas en
el Convento de Predicadores lugar donde solan reunirse para borrar cualquier
memoria de aquella sedicin (cap. IV, 49). Durante una alocucin especfica realizada en la iglesia del Salvador el rey desarroll el tema del ejercicio de misericordia que entonces iba a poner en prctica pese a las injurias y perjuicios recibidos al otorgar su perdn, slo inspirado en la justicia de sus antepasados y de
las Sagradas Escrituras (cap. IV, 50). Por el contrario, toda la ira regia se desat
en Valencia tras la derrota de los unionistas en Mislata. Segn su parecer la ciudad mereca ser quemada, destruida y arada de sal para que nunca jams nadie la
pudiera habitar de nuevo. Sus consejeros lo evitaron al indicarle que pagaran justos por pecadores, ya que sus leales haban padecido las sacas nocturnas del terror
unionista (cap. IV, 60), y que sta era la tercera ciudad de sus reinos, la cual contaba en su haber con numerosos servicios prestados a sus ancestros. Las razones
aducidas sirvieron para atemperar el castigo y conceder el perdn, que no evit
los procesos, sentencias, confiscaciones y revisin de todos los privilegios dados
por la monarqua a Valencia para derogar los que su libre arbitrio considerase conveniente (cap. IV, 57). En Valencia Pedro entr poderosamente con su ejrcito, dio
las correspondientes gracias a Dios y profiri el sermn al pueblo, subrayando la
gravedad del crimen cometido y la excelencia de la misericordia real. Segn la
crnica en total fueron condenados a muerte veinte lderes unionistas: cuatro
generosos que fueron decapitados; tres juristas y los dems menestrales y mercaderes, unos ejecutados en la horca y otros arrastrados por las calles y ahorcados,
pero algunos antes de subir al cadalso hubieron de sufrir un ltimo tormento al
obligarles a beber el metal fundido de la campana de la Unin.44
Esta extraordinaria crueldad fue respuesta directa a las humillaciones padecidas en persona por el propio Pedro el Ceremonioso durante su anterior estancia en
Valencia cuando los unionistas recibieron por vez primera a la reina Leonor de
Portugal como seora, en la pertinente recepcin ciudadana tal y como era costumbre, aunque los monarcas haban llegado all escoltados por los unionistas de
44. Cfr. Mateu Rodrigo Lizondo, La Unin valenciana y sus protagonistas, Ligarzas 7 (1975)
pp. 158-160. Sobre las consecuencias de la Unin cfr. del mismo autor La Unin de Valencia (13471348). Una revuelta ciudadana contra el autoritarismo real, Valencia, Tesis doctoral indita, 1987.

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Morvedre. Das despus los oficios y la poblacin continuaba sus bailes y juegos,
hasta que despus de comer, en la tarde del domingo de Ramos, una cabalgata
comitiva festiva con trompas, juglares y danzas se transform en una explosiva
manifestacin popular en la que las alegras se trocaron en un subversivo furor
contra los oficiales del rey que rechazaban las reivindicaciones de la Unin. Con
un agresivo tumulto la poblacin invadi el Real, derribando puertas y registrando las habitaciones para encontrar a los odiados juristas roselloneses que asesoraban a Pedro el Ceremonioso (cap. IV, 30-40). No obstante, con una breve alocucin ste no slo detuvo a los insurrectos sino que los puso de su parte frente a las
tropas del infante Ferrando, de modo que la poblacin en una situacin tensa se
interpuso entre ambos, hasta que el Ceremonioso para dar tranquilidad a sus servidores y apaciguar a las gentes levantiscas bes en la boca al infante de forma
pblica y conciliatoria, como seor natural que era. La comitiva festiva volvi a
entrar en la ciudad y, despus de cenar, aquella turba a la vez festiva e iconoclasta se encamin bailando hacia el Real, volvindolo a invadir y obligando de forma humillante a los reyes a participar en las danzas que ellos mismos practicaban.
El barbero Gonalbo y sus secuaces pagaran por ello con el extremo ensaamiento del Ceremonioso (cap. IV, 60).
Mientras que el itinerario de los monarcas descrito por Muntaner estaba jalonado por las fiestas que se le ofrecan en las ciudades y villas que visitaban, slo
en ocasiones especiales el Ceremonioso hace referencia a esas recepciones ceremoniales, que adems en su crnica aaden un componente militar apenas intuido en las referencias de las crnicas anteriores, cuando stas hacan alusin a que
las gentes los haban recibido a pie y a caballo con ciertas exhibiciones. Tras la
conquista de Cerdea el infante Alfonso era recibido con gran honor en todos los
lugares, segn su entidad, de modo que las gentes le salan al paso con armas y
danzando (cap. I, 42). Cuando Pedro el Ceremonioso lleg a Lrida para jurar las
leyes catalanas le esperaban ante las puertas cien hombres armados a caballo y
numerosa infantera (cap. II, 23). Los zaragozanos movilizados por la Unin y los
infantes aguardaban al Ceremonioso en el camino con una fuerza castellana y aragonesa, formada por ricoshombres, caballeros, ciudadanos y hombres de las villas
que acompaaron al rey hasta la Aljafera, donde despus lo abandonaron porque
no consenta en otorgarles sus peticiones (cap. IV, 22 y 29).
Cuando el 1 de agosto de 1336 los jurados, el procurador real, el baile general
y el justicia de Valencia acordaron el protocolo de recibimiento del monarca
durante una sesin plenaria del Consell slo se preocuparon de ordenar los preparativos de la milicia. Las compaas de infantera de los oficios con sus estandartes jalonaran el camino desde la cruz de trmino del Puig hasta la ciudad, al
igual que la caballera armada y ligera, ninguna de las cuales habr de entrar en

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Valencia mientras durase el protocolo de introduccin y acompaamiento del rey


hasta la seo, quedando plantadas en la rambla ante el palacio real. Con el retorno
del rey en 1345 el Consell volvi a ordenar que todos los hombres de a pie salieran con sus armas a recibirlo.45 En cambio, cuando el 5 de julio de 1373, Juan y
Mata de Armanyac, duques de Gerona, fueron a entrar en Valencia slo se hizo
previsin del desfile musical, danzante y ldico de los oficios, incluyendo la construccin de dragones, castillo y naves armadas sobre carros para las conocidas
batallas de naranjas.46 En adelante, la recepcin militar aparecera atenuada sino
diluida por la recepcin civil.

BALANCE FINAL
A lo largo del perodo abarcado los ritos y gestos de la realeza considerados
dignos de ser incluidos en la memoria real, al lado de los grandes hechos militares, siempre son los mismos. Las descripciones de las crnicas son ms oscuras
en cuanto que relatan hechos del pasado ms lejano. No obstante, las referencias
indirectas son lo suficientemente elocuentes como para hacernos entender que
aquellos ritos y gestos ceremoniales, descritos posteriormente con mayor nitidez,
ya se producan desde principios del siglo XIII, tal y como se enuncian entre los
recuerdos de Jaime I. Las vistas reales, el homenaje feudal, el justicialismo
monrquico, el armamento de caballeros, la recepciones ciudadanas, la celebracin de las victorias, los duelos y lutos derivados del bito regio, los esponsales o
las alegras por el natalicio del deseado heredero del trono, constituyen las principales actitudes pblicas de la monarqua, susceptibles de ser consignadas por
escrito y resaltadas de forma sobresaliente en la cadencia de hechos biogrficos
de los monarcas, si bien cabe insistir al menos en dos lneas simultneas en las que
se ejerci y se codific la memoria regia.
La primera asociada a la dinasta. El regular recurso a la identidad herldica
de la casa de Aragn se detalla con la incorporacin comn y regular de alusiones
a la seera real, como emblema distintivo y singular en las acciones ms gloriosas de una larga sucesin familiar. Las hazaas y conquistas relatadas en cada

45. Cfr. Salvador Carreres Zacars, Ensayo de una bibliografa de libros de fiestas Op. cit. vol.
2, pp. 1-4 (para 1336); vol. 2, pp. 27-31 (para 1373); y vol 1, pg. 10 (para 1345).
46. Con anterioridad algunas ancdotas aisladas permiten hacernos una idea de los juegos que se
presentaban al paso del rey, cuando Pedro acudi a Barcelona para celebrar Cortes y encontrar el apoyo cataln contra los unionistas aragoneses marcha acompaado de su hermano el infante Jaime, ya
enfermo, quien haba perdido la visin y no era capaz de contemplar las acrobacias de un hombre al
caminar en equilibrio sobre la cuerda floja que atravesaba la calle de extremo a extremo (cap. IV, 34).

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secuencia de la memoria regia redundan en los mritos de cada protagonista,


quien suele establecer una mnima cadena genealgica, hacia el pasado y hacia el
futuro, para testimoniar los enlaces matrimoniales y la continuidad del linaje. El
proceso culmin con la construccin de un panten dinstico y perenne en el
monasterio de Poblet por parte de Pedro el Ceremonioso, pero debe considerarse
como habitual prolegmeno en cada momento la celebracin del luto y el sepelio
de quien transmita el trono, aclarndose en todo caso con detalle las circunstancias de la trama familiar, una preocupacin legitimadora del parentesco con la que
se manifest de forma constante la memoria regia.
La segunda faceta reseable es la insistencia en las relaciones vasallticas
como frmula de gobierno. Si entre los feudales son los homenajes, los juramentos y el armamento de caballeros las ocasiones referidas para subrayar los vnculos personales de lealtad y de obediencia, por el contrario, en las ciudades y villas
el sentimiento colectivo de adhesin y de dependencia se manifiesta mediante las
recepciones ciudadanas, la concesin o confirmacin de gracias y privilegios, as
como con el ejercicio de la justicia real en su doble calidad de clemente o inflexible. Mientras el vasallo ejerca de sujeto paciente del beso seorial los cnsules y
jurados no eran valorados como personas fsicas sino jurdicas y, por tanto, no vean sellado el vnculo individual de hombre a hombre, limitndose a ofrecer el
besamanos del rey sin obtener la correspondiente reciprocidad. La creciente
importancia adquirida por las reuniones de esos estamentos en las Cortes, en un
marco constitucional cada vez ms consolidado, est perfectamente significada en
los textos para acentuar el papel directivo y principal de la monarqua en el gobierno de los reinos, pero tambin con la reiteracin de las exigencias de ciudades y
estamentos en continuados intentos, interpretados en las crnicas como fehaciente expresin de una voluntad de coartar la autoridad real.
Desde principios del Trescientos ira adquiriendo consistencia progresiva la
memoria urbana, no slo por la acumulacin escrita de los hechos singulares y
locales en las escribanas de las administraciones municipales sino por la manifiesta voluntad de construir un pasado digno y legtimo, de epopeyas y de garantas legales consignadas en diplomas, en el que la monarqua y la propia memoria de los reyes antiguos constituira el ms slido fundamento de la memoria de
las ciudades.

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EL ENTORNO FEMENINO
DE LOS REYES DE ARAGN
MARA DEL CARMEN GARCA HERRERO
Universidad de Zaragoza 1

Nombrar entorno femenino de los Reyes de Aragn evoca un universo tan


interesante y atractivo como inabarcable. Sugiere pensar en madres, abuelas,
esposas, mujeres legtimas y no tan legtimas, hermanas, sobrinas, primas, tas
Tambin en abadesas, viejas y jvenes reinas, criadas, servidoras, costureras,
nodrizas, infantas, amigas, consejeras Rememora, inevitablemente, a centenares de mujeres integradas en las sucesivas cortes y en las casas del rey, de la reina, de los infantes
De las muchas opciones posibles para acceder a este mundo complejo y
que, en grandsima medida an est por desentraar, hemos escogido la va que
proporcionan tres verbos: mediar, arbitrar y fundar, y a ciertas mujeres del
entorno real que en la Corona de Aragn, en el centro de su Historia, los conjugaron activamente.

MEDIADORAS: AMANSANDO LAS SAAS


Y QUITANDO LAS GUERRAS
El da 6 de mayo de 1421, desde Barcelona, Violante de Bar dirige una de sus
inteligentes y estudiadas cartas a Mara de Castilla, reina de Aragn, mujer de
Alfonso V el Magnnimo, a la que nombra molt excellent princesa molt cara e
molt amada neboda, en la que le recuerda algunos de los principales deberes de

1. Para la realizacin de este trabajo he contado con una ayuda del Programa Europa XXI (DGA
CONAI y CAI) n CH42/08. Esta investigacin se inserta en el Proyecto I+D del Ministerio de Ciencia e Innovacin con cdigo HAR2008-02512, del que soy investigadora principal.

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las reinas.2 No es ahora el momento de abordar el grado de credibilidad o coherencia que hemos de atribuir a Violante, o cules son los intereses dinsticos y propios que subyacen en la redaccin de la misiva; antes bien, lo que enfoca nuestra
atencin en este momento es la teora poltica que Violante conoce y despliega con
elocuencia para que alcance a Mara conmovindola, de manera que influya en ella
y dirija su accin. El texto de Violante, escrito con la cuestin napolitana como
teln de fondo, tiene el objetivo de restablecer la paz entre las casas de Aragn y
de Anjou, y es en este contexto de pugna en el que se explicita y subraya la misin
mediadora y pacificadora que, se sostiene, han de asumir las soberanas.
En el documento epistolar se ponen de manifiesto cuestiones claves para la
comprensin de la poltica medieval y del importante papel que asumieron en la
misma las mujeres poderosas. As, por ejemplo, se evidencia cmo se entremezclan los aspectos personales y polticos, lo tenue que es la lnea divisoria que separa lo privado de lo pblico y cmo las redes relacionales femeninas operan e intervienen en los asuntos de gobierno.3
Violante de Bar habla en su nombre y como portavoz de su hija Violante de
Aragn, duquesa de Anjou, llamada reina de Jerusaln y de Sicilia, y madre de
Luis III de Anjou. Violante de Anjou ha enviado embajadores a la reina de Aragn, dice su madre, e ao per lo gran desig que ha que entre nostre car nebot, lo
rey, marit vostre, e nostre car fill e de la dita reyna, nostra filla, lo rey Luis, hagues
pau, amistat, e concordia, segons deu haver es pertany entre dues persones de una
casa e de una sanch procehins.
Acto seguido, el Demonio, llamado el enemigo antiguo, irrumpe en el relato como pertinaz sembrador de discordia y cizaa, y as, en un prrafo magistral
que empieza y termina con la actuacin diablica, se inserta la figura de Juana II
de Npoles, caracterizada por Violante de Bar como una mujer extraa en tanto en
cuanto est fuera de parentesco, desconocida, indiferente en lo tocante al honor
de la casa de Aragn, engaosa y solamente movida por su inters.
Frente a la disgregadora labor del Maligno y sus secuaces se alzan Dios,
defensor de la justicia y de quien proceden todos los bienes, y la esperanza de que

2. La carta se conserva en el Archivo de la Corona de Aragn (en adelante ACA), Registro de Cancillera Real (en adelante Reg.) 2052, f. 106 y ha sido publicada por Dawn BRATSCH-PRINCE, Violante de Bar (1365-1431), Madrid, Ediciones del Orto, 2002, pp. 88-90. Piezas maestras anteriores de
la correspondencia de la reina en VENDRELL GALLOSTRA, Francisca, Violante de Bar y el Compromiso de Caspe, Barcelona, Real Academia de Buenas Letras, 1992.
3. Aspectos que pone de manifiesto el trabajo de ngela MUOZ FERNNDEZ, Semper pacis
amica. Mediacin y prctica poltica (siglos VI-XIV), Arenal, vol. 5, n 2 (1998), pp. 263-276.

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EL ENTORNO FEMENINO DE LOS REYES DE ARAGN

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por su infinita clemencia har que el desencuentro no prospere y los reyes compartan un corazn y una misma voluntad. Sin embargo deja ver Violante Dios
precisa, en este caso concreto, de la intercesin de doa Mara, quien debe acoger
a los embajadores de su hija y despus trabajar esforzadamente para que entre los
dos reyes haya paz, concordia y amistad. De esta paz, ansiada por Violante de Bar,
se seguir reposo para el rey de Aragn, puesto que la paz debe ser abrazada por
todos los reyes para descargo de sus conciencias y tranquilidad de sus vasallos.
El escrito finaliza con unas interesantsimas reflexiones acerca de la tarea
mediadora monrquica femenina, una faceta inherente a su oficio y un hbito que
mucho adorna a todas las reinas, como Violante dice saber por experiencia. Por
esta razn madre e hija quieren vestir dicho hbito de pacificadoras y, desde ah,
establecer contacto con Mara, rogndole con insistencia que entre las cuestiones
de gobierno que debe cuidar, tome en consideracin tambin la que les preocupa,
ya que esto ser grato a Dios y adems Mara obtendr gran renombre en el mundo. Violante de Bar se ofrece a realizar gustosamente aquellas cosas que la reina
de Aragn estime oportunas para obtener xito en la empresa comn.4
La carta de Violante de Bar materializa de modo riguroso y detallado la secular expectativa social de que las reinas fueran agentes de paz y convenio, una
esperanza bien arraigada en el Medievo como demuestra el hecho de que entre el
siglo VI y el primer tercio del siglo XIV, de las doce mujeres reinantes que alcanzaron el status de la santidad reconocida, cinco de ellas fueran elevadas a los altares, en gran medida, por su implicacin directa en procesos de creacin y mantenimiento de la concordia.5
Los deseos de Violante de Bar llegaban a buen puerto, pues Mara de Castilla
fue una trabajadora incansable por la paz, hasta el punto de que algunos de sus

4. Ms de 30 aos despus, el 1 de septiembre de 1445, la reina Mara, a su vez, diriga una carta a
la noble madona Margarita, mujer de mosn Ramn Guilln de Moncada, pidindole que interviniera en
el asunto que enfrentaba a su marido con mosn Bernat de Boxadors, puesto que Moncada se haba llevado un vasallo del segundo. La reina recurra a Margarita para que, utilizando su influencia, hiciera ver
a su marido que no le era de gran utilidad tener un vasall ms o menos, y que, atendida su condicin,
deba realizar la devolucin y aventajar al otro en gracia y cortesa, ACA, Reg. 3191, ff. 93-93v. Nueve
aos despus, el 15 de abril de 1454, doa Mara escriba a la reina de Navarra pidindole que mediara
con su marido aadiendo: en esto somos cierta hi podeys mucho fazer, ACA, Reg. 3215, f. 170.
5. MUOZ FERNNDEZ, Semper pacis amica, especialmente pp. 266-268. No slo se
esperaba que las mujeres poderosas fueran pacificadoras; de la bsqueda de la paz por las mujeres del
comn, a veces asumiendo serios riesgos, proporciona muy buenos ejemplos CRDOBA DE LA
LLAVE, Ricardo, El homicidio en Andaluca a fines de la Edad Media, Granada, Universidad de Granada, 2007, pp. 108-110, quien a su vez remite a la labor pacificadora femina evidenciada por las
investigaciones de Claude Gauvard, Juan Miguel Mendoza e Iaki Bazn.

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antiguos bigrafos, como Ferran Soldevila, no dudaron en afirmar que su compromiso constante con la accin mediadora fue una causa seria de desgaste de su
siempre delicada salud.6 Las actuaciones ms conocidas como pacificadora de la
reina Mara se desarrollaron en la guerra que enfrent durante lustros a Castilla,
Aragn y Navarra, cuestin aosa en cuyos intentos de solucin Mara tuvo buena maestra, pues primero reforz y despus prosigui la labor intercesora que
haba emprendido su suegra, doa Leonor de Alburquerque.
La reina madre o reina vieja doa Leonor, viuda de Fernando I de Antequera,
actu en diversas ocasiones intentando apaciguar a los reyes y nobles en liza, todos
emparentados con ella. Doa Leonor era la madre de Alfonso V de Aragn, del infante Enrique, de Juan de Navarra el futuro Juan II de Aragn y de Mara de Aragn,
casada con Juan II de Castilla. Esto le procuraba una notable autoridad e influencia
entre los contendientes que ella trataba de ejercer en favor de la concordia.
En 1421, cuando su hijo, el infante don Enrique7 entr en Castilla: la reina de
Aragn, su madre, vista tan arriscada determinacin, fue al rey [Juan II] que estaba en Arvalo a suplicarle que diese orden cmo el infante no recibiese agravio, y
a su hijo hizo cesar en aquella porfa.8 Aos despus, en 1429, en los confunsos
acontecimientos con distintas cronologas segn las diversas fuentes, trat de
secundar algunas de las intervenciones pacificadoras de su nuera Mara, reina de
Aragn. Segn la Crnica del Halconero de Juan II, el da de Santiago del mencionado ao, la reina Mara, acompaada por el cardenal de Foix, tuvo que abandonar el campamento militar de su hermano, el rey de Castilla, la qual parti descontenta, e sin nenguna rrespuesta; e tornse a Calatayud, donde estava su marido
el rrey don Alfonso de Aragn, e el rrey don Juan de Navarra.9 Una semana despus, doa Leonor de Alburquerque insista en la labor conciliadora: El lunes pri-

6. SOLDEVILA, Ferran, La Reyna Mara, muller del Magnnim, Sobiranes de Catalunya, Barcelona, Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 1928, pp. 213-347. La quebradiza salud de la
reina ocupa tambin a GIMNEZ SOLER, Antonio, Retrato histrico de la reina doa Mara, Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, I (1901), pp. 71-81. Vid. tambin el captulo
que le dedica MIRON, E. L., Las reinas de Aragn: sus vidas y sus pocas, Valencia, Prometeo, sin
fecha de publicacin.
7. Enrique (c. 1400-1445), conde de Alburquerque y Ledesma, maestre de Santiago, duque de
Villena, conde de Ampurias, cas con 1 (1420) Catalina, hija de Enrique III, rey de Castilla. 2 (1441),
Beatriz de Benavente. Datos tomados de VV.AA., Los Reyes de Aragn, Zaragoza, Caja de Ahorros de
la Inmaculada. Col. Mariano de Pano y Ruata, n 7, 1993. Desplegable con las Genealogas de Aragn.
8. ZURITA, Jernimo de, Anales de Aragn, ed. de A. Canellas Lpez, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 1980, vol. 5, p. 570.
9. Crnica del Halconero de Juan II, Pedro Carrillo de Huete, edicin y estudio por Juan de Mata
Carriazo, Madrid, Espasa-Calpe, 1946, p. 40.

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mero da de agosto, este da por la maana, a ora de teria, vino all la rreyna vieja doa Leonor de Aragn, muger del rrey don Fernando, madre de los rreyes de
Aragn e de Navarra, e suegra del Rey de Castilla.10 En palabras de Jernimo
Zurita: Y pas el rey de Castilla a poner su real cerca de Medina Celi, y de all
despidi a la reina doa Leonor que vena procurando que no se llegase a dar la
batalla entre el rey de Castilla y sus hijos.11
Este trasiego de suegra y de nuera intentando evitar la conflagracin trajo
amargas consecuencias para la primera cuando Juan II de Castilla, su yerno, dio
en sospechar que su intervencin no era neutral, sino interposicin en favor de sus
hijos.12 El captulo XXXIII de la Crnica del Halconero, uno de los ms bellos y
tristes de la misma, relata cmo se produjo el enclaustramiento de la vieja reina
en el monasterio de Santa Clara de Tordesillas en 1430. Doa Leonor, que recel
de las intenciones de su yerno, se neg a entrar en el monasterio, y por mucho que
el rey castellano le rogaba que accediese porque eso sera en su honra, no pudo
con ella.13 Fue transcurriendo el da, y la reina negoci las condiciones de su
encierro, entre otras que quedaran con ella una duea y dos mozas que la sirviesen. Ya se haba puesto el sol cuando la reina, acompaada por el halconero mayor
del rey, Pedro Carrillo, autor de la crnica, acudi a Santa Clara:
E desque la llevaron al primero escaln de la escala levadia, volui a sus
dueas e donzellas, e dxoles: Amigas, a Dios vos encomiendo, que yo entro en
este monesterio, donde el Rey mi fijo me manda entrar. E yo fo en Dios e en su
merced, que l guardar mi honrra e mi estado, segn que la rrazn lo da. E l que
aqu me pone, l me sacar; e en tanto, encomindovos a Dios e a su merced. E
diles manos e paz. E los gritos dellas fueron tan grandes, e de las donellas e de
las dueas, que no ovo ombre en el mundo que no obiese lstima.14
Fue en el verano de 1429 y a raz del fracaso como conciliador del cardenal don
Pedro de Foix, legado de Roma, cuando tuvo lugar la accin pacificadora de doa
Mara que dej una profunda huella tanto en sus contemporneos como en la memoria colectiva, a juzgar por el nmero de autores que nombran o recrean el mismo.15

10. Ibd., p. 41.


11. ZURITA, op. cit., p. 703.
12. E sto fizo nuestro seor el Rey por la gran sospecha que de ella tena; por quanto le decan
muchos que della e de su casa heran avisados sus fijos, Crnica del Halconero, pp. 55-56.
13. Crnica del Halconero, pp. 54-56, p. 55.
14. Ibd., p. 55.
15. Me parece interesante indicar que la Fundacin Entreds de Madrid reconoce en la actualidad
las palabras femeninas de paz con un premio que se llama precisamente Mara de Castilla.

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El da 2 de julio de 1429,16 en los terrenos de Cogolludo, los ejrcitos de Castilla, y los de Aragn y Navarra haban establecido sus respectivos reales y estaban dispuestos a iniciar la lid. Entonces lleg la reina precipitadamente, pues sostiene la Crnica de Don lvaro de Luna que vena no a jornadas de reyna, ms
de trotero, y en medio del campo de batalla plant una tienda e inici las negociaciones.17 La guerra se detuvo an antes de empezar, y el buen hacer de doa
Mara se sald con la aceptacin, por parte de su hermano, de tres condiciones: el
rey de Navarra conservara todas sus posesiones castellanas, el infante Enrique
quedara a salvo, y cesaran los pregones que el rey de Castilla haca a sus gentes
convocndoles a luchar contra los reyes de Aragn y de Navarra. Aceptados estos
tres puntos por los castellanos, Alfonso y Juan regresaran acto seguido a sus respectivos reinos y no volveran a atacar a Castilla. No obstante, la reina an tuvo
que interceder de nuevo en Almazn ante Juan II, pero logr evitar la contienda.
Un cronista valenciano annimo, el capelln del rey Alfonso, escribi: Be fon
digna cosa metre tals actes en libre e memoria als que en aprs vendran, com la
dita senyora reyna concord lo rey de Castella e rey dArag, per dos veguades.18
La mediacin de doa Mara fue plasmada de muy diversos modos en los diferentes relatos. Si bien hay acuerdo en cuanto a que su accin fue indubitable, decisiva y digna de elogio, los discursos historiogrficos concedieron protagonismo
mayor o menor en los hechos a ciertos personajes, y procedieron a narrarlos con
intenciones y ambientaciones diversas. As, por ejemplo, el papel del condestable
don lvaro de Luna queda magnificado en su Crnica hasta en el detalle de que
fue l quien prest a la reina la tienda que sta coloc en el campo de batalla.19
Por su parte, la castellana Crnica del Halconero, significativamente liquida con brevedad la accin mediadora de doa Mara, y la carga de finalidad atribuyndola a la desventaja blica de aragoneses y navarros frente a las huestes
de Juan II:

16. La Crnica del Halconero sita estos hechos el mircoles da 30 de junio, vid. p. 38.
17. Crnica de don lvaro de Luna, ed. y estudio Juan de Mata Carriazo, Madrid, Espasa-Calpe,
1950, p. 82. El cap. XXI, lleva el siguiente ttulo: Cmo otro da las batallas de los reyes e del Condestable se acercaron, e fueron a punto de pelear; e se fiziera, salvo por la reyna de Aragn, que a grandes jornadas vino ende. E de lo que con ella se concert; e cmo apresuradamente se volvieron los
reyes la va de Aragn, p. 81. Ms parco, ZURITA, op. cit., p. 701, enuncia: La reina de Aragn puso
su tienda entre los dos campos y por su industria ces la guerra.
18. Cita SOLDEVILA, op. cit., pp. 229-230.
19. Desde esta tienda doa Mara y don Pedro de Foix, legado de Roma, se desplazaban de un ejrcito a otro intentando lograr los acuerdos, Crnica de don lvaro de Luna, p. 82: E demand al Condestable una tienda, la qual le di, e ella la fizo poner enmedio de las dos huestes, e de all iban ella e
el cardenal a los unos e los otros.

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Estando todos aparejados para vatalla, ynteruino la seora rreyna de Aragn


e su muger, fija del noble rrey don Enrrique, hermana del dicho seor Rey don
Jhoan, e psose enmedio de los rreales e tratando entre ellos. E vino con ella el
cardenal de Fox, hermano del conde de Fox. E traxo tales maneras porque los rreyes saliesen seguros, e se tornasen, e fuesen por quatro das limitados dentro en el
rreyno de Aragn; por quanto estaban en muy gran peligro e muy apretados, por
quanto les fallecieron los cavalleros en quien ellos tenan fianza. E sauan ms en
cmo el Rey don Jhoan de Castilla vena por la otra parte del puerto, e por
Atiena, a salirles a la delantera, con quatro mill hombres de armas e con inquenta mill omes de pie.20
De otro lado, la Coronica de Aragon de Vagad, con extraordinario dramatismo,
cuenta la mediacin de Mara, acompaada por sus doncellas, que no por el cardenal de Foix, convirtiendo al grupo de mujeres en un autntico escudo humano:
La esclareida y pujante reyna de Aragon doa Maria, hermana de vn rey y
muger velada del otro, sale descabellada y dando vozes y llorando, y todas sus
donzellas con ella, y atrauiessase entre los reyes y detiene la furia de aquellos.
Tanto, en fin, pudieron sus lagrimas y ruegos que la batalla se destorbo y los
reyes se ygualaron y se boluieron para tras, y puestas las diferencias en cierto
apuntamiento.21
En esta narracin, las lgrimas femeninas adquieren una relevancia y eficacia
decisivas (O bienuenturadas lagrimas de reyna tan virtuosa) pues con ellas doa
Mara abland los discordes corazones de aquellos reyes bravos, feroces y jvenes, ya que para Vagad el fervor de la moedad se convirti en asunto sealado
para explicar por qu los monarcas no retrocedan ante el inminente derramamiento de sangre y el riesgo de poner en perdimiento toda la Espaa.
A raz del nuevo ataque del rey castellano a territorios aragoneses, doa Mara
reinici su esforzada pacificacin: Entonce la reyna sancta boluio en su piadosa
querella y andouo del vn rey al otro deteniendo y remediando las iras, amansando las saas y quitando las guerras. Es en esta segunda actuacin en la que Vagad
introduce al legado papal desempeando un papel determinante.22 Una vez ms, la
santidad de la reina, aunque en este caso no se trate de la cannicamente reconocida, se vinculaba a la accin pacificadora de quitar las guerras.

20. Crnica del Halconero, p. 38.


21. VAGAD, Gauberto Fabricio de, Coronica de Aragon, ed. facsimilar, introduccin a carago de
M Carmen Orcstegui Gros, Zaragoza, Cortes de Aragn, 1996, f. CLXX.
22. Ibd., CLXXv.

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Cuando la tregua finaliz, en 1435, los reyes de Aragn y de Navarra se encontraban en Italia, de manera que fueron doa Blanca de Navarra y doa Mara de
Castilla, reina de Aragn, quienes llevaron adelante las gestiones diplomticas
precisas para prorrogarla. En noviembre de dicho ao, Mara se hallaba en Soria
negociando de nuevo con su hermano en un encuentro que, en esta ocasin, result muy grato.23 Desde la ciudad castellana, la reina escribi el 15 de noviembre a
los consejeros de Barcelona transmitindoles las buenas nuevas:
Prohmens. Notificam-vos com entre ns e lo rey de Castella, nostre molt
car e molt amat frare, s estat atorgat e concordat sobresehiment de la guerra
dac per to lo mes dabrill primer vinent [] De la qual cosa havem sentiment
que tots los de Castella han haut plaer e ax mateix creem quel ne haureu
vosaltres.24
En la correspondencia de la reina doa Mara se evidencia, una y otra vez, la
alegra profunda que siente la reina cuando los conflictos se resuelven por medio
de acuerdos, y el desasosiego y tristeza que experimenta cuando no se alcanzan
los trminos que permitan el pacto. El 29 de enero de 1444, desde Valencia, la reina escribe al justicia, jurados y hombres buenos de Huesca felicitndoles por
haber puesto en manos de dos rbitros las diferencias que tienen con don Lope
Jimnez de Urrea:
Entendido hauemos que vosotros hauries firmado o concordado firmar compromes en poder den Ramon de Castellon e den Ramon de Sanguessa con el
Noble don Lop Ximenez dUrrea o su procurador sobre todas las questiones que
serian entre vosotros e ell por causa de los lugares dArbanies e Castellon dArbanies, por que vos certifficamos que esto nos plaze muyto, car toda via que las
questiones se tiren e se euiten scandalos e inconuenientes entre los subditos e vassallos del Senyor Rey amigablament nos plaze muyto, e muyto mas nos plaze
quando se tira entre aquellos que son seruidores del Senyor Rey e nuestros como
es el dito don Lop.25
Los ejemplos de esta guisa en sus cartas se multiplican por doquier. En 1443,
desde Valencia, doa Mara haba escrito al papa dicindole: no poriamos assaz
explicitar el gran plazer e consolacion que hauemos ouido de la concordia segui-

23. SOLDEVILA, op. cit., pp. 230-231.


24. Carta de la Reina Mara de Castilla (1435), Barcelona, Archivo Histrico de la Ciudad. Seccin Cartas Reales, publicada y traducida por JORNET BENITO, Nuria, La prctica de la paz: Mara
de Castilla, reina de Aragn, La diferencia de ser mujer. Investigacin y enseanza de la historia, CD
de Duoda, Universitat de Barcelona, 2004.
25. ACA, Reg. 2369, f. 169.

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da entre Vuestra Santidad [e] el Senyor Rey nuestro muy caro e muy amado marido e senyor.26
Por otra parte, tambin quedan expresivas muestras de la pena que le producen los intentos pacificadores fallidos. En una carta de ese mismo ao, 1443, dirigida desde Valencia al rey, doa Mara, entre otros asuntos informa al Magnnimo: En la questio que es entre la Ciutat e aldeas de Therol, Deus sab yo he
treballat en concordarlos e no se es pogut fer.27
Infatigable mediadora entre los reinos peninsulares, doa Mara intent hasta
el ltimo momento de su vida evitar motivos de discordia, de manera que su
herencia no fuera nueva causa de enfrentamiento entre su marido y su sobrino
Enrique IV de Castilla. Dict, por tanto, un meditado testamento en Zaragoza el
21 de febrero de 1457. Conocido el fallecimiento de Alfonso V, la reina se apresur a emitir un codicilo reordenando el reparto de sus bienes. A decir de Zurita,
doa Mara test perseverando en el deseo que siempre haba tenido de poner paz
y amistad y grande unin si posible fuese entre los reyes de Castilla y Aragn
y Navarra.28

RBITRAS: LA BSQUEDA DE SOLUCIN A LOS CONFLICTOS


Una pieza maestra para la resolucin de enfrentamientos fue, sin duda, el arbitraje.29 Para las partes que se oponan, el hecho de depositar en manos de otros y
otras sus diferencias era un paso decisivo a la hora de solucionar lo que les generaba el conflicto. Alcanzar un compromiso y permitir que otras personas analizaran minuciosamente las diversas versiones del asunto problemtico supona manifestar la voluntad de acuerdo. As, por ejemplo, no debe extraar la satisfaccin
de la reina Mara al conocer la noticia de que los poderes temporales de Huesca y
don Lope Jimnez de Urrea haban acudido a dos juristas para que escucharan las
razones de unos y otros y dictaran una sentencia arbitral.
Entre las muchas ventajas que los arbitrajes posean no era la menor el hecho
de poder escoger a la persona o personas que haran justicia, as como la rapidez
y baratura del procedimiento. Adems el arbitraje poda subsanar los problemas

26. ACA, Reg. 2369, f. 116v.


27. ACA, Reg. 2368, f. 76v.
28. ZURITA, op. cit., vol. 7, p. 207.
29. MERCHN LVAREZ, Antonio, El arbitraje: estudio histrico jurdico, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1981; BOUCHAT, Marc, La justice prive par arbitrage dans la diocse de Lige au
XIIIe sicle: Les arbitres, Le Moyen Age, XCV, 1989, pp. 439-474.

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derivados de la confluencia en un mismo asunto de diversas jurisdicciones (caso,


por ejemplo, de cuando se oponan laicos y eclesisticos o litigantes de diferentes
credos). Ofreca tambin, de algn modo, la expectativa de que el rbitro o rbitra elegidos velaran por los intereses de la parte que les requiri, y, adems, quienes arbitraban estaban investidos de un poder, otorgado por los demandantes, que
les facultaba a ir ms all de la letra de la ley buscando la salida ms ecunime e
idnea. Este punto era fundamental, pues permita, en ocasiones, apelar ms a la
misericordia que al rigor de la justicia, y, poniendo a Dios ante los ojos, llegar a
soluciones que hubieran resultado inviables para la justicia ordinaria en una estricta aplicacin de la ley.30
En la eleccin de quienes haban de arbitrar pesaba mucho la autoridad que a
esas personas les concedan las partes enfrentadas, aspecto que se evidenciaba y
subrayaba cuando slo era llamado un rbitro o una rbitra, porque su mera designacin unmime y concorde evidenciaba la confianza que su criterio e integridad
suscitaba en todos aquellos que contendan. El rbitro o rbitra slo poda ejercer
su poder en la cuestin concreta que se dirima y, adems, careca de capacidad de
coercin, de forma que nuevamente el compromiso de las partes resultaba insustituible para llevar a trmino el cumplimiento de su dictado.
Los varones y mujeres que ejercieron como rbitros, arbitradores y amigables
componedores mediaron en un sinfn de cuestiones, desde rupturas de contratos,31
discordias por herencias,32 amojonamientos y aprovechamiento de las aguas,33 propiedad y disfrute de inmuebles,34 hasta redaccin de captulos matrimoniales,35
separaciones de cnyuges,36 apuros derivados por los cobros o restituciones de
dotes,37 etc. En principio, y de un modo general que requerira matizaciones,

30. GARCA HERRERO, M del Carmen, rbitras, arbitradoras y amigables componedoras en


la Baja Edad Media aragonesa, Del nacer y el vivir. Fragmentos para una historia de la vida en la
Baja Edad Media, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2005, pp. 353-383, especialmente, pp.
362-364.
31. MERCHN LVAREZ, Antonio, El arbitraje. Estudio histrico-jurdico, Sevilla, Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1981.
32. AHPZ, Juan de Abiego, 1495-96, f. 10.
33. Archivo Histrico Nacional (en adelante AHN), Clero, carpeta 3780-07.
34. Alberto LPEZ POLO, Documentos para la Historia de Teruel, Teruel, 1 (1949), n 6, p. 193.
35. Archivo Histrico de Protocolos Notariales de Calatayud, Antn Martnez de la Justicia, 1446,
ff. 151-152v.; AHPZ, Pedro Lalueza, 1482, ff. 303-303v.
36. AHPZ, Miguel de Villanueva, protocolo de 1491, ff. 305v.-308v.
37. MARN PADILLA, Encarnacin, La villa aragonesa de pila en el siglo XV: sus judos,
Sefarad, LIII (1993), pp. 59-101, especialmente pp. 94-99.

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podra decirse que cualquier aprieto que desencadenara enfrentamiento poda ser
sometido a su arbitrio.
En ocasiones los arbitrajes versaron sobre cuestiones polticas de trascendencia para la buena marcha de una ciudad, de un reino e incluso de toda la Corona
de Aragn. Fue el caso, por ejemplo, de las treguas y concordias alcanzadas
mediante sentencias arbitrales en el contexto de las luchas de bandos que asolaban los territorios de los reyes de Aragn durante la Baja Edad Media.
En los intentos pacificadores de la ciudad de Valencia, dividida al menos desde 1373 en las facciones enfrentadas de Centelles y Vilaraguts, destac la mediacin de doa Matha de Armanyach.
Matha de Armanyach, primera mujer del infante primognito don Juan, futuro Juan I El Cazador, y por tanto Duquesa de Gerona, fue otra de las grandes
mujeres del entorno real con profunda vocacin por la concordia. En la descripcin que de la misma realiza su bigrafa Area Lucinda Javierre Mur, doa Matha, eclipsada quizs por la fastuosa Violante de Bar y amante de la sombra,
aparece descrita como una mujer revestida de muchos de los rasgos que adornaron a las reinas santas: Matha era prudente, fiel, celosa guardiana de secretos,
diplomtica, misericordiosa y compasiva.38 La Duquesa no lleg a reinar, pues
falleci en 1378 antes de que su marido accediera al trono, pero desde su puesto
en la corte, atendi las peticiones de los sbditos, ya se tratara de interceder para
que se les perdonaran tributos cuando no podan satisfacerlos,39 ya fuera para acoger junto a ella a las hurfanas de los nobles que haban perdido su fortuna ayudando al rey de Aragn.40 Pese a lo exiguo de sus rentas, de lo que a veces se quej, pues no le permita premiar adecuadamente los servicios recibidos,41 fue una
dama muy caritativa.
Matha fue bien recibida en la corte, en la que se construy un espacio simblico y autorizado por sus mritos, y consigui el favor de la nobleza. Su discrecin, mesura y buen talante le hicieron conquistar el respeto y afecto de su suegro, Pedro IV, y de su suegra, Leonor de Sicilia, quien en 1373 escriba al Conde
de Armanyach explicndole lo mucho que amaba a su hermana: la duchesa ves-

38. JAVIERRE MUR, urea Lucinda, Matha de Armanyach, Duquesa de Gerona, Madrid, Tipografa de Archivos, 1930, pp. 11-14.
39. Caso, por ejemplo, de Castel Pedres, aldea de Daroca arruinada por la Guerra de los Dos
Pedros, JAVIERRE, Matha de Armanyach, p. 12.
40. Ibd., p. 13.
41. Ibd., p. 14.

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tra sor es axi a nos cara com si era propia filla nostra e nos entenem en tots sos
affers esser axi com a mara.42
La accin poltica ms renombrada de Matha aunque no fue la nica se inscribe en el contexto de la lucha de bandos valencianos. En este delicado asunto,
Pedro IV deleg, en buena parte, en su hijo y en su nuera, de quienes esperaba que
consiguieran la pacificacin de la ciudad rota. Juan, el Duque de Gerona, se fiaba de los consejos y advertencias de Matha,43 y de manera significativa, ambos se
desplazaron a Valencia para buscar juntos la solucin del conflicto.
Durante ms de dos aos, el rey, su primognito y su nuera procuraron que
Centelles y Vilaraguts firmasen treguas y las respetasen, intentando evitar las
penas corporales y las confiscaciones de bienes de los contendientes, pese a los
repetidos estmulos que las facciones en lucha les ofrecan para adoptar tan drsticas medidas.44 Juan y Matha invierten meses en Valencia, recabando informacin
de primera mano de los episodios violentos protagonizados por las partes y multiplicando las acciones diplomticas. Finalmente, los bandos prometen a Matha de
Armanyach acabar con sus enfrentamientos, y el 6 de marzo de 1376 dan el paso
crucial para el acuerdo al otorgar a la Duquesa la capacidad de avenirlos, firmando un compromiso ante notario.
Se trata de una eleccin interesante, pues la Duquesa ser la nica rbitra, arbitradora y amigable componedora entre Centelles y Vilaraguts, lo que denota la
autoridad reconocida a Matha y la esperanza que su persona despierta entre los
poderosos valencianos en pugna que, al escogerla a ella y slo a ella, prueban la
confianza que sienten en su rectitud, imparcialidad, y en las muestras de justo criterio, unido a bondad y compasin, que la Duquesa ya haba tenido ocasin de
demostrar con anterioridad.45
Juan, el Duque de Gerona, estar presente en algunos de los momentos de
administracin de justicia de su mujer y es ms que probable que su opinin cuente y mucho, pero solamente ella ser la responsable de buscar la solucin y emi-

42. Ibd., p. 22. La Duquesa de Gerona corresponda al afecto de la reina; un ejemplo material y
significativo de este cario mutuo fue el riqusimo tapiz que regal a la Seo de Zaragoza en el que aparecan juntos los escudos de Matha y de Leonor de Sicilia, vid. p. 20.
43. ACA, Reg. 1812, f. 69; Reg. 1742, f. 131.
44. Com sia cert a deu e a tot lo mon los dits senyors Rey e Duch e encara la Senyora Duchesa
hauer fet tot lur poder de dos anys e ena, en pacificar e portar a bona concordia e amor los dits bandos benignament e sens tota terror de execucio de justicia corporal e de bens, ACA, Reg. 1720, ff.
103 y ss., publica JAVIERRE MUR, Matha de Armanyach, doc. XXXVII, p. 112.
45. JAVIERRE MUR, Matha de Armanyach, p. 37.

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tir sentencia: Nos, dicta ducissa ut arbitrix arbitratissa et amicabilis compositrix


a dictis partibus comuniter electa pro bono pacis et concordie, presentis inclito
domino Duce, viro et domino nostro precarissimo.46
La Duquesa, como era habitual en los arbitrajes, se tom su tiempo y an lo
prorrog en virtud de la capacidad que se le haba otorgado. Diez meses despus
de la firma del compromiso, el da 19 de enero de 1377, en la sala del consejo del
palacio real de Barcelona emiti su sentencia. Probablemente, en el acto solemne,
Matha estuviera sentada a modo de juez,47 aunque result imposible satisfacer su
deseo de que comparecieran ante ella cuatro representantes con plenos poderes de
cada una de las facciones para or su resolucin.48 La larga y detallada sentencia
estaba impregnada del espritu que haca comprensible el recurso al arbitraje, pues
la Duquesa, como muchos y muchas de quienes le precedieron y sucedieron en
estas tareas arbitrales, optaba por la amigable composicin ms que por el rigor
de la justicia.49
La tregua entre Centelles y Vilaraguts ordenada por Matha de Armanyach
deba durar cincuenta aos, y aunque su vigencia result mucho ms efmera, pues
en 1379 los bandos haban vuelto a la carga, la Duquesa no lleg a sufrir por ello,
ya que falleci un ao antes. La cuestin valenciana pasara despus a ocupar la
accin poltica de otra dama de talla, la reina doa Mara de Luna, aunque de
modo diferente al arbitraje.50
A medida que va a saliendo a la luz la documentacin medieval indita aumenta el elenco de rbitras, arbitradoras y amigables componedoras que resolvieron
conflictos en la Corona de Aragn. An estn por descubrir muchos de los litigios
en los que terci doa Mara de Castilla como rbitra, pero la reina infatigable fue
muy proclive a la aplicacin de esta frmula de justicia. Con anterioridad se ha
mencionado la carta que dirigi a su marido en 1443 dolindose de no haber podido avenir a Teruel y a sus aldeas. Las Crnicas de los Jueces de Teruel registran

46. Documento de 18 de julio de 1376, dado en Barcelona, publicado por JAVIERRE, op. cit., n
XLIII, pp. 119-122.
47. Esta exhibicin del propio cuerpo autorizado era contemplada en otros arbitrajes, AHN, Clero, carpeta 3787-06: Seyendo assentada a manera de juge o no.
48. JAVIERRE MUR, op. cit., p. 37.
49. JAVIERRE MUR, op. cit., p. 129. El documento de la sentencia est publicado en esta obra,
n LI, pp. 126-134 (ACA, Reg. 1814, ff. 161 y ss.).
50. Mara de Luna, muy disgustada por la indiferencia y pasividad del rey, escribi cartas comprometidas y sagaces a su marido, Martn I, demandndole que cumpliera con su deber y pacificara
Valencia, aquella ciudad que tanto haba costado conquistar. Vid. JAVIERRE MUR, Aurea Lucinda,
Mara de Luna, reina de Aragn, Madrid, Instituto Jernimo Zurita, 1942, especialmente pp. 92-108.

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estas actuaciones de doa Mara, que no slo intentaba armonizar a los diversos
reinos peninsulares, sino tambin a la ciudad de Teruel y sus aldeas enfrentadas
por cuestiones de jurisdiccin y trminos.51
El fruto deseado del arbitraje entre una ciudad y su comunidad de aldeas se
haba logrado, sin embargo, un ao antes en otro lugar. En 1442, durante su estancia en Zaragoza, la reina Mara revis a fondo los problemas existentes entre la
ciudad de Daroca y su Comunidad, y emiti una detalladsima sentencia arbitral
para resolver las cuestiones entre el justicia de Daroca, su lugarteniente y otros
oficiales urbanos y los jurados de las diferentes aldeas; se gest as un largo documento que, significativamente, se integr en el Libro de Estatutos de la ciudad.
De nuevo, como en Teruel, un tema de competencias y alcance de jurisdicciones propiciaba que la reina mostrase su firme anhelo de paz y tambin su inclinacin a hacer justicia por va arbitral.52 Llegar a la sentencia, digna de un estudio
pormenorizado que excedera la intencin de estas pginas, supuso buen trabajo
para doa Mara que pidi ser remunerada simblicamente segn la costumbre,
en esta ocasin con dos pares de pavos pagaderos por las partes. Para la publicacin y lectura de dicha sentencia se escogi tambin, como en el caso citado de
Matha de Armanyach, un ambiente solemne e idneo, y as fue promulgada por
doa Mara y leda en voz alta por el protonotario real en la cmara nueva de paramentos del monasterio de Santa Mara del Carmen de Zaragoza, en un acto presidido por la reina sentada a modo de juez.53 A estas actuaciones arbitrales de doa
Mara del ao 1442 se recurrira tambin en el ao 1500, para resolver un litigio
referente a los pastos de los ganados de la ciudad de Daroca en los terrenos de las
aldeas, en este caso concreto del lugar de Orcajo.54
Las acciones de imparticin de justicia mediante arbitraje de doa Mara han
dejado huellas en bastantes asuntos puntuales de menor repercusin colectiva.

51. LPEZ RAJADEL, Fernando, Crnicas de los Jueces de Teruel (1176-1523), Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1994, pp. 261-263. Unos meses antes, en diciembre de 1442, la reina Mara
haba emitido una carta de remisin y perdn a Teruel y sus aldeas, una de cuyas copias, en pergamino, se conserva en el Archivo Municipal de Rubielos de Mora. Vid. NAVARRO, G., VIDAL, M., APARICI, J. y ABAD, J. M., Rubielos de Mora en la Edad Media, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses
y Ayto. de Rubielos de Mora, 2005, p. 201.
52. El documento en RODRIGO ESTEVAN, Mara Luz, La ciudad de Daroca a fines de la Edad
Media. Seleccin Documental (1328-1526), Daroca, Centro de Estudios Darocenses, 1999, n 139, pp.
277-291. Se publica sin atribucin de autora, lo que ha propiciado que se colocara mal una coma al
final del documento al no barajar la hiptesis de arbitraje femenino.
53. RODRIGO, op. cit., p. 291. Debe leerse donde stavamos asentada.
54. PARDILLOS MARTN, David, Un pleito en torno a la explotacin de las tierras de pastos en
la Comunidad de aldeas de Daroca (ao 1500), Aragn en la Edad Media, XIX (2006), pp. 433-442.

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As, por ejemplo, se conserva un compromiso firmado en Zaragoza el 15 de abril


de 1455, por el que el abad, los venerables monjes y de s todo el convento cisterciense de Santa Mara de Veruela, por una parte, y el matrimonio zaragozano del
labrador Bartolom Piquer y su mujer, Estefana del Continente, por otra, enfrentados por asuntos que no se especifican, colocaban todas sus diferencias en manos
y poder de la muy illustrisima, serenissima e victoriosissima senyora la senyora
dona Maria, por la gracia de Dios reyna dAragon, assi como en arbitra, arbitradera e amigable componedera.55 Sin duda en este caso las partes en conflicto buscaban resolver lo antes posible la cuestin de sus cuitas, fuera la que fuese, soslayando los problemas fruto de estar sometidas a diferentes jurisdicciones.

FUNDADORAS: PARA SALUD DE LAS ALMAS


Y MRITO DE LA OBRA
De las mujeres del entorno regio, especialmente de reinas e infantas aunque
no slo se esperaba que se mostrasen modlicas en muchos sentidos, entre otros
en la defensa, mantenimiento y favor a las instituciones religiosas cuya digna pervivencia deban garantizar y an cuidar su engrandecimiento, sobre todo cuando
stas pudieran apelar a su carcter de fundaciones reales.56
Ahora bien, si la institucin se beneficiaba del hecho de haber sido puesta en
marcha por la voluntad regia, no menos se favorecan los y las poderosas por
haber fundado. As, valga de ilustracin, Fabricio de Vagad redondeaba en su
Coronica el perfil virtuoso de determinados monarcas incluyendo el item de su
tarea fundadora y patrocinadora de iglesias, monasterios y conventos.
Fundar requera, como es obvio, un proyecto y la voluntad de llevarlo adelante, pero tambin disponer de recursos econmicos suficientes y contar con la
influencia poltica precisa, caractersticas, todas estas, que convergieron en buena
parte de las reinas aragonesas que se nos muestran como activas fundadoras y
constructoras.57

55. AHN, Clero, carpeta 3787-06.


56. Vid., por ejemplo, ACA, Reg. 3029, f. 17, en donde se pone de manifiesto lo importante que
sera que el monasterio de Vellpuig se refundara bajo una buena orden y fuera su fundadora una reina
de Aragn.
57. Sobre la importancia de fundar y los espacios de libertad personal y de personalizacin de las
instituciones femeninas, vid. MUOZ FERNNDEZ, ngela, Mujeres y religin en las sociedades
ibricas: voces y espacios, ecos y confines (siglos XIII-XVI), Historia de las mujeres en Espaa y
Amrica Latina. I. De la Prehistoria a la Edad Media, Isabel Morant, dir., Madrid, Ctedra, 2005, pp.
713-743, especialmente, pp. 726 y ss.

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A partir del siglo XIII, la expansin de las rdenes mendicantes por Occidente fue vertiginosa, en gran parte debido al favor que franciscanos y dominicos, y
sus ramas femeninas, las clarisas o menoretas y las dominicas o dueas predicadoras, gozaron por parte de las diferentes monarquas europeas y sus mbitos
sociales de influencia. Del abanico de propuestas monsticas que se desplegaba
ante las reinas con vocacin instauradora, hemos optado por detenernos en el fuerte vnculo y compromiso que algunas de las reinas de Aragn vivieron con las clarisas; as hablaremos fundamentalmente del proyecto de Elisenda de Moncada y
del peso especfico de Leonor de Sicilia en la configuracin de la red conventual
clarisa en el mundo urbano aragons. Tanto en el caso de Elisenda como en el de
Leonor, sus dedicaciones fundacionales contaban con genealoga familiar femenina, de modo que sus decisiones podan insertarse en una lnea de accin iniciada por sus antepasadas.
Una antecesora de Elisenda, Constanza de Aragn, hija natural de Pedro el
Catlico, casada a principios del siglo XIII con Guilln Ramn de Montcada,
haba fundado un monasterio trinitario en las tierras de su seoro. Un siglo despus esta obra, Avinganya, no slo sobreviva sino que era objeto de devocin y
de donaciones por buena parte de los Montcada que, adems, la haban convertido en panten familiar.58 Como afirma Francesca Espaol: es inevitable pensar
en Avinganya cuando se aborda la gnesis de Pedralbes.59
Por su parte, la abuela de Leonor de Sicilia, Eufemia de Carintia, haba fundado el monasterio de clarisas de Meran, del que llegaran a ser abadesas dos hermanas de Leonor, Constanza y Blanca, mientras que otra de sus hermanas, Eufemia, fue monja clarisa en el convento de Mesina.60
En el propsito de Elisenda de Montcada confluan el mrito de fundar, el derecho a tener un lugar de enterramiento inigualable y una sepultura privilegiada y el
poseer una magnfica habitacin propia, es decir, una serie de estancias cabe la
clausura con todos los beneficios de sta y sin los inconvenientes de la misma.
En 1322 Elisenda de Montcada contrae matrimonio con Jaime II y en 1326 se
coloca la primera piedra del monasterio de Pedralbes. En 1327 ya se haba incor-

58. ESPAOL, Francesca y ESCOL, Marc, Avinganya i els Montcada: la transformaci duna
casa trinitria en pante familiar, DArt, 13 (1997), pp. 147-182; ESPAOL, Francesca, Un cert perfil dElisenda de Montcada, Elisenda de Montcada, una reina lleidatana i la fundaci del reial
monestir de Pedralbes, Lleida, Publicacions dels Amics de la Seu Vella, 1997, pp. 11-37.
59. ESPAOL, Un cert perfil, p. 27.
60. DEIBEL, Ulla, La Reyna Elionor de Sicilia, Barcelona, Monografia premiada en el cinqu
dels Concursos Rafel Patxot y Ferrer correspondent al any 1924, 1927, p. 27.

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porado a la fbrica parte de la comunidad. Posiblemente la mala salud del rey fue
uno de los acicates que aceleraron el proceso de construccin y dotacin de
Pedralbes. De hecho, el rey, el 27 de julio de 1326, don al monasterio de clarisas un importante lote de libros que haban pertenecido a los templarios, entre los
que se encontraban dos salterios, un misal, un epistolario y un texto hagiogrfico.61 Adems, continuando la poltica de engrandecimiento y prestigio de la institucin, Elisenda intentaba hacerse con el cuerpo de Santa Brbara o al menos
con parte de l.62
Fallecido el rey en noviembre de 1327, Elisenda se aloj en su monasterio, en
su aristcratico y espiritual espacio, acompaada por sus servidoras y por su
sobrina Elionor de Pins, y all residi los treinta y siete aos que le restaron de
vida. Significativamente en la alabanza que Bernat Metge dedic a Elisenda en Lo
Somni es nombrada la regina de Pedralbas.63
Durante este largo tiempo, aquellas personas que haban gozado del amparo de
la reina y haban sido favorecidas por la misma, beneficiaron su fundacin, y desde sta Elisenda continu ejerciendo una discreta influencia, mientras gozaba de la
proteccin de los sucesivos reyes: Alfonso el Benigno y Pedro IV el Ceremonioso.
Con Pedro IV mantuvo un vnculo permanente que propici que Elisenda fuera llamada para integrarse pblicamente en el grupo real en acontecimientos de relevancia, como la traslacin del cuerpo de Santa Eulalia, e incluso que fuera escogida, en 1344, para ser amadrinar a Juana, una de las hijas del rey, en su bautismo.
Como sostiene Francesca Espaol, el interesantsimo sepulcro de Elisenda
supone el punto final coherente del plan de Pedralbes. En esta bella tumba doble,
Elisenda aparece representada como reina en la parte de la iglesia del monasterio,
el lugar de acceso de las gentes al conjunto conventual, mientras que se retrata
como monja en la zona que corresponde a la clausura. Sin duda, este modelo
sepulcral escogido por Elisenda pes en la decisin de Pedro IV a la hora de
encargar un nuevo diseo para la tumba de Jaime I.

61. ESPAOL, op. cit., p. 27.


62. ESPAOL, op. cit., p. 29. En el inventario de Pedralbes de 1376 se consignan mltiples libros,
objetos de devocin y jocalas que haban pertenecido a la reina, Ibd., p. 35.
63. De la importancia de fundar, deja tambin evidente testimonio Bernat Metge, al atribuir el protagonismo de la accin fundadora al rey. METGE, Bernat, El sueo, traduccin de J. B. Xuriguera,
Barcelona, Iberia, 1962, p. 94: Quin podra decirte la gran honestidad y madurez de la reina de
Pedralbes, mujer del rey don Jaime de la cual (sic), en vida de ste fu muy graciosa y siempre continua intercesora de sus pueblos? Jams fij sus ojos en cosas deshonestas, su limosna nunca fu negada a los necesitados, y despus de la muerte de dicho rey termin el monasterio de Pedralbes que aqul
haba comenzado, en el cual honestamente acab sus das.

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En el contrato firmado entre el escultor ilerdense Jaume de Castalls y el Ceremonioso el da 3 de septiembre de 1370, se prevea realojar la escultura de Jaime
I que el artista ya haba elaborado, y realizar otra nueva de carcter doble: Primerament lo dit Jacme es tengut de fer e obrar dues ymages de pedra a estatura
del rey en Jacme besavi del senyor rey, qui conqueri los regnes de Mallorques e
de Valencia de mans de infels, o es, una a figura de a manera de rey coronat en
la una part del seu vas, e altra a figura e manera de monge ab son abit vestit e qui
jau tinent corona reyal en son cap en l altre part del dit vas posadora.64
Fundar, sin duda, era empresa meritoria, y el empeo de Elisenda haba dejado una selecta muestra de ello, ms si consideramos que en Barcelona ya exista
una fundacin clarisa previa, San Antonio, la primera institucin franciscana
femenina de Catalua (1234).65
Doscientos aos despus de la ereccin de dicho monasterio, doa Mara de
Castilla, su refundadora, haca gala de su poder e influencia tratando de captar
fondos para la nueva obra. En este contexto cabe insertar dos cartas de la reina
redactadas en Valencia el 13 de febrero de 1444. La primera de ellas dirigida a los
albaceas testamentarios de madona Palafolls, viuda del noble March Garcs, misiva que, a su vez, se envi tambin a los custodios del legado de mosn March Garcs, el marido premuerto. La siguiente carta, sobre el mismo asunto, se enviaba al
ciudadano de Barcelona Francesc de Ezpl. En la dirigida a los albaceas de Madona Palafolls, la reina manifestaba lo siguiente:
Marmessors. Per la gran deuocio que hauem al benauenturat Sant Anthoni,
volenterosament treballam en fer fauor a aquells qui edifiquen en reuerencia e
honor e memoria sua Iglesies e Monestirs sots sa inuocacio, e com nos siam stada fundadora de la Iglesia e Monestir edificada nouament en aqueixa Ciutat prop
lo portal de Sant Anthoni, e vosaltres como a marmessors de madona de Palafolls
haiats a destribuir certa quantitat en pies causes, entre les quals es vna construhir
Esglesies e Monestirs, vos pregam e encarregam molt affectuosament e streta que
per los dits sguarts donets e destribuhiats de la dita marmessoria en aiuda de la
obra de la dita Iglesia e Monestir aquella maior quantitat que sia possible, car vltra
lo merit quen haureu vos ho reputarem per nostra deuocio a gran e singular seruey.
E perque conegan la gran voluntat e feruent deuocio que hauem en les dites coses,

64. RUBI Y LLUCH, Antoni, Documents per lHistoria de la Cultura Catalana Mig-eval, Barceolona, Institu dEstudis Catalans, 2000. Ed. facsmil, vol. I, p. 226.
65. JORNET I BENITO, Nuria, El monestir de Sant Antoni de Barcelona. Lorigen i lasssentament del primer monestir de clarisses a Catalynya, Barcelona, Publicacions de lAbadia de Montserrat, 2007.

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hauem dat carrech an Ffrancish dEzpla, Ciutada de aqueixa Ciutat, que de nostra
part vos sollicit sobre les dites coses, pregam vos graciosament lo admetats e
hoiats e conpliats per obra lo queus scriuim e pus stesament ell vos dira de nostra
part hauent vos hi segons de vosaltres speram e confiam.66
De otro lado, en la misiva a Francesc de Ezpl se informa al ciudadano de que
ya se ha escrito a los albaceas de ambos cnyuges para que del captulo destinado en sus respectivos testamentos para causas pas donen aquella maior quantitat que dar pugan en aiuda de la obra de la Iglesia e Monestir de Sant Anthoni de
aqueixa Ciudat de la qual nos som fundadora e hauem en singular e continua
deuocio,67 y le aade una nota interesante acerca de cmo espera que Ezpl ejerza
su influencia ab les plus abtes maneres e paraules que a vos sia vist, de manera
que nostra voluntat se conplesca.68
Si Pedralbes haba materializado el deseo de Elisenda de Montcada, Mara de
Castilla se implic con los conventos de franciscanos y clarisas de un modo
amplio y continuado que culminara en su actuacin ms granada: la fundacin
del monasterio de la Trinidad de Valencia, en donde escogi ser enterrada y del
cual fue monja y abadesa la genial Isabel de Villena.69 En el caso de doa Mara,
como en el de Leonor de Sicilia, no se trataba tanto de favorecer un nico centro
monstico como del compromiso permanente con la religin de San Francisco,70
si bien, a la postre, las nuevas fundaciones realizadas por ambas, la Trinidad de
Valencia y Santa Catalina de Teruel, se convertiran en sus obras predilectas.

66. ACA, Reg. 3269, f. 174v.


67. Ibd., ff. 174v-175.
68. Ibd., f. 175.
69. La condicin de doa Mara como fundadora y patrona de la Trinidad se documenta por doquier.
Vid, por ejemplo, en AHPZ, Pedro Monzn, 1450, f. 364v. Matheu Dalmau, assi como procurador quj
so dela senyora Rey (sic) dona Marja etc., actendient que truebo en poder de Aluaro de Valencia, sastre,
vezino de la dita ciudat, hun rocin de pelo gris, el qual era del honorable mossen Garcia Nauarro, clerigo procurador e receptor de la senyora Reyna, patrona e fundadera del Monesterio de la Trinjdat de la
ciudat de Valencia, e el dito rocin sia de los bienes del dito Monesterio, por tanto prengo e recibo el dito
rocin en mj poder en nombre e voz del dito Monesterio, el qual atorgo hauer haujdo e recebido etc
70. As lo expresa, por ejemplo, doa Mara cuando escribe al gobernador de Mallorca en diciembre de 1443: la gran e feruent deuocio que hauem en lo benauenturat Sant Ffrancesch o la Regilio
(sic) o frares de aquell. La carta, redactada a raz de la fundacin del monasterio de Santa Mara de
los ngeles de la Ciudad de Mallorca, pona a los frailes bajo salvaguarda real metent aquells en proteccio, custodia e saluaguarda del Senyor Rey e nostra, y hablaba del mrito y compromiso a la hora
de proporcionarles todo lo preciso para que pudieran llevar adelante su misin: E com sia obs
prouehir lo dit neccessaries e dedicades al seruey de nostre Senyor e de cantar lo diuinal offici, vos
pregam e encarregam molt e molt stretament e affectuosa que volent hauer participi del gran merit que
en dotar lo dit Monestir se spera, ACA, Reg. 3029, ff. 37-37v.

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Leonor de Sicilia llev a cabo un proyecto de revitalizacin y expansin de las


comunidades clarisas en el Reino de Aragn que tuvo sus momentos claves en la
refundacin del monasterio de Calatayud y en la fundacin del de Teruel.
La aventura clarisa en el Reino de Aragn se haba iniciado en fecha muy temprana, 1234, y haba sido coprotagonizada por una dama del entorno regio, la
noble Ermisenda de Celles, ta de Jaime I el Conquistador, y un grupo de mulieres religiosae.71 Tal como sucedi en el origen de otros monasterios de clarisas,
Ermisenda de Celles pact con las mujeres de un beaterio que haban decidido
someter su vida comn a regla y que encontraron en ella la aspiracin, la influencia y los recursos econmicos para generar una nueva fundacin.72
Seis aos despus de la puesta en marcha de Santa Catalina de Zaragoza, en
1240, y en una propiedad de doa Mara Lpez extramuros de Calatayud, las monjas damianitas llevaban adelante una nueva fundacin bajo advocacin de Santa
Ins.73 Esta fbrica original fue destruida en 1348, y la abadesa obtuvo licencia
para construir una nueva casa intramuros.74 Sin duda la abadesa y el convento
obtuvieron el apoyo incondicional de la reina.
En 1366 se inauguraba el nuevo monasterio en el que el Senyor Rey con la
dita Senyora Reyna ensemble personalment con grand procession posieron las
ditas duenyas menoretas en el dito monasterio. E porque la dita senyora era nueua
fundadera del dito monasterio fizo las ditas ordinaciones dyus scriptas, las quales

71. En este mismo ao, 1234, se fundaron, San Antonio de Barcelona, como ya se ha sealado, y
Santa Clara de Burgos. Las fundaciones previas peninsulares fueron las de Pamplona (1228), Zamora
(1229), Ciudad Rodrigo (1230) y Carrin de los Condes (1231).
72. Del paso de beaterios a monasterios de clarisas se han ocupado, entre otros, CASTRO,
Manuel, Monasterios hispnicos de clarisas desde el siglo XIII al XV, Archivo Iberoamericano, 185187 (1987), pp. 79-122, y distintas aportaciones al Congreso Las clarisas en Espaa y Portugal. Congreso Internacional. Salamanca, 20-25 de septiembre de 1993, Actas publicadas en Madrid, 1994. Para
la fundacin zaragozana, vid. LPEZ, Atanasio, Monasterio de Santa Clara de Zaragoza, Archivo
Iberoamericano, IV (1914), pp. 353-386; RUIZ DE LARRNAGA, Juan, Las clarisas de Santa Catalina de Zaragoza. Su gran antigedad y riqueza diplomtica, Archivo Iberoamericano, IX (1949), pp.
351-377; GARCA HERRERO, M del Carmen y DEL CAMPO GUTIRREZ, Ana, Indicios y certezas. `Mulieres religiosae en Zaragoza (siglos XIII-XVI), Acta Mediaevalia, 26 (2005), pp. 345362. El monasterio de Santa Catalina de Zaragoza en la Edad Media ha sido el objeto de estudio de
los trabajos de Diploma de Estudios Avanzados de Laura Prez Usn, defendidos en la Universidad de
Zaragoza en septiembre de 2008, an inditos, por lo que agradezco a su autora que me haya permitido el manejo de los mismos.
73. LPEZ, Atanasio, Monasterio de Santa Ins de Calatayud, Archivo Iberoamericano, 10
(1918), pp. 161-184.
74. CASTRO Y CASTRO, Manuel de, Monasterios hispnicos de clarisas desde el siglo XIII al
XVI, Archivo Iberoamericano, 49 (1989), pp. 79-122.

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mando seer scriptas en II o III libros daquellos que mas continuament usasen en
la esgleya en el choro.75
Adems de estos ejemplares de las ordinaciones, la reina mand que otra
copia notarial en pergamino fuera ubicada en un mesa del coro, en un lugar bien
visible, y es que en su calidad de refundadora doa Leonor ejerca el privilegio de
dictar normas de las que cuidaba que quedara evidente y permanente memoria.
ngela Muoz ha explicado de modo certero y clarificador el sentido de la
elaboracin de constituciones especficas para los centros monsticos femeninos,
una tarea en la que pusieron mucha atencin las mujeres fundadoras.76 Las ordinaciones de doa Leonor permiten detectar sus focos devocionales, sus intereses,
sus vnculos ms estrechos de parentesco, sus preocupaciones espirituales y, en
ltima instancia, la finalidad de su accin refundadora.
En un mundo en el que se crea firmemente en la fuerza y eficacia de las oraciones colectivas y en la capacidad mediadora ante la Divinidad de las comunidades de mritos reconocidos, disponer de los rezos de un grupo nutrido de vrgenes del Seor era una prerrogativa importante que caba utilizar para demandar a
Dios, a travs de la Virgen y los santos y santas, la cobertura de las necesidades y
el cumplimiento de las aspiraciones y deseos de quienes fundaban, refundaban o
beneficiaban a una institucin determinada. As lo haba expresado, entre otras,
doa Constanza, mujer de Pedro III el Grande, que fund en una fecha an indeterminada entre 1262 y 1268 el monaterio de Santa Clara de Huesca, y que en
1281, a raz de tomar dicha institucin bajo su proteccin especial sealaba:
quod monasterium nos construi et hedificari fecimus in honorem Dei et in remissionem pecatorum nostrorum.77
Leonor de Sicilia, en la primera de las clusulas de sus ordenanzas, determina el cambio de invocacin del altar principal de la iglesia en lo que parece una
plasmacin de devocin particular, de manera que santa Ins de Ass cedi paso
a San Nicols:78 Primerament que laltar maior del dito monasterio sia pora todos

75. AHN, Clero, carpeta 3776-03. Pergamino en mal estado de conservacin.


76. MUOZ FERNDEZ, Mujeres y religin en las sociedades ibricas, especialmente pp.
727-729.
77. UBIETO ARTETA, Agustn, Documentos para el estudio de la Historia aragonesa de los
siglos XIII y XIV: Monasterio de Santa Clara, de Huesca, Estudios de Edad Media de la Corona de
Aragn, VIII, Zaragoza, CSIC, 1967, pp. 547-700, p. 576.
78. En el estado actual de nuestros conocimientos resulta difcil aventurar los motivos de esta decisin, si bien creo que convendra tener en cuenta que San Nicols de Bari, como San Juan Bautista y
San Francisco de Ass, fue un santo objeto de particular devocin femenina. Posiblemente su papel

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tiempos dyus invocacion del senyor sant Nicholau, segund que antiguament solia
seyer de Santa Agnes.79 Por otra parte interviene en algunas de las plegarias de
sus monjas demandando que recen semanalmente dos misas cantadas, una los
sbados en honor de Santa Mara, por el rey y por ella misma, y otra de oficio de
difuntos por las almas de su padre y de su madre (Pedro II e Isabel de Sicilia).
Sus ordinaciones estn impregnadas de religiosidad mariana, de manera que los
versos de la Salve y la Salve misma adquieren un rango relevante en el elenco de
rezos monacales.
Se prevn distintas oraciones por la reina y el rey, unas para auxilio de sus
vidas, otras para alivio de sus almas tras la muerte; as mismo se establecen
diferentes modalidades de rezo, ya se trate de las monjas letradas leyendo en
sus salterios, o de las legas, que repetirn padrenuestros y avemaras acumulando mritos para mayor descargo del nima de la reina. Tambin se ocupa
Leonor del funcionamiento diario de la institucin que refunda y de las competencias de la abadesa.
Dado que su proyecto conllevaba el cambio de titularidad del altar mayor, la
reina contrat al pintor Lorenzo Zaragoza80 para que realizara el retablo mayor del
convento de las menoretas de Calatayud. El da 23 de diciembre de 1366 la reina
escribi a su fiel consejero y tesorero Berengario de Relato mandndole que abonase 800 sueldos a Lorenzo Zaragoza por los retablos de San Nicols, para las
menoretas de Calatayud, y de Santa Catalina, para las clarisas de Teruel, y ella se
presentaba como refundadora y fundadora de los centros: uno videlicet cum istoria beati Nicolay, et sunt tres tabule, quod nos fieri et operari fecimus ad opus
ecclesie monasterii sororum Minorum civitatis Calatayubii quod noviter rehedificavimus; et in altero reetabulo est depicta istoria sancte Katerine et sunt tres tabule quodque nos conferre debemus alio monasterio sororum Minorum quod noviter, dante Domino, fundare et hedificare intendimus in civitate Turolii.81

como protector de nios y doncellas casaderas contribuira a su fama entre las mujeres, VORGINE,
Santiago de la, La Leyenda Dorada, I, Madrid, Alianza Forma, 1982, pp. 37-43. Entre las reliquias que
haban pertenecido a Mara de Navarra, la primera mujer legtima de Pedro IV, ya se contaba un os
de sent Nicholau bisbe, RUBI I LLUCH, op. cit., vol. I, p. 89. Tampoco es fcil valorar hoy la
influencia que la decisin de la reina pudo tener en la posterior expansin del culto al santo en la zona,
CRIADO MAINAR, J., El Renacimiento en la comarca de la Comunidad de Calatayud. Pintura y
Escultura, Calatayud, Centro de Estuidos Bilbilitanos, 2008, p. 287.
79. AHN, Clero, carpeta 3776-03.
80. Segn Pedro IV, en Barcelona, en 1377, Lorenzo Zaragoza era lo millor pintor que en aquesta ciutat sia, RUBI I LLUCH, op. cit., vol. I, p. 166.
81. RUBI I LLUCH, op. cit., vol. I, pp. 213-214.

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Ambos encargos llegaron a trmino, de manera que en enero de 1367, Lorenzo Zaragoza cobraba por lo realizado para las fundaciones de la reina: Item done
an Loren de Saragoa, pintor de la ciutat de Barchinona, ab albara de scriva de
racio, los quales li eren deguts per raho de .ii. custodies en que deu estar lo Corpus Christi, que de manament de la dita senyora ha fetes a obs de .ii. retaules que
la dita senyora tramet, o es la .i. a la ciutat de Calatayud e l altre a la ciutat de
Terol, e per les polseres de guarda pols de fust que ha fetes a obs dels dites retaules, atzur e argent qui es entrat en pintar les dites polseres e guarda pols, e per cordes, sarpelleres e palla a obs de estibar los dites retaules, segons que a conten en
lo dit albara: .cciii. sol. barchs..82
Diversas monjas de Santa Catalina de Zaragoza se desplazaron a Teruel para
originar el nuevo monasterio, la sede del cual estuvo en el palacio que Pedro IV
tena en la ciudad cerca de Sant Yage y que cedi a las clarisas a peticin de
doa Leonor.83 La reina, durante el resto de su vida, y como hicieran otras fundadoras, procur que a las monjas de su monasterio no les faltaran las ayudas econmicas precisas y los objetos necesarios para llevar adelante su misin intercesora,84 y lo que es ms demostrativo de su predileccin por este centro: en su
testamento dispuso que llegaran hasta las clarisas de Teruel buena parte de su
impresionante coleccin de reliquias,85 si bien la institucin turolense no slo fue
receptora de despojos santos.
En 1445 las menoretas de Santa Catalina de Teruel padecieron un robo en el
que, entre otros bienes, el ladrn sustrajo dos objetos que a su valor material aa-

82. RUBI I LLUCH, op. cit., vol. II, p. 144. Una nota de Rubi advierte que en abril de 1369 se
paga el alquiler de una bestia de carga que el ao anterior haba transportado desde Barcelona el retablo que la reina donaba a las menoretas de Teruel.
83. Publica el documento, LPEZ, Anastasio, Documentos sobre el monasterio de Santa Clara
de Teruel, Archivo Iberoamericano, 4 (1915), pp. 429-430, p. 429: Nos et illustris Alionora regina
Aragonum, consors nostra carissima, instituendum noviter providimus Palacium Regium seu domos
regias, quas pro habitacione propria Nos in predicta civitate habemus, cum ipsarum domorum iuribus
et pertinenciis vniversis; in quo quidem palacio seu domibus Regis dictum monasterium et ecclesia
construantur. Diluido el protagonismo de la reina en la accin conjunta del matrimonio, tambin dej
huellas la fundacin en los relatos de los Jueces de Teruel, CARUANA, Jaime, Una relacin indita
de Jueces de Teruel, Cuadernos de Historia Jernimo Zurita, 14-15 (1963), pp. 227-280, p. 241.
84. RUBI Y LLUCH, op. cit., vol. II, p. 157. Pago realizado en enero de 1368 de los gastos de
elaboracin de un misal, lo qual missal la dita senyora ha manat donar al monestir de les Menoretes
de Terol.
85. Una vez distribuidos entre su marido e hijos los fragmentos de la Vera Cruz y la espina de la
Corona que eran las reliquias ms preciadas, las restantes de haban de repartir segn el criterio de sus
albaceas testamentarios, teniendo en cuenta que las piezas montadas haban de destinarse, en primer
lugar, a las franciscanas de Teruel y despus a sus hijos Martn y Leonor. DEIBEL, op. cit., p. 43.

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dan una extraordinaria potencia simblica: un anillo de oro de doa Leonor y el


bculo que por licencia papal poda portar la abadesa del monasterio. La voz enojada de doa Mara dirigida a los oficiales de Teruel, les haca saber como por parte de las menoretas nos es stada feyta gran clamor de Johan Celi de aquexa ciudat, que ell, postposada la consciencia e vergonya del mundo, trebayando en
algunos afferes por las ditas mongas, se haurja retenjdo dellas vn aniello doro el
qual la Reyna dona Elionor lexo al dito monesterjo e vna gayata con sus crossas,
quatro tenayas e muytos contractos de las cosas e afferes del dito monesterio.86
Las fundadoras, refundadoras o benefactoras destacadas de los establecimientos de franciscanas haban procurado conseguir de los papas licencias que les permitieran acceder a la clausura y permanecer junto a las clarisas para descansar y
fortalecer el alma. Adems del citado ejemplo de Elisenda de Montcada, est
documentado que Gregorio IX concedi a Violante de Hungra la posibilidad de
permanecer tres das al ao en Santa Catalina de Zaragoza, acompaada por dos
honestas matronas.87 Pero doa Leonor de Sicilia, castigada por los achaques de la
edad y con la movilidad muy mermada por su extrema corpulencia, fue ms lejos
y solicit a Gregorio XI que consintiese a dos religiosas de Teruel desplazarse a
Barcelona con el fin de rezar con ellas el oficio divino. El papa, el 24 de julio de
1371, mediante la bula Eximiae tuae accedi a la peticin de la reina.
Doa Leonor, consecuente con su proyecto y coherente con sus actuaciones,
haba hecho saber al Sumo Pontfice las necesidades y los problemas que aquejaban
a todos los monasterios de clarisas existentes en los territorios del Rey de Aragn.88

86. ACA, Reg. 3230, ff. 12-12v.


87. PREZ USN, Laura, Documentacin medieval del Convento de Santa Catalina de Zaragoza, Zaragoza, 2008, trabajo DEA indito, doc. n 12.
88. LPEZ, Atanasio, Documentos sobre el monasterio de Santa Catalina de Teruel, p. 481.

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LA FORMACIN BAJOMEDIEVAL
DEL SISTEMA ARAGONS DE FUEROS
Y OBSERVANCIAS
JESS MORALES
Universidad de Zaragoza

LA EDAD MEDIA EN LOS ESTUDIOS RECIENTES


DE HISTORIA DEL DERECHO
La doctrina histrico jurdica de los ltimos treinta aos ha reformulado creo
que en profundidad, nuestra reconstruccin de la Edad Media. Sin embargo el
peso de los clsicos Garca de Valdeavellano, Garca Gallo, Font, Lalinde
sigue siendo determinante en las obras de carcter general de los medievalistas. Si
bien los estudios de especializacin han ido incorporando con poco desfase temporal los nuevos enfoques, creo que falta por dar el paso de llevar esa revisin a
la primera lnea de la ciencia, a su lugar ms visible, desde el que pasar a los textos de enseanza preuniversitaria.
Grossi, Cortese, Costa, Cavanna, Hespanha, Gouron, Gaudemet, Ranieri, Simon,
Wolhaupt otros tantos historiadores del Derecho en el mbito espaol, han
incorporado elementos de anlisis que permiten una explicacin ms sencilla, y por
tanto verosmil, de muchas de las cuestiones principales. Si tuviramos que concretar la diferencia en un slo punto sealara el paso a un segundo plano de las
otrora cuestin fundamental del romanismo y germanismo (o de la ponderacin de
las aportaciones romana, germnica y cristiana en la formacin del derecho altomedieval) sustituida por el protagonismo del Ius Commune, con no pocas variaciones apreciables en la historiografa, fenmeno al que desde luego no es ajena la
existencia de potentes instituciones o centros de investigacin, como el Max Planck
de Frankfurt del Meno, o el Instituto de Estudios Europeos de Florencia, cuya espritu europesta se ha extendido por la propia Florencia y Lombarda actuales.
En el mbito de la Historia del Derecho el momento me parece propicio. Las
aportaciones principales para nuestra reconstruccin del periodo proceden de

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escritos apasionados: detractores activos y agresivos que le niegan cualquier virtud frente a entusiastas exgetas de las democracias medievales, expresin de la
libertad de las naciones y pueblos. Creo que, afortunadamente, esos enfoques tan
apasionados han dejado paso a estudios tal vez menos sugerentes, pero sin duda
con mayores posibilidades de cumplir las condiciones de la cientificidad. La Edad
Media ya no es la cuna de todas las virtudes ni el foco de todos los elementos
oscuros de nuestro pasado.
Me parece til dedicar los primeros esfuerzos de este trabajo a separar las adherencias historiogrficas de lo que podemos considerar reconstruccin cientfica del
Derecho altomedieval. El mayor aporte a la formacin de la imagen que la sociedad tiene de este periodo procede de tres focos que me parecen muy contaminados:
el desprecio del humanismo, la beligerancia de la Ilustracin y la exaltacin romntica. En los aspectos generales la situacin es conocida y descrita por la historiografa reciente; podemos ahora aadir algn elemento desde la perspectiva estrictamente jurdica.
Tanto el Humanismo como la Ilustracin son lneas de anlisis que se construyen desde la valoracin de la Ley como fuente de creacin de Derecho. Ley y Derecho tienden a identificarse, en detrimento de la consideracin de cualquier otro tipo
de norma jurdica; donde no hay Ley no hay Derecho, es su sentencia implacable.
La Ilustracin exagerar este anlisis; en su afn por presentar sus discretas reformas como cambios ms radicales y extensos de lo que realmente son, utilizan el
recurso conocido de cargar las tintas en la descripcin negativa del sistema que se
identifica como antagonista para as realzar sus propuestas; la exageracin llega a
contraponer la oscuridad a la luz; el caos al orden.
No son desde luego buenos puntos de partida para acometer una reconstruccin
de la Edad Media. Cuando la historiografa romntica intenta corregir ese desprecio y lo sustituye por la exaltacin empeora las cosas. En el mbito estrictamente
jurdico el elemento que me parece principal de esa exaltada visin de la poca es
la idea de las democracias medievales.
En Espaa creo que la puerta principal a travs de la cual esta imagen entra en
el argumentario constitucional es el Discurso de Agustn de Argelles de 24 de
diciembre de 1811, habitualmente presentado de manera inexacta como discurso preliminar de la Constitucin de 1812.1
1. Discurso dirigido al Rey Fernando VII por Agustn Argelles el 24 de diciembre de 1811, en
nombre de la Comisin redactora, presentando el texto articulado del Proyecto de Constitucin. La
Constitucin de Cdiz es un texto editado de manera ambigua. El original manuscrito se conserva en el
archivo del Congreso; fue reproducido en facsmile en Constituciones espaolas.-Madrid: [Congreso de

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En un momento de exaltacin nacional articulado como reaccin frente al invasor francs, los Diputados no han podido hacer otra cosa que importar la tecnologa o conocimiento constitucional; su limitada habilidad para acceder a las fuentes
del constitucionalismo ingls les condena a beber en los textos franceses. Agustn
de Argelles tiene que hacer frente a una complicada situacin: el texto preparado
por la Comisin que se presenta ante las Cortes y, ficticiamente o en efigie, ante el
rey Fernando VII no puede parecer revolucionario, ni siquiera novedoso, tampoco
extranjero y, por descontado, en modo alguno francs. Tiene otro pie forzado en la
medida que el sistema resultante debe conciliar la soberana nacional con el rey
soberano.
La Constitucin de 1812 se presenta como expresin organizada de la constitucin histrica o de tradicin de la Monarqua Hispnica; es la transformacin en
un texto de tipo legal de reglas, principios y soluciones de gobierno y administracin existentes. Nada sustancial es nuevo; todo procede, depurado y organizado, de
la experiencia constitucional propia.
La necesidad de combinar la autoridad del Rey con las Cortes, como rgano de
formacin y expresin de la soberana nacional, carga el peso de esa tradicin en
los reinos de los que se tiene la imagen de unas Cortes ms activas: Aragn, Catalua y Navarra; para que el panorama no se desequilibre se fuerza alguna referencia a la Castilla bajomedieval. El panorama se completa con alusiones casi de cortesa a Vizcaya, Valencia y Mallorca.
Argelles funda su discurso sobre la afirmacin de la realidad de esa democracia medieval. Pronto a este ncleo se aadirn las construcciones derivadas
del reconocimiento del Volkgeist; la ausencia de normas de tipo legislativo se convierte ahora en virtud: se presentan como expresin directa de la voluntad popular.
Puestos a buscar un nombre que permita la construccin de esta categora normativa se elige costumbre. El razonamiento se completa: en la edad media el derecho es costumbre; la costumbre es expresin de la voluntad popular; en la edad
media el derecho es creacin inmediata del pueblo, expresin de una democracia
primigenia de la que nos fueron desviando reyes absolutistas y a la que ahora nos
devuelve el deseado rey Fernando VII.

los diputados; Boletn Oficial del Estado], 1986. Como puede comprobarse, no tiene discurso preliminar. En cuanto a edicin impresa el tema se hace complicado; personalmente utilizo como texto ms
exacto el que se publica en la Coleccin de Decretos. Hay dos grandes series de ediciones impresas que
se reconocen fcilmente por el Decreto de promulgacin; las de sesgo liberal editan como texto separado el Decreto de la Regencia de 19 de marzo; de esta forma, la Constitucin es aprobada por las cortes Generales soberanas mediante su decreto de 18 de marzo. Las ediciones de periodo conservador
mezclan ambos decretos (del Rey y de las Cortes) y ofrecen un texto que nunca existi.

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Todos tienen inters en esa costumbre, pero la idea es ms til para los grupos
que no tienen en control del rgano legislativo; en especial los que han sido desplazados de los ncleos de gobierno. La potente imagen de esas normas consuetudinarias que expresan de manera directa la voluntad popular es capitalizada con especial
intensidad por los sectores ms conservadores. Es su mejor apoyo y lo convertirn
en argumento contra-constitucional; por su propio diseo es un elemento conservador: las normas antiguas son expresin de la voluntad popular sin mediadores y consolidada a lo largo de los siglos; stas deben prevalecer sobre textos legislativos que
proceden de rganos de dudosa legitimidad siempre pusieron en cuestin el proceso de convocatoria que lleva a la formacin de las Cortes de Cdiz y tal vez
arrastrados por el afn de la imitacin a modas pasajeras y extranjeras.

TIPOLOGA NORMATIVA MEDIEVAL


Ninguna de esas reconstrucciones es, en mi opinin aceptable ni til. El nivel
tcnico de las normas, sentencias y doctrina jurdica desde el siglo XIII es muy
alto; el elenco de conceptos jurdicos que se manejan es extenso y el grado de precisin y matiz para acomodarse a situaciones individuales es ms que suficiente.
No hablo solamente del Ius Commune, sino de los textos de los distintos reinos
espaoles. Pretender que en la Edad Media no hay derecho es una manifestacin
de ignorancia; hay pocas leyes, pero no pocas normas.
Si el esquema que manejamos para explicar los sistemas normativos es binario, lo que no sea ley deber ser costumbre. Aqu entrara la otra distorsin historiogrfica: el derecho medieval es consuetudinario.
Creo que las cosas son ms sencillas si ampliamos el abanico de alternativas,
si identificaos algunos otros tipos de normas jurdicas.
Qu es una norma jurdica? qu hace que un determinado texto que expresa una voluntad de organizacin social d un salto y adquiera las condiciones que
le permiten ser reconocido como norma jurdica? Como se podr imaginar, la
solucin a este gran cuestin no es sencilla ni puede acometerse como tema incidental en un trabajo de estas dimensiones. Tendremos que conformarnos con una
aproximacin muy genrica.
La diferencia entre una norma jurdica y otros textos con los que comparte forma, estructura o finalidad, pasa por el reconocimiento de una especial fuerza vinculante. Las normas jurdicas obligan con mayor intensidad que otras.
Los mecanismos mediante los cuales un texto adquiere esa especial fuerza vinculante don dos: por una transferencia de autoridad poltica o por la percepcin de

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utilidad. En el primer caso una persona o institucin con poder fsico o fuerza de
coaccin suficiente, expresa su voluntad y advierte del castigo que se deduce del
incumplimiento: publica y sanciona. En el segundo caso, en ausencia de autoridad, es el propio grupo el que asume el cumplimiento de unas normas porque percibe su respeto como un elemento til o imprescindible para la propia supervivencia del grupo. Hobbes nos proporciona un ejemplo de anlisis en que prevalece
el elemento autoridad, mientras que Puffendorf nos presenta el respeto espontneo a la norma como mecanismo para compensar la incapacidad del hombre para
sobrevivir fuera de la sociedad imbecilitas La cita de autores puede extenderse.
Normas basadas en autoridad; normas basadas en la percepcin de su utilidad.2
El primer tipo tiene su expresin ms caracterstica en la norma de tipo legal
o legislativo: una institucin que tiene reconocida esta competencia legislativa,
identifica un problema que puede presentarse en el futuro y establece la regla que
aplicar si la hiptesis se realiza.
El segundo tipo es ms difuso. Engloba en primer lugar reglas nuevas generadas por el grupo de manera no institucionalizada (sin seguir un procedimiento
especfico de creacin de reglas), sin fecha concreta ni, probablemente, texto cierto: estamos en el contexto de una cultura de tradicin oral mucho ms que escrita. sta es la costumbre en sentido estricto.3
Si leemos incluso superficialmente normas medievales que no pueden reconocerse como leyes creo que pronto tendremos la sensacin de que algo no encaja: un mecanismo como el descrito de formacin de costumbre tiene una capacidad de creacin de reglas verdaderamente limitada: ni pueden ser muchas ni
superar unos umbrales bastante bsicos en cuanto a su complejidad puede
mediante este mecanismo de creacin espontnea generarse una regulacin acer-

2. La existencia de normas de autoridad y normas de tradicin est identificada en la Grecia clsica: nmos ateniense, agrafoi nomoi, patrioi nomoi Laura SANCHO ROCHER,-Un proyecto democrtico. La poltica en la Atenas del siglo V.-[Zaragoza]: Egido editorial, 1997.
Las Instituciones de Justiniano en sus primeros prrafos, al describir qu es derecho, remiten
expresamente a la experiencia ateniense que diferenciaba normas escritas y normas no escritas: eggrafoi, agrafoi. Las instituciones que llamamos de Gayo, no tienen esa referencia a normas no escritas, ni
mencionan el precedente ateniense. Aquilino IGLESIA FERREIRS.-Derecho municipal, derecho
seorial, derecho regio Historia, Instituciones, documentos, 4 (1977), pp. 115-197.
3. Jess Morales Arrizabalaga.-Uso y Carta como ttulo de derechos en al rea de expansin de
la foralidad jacetana en Historia de la propiedad. Costumbre y prescripcin. Iv encuentro interdisciplinar, Salamanca, 25-28 de mayo de 2004.-[S.l.]: Servicio de Estudios del Colegio de Registradores,
[2006], pgs. 139-180. En especial parte 1. Estar a la carta, denorma de estilo judicial a principio normativo, pg-158 ss.

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ca de las excepciones dilatorias? Creo que no, lo cual supone que no hemos identificado todos los tipos normativos significativos.
Junto a la ley o decreto que expresa la decisin del Rey y la costumbre en
sentido estricto, hay un tercer tipo de norma que, en mi opinin, proceden de un
proceso de deslegalizacin: originariamente son textos de tipo legislativo, elaboradas en un proceso tecnificado y con asesores expertos; en un momento desaparece la autoridad legisladora que las ha creado y sustenta pero la regla sobrevive
por la percepcin que tiene la sociedad de su utilidad. Aunque haya desaparecido
el imperio romano de occidente qu ventaja obtendran los hispanos renunciando a su derecho? qu alternativa mejor tendran? Un ejemplo ayuda a visualizar
este mecanismo de conservacin: podemos observar los pases nacidos de los procesos de descolonizacin del siglo XX pueden las colonias francesas prescindir
de la lengua de la metrpoli? Incluso en estos procesos en que hay un claro distanciamiento entre la colonia y el colonizador, la tendencia ms frecuente es conservar la parte de la herencia del colonizador que sigue siendo til.
La tradicin jurdica hispana tiene dos puntos de corte: la desaparicin del
Imperio romano de Occidente y la del reino godo. A diferencia del ejemplo
colonial, en este caso la entidad de referencia no se percibe como un elemento
agresor o invasor extrao sino como parte de la misma sociedad hispana. En
estas condiciones qu razn podra haber llevado a los hispanos a renunciar a
uno de los elementos definitorios de la civilizacin romana, de su civilizacin?
Tampoco en la desaparicin de la estructura de gobierno poltico de los reyes
godos encuentro razones para rechazar sus normas jurdicas, sus leyes. La percepcin de la utilidad de la continuidad en el respeto a unas reglas consolidadas,
que todos reconocen como propias, nos permite fundar como hiptesis ms
verosmil la idea de conservacin de esas reglas jurdicas, eso s, desprovistas
ahora del refuerzo coactivo que les venia proporcionando una estructura institucional completa.
La existencia de muchas reglas y muy sofisticadas en los textos medievales
creo que se explica mejor como conservacin de regulaciones de origen romano
y godo, que como expresin de una no demostrada y poco verosmil capacidad de
creacin espontnea de derecho en el contexto de una sociedad analfabeta.
Manejamos, entonces, tres tipos normativos: leyes o decretos, costumbre en
sentido estricto, y leyes sometidas a un proceso de deslegalizacin en que pierden
su formato legislativo y su estructura protectora, pero no su contenido.
Podemos aadir algn otro elemento para completar el esquema. Introduciremos para ellos dos nuevos ejes.

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Hasta ahora hemos presentado reglas hipotticas generales; debemos aadir


las que se crean en un contexto de realidad individual. La ley supone la representacin de un problema que puede llegar a plantearse, en realidad, de un grupo o
tipo de problemas para los que se anuncia o compromete la solucin que se aplicar si llega el caso, es decir, si se llega a producir una situacin real que corresponde con la definicin de la hiptesis. Hay otro mecanismo muy potente de creacin de reglas mediante la generalizacin de una solucin a un conflicto concreto
realmente producido; son normas que denominados jurisprudenciales. Cuando se
plantea ante el Rey un conflicto concreto, ste discurre un solucin y proporciona un criterio que puede ser utilizado si en el futuro se llega a plantear una situacin semejante o, literalmente, anloga: con el mismo fundamento. Para referirnos a estas reglas con origen en una decisin judicial concreta decimos
jurisprudencia judicial o simplemente jurisprudencia. En sentido estricto esta
jurisprudencia judicial procede de jueces, es decir, de personas revestidas de autoridad que normalmente obtiene por el nombramiento real y la consiguiente delegacin jurisdiccional que no es otra cosa que transferencia parcial de autoridad
regia. Hay un tipo de actuaciones estructuralmente casi idnticas (dos partes en
conflicto se someten a un tercero para que resuelva) pero en las cuales la persona
que decide no est revestida de ninguna autoridad o representacin oficial; en este
caso lo correcto y usual es llamarle rbitro. Las partes en conflicto acuden al
juez que les corresponde segn las reglas de reparto y organizacin judicial; el
juez no se elige. Por el contrario, las partes se ponen de acuerdo en la persona que
ambas aceptan como rbitro y cuya decisin se comprometen a aceptar. La actividad de estos rbitros, a los que se acude por su experiencia o buen criterio en
actuaciones anteriores, dara origen a una variante que denominaramos jurisprudencia arbitral.
Si hacemos un anlisis detenido comprobaremos que entra la ley y la jurisprudencia judicial las diferencias son menos de lo que en una primera impresin
puede parecer.
Leges y iura: no es otra cosa que el esquema bsico romano.
Legislacin y jurisprudencia judicial son los dos mecanismos principales de
creacin de normas. Junto a stos debemos identificar otros mecanismos de adaptacin de normas.
La costumbre tiene posibilidades muy limitadas como mecanismo de creacin,
pero muy importantes como mecanismo de adaptacin normativa: una sofisticada
regla de origen legal romano o godo resulta de difcil o imposible aplicacin en el
contexto medieval en ausencia casi total de estructuras institucionalizadas de
gobierno y administracin y son adaptadas para mantener su utilidad en los

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aspectos fundamentales. Tanto o mayor impacto adaptativo creo que tuvo la aplicacin jurisprudencial de las reglas originarias; en ausencia de un sistema jerarquizado de tribunales que pueda controlar la fidelidad de la manera en que se aplica la regla a un caso concreto en relacin a la regla originaria, la fragmentacin
del espacio judicial-arbitral en unidades territorial de tipo comarcal, ha reproducido este proceso de comarcalizacin en las normas originariamente comunes y aplicadas de manera homognea en unidades territoriales mayores. Nuevamente el ejemplo lingstico es til: la originaria lengua comn latina va
derivando en variantes territoriales definidas por espacios o comunidades de habla
que coinciden con los escenarios socio econmicos dando origen al fragmentado
mapa de lenguas de tipo castellano y occitano que conocemos.
Como vemos el esquema resultante de la combinacin de estos parmetros
est lejos de ser binario (ley o costumbre). Normas hipotticas previas a un conflicto abstracto o reglas ciertas para la ordenacin de un conflicto cierto y producido. Tcnicas de creacin frente a tcnicas de adaptacin normativa. Normas
basadas en autoridad frente a normas basadas en utilidad.
En ausencia de las condiciones que permiten el uso de tcnicas normativas capaces de crear, el derecho en la alta edad media es fundamentalmente adaptativo. La
estabilidad o inmovilismo de la sociedad no exigan soluciones ms complejas.

EL RECURSO CASUAL A LA LEY COMO HERRAMIENTA


DE GOBIERNO DURANTE LA ALTA EDAD MEDIA
Durante el Antiguo Rgimen la autoridad legislativa por antonomasia es el
Rey. La existencia o inexistencia de esta institucin, su debilidad o fortaleza medidas en trminos de frecuencia de actuaciones eficaces en el mbito normativo,
estn en relacin directa con la presencia de las normas de tipo legislativo y la
jurisprudencia judicial.
El uso de la legislacin est presente aparece como instrumento de gobierno
desde que la institucin regia se reorganiza en Aragn, intervienen desde la segunda mitad del siglo XI mediante privilegios y constituciones de paz y tregua. En
ambos casos estamos ante tipos de intervencin vinculados directamente a la funcin principalmente militar del Rey altomedieval y a su relevancia como agente de
pacificacin entre contiendas seoriales. Los privilegios, usualmente conocidos
como fueros breves, eran decretos o decisiones con muy pocas reglas; slo las
necesarias para fijar poblacin que organizase el primer escaln de defensa, o atraer pobladores que desarrollasen actividades y profesiones urbanas para crear espacio exentos del poder seorial y directamente dependientes del poder del rey

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Eran normas finalistas; nunca se concibieron como regulacin general y completa


de la vida social.
En las explicaciones ms consolidadas se habla de familias de fueros y se establecen tipologas bastante cerradas que dan al proceso de concesin una apariencia
de racionalidad mayor que la que, en mi opinin tuvo. Si nos situamos en la sociedad y cultura del siglo XII, es mucho ms fcil explicar la individualidad de las
soluciones que una posible actuacin ordenada segn modelos.4
Una caracterstica de los privilegios en esta poca es su naturaleza dependiente, instrumental o subordinada. Cuando el Rey aprueba esta ley que hace
nacer un rgimen particular, lo relevante no es el acto legislativo, sino el efecto
que produce reforzando una decisin principal del Rey que normalmente tiene
naturaleza militar o geoestratgica. Mientras que en el siglo XIII lo relevante ser
la accin de legislar porque es una expresin del ncleo de la nueva autoridad
regia, en el siglo XI y XII el eje de la autoridad del Rey es militar y la legislacin
slo se usa en la medida que contribuye a esta funcin principal.
La discriminacin es la esencia de estas decisiones. El Rey administra la concesin de regmenes diferenciados para provocar cambios de comportamiento en
los sbditos.
Hay privilegios que se conceden a la totalidad de los que habiten un territorio,
que resultan as mejor tratados que los de otros lugares vecinos. En ellos prevalece el elemento territorial o repoblador.
Hay privilegios que mejoran o empeoran la posicin relativa de un sujeto o
grupo de sujetos dentro de una comunidad: concedindoles capacidades que hasta ese momento no tenan, eximindoles de obligaciones que de otra manera les
seran exigibles; limitando el ejercicio de capacidades que, de otra manera, tendran En estos casos el Rey usa el privilegio para crear o reforzar una red clientelar, ganando voluntades o remunerando servicios.
Podemos hacer un resumen de las concesiones ms tpicas; la eleccin que
hace el concedente (Rey) de unas u otras, y su diferente proporcin o intensidad,
determinan el tipo de privilegio:
Autorizacin de aprovechamientos.
Feria o Mercado.

4. Esta reconsideracin de la presencia de esos tipos cerrados de fueros la obtengo tras la lectura
sin esquemas clasificatorios condicionantes previos de la obra de Maria Luisa LEDESMA RU-BIO.Cartas de poblacin del reino de Aragn en los siglos medievales/ ndices de Javier Garca Marco.Zaragoza: Institucin Fernando el Catlico, 1991.

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Acceso a posesin.
Exenciones o reducciones tributarias.
Exencin o mejora de prestaciones personales.
Privilegio jurisdiccional.
Proteccin reforzada de espacios, actividades o personas.
Condonacin de responsabilidades penales contradas.
Autogobierno.
Si describimos el contenido de los privilegios (fueros breves) vemos que una
parte de sus preceptos tienen carcter de habilitacin o autorizacin, y otra introduce reglas especiales que parecen modificar el rgimen jurdico que se aplicara
en su ausencia. Los privilegios adquieren su sentido pleno en la medida que exista un derecho o rgimen general sobre el cual introducen la nueva regulacin que
adquiere as su sentido atractivo (lo ms frecuente) o punitivo. Hay un rgimen
jurdico completo que existe sin intervencin del Rey (normas de tradicin) y que
es administrado por los llamados foristas. Su existencia crea un tpico social muy
consolidado de rea excluida de la intervencin regia que condicionar todo el
desarrollo normativo bajomedieval.

LA ASOCIACIN DE LA INSTITUCIN REGIA


CON LA IURIS DICTIO EN EL SIGLO XIII
Vencer la guerra, administrar la paz: el desdoblamiento de la institucin
regia mediante la iuris dictio
En el inicio del siglo XIII el rey Pedro II tiene una autoridad compuesta, que aglutina varias nociones polticas. Mantiene un ncleo feudal: es dueo directo de la parte mayor de su reino o, por decirlo de otro modo, el mayor de los seores. Es un tipo
de autoridad incontestable, segura, pero con limitaciones. En la Europa de la poca
es una autoridad menor; se han desarrollado las teoras polticas del Imperio y el
Papado y se han adaptado a la escala pequea de los Reinos a cuya cabeza un Rey,
que, en su Reino, es emperador, est revestido de imperio (Rex est imperator in regno suo). Lo que en el siglo XI poda ser una situacin satisfactoria, en el siglo XIII
ya no lo es porque se ha extendido esta aspiracin a la regalizacin del poder.
En segundo lugar es Jefe Militar de los ejrcitos cristianos; soldado de San
Pedro, por el reconocimiento de Inocencio III. Esta condicin legitima la conquista de territorios de los infieles, y permite su reparto como recompensa entre
quienes colaboren en esa restitucin de la cristiandad. Este ttulo es muy importante, pero siempre est expuesto por su precariedad o carcter finalista. Qu
suceder cuando las conquistas se culminen?

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En tercer lugar es Rey, est empeado en ser Rey; el ms atractivo de sus ttulos, pero tambin el ms vulnerable y difcil de establecer y consolidar. Porque el
espacio poltico y jurisdiccional que requiere esta nueva atribucin se deber
construir y ocupar en detrimento de la nobleza secular y eclesistica y de las oligarquas urbanas que lo habitan. Para hacer ms aceptable estas pretensiones las
presentar como recuperacin de unas atribuciones y jurisdiccin indebidamente
cedidas o usurpadas. Como podemos imaginar, el proceso esta llamado a ser muy
tenso y conflictivo.
La majestad del Rey debe estar revestida con armas y leyes; unas para gobernar
en tiempo de guerra, otras para hacerlo durante la paz. Esta mxima se convierte en
el eje del modelo poltico de Emperador cristiano consagrado por Justiniano en
Bizancio en el siglo VI d.c., y difundido despus por los reinos surgidos en el territorio antes ocupado por el Imperio Romano de Occidente.5 El Rey debe controlar el
campo de batalla pero tambin la Cancillera. La mayor parte de los reyes cristianos
estn orientando su actuacin hacia esta doble vertiente; en los territorios hispanos
el proceso se hace especialmente urgente por el progreso militar.
Desde 1211 las acciones blicas cristianas van asociadas al xito. Las fronteras que llevaban tiempo estabilizadas se rompen y se organiza la reconquista de
Valencia, Mallorca, Murcia y Sevilla. Fernando III y Jaime I cumplen sus respectivos objetivos que agotan la parte principal de su actividad como reyes cristianos
soldados de San Pedro. La capacidad para gobernar mediante el derecho se convierte en necesidad. Las opciones del rey castellano y aragons son semejantes; el
abanico de alternativas era reducido. El Rey refundado sita el derecho en el centro de su autoridad.

La lucha por el espacio de gobierno. La tendencia al monopolio jurisdiccional


Hasta ahora venimos hablando de ley y legislacin para describir ese nuevo escenario que el rey debe ocupar. Es hora de introducir algunos matices. La
idea ley en sentido estricto es bastante ajena a la prctica medieval de gobierno;

5. Imperatoriam maiestatem non solum armis decoratam, sed etiam legibus oportet esse armatam, ut utrumque tempus et bellorum et pacis recte possit gubernari et princeps Romanus victor existat non solum in hostilibus proeliis, sed etiam per legitimos tramites calumniantium iniquitates expellens, et fiat tam iuris religiosissimus quam victis hostibus triumphator. Proomieum de confirmatione
Institutionum (a. 533).
La versin en Bracton: Qu sunt regi necessaria. In rege qui recte regit necessaria sunt duo hc,
arma videlicet et leges, quibus utrumque tempus bellorum et pacis recte possit gubernari Ver texto en
http://hlsl.law.harvard.edu/bracton/index.htm

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es ms una discusin de telogos que de juristas. Cuando se reflexiona sobre la


ley y el legislador se piensa, en primer lugar, en Dios Legislador y, slo en un
segundo trmino, en el reflejo que esas nociones predicadas de Dios puedan tener
en los humanos. Cuando se discute de gobierno terrenal el eje de la gran discusin es la nocin de jurisdiccin.6 Es posible que entendamos mejor su alcance si
recuperamos su versin latinizada: iurisdictio: declaracin, expresin o verbalizacin del derecho.
En la mentalidad medieval el derecho est, existe. En sentido estricto el legislador humano no lo crea, sino que lo averigua y declara; este proceso es la iurisdiccin. Cmo se procede? De dos maneras: cuando se produce un conflicto concreto, con personas nombres y lugares ciertos y conocidos, se interviene y un juez
resuelve el conflicto, concediendo y negando peticiones. El juez busca reglas o
criterios que fundamenten la solucin el conflicto. Esta actividad es la iurisdictio
mediante juicio o judicial.
El titular de esa facultad de averiguar y declara el derecho puede actuar de otra
manera. En este caso se plantea un conflicto imaginario o un tipo de conflictos
meramente posibles o probables y proporciona el criterio que se debe aplicar si en
el futuro se llega a producir un caso que corresponda con esa situacin prevista.
Esta regla se obtiene mediante el mismo procedimiento (averiguacin y expresin
de un derecho que ya existe) pero, a partir de aqu, acta de manera completamente distinta: el conocimiento de la regla que se aplicara en caso de producirse un
conflicto de un determinado tipo, tiene efecto modificando previamente las conductas, configurando los comportamientos. A esta manera de concebir el acto de
expresin del derecho se la llama iurisdictio in edendo: declaracin de derecho
mediante edictos, decisiones o leyes.
En la mitad del siglo XIII un Rey como nuestro Jaime I est ms cerca de
entender el efecto de su actuacin como juez que como legislador. Su entrada en
el derecho se va a realizar ms por la va judicial que por la legislativa. Los Fueros, en su mentalidad, no equivalen a lo que nosotros entendemos por leyes, sino
que son las rdenes que el rey da a los jueces que juzgan en su nombre. Es un
planteamiento conocido, la ley de los godos en realidad se concretaba en un Libro
de los juicios o Libro para los jueces.
6. Pietro COSTA. Iurisdictio: semantica del potere politico nella pubblicistica medievale, 11001433. Milano: Giuffr, 1969. Hay reproduccin publicada en la misma editorial en 2002, con introduccin a cargo de Bartolom Clavero.
Para una comprensin profunda de las formas de crear o declarar derecho en la cultura medieval,
es inexcusable la consulta de: Jess VALLEJO. Ruda equidad, ley consumada. Madrid: Centro de
Estudios Polticos y Constitucionales, 1992.

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El inicio de la actividad legislativa de Jaime I en la Corte General


de Huesca de 1247 y su culminacin en una Corte celebrada en Ejea
Aunque Pedro II haya dado los primeros pasos hacia la transformacin de la
naturaleza de la institucin regia, su propia muerte en campo de batalla demuestra la relevancia que todava tiene su condicin de jefe militar. Hay que esperar
unas dcadas para que el xito de las campaas militares de reconquista fuerce el
desenlace del proceso de cambio. En 1238 Jaime I ya se titula Rey de Aragn,
Mallorca y Valencia. La conquista ha concluido.
Estas conquistas suponen la consecucin de los grandes objetivos militares distribuidos entre los Reyes cristianos y comprometen su propia supervivencia como
autoridad suprema. No era probable la vuelta a una estructura nicamente feudal, en
que el seor volviese a ser la mxima autoridad, pero s haba un riesgo de que la
nobleza buscase soluciones de tipo imperial que reconociesen la subordinacin a
una autoridad poltica comn, pero suficientemente distante para hacer su presencia
casi inapreciable en el rgimen ordinario de los pueblos. Para evitar este tipo de
involuciones, el Rey debe aportar un modelo de gobierno para tiempo de paz.
Acabadas la ganantias de la nuestra conquista et todo quoanto daquendes de la
Mar oriental las encontradas de la nuestra acquisition contienen, por la gracia de
Dius a la nuestra seynnora aplegantes, proveydo el tiempo de las armas et entendientes proveher al tiempo de la paz, el nuestro entendimiento a los fueros daragon, por los quoales fueros el dito regno sea governado, primerament damos.7

En Aragn el proceso se inicia en 1247. Jaime I rene Corte General en Huesca. Para cerrar la reunin y dar fuerza de decisin del Rey a lo all tratado, redacta un decreto que hace explcito este cambio de modelo institucional y su fundamento desde la perspectiva regia. En sus palabras: acabada la conquista e
incorporados los territorios orientales hasta el mar, damos por terminado el tiempo de las armas y procede atender ahora al tiempo de paz, para lo cual en primer
lugar, dirigimos nuestra accin hacia los Fueros de Aragn.

7. Encontramos estas palabras en el texto Nos Don Jaime, normalmente considerado uno de los
dos prlogos de la primera compilacin de Fueros de Aragn. En mi opinin es en realidad el decreto
mediante el cual el Rey Jaime I convierte en norma real todos aquellos derechos, fueros, normas de
tradicin, usos que le son participados en esa reunin, y sobre los cuales se pronuncia confirmando,
corrigiendo o aadiendo.
De este texto Nos don Jaime hay varios tipos de versin. En mi opinin la original es la que figura en el manuscrito JJOO de Archivos Nacionales de Pars, editada por Mauricio Molho como adiciones al Fuero de Jaca. sta y todas las otras versiones relevantes del prlogo pueden consultarse fcilmente en: Antonio PREZ MARTN, Antonio.-La primera codificacin oficial de los fueros
aragoneses: las dos Compilaciones de Vidal de Canellas Glossae, 2 (1989-1990), pgs. 9-80. En
BIVIDA: http://www.bivida.com/consulta/indices.cmd?id=1650

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Lo que plantea Jaime I tiene dimensin suficiente para poder ser considerado
un proyecto de fundacin del reino, de una nueva forma de reino. La aplicacin
de este diseo no puede hacerse sin modificar elementos sustanciales de la estructura feudal de gobierno. No deber por tanto extraarnos que las primeras experiencias se cuenten por fracasos.
Los problemas de la aplicacin prctica son grandes; podramos hablar de una
combinacin de dificultad y una resistencia. La dificultad es sobre todo de tipo
tcnico cmo hacerlo? con la ayuda de qu personas?. La resistencia es poltica
en cuanto la innovacin se plantea de manera abierta y es de suficiente envergadura para alterar el statu quo: un rgimen seorial que se articulaba sobre decisiones,
no sobre leyes; administrado o regido por elites gobernantes acostumbradas a ejercer su poder en forma de decisiones libres, no vinculadas por ninguna regla ni
sometidas por lo general a ninguna autoridad superior.
La implantacin de esta nueva institucin (el Rey que gobierna) no se hace
aprovechando la creacin de un espacio poltico nuevo por lo que conlleva el desplazamiento de las elites gobernantes existentes.
La tensin poltica deriva en el enfrentamiento entre dos maneras de concebir
el derecho: la ley frente a las normas de tradicin (fuero). Si el Rey asocia el nuevo rgimen con la ley, la aristocracia feudal vincula el rgimen antiguo que ellos
seorean con las normas de tradicin y lo presentarn como el rgimen natural.
Cuando esta aristocracia tenga xito en la fijacin y defensa de su posicin,
puede llegar a limitar la intervencin del Rey restringindola a la mejora del estado de cosas amejoramiento y negando valor a las decisiones regias que ellos
consideren contrarias a ese rgimen. Al establecer lmites a la capacidad de intervencin del Rey basados en normas de tradicin estn protegiendo el rgimen de
administracin y gobierno existente; un absolutismo seorial en que la mayor parte de los habitantes en el reino simplemente estaban fuera del alcance de las muy
escasas normas generales que podan incomodar las decisiones de los seores.
Jaime I tiene por delante una buena coleccin de obstculos que superar; ms
o menos los mismos que encontrarn sus parientes castellanos Fernando III y
Alfonso X. En primer lugar se les niega o dificulta la aceptacin de la propia idea
de Rey-legislador; la sociedad medieval no tiene sensacin de ausencia de derecho, de caos ni anarqua. El Rey legislador tendr que convencer de su necesidad
y utilidad, en la medida que se tiene la percepcin de poseer ya una regulacin
suficiente y consolidada Cuando se haya aceptado esta intervencin general, se
presentan obstculos de tipo ms tcnico: dotar de contenido ese propsito legislador, materializarlo en un texto y desarrollar las medidas de acompaamiento y
organizaciones necesarias para hacer que se cumpla y produzca efectos.

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El Rey es prcticamente un recin llegado a la accin de gobernar mediante


juicios y leyes; no tiene una experiencia acumulada para acometer un proyecto tan
ambicioso y general como pretende. Debemos tomar conciencia de la dificultad
tcnica que supone la redaccin de un libro estructurado que contengan reglas
para prever la solucin a todos los conflictos significativos que puedan producirse en una sociedad. En una primera aproximacin podramos decir que las dificultades o exigencias tcnicas se concretan en tres elementos: hace falta un contenido, dotarle de un formato normativo (sustentado en una teora de la ley y el
legislador) y personas cualificadas y fieles que lo apliquen.
Las opciones para dar contenido a su proyecto de Libro son tres:
1. Nueva redaccin, tomando como base anterior legislacin regia.
2. Copia o adaptacin de alguno de los libros de Justiniano, en la forma en que
se reelaboran en las Universidades medievales.
3. Copia o adaptacin de normas aragonesas, en su prctica totalidad normas
de tradicin
La primera solucin es inviable: el Rey no tiene una Cancillera capaz de abordar el proyecto con solvencia tcnica. Pensemos que los mtodos de garantizar la
fiabilidad de los textos normativos en la poca eran verdaderamente poco sofisticados: los libros de la cadena, libros del padrn de fueros: ejemplares nicos que
deban protegerse frente a manipulaciones sujetndolos con una cadena que impidiese su traslado. Ese era el Registro.
La segunda alternativa, utilizar el Derecho Comn o Ius Commune, es ptima
desde el punto de vista tcnico, pero con graves inconvenientes sociales. El emperador bizantino Justiniano proporciona tres modelos a seguir (Digesto, Cdigo,
Instituciones). El principal problema de este solucin es su extranjera. Hemos
visto que en los siglos anteriores las normas jurdicas se han mantenido casi con
el nico argumento de la tradicin: esto es as porque siempre ha sido as. En este
contexto de derecho de tradicin, una solucin extranjera tiene problemas para encontrar este resguardo: la cobertura de la tradicin no alcanza a soluciones globales extranjeras. Resulta, adems, que ese Derecho Comn no es polticamente
neutral. Desde el siglo XI es el fundamento para el desarrollo de los dos grandes
modelos polticos monrquicos (el Papado y el Imperio) y su adaptacin a la escala regia (el Rey en su reino es como el emperador en el imperio). Son textos asociados con una manera de concebir la organizacin social y poltica distinta a la
que en ese momento estaba ms extendida.
La tercera opcin se presenta tambin cargada de inconvenientes. Ese derecho
aragons existente es fundamentalmente un derecho creado en ausencia de Rey. Su

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fuerza vinculante no se la proporciona un decreto o decisin real que asocia un texto con el aparato coactivo del Rey, sino que responde al tipo de norma-de-tradicin
que reiteradamente hemos descrito. Son normas respetadas por razn de su utilidad (es mejor tener reglas que carecer de ellas) y reforzadas por su propio uso. Si
la intervencin del Rey como creador del libro general de normas del reino consiste en confirmar lo que ya existe, parece que estamos ante el monte que da a luz
un ratn. Imaginemos la situacin: el Rey crea una gran expectacin avisando que
va a comenzar un reino nuevo y lo que hace es confirmar lo que se encuentra,
que ni siquiera procede de su autoridad. En el mejor de los casos es decepcionante. Adems siempre queda la pregunta qu ha aadido el Rey a lo que ya tenamos? Entre las contestaciones posibles la mayor parte diran que su intervencin ha
reforzado o consolidado, pero no creado esas normas; por tanto, si esa aprobacin
se retirase o revocase, las normas se resentiran, encontraran ms dificultades para
ser eficaces, pero no desapareceran. En esta solucin el Rey acepta como propio
un derecho que preexiste y que, probablemente, sobrevivira a su eventual desaparicin. Es una solucin que contiene el germen de la limitacin al poder normativo del Rey; si las circunstancias le son desfavorables, la semilla crecer.
Cul fue la opcin de Jaime I? Esta es mi opinin:8
En 1247 Jaime I rene Corte general en Huesca. Lo que all sucedi fue distorsionado por error o con voluntad de engaar muy pocos aos ms tarde. Partiendo de los textos que considero ms seguros obtengo la impresin de una reunin de corte feudal. La iniciativa ms parece seorial que regia. Creo que no se
plantea como una reunin legislativa y mucho menos como una reunin para discutir y aprobar una ley general para todo el reino; ms bien veo a nobles y muncipes presentando ante el Rey sus derechos, los fueros que consideran como algo
que les pertenece (distintos para cada grupo o territorio) y en relacin a los cuales piden el pronunciamiento del Rey que se manifestar confirmando, matizando o corrigiendo de manera ms enrgica las normas que probablemente se leen
en su presencia. Al final el Rey aprueba un decreto que comienza con las palabras
Nos don Jaime, mediante el cual todas las decisiones se convierten en decisin del
Rey de rango normativo.
Me parece descartado que en esa reunin de Corte se discuta o apruebe un texto ordenado, general y completo que pueda considerarse Fuero Real de Aragn.9

8. Jess MORALES ARRIZABALAGA.-Fueros y libertades del Reino de Aragn. De su formacin medieval a la crisis preconstitucional (1076-1800).-Zaragoza: Rolde de estudios aragoneses, 2007.
9. Cuando estudiamos la formacin cdices en que se escriben los Fueros extensos, tendemos a
pensar que hay una continuidad en su proceso de sistematizacin, que la sistematizacin se introduce

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Si mi reconstruccin de lo que se hizo se aproxima a la realidad, los curiales


asistentes salen de esa reunin con la sensacin de haber pactado o convenido
con el Rey; le han presentado un rgimen o regulacin, y el Rey con su pronunciamiento ha consentido. La idea de concurrencia de voluntades es bastante
coherente con esa forma de actuar: hay una propuesta y una aceptacin de esa
propuesta (con o sin correcciones). El decreto Nos don Jaime, al describir la
reunin, utiliza la expresin con el consello y asmanza de los asistentes, lo
cual refuerza esa impresin de concurrencia de voluntades. La palabra asmanza, de probable raz vasca connota conformidad; en las versiones romances y
latinas posteriores de ese decreto se convertir en consentimiento.
Pocos aos ms tarde mediando algunas manipulaciones que veremos se
tiene la certeza de que el Rey, en esa Corte, ha decidido con el consejo y el consentimiento de los que asisten.
Si los nobles y muncipes asistentes a esa reunin salen de ella con cierta satisfaccin o tranquilidad, parece que el Rey ha tenido que quedar decepcionado, muy
decepcionado. Los primeros tienen razones para pensar que la intervencin del
Rey sobre el rgimen existente no revisa las races o fundamentos del sistema oligrquico, sino que ha confirmado con carcter general todo lo que se le ha presentado como derecho de tradicin existente. Que ha aceptado que el eje del sistema seguir siendo este Fuero.
En el otro lado el Rey, tan brillante en el campo de batalla como inexperto en
los asuntos de Cancillera. Con la idea firme de redefinir las bases del sistema
pero incapaz de afrontar su revisin; la agenda de la reunin se la encuentra hecha.
l no tiene un proyecto, un texto que presentar y defender; se encuentra con los
textos ajenos y sin espacio poltico y tcnico para encarar una revisin de los conceptos fundamentales. En esa primera intervencin ha perdido la iniciativa y el
control del propio proyecto.
gradualmente. Creo que no es as; no exactamente as. Hay dos tipos de sistematizacin muy distintos.
Partimos de la mera coleccin de regulaciones, trasladadas a un cdice escrito de una mano en el orden
en que figuran en una coleccin facticia o en un archivo de Cancillera; en un segundo momento se realizan operaciones muy bsicas que no afectan a la estructura de ordenacin sino que son ms bien actuaciones de depuracin de duplicidades y agrupamiento de regulaciones muy prximas. La organizacin
en forma sistemtica creo que se hace en un solo esfuerzo, mediando una decisin del Rey que ordena
distribuir las regulaciones en una estructura normalmente copiada del Codex de Justiniano o una versin con algunas adaptaciones bien de sta misma, bien de las Instituta. Se me ocurren varias razones
para apoyar esta tesis del salto sistemtico, o de la sistematizacin por salto; la que me parece ms convincente es el argumento de simplicidad que usualmente llamamos navaja de Ockham: es ms sencillo
pensar en la intervencin de una sola autoridad que decide la estructura, la taxonoma, y ordena su aplicacin, que explicarla como resultado de un proceso difuso, annimo y espontneo; en mi opinin por
esta va se llega a un discreto nivel de organizacin, pero no a una sistematizacin completa.

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Creo que, en ese estado de nimo, ha decidido inmediatamente despus de esa


Corte General poner en marcha un proceso en que lleve la iniciativa tcnica y poltica,10 para lo cual ha confiado en la pericia de Vidal de Canellas. Era difcil
encontrar en la Europa de 1247 manos ms cualificadas que las de nuestro Obispo de Huesca.
El encargo lo describe el propio don Vidal en el prlogo Cum de foris, narracin en primera persona de los trminos de la peticin que ha recibido del Rey, y
de las soluciones que ha discurrido para cumplirla con lealtad y solvencia.
Jaime I le pide que realice una compilacin derechurera de los Fueros de Aragn, y cumplir la encomienda con lo mejor de sus muchos conocimientos y sabidura. Jaime I le pide una fusin entre el fuero (norma de tradicin) y el derecho
romano-cannico, que dar como resultado un texto que no es ni una ni otra cosa
y que puede presentarse como texto nuevo redactado formado por el Rey. En resumen, intenta combinar las tres alternativas lgicas que hemos planteado, lo cual
convierte el proyecto en algo mucho ms ambicioso que los castellanos (Fuero
real; Partidas) que eligen alternativamente una u otra opcin.
Vidal de Canellas lo consigue; es verdad que muchas veces advierte de las
dificultades que hay para encajar las reglas de los fueros en los conceptos del
derecho; los problemas para encontrar equivalentes entre palabras que pertenecen
a mundos jurdicos muy alejados. El resultado final, desde una perspectiva acadmica, es admirable y sorprendente.
Jaime I recibe el libro. Esta vez s ve reflejado su proyecto y decide convertirlo
en Ley de Aragn o Fuero Real de Aragn (con uno de estos nombres o similar).
Es la norma aprobada por el Rey por la cual deben regirse desde ese momentos
las autoridades de Aragn cuya jurisdiccin o competencia proviene de nombramiento real. No es un libro didctico ni un comentario o cosa semejante; el Rey
decide convertirlo en norma jurdica real.
Utiliza la tcnica de Justiniano: el libro va precedido de dos textos, un prlogo narrativo (no es norma jurdica) en que el autor cuenta su proyecto (el citado
Cum de foris) y un decreto del Rey que convierte en norma propia todo el libro;

10. Indicio de esta secuencia de textos y hechos: Aragonenses principio paucis, eisque vagis, usi
sunt Foris. Quos Iacobus Rex. eius niminis primus, Comitiis Oscae celebratis, colligi, certumque in
ordinem redigi curavit Jess Delgado traduce exactamente: El Rey Jaime una vez celebrados
Comicios en Huesca, procur recogerlos y someterlos a un orden preciso La Carta dedicatoria de la
edicin de 1552 que hacen los Diputados del Reino a S.E. el Prncipe Felipe.
El texto latino puede encontrase en tomo III, pgs. 305-307; la traduccin de la 308 a la 310. Es
tambin muy interesante el texto que sigue en esta edicin: la dedicatoria de la edicin de 1624.

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en este caso el decreto que empieza con las palabras In Excelsis Dei thesauris. Era
un libro de fueros redactado en latn, organizado en nueve partes o libros, siguiendo exacta y literalmente la estructura de las versiones medievales del Codex de
Justiniano. Le calculo una extensin de unas cien hojas, escritas a doble columna.
Pero Jaime I fracasa. La bondad tcnica del libro no salva los obstculos polticos; probablemente los agrava. Por qu fracasa? Se me ocurren varias razones.
La primera, el decreto In Excelsis, que invoca una concepcin de la autoridad del
Rey que cambia radicalmente en rgimen de gobierno hasta entonces conocido;
nada debe el Rey a los seores, porque toda su autoridad procede de Dios, y slo
en la voluntad divina encuentra lmites. Era razn suficiente, pero es posible que
para evitar utilizarla directamente como argumento del rechazo, se hayan acompaado otras razones: el contenido es extranjero o extrao; innecesario adems
porque ya hay fueros en Aragn, que el Rey acaba de conocer y confirmar. La
extranjera se acenta al redactarse en lengua latina.11
Las noticias sobre el derecho general del reino de Aragn slo comienzan a ser
seguras a partir de 1300. Por tanto, entre este rechazo o fracaso y la estabilizacin
jurdica y constitucional que se produce con Jaime II hay unos largos cincuenta
aos de transicin que siguen planteando algunas dudas sobre los textos sucesivos.
En mi opinin, la fracasada obra de Vidal de Canellas aprobada por Jaime I y
convertida en fuero real de Aragn produce dos tipos de secuela que actan como
enlace con el formato que el Justicia Jimeno Prez de Salanova y Jaime II dan
finalmente a la obra legislativa de Jaime I, y que es el que pasa a casi todos los
manuscritos y todas las ediciones impresas cronolgicas. En primer lugar, el libro

11. Jernimo Zurita narra algunas quejas nobiliarias producidas en 1264 que pueden hacer pensar
que en ese momento todava el Rey aplicaba su Fuero Real, al que los nobles se refieren como derecho comn y decretos es decir, derecho romano y cannico: Los ricos hombres eran jueces antiguamente en Aragn. Quejbanse que habiendo los ricos hombres de juzgar los pleitos como era costumbre antigua de Aragn, los determinaba el rey por el derecho comn y decretos; y eran gobernadas
las leyes del reino a su albedro habiendo sido establecidas para que ellas rigiesen Anales, III, cap.
66. Ms adelante, cuando el Rey responde a las pretensiones dice:Que a donde quiera que haba fuero establecido de Aragn juzgaba por l, y no por leyes ni decretos; y a donde no se extenda ni bastaba el fuero se determinaba por igualdad y razn natural; y que as lo ordenaba el fuero. Cuanto a lo
que se querellaban que tena en su consejo legistas, deca que no tenan de qu agraviarse por esto,
pues no juzgaban sino por fuero; y que tales reinos tena que era necesario que residiesen en su corte
personas sabias que tuviesen noticia as del derecho civil y cannico como del foral; porque en todas
sus tierras no se juzgaba por fuero. Y as convena que en su consejo se hallasen personas que pudiesen administrar derecho y justicia a todos sus sbditos Anales, III, cap. 66.
Parece que hablan de un libro que unos identifican como derecho y decretos y el Rey define como
Fuero. Esta doble percepcin encaja mejor pensando que se refiere a la obra de Vidal de Canellas que
a otras redacciones.

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JESS MORALES

llamado Vidal Mayor. En segundo, versiones de fueros aragoneses de tradicin


organizados con la estructura dada por Vidal de Canellas. A este tipo corresponde la versin del manuscrito de Miravete de la Sierra.
Qu es Vidal Mayor? Llamamos as al texto que se contiene en el cdice editado por Tilander cuando era el manuscrito Perrins, y que recala hoy en la exposicin de la Paul Getty Foundation.
Es el texto ms importante que conservamos de nuestra historia foral. Pero
Vidal Mayor es resultado de una manipulacin, sobre cuya interpretacin se han
acumulado adems las consecuencias del incompleto conocimiento que se
tena del sistema aragons de Fueros y Observancias cuando Tilander lo edita y
lo hace visible.
La manipulacin creo que pretende salvar el texto suprimiendo nicamente los
elementos ms evidentes de las causas que han provocado el rechazo de la obra
original de Canellas aprobada por Jaime I mediante el decreto In Excelsis.12
El problema principal era la concepcin poltica asociada a este decreto In
Excelsis Dei thesauris. Se aade como factor de rechazo su evidente apariencia de
texto extranjero latino, reforzada por sus muchas referencias expresas a Justiniano o
al Derecho romano cannico. Estos focos de rechazo desaparecen en Vidal Mayor;
dira que los cambios entre el original de Canellas y esta versin se concentran slo
en estas cuestiones: se suprime el conflictivo decreto de aprobacin; se eliminan las
referencias expresas a Justiniano y el Codex, y se traduce del latn al romance.
Al quitar el decreto In Excelsis, el libro perdera su carcter normativo. Qu
hacer para mantenerlo? Al inicio del Vidal Mayor se copia otro decreto del mismo Rey Jaime I: el Nos don Jaime, de la Corte General de 1247. Con este traslado surgen incoherencias entre lo que cuenta don Vidal y lo que se describe en el
decreto, pero no son importantes, pasarn generalmente desapercibidas y, sobre
todo, no hay alternativa.
12. Pondremos algunos ejemplos. La obra original reproduce literalmente la estructura del Cdigo
de Justiniano, por lo que los ndices de nuestra Compilacin derechurera podran perfectamente confundirse con los del modelo que imita. Esto supone que el libro primero se dedica a los Actos preparatorios de los juicios y el segundo a los Juicios; secuencia perfectamente lgica que se des-dibuja en la
version romance Vidal Mayor: el redactor del texto debe tener la instruccin se suprimir las rbricas originales (copiadas de Justiniano) pero manteniendo el orden interno de los textos. Como no tiene alternativa mejor, utiliza las primeras palabras del primeo de los textos de cada libro para convertirlas en
rbrica; de este modo se pierde la pista de la lgica original porque el primer libro pasa a llamarse De
las iglesias sacrosantas (aunque su contenido sigue siendo los actos preparatorios de los juicios).
Jess Delgado puso de manifiesto la comisin de errores de traduccin desde el latn al romance,
que no son compatibles con la autora de Vidal de Canellas (no se parece probable que se equivocase
al traducirse a s mismo).

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El libro que llamamos Vidal Mayor es el resultado de estas manipulaciones


simples y superficiales. Alguien ha querido salvar el contenido del libro original
limando para lograrlo las aristas polticas ms pronunciadas: el decreto de aprobacin y el aspecto extranjero romanizante. Al traducirlo tampoco ha demostrado
gran pericia cometiendo errores bastante visibles.
Quin dirige esta manipulacin? En qu circunstancias? No tengo respuesta
definitiva. Debemos tener en cuenta que el libro del que hablamos es un ejemplar
regio: la calidad y frecuencia de las ilustraciones, ornato etc hacen pensar en un
cdice elaborado para llegar a manos de Rey o Prncipe heredero. Si se acepta este
anlisis, las posibles explicaciones se reducen bastante. Podemos pensar en un
Rey que intenta una transaccin con la nobleza, o en un texto que es presentado
al Rey como versin autntica romance del libro aprobado por Jaime I. De estas
dos posibilidades tiendo a preferir la segunda; una oportunidad u ocasin para las
este esfuerzo resulte adecuado es alguna ceremonia de presentacin de nuevo Rey
o heredero, tal vez intentando conseguir su juramento sobre el texto. Los candidatos ms probables para ser destinatarios del libro son Pedro III y Alfonso III,
pero no descarto que pueda corresponder al inicio del reinado de Jaime II, o que
pudiera concebirse para algn hermano de estos Reyes al que una faccin nobiliaria rebelde quisiera plantear como su candidato a Rey. Teniendo en cuenta que
la factura fsica del cdice parece ser de taller francs no puede descartarse que
tenga relacin con las pretensiones de la Casa de Anjou sobre el reino de Aragn
durante los conflictos que sufre el rey Pedro III.
Cdice de Miravete de la Sierra, versin de fueros aragoneses de tradicin, sistematizados a partir del modelo de Vidal de Canellas. En torno al ao
1981 oigo hablar de un joven historiador turolense, Antonio Gargallo Moya, que
ha identificado un cdice conservado en un armario del ayuntamiento de Miravete de la Sierra (Teruel) como una versin de Fueros de Aragn.13
En mi opinin estamos ante una versin romance del fuero real de Aragn,
estructurada en nueve libros.
A diferencia de lo que hemos visto con los textos de Vidal de Canellas (original y falso) no hay aqu ninguna insercin extranjera; ninguno de los abundantes
materiales europeos aportados por nuestro jurista. La compilacin derechurera de
Fueros de Aragn ha perdido todo el aporte de derecho (romano y cannico). El
resultado es un libro considerablemente ms breve que los citados.

13. Antonio Gargallo Myoa.-Los Fueros de Aragn [segn el ms. del Archivo Municipal de Miravete de la Sierra (Teruel).-Zaragoza: [ANUBAR], 1992.

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JESS MORALES

Qu es este texto? cundo se aprueba? Contiene un decreto Nos don Jaime,


distinto del que aprob lo actuado en 1247. Creo que lo que se cuenta en l es
verosmil; stas son la lneas bsicas de su relato:
1. En Corte de Huesca de 1247 el Rey haba ordenado que le trajeran todos los
libros viejos de fueros; se leyeron en su presencia y fueron confirmados,
modificados o recortados con el consejo y voluntad de todos. Las palabras
que utiliza no hacen pensar en una refundicin en un texto sistematizado en
nueve libros que unifique todo lo anterior; al contrario, coincide exactamente con el tipo de intervencin que hemos descrito: distintos fueros para
distintos territorios o grupos sociales, que le son ledos y discutidos como
piezas separadas.
2. Despus habla del encargo a don Vidal para que haga con todos un Libro
bueno y ordenado. En este caso en la descripcin del encargo se habla de
don Vidal pero acompaado de buenos foristas y ancianos.
3. Finalizada este compilacin sistematizadora, el libro de Fuero de Aragn se
aprueba en Corte plenera en Ejea en fecha que no podemos determinar.
La narracin encaja con nuestro anlisis. En Corte de Huesca de 1247 Jaime I
no aprueba o confirma el Fuero de Aragn, sino Fueros aragoneses. En esa misma Corte o inmediatamente despus decide como iniciativa personal encargar a
Vidal de Canellas la redaccin de lo que quiere convertir en Fuero real de Aragn.
Canellas cumple el encargo con tcnica brillante y Jaime I lo convierte en Ley
mediante el decreto In Excelsis, pero el libro fracasa por razones polticas. El texto de Miravete no menciona este fracaso; habla del encargo a don Vidal pero en
este caso acompaado por foristas y ancianos. Es posible que efectivamente el
propio Jaime I haya reconsiderado su decisin inicial y formado una nueva comisin mixta, con don Vidal aportando el derecho y los otros administrando el fuero; tambin es probable que esta comisin ya no se constituya en vida de Canellas
pero que asuma su texto como proyecto por lo que, aunque en forma simblica,
sigue estando presente. El texto redactado por esta comisin est en romance, su
contenido es exclusivamente foral (sin derecho), y tiene nueve libros segn la sistemtica que le diera Canellas. Es aprobado mediante un decreto que comienza
tambin Nos don Jaime (inicio lgico en cualquiera de los aprobados por este
Rey) pero que no es una versin del de 1247 sino que describe el proceso completo y por tanto comienza con una referencia a lo all actuado. Este Fuero de Aragn es aprobado en Corte en Ejea; no creo que sea la reunin ms conocida de
1265 sino otra, probablemente anterior.
Esta explicacin me parece la ms sencilla, y es conciliable con todo lo que
dicen los textos. A partir de una versin como la de Miravete, Jimeno Prez de

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Salanova, siguiendo rdenes de Jaime II comprime los libros 2 y 3 en uno solo,


con lo que queda finalmente reducida a un extrao formato de ocho libros, fcil
de entender cuando sabemos que Jaime II necesitaba ese hueco para aadir como
libro noveno los Fueros aprobados durante su reinado manteniendo la estructura
en nueve libros que era el canon mayoritario de la poca.
Qu relacin tiene Vidal Mayor con este Fuero de Aragn aprobado en Ejea?
En estudios anteriores los he situado en la misma lnea; en primer lugar se formara Vidal Mayor y a partir de ah, por eliminacin, se redactara la versin foral.
Hoy tiendo a pensar que son procesos paralelos; que los redactores del Fuero no
han tomado como referencia Vidal Mayor, pero s la obra original de Vidal de
Canellas. Los errores cometidos en la versin del latn a Vidal Mayor no parece
que se arrastren al Fuero de Miravete.
Podemos pensar en un deseo extendido por el Reino que quiere salvar el contenido fundamental del libro de Vidal de Canellas; una lnea foral lleva a la versin Miravete y otra, que conserva los aportes de derecho, lleva a Vidal Mayor.
En mi opinin solo el Fuero de Aragn de tipo Miravete ha recibido aprobacin
real directa.14

Jaime I renuncia a la articulacin de la Corona de Aragn


como entidad homognea, y consolida organizaciones polticas
y sistemas normativos diferenciados
Cuenta Zurita que en 1264 la nobleza se queja al Rey porque no juzga segn
el fuero viejo y se hace acompaar por juristas. Jaime I explica que la presencia
de los letrados es necesaria porque las normas que se aplican a cada uno de sus
territorios son distintas, y es necesario tener siempre disponible asesoramiento en
Derecho, es decir, es Ius Commune.
Partiendo de este anlisis la evolucin que parece ms lgica en la poltica
legislativa y jurisdiccional del Rey hubiese sido la tendencia a crear un derecho
comn propio, que rigiese en todos o la mayor parte de sus territorios. Parece que
incluso ha diseado una estrategia de aproximacin escalonada a este objetivo:

14. En contra de mi explicacin, la hiptesis ms extendida en la doctrina mantiene que primero


existe el texto breve sistematizado que se aprueba en 1247 en Huesca y despus se expande de la mano
de Vidal de Canellas. Sin entrar en un anlisis detallado, y reconocindole alguna verosimilitud, tiene
problemas de fechas o de secuencia temporal que considero insalvables; es ms complicada; no se pronuncia claramente sobre el encaje del texto de Miravete, y necesita forzar el tenor literal de los textos
que considero fiables, empezando por el propio prlogo del manuscrito de Miravete.

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primero, cada uno de los fueros propios se asocian al Ius Commune. Posteriormente, a partir de ese referente compartido podra haberse abordado un texto
general para la Corona de Aragn. En sus elementos bsicos era una estrategia
semejante a la que plantear el iusnaturalismo racionalista desde el siglo XVII:
tomando en ese caso la obra ms sencilla de Justiniano (las Instituciones) distintos autores redactan versiones que integran su derecho propio en el esquema
comn; son los Institutistas que tanto tienen que ver con el xito de la codificacin civil y la aproximacin de los distintos derechos nacionales europeos durante el siglo XVIII.
Creo que hay indicios para pensar que Jaime I ha considerado esta estrategia
pero sus decisiones legislativas e institucionales pronto se orientan en direccin
contraria: la consolidacin de las diferencias iniciales y el cierre de las grandes
unidades territoriales de su Corona, las heredadas y las adquiridas, como estructuras institucionales completas y diferenciadas. Qu motiva lo que parece ser un
cambio de planes? Creo que estamos lejos de dar una respuesta cientfica, en el
mero nivel de las hiptesis el conflicto surgido alrededor de Valencia se sita en
las fechas del presunto cambio, tiene entidad poltica suficiente para producirlo
y, finalmente, se mueve en el mismo plano de problemas. Cualquier idea de tender hacia un derecho comn de la Corona se ha debido disipar al ver los enfrentamientos entre Aragn y Catalua disputndose Valencia y pretendiendo la
extensin de su fuero (que conllevaba el reparto de honores entre la nobleza de
los respectivos reinos). Una vez que el rey decide fundar un reino nuevo deber
reforzar las fronteras institucionales que cierren cualquier comunicacin con sus
poderosos vecinos.
Jaime I no piensa en trminos de Corona de Aragn; sus disposiciones testamentarias tienden a su fragmentacin; el tratado de Corbeil (1258) formaliza su
desinters por los territorios ultrapirenaicos dando pie a la formacin de una entidad poltica enemiga. La casualidad, en forma de fallecimiento prematuro de los
herederos inicialmente designados, y el juego de sustituciones y representaciones,
reduce los efectos de esa fragmentacin y mantienen en una sola mano los territorios peninsulares. No obstante, por razones que los especialistas no han terminado de explicar, Jaime I se orienta en direccin contraria a su vecinos de Francia
y Castilla, que s disean una poltica de articulacin institucional de sus dominios, homogeneizando la parte sustancial del derecho.
La organizacin del sistema desde el reinado de Jaime II
Jaime II hereda un reinado complicado; su vertiente de conflicto poltico
social unionista es conocida. Ms difcil resulta, en el actual estado de nuestros

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conocimientos, saber cul era la situacin en el mbito jurdico. Los textos de


cortes del ao 1300 demuestran que la tensin entre las dos concepciones, Fuero y Ley, sigue sin resolver. En 1301 la dualidad se ha resuelto en el plano formal dando entrada a una frmula pactista. Se configura tcnicamente la ley de
Cortes como norma cuya fuerza vinculante exige la concurrencia del consejo y
consentimiento de todos los presentes. Para evitar el nombre ley que iba entonces asociado con una forma de concebir la autoridad del Rey, deciden utilizar el
trmino Fuero de Cortes o simplemente Fuero. Toman una palabra que se
usaba para referirse precisamente a las normas de tradicin, cuya autoridad no
dependa del Rey.
Tenemos la impresin de encontrarnos ante el fruto de un acuerdo poltico con
intercambio de beneficios: Jaime II consigue el apoyo de un parte de las personas
y grupos que haban mantenido en el pasado una actitud hostil; por su parte, asume el fuero de Aragn (y no el derecho romano) como principio de su actividad
normativa dotndole con ello de una ms clara legitimidad y comprometindose
en la garanta de su cumplimiento.
Por la complejidad y debilidad de sus posiciones polticas, sobre todo por su
enfrentamiento con el Papa, el Rey no poda mantener el enfrentamiento entre el
nuevo derecho romano y la foralidad aragonesa. En 1301 consigue la pacfica
aceptacin de las prerrogativas reales en orden a la creacin de leyes por parte del
monarca: el Fuero de Aragn, texto cuyo formacin haba sido fundamentalmente ajena a los reyes, se formula ahora con el acuerdo y la voluntad de los llamados a Cortes, renovndose mediante un procedimiento de naturaleza legislativa
que el Rey dirige y, dentro de mrgenes razonables, controla.
Formalmente quedan establecidas las bases para la solucin en el plano legal
de las dificultades que origina la conjuncin entre el derecho regio y la foralidad;
conseguirlo en la prctica judicial ser, como en Castilla, algo ms complejo. El
nombramiento de jueces por el Rey, el correcto funcionamiento de un sistema de
apelaciones, el desarrollo de las causas reservadas, etc., son temas que van perfilndose con lentitud.
En el mbito de la definicin de la iurisdictio, el monarca aragons, aceptando los instrumentos y cartas de donaciones y permutas, no consigue una clara recuperacin del monopolio del Mero Imperio y, con ello, se abre el camino
a rdenes jurisdiccionales que escapan de su control. La rotunda reserva de la
ms alta jurisdiccin contenida en los textos del reinado de Jaime I tiene ahora
tantas excepciones que difcilmente puede ser reconocida como regla. Los primeros y principales beneficiados de este traspaso de autoridad poltica (translatio potestatis) son los nobles y las ciudades.

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Esta iurisdictio arrebatada al Rey, habitualmente no encuentra fundamento


en ninguna ley, ni instrumento; el Privilegio General ampara las cartas de donacin o permuta de jurisdiccin, pero nada le ampara a l mismo. Para evitar la
tacha de usurpacin ilegtima, y la precariedad que generaba, quedaban abiertas
dos puertas: fundar ese uso jurisdiccional en costumbre o, con mayores lmites,
en prescripcin. El Justicia y su Consejo, durante las primeras dcadas de su
actuacin, se convierten en la instancia que declara y defiende derechos de todo
tipo adquiridos por costumbre o prescripcin prestando amparo a situaciones
concretas que, de otra manera, quedaban al margen, en contra o ms all de fueros y privilegios. El objetivo final es garantizar la continuidad de las situaciones formadas al margen o en contra de la voluntad del monarca; para conseguirlo, el Justicia deber extender y definir ampliamente su propia jurisdiccin.
Por contraste, y a pesar de las naturales tensiones y resistencia, el Rey castellano entra en el siglo XIV con un modelo de creacin de derecho claramente
dependiente de la autoridad del Rey, y slo de ella; la manera de plantear la aprobacin de normas en Cortes refleja su concepcin del fundamento de su carcter
vinculante: doy y otorgo.15
En Aragn el establecimiento de este principio es menos rotundo; es ms,
todas las apariencias indican que el punto de partida de la legitimidad de las normas generales en Aragn es exactamente el contrario: nada puede hacer el Rey por
su sola voluntad sin el reino. No entraremos en la polmica acerca de la relevancia real de esta concepcin pactista; para nuestros fines basta recordar que el
monopolio regio de la creacin del derecho es principio que no se recibe en Aragn con la fuerza que alcanza en Castilla. Las consecuencias de esta situacin son
las que ahora nos interesan: ha habido y seguir habiendo una parte de la foralidad en cuya creacin, o al menos desarrollo, la presencia del Rey es slo remota.

La transformacin de la Corte seorial en las Cortes de Aragn


Hay un debate tan antiguo como ambiguo acerca del origen de las Cortes; una
especie de carrera para establecer que territorio tuvo las primeras Cortes. Se trata
de una competicin con reglas poco seguras y, en mi opinin, plagada de tpicos
15. Argumentacin que se reproduce en el encabezamiento del ordenamiento aprobado por Fernando IV en Cortes celebradas en Burgos el ao 1301: Otrosi et demas desto et por les fazer
bien e mered do les e otorgo estas cosas que aqui sseran dichas.
Los textos segn: Cortes de los antiguos reinos de Leon y de Castilla publicadas por la Real Academia de la Historia. Tomo I. Madrid, M. Rivadeneyra, 1861, pp. 145 y 146. Para otros ordenamientos de Fernando IV cfr. pp. 130 a 221.

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y trampas. El primer tpico es el que asocia el nombre Corte o Cortes con democracia. Esto explica el inters por presentarse como la primera democracia de
Espaa, Europa o del mundo universo. El primer paso es fijar qu entendemos por
Cortes. En este punto mantengo un criterio que puede considerarse restrictivo,
pidiendo la concurrencia de todas estas condiciones:
1. Reunin estable
2. En la que interviene el depositario de la autoridad legislativa (en el Antiguo
Rgimen, el Rey)
3. Que tiene entre sus funciones principales la aprobacin de normas de tipo
legal
4. Que tiene mecanismos para formular de manera inequvoca su voluntad
colectiva.
5. Cuyas decisiones resultan vinculantes incluso para sus miembros con opinin discrepante o no asistentes.
Los aspectos ms destacables de este anlisis son los dos ltimos. Hay muchas
reuniones en que se discuten y acuerdan decisiones de la mxima relevancia para
el gobierno de un territorio, pero que slo vinculan a los asistentes (en persona o
por representante) que presten su conformidad; es el modelo romano de consentimiento que tantos problemas plantea, por ejemplo, en el mbito del derecho de los
mercaderes. Para hablar de Cortes stas han tenido que dar un paso y convertirse
en algo ms que la reunin de las personas que deben ser llamadas por el Rey para
la adopcin de grandes decisiones; debe superarse este nivel feudal. En Aragn
este cambio se produce en 1300 y se ve en algo tan sencillo como las firmas que
aparecen en los actos; hasta ese momento firman todos los asistentes que expresan su conformidad, desde 1301 firma el Secretario de las Cortes que certifica
cul ha sido la voluntad de la institucin, haciendo abstraccin de las personas
conformes. En 1300 se han aprobado los fueros que articulan el cambio, especialmente el que convierte en obligatorio para todos los convocados lo decidido
por la mayora de los asistentes.
Siempre una reunin de estos tipos de Cortes tiene un componente de negociacin y contraprestacin; la diferencia est en que hasta 1300 el acuerdo necesario
tiene rango poltico y jurdico, mientras que a partir de 1301 slo es ya acuerdo
poltico. Explicar algo ms esta idea. En ambos casos para llegar a una decisin
habr un juego de negociacin con intercambio de contrapartidas; en el esquema
feudal contractual, este acuerdo se materializa en un convenio, en una serie de convenios, de cada uno de los asistentes conformes con el Rey. A partir de 1301 no hay
tal convenio sino una norma; las Cortes con el Rey adoptan una decisin que obliga con carcter general y con independencia de la conformidad o discrepancia.

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Es verdad que en Aragn la fase de negociacin poltica est muy reforzada y


organizada, y que puede bloquear la que llamo fase normativa, pero me parece
innegable que desde 1301 las decisiones de Cortes son formalmente normas de
tipo legal y no contratos o pactos. Los brazos de las Cortes tienen bastantes mecanismos y oportunidades para impedir la aprobacin de Fueros, pero cuando sta
se produce su conformidad es, desde el punto de vista de su cumplimiento, eficacia y exigibilidad, indiferente. Coloquial-mente: nadie puede decir este fuero no
lo cumplo o este fuero dejo de cumplirlo.
En un uso riguroso de los conceptos creo que no existe la categora leyes pactadas como especie del gnero ley. Hay pactos o convenios, y hay leyes, pero
no ese hbrido.
Naturalmente que podemos y debemos hablar de un pactismo en Aragn; basta con preguntarle a los Reyes del siglo XVI si creyeron en su existencia. Pero no
veo fundamento para atribuir a los Fueros aprobados en Cortes naturaleza convencional o contractual. Son Leyes; leyes que no pueden aprobarse sin el consentimiento del Rey.
Leyes que vinculan al mayor de los poderes distintos al Rey, que no son los
nobles, sino la Iglesia, las gentes de religin.
El rgimen poltico aragons es pactista, ntidamente pactista. Sin acuerdo de
los cuatro brazos y el Rey no hay Fuero de Cortes, pero producida la aprobacin
de ste por el Rey, las negociaciones y transacciones que la han hecho posible se
desdibujan, por que es ya una ley. Si fuese un contrato, el incumplimiento por una
parte de sus obligaciones o compromisos, liberara a la otra de los suyos; se podra
pedir lo que llamamos resolucin del contrato. No he encontrado nada parecido
en relacin con un Fuero de Cortes. Cuando los miembros de las Cortes creen que
el Rey ha incumplido sus compromisos previos a la aprobacin de los Fueros de
Cortes, lo que hacen es presentar en la reunin siguiente un Cuaderno de Greuges, quejas, agravios, dolences, semejante a los que tenemos en otros reinos. El
efecto del incumplimiento del Rey opera hacia el futuro, no hacia el pasado: le
amenazan con no aprobar ms Fueros mientras no se d satisfaccin a esos incumplimientos: no veo que planteen la ineficacia de los Fueros aprobados. No pueden
hacerlo, porque no son pacto, sino ley.
Ntese que hablo en todo caso de los Fueros de Cortes. Hay un mbito en
que s se razona en trminos de pacto jurdico, de contrato cuyo incumplimiento
por una parte libera a la otra de sus obligaciones correspondientes. Es el caso
del fuero fundacional, Fueros de Sobrarbe o como le queramos llamar; tendremos que dedicarle atencin individualizada, pero cuando lleguemos a la fecha

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en que fueron inventados, un siglo largo despus del momento que ahora estamos analizando.
Jaime II est redefiniendo la estructura institucional en la parte legislativa,
no en la judicial. Completa la transformacin de la Corte como reunin nobiliaria, en las Cortes como institucin que forma su propia voluntad, que es algo
ms que la simple acumulacin de las voluntades de los asistentes. Tambin da
nombre a las decisiones de tipo legislativo de las cortes, y elige la palabra Fuero. Es una opcin cargada de sentido poltico. Se evita el trmino ley (que podramos considerar el nombre natural) porque se quiere marcar la diferencia respecto del modelo del derecho comn; si mi anlisis es correcto, Jaime II hace
un esfuerzo consciente para evitar las palabras y los conceptos que provocaron
el rechazo del fuero real aprobado por Jaime I: nada de leyes, nada de derecho.
No es fcil prescindir del referente romano; casi todas las palabras del lenguaje
normativo de la poca eran latinas. Elige la palabra Fuero; en el plano poltico
esta opcin le aporta grandes beneficios, bien es verdad que en el plano tcnico
normativo complica bastante la situacin.
Jaime II, con los que hayan sido sus asesores en esta refundacin del reino de
Aragn, quiere conectar la actividad normativa de las nuevas Cortes con la experiencia jurdica aragonesa ms enraizada. En la segunda mitad del siglo XIII, no
slo en Aragn, la ley del Rey y las normas de tradicin (fueros) existentes antes
de su intervencin como legislador se perciben como antagonistas: como hemos
visto, el Rey deba elegir entre fuero, legislacin o derecho. Cuando Jaime II elige
usar el trmino Fuero para nombrar las leyes del Rey, est sugiriendo una aproximacin, coincidencia y continuidad entre el derecho existente y el nuevo, entre el
rgimen de cosas anterior y lo porvenir. Es la misma idea que en Navarra se expresa mediante la palabra Amejoramiento. La irrupcin del Rey legislador es ahora
presentada como respetuosa y compatible con el estado de cosas altomedieval.
En este diseo continuista el Rey no est solo. Entre sus asesores creo que la
mano principal de la reforma es Jimeno Prez de Salanova, Justicia Mayor del reino. l ha recibido el encargo expreso de rehacer los fueros antiguos, los que en
ese momento se consideran aprobados por Jaime I. De esta refaccin hemos sabido siempre que el Rey le ha encargado verterlos del romance al latn; desde los
decisivos estudios de Antonio Prez Martn creemos tambin que puede ser el responsable de la compresin de la obra original de Jaime I, transformando sus nueve libros en ocho, por el procedimiento de unir en uno los antiguos libros segundo y tercero. Este formato es el que han tenido los Fueros de Jaime I desde
entonces, dando origen a todo tipo de problemas y confusiones; a modo de ejemplo, imaginemos lo difcil que es combinar el texto en que Vidal de Canellas dice

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que ha redactado en nueve libros la obra que se le ha encargado, mientras que el


texto conocido tena solamente ocho.
La colaboracin de Jimeno Prez de Salanova tendr un precio en trminos
institucionales. Creo que es la explicacin ms verosmil del anmalo desarrollo
de la institucin del Justicia Mayor. Lo vemos.

El Justicia, anomala jurisdiccional


Descartando las explicaciones acerca del origen del Justicia que asumen narraciones fantsticas o manejan con poco rigor los conceptos, podemos decir que las
opiniones mayoritarias fijan el origen de las institucin en 1265 o en torno a esa
fecha. En mi lectura durante esos aos se aportan algunos otros elementos de la
institucin, pero creo que el proceso no est completo. El Justicia del que se habla
entre 1265 y 1283, ese juez medio, creo que no es ni el Justicia del que habla el
decreto que aprueba Miravete, ni tampoco el que conocemos unos aos ms tarde. El Justicia que se describe en esos textos parecen un juez especial, llamado a
conocer nicamente de las cuestiones litigiosas de contenido seorial; no veo
razones que permitan concebirlo como un Juez con jurisdiccin universal. Ms
bien creo que estamos ante un Juez de fuerzas, figura que no es nueva ni privativa de Aragn, y que podemos encontrar por ejemplo en Navarra en 1254. Se trata de un juez comisionado, es decir, al que el Rey le encarga la actuacin en un
determinado conflicto. En el ejemplo navarro vemos a unos jueces llamados a
conocer las fuerzas, agravios o agresiones padecidas por infanzones, concejos y
cofradas, y que le han sido infligidas por el Rey Sancho, por el propio Rey Teobaldo que les ha nombrado, o alguna otra persona de la familia o entorno regio.
No conservamos documentos equivalentes de las actuaciones de nuestro juez
medio, pero creo que tanto en contenido como en procedimiento y perfil institucional debieron ser muy semejantes.
Creo que el salto se produce en 1285, con las actuaciones de apariencia judicial presididas por Juan Gil Tarn (rebelde, firmante del Privilegio General)
citando ante su presencia a un Rey que naturalmente no comparece, y es juzgado en rebelda perdiendo sistemticamente todos los pleitos en favor de las pretensiones seoriales. Aqu est el elemento que nos faltaba una jurisdiccin
que parece no proceder del Rey lo que sucede es que ahora se han perdido los
otros porque este Justicia no forma parte de la estructura oficial de gobierno
sino de los rebeldes unionistas.
Cundo se fusionan todos los elementos? En mi opinin con Jimeno Prez de
Salanova. Recordemos: el primero del que Juan Jimnez Cerdn proporciona

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datos precisos cuando ofrece su relato de las gestas de los Justicias Mayores. Tambin el primero con noticias concretas que cita Juan Antich de Bages en sus
comentarios Super Observantias.16
Con estos datos, podemos concluir que en los aos de guerra unionista el Justicia Mayor rebelde incorpora un elemento jurisdiccional del que ya no se va a
desprender; en mi opinin la institucin tiene todos los elementos que considero
definitorios cuando Jaime II atrae a su proyecto organizativo a Jimeno Prez de
Salanova (al que podemos calificar como rebelde moderado). Nos estamos situando alrededor de 1300, en los mismos aos que hemos establecido la transformacin de las Cortes, y los mismos que Lalinde seala como fecha de transicin del
sistema procuratorial inorgnico al sistema procuratorial orgnico asociado con la
primogenitura regia.
Son unos pocos aos decisivos, en lo que el Rey acta y decide, pero en los
que no hay una previa definicin legal o foral de la nueva estructura institucional del reino, ni tampoco en mi opinin un diseo global y armonizado del sistema. Son cuatro grandes lneas de actuacin (modelo normativo; Cortes legislativas; primogenitura y procuracin general; corte judicial) eficaces a corto plazo,
pero con una debilidad estructural en su concepto que se ir manifestando conforme unas y otras se consoliden. Creo que no hubo un modelo terico, sino que
el Rey opt por la accin. Las lneas entre unas y otras instituciones no estn
definidas desde el inicio y eso, en algn momento, termina por aflorar en forma
de conflicto institucional.
El Justicia Mayor de Aragn completa su transformacin durante el mandato
de Jimeno Prez de Salanova. Aunque el nombre sea conocido en la prctica institucional aragonesa del siglo XIII, creo que a partir de 1300 estamos ante una
nueva institucin. Su fundacin o refundacin no procede de una decisin de Cortes, no hay una regulacin u ordenanza fundacional; es la prctica, la propia actividad de Jimeno Prez la que constituye el rgano, la que define sus atribuciones.
La prctica de esas dcadas incorpora a la institucin algunos elementos que
definen una jurisdiccin que no resulta fcil de explicar segn el esquema ortodoxo de juez delegado del Rey. El Justicia Mayor est haciendo cosas que no enca-

16. De los manuscritos atribuidos a Antich de Bages conservados en la Biblioteca Universitaria de


Zaragoza, creo que slo el ms.95 corresponde con la obra de este jurista. En sus folios 370v-371r,
comentando una observancia de Prez de Salanova ofrece una relacin de Justicias; los anteriores a
Galacin de Tarba: Ante vero dictum Galacianum de Tarba fuerunt Garcia Ferdinando de Castro, Sancius Eximinus de Ayerbio, Peregrinus de Anano, Eximinus Petri de Salanova, Petrus Martini DArtasona, Petrus Petri Justicia Aragonum.

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jan con el modelo de juez delegado. La ms importante: durante unas dcadas est
creando derecho. Me explicar: El Justicia de Aragn crea derecho en sus Observancias mediante la verbalizacin del Fuero de Aragn.

EL FUERO DE ARAGN: SU EXPRESIN DUAL MEDIANTE NORMAS


DECLARADAS EN CORTES Y POR EL JUSTICIA DE ARAGN
En 1300 Jaime II est pactando un modelo organizativo aceptable por una
parte de los que han estado en el bando unionista; busca soluciones viables con
el propsito firme de ir cerrando conflictos e ir definiendo una autoridad regia
homologable con la de otros Reyes europeos. Uno de los temas fundamentales
afecta a la creacin del derecho mediante normas de tipo legal; busca frmulas
que rebajen las aristas de un modelo ortodoxo que identifica Rey con ley
(rechazado en tiempos de Vidal de Canellas), da entrada a las normas de tradicin, usa el nombre fuero en lugar de ley, y asocia en su actividad legislativa a los aristcratas y oligarcas reunidos en Cortes.
En su diseo, a partir de 1301, el derecho en Aragn lo crea el Rey. Para
hacer aceptables las profundas reformas institucionales que est abordando,
Jaime II usa la estrategia de la ambigedad o indefinicin, que tan familiar nos
resulta a los criados en la generacin de la Constitucin de 1978. Una de las
cuestiones fundamentales que no define es la naturaleza de la intervencin de
las Cortes en esta creacin legislativa; este indefinicin abrir en el siglo XV
la brecha por la que entrarn las tesis pactistas.
Creo que Jaime II ha querido cerrar la puerta a otras formas de creacin de
derecho ajenas a su intervencin, pero no lo ha conseguido. En esos primeros
aos el problema no se lo plantean las Cortes sino el Justicia Mayor.
La capacidad de decisin de este Rey legislador est condicionada, muy condicionada; no se concibe como un creador de derecho sino como un formulador
de derecho. La reglas existen, estn; corresponde al Rey slo averiguarlas y
expresarlas, nunca crearlas. Es el esquema medieval ms antiguo, con elementos feudales teidos de iusnaturalismo y, por tanto, con importantes limitaciones
sobre la posibilidad de decisin del Rey. Es un enfoque que tiene a proteger el
estado de cosas (en ese momento seorial u oligrquico) limitando la capacidad
de innovacin normativa.
Aunque la expresin triunfar en el siglo XV, empieza ya a hablarse de un
Fuero-de-Aragn, que no debemos confundir con los Fueros de las Cortes de Aragn o los Fueros de Aragn aprobados por el Rey. Ese Fuero-de-Aragn es un fondo normativo o regulatorio impreciso, incierto, al cual acude el legislador para

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encontrar la regla que expresa y formula en su ley; es la explicacin de Isidoro de


Sevilla. La actividad del legislador consiste ms en el acierto de esa averiguacin
y el xito de su formulacin que en una actividad propiamente creativa o constitutiva de la regulacin.
En el esquema de Jaime II no parece que el Rey cree derecho mediante
leyes, sino que expresa lo que ya prev el Fuero-de-Aragn y por eso esta
expresin comparte el nombre Fuero. No es un planteamiento extrao ni
especialmente inaceptable para el Rey. El problema surge en la medida que personas distintas al Rey y las Cortes se irrogan ese tipo de capacidad para averiguar y expresar reglas.
En el panorama europeo este tipo de conflicto lo tienen los Reyes con los juristas, con los conocedores del ius commune. En Aragn puede descubrirse esa presencia condicionante del ius commune, pero el problema principal no lo plantean
directamente los juristas sino el propio Justicia Mayor que, en el ncleo argumental de sus decisiones (no slo como citas eruditas de acompaamiento) formula reglas que no estn en el fuero real ni en los Fueros de Cortes, sino que l
extrae directamente del Fuero-de-Aragn.
Las Observancias no son la aplicacin judicial de los Fueros de Cortes; no
slo.17 Son formulacin directa desde la misma raz del Fuero-de-Aragn. Las
Observancias del siglo XIV son Fuero; expresin directa del mismo Fuero-deAragn del que se han extrado los Fueros de Cortes. Eso explica que muchos de
los elementos definitorios de lo que conocemos como derecho aragons (standum
est Chartae,18 viudedad) slo los encontremos en Observancias, sin regulacin
foral. Eso explica, tambin las dificultades para encajar esta actividad del Justicia
de Aragn en un esquema institucional ordinario.
Desde 1347 se intenta reconducir al Justicia a una funcin de juez que aplica
el derecho cuya creacin corresponde nicamente a las Cortes con el Rey.

17. Jess Morales Arrizabalaga.-La intervencin de la Corte del Justicia y las Cortes del reino en
la formulacin del Fuero de Aragn en Cuarto encuentro de estudios sobre el justicia de Aragn.Zaragoza: el Justicia de Aragn, 2003.-pg.133-153. Tambin: Formulacin y hermenetica de la
foralidad aragonesa (1247-1437) en Estudios de Derecho Aragons.-Zaragoza: Rolde de Estudios
Aragoneses; Colegio de Abogados de Zaragoza, 1994.-pp. 47-99.
18. Jos Luis Moreu Ballonga.-Mito y realidad en el Standum est chartae en El Doctor Juan
Luis Lpez. Primer marqus del Risco (1644-1703), pp. 315-502. Por mi parte me he aproximado ya
en varias ocasiones al estudio del principio Standum est Chartae. Las tesis ms recientes y desarrolladas en Jess Morales Arrizabalaga.-Uso y Carta como ttulo de derechos en al rea de expansin de
la foralidad jacetana en Historia de la propiedad. Costumbre y prescripcin. Iv encuentro interdisciplinar, Salamanca, 25-28 de mayo de 2004.-[S.l.]: Servicio de Estudios del Colegio de Registradores,
[2006], pgs. 139-180.

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Pedro IV es consciente de las anomalas institucionales que hereda y administra. La asociacin de las Cortes en la actividad legislativa empieza a abrir fisuras
y, sobre todo, la prctica consolidada por el Justicia Mayor le parece al Rey con
bastante razn fuera de toda lgica y ortodoxia institucional. Pedro IV intenta
convertir al Justicia en un juez que declara, aplica e interpreta los Fueros del Rey
con las Cortes. Habitualmente se lee esta decisin del Rey como expresin de la
consolidacin de la institucin del Justicia; creo que, al contrario, es el inicio de
las tensiones y conflictos que van a protagonizar hasta 1591.
En este diseo de Pedro IV el Justicia interpreta y aplica los Fueros de Cortes.
Debe, por tanto, abstenerse de incorporar reglas que extraiga personalmente del
Fuero-de-Aragn. El Rey con las Cortes reclaman el monopolio normativo; el Justicia debe limitarse a aplicar el Fuero en la forma que ha sido expresado por ellos.
Estos primeros intentos de Pedro IV para reconducir la actividad del Justicia a
un modelo institucional ortodoxo fracasan o tienen un xito muy limitado. Cmo
lo sabemos? Por la reiteracin de medidas en esa direccin y por el contenido de
las Observancias que conocemos a travs de las colecciones de Jaime de Hospital. Una parte considerable de las Observancias son pronunciamientos sobre pretensiones seoriales; una de las lneas de discusin ms frecuente es la jurisdiccional: los seores se encuentran usando una jurisdiccin que ahora el Rey
reclama como propia. Las Observancias dan entrada a construcciones como la
usucapin, la concesin de jurisdiccin mediante consentimiento tcito y otras
soluciones que sirven para consolidar ese mapa jurisdiccional seorial. Situaciones irregulares que no tenan ttulo jurdico en que sustentarse, se convierten en
tituladas al obtener sentencia del Justicia Mayor favorable a sus pretensiones.
Tendemos a pensar que el Rey y los nobles aragoneses estaban constantemente
discurriendo y discutiendo acerca de la creacin del derecho en Aragn, del poder del
Rey, su origen y sus lmites. Creo que nos equivocamos; ste es un tema fundamental pero slo de manera intermitente. Es verdad que hay dcadas en que apenas se
debi hablar de otra cosa, pero no es menos cierto que durante otros largos periodos
se acepta un determinado equilibrio de posiciones, se dan por buenas unas explicaciones y la cuestin apenas recibe nuevas aportaciones. El periodo que sigue a las
reformas introducidas por Pedro IV en 1347 es uno de esos momentos de estabilidad.

Soberana del Rey, Soberana del Reino.


Una dualidad de sujetos que preconiza el enfrentamiento
El ncleo del poder poltico en la edad media es la jurisdictio: la expresin
o verbalizacin de las reglas de derecho que preexisten. En ausencia de modelo

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terico, de diseo institucional, Aragn durante el siglo XIV el desarrollo de las


respectivas instituciones no responde a criterios previamente establecidos, sino
que se va produciendo segn estn en cada momento las relaciones de fuerzas.
El rey controla el impulso que da a su propia institucin y las asociadas a l (Primognito, Procurador); tambin dirige la consolidacin de las Cortes y de los
Fueros de Cortes. Parece que est fuera de su control el desarrollo de la actividad del Justicia Mayor.
A mediados de siglo la situacin es ya bastante complicada porque la jurisdictio aparece compartida. Asumida la existencia de ese Fuero-de-Aragn como
deposito de regulaciones preexistente, el Rey y las Cortes comparten con el Justicia Mayor la capacidad para convertirlo en texto cierto.
En el siglo XIV vemos a la mayor parte de los reyes de Europa con una misma preocupacin. Sus esfuerzos por afirmar su autoridad jurisdiccional, por
sostener que la creacin de Derecho corresponde al Rey que lo hace mediante
sus leyes, encontraban bastantes obstculos. Por una parte, dificultades o limitaciones tcnicas que iban resolviendo a medida que desarrollaba una estructura de gobierno y administracin ms amplia y tecnificada. Por otra, limitaciones de carcter tcnico-poltico: no haban conseguido sacar de la escena
jurdica a dos tipos de agentes: por una parte los juristas formados en Universidades, por otra parte, los que se haban ido convirtiendo en administradores de
las normas de tradicin.
Los juristas de Universidades, formados en el llamado Ius Commune o Derecho Comn, haban prestado a los reyes del siglo XIII (como antes al Emperador
o al Papa) el soporte de conceptos para afirmar su autoridad, junto con los instrumentos en forma de libros de derecho para ejercitarla. Ahora, en el siglo XIV,
los Reyes no conseguan deshacerse de esos juristas de Ius Commune que ignoraban las nuevas legislaciones propias de cada reino y seguan aferrados a la utilizacin del Ius Commune como fuente universal de soluciones jurdicas. Reiteradas veces prohibirn la alegacin en juicio de esas doctrinas de Derecho Comn;
al final tendrn que aceptar su presencia y optarn por controlar los autores y
obras aceptables mediante la aprobacin de las llamadas Leyes de Citas.
La resistencia de las normas de tradicin (fuero) frente al desarrollo de la legilacin (del Rey) tiene otras claves. Desde la perspectiva del Rey el Ius Commune
es un enemigo definido, con unos textos que puede conocer, y unos defensores
identificados. Las normas de tradicin no tienen un texto fijo; en la mayor parte
de los casos, ningn tipo de texto. Por su propio concepto no tienen un origen
reconocible (estn ah desde siempre) y sus defensores tienen un perfil mucho
ms difuso. A quin pertenecen las normas de tradicin? a quin corresponde

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administrarlas y exigir su respeto? En este caso no hablamos de personas fsicas


concretas, sino de corporaciones de perfil difuso; la idea bsica es que pertenecen
al conjunto del grupo. Como fcilmente podemos comprender, esta afirmacin
tan genrica no es til ni operativa; necesita concrecin cmo se forma la voluntad del grupo? En definitiva: quin habla en su nombre?
En el siglo XIV, como hemos visto, al Rey se enfrenta una idea muy genrica
y abstracta: hay alguna parte del Derecho que no le pertenece. Desde entonces
vamos a asistir a una concrecin del contenido de esas normas, a la identificacin
del sujeto poltico al que pertenecen.

La teorizacin del statu quo desde el siglo XV. Mitos fundacionales


En torno a 1420 toca cambio. El estado de cosas, el rgimen del siglo anterior
deja de ser satisfactorio y el Rey busca una nueva definicin de las relaciones
polticas y de gobierno, para lo cual necesitar el apoyo de una nueva construccin terica. Alrededor de 1400 tenemos ya diferenciados los embriones de lo que,
siglos ms tarde, llamaremos tres poderes. Hay un gobierno judicial; un gobierno legislativo y, poco a poco, los Reyes van definiendo un espacio exento, un
mbito propio que terminaremos conociendo como el gubernculo.
El gobierno judicial se ha desarrollado tomando de manera muy directa y
completa las reglas de procedimiento formuladas en el mbito de la Iglesia y su
derecho cannico. En la mitad del siglo XIII el Rey ha construido su nueva autoridad ofreciendo un sistema de jueces y tribunales cuya actuacin est regulada o
reglada tanto en la parte externa, formal o procedimental, como en los criterios
que deben utilizar en sus decisiones. Esta va de ejercicio del poder del Rey
mediante juicios es, desde su raz, reglada y por tanto limitada.
El gobierno mediante leyes le deja un margen de accin superior, pero slo
relativamente. Mientras la actividad de juzgar es desde el inicio objeto de muchos
Fueros de Cortes, la propia actividad legislativa apenas est regulada. No hay Fueros que establezcan cmo se hacen los Fueros; las mejores definiciones espaolas
de qu sea la ley y qu el legislador las tenemos que buscar en los alrededores del
derecho, entre las pginas de los telogos.
En comparacin con los dos anteriores, el mbito gubernativo aparece ante
los reyes como un espacio abierto, prcticamente libre, en que la bondad de las
acciones tienden a medirse nicamente por su eficacia. Es el lugar natural que
buscan los reyes del renacimiento para desarrollar su autoridad. El problema
que encuentran es que los mbitos legislativo y gubernativo les llegan sin diferenciar en la medida que el medio ordinario de gobierno es la legislacin. No es

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casualidad que el siglo XV rena una extensa coleccin de construcciones tericas concentradas en definir esos espacios regidos por principios que legitiman
una accin regia prcticamente libre (llmense razn de Estado, defensa de la
fe, salud de los sbditos) y extraerlos de las reglas que rigen las actuaciones
judiciales o legislativas.
El primer paso exige el reconocimiento de efectos legales a las decisiones personales del monarca. Se respeta el modelo medieval de ley que mantiene el elemento comicial o curial que arrastra desde Roma; lo que se pretende es reproducir el salto que en la propia Roma se da para reconocer efectos comparables a los
de las leyes comiciales bien sea a las decisiones del Senado (Senadoconsultos)
bien a las decisiones del emperador (Constituciones imperiales). Basta afirmar
esta mxima: la voluntad del Prncipe tiene fuerza como de ley (Quod principi
placuit, legis habet vigorem).
La transicin se hace fcil en Castilla, pero encuentra enrgica resistencia en
Aragn y Catalua. El paso al nuevo modelo en Castilla suele situarse en los aos
comprendidos entre las Cortes de Olmedo de 1445 y las de Ocaa de 1469.19 En
la Corona de Aragn y el Reino de Navarra se organiza la resistencia mediante la
formulacin de construcciones tericas pactistas o, de momento, comunitaristas.
Estas tesis suelen aparecer asociadas con elementos contractualistas: A la hora de

19. Una aproximacin accesible a la consolidacin de la creacin regia del derecho en Castilla:
Jos Manuel Nieto Soria El podero real absoluto de Olmedo (1445) a Ocaa (1469): La monarqua
como conflicto En la Espaa medieval, 21 (1998), pgs. 159-228. La tesis central del autor es que
este podero real absoluto, comienza a formarse antes de 1445 y tendr que seguir desarrollndose ms
all de 1469.
Del mismo autor: La monarqua castellana en el trnsito del Medievo a la Modernidad en Las
Cortes y las leyes de Toro de 1505: actas del congreso conmemorativo del V Centenario de la celebracin de las Cortes y de la publicacin de las Leyes de Toro de 1505: Toro, 7 a 19 de marzo de 2005/
coord. por Benjamn Gonzlez Alonso.-Fuensaldaa: Cortes de Castilla y Len, 2006, pgs. 103-126.
Los trabajos que consideramos fundamentales corresponden a Benjamn Gonzlez Alonso. Podemos destacar stos: De Briviesca a Olmedo (algunas reflexiones sobre el ejercicio de la potestad
legislativa en la Castilla bajomedieval), en El Dret Com i Catalunya. Actes del Iv simposi internacional/Homenatge al professor Josep M. Gay Escoda, Barcelona, 27-28 de maig de 1994.-Barcelona: Fundacin Noguera, 1995, Pgs. 43-74.
Nuevas consideraciones sobre el ejercicio de la potestad legislativa en Castilla (1475-1598)
Anuario de Historia del Derecho Espaol, 67, 1997, pgs. 693-706.
Poder regio, Cortes y rgimen poltico en la Castilla bajomedieval (1252-1474) en Las Cortes
de Castilla y Len en la Edad Media: actas de la primera etapa del Congreso Cientfico sobre la Historia de las Cortes de Castilla y Len, Burgos 30 de septiembre a 3 de octubre de 1986, Vol. 2,
1988,pgs. 201-254.
En el plano europeo un buen punto de partida: Andr Gouron; Albert Rigaudire.-Renaissance du
pouvoir legislatif et genese de letat.-Montpellier: [Societe dhistoire du droit et des institutions des
anciens pays de droit crit], 1988.

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explicar el origen y fundamento de la propia comunidad, debe encontrarse una


razn que justifique la fundacin y el modo concreto a travs del cual se hace
material. La expresin de las razones tiene ms variantes (alrededor de la idea de
necesidad, supervivencia); el modo, el instrumento de fundacin, suele revestir
forma de contrato o acuerdo fundacional.20
En un contexto mayoritariamente dominado por los modelos polticos basados
en Derecho Comn (y el referente del Papa y el Emperador) las explicaciones
comunitarias-contractualistas slo se activan cuando se producen unas concretas
condiciones en el ambiente poltico. Como tesis minoritarias, su desarrollo requiere la intervencin de agentes promotores que las activen. En Aragn en el inicio
del siglo XV se dan estas condiciones: un estado de cosas consolidado en que perviven estructuras polticas y jurisdiccionales ajenas al Rey, y Alfonso V intentando reconducir su rgimen hacia el modelo monrquico ortodoxo.
El desencadenante del desarrollo de tesis contractualistas no es una sola medida de gobierno sino la lnea poltica de fondo mantenida por el Rey. En todo caso,
si hubiera que buscar un hecho con mayor fuerza simblica creo que es la intervencin de Alfonso V y las Cortes del reino en las Observancias.
El Rey y las Cortes encargan a una comisin presidida por Martn Dez de Aux
la formacin de una coleccin de Observancias que usualmente llamamos la coleccin oficial. La novedad de esta coleccin no es su carcter oficial. El elemento
definitorio formal es la intervencin de las Cortes legislativas (y no las judiciales)
en la iniciativa de su formacin, pero, sobre todo, la raz del proyecto est en el contenido: se quiere terminar con esta forma de formulacin del Fuero-de-Aragn.
Como no se puede ignorar lo que se ha hecho y aceptado durante el siglo XIV, se
intenta al menos reducir y fijar su alcance para que, a partir de ese momento, la creacin del derecho en el reino corresponda a las Cortes con el Rey, y el Justicia termine de definirse como un tribunal que aplica la legislacin, pero no la crea.
En mi opinin Juan Jimnez Cerdn ha comprendido el calado profundo del
proyecto entendiendo que lo que se presenta como consolidacin de las Observancias mediante su reconocimiento oficial es en realidad su final, recortando de
paso las atribuciones que de hecho vena ejerciendo la institucin del Justicia. La
carta notarial pblica (Letra intimada) que dirige a su sucesor Martn Diez de Aux
contiene la expresin de la protesta por el proyecto y por su marginacin personal
en la coleccin de Observancias que en buena parte proceden de la poca de su

20. J.H. BURNS (ed.).-The Cambridge History of medieval political thought c.310-c. 1450.-[s.l.]:
Cambridge University Press, [1988].

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ejercicio como Justicia. La reaccin de Jimnez Cerdn es enrgica y contiene la


semilla de lo que van a ser los Fueros de Sobrarbe en la retrica poltica aragonesa a partir de ese momento.
Le bastan unas pocas palabras que invoquen, casi a modo de conjuro, alguno
de los ms potentes arquetipos y tpicos de la cultura poltica medieval. Desde el
siglo XIII se ha asumido ms tcita que explcitamente que en el reino de Aragn la creacin de las normas de carcter general (Fueros de Cortes) se ha hecho
mediante la concurrencia de las voluntades del Rey con la oligarqua presente en
Corte General. De aqu se deducir que hay una parte del Fuero de Aragn que no
est en la mano del Rey, que excede a su potestad (consuetudines non sunt in potestate principis, nec pertinent ad legem regiam).
Lo que hace Jimnez Cerdn es proporcionar el apoyo para formular modelos
tericos que expliquen por qu esto es as y, en las versiones ms completas, permitan defender que esto debe ser as. Se trata de transformar una situacin de hecho
en otra de derecho: saltar del simple ser al complejo y potente deber ser. Para
esto no necesita muchas palabras; el ncleo de su tesis cabe en una frase:
E por aquella razn las sobreditos Conquistadores del Regno de Aragn acordaron desleyr Rey, i que hoviessen un Iudge entre l i ellos, que hoviesse nombre Iustitia de Aragn. Es opinion de algunos que antes eslieron al Iustitia que
no el Rey

Primero existe la comunidad, la repblica en el sentido genrico de cosa o


inters comn; pero no es una repblica o comunidad popular, sino aristocrtica.
Son jefes-conquistadores, es decir, que adquieren los dominios y la jurisdiccin
que conlleva la posesin mediante el ttulo originario de conquista; el mismo que
invocar no por casualidad Felipe V.
Estos nobles fundadores, para su organizacin y supervivencia, acuerdan unas
reglas fundacionales; constitutivas. Una de estas reglas establece que se gobernarn mediante un rey; otra que juzgarn mediante un Justicia. Por este procedimiento la institucin del Rey se hace contingente y no necesaria, ni natural o esencial: la existencia de Rey no pertenece a la naturaleza de las cosas, sino que es
resultado de una decisin que podra haber tenido otro contenido.
Esta idea del Rey elegido como ministro o administrador de un inters comn
no es original. En realidad es una versin divulgativa de afirmaciones de mejor
expresin tcnica por tericos del mayor prestigio. Hincmaro de Reims, entre
ellos, es contundente en las palabras que dirige al emperador: no fuisteis vos quien
me eligi, sino que yo con mis colegas y otros fieles servidores de Dios y de vuestros progenitores, os eleg para el gobierno del reino bajo la condicin del debido
cumplimiento de la ley.

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Al situar en el mismo nivel o momento fundacional la institucin del Justicia,


se est sugiriendo un reparto de la juris dictio: de la capacidad para gobernar
mediante leyes y juicios, ncleo de la autoridad poltica el modelo constitucional
que hemos visto implantarse en el siglo XIII. Una parte de la juris dictio se ha
transferido al Rey (la de gobernar mediante decretos) y otra al Justicia (la de
gobernar mediante juicios). Gobernar supone la capacidad para formular el Fuero-de-Aragn. Una parte al menos de la juris dictio del Justicia no proviene del
Rey, sino que tiene el mismo origen (y rango) que la autoridad de ste. An aade Jimnez Cerdn que en opinin del algunos el Justicia no slo es simultneo
(simul: semejante) al Rey sino incluso anterior (prior: preferente).
Creo que las nociones polticas contenidas o sugeridas por Jimnez Cerdn no
resultaron sorprendentes para quienes las leyeron en su poca. Actuaban en un
contexto propicio construido sobre la constitucin Nos Jacobus, ahondando ahora la que era tesis principal del siglo XIV: desde la primera vez que el Rey de Aragn ha intervenido en el fuero general, lo ha hecho con el consejo y consentimiento de las Cortes.
La asociacin entre esas tesis normativas contractualistas conocidas y la explicacin suprarbense sugerida por Jimnez Cerdn es tan eficaz y poderosa que,
sobreviviendo incluso a los Decretos de Felipe V, llegar al constitucionalismo del
siglo XIX y desde ste a parte del discurso poltico actual.
La tensin poltica e institucional generada alrededor de la edicin de las Observancias de Martn Dez de Aux es, en mi opinin, el gran punto de inflexin en la
evolucin del Justicia de Aragn. Desde 1461 la regulacin de su organizacin y actividad es uno de los elementos fijos en las reuniones de Cortes. En torno a este ao
se producen o inician dos fenmenos verdaderamente llamativos y a los que la historiografa, con las excepciones de Gonzlez Antn y Jarque, no ha dado relevancia.
En primer lugar se aprecia un desdoblamiento entre lo que podemos llamar el
Justicia-Juez y el Justicia-smbolo. El Justicia real es cercado institucionalmente
por una serie de reformas constantes y que afectan a los elementos decisivos de su
organizacin y procedimiento; el peso material de las decisiones judiciales pasa
en pocos aos a manos de tcnicos que primero entran como Asesores letrados
pero despus se convierten en autnticos regentes o lugartenientes. En este proceso de tecnificacin no es cuestin menor el desarrollo de herramientas que convierten al Justicia en responsable. Se desvanece sobre el papel de los Fueros cualquier apariencia de irresponsabilidad, atributo de los soberanos: no puede ser
enjuiciada la actuacin de quien no tiene superior.
Es cierto que por un lado tenemos este proceso de regularizacin institucional,
en el sentido literal de imponerle reglas estrictas. Pero no es menos cierto que

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coincide con la eclosin del Justicia simblico, de la institucin que personifica


las Libertades del Reino y se convierte en el referente de los pleitos constitucionales, conflictos y alteraciones del siglo XVI.
No sabemos apenas nada de estas transformaciones; llegamos hasta donde nos
llevan los textos de los Fueros y lo poco que sobre esto quieren decirnos nuestros
grandes foristas; los mismos que dan rango de concepto central a las Libertades
del Reino. Molino, Bardaj (especialmente ste), que analizan con detalle otras
reformas o reparos posteriores, no parecen decir nada acerca de las transformaciones institucionales producidas entre 1461 y los Reparos de 1528-1533. No he
encontrado, por ejemplo, ninguna reflexin que analice el hecho fundamental de
la vinculacin de la institucin con la familia Lanuza, en cuyas manos estar
durante centuria y media. Tampoco los Cronistas solventes (Zurita, Dormer,
Argensola) pasan de un nivel descriptivo de los hechos.
Creo que el verdadero ncleo del modelo poltico aragons que se construye a
partir del siglo XV es la definicin del Reino como sujeto poltico autnomo, titular de sus propios derechos, que se deriva de algunas de las versiones y lecturas
de los Fueros de Sobrarbe. El pactismo, las limitaciones al poder del rey que son,
sin duda, aspectos fundamentales, me parece que dependen de esa previa subjetivizacin del Reino. Incluso cuando Felipe V quiere erradicar ese modelo poltico
aragons asumir como real e indiscutible la existencia de ese sujeto poltico antagonista de su propia autoridad regia.
Las breves frases con las que se formula el mito de los Fueros de Sobrarbe en
sus versiones ms primitivas tienen como efecto principal invertir la relacin entre
los conceptos rey-reino. Primero existe el reino, la comunidad, y es sta la que
decide organizarse como reino y ser gobernada por un jefe de tipo rey.
Esto explica que haya una parte de la autoridad poltica originaria que la
comunidad reserva en sus manos y no transfiere al que designa como jefe. Hay
normas anteriores al rey; stas son el fundamento de su propia existencia. Si el rey
fuese contra ellas estara actuando contra la misma raz de su autoridad.
El esquema que hemos visto practicado en el siglo XIV adquiere ahora una
explicacin terico-histrica. La jurisdiccin originaria reside en el reino que la
transmite en parte al Rey y en parte al Justicia. La raz de todo el derecho es el
Fuero-de-Aragn que se formula bien por el Rey en forma de Fuero de Cortes
bien por el Justicia Mayor en forma de Observancia.
La transferencia de autoridad desde el reino hacia el Rey est sujeta a condicin y es revocable. Muchas de las frases utilizadas en el siglo XV evocan creo
que conscientemente la situacin de la institucin regia durante el mandato de

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Pedro III. Creo que en la memoria histrica de los reyes seguan presentes las
palabras Unin, Cruzada, Excomunin, Carlos de Valois y que una leve sugerencia en esa direccin deba ser suficiente para activar esos fantasmas familiares.
Este modelo terico pactista est definido en sus aspectos fundamentales en el
reinado de Fernando II de Aragn. Pronto en 1484 va a ponerse a prueba en
condiciones reales y, la verdad, es que el xito no le acompaa. El Rey Fernando
el Catlico tiene una percepcin clara de las diferencias constitucionales entre
Aragn y Castilla, y de sus consecuencias en la accin diaria de gobierno. Mientras sus antecesores parecen gestionar los problemas que este modelo constitucional les plantea a medida que van apareciendo, en el caso del Rey Fernando creo
que hay un programa de accin con dos lneas: evitar la comunicacin de este sistema a nuevos territorios y encontrar una frmula que permita generar un espacio
de gobierno en que el sometimiento a la legislacin aragonesa se relaje.
La primera lnea de accin tiene oportunidad de ponerla en prctica cuando
propicia que los nuevos territorios que se incorporan por conquista lo hagan a
Castilla y no a Aragn, porque el uso de este mecanismo de anexin conlleva la
automtica aplicacin del derecho del territorio principal.
La segunda lnea de actuacin creo que est en el origen del establecimiento del
Santo Oficio para la Inquisicin de la Hertica Pravedad. La Inquisicin, que supone la primera grave crisis foral de la poca posterior a la formulacin de los Fueros de Sobrarbe. Esta primera gran prueba de la eficacia de la construccin de las
Libertades del reino parece un fracaso que tiene, desde luego, consecuencias. El
fracaso de esta invocacin de las Libertades de Aragn como lmite de la actuacin
del rey, producido pese al desarrollo y reforzamiento que esta nocin ha tenido en
el siglo XV induce una activacin de estas lneas argumentales y las lleva a posiciones ms extremas (sirva Jernimo Blancas como smbolo de esta hipertrofia).

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LA ORGANIZACIN CENTRAL
DE LA CORONA DE ARAGN CISMARINA
FLOCEL SABAT
Universidad de Lrida

La monarqua hispana del siglo XVI aboga por la disolucin prctica de lo que
fue la unin poltica de la Corona de Aragn,1 propuesta facilitada por la representatividad plena de los respectivos territorios exhibida y exigida por los estamentos
de Aragn, Catalua y Valencia mediante sus instituciones permanentes2 y coherente con el legado medieval, consistente en el contraste entre la cohesin interna de
cada uno de estos territorios y la incapacidad par alcanzar una vertebracin comn,
lo que se suma a las dificultades regias para generar un sistema fiscal sobre el conjunto de la Corona ajeno al control de los estamentos, a la fragmentacin jurisdiccional que convierte el interior de estos territorios en mosaicos infranqueables para
la justicia, y un peso urbano deseoso de alargar su capacidad de influencia y vertebracin.3 La definitiva anulacin de las instituciones medievales con la homogeneizacin borbnica al iniciarse el siglo XVIII, precisamente con sendos Decretos de
Nueva Planta, uno para cada territorio proveniente de la antigua Corona de Aragn,4
convierte sta en simple evocacin de pasado y, con ello, en inmediato objeto de
reflexin sobre lo que fue y, especialmente, lo que no pudo ser.5 As, desde las dife1. Miquel PREZ LATRE, Pervivncia i dissoluci. La Corona dArag en temps de Felip I (II),
Histria de la Corona dArag, Ernest Belenguer, dir., edicions 62, Barcelona, 2007, vol. II, p. 214-218.
2. Francisco TOMS y VALIENTE, Gobierno e instituciones en la Espaa del antiguo rgimen,
Alianza Editorial, Madrid, 1999, p. 43-50.
3. Flocel SABAT, Corona de Aragn, Historia de Espaa. La poca medieval: administracin
y gobierno, Istmo, Madrid, 2003, p. 449-450.
4. Josep JUAN VIDAL, Los reinados de Felipe V y Fernando VI, Historia de Espaa. Poltica
interior y exterior de los Borbones, Istmo, Madrid, 2001, p. 96-97.
5. Era la corona de Aragn en los siglos XIII, XIV y XV la ms hermosa y envidiable de Europa,
y quizs de la tierra. Componan su imperio a principios del XV el reino de Aragn, el principado de
Catalua, las islas Baleares y el reino de Valencia; y adems brillaban como reales diamantes entre

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FLOCEL SABAT

rentes perspectivas trascurridas desde el mismo siglo XVIII hasta la actualidad, se


ha tratado de hallar la razn por la que no se desemboc en un prspero proyecto de
futuro, a diferencia de las monarquas vecinas, cuestin que, en su misma formulacin, con facilidad se puede contaminar con los presupuestos ideolgicos coetneos, ya sean los del siglo XIX o los del XX. Conviene, por ello, retomar el anlisis
aferrando el rigor cientfico desde el conocimiento del recorrido historiogrfico.

1. EL MARCO TERRITORIAL E INSTITUCIONAL


Al hablar de los locorum cismarinorum, se est hablando de regiorum Cathalonie, Aragonum et Valencia,6 es decir, el espacio que en 1319 Jaime II se ha comprometido a que ni l ni quicumque sit rex Aragonum no segregaran ni separaran,
al entenderlos como el ncleo ibrico inseparable de la Corona: Aragn, Valencia y
Catalua, entendiendo imbricado en sta Mallorca7 y evidenciando un contenido
conceptual inherente al usual planteamiento entre de la mar e del la mar.8 Los
territorios se acaban de perfilar en estos momentos. La frontera de Valencia con
Castilla queda perfilada en el pacto de Almirra en 1244 y completada con la recepcin de Ayora en 1281, cerrando las tensiones con el reino de Murcia con la sentencia de Elche de 1305, lo que dota al territorio valenciano de un perfil meridional
que incluye Villena, Sax, Jumilla y Favanella hasta 1356. La definicin de 1261
recorta a favor de Valencia el trmino turols de Ademuz, Castellfabid y una franja
del ro de Alventosa hasta Olocau, generando un conflicto formalmente cerrado en
1271 con la sentencia favorable a Aragn, lo que no impide que Valencia retenga
Ademuz y que reciba Olocau, mnimamente compensado con la cesin de Mallo en
1300.9 Mientras, la frontera septentrional de la Corona queda definida por el Tratado de Corbeil de 1258 en el extremo del Roselln, Conflent y Cerdaa,10 slo alte-

sus florones las islas de Cerdea, Sicilia y Malta (Braulio FOZ, Memoria sobre el parlamento de Caspe, Historia de Aragn, Imprenta y librera Roque Gallifa, Zaragoza, 1848, vol. II, p. 163).
6. Manuel de BOFARULL, Proceso contra el rey de Mallorca D. Jaime III mandado formar por
el rey D. Pedro IV de Aragn, vol. II, (Coleccin de Documentos Inditos del Archivo General de la
Corona de Aragn, vol. 30), Imprenta del Archivo, Barcelona, 1866, p. 95.
7. Flocel SABAT, Corona de Aragn, Historia de Espaa. La poca medieval: administracin
y gobierno, Istmo, Madrid, 2003, p. 449-450.
8. Biblioteca del Escorial, Ms. D-III-2 Canniques de tots los reys dArag, fol. 144v (ed.: Sophie HIREL-WOUTS, Les origines du royaume dAragon dans lhistoriographie de lest pninsulaire
(1369-1499), Universit Paris-Sorbonne Paris IV, Thse doctrale, Pars, 2006, vol. II, p. 47).
9. Enric GUINOT, Els lmits del regne, Edicions Alfons el Magnnim, Valncia, 1995, p. 37-131.
10. Claude DEVIC; Jean-Joseph VAISSETTE, Histoire Gnrale du Languedoc, Privat, Toulouse, 1979, vol. VI, p. 859.

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rada, en la Edad Media, con la retencin de estos territorios por Francia entre 1462
y 1493.11 Internamente, el lmite entre Catalua y Valencia se establece con naturalidad en el ro Ulldecona o Senia, y slo necesita recalcar en 1233 la vinculacin meridional de Benifass.12 Ms laborioso es el perfil entre Catalua y Aragn, empezando por la ubicacin de Ribagorza, que aunque recibida por Ramn
Berenguer IV junto con Aragn, es articulada siguiendo el modelo institucional
cataln a diferencia de Sobrarbe, que sigue el aragons siendo adscrita a Catalua en 1214 al fijar los lmites catalanes usque Cinquam, para ser definida en
Aragn en 1300, situacin completada en 1321 al absorber el margen derecho del
ro Noguera Ribagorzana, hasta entonces situado en la catalana Pallars,13 reformas
coronadas en la segunda mitad del siglo XIV con la definitiva definicin aragonesa de Fraga y Mequinenza y catalana para el valle de Arn.14 Junto a la perfilacin fsica, se establece la jurdica que dota a cada territorio de su propio marco
legal. Los Usatges de Barcelona y las Constituciones de Paz y Tregua articulan el
entramado bsico de una Catalua resumida por imperativo de las cortes de 1285
en la titulacin condal de Barcelona;15 en Aragn los derechos particulares y locales, tocados de cierto romanismo, confluyen a partir de 1247 en el Fuero de Aragn;16 y en Valencia las Costums de 1240, de raz catalana y romanista, culminan
en los fueros definitivamente proclamados en 1271.17
Sobre este marco, en las dos ltimas dcadas del siglo XIII, y partiendo de la
experiencia siciliana, se establecen los altos cargos de la administracin regia.
Mientras la tesorera se consolida en la defensa de los recursos de la corona, incluyendo la elaboracin de los dosieres que utilizarn el rey y los gobernadores en sus
reclamaciones, la atencin a la gestin del patrimonio y las exacciones regias corre

11. Joseph CALMETTE, La question des Pyrnes et la Marche dEspagne en moyen-ge, J. B.


Janin, Paris, 1947, p. 246-285.
12. Jos SNCHEZ ADELL, LA comuniad de Morella y sus aldeas durante la Baja Edad Media
(Notas y Documentos, Estudis Castellonenses, 1 (Castell de la Plana, 1982), p. 86.
13. ngeles MASI DE ROS, La cuestin de los lmites entre Aragn y Catalua. Ribagorza y
Fraga en tiempos de Jaime II, Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXI (Barcelona, 1948), p. 164-181.
14. Flocel SABAT, El territori de la Catalunya medieval, Fundaci Salvador Vives Casajuana,
Barcelona, 1997, p. 296-310.
15. Cortes de Catalua, Cortes de los antiguos reinos de Aragn y de Valencia y Principado de
Catalua, Real Academia de la Historia, Madrid, 1896, vol. I, p. 419-421.
16. Aquilino IGLESIA, La creaci del Dret. Una histria de la formaci dun dret estatal espaol, Signo, Barcelona, 1993, vol. II, p. 145-146.
17. Pedro LPEZ ELUM, Los orgenes de los furs de Valncia y de las Cortes en el siglo XIII,
edicin del autor, Valencia, 1998, p. 97-100.

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a cargo de los bailes generales, cada uno atento a su respectivo territorio, que entre
1296 y 1304 son cuatro, al singularizar uno para Murcia, al tiempo que el de Valencia se desdoblar entre 1335 y 1366 y que se designa, desde 1298, uno en cada una
de las tres grandes islas baleares. En los condados de Cerdaa y Roselln la tarea
de los bailes generales la ejercen los procuradores generales, dos entre 1263 y uno
slo desde 1360.18 Mientras, la auditoria de la actividad de los oficiales responsables de cortes jurisdiccionales, como vegueres, bailes y merinos, corre a cargo del
maestro racional. Muy significativamente, antes de cerrar el siglo XIV este oficial
cuenta con depsitos documentales regionales y avanza en la delegacin de funciones en los oidores de cuentas regionales, como claramente se define en 1410
para Valencia en quien, segn el proprio maestro racional puxats per mi e en nom
de mon offici demanar e haver compte e rah de totes e sengles persones. Ya en
1419 se designa un maestro racional para Valencia,19 al que seguir al ao siguiente el de Aragn, con su archivo propio. Igualmente, la ms alta delegacin regia, tal
como pretende consolidar Jaime II a inicios del siglo XIV con el procurador general y como se estabiliza en 1363 en la figura del gobernador general, adquiere un
cariz conscientemente simblico, importante por la titulacin, por la condicin del
titular y por la proximidad regia que supone, pero relegado en la gestin cotidiana
por la actividad de los respectivos representantes territoriales,20 los vicegerentes y,
posteriormente, los portavoces de gobernador, conocidos como gobernadores, en
Aragn, Catalua, Valencia, quienes se suman a los gobernadores procedentes del
reino mallorqun, uno en cada una de las islas ms el titular perpians para los
condados de Roselln y Cerdaa.21 Por su parte, la Cancillera y la casa regia se ven
afectadas tanto por la regionalizacin como por el acceso de los respectivos estamentos. Pedro el Grande ya evidencia la necesidad de equilibrar su presencia en los
territorios al prever, en 1277, la duracin cuatrimestral de las estancias de la
monarqua itinerante entre Aragn, Catalua y Valencia. La adaptacin de la Cancillera a la diversidad territorial se consolida en 1387, cuando Juan I regula el establecimiento de tres vicecancilleres, uno para Aragn, otro para Valencia y un tercero para Catalua, ste atento tambin a los dominios insulares. A fin de evitar

18. Flocel SABAT, Perpiny, capital baixmedieval dels comtats de Rossell i Cerdanya, La
Ciutat i els Poders. Actes del Colloqui del 8 Centenari de la Carta de Perpiny (23/25 doctubre
1997), Institut Catal de Recerques en Cincies Socials, Perpin, 2000, p. 185-186.
19. Toms de MONTAGUT, El Mestre Racional a la Corona dArag (1283-1419), Fundaci
Noguera, Barcelona, 1987, vol. I, p. 196-221.
20. Flocel SABAT, La governaci al Principat de Catalunya i als comtats de Rossell i Cerdanya, Anales de la Universida de Alicante. Historia Medieval, 12 (Alicante, 1999), p. 28-42.
21. Jess LALINDE, La gobernacin general en la Corona de Aragn, Institucin Fernando el
Catlico, Zaragoza, 1963, p. 267-497.

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una completa disgregacin, en 1419 Alfonso el Magnnimo establece que cualquier modificacin en la figura de un vicecanciller debe ser acordada de part de
totes les regions da mar. La regionalizacin, con todo, es imparable: las cortes
aragonesas de Calatayud de 1461 aprueban que en Aragn los oficios de vicecanciller y regente de cancillera deben de ser ocupados por un aragons, lo que no
contradice una voluntad de proyeccin sobre el conjunto de la Corona: que el dito
vicecanceller que ser del Regno de Aragn pueda usar del dito vicecanciller en
todos nuestros Regnos e tierras que no tendrn special privilegio que vicecanciller
haya de exercir el dito officio. Los archivos tambin se regionalizan: el depsito
de documentacin registral de la cancillera en Aragn existe desde 1348 y en
Valencia se crea en 1419, con todo lo que ello significa en la dispersin y visualizacin del poder regio.22 Tambin la casa regia se adecuar de acuerdo con la divisin territorial, tras asumir las ordenanzas de Pedro el Grande y de Alfonso el Liberal antes de cerrar el siglo XIII23 y las ms elaboradas de 1337 para el reino de
Mallorca y las de Pedro el Ceremonioso de 1344. Explcitamente stas ltimas
establecen que el oficio de mayordomo sea ejercido per tres nobles cavallers, la
un en lo regne dArag, laltre en los regnes de Valncia e de Mallorca e laltre en
Cathalunya,24 lo que se mantiene a pesar de que el mismo Pedro el Ceremonioso
tiende a destacar unos mayordomos sobre otros, si bien manteniendo equilibrios
especialmente entre mayordomos catalanes y camarlengos aragoneses.
La fragmentacin administrativa comporta, claro est, una pujanza de los estamentos, que avanzan, interesadamente, en la pretensin de identificarse con el propio territorio. Este carcter transforma la propia definicin de las cortes, surgidas de
la inicial obligacin a asistir al seor.25 En las pugnas con los nobles en el siglo XIII,
Jaime I impone estas comparecencias, como explcita constatacin de sumisin,26 y
22. Rafael CONDE, Reyes y archivos en la Corona de Aragn. Siete siglos de reglamentacin y
praxis archivstica (siglos XII-XIX), Institucin Fernando el Catlico, Zaragoza, 2008, p. 78-82.
23. Francesc CARRERAS CANDI, Redre de la reyal casa: ordenaments de Pere lo Gran e
Anfs lo Lliberal, Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, IX (Barcelona,
1909), p. 97-108.
24. Prspero de BOFARULL, Procesos de las antiguas cortes y parlamentos de Catalua, Aragn
y Valencia custodiados en el archivo general de la Corona de Aragn, (Coleccin de Documentos Inditos del Archivo General de la Corona de Aragn, vol. V), Establecimiento litogrfico y tipogrfico
de D. Jos Eusebuio Monofort, Barcelona, 1850, p. 11.
25. J. FERNNDEZ VILADRICH, La corte condal: una limitacin fctica a los poderes de la
autoridad condal en la Catalua de la alta edad media, Revista Jurdica de Catalunya, LXXXI (Barcelona, 1982), p. 389-399.
26. Flocel SABAT, Poder i territori durant el regnat de Jaume I. Catalunya i Arag, Any Jaume I. Commemoraci del VIII centenari del naixement de Jaume I, Institut dEstudis Catalans, Barcelona, en prensa.

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as lo pretende practicar Jaime II nada ms entrar en el siglo XIV.27 A las cortes


que, separadamente, celebran aragoneses y catalanes en el siglo XIII se unen las
de los valencianos a partir de 1261, a las que se sumarn las reuniones conjuntas
de los distintos territorios de la corona, precisamente reunidas a partir de 1289 si
aceptamos la representatividad de los hominibus civitatis et villaribus regni
Valentiae en un lugar estratgico como Monzn, poblacin aragonesa perteneciente a la catalana dicesis de Lrida. No obstante, la falta de recursos econmicos en el monarca inicia una espiral de dependencia de los subsidios extraordinarios concedidos por los estamentos, quienes pueden apropiarse de la
representatividad de las cortes para presionar al monarca.28 Este, consecuentemente, los teme y a mediados del siglo XIV Pedro el Ceremonioso trata de ceir
las convocatorias a las necesidades de financiacin, encontrndose con la posicin
frontal que ya definici Abadal como les corts enfront de la Monarquia,29 porque los interlocutores del rey no slo exigen sus contrapartidas estamentales sino
que invocan la representatividad del pas, lo que permitir establecer una dualidad
con el monarca, como ntidamente definen las cortes catalanas de 1368,30 mostrando la asamblea como la terra davant del monarca.31
En definitiva, la incapacidad de articulacin conjunta refleja la pujanza y
cohesin de las respectivas sociedades territoriales, es decir, los cuerpos nobiliario y baronial y, de modo destacado, las ciudades y villas, no slo por su potencial econmico sino porque ste lleva implcita una proporcional proyeccin sobre
el territorio, al que tienden a identificar, La consolidacin institucional de los
siglos XIV y XV no hace ms que certificar la singularizacin de unos dominios
que comparten poco ms que la corona comn, como describe Pedro Belluga en
1441: in hoc regno Arragonum cismarino habemus tres generales provincias; scilicet regnum Arragonum, Valentiae et principatum Cathaloniae. Et quamvis omnes

27. Flocel SABAT, Discurs i estratgies del poder reial a Catalunya al segle XIV, Anuario de
Estudios Medievales, 25 (Barcelona, 1995), p. 621.
28. Flocel SABAT, tats et alliances dans la Catalogne du bas Moyen-ge, Du contrat dalliance au contart politique. Cultures et socits politiques dans la pninsule Ibrique la fin du
Moyen ge, Franois Foronda; Ana Isabel Carrasco, dir., Universit Toulouse II-Le Mirail, Toulouse,
2007, p. 325-342.
29. Ramon dABADAL, Pere el Cerimonis i els inicis de la decadencia poltica de Catalunya,
edicions 62, Barcelona, 1987, p. 263-279.
30. Toms de MONTAGUT, Les institucions fiscalitzadores de la Generalitat de Catalunya (Des
dels seus origens fins a la reforma de 1413), Sindicatura de Comptes de Catalunya, Barcelona, 1996,
p. 102-103.
31. Oriol OLEART, La terra davant del monarca. Una contribuci per a una tipologia de lassemblea estamental catalana, Anuario de Estudios Medievales, 25 (Barcelona, 1995), p. 614.

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sint sub uno rege et praesidatu, respectu tamen diversorum titulorum; quia ut
Arragonum rex non est Valentiae, nec Comes Barchinone () imo habet suas divisas stationes et diversa fiscalia iura et leges diversas. Et sic de una ad aliam non
inferatur.32
La administracin general de la Corona lo que con cierta proyeccin romanista podemos llamar organizacin estatal est, pues, plenamente afectada por la
pujanza de los estamentos y la incapacidad de cohesionar los territorios, lo que no
deja de incitar a la explicacin historiogrfica.

2. PRECEDENTES INTERPRETACIONES HISTORIOGRFICAS


La identificacin entre pas y estamentos condiciona las interpretaciones del
modelo poltico desde los ltimos siglos medievales. El pas antecedera al monarca, en concordancia con el supuesto origen del pas. De hecho, tras la perdicin
de Espayna, ganavan las tierras sines rey los montayneses,33 y en Aragn estos
fundadores de la patria habran eligido a sus representantes antes que al monarca:
antes eslieron al justicia que no al rey, narra el justicia Juan Ximnez Cerdn
en 1435.34 Tambin Catalua habra nacido al margen de la dinasta reinante, fruto de la intervencin armada de Otger Catal acompaado de nueve caballeros
precedentes de linajes baroniales destacados en el siglo XV,35 quienes habran pactado con los naturales del pas,36 poniendo as el acuerdo entre barones y burgueses en el punto de partida.37 Siendo ste el origen, la soberana estara no en la
corona sino en los estamentos, y el Compromiso de Caspe lo demostrara, porque
en l don Ferrando de Castella fou lo XI Rey de Arag e Comte de Barcelona elegit per la terra.38 Esta capacidad electiva remite al pacto, como recalca la obra
32. Petrus BELLUGAE, Speculum Principum ac Iustitiae, Galliot du Pr, Pars, 1530, fol. 31r.
33. Juan Fernando UTRILLA, El Fuero General de Navarra. Estudio y edicin de las redacciones protosistemticas (Series A y B),Gobierno de Navarra, Pamplona, 1987, vol. I, p. 151.
34. Manuel DANVILA, Las libertades de Aragn. Ensayo histrico, poltico y jurdico, Imprenta
de Fortanet, Madrid, 1881, p. 352.
35. Eullia DURAN, Sobre la mitificaci dels orgens histrics nacionals catalans, Institut dEstudis Catalans, Barcelona, 1991, p. 14-15.
36. Berenguer de PUIGPARDINES, Sumari dEspanya, Universitat de Valncia, Valncia, 2000,
p. 68-69.
37. Flocel SABAT, El nacimiento de Catalua. Mito y realidad, Fundamentos medievales de
los particularismos hispnicos. IX Congreso de Estudios Medievales (Len, 2003), Fundacin Snchez Albornoz, vila, 2005, p. 257.
38. Pere TOMIC, Histries e conquistes dels reis dArag e comtes de Barcelona,. Centre dEstudis Baganesos, Bag, 1990, p. 261.

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Recort, utilizada en el siglo XVII intencionadamente atribuida al siglo XV,39 al


definir que en la Corona de Aragn el monarca es ab pactes elegit, e s tengut
servar les llibertats, les quals primer ha jurades ans de pendre possessi.40 El
pactismo se incrustara as como un elemento configurador de la Corona, bsico
e identitario, tal como lo planteaba, al traspasar la primera mitad del siglo XX,
Jaume Vicens Vives en el caso cataln: Aquesta experiencia vital, nascuda a les
muntanyes de la primitiva Marca, quan es concedien feus i alous, fou desenvolupada tericament pels juristes de la plana, de les grans ciutats del pas, durant els
darrers segles medievals. Aleshores aquesta mentalitat sincrust en el mateix
moll de los de la nostra estructura social i poltica, fins a fer-ne una manera dsser, fins a esdevenir una concepci del mn que ha restat insomoguda a travs de
les vicissituds histriques dels dos darrers segles. El razonamiento se llevaba
hasta el extremo de interpretar que los postulados pactistas de Eiximenis derivaban, ante todo, de su cuna, dado que era giron i, per tant, home de la Marca primitiva, on el pactisme havia arrelat per primera vegada, y sus planteamientos
que anteponan la comunidad lo certificaban com a bon catal.41 Bajo esta ptica, se puede identificar pactismo con tolerancia y fomento de la pluralidad, un
anacronismo que a fines del siglo XX se incluye en obras destinadas a formar
docentes de secundaria tomando como ejemplo el proceso de incorporacin de
Mallorca y Valencia a la Corona de Aragn: Lluny de considerar lactitud de la
Corona aragonesa pejorativament, s lloable, en el sentit federalitzant que donaren a les seves possessions, el respecte a les diversitats i fins i tot el foment daquestes. Tot un estil de fer poltica que, al capdavall, no podr resistir les tendncies de labsolutisme que van sorgir posteriorment.42
Se tratara, en cualquier caso, de valores surgidos del mbito urbano, dado que,
en la baja edad media la virtud brilla tan sols en les classes dartesans i menestrals,43 siendo stas las que se imponen sobre una nobleza interpretada con
carcter negativo, al estar anclada en su feudalidad: las clases urbanas ofegaren

39. Jaume RIERA, Falsos dels segles XIII, XIV i XV, Actes del Nov Colloqui Internacional
de Llengua i Literatura Catalanes (Alacant/Elx 9-14 de siembre de 1991), Publicacions de lAbadia
de Montserrat, Barcelona, 1993, p. 461-462; Albert G. HAUF, Les crniques catalanes medievals.
Notes entorn a la seva intencionalitat, Histria de la historiografia catalana (Barcelona, 23, 24 i 25
doctubre de 2003), Albert Balcells, ed., Institut dEstudis Catalans, Barcelona, 2004, p. 68-69.
40. Gabriel TURELL, Recort, Editorial Barcino, Barcelona, 1950, p. 199.
41. Jaume VICENS VIVES, Notcia de Catalunya, Edicions Destino, Barcelona, 1982, p. 110, 113.
42. Xavier HERNNDEZ, Ensenyar Histria de Catalunya, Editorial Gra, Barcelona, 1990, p. 127.
43. Norbert FONT I SAGU, Histria de Catalunya, Imprenta i editorial Alts, Barcelona,
1933, p. 79.

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laristocrcia feudal, que era inferior a la classe mercantil i industrial en riqueses, en illustraci, en regularitat de costums, en activitat.44 La prosperidad derivara de la alianza entre el poder municipal y la corona: axs la estrella dels
barons sanava eclipsant, mentres la dels Reys y dels municipis reyals creixia en
esplendor.45 El afianzamiento del poder regio derivara de este contexto y no tanto por sus propios mritos como por la sana influencia de les elites urbanas: la
noblesa va perdent el seu poder, en canvi les viles van adquirint riquesa i influncia; per sobre de tots, combatent la noblesa i afavorint les viles, creix el poder
reial.46 La conduccin burguesa permite imponer el rumbo correcto al gobierno
de la Corona, que seguramente errara si slo dependiera del juicio de los monarcas, dado los defectos de stos, ya sean excesivamente dadivosos, como Alfonso
el Liberal,47 o sometidos a la influencia de la reina, como Alfonso el Benigno,48
cuando no compendiando numerosos defectos, como el Ceremonioso.49 Los
defectos personales empaan hasta al mejor de los reyes,50 y sobre todo se acentan tras la llegada de los Trastmaras, dinasta que, al decir de Carles Card, a
penes tingu altra dria que la dafeblir Catalunya i suprimir-hi totes les llibertats municipals i generals,51 lo que requerir un esfuerzo mayor por la burguesa
44. Josep TORRAS i BAGES, La tradici catalana, Editorial Selecta, Barcelona, 1966, p. 147-148.
45. Joan SEGURA, Histria dIgualada, Imprenta de Henrich y Cia, Barcelona, 1898, p. 174-176.
46. Ramon TORROJA, Histria de Catalunya per a nois i noies, Imprenta Elzevira i llibreria
Cam, Barcelona, 1933, p. 92.
47. Ferran VALLS i TABERNER, Els sobrenoms dels reis Anfs II i Anfs III, Estudis Universitaris Catalans, IX (Barcelona, 1915-1916), p. 102.
48. Prspero de BOFARULL, Los condes de Barcelona vindicados. Imprenta de Juan Oliveres y
Monmany, Barcelona, 1836, vol. II, p. 266.
49. Francisco Monsalvatje li describe dotado de malos instintos y depravado corazn, vvora
infame, asesino de su hermano; Nern, como le llama Tomic; cruel, hipcrita y tirano, segn Bofarull;
violento, duro, hipcrita y maquiavlico, segn Cuadrado (Francisco MONSALVATJE, El vizcondado de Bas, [Noticias Histricas, V], Imprenta y librera de Juan Bonet, Olot, 1883, p. 65).
50. Bori Fontest, matiza su exaltada visin de Jaime I: este famoso rey, el ms ilustre, ms grande y ms glorioso de la Edad Media; tan hbil, tan afortunado en las grandes empresas; representacin genuina de todo un pueblo; modelo de actividad, energa y conocimiento de su poca, ofrece en
su vida privada notable decepciones slo dispensables por la corrupcin de costumbres del siglo
(Antonio BORI y FONTEST, Historia de Catalua, Imprenta de Henrich y Ca, Barcelona, 1898, p.
190). Gimnez Soler, no obstante, le acusa sin contemplaciones: como rey le caracteriza la carencia
de todo ideal, la ruina de todos los ideales, y como hombre la vanidad, la persuasin de su propio
valer, consecuencia de su incultura y de su falta de idealismos (Andrs GIMNEZ SOLER, La frontera catalana-aragonesa, II Congreso de Historia de la Corona de Aragn (dedicado al siglo XII)
(Huesca, 26-29 de Abril de 1920). Actas y Memorias, Imprenta viuda de Justo Martnez, Huesca, 1922,
vol. I, p. 527).
51. Carles CARD, Les dues tradicions. Histria espiritual de les Espanyes, Editorial Claret,
Barcelona, 1977, p. 50.

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urbana, como recreaba Pleyn de Porta en la relacin entre el municipio leridano y


Juan II: venim, senyor atent, diu-li, / de Lleida el paer en cap-. /venim per ltima
volta / a veure el rei En Joan. / Feu-li dir que aqu remanguen / Municipi i General,
/ i que, si sos precs no escolta,/ dem, senyor, ser tard. /Ja veieu com resta el poble
/ de veure com trossejant / li van ses lleis i sos furs, / los que ms deuen servls.52
Se interpreta ante todo un peso de la burguesa catalana. Lo escriba el aragons Braulio Foz a mediados del siglo XIX: El poder que al imperio aragons
daba Catalua con sus armadas que no tenan competidoras en Europa, con sus
marinos los primeros del mundo, y con el genio marcial de aquellos catalanes que
jams fueron domados y rara vez vencidos.53 Con todo, coetneamente disquisiciones historiogrficas entorno a temas como el compromiso de Caspe iban alineando en interpretaciones distintas a los historiadores, segn su procedencia,54
con la crtica que tensaba Gimnez Soler al sealar, en el II Congreso de Historia
de la Corona de Aragn, a esos historiadores del siglo XVII, segn los cuales
cunado Dios cre al mundo cre ya Catalua.55 Se est remitiendo as a una tensin intrerpretativa entre los mismos territorios constitutivos de la Corona. An
recientemente, Carlos Laliena denunciaba alcuni apriorismo fortemente radicati
nella storiografia catalana,56 y Martn Alvira concretaba situando parte de la terminologa usual en el centro de la polmica: Les formules Monarchie catalane,
roi catalan, Pere I et paix catalane excluent les Aragonais qui fasaient partie
de la moiti de la population, de la noblesse et des structures du pouvoir dans cette mme Couronne dAragn. O sont les barons et les chevaliers aragonais qui
participent aux campagnes militaires du roi en Provence (1202, 1204, 1206),
Montpellier (1207), Urgell (1211) ou Muret (1213)? Comment explique une
arme catalane Muret alors que tous les barons morts sauf un taient des
Aragonais?.57 Significativamente el mismo autor puede ser vctima del propio

52. Josep PLEYAN DE PORTA, Lo mot contra En Joan II, La Renaixena a Lleida. Llus Roca
i Florejachs Josep Pleyn de Porta, Joseph Borrell; Paquita Sanvicn, eds., Edicions de la Universitat de Lleida, Lrida, 1998, p. 174.
53. Braulio FOZ, Memoria sobre el parlamento de Caspe, Historia de Aragn, Imprenta y librera Roque Gallifa, Zaragoza, 1848, vol. II, p. 163-164.
54. Flocel SABAT, El Comproms de Casp, Historia de la Corona dArag, Ernest Belenguer,
dir., Edicions 62, Barcelona, 2007, vol. I, p. 288.
55. Andrs GIMNEZ SOLER, La frontera catalana-aragonesa, II Congreso de Historia de la
Corona de Aragn (dedicada al siglo XII) (Huesca, 26 a 29 de Abril de 1920). Actas y Memorias,
Imprenta viuda de Justo Martnez, Huesca, 1922, vol I, p. 489.
56. Carlos LALIENA, La formazione dello statu feudale aragonese prima e dopo lunificazione
del 1137. Una rassegna storiografica, Medioevo. Saggi e rassegne, 25 (Cagliari, 2001), p. 26.
57. Martn ALVIRA, Cinc questions poses lauteur, Heresis, 41 (Carcassonne, 2004), p. 48.

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bagaje ideolgico58 y caer imperceptiblemente en la misma celada lingstica que


denuncia, si bien en el otro extremo, al clasificar a determinados historiadores
como catalanistas o pancatalanistas e incluso al definir una obra de rigor divulgativo como el Atles dHistria de Catalunya59 como un trabajo de orientacin
catalanista.60 La capacidad de interpretacin de lo que fue y de cmo funcion
polticamente la Corona de Aragn, sin duda depende de la verificacin de los
adjetivos. En la misma lnea, se puede aadir el uso de titulaciones de exclusivo
origen historiogrfico, como la insistencia en tratar al titular de la Corona como
conde-rey, denominacin recientemente alimentada por la lgica jurdica que se
refiere al mismo monarca como rey en Aragn y conde en Catalua,61 a pesar de
que la titulacin regia sustentaba y fortaleca el poder del soberano en todos los
territorios,62 de manera bien contundente y aceptada desde el siglo XII por sus
sbditos63 y por quienes le acogen en el exterior.64
A tenor del recorrido historiogrfico, el esfuerzo hermenutico tendr que
centrarse en apreciar el contenido preciso de los conceptos, la comprensin de la
capacidad social de los estamentos y el encaje territorial que se derive. La renovacin de los planteamientos de la investigacin en las ltimas dcadas ha facilitado este recorrido, si bien los excesos apreciados en diversas deducciones aconsejan el matiz de una adecuada contextualizacin. Sin sta, el argumento
romanista, que sita en el soberano la plenitud de la potestad y la capacidad de
desgajarla, conduce a dificultades interpretativas, como el encaje de gobiernos
locales que funcionan con una capacidad de plenitudes municipales ajenos al

58. Laurent MAC, Martin AURELL, Francisco GARCIA FITZ, Flocel SABAT, Esteban
SARASA, Martn ALVIRA, Muret, Muret, Muret, Morne plaine!, Heresis, 41 (Carcassone,
2004), p. 32-33.
59. Vctor HURTADO, Jess MESTRE, Atles dHistria de Catalunya, edicions 62, Barcelona,
1995.
60. Martn ALVIRA, 12 de Septiembre de 1213. El Jueves de Muret, Universitat de Barcelona,
Barcelona, 2002, p. 140.
61. Aquilino IGLESIA, La Constituci de 1283, LAven, 74 (Barcelona, 1984), p. 49.
62. Flocel SABAT, Discurs i estratgies del poder reial a Catalunya al segle XIV, Anuario de
Estudios Medievales, 25 (Barcelona, 1995), p. 643.
63. Desde Alfonso todos los soberanos no slo ostentan en Catalua su condicin real, sino que
la utilizan para afianzar su posicin en la cspide de la pirmide feudal. De este modo, Alfonso se
dirige a sus sbditos catalanes como ego, Ildefonsus rex, o simplemente ego, rex, y ellos lo tratan
como domino suo regi, acercndose a l bajo invocaciones como clamamus ad regem (Flocel
SABAT, Corona de Aragn, Historia de Espaa. La poca medieval: administracin y gobierno,
Istmo, Madrid, 2003, p. 306).
64. Martin AURELL, Le personnel politique catalan et aragonais dAlphonse Ier en Provence
(1166-1196), Annales du Midi, 93 (Toulouse, 1981), p. 121-199.

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monarca y bajo una autorizacin nobiliaria caso de Alcaiz65 o Agramunt,66 por


ejemplo a pesar de que se ha sostenido que slo existe municipio cuando una
comunidad humana determinada forma una universitas que es reconocida por
el titular de la suma potestad;67 e incluso se constata, en gobiernos municipales como el de Trrega, la continuidad plena del ejercicio municipal al margen de
los cambios de titularidad jurisdiccional del lugar,68 bien lejos de la desaparici
del municipi que tendra lugar si el gobierno local abandona el marco regio,
segn la deduccin jurdica.69 En realidad la documentacin coetnea es muy clara al remitir, de forma genrica, al derecho municipali, ya sea en mbito regio
o baronial,70 segn explcitamente invoca el conde de Urgel en 1334 al referirse,
en su ciudad de Balaguer, a iuribus comunibus et municipalibus, foris, statutis,
consuetudinibus, privilegiis et franquitatibus pro nobis aut nostris.71
La ponderacin excesiva del monarca enlaza con la tradicional aceptacin de
sus correspondientes virtudes y defectos: el desarrollo municipal en el siglo XIII
ha sido interpretado como una tasca personal (de Jaime I) que impresiona per la
seva continutat i coherencia,72 mientras que el control conseguido por Pedro el
Grande sobre los nobles derivara de que l era ms enrgic que el seu pare.73

65. Jos MARTNEZ ORTIZ, Aportacin documental al estudio de la vida social y econmica
de la Tierra Baja de Aragn durante el dominio de la Orden de Calatrava, Miscellnia de Textos
Medievals, 5 (Barcelona, 1989), p. 220.
66. Ramn de SISCAR, La carta puebla de Agramunt y los privilegios concedidos ala misma
villa por los condes de Urgel hasta la extincin de la casa de Cabrera (1163-1314), Memorias de la
Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, IV (Barcelona, 1887), p. 160.
67. Max TURULL, La hacienda municipal y la tributacin directa en Catalua durante la
Edad Media. Planteamiento general, Revista de Hacienda Autonmica y Local, XXII (Madrid,
1992), p. 16-17.
68. Basta con leer la documentacin municipal del siglo XIV, que evidencian unas idnticas formas, frmulas, capacidades y actuaciones mientras va cambiando el seorio de la villa (Flocel
SABAT, Vegueries i sotsvegueries de Catalunya, en premsa).
69. Max TURULL, Jaume RIBALTA, De voluntate universitatis. La formaci i lexpressi de
la voluntat del municipi (Trrega, 1214-1520), Anuario de Estudios Medievales, 21 (Barcelona,
1991), p. 182.
70. Gener GONZALVO, Josep HERNANDO, Flocel SABAT, Max TURULL, Pere VERDS,
Els llibres de privilegis de Trrega (1058-1473), Fundaci Noguera, Barcelona, 1997, p. 383.
71. Arxiu Histric de la Noguera, Pergamins de Privilegis 25 (ed.: Dolors DOMINGO, Pergamins
de Privilegis de la ciutat de Balaguer, Edicions de la Universitat de Lleida Institut dEstudis Ilerdencs, Lleida, 1997, p. 111).
72. Carme BATLLE, Esquema de levoluci del municipi medieval a Catalunya, Estudis balerics, V/31 (Palma de Mallorca, 1988), p. 65.
73. Merc AVENTIN; Josep Maria SALRACH, Histria Medieval de Catalunya, Universitat
Oberta de Catalunya Proa, Barcelona, 1998, p. 111.

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Para tratar de evitar los peligros interpretativos, podemos aferrarnos a las formas,
pero ello tambin puede engaarnos: la concatenacin de conveniencias feudales
contradas por los diferentes condes con el titular barcelons en el siglo XI74 ha
hecho imaginar que a travs de estos pactos realizados, entre 1060 y 1070, la
totalidad de la Catalua cristiana se encontraba por primera vez reunida bajo la
autoridad de los condes de Barcelona,75 donde en realidad exista unos acuerdos
y reconocimientos de preeminencia entre condes soberanos que mantendrn su
plena y respectiva capacidad de gobierno sin ninguna ingerencia del barcelons,76
hasta que se vayan alterando las titularidades jurisdiccionales a partir del siglo
XII.77 As mismo, la escasa presencia de privilegios regios que den paso a gobiernos locales hasta bien entrado el siglo XIII ha inclinado a considerar tardo el
movimiento municipal, incluso en la principal ciudad catalana, Barcelona, dejando un hueco de poder que, ante la presencia de los oficiales regios, se imaginaba
ocupado por la soberana real,78 a pesar de que, en realidad, las lites locales gozan
de suficiente fuerza para tomar decisiones conjuntas asumiendo interesadamente
la representatividad local, como ya en el siglo XII ejemplifican los probi homines barchinonenses79 o sus homnimos leridanos80 y, consecuentemente, tambin
los barones en sus dominios han de tomar las decisiones hace como Galcern de
Pins, en 1257, respecto de su villa de Bag: cum consilio proborum hominum
et totius urniversitatis totius ville Bagadani.81 El acuerdo establecido en 1226
entre los concejos de Zaragoza, Huesca y Jaca contra quien pretenda ejercer violencia o disminuir derechos o exigir exacciones82 se erige en palmatoria muestra

74. Pierre BONNASSIE, La Catalogne du milieu du Xe la fin du XI sicle. Croissance et


mutations dune socit, Publications de lUniversit d Toulouse Le Mirail, Toulouse, 1976, vol.
2, p. 688-696.
75. Pere ORT, La primera articulacin del estado feudal en Catalua a tarvs de un impuesto: el
bovaje (ss. XII-XIII), Hispania, LXI/3, 209 (Madrid, 2001), p. 973.
76. Flocel SABAT, La feudalizacin de la sociedad catalana, Editorial de la Universidad de Granada, Granada, 2007, p. 68-69.
77. Flocel SABAT, El territori de la Catalunya medieval, Fundaci Salvador Vives Casajuana,
Barcelona, 1995, p. 267-275.
78. Pere ORT, El municipi de barcelona i les parrquies del seu entorn al segle XIV, Anuario
de Estudios Medievales, 31 (Barcelona, 2001), p. 42-47.
79. Jos RIUS SERRA, Cartulario de Sant Cugat del Valls, CSIC, Barcelona, 1947, vol. III,
p. 83.
80. Flocel SABAT, Histria de Lleida. Alta edad mitjana, Pags editors, Lleida, 2003, p. 356-365.
81. Joan SERRA, Baronies de Pins i Mataplana, Centre dEstudis Baganesos, Bag, 1989, vol.
II, p. 440.
82. ngel CANELLAS, Coleccin diplomtica del concejo de Zaragoza, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1972, vol. I, p. 149-150.

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de un poder municipal de suficiente vigor para imponer condiciones a nobles y al


mismo rey a cuya jurisdiccin se acogen.
En definitiva, detectar con precisin el funcionamiento de la articulacin territorial de la Corona se erige en un reto que exige una amplia atencin heurstica y
una clara preocupacin hermenutica capaz de entrelazar informaciones coetneas
de muy diversas procedencias. Ante todo, habr que auscultar las fuerzas sociales,
es decir, nobles y burgueses en la misma sociedad sobre la que pretende asentarse
la monarqua.83 Ello implica detectar sus potencialidades y apreciar las dinmicas
generadas, a fin de precisar, con todo ello, su especfica capacidad de incidencia
en la organizacin territorial del poder. En este sentido, tambin habr que alejar
los determinismos que interpretan el medioevo en funcin del grado de conduccin
al modelo poltico triunfante en la edad moderna.84 El legado institucional bajomedieval en la Corona,85 por tanto, debe contextualizarse en el marco socioeconmico real86 y en la coetnea dialctica poltica,87 perfilando as unas continuidades ms
all de determinadas deducciones historiogrficas de caracter rupturista.88

4. EL FUNCIONAMIENTO POLTICO DE LA CORONA:


CONFLICTO DE PODERES EN UN MARCO MEDIEVAL
Cuando en 1353 Pedro el Ceremonioso insta a que en los archivos reales se
localice el documento inicial de donaci feta al primer comte de Barcelona del

83. Paulino IRADIEL, Formas de poder y de organizacin de la sociedad en las ciudades castellanas de la baja Edad Media, Estructuras y formas del poder en la Historia (Salamanca, 1990), Universidad de Salamanca, Salamanca, 1991, p. 25.
84. Paulino IRADIEL, Seoros jurisdiccionales y poderes pblicos a finales de la Edad Media,
23 Semana de Estudios Medievales (Estella, 1996). Poderes pblicos en la Europa Medieval: Principados, Reinos y Coronas, Departamento de Educacin y Cultura del Gobierno de Navarra, Pamplona,
1997, p. 84.
85. Flocel SABAT, Els eixos articuladors del territori medieval catal, V Congrs Internacional dHistria Local de Catalunya. Lestructuraci territorial de Ctalunya. Els eixos cohesionadors de
lespai, LAven, Barcelona, 2000, p. 69-70.
86. Paulino IRADIEL, El comercio en el Mediterrneo entre 1490 y 1530, Congreso Internacional. De la unin de coronas al Imperio de Carlos V (Barcelona, 21-25 de febrero de 2000), Ernest
Berenguer, coord., Sociedad Estatal para la Conmemoracin de los Centenarios de Felipe II y Carlos
V, Madrid, 2001, p. 113-115.
87. Luis GONZLEZ ANTN, Sobre la monarqua absoluta y el reino de Aragn en el siglo
XVI, La Corona de Aragn y el mediterrneo. Siglos XV-XVI, Esteban Sarasa; Eliseo Serrano,
coords., Institucin Fernando el Catlico, Zaragoza, 1997, p. 369-409.
88. Guy BOIS, La grande depresin mdivale XIVe et XBVe sicles. Le prcdent dun crise systmique, Publications Universitaires de France, Paris, 2000.

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dit comptat e del nom del rey de Frana qui li dona, ne si era rey ho emperador
e de les condicions en ladita donaci contengudes,89 est apuntando en la raz
del problema de la cohesin regia: la debilidad del punto de partida. Los principios romanistas con que sostener, desde el siglo XIII, el monarca en Catalua
invocando representar lo pblico ante lo privado propio del barn e profit
pblic val ms que privat y, sobre todo, gozar de la general jurisdicci90 por
la que Jaime II exige en 1298 que omnibus hominibus totius regni sunt terri
domini regis91 y Pedro el Ceremonioso proclama en 1342 ser el senyor sobir
aprs Du en Catalunya,92 han de acomodarse con la contundente concatenacin de huecos de jurisdiccin y exaccin. Estos suman los iniciales dominios
condales y vizcondales que no han sido absorbidos por la casa barcelonesa,
diversos espacios afianzados en la expansin fronteriza, escisiones fruto de la
dinmica feudal y, an, los lugares no recuperados tras ser empeados o cedidos
a carta de gracia en el siglo XIV: en 1392 slo el 1343% del territorio y el
2217% de la poblacin pertenecen al dominio regio en Catalua.93 En Aragn el
inicio del siglo XIII, tras la expansin feudal de la centuria precedente,94 muestra
una nobleza que, una vez superado el sistema de tenencias, impone su dominio,
bajo frmulas feudales, ante el mismo soberano.95 Conseguir el acercamiento y
complicidad de estos magnates y, de modo destacado, alcanzar unas tierras nuevas de plena soberana regia est en el nimo de las expansiones del siglo XIII,
sobre todo ante la insuficiencia de los esfuerzos de Jaime I para ampliar el patrimonio regio en Catalua y Aragn. Pero las dificultades del monarca son evidentes cuando ha de ofrecer inmediatamente la isla de Mallorca al dominio feudal

89. Antoni RUBI y LLUCH, Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval, Institut
dEstudis Catalans, Barcelona, 2000 (facsmil, 1908), vol. I, p. 165.
90. Pere ALBERT, Commemoracions, Usatges de Barcelona i Commemoracions de Pere Albert,
Editorial Barcino, Barcelona, 1933, p. 185, 187.
91. Arxiu de la Corona dArag, Monacals-Hisenda, reg. 892, fol. 41r.
92. Arxiu Histric de la Ciutat de Girona, I.1.2.1, lligall 5, llibre 2, fol. 39r.
93. Flocel SABAT, Discurs i estratgies del poder reial a Catalunya al segle XIV, Anuario de
Estudios Medievales, 25 (Barcelona, 1995), p. 633.
94. Carlos LALIENA, Castillos y territorios castrales en el valle del Ebro en el siglo XII, La
Fortaleza Medieval. Realidad y Smbolo, Juan Antonio Barrio, Jos Vicente Cabezuelo, eds., Sociedad
Espaola de Estudios Medievales, Ayuntamiento de Alicante, Universidad de Alicante, Fundacin de
Estudios Medievales Jaime II, Alicante, 1998, p. 31-45; Carlos LALIENA, La formazione dello statu feudale aragonese prima e dopo lunificazione del 1137. Una rassegna storiografica, Medioevo.
Saggi e rassegne, 25 (Cagliari, 2001), p. 29-33.
95. Juan Fernando UTRILLA, De la aristocracia a la nobleza: hacia la formacin de lsolinajes
nobiliarios aragoneses (1076-1276), La nobleza peninsular en al Edad Media. VI Congreso de Estudios Medievales (Len, 1997), Fundacin Snchez Albornoz, vila, 1999, p. 471.

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entre 123196 y 1256,97 slo puede tomar Ibiza en 1235 tras cederla a la divisin
jurisdiccional98 y, en Valencia, padece un proceso de desgajamiento jurisdiccional
que, iniciado en el mismo reinado del conquistador, conduce a la salida del siglo
XV con el 73,09% del territorio y el 58,27% de la poblacin ajena al realengo.99
Los tenentes de jurisdiccin son nobles, barones, eclesisticos y tambin burgueses, porque estos son, ante todo y desde el primer momento, inversores. Este
dato es importante para comprender el papel de las lites urbanas. Su proyeccin
sobre el territorio no es una opcin tarda y desviada de los objetivos propios de la
clase emprendedora, como ha insistido la historiografa hasta fechas recientes,100
sino un rasgo constitutivo en tanto que desde el siglo XII el burgus es un inversor
en todo aquello que sea rentable, empezando por el valor seguro: la propiedad
urbana y rstica.101 De aqu deriva un inmediato transtorno del espacio rural en un
radio proporcional al vigor del respectivo centro urbano, con una produccin adecuada a las exigencias del mercado y una poblacin crecientemente dependiente de
la sociedad urbana, y sobre todo un difcil encaje entre el mosaico jurisdiccional y
el radio de influencia socioeconmico: porque si las jurisdicciones difieren no
podrn reclamarse los crditos y obligaciones incumplidos, poniendo en serios
aprietos a las lites urbanas, como dramticamente exponen los representantes
urbanos de Manresa en 1350 y de Gerona en 1396. Son las cpulas urbanas las que
movilizan los gobiernos municipales para promover la homogeneidad jurisdiccional, sea bajo mbito nobiliario102 o regio, impulsando para ello iniciativas como el
carreraje o las campaas de rendencin de la jurisdiccin regia.103
96. Pau CATEURA, Las cuentas de la colonizacin feudal (Mallorca, 1231-1245), En la Espaa medieval, 20 (Madrid, 1997), p. 57-64.
97. Pau CATEURA, Mallorca en el segle XIII, El Tall Editorial, Palma de Mallorca, 1997, p. 53-71.
98. Joan MAR, Illes Pitises. La conquista catalana de 1235, Institut dEstudis Eivissencs, Eivissa, 1976, p. 61-173.
99. Enric GUINOT, Senyoriu i reialenc al Pas Valenci a les darreries de lpoca medieval,
Llus de Santngel i el seu temps. Congrs Internacional (Valncia 5 al 8 doctubre 1987), Ajuntament
de Valncia, Valncia, 1991, p. 186.
100. Jaume AURELL, Lesperit capitalista a la Catalunya premoderna, Pedralbes, 16 (Barcelona, 1996), p. 179-185.
101. Flocel SABAT, Ejes vertebradotes de la oligarqua urbana en Catalua, Revista dHistria Medieval, 9 (Valncia, 1998), p. 127-154; Enrique MAIN, Ciudadanos honrados de Zaragoza. La
oligarqua zaragozana en la Baja Edad Media (1370-14110), Universidad de Zaragoza, Zaragoza,
2006, p. 81-83.
102. Andreu BASSAS, Els privilegis de Castell i del Comtat dEmpuries, Estudis Universitaris Catalans, VIII (Barcelona, 1914), p. 269.
103. Flocel SABAT Municipio y monarqua en la Catalua bajomedieval, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 13 (Barcelona, 2000-2002), p. 261-282.

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Las dificultades financieras del monarca acentan su incapacidad y su dependencia de los subsidios extraordinarios de los estamentos. Estos remarcan su propia identidad. Nobles y barones no slo blindan sus dominios mediante la asistencia de juristas formados, tambin, en el derecho romano los feudistas104 sino que asumen un
discurso sobre las virtudes de su estado, y dado que se basa en el regiment dels fets
darmes y estos por definicin sn perilloses, es de deducir la importancia de sus
cualidades, car escrit s que en lo fet on va major perill en aquell se du hom haver
ab major cautela o saviesa.105 Obligado a entenderse con ellos, el monarca reconoce
su proximidad, porque al gozar de regiment de gents, tambin han de ser justos,
sabios y prudentes.106 Las distintas concepciones que del estado tienen el rey y sus
consejeros y el resto de los grupos aristocrticos107 alimentan las tensiones del siglo
XIII y confluyen en el establecimiento, a partir de 1283, del mosaico jurisdiccional
infranqueable. En 1350, ante las cortes reunidas en Perpin, Berenguer Santvicen,
en nombre de los caballeros de las vegueras de Barcelona y Valls, advierte respecto de que per semblants empreniments e ontes sien vengudes totes les comunes que
vuy sn en el mn.108 Este temor a las formas comunales responde al protagonismo
que estn acaparando las lites urbanas al acaparar la representacin del pas. A partir de ahora slo hay un modelo alternativo al estado presidido por el prncipe por la
gracia de Dios: el que Eiximenis resume diciendo que les comunitats de si matexes
sn franques, lo que comporta que cascuna comunitat poch elegir senyoria aytal
com se volch, dejando claro que jams les comunitats no donaren la potestat absolutament a neg sobre si matexes sin ab certs patis e leys, desde la conviccin de
que lo b de la comunitat s pus digne de tota amor e honor que lo b del prncep,
concluyendo de este modo que totes les senyories del mn foren en llur fundaci primera paccionades e posades en cert patis e ab ses leys municipals.109

104. Grard GIORDANESCO, Les feudistes (XIIe-XVe s.), El Dret Com i Catalunya. Actes
del IIon Simposi Internacional (Barcelona, 31 maig 1 juny de 1991), p. 67-139.
105. Prspero de BOFARULL, Procesos de las antiguas cortes y parlamentos de Catalua, Aragn y Valencia,.Establecimiento litogrfico y tipogrfico de D. Jose Eusebio Monfort, Barcelona,
1850, vol. VI, p. 23.
106. Jos ngel SESMA, La nobleza bajomedieval y la formacin del estado moderno en la
Corona de Aragn, La nobleza peninsular en al Edad Media. VI Congreso de Estudios Medievales
(Len, 1997), Fundacin Snchez Albornoz, vila, 1999, p. 373.
107. Juan Fernando UTRILLA, De la aristocracia a la nobleza: hacia la formacin de los linajes
nobiliarios aragoneses (1076-1276), La nobleza peninsular en al Edad Media. VI Congreso de Estudios Medievales (Len, 1997), Fundacin Snchez Albornoz, vila, 1999, p. 472.
108. Cortes de Catalua, Cortes de los Reinos de Aragn, Valencia y Principado de Catalua,
Real Academia de la Historia, Madrid, 1896, vol. I, p. 444.
109. Francesc EIXIMENIS, Dotz llibre del Cresti, cap. CLVI (Francesc EIXIMENIS, Dotz llibre
del Cresti. Primera part, volum 1, Universitat de Girona Diputaci de Girona, Girona, 2005, p. 337).

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El modelo se imagina no terico sino real, en tanto que se tratara de alcanzar el gobierno existente en las idealizadas ciudades italianas.110 El argumento
concuerda con el amplio argumentario coetneo jurdico, teolgico, filosfico y moral que imagina la sociedad perfecta con forma de ciudad y avala el
vigor efectivo de las cpulas urbanas y su proyeccin territorial, con las ciudades y villas presidiendo su respectiva regin y enlazndose a modo de red piramidal. Zaragoza, Valencia y Barcelona no slo presiden sus respectivos reinos
y principado sino que los respectivos gobiernos municipales asumen y exigen esta posicin como inherente a su preeminencia. El hecho de que en el
ltimo siglo medieval amplias zonas de Aragn quedan sin jerarquizar por
una ciudad no altera, sino todo lo contrario, el ejercicio de la ciudad de Zaragoza como verdadera capital articuladora del reino,111 al tiempo que en Valencia la ciudad disputa la representatividad y el control a la misma Diputacin.
Aspectos como la transmisin de las noticias en eventos como las defunciones
regias afianzan la pirmide urbana culminada en Zaragoza, Valencia y Barcelona.112 El gobierno municipal de sta no duda en reivindicar una preeminencia
sobre el conjunto de la Corona. Por ello sus representantes estarn al lado del
rey enfermo,113 tratarn de conducir sus funerales114 e incluso participarn en los
entresijos de la sucesin: el gobierno de Barcelona ejerce una presin clave
para garantizar, en 1396, que la sucesin de Juan I recaiga en su hermano Martn.115 Tras la muerte de ste, en 1410, la ciudad pretende ejercer un peso similar y muy significativamente la solucin parlamentaria a la que aboca la representacin barcelonesa parte del convencimiento de preeminencia catalana

110. Flocel SABAT, La civilt comunale del Medioevo nella storiografia spagnola: affinite
divergenze, La civilt comunale italiana nella storiografia intgernazionale (Pistoia, 9-10 aprile
2005), Centro di Studi sulla civilt comunale, Universit degli Studi di Firenze, en prensa.
111. Jos Luis CORRAL, El sistema urbano aragons en el siglo XV, La poblacin de Aragn
en la Edad Media (siglos XIII-XV). Estudios de demografa histrica, Jos ngel Sesma; Carlos Laliena, coord., Universidad de Zaragoza Leyere Editorial, Zaragoza, 2004, p. 109.
112. Flocel SABAT, La mort dAlfons el Magnnim: coneixena, divulgaci i repercussi de
la notcia, XVI Congresso Internazionale di Storia Della Corona dAragona (Napoli, 1997). Atti, Guido dAgostino, Giulia Buffardi, eds., Comune di Napoli, Npoles, 2000, p. 1898-1899.
113. Flocel SABAT, La mort du roi en Catalogne: de lvenement biologique au fair historique, Faire lvnement au Moyen ge, Claude Carozzi, Huguette Taviani-Carozzi, dirs., Publications
U iversitaires de Provence, Aix-en-Provence, 1997, p. 158.
114. Flocel SABAT, Lo senito rei s mort!, Edicions de la Universitat de Lleida, Lrida, 1994,
p. 173-187.
115. Flocel SABAT, El poder soberano en la Catalua bajomedieval, definicin y ruptura,
Coups dtat la fin du Moyen ge?, Franois Foronda; Jean-Philippe Genet; Jos Manuel Nieto,
Casa de Velsquez, Madrid, 2005, p. 508.

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sobre la corona, compartido por el conde de Cardona cuando razona, en 1410,


quod comitatus Barchinone fuit unitus regno Aragonum principaliter et non
accessorie,116 si bien el largo interregno conduce a plasmar la conviccin
expresada por el aragons Berenguer de Bardaj en 1412 al situar en Aragn la
preeminencia y libertad como aquellos eran cabeza.117 Se podra decir que la
cuestin planteada en clave barcelonesa encuentra, en Caspe, la solucin aragonesa una vez que se han medido las respectivas fuerzas. Est claro, pues, que
el desarrollo de la dinmica social y econmica impone la correlacin de preeminencias entre los mismos territorios, como evidencia en el mismo siglo XV
la pujanza valenciana.118
El propio afianzamiento entorno a los respectivos grupos sociales ha acentuado la separacin entre los territorios. En 1277 Pedro el Grande debe de ordenar que
com lo senyor rey exir dArag et ir en Cathalunya o en regne de Valncia, que.l
dit escriv de raci o dege dir als cavallers e fils de cavallers dAragon que remanguen en Arag ab si matexs. Atress com exiran de regne d Valncia et iran en Arag o en Cathalunya que ho dege dir a aquels qui seran de regne de Valncia en
aquella matexa manera dels altres de Cathalunya et dAragon.119 En 1358, ante la
imperiosa necesidad de defender Valencia y Aragn de la agresin castellana, el
monarca encuentra la negativa de los principales nobles catalanes, que le razonan
que el territori ha dsser defensat pels sbdits i no pels estranys, i com a tals cal
considerar els catalans respecte als valencians i als aragonesos, puix que, b que
tenen el mateix prncep, es regeixen per dret distint.120 Las dificultades por hacer
frente a la guerra contra Castilla propiciarn, a partir de 1363, el nacimiento de una
fiscalidad que podemos denominar de estado por su carcter general y, a la postre,
permanente, pero en manos no del soberano sino de los estamentos,121 lo que redunda en la singularizacin de los respectivos estados, a partir de ahora separados por

116. Prspero de BOFARULL, Coleccin de Documentos Inditos del Archivo General de la


Corona de Aragn, Establecimiento litogrfico y tipogrfico de D. Jos Eusebio Monfort, Barcelona,
1847, vol. I, p. 297.
117. Antonio UBIETO, El Compromiso de Caspe, Anubar, Zaragoza, 1980, p. 9.
118. Enrique CRUSELLES, Los mercaderes de Valencia en la edad Media, Editorial Milenio,
Lleida, 2001, p. 357-366.
119. Prspero de BOFARULL, Procesos de las antiguas cortes y parlamentos de Catalua, Aragn y Valencia, Establecimiento litogrfico y tipogrfico de D. Jose Eusebio Monfort, Barcelona,
1850, vol. VI, p. 23.
120. Jos-Lus MARTN, Les corts catalanes del 1358, EStudis dHistria Medieval, IV (Barcelona, 1971), p. 83.
121. Manuel SNCHEZ, El naixement de la fiscalitat dEstat a Catalunya (segles XII-XIV),
Eumo Editorial/Universitat de Girona, Vic, 1995, p. 119-134.

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FLOCEL SABAT

aduanas.122 Cada uno de los territorios se presenta como portador de la soberana,


arropando as con un discurso identitario la actuacin de las oligarquas regionales
que detentan las instituciones, especialmente las diputaciones a modo de delegacin permanente de las respectivas cortes.123 Coherentemente, en las cortes aragonesas de 1460 se habla de la inviolabilidad del territorio, de la creacin de un ejrcito aragons y de la cesin de mbitos concretos de soberana a la Diputacin y al
Justicia.124 Es comprensible, por tanto, que en el siglo XV haya que preguntarse por
la prelacin entre los territorios, especialmente cuando concurren en cortes generales. Pedro Belluga, al comparar Valencia y Catalua, recoge argumentos favorables a sta: provincia Cathaloniae debeat praeferri, tanquam maior populosa, et
maior provincia et magis antiqua tempore Christianorum, invocando adems privilegios reales en el mismo sentido, si bien los otros territorios pueden contraponer su condicin de reino: provincia Valenciana est regnum principis auctorita
coronatum merito praeextollendum provinciae.125
Justo cuando en el siglo XV se discute entorno al conciliarismo126 y al encaje
de las frmulas participativas,127 al tiempo que se avanza hacia el siglo XVI que
plantear la disquisicin entre la monarqua mixta o la absolutista,128 la Corona de
Aragn mostrar, hasta la confrontacin, la dualidad de los modelos de estado.
Ciertamente, cuando el Magnnimo asegura su financiacin al margen de las peticiones a los estamentos, recurriendo incluso a actividades bancarias y comerciales propias,129 y cuando Juan II, al inicio de la guerra civil catalana, requiere el

122. Jos ngel SESMA, La fijacin de fronteras econmicas entre los estados de la Corona de
Aragn, Aragn en la Edad Media, V (Zaragoza, 1983), p. 141-165; El sentimiento nacionalista en
la Corona de Aragn y el nacimiento de la Espaa moderna, Realidad e imgenes dl poder. Espaa
a fines de la Edad Media, Adelina Rucquoi, coord., mbito, Valladolid, 1988, p. 215-230.
123. Jos ngel SESMA, Estado y nacionalismo en labaja edad media. La formacin del sentimiento nacionalista aragons, Aragn en la Edad Media, VI (Zaragoza, 1987), p. 245-273.
124. Jos A. ARMILLAS; Enrique SOLANO, proyeccin del poder real sobre Aragn en la construccin del absolutismo (1495-1645), La Corona de Aragn y el mediterrneo. Siglos XV-XVI, Esteban Sarasa; Eliseo Serrano, coords., Institucin Fernando el Catlico, Zaragoza, 1997, p. 333-334.
125. Petrus BELLUGAE, Speculum Principum ac Iustitiae, Galliot du Pr, Paris, 1530, fol. X v.
126. Jean GERSON, Tratado sobre la potestad eclesistica y el origen de las leyes, Conciliarismo y constitucionalismo, Marcial Pons Ediciones Jurdicas y Sociales, Madrid, 2005, p. 43-104.
127. Mara ASENJO, El pueblo urbano: el comn, Medievalismo, 13-14 (Madrid, 2004), p.
181-192.
128. Marie GAILLE-NIKODIMOV, dir., Le Gouvernement mixte. De lidal politique au monstre
constitutionnel en Europe (XIIIe-XVIIe sicle), Publications de lUniversit de Saint tienne, Saint
tienne, 2005.
129. David IGUAL, Entre Valencia y Npoles. Banca y hombres de negocios desde el reinado de
Alfonso el Magnnimo, En la Espaa Medieval, 24 (Madrid, 2001), p. 103-137.

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LA ORGANIZACIN CENTRAL DE LA CORONA DE ARAGN CISMARINA

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apoyo de Po II para que avale su autoridad emanada directamente de Dios,130 estn


mostrando un discurso del poder que se contrapone al que invoca la representatividad de la terra, de cada uno de los tres territorios, por parte de unos estamentos cuyos delegados permanentes desarrollan una argumentacin en gran parte municipalista, si bien con la paradoja social de situarse en manos de unas
reducida oligarqua. El nuevo escenario de los siglos modernos tendr que gestionar este legado medieval.

130. Josep Maria POU i MART, Relacions del Papa Pius II amb Joan II dArag i els catalans,
Homenatge a Antoni Rubi i Lluch. Miscellnia dEstudis literaris, histrics i lingstics, Imprenta
Atenas A. G., Barcelona, vol. II, p. 359-382.

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NEL REGNO DI SICILIA: CIRCOLAZIONE
DI MODELLI ISTITUZIONALI NELLA
CORONA DARAGONA
BEATRICE PASCIUTA
Universit di Palermo

Uno dei tratti caratterizzanti dei sistemi monarchici, fin dal loro radicarsi sulla
scena istituzionale europea, la presenza di spazi assembleari nei quali si assumono decisioni comuni frutto della contrattazione fra la Corona e le componenti
politiche preminenti.
A partire dal XIII secolo il processo decisionale, e il conseguente iter normativo proprio delle monarchie medievali, si focalizza progressivamente su un assetto bipolare: accanto alle leggi emanate dallunilaterale volont del sovrano, si
pongono infatti le decisioni assunte in seno ad assemblee dette comunemente parlamentari. Precocemente ed in ossequio ad una tradizione di stampo germanico,
quelle decisioni sono frutto di una contrattazione e costituiscono la manifestazione pi evidente delle dinamiche policentriche che caratterizzano questi complessi politico-istituzionali.1

1. Per un bilancio degli studi sulle assemblee parlamentari in Europa cfr. per tutti J. Rogister, Some
new directions in the Historiography of States assemblies and Parliaments in Early and Late Modern
Europe, in Parliaments, Estates, Representation, 16 (1996), pp. 1-16; T. Bisson, The problem of
medieval parlamentarism: a review of works published by ICHRPI (1936-2000), in Parliaments, Estates, Representation, 21 (2001), pp. 1-14; M.S. Corciulo, Alle origini del dibattito metodologico sulla
storia delle istituzioni parlamentari: il contributo della International Commission for the History of
representative and Parliamentary Institutions (ICHRPI), in Rappresentanze e territori. Parlamento
friulano e istituzioni rappresentative territoriali nellEuropa moderna, a cura d L. Casella, Udine
2003, pp. 37-46; utili anche i contributi raccolti da G. DAgostino, Le istituzioni parlamentari nellAncien Rgime, Napoli 1979 e i pi recenti De curia semel in anno facienda Lesperienza parlamentare siciliana nel contesto eropeo. Atti del convegno internazionale di studi (Palermo 4-6 febbraio 1999),

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Le norme parlamentari, dunque, possono essere lette come la materializzazione della dialettica regno-re, e assumono, allinterno dellordinamento, il valore di
disposizioni generali e valide proprio in quanto frutto di unaltra endiadi, richiesta-risposta.
Certamente questo dualismo non che la semplificazione di un quadro pi
complesso: sotto la denominazione di regno va infatti quantomeno ricompresa
laggregazione delle tre maggiori componenti in cui si strutturava la societ e la
sua organizzazione giuridica - clero, aristocrazia e demanio; e ancora, per re deve
intendersi lunione di sovrano e Corona, ossia del consilium principis: nello spazio parlamentare, istituzionalmente ideato come luogo della contrattazione e della
mediazione, si materializza cos quel policentrismo, politico e normativo, che
uno dei segni distintivi delle monarchie del medioevo maturo.
Tra la fine del XII e la met del XIII secolo, il meccanismo parlamentare
comincia ad affermarsi in maniera pi o meno omogenea in tutte le monarchie
europee, dalla Francia allInghilterra, dalla Corona dAragona alla Sicilia; tuttavia le specificit che caratterizzano i singoli contesti sono tali da rendere difficile, se non addirittura inutile, tentare di costruire uno schema generale e valido per
tutte le realt ora menzionate.
Lunico tratto comune che mi pare si possa cogliere, almeno nella fase dellimpianto, dato dallesigenza di trasformare lo spazio che tradizionalmente era destinato alla cogestione delle cose comuni e alla determinazione di disposizioni
condivise, in uno spazio pubblico, istituzionalizzato. In questo processo di cristallizzazione dellambito assembleare e di trasformazione dellaggregazione fra
uomini liberi in luogo formalizzato degli status giuridici e delle loro specifiche
prerogative, le compagini in formazione guardano agli assetti gi strutturati e ne
assumono il modello e lorganizzazione formale.
Questo almeno quanto accade nel rapporto fra Corona dAragona e regno di
Sicilia, manifestamente segnato da un costante processo di circolazione di mode-

a cura di A. Romano, Milano 2002 e Rappresentanze e territori, cit. Per i parlamenti di area italiana
rimane poi indispensabile il rinvio alla sintesi di A. Marongiu, Il Parlamento in Italia nel medioevo e
nellet moderna, Milano 1962 e pi recentemente H. Koenigsberger, Parlamenti e istituzioni rappresentative negli antichi stati italiani, in Storia dItalia. Annali I, Dal feudalesimo al capitalismo, Torino 1978, pp. 577-613. Il panorama storiografico costellato inoltre di studi dedicati a specifiche situazioni territoriali; per i parlamenti sardi si rinvia al quadro storiografico tracciato da A. Multinu, La
storiografia riguardante i Parlamenti nella Sardegna catalano-aragonese, in Medioevo. Saggi e Rassegne, 13, (1988), pp. 101-116; per i parlamenti friulani insuperato rimane il contributo di P. S.
Leicht, Parlamento friulano, v.I (1228-1420), I-II, Bologna 1917-1925; per i parlamenti del regno di
Sicilia mi sia consentito rinviare a B. Pasciuta, Placet regie maiestati. Itinerari della normazione nel
tardo medioevo siciliano, Torino, 2005.

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lli istituzionali forti e di esportazione e assimilazione di assetti ordinamentali


complessi e in parte gi sperimentati.
E noto che a partire dallultimo ventennio del XIII secolo i tre nuclei che costituivano il complesso della Corona dAragona - il regno di Aragona, quello di
Valencia e la Catalogna - si dotavano, con lapprovazione del sovrano, di spazi
assembleari denominati Cortes. Pur con le specificit che ne avrebbero segnato lo
sviluppo nei singoli contesti, le Cortes erano accomunate da alcune caratteristiche
formali oltre che da un unico terreno sostanziale: unassemblea che il re avrebbe
convocato con cadenza annuale, e alla quale avrebbero partecipato esponenti del
clero, della nobilt e delle citt con lo scopo di trattare problemi comuni e prendere insieme i necessari provvedimenti.2
Nel 1296, Federico III, primo sovrano del regno indipendente di Sicilia e fratello di Giacomo I dAragona, impiantava nella nascente monarchia isolana il
modello iberico delle Cortes.
La Generalis Curia prevista dal nuovo re era sostanzialmente identica ai parlamenti iberici: si prescriveva infatti che in seno ad unassemblea da tenersi con cadenza annuale - il giorno di Ognissanti - e alla quale avrebbero partecipato, oltre al re e
al suo consilium, i membri dellaristocrazia e i rappresentanti delle citt demaniali comites, barones et universitatum quarumlibet syndic<i> - si sarebbero dovuti adottare i provvedimenti necessari a garantire il buono stato della corona e di tutti i Siciliani: Ad providendum nobiscum, procurandum et exaltandum nostre maiestatis
ipsius insulae et omnium specialiter Siculorum statum salutiferum et felicem.3
In sede parlamentare, dunque, secondo la previsione normativa, si sarebbero
prodotte norme frutto del connubio inscindibile fra richiesta e suo accoglimento;
in altri termini la partecipazione necessaria delle parti e la formalizzazione della
contrattazione in senso istituzionale erano i requisiti necessari a fare delle decisioni parlamentari una legislazione vera e propria, dotata delle caratteristiche della
validit, dellefficacia e della generalit.

2. Per un bilancio della sterminata e complessa storiografia iberica sul tema delle Cortes si rinvia
per tutti a L. Gonzlez Antn, Las Cortes de Aragn, Zaragoza 1978 e da E. Sarasa Snchez, La cortes de Aragn. Actualidad permanente, reinterpretacin y aprovechamiento historiogrfico in Historia de las Cortes de Castilla y Len, Valladolid 1988, pp. 491-542; T. Montagut i Estragus, Pactisme
o absolutisme a Catalunya: les grans instituciones de govern (s. XV-XVII), in Anuario de Historia
Medieval 19 (1989), pp. 669-679 ed i saggi raccolti nei volumi El pactismo en la Historia de Espaa Madrid, Instituto de Espaa 1980, Les Corts a Catalunya. Actes del Congrs dHistria Institucional, Barcelona, 1991 e Las Cortes de Castilla y Len en la Edad Media, Valladolid, 1988.
3. Federico III, cap. III in F. Testa (a cura di), Capitula regni Sicilie, Panormi 1741, vol. 1 (dora
in avanti Capitula), p. 48.

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Lelemento della contrattazione pubblica, peraltro, poggiava sul principio di


equit, e ci comportava che a questo ambito di normazione si sarebbe vincolato
lo stesso sovrano, existimantes equissimum principem legibus teneri suis nec pati
sibi licere quod aliis interdixit.4
Le circostanze politiche nelle quali maturava lintroduzione dellistituto parlamentare nella neonata monarchia indipendente palesavano una ulteriore analogia
fra il modello iberico e quello siciliano; cos come era accaduto nei regni dalla
Corona dAragona, infatti, anche in Sicilia il parlamento veniva istituito per
accrescere il consenso intorno al sovrano: lattivazione di uno spazio deputato alla
mediazione e le modalit con cui il re formalmente si vincolava nei confronti delle
decisioni che in quello spazio sarebbero state assunte rappresentavano infatti la
risposta pi eclatante alla necessit di consolidare il nuovo potere e di compattare la compagine istituzionale su una diversa, seppur gi sperimentata, identit giuridica e politica.5
Occorre tenere presente che il regno siciliano - al pari degli altri europei - si
fondava sulla coesistenza di pi ordinamenti, ciascuno dotato di caratteristiche
specifiche e di assetti stratificati nel tempo o - per usare una terminologia dellepoca - di un ius proprium. La mancanza di un centro di produzione del diritto
dotato dei requisiti di unicit ed esclusivit - indispensabili per realizzare un ordinamento tendenzialmente univoco - configurava il rapporto fra sistema politico e
sistema giuridico come totalmente sinallagmatico, materializzando, almeno per i
secoli del medioevo maturo, la sinonimia e la coincidenza fra policentrismo politico e policentrismo giuridico.6 E proprio la pluralit dei modi di produzione del
diritto e dei centri di gestione del potere politico, facevano si che il sistema delle
fonti delle fonti di ius proprium non fosse pensabile in una scala gerarchica univoca e comunque necessaria.

4. Ibidem.
5. La necessit del reperimento di risorse finanziarie per la campagna siciliana, nellultimo ventennio del XIII secolo, era stato indubbiamente uno dei fattori fondamentali per listituzione delle cortes del regno dAragona, di quello di Valencia e della Catalogna; sul punto cfr. per tutti J.L. Martin,
Pactismo politico y consolidacion seorial en Catalua tras la conquista de Sicilia in Economa y
sociedad en los Reynos hispnicos de la baja edad media, I, Barcelona 1983, pp. 239-254; E.S. Procter, The Development of the Catalan Corts in the Thirteenth Century, in Homenatge a Antonio Rubi
i Lluch, Barcelona 1936, III, pp. 525-546; E. Sarasa Sanchez, Las Cortes de Aragn en la Edad Media,
Zaragoza 1979; L. Gonzlez Antn, Las investigacins sobre las primeras Cortes medievales: las Cortes aragonesas anteriores a 1325. Aproximacin metodolgica, problemas y possibilidades, in Estudios de Edad Media de la Corona de Aragn, X (1975), pp. 513-530.
6. B. Pasciuta, Gerarchie e policentrismo nel Regno di Sicilia. Lesempio del Tribunale civile di
Palermo (sec. XIV), in Quaderni Storici, XCVII (1998), pp. 143-170.

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Alla raffigurazione della piramide, che vede al vertice il diritto del re, andrebbe piuttosto preferita quella di una rete di diritti, dove la preminenza giuridica,
ossia la prevalenza di una fonte normativa sulle altre, determinata, di volta in
volta, dalle contingenze politiche ed assicurata proprio dallassenza di una graduazione immobile e precostituita delle fonti del diritto: lassemblea generale
dunque diventa lo strumento cardine per realizzare il raccordo istituzionale fra
esigenze della politica e specificit giuridiche.
Questa chiave di lettura pu essere utile per analizzare il primo gruppo di norme date da Federico III allatto della sua incoronazione, nel 1296.7
Nella costituzione Cum devotos, il sovrano accettava, confermava e conferiva
nuova forza ed efficacia a tutto il bagaglio ordinamentale del quale il suo nuovo
regno era gi dotato, in un passato che solennemente si faceva iniziare con il
sacratissimus imperator Federico II: omnes gratias, concessiones, donationes,
provisiones, privilegia, libertates, immunitates, consuetudines, constitutiones,
ordinationes et leges quas et que sacratissimus imperator Federicus secundus, ab
eodem genitus dignissimus rex Manfredus, gloriosissimus rex Aragonum et Sicilie Petrus reverendissimus pater noster, ac etiam Iacobus nunc illustris Aragonum
olim rex Sicilie frater noster, nec non Aragonum et Sicilie regina sanctissima
mater nostra et nostra precipue celsitudo dederunt, fecerunt, constituerunt, promiserunt, vel etiam confirmaverunt, acceptamus, confirmamus laudamus et
approbamus et ex certa sciencia robur illis et efficaciam impartimur.8
Questo elenco, cos meticoloso, il segnale pi evidente dellimportanza della
disposizione ed una chiave preziosa per leggere con estrema precisione la complessit dellordinamento.
Il sistema era fondato su due ambiti normativi principali: la legislazione di iniziativa regia e le legislazioni cittadine. La prima, proveniente dalla unilaterale
volont del re, si articolava in norme generali, destinate al regno nel suo complesso - constitutiones, ordinationes e leges -, e provvedimenti speciali emanati
dal sovrano in favore di singoli soggetti o di determinate categorie - grazie, concessioni, donazioni, provisiones, privilegi. La legislazione cittadina era individuata nelle tre categorie delle libertates, delle immunitates e delle consuetudini.

7. Testa, Capitula, I, pp. 45-65. Su questa normazione cfr. Pasciuta, Placet, pp. 111-124; cfr, inoltre E. Mazzarese Fardella, Aspetti della legislazione di Federico III dAragona re di Sicilia, in Federico III dAragona re di Sicilia (1296-1337). Convegno di studi (Palermo, 27-30 novembre 1996) a
cura di M. Ganci, V.DAlessandro, R. Scaglione Guccione (Archivio Storico Siciliano, IV, XXIII,
1997), pp. 47-58.
8. Federico III, cap. II (Testa, Capitula, I, pp. 47-48).

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Sullintero complesso normativo il re aveva ovviamente ampia possibilit di


intervento, ma le sue azioni avrebbero dovuto tener conto della specifica natura
degli ordinamenti. La ricchezza del vocabolario giuridico utilizzato in questa norma indica senza alcuna possibilit di incertezza che nellambito delle norme di
diretta iniziativa regia - sia provvedimenti generali che speciali - la competenza del
re era dare, fare, constituire, promettere; al contrario, nellambito delle norme prodotte dalle citt, la sua azione sarebbe stata limitata esclusivamente al confirmare.
A questa esplicita premessa di carattere ordinamentale seguiva la costituzione
Cordi nobis, con la quale si istituiva la generalis curia del regno.9 Lo spazio parlamentare era destinato a diventare la sede di produzione di una nuova tipologia
normativa che andava ad aggiungersi a quelle gi esistenti ed esplicitamente mantenute. In analogia al modello iberico, i Capitula - questa la denominazione che
in Sicilia avrebbero assunto le norme prodotte in sede parlamentare - avrebbero
rappresentato uno dei tasselli, certamente il pi visibile e il pi condivisibile, di
un mosaico normativo complesso, del quale il nuovo sovrano aveva piena consapevolezza e del quale il regno chiedeva il riconoscimento.
Lintervento di Federico III sullassetto giuridico del regno si completava con
un altro provvedimento, sempre del 1296, con il quale il sovrano giurava sub
religione sacramenti di osservare e di far osservare dai propri ufficiali omnes
constitutiones, edicta, statuta, privilegia, confirmationes et predicta omnia et singula quae continentur in eis.10 Come nel caso della Cum devotos, anche qui la
precisione dellelenco di tipologie normative era il segno che non si trattava, da
parte del sovrano, della dichiarazione di una semplice sottomissione formale al
diritto del regno. quanto piuttosto della adesione ad uno dei fondamenti teorici
sui quali si sarebbe basata la dialettica politica del nuovo regno: le diverse sfere
del giuridico - compresa quella centrale - che costituivano il bagaglio normativo
del regno dovevano coesistere e assicurarsi a vicenda il rispetto delle regole. Il
Parlamento, allora, veniva pensato come strumento concreto per una azione normativa e politica improntata al pluralismo e il sovrano assumeva su di s il ruolo di garante del confronto tra le varie componenti e dei risultati di quella contrattazione, attraverso lesercizio delle proprie prerogative giuridiche e della
propria autorevolezza politica.
Passando dal piano formale a quello sostanziale, tuttavia, le analogie fra la
situazione dei regni iberici e quella siciliana scompaiono quasi del tutto.

9. Federico III, cap. III (Testa, Capitula, I, pp. 48-49).


10. Federico III, cap. XXXV (Testa, Capitula, I, pp. 64-65).

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Infatti, se i parlamenti iberici furono operativi sin dalla loro istituzione, la


Generalis curia del regno di Sicilia era destinata ad attendere un secolo e mezzo
prima di inziare a funzionare regolarmente. Una lunga gestazione, determinata
principalmente dalle travagliate vicende politiche del lungo Trecento siciliano, e
che pu essere sintetizzata intorno a tre tappe fondamentali: il momento dellimportazione del modello istituzionale - e quindi il suo impianto formale - nel 1296
con la costituzione Cordi nobis; il momento della sperimentazione, con il Parlamento di Siracusa nel 1398; e infine, la messa a regime con funzionamento ordinario, a partire dal primo Parlamento alfonsino nel 1446.
Della prima tappa abbiamo gi detto. Spostiamoci dunque alla fine del XIV
secolo, quando il ritorno di un monarca forte sul trono di Sicilia, Martino I (13921408), segnava linizio della sperimentazione dellimpianto istituzionale del 1296.
Il sovrano convocava a Siracusa un parlamento che ricalcava nella struttura e
nelle modalit operative, quello fissato un secolo prima da Federico III e che, sin
dal suo primo apparire sulla scena istituzionale, si muoveva sulla consolidata
esperienza dei parlamenti iberici, ricalcandone, fra laltro, anche liter formale.11
Il parlamento del 1398 si apriva con una sorta di ordine del giorno proposto
dal re - quattro punti - sui quali il regno avrebbe potuto formulare le proprie
richieste; le richieste sarebbero state esaminate singolarmente dal sovrano e dal
suo Consilium, per verificarne la possibilit di accoglimento totale o parziale o
leventuale rifiuto.12
La necessit di ricompattare il regno intorno alla rinnovata forza di una Corona accettata con fatica e dopo un lungo periodo di guerre civili e di vacanza del
trono, spingeva il re a utilizzare una delle strade pi sperimentate per la creazione del consenso, quella appunto della rinegoziazione di alcuni nodi fondamentali
della vita pubblica.13 I punti fissati da Martino riguardavano infatti il demanio quemadmodum, qualiter, et quomodo sit Regia domus ordinanda -, i castelli de ordinatione et provisione castrorum - , il regime delle genti darme - de
ordinatione gentis armorum -, le competenze degli uffici e il salario degli ufficiali - de ordinatione officiorum et salario officialium.14

11. Su questo cfr. B. Pasciuta, Il primo Parlamento: Siracusa 1398, in Miscellanea DAlessandro***, pp. 193-206.
12. Testa, Capitula, I, p. 129.
13. P. Corrao, Governare un regno Potere societ e istituzioni in Sicilia fra Trecento e Quattrocento, Napoli, 1991, p. 67 ss.
14. Testa, Capitula, I, p. 129.

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Non pu sfuggire, tuttavia, che la definizione preliminare dei temi sui quali il
re si dichiarava disposto ad ascoltare il regno e ad accoglierne eventualmente le
richieste, pur aprendo un nuovo spazio di dialogo, contemporaneamente poneva
un limite evidente alla contrattazione stessa: il sovrano dichiarava che una discussione era possibile, ma soltanto sugli ambiti esplicitamente indicati in premessa.
Il regno avanzava dunque le proprie richieste, frutto di un preventivo accordo
fra le varie componenti di cui materialmente era costituito; quelle accolte dal re,
con lapposizione del placet, diventavano norme dotate di efficacia e validit,
denominate Capitula: nasceva cos, in questa sede, la normazione parlamentare
siciliana.15
Il risultato, almeno secondo quanto ci pervenuto in via indiretta - cio attraverso leditio princeps dei Capitula regni Sicilie del 1497 - una legislazione corposa della quale occorre brevemente dire qualcosa.16
Innanzitutto per la prima volta, in riferimento a norme generali e valide per
tutto il regno, veniva introdotta la nuova denominazione di Capitula, che indicava
appunto la tipologia delle norme composte da richiesta e placet e che avrebbe poi
genericamente definito la normativa del Regno di Sicilia. Questa di Siracusa era
dunque la prima esemplificazione di una legislazione concordata nellambito di
unassemblea e formalizzata in norme generali proposte al re e da questi promulgate in toto o in parte.
Il regno era finalmente pacificato dopo il lungo interregno cosidetto dei Quattro Vicari e la dura lotta per il ripristino dellautorit regia.17 Le nuove lites che
15. Per unanalisi formale delle tipologie normative del regno di Sicilia fra XIV e XV secolo cfr. Pasciuta, Placet, cit., pp. 29-71; utili per uno sguardo cronologicamente pi ampio, lormai risalente saggio
di C. Giardina, Le fonti della legislazione siciliana nel periodo dellautonomia, in Archivio Storico Siciliano, n. s. I (1936); ed. in Id., Studi di storia del diritto, Palermo 1951, pp. 341-373 e le recenti note di
D. Novarese, Introduzione a Parlamenti generali ordinari e straordinari celebrati nel Regno di Sicilia dal
1494 fino al 1658. Raccolti da don Andrea Marchese con laggiunta in questa nuova impressione di quelli del 1661 fino al 1714 del dottor don Pietro Battaglia e con le memorie istoriche dellantico e
moderno uso del Parlamento appresso varie nazioni ed in particolare nella sua origine in Sicilia. Notizia di vari Parlamenti di esso Regno prima del 1494 e del modo di celebrarsi, di d. Antonino Mongitore
sacerdote palermitano. Ristampati nel governo delleccellentissimo signore d. Annibale Conte Maffei
[] Vicer Luogotenente e Capitan Generale in questo regno di Sicilia, dordine della Ill. Deputazione
del Regno, Palermo 1717 (rist. an. a cura di A. Romano), Soveria Manneli (CZ) 2001.
16. Il testo del parlamento di Siracusa, infatti non pervenuto in originale e quello che attualmente
si conosce deriva dalleditio princeps dei Capitula regni Sicilie curata nel 1497 dal giurista messinese
Giovanni Pietro Appulo. Sulle vicende di questo testo cfr. Pasciuta, Placet, p. 196, n.12 e Ead., Il primo parlamento cit., p.**.
17. Sulle complesse vicende del lungo Trecento siciliano cfr. per tutti V. DAlessandro, Politica e
societ nella Sicilia aragonese, Palermo 1963; Corrao, Governare un regno, cit.

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avevano appoggiato il sovrano e che adesso occupavano la ribalta della scena politica siciliana esigevano una ridefinizone collegiale - e anche formalmente visibile - di un sistema politico nuovo e questa ridefinizione non poteva che avvenire in
uno spazio istituzionale nuovo e pubblico nel quale giocare la grande partita della
mediazione politica con le regole inequivocabili - almeno formalmente - dello
strumento giuridico.
Questa collegialit e sopratutto lesigenza che il processo decisionale fosse
percepibile dalla collettivit spiegano la plateale decisione di Martino il quale, in
risposta alla prima richiesta avanzata circa il recupero dei beni del demanio alienati, nominava un consiglio composto in maniera paritaria da membri della sua
corte e da soggetti designati dal regno con il compito di affiancarlo nella individuazione esatta dei confini del demanio regio.18
Il consiglio - che rappresenta tuttavia unesperienza unica nella lunga storia
parlamentare del regno - era evidentemente un momento di ulteriore mediazione
fra assemblea-richiedente e re-concedente, necessario nella fase di prima sperimentazione del meccanismo della contrattazione parlamentare e in esso, a vario
titolo, si concentravano le diverse componenti che animavano la dialettica politica del parlamento.19
Il carattere di generalit delle richieste avanzate dal regno configurava il corpus delle norme del primo parlamento siciliano come una sorta di canovaccio istituzionale, volto a fissare parametri generali, validi per tutto il regno e che saranno reiterati anche nei successivi parlamenti.
Si trattava di regole alle quali anche il sovrano era vincolato: egli ne era il
garante, in quanto aveva approvato le richieste, ed era ad esse sottoposto in nome
del gi citato principio di equit. Su sollecitazione dellassemblea, il re si obbligava a non derogare, in nessun caso, a privilegia, consuetudines, usus, libertates
et immunitates totius regni et singulorum locorum e a considerare nullo qualsiasi provvedimento che avesse ignorato o anche solo diminuito le prerogative giuridiche di ciascuna delle componenti dellordinamento stesso.20

18. Martino, cap. I (Testa, Capitula, I, p. 129).


19. Pere Serra, Bernat Cabrera, Raimondo Xatmar, Corrado Castelli, il Maestro Razionale Nicola Crisafi, il Protonotaro del Regno Giacomo Arezzo erano i consiglieri scelti dal sovrano; i legum doctores Salimbene Marchisio e Giacomo Denti, giudici in carica della Regia Gran Corte, i milites Novello Pedilepori di Siracusa e Rinaldo Landolina di Noto, e ancora il palermitano Luca Cosmerio e il
notaio agrigentino Vitale Falesio erano i membri designati dal regno. Su questo cfr. Pasciuta, Placet,
cit., pp. 199-200.
20. Et si qua sint hactenus derogata, reformentur et gravamina imposita deleantur. Martino, cap.
XX (Testa, Capitula, I p. 147).

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Il rispetto degli assetti normativi - generali e particolari - era il pilastro sul quale si costruiva lintera impalcatura istituzionale del regno; e limportanza del punto confermata dal fatto che in un altro capitolo dello stesso parlamento, anche
questo approvato da Martino, si specificava che tutte le eventuali clausole contra
formam iuris inserite nei privilegi dovessero comunque intendersi iuribus alterius semper salvis e che quindi fossero nulle nei giudizi; i privilegi inoltre dovevano essere conformi alla debita et antiqua forma, cos come secundum iuridicam et dictam debitam et antiquam formam avrebbero dovuto procedere i
giudici nellemanazione delle sentenze.21 In chiusura, infine, si chiedeva al sovrano di formalizzare solennemente tutti gli impegni assunti in quella sede attraverso il giuramento solenne e lapprovazione dei capitoli da parte del Consiglio: Sua
dignetur benigna maiestas omnia et supradicta mature et prudenter ordinare et
ordinata executioni debite mandare. Il regno andava oltre nella richiesta e inseriva nel capitolo la possibilit di ricorrere al diritto di resistenza in caso di violazione delle norme parlamentari: ita quod ordinatio et executio sit iusta et generalis nec deinceps revocetur aut impediatur per aliquem cuiuscumque conditionis;
quod si aliter fiat, liceat universitatibus resistere, ut regius honor conservetur et
sua ordinatio non sit elusoria.22 Il sovrano respingeva questa estrema possibilit
cum non est rationabile ma approvava la richiesta e la confermava con il giuramento solenne - et haec omnia regali iuramento eiusque consilii approbatione
confirmentur.23
Il Parlamento di Siracusa rappresenta dunque una sorta di prototipo, di prima
sperimentazione del nuovo modello istituzionale; la normazione di garanzia, frutto dellincontro fra la volont del sovrano e quelle espresse dagli altri centri di
potere del regno si occupa pertanto esclusivamente della definizione di parametri
istituzionali generali. Una definizione che, come si vedr nel tempo, necessitava
continuamente di essere ribadita in sede parlamentare, secondo un modus operandi di reiterazione di richieste di analogo tenore che lascia sospettare il carattere simbolico e teatrale dello spazio istituzionale del Parlamento siciliano a fronte di unattivit politica e normativa, che invece si svolgeva su altri terreni.24 E una
normazione certamente contrattata, come dimostrato anche dai rifiuti opposti dal
sovrano ad alcune richieste, uno scambio che si sostanzia nella concessione di
solide prerogative giuridiche in cambio del raggiungimento della pacificazione,
21. Martino, cap. XXIX (Testa, Capitula, I p. 150).
22. Martino, cap. XXXI (Testa, Capitula, I p. 150).
23. Ibidem.
24. B. Pasciuta, Conflitto tra i diritti e dialettica tra i sistemi giuridici: lo spazio parlamentare in
Sicilia fra XIII e XV secolo, in Ragion Pratica, 29 (dic.2007), pp. 369-381.

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del consolidamento del consenso intorno al nuovo regime monarchico e della


ricomposizione di equilibri interni ancora instabili.
La prematura morte di Martino nel 1408, la difficile successione al trono in
assenza di eredi diretti e il cambiamento ulteriore dellassetto monarchico della
Corona dAragona privavano il regno di Sicilia della stabilit politica che era la
condizione necessaria per attivare lo spazio istituzionale destinato alla manifestazione pubblica delle dialettiche politiche; in questa ottica si comprende bene come
anche il Parlamento di Siracusa in realt rappresenti soltanto un primo esperimento destinato a non avere seguito immediato.25
Per ritrovare listituto parlamentare, e finalmente funzionante a regime, occorrer arrivare al 1446 quando il Vicer Lop Ximen dUrrea convocava, nella Cattedrale di Palermo, luniversali Parlamentu del regno di Sicilia.26
Siamo nella seconda met del lungo regno di Alfonso V il Magnanimo (14181457), in un periodo caratterizzato da una relativa stabilit politica, frutto della
riuscita azione espansionistica di Alfonso culminata con lAmprisia, la campagna
di riconquista del regno di Napoli.27
Le conseguenze del radicamento nel Mediterraneo e la centralit assunta dalla
Sicilia per la riuscita dellAmprisia, imponevano al sovrano di percorrere nuove
strade di consolidamento del consenso. La Sicilia aveva avuto un ruolo essenziale
per i successi della politica estera di Alfonso; aveva costituito la base logistica per
la strategia della conquista, aveva fornito uomini e risorse finanziarie.29 A questo
25. Sulla crisi degli utlimi anni di regno di Martino e sulle vicende che seguirono alla sua morte
cfr. Corrao, Governare un regno, cit., p. 114 ss.
26. Testa, Capitula, I, p. 334.
27. Sulla politica mediterranea di Alfonso cfr. E. Pontieri, Alfonso V dAragona nel quadro della
politica italiana del suo tempo, in Estudios sobre Alfonso el Magnanimo, Barcelona 1960, pp. 245-307,
A. Ryder, Alfonso The Magnanimous King of Aragon, Naples and Sicily (1396-1458), Oxoford 1990 e
i contributi raccolti in La Corona dAragona e il Mediterraneo: aspetti e problemi comuni da Alfonso
il Magnanimo a Ferdinando il Cattolico (1416-1516), Atti del IX Congresso Internazionale di Storia
della Corona dAragona, 3 voll., Napoli 1978.
28. Sulla politica di Alfonso il Magnanimo nel Mediterraneo e sulla conquista di Napoli cfr. E.
Pontieri, Alfonso il Magnanimo re di Napoli. 1435-1458, Napoli, ESI, 1975 e A. Ryder, Alfonso the
Magnanimous. King of Aragon, Naples and Sicily (1396-1458), Oxford, Clarendon Press, 1990; per un
quadro dinsieme sul periodo alfonsino si rinvia ai contributi raccolti G. DAgostino G. Buffardi (a
cura di), La Corona dAragona ai tempi di Alfonso il Magnanimo. Atti del XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona, 2 voll., Napoli, Paparo, 2000.
29. Sulla Sicilia e lamprisia cfr. M. Del Treppo, Lespansione catalano-aragonese, pp. 272-285.
Ryder, Alfonso The Magnanimous, cit., capp. 5-6; P. Corrao, Amministrazione ed equilibri politici nel
Regno di Sicilia (1416-1443), in La Corona dAragona ai tempi di Alfonso il Magnanimo. Atti del XVI
Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona, 2 voll., Napoli 2000, vol. 1, pp. 179-198.

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punto, dunque, consolidato il risultato e fissata come sua residenza stabile Napoli,
Alfonso inaugurava per il regno isolano una politica normativa di stampo nuovo.
Se la parte iniziale del suo regno era stata infatti caratterizzata dalla tradizionale produzione di norme di diretta iniziativa regia, con la tendenza a dotare il sistema di grandi leggi-ordinamento volte a ridisegnare dallalto alcuni tratti salienti dellamministrazione pubblica,30 adesso quel modus operandi veniva affiancato
e progressivamente rimpiazzato dalla normazione parlamentare.
Il Parlamento si poneva ormai con chiarezza come la sede istituzionale deputata alla difesa degli interessi collettivi del regno, diventava il luogo di costruzione delle leggi generali e il principale canale della loro pubblicazione.
La contrattazione politica fra il regno e il re muoveva dalla rivendicazione di
un glorioso passato fatto di leggi e privilegi dei quali si chiedeva esplicitamente e
singolarmente il rispetto;31 la costruzione di una tradizione isolana, di una identit
che si rivendicava come antica e che si fondava proprio sulla specificit delle prerogative giuridiche, era il principale canale di legittimazione di una intelaiatura
istituzionale che invece soltanto in quella circostanza faceva la sua prima comparsa. Il richiamo a norme emanate dai precedenti sovrani era dunque un mezzo
retorico e soprattutto politico per sottolineare come il meccanismo parlamentare
che si stava utilizzando e che da ora in avanti avrebbe costituito un luogo istituzionale stabile, non fosse considerato una innovazione, quanto piuttosto una struttura antica e temporaneamente accantonata per li iminenti necessitati che continue occurriano a la dicta sua maiestati.32
La dinamica richiesta-risposta assumeva per la prima volta palesemente i connotati del patto, dellaccordo tra due volont, dello scambio di cosa contro prezzo.
E infatti, se la norma generale come frutto di un accordo re-regno era stata gi
immaginata dalla normazione di Federico III e realizzata solo parzialmente da Martino I - il quale, a Siracusa, aveva contrattato laccoglimento delle richieste in cambio del rafforzamento dellobbedienza e del consenso dei sudditi - soltanto adesso,
con Alfonso, la normazione veniva concessa in cambio della corresponsione di una
somma di denaro: lintroduzione del sistema delle leggi pactate seu conventionate
nel regno di Sicilia segnava un punto darrivo del lungo percorso di sperimentazio30. Pasciuta, Placet, cit. pp. 150-167.
31. Esemplificativa di questo procedimento la richiesta di un ritorno al regime fiscale stabilito da
Giacomo primo nel 1286 e la specificazione che si per lo passato altri collecti, graviczi, oi exactioni
fussiro stati imposti et pagati, quilli de cetero non si poczano allegari ne usari, sicome mai fussiro stati imposte et pagati (Alfonso, cap. CCCLVIII in Testa, Capitula, I, p. 335).
32. Alfonso, cap. CCCLVII (Testa, Capitula, I, p. 335).

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ne istituzionale e limportazione del modello parlamentare iberico, fondato sulla


legislazione contrattata, poteva adesso dirsi un fenomeno pienamente compiuto.33
Il Parlamento alfonsino del 1446 era anche formalmente ricalcato sul modello
iberico: la divisione in bracci - secondo la denominazione aragonese che appunto veniva recepita anche in Sicilia - demaniale, baronale ed ecclesiastico; la convocazione inviata da parte del Vicer ai rappresentanti delle universitates e terre del
demanio, ai baroni e agli esponenti del clero, con lindicazione della data e del luogo di svolgimento dellassemblea; quindi, in apertura del Parlamento, il discorso
nel quale il Vicer esponeva allassemblea le ragioni che avevano reso necessaria
quella convocazione e chiedeva che il Parlamento votasse la concessione del donativo, necessario alla Corona per sopperire alle difficolt rappresentate.34
Nel caso specifico, la Corona richiedeva un sussidio straordinario per consentire il riscatto dei beni del demanio regio, che in parti per li illustrissimi predecessori soi et ultimamenti per sua maiest in tempo de alcuni necessitati su stati
impegnati, venduti, et alienati;35 il recupero del patrimonio collettivo del regno,
che si sarebbe potuto attuare soltanto con un appoggio finanziario straordinario,
avrebbe consentito di liberare i sudditi da imposizioni derivanti proprio dallalienazione, anche temporanea, di beni della collettivit e quindi dal mancato introito delle entrate ordinarie.
Il regno, dunque, riunito in assemblea valutava la richiesta, determinava una
somma da versare e, contestualmente, avanzava al re, a mezzo di ambasciatori, un
elenco di capitoli che il sovrano avrebbe dovuto esaminare insieme al Consiglio
regio, sui quali singolarmente avrebbe apposto, in calce, il proprio parere.36
La contrattazione come meccanismo che stava alla base della produzione delle
leggi generali del regno era esplicitata dai capitoli finali del Parlamento. Il regno
offriva una oblatio di 125.000 fiorini da corrispondersi in cinque anni; il sovrano,

33. Sul tema del pattismo in area iberica si rinvia, per tutti, a J. Lalinde Abada El pactismo en los
reinos de Aragn y de Valencia in El pactismo en la Historia de Espaa, cit., pp. 114-139; sulle leggi
pazionate nel regno di Sicilia cfr. E. Mazzarese Fardella, Osservazioni sulle leggi pazionate in Sicilia,
in Atti dellAccademia di Scienze Lettere e Arti di Palermo, s. IV, XVI (1955-56), pp. 3-35 (estratto).
34. La narrazione dello svolgimento del primo parlamento alfonsino contenuta in una sorta di
preambolo che precede le richieste inoltrate al sovrano dagli ambasciatori del regno; Alfonso, cap.
CCLVI, Testa, Capitula, I, pp. 334-335).
35. Testa, Capitula, I, p. 334.
36. Et facta et ben intisa la dicta propositioni, et subinde havuti diversi colloquii et tractamenti
in lo dicto Parlamento, tandem li dicti tri Brachii, in nome et per parte di lo dicto regno conclusiro
et determinaro supplicari humilmente a la dicta vostra Maiest concedire a lo dicto regno li gracii
et cosi infrascripti (Testa, Capitula, I, p. 335).

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nellaccogliere lofferta, portava la contribuzione a 150.000 fiorini, proponendo la


dilazione in sei anni.37
Il corpus delle richieste - poco meno di cinquanta - veniva accolto in toto e in
calce a ciascun capitolo Alfonso apponeva il suo placet.38 La normazione cos
formulata vincolava lo stesso sovrano, il quale - in via generale - si impegnava a
garantirne il rispetto da parte sua e dei propri ufficiali: a li presenti capituli, ne
ad alcuno de ipsi, non sintenda essere derogato per acto alcuno in contrario facto etiam scienter, et sive in iudicio sive extra, quomodocumque et qualitercumque:
sed semper intelligatur esse in viridi observantia etiam si pluries vel millies esset
in contrarium iudicatum.39 Inoltre, sempre in via generale, qualsiasi atto contrario ad essi, da qualunque parte provenisse e per qualsiasi causa fosse stato emanato era esplicitamente dichiarato nullo nunc pro tunc.40 Il sovrano tuttavia si riservava - come da prassi - la possibilit di stipulare accordi specifici, in deroga a
quanto approvato, ferma restando la inviolabilit dei capitoli placitati.41
Linsistenza sulla validit e sulla efficacia della normazione data in sede parlamentare, la sovrabbondanza delle clausole di tutela e la minuziosa previsione
circa gli effetti di eventuali deroghe manifestano certamente la preoccupazione del
regno di non veder mantenuti gli impegni presi solennemente dal sovrano ma costituiscono altres il necessario corredo giuridico di un atto privato: sotto il profilo
formale, infatti, lintero complesso normativo si pone come un atto che partecipa
sia della forma pubblica del privilegio che della forma privata del contratto, e in
questa prospettiva, esso dotato di tutte le caratteristiche formali di entrambe le
tipologie documentarie. I singoli capitoli sono infatti sottoposti alla contrattazione e quindi necessitano del consenso esplicito delle parti che si vincolano reciprocamente al rispetto del contenuto;42 e tuttavia lintero corpus vigente come
legge generale del regno in quanto racchiuso nella cornice di un privilegio e come
tale emanato dal re in forma solenne.43

37. Alfonso, cap. CDI (Testa, Capitula, I, p. 354).


38. Alfonso, capp. CCCLVII-CDVII (Testa, Capitula, I, pp333-358).
39. Alfonso, cap. CDV (Testa, Capitula, I, p. 356).
40. Testa, Capitula, I, p. 357.
41. Alfonso, cap. CDI (Testa, Capitula, I, p. 355).
42. Nella richiesta di giuramento indirizzata al sovrano i capitoli sono definiti come contracti facti con lo regno pro pretio predicto Alfonso, cap. CDVII (Testa, Capitula, I, p. 357).
43. preinserta onnia et singula capitula, iuxta responsionem tamen, decretationes atque provisiones in fine uniuscuisque eorum descriptas pariter et notatas in vim et formam privilegiorum
atque libertatum legumque pactionatarum nullo umquam tempore irrevocabilium concedimus, firmamus atque iuramus Testa, Capitula, I, p. 357. Su questo cfr. Pasciuta, Placet, cit., pp. 208-210.

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Nello spazio parlamentare si stabilisce in primo luogo la istituzionalizzazione di


un principio generale: le norme generali e valide per il regno possono essere prodotte dallincontro delle volont di due soggetti - il re e il regno - i quali in quello spazio pubblico e per quelle determinate prerogative ora sancite si riconoscono reciprocamente lo status di soggetti abilitati a stipulare fra loro accordi di tipo contrattuale.
Il Parlamento rappresenta allora un luogo concreto e insieme astratto, giuridico e insieme simbolico - se non addirittura teatrale - in cui soggetti formalmente
dotati di diversa iurisdictio - da quella massima del sovrano fino a quelle dei singoli signori feudali o delle singole comunit demaniali - potevano porsi su un nuovo piano, un piano in cui laccordo aveva come obiettivo non tanto loggetto delle
singole richieste, quanto il contrattare in se stesso.
Laccordo stipulato serviva per fissare pubblicamente un criterio generale, una
griglia di tipo costituzionale alla quale riferirsi per operare concretamente e per
realizzare, in altra sede evidentemente, quegli accordi singoli che costituivano la
vera base del sistema pattizio: la riserva regia, ossia la possibilit di operare in
deroga, salvaguardando comunque lefficacia generale dei capitoli, era paradossalmente la garanzia che consentiva al sovrano ma anche alle altre componenti del
sistema di trovare accordi fuori dallambito parlamentare.
In altre parole, la contrattazione esplicita delle norme capitolari rappresentava lo
schermo dietro al quale e al riparo del quale i centri di potere che componevano il
regno potevano attivare dinamiche politiche reali. La normazione prodotta nel parlamento del 46 veniva definita lex pacta seu conventionata; essa aveva vis et efficacia
contractus, e al contempo era formalmente valida perch concessa dal sovrano.
Il corpus dei capitoli infatti entrava in vigore quando veniva redatto in forma
di privilegio e, munito delle solenni formalit necessarie, era registrato in Cancelleria, presso il Protonotaro e presso il Conservatore del Real Patrimonio.44 Latto
unilaterale - ossia il privilegio che conteneva i capitoli - conferiva a quelle norme
efficacia formale, limpegno contrattuale dava loro efficacia sostanziale. Si materializzava cos un rapporto che, utilizzando le moderne categorie giuridiche, non
si pu esaurire n nellambito del diritto privato stricto sensu n in quello altrettanto specifico del diritto pubblico.45

44. Testa, Capitula I, p. 358.


45. Mazzarese Fardella, Osservazioni sulle leggi pazionate, cit., p. 19-20. Il testo parlamentare
sperimentato da Alfonso costituiva una sintesi del tutto originale delle molteplici modalit di normazione gi sperimentate in area iberica, per i quali cfr. per tutti Lalinde Abadia, El pactismo, cit. p. 121
ss.; J. Vallet de Goytisolo, Valor jurdico de las leyes paccionadas en el principado de Catalua, in El
pactismo en la Historia de Espaa, cit., p. 75 ss.

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Dal 1446 in avanti il parlamento del regno di Sicilia sarebbe stato convocato con regolarit: tre volte durante il regno di Alfonso46 e dopo qualche incertezza dovuta allavvicendarsi sul trono di Giovanni, fratello di Alfonso, e di Ferdinando - re di Sicilia dal 1479 - a partire dal 1503 con scadenza biennale o
triennale, fornendo alle casse della Corona una contribuzione ordinaria annuale
di 100.0000 fiorini.47 Il parlamento quindi diventava, a partire proprio da Alfonso, la sede in cui si ribadivano i principi generali che stavano alla base dellordinamento, si concordavano i necessari cambiamenti istituzionali e si forniva
alla Corona la somma di denaro che a regime era divenuta la principale forma
di tassazione ordinaria.
E mi sembra significativo far rilevare, in chiusura del mio intervento, che il
vocabolario della contrattazione si fa sempre pi sfumato con la messa a regime
del sistema parlamentare.
Gia alla fine del 400, con i parlamenti di Giovanni, il donativo veniva offerto
al sovrano come exiguum munus, dato pure libere ac nulla conditione.48
La struttura sostanziale e il tenore delle richieste, la loro placitazione e quindi
la loro efficacia non avevano subito mutamenti rispetto allet alfonsina; e sondaggi effettuati sui capitoli dei successivi parlamenti confermano che il sistema
sarebbe rimasto uguale a quello impiantato da Alfonso, anche per i parlamenti cinquecenteschi.
46. I tre Parlamenti si celebravano nel 1451, nel 1452 e nel 1457; per una decrizione dettagliata
di questi parlamenti sia consentito di rinviare a Pasciuta, Placet, cit., pp. 231-284.
47. Per i parlamenti a partire dalla seconda met del 400 manca attualmente uno studio specifico. che tuttavia in corso da parte di chi scrive; si rinvia pertanto a Genuardi, Il Parlamento siciliano,
Bologna 1924 e alla premessa di A. Mongitore, Il Parlamento di Sicilia. Memorie istoriche, in Parlamenti generali del Regno di Sicilia dallanno 1446 fino al 1748 con le memorie istoriche dellantico
e moderno uso del Parlamento appresso varie nazioni ed in particolare nella sua origine in Sicilia e
del modo di celebrarsi di d. Antonino Mongitore canonico decano della Santa Metropolitana chiesa di
Palermo ristampati colle addizioni e note del dott. d. Francesco Serio e Mongitore sacerdote palermitano consultore e qualificatore del Tribunale della Santissima Inquisizione nel governo dellEccell.
Signor don Eustachio duca de La Vieufuille Vicer e capitan generale in questo regno di Sicilia, dordine della Ill. Deputazione del Regno [], Palermo 1749 (rist. an. a cura di D. Novarese, A. Romano,
C. Torrisi, Messina 2002). Recenti edizioni di singoli Parlamenti sono quelle pubblicate nella serie I
parlamenti di Sicilia nellet moderna. Quaderni del Dipartimento di Scienze storiche antropologiche
geografiche, Universit di Catania, dir. G. Giarrizzo: Progetto per i Parlamenti di Sicilia nellet
moderna, a cura di A. Coco, S. Leone, V.Sciuti Russi e A. Spoto (Quad. 1); Il Parlamento del 1612, a
cura di V. Sciuti Russi (quad. 14); Il Vicer Caramanico e il Parlamento del 1790, a cura di C. Spoto
(Quad. 16); Vittorio Amedeo e il Parlamento del 1714, a cura di A. Coco, (Quad. 17); Il Parlamento di
Sicilia del 1615, a cura di F. Vergara (Quad. 18); Il Parlamento del 1774, a cura di M. C. Calabrese
(Quad. 20); Il Parlamento del 1505, a cura di R. Cancila (Quad. 23).
48. Giovanni, cap. XCIX (Testa, Capitula, I, p. 499).

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E tuttavia il vocabolario giuridico era ormai mutato: dal pactus alfonsino che
legava le parti al rispetto dellaccordo in nome delle categorie giuridiche del contratto, del pagamento di cosa contro prezzo, si era rapidamente scivolati verso il dono, il
munus, che affidava il rapporto fra i due soggetti - donante e donatario - alla liberalit, alla pura magnanimit, al rispetto volontaristico e unilaterale degli accordi.
Uno slittamento, quello dal contratto al dono, che certamente era il riflesso
dellassestamento del sistema parlamentare e della sua messa a regime; luso di
categorie giuridiche differenti, ma pur sempre riconducibili con certezza nellalveo dei rapporti fra privati, va letto come il riflesso formale del fatto che il donativo non era pi considerato come sussidio straordinario ma era ormai pienamente assurto al rango di contribuzione ordinaria.49
In questa prospettiva si comprende bene come il ricorso allistituto della donazione fosse funzionale a liberare le parti dallasprezza vincolativa del contratto: il
contratto infatti esigeva comunque un rapporto sinallagmatico e il rispetto ad
unguem di un accordo che andava in questo senso rigidamente formalizzato. E tuttavia il ricorso a questa categoria giuridica manifestava lintrinseca debolezza
della contrattazione e la fragilit dellaccordo fra due parti che, sebbene poste dal
diritto sul piano di formale parit, erano tuttavia profondamente diseguali dal punto di vista sostanziale.
Il passaggio dal contratto al dono va allora letto come la manifestazione formale di un assestamento dei rapporti determinati dalladozione dellistituto parlamentare. E infatti evidente come latto del donare svincoli il donante da obblighi
di reciprocit nei confronti del donatario e in qualche misura determini un rapporto di soggezione tra colui che dona e colui che riceve, ponendosi il primo come
elemento attivo e il secondo come elemento passivo dellazione giuridica. A differenza del contratto, dunque, il munus, nella sua gratuit e nella sua connotazione di pura liberalit, era la manifestazione formale, e giuridica, di una maggiore
forza del sistema, indicava certezza dei ruoli e disegnava un accordo che poggiava su basi pi solide, politicamente pi stabili: e il diritto, con il suo vocabolario
mai casuale - ancora una volta, e come sempre - forniva concretezza agli sfumati
itinerari della politica.

49. Sul donativo come forma di contribuzione fiscale e non come compenso per la placitazione
delle richieste cfr. Pasciuta, Placet, cit., pp. 249-250.

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PARLAMENTO E LUOGOTENENZA GENERALE.


IL REGNO DI NAPOLI NELLA
CORONA DARAGONA
FRANCESCO SENATORE
Universit di Napoli

Questo intervento intende evidenziare alcune conseguenze sul piano politicoistituzionale o aspetti, come recitava il titolo presentato al convegno del 2008 ,
dellinclusione del regno di Napoli nei domini della Corona aragonese.1 Mi soffermer infatti, prendendo come oggetto sia il regno di Alfonso il Magnanimo sia
quello del figlio Ferrante, che con una forzatura non eccessiva pu ancora essere
considerato un dominio della Corona dAragona,2 su due punti: la composizione
e le funzioni dei parlamento generali; listituto della luogotenenza generale.
Mi sembra che parlamento e luogotenenza generali siano due importanti
novit introdotte nella struttura del regno napoletano dalla conquista alfonsina, le
1. La bibliografia abbondante: basti ricordare il IX e il XVI Congresso della Corona dAragona, celebrati a Napoli nel 1973 e nel 1997 (La Corona 1978-1984, DAgostino-Buffardi 2000). Tuttavia, la conoscenza delle istituzioni del regno in et alfonsina si fonda ancora, per la gran parte, sulla
monografia di Ryder 1976, miniera inesauribile di dati e utile guida per ulteriori ricerche nei registri
dellArchivio della Corona dAragona a Barcellona, i quali riservano ancora molte sorprese al ricercatore interessato alla storia italiana. Valgono ancora le raccomandazioni di Ruggero Moscati (Moscati 1958, Moscati 1961, cfr. anche Moscati 1978), sulla scia del quale Ryder repertori gli uffici
napoletani, distinguendoli da quelli generali, e illustr in maniera convincente lattivit politica del
flessibile Consiglio regio, mentre Del Treppo ha concentrato la sua attenzione sugli uffici finanziari
(Del Treppo 1986, pp. 104-107 e il lavoro, in corso di stampa negli Studi in onore di Vincenzo DAlessandro, su Il Percettore generale nel regno aragonese di Napoli. Ringrazio lautore per avermene
consentito la lettura).
2. La vicenda dellinclusione/esclusione del regno di Napoli nella Corona dAragona analoga a
quella che Pietro Corrao, nel suo intervento al convegno, ha ricordato per il regno di Sicilia. Come
not gi Del Treppo, i passaggio dei domini italiani a dinastie cadette non fu un evento casuale, ma
una condizione transitoria ricorrente, che trasform, ma non allent i legami tra luna e laltra sponda
del Tirreno occidentale (Del Treppo 1986, pp. 92-94).

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quali si sarebbero poi consolidate, pur con qualche difformit di esiti, nel lungo
regno di Ferrante (1458-94).

1. IL PARLAMENTO GENERALE NEL REGNO ARAGONESE


DI NAPOLI
Il parlamento generale del regno di Napoli non aveva fatto ben noto un
peso politico paragonabile a quello delle Corts aragonesi e catalane e di altre
assemblee di stato europee. Baroni e sindaci delle citt demaniali, le due categorie che generalmente ne fecero parte, non ebbero mai, come corpi politici, una
funzione costituzionale, n nel parlamento, come bracci o staments dello stesso,
n al di fuori da esso. Del resto, come ricord Jesus Lalinde Abada, la denominazione stessa di parlamento, invalsa nei domini italiani della Corona dAragona, indicava nel linguaggio delle fonti e nella dottrina riunioni con caratteristiche
diverse e competenze pi limitate rispetto alle Curiae o Corts.3 Antonio Marongiu, nonostante riscontrasse nel parlamento napoletano in et aragonese analogie
con gli istituti iberici e ne sottolineasse la novit rispetto al periodo angioino,
quando non cera un istituto parlamentare, bens soltanto riunioni, non esit a
giudicare quelle assemblee come modesti succedanei o preparlamenti, secondo
la definizione che prediligeva.4 In effetti, durante il regno di Alfonso gli incontri,
pur frequenti (8 in 17 anni), non ebbero periodicit regolare (gennaio 1441, gennaio-marzo 1443, marzo 1448, gennaio-febbraio 1449, agosto 1450, dicembre
1453, aprile 1455, ottobre 1456),5 n omogenea composizione, perch i sindaci

3. Reuniones presididas por un simple lugarteniente particular del rey; con asistencia incompleta y non obligatoria de los brazos; convocadas sin periodicidad y que no se renen para tratar de todos
los asuntos del reino, Lalinde Abada 1978, p. 159. La denominazione parlamentum generale risaliva al parlamento convocato da Carlo II dAngi a S. Martino (1283). Tradizione aragonese e angioina
si sovrapposero nella definizione dellassemblea del 1443.
4. Marongiu 1962, pp. 330 e 334, ma gi Marongiu 1950, pp. 13-16. A differenza che in Provenza, nel regno angioino di Sicilia citra farum listituto del parlamento generale era in declino fin dalla
seconda met del XIV secolo (Hbert 1998, pp. 486-490).
5. Uneccellente trattazione dei parlamenti in et alfonsina in Ryder 1976, pp. 124-135 (cfr.
anche Gentile 1909, pp. 1-8, Gentile 1913, Gentile 1937, pp. 5-10, Marongiu 1962, pp. 232-239, 332338, DAgostino 1979, pp. 164-169). Il parlamento del 1441, che riun a Benevento a respectable portion of the Neapolitan baronage, ricordato solo da Ryder 1976, pp. 43, 125 e Ryder 1990, p. 242.
Quello del 1443, trasferitosi da Benevento a Napoli per richiesta dei baroni, documentato da una lettera del re (ed. in Gimnez Soler 1909, pp. 200-201, da cui ried. Marongiu 1950, pp. 5-6); dal verbale edito in Capitoli Gratie 1524, ff. I-XII (dal quale, tramite riedizioni, Lnig 1725-1732, IV, n.
XXXIX, coll. 498-518) e da un ms. della Biblioteca Comunale di Palermo, Coll. E 165, ff. 75-77 segnalato da Marongiu 1962, p. 332n. Gli altri sono ricordati in lettere trdite dai registri dellArchivio
della Corona dAragona (cit. da Ryder 1976) e in fonti napoletane distrutte nel 1943 (utilizzate da

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delle citt demaniali pare intervenissero soltanto a partire da quello del 1449. Con
Ferrante, per quanto ne sappiamo, i parlamenti si riunirono pi raramente, nel
luglio 1458, settembre 1474,6 febbraio 1481, novembre 1481, aprile 1483, novembre 1484.7 Forse ci fu un parlamento anche nel 1478.8
Del resto, la modalit stessa con cui la notizia dei parlamenti arrivata fino a
noi conferma di una certa incertezza istituzionale, che si proietta nelle insufficienze delle registrazioni coeve e della tradizione, specie se pensiamo ai registri

Gentile 1909 e 1913). Gli ambasciatori danno notizia delle riunioni del 1443 (Antonio de Vinyes, in
Madurell-Marimn 1963, p. 222),1450 (ivi, pp. 309-310), 1456 (Pere Boquet, ivi, p. 533, cit. anche da
Ryder 1976, 129n; Antonio da Trezzo, Dispacci sforzeschi, I, pp. 430, 439). I capitoli approvati da
Alfonso in quello del 1450 furono editi da Ametller 1903-1928, III, pp. 684-692 e da Gentile 1909, pp.
107-119 (da due differenti testimoni); quelli del 1456 da Gentile 1913, pp. 223-231 e da un formulario in Archivio di Stato di Napoli, Sommaria, Diversi, I, 52/II, ff. 171v-176v. Gentile 1913, p. 190 d
notizia di un parlamento convocato nel giugno 1451, ma mai riunitosi.
6. Il parlamento del 1458 (cattedrale di Capua, 26-30 luglio) testimoniato da lettere degli ambasciatori milanesi (Dispacci Sforzeschi, II, pp. 62-64). Quello del settembre 1474, stando alle parole del
milanese Francesco Maletta, sembra essere stato un parlamento di soli baroni, conclusosi per con la
rinuncia ad una imposizione straordinaria, sostituita da una trattenuta sulle provvigioni fisse: La
maiest del re ha facto novamente uno parlamento ad questi principali baroni del reame che son qui
como, essendo mancata grandemente lintrata de questo reame forse per CLm ducati et havendo quella de varie et grosse spexe ale spalle, maxime lo matrimonio de madonna Beatrice [dAragona con
Mattia Corvino re dUngheria] et landata de don Federico [dAragona in Borgogna], havea facto pensero imponere una dova generale per tuto questo reame, la quale cosa essendo ventilata et examinata
per questi suoy consiglieri, trovano non poterse imponere tale dova per lextrema graveza che hanno
tuti li populi, unde hanno electa la megliore parte in pigliare la provixione ad li signori offitiati del reame (a Galeazzo Maria Sforza, Napoli 4 settembre 1474, Archivio di Stato di Milano, Fondo Sforzesco, 224, cc. 126-128: 127. Lallegato contiene un prezioso elenco delle provvigioni di grandi ufficiali,
consiglieri, baroni, segretari e condottieri per un totale di 50.000 ducati). Dova, con fonetica lombarda, sta per dogana, intesa forse come tassa indiretta.
7. I parlamenti del 1481 e 1484 sono ricordati da lettere di ambasciatori mantovani, estensi e fiorentini (Zacchino 1986, p. 307; Scarton 2007); quello del 1481, ma con data errata al 1480, da una preziosa lettera di Ferrante allarcivescovo di Cosenza Pirro Caracciolo (edita da Ughelli 1721, coll. 250253, ma vedi anche Cassandro 1934, pp. 32-33). La riunione del 1483 riferita dal cronista
cinquecentesco Notargiacomo 1845, p. 150. Ringrazio Elisabetta Scarton, con la quale ho discusso
sullargomento, per avermi consentito di leggere il testo del suo intervento su I parlamenti di Ferrante (1481 e 1484) per la riforma delle finanze al convegno Fonti per la storia di Napoli aragonese.
Bilancio di una ricerca (1989-2009), Napoli 19 febbraio 2009.
8. Sembra essere stato un parlamento la riunione di baroni e sindaci demaniali con il giuramento
dellomaggio a Ferrandino, figlio del duca Alfonso dAragona, il 20 settembre 1478, nella chiesa napoletana dellIncoronata, come farebbe pensare la presenza della regina e degli ambasciatori esteri e lintervento, nella qualit di portavoce, di Onorato Caetani, conte di Fondi e protonotario del regno (notizia data dai cronisti Passero 1785, p. 38, e Notargiacomo 1845, p. 141). Erroneamente Marongiu 1962,
pp. 233, 334 (e gi Marongiu 1950) cita come atti dei parlamenti le capitolazioni di Napoli placitate dai
re aragonesi nel 1462, 1480, 1486, 1495 edite dal Lnig 1725-1732, rispettivamente a IV, pp. 601, 658,
662, 679. Lo stesso studioso cita anche parlamenti del 1491, 1493 di cui non abbiamo altre notizie.

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che conservano memoria delle interminabili riunioni aragonesi e catalane: in


questi ritroviamo la copia delle lettere di convocazione, gli elenchi dei convocati
e dei presenti ad ogni seduta, la costituzione delle commissioni, i verbali delle discussioni con i discorsi del re, dei suoi luogotenenti, dei rappresentanti dei tre staments, infine inserti di lettere, cedole con richieste presentate volta per volta
dalluna o dallaltra parte, approvazioni di fueros e presentazione al sovrano di
numerosi gravamina o greuges. Nulla di tutto questo a Napoli, n in et angioina,
n in et aragonese: ci non dovuto soltanto al caso, perch certo qualcosa
sarebbe stato trovato da eruditi e giuristi che consultarono gli archivi regnicoli prima delle dispersioni, ma a specificit dellistituto e aggiungo del sistema
documentario meridionale. La maggioranza delle notizie sui parlamenti aragonesi ci vengono da fonti indirette: la corrispondenza interna (litterae clausae e privilegi nei registri superstiti della cancelleria regia, a Napoli e a Barcellona) e i dispacci degli ambasciatori italiani e catalani presenti a Napoli, cui vanno aggiunti
capitoli placitati del 1450 e 1456.9
Lunico verbale pervenutoci, quello del 1443, si salvato perch la citt di
Napoli per cos dire si impadron di quel parlamento, presentandolo come prima tappa del suo rapporto privilegiato con la monarchia nella raccolta a stampa dei
propri privilegi (1524).10 Ma i rappresentanti di Napoli, i sindaci, al pari di quelli
delle altre citt demaniali, non erano neppure presenti alla riunione del 1443 (bench non sia da escludere che ci fosse un pubblico di cittadini e cortigiani),11 n le
capitolazioni la riguardarono. Nei secoli XVI e XVII, invece, il sindaco napoleta-

9. Vedi supra, note 5-7. Riflettono sulle lacune della tradizione, in particolare quella dei cronisti,
sia Marongiu 1950, p. 14, sia Scarton 2007, p. 113n. Per la documentazione sui parlamenti angioini:
Hbert 1998, pp. 477-478.
10. Capitoli Gratie 1524: gli atti del parlamento, presentati come Capitula Gratiarum concessarum Universitati Neapolis (f. Ir) e tratti dallarchivio della Regia Camera della Sommaria (f. XIIv),
furono editi dallo stampatore Antonio de Frizis per iniziativa del governo cittadino e del viceprotonotario del regno. Essi furono premessi alle concessioni fatte alla citt di Napoli a partire dal 1459 in
unoperazione di falsificazione della memoria perseguita dalle lites cittadine, con conseguenze nella
storiografia. Ne conferma laggiunta di documenti pi antichi nella riedizione del 1543 (di Sulzbach:
Privilegii 1543), che fu poi ristampata con il nuovo titolo nel 1588 e nel 1719-20 (Capasso 1876, pp.
14-16, Bagnulo et a. 1991, pp. 88ss.). interessante osservare che lo storico Angelo di Costanzo, parafrasando il verbale edito, introduce le notizie errate della convocazione di sindaci demaniali, del discorso di apertura tenuto dal segretario del re e non da questultimo, dei molti capitoli concessi a
Napoli dopo il parlamento, proiettando sullassemblea del 1443, che peraltro anticipa rispetto allentrata trionfale, la sua esperienza cinquecentesca (Di Costanzo 1719, pp. 499-501).
11. Come avveniva in occasioni analoghe e come lascia supporre la testimonianza di Lupo de Spechio che, dopo aver ricordato il trionfo e il parlamento, scrive et io presente e per tucto (Spechio
1990, p. 90). Proceres quam plurimi e populus sono segnalati come presenti allinvestitura di Ferrante del 3 marzo 1443, Capitoli Gratie 1524, f. Xr.

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no, eletto a turno tra i seggi nobili della citt, aveva una funzione eminente, inusuale nel panorama europeo, di coordinatore-presidente dellassemblea (DAgostino): precedeva i baroni e gli altri sindaci, presiedeva i lavori del parlamento e
della speciale commissione (la Deputazione per le grazie), formata per met da
baroni e per met da cittadini napoletani, incaricata di formulare le richieste al sovrano.12 Era il sindaco a rispondere al discorso di apertura del vicer asburgico, mentre nei parlamenti aragonesi tale funzione era stata del protonotario del regno, il
conte di Fondi Onorato Caetani, o del figlio del re in qualit di primo dei baroni.
Nei domini iberici tale ruolo toccava generalmente al prelato pi importante.13
Dei parlamenti napoletani in et aragonese non abbiamo dunque veri e propri
atti, cio raccolte organiche a carattere cancelleresco, ma verbalizzazioni degli
eventi e delle decisioni con effetti giuridici vincolanti nelle due uniche forme documentarie atte a preservare memoria e a garantire autenticit: mi riferisco al contratto notarile (gli atti del 1443 consistono nellaccorpamento di instrumenta) e al
privilegio regio che ingloba e approva le richieste presentate dei baroni in occasione del parlamento (i capitula), lasciando peraltro ampi margini di incertezza nei
casi in cui il placet seguito da restrizioni o sospensive.14 Come nelle relazioni di
privati o comunit (le universitates) con la monarchia, anche lagglomerato dei
baroni (non uno stament formalizzato), chiede esplicitamente che sia rogato un instrumentum o che le grazie siano inserte in un privilegio regio, le cui spese (gli esosi diritti di cancelleria) e la cui conservazione restavano a carico della parte interessata. Talvolta questultima preferiva procurarsi ulteriori registrazioni autentiche,
nel timore che gli originali si perdessero, come fecero Francesco Del Balzo, duca
dAndria, e Marino Zurlo, gentiluomo napoletano, pochi mesi dopo il parlamento
del 1450, quando si rivolsero ai funzionari della Vicaria.15

12. DAgostino 1979, pp. 19-29. Dal 1642, interrottisi i parlamenti, fu la deputazione cittadina
napoletana a deliberare i periodici donativi al sovrano. Cit. del testo da DAgostino 1984, p. XIV.
13. Lalinde Abada 1978, p. 138.
14. Per le procedure di autenticazione: Senatore 2008 e cfr. Cassandro 1934, p. 12. Nei capitoli
del 1450 e 1456 le espressioni cautelative che accompagnano i placet ad alcuni capitoli ne rendono
assai improbabile leffettiva applicazione.
15. Lautentica cum decreto et interpositione decreti dicte Magne Curie richiesta dubitans ne forte dictum privilegium posset causaliter perdi et ammicti et ad alios pervenire, Gentile 1909, p. 117, documento del 7 maggio 1450 con inserzione del privilegio regio del 3 marzo precedente. La richiesta di inclusione delle grazie in un privilegio generale parte integrante delle domande presentate dai baroni nel 1450,
con la precisazione che si de alcuno magnato o barune le volesse in particulare selle debia pagare ad soy
spese (ivi, p. 116 cfr. Ametller 1903-1928, III, p. 689). Nel 1443 venne riconosciuto a ciascun barone il
diritto a ricevere copia autentica dellatto notarile (che dele dicte cose et ancho del parlamento ne sia facto acto publico et autentico ad perpetuam rei memoriam. Et che ogniuno de lloro ne possa havere copia
autentica, Capitoli Gratie 1524, f. VIIv e cfr. f. Vr). Cfr. Senatore 2008, appendice 1.

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Nella prima met del Cinquecento la registrazione dei parlamenti fu avviata


nella cancelleria cittadina di Napoli per unesigenza estranea alla natura originaria
dellistituzione: dimostrare che Napoli aveva da tempo un particolare diritto di precedenza nei confronti dei sette grandi ufficiali, dei baroni, delle altre citt del regno. Il primo dei perduti Libri praecedentiarum, una serie che arrivava a otto volumi
e che dal 1554 conteneva gli atti parlamentari in forma organica,16 riportava registrazioni slegate e incomplete, analoghe a quelle dei cronisti cittadini coevi, di eventi in cui esponenti dei seggi napoletani avevano avuto una posizione di rilievo nelle
cerimonie cittadine, a partire dal funerale della duchessa di Calabria Ippolita Sforza nel 1488. Si tratta delle poche notizie, non tutte quelle che avrebbero potuto fargli gioco, che un ignoto compilatore era riuscito a reperire nel momento in cui si stabilizz il particolare ruolo del sindaco napoletano nel parlamento, forse a partire dal
secondo decennio del XVI secolo.17 Le attestazioni quattrocentesche sono perci
strumentali, perch riguardano cerimonie diverse dal parlamento, o sospette, perch
testimoniano la semplice presenza dei rappresentanti napoletani: parlare prima degli
altri durante un parlamento non significava certo presiedere lassemblea.
La conoscenza dei parlamenti napoletani in et aragonese stata insomma
offuscata da due condizioni: il confronto meccanico con i parlamenti di altri stati
europei, pi importanti, pi regolari e pi documentati, con la conseguente svalutazione dellistituzione, quasi fosse un involucro vuoto;18 la particolare vicenda
16. Custoditi nellArchivio municipale di Napoli, i volumi (anni 1488-1642) erano stati ordinati da
Bartolommeo Capasso insieme con una raccolta di privilegi della citt (probabilmente utilizzata anche
per Capitoli Gratie 1524 e Privilegi 1543) e registri di votazioni e procure. DAgostino 1984 ha edito gli
atti del 1556-1596 da una delle numerose copie manoscritte che ne tramandano il testo (ivi, pp. X-XII).
17. De Blasiis 1877, pp. 543-577 edita il primo libro Praecedentiarum, la cui redazione nacque
probabilmente in ambienti e sotto condizionamenti simili a quelli che produssero la raccolta Capitoli
Gratie 1524. Lo studioso, pur ritenendo attendibile il manoscritto a partire dal 1515, diffida delle attestazioni di precedenza, perch vi furono contrasti al riguardo fino al 1554.
18. Il giudizio di inutilit dei parlamenti consegue a due valutazioni opposte dellistituzione, che
si ritenne fosse stata esautorata dalla prepotenza baronale o dallassolutismo regio, che avrebbe rasentato la tirannide. Per il primo caso si legga Croce 1992, p. 95, che definisce il parlamento forma con
poca sostanza, forma vuota, con laggiunta di un incongruo rimprovero ai baroni che non seppero e non curarono di svolgere listituzione dei parlamenti e che li avrebbero utilizzati per ottenere
concessioni che li rendessero sempre pi liberi da freni ed esenti da obblighi. Anche per sua figlia
(Craveri Croce 1936, pp. 355-356), il parlamento napoletano non fu mai organo di vita politica, perch coscienza e ideali politici non ebbero il popolo napoletano, baronaggio e citt, bench in epoca
aragonese ben lo vediamo assumere una certa individualit e venire a patti col sovrano. Per il secondo caso vanno ricordati Cassandro 1934, p. 32 (il parlamento fu mera apparenza) e la paradossale
conclusione di Gentile 1937, p. 10, lo studioso che salv dalloblio le notizie dei parlamenti alfonsini
contenute nelle cedole di tesoreria e nei registri distrutti nel 1943: a questo si riduce lopera di compartecipazione al governo dello Stato di questi Parlamenti, ad esporre, cio, inutili piati al sovrano
potere ed a rendersi complici di un duro fiscalismo.

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dellistituzione napoletana nei secoli successivi, di cui il periodo aragonese diventa pallido precedente.
La decisione di Alfonso di convocare un parlamento alla fine della guerra di
conquista non va invece sottovalutata, cos come significativo che Ferrante convocasse il parlamento il giorno stesso della morte del padre.19 Liniziativa del
Magnanimo fu consapevolmente innovativa, volendo egli parlare alla feudalit in
una sede istituzionale a ci deputata. Non si tratt certo di una mossa obbligata, che apriva ladito pi idoneo e efficace ad una pratica di contrattazione e
compromessi.20 Ci che manca al parlamento napoletano in et aragonese
invece proprio il pactismo nel senso corretto del termine,21 nonostante qualche
timida aspirazione in tal senso da parte dei baroni.22 N Alfonso n Ferrante giurarono, nella sede parlamentare, di rispettare consuetudini ed usi del regno, come
avveniva nelle assemblee iberiche, n le richieste presentate dai baroni e placitate dal sovrano (capitula et gratiae) erano, dal punto di vista giuridico, leges pactionatae, n tantomeno le specifiche concessioni furono sempre lautomatica
contropartita, con effetti ugualmente vincolanti per i contraenti, delle contribuzioni fiscali ordinarie o straordinarie. Proprio perch siamo in presenza di una
novit, rispetto al regno e rispetto ai parlamenti degli altri domini aragonesi in
Spagna e in Italia, motivazioni, composizione ed esiti delle singole assemblee
andrebbero accertati con unindagine pi approfondita, dimenticando quanto
sarebbe avvenuto in et spagnola.
La convocazione del 1443 non va dunque considerata come un segno di debolezza del sovrano, come se egli fosse stato costretto a mercanteggiare la riforma fiscale e il riconoscimento del figlio con concessioni rilevanti, a cominciare dal mero
e misto impero per tutti i baroni. N essa fu loccasione del riconoscimento di
Alfonso, la cui legittimit era fuori discussione, tanto che, dopo il pur necessario
accordo con papa Eugenio IV, sopravvenuto qualche mese dopo, non si tenne mai
la prevista incoronazione, ma solo linvestitura da parte del legato pontificio (poco

19. La notizia della convocazione per il 25 luglio data da Antonio da Trezzo, Giugliano 27 giugno 1458, Dispacci sforzeschi da Napoli, I, p. 660.
20. DAgostino 1979, p. 165. Anche quando ritenne di aver conquistato definitivamente la Corsica, Alfonso convoc un parlamento (1420): Lalinde Abada 1978, p. 141.
21. Cfr. Cassandro 1934, p. 12, Marongiu 1950, pp. 10-13.
22. Nel 1456 i baroni avevano chiesto lesclusione dalle grazie per chi non avesse pagato il supplemento alla tassa generale deliberato in quel parlamento, come se appunto vi fosse un rapporto sinallagmatico con il sovrano: se alcune cita o terra o alcune citate et terre delo dicto Reame non vorra o
vorranno concorrere et pagare lo dicto supplimento quella tale o tale non debia ne debiano gaudere le
gracie remissioni et indulti contenti neli capituli delo dicto Parlamento [] et cuss se intenda deli
baruni. Alfonso rispose negativamente (Gentile 1913, p. 231).

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prima del 18 maggio 1445).23 Nel discorso di apertura, Alfonso fece solo un accenno al contributo baronale alla sua conquista (la liberazione dai ribelli e dai tiranni
era avvenuta ipsis illustribus et magnificis coadiuvantibus),24 dalla quale gli derivava la pi evidente legittimazione, rafforzata aggiungo io dalladozione di
Giovanna II e dai legami clientelari e feudali stretti con le pi diverse istanze politiche e sociali del regno, rappresentate o meno nel parlamento. Baroni e comunit,
infatti, avevano da tempo e singolarmente prestato omaggio feudale al conquistatore, e tanto bastava.25 Anche il figlio Ferrante, che pure si trovava in una situazione di grande debolezza, nel parlamento del luglio 1458 diede per scontata la sua
successione, che disse conseguente alla decisione del padre e al riconoscimento
popolare (il riferimento forse alla cavalcata rituale per i seggi napoletani, ma furono taciute le mancate ambascerie di obbedienza di alcuni baroni).26
La richiesta, da parte dei baroni, che Ferrante fosse designato successore nel
regno di Napoli fu presentata nella seconda riunione del parlamento del 1443,
sabato 2 marzo. Dopo laccettazione di Alfonso, i presenti giurarono fedelt al
giovane, che il giorno dopo, domenica 3 marzo, fu investito duca di Calabria, dunque principe ereditario, ricevendo un cerchio doro e un vessillo, secondo la tradizione iberica. La seduta conclusiva, ricordiamo, si tenne il successivo 9 marzo.27
Il collegamento tra le cerimonie del 3 marzo (investitura e vessillo) e le sedute parlamentari (31 gennaio, 28 febbraio, 2 e 9 marzo) significativo, ma non da considerarsi necessario e predeterminato. La decisione di investire Ferrante matur in
giorni particolari, grazie a interventi e mediazioni che non conosciamo a fondo:

23. Alfonso non risparmi al regno la colletta straordinaria per lincoronazione mai effettuata,
RYDER, Kingdom, pp. 37-38.
24. Capitoli Gratie 1524, f. IIIr.
25. I giuramenti raccolti da Alfonso durante la conquista sono in un registro dellArchivio della
Corona dAragona segnalato per la prima volta da Moscati 1953 (Cancillera, Registros, 2491).
26. Et imposto silentio ad ogniuno la prefata maiest del re disse come lhaveva facto chiamare
et convocare loro signori, baroni et comunit in quello luoco per significarli la morte del signore re
condam suo signore et padre, de la quale se condolse, et etiam significarli come lera successo ad questo luoco et cum ordinatione del padre et bona voglia et consentemento de loro tuti (Dispacci sforzeschi, II, p. 62). Il discorso prosegue con le parole riportate infra a nota 47.
27. Ecco la cronologia del parlamento: 31 gennaio, apertura del parlamento in Benevento e decisione di trasferirlo a Napoli. 28 febbraio, apertura del parlamento nella sala capitolare del convento di
S. Lorenzo; presentazione delle riforme di Alfonso (giustizia e fisco); presentazione delle richieste dei
baroni (12 capitoli). 2 marzo, ivi, pubblicazione della riforma giudiziaria e risposta del sovrano alle
richieste dei baroni; giuramento di fedelt a Ferrante, riconosciuto come successore su richiesta dei
baroni. 3 marzo, chiesa di S. Gregorio, investitura di Ferrante a duca di Calabria. 9 marzo, sala capitolare di S. Lorenzo, pubblicazione dei capitoli approvati dal re, della remissione delladoa, della riforma fiscale (Capitoli Gratie 1524, ff. I-XII). Cfr. Marongiu 1950.

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ricordiamo che il 26 febbraio Alfonso aveva celebrato il suo trionfale ingresso


nella citt, due giorni prima dellapertura del parlamento, convocato fin dal 20
dicembre e apertosi il 31 gennaio a Benevento, dove si decise di spostarlo a Napoli per il ritardo di alcuni convocati e per la richiesta dei baroni e di una delegazione napoletana.28 La sera stessa del 26 febbraio, secondo lambasciatore barcellonese Antonio Vinyes, mentre la citt era rischiarata dalle consuete luminarie,
furono proprio i princeps, duchs, comtes e barons che avevano partecipato
allentrata trionfale a supplicare il Magnanimo di destinare il regno a Ferrante.29
La richiesta, del resto, pare fosse stata avanzata gi nel 1441, un anno dopo la
legittimazione regia del giovane, che il papa avrebbe riconosciuto abile a succedere soltanto nel 1444.30 Non c dunque un meccanico rapporto di causa-effetto
tra il riconoscimento di Ferrante, che formalmente dipendeva dal papa, e le concessioni di Alfonso nel parlamento, n le riunioni, come ovvio, furono lunica
occasione per le trattative tra il sovrano e i baroni, dei quali tutti avevano accesso
al sovrano, ma solo alcuni beneficiavano di un rapporto di confidenza e stima. Si
osservi che della riforma fiscale si era gi parlato a Benevento. Si noti inoltre che
Ferrante non fu convocato al parlamento, non essendo ancora incardinato nella
feudalit regnicola come duca di Calabria, ma fu presente alla prima riunione,
seduto ai piedi del padre, nella posizione che il primogenito e successore teneva
abitualmente, che Ferrante probabilmente conserv nei parlamenti successivi e
che fu poi dei suoi figli.31 Giuramento e investitura, che furono verbalizzati in due
atti notarili autonomi, si ripetettero in et aragonese anche al di fuori della cornice del parlamento, da soli o in occasione di altri eventi rituali: linvestitura di
Alfonso, figlio di Ferrante, a principe di Capua e dunque a futuro successore e la
consegna di vessillo e cerchio doro si tennero in due giorni diversi nellottobre
1455, dopo i matrimoni sforzesco-aragonesi;32 baroni e sindaci delle citt demaniali giurarono fedelt a Ferrante il giorno dopo la sua incoronazione, il 5 febbraio
28. Alla prima seduta erano presenti 35 baroni, elencati nella lettera di Alfonso del 18 febbraio
(Gimnez Soler 1909, pp. 200-201). La lettera concorda con la verbalizzazione in Capitoli Gratie
1524, f. IIr, dove si giustifica con la hiemis asperitate il ritardo degli altri convocati.
29. Aquella nit matexa, vengueren al dit senyor los dits prnceps, duchs, comtes e barons, e suplicarenlo que fos de sa merc que, aprs son bit, volgus proveyr e heretar don Ferrando de Arag, del
reyalme de Npols; e aquell en lo dit cas, los dons per rey e senyor, car ells se offerien decontinent
ferli homenatge, la qual cosa, lo dit senyor, molt liberalment atorgu, Madurell Marimn 1963, p.
219, cit. anche da Ryder 1976, p. 43n.
30. Un privilegio di Alfonso del 17 febbraio 1440 aveva legittimato Ferrante a succedere in tutti i suoi
regni. Era per necessaria la legittimazione papale, che Eugenio IV concesse con bolla del 14 giugno 1444,
confermata Niccol V il 27 aprile 1449 (regesti in Chioccarello 1721, pp. 5-7, cfr. Ryder 1976, 43n).
31. Vedi infra, nota 112.
32. Dispacci sforzeschi, I, p. 278 (il testo riportato infra, nota 116).

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1459;33 nel 1478 linvestitura di Ferrandino a principe di Capua e il giuramento di


baroni e sindaci demaniali avvennero prima di un matrimonio tra Piccolomini e
Aragona.34 Insomma, giuramento e investitura di Ferrante non fanno parte formalmente del parlamento, e forse non erano previsti fin dal principio, ma, semplicemente, si svolsero in quelloccasione per contingenti ragioni politiche. Del
resto, riti e prassi della Corona aragonese non potevano essere esportati sic et simpliciter a Napoli, data la preesistente tradizione angioina e la inequivocabile
dipendenza feudale di quel regno dal Papato. Da queste due condizioni sono derivate le varianti rituali ed istituzionali del regno aragonese di Napoli.
Se a quanto osservato aggiungiamo che i sindaci delle citt demaniali non
furono convocati ai parlamenti del 1441, 1443, 1447, che i capitoli del 1450 e
1456 furono presentati dai baroni, anche se contenevano richieste di interesse
generale, che nel febbraio 1481, nel marzo 1494 e nellaprile 1504 anche i prelati furono convocati ai parlamenti,35 che la primazia di Napoli si annuncia desultoriamente nel 1459, quando i sindaci della citt sono i primi a giurare fedelt a
Ferrante, e nel 1504, quando il sindaco napoletano giur addirittura a nome
dellintero regno nelle mani di Consalvo di Cordoba,36 se ne ricava che per almeno 60 anni la nuova istituzione funzion secondo modalit, tempi, procedure che
restarono fluide. Erano anche possibili parlamenti limitati ad una sola provincia,
come quello convocato da Ferrante a Cosenza il 22 settembre 1459, per interventi in materia di giustizia.37 Non per questo i parlamenti napoletani furono privi, per
let aragonese, di un notevole significato simbolico e politico, diverso a seconda
dei momenti, da ricostruirsi in relazione con i contesti specifici e nel confronto

33. Dispacci sforzeschi, II, pp. 206-207.


34. Passero 1785, p. 38, e Notargiacomo 1845, p. 141.
35. La presenza dei prelati al parlamento del febbraio 1481 stata segnalata da De Blasiis 1877,
p. 543, Gentile 1909, p. 5 (ma con data 1480, derivata dal refuso di Ughelli 1721, colonne 250-253) e
da Elisabetta Scarton, che ringrazio, nel lavoro inedito cit. supra, nota 7. Per il 1494 si veda Guarino
1780, p. 219 (ci foro tutti li episcopi del regno, et arcipiscopi) e De Blasiis 1877, p. 544. Per il 1504
abbiamo testimonianza di Notargiacomo 1845, p. 272, confermata come di consueto da un ambasciatore, questa volta veneziano: Gasparrini 1957, pp. 203-204 e De Blasiis 1877, pp. 546-547). curioso notare come la spiegazione data da Carignani 1883, p. 660n, alla presunta assenza degli ecclesiastici, da lui attribuita a mo di ragionevole ipotesi alla loro esenzione dalle imposte (condizione comune
al clero di altri paesi), sia stata poi accettata come un dato di fatto da alcuni autori successivi: Croce
Craveri 1936, p. 335; Gentile 1937, pp. 6-7 (che contraddice se stesso: Gentile 1909, pp. 5-6); Ryder
1976, p. 125 (implicitamente, perch accenna allesclusione del clero freed of taxation).
36. Dispacci sforzeschi, II, 206-207, Gasparrini 1957, p. 207, DAgostino 1979, p. 183.
37. Hoge may che questa provincia reducta ala nostra fidelit et obediencia non resta altro de
fare si non generale parlamento [] per mectere in ordine lo facto dela iusticia (a F. Sforza, sul Crati presso Cosenza 13 settembre 1459, cit. in Dispacci sforzeschi, II, p. 362).

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con le altre cerimonie, mediante le quali il potere monarchico rappresentava se


stesso e la sua relazione con le varie istanze del regno (baroni, citt, aristocrazia
napoletana, ecc.). Mi riferisco alle incoronazioni, ai matrimoni, alle cavalcate nei
seggi di Napoli, alle entrate dei sovrani nelle citt, ai giuramenti, ma anche allinvestitura a cavaliere o allassunzione della croce da parte del Magnanimo per la
spedizione antiturca: un complesso di eventi rituali che manifestano un certo
pragmatico sperimentalismo nel regno aragonese di Napoli.38

2. CULTUS ET CELEBRATIO IUSTITIAE


Le motivazioni del parlamento del 1443 furono dichiarate dallo stesso sovrano nel discorso di apertura del 26 febbraio: riformare la giustizia e chiedere risorse finanziarie per la difesa del regno. Il re afferm:
maximum eius desiderium et studium esse regnum ipsum in eadem pace conservare, et propterea velle dare operam primum ut iustitia reformetur, celebretur et
eadem (quemadmodum decet, et fieri debet) ministretur. Secundo loco, ut possit
idem regnum in pace perpetua retinere ac longe quoscumque hostes quovis modo
illud forsitan invadere volens propulsare, honestum videtur ut eidem maiestati de
aliqua sufficiente pecuniarum summa iidem convocati subvenirent.39

Giustizia e difesa sono collegate entrambe alla necessit di mantenere in regno in pace (il termine ricorre due volte). Nel formulario delle Corts aragonesi e
catalane compaiono spesso sia la giustizia sia naturalmente le richieste finanziarie per la sicurezza del regno, per il timore di invasioni dallesterno, come qui e
nelle quasi contemporanee Corts catalane di Tortosa (1442).40 per possibile
cogliere i differenti contesti politici che si nascondono dietro i medesimi stilemi
retorici e cancellereschi. In primo luogo, le assemblee iberiche trattavano, in sessioni che duravano da un paio di mesi a pi anni, di numerose altre materie, conformemente alla loro specifica funzione costituzionale.41 Inoltre, a Napoli, nel
1443, lauxilium al sovrano, di lontana derivazione feudale, non pi un sussidio
demergenza (soggetto ovviamente allapprovazione dellassemblea), ma una pro-

38. Vitale 2006, pp. 15-78, Senatore 2007a, 157-169. Per linvestitura di Alfonso e Federico di
Ferrante il 29 settembre 1455, siando convocati tuti li baroni e l populo in lo archiepiscopato: Dispacci sforzeschi, I, p. 273. Per lassunzione della croce, comunicata il 26 agosto 1455 a el suo consiglo e li signori de questo regname e uno gentilhomo per caduno segio, ma effettuatasi il 1 novembre,
ivi, pp. 239 (cit.), 299 e cfr. Madurell Marimn 1963, pp. 504-505.
39. Capitoli Gratie 1524, f. IIIr.
40. Lettera di convocazione dell11 agosto 1442, Cortes 1915, p. 3.
41. Si veda, ad esempio, il quadro sintetico dei temi trattati nelle Cortes del regno di Valencia in
Muos 2000, p. 583.

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fonda riforma strutturale delle imposizioni dirette, convertite in ununica e regolare taxa generalis su tutti i fuochi, come stato dimostrato.42 Meno si insistito
sullaltro elemento, cio sulla riforma della giustizia, che si vuole amministrare
degnamente e correttamente (quemadmodum decet, et fieri debet). Alfonso
pubblic certa sua statuta circa reformationem iustitiae nuperrime condita, con
riferimento a tre provvedimenti specifici, che, a differenza della riforma fiscale e
delle richieste dei baroni, non furono affatto oggetto di discussione (udienza del
re tutti i venerd, istituzione dellavvocato dei poveri, composizione della Curia
della Vicaria e emolumenti dei suoi membri).43 Se la materia fiscale era una competenza consueta nei parlamenti europei, la solenne celebratio et cultus iustitie,
secondo la parole significative utilizzate da Onorato Caetani nella risposta al discorso del Magnanimo,44 richiamava la tradizione pi risalente del regno, quelle
delle assise normanne e delle curiae generali di Federico II per la promulgazione
di provvedimenti legislativi e la celebrazione del potere sovrano.
Il richiamo alla giustizia, attribuzione ovvia della regalit bassomedievale, non
dovuto a un riflesso tradizionale, perch sia Alfonso il Magnanimo, sia Ferrante, sia il duca di Calabria Alfonso nella sua funzione di primogenito si dedicarono ad unininterrotta opera di riforma dei tribunali centrali del regno, in particolare delle procedure giudiziarie, ampliando lo spazio del diritto regio, per
competenza diretta e per appello, ordinando inchieste dufficio su temi scottanti
(i privilegi, la corruzione dei funzionari, i passi, i pesi e le misure).45 Ne sono prova le richieste che i baroni sottomisero ad Alfonso in occasione dei parlamenti del
1450 e del 1456, le uniche che ci sono pervenute. Esse riguardano proprio quei
due ambiti: il fisco (entit, modalit e tempi di riscossione della tassa generale e
delle collette straordinarie, distribuzione del sale, sanzioni per i ritardi dei baroni
nei versamenti fiscali connessi al possesso feudale) e la giustizia (indulto generale, composizione della Curia della Vicaria, competenze dei giustizieri, durata del
loro incarico e obbligo di sindacato, competenza dei baroni nella nomina di giudici annali e camerlenghi feudali, competenze degli algozzini, ecc.).46

42. Del Treppo 1986, pp. 110-116.


43. Capitoli Gratie 1524, f. V.
44. Il Caetani, conte di Fondi, coram eadem Maiestate genuflectens humiliter primum ingentes
gratias ipsi maiestati egit de gratiis eiusmodi oblatis, maxime celebrationis et cultus iustitie, ivi, f. IIIr.
45. Del Treppo 1986, pp. 163-164; Ryder 1976, pp. 91-124 (ricordo in particolare il Consilium
Pecuniae, istituito nel 1455, e il Consilium Subornacionum, dellinizio del 1456, la cui attivit inquisitoria da considerarsi allorigine delle proteste baronali nel parlamento del 1456). Per i passi v. Vultaggio 2000 e bibliografia ivi citata.
46. Ametller 1903-1928, III, pp. 684-692, Gentile 1909, pp. 107-119, Gentile 1913, pp. 223-231.

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Nel 1458 anche Ferrante asser di aver convocato il parlamento, oltre che per
comunicare la morte del padre e la sua successione, per mettere ordine et forma
ad tute quelle cose per le quale se habia ad governare questi populi cum bona iustitia, et questo farlo cum participatione de loro signori.47 La participatione
introdotta per captatio benivolentiae, data la difficile situazione di Ferrante, privo
del riconoscimento di papa Callisto III e consapevole dellinsofferenza di alcuni
grandi baroni. Non sappiamo quali fossero in quelloccasione i suoi provvedimenti in materia di giustizia,48 per il riferimento a questo obiettivo torna anche
nel discorso introduttivo tenuto per suo conto dal segretario Antonello Petrucci nel
parlamento del 1484, quando le questioni da trattare erano appunto luna pertinente alla iustitia, laltra il modo et forma de la exactione de le intrate fiscale.49
In effetti la caratteristica delle fonti di cui disponiamo oscura questo punto specifico. Gli ambasciatori si concentrano sulla questione fiscale, quella pi delicata,
trascurando gli interventi in materia di giustizia, che, ripeto, in quelloccasione
erano semplicemente pubblicati. La riforma della giustizia fu senzaltro un punto
qualificante dei parlamenti citati (1443, 1458, 1484). Il parlamento del novembre
1484, nel quale fu nuovamente cambiato il sistema fiscale, fu preceduto e seguito
da una frenetica attivit, di cui fu protagonista il duca di Calabria, Alfonso, come
testimonia Jampiero Leostello, il paggio addetto alla registrazione delle sue attivit quotidiane. Dal 4 novembre 1484, il giorno dopo la famosa entrata solenne in
Napoli, al 28 maggio 1485
non cess mai sua illustre signoria de fare facende, et consilio coacto unoquoque
die expediva facende []. Cause che erano durate xxv anni et pi expedi cum
iusticia et celerit, in modo che molti poveri homini fece reviviscere. Le cose inique de la corte reduxe eque. Assect tucti li officii del reame, et per sua illustre
signoria fureno facte nove constitutioni et date molte sententie cum tanta iusticia

47. et che lintendeva mettere ordine et forma ad tute quelle cose per le quale se habia ad
governare questi populi cum bona iustitia, et questo farlo cum participatione de loro signori, sperando
in Dio et loro che gli conservaria in bona pace come havea facto la bona memoria del signore re suo
padre. Il conte di Fondi rispose che a tuti loro signori era rincressuta la morte del re passato, cos se
trovavano contenti del successo suo, sperando essere bene recti et tractati da sua maiest (testo che
successivo a quello cit. supra, nota 26, Dispacci sforzeschi, II, pp. 62-63).
48. Sappiamo di unordinanza sui salari della Sommaria, il 13 agosto (Messer 1912, pp. 41, pp.
58-60) e soprattutto di un intervento sugli uffici di corte, che scontent quello che potrebbe essere
definito il partito anticatalano della corte: questo re ha reformato de li offici de corte et in governo
de soa persona pro maiori parte cathallani, inter alios ce don Inico, fratello del conte de Ariano, el
quale have tanta reputatione et tanto loco como alcuno altro ce sia, de che tutti quelli che volivano male
al conte de Ariano, che sono molti, de questo crepano de passione et de invidia, et grandemente ne
mormorano, dicendo che loro non possono uscire de mano de spagnoli et catallani, lettera di Bartolomeo da Recanati, Dispacci sforzeschi, II, pp. 109-110. Cfr. Senatore 2007b, pp. 127-133.
49. Scarton 2007, p. 124.

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et equit che tucto homo restava admirato, et li docturi peritissimi in utroque jure
molte volte restavano confusi et facevanse non picola maraviglia de li optimi
iudicii de sua illustre signoria. Due volte la septimana dava audientia a tucto
homo publicamente in la sala grande de Castelnovo et a tucte petitioni et suplicationi datoli facea dare bona expeditione. Ordinati erano li iudici a li quali facea
commectere cause et tucte suplicationi, et date erano le sententie cum grano salis
et cum lo pede del piombo []. In dare de le sententie et expedire le cause a sua
illustrissima dominatione non erat facta exceptio personarum. Le cose andavano
tucte eque et in tale modo che non se parlava de altro. Tucti li offici fureno reassectati et reducti a bono termine, et facte nove constitucioni.50

Lentusiasmo naf del servitore andrebbe integrato con una pi precisa ricostruzione di quei provvedimenti, tra i quali vi fu lestensione delludienza pubblica
del re da uno (il venerd del Magnanimo) a tre giorni la settimana, con lintervento appunto del duca di Calabria in due giorni.51 Vediamo qui allopera il riformismo aragonese, su cui ha giustamente insistito Mario Del Treppo,52 in materia di
giustizia, che va amministrata senza exceptio personarum, sia direttamente dal re,
sia dai suoi tribunali.53 su questo fronte che avanzava lassolutismo regio, limitando lautonomia dei poteri locali nella concretezza dellesercizio giurisdizionale
e nella quotidianit del contenzioso. La concessione generalizzata del mero e misto impero, risalente al parlamento del 1443, e quella, ancora rara, del secondo grado di giudizio (cosiddette seconde cause), tradizionalmente interpretate come un
cedimento al particolarismo feudale napoletano, non impedirono alla giustizia
regia di comprimere nei fatti quella baronale, mediante il rafforzamento delle
magistrature centrali, secondo un processo che continuer nel secolo successivo.54
Ecco dunque che Alfonso e Ferrante appaiono s disponibili a larghe concessioni in occasioni singole (per via di privilegio) e novit aragonese collettive
(i capitoli approvati al parlamento), ma la loro azione appare sempre ispirata ad
una concezione chiara della funzione regia, le cui prerogative sono costantemente difese e rafforzate. Esemplare , a questo proposito, la risposta di Ferrante allinopportuna insistenza di Capua, una delle citt demaniali maggiormente benefi-

50. Leostello 1883, pp. 46-47 (corsivi miei). Il testo stato modernizzato (maiuscole, accenti, distinzione u/v, trascrizione di j con i).
51. Del Treppo 1986, pp. 164-165.
52. Ivi, pp. 110 ss. e, recentemente, Vitolo 2008, pp. 169-170.
53. Nel testamento del 1495 Alfonso II raccomand al figlio Ferrandino di prestare somma cura,
et diligentia [] alladministratione della giustizia egualmente ad ogni persona, senza riguardo,
eccettione alcuna, procurando personalmente quanto li serr possibile intendere, et essaminare le
querele delli populi, et delli sudditi, et non rimetterli ad altri, Volpicella 1846, p. 32.
54. Vallone 1985, pp. 149, 170-173. Per la concessione delle seconde cause a qualche barone: Cassandro 1934, p. 60 (ringrazio Armando Miranda per la segnalazione).

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ciate dalla monarchia aragonese, per ottenere unulteriore concessione. Il sovrano


insiste sullesclusivit della iurisdictio, che da lui promana e a lui ritorna come
lacqua nel suo eterno ciclo, e che, per quante concessioni graziose possano essere fatte, resta sempre in suo potere, radicata et incaracterata in la persona nostra:
Et non devite ingnorare ma bene sapere che may tanta de gracia et de iurisdicione porriamo ad altruy concedere et expresse con tucte clausule derogatorie
abdicare da nuy, che non ne remanesse in quella medesmo abdicacione et derogacione non sulo la maiore parte, ma decimo tucta, perch lle iurisdictione se
concedeno da nui, et simile gracie in quelle non ce causano deminucione, anci
aumento, et derivano da nuy comparati ali rivuli et acque quale fluino et curreno et nientidemeno refluino pure allo mare donde hanno havuto lo loro origine
et fonte (1492).55

una bella attestazione di come il pactismo fosse estraneo allorizzonte ideale e giuridico di Ferrante, nonostante gli inevitabili cedimenti de facto dovuti alle
contingenze politiche. Ciascuna iurisdictio, ciascuna districtio vien voglia di
dirlo con le parole di una delle costituzioni di Roncaglia (1158) risiede presso il
principe e da lui discende verso i soggetti che la esercitano.56 Il richiamo alle radici romanistiche, cos come si rispecchiavano nelle costituzioni sveve (non dimenticheremo la centralit della giustizia nel Proemio del Liber Augustalis, che plasmava la dottrina e la prassi dei giuristi nel regno) rest sempre vivo nellazione
dei sovrani. Interessante anche il paragone tra la iurisdictio descendens e lacqua, elemento carico di significato nelle Scritture: unimmagine simile compare
anche nel proemio di Goffredo di Gaeta ai Ritus della Sommaria (1452-60), dove
il Fisco regio come una fonte da cui abbondante fluisce lacqua per diffondersi
in vari luoghi e provvedere cos alle pi diverse esigenze della res publica.57
probabile che in entrambi i casi ci sia un richiamo indiretto a fonti bibliche, perch lacqua rappresenta la parola di Dio o la sua grazia. Certo la cultura giuridica
ed amministrativa del regno di Napoli era profondamente impregnata di quella
55. Ferrante alluniversit e uomini di Capua, presso Palma 30 aprile 1492, Biblioteca del Museo
Campano di Capua, Archivio comunale, 100, c. 20/69. Cfr. anche Vendemia 2005, p. 181. La lettera
riecheggia un documento del Magnanimo del 1456, nel quale il sovrano affermava di poter cassare de
plenitudine dominice et absolute potestatis omnia et quecumque privilegia quascumque provisiones,
cautelas, cauciones, constituciones, capitula, concessiones, ordinaciones, consilia etiam generalia edita, ritus et observaciones editas vel edita (Cassandro 1934, p. 14).
56. Omnis iurisdictio et omnis districtio apud principem est et omnes iudices a principe administrationem accipere debent et iusiurandum prestare, quale a lege constitutum est, Colorni 1967,
p. 143.
57. Fiscum regium semper decet esse locupletem, velut fontem, in se continentem originalis
aquae abundantiam, quae diversis rivulis ad diversa loca derivantur, Delle Donne 2007, p. 116, 135.
Forse il richiamo a Isaia 55,10 (ringrazio Marcello Del Verme per la segnalazione), anche se ci
potrebbero essere tramiti nella letteratura religiosa e giuridica medievale.

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religio iuris di federiciana memoria.58 Per questo motivo quel regno fu per Alfonso, come stato osservato, lo spazio ideale per realizzare la sua alta concezione
del potere sovrano, fondata sulla preheminencia real. La potestat absoluta che egli
esercitava a Napoli, infatti, permetteva come lo stesso sovrano dichiar agli
ambasciatori delle Corts catalane nel 1450 di amministrare al meglio la giustizia senza limpaccio delle consuetudini e utsages catalani.59

3. IL PARLAMENTO E LE BASI TERRITORIALI


DEL POTERE ARAGONESE
Diamo ora uno sguardo alla composizione del parlamento del 1443. Ad esso
furono convocati 125 baroni,60 un numero non distante dai cento et trenta due in
tutto documentati dal cronista aversano Silvestro Guarino per lassemblea del
1494, alla quale parteciparono per anche i sindaci demaniali e gli ecclesiastici.61
Non sono moltissimi, se, tenuto conto della minore estensione geografica della
Catalogna rispetto al regno, ricordiamo che i convocati alle Corts di Tortosa nel
1442 furono 245 per il solo braccio militare, distinti in barones, milites, e homines de paratico (cui vanno aggiunti 43 prelati e 19 rappresentanti delle citt).62
I presenti furono in realt 96 (ma c unincertezza nel conteggio),63 tra i quali incontriamo 35 persone assenti nella convocazione. Non sappiamo se questa
disparit dipenda dalla tradizione della fonte o dalle modalit stesse della convocazione, che potrebbe essere stata perfezionata via via, magari da ufficiali territoriali preposti alla diffusione della notizia, non esistendo precedenti vicini nel tempo. Neppure possibile un confronto con convocati e presenti di altri parlamenti,

58. Oportet etenim amplissimum invictissimum Regem fore iustitie patrem et filium, dominum
et ministrum, patrem et Dominum in edendo iustitiam et editam conservandum (cit. da Cassandro
1934, p. 14) recitano gli statuti concessi a Barletta da Ferrante nel 1466, con una citazione letterale del
celebre passo delle Costituzioni di Melfi I,31 (Kantorowicz 1989, pp. 84-93).
59. Del Treppo 1978, pp. 330-331 e Del Treppo 2000, pp. 9-11, commentando un documento che
avevano gi segnalato Ryder 1959-1962, p. 49, Moscati 1978, p. 89. Per lassolutismo regio aragonese anche: Cassandro 1934, pp. 11-21.
60. Capitoli Gratie 1524, ff. Iv-IIr. Tra loro solo due ecclesiastici, che, come si ritiene generalmente, sarebbero stati convocati in ragione dei loro possessi feudali: larcivescovo di Benevento Giacomo della Ratta e un certo abate di S. Spirito.
61. Guarino 1780, p. 219.
62. Cortes 1915. Cfr. le tabelle in Muoz 2000.
63. Per alcune omonimie e per la difficolt di distingere tra i procuratori e i presenti in proprio.
Segnalo un punto che non ho compreso nel testo: lapposizione che segue la menzione di Luigi di
Capua, militi Forlano etc., Capitoli Gratie 1524, f. Iv.

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per i quali non ci sono pervenuti elenchi.64 Del resto, tra i convocati non figuravano soltanto individui, ma anche soggetti giuridici, per cos dire, che non pare fossero rappresentati da procuratori: gli eredi di Coluccio Lauria, quelli di Nicola
Ruffo, coppie di fratelli, tre donne, ovvero Eleonora dAragona, principessa di
Salerno e duchessa dAmalfi (consorte del potente Raimondo Orsini, principe di
Salerno); Sessa Orsini, contessa di Buccino (il titolare originario della contea era
al momento ribelle) e Margherita di Poitiers, marchesa di Gerace.
Incrociando lelenco dei convocati con quello dei presenti otteniamo 160 nominativi, la cui analisi consente due osservazioni. In primo luogo, sono quasi tutti regnicoli, con quattro importanti eccezioni che riguardano fedeli collaboratori iberici
del Magnanimo: il castigliano Iigo de Guevara, creato conte dAriano, il valenciano Garia Cabaneylls, conte di Troia, gli aragonesi di Sicilia Alfonso di Cardona, conte di Reggio [Calabria] e Giovanni di Ventimiglia, marchese di Gerace. Si
tratta di nobili di rango, fedeli compagni darme della prima ora, impegnati ininterrottamente al servizio di Alfonso durante la guerra di conquista e le successive
campagne italiane. Bench i primi tre disponessero di cospicui possessi feudali
napoletani, che non casualmente furono minacciati dai ribelli antiaragonesi durante la guerra di successione del 1459-65, non c dubbio che fino al 1443 la vigorosa redistribuzione di feudi operata dal nuovo sovrano avesse riguardato principalmente i lignaggi aristocratici del regno, favorendo ovviamente quelli che per
primi si erano schierati dalla parte aragonese, come ad esempio gli Orsini, i Sanseverino, i Marzano, e riconoscendo qualche dominio anche a chi assai tardivamente si era arreso al Magnanimo (i Caldora e i loro seguaci, ad esempio).
Seconda osservazione. La convocazione del 1443 distingue il complesso dei
signori in due gruppi: da un lato i feudatari maggiori, definiti analiticamente principes, duces, marchiones, ac magnificis et spectabiles comites, dallaltra i ceteri
magnates et barones et feudotarii, espressione che sembra voler comprendere tutti
gli altri signori che sarebbero potuti risultare esclusi dal mero elenco delle dignit
maggiori.65 Chi sono magnati e baroni? Negli atti del 1443 il termine magnati compare nella convocazione e poche altre volte, perch generalmente sostituito da
baroni che, nelluso napoletano e altrove, avrebbe acquisito la funzione di iperonimo, cio di un termine generale comprendente tutte le tipologie e i gradi di potere

64. Diciassette baroni, tra i pi eminenti, et aliis plurimis baronibus et procuratoribus nonnullorum absencium maiorem et saniorem partem Magnatum et baronum Regni representantibus sono
indicati nel verbale del Parlamento del 1450 (Ametller 1903-1928, III, p. 685, Gentile 1909, p. 109).
Le richieste del parlamento del 1456 furono presentate da una commissione di cinque baroni, pi il
procuratore del principe di Taranto (Gentile 1913, p. 229).
65. Capitoli Gratie 1524, f. Ir (dove i termini sono in dativo).

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feudale e signorile (laccezione usata anche in questo saggio).66 Lendiadi magnati e baroni occorre anche nelle fonti relative agli altri parlamenti alfonsini.67 Sembra che a Napoli magnates sia una derivazione cancelleresca e di utilizzo prevalentemente giuridico.68 Era per un termine assai antico, riferito ai grandi di un
regno, talvolta alternativo a proceres (che fu via via preferito per la nobilt non feudale, come quella urbana), e che occorre fin dal XIII secolo anche negli atti parlamentari di altri regni europei, nei quali pure si registra unoscillazione, con sfumature diverse, tra luso specifico e quello generale (i magnati come una parte o come
la totalit dei detentori di feudi).69 Non questo il luogo per una storia accurata
della parola. Essa non del resto neanche necessaria, perch i testi, soggetti a differenti influenze (i formulari cancellereschi, gli autori latini e mediolatini, gli idiomi volgari), non mostrano una nettezza inequivocabile nelle definizioni dei gruppi
sociali. Tuttavia, la reticenza ad usare un unico termine per lintera categoria
dimostra che era inevitabile una distinzione tra almeno due raggruppamenti non
assimilabili tra loro, anche se mutevoli nel tempo.70 Che poi si ricorresse allelencazione di tutti i termini disponibili, allendiadi magnati e baroni, o, ancora, ai
soli magnati e ai soli baroni un fatto secondario ai nostri fini. La medesima
partizione in due gruppi ritorna infatti, con parole diverse, in un testo quasi contemporaneo al parlamento del 1443: la cosiddetta descrizione del regno di Napoli

66. Sensibile alla lingua, un acuto osservatore come Pontano, che nel De bello Neapolitano distingue il ceto feudale in reguli e proceres (dietro il quale vanno visti i magnates), segnala nel De obedoentia loscillazione della definizione e laccezione iperonimica di barones quando parla dei due
genera subiectorum del re: i semplici subiecti e quelli qui regum liberalitate ac virtutis gratia tum
agros possident, tum oppida urbeisque sui iuris habent, pro quibus annua pendere tributa debiant et ad
militia cogantur. Quorum e numero sunt quos hodie tum barones dicimus, tum comites aut duces. cit.
in Nuovo 2002, p. 119 (da Pontano, Opera omnia, 32v).
67. Per il parlamento del 1449: magnatibus, baronibus et universitatibus eiudem regni, e magnates, comites, barones ac universitates demaniales Ryder 1976, p. 126 (da registri dellACA); 1450:
convocatis magnatibus baronibus, et aliis plurimus baronibus et procuratoribus nonnullorum
absencium maiorem et saniorem partem Magnatum et baronum Regni huius representantibus (Ametller 1903-1928, III, p. 685); 1453: magnatibus, baronibus, universitatibus, (Ryder 1976, p. 133n)
magnates et barones (Gentile 1913, p. 229); 1480: omnes Proceres et Barones, Proceres et Magnates praedicti (Ughelli 1721, col. 250).
68. Ricorre infatti nelle convocazioni e in un giurista tardo come De Ponte 1611, p. 142 che, a proposito dei parlamenti napoletani, li dice composti di barones, magnates et universitates terrarum
demanialium, e usando alternativamente magnates, magni, barones sive maiores, ivi, p. 144.
69. Occorrenze nelle fonti di varie monarchie europee in Marongiu 1962, pp. 11, 23, 105, 110116, 132, 139, 143, 171, 177, 215. Lautore interpreta magnati e cavalieri presenti a Barcellona nel
1192 come nobilt alta e bassa, ma il significato del termine sembra avere avuto effettivamente molte oscillazioni. Nel regno aragonese di Napoli indica senzaltro un livello inferiore della feudalit.
70. Nel Cinque-Seicento, la doppia partizione si ripresent nellopposizione tra baroni titolati e
non titolati.

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attribuita a Borso dEste (1444). In essa si elencano prima principi, duca, marchexi e conti, nel numero di 56 (comprensivi di ben venti contadi privi ancora di
titolare),71 poi baroni, zentilhomeni e signor de terre e de castelle, nel numero di
58 (anche in questo caso alcuni signori risultano privi di domini sono in attesa di
concessioni).72 La descrizione si basava molto probabilmente su elenchi e repertori presenti nella cancelleria aragonese di Napoli, come ovvio, documenti questi che
dovevano circolare negli uffici centrali e talvolta anche allesterno del regno, forse
ricopiati in titolari e formulari cancellereschi, perch necessari per la corrispondenza amministrativa e quindi anche per le convocazioni dei parlamenti. Molti dei
160 nominativi individuati per il 1443 sono presenti anche nella descrizione di Borso,73 ma i due elenchi non coincidono.
Dunque, i magnati e baroni del 1443, quasi due terzi dei nominativi attestati,
corrispondono ai baroni, zentilhomeni e signor de terre e de castelle della descrizione estense: unampia fascia di signori feudali di medio e basso livello, che
possedevano uno o pi centri rurali, aperti o fortificati (terre e castelli), il pi delle
volte collocati sullappennino, talvolta di dimensioni modeste. Erano possessi quasi sempre privi di continuit territoriale, che assicuravano spesso una considerazione di nobilt e sempre una rendita terriera e giurisdizionale ai rispettivi detentori. Magnati e baroni rappresentano insomma un potere personale e territoriale
distribuito in maniera frammentaria ma pervasiva in tutto il regno, talvolta coagulato, per legami familiari e professionali (il mestiere delle armi) o per contiguit
territoriale intorno a signori con possessi di dimensioni ragguardevoli (Orsini, Sanseverino, Caldora, Marzano, Centelles, Ruffo, ecc.). Alfonso, e prima di lui Ladislao dAngi-Durazzo, erano stati costretti a trattare con ognuno di loro durante le
campagne militari interne, ricomponendo faticosamente il proprio dominio attraverso innumerevoli concessioni, conferme di antichi privilegi, giuramenti di
fedelt. Di alcuni sappiamo molto poco, ma la presenza stessa al parlamento, specie se associata alla precedente registrazione cancelleresca del giuramento di
71. Quisti conti prenominati, ali quali non sono scritti li soy proprii nomi, ancora non sono datti li
loro contadi, o che li sono dati a deli contti, principi e marchexe prenominatti, s che uno contte haver
pi conta e uno principo, oltra el principato, haver deli contadi, etc., Dispacci Sforzeschi II, p. 7.
72. Si tratta di 21 signori, tra cui sono elencati anche i signori di terre non specificate: Trovasse,
oltra li prenominatti, alguni baroni che sono signori de castelle asay non specifichatte e signorie non
specificate de cui sianno, e quelle sono vacante e quilli privatti e posti ad placitum regis, ivi, p. 9.
73. La qualit informativa di questa descrizione straordinaria: cfr. Ryder 1976, pp. 55ss e 97,
Storti 2007, pp. 17-31, Senatore-Storti 2002, pp. 48-50 ripubblicato in Senatore 2003, pp. 291-294.
Aggiungo un elemento che non avevo compreso quando ho riedito la descrizione. Dove si dice che
Capua capo del passo de Terra de Lavoro e confina cum terra de canso [sic], dove viem lo grano,
bestiame e grassa asay, si fa un riferimento esplicito a una partizione del territorio di Capua, la cosiddetta terra Cancie, cui si aggiungevano la terra Lanei e la terra Capuana (Vendemia 2005, p. 175).

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fedelt, conferma della loro importanza per il potere aragonese e della loro
preminenza in determinati ambiti territoriali o sociali: penso un tale Leone di
SantAgapito, convocato e presente al parlamento, che ritroviamo nel registro dei
giuramenti ad Alfonso alla data 10 agosto 1441,74 ai milites Giovanni Ascari e
Pietro Cossa, allo sconosciuto Ebincorso de Florentia.
I successi militari di Alfonso contro lavversario e il controllo delle principali
fortificazioni del regno non erano sufficienti a garantire la stabilit del regno, costretto a rassodarsi mediante il riconoscimento di questi poteri locali. Il fatto che
alcuni magnati e baroni convocati nel 1443 appartenessero al patriziato cittadino
di Napoli e di altre citt come Chieti, LAquila, Barletta,75 che altri (o gli stessi)
fossero condottieri di professione76 o funzionari del re,77 certo un elemento significativo, perch ne distingue le differenti strategie di ascesa sociale e arricchimento e le personali attitudini, ma nulla toglie alla base prevalentemente signorile e fondiaria della loro ricchezza e al rilievo del loro diretto collegamento con la
monarchia. Sono del resto possesso feudale e esercizio di giurisdizioni, per quanto modeste, i due elementi che consentono a magnati e baroni, piccoli e grandi,
ma probabilmente tutti feudatari in capite regis, laccesso al parlamento e li identificano, agli occhi dei contemporanei, come unarticolazione specifica del pi
ampio ceto feudale.
Interessa infine sottolineare come magnati e baroni avessero accresciuto la
loro forza durante le numerose guerre di fine Trecento e della prima met del
Quattrocento, nellambito di una generale crescita dei poteri locali. Durante le
campagne di Ladislao dAngi-Durazzo e la guerra tra Renato dAngi e
Alfonso il Magnanimo, una parte cospicua di questi magnati e baroni o dei
loro predecessori erano stati titolari di qualche lancia negli eserciti angioini
e aragonesi oppure nelle compagnie di grandi condottieri come i Caldora o gli
Sforza. Il mestiere delle armi aveva consentito ad alcuni di integrare le rendite
signorili, ad altri, al contrario, di acquisire per la prima volta un piccolo dominio feudale.78

74. Archivio della Corona dAragona, Cancillera, Registros, 2491 f. LVIIIr.


75. Ad esempio: Perdicasso Barile, Battista Caracciolo, Giacomo Carestia di Napoli; Antonio e
Loise Camponesco dellAquila; Guglielmo e Giacomo Della Marra di Barletta; Filippo di Valegnano
di Chieti; Ettore, Carlo, Francesco de Riccardis di Ortona.
76. Raimondo e Nicola Annecchino, Foschino, Marco e Olivo Attendolo, Andrea dEboli, Ugo e
Michele Sanseverino.
77. Giacomo de Aquino, procuratore fiscale di Alfonso nel 1438, Marino Boffa, giurista, titolare
di importanti uffici centrali al tempo di Giovanna II.
78. Cutolo 1969, Storti 2007.

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Le basi territoriali del potere aragonese nel regno di Napoli non si limitavano
per alla feudalit. Per il gusto dellapproccio linguistico, segnalo una lettera circolare che Giovanni II dAragona invi il 30 luglio 1458 a diverse potenze italiane pubblicizzando il suo appoggio al nipote Ferrante. Esprimendo, per cos dire,
uno wishful thinking, la lettera affermava quanto segue:
intelleximus quod prelati, principes, duces, marchiones, comites, magnates,
barones, civitates, opida, terre, universitates et officiales earumdem et inquam
totus populus ipsius regni Sicilie citra farum eundem regem Ferdinandum []
successorem legitimum assumpserunt.79

Lampio e variegato ceto feudale identificato con lo stilema cancelleresco


che gi conosciamo e che ricorre nelle convocazioni ai parlamenti: prelati, principes, duces, marchiones, comites, magnates, barones. Proprio in quei giorni
Ferrante aveva tenuto quello di Capua, ma la cancelleria di Giovanni II non poteva certo conoscerne gli esiti. A Saragozza, da dove fu spedita la lettera, era giunta notizia soltanto del riconoscimento tributato a re Ferrante dai principali cortigiani, italiani e iberici, dallaristocrazia cittadina di Napoli, da alcune citt del
circondario, ma anche delle opposizioni interne ed esterne al nuovo re.80 La citazione non dunque interessante per il suo contenuto oggettivo, ma per quellelenco di categorie che riprende e amplia il formulario delle convocazioni ai parlamenti, e che illumina, per cos dire, la percezione che in Aragona si aveva della
realt napoletana e, in particolare, dei poteri sui quali si fondava la stabilit
monarchica. Sono perci nominati tutti i possibili soggetti che avrebbero dovuto
riconoscere Ferrante, con laggiunta, ovvia nellesperienza parlamentare iberica
ma sostanzialmente errata in quella napoletana, dei prelati al primo posto.
Seguono civitates, opida, terre, universitates, che potrebbero essere letti come
le terre demaniali che effettivamente inviarono i loro sindaci allassemblea del
luglio 1458. Tale identificazione non per completamente corretta. Lespressione composita perch riferita sia alla qualit specifica degli insediamenti, urbani
(le civitates) e rurali, i quali a loro volta sono distinti in centri fortificati (opida)
e non (terre); sia alle amministrazioni locali, le universitates, rappresentate dagli
officiales earumdem (i sindaci, ma forse anche i capitani regi e persino feudali).
Linsediamento e lentit amministrativa si sovrappongono, con processo linguistico simile allelencazione di principi, conti, duchi, magnati e baroni, perch si
vogliono comprendere tutte le istanze locali, certamente le citt demaniali, ma

79. Lettera alla signoria di Siena, Saragozza 30 luglio 1458, Archivio di Stato di Siena, Concistoro, 1992, f. 44.
80. Dispacci sforzeschi, II, passim.

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anche i molto pi numerosi centri infeudati, grandi e piccoli, che effettivamente si


affrettarono a inviare i propri sindaci a Ferrante, bench non partecipassero al parlamento, per confermare la propria fedelt e avanzare specifiche richieste. La conquista di Alfonso e, negli anni che seguirono, la riconquista da parte di Ferrante
diedero un certo spazio anche alle aspirazioni politiche, territoriali, giurisdizionali delle comunit, costituendo dei vincoli che sono dunque giustamente richiamati (come in un auspicio) nella lettera di Giovanni. Nel solo registro dei giuramenti di Alfonso se ne incontrano 58, tra cui centri davvero esigui, la cui importanza
strategica era improvvisamente accresciuta dalle condizioni transitorie della campagna militare.81 noto, del resto, che allet aragonese anche qui riscontriamo
la continuit tra Alfonso e Ferrante risale la parte pi importante del patrimonio
normativo dei privati e delle comunit meridionali, il complesso cio di privilegi,
capitoli, grazie che definivano la loro condizione giuridica e il loro rapporto con
il centro e con poteri personali e territoriali limitrofi, e che avrebbero trovato la
definitiva cristallizzazione in epoca asburgica.82 Prima e durante il parlamento,
nellaccampamento regio allesterno di Capua, la tenda di Ferrante vide infatti una
processione di quei soggetti indicati nella lettera di Giovanni, i quali contrattarono individualmente con il re e i suoi consiglieri.83 Dopo la seduta inaugurale anche
il parlamento generale si frantum in una serie di colloqui singoli, come testimonia lambasciatore milanese: se sonno pi volte ritrovati dicti signori in campo
cum la maiest prefata perch ogni signore et comunit facevano diverse domande de gratie al prefato signore re, come fare se suole ad ogni renovatione de stato.84 La scena si ripetette anche nei mesi successivi, in occasione della spedizione in Abruzzo e Puglia di Ferrante (1458-59), volta a recuperare coloro che non
erano venuti a corte o non avevano ancora trovato soddisfazione, come il gruppo
dei Caldora, la citt dellAquila e i Camponesco, infine il principale avversario,
Giovanni Antonio Orsini principe di Taranto, gi fautore del Magnanimo.
Se per la feudalit convocata ai parlamenti agiva talvolta come un unico corpo,
in grado di presentare richieste per conto dellintero regno, come accadde nel 1450
e 1456,85 le citt demaniali e i loro rappresentanti convocati ai parlamenti non costi81. Ad esempio Positano, Santomango, Torre Ottava (oggi Torre del Greco), Anacapri (Archivio
della Corona dAragona, Cancillera, Registros, 2491, passim).
82. Senatore 2008 e bibliografia ivi citata.
83. la corte come mercato dei favori, come ha detto Carlos Lopez nel suo intervento al convegno di Saragozza.
84. Dispacci sforzeschi, II, p. 63. Il re aveva incontrato baroni e sindaci gi prima del parlamento, via via che arrivavano a Napoli (ivi, p. 24, notizia del 13 luglio). Per le riunioni in gruppi durante
il parlamento del 1484: Scarton 2007, p. 126.
85. E come teorizza De Ponte 1661, pp. 141-148.

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tuivano unaggregazione neppure occasionale. Come gi detto, ogni comunit (comprese quelle non demaniali) contrattava separatamente i propri privilegi con la Corona, che sapeva ben valutarne il differente peso per lesperienza acquisita durante e
dopo la conquista. Un ennesimo elenco ci conferma che limportanza economica e
politica delle citt, ad esempio, non in relazione con la rappresentanza al parlamento e con lo status demaniale o feudale. Mi riferisco ai 27 destinatari di una lettera di Giovanni dAragona ai primi del 1460, quando la ribellione contro Ferrante
dilagava. In questa geografia cittadina del regno cos come percepita in Aragona
colpiscono pi le assenze che le presenze: non c nessun centro calabrese oltre
Cosenza, mancano le citt dei domini del principe di Taranto, mancano anche alcune importanti citt campane, come la demaniale Cava, le feudali Salerno e Ariano,
segnale questo forse della scarsit di relazioni privilegiate con quelle comunit.86
Dal punto di vista strettamente politico ed economico, le gerarchie urbane e territoriali erano ben altre, rispetto alla rappresentanza del parlamento, che dunque non
pu essere considerato come la proiezione immediata della societ meridionale.87 Si
trattava, del resto, di gerarchie che potevano modificarsi per le contingenze politiche, pi che per quelle economiche. Gaeta, Castellammare di Stabia, Ischia e Tropea, ad esempio (le seconde due mancano nellelenco considerato), sono considerate piazzaforti strategiche per il controllo militare e commerciale del Tirreno
occidentale, tanto che Giovanni II le chiese per ben due volte come appetitoso pegno in cambio del suo soccorso al nipote Ferrante (nel 1460 e nel 1462).88 Ferrante,
nonostante le difficolt, declin lofferta, ripagando lo zio soltanto con la cessione
di Mazara, altro centro marittimo di rilievo, gi suo appannaggio personale.
In conclusione, lintroduzione da parte dei Trastmara del parlamento nel regno
di Napoli s riconoscimento delle istanze dei baroni prima, delle citt demaniali poi,

86. Lettera circolare del 7 gennaio 1460, Archivio della Corona dAragona, Cancillera, Registros,
3409, ff. 8v-9r. Si tratta, sul versante tirrentico, delle citt costiere di Castellammare di Stabia, Gaeta,
Napoli, Pozzuoli, Sorrento, e, allinterno, di Aversa, Acerra, Capua (Terra di Lavoro). Seguono, oltre
alla ricordata Cosenza, le citt pugliesi e lucane di Barletta, Lucera, Manfredonia, Melfi, Troia. Pi
numerose le citt dellAbruzzo: Amatrice, Atri, Chieti, Cittareale, Civita S. Angelo, Lanciano, LAquila, Ortona, Penne, Sulmona, Teramo. Come di consueto, erano previste 5 lettere in bianco, che
sarebbero state indirizzate ad altrettante citt a discrezione della corte napoletana: la cancelleria iberica sapeva bene che la gerarchia di importanza poteva variare nel tempo, come osservo nel testo.
87. La stretta relazione tra societ e istituzioni al contrario la tesi di fondo di DAgostino 1979.
Non mi sembra condivisibile per il periodo aragonese.
88. Lettera di A. da Trezzo a F. Sforza, Archivio di Stato di Milano, Sforzesco, 13 agosto 1460,
Archivio di Stato di Milano, Sforzesco, 204, cc. 226-229, decifrazione coeva a cc. 223-226, 229. La
richiesta circolava da settimane nelle corti italiane, come testimonia una lettera da Venezia di Marchese
da Varese, che la giudic un cattivo segno, del 9 aprile 1460, ivi, 347. Lettera di Giovanni dAragona
a Ferrante, 19 febbraio 1462, Archivio della Corona dAragona, Cancillera, Registros, 3410, f. 189.

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ma non esaurisce la dialettica tra il sovrano e il regno n semplice proiezione della


societ meridionale. In primo luogo perch, come si detto, la giustizia non era
oggetto di contrattazione. In secondo luogo perch le istanze di singoli e comunit trovavano soluzioni anche al di fuori del parlamento, nel perenne contatto tra gli ambienti di corte e i poteri territoriali. In terzo luogo, perch la rappresentanza nel parlamento non comprendeva tutti i poteri territoriali, personali, economici del regno.

4. LE BASI PERSONALI DEL POTERE ARAGONESE


Dopo gli interlocutori feudali, signorili e cittadini, sui quali tanto a lungo mi
sono soffermato, dobbiamo ora considerare, per completare la geografia del potere nel regno napoletano, lampia clientela di re Alfonso, formata da grandi aristocratici, condottieri, uomini darme, giuristi, mercanti, un gruppo di personaggi,
catalani, castigliani, siciliani in gran numero, ma anche napoletani di antica fede
aragonese, cointeressati alla conquista sia perch seguirono Alfonso militando al
suo servizio,89 sia perch, anche quando non erano mercanti, prestavano abitualmente somme di denaro pi o meno elevate al sovrano, rassicurati magari da generosi albarani regi che impegnavano feudi ed entrate fiscali o uffici con anni di
anticipo. In pi, essi beneficiavano generalmente di premi pi appetitosi di un castello o di una terra sullappennino, consistenti in concessioni a titolo vitalizio o
ereditario di provvigioni fisse sulle entrate di una citt o una provincia, interi corpi fiscali, uffici regi (capitanie, castellanie, secrezie), gestiti ovviamente tramite
sostituti, uffici delle universit demaniali. Durante e dopo la conquista, costoro
furono utilizzati nei Consigli regi, negli uffici centrali e periferici, preferibilmente, se iberici, in incarichi finanziari e militari. Mi riferisco, quanto alla prima categoria, a percettori, tesorieri, commissari fiscali, secreti, ufficiali delle dogane;
quanto alla seconda, a ufficiali straordinari (capitani a giustizia e a guerra, vicer,
castellani alluso spagnolo, legati cio alla persona del re da un rigido giuramento vassallatico), titolari di condotte, capitani di navi da guerra, ammiragli.90
I loro nomi non figurano tra i presenti al parlamento del 1443, ma, significativamente, ne incontriamo alcuni quelli pi vicini alla persona del re tra i testimoni degli atti notarili che ne verbalizzarono alcune fasi: Alonso Borja, vescovo
di Valencia, Pedro de Cardona, Pere Ferrer, Bernat de Requesens, Battista Platamone, Ferrer Ram.91
89. Siz 2000, Siz 2008, in particolare le appendici pp. 361-409.
90. Ryder 1976, Moscati 1978, Del Treppo 1986, Siz 2008. Cfr. i registri degli albarani in Archivio della Corona dAragona, Cancillera, Registros, 2929bis, 2940, 2722.
91. Capitoli Gratie 1524, ff. VIIIr, IXv.

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Personaggi come questi costituirono un sostegno fondamentale per il potere di


Alfonso, una rete di fedeli, creati, di nobili animati da ideali cavallereschi ma anche
di affaristi e imprenditori di se stessi,92 che avevano costruito fortune personali e
familiari nellimpresa italiana. A differenza di quanto avvenne in altre occasioni e
nello stesso regno di Napoli, in questo caso non fu la feudalit il campo in cui furono immessi immediatamente clienti e servitori del conquistatore. Abbiamo visto
che, a parte alcuni casi, pur di grandissimo momento, la gran parte di feudatari presenti al parlamento del 1443 appartenevano a famiglie regnicole.
Chiamati polemicamente catalani da chi ne denunciava la rapacit ed estraneit al regno,93 costoro sono presenti massicciamente nellamministrazione
regia, centrale e periferica: sono loro a realizzare le riforme della giustizia e a
difendere le giurisdizioni regie. Attraverso di loro la forza della Corona arrivava
nei luoghi pi sperduti del regno, contrastando nel merito le egemonie sociali ed
economiche locali, attraverso lesazione del focatico, il recupero dei versamenti
del passato, la distribuzione forzosa e onerosa del sale, lesercizio implacabile
delle giurisdizioni regie, le inchieste dufficio, lerosione, in una parola, di quegli spazi di autonomia locale che pure sembravano assicurati dalle larghe concessioni del sovrano.
Le gravi crisi che investirono il regno durante il dominio di Ferrante, con la
guerra di successione (1459-65) e la congiura dei baroni (1485-86), non possono
essere interpretate semplicemente come leterna riproposizione del particolarismo
feudale, o come la reazione a un governo tirannico (si tratta in verit di posizioni
obsolete, sostituite da letture pi raffinate, ma che pur ritornano spesso nel dibattito storiografico e nella divulgazione), ma come la crisi di un equilibrio faticosamente raggiunto tra due diversi ambiti di potere: uno tradizionale e locale, laltro
innovativo e sovraregionale o internazionale.
Riottosit del ceto feudale, patteggiamento con citt e comunit, da un lato,
potenza del sovrano e modernit del suo regno, dallaltro: loscillazione tra questi due giudizi nella tradizione storiografica sul regno di Napoli corrisponde forse
ad una reale differenza di ambiti e di raggruppamenti politici e sociali: quello dei
poteri territoriali locali, cresciuti a partire dallet durazzesca; quello della clientela regia, che occupava lamministrazione, controllava le principali risorse pubbliche, seguiva percorsi di promozione personale e familiare a livello internazionale, dalluno allaltro dei domini aragonesi (lo stesso si verificher su scala
imperiale in epoca asburgica).

92. Del Treppo 1978, pp. 314-318.


93. Abulafia 1995, Senatore 2007b, pp. 127-133.

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La ricorrente resistenza dei baroni, progressivamente privati anche della propria autonoma forza militare,94 nasceva dal disvelamento dellinganno, dalla constatazione amara che, giorno dopo giorno, essi erano ridotti pegio che privati et in
le terre et stati nostri simo reputati baglivi (giudicenti locali con modestissime
competenze), come lament uno dei congiurati del 1485-86.95 Chi, barone o funzionario, regnicolo o iberico, napoletano o provinciale era invece ben inserito
nellentourage del re e collaborava con i suoi progetti riformatori, benefici largamente della generosit del sovrano, che naturalmente si esprimeva anche nella
pi tradizionale concessione feudale, accrescendo la schiera di principi, marchesi, duchi, conti, magnati e baroni.
Tuttavia, la morte del sovrano restava un passaggio assai critico, perch metteva a repentaglio fedelt, complicit, interessi personali e familiari. La lettera
di Giovanni non richiama affatto la fedelt degli uomini della casa del rey, n
dei cortigiani in generale. Durante lagonia del Magnanimo essi erano stati i primi ad essere consultati, quando il sovrano morente chiese loro di giurare fedelt
al successore.96 Il loro appoggio a Ferrante era fondamentale, ma sfortunatamente alcuni preferirono rientrare in patria, altri, specie quelli che avevano fatto fortuna lontano dalla corte, addirittura tradirono (Joan Guallart, Pere de Montrag, Joan Torrelles, Galeot de Bardax, Joan de Liria). Ferrante non aveva
infatti alcuna particolare preferenza per i regnicoli, come speravano alcuni dentro e fuori del regno, rispetto ai cosiddetti catalani, al fianco dei quali aveva fatto le sue prime esperienze di governo e di guerra. Certamente, emersero immediatamente nuovi collaboratori fidati, come sempre accade a un passaggio di
sovrano, ma questi, gi attivi al servizio del Magnanimo in posizioni meno rilevanti, furono scelti per le loro competenze e la loro affidabilit, come il caso
dei napoletani Antonello Petrucci e Diomede Carafa, del catalano Pascasio Diaz
Garln, dei sudditi di Giovanni II che continuarono a servire a Napoli (Bernat
Vilamari, Giovanni da Ventimiglia, Joan March, ecc.), e nelle province (Francesc Siscar, Antoni Gazull, ecc.). Le confische ai ribelli avrebbero consentito la
concessione ad alcuni di questi di domini feudali, con il conseguente definitivo
radicamento nel regno.97

94. Siz 2000, Storti 2007, pp. 119-177, Siz 2008, pp. 114-138.
95. Carlo Sanseverino, in una deposizione al processo valorizzata da Vallone 1985, p. 149. Per la
congiura dei baroni non si pu ora prescindere dalla Corrispondenza degli ambasciatori fiorentini III (si vedano i saggi introduttivi di Scarton, con bibliografia ivi citata).
96. La scena raccontata dallambasciatore milanese da Trezzo e da Pere de Vilarasa, Dispacci
sforzeschi, I, pp. 656-657, 663-665. Cfr. Senatore 2000.
97. Basti il rinvio alle note biografiche di Volpicella 1916 e Dispacci sforzeschi, II.

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5. LA LUOGOTENENZA GENERALE DEL REGNO


Laffidamento al primogenito della luogotenenza generale del regno (o vicariato), secondo lantica tradizione aragonese, efficacemente studiata da Jesus
Lalinde Abada,98 fu stabilito da Ferrante nei primissimi giorni della successione.
Il nuovo sovrano aveva deciso inizialmente di investire il figlio del titolo di duca
di Calabria proprio in occasione del parlamento di Capua del luglio 1458, imitando quanto operato dal padre nel 1443. Poi rinunci, per limpossibilit di organizzare una cerimonia degna, ma anche perch voleva dare immediatamente al
figlio un ruolo sostanziale nel governo del regno.99 Linvestitura a duca fu rimandata pi volte, e a giudicare dalle fonti diplomatiche pare che il piccolo Alfonso non fosse neppure presente allapertura del parlamento, nella cattedrale di
Capua.100 Si effettu soltanto il 18 febbraio 1459 a Barletta, dopo la messa, alla
presenza del legato pontificio Latino Orsini, che aveva incoronato il re il 4 febbraio.101 Invece, il privilegio della luogotenenza generale fu emanato gi il 9 settembre 1458, come atto sovrano non bisognoso di alcun riconoscimento da parte
del parlamento. Dopo unarenga dalle reminiscenze patristiche, le attribuzioni
sono le pi ampie possibili, e tradiscono la dipendenza dal formulario utilizzato
dalle cancellerie aragonesi per la costituzione di luogotenenti speciali o generali.102
98. Lalinde Abada 1962, Lalinde Abada 1978.
99. Al parlamento se crear duca de Calabria el principe de Capua, Dispacci sforzeschi da
Napoli, II, p. 24 (notizia del 13 luglio). Successivamente, come Ferrante chiar allambasciatore milanese, al principe de Capua non ancora mutato titulo, bene [il re] me ha dicto che gli vole dare quello che pi digno et conveniente al primogenito, che se pur doverlo fare duca credo diferir a tempo che gli sia licito de fare qualche magna festa, come se convenne allasumptione de talle dignit, il
che al presente non se poria fare (da Trezzo, 19 agosto, ivi, p. 96). Un mese dopo il medesimo ambasciatore spiegava cos il ritardo dellinvestitura a duca di Calabria: quando le cose siano tranquille et
che se possa andare a Napoli [il re era allora in campo], so certissimo gli proveder secundo merita la
dignit reale, et cos al figliollo et de provisione et titulo come se convenne ad uno primogenito reale,
le quale cose male se poriano fare al presente volendole fare cum quelle solemnit che se richiede (10
settembre, ivi, p. 121).
100. La consorte di Ferrante, Isabella di Chiaramonte, alloggiava a Nola con tutti i figli nei giorni in cui si tenne il parlamento di Capua: madama la regina sta pur a Nolla cum li figlioli et cum quello stato che teneva quando era duchessa, che pi stato non intendo che fin qui gli sia dato delusato,
et cos al principe de Capua, li quali el signore re ancora non ha veduti dapoi che l re, et questo perch sua maiest tanto occupata alle cose de stato che lassa passare quelle (10 settembre, ibidem). Il
testo precede immediatamente lultima citazione della nota precedente. Cfr. anche p. 123.
101. Ivi, pp. 207n e 185.
102. Il testo, tradito da una copia inviata a Milano dallambasciatore milanese A. da Trezzo, dadato apud fontem Populi, 9 settembre 1458, Archivio di Stato di Milano, Sforzesco, 199, cc. 196-198: Gloria patris, honorificentia filii et sapientia nati leticia cordis eius. Honorandus est igitur a patre filius quem
precipue claritas, sapientia luminat et obedientie plenitudo commendat. Dum enim in ipsum virtutis confertur premium sue laudis et gratie laudata virtus producit augumentum, attendentes igitur quod Alfon-

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Anche Ferrante era stato luogotenente generale del regno fin dal 1442,103 ma,
secondo la sua confidenza allonnipresente ambasciatore milanese, interessato al
destino del primogenito perch promesso sposo della figlia del duca Francesco
Sforza, ora aveva intenzione di coinvolgere effettivamente il figlio nel governo,
ci che avvenne, seppur non immediatamente.104 Dietro liniziativa si manifestava
la volont consapevole di attingere alla tradizione aragonese piuttosto che a quella italiana, ripristinandola per di pi nella sua pi autentica forma. La luogotenenza generale dei regni della Corona dAragona, erede della gubernacin general, era infatti fin dal XIV secolo la carica pi importante dopo quella dello stesso
monarca, che dava al primogenito ampie attribuzioni giurisdizionali e militari. Il
luogotenente generale, in sostanza, era s un alter nos del monarca come i vicari,
i luogotenenti speciali, i vicer, ma operava in presenza del sovrano e senza limitazioni territoriali. Il giovane Ferrante, pertanto, si configurava formalmente come
un luogotenente speciale, con competenze limitate cio ad un solo regno, per di
pi vanificate - a quanto pare dal governo autocratico del padre.105
Nel regno di Napoli erano state introdotte ed incrementate dal Magnanimo
anche le altre forme di potere sovrano delegato, comuni ma per influenze recisus primogenitus noster, in quo imaginariam formam virtus nobis grativa constituit et ordo succedendi
immediatum fecit et proximum successorem donis sapientie scientieque donatus, cum obsequentis obedientie spiritu nobis semper reverendus extiterit et concurrens cum nostris affectibus ad mandata devotus, ut eius gratias extollamus et laudes in nostri gloriam pariter et virtutis et eo pocius paterne reverentie plus debere se sentiat quo pociora se noverit ac nobis beneficiorum impendia recepisse. Tenore igitur
presentium litterarum [] eundem ipsum filium nostrum locumtenentem nostrum generalem et alterum
nos in toto hoc predicto Sicilie regno [] facimus. Cfr. Dispacci sforzeschi II, p. 123. Andrebbe confrontato con lanaloga nomina di Ferdinando il Cattolico fa parte di Giovanni II (1465) in Archivio della
Corona dAragona, Cancillera, Registros, 3412, f. 57, su cui Udina Martorell 1978, p. 73.
103. Ryder 1976, p. 99n.
104. In occasione della nomina a luogotenente generale, Ferrante afferm che se esso suo figliolo
ser virtuoso et da bene come spera, non lo tegner cos basso n remesso come la maiest del signore
re condam suo padre lha tenuto luy, che gli dar de le imprese et gli remetter la mazore parte de le
facende occorrerano, Dispacci sforzeschi, II, p. 123 (Cfr. Senatore 2007b, pp. 126-127). Nel settembreottobre 1459 Ferrante destin il governo della Calabria appena domata al giovane duca (si tratta di una
luogotenenza speciale), ma il successivo sbarco angioino sconsigli di dare seguito alla decisione, che si
sarebbe realizzata soltanto nel 1462, quando Alfonso aveva ormai quattordici anni (La maiest sua ha
deliberato, inante che se parta de qua, fare venire lo illustrissimo duca de Calabria, suo primogenito, per
lo quale gi ha mandato, et lassarlo suo locotenente qua in Cosenza, et deputarli appresso parechi et doctori et homini da bene quali fa venire da Napoli per tenere uno consiglio ordinato cum amplissima auctorit et arbitrio de potere provedere et fare quello che fare potesse sua maiest; et appresso lassarli
CCCC VC cavali per pi sua reputatione et per havere el modo de castigare chi fosse inhobediente, Dispacci sforzeschi II, p. 362, cfr. pp. 394-395, 398 e Volpicella 1916, p. 225).
105. Lalinde Abada 1961. La testimonianza di Ferrante sul poco spazio lasciatogli dal Magnanimo (supra, nota 104) in parte contraddetta dalla sua costante presenza alle udienze segrete del padre,
almeno quelle attestate dai Dispacci sforzeschi, I.

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proche e con una diffusione che ancora non conosciamo alle monarchie angioina e aragonese fin dalla fine del 300: i vicer, in particolare, che si sovrapposero con attribuzioni amplissime a giustizieri e altri funzionari territoriali, ordinari
e straordinari (capitani a guerra, capitani a giustizia). Il vicer napoletano dotato di notevole forza militare, anche grazie allimpiego dei temibili algozzini, contro i quali, considerati estranei alle istituzioni del regno, si indirizzarono le proteste dei baroni e delle comunit. Egli, in virt di due principi complementari, di
rappresentanza e delega il tramite pi forte tra centro e periferia, e vivifica,
come nessun altro ufficiale dello stato, la rappresentazione in loco del potere e
dellautorit sovrana (Del Treppo). Durante la guerra di conquista i vicer furono collocati in citt importanti, come Capua, Gaeta, Terracina, e in circoscrizioni
ampie, corrispondenti generalmente a pi province amministrative, cio a regioni
con una omogeneit geografica e una specifica vocazione strategica: Abruzzo,
Terra di Lavoro, Principato ultra e Terra Beneventana, Puglia, Calabria. Talvolta
la carica fu affidata ai feudatari locali pi fedeli e potenti o ai pi capaci condottieri regi, incaricati delle operazioni militari nella regione, non controllata integralmente dagli aragonesi.106 Ferrante si comport nello stesso modo. La semplice elencazione dei vicer che dagli anni 30 agli anni 60 si succedettero in
Calabria, una regione difficile da controllare, dimostra quanto importante fosse
considerato quellincarico: andiamo da Joan de Ixar, linfante Pietro dAragona,
Antoni Centelles, Marino Boffa e Paolo di Sangro, Francesc Siscar nel periodo del
Magnanimo, lo stesso Siscar, Alfonso dAvalos, di nuovo Centelles negli anni
della guerra di successione, quando Alfonso di Calabria fu luogotenente speciale
della provincia. Sia le nomine a vicem regem, vicem gerentem, e, negli anni 80,
governatore, sia le revoche mostrano, pur dipendendo dai formulari del XIV e XV
secolo, la flessibilit della prassi regia, che graduava volta per volta le attribuzioni di questi funzionari.107 I vicer, manifestazione di un potere regio straordinario
e diretto, restarono attivi anche in periodi di pace, tanto da subire raramente il destino di altri uffici ordinari, quello di essere esercitati da un sostituto.108
106. Pontieri 1961 (edizione registri della cancelleria vicereale di Calabria), Ryder 1976, pp. 320323 e 162, Lalinde Abada 1978, pp. 127-135, Del Treppo 1986, pp. 165-166, Morelli 2000, pp. 540-542.
107. Nomina di Luigi di Capua a vicer in Calabria, Valle del Crati e Valle Giordana, 2 settembre
1392, Cutolo 1969, pp. 168-174; nomina di Marino Caracciolo a vicer di Principato Ultra e Terra
beneventana, con revoca di Boffillo del Giudice, che esercitava lufficio per conto di Guillem Ramn
de Montcada, 6 febbraio 1460, in Messer 1912, pp. 450-453; nomina di Giacomo Carafa a vicer del
marchesato di Crotone [1460], in un formulario in Archivio di Stato di Napoli, Diversi della Sommaria, I, 52/II, ff. 9r-11r; nomina di Cesare dAragona a luogotenente di Terra dOtranto e Terra di Bari,
1472, Cassandro 1934, pp. 132-134.
108. Ad esempio, Boffillo del Giudice (vedi nota precedente). Sul pericoloso radicamento economico del vicer nella sua circoscrizione: Del Treppo 1986, pp. 166-167.

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A partire dai tardi anni 60 Ferrante invest della luogotenenza speciale (ma
detta generale nelle nomine) di alcune regioni i suoi figli e nipoti, riprendendo
anche sotto questo aspetto la tradizione aragonese. La famiglia regia venne cio
associata al governo monarchico, come il Magnanimo aveva fatto affidando alcuni dei suoi regni alla moglie Maria o al figlio Giovanni.109 Cos, il secondogenito
Federico dAragona fu luogotenente generale di Puglia (1468-70), Cesare, figlio
naturale, di Terra dOtranto e Terra di Bari nel 1472 e 1474 e di Calabria nel 1492;
Ferrandino, il figlio del duca di Calabria, dellAbruzzo (1482, 1493). Gi il duca,
come appena detto, era stato luogotenente di Calabria dal 1462, quando tenne
questa carica contemporaneamente a quella di luogotenente generale per tutto il
regno. Per figli e nipoti, Ferrante istitu specifici consigli con competenze giudiziarie, cui destin uomini esperti e giuristi.110 Tali incarichi, che tra laltro rendevano necessaria una collaborazione costante e unintimit tra i giovani maschi
della famiglia regia e il loro anziano genitore, erano considerati una tappa fondamentale per la formazione politica e morale dei giovani aragonesi, al pari dei viaggi e delle missioni allestero, a carattere diplomatico e militare, come evidenziano una serie di testi a contenuto parenetico, scritti dai segretari del re (istruzioni
in forma cancelleresca, orationes di modello classico, il De principe di Pontano)
e dai suoi cortigiani (mi riferisco ai celebri memoriali di Diomede Carafa).111 La
sostanza di questo potere esercitato dalla famiglia intera trova anche una sua rappresentazione simbolica nel gi ricordato parlamento del 1484, quando tutti i figli,
in primo luogo il duca di Calabria con la moglie Ippolita Sforza, sedettero intorno al padre e alla regina Giovanna dAragona, in una posizione che corrisponde a
quella che il Magnanimo aveva riservato a Ferrante. La presenza delle due donne
enfatizzava il legame dinastico e politico con la Corona dAragona e con il ducato di Milano.112
Si osservi per che queste luogotenenze speciali o regionali affidate a membri della famiglia non corrispondevano tout court ai viceregnati, di cui pure con-

109. Udina Martorell 1978, I, pp. 70-77.


110. Cassandro 1934, pp. 39, 132-134, Volpicella 1916, pp. 232, 233, 234, 245, 246, 225 e supra
nota 104. La distinzione tra la luogotenenza generale o vicariato del regno e la luogotenenza speciale
in Calabria chiara anche nel De principe di Pontano (1464-1465): Te autem, vix dum annos pubertatis egressum nec id petentem, pater vicarium regni creavit decrevitque provintiam Calabriae, Pontano 2003 pp. 2-4.
111. Guido Cappelli in Pontano 2003. Cfr. Senatore 2003, pp. 318-324 e Storti 2007, pp. 58-62.
112. Sua maest venne cum la regina, illustrissimo duca de Calabria et la duchessa cum li altri
soi figlioli, ponendosi a sedere tutti a li loci soi, da ogni canto del signore re et regina, li quali sedevano nel mezo del tribunale regiamente apparato, lettera dellestense Battista Bendedei, 13 novembre
1484, citata da Scarton 2007, p. 122.

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dividevano i poteri, n erano istituite, come nei domini iberici, in formazioni territoriali autonome, dotate di proprie istituzioni sopravvissute, in buona parte,
allaggregazione alla Corona dAragona. Puglia, Calabria, Abruzzo sono invece
parti del regno, innervate dalle magistrature giudiziarie e fiscali di antica ascendenza normanno-sveva. Lesperienza della conquista, ritmata da spedizioni nelluna o nellaltra regione, aveva consentito agli aragonesi di cogliere le specifiche
caratteristiche di quelle aree e dei poteri locali in esse presenti, sicch essi sperimentarono una forma di controllo pi diretto, oltre le partizioni provinciali.113
Viceregnati e luogotenenze non avrebbero avuto futuro in et moderna, quando il
titolo di vicer si restrinse al rappresentante del potere imperiale a Napoli, erede
delle pi eminenti forme di rappresentanza del sovrano, la carica di governatore o
luogotenente generale.114
Ma torniamo a questultima per unulteriore precisazione, resa possibile dagli
studi di Lalinde Abada: la luogotenenza generale del regno affidata ad Alfonso
duca di Calabria il 9 settembre 1458 va tenuta distinta da quelle speciali di cui
abbiamo appena parlato, ma anche da quella di luogotenente o vicario generale in
assenza del re, comune alle monarchie angioina e aragonese. Ferrante stesso al
tempo della prima guerra di Toscana (1447-48), il figlioletto Alfonso durante un
trasferimento del Magnanimo e di Ferrante in Puglia nel 1456, la regina Isabella
durante la guerra furono vicari del sovrano in sua assenza, e furono di conseguenza affiancati da un consiglio, da una scrivania o segreteria, e forse da altri
funzionari, come previsto dalla tradizione aragonese.115 Il luogotenente generale
invece un co-reggitore dello stato. La tradizione storiografica italiana non ha sem113. Del Treppo 1986, pp. 165, Senatore-Storti 2002, pp. 33-57, ripubblicato in Senatore 2003,
pp. 279-298.
114. Lalinde Abada 1978, pp. 115-120. Lo studioso ritiene che il carattere dei vicer nei domini
italiani della Corona dAragona abbia favorito lassimilazione della luogotenenza singolare (vicer,
commissari, ecc.) a quella generale (di un intero regno). Lesito sarebbe il vicer di et moderna, che
governa a nome del re di Spagna, ma non un membro della famiglia reale. Se verificata sul piano del
formulario usato nelle lettere di nomina e della prassi effettiva, ci che non possibile fare in questa
sede, tale interpretazione potrebbe forse essere corretta. Nel concreto esercizio del potere, per le contingenze del momento e le peculiari attitudini dei singoli sovrani e dei singoli funzionari, le funzioni
istituzionali subivano infatti continui riadattamenti.
115. Ryder 1976, pp. 99-103 (per Ferrante. Il suo consiglio di luogotenenza, che comprendeva 31
membri compresi i rappresentanti dei seggi napoletani, fu esautorato dal consiglio di Alfonso al rientro dalla campagna militare); Dispacci sforzeschi, I, p. 453 (per Alfonso principe di Capua); Messer
1916, p. 334 (1459, per Isabella). necessario insistere ancora una volta sulle analogie di fondo tra
alcune forme di sovranit delegata nei regni angioini e aragonesi (vicariato del regno in absentia, vicer), per i princpi comuni e le reciproce influenze, ancora tutte da chiarire (Lalinde Abada 1978, p.
127). Le istruzioni alfonsine per il consiglio di luogotenenza di Ferrante (1448) ricordano, ad esempio, quelle di Carlo I dAngi del 1294 e di Giovanna I del 1352 (Ryder 1976, p. 102).

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pre colto con sufficiente nettezza questa particolarit, che invece indubitabilmente dimostrata anche dagli aspetti simbolici: nel 1455 il settenne Alfonso,
figlio di Ferrante, ricevette dallomonimo nonno, il Magnanimo, il cerchio doro
del primogenito e le armi regie aragonesi perch, come fu spiegato dallo stesso
sovrano a chi eccepiva che il bimbo non era ancora re, tutti i primogeniti che discendevano da lui andavano considerati tali: se domandaveno cum re, id est simul
re.116 Primogenito, espressione ricorrente in fonti di diverso tipo come intitolazione o semplice apposizione del nome del duca, non dunque mera affermazione del grado di parentela e dellovvia condizione di successore, ma lautomatica indicazione di una funzione. Durante il regno di Ferrante, il figlio fu
abitualmente accolto sotto il pallio e onorato come sovrano nelle entrate cittadine
e persino nellentrata in Roma del 1484, quando questo trattamento suscit molte
perplessit nel cerimoniere pontificio.117 Ma, soprattutto, il duca di Calabria teneva corte di giustizia in presenza del re, come testimonia Leostello nel passo sopra
citato. La sua autorit si esercit direttamente in tutti gli ambiti, conformemente
al privilegio del 1458, in particolare negli anni 80 e 90: si pensi solo le ispezioni militari a tutte le fortificazioni del regno, con provvedimenti di ristrutturazione
edilizia e incontri con baroni e universit. Limportanza del duca nel governo di
Napoli non fu dunque il risultato di dinamiche interpersonali tra il re e il figlio,
donde linsistenza sulla presunta indole malvagia di questultimo, che sarebbe stata lunica causa, o la causa principale della congiura dei baroni e, indirettamente,
della fine della dinastia. Su tale interpretazione hanno certamente influito le pagine belle e suggestive dello storico Camillo Porzio (1565), che non mi pare citi la
luogotenenza generale.118 Il ruolo del duca Alfonso era invece istituzionale, e, poich rientrava in un consapevole progetto di governo del padre Ferrante, va sottolineato indipendentemente dal modo in cui il duca lo esercit e dal suo carattere,

116. La maiest sua fece cum grandissima solempnit e cerimonie asay lo nostro dum Alfons
principe de Capua, per ben che z dalcuni d avanti lo havesse intitulato; e finita la messa el fece
benedicere una belissima banderia nova cum le arme proprie de la maiest sua, la qualle el don a
dum Alfons, e poy gli mese in testa uno cirgio doro largo circha dua dia, li qualli se meteno a quelli che sono creati principi. E fu dito ala maiest del re per alcuni chel non era licito che altri chel
figlolo portasse la sua arma sola et simplice; e luy respose che tuti li primogeniti desendenti da luy
se domandaveno cum re, id est simul re, e portano le arme proprie del re, Dispacci sforzeschi, I, p.
278 (corsivo mio).
117. Senatore 2007a, pp. 166-169.
118. Anche se il ruolo di vicario in presentia si legge chiaramente dietro la presentazione del duca:
Ferrante aveva Alfonso suo primogenito, Duca di Calavria, detto per sopra nome il Guercio, che s
vivente, poco men che il tutto maneggiava: ed essendo giovane feroce e da natura allarmi inchinato,
di niuna cosa mostrava esser pi vago che di accendere guerre in diverse parti dItalia, Porzio 1964,
p. 13 (corsivo mio).

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che pure dovette avere dei tratti autoritari, secondo le testimonianze degli ambasciatori e persino di un giurista della generazione successiva, Sigismondo Loffredo (1480-1539). Questi, nel consilium su una causa per la vendita del casale di
Puponum, lo ricord come un uomo terribile, capace di ottenere qualsiasi cosa
con le sue minacce. La vendita, da Matteo Stendardo al duca, era avvenuta sotto
costrizione, ed era affetta da nullit perch, trattandosi di un bene feudale, mancava il necessario assenso di re Ferrante. E ci, aggiunse il giurista, nonostante che
il duca fosse a quel tempo vicarius generalis et primogenitus serenissimi regis
Ferdinandi.119 Come Loffredo, dobbiamo tenere anche noi separati il piano personale da quello del diritto.
Alfonso di Calabria esercit effettivamente ed energicamente (forse troppo)
la funzione di luogotenente generale et alter nos, dotato di mero e misto impero,
gladii potestate, giurisdizione civile e criminale alta e bassa, banco di giustizia
nellintero territorio (ma non del diritto di concedere lassenso alle vendite feudali!), con piena autorit su cito ovviamente dal privilegio del settembre 1458
archiepiscopos, episcopos, abbates, priores aliasque ecclesiasticas et spirituales
personas et super omnes et quosvis principes, duces, marchiones, comites, magnates, proceres et barones, terrarumque dominos et dominas, nobiles, milites et
plebeos, oltre che sullintero apparato amministrativo regio: vicer, vicari, luogotenenti, i sette ufficiali del regno, capitani a giustizia e a guerra, castellani, giudici, insomma su tutti i funzionari regi, sulla flotta, su tutte le citt, terre, castelli,
demaniali e feudali.120 Un elenco, questo, ben pi ampio e pi significativo di quello della lettera di Giovanni dAragona sopra citata, perch corrispose ad un esercizio concreto del potere, capace di portare con tanta forza il potere monarchico
dentro e fuori del regno, da suscitare le pi violente opposizioni.

119. Il casale fu poi probabilmente ceduto al monastero di S. Maria di Monteoliveto, ente protetto dal duca. Alfonso costrinse Matteo Stendardo a vendere imprigionandogli il figlio. Clare
deductum est in processu illustrissimum dominum ducem Calabrie supradictum fuisse terribilem
virum ac principem et omnibus formidolosum, et solitum minas reducere ad effectum, et quod erat
princeps potentissimus, qui de facto poterat quoscumque invitos compellere ad cuncta quae suae
serenitati libuissent, item quod solitus erat bona privatarum personarum per vim auferre, et cogere
dominos ad vendendum propria bona, Loffredo 1572, p. 56 (cons. XVII, 2, segnalato da Vallone
1985, p. 149n).
120. In particolare, il privilegio di luogotenenza generale contemplava la auctoritatem et plenum
posse quod possitis et valeatis quibuscumque querelantibus ministrare iusticie complementum seu
ministrari facere et mandare populos, viduas et orfanos ac miserabiles ecclesias quoque et ecclesiasticas personas iustis protegendo favoribus, et tuendo causasque quod omnes civiles et criminales expediri facere et mandare sententiam seu sententias tam interlocutorias quam diffinitivas, et tam in causibus principalibus quam appellationum revisionum et supplicationum ferre, 9 settembre 1458,
Archivio di Stato di Milano, Sforzesco, 199, cc. 196-198.

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6. CONCLUSIONI
Alfonso il Magnanimo introdusse nel regno di Napoli il parlamento generale,
un istituto nuovo, ispirato alle Corts e ai parlaments aragonesi, ma non ad essi
identico, e intensific il ricorso a forme pi dirette di controllo del territorio (i
vicer). Ferrante continu lopera del padre, convocando i parlamenti generali,
rendendo effettivo listituto aragonese della luogotenenza generale in presentia
del sovrano, affidata al primogenito, coinvolgendo i membri della famiglia nel
governo, come il Magnanimo, ma nellambito di un solo regno. Le luogotenenze
speciali, come i viceregnati, rispondevano ad esigenze di efficienza giurisdizionale e amministrativa e aderivano a precise caratteristiche geo-politiche di singole
aree regionali.
Il peso politico di Alfonso duca di Calabria nel lungo regno di Ferrante va dunque inserito in un quadro istituzionale, come realizzazione della sua funzione pubblica di generalis locumtenens, di alter ego del sovrano in sua presenza, secondo
la tradizione della Corona dAragona. Questa funzione gli fu assegnata da Ferrante poche settimane dopo la successione.
Il parlamento generale, la cui composizione mut nel corso del tempo (per
loccasionale partecipazione dei prelati, liniziale assenza dei sindaci delle terre
demaniali, lemergere di un ruolo specifico del sindaco di Napoli in et asburgica) non ebbe lo stesso ruolo e potere delle assemblee aragonesi di Spagna, Sicilia
e Sardegna, perch, almeno nel Quattrocento, non si basava sul principio giuridico sinallagmatico delle leges pactionatae (con la piena partecipazione dei bracci
parlamentari alla funzione legislativa), ma su quello della concessione graziosa,
tipico dellintera produzione normativa meridionale, che nasceva dallinterazione
tra Corona e poteri locali (privilegi, capitoli e grazie). Ovviamente, tale concessione graziosa era frutto di una contrattazione politica, che per la prima volta
ebbe, nel parlamento, un carattere collettivo. Tuttavia, la contrattazione aveva luogo anche in altri momenti, in altre forme (i privilegi, i giuramenti) e con molti altri
soggetti, non presenti al parlamento (singoli e comunit).
Il parlamento generale fu anche celebrazione del potere regio, di cui veniva
esaltato in particolare lattribuzione pi qualificante, la giustizia. Nellassemblea,
come negli incontri di et normanno-sveva, veniva data pubblicit a provvedimenti che non erano oggetto di discussione, a differenza degli interventi in materia fiscale, perch erano prerogativa esclusiva della monarchia, gelosa custode di
ogni iurisdictio.
Mentre le citt demaniali rappresentate nel parlamento non furono considerate e non agirono mai come unaggregazione organica, i baroni dellassemblea,

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probabilmente in quanto feudatari in capite del sovrano, erano visti come un soggetto politico unitario, capace di presentare istanze e prendere impegni a nome
dellintero regno. Non era possibile per negare la forte articolazione interna del
ceto feudale, che il linguaggio delle fonti rende con una partizione tra le dignit
maggiori (principi, duchi, marchesi, conti) e i signori minori, a lungo definiti
come magnati e baroni.
I baroni convocati e presenti al parlamento del 1443, lunico per il quale disponiamo di un elenco nominativo, erano in gran parte regnicoli. I numerosi magnati e baroni rappresentavano poteri familiari e territoriali di media e piccola
entit, che erano per cresciuti di importanza durante le guerre di successione e di
conquista di fine XIV-XV secolo.
Nel regno aragonese di Napoli la monarchia non fondava la sua forza soltanto
sul controllo di /confronto con poteri feudali, signorili, cittadini e comunitari, rappresentati o meno nel parlamento, ma anche e soprattutto su una clientela regia a
carattere internazionale (catalani, castigliani, siciliani, napoletani), che occupava
lamministrazione del regno e che ne sfruttava accuratamente le risorse. Questa
lite si trovava talvolta in competizione con i poteri territoriali locali tradizionali
ed entr in crisi al momento della morte del Magnanimo, ma non perse del tutto
il suo carattere internazionale durante il regno di Ferrante.
Linclusione del regno di Napoli nella Corona dAragona comport innovazioni sostanziali: nel corso del Quattrocento esse assunsero caratteristiche peculiari rispetto ai modelli iberici e alle realizzazioni siciliane e sarde, mentre nel
Cinquecento si modificarono ulteriormente (il parlamento) o scomparvero, tanto
da essere sottovalutate dalla storiografia (la luogotenenza generale, le luogotenenze speciali o regionali). Linclusione produsse inevitabilmente squilibri e
contrasti tra poteri locali e clientela del re per il controllo delle risorse giurisdizionali e fiscali. In questi ambiti lazione di Ferrante e del suo primogenito fu
caratterizzata dalla piena continuit rispetto al Magnanimo, per la conferma delle
novit istituzionali, per il ricorso a forme di governo pi dirette, e soprattutto per
il continuo ed assai efficace rafforzamento della giustizia regia (tribunali centrali,
inchieste dufficio, riforme delle procedure), strumento principale per lesercizio
della potestat absoluta del re.

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