Aragon en El Centro de La Historia
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Cultura y Deporte
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LA CORONA DE ARAGN
EN EL CENTRO
DE SU HISTORIA
1208-1458
La Monarqua aragonesa y los reinos de la Corona
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Cultura y Deporte
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COLECCIN ACTAS, 74
Gobierno de Aragn
Diseador: David Mazagatos
Edita: Gobierno de Aragn
Departamento de Educacin, Cultura y Deporte
ISBN: 978-84-8380-198-7
Dep. Leg.: Z-3.485/09
Realizacin: ARPIrelieve, S.A.
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NDICE
Presentacin, por J. NGEL SESMA MUOZ .............................................................................
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LOS REINOS
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PRESENTACIN
La cultura occidental ha tenido siempre clara la idea de continuidad y de que
lo que somos en cada momento se apoya en lo que fueron e hicieron nuestros predecesores. La historia es acumulativa y esencialmente inmutable; nada podemos
hacer por cambiar lo sucedido, ni es factible borrar aquello que hoy no parece
oportuno o nos incomoda, pero tambin, como la vida para Garca Mrquez, la
historia no es slo lo que ocurri, sino lo que se recuerda y cmo se recuerda. Los
sucesos del tiempo pasado, aunque no alterarse ni eliminarse, s pueden rememorarse y analizarse de diferentes maneras y con diferentes objetivos; por eso cada
generacin evoca y celebra unos acontecimientos y olvida otros. Junto a la inmutabilidad de lo que fue convive la variedad de interpretaciones y la iluminacin o
sombreado de figuras y hechos. Es el juego apasionante entre el pasado y el presente, la historia como experiencia y la historia como esperanza.
En el ao 2008 se cumplieron el octavo centenario del nacimiento de Jaime I y
el 550 aniversario del fallecimiento de Alfonso V, monarcas aragoneses de obligada
presencia en nuestras vivencias histricas; entre ambos acontecimientos transcurre
un cuarto de milenio de la historia de la Corona de Aragn. Son fechas y cifras
redondas que deben invitar a la conmemoracin y a la reflexin; es un largo periodo del pasado al que solemos asomarnos para buscar nuestras races y sobre el que
las proyecciones de sucesivos presentes han actuado no siempre con prudencia.
En la primera fecha, 1208, se anunciaba, aunque entonces no se poda prever
en qu circunstancias, el largo reinado de Jaime el Conquistador, que se prolongara hasta el ltimo cuarto del siglo XIII. En su dilatado gobierno, se manifiestan paradojas tan sealadas como que de una situacin de profunda crisis poltica
a su arranque, cuando con apenas cinco aos, le encaramaron al trono de Aragn
y Catalua, vacante por la muerte de su padre en la batalla de Muret, se pas a la
gran conquista emprendida por el joven rey por tierras musulmanas y, con ella, el
asentamiento definitivo de una monarqua que, al aglutinar los reinos de Aragn,
Mallorca y Valencia y el principado de Catalua, rebasaba el nivel peninsular y se
situaba junto a las principales dinastas de la Cristiandad Latina. Finalmente, una
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vez fortalecido el poder real, asentado en tan extensos territorios, fue el propio
monarca quien procur, a travs de sus reiterados testamentos, la fragmentacin
de sus dominios para dotar de reinos y posesiones a sus hijos, aun a costa de debilitar la corona y romper una unidad que pareca consolidada.
El relativo fracaso de sus intentos y las acciones emprendidas por sus sucesores,
con la intervencin de una sociedad mltiple y en constante transformacin, consiguieron articular un proyecto poltico de gran dinamismo, no slo en lo puramente
poltico e institucional, sino tambin en lo econmico, social y cultural. La Corona
de Aragn as configurada, que en lo fundamental una a Aragn, Catalua, Mallorca y Valencia, constituy el modelo bsico para la formulacin de una forma estatal
medieval, que basaba su esencia en conservar y enriquecer la identidad de cada una
de las partes que la constituan, al tiempo que se protega y fortaleca la unin en torno a la monarqua, que era en definitiva lo que les imprima carcter y potencia.
La monarqua, cabeza y centro indiscutible del sistema, velaba por mantener
el equilibrio del conjunto y de cada una de las piezas, lo que dio lugar durante los
casi dos siglos que se mantuvo con pleno vigor a que, con cierta audacia y enormes muestras de sentido comn y pragmatismo, se introdujeran novedades para
mantener estable un sistema de gobierno compartido entre el rey y las fuerzas
sociales, integradas por elementos de los grupos tradicionales de la nobleza y el
clero junto con los representantes de la sociedad surgida del desarrollo urbano y
las actividades mercantiles o artesanales. La paulatina construccin de un entramado institucional a dos niveles, global de la Corona que favoreca la cohesin
general en torno al monarca, y particular para los territorios, desplegado de manera sincrnica y simtrica en cada uno, que giraba alrededor de las instituciones
representativas (Cortes y Diputacin) surgidas para dotar de personalidad y autonoma, permitiendo el mantenimiento de cdigos legales, lenguas, monedas,
pesos y medidas propios, la fijacin de fronteras econmicas y territoriales en el
interior y, en definitiva, el nacimiento de movimientos de tipo nacional, sin
necesidad de romper la cohesin y unidad que defina la Corona.
La segunda fecha, 1458, trmino final de nuestro itinerario, corresponde a la
muerte de Alfonso el Magnnimo, que no slo cierra el proceso de expansin mediterrnea iniciado en Sicilia, continuado en Cerdea y culminado con la conquista del
reino de Npoles llevada a cabo por el propio Alfonso, sino que marca el fin definitivo de esa poca vigorosa en la que se haba desarrollado la comunidad de intereses
y proyectos compartidos en el seno de la Corona. La voluntad de conservar la unidad, que se haba mostrado fuerte incluso en momentos de graves tensiones como los
levantamientos unionistas o el interregno, manifest su agotamiento durante el reinado de Juan II, que tuvo que hacer frente a la guerra civil catalana, donde las deci-
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precedieron, sus xitos y fracasos, para as comprender mejor nuestro presente y ayudar en la construccin del futuro con ms experiencia y amplias esperanzas de progreso. Vana ilusin que poco a poco se ha ido apagando a nuestro alrededor.
Por supuesto que los responsables de tal desilusin somos nosotros, y no tanto por no haber sido capaces de contagiar ese sentimiento y esa profunda necesidad a nuestros sucesores, que en parte lo hemos hecho y afortunadamente todava
hay alguna mirada brillante entre nuestros antiguos alumnos y todava, todos los
aos, hay buenos bachilleres que se dejan vencer por su vocacin por la historia,
a pesar de la sonrisa irnica de sus profesores de ciencias y el disgusto de sus
padres, sino porque no hemos conseguido transmitir a la sociedad la idea de que
la historia es, como la poesa, un arma cargada de futuro, que su fin no es defender y conservar el orden establecido, sino agitarlo y hacerlo evolucionar, que no
sirve para ampliar el repertorio de mitos heredados del pasado, sino para destriparlos y evitar que se creen otros y que tampoco es un pasatiempo para entretener
y dar satisfaccin a afanes culturales de fin de semana. La historia sirve para ensear a pensar, despertar el espritu crtico y conseguir por lo menos leer los peridicos todos los das con independencia; el estudio y conocimiento de la historia
debiera ser la autntica base de la educacin para la ciudadana.
Pero a la sociedad actual, al menos la de antes de la crisis de estos ltimos
meses, no parece interesarle la historia que plantea los cambios sociales y analiza
los comportamientos socioeconmicos que han hecho evolucionar a la humanidad, la que aborda los grandes debates ideolgicos que han servido para configurar el mundo que ahora tenemos, la que muestra la realidad de unas diferencias en
el reparto de los papeles adjudicados a grupos o pueblos y los esfuerzos para procurar el cambio que equilibre las desigualdades, frente a las resistencias para evitarlo. La historia que la sociedad del bienestar al parecer necesita, y como un producto ms de consumo se pone en el mercado, es la que huye de problemas y se
convierte en historias, a ser posible del propio pueblo, con ideologas simples
rodeadas de graves apariencias, o la simple reposicin de las ideas gastadas y las
gestas legendarias de un pasado que refleja muy distorsionadas las imgenes proyectadas por un presente interesado. Todo amable y divertido, con poca letra y
mucha accin, precocinado y listo para ser deglutido, nada que haga pensar, nada
que estimule el raciocinio, sino las convicciones.
Quiz las nuevas sensaciones provocadas por la crisis poltica, social y econmica que nos est sorprendiendo haga que nuestra sociedad tan alegre y confiada en
su superioridad, vuelva a darse cuenta de sus limitaciones y recurra a la experiencia.
Quiz sea todava posible, como tantas veces ha sucedido en la historia, que la conciencia social innata en el ser humano y la pasin por conocer y entendernos a noso-
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tros mismos, superen los obstculos puestos desde las instancias de decisin y poder
para evitarlo; que resurjan la desobediencia y el rechazo contra los falsos mensajes
de progreso que slo buscan la preservacin de lo establecido y que triunfe la lucha
contra lo que se opone a que los individuos dispongamos de instrumentos de crtica
y comprensin. Los brillantes e iluminadores combates por la historia del siglo
pasado, han pasado ahora a convertirse en argumentos para combatir la historia
(las humanidades en general), desdibujando, cuando no anulando, su enseanza y
sustituyendo el superior ejercicio del conocimiento y la reflexin por el de hacer,
impulsar las destrezas y habilidades a costa de la capacidad de razonar; regresar, en
definitiva, al homo habilis, aunque sea con tecnologa punta.
Y aqu est nuestra vieja institucin universitaria, que no se resiste todo lo que
debera ante la prdida de su espritu antiguo, y se adapta con demasiada facilidad
a las exigencias de unas demandas exteriores, formalistas y economicistas, donde
los proyectos y el futuro se plantean siempre en la dimensin de la oferta y la
demanda, abrazando ese libre mercado que la realidad actual parece demostrar
que no es la panacea, y nos hace renunciar a los conceptos de estudiantes, cuya
funcin es estudiar y aprender, y conocimiento, para pasar a los de clientes y mercado. Y esto lo hace la universidad a pesar de la larga experiencia que arrastra en
los ms de ocho siglos de vida, en los que tuvo que luchar para mantener su integridad cientfica y la pureza de sus objetivos contra el poder del emperador, del
papa, de la burguesa, de las imposiciones ideolgicas excluyentes y totalitarias, y
de cuantas fuerzas externas quisieron dominarla y domesticarla.
Pero junto a la experiencia hay que conservar la esperanza. Las sesiones del
congreso se celebraron en una vieja y venerable, aunque rejuvenecida por dentro
y por fuera, aula magna repleta de jvenes que acudieron dispuestos a escuchar y
aprender; nos acompaaron las ms altas autoridades polticas y acadmicas, que
patrocinaron el trabajo realizado por profesores de las universidades de Zaragoza,
Barcelona, Lrida, Valencia, Palermo, Npoles y Bochum, por investigadores del
Consejo Superior de Investigaciones Cientficas y los principales tcnicos del
Archivo de la Corona de Aragn. Por eso sent al iniciar el congreso y siento ahora al concluir esta presentacin, una sensacin de confianza, idntica a la que
todos los aos al comienzo de cada curso se nos renueva a los profesores ante una
nueva generacin de jvenes ilusionados con estudiar historia, emocin que es
muy necesaria a los que tenemos ya cierta experiencia.
J. NGEL SESMA MUOZ
Catedrtico de Historia Medieval
Universidad de Zaragoza
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LA ESTRUCTURA INTERNA
DE UNA MONARQUA PLURAL
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En diciembre de 1460, tras la detencin del prncipe de Viana y pese a la conmocin que este hecho caus en Catalua, el rey Juan II march a Zaragoza a
pasar las Navidades y comunic a sus hombres de confianza su intencin de vacar
en otros asuntos antes de pasar a ocuparse de los negocios del Principado. Su bigrafo, Jaume Vicens Vives, a pesar de su no disimulada admiracin por el genio
poltico del personaje (menos por su condicin moral), se indigna con esta torpeza y le llama miope1 Tanta era la ceguera del monarca, ya por entonces con cataratas? Tanta fue la incompetencia de este rey, acaso el ms maquinador de todos
los monarcas aragoneses, enfrentado en esos das a una crisis de dimensiones en
apariencia formidables, como para dejar pendiente durante semanas, por incuria o
error de clculo, los graves asuntos de estado que tanto parecan apremiar?
Ciento veinte aos antes, en 1341, cuando las relaciones con el rey de Mallorca estaban ya muy deterioradas, relata Pedro el Ceremonioso en su crnica que
aplaz la recepcin de una embajada de aquel reino para emprender en la Valldigna una partida de caza de jabal, que por aquellos aos escaseaba en sus dominios, Slo fue una artimaa? O mera irresponsabilidad? Para Zurita, hostil al
rey, fue una hbil estratagema Pero entonces, por qu el Ceremonioso incluy en
su crnica esta ancdota insignificante, que recuerda bien y con detalle, y en la
1. J. VICENS VIVES, Juan II de Aragn, Barcelona, 1953, pp. 223-224. Dado el carcter de esta
ponencia, he procurado aligerar al mximo el aparato bibliogrfico, bien conocido por lo dems. Los
Profs. ngel Sesma y Carlos Laliena me invitaron a participar en esta reunin con una cortesa exquisita, imposible de rechazar, y su estmulo me permiti reflexionar, espero que de manera fructfera, en
el marco de las propuestas de este Congreso. Esta ponencia se ha beneficiado de los comentarios y
sugerencias del Prof. Antoni Furi. Vaya para todos ellos mi agradecimiento.
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cual se explaya? Segn opina Soldevila, tampoco muy entusiasta de la tica del
Ceremonioso, lo hizo para que las gentes admiraran sus artificios, aunque este
caso diga poco a su favor2 Por qu no creer en su sinceridad y pensar que, entre
tantos asuntos como se traa entre manos, consider que la embajada no urga y
bien poda posponerse al solaz que le producira unos das de caza?
La respuesta quiz la encontremos en un episodio ocurrido un siglo despus.
En junio de 1450, la ciudad de Barcelona envi unos embajadores ante la corte de
Alfonso el Magnnimo en Npoles para tratar asuntos de cierta importancia, entre
otros la restitucin de su seoro sobre el castillo de Montcada y las villas de
Terrassa y Sabadell. Ellos desembarcaron el 3 de julio pero hasta el da 16 el
monarca, que estaba fuera, no regres a Npoles. Se entrevistaron en varias ocasiones con el rey y le expusieron algunos puntos de su embajada. Durante su
estancia, consiguieron varios privilegios, pero no resolver el asunto principal que
les haba llevado. El 10 de septiembre, el rey los recibi en el Castel Novo y les
prometi que, cuando regresara de la Torre del Greco, proveera en la cuestin de
aquellas localidades. Pero el 18 de octubre se quejaban los embajadores a los consejeros de Barcelona. Les confesaban que el rey haba vuelto pero que no tomaba
ninguna decisin. Y aadan que por los grandes negocios que el rey tiene y por
las muchas embajadas que son en esta ciudad, tanto de la tierra como de otras partes, con gran dificultad se puede hablar con su majestad, mayormente porque
durante la maana, despus de or misa, no tiene tiempo de tratar negocios con las
gentes que le necesitan, sino tan solo unas dos horas, y despus de almorzar se cierra en un jardn, de modo que nadie puede tratar de negocios con su seora.
Mientras tanto, los mensajeros barceloneses haban tenido ocasin de asistir a la
recepcin con grandes honores del almirante Bernard de Vilamar, vencedor de
los venecianos; a la propia entrada triunfal del rey Alfonso, que acababa de conseguir varias victorias militares y diplomticas; al bautizo de la nieta del monarca, e incluso a la presentacin de una delegacin de las Cortes de Catalua, considerada hostil a la ciudad de Barcelona. Los embajadores estuvieron en Npoles
hasta finales de noviembre. Entonces, el rey, aunque estaba descontento con Barcelona, firm el documento de restitucin del seoro. A su regreso, el consejo
municipal decidi hacer donacin a don Alfonso de una joya de gran valor, como
agradecimiento y para que conservase su amor hacia aquella capital.3
2. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. III-12, en la edicin de F. Soldevila, Les quatre grans crniques, Barcelona, 1971, con sus comentarios en la n. 2 a este captulo; los de J. Zurita en Anales de
la Corona de Aragn, lib. VII, cap. LV.
3. Jos M. MADURELL MARIMN, Mensajeros barceloneses en la corte de Npoles de Alfonso V de Aragn (1435-1458), Barcelona, 1963, pp. 42-59, y docs. 234, 243, 280 y 298, especialmente.
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As que de este episodio resulta que los enviados de la ciudad que sin duda era
la ms importante de los dominios ibricos del rey de Aragn tuvieron que hacer
audiencia durante cinco meses y desembolsar grandes cantidades a los consejeros
reales (ms la promesa encubierta de un regalo regio, a modo de precio) para
poder ser atendidos, tal era la multitud de asuntos que el rey y sus consejeros tenan que atender, rivalizando con embajadas extranjeras, pero tambin de otras ciudades, adems de nobles y eclesisticos procedentes de todos los dominios del rey
de Aragn, pendientes unos y otros de arreglar en la Corte sus asuntos o los de sus
respectivas localidades y provincias, y obtener del monarca las gracias y provisiones que necesitaban.
Este jardn o vergel donde todas las tarde se encerraba el rey y que en 1450
permaneci inaccesible para los embajadores barceloneses era el de la amante
del Magnnimo, la bella Lucrecia. Sin embargo, un ao ms tarde, all mismo
recibi el monarca a Antoni Vinyes, el nuevo enviado de la capital catalana, no
una, sino varias veces. Con l a solas, estuvo tratando largo y tendido de los graves asuntos de la ciudad, ya por entonces dividida entre la Biga y la Busca. El
rey se mostr bien alegre y dispuesto a or al embajador, con quien habl con
gran delectacin. Esto ya haba ocurrido unos aos antes, en 1443. Entonces,
Alfonso V se haba reunido con Vinyes, a solas y a puerta cerrada, un lunes
durante tres horas, y el viernes de esa misma semana durante toda la tarde, entre
otras entrevistas. En 1438, el Magnnimo dio audiencia privada a los embajadores de la ciudad, que encontraron al monarca estar informado de todo, pese
a pasar muy a menudo diez, quince y veinte das de caza, por lo que los enviados barceloneses de 1444 pretendieron aprovechar una de estas escapadas para
ir a visitar Roma.4
All, en la Corte, para negociar de manera constante con los reyes, acuden
nobles y eclesisticos, de cuyas vicisitudes tenemos menos noticias. Conocemos
lo que les ocurri a los mensajeros barceloneses, gracias a su nutrida correspondencia (y a la paciencia del benemrito erudito Jos Mara Madurell, que las recopil y public). Pero todos ellos, cmo negociaron y qu consecuencias hubo
para la vida poltica de la poca? Es lo que aqu trataremos de dilucidar. Es cosa
sabida que la Corona de Aragn tuvo algunas peculiaridades en las relaciones
mantenidas entre la monarqua y sus vasallos nobles, eclesisticos y populares. Lo
que debemos hacer es aislar esas peculiaridades, explicar sus causas y determinar
cmo influyeron en la evolucin histrica de esta formacin poltica.
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compleja, los monarcas aragoneses ni siquiera podan dictar leyes generales vlidas para todos sus territorios, sino que tenan que ir aprobndolos en cada uno de
ellos (y an as, a veces con escasa eficacia), y disponan slo de unos rganos
centrales ms bien reducidos, aunque competentes (su Casa, su Consejo, su Cancillera, su Tesorero, y unos pocos oficiales ms, englobados en lo que se llama la
Corte real). Gracias a ellos, los soberanos aragoneses pudieron ejecutar una poltica comn especialmente en su dimensin internacional, aunque sumamente
adaptable a las circunstancias locales en el gobierno interno- para todos los dominios que les estaban sometidos, por encima de lo que podan ser intereses dispares o incluso contrapuestos de sus sbditos.
Monarquas o estados compuestos hubo muchos en la Edad Media, algunos
muy poderosos, como la Unin de de Krewo (1385) o la de Calmar (1397), o el
fracasado estado borgon, pero ninguno tuvo una formacin tan temprana ni fue
tan duradero, y pocos consiguieron establecer tan slidas relaciones entre sus
miembros ni intervenir de forma tan cohesionada en su accin exterior. Sin
embargo, el caso de la Corona de Aragn sigue siendo mal conocido por la historiografa europea, a pesar de que plantea problemas muy interesantes desde el
punto de vista constitucional de la sociedad medieval y de su proyeccin en la
Edad Moderna. Claro que la estructura compuesta no es un caso nico en la Europa de aquella poca. Hasta cierto punto, es una situacin frecuente, pues la historia medieval europea es un continuo tejer y destejer de uniones dinsticas. Lo que
no resulta ya tan comn es la duracin de esta estructura compuesta, su estabilidad y el hecho de que, en realidad, con relativa prontitud la Corona de Aragn
sus territorios nucleares, al menos se comportara como una unidad poltica en
el orden interno y, en el internacional, con una notable coherencia que le permiti
superar coyunturas extraordinariamente graves sin perecer, sino transmutndose
por elevacin en una segunda y en una tercera unidad dinstica, las constitutivas
de la Monarqua Hispnica, que habra de pervivir por siglos.
Situmonos, pues, en la perspectiva de este Congreso, es decir, la de la Corona de Aragn en el centro de su historia. Por qu sobrevive la unin tctica de
dos pequeos principados feudales como Aragn y Catalua, cuya soberana era
ms bien dudosa, ubicados en las pobres y montaosas estribaciones de los Pirineos, marginales como son respecto de los grandes centros polticos europeos, y
destinados, por su situacin geogrfica y escasez de recursos, a caer en la esfera
de influencia de sus vecinos, las poderosas monarquas castellana y francesa?
Tenemos el ejemplo bien ilustrativo del Reino de Navarra (y antes el del propio
Reino de Mallorca). Pero la unin coyuntural de Aragn y Catalua con objetivos
muy inmediatos (aquel reino con el de mantener su independencia frente a Castilla, y el Principado para la promocin jerrquica del conde de Barcelona) sobre-
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siglo ms, no ha podido pasar sin efectos de algn tipo, en especial una vez
superadas las vacilaciones inherentes a los inicios de rgimen que se produjeron en los primeros reinados. Hasta tal punto esta estabilidad ha consolidado a
la Corona y a los territorios a ella ligada, que durante el Interregno los dominios permanecen firmemente unidos y decididos a resolver juntos el problema
sucesorio, e incluso apenas resuelto el Compromiso de Caspe se produce la
incorporacin efectiva y definitiva de Sicilia, que se haba mantenido expectante. Pero, adems, desde las tensiones surgidas entre Jaime I y el infante
Pedro, que no llegaron tan lejos como en otros territorios, acaso por la oportuna muerte del Conquistador, estn ausentes de la Corona de Aragn las caractersticas guerras civiles dinsticas, que tanto abundan en los reinos medievales: la de los hijos sublevados contra sus padres, las luchas fratricidas por el
poder, las de ramas colaterales o las deposiciones del monarca. Los contados
conatos que hubo no alcanzaron las tremendas dimensiones que tuvieron en
otras monarquas o pasaron sin consecuencias de peso. La sucesin a la Corona fue por lo general ordenada, an careciendo de un derecho sucesorio claro,
incluso cuando lo hizo colateralmente. La guerra contra el rey de Mallorca o la
que brevemente enfrent a Jaime II con su hermano Federico en aplicacin de
los acuerdos internacionales no pueden ser consideradas propiamente como
tales. La rebelin de la Unin a raz del intento del Ceremonioso de transmitir
sus derechos a Constanza, por citar un caso relevante, se resolvi por partida
doble: con la derrota de los sublevados y con el nacimiento del infante Juan. En
realidad, esta guerra culminaba el enfrentamiento entre el rey y las Uniones
aragonesa y valenciana iniciada medio siglo antes.
Sin embargo, una monarqua compuesta y dispersa como la aragonesa, con
territorios de personalidad muy acusada, hubiera sido, en principio, terreno abonado para conflictos dinsticos muy graves y continuos. No ocurri as, ni con la
Casa de Barcelona ni con la de Trastmara. Ni siquiera en la siempre sublevada
Cerdea la oposicin anti-aragonesa fue encarnada por una rama colateral de la
dinasta (sino que lo fue por una casa autctona). El infante Juan de Navarra,
durante su breve virreinato del reino de Sicilia, rechaz tajantemente esa posibilidad. La situacin durante el Interregno es ms confusa, porque falta precisamente la figura del monarca, pero an as la solucin adoptada fue excepcional en el
conjunto de Europa. Salvadas las naturales tensiones y unos pocos hechos de
armas, el Compromiso de Caspe evit una larga y devastadora guerra dinstica,
como tan a menudo sucedi en Castilla. La guerra civil de los catalanes es un caso
distinto, pues tampoco es una sublevacin propiamente dinstica: los reyes intrusos se suceden sin un gran arraigo en Catalua, y es esta gran traicin a la Casa
real legtima una de las causas del fracaso de los sublevados.
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La dinasta, por tanto, (y en esto la Trastmara, gracias a la inteligencia de Fernando I, no hace ms que continuar la lnea de la Casa de Barcelona) consigui
identificarse profundamente con el territorio, pues es ella la que lo ha creado en
gran parte, hasta el punto de que cada uno de los dominios se ha identificado a su
vez profundamente con su rey, que es el mismo para todos ellos. La de la Corona
de Aragn no es, pues, una monarqua catalana o aragonesa ampliada, ni bajo la
hegemona de un territorio (como ocurri con otras monarquas compuestas), sino
que, merced a la suma de todos ellos, adquiere la masa crtica necesaria para dar
al conjunto una dimensin suficiente para intervenir con decisin en la escena
internacional y, al mismo tiempo, dar garantas a cada uno de ellos, es decir, a
cada una de las oligarquas regionales que lo dominan, de sobrevivir con independencia.
Estos tres factores (monarqua limitada, estructura territorial compuesta, estabilidad y prestigio de la dinasta) van estrechamente ligados. La debilidad inicial
de los monarcas feudales aragoneses desde Alfonso II a Jaime I, en tanto que actores polticos frente a una poderosa nobleza, a la Iglesia y a las ciudades, les impidi fusionar (o les pareci ms conveniente no hacerlo) los territorios y dejarlos
como meras denominaciones administrativas (al estilo de lo que ocurri en Castilla). Tras la gran ampliacin del siglo XIII con las conquistas de Mallorca y Valencia (que, en teora, hubiera podido dar lugar a una fusin de todos los reinos si el
soberano hubiera tenido el poder suficiente), la personalidad jurdica de los territorios haba sido sancionada con la promulgacin de sus respectivos cdigos legislativos, recopilados y aprobados en un corto perodo de tiempo: el de Vidal de
Canyelles para Aragn en 1247, los Fueros de Valencia en 1250, y la aprobacin
en las Cortes de Barcelona de 1251 de la compilacin de los Usatges como legislacin general del Principado de Catalua.8
Esto oblig a sus monarcas a hacer de la necesidad virtud. En su crnica,
Pedro IV atribuye a Alfonso IV una muy conocida rplica a su mujer, la castellana Leonor, cuando esta le reprochaba su debilidad ante la actitud de las autoridades municipales valencianas encabezadas por Guillem de Vinatea en 1332: Reina, reina, nuestro pueblo es franco, y no subyugado como lo est el pueblo de
Castilla, pues ellos nos tienen a Nos como seor, y Nos a ellos como buenos vasallos y compaeros.9 No sabemos si estas palabras fueron ciertas o exactas. Lo que
ahora nos interesa resaltar es que de ellas se enorgullece, por boca de su padre, el
8. E. GUINOT, La Corona de Aragn en los siglos XII y XIII, en La Corona de Aragn (siglos
XII-XVIII), Valencia, 2006, pp. 51-53.
9. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. I-48.
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mismo monarca que llev al lmite la tensin con los estamentos a causa de sus
franquezas, el que sufrira las consecuencias de los excesos de la Unin, cuyos
privilegios anulara. Por conviccin u obligacin, los reyes aragoneses se vieron
forzados a moverse en aquella compleja estructura poltico-institucional, que limitaba su poder y cuyos engranajes tuvieron que dominar con singular maestra si
queran ejercer su autoridad. Incluso tras su aplastante victoria sobre la Unin, y
pasada la represin que le sigui inmediatamente, el Ceremonioso tuvo que adoptar el camino que Ramon dAbadal llam de la transaccin y la resignacin.10
De la lectura de la correspondencia privada cruzada entre Fernando I y su primognito, el infante Alfonso cartas cerradas que no estaban destinadas a tener
publicidad, y que por eso mismo reflejan ms fidedignamente los sentimientos e
ideas ms ntimos de sus autores sorprende la soltura con la que muy pronto se
desenvuelven en los intrincados mecanismos legales y polticos de sus nuevos
dominios y la insistencia por parte del monarca y sus hijos en respetar los fueros
y leyes de la tierra, y sus costumbres, si bien con una interpretacin favorable a la
autoridad de la Corona, lo que es natural, pues una lectura partidista a favor de las
oligarquas ya la hacan a su vez los estamentos y las instituciones locales.11
Como sabemos, ms que en otros estados, la historia de la Corona de Aragn
es la historia de sus reyes, pues son ellos (con su casa y sus oficiales) los que constituyen la espina dorsal de esta formacin poltica, hasta el punto de darle el nombre con el que hoy se la conoce (pues los territorios carecen de uno que los denomine en conjunto y slo lo hacen en relacin a su sumisin al rey de Aragn). Y
la historia de estos reyes es tambin, ms an que en otros lugares, la de la lucha
de la monarqua frente a los otros actores polticos (la nobleza, la Iglesia y las ciudades). Siempre est en el centro del juego poltico (como, por lo dems ocurre
en toda Europa), pero adems es la instancia que domina ese juego, a pesar de
todos los reveses y todas la dificultades que le surgen, a pesar de las limitaciones
legales, a pesar de las resistencias de los privilegiados y de los conflictos armados
o sublevaciones, por lo general de dimensiones inferiores a los que tuvieron que
enfrentarse otras monarquas y de un alcance menor (pues, cuando concluyeron,
ninguna acab con la deposicin efectiva del rey, o con su confinamiento, destierro o muerte, como tantas veces pas en Europa). En los tres siglos de historia
medieval de la Corona, por encima de los mltiples acontecimientos locales, slo
hay unas pocas coyunturas sensibles en las que la esta formacin poltica o su
10. R. DABADAL, Pedro el Ceremonioso y los comienzos d ela decadencia poltica de Catalua, en Historia de Espaa, dirigida por R. Menndez Pidal, vol. XIV, Madrid, 1958, p. CLXXXIII.
11. C. LPEZ RODRGUEZ, Epistolari de Ferran I dAntequera amb els infants dArag i la reina Elionor (1413-1416), Valencia, 2004.
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administrativas ms vigorosas, y estaban en zonas ms ricas o centrales de la economa europea. Pero, en conflictos de larga duracin, el mantenimiento del orden
interno durante mucho tiempo en una sociedad como la feudal no era nada fcil,
ni siquiera para los reyes ms poderosos, en Francia, en Castilla o en Inglaterra.
Cmo fue posible conseguir en la Corona de Aragn una cohesin de la sociedad
poltica de la que carecieron sus oponentes? Y eso con la dificultad aadida de que
se trataba de una sociedad poltica compuesta, disgregada en varios territorios,
que a su vez combinaba diversos niveles (centrales, regionales, locales), y por lo
general poco unitaria fuera de unos pocos miembros del crculo ms inmediato
que rodeaba permanentemente al rey en su Corte.
La respuesta parece residir en que fue precisamente la estructura compuesta de
la Monarqua aragonesa una de las claves de su supervivencia. Se adaptaba mejor
a las circunstancias sociales de la Baja Edad Media y su organizacin feudal que
las monarquas unitarias que por entonces daban sus primeros pasos, sin tener
todava desarrollada toda la panoplia de recursos coercitivos de los que se valdran ms tarde. La celebracin de las asambleas parlamentarias fue muy temprana
en los dominios de la Corona, justamente a causa de la debilidad de los monarcas
y de la consolidacin institucional de los reinos que gobiernan. Con independencia de los antecedentes ms o menos lejanos, y antes de su gran consagracin en
1283, las Cortes se renen de manera peridica desde 1218 en Catalua; desde
1236 en Aragn, y desde 1261, muy poco despus de la Conquista, en Valencia.
Tanto en Cerdea como en Sicilia y en Npoles, el dominio aragons se inicia con
la convocatoria de esta institucin, que parece consustancial a la organizacin de
la monarqua aragonesa aunque no le sea exclusiva. A diferencia de las castellanas, la nobleza y la Iglesia continuaron interesadas y muy activas en sus sesiones.
Con independencia del autntico alcance del poder de las Cortes (sujeto a interpretaciones de los contemporneos y no digamos ya de los historiadores) y muy
pronto para el conjunto de la Europa Occidental (pues los representantes de las
ciudades no asisten hasta 1232 a la Dieta alemana, hasta 1265 al parlamento
ingls, y hasta 1302 a los primeros Estados generales franceses), la monarqua
aragonesa qued ms o menos limitada por el poder institucionalizado de los estamentos privilegiados reunidos en Cortes, que consolidaron una organizacin poltica y una personalidad jurdica propia en cada uno de los territorios. Sin embargo, este proceso aceler la institucionalizacin de la monarqua, al vehicular la
articulacin poltica de la sociedad mediante un entramado institucional fuertemente ligado a los reyes y establecer mecanismos de consenso y participacin
poltica de las oligarquas. Por eso, cuando el soberano quiere asegurarse la colaboracin de sus sbditos, los convoca a Cortes, concebidas como instrumentos de
una monarqua limitada de hecho, y quiz no tanto de derecho, de modo que estas
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asambleas, en aquel mundo con rudimentarios mecanismos para el ejercicio efectivo del poder, se constituyeron tambin en un eficaz instrumento al servicio del
poder del rey. As hay que entender la frmula quod omnes tangit ab omnibus
approbari debeat, que en el siglo XV el jurista Pere Belluga interpret a la perfeccin para la conveniencia del Prncipe. En su opinin, aunque habitualmente
dicho principio sea cierto, algunas veces, sin embargo, los negocios de las Cortes
se cierran sin la aprobacin ni consenso de algunos, pero estos quedan obligados,
por el hecho de haber sido consultados, a los acuerdos y a los donativos que se
aprueben. Por eso, las leyes dictadas en las cortes con el consejo de los prceres,
deca Belluga, son de mayor eficacia que las dictadas slo por el prncipe, e incluso tambin que las dadas en las cortes sin ser paccionadas.14
Cuaj de este modo una estructura poltico-jurdica-administrativa compuesta
que, slo para entendernos, denominaremos federal, caracterizada por su flexibilidad frente a la rigidez de las incipientes monarquas unitarias coetneas, cuyos
recursos, aparatos burocrticos y capacidades reales eran, durante los siglos XIII
al XV, todava inferiores al poder que de derecho se atribuan y a su eficacia para
imponer su dominio en el conjunto de los vastos territorios que les estaban sometidos. Por eso, peridicamente, cuando un conflicto afectaba al centro de su sistema poltico, tenan hundimientos o colapsos, de los que estuvo libre la Corona de
Aragn. Ha pervivido una cierta idea en la historiografa de que esta Corona pertenece a un modelo dbil de Estado, por su carcter pactista, frente a la monarqua
autoritaria, basada en un concepto absolutista, como la castellana.15 Es cierto, pero
tambin que el rey de Aragn tena una capacidad para hacerse obedecer en cualquier punto de sus reinos superior a la del rey de Castilla, como se puso de manifiesto durante las alteraciones y las devastadoras guerras nobiliarias de la baja
Edad Media castellana, de la cual se libraron sus vecinos aragoneses (pues aqu
las guerras y bandos nobiliarios, que existieron, no alcanzaron la extensin, intensidad ni virulencia de aquellos).16 A pesar, incluso, de la reducida extensin del
dominio real aragons frente a los estados de la Iglesia y de la nobleza; a pesar,
incluso, de su autoridad mediata en gran parte del territorio. La sociologa moderna ha discutido mucho sobre la mayor potencia de un poder suave (pero no blan-
14. P. BELLUGA, Speculum Principum, Pars, 1530, Rbrica 45, De inequalitate vocum, In Quamvis [1]; y Rbrica 2, De inventione Curiae et Principis potestate in legibus condendis.
15. Por ejemplo, en M. A. LADERO QUESADA, El ejercicio del poder real: instituciones e instrumentos de gobierno, en XV Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Zaragoza, 1996, vol. I1, pp. 71-140.
16. Expusimos esta idea en C. LPEZ RODRGUEZ, Nobleza y poder poltico en el Reino de
Valencia (1416-1446), Valencia, 2005.
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do ni dbil, como lo demostr el Ceremonioso), basado en la negociacin y el pacto, sobre un poder duro, fundamentado en el autoritarismo y con menor base
social, cuyos efectos pueden ser ms inmediatos e intensos, pero menos duraderos. Fue esto lo que hizo a los sicilianos preferir de modo reiterado el poder suave de los lejanos reyes aragoneses al poder duro de un rey francs en su propia tierra (y permitieron as la presencia de Aragn en el Mediterrneo central).
Ciertamente, la historia de la Corona de Aragn es incomprensible o slo parcialmente comprensible si no se contempla desde la perspectiva de los territorios,
porque cada uno tiene sus propias dinmicas sociales y estructuras institucionales,
pero tambin lo es si se hace slo desde ellos. La capacidad del poder radica precisamente en esto, en tener una visin ms general de la realidad en su complejidad (y, por tanto, en su capacidad para movilizar recursos de todo tipo y de todos
los lugares con el fin de concentrarlos all donde se necesiten) frente a la menor
disposicin para ello de quien tiene una visin ms parcial, en trminos polticos,
culturales, sociales o territoriales. En el caso de las administraciones hacendsticas regionales de la monarqua, por ejemplo, nunca pudieron constituir un sistema autnomo de gestin. Mantenan fluidas relaciones con los rganos centrales
de la Corona, sobre todo la Tesorera general, donde realmente se fraguaba la poltica financiera y patrimonial, solo parcialmente supeditada, eso s, a las negociaciones y presiones de las fuerzas sociales locales.17 En el fondo, algo parecido ocurri con las haciendas de los reinos (e incluso con las de los municipios reales,
pues los continuos requerimientos del monarca fueron la primera entre las causas
del desarreglo financiero de estas administraciones, adems de su corrupcin).
El rey, pues, es la nica instancia de poder, junto con la Iglesia, que est presente, en persona o por representacin a travs de sus lugartenientes generales u
otros grandes oficiales, en todos y cada uno de los territorios, y la nica que puede movilizar recursos en uno u otro, o en todos simultneamente (aunque le sea
muy trabajoso y comprometido). No una familia nobiliaria, ni un estamento, ni un
parlamento ni una diputacin. Slo el rey (y el papa, en otro orden de cosas) puede actuar a la vez en todos los territorios, negociar con sus oligarquas, conocer
sus necesidades, intervenir en la justicia y en la legislacin. Es tambin quien dirige la accin exterior, la defensa del reino y encarna a la comunidad poltica frente a otros soberanos. Es precisamente el monarca, en tanto que rey de Aragn,
quien define el territorio y por tanto, constituye el sujeto poltico principal de esa
agregacin de territorios de la Corona que, en el lmite, eran capaces de sobrevi-
17. Lo tratamos con ms extensin en C. LPEZ RODRGUEZ, La Tesorera General de Alfonso V el Magnnimo y la Baila General del reino de Valencia, en Hispania, LIV, (1994), pp. 421-446.
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vir individualmente fuera del dominio de la dinasta (como ocurri temporalmente en varias ocasiones) sin acabar por ello con esta formacin, pues tanto la persona del monarca como la misma idea de la Corona poda residir en cualquier
territorio, sin perder su poder ni sus preeminencias. Eso no pasaba en las monarquas unitarias como Castilla, Francia, o Inglaterra. Por esta razn, en la Corona
de Aragn no existi propiamente, en lo poltico (menos en las relaciones econmicas o sociales), una dinmica territorial centro/periferia ntida, sobre todo a partir de la conquista del reino de Valencia, que consolid los intereses comunes de
aragoneses y catalanes, y demostr a todos las ventajas de una relacin interna
fuerte.18 Y aunque haya reinos que parezcan relegados como Mallorca o Cerdea,
la realidad es bien distinta, pues no puede decirse que las vicisitudes de sus respectivas conquistas desempearan un papel secundario en la vida poltica de la
Corona. Los reyes pudieron sentir predileccin por un territorio u otro, o reclutar
su personal de confianza y de su Casa ms entre los naturales de uno u otro dominio, segn sus gustos, o bien las elites de un reino pudieron sentirse ms o menos
atrados por servir en la corte real, segn sus particulares intereses y segn las
pocas, pero el conjunto de la Corona no estuvo sometido a un territorio (como
ocurri con la Unin de Calmar, aquejada de la hegemona danesa, lo que fue la
causa de su extincin). Por lo general, se afirm el principio de que los oficios de
los reinos quedaban reservados a los naturales. No existi, en consecuencia, una
clara capitalidad poltica (al estilo de otras monarquas que tambin tuvieron un
fuerte desarrollo burocrtico, como la francesa o la inglesa), salvo en el perodo
final, muy especial por muchas razones, del reinado del Magnnimo durante su
estancia en Npoles. Alfonso V pudo soar con un imperio mediterrneo, como se
plasma en el friso del arco del triunfo que da entrada al Castel Nuovo. Pero su traslado a aquella ciudad en realidad evidencia de una manera plstica que, en efecto, la Corona no necesitaba de un centro territorial consolidado y necesario (como
en Francia) pues, ms an que el centro del poder era el rey con su Corte.
Esta estructura compuesta (federal, para entendernos) estuvo sometida,
como es natural, a fuerzas centrfugas y centrpetas que operaron en todos los
niveles y sobre todos los actores (administracin fiscal y de justicia, poltica eclesistica, relaciones con las nobleza, la Iglesia, o las ciudades). Pero la compensacin de las unas por las otras, con variaciones segn las pocas y las materias
concretas, fue la consecuencia de la gran adaptabilidad de este peculiar sistema
poltico a la variable realidad social y econmica, combinando los intereses de las
oligarquas locales y regionales de los territorios con las necesidades unitarias de
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4. CONSECUENCIAS DE LA COMPLEJIDAD
Hasta ahora, hemos insistido en las peculiaridades de la estructura compuesta,
por lo dems bastante conocida, constituida por la Corona de Aragn, y hemos
avanzado algunas explicaciones a su supervivencia. Pero, cules fueron sus consecuencias en el gobierno y en las relaciones con los estamentos?
Una vez que se consolid esta monarqua compuesta, como cada territorio tena
su propia organizacin poltica y sus propias dinmicas sociales, su estructura
federal o confederal (trminos que son manifiestamente anacrnicos, como
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vemos, pero que utilizamos por comodidad) dificult que los problemas de uno
pasaran a los de otro, e hizo de eficaz cortafuego para evitar la propagacin de conflictos entre los miembros de la Corona. La Unin aragonesa pas al reino de
Valencia, pero no al Principado. Su carcter y composicin fueron, adems, distintos en uno u otro reino. La decadencia poltica de Catalua fue simultnea a una de
las coyunturas ms expansionistas de la Corona de Aragn en su conjunto. Las banderas nobiliarias valencianas no contaminaron a las de la nobleza catalana o aragonesa, o por lo menos no lo hicieron con la intensidad que se vivi en aquel reino. Los conflictos agrarios cataln o el mallorqun no se traspasaron al campo
aragons o valenciano. Ni la sublevacin de los catalanes arrastr tras de s al resto de territorios. La crisis de Barcelona fue compatible con el florecimiento de
Valencia. Esta organizacin poltica tambin permiti a los reyes disponer de un
eficaz contrapeso en sus relaciones con las diferentes oligarquas y un amplio margen de maniobra en las negociaciones con ellas. El monarca y sus consejeros eran
de los pocos (si no los nicos) que tenan una visin de conjunto de los acontecimientos de toda la Corona y de la marcha de la situacin internacional o de las relaciones con el Papado, as como del curso de las negociaciones, pblicas o secretas,
con otros actores, lo que le permita mayor maniobrabilidad frente a la menor red
de recursos y a la visin parcial de los problemas que tenan las elites de cada territorio. Cuando en 1452, el Magnnimo entr en Npoles para celebrar la Navidad,
al finalizar una expedicin de caza, salieron a recibirle una gran multitud de
embajadores de muchas partes del mundo, prncipes, condes, duques, barones y
hombres de honor. El monarca vio entonces a Antoni Vinyes, el embajador de
Barcelona, y le pidi noticias. A lo cual respondi Vinyes que era l quien esperaba saber de su seora, que de muchas partes del mundo era informado.22 Lo
mismo podra haber dicho cualquiera de los notables que reciban al rey.
Obligados por su monarqua limitada, las circunstancias forzaron a los reyes a
una actuacin pragmtica y por lo general poco dogmtica. Los soberanos apuraron al mximo este poder limitado y sacaron ms partido de l que otros monarcas (como los castellanos) de su terico poder absoluto. Este pragmatismo (o realismo poltico) est detrs del comportamiento de los monarcas con el papado, por
ejemplo. La Corona de Aragn se form en el siglo XIII, durante el gran siglo del
papado, entre las batallas de Muret y la del Coll de Panissars, entre dos reyes que
murieron uno en defensa de herejes y el segundo fuera de la Iglesia (un hecho de
capital importancia poltica, pese a los intentos del cronista Desclot por maquillarlo en el ltimo captulo de su obra) y que, en su enfrentamiento con el papa,
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23. J. VINCKE, Estado e Iglesia en la Historia de la Corona de Aragn de los siglos XII, XIII
y XV, en Actas del VII Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Barcelona, 1962, vol. I, pp.
267-285.
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roso como era Jaime II a desarrollar un sofisticado sistema de transmisin, tratamiento, conservacin y recuperacin de la informacin, que pudiera orientar adecuadamente la accin de los reyes. Fund, por esta razn, el Archivo Real en
1318, ubicndolo en su palacio de Barcelona, despus de haber comenzado su reinando acumulando las escrituras de sus predecesores y las suyas propias en un
depsito situado en la casa de la Orden del Hospital de esa ciudad.24 Introdujo
adems muchas reformas burocrticas, que iniciaron el proceso de estatalizacin de la Monarqua, con la intencin de transformar la Corona de Aragn de
una mera agregacin dinstica de territorios, tal como la haba recibido de sus predecesores, en una entidad poltica sustantiva (aunque descentralizada). Con nimo
tan slo de ilustrar este punto, debe recordarse que el 14 de diciembre de 1318,
apenas tres meses despus de concluidas las obras de habilitacin del Archivo en
el palacio real, se promulg el estatuto por el cual los reinos de Aragn y Valencia, el condado de Barcelona y el dominio directo y los derechos pertenecientes al
rey (obsrvese este detalle) en el reino de Mallorca y en los condados de Roselln
y Cerdaa, en el Conflent, en el Vallespir y en los vizcondados de Omelads y
Carlat habran de estar siempre unidos bajo un mismo dominio.25 Este estatuto o
privilegio fue jurado a partir de entonces por todos los reyes aragoneses, por lo
menos hasta Alfonso el Magnnimo. Paralelamente, continu funcionando el sistema de captacin y transmisin de la informacin a travs de la Cancillera, con
el respaldo del Archivo Real, y de sus hijuelas valenciana y aragonesa ya en el
siglo XV. Por eso, los mensajeros barceloneses encontraron a Alfonso el Magnnimo siempre muy bien informado, a pesar de su largo absentismo. Por eso, no es
de extraar que Maquiavelo fuera un destacado funcionario de la Cancillera florentina, como tambin lo fueron Alfonso de Borja, papa Calixto III, en la aragonesa, y su sobrino Rodrigo de Borja, luego papa Alejandro VI, en la pontificia.
Este pragmatismo de los monarcas, la actuacin casustica a la que les obliga el
margen de maniobra y el juego poltico que la estructura compuesta del dominio
permite, explica tambin la proyeccin que adquiere en la Corona de Aragn el
carcter y la personalidad concreta de sus reyes (y de sus esposas), as como la
importancia que se dio a la formacin del prncipe heredero, quien desempe un
puesto importante en la organizacin del estado. Para ello, se le asoci al ejercicio
del poder, y tuvo un papel capital en el desarrollo del rgimen de Procuracin, luego de Gobernacin General y finalmente de las Lugartenencias Generales, que
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hicieron posible la extensin del poder real, por delegacin, en todos los territorios.
Al heredero, por su parte, le dio la posibilidad de adquirir una experiencia que le
sera gran utilidad cuando fuera entronizado. Un proyecto educativo de este tipo
parece inspirar, por ejemplo, a Fernando I respecto de su primognito Alfonso,
como deja ver la correspondencia cruzada entre ambos, ya mencionada. Este proceso formativo tuvo consecuencias positivas. Una observacin ecunime de la
actuacin de los reyes aragoneses nos permitira destacar que, desde la desgraciada actuacin de Pedro el Catlico, y con independencia de la valoracin moral o
del balance poltico de la obra de cada uno de ellos, no hay reyes incompetentes,
ineficaces, o corrompidos en el trono aragons, al contrario de lo que ocurri en
tantas monarquas europeas, donde los logros de algunos soberanos fueron dilapidados rpidamente por herederos depravados o que, simplemente, no supieron
estar a la altura de las circunstancias. Por el contrario, en la Corona de Aragn, la
historiografa no deja por lo general de reconocer el genio poltico de sus soberanos, incluso con aquellos que concitan una crtica poltica profunda o una reprobacin moral mayoritaria, como Pedro IV o Juan II. Una de las actuaciones ms discutibles fue la de Juan I, el Cazador (no lo fue ms que otros parientes suyos), el
Amador de gentileza, pero tambin mal llamado el Descurat, sin que su incuria, ms bien opinable, llegase a los niveles de muchos reyes europeos coetneos.
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las discusiones sobre si se trata de una monarqua limitada o si los estamentos apenas cuentan; si el sistema es pactista, o incluso constitucionalista, o autoritario; si
el monarca infringe las libertades del reino o se apoya en ellas; el alcance de esa
extraa combinacin de victorias militares y derrotas polticas de sus reyes y viceversa, La ambigedad es la principal caracterstica de la Corona de Aragn, fruto de su complejidad y de la casustica, siempre mutante, que preside las relaciones entre la monarqua y los estamentos privilegiados. De ah tambin la
irreductibilidad de la estructura poltica de la Corona de Aragn a un nico principio rector (el pactismo, por ejemplo). Esta complejidad, ambigedad y mutabilidad de las relaciones polticas ofrece un terreno abonado a la monarqua para
ejercer su papel arbitral entre las clases y grupos sociales, lo que le proporciona
una posicin preeminente de la que los reyes supieron sacar partido, pese a las
limitaciones legales que pudieran objetarse a su poder.
Por qu ocurri as? Para contestar, haremos una breve incursin sobre las
concepciones polticas vigentes entre los juristas aragoneses de la poca, que
alcanzaron su mxima expresin a mediados del siglo XV, en la pluma de uno de
sus ms brillantes escritores, el abogado valenciano al servicio del Magnnimo
Pere Belluga, autor de la obra Speculum Principum, acabada en 1441.26 En resumen, dice este autor, al menos en los reinos hispnicos, el poder del rey no procede del pueblo ni del emperador, sino de su derecho de conquista, lo que le convierte en administrador de la justicia por voluntad divina, porque de las fauces del
enemigo arranc sus reinos. Por eso el prncipe detenta un poder por s mismo que
procede de Dios y que le ha sido dado para administrar justicia a sus sbditos y
garantizar la paz del reino. Pero le conviene vigilar para que sus sbditos no se
vean agraviados ni maltratados por jueces y oficiales. Pues el prncipe es opulento cuando sus sbditos son ricos y bien tratados. Para reparar estas causas de maltrato a los vasallos, debe el prncipe convocar las cortes, ya que el motivo de celebrarlas es la justicia y la paz del reino, cuya defensa es funcin del prncipe como
se demuestra en el Viejo Testamento, en el cual se lee que por la justicia reinan los
reyes. El monarca debe convocar las cortes sin que est obligado por un compromiso contractual sino moral, para cumplir con sus obligaciones con el pueblo y
atender a sus clamores contra la opresin de los ministros, pues es rey mediante
el ejercicio de la justicia, para la defensa de la paz y del bien pblico. Y aun cuan-
26. Lo que sigue es una sntesis extrada de esta obra, segn la edicin publicada en Pars en 1530.
Las referencias concretas las dimos en C. LPEZ RODRGUEZ, Teora y praxis del contrato poltico nobiliario en el Reino de Valencia. Del Interregno a la conquista de Npoles, en Du contrat dalliance au contrat politique. Cultures et socits politiques dans la Pninsule Ibrique la fin du
Moyen ge, Toulouse, CNRS-Universit de Toulouse-Le Mirail, 2007, pp. 361-402.
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do suela el prncipe, a causa de sus necesidades, pedir una subvencin a los sbditos, en realidad las convoca para ofrecerse a reparar la justicia y a conceder las
leyes, fueros y privilegios que le parezcan ms necesarias para el reino. Esto le
est permitido porque l es ley animada en la tierra. Pues lo que place al prncipe
es tenido por justicia.
Aunque los prncipes hagan pragmticas sanciones sobre el bien pblico, que
tienen fuerza de ley, tambin suelen dar leyes con el consejo de los prceres congregados en cortes. Y si el pueblo da dinero por estas leyes hechas en cortes, como
suele ocurrir, se convierten en contrato. Estas son leyes paccionadas y se convierten
en irrevocables incluso por el prncipe. Pues aunque por su naturaleza la ley sea
revocable a voluntad del prncipe, sin embargo, si es paccionada y adquiere la naturaleza de contrato, el prncipe y sus sucesores quedan obligados. Este principio es la
opinin comn de los legistas y canonistas: la ley que se convierte en contrato se
hace irrevocable, porque en ella consienten quienes pudieran sentirse perjudicados.
En cualquier caso, es la intervencin del prncipe lo que solemniza un acto y
le da la sancin de derecho pblico. Esto es as porque, como indica Belluga, un
simple pacto entre personas privadas no puede modificar el derecho pblico. Pero
slo tienen el carcter de irrevocables estas leyes hechas a ttulo oneroso, que son
en realidad disposiciones dictadas por el prncipe, que es quien les da fuerza de
ley. Si el prncipe vende en los casos permitidos, no puede revocar estas enajenaciones. Sin embargo, si concede u otorga por fuerza de privilegio, puede revocarlo a su voluntad, porque sta es una prerrogativa del prncipe, que puede revocar
los privilegios concedidos por l, no obstante que se diga que le conviene mantenerlos. Pues, al igual que la ley, tambin el estatuto, el rescripto y el privilegio se
pueden revocar, como en el contrato entre privados, salvo que en la concesin el
concedente reciba algn lucro por el beneficiario, pues entonces el concedente
cometera dolo si lo revocase. Por todo ello, salvo en el caso de recibirse dinero,
pues entonces el privilegio se convierte en contrato y se hace irrevocable, las concesiones o privilegios siempre se hacen sin perjuicio del poder del superior, como
ocurre con las jurisdicciones. Porque en ellas siempre queda reservada la autoridad del superior y a no ser por la autoridad de ste no puede ejercerse, como resida en ella y sea inseparable de la suprema potestad, por lo que puede el superior
suprimir las jurisdicciones de otros, no slo de las personas singulares, sino tambin de las ciudades. Eso siempre que las jurisdicciones se transmitan por fuerza
de nudo privilegio, pues si se da dinero, entonces es contrato, y se aplica la regla
de los contratos del prncipe. Pero slo en ese caso.
Sin embargo, incluso aunque se d dinero, el privilegio es asimismo revocable. Pues la entrega de pecunia no parece que quite al prncipe su suprema potes-
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tad de revocar lo que concede, ya que, aun siendo conveniente al privilegio del
prncipe ser permanente, ello ha de ser por honor y no por necesidad. Y as, hay
autores que dicen que el sucesor del prncipe no est obligado a observar el contrato hecho en fraude de estos mismos sucesores, aunque haya sido jurado o con
clusulas penales, porque el juramento es algo personalsimo.
En suma, todo lo que sea una simple concesin o una pura donacin puede
revocarse a voluntad del prncipe, pero no si es un contrato. Aunque no siempre
un donativo constituye un precio, pues tambin puede darse un donativo de la corte, por magnificencia o liberalidad de los sbditos hacia su seor, pro iustitia
administranda, sin que por nada estn obligados los sbditos a darlo al prncipe.
Y otros casos diferentes son aquellos en los que se da algo al prncipe por alguna
de las causas acostumbradas o por sus necesidades, pues el sbdito se prodiga
movido por la piedad hacia la necesidad del prncipe. Se dice que hay necesidad
del seor cuando hace una gran compra, es capturado, por matrimonio de su hija,
porque se arma caballero, porque viaja por sus negocios, porque hace razonablemente algunos gastos graves e intolerables, o porque por alguna causa se ha
empobrecido, est obligado o no tiene de qu alimentarse. Este donativo se hace
por utilidad pblica y por tanto nadie en derecho puede excusarse de este ofrecimiento. Mxime cuando esta necesidad del prncipe se produce en tiempo de una
guerra y en defensa de la patria. No hay mayor piedad que defender de los enemigos a la patria dbil y a los pobres. Por eso, segn argumenta Baldo, de las eminentes necesidades a causa de la guerra nadie puede excusarse por razn de privilegio, bien le haya sido concedido por su dignidad, por su regin o por su
persona, porque la utilidad pblica (publica utilitas) ha de ser preferida a cualquier privilegio.
Estos razonamientos de Pere Belluga valen para todos los dominios del monarca, porque corresponde a la esencia de su poder. El rey es fuente de derecho y as
se predica de cada uno de los territorios que le estn subyugados. Por lo que la
promulgacin de privilegios y de leyes en cada uno de ellos depende de la voluntad del monarca, y de su sancin ltima, pues en caso contrario nada valen. De
modo que la teora y la prctica poltica aceptan que el soberano negocie los efectos de su poder (en absoluto sus fundamentos tericos) con sus sbditos, hasta el
punto de que la Corte real se convierte en un mercado poltico, donde la relacin
rey-sbditos se cumple al margen de la celebracin de las asambleas parlamentarias, que constituyen slo una parte, y no la ms importante, de la actividad legislativa y de cauce de relacin entre el monarca y los estamentos (y sus individuos).
Hay esta otra relacin directa, entre el rey y cada uno de los actores polticos de
cada reino, que permite la negociacin particular del vasallo con su monarca, y
que apela a su funcin ltima como dispensador de gracia y justicia, una relacin
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que vincula directamente al rey con el pueblo, en la cual la Corona aparece como
garante de la justicia (del pueblo) frente a la libertad (de los privilegiados en cuanto singulares y como corporacin). Esta concepcin de la Corte como mercado se
consolida por la posibilidad de comprar el privilegio y convertirlo en contrato,
para asegurar su perdurabilidad.
Por estos motivos, como expresin mxima del poder soberano, en torno al
monarca y los rganos administrativos centrales de la monarqua se teji una densa red de intereses creados, cuyos tentculos se extendieron por todos los reinos
de la Corona para confluir en la Corte real, donde pululaban nobles, eclesisticos,
embajadores de otras potencias, representantes de reinos, ciudades y villas, sndicos de corporaciones y mercaderes, procedentes de todos sus reinos y dominios,
entregados a maquinaciones, negociaciones pblicas y secretas, presiones, conspiraciones, sobornos y corruptelas, para obtener del soberano tratados, privilegios,
cartas de gracia y justicia, y todo tipo de provisiones favorables para sus intereses
(nacionales, corporativos o particulares), como se consigna en los libros de la
Tesorera general.27 En esta negociacin continua con sus vasallos, mantenida en
su corte, jugando el rey con unos y otros, su margen de maniobra era muy amplio,
contrapesando las reticencias de unos con los apoyos de otros, incluso por encima
de las disposiciones legales que limitaban su poder, recogidas en las constituciones, usos, fueros y privilegios. De ah la fama de intrigantes y maniobreros
(maquiavlicos avant la lettre) que alcanzaron sus reyes, mayor cuanto ms
grandes fueron los desafos polticos a los que se enfrentaron, como Jaime II,
Pedro IV, Alfonso V o Juan II.
De todo ello prestan un expresivo testimonio las misivas enviadas por los embajadores de Barcelona destacados ante la corte real del Magnnimo en Npoles,
como hemos visto. Sus cartas pintan vivamente el funcionamiento interno de la
Corte real como un mercado de favores, donde el dinero no slo sirve para comprar las voluntades de los oficiales, sino tambin para ganarse la del monarca, que
juega con unos y otros. No es una imagen, sino la realidad. Conocemos los tejemanejes financieros y polticos del Magnnimo, que alcanzaron niveles muy superiores a los de sus antecesores (porque el alcance de sus dominios fue tambin
mayor). En 1444, los embajadores de Barcelona negociaban en Npoles la obtencin de algunos privilegios. Los embajadores se quejaron de que sus poderes eran
muy estrechos, pues si hubieran sido ms amplios, en dos das hubieran acabado el
negocio en mejores condiciones, vista la necesidad que tena el rey de dinero, que
27. Expusimos algunos casos en C. LPEZ RODRGUEZ, Hisenda reial i comer en el Regne de
Valncia en poca del Magnnim, en Recerques. Histria. Economia. Cultura, 43 (2001), pp. 129-162.
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dudaban que no se perdiera en poco tiempo, y vistas tambin las prcticas que
aqu se tienen. Urgan a los consejeros a decidirse, antes de que el soberano se
marchara, pues todos los das le crecen al rey negocios, en concreto la guerra que
se avecinaba con el duque de Miln. Con el retraso de las consultas a los consejeros barceloneses, se perdi la sazn, como decan, del negocio. Estaban dispuestos a pagar 5.000 florines por el privilegio, y an a subir hasta los 8.000; pero les
cost 12.000 florines; lo queran perpetuo, pero el rey slo lo otorg con carta de
gracia; solicitaron la exencin del derecho de sello, por el cual los funcionarios de
la Cancillera pedan 500 florines; se concordaron en 300 florines. Confiaron el
negocio al secretario real Fonolleda, porque era hijo de la ciudad. Pero al final en
el privilegio faltaban algunas de sus peticiones que Alfonso V, segn su secretario,
se neg a conceder.28 El xito de los remensas catalanes en 1448 al conseguir el
apoyo del monarca en su lucha por la abolicin de los malos usos se debi a su
compromiso de satisfacer 100.000 florines, que el Magnnimo necesitaba urgentemente para hacer frente al pago de los crditos que deba al mercader Bertran Crexells.29 Pero unos aos ms tarde, en 1451, el rey oblig a los embajadores de Catalua a presentar pblicamente, en presencia de los embajadores de Venecia, el
donativo de 400.000 florines que las Cortes, enemigas de los remensas, le hacan.30
Sospechosamente, Alfonso V orden que se sobreseyera la causa remensa por
algn tiempo y que todos los procesos incoados por este asunto se remitieran a la
corte real de Npoles. El sobreseimiento no dur, sin embargo. En 1455, el rey promulg su famosa sentencia interlocutoria de 5 de octubre por la que suspenda temporalmente la prestacin y exhibicin de los malos usos y servidumbres.31
Como dijo Pedro IV en su celebrado discurso ante las Cortes de Tarragona de
1370, verdaderamente hemos sufrido grandes sucesos y, no obstante, con la ayuda de Dios de todo salimos bien.32 Podra ser la divisa de esta Monarqua. Muchos
reyes europeos no pudieron decir lo mismo. S los de Aragn, tanto los de la Casa
de Barcelona como los Trastmara. Desde este punto de vista, quiz entendamos
mejor a Pedro el Ceremonioso, cuando dej a los embajadores de Mallorca esperando hasta acabar su cacera. O al Magnnimo y su desidia con los representantes
28. Jos M. MADURELL MARIMN, Mensajeros barceloneses cit., pp. 33-38, y docs. 184-200,
especialmente los docs. 192 a 196.
29. A. RYDER, Cloth and Credit: Aragonese War Finance in the Mid Fiftennth Century, en War
and society (Duntron, Australia), vol. 2, nm. 1 (1984), pp. 10-11.
30. Jos M. MADURELL MARIMN, Mensajeros barceloneses cit., doc. 382.
31. J. VICENS VIVES, Historia de los remensas en el siglo XV, Barcelona, 1945, pp. 63-66.
32. Cortes de los antiguos Reinos de Aragn y de Valencia y Principado de Catalua, publicadas
por la Real Academia de la Historia, Madrid, 1900, tomo III, p. 50.
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barceloneses. O a Juan II cuando, en vsperas de las guerras con los catalanes, march a Zaragoza y se dedic a otros asuntos. Fue este rey un gran aficionado al juego, como sabemos por la biografa de Vicens Vives. Sus maniobras parecen estar
inspiradas en complicadas combinaciones y en un clculo ajustado de riesgos. Al
final, se saldra con la suya en aquel juego de la poltica peninsular, que por entonces era ya el gran juego de la poltica europea. De la Edad Media, la Monarqua
aragonesa sali triunfante en su secular lucha con los estamentos. Como en el resto del continente, cierto es. Pero en el caso de la Corona de Aragn, sus reyes, con
menos recursos, con un poder ms limitado por los estamentos, enfrentados a enemigos y vecinos ms poderosos, con la incomprensin y reticencias de sus sbditos muchas veces, consiguieron mantener sus dominios, acrecentarlos, someter a
las oligarquas provinciales y an desempear un papel clave en la vida poltica del
Mediterrneo occidental. Fue todo esto lo que hizo a Maquiavelo admirar a Fernando II de Aragn y merecer su consideracin como prncipe nuevo, porque, de
un rey dbil, ha pasado a ser por fama y gloria el primer rey de los cristianos ()
siempre ha tramado y ejecutado grandes cosas, que han tenido a sus sbditos maravillados, absortos y pendientes de su resolucin. Y estas acciones nacen las unas de
las otras sin que d tiempo a que nadie conspire tranquilamente, escribi el florentino.33 A pesar de su justa indignacin, compaginada con su admiracin por el
genio poltico de los personajes sobre los cuales escribieron de modo tan brillante
y profundo, creo que ni Vicens Vives ni Soldevila ni dAbadal, entre tantos otros
que merecen mi ms hondo respeto como historiadores y como intelectuales, han
llegado a comprender en este punto plenamente a Juan II ni a Alfonso V ni a Pedro
IV. Pues es difcil que un catedrtico de historia o un archivero: un funcionario de
la cultura al servicio del Estado moderno y sin poder poltico en sus manos, en
definitiva comparta los alambicados mecanismos mentales de un rey medieval.
Estos grandes historiadores, adems, se situaron en la perspectiva de los territorios
y, por eso, ocasionalmente incurrieron en la misma minusvaloracin de la accin
de los soberanos aragoneses. A estos historiadores les pudo asistir la razn poltica, o incluso la razn histrica cuando criticaron a los monarcas. Pero estos se
movieron por su razn dinstica, que obedece a sus propias leyes y cuya oportunidad el tiempo corrobor. Fueron Juan II, Alfonso V, Pedro IV o Jaime II y, con
ellos, sus predecesores y descendientes quines, con grandes dificultades, eso s,
ganaron la partida a sus rivales la mayor parte de las veces y aseguraron por siglos
la pervivencia de su Casa, y por extensin la de su real Corona de Aragn, mediante una habilidosa gestin de la complejidad.
33. N. MAQUIAVELO, El Prncipe, cap. XXI, Quod principem deceat ut egregius habeatur.
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dio, todava pendiente, del importante papel jugado por el brazo real en las Cortes
generales de los reinos a partir de 1360 aproximadamente, me habra llevado muy
lejos del objetivo que me he marcado y, por tanto, esta cuestin no ser abordada
aqu. Dicho de otra manera, observar el perodo que parte de unas ciudades incrustadas en el seoro real (entre 1250 y 1320) y acaba con la constitucin de los municipios como verdaderos seoros colegiados (entre 1350 y 1370); entre ambos extremos, transcurre una importante etapa intermedia (entre 1320 y 1350), en que las
ciudades supieron aprovechar el amplio margen de negociacin de los subsidios con
la monarqua para ir logrando paulatinamente nuevas cotas de autonoma fiscal y
poltica.1 Es verdad que la definicin de esas tres etapas corresponde bsicamente a
lo observado en el caso de Catalua y que todava no conocemos con el mismo grado de precisin la evolucin de las relaciones fiscales entre la monarqua y sus ciudades en Aragn y Valencia en el largo siglo que va desde 1250 hasta 1360 aproximadamente. Y aunque no cabe dudar que, en trminos generales, la evolucin en los
tres territorios peninsulares y en Mallorca fue muy parecida, tambin es cierto que
se observan importantes contrastes que sera necesario estudiar a fondo y que derivan, como no poda ser de otra manera, de las diferencias econmicas, sociales e
institucionales de cada reino en el marco de una Corona unitaria.2
1. Acerca de todo ello, vase P. ORT GOST, El Consell de Cent durant lEdat Mitjana, en M.
ROVIRA-S. RIERA (coord.), El temps del Consell de Cent. I. Lemergncia del municipi, segles XIII-XIV,
Barcelona, 2001, pp. 21-48.
2. Este texto, que sigue fielmente el tenor de la conferencia pronunciada en el Congreso, es una
apretada sntesis de la evolucin de la fiscalidad municipal y sus relaciones con la monarqua. Por tanto, el lector no deber esperar ningn dato especialmente nuevo: todo lo que sigue procede de trabajos publicados por los todava escasos investigadores que nos dedicamos a estas cuestiones. As, para
evitar trufar el texto con largas y repetitivas notas a pie de pgina, remito al lector a los siguientes trabajos, de donde proceden la mayora de las consideraciones que siguen y donde se contienen las oportunas referencias bibliogrficas: J. A. SESMA MUOZ, Las transformaciones de la fiscalidad real en la
baja Edad Media, XV Congreso de Historia de la Corona de Aragn (Jaca, 1993), tomo I, vol. 1,
Zaragoza, 1996, pp. 231-291; A. FURI, Deuda pblica e intereses privados. Finanzas y fiscalidad
municipales en la Corona de Aragn, Edad Media. Revista de Historia (Valladolid), 2 (1999), pp. 3579; M. SNCHEZ MARTNEZ, Pagar al rey en la Corona de Aragn, CSIC, Barcelona, 2003 (coleccin
de 14 trabajos); y M. SNCHEZ MARTNEZ, A. FURI Y J. A. SESMA MUOZ, Old and New Forms of
Taxation in the Crown of Aragon (13th-14th. centuries), en S. CAVACIOCCHI, La fiscalit nelleconomia europea, secc. XIII-XVIII, Firenze University Press, Firenze, 2008, I, pp. 99-130.
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bin vena participando en el gobierno de las ciudades, ya fuese en tareas de defensa de la colectividad, en la resolucin de conflictos (arbitrados, en el caso de Barcelona, por los prohoms o notables de la comunidad) y en la gestin de algunos
impuestos a ella transferidos, quizs a iniciativas de sus miembros ms destacados.
Con estos recursos, la comunidad atenda al mantenimiento de algunas edificaciones y servicios pblicos como muros, calles, plazas, puentes, hospitales, etc. La
gestin de los bienes recibidos de la monarqua fue especialmente importante en
algunas ciudades aragonesas, que fueron dotadas de un amplio patrimonio territorial, a diferencia de los ncleos urbanos catalanes y de la futura Valencia cristiana,
cuyos trminos municipales apenas sobrepasaban el permetro amurallado de la
ciudad.6 Por tanto, para administrar los grandes trminos otorgados a las ciudades
aragonesas y, ms en general, para administrar los recursos fiscales cedidos por los
monarcas, las comunidades urbanas debieron realizar algunas actividades financieras por espordicas, rudimentarias y poco relevantes que fuesen. En suma,
podramos hacer nuestra la afirmacin de Bernard Chevalier para el caso francs
en el sentido de que aquellas comunidades vecinales tenan finanzas pero no una
fiscalidad elaborada.7 Y, recordmoslo de nuevo, tanto la participacin de la comunidad en el gobierno de las ciudades como aquellas primeras actividades financieras de los grupos vecinales estaban estrechamente controladas por los oficiales reales, como corresponda a entidades de poblacin insertas en el seoro regio.
Ahora bien, ya a finales del siglo XII, en los casos ms precoces, y de manera
ms general durante las primeras dcadas del Doscientos, sabemos que, para atender a algunas necesidades que no eran cubiertas con los ingresos del patrimonio gestionados por los oficiales reales o con los recursos transferidos a la comunidad, se
peda a los vecinos una aportacin personal y directa en forma de derrama. Es
importante destacar que, en muchos casos, la autorizacin regia para mettere in
commune y disponer de un arca comn precedi a la propia constitucin del rgi-
6. Vase, por ejemplo, el caso de Teruel comentado por I. FALCN, Finanzas y fiscalidad de ciudades, villas y comunidades de aldeas aragonesas, V Congreso de Estudios Medievales, vila, 1997,
p. 246; y, para la ciudad de Valencia, J. V. GARCA MARSILLA, La gnesis de la fiscalidad municipal
en la ciudad de Valencia (1238-1366), Revista dHistria medieval, Valencia, 7, 1996, pp. 239-273.
Hace algunos aos, algunos historiadores confundieron la lgica instalacin de conspicuos miembros
del patriciado barcelons en el territorio de la ciudad con la existencia de un amplio trmino municipal y no dudaron en equiparar este fenmeno nada menos que con el contado de las ciudades italianas. Nada ms lejos de la realidad: el trmino estricto de la ciudad slo englobaba el espacio extramuros, perteneciente a las distintas parroquias urbanas; cf. P. ORT, El municipi de Barcelona i les
parrquies del seu entorn, Anuario de Estudios Medievales, 31/1 (2001) pp.33-48.
7. B. CHEVALIER, Gense de la fiscalit urbaine en France, Revista dHistria medieval, Valencia, 7, 1996, p. 26. Lo mismo afirma I. Falcn para el caso aragons (I. FALCN, Finanzas y fiscalidad..., cit., p. 247).
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8. As sucedi en Lrida: en 1196, Pedro el Catlico autorizaba a los prohoms a hacer una derrama justo un ao antes de que se instaurase en la ciudad el primer rgimen de consulado de Catalua
(M. TURULL, El naixement de la fiscalitat municipal a Lleida (1149-1289), en el Coloquio sobre
Corona, municipis i fiscalitat a la baixa Edat Mitjana, Lrida, 1997, pp. 219-232). Lo mismo cabe
decir de Barcelona, donde Jaime I regulaba en 1226 la forma de establecer estas derramas antes de la
constitucin del municipio en 1249; y de Mallorca, donde se perciban colectas en 1237 y 1244 antes
de que se formase el organismo rector de la isla. Tambin en Teruel, en una fecha tan precoz como
1208, el encargado de confeccionar el padrn del vecindario era el juez, que actuaba junto a una comisin de seis jurados (vanse P. ORT, El consell de Cent..., cit., p. 33; J. F. LPEZ BONET, La prctica fiscal a la Mallorca de la baixa Edat Mitjana, Randa, 29, 1991, p. 13; e I. FALCN, Finanzas y fiscalidad..., cit., p. 246).
9. Cf. M. TURULL, Arca Communis: Dret, municipi i fiscalitat, Initium. Revista Catalana
dHistria del Dret, I (1996), pp. 581-610.
10. Aunque queda fuera de los objetivos de este texto, debemos recordar que, desde el principio,
estas derramas no eran capitaciones sino que se perciban a tenor de las posibilidades per solidum
atque libram de cada vecino, como prescriba el rey para Barcelona en 1226. Y, por ejemplo, en
Teruel, Jaime I divida en 1258 a los vecinos en tres categoras, a tenor de su riqueza: posteros, medio
posteros y cuartos posteros (I. FALCN, Finanzas y fiscalidad..., cit., p. 250).
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11. El mejor estudio de sntesis, con un amplio estado de la cuestin bibliogrfico, sobre los orgenes de pechas, questias y peitas es el de V. BAYDAL, Guerra, fiscalitat i assemblees estamentals (c.
1250 - c. 1300). Levoluci de la fiscalitat reial i la configuraci del pactisme a la Corona dArag
durant la segona meitat del segle XIII, Trabajo de Iniciacin a la Investigacin defendido en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona) en julio de 2007, y cuya publicacin esperamos en breve.
12. Habra que tener en cuenta tambin los monedajes y bovatges exigidos por la monarqua desde
finales del siglo XII. Por lo que respecta al bovatge cataln la primera plasmacin de la fiscalidad de
Estado en el principado, los obtenidos por Jaime I sirvieron para financiar, en parte, las conquistas de
Mallorca, Valencia y Murcia (vase P. ORT, La primera articulacin del estado feudal en Catalua a
travs de un impuesto: el bovaje (ss. XII-XIII), Hispania, 209 (2001), pp. 967-998). Y, en cuanto a los
monedajes aragoneses, desde 1236, se instaur su peticin cada siete aos; ms tarde, con el nombre de
morabet, este impuesto fue introducido en el reino de Valencia (1266) y en Mallorca (1301). El bovatge cataln fue redimido por la nobleza y las ciudades del principado en 1300; y aunque el monedaje se
continu percibiendo en Aragn, Valencia y Mallorca, su repercusin en las finanzas regias disminuy
considerablemente debido a las numerosas enajenaciones del impuesto a la nobleza y a las ciudades
(vase J. A. SESMA, Las transformaciones de la fiscalidad..., cit., pp.240-243).
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En resumen, parece claro que las ciudades y villas de Aragn y Catalua, desde 1200 aproximadamente, dispusieron del que J. M Font Rius llam el primer
pilar de las finanzas urbanas;13 y que la causa fundamental del establecimiento de
tallas y compartimientos, cada vez con mayor frecuencia y regularidad, fue el
pago de los tributos y redenciones de ejrcito que las ciudades y villas estaban
obligadas a pagar al rey. De esta manera, la responsabilidad de reunir aquellos tributos de manera colectiva convirti a las universidades en meras gestoras de la
fiscalidad real.
A diferencia del largo y todava poco conocido proceso de adquisicin del
primer pilar de las finanzas urbanas en Aragn y Catalua, la creacin ex novo
de todo el entramado institucional del reino de Valencia permiti quemar etapas,
de forma que la prctica de establecer tallas es casi simultnea a la constitucin
orgnica del municipio.14 As, desde mediados del siglo XIII, est documentada
la percepcin de peitas en el reino valenciano en rigurosa sincrona con las peticiones regias de pechas y questias en Aragn y Catalua. Y, en consecuencia,
tambin las universidades del nuevo reino establecan peridicas derramas, sobre
todo, para pagar la peita real y secundariamente para hacer frente a algunas necesidades comunitarias.15
Podramos concluir este primer epgrafe diciendo que, hacia el final del reinado de Jaime I, es posible que la monarqua pudiese vivir de lo suyo (como quera el viejo, y cada vez menos creble, principio medieval), con un patrimonio
espectacularmente ampliado y mejor gestionado tras las conquistas de Mallorca y
de Valencia, con las peticiones espordicas de monedajes y bovatges, pero especialmente con las recaudaciones sistemticas de pechas, questias, peitas y redenciones de ejrcito. Paralelamente a la cada vez ms frecuente exigencias de tributos, los flamantes municipios pusieron la primera piedra de su futuro sistema
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fiscal, efectuando derramas entre los vecinos para hacer frente prioritariamente a
las demandas regias.16
Tras la muerte de Jaime I y el acceso al trono de Pedro el Grande, las progresivas necesidades financieras de la Corona impidieron que la monarqua pudiese
seguir viviendo de lo suyo. Por otra parte, se rompi el equilibrio alcanzado en
la correlacin de fuerzas entre el soberano y los grupos privilegiados, sobre un
teln de fondo de creciente malestar social en el campo y en las ciudades.17 En
efecto, nada ms subir al trono, Pedro el Grande despleg una poltica tendente a
afianzar con firmeza la autoridad monrquica. La necesidad de hacer frente a la
revuelta mudjar en el reino de Valencia y, sobre todo, la preparacin de la campaa que concluira con la conquista de Sicilia (1282) se plasmaron en una intensa presin fiscal sin precedentes sobre los territorios de la Corona. As, el nuevo
monarca estableci una gabela de la sal en Aragn y Catalua, exigi la quinta del
ganado en Aragn, pretendi cobrar el bovatge en Catalua antes de entrar en el
principado y de jurar sus privilegios; y, en general, pidi crecidos subsidios extraordinarios y cuantiosas redenciones de hueste a los ncleos urbanos. No debe
extraar, por tanto, que fuesen generales las protestas de nobles, eclesisticos y
ciudades ante esta inusitada ofensiva fiscal.18
Como es bien notorio, las graves consecuencias de la conquista de Sicilia
hicieron que la Corona de Aragn conociese, entre 1283 y 1295, una de las fases
ms crticas de su historia bajomedieval: excomulgado por Martn IV, quien le
desposey formalmente de sus reinos, Pedro el Grande y sus inmediatos sucesores tuvieron que enfrentarse a la poderosa coalicin franco-angevino-pontificia, a
la que se uni el reino de Mallorca. Fue la ocasin esperada por los grupos privilegiados y los dirigentes urbanos, que formaron un frente comn para poner freno a la ofensiva fiscal del monarca y a las formas autoritarias desplegadas desde
el comienzo de su reinado. Efectivamente, en las importantes Cortes celebradas
16. Como se ha podido comprobar en el caso de Barcelona, por su escasa entidad, los gastos
comunitarios no generaban tallas particulares: se esperaba a hacer la talla para el pago de la questia
real y se aadan al volumen total de aquella los gastos y deudas del municipio (P. ORT, El Consell
de Cent..., pp. 38-39).
17. He insistido ms de una vez en la necesidad de estudiar de manera global el perodo que transcurre aproximadamente entre 1276 y los primeros aos del siglo XIV. Es verdad que existen numerosos trabajos dedicados a cuestiones concretas, pero todava carecemos de un estudio que sea capaz de
integrar las dificultades econmicas, el descontento social, los trascendentales cambios en las relaciones entre la monarqua y los grupos privilegiados despus de 1283, su importancia en el entramado
institucional de la Corona, la grave crisis blica provocada por la conquista de Sicilia, etc.
18. Vase M.SNCHEZ, A. FURI, J. A. SESMA, Old and New Forms of Taxation..., cit., pp. 103104 y la bibliografa citada en la nota 9.
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21. M.SNCHEZ, A. FURI, J. A. SESMA, Old and New Forms of Taxation..., cit., p. 105 y nota 11.
Para el caso de Catalua, vase M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 9 (1289/92 1342/44: dos
fechas cruciales en la evolucin de la fiscalidad real y urbana en Catalua), pp. 315-338.
22. Otra cosa es que algunos miembros de las elites urbanas pudiesen participar a ttulo individual
en la gestin de las sisas en calidad de arrendatarios, prestadores de dinero, recaudadores, etc.
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en el mbito fiscal era lo ms parecido a una caja recaudadora de los tributos debidos al monarca. Por fin, hemos visto como, a finales del siglo XIII, apareci una
nueva figura fiscal llamada a desempear un papel estelar en el futuro: los impuestos indirectos sobre el consumo y las transacciones (sisas). Aparecieron en escena
simultneamente tanto en el mbito de la fiscalidad de Estado las sisas acordadas
en las Cortes mencionadas como en el de la fiscalidad municipal. En efecto, conocemos, por ejemplo, la sisa concedida a Barcelona en 1287 para la construccin de
las murallas y las otorgadas a algunos lugares del reino de Valencia: Ganda y Pego,
tambin para el mantenimiento del recinto amurallado y, un poco ms tarde, Guardamar, Orihuela y Elche para la defensa de estos lugares fronterizos.23 De todas formas, la concesin de permisos para percibir un impuesto indirecto durante un tiempo limitado y para una finalidad muy concreta (como las frecuentes concesiones de
barras para la reparacin de puentes o caminos) tuvo escasa relevancia para explicar la gnesis del complejo sistema fiscal municipal. Fueron, por el contrario, los
incesantes subsidios pedidos por la Corona los que contribuyeron a forjar tal sistema a partir de la primera mitad del siglo XIV.
23. Vase M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 12 (El sistema fiscal de los municipios catalanes y valencianos del dominio real en la baja Edad Media), p. 439, notas 27 y 28. Tambin en Mallorca, Jaime II estableci una sisa entre 1300 y 1309 (P. CATEURA, El regne esvat, cit., pp. 15-16 y, del
mismo autor, Els impostos indirectes en el regne de Mallorca, Palma de Mallorca, 2006).
24. Recordemos que fue la defensio regni la causa necessaria aducida para obtener los subsidios
de las Cortes celebradas a finales del siglo XIII: puesto que la defensa del territorio competa a todos,
deba ser pagada por todos.
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exprimiendo al mximo los recursos del patrimonio real, es decir, revalorizando las
rentas procedentes del dominio, presionando de manera inusitada a las aljamas de
judos y, lo que ms nos interesa aqu, pidiendo subsidios cada vez ms cuantiosos
a las ciudades y villas de realengo.25 Tocamos en este ltimo punto un episodio muy
importante de las relaciones fiscales entre la monarqua y los ncleos de realengo,
quizs el ms relevante con anterioridad a la regularizacin de los subsidios en Cortes. Vale la pena, por tanto, que nos detengamos un poco en esta cuestin.
Recordemos que, ya en las primeras dcadas del siglo XIV, las pechas aragonesas estaban fijadas y, en su mayora, asignadas a las caballeras de honor.26 En Catalua, desde el ltimo tercio del siglo XIII, las cantidades que pagaban como questia
las ciudades y villas haban quedado progresivamente fijadas, bien de forma consuetudinaria, bien por expreso privilegio real. Y estamos seguros que, a partir de 1327,
el montante de las peitas valencianas qued fijado para el futuro. Por otra parte, al
filo de 1300, las ciudades y algunas grandes villas (Valencia desde 1286 y Barcelona desde 1299) estaban exentas del pago de peitas y questias. He dicho ms arriba
que el monarca tena el derecho indiscutido a exigir los tributos que le correspondan de sus ciudades. Pero, qu suceda si el rey deseaba recibir como subsidio una
cantidad superior al tributo fijado y/o quera obtenerlo tambin de los lugares francos de dicho tributo y donde, en consecuencia, se haba roto el vnculo (ex debito)
que obligaba a pagarlo?. En ambos casos, al monarca le estaba vedado actuar por su
propia autoridad y, por tanto, el nico camino era la negociacin ciudad por ciudad y
villa por villa o, ya bien entrado el siglo XIV, en Parlamentos con los representantes
del realengo. Fue as como, aprovechando las acuciantes necesidades de la monarqua y utilizando hbilmente los resquicios de la negociacin, las ciudades no slo
obtuvieron importantes privilegios que afianzaron su poder poltico sino que, sobre
todo, empezaron a construir un sistema fiscal propiamente municipal.
Aunque es una cuestin que todava deber estudiarse a fondo, veamos como
transcurra la negociacin en el caso de las ciudades y villas catalanas y aragonesas
durante las primeras dcadas del siglo XIV.27 De entrada, para legitimar la peticin de
cada subsidio era necesario aducir una apropiada causa finalis, que estuviese encaminada al bien comn y a la satisfaccin de necesidades pblicas, segn prescriban
25. Por ejemplo, en Catalua, entre 1309 y 1333, ambos monarcas pidieron y obtuvieron 21 subsidios a las villas, casi uno por ao (M. SNCHEZ, Tributos negociados: las questie/subsidios de las villas
catalanas en la primera mitad del siglo XIV, Anuario de Estudios Medievales, 38/1 (2008), pp. 65-99).
26. Vase J: A. SESMA, Las transformaciones de la fiscalidad..., cit. pp.246-247.
27. Para todo lo que sigue vanse M. SNCHEZ, Tributos negociados..., cit. y Pagar al rey..., cit.,
cap. 2 (La fiscalidad extraordinaria en el reino de Aragn durante el primer tercio del siglo XIV),
pp. 81-120.
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28. Vanse M. SNCHEZ, Tributos negociados..., cit., pp. 73-74 y S. QULEZ BURILLO, Fiscalidad
y autonoma municipal: enfrentamiento entre la villa de Daroca y la monarqua, Aragn en la Edad
Media, III(1980), pp. 95-145. Vale la pena subrayar el importante peso fiscal de las comunidades de
Daroca, Teruel y Calatayud en el marco de los subsidios pedidos en el primer tercio del siglo XIV no slo
respecto a Aragn parece que las mayores expectativas de la Corona en dicho reino recaan casi exclusivamente en aquellas comunidades sino en relacin a otros mbitos fiscales y territorios. Baste decir
que slo lo pagado por las tres comunidades en 1331 superaba con creces lo que la monarqua obtuvo de
las aljamas de judos de toda la Corona (cf. M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 2, pp. 103-106).
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sobre el consumo y las transacciones (imposiciones y sisas), cuya relevancia super con mucho las espordicas concesiones de sisas, barras o similares para cubrir
puntuales necesidades locales. Lejos de ello, la extensin y generalizacin de
aquellos impuestos indirectos a todas las ciudades y villas debe ponerse en estrecha relacin con la escalada de los gastos militares de la Corona y con las incesantes peticiones de subsidios para hacerles frente.
Dejando atrs algunos precedentes, el proceso de establecimiento de impuestos indirectos comenz con los subsidios otorgados para sufragar la dura conquista de Cerdea a partir de 1321-1322.29 Por lo que respecta a Catalua, a cambio de
los importantes subsidios otorgados por Barcelona, Tarragona, Tortosa y Lrida,
el rey permiti que las cantidades fuesen obtenidas mediante imposiciones. Una
vez abierto el camino en 1322, las ciudades catalanas siguieron pagando a travs
del mismo procedimiento las ayudas para la primera guerra con Gnova (13301333); un poco despus, el permiso para establecer impuestos indirectos se extendi tambin a las grandes villas-mercado; y, por fin, el paso decisivo tuvo lugar
en 1340 cuando Pedro el Ceremonioso dio un permiso general para que las imposiciones se estableciesen en todos los ncleos urbanos del principado. En el caso
de Mallorca, el gran subsidio para la conquista de Cerdea se reunira tambin
mediante una sisa, que se percibira durante seis aos; lo mismo sucedera ms
tarde, para contribuir a las guerras contra Gnova entre 1329 y 1333.30 Por lo que
respecta al reino de Valencia, los subsidios que se esperaba obtener de la capital y
de Orihuela, Elche, Alicante y Guardamar tambin seran reunidos con imposiciones, mientras el resto de las villas pagaran la ayuda mediante tallas. Despus,
la evolucin fue muy parecida a la del principado: el voluminoso subsidio concedido por las Cortes de 1329 tambin se obtuvo mediante imposiciones, que, en el
caso de la capital del reino, fueron prorrogadas en 1336 y 1339; y, como en Catalua, en 1340 se reuni de idntica manera una ayuda general para defender el
territorio de las amenazas marines. Por fin, en el caso de Aragn, conocemos las
cantidades que el rey esperaba obtener de las comunidades de Albarracn, Teruel,
Daroca y Calatayud as como de Tarazona, Jaca, Barbastro, Zaragoza y Huesca
29. Recordemos que, segn el presupuesto de la campaa, se esperaba que las ciudades y villas
de la Corona asumiesen el 62,5%; y que, entre la participacin urbana, las ciudades y villas aragonesas pagaran el 37,14%, las catalanas, el 37,4% y las valencianas el 23,38%. Por tanto, frente al usual
lugar comn, queda patente la activa participacin de Aragn en una de las campaas mediterrneas
ms importantes de la Corona (M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 10 (Las ciudades y villas de
Catalua en la financiacin de la conquista de Cerdea), pp. 341-378).
30. En general, en el caso mallorqun, las sisas corrieron casi sin interrupcin desde 1300, de forma que la opcin por la fiscalidad indirecta y el crdito relegaron los impuestos directos a un lugar
muy secundario; cf. P. CATEURA, El regne esvat..., cit, pp. 15-45.
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ms las questes per prechs dels hmens francs dArag, aunque ignoro si estos
subsidios se obtuvieron mediante compartimientos o a travs de sisas.31
Por tanto, podemos decir que, a lo largo de la dcada que transcurre entre 1330
y 1340, los municipios catalanes, valencianos y el mallorqun dispusieron del
segundo pilar de las finanzas urbanas: los impuestos indirectos sobre el consumo
y las compraventas. Debemos insistir en el papel de la Corona como inductora de
estas transformaciones fiscales. Si fue el pago de pechas, questias y peitas reales
el que motiv el establecimiento regular de tallas y compartimientos, la adopcin
del segundo gran componente fiscal de las haciendas urbanas tambin estuvo causado por la necesidad de reunir los subsidios otorgados a la Corona. Hemos comprobado para el caso de Catalua que, ante la imposibilidad de obtener un donativo general de las Cortes quizs porque los brazos consideraron que las empresas
mediterrneas eran de carcter dinstico y no afectaban a la defensa del territorio
fueron las ciudades y villas las que financiaron aquellas campaas entre 1322 y el
estallido de la guerra con Castilla en 1356. Tambin conviene insistir en que todas
esas ayudas fueron negociadas en asamblea o de forma particular con cada ciudad
o villa. Y, puesto que el subsidio era gracioso y non ex debito, tanto las tarifas de
las imposiciones como el abanico de productos gravados eran competencias exclusivas del municipio, que adems poda gestionarlos sin intervencin del monarca
ni de sus oficiales. Tengamos en cuenta, por otra parte, que la libre disposicin del
municipio sobre el nuevo recurso fiscal le permita tener en sus manos una poderosa arma de intervencin en el mercado urbano; en efecto, los dirigentes municipales podan desviar hacia el exterior la presin fiscal, incentivar la entrada de
determinados productos o conjurar la salida de otros. El mal disimulado inters de
los regidores barceloneses en 1321 para que el subsidio fuese obtenido mediante
imposiciones y no a travs de la talla muestra palmariamente la capital importancia que el nuevo instrumento fiscal tena para los grupos dominantes en la ciudad.32
31. Como recuerda I. Falcn, en el reino aragons, las sisas encontraron siempre graves obstculos para establecerse y fueron reiteradamente prohibidas a partir de la segunda mitad del siglo XIV (I.
FALCN, Finanzas y fiscalidad..., cit., pp. 259-260). Para la poca que nos ocupa, conocemos, por
ejemplo, las dificultades que tuvieron Daroca (1302) y Calatayud (1303) para imponer una sisa y M.
Diago llega a afirmar que el recurso masivo al cobro de imposiciones que se ha detectado en ciudades catalanas y valencianas a partir de mediados del siglo XIV no tuvo paralelo en Calatayud (M.
DIAGO, Haciendas municipales en el reino de Aragn durante el siglo XIV. El caso de Calatayud y su
comunidad de aldeas, en D. MENJOT M. SNCHEZ, Fiscalidad de Estado y fiscalidad municipal...,
cit., p. 350).
32. Efectivamente, en la negociacin de los subsidios para Cerdea no aparecen en primer plano
los siempre invocados intereses comerciales de la burguesa barcelonesa (en perfecta armona con la
poltica dinstica) en la conquista de la isla sino ms bien los intereses de la elite municipal en disponer de aquel nuevo y poderoso instrumento fiscal.
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Hasta ahora he venido refirindome a fiscalidad municipal con cierta impropiedad. Para hablar de sistema fiscal es necesaria, ante todo, la continuidad. Y, a
las alturas de 1350, tal continuidad no exista: cuando al municipio se le conceda
permiso para establecer imposiciones, se creaba la necesaria infraestructura administrativa para gestionarlas (clavarios, oidores, oficiales para vigilar los fraudes,
etc.); pero, una vez pagado el donativo al cabo de dos o tres aos, esa infraestructura se desmantelaba. Por tanto, existan soluciones de continuidad entre las diversas secuencias fiscales del municipio, siempre a tenor de la cadencia de los subsidios. Por otro lado, difcilmente se puede llamar municipal a una fiscalidad que
serva casi exclusivamente para pagar al monarca y que dependa del goteo espordico de los subsidios. Por mucho que algunos municipios hubiesen aumentado
sus cotas de autonoma fiscal, es evidente que todava eran simples gestores de la
fiscalidad real y que su capacidad para usar las nuevas imposiciones y orientar el
destino de su producto estaba subordinada casi exclusivamente a reunir las ayudas
a la Corona. Esta situacin dara un vuelco trascendental a partir de los ltimos
aos de la dcada de 1340.
33. M. SNCHEZ, La Corona en los orgenes del endeudamiento censal de los municipios catalanes (1343-1344), en D. MENJOT M. SNCHEZ, Fiscalidad de Estado y fiscalidad municipal en los
reinos hispnicos medievales, Casa de Velzquez, Madrid, 2006, pp. 249 y 258.
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34. De hecho, sabemos que, desde finales del siglo XIII en Barcelona y desde las primeras dcadas del siglo XIV en Valencia, un cambista actuaba como tesorero o clavario del municipio; cf. P. ORT,
La construcci del sistema fiscal municipal a Barcelona, segles XIII-XIV, Barcelona. Quaderns
dHistria, 2/3 (1996), pp. 26-27; y J. V. GARCA MARSILLA, La gnesis de la fiscalidad municipal...,
cit., pp. 165-166. Para el caso de Mallorca, Cateura ha mostrado la importancia del crdito con los banqueros precisamente a partir del subsidio para Cerdea en 1321 (P. CATEURA, El regne esvat..., cit.,
pp. 36-42; y, para los aos posteriores, vase la segunda parte de este libro, pp. 50-133).
35. Es muy expresivo y est bien justificado el ttulo del libro donde P. Cateura estudia las repercusiones de esta cascada de subsidios en el reino de Mallorca: P. CATEURA, La trentena esgarrifadora.
Guerra i fiscalitat (el regne de Mallorca, 1330-1357), Palma de Mallorca, 2000.
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36. Sobre todo ello, vanse M. SNCHEZ, A. FURI, J. A. SESMA, Old and New Forms of Taxation...,
cit., pp. 124-127; y M. SNCHEZ, Pagar al rey..., cit., cap. 14 (Deuda pblica, monarqua y ciudades en
los pases de la Corona de Aragn), pp. 523-561, as como la bibliografa citada en ambos trabajos.
37. Las ventas de violarios por la prctica totalidad del realengo, con todo lo que ello implicaba
(capacidad jurdica para proceder a la venta y garantizar el pago de la pensin con los bienes de toda
la universidad, recursos fiscales para pagar las pensiones, etc.) muestra, por un lado, el grado de madurez institucional de los municipios; pero, por otro lado, el hecho de que minsculos enclaves tambin
se viesen obligados a vender rentas debi impeler a estas comunidades a dotarse de un mnima infra-
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se puede hablar ya sin anacronismos de la existencia de un sistema fiscal verdaderamente municipal sino que algunas ciudades acabaron por configurarse
como autnticos seoros colectivos, dirigidos por unas oligarquas que haban
conquistado importantes parcelas de poder urbano, a costa de los oficiales regios,
y que regan sin cortapisas la poltica fiscal y financiera del municipio. La participacin de las ciudades en las Cortes de los reinos, en pie de igualdad con los
otros dos poderes feudales Iglesia y nobleza ilustra muy bien el final de un proceso, iniciado oscuramente a finales del siglo XII, y los comienzos de una poca
en que el dilogo poltico y fiscal entre la monarqua y sus ciudades transcurrir
por unos derroteros muy diferentes a los de un siglo atrs.
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1. INTRODUCCIN*
Siempre me ha parecido particularmente expresiva la definicin que Thomas
Bisson hace del poder de los dirigentes europeos en el periodo alrededor de 1100,
cuando sugiere que debemos entenderlo como una presencia ilustre, que cristalizaba su autoridad en ciertos momentos y espacios, que admiten fcilmente el
adjetivo de pblicos y que, en consecuencia, califican tambin al tipo de poder
ejercido por los monarcas durante una fase que puede situarse entre 1050 y 1200,
por elegir unas fechas redondas.1 Un poder pblico que no significaba orden ni,
necesariamente, paz. Este mismo autor subraya en su obra ms reciente los componentes de una autoridad de inciertos lmites: el poder en el siglo XII significaba seoro y nobleza, la preeminencia de uno o (muy excepcionalmente) unos
pocos. Se realizaba en la sumisin, alianza, paternidad, amistad y ceremonia; en
la peticin, juramento o testimonio; en la presencia del seor, en sus castillos, sus
* Las abreviaturas utilizadas en este trabajo son: AIIRA.: A. I. SNCHEZ CASABON, Alfonso
II, rey de Aragn, conde de Barcelona y marqus de Provenza. Documentos (1162-1196), Zaragoza,
1995; CDCZ.: A. CANELLAS, Coleccin Diplomtica del Concejo de Zaragoza, Zaragoza, 19721975; Cortes: Cortes de los antiguos reinos de Aragn y de Valencia y principado de Catalua, publicadas por la RAH. I, primera parte, Cortes de Catalua, Madrid, 1896; CPRA.: M. L. LEDESMA
RUBIO, Cartas de poblacin del reino de Aragn en los siglos medievales, Zaragoza, 1991; DMH.: C.
LALIENA CORBERA, Documentos municipales de Huesca, 1100-1349, Huesca, 1988; HC.: A. HUICI MIRANDA y M. D. CABANES PECOURT, Documentos de Jaime I de Aragn, Valencia, 19761988; JDM.: A. UBIETO ARTETA, Jaca: Documentos municipales, 971-1269, Valencia, 1975.
1. T. N. BISSON, The Feudal Revolution, Past and Present, 142 (1994), pp. 6-42, ref. pp. 9-11.
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distritos (la palabra evoca el distringere de la coercin seorial). Era experimentado misteriosamente en los rituales clericales de promesa, adhesin, festividad,
consagracin, ordala y rechazo. Era experimentado como violencia, secuestro,
violacin, intimidacin, extorsin, incendio, asesinato; sentido penosamente, es
decir, en la general debilidad de la proteccin y la justicia. El poder no era visto,
ni era habitualmente imaginado, como gobierno.2
Con algunos matices, que analizar en la primera parte de este trabajo, el mundo en el que naci Jaime I poda reconocerse en esta intensa descripcin del ethos
ritual, depredador y caballeresco que anidaba en los crculos de la aristocracia
meridional. Menos de un siglo despus, a la muerte de su hijo Pedro III, la formidable capacidad de creacin ritual de la Iglesia haba quedado confinada a estrechos marcos administrativos, los grandes linajes nobiliarios vivan el ocaso de la
ltima de las tentativas al viejo estilo de recordar al rey su posicin subordinada
y el poder era experimentado a travs de los oficiales reales, los jueces investidos
de una autoridad especfica, las normas legales de la costumbre estructuradas por
el derecho romano y los recaudadores fiscales. Todo aquello que Thomas Bisson
reconoce como gobierno se manifestaba ampliamente en el cuerpo social. La
violencia y la rapacidad seguan siendo notas distintivas del ejercicio del poder,
pero la negociacin y el consenso se haban situado en el centro mismo de la legitimacin de cualquier reclamacin de poder y soberana. Estas cualidades no eran
gestos, no eran concesiones a un comportamiento ritualizado que recordase a cada
parte su posicin en un orden inmutable, eran, por el contrario, instituciones
sociales que se afirmaban con rapidez. El nudo que las ataba era la solidaridad
interna de las sociedades urbanas, que generaba al hilo de una fiscalidad creciente una cultura de servicio pblico y poder privado basada en una participacin amplia en las estructuras de poder mediante acuerdos institucionales. La
transferencia continua de modelos e imagenes entre esta cultura urbana y un Estado cada vez ms burocratizado produjo una consolidacin autoritaria de los aparatos de poder estatales, impregnados de una ideologa de la soberana del prncipe procedente del derecho culto, y, paradjicamente, de la nocin de un bien
comn que deba ser alcanzado mediante la participacin creciente de los sbditos en algunos escenarios del poder.
El objetivo de este trabajo es plantear en trminos bastante generales algunas
de las transformaciones esenciales que jalonan este itinerario. Se trata de hacerlo
de una manera razonablemente abstracta, como conviene a un estudio de sntesis
2. T. N. BISSON, The Crisis of the Twelfth Century. Power, Lordship, and the Origins of Europea
Government, Princeton, 2009, p. 12.
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sobre un haz de problemas que apenas ha sido abordado. Desde esta perspectiva,
la primera parte est consagrada a sistematizar la definicin que propona Thomas
Bisson de manera harto expresiva de las estructuras del poder estatal en el siglo XII
y que, en otro lugar, he defendido denominar el Estado feudal para evidenciar
las singularidades que lo separan de otros modelos de poder centralizado anteriores y posteriores.3 Bajo un ttulo nico, las dinmicas del Estado en el siglo XIII,
en la segunda parte se van a analizar exclusivamente tres aspectos determinantes
que constituyen otros tantos epgrafes: la institucionalizacin de la justicia real, la
formulacin de una fiscalidad estatal homognea y la organizacin de gobiernos
urbanos autnomos bajo la tutela del poder central. No incluyen todos los factores de evolucin institucional de este periodo un corto siglo XIII, pero s los
que, a mi juicio, tienen ms trascendencia en el cambio social. Las conclusiones
pueden servir para reabrir la cuestin trazada rpidamente en los prrafos anteriores en relacin con una ordenacin de un poder social que atenda a condicionantes nuevos y se configuraba de acuerdo con rasgos ideolgicos basados en la
representacin y el consenso.
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regia o, por el contrario, proclamar la ira real, existan y se efectuaban en el marco de estas asambleas.5
Los monarcas tambin multiplicaban el aspecto numnico asociado a un poder
intensamente personalizado mediante la participacin activa en los ritos litrgicos, que cubran una amplia gama de modalidades en esta poca. Las bendiciones
invocadas sobre el rey antes de las expediciones militares, por ejemplo, que eran
acompaadas por misas especiales, las que se efectuaban durante las consagraciones de iglesias, en los snodos y otras circunstancias, como la pascua, que figuran en los manuscritos contemporneos, dejan claro que la vinculacin de los
soberanos con los monjes y obispos era algo ms que parte de una genrica identidad de clase y contribua decisivamente a sacralizar la funcin real, adems de
preservar la memoria dinstica.6 Se trata, en todo caso, de aspectos decisivos de la
configuracin del poder en una poca en la que era preciso construir un discurso
poltico distinto y superior a la fidelidad el comn lenguaje de clase de las elites
aristocrticas y, al mismo tiempo, consolidar la abstraccin de la persona real en
una sucesin dinstica capaz de encarnar al Estado.
Esta serie de abstracciones extradas de las actuaciones de los reyes y de las
elites nobiliarias que les rodean corren el riesgo de ofrecer un panorama irnico
de la organizacin del poder en una fase crtica. Es la perspectiva de Thomas Bisson, que insiste en la crisis que padecen unas sociedades atribuladas por el
vigoroso despliegue de una aristocracia castellana que no duda en destruir los res-
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tos del orden social y poltico antiguo para ocupar los nichos de poder local. No
puedo internarme aqu en una discusin historiogrfica que, por otra parte, est
en la gnesis del libro de este autor sobre las transformaciones del seoro en el
transcurso de los siglos XI y XII, salvo para sealar que el panorama que traza
merecera consideraciones y matices regionales que l mismo intuye: las sociedades mediterrneas son menos proclives a que la construccin de castillos y la articulacin de los seoros se traduzcan en un debilitamiento del poder real.7 Sin
embargo, obvia que la inmensa ambicin que nota en la clase dominante de guerreros ansiosos por convertirse en seores se aplica sobre las fronteras de la cristiandad latina en la Pennsula y que para materializarla era preciso un elevado grado de coordinacin de clase. En el mbito ibrico, las bruscas llamaradas de
violencia social de los siglos XI y XII no evitan que los reyes castellano-leoneses,
los navarro-aragoneses, los condes catalanes e incluso los monarcas portugueses
consoliden su autoridad sobre el magma crecientemente numeroso de las noblezas regionales. Cmo lo hacen es la pregunta que debemos responder sucintamente para comprobar el modo en que se enrazan las metamorfosis del Estado
feudal del siglo XIII en una tierra preparada para los cambios.
Durante los cincuenta aos que siguen a la creacin oficial de la Corona de
Aragn (1137-1162) se desarrollan algunos principios de gobierno que pueden ser
sistematizados con una cita de Timoth Reuter, pensada para el imperio alemn,
pero apropiada tambin para otros estados europeos de la poca. La evolucin institucional incluye la formacin de unidades de gobierno territorialmente concebidas y ampliamente homogneas; oficiales o quasi-oficiales en lugar de hombres
que disfrutan del oficio sobre bases feudales; residencias estables, con sedes fijas
para la actividad oficial incluso cuando el dirigente no se halla en ellas, y capitales; una jerarquizacin de las cortes judiciales, unida, finalmente, a un monopolio
de la justicia por el Estado especialmente en las reas de la justicia criminal y la
apelacin judicial; crecientes responsabilidades en la financiacin del Estado a
partir de una fiscalidad general en vez de los medios privados de quien estuviera
en el poder en ese momento; y, finalmente, pero no en ltimo lugar, reglas de
sucesin claramente definidas.8 Naturalmente, la dinmica de este conjunto de
7. T. N. BISSON, The Crisis of the Twelfth Century, pp. 278-288 (la idea de que el mundo mediterrneo presenta especificidades, en p. 279). La discusin historiogrfica, en T. N. BISSON, The
Feudal Revolution, Past and Present, 142 (1994), pp. 6-42 y 155 (1997), pp. 208-225, seguido por
Debate: the Feudal Revolution, Past and Present, 152 (1996), pp. 196-205 (D. BARTHLEMY), pp.
205-223 (S. WHITE); 155 (1997) pp. 177-195 (T. REUTER), pp. 196-208 (C. WHICKHAM).
8. T. REUTER, All quiet except on the Western Front? The emergence of pre-modern forms of
statehood in the central Middle Ages, en ID. Medieval Polities and Modern Mentalities, ed. J. NELSON, Cambridge, 2006, pp. 432-458, cita p. 437.
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18. P. ORTI GOST, La primera articulacin del estado feudal en Catalua a travs de un impuesto: el bovaje (ss. XII-XIII), Hispania, LXI/3 (2001), pp. 967-998.
19. A ttulo comparativo, cf. A. W. LEWIS, Le sang royal: la famille captienne et ltat. France,
Xe-XIe. sicle, Paris, 1986 ed. orig. Harvard, 1981)
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20. Algunas de estas cuestiones, en T. N. BISSON, The Crisis of Twelfth Century, cit., de donde
procede la expresin entrecomillada.
21. T. N. BISSON, The Rise of Catalonia: Identity, Power, and Ideology in a Twelfth-Century
Society, en ID. Medieval France and her Pyrenean Neighbours, pp. 125-152, ref. p. 147 (previamente publicado en Annales ESC. 1984, pp. 454-479). Para la primera etapa de las instituciones de paz,
ID. The Organized Peace in Southern France and Catalonia (c. 1140-c. 1233), ibid. pp. 215-236 (previamente en American Historical Review, 82 (1977), pp. 290-311).
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fiscal de esta proteccin de la paz que se refleja en especialmente en la imposicin de bovajes en Catalua, pero sera conveniente observar estas casi rutinarias
declaraciones y juramentos desde el ngulo de la jurisdiccin real.
En Aragn la justicia era una prerrogativa del rey durante los siglos XI y XII,
de manera que los oficiales reales resolvan conflictos ajustndose a una imprecisa ley de la tierra, hasta el punto de que negar el acceso a la justicia real era la
amenaza que pesaba sobre aquellos que se negasen a ayudarle en las circunstancias previstas por las costumbres que organizaban la fidelidad debida por los
hombres libres al soberano.22 Las constituciones de Zaragoza de 1164 y de Huesca de 1188 dejan claro que Alfonso II se consideraba garante de la paz y poda
establecer normas generales sobre aspectos del procedimiento judicial, del reclutamiento de milicias para castigar a los delincuentes y de la resolucin de disputas propias de los nobles, pero esta enrgica afirmacin de la potestad alfons contrasta con la cristalizacin a lo largo de este periodo de los seoros, que
encuentran un soporte esencial en la captacin de la justicia.23
En 1208, Pedro el Catlico promulga unos fueros per gouernament de totz los
omnes abitanz en lo regno dAragon a totz temps que incluyen unas constituciones de paz en las que reivindica el derecho real a pacificar los enfrentamientos
nobiliarios, regular los desafos, a exigir la ayuda de todos para defender las prerrogativas del rey, as como la potestad para arrebatar los castillos y honores a los
ricos hombres que maltraten a los sbditos reales vinculados a estos honores y
no quieran enmendar los agravios que les infieren.24 Los artculos siguientes pro22. J. M. LACARRA, Honores y tenencias en Aragn. Siglo XI, en ID. Colonizacin, parias,
repoblacin y otros estudios, Zaragoza, 1981, apndice 3 [ca. 1134]: Et ille [el rey] quod tenuisset illos
in directa justicia, et iudicasset illos suo alcalle per directa iusticia, per fuero de illas terras. Ms adelante, seala Et qui isto suprascripto [ayudar al rey en asedio y batalla campal] non quesierit facere ad
rege, non escuset villano sicut est suprascripto, neque iudicet illi suo alcalle. Alcalde en este contexto equivale a juez. Es probable que esta justicia tuviera un carcter fuertemente penal a juzgar
por la existencia de tasas colectivas por los homicidios no aclarados y ritual, de manera que contribua a resolver pleitos muy especficos, como las reivindicaciones de infanzona o libertad. Otras cuestiones sobre tierras, herencias y prendas quedaban seguramente al arbitrio de los notables locales,
especialmente cuando se trataba de mezquinos (siervos).
23. CPRA. n 113 [1174.01], poblacin de La Almunia de Doa Godina: de iudiciis que inter vos
evenerit semper iudicia Hospitalis teneatis et suum consilium habeatis; n 121 [1184.12], poblacin de
Alcal de la Selva: omnes querele vel calumpnie coram fratribus iudicabuntur iuxta forum de Darocha; n 157 [1213.10.13], poblacin de Lled: retineo [el obispo] insuper dominium, iudicia, firmamenta, fabricas, stabilimenta et ea que iuste pertinent vel pertinere debent ad dominium terrae, entre
otros ejemplos posibles.
24. Cf. M. MOLHO, El Fuero de Jaca. Edicin crtica, Zaragoza, 1964, redaccin O, pp. 165-177
(reed. facsmil, Zaragoza, 2003). Tambin en J. L. LACRUZ BERDEJO, Dos textos interesantes para la
historia de la Compilacin de Huesca, Anuario de Historia del Derecho Espaol, 18 (1947), pp. 531-538.
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claman la justicia real: los nobles que matarn o robarn sin un desafo previo
estn sujetos a penas corporales que infligir el rey tras un juicio; cualquier otro
malhechor o ladrn es castigado en su cuerpo, sus bienes y con el exilio por decisin de los jueces y merinos reales.25
A diferencia de estas constituciones, las fijadas en una asamblea general celebrada en Zaragoza en 1236 y repetidas por el infante Fernando, procurador de
Aragn, tres aos despus, manifiestan expresamente su condicin de cartas de
paz, en las que se define con precisin las caractersticas de las juntas o milicias rurales y urbanas destinadas a perseguir a los quebrantadores de las paces.
Ms all de la casustica detallada que contiene este documento, conviene resaltar
que la punicin sumaria de los ladrones y raptores corresponde a los justicias,
merinos, zalmedinas, jueces y alcaldes del rey, con excepcin de los nobles, que
estn sometidos al dictado del monarca o de su representante, el infante.26
Lo mismo sucede en Catalua, donde los Usatges y los acuerdos de paz y tregua permiten comprobar el soterrado conflicto entre unos seores que aspiran a
disfrutar de una plena justicia y los reyes, que intentan reivindicar su soberana en
este terreno. Los usos catalanes de mediados del siglo XII sitan la alta justicia
la que permite castigar con mutilaciones de miembros y la horca dentro de la
esfera de poder de las potestades, expresin que se refiere a los condes barceloneses y no a cualquier seor, como sugiere Flocel Sabat al comentar este pasaje.27 En consonancia con la influencia del derecho romano, estas normas postulan
la preeminencia del poder condal y no del seorial, lo que no significa necesaria-
25. De altres malfeytos e robados, quis que sian, asi es dit e establit: que sian peniatz o corporalment iusticiatz o perdan todas las suas cosas e yscan del regne sens esperana de tornar, pero
segons que sera uist a las iusticias del rey e almedinas e als merins segont la qualidat de la mala feyta e la quantitat.
26. Archivo Histrico Nacional, Clero, carp. 426, n 8, ed. A. GARCA SANZ y V. GARCA
EDO, La carta pobla de Morella: abril 1233, Valencia, 1995, pp. 53-56: Item, statuimus quod latro vel
manifestus raptor, ubicumque inventus fuerit, capiatur a junctariis vel justiciis vel meriniis vel avalmediniis vel judicibus vel alkaldis et fiat de eo justicia corporale, super hoc nulla judiciali sentencia
expectata. Tam si persona illa nobile fuerit, teneatur firmiter et districte in capcione domini regis,
quousque domino regi vel domino F. significetur, et ipsi secundum eius maleficia possint de eo facere
justiciam corporalem.
27. J. BASTARDAS, Usatges de Barcelona. El codi a mitjan segle XII, Barcelona, 1991, pp. 110-113:
et ex magnatibus uero, uicelicet uicecomitibus, comitoribus siue uasuassoribus, nullus presumat deincebs
ullo modo punire impios, id est, pendere per iusticiam. A continuacin, se prohbe a los magnates construir castillos contra el prncipe, se indica la forma de restaurar el honor condal daado por la ereccin
de fortalezas y la violencia y se aade: quia iusticiam facere de malefactoribus datum est solummodo
potestatibus, para despus desgranar las penas corporales que pueden infligir. Cf. F. SABAT, La pena
de muerte en la Catalua bajomedieval, en Clio & Crimen, 4 (2007), pp. 117-276, esp. p. 122.
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34. A. PREZ MARTN, ed. Los Fueros de Aragn: la Compilacin de Huesca, Zaragoza,
1999, p. 34.
35. A. PREZ MARTN, ed. Los Fueros de Aragn, pp. 104-107: mandamos por el fuero nuevo
que nengun sennor de villa, ni bayle, ni otro omne nenguno, qualquiere que sia non faga iusticia de
sagne de ningun omne, ni de muert, ni de miembro ninguno, sino tan solament aquella iusticia que
sera por nos metuda en cada un logar. La pena por contravenir esta norma es de mil sueldos por cada
miembro y quedar a merced del rey, porque iusticia corporal, ni estema, no la deve fer ninguno sino
el rey o aquel qui tienga su logar. Con mayor claridad todava, vase G. TILANDER, ed. Vidal Mayor.
Traduccin aragonesa de In excelsis Dei Thesauris de Vidal de Canellas, Lund, 1956, pp. 98-99.
36. ACA. Cancillera, reg. 42 f. 182v.
37. A. PREZ MARTN, ed. Los Fueros de Aragn, pp. 490-493: E si el omne del inanfon matara al omnes del infanon, bien puede el infancn prender aquel homicidiero e tenerlo en preson quanto quiera e que lo faga morir en la preson de famne, e de set e de frio, si se quire. Mas otra iusticia
corporal non dever nenguna, ni estema nenguna, sino tan solament la iusticia del rey. El Vidal Mayor
apenas hace aclaraciones a un fuero bastante evidente: G. TILANDER, ed. Vidal Mayor, pp. 509-510.
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42. E. GUINOT RODRGUEZ, La creaci de les senyories en una societat feudal de frontera: el
regne de Valncia (segles XIII-XIV), en Les senyories medievals. Una visi sobre les formes del
poder feudal, monogrfico de Revista dHistria Medieval, 8 (1997), pp. 79-108, esp. p. 90.
43. E. GUINOT RODRGUEZ, M. A. DIGUEZ y C. FERRAGUD, Llibre de la Cort del Justcia de Valncia (1280-1282), Valencia, 2008; R. M. GREGORI, J. V. GARCA MARSILLA y R. J.
PUJADES, Llibre de la Cort del Justcia de Valncia (1283-1287), Valencia, 2008; y A. SILVESTRE
ROMERO, Llibre de la Cort del Justcia de Valncia (1287-1288, 1298), Valencia, 2008.
44. C. LALIENA CORBERA, Sistema social, estructuras agrarias y organizacin del poder en
el Bajo Aragn en la Edad Media, Teruel, 1987, p. 154, con las fuentes.
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tagonismo creciente, compatible con la reserva de las apelaciones por la curia seorial y el cobro de una parte de las multas. Asimismo, las nociones fundamentales de
la superioridad intrnseca de la justicia del rey y de la apelabilidad de las sentencias
por defecto de derecho, que se consolidan a lo largo de esta centuria por influencia
del derecho culto, hacen que, en ltimo trmino, la jurisdiccin real crezca a costa
de la autonoma judicial de los seores, en la prctica y en la teora, como ponen de
relieve los Fueros de Aragn y los Furs valencianos. Los registros de cancillera de
Pedro III estn, de este modo, plagados de nombramientos de jueces para multitud
de casos presentados ante la corte como apelacin de las sentencias de los oficiales
reales pero tambin de los jueces seoriales. Y esta exhuberante intervencin del rey
en la resolucin de litigios no est reida con la afirmacin de la jerarqua que, en
el caso aragons, desde los justicias locales conduce al Justicia de Aragn que se
configura definitivamente como un tribunal superior, con independencia de las funciones que cumple o cumplir en el terreno ceremonial, especialmente en el marco
de las Cortes, al igual que sucede con el Justcia de la capital valenciana.
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componentes de la panoplia tradicional de los ingresos reales.46 Figuran en la lista las tasas sobre el comercio y la sal, exacciones y cuestias en grano, dinero
y otros productos, as como conmutaciones de la obligacin genrica de alojar al
squito real,47 Se trata de una lista que no es muy diferente de la que aparece en
las cartas de 1208 dirigidas a diversas ciudades y entidades eclesisticas aragonesas, por las que el monarca renuncia a solicitar lezdas, peajes, portazgos, toltas,
forcias y [toda] costumbre nueva o vieja, instituida o por instituir, lo que sugiere que la decisin de ampliar las tarifas de los impuestos mercantiles y efectuar de
manera decidida peticiones directas no estuvo restringida al mbito cataln.48
Con toda certeza en Catalua y posiblemente en Aragn, Pedro II abandon
sus pretensiones de manera solemne, con un juramento por el que anulaba las
nuevas lezdas y peajes, que fue ratificado por los regentes en las Cortes de Lrida de 1214.49 Sin embargo, es probable que, a tenor de lo que indica la carta de
Gerona de 1205, se reservase el derecho a gravar con pechas o cuestias a los contribuyentes de sus dominios propios y con peajes a los mercaderes forneos.50
Pedro II olvid formalmente en la misma fecha de su pretensin de obtener un
rescate por mantener inmutable la moneda, una cesin que inclua explcitamente
el bovaje, pese a lo cual no dud en exigirlo algunos meses ms tarde.51 Pere Ort
argumenta, creo que de manera correcta, que, ms que hallarnos ante problemas
46. Sobre las rentas reales en los siglos XI y XII, que mezclaban elementos dominiales con algunas reivindicaciones de carcter pblico: C. LALIENA CORBERA, La formacin del Estado feudal,
pp. 219-220 y J. M. SALRACH MARS, La renta feudal en Catalua en el siglo XII: estudio de las
honores, censos, usos y dominios de la casa de Barcelona, en M. SNCHEZ MARTNEZ, comp.
Estudios sobre renta, fiscalidad y finanzas en la Catalua bajomedieval, Barcelona, 1993, pp. 29-70.
47. El rey seala confitens me instituisse et accepisse in Cathalonia leudas nouas siue forcias et
salinas, exactiones, albergas et questias bladi uel peccunie uel aliarum rerum: T. N. BISSON, An
Unknown charter, pp. 211-212.
48. DMH. n (Huesca): damus, concedimus et laudamus vobis, universis civibus nostris de Osca
() non detis nec dare teneamine unquam per totam terram nostram de rebus et mercibus vestris ()
lezda aliquam vel pedagium, vel portaticum, vel usaticum aliquo, vel toltam vel forciam, vel consuetudinem novam vel vetera, constituta vel constituenda () in omni loco dominacionis nostre mari scilicet et terra et aqua dulci; n 13 (Barbastro); JDM. n 30 (Jaca); CDCZ. n 37 (Zaragoza), entre otras
ciudades: cf. M. T. IRANZO MUO, Elites polticas y gobierno urbano en Huesca en la Edad Media,
Huesca, Huesca, 2005, pp. 55-57 con el resto de las fuentes.
49. Cortes, p. 94: Item, statuimus quod omnia nova pedagia et nove leude, quas Petrus rex, pater istius
pueri, apud Barchinonem cum solempni juraramento prestito remisisset, denuncientur penitus relaxata.
50. T. N. BISSON, An Unknown charter, pp. 211-212: retineo autem leudas nouas si uoluero
in mercatoribus et hominibus extra terram meam illuc uenientibus et retineo questias et albergas in
propriis dominicaturis meis et in locis quibus mihi debentur ex debito.
51. Promitto similiter quod monetam barchinonensium in tota uita mea non mutem nec deteriorari permittam nec faciam ipsum uel bouaticum deinde redimi.
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de datacin de los documentos, ocurre que esta magna carta fue resultado de una
negociacin en la que los nobles y eclesisticos aprobaron un bovaje general en
Catalua que deba ser el ltimo, paralelo al monedaje exigido en Aragn en
noviembre de ese mismo ao.52 Naturalmente, no fue el ltimo. La secuencia de
percepciones de bovajes en Catalua comprende los de 1207 ligado a la asamblea de paz de Puigcerd, 1209, 1211 paces y treguas dictadas en Barcelona y
1213. Adems, Pere Ort ha mostrado que la paz y la estabilidad de la moneda ya
no constituan la nica base sobre la que fundamentar la exigencia de ambos
impuestos generales a catalanes y aragoneses, puesto que la guerra contra los
musulmanes y la ayuda para el matrimonio de las hermanas del rey fueron tambin motivos aducidos para solicitarlos.53
El turbulento reinado de Pedro II dej a su sucesor la herencia de unas finanzas
en estado catastrfico y un buen nmero de precedentes fiscales que permitieron a
Jaime I cobrar cuestias moderadas y, hasta cierto punto voluntarias, en las ciudades durante su minora y, sobre todo, bovajes, con motivo de su ascenso al trono
(1217), como contribucin de los catalanes al esfuerzo blico con ocasin del asalto a Mallorca (1228), para las campaas valencianas (1232) y para la expedicin
para someter Murcia (1264),54 colectas que no excluyen vagas pretensiones de hacer
valer el derecho al monedaje, al menos en los primeros tiempos de su mandato.55 En
52. P. ORT GOST, La primera articulacin del Estado feudal en Catalua, pp. 980-981.
53. P. ORT GOST, La primera articulacin del Estado feudal en Catalua, pp. 981-986. Discrepo de la idea de este autor de que la agresiva poltica fiscal del monarca cre y desarroll por primera vez la posibilidad de recaudar impuestos sobre el conjunto de la Catalua feudal pero, lejos de consolidar el poder del rey, acab por reforzar las prerrogativas de la nobleza y, especialmente, de la Iglesia
(p. 986), ya que parte de la idea de que el consentimiento de la nobleza y el clero eran indispensables
para la percepcin de los bovajes, cuando l mismo demuestra claramente que Pedro II reclamaba repetida y autoritariamente este impuesto sin atenerse a sus propios compromisos y con un espectro de
motivos cada vez ms amplio. Lejos de encontrarnos ante un proto-pactismo y la hegemona de la
nobleza feudal, la accin de gobierno de Pedro el Catlico preludia la de su nieto, Pedro III.
54. HC. n 1.441 [1264.11.12]: Jaime I reconoce haber recibido un subsidio de los nobles catalanes en auxilio para la guerra contra los musulmanes y se compromete a que esta concesin no cree un
precedente y hace jurar a los infantes Pedro y Jaime que no solicitarn ningn impuesto posterior
basndose en ste caso, excepto el bovaje al ascender al trono.
55. P. ORT GOST, pp. 986-990. Sobre las noticias de cuestias y monedajes catalanes, T. N. BISSON, Las finanzas del joven Jaime I (1213-1228), pp. 161-208: es posible que el monedaje se percibiera solamente en las zonas de Catalua donde circulaba la moneda jaquesa. En 1225, Jaime pasa
cuentas con Ramn de Ramn, baile de Lrida, de los ingresos de la baila de Lrida, entre los que
figura el monedaje cobrado en esta zona: HC. n 75 [1225.11.12]. Segn declara en este documento,
Jaime prevea la posibilidad de obtener dinero de los musulmanes, de un bovaje o de cuestias, con el
cual pagar la deuda contrada con este baile, sin necesidad de resarcirse con las rentas regulares de la
baila. Pero Jaime acab por decidirse a manipular la moneda (1222), con lucrativos resultados.
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cualquier caso, no cabe duda de que, en la dcada de 1220, Jaime estaba cerca de
considerar que los bovajes eran un ingreso regular de su hacienda.56
En Aragn, Jaime impuso tres monedajes sucesivamente, en 1218, 1221 y
1223, con la finalidad de evitar devaluaciones ostensibles de la moneda jaquesa,
sealando explcitamente que pensaba emplear el dinero recaudado para redimir
nuestros empeos y para nuestras necesidades y beneficio.57 La validez de la
moneda se fij en diez aos, al final de los cuales el rey acu moneda ternal y
de nuevo reiter mediante juramento que no volvera a modificar la talla y calidad
del numerario, aunque no sin obtener la institucionalizacin definitiva del monedaje como impuesto, segn una normativa muy detallada, que conservamos.58 Es
importante subrayar que la tributacin afectaba tanto a los hombres de religiones, rdenes e iglesias como a los nuestros, lo que significa que los nobles consiguieron apropiarse de esta imposicin en sus seoros justo en este momento,
como precio del consenso fiscal en una coyuntura en la que Jaime I necesitaba
movilizar todos sus recursos para la conquista de Valencia.59 Antes del final del
reinado, el soberano tuvo que ceder ante la posicin de las instituciones eclesisticas, en el sentido de permitirles retener la mitad de los ingresos del monedaje de
los hombres de sus seoros.60
A duras penas y con severas limitaciones, este impuesto extraordinario se
haba transformado en algo parecido a una percepcin fiscal amplia y de carcter
peridico. Y, al igual que sucede en Catalua, pero en un sentido inverso, Jaime
intent que no fuese incompatible con un gravamen sobre el ganado, es decir, un
bovaje. De este modo, el rey pidi una quinta de este tipo de bienes justificada
56. HC. n 79 [1226.04.10] Jaime I recibe un prstamo de Bartolom Pellicer y Valentn Alamn,
habitantes de Villafranca, y les autoriza a recuperarlo mediante la inmunidad del pago de sus impuestos propios en las cuestias y bovajes que el rey pensaba imponer y que los vecinos distribuiran en la
comunidad.
57. Lo seala T. N. BISSON, Las finanzas del joven Jaime I (1213-1228), p. 168: las fuentes en
CDCZ. n 48, 49 y 52.
58. HC. n 238 [1236.10.15]. Los representantes de las ciudades y villas aceptan un impuesto septenal sobre todos aquellos habitantes pro singulis domibus valentes sumam decem aureos vel utra, de
septenio in septenium, dando un morabetino. La regulacin, C. ORCSTEGUI GROS, La reglamentacin del impuesto del monedaje en Aragn en los siglos XIII-XIV, Aragn en la Edad Media,
V (Zaragoza, 1983), pp. 113-121 (doc. pp. 118-121.
59. Estaban exentos los clrigos e infanzones, pero no aquellos que trabajaban con sus manos o
en actividades comerciales. El texto del documento de concesin citado reza: et in hoc mittant et
donent tam homines religionum sive ordinum et ecclesiarum quam nostri.
60. Con seguridad antes de 1270, cuando la Orden de Calatrava ya tena la posibilidad de retener
la mitad del monedaje de sus posesiones en el Bajo Aragn: ACA. Cancillera, reg. 16, ff. 194v-195.
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por los gastos de la ofensiva sobre Valencia hacia 1236, que cont con la aprobacin de las elites dirigentes aragonesas que obviamente se lucraban de la conquista de los territorios levantinos,61 con una tarifa que, efectivamente, supona la
quinta parte del valor del ganado ovino y caprino.62 Una benevolencia nobiliaria a
la hora de aprobar la recaudacin que falt claramente en 1264, cuando Jaime I
intent resucitar la peticin de un bovaje para la expedicin murciana y tropez
con la firme resistencia de los barones.63
No obstante, este fallido impuesto es slo una de las posibilidades barajadas
por Jaime I en el tramo final de su reinado, que intenta combinar con la utilizacin de la sal para crear una gabela especial (1262) y con un nuevo herbaje, que
supone una versin edulcorada del fracasado bovaje, datadas ambas demandas
con toda probabilidad en 1264.64 Ante las dificultades que parece haber encontrado Jaime para gestionarlas, la solucin ms sencilla fue pactar su retirada a cambio de subsidios otorgados por las ciudades. Zaragoza, un centro ganadero de
importancia, ofreci 20.000 ss. j., equivalentes a una anualidad de la pecha ordinaria, para eludir estas innovaciones fiscales.65
Sin duda hubo componendas tributarias como stas que escapan por ahora a
nuestra informacin, pero merece la pena retener que, desde principios del siglo
XIII, los monarcas daban vueltas continuamente a la necesidad de extender el
mbito recaudatorio al conjunto del cuerpo social de la Corona y que los expedientes que empleaban para ello eran bastante uniformes: monedajes y bovajes,
tasas sobre los intercambios y gabelas de la sal, es decir, moneda, paz, proteccin
61. L. GONZLEZ ANTN, Las Uniones aragonesas y las Cortes del reino (1283-1301), Zaragoza, 1975, p. 16 (Privilegio General): Item, del feito de la quinta, que nunqua se die en Aragon, fueras por
priegos de la vuest de Valencia, que daqui adelant nunqua se die de nengun ganado ni de nenguna cosa.
62. CDCZ. n 104 [1279.12.06]: refirindose a la quinta, los jurados de Zaragoza dice que la
aviamos dado de gracia por la preson de Valencia, o es, de carneros, de oveyllas, de crabones e de
crabas, de cada cabea, cinquen dinero.
63. F. SOLDEVILA, ed. Les quatre grans croniques. I. Llibre dels feits del rei En Jaume, Barcelona, 2007 (ed. orig. Barcelona, 1970), pp. 411-415.
64. Para la sal, CDCZ. I, n 112 [1265.01.12]: renuncia a la obligacin que haba impuesto a
todos los hombres de nuestro reino de Aragn de comprar cierta cantidad de sal y les permite que la
adquieran libremente, aunque prohibe las importaciones desde Castilla y Navarra. Ya en 1262, haba
concedido el almud de la sal de Zaragoza a Miguel Violeta con obligacin de llevar los libros de registro de quienes comprasen la sal y respetando el beneficio real, estimado en 4 ss. j. sin que sepamos
por qu unidad de peso de sal vendida. El novum herbaticum consta tambin en CDCZ I. n 112, y la
tarifa era de un dinero por oveja, cabra o carnero y cuatro dineros por buey, vaca o yegua, en ambos
casos con carcter anual.
65. CDCZ. I, n 118 [1266.05.16], un subsidio efectuado el ao anterior para el ejrcito que hacamos contra Murcia.
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al comercio y salinas, todo lo cual era patrimonio de la monarqua desde principios del siglo XII.
66. Esta distincin separa dos tipos-ideales dentro del tercero que seala C. WICKHAM, Lineages of wester European taxation, 1000-1200, Col.loqui Corona, municipis i fiscalitat a la Baixa Edat
Mitjana, Lrida, sf. (1997), p. 26, la capacidad de los dirigentes para extraer riqueza de todos sus sbditos sobre bases sistemticas. La diferencia estriba en que monedajes y bovajes se cobraban irregularmente y se parecen a los tributos (primer tipo-ideal de Wickham), mientras las pechas tenan una
secuencia anual caracterstica.
67. Cortes, p. 95. Se admita la posibilidad de que se hicieran cuestias voluntariamente para ayudar al joven Jaime I.
68. T. N. BISSON, Las finanzas del joven Jaime I, apndice 1, p. 192.
69. HC. n 13 [1218.09.5], 21 [1219.12.31], 49 [1224.04.9], 64 [1225.03.15], etc. Pechas en HC.
n 90 [1227.03.30], referido a Bardallur y Albalate de Cinca, lugares lo suficientemente distantes como
para pensar que se perciban en todo el reino. Desde 1226, las tallas y cuestias en Barcelona se cobraban por sueldo y libra, con colectores escogidos en las tres manos en que se divida el conjunto de
los contribuyentes: vase la reglamentacin y las penas en HC. n 81 [1226.04.22].
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70. M. SNCHEZ MARTNEZ y P. ORT GOST, La Corona en la gnesis del sistema fiscal
municipal en Catalunya (1300-1360), Col.loqui Corona, municipis i fiscalitat, pp. 236-242.
71. El registro 8 de la Cancillera del Archivo de la Corona de Aragn guarda estas listas: ff. 7v10v (pechas de 1252); ff. 11v y 14-15 (pechas de 1254, incompletas, solamente la baila de Zaragoza);
ff. 16-18 (pechas de 1255, incompletas, falta la veguera de Ribagorza); ff. 27v-29v (pechas de 1256,
incompletas, falta la veguera de Ribagorza); f. 12 (pechas de 1257, incompletas, solamente figura la
veguera de Ribagorza); ff. 36v-40v (pechas de 1258); ff. 51-54 (pechas de 1261, incompletas, falta la
veguera de Ribagorza); f. 54v (pechas de las ciudades en 1261); ff. 45v-50 (pechas de Ribagorza, Barbastro, Zaragoza y diversos lugares de otras bailas, sin fecha). Este registro es una miscelnea de cuadernillos originalmente sueltos y con prdidas evidentes, reagrupados y encuadernados en el siglo XIX
con un cierto orden cronolgico, que sera necesario estudiar detenidamente para verificar con precisin su contenido que, por otra parte, incluye listados de cuestias catalanas y de pechas valencianas.
Esta relacin, por tanto, es provisional y est sujeta a cambios en la medida en que se pueda reorganizar el material de una forma diferente de cmo se halla en estos momentos.
72. Un fenmeno parecido subyace en el proceso de unificacin de pechas que tiene lugar en
Navarra entre fines del siglo XII y principios del XIII: C. LALIENA CORBERA, La conversin des
cens agraires dans le domaine royal en Navarre (1180-1240), en L. FELLER, ed. Calculs et rationalits dans la seigneurie mdivale: les conversions de redevances entre XIe et XVe sicles, Paris, 2009,
pp. 253-269.
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tenido muy distinto al originario y afecten a gentes para las que pechas o cuestias
eran una remota referencia de sus antepasados.73
Naturalmente, las cifras de la recaudacin de estas pechas estn sometidas a
mltiples cautelas que es imposible desglosar aqu, pero, ciendonos por el
momento al espacio aragons, se pueden resumir los datos de la colecta de 1265
la ms completa que poseemos que supuso para las arcas reales no menos de
257.560 ss. j.74 Esta cantidad supone el grueso de las rentas de Jaime I, pero es una
evaluacin mnima de los recursos de los que dispona. Para afinarla, habra que
tener en cuenta los ingresos del patrimonio que, en gran parte, se gastaban en
asignaciones efectuadas directamente y que no pasaban por la tesorera central,
pero s eran computados peridicamente a partir de los registros de los bailes y
otros oficiales, los derechos que generaban las cenas o albergues reales, las multas judiciales y las redenciones de las huestes. Pero, sobre todo, es imprescindible
tomar en consideracin las sumas que un buen nmero de poblaciones aragonesas
entregaban por decisin real a los nobles en concepto de caballeras, que pueden perfectamente definirse como feudos de bolsa que recompensaban la fidelidad de los magnates y los servicios militares que deban cumplir cuando eran
requeridos para hacerlo. Las caballeras estaban configuradas por unidades de 500
ss. j. y cada noble disfrutaba de un nmero variable, ligado a la posicin de su
linaje y al favor real. El mximo de caballeras que sola conceder el rey en condiciones normales ascenda aproximadamente a unas 400, es decir, alrededor de
200.000 ss. j., pero las que realmente circulaban entre las manos de los grandes
nobles rondaban las 200, y, por tanto, suponan unos 100.000 ss. en el presupuesto real. No hace falta decir que el incremento del volumen de caballeras traa aparejada una disminucin equivalente del dinero de las pechas, puesto que eran las
mismas comunidades principalmente rurales o semiurbanas las que pagaban
pechas y caballeras en un todo fijado por la costumbre, aunque con un amplio
margen para la negociacin. Si admitimos que la redistribucin de la renta fiscal
entre la elite nobiliaria era una cruda prioridad de los Estados feudales y que, a
cambio, los monarcas lograban cumplimentar fines pblicos en especial, una
cierta gestin del monopolio de la violencia legtima, se pueden unir pechas y
73. A. J. MIRA y P. VICIANO, La construcci dun sistema fiscal: municipis i impost al Pas
Valenci (segles XIII-XIV), La gnesi de la fiscalitat municipal (segles XII-XIV), en Revista dHistria Medieval, 7 (Valencia, 1996), pp. 136-137.
74. Los detalles sobre la colecta, C. LALIENA CORBERA,El impacto del impuesto sobre las
economas campesinas de Aragn en vsperas de la Unin (1277-1283), Monnaie, crdit et fiscalit
dans le monde rural. La conjoncture de 1300 en Mditerrane occidentale, III, Madrid, Casa de Velzquez, febrero de 2007, en prensa.
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75. De nuevo remito a C. LALIENA CORBERA,El impacto del impuesto para las fuentes y su
interpretacin.
76. J. TORR, Colonitzaci i renda feudal. Lorigen de la peita al regne de Valncia, Col.loqui
Corona, municipis i fiscalitat, pp. 467-494, con los cuadros en p. 492. Ms exactamente, la recaudacin debe situarse entre los datos de 1259 (= 96.650 ss. reales) y los de 1272 (=154.400 ss. reales). Las
remisiones son mnimas, con excepcin de los aos 1262, 1273 y 1274.
77. Se recoga en tres tanda a lo largo del ao, lo que explica algunas peculiaridades de las listas
disponibles, pero no, como sugiere J. TORR, Colonitzaci i renda feudal, p. 477, cada tres aos.
78. J. TORR, Colonitzaci i renda feudal, pp. 486-489. Este autor parece asumir que la acuacin de jaqueses y reales se hizo en moneda ternal, siendo equivalentes, por tanto. Sin embargo, al
menos desde comienzos del siglo XIV, la moneda jaquesa era ms fuerte (tena mayor contenido de
plata) que los reales (y los sueldos barceloneses). Se trata de un tema en el que debe profundizarse.
79. A. RIERA MELIS, Monedas y mercados en la Edad Media: el Mediterrneo Noroccidental (c.
1190-1350), Moneda y monedas en la Europa medieval (siglos XII-XV), XXVI Semana de Estudios
Medievales de Estella, Pamplona, 2000, pp. 218-223 resume esta cuestin con la bibliografa anterior.
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formaban en accin de gobierno, no creo que haya dificultad para admitir que Jaime
I haba conseguido hacer evolucionar decisivamente el panorama fiscal que haba
hallado al principio de su reinado. Si la comparacin se lleva a comienzos del siglo
XII, las diferencias todava resaltan ms. Pedro I o Alfonso I vivan de las antiguas
pechas entregadas por algunos millares de campesinos percibidas individualmente, de
las tasas comerciales de Jaca, Huesca y Zaragoza, de los beneficios de la talla frecuente pero escasa de moneda y del botn. Sus sucesores sostuvieron la gran poltica occitana con bovajes, subsidios y endeudamiento. Jaime I consigui regularizar y
anualizar los donativos, adems de arrancar a los nobles y eclesisticos diversas ayudas generales, cuya importancia no conviene menospreciar. Los medios a su disposicin para gobernar, imponer su justicia, administrar e incluso extender la Corona se
multiplicaron de forma notable y las dificultades por las que atraves influyeron significativamente en la determinacin de sus sucesores de acentuar el desarrollo burocrtico del Estado, la dimensin de las rentas fiscales y la independencia militar respecto a la gran nobleza, en otras palabras, la autonoma del Estado. Para ello, no
obstante, era imprescindible contar con la anuencia de un cuerpo social diversificado,
en el que las ciudades y sus elites se haban erigido en interlocutores privilegiados.
80. Para lo que sigue, cf. C. LALIENA CORBERA, Las transformaciones de las elites polticas
de las ciudades mediterrneas hacia 1300: cambios internos y movilidad social, La mobilit sociale
nel medioevo: rappresentazioni, canali, protagonisti, metodi dindagine. La conjoncture de 1300 en
Mditerane occidentale 4, Roma, 2008, en prensa.
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Con independencia de sus orgenes, los ncleos urbanos de la Corona manifiestan desde la segunda mitad del siglo XII la cristalizacin de una elite de prohombres que se arroga la representacin del conjunto de la ciudad en determinadas circunstancias. La difusin del derecho romano proporciona a la ideologa
urbana de estos grupos dirigentes dos nociones claramente reconocibles: la de
universitas y la de res publica, comunidad poltica y bien pblico, que contribuyen a dotar a las ciudades de una personalidad jurdica y a las magistraturas que
las gobiernan de una autoridad ampliamente autnoma. La creacin de los regmenes consulares y de jurados en Catalua y Aragn, desde 1190, sanciona la
paulatina institucionalizacin de este poder urbano emergente. Entre 1208 y 1214,
la mayora de las ciudades, si no todas, consolidan magistraturas electivas bajo la
denominacin de jurados y pahers, que todava parecen poco emancipadas de los
amplios e informales consejos colectivos del estrato dirigente urbano, pero que se
hallan en el camino de hacerlo.81
Bastar, en este sentido, con recordar la activa presencia de Zaragoza, Huesca
y Jaca en la sublevacin contra el joven Jaime I, que extiende entre 1224 y 1227,
para constatar la vitalidad de estas ciudades en la antesala de la conquista de
Valencia, que cont con la participacin activa de las milicias urbanas catalanas y
aragonesas.82 En esta poca, la defensa de la paz y la persecucin de los malhechores se convirtieron en el argumento decisivo para posibilitar la creacin de
juntas o asociaciones de ciudades, a su vez experiencias determinantes a la hora
de gestar formas de solidaridad supralocales, identidades colectivas de las elites
urbanas e instituciones informales ligadas a la autodefensa y la tutela de valores
de clase muy caractersticos. Tal vez la primera ocasin en la que se manifiestan
estos rasgos sea en un acuerdo patrocinado por el rey que tiene lugar en 12361239, que se plasma en las constituciones de paz de las Cortes del primero de
estos aos, resueltas con la creacin de las juntas por el infante Fernando tres
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87. L. ALANYA, Aureum opus regalium privilegiorum civitatis et regni Valentie, Valencia, 1972
(reed. facsmil de la de Valencia, 1515), p. 117 (Valencia, 1278; el propio Pedro III seala que hizo la
misma concesin a Murviedro/Sagunto, Jtiva, Alcira, Ganda y otros lugares del reino de Valencia);
ibid. pp. 118-121 (Valencia, 1283); DMH. n 38 (Huesca, 1278); C. GUILLER, Girona al segle XIV,
Barcelona, 1993, I, pp. 152-156 (Gerona, 1284); y P. CATEURA BENNASSER, Municipi i monarquia en la Mallorca dels segles XIII-XIV, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval,
13 (2000-2002), pp. 52-53 (Mallorca, 1287). Con ms detalles, A. SANTAMARA ARNDEZ, La
poltica municipal de Alfonso el Liberal en el Reino de Mallorca (1285-1291), en La ciudad hispnica durante los siglos XIII al XVI, II, Madrid, 1985, pp. 1.271-1.300. Para Castelln, cf. F. ROCA
TRAVER, Ordenaciones municipales de Castelln de la Plana durante la Edad Media, Valencia,
1952, p. 63. M. MORA GAUD, Ordinaciones de la ciudad de Zaragoza, Zaragoza, 1908, pp. 195199 (Zaragoza, 1293).
88. Dos ejemplos extraordinarios son los de Huesca y Zaragoza, ambos gobiernos reformados en
1311 para introducir el sorteo sobre la base de una seleccin previa de los candidatos: DMH. n 90
(Huesca); M. MORA GAUD, Ordinaciones de Zaragoza, pp. 203-207 y pp. 211-219. Analiza detalladamente este sistema M. T. IRANZO MUO, Elites polticas y gobierno urbano en Huesca, pp.
164-167. En Catalua se continan aplicando las frmulas basadas en las manos en localidades que
pueden ser calificadas de ciudades pequeas o grandes burgos: Cervera (1311), Balaguer (1311),
Trrega (1313), Manresa (1323). Cf. J. M. FONT RIUS, Orgenes del rgimen municipal, pp. 503509. En Perpignan, hacia 1312-1313, se modific el nmero de cnsules y la forma de eleccin, estrictamente cooptativa: PH. DAILEADER, Des vrais citoyens, pp. 154-155.
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riqueza, sorteos y espacializacin del poder, que suponen los factores principales
de este ciclo de cambios en los gobiernos urbanos.
Culminaba de esta manera una etapa secular en la que las ciudades dejaron de
ser el escenario de la actividad social de una pequea elite con un fuerte carcter
nobiliario y muy cercana a los reyes, Alfonso II y Pedro II, para erigirse en una
palestra donde se decida la hegemona social en el conjunto de la sociedad feudal de los estados de la Corona y, con ella, la distribucin del poder poltico. En
el ltimo tercio del siglo XIII es difcil que hubiera grandes mercaderes en la
Corona con fortunas comparables individualmente a los linajes nobiliarios aragoneses y catalanes, que estaban en la cspide de su expansin social aunque s,
desde luego, con muchas familias aristocrticas de segunda fila. Pero, como Jaime I les advirti a los nobles en 1264, el potencial de las ciudades aliadas con el
rey era muy superior al de cualquier faccin de la nobleza y eso las eriga en fiel
de la balanza del poder.89 Jaime lo saba bien porque haba experimentado en
varias ocasiones la fuerza de las ligas urbanas y era consciente del potencial militar de unas milicias ciudadanas adiestradas a combatir a caballo e imbuidas de una
cultura caballeresca. Y, por su parte, Pedro III comprob que los nobles catalanes
rebeldes de 1279-1280 tenan pocas posibilidades de desestabilizar a la Corona, al
contrario de la alianza entre ciudades y nobles aragoneses de 1283, cuyo potencial para colapsar la autoridad real fue crtico durante algunos meses.
Una cultura aristocratizante que, sin embargo, era slo una parte de un conjunto ideolgico ms vasto que se decantaba por valores asociados a la exigencia
de formar una comunidad poltica. Las ciudades de mediados del siglo XIII eran
un microcosmo del Estado. Para sentar definitivamente las bases de su poder, las
elites urbanas necesitaban coordinacin supralocal, estabilidad poltica y justicia
sobre bases legales uniformes, funciones que la estructura estatal encabezada por
Jaime I empezaba a asegurar en esos decenios. La exigencia de impuestos para
financiarlas oblig al magma de familias dominantes en las ciudades hacia 1200
a organizar una redistribucin fiscal interna, los repartos por sueldo y libra, que
se difunden desde los aos 1220 en Aragn y Catalua. Como no existe fiscalidad
sin consenso y menos todava cuando la estructura tributaria es poco progresiva,
como de hecho suceda en las ciudades catalano-aragonesas, la legitimacin de las
exacciones locales destinadas a pagar al rey provoc la institucionalizacin cre-
89. F. SOLDEVILA, ed. Les quatre grans croniques. I. Llibre dels feits, p. 417: De mes, que
havem totes les ciutats dArag e de Catalunya que seran contra vs, e de guerra saben tant con vosaltres, les dice a los nobles. A ttulo comparativo, cf. J. M. MAIRE VIGUEUR, Cavaliers et citoyens.
Guerre, conflits et socit dans lItalie communale, XII-XIII sicles, Paris, 2003, que describe la actuacin de milicias ciudadanas, similares en muchos aspectos a las de las urbes de la Corona de Aragn.
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90. Los documentos fundamentales son el Privilegio General de Aragn, ed. L. GONZLEZ
ANTN, Las Uniones, II, pp, 14-19, esp. p. 18; Cortes, pp. 140-153, esp. p. 147. Una clara expresin
de este reconocimiento en el apartado IX de estas constituciones catalanas, p. 145: Item statuimus
volumus et etiam ordinamus quod si nos vel successores nostri constitucionem aliquam generalem seu
statutum facere voluerimus in Catalonia, illam vel illud faciamus de approbacione et consensu prelatorum baronum militum et civium Catalonie vel ipsis vocatis maioris et sanioris partis eorumdem.
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4. CONCLUSIN
Un magnfico artculo de Pietro Corrao en el Congreso de Historia de la Corona de Aragn celebrado en Valencia en 2004 propone una amplia reflexin sobre
la historiografa de esta realidad poltica medieval, profundamente aquejada de
prejuicios y minusvalorada en su desarrollo y efectos.91 Subraya algunas evidencias que, sin embargo, son sistemticamente desdeadas por los historiadores de
las tres ltimas dcadas: que la historia de la Corona se centra casi exclusivamente en los estados peninsulares y que cuesta mucho superar la visin de los territorios mediterrneos como algo ms que hitos en una imagen de conquista y comercio esencialmente romntica. Contra ambas tendencias, reclama una mayor
atencin a una flexibilidad y a un patrimonio de experiencias y soluciones de
gobierno sedimentados en la larga historia de un dominio plural desde tiempos
de Jaime II, un dominio que abarca a modo de crculos concntricos los dominios
hispnicos, las islas, Sicilia y Npoles.92 La insistencia en trazar la historia de cada
uno de los estados como si fueran estrictamente independientes, que distingue a
la investigacin histrica posfranquista, con un esfuerzo historiogrfico que se ha
dirigido sucesivamente hacia la naturaleza constitucional de la Corona, el rgimen
de gobierno de los reinos y, ms recientemente, la identidad colectiva de los estados que la integraban, conduce a situaciones historiogrficas sin salida, al olvidar
las relaciones estrechsimas existentes entre estas entidades polticas, la interaccin que se realizaba entre ellas, la dimensin supralocal de la accin de la corona.93 Corrao distingue elementos de diversidad que los soberanos no intentaron
reducir nunca: el mantenimiento de estructuras polticas con largas tradiciones
anteriores, como las de Sicilia o Npoles, la persistencia de elites dirigentes regionales que no excluye la circulacin e integracin de nobles y comerciantes, y,
por ltimo, la aplicacin de principios dinsticos con divisiones, a veces forzadas
por las circunstancias, sin que cediera la coordinacin de esfuerzos, por ejemplo,
en las polticas antiangevinas. Pero estos fenmenos nunca impidieron que se pro91. P. CORRAO, Stati regionali e apparati burocratici nella Corona dAragona (secc. XIV e
XV), XVIII Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Valencia, 2005, I, pp. 99-143.
92. P. CORRAO, Stati regionali, p. 103.
93. P. CORRAO, Stati regionali, p. 105.
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INTRODUCCIN
No cabe duda que la historia militar ha mejorado su rostro en la prctica historiogrfica reciente. Relegada al olvido la vieja historia militar de grandes personajes, batallas y glorias patrias, hoy en da preocupa una historia social de la
guerra y los ejrcitos que aborda cuestiones tan amplias como la organizacin
social y poltica en torno a la guerra o la dimensin socio-econmica y tecnolgica de la prctica blica. El medievalismo europeo, primero el anglosajn pero
cada vez ms tambin en mbito mediterrneo, reivindica el peso de las relaciones entre guerra, estado y sociedad como clave explicativa del cambio social. Ya
parece que se otorga el debido peso a las transformaciones militares ocurridas en
la Baja Edad Media como antecedente de la Revolucin Militar de la Edad
Moderna y como origen de las estructuras poltico-militares del estado moderno
o de Antiguo Rgimen.2
La disponibilidad de estudios generales sobre ejrcitos y organizacin militar
de diferentes territorios europeos (Inglaterra, Francia, Italia, Castilla, Navarra,
1. Doctor en Historia Medieval por la Universitat de Valncia, profesor del IES Tirant Lo Blanc
de Torrent (Valencia)
2. Sobre la revolucin militar medieval y el debate abierto en el medievalismo anglosajn vase: A. AYTON, J.L. PRYCE, The Military Revolution from a Medieval Perspective, Id. The Medieval Military Revolution. State, Society and Military Change in Medieval and Early Modern Europe,
Londres-Nueva York, 1995, pp. 1-22; M. PRESTWICH, Armies and Warfare in the Middle Ages. The
English Experience, New Haven Londres, 1996, pp. 334-346. Una reciente y til sntesis de la revolucin militar moderna en: F. ANDJAR, Ejrcitos y militares en la Europa moderna, Madrid, 1999,
pp. 15-38.
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Portugal)3 contrasta con la escasa atencin que ha merecido este mbito de investigacin en la Corona de Aragn.4 Y ello a pesar de la abrumadora variedad de
3. Entre ellas, slo por citar slo algunas obras generales, de sntesis o recientes, sealar las
siguientes. Para Inglaterra: M. PRESTWICH, Armies and Warfare in the Middle Agescit.; A.
CURRY, M. HUGUES (dir.), Arms, Armies and Fortifications in the Hundred Years War, Woodbridge,
1994; Francia: Ph. CONTAMINE, Guerre, tat et socit la fin du Moyen ge. tudes sur les armes des rois de France, 1337-1494, Pars-La Haya, 1972; Id. (dir.), Histoire militare de la France. I. Des
orgines a 1714, Pars, 1992; Italia; A. SETTIA, Comuni in guerra. Armi ed eserciti nellItalia delle
cit, Bolonia, 1994; M. MALLETT, Signori e mercenari. La guerra nellItalia del Rinascimento,
Bolonia, 1984; M. DEL TREPPO (ed.), Condottieri e uomini darme nellItalia del Rinascimento,
Npoles, 2001; P. GRILLO, Cavalieri e popoli in armi. Le istituzioni militari nellItalia medievale,
Roma-Bari, 2008; Castilla: M. A. LADERO QUESADA, La organizacin militar de la Corona de
Castilla durante los siglos XIV y XV, La incorporacin de Granada a la Corona de Castilla, Granada, 1993, pp. 195-227; Id. Formacin y funcionamiento de las huestes reales en Castilla durante el
siglo XV, La organizacin militar en los siglos XIV y XV. Actas de las II Jornadas Nacionales de Historia Militar, Mlaga, 1993, pp. 161-172; Id. Recursos militares y guerras de los Reyes Catlicos,
Conquistar y defender. Los recursos militares en la Edad Media Hispnica. Revista de Historia Militar, n extraordinario, (2001), pp. 383-420; F. GARCA FITZ, Las guerras de cada da. En la Castilla del siglo XIV, Edad Media. Revista de Historia, 8, 2007, pp. 145-181; Navarra: J. A.
FERNNDEZ DE LARREA, Guerra y sociedad en Navarra durante la Edad Media, Bilbao, 1992;
Portugal: J. G. GOUVEIRA MONTEIRO, A guerra em Portogal nos finais da Idade Media, Lisboa,
1998. M-J. BARROCA, L. M. DUARTE, J. G. MONTEIRO, Nova Historia Militar de Portugal, I, Lisboa, 2003. Para una visin general de los ejrcitos y la organizacin militar bajomedieval remito a las
siguientes sntesis generales, con abundante bibliografa: Ph. CONTAMINE, La guerre au Moyen ge,
Pars, 2003 (6 ed. con actualizacin bibliogrfica); J. A. FERNNDEZ DE LARREA, Guerra y
sociedad en Europa occidental durante la Baja Edad Media (siglos XIII-XV), en A. Vaca (ed.), La
guerra en la Historia. Dcimas Jornadas de Estudios Histricos, Salamanca, 1999, pp. 45-94; F.
GARCA FITZ, Ejrcitos y actividades guerreras en la Edad Media europea, Madrid, 1998; ID. La
composicin de los ejrcitos medievales, en J. I. De la Iglesia (coord.), La guerra en la Edad Media.
XVII Semana de Estudios Medievales, Logroo, 2007, pp. 85-146; M. A. LADERO QUESADA,
Guerra y paz: teora y prctica en Europa occidental. 1280-1480, XXXI Semana de Estudios Medievales: Guerra y diplomacia en Europa occidental, 1280-1480, Pamplona, 2005, pp. 21-67; M. KEEN,
(ed.), Historia de la guerra en la edad media, Madrid, 2005 (ed. orig. 1999).
4. Excepto recientes estudios, predominan trabajos para diferentes espacios polticos o sobre ejrcitos bajomedievales, entre los que destacara: M T. FERRER I MALLOL, Organitzaci i defensa
dun territori fronterer. La governaci dOriola en el segle XIV, Barcelona, 1990; Id. La organizacin
militar de Catalua en la Edad Media, Conquistar y defender. Los recursos militares en la Edad
Media Hispnica. Revista de Historia Militar, n extraordinario, 2001, pp. 119-222; Id. Entre la paz y
la guerra. La corona catalana-aragonesa y Castilla en la baja edad media, Barcelona, 2005; F. X.
HERNNDEZ, Histria militar de Catalunya. Vol II. Temps de conquesta. Aproximaci didctica,
Barcelona, 2003; J. SIZ, La caballera de Alfonso el Magnnimo en la expedicin mediterrnea de
1432. Reclutamiento y estructura de tropas en los ejrcitos reales de la Corona de Aragn, Saitabi,
volum extraordinari, 1996, pp. 23-64; Id. Del amprament al acorriment. La movilizacin de tropas
de caballera en los ejrcitos de Alfonso el Magnnimo (1420-1432), El Mediterrneo: hechos de
relevancia histrico-militar y sus repercusiones en Espaa. V Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, 1998, pp. 329-352; Id. Guerra y nobleza en la Corona de Aragn. La caballera en los ejrcitos del rey (siglos XIV-XV), Valencia, tesis doctoral, 2003; Id. La organizacin militar en la expansin mediterrnea de la Corona de Aragn, siglos XIV y XV, en R. Narbona (ed.) XVIII Congrs
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fuentes disponibles, sobre todo para los siglos XIV y XV (fondos administrativos
y financieros de la monarqua, por ejemplo, a parte de las crnicas). En la presente
ponencia pretendo modestamente partir de una investigacin en curso (guerra,
estado y nobleza en la Corona de Aragn) y presentar hiptesis de trabajo que
debern estimular futuros estudios.
De hecho, la Corona de Aragn conoci entre los siglos XIV y XV una transformacin en sus estructuras militares (en los sistemas de reclutamiento y administracin militar, en la profesionalidad y continuidad de servicio de tropas) muy
similar a la de los estados europeos ms evolucionados al respecto, los reinos de
Inglaterra y Francia y las ciudades y principados italianos. En los ejrcitos del rey
de Aragn acabaron predominando los contratos de servicio voluntario a sueldo y
una administracin militar centralizada en la Casa Real. Al mismo tiempo aparecieron fuerzas permanentes combinando la clientela militar del monarca (gente de
armas liderada por nobles cortesanos o pensionados en la Casa Real) con la regularizacin de compaas contratadas.
El grueso de esos cambios se gest y se consolid en guerras exteriores en el
escenario mediterrneo (Sicilia, Cerdea, Npoles): en cierta medida son episodios del largo conflicto entre los reyes de Aragn y la dinasta Anjou aliada con
Francia, el papado y Gnova, con la disputa por el trono de Sicilia como teln de
fondo, que ha sido etiquetado como Guerra de los Doscientos Aos.5 Los frentes militares de la Corona de Aragn en la pennsula ibrica, hasta el primer tercio del XIV con el reino de Granada y durante toda esa centuria y parte del Cuatrocientos, con Castilla, en una intermitente y dura rivalidad por la hegemona
peninsular y el control del sur valenciano, siempre fueron subsidiarios respecto a
los mediterrneos en el origen de los cambios militares.
El dinamismo en las estructuras militares fue capitalizado por los ejrcitos
del rey desplegados en conflictos exteriores mediterrneos. Y al respecto conviene no olvidar que en el modelo poltico y militar de la Corona de Aragn, gestadHistria de la Corona dArag. La Mediterrnia de la Corona dArag, segles XIII-XVI & VII Centenari de la Sentncia Arbitral de Torrella, 1304-2004, vol. I, Valencia, 2005, pp. 737-764; Id. Caballeros del rey. Guerra y nobleza en el reinado de Alfonso el Magnnimo, Valencia, 2008; Id. Formacin de un ejrcito permanente en el siglo XV: la caballera de Alfonso el Magnnimo, Medievalismo.
Boletn de la Sociedad Espaola de Estudios Medievales, 17 (en prensa); Id. La poltica militar de
Alfonso el Magnnimo: guerra y nobleza, Actes del Congrs 550 Aniversari Alfons el Magnnim,
1394-1458, Valencia 2008, (en prensa); J. A. SESMA, Guerra, ejrcito y sociedad en los reinos de
Aragn y Navarra durante la Edad Media, Historia militar: mtodos y recursos de investigacin.
Revista de Historia Militar, n extraordinario, 2002, pp. 15-47.
5. D. ABULAFIA, The Western Mediterranean Kingdoms, 1200-1500. The Struggle for Dominion,
Londres-Nueva York, 1996.
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6. Sobre el ejrcito del rey de Aragn en ese periodo, a falta de monografas al respecto, sigue
resultando imprescindible la informacin cronstica (Jaime I y Bernat Desclot): Les quatre grans crniques, Soldevila, Ferran (ed.) Barcelona, 1971. Con todo, variadas referencias pueden seguirse en: J.
N. HILLGARTH, El problema dun imperi mediterrani catal, 1229-1327, Palma de Mallorca, 1984;
D. J. KAGAY, Army mobilization, royal administration, and the realm in thirteenth-century Crown of
Aragon, en P. E Chevedeen, D.J. Kagay, P. G. Padilla (eds.), Iberia and the Mediterranean World of
the Middle Ages. Essays in Honor of Robert I. Burns S. J., Leiden, Brill, vol. 2, 1996, pp. 95-114; F.
X. HERNNDEZ, Histria militar de Catalunya, cit; M T. FERRER I MALLOL, La organizacin militar de Catalua, cit; J. A. SESMA, Guerra, ejrcito y sociedad en los reinos de Aragn,
cit; J. SIZ, Guerra y nobleza en la Corona de Aragn, cit.
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El ejrcito del rey de Aragn es notablemente diferente en los aos 40 del Cuatrocientos en tiempos de Alfonso V el Magnnimo.8 A pesar de haber conquistado Npoles en 1442, el Magnnimo contina liderando sus tropas personalmente
hasta 1448 en escenarios italianos, en el interior del reino napolitano (sofocando
revueltas baroniales) o en el tablero poltico centro-italiano (obteniendo puntos
fortificados en la costa toscana). Hacia mediados de los aos 40, la continuidad
de la guerra, las ms de dos dcadas de conflictos, y la capacidad financiera autnoma del monarca (redes de mercaderes-banqueros, crdito pblico, operaciones
comerciales especulativas del propio monarca, impuesto permanente napolitano,
subsidios clericales, etc.) le han permitido mantener y organizar un ejrcito estable. Unas fuerzas surgidas de la reorganizacin de su clientela militar y de la
seleccin de combatientes contratados. Sus tropas no se movilizan para campaas
ocasionales sino que permanecen en servicio continuo con contratos militares (de
acorriment, o condotte): stos se activan anualmente con pagos avanzados de soldada (acorriment e imprestanza) que retribuyen el semestre de operaciones y se
complementan con pequeos abonos de mantenimiento al finalizar las mismas.
Del nutrido ejrcito a su cargo (entre 6.000 - 8.000 hombres), ms de la mitad de
combatientes no los aportan grandes condottieri o capitanes mercenarios locales
a sueldo sino que son un ejrcito propio del rey (de 3.000 a 4.000 hombres). Un
ejrcito conformado por dos conjuntos: por un lado combatientes vinculados a la
Casa Real, de caballera pesada (unas 600 lanzas, 1.800 caballos), a cargo de
nobles cortesanos y hmens darmes de casa del senyor rey, pero tambin de
infantera (unos 1.250 entre ballesteros, infantera ligera y espingarderos); por
otro lado, un contingente variable de caballera pesada (de 500 a 1.000 lanzas)
organizado en pequeas comitivas a cargo tanto de hombres de armas locales
reclutados mayoritariamente en territorio napolitano al margen de condottieri
como de una baja nobleza (caballeros, escuderos y donceles) de origen ibrico. Un
ejrcito que, a su vez, presenta estructuras ms o menos uniformes de encuadramiento y mando al estar subdividido en esquadres de dimensiones parecidas a cargo de capitanes nombrados por el monarca (nobles cortesanos).
Como se aprecia, entre los reinados de Pedro III y Alfonso V ha ocurrido un
cambio cuantitativo y cualitativo en las estructuras militares de la Corona de Aragn, al menos por lo que hace referencia a los ejrcitos de la monarqua: los efectivos han aumentado y se han profesionalizado, han pasado de movilizarse con
feudos de bolsa a un mayoritario reclutamiento asoldado y de articular ejrcitos
ocasionales a constituir fuerzas permanentes. Una transformacin que tambin
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Ao
Guerra o campaa
Caballera
Jaime II
1323
Alfonso IV
1329
Proyecto de Cruzada
a Almera
Pedro IV
1343
Reintegracin del
reino de Mallorca,
Rosell, Cerdanya
1.700 caballos
Pedro IV
13511352
Pedro IV
13531354
Gran n de infantes:
ballesteros, etc.
45 galeras
Pedro IV
1357,
1364
1.500/2.000 infantes
Juan I
1392
Martn I
1409
4.000 infantes
10-15
galeras
Alfonso V
1420
1.500 ballesteros
24-30
galeras
Alfonso V
1421
1.000 infantes
Alfonso V
1425
Presin a Castilla
4.000 caballos
500 infantes
Alfonso V
14291430
Guerra de Castilla:
verano de 1429
2.000 infantes,
ballesteros, lanceros
Alfonso V
1432
Armada al norte de
frica y a Npoles
1.000 ballesteros
Alfonso V
14411442
Conquista final de
Npoles
1.600/2.800 infantes
Alfonso V
14461448
Expedicin
centro-italiana
7.600 caballos
(2.500 lanzas)
2.000 infantes
3.000 caballos
Infantera
Galeras
53 galeras
4.000 infantes
22 galeras
24 galeras
21 galeras
27 galeras
9. Las cifras ofrecidas son de elaboracin propia a partir de informacin cronstica y la existente en
estudios al respecto: Les quatre grans crniques, cit; P. TOMIC, Historias e conquestas dels excelentissims e catholics reys dArag e de lurs antecessors, los comtes de Barcelona, Valencia, 1970; J.
ZURITA, Anales de Aragn, libros IX-XV, A. Canellas, (ed.), vols. 4-5 Zaragoza, 1974; M T. FERRER
I MALLOL, La organizacin militar de Catalua en la Edad Media, cit; J. N. HILLGARTH, El problema dun imperi mediterrani, cit; J. SIZ, Guerra y nobleza en la Corona de Aragncit.
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Para una mejor interpretacin de los datos de la Tabla y su posterior comparacin con otros ejrcitos europeos, conviene detenerse en la terminologa y composicin de efectivos en ejrcitos del rey de Aragn recogida en las fuentes, tanto
para caballera como infantera.
Entre los siglos XIV y XV las tropas de caballera pesada y ligera han dejado
su reflejo en crnicas y registros documentales con una terminologa variada
(cavalls armats y alforrats, lanzas, bacinets, hmens darmes, etc.) que resulta
complejo reducir en una simple cifra de caballos o de combatientes a caballo.
Aunque faltan en este mbito estudios concretos, se pueden extraer unas evidencias documentadas.10 Durante el Trescientos en unidades de caballera pesada predomina hasta los aos 60 la referencia al cavall armat, integrado por 2-3 caballos,
el combatiente pesadamente armado con su montura de guerra y uno o dos caballos comunes a cargo de escuderos, cifra que oscil a la baja; pero desde los aos
70-80 de ese siglo se difunden ms los trminos lanza y bacinet indicativos de una
unidad de caballera pesada dotada de dos caballos, generalizndose en el siglo
XV la lanza de 3 caballos: el hombre de armas con caballo de guerra y otras dos
monturas a cargo de un combatiente auxiliar o pillard y un servidor o paje. Por su
parte, la unidad de caballera ligera durante todo el siglo XIV aparece en las fuentes como cavall alforrat, equivalente a un combatiente armado a la gineta con una
nica montura, trmino ste (armat a la gineta o genets) que se hace comn para
las menores fuerzas de caballera ligera presentes en el XV.
Respecto a las tropas de infantera las fuentes dejan clara constancia de su diversidad: tiradores (ballesters), infantera pesada (peons o servents, escudats, lancers)
e infantera ligera (almogvers). Ahora bien hasta fines del Trescientos o el propio
Cuatrocientos no siempre constan referencias explcitas de unidades de infantes que
permitan su cuantificacin precisa. Ello es debido, en cierta medida, a la lenta generalizacin del servicio a sueldo de infantes en los ejrcitos del rey as como a la
mediacin de ciudades y villas en el reclutamiento de estos efectivos, dejando por
tanto un desigual reflejo documental en los registros de la monarqua.
Al analizar los datos de la tabla es conveniente diferenciar dos marcos de
observacin, por un lado el potencial de los reyes del casal de Aragn y por otro,
el mejor documentado del Trastmara Alfonso el Magnnimo. En el primer caso,
entre 1323 y 1409, la informacin disponible permite establecer una media de
efectivos asoldados de 2.000/2.500 caballos (con algo ms del millar de hombres
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11. Ph. CONTAMINE, (dir.), Histoire militaire, cit pp. 105 y 136; M T. FERRER I MALLOL,
La organizacin militar de Catalua, cit, pp. 174-175; P. LPEZ DE AYALA, Crnicas, J.L. Martn, (ed.), Barcelona, 1991, p. 498.
12. J. N. HILLGARTH, El problema dun imperi mediterrani, cit, pp. 34-35.
13. Los efectivos de los ejrcitos europeos citados en: Ph. CONTAMINE, Histoire militaire de la
France, pp. 192-202; Id., La guerra en la Edad Media, pp. 206-215; M. PRESTWICH, Armies and
Warfare, pp. 334-345; A. CURRY, English Armies in the Fifteenth Century, A. CURRY, M. HUGHES (ed.), Arms, Armies, cit, pp. 44-47; M. MALLETT, Signori e mercenari, pp. 120-126; Id.
Lorganizzazione militare di Venezia nell400, Roma, 1989, pp. 33-73; M N. COVINI, Lesercito del
Duca. Organizacione militare e istituzioni al tempo delgi Sforza (1450-1480), Roma, 1998, pp. 37-53.
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zas permanentes, los ejrcitos del Magnnimo no se encuentran tan alejados de los
ms numerosos y mejor organizados de Venecia, Miln y Francia.
Podemos decir, pues, que la evolucin bajomedieval de los efectivos armados
del rey de Aragn en el contexto europeo tiene elementos de continuidad y de
cambio muy destacados. Como continuidad, indiquemos que los ejrcitos del rey
de Aragn siempre son inferiores a los de sus principales rivales terrestres, los
poderosos reinos de Castilla y Francia, al hilo de la propia desigualdad de recursos humanos y econmicos con dichos reinos. Por tanto, el rey de Aragn nicamente despliega fuerzas mayores que sus rivales cuando opera en sus frentes insulares mediterrneos de conquista o reintegracin: en Cerdea (desde su conquista
en 1323 a la guerra continua 1353-1420 para sofocar las rebeliones sardas); en
Mallorca (en 1342-1343, en la campaa de reintegracin del reino insular y sus
condados pirenaicos de Rosell y Cerdanya); y en Sicilia (en las operaciones de
reintegracin del reino entre 1392-1398).
Como elementos de cambio cabe resear que los efectivos del rey de Aragn
variarn en funcin del potencial demogrfico y econmico de los reinos de la
Corona, en aumento por la propia expansin territorial de esta monarqua plural
(con un mximo en el reinado de Alfonso el Magnnimo). Pero tambin, y sobre
todo, en funcin de la poltica financiera de la monarqua, en especial su capacidad para socavar la dependencia financiero-militar respecto a las oligarquas polticas de sus reinos peninsulares representadas en Cortes y Diputaciones. Precisamente con Alfonso el Magnnimo la monarqua lograr aumentar los efectivos
asoldados pero tambin estabilizar el servicio de nutridas fuerzas al arbitrar recursos financieros alternativos a la fiscalidad estatal controlada por las asambleas
estamentales: gracias al crdito pblico y redes de mercaderes-banqueros, a operaciones comerciales especulativas del propio rey, al libre acceso a impuestos permanentes en los reinos italianos o a subsidios clericales, etc.
En definitiva, los efectivos armados del rey de Aragn crecieron en el siglo
XV, en tiempos del Magnnimo, aunque puede decirse que se mantuvieron durante todo el periodo bajomedieval en una escala medio-alta en el contexto europeo
y mediterrneo. El monarca de los diferentes reinos de la Corona de Aragn no
cabe duda que representaba una potencia militar y naval. Pero no fue precisamente por una dimensin cuantitativa por lo que pudo mantener sus posiciones frente
a rivales ms numerosos en el siglo XIV en fuerzas terrestres (Francia, Castilla) y
navales (Gnova). Hay que buscar otros factores para comprender las claves militares de la expansin militar del rey de Aragn, superando a fuerzas mayores
(franco-angevinos, genoveses), conquistando o reintegrando reinos mediterrneos
(Cerdea, Mallorca, Sicilia y Npoles) o resistiendo en conflictos peninsulares
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14. Remito slo al til ensayo sobre la prctica blica medieval, centrndose en la excepcionalidad de la batalla campal, y el repertorio bibliogrfco all citado de: F. GARCA FITZ, La batalla en
la Edad Media: algunas reflexiones, Revista de Historia Militar, 100, 2006, pp. 93-108.
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tera ligeras, cavalls alforrats y almogvares, formas militares no feudales originarias de la guerra de frontera contra el Islam peninsular, de tiradores especializados, ballesteros urbanos, y de contingentes de caballera pesada vinculados a la
Casa Real operando como ncleo de los ejrcitos del rey.15 En cierta medida
podra afirmarse que ello supuso una ventaja relativa frente a ejrcitos rivales
(franco-angevinos o genoveses) integrados bsicamente por las fuerzas tradicionales de caballera pesada, ballesteros y lanceros; pero tambin demostr ser una
combinacin decisoria para su despliegue en frentes mediterrneos. Nos encontramos, pues, con tropas profesionales de infantera y caballera ligera y de tiradores (almogvares, caballera ligera y ballesteros) que actan coordinadas en el
combate con la caballera pesada (cavalls armats) vinculada a la nobleza, parte de
la cual tiende a encuadrarse en una clientela regia, en la Casa Real. Dejando para
ms adelante el estudio sistemtico del papel militar de la Casa Real, como ncleo
de los ejrcitos y va clientelar para la formacin de fuerzas permanentes, abordemos ahora los elementos que tipifican mejor la capacidad de los ejrcitos y
armadas del rey de Aragn, al menos en su expansin exterior inicial hasta mediados del Trescientos.
En primer lugar en mbito naval cabe destacar la calidad y cantidad de ballesteros profesionales: originarios de las principales ciudades y enrolados en centros
de reclutamiento a sueldo (los ballesters en taula que cita el cronista Ramon Muntaner, asoldados en taules dacordament), la presencia de unos 30-40 ballesteros
asoldados por galera, exentos de boga y principal fuerza de combate en abordajes,
compensara, en cierta medida, el menor nmero de galeras en las armadas del rey
de Aragn.
En segundo lugar, en el combate terrestre, resear los efectivos de infantera y
caballera ligeras, los almogvares y los cavalls alforrats o a la geneta cuya presencia en ejrcitos catalano-aragoneses supone la utilizacin de formas militares
no feudales derivadas de conflictos de frontera con el Islam peninsular, al igual
que los ejrcitos ingleses incorporaron caballera ligera y tiradores especializados
(hobelars y arqueros) asociados a sus guerras fronterizas con el mundo cltico
(galeses y escoceses). La presencia de contingentes de almogvares, infantera
ligera mvil y adaptable a cualquier entorno originaria de profesionales de la razzia fronteriza con los musulmanes supuso un valor aadido y autnomo en los
ejrcitos del rey de Aragn: un complemento perfecto al resto de combatientes
(caballera pesada e infantera tradicional de lanceros y ballesteros) con actuaciones decisivas en mbito mediterrneo frente a la caballera pesada franco-angevi-
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3. RECLUTAMIENTO Y ADMINISTRACIN:
UNA EVOLUCIONADA ORGANIZACIN MILITAR
Junto a la naturaleza de las fuerzas movilizadas, otro elemento cualitativo a
destacar en los ejrcitos del rey de Aragn a lo largo de los siglos XIV y XV es el
grado de desarrollo de sus estructuras militares, especialmente el modelo de reclutamiento y administracin. En este sentido he defendido en otros trabajos16 la existencia de unas estructuras militares muy dinmicas para la Corona de Aragn, por
el peso del reclutamiento a sueldo y la centralizacin del poder militar alrededor
de la Casa Real, que evolucionan al mismo ritmo de los estados bajomedievales
ms evolucionados al respecto, los reinos de Inglaterra, Francia y los principados
y ciudades-estado italianas. De nuevo en este mbito disponemos de estudios ms
detallados para el Cuatrocientos que para el decisivo Trescientos. Con todo, contrasta entre la historiografa actual la ya relativa abundancia de trabajos para las
transformaciones en las estructuras fiscales de la Corona de Aragn (gnesis de la
fiscalidad estatal)17 con la prctica ausencia de monografas sobre el cambio en las
16. Ibid.; Id. Guerra y nobleza en la Corona de Aragn, cit, pp. 53-80.
17. Sealemos slo algunos estudios generales como: J. A. SESMA, Fiscalidad y poder. La fiscalidad centralizada como instrumento de poder en la Corona de Aragn (siglo XIV), Espacio. Tiempo. Forma. Serie III, Historia Medieval, t. I. (1989), pp. 447-463; Id. Las transformaciones de la fiscalidad real en la Baja Edad Media, XIV Congreso de Historia de la Corona de Aragn, vol. I, t. I,
Zaragoza, 1996, pp. 233-291; M. SNCHEZ, El naixement de la fiscalitat dEstat a Catalunya (segles
XII-XIV), Girona, 1995; Id. Pagar al rey en la Corona de Aragn durante el siglo XIV, Barcelona,
2003; A. FURI, M. SNCHEZ, (eds.), Actes Col.loqui Corona, municipis i fiscalitat a la Baixa Edat
Mitjana, Lleida, 1997; M. SNCHEZ, A. FURI, J.A. SESMA, Old and New Forms of Taxation in
the Crown of Aragon (13th-14th Centuries), en La fiscalit nelleconomia europea. Secc. XIII-XVIII.
Fiscal systems in the european economy from the 13th to the 18th centuries. 39 Settimana di Studio
dellIstituto Internazionale di Storia Economica F. Datini di Prato, Florencia, 2008, pp. 99-130.
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18. En el Archivo de la Corona de Aragn (ACA), fondos de la Cancillera (C) Guerrae, Exercitum et Curiarum, Armatae, Curiae Sigilli Secreti y del Real Patrimonio (RP), seccin Maestre Racional (MR) desde registros de la tesorera real a diferentes contabilidades financieras y las propias
ordinacions militares de 1359, 1365, 1369 y 1386; remito a: J. SIZ, Guerra y nobleza, cit, pp. 6680, 114-115; Id. La organizacin militar, cit, pp. 750-754.
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(ballesteros, lanceros o escudats) eran acordats, esto es, inscritos en taules dacordament (centros de reclutamiento urbano) al ingresar una retribucin preparatoria de su servicio (un acorriment), quedando su dbito armado tasado en un sou
diario que se abonaba en general de forma anticipada para unos 2-4 meses. Este
sistema, gestado en campaas exteriores mediterrneas, acab generalizndose
para todo tipo de operaciones incluidas las defensivas, dentro y fuera de las fronteras de los reinos, tras el conflicto con Castilla de 1356-1369. Esta larga guerra
defensiva no slo gest la fiscalidad estatal sino que tambin transform las
estructuras militares del monarca y sus reinos difundiendo el reclutamiento asoldado. Precisamente en los ltimos aos de la guerra con Castilla y al final de su
reinado Pedro IV public tres ordinacions sobre organizacin militar (en 1365,
1369 y 1386) que ratificaron los cambios al respecto: generalizaron las soldadas,
fijando su cuanta para todo tipo de combatientes, y normalizaron el control centralizado de las tropas asoldadas (revistas o mostres) por parte de oficiales de la
Casa Real. Desde entonces, el reclutamiento hegemnico en los ejrcitos y armadas para todo tipo de operaciones siempre fue el servicio a sueldo.
Por tanto, ese mismo periodo (1282-1369) tambin documenta la ineficiencia
de los sistemas de reclutamiento obligatorio y gratuito, derivados del servicio feudatario y de la movilizacin general defensiva, como fuente de tropas para los
ejrcitos del rey.
Por lo que respecta a la convocatoria general defensiva podemos indicar que
supona una leva general sobre vasallos de cualquier jurisdiccin para defender al
monarca y su territorio que conformaba milicias locales o del conjunto de cada
reino o principado. Segn la naturaleza del conflicto, se poda convocar huestes u
hosts que afectaran a las villas prximas en caso de rebeliones locales o querellas
nobiliarias o realizar una convocatoria o llamamiento general al reino o reinos
afectados en caso de invasin de ejrcitos o companyies extranjeras. En el primer
caso los reyes de Aragn recurrieron a este mecanismo como medida a corto plazo para dotar a las tropas localmente desplegadas de milicias de infantes costeadas por las propias villas; en el segundo caso, la leva general implicaba un lento
y poco efectivo proceso de articulacin del conjunto de milicias locales que muy
pronto tendi a redimirse por un pago monetario. En contextos defensivos (desde
la invasin francesa de 1285 a la guerra con Castilla de 1356-1369) los reyes de
Aragn recurrieron a esos sistemas como complemento a los ejrcitos articulados
en las fronteras o el interior de sus reinos, pero muy pronto constataron los inconvenientes e ineficacia de este tipo de levas. Dada su lentitud y la naturaleza no
profesional de las milicias resultantes, era mejor sustituir o redimir esas convocatorias por dinero para contratar a sueldo tropas profesionales, mxime cuando se
estaba consolidando el servicio asoldado en las continuas campaas exteriores.
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As ocurri en Catalua en la segunda mitad del Trescientos con los llamamientos por el usatge Princeps Namque:19 las sucesivas levas generales realizadas por
Pedro IV para la defensa del principado cataln (1361-62, 1368,1374 y 1385) acabaron derivando en fogatges o impuestos directos sobre todo el principado que utilizaran los oficiales reales para contratar a sueldo caballera e infantera.
Respecto al servicio militar feudatario en la Corona de Aragn, de los poseedores de feudos renta o caballeras/cavalleries, puede afirmarse que estos feudos
renta se transformaron en pensiones carentes de operatividad militar a lo largo de
la primera mitad del XIV. Su pervivencia y el servicio a ellas asociado dependi
de la continuidad de una frontera con conflictos locales y defensivos, algo que
vemos en el sur valenciano frente a incursiones granadinas. Pero el dbito feudatario por las restricciones espacio-temporales que impona result insuficiente
para expediciones exteriores mediterrneas; en stas podra recurrirse al mismo
como patrn de convocatoria o movilizacin, pero los nobles y caballeros participantes demandaran una retribucin monetaria en forma de sueldo o estipendio
que fuera ms all de las tradicionales remuneraciones que slo cubran compensaciones por prdida de monturas o provisiones por servir fuera de sus reinos. La
compensacin al servicio feudatario fuera de las fronteras provino tradicionalmente de las expectativas de beneficio o botn, como as ocurri durante las conquistas sobre los musulmanes con los repartos de tierras, heredades y rentas. Pero
las empresas mediterrneas de fines del Doscientos y el primer tercio del Trescientos se organizaron gracias slo a las soldadas. Dos factores propiciaran esta
consolidacin del servicio estipendiado en estas expediciones. Por un lado el alejamiento y dispersin de los frentes militares y la propia naturaleza de las operaciones, ms complejas y costosas. Por otro lado el aumento de la capacidad financiera del rey para pagar acorriments, sous y el resto del dispendio blico (flete de
naves, compra de vituallas, etc.) ya que fue la continua sucesin de empresas militares fuera de sus reinos la que provocara la mutacin en las estructuras fiscales
y el nacimiento de la fiscalidad pblica, primero la municipal y ms adelante, en
los aos 50-60, la fiscalidad estatal centralizada.
De esta forma, cuando se lleg a la guerra con Castilla, el rey de Aragn comprob que ya no poda contar con el servicio feudatario ni en contextos defensivos, y a veces ni siquiera para la convocatoria local nobiliaria, como constataron
Pedro IV y sus oficiales en los reinos de Aragn y Valencia. As, por ejemplo, en
1356 al inicio del conflicto, los nobles y caballeros feudatarios valencianos recha-
19. M. SNCHEZ, Defensar lo principal de Catalunya en la segunda mitad del siglo XIV: de la
prestacin militar al impuesto, en Id., Pagar al rey en la Corona de Aragn, cit, pp. 170-211.
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24. Como, por ejemplo, constan para la expedicin sarda de Pedro IV en 1354-55 en las capitales
de sus reinos peninsulares (Barcelona, Valencia, Zaragoza), encargados de organizar la armada (reclutamiento, avituallamiento, preparacin de la flota y administracin financiera); vase: A. BEAUCHAMP, Que ivarosament nos trametats la hajuda que demanada us havien. Lorganisation du
soutien militaire au roi Pierre IV dAragon durant la campaigne de Sardaigne (1354-1355), XVIII
Congrs dHistria de la Corona dArag, cit, vol. I, pp. 435-449.
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taules dacordament. En ellas reciban su sou o retribucin por las tropas que ofrecan aportar mediante pagos fraccionados segn las disponibilidades de liquidez
de la tesorera regia o las cajas financieras creadas al efecto para el gasto militar.
En general, en los memorials o capitols para el reclutamiento generados por la
cancillera real, se diferencia un pago inicial, denominado acorriment, equivalente al monto de 1-2 meses de soldada (500 sueldos por cavall armat, 250 sueldos
por cavall alforrat), destinado a preparar sus comitivas (reponer equipamiento
caballos, arneses, etc. subcontrata de combatientes, etc.); y el resto de su soldada, librado tambin de manera anticipada siempre que se disponga de recursos
suficientes, por el tiempo comprometido a servir: entre los aos 20 y 80 no supera los 3-4 meses, aumentando su duracin cuando la disponibilidad financiera es
mayor por la contribucin de las asambleas representativas de cada reino (como,
por ejemplo, en la guerra con Castilla cuando se llega a servicios retribuidos continuos, de 9 meses o ms). Aunque las soldadas quedaban tasadas por da (6-8
sueldos por cavall armat y 4-6 sueldos por alforrat) y los pagos estuviera previstos realizarlos anticipadamente, la retribucin efectiva quedaba en funcin de la
propia liquidez de las arcas reales o de las instituciones estamentales encargadas
del pago, lo que poda obligar a diferentes operaciones crediticias e incluso pagos
en especie (en trigo).
Finalmente, llegamos al tercer paso, el ejercicio del servicio armado de los
contratados, que comenzaba el da previsto de concentracin de efectivos del
ejrcito o armada real cuando el escriv de raci de la Casa Real y su equipo de
oficiales y escribanos apoyado por caballeros cortesanos (alguzirs), verificaban
la cuanta y equipamiento de los contratados (nmero de combatientes, caballos,
armamento), a fin de evitar los frecuentes fraudes a la administracin real. Estos
controles conocidos como mostres o revistas de tropas generalmente se realizaban al comienzo del servicio, al recibir el primer pago y tambin de forma
peridica, segn la disponibilidad de los oficiales reales. El objetivo era registrar de forma exhaustiva tanto los pagos de soldada (generando llibres dacorriments de sou) como la identidad y calidad de los combatientes, sus monturas
y quienes los aportaban (creando llibres de mostres, llibres de estimes de los
caballos). Un procedimiento semejante exiga un elevado control burocrtico
que no siempre cubra los objetivos deseados y generaba numerosos fraudes:
entre ellos los ms frecuentes eran la percepcin de soldada por mayor nmero
de combatientes comprometidos o inspeccionados y el cambio de combatientes
y de monturas. Las continuas movilizaciones y contrataciones de tropas del reinado de Pedro IV, especialmente en sus conflictos terrestres defensivos entre
1356-1386 guerra con Castilla, invasin del infante de Mallorca en 1374-75,
rebelin del conde de Ampurias e invasin de compaas mercenarias en 1384-
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25. El evolucionado sistema de reclutamiento asoldado de los ejrcitos del Magnnimo y su similitud con los ejemplos europeos puede seguirse en: J. SIZ, Caballeros del rey, cit, pp. 61-76.
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ta, la Casa Real. Hay que dirigir nuestra mirada hacia la misma para documentar
una administracin militar propiamente dicha en los mbitos logsticos de organizacin de ejrcitos y armadas. En la Casa Real encontraremos los encargados
de convocar, contratar, avituallar, armar y ejercer parcelas de mando y disciplina, contando para esas funciones con la directa colaboracin de las administraciones territoriales del rey en cada uno de sus reinos. Al igual que otras administraciones estatales centrales (financiera, judicial, gubernativa), la
administracin militar central emana de la Casa Real. Pero a diferencia de esos
mbitos la funcin militar no ha generado un completo proceso de especializacin extra-curial, creando oficios especficos y burocracias, algo ms tardo en
el marco de la organizacin estatal tardofeudal o de Antiguo Rgimen. Por tanto, en la administracin militar del rey en la Corona de Aragn, siempre encontraremos un doble nivel, el administrativo formal operando al lado del patrimonial o clientelar. Tenemos constancia del funcionamiento y caractersticas de esta
administracin militar dual para el reinado de Pedro IV a partir de sus ordinacions militares y de registros de la Cancillera, y podemos constatar sus similitudes y operatividad en el reinado de Alfonso V.26 Por una parte vemos un nivel
burocrtico, unas pequeas oficinas en la tresoreria y la escrivania de raci del
rey, compuestas generalmente por personal procedente de clases medias urbanas
(ciudadanos, juristas, notarios, etc.), que gestionaban el pago y control de las soldadas (pago de acorriments, pase de revistas mostres) y otros servicios (avituallamiento, armamento, etc.); se trata de oficiales con competencias parejas a
las de los collateralli y proveditori de las administraciones militares de los principados y ciudades-estado italianos. Por otra parte vemos un nivel patrimonial
encarnado en la clientela nobiliaria del rey: se trata de nobles y caballeros con
oficios cortesanos en la Casa Real (copers, cambrers, camarlencs, etc.), disponibles para cualquier dbito poltico o militar que el rey les ordenase, estando entre
stos funciones de administracin militar especficas como las movilizaciones y
convocatorias (oficios cortesanos menores como uixers darmes, alguzirs, cambrers, etc.) y la jurisdiccin y mando de cuerpos de tropas (altos cargos cortesanos como camarlencs, majordoms, copers, etc.) Esas tareas no demandan oficios
especficos al ejercerse en forma de comisiones o encargos temporales: no generan, por tanto, desarrollo burocrtico alguno al permanecer a cargo de servidores
patrimoniales del monarca, una clientela feudal renovada y centralizada en la
Casa Real. Y ello es as al ser la va clientelar una de las primeras vas de desarrollo de estructuras militares permanentes.
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27. Un repaso al contexto europeo al respecto en: J. SIZ, Formacin de un ejrcito permanente, cit. El peso de la Casa Real en la formacin de cuerpos de ejrcito permanentes ya fue sealado por Contamine: Ph. CONTAMINE, La guerra, cit, pp. 206-215; otras sntesis en: F. GARCA
FITZ Ejrcitos y actividades guerreras, pp. 34-36 e Id., La composicin de los ejrcitos medievales, cit, pp. 90-96; M. A. LADERO QUESADA, Guerra y paz, cit, pp. 38-39.
28. El ejemplo de fuerzas permanentes del rey de Aragn desde la Casa Real puede seguirse en:
J. SIZ, Guerra y nobleza, cit, pp. 138-143 y 434-489; Id. La organizacin militar, cit, pp. 746749; e Id. Caballeros del rey, pp 99-138.
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bons cavalls e de bons csers per sser aparellats a defendre llurs regnes e terres.29
Una obligacin que tambin era extensiva a los oficiales de las diferentes administraciones territoriales de la monarqua, quienes deban disponer de caballos de guerra y mantener contingentes de caballera. Los registros financieros del reinado de
Pedro IV que he comenzado a analizar en expediciones a Cerdea y en la guerra
con Castilla, confirman la participacin regular de nobles y caballeros cortesanos
con tropas de caballera. Con todo, parece ser que el sistema estaba normalizndose y no fue todo lo eficaz que la monarqua pretendi como se desprende de las
sucesivas ordinacions de Pedro IV entre los aos 60-80.
De hecho, es en el reinado de Juan I cuando puede documentarse la operatividad de esta clientela militar para todo tipo de expediciones. As he comenzado a
constatarlo en la estructura de ejrcitos articulados en dos campaas prximas
cronolgicamente pero de naturaleza diferente, tanto defensiva y como ofensiva.
En primer lugar, las fuerzas movilizadas en 1389-90 para la defensa de la frontera catalana frente a una invasin de compaas mercenarias (gascones e ingleses
al mando del conde de Armagnac). En segundo lugar las tropas participantes en la
expedicin a Sicilia del infante Martn en 1392.30 En ambos casos, donde los efectivos reunidos quedaron bajo el mando del hermano del rey, el infante Martn,
documento entre quienes aportan comitivas de caballera (lanzas, pillards) una
destacada participacin de nobles y caballeros vinculados tanto a la corte real
(como miembros de la familia del senyor rey) como tambin, y sobre todo, a la
casa del infante Martn, duque de Montblanc, sea en calidad de cortesanos
(camarlencs, copers, etc.) o como integrantes de la familia del senyor Duch.31
Merece la pena destacar cmo para una operacin defensiva en 1389 y tres aos
despus, en 1392, para una expedicin exterior, se moviliza a integrantes de una
misma clientela militar que acta como la reserva ms prxima de nobles profesionalizados en la guerra: su presencia cabe entenderla al mismo nivel que la de
los capitanes mercenarios (gascones, bretones) que fueron contratados para ambas
operaciones (en la defensa de Catalua y en la armada a Sicilia).
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32. Algunos de los capitanes nobles que lideran las compaas ms importantes de ese contingente
permanente (como el camarlenc y marescal Ramon Bages o el conseller Bernat de Cabrera), as como
otros caballeros al frente de comitivas ms reducidas, ya estuvieron presentes en las operaciones antes
citadas, de 1389 y 1392: por tanto la formacin de fuerzas permanentes emanaba de la propia evolucin del sistema clientelar gracias a la estabilizacin del servicio de una nobleza cortesana profesionalizada en la guerra y que participa regularmente en campaas. He destacado la relevancia de este
ejemplo siciliano de fuerzas permanentes en: J. SIZ, Guerra y nobleza, cit, pp. 429-430; Id. Caballeros del rey, pp. 99-100; sobre el ejrcito real siciliano, su estabilidad y el peso militar de los cortesanos tambin remito a: H. BRESC, Un monde mditerranen. Economie et societ en Sicile, 13001450, vol. II, Roma-Palermo, 1986, pp. 837 y 840; P. CORRAO, Governare un regno. Potere, societ
e istituzioni in Sicilia fra Trecento e Quatrocento, Npoles, 1991, pp. 87, 224-225, 312-314; E. I. MINNEO, Note su guerra e aristocracia in Sicilia tra il primo e il terzo decenio del Quatrocento, Cheiron, 23, 1995, pp. 49-65, sobre todo, pp. 34, 61-62 (nota 11), 63-64 (nota 23); F. STORTI, Note critiche. Istituzione militari in Italia tra Medioevo ed et Moderna, Studi Storici, 38, 1997, pp. 257-271,
sobre todo, pp. 264-265 (nota 23).
33. Sobre el ejrcito permanente del Magnnimo: J. SIZ, Caballeros del rey, pp 102-138; Id.,
Formacin de un ejrcito permanente, cit; Id. La poltica militar de Alfonso el Magnnimo, cit.
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alternativos. En los aos 20, en sus conflictos con Castilla (1425, 1429-30) Alfonso V dispone de un crculo de nobles cortesanos y pensionados en su corte (cerca
de 70 individuos) que junto a miembros de sus linajes aporta unos 1.000 caballos,
contingente que el monarca poda equipar parcialmente, en reposicin de monturas y armaduras e incluso, como en 1429, en uniformes con la insignia caballeresca favorita del rey (el smbolo del ciclo artrico del Siti Perills). Ahora bien,
a partir de la continuidad de campaas en la pennsula italiana, antes y despus de
la conquista de Npoles (especialmente entre 1441-1442 y 1446-1448) asistiremos a una reorganizacin de esta clientela militar, con la participacin ms selectiva y profesional de cortesanos y la aparicin de un colectivo de hmens darmes
de casa del senyor rey. Paralelamente la Tesorera regia selecciona y regulariza la
gente de armas contratada como muestra de una clara poltica militar del monarca. Por una parte se prioriza la participacin de reducidas comitivas (de 3-6 lanzas y con una media descendente) a cargo de una baja nobleza ibrica o, sobre
todo y mayoritariamente, a cargo de combatientes y hombres de armas locales al
margen de grandes compaas de condottieri (denominados en territorio italiano
como lanze spezzate), muchos de ellos contratados en las ciudades y reas napolitanas de dominio real (y que aparecern en los registros financieros desde 1443
como hmens darmes del domani del senyor rey). Por otra parte, se fomenta la
contratacin de comitivas mayores procurando recurrir a unos mismos capitanes
locales, que pasan de ser eventuales conducters de gent darmes a conducters del
senyor rey. El resultado es una articulacin de fuerzas permanentes que se ve
favorecida a partir de la victoria en Npoles, en 1442-1443, por la mayor disponibilidad financiera del rey: a los recursos que ya maneja (crdito pblico, redes de
mercaderes-banqueros, participacin en subsidios clericales, etc.) se une la fiscalidad permanente napolitana (sobre todo un impuesto directo o fogaje arrancado
al Parlamento del reino en 1443), parte de ella destinada a mantener un contingente de caballera proveniente de las ciudades del dominio real o sostenido a cargo de stas, los denominados hmens darmes del domani del senyor rey. Pero
tambin desde 1443 otros factores refuerzan el potencial permanente fruto de la
poltica militar del monarca: se trata de la estabilizacin de contratos militares o
condotte para capitanes y hombres de armas del ejrcito, en su mayora originarios de la nobleza local, en cierta forma como compensacin a la prohibicin de
reunir compaas y tropas privadas, que no fueran para servir al rey; pero tambin
vemos una poltica regia encaminada a pensionar a capitanes profesionales locales (condottieri) insertndolos en su clientela militar como conducters de casa del
senyor rey; y, finalmente, se asiste a la progresiva fijacin de estructuras de mando y encuadramiento cada vez ms estables para el conjunto del ejrcito, a partir
de esquadres dirigidas por capitanes nombrados por el rey entre sus cortesanos y
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capitanes veteranos.34 Fruto de todo ello emerge al servicio de Alfonso V en Npoles una de las primeras experiencias europeas de ejrcito permanente. Un ejrcito
de naturaleza permanente por su base profesional, su servicio contratado y dependiente del Estado, del rey, y por sus marcos de encuadramiento relativamente uniformes, al que ya aludimos al inicio de esta ponencia: unos 3.000/4.000 hombres,
cerca de la mitad de las fuerzas que poda contratar el Magnnimo, el grueso de
ellos de caballera (de 600 a 1.000 lanzas) pero tambin de infantera y tiradores
(unos 1.250 hombres, entre infantes, ballesteros 200 y espingarderos 30).
Merece la pena resear que este ejrcito permanente de Alfonso el Magnnimo
vigente entre los aos 40 y 50 del XV sera coetneo, aunque menor en efectivos,
a otras experiencias europeas, como las del rey de Francia (compagines dordonance), Venecia (condottieri pensionados y lanze spezzate) y del duque de Miln
(famigli darmi casa ducal y lanze spezzate).
La efectividad del ejrcito permanente del rey de Aragn y de Npoles sera
puesta a prueba tanto en frentes interiores, para sofocar rebeliones en territorios
de la Corona, como la revolta dels forans en Mallorca de 1450-51, donde se envi
una seccin del mismo (400 lanzas y 1.000 infantes), como exteriores, en el escenario italiano, en 1452 en la guerra con Florencia, con el despliegue de fuerzas
reales (alrededor de 6.000 caballos y 2.000 infantes) al mando de su hijo Ferrante, duque de Calabria. No obstante, a la muerte del Magnnimo, Ferrante I heredaba un reino separado del resto de la Corona de Aragn, en manos de Juan II,
perdiendo recursos financieros y padeciendo otro largo conflicto (1458-1465)
para reafirmar su poder frente a una generalizada rebelin nobiliaria y una nueva
intervencin angevina. Habra que esperar al final del conflicto y su victoria en
Npoles, en 1464-1465, para que Ferrante I pudiera profundizar la poltica militar
iniciada por su padre reorganizando fuerzas permanentes: en su reforma militar de
1464 prohiba reclutamientos privados que no fueran para el servicio al rey y reorganizaba las tropas que le haban servido, licenciando efectivos y reuniendo otros
en escuadras uniformes al mando de capitanes veteranos, entre oficiales, cortesanos y condottieri del rey.35 En esos mismos aos Juan II de Aragn acababa de ini-
34. En 1446-47 constan ocho esquadres a cargo de nobles cortesanos (seis de ellas numricamente
prximas) y una dirigida en persona por el rey, denominada esquadra de les banderes del senyor rey
donde concurre el grueso de hombres de armas de la Casa Real y gran parte de los caballeros de origen ibrico.
35. Con el tiempo, entre 1467-1482, lograra consolidar una fuerza permanente de unos 5.000
caballos organizada en escuadras homogneas de 20/25 lanzas. Sobre el ejrcito de Ferrante I y su
reforma militar vase los interesantes estudios de: F. STORTI, Il principe condottiero. Le campagne
militari di Alfonso duca di Calabria, Condottieri e uomini darme, cit, pp, 327-345, sobre todo, pp.
329-333; Id., Lesercito napoletano nella seconda met del Quattrocento, Salerno, 2007, pp. 63-177.
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ciar otra larga contienda (guerra civil catalana de 1462-1472) y aunque no documentamos una poltica militar semejante seguimos constatando el recurso a fuerzas permanentes asociadas a la Casa Real durante el conflicto,36 una tradicin tardofeudal que pudo reforzarse por influencia castellana con la dinasta Trastmara
de reyes de Aragn: de hecho, con Fernando I a inicios de su reinado (1413-1414)
ya servan vinculadas a su corte 256 lanzas (algo ms de 500 caballos) a modo de
guardia regia.37
En definitiva, los primeros ejrcitos permanentes, en el siglo XV, como ocurrira tambin en el siglo XVI, emergieron y se organizaron en los territorios donde la continuidad de la guerra dirigida en exclusiva por el Estado exigi mayores
transformaciones. En este sentido el paralelismo entre el contexto militar de la
Corona de Aragn de los aos 40-60 del Cuatrocientos y el de la monarqua hispnica del Quinientos es evidente, salvando obviamente las significativas diferencias formales y cuantitativas. En uno y otro caso veremos ejrcitos permanentes
vinculados a guerras exteriores del rey y milicias y estructuras menos estables en
los reinos peninsulares, como tambin veremos que los cambios ms dinmicos
en las estructuras militares (continuidad y disponibilidad de servicio de las tropas,
grado de cohesin y estructuras de mando) afectan ms a los ejrcitos del rey que
a las milicias o ejrcitos de los reinos. Sin duda las tendencias y transformaciones
que acontecen en los ejrcitos del rey de Aragn entre finales del XIV y el XV
anticipan, en buena medida, el contexto militar de la monarqua hispnica. Puede
que, como se ha apuntado entre la historiografa anglosajona, haya que ampliar el
alcance temporal de la Revolucin Militar ms all de la edad moderna, buscando las races de las estructuras militares del estado moderno o de antiguo rgimen
en los siglos XIV-XV.
En esta ltima obra su autor defiende la continuidad de la poltica militar de Ferrante I con la de su
padre el Magnnimo: a partir del anlisis de las escasas fuentes conservadas de los aos 50 (copias del
XVIII de registros y cdulas de la tesorera general y listados de gente de armas en correspondencia
diplomtica), llega a conclusiones complementarias a nuestros trabajos basados en fondos de la cancillera real y de la tesorera general entre 1424-1432 y 1441-1447.
36. As lo muestran los registros de la tesorera general de 1465-66, donde los contingentes permanentes reciben diversa denominacin, quiz como convergencia de las tradiciones castellana y aragonesa de tropas asociadas a la Casa Real: constan capitans, hmens darmes e ginetaris familiars de
casa del senyor rey y oficials continuos capitans genetaris familiars de casa del senyor rey: J. SIZ,
Formacin de un ejrcito permanente, cit
37. A cargo de 130 caballeros y hombres de armas castellanos con comitivas de 2-3 lanzas: Id.
Caballeros del rey, cit, p. 101.
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* El presente estudio se integra en el programa de actividades del Grupo de Investigacin de Excelencia C.E.M.A. (Centro de Estudios Medievales de Aragn) de la Universidad de Zaragoza, financiado por el Gobierno de Aragn. Asimismo, es un resultado directo del proyecto interuniversitario Elites sociales y estructuras econmicas comparadas en el Mediterrneo occidental (Corona de Aragn,
Francia e Italia) en la Baja Edad Media, subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovacin
durante 2009-2011 (Ref. HAR2008-06039).
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palacio, las actas de cortes, o la historia particular de algunas familias de la nobleza que vieron recompensada su fidelidad generacin tras generacin?
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llero muy anciano, el ms sabio y el de mayor consejo que tuvo entonces: E don
Eixemn Cornell era ja de dies, e pesava-li aquells mals que vea en Arag tan
grans; car ell era lo pus savi hom que en aquell temps fos en Arag, e el pus aconsellat.4 Cuando en 1221 el rey contrajo matrimonio con la infanta Leonor de Castilla hija de Alfonso VIII, de la que se separara en 1228 fue por consejo de Cornel y de algn otro personaje influyente en su vida: E ns haguem per muller la
reina dona Lionor per consell de nostres hmens E a consell NEixemn
Cornell e En Guillem de Cervera, qui eren majors consellers nostres, e En Guillem de Montcada qui mor a Mallorques, e daltres qui a ns no membren.5 Al
respecto, Guilln de Cervera, seor de Juneda y monje de Poblet, tambin es
recordado junto al arzobispo de Tarragona aconsejando al rey que no se aventurase a volver a Mallorca a pesar de las noticias que aludan a la llegada de naves del
rey de Tnez para reconquistar aquel reino: e pregaren-nos per Du, e per la fe
que ells nos havien, e per bon consell que ells nos daven, que nostra persona no
laventurssem E punyaren molt en abraar-nos per ra de retenir a ns, e ns
esquivam-nos dells, e partim-nos-en e anam a Salou.6
El oficio de mayordomo en Aragn y su equivalente de senescal o dapifer en
Catalua representaba desde el siglo XII el cargo domstico y poltico ms importante de aquellos tiempos hasta que hizo su aparicin el oficio de canciller con Jaime I.7 Los mayordomos de la primera parte del reinado del Conquistador fueron
Pelegrn de Ahones (1217); Pedro Fernndez de Azagra (1217-1221); Blasco de
Alagn, Artal de Luna y Ato de Foces alternativamente (1221-1233); y, por ltimo, Pedro Cornel (1234-1255), sobrino de Jimeno Cornel.8 Al principio, el cronista Zurita cuenta que como el rey era tan mozo que no tena sino once aos y
era gobernado por tantos, don Pedro Fernndez tena aviso de lo que se trataba
por medio de sus parientes y amigos que eran del consejo del rey.9 El propio
4. JAUME I, Crnica o Llibre dels Feits, edicin de F. Soldevila, Barcelona, Edicions 62, 1982,
cap. 12.
5. Ibdem, cap. 18.
6. Ibdem, cap. 109.
7. J. CARUANA, Los mayordomos mayores de Aragn en los siglos XII y XIII en Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos, 62 (1956), pp. 349-377; A. I. SNCHEZ CASABN, Los cargos de
mayordomo, senescal y dapifer en el reinado de Alfonso II de Aragn en Aragn en la Edad Media,
8 (1995), pp. 599-610.
8. M. D. PREZ BOLD, Los mayordomos de Aragn bajo el reinado de Jaime I en Ligarzas,
2 (1970), pp. 57-76.
9. J. ZURITA, Anales de la Corona de Aragn (segunda edicin de 1585 del primer texto original
de 1562), edicin a cargo de . Canellas, 8 vols., Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 19671977, Libro II, caps. 68, 69 y 74.
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monarca explica que en 1223 fue secuestrado por sus enemigos en el palacio de
la Zuda de Zaragoza y estuvo vigilado en su cmara hasta tres semanas por dos
capitanes que dorman junto a su lecho para impedir que Ato de Foces, muy favorecido y privado del rey, hablase con l y le aconsejara en aquel hecho: E don Ato
de Foces, que era entrat en la vila, no el lleixaven entrar denant ns per consellar-nos ne sser en nostra privadana ni poc ni molt.10
Los mayordomos Blasco de Alagn, Artal de Luna y Ato de Foces formaron
posiblemente el grupo de nobles aragoneses ms fiel al monarca. Eran vasallos
que le estaban obligados y deban seguirle para cumplir el servicio feudal. Estuvieron a su lado en la revuelta nobiliar provocada por la muerte de Pedro Ahones
en 1226 a manos del rey. Quien se encarg entonces de negociar la paz con los
rebeldes fue nuevamente la figura emblemtica de Aspargo de la Barca, arzobispo de Tarragona. La documentacin tambin informa sobre cmo Jaime I entreg
distintas villas, lugares, aldeas o castillos a los nobles aragoneses que colaboraron
con l en la conquista y repoblacin de Valencia. Blasco de Alagn mantuvo
Morella y los castillos y villas de Culla y Les Coves de Vinrom. Artal de Luna
se convirti en seor de Manises y Paterna.11
En esas mismas circunstancias tiene origen uno de los linajes ms enriquecidos y ennoblecidos por los monarcas aragoneses en toda su historia, el de los
Urrea, futuros condes de Aranda.12 El 24 de julio de 1233 Jaime I hizo donacin
del castillo y lugar de Alcalatn a favor del noble Jimeno de Urrea como agradecimiento por los muchos servicios prestados en la toma de Burriana.13 Aos despus, en 1269 el rey reconoca una deuda de 500 maraveds de oro a favor del
mismo Jimeno de Urrea por la dote de la hija de ste que contrajo matrimonio
con Fernando Snchez, hijo natural del monarca. Vasallo y consuegro del rey,
Jimeno estuvo presente en varios episodios de la crnica de Jaime I que lo con-
10. Llibre dels Feits, cap. 22; ZURITA, Anales, Libro II, caps. 78 y 79.
11. J. F. UTRILLA UTRILLA, Jaime I (1213-1276) y Aragn: Aspectos ms sobresalientes de
un reinado en G. Coln y T. Martnez (eds.), El rei Jaume I. Fets, actes i paraules, Castell-Barcelona, Publicacions de lAbadia de Montserrat, 2008, pp. 53-73. Vase especialmente la documentacin
citada en las pp. 66-67.
12. G. NAVARRO ESPINACH, La formacin de los seoros del condado de Aranda en El condado de Aranda y la nobleza espaola del Antiguo Rgimen, Actas de las Segundas Jornadas celebradas en pila, 6-8 de noviembre de 2008, en prensa.
13. A. HUICI MIRANDA y M. D. CABANES PECOURT, Documentos de Jaime I de Aragn, vol.
I (1216-1236), Zaragoza, Anubar, 1976, doc. 184. Hay diversos traslados en papel y traducciones de
poca moderna en las signaturas IV-137 y I-301-1 del Fondo Hjar del Archivo Histrico Provincial de
Zaragoza. La copia ms antigua est fechada en 1599 y la llev a cabo la corte antigua del Justicia de
Aragn a partir del pergamino original depositado en el archivo del palacio del Real de Valencia.
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firman sin duda como un protagonista importante del entorno real. Desde principios del siglo XII, los Urrea haban intervenido en la conquista de la taifa
musulmana de Zaragoza y fueron dotados por la monarqua con algunas de las
tenencias ms importantes del reino como Calatayud, Daroca, Borja, pila o la
misma poblacin que les da apellido, Urrea de Jaln, el solar originario de esta
familia. El topnimo convertido en apellido serva para identificar a linajes estables de nobles que, a pesar de tener dispersas sus posesiones por varias zonas,
reafirmaban de esa manera su condicin aristocrtica inseparable desde el principio de la geografa aragonesa, el reino del que procedan, uno de los smbolos
ms importantes para su identidad social, mxime cuando dichas posesiones se
extendan allende de las fronteras.14
El premio a la fidelidad es una cuestin que no debe perderse de vista tal y
como recuerda el propio Zurita al citar el caso de otro noble, Jimeno Prez de
Tarazona, lugarteniente general del rey. El cronista aragons explica muy bien el
porqu determinados personajes como ste eran promovidos a la riqueza por parte de los monarcas: hzole rico hombre, como se poda hacer y era costumbre en
los tiempos antiguos sublimar en aquel estado a los que eran caballeros que llamaban mesnaderos, que de tal manera eran vasallos y de la casa del rey ellos y
sus padres y agelos naturales de Aragn, que no hubiese memoria que haban
sido vasallos sino del rey o de hijo de rey o de conde que suceda de linaje de
reyes o de prelado de la iglesia. Por ese motivo el rey le entreg la barona de Arens y el personaje en cuestin cambi su apellido para llamarse desde entonces
Jimeno Prez de Arens, como hicieron sus descendientes.15
En la segunda parte del reinado de Jaime I hay otro hecho importante. La funcin de los mayordomos en la escena domstica y poltica se concentr ms en el
mbito domstico para ceder el protagonismo poltico a la figura del canciller, el
jefe del consejo real. La primera persona que ocup este cargo fue Sancho de Ahones, obispo de Zaragoza, hermano del mayordomo Pelegrn de Ahones. Otros
hombres que han sido identificados en el desempeo del mismo son Berenguer de
Palol o Palou (1218-1241), obispo de Barcelona; Andreu de Albalat, obispo de
Valencia y hermano de un arzobispo de Tarragona (1248-1279); y Guilln de
Montcada, obispo de Lrida y hermano del senescal de Catalua (1259-1261).16
14. J. F. UTRILLA UTRILLA, De la aristocracia a la nobleza: hacia la formacin de los linajes
nobiliarios aragoneses (1076-1276) en La nobleza peninsular en la Edad Media, VI Congreso de Estudios Medievales, Len, Fundacin Snchez Albornoz, 1999, pp. 431-477; en concreto pp. 464-466.
15. ZURITA, Anales, Libro III, cap. 39.
16. J. TRENCHS y A. M. ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn y Mallorca desde
Jaime I a la muerte de Juan II, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 1983, pp. 18-19.
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Sin embargo, en la visin retrospectiva que Jaime I hace en su crnica slo dedica atencin especial a su ltimo canciller, Jaime Sarroca, sacristn de Lrida, consagrado como obispo de Huesca en 1272. Otro gran privado del rey de quien se
dice que pudo redactar los ltimos captulos de la citada crnica autobiogrfica.17
El rey cuenta cmo recomend al infante Pedro, su hijo y sucesor, que mantuviese a su lado a los hombres ms queridos por l al final de su reinado: E encara, tot a dit en presncia de tot lo consell, comanam a ell lo bisbe dOsca, lo
qual ns avem nodrit e feit nodrir dinfantea a en, el qual per ns era pujat a
lhonra e benefici de bisbalia, e era estat canceller de nostra cort entr al dia
dui, el qual degus amar e honrar per honrament e per esguardament de ns. E
aprs comanam-li lo sagrist de Lleida, frare del dit bisbe dOsca; e lartiaca
dUrgell e tots los altres savis de nostra cort e generalment tota nostra companya, ab los quals tots fos en deute al qual nos rem en aquest present dia, e ells ab
ell en aquell en qu ab ns eren.18 En contraste, Zurita reproduce esa noticia pero
sin mencionar la responsabilidad que el monarca confes haber tenido en la promocin de Sarroca al episcopado: Y encomendole que favoreciese a don Jaime
Roca, obispo de Huesca, su canciller, a quien l haba criado desde su niez, y al
sacristn de Lrida, su hermano, y a Hugo de Mataplana, arcediano de Urgel, y
a todos los de su casa y consejo; y que los tuviese cabo su persona y se rigiese y
gobernase mediante su parecer.19
La escalada en la carrera eclesistica de algunos domsticos del rey constitua,
pues, otra variante ms, al fin y al cabo, del negocio del poder. Viene a colacin
en ese sentido otra figura emblemtica de este reinado como es la de Vidal de
Canellas, obispo de Huesca, a quien Jaime I encomend la compilacin de los fueros de Aragn assi como savio omne.20 El 10 de junio de 1238 el rey le concedi
a este obispo, al que calificaba de venerable y amado consanguneo, la alquera de
Almssera y otras propiedades dentro de la ciudad de Valencia, junto a la mezquita mayor, en recompensa por los servicios prestados en la conquista porque era
razonable, segn se dice en el texto de la donacin, honrar con beneficios a aquellos que haban soportado o se proponan soportar das trabajosos y noches insom-
17. R. DEL ARCO Y GARAY, El obispo don Jaime Sarroca, consejero y gran privado del rey
don Jaime el Conquistador en Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 1917, pp.
65-91 y 140-167.
18. Llibre dels Feits, cap. 563.
19. ZURITA, Anales, Libro III, cap. 101.
20. Vidal Mayor, edicin, introduccin y notas al manuscrito a cargo de M. D. Cabanes Pecourt,
A. Blasco Martnez y P. Pueyo Colomina, Zaragoza, Libros Certeza, 1996. En el prlogo del manuscrito (p. 18) es donde se califica al obispo de hombre sabio.
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nes por honor y utilidad del rey y de su reino. Aos despus, Jaime I insista en
los muchos, gratos, satisfactorios y tiles servicios prestados multipliciter por el
obispo Vidal de Canellas, fallecido en 1252, el cual estudi derecho en Bolonia y
fue cannigo de Barcelona.21
Escriba Ramn Llull, paje de Jaime I y preceptor de su hijo el infante Jaime,
futuro rey de Mallorca, que un prncipe deu tenir ordonat son regne ab hmens
bons qui li ajuden a rger son alberch e son regne. Malvats membres son destrucci del cors, e malvatz officials e consellers son destrucci de la senyoria e
de la honor del prncep, e destrucci de senyoria e de honrament de prncep s
destrucci de prncep, s destrucci de terra e de poble.22 Con ese mismo parecer,
Jaime I recomendaba a su yerno Alfonso X el Sabio cmo deba organizarse una
buena ciudad despus de ser conquistada mediante el nombramiento de hombres
valiosos y bien remunerados en el gobierno.23
Con todo, al margen de los hombres buenos que deban rodear al rey no debe
olvidarse el entorno femenino. Violante de Hungra, su segunda esposa desde
1235, aconsejaba habitualmente a su marido a la hora de tomar decisiones. Por
ejemplo, cuando llevaba a cabo la conquista de la mismsima ciudad de Valencia:
E ns entenem que ella nos consellava b, e dixem-li que li atorgvem lo consell
que ella ens donava, mas aitant hi volem ns anadir, e que sobre a tenem per
bo lo consell. Influencia femenina que Zurita tambin atribuye a la tercera esposa, Teresa Gil de Vidaurre (repudiada en 1265), con cuyo consejo gobernaba el rey
gran parte de sus negocios.24
21. Vase A. DURN GUDIOL, Vidal de Canellas, obispo de Huesca en Estudios de Edad
Media de la Corona de Aragn, IX (1973), pp. 267-369, especialmente pp. 268, 274, 275, 285 y 293.
22. R. LLULL, Doctrina Pueril, edicin a cargo de G. Schib, Barcelona, Editorial Barcino, 1972,
cap. LXXX, p. 189.
23. Llibre dels Feits, cap. 498.
24. Ibdem, cap. 278; ZURITA, Anales, Libro III, caps. 23 y 51.
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tanza Staufen, una nia de apenas doce aos que era hija del rey Manfredo y nieta del emperador alemn Federico II. Por aquel entonces dispona ya de una
modesta casa y corte propia en Barcelona con medio centenar de servidores, de
cuyos gastos se ha conservado alguna documentacin. Despus de la ocupacin
de Sicilia por las tropas de Carlos de Anjou en 1272-1274, el infante Pedro acogi en su casa a varios exiliados de aquel reino como Roger de Lauria, Conrado
Lanza o Juan de Prcida.25 Segn cuenta Ramn Muntaner en su crnica, el infante mantuvo a dos hijos de caballeros que procedan del entorno de su esposa la reina Constanza de Sicilia, stos eran los citados Roger de Lauria y Conrado Lanza.
La madre de Lauria, llamada Bella, era dama de compaa de la reina y, de hecho,
su hijo Roger se cri en la corte de los infantes e faas molt amar al senyor infant
e a madona la reina e a tots. De forma parecida, Lanza era altre honrat fadr criado junto a Constanza como pariente suyo, teniendo fama de ser el pus bell catalanesc de aquellos tiempos.26
Muntaner narra tambin la escena en que el rey Pedro III nombr almirante a
Roger de Lauria aos despus, el 20 de marzo de 1283, rememorando los buenos
servicios prestados por su madre: E llavors lo senyor rei apell lo noble En Roger
de Lria, que ell havia nodrit, e fu-lo sagenollar davant, e dix-li: En Roger:
dona Bella, vostra mare, ha ben servida la reina muller nostra, e vs havets nodrit
ab ns, e entr ac nos havets ben servit; e aix donam-vos, ab la grcia de Du,
la verga de lalmirallat, ax que daqu avant siats almirall nostre, e de Catalunya, e del regne de Valncia, e de Siclia, e de totes les terres que havem ne Du
nos dar a conquistar.27 El cargo de almirante o jefe de la escuadra naval tuvo
durante este reinado un papel muy relevante por los continuos enfrentamientos
con la flota francesa, de manera que los hechos de mar sirvieron para engrandecer el prestigio de algunos cortesanos como Roger de Lauria.
Cuando Pedro III parti de Sicilia tras reconquistarla a los franceses en 1283
dej al mando de aquella tierra a su propia esposa la reina Constanza y al infante
Jaime, su hijo segundo y sucesor, nombrando como hombres principales de su
consejo a Guilln Galcern, vicario del reino, Alaimo de Lentn, maestre justiciero, Juan de Prcida, canciller, y Roger de Lauria, su almirante y capitn general
de la armada. En especial, concedi varias villas y castillos a Alaimo de Lentn, a
25. L. GONZLEZ ANTN, Pedro III en Los reyes de Aragn, Zaragoza, Caja de Ahorros de
la Inmaculada, 1993, pp. 91-99.
26. R. MUNTANER, Crnica, edicin a cargo de M. Gust, Barcelona, Edicions 62 i la Caixa,
1994, cap. 18.
27. Ibdem, cap. 76.
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quien en seal del gran amor que el rey le tenia le dio el caballo de su persona,
su lanza y espada y una celada muy rica y su escudo; a cuyo consejo y gobierno
principalmente quedaba encomendada no slo la persona de la reina y de los
infantes, pero todo el estado del reino.28 Estas noticias dadas por Zurita proceden
del cronista Muntaner, el cual resalt tambin en su escrito la figura de Juan de
Prcida, qui era dels pus savis hmens del mn.29 Adems, la cancillera real de
Aragn tuvo que convivir con la de aquel reino. Como canciller de los territorios
peninsulares de la corona aragonesa actu Arnau de Satorra, mientras que en el
reino de Sicilia fue nombrado canciller vitalicio en 1284 el citado Juan de Prcida, el cual desempe dicho cargo durante todo el reinado siguiente.30
La figura del canciller desde Jaime I se haba convertido en el jefe nato del
consejo real, una de las instituciones ms importantes de la corte que discuta los
asuntos ms problemticos. As consta en las primeras ordenanzas de la casa real
aragonesa que se conocen y que corresponden precisamente a Pedro III, promulgadas en 1276, fijando por escrito una serie de prcticas y costumbres ya consolidadas en poca de su padre Jaime I.31 En ese sentido, puede afirmarse que el canciller Arnau de Satorra (1279-1283) fue la figura poltica central del reinado de
Pedro III. Era otro hombre que haba estado sirviendo al monarca antes de serlo,
cuando todava era infante. Se le designa en la documentacin real como profesor
de leyes y juez de la curia. En 1281 se le concedi como seoro el lugar de Juncosa en Lrida. Reciba un estipendio anual de 3.000 sueldos barceloneses adems
de otros 300 anuales para la provisin de su vestido. A finales del reinado, en
1283, se le identifica como cannigo de Barcelona y rector de Sant Boi del Llobregat.32 Al final del reinado, Pon de Vilar (1287-1291) sustituy en su puesto
al canciller Arnau de Satorra, mientras en Sicilia continu ejerciendo como canciller Juan de Prcida. Y durante las ausencias de Vilar actu a veces como canciller sustituto un sacristn de Vic.33
Segn Zurita, en vsperas de su muerte en 1285 y habiendo desaparecido ya
Satorra del entorno cortesano, el rey Pedro III hizo acudir junto a l a Jazberto,
obispo de Valencia, que era ahora su gran privado, a los abades de Poblet y San28. ZURITA, Anales, Libro IV, cap. 30.
29. MUNTANER, Crnica, cap. 99.
30. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, pp. 19 y 26.
31. F. CARRERAS CANDI, Redre de la reial casa: ordenaments de Pere lo Gran e Alfons lo
Liberal (segle XIII) en Miscelnia Histrica Catalana, 1905-1906, II, 309-318.
32. J. TRENCHS ODENA, Casa, corte y cancillera de Pedro el Grande (1276-1285), Roma, Bulzoni, 1991, pp. 23-24.
33. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, pp. 26-27.
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tes Creus, y a Hugo de Mataplana, preboste de Marsella y futuro obispo de Zaragoza, que era miembro del consejo real y otro personaje influyente sobre el
monarca. Delante de todos ellos, el rey Pedro III le dijo al prelado valenciano que
siempre haba tenido en l gran confianza y en los mayores negocios de su estado haba seguido su parecer; y entonces le rogaba que le aconsejase en lo ltimo
de su vida, no como a rey, sino como a un hombre muerto o que esperaba en breve morir y apenas poda hablar.34 Esta escena procede sin duda de la crnica de
Bernat Desclot o Llibre del Rei En Pere dArag e dels seus antecessors passats,
que debi terminarse hacia 1286-1288. En ella figura tambin la respuesta que dio
el obispo al rey, aconsejndole que actuara como hicieron sus antecesores los
reyes de Aragn, buenos cristianos que en el momento de su muerte se confesaron e hicieron penitencia.35
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no estaban excusados de pecado por el hecho de no saberlo, porque deban diligentemente elegir a las personas que ocupasen cada uno de los cargos, y si los
ejercan mal deban castigarlos como se merecieran. De la misma manera, dichas
potestades pecaban cuando abusaban de las pobres gentes con derechos e impuestos abusivos, de cuyas colectas algunos tomaban dinero indebidamente para satisfacer los fastos de sus cortes con onerosos banquetes.39
Quines eran los causantes de desrdenes en la casa del rey Alfonso III? En
qu haban consistido esas malas acciones aducidas? Para empezar los ricos hombres de la Unin, segn Zurita,40 hablaban de expoliaciones, enajenaciones y
empeos de cosas que concernan a los intereses del reino sin haber consultado
con las cortes. Parece ser adems que el rey haba concedido el oficio de la sobrejuntera de Ribagorza a un hijo bastardo de Palls, que era veguer de Catalua y
contrario a los intereses de la Unin. Se peda tambin que fuese privado de su
oficio el judo Muza, baile general, no debiendo tener aquel cargo conforme a lo
que se haba establecido para los de su condicin tnico-religiosa. En contrapartida, la propuesta de los unionistas era que mientras el rey estuviese en Aragn o en
Valencia continuamente le siguiesen dos ricos hombres, dos mesnaderos y dos
caballeros aragoneses, un caballero valenciano y cuatro consejeros por las ciudades y villas de Aragn, con cuyo acuerdo y consejo el rey, do quiera que se hallase, ordenase y proveyese todos los negocios y hechos del reino.
En esas circunstancias, en enero de 1289 el rey jur cumplir las demandas de los
nobles unionistas y nombr para que asistiesen ordinariamente a su consejo a Pedro
(seor de Ayerbe), Pedro Fernndez (seor de Hjar), Bernardo Guilln de Entenza,
Pedro Cornel, Jimeno de Urrea (seor de Alcalatn), Pedro Jordn de la Pea (seor
de Arens) y otros. Aquellos mismos ricos hombres fueron quienes eligieron a los
principales oficios palatinos de la casa del rey: Miguel Jimnez de Urrea (canciller),
Martn Prez de Huesca (juez), igo Lpez de Jaca (tesorero), Joan de Figueras
39. Matfres Ermengaus de Bziers fue un trovador provenzal convertido en franciscano al final de
su vida. Escribi en verso hacia 1288-1292 la obra titulada Breviari dAmor, una de las composiciones ms ledas en toda la literatura catalana vulgar de los siglos XIV y XV, desde que el texto provenzal original fuese traducido al cataln. He consultado directamente la versin catalana del Breviari
dAmor que contiene un manuscrito valenciano del siglo XV conservado en la Biblioteca Nacional de
Madrid con la signatura RES 203. Los datos que comento proceden del epgrafe titulado Dels emperadors e dels reys e dels altres grans prnceps e potestats seglars que ocupa los folios CVII-CVIII.
Vase la edicin facsimilar y el estudio crtico de este mismo manuscrito a cargo de A. Ferrando para
Vicent Garca Editores (Valencia 1974), as como la reciente edicin facsimilar con estudio y traduccin al castellano del texto provenzal de la misma obra hallado en la Biblioteca Nacional de Rusia en
San Petersburgo, a cargo de A. Ferrando y V. Martines para A y N Ediciones (Madrid, 2004-2005).
40. ZURITA, Anales, Libro IV, cap. 83.
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(repostero y camarero), y Arnaldo de Aimerich (escribano de racin). Una de las primeras decisiones que tomaron tras la confirmacin de su nombramiento en cortes
fue la declaracin de los lugares del reino de Valencia que seran juzgados a fuero
de Aragn, gran parte de los cuales eran de su dominio como, por ejemplo, la tenencia de Alcalatn o la barona de Arens.41 Sobre esta cuestin es imprescindible la
lectura de la obra de Luis Gonzlez Antn, quien interpreta los citados nombramientos de los oficiales de la casa real por parte de los unionistas.42
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47. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, pp. 41-42.
48. Libros de cuentas de Pedro Boyl, tesorero del monarca desde marzo de 1302 a marzo de 1304,
edicin a cargo de E. Gonzlez Hurtabise, tomo 1 de la Coleccin de Libros de Tesorera de la Casa
Real de Aragn correspondiente al reinado de Jaime II, Barcelona, Tipografa Luis Benaiges, 1911.
49. ZURITA, Anales, Libro V, cap. 85.
50. Ibdem, Libro VI, cap. 46.
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sejo fue uno de los ms sealados caballeros de sus tiempos, en cuya prudencia y
valenta se haca gran confianza para el buen suceso de aquella empresa.51
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nobles ms importantes del reino con carcter vitalicio, como suceda con el de
alfrez o sealero que desde antiguo estaba en posesin del linaje de los Alagn.
Por consiguiente, el infante convertido en senescal no slo deba tener cargo del
regimiento de la casa real, sino tambin ocupar un lugar de gran preeminencia en
las batallas como portador de las insignias reales.57
Hacia 1332 la reina Leonor de Castilla promovi el procesamiento de varios cargos palatinos importantes por su intencin de revocar las donaciones del patrimonio
real hechas a favor del infante Fernando. Aparecen as una serie de personajes, encargados de velar por la conservacin del patrimonio real y la persona del propio sucesor de la corona, el infante Pedro. Eran el noble Miguel de Gurrea, ayo del infante y
gobernador general, a quien el rey daba gran crdito en su consejo y le amaba
mucho, su hermano Jimeno de Gurrea, abad de Montearagn, el caballero Garca de
Lriz, mosn Miguel Prez Zapata y el secretario Lope de Concud, es decir, todas
aquellas personas presentes cuatro aos antes en aquel juramento de un estatuto que
prohiba la alienacin del patrimonio real. El desenlace fue que el monarca mand
ejecutar a Lope de Concud para complacer a la reina y calmar su ira.58
En medio de la tensin existente entre el infante Pedro y la reina Leonor, sta
pretenda adems que Lope Prez de Fontecha, den de Valencia, que era principal
en su consejo y natural de Castilla y que tiempo despus se convertira en obispo
de Burgos fuera promovido al gobierno de la dicesis valenciana, obteniendo su
designacin como coadjutor del obispo, que era muy viejo, de la misma manera
que procuraba situar en otros cargos eclesisticos a diversos personajes castellanos
de su entorno. Sin embargo, su estrategia se vio obstaculizada por la figura del mismsimo canciller Pedro de Luna, arzobispo de Zaragoza, que tena gran celo al servicio del infante por haberse criado en su casa habindosele encomendado sus
padres, cuando pasaron a la conquista de Cerdea cuando no tena sino tres aos.
Adems, el canciller se senta muy agraviado por el rey de Castilla por haber mandado matar al marido de su sobrina Mara, la hija de su hermano Artal de Luna.59
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el consejo del estado del rey, el arzobispo don Pedro de Luna su canceller, persona de gran autoridad. Era asimismo quien ms cuenta tena con la conservacin
del patrimonio real y con la buena administracin de la justicia segn Zurita.60 La
reina doa Leonor y el rey de Castilla pretendan que el papa hiciera ir a Roma al
arzobispo para alejarlo de la corte y as lograr ellos un mayor acercamiento, pero
el monarca aragons tena gran aficin a la persona del arzobispo por cuyo consejo se dispona y ordenaba todo el gobierno de los negocios de su estado, y con
mucha razn por ser persona de gran linaje y de mucha autoridad y prudencia y
de largo uso y pltica en los negocios.61
Pedro IV estuvo asesorado en sus decisiones por otros personajes como fray
Juan Fernndez de Heredia, castelln de Amposta,62 y sobre todo por Bernardo de
Cabrera, que era el ms principal en su consejo y de gran valor y prudencia por
quien se gobernaba todo (que se haba recogido al monasterio de San Salvador
de Brea para dejar los negocios del siglo y el rey le haba sacado de aquel su recogimiento con fin de gobernarse por l, porque era el ms prudente y valeroso
caballero que haba en sus reinos). Al conseguir los unionistas aragoneses que el
rey designase a nuevas personas en los oficios de su casa, le presionaron para que
echase de su lado a Bernardo de Cabrera y a otros catalanes, porque stos no deban tratar cosas del reino de Aragn. Pero Cabrera sigui ejerciendo el cargo de
mayordomo.63 Ms an, en 1350 cuando se produjo el nacimiento de Juan, el heredero de la corona, el monarca no dud en nombrarle ayo del infante, oficio que
tena mucho que ver con el amor y el poder paternal: No pasaron muchos das despus que el rey le seal para que tuviese cargo de su crianza y fuese su ayo a
don Bernaldo de Cabrera, porque en valor y prudencia y en todas las buenas partes que se requeran para semejante cargo exceda este caballero a todos los de
su reino.64 A la larga, sin embargo, sus desavenencias con el rey de Navarra, el
conde de Trastmara y la propia reina Leonor de Sicilia le llevaron a caer en desgracia del rey, siendo acusado de traicin, encarcelado y ejecutado en 1364.
Lamentablemente, el soberano aragons admiti aos despus la inocencia de
Cabrera y restituy el vizcondado de que fue titular a su nieto homnimo, al cual
nombr capitn general de la flota real en 1379: con sospechas fue provocado e
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inducido contra don Bernaldo, creyendo que por su culpa se movi la guerra
gobernndose por su consejo todas las cosas.65 Segn Zurita, el rey hizo pblico
reconocimiento de su error por haber procedido con tan grave rigor por inducimiento de malos consejeros contra don Bernaldo de Cabrera.66
Tras la derrota de la Unin es interesante fijarse en las represalias que quiso
poner en marcha Pedro IV en 1348. Segn Zurita, el castigo ms sealado fue la
confiscacin que se hizo de las baronas de Biota y El Bayo a Juan Jimnez de
Urrea, que era de las ms antiguas y principales casas de ricos hombres de este
reino, y por su muerte y de Juan Ximnez su hijo se acabaron los de aquel linaje
y casa de Urrea por lnea de varn. En efecto, qued una sola hija de nombre Violante que el rey mand casar con un caballero castellano, pero que no tuvo descendencia. Aprovechndose de esas circunstancias, la rama valenciana del citado
linaje, encabezada por otro Juan Jimnez de Urrea, seor de Alcalatn, intercedi
para recibir la posesin de dichas baronas y de esa manera evitar su integracin
en el patrimonio real. La pretensin del seor de Alcalatn fue atendida por el
monarca porque tvose gran consideracin a la intercesin deste caballero que
sirvi al rey con su casa y estado muy principalmente en todas sus guerras y
empresas as en Espaa como fuera della, en cuyos sucesores legtimos que son
hoy los condes de Aranda recay aquel estado de Biota y del Bayo porque faltaron los descendientes de doa Violante.67
Uno de los premios por los servicios prestados ms importantes del reinado de
Pedro IV fue el otorgado al linaje de los Luna, enemigos tradicionales de los
Urrea, que haban apoyado tambin al monarca en todo momento. El 22 de septiembre de 1348 el rey concedi a Lope de Luna el ttulo de conde, el primero que
se sabe en estos reinos haberse dado a rico hombre que no fuese hijo de rey. La
casa de Luna era de las de mayor patrimonio en Aragn.68 Adems, el nuevo conde estaba casado con la infanta Violante, ta del rey. Su padre y su hermano haban servido de manera destacada a la corona aragonesa en la conquista del reino de
Cerdea, muriendo all.69
Los aos finales del reinado de Pedro IV vivieron las quejas de las cortes aragonesas contra algunos malos consejeros que tenan el rey y su hijo el infante
65. Ibdem, Libro IX, caps. 52 y 57.
66. Ibdem, Libro X, cap. 25.
67. Ibdem, Libro VIII, cap. 30.
68. F. DE MOX Y MONTOLIU, La Casa de Luna (1276-1348). Factor poltico y lazos de sangre en la ascensin de un linaje aragons, Mnster, Aschendorffsche, 1990.
69. ZURITA, Anales, Libro VIII, cap. 31.
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Juan, con la splica de que fueran expulsados de su casa y corte para compensar
as los muchos agravios que haban realizado. Quedaron suspendidos en sus oficios Ramn de Vilanova y Hugo de Santapau, camareros, Pedro Jordn de Urris
y Ramn de Peguera, mayordomos, micer Ramn de Cervera y micer Narciso de
San Dions, consejeros, y Bernardo de Bonastre, protonotario. De la casa del
infante se destituy a Pedro de Bol, Francs y Constanza de Perells, y algunos
otros caballeros, pero no se contentando con esto se hizo instancia que se procediese contra otros muchos que estaban inculpados.70 Ciertamente, estando el rey
moribundo, la reina Sibila y algunos personajes de su entorno fueron acusados de
traicin y robo en el palacio. Los secuaces del grupo de la reina eran su hermano
Bernardo y otros barones y caballeros como el conde de Pallars o Berenguer de
Abella, que fue gran privado del rey don Pedro, al igual que el tesorero Pedro de
Val, el escribano de racin de la reina, Antonio de Naves, o el lugarteniente del
protonotario y otros personajes.71
En su propia crnica del reinado, Pedro IV se refiere a la persecucin a que
fue sometido por su madastra la reina Leonor de Castilla y sus consejeros: E de
continent la dita reina, madrastra nostra, ab aquells qui li ho consellaven, tract
moltes e diverses persecucions nostres segons que es segueix, especificando que
dicha accin de la reina se produca ab consell de dona Sanxa de Velasco, qui era
ama sua e era dona qui cabia molt en lo Consell de nostre pare, e de mossn
Ramon Cornell e de mossn Gonalvo Garcia e dalguns altres.72 De forma paralela cita a otros personajes que fueron importantes en su propio entorno a principios del reinado como fray Pere de Tous, maestre de Montesa, qui era lo principal conseller nostre entre aquells que eren llavors ab ns.73 Es el caso tambin
de Oto de Moncada, qui era dels savis barons que lladoncs fossen en nostre regne74 o de Hugo de Fenollet, doctor en lleis, qui aprs fo nostre canceller e bisbe
de Valncia.75 Desde luego, las noticias dadas por Zurita tienen su base en la crnica de Pedro IV, como puede observarse con un simple cotejo, pero no siempre
estn reflejadas con la misma intensidad con la que el rey las escribi. Por ejemplo, Zurita no recoge cierta alusin del rey a Vidal de Vilanova, comendador de
Montalbn, lo qual era hom fort antic e era estat dels principals consellers de
70. Ibdem, Libro X, cap. 34.
71. Ibdem, cap. 40.
72. F. SOLDEVILA, Les quatre grans crniques, Barcelona, Editorial Selecta, 1971, Crnica de
Pedro IV, cap. 1, nms. 43-44, p. 1019.
73. Ibdem, cap. 2, nm. 25, p. 1020.
74. Ibdem, nm. 27, p. 1030.
75. Ibdem, cap. 3, nm. 116, p. 1069.
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nostre avi, lo rei En Jacme, que ab aquell prengussem nostre consell.76 Y por
contra agranda mucho la cita escueta del rey a Juan Jimnez de Urrea, seor de
Alcalatn, de quien slo dice que era uno de nostres servidors e contraris a tots
aquells qui mantenien la Uni.77 Sea como fuere, ni Pedro IV ni Zurita rememoran a todos los hombres que ocuparon el cargo de canciller durante este largo reinado, doce en total. Quedan rememorados para la posteridad Pedro Lpez de
Luna, arzobispo de Zaragoza, Juan Fernndez de Heredia, gran maestre del Hospital, Hugo de Fenollet, obispo de Vic y Valencia, o Garca Fernndez de Heredia, sobrino del gran maestre, arzobispo de Zaragoza y nico canciller del futuro reinado de Juan I.78
Pero ms all de estas noticias, el reinado de Pedro IV adquiere especial protagonismo por las ordenanzas de la casa real aprobadas en cortes. Est comprobado, sin embargo, que esas ordenanzas de 1344, escritas en cataln, fueron prcticamente una traduccin literal, palabra por palabra y con pocos cambios, del
texto latino de las Leges Palatinae de 1337, promulgadas por su cuado Jaime III
de Mallorca. Varias copias del manuscrito original de esas leyes palatinas fueron
regaladas por el soberano mallorqun al papa o al rey de Francia. El azar quiso que
una de dichas copias con abundantes miniaturas acabase en la Biblioteca Real de
Bruselas, siendo editada en los aos treinta del siglo pasado dentro de los Monumenta Germaniae Historica.79 Recientemente se efectu una edicin facsmil del
manuscrito80 y en la actualidad es posible manejar otra en internet.81
Por su parte, la primera edicin impresa de las ordenanzas de Pedro IV en cataln fue realizada en 1850 por Prspero Bofarull para la Coleccin de Documentos Inditos del Archivo de la Corona de Aragn.82 Pocos aos despus, en 1866,
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83. Ordinaciones de la casa real de Aragon, compiladas en lemosn por su rey don Pedro IV, traducidas al castellano de orden del prncipe don Carlos, primognito de don Felipe II de Castilla, por
el protonotario de aquel reino don Miguel Clemente, Madrid, 1559-1562, publicadas por P. Savall y S.
Penn, Fueros, Observancias y Actos de Corte del reino de Aragn, vol. II, Zaragoza, 1866, 451-550.
84. Llibre dOrdinacions de la Real Casa dArag, 2 vols., con estudio introductorio de Bonifacio Palacios Martn, Valencia, Scriptorium, 1994. Vase tambin B. PALACIOS MARTN, Sobre la
redaccin y difusin de las Ordinacions de Pedro IV de Aragn y sus primeros cdices en Anuario
de Estudios Medievales, 25/2 (1995), 659-681. Otra edicin anterior es la llevada a cabo por O. SCHENA, Le leggi palatine di Pietro IV dAragona, Cagliari, Istituto sui Rapporti Italo-Iberici, 1983.
85. J. . SESMA MUOZ (editor), Cortes del reinado de Pedro IV/4 y Juan I, Acta Curiarum
Regni Aragonum, tomo V, Zaragoza, 2009.
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Ajudant dapotecari
Ajudant de
sobreatzembler
Ajudants de la cambra
Ajudants de la nostra
escrivania
Algutzils
Almoiners
Apotecari
Argenter de la
nostra cuina
Argenters de la
cuina comuna
Armador real
Atzemblers
Barber
Uno para el servicio del rey, por cuanto este oficio es el que se
acerca ms que los otros a su persona
Botellers comuns
Botellers majors
Caadors i guardes
de cans
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DENOMINACIN
Camarlencs
Canceller
Cavallerices
Dos mozos que ayuden al sastre del rey a coser y limpiar sus
vestidos o en su ausencia puedan sustituirle
Cocs comuns
Comprador
Confessor
Consellers
Copers
Correus
Costurera
Una mujer honrada, lavandera, que corte y labre las camisas del
rey, y lave las sbanas y los manteles
Cuiners majors
Endreadors de la
conscincia
Escol de lalmoina
Escol de la capella
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DENOMINACIN
Escriv de raci
Escrivans de raci
Escrivans de tresorer
Escrivans secretaris
Escuders davant ns
tallar ordenats
Escuders de la cambra
Escuders portants al
taulador real
Dos escuderos para llevar los manjares y platos a la mesa del rey
Falconer major
Falconers
Hmens de lescuderia
Ocho mozos para cuidar los caballos sealados para servir al rey
Hmens de lofici de
lalgutzir
Joglars
Lloctinent de mestre
racional
Lloctinent de tresorer
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DENOMINACIN
Majordmens
Menescal
Menucier
Mestre racional
Una persona fiel y sabia para buscar lo cierto de las rentas y los
derechos reales, dando cuenta al rey mediante libros ordinarios
de registros comunes, albaranes de pagos e ingresos, cuya
autoridad est por encima del resto de oficios econmicos y
forme parte del consejo real
Metges de cirugia
Metges de fsica
Missatgers de verga o
verguers de la
cancelleria
Monjos de la capella
Museu
Odors
Panicers comuns
Panicers majors
Pastador
Portadors daigua
a la cuina
Portant aigua a la
botelleria
Porters de la porta
forana
Porters de masses
Porters i sotsporters
lliurats al odors
Posader
Un portero que vaya delante del rey en sus viajes para sealar las
mejores posadas para l y su squito
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DENOMINACIN
Promovedors
Protonotari tinent
dels segells
Rebosters comuns
Rebosters majors
Sastre
Uno suficiente para hacer todos los vestidos que hayan de servir a
la persona del rey
Segelladors de
lescrivania
Servidor de lalmoina
Sobreatzembler
Sobrecocs
Sotsatzembler
Tresorer
Uixers darmes
Vicecanciller
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polticas aparece con claridad cuando intenta recuperar o justificar los reinados de
Pedro IV y sus hijos Juan I y Martn I. Segn Metge, la nica pena que mantena a
Pedro IV en el purgatorio era el esperado fin del Cisma. La debilidad poltica de
Juan I la achaca a la engaosa y egosta voluntad de sus opositores. Y en cuanto a
Martn I, su figura queda bien ensalzada como fort just e virtus. Es as cmo Metge defiende el punto de vista de la monarqua frente a las otras fuerzas polticas del
reino en la bsqueda de una pacificacin general de la sociedad.92 La lealtad de Metge a la casa real y su exaltacin de la monarqua se vuelve a plasmar incluso con el
elogio de algunas de las reinas de Aragn: Elisenda de Moncada (1292-1364), esposa de Jaime II; Leonor de Sicilia (1325-1375), tercera esposa de Pedro IV; Leonor
de Prades (1336-1416), infanta de Aragn y reina de Chipre; Sibila de Forti
(+1406), cuarta mujer de Pedro IV; Violante de Bar (c. 1365-1431), segunda mujer
de Juan I; y Mara de Luna (1357-1406), primera esposa de Martn I.93
Durante sus ltimos aos de reinado, hay que destacar el apoyo que prest
Juan I a su camarero real, Lope Jimnez de Urrea, para la adquisicin del vizcondado de Rueda y la villa y el castillo de pila. El rey confirm en 1394 el traspaso de los derechos del antiguo titular de estos seoros, el vizconde de Perells, a
favor del citado Lope Jimnez de Urrea, nobili et dilecto consiliario et camarlengo nostro, seor de la tenencia de Alcalatn. La operacin se haba efectuado el 7
de enero de 1393 en pila ante el notario zaragozano Domingo Pelagut.94 El precio fue 42.500 florines de oro y la compra inclua omnimoda jurisdiccione civili
et criminali, alta et vaxa, mero et mixto imperio, et pleno exercitio ipsorum hoste
exercituum et cabalgata, et redemptionibus ipsorum. En el documento se subrayaba adems que la tierra vendida estaba in regno Aragonum, situata in tali et tam
bono territorio et comarca, et tanti valoris reddituum. Un ao despus, el 24 de
marzo de 1394, se firm una escritura de cargamiento de censales sobre los bienes y rentas de los municipios de Llucena, LAlcora, Alcalatn, Les Useres y
Xodos, los cinco lugares principales de la tenencia de Alcalatn, con el objeto de
poder pagar el precio estipulado para la compra del vizcondado de Rueda.95
Dichos censales sumaban un capital total de 121.000 sueldos valencianos presta92. Vase el estudio introductorio de Cingolani en Ibdem, pp. 70-71.
93. Ibdem, Libro IV, pp. 242-245.
94. En el Archivo Histrico Provincial de Zaragoza (Fondo Hjar, II-91-2) se conserva una copia
simple de dicha escritura sacada en 1838 del documento original que estaba entonces en el archivo de
Aliaga. Vase el estudio de este documento en G. NAVARRO ESPINACH, La formacin de los seoros del condado de Aranda, citado.
95. Archivo Histrico Provincial de Zaragoza, Fondo Hjar, IV-137. Se conserva el documento original dentro del amplio legajo sobre la tenencia de Alcalatn que ha estudiado G. Navarro Espinach en
la misma ponencia citada en la nota anterior.
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dos con un inters anual del 833 por ciento. Los contratos fueron firmados ante
diversos notarios de Valencia entre los das 11 y 18 de marzo de 1394 y significaban el pago de hasta 10.083 sueldos y 4 dineros de intereses anuales, repartidos
entre trece pensiones censales distintas. Lo que interesa subrayar en este caso es
que las cantidades prestadas todava no haban sido devueltas medio siglo despus
y el asunto deriv en un conflicto armado que acabara beneficiando, cmo no, a
los Urrea desde su posicin privilegiada en el entorno cortesano de Alfonso V.
Las disputas entre los descendientes de Lope y sus acreedores llegaron hasta
las cortes valencianas de 1437-1438 en las que se hablaba de ms de 8.000 libras
en censales sobre la tenencia. Slo la deuda contrada por la venta del vizcondado ya alcanzaba las 6.050 libras como se ha visto (121.000 sueldos). En esas circunstancias, se orden en 1439 proceder a la ejecucin de los embargos y se reclut un ejrcito de ms un millar de hombres para que las tropas reales ocupasen la
tenencia en nombre de la corona. En ese instante, la capacidad de maniobra de los
Urrea en la corte del rey Alfonso V les permiti un claro trato de favor por parte
del monarca, a la vez que sus vasallos de la tenencia mostraron resistencia armada a la entrada de las tropas del lugarteniente del gobernador de Valencia mediante una revuelta general acontecida en 1440, tal vez instigada por los mismos
Urrea.96 Segn los seores de Alcalatn, los oficiales del reino de Valencia, antes
de irrumpir y pretender usar su jurisdiccin en dicha tenencia deberan haber jurado los fueros de Aragn, de modo que el intento de ocupacin y las medidas adoptadas contra la resistencia eran ilegales y contrafuero. As que todo el procedimiento fue suspendido y las reclamaciones de los acreedores quedaron archivadas.
Detrs de todo, como puede observarse, se entrelazaban cuestiones de poltica y
economa donde pesaban las relaciones privadas e invisibles a simple vista entre
seores y reyes con influencias y favores de por medio en un contexto de dualidad de fueros y dualidad de reinos. Sin olvidar que en 1440, el propio Pedro Jimnez de Urrea, nieto del consejero y camarero real de Juan I que compr el vizcondado de Rueda, acab nombrado nuevo gobernador de Valencia para la mejor
defensa de los intereses de la monarqua, pero sobre todo de los suyos propios.
Entre las elites econmicas ms importantes de la corte de Juan I estuvo el
prestamista Juan Don Sancho, ciudadano de Zaragoza. Se quejaba ante las cortes
de Zaragoza de 1398-140097 de que en tiempos pasados el rey don Juan y la reina
96. C. LPEZ RODRGUEZ, Los Urrea y la revuelta de LAlcalatn de diciembre de 1440 en
Saitabi, 45 (1995), pp. 277-291.
97. G. NAVARRO ESPINACH (editor), Cortes del reinado de Martn I, Acta Curiarum Regni
Aragonum, tomo VI (2 vols.), Zaragoza, 2008, Greuges nms. CLXXXVII y CC, vol. 1, pp. 273-277
y 283-287.
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doa Violante le haban quedado a deber 39.687 florines a travs de diversos contratos en poder del entonces maestre racional. Adems compr ciertas primicias a
dichos reyes por tiempo de seis aos y precio de 63.000 florines, habiendo entregado ya 5.063. Sin embargo, el procurador fiscal del rey, Guillem Tallet, y otros
cmplices suyos impugnaron esos contratos y se abri un pleito cuya sentencia
acab siendo contraria al citado Juan Don Sancho. Entonces volvi a presentar las
cuentas de todos sus dineros, los quales son devidos al dito Johan por la cort del
senyor rey e grandes quantias de diversos montantes a summa de cient milia florines e mas, segunt por los ditos comptos puede perecer. Incluso el rey Martn I
le deba a Juan, el hijo de Juan Don Sancho, 15.000 florines por el arrendamiento del almudn, peso, peaje y tintorera de Zaragoza. La situacin econmica de
Juan Don Sancho y de su hijo era muy complicada por culpa de sus negocios con
la monarqua. Ellos mismos reconocan el grave dao sufrido por la impugnacin
de sus cuentas, as como las dificultades que tenan para contentar a sus propios
acreedores, los cuales por ocasin de su insolvencia finquen destructos e en tant
grant desamistana con el dito Johan pues no pueden cobrar el suyo. Los contratos de Juan Don Sancho, mayordomo de la ciudad de Zaragoza en el momento de
la muerte de Juan I, del cual era adems administrador, han quedado reflejados
tambin en unos papeles sueltos del Archivo Histrico de Protocolos de Zaragoza.98 El monarca se haba quedado con 62.380 florines que le haba prestado, adems de apropiarse de las rentas del almud, peso, peaje y tintorera de Zaragoza,
de los peajes de Gallur y Alagn, y del impuesto de la marca o quema de Aragn,
con un valor aadido para Juan Don Sancho de 56.000 florines.
98. E. MAIN BURGUETE, Martn I y la recuperacin del patrimonio real en Aragn. Acuerdos firmados en 1398 entre el monarca y Ioan Don Sancho, ciudadano de Zaragoza en Actas del XV
Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Zaragoza, 1996, tomo I, vol. IV, pp. 149-163.
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de Tortosa hasta que el rey Martn I lo present para ocupar la mitra valenciana.
Su nombramiento como obispo de Valencia se hizo el 28 de noviembre de 1397,
pero el prelado no lleg a la dicesis hasta el 19 de agosto de 1400. Era oriundo
del Roselln y descendiente de caballeros que haban estado al servicio de los
reyes de Mallorca. Tambin consta que ayud econmicamente al papa Luna,
Benedicto XIII, y organiz una armada en su defensa. Muri en 1427 y fue sepultado en la capilla mayor de la catedral de Valencia.103 Segn Mara Teresa Ferrer,
ejerci gran influencia y tuvo una presencia casi constante cerca del monarca desde el inicio del reinado, y era hermano de Ramn de Llupi, un noble rosellons
que fue otra personalidad poltica destacada en aquellos tiempos.104
103. Una breve resea biogrfica en Historia de las Dicesis Espaolas, tomo VI coordinado por
V. Crcel sobre las Iglesias de Valencia, Segorbe-Castelln y Orihuela-Alicante, Madrid, Biblioteca de
Autores Cristianos, 2006, pp. 127-128. Vase tambin M. M. CRCEL ORT, Casa, corte y cancillera del obispo de Valencia Hug de Llupi (1398-1427) en Anuario de Estudios Medievales, 28
(1998), pp. 635-660.
104. FERRER, El consell reial, citado, p. 176.
105. TRENCHS y ARAG, Las cancilleras de la Corona de Aragn, citado, p. 68.
106. E. SARASA SNCHEZ, Aragn y el Compromiso de Caspe, Zaragoza, Librera General,
1981. Vase tambin J. . SESMA MUOZ, La Corona de Aragn. Una introduccin crtica, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragn, 2000, pp. 139-153.
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De todos esos personajes el que tuvo mayor peso en el entorno del nuevo
monarca castellano fue posiblemente Domingo Ram, obispo desde 1410 de
tres sedes unidas en una, es decir, Huesca-Jaca-Barbastro. En 1415 fue promovido como obispo de Lrida y virrey de Sicilia por Fernando I, por el respeto y veneracin que le profesaba. La influencia de Ram estuvo latente tambin en el siguiente reinado de Alfonso V, siendo nombrado arzobispo de
Tarragona en 1434. Su muerte aconteci en Roma en 1445. Por otro lado, se
sabe que el cataln Bernardo de Gualbes ocup los cargos de vicecanciller y
maestre racional.107 En las actas de las primeras cortes del reinado, celebradas
en Zaragoza en 1412, figuran como consejeros reales Francisco de Aranda y
Berenguer de Bardaj, junto a ciertos personajes castellanos como Fernando
Diego de Vadillo o Diego Gmez de Fuensalida.108 De forma paralela, se ha
destacado tambin la actividad de Francs Ferriol, tesorero y administrador
general de la hacienda real, designado expresamente por el monarca para llevar a cabo una rigurosa gestin centralizada y evitar el descontrol fiscal de los
reinados anteriores mediante la confeccin de un libro-cabreo de las rentas y
derechos reales.109
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grandes rancores; y por esto les encargaba que aquello se desviase por los mejores medios que ser pudiese.110 Los datos, sin embargo, eran contundentes. Alfonso de Argello, obispo de Sigenza, fue elevado a arzobispo de Zaragoza y
durante 1419-1422 ocup el cargo de canciller hasta que tuvo que abandonarlo
por los decretos aprobados en las cortes aragonesas sobre el origen autctono del
reino que deban tener quienes desempearan tal dignidad.111 Con posterioridad,
los otros cancilleres que tuvo Alfonso V seran naturales de la Corona de Aragn:
Dalmau de Mur, arzobispo de Tarragona y Zaragoza, Jaime Bardaj, obispo de
Tarazona, Arnau Roger, obispo de Urgel, Pedro de Urrea, arzobispo de Tarragona, y Jaume de Cardona, obispo de Vic.112
Segn Zurita, en las cortes generales de Monzn y Alcaiz de 1436 se decidi
que el vicecanciller y el regente del oficio de la cancillera del rey o su lugarteniente, as como el regente del oficio de la gobernacin, el asesor, el alguacil, el
baile general y su lugarteniente, el maestre racional y el procurador fiscal, o el
tesorero y su lugarteniente no pudiesen intervenir en cortes generales o particulares del reino, ni tuviesen voto ni pudiesen hallarse a ellas como procuradores
de otros; y declararon el rey y la corte que la persona de Bartolom de Reus secretario del rey pudiese tener oficio de juez y otros cualesquier oficios del reino, aunque era natural de Valencia.113
Por aadidura, el cronista aragons pone de relieve la importancia del cardenal Alfonso de Borja, obispo de Valencia y futuro papa Calixto III, en el entorno
cortesano de Alfonso V: Antes de ser perlado tuvo gran lugar en los consejos de
estado; y hall tanto favor en la grandeza de nimo y en la gratitud del rey, que
por sus grados mereci ser promovido a la dignidad de tan principal iglesia y despus a la de cardenal y al sumo pontificado. Con esos antecedentes, Zurita contina explicando que el rey con demostracin de una muy grande alegra en ver
puesto en la suma dignidad de la iglesia un perlado que era hechura suya y fue
muchos aos de su consejo, y con su favor fue creado cardenal, orden de enviarle a dar obediencia por sus reinos con la ms solemne embajada que se vio
jams.114 Los orgenes familiares y la trayectoria poltica de los papas Borja ya han
sido tratados por diversos autores. Con todo, cabe destacar los nuevos datos que
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115. Consltese sobre todo los trabajos de M. NAVARRO SORNI, Lo senyor rey ha molt a cor
la promoci del dit micer Alfonso. Los intentos de Alfonso el Magnnimo por situar a su consejero
Alfonso de Borja en los cabildos de Valencia y Barcelona en Credere et celebrare. Homenaje al profesor don Emilio Aliaga Girbs, Valencia, Facultad de Teologa San Vicente Ferrer, 2004, pp. 559-574;
y La promocin eclesistica de Rodrigo de Borja: estrategia nepotista y poltica dinstica de Calixto
III en De Valncia a Roma a travs dels Borja, Valencia, 2006, pp. 69-89.
116. J. MATEU IBARS, Los Virreyes de la Corona de Aragn durante Alfonso el Magnnimo
(1416-1458). Su nmina en XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona (Npoles-Caserta-Capri, 18-24 de septiembre de 1997), Npoles, Paparo Edizioni, 2000, vol. I, pp. 457-481.
117. Vase la introduccin de Eullia Duran a la edicin de la obra de A. BECCADELLI, Dels
fets e dits del gran rey Alfonso, Barcelona, Editorial Barcino, 1990, p. 17 y nota 23 especialmente.
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intitulava rex utriusque Scicilie, y lo don Lop, visrey de les dos Sciclies. Lo que
jams se sab ning tingus tant digne hi tant gran offici, nomenant-se alter rex.
May consent que neng fos en gratitut hi recort de beneficis rebuts major que la
sua magestat.118
Zurita recuerda que Pedro Jimnez de Urrea, seor del vizcondado de Rueda
y de la tenencia de Alcalatn, gobernador de Valencia, se cas con Mara de Bardaj, hija nica del justicia de Aragn, y de aquel matrimonio qued un solo hijo
que fue don Lope Ximnez de Urrea, de los sealados caballeros que hubo en su
tiempo; y fue gran privado del rey don Alonso y visorey y lugarteniente general en
un mismo tiempo de las dos Sicilias, lo que no se sabe que se haya jams encargado a ninguno de aquellos tiempos ni de los nuestros.119 Y entre los beneficios
con que premi Alfonso V a su virrey Lope Jimnez de Urrea estuvo la cesin del
seoro de Trasmoz en 1437, el cual haba pertenecido al linaje rival de los Luna
durante el primer tercio del siglo XV.120
El virrey Lope Jimnez de Urrea, ya difunto en 1476, es citado en un acto de
homenaje y toma de posesin de uno de sus dominios, la morera de Mislata, a
cargo del procurador de su hijo y heredero: lo qual s mort en Siclia ssent visrey de aquell regne, lo qual en la sua fi ha feyt testament ab lo qual ha feyt e instituhit hereu seu lo noble don Lop dUrrea, fill daquell legtim e natural.121 Una
procuracin realizada en Zaragoza en presencia del notario Antn Maurn el 9 de
marzo de 1476 ofreca la siguiente intitulacin para el referido heredero del virrey,
la cual refleja muy bien la extensin de las posesiones seoriales que haba percibido en Aragn y Valencia: nos nobilis dominus Lupus Eximenez de Urrea, dominus ville de Epila e vicecomitatus de Rueda in regno Aragonum situatis, et tenencie de Alcalatem e locorum de Mizlata e Benilloba in regno Valencie situatis,
filiusque multum egregii ac spectabilis viri domini Lupi Eximenez de Urrea, quondam vice regis Sicilie.122 Se trataba de su hijo primognito del mismo nombre,
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Lope Jimnez de Urrea, fallecido en 1490, que no alcanz un relieve poltico tan
destacado como el de su padre, aunque el 9 de enero de 1488 el rey Fernando II
de Aragn le concedi el ttulo de conde de Aranda. Existe un traslado notarial de
finales del siglo XVI que reproduce el contenido de ese privilegio real en el Archivo Histrico Provincial de Zaragoza, efectuado por el notario Antonio Gascn el
12 de mayo de 1599.123 En l se alude no slo a los mritos acumulados por el
beneficiario para recibir tan importante distincin sino tambin a los de su egregia Domus de Urrea. La culminacin de este linaje tambin se alcanz en el terreno de la cultura con la figura de Pedro Manuel de Urrea, segundo hijo varn del
primer conde de Aranda, autor de un Cancionero y de una obra de mayor envergadura de reciente edicin crtica titulada Peregrinacin de las tres casas sanctas
de Jherusalem, Roma y Santiago (1523).124
El esquema genealgico de los Urrea que se adjunta muestra la perpetuacin
en cargos cortesanos que ostent esta familia. Once generaciones que viven a lo
largo de doscientos cincuenta y cinco aos entre 1233, la fecha de la donacin de
la tenencia de Alcalatn, y 1488, la de la concesin del ttulo de conde de Aranda.
De manera complementaria, una tabla con el inventario de sus seoros en los reinos de Aragn y Valencia confirma el peso enorme que tuvieron las donaciones
reales en la promocin intergeneracional del patrimonio de este linaje. La lnea
paterna de antepasados de Lope Jimnez de Urrea, el primer conde, particip en
la conquista del reino de Valencia junto a Jaime I y a cambio obtuvo la tenencia
de Alcalatn. La rama valenciana de la familia permaneci fiel a Pedro IV durante las guerras de la Unin y en recompensa se le don las baronas de Biota y El
Bayo, confiscadas a sus parientes aragoneses. La mediacin de Juan I le facilit
la compra del vizcondado de Rueda a finales del siglo XIV. Despus apoy la candidatura de Fernando de Trastmara frente al conde de Urgel en tiempos del Interregno y del Compromiso de Caspe y el hecho le vali la posesin de Almonacid
de la Sierra. Ayud econmica y militarmente a Alfonso V en las guerras contra
genoveses y castellanos y recibi como premio el seoro de Trasmoz o el virreinato de Sicilia y Npoles. Y la fidelidad y los servicios que prest su casa noble
a Fernando el Catlico le vali la concesin del ttulo de condes de Aranda. Y esos
son slo algunos de los muchos datos que se podran aportar sobre los beneficios
obtenidos por esta familia a lo largo de su historia.
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Seoro
Prov
T. Alcalatn CS
T. Alcalatn CS
Z
V. Rueda
Z
T. Alcalatn CS
Z
B. Biota
Z
T. Alcalatn CS
A
B. Biota
Z
T. Alcalatn CS
V. Rueda
Z
T. Alcalatn CS
T. Alcalatn CS
Z
T. Alcalatn CS
Z
Z
B. Trasmoz
Z
Z
V
Z
Z
V
Z
V. Rueda
Z
V. Rueda
Z
V. Rueda
Z
V
Z
Z
T. Alcalatn CS
B. Trasmoz
Z
Z
T. Alcalatn CS
T. Alcalatn CS
Has
Fuegos Tipo
9.529
10.080
5.367
110
38
55-88
C
M
M
9.129
90-205
C/M
926
9.265
2.204
19.225
1.269
M
M
17
161
C/M
4.294
13.808
1.050
2.887
43-51
C/M
C
M
M
4.843
202
1.556
3.062
63-70
40
60
36-47
3.301
10.284
252
1.663
4.105
9-29
43
10
33
57
M
M
M
M
M
C
M
C
M
M
6.634
25-36
1.808
2.627
8.056
4.418
70
50
C/M
M
9
30
Inicio Modo
1233
DR
1305
DR
1394
1412
DR
DR
1386
H
1350
H
DR
1455
DR
1350
H
DR
1393
C
DR
DR
1386
H
1335
DR
1386
H
1482
C
1437
DR
1386
H
1388
H
1415
DR
1386
H
1238
DR
1386
H
1393
C
1445
C
1386
H
1237
DR
1482
C
1334
DR
1437
DR
1443
C
DR
1292
DR
Fuente: G. NAVARRO ESPINACH, La formacin de los seoros del condado de Aranda en El Condado de Aranda y la nobleza espaola en el Antiguo Rgimen, pila, 6-8 de noviembre de 2008, en prensa.
Abreviaturas empleadas por columnas: Seoro (B Barona, T Tenencia, V Vizcondado); Pro Provincia
actual (A Alicante, CS Castelln, V Valencia, Z Zaragoza); Has Hectreas de superficie (1 ha = 10.000
metros cuadrados); Tipo de poblacin (C Cristianos, M Mudjares, C/M Mixta de cristianos y mudjares); y
Modo de adquisicin (C Compra, DR Donacin Real, H Herencia).
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Confirmando lo anterior, recientes investigaciones han demostrado la existencia de linajes dependientes o satlites del rey Alfonso V que constituan un partido cortesano y proporcionaban los principales servicios poltico-militares requeridos por el monarca. Adems, la casa real controlaba el conjunto de la
administracin militar con las oficinas de la escribana de racin y la tesorera
general, a travs de las cuales se gestionaban los servicios logsticos de las tropas,
pero sobre todo con el monopolio del alto mando militar en manos de los principales cargos palatinos ocupados por la nobleza ms fiel al rey. De hecho, buena
parte de las vas de promocin en el entorno cortesano presentaban una dimensin
militar y patrimonial tanto en el nivel de los oficios menores que estaban en
manos de la nobleza media o baja como en el de los principales cargos palatinos
que acaparaba la alta nobleza (camareros, mayordomos, coperos). En ese sentido,
cualquier empresa blica gestionada y organizada por la casa real siempre fue una
oportunidad de beneficio y negocio para los caballeros del rey.125
Valdra la pena estudiar algunos personajes valencianos y algn que otro aragons que estuvieron durante aos sirviendo en la corte de Alfonso V en Npoles.
Es el caso, por ejemplo, de Jaume Pelegr, un jurista valenciano que aparece vinculado a la cancillera del rey durante al menos veinte aos. Ya era doctor en leyes
hacia 1424, actuando como consejero y regente de la cancillera real dos aos ms
tarde, hasta alcanzar el cargo de vicecanciller en 1428, el cual ocup hasta su
muerte entre 1441 y 1442. Tambin puede citarse a otros valencianos como los
secretarios reales Joan Olzina y Francesc Martorell, hermano ste de Joanot Martorell, autor de Tirant lo Blanc.126
Entre los aragoneses hay que detenerse en la figura de Juan Ruiz, merino de
Zaragoza, consejero del rey en la corte de Npoles, de cuya estancia en dicha ciudad han quedado varias escrituras en los protocolos del notario Juan de Barrachina,127 quien se traslad all para efectuar diversos documentos relacionados con l.
En concreto, en el lugar de Albelda el 7 de febrero de 1451 fue nombrado procurador por los herederos de un cannigo de la ciudad de Valencia, constando como
Johannez Royz, jurisperitum, serenissimi domini regis consiliarium, merinum
civitatis Cesarauguste. Ese mismo da Bartolom de Sant Just, mercader de la ciudad de Barcelona, reconoci haber recibido 15.011 sueldos barceloneses por una
125. J. SIZ SERRANO, Caballeros del rey. Nobleza y guerra en el reinado de Alfonso el Magnnimo, Universitat de Valncia, 2008.
126. Vase el estudio de J. RUIZ I CALONJA, Relacions del Panormita amb la cort dAlfons el
Magnnim que aparece como apndice en BECCADELLI, Dels fets e dits, citado, pp. 307-398, en
concreto pp. 346-365.
127. Archivo Histrico de Protocolos de Zaragoza, notario Juan de Barrachina, aos 1451-1466.
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tercera letra de cambio librada en Npoles por el consejero Juan Ruiz, quien haba
percibido en esta ltima ciudad 1.000 ducados del tomador de la letra, Juan Snchez. Ruiz escribi por tercera vez al librado o pagador de la letra en la ciudad de
Barcelona, el mercader Ramn Beltrn, para que cumpliese con el beneficiario de
la misma, el citado Sant Just: Si por la prima e segunda de cambio fechas la present jornada pagado no haveys, por aquesta tera de cambio por todo el mes de
abril primero vinient pagares a Bartholome de Sant Just mil ducados a razon de
quinze sueldos barceloneses por ducado, o es, mil ducados por otros mil ducados yo so contento aqui de Johan Sanchez. Al tiempo haya buen compliment.
Scripta en Napols a XI de janero de MCCCCXXXXVIIII. A vuestra honor presto
Johan Royz.
El 21 de febrero de 1451 estaba Juan Ruiz en Barcelona junto a Ferrer de Queralt, comisario real, para recaudar in partibus Catalonie el impuesto del maridaje
de las infantas hijas de los reyes de Navarra por mandato del tesorero real Pere
Mercader. El 4 de marzo daba cuenta en Gerona de las cantidades recaudadas en
dicho obispado ante el notario Nicolau Roca. Le acompaaban en su viaje tres
caballeros ecuestres, entre ellos Bartolom de Ribera, escudero de su casa, y un
mozo a pie. El 6 de marzo estaban en Perpin para completar la recaudacin y
ms de un mes despus llegaron por fin a Npoles tras cumplir un apretado itinerario: venit de civitate Cesarauguste regni Aragonum ad civitates Terracone, Barchinone et Gerunde et ad comitatus Rossilionis et Ceritanie causa dandi exitum
et conclusionem comissioni facte per serenissimum dominum regem super collectionem demandarum dotium illustrium filiarum eiusdem dicti domini regis.
El 4 de mayo en Npoles se escribi un poca que relacionaba de nuevo al
merino Juan Ruiz, consejero real, con Juan Snchez, mercader habitante de aquella ciudad, antes citado como tomador de una letra de cambio que libr Ruiz a un
socio suyo en Barcelona. En dicha poca actuaron como testigos Joan Albanell,
mercader barcelons, y Paulo Terriola, comerciante mallorqun. El 30 de mayo
pag asimismo una pequea deuda a Antonio Amors, magister correriorum
habitans civitatis Neapolis. Otras escrituras realizadas en Npoles por el notario
Juan de Barrachina los das 2, 7 y 13 de junio de 1451 prueban su estancia continuada en la corte. Luego vino un lapso de tiempo sin rastro hasta el 9 de agosto
en que Blas Stefani, secretario del rey, reconoci haber cobrado seis ducados de
Juan Ruiz pro satisfacione diversorum laborum per me sustentorum tam in ordinando quam in expediendo certas provisiones et litteras patentes et alias clausas
directas serenissimis domine regine et domino regi Navarre.
El mismo notario Juan de Barrachina, en cuyos protocolos aparecen registradas
todas estas noticias, reconoci en Npoles el 9 de septiembre de 1451 haber reci-
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bido de Juan Ruiz 169 sueldos jaqueses de dietas por triginta unius diei quibus me
contingit vacare in itinere quod feci ut procurator vestri dicti domini comissarii
cum quadam bestia conducta de civitate Cesarauguste. l haba sido uno de los
tres acompaantes ecuestres del merino Juan Ruiz, con el cometido de levantar acta
de cada una de sus gestiones como comisario fiscal de la recaudacin de los maridajes de las infantas, lo que sumado a parte de su estancia posterior en Npoles
supona un total de sesenta y dos das fuera de Zaragoza, cobrando otros 370 sueldos in satisfaccione et solucionem laborum meorum et salarii michi debiti.
Pero la estancia de este notario se prolong mucho ms y fue aprovechada para
realizar otras escrituras como el protesto de una letra de cambio efectuado el 23
de octubre de ese ao. La letra haba sido librada por el noble valenciano Antoni
Olzina, secretario real, y enviada desde Npoles a Valencia, a la atencin del pagador o librado de la misma, el notario Joan Sart, con el siguiente contenido: En nom
de Deu en Napols a XXIII de octubre MCCCCLI. Molt honorable e car frare per
aquesta primera de cambi a quatre mesos feta complireu an Lorench Soler dos
milia sicentes e vint cinch lliures, co es, II M DCXXV lliures, per dos milia cinchcents ducats que son content den Guillem Escalles a razon de XXI sous per ducat,
perque al temps feuli bon compliment. Deus sia ab tots. Vostre sempre, Anthoni
Olzina. El reclamante era Guillem Escales, mercader de la ciudad de Barcelona
residente en Npoles, a la vista de que su socio en Valencia, Lloren Soler, no
haba cobrado del notario Joan Sart. El secretario real Antoni Olzina era caballero de la orden de San Jaime de la Espada y comendador de Montalbn, Museros,
Villajoyosa y Enguera, habitante asimismo en la corte de Npoles. Confesaba
tener en comanda hasta cinco mil florines de oro de buen cuo de Aragn pertenecientes al citado Guillem Escales, y en el escrito actu como testigo Juan Ruiz,
ciudadano y merino de la ciudad de Zaragoza, junto a Sancho de la Nau, maestro
en medicina y ciudadano de Daroca. De la misma manera, el 9 de noviembre el
notario zaragozano redact una procuracin en la capital napolitana a un tal Francisco del Povo, valentinus habitans civitatis Neapolis. Incluso, el 26 de noviembre Juan Ruiz compraba en presencia del notario Barrachina un cautivo negro llamado Al, de once aos de edad, propiedad del mercader mallorqun Jaume Pardo,
tambin residente en Npoles, por el precio de 45 ducados, actuando como testigo Jordi de Queralt, comerciante de Barcelona.
La estancia napolitana de Juan Barrachina junto al merino y consejero real Juan
Ruiz se prolong a lo largo de 1452, intitulndose en sus documentos notario habitador de la ciudat de Caragoa e de present habitant en la ciudat de Napols. Por
su casa y escribana pasaron durante enero y febrero de ese ao personajes como
el noble valenciano Pere Bol Lladr, seor de Turs, o el capelln mayor del rey
fray Domingo Xarch, obispo de Agrigento. A finales de febrero de 1452 los actos
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tesorero Mateu Pujades en la corte de Alfonso V (1445-1447), merecer un anlisis mucho ms profundo del que se ha podido hacer hasta ahora.129 Se trata de un
manuscrito de 61 folios escrito en cataln y conservado en la Seccin Varia del
Archivo del Reino de Valencia (signatura 181), que emplea como moneda de
cuenta el ducado napolitano equivalente a 5 tarins (1 tar = 20 grans). El sistema
de registro utilizado, conocido tradicionalmente como contabilidad a la veneciana, consiste en poner los gastos que el banquero ha pagado y que por consiguiente le debe la casa real en el verso de cada folio, mientras que en el recto del
siguiente se apunta el haber o los ingresos que ha recibido de la casa real. La imagen resultante con el libro abierto delante del lector es la de dos partidas de datos
confrontadas bajo la expresin habitual del Deu (debe o gastos) a la izquierda y
del s li degut (haber o ingresos) a la derecha.
Las fechas que comprenden los registros van de noviembre de 1445 hasta
febrero de 1447. Durante ese tiempo el banquero Miroballo pag 127.173 ducados, 4 tarins y 3 grans e ingres 112.490 ducados y 2 grans con un balance final
negativo o dficit de caja de 14.683 ducados, 4 tarins y 1 gra. Los ingresos efectuados provinieron sobre todo de los fogajes recaudados en el reino de Npoles y,
en menor medida, del cobro de letras de cambio (24.000 ducados) y prstamos
(4.000 ducados). En ese sentido, el endeudamiento previo de la casa real para
obtener fondos afect tambin a la partida de gastos, ya que se pagaron 13.000
ducados a diversos acreedores durante ese perodo, 8.000 en letras de cambio y
5.000 por prstamos. Por lo general, dos tercios de los gastos consistan en mltiples pagos por la manutencin de la casa real y por los salarios de sus oficiales.
A stos se les daba una cantidad anual para vestirse y un estipendio (quitaci o
provisi), aunque los oficios principales eran premiados adems con subsidios,
donaciones o grcies ordinries. Pero al margen de estas cifras globales la potencia informativa del manuscrito es enorme a efectos del tema que aqu se trata.
La corte de Alfonso V en el castillo de Npoles reuna unos dos centenares y
medio de personas, a tono con los datos de las ordenanzas de Pedro IV. Se repartan en tres grupos de officials, domstichs e cavallers de casa del Senyor Rey. Tal
colectivo era equiparable a mediados del siglo XV al tamao de la casa del duque
de Borgoa (250-300 personas), y estaba a medio camino de las dimensiones que
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tenan por aquel tiempo las cortes inglesa y francesa (en torno a las 800 personas).
En conjunto, las cuentas del banquero Miroballo para la corte napolitana de
Alfonso V reflejan un claro predominio de los servidores domsticos con tres sectores principales, a saber, la cmara real (ayudantes y asistentes del rey, porteros,
escribanos), la caza (halconeros, monteros, podenqueros, mozos de perros alanos)
y la alimentacin (cocineros, reposteros, botelleros, especieros, compradores).
Aunque el personal laboral dedicado a la confeccin de vestidos, y a las actividades artsticas y ldicas era amplio tambin (msicos, danzantes, pintores, poetas). Llama la atencin especialmente el carcter internacional del entorno cortesano de Alfonso V con alemanes, catalanes, florentinos, franceses, genoveses,
griegos, milaneses, napolitanos, portugueses, castellanos y venecianos, entre
otros. En ese sentido, el problema clave del gasto de la corte no era slo el pago
al numeroso personal domstico y funcionarial sino tambin el desembolso de
pensiones a diversos ciudadanos y eclesisticos del entorno real de difcil caracterizacin, incluyendo algunos servidores procedentes de la antigua casa del hermano del rey, el infante Enrique, fallecido en 1445.
CONCLUSIONES GENERALES
Como se ha visto, el mundo de la casa real y de los consejeros de los reyes de
Aragn no ha tenido excesiva atraccin para la historiografa de la Corona en
comparacin con las importantes obras de referencia existentes en otros territorios
europeos. Es el caso de los libros de Chris Given-Wilson para Inglaterra,130 Rita
Costa para Portugal,131 Monique Ornato para Francia,132 Jaime de Salazar para Castilla y Len133 o Mara Narbona para Navarra.134 Posiblemente, la aplicacin del
mtodo prosopogrfico sea una de las mejores perspectivas de futuro que recalcan
todas esas investigaciones para captar bien la formacin de las elites cortesanas,
slidas estructuras clientelares basadas en vnculos de parentesco, servicio y fide-
130. CH. J. GIVEN-WILSON, The royal household and the Kings affinity: service, politics and
finance in England, 1360-1413, Londres y New Haven, Yale University Press, 1986.
131. R. COSTA GOMES, A Corte dos reis de Portugal no final da Idade Media, Lisboa, Difel,
1995. Vase tambin de la misma autora, The Making of a Court Society. Kings and Nobles in Late
Medieval Portugal, Cambridge University Press, 2003.
132. M. ORNATO, Rpertoire prosopographique de personnages apparents la courounne de
France aux XIVe et XVe sicles, Pars, Publications de la Sorbonne, 2001.
133. J. DE SALAZAR Y ACHA, La Casa del Rey en Castilla y Len en la Edad Media, Madrid,
Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2000.
134. M. NARBONA CRCELES, La corte de Carlos III el Noble, rey de Navarra: espacio
domstico y escenario del poder, 1376-1415, Pamplona, Eunsa, 2006.
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lidad. Estos grupos de poder fuertemente aristocratizados, aunque abiertos tambin al ascenso de juristas y caballeros, cimentaban las bases de su cohesin a travs de relaciones de confianza e influencia recprocas, que se aprehendan y practicaban desde la infancia. Los propios monarcas se apoyaron en ese tipo de nexos
para poder delegar competencias de gobierno. Algo que slo sera posible desde
el conocimiento ntimo de sus colaboradores ms cercanos. Se configur as una
nueva frmula de mando sustentada por una fuerte red de relaciones personales
que iba destinada a impregnar y vertebrar las monarquas europeas.135
El estudio de la corte real aragonesa, como el de cualquier otra, no puede ser
desligado de una interpretacin global sobre la formacin y evolucin de los estados feudales en Occidente. Hay que superar por fin esa visin errnea de los orgenes del Estado moderno en la Edad Media, que lo presenta como si fuera un
fenmeno nuevo surgido en los siglos XIV-XV, desconectado de las formas estatales feudales documentadas ya desde el siglo XI.136 Tampoco debera desligarse
el estudio de las casas reales y de sus oficios del anlisis de los procesos de ennoblecimiento y seorializacin que tanto tienen que ver con muchos linajes de cortesanos que, a cambio de los servicios prestados a la monarqua, consolidan generacin tras generacin su patrimonio y su capacidad jurisdiccional a lo largo y
ancho de muchas tierras. En lugar de reconstruir aisladamente las biografas de
personajes destacados, stas deben de integrarse en las trayectorias familiares
intergeneracionales de las cuales formaron parte indisoluble, desde una perspectiva espacio-temporal de larga duracin cuyos resultados sern sin duda ms significativos. De hecho, esta estrategia de estudio, cuya utilidad ha quedado sobradamente demostrada a travs del ejemplo paradigmtico del linaje Urrea, debe
priorizarse sobre la biografa individual aislada y descontextualizada.
Para la Corona de Aragn algunos especialistas en historia del derecho o en
historia econmica han concentrado su inters en ciertos oficios reales singulares
como el de los maestres racionales,137 virreyes, gobernadores o lugartenientes
135. . FERNNDEZ DE CRDOVA MIRALLES, Sociedad cortesana y entorno regio en
Medievalismo. Boletn de la Sociedad Espaola de Estudios Medievales, 13-14 (2004), pp. 49-78.
Vase tambin M. . LADERO QUESADA, La casa real en la Baja Edad Media en Historia. Instituciones. Documentos, 25 (1998), pp. 327-350.
136. G. NAVARRO ESPINACH, Los notarios y el Estado aragons (siglos XIV-XV) en J. A.
Barrio Barrio (editor), Los cimientos del Estado en la Edad Media, Alicante, Editorial Marfil, 2004,
pp. 39-63.
137. T. DE MONTAGUT I ESTRAGUS, El Mestre Racional a la Corona dArag (1283-1419),
2 vols., Barcelona, Virgili & Pags, 1987; E. CRUSELLES GMEZ, El Maestre Racional de Valencia. Funcin poltica y desarrollo administrativo del oficio pblico en el siglo XV, Valencia, Edicions
Alfons el Magnnim, Sindicatura de Comptes, 1989.
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generales.138 Sin embargo, al margen de los estudios de Trenchs sobre las cancilleras de los monarcas y la corte de Pedro III, la integracin de esos estudios en
la visin global del sistema institucional de la monarqua est por hacer. La historia de un oficio o de una institucin aisladamente ayuda a avanzar pero nunca es
suficiente. Cuando la bsqueda se adentra en los entresijos del poder las relaciones personales nos trasladan a terrenos mucho ms complejos y no menos importantes. Por ejemplo, el de la educacin de los reyes y sus vasallos en el entorno
cortesano, tema que explica las convicciones y los valores fundamentales de la
conducta y de la mentalidad de los gobernantes.139
Tal vez la obra de Maquiavelo deviene uno de los ecos ms lejanos del pensamiento medieval en ese mbito, colofn de toda la literatura especular de los prncipes de aquellos tiempos. En ese sentido, dicho autor escriba las siguientes reflexiones sobre la figura de los secretarios de gobierno en el captulo XXII de El
Prncipe (1513):140
No es asunto de poca importancia para un prncipe la eleccin de sus ministros. stos son buenos o malos segn la prudencia del prncipe mismo; de ah
que el primer juicio que nos formamos sobre la inteligencia de un seor sea a
partir del examen de los hombres que tiene a su alrededor: cuando son competentes y fieles se le puede tener siempre por sabio, puesto que ha sabido reconocer su competencia y mantenrselos fieles. Pero cuando son de otra manera
hay siempre motivo para formar un mal juicio de l, puesto que su primer error
ha sido precisamente elegirlos.
Para que un prncipe eligiese correctamente a sus ministros haba un procedimiento que nunca fallaba:
Si t ves que piensa ms en s mismo que en ti y que en todas sus acciones
anda buscando su propia utilidad, tal persona jams ser buen ministro, jams
te podrs fiar de l, porque aquel a quien se ha confiado el gobierno no debe
pensar nunca en s mismo, sino siempre en el prncipe y no recordarle jams
sino aquellos asuntos que conciernen realmente a su principado. Pero, por otra
parte, el prncipe, para conservar fiel a su ministro, debe pensar en l recompensndole con honores, hacindolo rico, vinculndolo a su persona y hacindole partcipe de honores y responsabilidades. De esta manera el ministro ve
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que no puede mantenerse al margen del prncipe, los abundantes honores le llevan a no desear ms honores ni las abundantes riquezas ms riquezas, mientras
las abundantes responsabilidades le hacen temer posibles cambios. Por tanto,
cuando los ministros y el comportamiento de los prncipes hacia ellos se presentan de esta forma, pueden tener confianza el uno en el otro; cuando sucede
de otra manera, el final es siempre desastroso para el uno o para el otro.
Maquiavelo deca saber cmo aconsejarse por las personas idneas mediante
una regla que no fallaba nunca:
Un prncipe, por tanto, debe aconsejarse siempre, pero cuando l quiere y
no cuando quieren los dems; debe incluso desanimar a los dems a aconsejarle sobre cualquier cosa si no se les pide consejo. Sin embargo, debe estar siempre preguntando y escuchar pacientemente la verdad sobre todo aquello de lo
que ha preguntado, enojndose incluso si alguien por cualquier razn no se la
dice. Muchos piensan que el prncipe que da de s esta impresin de prudente
no es tal por su propia naturaleza, sino por los buenos consejos de los que tiene alrededor. Tales personas se engaan porque hay una regla general que no
falla nunca: un prncipe que por s mismo no sea sabio no puede recibir buenos
consejos, a no ser que ponga enteramente en las manos de un hombre prudentsimo que lo gobierne en todo. En este caso podra ocurrir, pero durara poco,
ya que el que gobierna por l le arrebatara el Estado. Pero si se aconseja con
ms de uno, un prncipe que no sea prudente no recibir jams consejos coherentes, ni sabr unificarlos. Cada uno de sus consejeros pensar en sus propios
intereses y l no sabr ni corregirlos ni percatarse de ellos. Y no puede ser de
otra manera porque los hombres siempre te saldrn malos a no ser que una necesidad los haga buenos. Por eso se ha de concluir que los buenos consejos, vengan de quien vengan, han de nacer de la prudencia del prncipe y no la prudencia del prncipe de los buenos consejos.
En suma, a estas alturas, queda bastante claro que la confianza es un valor moral
que se aprende en la ms tierna infancia y que se inculca y mantiene durante toda la
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Recalcar la relevancia de lo sacro, de los santos, de la liturgia o de lo religioso en el sentido ms amplio para las sociedades medievales significara constatar
lo evidente. El objetivo de este artculo es ms limitado y concreto: Esto comtemplaria poner tres ambitos del mundo religioso en relacin con la monarqua
aragonesa bajo una perspectiva comparativa europea. Los campos elegidos indican un cierto enfoque cronolgico, pero la apariencia engaa, ya que cada uno de
los mismos tiene su relevancia para la poca estudiada, es decir los siglos XIII al
XV. Se trata, primero, de la santidad regia y en concreto de los brotes de veneracin hacia monarcas aragoneses que se pueden detectar durante los siglos bajomedievales, segundo, de la inclinacin por parte de varios miembros la familia
real hacia los mendicantes en general y los franciscanos en particular, y tercero de
los vaticinios surgidos desde finales del siglo XIII en el mbito catalano-aragons
vinculados a la familia real. Un anlisis de estos tres aspectos debera ayudar a
determinar el papel de lo religioso no slo a nivel personal e individual de los respectivos miembros de la familia real, sino tambin para la autoconciencia de una
dinasta que se situaba en un contexto monrquico europeo marcado, entre otro,
por la concurrencia entre-dinstica con respecto a la proximidad a lo sacro.1 Se
1. Folz, Robert: Les saints rois du moyen ge en occident: (VIe-XIIIe sicles) (Subsidia hagiographica 68), Bruxelles 1984; Folz, Robert: Les saintes reines du moyen ge en occident: (VIe - XIIIe
sicles) (Subsidia hagiographica 76), Bruxelles 1992; La royaut sacre dans le monde chrtien, ed.
Boureau, Alain / Ingerflom, Claudio Sergio (Lhistoire et ses reprsentations 3), Paris 1992; Klaniczay,
Gbor: Holy rulers and blessed princesses: dynastic cults in medieval central Europe, Cambridge
2002; Die Sakralitt von Herrschaft: Herrschaftslegitimierung im Wechsel der Zeiten und Rume, ed.
Erkens, Franz-Reiner, Berlin 2002; Le Goff, Jacques / Palazzo, ric / Bonne, Jean-Claude / Colette,
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I. LA SANTIDAD FRUSTRADA
Sin duda, sera un analisis correcto decir que Aragn no ocupa un lugar de preeminencia entre los reinos medievales, que basaban su auto-consciencia e imagen
pblica en su supuesta relacin particular hacia lo trascendental, ms bien al contrario. Ni el reino de Aragn ni el condado de Barcelona o los otros condados catalanes tuvieron una larga tradicin taumatrgica como aquella que seal la
monarqua francesa, no gozaron de la sacralidad imperial de los reyes germanoromanos, ni siquiera pudieron hacer mencin de reyes santos como los ingleses,
los daneses o los hngaros. Esta posicin de relativa irrelevancia no slo la tiene
en comparacin con las monarquas ms all de los Pirineos, sino tambin respecto a otros reinos peninsulares. En vano se busca a una reina santa comparable
a Santa Isabel de Portugal o a un rey santo como Fernando III, aunque cabe subrayar que ambos han sido canonizados en siglos post-medievales.2 Tampoco encontramos las reliquias venerables de un autntico santo nacional, falta por lo tanto un santo que cumpla la funcin que el Apstol Santiago jug en la edad media
para el reino de Castilla-Len. Aragn ni siquiera tiene una antigua tradicin real
litrgica comparable a la astur-leonesa o un ttulo sacro para ostentar como el ttulo imperial leons. Esta insuficiencia relativa ha sido advertida y comentada des-
Marie-Nol: Le sacre royal lpoque de Saint Louis: daprs le manuscrit latin 1246 de la BNF, Paris
2001; Per me reges regnant: la regalit sacra nellEuropa medievale, ed. Cardini, Franco / Saltarelli, Maria, Rimini 2002; Le Goff, Jacques: Hros du Moyen ge, le Saint et le Roi, Paris 2004. Agradezco al amigo Santiago Sabariego (Madrid) su valiosa ayuda lingstica.
2. Boissellier, Stphane: La Vie de pp. Isabelle de Portugal en langue vulgaire: prsentation et
traduction annote du texte original, Revue Mabillon 18 (2007) 217-252, cf. Tambin las referencias
en la nota 50. Sobre las iniciativas de canonizacin de Fernando III en pocas posteriores, el culto local
y la canonizacin definitiva: Rodrguez Lpez, Ana: Fernando III el Santo, 1217-1252: evolucin historiogrfica, canonizacin y utilizacin politica, en: Miscel.lnia en homenatge Agust Altisent, Tarragona 1991, pp. 573-588; Snchez Herrero, Jos: El proceso de canonizacin de Fernando III El Santo, Anuario. Instituto de Estudios Zamoranos Florian de Ocampo 18 (2001) 349-367; Morales,
Alfredo J.: Rey y santo. Ceremonial por Fernando III en la catedral de Sevilla, en: Visiones de la
monarqua hispnica, ed. Vctor Mnguez Cornelles (Amrica 8), Castell de la Plana 2007, pp. 89120; Gonzlez Jimnez, Manuel: Fernando III, el santo, Sevilla 2006, pp. 282-294.
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de hace tiempo: Ya a comienzos del siglo XVII, Antonio Vicente Domnech reproch a sus compatriotas en el pasado por no haber instado la canonizacin de reyes
aragoneses como Ramn Berenguer III y Ramn Berenguer IV.3 En los ltimos
tiempos, los estudiosos han insistido en el tema, aunque con resultados a veces
contradictorios. El objetivo de esta contribucin no es el de continuar la polmica entre Jos Manuel Nieto Soria por una parte y Adelina Rucquoi, Peter Linehan
y Teofilo Ruiz por otra sobre la pregunta si las monarquas peninsulares fueron o
no monarquas sacras.4 Tan slo unas breves palabras sobre este punto: Parece que
en la Pennsula en general y en Aragn en concreto, ni la santificacin de las
dinastas ni el peso de lo sacro en las ceremonias y la comunicacin simblica real
se pudieron comparar con muchos otros reinos europeos, aunque no se pueda
hablar de una ausencia absoluta de elementos sacros en la iconografa y la liturgia
real. Es justificado entonces hablar de santidad y del perfil trascendental de los
reyes de Aragn? La respuesta es un s cauteloso, como se espera demostrar a travs de cinco ejemplos de tentativas fallidas de sacralizar la monarqua, cinco
ejemplos de santidad frustrada.
De todos los reyes catalano-aragoneses, Pedro el Ceremonioso probablemente
tuvo una percepcin ms ntida del capital simblico de sus antepasados.5 Lo
3. Domenec, Antonio Vicente: Historia general de los santos y varones ilustres en santidad del
principado de Catalua, Gerona 1630, pp. 265-273, 376-387, cf. Torra Prez, Alberto: Reyes, santos
y reliquias: aspectos de la sacralidad de la monarqua catalano-aragonesa, en: El poder real en la Corona de Aragn, siglos XIV-XVI (XV Congreso de Historia de la Corona de Aragn 3), Zaragoza 1996,
pp. 493-517, especialmente p. 496.
4. Ruiz, Tefilo F.: Unsacred Monarchy: The Kings of Castile in the Late Middle Ages, en: Rites
of power: symbolism, ritual, and politics since the Middle Ages, ed. Sean Wilentz, Philadelphia 1985,
pp. 109-144; Nieto Soria, Jos Manuel: La Monarqua Bajomedieval castellana: una realeza Sagrada?, en: Homenaje al profesor Juan Torres Fontes, vol. 2, ed. Universidad Murcia, Murcia 1987, pp.
1225-1237; Nieto Soria, Jos Manuel: Los fundamentos mtico-legendarios del poder regio en la Castilla bajomedieval, en: La leyenda: antropologa, historia, literatura, ed. Jean-Pierre tienvre (Casa de
Velzquez / Universidad Complutense de Madrid 6), Madrid 1989, pp. 55-68, especialmente pp. 6162; Rucquoi, Adeline: De los reyes que no son taumaturgos: los fundamentos de la realeza en Espaa,
Relaciones. Estudios de historia y sociedad 13 (1992) 55-100; Linehan, Peter: Frontier Kingship: Castile, 1250-1350, en: La Royaut sacre dans le monde chrtien: colloque de Royaumont, mars 1989,
ed. Alain Boureau / Claudio Sergio Ingerflom (LHistoire et ses reprsentations 3), Paris 1992, pp. 7180; Orcstegui Gros, Carmen: La coronacin de los reyes de Aragn: evolucin poltico-ideolgica y
ritual, en: Homenaje a Don Antonio Durn Gudiol (Homenajes 5), Zaragoza 1995, pp. 633-648; Nieto Soria, Jos Manuel: Tiempos y lugares de la realeza sagrada en la Castilla de los siglos XII al
XV, en: la recherche de lgitimits chrtiennes: reprsentations de lespace et du temps dans lEspagne mdivale (IXe - XIIIe sicle), ed. Patrick Henriet (Annexes des Cahiers de linguistique et de
civilisation hispaniques mdivales 15), Lyon 2003, pp. 263-284.
5. Sobre la espiritualidad del rey Pedro: Cingolani, Stefano Maria: La memria dels reis: les Quatre Grans Crniques i la historiografia catalana, des del segle X fins al XIV (Coleccin Base hispnica 24), Barcelona 2007, pp. 246-261.
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demostr en la reestructuracin del panten real de Poblet que planific y supervis con mucho detalle a lo largo de varias dcadas. Siguiendo el modelo establecido por los capetos en Saint Denis, cre una nueva iconografa mortuoria real,
ubicando los suntuosos sarcfagos de sus antepasados segn un esquema ideado
con mucho esmero.6 Las siete versiones de su testamento y no contamos los
muchos codicilos dan testimonio del inters que el monarca mostr por su obra
y tambin de los cambios que ste introdujo a lo largo del tiempo.7 Un lugar de
preeminencia en esta materializacin de la auto-consciencia real fue ocupado por
Jaime el Conquistador, nuestro primer ejemplo. No me extender mucho en este
punto, ampliamente tratado por Robert Burns, Francois Delpech, Stefano Maria
Cingolani y otros,8 unas pocas palabras sern suficientes. Pedro elev a su tatarabuelo por encima de todos sus otros antepasados. Con ello, sigui una pauta marcada por el mismo Conquistador: Ya en el Llibre dels fets se puede observar el
intento por parte de Jaime I de elevar sus propios orgenes y sus propias acciones
a un nivel sobrenatural, primero al sealar su concepcin de forma milagrosa,
despus al situar a su propia madre, Mara de Montpellier, a la altura de las santas, pretensin recogida por varios autores posteriores.9 Adems, el rey construye
6. Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval, vol. 1, ed. Rubio y Lluch, Antonio
(Memries de la Secci Histrico-Arqueolgica / Institut dEstudis Catalans 54), Barcelona 2000 (Orig.
1908), pp. 226-228; Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval, vol. 2, ed. Rubio y Lluch,
Antonio (Memries de la Secci Histrico-Arqueolgica / Institut dEstudis Catalans 54), Barcelona
2000 (Orig. 1921), pp. 60-62, 75, 103-104, 133-135, 150-153, 201, 291-192, 296; Gonzalvo i Bou,
Gener: Poblet, Pante Reial (Episodis De La Histria 328), Barcelona 2001; Blattmacher, Annette:
Grabmler in katalanischen Zisterzienserklstern bis 1400. Beispiele aus Santes Creus, Poblet, Vallbona de les Monges und Vallsanta, Cteaux. Commentarii cistercienses 56 (2005) 70-130; Klein, Bruno:
Der Knig und die Kunst: die Genese des aragonesich-katalanischen Panten in Poblet unter Pere el
Ceremonos, en: Grabkunst und Sepulkralkultur in Spanien und Portugal, ed. Barbara Borngsser /
Henrik Karge / Bruno Klein (Ars iberica et americana 11), Frankfurt a. M. 2006, pp. 317-338.
7. Udina i Abell, Antoni M.: Els testaments dels comtes de Barcelona i dels reis de la Corona dArag: de Guifr Borrell a Joan II (Textos i documents 33), Barcelona 2001, pp. 227-356, doc.37-49.
8. Bums, Robert I.: The Spiritual Life of James the Conqueror, King of Arago-Catalonia, 12081276: Portrait and Self Portrait, Catholic Historical Review 62 (1976) 1-35; Delpech, Franois: Histoire et lgende: Essai sur la gense dun thme pique aragonais (Textes et documents du Centre
de Recherche sur lEspagne des XVIe et XVIIe Sicles 3), Paris 1993; Cingolani, Stefano Maria: Historia y mito del rey Jaime I de Aragn, Barcelona 2007, pp. 91-110. Vase tambin Rubio Vela, Agustn: Jaime I. La imagen del monarca en la Valencia de los siglos XIV y XV, en: El rei Jaume I. Fet,
actes i paraules, ed. Germ Colon Domenech / Toms Martnez Romero, Castelln-Barcelona 2008,
pp. 129-155, pp. 137-143.
9. Soldevila, Ferran: Els primers temps de Jaume I (Memries de la Secci Histrico-Arqueolgica / Institut dEstudis Catalans 27), Barcelona 1968, pp. 1-14; Riquer, Martn de: Llegendes histriques catalanes: Les quatres barres, Lengendrament del Rei Jaume, La mort de la Infanta Sana, Lespasa de Vilardell i el drac de Sant Celoni, Galceran de Pins i el rescat de les cent donzelles (Dun
dia a laltre 7 7), Barcelona 2000, pp. 49-103. E nostre seyor la am tant e li don tanta de grcia,
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14. Llompart Moragues, Gabriel: La festa de lestandart (dArag). Una liturgia municipal europea en Mallorca (siglos XIII-XV), Jernimo Zurita: Cuadernos de histori 37-38 (1980) 7-34; Alomar
Canyelles, Antoni Ignasi: LEstendard, la festa nacional ms antiga dEuropa: (s. XIII - XXI) (Collecci Menjavents 26), Palma (Mallorca) 1998; Quintana i Torres, Antoni J.: La festa de lEstendard: cultura i cerimonial a Mallorca (segles XIV - XX) (Recerca i pensament 5), Catarroja [u.a.] 1998.
15. Robert I. Bums, The Spiritual Life of James the Conqueror (cf. nota 8), p. 5; Narbona Vizcano,
Rafael: El nou doctubre: ressenya histrica duna festa valenciana (segles XIV - XX) (Srie minor. Histria 44), Valencia 1997, pp. 21-34, Rafael Narbona Vizcano, Hroes, tumbas y santos (cf. nota 12), pp.
299-303, los artculos recogidos en: Rafael Narbona Vizcano, El nou doctubre (cf. nota 15) y la contribucin de Rafael Narbona en este libro, as como Serra Desfilis, Amadeo: En torno a Jaime I: de la imagen al mito en el arte de la Corona de Aragn en la Baja Edad Media, en: Visiones de la monarqua hispnica, ed. Vctor Mnguez Cornelles (Amrica 8), Castell de la Plana 2007, pp. 321-321-348 y
ltimamente Agustn Rubio Vela, Jaime I. La imagen del monarca (cf. nota 8), pp. 131-138, 137-140.
16. Tourtoulon, Charles Jean Marie de: el conquistador, Rey de Aragon, Conde de Barcelona,
Senor de Montpellier: segun las cronicas v documentos ineditos, Valencia 1874 (ND 1980), II, pp. 414415. Belenguer, Ernest: Jaume I a travs de la histria, 2 vol., Valncia 1984, I, p. 51.
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ubi, et iussu ipsius adhuc viventis in ecclesia, in hoc sepulchro honorifice tumulatum requiescit, ibique saepe et saepissime evidentibus crebris claruit miraculis.17 Por lo menos en Ripoll, parece que se celebraba la memoria de estos supuestos milagros, como demuestra un martirologio del monasterio, escrito fines del
siglo XII principios del XIII: VIII Idus Augusti. Eodem die obiit inclitus marchio
Raimundus Berengarii, Comes Barchinonensis, princeps Aragonensis, ac dux Provincie. Hic post captas Almeriam, Tortosam, Hylerdam, et Fragam civitates, multaque oppida, quae Dei virtute protectus pugnando ab Agarenis extorsit, in Italia
apud vicum Sancti Dalmacii diem clausit extremum; corpusque suum ad Rivipollense monasterium transportatum est et in ecclesia honorifice tumulatum; ibique
satis evidentibus claruit miraculis.18 Ahora bien, a pesar de estas noticias dispersas, no se encuentra la creacin formal de un culto real en el resto del reino, aunque todava a comienzos del siglo XVII, Antonio Vicente Domenec contara a
Ramn Berenguer IV entre los varones ilustres en santidad.19
Esto vale igualmente para Sancha, hija del Conquistador, nuestro tercer ejemplo.20 Sabemos de su existencia por la documentacin coetnea, que la menciona en
varias ocasiones, aunque el Llibre dels Fets quede mudo al respecto. En 1248 figur en el testamento de su madre, Violante de Aragn, y tres aos ms tarde Inocencio IV dio permiso para que se casara.21 Ahora bien, esto nunca sucedi, y Sancha
desaparece de las fuentes. Aos ms tarde la mencion Don Juan Manuel: En su
libro de armas cuenta que la infanta aragonesa dej las riquezas del mundo para retirarse a Acre y ayudar a los pobres. Al morir, los ciudadanos de la ciudad se percataron de quien haba sido esta mujer que tanto haba ayudado al prjimo: Et ovo
la infanta Sancha, que nunca caso. Et oy dezir que muriera en el ospital de Acre o
estava desconocidamente serviendo a los romeros. quando esta infanta fino en
Acre en el ospital que se movieron todas las campanas de la villa a tanner por su
17. Bofarull y Mascar, Prspero de: Los Condes de Barcelona vindicados, y cronologia y genealogia de los Reyes de Espaa considerados como soberanos independientes de su marca, vol. 2, Barcelona 1836, p. 201. Agradezco vivamente al amigo Stefano Cingolani haber llamado mi atencin
sobre este texto.
18. Prspero de Bofarull y Mascar, Los Condes de Barcelona vindicados (cf. nota 17), p. 205.
19. Antonio Vicente Domenec, Historia general de los santos (cf. nota 3), pp. 376-387.
20. de Riquer, Mart: La leyenda de la infanta Doa Sancha hija de Don Jaime el Conquistador,
en: Homenaje a Mills Vallicrosa, vol. 2, Barcelona 1954-1956, pp. 229-241; Jaspert, Nikolas: Heresy
and Holiness in a Mediterranean Dynasty: the House of Barcelona in the Thirteenth and Fourteenth
Centuries, en: Across the Mediterranean Frontiers: Trade, Politics and Religion, 650-1450, ed. Demetrios A. Agios / Ian R. Netton (International Medieval Research 1, Turnhout 1997, pp. 105-135.
21. Huici Miranda, Ambrosio: Coleccin diplomtica de Jaime I, el Conquistador: aos 1217 a
1253, 2 vol., Valencia 1916-1918, p. 549; Les registres dInnocent IV, 4 vol., ed. lie Berger (Bibliothque des coles Franaises dAthnes et de Rome, 2e Sr. 4), Paris 1884-1897, II, p. 218, doc. 5230.
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cabo, commo las tannen quando ay algun cuerpo finado, et las gentes fallaron
que [el cuerpo] tenia una carta en la mano; et quando la quisieron tomar para leer
non gela pudieron sacar de la mano fasta que vino un gran perlado, non me acuerdo si oy dezir si fuera patriarca o obispo. Mas bien me acuerdo oy dezir que fuera
perlado et desque vio que la carta non gela podian sacar de la mano, mando en virtud de sancta obediencia que diese la carta. Et ella abrio la mano et tomo el perlado la carta et leola a todo el pueblo et fallo que dezia la carta commo era la infanta donna Sancha, fija del Rey don Jaymes de Aragon y la Reyna donna Violante22
El historiador moderno suele cuestionar la veracidad de la historia. De hecho,
la finalidad poltica del libro de las armas a favor de Don Juan Manuel y su familia, emparentada con Sancha a travs de la madrastra del autor, hija de Jaime el
Conqueridor, est fuera de duda. Y la influencia de modelos literarios como la
Vida de Sant Alexios o incluso gestas contemporneas salta a la vista.23
Ahora bien, el hecho de que las fuentes prueben la existencia de la princesa y
su desaparicin repentina, hace algo ms verosmil que sta efectivamente podra
haber elegido una vida caritativa. Parece ms posible aun, si nos percatamos de
que Sancha fue sobrina de Santa Isabel de Hungra, muerta en 1231, una princesa que dedic los ltimos aos de su vida al servicio de los pobres y enfermos.24
Sancha habria crecido en pleno conocimiento de su ilustre ta, canonizada slo un
ao despus del enlace de sus padres. No es casualidad que su hermana fuera bautizada con el nombre de Isabel, que entr as a formar parte de los nombres reales de la Casa de Barcelona, documentos posteriores demuestran que varios
miembros de la dinasta entre ellos el ya mencionado infante Pedro de Aragn
22. Don Juan Manuel: Obras completas 1: Libro del cauallero et del escudero, Libro de las armas,
Libro enfenido, Libro de los estados, Tractado de la asuncin de la virgen Mara, Libro de la caza, ed.
Jos Manuel Blecua (Biblioteca romnica hispnica. 4, Textos 15), Madrid 1982, pp. 127-128.
23. Acta Sanctorum, vol. 4, pp. 251-253. Mart de Riquer, La leyenda de la infanta Doa Sancha
hija de Don Jaime el Conquistador (cf. nota 20). El principal inters de De Riquer era determinar los
modelos literarios de la historia, que encuentra en obras como quatre fils Aymon (Renaut de Montauban) o Li coronemenz y evidentemente en la leyenda de San Alexios. Golinelli, Paolo: La leggenda di
santAlessio in due inediti volgarizzamenti del Trecento e nella tradizione letteraria italiana (I Classici cristiani 273-274), Siena 1987.
24. Sankt Elisabeth: Frstin, Dienerin, Heilige. Ausstellung zum 750. Todestag der Heiligen Elisabeth
1981 - 1982, Sigmaringen 1981; Werner, Matthias: Mater Hassiae - Flos Ungariae - Gloria Teutoniae. Politik und Heiligenverehrung im Nachleben der hl. Elisabeth von Thringen, en: Politik und Heiligenverehrung im Hochmittelalter, ed. Jrgen Petersohn (Vortrge und Forschungen / Konstanzer Arbeitskreis fr
Mittelalterliche Geschichte 42), Sigmaringen 1994, pp. 449-540; as que ltimamente (con amplia bibliografa): Elisabeth von Thringen - eine europische Heilige: 3. Thringer Landesausstellung Wartburg Eisenach, 7. Juli bis 19. November 2007, ed. John, Uwe / Blume, Dieter, Petersberg 2007; Elisabeth von
Thringen und die neue Frmmigkeit in Europa, ed. Bertelsmeier-Kierst, Christa (Kulturgeschichtliche
Beitrge zum Mittelalter und der frhen Neuzeit 1), Frankfurt am Main [u.a.] 2008.
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(1305-1381) celebraron la memoria de su antepasada hngara.25 Es bien conocida la influencia que Isabel de Hungra ejerci sobre varias parientes suyas del centro este de Europa, princesas premislitas y rpadas como Margarita de Hungra o
Ins de Bohemia, beatificadas o canonizadas posteriormente al igual que su
modelo y pariente, debido a su vida ejemplar, su afn a la pobreza o su obra caritativa. Si el ncleo de la narracin de Don Juan Manuel fuera certero, la vida de
Sancha podra ser un ejemplo ms aunque poco conocido hasta la fecha de la
extensin de la veneracin Isabelina entre las princesas europeas.26
Si efectivamente la historia de Don Juan Manuel fue una tentativa paso para la
construccin de una santa real aragonesa, no lleg a ms. Igualmente frustrados
quedaron posteriores intentos de crear un culto propio en la Casa de Barcelona.
Pedro el Ceremonioso parece haber contemplado la idea de instaurar una veneracin popular de su to, un infante mendicante llamado Pedro o Pere.27 Como ya
dicho, ste, el cuarto ejemplo de un santo frustrado, tiene un papel relevante en
esta contribucin, ya que podra servir de hilo conductor que uniera los tres temas
de este artculo: sacralidad, franciscanismo y profeca. Al morir el infante en 1362,
su sobrino Pedro el Ceremonioso escribi varias cartas relatando los milagros que
haban ocurrido en la tumba de su to,28 pero fuera porque Pedro haba perdido
simpatas en la corte papal por sus declaraciones en favor de Urbano VI durante
25. Matthias Werner, Mater Hassiae (cf. nota 24), p. 523; Pou y Mart, Jos Mara: Visionarios,
beguinos y fraticelos catalanes (siglos XIII - XV) (Espejo de Clo 9), Alicante 1996, pp. 236-237.
26. El tema ha sido tratado magistralmente: Gbor Klaniczay, Holy rulers and blessed princesses (cf.
nota 1), cf. tambin estudios preparatorios como Klaniczay, Gbor: I modelli di santit femminile tra i
secoli XIII e XIV in Europa centrale e in Italia, en: Spiritualit e lettere nella cultura italiana e ungherese del basso Medioevo: [atti del convegno di studio promosso e organizzato dalla Fondazione Giorgio
Cini], ed. Sante Graciotti (Studi 46), Firenze 1995, pp. 75-108; cf. Adems un caso excepcional de imitatio sanctae Elisabethae: Dek, Viktria Hedvig: rpd-hzi Szent Margit s a domonkos hagiogrfia:
Garinus legendja nyomban (Teolgia, Budapest 2005. Sobre la devocin isabelina en las cortes de
Npoles y Castilla cf. Brm, Andreas: Fratrum minorum mater: Heiligenbilder als Angleichung und
zum Patronat in Frankreich und Flandern und in der Anjou-Hofkunst Neapels, en: Elisabeth von Thringen - eine europische Heilige: 3. Thringer Landesausstellung Wartburg - Eisenach, 7. Juli bis 19.
November 2007, ed. Uwe John / Dieter Blume, Petersberg 2007, pp. 309-324; Blume, Dieter / Joneitis,
Diana: Eine Elisabeth-Handschrift vom Hof Knig Alfons X. von Kastilien, en: Elisabeth von Thringen - eine europische Heilige: 3. Thringer Landesausstellung Wartburg - Eisenach, 7. Juli bis 19.
November 2007, ed. Uwe John / Dieter Blume, Petersberg 2007, pp. 325-339. Recientemente se ha
ampliado el espectrote las princesas filo-franciscanos con un estudio magistral: Field, Sean L.: Isabelle
of France: Capetian sanctity and Franciscan identity in the thirteenth century, Notre Dame 2006.
27. Archivo de la Corona de Aragn, Cancelleria, Reg. 1276, fol. 141r, 145v; Martnez Ferrando, Jos
M.: Jaime II de Aragn. Su vida familiar, 2 vol., Barcelona 1948, I, p. 169. Cf. las referencias en la nota 61.
28. Antonio Rubio y Lluch, Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval, vol. 2 (cf.
nota 6), p. 250-251, doc. 257; Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25),
pp. 525-538.
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fuera por las relaciones inestables con la curia pontificia, fuera por otras razones, no lograron este fin, pues todas las respectivas canonizaciones ocurrieron
ya en tiempos modernos.
Mirando a los Trastmara, se nota el mismo afn de crear ncleos de culto real.
En este contexto cabe recordar que el botn ms preciado por Alfonso el Magnnimo cuando conquist Marsella en 1423 fueron justamente las reliquias de su
antepasado, San Lus de Tolosa, desgraciadamente demasiado vinculado a la
dinasta de los capetos como para servir de santo nacional catalano-aragons.34
Medio siglo ms tarde sin embargo nos encontramos con el culto a un autntico
miembro de la familia real aragonesa, nuestro quinto y ltimo ejemplo: Se trata
de la veneracin popular al prncipe de Viana introducida por los barceloneses en
su catedral en 1462. Nada ms morir, surgieron rumores de milagros ocurridos en
la tumba del malogrado prncipe, y coblas cantaban sus virtudes. En un intento de
reforzar su posicin militar mediante la construccin de un santo propio, los Diputados de la Generalidad se dirigieron al papa Po II para conseguir la canonizacin, pero en vano: El papa se neg, y el culto a San Karles,35 tan fuertemente
marcado por los intereses polticos durante la guerra civil catalana, desapareci
rpidamente a su trmino en 1472.36 Slo con la canonizacin de San Vicente
Ferrer a mediados del siglo XV se puede hablar de un nuevo santo marcadamente catalano-aragons.37 Las celebraciones ordenadas en Npoles por Alfonso el
Magnnimo para celebrar el acontecimiento ponen en evidencia hasta que punto
34. Ametller Vinyas, Jos: Alfonso V de Aragn en Italia y la crisis religiosa del siglo XV, 3 vol.,
Gerona 1903-1928, I, pp. 190-192; Dietari del Capell dAnfos el Magnnim, ed. Jos Sanchis i Sivera, Valencia 1932, pp. 125-126; Jaspert, Nikolas: Santos al servicio de la Corona durante el reinado de
Alfonso el Magnnimo (1416-1458), en: Atti del XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona, Napoli 18-24 settembre 1997, ed. Guido dAgostino, Napoli 2000, pp. 1839-1858,
especialmente pp. 1843-1844. Sobre el franciscanismo capeto cf. Kintzinger, Martin: Viri religiosi et
literati. Kleriker am Frstenhof im spten Mittelalter, en: Vita religiosa im Mittelalter. Festschrift fr
Kaspar Elm zum 70. Geburtstag, ed. Franz J. Felten / Nikolas Jaspert (Berliner Historische Studien 31
= Ordensstudien 13), Berlin 1999, pp. 543-562; Sean L. Field, Isabelle of France (cf. nota 26). Sobre
Lus de Tolosa: Psztor, Edith: Per la storia di San Ludovico dAngi: (1274-1297) (Studi storici 10),
Roma 1955;
35. Dietaris de la Generalitat de Catalunya: 1411 - 1714, volum 1: Anys 1411 a 1539, ed. Sans i
Trav, Josep Maria, Barcelona 1994, p. 167.
36. Font Rius, Josep Maria: La tradici de la santedat del prncep de Viaria, La Paraula Cristiana
20 (1934) 196-223; Font Rius, Josep Mara: El Princep de Viana a la Seu de Barcelona, en: Homenatge a Antoni Rubi i Lluch. Miscel.lnia destudis literaris, histrics i lingstics, vol. 2, Barcelona
1936, pp. 541 -557; Duran Grau, Eullia: La funci de les llegendes en la historiografia, Estudi general 23 (2004) 63-82.
37. Smoller, Laura A.: Miracle, Memory and Meaning in the Canonization of Vincent Ferrer,
1453-1454, Speculum 73 (1998) 429-454.
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38. Minieri Riccio, Camillo: Alcuni fatti di Alfonso I di Aragona: Dal 15 Aprile 1437 al 31 di Maggio 1458, Napoli 1881, p. 85. El rey dijo claramente cual era el valor excepcional de este santo: reputara singular grcia, principalment, per aquell [S. Vicente] sser natural de la ciutat de Valncia, de
qu no tan solament lo dit senyor [Alfonso], mas encara lo dit Sant Pare e tota Spanya se deuen congratular a dar laors a Nostre Senyor Du, Martnez Ferrando, Jess Ernesto: pp. Vicente Ferrer y la
Casa de Aragn, Barcelona 1955, doc. 81.
39. Vauchez, Andr: La saintet en Occident aux derniers sicles du Moyen Age: daprs les
procs de canonisation et les documents hagiographiques (Bibliothque des coles Franaises
dAthnes et de Rome 241), Roma 1981; Goodich, Michael: The Politics of Canonization in the Thirteenth Century: Lay and Mendicant Saints, en: Saints and their cults: studies in religious sociology,
folklore and history, ed. Stephen Wilson, Cambridge [u.a.] 1987, pp. 169-189.
40. Kantorowicz, Ernst Hartwig: The kings two bodies: a study in mediaeval political theory,
Princeton, NJ 1957, traducido como: Kantorowicz, Ernst: Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teologa poltica medieval, Barcelona 1988.
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demostrado por varios miembros de la Casa real, un celo muy vinculado a la religiosidad franciscana. Escribir acerca de ideales franciscanos en un artculo sobre
el perfil trascendental de los reyes aragoneses podra parecer una contradiccin,
dado que el ejemplo vivido por san Francisco se basaba justamente en lo humano
y en la humildad individual. Pero gracias a los estudios de Andr Vauchez, Gabor
Klaniczay y otros historiadores sabemos que efectivamente, la vida franciscana de
los poderosos pudo elevarles por encima de otros soberanos a los ojos de sus contemporneos y hagigrafos.41
41. Andr Vauchez, La saintet en Occident aux derniers sicles du Moyen Age (cf. nota 39); Klaniczay, Gbor: The uses of supernatural power: the transformation of popular religion in medieval and
early-modern Europe, Princeton, N.J 1990; Vauchez, Andr: Lay peoples sanctity in western Europe:
evolution of a pattern (twelfth and thirteenth centuries), en: Images of sainthood in medieval Europe,
ed. Renate Blumenfeld-Kosinski / Timea Klara Szell, Ithaca, NY [u.a.] 1991, pp. 21-32.
42. La conversione alla povert nellItalia dei secoli XII-XIV: atti del XXVII convegno storico
internazionale, Todi, 14 - 17 ottobre 1990, ed. Accademia Tudertina (Atti dei convegni dellAccademia tudertina e del Centro di studi sulla spiritualit medievale N.S., 4), Spoleto 1991; Barbero, Alessandro: Un santo in famiglia: vocazione religiosa e resistenze sociali nellagiografia latina medievale (Sacro/santo 6), Torino 1991, pp. 275-285; Knige, Landesherren und Bettelorden: Konflikt und
Kooperation in West- und Mitteleuropa bis zur Frhen Neuzeit, ed. Berg, Dieter (Saxonia Franciscana
10), Werl 1998.
43. Berg, Dieter: Knigshfe und Bettelorden. Studien zu den aragonesischen und kastilischen
Herrscherhfen im 13. Jahrhundert, en: Imperios sacros, monarquas divinas Primer Coloquio Internacional del Grupo Europeo de Investigacin Histrica Religin, Poder y Monarqua, Castell de la
Plana - Vinars (Espaa), 19, 20 y 21 de noviembre de 2001, ed. Carles Rabassa / Ruth Stepper
(Collecci Humanitats 10, Castell de la Plana 2002, pp. 121-160; sobre la poca importancia de la
expansin mendicante bajo Jaime I vase ibidem, pp. 140-151 Evangelisti, Paolo: I Francescani e la
costruzione di uno stato: linguaggi politici, valori identitari, progetti di governo in area catalano-aragonese (Fonti e ricerche 20), Padova 2006.
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de simple fraile menor.53 Lo mismo mand el segundo, Pedro, aadiendo que durante la procesin se dejara abierto el sarcfago para que todos vieran el habito que llevaba.54 Federico, el tercer hijo de Constanza de Hohenstaufen de que hablamos, no
slo estableci una larga tradicin de relaciones especiales entre la rama siciliana de
la familia y los franciscanos, una tradicin que se manifest de manera ms clara en
la acogida de varias princesas sicilianas como abadesas o incluso como sencillas
monjas en el convento de Santa Chiara de Messina,55 sino que tambin eligi sepultura en el convento franciscano de Barcelona, aludiendo expresamente a la especial devocin que senta hacia su madre.56 Slo el ltimo de los hijos de Pedro el
Grande que presentamos, Jaime II, se inclin como monarca hacia los predicadores,
posiblemente porque los franciscanos entraron en conflicto con el papado por la
cuestin de la pobreza evangelica durante su reinado, y el rey no quera agravar las
relaciones de por si ya perturbadas con la sede apostlica apoyando a los minoritas.57
53. Antoni M. Udina i Abell, Els testaments (cf. nota 7), pp. 170-176, doc. 27-29. En el primer testamento slo mand quod in obitum nostro induamur habito Sancti Francisci (ibdem, p. 170), ms tarde
especific quod non fiat tumulus regnis [sic] in quo sepeliatur corpus nostrum, sed tumulus fratris minoris in quo sepeliamur (ibidem, p. 175). Webster, Jill: Els Menorets (Studies and Texts 114), Toronto 1993,
pp. 92-93; Deibel, Ulla: La reyna Elionor de Sicilia: monografia, Barcelona 1927, p. 6; Backman, Clifford R.: The decline and fall of medieval Sicily: politics, religion, and economy in the reign of Frederick
III, 1296-1337, Cambridge 2002, pp. 186-245 sobre la simpata del rey hacia los franciscanos espirituales; Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 147- 233; Raphaela Averkorn, Adlige Frauen und Mendikanten im Spannungsverhltnis (cf. nota 45), pp. 232-238.
54. fratrem minorem simpliciter tumuleturMandamus nichilominus quod cum corpus nostrum
deferatur ad locum seu conventum prefatum discohoperte aporteretur, ita quod habitus beati francisci
quem induere debemus omnibus aparet manifeste Archivo de la Corona de Aragn, Varia n. 21[3], 5IV-1296 cf. tambin Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota), pp. 159
con el texto de la promesa del infante de dejarse enterrar en Zaragoza.
55. Backman, Clifford R.: Arnau de Vilanova and the Franciscan spirituals in Sicily, Franciscan
Studies 50 (1990) 3-29; Todeschini, Giacomo: Gli spirituali e il regno di Sicilia agli inizi del Trecento, en: Federico III dAragona, Re di Sicilia (1296 - 1337), ed. Salvatore Massimo Ganci (Archivio
storico siciliano, Ser. 4, 23) 1999, pp. 185-204; Clifford R. Backman, The decline and fall of medieval Sicily (cf. nota 53), pp. 186-246.
56. Archivo de la Corona de Aragn, Perg. Alfons III, doc. 794. Sin embrago, el deseo no se vio
cumplido, y Federico encontr sepultura en Catania.
57. Cf. como dato indicativo el elenco de familiares del monarca: Schadek, Hans: Die Familiaren
der aragonesischen Knige des 14. und beginnenden 15. Jahrhunderts, Spanische Forschungen der
Goerresgesellschaft - Gesammelte Aufstze zur Kulturgeschichte Spaniens 32 (1988) 1-148, aqui: pp.
144-148. Pero no se olvid de los franciscanos, como demuestran los legados en sus testamentos: Antoni M. Udina i Abell, Els testaments (cf. nota 7), pp. 177-201, doc. 30-33, especialmente en el testamento de 1327 (ibidem, pp. 182-184, 192), donde dot tanto los conventos donde fueron enterrados sus
hermanos Alfonso y Pedro como el convento de Pedralbes, fundacin de su mujer. El rey remarc expresamente la tradicional devocin de su familia hacia la orden serfica: Finke, Heinrich: Acta Aragonensia: Quellen zur deutschen, italienischen, franzsischen, spanischen, zur Kirchen- und Kulturgeschichte aus der diplomatischen Korrespondenz Jaymes II; 1291-1327, vol. 3, Leipzig 1922, pp. 16-19.
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Algunas de sus cuatro esposas en cambio si mostraron una predileccin por los
minoritas. Tanto Mara de Chipre58 como Elisenda de Montcada eligieron conventos
de la orden serfica como lugar de su enterramiento; sta ltima sobre todo fue gran
benefactora de las clarisas mediante su fundacin del monasterio de Pedralbes.59
El apoyo a la orden franciscana no se limit a la generacin de Santa Isabel de
Portugal: Llama la atencin que de los cinco hijos de Jaime II, tres abrazaran la
vida regular o clerical.60 De ellos, el ya mencionado fray Pere dArag, el cuarto
de sus hijos, fue sin duda l que ms fuertes vnculos estableci con la orden serfica.61 Gobernador de los condados de Ribagorza y Ampurias en nombre de su
padre, Pedro se cas dos veces, primero con Constanza, hija de Federico III de
Sicilia, y posteriormente con Juana de Foix. El infante mostr gran inters tanto
en la prctica como en la teora del poder monrquico, como demuestra el espejo
de prncipes que escribi por el ao 1357.62 Viudo por segunda vez, Pedro decidi
entrar en la orden franciscana con 53 aos (en 1358), como afirma a causa de una
revelacin, donde se le apareci justamente su pariente capeto, San Lus de Tolo58. Maria de Chipre: Sepultura in ecclesia fratrum minorum Dertuse, et volumus sepeliri in
medio cori eorum et in habitu eorum Archivo de la Corona de Aragn, Varia n. 12[13,1]; Martnez
Ferrando, Jos M.: Jaime II de Aragn. Su vida familiar, 2 vol., Barcelona 1948, II, pp. 197-200, doc.
278. Sobre la reina cf. E. L. Miron, Las Reinas de Aragn (cf. nota 9), pp. 130-141; Jos M. Martnez
Ferrando, Jaime II de Aragn. Su vida familiar (cf. nota 27), I, pp. 197-273.
59. Martnez Ferrando, Jess Ernesto: Biografa de Elisenda de Montcada regina de Pedralbes,
Barcelona 1953; Castellano i Tresserra, Anna: Pedralbes a ledat mitjana: histria dun monestir femen (Biblioteca Abat Oliba 198), Barcelona 1998, p. 25-78.
60. Cubas i Oliver, Enric: Linfant hospitaler, Analecta Sacra Tarraconensia 11 (1935) 395-412;
Jos M. Martnez Ferrando, Jaime II de Aragn. Su vida familiar (cf. nota 27), I, pp. 81-196; Miret i
Sans, Joaquim: El forassenyat primognit de Jaume II (Memries de la Secci Histrico-Arqueolgica 18), Barcelona 1957; Fort i Cogul, E.: Una vocaci monstica obtinadament interdita. El primognit de Jaume II y el seu vot de professa a Santes Creus, Studia Monastica 3 (1961) 357-376;
Nikolas Jaspert, Heresy and Holiness in a Mediterranean Dynasty: the House of Barcelona (cf. nota
20), p. 124-126.
61. Cf. aparte de las referencias en la nota 27: Mart de Barcelona: El infante fray Pedro de Aragn, Estudios Franciscanos 11 (1913) 132-136; Mart de Barcelona: El infante fray Pedro de Aragn,
Estudios Franciscanos 12 (1914) pp. 129-141, 434-438; Mart de Barcelona: El infante fray Pedro de
Aragn, Estudios Franciscanos XIII (1915) 204-215, pp. 9-26; Jos Mara Pou y Mart, Visionarios,
beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 461-561; Jos M. Martnez Ferrando, Jaime II de Aragn. Su
vida familiar (cf. nota 27), I, pp. 158-169; Gens i Mas, Daniel: Les profecies de linfant Pere dArag (1305-1381): el comtat dEmpries en linici del joaquimisme a Catalunya, Annals de lInstitut
dEstudis Empordanesos 35 (2002) 119-140; Cabr, Llus: LInfant Pere dEmpries i la tradici familiar: estampes en el set centenari del seu naixement, Mot so razo 4 (2005) 69-84; Beauchamp, Alexandra: De laction lcriture: le De regimine principum de linfant Pierre dAragon (1357-1358),
Anuario de estudios medievales 35 (2005) 233-270.
62. Edicin electrnica del texto por parte de Alexandra Beauchamp: http://www.narpan.net/ben/
indexderegimine.htm
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sa, mostrndole la cadena de parientes suyos que se haban convertido en minoritas: et stant ax a la part de cara sua de luen quolcom, staven VII o VIII persones, homes et fembres, clars et resplandents en abit de frayres menors et menoretes; et dixme llavors mossen sent Lois: Nebot, dix ell; vets vos aquells qui son lla,
tots son stats de nostre linatge et sots habit de sant Francesca et de santa Clara.63
Hasta su muerte en 1381 Fray Pedro de Arag sirvi repetidas veces a la sede
apostolica como nuncio, y se esforz personalmente para superar el Cisma. Sin
duda, considerando estas actividades polticas, el infante franciscano no fue un
minorita tpico; pero estuvo realmente influenciado por el misticismo de la orden,
como demuestran sus visiones y sermones que sern tratados en el ltimo apartado de este artculo.
Los hermanos de fray Pere dArag no llevaron su proximidad hacia los mendicantes a la misma altura. Pero llama la atencin que tanto Alfonso el Benigno
como su esposa Teresa de Entenza eligieran conventos franciscanos como lugar de
sepultura.64 Esta decisin sorprende ms todava teniendo en cuenta las consideraciones y tradiciones que condicionaron la decisin de cualquier monarca medieval
a la hora de decidir sobre el lugar de su ltimo descanso. El testamento del Benigno deja entrever las presiones, que Jaime II ejerci sobre el joven prncipe por este
punto. Segn este documento, Alfonso tuvo que prometer a su padre que se dejara sepultar en el monasterio cisterciense de Santes Creus. Slo despus de la muerte del viejo rey retir su palabra, consiguiendo una absolucin apostlica y eligiendo sepultura en el convento minorita de Lleida.65 All mismo fund una capilla
63. J.M. Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), p. 509.
64. Teresa dEntenza: Archivo de la Corona de Aragn, Varia 12[12], sepultura en el convento
minorita de Lleida, junto con sus hijos muertos prematuramente (Sancho y Isabel), cf. sobre la reina
E. L. Miron, Las Reinas de Aragn (cf. nota 9), pp. 142-150. Vase tambin la hermana de Alfonso,
la infanta Isabel, que se cas con Federico de Habsburgo y mand sepultura en la capilla de San Lus
ubicada en el convento minorita de Viena fundada por ella misma: Regesta Habsburgica, Abt. 3: Die
Regesten der Herzge von sterreich sowie Friedrichs des Schnen als Deutschem Knig von 13141330, ed. Lothar Gro, Innsbruck, 1922 1924, doc. 1914.
65. Antoni M. Udina i Abell, Els testaments (cf. nota 7), pp. 201-217, doc. 34. Et eligimus sepulturam nostram in monasterio fratrum minorum civitatis Ilerde, non obstante quod dum monicionibus
serenissimi domini regis bone memorie nostri genitoris inducti, voverimus et sollemniter super missale posito in altari in presencia abbats et monachorum Sanctarum Crucum iuramento ad Sancta Dei
Evangelia manibus nostris corporaliter prestito firmaverimus, quod in dicto monasterio nostram eligerimus sepulturam et corpus nostrum faceremus inhib sepeliri (ibidem, p. 202). El rey consigui una
absolucin apostlica ob devocionem sinceram quam ad ordinem beati Ffrancisci a nostre cura tenere etatis primordio gessimus et gerimus (p. 203). Inicialmente, el cuerpo de Alfonso fue enterrado
en el convento franciscano de Barcelona, ciudad donde haba muerto; pero en 1369 encontr sepultura en Lleida, cf. Ivars Cardona, Andrs: Sepulcro de Alfonso IV de Aragn en la iglesia de los frailes
menors de Lrida, Archivo Ibero-Americano 30 (1928) 107-113.
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66. Item volumus quod dicti manumissores nostri faciant fieri et construi in eodem monasterio
unam capellam in meliori loco ipsius ecclesie, in qua fiat altare sub invocacione Beati Ludovici, quondam Ffrancorum regis et Beate Ludovici quondam, episcopi Tolose - Antoni M. Udina i Abell, Els
testaments (cf. nota 7), p. 205.
67. Maria y Fernando: Archivo de la Corona de Aragn, Reg. 1532, fol. 75v-78v (Juan). Archivo
de la Corona de Aragn, Varia n. 21[5]. Sobre Jaime y Federico cf. Udina Martorell, Federico: Tombes reials dels nostres reis catalano-aragonesos, Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona 47 (1999-2000) 367-376, especialmente pp. 373-374. Sobre Sancho y Isabel, hijos de Teresa de
Entenza: Ivars, Andrs: El mausoleo de la infanta Teresa de Entenza en el convento de S. Francisco de
Zaragoza, por el escultor Pedro Moragues, Archivo Ibero-Americano 25 (1926) 245-250.
68. Cf. El testamento de la reina: Archivo de la Corona de Aragn, Reg. 1537, fol. 139r-155v con
codicilio ibidem, fol. 156v-177r. Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como
nota), pp. 192-193.
69. Roca, Joseph Maria: La reyna empordanesa, in: Sobiranes de Catalunya. Recull de monografes histriques (Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona 10), Barcelona 1928,
S. 9-209, especialmente: 154-157; la reina fue enterrada en la tumba de Alfonso el Benigno, que haba
sido transladado a Lleida (ibidem); Federico Udina Martorell, Tombes reials (cf. nota 57), p. 373. Cf.
tambin el caso del infante iligtimo de Pedro el Ceremonioso, Juan de Aragn (francescano) Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota), pp. 176-181.
70. St Clair Baddeley: Robert the Wise and his Heirs 1278-1352, London 1897; Goetz, Walter:
Knig Robert von Neapel (1309 - 1343): seine Persnlichkeit und sein Verhltnis zum Humanismus,
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ci a Angelo Clareno.83 Fue tal la impresin causada por el telogo ste se convertira en un amigo de por vida, y se conservan 13 cartas escritas por el telogo
franciscano al prncipe malloqun84 que pronto el infante se puso al lado de la
observancia franciscana. Mientras su hermana Sancha apoy a los moderados
aunque perseguidos franciscanos alrededor de Michele da Cesena, Felipe se
uni a los disidentes radicales joaquimitas en torno a Ubertino de Casale y Angelo Clareno.85 Juan XXII intent repetidamente volver a encaminarle a la ortodoxia
eclesistica, primero ofrecindole la sede episcopal de Mirepoix, despus proponindole que entrara en una orden aprobada. Pero Felipe tena otros planes: En
1317, y otra vez en 1328, el prncipe pidi permiso al papa para fundar una rama
observante de la orden franciscana. Parece que Felipe aspiraba crear un refugio
para sus compaeros espiritualistas con el consentimiento del papa. Conociendo
la postura de Juan XXII al respecto de la pobreza evanglica, no sorprende que su
deseo no se cumpliera.86 Tutor real para su joven sobrino, actu durante cinco aos
como regente de Mallorca,87 intentando homologar los ideales cristomimticos de
los reformadores franciscanos con un nuevo lenguaje y un nuevo cdigo tico
filo-franciscano basado en elementos que fluyen de los textos de Angelo Clareno:
la verdad evangelical, la utilidad pblica y el provecho comn.88 En 1329, Felipe
dej la isla para dirigirse a Npoles, donde form un grupo se seguidores fieles
83. Potest, Gian L.: Angelo Clareno: dai poveri eremiti ai fraticelli (Nuovi studi storici 8) 1990;
Ronald G. Musto, Franciscan Joachimism (cf. nota 70), p. 424-446; Angelo Clareno Francescano: atti
del XXXIV convegno internazionale, Assisi, 5 - 7 ottobre 2006, ed. Societ Internazionale degli Studi
Francescani (Atti dei convegni della Societ Internazionale di Studi Francescani e del Centro Interuniversitario di Studi Francescani N.S., 17), Spoleto 2007.
84. Angelus Clarenus, Epistole (cf. nota 74), cf. Tambin Michele, Curto: Lepistolario di Angelo
Clareno nel ms. 1942 della. Biblioteca Oliveriana di Pesaro, Studia Oliveriana, III Serie 1-2 (20012002) 9-306, estudiados detalladamente en: Paolo Evangelisti, Relazioni di potere ed etiche per il potere (cf. nota 74).
85. Cf. el intento de Sancha de convencer al captulo general de la orden para que siga al movimiento observante liderado por Michele da Cesena Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y
fraticelos (cf. nota 25), pp. 131-134. Despus de la muerte de la reina, varios libros de Michele da
Cesena fuero encontrados entre sus posesiones. Siguiendo las rdenes del papa Juan XXII, fueron trados a Avion y destruidos. Sobre la divisin interna de la Orden Franciscana: Nimmo, Duncan B.:
Reform and division in the medieval Franciscan Order: from Saint Francis to the foundation of the
Capuchins (Bibliotheca seraphico-capuccina 33), Roma 1987.
86. Ehrle, Franz: Die Spiritualen und ihr Verhltnis zum Franziskanerorden und zu den Fraticellen,
Archiv fr Literatur- und Kirchengeschichte des Mittelalters 3 (1887) 553-623, especialmente p. 29.
87. Mollat, Guillaume: Jean XXII et la succession de Sanche, Roi de Majorque (1326-1342), Revue
dHistoire et dArchologie du Roussillon 6 (1905) 65-83; Strmann, Auguste: Studien zur Geschichte
des Knigreiches Mallorca (Abhandlungen zur Mittleren und Neueren Geschichte 66), Berlin-Leipzig
1918; Josefina Mateu Ibars, Philippus de Maiorica tutor de Jaime III de este reino (cf. nota 81).
88. Paolo Evangelisti, Relazioni di potere ed etiche per il potere (cf. nota 74).
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conocidos como fratres fratris Philippi Maioricis. Desde la seguridad del palacio
angevino se sinti en condiciones para atacar frontalmente la posicin que Juan
XXII haba tomado hacia los espirituales.89 Desde la perspectiva de la curia, el
prncipe haba sobrepasado la frontera entre ortodoxia religiosa y espiritualismo
hereje. Felipe mismo vio que una reconciliacin ya no era posible: Parece haberse unido al grupo de los fraticelli, los seguidores cristomimticos de Angelo Clareno heretizados por la iglesia, y haberse dirigido al sur de Italia. All desaparecen
sus huellas.90 Aun en 1362, la memoria de los fratres fratris Philippi Maioricis
sigui viva entre los disidentes religiosos.91 A pesar de haber intentado vivir una
vida religiosa segn el modelo de San Francisco, el prncipe mallorqun no encontr la comprensin que el Poverello haba tenido la fortuna de experimentar. Venerado como santo por sus leales seguidores, muri como un hereje sin casa. Puede
que Felipe sea el que mejor combine ambos aspectos de religiosidad personal la
devocin franciscana y una cierta predileccin por posturas ms radicales que se
encuentran entre los miembros tanto masculinos como femeninos de la casa real
de Barcelona. Finalizamos este apartado aqu. No queremos dar ms ejemplos,
simplemente basta con mencionar un dato: Bien conocida es la importancia del
lugar de sepultura para la memoria litrgica y poltica de los reyes medievales, y
bien se sabe del papel extraordinario que los monasterios cistercienses de Poblet,
Santes Creus y Vallbona de las Monges jugaron en este sentido. Ahora bien,
menos conocido es el nmero de miembros de la familia real que eligieron un convento franciscano como lugar de su ltimo descanso. Slo entre 1280 y 1412,
nada menos que quince reyes, reinas, infantes e infantas tomaron esta decisin, y
eso sin considerar la rama mallorquina de la familia descendiente de Federico II
de Sicilia.92 El dato es sorprendente, y ms an si consideramos que la liturgia
89. Ehrle, Franz: Die Spiritualen und ihr Verhltnis zum Franziskanerorden und zu den Fraticellen, Archiv fr Literatur- und Kirchengeschichte des Mittelalters 4 (1888) 1-190, especialmente p. 94.
90. Russo, Francesco: I fraticelli in Calabria nel secolo XIV, Miscellanea francescana 65 (1965)
349-368. Despus de la muerte de Papa Juan XXII, Felipe pidi permiso para fundar una nueva orden,
otra vez sin xito: Bullarium Franciscanum, vol. 6, ed. Giovanni Giacinto Sbaraglia, Roma 1902, p.
76-77, doc. 123.
91. Franz Ehrle, Die Spiritualen und ihr Verhltnis zum Franziskanerorden (cf. nota 86), p. 100;
Antonio Oliver, Heterodoxa en la Mallorca (cf. nota 77), p. 168; Douie, Decima Langworthy: The
nature and the effect of the heresy of the Fraticelli (Historical series 220), New York 1978, p. 229; Jos
Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 145-49.
92. Constanza de Hohenstaufen, Alfonso el Liberal, Mara de Chipre, Elisenda de Montcada, Santa Isabel de Portugal, Federico II de Sicilia, el infante Pedro (hijo de Pedro el Grande), Alfonso el Benigno, Teresa de Entenza (con sus hijos muertos prematuramente, Sancho y Isabel), fray Pere de Aragn,
los infantes Fernando, Federico, Jaime y Juan (hijos de Alfonso el Benigno), Sibila de Forti. Hace falta corregir y aumentar entonces la til grfica genealgica incluida en la obra de Paolo Evangelisti, I
Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43), s. n., que marca cuatro sepulturas. Tampoco son
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franciscana no pudo compararse con la de una orden benedictina como la cisterciense, mucho ms idnea para la sacralizacin performativa. En suma, los mltiples vnculos al movimiento de la pobreza parecen ser un marco distintivo de la
dinasta real aragonesa, vnculos que iban mucho ms all de las donaciones y
fundaciones corrientes y que no pocas veces incluan la entrada en la orden como
monje o monja. La devocin de la casa real aragonesa igualaba e incluso superaba el caso de la otra dinasta filo-franciscana del siglo XIV, los Anjou de Npoles.93 Se puede observar un cierto cambio de postura a partir de mediados del siglo
XIV: las formas de celebracin litrgica en la casa real comienzan a orientarse
ms hacia nuevas rdenes monsticas y hacia un servicio litrgico a cargo de clrigos seculares.94 Pero an as, tambin a finales del siglo XIV se encuentra ejemplos notables de una cultura ulico-serfica en la corte aragonesa, especialmente
en tiempos de Martn el Humano y su esposa Mara de Luna; ambos se encontraron muy cercanos al franciscanismo como demuestra entre otros la fundacin del
convento de Santo Spirito de Murviedro, su relacin con Francesc Eiximenis y su
decisin de nombrar confesores reales perpetuos a frailes franciscanos.95 Y eviexhaustivos los regestas confeccionadas en su da de los testamentos reales: Andrs y Alonso, Rafael:
Relacin de testamentos reales existentes en el Archivo de la Corona de Aragn: trabajo presentado por
dicho Archivo al III Congreso de Historia de la Corona de Aragn en la sesin celebrada el da 4 de
julio de 1923, Valencia 1924, tambin en: III Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Valencia
1925, I, pp. 37-64 o las referencias en Jill Webster, Els Menorets (cf. nota 53), pp. 92-94.
93. Cf. Aparte de los ttulos en nota 70: Leonard, mile G.: Les Angevins de Naples, Paris 1954,
pp. 394, 432-433; Boyer, Jean-Paul: La foi monarchique: royaume de Sicile et Provence (mi-XIIIe mi-XIVe sicle), en: Le forme della propaganda politica nel due e nel trecento, Trieste 2-5 marzo 1993,
ed. Paolo Cammarosano (Collection de lcole Franaise de Rome 201), Roma 1994, pp. 85-110;
Nikolas Jaspert, Santos al servicio de la Corona (34), pp. 1839-1831. Vase como comparacin peninsular: Nieto Soria, Jos Manuel: Franciscanos y franciscanismo en la poltica y en la Corte de la Castilla trastmara (1369-1475), Anuario de estudios medievales 20 (1990) 109-131; Revilla Garca,
Fidel: El franciscanismo en la Castilla del siglo XIII. Una aproximacin bibliogrfica, Anuario de estudios medievales 27 (1997) 281-313; Narbona Crceles, Mara: La educacin de las infantas navarra a
cargo de las monjas clarisas de Estella: un ejemplo de franciscanismo en las cortes europeas de
fines del siglo XIV, en: Actas del VI Congreso Cultura Europea: Pamplona, 25 al 28 de octubre de
2000, ed. Enrique Bans Irusta, Pamplona 2002, pp. 77-99.
94. Cf. El caso paralelo de Castilla con el apoyo masivo de los jernimos y cartujos: Nieto Soria,
Jos Manuel: Religin y poltica en la Castilla bajomedieval: algunas perspectivas de anlisis en torno al poder real, Cuadernos de historia de Espaa 76 (2000) 99-120; Echevarra Arsuaga, Ana: Catalina of Lancaster, the Castilian monarchy and coexistence, en: Medieval Spain. Culture, Conflict and
Coexistence. Studies in Honour of Angus MacKay, ed. Roder Collins / Anthony Goodman, Basingstoke 2002, pp. 79-122, especialmente pp. 87-89; Jos Manuel Nieto Soria, Tiempos y lugares de la realeza sagrada (cf. nota 4).
95. Balaguer, Victor: Los frailes y sus conventos: historia, su descripcin, sus tradiciones, vol. 1,
Madrid 1851, pp. 662-664; Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota), pp.
209-212 (con el texto del diploma de 1398 nombrando confesores a los franciscanos); Ivars, Andrs:
Franciscanismo de la reina de Aragn doa Mara de Luna, Archivo Ibero-Americano 34 (1931) 568-
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rpados, fue por dos razones: Primero por la disputa de la pobreza evanglica que
merm la posicin del franciscanismo en la corte apostlica, y segundo por las relaciones poco estables entre la monarqua aragonesa y el papado durante la primera
mitad del siglo XIV a causa de la lucha por el dominio sobre Sicilia.
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Joachimism, Notre Dame [u.a.] 1993; Guadalajara Medina, Jos: Las profecas del anticristo en la
Edad Media, Madrid 1996; Roberto Rusconi, Profezia e profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98);
Mhring, Hannes: Der Weltkaiser der Endzeit: Entstehung, Wandel und Wirkung einer tausendjhrigen Weissagung (Mittelalter-Forschungen 3), Stuttgart 2000; Ende und Vollendung: eschatologische
Perspektiven im Mittelalter, ed. Aertsen, Jan A. (Miscellanea mediaevalia 29), Berlin [u.a.] 2002.
100. Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp.
191-246; Hannes Mhring, Der Weltkaiser der Endzeit (cf. nota 99).
101. Cf. las obras profticas de Arnau de Vilanova (con referencias bibliogrficas): Perarnau
Espelt, Josep: Fragments en catal del tractat perdut dArnau de Vilanova De fine mundi en una disputa entorn de les previsions escatolgiques (Vilafranca del Peneds i Barcelona, 1316-1317), Arxiu
de textos catalans antics 7/8 (1989) 282-287; Perarnau Espelt, Josep: El text primitiu del De Mysterio Cymbalorum Ecclesiae dArnau de Vilanova, Arxiu de textos catalans antics 7/8 (1989) 7-169;
Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp. 195-205;
Perarnau Espelt, Josep: Tractatus quidam in quo respondetur obiectionibus quae fiebant contra tractatum Arnaldi De adventu Antichristi, Arxiu de textos catalans antics 20 (2001) 201-348; Perarnau
Espelt, Josep: Sobre la primera crisi entorn el De adventu Antichristi dArnau de Vilanova: Pars
1299-1300, Arxiu de textos catalans antics 20 (2001) 349-420.
102. Daniel Gens i Mas, Les profecies de linfant Pere dArag (cf. nota 51).
103. Aurell, Martin: La fin du monde, lenfer et le roi: une prophetie catalane due XVe sicle,
Revue Mabillon Ser. NS 5 (1994) 143-178; Guadalajara Medina, Jos: Preocupaciones apocalpticas en
la Europa Medieval, en: Milenarismos y milenaristas en la Europa medieval. IX Semana de Estudios
Medievales, Njera, ed. Jos Ignacio de la Iglesia Duarte, Njera 1999, pp. 257-280, pp. 269-270;
Daniel Gens i Mas, Les profecies de linfant Pere dArag (cf. nota 51).
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siglo XII (Sibylla Samia; Sibylla Erithea).104 El Pseudo-Metodio y la Sibyla Tiburtina tuvieron una difusin enorme y contribuyeron al xito de un concepto apocalptico directamente vinculado a la monarqua, la del ltimo Emperador o el
Emperador de los ltimos tiempos. El joaquimismo a su vez dio an ms empuje a este concepto, que se vera aumentado y potenciado por la lucha poltica entre
papado e imperio durante el siglo XIII: Federico II de Hohenstaufen en particular
fue situado en este contexto por crculos guelfos, es decir por crculos cercanos al
papado, sobresaliendo la profeca de la llamada Sibilia Eritrea, que ejerci una
influencia considerable.105
Pero tambin a reyes aragoneses se les asigno un puesto en este panorama
proftico: la coleccin establecida en su da por Pere Bohigas nombra nada menos
que unas cuarenta profecas catalanas de los siglos XIV y XV, y la edicin importante que Eulalia Durn y Joan Requesens han ofrecido de los textos profticos
favorables a Fernando el Catlico dan amplio testimonio del vigor que estas visiones mantuvieron hasta finales de la edad media.106 Este hecho nos lleva a la pregunta si la tradicin proftico-apocalptica italiana como el joaquimismo o el sibilismo por una parte y las posteriores adopciones catalano-aragonesas por otra
estaban vinculadas, y si fuese el caso, cules eran las vas de transmisin entre
ambas. Arnau de Vilanova ha sido identificado como la bisagra ms influyente.107
Su De adventu Antichristi, ms todava su Vae mundo in centum annis ejercieron
104. Roberto Rusconi, Profezia e profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98), pp. 73-141; Hannes
Mhring, Der Weltkaiser der Endzeit (cf. nota 99), pp. 17-104, 136-148, 321-368; Jostmann, Christian: Sibilla Erithea Babilonica: Papsttum und Prophetie im 13. Jahrhundert (Monumenta Germaniae
Historica. Schriften 54), Hannover 2006.
105. Ernst Benz, Ecclesia spiritualis (cf. nota 98), pp. 225-235; Roberto Rusconi, Profezia e profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98), pp. 74-78, 298-299; Kaup, Matthias: Prophetie als Propagandamedium. Zu Funktion und Methode der Produktion und Exegese prophetischer Texte am Beispiel der Joachiten, en: Propaganda, Kommunikation und ffentlichkeit (11.-16. Jahrhundert), ed.
Karel Hruza (Forschungen zur Geschichte des Mittelalters 6), Wien 2002, pp. 81-88; Alexander Patschovsky: Prophetie und Politik bei Joachim von Fiore, en: Politische Reflexion in der Welt des spten
Mittelalters, ed. Martin Kaufhold, Leiden 2004, pp. 27-42; Gioachimismo e profetismo in Sicilia (secoli XIII - XVI), ed. Fonseca, Cosimo Damiano 3), Roma 2007.
106. Bohigas i Balaguer, Pere: Profecies catalanes dels segles XIV i XV. Assaig bibliogrfic, Butllet de la Biblioteca de Catalunya 6 (1925) 24-49; Profecia i poder al Renaixement: texts proftics
catalans favorables a Ferran el Catlic, ed. Duran, Eullia / Requesens, Joan, Valncia 1997; Durn
Grau, Eullia: El mil-lenarisme al servei del poder i del contrapoder, en: De la unin de coronas al
Imperio de Carlos V, ed. Ernest Belenguer Cebri, Madrid 2001, pp. 293-308.
107. Sobre la influencia de Arnau de Vilanova sobre la tica poltica de los monarcas sicilianos y
aragoneses cf. Carreras Artau, Joaqun: Relaciones de Arnau de Vilanova con los reyes de la casa de
Aragn, Barcelona 1955; Paolo Evangelisti, I Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43),
pp. 108-123.
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una influencia enorme, ya que esta ltima obra fue recogida por varios autores,
entre ellos por Francesc Eiximenis y por el popular autor francs Jean de Roquetaillade o de Rupercissa (conocido en Aragn como Juan de Rocatallada).108 El
Breviloquium escrito por este autor crtico a la dinasta catalana fue recogido y utilizado en favor de los reyes aragoneses por varios autores. Estos dieron una funcin mesinica a los reyes como indicadores del fin del tiempo y del cumplimiento del diseo divino.109 Este conjunto de textos proftico-apocalpticos
catalano-aragoneses escritos en la tradicin arnaldiana encajaba perfectamente
con la nueva situacin poltica creada por la Guerra del Vespro. Los escritos
unieron la tradicin franciscano-joaquimita italo-siciliana con el inters poltico
de los monarcas catalano-aragoneses sucesores de los Hohenstaufen, tambin en
lo que se refera al papel proftico de los mismos.110 Ya en 1269, nada ms caer la
dinasta de los Staufen, el cisterciense ingls John Tolet mencion una profeca
segn la cual un miembro de los Staufen conseguira unir a los alemanes y los
108. Ivars Cardona, Andrs: Orige i significaci del Drach Alat i del Drach Penat en les insignies de la ciutat de Valencia, en: III Congreso de Historia de la Corona de Aragn, vol. 1, Valencia
1925, pp. 49-112, pp. 68-83 y las fuentes editadas ibidem en las pp. 99-100, 101-103, 104-106, 107108, doc. 1, 4, 5, 7, 9; el texto del Vae mundo tambin se encuentra en: Josep Perarnau Espelt, El text
primitiu del De Mysterio Cymbalorum Ecclesiae (cf. nota 101), pp. 102-103; Puig i Oliver, Jaume
de: Unes prediccions pseudo-arnaldianes del segle XIV. Edici i estudi, en: Actes de la I Trobada
Internacional dEstudis sobre Arnau de Vilanova, vol. 1, ed. Josep Perarnau (Treballs de la Secci de
Filosofia i Cincies Socials / Institut dEstudis Catalans 18), Barcelona 1995, pp. 207-286; Hauf Valls,
Albert Guillem: Profetisme, cultura literria i espiritualitat en la Valncia del segle XV: dEiximenis i
sant Vicent Ferrer a Savonarola, passant pel Tirant lo Blanc, en: Xtiva, els Borja. Una projecci europea. Catleg de lexposici, ed. Mariano Gonzlez Baldov, Xtiva 1995, pp. 101-138, especialmente
pp. 102-116; Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp.
206-217; Rousseau, Isabelle: La prophtie comme outil de lgitimation: trois lectures du Vae mundo (XIVe sicle), en: Lucha poltica: condena y legitimacin en la Espaa medieval, ed. Mara Isabel Alfonso Antn / Julio Escalona Monge / Georges Martin 2004, pp. 63-100. La obra de Jean de
Roquetaillade, autor crtico a la dinasta catalana, fue recogido por autores y utilizado a favor de los
reyes aragoneses, dndoles una funcin mesinica como indicador del fin del tiempo y del cumplimiento del diseo divino: Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp.
439-459; Rupescissa, Johannes de: Liber secretorum eventuum: dition critique, traduction et introduction historique par Lerner, Robert E.; Morerod-Fattebert, Christine (Spicilegium Friburgense 36),
Fribourg 1994; Batllori Munn, Miquel: La Sicile et la couronne dAragon dans les prophties dArnaud de Villeneuve et de jean de Roquetaillade, Mlanges de lEcole franaise de Rome. Moyen age
102 (1990) 363-379; Martin Aurell, Prophtie et messianisme politique (cf. nota 97).
109. Perarnau Espelt, Josep: La traducci catalana resumida del Vademecum in tribulatione (Ve
ab mi en tribulacio) de Fra Joan de Rocatalhada, Arxiu de textos catalans antics 12 (1993) 43-140;
Perarnau Espelt, Josep: La traducci catalana medieval del Liber secretorum eventuum de Joan de
Rocatalhada: edici, estudi del text i apndixs, Arxiu de textos catalans antics 17 (1998) 7-219.
110. Rodrguez de la Pea, Manuel Alejandro: Hesper, el vespro y el vespertilio: elementos de
continuidad entre el milenarismo stafico y el ciclo proftico del imperio aragons, Anales de la Universidad de Alicante. Historia medieval 11 (1996) 685-697.
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espaoles para destruir al rey de Francia, y profecas catalanas describen a Constanza de Hohenstaufen la reina devota a los franciscanos que se rodeaba de mujeres semi-religiosas en tonos apocalpticos como Hija del guila.111
Lo fascinante del posterior desarrollo de las profecas monrquicas aragonesas durante el siglo XIV fue su complejidad, pues a veces reunieron elementos que
parecen contradictorios a primera vista. Siguiendo a Alain Milhou, Eulalia Durn
y Martin Aurell, se pueden dividir estas corrientes en tres tipos: la del dragn, del
rat penjat, y del nuevo David o rey escondido.112 Pero en realidad, las tres estn
ligadas y superpuestas en muchos sentidos, y su valoracin no es nada clara. Enemigos de la Corona por ejemplo, siguiendo una vieja tradicin guelfa crtica a los
Staufen, identificaron al rey de Aragn como el anticristo, Emperador de los ltimos tiempos y precursor del Apocalipsis. A veces utilizaron elementos zoomorfos
para este fin, la imagen del dragn por ejemplo fue empleada en este sentido. Por
otro lado, los mismos catalano-aragoneses recogieron estas imgenes para subrayar su pretensin al trono siciliano, pues esta reivindicacin se basaba en la unin
genealgica entre ambas casas, la de Barcelona y los Hohenstaufen. No sorprende entonces que autores prximos a los monarcas o los soberanos mismos utilizaran los smiles de sus adversarios para demostrar que eran los autnticos herederos de los Hohenstaufen.113 Arnau de Vilanova por ejemplo utiliz la imagen
apocalptica del Emperador de los ltimos tiempos inicialmente empleada para
denigrar a los soberanos en favor de la Casa de Barcelona,114 y este concepto fue
recogido por autores posteriores hasta finales del siglo XV, como demuestra el
caso de Juan Alemany o Juan Unay.115 Lo mismo vale para el smil del dragn, ya
utilizado en el siglo XIII por crculos guelfos y anti-Staufen. No slo se debe pues
a la similitud fontica entre dragn y de Aragn el hecho de que ese animal
111. Martin Aurell, Messianisme royal de la Couronne DAragon (cf. nota 75), p, 132 (con
bibliografa).
112. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (cf. nota 99); Martin Aurell,
Messianisme royal de la Couronne DAragon (cf. nota 75); Eullia Duran/Joan Requesens, Profecia i
poder al Renaixement (cf. nota 108).
113. Ernst Benz, Ecclesia spiritualis (cf. nota 98), pp. 225-235; McGinn, Bernard: Pastor angelicus: Apocalyptic Myth and Political Hope in the Fourteenth Century, en: Santi e Santit nel secolo XIV,
Atti del XV Convegno Internazionale, Universit di Perugia, Perugia 1989, pp. 221-251; Isabelle Rousseau, La prophtie comme outil de lgitimation (cf. nota 108).
114. Jos Mara Pou y Mart, Visionarios, beguinos y fraticelos (cf. nota 25), pp. 119-131; Alain
Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (como nota 99), p. 68.
115. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (cf. nota 99), pp. 68-75;
Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp. 375-388,
405-425; Toro Pascua, Mara Isabel: Milenarismo y profeca en el siglo XV: La tradicin del libro de
Unay en la Pennsula Ibrica, Pennsula. Revista de estudos ibrico s.n. (2003) 29-38.
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fuera sido convertido en divisa real por Pedro el Ceremonioso.116 Este monarca
tuvo un marcado inters por los orculos, sobre todo por aquellos que presagiaban
la cada de la monarqua francesa, y Juan I incluso presion a Francesc Eiximenis
para que interpretara profecas parecidas en favor de su dinasta.117 Posteriormente, se pueden observar intereses y esfuerzos similares por parte de Fernando I y
Fernando el Catlico. Fernando de Antequera mostr gran inters por las apariciones y lleg a pedir la interpretacin de las mismas a San Vicente Ferrer, otro de
los grandes promotores de visiones profticas y apocalpticas en la Corona.118 As
pues, los Trastmara al igual que la Casa de Barcelona recogieron esta tradicin
providencial para fomentar su expansin econmica y poltica.119
Un vaticinio ms claramente vinculado a la situacin particular peninsular fue la
base de otro smil zoomorfo, el murcilago, rat penat o vespertilio.120 Siguiendo
una vieja profeca oriental, Arnau de Vilanova cre el smil potente y persistente de
un murcilago que vendra de occidente para despojar Africa de manos musulmanas. Incluso sin la ayuda del smil zoomorfo del murcilago, esta imagen del rey
conquistador y luchador contra el Islam tambin fue utilizada por aquellos que vieron a algn monarca aragons como nuevo David. La victoria sobre los musulmanes y la conquista de Jerusaln por un soberano aragons fueron pronosticadas por
varios autores. Arnau de Vilanova no slo celebr tanto a Jaime II como a Federico
III de Sicilia en tonos apocalpticos, sino que vaticin el fin del Islam, y Francesc
Eiximenis atribuy a la Casa de Barcelona tanto esta tarea como la humillacin pol-
116. Sanchs Guarner, Manuel: Los nombres del murcilago en el dominio cataln, Revista de
Filologa Espaola 40 (1956) 91-125, cf. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi
cach (cf. nota 99), p. 66.
117. Viera, David J.: Francesc Eiximenis and the Royal House of Aragon. A Mutal Dependence,
Catalan Review 3 (1989) 182-189; Viera, David J.: Francesc Eiximeniss dissension with the Royal
House of Aragon, Journal of Medieval History 22 (1996) 249-261; Martin Aurell, Messianisme royal
de la Couronne DAragon (cf. nota 75), pp. 122-124; Wittlin, Curt: Prophezeiungen in den Werken von
Francesc Eiximenis: Ihr Einfluss auf Missionare in Sdamerica und Rebellen in Spanien, en: Dulce et
decorum est philologiam colere. Festschrift fr Dietrich Briesemeister zu seinem 65. Geburtstag, ed.
Sybille Grosse / Axel Schnberger, Berlin 1999, pp. 793-812, pp. 798-801; Eullia Duran/Joan Requesens, Profecia i poder al Renaixement (cf. nota 108), pp. 42-45; Paolo Evangelisti, I Francescani e la
costruzione di uno stato (cf. nota 43), pp. 146-157.
118. Jos Guadalajara Medina, Las profecas del anticristo en la Edad Media (cf. nota 99), pp.
232-246; Jos Guadalajara Medina, Preocupaciones apocalpticas en la Europa Medieval (cf. nota
103), p. 262.
119. Menos extendido en el caso de Alfonso el Magnnimo: Durn, Eullia: La imatge del rei
Alfons, en: Atti del XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona dAragona, Napoli 18-24 settembre 1997, ed. Guido dAgostino, Napoli 2000, pp. 1401-1418.
120. Andrs Ivars Cardona, Orige i significaci del Drach Alat i del Drach Penat en les insignies (cf. nota 108).
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121. Albert Guillem Hauf Valls, Profetisme, cultura literria i espiritualitat en la Valncia del segle
XV (cf. nota 108), p. 113-114; Curt Wittlin, Prophezeiungen in den Werken von Francesc Eiximenis
(cf. nota 119); Corrao, Pietro: Cultura politica francescana alla corte dei re di Sicilia: una lettera di
Francesco Eiximenis, Miscellanea di studi storici (Calabria) 9 (1992/94) 85-96.
122. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (cf. nota 99) p. 63; Eullia
Durn Grau, El mil-lenarisme al servei del poder (cf. nota 106), pp. 296-301. Cf. la exposicin sobre
la visin Surge, vespertilio, surge aplicado a Fernando II por Jernimo Torrilla: Andrs Ivars Cardona, Orige i significaci del Drach Alat i del Drach Penat en les insignies (cf. nota 108), pp. 109111, doc. 11. Gutwirth, Eleazar: Jewish and Christian messianism in XVth century Spain, en: The
expulsion of the Jews and their emigration to the Southern Low Countries (15th - 16th c.), ed. Luc
Dequeker (Series 1, Studia 26), Leuven 1998, pp. 1-22; Frh, Martin: Profeca y realidad: una oda de
Antonio Geraldini al rey Fernando el Catlico, en: De litteris Neolatinis in America meridionali, Portugallia, Hispania, Italia cultis, ed. Dietrich Briesemeister / Axel Schnberger (Bibliotheca Romanica
et Latina 1, Frankfurt a.M. 2002, pp. 47-67. Vase tambin la referencia a quedam dicta Merlini et quedam alia dicta cuiusdam discipuli abbats Joachim que eciam in quadam antiqua biblia regis Aragonum reperiuntur, que espressissime videntur loqui de quadam devastacione Ytalie fienda per Turcos et
hee prophetie communiter habentur in Italia in plerisque civitatibus Roberto Rusconi, Profezia e
profeti alla fine del Medioevo (cf. nota 98), pp. 163.
123. Alain Milhou, La chauve-souris, le nouveau David et le roi cach (cf. nota 99), p. 75-78;
Eullia Duran/Joan Requesens, Profecia i poder al Renaixement (cf. nota 108), pp. 62-67, 80-133.
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detenidamente las funciones de los mendicantes en el entorno social de los monarcas. Dominicos y franciscanos frecuentaban la corte real por las razones ms
diversas: No slo actuaban como confesores, capellanes o predicadores, sino tambin como embajadores, asesores y familiares de los respectivos reyes.125 Ms all
de los casos conocidos de famosos consejeros franciscanos o terciarios como
Arnau de Vilanova, Francesc Eiximenis o Matteo de Agrigento hace falta reconstruir el entramado social serfico-ulico. Los muchos confesores, consejeros y
familiares mencionados en los testamentos reales slo aportan una primera noticia
de esta red. Trabajos recientes han identificado a 118 franciscanos en las cortes
reales aragonesas y sicilianas de finales del siglo XIII hasta mediados del siglo XV,126
pero estos datos necesitan ser complementados e invitan a ahondar ms en el tema
para, algn da poder escribir una historia de la monarqua aragonesa que preste
la atencin debida al peso social, artstico, poltico, intelectual y econmico del
campo religioso.
125. Anastasio Lpez, Confesores de la familia real de Aragn (como nota); Jill Webster, Els
Menorets (cf. nota 53), p. 81-102. Una impresin de la amplia gama de contactos para un caso cocreto ofrece el elenco de 79 documentos confeccionado por Andrs Ivars y ampliado por Hill Webster:
Jill Rosemary Webster, Franciscanismo de la reina de Aragn (cf. nota 95), pp. 83-123.
126. Paolo Evangelisti, I Francescani e la costruzione di uno stato (cf. nota 43), pp. 10-11 y grf.
6-7. Se trata de 56 franciscanos en la corte aragonesa entre 1276 y 1458 y 63 franciscanos en la corte
siciliana entre 1288 y 1406 (ibidem). Cf. la prosopografa poltico-eclesiastico franciscana de los
franciscanos en la corte castellana en: Jos Manuel Nieto Soria, Franciscanos y franciscanismo en la
poltica (cf. nota 93) y las reflexiones terico-metodolgicas en: Daz Ibez, Jorge / Nieto Soria, Jos
Manuel: lites y clientelas eclesisticas en los siglos XIII al XV: una propuesta metodolgica a partir
del caso castellano, en: Elites e redes clientelares na idade mdia: problemas metodolgicos, ed. Filipe Themudo Barata (Biblioteca: estudos & colquios 2), Lisboa 2001, pp. 109-139.
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TRADICIONES E IDIOSINCRACIAS.
LAS RELACIONES ENTRE CATALUA Y
ARAGN EN LA HISTORIOGRAFA
(SIGLOS XI-XIII)
STEFANO MARIA CINGOLANI
1. INTRODUCCIN
Desde el momento de su constitucin (y a lo largo de mucho tiempo) de los
territorios que formaron la Corona de Aragn los dos con ms pasado por conjugar son Aragn y el condado de Barcelona (que de la unin recibir impulso para
definirse definitivamente como Catalua), mientras Mallorca y Valencia, una vez
olvidado su pasado musulmn, an tardaran mucho en crearse un pasado y una
conciencia distintiva. La formacin de esta unidad bicfala plante desde su inicio y a lo largo de su historia muchos problemas de muy distinta natura que comportaron distintas soluciones. El objetivo de esta comunicacin es ver cmo la historiografa medieval interpret las relaciones entre el reino de Aragn y los
condados catalanes, antes, i Catalua despus.
Mi propsito es limitado y, al mismo tiempo, variado. Los lmites vienen del
hecho que mi perspectiva privilegiada es la de la percepcin desde Catalua; y eso
no solamente por mi mayor conocimiento de la historiografa catalana, sino tambin por su mayor variedad y articulacin, y finalmente porque, una vez unidas las
dos dinastas, veremos que la mirada de los monarcas es dirigida privilegiadamente desde el Principado hacia Aragn. Como se podr comprobar, a parte de la
falta de estudios pormenorizados, la historiografa aragonesa por un lado mantiene ms fuerte la conciencia de la derivacin de su dinasta real de la monarqua
navarra, as que tiende a asumir modelos bien navarros bien genricamente hispnicos, en todo caso privilegiando la conexin con Navarra. Por otro lado, la breve
existencia del reino de Aragn gobernado por una dinasta real propia no le ha
permitido elaborar un modelo historiogrfico autnomo que, de no haberse extin-
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2. LA POCA CONDAL
Un texto historiogrfico exprime y refleja el horizonte de inters poltico del
historiador que escribe y, a veces, tambin de la comunidad de la cual es el producto. En el caso de unos anales, que es la primera tipologa con la cual nos
1. Vanse las observaciones de Carlos LALIENA, La memoria real en San Juan de la Pea: poder,
carisma y legitimidad en Aragn en el siglo XI, Aragn en la Edad Media (Homenaje a la profesora
Maria Isabel Falcn) 29, 2006, 309-324, pp. 311-312; se puede destacar como un momento de crisis
cual fue la sucesin a Alfonso I ya gener algunos relatos, aunque en forma de documentos, vase la
pequea autobiografia del mismo Ramiro II (Antonio UBIETO ARTETA, Documentos de Ramiro II de
Aragn, Zaragoza 1988, doc. 118) y otra relacin de los hechos de ca. 1135 a Prsper de BOFARULL i
MASCAR, Coleccin de documentos inditos del Archivo general de la Corona de Aragn, vol. 4, Barcelona 1849, doc. 150 (ahora en nueva edicin a Gaspar FELIU-Josep M. SALRACH (eds.), Els pergamins de lArxiu Comtal de Barcelona des de Ramon Berenguer II a Ramon Berenguer IV, en prensa.
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encontramos, este horizonte puede variar y modificarse con el paso del tiempo, a
medida que se van compilando secciones del texto y van llegando, o se buscan,
informaciones.
En los anales de Ripoll, y sobretodo en los Annals de Ripoll II, que es la serie
ms larga y compleja (aunque no incluya todo el material analstico presente en el
monasterio), hasta principios del siglo XI la nica mirada de inters fuera de los
condados catalanes es hacia el norte, hacia el regnum Francorum, o el este, hacia
Roma y el papado, hechos bastante evidentes dada la situacin poltica de la tierra, pero nada se recuerda de los otros territorios hispnicos, ni cristianos ni
musulmanes.2 Las cosas empiezan a cambiar a principios del siglo XI, en coincidencia con el progresivo alejamiento de los monarcas franceses de la dinasta
Capeto y el final de la ofensiva cordobesa liderada por al-Mans,u r y su hijo alMalik. Este cambio de perspectivas se materializa en el anal relativo a la expedicin catalana a Crdoba de 1010.
Tambin en esta poca empiezan a aparecer los bitos de reyes de Navarra,
Aragn y Castilla (y tenemos que imaginar que tal inters fuera precedente y
hubiera que esperarse a la muerte de los monarcas para poderlos entrar en los anales). De hecho, a partir de ca. 1035 son entrados con cierta regularidad tanto los
bitos como algunas empresas o conquistas. No siempre es fcil o seguro distinguir de qu rey se habla porque hay claramente dos fuentes de informacin diferentes, y en unos casos el monje (o monjes) que introdujo estas entradas comete
un error: creyendo que la datacin que le haba llegado tena que ser segundo el
sistema de la Era mientras era en aos le sustrae 38 aos, de esta forma tenemos tanto entradas duplicadas (algunas aparentemente correctas y otras no), como
entradas en las que no siempre es evidente el sistema de datacin.3 An as, y con
la duda de si se recuerda o no la muerte de Sancho III el Mayor (que es posiblemente entrada el ao 1076), tiene su punto de inters constatar que hasta principios del siglo XII, justamente a empezar por los tres hijos de Sancho III, son
recordados muertes y hechos de los reyes de Castella, Navarra y Aragn. Los que
siguen son los anales relativos (de los cuales he eliminado las noticias ajenas,
como las muertes de papas o condes):
2. Vase Els annals de la famlia Rivipullense i les genealogies de Pallars-Ribagora, edici a
cura de Stefano M. CINGOLANI (Monuments dHistria de la Corona dArag, 3), Valencia en preparacin (en adelante MHCA, 3).
3. Hay dos posibles soluciones para este problema: tenemos que pensar que o el redactor de la
serie Ripoll II, que trabaja hacia finales del siglo XIII, se encontraba con una informacin que interpretaba como ambigua, y por eso comete el error, o que el grupo de anales, donde se da el error, lleg conjuntamente en un segundo momento, tal vez despus de la muerte de Pedro I. Me inclino ms
por la primera hiptesis.
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Estos anales merecen algn comentario, porque no creo que sean simplemente el reflejo de una ampliacin de los horizontes de atencin de los monjes analistas de Ripoll. Se puede ver cmo estos siguen interesados, aunque con cierta
4. Garca III de Navarra (1035-1054).
5. Ramiro I de Aragn (1035-1063); el mismo error que el precedente.
6. Ya que est dando los bitos de los reyes de Navarra, ser Sancho IV (1054-1076), hijo de Garca III, minor en oposicin al abuelo maior, Sancho III el Mayor de Navarra (1000-1035).
7. Sancho II de Castilla (1065-1072).
8. Sar otra vez Garcia III rey de Navarra, ahora entrado en fecha correcta.
9. Otra vez Ramiro I rey de Aragn; vase Ripoll I Dasens, el Obituari de Roda reporta correctamente interfectus est a mauris in obsidione Gradus.
10. Fernando I rey de Castilla (1035-1065), para esta forma vase Annals de Roda Fredelandus
y el necrologio de Ripoll (Eduard JUNYENT, El necrologi del monestir de Ripoll, Analecta Montserratensia 9, 1962, 217-225, p. 225).
11. Otra vez Sancho II rey de Castilla.
12. Se trata de Sancho IV rey de Navarra (1054-1076) entrado correctamente o, mejor, de Sancho III el Mayor, entrado con error de ao por Era, como dejara pensar el apodo de vetulus?
13. No s explicar la grafa, o, mejor, error Haboletum, ya que evidentemente se trata de Toledo;
Alfonso VI rey de Castilla (1065-1109).
14. Sancho Ramrez (1069-1094) y Pedro I (1094-1104) reyes de Aragn.
15. Rodrigo Daz, el Cid (1043-1099).
16. La duplicidad de entrada muestra la duplicidad de fuentes de los anales.
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discontinuidad, en los asuntos de los otros reinos hispnicos, hasta Castilla, hasta
la muerte de Pedro I de Aragn. Hay una entrada que llama mucho la atencin, la
que recuerda la toma de Valencia por parte del Cid, ya que es la nica mencin de
l en toda la historiografa catalana. La nica, a parte del Carmen Campidoctoris,
a l ntegramente dedicado. Aunque an se discuta sobre su datacin y origen, lo
que parece bastante claro es la vinculacin del poema con los crculos cercanos al
joven Ramn Berenguer III y fieles a su padre, en oposicin al conde fratricida
Berenguer Ramn II, el deuteragonista del poema, villano y derrotado.17 Esto
dejara pensar que, a pesar de la competencia entre Aragn y el condado de Barcelona por la expansin y la recaudacin de parias en los reino de taifas de Zaragoza, Lrida y Tortosa, los monjes de Ripoll, de acuerdo con la corte barcelonesa
de los Ramn Berenguer I, II y III, an consideran el reino aragons si no como
aliado, seguramente no como un enemigo y un competidor.
La situacin, sin embargo, parece cambiar con el reinado de Alfonso I el Batallador, aunque sea contemporneo de Ramn Berenguer III. Llama la atencin el
hecho de que se recuerden las conquistas tal vez de Graus y seguramente la de
Huesca, mientras nada se dice de las numerosas y ms importantes adquisiciones
de Alfonso I. La muerte del rey es recordada, por supuesto, y tambin algunas de
sus empresas. Pero el anal a l dedicado es significativamente introducido tiempo
despus del pacto de matrimonio entre Ramn Berenguer IV y Petronila/Urraca;18
es decir, una vez que el reino de Aragn ha dejado de ser competidor directo, y
hasta enemigo, para unirse a Catalua bajo el dominio del mismo conde de Barcelona, de tal manera que la gloria del Batallador, en lugar de hacer sombra a los
condes de Barcelona, ahora se nos presenta como ilustre predecesor de estos, en
concreto del prncipe Ramn Berenguer IV:
Era MCLXXII, anno Domini MCXXXIIII. Obiit Ildefonsus rex Aragonensis
apud Fragam, ubi et Centullus de Bie[r]n, Aymericus de Narbona ac multi alii
christiani perierunt. Hic mirabilis Sarracenorum debellator nituit, nam Saragustam urbem opinatissimam, et civitatem Tirassonam, et mirabile opidum
Tudelam cepit, preter alia opida plura que regno suo adiecit. Quiescit apud
Montem Arogonensem. Huius ffrater Rainimirus monachus in regnum sublimatur, quia nulla eius proles remanserat. Qui Raynimirus uxorem accipiens,
17. Vase Jos Enrique RUIZ DOMNEC, Ricard Guillem o el somni de Barcelona, Barcelona 2001:
89-97 i Id., Mi Cid. Noticia de Rodrigo Daz, Barcelona 2007: 29-39. Sin embargo, si tenemos en
cuenta las caractersticas culturales y literarias del poema, juntamente con la biblioteca y las tradiciones poticas presentes en Ripoll, el monasterio sigue siendo, a mi entender, el lugar ms probable de
composicin del texto, cosa que no excluye la comisin condal.
18. Tal y como delata el texto mismo del anal, que habla de la muerte de Ramiro II, y la presencia tambin de otra entrada: Era MCLXXV, anno Domini MCXXXVII. Hoc anno suscepit regnum
Aragonum Raymundus comes Barchinone.
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19. Alfonso I rey de Aragn (1104-1134); Ramiro II rei dArag (1134-1137). El anal es presente tambin a Ripoll I, Annals de Marsella y Tortosa II, pero mientras los dos primeros sn muy diferentes, el de Tortosa II es prcticamente igual.
20. Vase Josep M. SALRACH, De lesperit a la matria: Catalans en terra castellana a lAlta
Edat Mitjana, Acta historica et archaeologica mediaevalia 26, 2005, 81-100.
21. Vase. Eduard JUNYENT I SUBIR, Diplomatari i escrits literaris de labat i bisbe Oliba, a cura
de Anscari M. MUND, Barcelona 1992, textos 16 y 19 y Cartulario de San Juan de la Pea, ed. Antonio UBIETO ARTETA, Valencia 1962-63, doc. 38.
22. Vase Stefano Maria CINGOLANI, Estratgies de legitimaci de poder comtal: labat Oliba,
Ramon Berenguer I, la Seu de Barcelona i les Gesta Comitum Barchinonensium, Acta historica et
archaeologica mediaevalia 29, 2008, en prensa.
23. JUNYENT, Diplomatari, cit., texto 2.
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Sin embargo, el abad Oliba cumpli otro paso, muy probablemente consecuencia de sus relaciones con la abada de Cluny. En el snodo de Vic de 1030 el
abad establece que Statuimus etiam pro omnibus in nostro episcopatu hoc anno
defunctis, hac feria II, magnum officium celebrari ab omnibus clericis qui sub
nostro episcopatus commanent terminis.24 Ahora, segn esto, podemos pensar
que al menos la primera celebracin, la del da de los muertos, es directa consecuencia del influjo de Cluny, como demostrara la presencia al ms. ACA, Ripoll
151, f. 32r del s. XI del Statutum sancti Odilonis abbatis de defunctis.25 Sin embargo, me parece que la liturgia de los muertos no se limitaba a su obispado, porque
el obituario de Ripoll no incluye slo y generalmente a todos los condes catalanes
(tambin de otros obispados), sino que estn tambin presentes los reyes de Aragn, ya que encontramos recordados Ramiro, Sancho Ramrez, Pedro i Alfonso:26
VII idus maii Raimirus rex.
Pridie nonas iunii Sancius rex.
Kalendas iulii Alifonsus rex.
IIII kalendas octubris Petrus Sancius rex Aragonum.27
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29. No voy a tener en cuenta los textos producidos en el Pallars o en la Ribagorza, como el Obituario de Roda o las distintas versiones de la Memoria, especialmente la Memoria renovata, porque
presentan caractersticas propias de estas tierras de confn de soberana monrquica y episcopal, disputada y cambiante, as como los Annals de Roda que, aunque en su primera seccin son anales de origen ripolls, presentan un problemtica tpicamente ribagorzana, vid. MHCA, 3.
30. Vanse Els annals de la famlia Barcinonense, i Lenguadociana, edici crtica de Stefano M.
CINGOLANI, (Monuments dHistria de la Corona dArag, 5), Valncia en preparacin y Id., Del
monasterio a la cancillera. Construccin y propaganda de la memoria dinstica a la Corona de Aragn, Actas del Coloquio Construccin y conservacin de la memoria regia en Occidente (siglos XXIV), Arxiu de la Corona dArag, Barcelona 25-27 de julio 2007, en prensa).
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Los anales estn claramente marcados por dos directrices de claro significado
poltico: por un lado, la guerra contra el Islam, punto de confluencia entre los intereses religiosos y profanos del texto, como refrendan las noticias relativas a la
conquista de Jerusaln (ao 1098), la creacin de los Templarios (ao 1128,
Inventa est religio domus milicie Templi), o las aadidas para continuar la serie
relativas a la toma de Ascalona (1153), al comienzo de la Cruzada contra los Albigenses (1208) o a la conquista de Castielfabib por parte de Pedro II en 1210. Por
otro lado, expresa claramente una idea que tena que ser evidente y necesaria: la
de la continuidad entre los reyes de Aragn y los condes de Barcelona, aqu representada por su faceta de conquistadores de tierras al Islam. Este aspecto lo revela
con claridad el hecho de no recordar la antigua historia condal, como hacen los
otros representantes de la familia, sino que se destaca la reciente expansin aragonesa y despus catalana. Qu otra cosa puede significar empezar la serie con
la toma de Huesca, interpretada como la primera y fundamental etapa de la imparable expansin aragonesa, hasta la muerte de Alfonso I en 1134?
31. MHCA, 3.
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32. Les constitucions de Pau i Treva, cit., docs. 14, 15, 17 y 18.
33. Les constitucions de Pau i Treva, cit., doc. 15.
34. Stefano Maria CINGOLANI, Seguir les vestgies dels antecessors. Llinatge, regalitat i historiografia a Catalunya de Ramon Berenguer IV a Pere II (1131-1285), Anuario de Estudios Medievales 36/1, 2006, 201-240 y la introduccin a Gesta Comitum Barchinonensium (versi primitiva), la
Brevis Historia i altres textos de Ripoll, edici a cura de Stefano Maria CINGOLANI, Valencia en preparacin (Monuments dHistria de la Corona dArag, 4), en adelante MHCA, 4 y, para el caso concreto de Jaime I y la importancia que tuvo la ideologa sobre su accin poltica, Stefano Maria CINGOLANI, Jaume I. Histria i mite dun rei, Barcelona 2007 (en castellano Barcelona 2008).
35. Ana Isabel SNCHEZ CASABN, Alfonso II Rey de Aragn, Conde de Barcelona y Marqus de
Provenza. Documentos (1162-1196), Zaragoza 1995 (Fuentes Histricas Aragonesas 22), doc. 21.
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Santa Cristina de Somport lo que le haban concedido sus predecesores, que son
los mismos reyes ms Sancius, rex Aragonensium atque Pampilonensium (id.:
doc. 73). La reflexin genealgica expresada por los notarios extensores de los
documentos es analtica, se percibe una continuidad en el ejercicio del poder, pero
se tiene que recordar cada pasaje como para confirmar su legitimidad, ya que estas
cadenas genealgicas an no configuran un bloque nico claramente definido. Sin
embargo, ya en febrero de 1170, confirmando al obispo y a los cannigos de Zaragoza libertades y privilegios, el rey declara que lo hace vestigie predecessorum
meorum sequens eorumque bonos et pios mores inmittari cupiens (id.; doc. 79).
El cambio en la frmula que la acerca a la de las constituciones de Fonderella de
tres aos ms tarde no carece de significado. La reflexin genealgica ahora ha
pasado a ser sinttica, ya que no hace falta mencionar detalladamente a los antepasados del rey que haban concedido las libertades. Ahora, por un lado, destaca
ms la personalidad individual del monarca, mientras que, por otro, los antepasados, es decir, las dos familias de las cuales l es el heredero, la real aragonesa y la
condal barcelonesa, se han constituido en un nico bloque significativo, en un conjunto de memoria genealgica que no hace falta individualizar. Adems, el rey
expresa el deseo de continuar con la accin de estos antepasados, caracterizados
por los bonos et pios mores. La doble genealoga del rey se ha transformado en una
historia con un significado que plantea unas responsabilidades. Detrs de una frmula aparentemente simple se esconde el germen de una reflexin historiogrfica
que define las caractersticas del poder monrquico.
Hacia el mes de mayo de 1170, confirmando los privilegios de Huesca, se
vuelve a nominar cartas et fueros et usaticos quod rex Petrus et Ildefonsus et
Ranimirus et comes pater meus, quibus sit requies, antecessoribus meis (id.: doc.
88). La innovacin introducida pocos meses antes todava no se haba enraizado
del todo, sin embargo sta es la ltima vez que volvemos a encontrar la lista detallada de sus predecesores. A partir de este momento, la frmula sinttica de los
antepasados de quienes se sigue el comportamiento ya ser constante, con slo
pequeos cambios en la formulacin.36
Aquella que, en principio, era la inevitable prosecucin de una accin poltica
pretrita, sobretodo en la concesin de bienes, libertades y privilegios, se ha trasformado en una ideologa de la imitatio morum parentum de regusto clsico, especialmente centrada en el aspecto de recto y piadoso gobernante. Muy presente en la
documentacin de Pedro II y en la de los primeros aos de Jaime I, ya desaparece-
36. Vase SNCHEZ, Alfonso II, cit., docs. 166 (IV 1174), 167 (1
(VIII 1192).
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r de los documentos, para quedar en otros mbitos expresivos. Porque con el tiempo ir adquiriendo matices ms decididamente polticos y, sobretodo, militares.
Como por ejemplo cuando, en las Gesta Comitum, hablando de Jaime I se dice que:
Domnus itaque Iacobus rex predictus, habens cor nobile et voluntatem immitandi suos predecesores et non minuendi regna sua, set pocius tocis viribus
ampliandi, movit guerram contra omnes vicinos suos sarracenos, et intravit
terram eorum, et cepit Burianam et multa alia castra et vilas [XV,5].37
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blemtica se origina en Catalua y, por lo que parece, es nicamente en la historiografa catalana donde la encontraremos aplicada (a parte de su uso en la actividad diplomtica y legislativa de los reyes, que no puede ser calificada en su origen
nacional). Aunque en casos como en el Llibre dels fets de Jaime I y en su misma
personalidad, es casi imposible distinguir y separar las dos naturalezas del rey, la
lengua de la obra y ciertos privilegios narrativos y emotivos demuestran que igualmente se mueve en esta perspectiva, aunque de esto hablar ms adelante.
Las Gesta Comitum son la historia de un linaje, no de una tierra; no es por
casualidad que no se hable de la toma de Gerona o de la conquista de Barcelona
y que todo empiece con Guifredo de Arri, primer conde y padre de Guifredo el
Velloso. Hasta se tendra que decir que es la historia de una parte de este linaje, la
rama de los condes de Barcelona, y que la presencia de las otras dinastas que descienden del Velloso es funcional al demostrar cmo se dividieron y volvieron a
juntarse los diferentes territorios.38 Despus de hablar del acceso al trono de
Ramn Borrell, el cronista escribe:
Sinamus autem loqui adhuc de generatione comitum Bisillunensium vel Urgellensium quorum alter inicium fuit Oliba Cabreta, alter vero Ermengaudus Cordubensis, et exponamus primitus de generatione comitum Barchinonensium,
quorum dignior et longior posteritas adhuc perseverat [VI,4].
Una vez que acaba de hablar de los condes de Besal i de Cerdaa, concluye
diciendo:
Et ita Cerritaniensis ac Bisillunensis comitatus ad Barchinonensem, sicut antiquitus fuerat, restituti sunt, preter Urgellensem comitatum, ad quem nunc ex
ordine redeamus [XI,6].
La unin con Aragn es recordada con palabras no muy distintas de las utilizadas para hablar de las incorporaciones de los condados de Besal y Cerdaa;
una primera vez, empezando la biografa de Ramn Berenguer IV, como si esta
fuera su primera gesta:
Nam adhuc valde iuvenis regnum Aragonense cum filia Ranimiri regis Urracha
optinuit, anno scilicet Domini MCXXXVII [IX,1].
38. La obra, que originariamente no llevaba ttulo, hacia 1268 le fue aadido: Incipit gesta vel
ortus illustrium comitum Barchinonensium.
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5. LA PERSPECTIVA ARAGONESA
Esta perspectiva se hace an ms evidente en la secunda redaccin de las Gesta Comitum, redactada en 1268-69 y conservada solamente en traduccin catalana.40 Pero antes de examinar este texto, ser conveniente considerar brevemente
dos textos vinculados con Aragn compuestos en el intervalo, textos que, teniendo una impostacin universal, se ven profundamente afectados por otros modelos
en su planteamiento historiogrfico. Me refiero al Liber regum, de ca. 1196 en su
primera redaccin, y a la Estoria de los godos, de 1252-53.
De hecho, el primero, una crnica genealgica que empieza con Adn, es de origen navarro, destinado a ensalzar la restaurada dinasta en su enlace con el Cid y, a
travs de ste, con los mticos jueces de Castilla. Y tenemos que ver su composicin
en la perspectiva de un nuevo inicio al comenzar con los jueces, a la muerte sin hijos
de Alfonso II de Asturias, y en oposicin al goticismo de los reyes de Len. Nada
se dice del origen de los reyes de Navarra, que empiezan con Iigo Arista, si no que
se ponen en un plano de contemporaneidad cronolgica con los jueces de Castilla.
Y, lo que es tradicional, se empieza la historia de Aragn en dependencia de la navarra, con Ramiro I. Este asume un carcter especial, algo tpico de los hroes fundadores y que redime su ilegitimidad al relatar la leyenda de la defensa de su madrastra de la acusacin de adulterio.41 En el Liber regum la genealoga de los reyes sigue
recordando el matrimonio de Petronila con Ramn Berenguer IV sin mencionar
nunca, por lo que parece, la precedente historia de los condes de Barcelona.42
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43. Jos M LACARRA, Textos navarros del Cdice de Roda, Estudios de Edad Media de la Corona de Aragn, 1, 1945, ps. 193-283.
44. Vase Carlos LALIENA, La apropiacin mtica del pasado: poder, real, legitimacin y memorias de clase en Navarra y Aragn en el siglo XIII, Jos Ignacio DE LA IGLESIA DUARTE (coord.), Memoria, mito y realidad en la historia medieval, XIII Semana de Estudios Medievales, Njera 2002, pp. 6184, pp. 70-76.
45. Diego CATALN-Enrique JEREZ, Rodericus romanzado, Madrid 2005, pp. 23-149.
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De esta forma los diferentes reinos son equiparados en la antigedad y legitimidad de sus conquistas, y se elimina la primaca de la monarqua asturleonesa, al mismo tiempo se ve Carlomagno (aunque sea rex Francie) como uno ms
de los reconquistadores al dejar su legado a los condes de Barcelona. Sin embargo, la dependencia de Rodrigo hace que se mantenga el modelo hispano, presentando la derivacin de los reyes de Aragn de los de Navarra e introduciendo los condes de Barcelona, despus de mencionar a Guifredo el Velloso,
solamente en el momento del enlace matrimonial entre Petronila i Ramn
Berenguer IV.
46. Stefano Maria CINGOLANI, La memria dels reis. Les Quatre Grans Crniques i la historiografia catalana des del segle X al XIV, Barcelona, 3 ed. 2008, pp. 75-95 y 137-158.
47. Pere QUER, La Histria i Genealogies dEspanya. Una adaptaci catalana medieval de la
histria hispnica, Abadia de Montserrat 2008.
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La del Status Yspanie es una primera y embrional respuesta (habr otras distintas o ms complejas) a un problema en parte poltico y seguramente historiogrfico: el lugar de Catalua en la Hispania. Inaugurado formalmente gracias a
la unin con Aragn, esto afecta ms a la propia Catalua que a la Corona de
Aragn en su conjunto. El problema se haba agudizado a causa del tratado de
Corbeil (1258), ya que la renuncia a toda pretensin sobre Occitania haca de la
Corona de Aragn un estado exclusivamente peninsular (amn del Rossilln y
Montpellier); an ms en el momento en que las espectaculares conquistas a
costa del Islam hasta la mitad de siglo XIII haban asimilado casi del todo Espaa (es decir, los territorios dominados por los reinos cristianos, ya no por los
musulmanes) con la Hispania. Jaime I, por su parte, ya lo haba resuelto al considerarse el rey ms importante y prestigioso de Espaa, el lder moral de los
reinos ibricos.
Pero al mismo tiempo del Status Yspanie, y en este caso he propuesto que en
directa dependencia de la voluntad real, se volvi a echar mano del viejo texto de
las Gesta Comitum, se reorden ahora en sentido cronolgico (no separando en
bloques homogneos los distintos linajes), se complet con el reinado de Jaime I y,
ahora s, con la historia de los reyes de Aragn, sacando la informacin justamente de Rodrigo Jimnez, y se envi a Barcelona donde fue traducido al cataln.48
Las Gestes dels comtes de Barcelona i reis dArag muestran con mucha claridad lo que deca antes: una historia aragonesa (ahora que se ha superado la
exclusividad concedida a los descendientes de Guifredo el Velloso) considerada
como apndice de la catalana, o, mejor, de la de los condes de Barcelona. Esto ya
resulta evidente en el prlogo aadido al texto y no traducido del original:
Aquest libre mostra veritat del primer comte de Barcelona e de tots los altres
qui sn venguts aprs dell; e de lordonament de tots los comtats qui sn en
Catalunya; els noms els temps daquells qui ho han tengut, los uns aprs dels
altres; el regisme dArag con vench e fo ajustat al comtat de Barcelona; e dels
fets recaptosos, e grans e nobles que han estats fets per reys e per comtes en lur
temps [I].
Sin embargo, se pueden hacer otras consideraciones que nos permitirn mirar
el tema desde otro ngulo y que responde a ideas que no son exclusivas del annimo monje redactor del texto. Porque la historia de los reyes de Aragn, aadida
48. El original de esta versin de las Gesta comitum se qued en Ripoll, donde sirvi para confeccionar la versin llamada definitiva en tres etapas: al poco de morir Jaime I, despus de la muerte
de Pedro III y a primeros del siglo XIV (vase CINGOLANI, La memria dels reis, cit., pp. 147-152 i
MHCA, 4); mientras el ejemplar enviado a Barcelona se perdi, conservndose slo la versin en cataln (MHCA, 4, pp. 23-28).
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como un au rbours despus de haber hablado de Ramn Berenguer IV, es introducida con la siguiente afirmacin:49
Fenides e passades les successions del comtat de Barcelona en la persona del
senyor rey Ildefons, e ajustats lo regne dArag el comtat de Barcelona, dels
quals fo rey e comte Ildefons davant dit, s mester de saber lo comensament del
regisme dArag e daquells quil tengren ans que fos ajustat ab lo comtat de
Barcelona [XX,1].
Los dos participios iniciales indican claramente tanto el final de una dinasta
(fenides) como el pasaje a otra dimensin (pasades), es decir que se seala con
mucha claridad cmo con Ramn Berenguer IV (e, implcitamente, con Ramiro
II) algo se ha acabado y con Alfonso II, primer conde-rey, empieza otra cosa diferente y nueva. Al contrario del Liber regum o de la redaccin primitiva de las mismas Gesta Comitum, donde el cambio de dinasta, en el caso de Aragn, o de titulacin, en el caso de los condes de Barcelona, aparentemente no comporta
ninguna novedad, ahora s que sta est marcada en Alfonso, el primero en ser al
mismo tiempo conde de Barcelona y rey de Aragn. El reconocimiento de unos
antepasados comunes para formar una nica tradicin, ahora confluye, se dira
desde el punto de vista del Principado, en la formacin de una nueva identidad de
la cual es portador el rey Alfonso II el Casto.
Evidentemente estamos hablando de una problemtica exclusivamente ligada
a la construccin de la memoria y la organizacin del pasado y que nada, o muy
poco, tiene que ver con la realidad poltica de una Corona donde los dos elementos son claramente percibidos como distintos,50 donde usos, costumbres, leyes,
organizacin territorial, economa y demografa declaran las profundas diferencias, diferencias que, por ejemplo, no impiden alianzas trasversales como las que
se dieron a lo largo de la minora de Jaime I. Sobretodo nada tiene que ver con
eventuales rivalidades o enemistades nacionales, aunque estas emergern alguna vez en los cronistas.
49. La notacin final: Del comenament del regne dArag entr a lajustament del regne e del
comtat de Barcelona foren CIIII anys [XX,7] adems que la precisin cronolgica, seguramente es
debida tambin a la voluntad de resaltar la antigedad del casal barcelons, con sus numerosas generaciones, con respecto a la breve historia aragonesa, y tal vez tenga relacin con una afirmacin de
Bernat Desclot que veremos ms adelante.
50. Por ejemplo el Epitafio de Ramn Berenguer IV (MHCA, 4: Vox in Cathalonia et in Aragonia sonet), algunos documentos de Pedro II que distinguen los testimonios entre aragoneses y catalanes (por ejemplo los docs. 587 (30 XII 1205), 595 (2 I 1206), 899 (4 VI 1208), 1016 (II 1210), vase Martn ALVIRA CABRER, Pedro el Catlico, Rey de Aragn y Conde de Barcelona (1196-1213). Documentos,
Testimonios y Memoria Histrica, 2 vols., Zaragoza, 2009, en prensa), o la relacin de los participantes a las Cortes de Lrida de 1214 donde se jur Jaime I rey, aunque slo haya quedado parte de la lista relativa a Aragn (Ferran SOLDEVILA, Els primers temps de Jaume I, Barcelona, 1968, pp. 83-84).
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51. Vase CINGOLANI, Jaume I, cit. y Id., Memria, llinatge i poder. Jaume I i la conscincia
histrica, Butllet de la Societat Catalana dEstudis Histrics, en prensa.
52. Ferran SOLDEVILA, Les Quatre Grans Crniques, I. Llibre dels fets del rei En Jaume, revisi
filolgica de Jordi BRUGUERA, revisi histrica de M. Teresa FERRER MALLOL, Barcelona 2007.
53. Se ha demostrado que Eudoxia era besnieta, y no hija, de Manuele Palelogo (sobre el matrimonio reparador vase Josep M PUJOL, El mite de lheroi a la casa de Barcelona: Guifred I el Pels
i Jaume I, Mites i llegendes, Valls 2002, pp. 112-133, pp. 117-118); por otro lado se tiene que subrayar cmo el rey aqu se vanagloria de la sangre imperial que corre por sus venas, mientras ms tarde
ser radicalmente contrario a las aspiraciones imperiales de su yerno Alfonso IX.
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fonsi felicis recordationis avi nostri, subsequenter, scilicet, post ipsum monumentum volumus enim quod eius monumentum sit prius.54
Con estas palabras y con este gesto, se concretizaba una reflexin personal (su
lugar en la familia y su bsqueda de modelos, ms que de afectos) y otra de poltica (la significacin de la corona real y condal, que haba representado y significado algo para l, el rey que haba llegado a ser). La importancia poltica y memorial de su abuelo es simblicamente sealada con el hecho que su sepulcro tena
que ser el primero de una serie, el primero en ser visto.
En su obra y en su correspondencia el rey Jaime I nos deja numerosas muestras
de su pensamiento histrico, de su afn de comparacin con el pasado, no slo con
el cercano (su obsesin por su padre), sino tambin con el remoto, a veces muy
remoto. Son prueba de ello, por ejemplo, la afirmacin hecha a las Cortes de Barcelona de diciembre de 1228 por parte del conde Hugo IV de Ampurias, cuando se
acab de organizar la expedicin de conquista de Mallorca, que la empresa sera el
mellor feit que cristians faessen cent ayns ha (cap. 49), con clara referencia a la
fugaz conquista de la isla por parte del tatarabuelo del rey Ramn Berenguer III y
los pisanos en 1115; o, cuando delante la propuesta de rendicin de Valencia hecha
por Zayyan la acepta porque: per servici de Du ho faem, e cosa que hom del nostre llinatge no havia feita (cap. 234), seguramente aludiendo a los deseos y planes
de conquista de la ciudad de Alfonso I, Alfonso II y de su mismo padre.55
Otras veces, su recorrido es mucho ms largo y se remonta a generaciones y
generaciones. En una donacin al monasterio y hospital de Sant Vicent (Xtiva 14
VI 1276), donde retoma algunos conceptos de su ltimo testamento, su pensamiento corre por la historia de sus antepasados:
Unde cum nos Iacobus Dei gratia rex Aragonum, Maioricarum et Valentie,
comes Barchinone et Urgelli et dominus Montispesulani ad hec super ceteros
reges et principes qui per ducentos annos antequam nos extiterint specialius et
astriccius teneamur, ex eo scilicet quare contribuit nobis super hostes nostros
maiores victorias et in personam nostram aliisque etiam gracias nobis tribuit
potiores quam tribuerit regibus aliis qui fuerint prius nobis.56
54. Antoni UDINA I ABELL, Els testaments dels comtes de Barcelona i dels reis de la Corona dArag. De Guifr Borrell a Joan II, Barcelona 2001, doc. 21.
55. A este propsito, se puede citar el episodio de cuando, en el cerco de Borriana, se hace traer
su espada, que no es otra que Tizona, la espada del Cid; sobre este episodio, y sus implicaciones simblicas, vase CINGOLANI, Jaume I, cit. pp. 223-225 y Id., Memria, llinatge i poder, cit.
56. ACA, Cancelleria, reg. 22, f. 42r, el documento ha sido publicado parcialmente en Fernando
FONDEVILLA, La nobleza catalano-aragonesa capitaneada por Ferran Sncez de Castro en 1274, Primer Congrs dHistria de la Corona dArag, Barcelona 1912, pgs. 1061-1169, p. 1163, he revisado
la transcripcin sobre el original.
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A pesar del difcil momento por el que est pasando, el rey se siente tranquilo consigo mismo gracias a sus hazaas. Es consciente del gran privilegio de ser
rey, y de los deberes que esta condicin conlleva. l es un privilegiado, y su condicin de mesas es confirmada, otra vez ahora, en sus ltimos das, con una reflexin sobre el pasado navarro-aragons, cataln, en general el de la Corona de
Aragn?: ninguno de sus antepasados, durante los ltimos dos siglos desde el
tiempo de Sancho III el Mayor rey de Navarra y Ramn Berenguer I el Viejo conde de Barcelona ha disfrutado de ms proteccin por parte de Dios, proteccin
que tendremos que entender como victorias sobre los enemigos, poder, prestigio
y salud personal.
Otras veces su reflexin y su sabidura dinstica estn ms directamente centradas en su pasado aragons, nunca distinguido de su origen navarro, ya que
siempre se remonta ms atrs de Ramiro I. Son pruebas de ello al menos dos testimonios: un pasaje del Llibre dels fets y unos documentos.
La primavera de 1227, en los momentos finales de la gran revuelta posterior
a la muerte de Pedro Ahons, dirigindose a los ciudadanos de Huesca, les dice:
Barons, b creem que sabets e devets saber que ns som vostre senyor natural,
e de llonc temps; que catorze reys ab ns ha hats en Arag (cap. 31). Difcil
entender exactamente quienes son estos catorce reyes. Remontandonos atrs tendramos que detenernos en el rey de Navarra Sancho Garcs II Abarca, de finales del siglo X. Por qu este rey? Muy posiblemente porque es el primer rey de
Aragn, de la casa Jimena. Es importante ver cmo la instruccin de Jaime I era
lo bastante slida en materia de historia familiar y se remontaba mucho atrs,
aunque no podemos saber de qu estaba formada, en qu historias, gestas o ancdotas. Tambin muestra que, si nunca se ha vanagloriado de la antigedad de su
sangre condal, s que lo hizo de la real. Por que la consideraba ms importante
o por que no la encontraba escrita, al contrario de lo que pasaba con los condes
de Barcelona? La afirmacin orgullosa del rey muestra tambin el carcter de su
reflexin genealgica, aunque sta tenga que ser limitada en su dimensin global
por el hecho de estar hablando a sus sbditos aragoneses. No podemos saber qu
pensaba exactamente en 1227, pero en 1270, cuando dicta esta frase es claro su
sentimiento de formar parte de una larga estirpe real, que ha hecho suya tambin
la historia navarresa. Y, tambin, que las aproximaciones y heredamientos
mutuos, que, tanto l como su padre, haban establecido con Sancho VII el Fuerte, ltimo rey de la dinasta, no germinaban solamente de directrices polticas
para hacer frente a Castilla, sino que en ellas haba una profunda meditacin
dinstica, un repensamiento de los orgenes del linaje (de Catalua y Aragn)
decididamente orientado por el lado real navarro-aragons, ms que por el de los
condes de Barcelona.
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57. Vg. Ferran SOLDEVILA, Pere el Gran, Barcelona 1950-62, 2 ed. Barcelona 1995, 1, pp. 467468, una carta de contenido muy parecido fue enviada al infante Fernando de la Cerda y al rey Alfonso X el 23 VIII 1274 (ACA, Canc., reg. 15, f. 97v, Ibidem, p. 271), y el 1 IX tambin a Felipe III rey de
Francia (ACA, Canc., reg 23, f. 98r; ib., p. 272).
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58. Sobre este problema vase Stefano Maria CINGOLANI, Historiografia, propaganda, comunicaci. Bernat Desclot i les dues redaccions de la seva Crnica, Barcelona 2006, pp. 407, 442, 454 por
ms casos o la carta de Pedro III a los mallorquines en cataln, mientras el infante Alfonso les haba
escrito en latn (pp. 741-745).
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Cancillera,59 que empieza a tener as el doble aspecto de repositorio de memoria burocrtica e histrica (ya que al menos a las oficinas del Consejo de Cientos se depositan tambin los modelos y versiones de los Annals de Barcelona).
As mismo es en cataln, y aunque tena que haber muchos aragoneses sobre
todo nobles, funcionarios reales y cancilleres, capaces de entender y hasta de
hablar el cataln, la lengua del libro tena que ser una barrera para su potencial
utilizacin fuera del Principado. O es que Jaime, a pesar de privilegiar, aparentemente, su rango real con respecto al condal, y de airar su tan larga ascendencia navarra, de hecho consideraba ms bien a l y a sus herederos del Casal
de Barcelona? Ni l, ni su sucesor Pedro III ni nadie pens traducir el Llibre al
aragons, para que el legado poltico y memorial del rey Jaime I llegase a todos
sus sbditos (aunque estos sean unos pocos elegidos), como se tiene que suponer que era la intencin del rey, si consideramos su ideologa y su manera de
relatar su vida. La aportacin del Llibre a la definicin de un modelo de pasado, vlido para el futuro, a pesar de todo, se ve reducida slo al Principado
(mejor, a Barcelona), donde su obra poda ser leda conjuntamente con las Gestes dels comtes de Barcelona. La traduccin al latn que Jaime II encarg a Pere
Marsili en 1313 se tiene que entender, en teora, dirigida para fuera de la Corona de Aragn de cara a una proyeccin internacional del rey Jaime I y de la
Corona, aunque no tuvo ningn xito. As que la memoria ms propiamente aragonesa queda vinculada al modelo de Rodrigo Jimnez, como muestra la Crnica aragonesa de Espaa de 1305,60 y no habr tentativas de compaginar las
dos tradiciones, totalmente aisladas e incomunicadas, hasta Pedro IV.
Hay, entonces, una profunda contradiccin entre sentirse rey de Aragn, descendiente de los reyes de Navarra, creador de una nueva Corona de Aragn, querer dejar constancia de su legado a la posteridad y hacerlo como tal solamente en
el Principado, o, mejor, solamente en Barcelona.
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dels reis.61 Obra muy probablemente de autor barcelons muy cercano a los
ambientes de la Cancillera i de la misma monarqua, este cronista, no siempre con
acierto y a veces con confusiones, es el primero y, durante mucho tiempo hacia
finales del siglo XIV cuando se compone el an indito Flos Mundi62 el nico que
se propone dar una visin general de la historia de la Corona de Aragn confrontndose con el modelo propuesto por Rodrigo Jimnez de Rada y modificndolo
en profundidad. An as, sta, que es la primera crnica general compuesta en
Catalua un siglo antes de la de Pedro IV, es de alguna manera la primera crnica
que podramos definir como nacional, ya que no solamente cuenta la historia de
la dinasta reinante, sino tambin la de la tierra.
El annimo, en manifiesta oposicin a Rodrigo Jimnez y al Liber regum, y
inspirndose en el historiador imperial Gofredo da Viterbo, traza una genealoga
de la monarqua universal desde un punto de vista totalmente laico, empezando
por Nembrot y pasando por Saturno y Jpiter; recupera la leyenda de la fundacin
de Barcelona por parte de Hrcules, pero ahora, nico en toda la tradicin catalana, hace de los primeros barceloneses unos troyanos, y sigue, pasando por Roma,
hasta los reyes Francos: Pipino y Carlomagno. Su absoluto anticastillanismo le
lleva a silenciar casi totalmente los reyes godos (de los cuales slo nombra unos
pocos, empezando por Wamba) que descienden de los godos llegados a Espaa
con Hrcules, an paganos en tiempos de la invasin musulmana, y que comparten el dominio de la pennsula con los reyes de Castilla y de Portugal, mientras
Pelayo es simplemente un cristiano, sin que se cuente nada de sus sucesores.
Incluso recupera y modifica una versin gibelina del origen del Islam, que ve
como su fundador al cardenal espaol Nicols.
Su dimensin nacional se ve en el hecho de que muy probablemente es el
annimo el inventor de la leyenda del seor del castillo de Catal germen de la
futura leyenda de Otger Catal el cual desde Gascua entr en Espaa antes de
Carlomagno y dio nombre a la tierra que se llamar Catalua. Es tambin el primer historiador a parte de las escuetas menciones de los anales que narra la
conquista de Barcelona e introduce otras leyendas ciudadanas, como las relativas
al saqueo de 985 por parte de al-Mans,u r. En lo que atae a la historia de los condes de Barcelona, el annimo retoma (directamente del original) el texto de las
Gestes dels Comtes de Barcelona, que sigue a veces fielmente, a veces innovando libremente y otras introduciendo notables confusiones. Esto le lleva a presen61. Libre dels reis, edici a cura de Stefano Maria CINGOLANI, Valncia 2008 (Monuments
dHistria de la Corona dArag, 2).
62. Publico algunos extractos referentes a la antigua historia de catalanes y Catalua en apndice
al Libre dels reis, pp. 225-246.
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tar la historia de Aragn siguiendo, en principio, las mismas pautas de las Gestes
dels Comtes. Sin embargo, aunque sin disponer de nuevas fuentes, modifica el
relato de las Gestes dels Comtes en profundidad, con la intencin de dividir, de
alguna forma, el reino de Aragn desde Navarra en su origen y de hacerlo retroceder en el tiempo, aunque su sincronizacin cronolgica sea algo deficiente y no
soporte bien su intencin.63
El desbarajuste es notable, pero no sin intenciones; har un breve resumen: el
rey Alfonso Abarca, rey de Aragn, en 1115 conquista Zaragoza, Tarazona y Tudela y muere a Fraga (segn los mss. SM despus de ocho aos de reinado, cap. 145)
y deja heredero a su hijo Pedro, que muere despus de cuatro aos (cap. 146).64
Entonces los aragoneses, por miedo a caer bajo el dominio del rey de Castilla, al
que no queran demasiado, entregan el reino a Sancho, que es as el primer rey de
Navarra y Aragn conjuntos a lo largo de once aos. Su hijo y sucesor Ramiro se
casa con Violante, hija del rey de Castilla, y tiene tres hijos: Sancho, Alfonso y
Ramiro. Ramiro muere en el sitio de Huesca (conquistada despus que Zaragoza!). Sancho reina seis aos, muere en 1122 y deja el reino a su hermano Alfonso. Este se casa con Urraca, hija del rey Alfonso de Castilla, con quien tiene un
hijo: Jaime. Despus de once aos de reinado, Alfonso muere en 1133 de vejez;
su hijo Jaime le sucede en Castilla y, despus, tambin en Navarra (cap. 148). Pero
los aragoneses traen del monasterio a su hermano, Ramiro, para no perder el reino y para que no caiga bajo Jaime rey de Castilla, as como le haba pasado a
Navarra. Le casan con la hermana del conde de Peiteu y, cuando su hija Urraca
tiene doce aos, la casan con Ramn Berenguer conde de Barcelona, de Besal y
Cerdaa, y seguidamente el rey Ramiro vuelve al monasterio.
No hacen falta demasiados comentarios para entender los errores, cmo ha
duplicado la figura de Alfonso I el Batallador, cmo ha eliminado virtualmente a
su hermano mayor Pedro I y ha inventado nombres. Sin embargo, hay algunos
puntos interesantes. La intencin del fantasioso cronista parece ser doble: por un
lado alargar la nmina de reyes de Aragn y, por el otro, invertir la relacin dinstica con Navarra (relacin que evidentemente afecta a los derechos de los reyes de
Aragn, Jaime I i Pedro III en concreto, sobre el reino), ya que es ste quien se
63. Ya que mantiene la diccin de las Gestes dels Comtes que el reino de Aragn dur 104 aos,
pero lo hace empezar en 1115. Adems, en la segunda etapa redaccional de la obra, la transmitida por
el ms. S (Barcelona, BC 487) y por la versin castellana con fuertes rasgos lingsticos aragoneses y
catalanes transmitida por M (Madrid, BNE 1814), esta historia es ulteriormente modificada para hacerla encajar con la versin que proporcionaba Desclot de la unin de las dos monarquas (pp. 218-224).
64. El annimo utiliza la misma frase que en las Gestes dels Comtes sealaba el cambio de dinasta, pero en sentido contrario: E fenides e passades les successions del regne dArag.
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separa de Aragn, y no al contrario, para caer bajo dominio castellano (con sus
monarcas siempre deseosos de ilegtimas expansiones). Puede que sea una casualidad y puede que no, pero esta presentacin tiene puntos de contacto, al menos
en sus intenciones, con la manipulada historia de Navarra-Aragn que el rey Jaime I en 1274 haba presentado a los navarros (y a Alfonso IX de Castilla y al
infante Fernando de la Cerda y a Felipe III de Francia). Cosa difcil de decir, dada
la escasez de elementos, es si detrs de la versin del annimo autor del Libre dels
reis, hay algn eco de la leyenda que haca de Iigo Arista rey de Sobrarbe con
anterioridad al reino de Navarra, tal como se encuentra recogida a los Fueros de
Navarra y, ms adelante, a la Crnica de 1305.65 Podramos encontrar, as, alguna
convergencia entre aquella que Cataln define como historiografa nacionalista
aragonesa y la catalana al intentar desvincular el origen remoto de Aragn de
Navarra, aunque con finalidades aparentemente divergentes: los unos, al parecer,
en total autonoma de una posible visin conjunta de la historia catalano-aragonesa, buscando una mayor antigedad e independencia; los otros, no slo para
desvincular Aragn de Navarra, sino sobretodo en vista de las reclamaciones al
trono navarro por parte de Jaime I y, sucesivamente, Pedro III, que nunca renunci a sus derechos.66
Hacia 1280 Bernat Desclot empieza a escribir la primera redaccin de su crnica.67 Con l nos encontramos con un tipo de historiador muy distinto de los que
se han visto hasta ahora. Estos estaban todos muy vinculados al poder y, aparentemente, todos expresaban un punto de vista conforme con el condal o monrquico, cuando no era el mismo rey quien hablaba. Desclot, aunque sea canciller real,
muy cercano a los reyes Pedro III y Alfonso III, y su crnica sea una atentsima
defensa de la actuacin de su soberano (al menos por lo que afecta su faceta de
poltica exterior, ya que en algunos aspectos no le escatima criticas y, adems,
injustas) expresa en algunos casos una visin absolutamente personal. Buen cono65. LALIENA, La apropiacin mtica del pasado, cit., pp. 70-76 y CATALN-JEREZ, Rodericus
romanzado, cit., p. 116-118 que remiten como posible fuente a una perdida crnica de San Victorin.
Desgraciadamente el texto de la Crnica de 1305 queda truncado a medio reinado de Ramiro II, as
que no sabemos cmo pensaba justificar la unin con Catalua y hacer encajar la historia posterior con
la ms antigua.
66. Como dice, por ejemplo, en una carta al rey Felipe, cuando an era prncipe heredero de Francia, en 1285: verum, quia in prefacionibus istius litere vos salutamus ut regem Navarre, protestamur
quod propter hoc iuri nostro non possit in posterum preiudicium generari (CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., p. 753).
67. La segunda, la que normalmente se lee, fue redactada entre 1286 y 1288, vase en general CINHistoriografia, propaganda, cit., y para la primera redaccin Stefano Maria CINGOLANI, La
storiografia catalana allepoca di Pietro II e Alfonso II (1276-1291). Edizione e studio di testi inediti:
4. Bernat Desclot, Libre del rei Pere, prima redazione, Studi Medievali, 3 serie, 49, 2007, 575-618.
GOLANI,
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cedor de las tradiciones historiogrficas de Catalua, y en parte de la misma Castilla, Desclot reutiliza esta informacin desde su particular idea de la historia, a la
cual introduce un fuerte matiz antiaragons. Hasta ahora el problema haba sido
siempre historiogrfico de hacer encajar, o no, la historia de los dos pases, Aragn y Catalua, o mejor de sus monarcas, dentro de un modelo posiblemente
comn; no se haban encontrado voces crticas, a parte de algunas afirmaciones
del rey Jaime I en su Llibre dels fets,68 y algunas posiciones crticas del annimo
traductor de la Estoria de los godos, que, sin embargo, no se pueden tomar sino
con mucha cautela como sntoma de fricciones nacionales. Al contrario, Desclot
plantea un fuerte enfrentamiento entre los dos territorios, aunque introduzca, en la
accin del rey, actos de pacificacin y equilibrio.69 Y lo hace, bien con la presentacin de mitos fundacionales, bien distorsionando algunos hechos, con el agravante de que, dada su alta consideracin de historiador fiable y objetivo, estas
manipulaciones a veces han pasado a los modernos libros de historia.
He hablado muy detalladamente de la Crnica de Desclot, o mejor Llibre del
rei en Pere dArag e dels seus antecessors passats, as que aqu tambin resumir algunos aspectos centrales para mi discurso. Desde el principio, se tiene que
notar cmo el cronista abandona el modelo, propio sobretodo de Jaime I, de ver
en Alfonso II el inicio de la nueva historia (hasta el punto que de Alfonso prcticamente no habla) para volver a Ramn Berenguer IV, mitificado en la figura del
Bon Comte, fusin de l y de su padre. Habla de la muerte de Alfonso I en Fraga,
de la sucesin de su hermano Ramiro II y de la unin por el matrimonio entre
Petronila y el conde de Barcelona. Pero lo hace de una manera muy especial. Nunca dice Alfonso I, simplemente es el rey de Aragn, y Ramiro II es su hermano, y
68. Por ejemplo, hablando a los aragoneses, que se negaban a financiar su expedicin a Murcia,
les dice: Catalunya, que lo mellor regne dEspanya (cap. 392), para destacar que ellos han aceptado
ayudarle.
69. Por ejemplo, la embajada al papa del julio-agosto de 1282, donde en lugar de Pere de Queralt
y Guillem de Castelnou, pone como embajadores a este ltimo y a un caballero de Aragn (cap. 85),
o, sobretodo, al momento de la preparacin de la batalla cuando el ejrcito francs tiene que volver a
pasar por el Panissars, cuando est por conceder la delantera a Ramn de Montcada, que la haba solicitado en tanto que senescal de Catalua, le dice: En Ramon, ben s que, si bon cavaller ne enfortit
ha en Espanya, vs sts la un, e, quan dets que sia vostra la davantera, dic-vos que vostra deu sser,
segons usana de Catalunya. Emper, jo en planc a vs e no us en gosava emprar, per o com sts hom
antic. Mas, emper, per tal que no us sia greu, jo la us atorg sus ac, e lliurar-vos he per company un
honrat cavaller dArag. E no us desplcia quan dic que company vos lliurar, que no ho dic per defalliment de cor ne per minva de poder que haja en vs, mas dic-ho per o que els aragonesos no sen
tinguen per ahontats, car jo vull que en aquest feit catalans e aragonesos sien aix com a frares e a germans en tota res (cap. 167), cito de mi edicin revisada Bernat Desclot, Llibre del rei en Pere dArag e dels seus antecessors passats, a cura de Stefano Maria CINGOLANI, Barcelona 2009, en prensa (la
numeracin de los captulos es la misma de las otras ediciones).
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Petronila es la hija de ste o la infanta, los dos tambin sin nombre. La historia es
necesario narrarla, pero se queda en el ms absoluto anonimato. Quien cobra protagonismo es el Gran Senescal, Guilln Ramn de Moncada, el cual, desterrado
por un delito innominado a la corte del rey de Aragn, una vez nacida la hija de
Ramiro y de que ste se haya retirado al monasterio, aconseja el matrimonio entre
la nia y el Bon Comte, ya llegado al mximo de su potencia, porque los embajadores lo encuentran en Lrida acabada de conquistar (sin preocuparse de la violencia hecha a la cronologa). Adems no se trata de un pacto entre soberanos, sino
de una oferta por parte de los barones de Aragn (ells tots preguen-vos que siats
llur senyor e llur rei, cap. 3).70 Y lo que merece la pena considerar son las palabras con las cuales el conde responde al ofrecimiento:
Certes dix lo comte, ac ha bell present e tal qui no fa a refusar. E jo dix lo
comte reep la donzella e el regisme en aital manera: que, aitant com viva, no
vull sser apellat rei, que jo sn ara un dels mellors comtes del mn e, si era
apellat rei, no seria gens dels majors (cap. 3).
Desclot conoce las Gestes dels Comtes de Barcelona, y es perfectamente consciente de la duracin del reino de Aragn (los 104 aos de las que hablaban: tres
generaciones y cinco reyes) con respeto a las diez generaciones de condes de Barcelona en el momento de la unin, y ms del doble de tiempo, pero lo que pretende hacer sobretodo es privilegiar la antigedad del linaje por encima de la
importancia del ttulo real.71 De esta forma, por tanto, reivindica como ms importantes para sus reyes (los protagonistas de la crnica: Jaime I y, sobretodo, Pedro
III) la antigua nobleza (el alt llinatge) que les llega de los condes de Barcelona,
sintetizados en el Bon Comte, con respecto al ttulo de rey, ms elevado, pero al
mismo tiempo, no destacado por los mismos contenidos.72
Un episodio importante y muy esclarecedor de las posiciones y manipulaciones de Desclot (amn de sus posibles imprecisiones en el conocimiento de los
hechos y la documentacin) es el que atae la no participacin de los barones aragoneses en la conquista de Mallorca. Desclot narra cmo, despus de las Cortes
de Barcelona del diciembre de 1228, hacia el marzo de 1229 el rey Jaime se
encuentra en Lrida, para buscar ms colaboracin en la empresa, y all se encuentra con tots los barons dArag, e de Ribagora e de Pallars (cap. 30), les infor-
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El rey es firme en sus propsitos y les dice: Qui seguir-me volr far o que
deur, e jo sern mills son amic, e qui no em volr seguir haurn abans gasard
que fi y hace que le cosan la cruz en su manto. Pero:
Quan los rics hmens dArag e les gents de Lleida viuren que el rei fou croat,
e molts daltres, foren meravellats, e fo-llur greu com no hac mudat lo viatge a
Valncia. E no nhi hac neg qui anc li fas profirena de res.
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sa, cuando empieza a operar la Unin aragonesa.74 Es posible que Desclot no fuese perfectamente informado de los hechos, asmismo hay caractersticas del relato (por sus omisiones o sus brevedades) que hacen pensar en una manipulacin
voluntaria. El cronista habla, por ejemplo, de la Cortes de Zaragoza de octubre de
1283 (cap. 107), pero omite a conciencia las de Barcelona de diciembre, seguidamente para atribuir toda falta de ayuda al monarca, o la voluntad por parte de la
nobleza de aprovecharse de la situacin, a los aragoneses, destacando, al contrario, la absoluta fidelidad de los catalanes.75 Otra vez presenta las quejas de los aragoneses al cap. 130 (ya somos a la primavera de 1284):
E lo rei orden e establ sos frontalers, hmens de cavall e de peu, a Eixea e a
Tarassona e per los altres llocs de frontera de Navarra. E, quan ho hac feit, vencsen a Saragossa per delitar son cos e per reposar, que b ho havia mester, tant
havia treballat tot lestiu passat.
E, aqu, estec-se un gran temps, quaix tro sus a la setmana de la festa de
Rams, per o car los rics hmens dArag e els hmens de les viles tots li
faen moltes demandes e conformacions dalgunes franqueses e furs que
demanaven, les quals al rei no era vijares que, de tot aix com ells ho demanaven, los ho degus atorgar, ne pogus sens gran perjudici seu e de sa senyoria. E, aix, en esta contesa estec per lo dit temps embargat en Arag, que
no podia res fer de sos afers, aix com ops fra ni ell volia, ja sia que b nhagus ops, segons lardit que li venc depuis all moltes vegades e en aquest llibre vos ser dit avant.
Y de esta forma relata el discurso del rey a los unionistas reunidos en Zaragoza (en el cual se tiene que notar que la tierra del rey es Catalua):
Barons, llong temps sn estat en aquesta terra amb vosaltres, per tal que em
pogus avenir amb vosaltres de les demandes que em feits. E no es pot fer a mon
semblant, e no roman en mi, mas en vs, que tots dies me feits demandes novelles. E, aix, s-me vijares que, si daquests cent anys hic estava, que tota hora
hauria assats qu fer. Mas jo no em puix aturar per neguna res, per tal car jo s
per cert que el rei de Frana amb tot son poder, amb ajuda de lapostoli, saparella de venir en breu sobre mi e ma terra, o s a saber, Catalunya. E jo hem
massa trigat daparellar com puixa esperar e em puixa defendre de tan grans
dues guerres. E no ho he ops a trigar, car ja s lo dit rei de Frana amb totes ses
hosts en Tolosa per venir sobre Catalunya. E, com jo hagus perduda la terra de
Catalunya, ja no en cobraria dara tan bona. Per qu jo mhe a partir dac per
aquestes raons, e no em puig pensar que pogus dar ara, sens gran perjudici
meu, com vs fssets pagats de mi. amb tant, coman-vos a Du, e, si volets
defendre vs e ma terra, e vostra que s, de mos enemics, e vostres que sn,
74. Vase Luis GONZLEZ ANTN, Las Uniones aragonesas y las Cortes del reino (1283-1301), 2
vols., Zaragoza 1973, 1, pp. 41-146.
75. De esta manera, la revuelta de Berenguer Oller queda como un hecho aislado del cual son responsables unos malvados traidores y las clases sociales ms bajas de la capital, vid. CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., pp. 528-531 con bibliografa.
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farets-ho b e gint, e si no, no hi puc ls fer. Mas jo he fe que vosaltres sts tals,
que farets o que devets vers mi, ara e tots temps (cap. 132).
Evidentemente, no habla de la llegada final de las tropas aragonesas que haban sido convocadas para el 1 de septiembre.76 Lo que acaba de presentar el cronista es el sentimiento de victoria debido solamente a los esfuerzos catalanes
adems de la flota sentimiento que se manifiesta tambin en los versos de jbilo presentes en la redaccin definitiva de las Gesta comitum:
O Catalonia, secla per omnia glorificeris,
magna mereberis et dominaberis, aere frueris!
76. A uno de los documentos recogidos en un dossier (Escrituras dice el ttulo) relativo a las Uniones, del 12 VII 1295 se dice claramente: aiustada Cort de la Unidat dAragon en la ciudat de aragoa
[] todos los nobles rricos omnes, mesnaderos, cavalleros, infanones, ciudadanos e los procuradores de las villas e de los villeros de la dita Unidat ensemple concordablament e volundat e assentimiento de todos los perditosos e los querelantes del Muit Alto senynor don Pero [] ordinaron e quisieron que todos los sobreditos nobles ricos omnes, mesnaderos, cavalleros e infanones fuesen en
servicio del dito senynor Rey en aquest viatge desta present guerra quel dito senynor Rey ha con el
Rey de Frana. Et quando seran en Barcelona ho alli do el senynor sera, que pidan mere (GONZLEZ, Las Uniones aragonesas, 1, p. 99).
77. GONZLEZ, Las Uniones aragonesas, 1, p. 140-146.
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vos a las conquistas de Mallorca y de Valencia, que tienen que remontarse tiempo
atrs, entre 1280 y 1282.78
No s si tenemos que ver sta como la primera emergencia de lo que podramos
denominar, con cierta aproximacin y la seguridad de utilizar una terminologa
demasiado moderna, nacionalismo cataln en paralelo con la emergencia de un
parecido nacionalismo aragons seguramente reforzado a lo largo del siglo XIII
por la cuestin de las reformas legales al reino de Valencia y subyacente a la revuelta de la Unin de 1283-85 nacionalismo que se centraba, como hemos visto, en
los fueros de Sobrarbe, y con lo que los enfrentamientos con Jaime I y Pedro III
hacan hincapi en los Fueros. Lo que es interesante es ver cmo, aparentemente,
este nacionalismo se centra en el aspecto que ms ve como propio, el antiguo y
ancestral derecho como elemento definidor, en absoluto ligado a la monarqua.
Parece que se pueda ver, al menos en ciertos mbitos sociales y sobretodo de organizacin de la memoria, una reaccin a lo que haban hecho la historiografa y el
pensamiento monrquico: la incorporacin de los monarcas aragoneses a las tradiciones de la Casa de Barcelona. Al mismo tiempo, la incorporacin en parte marginalizada de la historia de Aragn a la de los condes de Barcelona y de Catalua,
haba dejado la reflexin aragonesa por un lado siempre ms dependiente de la
visin elaborada en Castilla, y por el otro, fuera de contextos historiogrficos de
tipo genealgico, haba dejado a los aragoneses con sus tradiciones democrticas
(sera mejor decir oligrquicas) sin un punto de individuacin en sus monarcas.
Me parece que la probable aparicin de otro mito de la historiografa aragonesa, el de las campanas de Huesca, justo por esta poca, se tenga que ver, al
menos en un primer momento, como invento real justo contra la rebelda de los
nobles unionistas.79
Este discurso, sobretodo en lo afecta a los textos y a la problemtica del siglo XIII,
se tendra que ver en ms estrecha conexin con el desarrollo de la vida poltica y
civil en la Corona de Aragn, mucho ms de lo que me han permitido estas pocas
pginas. Sin embargo, la individuacin de algunas tendencias, generales y particulares, presentes en el pensamiento poltico de la monarqua y en algunos historiadores,
tiene que servir de estmulo para comprobar estas conexiones ms en profundidad,
lejos de generalizaciones o ideas preconcebidas que pueden venir de lejos.
78. Aunque los captulos iniciales, los que narran la unin de Aragn y Catalua solamente nos
hayan llegado en la segunda redaccin, de 1286-88, y no sepamos qu reportaba la primera en su lugar,
los de las conquistas de Mallorca y Valencia son idnticos en las dos redacciones as que nos garantizan que estos sentimientos ya estaban presentes en la mente del historiador y slo se fueron agravando en el transcurso del tiempo y de los hechos.
79. Vase LALIENA, La apropiacin mtica del pasado, pp. 76-81.
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8. EPLOGO
Con Desclot acabar mi anlisis. Las otras crnicas, o los anales barceloneses,
compuestos a lo largo del siglo XIII, el Libre de linfant en Pere, la Crnica del rei
en Pere posiblemente de Galceran de Tous o la redaccin definitiva de las Gesta
comitum, bien no presentan ningn elemento til para la reflexin (las primeras dos
crnicas o los anales), bien reproducen, en buena medida, posiciones ya analizadas
sin introducir novedades (las Gesta comitum).80 En el siglo XIV el panorama, tanto
historiogrfico como poltico, se complica. Empiezan a aparecer numerosas genealogas, en buena parte inditas y sin estudiar; la Crnica de 1305 plantea problemas de relacin con el modelo castellano an totalmente por analizar. A parte, de
la Crnica General de Pedro IV ya he hablado y, adems, ser difcil poder decir
algo definitivo hasta que no se tenga una edicin crtica de las tres redacciones.81
Lo que s se puede decir ahora, como conclusin, es que aquel grande elaborador
de memoria y gran continuador de las tradiciones de todos sus ancestros que es el
rey Cerimonioso,82 si por un lado demuestra por primera vez una voluntad homogenizadora, al hacer escribir una Crnica general vlida para todos sus reinos, y
superando los problemas lingsticos hasta ahora presentados, por el otro, no sin
alguna incoherencia tal vez, se presenta como rey podramos decir ms cataln que
aragons al escribir su crnica particular solamente en cataln y al querer que se le
diga Pedro III, y no IV. Si no hemos de pensar que ha hecho suya hasta las consecuencias finales la visin de Jaime I, que vea en Alfonso el Casto un nuevo inicio
que comportase una nueva numeracin de los monarcas, aunque hasta el momento no se haba dado el problema, por lo que he podido ver, al no presentarse nunca
los nombres de los monarcas acompaados de un numeral, al contrario desarrollando en la Crnica general el sistema de sobrenombres (el Santo, el Casto, el
Catlico, el Grande etc.) que tan til ha sido tambin a los historiadores modernos
para salir del paso con la multpes numeraciones de los monarcas (como por ejemplo: Pedro III de Aragn, II de Catalua, I de Valencia etc.).
80. Vase CINGOLANI, La memria dels reis, cit., pp. 87-95 (Libre de linfant en Pere), pp. 143-146
(Crnica del rei en Pere, y vase Stefano Maria CINGOLANI, Historiografia catalana al temps de Pere II
i Alfons II (1276-1291). Edici i estudi de textos indits: 1. *Cronica del rei En Pere, Acta historica et
archaeologica medievalia 25, 2003-04, 201-227), pp. 146-153 (Gesta comitum redaccin definitiva).
81. Vase CINGOLANI, La memria dels reis, cit., pp. 205-224.
82. Ibidem, pp. 225-233.
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LOS REINOS
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Nel 1444, due anni dopo linsediamento della dinastia dei Trastmara dAragona nel Regnum Siciliae citra Pharum, giunse a Napoli Borso DEste, fratello del
marchese di Ferrara. Borso, che fu ospite di Alfonso il Magnanimo, scrisse per il
fratello Leonello uninsieme di pregevoli osservazioni sulla citt di Napoli e sullo
stato del Regno, in cui, tra laltro, annotava come Alfonso non badasse a spese per
dare splendore alla sua corte. Lattento osservatore ferrarese stimava che il sovrano, per mantenerla, dovesse spendere circa 1000 ducati al giorno e che tali costi
dovessero lievitare ad almeno 1500 ducati giornalieri quando il re lasciava Napoli e muoveva con il suo seguito.1
Daltronde, il Compte del banch d.en Miraball, scoperto alcuni anni fa da
Henri Lapeyre nellArchivo del Reino de Valencia e pubblicato di recente da Germn Navarro e David Igual,2 certamente non induce a rivedere al ribasso tali stime, e non difficile ipotizzare, sulla base dei dati disponibili, che i costi com-
1. C. Foucard, Descrizione della citt di Napoli e statistica del Regno nel 1444, in Archivio storico per le province napoletane, 2 (1877), pp. 725-57, ivi, p. 753. Una riedizione del documento, che
ne mette in dubbio lattribuzione a Borso, in Dispacci sforzeschi da Napoli I. 1444 - 2 luglio 1458,
a cura di F. Senatore, Salerno 1997, pp. 3-19, ivi, p. 17. M. Del Treppo, Il Regno Aragonese, in Storia
del Mezzogiorno, a cura di G. Galasso e R. Romeo, IV/1, Roma 1986, pp. 88-201, ivi p. 117, accoglie
la stima di Borso di 1000 ducati al giorno.
2. H. Lapeyre, Alphonse V et ses banquiers, in Le Moyen Age, LXVII (1961), pp. 93-136, in part.
pp. 95-96, 106-11, 132-136; Germn Navarro Espinach - David Igual Luis, La tesorera general y los
banqueros de Alfonso V el Magnnimo, Castelln de la Plana 2002. Su questa edizione si veda A. Leone, Alfonso il Magnanimo e il credito mercantile, in La Catalogna in Europa, lEuropa in Catalogna.
Transiti, passaggi, traduzioni, Associazione italiana di studi catalani. Atti del IX Congresso internazionale (Venezia, 14-16 febbraio 2008), Napoli 2008, Edizione in linea: http://www.filmod.unina.it/aisc/attive/ [30 giugno 2009].
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plessivi della corte, negli anni di regno di Alfonso, dovessero aumentare vertiginosamente, in seguito al continuo incremento della preziosa suppellettile del Castel Nuovo, al moltiplicarsi del personale e dei servizi, allaumento del numero dei
cortigiani e delle loro provvisioni.3 In questa sede, non intendo per addentrarmi
nellanalisi dei costi della corte, che richiederebbe un ampio e particolareggiato
esame. Mi limito a ricordare che, in anni non molto lontani, alcuni storici hanno
sottolineato come lo sfarzo abituale non diminuisse neppure in occasione di guerre, dal momento che al campo attendevano Alfonso padiglioni sontuosamente
arredati, in cui egli amava immergersi in dotte conversazioni su Livio, Cesare e
altri autori dellantichit.4
La promozione dello studio dei classici, insieme con il senso della magnificenza e della liberalit, vengono generalmente considerati tratti caratterizzanti del
mecenatismo del Magnanimo. Del resto, fin dal 1435, lo accompagnavano nelle
sue spedizioni militari valenti umanisti, come Porcellio dei Pandoni, Antonio Beccadelli detto il Panormita, Lorenzo Valla e altri. Alcuni anni dopo avrebbero soggiornato a Napoli o frequentato la corte Bartolomeo Facio, Giovanni Gioviano
Pontano, Pier Candido Decembrio, Gregorio da Tiferno, Lorenzo Buonincontri,
Giorgio da Trebisonda, Teodoro Gaza, Costantino Lascaris, Poggio Bracciolini e
3. Secondo Navarro - Igual (La tesorera cit., p. 62 s.), il personale della corte di Alfonso, nei primi tre decenni del XV secolo, oscillava tra i 280 e i 340 componenti ed era costituito, in larga parte,
da domsticos: 139 rispetto al totale di 277, intorno al 1420; 215 su 336, nel 1429; 189 su 257, nel
1431. Intorno al 1420, la sola remunerazione del personale comportava per il tesoriere un esborso
annuo di 811.160 sueldos, pari a 45.064 ducati; tali cifre sulla base di unordinanza della casa reale
alfonsina, custodita allArchivo del Reino de Valencia (Real Cancillera, n 622, ff. 209v-219r) e analizzata da Jorge Siz Serrano: Los capitanes de Alfonso el Magnnimo en la conquista del reino de
Npoles: la caballera del ejrcito real de 1441, in XVI Congreso de Historia de la Corona de Aragn.
La Corona dAragona ai tempi di Alfonso il Magnanimo, a cura di G. DAgostino e G. Buffardi, Napoli, 2000, vol. I, pp. 981-1009; Ejrcito, caballeria y clientela militar en la Corona de Aragon en la baja
Edad Media. La casa real en las campaas de Alfonso el Magnnimo (1420-1442), Tesis de Licenciatura indita, Universidad de Valencia, 1996. Siz tornato sulla composizione della corte alfonsina
anche nel suo recente: Caballeros del rey. Nobleza y guerra en el reinado de Alfonso el Magnnimo,
Valncia, Universitat de Valncia, 2008, pp. 85-98. Per larco di tempo compreso tra il novembre 1445
e il febbraio 1446, il Compte del banch d.en Miraball attesta una spesa media giornaliera superiore ai
1500 ducati: Navarro - Igual, La tesorera cit., pp. 71-143.
4. Si veda, ad esempio, P. Raina, Il padiglione di re Alfonso, Firenze 1904. La fonte pi nota della
passione di Alfonso per i classici, che non lo abbandonava neppure in guerra, il De dictis et factis
Alphonsi Regis di Antonio Beccadelli: Dels fets e dits del gran rey Alfonso, a cura di M. Vilallonga, J.
de Centelles e E. Duran, Barcino, Barcelona, 1990, Lib. I, cap. VIII, XII, XIII, XVI, XXII, XLII; il
testo latino dellopera liberamente consultabile in internet, allindirizzo http://www.bibliotecaitaliana.it/ [30 giugno 2009], allinterno della Biblioteca italiana dellUniversit degli Studi di Roma La
Sapienza, coordinata da Amedeo Quondam. Con toni non diversi, parla dellinteresse di Alfonso per
gli autori e per gli uomini dellantichit Giovanni Pontano, De principe, a cura di G.M. Cappelli, Roma
2003, in part. pp. 14, 26, 28, 34.
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9. Rerum gestarum Alfonsi regis libri, Testo latino, traduzione italiana, commento e introduzione
a cura di D. Pietragalla, Alessandria 2004.
10. F. Delle Donne, La letteratura encomiastica alla corte di Alfonso il Magnanimo, in Lumanesimo catalano e lItalia. Cultura, storia e arte. Atti del Convegno (Roma, Istituto storico italiano per
il Medioevo, 13 novembre 2008), in corso di stampa, che ne parla per lOratio in laudem Alfonsi Aragonum regis. Si veda anche: D. PIETRAGALLA, Alfonso il Magnanimo nei Rerum gestarum Alfonsi regis
libri X di Bartolomeo Facio, in XVI Congreso de Historia de la Corona de Aragn cit., pp. 1237-1238,
ripubblicato anche in Studi su Bartolomeo Facio, a cura di G. Albanese, Pisa 2000, pp. 65-79, in particolare pp. 69-70. Per il modello cesariano: G. Ianziti, I commentarii: appunti per la storia di un
genere storiografico quattrocentesco, in Archivio storico italiano, 150 (1992), pp. 1029-1063.
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e il 1478 Elisio Calenzio compose una serie di epistole che sperava instillassero
virt desiderabili, come la giustizia, la liberalit e la misericordia, nellanimo di
Federico, il suo regale allievo.16 Nel 1462, verso la fine della guerra di successione, il Panormita invi a Ferrante due lettere, che presentano i caratteri dello speculum principis, per congratularsi con lui per le recenti vittorie conseguite in
Puglia e dargli consigli sullamministrazione del regno.17 Se in una epistola suggerisce a Ferrante le qualit che egli dovrebbe coltivare, come la gratitudine, la
gentilezza, lumanit, la liberalit e la giustizia, nellaltra consiglia al re quali
caratteri dovrebbero avere i suoi ministri, raccomandandogli uomini virtuosi,
giusti, puri e moderati.
Due autori sono poi particolarmente importanti per comprendere come i nuovi
modelli di comportamento, elaborati a corte, venissero proposti anche ad altri gruppi sociali: Giovanni Gioviano Pontano e Giuniano Maio. In questa sede, non mi
possibile dilungarmi sul Maio anche perch cronologicamente distante dallet
alfonsina; mi limito solo a ricordare che insegn retorica nello Studio di Napoli dal
1465 al 1488, che nel 1490 divenne precettore e cortigiano nella casa di Ferrante e
che nel 1492 compose il De maiestate, unopera in cui disquisiva delle virt del
principe, non lesinando per suggerimenti anche ad altri attori politici e sociali.18
Sul Pontano invece necessario spendere qualche parola in pi, perch contribu pi di altri a codificare e a diffondere le nuove pratiche di comportamento
sociale, basate su un rinnovato catalogo delle virt.
Pontano figura troppo nota per doverne ripercorrere la vita o presentarne le
opere.19 Basti ricordare che conobbe Alfonso il Magnanimo nel settembre del
1447, mentre il sovrano era impegnato in operazioni militari in Toscana, e giunse
a Napoli, al suo seguito, nel 1448. La protezione del Panormita e lamicizia con
linfluente segreterio di Alfonso Giovanni Olzina, gli consentirono di avere pres16. E. Calenzio, Opuscula, Roma 1503, in particolare f. C6v. Su di lui si veda: L. Monti Sabia,
Lhumanitas di Elisio Calenzio alla luce del suo epistolario, in Annali della Facolt di Lettere e
Filosofia dellUniversit di Napoli, 11 (1964-1968), pp. 175-251.
17. Biblioteca Apostolica Vaticana, Vaticano latino 3371, ff. 192r-193r, 195rv. Le lettere, pesantemente interpolate, sono pubblicate in Panhormita, Regis Ferdinandi et aliorum epistole ac orationes
utriusque militae, Vico Equense 1586, pp. 403-407; su queste interpolazioni: G. Resta, Lepistolario
del Panormita, Messina 1954, p. 105.
18. Il De maiestate del Maio stato pubblicato, a cura di Franco Gaeta, a Bologna nel 1956. Sul
Maio si veda: L. Miele, Studi sullUmanesimo meridionale, Napoli 1994, in particolare pp. 110 ss.
19. Sempre prezioso E. Percopo, Vita di Giovanni Pontano, a cura di M. Manfredi, Napoli 1938.
Pi di recente: L. Monti Sabia, Un profilo moderno e due Vitae antiche di Giovanni Pontano (Quaderni dellAccademia Pontaniana, 25), Napoli 1998, ricco di riferimenti bibliografici alla letteratura precedente.
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pelli hanno sottolineato come linsistenza su una virt di grande rilevanza mondana, la liberalit, distingua lopera di Pontano e, pi in generale, gli specula principum umanistici da quelli medievali.25 Loriginalit di Pontano sta per soprattutto nellavere posto in relazione tutte le virt che il sovrano dovrebbe coltivare con
la maiestas, una qualit che per larticolazione e per la strutturazione assunte nella
sua opera sostanzialmente nuova rispetto a quanto altri avevano detto e scritto
fino a quel momento. La maiestas un concetto stratificato e complesso, di origine romana, che tuttavia Pontano sostiene di riprendere dalluso comune e non
dalla tradizione dottrinale26 una virt essenzialmente politica, senza la quale, a
detta di Pontano, non possibile essere un buon sovrano: Est autem ea principum
propria comparaturque arte et diligentia multa habetque ortum a natura.27 Per
Pontano un solo re laveva compiutamente incarnata e questi era stato Alfonso il
Magnanimo.28 In termini generali, la maiestas sembra compendiarsi nelle due
caratteristiche proprie delluomo di stato ciceroniano, la gravitas e la constantia:
[] in omnibus tum dictis tum factis gravitatem servabis atque constantiam,29
che devono essere fondate sullautocoscienza del princeps (Primum igitur oportet teipsum ut cognoscas intelligasque te gerere principis personam)30 e temperate dalla facilitas (cio dallaccessibilit), dalla mansuetudo, dalla humanitas e
dalla comitas (affabilit).31 Di qui nasceranno gli effetti concreti della maiestas,
per Pontano vere garanzie di mantenimento del potere, perch in grado di suscitare non solo il rispetto, ma anche il consenso dei sudditi: Ex his igitur atque aliis
quae natura, tempus, res et ars docuerit, de quibus nulla certa praecepta tradi possent, nascetur admiratio quaedam, sine qua maiestas esse nullo modo potest.32
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ma lo fa nellalveo di una tradizione che da Cicerone, attraverso Agostino di Ippona, giunge a Tommaso dAquino. Nello spirito della tradizione aristotelico-tomista, per Goffredo il princeps custos iusti,39 mentre forma ottima di governo la
monarchia, cio il dominio giusto e ordinato secondo le leggi, esercitato da un
princeps al quale si chiede unassoluta idoneit personale e morale e la disponibilit a esercitare il proprio ufficio solo per realizzare il bene comune e per conseguire honor et gloria.40 Se invece dovessero prevalere in lui gli appetiti della
natura corrupta, la comunit ricadrebbe nella peggiore forma di governo, che la
tirannide, il dispotismo ingiusto di un individuo. Goffredo di Gaeta quindi vicino a Facio o a Pontano per il comune convincimento che sia Dio ad affidare al
princeps la missione regia, ma , al tempo stesso, da loro molto distante perch
nelle sue riflessioni non trova spazio lidea umanistica che a distinguere il sovrano dagli altri uomini sia la forma pi perfetta in cui egli possiede le virt personali, da lui conseguite anche sulla base della paideia, un rigoroso processo formativo basato sulla lettura dei classici e sullimitazione dei grandi uomini del
passato e del presente come scriveva, tra gli altri, Bartolomeo Facio, nel proemio al suo De viris illustribus, che termina proprio col racconto della vita di
Alfonso il Magnanimo.41
Daltronde, sono le riflessioni di Pontano a essere al centro della trattatistica
sulleducazione del nobile elaborata, nella seconda met del Quattrocento e nei primi decenni del Cinquecento, da numerosi esponenti dellaristocrazia di Napoli e
del Mezzogiorno, come Tristano Caracciolo, Diomede Carafa, Antonio de Ferrariis
detto il Galateo e Belisario Acquaviva.42 Questi autori, in una congiuntura in cui
importanti trasformazioni strutturali attraversavano la realt napoletana e la nobilt
di Seggio era indotta a definire la sua identit socio-culturale, sia rispetto alla grande feudalit, sia di fronte ai ceti di nuova formazione, questi autori discutono,
39. Tommaso dAquino, Summa Theologiae, II-IIae, q. 58, a. 1 ad 5. Per Goffredo: R. Delle Donne, Regis servitium cit., p. 136.
40. Delle Donne, Regis servitium cit., p. 118.
41. Bartholomaeus Facius, De viris illustribus liber, ristampato in La storiografia umanistica, vol.
II, Messina 1992, pp. 7-134, ivi, p. 58. Per la paideia nel Rinascimento: L. Gualdo Rosa, La fede nella
paideia. Aspetti della fortuna europea di Isocrate nei secoli XV e XVI, Roma 1984.
42. Per D. Carafa,oltre ai memoriali gi citati, si veda il Memoriale a Francesco dAragona, in
Idem, Memoriali cit., pp. 295-215; per il Galateo, Antonio de Ferrariis dit Galateo, De educatione
(1505), par C. Vecce, Bruxelles-Leuven, 1993; per Belisario Acquaviva, De instituendis liberis principum, Napoli 1526. per T. Caracciolo soprattutto gli inediti Disceptatio quaedam priscorum cum iunioribus de moribus suorum temporum e i Plura bene vivendi praecepta ad filium (per i manoscritti: P. O.
Kristeller, Iter italicum. A finding list of uncatalogued or incompletely catalogued humanistic manuscripts of the Renaissance in Italian and other libraries, London, 1965-1993, vol. 1, pp. 5, 428; vol. 2,
p. 116), in corso di pubblicazione a cura di L. Monti Sabia.
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43. Si veda lanalisi delle loro posizioni in G. Vitale, Modelli culturali nobiliari nella Napoli aragonese, Salerno 2002.
44. Le corti. Un problema storiografico, in Origini dello Stato. Processi di formazione statale in Italia fra Medioevo ed et moderna, a cura di G. Chittolini, A. Mohlo, P. A. Schiera, Bologna, pp. 425-447.
45. Vitale, Modelli cit., p. 8.
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Lo Studio era stato probabilmente chiuso alla morte della regina Giovanna II,
nel 1435. Alfonso lo riapr, senza clamore nel 1451, ma permise che cessasse di
nuovo le attivit nel 1456 o nel 1457.46 Durante il regno di Ferrante lo Studio
divenne invece parte integrante della realt napoletana. Bench venisse data priorit agli studi di diritto, professori di retorica e letteratura, come Giuniano Maio
e Francesco Pucci, contribuirono a diffondere i gusti dellumanesimo, anche in
materia di pratiche comportamentali.47 Per quanto riguarda la Biblioteca, noto
che Alfonso vi avesse radunato una vasta e notevole raccolta di volumi gi prima
di lasciare la Spagna, ma che la riorganizzasse a Napoli dopo la conquista.48 Al
suo interno lavoravano non solo bibliotecari, ma anche miniatori, legatori e
copisti, che realizzarono opere di cos squisita fattura da assicurare alla biblioteca grande reputazione, non solo per il suo contenuto culturale. Durante il regno
di Alfonso, essa era anche il luogo in cui avvenivano sedute letterarie e in cui
veniva realizzata listruzione di promettenti giovani napoletani. Sappiamo che
nel mese di agosto del 1453 Alfonso vers cinquanta ducati a uno dei suoi bibliotecari, Giovanni Torres, per la cura di un certo numero di studenti, ai quali avrebbe dovuto insegnare grammatica. Nel mese di dicembre dello stesso anno il re
assunse Melchiorre Miralles, maestro di teologia, sempre per insegnare ai ragazzi grammatica, allinterno della biblioteca. Due anni dopo, nel 1455, Miralles e
due studenti furono persino inviati a Parigi a studiare teologia.49 Tra coloro che
vennero ammessi a frequentare le lezioni nella biblioteca, intorno alla met degli
anni Cinquanta, vi era anche Francesco del Tuppo, il celebre novelliere e stampatore napoletano, rimasto fedele alla dinastia aragonese e alla memoria di
46. Lo Studio di Napoli nel Rinascimento, a cura di E. Cannavale, Napoli 1895; R. Filangieri, Let
aragonese, in Storia delUniversit di Napoli, Napoli 1924, pp. 151-199.
47. Di Giuniano Maio si gi detto. Francesco Pucci fu un allievo fiorentino di Poliziano e
insegn retorica nello Studio di Napoli dal 1485 circa; su di lui M. Santoro, Uno scolaro del Poliziano a Napoli: Francesco Pucci, Napoli 1948.
48. Sulla Biblioteca aragonese di Napoli, oltre alle opere classiche di T. De Marinis (La biblioteca napoletana dei re dAragona, 4 voll., Milano 1947-1952; idem, La biblioteca napoletana dei
re dAragona: supplemento, 2 voll., Verona 1969), si vedano i recenti contributi di Gennaro Toscano: La librairie des rois dAragon Naples, in Bulletin du Bibliophile, II (1993), pp. 265-284;
La formazione della Biblioteca di Alfonso il Magnanimo: documenti, fonti, inventari, in La Biblioteca reale di Napoli al tempo della dinastia aragonese, a cura di G. Toscano, Valencia 1998, pp.
183-217; La biblioteca di re Ferrante, in La Biblioteca reale cit., pp. 223-232. Vanno segnalati
anche i lavori di Paolo Cherchi: mi limito a ricordare I volgarizzamenti della Biblioteca aragonese, in Le carte aragonesi. Atti del convegno (Ravello, 3-4 ottobre 2002), a cura di M. Santoro, PisaRoma 2004, pp. 37-52.
49. C. Minieri Riccio, Alcuni fatti di Alfonso I dAragona, in Archivio Storico per le Province
Napoletane, 6 (1881), pp. 1-36, 231-258, 411-461, ivi, pp. 423, 428, 437. Si veda anche Bentley, Politica cit., p. 73.
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Alfonso fino ai suoi ultimi giorni.50 Nel 1477, nella prefazione alledizione della
Repetitio de iure iurando di Giovanni da Imola, Francesco, rivolgendosi a re
Ferrante, ricordava i suoi studi nella splendida biblioteca regia: Quando avevo
nove anni, convinto delle mie capacit, il re mi affid al reverendo Ferrando de
Valenza, maestro di sacra teologia, per farmi apprendere logica e filosofia []
Mi trattava come un suo figlio e mi faceva grandi promesse [] Studia, Francesco, studia, perch io ti ho destinato a un posto che esige una persona molto
bene istruita.51
invece Adamo di Montaldo a descriverci gli incontri letterari, che avevano
luogo nella biblioteca, in unorazione in lode di Alfonso indirizzata a papa Callisto III.52 Adamo racconta che dopo cena Alfonso era solito ritirarsi in biblioteca,
dove si dilettava ad ascoltare uomini dotti che discutevano di questioni letterarie e
storiche, di classici come Livio e Seneca, della Bibbia, di temi teologici o geografici. Le discussioni, che erano allora animate da Antonio Beccadelli, potevano talvolta diventare appassionate, fino a degenerare in aspre dispute tra umanisti che
facevano sfoggio della loro cultura per guadagnare credito presso Alfonso. Una
volta, il disaccordo contribu ad alimentare la celebre controversia che divamp tra
Lorenzo Valla, Bartolomeo Facio e il Panormita.53 Dopo la morte di Alfonso e
nonostante gli eventi bellici, le adunanze continuarono ad avere luogo presso labitazione del Beccadelli, per poi passare, alla sua morte (1471), nella dimora del
nuovo presidente dellAccademia, Giovanni Pontano. Fecero parte dellAccademia, che dal Pontano prese poi il nome di Pontaniana, Gabriele Altilio, Jacopo Sannazaro, Benedetto Gareth detto Cariteo, Andrea Matteo Acquaviva, Girolamo
Carbone, Giovanni Cotta, Francesco Pucci, Tristano Caracciolo, Pietro Summonte,
Antonio de Ferraris detto Galateo.54 Belisario Acquaviva e il Galateo organizzarono poi circoli di uomini dotti persino a Nard e a Lecce, nel tentativo di introdu50. A. Mauro, Francesco del Tuppo e il suo Esopo, Citt di Castello 1926, in particolare i documenti pubblicati alle pp. 227-230. Sulla sua figura si veda la voce di Paola Farenga in Dizionario Biografico degli Italiani, vol. 38, Roma 1990. Sulla sua attivit di stampatore: Marco Santoro, La Stampa a Napoli nel Quattrocento, Napoli 1984, pp. 12-57.
51. La prefazione di del Tuppo pubblicata in La stampa a Napoli nel XV secolo, a cura di M.
Fava e G. Bresciano, 3 voll., Leipzig 1911-1913, ivi, vol. II, pp. 30-32.
52. Lorazione pubblicata in De Marinis, La biblioteca cit., vol. I, pp. 225-227.
53. celebre la polemica scoppiata a proposito delle emendazioni di Facio al testo di Livio inviato ad Alfonso da Cosimo de Medici, raccontata dallo stesso Valla: Antidotum cit., pp. 303-370; ma si
veda anche: M. Regoliosi, Lorenzo Valla, Antonio Panormita, Giacomo Curlo e le emendazioni a Livio,
in Italia medievale e umanistica, 24 (1981), pp. 287-316.
54. SullAccademia ai tempi di Pontano: Percopo, Vita di Giovanni Pontano cit., pp. 106-119;
M. Santoro, La cultura umanistica, in Storia di Napoli, Napoli 1975-1981, vol. VII, pp. 115-291,
ivi, pp. 159-171.
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rre anche in provincia i raffinati gusti della capitale.55 Alla fine del Quattrocento,
lindustria della stampa ampli ulteriormente il raggio di diffusione dellumanesimo, fino a comprendere anche le citt prive di ununiversit o di unaccademia.56
il momento delle conclusioni. Durante gli ultimi anni del Trecento e i primi
del Quattrocento, gli umanisti dellItalia centro-settentrionale ripresero e approfondirono, in forme diverse, leredit di Petrarca e il suo nuovo modo di affrontare la tradizione, sia classica sia patristica. Essi diedero cos avvio a un movimento culturale, di grande significato per la societ, che essi promossero investendo
le loro capacit letterarie e analitiche nella discussione di un ampio spettro di problemi sociali, politici e morali, nonch fondando un programma educativo volto a
trasmettere e a diffondere, sistematicamente, interessi e valori umanistici.57 Poich
lumanesimo non fu un fenomeno omogeneo, esso assunse caratteri differenziati,
secondo il particolare ambiente in cui venne a consolidarsi. Pertanto, nellaristocratica Venezia, nella Firenze mercantile e nella Roma dei papi diverse priorit e
valori dettavano lagenda degli umanisti, anche se, sul piano della riflessione sugli
assetti costituzionali e sulla loro legittimit, essi furono accomunati da un interesse rivolto innanzitutto alla definizione delle qualit necessarie allazione politica, piuttosto che alle forme di governo.58 Negli stessi anni, fino allaffermazione
del dominio di Alfonso il Magnanimo, il regno di Napoli attravers invece fasi di
forte instabilit politica, che certamente non favorirono lampia ricezione e lestesa discussione delle proposte culturali e politiche provenienti da un movimento
di avanguardia, formatosi perlopi nelle citt dellItalia centro-settentrionale.
Alfonso sostenne invece larrivo a Napoli di numerosi umanisti, non solo per la
personale passione che nutriva nei confronti della cultura del Rinascimento italiano,
55. SullAccademia di Lauro, fondata dallAcquaviva a Nard: M. Maylender, Storia delle accademie dItalia, 5 voll., Bologna 1926-1930, ivi vol. III, pp. 403-404; C. Minieri Riccio, Notizia delle
accademie istituite nelle province napoletane, Napoli 1878, pp. 49-50. Per lAccademia di Lecce: A.
Galateo, Epistole, a cura di A. Altamura, Lecce 1959, pp. 147-150.
56. Sullincunabulistica partenopea: Marco Santoro, La Stampa cit.; idem, Stampa e cultura: il
contributo aragonese, in Le carte aragonesi cit., pp. 191-205; A. Petrucci, Biblioteca, libri, scritture
nella Napoli aragonese, in Le biblioteche nel mondo antico e medievale, a cura di G. Cavallo, RomaBari 2002, pp. 187-202.
57. Non possibile ripercorrere qui i complessi problemi relativi allUmanesimo. Mi limito a
rimandare a R. Fubini, LUmanesimo italiano e i suoi storici. Origini rinascimentali, critica moderna,
Milano 2001.
58. Su questo aspetto hanno insistito, in modo diverso: G.M. Cappelli, Petrarca e lUmanesimo
politico del Quattrocento, in Verbum VII/I (2005), pp. 153-175, e R. Fubini, Italia quattrocentesca.
Politica e diplomazia nellet di Lorenzo il Magnifico, Milano 1994. Lo stesso aspetto sottolineato
anche da Q. Skinner, Visions of Politics, vol. II. Renaissance Virtues, Cambridge 2002, trad. it. Bologna 2006, anche se dalla fuorviante prospettiva delle virt repubblicane.
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59. Naturalmente, ci non esclude che Alfonso ricorresse a strategie differenziate di legittimazione politica, in base ai diversi contesti sociali e culturali; come, ad esempio, avviene sul piano dei linguaggi cerimoniali e delle pratiche devozionali: N. Jaspert, Santos al servicio de la Corona durante el
reinado de Alfonso el Magnanimo (1419-1458), in XVI Congreso de Historia de la Corona de Aragn
cit., vol. II, pp. 1839-1857; G. Vitale, Ritualit monarchica, cerimonie e pratiche devozionali nella
Napoli aragonese, Salerno 2006.
60. Anzi Lorenzo Valla si preoccupa piuttosto di difendere la legalit della accessione al trono da
parte di Ferdinando, polemizzando contro le posizioni giuridiche avverse alla successione al trono
della linea femminile: Gesta Ferdinandi cit., pp. 104, 123, 129-130. Assumendo tale prospettiva, Valla
fa sue le istanze dinastiche prevalenti nella storiografia sicialiana di et alfonsina: F. Giunta, Cronache siciliane della fine del Medioevo, Palermo 1955.
61. Tale prospettiva pu forse aiutare a trovare una risposta allinterrogativo che si pone Mara de las
Nieves Muiz Muiz, quando osserva che Ausias March, che pure fu coppiere di Alfonso il Magnanimo,
non scrisse una sola riga sul libro dellumanesimo iberico: Le traduzioni spagnole della letteratura italiana, in Le carte aragonesi cit., pp. 53-102, ivi, p. 61. Allo stesso modo, potrebbe spiegare anche perch
la traduzione catalana del De dictis et factis del Beccadelli, realizzata come omaggio tardivo al Re defunto di un funzionario in pensione, rimanesse inedita dopo lavvento della stampa, di l dalle ragioni riconducibili al crescente predominio della lingua castigliana in tutto il territorio spagnolo: ivi, p. 58.
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LA CONSERVACIN DE LA MEMORIA:
ARCHIVOS REGIOS
ALBERTO TORRA PREZ
Archivo de la Corona de Aragn
El archivo, en cuanto es memoria del poder y en cuanto es defensa de las prerrogativas de este poder, es un instrumento ms del Estado. Sirvan estas palabras
del recordado archivero e historiador Rafael Conde y Delgado de Molina para iniciar esta intervencin y al mismo tiempo para rendir homenaje a quien en gran
medida consagr su carrera al estudio de los archivos reales en la Corona de Aragn. Estn tomadas de la ponencia presentada hace ya quince aos, en el Congreso de Historia de la Corona de Aragn celebrado en Jaca, bajo un ttulo que bien
podramos utilizar ahora: Los archivos regios o la memoria del poder.1 Resuma
con claridad y precisin la historia de los archivos de la corona aragonesa destacando su lugar preeminente en la estructura de la administracin real. No fue un
trabajo aislado. Sus investigaciones y reflexiones sobre la historia de los archivos
de la Corona de Aragn como instrumentos de poder y al servicio del poder se
plasmaron en una larga serie de brillantes estudios particulares publicados a lo largo de ms de treinta aos.2 ltimamente estaba dedicado a un ambicioso trabajo
de investigacin documental sobre todos los archivos reales de la Corona de Aragn, que no pudo ver publicado a causa de su prematuro fallecimiento el ao
2005. Afortunadamente nos dej un texto prcticamente ultimado que acaba de
ser editado por la Fundacin Fernando el Catlico.3 Son ms de seiscientas pgi1. R. Conde y Delgado de Molina, Los archivos reales o la memoria del poder, XV Congreso de
Historia de la Corona de Aragn. Actas, t. 1, vol. 2, Zaragoza, 1996, pp. 121-139. La cita est tomada de la p. 123.
2. Bibliografa completa de Rafael Conde en el volumen de homenaje dedicado por la revista Medievalia (en prensa). Bibliografa parcial en A. Torra, Rafael Conde, arxiver, Lligall, 24 (2005), pp. 13-20.
3. R. Conde y Delgado de Molina, Reyes y archivos en la Corona de Aragn. Siete siglos de reglamentacin y praxis archivstica (siglos XII-XIX), Zaragoza, 2008. El libro fue presentado en el Archivo de la Corona de Aragn el da 5 de diciembre de 2008, en un acto de homenaje al autor.
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4. C. Lpez Rodrguez, Orgenes del Archivo de la Corona de Aragn (en tiempos, Archivo Real
de Barcelona), Hispania, XLVII (2007), pp. 413-454.
5. Se trata de una sentencia sobre los castillos de Lluc y Merls en la que consta que el rey Alfonso haba presentado como prueba en el juicio alia similia sacramentalia de suo archivo producta
(ACA, Cancillera, perg. Alfonso I, 302; ed. R. Conde, Reyes y archivos, doc. 2. Carlos Lpez ha resaltado lo aislado de esta mencin, Orgenes del Archivo, pp. 423-424.
6. Estudio pormenorizado de todas las referencias al trmino archivo hasta la creacin del
Archivo real de Barcelona en C. Lpez, Orgenes del Archivo, pp. 423-431.
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mera vez en 1255. No era una novedad que los monasterios y otras instituciones
religiosas custodiaran documentos del rey o de particulares7 y del propio Sijena
nos constan algunas noticias anteriores. Del depsito de Jaime I se conocen ahora, gracias a una investigacin todava indita de Rafael Conde, detalles precisos
sobre el nmero de documentos que alberg y su contenido. Llegaron a ser unos
quinientos, muchos de ellos relativos a las relaciones con Castilla y Navarra, y
tambin de asuntos propios de Aragn, Valencia y, en menor medida, Catalua. En
cuanto a su funcionamiento, la priora del monasterio era la responsable y guardaba la llave del arca o armario del rey. En su presencia los funcionarios reales
enviados expresamente con ese propsito, debidamente identificados con un mandato real, procedan a depositar, extraer o trasladar documentos. Aunque apenas
hay referencias a nuevos ingresos desde la muerte de Jaime I, el depsito se mantuvo hasta 1308, cuando Jaime II orden que fuera llevado a Barcelona.8 Conocemos otros depsitos no tan importantes y ms o menos provisionales de tiempos
del mismo Jaime I y sus inmediatos sucesores, entre otros en los monasterios de
Santes Creus, San Juan de la Pea y en las casas del Temple de Barcelona y Zaragoza. En todos ellos se refleja una concepcin y funcionamiento similares.9
Hay que esperar a Jaime II (1291-1327) para que se produzca un cambio sustancial y de duraderas consecuencias, en el marco de una reorganizacin profunda
de la administracin real. Con su experiencia como rey de Sicilia desde 1285,
recrea magistraturas como el maestre racional, reestructura su cancillera y consolida y desarrolla el sistema de registro de la documentacin emitida. En 1300, tan
slo nueve aos despus de iniciarse su reinado, ya se haban completado unos cuarenta registros. Es necesario subrayar este hecho pues est en la base de la creacin
del archivo real. En efecto, como ya se ha observado en referencia a los archivos
de la antigua Roma, no hay archivo propiamente dicho sin documentacin seriada.10 Es un hecho que se comprueba al examinar los procesos de creacin de los
archivos reales europeos e igualmente de los archivos comunales italianos.11 La
7. Es una prctica habitual y bien documentada en toda Europa. Cf. S. Pistolese, Les archives
europenes du onzime sicle a nous jours. Essai historique et juridique, Roma, 1934, p. 5.
8. R. Conde y Delgado de Molina, El Archivo real del monasterio de Santa Mara de Sijena
(Huesca). Primer tercio del S. XIII-1308 (indito). Un resumen de las noticias y documentos sobre este
depsito en R. Conde, Reyes y archivos, pp. 28-30 y docs. 4-8, 10-20, 30.
9. R. Conde, Reyes y archivos, pp. 32-34; C. Lpez, Orgenes del Archivo, pp. 435-439.
10. G. Cencetti, Gli archivi dellantica Roma nellet repubblicana, Archivi, s. II, VII (1940),
pp. 7-17, citado por E. Lodolini, Lineamenti di Storia dellarchivistica italiana. Dalle origini alla met
del secolo XX, Roma, 1991, p. 18.
11. Un resumen de la historia de los archivos reales y comunales europeos durante la Edad Media
en E. Casanova, Archivistica, 2 ed., Siena, 1928, pp. 318-339.
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12. Th. N. Bisson, Fiscal Accounts of Catalonia under the early Count-Kings (1151-1213), 2 vol.,
Berkeley-Los Angeles, 1984, en especial vol. I, pp. 99-101. Ms recientemente, del mismo autor, The
Crisis of the twefth Century. Power, Lordship and the Origins of European Government, Princeton,
2009, pp. 345-348.
13. ACA, Memoriales, 6 (borrador) y 7/1 (en limpio). Los siete registros recogidos en este inventario realizado por el escribano Mateo Botella se corresponden con 11 volmenes de la serie de registros de Jaime I tal como se conservan actualmente en el ACA, debido a alteraciones sufridas en sucesivas reencuadernaciones (ACA, Cancillera, reg. 9-16 y 19-21). En el inventario se mencionan
tambin los tres registros de donaciones en Valencia (ACA, Cancillera, reg. 5-7).
14. A. Torra, Los registros de la cancillera de Jaime I, en El poder reial. Les institucions. La
poltica internacional. Actes del congrs internacional. Barcelona, 31 de mar-4 dabril 2008 (en
prensa).
15. En 1286 el rey Alfonso IV reconoce a su escribano Pere de Sant Climent que este ha entregado de mandato real nueve registros de Jaime I y veintiuno de Pedro el Grande que tena en su poder al
notario Pere Marqus (ACA, Cancillera, reg. 66, fol. 25v; ed., R. Conde, Reyes y Archivos, doc. 21).
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Otras rdenes reales dirigidas a los archiveros fueron perfilando sus funciones.
La ms habitual consista en realizar la bsqueda de los documentos solicitados
por el rey,32 junto a otras como comprobar la autenticidad de los traslados con los
registros33 o anotar en ellos las notas de cancelacin.34 Se conserva incluso una
relacin de los gastos ocasionados por el desarrollo de su trabajo, que tienen que
ver sobre todo con la conservacin, arreglo y encuadernacin de los registros, adems de la compra de papel para escribir los traslados.35
Tard en promulgarse, sin embargo, una normativa propia para el Archivo, que
tampoco aparece mencionado en las Ordenacions de Pedro el Ceremonioso. Este
vaco se subsan en 1384 con unas ordenanzas especficas, presentadas al archivero para que ignorancia no puxats allegar de o que havets a ffer en vostre offici.36
Fijan la prctica usual de nombrar al archivero o tenent les claus entre los escribanos reales, y lo colocan directamente bajo la obediencia del canciller y vicecanciller. Sobre su formacin y aptitudes se limitan a decir que ha de ser apte e feel.
Slo en algn nombramiento posterior se valora tambin la experiencia adquirida
con el trabajo previo en el propio Archivo.37 Las funciones que se le especifican
estn todas relacionadas con los registros: reclamarlos del protonotario, de los secretarios, del maestre racional, de la reina, del primognito y de los lugartenientes, porque, se aclara, mils seran atrobats en un loch que si en diversos lochs eren aquells
registres; colocarlos por orden cronolgico (aquells en lo archiu () posara arreu
uns apres altres segons kalendaris en que seran fets e scrits); inventariarlos llevando un registro de entrada, foliarlos e indizarlos; finalmente, y en caso necesario, restaurarlos o, como se dice literalmente, hacerlos adobar o reparar.
Algunas instrucciones no hacen sino recoger y confirmar prcticas que, como
hemos visto, ya existan con anterioridad. Otras parecen novedosas, pues slo se
32. Ejemplos, ibid., docs. LIII (1356), LIV (1357), LV, LXIII (1367), etc.
33. Ibid., doc. LII (1355).
34. Ibid., doc. LIII (1356).
35. R. Conde, Reyes y Archivos, doc. 44 (1363-1368).
36. El texto original de las ordenanzas enviadas al archivero Berenguer de Segarra, publicado por
F. de Bofarull (Historia del Archivo, doc. LXXVIII) no se localiza en la actualidad. Se conserva, sin
embargo, copiado en la confirmacin efectuada por Alfonso el Magnnimo en 1452 (ACA, Cancillera, reg. 2551, fol. 89r-90r; edicin facsmil y estudio en R. Conde, Las primeras ordenanzas del Archivo Real de Barcelona, 1384, Madrid, 1993. Publica tambin la carta de remisin de las ordenanzas al
archivero, de la que se conserva copia en ACA, Memoriales, 49, fol. 10). Fueron incorporadas como
complemento a las Ordinacions de Pedro el Ceremonioso en el manuscrito 982 de la Biblioteca de
Catalua y en el miscelnea 27 del ACA.
37. Por ejemplo, en el nombramiento de Diego Garca de 1419 (ACA, Cancillera, reg. 2603, fol.
157v-158r; ed. F. de Bofarull, Historia del Archivo, doc. XCIV).
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50. Es el caso del dedicado a los ducados de Atenas y Neopatria entre 1380 y 1386 (ACA, Cancillera, reg. 1559).
51. B. Canellas y A. Torra, Los registros, pp. 102-110.
52. Denominado Archivum officii magistri racionalis, Archiu del racional o Archiu dels
comptes de Barchelona (R. Conde, Reyes y Archivos, pp. 61-62).
53. Ibid., pp. 62-64 y 87-88 y doc. 269. Es interesante notar la invocacin que se hace en el documento de 1393 a la autonoma del reino de Valencia, con sus propias leyes, fueros y privilegios, como
justificacin de la existencia de un archivo igualmente autnomo.
54. Ibid., pp. 64 y 84-85 y docs. 189 y 190.
55. Ibid., pp. 65-67 y doc. 260.
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1348, las cortes de Zaragoza aprobaron el fuero que obligaba a que los registros con
los negocios del reino de Aragn permanecieran en el propio reino, fuero que no lleg a cumplirse.56 La primera ruptura efectiva del carcter nico de los registros y de
su archivo en Barcelona no tuvo lugar hasta 1419, cuando Alfonso el Magnnimo
accedi a una peticin de las cortes valencianas presentada dos aos antes y mand
formar registros propios con la documentacin relativa al reino, divididos en las
mismas series habituales (Comune, Curie, Gratiarum, etc.) pero con el aadido
Valencie, que se habran de depositar en el Archivo real de Valencia, donde ya se
encontraba el archivo del maestre racional en manera que nos o nostros officials, e
encara los habitadors del dit regne, pus facilment puscam e pusquen haver o que
haurem e hauran necessari de les dites coses e actes.57 Esta disposicin se cumpli
y la documentacin relativa al reino de Valencia se desgaj de los hasta entonces
registros generales, transfirindose regularmente desde entonces estos registros propios al Archivo real de su capital.58 En el real de Valencia, adems se depositaron
tambin los procesos de cortes y documentos de justicia y de la baila, con un archivero nico al frente, convirtindose en un autntico archivo general del reino.59
Una disposicin similar para el reino de Aragn se llev a la prctica finalmente en 1461, al recuperar las cortes de Calatayud el fuero de 1348. Los registros especficos para Aragn se mandaron depositar en este caso en un archivo
situado en la propia casa de la Diputacin, denominado Archiu del serenissimo
senyor rey e de los registros suyos, a cargo de un notario pagado por el rey. Era
diferente del Archivo del reino creado en 1436 con los processos y registros de
la Corte del Iusticia de Aragn y de la Gobernacin y Diputacin que se encontraba en el mismo palacio.60 En este caso, el notario archivero poda hacer traslados con slo el mandato de juez competente. Aqu se introduce un cambio significativo: por primera vez el Archivo no se encuentra en un palacio real ni bajo
control directo de su escribana, rompiendo con la reticencia que hasta entonces
haban manifestado los reyes en este sentido. No muchos aos antes, por ejemplo,
Fernando I haba rechazado depositar los originales de las Constitucions de Cata56. Ibid., p. 82 y doc. 189.
57. Archivo del Reino de Valencia, Real, 231, fol. 4r-v (ed. ibid., doc. 272).
58. Excepcionalmente se ha conservado en el ACA algn registro especfico de Valencia y viceversa (cf. B. Canellas y A. Torra, Los registros, pp. 51, 69, 79, 91). Esta disposicin no tuvo sin embargo el carcter retroactivo previsto, pues nunca se llegaron a copiar todos los documentos anteriores de
inters para el reino que se encontraban en el Archivo real de Barcelona.
59. R. Conde, Reyes y Archivos, p. 81. Del mismo autor, La creacin del Archivo Real de Valencia, Estudis castellonenecs, 6 (1994-1995), pp. 371-381. Ver tambin C. Lpez Rodrguez, El Archivo Real y General del Reino de Valencia, Cuadernos de Historia Moderna, 17 (1996), pp. 175-192.
60. R. Conde, Reyes y Archivos, pp. 82-83 y docs. 192 y 193.
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lunya y de los Usatges en el archivo de la Diputacin de Catalua, car la Diputaci no es perpetua () e per conseguent en casa que no ha perpetuitat nos deven
esser recondits los originals.61
Los registros de Mallorca, que como hemos visto formaron serie propia desde
la reincorporacin de las islas a la Corona, permanecieron siempre en el Archivo
real de Barcelona. Las magistraturas reales tuvieron archivos independientes, sin
que se llegara a crear hasta muy tardamente un archivo general.62
Estos son algunos de los puntos ms relevantes de la historia de los archivos
reales de la Corona de Aragn, expuestos de manera sumaria. Nos permiten, con
todo, extraer algunas conclusiones. La conservacin de la memoria escrita como
garanta de derechos y regalas es una preocupacin expresa e insistentemente
manifestada en los propios documentos. Pero su materializacin estuvo condicionada por circunstancias muy variables, de modo que en la prctica slo se consigui de manera parcial e incompleta. Hemos visto que un mismo problema la
conservacin de los documentos reales procedentes de las diversas magistraturas
y oficios de la Corona recibi soluciones diversas y contradictorias en los diferentes reinos y en distintos momentos. A partir de dos archivos generales para toda
la Corona, uno de los registros y otro de las cuentas del maestre racional, se acab llegando a una proliferacin de archivos con concepciones muy distintas en
cada reino. Esta situacin, tan lamentada por los archiveros del Archivo de Barcelona,63 no es sino el reflejo de una sociedad y de un sistema poltico a los que
no se les puede exigir una supuesta racionalidad administrativa contempornea. Y
sin embargo la memoria escrita de la monarqua aragonesa se ha conservado:
incompleta, repartida en distintos archivos y de manera desigual, pero a pesar de
todo en una proporcin cualitativa y cuantitativamente asombrosa si se compara
con la mayora de las monarquas coetneas. La causa habra que buscarla quizs,
ms que en las elucubraciones sobre la preservacin de la memoria que los propios reyes no dejaron de formular, en la atencin que pusieron en aspectos ms
materiales y prosaicos. No olvidemos que ya Pedro el Ceremonioso encareca a su
primer archivero que cuidara del Archivo excuciendo [instrumenta et scripturas]
a pulvere, es decir, limpiando el polvo.
61. ACA, Cancillera, reg. 2381, fol. 27v-28r (ed. y comentario en C. Lpez Rodrguez, El Archivo
Real de Barcelona en tiempos de Fernando I de Antequera (1412-1416), Signo, 12 (2003), pp. 31-60).
62. R. Conde, Reyes y Archivos, pp. 67-68.
63. Desde Pere Miquel Carbonell al mismo Rafael Conde, quien public un breve artculo sobre
la creacin de los Archivos reales de Valencia y Aragn con el significativo ttulo de Una discutible
decisin archivstica del siglo XV (Lligall, 8 (1994), pp. 11-17).
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la carencia casi absoluta de las mismas para el siglo XIII y la primera mitad del
siglo siguiente, no slo obligan a utilizar otros recursos para intentar aproximarse
a esos ritos y simbolismos en tiempos inmediatamente anteriores a los tan documentados, sino tambin a plantear algunas incgnitas sobre lo que consideramos
actualmente como conocimientos asumidos. Puede considerarse que las entradas
reales se orquestaron desde el momento en que la monarqua adquiri la obligacin de renovar el juramento de conservacin de las cartas de poblacin o de franquicias puntuales, y que aquellas ceremonias tuvieron mayor proyeccin poltica
cuando se realizaron en las capitales de los reinos de la Corona, donde de forma
significada el monarca asuma de hecho el trono, y como tal era aceptado con
aquel juramento en cada uno de los reinos. Es bien conocido, que una y otra faceta, la local o la regncola, y las dos indisolublemente unidas, encuentran en Valencia su mxima expresin documental, tanto como que la relacin del monarca con
sus sbditos presentaba notables singularidades en cada geografa pese a mantener un referente comn, acelerado ste en la segunda mitad del Trescientos.2 Ahora bien existan otras modalidades de relacin poltica o de alarde conmemorativo? En estas ocasiones la percepcin del evento y la transmisin codificada del
mismo corresponda exclusivamente a una de las partes implicadas en la ceremonia. La ciudad subrayaba la preceptiva singularidad del papel y del sentido de un
protocolo con una profunda significacin local en el que la monarqua, an consintiendo en su simbolismo, poda presentarlo slo de forma tangencial, amparada en el extenso e hiperblico aparato de representaciones regias, referidas stas
a otras facetas que apenas si fueron reseadas en los registros ciudadanos.
Para soslayar el problema de las fuentes municipales y para salvar el problema
cronolgico puede recurrirse a las denominadas cuatro grandes crnicas catalanas, que recogen un amplio recordatorio de la labor poltica y fundamentalmente
blica de los monarcas de la Corona de Aragn, de los problemas de sus reinos,
de sus conquistas y de sus relaciones internacionales. Pese a sus caractersticas
intrnsecas, estas obras pueden considerarse interesantes en sus aportaciones al
conocimiento de aquella poca si atendemos tanto a la cronologa remota que nos
proporcionan, en comparacin con la ms tarda memoria administrativa y polti-
2. La amplsima coleccin documental extractada exclusivamente de los fondos del archivo municipal de Valencia as lo pone de manifiesto. Cfr. Salvador Carreres Zacars, Ensayo de una bibliografa de libros de fiestas celebradas en Valencia y su antiguo reino, Valencia, Imprenta Hijo de F. Vives
Mora, 1925, 2 vols. Las fuentes valencianas presentan an mayor heterogeneidad con la documentacin contable del municipio, por ejemplo, cfr. Joan Aliaga, Llusa Tolosa, Ximo Company, Documents
de la pintura medieval i moderna, II. Llibre de lentrada del rei Mart, Valncia, Universitat, 2007.
Independientemente de estos volmenes monogrficos de la contabilidad municipal, los libros de Claveria Comuna recogen los gastos por conceptos detallados con regularidad anual.
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ca de las ciudades, como en lo que respecta a la perspectiva de los acontecimientos, aqullos susceptibles de ser reseados en una memoria regia, que por esa
misma circunstancia proporciona una notable ampliacin de horizontes temticos,
al presentar ms ritos y comportamientos que los que interesaron exclusivamente
a la ciudad en tiempos posteriores.
Aquellas ceremonias y gestos como apreciacin de las formas polticas vlidas
en la sociedad medieval tuvieron una expresiva proyeccin, siempre ostentosa y
casi siempre pblica, al constituir un lenguaje tpico y recurrente del poder real.
No puede desdearse tampoco el presunto inters, e incluso la preocupacin por
dejar testimonio escrito de aquellos eventos vinculados a las singularidades de sus
protagonistas, de los autores y de su medio. Pero en cualquier caso las procesiones,
las entradas reales, las alegras y otros actos simblicos presentaban una faceta
conmovedora que slo podramos intuir a travs de otras fuentes administrativas o
diplomticas, y en cambio s son referenciadas, a veces insistentemente, por los
cronistas reales, los cuales muchas veces son poco exactos de forma consciente o
inconsciente, tanto en la cronologa como en la concatenacin de los hechos, pero
que por el contrario recurren a un universo de explcitos modos, comnmente aceptados entonces, para describir los sentimientos y las reacciones que provocaban las
acciones de gobierno, las decisiones, las batallas, los matrimonios o las rebeldas
de los sbditos. Precisamente esa percepcin particular, cronstica y regia, se hace
eco de cierto tono retrico y de los ideales vigentes en el horizonte ms sublime de
la sociedad, frente a la cancilleresca oficialidad de los documentos, ajenos stos a
la descripcin de las ceremonias, de la gestualidad y de la sentida esttica de la realeza. En este sentido las crnicas constituyen una de las escasas vas que nos capacitan para aproximarnos no slo a la ideologa y a la representacin del poder, sino
a los valores y a la misma transcendencia dada a los hechos contemporneos de
aquella sociedad de los siglos XIII y XIV. En ello concurre un elemento tan principal como fue la elaboracin escrita de una narracin desencadenada al decir de
Johan Huizinga por la soberbia heroica de los monarcas.3 Puede entenderse as
que las crnicas se detengan y describan desde las emotivas lgrimas de Jaime I,
cuando rindi Valencia tras seis meses de asedio, hasta la crueldad del castigo
impuesto por Pedro el Ceremonioso a los unionistas valencianos, al hacerles beber
el metal fundido de la campana que los convocaba en rebelda; y desde las alegras de Muntaner, derivadas de una feroz victoria y del consecuente reparto del botn
tras el ms terrible saqueo, hasta el comportamiento caballeresco de Pedro el Gran-
3. Cfr. Johan Huizinga, El otoo de la Edad Media. Estudios sobre la forma de la vida y del
espritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Pases Bajos, Madrid, Alianza Editorial,
2004, pg. 37.
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CRNICA Y RELATO
Durante el siglo XIII y la primera mitad del XIV en los reinos de la Corona de
Aragn la memoria histrica fue exclusivamente una memoria regia. El inters
personal de los monarcas, de sus afanosos cancilleres, de los oficiales de la corte
o de otros eficaces servidores, sirvieron para glosar los hechos y las hazaas de
los reyes durante la denominada edad de oro de las letras catalanas.4 Las cuatro
grandes crnicas reales abarcan un perodo cronolgico sucesivo pero tambin
imbricado entre las narraciones que comprende, alargndose con cierta profundidad desde las primeras dcadas del Doscientos hasta llegar a los umbrales del
ltimo cuarto del Trescientos. Esa concatenacin de sucesivas historias se articula en torno al discurso monrquico del pasado, aqul que fue considerado susceptible de ser transmitido a la posteridad, y aunque en ellas debera haber existido
una manifiesta voluntad de conocer el contenido de las anteriores, lo cierto es que
siendo as o no, en su conjunto se detecta un autntico inters de imitacin de las
hazaas de los antepasados por parte de los descendientes, especialmente por
aqullos que tenan en su haber parmetros suficientes para equipararse a las
acciones perpetradas por los ancestros, tanto para medirse y alcanzar aquel glorioso nivel como para dejar testimonio indeleble de su protagonismo a las generaciones futuras, que de forma unvoca habran de garantizar a travs de esos
escritos una gloria imperecedera, gracias al memorable recuerdo de los hroes.
En aquella poca algunos reyes o no lograron acreditar mritos suficientes
para elaborar una obra propia o no se apercibieron de la necesaria transcendencia
que para el porvenir tendran aquellas memorias.5 No es cuestin de evaluar aqu
los demritos de Pedro el Catlico, el efmero reinado de Alfonso el Liberal, la
densidad del de Jaime II o el controvertido de Alfonso el Benigno, pero las histo4. Cfr. Les quatre grans crniques. Prlegs i notes de Ferran Soldevila, Barcelona, Editorial Selecta, 1983, pg. 4. Tambin Stefano Maria Cingolani, La memria dels reis. Les quatre grans crniques
i la historiografia catana, des del segle X fins al XIV, Barcelona, Editorial Base, 2007. pg. 10.
5. Sin tener en cuenta las sucesivas versiones y aadidos a las Gesta Comitum Barcinonensium,
que renen la sucesin de hechos importantes de la casa condal y pueden considerarse por tanto una
obra colectiva, slo algunos monarcas se interesaron por dejar impronta personal e histrica a sus reinados. Cfr. la edicin latina y catalana de I. Barrau Dihigo J. Mass Torrents, Barcelona, Institut
dEstudis Catalans, 1925. Ms reciente la edicin de Stefano Maria Cingolani, Gestes dels comtes de
Barcelona i reis dArag, Valncia, Universitat, 2008.
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rias de las cuatro grandes crnicas son las de grandes guerreros, pues fueron las
gestas y las conquistas las que justificaron la composicin escrita de las acciones
que habran de proporcionarles un lugar y una fama en la posteridad. Las conquistas de Jaime I, las de Pedro el Grande, las de los vstagos de la dinasta en
Aragn, en Mallorca o en Sicilia, o las de Pedro el Ceremonioso, constituyen un
elocuente nexo comn que, pese a sus ms que notables diferencias, permiten
comprenderlas y englobarlas en un captulo nico y homogneo, incluso como
expresin literaria de una poca.6
Primero el Llibre del fets de Jaime I, seguido por el dedicado al reinado de su
hijo Pedro el Grande en la crnica de Bernat Desclot, las cuales se remontan al
momento que consideran oportuno del pasado para comenzar los relatos, pero
abarcan el reinado y terminan con la muerte de sus protagonistas. Despus la
extensa recapitulacin de Ramon Muntaner, que an volviendo a comenzar con el
nacimiento de Jaime I concluye con la solemne coronacin de Alfonso el Benigno en 1328. Finalmente, la crnica ordenada por Pedro el Ceremonioso se inicia
con una doble resea, la de la conquista de Cerdea por su padre, todava infante
Alfonso, y la de su posterior coronacin, de nuevo glosada aqu aunque con otra
pluma, un proemio que daba paso a un cuidado testimonio del reinado de su hijo,
al menos hasta 1366.
Sin negar una inmediata proyeccin internacional entre las cortes europeas
ms o menos contemporneas a los hechos narrados, en las cuatro crnicas el rasgo que determina la seleccin de la memoria, y su codificacin escrita para garantizar la perduracin de la misma en las generaciones futuras, no es otra que la perpetuacin de los hechos de armas, una insistencia en las conquistas territoriales
que legitimaron el ejercicio de los poderes soberanos de los grandes guerreros, as
rememorados, aunque los relatos siempre aparecen concatenados con un sentido
genealgico, a la vez personal y familiar. En todas ellas el exhaustivo detalle de
los episodios blicos, de las epopeyas y de las victorias, acompaado de los silencios asociados a los fracasos o, por el contrario, la valoracin sopesada de las circunstancias negativas caso de la documentada crnica de Pedro el Ceremonioso
no demuestran otro propsito que ensalzar a la dinasta reinante, bien mediante la
codificacin de sus propios xitos militares, bien mediante el recuerdo de las gestas de los ancestros, bien con la transmisin sucesoria de la corona mediante la
descendencia de la sangre, garantizada sta con la majestad de los esponsales, en
los que las mujeres siempre abrieron la posibilidad de anudar relaciones diplom-
6. Cfr. Mart de Riquer, Histria de la literatura catalana I. Part Antiga, Barcelona, Ariel, 1984,
cap. IV dedicado a la literatura histrica.
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PLUMAS DE AUTOR
La crnica de Jaime I tiene como propsito la biografa del rey, mejor la autobiografa del mismo, desde su providencial nacimiento hasta las dolencias que le
causaron la muerte mientras sofocaba la rebelin de los mudjares valencianos. El
propio monarca se encarg de confeccionar su propia historia, al menos de dictarla a sus escribanos, dejando a la posteridad los xitos de sus portentosos hechos de
armas, como fueron las conquistas de Mallorca, Valencia, Murcia y su voluntariosa cruzada a Tierra Santa. La posible autora de Jaume Sarroca, obispo de Huesca
e hijo natural del rey, no haran sino aumentar la perspectiva moral y religiosa, en
una percepcin de la historia del todo egocntrica, con un sujeto nico el rey
desarrollado a travs de su propio itinerario vital, jalonado ste por los hechos
seleccionados con los que pretenda ser recordado entre las generaciones futuras.7
La crnica de Bernat Desclot presenta rasgos distintos pese a coincidir con el
anterior argumento, si bien en este caso la biografa corresponde a su heredero,
Pedro el Grande. Su autor no es el rey sino uno de los escribanos de su cancillera, Bernat Desclot o Bernat Escriv, un eficiente y servicial gestor de los poderes soberanos de la monarqua, un burcrata perteneciente a una larga progenie
familiar de funcionarios que sirvieron al nuevo rey, en calidad de notarios, cortesanos o soldados, complementando una vida de servicio con la empresa apologtica que enalteciera an ms a su seor.8 Desclot es un hombre de corte que ela-
7. Sobre la autora, el egocentismo de Jaime I y el Llibre dels fets, un libro para hablar de s mismo, cfr. Stefano Maria Cingolani, La memria dels reis Op. cit., pp. 32-83.
8. Cfr. Miquel Batllori, La familia Escriv, parenta dels Borja, en La famlia Borja. Obra completa, vol. IV, Valncia, Eliseu Climent Editor, 1994, pp. 79-106. Tambin Stefano Maria Cingolani,
Historiografia, propaganda i comunicaci al segle XIII: Bernat Desclot i les dues redaccions de la
seva crnica, Barcelona, Institut dEstudis Catalans, 2006, pp. 12-20.
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bor una memoria de los hechos de su poca: los del reinado del monarca a quien
sirve, y por eso se vale de la documentacin que l mismo elaboraba, que manejaba y que consultaba en la medida de sus posibilidades. La crnica de Desclot es
mucho ms asptica y fra que el Llibre del fets de Jaime I, porque en sta en contadas ocasiones aparece el narrador para indicarnos su presencia o sus pasiones,
limitndose a dar cuenta de los hechos. Se ha dicho que Bernat Desclot recogi
los datos de los documentos, de las noticias que llegaban a la corte, que estaba al
tanto de los sucesos, etc., pero que pocas veces estuvo presente en los acontecimientos que relataba, excepto en aquellos dos aos y medio que ocupan la mitad
de su obra, con lo que al menos en ese plazo quedan avalados por un testimonio
tan cualificado como el suyo.9 Desclot es propiamente un cronista real, aunque en
ningn caso se ha documentado que su obra fuera resultado de un encargo institucional o que el resultado de sus trabajos fuera fiscalizado por instancia alguna.
Su memoria resulta ser la elaboracin de un modelo regio susceptible de ser imitado, forjado por un curial al que paradjicamente parecen no interesarle los
aspectos polticos, jurdicos, ceremoniales o simblicos derivados del gobierno
del reino. La percepcin heroica, blica y caballeresca de la monarqua sigue
sobreponindose a todo el relato.
La crnica de Ramon Muntaner es precisamente todo lo contrario de la anterior en lo referente al modo de composicin, apreciacin de los hechos y evocacin de la realidad circundante. Prcticamente el suyo es un libro de memorias
muy personales referidas al ramillete de tronos nacidos del casal de Aragn. Coincido con Stefano Cingolani en que su texto parece una secuencia escrita con los
relatos tabernarios de un soldado veterano curtido en muchas batallas treinta y
dos segn su testimonio o de un viejo marino tan locuaz como experimentado,
siempre al calor del hogar y ante un pblico de palurdos que apenas conoce ms
all del horizonte que marca el campanario de su pueblo. Su relato no tiene un
hroe sino muchos, todos los descendientes de la casa real de Aragn: sus monarcas, pero tambin los de Mallorca y los de Sicilia. La inventiva y las inexactitudes
de Muntaner parecen no tener lmite al narrar su participacin en las guerras sembradas de uno a otro extremo del Mediterrneo, de Calabria a Alcoll en el norte
de frica, y de Peralada hasta Galipoli en Macedonia.
Sin embargo, Muntaner es un relator muy particular, un soldado de la escala
media, que ha desempeado misiones y cargos de relativa importancia, y que tiene
9. Cfr. Ferran Soldevila, Les quatre grans crniques, II. Crnica de Bernat Desclot. Revisi filolgica de Jordi Bruguera. Revisi histrica de Maria Teresa Ferrer i Mallol, Barcelona, Institut dEstudis Catalans, 2008, en especial el prefacio, pg. 23.
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cierta formacin. De hecho, era l quien llevaba los libros de cuentas de la compaa almogvar en Oriente para fraccionar el botn, para repartir las raciones de la
tropa y, adems, tambin fue quien custodi durante algn tiempo el sello de la
misma compaa de soldados de fortuna.10 Estos conocimientos de escritura y de
aritmtica estn sobradamente acompaados con el demostrado conocimiento de
algunos textos, desde la cancin trovadoresca y provenzal del Jaufr, hasta las
hazaas de los hroes de artricos, y desde los testimonios de los personajes bblicos hasta los proverbios catalanes. Muntaner ha ledo e imita sus lecturas en sus
escritos.11 Se entiende pues que la memoria no sea otra cosa que un libro de viajes
y de maravillas, una novela, la de la celebracin de las victorias y del reparto del
botn, la constante anotacin y constatacin de los gozos, alegras y fiestas que de
ellas se derivaron, aunque no tuviera ocasin de estar presente en ellas y, por ello,
tuviera que imaginar segn los parmetros aceptables en su poca y en su medio.
En ltimo lugar la crnica de Pedro el Ceremonioso, una obra completa, resultado de un encargo personal del propio monarca, quien puso a disposicin de sus
exgetas los archivos reales, con el fin de secuenciar la cronologa y dar precisin
a los actos relatados a lo largo de una parte sustancial y continua de su reinado,
desde 1336 hasta 1366. Bernat de Torre, Arnau Torrelles y Bernat Descoll, participaron en una composicin elaborada entre la cancillera y la corte, que siempre
cont con la interesada supervisin del rey.12 El propio monarca revis, corrigi y
dio el visto bueno a los sucesivos captulos hasta completar la memoria oficial de
su propio reinado, inspirndose en las obras, en los modelos y en las temticas de
los textos anteriores. sta s es propiamente una crnica regia que pretende dejar
constancia de los avatares o de las fechas concretas, y de valorar las decisiones
10. La descripcin de las detalladas funciones logsticas desempeadas por Ramon Muntaner en
la compaa almogvar cfr. Crnica de Muntaner, vol. II, a cura de Marina Gust, Barcelona, Edicions
62-La Caixa, 1985, cap. 225.
11. En la tarea de glorificacin y ensalzamiento de la monarqua, de sus leales y de sus hazaas,
Muntaner recurre a constantes comparaciones de las acciones singulares con hroes artricos; establece correlaciones con episodios bblicos; compone relatos en base a ancdotas vividas o a l transmitidas; conoce las fbulas de Esopo; sabe de las heroicidades perpetuadas por la Cancin de Roldn;
probablemente ha leido el libro de infante Pedro y la crnica de Jaime I; compone versos en provenzal en su serm; y adems demuestra un notable interes geogrfico, histrico, piadoso e historicista
con sus disgresiones sobre los lugares que visit en Oriente. Sobre las posibles lecturas e influencias
lulianas en Muntaner cfr. Stefano Maria Cingolani, Historiografia, propaganda i comunicaci Op.
cit., pgs. 46-47.
12. La formacin intelectual y la mentalidad alfabtica de Pedro el Ceremonioso era absolutamente inusual en un rey. Sobre la escritura como instrumento de comunicacin y de gobierno, capaz
de trasladar la voz del rey, el gusto por la escritura y la memoria escrita cfr. Francisco M. Gimeno Blay,
Escribir, reinar. La experiencia grfico-textual de Pedro IV el Ceremonioso, 1336-1387, Madrid, Abada Editores, 2006, pp. 27-28.
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ocho captulos estn dedicados a cuatro aos, comprendidos entre 1281 y 1285,
desde la preparacin de la expedicin al norte de frica hasta la muerte del rey,
pero el tema de la crnica no es otro que Sicilia y sus consecuencias, de modo que
los antecedentes blicos en Mallorca, Valencia y Murcia no tienen otro propsito
que glosar las gestas del padre que organiz su matrimonio con la heredera del reino insular, evento que a su vez legitimara la incorporacin de Sicilia a los dominios de la Corona. De hecho el rechazo de la cruzada francesa de Catalua y la
momentnea derrota pontificia constituyen el colofn de la obra de los buenos
hechos de armas del rey Pedro, contra sarracenos y otras gentes segn dejan claro el ttulo y el colofn del libro, aunque se comprueba tras su lectura que la
mayor parte de aqullas no fueron gentes musulmanas sino aliadas de Carlos de
Anjou y muy devotas a Roma.13
El caso de Ramon Muntaner todava resulta ms paradigmtico porque, aun
habiendo nacido en Peralada y de haber recorrido todo el Mediterrneo, termin
casado, hacendado y autodenominado ciudadano de Valencia, momento de retiro
jubilar que le permiti dar rienda suelta a su pluma el 15 de mayo de 1325 para
componer su particular memoria. Despus, an tendra tiempo de establecerse en
Mallorca, pero en calidad de ciudadano electo como jurado de Valencia asisti con
la consiguiente comitiva ceremonial a los actos de coronacin de Alfonso el Benigno en Zaragoza en 1328, fecha en la que concluye su relato.14 Muntaner como
Desclot tampoco es un caballero, pues formaba parte de ese numeroso contingente de plebeyos desarraigados y convertidos en servents de mainada (soldados
de infantera), almogvares, adalides y caballeros salvajes, que siguieron los caminos de guerra. No es un caso excepcional: Guillem Escriv, servent bueno y experto, que cabalgaba una yegua a la jineta, o el burgus de Barcelona, Romic Durfort, formaban parte de la hueste de Pedro el Grande en la jornada de 30 de
septiembre de 1285, combate en el que perdieron la vida. Tambin Roger de Flor,
hijo segundognito de un halconero imperial y de una heredera de ciudad, era home
de pobre afer, qui per sa valentia munt. Estos aguerridos plebeyos buscaron fortuna en la guerra para poder establecerse con reconocida honorabilidad. A todos, y
especialmente a los de Peralada, Muntaner les dedica unas breves lneas de recuer13. Cfr. primer prrafo del prlogo de la obra y el ltimo del captulo 168 en la Crnica de Desclot, edicin del Institut dEstudis Catalans, Op. cit., pg. 33 y 388.
14. Ramon Muntaner ejerci sucesivos cargos en la ciudad de Valencia: fue elegido jurado en 1322
y en 1328, pero tambin ejerci de consejero ciudadano de la parroquia de San Nicols en 1325 y en
1327. Esta adscripcin parroquial nos obliga a sealar la continuidad de la actividad poltica de Joan
Muntaner, quizs su hijo, pues est documentada como consejero de ciudadanos de la parroquia de San
Nicols en 1330, 1333, 1337, 1340 y 1342. Slo puede atestarse otro personaje con idntico apellido
en toda la centuria: Macari Muntaner, jurado de Valencia en 1336.
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do, porque la mayor parte de ellos murieron en las guerras de la casa de Aragn
despus de soportar muchos trabajos y peligros. Todos ellos formaban una larga
senda de cadveres en la biografa de Muntaner, cuya afortunada supervivencia
desat su prosa, decidido a relatar su azarosa existencia como minscula contribucin a las glorias de la dinasta.15 En su caso el abandono de la casa familiar tras el
incendio de Peralada en 1285 lo enrol en la milicia, pero para situar los orgenes
sociales de Muntaner conviene fijarse en que aquella era una villa seorial en la
que la residencia paterna y no la del seor, ubicada en la plaza principal, era
capaz de ofrecer un cobijo de cierta calidad a los monarcas cuando transitaban por
sus proximidades, caso de Jaime I o de Alfonso X el Sabio.16 Es decir, la casa pairal, su solar, no era poca cosa. Por eso llama todava ms la atencin su inters en
subrayar los comportamientos caballerescos de los protagonistas, an cuando ni
Desclot ni tampoco Muntaner lo fueron, pero s dejaron claro que participaban de
aquellos ideales y horizontes que pautaban la visin de los hechos.
La construccin de la memoria en la crnica de Pedro el Ceremonioso es el
detallado relato de las grandes empresas, un anlisis de las circunstancias y una justificacin de las decisiones, amparadas en la legitimidad jurdica y en los actos de
gobierno. La confirmacin de privilegios urbanos, la repoblacin sarda, el juramento parlamentario de las leyes, la reunin de las Cortes, las ejecuciones de sentencias, etc., a diferencia de los textos anteriores son concomitantes a los episodios
blicos, resaltando de una nueva forma el ejercicio de los poderes soberanos del
rey, cuya majestad se exhiba detalladamente en las ocasiones solemnes con toda
la pompa ceremonial. Un ejercicio de coherencia en los aos centrales del Trescientos que casa conscientemente con un proyecto poltico bien conocido, romanista y centralizador, que aqu se presenta inseparable de las campaas militares.
Para el Ceremonioso los hechos no son slo conquistas y batallas sino decisiones
de gobierno amparadas en el ejercicio de la justicia. La redaccin de la memoria
del reinado, terminada en su primera redaccin en 1383, habra de legitimarlo.
El inters por dejar constancia detallada de las solemnidades de la monarqua,
aqullas que terminaron por imprimir el sobrenombre con el que se le denomina,
es posible que no estuviera tan relacionado con las circunstancias psicoanalticas
derivadas de su nacimiento y acceso al trono respecto a la dinasta, como con los
15. Las referencias sobre Guillem Escriv y Romic Durfort proceden de la crnica de Desclot
cap. 159. La de Roger de Flor de la crnica de Muntaner, cap. 193 y 194. El recuerdo dedicado a los
vecinos de Peralada enrolados en el ejrcito se encuentra en el cap. 125.
16. Se ha sealado la posibilidad de que Ramon Muntaner con diez aos saliera de Peralada en la
comitiva del infante Pedro cuando se diriga a Pars, cfr. Ferran Soldevila, Pere el Gran. Primera part:
linfant, Barcelona, Institut dEstudis Catalans, 1995, facsmil, pg. 389.
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modelos con los que se aderezaba en poder real en las cortes europeas durante el
siglo XIV.17 La demostracin del rango y de la dignidad real, el amor al pasado y
a la tradicin, el gusto por el ceremonial y la exhibicin ritual de los smbolos de
la realeza, pese a constituir o no una vocacin personal resultan del todo una
novedad en la cronstica de la Corona de Aragn, que en aquella poca encuentra
elocuentes referencias internacionales. Felipe II duque de Borgoa, Carlos V de
Francia, Eduardo III de Inglaterra, Jaime III de Mallorca y Enrique II de Castilla
estuvieron a la altura de aquellos mismos gustos por la institucionalizacin de la
etiqueta y de la solemnidad en una centuria fundamental para la eclosin de los
protocolos ceremoniales.
En conclusin, el excluyente protagonismo de Jaime I, la descriptiva asepsia
de Desclot, el efusivo soldado que fue Muntaner, o la iracunda amargura del Ceremonioso nos permiten aproximarnos a algunos temas de la gestualidad en la que
subyacen valores, emociones e ideologa, a travs de unos hechos descritos de forma genuina o por el contrario subjetivamente recreados segn la esttica vigente.
En cualquier caso debemos insistir en la contemporaneidad de unas redacciones
que no sufrieron la influencia de modelos posteriores, lo que permite pautar un
tanto la formacin de usos y prcticas, y por extensin, secuenciar la importancia
que se les reconoca.
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cialista del rey. En su memoria no dej la ms mnima huella la reunin de Lrida en agosto de 1214, donde apenas con seis aos fue jurado rey, y eso a pesar de
que la narracin se hace eco tanto del fin de la forzada tutela de Simn de Montfort en Carcasona, como de que era recibido por los sbditos de su padre por mandato papal y cuando adems, durante algn tiempo todava, sus parientes, Ferrando de Montearagn y Nuno Sans, continuaron amenazando su autoridad si no la
legitimidad de su acceso al trono (cap. 11). Tampoco se glosa como evento la boda
con Leonor de Castilla ni la ceremonia del monasterio de Santa Mara de Huerta,
en Tarazona, salvo que tras or la misa del Espritu Santo fue armado caballero y
ci l mismo la espada que tom del altar (cap. 18 y 19). Del mismo modo, slo
se intuye cierto indicio relativo a la asuncin de la potestad real en Zaragoza en
marzo de 1225, a donde l y su esposa habran de ir alentados por Guillem de
Montcada con el propsito de entrar en la ciudad para ocupar su lugar, en elusiva referencia a la toma de posesin del trono que habra de inaugurar el gobierno soberano sobre sus tierras (cap. 22). La coronacin paterna en Roma, asociada al problema albigense, justificara en parte la tutela pontificia durante la
infancia de Jaime I, pero la negativa del mismo a coronarse para evitar la renovacin de la infeudacin del reino no desencaden la autocoronacin, pues todava
en el Concilio de Lyon de 1274 Jaime mantena la esperanza de ser coronado por
el papa. Cuando el joven rey fue a Tortosa tampoco aludi a recepcin alguna,
aunque s de que don Ferrando, don Nuno y Guillem de Montcada se distribuyeron las caballeras de Aragn aprovechndose de su inexperiencia (cap. 24).
A finales de 1226 o principios de 1227, Jaime I y su esposa Leonor eran
esperados y recibidos por veinte hombres buenos de Huesca, los cuales en calidad de legacin destacada por la ciudad anfitriona se llegaron hasta Santa Mara
de Sales para acompaarlos (cap. 30). Pese a la confabulacin sostenida por su
to Ferrando, cabeza de la liga nobiliaria que apoyaba la oligarqua ciudadana
contra el grupo hegemnico en el consejo del rey, se le presentaron peticiones y
demandas de gracias, que aqul no pudo otorgar al considerarlas un atentado al
ejercicio personal de su seora. Los prohombres escucharon las buenas palabras de Jaime I en las que les reafirmaba que, al igual que sus antepasados, slo
deseaba el bien de sus sbditos. Ellos, agradecidos, le hicieron patente que haran por l todo lo que les corresponda hacer ante su seor natural y, de este
modo, el rey entr en Huesca con una acogida en la que los nios y el pueblo
demostraron gran alegra por la visita real. sta es la primera y ms antigua
mencin protocolaria a una recepcin ciudadana, de la cual el monarca qued
satisfecho, tanto que despus de comer se mostraba dispuesto a conformar a sus
fieles, aunque la crnica pormenoriza que no se convid a la comitiva de consejeros que le acompaaba.
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19. Los cnsules de Montpellier ya estn documentados en 1126 y los oficios desde 1204, cfr. Jacques Le Goff (dir.), Histoire de la France urbaine, II. La ville mdivale, Editions du Seuil, 1989, pp.
124, 278 y 282.
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micas. El castigo regio y el nombramiento de Pedro Libiano como Justicia durante un quinquenio, con la consiguiente suspensin del privilegio de eleccin anual
del magistrado entre los vecinos, dado en 1266, no pudo evitar el inmediato alzamiento mudjar (cap. 554). Tambin aqu los castigos de la justicia regia estuvieron acompaados de cambios entre la clase dirigente de la ciudad, pues podemos
identificar a este personaje con Pere de Llibi, funcionario o capitn encargado
por Pedro el Grande para poblar la isla de Menorca en 1287, aunque entonces fuera tildado de honrado ciudadano de Valencia.20
Desde los tiempos de Pedro el Catlico tanto Huesca como Montpellier contaban con una embrionaria organizacin ciudadana y con unas franquicias. En
1201 el rey haba trasladado algunas prerrogativas del senior civitatis a los Jurados de Huesca y en 1204 haba suscrito la carta de costumbres y libertades a favor
de los cnsules de Montpellier, que el propio Jaime I haba confirmado desde
Lrida en 1218.21 En consecuencia, podemos suponer cierta entidad ceremonial en
la visita real a estas ciudades pues la presencia regia permita confirmar in situ los
privilegios o fueros locales que disfrutaba la comunidad anfitriona, la cual poda
contar con la consiguiente expedicin de documentos validatorios en pergamino
y tambin con un acto de juramento en la iglesia mayor de la localidad, realizado
ante la poblacin en general y los hombres buenos en particular.
Las gentes de Tarragona, hombres y mujeres, tambin ofrecieron a Jaime I una
recepcin alegre a su regreso de la conquista de Mallorca en la que exhibieron
banderas reales, atentas sin duda al retorno de un rey victorioso cargado de botn
(cap. 107); y los prohombres de Murcia desplegaron todo un alarde militar, al
tiempo que rogaban por su permanencia en la peligrosa frontera (cap. 522). Pero
en la narracin de las exitosas campaas militares de Jaime I no se mencionan
referencias a entradas apotesicas o a festejos alegres en las villas, ni durante las
20. Sobre el conflicto y su castigo cfr. Robert I. Burns, Avalots socials a la Valncia del segle
XIII, en Jaume I i els valencians del segle XIII, Valncia, Eliseu Climent editor, 1981, pp. 294-298.
Sobre la continuidad de Pere Libiano en el cargo de Justicia de Valencia al menos entre 1277 y 1281,
cfr. mi trabajo Los ciudadanos de Valencia en el siglo XIII, Encuentros acadmicos del Any Jaume
I, Generalitat ValencianaUniversitat de Valncia, en prensa. Sobre la misin menorquina de Pere cfr.
Crnica de Muntaner, cap. 172, pg. 30 de la edicin citada ms arriba. Pere de Llibi carece de antecedentes locales en la documentacin valenciana del siglo XIII y como muchos otros personajes aparece desempeando misiones especficas de la Corona, que despus tuvieron continuidad en Menorca, mientras que algunos s se arraigaron en la ciudad de Valencia.
21. Cfr. Isabel Falcn Prez, Origen y desarrollo del municipio medieval en el reino de Aragn,
Estudis Balerics 31 (diciembre 1988), pp. 76 y 79. Tambin A. Blad Desumvila, Montpeller catal,
Barcelona, Rafael Dalmau editor, 1965, pp. 17-18. Sobre la confirmacin realizada por Jaime I, cfr.
Miret i Sans, Op. cit., pg. 28.
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veinticinco aos en Tudela de forma completamente inusual para un rey de aquella poca. Jaime lo disculpaba porque aqul era tan grueso que le avergonzaba que
le contemplaran sus sbditos con aquel aspecto. El rey anfitrin ni siquiera baj
del castillo para recibir al rey visitante, y ste habra de ascender solo para tratar
a puerta cerrada del pacto de prohijamiento que prevea para Jaime la herencia del
reino de Navarra (cap. 138).
Durante otra visita posterior de Alfonso, entre la Navidad de 1269 y febrero de
1270, Jaime alardeaba de que a lo largo de todo un mes y a sus propias costas
haban estado juntos en Tarazona, donde haba atendido las necesidades de avituallamiento de toda la comitiva castellana, haciendo gala de su desprendida hospitalidad (cap. 497).22 Poco despus, en la visita del mismo monarca y de su esposa Violante hacan a Valencia el rey reseaba que haba salido a esperarlos y a
recibirlos personalmente hasta Buol, en el camino de Requena, y que en aquella
ocasin se haba preocupado por todos los pormenores de la recepcin, acompaado del obispo de Valencia, de sus caballeros y buenos hombres de Valencia, disponiendo para la ocasin muchos juegos maravillosos y diversos, de modo que la
ciudad fue encortinada y las plazas aderezadas con telas y ajuares de cama. Al
entrar en la ciudad fue acogido con solemnidad y alegra, tanta que segn el rey
desde haca cien aos no se haba recibido a nadie de forma tan satisfactoria, proveyndose a la comitiva real castellana de todo cuanto hubo menester (cap. 501).
Sin embargo, cuando en enero 1274 Jaime I regresaba a Murcia volva a dejar
constancia de que nunca nadie se haba esforzado tanto para acoger a un rey como
los prohombres de Murcia, pues sin ser sus sbditos estaban agradecidos por todo
lo que aqul les haba dado cuando la conquist, los cuales gozosos y al completo salieron a recibirlo a pie y a caballo, realizando exhibiciones diversas y no descritas (cap. 522).
Tambin el Papa Gregorio IX orden a sus embajadores que obligaran a esperar durante una jornada entera a Jaime I en San Ceferino, a tres leguas de Lyon,
con el fin de preparar la recepcin en la sede del concilio (cap. 524). Los cardenales, el maestre del Temple en ultramar, y los que guardaban la ciudad por el
papa, ms los obispos, ricoshombres y multitud de gentes pero no el pontfice,
salieron una legua para recibir y acompaarlo multitudinariamente hasta el mismo palacio papal el 1 de mayo de 1274. Tambin Pedro el Ceremonioso fue recibido en las afueras de Avin por casi todo el colegio cardenalicio de Benedicto
22. La persistencia de la idea de una monarqua dispendiosa se desarrolla en la crnica de Muntaner, quien no deja de reiterar las maravillosas raciones distribuidas por los reyes de Aragn, los elevados gastos que mantiene la corte para con sus invitados y el asombro de castellanos y gallegos ante
tal dispendio. Cfr. Crnica, Op. cit. cap. 22, 23, 177 y 182.
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XII, cuando fue a prestar homenaje por el reino de Cerdea y Crcega, pero el
papa lo recibi sentado en su sitial, ante quien el monarca tuvo que arrodillarse
para besarle los pies y ste lo alz del suelo para besarlo en boca como reconocido vasallo.23 Los papas como mximas instancias espirituales mostraron la distancia necesaria para no participar directamente en la recepcin pese a ser anfitriones cuando el protocolo exiga a los reyes que como iguales en majestad se
prestaran a ello y, del mismo modo, los sbditos de las ciudades siempre se mostraban dispuestos a representar el homenaje que corresponda a su seor con la
preceptiva recepcin ceremonial.
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27. Sobre la primera revuelta popular barcelonesa cfr. Carmen Batlle Gallart, La crisis social y
econmica de Barcelona a mediados del siglo XV, Barcelona, CSIC, 1973, vol. 1, pp. 36-44.
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Pascua. Berenguer fue arrastrado por las calles atado a la cola de un mulo, y junto a siete de sus secuaces fue ahorcado en la rama ms alta de una olivera. La crnica pormenoriza que entre los buenos y nobles hechos del rey ste era digno de
ser reseado, porque supuso mayor conquista o triunfo que la toma de cuatro o
cinco castillos a sus enemigos. Despus Pedro retorn a su residencia, escuch
misa, comi y tuvo buena y honrada fiesta, en paz y alegre. La satisfaccin provocada por el ejercicio soberano de la justicia real qued recalcada en la crnica
con un viejo proverbio: no hay mayor enemigo que el familiar (cap. 133).
La prestacin del homenaje sirvi de ocasin excepcional para demostrar en
la crnica que la realeza se encontraba en la cima de la pirmide vasalltica que
vertebraba las relaciones internacionales. La flota expedicionaria que parti hacia
Alcoll en Berbera recal antes en Menorca para recibir el debido homenaje del
tributario islmico y, de paso, avituallar las bodegas. Mientras las tropas quedan
embarcadas, el rey con sus barones levant tienda en una pequea isla ante Mahn
para esperar al almojarife menorqun, quien de inmediato, avisado de la presencia
de Pedro, envi abundante y variopinto ganado como presente, hacindole saber a
travs de su legacin que se encontraba dispuesto a asumir la voluntad de aqul.
De hecho acudi presto con una galera para arrodillarse ante l, besarle los pies y
las manos, humillndose como siervo, ofrecindole oro y plata como presentes,
siempre predispuesto a cumplir todos sus mandamientos (cap. 79).
En ese protocolo de vasallaje no se percibe diferencia alguna respecto a otras
situaciones. Los sicilianos, rebeldes a la dominacin insular de Carlos de Anjou,
reconocieron a Pedro el Grande como seor natural por los derechos de sucesin
que correspondan a su esposa Constanza y a los hijos de ambos, razn por la que
le ofrecieron que tomara posesin del reino como tierra propia, al tiempo que se
predisponan a sostener su causa (cap. 87). Una protocolaria embajada present
unas cartas suscritas y autentificadas como credenciales, en las que las ciudades,
villas y castillos de Sicilia acreditaban la lealtad de su conjura. El rey asumi el
reto presentndose como liberador del tirnico gobierno francs. Desde el norte
de frica la flota se dirigi a Trapani, donde arrib el 30 de agosto de 1282. Una
solemne recepcin estaba prevista para honrarlo: los ricoshombres y caballeros se
adentraron en el mar con sus barcas para recibirlo y acompaarlo a puerto, pero
antes se arrodillaron a sus pies y le invitaron a bajar a su tierra. All, una larga
comitiva lo precedi a pie, conducindolo a caballo y bajo palio, guiado por los
barones y caballeros sicilianos. El rey no era presentado como un conquistador
sino como legtimo soberano, entonces reconocido por sus sbditos. Las doncellas y las gentes, acompaadas con instrumentos musicales, abran paso al cortejo mientras proferan gritos de bienvenida y arengas a favor del salvador, en un
recorrido urbano encortinado con paos de seda y oro, alargado hasta el palacio
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real. En esta ocasin, y asociada a la liturgia de los emperadores Stauffen, aparece la referencia explcita ms antigua al uso del palio, formado por un pao de oro
sostenido sobre cuatro lanzas para cubrir, presentar y realzar la figura del monarca.28 La recepcin culmin con un gran banquete y cuatro das de fiesta en las que
los sicilianos ofrecieron presentes de oro, plata y ricos paos de seda y oro (cap.
90). Mientras tanto, tambin aqu las tropas de Pedro el Grande quedaban embarcadas, dando mayor sentido ceremonial de recepcin e introduccin en la ciudad
por sus propios pobladores. Esta imagen metafrica qued completada con el acto
legitimador llevado a cabo en Palermo, donde el monarca concedi las costumbres
del rey Guillermo a los habitantes del reino, an cuando stas ya las respetaba
Carlos de Anjou, pues en esta ciudad idntica comitiva y protocolo local lo condujo hasta el palacio imperial. La concesin de las costumbres desencaden el
homenaje de los barones, caballeros, ricoshombres de las ciudades, de las villas y
todas las gentes de Sicilia. Despus, el protocolo se repiti en Mesina, donde le
esperaba una ciudad encortinada con paos de lujo, calles cubiertas de junco y
hierbas olorosas, y una poblacin que le ofreci juegos de formas diversas, sin
drnoslas a conocer. Cuando en abril de 1283, despus de concluir las operaciones militares, la reina Constanza junto a los infantes Jaime y Federico llegaban a
la isla fueron recibidos con grandes fiestas en las que se la presentaba como nieta del emperador Federico e hija del rey Manfredo, en un ejercicio pleno de legitimidad dinstica (cap. 103).
En un ambiente de latente enemistad Perpin se mostr contraria a presentar
el homenaje adeudado a Pedro el Grande (cap. 134). En abril de 1285, ante la inminente llegada de las tropas cruzadas, el rey se present acompaado de su hueste
ante las puertas de Perpin para ejercer su calidad de seor natural del reino vasallo de Mallorca y Roselln, heredado por hermano Jaime por voluntad testamentaria paterna. Jaime II de Mallorca estaba aliado con los angevinos y con el papado
en el proyecto de desposeer a Pedro de sus reinos, segn la sentencia papal de 21
de marzo de 1283, que condenaba la usurpacin aragonesa del reino de Sicilia,
cuya investidura haba sido concedida por Roma a Carlos de Anjou. Paradjicamente los guardias reconocieron al monarca y le hicieron saber su amor, aunque no
tardaron en arrojarle piedras y proyectiles, de modo que Pedro se vio obligado a
derribar las puertas para entrar en la ciudad feudataria, llegndose hasta la fortaleza donde su hermano segua negndose a recibirle, alegando enfermedad. Al da
siguiente el rey recorra la ciudad a caballo y sin armas, momento que aprovecharon las gentes al decir del cronista para demostrarle su gozo y afecto, besndole
28. Cfr. Sergio Bertelli, Il corpo del re. Sacralit del potere nellEuropa medievale e moderna,
Firenze, Ponte alle Grazie, 1990, pg. 91.
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sobre el monasterio de Sant Pere de Roses, lo que les abra el control de la costa
y el aprovisionamiento martimo para continuar la ofensiva (cap. 154). All el cardenal y legado papal para la cruzada coron rey a Carlos de Valois y lo invisti de
toda la tierra, dando lugar a dos das de fiesta (cap. 155). La capitulacin catalana de Gerona engendr gran alegra, gritos de victoria y algarada entre franceses
al tomar posesin de la ciudad (cap. 167).
Frente a estos gozos y alegras derivados de los xitos militares se contrapone
el duelo y la vergenza de la retirada, cuando el ejrcito francs en desbandada,
con gran prdida de haberes y de gentes, sufrieron el despiadado ataque en el Coll
de Panissars, el 29 de septiembre de 1285. Los almogvares e incluso de la marinera de la flota acudieron prestos para no perderse el festn de muerte y saqueo.
En el momento inmediatamente anterior, en el que pareca que se iba a producir
la gran batalla campal que pusiera fin a la guerra entre el rey de Francia y el rey
de Aragn, Pedro el Grande hizo saber y anotar que esa jornada hara desplegar
su seera, acto que no haba llevado a cabo desde su coronacin en noviembre de
1276. Toda la hueste qued alegre y pagada por la decisin real (cap. 167).
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nin de cortes o parlamentos (cap. 25 y 99); as como el juramento del primognito heredero del trono; etc., etc.; dieron lugar a grandes fiestas y alegras. El homenaje de la entrega de llaves en las ciudades sicilianas para ofrecer la seora a Pedro
el Grande (cap. 60) constituye otra ocasin de demostracin de alegras, previa a la
coronacin. El propio infante Jaime cuando logr el trono de Sicilia visit las ciudades para tomar posesin del reino, y ello le oblig a ir de convite en convite y de
placer en placer (cap. 150). En cualquier caso para Muntaner la ltima fiesta que
narra siempre resultaba ser la mejor y la mayor de las ofrecidas hasta entonces. A
esta alegre vivacidad, aderezada con concurridos banquetes, cabalgatas ldicas,
danzantes y musicales, o suntuosos torneos, se contraponen los duelos y lutos derivados de los decesos en la casa real. As se nos recrean los desgarrados gritos y las
desconsoladas lgrimas que provocaron el paso de las comitivas fnebres de Jaime
I y despus de Pedro el Grande por castillos, villas y lugares, cuando en vida y all
mismo se les haban ofrecido bailes y alegras (cap. 28 y 146).
Muntaner glosa la muerte de Jaime I el 27 de julio de 1276 y las repercusiones ceremoniales que l mismo atest. Segn su testimonio los pobladores de
Mallorca ordenaron que se celebrara anualmente la fiesta de San Silvestre en el
ltimo da del ao, fecha en la que fue tomada al asalto la ciudad de Mallorca,
para que se hiciera una procesin general con la seera del rey, y as que todas las
iglesias rogaran por su alma, para guardar a sus descendientes tambin y para instar la victoria sobre los enemigos de la Corona. En el mismo sentido, rogaba a
Alfonso el Benigno para que hiciera idntica gracia y merced a Jaime I el da de
San Miguel, 28 de septiembre, fecha de la capitulacin de la ciudad de Valencia,
y de este modo que los prohombres de Valencia convocaran una procesin general, en la que se implorara por el alma del rey, por el crecimiento y mejora de sus
descendientes y porque les diera la victoria a aqullos sobre sus enemigos. Tambin instaba a los clrigos a cantar misas y a los prohombres a realizar caridad
general y perpetua ya que entonces, segn su testimonio, todas las ciudades del
mundo la realizaban con carcter general, salvo Valencia, de modo que con esta
prctica piadosa la divinidad favoreciera la multiplicacin de los bienes de sus
pobladores.30 Pero en Valencia el consejo de Ramon Muntaner dado en torno a
1328 cay en saco roto, al menos durante diez aos, hasta 1338, quizs porque en
1329 march de Valencia a Mallorca, integrndose en la corte de Jaime III y en la
administracin real de Ibiza, donde falleci en 1336, dos aos antes del punto de
ignicin de la conmemoracin valenciana. Si en torno a 1325 la Iglesia y el municipio mallorqun comenzaron a celebrar con regularidad la Festa de lEstandard
para rememorar la conquista del 31 de diciembre de 1229 y a su hroe, en Valen30. Cfr. Crnica de Muntaner, Op. cit., vol. 1, cap. 28.
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rrollo de un modelo festivo que an despus presentara mayor complejidad parateatral, ldica y ceremonial.
Durante la estancia del infante Pedro en Pars, su cuado y su hermana, reyes
de Francia, le obsequiaron con las alegras habituales, pero se deja constancia especial de torneos y ejercicios blicos en los que particip aqul junto a otros caballeros y jvenes nobles para su deporte y solaz (cap. 37). Roger de Lauria, almirante
de Aragn, acogido como vencedor de la flota francesa en Zaragoza poco antes de
la coronacin del infante Alfonso, hizo construir un tablado o entarimado para probar puntera y destreza arrojando distintas lanzas e incluso naranjas, siendo premiados con las flores de campen Pedro el Grande y su hermano Jaime II de
Mallorca, considerados en la crnica los ms diestros caballeros de Espaa. Despus se organiz una tabla redonda, un torneo sin jerarquas inspirado en el modelo artrico, donde los reyes y grandes nobles se desposean de su rango para ponerse al mismo nivel de un squito de iguales caballeros todos con los que se
ejercitaban en distintas pruebas de armas. Tambin se construyeron dos barcas
armadas para una batalla naval de naranjas, tradas para la ocasin desde Valencia,
de modo que tras quince das de juegos y solaz segn se nos dice el almirante
ennobleci la fiesta y el infante tom la corona con gran alegra (cap. 155).
Mientras se espera a las vanguardias de la cruzada Pedro organiz un torneo
en Figueres con cuatrocientos caballeros, alineados en dos grandes equipos, el del
rey y el formado por Gisbert de Castellnou y el vizconde de Rocabert, un adiestramiento preparatorio del combate que fue considerado como una bella fiesta y
el ms bello hecho de armas en torneo desde los tiempos del rey Arturo (cap. 161).
Despus el rey march a Barcelona donde el almirante colg la seera para indicar que se comenzaba a enrolar gentes para el ejrcito, pero antes se organizaron
tablas redondas, torneos y ejercicios de competicin y de exhibicin con el fin de
propiciar un ambiente motivador. Todas las gentes del rey disfrutaron con ello,
iban de gozo en gozo y de baile en baile (cap. 163). Mientras los embajadores de
Alfonso el Liberal se reunan en Tarascn para acordar las paces con el legado
papal y Carlos de Anjou, l permaneci en Barcelona distrayndose con juegos,
torneos y competiciones, en las que tambin hubo tiempo para las danzas de caballeros, ciudadanos, hombres de las villas y de los oficios (cap. 173).
Las vistas que tuvo el rey de Aragn con el rey de Inglaterra en Aire sur lAdour (Gascua) sirvieron como excusa de una gran reunin familiar y de la corte,
a la que concurrieron caballeros y barones muy bien vestidos y pertrechados. All
Eduardo I demostr su liberalidad durante diez das con una gran fiesta en la que
se concertaron los esponsales de su hija con Alfonso el Liberal. El acuerdo alcanzado incremento las alegras y proporcionaron la excusa para que el rey de Aragn
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Roger de Lauria se arroj al suelo para besar los pies del rey, y despus las
manos, al ser nombrado almirante de Aragn, quien como vasallo honrara con sus
servicios a su seor (cap. 76). Cuando regres victorioso de la batalla bes las
manos de los infantes Jaime y Federico, que lo esperaban junto al mar en Mesina,
pero stos al descabalgar lo besaron a l en la boca. Despus cuando el almirante
pide rdenes al infante Jaime ste le indica que vuelva a subir a la galera para
hacer su fiesta o entrada triunfal en el puerto, y despus que vaya a presentar reverencia a su madre la reina. Una vez all y antes de aproximarse a Constanza, Roger
de Lauria bes por tres veces la tierra ante ella, y finalmente su mano, siendo recibido con buena y alegre cara (cap. 105 y 113). Sin embargo cuando la flota capitaneada por dos ciudadanos de Barcelona, Ramon Marquet y Berenguer Maiol,
regres victoriosa del combate contra la armada francesa fondeada en Rosas,
besaron el pie del rey, quien se limit a descabalgar, a abrazarlos y a presentar un
aspecto afable para con ellos. Al solicitar rdenes, Pedro rechaz la quinta parte
del botn capturado por la marinera, exceptuando los cautivos, y dej en manos
de aquellos capitanes su distribucin. Agradecidos stos volvieron a besarle el pie
y transmitieron la noticia a las galeras, donde la chusma jale y vitore al monarca (cap. 133). Cuando en 1309 el propio Ramon Muntaner fue nombrado capitn
de la isla de Gerba, frente a Tnez, orgulloso por el cargo recibido, hizo gala por
escrito de los poderes soberanos que le han sido conferidos con el mando. Entre
ellos citaba el homenaje de boca y de manos que singularmente le prestaron los
caballeros y escuderos por el castillo de Gerba y la torre de las islas Querquens
con el que se expresaba simblicamente que habran de guardar su persona como
si se tratase del mismo monarca (cap. 251-252). Ms tarde cuando se vio amenazado por las tropas de Roberto de Npoles reuni a los musulmanes que le eran
afines y mediante conveniencias les prometi un rico botn si le ayudaban en la
defensa, con lo que aqullos aceptaron prestar sus servicios con gran gozo y alegra, realizando un juramento ante Muntaner en el que se comprometan a presentarse en ocho das con cinco mil hombres a caballo, aunque segn se anota no
sin cierta paradoja l fue quien recibi y no dio el beso en la boca que corresponda al seor (cap. 259). En todos los dems casos se comprueba que los vnculos de subordinacin se demostraban mediante la genuflexin y el beso, de
modo que mientras se renda homenaje besando manos y pies en reconocimiento
de la superioridad tras el servicio prestado u ofrecido el seor lo aceptaba, ratificaba y confirmaba mediante el beso en la boca para significar la tutela, la jefatura y el agradecimiento en una relacin recproca.37
37. Cfr. Marc Bloch, La sociedad feudal. La formacin de los vnculos de dependencia, Mxico,
Uteha, 1958, pp. 168-169.
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38. Cfr. Bonifacio Palacios Martn, La coronacin de los reyes de Aragn, 1204-1410. Aportacin
al estudio de las estructuras medievales, Valencia, Anubar, 1975, pp. 78-79. Tambin Francesc Massip Bonet, La monarqua en escena. Teatro, fiesta y espectculo del poder en los reinos ibricos, de
Jaume el Conquistador al Prncipe Carlos, Madrid, Comunidad de Madrid, 2003, pp. 13-32.
39. Cfr. Crnica de Desclot, cap. 73.
40. Cfr. Crnica de Muntaner, cap. 29.
41. Cfr. Crnica de Muntaner, cap. 33 (Carlos) y 103 (rei del xapeu).
42. Cfr. Crnica de Muntaner, cap. 63 (Pedro en Sicilia), cap. 148 (Jaime), cap. 185 (Federico).
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menor, pero con el pomo y el cetro de oro acudi a la mesa del banquete, junto a
sus cortesanos y sbditos, pues la puerta estuvo abierta para todos. A cada plato
le corresponda una danza, y en la sobremesa vespertina se recitaron canciones y
poemas, comenzando por el serventesio de un juglar, compuesto a la sazn por el
infante Pedro para glosar los significados de los smbolos: el cetro de la justicia y
el pomo del poder sobre los reinos.
Los cronistas del Ceremonioso detallan que en aquella misma ocasin, el da
de Pascua de 1328, el infante Alfonso se coron rey en la iglesia de San Salvador
de Zaragoza, tal y como marcaba la tradicin, una fiesta descrita ahora en relacin
con el alegrico protocolo ms que por la alegre exhibicin de caballeresca majestad que percibi Muntaner. La vspera al oscurecer el rey y los caballeros partieron del palacio de la Aljafera formando una comitiva iluminada, dispuesta a pasar
la noche en la iglesia como rito inicitico. Al da siguiente, domingo, y en clara
alusin a la resurreccin de Cristo y al renacer como caballero y rey coronado
retornaron al palacio. Siguiendo al rey y cabalgado sus monturas de dos en dos,
los caballeros eran precedidos por un jinete que exhiba sus espadas, atendiendo a
la estricta prelacin derivada de su rango. Segn se dice el rey arm caballeros a
dieciocho nobles y stos a su vez a los miembros de su squito estableciendo una
correlativa red de compromisos (cap. I, 43). En el palacio se celebr una gran y
solemne fiesta a la que asistieron prelados, barones, caballeros, sndicos de las
ciudades y de las villas, todos los cuales participaron de un gran banquete en el
que se hicieron grandes dones, grandes alegras y grandes bailes, tal y como perteneca a buen seor y nuevo rey (cap. I, 39). Antes de la coronacin el infante
Alfonso haba jurado los privilegios, constituciones, usos y franquicias en Barcelona, donde fue reconocido rey y donde tom juramento de fidelidad y homenaje
a los catalanes por sus feudos (cap. I, 43).
Por el contrario Pedro el Ceremonioso, tan amante de las tradiciones, comenz su reinado alterndolas, pues decidi coronarse antes en Zaragoza y despus
marchar a Catalua a jurar sus leyes privativas, creando con esta medida evidente
malestar (cap. II, 3-5). Tambin eligi como fecha clave la Pascua de 1336, pero
hubo de posponerla ocho das porque no haba llegado el correo con la autorizacin pontificia al arzobispo de Zaragoza (cap. II, 7). El procedimiento seguido fue
idntico al desarrollado por su padre, si bien en vez de velar armas durmi sobre
una cama en la iglesia mientras en las calles se sucedan las alegras y los cnticos nocturnos. A la salida del sol fue vestido en la sacrista por el clero, y despus
de algunos titubeos ante el altar, en el momento cumbre, decidi seguir el consejo de Ot de Montcada impidiendo al arzobispo participar en modo alguno en la
coronacin, un acto que en tal caso ira en su detrimento y provocara la subyugacin del reino, al significar el reconocimiento de la investidura y de la infeu-
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dacin papal. El mismo Ceremonioso se autocoron y tras la misa jur los fueros
y ordenamientos del reino de Aragn, recibiendo la ovacin de sbditos, ante los
cuales y a caballo se mostr exhibiendo el cetro en la mano derecha y el pomo en
la izquierda. La montura fue uncida con cadenas de plata y como las riendas fueron guiadas por los ricoshombres de Aragn, los prohombres de Zaragoza y los
sndicos de las villas del reino, adems de representantes del reino de Valencia y
algunos de Catalua, junto a la tolerada e inusitada participacin de los vasallos
sardos, Mariano y Juan, hermanos del Juez de Arborea. A lo largo del itinerario
de regreso al palacio la comitiva encontr torneos, juegos de armas y bailes, que
se ejecutaban a su paso en distintas partes de la ciudad. La Aljafera fue completamente encortinada con paos de seda y oro, y aderezada con mesas para comer,
donde toda la comitiva particip del gran banquete mientras escucharon los melodiosos cnticos de juglares. La comida del rey fue servida y acompaada por los
barones del reino en el ejercicio de sus funciones domsticas y ttulos honorficos
en la casa real. Durante dos das el palacio estuvo abierto para todo aqul que
deseara comer, y segn la crnica, el primer da lo hicieron ms de diez mil personas (cap. II, 8-15). Todava en 1339 el rey no usaba comer en la misma mesa
tal y como consentira despus con sus nobles y caballeros (cap. II, 35).
Antes de partir el rey convoc Cortes a los aragoneses, y despus march Lrida para congraciarse con los descontentos catalanes, cuyas reticencias se haban
expresado con el rechazo de los oficiales reales nombrados desde Zaragoza sin
haber jurado sus usos y costumbres (cap. II, 16), aunque cuando el monarca se
prest a confirmarlos fue recibido con gran fiesta y alegra (cap. II, 23). En las
cortes catalanas los barones, prelados, ricoshombres, caballeros y gentes de las
villas prestaron juramento de fidelidad al rey en calidad de conde de Barcelona.
Desde all Pedro march a Valencia para celebrar Cortes, donde fue jurado rey
(cap. II, 21-26). Es decir, en el texto del Ceremonioso aparece claramente asociado el acceso al trono, la coronacin y la asuncin del poder, con el festejo inherente al homenaje debido por los sbditos, e inmediatamente anterior al desempeo de las funciones legislativas con la reunin de las Cortes de cada reino. Una
actitud muy ligada al gusto del monarca por realizar discursos o sermonear a sus
sbditos en las ms dispares ocasiones: durante el duelo paterno (cap. II, 1), en las
reuniones parlamentarias (cap. IV, 23), en las recepciones ciudadanas (cap. III,
169), ante las tropas (cap. V, 17), etc., con el nico fin de explicar las decisiones
de gobierno y de justificar con argumentos legtimos su actitud de buen y recto
monarca. Si en las crnicas anteriores ya se aluda en algunas ocasiones aisladas
a las conferencias o predicaciones singulares, realizadas por los monarcas ante sus
sbditos, en el caso del Ceremonioso las alocuciones regias son de una presencia
abrumadora.
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prestar reverencia a Santa Ana y a armar algunos caballeros en la capilla del castillo (cap. III, 35). Al da siguiente, 1 de junio de 1343, escuch misa en la seo,
hubo alegras, convite y el correspondiente pregn para hacer saber que el Ceremonioso privaba a Jaime III y reservaba para s el ttulo de rey de Mallorca (cap.
III, 36). Dos das despus recibi homenaje y juramento de fidelidad de caballeros, hombres de paraje, ciudadanos y poblacin en general, nombrando procuradores para recibirlo de todos los habitantes de la ciudad, en especial de todos los
lugares de la isla, de Menorca e Ibiza, y de las fortalezas de Alar, Montueri y
Pollena, actos certificados mediante escrituras pblicas que se alargaron durante
ocho das (cap. III, 40-42). Siguieron los juegos de armas y torneos habituales de
las celebraciones regias (II, 46). El 22 de junio Pedro el Ceremonioso se exhibi
coronado para ofrecerse al besamanos de los jurados y prohombres de la ciudad,
para lo cual imit el exclusivo protocolo de la coronacin zaragozana en la catedral de Mallorca. Tras la pertinente vigilia sali de la sacrista investido con todas
las insignias reales, oy misa en altar mayor, se mostr ante el pueblo en un sitial,
dio gracias a Dios y a la Virgen por permitir que se realizase su justicia mediante
la confiscacin del reino y con una alocucin explic el derecho que avalaba su
decisin. Despus el vicecanciller ley un extracto del proceso realizado a Jaime
y el secretario la indisoluble decisin de unir el reino de Mallorca a la Corona de
Aragn. Terminado el acto una noble comitiva formada por los barones, ciudadanos y caballeros lo condujeron bajo palio y sobre su montura hasta el palacio de
la Almudaina, donde el rey ofreci un banquete a todos los asistentes con una gran
fiesta, general y solemne (III, 47-48).
Del mismo modo, las victorias en el Roselln tampoco dieron lugar a gozos y
alegras festivas. Argilers fue tomada tras un asedio, pero con la capitulacin final
sus cnsules y ciento cincuenta prohombres prestaron homenaje y juramento de
fidelidad el 6 junio 1344. A cambio vieron confirmados sus privilegios y fue perdonada su rebelin. Pedro coloc sus seeras en las torres ms altas; entr en la
ciudad con una pequea comitiva; la poblacin le bes las manos; dio las gracias
a la Virgen en la iglesia; realiz el pertinente discurso sobre el derecho que le legitimaba tras soportar las felonas de Jaime III; concedi nuevos privilegios y arm
caballeros (cap. III, 125). Un procedimiento que se repiti en Cotlliure (cap. III,
139-147); en Elna, donde gentes y mujeres salieron a recibir al rey y le besaron
los pies y las manos, obteniendo el perdn regio (cap. III, 160); en Perpin, donde unos frailes fueron encargados de predicar en torno a la legtima actuacin del
monarca y a la indisoluble vinculacin a la Corona (cap. III, 166); y en Puigcerd,
donde las gentes quedaron pagadas y reafirmadas en su devocin al rey (cap. III,
174). Slo tras el rescate definitivo del Roselln Pedro retorn a Barcelona, donde fue recibido el 10 septiembre de 1344 con mucha solemnidad y alegra (III,
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al rey tras la derrota de los unionistas en pila, la ciudad renunci a sus privilegios para que se castigase a los culpables, facilitando las inquisiciones de los
alguaciles regios. El mismo Pedro ley las trece sentencias de muerte en la Aljafera, confisc los bienes de los huidos por haber incurrido todos ellos en crimen
de lesa majestad, y los reos fueron ahorcados en distintos puntos de la ciudad (IV,
46). Despus celebr Cortes para condenar pblicamente la Unin, el sello utilizado por los conjurados fue troceado de forma ritual y sus escrituras quemadas en
el Convento de Predicadores lugar donde solan reunirse para borrar cualquier
memoria de aquella sedicin (cap. IV, 49). Durante una alocucin especfica realizada en la iglesia del Salvador el rey desarroll el tema del ejercicio de misericordia que entonces iba a poner en prctica pese a las injurias y perjuicios recibidos al otorgar su perdn, slo inspirado en la justicia de sus antepasados y de
las Sagradas Escrituras (cap. IV, 50). Por el contrario, toda la ira regia se desat
en Valencia tras la derrota de los unionistas en Mislata. Segn su parecer la ciudad mereca ser quemada, destruida y arada de sal para que nunca jams nadie la
pudiera habitar de nuevo. Sus consejeros lo evitaron al indicarle que pagaran justos por pecadores, ya que sus leales haban padecido las sacas nocturnas del terror
unionista (cap. IV, 60), y que sta era la tercera ciudad de sus reinos, la cual contaba en su haber con numerosos servicios prestados a sus ancestros. Las razones
aducidas sirvieron para atemperar el castigo y conceder el perdn, que no evit
los procesos, sentencias, confiscaciones y revisin de todos los privilegios dados
por la monarqua a Valencia para derogar los que su libre arbitrio considerase conveniente (cap. IV, 57). En Valencia Pedro entr poderosamente con su ejrcito, dio
las correspondientes gracias a Dios y profiri el sermn al pueblo, subrayando la
gravedad del crimen cometido y la excelencia de la misericordia real. Segn la
crnica en total fueron condenados a muerte veinte lderes unionistas: cuatro
generosos que fueron decapitados; tres juristas y los dems menestrales y mercaderes, unos ejecutados en la horca y otros arrastrados por las calles y ahorcados,
pero algunos antes de subir al cadalso hubieron de sufrir un ltimo tormento al
obligarles a beber el metal fundido de la campana de la Unin.44
Esta extraordinaria crueldad fue respuesta directa a las humillaciones padecidas en persona por el propio Pedro el Ceremonioso durante su anterior estancia en
Valencia cuando los unionistas recibieron por vez primera a la reina Leonor de
Portugal como seora, en la pertinente recepcin ciudadana tal y como era costumbre, aunque los monarcas haban llegado all escoltados por los unionistas de
44. Cfr. Mateu Rodrigo Lizondo, La Unin valenciana y sus protagonistas, Ligarzas 7 (1975)
pp. 158-160. Sobre las consecuencias de la Unin cfr. del mismo autor La Unin de Valencia (13471348). Una revuelta ciudadana contra el autoritarismo real, Valencia, Tesis doctoral indita, 1987.
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Morvedre. Das despus los oficios y la poblacin continuaba sus bailes y juegos,
hasta que despus de comer, en la tarde del domingo de Ramos, una cabalgata
comitiva festiva con trompas, juglares y danzas se transform en una explosiva
manifestacin popular en la que las alegras se trocaron en un subversivo furor
contra los oficiales del rey que rechazaban las reivindicaciones de la Unin. Con
un agresivo tumulto la poblacin invadi el Real, derribando puertas y registrando las habitaciones para encontrar a los odiados juristas roselloneses que asesoraban a Pedro el Ceremonioso (cap. IV, 30-40). No obstante, con una breve alocucin ste no slo detuvo a los insurrectos sino que los puso de su parte frente a las
tropas del infante Ferrando, de modo que la poblacin en una situacin tensa se
interpuso entre ambos, hasta que el Ceremonioso para dar tranquilidad a sus servidores y apaciguar a las gentes levantiscas bes en la boca al infante de forma
pblica y conciliatoria, como seor natural que era. La comitiva festiva volvi a
entrar en la ciudad y, despus de cenar, aquella turba a la vez festiva e iconoclasta se encamin bailando hacia el Real, volvindolo a invadir y obligando de forma humillante a los reyes a participar en las danzas que ellos mismos practicaban.
El barbero Gonalbo y sus secuaces pagaran por ello con el extremo ensaamiento del Ceremonioso (cap. IV, 60).
Mientras que el itinerario de los monarcas descrito por Muntaner estaba jalonado por las fiestas que se le ofrecan en las ciudades y villas que visitaban, slo
en ocasiones especiales el Ceremonioso hace referencia a esas recepciones ceremoniales, que adems en su crnica aaden un componente militar apenas intuido en las referencias de las crnicas anteriores, cuando stas hacan alusin a que
las gentes los haban recibido a pie y a caballo con ciertas exhibiciones. Tras la
conquista de Cerdea el infante Alfonso era recibido con gran honor en todos los
lugares, segn su entidad, de modo que las gentes le salan al paso con armas y
danzando (cap. I, 42). Cuando Pedro el Ceremonioso lleg a Lrida para jurar las
leyes catalanas le esperaban ante las puertas cien hombres armados a caballo y
numerosa infantera (cap. II, 23). Los zaragozanos movilizados por la Unin y los
infantes aguardaban al Ceremonioso en el camino con una fuerza castellana y aragonesa, formada por ricoshombres, caballeros, ciudadanos y hombres de las villas
que acompaaron al rey hasta la Aljafera, donde despus lo abandonaron porque
no consenta en otorgarles sus peticiones (cap. IV, 22 y 29).
Cuando el 1 de agosto de 1336 los jurados, el procurador real, el baile general
y el justicia de Valencia acordaron el protocolo de recibimiento del monarca
durante una sesin plenaria del Consell slo se preocuparon de ordenar los preparativos de la milicia. Las compaas de infantera de los oficios con sus estandartes jalonaran el camino desde la cruz de trmino del Puig hasta la ciudad, al
igual que la caballera armada y ligera, ninguna de las cuales habr de entrar en
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BALANCE FINAL
A lo largo del perodo abarcado los ritos y gestos de la realeza considerados
dignos de ser incluidos en la memoria real, al lado de los grandes hechos militares, siempre son los mismos. Las descripciones de las crnicas son ms oscuras
en cuanto que relatan hechos del pasado ms lejano. No obstante, las referencias
indirectas son lo suficientemente elocuentes como para hacernos entender que
aquellos ritos y gestos ceremoniales, descritos posteriormente con mayor nitidez,
ya se producan desde principios del siglo XIII, tal y como se enuncian entre los
recuerdos de Jaime I. Las vistas reales, el homenaje feudal, el justicialismo
monrquico, el armamento de caballeros, la recepciones ciudadanas, la celebracin de las victorias, los duelos y lutos derivados del bito regio, los esponsales o
las alegras por el natalicio del deseado heredero del trono, constituyen las principales actitudes pblicas de la monarqua, susceptibles de ser consignadas por
escrito y resaltadas de forma sobresaliente en la cadencia de hechos biogrficos
de los monarcas, si bien cabe insistir al menos en dos lneas simultneas en las que
se ejerci y se codific la memoria regia.
La primera asociada a la dinasta. El regular recurso a la identidad herldica
de la casa de Aragn se detalla con la incorporacin comn y regular de alusiones
a la seera real, como emblema distintivo y singular en las acciones ms gloriosas de una larga sucesin familiar. Las hazaas y conquistas relatadas en cada
45. Cfr. Salvador Carreres Zacars, Ensayo de una bibliografa de libros de fiestas Op. cit. vol.
2, pp. 1-4 (para 1336); vol. 2, pp. 27-31 (para 1373); y vol 1, pg. 10 (para 1345).
46. Con anterioridad algunas ancdotas aisladas permiten hacernos una idea de los juegos que se
presentaban al paso del rey, cuando Pedro acudi a Barcelona para celebrar Cortes y encontrar el apoyo cataln contra los unionistas aragoneses marcha acompaado de su hermano el infante Jaime, ya
enfermo, quien haba perdido la visin y no era capaz de contemplar las acrobacias de un hombre al
caminar en equilibrio sobre la cuerda floja que atravesaba la calle de extremo a extremo (cap. IV, 34).
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EL ENTORNO FEMENINO
DE LOS REYES DE ARAGN
MARA DEL CARMEN GARCA HERRERO
Universidad de Zaragoza 1
1. Para la realizacin de este trabajo he contado con una ayuda del Programa Europa XXI (DGA
CONAI y CAI) n CH42/08. Esta investigacin se inserta en el Proyecto I+D del Ministerio de Ciencia e Innovacin con cdigo HAR2008-02512, del que soy investigadora principal.
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las reinas.2 No es ahora el momento de abordar el grado de credibilidad o coherencia que hemos de atribuir a Violante, o cules son los intereses dinsticos y propios que subyacen en la redaccin de la misiva; antes bien, lo que enfoca nuestra
atencin en este momento es la teora poltica que Violante conoce y despliega con
elocuencia para que alcance a Mara conmovindola, de manera que influya en ella
y dirija su accin. El texto de Violante, escrito con la cuestin napolitana como
teln de fondo, tiene el objetivo de restablecer la paz entre las casas de Aragn y
de Anjou, y es en este contexto de pugna en el que se explicita y subraya la misin
mediadora y pacificadora que, se sostiene, han de asumir las soberanas.
En el documento epistolar se ponen de manifiesto cuestiones claves para la
comprensin de la poltica medieval y del importante papel que asumieron en la
misma las mujeres poderosas. As, por ejemplo, se evidencia cmo se entremezclan los aspectos personales y polticos, lo tenue que es la lnea divisoria que separa lo privado de lo pblico y cmo las redes relacionales femeninas operan e intervienen en los asuntos de gobierno.3
Violante de Bar habla en su nombre y como portavoz de su hija Violante de
Aragn, duquesa de Anjou, llamada reina de Jerusaln y de Sicilia, y madre de
Luis III de Anjou. Violante de Anjou ha enviado embajadores a la reina de Aragn, dice su madre, e ao per lo gran desig que ha que entre nostre car nebot, lo
rey, marit vostre, e nostre car fill e de la dita reyna, nostra filla, lo rey Luis, hagues
pau, amistat, e concordia, segons deu haver es pertany entre dues persones de una
casa e de una sanch procehins.
Acto seguido, el Demonio, llamado el enemigo antiguo, irrumpe en el relato como pertinaz sembrador de discordia y cizaa, y as, en un prrafo magistral
que empieza y termina con la actuacin diablica, se inserta la figura de Juana II
de Npoles, caracterizada por Violante de Bar como una mujer extraa en tanto en
cuanto est fuera de parentesco, desconocida, indiferente en lo tocante al honor
de la casa de Aragn, engaosa y solamente movida por su inters.
Frente a la disgregadora labor del Maligno y sus secuaces se alzan Dios,
defensor de la justicia y de quien proceden todos los bienes, y la esperanza de que
2. La carta se conserva en el Archivo de la Corona de Aragn (en adelante ACA), Registro de Cancillera Real (en adelante Reg.) 2052, f. 106 y ha sido publicada por Dawn BRATSCH-PRINCE, Violante de Bar (1365-1431), Madrid, Ediciones del Orto, 2002, pp. 88-90. Piezas maestras anteriores de
la correspondencia de la reina en VENDRELL GALLOSTRA, Francisca, Violante de Bar y el Compromiso de Caspe, Barcelona, Real Academia de Buenas Letras, 1992.
3. Aspectos que pone de manifiesto el trabajo de ngela MUOZ FERNNDEZ, Semper pacis
amica. Mediacin y prctica poltica (siglos VI-XIV), Arenal, vol. 5, n 2 (1998), pp. 263-276.
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por su infinita clemencia har que el desencuentro no prospere y los reyes compartan un corazn y una misma voluntad. Sin embargo deja ver Violante Dios
precisa, en este caso concreto, de la intercesin de doa Mara, quien debe acoger
a los embajadores de su hija y despus trabajar esforzadamente para que entre los
dos reyes haya paz, concordia y amistad. De esta paz, ansiada por Violante de Bar,
se seguir reposo para el rey de Aragn, puesto que la paz debe ser abrazada por
todos los reyes para descargo de sus conciencias y tranquilidad de sus vasallos.
El escrito finaliza con unas interesantsimas reflexiones acerca de la tarea
mediadora monrquica femenina, una faceta inherente a su oficio y un hbito que
mucho adorna a todas las reinas, como Violante dice saber por experiencia. Por
esta razn madre e hija quieren vestir dicho hbito de pacificadoras y, desde ah,
establecer contacto con Mara, rogndole con insistencia que entre las cuestiones
de gobierno que debe cuidar, tome en consideracin tambin la que les preocupa,
ya que esto ser grato a Dios y adems Mara obtendr gran renombre en el mundo. Violante de Bar se ofrece a realizar gustosamente aquellas cosas que la reina
de Aragn estime oportunas para obtener xito en la empresa comn.4
La carta de Violante de Bar materializa de modo riguroso y detallado la secular expectativa social de que las reinas fueran agentes de paz y convenio, una
esperanza bien arraigada en el Medievo como demuestra el hecho de que entre el
siglo VI y el primer tercio del siglo XIV, de las doce mujeres reinantes que alcanzaron el status de la santidad reconocida, cinco de ellas fueran elevadas a los altares, en gran medida, por su implicacin directa en procesos de creacin y mantenimiento de la concordia.5
Los deseos de Violante de Bar llegaban a buen puerto, pues Mara de Castilla
fue una trabajadora incansable por la paz, hasta el punto de que algunos de sus
4. Ms de 30 aos despus, el 1 de septiembre de 1445, la reina Mara, a su vez, diriga una carta a
la noble madona Margarita, mujer de mosn Ramn Guilln de Moncada, pidindole que interviniera en
el asunto que enfrentaba a su marido con mosn Bernat de Boxadors, puesto que Moncada se haba llevado un vasallo del segundo. La reina recurra a Margarita para que, utilizando su influencia, hiciera ver
a su marido que no le era de gran utilidad tener un vasall ms o menos, y que, atendida su condicin,
deba realizar la devolucin y aventajar al otro en gracia y cortesa, ACA, Reg. 3191, ff. 93-93v. Nueve
aos despus, el 15 de abril de 1454, doa Mara escriba a la reina de Navarra pidindole que mediara
con su marido aadiendo: en esto somos cierta hi podeys mucho fazer, ACA, Reg. 3215, f. 170.
5. MUOZ FERNNDEZ, Semper pacis amica, especialmente pp. 266-268. No slo se
esperaba que las mujeres poderosas fueran pacificadoras; de la bsqueda de la paz por las mujeres del
comn, a veces asumiendo serios riesgos, proporciona muy buenos ejemplos CRDOBA DE LA
LLAVE, Ricardo, El homicidio en Andaluca a fines de la Edad Media, Granada, Universidad de Granada, 2007, pp. 108-110, quien a su vez remite a la labor pacificadora femina evidenciada por las
investigaciones de Claude Gauvard, Juan Miguel Mendoza e Iaki Bazn.
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antiguos bigrafos, como Ferran Soldevila, no dudaron en afirmar que su compromiso constante con la accin mediadora fue una causa seria de desgaste de su
siempre delicada salud.6 Las actuaciones ms conocidas como pacificadora de la
reina Mara se desarrollaron en la guerra que enfrent durante lustros a Castilla,
Aragn y Navarra, cuestin aosa en cuyos intentos de solucin Mara tuvo buena maestra, pues primero reforz y despus prosigui la labor intercesora que
haba emprendido su suegra, doa Leonor de Alburquerque.
La reina madre o reina vieja doa Leonor, viuda de Fernando I de Antequera,
actu en diversas ocasiones intentando apaciguar a los reyes y nobles en liza, todos
emparentados con ella. Doa Leonor era la madre de Alfonso V de Aragn, del infante Enrique, de Juan de Navarra el futuro Juan II de Aragn y de Mara de Aragn,
casada con Juan II de Castilla. Esto le procuraba una notable autoridad e influencia
entre los contendientes que ella trataba de ejercer en favor de la concordia.
En 1421, cuando su hijo, el infante don Enrique7 entr en Castilla: la reina de
Aragn, su madre, vista tan arriscada determinacin, fue al rey [Juan II] que estaba en Arvalo a suplicarle que diese orden cmo el infante no recibiese agravio, y
a su hijo hizo cesar en aquella porfa.8 Aos despus, en 1429, en los confunsos
acontecimientos con distintas cronologas segn las diversas fuentes, trat de
secundar algunas de las intervenciones pacificadoras de su nuera Mara, reina de
Aragn. Segn la Crnica del Halconero de Juan II, el da de Santiago del mencionado ao, la reina Mara, acompaada por el cardenal de Foix, tuvo que abandonar el campamento militar de su hermano, el rey de Castilla, la qual parti descontenta, e sin nenguna rrespuesta; e tornse a Calatayud, donde estava su marido
el rrey don Alfonso de Aragn, e el rrey don Juan de Navarra.9 Una semana despus, doa Leonor de Alburquerque insista en la labor conciliadora: El lunes pri-
6. SOLDEVILA, Ferran, La Reyna Mara, muller del Magnnim, Sobiranes de Catalunya, Barcelona, Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 1928, pp. 213-347. La quebradiza salud de la
reina ocupa tambin a GIMNEZ SOLER, Antonio, Retrato histrico de la reina doa Mara, Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, I (1901), pp. 71-81. Vid. tambin el captulo
que le dedica MIRON, E. L., Las reinas de Aragn: sus vidas y sus pocas, Valencia, Prometeo, sin
fecha de publicacin.
7. Enrique (c. 1400-1445), conde de Alburquerque y Ledesma, maestre de Santiago, duque de
Villena, conde de Ampurias, cas con 1 (1420) Catalina, hija de Enrique III, rey de Castilla. 2 (1441),
Beatriz de Benavente. Datos tomados de VV.AA., Los Reyes de Aragn, Zaragoza, Caja de Ahorros de
la Inmaculada. Col. Mariano de Pano y Ruata, n 7, 1993. Desplegable con las Genealogas de Aragn.
8. ZURITA, Jernimo de, Anales de Aragn, ed. de A. Canellas Lpez, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 1980, vol. 5, p. 570.
9. Crnica del Halconero de Juan II, Pedro Carrillo de Huete, edicin y estudio por Juan de Mata
Carriazo, Madrid, Espasa-Calpe, 1946, p. 40.
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mero da de agosto, este da por la maana, a ora de teria, vino all la rreyna vieja doa Leonor de Aragn, muger del rrey don Fernando, madre de los rreyes de
Aragn e de Navarra, e suegra del Rey de Castilla.10 En palabras de Jernimo
Zurita: Y pas el rey de Castilla a poner su real cerca de Medina Celi, y de all
despidi a la reina doa Leonor que vena procurando que no se llegase a dar la
batalla entre el rey de Castilla y sus hijos.11
Este trasiego de suegra y de nuera intentando evitar la conflagracin trajo
amargas consecuencias para la primera cuando Juan II de Castilla, su yerno, dio
en sospechar que su intervencin no era neutral, sino interposicin en favor de sus
hijos.12 El captulo XXXIII de la Crnica del Halconero, uno de los ms bellos y
tristes de la misma, relata cmo se produjo el enclaustramiento de la vieja reina
en el monasterio de Santa Clara de Tordesillas en 1430. Doa Leonor, que recel
de las intenciones de su yerno, se neg a entrar en el monasterio, y por mucho que
el rey castellano le rogaba que accediese porque eso sera en su honra, no pudo
con ella.13 Fue transcurriendo el da, y la reina negoci las condiciones de su
encierro, entre otras que quedaran con ella una duea y dos mozas que la sirviesen. Ya se haba puesto el sol cuando la reina, acompaada por el halconero mayor
del rey, Pedro Carrillo, autor de la crnica, acudi a Santa Clara:
E desque la llevaron al primero escaln de la escala levadia, volui a sus
dueas e donzellas, e dxoles: Amigas, a Dios vos encomiendo, que yo entro en
este monesterio, donde el Rey mi fijo me manda entrar. E yo fo en Dios e en su
merced, que l guardar mi honrra e mi estado, segn que la rrazn lo da. E l que
aqu me pone, l me sacar; e en tanto, encomindovos a Dios e a su merced. E
diles manos e paz. E los gritos dellas fueron tan grandes, e de las donellas e de
las dueas, que no ovo ombre en el mundo que no obiese lstima.14
Fue en el verano de 1429 y a raz del fracaso como conciliador del cardenal don
Pedro de Foix, legado de Roma, cuando tuvo lugar la accin pacificadora de doa
Mara que dej una profunda huella tanto en sus contemporneos como en la memoria colectiva, a juzgar por el nmero de autores que nombran o recrean el mismo.15
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El da 2 de julio de 1429,16 en los terrenos de Cogolludo, los ejrcitos de Castilla, y los de Aragn y Navarra haban establecido sus respectivos reales y estaban dispuestos a iniciar la lid. Entonces lleg la reina precipitadamente, pues sostiene la Crnica de Don lvaro de Luna que vena no a jornadas de reyna, ms
de trotero, y en medio del campo de batalla plant una tienda e inici las negociaciones.17 La guerra se detuvo an antes de empezar, y el buen hacer de doa
Mara se sald con la aceptacin, por parte de su hermano, de tres condiciones: el
rey de Navarra conservara todas sus posesiones castellanas, el infante Enrique
quedara a salvo, y cesaran los pregones que el rey de Castilla haca a sus gentes
convocndoles a luchar contra los reyes de Aragn y de Navarra. Aceptados estos
tres puntos por los castellanos, Alfonso y Juan regresaran acto seguido a sus respectivos reinos y no volveran a atacar a Castilla. No obstante, la reina an tuvo
que interceder de nuevo en Almazn ante Juan II, pero logr evitar la contienda.
Un cronista valenciano annimo, el capelln del rey Alfonso, escribi: Be fon
digna cosa metre tals actes en libre e memoria als que en aprs vendran, com la
dita senyora reyna concord lo rey de Castella e rey dArag, per dos veguades.18
La mediacin de doa Mara fue plasmada de muy diversos modos en los diferentes relatos. Si bien hay acuerdo en cuanto a que su accin fue indubitable, decisiva y digna de elogio, los discursos historiogrficos concedieron protagonismo
mayor o menor en los hechos a ciertos personajes, y procedieron a narrarlos con
intenciones y ambientaciones diversas. As, por ejemplo, el papel del condestable
don lvaro de Luna queda magnificado en su Crnica hasta en el detalle de que
fue l quien prest a la reina la tienda que sta coloc en el campo de batalla.19
Por su parte, la castellana Crnica del Halconero, significativamente liquida con brevedad la accin mediadora de doa Mara, y la carga de finalidad atribuyndola a la desventaja blica de aragoneses y navarros frente a las huestes
de Juan II:
16. La Crnica del Halconero sita estos hechos el mircoles da 30 de junio, vid. p. 38.
17. Crnica de don lvaro de Luna, ed. y estudio Juan de Mata Carriazo, Madrid, Espasa-Calpe,
1950, p. 82. El cap. XXI, lleva el siguiente ttulo: Cmo otro da las batallas de los reyes e del Condestable se acercaron, e fueron a punto de pelear; e se fiziera, salvo por la reyna de Aragn, que a grandes jornadas vino ende. E de lo que con ella se concert; e cmo apresuradamente se volvieron los
reyes la va de Aragn, p. 81. Ms parco, ZURITA, op. cit., p. 701, enuncia: La reina de Aragn puso
su tienda entre los dos campos y por su industria ces la guerra.
18. Cita SOLDEVILA, op. cit., pp. 229-230.
19. Desde esta tienda doa Mara y don Pedro de Foix, legado de Roma, se desplazaban de un ejrcito a otro intentando lograr los acuerdos, Crnica de don lvaro de Luna, p. 82: E demand al Condestable una tienda, la qual le di, e ella la fizo poner enmedio de las dos huestes, e de all iban ella e
el cardenal a los unos e los otros.
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Cuando la tregua finaliz, en 1435, los reyes de Aragn y de Navarra se encontraban en Italia, de manera que fueron doa Blanca de Navarra y doa Mara de
Castilla, reina de Aragn, quienes llevaron adelante las gestiones diplomticas
precisas para prorrogarla. En noviembre de dicho ao, Mara se hallaba en Soria
negociando de nuevo con su hermano en un encuentro que, en esta ocasin, result muy grato.23 Desde la ciudad castellana, la reina escribi el 15 de noviembre a
los consejeros de Barcelona transmitindoles las buenas nuevas:
Prohmens. Notificam-vos com entre ns e lo rey de Castella, nostre molt
car e molt amat frare, s estat atorgat e concordat sobresehiment de la guerra
dac per to lo mes dabrill primer vinent [] De la qual cosa havem sentiment
que tots los de Castella han haut plaer e ax mateix creem quel ne haureu
vosaltres.24
En la correspondencia de la reina doa Mara se evidencia, una y otra vez, la
alegra profunda que siente la reina cuando los conflictos se resuelven por medio
de acuerdos, y el desasosiego y tristeza que experimenta cuando no se alcanzan
los trminos que permitan el pacto. El 29 de enero de 1444, desde Valencia, la reina escribe al justicia, jurados y hombres buenos de Huesca felicitndoles por
haber puesto en manos de dos rbitros las diferencias que tienen con don Lope
Jimnez de Urrea:
Entendido hauemos que vosotros hauries firmado o concordado firmar compromes en poder den Ramon de Castellon e den Ramon de Sanguessa con el
Noble don Lop Ximenez dUrrea o su procurador sobre todas las questiones que
serian entre vosotros e ell por causa de los lugares dArbanies e Castellon dArbanies, por que vos certifficamos que esto nos plaze muyto, car toda via que las
questiones se tiren e se euiten scandalos e inconuenientes entre los subditos e vassallos del Senyor Rey amigablament nos plaze muyto, e muyto mas nos plaze
quando se tira entre aquellos que son seruidores del Senyor Rey e nuestros como
es el dito don Lop.25
Los ejemplos de esta guisa en sus cartas se multiplican por doquier. En 1443,
desde Valencia, doa Mara haba escrito al papa dicindole: no poriamos assaz
explicitar el gran plazer e consolacion que hauemos ouido de la concordia segui-
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da entre Vuestra Santidad [e] el Senyor Rey nuestro muy caro e muy amado marido e senyor.26
Por otra parte, tambin quedan expresivas muestras de la pena que le producen los intentos pacificadores fallidos. En una carta de ese mismo ao, 1443, dirigida desde Valencia al rey, doa Mara, entre otros asuntos informa al Magnnimo: En la questio que es entre la Ciutat e aldeas de Therol, Deus sab yo he
treballat en concordarlos e no se es pogut fer.27
Infatigable mediadora entre los reinos peninsulares, doa Mara intent hasta
el ltimo momento de su vida evitar motivos de discordia, de manera que su
herencia no fuera nueva causa de enfrentamiento entre su marido y su sobrino
Enrique IV de Castilla. Dict, por tanto, un meditado testamento en Zaragoza el
21 de febrero de 1457. Conocido el fallecimiento de Alfonso V, la reina se apresur a emitir un codicilo reordenando el reparto de sus bienes. A decir de Zurita,
doa Mara test perseverando en el deseo que siempre haba tenido de poner paz
y amistad y grande unin si posible fuese entre los reyes de Castilla y Aragn
y Navarra.28
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podra decirse que cualquier aprieto que desencadenara enfrentamiento poda ser
sometido a su arbitrio.
En ocasiones los arbitrajes versaron sobre cuestiones polticas de trascendencia para la buena marcha de una ciudad, de un reino e incluso de toda la Corona
de Aragn. Fue el caso, por ejemplo, de las treguas y concordias alcanzadas
mediante sentencias arbitrales en el contexto de las luchas de bandos que asolaban los territorios de los reyes de Aragn durante la Baja Edad Media.
En los intentos pacificadores de la ciudad de Valencia, dividida al menos desde 1373 en las facciones enfrentadas de Centelles y Vilaraguts, destac la mediacin de doa Matha de Armanyach.
Matha de Armanyach, primera mujer del infante primognito don Juan, futuro Juan I El Cazador, y por tanto Duquesa de Gerona, fue otra de las grandes
mujeres del entorno real con profunda vocacin por la concordia. En la descripcin que de la misma realiza su bigrafa Area Lucinda Javierre Mur, doa Matha, eclipsada quizs por la fastuosa Violante de Bar y amante de la sombra,
aparece descrita como una mujer revestida de muchos de los rasgos que adornaron a las reinas santas: Matha era prudente, fiel, celosa guardiana de secretos,
diplomtica, misericordiosa y compasiva.38 La Duquesa no lleg a reinar, pues
falleci en 1378 antes de que su marido accediera al trono, pero desde su puesto
en la corte, atendi las peticiones de los sbditos, ya se tratara de interceder para
que se les perdonaran tributos cuando no podan satisfacerlos,39 ya fuera para acoger junto a ella a las hurfanas de los nobles que haban perdido su fortuna ayudando al rey de Aragn.40 Pese a lo exiguo de sus rentas, de lo que a veces se quej, pues no le permita premiar adecuadamente los servicios recibidos,41 fue una
dama muy caritativa.
Matha fue bien recibida en la corte, en la que se construy un espacio simblico y autorizado por sus mritos, y consigui el favor de la nobleza. Su discrecin, mesura y buen talante le hicieron conquistar el respeto y afecto de su suegro, Pedro IV, y de su suegra, Leonor de Sicilia, quien en 1373 escriba al Conde
de Armanyach explicndole lo mucho que amaba a su hermana: la duchesa ves-
38. JAVIERRE MUR, urea Lucinda, Matha de Armanyach, Duquesa de Gerona, Madrid, Tipografa de Archivos, 1930, pp. 11-14.
39. Caso, por ejemplo, de Castel Pedres, aldea de Daroca arruinada por la Guerra de los Dos
Pedros, JAVIERRE, Matha de Armanyach, p. 12.
40. Ibd., p. 13.
41. Ibd., p. 14.
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tra sor es axi a nos cara com si era propia filla nostra e nos entenem en tots sos
affers esser axi com a mara.42
La accin poltica ms renombrada de Matha aunque no fue la nica se inscribe en el contexto de la lucha de bandos valencianos. En este delicado asunto,
Pedro IV deleg, en buena parte, en su hijo y en su nuera, de quienes esperaba que
consiguieran la pacificacin de la ciudad rota. Juan, el Duque de Gerona, se fiaba de los consejos y advertencias de Matha,43 y de manera significativa, ambos se
desplazaron a Valencia para buscar juntos la solucin del conflicto.
Durante ms de dos aos, el rey, su primognito y su nuera procuraron que
Centelles y Vilaraguts firmasen treguas y las respetasen, intentando evitar las
penas corporales y las confiscaciones de bienes de los contendientes, pese a los
repetidos estmulos que las facciones en lucha les ofrecan para adoptar tan drsticas medidas.44 Juan y Matha invierten meses en Valencia, recabando informacin
de primera mano de los episodios violentos protagonizados por las partes y multiplicando las acciones diplomticas. Finalmente, los bandos prometen a Matha de
Armanyach acabar con sus enfrentamientos, y el 6 de marzo de 1376 dan el paso
crucial para el acuerdo al otorgar a la Duquesa la capacidad de avenirlos, firmando un compromiso ante notario.
Se trata de una eleccin interesante, pues la Duquesa ser la nica rbitra, arbitradora y amigable componedora entre Centelles y Vilaraguts, lo que denota la
autoridad reconocida a Matha y la esperanza que su persona despierta entre los
poderosos valencianos en pugna que, al escogerla a ella y slo a ella, prueban la
confianza que sienten en su rectitud, imparcialidad, y en las muestras de justo criterio, unido a bondad y compasin, que la Duquesa ya haba tenido ocasin de
demostrar con anterioridad.45
Juan, el Duque de Gerona, estar presente en algunos de los momentos de
administracin de justicia de su mujer y es ms que probable que su opinin cuente y mucho, pero solamente ella ser la responsable de buscar la solucin y emi-
42. Ibd., p. 22. La Duquesa de Gerona corresponda al afecto de la reina; un ejemplo material y
significativo de este cario mutuo fue el riqusimo tapiz que regal a la Seo de Zaragoza en el que aparecan juntos los escudos de Matha y de Leonor de Sicilia, vid. p. 20.
43. ACA, Reg. 1812, f. 69; Reg. 1742, f. 131.
44. Com sia cert a deu e a tot lo mon los dits senyors Rey e Duch e encara la Senyora Duchesa
hauer fet tot lur poder de dos anys e ena, en pacificar e portar a bona concordia e amor los dits bandos benignament e sens tota terror de execucio de justicia corporal e de bens, ACA, Reg. 1720, ff.
103 y ss., publica JAVIERRE MUR, Matha de Armanyach, doc. XXXVII, p. 112.
45. JAVIERRE MUR, Matha de Armanyach, p. 37.
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46. Documento de 18 de julio de 1376, dado en Barcelona, publicado por JAVIERRE, op. cit., n
XLIII, pp. 119-122.
47. Esta exhibicin del propio cuerpo autorizado era contemplada en otros arbitrajes, AHN, Clero, carpeta 3787-06: Seyendo assentada a manera de juge o no.
48. JAVIERRE MUR, op. cit., p. 37.
49. JAVIERRE MUR, op. cit., p. 129. El documento de la sentencia est publicado en esta obra,
n LI, pp. 126-134 (ACA, Reg. 1814, ff. 161 y ss.).
50. Mara de Luna, muy disgustada por la indiferencia y pasividad del rey, escribi cartas comprometidas y sagaces a su marido, Martn I, demandndole que cumpliera con su deber y pacificara
Valencia, aquella ciudad que tanto haba costado conquistar. Vid. JAVIERRE MUR, Aurea Lucinda,
Mara de Luna, reina de Aragn, Madrid, Instituto Jernimo Zurita, 1942, especialmente pp. 92-108.
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estas actuaciones de doa Mara, que no slo intentaba armonizar a los diversos
reinos peninsulares, sino tambin a la ciudad de Teruel y sus aldeas enfrentadas
por cuestiones de jurisdiccin y trminos.51
El fruto deseado del arbitraje entre una ciudad y su comunidad de aldeas se
haba logrado, sin embargo, un ao antes en otro lugar. En 1442, durante su estancia en Zaragoza, la reina Mara revis a fondo los problemas existentes entre la
ciudad de Daroca y su Comunidad, y emiti una detalladsima sentencia arbitral
para resolver las cuestiones entre el justicia de Daroca, su lugarteniente y otros
oficiales urbanos y los jurados de las diferentes aldeas; se gest as un largo documento que, significativamente, se integr en el Libro de Estatutos de la ciudad.
De nuevo, como en Teruel, un tema de competencias y alcance de jurisdicciones propiciaba que la reina mostrase su firme anhelo de paz y tambin su inclinacin a hacer justicia por va arbitral.52 Llegar a la sentencia, digna de un estudio
pormenorizado que excedera la intencin de estas pginas, supuso buen trabajo
para doa Mara que pidi ser remunerada simblicamente segn la costumbre,
en esta ocasin con dos pares de pavos pagaderos por las partes. Para la publicacin y lectura de dicha sentencia se escogi tambin, como en el caso citado de
Matha de Armanyach, un ambiente solemne e idneo, y as fue promulgada por
doa Mara y leda en voz alta por el protonotario real en la cmara nueva de paramentos del monasterio de Santa Mara del Carmen de Zaragoza, en un acto presidido por la reina sentada a modo de juez.53 A estas actuaciones arbitrales de doa
Mara del ao 1442 se recurrira tambin en el ao 1500, para resolver un litigio
referente a los pastos de los ganados de la ciudad de Daroca en los terrenos de las
aldeas, en este caso concreto del lugar de Orcajo.54
Las acciones de imparticin de justicia mediante arbitraje de doa Mara han
dejado huellas en bastantes asuntos puntuales de menor repercusin colectiva.
51. LPEZ RAJADEL, Fernando, Crnicas de los Jueces de Teruel (1176-1523), Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1994, pp. 261-263. Unos meses antes, en diciembre de 1442, la reina Mara
haba emitido una carta de remisin y perdn a Teruel y sus aldeas, una de cuyas copias, en pergamino, se conserva en el Archivo Municipal de Rubielos de Mora. Vid. NAVARRO, G., VIDAL, M., APARICI, J. y ABAD, J. M., Rubielos de Mora en la Edad Media, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses
y Ayto. de Rubielos de Mora, 2005, p. 201.
52. El documento en RODRIGO ESTEVAN, Mara Luz, La ciudad de Daroca a fines de la Edad
Media. Seleccin Documental (1328-1526), Daroca, Centro de Estudios Darocenses, 1999, n 139, pp.
277-291. Se publica sin atribucin de autora, lo que ha propiciado que se colocara mal una coma al
final del documento al no barajar la hiptesis de arbitraje femenino.
53. RODRIGO, op. cit., p. 291. Debe leerse donde stavamos asentada.
54. PARDILLOS MARTN, David, Un pleito en torno a la explotacin de las tierras de pastos en
la Comunidad de aldeas de Daroca (ao 1500), Aragn en la Edad Media, XIX (2006), pp. 433-442.
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A partir del siglo XIII, la expansin de las rdenes mendicantes por Occidente fue vertiginosa, en gran parte debido al favor que franciscanos y dominicos, y
sus ramas femeninas, las clarisas o menoretas y las dominicas o dueas predicadoras, gozaron por parte de las diferentes monarquas europeas y sus mbitos
sociales de influencia. Del abanico de propuestas monsticas que se desplegaba
ante las reinas con vocacin instauradora, hemos optado por detenernos en el fuerte vnculo y compromiso que algunas de las reinas de Aragn vivieron con las clarisas; as hablaremos fundamentalmente del proyecto de Elisenda de Moncada y
del peso especfico de Leonor de Sicilia en la configuracin de la red conventual
clarisa en el mundo urbano aragons. Tanto en el caso de Elisenda como en el de
Leonor, sus dedicaciones fundacionales contaban con genealoga familiar femenina, de modo que sus decisiones podan insertarse en una lnea de accin iniciada por sus antepasadas.
Una antecesora de Elisenda, Constanza de Aragn, hija natural de Pedro el
Catlico, casada a principios del siglo XIII con Guilln Ramn de Montcada,
haba fundado un monasterio trinitario en las tierras de su seoro. Un siglo despus esta obra, Avinganya, no slo sobreviva sino que era objeto de devocin y
de donaciones por buena parte de los Montcada que, adems, la haban convertido en panten familiar.58 Como afirma Francesca Espaol: es inevitable pensar
en Avinganya cuando se aborda la gnesis de Pedralbes.59
Por su parte, la abuela de Leonor de Sicilia, Eufemia de Carintia, haba fundado el monasterio de clarisas de Meran, del que llegaran a ser abadesas dos hermanas de Leonor, Constanza y Blanca, mientras que otra de sus hermanas, Eufemia, fue monja clarisa en el convento de Mesina.60
En el propsito de Elisenda de Montcada confluan el mrito de fundar, el derecho a tener un lugar de enterramiento inigualable y una sepultura privilegiada y el
poseer una magnfica habitacin propia, es decir, una serie de estancias cabe la
clausura con todos los beneficios de sta y sin los inconvenientes de la misma.
En 1322 Elisenda de Montcada contrae matrimonio con Jaime II y en 1326 se
coloca la primera piedra del monasterio de Pedralbes. En 1327 ya se haba incor-
58. ESPAOL, Francesca y ESCOL, Marc, Avinganya i els Montcada: la transformaci duna
casa trinitria en pante familiar, DArt, 13 (1997), pp. 147-182; ESPAOL, Francesca, Un cert perfil dElisenda de Montcada, Elisenda de Montcada, una reina lleidatana i la fundaci del reial
monestir de Pedralbes, Lleida, Publicacions dels Amics de la Seu Vella, 1997, pp. 11-37.
59. ESPAOL, Un cert perfil, p. 27.
60. DEIBEL, Ulla, La Reyna Elionor de Sicilia, Barcelona, Monografia premiada en el cinqu
dels Concursos Rafel Patxot y Ferrer correspondent al any 1924, 1927, p. 27.
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porado a la fbrica parte de la comunidad. Posiblemente la mala salud del rey fue
uno de los acicates que aceleraron el proceso de construccin y dotacin de
Pedralbes. De hecho, el rey, el 27 de julio de 1326, don al monasterio de clarisas un importante lote de libros que haban pertenecido a los templarios, entre los
que se encontraban dos salterios, un misal, un epistolario y un texto hagiogrfico.61 Adems, continuando la poltica de engrandecimiento y prestigio de la institucin, Elisenda intentaba hacerse con el cuerpo de Santa Brbara o al menos
con parte de l.62
Fallecido el rey en noviembre de 1327, Elisenda se aloj en su monasterio, en
su aristcratico y espiritual espacio, acompaada por sus servidoras y por su
sobrina Elionor de Pins, y all residi los treinta y siete aos que le restaron de
vida. Significativamente en la alabanza que Bernat Metge dedic a Elisenda en Lo
Somni es nombrada la regina de Pedralbas.63
Durante este largo tiempo, aquellas personas que haban gozado del amparo de
la reina y haban sido favorecidas por la misma, beneficiaron su fundacin, y desde sta Elisenda continu ejerciendo una discreta influencia, mientras gozaba de la
proteccin de los sucesivos reyes: Alfonso el Benigno y Pedro IV el Ceremonioso.
Con Pedro IV mantuvo un vnculo permanente que propici que Elisenda fuera llamada para integrarse pblicamente en el grupo real en acontecimientos de relevancia, como la traslacin del cuerpo de Santa Eulalia, e incluso que fuera escogida, en 1344, para ser amadrinar a Juana, una de las hijas del rey, en su bautismo.
Como sostiene Francesca Espaol, el interesantsimo sepulcro de Elisenda
supone el punto final coherente del plan de Pedralbes. En esta bella tumba doble,
Elisenda aparece representada como reina en la parte de la iglesia del monasterio,
el lugar de acceso de las gentes al conjunto conventual, mientras que se retrata
como monja en la zona que corresponde a la clausura. Sin duda, este modelo
sepulcral escogido por Elisenda pes en la decisin de Pedro IV a la hora de
encargar un nuevo diseo para la tumba de Jaime I.
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En el contrato firmado entre el escultor ilerdense Jaume de Castalls y el Ceremonioso el da 3 de septiembre de 1370, se prevea realojar la escultura de Jaime
I que el artista ya haba elaborado, y realizar otra nueva de carcter doble: Primerament lo dit Jacme es tengut de fer e obrar dues ymages de pedra a estatura
del rey en Jacme besavi del senyor rey, qui conqueri los regnes de Mallorques e
de Valencia de mans de infels, o es, una a figura de a manera de rey coronat en
la una part del seu vas, e altra a figura e manera de monge ab son abit vestit e qui
jau tinent corona reyal en son cap en l altre part del dit vas posadora.64
Fundar, sin duda, era empresa meritoria, y el empeo de Elisenda haba dejado una selecta muestra de ello, ms si consideramos que en Barcelona ya exista
una fundacin clarisa previa, San Antonio, la primera institucin franciscana
femenina de Catalua (1234).65
Doscientos aos despus de la ereccin de dicho monasterio, doa Mara de
Castilla, su refundadora, haca gala de su poder e influencia tratando de captar
fondos para la nueva obra. En este contexto cabe insertar dos cartas de la reina
redactadas en Valencia el 13 de febrero de 1444. La primera de ellas dirigida a los
albaceas testamentarios de madona Palafolls, viuda del noble March Garcs, misiva que, a su vez, se envi tambin a los custodios del legado de mosn March Garcs, el marido premuerto. La siguiente carta, sobre el mismo asunto, se enviaba al
ciudadano de Barcelona Francesc de Ezpl. En la dirigida a los albaceas de Madona Palafolls, la reina manifestaba lo siguiente:
Marmessors. Per la gran deuocio que hauem al benauenturat Sant Anthoni,
volenterosament treballam en fer fauor a aquells qui edifiquen en reuerencia e
honor e memoria sua Iglesies e Monestirs sots sa inuocacio, e com nos siam stada fundadora de la Iglesia e Monestir edificada nouament en aqueixa Ciutat prop
lo portal de Sant Anthoni, e vosaltres como a marmessors de madona de Palafolls
haiats a destribuir certa quantitat en pies causes, entre les quals es vna construhir
Esglesies e Monestirs, vos pregam e encarregam molt affectuosament e streta que
per los dits sguarts donets e destribuhiats de la dita marmessoria en aiuda de la
obra de la dita Iglesia e Monestir aquella maior quantitat que sia possible, car vltra
lo merit quen haureu vos ho reputarem per nostra deuocio a gran e singular seruey.
E perque conegan la gran voluntat e feruent deuocio que hauem en les dites coses,
64. RUBI Y LLUCH, Antoni, Documents per lHistoria de la Cultura Catalana Mig-eval, Barceolona, Institu dEstudis Catalans, 2000. Ed. facsmil, vol. I, p. 226.
65. JORNET I BENITO, Nuria, El monestir de Sant Antoni de Barcelona. Lorigen i lasssentament del primer monestir de clarisses a Catalynya, Barcelona, Publicacions de lAbadia de Montserrat, 2007.
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hauem dat carrech an Ffrancish dEzpla, Ciutada de aqueixa Ciutat, que de nostra
part vos sollicit sobre les dites coses, pregam vos graciosament lo admetats e
hoiats e conpliats per obra lo queus scriuim e pus stesament ell vos dira de nostra
part hauent vos hi segons de vosaltres speram e confiam.66
De otro lado, en la misiva a Francesc de Ezpl se informa al ciudadano de que
ya se ha escrito a los albaceas de ambos cnyuges para que del captulo destinado en sus respectivos testamentos para causas pas donen aquella maior quantitat que dar pugan en aiuda de la obra de la Iglesia e Monestir de Sant Anthoni de
aqueixa Ciudat de la qual nos som fundadora e hauem en singular e continua
deuocio,67 y le aade una nota interesante acerca de cmo espera que Ezpl ejerza
su influencia ab les plus abtes maneres e paraules que a vos sia vist, de manera
que nostra voluntat se conplesca.68
Si Pedralbes haba materializado el deseo de Elisenda de Montcada, Mara de
Castilla se implic con los conventos de franciscanos y clarisas de un modo
amplio y continuado que culminara en su actuacin ms granada: la fundacin
del monasterio de la Trinidad de Valencia, en donde escogi ser enterrada y del
cual fue monja y abadesa la genial Isabel de Villena.69 En el caso de doa Mara,
como en el de Leonor de Sicilia, no se trataba tanto de favorecer un nico centro
monstico como del compromiso permanente con la religin de San Francisco,70
si bien, a la postre, las nuevas fundaciones realizadas por ambas, la Trinidad de
Valencia y Santa Catalina de Teruel, se convertiran en sus obras predilectas.
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71. En este mismo ao, 1234, se fundaron, San Antonio de Barcelona, como ya se ha sealado, y
Santa Clara de Burgos. Las fundaciones previas peninsulares fueron las de Pamplona (1228), Zamora
(1229), Ciudad Rodrigo (1230) y Carrin de los Condes (1231).
72. Del paso de beaterios a monasterios de clarisas se han ocupado, entre otros, CASTRO,
Manuel, Monasterios hispnicos de clarisas desde el siglo XIII al XV, Archivo Iberoamericano, 185187 (1987), pp. 79-122, y distintas aportaciones al Congreso Las clarisas en Espaa y Portugal. Congreso Internacional. Salamanca, 20-25 de septiembre de 1993, Actas publicadas en Madrid, 1994. Para
la fundacin zaragozana, vid. LPEZ, Atanasio, Monasterio de Santa Clara de Zaragoza, Archivo
Iberoamericano, IV (1914), pp. 353-386; RUIZ DE LARRNAGA, Juan, Las clarisas de Santa Catalina de Zaragoza. Su gran antigedad y riqueza diplomtica, Archivo Iberoamericano, IX (1949), pp.
351-377; GARCA HERRERO, M del Carmen y DEL CAMPO GUTIRREZ, Ana, Indicios y certezas. `Mulieres religiosae en Zaragoza (siglos XIII-XVI), Acta Mediaevalia, 26 (2005), pp. 345362. El monasterio de Santa Catalina de Zaragoza en la Edad Media ha sido el objeto de estudio de
los trabajos de Diploma de Estudios Avanzados de Laura Prez Usn, defendidos en la Universidad de
Zaragoza en septiembre de 2008, an inditos, por lo que agradezco a su autora que me haya permitido el manejo de los mismos.
73. LPEZ, Atanasio, Monasterio de Santa Ins de Calatayud, Archivo Iberoamericano, 10
(1918), pp. 161-184.
74. CASTRO Y CASTRO, Manuel de, Monasterios hispnicos de clarisas desde el siglo XIII al
XVI, Archivo Iberoamericano, 49 (1989), pp. 79-122.
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mando seer scriptas en II o III libros daquellos que mas continuament usasen en
la esgleya en el choro.75
Adems de estos ejemplares de las ordinaciones, la reina mand que otra
copia notarial en pergamino fuera ubicada en un mesa del coro, en un lugar bien
visible, y es que en su calidad de refundadora doa Leonor ejerca el privilegio de
dictar normas de las que cuidaba que quedara evidente y permanente memoria.
ngela Muoz ha explicado de modo certero y clarificador el sentido de la
elaboracin de constituciones especficas para los centros monsticos femeninos,
una tarea en la que pusieron mucha atencin las mujeres fundadoras.76 Las ordinaciones de doa Leonor permiten detectar sus focos devocionales, sus intereses,
sus vnculos ms estrechos de parentesco, sus preocupaciones espirituales y, en
ltima instancia, la finalidad de su accin refundadora.
En un mundo en el que se crea firmemente en la fuerza y eficacia de las oraciones colectivas y en la capacidad mediadora ante la Divinidad de las comunidades de mritos reconocidos, disponer de los rezos de un grupo nutrido de vrgenes del Seor era una prerrogativa importante que caba utilizar para demandar a
Dios, a travs de la Virgen y los santos y santas, la cobertura de las necesidades y
el cumplimiento de las aspiraciones y deseos de quienes fundaban, refundaban o
beneficiaban a una institucin determinada. As lo haba expresado, entre otras,
doa Constanza, mujer de Pedro III el Grande, que fund en una fecha an indeterminada entre 1262 y 1268 el monaterio de Santa Clara de Huesca, y que en
1281, a raz de tomar dicha institucin bajo su proteccin especial sealaba:
quod monasterium nos construi et hedificari fecimus in honorem Dei et in remissionem pecatorum nostrorum.77
Leonor de Sicilia, en la primera de las clusulas de sus ordenanzas, determina el cambio de invocacin del altar principal de la iglesia en lo que parece una
plasmacin de devocin particular, de manera que santa Ins de Ass cedi paso
a San Nicols:78 Primerament que laltar maior del dito monasterio sia pora todos
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tiempos dyus invocacion del senyor sant Nicholau, segund que antiguament solia
seyer de Santa Agnes.79 Por otra parte interviene en algunas de las plegarias de
sus monjas demandando que recen semanalmente dos misas cantadas, una los
sbados en honor de Santa Mara, por el rey y por ella misma, y otra de oficio de
difuntos por las almas de su padre y de su madre (Pedro II e Isabel de Sicilia).
Sus ordinaciones estn impregnadas de religiosidad mariana, de manera que los
versos de la Salve y la Salve misma adquieren un rango relevante en el elenco de
rezos monacales.
Se prevn distintas oraciones por la reina y el rey, unas para auxilio de sus
vidas, otras para alivio de sus almas tras la muerte; as mismo se establecen
diferentes modalidades de rezo, ya se trate de las monjas letradas leyendo en
sus salterios, o de las legas, que repetirn padrenuestros y avemaras acumulando mritos para mayor descargo del nima de la reina. Tambin se ocupa
Leonor del funcionamiento diario de la institucin que refunda y de las competencias de la abadesa.
Dado que su proyecto conllevaba el cambio de titularidad del altar mayor, la
reina contrat al pintor Lorenzo Zaragoza80 para que realizara el retablo mayor del
convento de las menoretas de Calatayud. El da 23 de diciembre de 1366 la reina
escribi a su fiel consejero y tesorero Berengario de Relato mandndole que abonase 800 sueldos a Lorenzo Zaragoza por los retablos de San Nicols, para las
menoretas de Calatayud, y de Santa Catalina, para las clarisas de Teruel, y ella se
presentaba como refundadora y fundadora de los centros: uno videlicet cum istoria beati Nicolay, et sunt tres tabule, quod nos fieri et operari fecimus ad opus
ecclesie monasterii sororum Minorum civitatis Calatayubii quod noviter rehedificavimus; et in altero reetabulo est depicta istoria sancte Katerine et sunt tres tabule quodque nos conferre debemus alio monasterio sororum Minorum quod noviter, dante Domino, fundare et hedificare intendimus in civitate Turolii.81
como protector de nios y doncellas casaderas contribuira a su fama entre las mujeres, VORGINE,
Santiago de la, La Leyenda Dorada, I, Madrid, Alianza Forma, 1982, pp. 37-43. Entre las reliquias que
haban pertenecido a Mara de Navarra, la primera mujer legtima de Pedro IV, ya se contaba un os
de sent Nicholau bisbe, RUBI I LLUCH, op. cit., vol. I, p. 89. Tampoco es fcil valorar hoy la
influencia que la decisin de la reina pudo tener en la posterior expansin del culto al santo en la zona,
CRIADO MAINAR, J., El Renacimiento en la comarca de la Comunidad de Calatayud. Pintura y
Escultura, Calatayud, Centro de Estuidos Bilbilitanos, 2008, p. 287.
79. AHN, Clero, carpeta 3776-03.
80. Segn Pedro IV, en Barcelona, en 1377, Lorenzo Zaragoza era lo millor pintor que en aquesta ciutat sia, RUBI I LLUCH, op. cit., vol. I, p. 166.
81. RUBI I LLUCH, op. cit., vol. I, pp. 213-214.
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Ambos encargos llegaron a trmino, de manera que en enero de 1367, Lorenzo Zaragoza cobraba por lo realizado para las fundaciones de la reina: Item done
an Loren de Saragoa, pintor de la ciutat de Barchinona, ab albara de scriva de
racio, los quales li eren deguts per raho de .ii. custodies en que deu estar lo Corpus Christi, que de manament de la dita senyora ha fetes a obs de .ii. retaules que
la dita senyora tramet, o es la .i. a la ciutat de Calatayud e l altre a la ciutat de
Terol, e per les polseres de guarda pols de fust que ha fetes a obs dels dites retaules, atzur e argent qui es entrat en pintar les dites polseres e guarda pols, e per cordes, sarpelleres e palla a obs de estibar los dites retaules, segons que a conten en
lo dit albara: .cciii. sol. barchs..82
Diversas monjas de Santa Catalina de Zaragoza se desplazaron a Teruel para
originar el nuevo monasterio, la sede del cual estuvo en el palacio que Pedro IV
tena en la ciudad cerca de Sant Yage y que cedi a las clarisas a peticin de
doa Leonor.83 La reina, durante el resto de su vida, y como hicieran otras fundadoras, procur que a las monjas de su monasterio no les faltaran las ayudas econmicas precisas y los objetos necesarios para llevar adelante su misin intercesora,84 y lo que es ms demostrativo de su predileccin por este centro: en su
testamento dispuso que llegaran hasta las clarisas de Teruel buena parte de su
impresionante coleccin de reliquias,85 si bien la institucin turolense no slo fue
receptora de despojos santos.
En 1445 las menoretas de Santa Catalina de Teruel padecieron un robo en el
que, entre otros bienes, el ladrn sustrajo dos objetos que a su valor material aa-
82. RUBI I LLUCH, op. cit., vol. II, p. 144. Una nota de Rubi advierte que en abril de 1369 se
paga el alquiler de una bestia de carga que el ao anterior haba transportado desde Barcelona el retablo que la reina donaba a las menoretas de Teruel.
83. Publica el documento, LPEZ, Anastasio, Documentos sobre el monasterio de Santa Clara
de Teruel, Archivo Iberoamericano, 4 (1915), pp. 429-430, p. 429: Nos et illustris Alionora regina
Aragonum, consors nostra carissima, instituendum noviter providimus Palacium Regium seu domos
regias, quas pro habitacione propria Nos in predicta civitate habemus, cum ipsarum domorum iuribus
et pertinenciis vniversis; in quo quidem palacio seu domibus Regis dictum monasterium et ecclesia
construantur. Diluido el protagonismo de la reina en la accin conjunta del matrimonio, tambin dej
huellas la fundacin en los relatos de los Jueces de Teruel, CARUANA, Jaime, Una relacin indita
de Jueces de Teruel, Cuadernos de Historia Jernimo Zurita, 14-15 (1963), pp. 227-280, p. 241.
84. RUBI Y LLUCH, op. cit., vol. II, p. 157. Pago realizado en enero de 1368 de los gastos de
elaboracin de un misal, lo qual missal la dita senyora ha manat donar al monestir de les Menoretes
de Terol.
85. Una vez distribuidos entre su marido e hijos los fragmentos de la Vera Cruz y la espina de la
Corona que eran las reliquias ms preciadas, las restantes de haban de repartir segn el criterio de sus
albaceas testamentarios, teniendo en cuenta que las piezas montadas haban de destinarse, en primer
lugar, a las franciscanas de Teruel y despus a sus hijos Martn y Leonor. DEIBEL, op. cit., p. 43.
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LA FORMACIN BAJOMEDIEVAL
DEL SISTEMA ARAGONS DE FUEROS
Y OBSERVANCIAS
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escritos apasionados: detractores activos y agresivos que le niegan cualquier virtud frente a entusiastas exgetas de las democracias medievales, expresin de la
libertad de las naciones y pueblos. Creo que, afortunadamente, esos enfoques tan
apasionados han dejado paso a estudios tal vez menos sugerentes, pero sin duda
con mayores posibilidades de cumplir las condiciones de la cientificidad. La Edad
Media ya no es la cuna de todas las virtudes ni el foco de todos los elementos
oscuros de nuestro pasado.
Me parece til dedicar los primeros esfuerzos de este trabajo a separar las adherencias historiogrficas de lo que podemos considerar reconstruccin cientfica del
Derecho altomedieval. El mayor aporte a la formacin de la imagen que la sociedad tiene de este periodo procede de tres focos que me parecen muy contaminados:
el desprecio del humanismo, la beligerancia de la Ilustracin y la exaltacin romntica. En los aspectos generales la situacin es conocida y descrita por la historiografa reciente; podemos ahora aadir algn elemento desde la perspectiva estrictamente jurdica.
Tanto el Humanismo como la Ilustracin son lneas de anlisis que se construyen desde la valoracin de la Ley como fuente de creacin de Derecho. Ley y Derecho tienden a identificarse, en detrimento de la consideracin de cualquier otro tipo
de norma jurdica; donde no hay Ley no hay Derecho, es su sentencia implacable.
La Ilustracin exagerar este anlisis; en su afn por presentar sus discretas reformas como cambios ms radicales y extensos de lo que realmente son, utilizan el
recurso conocido de cargar las tintas en la descripcin negativa del sistema que se
identifica como antagonista para as realzar sus propuestas; la exageracin llega a
contraponer la oscuridad a la luz; el caos al orden.
No son desde luego buenos puntos de partida para acometer una reconstruccin
de la Edad Media. Cuando la historiografa romntica intenta corregir ese desprecio y lo sustituye por la exaltacin empeora las cosas. En el mbito estrictamente
jurdico el elemento que me parece principal de esa exaltada visin de la poca es
la idea de las democracias medievales.
En Espaa creo que la puerta principal a travs de la cual esta imagen entra en
el argumentario constitucional es el Discurso de Agustn de Argelles de 24 de
diciembre de 1811, habitualmente presentado de manera inexacta como discurso preliminar de la Constitucin de 1812.1
1. Discurso dirigido al Rey Fernando VII por Agustn Argelles el 24 de diciembre de 1811, en
nombre de la Comisin redactora, presentando el texto articulado del Proyecto de Constitucin. La
Constitucin de Cdiz es un texto editado de manera ambigua. El original manuscrito se conserva en el
archivo del Congreso; fue reproducido en facsmile en Constituciones espaolas.-Madrid: [Congreso de
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En un momento de exaltacin nacional articulado como reaccin frente al invasor francs, los Diputados no han podido hacer otra cosa que importar la tecnologa o conocimiento constitucional; su limitada habilidad para acceder a las fuentes
del constitucionalismo ingls les condena a beber en los textos franceses. Agustn
de Argelles tiene que hacer frente a una complicada situacin: el texto preparado
por la Comisin que se presenta ante las Cortes y, ficticiamente o en efigie, ante el
rey Fernando VII no puede parecer revolucionario, ni siquiera novedoso, tampoco
extranjero y, por descontado, en modo alguno francs. Tiene otro pie forzado en la
medida que el sistema resultante debe conciliar la soberana nacional con el rey
soberano.
La Constitucin de 1812 se presenta como expresin organizada de la constitucin histrica o de tradicin de la Monarqua Hispnica; es la transformacin en
un texto de tipo legal de reglas, principios y soluciones de gobierno y administracin existentes. Nada sustancial es nuevo; todo procede, depurado y organizado, de
la experiencia constitucional propia.
La necesidad de combinar la autoridad del Rey con las Cortes, como rgano de
formacin y expresin de la soberana nacional, carga el peso de esa tradicin en
los reinos de los que se tiene la imagen de unas Cortes ms activas: Aragn, Catalua y Navarra; para que el panorama no se desequilibre se fuerza alguna referencia a la Castilla bajomedieval. El panorama se completa con alusiones casi de cortesa a Vizcaya, Valencia y Mallorca.
Argelles funda su discurso sobre la afirmacin de la realidad de esa democracia medieval. Pronto a este ncleo se aadirn las construcciones derivadas
del reconocimiento del Volkgeist; la ausencia de normas de tipo legislativo se convierte ahora en virtud: se presentan como expresin directa de la voluntad popular.
Puestos a buscar un nombre que permita la construccin de esta categora normativa se elige costumbre. El razonamiento se completa: en la edad media el derecho es costumbre; la costumbre es expresin de la voluntad popular; en la edad
media el derecho es creacin inmediata del pueblo, expresin de una democracia
primigenia de la que nos fueron desviando reyes absolutistas y a la que ahora nos
devuelve el deseado rey Fernando VII.
los diputados; Boletn Oficial del Estado], 1986. Como puede comprobarse, no tiene discurso preliminar. En cuanto a edicin impresa el tema se hace complicado; personalmente utilizo como texto ms
exacto el que se publica en la Coleccin de Decretos. Hay dos grandes series de ediciones impresas que
se reconocen fcilmente por el Decreto de promulgacin; las de sesgo liberal editan como texto separado el Decreto de la Regencia de 19 de marzo; de esta forma, la Constitucin es aprobada por las cortes Generales soberanas mediante su decreto de 18 de marzo. Las ediciones de periodo conservador
mezclan ambos decretos (del Rey y de las Cortes) y ofrecen un texto que nunca existi.
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Todos tienen inters en esa costumbre, pero la idea es ms til para los grupos
que no tienen en control del rgano legislativo; en especial los que han sido desplazados de los ncleos de gobierno. La potente imagen de esas normas consuetudinarias que expresan de manera directa la voluntad popular es capitalizada con especial
intensidad por los sectores ms conservadores. Es su mejor apoyo y lo convertirn
en argumento contra-constitucional; por su propio diseo es un elemento conservador: las normas antiguas son expresin de la voluntad popular sin mediadores y consolidada a lo largo de los siglos; stas deben prevalecer sobre textos legislativos que
proceden de rganos de dudosa legitimidad siempre pusieron en cuestin el proceso de convocatoria que lleva a la formacin de las Cortes de Cdiz y tal vez
arrastrados por el afn de la imitacin a modas pasajeras y extranjeras.
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utilidad. En el primer caso una persona o institucin con poder fsico o fuerza de
coaccin suficiente, expresa su voluntad y advierte del castigo que se deduce del
incumplimiento: publica y sanciona. En el segundo caso, en ausencia de autoridad, es el propio grupo el que asume el cumplimiento de unas normas porque percibe su respeto como un elemento til o imprescindible para la propia supervivencia del grupo. Hobbes nos proporciona un ejemplo de anlisis en que prevalece
el elemento autoridad, mientras que Puffendorf nos presenta el respeto espontneo a la norma como mecanismo para compensar la incapacidad del hombre para
sobrevivir fuera de la sociedad imbecilitas La cita de autores puede extenderse.
Normas basadas en autoridad; normas basadas en la percepcin de su utilidad.2
El primer tipo tiene su expresin ms caracterstica en la norma de tipo legal
o legislativo: una institucin que tiene reconocida esta competencia legislativa,
identifica un problema que puede presentarse en el futuro y establece la regla que
aplicar si la hiptesis se realiza.
El segundo tipo es ms difuso. Engloba en primer lugar reglas nuevas generadas por el grupo de manera no institucionalizada (sin seguir un procedimiento
especfico de creacin de reglas), sin fecha concreta ni, probablemente, texto cierto: estamos en el contexto de una cultura de tradicin oral mucho ms que escrita. sta es la costumbre en sentido estricto.3
Si leemos incluso superficialmente normas medievales que no pueden reconocerse como leyes creo que pronto tendremos la sensacin de que algo no encaja: un mecanismo como el descrito de formacin de costumbre tiene una capacidad de creacin de reglas verdaderamente limitada: ni pueden ser muchas ni
superar unos umbrales bastante bsicos en cuanto a su complejidad puede
mediante este mecanismo de creacin espontnea generarse una regulacin acer-
2. La existencia de normas de autoridad y normas de tradicin est identificada en la Grecia clsica: nmos ateniense, agrafoi nomoi, patrioi nomoi Laura SANCHO ROCHER,-Un proyecto democrtico. La poltica en la Atenas del siglo V.-[Zaragoza]: Egido editorial, 1997.
Las Instituciones de Justiniano en sus primeros prrafos, al describir qu es derecho, remiten
expresamente a la experiencia ateniense que diferenciaba normas escritas y normas no escritas: eggrafoi, agrafoi. Las instituciones que llamamos de Gayo, no tienen esa referencia a normas no escritas, ni
mencionan el precedente ateniense. Aquilino IGLESIA FERREIRS.-Derecho municipal, derecho
seorial, derecho regio Historia, Instituciones, documentos, 4 (1977), pp. 115-197.
3. Jess Morales Arrizabalaga.-Uso y Carta como ttulo de derechos en al rea de expansin de
la foralidad jacetana en Historia de la propiedad. Costumbre y prescripcin. Iv encuentro interdisciplinar, Salamanca, 25-28 de mayo de 2004.-[S.l.]: Servicio de Estudios del Colegio de Registradores,
[2006], pgs. 139-180. En especial parte 1. Estar a la carta, denorma de estilo judicial a principio normativo, pg-158 ss.
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ca de las excepciones dilatorias? Creo que no, lo cual supone que no hemos identificado todos los tipos normativos significativos.
Junto a la ley o decreto que expresa la decisin del Rey y la costumbre en
sentido estricto, hay un tercer tipo de norma que, en mi opinin, proceden de un
proceso de deslegalizacin: originariamente son textos de tipo legislativo, elaboradas en un proceso tecnificado y con asesores expertos; en un momento desaparece la autoridad legisladora que las ha creado y sustenta pero la regla sobrevive
por la percepcin que tiene la sociedad de su utilidad. Aunque haya desaparecido
el imperio romano de occidente qu ventaja obtendran los hispanos renunciando a su derecho? qu alternativa mejor tendran? Un ejemplo ayuda a visualizar
este mecanismo de conservacin: podemos observar los pases nacidos de los procesos de descolonizacin del siglo XX pueden las colonias francesas prescindir
de la lengua de la metrpoli? Incluso en estos procesos en que hay un claro distanciamiento entre la colonia y el colonizador, la tendencia ms frecuente es conservar la parte de la herencia del colonizador que sigue siendo til.
La tradicin jurdica hispana tiene dos puntos de corte: la desaparicin del
Imperio romano de Occidente y la del reino godo. A diferencia del ejemplo
colonial, en este caso la entidad de referencia no se percibe como un elemento
agresor o invasor extrao sino como parte de la misma sociedad hispana. En
estas condiciones qu razn podra haber llevado a los hispanos a renunciar a
uno de los elementos definitorios de la civilizacin romana, de su civilizacin?
Tampoco en la desaparicin de la estructura de gobierno poltico de los reyes
godos encuentro razones para rechazar sus normas jurdicas, sus leyes. La percepcin de la utilidad de la continuidad en el respeto a unas reglas consolidadas,
que todos reconocen como propias, nos permite fundar como hiptesis ms
verosmil la idea de conservacin de esas reglas jurdicas, eso s, desprovistas
ahora del refuerzo coactivo que les venia proporcionando una estructura institucional completa.
La existencia de muchas reglas y muy sofisticadas en los textos medievales
creo que se explica mejor como conservacin de regulaciones de origen romano
y godo, que como expresin de una no demostrada y poco verosmil capacidad de
creacin espontnea de derecho en el contexto de una sociedad analfabeta.
Manejamos, entonces, tres tipos normativos: leyes o decretos, costumbre en
sentido estricto, y leyes sometidas a un proceso de deslegalizacin en que pierden
su formato legislativo y su estructura protectora, pero no su contenido.
Podemos aadir algn otro elemento para completar el esquema. Introduciremos para ellos dos nuevos ejes.
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aspectos fundamentales. Tanto o mayor impacto adaptativo creo que tuvo la aplicacin jurisprudencial de las reglas originarias; en ausencia de un sistema jerarquizado de tribunales que pueda controlar la fidelidad de la manera en que se aplica la regla a un caso concreto en relacin a la regla originaria, la fragmentacin
del espacio judicial-arbitral en unidades territorial de tipo comarcal, ha reproducido este proceso de comarcalizacin en las normas originariamente comunes y aplicadas de manera homognea en unidades territoriales mayores. Nuevamente el ejemplo lingstico es til: la originaria lengua comn latina va
derivando en variantes territoriales definidas por espacios o comunidades de habla
que coinciden con los escenarios socio econmicos dando origen al fragmentado
mapa de lenguas de tipo castellano y occitano que conocemos.
Como vemos el esquema resultante de la combinacin de estos parmetros
est lejos de ser binario (ley o costumbre). Normas hipotticas previas a un conflicto abstracto o reglas ciertas para la ordenacin de un conflicto cierto y producido. Tcnicas de creacin frente a tcnicas de adaptacin normativa. Normas
basadas en autoridad frente a normas basadas en utilidad.
En ausencia de las condiciones que permiten el uso de tcnicas normativas capaces de crear, el derecho en la alta edad media es fundamentalmente adaptativo. La
estabilidad o inmovilismo de la sociedad no exigan soluciones ms complejas.
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4. Esta reconsideracin de la presencia de esos tipos cerrados de fueros la obtengo tras la lectura
sin esquemas clasificatorios condicionantes previos de la obra de Maria Luisa LEDESMA RU-BIO.Cartas de poblacin del reino de Aragn en los siglos medievales/ ndices de Javier Garca Marco.Zaragoza: Institucin Fernando el Catlico, 1991.
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Acceso a posesin.
Exenciones o reducciones tributarias.
Exencin o mejora de prestaciones personales.
Privilegio jurisdiccional.
Proteccin reforzada de espacios, actividades o personas.
Condonacin de responsabilidades penales contradas.
Autogobierno.
Si describimos el contenido de los privilegios (fueros breves) vemos que una
parte de sus preceptos tienen carcter de habilitacin o autorizacin, y otra introduce reglas especiales que parecen modificar el rgimen jurdico que se aplicara
en su ausencia. Los privilegios adquieren su sentido pleno en la medida que exista un derecho o rgimen general sobre el cual introducen la nueva regulacin que
adquiere as su sentido atractivo (lo ms frecuente) o punitivo. Hay un rgimen
jurdico completo que existe sin intervencin del Rey (normas de tradicin) y que
es administrado por los llamados foristas. Su existencia crea un tpico social muy
consolidado de rea excluida de la intervencin regia que condicionar todo el
desarrollo normativo bajomedieval.
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En tercer lugar es Rey, est empeado en ser Rey; el ms atractivo de sus ttulos, pero tambin el ms vulnerable y difcil de establecer y consolidar. Porque el
espacio poltico y jurisdiccional que requiere esta nueva atribucin se deber
construir y ocupar en detrimento de la nobleza secular y eclesistica y de las oligarquas urbanas que lo habitan. Para hacer ms aceptable estas pretensiones las
presentar como recuperacin de unas atribuciones y jurisdiccin indebidamente
cedidas o usurpadas. Como podemos imaginar, el proceso esta llamado a ser muy
tenso y conflictivo.
La majestad del Rey debe estar revestida con armas y leyes; unas para gobernar
en tiempo de guerra, otras para hacerlo durante la paz. Esta mxima se convierte en
el eje del modelo poltico de Emperador cristiano consagrado por Justiniano en
Bizancio en el siglo VI d.c., y difundido despus por los reinos surgidos en el territorio antes ocupado por el Imperio Romano de Occidente.5 El Rey debe controlar el
campo de batalla pero tambin la Cancillera. La mayor parte de los reyes cristianos
estn orientando su actuacin hacia esta doble vertiente; en los territorios hispanos
el proceso se hace especialmente urgente por el progreso militar.
Desde 1211 las acciones blicas cristianas van asociadas al xito. Las fronteras que llevaban tiempo estabilizadas se rompen y se organiza la reconquista de
Valencia, Mallorca, Murcia y Sevilla. Fernando III y Jaime I cumplen sus respectivos objetivos que agotan la parte principal de su actividad como reyes cristianos
soldados de San Pedro. La capacidad para gobernar mediante el derecho se convierte en necesidad. Las opciones del rey castellano y aragons son semejantes; el
abanico de alternativas era reducido. El Rey refundado sita el derecho en el centro de su autoridad.
5. Imperatoriam maiestatem non solum armis decoratam, sed etiam legibus oportet esse armatam, ut utrumque tempus et bellorum et pacis recte possit gubernari et princeps Romanus victor existat non solum in hostilibus proeliis, sed etiam per legitimos tramites calumniantium iniquitates expellens, et fiat tam iuris religiosissimus quam victis hostibus triumphator. Proomieum de confirmatione
Institutionum (a. 533).
La versin en Bracton: Qu sunt regi necessaria. In rege qui recte regit necessaria sunt duo hc,
arma videlicet et leges, quibus utrumque tempus bellorum et pacis recte possit gubernari Ver texto en
http://hlsl.law.harvard.edu/bracton/index.htm
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En Aragn el proceso se inicia en 1247. Jaime I rene Corte General en Huesca. Para cerrar la reunin y dar fuerza de decisin del Rey a lo all tratado, redacta un decreto que hace explcito este cambio de modelo institucional y su fundamento desde la perspectiva regia. En sus palabras: acabada la conquista e
incorporados los territorios orientales hasta el mar, damos por terminado el tiempo de las armas y procede atender ahora al tiempo de paz, para lo cual en primer
lugar, dirigimos nuestra accin hacia los Fueros de Aragn.
7. Encontramos estas palabras en el texto Nos Don Jaime, normalmente considerado uno de los
dos prlogos de la primera compilacin de Fueros de Aragn. En mi opinin es en realidad el decreto
mediante el cual el Rey Jaime I convierte en norma real todos aquellos derechos, fueros, normas de
tradicin, usos que le son participados en esa reunin, y sobre los cuales se pronuncia confirmando,
corrigiendo o aadiendo.
De este texto Nos don Jaime hay varios tipos de versin. En mi opinin la original es la que figura en el manuscrito JJOO de Archivos Nacionales de Pars, editada por Mauricio Molho como adiciones al Fuero de Jaca. sta y todas las otras versiones relevantes del prlogo pueden consultarse fcilmente en: Antonio PREZ MARTN, Antonio.-La primera codificacin oficial de los fueros
aragoneses: las dos Compilaciones de Vidal de Canellas Glossae, 2 (1989-1990), pgs. 9-80. En
BIVIDA: http://www.bivida.com/consulta/indices.cmd?id=1650
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Lo que plantea Jaime I tiene dimensin suficiente para poder ser considerado
un proyecto de fundacin del reino, de una nueva forma de reino. La aplicacin
de este diseo no puede hacerse sin modificar elementos sustanciales de la estructura feudal de gobierno. No deber por tanto extraarnos que las primeras experiencias se cuenten por fracasos.
Los problemas de la aplicacin prctica son grandes; podramos hablar de una
combinacin de dificultad y una resistencia. La dificultad es sobre todo de tipo
tcnico cmo hacerlo? con la ayuda de qu personas?. La resistencia es poltica
en cuanto la innovacin se plantea de manera abierta y es de suficiente envergadura para alterar el statu quo: un rgimen seorial que se articulaba sobre decisiones,
no sobre leyes; administrado o regido por elites gobernantes acostumbradas a ejercer su poder en forma de decisiones libres, no vinculadas por ninguna regla ni
sometidas por lo general a ninguna autoridad superior.
La implantacin de esta nueva institucin (el Rey que gobierna) no se hace
aprovechando la creacin de un espacio poltico nuevo por lo que conlleva el desplazamiento de las elites gobernantes existentes.
La tensin poltica deriva en el enfrentamiento entre dos maneras de concebir
el derecho: la ley frente a las normas de tradicin (fuero). Si el Rey asocia el nuevo rgimen con la ley, la aristocracia feudal vincula el rgimen antiguo que ellos
seorean con las normas de tradicin y lo presentarn como el rgimen natural.
Cuando esta aristocracia tenga xito en la fijacin y defensa de su posicin,
puede llegar a limitar la intervencin del Rey restringindola a la mejora del estado de cosas amejoramiento y negando valor a las decisiones regias que ellos
consideren contrarias a ese rgimen. Al establecer lmites a la capacidad de intervencin del Rey basados en normas de tradicin estn protegiendo el rgimen de
administracin y gobierno existente; un absolutismo seorial en que la mayor parte de los habitantes en el reino simplemente estaban fuera del alcance de las muy
escasas normas generales que podan incomodar las decisiones de los seores.
Jaime I tiene por delante una buena coleccin de obstculos que superar; ms
o menos los mismos que encontrarn sus parientes castellanos Fernando III y
Alfonso X. En primer lugar se les niega o dificulta la aceptacin de la propia idea
de Rey-legislador; la sociedad medieval no tiene sensacin de ausencia de derecho, de caos ni anarqua. El Rey legislador tendr que convencer de su necesidad
y utilidad, en la medida que se tiene la percepcin de poseer ya una regulacin
suficiente y consolidada Cuando se haya aceptado esta intervencin general, se
presentan obstculos de tipo ms tcnico: dotar de contenido ese propsito legislador, materializarlo en un texto y desarrollar las medidas de acompaamiento y
organizaciones necesarias para hacer que se cumpla y produzca efectos.
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fuerza vinculante no se la proporciona un decreto o decisin real que asocia un texto con el aparato coactivo del Rey, sino que responde al tipo de norma-de-tradicin
que reiteradamente hemos descrito. Son normas respetadas por razn de su utilidad (es mejor tener reglas que carecer de ellas) y reforzadas por su propio uso. Si
la intervencin del Rey como creador del libro general de normas del reino consiste en confirmar lo que ya existe, parece que estamos ante el monte que da a luz
un ratn. Imaginemos la situacin: el Rey crea una gran expectacin avisando que
va a comenzar un reino nuevo y lo que hace es confirmar lo que se encuentra,
que ni siquiera procede de su autoridad. En el mejor de los casos es decepcionante. Adems siempre queda la pregunta qu ha aadido el Rey a lo que ya tenamos? Entre las contestaciones posibles la mayor parte diran que su intervencin ha
reforzado o consolidado, pero no creado esas normas; por tanto, si esa aprobacin
se retirase o revocase, las normas se resentiran, encontraran ms dificultades para
ser eficaces, pero no desapareceran. En esta solucin el Rey acepta como propio
un derecho que preexiste y que, probablemente, sobrevivira a su eventual desaparicin. Es una solucin que contiene el germen de la limitacin al poder normativo del Rey; si las circunstancias le son desfavorables, la semilla crecer.
Cul fue la opcin de Jaime I? Esta es mi opinin:8
En 1247 Jaime I rene Corte general en Huesca. Lo que all sucedi fue distorsionado por error o con voluntad de engaar muy pocos aos ms tarde. Partiendo de los textos que considero ms seguros obtengo la impresin de una reunin de corte feudal. La iniciativa ms parece seorial que regia. Creo que no se
plantea como una reunin legislativa y mucho menos como una reunin para discutir y aprobar una ley general para todo el reino; ms bien veo a nobles y muncipes presentando ante el Rey sus derechos, los fueros que consideran como algo
que les pertenece (distintos para cada grupo o territorio) y en relacin a los cuales piden el pronunciamiento del Rey que se manifestar confirmando, matizando o corrigiendo de manera ms enrgica las normas que probablemente se leen
en su presencia. Al final el Rey aprueba un decreto que comienza con las palabras
Nos don Jaime, mediante el cual todas las decisiones se convierten en decisin del
Rey de rango normativo.
Me parece descartado que en esa reunin de Corte se discuta o apruebe un texto ordenado, general y completo que pueda considerarse Fuero Real de Aragn.9
8. Jess MORALES ARRIZABALAGA.-Fueros y libertades del Reino de Aragn. De su formacin medieval a la crisis preconstitucional (1076-1800).-Zaragoza: Rolde de estudios aragoneses, 2007.
9. Cuando estudiamos la formacin cdices en que se escriben los Fueros extensos, tendemos a
pensar que hay una continuidad en su proceso de sistematizacin, que la sistematizacin se introduce
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10. Indicio de esta secuencia de textos y hechos: Aragonenses principio paucis, eisque vagis, usi
sunt Foris. Quos Iacobus Rex. eius niminis primus, Comitiis Oscae celebratis, colligi, certumque in
ordinem redigi curavit Jess Delgado traduce exactamente: El Rey Jaime una vez celebrados
Comicios en Huesca, procur recogerlos y someterlos a un orden preciso La Carta dedicatoria de la
edicin de 1552 que hacen los Diputados del Reino a S.E. el Prncipe Felipe.
El texto latino puede encontrase en tomo III, pgs. 305-307; la traduccin de la 308 a la 310. Es
tambin muy interesante el texto que sigue en esta edicin: la dedicatoria de la edicin de 1624.
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en este caso el decreto que empieza con las palabras In Excelsis Dei thesauris. Era
un libro de fueros redactado en latn, organizado en nueve partes o libros, siguiendo exacta y literalmente la estructura de las versiones medievales del Codex de
Justiniano. Le calculo una extensin de unas cien hojas, escritas a doble columna.
Pero Jaime I fracasa. La bondad tcnica del libro no salva los obstculos polticos; probablemente los agrava. Por qu fracasa? Se me ocurren varias razones.
La primera, el decreto In Excelsis, que invoca una concepcin de la autoridad del
Rey que cambia radicalmente en rgimen de gobierno hasta entonces conocido;
nada debe el Rey a los seores, porque toda su autoridad procede de Dios, y slo
en la voluntad divina encuentra lmites. Era razn suficiente, pero es posible que
para evitar utilizarla directamente como argumento del rechazo, se hayan acompaado otras razones: el contenido es extranjero o extrao; innecesario adems
porque ya hay fueros en Aragn, que el Rey acaba de conocer y confirmar. La
extranjera se acenta al redactarse en lengua latina.11
Las noticias sobre el derecho general del reino de Aragn slo comienzan a ser
seguras a partir de 1300. Por tanto, entre este rechazo o fracaso y la estabilizacin
jurdica y constitucional que se produce con Jaime II hay unos largos cincuenta
aos de transicin que siguen planteando algunas dudas sobre los textos sucesivos.
En mi opinin, la fracasada obra de Vidal de Canellas aprobada por Jaime I y
convertida en fuero real de Aragn produce dos tipos de secuela que actan como
enlace con el formato que el Justicia Jimeno Prez de Salanova y Jaime II dan
finalmente a la obra legislativa de Jaime I, y que es el que pasa a casi todos los
manuscritos y todas las ediciones impresas cronolgicas. En primer lugar, el libro
11. Jernimo Zurita narra algunas quejas nobiliarias producidas en 1264 que pueden hacer pensar
que en ese momento todava el Rey aplicaba su Fuero Real, al que los nobles se refieren como derecho comn y decretos es decir, derecho romano y cannico: Los ricos hombres eran jueces antiguamente en Aragn. Quejbanse que habiendo los ricos hombres de juzgar los pleitos como era costumbre antigua de Aragn, los determinaba el rey por el derecho comn y decretos; y eran gobernadas
las leyes del reino a su albedro habiendo sido establecidas para que ellas rigiesen Anales, III, cap.
66. Ms adelante, cuando el Rey responde a las pretensiones dice:Que a donde quiera que haba fuero establecido de Aragn juzgaba por l, y no por leyes ni decretos; y a donde no se extenda ni bastaba el fuero se determinaba por igualdad y razn natural; y que as lo ordenaba el fuero. Cuanto a lo
que se querellaban que tena en su consejo legistas, deca que no tenan de qu agraviarse por esto,
pues no juzgaban sino por fuero; y que tales reinos tena que era necesario que residiesen en su corte
personas sabias que tuviesen noticia as del derecho civil y cannico como del foral; porque en todas
sus tierras no se juzgaba por fuero. Y as convena que en su consejo se hallasen personas que pudiesen administrar derecho y justicia a todos sus sbditos Anales, III, cap. 66.
Parece que hablan de un libro que unos identifican como derecho y decretos y el Rey define como
Fuero. Esta doble percepcin encaja mejor pensando que se refiere a la obra de Vidal de Canellas que
a otras redacciones.
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13. Antonio Gargallo Myoa.-Los Fueros de Aragn [segn el ms. del Archivo Municipal de Miravete de la Sierra (Teruel).-Zaragoza: [ANUBAR], 1992.
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primero, cada uno de los fueros propios se asocian al Ius Commune. Posteriormente, a partir de ese referente compartido podra haberse abordado un texto
general para la Corona de Aragn. En sus elementos bsicos era una estrategia
semejante a la que plantear el iusnaturalismo racionalista desde el siglo XVII:
tomando en ese caso la obra ms sencilla de Justiniano (las Instituciones) distintos autores redactan versiones que integran su derecho propio en el esquema
comn; son los Institutistas que tanto tienen que ver con el xito de la codificacin civil y la aproximacin de los distintos derechos nacionales europeos durante el siglo XVIII.
Creo que hay indicios para pensar que Jaime I ha considerado esta estrategia
pero sus decisiones legislativas e institucionales pronto se orientan en direccin
contraria: la consolidacin de las diferencias iniciales y el cierre de las grandes
unidades territoriales de su Corona, las heredadas y las adquiridas, como estructuras institucionales completas y diferenciadas. Qu motiva lo que parece ser un
cambio de planes? Creo que estamos lejos de dar una respuesta cientfica, en el
mero nivel de las hiptesis el conflicto surgido alrededor de Valencia se sita en
las fechas del presunto cambio, tiene entidad poltica suficiente para producirlo
y, finalmente, se mueve en el mismo plano de problemas. Cualquier idea de tender hacia un derecho comn de la Corona se ha debido disipar al ver los enfrentamientos entre Aragn y Catalua disputndose Valencia y pretendiendo la
extensin de su fuero (que conllevaba el reparto de honores entre la nobleza de
los respectivos reinos). Una vez que el rey decide fundar un reino nuevo deber
reforzar las fronteras institucionales que cierren cualquier comunicacin con sus
poderosos vecinos.
Jaime I no piensa en trminos de Corona de Aragn; sus disposiciones testamentarias tienden a su fragmentacin; el tratado de Corbeil (1258) formaliza su
desinters por los territorios ultrapirenaicos dando pie a la formacin de una entidad poltica enemiga. La casualidad, en forma de fallecimiento prematuro de los
herederos inicialmente designados, y el juego de sustituciones y representaciones,
reduce los efectos de esa fragmentacin y mantienen en una sola mano los territorios peninsulares. No obstante, por razones que los especialistas no han terminado de explicar, Jaime I se orienta en direccin contraria a su vecinos de Francia
y Castilla, que s disean una poltica de articulacin institucional de sus dominios, homogeneizando la parte sustancial del derecho.
La organizacin del sistema desde el reinado de Jaime II
Jaime II hereda un reinado complicado; su vertiente de conflicto poltico
social unionista es conocida. Ms difcil resulta, en el actual estado de nuestros
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y trampas. El primer tpico es el que asocia el nombre Corte o Cortes con democracia. Esto explica el inters por presentarse como la primera democracia de
Espaa, Europa o del mundo universo. El primer paso es fijar qu entendemos por
Cortes. En este punto mantengo un criterio que puede considerarse restrictivo,
pidiendo la concurrencia de todas estas condiciones:
1. Reunin estable
2. En la que interviene el depositario de la autoridad legislativa (en el Antiguo
Rgimen, el Rey)
3. Que tiene entre sus funciones principales la aprobacin de normas de tipo
legal
4. Que tiene mecanismos para formular de manera inequvoca su voluntad
colectiva.
5. Cuyas decisiones resultan vinculantes incluso para sus miembros con opinin discrepante o no asistentes.
Los aspectos ms destacables de este anlisis son los dos ltimos. Hay muchas
reuniones en que se discuten y acuerdan decisiones de la mxima relevancia para
el gobierno de un territorio, pero que slo vinculan a los asistentes (en persona o
por representante) que presten su conformidad; es el modelo romano de consentimiento que tantos problemas plantea, por ejemplo, en el mbito del derecho de los
mercaderes. Para hablar de Cortes stas han tenido que dar un paso y convertirse
en algo ms que la reunin de las personas que deben ser llamadas por el Rey para
la adopcin de grandes decisiones; debe superarse este nivel feudal. En Aragn
este cambio se produce en 1300 y se ve en algo tan sencillo como las firmas que
aparecen en los actos; hasta ese momento firman todos los asistentes que expresan su conformidad, desde 1301 firma el Secretario de las Cortes que certifica
cul ha sido la voluntad de la institucin, haciendo abstraccin de las personas
conformes. En 1300 se han aprobado los fueros que articulan el cambio, especialmente el que convierte en obligatorio para todos los convocados lo decidido
por la mayora de los asistentes.
Siempre una reunin de estos tipos de Cortes tiene un componente de negociacin y contraprestacin; la diferencia est en que hasta 1300 el acuerdo necesario
tiene rango poltico y jurdico, mientras que a partir de 1301 slo es ya acuerdo
poltico. Explicar algo ms esta idea. En ambos casos para llegar a una decisin
habr un juego de negociacin con intercambio de contrapartidas; en el esquema
feudal contractual, este acuerdo se materializa en un convenio, en una serie de convenios, de cada uno de los asistentes conformes con el Rey. A partir de 1301 no hay
tal convenio sino una norma; las Cortes con el Rey adoptan una decisin que obliga con carcter general y con independencia de la conformidad o discrepancia.
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en que fueron inventados, un siglo largo despus del momento que ahora estamos analizando.
Jaime II est redefiniendo la estructura institucional en la parte legislativa,
no en la judicial. Completa la transformacin de la Corte como reunin nobiliaria, en las Cortes como institucin que forma su propia voluntad, que es algo
ms que la simple acumulacin de las voluntades de los asistentes. Tambin da
nombre a las decisiones de tipo legislativo de las cortes, y elige la palabra Fuero. Es una opcin cargada de sentido poltico. Se evita el trmino ley (que podramos considerar el nombre natural) porque se quiere marcar la diferencia respecto del modelo del derecho comn; si mi anlisis es correcto, Jaime II hace
un esfuerzo consciente para evitar las palabras y los conceptos que provocaron
el rechazo del fuero real aprobado por Jaime I: nada de leyes, nada de derecho.
No es fcil prescindir del referente romano; casi todas las palabras del lenguaje
normativo de la poca eran latinas. Elige la palabra Fuero; en el plano poltico
esta opcin le aporta grandes beneficios, bien es verdad que en el plano tcnico
normativo complica bastante la situacin.
Jaime II, con los que hayan sido sus asesores en esta refundacin del reino de
Aragn, quiere conectar la actividad normativa de las nuevas Cortes con la experiencia jurdica aragonesa ms enraizada. En la segunda mitad del siglo XIII, no
slo en Aragn, la ley del Rey y las normas de tradicin (fueros) existentes antes
de su intervencin como legislador se perciben como antagonistas: como hemos
visto, el Rey deba elegir entre fuero, legislacin o derecho. Cuando Jaime II elige
usar el trmino Fuero para nombrar las leyes del Rey, est sugiriendo una aproximacin, coincidencia y continuidad entre el derecho existente y el nuevo, entre el
rgimen de cosas anterior y lo porvenir. Es la misma idea que en Navarra se expresa mediante la palabra Amejoramiento. La irrupcin del Rey legislador es ahora
presentada como respetuosa y compatible con el estado de cosas altomedieval.
En este diseo continuista el Rey no est solo. Entre sus asesores creo que la
mano principal de la reforma es Jimeno Prez de Salanova, Justicia Mayor del reino. l ha recibido el encargo expreso de rehacer los fueros antiguos, los que en
ese momento se consideran aprobados por Jaime I. De esta refaccin hemos sabido siempre que el Rey le ha encargado verterlos del romance al latn; desde los
decisivos estudios de Antonio Prez Martn creemos tambin que puede ser el responsable de la compresin de la obra original de Jaime I, transformando sus nueve libros en ocho, por el procedimiento de unir en uno los antiguos libros segundo y tercero. Este formato es el que han tenido los Fueros de Jaime I desde
entonces, dando origen a todo tipo de problemas y confusiones; a modo de ejemplo, imaginemos lo difcil que es combinar el texto en que Vidal de Canellas dice
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datos precisos cuando ofrece su relato de las gestas de los Justicias Mayores. Tambin el primero con noticias concretas que cita Juan Antich de Bages en sus
comentarios Super Observantias.16
Con estos datos, podemos concluir que en los aos de guerra unionista el Justicia Mayor rebelde incorpora un elemento jurisdiccional del que ya no se va a
desprender; en mi opinin la institucin tiene todos los elementos que considero
definitorios cuando Jaime II atrae a su proyecto organizativo a Jimeno Prez de
Salanova (al que podemos calificar como rebelde moderado). Nos estamos situando alrededor de 1300, en los mismos aos que hemos establecido la transformacin de las Cortes, y los mismos que Lalinde seala como fecha de transicin del
sistema procuratorial inorgnico al sistema procuratorial orgnico asociado con la
primogenitura regia.
Son unos pocos aos decisivos, en lo que el Rey acta y decide, pero en los
que no hay una previa definicin legal o foral de la nueva estructura institucional del reino, ni tampoco en mi opinin un diseo global y armonizado del sistema. Son cuatro grandes lneas de actuacin (modelo normativo; Cortes legislativas; primogenitura y procuracin general; corte judicial) eficaces a corto plazo,
pero con una debilidad estructural en su concepto que se ir manifestando conforme unas y otras se consoliden. Creo que no hubo un modelo terico, sino que
el Rey opt por la accin. Las lneas entre unas y otras instituciones no estn
definidas desde el inicio y eso, en algn momento, termina por aflorar en forma
de conflicto institucional.
El Justicia Mayor de Aragn completa su transformacin durante el mandato
de Jimeno Prez de Salanova. Aunque el nombre sea conocido en la prctica institucional aragonesa del siglo XIII, creo que a partir de 1300 estamos ante una
nueva institucin. Su fundacin o refundacin no procede de una decisin de Cortes, no hay una regulacin u ordenanza fundacional; es la prctica, la propia actividad de Jimeno Prez la que constituye el rgano, la que define sus atribuciones.
La prctica de esas dcadas incorpora a la institucin algunos elementos que
definen una jurisdiccin que no resulta fcil de explicar segn el esquema ortodoxo de juez delegado del Rey. El Justicia Mayor est haciendo cosas que no enca-
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jan con el modelo de juez delegado. La ms importante: durante unas dcadas est
creando derecho. Me explicar: El Justicia de Aragn crea derecho en sus Observancias mediante la verbalizacin del Fuero de Aragn.
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17. Jess Morales Arrizabalaga.-La intervencin de la Corte del Justicia y las Cortes del reino en
la formulacin del Fuero de Aragn en Cuarto encuentro de estudios sobre el justicia de Aragn.Zaragoza: el Justicia de Aragn, 2003.-pg.133-153. Tambin: Formulacin y hermenetica de la
foralidad aragonesa (1247-1437) en Estudios de Derecho Aragons.-Zaragoza: Rolde de Estudios
Aragoneses; Colegio de Abogados de Zaragoza, 1994.-pp. 47-99.
18. Jos Luis Moreu Ballonga.-Mito y realidad en el Standum est chartae en El Doctor Juan
Luis Lpez. Primer marqus del Risco (1644-1703), pp. 315-502. Por mi parte me he aproximado ya
en varias ocasiones al estudio del principio Standum est Chartae. Las tesis ms recientes y desarrolladas en Jess Morales Arrizabalaga.-Uso y Carta como ttulo de derechos en al rea de expansin de
la foralidad jacetana en Historia de la propiedad. Costumbre y prescripcin. Iv encuentro interdisciplinar, Salamanca, 25-28 de mayo de 2004.-[S.l.]: Servicio de Estudios del Colegio de Registradores,
[2006], pgs. 139-180.
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Pedro IV es consciente de las anomalas institucionales que hereda y administra. La asociacin de las Cortes en la actividad legislativa empieza a abrir fisuras
y, sobre todo, la prctica consolidada por el Justicia Mayor le parece al Rey con
bastante razn fuera de toda lgica y ortodoxia institucional. Pedro IV intenta
convertir al Justicia en un juez que declara, aplica e interpreta los Fueros del Rey
con las Cortes. Habitualmente se lee esta decisin del Rey como expresin de la
consolidacin de la institucin del Justicia; creo que, al contrario, es el inicio de
las tensiones y conflictos que van a protagonizar hasta 1591.
En este diseo de Pedro IV el Justicia interpreta y aplica los Fueros de Cortes.
Debe, por tanto, abstenerse de incorporar reglas que extraiga personalmente del
Fuero-de-Aragn. El Rey con las Cortes reclaman el monopolio normativo; el Justicia debe limitarse a aplicar el Fuero en la forma que ha sido expresado por ellos.
Estos primeros intentos de Pedro IV para reconducir la actividad del Justicia a
un modelo institucional ortodoxo fracasan o tienen un xito muy limitado. Cmo
lo sabemos? Por la reiteracin de medidas en esa direccin y por el contenido de
las Observancias que conocemos a travs de las colecciones de Jaime de Hospital. Una parte considerable de las Observancias son pronunciamientos sobre pretensiones seoriales; una de las lneas de discusin ms frecuente es la jurisdiccional: los seores se encuentran usando una jurisdiccin que ahora el Rey
reclama como propia. Las Observancias dan entrada a construcciones como la
usucapin, la concesin de jurisdiccin mediante consentimiento tcito y otras
soluciones que sirven para consolidar ese mapa jurisdiccional seorial. Situaciones irregulares que no tenan ttulo jurdico en que sustentarse, se convierten en
tituladas al obtener sentencia del Justicia Mayor favorable a sus pretensiones.
Tendemos a pensar que el Rey y los nobles aragoneses estaban constantemente
discurriendo y discutiendo acerca de la creacin del derecho en Aragn, del poder del
Rey, su origen y sus lmites. Creo que nos equivocamos; ste es un tema fundamental pero slo de manera intermitente. Es verdad que hay dcadas en que apenas se
debi hablar de otra cosa, pero no es menos cierto que durante otros largos periodos
se acepta un determinado equilibrio de posiciones, se dan por buenas unas explicaciones y la cuestin apenas recibe nuevas aportaciones. El periodo que sigue a las
reformas introducidas por Pedro IV en 1347 es uno de esos momentos de estabilidad.
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casualidad que el siglo XV rena una extensa coleccin de construcciones tericas concentradas en definir esos espacios regidos por principios que legitiman
una accin regia prcticamente libre (llmense razn de Estado, defensa de la
fe, salud de los sbditos) y extraerlos de las reglas que rigen las actuaciones
judiciales o legislativas.
El primer paso exige el reconocimiento de efectos legales a las decisiones personales del monarca. Se respeta el modelo medieval de ley que mantiene el elemento comicial o curial que arrastra desde Roma; lo que se pretende es reproducir el salto que en la propia Roma se da para reconocer efectos comparables a los
de las leyes comiciales bien sea a las decisiones del Senado (Senadoconsultos)
bien a las decisiones del emperador (Constituciones imperiales). Basta afirmar
esta mxima: la voluntad del Prncipe tiene fuerza como de ley (Quod principi
placuit, legis habet vigorem).
La transicin se hace fcil en Castilla, pero encuentra enrgica resistencia en
Aragn y Catalua. El paso al nuevo modelo en Castilla suele situarse en los aos
comprendidos entre las Cortes de Olmedo de 1445 y las de Ocaa de 1469.19 En
la Corona de Aragn y el Reino de Navarra se organiza la resistencia mediante la
formulacin de construcciones tericas pactistas o, de momento, comunitaristas.
Estas tesis suelen aparecer asociadas con elementos contractualistas: A la hora de
19. Una aproximacin accesible a la consolidacin de la creacin regia del derecho en Castilla:
Jos Manuel Nieto Soria El podero real absoluto de Olmedo (1445) a Ocaa (1469): La monarqua
como conflicto En la Espaa medieval, 21 (1998), pgs. 159-228. La tesis central del autor es que
este podero real absoluto, comienza a formarse antes de 1445 y tendr que seguir desarrollndose ms
all de 1469.
Del mismo autor: La monarqua castellana en el trnsito del Medievo a la Modernidad en Las
Cortes y las leyes de Toro de 1505: actas del congreso conmemorativo del V Centenario de la celebracin de las Cortes y de la publicacin de las Leyes de Toro de 1505: Toro, 7 a 19 de marzo de 2005/
coord. por Benjamn Gonzlez Alonso.-Fuensaldaa: Cortes de Castilla y Len, 2006, pgs. 103-126.
Los trabajos que consideramos fundamentales corresponden a Benjamn Gonzlez Alonso. Podemos destacar stos: De Briviesca a Olmedo (algunas reflexiones sobre el ejercicio de la potestad
legislativa en la Castilla bajomedieval), en El Dret Com i Catalunya. Actes del Iv simposi internacional/Homenatge al professor Josep M. Gay Escoda, Barcelona, 27-28 de maig de 1994.-Barcelona: Fundacin Noguera, 1995, Pgs. 43-74.
Nuevas consideraciones sobre el ejercicio de la potestad legislativa en Castilla (1475-1598)
Anuario de Historia del Derecho Espaol, 67, 1997, pgs. 693-706.
Poder regio, Cortes y rgimen poltico en la Castilla bajomedieval (1252-1474) en Las Cortes
de Castilla y Len en la Edad Media: actas de la primera etapa del Congreso Cientfico sobre la Historia de las Cortes de Castilla y Len, Burgos 30 de septiembre a 3 de octubre de 1986, Vol. 2,
1988,pgs. 201-254.
En el plano europeo un buen punto de partida: Andr Gouron; Albert Rigaudire.-Renaissance du
pouvoir legislatif et genese de letat.-Montpellier: [Societe dhistoire du droit et des institutions des
anciens pays de droit crit], 1988.
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20. J.H. BURNS (ed.).-The Cambridge History of medieval political thought c.310-c. 1450.-[s.l.]:
Cambridge University Press, [1988].
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Pedro III. Creo que en la memoria histrica de los reyes seguan presentes las
palabras Unin, Cruzada, Excomunin, Carlos de Valois y que una leve sugerencia en esa direccin deba ser suficiente para activar esos fantasmas familiares.
Este modelo terico pactista est definido en sus aspectos fundamentales en el
reinado de Fernando II de Aragn. Pronto en 1484 va a ponerse a prueba en
condiciones reales y, la verdad, es que el xito no le acompaa. El Rey Fernando
el Catlico tiene una percepcin clara de las diferencias constitucionales entre
Aragn y Castilla, y de sus consecuencias en la accin diaria de gobierno. Mientras sus antecesores parecen gestionar los problemas que este modelo constitucional les plantea a medida que van apareciendo, en el caso del Rey Fernando creo
que hay un programa de accin con dos lneas: evitar la comunicacin de este sistema a nuevos territorios y encontrar una frmula que permita generar un espacio
de gobierno en que el sometimiento a la legislacin aragonesa se relaje.
La primera lnea de accin tiene oportunidad de ponerla en prctica cuando
propicia que los nuevos territorios que se incorporan por conquista lo hagan a
Castilla y no a Aragn, porque el uso de este mecanismo de anexin conlleva la
automtica aplicacin del derecho del territorio principal.
La segunda lnea de actuacin creo que est en el origen del establecimiento del
Santo Oficio para la Inquisicin de la Hertica Pravedad. La Inquisicin, que supone la primera grave crisis foral de la poca posterior a la formulacin de los Fueros de Sobrarbe. Esta primera gran prueba de la eficacia de la construccin de las
Libertades del reino parece un fracaso que tiene, desde luego, consecuencias. El
fracaso de esta invocacin de las Libertades de Aragn como lmite de la actuacin
del rey, producido pese al desarrollo y reforzamiento que esta nocin ha tenido en
el siglo XV induce una activacin de estas lneas argumentales y las lleva a posiciones ms extremas (sirva Jernimo Blancas como smbolo de esta hipertrofia).
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LA ORGANIZACIN CENTRAL
DE LA CORONA DE ARAGN CISMARINA
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Universidad de Lrida
La monarqua hispana del siglo XVI aboga por la disolucin prctica de lo que
fue la unin poltica de la Corona de Aragn,1 propuesta facilitada por la representatividad plena de los respectivos territorios exhibida y exigida por los estamentos
de Aragn, Catalua y Valencia mediante sus instituciones permanentes2 y coherente con el legado medieval, consistente en el contraste entre la cohesin interna de
cada uno de estos territorios y la incapacidad par alcanzar una vertebracin comn,
lo que se suma a las dificultades regias para generar un sistema fiscal sobre el conjunto de la Corona ajeno al control de los estamentos, a la fragmentacin jurisdiccional que convierte el interior de estos territorios en mosaicos infranqueables para
la justicia, y un peso urbano deseoso de alargar su capacidad de influencia y vertebracin.3 La definitiva anulacin de las instituciones medievales con la homogeneizacin borbnica al iniciarse el siglo XVIII, precisamente con sendos Decretos de
Nueva Planta, uno para cada territorio proveniente de la antigua Corona de Aragn,4
convierte sta en simple evocacin de pasado y, con ello, en inmediato objeto de
reflexin sobre lo que fue y, especialmente, lo que no pudo ser.5 As, desde las dife1. Miquel PREZ LATRE, Pervivncia i dissoluci. La Corona dArag en temps de Felip I (II),
Histria de la Corona dArag, Ernest Belenguer, dir., edicions 62, Barcelona, 2007, vol. II, p. 214-218.
2. Francisco TOMS y VALIENTE, Gobierno e instituciones en la Espaa del antiguo rgimen,
Alianza Editorial, Madrid, 1999, p. 43-50.
3. Flocel SABAT, Corona de Aragn, Historia de Espaa. La poca medieval: administracin
y gobierno, Istmo, Madrid, 2003, p. 449-450.
4. Josep JUAN VIDAL, Los reinados de Felipe V y Fernando VI, Historia de Espaa. Poltica
interior y exterior de los Borbones, Istmo, Madrid, 2001, p. 96-97.
5. Era la corona de Aragn en los siglos XIII, XIV y XV la ms hermosa y envidiable de Europa,
y quizs de la tierra. Componan su imperio a principios del XV el reino de Aragn, el principado de
Catalua, las islas Baleares y el reino de Valencia; y adems brillaban como reales diamantes entre
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sus florones las islas de Cerdea, Sicilia y Malta (Braulio FOZ, Memoria sobre el parlamento de Caspe, Historia de Aragn, Imprenta y librera Roque Gallifa, Zaragoza, 1848, vol. II, p. 163).
6. Manuel de BOFARULL, Proceso contra el rey de Mallorca D. Jaime III mandado formar por
el rey D. Pedro IV de Aragn, vol. II, (Coleccin de Documentos Inditos del Archivo General de la
Corona de Aragn, vol. 30), Imprenta del Archivo, Barcelona, 1866, p. 95.
7. Flocel SABAT, Corona de Aragn, Historia de Espaa. La poca medieval: administracin
y gobierno, Istmo, Madrid, 2003, p. 449-450.
8. Biblioteca del Escorial, Ms. D-III-2 Canniques de tots los reys dArag, fol. 144v (ed.: Sophie HIREL-WOUTS, Les origines du royaume dAragon dans lhistoriographie de lest pninsulaire
(1369-1499), Universit Paris-Sorbonne Paris IV, Thse doctrale, Pars, 2006, vol. II, p. 47).
9. Enric GUINOT, Els lmits del regne, Edicions Alfons el Magnnim, Valncia, 1995, p. 37-131.
10. Claude DEVIC; Jean-Joseph VAISSETTE, Histoire Gnrale du Languedoc, Privat, Toulouse, 1979, vol. VI, p. 859.
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rada, en la Edad Media, con la retencin de estos territorios por Francia entre 1462
y 1493.11 Internamente, el lmite entre Catalua y Valencia se establece con naturalidad en el ro Ulldecona o Senia, y slo necesita recalcar en 1233 la vinculacin meridional de Benifass.12 Ms laborioso es el perfil entre Catalua y Aragn, empezando por la ubicacin de Ribagorza, que aunque recibida por Ramn
Berenguer IV junto con Aragn, es articulada siguiendo el modelo institucional
cataln a diferencia de Sobrarbe, que sigue el aragons siendo adscrita a Catalua en 1214 al fijar los lmites catalanes usque Cinquam, para ser definida en
Aragn en 1300, situacin completada en 1321 al absorber el margen derecho del
ro Noguera Ribagorzana, hasta entonces situado en la catalana Pallars,13 reformas
coronadas en la segunda mitad del siglo XIV con la definitiva definicin aragonesa de Fraga y Mequinenza y catalana para el valle de Arn.14 Junto a la perfilacin fsica, se establece la jurdica que dota a cada territorio de su propio marco
legal. Los Usatges de Barcelona y las Constituciones de Paz y Tregua articulan el
entramado bsico de una Catalua resumida por imperativo de las cortes de 1285
en la titulacin condal de Barcelona;15 en Aragn los derechos particulares y locales, tocados de cierto romanismo, confluyen a partir de 1247 en el Fuero de Aragn;16 y en Valencia las Costums de 1240, de raz catalana y romanista, culminan
en los fueros definitivamente proclamados en 1271.17
Sobre este marco, en las dos ltimas dcadas del siglo XIII, y partiendo de la
experiencia siciliana, se establecen los altos cargos de la administracin regia.
Mientras la tesorera se consolida en la defensa de los recursos de la corona, incluyendo la elaboracin de los dosieres que utilizarn el rey y los gobernadores en sus
reclamaciones, la atencin a la gestin del patrimonio y las exacciones regias corre
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a cargo de los bailes generales, cada uno atento a su respectivo territorio, que entre
1296 y 1304 son cuatro, al singularizar uno para Murcia, al tiempo que el de Valencia se desdoblar entre 1335 y 1366 y que se designa, desde 1298, uno en cada una
de las tres grandes islas baleares. En los condados de Cerdaa y Roselln la tarea
de los bailes generales la ejercen los procuradores generales, dos entre 1263 y uno
slo desde 1360.18 Mientras, la auditoria de la actividad de los oficiales responsables de cortes jurisdiccionales, como vegueres, bailes y merinos, corre a cargo del
maestro racional. Muy significativamente, antes de cerrar el siglo XIV este oficial
cuenta con depsitos documentales regionales y avanza en la delegacin de funciones en los oidores de cuentas regionales, como claramente se define en 1410
para Valencia en quien, segn el proprio maestro racional puxats per mi e en nom
de mon offici demanar e haver compte e rah de totes e sengles persones. Ya en
1419 se designa un maestro racional para Valencia,19 al que seguir al ao siguiente el de Aragn, con su archivo propio. Igualmente, la ms alta delegacin regia, tal
como pretende consolidar Jaime II a inicios del siglo XIV con el procurador general y como se estabiliza en 1363 en la figura del gobernador general, adquiere un
cariz conscientemente simblico, importante por la titulacin, por la condicin del
titular y por la proximidad regia que supone, pero relegado en la gestin cotidiana
por la actividad de los respectivos representantes territoriales,20 los vicegerentes y,
posteriormente, los portavoces de gobernador, conocidos como gobernadores, en
Aragn, Catalua, Valencia, quienes se suman a los gobernadores procedentes del
reino mallorqun, uno en cada una de las islas ms el titular perpians para los
condados de Roselln y Cerdaa.21 Por su parte, la Cancillera y la casa regia se ven
afectadas tanto por la regionalizacin como por el acceso de los respectivos estamentos. Pedro el Grande ya evidencia la necesidad de equilibrar su presencia en los
territorios al prever, en 1277, la duracin cuatrimestral de las estancias de la
monarqua itinerante entre Aragn, Catalua y Valencia. La adaptacin de la Cancillera a la diversidad territorial se consolida en 1387, cuando Juan I regula el establecimiento de tres vicecancilleres, uno para Aragn, otro para Valencia y un tercero para Catalua, ste atento tambin a los dominios insulares. A fin de evitar
18. Flocel SABAT, Perpiny, capital baixmedieval dels comtats de Rossell i Cerdanya, La
Ciutat i els Poders. Actes del Colloqui del 8 Centenari de la Carta de Perpiny (23/25 doctubre
1997), Institut Catal de Recerques en Cincies Socials, Perpin, 2000, p. 185-186.
19. Toms de MONTAGUT, El Mestre Racional a la Corona dArag (1283-1419), Fundaci
Noguera, Barcelona, 1987, vol. I, p. 196-221.
20. Flocel SABAT, La governaci al Principat de Catalunya i als comtats de Rossell i Cerdanya, Anales de la Universida de Alicante. Historia Medieval, 12 (Alicante, 1999), p. 28-42.
21. Jess LALINDE, La gobernacin general en la Corona de Aragn, Institucin Fernando el
Catlico, Zaragoza, 1963, p. 267-497.
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una completa disgregacin, en 1419 Alfonso el Magnnimo establece que cualquier modificacin en la figura de un vicecanciller debe ser acordada de part de
totes les regions da mar. La regionalizacin, con todo, es imparable: las cortes
aragonesas de Calatayud de 1461 aprueban que en Aragn los oficios de vicecanciller y regente de cancillera deben de ser ocupados por un aragons, lo que no
contradice una voluntad de proyeccin sobre el conjunto de la Corona: que el dito
vicecanceller que ser del Regno de Aragn pueda usar del dito vicecanciller en
todos nuestros Regnos e tierras que no tendrn special privilegio que vicecanciller
haya de exercir el dito officio. Los archivos tambin se regionalizan: el depsito
de documentacin registral de la cancillera en Aragn existe desde 1348 y en
Valencia se crea en 1419, con todo lo que ello significa en la dispersin y visualizacin del poder regio.22 Tambin la casa regia se adecuar de acuerdo con la divisin territorial, tras asumir las ordenanzas de Pedro el Grande y de Alfonso el Liberal antes de cerrar el siglo XIII23 y las ms elaboradas de 1337 para el reino de
Mallorca y las de Pedro el Ceremonioso de 1344. Explcitamente stas ltimas
establecen que el oficio de mayordomo sea ejercido per tres nobles cavallers, la
un en lo regne dArag, laltre en los regnes de Valncia e de Mallorca e laltre en
Cathalunya,24 lo que se mantiene a pesar de que el mismo Pedro el Ceremonioso
tiende a destacar unos mayordomos sobre otros, si bien manteniendo equilibrios
especialmente entre mayordomos catalanes y camarlengos aragoneses.
La fragmentacin administrativa comporta, claro est, una pujanza de los estamentos, que avanzan, interesadamente, en la pretensin de identificarse con el propio territorio. Este carcter transforma la propia definicin de las cortes, surgidas de
la inicial obligacin a asistir al seor.25 En las pugnas con los nobles en el siglo XIII,
Jaime I impone estas comparecencias, como explcita constatacin de sumisin,26 y
22. Rafael CONDE, Reyes y archivos en la Corona de Aragn. Siete siglos de reglamentacin y
praxis archivstica (siglos XII-XIX), Institucin Fernando el Catlico, Zaragoza, 2008, p. 78-82.
23. Francesc CARRERAS CANDI, Redre de la reyal casa: ordenaments de Pere lo Gran e
Anfs lo Lliberal, Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, IX (Barcelona,
1909), p. 97-108.
24. Prspero de BOFARULL, Procesos de las antiguas cortes y parlamentos de Catalua, Aragn
y Valencia custodiados en el archivo general de la Corona de Aragn, (Coleccin de Documentos Inditos del Archivo General de la Corona de Aragn, vol. V), Establecimiento litogrfico y tipogrfico
de D. Jos Eusebuio Monofort, Barcelona, 1850, p. 11.
25. J. FERNNDEZ VILADRICH, La corte condal: una limitacin fctica a los poderes de la
autoridad condal en la Catalua de la alta edad media, Revista Jurdica de Catalunya, LXXXI (Barcelona, 1982), p. 389-399.
26. Flocel SABAT, Poder i territori durant el regnat de Jaume I. Catalunya i Arag, Any Jaume I. Commemoraci del VIII centenari del naixement de Jaume I, Institut dEstudis Catalans, Barcelona, en prensa.
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27. Flocel SABAT, Discurs i estratgies del poder reial a Catalunya al segle XIV, Anuario de
Estudios Medievales, 25 (Barcelona, 1995), p. 621.
28. Flocel SABAT, tats et alliances dans la Catalogne du bas Moyen-ge, Du contrat dalliance au contart politique. Cultures et socits politiques dans la pninsule Ibrique la fin du
Moyen ge, Franois Foronda; Ana Isabel Carrasco, dir., Universit Toulouse II-Le Mirail, Toulouse,
2007, p. 325-342.
29. Ramon dABADAL, Pere el Cerimonis i els inicis de la decadencia poltica de Catalunya,
edicions 62, Barcelona, 1987, p. 263-279.
30. Toms de MONTAGUT, Les institucions fiscalitzadores de la Generalitat de Catalunya (Des
dels seus origens fins a la reforma de 1413), Sindicatura de Comptes de Catalunya, Barcelona, 1996,
p. 102-103.
31. Oriol OLEART, La terra davant del monarca. Una contribuci per a una tipologia de lassemblea estamental catalana, Anuario de Estudios Medievales, 25 (Barcelona, 1995), p. 614.
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sint sub uno rege et praesidatu, respectu tamen diversorum titulorum; quia ut
Arragonum rex non est Valentiae, nec Comes Barchinone () imo habet suas divisas stationes et diversa fiscalia iura et leges diversas. Et sic de una ad aliam non
inferatur.32
La administracin general de la Corona lo que con cierta proyeccin romanista podemos llamar organizacin estatal est, pues, plenamente afectada por la
pujanza de los estamentos y la incapacidad de cohesionar los territorios, lo que no
deja de incitar a la explicacin historiogrfica.
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39. Jaume RIERA, Falsos dels segles XIII, XIV i XV, Actes del Nov Colloqui Internacional
de Llengua i Literatura Catalanes (Alacant/Elx 9-14 de siembre de 1991), Publicacions de lAbadia
de Montserrat, Barcelona, 1993, p. 461-462; Albert G. HAUF, Les crniques catalanes medievals.
Notes entorn a la seva intencionalitat, Histria de la historiografia catalana (Barcelona, 23, 24 i 25
doctubre de 2003), Albert Balcells, ed., Institut dEstudis Catalans, Barcelona, 2004, p. 68-69.
40. Gabriel TURELL, Recort, Editorial Barcino, Barcelona, 1950, p. 199.
41. Jaume VICENS VIVES, Notcia de Catalunya, Edicions Destino, Barcelona, 1982, p. 110, 113.
42. Xavier HERNNDEZ, Ensenyar Histria de Catalunya, Editorial Gra, Barcelona, 1990, p. 127.
43. Norbert FONT I SAGU, Histria de Catalunya, Imprenta i editorial Alts, Barcelona,
1933, p. 79.
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laristocrcia feudal, que era inferior a la classe mercantil i industrial en riqueses, en illustraci, en regularitat de costums, en activitat.44 La prosperidad derivara de la alianza entre el poder municipal y la corona: axs la estrella dels
barons sanava eclipsant, mentres la dels Reys y dels municipis reyals creixia en
esplendor.45 El afianzamiento del poder regio derivara de este contexto y no tanto por sus propios mritos como por la sana influencia de les elites urbanas: la
noblesa va perdent el seu poder, en canvi les viles van adquirint riquesa i influncia; per sobre de tots, combatent la noblesa i afavorint les viles, creix el poder
reial.46 La conduccin burguesa permite imponer el rumbo correcto al gobierno
de la Corona, que seguramente errara si slo dependiera del juicio de los monarcas, dado los defectos de stos, ya sean excesivamente dadivosos, como Alfonso
el Liberal,47 o sometidos a la influencia de la reina, como Alfonso el Benigno,48
cuando no compendiando numerosos defectos, como el Ceremonioso.49 Los
defectos personales empaan hasta al mejor de los reyes,50 y sobre todo se acentan tras la llegada de los Trastmaras, dinasta que, al decir de Carles Card, a
penes tingu altra dria que la dafeblir Catalunya i suprimir-hi totes les llibertats municipals i generals,51 lo que requerir un esfuerzo mayor por la burguesa
44. Josep TORRAS i BAGES, La tradici catalana, Editorial Selecta, Barcelona, 1966, p. 147-148.
45. Joan SEGURA, Histria dIgualada, Imprenta de Henrich y Cia, Barcelona, 1898, p. 174-176.
46. Ramon TORROJA, Histria de Catalunya per a nois i noies, Imprenta Elzevira i llibreria
Cam, Barcelona, 1933, p. 92.
47. Ferran VALLS i TABERNER, Els sobrenoms dels reis Anfs II i Anfs III, Estudis Universitaris Catalans, IX (Barcelona, 1915-1916), p. 102.
48. Prspero de BOFARULL, Los condes de Barcelona vindicados. Imprenta de Juan Oliveres y
Monmany, Barcelona, 1836, vol. II, p. 266.
49. Francisco Monsalvatje li describe dotado de malos instintos y depravado corazn, vvora
infame, asesino de su hermano; Nern, como le llama Tomic; cruel, hipcrita y tirano, segn Bofarull;
violento, duro, hipcrita y maquiavlico, segn Cuadrado (Francisco MONSALVATJE, El vizcondado de Bas, [Noticias Histricas, V], Imprenta y librera de Juan Bonet, Olot, 1883, p. 65).
50. Bori Fontest, matiza su exaltada visin de Jaime I: este famoso rey, el ms ilustre, ms grande y ms glorioso de la Edad Media; tan hbil, tan afortunado en las grandes empresas; representacin genuina de todo un pueblo; modelo de actividad, energa y conocimiento de su poca, ofrece en
su vida privada notable decepciones slo dispensables por la corrupcin de costumbres del siglo
(Antonio BORI y FONTEST, Historia de Catalua, Imprenta de Henrich y Ca, Barcelona, 1898, p.
190). Gimnez Soler, no obstante, le acusa sin contemplaciones: como rey le caracteriza la carencia
de todo ideal, la ruina de todos los ideales, y como hombre la vanidad, la persuasin de su propio
valer, consecuencia de su incultura y de su falta de idealismos (Andrs GIMNEZ SOLER, La frontera catalana-aragonesa, II Congreso de Historia de la Corona de Aragn (dedicado al siglo XII)
(Huesca, 26-29 de Abril de 1920). Actas y Memorias, Imprenta viuda de Justo Martnez, Huesca, 1922,
vol. I, p. 527).
51. Carles CARD, Les dues tradicions. Histria espiritual de les Espanyes, Editorial Claret,
Barcelona, 1977, p. 50.
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52. Josep PLEYAN DE PORTA, Lo mot contra En Joan II, La Renaixena a Lleida. Llus Roca
i Florejachs Josep Pleyn de Porta, Joseph Borrell; Paquita Sanvicn, eds., Edicions de la Universitat de Lleida, Lrida, 1998, p. 174.
53. Braulio FOZ, Memoria sobre el parlamento de Caspe, Historia de Aragn, Imprenta y librera Roque Gallifa, Zaragoza, 1848, vol. II, p. 163-164.
54. Flocel SABAT, El Comproms de Casp, Historia de la Corona dArag, Ernest Belenguer,
dir., Edicions 62, Barcelona, 2007, vol. I, p. 288.
55. Andrs GIMNEZ SOLER, La frontera catalana-aragonesa, II Congreso de Historia de la
Corona de Aragn (dedicada al siglo XII) (Huesca, 26 a 29 de Abril de 1920). Actas y Memorias,
Imprenta viuda de Justo Martnez, Huesca, 1922, vol I, p. 489.
56. Carlos LALIENA, La formazione dello statu feudale aragonese prima e dopo lunificazione
del 1137. Una rassegna storiografica, Medioevo. Saggi e rassegne, 25 (Cagliari, 2001), p. 26.
57. Martn ALVIRA, Cinc questions poses lauteur, Heresis, 41 (Carcassonne, 2004), p. 48.
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58. Laurent MAC, Martin AURELL, Francisco GARCIA FITZ, Flocel SABAT, Esteban
SARASA, Martn ALVIRA, Muret, Muret, Muret, Morne plaine!, Heresis, 41 (Carcassone,
2004), p. 32-33.
59. Vctor HURTADO, Jess MESTRE, Atles dHistria de Catalunya, edicions 62, Barcelona,
1995.
60. Martn ALVIRA, 12 de Septiembre de 1213. El Jueves de Muret, Universitat de Barcelona,
Barcelona, 2002, p. 140.
61. Aquilino IGLESIA, La Constituci de 1283, LAven, 74 (Barcelona, 1984), p. 49.
62. Flocel SABAT, Discurs i estratgies del poder reial a Catalunya al segle XIV, Anuario de
Estudios Medievales, 25 (Barcelona, 1995), p. 643.
63. Desde Alfonso todos los soberanos no slo ostentan en Catalua su condicin real, sino que
la utilizan para afianzar su posicin en la cspide de la pirmide feudal. De este modo, Alfonso se
dirige a sus sbditos catalanes como ego, Ildefonsus rex, o simplemente ego, rex, y ellos lo tratan
como domino suo regi, acercndose a l bajo invocaciones como clamamus ad regem (Flocel
SABAT, Corona de Aragn, Historia de Espaa. La poca medieval: administracin y gobierno,
Istmo, Madrid, 2003, p. 306).
64. Martin AURELL, Le personnel politique catalan et aragonais dAlphonse Ier en Provence
(1166-1196), Annales du Midi, 93 (Toulouse, 1981), p. 121-199.
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65. Jos MARTNEZ ORTIZ, Aportacin documental al estudio de la vida social y econmica
de la Tierra Baja de Aragn durante el dominio de la Orden de Calatrava, Miscellnia de Textos
Medievals, 5 (Barcelona, 1989), p. 220.
66. Ramn de SISCAR, La carta puebla de Agramunt y los privilegios concedidos ala misma
villa por los condes de Urgel hasta la extincin de la casa de Cabrera (1163-1314), Memorias de la
Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, IV (Barcelona, 1887), p. 160.
67. Max TURULL, La hacienda municipal y la tributacin directa en Catalua durante la
Edad Media. Planteamiento general, Revista de Hacienda Autonmica y Local, XXII (Madrid,
1992), p. 16-17.
68. Basta con leer la documentacin municipal del siglo XIV, que evidencian unas idnticas formas, frmulas, capacidades y actuaciones mientras va cambiando el seorio de la villa (Flocel
SABAT, Vegueries i sotsvegueries de Catalunya, en premsa).
69. Max TURULL, Jaume RIBALTA, De voluntate universitatis. La formaci i lexpressi de
la voluntat del municipi (Trrega, 1214-1520), Anuario de Estudios Medievales, 21 (Barcelona,
1991), p. 182.
70. Gener GONZALVO, Josep HERNANDO, Flocel SABAT, Max TURULL, Pere VERDS,
Els llibres de privilegis de Trrega (1058-1473), Fundaci Noguera, Barcelona, 1997, p. 383.
71. Arxiu Histric de la Noguera, Pergamins de Privilegis 25 (ed.: Dolors DOMINGO, Pergamins
de Privilegis de la ciutat de Balaguer, Edicions de la Universitat de Lleida Institut dEstudis Ilerdencs, Lleida, 1997, p. 111).
72. Carme BATLLE, Esquema de levoluci del municipi medieval a Catalunya, Estudis balerics, V/31 (Palma de Mallorca, 1988), p. 65.
73. Merc AVENTIN; Josep Maria SALRACH, Histria Medieval de Catalunya, Universitat
Oberta de Catalunya Proa, Barcelona, 1998, p. 111.
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Para tratar de evitar los peligros interpretativos, podemos aferrarnos a las formas,
pero ello tambin puede engaarnos: la concatenacin de conveniencias feudales
contradas por los diferentes condes con el titular barcelons en el siglo XI74 ha
hecho imaginar que a travs de estos pactos realizados, entre 1060 y 1070, la
totalidad de la Catalua cristiana se encontraba por primera vez reunida bajo la
autoridad de los condes de Barcelona,75 donde en realidad exista unos acuerdos
y reconocimientos de preeminencia entre condes soberanos que mantendrn su
plena y respectiva capacidad de gobierno sin ninguna ingerencia del barcelons,76
hasta que se vayan alterando las titularidades jurisdiccionales a partir del siglo
XII.77 As mismo, la escasa presencia de privilegios regios que den paso a gobiernos locales hasta bien entrado el siglo XIII ha inclinado a considerar tardo el
movimiento municipal, incluso en la principal ciudad catalana, Barcelona, dejando un hueco de poder que, ante la presencia de los oficiales regios, se imaginaba
ocupado por la soberana real,78 a pesar de que, en realidad, las lites locales gozan
de suficiente fuerza para tomar decisiones conjuntas asumiendo interesadamente
la representatividad local, como ya en el siglo XII ejemplifican los probi homines barchinonenses79 o sus homnimos leridanos80 y, consecuentemente, tambin
los barones en sus dominios han de tomar las decisiones hace como Galcern de
Pins, en 1257, respecto de su villa de Bag: cum consilio proborum hominum
et totius urniversitatis totius ville Bagadani.81 El acuerdo establecido en 1226
entre los concejos de Zaragoza, Huesca y Jaca contra quien pretenda ejercer violencia o disminuir derechos o exigir exacciones82 se erige en palmatoria muestra
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83. Paulino IRADIEL, Formas de poder y de organizacin de la sociedad en las ciudades castellanas de la baja Edad Media, Estructuras y formas del poder en la Historia (Salamanca, 1990), Universidad de Salamanca, Salamanca, 1991, p. 25.
84. Paulino IRADIEL, Seoros jurisdiccionales y poderes pblicos a finales de la Edad Media,
23 Semana de Estudios Medievales (Estella, 1996). Poderes pblicos en la Europa Medieval: Principados, Reinos y Coronas, Departamento de Educacin y Cultura del Gobierno de Navarra, Pamplona,
1997, p. 84.
85. Flocel SABAT, Els eixos articuladors del territori medieval catal, V Congrs Internacional dHistria Local de Catalunya. Lestructuraci territorial de Ctalunya. Els eixos cohesionadors de
lespai, LAven, Barcelona, 2000, p. 69-70.
86. Paulino IRADIEL, El comercio en el Mediterrneo entre 1490 y 1530, Congreso Internacional. De la unin de coronas al Imperio de Carlos V (Barcelona, 21-25 de febrero de 2000), Ernest
Berenguer, coord., Sociedad Estatal para la Conmemoracin de los Centenarios de Felipe II y Carlos
V, Madrid, 2001, p. 113-115.
87. Luis GONZLEZ ANTN, Sobre la monarqua absoluta y el reino de Aragn en el siglo
XVI, La Corona de Aragn y el mediterrneo. Siglos XV-XVI, Esteban Sarasa; Eliseo Serrano,
coords., Institucin Fernando el Catlico, Zaragoza, 1997, p. 369-409.
88. Guy BOIS, La grande depresin mdivale XIVe et XBVe sicles. Le prcdent dun crise systmique, Publications Universitaires de France, Paris, 2000.
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dit comptat e del nom del rey de Frana qui li dona, ne si era rey ho emperador
e de les condicions en ladita donaci contengudes,89 est apuntando en la raz
del problema de la cohesin regia: la debilidad del punto de partida. Los principios romanistas con que sostener, desde el siglo XIII, el monarca en Catalua
invocando representar lo pblico ante lo privado propio del barn e profit
pblic val ms que privat y, sobre todo, gozar de la general jurisdicci90 por
la que Jaime II exige en 1298 que omnibus hominibus totius regni sunt terri
domini regis91 y Pedro el Ceremonioso proclama en 1342 ser el senyor sobir
aprs Du en Catalunya,92 han de acomodarse con la contundente concatenacin de huecos de jurisdiccin y exaccin. Estos suman los iniciales dominios
condales y vizcondales que no han sido absorbidos por la casa barcelonesa,
diversos espacios afianzados en la expansin fronteriza, escisiones fruto de la
dinmica feudal y, an, los lugares no recuperados tras ser empeados o cedidos
a carta de gracia en el siglo XIV: en 1392 slo el 1343% del territorio y el
2217% de la poblacin pertenecen al dominio regio en Catalua.93 En Aragn el
inicio del siglo XIII, tras la expansin feudal de la centuria precedente,94 muestra
una nobleza que, una vez superado el sistema de tenencias, impone su dominio,
bajo frmulas feudales, ante el mismo soberano.95 Conseguir el acercamiento y
complicidad de estos magnates y, de modo destacado, alcanzar unas tierras nuevas de plena soberana regia est en el nimo de las expansiones del siglo XIII,
sobre todo ante la insuficiencia de los esfuerzos de Jaime I para ampliar el patrimonio regio en Catalua y Aragn. Pero las dificultades del monarca son evidentes cuando ha de ofrecer inmediatamente la isla de Mallorca al dominio feudal
89. Antoni RUBI y LLUCH, Documents per lhistoria de la cultura catalana mig-eval, Institut
dEstudis Catalans, Barcelona, 2000 (facsmil, 1908), vol. I, p. 165.
90. Pere ALBERT, Commemoracions, Usatges de Barcelona i Commemoracions de Pere Albert,
Editorial Barcino, Barcelona, 1933, p. 185, 187.
91. Arxiu de la Corona dArag, Monacals-Hisenda, reg. 892, fol. 41r.
92. Arxiu Histric de la Ciutat de Girona, I.1.2.1, lligall 5, llibre 2, fol. 39r.
93. Flocel SABAT, Discurs i estratgies del poder reial a Catalunya al segle XIV, Anuario de
Estudios Medievales, 25 (Barcelona, 1995), p. 633.
94. Carlos LALIENA, Castillos y territorios castrales en el valle del Ebro en el siglo XII, La
Fortaleza Medieval. Realidad y Smbolo, Juan Antonio Barrio, Jos Vicente Cabezuelo, eds., Sociedad
Espaola de Estudios Medievales, Ayuntamiento de Alicante, Universidad de Alicante, Fundacin de
Estudios Medievales Jaime II, Alicante, 1998, p. 31-45; Carlos LALIENA, La formazione dello statu feudale aragonese prima e dopo lunificazione del 1137. Una rassegna storiografica, Medioevo.
Saggi e rassegne, 25 (Cagliari, 2001), p. 29-33.
95. Juan Fernando UTRILLA, De la aristocracia a la nobleza: hacia la formacin de lsolinajes
nobiliarios aragoneses (1076-1276), La nobleza peninsular en al Edad Media. VI Congreso de Estudios Medievales (Len, 1997), Fundacin Snchez Albornoz, vila, 1999, p. 471.
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entre 123196 y 1256,97 slo puede tomar Ibiza en 1235 tras cederla a la divisin
jurisdiccional98 y, en Valencia, padece un proceso de desgajamiento jurisdiccional
que, iniciado en el mismo reinado del conquistador, conduce a la salida del siglo
XV con el 73,09% del territorio y el 58,27% de la poblacin ajena al realengo.99
Los tenentes de jurisdiccin son nobles, barones, eclesisticos y tambin burgueses, porque estos son, ante todo y desde el primer momento, inversores. Este
dato es importante para comprender el papel de las lites urbanas. Su proyeccin
sobre el territorio no es una opcin tarda y desviada de los objetivos propios de la
clase emprendedora, como ha insistido la historiografa hasta fechas recientes,100
sino un rasgo constitutivo en tanto que desde el siglo XII el burgus es un inversor
en todo aquello que sea rentable, empezando por el valor seguro: la propiedad
urbana y rstica.101 De aqu deriva un inmediato transtorno del espacio rural en un
radio proporcional al vigor del respectivo centro urbano, con una produccin adecuada a las exigencias del mercado y una poblacin crecientemente dependiente de
la sociedad urbana, y sobre todo un difcil encaje entre el mosaico jurisdiccional y
el radio de influencia socioeconmico: porque si las jurisdicciones difieren no
podrn reclamarse los crditos y obligaciones incumplidos, poniendo en serios
aprietos a las lites urbanas, como dramticamente exponen los representantes
urbanos de Manresa en 1350 y de Gerona en 1396. Son las cpulas urbanas las que
movilizan los gobiernos municipales para promover la homogeneidad jurisdiccional, sea bajo mbito nobiliario102 o regio, impulsando para ello iniciativas como el
carreraje o las campaas de rendencin de la jurisdiccin regia.103
96. Pau CATEURA, Las cuentas de la colonizacin feudal (Mallorca, 1231-1245), En la Espaa medieval, 20 (Madrid, 1997), p. 57-64.
97. Pau CATEURA, Mallorca en el segle XIII, El Tall Editorial, Palma de Mallorca, 1997, p. 53-71.
98. Joan MAR, Illes Pitises. La conquista catalana de 1235, Institut dEstudis Eivissencs, Eivissa, 1976, p. 61-173.
99. Enric GUINOT, Senyoriu i reialenc al Pas Valenci a les darreries de lpoca medieval,
Llus de Santngel i el seu temps. Congrs Internacional (Valncia 5 al 8 doctubre 1987), Ajuntament
de Valncia, Valncia, 1991, p. 186.
100. Jaume AURELL, Lesperit capitalista a la Catalunya premoderna, Pedralbes, 16 (Barcelona, 1996), p. 179-185.
101. Flocel SABAT, Ejes vertebradotes de la oligarqua urbana en Catalua, Revista dHistria Medieval, 9 (Valncia, 1998), p. 127-154; Enrique MAIN, Ciudadanos honrados de Zaragoza. La
oligarqua zaragozana en la Baja Edad Media (1370-14110), Universidad de Zaragoza, Zaragoza,
2006, p. 81-83.
102. Andreu BASSAS, Els privilegis de Castell i del Comtat dEmpuries, Estudis Universitaris Catalans, VIII (Barcelona, 1914), p. 269.
103. Flocel SABAT Municipio y monarqua en la Catalua bajomedieval, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 13 (Barcelona, 2000-2002), p. 261-282.
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Las dificultades financieras del monarca acentan su incapacidad y su dependencia de los subsidios extraordinarios de los estamentos. Estos remarcan su propia identidad. Nobles y barones no slo blindan sus dominios mediante la asistencia de juristas formados, tambin, en el derecho romano los feudistas104 sino que asumen un
discurso sobre las virtudes de su estado, y dado que se basa en el regiment dels fets
darmes y estos por definicin sn perilloses, es de deducir la importancia de sus
cualidades, car escrit s que en lo fet on va major perill en aquell se du hom haver
ab major cautela o saviesa.105 Obligado a entenderse con ellos, el monarca reconoce
su proximidad, porque al gozar de regiment de gents, tambin han de ser justos,
sabios y prudentes.106 Las distintas concepciones que del estado tienen el rey y sus
consejeros y el resto de los grupos aristocrticos107 alimentan las tensiones del siglo
XIII y confluyen en el establecimiento, a partir de 1283, del mosaico jurisdiccional
infranqueable. En 1350, ante las cortes reunidas en Perpin, Berenguer Santvicen,
en nombre de los caballeros de las vegueras de Barcelona y Valls, advierte respecto de que per semblants empreniments e ontes sien vengudes totes les comunes que
vuy sn en el mn.108 Este temor a las formas comunales responde al protagonismo
que estn acaparando las lites urbanas al acaparar la representacin del pas. A partir de ahora slo hay un modelo alternativo al estado presidido por el prncipe por la
gracia de Dios: el que Eiximenis resume diciendo que les comunitats de si matexes
sn franques, lo que comporta que cascuna comunitat poch elegir senyoria aytal
com se volch, dejando claro que jams les comunitats no donaren la potestat absolutament a neg sobre si matexes sin ab certs patis e leys, desde la conviccin de
que lo b de la comunitat s pus digne de tota amor e honor que lo b del prncep,
concluyendo de este modo que totes les senyories del mn foren en llur fundaci primera paccionades e posades en cert patis e ab ses leys municipals.109
104. Grard GIORDANESCO, Les feudistes (XIIe-XVe s.), El Dret Com i Catalunya. Actes
del IIon Simposi Internacional (Barcelona, 31 maig 1 juny de 1991), p. 67-139.
105. Prspero de BOFARULL, Procesos de las antiguas cortes y parlamentos de Catalua, Aragn y Valencia,.Establecimiento litogrfico y tipogrfico de D. Jose Eusebio Monfort, Barcelona,
1850, vol. VI, p. 23.
106. Jos ngel SESMA, La nobleza bajomedieval y la formacin del estado moderno en la
Corona de Aragn, La nobleza peninsular en al Edad Media. VI Congreso de Estudios Medievales
(Len, 1997), Fundacin Snchez Albornoz, vila, 1999, p. 373.
107. Juan Fernando UTRILLA, De la aristocracia a la nobleza: hacia la formacin de los linajes
nobiliarios aragoneses (1076-1276), La nobleza peninsular en al Edad Media. VI Congreso de Estudios Medievales (Len, 1997), Fundacin Snchez Albornoz, vila, 1999, p. 472.
108. Cortes de Catalua, Cortes de los Reinos de Aragn, Valencia y Principado de Catalua,
Real Academia de la Historia, Madrid, 1896, vol. I, p. 444.
109. Francesc EIXIMENIS, Dotz llibre del Cresti, cap. CLVI (Francesc EIXIMENIS, Dotz llibre
del Cresti. Primera part, volum 1, Universitat de Girona Diputaci de Girona, Girona, 2005, p. 337).
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El modelo se imagina no terico sino real, en tanto que se tratara de alcanzar el gobierno existente en las idealizadas ciudades italianas.110 El argumento
concuerda con el amplio argumentario coetneo jurdico, teolgico, filosfico y moral que imagina la sociedad perfecta con forma de ciudad y avala el
vigor efectivo de las cpulas urbanas y su proyeccin territorial, con las ciudades y villas presidiendo su respectiva regin y enlazndose a modo de red piramidal. Zaragoza, Valencia y Barcelona no slo presiden sus respectivos reinos
y principado sino que los respectivos gobiernos municipales asumen y exigen esta posicin como inherente a su preeminencia. El hecho de que en el
ltimo siglo medieval amplias zonas de Aragn quedan sin jerarquizar por
una ciudad no altera, sino todo lo contrario, el ejercicio de la ciudad de Zaragoza como verdadera capital articuladora del reino,111 al tiempo que en Valencia la ciudad disputa la representatividad y el control a la misma Diputacin.
Aspectos como la transmisin de las noticias en eventos como las defunciones
regias afianzan la pirmide urbana culminada en Zaragoza, Valencia y Barcelona.112 El gobierno municipal de sta no duda en reivindicar una preeminencia
sobre el conjunto de la Corona. Por ello sus representantes estarn al lado del
rey enfermo,113 tratarn de conducir sus funerales114 e incluso participarn en los
entresijos de la sucesin: el gobierno de Barcelona ejerce una presin clave
para garantizar, en 1396, que la sucesin de Juan I recaiga en su hermano Martn.115 Tras la muerte de ste, en 1410, la ciudad pretende ejercer un peso similar y muy significativamente la solucin parlamentaria a la que aboca la representacin barcelonesa parte del convencimiento de preeminencia catalana
110. Flocel SABAT, La civilt comunale del Medioevo nella storiografia spagnola: affinite
divergenze, La civilt comunale italiana nella storiografia intgernazionale (Pistoia, 9-10 aprile
2005), Centro di Studi sulla civilt comunale, Universit degli Studi di Firenze, en prensa.
111. Jos Luis CORRAL, El sistema urbano aragons en el siglo XV, La poblacin de Aragn
en la Edad Media (siglos XIII-XV). Estudios de demografa histrica, Jos ngel Sesma; Carlos Laliena, coord., Universidad de Zaragoza Leyere Editorial, Zaragoza, 2004, p. 109.
112. Flocel SABAT, La mort dAlfons el Magnnim: coneixena, divulgaci i repercussi de
la notcia, XVI Congresso Internazionale di Storia Della Corona dAragona (Napoli, 1997). Atti, Guido dAgostino, Giulia Buffardi, eds., Comune di Napoli, Npoles, 2000, p. 1898-1899.
113. Flocel SABAT, La mort du roi en Catalogne: de lvenement biologique au fair historique, Faire lvnement au Moyen ge, Claude Carozzi, Huguette Taviani-Carozzi, dirs., Publications
U iversitaires de Provence, Aix-en-Provence, 1997, p. 158.
114. Flocel SABAT, Lo senito rei s mort!, Edicions de la Universitat de Lleida, Lrida, 1994,
p. 173-187.
115. Flocel SABAT, El poder soberano en la Catalua bajomedieval, definicin y ruptura,
Coups dtat la fin du Moyen ge?, Franois Foronda; Jean-Philippe Genet; Jos Manuel Nieto,
Casa de Velsquez, Madrid, 2005, p. 508.
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FLOCEL SABAT
122. Jos ngel SESMA, La fijacin de fronteras econmicas entre los estados de la Corona de
Aragn, Aragn en la Edad Media, V (Zaragoza, 1983), p. 141-165; El sentimiento nacionalista en
la Corona de Aragn y el nacimiento de la Espaa moderna, Realidad e imgenes dl poder. Espaa
a fines de la Edad Media, Adelina Rucquoi, coord., mbito, Valladolid, 1988, p. 215-230.
123. Jos ngel SESMA, Estado y nacionalismo en labaja edad media. La formacin del sentimiento nacionalista aragons, Aragn en la Edad Media, VI (Zaragoza, 1987), p. 245-273.
124. Jos A. ARMILLAS; Enrique SOLANO, proyeccin del poder real sobre Aragn en la construccin del absolutismo (1495-1645), La Corona de Aragn y el mediterrneo. Siglos XV-XVI, Esteban Sarasa; Eliseo Serrano, coords., Institucin Fernando el Catlico, Zaragoza, 1997, p. 333-334.
125. Petrus BELLUGAE, Speculum Principum ac Iustitiae, Galliot du Pr, Paris, 1530, fol. X v.
126. Jean GERSON, Tratado sobre la potestad eclesistica y el origen de las leyes, Conciliarismo y constitucionalismo, Marcial Pons Ediciones Jurdicas y Sociales, Madrid, 2005, p. 43-104.
127. Mara ASENJO, El pueblo urbano: el comn, Medievalismo, 13-14 (Madrid, 2004), p.
181-192.
128. Marie GAILLE-NIKODIMOV, dir., Le Gouvernement mixte. De lidal politique au monstre
constitutionnel en Europe (XIIIe-XVIIe sicle), Publications de lUniversit de Saint tienne, Saint
tienne, 2005.
129. David IGUAL, Entre Valencia y Npoles. Banca y hombres de negocios desde el reinado de
Alfonso el Magnnimo, En la Espaa Medieval, 24 (Madrid, 2001), p. 103-137.
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130. Josep Maria POU i MART, Relacions del Papa Pius II amb Joan II dArag i els catalans,
Homenatge a Antoni Rubi i Lluch. Miscellnia dEstudis literaris, histrics i lingstics, Imprenta
Atenas A. G., Barcelona, vol. II, p. 359-382.
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Uno dei tratti caratterizzanti dei sistemi monarchici, fin dal loro radicarsi sulla
scena istituzionale europea, la presenza di spazi assembleari nei quali si assumono decisioni comuni frutto della contrattazione fra la Corona e le componenti
politiche preminenti.
A partire dal XIII secolo il processo decisionale, e il conseguente iter normativo proprio delle monarchie medievali, si focalizza progressivamente su un assetto bipolare: accanto alle leggi emanate dallunilaterale volont del sovrano, si
pongono infatti le decisioni assunte in seno ad assemblee dette comunemente parlamentari. Precocemente ed in ossequio ad una tradizione di stampo germanico,
quelle decisioni sono frutto di una contrattazione e costituiscono la manifestazione pi evidente delle dinamiche policentriche che caratterizzano questi complessi politico-istituzionali.1
1. Per un bilancio degli studi sulle assemblee parlamentari in Europa cfr. per tutti J. Rogister, Some
new directions in the Historiography of States assemblies and Parliaments in Early and Late Modern
Europe, in Parliaments, Estates, Representation, 16 (1996), pp. 1-16; T. Bisson, The problem of
medieval parlamentarism: a review of works published by ICHRPI (1936-2000), in Parliaments, Estates, Representation, 21 (2001), pp. 1-14; M.S. Corciulo, Alle origini del dibattito metodologico sulla
storia delle istituzioni parlamentari: il contributo della International Commission for the History of
representative and Parliamentary Institutions (ICHRPI), in Rappresentanze e territori. Parlamento
friulano e istituzioni rappresentative territoriali nellEuropa moderna, a cura d L. Casella, Udine
2003, pp. 37-46; utili anche i contributi raccolti da G. DAgostino, Le istituzioni parlamentari nellAncien Rgime, Napoli 1979 e i pi recenti De curia semel in anno facienda Lesperienza parlamentare siciliana nel contesto eropeo. Atti del convegno internazionale di studi (Palermo 4-6 febbraio 1999),
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Le norme parlamentari, dunque, possono essere lette come la materializzazione della dialettica regno-re, e assumono, allinterno dellordinamento, il valore di
disposizioni generali e valide proprio in quanto frutto di unaltra endiadi, richiesta-risposta.
Certamente questo dualismo non che la semplificazione di un quadro pi
complesso: sotto la denominazione di regno va infatti quantomeno ricompresa
laggregazione delle tre maggiori componenti in cui si strutturava la societ e la
sua organizzazione giuridica - clero, aristocrazia e demanio; e ancora, per re deve
intendersi lunione di sovrano e Corona, ossia del consilium principis: nello spazio parlamentare, istituzionalmente ideato come luogo della contrattazione e della
mediazione, si materializza cos quel policentrismo, politico e normativo, che
uno dei segni distintivi delle monarchie del medioevo maturo.
Tra la fine del XII e la met del XIII secolo, il meccanismo parlamentare
comincia ad affermarsi in maniera pi o meno omogenea in tutte le monarchie
europee, dalla Francia allInghilterra, dalla Corona dAragona alla Sicilia; tuttavia le specificit che caratterizzano i singoli contesti sono tali da rendere difficile, se non addirittura inutile, tentare di costruire uno schema generale e valido per
tutte le realt ora menzionate.
Lunico tratto comune che mi pare si possa cogliere, almeno nella fase dellimpianto, dato dallesigenza di trasformare lo spazio che tradizionalmente era destinato alla cogestione delle cose comuni e alla determinazione di disposizioni
condivise, in uno spazio pubblico, istituzionalizzato. In questo processo di cristallizzazione dellambito assembleare e di trasformazione dellaggregazione fra
uomini liberi in luogo formalizzato degli status giuridici e delle loro specifiche
prerogative, le compagini in formazione guardano agli assetti gi strutturati e ne
assumono il modello e lorganizzazione formale.
Questo almeno quanto accade nel rapporto fra Corona dAragona e regno di
Sicilia, manifestamente segnato da un costante processo di circolazione di mode-
a cura di A. Romano, Milano 2002 e Rappresentanze e territori, cit. Per i parlamenti di area italiana
rimane poi indispensabile il rinvio alla sintesi di A. Marongiu, Il Parlamento in Italia nel medioevo e
nellet moderna, Milano 1962 e pi recentemente H. Koenigsberger, Parlamenti e istituzioni rappresentative negli antichi stati italiani, in Storia dItalia. Annali I, Dal feudalesimo al capitalismo, Torino 1978, pp. 577-613. Il panorama storiografico costellato inoltre di studi dedicati a specifiche situazioni territoriali; per i parlamenti sardi si rinvia al quadro storiografico tracciato da A. Multinu, La
storiografia riguardante i Parlamenti nella Sardegna catalano-aragonese, in Medioevo. Saggi e Rassegne, 13, (1988), pp. 101-116; per i parlamenti friulani insuperato rimane il contributo di P. S.
Leicht, Parlamento friulano, v.I (1228-1420), I-II, Bologna 1917-1925; per i parlamenti del regno di
Sicilia mi sia consentito rinviare a B. Pasciuta, Placet regie maiestati. Itinerari della normazione nel
tardo medioevo siciliano, Torino, 2005.
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2. Per un bilancio della sterminata e complessa storiografia iberica sul tema delle Cortes si rinvia
per tutti a L. Gonzlez Antn, Las Cortes de Aragn, Zaragoza 1978 e da E. Sarasa Snchez, La cortes de Aragn. Actualidad permanente, reinterpretacin y aprovechamiento historiogrfico in Historia de las Cortes de Castilla y Len, Valladolid 1988, pp. 491-542; T. Montagut i Estragus, Pactisme
o absolutisme a Catalunya: les grans instituciones de govern (s. XV-XVII), in Anuario de Historia
Medieval 19 (1989), pp. 669-679 ed i saggi raccolti nei volumi El pactismo en la Historia de Espaa Madrid, Instituto de Espaa 1980, Les Corts a Catalunya. Actes del Congrs dHistria Institucional, Barcelona, 1991 e Las Cortes de Castilla y Len en la Edad Media, Valladolid, 1988.
3. Federico III, cap. III in F. Testa (a cura di), Capitula regni Sicilie, Panormi 1741, vol. 1 (dora
in avanti Capitula), p. 48.
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4. Ibidem.
5. La necessit del reperimento di risorse finanziarie per la campagna siciliana, nellultimo ventennio del XIII secolo, era stato indubbiamente uno dei fattori fondamentali per listituzione delle cortes del regno dAragona, di quello di Valencia e della Catalogna; sul punto cfr. per tutti J.L. Martin,
Pactismo politico y consolidacion seorial en Catalua tras la conquista de Sicilia in Economa y
sociedad en los Reynos hispnicos de la baja edad media, I, Barcelona 1983, pp. 239-254; E.S. Procter, The Development of the Catalan Corts in the Thirteenth Century, in Homenatge a Antonio Rubi
i Lluch, Barcelona 1936, III, pp. 525-546; E. Sarasa Sanchez, Las Cortes de Aragn en la Edad Media,
Zaragoza 1979; L. Gonzlez Antn, Las investigacins sobre las primeras Cortes medievales: las Cortes aragonesas anteriores a 1325. Aproximacin metodolgica, problemas y possibilidades, in Estudios de Edad Media de la Corona de Aragn, X (1975), pp. 513-530.
6. B. Pasciuta, Gerarchie e policentrismo nel Regno di Sicilia. Lesempio del Tribunale civile di
Palermo (sec. XIV), in Quaderni Storici, XCVII (1998), pp. 143-170.
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Alla raffigurazione della piramide, che vede al vertice il diritto del re, andrebbe piuttosto preferita quella di una rete di diritti, dove la preminenza giuridica,
ossia la prevalenza di una fonte normativa sulle altre, determinata, di volta in
volta, dalle contingenze politiche ed assicurata proprio dallassenza di una graduazione immobile e precostituita delle fonti del diritto: lassemblea generale
dunque diventa lo strumento cardine per realizzare il raccordo istituzionale fra
esigenze della politica e specificit giuridiche.
Questa chiave di lettura pu essere utile per analizzare il primo gruppo di norme date da Federico III allatto della sua incoronazione, nel 1296.7
Nella costituzione Cum devotos, il sovrano accettava, confermava e conferiva
nuova forza ed efficacia a tutto il bagaglio ordinamentale del quale il suo nuovo
regno era gi dotato, in un passato che solennemente si faceva iniziare con il
sacratissimus imperator Federico II: omnes gratias, concessiones, donationes,
provisiones, privilegia, libertates, immunitates, consuetudines, constitutiones,
ordinationes et leges quas et que sacratissimus imperator Federicus secundus, ab
eodem genitus dignissimus rex Manfredus, gloriosissimus rex Aragonum et Sicilie Petrus reverendissimus pater noster, ac etiam Iacobus nunc illustris Aragonum
olim rex Sicilie frater noster, nec non Aragonum et Sicilie regina sanctissima
mater nostra et nostra precipue celsitudo dederunt, fecerunt, constituerunt, promiserunt, vel etiam confirmaverunt, acceptamus, confirmamus laudamus et
approbamus et ex certa sciencia robur illis et efficaciam impartimur.8
Questo elenco, cos meticoloso, il segnale pi evidente dellimportanza della
disposizione ed una chiave preziosa per leggere con estrema precisione la complessit dellordinamento.
Il sistema era fondato su due ambiti normativi principali: la legislazione di iniziativa regia e le legislazioni cittadine. La prima, proveniente dalla unilaterale
volont del re, si articolava in norme generali, destinate al regno nel suo complesso - constitutiones, ordinationes e leges -, e provvedimenti speciali emanati
dal sovrano in favore di singoli soggetti o di determinate categorie - grazie, concessioni, donazioni, provisiones, privilegi. La legislazione cittadina era individuata nelle tre categorie delle libertates, delle immunitates e delle consuetudini.
7. Testa, Capitula, I, pp. 45-65. Su questa normazione cfr. Pasciuta, Placet, pp. 111-124; cfr, inoltre E. Mazzarese Fardella, Aspetti della legislazione di Federico III dAragona re di Sicilia, in Federico III dAragona re di Sicilia (1296-1337). Convegno di studi (Palermo, 27-30 novembre 1996) a
cura di M. Ganci, V.DAlessandro, R. Scaglione Guccione (Archivio Storico Siciliano, IV, XXIII,
1997), pp. 47-58.
8. Federico III, cap. II (Testa, Capitula, I, pp. 47-48).
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11. Su questo cfr. B. Pasciuta, Il primo Parlamento: Siracusa 1398, in Miscellanea DAlessandro***, pp. 193-206.
12. Testa, Capitula, I, p. 129.
13. P. Corrao, Governare un regno Potere societ e istituzioni in Sicilia fra Trecento e Quattrocento, Napoli, 1991, p. 67 ss.
14. Testa, Capitula, I, p. 129.
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Non pu sfuggire, tuttavia, che la definizione preliminare dei temi sui quali il
re si dichiarava disposto ad ascoltare il regno e ad accoglierne eventualmente le
richieste, pur aprendo un nuovo spazio di dialogo, contemporaneamente poneva
un limite evidente alla contrattazione stessa: il sovrano dichiarava che una discussione era possibile, ma soltanto sugli ambiti esplicitamente indicati in premessa.
Il regno avanzava dunque le proprie richieste, frutto di un preventivo accordo
fra le varie componenti di cui materialmente era costituito; quelle accolte dal re,
con lapposizione del placet, diventavano norme dotate di efficacia e validit,
denominate Capitula: nasceva cos, in questa sede, la normazione parlamentare
siciliana.15
Il risultato, almeno secondo quanto ci pervenuto in via indiretta - cio attraverso leditio princeps dei Capitula regni Sicilie del 1497 - una legislazione corposa della quale occorre brevemente dire qualcosa.16
Innanzitutto per la prima volta, in riferimento a norme generali e valide per
tutto il regno, veniva introdotta la nuova denominazione di Capitula, che indicava
appunto la tipologia delle norme composte da richiesta e placet e che avrebbe poi
genericamente definito la normativa del Regno di Sicilia. Questa di Siracusa era
dunque la prima esemplificazione di una legislazione concordata nellambito di
unassemblea e formalizzata in norme generali proposte al re e da questi promulgate in toto o in parte.
Il regno era finalmente pacificato dopo il lungo interregno cosidetto dei Quattro Vicari e la dura lotta per il ripristino dellautorit regia.17 Le nuove lites che
15. Per unanalisi formale delle tipologie normative del regno di Sicilia fra XIV e XV secolo cfr. Pasciuta, Placet, cit., pp. 29-71; utili per uno sguardo cronologicamente pi ampio, lormai risalente saggio
di C. Giardina, Le fonti della legislazione siciliana nel periodo dellautonomia, in Archivio Storico Siciliano, n. s. I (1936); ed. in Id., Studi di storia del diritto, Palermo 1951, pp. 341-373 e le recenti note di
D. Novarese, Introduzione a Parlamenti generali ordinari e straordinari celebrati nel Regno di Sicilia dal
1494 fino al 1658. Raccolti da don Andrea Marchese con laggiunta in questa nuova impressione di quelli del 1661 fino al 1714 del dottor don Pietro Battaglia e con le memorie istoriche dellantico e
moderno uso del Parlamento appresso varie nazioni ed in particolare nella sua origine in Sicilia. Notizia di vari Parlamenti di esso Regno prima del 1494 e del modo di celebrarsi, di d. Antonino Mongitore
sacerdote palermitano. Ristampati nel governo delleccellentissimo signore d. Annibale Conte Maffei
[] Vicer Luogotenente e Capitan Generale in questo regno di Sicilia, dordine della Ill. Deputazione
del Regno, Palermo 1717 (rist. an. a cura di A. Romano), Soveria Manneli (CZ) 2001.
16. Il testo del parlamento di Siracusa, infatti non pervenuto in originale e quello che attualmente
si conosce deriva dalleditio princeps dei Capitula regni Sicilie curata nel 1497 dal giurista messinese
Giovanni Pietro Appulo. Sulle vicende di questo testo cfr. Pasciuta, Placet, p. 196, n.12 e Ead., Il primo parlamento cit., p.**.
17. Sulle complesse vicende del lungo Trecento siciliano cfr. per tutti V. DAlessandro, Politica e
societ nella Sicilia aragonese, Palermo 1963; Corrao, Governare un regno, cit.
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avevano appoggiato il sovrano e che adesso occupavano la ribalta della scena politica siciliana esigevano una ridefinizone collegiale - e anche formalmente visibile - di un sistema politico nuovo e questa ridefinizione non poteva che avvenire in
uno spazio istituzionale nuovo e pubblico nel quale giocare la grande partita della
mediazione politica con le regole inequivocabili - almeno formalmente - dello
strumento giuridico.
Questa collegialit e sopratutto lesigenza che il processo decisionale fosse
percepibile dalla collettivit spiegano la plateale decisione di Martino il quale, in
risposta alla prima richiesta avanzata circa il recupero dei beni del demanio alienati, nominava un consiglio composto in maniera paritaria da membri della sua
corte e da soggetti designati dal regno con il compito di affiancarlo nella individuazione esatta dei confini del demanio regio.18
Il consiglio - che rappresenta tuttavia unesperienza unica nella lunga storia
parlamentare del regno - era evidentemente un momento di ulteriore mediazione
fra assemblea-richiedente e re-concedente, necessario nella fase di prima sperimentazione del meccanismo della contrattazione parlamentare e in esso, a vario
titolo, si concentravano le diverse componenti che animavano la dialettica politica del parlamento.19
Il carattere di generalit delle richieste avanzate dal regno configurava il corpus delle norme del primo parlamento siciliano come una sorta di canovaccio istituzionale, volto a fissare parametri generali, validi per tutto il regno e che saranno reiterati anche nei successivi parlamenti.
Si trattava di regole alle quali anche il sovrano era vincolato: egli ne era il
garante, in quanto aveva approvato le richieste, ed era ad esse sottoposto in nome
del gi citato principio di equit. Su sollecitazione dellassemblea, il re si obbligava a non derogare, in nessun caso, a privilegia, consuetudines, usus, libertates
et immunitates totius regni et singulorum locorum e a considerare nullo qualsiasi provvedimento che avesse ignorato o anche solo diminuito le prerogative giuridiche di ciascuna delle componenti dellordinamento stesso.20
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Il rispetto degli assetti normativi - generali e particolari - era il pilastro sul quale si costruiva lintera impalcatura istituzionale del regno; e limportanza del punto confermata dal fatto che in un altro capitolo dello stesso parlamento, anche
questo approvato da Martino, si specificava che tutte le eventuali clausole contra
formam iuris inserite nei privilegi dovessero comunque intendersi iuribus alterius semper salvis e che quindi fossero nulle nei giudizi; i privilegi inoltre dovevano essere conformi alla debita et antiqua forma, cos come secundum iuridicam et dictam debitam et antiquam formam avrebbero dovuto procedere i
giudici nellemanazione delle sentenze.21 In chiusura, infine, si chiedeva al sovrano di formalizzare solennemente tutti gli impegni assunti in quella sede attraverso il giuramento solenne e lapprovazione dei capitoli da parte del Consiglio: Sua
dignetur benigna maiestas omnia et supradicta mature et prudenter ordinare et
ordinata executioni debite mandare. Il regno andava oltre nella richiesta e inseriva nel capitolo la possibilit di ricorrere al diritto di resistenza in caso di violazione delle norme parlamentari: ita quod ordinatio et executio sit iusta et generalis nec deinceps revocetur aut impediatur per aliquem cuiuscumque conditionis;
quod si aliter fiat, liceat universitatibus resistere, ut regius honor conservetur et
sua ordinatio non sit elusoria.22 Il sovrano respingeva questa estrema possibilit
cum non est rationabile ma approvava la richiesta e la confermava con il giuramento solenne - et haec omnia regali iuramento eiusque consilii approbatione
confirmentur.23
Il Parlamento di Siracusa rappresenta dunque una sorta di prototipo, di prima
sperimentazione del nuovo modello istituzionale; la normazione di garanzia, frutto dellincontro fra la volont del sovrano e quelle espresse dagli altri centri di
potere del regno si occupa pertanto esclusivamente della definizione di parametri
istituzionali generali. Una definizione che, come si vedr nel tempo, necessitava
continuamente di essere ribadita in sede parlamentare, secondo un modus operandi di reiterazione di richieste di analogo tenore che lascia sospettare il carattere simbolico e teatrale dello spazio istituzionale del Parlamento siciliano a fronte di unattivit politica e normativa, che invece si svolgeva su altri terreni.24 E una
normazione certamente contrattata, come dimostrato anche dai rifiuti opposti dal
sovrano ad alcune richieste, uno scambio che si sostanzia nella concessione di
solide prerogative giuridiche in cambio del raggiungimento della pacificazione,
21. Martino, cap. XXIX (Testa, Capitula, I p. 150).
22. Martino, cap. XXXI (Testa, Capitula, I p. 150).
23. Ibidem.
24. B. Pasciuta, Conflitto tra i diritti e dialettica tra i sistemi giuridici: lo spazio parlamentare in
Sicilia fra XIII e XV secolo, in Ragion Pratica, 29 (dic.2007), pp. 369-381.
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punto, dunque, consolidato il risultato e fissata come sua residenza stabile Napoli,
Alfonso inaugurava per il regno isolano una politica normativa di stampo nuovo.
Se la parte iniziale del suo regno era stata infatti caratterizzata dalla tradizionale produzione di norme di diretta iniziativa regia, con la tendenza a dotare il sistema di grandi leggi-ordinamento volte a ridisegnare dallalto alcuni tratti salienti dellamministrazione pubblica,30 adesso quel modus operandi veniva affiancato
e progressivamente rimpiazzato dalla normazione parlamentare.
Il Parlamento si poneva ormai con chiarezza come la sede istituzionale deputata alla difesa degli interessi collettivi del regno, diventava il luogo di costruzione delle leggi generali e il principale canale della loro pubblicazione.
La contrattazione politica fra il regno e il re muoveva dalla rivendicazione di
un glorioso passato fatto di leggi e privilegi dei quali si chiedeva esplicitamente e
singolarmente il rispetto;31 la costruzione di una tradizione isolana, di una identit
che si rivendicava come antica e che si fondava proprio sulla specificit delle prerogative giuridiche, era il principale canale di legittimazione di una intelaiatura
istituzionale che invece soltanto in quella circostanza faceva la sua prima comparsa. Il richiamo a norme emanate dai precedenti sovrani era dunque un mezzo
retorico e soprattutto politico per sottolineare come il meccanismo parlamentare
che si stava utilizzando e che da ora in avanti avrebbe costituito un luogo istituzionale stabile, non fosse considerato una innovazione, quanto piuttosto una struttura antica e temporaneamente accantonata per li iminenti necessitati che continue occurriano a la dicta sua maiestati.32
La dinamica richiesta-risposta assumeva per la prima volta palesemente i connotati del patto, dellaccordo tra due volont, dello scambio di cosa contro prezzo.
E infatti, se la norma generale come frutto di un accordo re-regno era stata gi
immaginata dalla normazione di Federico III e realizzata solo parzialmente da Martino I - il quale, a Siracusa, aveva contrattato laccoglimento delle richieste in cambio del rafforzamento dellobbedienza e del consenso dei sudditi - soltanto adesso,
con Alfonso, la normazione veniva concessa in cambio della corresponsione di una
somma di denaro: lintroduzione del sistema delle leggi pactate seu conventionate
nel regno di Sicilia segnava un punto darrivo del lungo percorso di sperimentazio30. Pasciuta, Placet, cit. pp. 150-167.
31. Esemplificativa di questo procedimento la richiesta di un ritorno al regime fiscale stabilito da
Giacomo primo nel 1286 e la specificazione che si per lo passato altri collecti, graviczi, oi exactioni
fussiro stati imposti et pagati, quilli de cetero non si poczano allegari ne usari, sicome mai fussiro stati imposte et pagati (Alfonso, cap. CCCLVIII in Testa, Capitula, I, p. 335).
32. Alfonso, cap. CCCLVII (Testa, Capitula, I, p. 335).
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33. Sul tema del pattismo in area iberica si rinvia, per tutti, a J. Lalinde Abada El pactismo en los
reinos de Aragn y de Valencia in El pactismo en la Historia de Espaa, cit., pp. 114-139; sulle leggi
pazionate nel regno di Sicilia cfr. E. Mazzarese Fardella, Osservazioni sulle leggi pazionate in Sicilia,
in Atti dellAccademia di Scienze Lettere e Arti di Palermo, s. IV, XVI (1955-56), pp. 3-35 (estratto).
34. La narrazione dello svolgimento del primo parlamento alfonsino contenuta in una sorta di
preambolo che precede le richieste inoltrate al sovrano dagli ambasciatori del regno; Alfonso, cap.
CCLVI, Testa, Capitula, I, pp. 334-335).
35. Testa, Capitula, I, p. 334.
36. Et facta et ben intisa la dicta propositioni, et subinde havuti diversi colloquii et tractamenti
in lo dicto Parlamento, tandem li dicti tri Brachii, in nome et per parte di lo dicto regno conclusiro
et determinaro supplicari humilmente a la dicta vostra Maiest concedire a lo dicto regno li gracii
et cosi infrascripti (Testa, Capitula, I, p. 335).
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Dal 1446 in avanti il parlamento del regno di Sicilia sarebbe stato convocato con regolarit: tre volte durante il regno di Alfonso46 e dopo qualche incertezza dovuta allavvicendarsi sul trono di Giovanni, fratello di Alfonso, e di Ferdinando - re di Sicilia dal 1479 - a partire dal 1503 con scadenza biennale o
triennale, fornendo alle casse della Corona una contribuzione ordinaria annuale
di 100.0000 fiorini.47 Il parlamento quindi diventava, a partire proprio da Alfonso, la sede in cui si ribadivano i principi generali che stavano alla base dellordinamento, si concordavano i necessari cambiamenti istituzionali e si forniva
alla Corona la somma di denaro che a regime era divenuta la principale forma
di tassazione ordinaria.
E mi sembra significativo far rilevare, in chiusura del mio intervento, che il
vocabolario della contrattazione si fa sempre pi sfumato con la messa a regime
del sistema parlamentare.
Gia alla fine del 400, con i parlamenti di Giovanni, il donativo veniva offerto
al sovrano come exiguum munus, dato pure libere ac nulla conditione.48
La struttura sostanziale e il tenore delle richieste, la loro placitazione e quindi
la loro efficacia non avevano subito mutamenti rispetto allet alfonsina; e sondaggi effettuati sui capitoli dei successivi parlamenti confermano che il sistema
sarebbe rimasto uguale a quello impiantato da Alfonso, anche per i parlamenti cinquecenteschi.
46. I tre Parlamenti si celebravano nel 1451, nel 1452 e nel 1457; per una decrizione dettagliata
di questi parlamenti sia consentito di rinviare a Pasciuta, Placet, cit., pp. 231-284.
47. Per i parlamenti a partire dalla seconda met del 400 manca attualmente uno studio specifico. che tuttavia in corso da parte di chi scrive; si rinvia pertanto a Genuardi, Il Parlamento siciliano,
Bologna 1924 e alla premessa di A. Mongitore, Il Parlamento di Sicilia. Memorie istoriche, in Parlamenti generali del Regno di Sicilia dallanno 1446 fino al 1748 con le memorie istoriche dellantico
e moderno uso del Parlamento appresso varie nazioni ed in particolare nella sua origine in Sicilia e
del modo di celebrarsi di d. Antonino Mongitore canonico decano della Santa Metropolitana chiesa di
Palermo ristampati colle addizioni e note del dott. d. Francesco Serio e Mongitore sacerdote palermitano consultore e qualificatore del Tribunale della Santissima Inquisizione nel governo dellEccell.
Signor don Eustachio duca de La Vieufuille Vicer e capitan generale in questo regno di Sicilia, dordine della Ill. Deputazione del Regno [], Palermo 1749 (rist. an. a cura di D. Novarese, A. Romano,
C. Torrisi, Messina 2002). Recenti edizioni di singoli Parlamenti sono quelle pubblicate nella serie I
parlamenti di Sicilia nellet moderna. Quaderni del Dipartimento di Scienze storiche antropologiche
geografiche, Universit di Catania, dir. G. Giarrizzo: Progetto per i Parlamenti di Sicilia nellet
moderna, a cura di A. Coco, S. Leone, V.Sciuti Russi e A. Spoto (Quad. 1); Il Parlamento del 1612, a
cura di V. Sciuti Russi (quad. 14); Il Vicer Caramanico e il Parlamento del 1790, a cura di C. Spoto
(Quad. 16); Vittorio Amedeo e il Parlamento del 1714, a cura di A. Coco, (Quad. 17); Il Parlamento di
Sicilia del 1615, a cura di F. Vergara (Quad. 18); Il Parlamento del 1774, a cura di M. C. Calabrese
(Quad. 20); Il Parlamento del 1505, a cura di R. Cancila (Quad. 23).
48. Giovanni, cap. XCIX (Testa, Capitula, I, p. 499).
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E tuttavia il vocabolario giuridico era ormai mutato: dal pactus alfonsino che
legava le parti al rispetto dellaccordo in nome delle categorie giuridiche del contratto, del pagamento di cosa contro prezzo, si era rapidamente scivolati verso il dono, il
munus, che affidava il rapporto fra i due soggetti - donante e donatario - alla liberalit, alla pura magnanimit, al rispetto volontaristico e unilaterale degli accordi.
Uno slittamento, quello dal contratto al dono, che certamente era il riflesso
dellassestamento del sistema parlamentare e della sua messa a regime; luso di
categorie giuridiche differenti, ma pur sempre riconducibili con certezza nellalveo dei rapporti fra privati, va letto come il riflesso formale del fatto che il donativo non era pi considerato come sussidio straordinario ma era ormai pienamente assurto al rango di contribuzione ordinaria.49
In questa prospettiva si comprende bene come il ricorso allistituto della donazione fosse funzionale a liberare le parti dallasprezza vincolativa del contratto: il
contratto infatti esigeva comunque un rapporto sinallagmatico e il rispetto ad
unguem di un accordo che andava in questo senso rigidamente formalizzato. E tuttavia il ricorso a questa categoria giuridica manifestava lintrinseca debolezza
della contrattazione e la fragilit dellaccordo fra due parti che, sebbene poste dal
diritto sul piano di formale parit, erano tuttavia profondamente diseguali dal punto di vista sostanziale.
Il passaggio dal contratto al dono va allora letto come la manifestazione formale di un assestamento dei rapporti determinati dalladozione dellistituto parlamentare. E infatti evidente come latto del donare svincoli il donante da obblighi
di reciprocit nei confronti del donatario e in qualche misura determini un rapporto di soggezione tra colui che dona e colui che riceve, ponendosi il primo come
elemento attivo e il secondo come elemento passivo dellazione giuridica. A differenza del contratto, dunque, il munus, nella sua gratuit e nella sua connotazione di pura liberalit, era la manifestazione formale, e giuridica, di una maggiore
forza del sistema, indicava certezza dei ruoli e disegnava un accordo che poggiava su basi pi solide, politicamente pi stabili: e il diritto, con il suo vocabolario
mai casuale - ancora una volta, e come sempre - forniva concretezza agli sfumati
itinerari della politica.
49. Sul donativo come forma di contribuzione fiscale e non come compenso per la placitazione
delle richieste cfr. Pasciuta, Placet, cit., pp. 249-250.
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Questo intervento intende evidenziare alcune conseguenze sul piano politicoistituzionale o aspetti, come recitava il titolo presentato al convegno del 2008 ,
dellinclusione del regno di Napoli nei domini della Corona aragonese.1 Mi soffermer infatti, prendendo come oggetto sia il regno di Alfonso il Magnanimo sia
quello del figlio Ferrante, che con una forzatura non eccessiva pu ancora essere
considerato un dominio della Corona dAragona,2 su due punti: la composizione
e le funzioni dei parlamento generali; listituto della luogotenenza generale.
Mi sembra che parlamento e luogotenenza generali siano due importanti
novit introdotte nella struttura del regno napoletano dalla conquista alfonsina, le
1. La bibliografia abbondante: basti ricordare il IX e il XVI Congresso della Corona dAragona, celebrati a Napoli nel 1973 e nel 1997 (La Corona 1978-1984, DAgostino-Buffardi 2000). Tuttavia, la conoscenza delle istituzioni del regno in et alfonsina si fonda ancora, per la gran parte, sulla
monografia di Ryder 1976, miniera inesauribile di dati e utile guida per ulteriori ricerche nei registri
dellArchivio della Corona dAragona a Barcellona, i quali riservano ancora molte sorprese al ricercatore interessato alla storia italiana. Valgono ancora le raccomandazioni di Ruggero Moscati (Moscati 1958, Moscati 1961, cfr. anche Moscati 1978), sulla scia del quale Ryder repertori gli uffici
napoletani, distinguendoli da quelli generali, e illustr in maniera convincente lattivit politica del
flessibile Consiglio regio, mentre Del Treppo ha concentrato la sua attenzione sugli uffici finanziari
(Del Treppo 1986, pp. 104-107 e il lavoro, in corso di stampa negli Studi in onore di Vincenzo DAlessandro, su Il Percettore generale nel regno aragonese di Napoli. Ringrazio lautore per avermene
consentito la lettura).
2. La vicenda dellinclusione/esclusione del regno di Napoli nella Corona dAragona analoga a
quella che Pietro Corrao, nel suo intervento al convegno, ha ricordato per il regno di Sicilia. Come
not gi Del Treppo, i passaggio dei domini italiani a dinastie cadette non fu un evento casuale, ma
una condizione transitoria ricorrente, che trasform, ma non allent i legami tra luna e laltra sponda
del Tirreno occidentale (Del Treppo 1986, pp. 92-94).
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quali si sarebbero poi consolidate, pur con qualche difformit di esiti, nel lungo
regno di Ferrante (1458-94).
3. Reuniones presididas por un simple lugarteniente particular del rey; con asistencia incompleta y non obligatoria de los brazos; convocadas sin periodicidad y que no se renen para tratar de todos
los asuntos del reino, Lalinde Abada 1978, p. 159. La denominazione parlamentum generale risaliva al parlamento convocato da Carlo II dAngi a S. Martino (1283). Tradizione aragonese e angioina
si sovrapposero nella definizione dellassemblea del 1443.
4. Marongiu 1962, pp. 330 e 334, ma gi Marongiu 1950, pp. 13-16. A differenza che in Provenza, nel regno angioino di Sicilia citra farum listituto del parlamento generale era in declino fin dalla
seconda met del XIV secolo (Hbert 1998, pp. 486-490).
5. Uneccellente trattazione dei parlamenti in et alfonsina in Ryder 1976, pp. 124-135 (cfr.
anche Gentile 1909, pp. 1-8, Gentile 1913, Gentile 1937, pp. 5-10, Marongiu 1962, pp. 232-239, 332338, DAgostino 1979, pp. 164-169). Il parlamento del 1441, che riun a Benevento a respectable portion of the Neapolitan baronage, ricordato solo da Ryder 1976, pp. 43, 125 e Ryder 1990, p. 242.
Quello del 1443, trasferitosi da Benevento a Napoli per richiesta dei baroni, documentato da una lettera del re (ed. in Gimnez Soler 1909, pp. 200-201, da cui ried. Marongiu 1950, pp. 5-6); dal verbale edito in Capitoli Gratie 1524, ff. I-XII (dal quale, tramite riedizioni, Lnig 1725-1732, IV, n.
XXXIX, coll. 498-518) e da un ms. della Biblioteca Comunale di Palermo, Coll. E 165, ff. 75-77 segnalato da Marongiu 1962, p. 332n. Gli altri sono ricordati in lettere trdite dai registri dellArchivio
della Corona dAragona (cit. da Ryder 1976) e in fonti napoletane distrutte nel 1943 (utilizzate da
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delle citt demaniali pare intervenissero soltanto a partire da quello del 1449. Con
Ferrante, per quanto ne sappiamo, i parlamenti si riunirono pi raramente, nel
luglio 1458, settembre 1474,6 febbraio 1481, novembre 1481, aprile 1483, novembre 1484.7 Forse ci fu un parlamento anche nel 1478.8
Del resto, la modalit stessa con cui la notizia dei parlamenti arrivata fino a
noi conferma di una certa incertezza istituzionale, che si proietta nelle insufficienze delle registrazioni coeve e della tradizione, specie se pensiamo ai registri
Gentile 1909 e 1913). Gli ambasciatori danno notizia delle riunioni del 1443 (Antonio de Vinyes, in
Madurell-Marimn 1963, p. 222),1450 (ivi, pp. 309-310), 1456 (Pere Boquet, ivi, p. 533, cit. anche da
Ryder 1976, 129n; Antonio da Trezzo, Dispacci sforzeschi, I, pp. 430, 439). I capitoli approvati da
Alfonso in quello del 1450 furono editi da Ametller 1903-1928, III, pp. 684-692 e da Gentile 1909, pp.
107-119 (da due differenti testimoni); quelli del 1456 da Gentile 1913, pp. 223-231 e da un formulario in Archivio di Stato di Napoli, Sommaria, Diversi, I, 52/II, ff. 171v-176v. Gentile 1913, p. 190 d
notizia di un parlamento convocato nel giugno 1451, ma mai riunitosi.
6. Il parlamento del 1458 (cattedrale di Capua, 26-30 luglio) testimoniato da lettere degli ambasciatori milanesi (Dispacci Sforzeschi, II, pp. 62-64). Quello del settembre 1474, stando alle parole del
milanese Francesco Maletta, sembra essere stato un parlamento di soli baroni, conclusosi per con la
rinuncia ad una imposizione straordinaria, sostituita da una trattenuta sulle provvigioni fisse: La
maiest del re ha facto novamente uno parlamento ad questi principali baroni del reame che son qui
como, essendo mancata grandemente lintrata de questo reame forse per CLm ducati et havendo quella de varie et grosse spexe ale spalle, maxime lo matrimonio de madonna Beatrice [dAragona con
Mattia Corvino re dUngheria] et landata de don Federico [dAragona in Borgogna], havea facto pensero imponere una dova generale per tuto questo reame, la quale cosa essendo ventilata et examinata
per questi suoy consiglieri, trovano non poterse imponere tale dova per lextrema graveza che hanno
tuti li populi, unde hanno electa la megliore parte in pigliare la provixione ad li signori offitiati del reame (a Galeazzo Maria Sforza, Napoli 4 settembre 1474, Archivio di Stato di Milano, Fondo Sforzesco, 224, cc. 126-128: 127. Lallegato contiene un prezioso elenco delle provvigioni di grandi ufficiali,
consiglieri, baroni, segretari e condottieri per un totale di 50.000 ducati). Dova, con fonetica lombarda, sta per dogana, intesa forse come tassa indiretta.
7. I parlamenti del 1481 e 1484 sono ricordati da lettere di ambasciatori mantovani, estensi e fiorentini (Zacchino 1986, p. 307; Scarton 2007); quello del 1481, ma con data errata al 1480, da una preziosa lettera di Ferrante allarcivescovo di Cosenza Pirro Caracciolo (edita da Ughelli 1721, coll. 250253, ma vedi anche Cassandro 1934, pp. 32-33). La riunione del 1483 riferita dal cronista
cinquecentesco Notargiacomo 1845, p. 150. Ringrazio Elisabetta Scarton, con la quale ho discusso
sullargomento, per avermi consentito di leggere il testo del suo intervento su I parlamenti di Ferrante (1481 e 1484) per la riforma delle finanze al convegno Fonti per la storia di Napoli aragonese.
Bilancio di una ricerca (1989-2009), Napoli 19 febbraio 2009.
8. Sembra essere stato un parlamento la riunione di baroni e sindaci demaniali con il giuramento
dellomaggio a Ferrandino, figlio del duca Alfonso dAragona, il 20 settembre 1478, nella chiesa napoletana dellIncoronata, come farebbe pensare la presenza della regina e degli ambasciatori esteri e lintervento, nella qualit di portavoce, di Onorato Caetani, conte di Fondi e protonotario del regno (notizia data dai cronisti Passero 1785, p. 38, e Notargiacomo 1845, p. 141). Erroneamente Marongiu 1962,
pp. 233, 334 (e gi Marongiu 1950) cita come atti dei parlamenti le capitolazioni di Napoli placitate dai
re aragonesi nel 1462, 1480, 1486, 1495 edite dal Lnig 1725-1732, rispettivamente a IV, pp. 601, 658,
662, 679. Lo stesso studioso cita anche parlamenti del 1491, 1493 di cui non abbiamo altre notizie.
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9. Vedi supra, note 5-7. Riflettono sulle lacune della tradizione, in particolare quella dei cronisti,
sia Marongiu 1950, p. 14, sia Scarton 2007, p. 113n. Per la documentazione sui parlamenti angioini:
Hbert 1998, pp. 477-478.
10. Capitoli Gratie 1524: gli atti del parlamento, presentati come Capitula Gratiarum concessarum Universitati Neapolis (f. Ir) e tratti dallarchivio della Regia Camera della Sommaria (f. XIIv),
furono editi dallo stampatore Antonio de Frizis per iniziativa del governo cittadino e del viceprotonotario del regno. Essi furono premessi alle concessioni fatte alla citt di Napoli a partire dal 1459 in
unoperazione di falsificazione della memoria perseguita dalle lites cittadine, con conseguenze nella
storiografia. Ne conferma laggiunta di documenti pi antichi nella riedizione del 1543 (di Sulzbach:
Privilegii 1543), che fu poi ristampata con il nuovo titolo nel 1588 e nel 1719-20 (Capasso 1876, pp.
14-16, Bagnulo et a. 1991, pp. 88ss.). interessante osservare che lo storico Angelo di Costanzo, parafrasando il verbale edito, introduce le notizie errate della convocazione di sindaci demaniali, del discorso di apertura tenuto dal segretario del re e non da questultimo, dei molti capitoli concessi a
Napoli dopo il parlamento, proiettando sullassemblea del 1443, che peraltro anticipa rispetto allentrata trionfale, la sua esperienza cinquecentesca (Di Costanzo 1719, pp. 499-501).
11. Come avveniva in occasioni analoghe e come lascia supporre la testimonianza di Lupo de Spechio che, dopo aver ricordato il trionfo e il parlamento, scrive et io presente e per tucto (Spechio
1990, p. 90). Proceres quam plurimi e populus sono segnalati come presenti allinvestitura di Ferrante del 3 marzo 1443, Capitoli Gratie 1524, f. Xr.
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no, eletto a turno tra i seggi nobili della citt, aveva una funzione eminente, inusuale nel panorama europeo, di coordinatore-presidente dellassemblea (DAgostino): precedeva i baroni e gli altri sindaci, presiedeva i lavori del parlamento e
della speciale commissione (la Deputazione per le grazie), formata per met da
baroni e per met da cittadini napoletani, incaricata di formulare le richieste al sovrano.12 Era il sindaco a rispondere al discorso di apertura del vicer asburgico, mentre nei parlamenti aragonesi tale funzione era stata del protonotario del regno, il
conte di Fondi Onorato Caetani, o del figlio del re in qualit di primo dei baroni.
Nei domini iberici tale ruolo toccava generalmente al prelato pi importante.13
Dei parlamenti napoletani in et aragonese non abbiamo dunque veri e propri
atti, cio raccolte organiche a carattere cancelleresco, ma verbalizzazioni degli
eventi e delle decisioni con effetti giuridici vincolanti nelle due uniche forme documentarie atte a preservare memoria e a garantire autenticit: mi riferisco al contratto notarile (gli atti del 1443 consistono nellaccorpamento di instrumenta) e al
privilegio regio che ingloba e approva le richieste presentate dei baroni in occasione del parlamento (i capitula), lasciando peraltro ampi margini di incertezza nei
casi in cui il placet seguito da restrizioni o sospensive.14 Come nelle relazioni di
privati o comunit (le universitates) con la monarchia, anche lagglomerato dei
baroni (non uno stament formalizzato), chiede esplicitamente che sia rogato un instrumentum o che le grazie siano inserte in un privilegio regio, le cui spese (gli esosi diritti di cancelleria) e la cui conservazione restavano a carico della parte interessata. Talvolta questultima preferiva procurarsi ulteriori registrazioni autentiche,
nel timore che gli originali si perdessero, come fecero Francesco Del Balzo, duca
dAndria, e Marino Zurlo, gentiluomo napoletano, pochi mesi dopo il parlamento
del 1450, quando si rivolsero ai funzionari della Vicaria.15
12. DAgostino 1979, pp. 19-29. Dal 1642, interrottisi i parlamenti, fu la deputazione cittadina
napoletana a deliberare i periodici donativi al sovrano. Cit. del testo da DAgostino 1984, p. XIV.
13. Lalinde Abada 1978, p. 138.
14. Per le procedure di autenticazione: Senatore 2008 e cfr. Cassandro 1934, p. 12. Nei capitoli
del 1450 e 1456 le espressioni cautelative che accompagnano i placet ad alcuni capitoli ne rendono
assai improbabile leffettiva applicazione.
15. Lautentica cum decreto et interpositione decreti dicte Magne Curie richiesta dubitans ne forte dictum privilegium posset causaliter perdi et ammicti et ad alios pervenire, Gentile 1909, p. 117, documento del 7 maggio 1450 con inserzione del privilegio regio del 3 marzo precedente. La richiesta di inclusione delle grazie in un privilegio generale parte integrante delle domande presentate dai baroni nel 1450,
con la precisazione che si de alcuno magnato o barune le volesse in particulare selle debia pagare ad soy
spese (ivi, p. 116 cfr. Ametller 1903-1928, III, p. 689). Nel 1443 venne riconosciuto a ciascun barone il
diritto a ricevere copia autentica dellatto notarile (che dele dicte cose et ancho del parlamento ne sia facto acto publico et autentico ad perpetuam rei memoriam. Et che ogniuno de lloro ne possa havere copia
autentica, Capitoli Gratie 1524, f. VIIv e cfr. f. Vr). Cfr. Senatore 2008, appendice 1.
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dellistituzione napoletana nei secoli successivi, di cui il periodo aragonese diventa pallido precedente.
La decisione di Alfonso di convocare un parlamento alla fine della guerra di
conquista non va invece sottovalutata, cos come significativo che Ferrante convocasse il parlamento il giorno stesso della morte del padre.19 Liniziativa del
Magnanimo fu consapevolmente innovativa, volendo egli parlare alla feudalit in
una sede istituzionale a ci deputata. Non si tratt certo di una mossa obbligata, che apriva ladito pi idoneo e efficace ad una pratica di contrattazione e
compromessi.20 Ci che manca al parlamento napoletano in et aragonese
invece proprio il pactismo nel senso corretto del termine,21 nonostante qualche
timida aspirazione in tal senso da parte dei baroni.22 N Alfonso n Ferrante giurarono, nella sede parlamentare, di rispettare consuetudini ed usi del regno, come
avveniva nelle assemblee iberiche, n le richieste presentate dai baroni e placitate dal sovrano (capitula et gratiae) erano, dal punto di vista giuridico, leges pactionatae, n tantomeno le specifiche concessioni furono sempre lautomatica
contropartita, con effetti ugualmente vincolanti per i contraenti, delle contribuzioni fiscali ordinarie o straordinarie. Proprio perch siamo in presenza di una
novit, rispetto al regno e rispetto ai parlamenti degli altri domini aragonesi in
Spagna e in Italia, motivazioni, composizione ed esiti delle singole assemblee
andrebbero accertati con unindagine pi approfondita, dimenticando quanto
sarebbe avvenuto in et spagnola.
La convocazione del 1443 non va dunque considerata come un segno di debolezza del sovrano, come se egli fosse stato costretto a mercanteggiare la riforma fiscale e il riconoscimento del figlio con concessioni rilevanti, a cominciare dal mero
e misto impero per tutti i baroni. N essa fu loccasione del riconoscimento di
Alfonso, la cui legittimit era fuori discussione, tanto che, dopo il pur necessario
accordo con papa Eugenio IV, sopravvenuto qualche mese dopo, non si tenne mai
la prevista incoronazione, ma solo linvestitura da parte del legato pontificio (poco
19. La notizia della convocazione per il 25 luglio data da Antonio da Trezzo, Giugliano 27 giugno 1458, Dispacci sforzeschi da Napoli, I, p. 660.
20. DAgostino 1979, p. 165. Anche quando ritenne di aver conquistato definitivamente la Corsica, Alfonso convoc un parlamento (1420): Lalinde Abada 1978, p. 141.
21. Cfr. Cassandro 1934, p. 12, Marongiu 1950, pp. 10-13.
22. Nel 1456 i baroni avevano chiesto lesclusione dalle grazie per chi non avesse pagato il supplemento alla tassa generale deliberato in quel parlamento, come se appunto vi fosse un rapporto sinallagmatico con il sovrano: se alcune cita o terra o alcune citate et terre delo dicto Reame non vorra o
vorranno concorrere et pagare lo dicto supplimento quella tale o tale non debia ne debiano gaudere le
gracie remissioni et indulti contenti neli capituli delo dicto Parlamento [] et cuss se intenda deli
baruni. Alfonso rispose negativamente (Gentile 1913, p. 231).
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prima del 18 maggio 1445).23 Nel discorso di apertura, Alfonso fece solo un accenno al contributo baronale alla sua conquista (la liberazione dai ribelli e dai tiranni
era avvenuta ipsis illustribus et magnificis coadiuvantibus),24 dalla quale gli derivava la pi evidente legittimazione, rafforzata aggiungo io dalladozione di
Giovanna II e dai legami clientelari e feudali stretti con le pi diverse istanze politiche e sociali del regno, rappresentate o meno nel parlamento. Baroni e comunit,
infatti, avevano da tempo e singolarmente prestato omaggio feudale al conquistatore, e tanto bastava.25 Anche il figlio Ferrante, che pure si trovava in una situazione di grande debolezza, nel parlamento del luglio 1458 diede per scontata la sua
successione, che disse conseguente alla decisione del padre e al riconoscimento
popolare (il riferimento forse alla cavalcata rituale per i seggi napoletani, ma furono taciute le mancate ambascerie di obbedienza di alcuni baroni).26
La richiesta, da parte dei baroni, che Ferrante fosse designato successore nel
regno di Napoli fu presentata nella seconda riunione del parlamento del 1443,
sabato 2 marzo. Dopo laccettazione di Alfonso, i presenti giurarono fedelt al
giovane, che il giorno dopo, domenica 3 marzo, fu investito duca di Calabria, dunque principe ereditario, ricevendo un cerchio doro e un vessillo, secondo la tradizione iberica. La seduta conclusiva, ricordiamo, si tenne il successivo 9 marzo.27
Il collegamento tra le cerimonie del 3 marzo (investitura e vessillo) e le sedute parlamentari (31 gennaio, 28 febbraio, 2 e 9 marzo) significativo, ma non da considerarsi necessario e predeterminato. La decisione di investire Ferrante matur in
giorni particolari, grazie a interventi e mediazioni che non conosciamo a fondo:
23. Alfonso non risparmi al regno la colletta straordinaria per lincoronazione mai effettuata,
RYDER, Kingdom, pp. 37-38.
24. Capitoli Gratie 1524, f. IIIr.
25. I giuramenti raccolti da Alfonso durante la conquista sono in un registro dellArchivio della
Corona dAragona segnalato per la prima volta da Moscati 1953 (Cancillera, Registros, 2491).
26. Et imposto silentio ad ogniuno la prefata maiest del re disse come lhaveva facto chiamare
et convocare loro signori, baroni et comunit in quello luoco per significarli la morte del signore re
condam suo signore et padre, de la quale se condolse, et etiam significarli come lera successo ad questo luoco et cum ordinatione del padre et bona voglia et consentemento de loro tuti (Dispacci sforzeschi, II, p. 62). Il discorso prosegue con le parole riportate infra a nota 47.
27. Ecco la cronologia del parlamento: 31 gennaio, apertura del parlamento in Benevento e decisione di trasferirlo a Napoli. 28 febbraio, apertura del parlamento nella sala capitolare del convento di
S. Lorenzo; presentazione delle riforme di Alfonso (giustizia e fisco); presentazione delle richieste dei
baroni (12 capitoli). 2 marzo, ivi, pubblicazione della riforma giudiziaria e risposta del sovrano alle
richieste dei baroni; giuramento di fedelt a Ferrante, riconosciuto come successore su richiesta dei
baroni. 3 marzo, chiesa di S. Gregorio, investitura di Ferrante a duca di Calabria. 9 marzo, sala capitolare di S. Lorenzo, pubblicazione dei capitoli approvati dal re, della remissione delladoa, della riforma fiscale (Capitoli Gratie 1524, ff. I-XII). Cfr. Marongiu 1950.
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Giustizia e difesa sono collegate entrambe alla necessit di mantenere in regno in pace (il termine ricorre due volte). Nel formulario delle Corts aragonesi e
catalane compaiono spesso sia la giustizia sia naturalmente le richieste finanziarie per la sicurezza del regno, per il timore di invasioni dallesterno, come qui e
nelle quasi contemporanee Corts catalane di Tortosa (1442).40 per possibile
cogliere i differenti contesti politici che si nascondono dietro i medesimi stilemi
retorici e cancellereschi. In primo luogo, le assemblee iberiche trattavano, in sessioni che duravano da un paio di mesi a pi anni, di numerose altre materie, conformemente alla loro specifica funzione costituzionale.41 Inoltre, a Napoli, nel
1443, lauxilium al sovrano, di lontana derivazione feudale, non pi un sussidio
demergenza (soggetto ovviamente allapprovazione dellassemblea), ma una pro-
38. Vitale 2006, pp. 15-78, Senatore 2007a, 157-169. Per linvestitura di Alfonso e Federico di
Ferrante il 29 settembre 1455, siando convocati tuti li baroni e l populo in lo archiepiscopato: Dispacci sforzeschi, I, p. 273. Per lassunzione della croce, comunicata il 26 agosto 1455 a el suo consiglo e li signori de questo regname e uno gentilhomo per caduno segio, ma effettuatasi il 1 novembre,
ivi, pp. 239 (cit.), 299 e cfr. Madurell Marimn 1963, pp. 504-505.
39. Capitoli Gratie 1524, f. IIIr.
40. Lettera di convocazione dell11 agosto 1442, Cortes 1915, p. 3.
41. Si veda, ad esempio, il quadro sintetico dei temi trattati nelle Cortes del regno di Valencia in
Muos 2000, p. 583.
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fonda riforma strutturale delle imposizioni dirette, convertite in ununica e regolare taxa generalis su tutti i fuochi, come stato dimostrato.42 Meno si insistito
sullaltro elemento, cio sulla riforma della giustizia, che si vuole amministrare
degnamente e correttamente (quemadmodum decet, et fieri debet). Alfonso
pubblic certa sua statuta circa reformationem iustitiae nuperrime condita, con
riferimento a tre provvedimenti specifici, che, a differenza della riforma fiscale e
delle richieste dei baroni, non furono affatto oggetto di discussione (udienza del
re tutti i venerd, istituzione dellavvocato dei poveri, composizione della Curia
della Vicaria e emolumenti dei suoi membri).43 Se la materia fiscale era una competenza consueta nei parlamenti europei, la solenne celebratio et cultus iustitie,
secondo la parole significative utilizzate da Onorato Caetani nella risposta al discorso del Magnanimo,44 richiamava la tradizione pi risalente del regno, quelle
delle assise normanne e delle curiae generali di Federico II per la promulgazione
di provvedimenti legislativi e la celebrazione del potere sovrano.
Il richiamo alla giustizia, attribuzione ovvia della regalit bassomedievale, non
dovuto a un riflesso tradizionale, perch sia Alfonso il Magnanimo, sia Ferrante, sia il duca di Calabria Alfonso nella sua funzione di primogenito si dedicarono ad unininterrotta opera di riforma dei tribunali centrali del regno, in particolare delle procedure giudiziarie, ampliando lo spazio del diritto regio, per
competenza diretta e per appello, ordinando inchieste dufficio su temi scottanti
(i privilegi, la corruzione dei funzionari, i passi, i pesi e le misure).45 Ne sono prova le richieste che i baroni sottomisero ad Alfonso in occasione dei parlamenti del
1450 e del 1456, le uniche che ci sono pervenute. Esse riguardano proprio quei
due ambiti: il fisco (entit, modalit e tempi di riscossione della tassa generale e
delle collette straordinarie, distribuzione del sale, sanzioni per i ritardi dei baroni
nei versamenti fiscali connessi al possesso feudale) e la giustizia (indulto generale, composizione della Curia della Vicaria, competenze dei giustizieri, durata del
loro incarico e obbligo di sindacato, competenza dei baroni nella nomina di giudici annali e camerlenghi feudali, competenze degli algozzini, ecc.).46
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Nel 1458 anche Ferrante asser di aver convocato il parlamento, oltre che per
comunicare la morte del padre e la sua successione, per mettere ordine et forma
ad tute quelle cose per le quale se habia ad governare questi populi cum bona iustitia, et questo farlo cum participatione de loro signori.47 La participatione
introdotta per captatio benivolentiae, data la difficile situazione di Ferrante, privo
del riconoscimento di papa Callisto III e consapevole dellinsofferenza di alcuni
grandi baroni. Non sappiamo quali fossero in quelloccasione i suoi provvedimenti in materia di giustizia,48 per il riferimento a questo obiettivo torna anche
nel discorso introduttivo tenuto per suo conto dal segretario Antonello Petrucci nel
parlamento del 1484, quando le questioni da trattare erano appunto luna pertinente alla iustitia, laltra il modo et forma de la exactione de le intrate fiscale.49
In effetti la caratteristica delle fonti di cui disponiamo oscura questo punto specifico. Gli ambasciatori si concentrano sulla questione fiscale, quella pi delicata,
trascurando gli interventi in materia di giustizia, che, ripeto, in quelloccasione
erano semplicemente pubblicati. La riforma della giustizia fu senzaltro un punto
qualificante dei parlamenti citati (1443, 1458, 1484). Il parlamento del novembre
1484, nel quale fu nuovamente cambiato il sistema fiscale, fu preceduto e seguito
da una frenetica attivit, di cui fu protagonista il duca di Calabria, Alfonso, come
testimonia Jampiero Leostello, il paggio addetto alla registrazione delle sue attivit quotidiane. Dal 4 novembre 1484, il giorno dopo la famosa entrata solenne in
Napoli, al 28 maggio 1485
non cess mai sua illustre signoria de fare facende, et consilio coacto unoquoque
die expediva facende []. Cause che erano durate xxv anni et pi expedi cum
iusticia et celerit, in modo che molti poveri homini fece reviviscere. Le cose inique de la corte reduxe eque. Assect tucti li officii del reame, et per sua illustre
signoria fureno facte nove constitutioni et date molte sententie cum tanta iusticia
47. et che lintendeva mettere ordine et forma ad tute quelle cose per le quale se habia ad
governare questi populi cum bona iustitia, et questo farlo cum participatione de loro signori, sperando
in Dio et loro che gli conservaria in bona pace come havea facto la bona memoria del signore re suo
padre. Il conte di Fondi rispose che a tuti loro signori era rincressuta la morte del re passato, cos se
trovavano contenti del successo suo, sperando essere bene recti et tractati da sua maiest (testo che
successivo a quello cit. supra, nota 26, Dispacci sforzeschi, II, pp. 62-63).
48. Sappiamo di unordinanza sui salari della Sommaria, il 13 agosto (Messer 1912, pp. 41, pp.
58-60) e soprattutto di un intervento sugli uffici di corte, che scontent quello che potrebbe essere
definito il partito anticatalano della corte: questo re ha reformato de li offici de corte et in governo
de soa persona pro maiori parte cathallani, inter alios ce don Inico, fratello del conte de Ariano, el
quale have tanta reputatione et tanto loco como alcuno altro ce sia, de che tutti quelli che volivano male
al conte de Ariano, che sono molti, de questo crepano de passione et de invidia, et grandemente ne
mormorano, dicendo che loro non possono uscire de mano de spagnoli et catallani, lettera di Bartolomeo da Recanati, Dispacci sforzeschi, II, pp. 109-110. Cfr. Senatore 2007b, pp. 127-133.
49. Scarton 2007, p. 124.
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et equit che tucto homo restava admirato, et li docturi peritissimi in utroque jure
molte volte restavano confusi et facevanse non picola maraviglia de li optimi
iudicii de sua illustre signoria. Due volte la septimana dava audientia a tucto
homo publicamente in la sala grande de Castelnovo et a tucte petitioni et suplicationi datoli facea dare bona expeditione. Ordinati erano li iudici a li quali facea
commectere cause et tucte suplicationi, et date erano le sententie cum grano salis
et cum lo pede del piombo []. In dare de le sententie et expedire le cause a sua
illustrissima dominatione non erat facta exceptio personarum. Le cose andavano
tucte eque et in tale modo che non se parlava de altro. Tucti li offici fureno reassectati et reducti a bono termine, et facte nove constitucioni.50
Lentusiasmo naf del servitore andrebbe integrato con una pi precisa ricostruzione di quei provvedimenti, tra i quali vi fu lestensione delludienza pubblica
del re da uno (il venerd del Magnanimo) a tre giorni la settimana, con lintervento appunto del duca di Calabria in due giorni.51 Vediamo qui allopera il riformismo aragonese, su cui ha giustamente insistito Mario Del Treppo,52 in materia di
giustizia, che va amministrata senza exceptio personarum, sia direttamente dal re,
sia dai suoi tribunali.53 su questo fronte che avanzava lassolutismo regio, limitando lautonomia dei poteri locali nella concretezza dellesercizio giurisdizionale
e nella quotidianit del contenzioso. La concessione generalizzata del mero e misto impero, risalente al parlamento del 1443, e quella, ancora rara, del secondo grado di giudizio (cosiddette seconde cause), tradizionalmente interpretate come un
cedimento al particolarismo feudale napoletano, non impedirono alla giustizia
regia di comprimere nei fatti quella baronale, mediante il rafforzamento delle
magistrature centrali, secondo un processo che continuer nel secolo successivo.54
Ecco dunque che Alfonso e Ferrante appaiono s disponibili a larghe concessioni in occasioni singole (per via di privilegio) e novit aragonese collettive
(i capitoli approvati al parlamento), ma la loro azione appare sempre ispirata ad
una concezione chiara della funzione regia, le cui prerogative sono costantemente difese e rafforzate. Esemplare , a questo proposito, la risposta di Ferrante allinopportuna insistenza di Capua, una delle citt demaniali maggiormente benefi-
50. Leostello 1883, pp. 46-47 (corsivi miei). Il testo stato modernizzato (maiuscole, accenti, distinzione u/v, trascrizione di j con i).
51. Del Treppo 1986, pp. 164-165.
52. Ivi, pp. 110 ss. e, recentemente, Vitolo 2008, pp. 169-170.
53. Nel testamento del 1495 Alfonso II raccomand al figlio Ferrandino di prestare somma cura,
et diligentia [] alladministratione della giustizia egualmente ad ogni persona, senza riguardo,
eccettione alcuna, procurando personalmente quanto li serr possibile intendere, et essaminare le
querele delli populi, et delli sudditi, et non rimetterli ad altri, Volpicella 1846, p. 32.
54. Vallone 1985, pp. 149, 170-173. Per la concessione delle seconde cause a qualche barone: Cassandro 1934, p. 60 (ringrazio Armando Miranda per la segnalazione).
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una bella attestazione di come il pactismo fosse estraneo allorizzonte ideale e giuridico di Ferrante, nonostante gli inevitabili cedimenti de facto dovuti alle
contingenze politiche. Ciascuna iurisdictio, ciascuna districtio vien voglia di
dirlo con le parole di una delle costituzioni di Roncaglia (1158) risiede presso il
principe e da lui discende verso i soggetti che la esercitano.56 Il richiamo alle radici romanistiche, cos come si rispecchiavano nelle costituzioni sveve (non dimenticheremo la centralit della giustizia nel Proemio del Liber Augustalis, che plasmava la dottrina e la prassi dei giuristi nel regno) rest sempre vivo nellazione
dei sovrani. Interessante anche il paragone tra la iurisdictio descendens e lacqua, elemento carico di significato nelle Scritture: unimmagine simile compare
anche nel proemio di Goffredo di Gaeta ai Ritus della Sommaria (1452-60), dove
il Fisco regio come una fonte da cui abbondante fluisce lacqua per diffondersi
in vari luoghi e provvedere cos alle pi diverse esigenze della res publica.57
probabile che in entrambi i casi ci sia un richiamo indiretto a fonti bibliche, perch lacqua rappresenta la parola di Dio o la sua grazia. Certo la cultura giuridica
ed amministrativa del regno di Napoli era profondamente impregnata di quella
55. Ferrante alluniversit e uomini di Capua, presso Palma 30 aprile 1492, Biblioteca del Museo
Campano di Capua, Archivio comunale, 100, c. 20/69. Cfr. anche Vendemia 2005, p. 181. La lettera
riecheggia un documento del Magnanimo del 1456, nel quale il sovrano affermava di poter cassare de
plenitudine dominice et absolute potestatis omnia et quecumque privilegia quascumque provisiones,
cautelas, cauciones, constituciones, capitula, concessiones, ordinaciones, consilia etiam generalia edita, ritus et observaciones editas vel edita (Cassandro 1934, p. 14).
56. Omnis iurisdictio et omnis districtio apud principem est et omnes iudices a principe administrationem accipere debent et iusiurandum prestare, quale a lege constitutum est, Colorni 1967,
p. 143.
57. Fiscum regium semper decet esse locupletem, velut fontem, in se continentem originalis
aquae abundantiam, quae diversis rivulis ad diversa loca derivantur, Delle Donne 2007, p. 116, 135.
Forse il richiamo a Isaia 55,10 (ringrazio Marcello Del Verme per la segnalazione), anche se ci
potrebbero essere tramiti nella letteratura religiosa e giuridica medievale.
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religio iuris di federiciana memoria.58 Per questo motivo quel regno fu per Alfonso, come stato osservato, lo spazio ideale per realizzare la sua alta concezione
del potere sovrano, fondata sulla preheminencia real. La potestat absoluta che egli
esercitava a Napoli, infatti, permetteva come lo stesso sovrano dichiar agli
ambasciatori delle Corts catalane nel 1450 di amministrare al meglio la giustizia senza limpaccio delle consuetudini e utsages catalani.59
58. Oportet etenim amplissimum invictissimum Regem fore iustitie patrem et filium, dominum
et ministrum, patrem et Dominum in edendo iustitiam et editam conservandum (cit. da Cassandro
1934, p. 14) recitano gli statuti concessi a Barletta da Ferrante nel 1466, con una citazione letterale del
celebre passo delle Costituzioni di Melfi I,31 (Kantorowicz 1989, pp. 84-93).
59. Del Treppo 1978, pp. 330-331 e Del Treppo 2000, pp. 9-11, commentando un documento che
avevano gi segnalato Ryder 1959-1962, p. 49, Moscati 1978, p. 89. Per lassolutismo regio aragonese anche: Cassandro 1934, pp. 11-21.
60. Capitoli Gratie 1524, ff. Iv-IIr. Tra loro solo due ecclesiastici, che, come si ritiene generalmente, sarebbero stati convocati in ragione dei loro possessi feudali: larcivescovo di Benevento Giacomo della Ratta e un certo abate di S. Spirito.
61. Guarino 1780, p. 219.
62. Cortes 1915. Cfr. le tabelle in Muoz 2000.
63. Per alcune omonimie e per la difficolt di distingere tra i procuratori e i presenti in proprio.
Segnalo un punto che non ho compreso nel testo: lapposizione che segue la menzione di Luigi di
Capua, militi Forlano etc., Capitoli Gratie 1524, f. Iv.
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per i quali non ci sono pervenuti elenchi.64 Del resto, tra i convocati non figuravano soltanto individui, ma anche soggetti giuridici, per cos dire, che non pare fossero rappresentati da procuratori: gli eredi di Coluccio Lauria, quelli di Nicola
Ruffo, coppie di fratelli, tre donne, ovvero Eleonora dAragona, principessa di
Salerno e duchessa dAmalfi (consorte del potente Raimondo Orsini, principe di
Salerno); Sessa Orsini, contessa di Buccino (il titolare originario della contea era
al momento ribelle) e Margherita di Poitiers, marchesa di Gerace.
Incrociando lelenco dei convocati con quello dei presenti otteniamo 160 nominativi, la cui analisi consente due osservazioni. In primo luogo, sono quasi tutti regnicoli, con quattro importanti eccezioni che riguardano fedeli collaboratori iberici
del Magnanimo: il castigliano Iigo de Guevara, creato conte dAriano, il valenciano Garia Cabaneylls, conte di Troia, gli aragonesi di Sicilia Alfonso di Cardona, conte di Reggio [Calabria] e Giovanni di Ventimiglia, marchese di Gerace. Si
tratta di nobili di rango, fedeli compagni darme della prima ora, impegnati ininterrottamente al servizio di Alfonso durante la guerra di conquista e le successive
campagne italiane. Bench i primi tre disponessero di cospicui possessi feudali
napoletani, che non casualmente furono minacciati dai ribelli antiaragonesi durante la guerra di successione del 1459-65, non c dubbio che fino al 1443 la vigorosa redistribuzione di feudi operata dal nuovo sovrano avesse riguardato principalmente i lignaggi aristocratici del regno, favorendo ovviamente quelli che per
primi si erano schierati dalla parte aragonese, come ad esempio gli Orsini, i Sanseverino, i Marzano, e riconoscendo qualche dominio anche a chi assai tardivamente si era arreso al Magnanimo (i Caldora e i loro seguaci, ad esempio).
Seconda osservazione. La convocazione del 1443 distingue il complesso dei
signori in due gruppi: da un lato i feudatari maggiori, definiti analiticamente principes, duces, marchiones, ac magnificis et spectabiles comites, dallaltra i ceteri
magnates et barones et feudotarii, espressione che sembra voler comprendere tutti
gli altri signori che sarebbero potuti risultare esclusi dal mero elenco delle dignit
maggiori.65 Chi sono magnati e baroni? Negli atti del 1443 il termine magnati compare nella convocazione e poche altre volte, perch generalmente sostituito da
baroni che, nelluso napoletano e altrove, avrebbe acquisito la funzione di iperonimo, cio di un termine generale comprendente tutte le tipologie e i gradi di potere
64. Diciassette baroni, tra i pi eminenti, et aliis plurimis baronibus et procuratoribus nonnullorum absencium maiorem et saniorem partem Magnatum et baronum Regni representantibus sono
indicati nel verbale del Parlamento del 1450 (Ametller 1903-1928, III, p. 685, Gentile 1909, p. 109).
Le richieste del parlamento del 1456 furono presentate da una commissione di cinque baroni, pi il
procuratore del principe di Taranto (Gentile 1913, p. 229).
65. Capitoli Gratie 1524, f. Ir (dove i termini sono in dativo).
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feudale e signorile (laccezione usata anche in questo saggio).66 Lendiadi magnati e baroni occorre anche nelle fonti relative agli altri parlamenti alfonsini.67 Sembra che a Napoli magnates sia una derivazione cancelleresca e di utilizzo prevalentemente giuridico.68 Era per un termine assai antico, riferito ai grandi di un
regno, talvolta alternativo a proceres (che fu via via preferito per la nobilt non feudale, come quella urbana), e che occorre fin dal XIII secolo anche negli atti parlamentari di altri regni europei, nei quali pure si registra unoscillazione, con sfumature diverse, tra luso specifico e quello generale (i magnati come una parte o come
la totalit dei detentori di feudi).69 Non questo il luogo per una storia accurata
della parola. Essa non del resto neanche necessaria, perch i testi, soggetti a differenti influenze (i formulari cancellereschi, gli autori latini e mediolatini, gli idiomi volgari), non mostrano una nettezza inequivocabile nelle definizioni dei gruppi
sociali. Tuttavia, la reticenza ad usare un unico termine per lintera categoria
dimostra che era inevitabile una distinzione tra almeno due raggruppamenti non
assimilabili tra loro, anche se mutevoli nel tempo.70 Che poi si ricorresse allelencazione di tutti i termini disponibili, allendiadi magnati e baroni, o, ancora, ai
soli magnati e ai soli baroni un fatto secondario ai nostri fini. La medesima
partizione in due gruppi ritorna infatti, con parole diverse, in un testo quasi contemporaneo al parlamento del 1443: la cosiddetta descrizione del regno di Napoli
66. Sensibile alla lingua, un acuto osservatore come Pontano, che nel De bello Neapolitano distingue il ceto feudale in reguli e proceres (dietro il quale vanno visti i magnates), segnala nel De obedoentia loscillazione della definizione e laccezione iperonimica di barones quando parla dei due
genera subiectorum del re: i semplici subiecti e quelli qui regum liberalitate ac virtutis gratia tum
agros possident, tum oppida urbeisque sui iuris habent, pro quibus annua pendere tributa debiant et ad
militia cogantur. Quorum e numero sunt quos hodie tum barones dicimus, tum comites aut duces. cit.
in Nuovo 2002, p. 119 (da Pontano, Opera omnia, 32v).
67. Per il parlamento del 1449: magnatibus, baronibus et universitatibus eiudem regni, e magnates, comites, barones ac universitates demaniales Ryder 1976, p. 126 (da registri dellACA); 1450:
convocatis magnatibus baronibus, et aliis plurimus baronibus et procuratoribus nonnullorum
absencium maiorem et saniorem partem Magnatum et baronum Regni huius representantibus (Ametller 1903-1928, III, p. 685); 1453: magnatibus, baronibus, universitatibus, (Ryder 1976, p. 133n)
magnates et barones (Gentile 1913, p. 229); 1480: omnes Proceres et Barones, Proceres et Magnates praedicti (Ughelli 1721, col. 250).
68. Ricorre infatti nelle convocazioni e in un giurista tardo come De Ponte 1611, p. 142 che, a proposito dei parlamenti napoletani, li dice composti di barones, magnates et universitates terrarum
demanialium, e usando alternativamente magnates, magni, barones sive maiores, ivi, p. 144.
69. Occorrenze nelle fonti di varie monarchie europee in Marongiu 1962, pp. 11, 23, 105, 110116, 132, 139, 143, 171, 177, 215. Lautore interpreta magnati e cavalieri presenti a Barcellona nel
1192 come nobilt alta e bassa, ma il significato del termine sembra avere avuto effettivamente molte oscillazioni. Nel regno aragonese di Napoli indica senzaltro un livello inferiore della feudalit.
70. Nel Cinque-Seicento, la doppia partizione si ripresent nellopposizione tra baroni titolati e
non titolati.
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attribuita a Borso dEste (1444). In essa si elencano prima principi, duca, marchexi e conti, nel numero di 56 (comprensivi di ben venti contadi privi ancora di
titolare),71 poi baroni, zentilhomeni e signor de terre e de castelle, nel numero di
58 (anche in questo caso alcuni signori risultano privi di domini sono in attesa di
concessioni).72 La descrizione si basava molto probabilmente su elenchi e repertori presenti nella cancelleria aragonese di Napoli, come ovvio, documenti questi che
dovevano circolare negli uffici centrali e talvolta anche allesterno del regno, forse
ricopiati in titolari e formulari cancellereschi, perch necessari per la corrispondenza amministrativa e quindi anche per le convocazioni dei parlamenti. Molti dei
160 nominativi individuati per il 1443 sono presenti anche nella descrizione di Borso,73 ma i due elenchi non coincidono.
Dunque, i magnati e baroni del 1443, quasi due terzi dei nominativi attestati,
corrispondono ai baroni, zentilhomeni e signor de terre e de castelle della descrizione estense: unampia fascia di signori feudali di medio e basso livello, che
possedevano uno o pi centri rurali, aperti o fortificati (terre e castelli), il pi delle
volte collocati sullappennino, talvolta di dimensioni modeste. Erano possessi quasi sempre privi di continuit territoriale, che assicuravano spesso una considerazione di nobilt e sempre una rendita terriera e giurisdizionale ai rispettivi detentori. Magnati e baroni rappresentano insomma un potere personale e territoriale
distribuito in maniera frammentaria ma pervasiva in tutto il regno, talvolta coagulato, per legami familiari e professionali (il mestiere delle armi) o per contiguit
territoriale intorno a signori con possessi di dimensioni ragguardevoli (Orsini, Sanseverino, Caldora, Marzano, Centelles, Ruffo, ecc.). Alfonso, e prima di lui Ladislao dAngi-Durazzo, erano stati costretti a trattare con ognuno di loro durante le
campagne militari interne, ricomponendo faticosamente il proprio dominio attraverso innumerevoli concessioni, conferme di antichi privilegi, giuramenti di
fedelt. Di alcuni sappiamo molto poco, ma la presenza stessa al parlamento, specie se associata alla precedente registrazione cancelleresca del giuramento di
71. Quisti conti prenominati, ali quali non sono scritti li soy proprii nomi, ancora non sono datti li
loro contadi, o che li sono dati a deli contti, principi e marchexe prenominatti, s che uno contte haver
pi conta e uno principo, oltra el principato, haver deli contadi, etc., Dispacci Sforzeschi II, p. 7.
72. Si tratta di 21 signori, tra cui sono elencati anche i signori di terre non specificate: Trovasse,
oltra li prenominatti, alguni baroni che sono signori de castelle asay non specifichatte e signorie non
specificate de cui sianno, e quelle sono vacante e quilli privatti e posti ad placitum regis, ivi, p. 9.
73. La qualit informativa di questa descrizione straordinaria: cfr. Ryder 1976, pp. 55ss e 97,
Storti 2007, pp. 17-31, Senatore-Storti 2002, pp. 48-50 ripubblicato in Senatore 2003, pp. 291-294.
Aggiungo un elemento che non avevo compreso quando ho riedito la descrizione. Dove si dice che
Capua capo del passo de Terra de Lavoro e confina cum terra de canso [sic], dove viem lo grano,
bestiame e grassa asay, si fa un riferimento esplicito a una partizione del territorio di Capua, la cosiddetta terra Cancie, cui si aggiungevano la terra Lanei e la terra Capuana (Vendemia 2005, p. 175).
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fedelt, conferma della loro importanza per il potere aragonese e della loro
preminenza in determinati ambiti territoriali o sociali: penso un tale Leone di
SantAgapito, convocato e presente al parlamento, che ritroviamo nel registro dei
giuramenti ad Alfonso alla data 10 agosto 1441,74 ai milites Giovanni Ascari e
Pietro Cossa, allo sconosciuto Ebincorso de Florentia.
I successi militari di Alfonso contro lavversario e il controllo delle principali
fortificazioni del regno non erano sufficienti a garantire la stabilit del regno, costretto a rassodarsi mediante il riconoscimento di questi poteri locali. Il fatto che
alcuni magnati e baroni convocati nel 1443 appartenessero al patriziato cittadino
di Napoli e di altre citt come Chieti, LAquila, Barletta,75 che altri (o gli stessi)
fossero condottieri di professione76 o funzionari del re,77 certo un elemento significativo, perch ne distingue le differenti strategie di ascesa sociale e arricchimento e le personali attitudini, ma nulla toglie alla base prevalentemente signorile e fondiaria della loro ricchezza e al rilievo del loro diretto collegamento con la
monarchia. Sono del resto possesso feudale e esercizio di giurisdizioni, per quanto modeste, i due elementi che consentono a magnati e baroni, piccoli e grandi,
ma probabilmente tutti feudatari in capite regis, laccesso al parlamento e li identificano, agli occhi dei contemporanei, come unarticolazione specifica del pi
ampio ceto feudale.
Interessa infine sottolineare come magnati e baroni avessero accresciuto la
loro forza durante le numerose guerre di fine Trecento e della prima met del
Quattrocento, nellambito di una generale crescita dei poteri locali. Durante le
campagne di Ladislao dAngi-Durazzo e la guerra tra Renato dAngi e
Alfonso il Magnanimo, una parte cospicua di questi magnati e baroni o dei
loro predecessori erano stati titolari di qualche lancia negli eserciti angioini
e aragonesi oppure nelle compagnie di grandi condottieri come i Caldora o gli
Sforza. Il mestiere delle armi aveva consentito ad alcuni di integrare le rendite
signorili, ad altri, al contrario, di acquisire per la prima volta un piccolo dominio feudale.78
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Le basi territoriali del potere aragonese nel regno di Napoli non si limitavano
per alla feudalit. Per il gusto dellapproccio linguistico, segnalo una lettera circolare che Giovanni II dAragona invi il 30 luglio 1458 a diverse potenze italiane pubblicizzando il suo appoggio al nipote Ferrante. Esprimendo, per cos dire,
uno wishful thinking, la lettera affermava quanto segue:
intelleximus quod prelati, principes, duces, marchiones, comites, magnates,
barones, civitates, opida, terre, universitates et officiales earumdem et inquam
totus populus ipsius regni Sicilie citra farum eundem regem Ferdinandum []
successorem legitimum assumpserunt.79
79. Lettera alla signoria di Siena, Saragozza 30 luglio 1458, Archivio di Stato di Siena, Concistoro, 1992, f. 44.
80. Dispacci sforzeschi, II, passim.
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tuivano unaggregazione neppure occasionale. Come gi detto, ogni comunit (comprese quelle non demaniali) contrattava separatamente i propri privilegi con la Corona, che sapeva ben valutarne il differente peso per lesperienza acquisita durante e
dopo la conquista. Un ennesimo elenco ci conferma che limportanza economica e
politica delle citt, ad esempio, non in relazione con la rappresentanza al parlamento e con lo status demaniale o feudale. Mi riferisco ai 27 destinatari di una lettera di Giovanni dAragona ai primi del 1460, quando la ribellione contro Ferrante
dilagava. In questa geografia cittadina del regno cos come percepita in Aragona
colpiscono pi le assenze che le presenze: non c nessun centro calabrese oltre
Cosenza, mancano le citt dei domini del principe di Taranto, mancano anche alcune importanti citt campane, come la demaniale Cava, le feudali Salerno e Ariano,
segnale questo forse della scarsit di relazioni privilegiate con quelle comunit.86
Dal punto di vista strettamente politico ed economico, le gerarchie urbane e territoriali erano ben altre, rispetto alla rappresentanza del parlamento, che dunque non
pu essere considerato come la proiezione immediata della societ meridionale.87 Si
trattava, del resto, di gerarchie che potevano modificarsi per le contingenze politiche, pi che per quelle economiche. Gaeta, Castellammare di Stabia, Ischia e Tropea, ad esempio (le seconde due mancano nellelenco considerato), sono considerate piazzaforti strategiche per il controllo militare e commerciale del Tirreno
occidentale, tanto che Giovanni II le chiese per ben due volte come appetitoso pegno in cambio del suo soccorso al nipote Ferrante (nel 1460 e nel 1462).88 Ferrante,
nonostante le difficolt, declin lofferta, ripagando lo zio soltanto con la cessione
di Mazara, altro centro marittimo di rilievo, gi suo appannaggio personale.
In conclusione, lintroduzione da parte dei Trastmara del parlamento nel regno
di Napoli s riconoscimento delle istanze dei baroni prima, delle citt demaniali poi,
86. Lettera circolare del 7 gennaio 1460, Archivio della Corona dAragona, Cancillera, Registros,
3409, ff. 8v-9r. Si tratta, sul versante tirrentico, delle citt costiere di Castellammare di Stabia, Gaeta,
Napoli, Pozzuoli, Sorrento, e, allinterno, di Aversa, Acerra, Capua (Terra di Lavoro). Seguono, oltre
alla ricordata Cosenza, le citt pugliesi e lucane di Barletta, Lucera, Manfredonia, Melfi, Troia. Pi
numerose le citt dellAbruzzo: Amatrice, Atri, Chieti, Cittareale, Civita S. Angelo, Lanciano, LAquila, Ortona, Penne, Sulmona, Teramo. Come di consueto, erano previste 5 lettere in bianco, che
sarebbero state indirizzate ad altrettante citt a discrezione della corte napoletana: la cancelleria iberica sapeva bene che la gerarchia di importanza poteva variare nel tempo, come osservo nel testo.
87. La stretta relazione tra societ e istituzioni al contrario la tesi di fondo di DAgostino 1979.
Non mi sembra condivisibile per il periodo aragonese.
88. Lettera di A. da Trezzo a F. Sforza, Archivio di Stato di Milano, Sforzesco, 13 agosto 1460,
Archivio di Stato di Milano, Sforzesco, 204, cc. 226-229, decifrazione coeva a cc. 223-226, 229. La
richiesta circolava da settimane nelle corti italiane, come testimonia una lettera da Venezia di Marchese
da Varese, che la giudic un cattivo segno, del 9 aprile 1460, ivi, 347. Lettera di Giovanni dAragona
a Ferrante, 19 febbraio 1462, Archivio della Corona dAragona, Cancillera, Registros, 3410, f. 189.
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La ricorrente resistenza dei baroni, progressivamente privati anche della propria autonoma forza militare,94 nasceva dal disvelamento dellinganno, dalla constatazione amara che, giorno dopo giorno, essi erano ridotti pegio che privati et in
le terre et stati nostri simo reputati baglivi (giudicenti locali con modestissime
competenze), come lament uno dei congiurati del 1485-86.95 Chi, barone o funzionario, regnicolo o iberico, napoletano o provinciale era invece ben inserito
nellentourage del re e collaborava con i suoi progetti riformatori, benefici largamente della generosit del sovrano, che naturalmente si esprimeva anche nella
pi tradizionale concessione feudale, accrescendo la schiera di principi, marchesi, duchi, conti, magnati e baroni.
Tuttavia, la morte del sovrano restava un passaggio assai critico, perch metteva a repentaglio fedelt, complicit, interessi personali e familiari. La lettera
di Giovanni non richiama affatto la fedelt degli uomini della casa del rey, n
dei cortigiani in generale. Durante lagonia del Magnanimo essi erano stati i primi ad essere consultati, quando il sovrano morente chiese loro di giurare fedelt
al successore.96 Il loro appoggio a Ferrante era fondamentale, ma sfortunatamente alcuni preferirono rientrare in patria, altri, specie quelli che avevano fatto fortuna lontano dalla corte, addirittura tradirono (Joan Guallart, Pere de Montrag, Joan Torrelles, Galeot de Bardax, Joan de Liria). Ferrante non aveva
infatti alcuna particolare preferenza per i regnicoli, come speravano alcuni dentro e fuori del regno, rispetto ai cosiddetti catalani, al fianco dei quali aveva fatto le sue prime esperienze di governo e di guerra. Certamente, emersero immediatamente nuovi collaboratori fidati, come sempre accade a un passaggio di
sovrano, ma questi, gi attivi al servizio del Magnanimo in posizioni meno rilevanti, furono scelti per le loro competenze e la loro affidabilit, come il caso
dei napoletani Antonello Petrucci e Diomede Carafa, del catalano Pascasio Diaz
Garln, dei sudditi di Giovanni II che continuarono a servire a Napoli (Bernat
Vilamari, Giovanni da Ventimiglia, Joan March, ecc.), e nelle province (Francesc Siscar, Antoni Gazull, ecc.). Le confische ai ribelli avrebbero consentito la
concessione ad alcuni di questi di domini feudali, con il conseguente definitivo
radicamento nel regno.97
94. Siz 2000, Storti 2007, pp. 119-177, Siz 2008, pp. 114-138.
95. Carlo Sanseverino, in una deposizione al processo valorizzata da Vallone 1985, p. 149. Per la
congiura dei baroni non si pu ora prescindere dalla Corrispondenza degli ambasciatori fiorentini III (si vedano i saggi introduttivi di Scarton, con bibliografia ivi citata).
96. La scena raccontata dallambasciatore milanese da Trezzo e da Pere de Vilarasa, Dispacci
sforzeschi, I, pp. 656-657, 663-665. Cfr. Senatore 2000.
97. Basti il rinvio alle note biografiche di Volpicella 1916 e Dispacci sforzeschi, II.
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Anche Ferrante era stato luogotenente generale del regno fin dal 1442,103 ma,
secondo la sua confidenza allonnipresente ambasciatore milanese, interessato al
destino del primogenito perch promesso sposo della figlia del duca Francesco
Sforza, ora aveva intenzione di coinvolgere effettivamente il figlio nel governo,
ci che avvenne, seppur non immediatamente.104 Dietro liniziativa si manifestava
la volont consapevole di attingere alla tradizione aragonese piuttosto che a quella italiana, ripristinandola per di pi nella sua pi autentica forma. La luogotenenza generale dei regni della Corona dAragona, erede della gubernacin general, era infatti fin dal XIV secolo la carica pi importante dopo quella dello stesso
monarca, che dava al primogenito ampie attribuzioni giurisdizionali e militari. Il
luogotenente generale, in sostanza, era s un alter nos del monarca come i vicari,
i luogotenenti speciali, i vicer, ma operava in presenza del sovrano e senza limitazioni territoriali. Il giovane Ferrante, pertanto, si configurava formalmente come
un luogotenente speciale, con competenze limitate cio ad un solo regno, per di
pi vanificate - a quanto pare dal governo autocratico del padre.105
Nel regno di Napoli erano state introdotte ed incrementate dal Magnanimo
anche le altre forme di potere sovrano delegato, comuni ma per influenze recisus primogenitus noster, in quo imaginariam formam virtus nobis grativa constituit et ordo succedendi
immediatum fecit et proximum successorem donis sapientie scientieque donatus, cum obsequentis obedientie spiritu nobis semper reverendus extiterit et concurrens cum nostris affectibus ad mandata devotus, ut eius gratias extollamus et laudes in nostri gloriam pariter et virtutis et eo pocius paterne reverentie plus debere se sentiat quo pociora se noverit ac nobis beneficiorum impendia recepisse. Tenore igitur
presentium litterarum [] eundem ipsum filium nostrum locumtenentem nostrum generalem et alterum
nos in toto hoc predicto Sicilie regno [] facimus. Cfr. Dispacci sforzeschi II, p. 123. Andrebbe confrontato con lanaloga nomina di Ferdinando il Cattolico fa parte di Giovanni II (1465) in Archivio della
Corona dAragona, Cancillera, Registros, 3412, f. 57, su cui Udina Martorell 1978, p. 73.
103. Ryder 1976, p. 99n.
104. In occasione della nomina a luogotenente generale, Ferrante afferm che se esso suo figliolo
ser virtuoso et da bene come spera, non lo tegner cos basso n remesso come la maiest del signore
re condam suo padre lha tenuto luy, che gli dar de le imprese et gli remetter la mazore parte de le
facende occorrerano, Dispacci sforzeschi, II, p. 123 (Cfr. Senatore 2007b, pp. 126-127). Nel settembreottobre 1459 Ferrante destin il governo della Calabria appena domata al giovane duca (si tratta di una
luogotenenza speciale), ma il successivo sbarco angioino sconsigli di dare seguito alla decisione, che si
sarebbe realizzata soltanto nel 1462, quando Alfonso aveva ormai quattordici anni (La maiest sua ha
deliberato, inante che se parta de qua, fare venire lo illustrissimo duca de Calabria, suo primogenito, per
lo quale gi ha mandato, et lassarlo suo locotenente qua in Cosenza, et deputarli appresso parechi et doctori et homini da bene quali fa venire da Napoli per tenere uno consiglio ordinato cum amplissima auctorit et arbitrio de potere provedere et fare quello che fare potesse sua maiest; et appresso lassarli
CCCC VC cavali per pi sua reputatione et per havere el modo de castigare chi fosse inhobediente, Dispacci sforzeschi II, p. 362, cfr. pp. 394-395, 398 e Volpicella 1916, p. 225).
105. Lalinde Abada 1961. La testimonianza di Ferrante sul poco spazio lasciatogli dal Magnanimo (supra, nota 104) in parte contraddetta dalla sua costante presenza alle udienze segrete del padre,
almeno quelle attestate dai Dispacci sforzeschi, I.
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proche e con una diffusione che ancora non conosciamo alle monarchie angioina e aragonese fin dalla fine del 300: i vicer, in particolare, che si sovrapposero con attribuzioni amplissime a giustizieri e altri funzionari territoriali, ordinari
e straordinari (capitani a guerra, capitani a giustizia). Il vicer napoletano dotato di notevole forza militare, anche grazie allimpiego dei temibili algozzini, contro i quali, considerati estranei alle istituzioni del regno, si indirizzarono le proteste dei baroni e delle comunit. Egli, in virt di due principi complementari, di
rappresentanza e delega il tramite pi forte tra centro e periferia, e vivifica,
come nessun altro ufficiale dello stato, la rappresentazione in loco del potere e
dellautorit sovrana (Del Treppo). Durante la guerra di conquista i vicer furono collocati in citt importanti, come Capua, Gaeta, Terracina, e in circoscrizioni
ampie, corrispondenti generalmente a pi province amministrative, cio a regioni
con una omogeneit geografica e una specifica vocazione strategica: Abruzzo,
Terra di Lavoro, Principato ultra e Terra Beneventana, Puglia, Calabria. Talvolta
la carica fu affidata ai feudatari locali pi fedeli e potenti o ai pi capaci condottieri regi, incaricati delle operazioni militari nella regione, non controllata integralmente dagli aragonesi.106 Ferrante si comport nello stesso modo. La semplice elencazione dei vicer che dagli anni 30 agli anni 60 si succedettero in
Calabria, una regione difficile da controllare, dimostra quanto importante fosse
considerato quellincarico: andiamo da Joan de Ixar, linfante Pietro dAragona,
Antoni Centelles, Marino Boffa e Paolo di Sangro, Francesc Siscar nel periodo del
Magnanimo, lo stesso Siscar, Alfonso dAvalos, di nuovo Centelles negli anni
della guerra di successione, quando Alfonso di Calabria fu luogotenente speciale
della provincia. Sia le nomine a vicem regem, vicem gerentem, e, negli anni 80,
governatore, sia le revoche mostrano, pur dipendendo dai formulari del XIV e XV
secolo, la flessibilit della prassi regia, che graduava volta per volta le attribuzioni di questi funzionari.107 I vicer, manifestazione di un potere regio straordinario
e diretto, restarono attivi anche in periodi di pace, tanto da subire raramente il destino di altri uffici ordinari, quello di essere esercitati da un sostituto.108
106. Pontieri 1961 (edizione registri della cancelleria vicereale di Calabria), Ryder 1976, pp. 320323 e 162, Lalinde Abada 1978, pp. 127-135, Del Treppo 1986, pp. 165-166, Morelli 2000, pp. 540-542.
107. Nomina di Luigi di Capua a vicer in Calabria, Valle del Crati e Valle Giordana, 2 settembre
1392, Cutolo 1969, pp. 168-174; nomina di Marino Caracciolo a vicer di Principato Ultra e Terra
beneventana, con revoca di Boffillo del Giudice, che esercitava lufficio per conto di Guillem Ramn
de Montcada, 6 febbraio 1460, in Messer 1912, pp. 450-453; nomina di Giacomo Carafa a vicer del
marchesato di Crotone [1460], in un formulario in Archivio di Stato di Napoli, Diversi della Sommaria, I, 52/II, ff. 9r-11r; nomina di Cesare dAragona a luogotenente di Terra dOtranto e Terra di Bari,
1472, Cassandro 1934, pp. 132-134.
108. Ad esempio, Boffillo del Giudice (vedi nota precedente). Sul pericoloso radicamento economico del vicer nella sua circoscrizione: Del Treppo 1986, pp. 166-167.
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A partire dai tardi anni 60 Ferrante invest della luogotenenza speciale (ma
detta generale nelle nomine) di alcune regioni i suoi figli e nipoti, riprendendo
anche sotto questo aspetto la tradizione aragonese. La famiglia regia venne cio
associata al governo monarchico, come il Magnanimo aveva fatto affidando alcuni dei suoi regni alla moglie Maria o al figlio Giovanni.109 Cos, il secondogenito
Federico dAragona fu luogotenente generale di Puglia (1468-70), Cesare, figlio
naturale, di Terra dOtranto e Terra di Bari nel 1472 e 1474 e di Calabria nel 1492;
Ferrandino, il figlio del duca di Calabria, dellAbruzzo (1482, 1493). Gi il duca,
come appena detto, era stato luogotenente di Calabria dal 1462, quando tenne
questa carica contemporaneamente a quella di luogotenente generale per tutto il
regno. Per figli e nipoti, Ferrante istitu specifici consigli con competenze giudiziarie, cui destin uomini esperti e giuristi.110 Tali incarichi, che tra laltro rendevano necessaria una collaborazione costante e unintimit tra i giovani maschi
della famiglia regia e il loro anziano genitore, erano considerati una tappa fondamentale per la formazione politica e morale dei giovani aragonesi, al pari dei viaggi e delle missioni allestero, a carattere diplomatico e militare, come evidenziano una serie di testi a contenuto parenetico, scritti dai segretari del re (istruzioni
in forma cancelleresca, orationes di modello classico, il De principe di Pontano)
e dai suoi cortigiani (mi riferisco ai celebri memoriali di Diomede Carafa).111 La
sostanza di questo potere esercitato dalla famiglia intera trova anche una sua rappresentazione simbolica nel gi ricordato parlamento del 1484, quando tutti i figli,
in primo luogo il duca di Calabria con la moglie Ippolita Sforza, sedettero intorno al padre e alla regina Giovanna dAragona, in una posizione che corrisponde a
quella che il Magnanimo aveva riservato a Ferrante. La presenza delle due donne
enfatizzava il legame dinastico e politico con la Corona dAragona e con il ducato di Milano.112
Si osservi per che queste luogotenenze speciali o regionali affidate a membri della famiglia non corrispondevano tout court ai viceregnati, di cui pure con-
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dividevano i poteri, n erano istituite, come nei domini iberici, in formazioni territoriali autonome, dotate di proprie istituzioni sopravvissute, in buona parte,
allaggregazione alla Corona dAragona. Puglia, Calabria, Abruzzo sono invece
parti del regno, innervate dalle magistrature giudiziarie e fiscali di antica ascendenza normanno-sveva. Lesperienza della conquista, ritmata da spedizioni nelluna o nellaltra regione, aveva consentito agli aragonesi di cogliere le specifiche
caratteristiche di quelle aree e dei poteri locali in esse presenti, sicch essi sperimentarono una forma di controllo pi diretto, oltre le partizioni provinciali.113
Viceregnati e luogotenenze non avrebbero avuto futuro in et moderna, quando il
titolo di vicer si restrinse al rappresentante del potere imperiale a Napoli, erede
delle pi eminenti forme di rappresentanza del sovrano, la carica di governatore o
luogotenente generale.114
Ma torniamo a questultima per unulteriore precisazione, resa possibile dagli
studi di Lalinde Abada: la luogotenenza generale del regno affidata ad Alfonso
duca di Calabria il 9 settembre 1458 va tenuta distinta da quelle speciali di cui
abbiamo appena parlato, ma anche da quella di luogotenente o vicario generale in
assenza del re, comune alle monarchie angioina e aragonese. Ferrante stesso al
tempo della prima guerra di Toscana (1447-48), il figlioletto Alfonso durante un
trasferimento del Magnanimo e di Ferrante in Puglia nel 1456, la regina Isabella
durante la guerra furono vicari del sovrano in sua assenza, e furono di conseguenza affiancati da un consiglio, da una scrivania o segreteria, e forse da altri
funzionari, come previsto dalla tradizione aragonese.115 Il luogotenente generale
invece un co-reggitore dello stato. La tradizione storiografica italiana non ha sem113. Del Treppo 1986, pp. 165, Senatore-Storti 2002, pp. 33-57, ripubblicato in Senatore 2003,
pp. 279-298.
114. Lalinde Abada 1978, pp. 115-120. Lo studioso ritiene che il carattere dei vicer nei domini
italiani della Corona dAragona abbia favorito lassimilazione della luogotenenza singolare (vicer,
commissari, ecc.) a quella generale (di un intero regno). Lesito sarebbe il vicer di et moderna, che
governa a nome del re di Spagna, ma non un membro della famiglia reale. Se verificata sul piano del
formulario usato nelle lettere di nomina e della prassi effettiva, ci che non possibile fare in questa
sede, tale interpretazione potrebbe forse essere corretta. Nel concreto esercizio del potere, per le contingenze del momento e le peculiari attitudini dei singoli sovrani e dei singoli funzionari, le funzioni
istituzionali subivano infatti continui riadattamenti.
115. Ryder 1976, pp. 99-103 (per Ferrante. Il suo consiglio di luogotenenza, che comprendeva 31
membri compresi i rappresentanti dei seggi napoletani, fu esautorato dal consiglio di Alfonso al rientro dalla campagna militare); Dispacci sforzeschi, I, p. 453 (per Alfonso principe di Capua); Messer
1916, p. 334 (1459, per Isabella). necessario insistere ancora una volta sulle analogie di fondo tra
alcune forme di sovranit delegata nei regni angioini e aragonesi (vicariato del regno in absentia, vicer), per i princpi comuni e le reciproce influenze, ancora tutte da chiarire (Lalinde Abada 1978, p.
127). Le istruzioni alfonsine per il consiglio di luogotenenza di Ferrante (1448) ricordano, ad esempio, quelle di Carlo I dAngi del 1294 e di Giovanna I del 1352 (Ryder 1976, p. 102).
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pre colto con sufficiente nettezza questa particolarit, che invece indubitabilmente dimostrata anche dagli aspetti simbolici: nel 1455 il settenne Alfonso,
figlio di Ferrante, ricevette dallomonimo nonno, il Magnanimo, il cerchio doro
del primogenito e le armi regie aragonesi perch, come fu spiegato dallo stesso
sovrano a chi eccepiva che il bimbo non era ancora re, tutti i primogeniti che discendevano da lui andavano considerati tali: se domandaveno cum re, id est simul
re.116 Primogenito, espressione ricorrente in fonti di diverso tipo come intitolazione o semplice apposizione del nome del duca, non dunque mera affermazione del grado di parentela e dellovvia condizione di successore, ma lautomatica indicazione di una funzione. Durante il regno di Ferrante, il figlio fu
abitualmente accolto sotto il pallio e onorato come sovrano nelle entrate cittadine
e persino nellentrata in Roma del 1484, quando questo trattamento suscit molte
perplessit nel cerimoniere pontificio.117 Ma, soprattutto, il duca di Calabria teneva corte di giustizia in presenza del re, come testimonia Leostello nel passo sopra
citato. La sua autorit si esercit direttamente in tutti gli ambiti, conformemente
al privilegio del 1458, in particolare negli anni 80 e 90: si pensi solo le ispezioni militari a tutte le fortificazioni del regno, con provvedimenti di ristrutturazione
edilizia e incontri con baroni e universit. Limportanza del duca nel governo di
Napoli non fu dunque il risultato di dinamiche interpersonali tra il re e il figlio,
donde linsistenza sulla presunta indole malvagia di questultimo, che sarebbe stata lunica causa, o la causa principale della congiura dei baroni e, indirettamente,
della fine della dinastia. Su tale interpretazione hanno certamente influito le pagine belle e suggestive dello storico Camillo Porzio (1565), che non mi pare citi la
luogotenenza generale.118 Il ruolo del duca Alfonso era invece istituzionale, e, poich rientrava in un consapevole progetto di governo del padre Ferrante, va sottolineato indipendentemente dal modo in cui il duca lo esercit e dal suo carattere,
116. La maiest sua fece cum grandissima solempnit e cerimonie asay lo nostro dum Alfons
principe de Capua, per ben che z dalcuni d avanti lo havesse intitulato; e finita la messa el fece
benedicere una belissima banderia nova cum le arme proprie de la maiest sua, la qualle el don a
dum Alfons, e poy gli mese in testa uno cirgio doro largo circha dua dia, li qualli se meteno a quelli che sono creati principi. E fu dito ala maiest del re per alcuni chel non era licito che altri chel
figlolo portasse la sua arma sola et simplice; e luy respose che tuti li primogeniti desendenti da luy
se domandaveno cum re, id est simul re, e portano le arme proprie del re, Dispacci sforzeschi, I, p.
278 (corsivo mio).
117. Senatore 2007a, pp. 166-169.
118. Anche se il ruolo di vicario in presentia si legge chiaramente dietro la presentazione del duca:
Ferrante aveva Alfonso suo primogenito, Duca di Calavria, detto per sopra nome il Guercio, che s
vivente, poco men che il tutto maneggiava: ed essendo giovane feroce e da natura allarmi inchinato,
di niuna cosa mostrava esser pi vago che di accendere guerre in diverse parti dItalia, Porzio 1964,
p. 13 (corsivo mio).
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che pure dovette avere dei tratti autoritari, secondo le testimonianze degli ambasciatori e persino di un giurista della generazione successiva, Sigismondo Loffredo (1480-1539). Questi, nel consilium su una causa per la vendita del casale di
Puponum, lo ricord come un uomo terribile, capace di ottenere qualsiasi cosa
con le sue minacce. La vendita, da Matteo Stendardo al duca, era avvenuta sotto
costrizione, ed era affetta da nullit perch, trattandosi di un bene feudale, mancava il necessario assenso di re Ferrante. E ci, aggiunse il giurista, nonostante che
il duca fosse a quel tempo vicarius generalis et primogenitus serenissimi regis
Ferdinandi.119 Come Loffredo, dobbiamo tenere anche noi separati il piano personale da quello del diritto.
Alfonso di Calabria esercit effettivamente ed energicamente (forse troppo)
la funzione di luogotenente generale et alter nos, dotato di mero e misto impero,
gladii potestate, giurisdizione civile e criminale alta e bassa, banco di giustizia
nellintero territorio (ma non del diritto di concedere lassenso alle vendite feudali!), con piena autorit su cito ovviamente dal privilegio del settembre 1458
archiepiscopos, episcopos, abbates, priores aliasque ecclesiasticas et spirituales
personas et super omnes et quosvis principes, duces, marchiones, comites, magnates, proceres et barones, terrarumque dominos et dominas, nobiles, milites et
plebeos, oltre che sullintero apparato amministrativo regio: vicer, vicari, luogotenenti, i sette ufficiali del regno, capitani a giustizia e a guerra, castellani, giudici, insomma su tutti i funzionari regi, sulla flotta, su tutte le citt, terre, castelli,
demaniali e feudali.120 Un elenco, questo, ben pi ampio e pi significativo di quello della lettera di Giovanni dAragona sopra citata, perch corrispose ad un esercizio concreto del potere, capace di portare con tanta forza il potere monarchico
dentro e fuori del regno, da suscitare le pi violente opposizioni.
119. Il casale fu poi probabilmente ceduto al monastero di S. Maria di Monteoliveto, ente protetto dal duca. Alfonso costrinse Matteo Stendardo a vendere imprigionandogli il figlio. Clare
deductum est in processu illustrissimum dominum ducem Calabrie supradictum fuisse terribilem
virum ac principem et omnibus formidolosum, et solitum minas reducere ad effectum, et quod erat
princeps potentissimus, qui de facto poterat quoscumque invitos compellere ad cuncta quae suae
serenitati libuissent, item quod solitus erat bona privatarum personarum per vim auferre, et cogere
dominos ad vendendum propria bona, Loffredo 1572, p. 56 (cons. XVII, 2, segnalato da Vallone
1985, p. 149n).
120. In particolare, il privilegio di luogotenenza generale contemplava la auctoritatem et plenum
posse quod possitis et valeatis quibuscumque querelantibus ministrare iusticie complementum seu
ministrari facere et mandare populos, viduas et orfanos ac miserabiles ecclesias quoque et ecclesiasticas personas iustis protegendo favoribus, et tuendo causasque quod omnes civiles et criminales expediri facere et mandare sententiam seu sententias tam interlocutorias quam diffinitivas, et tam in causibus principalibus quam appellationum revisionum et supplicationum ferre, 9 settembre 1458,
Archivio di Stato di Milano, Sforzesco, 199, cc. 196-198.
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6. CONCLUSIONI
Alfonso il Magnanimo introdusse nel regno di Napoli il parlamento generale,
un istituto nuovo, ispirato alle Corts e ai parlaments aragonesi, ma non ad essi
identico, e intensific il ricorso a forme pi dirette di controllo del territorio (i
vicer). Ferrante continu lopera del padre, convocando i parlamenti generali,
rendendo effettivo listituto aragonese della luogotenenza generale in presentia
del sovrano, affidata al primogenito, coinvolgendo i membri della famiglia nel
governo, come il Magnanimo, ma nellambito di un solo regno. Le luogotenenze
speciali, come i viceregnati, rispondevano ad esigenze di efficienza giurisdizionale e amministrativa e aderivano a precise caratteristiche geo-politiche di singole
aree regionali.
Il peso politico di Alfonso duca di Calabria nel lungo regno di Ferrante va dunque inserito in un quadro istituzionale, come realizzazione della sua funzione pubblica di generalis locumtenens, di alter ego del sovrano in sua presenza, secondo
la tradizione della Corona dAragona. Questa funzione gli fu assegnata da Ferrante poche settimane dopo la successione.
Il parlamento generale, la cui composizione mut nel corso del tempo (per
loccasionale partecipazione dei prelati, liniziale assenza dei sindaci delle terre
demaniali, lemergere di un ruolo specifico del sindaco di Napoli in et asburgica) non ebbe lo stesso ruolo e potere delle assemblee aragonesi di Spagna, Sicilia
e Sardegna, perch, almeno nel Quattrocento, non si basava sul principio giuridico sinallagmatico delle leges pactionatae (con la piena partecipazione dei bracci
parlamentari alla funzione legislativa), ma su quello della concessione graziosa,
tipico dellintera produzione normativa meridionale, che nasceva dallinterazione
tra Corona e poteri locali (privilegi, capitoli e grazie). Ovviamente, tale concessione graziosa era frutto di una contrattazione politica, che per la prima volta
ebbe, nel parlamento, un carattere collettivo. Tuttavia, la contrattazione aveva luogo anche in altri momenti, in altre forme (i privilegi, i giuramenti) e con molti altri
soggetti, non presenti al parlamento (singoli e comunit).
Il parlamento generale fu anche celebrazione del potere regio, di cui veniva
esaltato in particolare lattribuzione pi qualificante, la giustizia. Nellassemblea,
come negli incontri di et normanno-sveva, veniva data pubblicit a provvedimenti che non erano oggetto di discussione, a differenza degli interventi in materia fiscale, perch erano prerogativa esclusiva della monarchia, gelosa custode di
ogni iurisdictio.
Mentre le citt demaniali rappresentate nel parlamento non furono considerate e non agirono mai come unaggregazione organica, i baroni dellassemblea,
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probabilmente in quanto feudatari in capite del sovrano, erano visti come un soggetto politico unitario, capace di presentare istanze e prendere impegni a nome
dellintero regno. Non era possibile per negare la forte articolazione interna del
ceto feudale, che il linguaggio delle fonti rende con una partizione tra le dignit
maggiori (principi, duchi, marchesi, conti) e i signori minori, a lungo definiti
come magnati e baroni.
I baroni convocati e presenti al parlamento del 1443, lunico per il quale disponiamo di un elenco nominativo, erano in gran parte regnicoli. I numerosi magnati e baroni rappresentavano poteri familiari e territoriali di media e piccola
entit, che erano per cresciuti di importanza durante le guerre di successione e di
conquista di fine XIV-XV secolo.
Nel regno aragonese di Napoli la monarchia non fondava la sua forza soltanto
sul controllo di /confronto con poteri feudali, signorili, cittadini e comunitari, rappresentati o meno nel parlamento, ma anche e soprattutto su una clientela regia a
carattere internazionale (catalani, castigliani, siciliani, napoletani), che occupava
lamministrazione del regno e che ne sfruttava accuratamente le risorse. Questa
lite si trovava talvolta in competizione con i poteri territoriali locali tradizionali
ed entr in crisi al momento della morte del Magnanimo, ma non perse del tutto
il suo carattere internazionale durante il regno di Ferrante.
Linclusione del regno di Napoli nella Corona dAragona comport innovazioni sostanziali: nel corso del Quattrocento esse assunsero caratteristiche peculiari rispetto ai modelli iberici e alle realizzazioni siciliane e sarde, mentre nel
Cinquecento si modificarono ulteriormente (il parlamento) o scomparvero, tanto
da essere sottovalutate dalla storiografia (la luogotenenza generale, le luogotenenze speciali o regionali). Linclusione produsse inevitabilmente squilibri e
contrasti tra poteri locali e clientela del re per il controllo delle risorse giurisdizionali e fiscali. In questi ambiti lazione di Ferrante e del suo primogenito fu
caratterizzata dalla piena continuit rispetto al Magnanimo, per la conferma delle
novit istituzionali, per il ricorso a forme di governo pi dirette, e soprattutto per
il continuo ed assai efficace rafforzamento della giustizia regia (tribunali centrali,
inchieste dufficio, riforme delle procedure), strumento principale per lesercizio
della potestat absoluta del re.
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