I I A - FADU - UBA Anales 10

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Arquitecta Yesica Soledad Lamanna

ANALES
del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estticas

INSTITUTO DE ARTE AMERICANO E INVESTIGACIONES ESTTICAS


Director: MARIO J. BUSCHIAZZO
Secretario: HCTOR H. SCHENONE

NUEVAS OBRAS Y NUEVOS MAESTROS EN LA


PINTURA DEL ALTO PER

El Maestro P. (1634)

L arte barroco incursiona tanto en Amrica como en el viejo continente con


la fuerza de su claroscuro, la novedad de su composicin y la exaltacin de

todos los valores que significan una manifestacin de Contrarreforma. Las fechas
exactas de la introduccin del barroco en Indias, en lo que concierne a la pintura,
no se han podido dar an. De hecho, en el Alto Per nos encontramos con
pintores renacentistas casi hasta 1620. Tenemos el caso de Gamarra y otros
seguidores de Bitti que en el conjunto de sus obras son algo posterior a 1610. Los
pintores limeos, de quienes se podra pensar estuviesen ms avanzados, por su
mayor proximidad a las corrientes culturales de la pennsula, an en 1626 no han
salido del romanismo. Tal es el caso de la Magdalena de Mermejo (actualmente en
el convento de Santa Teresa de Sucre) fechada en 1626 y firmada en la Capital del
Virreinato.
El barroco debi llegar al Per mediante envos de pinturas, especialmente de
escuela sevillana, que se hacan desde la pennsula, como aquel magnfico
apostolado de Zurbarn en San Francisco de Lima. Su fecha de llegada al Per es,
segn Lozoya, entre 1620 y 16431, segn Marco en 1625 2, segn Soria entre los
aos 1637-16383. Sobradamente conocida es la amplia difusin de esta serie de 15
pinturas, lo mejor de Zurbarn en el Per. No vamos a insistir sobre la repercusin
en Charcas de estas piezas y el estilo zurbaranesco en general, pues ya lo hizo
JUAN DE CONTRERAS, MARQUZ DE LOZOYA: Zurbarn en el Per, en Archivo Espaol de Arte, n 55, pg. 3.
Madrid, 1943.
2 DIEGO A NGULO : Historia del Arte Hispanoamericano, tomo n, pg. 477. Madrid, 1950.
3 MARTN S. S ORIA: The Paintings of Zurbaran, pg. 168. Cat. n 144. London, 1953.
1

oportunamente Schenone 4.
Fuera de la citada serie y de varias obras dispersas sin locacin alguna, fecha ni
autor conocido, nada conocemos publicado acerca de maestros peruanos o
espaoles que trabajaran en el Per antes de 1660, pintando dentro del estilo de la
escuela espaola del

XVII.

Por esto es difcil dilucidar en qu momento se produce

la transicin entre el romanismo manierista y el pleno barroco, poca


completamente indocumentada en el Virreinato Peruano. Qu produjo ese cambio
aparentemente brusco, entre los aos de 1630 y 1640? Parecen haber sido los
lienzos de la escuela sevillana, especialmente los de Zurbarn, o la venida de algn
o algunos maestros espaoles tenebristas y barrocos.
Hace poco tiempo vimos en una coleccin particular (Ayala Moreira) de La
Paz, un cuadro fechado y firmado con una inicial que tiene las caractersticas
propias de los maestros espaoles y contribuye a aclarar el problema de la fecha de
introduccin del barroco en el Alto Per. Se trata de un cuadro sobre el mrtir
romano San Feliciano (fig. 1). La composicin del cuadro, su tcnica y su concepto
son en todo, los de un pleno barroco. Se destaca el santo en la tpica actitud
marcial, exaltadora de lo heroico. La cabeza est en la caracterstica pose de las
estatuas griegas popularizadas por el renacimiento y que se emplearon tanto en la
pintura barroca. Sobre un fondo oscuro emerge la figura, con gran riqueza de
tonos: rosa y crdeno en el manto, violeta y plata en la banda que cruza la
armadura. Las carnaciones de rico y jugoso empaste, algo plidas, nos dicen de la
maestra en el uso del color que distingue al pintor del. San Feliciano.
El dibujo es de calidad; hay destreza en el delineado, est bien logrado el
escorzo de la cabeza, y es perfecto el plegado de paos, ricos en reflejos,
especialmente en los colgantes de la banda militar.

HCTOR SCHENONE: Pinturas zurbaranescas y esculturas de escuela sevillana en Sucre, Bolivia. Anales del Instituto
de Arte Americano, n 4, pgs. 61-68. Buenos Aires, 1951.
4

Esta pintura est firmada as: P. 1.6.3.4. Al contemplarla, surge el problema de


su autor o de su procedencia. Parece corresponder a un maestro ajeno al virreinato.
Ya arriba habamos indicado cmo este tipo de pintura no se realizaba en el Per,
sino bastante despus de 1640. En otras palabras, esta pintura nos parece muy
temprana para haber sido hecha en el Per, y es muy probable que haya sido
enviada desde Espaa. El envo se confirma, aunque sin indicar lugar de
procedencia, por una inscripcin manuscrita en el reverso del lienzo que dice: Al P.
Joseph de Riego de la Compaa de JHS. Dada la escasez de documentacin
existente en el pas sobre los jesuitas durante el siglo

XVII,

no podemos aportar

ningn dato que d ms luz sobre el asunto. Puede que este padre sea el Rector de
alguna casa del Alto Per. Con respecto a la procedencia, los datos proporcionados
por el propietario tampoco permiten una idea clara.
La importancia de este cuadro es obvia. Seala un verdadero jaln en la
produccin barroca de esta parte de Amrica y explica la pintura que se produjo en
el Alto Per a partir de la cuarta dcada del

XVII.

Su estilo est directamente

relacionado con la obra de Zurbarn por lo que en cierto momento pensamos en


algunos de sus discpulos como los Polanco. La falta de documentacin grfica no
nos ha permitido ir ms all en nuestras consideraciones. Creemos sin embargo en
la gran utilidad de publicar, aunque solo sea en forma objetiva, este cuadro, pues es
uno de los mejores entre los que conocemos en el Alto Per, de suma importancia
por su fecha y monograma para aclarar el proceso histrico de la pintura virreinal.

10

Los cuzqueos en el Alto Per


Uno de los mayores problemas del arte virreinal lo presenta la escuela
cuzquea de pintura, agrupando bajo este ttulo, cuanto se produjo en la ciudad
incaica desde la llegada de los espaoles hasta los aos de la independencia. Esta
escuela ha sido caracterizada por sus dorados, su arcasmo y otras notas que se le
dan como peculiares. Por de pronto cabe admitir la posibilidad de que otras
escuelas peruanas participen de estos caracteres, de modo que la escuela cuzquea
no sera la nica, aunque a la vista de tantos documentos descubiertos y publicados
por Cornejo Bouroncle, debemos admitir que es indiscutiblemente la principal.
Esto en cuanto a su colocacin dentro de la pintura peruana. En su desarrollo
interno tenemos que distinguir un panorama ms complejo, ya que no es dable
agrupar indistintamente a los exponentes de los siglos

XVI, XVII

XVIII,

pues por

muy uniforme que sea la produccin de los talleres cuzqueos, influencias tan
avasalladoras como el renacimiento, el barroco y el neoclsico tuvieron que pesar.
Nos inclinamos a creer que la mayor parte de la produccin cuzquea con sus
dorados y arcasmos es de fines del xvii o, mucho ms probablemente, de pleno
Este tipo de produccin est precedido por un grupo de maestros de
mediados del siglo

XVII

que tratan de alcanzar el estilo peninsular y en general las

tendencias europeas que ms o menos deformadas podan captar e interpretar. Este


grupo representa un gran esfuerzo, pues trata de hacer una pintura de alcance
universal. Un fenmeno semejante ocurre en el ao de 1660 en Potos cuando con
las obras de Velarde, Zamudio y Chavez de Villafae la pintura potosina se erige en
escuela, con maestros importantes y notas que le son propias, diferentes de las de la
escuela colla y chuquisaquea. As, en el Cuzco, tambin hacia 1660, aparecen sus
ms destacados maestros: Lorenzo Sanchez, Juan Espinoza de los Monteros y
Quispe Tito; pintan los dos primeros hacia 1669 y Quispe Tito aproximadamente
desde esta fecha hasta 1681. A partir de este importante ncleo, la escuela
cuzquea, como otras peruanas que ya hemos estudiado, pasa a ser algo local y
11

caracterstico perdiendo en cierto modo su fuerza.


Este esquema tiene forzosamente que ser ampliado y rectificado cuando se
fotografen o identifiquen las obras de los innumerables maestros que trabajaron en
la ciudad incaica. Sin embargo en estos estudios posteriores ya no ser posible
agrupar la escuela en un solo tem como se ha hecho hasta ahora; por lo menos
habr que diferenciar el estilo de los distintos siglos. Tambin ser til esperar la
obra de los maestros recibidos que firman cuadros (los cuales usan de la perspectiva
y casi nunca sobredoran), del macizo popular.
En tanto, estudiaremos a un nuevo pintor importante para aclarar estos
problemas: Gregorio Gamarra, maestro anterior a todos los hasta hoy conocidos e
identificados, un renacentista que aparece en el Cuzco en la primera dcada del
XVII5

. Su estilo nos obliga a relacionar los primeros pasos de la escuela del Cuzco

con la fuerte corriente romanista que por esos aos seorea el Per.
El hallazgo de un cuadro en el Convento de San Francisco de La Paz, firmado
y fechado en 1609, y otro en una coleccin particular de La Paz, tambin firmado,
nos ha puesto sobre la pista de este pintor cuzqueo.
Junto a los citados se han encontrado otros tres lienzos que nos sealan un
conjunto de cinco obras para el maestro Gregorio Gamarra. Tres de stas son de
tema franciscano, dos se hallan a la entrada de la iglesia de San Francisco y uno en
la coleccin Ayala Moreira. Representan la Porcincula, San Francisco en Carro de
Fuego y Cristo Crucificado entre San Francisco y San Antonio de Padua. Los otros
dos cuadros son La Epifana y la Virgen de Guadalupe, el primero en la Coleccin
Ayala y el segundo en San Francisco.

MARTN S. SORIA en su libro La pintura del Siglo


cuzqueo, fechado en 1606. Buenos Aires, 1957.
5

XVI

12

en Sud Amrica, publica un cuadro de G. Gonzlez,

El cuadro ms interesante y mejor conservado de todo el grupo es el de la


Epifana (fig. 2). Est compuesto a la manera italiana sobre un escenario
arquitectnico. La figura central es Mara con el Nio en brazos, amanerada en la
fuerte inclinacin de la cabeza (fig. 3) y la colocacin circunstancial de la mano; es
una figura muy bella que recuerda en su actitud a la Virgen de la Adoracin de los
Pastores, de Bitti (San Miguel, Sucre)6. Los Reyes, ricamente ataviados, tienen un
delicioso aire quatrocentista. Son detalles caractersticos: San Jos en completa
penumbra, el perfil de las gradas que recorta el paisaje, el templo circular cubierto
de cpula que se ve en el fondo, los cuellos ondulantes de los camellos, y la corona
y cetro puestos sobre el suelo junto a Gaspar, en primer plano. Por la fuerza de su
realismo llama nuestra atencin el cesto de costura, pintado en la parte derecha
inferior; est hecho con el cario que tienen por las cosas de la vida diaria los
maestros espaoles. El libro de oraciones, la ropa blanca, las tijeras y las frutas
componen un trozo de primer orden. A pocos centmetros de esta naturaleza
muerta, est, intempestiva y descolorada, la cabeza de un perro con los ojos rojos y
expresin casi humana, significando quiz el demonio.
El carcter de toda la obra nos indica que estamos ante un renacentista
americano. La perfeccin de las lneas, el colorido y la gracia de las figuras, hacen
de este cuadro una de las obras maestras de las escuelas peruanas. Su estilo indica
que Gamarra es discpulo o que por lo menos conoci la obra de Bitti, de quien
sabemos que en el ao 1596 pint para el colegio de la Compaa de Cuzco ocho
cuadros de los Misterios de la Vida de Nuestro Salvador Jesucristo, no identificados
hasta hoy 7. Gamarra que trabaj hacia 1609 tuvo forzosamente que conocer los
cuadros del hermano jesuita Bernardo Bitti y muy probablemente a su autor, y
sentir la fuerza de su influencia.
Entre los cuadros franciscanos podemos empezar por el ms sencillo: la
Crucifixin que, en su composicin, no tiene mayor novedad. La forma de agrupar

HCTOR SCHENONE reproduce este cuadro en su artculo Notas sobre el arte renacentista en Sucre, publicado en
Anales del Instituto de Arte Americano, n 3, pgs. 44-65. Buenos Aires, 1950.
7 R UBN V ARGAS UGARTE : Ensayo de un diccionario de artfices coloniales, pg. 63. Lima, 1947.
6

13

las figuras es la de un calvario corriente, sustituyendo La Virgen y San Juan por los
Santos de Ass y Padua. El estado del cuadro es verdaderamente lamentable.
Sometido por mucho tiempo al agua de alguna gotera, ha perdido la mayor parte de
la capa pictrica; solo se conserva la imprimacin de color pardo rojizo, y en
algunas partes se ve el lienzo desnudo. La figura mejor conservada es la del
Redentor, alargada y esbelta aunque musculosa, mostrando la filiacin romanista
del pintor cuzqueo (fig. 4). El rostro es peculiar, de cejas contradas, ojos
almendrados y nariz hundida en su tercio superior, notas repetidas frecuentemente
por este pintor. Las figuras de San Francisco de Ass y San Antonio de Padua
tipifican figuras de otros cuadros. Tienen la frente muy chica repitiendo en el rostro
los rasgos del Cristo. Los hbitos grises rayados, dursimos y de escaso plegado
caen rgidos dejando ver las manos, manos femeninas de dedos extremadamente
largos y finos, unidos el medio y el anular en un rasgo caracterstico de los
manieritas.
El fondo del cuadro sumergido en sombras, apenas deja ver el sol y la luna
que asisten plidos a la muerte del Hombre Dios. En suma, este lienzo es de una
severidad y elegancia muy propias del manierismo tardo.
Es la Porcincula un cuadro agradable, suave; en l nuestro pintor se deleita
describiendo los deliquios celestiales y msticos de San Francisco (fig. 5). Sobre una
amplia y bien dibujada alfombra descansa el trono en que sentados Jess y su
Madre visitan al Serfico. Dos ngeles extienden un lienzo guarnecido de puntillas
flamencas, en el que hay una inscripcin alusiva al perdn y santificacin. En un
rompimiento de gloria aparecen varios ngeles msicos y otros que lanzan una
lluvia de flores sobre la escena inferior.
Los tipos iconogrficos son los mismos de otros cuadros: Jesucristo es igual al
Crucificado de la coleccin Moreira, y la Virgen en su delicado amaneramiento
repite los rasgos de la Epifana.
En el cuadro del Carro de Fuego (fig. 6), nos encontramos ante la faceta menos
feliz de Gregorio Gamarra. En esta obra se notan fuertes incorrecciones de dibujo,
14

pobreza en la composicin y una montona tonalidad rojiza que se hace


desagradable. Cierto es, que la obra ha sido repintada en varias partes,
concretamente en los franciscanos de ambos extremos del cuadro. Gamarra llega
en esta obra al lmite de la falta de proporcin: los caballos que conducen el carro
no llegan al tamao de galgos medianos. La perspectiva del carruaje no existe y los
recursos para separar el fuego de la tierra son asaz infantiles.
El cuadro que nos ha dado la clave para la firma completa y lugar de residencia
del artista que estudiamos, es el existente en el convento de San Francisco, de La
Paz, representando la Virgen de Guadalupe (fig. 7). Su estado regular de
conservacin se debe a haber estado cubierto hasta hace poco por un traje de tela,
que borraba completamente de la vista la primitiva pintura. El lienzo fu
definitivamente desvestido por el padre Calatayud, franciscano a quien debemos la
salvacin de esta obra.
La composicin del lienzo no presenta novedad. La Virgen que sostiene al
Nio est cubierta por amplio manto triangular. Dos ngeles descubren la aparicin
recorriendo sendas cortinas y dos en la parte inferior sostienen el pedestal de
formas barrocas. Este cuadro est tambin repintado en parte. Pese a lo forzado del
tema, Gamarra nos da en su arte mucha mayor frescura que en el Carro de Fuego.
Las graciosas figuras de los cuatro ngeles son similares a los de la Porcincula. El
rostro de la Virgen, aunque copia un modelo obligado, no pierde la belleza formal
con que Gamarra suele tratar a la Madre de Dios. En cambio la pintura del manto
es descuidada y de prisa; se trata de llenar un espacio. Esto es extrao en quien se
detiene a pormenorizar tanto en otras pinturas. Debi ser frecuente el tipo tomado
por Gamarra para su cuadro, pues Pl Kelemen reproduce en su libro Barroco y
Rococ en Amrica Latina, un cuadro idntico, encontrado en la Iglesia de Santa
Brbara de llave 8.
Las fuentes de que se pudo valer Gamarra para componer esta obra no se
pueden remontar a muchos aos atrs. El cuadro est firmado: Gregorio Gamarra F.

J. DE MESA Y T. GISBERT: Holgun y la pintura altoperuana del Virreinato, pg. 19-21. La Paz, 1956.
15

en el Cuzco Ao de 1609. Nueve aos antes haba hecho su recorrido Fray Diego de
Ocaa, dejando en Chuquisaca y Potos entre los aos de 1601 y 1603 dos cuadros
de la Virgen de Guadalupe, que an se conservan. Luego viaja este fraile por todo
el virreinato pintando imgenes para La Paz, Chucuito, Copacabana, Arequipa y
Cuzco9. Seguramente la imagen que Ocaa dej en el Cuzco ha sido la fuente
inspiradora de Gregorio Gamarra.
Para explicar la presencia de toda la obra de Gamarra en La Paz, hay que
considerar que casi todos los lienzos son temas franciscanos o pertenecen al
convento de San Francisco. Esto se explica porque la Casa Matriz de la provincia
de San Antonio de los Charcas desde mediados del siglo XVI, fu la del Cuzco, con
jurisdiccin sobre el Alto Per. Por esto en la ciudad del Cuzco, se contrataran las
obras de la mayor parte de las casas de la Provincia. Ya sabemos cmo hacia la
mitad de siglo, el convento franciscano de Chuquisaca contrata una serie de lienzos
de la vida del Santo Fundador para el claustro; se emplean para realizar esta obra
pintores residentes en el Cuzco10. Probablemente las obras de Gamarra llegaron en
forma similar a La Paz.
El crculo como siempre, gira en torno al lago en la regin del Collao.
En alguna ocasin habamos indicado la posibilidad de que gran parte de la
pintura altoperuana, clasificada casi siempre en la escuela potosina, perteneciera
realmente a la pintura cuzquea11. Esta posibilidad cobra cada da ms cuerpo, pues
entre los maestros que trabajaron para el Alto Per tenemos ya clasificados a cuatro
cuzqueos: Gamarra, Pizarro, Quispe Tito y Valle. A stos debemos aadir un
maestro ms, al que habamos colocado entre los pintores del Collao por haber
hallado un cuadro suyo en la ciudad de La Paz; se trata de Mauricio Garca y
Delgado, pintor cuzqueo del xviii. Es poco importante por la mediocridad de sus
obras, pero s de gran inters porque nos permite con sus contratos, fecha de sus
cuadros y obras identificadas, establecer las diferencias entre los grandes maestros

J. DE MESA Y T. GISBERT: Holgun y la pintura altoperuana del Virreinato, pg. 24, La Paz, 1956.
PAL KELEMEN: Barroque and rococo in Latn Amrica, lmina 131, pg. 205. New York, 1951.
11 J. DE MESA Y T. GISBERT: Holgun y la pintura altoperuana del Virreinato, pg. 15. La Paz, 1956.
9

10

16

del Cuzco en el siglo

XVII,

como Snchez y Quispe, y este maestro dieciochesco,

adocenado y vulgar que hace de su arte una fructfera industria. Su estilo


populachero nos indica una vez ms, cmo entrado el las escuelas peruanas se
mestizan, repiten tipos, anulan perspectivas y sobredoran, perdiendo a su vez los
grandes valores individuales.
El cuadro de Garca que hemos publicado

12

es una Virgen del Carmen

rodeada de ngeles, copia de una lmina. El pequeo lienzo, segn reza en la


inscripcin, fu pintado en 1752 a pedimento de Domingo de Zunsunaga y
Aramburu. Actualmente forma parte de la coleccin Wilson, de La Paz.
En una de las publicaciones de la Academia Nacional de Bellas Artes:
Documentos de Arte Argentino, Cuaderno xvii, se da a conocer otra pintura de
este maestro; representa el martirio de San Fermn, est firmada por Mauricio
Garca y fechada en el Cuzco en el ao 1751 13. Desgraciadamente, no se indica su
procedencia, ni siquiera dnde se encuentra actualmente, aunque suponemos que
en la Catedral de Santa Fe. Esta obra parece tener relacin con la anteriormente
reseada pues fu hecha a pedimento de Joseph ...Zunaga, segn se lee en la
fotografa; es de creer que se trata tambin de un Zunsunaga. Es este cuadro algo
mejor que el de la coleccin Wilson, aunque ambos no pasan de ser obras
medianas, impregnadas de lo que se ha venido llamando primitivismo. La calidad
relativamente baja de estas obras se extiende probablemente a toda la produccin
de Mauricio Garca, cuya singular manera de trabajo hemos tenido ocasin de
conocer gracias a unos documentos publicados por Cornejo Bouroncle14.
No podemos menos que transcribir algunos trozos de estos sorprendentes
contratos. El primero est fechado en julio de 1754; en l se compromete el
maestro pintor Mauricio Garca junto con Pedro Nolasco, otro maestro del mismo
oficio, a pintar para Gabriel Rincn, en el trmino de siete meses, 435 lienzos. Este
detalle nos indica cmo el Cuzco por aquellos aos haba prcticamente
Ibdem, pg. 194, fig. 125.
Documentos de Arte Argentino, Cuaderno xvii, lm. xix. Buenos Aires, 1945.
14 JORGE CORNEJO BOURONCLE : Arte cuzqueo, en Revista del Archivo Histrico del Cuzco, n 2. Cuzco, 1951. El
primer contrato est en las pgs. 286-289, el segundo en las pgs. 289-291.
12
13

17

industrializado su arte, comercializndolo a su vez, pues no se puede creer que


Rincn quisiera para s tantos cuadros; probablemente se trata de un mercader que
recorra todo el Virreinato colocando las devotas pinturas. El precio bajsimo
(algunos de estos cuadros pagados a dos pesos cada uno) nos corrobora esto, ya
que en los libros de fbrica del Alto Per, por los mismos aos, raramente se paga
menos de 15 o 20 pesos por cada lienzo. El precio tambin puede ser ndice de la
calidad de los maestros: los de categora suelen cobrar unos 30 pesos por cuadro.
Para una posible identificacin conviene anotar que los 435 cuadros se
distribuan en la siguiente forma:
375 eran sobre la vida de la Virgen y varios santos; se pintaron en tres
tamaos, que no indicamos aqu porque dado su nmero es probable que no se los
identifiquen jams. Luego hay una vida de Santa Rosa de doce lienzos de vara y media de
largo y una de ancho, a dos pesos cada lienzo. Otra vida de San Antonio con doce lienzos de vara
y media de largo y una de ancho, a dos pesos lienzo. Dos vidas de la Virgen Nuestra Seora con
doce lienzos, cada una de vara y media de largo y una de ancho, a diez pesos y siete reales cada
lienzo. La Historia de David con doce lienzos, con dos varas de largo y ancho correspondiente a
ocho pesos cada una.
Unos meses antes el mismo maestro haba contratado con Miguel Blanco,
doscientos doce lienzos para ser entregados en plazo de tres meses. Tambin seran
stos para comerciar.
Esta produccin que por su nmero puede calificarse de monstruosa, nos hace
ver la imposibilidad de que por manos de Mauricio Garca pasara tanto cuadro.
Toda o por lo menos gran parte de esta produccin, era obra exclusiva de taller; en
ella pondran todo su arte oficiales y aprendices, muchos de ellos indios; por eso no
es aventurado calificar esta obra de popular, pues poco o nada pona en ella el
maestro. Este es uno de los casos ms patentes de un gran taller industrializado y
montado con fines exclusivamente comerciales y que viva produciendo en serie,
respaldado por la fama artstica de la ciudad incaica. Cabe anotar, por otro lado, que
la produccin de mano de Mauricio Garca, pues como tal consideramos los
18

cuadros firmados de La Paz y Santa Fe, tampoco dista mucho de lo que se llama
una produccin de taller por su mediansima factura.
En el primero de estos contratos hay una noticia sobre la que conviene
detenerse por ser la primera que nos fecha los famosos sobredorados de la escuela
cuzquea.
Se ha insistido mucho sobre los adornos de oro que llevan los cuadros del
Cuzco. Algunos quieren ver en esta forma de decoracin una manifestacin
temprana, en todo caso del

XVII;

nosotros habamos notado en el Alto Per que

muy pocos cuadros de la primera mitad del XVII se sobredoran y que ms bien esta
costumbre pareca pertenecer a fines de este siglo o con mayor seguridad a pleno
XVIII.

Es este punto, por falta de documentos, algo incierto, pero se puede indicar

que de haber existido en el xvii la costumbre de sobredorar, en el

XVIII

es cuando

esta forma de decorar las pinturas recrudece haciendo, en cierto modo, que los
cuadros as tratados se los considere ms finos y de mayor precio. Esto se confirma
en el contrato de Garca con Rincn fechado en 1754, pues all se dice: Todos los
referidos lienzos han de ser apaisados con buenos adornos de curiosidades y algunos de ellos
brocateados con oro fino. Es la primera vez que se expresa en un contrato que los
cuadros deben ir sobredorados.
No creemos habernos extendido demasiado en el estudio de este maestro pues
es uno de los pintores ms representativos del hacer artstico del Per Virreinal. Sus
descomunales contratos nos muestran una faceta ms de los artesanos mestizos. Ya
no es el maestro trashumante como Flores, que va de pueblo en pueblo acabando
de su mano las obras que le encargan. Garca da la idea de un artesano bien
instalado, en una ciudad afamada y con un extenso taller; a l llegan los
comerciantes con cuantiosos pedidos destinados a satisfacer las necesidades, ms
espirituales que estticas, de una dispersa y numerosa clientela.
Tambin para Rincn y en sociedad con Mauricio Garca, pinta el maestro
Pedro Nolasco y Lara un sinnmero de lienzos, contratados el 17 de julio de
19

1754 15.
El hecho de haber hallado cuadros de Garca en el Alto Per y la fundada
suposicin de que Rincn mercara con obras de arte por estas regiones, nos ha
llevado a buscar en las iglesias y colecciones bolivianas cuadros de Pedro Nolasco.
En el Museo de la Casa de Murillo existe un grupo de seis cuadros, atribuidos
por la secuencia de sus temas a un mismo maestro. Provienen del antiguo Hospital
de San Juan de Dios, de La Paz, y representan varias escenas de la vida del santo
patrono:
1)San Juan de Dios en oracin (2.10 x 1)
2)San Juan de Dios con el Nio Jess (2.10 x 1.27) (fig. 8)
3)San Juan de Dios en una embarcacin (2.10 x 1.27)
4)El entierro del Santo (2.10 x 1) (fig. 9)
5)Vista del Hospital con el Santo en primer plano (1,95 x 1,12).
6)San Juan con grupo de pobres (1.95 x 1.12)16.
De los dos ltimos no nos ocuparemos, pues son inferiores y pertenecen a
otro maestro. Probablemente fueron pintados para completar la serie.
El grupo que comprende los cuatro primeros cuadros, queda identificado
como de mano del cuzqueo Pedro Nolasco y Lara, pues uno de ellos, el

segundo de nuestra lista, est firmado al reverso con un monograma formado por
las letras P.N.z.o entrelazadas. No es dable encontrar mayor coincidencia que la que
El contrato lo publica Cornejo Bouroncle en su artculo sobre arte cuzqueo, Revista del Archivo Histrico del
Cuzco, n 2, ao 1951, pgs. 286-289.
16 La diferencia de dimensiones sobre los cuatro primeros cuadros, que consideramos de Nolasco, se debe
probablemente a un recorte posterior.
15

20

hay entre ese monograma y el nombre de Pedro Nolasco. El maestro enlaz con
toda probabilidad la primera y ltima letra del nombre (p y o) con la primera, media
y ltima del apellido (n, s y o). La P y la N que corresponderan a las iniciales son
notablemente ms grandes que las otras dos.
Se corrobora esta atribucin si consideramos que estos cuadros pertenecen
por su estilo a la escuela cuzquea del

XVIII.

Pedro Nolasco trabaj, como

sabemos, hacia 1754.


Los cuadros que estudiamos estn fuertemente influenciados por el estilo
local; son planiformes, con escasa perspectiva en sus escenarios; los personajes no
estn individualizados, responden a tipos preestablecidos que se repiten en los
talleres cuzqueos y otros, locales, por ms de 30 aos. Dos de estos cuadros, el 1 y
2 de nuestra lista, se componen de varias escenas independientes. Todo el conjunto
tiene un colorido superabundante y un tanto chabacano.
Pese a estos detalles, que ms que defectos son caractersticas del
amestizamiento de la escuela cuzquea, tenemos en Nolasco un maestro mucho
ms acabado que su colega y socio, Mauricio Garca. Las figuras de Nolasco
revisten mayor dignidad y no son meros muecos vestidos de ngeles y santos,
como en el cuadro de la Virgen del Carmen, de la Coleccin Wilson, firmado por
Garca en el Cuzco en el ao 1752.
Si tenemos en cuenta la curva de declinacin de las escuelas locales, a mitad
del

XVIII,

cerradas dentro de un crculo vicioso hasta que el neoclasicismo las

vivifica, veremos que muy poco ms se puede pedir a los maestros nativos. Pedro
Nolasco nos da dentro de su adocenamiento, grupos ingenuos y delicados como los
del santo orante acompaado de ngeles, y el conjunto de mujeres que un tanto
enajenado contempla la escena. Encontramos igual ingenuidad en la carabela cuyas
dimensiones no guardan relacin con el tamao de los tripulantes. El mejor trozo
es el del Santo con el Nio Jess a cuestas, que pertenece al cuadro firmado. La
figura es convencional en su iconografa, pero por la naturalidad que ha puesto el
pintor en su realizacin est a la altura de las buenas obras cuzqueas del siglo XVII.
21

En cuanto al escenario, los dos primeros cuadros son amenos por sus
arboladas pobladas de pjaros y la plena luz que los baa. La arquitectura que sirve
de fondo al entierro tiene poco papel en la composicin, pues se imponen las
figuras. Trece rostros bien delineados y varias coronillas tonsuradas hacen a
nuestros ojos una muchedumbre. No falta en este conjunto el fraile que se encara
con el espectador, colocado como es de rigor casi al margen del cuadro. Tiene esta
obra un ascendiente directo y por supuesto de ms alcurnia artstica, en el cuadro
del entierro de San Francisco, que se conserva en el convento franciscano de
Santiago de Chile. Es obra de Juan Zapaca Inga y est firmada y fechada en 168417.
La relacin entre el cuadro de Zapaca y el de Nolasco nos da la raz de este
ltimo, dentro de la misma escuela cuzquea, sin influencia fornea alguna. Zapaca
es otro caso de un maestro del xvii que influye a las generaciones posteriores,
limitadas a repetir y estereotipar las creaciones de sus predecesores.
Obras vinculadas con la escuela cuzquea
Tradicionalmente los claustros de los conventos han sido adornados con
pinturas referentes a la vida de los fundadores. En los conventos franciscanos,
agustinos, dominicos, juandedianos, etc., nos hallamos frente a series de pinturas,
copias casi siempre de colecciones de grabados. Tambin los conventos femeninos
decoraron sus claustros con este tipo de pinturas.
En Potos, apenas quedan de estas series, las de los conventos de monjas
agustinas y carmelitas, ambas muy desmejoradas. En San Francisco, de La Paz, slo
quedan unos pocos lienzos de dos series de la vida del Santo de Ass. Las de San
Juan de Dios, de la misma ciudad, fueron parcialmente trasladadas a la Casa de
Murillo; all se conservan seis lienzos. En San Francisco, de Chuquisaca, los cuadros
del convento fueron trasladados al coro de la iglesia, cuando sta serva de cuartel.
En la Recoleta quedan tambin algunos, arrumbados en un depsito, donde se
ALFREDO BENAVDEZ R.: Las pinturas coloniales de San Francisco, de Santiago. Santiago de Chile, 1954.
Academia Chilena de la Historia. Pg. 80, fig. 3.
17

22

guardan bastante bien. Los conjuntos mejor conservados son los de Santa Teresa y
Santa Clara, de Chuquisaca.
La mayor parte de estas pinturas son mediocres y estn realizadas por
maestros de segunda fila, salvo quiz el caso de San Francisco, de Sucre, que tiene
una serie bastante buena, pintada en el Cuzco por Pedro Pizarro y sus oficiales, en
el ao 1657 1818.
En el monasterio de Santa Clara, de Sucre, en el coro interno, se conserva un
grupo de varios lienzos sobre la vida de Santa Clara. Son cuatro, resto,
posiblemente, de los que primitivamente colgaban en las paredes del claustro. Uno
de ellos est firmado en el reverso, de forma que difcilmente se puede leer. Apenas
se distingue Fabin... No sabemos si se trata del nombre de pila del pintor o de
parte de su apellido.
Es ste un maestro barroco de la segunda mitad del

XVI.

Es algo ms que

regular en el desempeo de su oficio. Compone sobre grabados, no


diferencindose en esto de sus dems colegas. Las escenas ms importantes son la
entrada de monja de Santa Clara (fig. 10), y la aparicin que tiene del Nio Dios. En
el primer lienzo, un grupo de frailes rodea a los dos personajes centrales: Santa
Clara y San Francisco; este ltimo aparece en la ceremonia de cortar los cabellos a
su hermana que entra en religin. Es la escena mejor y en ella hay buenos recursos
como el claroscuro producido por unas velas, que da ambiente al conjunto, y
figuras acertadas como la santa, nia casi, con su delicioso aire zurbaranesco.
Menos afortunada es la aparicin del Divino Infante a la hermana de San
Francisco. Fabin ubica en confuso grupo a gran cantidad de da-risas escuchando
un sermn. All, usa el vedado e infantil recurso, de representar la multitud por las
coronillas. El primer plano lo forman la Santa sosteniendo al Nio, y una monja
que la contempla. Hay repintes en la vestidura del Nio y en las nubes que lo
rodean. La arquitectura, sumamente pobre y rectilnea, slo busca llenar el espacio
restante.

18

J. DE MESA y T. GISBERT: Obra citada, pg. 24.


23

Resta buscar otras obras de este maestro que nos den mayores luces sobre su
personalidad, ya que por estos cuadros es difcil su clasificacin. No se puede
afirmar que se trate de un maestro chuquisaqueo, pues el estilo est vinculado a las
escuelas del norte: colla, o ms probablemente, cuzquea. Cabe preguntarse si estas
obras han sido tambin tradas desde el Cuzco, junto al envo que hizo Pedro
Pizarro para el convento de San Francisco. Las clarisas tenan Casa Matriz en la
ciudad incaica y bien pudieron aprovechar la ocasin para encargar la serie de su
Santa Madre a pintores del Cuzco.
Fu popularizada por la escuela cuzquea la imagen de la Virgen con su Hijo,
de vestido estrictamente triangular, sobre gloria con angelillos, y a veces ataviada a
la usanza de la poca en que fu pintada. Grande es su difusin en la segunda mitad
del siglo

XVIII

en todo el territorio del Alto Per y en las proximidades del Cuzco.

Las imgenes representadas corresponden a diversas advocaciones, tales como la


Virgen de Remedios, Guadalupe, Almudena, Aranzazu, Nieves, etc... Su
composicin responde a la copia de los grabados matrices, popularsimos y de gran
circulacin.
La mayora de los cuadros de este tipo son de factura mediocre, y quizs con
ellos se inici la uniformidad de la pintura virreinal y la anulacin de la
individualidad de las escuelas y los centros de pintura.
Un ejemplo interesante de este tpico cuadro es un lienzo apaisado, de
propiedad particular (La Paz) representando el Verdadero Retrato de la Milagrosa
Imagen de Na Sa de Balbanera aparecida en los montes de la Rioja pintada por Juan Manuel
Vicente Martnez y fechado Ao de 1768; la citada imagen est en medio del
paisaje, con dos Santos a los costados. El cuadro, de pequeas dimensiones, es
interesante, pues denota un tratamiento convencional y nos habla de la pintura de
encargo al por mayor. Este tipo de pintura nos hace pensar cmo se iban borrando
paulatinamente las diferencias entre los maestros, jefes de taller y oficiales
imagineros. Merced a sus formas estereotipadas y su rgida iconografa se unen la
pintura arte y la pintura artesana formando, al terminar el siglo
24

XVIII,

una sola

entidad, confusa y abigarrada, con las cualidades y defectos de ambas tendencias.


Del autor de la Virgen de Balbanera no sabemos ms. Quizs sea cuzqueo, pues
su arte se acerca al de sus contemporneos, Garca y Nolasco, ya perfectamente
identificados.
Semejantes al cuadro reseado, existen en el Convento de San Francisco, de
La Paz, dos cuadros (de diferente tamao), de la advocacin de la Virgen de la Paz.
Si no de mano del maestro de la Balbanera, son producto de la misma escuela y
poca.
Los potosinos
Recogiendo nombres dispersos, nos encontramos con un grupo de jesuitas
pintores a quienes habr que separar de las tres escuelas que distinguimos para el
Alto Per en el siglo

XVII.

Estos jesuitas son: Bitti, Puente y Nury, a los que

tenemos que aadir uno ms, tambin en los primeros aos del XVII, publicado en
forma accidental por Luis Alberto Snchez.
Hablndonos este autor del poeta Diego Mexa de Fernangil, nos dice que
antes de 1617 y estando Fernangil en Potos, tuvo a su vista 153 estampas que sobre la
vida y pasin de Cristo pintara el Jesuita Jernimo Natal resolviendo dedicarles sendos
sonetos, aumentando luego el nmero de composiciones a 200, con que form la
Segunda Parte del Parnaso Antrtico19. Por la fecha, hay que incluir a este nuevo pintor
junto a Bitti, Nury y Puente; su estilo posiblemente fu similar al de estos maestros
con su manierismo caracterstico. Su nombre es de inters para formar el cuadro
completo de los pintores que trabajaron en el Alto Per, pues hasta hoy,
exceptuando la provisional estada de Ocaa, es el primer pintor que conocemos en
Potos. La noticia de las 153 estampas confirman una vez ms el mtodo de trabajo
de los talleres americanos.

19

LUIS ALBERTO SNCHEZ: La literatura peruana, tomo in, pg. 35. Asuncin, 1951.
25

La investigadora Marie Helmer ha tenido la amabilidad de enviarnos los


extractos de un contrato de pintura y un testamento, provenientes del Archivo de
Protocolos Notariales de la Casa de la Moneda, de Potos. Ambos son sumamente
tiles para conocer la actividad artstica de Potos en los primeros aos del siglo
XVII.

El contrato nos ayuda a perfilar la personalidad de Juan de Miranda, artfice a

quien ya conocamos como escultor y que aqu se nos presenta en un importante


contrato de pintura concertado con la iglesia de La Merced. Hace unos aos
publicamos el nombre de este maestro, entre otras noticias sobre artfices
potosinos, todas tomadas del manuscrito de Arzans20. All se lo menta como autor
de la imagen de la Candelaria, venerada en la Parroquia de San Pedro.
El texto del historiador potosino nos dice del ao 1616 y en un captulo
referente a los milagros de esta Virgen, lo siguiente:
La bellsima Imagen de Nuestra Seora de la Candelaria de la Parroquia de San Pedro
que est en la Villa, fu obrada de manos de aquel hombre (tan favoresido desta divina Seora)
llamado Juan de Miranda primoroso en la escultura, aunque ms parece obrada por manos
Anglicas que humanas, porque es un milagro de hermosura, i un assombro de milagros. El
primero que obr fu en el ao 1616... 21.
Fuimos a Potos y visitamos esta Parroquia sin poder encontrar en nuestra
bsqueda ninguna imagen que pudiera ser identificada como la de Miranda.
Por esta obra y el contrato que a continuacin estudiaremos, parece que
Miranda fu uno de los artistas ms favorecidos por la fama en la Imperial Villa. Su
contrato con La Merced no slo comprende un trabajo de gran magnitud, sino que
nos muestra cmo estaban decoradas las iglesias potosinas de principios del xvii,
decoracin de la que nada ha quedado, salvo el bien conservado ejemplo de San
Martn22.
El contrato extractado que hemos recibido dice as: Juan de Miranda residente en
J. DE MESA y T. GISBERT. Guama: Noticias para la historia del arte en Potos, Anuario de estudios americanos,
tomo VII, pg. 501. Sevilla, 1951.
21 BARTOLOM A RZANS DE ORSUA Y V ELA: Historia de la Villa Imperial de Potos, tomo i, lib. VI, cap. XIX, fol. 160
y 161. Ms. 2065 de la Biblioteca de Palacio Real de Madrid.
22 Una seccin longitudinal de esta iglesia, as como diferentes fotografas de la decoracin mural, se encuentran en el
Cuaderno ni, de Documentos de Arte Colonial Sudamericano, titulado Las Iglesias de Potos, lminas 46-54. Buenos
Aires, 1946.
20

26

Potos se concierta con el convento de la Merced para hacer cosas de pintura y doradura para el
convento:
(1) Un Romano en dos melinges de ancho juntos cosidos uno con otro con una guarda
arriba y otra abajo para lo alto de la iglesia y en el Romano han de ir pintadas algunas figuras de
Santos de la Orden.... el cual Romano ha de entrar en [tre] unas ventanas de la iglesia y ha de
llegar hasta la ventana alta del mojinete del Coro;
(2) otro Romano pequeo desde la Puerta de la iglesia hasta por debajo del coro por ambas
partes de un melingue en ancho con su guarda arriba y abajo del mismo melinge;
(3) pintar treinta tarjas del tamao de los cuadros grandes y al temple y en la forma que
estan los del convento de San Agustn desta Villa en los cuales ha de ayer Santos como los que
estan en el dicho convento y los marcos destas treinta tarjas los tengo de dorar en la forma que
estan los cuadros al olio y el oro y colores de todo lo he de poner a mi costa...
(4) un lienzo grande que coja toda la testera del arco hasta el techo y de pintar una imagen
grande de Nuestra Seora [debajo] de cuyo manto han de estar todos los fundadores de las
religiones y en los dos huecos de los lados desde donde comienza el arco toral hasta el lienzo de
arriba ha de haber dos cardenales de la Orden... y toda ha de ser pintado al olio.
El convento ha de dar el lienzo que fuere necesario, de mandar hacer los marcos y
tachuelas y cintas y dar un oficial carpintero a costa suya quien en mi presencia lo asiente y ponga
todo en sus lugares; a mi costa el oro y pintar, por 1350 pesos corrientes de a ocho reales, pagables
500 al contado, otros 500 el mircoles de Cenizas del ao venidero y el resto al acabar la obra el
domingo de Ramos de 1621, so pena de quitar 300 pesos...[el pintor no sabe firmar] 23.
Por la primera clusula debemos entender una decoracin que abarca el lienzo
alto del coro y las paredes laterales hasta el arco triunfal. Decoracin que deja libres
tanto las ventanas de la nave como la del coro. La descripcin del contrato coincide
con la actual decoracin de San Martn, consistente en una serie de lienzos
verticales colocados entre dos guardas, alta y baja, de madera tallada y dorada.
En la clusula tercera se aade la pintura de treinta tarjas o tarjetas del tamao

La Srta. Marie Helmes fellow F.I.F.D.U. ha tenido a bien enviarnos este extracto que aqu queremos agradecer.
Corresponde al legajo 53, ao 1620, fol. 3.713:19, VIII - 30, XII de la Seccin de Protocolos Notariales del Archivo de
la Casa de la Moneda de Potos.
23

27

de los cuadros grandes. Segn Consuelo Senz de la Calzada, por tarjas se entiende
el ornamento formado por hojas, o cartones, o molduras, que incluyen un valo, un crculo...
Siempre con un centro rodeado de formas decoradas... 24. San Martn tiene tambin estas
tarjas y se colocan debajo de la guarda inferior. Al especificarse que son del tamao
de los cuadros, tenemos que entender, de su ancho. Por lo tanto es muy probable
que los lienzos fueran tambin treinta, nmero que parece usual, ya que San Martn
tiene 26 lienzos en la nave y unos cuatro en la pared del coro. La diferencia entre
ambos ejemplos estriba en que la Merced tiene una tarja por lienzo, en tanto que
San Martn presenta dos.
La segunda clusula indica una decoracin similar, pero ms reducida,
abarcando el sotocoro. Probablemente cubra la pared de los pies y parte de las
naves, siguiendo la forma en U del coro.
Para comprender la clusula cuarta tenemos que tener en cuenta la existencia
de una superficie apreciable entre el arco triunfal (toral en el contrato) y la artesa
que cubra la nave. Este espacio irregular que an podemos ver en el templo de La
Merced, era ms amplio. El tumbado actual est ms bajo que la original
techumbre. El lienzo de la Virgen ocupaba entonces una superficie trapezoidal y los
cardenales dos tringulos, cuya hipotenusa era parte del arco triunfal.
Nada podemos aventurar acerca del estilo de estos cuadros; nos cabe
lamentar, tan solo, su irreparable prdida, as como la desaparicin de decoraciones
similares en importantes iglesias potosinas como la de San Agustn, puesta de
modelo por los mercedarios a nuestro pintor.
El corto plazo de un ao para la realizacin del trabajo no nos asombra. La
convivencia con los artesanos virreinales nos ha acostumbrado a su prisa, mejor
dicho a la de sus clientes, que rpidamente quieren ver cubiertas de oro, pinturas o
piedra tallada las superficies puestas al alcance de su vista y en muchos casos
tambin aqullas que no lo estn. Viven intensamente su siglo, enriquecen sin
medida las iglesias, nexo material entre ellos y Dios, asegurando su salvacin y la
CONSUELO SENZ DE CALZADA: El retablo barroco espaol y su terminologa artstica, Sevilla. Archivo Espaol
de Arte, n 115, pgs. 237-238. Madrid, 1951
24

28

gloria de sus aos, oscurecidos por una historia que no los admite en sus pginas.
Se vuelve a citar a Juan de Miranda, en 1623, en el testamento del ermitao
irlands Toms Gre25. El pintor tena en su poder un calvario hecho a costa de este
ermitao por la suma de 120 pesos. El conjunto era de tres cruces, ocho lminas y otras
pinturas. Como el testamento indica que estn en poder de Miranda, y se agrega el
precio y otros detalles, tenemos que suponer que Miranda no es slo el depositario,
sino el ejecutante de la obra. El encargo no se recogera por no estar concluido o
porque Gre no estaba en trance de recogerlo.
El documento dice: tres cruces, ocho lminas y otras pinturas. Las cruces
seran por lo tanto pinturas; seguramente cruces de madera pintadas por los dos
lados. Se han encontrado en el Alto Per multitud de estas cruces sin que se las
pueda colocar en una poca o en una escuela determinada por falta de referencias.
Su iconografa no suele variar mucho; a un lado el Crucificado, entre el sol y la luna;
al otro, la Virgen o algn santo de la devocin del donante. Las cruces a que se
refiere Gre, son sin duda stas, pues son las nicas que se pueden calificar de
pinturas.
Las lminas son tambin pinturas. Lmina se llama con frecuencia a los lienzos
copiados de grabados 26.
Este conjunto estaba destinado a Santo Domingo y el testante indica que se
coloquen en la siguiente curiosa manera: el calvario en el campanario de la iglesia,
dos de las lminas haban de colocarse entre las cruces, y en la torre del tambo que
estaba junto a la citada iglesia las seis lminas restantes. Posiblemente no queda nada
de este conjunto.
El mismo ermitao dona un calvario semejante a la iglesia de San Pablo.
Por ltimo se hace referencia en el testamento de Toms Gre a otro pintor,
llamado Rodrigo de Saz, que parece estaba encargado de poner en la iglesia de
Tomina una ventana muy curiosa. Saz era pintor y dorador. Es difcil imaginar en qu

Asimismo debemos a la Srta. Helmer un extracto del testamento de este ermitao. Corresponde al legajo 57, fol.
2542-3; 19-VIII-1623, fol. 2662 del mismo archivo.
26 J. DE MESA y T. G ISBERT: Holgun y la pintura altoperuana del Virreinato, pg. 194. La Paz, 1956.
25

29

consista este encargo; quiz era un trabajo de talla y dorado del intrads de la
ventana. Una decoracin semejante aunque mucho ms temprana, es la que tienen
algunas ventanas de San Juan, de Juli.
A base de estos documentos e innumerables piezas dispersas e incompletas,
hemos intentado restablecer la verdadera forma y alcance de la decoracin de los
primeros templos potosinos. Las cruces, los trozos del llamado romano y algunas
tarjas han pasado quiz por nuestras manos. Son tantas las piezas de este tipo que
deambulan en compraventas y particulares! Desgraciadamente su estado es tal, que
con justicia solo podemos incluirlas en la gran cantidad de obras sin atribucin
posible. Estas partes de un gran conjunto, una vez sacadas de su lugar, valen
poco como obras independientes. Asimismo las iglesias que las cobijaban han
perdido gran parte de su valor. Hoy no slo se ven fras, sino hasta
desproporcionadas con sus extenssimas naves vacas, decoradas algunas veces con
algunos medallones neoclsicos, corno ocurre en La Merced, de Potos27.
La poca luminosa de Melchor Prez Holgun nos ha legado sus mejores
cuadros, desde las obras de gran aliento y dimensiones como la Huida A Egipto del
Museo de Santiago de Chile, y el Descanso del Banco Central de La Paz, hasta el
pequeo cobre del Museo Charcas que representa la Sagrada Familia con San
Joaqun y Santa Ana28. Este ltimo era el nico cuadrito sobre cobre que
conocamos del maestro de Cochabamba.
Gracias a una indicacin de Jorge de La Reza, hemos podido identificar un
nuevo cuadro de Prez Holgun, en la coleccin de don Manuel del Carpio, de La
Paz. Se trata de un cobre de reducidas dimensiones: 25 x 18, que originalmente
debi ser mayor, pues fu recortado para que entrase en su actual marco tallado y
dorado. Pese a esto su composicin est completa. Es una de las mejores obras de
la poca luminosa de nuestro pintor. La calidad de la pintura es excelente y la
Los cuadros que decoran actualmente La Merced, estn estudiados por Mario Chacn Torres en su artculo La
pintura potosina del siglo XIX, publicado en la revista Khana, vol. IX, pgs. 200-209. La Paz, 1956.
28 J. DE MESA y T. GISBERT: Holgun y la pintura altoperuana del Virreinato, La Paz, pg. 141-151, fig. 36-96-97-98100.
27

30

tonalidad general no desmerece en absoluto de lo mejor que nos ha dejado


Holgun.
El tema es la Virgen del Rosario, con San Ignacio y San Francisco Javier
(fig.11). nico cuadro de tema jesutico que conocemos de Prez. Por sus reducidas
dimensiones y lo especial de la hagiografa podemos pensar en un encargo de
devocin, o en haber sido hecho para alguna de las casas de la Compaa, quizs la
de Potos. Justamente coincide la estancia de Holgun en Potos con el afn de
renovacin constructiva de los jesuitas que engalanaron su antigua iglesia de 159029
con la estupenda portada y torre espadaa, que constituye la mejor realizacin de
conjunto en la arquitectura mestiza potosina. El Padre Luis de Vilario, oriundo de
la Villa Imperial en la que naci en 1647, fu el benefactor de esta casa jesutica.
Con la herencia dejada por su padre, Juan Fernndez Vilario, que ascenda a
cincuenta mil pesos, transform la iglesia y casa de su orden, revistindola con
magnficos lienzos de escogidas pinturas. En los dos claustros de que constaba el colegio form
corredores de vistosa arquera, sostenida por columnas de piedra; adems reedific desde sus
cimientos la sacrista cuyas paredes y techo adorn con pinturas a propsito30.
Finalmente, la obra de mecenas del padre Vilario fu coronada por haber animado
a don Jos de Quirs a dar el dinero para la construccin de la portada y torre de la
iglesia de la orden (1700-1707)31. No cay en vaco el esfuerzo del Padre Vilario,
pues a continuacin y a partir de 1702, comienza la fiebre reconstructiva de Potos
y con ella la emulacin de las diversas rdenes. Vemos tambin como la
preocupacin del mecenas jesuita es la de dotar a la iglesia y casa en que resida, de
las mejores obras de pintura. Para ello debi recurrir a afamados pinceles; los
nicos por ahora conocidos en tal perodo son el de Holgun, y el de Luis Navarro.
El primero gozaba de gran prestigio; las obras del segundo eran de mediana factura;
es probable por esto que la eleccin del Padre Vilario recayera en Holgun,
mxime si tenemos en cuenta que los jesuitas en Amrica, han producido dentro de
J. DE MESA y T. GISBERT: Noticias para la historia del arte en Potos. Sevilla, 1951. Anuario de Estudios
Americanos, VII, pg. 479-480.
30 ENRIQUE TORRES S ALDAMANDO : Los antiguos jesuitas del Per. Lima, 1882. P. Luis de Vilario.
31 J. DE MESA y T. G ISBERT: Noticias para la historia del arte en Potos. pg. 480.
29

31

la orden grandes artistas o los han patrocinado. Recordemos en Charcas a Bitti,


Viren Nury, el Maestro P., Sebastin de la Cruz, el Padre Schmitt, etc. Del posible
trabajo de Holgun para los jesuitas, en Potos, no se conserva nada, ya que la iglesia
ha desaparecido y los bienes, despus de la expulsin, fueron confiados a elementos
del clero secular o autoridades civiles. El resto de obras de arte de la iglesia
ignaciana se halla esparcido por varias iglesias de la villa. As tenemos en San
Lorenzo, una imagen del fundador de la Compaa de grandes proporciones y no
mala talla.
Tal vez resto de la hecatombe sucedida en 1767 en la iglesia jesutica, sea el
pequeo cobre que hoy publicamos. Su tamao nos recuerda la serie de pequeas
maderas que adornan el plpito de la iglesia de Jerusaln cuya construccin (17021708) 32 es contempornea de la portada y torre jesutica. Empleo similar o idntico
pudo tener el cuadrito que aludimos.
La composicin general en tringulo issceles y de simetra casi absoluta, solo
interrumpida por la colocacin del Nio Jess, no haba sido intentada antes por
Prez Holgun. Tiene un antecedente parcial en tema y actitud del San Antonio de
Padua, de la Moneda, aunque en este cuadro se supera al lienzo franciscano. Las
tonalidades en las vestiduras de la Virgen son violeta y verde; la desnudez del Nio
y la actitud de San Francisco Javier recuerdan el cuadro de la Moneda. El paisaje
que se ve al fondo es tpico del maestro y est repetido en los cuadros de La
Merced, de Chuquisaca, y en la Huda, de Santiago. Las figuras, especialmente las de
los Santos, son de vigoroso trazo y correctas proporciones; en la Virgen se aprecian
los errores de encaje caractersticos del maestro.
En suma, este cuadrito es de los ms representativos de Holgun, tanto por el
colorido como por la belleza y dulzura que de l se desprenden.
Hace seis aos mencionamos por primera vez el nombre del indio Luis Nio,
entre los pintores potosinos33. Desde entonces estuvimos empeados en la
identificacin de alguna de sus obras, sin ningn resultado como casi siempre
32
33

J. DE MESA y T. GISBERT: Ibdem, pgs. 495-496.


J. DE MESA y T. GISBERT: Ibdem, pg. 502.
32

ocurre en esta materia. Hace unos das recibimos de nuestro amigo Mario Chacn,
las fotografas de un cuadro de este pintor, encontrado por l en el depsito del
Asilo de Ancianos despus de un ao de bsqueda. All se conservan las obras que
pertenecieron a la Parroquia de San Roque, del To.
El cuadro es de sumo inters, por cuanto conocemos al autor, fecha en que
trabaj (1737) y lugar de su nacimiento. Adems la pintura tipifica un tema muy
usado, y un estilo ms usado an, caracterstico de los maestros del

XVIII.

Es una

obra representativa del proceso de amestizamiento de las artes pictricas. Adems,


es un cuadro orlado con motivos arquitectnicos, que son de especial inters para
nosotros.
El tema (fig 12) es Nuestra Seora de la Purificacin (La Candelaria). Mide 1.36
x 2 mts. y tiene al pie la siguiente inscripcin: Retrato de la Milagrosa Imagen de Nra.
Sa. de Sabaya de la provincia de Carangas. Una de las que envi el Sr. emperador Carlos Quinto
desde Roma en el descubrimiento de estos Reynos. De cuyas portentosas maravillas participan
todas las que se le encomiendan. Luis Nio Escultor.
Era conocido el polifacetismo de Nio; ya Arzans nos dice de l que pinta y
esculpe con primor obras labradas en plata, madera y lienzo34. Este aserto se
confirma al ver la palabra escultor junto a la firma del cuadro.
La imagen representada es imponente y ocupa todo el lienzo; apenas hay lugar
para seis angelillos bien trazados: cuatro tenantes y dos msicos. stos taen una
guitarra y un violn de arco curvo. La imagen es completamente hiertica como
conviene a una representacin convencional; la cara ovalada de boca pequea y
cejas finas est dentro del tipo ideal que repite hasta el cansancio la pintura
dieciochesca. El traje triangular no tiene novedad alguna, es de brocado y se
enriquece con cintas y perlas. El mayor inters del cuadro radica en la orla
compuesta por un arco canopial que es sostenido por columnas y caritides. Cada
lado se compone de dos columnas superpuestas y una figura desnuda sobre ellas.
La columna ms baja est escamada en su parte inferior y es salomnica, con

34

Ibdem.
33

decoracin de vides, y remata en un capitel compuesto con triple fila de acantos. La


columna de la parte alta es mucho ms pequea, tambin tiene su fuste escamado,
aunque de diferente diseo, y un capitel compuesto. Sobre ella est un nio
desnudo, que en uno de sus brazos sostiene el canopial mientras con el otro sujeta
un ramo de flores.
Nadie que vea este cuadro puede dejar de asociarlo con la portada de San
Lorenzo. Es cierto que no hay una identidad entre ambas obras, pero una misma
esttica las inspira. Los motivos arquitectnicos son demasiado patentes en la obra
de Nio, no slo en la orla, sino tambin en los ngeles que sostienen la corona,
dispuestos como para una enjuta. Los angelitos msicos estn colocados a la altura
de las impostas y ellos mismos son motivos muy usados en la arquitectura mestiza.
La misma impresin que a nosotros, ha debido hacerle a Diego Arzans que en
1737, al hablar de la habilidad de Nio, lo asocia con la talla de San Lorenzo, de
Potos35. No podemos pretender con solo estas semejanzas llegar a una conclusin,
aunque s es patente el comn denominador del estilo mestizo en las artes, tratando
los objetos a despecho de su materia y escala, con el gusto propio de las artes
menores. No olvidemos el caso de este pintor potosino, que era celebrado por sus
contemporneos como escultor de plata y madera.
En uno de los corredores de la Recoleta de Sucre fu descubierto otro lienzo
de Nio, que tambin representa la Virgen de Sabaya. Mario Chacn, que es quien
lo descubri, nos lo describe en los siguientes trminos: las dimensiones del lienzo, el
dibujo y el color son iguales al cuadro de San Roque; se nota como diferencia que el rostro de la
virgencita es ms moreno y ms humano, ya que el otro por el color plido y excesivo empaste da el
aspecto de una virgen estucada, hecho justificable tratndose del retrato de una imagen. Al pie
del cuadro hay la misma leyenda, faltando algunas palabras por estar roto el lienzo. Vara la
firma, en vez de Luis Nio, Escultor dice Pintura de Luys N...; lo dems se ha borrado
por el deterioro.

35

Ibdem.
34

La segunda mitad del siglo

XVIII

va dndonos cada da mayor nmero de

maestros de una tendencia que es mezcla de mesticismo con el nuevo estilo


neoclsico. Mezcla justificada, ya que el neoclasicismo se impone duramente en una
sociedad tan llena de carcter propio y tan irreductible a influencias forneas.
En un trabajo anterior nos hemos ocupado de un exponente caracterstico de
este perodo, se trata de Mariano Balceta, pintor potosino de fin de siglo

36

y autor

de un lienzo de Santa Fortunata que se encuentra en el Museo de la Moneda. Si de


este maestro slo conociramos esta obra, el juicio artstico que sobre su pintura se
podra formar no le sera del todo favorable.
Mario Chacn, infatigable investigador de arte, nos ha enviado desde Potos
dos fotografas de otra obra de este pintor potosino a que hacemos referencia. Se
trata de una madera de 1 m. x 0.60 m., pintada de ambos lados, costumbre muy
frecuente durante este perodo en tablitas y cobres de reducida dimensin, pero
extraa en el caso de una tabla de las proporciones de la de Balceta. Los temas son:
Jess encuentra a su Madre en el camino del Calvario (fig. 13) y el Taller de San Jos (fig. 14).
El cuadro lleva al pie del grupo de las mujeres la firma: Balcera me fecit. Creemos
que la R de esta firma originalmente fu una T que se ha borrado parcialmente con
el tiempo.
En la realizacin del primer tema, Balceta nos revela una faz de su arte
diferente a la rigidez expuesta en su Santa Fortunata; hay mayor plasticidad en los
personajes y un hlito de intimidad en ambas composiciones. No se trata sin
embargo de la obra de un buen dibujante, hecho presumible hacia 1800, fecha en
que chuquisaqueos como Oquendo y Gumiel hacan despliegue de su correcto
dibujo37. Las obras de Balceta tienen errores de dimensin que saltan a la vista:
Cristo de rodillas tiene la misma altura que la Virgen y que los dems personajes del
cuadro que estn de pie. Parece que los potosinos, descuidados en la formal
disposicin de sus figuras, perspectiva y proporciones corporales, se vuelcan
J. DE MESA y T. GISBERT: Holgun y la pintura altoperuana del Virreinato, pg. 179, fig. 120.
Como muestra del tipo de dibujo que realizaba la escuela chuquisaquea, hay una serie de dibujos hechos por los
indios y dirigidos por Manuel Oquendo, que han sido publicados por Jos M. Mariluz Urquijo, en Anales del
Instituto de Arte Americano, n 9. Buenos Aires, 1956.
36
37

35

pasionalmente en su color y la expresividad de actitudes, cargando a cuenta de su


fuerza interna todas las incorrecciones de la forma. Por esto el tratamiento de
rostros, manos y actitudes es impecable, como tambin el plegado de paos,
siempre cuidados desde los tiempos en que los primeros brotes pictricos
entroncan con la escuela flamenca. En algunas actitudes y en los rostros femeninos
hay un dejo holguinesco que no es raro en el Potos de la segunda mitad del donde
apenas 20 aos antes trabajaba an Nicols Cruz.
Hasta aqu el cuadro de Balceta no llama mayormente la atencin, presentando
tantos puntos negativos como positivos: lo verdaderamente interesante de la
representacin radica en que la escena evanglica se desarrolla en la plaza de Potos,
teniendo por fondo la Casa del Corregidor y la Crcel. Es raro dentro del barroco la
representacin de este tipo de escenas en un fondo arquitectnico, moda que haba
pasado con el renacimiento y que no logra volver a ponerse en vigencia. Pero es
ms raro an que este fondo responda fotogrficamente a la realidad. Este hecho
destaca al potosino de las crnicas que vive la religin intensamente entre los
muros de sus casonas. Solo a un artista potosino podra parecerle natural poner a
Cristo frente a su Madre, en medio de la plaza de su ciudad. Jess est dando la cara
(como si tomase ese camino) al Cerro Rico, que en esta circunstancial escenografa
toma el lugar del Calvario.
La reproduccin del lugar es exacta; se ven con cierto detalle el corredor, la
balaustrada y los pilares que sostienen el tejado de la casa del Corregidor. Se
distingue claramente hacia la izquierda la gallonada cpula de la iglesia de los
betlemitas, y ya ms lejana la torre de la iglesia de San .Martn en la tpica calle del
Contraste. Perdindose en la lejana aparecen otras construcciones cuyo lmite es un
fondo montaoso ideal que asciende hacia la derecha en procura del Cerro de
Potos, que ya no se distingue en la tabla de Baceta.
Solo conocemos dos representaciones pictricas de la plaza principal potosina
en el siglo

XVIII:

sta y la de Holgun en La entrada del Virrey Morillo. Ambas nos

ofrecen aspectos interesantes del centro cvico de la Villa Imperial. El carcter de


36

esta plaza poco vara en los 80 a 90 aos que separan ambas pinturas. La nica
novedad es la aparicin de la maciza silueta de Beln construida entre 1725 y 1750.
Por lo dems la plaza de la ciudad contina impertrrita viendo correr el tiempo en
aquel devenir histrico que separa la paulatina decadencia del Sumac Orco.
nicamente la furia iconoclasta del siglo XIX pudo romper la amplia perspectiva de
aquel centro cvico virreinal.
El Taller de Jos, tema tan repetido en nuestra pintura popular, no contaba con
un pincel de categora que lo exaltase, hasta el hallazgo de este cuadro de Balceta.
La repetida composicin proveniente de un grabado nos muestra a San Jos
aserrando una tabla, tarea en la que le ayuda el pequeo Jess. El segundo plano lo
ocupa Mara, que est hilando. Bendicen la escena las dos restantes figuras de la
Trinidad. Las paredes de la habitacin cierran el fondo, difuso en parte para dar
lugar al rompimiento de gloria. Se notan tambin en esta obra fallas de dibujo,
especialmente en la perspectiva de bancos, puentes, etc. Los personajes, en cambio,
estn correctamente realizados.
Mariano Balceta con sus tres tablas conocidas, salva el arte de la escuela
potosina en la ltima fase de su desarrollo virreinal, es decir en el perodo que
bordea el 800. Aunque su figura es an solitaria, creemos que una nueva bsqueda
nos dar nuevos nombres.
Nuevas obras de los maestros collas, los doradores
y la pintura mural
En un trabajo anterior hemos estudiado la obra del pintor Leonardo Flores38,
analizando sus cartas y logrando luego la identificacin de siete cuadros: una
Flagelacin y seis telas sobre la Salve. Todas estas pinturas fueron encontradas en
Puerto Acosta.
Despus de visitar otros centros donde consta que trabaj este maestro,

38

J. DE MESA y T. GISBERT: Holguin y la pintura altoperuana del Virreinato, pgs. 41-44, fig. 20.
37

tenemos que aadir a este grupo de obras algunas ms, como los cuadros de
Italaque39, que son de capital importancia por estar perfectamente documentados.
Estos cuadros son gua cierta para un estudio de la obra de Flores y fundamentales
para poder, de aqu en adelante, distinguir los cuadros de este maestro cuyo radio
de accin es tan extenso. Los cuadros del pueblo de Italaque representan episodios
bblicos y son extraordinariamente grandes; todas las figuras alcanzan tamao
natural. Por las condiciones de luz y colocacin de los lienzos slo ha sido posible
tomar fotografas de dos de ellos: aqul donde est representado el sueo de Jacob
y la escena entre Ester y el rey Asuero 40 .
El primero de estos cuadros, un paisaje flamenco con arboleda a la derecha,
est cortado diagonalmente por una escalera de mano que por deficiente
perspectiva amenaza con irse al suelo. En ella hay tres ngeles con caras aniadas y
vestidura tpica de esta clase de figuras en la pintura colla. Jacob, tendido al pie de la
escala, es algo amanerado en su pose. Toda la escena de fondo est poblada por
activos personajes, mientras que cuidadosas florecillas decoran el primer plano.
Reclaman nuestra atencin las joyas estrelladas de los ngeles, llamativas y
desmesuradamente grandes.
En el cuadro de Ester y Asuero hay mltiples personajes y gran despliegue de
lujo en joyas y brocados. Las figuras tambin son amaneradas como la de Jacob y el
Cristo de la Flagelacin41. En este cuadro llega a lo inusitado el tamao de las joyas
de Ester, montonamente estrelladas todas, con una insistencia que no puede pasar
desapercibida. La joven Ester es una nia de grandes ojos y pequesima boca,
anticipndose con su belleza convencional a las clsicas figuras del

XVIII

(fig. 15).

Tiene el cabello suelto y algo lacio, y viste con riqusimos brocados.


Tanto en la Flagelacin, de Puerto Acosta, como en el cuadro de Ester y
Asuero, los gentiles principales estn representados por hombres barbados que
llevan turbante y una corta capa de armio y que suelen recoger sus vestidos por
Italaque es un pueblo del Valle, cercano a Carabuco, pueblo ribereo del Titicaca. Est relativamente cerca de la
actual frontera peruano-boliviana y dista de La Paz unos 220 Km.
40 Terminado ya este trabajo recibimos la noticia del incendio de Italaque (16 de julio de 1957). Parece que se han
quemado todos los cuadros excepto 17. Posiblemente entre ellos hayan varios de Flores.
41 J. DE MESA y T. G ISBERT: Obra citada, pg. 20.
39

38

ricos broches.
Conocidos ya los cuadros de Italaque y establecida en ellos una base para
fundamentar el estilo de Flores, es necesario repasar los cuadros de Puerto Acosta y
Yunguyo que tambin se hallan documentados

42

y que fueron pintados,

respectivamente, en 1684 y 1683. Habamos consignado en Puerto Acosta una


Flagelacin y seis cuadros de la Salve. A la vista de las cartas de Flores y conocidos
los cuadros de Italaque, no queda ms que confirmar la atribucin, sealando de
paso, en obra con tanta profusin de figuras, algunos tipos importantes. En la
Flagelacin hay que hacer notar la figura de Cristo, excepcionalmente bella y bien
pintada; los sayones en cambio son amanerados y un tanto grotescos. Dos de ellos
llevan una especie de turbante. Son nobles las figuras de Pilatos y Caifs, sobre
todo la primera, tocada con turbante y cubierta con breve capa de armio. En los
cuadros de la Salve, de los cuales solo se han podido fotografiar cuatro, Son
interesantes las imgenes de la Virgen con cara de nia, grandes ojos y breve boca
(fig. 16). Se puede anotar tambin el curioso collar, un rosario quiz, que enmarca
los grupos centrales; entre sus cuentas hay grandes piedras estrelladas, como las que
suelen usar las figuras de Flores.
Pese a los mltiples puntos comunes que tienen estas obras con los cuadros de
Italaque, ninguna guarda tanta relacin con ellos como los cuadros de Santa
Brbara (fig. 17) y Santa Catalina, de esta misma iglesia (P. Acosta). Por falta de un
indicio seguro que confirme su atribucin no nos atrevimos a publicarlos antes. En
el primero de estos cuadros tenemos un paisaje como el que sirve de fondo a la
escena de Jacob, y florecillas bien cuidadas en primer trmino. Santa Brbara, con
su rostro tpico, su traje de ricos brocados, y sus grandes joyas estrelladas, es la
misma Ester, algo ms mujer en su actitud violenta y desconsolada. Su padre, es un
hombre barbado vestido tambin de rico damasco, lleva turbante, corta capa de
armio, y en las orejas grandes piedras. Es sta una buena obra; est bien
compuesta y mejor proporcionada. La vida de Santa Brbara, tomada en un

42

J. DE MESA y T. GISBERT: Obra citada, pgs. 42-44.


39

momento de violencia, halla en su intrprete barroco la fuerza y movimiento que


requiere.
Tambin habr que adjudicar a Flores una Entrada de Jess en Jerusaln.
Pertenece por sus dimensiones a la misma serie que la Flagelacin, aunque es
inferior en calidad.
Los cuadros de Yunguyo, al igual que los de Puerto Acosta, merecen una
revisin, aunque sta no sea tan afortunada. En la visita pastoral de 1683 se indica
claramente que Flores tena contratados para la iglesia de la Magdalena nueve
lienzos sobre la Pasin de Cristo, cuatro pequeos y cinco grandes, de los cuales
tena terminados seis. Nuestra primera visita a la Magdalena de Yunguyo se hizo
cuando del maestro Flores solo tenamos referencia documental. Hallamos algunos
cuadros sobre la Pasin de Cristo, sin firma, muy sucios y estropeados, y pusimos
en duda fueron stos los que buscbamos. A primera vista difieren estos cuadros de
los de Puerto Acosta, sobre todo del esplndido Cristo de la Flagelacin. Sin
embargo dos d ellos, analizados detenidamente se nos muestran en forma
definitiva como obra de Flores. Uno es la Piedad y el otro un Ecce Homo entre
unos sayones. Este segundo cuadro, rasgado por grandes sietes, es el menos bueno
de los dos. Nos llama la atencin la figura de Caifs tocada con turbante y llevando
la consabida, capita de armio. Los sayones son toscos y estn mal proporcionados,
pese a que estn relacionados con los de la Flagelacin. El cuadro de la Piedad (fig.
18), de las mismas dimensiones que el anterior, es mucho mejor. Es interesante la
figura de Cristo que forma con su cuerpo una media luna. Est sostenido por Jos
de Arimatea y Nicodemo, tocados ambos segn el gusto del maestro, con
turbantes, capas de armio y joyas. El grupo de las mujeres es sencillo; todo su
valor est en la dolorida expresin de los rostros.
Con estos cuadros identificamos varios de los que documenta el Archivo
Catedralicio de La Paz, diez de los doce de Puerto Acosta, dos de los seis de
Italaque y dos de los nueve de Yunguyo; pero an se plantea otro problema antes
de cerrar el circuito de Flores. Este maestro es vecino de la ciudad de La Paz; los
40

trabajos que hace en los pueblos antes citados son espordicos y el pintor tiene
premura por regresar a la ciudad, apuro que responde sin duda a la urgencia de
trabajo que all le espera. Esto nos induce a buscar en La Paz cuadros de este
maestro, mas si tenemos en cuenta que en solo dos aos (1683-1684) pinta 27
cuadros. En la ciudad, donde probablemente contaba con taller propio y algunos
ayudantes, debi dejar obra mucho ms abundante. Para encontrar estos cuadros
hay dos centros seguros: San Francisco y la Parroquia de San Pedro; el primero por
razones obvias y San Pedro porque en l se recogi lo que ha quedado de muchas
iglesias desaparecidas. Esta parroquia, concretamente, posee el retablo de los
jesuitas y muchos lienzos de la parroquia de Santa Brbara. Tiene colgados en su
larga nave ms de 40 cuadros.
En uno de los cruceros de esta iglesia hay un cuadro sobre la fbula del rico
Epuln y el pobre Lzaro (fig. 19); su color es vivo, sus figuras movidas y su tema
atractivo por ser una escena profana realizada con toda desenvoltura. Varias figuras
se agrupan en torno a una bien servida mesa; son de singular inters para nosotros
las dos damas de primer trmino, vestidas ricamente. Est adornada la de la
izquierda con enormes joyas que recuerdan a las de Ester, de Italaque (fig. 20). Este
detalle y el rostro de la mujer, hacen indudable la atribucin. Tambin es
caracterstica la figura del hombre barbado que se lleva la mano al pecho, y que
cubierto por amplio gorro, con cuello de armio, ostenta tambin las ampulosas
joyas. A la izquierda se nos muestra el pobre Lzaro y el criado que lo echa; ambas
figuras son sumamente alargadas. Al describir este cuadro queremos hacer hincapi
en los tipos que aqu ha recogido Flores, caractersticos de su produccin,
reunindolos en uno de los cuadros ms interesantes de la segunda mitad del

XVII

dentro de la escuela colla. Merece recordarse el bodegn de la mesa, magnfico


trozo, representativo de un gnero que no ha dejado ejemplos especficos dentro de
la pintura altoperuana (fig. 21).
El pintor ha firmado este lienzo al reverso, con un monograma que est
formado por las letras F. y Z., que suponemos son abreviatura de Florez.
41

Antes de concluir con la figura de este maestro, tan importante dada la calidad
y amplitud de su produccin, cabe hacer un alto ante el grupo de pinturas que
decoran el presbiterio de San Francisco, de La Paz. Son cuatro grandes lienzos, dos
de ellos con temas marianos y dos referentes a las glorias de la orden franciscana.
Nos ocupamos aqu de estos cuadros por su indudable relacin con la obra de
Flores. Analizados todos sus elementos vemos que las figuras (poco podemos decir
de la composicin, que est ntegramente tomada de grabados) responden
plenamente a los tipos creados por este pintor. Las Vrgenes y los Santos Padres
parecen sacados de los cuadros de Puerto Acosta (figs. 16 y 24), a tal punto que no
conociendo las composiciones completas, se pueden confundir unos con otros.
Este parentesco, precisamente con los cuadros de la Salve, de Puerto Acosta y no
con otras obras, se debe quiz al carcter alegrico de los dos grupos, hecho que
nos obliga a relacionarlos ntimamente. Hay sin embargo algo nuevo en las
composiciones franciscanas: no todos los tipos son ideales, respondiendo con el
rostro a esa estilizacin caracterstica del cuerpo. La enorme variedad de personajes
ha hecho que el pintor, excluyendo Cristo y la Virgen donde el estereotipamiento es
obligado, se lance con tipos fuertes y bien caracterizados, con aire de retratos. Caso
similar al de Holgun cuando, en 1708, copia de un grabado el Triunfo de la Iglesia,
conservando, pese al atiborramiento de figuras, fuerza y personalidad en cada uno
de los rostros. Basndonos en una posible atribucin a Flores, podemos decir que
los rostros vulgares y personalizados de muchos personajes son la nica novedad
de estos cuadros, respondiendo las Vrgenes y figuras mitradas, casi con identidad,
a las figuras de la Coronacin de la Virgen, de Puerto Acosta.
El primero de los cuatro cuadros, colocado al lado del Evangelio, cerca del
comulgatorio, es una representacin de la defensa de la Inmaculada. Responde a los
caracteres generales antes anotados. Est Mara al centro, arriba la Trinidad y a sus
lados ngeles y arcngeles vestidos segn las formas que han impuesto los maestros
collas en Caquiaviri, Peas y otros centros. A los lados, portando smbolos
marianos, estn santas y santos franciscanos, interesantes por la expresividad y
42

naturalidad de sus rostros (figs. 22 y 23). En la parte baja hay un rey y un caballero,
ste ltimo parece copiar un retrato de Felipe IV.
El segundo cuadro, tambin al lado del Evangelio, muestra la Inmaculada;
cerca de ella dos grupos de angelitos msicos y dos santos padres (fig. 24); es este
grupo uno de los mejores de todo el conjunto, bien delineado, sin imperfeccin
alguna; lstima que el cuadro no concluya aqu y que el grabador haya llevado a
nuestro pintor a una composicin tan amplia en que los detalles se confunden y
mimetizan. El grupo descripto descansa sobre un estrado en cuyo centro est San
Francisco; santos de su orden lo rodean, acosando con sus lanzas y descompuesta
actitud a varios monstruos.
Quedan luego los cuadros del lado de la Epstola, ms ajustados an que los
anteriores al grabado que les sirve de gua. El primero nos muestra la Inmaculada
en un jardn ideal que ha hecho fortuna en la pintura cuzquea (fig. 25). Este jardn
por su escasa perspectiva es casi el diseo de una planta sobre la que se proyectan
figuras de ascendencia sevillana, llenas de religiosa uncin y fuerte expresividad. Al
fondo un esculido Cristo Crucificado se alza como un estandarte; sobre l
revolotean varios angelitos y una gran figura femenina. Cruzan toda la composicin
lquidos hilos que parten de las llagas de Cristo; en ellos hay letreros alusivos.
Sobresaliendo del planiforme paisaje estn presentes a nuestro inters la figura de la
Virgen, bella y esbelta, seorial entre sus bien estudiados pliegues; cerca de ella est
San Buenaventura, excepcional por la correccin de su dibujo (fig. 26). No
conocemos ningn pintor de este perodo, salvo a veces, Holgun, que logre tales
aciertos.
La ltima composicin es muy confusa: presenta un cuadro triunfal y en l a
los santos franciscanos. Este lienzo nos recuerda los cuadros cuzqueos de la
procesin de Corpus (Iglesia de Santa Ana). Ante tal cmulo de personajes no hay
descripcin posible. La figura de Asia con su rostro de sayn, su cuerpo alargado,
su turbante y sus muchas joyas, caracteres que hemos encontrado en los cuadros de
Flores nos sirve de gua. La mujer aplastada por una de las ruedas del carro es
43

tambin comn al tipo femenino creado por este pintor.


Si bien no hay prueba documental de que estos cuadros sean de Flores; su
estilo y los caracteres de sus figuras son suficientemente claros para que se los
adjudiquemos.
El pueblo de Achacachi, fu asiento de espaoles desde los primeros tiempos
de la colonia; sin embargo no hemos podido encontrar noticias ni sobre su
fundacin ni sobre la ereccin de su primera iglesia. Suponemos que sta sera
similar a otras iglesias de la regin, de las que nada queda, exceptuando Carabuco y
Ancoraimes. En el caso de la iglesia de Achacachi se pueden sealar dos
construcciones: una primitiva, desaparecida, y la actual, terminada en 1744, fecha en
que se techa la iglesia, como se puede leer en uno de los tirantes. Entonces era cura
Juan de Verstegui, y Corregidor General, don Francisco de Manrique. Pasada la
independencia, una nueva moda impuso el levantamiento de una cpula sobre el
crucero, o quiz, el remodelamiento de un domo ya existente. Esta refeccin se
termin en la dcada de 1830/40 como lo indica una inscripcin tallada en las
dovelas del citado domo.
En esta iglesia, cuya nave hasta el crucero se derrumb hace pocos aos, y que
est hoy en trance de reconstruccin, se conserva un grupo de tres cuadros: San
Juan Bautista (fig. 27), la Asuncin (fig. 28) y San Francisco; el primero y el ltimo ya
publicados y de mano del jesuita Viren Nury 43.
No sabemos si Achacachi fu doctrina administrada por los jesuitas y entonces
se pintaron estos cuadros, o si fueron trasladados posteriormente desde otro lugar.
Es probable lo primero, ya que las misiones jesuticas se extendieron hasta pueblos
cercanos a los de Omasuyos, como Viacha y Tiahuanaco44. El hecho es que en
Achacachi se encuentran tres de las mejores pinturas altoperuanas del XVII. Las tres
son de iguales dimensiones, aproximadamente 2 X 1 mts. y estn pintadas sobre

J. DE MESA y T. GISBERT: Obra citada, pg. 35-36, fig. 12.


El padre Diego Martnez fu nombrado en 1606 para las misiones de Tiahuanaco y Uracha por el provincial Diego
Alvarez de Paz. TORRES SALDAMANDO: Los jesuitas en el Per. Lima, 1882, pg. 52.
43
44

44

tela. El estado de las obras dista mucho de ser perfecto: las goteras, que causaron la
destruccin del templo, han afectado los cuadros reseados, de tal manera que
presentan serios desperfectos, especialmente la Asuncin, de la cual ha saltado la
capa pictrica en muchos sitios.
La disposicin de las figuras y el hecho de ser tres los cuadros, nos habla de la
intencin que ha tenido el pintor de realizar una especie de trptico. San Francisco y
San Juan Bautista se vuelven en actitud orante hacia el lienzo de la Asuncin; tal
disposicin coloca al maestro de Achacachi en la lnea renacentista.
El cuadro de San Juan nos muestra al Precursor, de perfil y arrodillado, en
medio de un paisaje boscoso. Porta un cayado con el tradicional Agnus y a sus pies
descansa un corderito. El paisaje es flamenco, realizado a base de grandes y espesas
masas de vegetacin recortadas contra el cielo, que ocupa muy pequea parte del
lienzo.
La figura del santo es esbelta, de miembros alargados y rostro fino; tiene la
nariz recta y la barba escasa. El San Francisco es algo diferente por su calidad y
tratamiento pictrico. Arrodillado junto a la boca de una caverna y en oracin
delante de un Cristo, tiene actitud asctica. La entrada deja ver unas montaas en
lontananza, mientras en plano intermedio hay un macizo de rboles. Se repiten en
esta obra y en primer plano, las florecillas que vimos en el cuadro de San Juan. La
oscuridad de las rocas anuncian el tenebrismo, tan caro a la pintura del primer
tercio del siglo XVII. La figura del santo es sobria, sin cambio de tonalidades; apenas
emergen como manchas luminosas rostros y manos.
Junto a estos dos cuadros hemos encontrado meses ms tarde un tercero, de
iguales dimensiones y con el mismo marco: es el cuadro de la Asuncin que parece
haber sido pintado para estar entre los dos santos orantes. Por su estilo es un tanto
diferente a los ya descritos; parece anterior. Es obra de un manierista italianizante.
Quiz Nury pint sus santos orantes para formar, a base del cuadro de la Asuncin,
un trptico. Hasta que no quede bien determinado el autor de esta interesante obra,
queda inventariado este cuadro entre los de Nury, con los que indudablemente
45

tenemos que relacionarlo.


El cuadro de la Asuncin est compuesto en base a una elipse, el eje mayor
est marcado por el cuerpo ascendente de la Virgen Mara. Puntos de inters son
las caras y manos de los cuatro ngeles que rodean la figura central. Los extremos
de la curva estn definidos por el Espritu Santo en la parte superior y un jarrn de
flores en la inferior. Este cuadro recuerda vivamente a los manieristas toscanos,
especialmente al Pontormo, en sus pinturas de la iglesia de Santa Felicidad, de
Florencia45. El ngel de la parte superior derecha, de Nury, recuerda al joven que
sostiene el cuerpo de Cristo en la Deposizione, de Pontormo. Relacionando este
cuadro con otros de la pintura peruana, podemos decir, que por su estilo, se halla
muy unido a la obra de Bitti.

La firma de Viren Nury S. J., que est al reverso del San Francisco, plantea un
interrogante. Se trata del nombre autntico del pintor? Sabemos que muchos
jesuitas, sobre todo los no espaoles, cambiaban su nombre al pasar a Indias. En el
caso presente, nos hace pensar la primera palabra de la firma Viren, que no
corresponde a nombre conocido, sino que mas bien significa verde en latn. La
segunda palabra, Nury, tampoco da mayor luz sobre la identidad del maestro
achacacheo. Quiz se trata de un apellido nrdico, probablemente flamenco,
latinizado. En los catlogos de jesuitas que pasaron al Per, que hemos revisado,
no hemos podido hallar ninguna noticia aclaratoria. La nica evidencia es que se
trata de un pintor jesuita; las clsicas letras S. J. se destacan claramente al final de la
firma.
Para situar a Nury es necesario entroncarlo con la escuela manierista que parte
de Bitti y que pesa sobre el autor de la Asuncin, sigue con Gamarra y se esparce
luego por todo el altiplano, mezclndose con las heterogneas tendencias que
Se publican estos cuadros en el libro Manieristi Toscani. Instituto Italiano DArti Grafiche - Brgamo, lminas 4043. Brgamo, 1944.
45

46

conforman la escuela colla. La fecha en que pueden haber sido pintados estos
cuadros oscila entre 1630 y 1640.
Su pintura se destaca, fuertemente diferenciada de los maestros de segunda
fila, de cuyas obras hay muestras en la misma iglesia de Achacachi.
Si entre cientos de artistas virreinales se eligiera a uno como prototipo del
estilo popular, la eleccin recaera sin lugar a dudas en Diego de Rosas, artesano del
pueblo de Achocalla. Era este maestro, dorador de oficio y su trabajo
(excepcionalmente) se halla documentado e identificado. Su obra que podramos
llamar maestra son las pinturas que decoran el sotocoro de Carabuco, que
pasman por la ingenuidad de su concepcin y la alegra de su color. Estn hechas
con gruesas lneas que remarcan el dibujo y separan el color. Se trata de una
originalsima serie de ngeles msicos, cada uno de los cuales est colocado entre
dos de los canes que sostienen el coro. Las figuras estn tocando el tambor, una
trompeta, violn de arco curvo, etc. Estn de pie sobre un grupo de nubes que ms
parecen cantos rodados. El fondo es un celaje con estrellas desmesuradamente
grandes; en los extremos estn el sol y la luna. El dibujo es tan simple que parece
estar hecho por un nio; cada rostro es un crculo; los ojos, dos arcos de los que
cuelgan grandes puntos negros y la nariz una lnea quebrada en ngulo recto. Sin
embargo el conjunto es muy agradable, sobre todo porque guarda unidad y porque
ninguna de las figuras est forzada, ya que no presentan ninguna influencia extraa
o culta, salvo en el diseo de los instrumentos.
La pintura est fechada por el libro de fbrica en 1718 y guarda estrecha
relacin con frescos que hemos tenido ocasin de ver en Italaque y otros pueblos
de la regin del lago.
El trabajo de Rosas consta por el siguiente documento: Razn del descargo de los
gastos del dorado del retablo, de la hechura de los marcos de las ventanas del Altar Mayor y su
dorado: Se dio a Diego de Rosas dorador, que se trajo del pueblo de Achocalla para el efecto y
[Para] el dorado y pintura del coro... A continuacin se especifican los materiales que recibi este
47

artesano, diferentes cantidades de oro, ail y maxome 46.


El costo de estos trabajos se halla especificado ms abajo en los siguientes
trminos: Del dorado del retablo, hechura de los marcos de ventanas y pintura, y del choro
importaron 1.157 ps. que consta por la cancelacin de la escritura con el dorador 47.
En el mismo ao de 1718 se indica que fu Rebocada y pintada a colores toda
la cenefa basta de la iglesia. Pensamos que este trabajo tambin se deba a la mano
de Rosas, aunque en este aspecto son ms importantes los frescos que decoran las
jambas del baptisterio y el interior del mismo.
En cuanto a fechas y autores, hay que tener en cuenta que la parte baja de la
iglesia se cay, y que en el ao 1766 se rehaca la torre y se construa el baptisterio,
gracias a la generosidad del cacique Siani. Del coro, se dice tan solo, que fu
restaurado. Por esto podemos suponer que la obra de Rosas es la que actualmente
queda. La pintura de la cenefa no es, probablemente, la de 1718, pues junto con el
resto de la decoracin mural, debi rehacerse cuando reconstruyeron la parte baja
de la iglesia en el ao de 176648. La decoracin mural de Carabuco interesa
sobremanera, pues en todo el baptisterio (fig. 29), se usan los mismos motivos
ornamentales que en la iglesia de Pomata. Es tal la identidad de los temas que
podemos decir que Carabuco copia a Pomata o viceversa. Quiz ambas copian los
mismos grabados ornamentales. Tambin podemos suponer que los vecinos de
Cara-buco deseaban embellecer su iglesia segn la nueva moda (estilo mestizo)
acicateados por el hermossimo ejemplo de Pomata y que faltos de recursos,
pintaron lo que en su modelo era talla en piedra. No queda esto muy claro dado las
fechas: el trabajo de Carabuco es algo posterior a 1766, en tanto que Pomata segn
los libros de visitas pastorales que quedan en La Paz (Archivo Capitular) estaba
concluida recin en 1794, fecha en que se teja la bveda y se construye una de las
portadas, la que daba a la plaza. Esta estaba levantada hasta el primer cuerpo y fu
continuada ese ao por un artfice, con tanta perfeccin segn el informe, que no

Libro de fbrica de la Iglesia de Garabuco. Fols. Archivo Arzobispal de La Paz.


Ibdem
48 Libro de fbrica de la Iglesia de Carabuco, fols. 150-157-158 V. Archivo Arzobispal de La Paz.
46
47

48

se nota la diferencia de mano, y da realce a la vista exterior49. La identidad entre los


frescos de Carabuco y la talla de Pomata nos lleva a pensar en modelos impresos
usados por los canteros para la decoracin, sin hacer gran distingo entre si sta era
talla o pintura.
Otro caso de decoracin mural es Italaque, tan interesante como Cara-buco o
an ms, por su temprana fecha, el nombre de su autor y los exticos elementos
que emplea. Se trata de los frescos que decoran los arcos que sostienen el coro.
Aqu encontramos acantos en la rosca de los arcos: pias (anans) en las columnas
y diversas frutas en las enjutas.
Segn los libros del Archivo Capitular de La Paz en el ao 16-85 se hacan los
pilares de cal y ladrillo con sus bases y remates de piedra labrada en el coro50. Dos aos
despus se concertaba con Pablo el pintor, en veinte pesos por pintar una cenefa en la iglesia
y se le da [para su trabajo] una libra de magno?, cardenillo y polvos azules51. Siendo esta
parte del coro lo nico nuevo que se hace, el trabajo de decoracin hecho por el
pintor Pablo, es sin duda el del sotocoro. La concepcin arquitectnica de esta
pintura, con elementos del estilo mestizo tan discutidos, como las pias enlazadas
por una espiral a la manera de salomnica, son de gran inters para el estudio de la
decoracin mestiza. Luego de conocer este ejemplo de las pinturas de Carabuco
con su absoluta identidad a los motivos ornamentales de Pomata, tendremos que
incorporar la decoracin mural al estudio del estilo mestizo. Tambin es necesario
revisar otras iglesias ribereas que tienen abundante decoracin pintada como la de
Juli52.
La desigual figura de Diego del Carpio, nos llama cada vez ms la atencin53.
En la coleccin de don Jos Manuel del Carpio existe un lienzo de los
transportables, con caja y rodn de envolver, firmado por el maestro paceo.
Se trata de un Cristo de Malta, con San Juan y La Dolorosa, a cuyo pie
Archivo Capitular de La Paz, tomo 103 (ao 1795). Fols. 239 V . y 240
Archivo Capitular de La Paz, Lib.II, fol. 49 v. y 50.
51 ibdem
52 Frescos de este tipo se reproducen en el tomo mi de Documentos de Arte Colonial Sudamericano, lm. 124-127.
Buenos Aires, 1952.
53 J. DE MESA y T. G ISBERT: Holguin..., pg. 197-200, fig. 121 y 124.
49
50

49

aparece, en un carteln, la conocida leyenda referente a haber sido pintado por el


demonio. El tema muy corriente en la pintura de Charcas, muestra una figura del
crucificado exange y negrusca, con el cuerpo contorsionado, en actitud del Cristo
que dama al Padre por el abandono. Lo mejor de la pintura son las figuras de Mara
y San Juan, aunque sosas en su carcter y actitud. En la tcnica muestran la sobada
pintura del neoclasicismo, imperante en la poca. Esa misma forma acadmica se
nos muestra en el plegado de paos de ambas figuras; se han perdido los amplios
vuelos barrocos y caen en pliegues convencionales y fros.
El colorido, como el de muchas pinturas del perodo, adolece de una fuerte
tonalidad rojiza. La firma del pintor se halla detrs del lienzo y dice:

Diego Carpio lo Pingi [sic] da 17 de Maio de 1785 en la Ciudad de Nra Sa de La Paz


para Da Mara Antonia Bolaos; lleva en la parte superior del letrero el monograma
del artista, lo que indica cuan usado era este signo entre los pintores de la segunda
mitad del XVIII.
Este cuadro de valores tan desiguales, nos habla de un pintor que no acaba de
salir de la artesana del oficio para entrar en el arte. Carpio, quiz autodidacta, vivi
tiempos de transformacin social. En aquellos aos, una aristocracia, que despus
de las sublevaciones de 1781 haba afirmado nuevamente su podero, trataba de
olvidar con una vida ficticia, el movimiento social que ruga a sus pies; entonces
prolifera el gnero del retrato y Carpio es uno de los principales cultores de esta
modalidad pictrica.
En el convento de San Francisco, de La Paz, se halla un cuadro de San Francisco
con dos donantes que, por el estilo y poca a que pertenece, puede ser atribuido a
50

Diego del Carpio. El Santo, colocado en un valo central, se destaca sobre un


fondo dividido en cuatro escenas anecdticas. Al pie y a ambos extremos se
encuentran los donantes: un caballero vestido a la usanza del siglo XVIII, con casaca
y empolvada peluca, y un sacerdote, probablemente cannigo. Parecen
emparentados, quiz fueran hermanos. La identificacin de los personajes se hace
difcil, pues el tarjetn en que originalmente se hallaba la leyenda alusiva, ha sido
posteriormente repintado copiando tan slo parte de la leyenda original.
Por ella se deduce que el apellido de los donantes es Silva y que el seglar tom parte
en la represin de un levantamiento indgena en Ayo-Ayo.
En la coleccin Del Carpio, de La Paz, existe otro cuadrito, pintado sobre madera,
que parece corresponder al pincel del maestro que estudiamos: es un retrato del
gran obispo y mecenas de las artes don Gregorio Campos, con un familiar. El
escudo que campea a la derecha superior del cuadro es idntico al de la parte
superior de la portada de la parroquia de San Pedro, de La Paz. Por ello hay que
asignar a este ilustre prelado, la refeccin de la citada iglesia (1790)54.
Todo lo que conocemos hasta ahora de Carpio, no es suficiente materia para un
juicio valorativo de su arte. Todava es un enigma, incluso sobre las fechas de su
actuacin, pues, al lado de buenos trozos de pintura como los retratos de Landaeta,
tiene obras de psima factura, como la del capitn Andrade. Esperemos que el
tiempo descubra nuevas obras de este maestro, para dar sobre l juicio definitivo.
JOS DE MESA y TERESA GISBERT

El escudo est reproducido en Documentos de Arte Colonial Sudamericano, vi, El Templo de San Francisco de La
Paz, por Mario J. Buschiazzo. Buenos Aires, 1949. lm. 69
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71

LA HACIENDA DE SAN FRANCISCO DE YAVI

La Iglesia

A Iglesia de la Hacienda de San Francisco de Yavi fu erigida por voluntad


del Maestre de Campo don Juan Jos Fernndez Campero y Herrera y su

mujer doa Juana Clemencia Bernldez de Obando, a fines del siglo XVII; pero fu
enriquecida por sus sucesores durante el perodo colonial. En el inventario de los
bienes dejados por don Juan Jos Campero, practicado por el Dr. Francisco
Martnez de Hoz, comisionado al efecto por la Real Audiencia de Charcas en 1785,
manifiesta la viuda del Marqus del Valle de Tojo: Por declaracin de dicha Seora
Marquesa, construy su difunto suegro y sus antecesores la Iglesia de sta Hacienda, que se
compone del can principal, sacrista, Capilla de Animas, Baptisterio, coro, torre con sus
campanas, Retablo dorado, plpito y dems que contiene. El suegro de la Marquesa del Valle
de Tojo, doa Mara Josefa Prez de Uriondo, era don Alejo de Martiarena del
Barranco, que cas en Yavi con doa Manuela Fernndez Campero, hija de don
Juan Jos Campero y Herrera, primer Marqus del Valle de Tojo.
El Maestre de Campo don Juan Jos Campero y Herrera naci en. Abionzo,
valle de Corriedo, en las montaas de Burgos. Era hijo de don Juan Fernndez
Campero, natural de dicho lugar, y de doa Mara de Herrera, nacida tambin en
dicho valle. Sus abuelos paternos fueron don Diego Fernndez, hijo del magnfico
caballero don Juan Fernndez y de doa Ins Rodrguez Fernndez Campero,
natural de Soro en el mismo valle. Sus abuelos maternos fueron don Juan de
Herrera, natural de Villa Corriedo y doa Mara Prez de Conuco, nacida en el
mismo lugar.
Don Juan Jos Campero y Herrera cas con doa Juana Clemencia Bernldez
de Obando, hija del Maestre de Campo don Pablo Bernldez de Obando, que en
72

1667 compr la encomienda de San Francisco de Acoite; pero habiendo muerto


doa Juana Clemencia, caso con doa Josefa Gutirrez de la Portilla. Sucedi en las
encomiendas de Casabindo y Cochinoca, en esta ltima como heredero de doa
Juana Clemencia, con quien haba edificado la Iglesia del pueblo, en la que se
conserva un cuadro de la Virgen de Beln, con los retratos de los donantes y la
siguiente leyenda: El Maestro de Campo D. Juan Jos Campero de Herrera, Caballero de la
Orden de Calatrava y su esposa Da. Clemencia de Obando, encomenderos de este pueblo,
costearon la mayor parte de esta Iglesia y Retablo y pusieron su primera piedra en el ao de 1682
junto con el Vicario Antonio de Godoy su Cura, y se acab el ao 1693, siendo Cura y Vicario
el Bachiller Domingo Vieyra de la Mota, Comisario de la Santa Cruzada. Carlos

II

le haba

hecho merced de la Orden de Calatrava por Real Cdula de 5 de julio de 1688, y


Felipe V le dio el ttulo de Marqus del Valle de Tojo el 9 de agosto de 1707.
Don Alejo Martiarena del Barranco cas en Yavi -como se dijo- con doa
Mara Fernndez Campero, hija de don Juan Jos Campero y Herrera y de doa
Josefa Gutirrez de la Portilla, siendo Cura de Casavindo y Cochinoca el Maestro
don Jos del Castillo, que se hall presente con su licencia. Los cas y vel el 1 de
enero de 1726 el P. Juan Patricio Fernndez. Fueron sus hijos Petrona Ignacia,
Antonia Prudencia, Ana Mara, Josefa Petronila y Juan Jos Manuel Gervacio, que
naci en Tojo el 19 de junio de 1754. Don Juan Jos Manuel Gervacio (muerto en
1784) cas con su prima doa Mara Josefa Ignacia Prez de Uriondo y Martiarena,
hija de doa Antonia Prudencia de Prez de Uriondo, casada ms tarde con el
Coronel don Francisco de Gemes. Hijo de don Juan Jos y de doa Mara Josefa
fu don Juan Jos Feliciano Campero, llamado el Marqus de Yavi.
No sabemos cundo comenzaron las obras de la Iglesia de Yavi, pero
debieron terminarse en 1690, como puede verse en el arco toral del presbiterio,
donde se conserva la siguiente leyenda: Advocata pecatorum Mater Christi Regina
Angelorum. Ora Pro Nobis A. D. 690.
Consta la Iglesia de una nave de 24 metros de largo por 5,50 de ancho; de una
73

Capilla de Animas de 10,50 de largo por 4,50 de ancho; de una Sacrista de 6 metros
de largo por 4,50 de ancho; de un Baptisterio, actualmente cerrado en parte, de 3
metros de largo por 2,50 de ancho, sobre el que trepa la escalera que conduce al
coro, que se halla en la entrada de la Iglesia; y de una torre de ngulos ochavados,
que tiene 15 metros de altura y 7 de lado en su base. Su arquitectura responde al
tipo de las iglesias de su gnero y de su poca. Fu edificada de adobe y techada a
dos aguas con paja y barro, materiales de la regin, usados hasta en los palacios de
los Incas; pero despus se la tech con tejuela como lo estaban las casas de la
Hacienda.

74

Pero si la Iglesia de Yavi no ofrece mayor inters arquitectnico, su riqueza


artstica interior es extraordinaria. Los retablos de sus tres altares son otras tantas
obras maestras de su gnero; sus ornamentos eran de oro y plata y sus muros se
hallaban cubiertos de cuadros, como podemos ver en los inventarios practicados en
1785. Todo ello llamaba ya la atencin de los que la visitaron siglos atrs, as fuesen
eclesisticos acostumbrados a ver obras de arte, entre los que podemos mencionar
a los propios Obispos del Tucumn. Monseor Sarricolea y Olea, natural de Lima,
que pas por Yavi en 1726, dice que su Iglesia tan decente y tan rica es obra del
Marqus de Tojo y que sus retablos son al uso nuevo, con lo que el prelado debi
indicar el llamado estilo crespo creado por los retablistas del Cuzco. El Obispo
Gutirrez de Ceballos, promovido en 1742 al Arzobispado de Lima, encomia las
riquezas artsticas de la Iglesia; y en 1766 el Obispo Abad de Illama, miembro de la
Universidad de Salamanca, despus de hacer el elogio del joven Marqus de Tojo,
dice que tiene el Yavi una iglesia muy magnfica a sus expensas.
Tres generaciones enriquecen la Iglesia de Yavi. Diecisiete aos despus de
terminar sus obras, don Juan Jos Campero, sin duda en ocasin de celebrar su
segundo matrimonio, hace construir un nuevo Sagrario, en cuyo carro, que no se
halla en su sitio, haba la siguiente leyenda: Soi Doi Pan y Vida Divina. Ao 1707. Ego
loanes Fernndez Campero et Iosepha Gutirrez Eius In Pignus Tibi Hoe Inve Donum Pie
Patentes Per Motiba Primae Petitionis Ut Sicut Dominis Miserearis Nostri Nunc Et In Hora
Mortis. Die 23 Junii 1707. In que celebrate Fuit Festibitatas Corporis Christi S. Dos aos
despus fu fundido el esquiln del altar mayor, con la siguiente leyenda: San
Francisco de Ass. 1709.
Don Juan Jos Fernndez Campero, segundo marqus del Valle de Tojo,
manda fundir, cinco aos antes de su muerte, las campanas de la torre. La primera
lleva la siguiente dedicatoria: N. S. de Nieva. 1779. Marqus de Tojo D. Juan Jos
Martiarena Nos Mando Aser. E. L. S.; la segunda: N. P. San Francisco. 1779, y la
tercera: Santa Brbara. Ao 1799. La cuarta campana no lleva dedicatoria.
Cuando don Jos Feliciano, tercer marqus de Tojo, fu mayor de edad, la
75

obra piadosa de su familia debi interrumpirse por la guerra de la Independencia, si


bien es cierto que poco haba que hacer ya en la Iglesia. No obstante su ttulo de
Castilla y su cuantiosa fortuna, Campero abraz la causa de la patria, organizando,
costeando y mandando con el grado de coronel, el Primer Regimiento del Per, con
el que combati a las rdenes de Gemes. Convertida la Hacienda de Yavi en un
lugar estratgico, librronse en ella varios combates, siendo los ms importantes el
del 15 de mayo de 1814 con fuerzas de Marquiegui, los del 12 de septiembre y 10
de noviembre del mismo ao, el del 29 de marzo de 1815 contra la vanguardia de
Olaeta, y el del 28 de septiembre del mismo ao, en el que el propio Marqus
tom Yavi, desalojando las ltimas tropas de La Serna. Pero el 15 de noviembre de
1816 las avanzadas de Olaeta sorprenden al Coronel Campero en su casa de Yavi,
logrando tomarlo prisionero a causa de la cada de su caballo. Llevado a Potos,
logr fugarse de su prisin, pero no pudiendo salir de la provincia, se present a las
autoridades realistas, las que lo enviaron a los calabozos de Lima y de all a Espaa.
Pero las crueldades inhumanas de sus carceleros -dice don Bernardo Fras- fueron
tantas, que aceleraron sus das, no hallando el Marqus otro alivio que la muerte, la
que le sorprendi en la mitad de su viaje, en Kingston de Jamaica, el 22 de octubre
de 1822, teniendo solamente 28 aos de edad.
De los tres retablos que posee la Iglesia de Yavi, el del altar mayor es sin duda
el ms antiguo, pero no puede ser anterior a 1688, pues ostenta entre los nichos
laterales la Cruz de Calatrava, que don Juan Jos Campero recibi ese ao. Por su
tcnica y por su estilo este retablo debe tener la misma procedencia que el de la
iglesia de Cochinoca, adems de datar, como se ha visto, de la misma poca. Acerca
de ste ha dicho el arquitecto Martn Noel, que sus importantes tallas y pinturas
retrotraen a los ejemplos de Yavi y Uquia. El retablo del altar mayor de Yavi est
formado por dos cuerpos, teniendo en el inferior tres hornacinas y una en el
superior, flanqueada por dos recuadros para pinturas. En sus cuatro nichos se
hallan las siguientes imgenes: Nuestra Seora del Rosario (centro del cuerpo
76

inferior), escultura de candelero o para vestir, de 1,60 metros de alto, que figura en
el inventario de 1785, pero como de cuerpo entero; San Juan Bautista (a la
izquierda), de 1,40 metros de alto, que figura en el mencionado inventario; San
Francisco de Ass (a la derecha), de 1,50 metros de alto, que no se menciona en
1785; y, en el cuerpo superior del retablo, una imagen tenida como la Virgen de la
Asuncin, de 1,40 metros de alto, que tiene a ambos lados las imgenes, pintadas al
leo, de Santo Domingo y de San Cristbal. Esta Virgen de la Asuncin no figura
tampoco en el inventario de 1785, pero por sus caractersticas podra ser la Virgen
de la Concepcin, que en dicho inventario aparece como escultura romana. En el
coronamiento del retablo existe otra tela que representa a la Virgen y el Nio.
Posee el retablo del altar mayor un Sagrario considerado como una de las
obras de su gnero ms valiosas que existen en el pas. No es contemporneo del
retablo, como ya se ha visto, sino diez y siete aos posterior. Mide 1,30 metros de
ancho por 1,35 de alto y 1,20 de profundidad. Sus puertas estn decoradas con
bajorrelieves que representan a San Pedro y a San Pablo, que llevan arriba y abajo
cuatro placas de plata dorada, con las imgenes repujadas de Mara Egipciaca, San
Sebastin, San Juan Bautista y la Sagrada Familia. La imagen de San Juan lleva la
siguiente leyenda: Non Svrexit Major. Si estas cuatro placas, cuyas dimensiones son
0,7 por 0,9, no son de oro en realidad, nada pierde con ello su inters artstico,
acerca del cual dice el arquitecto don Martn Noel: Los cuatro motivos son verdaderas
obras maestras de orfebrera, y su dibujo es tan perfecto y distinto de lo que ejecutaban los
indgenas, que supongo proceden de talleres europeos, o por lo menos copiados de grabados. Si se
compara el San Sebastin de Yavi con el que esculpiera Alonso Berruguete en el coro de la
Catedral de Toledo, creo que triunfa el annimo escultor de la iglesia jujea1. El interior del
Sagrario tiene forma abocinada y est revestido con 18 espejos y tallas doradas,
adems de llevar las imgenes de los Evangelistas pintadas al leo sobre vidrio. El
carro que tena el Sagrario serva de peana a la Custodia y en l se expona el

Estas plaquetas son de bronce, muy comunes en Espaa y fcilmente adquiribles en el comercio de antigedades.
Manuel Aull ha clasificado y estudiado 34 tipos distintos, entre los cuales figuran los cuatro de Yav. (Vase Arte
Espaol, 49 trimestre. Madrid, 1946). NOTA DE LA DIRECCIN .
1

77

Santsimo.
El segundo retablo se halla en el Presbiterio, en el lado de la Epstola. Es obra
acabada de una escuela de tallistas que se hallaba en su apogeo. Tiene dos cuerpos
con tres nichos cada uno y un coronamiento. El nicho central del cuerpo inferior lo
ocupa una imagen de San Jos, talla poli-cromada como las dems, midiendo como
ellas 1,45 metros de altura. En la hornacina de la derecha se halla una imagen de
San Joaqun, que exista en 1785, y en la de la izquierda una de Santa Ana, que es
sin duda la ms hermosa de este retablo. En el nicho central del cuerpo superior se
ve un San Pedro de Alcntara, que tambin exista en 1785; a su derecha San
Ignacio, que figura en el inventario colonial, y a su izquierda San Francisco Javier,
que no se menciona en dicho inventario. El remate del retablo est formado por un
gran marco, magnficamente tallado, que contiene un leo de la Coronacin de la
Virgen, sobre el cual va otro ms pequeo que representa a la Inmaculada.
En la Capilla de Animas se halla el tercer retablo, que conceptuamos
contemporneo del anterior y de la misma procedencia, que es muy probable sea la
escuela cuzquea. Est formado por tres hornacinas y se resuelve en un hermoso
coronamiento barroco, sacrificado por la poca altura del techo de la Capilla. En el
nicho central se halla un Crucifijo de tres cuartos del tamao natural, talla de muy
marcado carcter americano, que figura en el inventario de 1785 como existente en
esta Capilla. En el nicho de la derecha se halla una imagen de San Antonio de
Padua, que figura en el mismo inventario; y en el de la derecha se halla la imagen de
un Santo que no hemos podido identificar. El coronamiento del retablo est
constituido por un marco con categora de hornacina, donde se halla una tela que
representa a Cristo coronado de espinas.
En este retablo se dispuso un altar de la Buena Muerte, en que actualmente se
hallan las imgenes de la Dolorosa, que figura en el inventario de 1785, la Vernica,
que tambin figura en dicho inventario, y la Magdalena, que no se menciona en
1785, imgenes para vestir y de talla entera.
Tanto el retablo de la Epstola como el de la Capilla de Animas, gemelos por
78

su tcnica y su estilo, constituyen un problema de orden cronolgico. Cuando en


1785 la Marquesa de Tojo manifest los bienes de la Iglesia, no mencion sino un
solo retablo dorado. Pero, siendo ambos retablos indudablemente ms modernos
que el del altar mayor, no es aventurado suponer que fueran mandados hacer por la
misma Marquesa despus del fallecimiento de su esposo el ao anterior. Por otra
parte, en el inventario de 1785 figuran en la Iglesia 15 imgenes de bulto, siendo
igual en nmero las que existen actualmente. Pero como en 1785 slo se manifiesta
el retablo del altar mayor y la Capilla de Animas, en la que se mencionan cinco
imgenes, cuatro corresponderan al altar mayor, quedando las seis restantes sin
ubicacin. Pero es lgico suponer que en 1785 exista el altar de la Epstola sin
retablo de madera estofada, razn por la cual no se lo menciona en el inventario,
caso en que se hallara tambin el altar de la Capilla de Animas.
En la pared de la Epstola, en la entrada de la Capilla de Animas, se halla el
Plpito, obra de talla dorada, con decoracin policromada en verde, rojo y caf,
como el plafn del coro. Su copa es octogonal y de un metro de dimetro,
hallndose decorada con bajorrelieves aplicados de treinta centmetros de alto, que
representan a los Evangelistas. La base de la copa lleva las mismas caritides de las
mnsulas que sostienen el piso del Coro, decorado con cabezas de ngeles y
motivos geomtricos en bajorrelieves policromados. El respaldo y el tornavoz estn
tambin decorados con idnticas caritides. Aqu debemos citar al P. Miguel ngel
Vergara, quien, refirindose al plpito de la Catedral de Jujuy, dice: Precisamente a
fines de este siglo [XVII] algunos maestros trabajaban precisamente en Yavi y en Humahuaca.
Pero las tallas de los templos nombrados nos han parecido mucho ms perfectas que las del famoso
plpito de Jujuy. Lo ms probable es que tales maestros procedieran de la escuela
cuzquea.
Contemporneo del plpito es el Coro; ms an, puede decirse que ambos son
obra de la misma mano, como ya se ha visto. En 1785 existan en el Coro un
rgano, dos arpas, una de dos rdenes, dos violines y un violn.
Se hallan actualmente colgados en los muros de la Iglesia los siguientes
79

cuadros: Nuestra Seora de las Mercedes; el Seor con la Cruz a cuestas, pintado
en el Cuzco en 1773; la Virgen del Carmen; San Pedro Nolasco; San Francisco
Javier; Nuestra Seora del Santsimo Sacramento; La Flagelacin de Cristo; La
Coronacin de espinas; El Descendimiento; Cristo tocando la campana y El
Bautismo de Cristo. No podramos comparar estas once telas con las existentes en
1785, pues en el inventario de ese ao slo se mencionan un gran lienzo de Nuestra
Seora de las Mercedes, con su ancho marco dorado y su dosel tallado con su velo,
que podra ser el que existe actualmente, y un Santo Cristo de Malta, de vara y
media de alto, adems de cincuenta lienzos de ngeles y otras advocaciones, entre
los que podran hallarse los que hemos enumerado. En cuanto a los riqusimos
ornamentos de la Iglesia, su enumeracin sera muy prolija, adems de figurar en el
inventario de 1785.
Las Casas de la Hacienda
Las Casas de la Hacienda de Yavi constituyen un monumento de gran valor
histrico y documental como Sala principal de su gnero, formando con la Iglesia
un conjunto arquitectnico casi nico en el pas, que como tal debera restaurarse
en todas sus partes, habiendo sido ya declarado Monumento Nacional por decreto
del 14 de julio de 1941.
La secular casona de los Marqueses de Tojo, adems de haber alojado a los
ms importantes personajes de la poca colonial que viajaban entre el Per y el Ro
de la Plata, est estrechamente vinculada con nuestra historia patria, pues adems
de ser teatro de los hechos de armas ya mencionados, en ella estableci su cuartel
general el representante de la Junta Gubernativa don Juan Jos Castelli, en 1810,
cuando el ejrcito argentino preparaba su entrada al Alto Per, y en ella se aloj
tambin el Jefe del Ejrcito del Norte, don Manuel Belgrano, quien sola orar en la
Iglesia por el triunfo de las armas patriotas.
La Casa principal de la Hacienda de Yavi ocupaba una superficie de mil
80

seiscientos metros cuadrados. Su zagun de entrada mide 6 metros de largo por


4,20 de ancho, comunicando con una gran cuadra o patio empedrado de 30 metros
por lado, sobre el que se abren 16 habitaciones y otros dos zaguanes, uno de los
cuales comunicaba con un segundo patio que ya no existe. En el mencionado
inventario de los bienes dejados por el Marqus de Tojo, encontramos la siguiente
descripcin de la casa: Primeramente la Sala principal con sus Puertas, grampas y Picaportes
corrientes, Alcova y dos camarines, y siete viviendas en lo de ms del recinto del Patio, todas con
sus techos tumbadillos, con mas otro patio chico en la cocina, y otras oficinas en el dicho patio, y
otros cuartos de criados, y una pieza con puerta a la calle que hace de tienda, todas con sus techos
de cal y Tejuela. Y as sigue el inventario enumerando las dems dependencias,
galpones o almacenes, granero, bodega, canchas con diverso destino.
Por muerte de don Juan Jos Fernndez Campero, ocurrida en 1785, la Real
Audiencia de la Plata nombr dos jueces en la causa de inventario de los bienes
dejados por el Marqus de Tojo, como ya se ha dicho; pero su viuda no acept a
uno de ellos porque le era odioso, segn sus propias palabras; pero acept al otro, que
era el Dr. Francisco Martnez de Hoz, quien lleg a Yavi a mediados de abril de
1785. Dicho Juez hizo tambin los inventarios de los bienes de la Hacienda de
Santa Rosa en el Valle de Tojo y de los de la Hacienda de Nuestra Seora de la
Candelaria de la Angostura de la Villa de Tarija, igualmente interesantes por los
datos que contienen sobre sus respectivas casas y Capillas.
MIGUEL SOL

81

INVENTARIO
DE LOS BIENES DEJADOS POR EL MARQUS DEL VALLE DE TOJO
Hacienda de San Francisco de Yavi
En esta Hacienda de San Francisco de Yavi, jurisdiccin de la Ciudad de Jujuy,
en veinte y das das del mes de abril de mil setecientos ochenta y cinco aos; Yo
Dn. Francisco Martnez de Hoz, juez comisionado por S. A. en la causa de
Inventario de los bienes que han quedado por fin y muerte del Sr. Marqus del
Valle de Tojo Don Juan Josef Fernndez Campero, y dems actuaciones, habiendo

82

visto estos autos y respecto de no tener noticia por ahora de haber ms bienes
muebles, efectos y papeles en esta Casa y la de Tojo, y s slo los que hay en la Villa
de Tarija, distante de sta cerca de cuarenta leguas, psese por ahora a continuar el
inventario de todos los bienes races de tierras, casas y estancias que corresponden
ms inmediatos a sta, y dems que haya, y de los ganados mayores y menores que
existan en dichas tierras y estancias, y sus frutos pendientes, con citacin y
advertencia a la Seora Marquesa del Valle de Tojo, viuda de dicho finado, tutora
de su hijo menor Dn. Jos Feliciano, a la que se le encargar el cultivo y cuidado de
estos bienes, y recepcin de frutos que haya en la forma ordinaria. As lo prove,
mand y firm. Yo el dicho Juez actuando por ante mi y testigos a falta de
escribano, publico ni Real, y en este papel por la del sellado. Francisco Martnez de
Hoz-Hermenegildo lvarez-Tgo. Martn Santos Migo.
En dicho da mes y ao, Yo Dn. Francisco Martnez de Hoz Juez
Comisionado por S. A. en la causa de Inventarios de los bienes del finado Seor
Marqus del Valle de Tojo, acompaado de testigos a falta de escribano, y
asistencia de la Seora Marquesa de dicho ttulo, en prosecucin de los inventarios
y de lo por mi mandado, me constitu en las Casas principales de esta Hacienda de
San Francisco de Yavi y constan:
Primeramente de la Sala principal con sus puertas, chapas y picaportes
corrientes, alcoba y dos camarines y siete viviendas en lo dems del recinto del
patio, todas con sus tumbadillos, con ms otro patio, y otros dos cuartos de criados
y una pieza con puerta a la calle que hace de tienda, todos con sus techos de cal y
tejuela.
It. Dos canchas cercadas de adove, inmediatas a las viviendas dichas, y entre
ellas dos galpones, como asimismo al centro de la una otros dos galpones o
almacenes, y dichas canchas son de sembrado sirviendo al mismo tiempo de
charqueo para la matanza.
It. La pieza que sirve de bodega que esta inmediata a la casa del Maestro Dn.
Manuel Martarena del Barranco, con sus puertas y chapas corrientes.
83

It. Un cuarto inmediato que hace de granero con su puerta y llave corriente.
It. Otro contiguo al antecedente que hace de almacen.
It. Un galpn que esta detrs de las antecedentes piezas.
It. Una casa inmediata al antecedente almacn que consta de varias piezas con
puerta de calle grande.
It. Dos cuartitos inmediatos a la Crcel.
It. Otros dos contiguos a la cancha de matanza.
It. Otros dos que estn ms adelante.
It. Tres dichos contiguos a estos.
It. Dos tapiales de a dos cuadras de largo, poco mas o menos, cada uno,
asfaltados.
It. Un cerco de adove con su cuarto que sirve de granero de la cavada que se
siembra en el.
It. Por declaracin de dicha Seora Marquesa construy su difunto suegro y
antecesores la Iglesia de esta Hacienda, que s compone del can principal,
sacrista, Capilla de Animas, Baptisterio, coro, torre con sus campanas, Retablo
dorado, plpito y demas que contiene.
Muy Seor Mio: Habiendo recibido el oficio que con fecha de hoy se ha
servido pasarme, comunicndome hallarse por comisin de la Real Audiencia de la
Plata, entendiendo en la faccin de Inventarios de los bienes que han quedado por
muerte del Sr. Marqus del Valle de Tojo Don Juan Josef Fernndez Campero y
Martiarena; y que en atencin a esto, que la Sra. Marquesa viuda de dicho finado,
tutora y tenedora de bienes de su hijo menor Dn. Juan Josef Feliciano, le acusa
entre ellos algunos que hay en esta Iglesia de Yavi, por emprstito de dicho finado y
de sus predecesores, me pide franquee las llaves de dicha Iglesia, para inventar
aquellos que sean pertenecientes y propios al referido cuerpo de bienes: Digo: que
la Seora Marquesa, viuda del referido finado, y tutora y curadora de su hijo menor
D. Juan Jos Feliciano, podr mandar sacar de esta predicha Iglesia todos los bienes
84

y alhajas que sean propias y pertenecientes a la casa, por tener en ellos absoluto
dominio, para que V. M. agregando a los dems bienes los inventarios, pero no
aquellos que son propios y necesarios para la celebracin del Santo Sacrificio, y
hacer las funciones parroquiales, como lo tiene ltimamente mandado y declarado
en su visita el Illmo. Sr. Dor. Dn. Fray Jos Antonio de San Alberto, Dignisimo
Obispo de esta Provincia del Tucumn y al presente electo para el Arzobispado de
la Plata, con arreglo a lo que tienen dispuestos los Illmos y Novilsimos antecesores
suyos. -Nuestro Seor Guarde a Ud. muchos aos. Yavi, y 15 de abril de mil
setecientos ochenta y cinco. - B. L. M. de V. M. su mas Atto. y seguro Capellan. Dr. Martn Eugenio Gardel.-Seor Juez Comisionado Dr. Dn. Frco. Martinez de
Hoz.
Yavi y abril 15 de 1785.
Agrguese al expediente y notifquese a la Seora Marquesa del Valle de Tojo,
tutora de su hijo menor y tenedora de bienes, ponga de manifiesto los que
corresponden a los Inventarios que se estn practicando, mandando sacar de la
precitada Iglesia aquella alhajas que sin mayor dificultad por su situacin y decoro
se puedan verificar y las dems las acuse para que unas y otras consten de
Inventario: As lo prove, mand y firm. Yo Dr. Francisco Martnez de Hoz, Juez
comisionado por S. A. con testigos a falta de escribano.
En dicho da, mes y ao, Yo el dicho Juez notifiqu e hice saber el antecedente
Provedo a la Seora Marquesa del Valle de Toxo, en su persona, quien entendida
de ello, y los testigos de actuaciones a falta de escribano, siendo las dos de la tarde
poco mas o menos, en prosecucin de los inventarios, manifest dicha Seora
como tutora de su hijo y tenedora de bienes, los siguientes:
Primeramente un guin con ocho canutos de plata y su cruz de lo mismo; y el
guin de terciopelo carmes bordado en realce de oro con la insignia de la Custodia,
85

con diez y siete marcos dos gramos.


It. Un palio con cuatro varas y en cada una diez canutos de plata, de brocato
blanco con oro y rapacejo de la mismo.
It. Las coronas de Plata de la Virgen y el nio, con peso de nueve marcos,
cuatro y media onza.
It. Las candilejas y el trono de la Virgen, dos arandelas, las diademas de otros
Santos que hara mencin; las azucenas de San Josep y San Joachin, y tres pares de
Binageras con peso todo de quarenta y cinco marcos.
It. La lmpara de plata con peso de setenta y un marcos tres onzas.
It. Un incensario naveta, cuchara y Hisopo, cruz de altar, Bugiero, Salero y
Baso, con peso todo de treinta y un marcos, tres onzas.
It. Dos portapaces, una Cruz, seis Blandones, seis toallas, cuatro azucenas, un
ostiario, un relicario de el Biatico, dos atriles, todo de plata con peso de ciento y
cuatro marcos, siete onzas.
It. Acus por bienes en dicha Iglesia la Sagrada Custodia que por Reverencia
no se pesa; y dijo la Seora Marquesa tena veinte y tres marcos y una onza de plata
dorada exquisita hechura y Pedreria; dos calices con sus Patenas que dijo la Seora
Marquesa tenan de peso ocho marcos.
It. Acus por bienes dos Basitos de consagrar formas y un Copn del
Sagrario, que dijo dicha Seora tena Razn de que pesaba todo cinco marcos, seis
onzas.
It. Dos aitas de Filigrana con sus asientos de plata con quatro marcos, quatro
onzas, con sus Reliquias que sealan los Rtulos que tienen.
It. Una aceitera con Isopo todo de plata, con peso de trece marcos.
It. Nueve diademas y un incensario de plata con peso todo de doce marcos,
dos onzas.
It. Manifest tres Buquinganas de oro, guarnecidas de noventa Diamantes.
It. Dos sortijas de oro Guarnecidas de esmeraldas.
It. Dos sarcillos de oro, guarnecidos con ciento noventa diamantes.
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It. Un rosario de Corales engarzados en plata, y cruz de lo mismo filigrana.


It. Acus por vienes en dicha Iglesia un Bulto de Ntra. Seora del Rosario de
cuerpo entero.
It. Los Bultos de San Miguel y San Pedro de Alcntara.
It. Los Bultos de San Juan Bautista y San Francisco de Paula.
It. Los Bultos de San Joaqun, Santa Ana, San Ignacio y San Nicols
Tolentino, y N. Sra. de la Concepcin, escultura Romana.
It. En la Capilla de Animas los Bultos de un Santo Cristo, la Virgen de los
Dolores, San Juan Evangelista, San Antonio, y la Vernica.
It. Un Lienzo grande de Na. Sra. de las Mercedes con su marco ancho dorado,
y docel tallado con su Belo.
It. Acus por bienes en dicha Iglesia, cincuenta Lienzos de Angeles, y otras
advocaciones, y una lmpara que est sobre el Sagrario.
It. Dos guiones, la Manga de la Cruz, diez y seis Cartelas y candeleros de
madera.
It. Dos chuces usados, el uno de ocho varas, y el otro de seis y tercia y tres de
ancho.
It. Otro dicho de quatro y tres cuartas varas de ancho, digo largo, y dos de
ancho.
It. Una alfombra chica de incarse de dos varas de largo y una y tres quartas de
ancho.
It. Otra de tres y media varas de largo, y dos y media de ancho.
It. Otra dicha de la misma conformidad que la antecedente.
It. Un chucecito de dos varas y media de largo y tres cuartas de ancho.
It. Acus el pulpito de dicha Iglesia Dorado, como asimismo el rgano del
Coro y dems instrumentos con las Ruedas y campanillas.
It. Una casulla de tapiz blanco con su frontal de lo mismo usado.
It. Otra dicha de Persiana Nacar con su frontal de lo mismo.
It. Otra dicha de idem. morada, con su frontal.
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It. Otra dicha de Brocato Berde, con frontal.


It. Otra dicha de tis de oro, con su frontal.
It. Otra dicha de fondo negro, con su frontal.
It. Otra dicha de Persiana Nacar.
It. Una Capa de Damasco morado vieja.
It. Una Alba y Amico de Cambray, con sus puntas y encajes.
En este estado por ser ora incompetente, se suspende la diligencia de estos
inventarios. Contina al da siguiente a las 8 de la maana.
Primeramente un Alba de Bretaa con su aasgado y encaje.
It. Un mantel con su aasgado de encaje de idem y dos sobrepellices usados.
It. Acus por bienes unos ornamentos viejos con sus franjas y forros de
tafetan.
It. Una casulla y Dalmtica de Brocato blanco.
It. Otra idem de azul con su frontal.
It. Cinco dichas de distintos colores con un frontal.
It. Tres capas de coro de Damasco de Raso Liso y de Tafetn negro, y un
frontal con su casulla de lo ltimo.
It. Una Alva con su desilado y encaje.
It. Un frontal pintado.
It. Alguna ropa blanca en la Sacristia usada.
It. La tribuna de madera con su enrejado.
It. Tres sillas de Brazos ordinarias, y una forrada de terciopelo carmesi.
It. Dos misales, quatro acheros de madera dorada y pintados y un Tenebrario.
It. Un lienzo de vara y media de largo, con la efigie del Smo. Cristo de Malta.
It. Dos arpas, una de dos rdenes, dos Biolines y un Biolon.
It. Un altar portatil Pintado.
It. Dos Alvas de Ntra. Sra. de los Dolores con encajes de Bretaa fina y otra
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que tiene puesta.


It. Dos pares de Linguirlos de Zinta de plata de seda negra.
It. Un Bestido de Tis de oro de la Virgen del Rosario.
It. Otro Glas de plata azul.
It. Otro dicho de Nacar de oro.
It. Otro de Persiana azul.
It. Dos Alvas con su vestido de Brocato Verde.
It. Otros tantos bestidos de la misma calidad del Nio.
It. El adorno del Santo Sepulcro y sabanas de encaje con su sobre cama de
Brocato Berde.
II
It. Manifest dicha Seora Marquesa entre los Bestidos de su uso cotidiano y
ordinario que no se han inventariado, tres polleras de tis de plata y oro con sus
cazaquillas.
It. Otros dos de brocato de ncar.
It. Dos delantales guarnecidos de encaje de plata y oro; que est en la
antecedente partida; es de vestir extraordinario; y dijo la Seora Marquesa que las
alajas las tiene todas manifestadas.
It. Un marco de evano con un lienzo de un Seor del Prendimto. del altor de
una vara, marco, y todo debajo de un dosel y espaldar de terciopelo carmesi,
guarnecido con un galoncito de plata, tasaron todo en veinte p.
It. A la testera y frente entrando a la mano derecha una Imagen de N. Sra. de la
Pursima Concepcin en un lienzo triangular que llena su ancho con otras
diferentes imgenes en ambos lados, tasaron en diez pesos.
It. Ocho cornucopias con sus Marcos Dorados y Candilejas de hierro con su
luna de espejo, tasaron en quatro ps. cada una y suman Treinta y dos.
It. Quatro espejos de a tercio, poco mas o menos, con su marco dorado
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tasaron en quatro ps. y importan diez y siete.


It. Un cajn de madera Dorado, tallado de media vara con su christal y dentro
de el una Imagen de Sera de N. Sa. de las Angustias con el Sor. en los brazos, bulto
de lo mismo, tasaron en Quarenta ps.
It. En la otra testera, un lienzo grande de dos y media varas de alto con marco
dorado, en el la Imagen de N. Sa. de la Pirisima . Concepon. tasaron el catorce pesos.
It. Trece laminas de a tercio de varias efigies, con sus Bidrios y marquitos
dorados tasaron a veinte rrs. y montan treinta y dos pesos quatro rrs.
It. Dos Cajoncitos de Madera interiores. Dorados con sus Bultos de Imgenes
de Piedra de Berenguela, y en el uno de ellos quatro Coronas de oro que zien las
Cavezas de los Bultos, o Imagenes con el peso de una onza y quarto de oro tasaron
en veinte y ocho pesos.
It. Un Lienzo de Bastidor con la Imagen de N. Sa. de Belen tasaron en doce
rrs.
It. Tres lienzos de a tres quartas, los dos con marcos dorados, y son las
Adbocaes. de Belen y la otra de San Josef, la una de Belen con una Gargantilla de
Perlas y Corales finos, con su Palmatoria de plata, con peso de diez onzas, y su
Belito de Brocato viejo tasaron todo en treinta y ocho ps.
It. Un Crucifijo de N. Sor., en yeso de media vara de alto con su Cruz de Palo,
tasaron en quatro pesos.
It. Una cuja Dorada ya vieja, con sus Coldras. de Algodon y Cortinas de fondo
Carmesi y su Zenefa de lo mismo con su Galoncito al canto en cinqta. pesos.
It. Un espaldar de terciopelo Carmesi, usado qe. sirve en el estrado de quatro y
media varas tasaron en doce pesos.
It. Cinco Camoncillos de Badanillael forro viejos tasaron en cinco pesos.
It. Una alfombra de siete y media vars. de largo mui usada tasaron veinte ps.
It. Una docena de sillas de Espaldar, y asiento de suela labrada de Brazos
tasaron en veinte y quatro ps.
It. Un Relox de madera descompuesto de Cuco, tasaron en seis ps.
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It. Una Caja de Zedro de vara y quarto de largo y vara y media de alto usada,
tasaron en dos pesos, quatro rrs.
It. Un Lienzo con su Marco Dorado de vara y ma. con tres Efigies de Jesus,
Ma. y Josef, y San Juan, en quatro ps.
It. Una Mesa de Zedro, forrada la Cubierta de Baqueta, de tres y media vs. de
largo, con su sobre mesa de Cumbe, igual a lo largo de dicha mesa y dos varas de
ancho tasaron en veinte pesos.
It. Una tarima de quatro y media varas que sirve de Estrado tasaron en seis ps.
It. Una pila de Plata de poner agua Bendita con peso de seis Marcos siete
onzas tasaron en quarenta y quatro pesos, cinco y medio Rs.
It. Un chuce de diez y 5. varas de largo y quatro y media de ancho mui viejo,
tasaron en seis ps.
It. En dos Alazenas que estan en dicha pieza se encontraron veinte y seis
piezas de Loza de la China, entre chicas y mas medianas que unas y otras tasaron en
tres rrs. y montan quatro pesos y dos rrs.
It. Diez y nueve Basos de Cristal inclusive una jarra de la mismo y un Barrilito,
tasaron en seis rrs. y suman Catorce ps. dos rrs.
It. Ocho Cocobolos, o Gicaras con Guarnizn. de plata, tasaron a cinco pesos
cada uno y hacen quarenta.
It. Una Alfombra con siete varas de largo, dos y media de ancho, usada,
tasaron en diez y ocho pesos.
It. Otra chica de cinco y cuarta varas de largo y vara y media de ancho vieja
tasaron en doce pesos.
It. Otra dha. usada de seis varas de largo y tres de ancho tasaron en 28 ps.
It. Un chuce bien tratado de 6 y 1/2 varas de largo y 2 de ancho tasaron en 30
pesos.
It. Dos dichos iguales poco usados y de igual calidad de ocha varas de largo y
una de ancho tasaron en 32 pesos.

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Dia 4 de Mayo.
It. Un chuce usado de 6 y 1/2 varas de largo y dos de ancho tasaron en 20 ps.
It. Otra dicha alfombra en oja de nueve y cuarta varas de largo y dos y dos
tercias de ancho tasaron en 60 ps.
It. Dos tapetes de Iglesia Usados de vara y media de largo y una de ancho,
tasaron ambos en 8 pesos.
It. En la quadra de otra sala un cuadro triangular con varias imagenes tasaron
en seis pesos.
It. Dos comodas de madera con cuatro cajones cada una con barniz verde al
frente con sus chapas y tiradores de plata que regularon tener 12 marcos tasaron en
125 pesos.
It. Cuatro lienzezitos de a tercia con la efigie de San Juan Bautista, San
Cristbal, Santa Maria Magdalena y Maria Santisima, que reconocieron estar bien
mal tratados tasaron en 2 reales cada uno y importan 1 p.
It. Un cajon dorado con cuatro efigies pintadas en las puertas y dentro de el
un Seor crucificado de bronce con su candileja de plata tasaron en 12 pesos.
It. Cuatro lienzos de a vara y vara y cuarta de distintas adbocas viejos, tasaron
en 12 reales y suman 6 pesos.
It. Un biombo muy viejo pintado en Istoria tasaron en 10 pesos.
It. Varios cuadritos y pinturas viejas invisibles las que no tasaron.
It. Un ropaje de Damasco carmesi en forma de pabellon para cama con sus
cortinas de fondo carmesi uno y otro muy usado con su encaje y franjita de oro
falso en 25 pesos.
It. Las cornisas y Cenefas de puertas y alacenas y ventanas de Calamaco muy
viejas tasaron en 6 pesos.
It. Un lienzo de seis varas de larga y vara y dos tercios de ancho en que est
retratado el finado Seor Marques y su hijo tasaron en 12 pesos.
It. Una caja de tres varas de largo y tres cuartas de ancho de cedro y con chapa
92

descompuesta usada tasaron en 10 pesos.


It. Otra dicha de cedro de tres cuartas de largo y media vara de ancho tasaron
en tres pesos.
It. Dos sillones bordados de terciopelo el uno musgo y el otro verde con un
chapeado de plata ambos muy usados que se regula tener ambos diez marcos
tasaron en 90 pesos.
It. Tres sillas de las dichas antecedentemente con su clavazon de bronce
amarillo tasaron a 2 ps, cada una y importan 6 ps.
It. En la alcoba de la cuadra ocho petacas de suela curtida labrada inclusive
dos chica sancochado tasaron unas con otras a dos pesos y suman 16.
It. Una caja de vara y media de largo y media de ancho y se contiene en ella lo
siguiente: Cuatro Surtries de Bayeton y de pao y chupas de pao todo muy usado
por ser de camino lo cual no tasaron y vale la caja 5 pesos.
It. Un baulito forrado de suela pintada, viejo y en el dos tablas de manteles de
Vizacaya bien tratados tasaron ambos en 16 pesos y el baulito en tres y hacen 19 ps.
It. Diez sobremesas y sobrecamas de Crimbe de igual calidad usadas tasaron
unas con otras a cuatro ps. y son 40.
It. Seis fresadas del Cuzco de lana de varias layas usadas tasaron unas con
otras a tres pesos y son 18.
It. Tres frasadas de Angaripola, digo sobrecamas, forradas en lienzo las dos y
otra de sarquilla azul que estan sumamente usadas a 8 rs. Cada una y son 3 pesos.
It. Otra dicha de cordoncillo usada tasaron en 3 ps.
It. Dos dichas bordadas con estambre usadas tasaron a 4 ps. Cada una hacen
8.
It. Una sobre mesa de Mojos tasaron en 3 pesos.
It. Otra de la tierra echiza color verde tasaron en 2 pesos.
It. Dos embudos grandes de hoja de lata tasaron en 12 rrs. y suman 3 ps.
It. Un crucifijo pintado de madera con sus cantoneras de plata tasaron en 9 ps.
It. Un pabellon Cuzqueo azul y blanco usado tasaron en 16 ps.
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It. Tres sobremesas muy usadas tasaron en 8 rrs. y importa 3 ps.


It. Tres pares de sabanas de Ruan tasaron en 2 pesos el par y suman seis.
It. Un pabellon de junco con su rodapie ya usa do tasaron en 20 ps.
It. Una carpa de algodon usada tasaron en 15 ps.
It. Un par de estribos baules forrados en plata que se regulan tener
siete marcos de plata tasaron en 45 ps. 4 rrs.
It. Diez varas y 3 cuartos de pao musgo de segunda tasaron a 20 rrs. vara y
suman 26 ps. 7 rrs.
It. Diez varas y 1 /2 de Sangalete o choleta negra tasaron a 3 rs. y montan 3
ps. y 1/2 rs.
It. Un ropaje de cama en velillo bordado en tafetan amarillo usado tasaron en
80 ps.
It. Dos piezas de Sangalete negro tasaron a 6 pesos la pieza, importa 12.
It. Una cuja grande tasaron en 20 ps.
It. En otro cuarto contiguo a la sala se encontr una mesa de cedro de vara y
media de largo y una vara de ancho con su sobre mesa de dos varas y tres cuartas
de ancho tasaron una y otra en cinco pesos.
It. Una caja de cedro de dos varas menos cuarta de largo y de ancho tres
cuartas y en ella a saber: un uniforme de pao de primera azul con amarillo tasaron
en 20 ps.
It. Un vestido de casaca chupitin y calzones de pao blanquizco con su
caracolito de oro tasaron en 24 ps.
It. Otro vestido entero de pao de primera color de polvillo con galon de oro
tasaron en 40 ps.
It. Un vestido de pao azul usado con galon y botonadura de oro tasaron en 8
ps.
It. Otro vestido de pao de primera celeste con melindre de plata usado
tasaron en 12 ps.
It. Un volante de chamelote anaranjado con botonadura de plata, un chupitin
98

y calzones de pao de primera anteado con galon y botonadura de oro tasaron en


25 pesos.
It. Una casaca con chupin de pao de grana con franja y botonadura de oro
tasaron en 18 ps.
It. Un cabriol de pao de primera color de perla con vuelta de terciopelo
carmesi con galon y botonadura de oro tasaron en 30 pesos.
It. Una capa de pao azul de primera con galon de oro y vuelta de terciopelo
nacar rayado usado tasaron en 30 ps.
It. Una capa de pao de primera de grana superior con galon de oro y vuelta
de terciopelo negro tasaron en 50 ps.
It. Otra dicha de pao blanco de primera bien tratada con franja de plata y
vuelta de terciopelo celeste tasaron en 55 ps.
It. Otra dicha de pao de grana de primera con galon de oro y vuelta de
terciopelo negro bastante usada tasaron en 35 ps.
It. Un vestido entero de casaca, chupin y calzones de terciopelo celeste ojo de
perdiz con botonadura de plata y forro de raso liso tasaron en 50 pesos.
It. Otro dicho de terciopelo mezclilla forrado en raso liso celeste usado con
botonadura de plata tasaron en 45 ps.
It. Un sort con chaleco de franja de plata y calzones de Duray de seda rosada
abastonada con forro de tafetn usado tasaron en 20 ps.
It. Un sort de fondo carmesi con flores blancas boton de lo mismo y forro de
tafetan carmesi bien usado tasaron en 10 ps.
It. Una casaca calzon y chupitin de terciopelo negro muy usados tasaron en 25
ps.
It. Un par de calzones de raso liso azul y chupa celeste solapada con franja de
plata y boton de lo mismo usados tasaron en 10 ps.
It. Una casaca, calzon y chupitin de terciopelo muy usado tasaron en 25 ps.
It. Una casaca de pao de grana con galon de plata y botonadura de lo mismo
con chupitin de fondo de nacar con franja de oro y botonadura de lo mismo con
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calzones de otro fondo tasaron en 60 ps.


It. Una chupa de lustrina amarilla con franja de plata usada tasaron en 14 ps.
It. Un chupitin de tis de oro con botonadura de lo mismo, con la espalda de
grivera amarilla muy usado tasaron en 13 ps.
It. Un chupitin de tis de plata con botonadura de los mismo con espalda de
tafetan blanco usado tasaron en 10 ps.
It. Otro dicho de tis de oro con botonadura de los mismo forro de Bretaa y
espalda de griveta amarilla usado tasaron en 8 ps.
It. Otro dicho de tis fondo blanco con botonadura de oro y espalda de
griveta amarilla usado tasaron 14 ps.
It. Un chupitin de brocato amarillo con botonadura de los mismo y espalda de
Bretaa usado tasaron en 6 ps.
It. Otro chupitin de fondo amarillo con franja de plata y botonadura de lo
mismo con calzon del mismo genero usado tasaron en 25 ps.
It. Una caja de cedro con barniz de vara y tercia de largo y dos tercias de
ancho tasaron en 8 ps.
It. Un poncho de dos ases de labores conforme a inventario tasaron en 10 ps.
It. Un pao de pescuezo de seda carmesi conforme a inventario en 15 ps.
It. Otro dicho de lana de vicua en 6 ps.
It. Un par de libreas de pao de segunda verde en 40 ps.
It. Un par de dichas de pao azul de segunda en 30 ps.
It. Diez y seis camisas de Bretaa conforme la partida de inventario tasaron a
4 ps. cada una y hacen 64 ps.
It. Doce pares de calzoncillos de idem y seis corbatines de muselina tasaron
todo en 14 ps.
It. Tres chalecos de estopilla bordados y dos paos de barba con encaje
tasaron todo en 24. ps.
It. Veinte y un pares de medias de seda usadas y ocho pares de calcetines de
hilo y algodon tasaron todo en 35 ps. 4 rrs.
100

It. Una silla de gineta con estribos y demas de la partida del inventario tasaron
todo en 130 ps.
It. Otra dicha usada con estribos de plata en 45 ps.
It. Un lomillo chapeado con estribos de palo y mandil en 25 ps.
It. Dos pares de botines en 3 ps.
It. Cuatro sombreros negros para militar todos en 12 ps.
It. Tres dichos para capa en 9 ps.
It. Un juego de hebillas de oro a lo cha tre caladas con 9 y 1/2 onza tasaron en
15 ps. la onza, importan 142 ps. 4 rrs.
It. Otro dicho... con charreteras y hebillas de corbatin con cinco onzas tres
adarmes que tasaron en 77 ps. con 5 rrs.
It. Otro dicho a lo Chatre de plata mezclada con tumbaga con charreteras con
peso de 8 onzas tasaron en 50 ps.
It. Otro dicho de oro con charreteras de la mismo y montados con 48
diamantes tabla cetrinos con peso de 7 onzas de oro tasaron en 205 ps.
It. Un baston que en el inventario dice ser de caa fina y reconocido es de
palo con barniz con puo y contera de plata tasaron en 45 ps.
It. Un espadn con guarnicion de oro tasaron en 180 ps.
It. Un puo de baston de oro con peso de una onza y 11 adarmes en 25 ps.
It. Un espadin con guarnicion de plata gancho y contera en 12 ps.
It. Un mondadientes con cadena tambin de oro y un par de charrateras de lo
mismo todo con peso de 8 y onzas que tasaron en 15 ps. y que importa 127 pesos
con 4 reales.
It. Dos pares de botones de oro con piedras de topacio en 30 ps.
It. Un par de hebillas y charrateras de plata con sobre puestos de oro con peso
de dos tres cuartas onzas en 20 ps.
It. Otro dicho de plata a lo Chatre con seis onzas adarmes en 6 ps.
It. Otro dicho de id. con 4 onzas 6 adarmes en 3 ps. 4 rrs.
It. Un anillo de oro con tres diamantes uno rosa cetrino con peso de dos
101

quilates dos triangulos y jardinados en 200 ps.


It. Un reloj de oro de faltriquera en 200 ps.
It. Un pie de metal amarillo en 12 ps.
It. Un reloj de metal amarillo frances en 60 ps.
It. Catorce pares de medias de hombre de seda 5 ps. el par hacen 70 ps.
It. Diez y ocho redecillas 15 de seda y 3 de hilo a 2 ps. hacen 42 ps.
It. Una escopeta sevillana de cinco cuartas en 30 ps.
It. Otra dicha inglesa en 20 ps.
It. Otro dicha portuguesa en 10 ps.
It. Cuatro carabinas espaolas a 10 ps. cada una hacen 40 ps.
It. Cuatro pares de pistolas a 11 ps. par hacen 44 ps.
It. Una cartuchera en 12 ps.
It. Un sable a lo Hungaro con guarniciones de metal amarillo a 6 ps.
It. Otro dicho con guarnicion amarilla y puo de hueso en 4 ps.
It. Un par de cachorritos en 10 ps.
It. Un par de espadas de esgrima en 6 ps.
It. Una hoja de espadin alemana en 4 ps.
It. Un par de espuelas de plata a la inglesa de peso de 5 onzas en 4 ps.
It. Otro par de lo mismo con peso de 15 onzas en 11 ps. y 1/2 real.
It. Un pellon colorado del Cuzco de lana corta usado en 4 ps.
It. Cuatro lienzos de a dos varas de alto y en ellos las adbs. de San Bernardo, la
Pursima Concepcin, un Crucifijo y San Benito tasaron en 5 ps. cada uno y son 20
ps.
It. Una franquera holandesa con 16 frascos de cristal en el cuerpo de abajo y
15 piezas con vasos, copas y salvaderas con su chapa y llave corriente en 32 ps.
It. Un violin con su cajon espaol en 35 ps.
It. Dos legajos grandes de papeles de solfa en 200 ps.
It. Ocho cuadernillos de papeles de lo mismo de mejor obra en 300 ps.
It. Un farol de ronda con la caja de plata en 30 ps.
102

It. Cuatro fuentes de losa fina a dos pesos cada una hacen 8 ps.
It. Tres redomas de cristal blanco en 3 ps.
It. Un poncho balandran blanco viejo en 4 ps.
It. Dos flautas traveras de marfil con su caja en 110 ps.
It. Un cojin de terciopelo carmesi muy usado en 8 ps.
It. Una caja de 5 cuartas de largo y 3 de ancho y alto con barniz en 8 ps.
It. Un cartn de encajes de puntas de Barcelona con 24 varas a 4 reales vara
hacen 12 ps.
It. Veinte y seis varas de caserillo fino a 2 1/2 la vara hacen 8 ps. 1 real.
It. Otra dicha caja en 5 ps.
It. Dos frasqueras portuguesas a 5 cada una hacen 10 ps.
It. Dos escritorios iguales a 40 ps.
It. Otro dicho en seis ps.
It. Una caja de cedro en 4 pesos.
It. Dos libros forrados el uno en terciopelo verde que no tasaron.
It. Dos dichos en pergamino que no tasaron.
It. Otro dicho en badanilla que no tasaron.
It. Los demas libros y legajos que no tasaron.
En el mismo da:
It. Una joya grande guarnecida de 319 diamantes en 1719 ps.
It. Un ahogador de oro en 48 ps. 6 rrs.
It. Cuatro veneras de oro la una con peso de 2 onzas de oro y 35 esmeraldas
con peso de 10 quilates a razn de 4 ps. quilate, la otra hechura de relicario con el
habito de Calatrava con peso de una onza diez adarmes neto y todo el fondo de
cristal de roca tasaron todo en 34 ps. 3 rs. Otra dicha de oro con dos habitos de
Calatrava sobre puestos en una concha de cristal de Auvernia que su valor de todo
son 20 ps. en que la tasaron y la otra dicha del mismo habito de plata sobre dorada
103

con peso de diez adarmes que por ser muy vieja e inservible la tasaron en 5 rs. que
todas cuatro piezas importan 125 ps.
It. Dos relicarios que aunque en el inventario aparecen ser ambos de oro y
habiendolos reconocido hallaron que el uno esmaltado es de oro el cual tasaron en
30 psi. y el otro se ha reconocido ser de plata dorada con peso de dos onzas 10
adarmes que tasaron en dos y 1/2 reales, y una perla que tiene de coronacin de
valor de un peso y ambas piezas hacen 33 ps. y 2 y 1/2 rs.
It. Dos relicarios de oro esmaltado uno y otro con sus cristales con insignias
de la Pasin con sus cadenas de oro con peso neto de 15 onzas y 1/2 a 15 ps. onza
importa 228 ps. 6 rs. y 10 ps. en que tasaron las insignias hacen las dos partidas 238
ps. 6 rs.
It. Una joya con el ttulo de Venera que aparece en el inventario de Nuestra
Seora de la Concepcin esmaltada con peso de una onza 10 adarmes de oro neto y
por estar bien tratada y trabajada tasaron en 30 ps.
It. Otra dicha joya que en el inventario aparece siempre por Venera con las
advocaciones de N. S. de los Dolores y San Juan con peso de una onza dos
adarmes neto de oro y 57 perlas tasaron todo en 36 ps. 7 rs.
It. Un par de pendientes de oro guarnecidos con 70 perlas en forma de pera
tasaron en 25 ps. y 1 r.
It. Un par de zarcillos de oro con 38 perlas tasaron en 35 ps. 2 y 1/2 rs.
It. Una sortija de oro con un diamante y una chispa en 10 ps.
It. Otra dicha de oro con 3 diamantes fondos tasaron en 80 ps.
It. Otra dicha de oro con un diamante rosa tasaron en 60 ps.
It. Otra dicha con un diamante montado en plata en 50 ps.
It. Otra dicha de oro con 7 diamantes en el medio Rosa Bella de Holanda y
seis tablas en 120 ps.
It. Otra dicha de id. con siete diamantes rosas en 60 ps.
It. Dos dichas de oro iguales con un topacio y la una con sus chispas de
diamantes ambas en 40 ps.
104

It. Un par de botones de oro con 29 diamantes aunque en el inventario dice 31


en 35 ps. 3 rs.
It. Ocho onzas siete adarmes de perlas finas de todas calidades aunque en el
inventario explica 8 y 3/4 onzas se rebaja los hilos y cintas en que estn se tasaron
en 45 ps. onza importan 372 ps. 4 rs.
It. Un par de zarcillos de oro guarnecidos con 70 diamantes rosas bellas de
Holanda y en el inventario dice 72 tasaron en 615 ps. 4 rs.
It. Una joya de oro con la advocacin de San Antonio conforme a inventario a
excepcin de la cadena por estar ya tasada y la tasaron en 309 ps. 5 rs.
It. Un ahogador de oro con 50 diamantes rosas y peso de 11 adarmes en 162
ps.
It. Otro dicho de oro con una cadenita de oro con 11 jacintos aunque en el
inventario dice topacios tasaron en 27 ps. 7 rs.
It. Un par de hebillas de oro con peso de tres onzas dos adarmes guarnecidas
con 174 diamantes rosas tablas en 256 ps. 7 rs.
It. Un tembleque de oro con dos perlas grandes en 60 ps.
It. Tres tembleques de plata con 36 topacios grandes y chicos en forma de
relicario con sus chispas de diamantes en los ojos en 150 ps.
It. Otro dicho de plata con 18 topacios colorados y ocho chispas de diamantes
en 60 ps.
It. Otros dos dichos de plata con 18 topacios ambos en 40 ps.
It. Un par de sortijas de oro la una con 3 diamantes rosas en 100 ps. y la otra
con 3 diamantes Bella de Holanda y dos rubies en 60 ps.
It. Dos dichas de id. con ocho diamantes rosas en 50 ps. y la otra que dice en
el inventario 3 diamantes con 3 espejuelos en 4 ps.
It. Un zarcillo de oro con 17 diamantes rosas en 70 ps.
It. Un rosario de oro con crucifijo de lo mismo y pesa todo 4 onzas, 14
diamantes tasaron en 15 ps. por onza importa 73 ps. y 1 real.
It. Otro dicho de Venturinos engarzado en oro con cruz de lo mismo en 80
105

ps.
It. Una cruz de Jerusalen engarzada en oro que tasaron 24 ps.
It. Un reloj de oro repeticin con un pendiente de oro engarzado cada uno
con 14 perlas grandes y chicas y que en el inventario dice ser 16 tasaron todo en
174 ps.
It. Tres cajetas de oro con peso de 9 onzas 14 adarmes tasaron en 16 ps. la
onza y hacen 158 ps.
It. Un relicario de oro con su Signum Crucis y... en 75 ps. It. Otro dicho de
plata dorada conforme al inventario tasaron en 9 ps. It. Otro dicho grande de plata
conforme inventario en 16 ps. 4 rs. It. Otro dicho de acero con el dedo de San Juan
Crisstomo cuya reliquia no se tas.
It. Dos relicarios guarnecidos de plata con reliquias el uno del Venerable Jaime
y el otro del V. Lucas Caballero y graduaron tener de plata 3 y 1/2 onzas que
tasaron en 2 ps. 6 rs. y 1/2.
It. Ocho dichos grandes y chicos los tres con sus partanuelas de plata y peso
de 3 y 1/2 marcos que tasaron en 6 ps. 3 rs. marco y los cinco dichos de cerquillo
de plata se tasaron en 4 ps.
It. Cinco pares de hebillas de oro con peso de 16 onzas 2 adarmes tasaron a 16
pesos onza, tasaron en 274 ps.
It. Un vaso grande de oro con peso de 13 onzas 6 adarmes tasaron en 200 ps.
5 rs.
It. Seis dichos chicos de id. con peso de 36 onzas 9 adarmes que tasaron en 15
ps. onza importan 548 ps. 3 1/2 rs.
It. Un floripondio de id. con engarce de piedra Bezar y neto 13 onzas 7
adarmes que tasaron en id. importan 201 ps. 4 y 1/2 real.
It. Dos sartas de corales grandes con peso de 22 onzas que tasaron a 20 rs.
importan 55 ps.
It. Dos mates de plata guarnecidos de oro con bombilla de lo mismo peso de
5 onzas de oro y 10 otras de plata tasaron en 89 ps. 4 rs.
106

It. Dos dichos de Chincha guarnecidos de oro con apartadores y bombillas de


lo mismo con que computaron tener 13 onzas de oro y tasaron en 208 ps.
It. Dos dichos de plata con sobrepuestos de oro y bombilla de lo mismo que
regularon 6 y 1/2 onzas de esto y tasaron a 16 ps. por onza y 7 de plata a 7 rs. y
ambas partidas hacen 110 ps. y 1 real.
It. Un lienzo con la advocacin de N. S. de Nieva conforme a inventario
tasaron en 9 ps.
It. Una mesa redonda de cedro conforme a inventario en 8 ps.
It. Un escao de lo mismo en 12 ps.
It. Otra dicha de cedro conforme a inventario en 20 ps.
It. Un mantito con su tocador en 18 ps.
It. Un crucifijo de maniqui con su cruz pintada en 5 ps.
It. Otro dicho de plata con cruz de acero en 14 ps.
It. Dos Agnus conforme a inventario en 20 ps.
It. Un nicho dorado y en el un San Antonio en 3 ps.
It. Un estante de madera conforme a inventario en 10 ps.
It. La obra intitulada Espectaculo de Naturaleza en 30 ps.
It. Un tomo intitulado Reyes Nuevos de Toledo en 3 ps.
It. Dos dichos Filosofa Moral en 4 ps.
It. Un dicho de Calderon en 12 ps.
It. Otro dicho id. conforme inventario en lo mismo.
It. La obra del Ao Cristiano conforme inventario en 55 ps.
It. Otra dicha del Abad Henri conforme inventario en 2 ps.
It. Dos tomos forrados en pergamino que se intitulan Floresta Espaola en 8
rs.
It. Dos dichos Arte Nebrija en 2 ps.
It. Otro dicho de San Ignacio conforme inventario en 2 ps.
It. Tres dichos de a folio de la Venerable Agueda en 10 ps.
It. Dos dichos de id. Historia del Paraguay en 6 ps.
107

It. Otros dos tomos Examen de la Verdad en 4 rs.


It. Otro dicho de folio Politica de Villa Diego en 6 ps.
It. Otro dicho en pasta Vida de Santa Maria Escobar con manijas de plata en 7
ps.
It. Dos dichos Solzano y Pereira en 6 ps.
It. Un lienzo de la Purisima Concepcin en 6 ps.
It. Un bulto de N. Seora conforme a inventario en 20 ps.
Hacienda de Santa Rosa en el Valle de Tojo
En este valle de Tojo, marquesado de este titulo y advocacin de Santa Rosa,
jurisdiccin del partido de Chichas y Tarija, en diez y nueve das del mes de abril de
mil setecientos ochenta y cinco aos, Yo Don Francisco Martnez de Hoz, Juez
comisionado por S. A. en la causa de Inventarios de los bienes que han quedado
por fallecimiento del Sr. Marqus del referido titulo.
Primeramente en la sala principal de dichas casas, una caja grande
chuquisaquea con sus cornisas muy viejas y suelo de Angaripola.
It. Una mesa grande, forrada de baqueta, y otra chica de estrado llana.
It. Dos tarimas de madera para estrado, de dos varas de largo ya viejas.
It. Una docena de sillas de brazos con su asiento y espaldar de cuero labrado,
clavazn de fierro.
It. En otra habitacin inmediata a la dicha una mesa de dos y media varas de
largo y vara y cuarto de ancho, con su tapete de baqueta.
It. Un par de pozuelos de suela sancochada viejos.
It. Una cuja llana blanqueada de yeso, y su pabelln del Cuzco.
It. Un Crucifijo de madera con su cruz de lo mismo de tercia de largo su dosel
de Damasco carmesi y en la zenefa franja de oro.
It. Una frasquerita quadrada de a tercia, holandesa con nueve frascos de cristal
blanco.
108

It. Dos dichas portuguesas de a dos tercias de largo y media vara de ancho; la
una con diez frascos de vidrio y la otra tres.
It. Dos pares de petacas desiguales de sancochado, suela labrada y cuero.
It. Un par de sillas de zeremonia para servicio.
It. Un barrilito con cuatro arcos de fierro.
It. Una romanita de fierro que hace por mayor cuatro arrobas.
It. Tres quintales de plomo.
It. Un estante de madera con seis andanas y en l los libros siguientes:
Primeramente la obra de Pacnani in doctrinalis, en tres tomos de a folio en
pasta.
It. Dos tomos de la obra moral del P. Lacrois, idem.
It. Dos dichos, uno en folio mayor Espanier, y otro en menor Concordancias
de la Biblia, ambos en pergamino.
It. Seis tomos dichos en idem, intitulados Cursos Sanmartinenses.
It. Dos dichos del P. Calatayud.
It. Seis tomos dichos de folio menor forrados en pergamino de distintos
autores.
It. Un dicho tomo folio maior en Pasta Compendio Baronil.
It. Otro dicho en folio maior, digo menor, Melchor Cano, y otro igual Fabulae
Chronologiae.
It. Otro dicho en octavo en Portugues intitulado Alibio de Tristes, en pasta.
It. Cinco dichos tomos en folio, forrados en pergamino, obra intitulada de
Lanuza.
It. Quatro de dichos en octavo iguales de distintos autores.
It. Siete dichos iguales, uno en Pasta y los demas en Pergamino de distintos
autores.
It. Un cuerpo de Breviarios y su Diurno con sus estuches.
It. Siete dichos tomitos de maior a menor muy viejos de distintos autores.
It. Quatro de dichos en octavo, forrados en pergamino del P. Calatayud, los
109

dos, y los otros dos de la Doctrina Christiana.


It. Tres dichos en quarto Viejos de Ziro y Carta de Educacin.
It. Quatro dichos en octavo en Pasta, los dos del Cardenal Cisneros, y los
otros de San Francisco de Sales y otro mas en pergamino Doctrina de Sacerdotes.
It. Una obra del P. Sencri en diez y ocho tomos en octavo en pergamino.
It. Dos dichos en cuarto en Pasta Historia de Luis XIV.
It. Las obras de Silva en portugus en seis tomos en octavo en pasta.
It. Otros seis dichos en idem. Mocedades Engaadoras.
It. Tres dichos en idem. Sermones de Reis.
It. Dos dichos en idem. Ejercicios de Bernardez.
It. Otro dicho idem. Arbajo.
It. Tres tomos de a folio menor de la V. Madre Agredada y un tomito en
quarto Lamentaciones de Villacastin.
It. Cuatro dichos tomos de a folio forrados en pergamino intitulados
Corte Santa de Cassino.
Nota. Que todos estos libros que se han inventariado son vinculados al
Marquesado de Tojo.
II
Inmediatamente se pas a la Capilla de esta Hacienda y casas que dijo el
referido apoderado ser perteneciente al cuerpo de bienes y vnculo del Marquesado,
en donde se encontr lo siguiente:
Primeramente un retablito de madera dorada que contiene el depsito y
dentro un cajn de plata dorada y un vaso adentro con su ara, corporales y su velo,
con franja de oro, y un relicario con su cajetilla de plata dorada.
It. El trono donde est Ntra. Seora del Rosario con su nio, vestida y
adornada con su corona de plata, velo de raso azul, con su cinta colorada y tres
candilejas de plata.
110

Primeramente un Lienzo de la Patrona Santa Rosa con su marco y dos


candilejas dorados.
It. Un lienzo grande del Santo Cristo con su marco dorado; dos cuadros a los
lados del retablillo del Nacimiento del Seor y mas arriba otros dos de Nuestra
Seora y Santa Catalina; otros dos de San Ambrosio y San Agustn, con dos lienzos
triangulares con las efigies de San Alejo y San Roque, todos con sus marcos
dorados.
It. Dos imgenes de bulto chicas que estn sobre el altar del glorioso Arcngel
San Miguel y San Antonio con su azucena de plata.
It. A los lados del altar dos frontales de tapiz colorado, y encima sus
mantelitos y dos tablas doradas que hacen como gradas, y sobre una de ellas el
Seor de la Paciencia.
It. En el cuerpo de la Capilla un cuadro grande de Nra. Seora del Carmen;
cuatro cuadros de San Gregorio y San Gernimo con sus mar dorados; y San
Buena Bentura sin el.
It. Diez lienzos de la vida de Ntra. Seora, y otros doce de la Vida de Santa
Rosa de Lima, con otro de San Pablo primer ermitao.
It. Un pulpito de madera, con su confesonario de rejilla con su taburete.
It. Dos alfombras, la una vieja y la otra bien tratada de nueve varas de largo y
tres y media de ancho.
It. Una tarima con su alfombra correspondiente de tres y media varas de largo
y de ancho dos.
It. Una Cruz alta con dos mangas, la una de griseta negra con galn de plata
falsa; y la otra de melania dorada con galn de plata viejo. It. Una campanilla de
bronce. Una aceitera de estao.
It. Un palo con su peaa y encima un vaso de plata que sirve de lmpara.
It. En la Sacristia, tres petaquitas blancas y en una de ellas: dos casuyas blancas
de Damasco con franja de plata, y la otra con cinta de oro.
It. Tres dichas, la una de brocato con matiz con franja de plata; la otra de
111

terciopelo carmesi con franja de oro; y la otra de terciopelo negro con franja de
oro.
It. Otra dicha de tafetan negro vieja.
It. Otra de melania morada con melindre de plata fino.
It. Otra verde de idem. con franja de oro falso. Y todas estas casuyas tienen
sus correspondientes manipulos, estolas, bolsas y
It. Cinco frontales, un tapiz colorado con cinta de idem; otro de Damasco
blanco con franja de plata angosta; otro de Griseta negra con galon mosquetero de
plata fina; y otro de melania morada y verde con galon de plata falsa.
It. Tres capas de coro, una de tapiz de plata y flores y la vuelta de raso liso
blanco con galoncito de oro mosquetero; otra de griseta negra con galon de plata
falso; y la otra de tafetan negro con encaje de plata fina.
It. Cinco Albas de Bretaa fina con sus encajes.
It. Dos sobrepellices, una de estopilla y la otra vieja de Bretaa. It. Ocho
corporales, tres manteles, uno viejo; ocho purificadores, tres palios, dos carmesi y
otro blanco.
It. Dos calices de plata dorada con su patena.
It. Un par de vinageras de plata con su platillo de lo mismo.
It. Un incensario de plata con su naveta y cucharita de lo mismo. It. Dos
misales, el uno viejo; y un Manual Romano.
It. Cuatro acheros y un atril de madera.
It. En una de dichas petaquillas se hall un envoltorio de algunos vestidos de
la Virgen.
It. Un cajoncito de madera con tres crismeras de plata.
It. Sotana de medio coro para decir misa.
It. La puerta de la Capilla con sus arandelas y candado.
It. La Capilla con su bovedilla y techo de teja; y el cementerio con su arco y
encima un cuadrante de piedra.
It. Tres campanas en el campanario, dos chicas y una mediana.
112

VISITA A SAN AGUSTN DE SALAMANCA, GUANAJUATO

L viajero (pido disculpas a Camilo Jos Cela: es contagiosa esa frmula, que
tan simptica resonancia tiene en todo su Viaje a la Alcarria), el viajero

ansa llegar a Salamanca. El auto lo est llevando por la carretera de Mxico a


Ciudad Jurez. Ha dejado atrs Toluca, que slo se despierta el viernes, da de
mercado, y Quertaro, palpitante de recuerdos histricos y de barrocas
sinuosidades. Tambin Celaya, donde la estatua de Tresguerras permite saludar su
memoria sin invertir tiempo en las inspidas iglesias que all levant. El viajero
siente curiosidad por Salamanca. Porque Pl Kelemen, cuando lo recibi hace poco
en su encantador refugio del Connecticut, le dijo que no se la perdiera; y porque a
Salamanca no la mencionan las guas, y escuetas noticias suelen dar de ella los
historiadores del arte. Experimenta la leve emulacin del que sabe que slo dan
sabor al viaje los pequeos, pequesimos, descubrimientos individuales.
Llega a Salamanca y se apea el viajero delante de la iglesia de San Agustn. Una
mirada a la fachada lo incita a no demorarse por ahora. Entra y algo lo mueve a no
detenerse tampoco frente a los retablos: recorre la nave hasta la sacrista, cuya
puerta aparece abierta.
Y ya cobra su recompensa. Por qu no habl nadie (ni el mismo Kelemen) de
esa sacrista? Ni de aquel sorprendente marco de piedra gris que encuadra una
puerta en la pared del fondo? Es un caso notable de supervivencia prehispnica. En
las jambas alternan, en grueso relieve, seis calaveras y doce pares de canillas
cruzadas.
Abundan en Mxico los memento mori y es significativa cierta predileccin de su
arte, sea ste religioso o popular, por lo macabro. La muerte y sus representaciones
no inspiran aqu ni espanto ni sensiblera, ni las rodea el aprensivo y pdico
silencio, esa suerte de tab que hoy da es propio de los hombres de Occidente. En
113

estas tierras hay con la muerte una familiaridad, hasta una jovial convivencia, que
han encontrado caricatural expresin en las bien conocidas calaveritas del
grabador costumbrista Jos Guadalupe Posada (1851-1913) y llegan a exuberante
exteriorizacin en las celebraciones del Da (mejor se dira la Semana)de los
Difuntos: el pan de muerto con su catafalco de tibias moldeadas en la masa, las
calaveras de azcar, algunas rotuladas (a elegir) con un nombre de pila, los
grotescos esqueletos bailando o tocando guitarra que los panaderos hacen pintar en
el cristal de su vidriera, el Baile de la Llorada de Hueso con que culminan los
festejos en algunos lugares. No se trata de un sentimiento morboso, como
aquella penosa fascinacin que ejercieron los secretos horribles de la sepultura
sobre el arte occidental de los siglos

XV

XVI

(cadavers de Wells, 1465, y Exeter,

1540; transi de Bar-le-Duc, 1544; lozas sepulcrales de Vilvorde, 1553, y del Sablon
de Bruselas, 1556) y cuyas manifestaciones ms emocionantes quiz sean la estatua
de Jeanne de Bourbon-Vendme, 1511, representada tal como habra aparecido a la
vista de su esposo, ausente en el momento de su fallecimiento, cuando hizo abrir su
atad algn tiempo despus, y la de su nieta, Catherine de Medicis, que se hizo
representar en 1564, a los cuarenta y cinco aos, y cuando an le quedaban
veinticinco de vida, tal como estara das despus de morir. Lo mexicano no se
complace en el espectculo fsico y degradante de la materia disgregada. Muestra la
Muerte, no el muerto. Tampoco insiste en el llamado sorpresivo de la Gran
Recaudadora, tema de tantas Danses Macabres, desde la del Cimetire des Innocents
en Pars (1425) hasta la que grab Holbein en 1538. Al contrario, figura la Muerte a
secas, terminante, igualitaria, niveladora, y en cierto modo burlona. La calavera, con
su tremenda sonrisa, pulveriza vanidades, y desvanecen ilusiones las peladas
canillas. Aqu, en la sacrista de Salamanca, como al pie de las cruces que se alzan en
las esquinas del atrio de la catedral de Mxico, se repite sin ningn pathos, pero con
inexorable precisin, el mensaje secular: Sic transit.... En San Agustn, la Muerte
espera, tal cual esperaba ya en los bajorrelieves mayas los del cementerio de
Uxmal o de los tzompantli (muro de crneos) de Chichen-Itz, en cuyo
114

basamento, distribuidas sobre cuatro hileras, centenares de calaveras esculpidas se


alinean en su terrible anonimato, todas de perfil derecho (salvo las de las esquinas,
que miran de frente) y todas ensartadas de a cuatro sobre palos verticales. Esas
esculturas son del perodo maya-tolteca, cuando el arte maya haba recibido el
impacto, fecundo y destructor a la vez, de la cultura de los invasores venidos del
oeste, y se hizo menos plstico, ms grfico. Traan los toltecas cultos, ritos y
formas que revolucionaron el arte maya-clsico; entre otras cosas, el tzompantli,
que Hernn Corts encontrara horrorizado en Tenochtitlan y que era, sobre una
plataforma de poca elevacin, un conjunto de empalizadas en las que se exponan,
colocados en estacas, los crneos de los sacrificados. Del tzompantli a la sacrista de
San Agustn es largo el camino; pero no ha cambiado ni la inspiracin, ni el estilo.
Para atestiguar su continuidad baste el ejemplo de la capilla abierta de Tlalmanalco
(Mxico), que probablemente data de alrededor de 1560. Calaveras y tibias cruzadas
ostenta ah tambin el arco del presbiterio, exactamente debajo de las impostas:
irrefrenable intencin en medio de una ornamentacin pletrica, cuajada de
influencias indgenas.
Con rigor de vencimiento, los mudos, fatdicos smbolos de la sacrista evocan
la inscripcin de la Capilla de los Huesos, en So Francisco de Evora: Ns, ossos que
aqui estamos, pelos vossos esperamos. El viajero, en paz con su conciencia, sigue
curioseando.
Tiene bveda de can la sacrista y sus arcos torales descansan sobre dos
pares de pilastras con noble decoracin mixtilnea: molduras en relieve, formando
trazados simtricamente dispuestos de ambos lados de un eje vertical sugerido por
flechas espaciadas apuntando hacia abajo. Tal ornamentacin es una variante de la
que, con abundancia, us Francisco Antonio Guerrero y Torres (autor de la capilla
del Pocito, fallecido en 1792) en la casa del Marqus de Jaral de Berrio, tambin
denominada del Conde San Mateo de Valparaso por cuenta de quien fu edificada
en 1780, y que fu residencia de Agustn Iturbide al ser proclamado emperador en

115

116

117

1822. Tanto en el frente como en el vestbulo y en el patio de ese palacio de la


Avenida Madero en Mxico D.F., el motivo se reproduce con agradable insistencia,
en hueco o en relieve, pero siempre reglado sobre un eje imaginario, de tal modo
que recuerda la tcnica del papel plegado y recortado que pertenece al arte
folklrico o infantil de muchas naciones, entre otras, Mxico mismo (Puebla,
Veracruz) y Checoeslovaquia. Es de gran efecto en los marcos de puerta, con la
ingeniosa composicin de sus ngulos, pero donde encuentra su ms feliz
interpretacin es en los basamentos de la entrada principal, donde se ajusta a las
aristas en escuadra y stas forman el doblez. Idnticas molduras encuadran los
vanos del tambor en la cpula de la capilla privada del palacio Iturbide. Su
presencia en San Agustn de Salamanca hace suponer la intervencin en este
templo, de Guerrero y Torres o de algn discpulo. Ya se tiene el caso de los
almohadillados encontrados, del palacio de Jos de la Borda en Mxico D.F. (1775,
Madero esq. Bolvar), los cuales repiten los de Santa Prisca de Taxco, que el
magnate minero hizo edificar de 1751 a 1758, posiblemente por el mismo
arquitecto.
No sin observar un curioso Cristo con la cruz en Y, vuelve sobre sus pasos el
viajero y se detiene ahora en medio del crucero de la iglesia. Los retablos que se
hacen pendant a ambos lados, difcilmente podran ser excedidos en animacin, en
relieve, hasta en volumen, dentro del arte de la poca churrigueresca. Pl Kelemen
los describe con justificado entusiasmo en su Baroque and Rococo in Latin America.
Dominado cada uno de ellos por la briosa y centelleante figura de un arcngel
nimbado de luz dorada, se subdividen escnicamente en verdaderos tableaux vivants
separados por entablamentos y repartidos en calles verticales por medio de pilastras
de fogosa composicin, animadas adems por putti, ngeles, caritides y canforas.
El convencionalismo de los grupos de personajes dista mucho, desde luego, del
intenso dramatismo y tumultuosa figuracin de los retablos de la gran escuela
flamenca y de sus gloriosos semejantes de Toledo, Oviedo o Sevilla, pero hay
inusitada vivacidad en los cuadros de la Huda a Egipto, del Sueo de San Jos, de
118

los Desposorios de la Virgen, de la Anunciacin, de la Presentacin en el Templo,


del Trnsito de San Jos (Mors Justi), y un sentido casi medioeval la Bible du Pauvre!...
de la narracin iconogrfica. Estos retablos historiados de Salamanca obedecen
en definitiva a la misma intencin anecdtica y didctica que los capiteles
romnicos de Autun o la clture du choeur que Jehan de Beauce inici para Chartres
en 1514. Novedoso para su poca, aunque de filiacin secular, es el concepto que
introducen en el arte del retablo. Tcnicamente, su factura brillante y el descomunal
relieve de algunos elementos (con 1,60 m. de proyeccin) les confieren categora.
Ms an, hablan del talento de su autor las inmensas coronas reales colocadas
encima de los tres motivos centrales de cada retablo; basta imaginarlas suprimidas
para darse cuenta de la habilidad del recurso y de cmo prestan vigor y
ponderacin al conjunto.
Lujo comn a los dos retablos del crucero y a los que flanquean la nave nica
son los fondos reticulares de oro, trabajos tan refinados que podran calificarse de
orfebrera mural. Igual decoracin revisten las superficies interiores de los vanos.
Recuerda el viajero los transportes de admiracin que experiment ante los
alfizares labrados de Pomata (Per). Aqu, en San Agustn, es distinto pero
igualmente esplendoroso el efecto de los meticulosos trazados grecas, alveolados,
nido de abejas, imbricaciones incendiados por la luz rasante. Ms abajo, en las
paredes delicadsimos revestimientos calados hacen pensar en las blondas de Santa
Rosa y Santa Clara de Quertaro. Y hay colgaduras de madera, colgaduras de oro
bruido, que tienen la brillantez acariciadora de la seda y la pesada cada del metal:
con suntuosidad bizantina sirven de fondo a dos Crucifixiones y a la estatua de
Santa Rita de Casia, la abogada de los imposibles.
En la nave, los desnudos arcos torales descansan sobre pilastras anlogas a las
que tanto realce le dan a la sacrista; pero a las flechas se substituyen pequeas,
estrechas guardamalletas. Motivo ste, ampliamente difundido durante el perodo
churrigueresco. Desde luego, es inslito e irracional el uso que aqu se hace de l:
no tiene por qu presentarse repetido en sucesin vertical un ornato que simula la
119

parte inferior de algn colgante, con flecos y recortes. Precisamente en la puerta


que establece comunicacin entre el crucero y la sacrista se advierte lo que podra
explicar el origen de la guardamalleta figurada: placas de madera dentadas, carmn y
oro, colocadas en lo alto de las jambas. Labrando en la piedra lo que ya en madera
simulaba colgaduras, el barroco (mezcla de apariencia y realidad) colg
guardamalletas en todas aquellas partes en donde normalmente podan colocarse
tapices o telas decorativas: debajo del antepecho de las ventanas (Casa de los
Mascarones, Mxico D.F., 1766), en los basamentos de las portadas (La Valenciana,
Guanajuato, 1765-1788), en las fachadas (San Francisco en S. Miguel de Allende,
1779; pilastras de la Enseanza, Mxico D.F., 1772; entablamentos de la iglesia del
Encino, Aguascalientes, 1773). Aparecen dobles a veces (Cata, Gto., 1760?) y hasta
triples (Crcel de Hombres, Morelia, Mich.), o bien cargadas con rocaille (San Felipe,
Quertaro, 1786). En la portada lateral de la Valenciana se llega al extremo de
pegarlas al paramento justo debajo del intrads del arco, el cual parece as exudar
estalactitas. Se ve cmo la evolucin del estilo desnaturaliz las guardamalletas,
pues las de fecha ms antigua tienden a figurar con cierta fidelidad el ornato de tela
o, si se quiere, el mantn doblado en tringulo: tpicas son en ese sentido la que
subraya el gran relieve de la fachada del Colegio San Ildefonso en Mxico D.F. (es
de 1749) y la de la portada de San Francisco en Guanajuato (1750). En ellas se
trasluce adems una posible filiacin islmica del motivo, pues podra mirarse como
el negativo del arc en lambrequins que el viajero recuerda haber observado con
frecuencia encima de puertas y ventanas en las medinas de Marruecos; es una
popular imitacin de los de Tinmal o de la Kutubiya de Marrakech y se traslad
temprano a la arquitectura hispanomusulmana (Torre de San Marcos, en Sevilla).
Por otra parte, parece que en los primeros tiempos del ultra-barroco mexicano,
antes de invadir los exteriores, la guardamalleta se usaba como adorno interior: en
la nave de la Compaa, de Puebla (1740?), las bases de los pilares ostentan el
motivo en sus cuatro caras y aparece asimismo en los de la Compaa, de
Guanajuato (1746), como terminacin inferior de una cada de arabescos.
120

Recurdese de paso que es tambin elemento del barroco espaol; ya en 1720 usaba
Ribera la guardamalleta en la torre de la iglesia de Montserrat en Madrid y en 1772
an se ven en el palacio episcopal de Mlaga.
...Pero hay que seguir viaje, despedirse de San Agustn y de su opulencia
decorativa. Al salir, el viajero se acuerda de volver la mirada hacia la fachada y, con
mayor razn, ahora le resulta indigente, arcaica, hasta dolorosa bajo el Crucificado
que la remata. Hay, s, autoridad en los campanarios de cuatro vientos, con sus
Apstoles adosados a la piedra, erguidos en casi gtica vigilia.
Camino de Guanajuato, el viajero contina pensando en los Agustinianos de
Salamanca. Piensa que pocas iglesias mexicanas tienen tanta y tan inspiradora, tan
comunicativa riqueza.
PAUL DONY.

121

LA VIVIENDA EN EL BUENOS AIRES ANTIGUO


Desde los orgenes hasta los comienzos del siglo XIX

INTRODUCCIN
Dedicamos este estudio a la vivienda en el Buenos Aires antiguo, reuniendo
cuanto hemos escrito sobre el tema y agregando el fruto de nuevas investigaciones
personales.
El material que conocemos con respecto al tema es cuantioso, aunque el
mayor aporte se relaciona con el siglo

XVIII

y en especial nos referimos a los

pedidos de licencia para construir viviendas, que a veces se acompaan de planos y


alzados en sumo grado ilustrativos, que se conservan en el Archivo General de la
Nacin, y que desde otro punto de vista, distinto al nuestro, pueden ser de sumo
inters, al igual que los inventarios y tasaciones, cuya simple enumeracin llenara
muchas pginas1.
Nuestra exposicin la iniciamos con el arribo de las huestes que al mando del
valiente vizcano Juan de Garay, fundaron la ciudad de la Trinidad en el puerto de
Santa Mara de Buenos Aires el 15 de jimio de 1580 y la extendemos hasta 1838
con el propsito de recoger la opinin publicada entonces por el que fuera cnsul
general de Gran Bretaa en la Repblica Argentina, Sir Woodbine Parish, poca en
que las construcciones que se realizaban se iban apartando de las formas
tradicionales, para adaptar otras de distintas procedencias que modificaron
substancialmente la estructura de la casa vivienda, que ya en 1857 hacia notar una
viajera en un atrayente diario.
Un clebre naturalista ingls, Carlos Darwin, que en setiembre de 1833 visit
Buenos Aires, dej escritas unas breves lneas que vamos a transcribir: La ciudad de
Archivo General de la Nacin, Buenos Aires, Divisin Colonia, Seccin Gobierno, Permisos para edificar, 1785, VI-XII,
5-3; y 1787-1788, VI-XII, 5-4
1

122

Buenos Aires es grande y una de las ms regulares, creo, que hay en el mundo. Todas las calles
cortan en ngulo recto, y hallndose a igual distancia unas de otras todas las calles paralelas, las
casas forman cuadrados slidos de iguales dimensiones, llamados cuadras. Las casas, cuyos
aposentos dan todos a un patio pequeo muy bonito, no suelen tener ms que un piso coronado por
una azotea con asientos, donde los habitantes acostumbran a estar por el verano. En el centro de
la ciudad esta la plaza, alrededor de la cual se ven los edificios pblicos, la fortaleza, la catedral,
etc.; antes de la revolucin tambin estaba all el palacio de los virreyes. El conjunto de esos
edificios presenta magnfico golpe de vista, an cuando ninguno de ellos tenga pretensiones de
arquitectura bella2.
La viajera a la que arriba nos referamos, Lina Beck-Bernard, estuvo de paso
en Buenos Aires en marzo de 1857 y al referirse a nuestra ciudad, escribi: El salir
de compras resulta en Buenos Aires muy fatigoso porque siendo una ciudad de ciento sesenta mil
habitantes (segn informan), es casi tan extendida como Pars. La calle de Per, es tan larga como
la de Rivol. Las calles son tiradas a cordel y los edificios forman recuadros. Las casas, en la
mayora de las calles son bajas y de azotea. Muchas tienen tambin un piso alto y balcones
elegantes. Los edificios nuevos, construidos por arquitectos italianos, son muy hermosos y de una
originalidad y buen gusto desconocido entre nosotros. Los vestbulos abiertos, con galeras y
columnatas, ostentan escaleras de mrmol con pasamanos dorados y adornos de cristal rojos y
blancos; vense artesonados de estuque, frescos en las paredes, solados de mosaicos y el patio interior
embaldosado con mrmoles bicolores. En medio del patio est el aljibe, coronado por un arco
morisco, de hierro dorado, donde se entrelazan flores muy bonitas. Lmparas de colores alumbran
por la noche estos palacios que recuerdan los cuentos orientales. Las lianas florecidas que crecen en
los patios, encuadran las puertas y ventanas, corren por galeras y balcones, enlazan las columnas y
dan al conjunto apariencia de fiesta3.
Indudablemente que hay exceso de bondad en las lneas transcriptas, que no
concuerdan con otras referencias.
Un gran estudioso, aunque un poco injustificadamente olvidado, Vicente G.

CARLOS R. DARWIN : Mi viaje alrededor del mundo, traduccin de Constantin Piquer. Valencia, 1 a., tomo I, p. 127.
LINA BECK-BERNARD: Cinco aos en la Confederacin Argentina, 1857-1862, versin espaola por Jos Luis Busaniche.
Buenos Aires, 1935, pp. 65-66.

2
3

123

Quesada, que prest importantes servicios a la cultura histrica de la Repblica,


refirindose al mismo decenio que la autora antes mencionada, manifest: las
costumbres se iban modificando despus de la revolucin por el contacto con el extranjero, y como es
lgico, la edificacin de la ciudad segua el mismo incremento. Se edificaba por todas partes.
Verdad que en los ltimos tiempos, despus de 1852, es que la ciudad se ha transformado en su
parte material: empedrado, alumbrado, medios de comunicacin y construccin de edificios 4.
Caseros marc el punto inicial en el aceleramiento constructivo en nuestra
ciudad. Refirindose a las construcciones que an subsistan del viejo Buenos Aires,
escriba lo que sigue un autor en 1871, con cierta fobia, que si comprendemos,
consideramos ciertamente injusta: nuestro desea sera ver desaparecer esa cuartera de tejas,
que no sirve sino para hacernos recordar el tiempo de los espaoles, puesto que a ellos es a quienes
debemos tan novelezca arquitectura.
Indudablemente que ese era el pensamiento que imperaba en el ambiente en la
poca en que escriba el seor Buttner, con quien se identificaban los propietarios y
quienes deban orientar la poltica constructiva de la ciudad, tolerando la edificacin
de viviendas al capricho de quienes las efectuaban5.
Un autor que escriba en 1896, y que se advierte que conoca algunas ciudades
del interior, se refiri a las amplias casonas de la poca espaola o bien a aquellas de
poca posterior a 1810, cuyos constructores haban seguido sus trazas, algunas de
las cuales todava se erguan en Buenos Aires, sobre las que deca: aunque viejas y
fuera de moda, albergan a familias criollas de gustos conservadores. En las antiguas ciudades de
provincia en Crdoba y en Corrientes, por ejemplo, se ve tambin un gran nmero de estas casas.
Con respecto a las construcciones realizadas en el transcurso del siglo

XIX,

aseguraba que haban sido levantadas en un ochenta por ciento por maestros
albailes italianos, a quienes (segn sus expresiones) se les poda reprochar, que
haban construido las casas demasiado chicas, incmodas, mal distribuidas desde el punto de
vista de la higiene, y completamente desprovistas de confort moderno. Agregaba, que el aspecto
VCTOR GLVEZ [seudnimo de Vicente G. Quesada]: Memorias de un viejo, escenas de costumbres de la Repblica
Argentina. Buenos Aires, 1942, p. 281.
5 A DOLFO T. BUTTNER: La arquitectura en Buenos Aires, en La Revista de Buenos Aires. Buenos Aires, 1871, tomo
XXIV, p. 143.
4

124

exterior de las viviendas no tena estilo arquitectnico alguno y que la mayora son muy sencillas y
no tienen otro adorno ms que las rejas de hierro en las ventanas; otras estn recargadas de
capiteles, cornisas, columnas, caritides, florones. Todas modeladas en cemento y con dibujos poco
variados se ven los mismos modelos reproducidos en cien casas diferentes; por lo dems se
manifiestan en las pinturas y adornos interiores una ausencia de variedad y falta de gusto anlogo.
Con respecto a las viviendas particulares que entonces se levantaban en
Buenos Aires, manifest que los materiales de construccin consisten exclusivamente en fierro
para las columnas, travesaos y vigas (estos accesorios se fabrican en su mayor parte en Blgica) en
ladrillos y cemento para las paredes y adornos. Las casas destinadas para el comercio y domicilio
de particulares tienen un piso a la calle con 3 o 4 altas, y estn provistas de todas las comodidades
que pueden reclamar el arquitecto e higienista. El autor, sin dejar de expresar su
admiracin por todo ese renacer tcnico en la construccin, se lamentaba que los
arquitectos argentinos, olvidaran la historia y la tradicin, y les recordaba que las
fuentes de inspiracin se hallaban en las antiguas construcciones espaolas. Con
respecto a los materiales de construccin sealaba que en el pas haba, madera,
mrmol, cal, arena y sus derivados. De cualquier modo, argumentaba, es un hecho que
el ochenta por ciento de las casas de la Capital de la Repblica Argentina, son de un piso, los
alquileres extremadamente subidos y que la poblacin est diseminada sobre una superficie tan
considerable, que los habitantes pierden una gran parte de su existencia en recorrer los calles en
transas 6.
A partir de entonces se ha acentuado cada vez ms el carcter europeizante de
Buenos Aires, quedndonos escasas muestras, an del tipo arquitectnico que pudo
desarrollarse en la segunda mitad del siglo XIX. La ciudad de nuestros das, fuera de
algunos monumentos histricos tardamente salvados, que nos impresionan
alegremente por su inconfundible silueta, poco nos recuerda lo que fu la ciudad de
nuestros mayores.

Para quien desee tener una visin grfica del antiguo Buenos Aires, recomendamos la ilustrada obra que lleva por
ttulo: Estampas y vistas de la Ciudad de Buenos Aires, 1599-1895, coleccin y comentarios de GUILLERMO H. MOORES,
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1945; y sobre la capital uruguaya: Iconografa de Montevideo, direccin,
seleccin y notas de ARIOSTO D. GONZLEZ, CARLOS PREZ MONTERO, OCTAVIO A. ASSUNAO, SIMN S. LUCUIX
y ARTURO SCARONE, Prlogo de Ariosto D. Gonzlez. Concejo Departamental de Montevideo, 1955.
6

125

I. - EN LA POCA DE LOS GOBERNADORES

UANDO las templadas huestes que acaudill Juan de Garay arribaron al


puerto de Santa Mara de Buenos Aires, vena en sus filas un portugus

sexagenario, de nombre Antonio Thomas. Por azar del destino hubo de


convertirse, en su juventud, en alarife y con su pericia contribuy al arraigo de la
civilizacin en estas regiones donde el Plata rumorea su bravura. A nuestras playas
arrib con Pedro de Mendoza, formando parte del contingente que ste
capitaneaba, cuando apenas haba cumplido quince aos de edad. Como otros
muchos hombres de las mesnadas que se establecieron en el real y puerto de
Nuestra Seora de Buen Aire, en donde al igual que otros bisoos conquistadores
pas muchos y excesivos trabajos, hambres y desnudez 1. En el real de Buen Aire hara su

aprendizaje Antonio Thomas en la construccin de muros y tapiales, en cuya labor


habra de demostrar notables conocimientos 2. A medida que dicho personaje iba
avanzando en edad, tambin lo haca con respecto a los conocimientos prcticos,
hacindose til en cualquier empresa en la que fuera menester estar en constante
A ttulo de curiosidad sealaremos las distintas versiones que hemos hallado del nombre del lugar, entre los aos
1538 a 1541. A saber: Puerto de Nuestra Seora de Buen Aire, Puerto e Real de Buenos Aires, Real e Puerto de
Nuestra Seora de Buen Aire; Puerto de Nuestra Seora Santa Mara de Buen Aire, Puerto de Buenos Aires, Pueblo
e Puerto de Santa Mara de Buenos Aires, Puerto de Santa Mara de Buenos Aires, y Puerto de Nuestra Seora Santa
Mara de Buenos Aires. Ocioso es recordar que no se conoce ningn documento de carcter jurdico, que indique
con precisin el nombre dado originariamente al lugar.
2 Schmidl en su conocido relato nos dice que en el real levantado por Mendoza (que l llama ciudad) se edific una
casa fuerte para nuestro capitn general don Pedro de Mendoza y un muro de tierra en derredor de la ciudad de una
altura hasta donde uno puede alcanzar con una tizona. [Tambin] este muro era de tres pies de ancho y lo que se
levantaba hoy se vena maana al suelo... ULRICO SCHMILD: Derrotero y viaje a Espaa y las Indias, traducido del
alemn, segn el manuscrito original de Stuttgart, y comentado por EDMUNDO WERNICKE, Santa Fe, 1938, p. 48.
Ms adelante Schmidl al referirse al ataque hecho por los naturales al real, expresa: nuestras casas estaban techadas
con paja excepto la casa del capitn general cubierta con tejas. Parece que las tejas a las que alude Schmidl fueron
fabricadas en el lugar. Aos despus eran labradas en la Asuncin, segn se deduce de la siguiente nota de Wernicke:
Tambin en Asuncin en 1542 el maestro albail Juan Rodrguez hizo teja y cubri la casa de Alvar Nuez Cabeza
de Vaca. MS. 945 (Ibidem, p. 53, nota 133). En el interior del recinto amurallado del real de don Pedro de Mendoza,
se fabric una iglesia de adobe, cubierta de paja, en la que por primera vez celebr misa el vallisoletano, presbtero
Juan Gabriel de Lascan y que fu devorada por las llamas. Igualmente a la lengua del ro se edificaron dos ermitas o
capillas que fueron destruidas por las corrientes de las aguas. Para reemplazar la iglesia que se quem, se edific en
1538 otra de madera con los materiales provenientes de la nave Santa Catalina, que se puso bajo la advocacin del
Espritu Santo, de la que era cura prroco, el presbtero Julin Carrasco. Al despoblarse el real de Buenos Aires en
1541, el teniente de gobernador Domingo Martnez de Irala, hizo dar a las llamas la iglesia del Espritu Santo. Cfr.:
JOS TORRE REVELLO: La Catedral, Buenos Aires. Publicaciones de la Academia Nacional de Bellas Artes,
Documentos de Arte Argentino, Cuaderno XXV, 1947, pp. 11-12. Recuerda el P. GUILLERMO FURLONG, S.J.:
Arquitectos argentinos durante la dominacin hispnica, prlogo del Arq. Mario J. Buschiazzo, Buenos Aires, 194.6,
p. 42, que en el real levantado por don Pedro de Mendoza, habit el albail Juan Rodrguez Barcalero y otros dos
hombres con algunos conocimientos de albailera, que seran Hans Braunberger y Pedro Herrero.
1

126

actividad. Con Garay, a quien lo una una antigua amistad, concurri a echar en
1573 los cimientos de la ciudad de Santa Fe, en cuyo lugar dio traas para hazer el
fuerte donde los espaoles se guaresiesen y no fuesen asaltados. Con una expedicin de
socorro pas poco despus Antonio Thomas a auxiliar al adelantado Juan Ortiz de
Zrate que se hallaba en la isla de Martn Garca, contribuyendo con su esfuerzo al
traslado de la gente hasta el puerto de San Salvador, sobre la costa uruguaya, en
donde se levant la efmera poblacin que se denomin ciudad Zaratina, que fu
guarnecida con un fuerte cuya construccin haba sido dirigida por Antonio
Thomas segn lo manifestaron varios testigos.
Cuando aos ms tarde Juan de Garay pas a poblar el puerto de Nuestra
Seora Santa Mara de Buenos Aires, el nico sobreviviente entre los radicados en
la Asuncin que retorn al lugar, fu Antonio Thomas, dispuesto a abrir puertas a
la tierra, cerrada cuatro decenios antes por otro vizcano de temple acerado,
Domingo Martnez de Irala. Antonio Thomas form en la columna fundadora con
armas y a su costa y municin, sirviendo de gua en la empresa3.
No se ha podido precisar el da que fondearon en el puerto de Buenos Aires
las embarcaciones que integraban la expedicin que acaudillaba Juan de Garay, pero
por una informacin, se sabe, que el 10 de junio de 1580 se hallaban en el lugar. Al
siguiente da (festividad de San Bernab), sbado 11, el teniente de gobernador y
capitn general justicia mayor y alguacil mayor, Juan de Garay, en nombre del muy
ilustre seor licenciado Juan de Torres de Vera y Aragn, del Consejo de S. M. y su
oidor en la Real Audiencia de La Plata, adelantado gobernador y capitn general,
justicia mayor y alguacil mayor de las provincias del Ro de la Plata, intitulada
nuevamente la Nueva Vizcaya, proceda a fundar la ciudad que denomin de la
Trinidad, en el puerto de Santa Mara de Buenos Aires. La planta de la nueva
ciudad fu trazada sobre pergamino, en la que se inscribieron los nombres de los
3 Vase JOS TORRE REVELLO : Antonio Thomas, el conquistador que asisti a las dos fundaciones de Buenos Aires, en La Prensa,
Buenos Aires, 27 de octubre de 1935; y en la obra La fundacin y despoblacin de Buenos Aires, Buenos Aires, 1937, pp.
165-173.Otro alarife de la primera etapa de la ciudad de la Trinidad, sera Francisco Bernal, vecino fundador de la
misma, nacido en Asuncin del Paraguay. Extendi su testamento en la Trinidad a 13 de julio de 1612. Vase JORGE
ESCALADA YRIONDO: El testamento del primer alarife porteo, en Revista del Notariado, Buenos Aires, 1943, ao XLV, nm.
507, pp. 1181-1187. El Cabildo design en 1590, alarifes veedores a Bernal y a Juan Snchez Pompas. Cfr.: GUILLERMO
FURLONG, S. J.: Arquitectos Argentinos, pp. 44 y 98.

127

fundadores en el solar que se sealaba a cada uno. Por el carcter martimo de la


urbe, se ubic la Plaza Mayor en las cercanas de la costa, de acuerdo al artculo 11 y
siguientes de las Ordenanzas de Poblaciones, que Felipe

II

datara en el Bosque de

Segovia el 13 de julio de 1573.


Con los elementos que brindaba la tierra, en das subsiguientes, los fundadores
iniciaron febrilmente la construccin de las viviendas. Usaron en esa tarea, adobe,
madera de sauce y paja. Frgiles bohos o ranchos, que cimbraran quejumbrosos en
los das de fuertes vientos4.
No obstante figurar rectamente trazadas las calles sobre el pergamino, su
regularizacin fu un problema que hubo de resolverse con cierta energa en el
primer tercio del siglo

XVIII.

Los propietarios de las viviendas, al construir los

muros sobre la calle, avanzaban ms all de los lmites, y otros, en cambio, se


introducan en predios ajenos, alegando despus que perteneca la parte usurpada al
terreno de su usufructo. Pilotos y agrimensores rectificaban las lneas, pero razones
que nada justificaban, perpetuaban discordias y rencillas entre vecinos, que alegaban
poseer idnticos derechos al uso de una franja de terreno, entonces sin valor.
El estado de las calles era en exceso deplorable y la suciedad de las mismas era
proverbial, agregndose a lo dicho baches y pozos originados por la extraccin de
tierra para la construccin de casas, que despus haban de convertirse en lodazales
de aguas ptridas y malolientes. Las actas del Cabildo registraban constantemente
desde los albores de la ciudad, esa imperdonable incuria o costumbre de extraer
tierra de las calles. Al iniciarse el siglo

XVII,

en distintas circunstancias, resolvi el

Cabildo que se encargaran los vecinos del arreglo de las calles en la parte que
corresponda al solar de cada uno5.
La rectificacin de las calles y la falta de empedrado, indudablemente fueron
Acta de fundacin de la ciudad de la Trinidad del Puerto de Santa Mara de Buenos Aires, el 11 de junio de 1580, introduccin y
notas por JOS TORRE REVELLO, edicin conmemorativa del 3759 aniversario de la fundacin, Buenos Aires, Institucin
Cultural Espaola, 1955. Alvar Nez Cabeza de Vaca expres que la palabra bohos, era usada por los naturales de
California para designar casas de asiento. Cfr.: Naufragios de Alvar Nez Cabeza de Vaca y relacin de la jornada que hizo a
la Florida con el adelantado Pnfilo de Nrvaez, Madrid, Biblioteca de autores espaoles desde la formacin del lenguaje
hasta nuestros das, 1877, t. XXII, p. 543.
5 Vase A DOLFO GARRETON: La Municipalidad Colonial, Buenos Aires desde su fundacin hasta el gobierno de Larz, Buenos
Aires, 1933, captulo IV, Los servicios urbanos, en donde se ocupa de diversos aspectos relacionados con la edificacin,
aseo de las calles, etctera.
4

128

factores que demoraron el progreso edilicio de la ciudad, al faltarle al vecindario


aliciente para la construccin de edificios con frentes ornamentados, como se
hicieron en distintos sectores del vasto continente americano.
Los tunales a manera de cercados, fueron utilizados durante todo el perodo
colonial. As lo atestiguan viajeros e igualmente los acuerdos capitulares, causando
su existencia mala impresin a fines del siglo

XVIII,

cuando la ciudad haba

alcanzado categora de principal entre aquellas que fundaron los espaoles en el


mundo colombino.
Si nos atenemos a una informacin suministrada por Hernandarias de
Saavedra, las primeras tejas fabricadas en la ciudad de la Trinidad se labraron en
1604 por iniciativa suya, con el loable propsito de cubrir los edificios pblicos y
las iglesias y dar lustre y perpetuidad a los edificios. Agregaba, el ilustre mandatario,
que igualmente las haba hecho fabricar en Santa Fe y Asuncin. En esa misma
circunstancia detallaba los edificios que se estaban construyendo y manifestaba, que
era l quien actuaba de maestro en las obras, haciendo destacar esa iniciativa,
porque las realizaba en servicio de Dios y de Vuestra Magestad, segn manifestaba al Rey.
Admirables empresas que marcaban una etapa en la historia edilicia de nuestra
ciudad, aunque al parecer no fu muy abundante la produccin de tejas que
entonces se hizo6.
Dos aos ms tarde el Cabildo resuelve hacer venir del Brasil a dos tejeros y a
dos herreros para destinarlos a las obras que se estaban ejecutando. En 1607, a
bordo del navo San Antonio, se trasladaron al puerto de Buenos Aires los tejeros
Carta del Gobernador Hernandarias de Saavedra al Rey, Puerto de Buenos Aires, 5 de abril de 1604 (Revista de la
Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 1937, t. I, pp. 91-92).
Lo referido por Hernandarias se contradice con lo que establece un expediente contemporneo a los hechos. El
mircoles 2 de marzo de 1605 declar el sargento mayor don Sancho de Nebria Sols, manifestando que el
gobernador Hernandarias haba sealado a los maestres de seis o siete navos, la obligacin que tena cada uno de
traer de retorno de las costas del Brasil, cierta cantidad de tablas y de tejas con destino a la obra de la Iglesia Mayor.
(Municipalidad de Buenos Aires, Correspondencia de la Ciudad de Buenos Ayres con los Reyes de Espaa, reunida en el Archivo
de Indias de Sevilla, coordenada y publicada por ROBERTO LEVILLIER, Buenos Aires, 1915, t. I, p. 127). La Catedral
mandada reedificar por Hernandarias fu terminada en 1608 y tena cubierta de tejas. Se derrumb en 1616 por estar
mal construida y con madera podrida de sauce. Se volvi a labrar, dndose por concluida en 1618. Cuando el primer
obispo de la dicesis de Buenos Aires, fray Pedro de Carranza, la visit en 1621, hizo constar que la techumbre era
de paja y que en das de lluvia en su interior llova copiosamente. Sobre la actuacin de Hernandarias en las obras
edilicias de Buenos Aires, vase GUILLERMO FURLONG, S.J.: Arquitectos Argentinos, p. 55 y siguientes y con respecto a
su actuacin como gobernante, la obra de RAL A. MOLINA: Hernandarias, el hijo de la tierra, 1560-1631, prlogo del
Rdo. P. Guillermo Furlong. Buenos Aires, 1948.
6

129

Jos de Acosta y Antonio Franco, y el herrero Silvestre Gonzlez, todos de


nacionalidad portuguesa. Iniciada la labor industrial por los tejeros, el gobernador
Hernandarias, atenindose a las leyes que prohiban la residencia de extranjeros en
las colonias espaolas sin licencia real, tom la determinacin de expulsarlos. Ante
esa actitud, el Cabildo aleg a favor de los artesanos extranjeros, aduciendo la
necesidad que de los mismos experimentaba la ciudad, para dar trmino a la tarea
de cubrir las casas. Al parecer, la actitud asumida por el Cabildo paraliz la accin
del gobernador, por cuanto en documento fechado en 15 de setiembre de 1608, se
menciona a Jos de Acosta con el nombre de Jusepe contratando los servicios de Diego,
Indio Ladino, para ayudarle en sus hornos 7.
Sobre la tcnica seguida en la construccin de viviendas en Buenos Aires nos
da interesantes noticias un documento de 1607. Se trata del convenio firmado entre
doa Francisca Rodrguez de Vldez y el capitn Antonio de Moyano Cornejo. ste
se comprometa a construir una vivienda para dicha seora, que deba tener dos
tapias y media, bien construidas, pisadas y derechas. Deba labrar dos aposentos
con sus mojinetes enteros hasta arriba, enmaderada con caa y cubierta de paja,
debindose usar tiento de cuero de vaca para enlazar las piezas. Modesta
construccin que nos recuerda algunas rsticas viviendas de la campaa, labradas
de adobe y paja8.
Es sumamente curioso para destacar el cuidado que demostraban las
autoridades municipales para combatir los precios excesivos, el arancel que
estableci en 1608, obligando al herrero Antonio del Pino a sujetarse al mismo9.
Con respecto a la fabricacin de ladrillos encontramos en el acuerdo celebrado
por el Cabildo en 17 de noviembre de 1608, noticia de la peticin elevada por el
GUILLERMO FURLONG , S. J.: Arquitectos Argentinos, p. 58. Sobre arquitectos y alarifes coloniales puede consultarse
esta obra, p. 60 y sig.
8 R AL A. MOLINA: Don Diego Rodrguez Valdez y de la Banda, Buenos Aires, 1949, pp. 210-211. Sobre el uso del cuero
en el entramado de las casas, vase GUILLERMO FURLONG, S.J.: Artesanos argentinos durante la dominacin hispnica,
prlogo de Vicente Nadal Mora, Buenos Aires, 1946, p. 255 y sig.
9 En la documentacin relativa a Propios del Cabildo de Buenos Aires, existente en el Archivo General de la Nacin,
hemos hallado la constancia en 1612, de una reja, detalle que consideramos de gran inters para la poca a que se
refiere. Para todo lo relacionado con la artesana, vase la obra citada de GUILLERMO FURLONG, S.J.: Artesanos
Argentinos. Las lminas que ilustran la obra permiten valorizar y estimar el esfuerzo realizado por aquellos meritorios
y notables artesanos coloniales.
7

130

tejero Fernando Alvarez, para que se le autorizara hacer un horno de quemar ladrillo y
ramada para bien (agregaba) de la ciudad y repblica. El emprendedor tejero,
solicitaba un rinconcito que est atajado con el camino que va al Riachuelo y una barranquera
que est robada de las aguas que est al cabo de los solares de esta ciudad. Leda en la reunin la
peticin, se dio a Alvarez lo solicitado, para que en el asiento y parte que dice haga horno y
ramada para el beneficio de la dicha teja. Por el prrafo transcripto, lo que al parecer se
autorizaba al peticionante fu la fabricacin de tejas, cuando en realidad la licencia
concedida era para establecer su industria en el rincn mencionado10.
Sin esfuerzo alguno de imaginacin quedan aclarados los materiales utilizados
en la construccin de viviendas en Buenos Aires, desde 1580 hasta el ao
mencionado arriba. Muchas de las casas que por entonces se labraron tenan
paredes de barro apisonado, con largas tijeras en las techumbres que se cubran de
paja y que rebasaban los muros, molestando el trnsito de carretas y cabalgaduras.
El Cabildo, con el propsito de subsanar dificultades, mand en 1609 que se
cortaran las tijeras que sobresalan de la lnea de la calle, dando nicamente una
tolerancia de media vara. Esa medida que vino a facilitar el trnsito, debido a la
carencia de acera, fu perjudicial para los muros de las casas. Las carretas en su
marcha se acercaban a las paredes haciendo peligrar la seguridad de las mismas.
Entonces se tom la determinacin de colocar gruesos postes para evitar su
deterioro. Recin orden la institucin edilicia en 1630 la construccin de aceras,
cuya necesidad era notoria en das de lluvia, en que a los peatones les era imposible
transitar por las calles11.
Archivo General de la Nacin, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Publicados bajo la direccin del
Archivero de la Nacin, Juan Jos Biedma, por resolucin del Excmo. Gobierno Nacional, Buenos Aires, 1907, (serie
primera), t. I, pp. 104-105. Fernando Alvares en 1608 aparece cubriendo el techo del Cabildo, (Ibdem, t. II, pp. 104105). En carta dirigida al Rey por Hernandarias, Buenos Aires, 30 de junio de 1608, manifestaba que los edificios
construidos estaban cubiertos de tejas, informacin que ratifica en 8 de mayo de 1609; en Revista de la Biblioteca
Nacional, Buenos Aires, 1937, t. I, pp. 396 y 583.
11 Fue constante preocupacin para el Cabildo el problema del trnsito. Las primeras tentativas para empedrarlas se
remontan al ao 1710 y posteriormente se trat de lo mismo, aunque sin mayores resultados. Se hizo constar en 1778
el impedimento que era para el vecindario el transitar por las calles debido al deplorable estado de las mismas, hecho
que se agravaba en los das de lluvias por las salpicaduras del fango que producan carretas y cabalgaduras, echando a
perder trajes y calzados de los transentes. En verano era sofocante el polvo, que penetraba en las casas cubriendo
los muebles con espesa niebla, produciendo grandes perjuicios a los comerciantes a quienes estropeaba las
mercaderas que quedaban al descubierto. Se retom el asunto en 1780 dada la importancia que haba adquirido la
ciudad como capital del Virreinato. El primer tramo de empedrado se construy en 1784 al final del gobierno del
10

131

Son variadas las referencias conocidas con relacin a los interiores de las casas
en lo que respecta al siglo

XVII.

Con relacin al ao 1612 mencionaremos la casa

que vendieron Manuel de Avila e Ins de Parra, que constaba de sala, aposento y
corral cercado, que tena de largo cuarenta pies. Lorenzo Menaglisto compr en
1620, a Manuel Antonio, una casa que constaba de una sala y un aposento y un patio y
una tahona moliente y corriente que est en la dicha casa, con su casa y cubierta y otro corral, su
brasero y dos yuntas de caballos. Doce aos ms tarde consta que Pedro Rojas posea a dos
cuadras de la Plaza Mayor, un solar cercado y en l edificado casas de vivienda que son una sala y
tres aposentos y cocina, todo cubierto y acabado con sus puertas, ventanas y cerraduras.
Corresponde a 1636, la venta que hizo de su vivienda Amador Bez Alpoin, que
constaba de dos aposentos cubiertos y en el de la esquina una torrecilla, otro aposento conjunto a
estos que, est por cubrir, y en el dicho medio solar lo cerc y dentro de l alz paredes de tapia
para sala, aposento, recmara y otro aposento para cocina. La propiedad que Francisco
Gonzlez vendi en 1638, constaba de sala y aposentos, y en el patio diferentes aposentos y
otra tienda y trastienda con un corral, con diferente puerta a la calle que es principal, y en que hay
una mesa de truques 12.
Las referencias anotadas permiten conocer diversos tipos de casas, entre ellas
la mencionada en ltimo trmino, con tienda a la calle y en su interior, patio y
corral, dependencias que continuaron figurando en mltiples viviendas labradas en
el perodo de la dominacin espaola.
De acuerdo con cuanto hemos expuesto, el ladrillo, al parecer, se comenz a
usar en las construcciones de las casas a partir de 1608. Sin embargo un viajero que
en 1658 visit nuestra ciudad, lleg a escribir que las casas del pueblo estn hechas de
virrey Vrtiz, y comprenda la actual calle Bolvar, desde Hiplito Yrigoyen hasta Alsina. Se labr bajo la direccin
del brigadier de ingenieros Jos Custodio de Sa y Fara. Al generalizarse el empedrado permiti la nivelacin de las
calles quedando al descubierto los cimientos de muchos edificios, que debido a su endeble y mala construccin
tuvieron que demolerse. Entonces se hizo comn el uso de las llantas de hierro en las ruedas de las carretas y de
herradura en los cascos de los caballos. Se prohibi arrojar basura y animales muertos a la calle y a las carretas no se
les permiti transitar por las calles principales. A los artesanos no se les toler como hasta entonces, sacar sus
banquillos y herramientas a las aceras impidiendo el trnsito de los peatones.
12 Los datos transcriptos proceden del Archivo de los Tribunales, Buenos Aires, y han sido dados a conocer por el P.
GUILLERMO FURLONG, S. J.: Arquitectos Argentinos, pp. 108-111. Adems en dicha obra se hallarn otras referencias
sobre viviendas; en pp. 112-115, reproduce la informacin que suministr el P. Florin Baucke sobre la forma de
construir los muros con tierra apisonada. Sobre el juego de truques, vase la aportacin de RAL A. MOLINA : Los
juegos de truques y de ajedrez se practicaban en grande escala en el Buenos Aires de 1600, en Historia, Buenos Aires, eneromarzo 1956, ao I, nmero 3, pp. 167-177.
132

barro, agregando que se hallaban techadas con paja y caas y no tienen pisos altos; todas las
habitaciones son de un slo piso y muy espaciosas; tienen grandes patios y detrs de las casas
amplias huertas, es decir, corral con naranjos, limoneros, higueras, manzanos, perales, adems de
otras variedades de rboles frutales. Abundaban las hortalizas, zapallos, cebollas, ajos, lechugas,
alberjas y habas, haciendo destacar de ese conjunto a los melones, de los que deca
eran excelentes. Agregaba el viajero a su descripcin, que los vecinos vivan con
comodidad, habiendo abundancia de toda clase de vituallas, como carne de vaca y
ternera, de carnero y venado, liebres, conejos, gallinas, patos, gansos silvestres, perdices, palomas,
tortugas y toda clase de aves silvestres, y tan barata que se pueden comprar perdices a un penique
la pieza13.
Obsrvese el detalle contradictorio que se seala en el espacio de medio siglo:
sobre si existi o no la fabricacin de ladrillos. Problema de sumo inters que nos
ha hecho dudar si realmente el horno iniciado por el tejero Fernando Alvarez lleg
a funcionar14.
Como dato de inters para el conocimiento de la casa colonial es la referencia
que sealaremos, sobre la venta de vidrio en Buenos Aires, aunque su uso no
conste en los documentos que manejamos. En la visita de pulperas que realiz el
teniente de gobernador y justicia mayor de la ciudad de la Trinidad, puerto de
Buenos Aires, capitn Toms de Garay, el 3 de diciembre de 1603, encontr en el
establecimiento comercial que atenda Luis Portillo de Narvez, entre otras
mercaderas para la venta, unos vidrios que tiene, que sern catorce, los compr de Bernardo de
13 Acarette [du Biscay], Relacin de un viaje al Ro de la Plata y de all por tierra al Per, con observaciones sobre los habitantes sean
indios o espaoles, las ciudades, el comercio, la fertilidad y las riquezas de esta parte de Amrica, traduccin de Francisco
Fernndez Wallace, Buenos Aires, 1943, p. 43.
14 El P. Furlong recuerda que se autoriz en 1625 a instalarse en Buenos Aires al tejero Francisco Alfonso y que
desde 1660 hasta muy entrado el siglo XVIII, los jesuitas posean un gran horno en la esquina sudeste de su solar de la
calle Bolvar, esto es, en la esquina que forman la actual calle Moreno y la antes mencionada. (GUILLERMO
FURLONG, S.J.: Arquitectos Argentinos, pp. 58-59). El P. Sepp, manifestaba en 1691 que sus hermanos de instituto
cinco aos antes 1686 haban dado a conocer en Buenos Aires la tcnica de la cal y la cochura del ladrillo. Es
probable que dicho religioso ignorase los antecedentes dados a conocer por el P. Furlong. (R. LEHMANN-NITSCHE:
Un viaje a Buenos Aires en 1691 referido por el Padre Antonio Sepp, S. j., en La Prensa, Buenos Aires, 6 de agosto
de 1937, segunda seccin, p. 2) Hernandarias posea en Santa Fe en 1619, unas casas de mucha ostentacin, con
escudo y armas doradas sobre la puerta, y cadena en el zagun y otras casas sobre el ro, calle en medio de su morada,
con cuatro aposentos cubiertos de teja y una chacra, con las casas de su vivienda, cubiertas de tejas. MANUEL
RICARDO TRELLES Hernandarias de Saavedra, en La Revista de Buenos Aires, t. X. Con respecto a Santa Fe, vase
AGUSTN ZAPATA GOLLN : La construccin de la vivienda en Santa Fe la Vieja, en Anales del Instituto de Arte
Americano e Investigaciones Estticas, Buenos Aires, 1956, nm. 9, pp. 71-89.

133

Sa y que no ha vendido ninguno 15.


En los nuevos poderes que el 19 de junio de 1623 extendi el Cabildo a sus
apoderados en la Corte, les encarg que solicitaran la competente licencia para
enviar a Buenos Aires dos o tres maestros de hacer tejas y lozas, por la falta que
hacan estos materiales y el riesgo grande que se corre en las casas y iglesias que estn cubiertas
de paja y los incendios que han sucedido y cada da suceden 16. Si nos atenemos a lo que
expresa el documento mencionado, en ese ao de 1623, no resida (al parecer)
maestro tejero alguno en Buenos Aires, no obstante que en aos anteriores se
haban labrado piezas de tejas con destino a edificios pblicos y religiosos 17.
Diversos inventarios de bienes que hemos consultado, referentes a Buenos
Aires y que corresponden a la poca colonizadora de Espaa, nos permitieron
ampliar cuanto conocamos sobre la vivienda. En primer lugar citaremos los que
posea Mara de la Vega, viuda del general Pedro de Rojas y Acevedo, que falleci
en 1664. En el inventario de sus bienes, figura en primer lugar su casa morada, que
constaba de catorce habitaciones, figurando entre ellas salas, aposentos, cocina y
cochera. Las techumbres eran en buena parte de tejas. En el interior haba una
huerta con rboles frutales. Doa Mara, seora de holgada posicin econmica,
posea adems otras varias casas que tena arrendadas y que no se detallan, con
excepcin de la que alquilaba a Pedro de Baigorri, que constaba de cinco
habitaciones, con patio y dos huertas, situada frente a la residencia de la Compaa
de Jess. En el detalle de los bienes figuraban varias estancias y chacras ubicadas en
los pagos de Matanza, de la Magdalena, valle de Santa Ana, y al otro lado del
Riachuelo de los Navos (Avellaneda). En una de las chacras consta que la duea
Registro Estadstico de Buenos Aires, 1860, tomo segundo, Buenos Aires, 1861, p. 47. A manera de vidrios se usaron en
nuestra ciudad piedras traslcidas conocidas tambin con el nombre de berenguelas o guamangas. Recuerda el P.
Furlong a un extranjero, de nombre Juan Uriarte, que en 1778, se hallaba en Buenos Aires y que era especialista en
cortar vidrios y ponerlos en relojes, coches, ventanas, etc. Tambin aporta interesantes noticias a partir de 1780, con
referencias concretas sobre el uso de vidrios en ventanas, claraboyas, etc. GUILLERMO F URLONG, S.J.: Artesanos
Argentinos, p. 253.
16 Coleccin de Publicaciones Histricas de la Biblioteca del Congreso Argentino, Correspondencia de la Ciudad de Buenos
Ayres con los Reyes de Espaa, Documentos del Archivo de Indias, publicacin dirigida por D. Roberto Levillier,
prlogo de D. Rafael Altamira, Madrid, 1918, t. II, p. 191.
17 P. G UILLERMO FURLONG, S.J.: Historia del Colegio del Salvador y de sus irradiaciones culturales y espirituales en la ciudad de
Buenos Aires, 1617-1943, Buenos Aires, 1944, p. 53, recuerda que en ese mismo ao de 1623, el hermano Luis de
Sayas estuvo de retorno a Buenos Aires procedente del Brasil, trayendo a bordo de un navo, maderas, cal, ladrillos y
tejas, con destino a las obras del Colegio de la Compaa de Jess.
15

134

tenia casa de recreo integrada por cuatro habitaciones con corredores y cocina18.
En el inventario de los bienes del capitn Francisco Gaete, fallecido en Buenos
Aires, en 1665, consta que tena su casa morada a media cuadra de la Plaza Mayor.
El inventario fu levantado el 30 de julio de 1666 y en l consta que era casado con
Mara Maldonado y Rivadeneira. La referida casa se compona de zagun, sala con
aposento a la calle y que se comunicaba con el interior, le seguan dos habitaciones,
cocina y un cuarto de solar con doscientas ocho varas de tapia. Adems posea
varias estancias en la Magdalena y en el Ro de la Plata. La casa del capitn Gaete
era de las del tipo corriente en la ciudad.
Siendo obispo de Buenos Aires fray Antonio Azcona e Imberto, mand en
1680 construir un horno para abastecer de ladrillos a la obra de la Catedral, que
vendi parte de la produccin al vecindario. A partir de ese ao puede asegurarse
que el ladrillo fu uno de los principales materiales de construccin usado en
Buenos Aires19.
Sobre la casa de campo que a fines del siglo XVII posea Miguel de Riglos en la
zona del Retiro, ha publicado una interesante noticia Ral A. Molina, en la que dice
que se hallaba construida en un solar entero, compuesta de treinta y nueve piezas o cuartos y
entre ellos, tres salas con techos labrados de cedro, cincuenta y una puertas entre grandes y
pequeas, ms doce escaleras con sus barandillas y balaustres torneados, con siete ventanas con
Doa Mara de la Vega, de estado viuda, en 1645 hizo donacin a la Compaa de Jess, de los solares que posea
frente a la fortaleza y que haba adquirido al adelantado Juan de Vera y Zrate, hijo del adelantado Juan de Torres de
Vera y Aragn, y nieto del adelantado Juan Ortiz de Zrate. JOS ANTONIO PILLADO: Buenos Aires colonial, edificios y
costumbres, Buenos Aires, 1910, t. I (nico publicado), pp. 423-429.
19 En la construccin de la Catedral realizada entre 1667 y 1671 se us el ladrillo y la cal. Por dificultades tcnicas fu
demolida en 1680, inicindose nueva fbrica en octubre de 1682. En esta construccin emple el ladrillo del horno,
mandado labrar por el obispo fray Antonio Azcona Imberto y adems se us cal del Pago de la Magdalena, en los
entramados se utiliz caoba y cedro del Paraguay y lapacho de Corrientes. (JOS TORRE REVELLO: La Catedral, pp.
15-16). En carta dirigida al Rey por el gobernador Jos Herrera y Sotomayor, Buenos Aires, 17 de noviembre de
1686, expresaba, que si bien por R. C. de 26 de marzo de 1684 se le haba dado aviso de que se haba ordenado a la
Casa de la Contratacin que se embarcaran algunos alarifes en los navos de registro para Buenos Aires al mando de
Francisco de Retana, dicha orden no se haba cumplido. Insista en dicho pedido y deca que en los primeros navos
se enviaran maestros en el arte, con las herramientas e instrumentos de sus oficios. Ante este nuevo pedido por R. C. en Madrid,
a 4 de noviembre de 1687, se dio orden a la Casa de la Contratacin, y al gobernador se le comunic la novedad con
fecha 24 de noviembre. Se insisti ante las autoridades de la Casa de la Contratacin por R. C. expedida en Madrid, el
18 de julio de 1690. (Archivo General de Indias, Sevilla, Seccin V, Audiencia de Buenos Aires, legajo 3, libro X , fol. 289 vto. 292; y legajo 4, libro ya, fol. 31). Aos despus (1703) siendo gobernador de Buenos Aires, Alonso Juan de Valds e
Incln, solicit al monarca el envo de maestros albailes, porque hacan grandsima falta, aun para las obras menores, pues
los naturales de esta tierra que se aplican a estos ejercicios adelantan en tres das menos que en uno, un Maestro de Espaa. [ENRIQUE
PEPA], Municipalidad de la Capital, Documentos y planos relativos al perodo edilicio colonial de la ciudad de Buenos Aires,
Buenos Aires, 1910, t. I, p. 242.
18

135

rejas de hierro, dos alacenas grandes con puertas torneadas, dos armazones de tiendas, un stano
de dos cuartos, con cinco tinajas bodegueras y cinco barriles con arcos de hierro de tres cuartas de
largo, 13 botijas mendocinas, dos jarras vidriadas, dos tinajas medianas del Paraguay, etc.
Suntuosa mansin que ms tarde habra de adquirir la Compaa Inglesa del
Asiento de Negros, para oficinas 20.
Al iniciarse el siglo

XVIII

que fu prspero para la ciudad de la Trinidad,

puerto de. Santa Mara de Buenos Aires, la instalacin de hornos de ladrillos y tejas
se multiplicaron de acuerdo a las necesidades experimentadas por el vecindario21.
El P. Cayetano Cattaneo, de la Compaa de Jess, que arrib a nuestra
Capital en 1729, seal en la descripcin que hiciera de la misma, que en la parte
cntrica corran las calles derechas y ordenadas. Con respecto a las casas,
manifestaba que eran de una sola planta y de escasa altura, consistiendo por lo
general en cuatro paredes de forma rectangular sin ventana alguna, o a lo sumo, con una,
recibiendo la luz por la puerta. Pocos aos atrs (agregaba el religioso) eran todas de tierra, como
dije y la mayor parte cubierta de paja. Pero despus que un Hermano nuestro con motivo de
fabricar nuestra Iglesia, encontr la manera de hacer y cocer ladrillos, se ha introducido este arte en
la ciudad, de manera que donde al principio no haba sino el horno que l invent, se cuentan al
presente sesenta hornos de piedra. De tal modo se industri el mencionado Hermano, que hasta
encontr caleras, despus de lo cual casi todos edifican con piedra y cal, y aun empiezan a ver
algunas casas de dos pisos. Como aclar el arquitecto Mario J. Buschiazzo y segn
expresa el texto transcripto, el P. Cattaneo ha utilizado el vocablo piedra en lugar
de ladrillo22.
[RAL A. MOLINA]: La casa de D. Miguel de Riglos, un palacio porteo en el siglo XVII , en Historia, Buenos Aires, octubrediciembre 1955, ao I, nm. 2, pp. 181-182.
21 El Cabildo autoriz en 1717 el establecimiento de un horno de tejas a Antonio Martnez Pantoja. Al siguiente ao,
ofreca doa Ins de Salazar en venta al Cabildo adobes crudos a razn de 16 pesos el millar, cuya medida se fij en
media vara de largo, una cuarta de ancho y dos pulgadas de espesor. (Archivo General de la Nacin, Acuerdos, 1926,
serie segunda, t. III, pp. 394 y 633.) El Cabildo en 1719 concedi permiso a Toms Rodrguez Estela para establecer
un horno de adobe y teja, junto al que posea Antonio Martnez Pantoja. (Ibdem, t. IV, pp. 75 y 79.) Aos despus
(1723) ofreca vender al Cabildo, Ramn Calsera, 400.000 adobes quemados a razn de 14 pesos el millar en el horno de
San Pedro y a 16 en los portales del Cabildo. (Ibdem, t. V, pp. 117-118.) Entre 1725 y 1726, aparecen funcionando en
Buenos Aires los hornos de ladrillo del Capitn Bartolom Muntaner, Andrs de la Mar, Ventura de Llosa (mulato),
Antonio Martnez Pantoja, capitn Simn Arias de Saavedra, capitn Ignacio Justo de Tinaja, doa Ins de Salazar,
Hiplito Rodrguez, Juan de Pujadas, Len Rodrguez, Daniel Remijio, doa Ana Sosa, Juan Gonzlez, Jos de Rojas,
Cascacho, Juan de Zamudio, Lucas Manuel Velorado, Jos de Esparza, Francisco Arze y Marcos Salvatierra.
22 Segunda Carta del P. Cattaneo, S. J., a su hermano Jos, de Mdena, Reduccin de Santa Mara en las Misiones del
20

136

Un compaero de comunidad del religioso anterior, P. Carlos Gervasoni,


deca al referirse a Buenos Aires que las casas se edifican todas en planta baja, la mayor
parte ahora de ladrillos y tejas. Queda todava una gran parte fabricadas de tierra y cubiertas de
paja, y en ellas habitan personas aun principales, entre las cuales el Seor Obispo [fray Pedro
Fajardo], que tendr una renta anual de seis mil Escudos Romanos. Con todo no tiene otra casa
que de arcilla [adobe?], techada con tejas cocidas. Nuestro colegio agregaba) podra figurar con
decoro en cualquier ciudad de Europa, construido iodo en bveda maciza, de dos pisos, y bien
grande 23.
De sumo inters es la referencia que nos suministra una informacin de 1734,
ao en que el capitn Jos de Arce y Soria adquiere a Mara de Hoyo y Robles una
casa situada en el barrio de la Merced, con solar de 21 3/4 varas de frente por 31 de
fondo, en el cual se hallaban construidas sala, dormitorio y cuarto a la calle,
destinndose este ltimo compartimiento a local para tienda de comercio. Se haca
constar que el edificio era antiguo y que se hallaba cubierto de teja24.
Tres lustros ms tarde visit nuestra ciudad otro ilustre religioso de la
Compaa de Jess, el P. Florin Paucke, quien dej escrita en su interesante obra
una noticia sobre la casa portea. Manifestaba en ella que las viviendas eran de un
slo piso y muy pocas de dos, la mayora de ladrillos, de un buen aspecto exterior pero en el
interior tienen por lo comn un patio limpio y aseado que est cerrado por una o dos partes de la
Paraguay, 20 de abril de 1730, en Buenos Aires y Crdoba en 1729, segn cartas de los Padres C. Cattaneo y C. Gervasoni, S. J.,
estudio preliminar, traduccin y notas del Arquitecto Mario J. Buschiazzo, Buenos Aires, 1941, pp. 147 y 148. Otro
religioso del mismo instituto, en carta de poca anterior, aunque sin fecha, deca que los edificios de Buenos Aires, se
hallaban construidos en enrramada y barros al estilo de nidos de golondrinas... (Carta del hermano Miguel Herre al R. P.
Provincial Francisco Moliner), en JUAN MHN, S. J.; La Argentina vista por viajeros del siglo XVIII, Buenos Aires,
1946, p. 41. En el mismo lugar, agregaba, que la Catedral, slo est construida con cal y ladrillos y estimaba la
poblacin de la ciudad en 5.000 habitantes. Vanse las referencias arquitectnicas sobre el Hospital de Buenos Aires,
en JOS TORRE REVELLO: El Hospital de San Martn y de Nuestra Seora de Copacabana hasta el arribo de la orden hospitalaria
de Nuestra Seora de Bethlem (1580-1748), en Boletn de la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1949, t. XXII, pp.
367-368; la documentacin, en [ENRIQUE PEA], Municipalidad de la Capital, Documentos y planos relativos al
perodo edilicio colonial de la ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1910, t. II, pp. 274-280; en el mismo volumen,
pp. 350-356, puede consultarse la descripcin hecha en 1697, de la casa de recogimiento de doncellas hurfanas, que
se estaba construyendo junto al hospital. El inventario del Hospital hecho en 1748, cuando se hicieron cargo los
religiosos bethlemitas, puede consultarse en JOS LUIS MOLINARI: Los Bethlemitas y su obra en el Hospital de Buenos Aires,
en Archivum, Revista de la Junta de Historia Eclesistica Argentina, Buenos Aires, 1943, t. I, pp. 395-397.
23 Primera carta del Padre Carlos Gervasoni al Padre Comini de la Compaa de Jess, Buenos Aires, 9 de junio de 1729, en
Buenos Aires y Crdoba en 1729, p. 200.
24 MANUEL R ICARDO TRELLES: Diccionario de Apuntaciones, en Revista Patritica del Pasado Argentino, Buenos Aires, 1888,
t. I, pp. 427 y 428. Sealamos como dato informativo, que en el ao al cual nos referamos en el texto 1734), se
nombra un agrimensor por parte del Cabildo para que rectificara el desorden lineal de las calles.
137

casa. Los techos tienen tejas chatas o estn provistos arriba con una azotea para que en el verano
se pueda tomar con la mayor comodidad el aire fresco. En ese mismo lugar asienta el religioso que
las habitaciones estn bien adornadas en el interior y espaciosas, se hallan pocas ventanas de vidrio
o ninguna; todas estn abiertas durante el da pero a la noche se cierran mediante postigos de
madera. Pocas noticias nos ofrece el P. Paucke, pero precisas e interesantes, para sealar un
momento determinado de la historia de la casa de nuestra ciudad25.
Un ilustre historiador de la Compaa de Jess, P. Charlevoix, que si bien no
estuvo en Buenos Aires document sus obras con las noticias que le suministraron
sus compaeros de instituto, expresaba hacia 1750 (segn declaracin del P. Muriel)
idnticas apreciaciones a las que hemos expuesto de los PP. Cattaneo y Gervasoni,
agregando que para entonces haba cambiado mucho el aspecto de la ciudad, y no es de
admirar que los viajeros que la han visto en los ltimos aos hagan de ella descripciones ms
ventajosas que las que hicieron los que les haban precedido 26.
Del mismo ao al que nos acabamos de referir (1750) es la relacin firmada en
24 de enero, por los albaceas del capitn Juan de Rivas. En ella, anotaban la casa
principal de su morada, que se hallaba ubicada en el barrio de San Miguel, en las
cercanas de las actuales calles de Suipacha y Bartolom Mitre. Se compona de
esquina de dos tirantes, su trastienda de otros dos, con una reza a la calle, una sala al leste con
quatro tirantes, con su reja al patio de ms de dos varas de alto, y serca de tres tercias de ancho; su
aposento que le segua de dos tirantes con su reja pequea a la calle; una sala al norte de cuatro
tirantes con su reja volada de dos varas, y serca de tercia de alto, y vara y tres quartas de ancho; el
aposento que le corresponde de dos tirantes, assimismo con su reja al patio, de vara y media de
alto, y vara y serca de una octava de ancho; sagun con su puerta a la calle, y un quarto de dos
tirantes que le sigue al lado de la calle: en el patio un quarto de media agua, y assimismo una
parra con quatro pilares de adobe cosido. Todo lo referido esepto al quarto de media agua,
enladrillado el suelo: un pasadisso al corral al lado de la sala del norte, y en el d[ic]ho corral un
FLORIN PAUCKE, S. J.: Hacia all y para ac (una estada entre los indios mocobes, 1749-1767), traduccin castellana por
Edmundo Wernicke, primera edicin completa de la obra, advertencia por Radams A. Altieri, Tucumn-Buenos
Aires, Universidad Nacional de Tucumn, publicacin nm. 324, 1942, t. I, p. 107.
26 P. PEDRO FRANCISCO JAVIER DE CHARLEVOIX : de la Compaa de Jess, Historia del Paraguay escrita en francs por el...,
con anotaciones y correcciones latinas del P. Muriel, traducida al castellano por el P. Pablo Hernndez, de la misma
Compaa, Madrid, 1910, t. I, pp. 299-301.
25

138

corredor, q[ue] corre a espaldas de d[ich]a sala, y de los dos aposentos = Las oficinas q [ue] [h]
ay en el, se componen de cinco vibiendas de media agua; y assi esto, como todo lo dems, es adobe
cosido, y cubierto de texa; y en el referido corral se halla un poso de balde.
La interesante descripcin que hemos transcripto nos muestra una casa
morada de siete habitaciones, aparentemente amplias, en torno a un patio y sobre
dos calles, con ventanas guarnecidas de rejas voladas y otras simples, construida
toda la casa con ladrillos y cubierta de teja. Posea un parral en el patio de la finca
que descansaba sobre cuatro pilares de ladrillos. La casa descripta fu vendida en
6.865 pesos. El capitn Juan de Rivas posea adems otra casa en el barrio de Santa
Luca, edificio y construccin en forma de quinta que estaba a una cuadra de la casa principal. Se
compona de una esquina de dos tirantes, con su trastienda al leste de otros dos = Una sala con
puerta a la calle que sigue a la tienda a la parte del norte con cinco tirantes; y en ella un cancel =
Vn sagun a la parte del leste, y adentros dos quartos de un tirante, y una cosinita de media
agua: todo lo referido, edificio antiguo de tierra cubierto de texa = Por la parte de la calle q [ue]
mira al leste dos quartos de adobe quemado, cubierto de texas de dos tirantes, cada uno con su
corral y cosina; y en el citio de la casca un posso de balde; y la serca de la parte que mira al norte y
poniente de adobe cosido. Rematada esta finca, Francisco Ramos ofert 4.125 pesos,
pero se suspendi la venta, por no satisfacer la suma ofrecida. En ninguno de los
dos casos que hemos anotado, se indica las dimensiones del solar en donde se
levantaban los edificios27.
Aunque se generaliza en la informacin que suministr un viajero llegado de
Cdiz en 1752 a bordo del barco negrero George, en el que actu de mdico, navo
que perteneca a la flota de la English South Sea Company, sin embargo, ofrece algunas
referencias de inters para nuestro estudio, cuando compara a la referida ciudad
andaluza con Buenos Aires. Al referirse a nuestra Capital, escribi, es una de las
En 1748 se crearon en Buenos Aires comisaras para cada uno de los barrios en que se subdividi la ciudad. Los
barrios se mencionaron con los siguientes nombres: Alto, Santa Luca, San Juan, Retiro, Recio, La Merced, y del
Hospital. Cuatro aos antes al mencionado, a Juan de Egua y a Juan Vicente de Vetaloza se les encomend que
manifestaran el permetro de la ciudad, los que hicieron la medicin junto con otros comisionados. Expresaron
despus de esa labor, que habiendo contado las quadras q [ue] tiene esta ciu [dad] de Sur a Norte que desde el Retiro hasta pasada
la Residenia y extremo de sus arrabales, [h] ay veinte y [cuatro] quadras. En cuanto a los comisionados Miguel de Esparza y
Juan Antonio Jiles, manifestaron que contaron las cuadras que haba de de este a oeste, por la calle de Santa Teresa
desde la Barranca, hasta el extremo de sus Arrabales hallaron onze quadras. Archivo General de la Nacin, Acuerdos del Extinguido
Cabildo, segunda serie, t. VIII pp. 568-569.
27

139

ciudades ms grandes de la Amrica del Sud, y sus casas semejantes a las de Cdiz, estn
edificadas a la manera espaola. Construida con ladrillos, poseen amplios patios y ventanas, de
acuerdo con el clima. Agreg, adems, que por sus calles transitaba crecida cantidad de
carros y coches y que para facilitar el trnsito de los peatones se haban construido
veredas de ladrillo, que el viajero denomin sendas, guarnecidas de postes para
evitar que fueran deterioradas por los vehculos28. Buenos Aires, por esta poca,
haba entrado en franco progreso edilicio, que se acentuara mucho ms a partir de
la creacin del Virreinato del Ro de la Plata.
No es menos lisonjera la referencia que vamos a recordar, que corresponde al
ao 1755, en la que su autor refiere que desde su arribo a Buenos Aires se notaba
un aumento considerable en la reedificacin y construccin de casas, pasando en
ms de cien el nmero de las que se haban labrado, manifestando como
complemento a lo dicho que los alrededores se iban poblando de huertas29.
Hasta entonces no se haba fijado medida alguna a los ladrillos utilizados en la
construccin de edificios. En el ao recordado arriba, algunos vecinos requirieron
al Cabildo que se fijara su dimensin, por la desigualdad existente en los que
vendan los hornos y por el perjuicio que esa diferencia causaba a las
construcciones. En vista de esa peticin; se mand labrar una adobera a la que se
deban ajustar los horneros, que tena de longitud media vara de largo, un cuarto de
ancho y cuatro dedos de espesor. Posteriormente, en vista de que el espesor era
excesivo para la cochura, se resolvi rebajarlo, pero conservando el largo y ancho
sealados. Igualmente se mand regular el tamao de las tejas a una medida comn.
No obstante las disposiciones que hemos recordado, los horneros y dueos de
hornos de ladrillos violaban constantemente las medidas establecidas, lo que llev

ALEJO B. GONZLEZ GARAO: Viaje al Ro de la Plata y Chile (1752-1756), en Sociedad de Historia Argentina,
Anuario, 1940, Buenos Aires, 1941, volumen II, p. 511.
29 Carta del marqus de Valdelirios al Rey, Buenos Aires, 20 de noviembre de 1755, Archivo General de Indias, Sevilla,
Seccin V, Audiencia de Buenos Aires, legajo 215.
28

140

141

142

en ms de una oportunidad al vecindario a reiterar sus quejas ante las autoridades


municipales30.
Corresponde al ao 1759 el inventario que se hizo de los bienes de Ana
Fernndez de Castro de Jijano y de su esposo Antonio Jijano, que entre otras
funciones pblicas haba ejercido las de regidor del Cabildo y contador oficial real.
El matrimonio haba posedo varias casas dentro de una sola manzana. La morada
principal, que fu habitada por los dueos, constaba de tres habitaciones con
ventanas a la calle guarnecidas de rejas, cielorraso de caas y zagun de bovedilla de
yeso. La casa tena dos patios. Sobre el principal miraban dos salas con techos de
bovedilla y una recmara con techumbre de tablazn y ventana con reja. Dos
habitaciones construidas sobre la parte este se hallaban separadas por un pasadizo,
y sobre el costado sur existan tres habitaciones enmaderadas de birar. En el
segundo patio, adems de una habitacin, se encontraba la cocina, cochera y un
pozo de balde, y un corredor de veinte y ocho varas de largo. En el amplio solar
donde se encontraba la morada descripta existan otras viviendas o casas destinadas
a ser alquiladas. En la esquina exista una propiedad con dos plantas: la baja con
tienda y trastienda con puerta a la calle, y la alta, con amplia vivienda con dos rejas.
Seguan seis casitas compuestas de dos y tres habitaciones, de las cuales slo cuatro
de ellas tenan cocina, pero todas con su correspondiente corralito; despus otra
casita con sala, aposento y cocinita, con pozo de balde y finalmente otra ms con
amplio zagun, dos cuartos con rejas y paredes de tierra, que miraban hacia la Plaza
Mayor, seguida de otra serie de viviendas con tres y cuatro habitaciones, ms otra
casita labrada con ladrillo y maderas de birar y pitiriguy. En otra de las esquinas se
levantaba otra tienda, con vivienda en los altos y con tres ventanas con rejas a la
30 Acuerdos de 9 de agosto y 10 de septiembre de 1755. (Archivo General de la Nacin, Acuerdos, Buenos Aires,
1936, serie VI, t. I, pp. 543-554.) Un cuarto de siglo ms tarde el vecindario reiter su reclamacin contra los
horneros de ladrillos, por alterar las medidas, en acuerdo de 12 de julio de 1782 (Ibdem, serie III, t. VII, p. 76). En
1801 los maestros albailes Bernardo de Sousa, Flix de Sousa Andrade, Julin Jos Pabn, Santiago Abila, Juan
Bautista Segismundo, Gregorio de la Cruz Prez, Juan Bautista Masela y Juan de Campos, hicieron llegar al Cabildo
sus anhelos para que a los fabricantes de ladrillos se les diera una marca fija, para evitar serios trastornos a las
construcciones que se hacan, debido a que las piezas eran delgadas, cortas y angostas. (Archivo General de la
Nacin, Buenos Aires, Archivo del Cabildo, VI-XIX-10-2, fois. 205-205 vta.) Vanse los acuerdos de 16 de octubre y 14
de diciembre de 1802, en Archivo General de la Nacin, Acuerdos, serie IV, t. I, pp. 166 y 188. Consltese a JOS
ANTONIO PILLADO: Buenos Aires Colonial, p. 34.

143

calle. Ignoramos la renta que poda producir a los propietarios tantas casas de
alquiler. Por esta poca, en la parte cntrica de la ciudad se haba generalizado la
construccin de pequeos departamentos destinados a producir renta, que
constaban de sala con aposento, cocina y retrete o sea lugar comn. Por medio de
una tapia o muro, dentro de la propiedad, eran separados los departamentos entre
s.
En seguida anotaremos la descripcin de una casa que en 1760 posea Jos
Lpez Magn, casado con Mara Josefa Verdn y que distaba una cuadra del
convento de Nuestra Seora de la Merced. Se compona de sala, dormitorio,
recmara, dos cuartos, cocina y dos corredores. Tena despensa y posea pozo de
balde. La casa tena zagun a la calle. Mucho ms interesante es, sin duda, la
descripcin de la casa que perteneca a Roque Chiclana, fallecido en 1765. Se
ubicada en el Alto de San Pedro y haca esquina, en un solar de 35 por 17 1/2
varas31. Sobre la calle tena local para tienda de comercio, con trastienda, sala con
aposento y cocina, con otras pequeas dependencias y pozo de balde. Los muros
estaban labrados con adobe y revestidos de ladrillo. El material utilizado en la
construccin del edificio se calcul en 90.000 piezas de adobe, 50.000 ladrillos,
1.500 caas y 1.500 tejas; se anotaron tambin, nmero de puertas, ventanas, techos
de madera y rejas de hierro32.
En ese mismo ao de 1765 se inventariaron los bienes de Francisco Pacheco
Cevallos, entonces difunto, que haba estado casado con Joaquina Narbona, y que
poseyera su morada en el barrio de San Miguel. La casa constaba de sala con cuatro
tirantes, un aposento de dos, ms otro par de cuartos a la calle que miraban al
poniente, que tambin constaban de dos tirantes cada uno y adems otras
MANUEL RICARDO TRELLES: Diccionario, en Revista Patritica, 1890, t. III, p. 302. El Alto de San Pedro tom su
nombre del fuertecillo que mand construir el gobernador Jernimo Luis de Cabrera que se nombra[ba] San Pedro
de Manzera. Jernimo Luis de Cabrera fu designado gobernador interino de Buenos Aires en 1641, por el virrey del
Per, marqus de Manzera (Pedro de Toledo y Leiva) y gobern hasta 1646. Antes de esa fecha no hemos visto
documento alguno en el cual el barrio del Alto se le denominara con el aditamento de San Pedro. (Archivo General
de Indias, Sevilla, seccin V, Audiencia de Charcas, legajo 28.) Es lgico suponer, dada la identidad del nombre San
Pedro de Manzera con el de Pedro de Toledo y Leiva, marqus de Mancera, que el gobernador Cabrera lo bautizara
as en honor de dicho virrey.
32 Sobre puertas, ventanas y rejas coloniales con sus respectivos herrajes da noticia y ofrece reproducidas diversas
muestras de los tipos usados, GUILLERMO FURLONG : Artesanos Argentinos, p. 284.
31

144

habitaciones y oficinas.
Concolocorv, que visit Buenos Aires en dos oportunidades, con diferencia
de poco ms de cuatro lustros, sealndose su primera estancia en 1749, expres en
su ameno relato, que la ciudad haba progresado en extensin y en edificios durante
el lapso de su ausencia, aclarando que haba pocas casas de alto, pero que muchas
de las labradas entonces eran desahogadas y bien construidas y que algunas posean
patios y traspatios, en los que se desarrollaban frondosos parrales33.
II. - EN LA POCA DE LOS VIRREYES
El escribano Nicols Ben tura, de nacin genovs, falleci en Buenos Aires el 25
de agosto de 1781. Hombre activo, ejerca adems de las funciones propias de su
profesin, la explotacin de un negocio de chacina instalado en una esquina de 35
varas de frente por 70 de ancho. En ese solar se levantaba una sala de tres tirantes,
un aposento de uno y cocina, labrado todo con ladrillo y cubierto de tejas. Adems
en el patio de la finca exista un amplio galpn, ms otros dos pequeos, cubiertos
de paja. Tena horno para cocer pan y pozo de balde. Un amplio parral de uva
moscatel daba sombra al patio y en distintos lugares del mismo, haba varios rboles
de durazno. Tan interesante propiedad fu tasada por el maestro alarife Juan Alberto
Corts y por el de carpintera, Francisco Mir, en 3.138 pesos, con 7 reales34.
Un viajero ilustre, nacido en Chile, que visit nuestra ciudad en 1783, registr
entre sus apuntes que a la entrada de Buenos Aires, haba muchos cercos de tuna
que daban idea poco favorable de su magnificencia; pero penetrando en lo interior ya era otra cosa.
Atento observador, advirti la existencia de nuevos edificios privados, que en lo
CONCOLOCORVO: El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires hasta Lima, 1773, con notas bibliogrficas y biogrficas
por MARTINIANO LEGUIZAMN, Buenos Aires, Biblioteca de la Junta de Historia y Numismtica Americana, 1908,
pp. 33-34. Recordaremos que el libro de Concolocorvo fu obra de don Alonso Carri de la Vandera, como lo
dejaron estampado algunos de los integrantes de la expedicin cientfica que naveg al mando de Alejandro
Malaspina.
34 La tasacin hecha por Corts y Mir se fecha en 21 de agosto de 1782. Hicieron nueva tasacin Pedro Preciado y
Salvador de Molina en 11 de octubre de 1783, que la fijaron en 2.162 pesos y 6 reales. La finca fu alquilada en 1787
a razn de 3 pesos y 4 reales mensuales. Creemos innecesario expresar al lector que tenemos noticia de una infinidad
de inventarios de esta misma poca, cuya referencia suprimimos por considerar que los conocidos, y los que damos a
conocer en esta oportunidad, son suficientes para nuestros propsitos.
33

145

alto de las portadas ostentaban el ao de su construccin, costumbre que ha sido


seguida casi hasta nuestros das. Las moradas ms importantes (asegur el viajero),
haban sido labradas con posterioridad a 1778, poca del comercio libre de esta provincia
con las internas del Per y Chile. Me hosped (escribi) en casa de don Manuel Basavilbaso,
administrador de correos, amable americano y muy instruido. En seguida dej constancia que
en las tertulias a las que haba asistido, dominaba entre los asistentes la pasin por
el juego, y manifest asimismo, que en las partidas que se entablaban corran con
profusin las onzas de oro 35.
No puede negarse, manifestaba en 1783 el marino espaol Juan Francisco
Aguirre, que Buenos Aires era una ciudad hermosa. Dentro de sus lmites no haba
entonces ningn edificio que pudiera decirse que fuera magnfico, pero tampoco
exista lo miserable, se entiende (escribi) en el casco de la ciudad, pues a poco de
apartarse de ella, la mayor parte de las viviendas eran simples ranchos. Por lo
general, asegur, las casas de Buenos Aires se asentaban sobre superficie
cuadrangular y se hallaban edificadas de ladrillo, adobe y tierra pisada. Con respecto al
ladrillo, manifest que se sola cotizar a diez pesos el millar, pero era de endeble
calidad, lo que se compensaba con la baratura y su abundancia. Las casas
principales tenan zagun que daba a un gran patio y sobre el cual se levantaban las
habitaciones, buenas y capaces, con puertas y ventanas orientadas al norte. En las
viviendas consideradas de menor categora, razon el marino, los interiores tenan
idntica distribucin pero carecan de zagun, mirando hacia la calle las salas y
cuartos. En el ao en que Aguirre escriba esta resea, las calles principales tenan
vereda enladrillada o empedrada, pero eran de trnsito difcil debido a su
construccin deficiente 36.
[NICOLS DE LA CRUZ Y BAHAMONDE, CONDE DE MAULE], Diario de un viaje de Talca y Cdiz en 1783, en Revista
Chilena de Historia y Geografa, Santiago de Chile, 1941, t. XCI, pp. 128-158. En Viajes inditos de Azara (Manuscrito de la
coleccin de documentos del doctor Estanislao S. Zeballos, precedido de una introduccin por ste y anotado por
Luis Mara Torres), en Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos Aires, 1907, t. XXVIII, pp. 364-365, se lee que a la
salida de Buenos Aires se hallaban muchas casas o ranchos, cuyos moradores vivan del ganado y de la siembra del
trigo y maz. Manifestaba, asimismo, que la campaa careca de rboles y leas y que slo se vea algn omb qu
serva de sombraje; las chacras se cerraban de Tunas en que apenas hay otra cosa que algunos Duraznos e Higueras mal
cuydados. Tambin hay en las cercanas muchos Texares que surten la Ciudad de Ladrillos de q [u] e quasi toda esta hecha p [o] r que
no hay piedra alguna. Cuecense los ladrillos con Viznagas y Cardos secos.
36 Diario del capitan de fragata D. Juan Francisco de Aguirre, en Revista de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 1947, t. XVII,
35

146

Corresponde al ao 1784 la tasacin de la casa que fuera de Juan Silva, que por
orden judicial hizo el maestro alarife Pedro Preciado. Se trataba de una casita de
proporciones reducidas, asentada sobre un solar de 19 varas de frente por 35 de
fondo, ubicada en el barrio de San Juan. Constaba de una sola habitacin labrada
con ladrillo y cubierta de teja, seguida de una cocina construida de adobe. Lo
interesante de esta casita, era la cantidad de rboles frutales que posea. En el patio
principal tena dos naranjos de fruta agria, un guindo y una parra moscatel, pero en
el fondo del solar se contaron treinta durazneros y dos manzanos. Fu tasada la
propiedad en 883 pesos, con 2 reales.
Al siguiente ao 1785 corresponde la tasacin de la casa de altos que haba
pertenecido a Pedro de Igarzbal, situada a cuadra y media al oeste del convento de
Santo Domingo. El solar tena forma irregular, en un frente de 26 varas, sobre el
que se levantaban tres habitaciones; dos de ellas con corralitos y sus
correspondientes oficinas. Una escalera conduca a la planta alta que constaba
tambin de tres habitaciones a la calle, con balcones de hierro. La casa tena zagun
y sobre el patio principal se hallaban una sala, dormitorio, otra habitacin y cocina.
Posea horno para cocer pan y pozo de balde. Toda la casa se encontraba
construida de ladrillo, tena techo de teja y piso enladrillado. Los tasadores, el
maestro alarife Francisco Baca y el maestro carpintero Francisco Iglesias, la
valuaron en la suma de 10.986 pesos.
Nos ilustrar de cmo era una panadera hacia fines del siglo

XVIII

el

inventario de los bienes dejados por Sebastin de Melo, levantado en 1788. El


edificio distaba dos cuadras de la iglesia de San Nicols. Meda el solar 17 1/2 varas
pp. 246-248. Vase la tasacin hecha por el brigadier general Jos Custodio de Sa y Fara, de la casa de propiedad
del maestro de carpintera y constructor de obras Isidro Lorea, alquilada por la Direccin y Administracin de
Tabacos en 1784. Se seal su valor en 104.498 pesos, en [ENRIQUE PEA], Municipalidad, Documentos, t. III, pp.
103-112, en donde adems se agregan los planos ejecutados en 1779. (Sobre la labor desarrollada en Buenos Aires
por el brigadier lusitano, vase GUILLERMO FURLONG, S.J.: Jos Custodio de Sa y Fara, ingeniero, arquitecto y cartgrafo,
colonial, 1710-1792, en Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estticas, Buenos Aires, 1948, t. I, pp. 9-48).
Sobre dos amplias casonas labradas en Santa Fe en el siglo XVIII, que pertenecieron a Jos Tarragona y a Jos
Teodoro Larramendi se ocupa G UILLERMO FURLONG, S.J.: en Artesanos Argentinos, pp. 425-430. Vase sobre dicha
ciudad, a MARIO J. BUSCHIAZZO: Arquitectura colonial santafecina, Buenos Aires, 1939, que trata sobre la llamada casa de
Aldao, terminada en 1711; y HERNN BUSANICHE: Arquitectura privada durante la colonia, la casa de Diez Andino, en
Boletn del Departamento de Estudios Etnogrficos y Coloniales, Santa Fe, 1945, nm. 1, pp. 91-100. Es de inters tambin la
consulta de la obra de JUAN KRONFUSS: Arquitectura colonial en la Argentina, Crdoba, s.a; y ATILIO CORNEJO:
Contribucin a la historia de la propiedad inmobiliaria de Salta en la poca virreinal, Buenos Aires, 1945.
147

por 70 y haca esquina. Constaba de sala y dormitorio, trastienda con zagun y


puerta a la calle. Posea un gran patio en donde haba tres parras, dos higueras y un
limonero, dos pozos de balde y cocina.
A continuacin se haban construido cuatro hornos de panadera y otras
dependencias. Su construccin era de ladrillo, con techos de dos aguas cubiertos de
tejas.
Con interesantes detalles aparece registrado el inventario de los bienes dejados
por Matas Grimau y su esposa Petronila Salinas, hecho en Buenos Aires el 18 de
mayo de 1791. Se trataba de una mansin de cierto rango, compuesta de dos
plantas y tena cochera. El solar meda 16 1/2 por 70 varas y la casa se hallaba
totalmente construida de ladrillo con cubierta de caas con tejas, piso de baldosa y
calzada de piedra. En la parte alta haba salas con pisos de madera, ventanas con
vidrio, que daban a la calle y un balcn de hierro con pasamano. La puerta de calle
tena llamador. Con respecto a la parte de herrera se sealaron tres rejas grandes,
cinco ventanas y una pequea. La tasacin alcanz a las siguientes sumas: la casa
7.996 pesos, 6 reales; la parte de carpintera 2.070 pesos, 4 reales; la de herrera 69
pesos y 3 I/2 reales; y el mobiliario 1.933 pesos y 2 3A reales, que hicieron un total
de 12.694 pesos y 1/4 real.
Angel Izquierdo, que ejerca funciones de administrador de la Aduana de
Buenos Aires, en un informe que elev a la Corte con fecha 30 de mayo de 1792,
expresaba que desde 1776 hasta entonces, se haban construido en la ciudad ms de
mil casas, cuyo costo haba crecido sensiblemente, cuadruplicando su valor.
Manifestaba, adems, que el gran nmero de naves que arribaban al puerto en nada
haban favorecido el desarrollo de la agricultura ni del comercio. Agregaba que la
riqueza del vecindario no guardaba proporcin con el crecimiento que deba
esperarse de su movimiento, si se exceptuaba alguna que otra casa de comercio. La
mayor parte de los cargamentos de ultramar que eran desembarcados se hacan a
ttulo de trnsito para las provincias interiores37.

37

Archivo General de Indias, Sevilla, Seccin V, Audiencia de Buenos Aires, legajo 493.
148

Minuciosa en detalles y precios es la tasacin que se hiciera en 1799 de la casa


que haba pertenecido a Pedro Auge a pedido de su albacea Pedro Mullol. Se
trataba de un solar que miraba hacia el oeste, con 12 varas de frente y 35 de fondo.
La vara cuadrada de terreno se tas a razn de ocho pesos con
cuatro reales...................................................................................................102
Ciento sesenta y cinco varas cuadradas de pared doble a
ladrillo a 12 reales ............................................................................................247 4
Cuatrocientas varas de pared sencilla de ladrillo a 5 reales........................300
Doscientas treinta varas cuadradas de tejado con caas
y tejas a 3 reales...................................................................................................86 2
Ciento setenta y cinco varas de enladrillado ordinario a 1 real....................21 7
Ciento setenta y ocho varas cuadradas de embostado
a medio real..........................................................................................................11 1
Ciento veinte varas cuadradas de encalado y revoque con
argamasa, a 2 reales......................................................................................... 30
Mil quinientos ladrillos sueltos a 8 pesos.......................................................12
Un pozo de agua..............................................................................................20
Un pozo de lugar comn.................................................................................18
Un horno de cocer pan.....................................................................................5
Siete parras, dos rboles de membrillo y un naranjo agrio...........................15
Todo lo anotado importaba 868 pesos con 4 reales.
Con respecto a la carpintera y herrera se hizo la siguiente tasacin por
separado:
Un tirante armado con 18 torneras, madera del Paraguay...................................25
Diez y ocho palmas en los techos...........................................................................18
149

Cinco palos rollizos con algunas caas tacuaras.....................................................2


Puerta a la calle...........................................................................................................28
Puerta del cuarto a la derecha..................................................................................18
Puerta del cuarto a la izquierda, de dos manos.....................................................26
Una ventana................................................................................................................10
Tres puertas y dos ventanitas...................................................................................36
Seis postes de Yandubay en las parras......................................................................2
El sarso de las parras...............................................................................................8
Import esta parte 13. pesos.
Ambas sumas ascendieron a 1.041 pesos con 6 reales, importe de la tasacin
que fu hecha por el maestro de obras Juan Bautista Masela, el 10 de abril de 1799.
Al describir en 1804 las casas de Buenos Aires, Diego de Alvear y Ponce de
Len, expres que por lo regular eran de un solo piso y muy contadas eran las de
dos, pero que los interiores estaban mal distribuidos y casi inhabitables. Segn
deduca, el nico afn de los arquitectos de entonces, era construir casas con fines
de lucro, de cuartos estrechos y pequeas viviendas con puertas y ventanas a la
calle, destinadas a tiendas y pulperas, de las que estaba llena Buenos Aires, no
habiendo casa escribi- donde no se venda algo 38.
Alejandro Gillespie, prisionero tomado a los ingleses que invadieron a la
ciudad en 1806, al recobrar la libertad y retornar a su pas escribi unas
observaciones en las que aporta interesantes referencias con respecto a los
habitantes de la capital e interior del Virreinato. En lo que a la casa vivienda se
refiere, expres que en Buenos Aires las principales de ellas tenan recias puertas
exteriores labradas con materiales fuertes y que adems lucan rejas voladas, a las
cuales se asomaban las damas en los atardeceres. Aunque breves, son precisas, las

SABINA DE ALVEAR Y WARD: Historia de D. Diego de Alvear y Ponce de Len, brigadier de la armada, los servicios que
prestara, los mritos que adquiriera, y las obras que escribi suficientemente documentado por su hija, Madrid, 1891, pp. 500-501.
38

150

referencias que suministra el escritor ingls39.


A travs de los documentos consultados sobre los ms variados fines, a los
que hemos agregado la apreciacin de viajeros y personas que vivieron y
recorrieron la ciudad de Buenos Aires, tenemos elementos suficientes que nos
permiten conocer cmo vivieron sus moradores.
Lentamente el humilde poblado de bohos o chozas fu avanzando en lo
relativo al aspecto constructivo. De la calle insegura y polvorienta para el
transente, pas a la acera de ladrillo; de la lnea de construcciones hechas
caprichosamente, alcanz la regulacin de las mismas; de los muros de adobe a los
de ladrillo; y de la techumbre pajiza a la de vistosa teja. Despus, a su tiempo, lleg
la azotea, la casa de dos plantas, la reja volada y los balcones. El progreso edilicio
avanz parejo con el crecimiento demogrfico, el desarrollo de la riqueza y la
reforma poltica.
La construccin del Fuerte, la Catedral y la Casa Cabildo, adems de otros
edificios religiosos con destino a las distintas rdenes que se establecieron en
Buenos Aires, dieron impulso a la confeccin de materiales ms permanentes y
duraderos, con destino a las fbricas que se levantaron.
La llegada de algunos tcnicos militares, arquitectos y maestros de obras en el
siglo

XVIII,

dio oportunidad para que el desarrollo edilicio cobrara impulsos,

favoreciendo la instalacin de hornos de ladrillos y tejas, cobrando ms actividad a


partir del ao de erigirse en Buenos Aires la sede del cuarto y ltimo virreinato
fundado por los monarcas espaoles en el Nuevo Mundo.
Se podr discutir la preparacin, y el espritu creador de quienes levantaron las
fbricas arquitectnicas que durante la etapa colonizadora se erigieron en Buenos
Aires, pero esas circunstancias no malograron el esplendor constructivo que se
desarroll en otras capitales americanas, tomando como ejemplo a Mxico y a
Lima, para no citar sino a las principales de entonces. En esas ciudades junto a
arquitectos de recia formacin, trabajaron canteros y escultores que dieron a sus
ALEJANDRO GILLESPIE: Buenos Aires y el Interior, observaciones reunidas durante una larga residencia, 1806 y 1807,
traduccin y prlogo de Carlos A. Aldao, Buenos Aires, 1921, p. 72.
39

151

obras gran solidez y las embellecieron a tono con el espritu esttico que imperaba
en el ambiente o que oportunamente introdujeron las huestes espaolas, en cuyas
filas formaron tambin hombres superiores, que volcaron sobre Amrica cuanto
Espaa posea para dignificar al hombre con su saber y cultura40.
No pueden generalizarse las opiniones con respecto al desarrollo de

las

plsticas en general y de la arquitectura en particular, en los lugares o zonas donde


los espaoles levantaron ciudades, villas, pueblos y lugares. En la ciudad de Buenos
Aires fu ms precario ese desarrollo debido a la carencia, dentro de su influencia,
de una civilizacin indgena adelantada cuando arribaron los espaoles y a la falta
de materiales adecuados que pudiera ofrecer el medio fsico para dar mayor solidez
a los edificios. El colonizador tuvo que adaptarse al medio y servirse de los
elementos que le ofreca la regin. Esas circunstancias impidieron el desarrollo de
diversas profesiones que son concurrentes a la construccin de casas, que tuvieron
una extraordinaria actividad en otros lugares del suelo americano.
Con relacin al aspecto interior de las moradas de cierto sector de la sociedad,
hemos constatado en inventarios correspondientes, de distintas pocas, el lujo,
holgura y bienestar que disfrutaron sus moradores, reveladores de una vida sin
penurias econmicas.
Un maestro inolvidable, el doctor Luis Mara Torres, evoc con galanura lo
que fueron las moradas coloniales de nuestra ciudad y cuyas palabras vamos a
Vase el magnfico como ilustrativo estudio: Una casa habitacin del siglo XVIII en la ciudad de Mxico, por
ALBERTO LE DUC, ROBERTO ALVAREZ y JORGE ENCISO, editado por la Direccin de Monumentos Coloniales,
Mxico, 1939. Dicho edificio, puede considerarse (se escribe en la Introduccin) como el tipo de habitacin de una
persona acomodada, comerciante, propietario o hacendado de mediados del siglo dieciocho. Adems
mencionaremos las siguientes fuentes de inters para el conocimiento de la casa vivienda en Amrica con
anterioridad a la Independencia: MARQUS DE SAN FRANCISCO (M. ROMERO DE TERREROS): La Casa de los
Azulejos, Mxico, s.a.; del mismo autor, La Casa Colonial, en Anales del Museo de Arqueologa, Historia y Etnologa,
Mxico, 1913, t. V , pp. 161-181; MANUEL TOUSSAINT : Paseos Coloniales, Mxico, 1939; ELAS GARCA
HUIDOBRO: Una casa colonial a mediados del siglo XVIII, en Revista Chilena de Historia y Geografa, Santiago de Chile,
1915, t. XIV , pp. 248-357; C LEMENTE PREZ VALDZ : Una casa solariega, en Boletn de la Academia Chilena de la
Historia, Santiago de Chile, 1943, t. X , pp. 37-49; EDUARDO SECCHI: La casa chilena hasta el siglo XIX , Santiago de
Chile, Cuadernos del Consejo de Monumentos Nacionales, 3, s.a.; ERWIN WALTER PALM: Ecos de la arquitectura
clsica en el Nuevo Mundo (la formacin de la casa dominicana), Ciudad Trujillo, 1941; del mismo autor: El tipo andaluz
de la casa dominicana, Ciudad Trujillo, 1941; HORACIO ARREDONDO : Civilizacin del Uruguay, Montevideo, 1951, t.
X, pp. 257-280 y las lminas que reproduce en el tomo II, p. 307 y sig.; JUAN G IURIA : La arquitectura en el Paraguay,
Buenos Aires, 1950; del mismo autor: La arquitectura en el Uruguay, Montevideo, 1955; t. X , texto y lminas;
DIEGO A NGULO I IGUEZ (con la colaboracin de ENRIQUE MARCO DORTA y MARIO J. B USCHIAZZO): Historia
del Arte Hispanoamericano, Barcelona-Buenos Aires, 1945-1956, 3 volmenes.
40

152

transcribir, que dicen as: Construidas las casas ms comunes -por su amplitud- de
ladrillos o grandes adobes, muros espesos, de barro, conchilla y cal, con mano de llana y de
blanqueo, cubiertas en muchas de tejas lomadas o de azoteas, stas ltimas vinieron a genera:
lizarse despus de 1800 Eran de aspecto harto sencillo, y tendan ms a resolver las necesidades de
una vida de campo que una demostracin de urbanizacin pretenciosa. Muy lejos estuvieron
aquellos alarifes de pretender la factura de rplicas ni imitaciones de los estilos florecientes por
entonces en Espaa y extendidos a otras ciudades americanas, en la distribucin, ornamento y
colorido. La altura de las casas era muy reducida, a lo sumo tendran seis varas sobre el nivel de la
acera; las puertas, en general, sin dintel, y las ventanas de tamao relativamente reducido, con
modesta herrajera y tan bajas que solan estar a muy pocos centmetros sobre el nivel del suelo. En
las casas de techo de teja se destacaban el robln, no siempre correcto, el pequeo tejaroz y los
amplios derrames que se daban a las puertas y ventanas, a derecha e izquierda, desde el alfeizar
hasta la lnea de la pared interior, para que unas y otras pudieran abrirse de par en par y con ello
dar entrada al aire y la luz. Se destacaban, asimismo, sencillas rejas voladas, ligeras cartelas y
para el desage de los amplios terrados, largos arcaduces hacan escurrir el agua de lluvia sobre los
enladrillados y enlosados de las aceras. Las mismas arbardillas, sobre ladrillos, adobes o tapias,
impriman un carcter particular a los cercados adyacentes que solan resguardar a lozanos
durazneros y limoneros. Estas casas eran las ms y se distribuan tanto al norte, inmediaciones de
la Merced y Catedral, como al sur, hasta muy cerca de los Behlemitas.
Despus de referirse Torres a otros aspectos de las moradas y evocar los
patios coloniales, expres que las casonas de mayor carcter se asemejaban a las
descriptas, adornndose el zagun o los portales, con ligeros o toscos artesonados y algn farol
con velones de aceite y grasa, de recio soporte o pescante, incrustado en el ngulo de la pared. Las
puertas y ventanas que daban salida o vistas al patio y a la acera, formaban vanos amplsimos
hasta el telar, donde tenan cmoda colocacin, en ciertas horas de la tarde, las damas que solan
sentarse y gozar del aire fresco y recibir las salutaciones de los transeuntes al pasar por las veredas,
sin poderlas franquear -segn Beaumont- por las celosas rejas voladas y ligeramente ornamentadas
con el estilizado trbol de cuatro hojas. En tal cual casa, que no podramos individualizar, se vi
algn principio de retablo, enmaderados de techos, cielos rasos de brin, rejas llanas y lumbreras,
153

pisos de ladrillos, baldosas y madera; alacenas y desvanes, estos cmodos para vivir o estrechos,
conocidos por desvanes gateros.
A continuacin despus de describir los zaguanes, las puertas de pesados
aldabones, balcones de moldurajes salientes, agregaba que an despus de 1800,
fueron raras las vidrieras y balcones volados; y muy lejos estuvieron los frontispicios ms
admirados en esta ciudad, de asemejarse a los de Lima, ni an a algunos de Crdoba. Ejemplares
se han conocidoen esta ciudad, en los cuales las amplias puertas aparecan entre columnas
embebidas, pilastras y contrapilastras, capiteles y arquitrabes, frontones segmentados, cimacios y
pinculos que daban remate a tan aparatosas fbricas 41.

LUIS MARA TORRES: La dudad de Buenos Aires durante el siglo XVIII, juicios de los contemporneos, captulo V de la
Introduccin, en Facultad de Filosofa y Letras, Documentos para la Historia Argentina, Buenos Aires, 1918, t. IX, pp.
CXXXVI- CXL. Entre los edificios notables de propiedad privada que se construyeron en nuestra ciudad en la poca
colonial, figuraron entre otros, el llamado casa de la Virreina, labrado en 1782 por encargo de Pedro Medrano y sobre
el cual han escrito ENRIQUE UDAONDO: La Casa de la Virreina Vieja y un episodio del ao 1807 (a propsito de un cuadro),
Buenos Aires, 1932, y MARIO J. BUSCHIAZZO: La Casa de la Virreina, en Anales del Instituto de Arte Americano e
Investigaciones Estticas, Buenos Aires, 1951, nm. 4, pp. 83-91. Con respecto al edificio donde funcion la Aduana,
daremos algunas referencias histricas. Cuando el primer intendente de Buenos Aires, Manuel Ignacio Fernndez
arrib a la ciudad, busc casa apropiada para instalar las oficinas aduaneras. El local hallado entonces para ese
propsito, conocido por el Asiento, era de propiedad de Vicente Azcunaga, y por el cual su propietario pidi por
alquiler anual la suma de 3.600 pesos, que era excesiva. En vista de lo expresado, las oficinas se instalaron en una de
las dependencias de la Ranchera, hasta que el segundo intendente Francisco de Paula Sanz, arrend en 1783 la casa
de Azcunaga, rebajada a la cantidad de 1.700 pesos anuales. Porque -deca Sanz- no es finca [que] ningn particular pueda
habitarla, pagando su justo precio. El propietario adems de rebajar el alquiler, realiz por su cuenta todas las obras
necesarias para el fin a la que se la destin, colocando sobre la puerta principal el escudo de piedra tallada que se
haba instalado en el edificio de la Ranchera (ROBERTO LEVILLIER: Antecedentes de poltica econmica en el Ro de la Plata,
en Estudios editados por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Madrid,
1915, t. u, pp. 447-467.) Sobre el tema de la vivienda en Buenos Aires, bajo el aspecto histrico, tambin se ocup
DOMINGO F. SARMIENTO: Arquitectura domstica, sus reformas sucesivas en Buenos Aires desde sus orgenes hasta nosotros, 1879,
en Obras, t. XLVI, pp. 92-107. Sobre viejas casas porteas pblic PASTOR S. OBLIGADO: La casa ms vieja (tradicin), en
La Nacin, Buenos Aires, 28 de noviembre de 1895, pp. 6-7, en el que aporta interesantes referencias sobre antiguas
casas que entonces existan en Buenos Aires, entre ellas, las de Rivadavia (Defensa 4.63), Rodrguez (Mxico 560),
Virreina (Per 381), Ela (Balcarce 521), Balcarce (Balcarce 161), Moreno (Rivadavia 512) y otras en Defensa 153 y en
Piedad (hoy Bartolom Mitre)512; la llamada de las Abadesas (Belgrano 450) en cuyo frente tena sealado el ao
1778, y finalmente la ms antigua de todas en Florida 51, a la que se le fijaba el ao 1711. La techumbre de esas
viviendas era de tejas y palmas anchas de origen paraguayo. Sobre esa antigua casa de la calle Florida 51, escribi un
autor de la centuria pasada, que en cuanto a la arquitectura lo nico original que existe es una casacon techo de teja, en la calle
Florida, actualmente ocupada por una relojera y disfrazada con escaparates y muestras; la casa de la Comisara de Guerra y alguna otra
vieja reliquia de la arquitectura colonial: todo lo dems est hecho segn las modernasreglas de los arquitectos europeos y de otros que no
son europeos ni arquitectos. (ANTN CORTS: Cartas bonaerenses, en Revista Literaria, Buenos Aires, 22 de junio de 1879,
ao 5, nm. 3, pp. 41-42). Igualmente se ocup de algunas casas del viejo Buenos Aires, MANUEL BILBAO: Tradiciones
y recuerdos, Buenos Aires, 1934, obra en la que reuni una serie de artculos que publicara en La Prensa, ocupndose de
las casas de Labardn, Lpez, Mitre, Mercedes Rosas de Rivera, Esnaola, Andrade-Can, Las Santas, etc. Con el
ttulo genrico de La ciudad vieja, public JOS ANTONIO PILLADO en la revista La Propiedad, que se editaba en
Buenos Aires en 1904, una serie de artculos dedicados a La casa solariega de Aoz, La Herrera de Urdines (Casa de
Duraona),La Casa de Marull, Casa en que naci el general Mitre, Historia de un solar, adems otros dedicados a Profesiones y
oficios, los primeros tejeros, albailes y carpinteros, Herreros y herradores... etc. y otro a El valor de la propiedad urbana. Sobre La
casade Mitre, desde sus orgenes coloniales hasta 1870, se ocup JUAN ANGEL FARNI, en Revista del Museo Mitre,
Buenos Aires, 1948, ao I, nm. 1, pp. 19-74. Para completar la informacin vase MARIO J. BUSCHIAZZO: Bibliografa
de Arte Colonial Argentino, Buenos Aires, 1947.
41

154

III. - EL ASPECTO LEGAL Y LA EVOLUCIN ARQUITECTNICA


La implantacin en Buenos Aires a partir de 1784 del pedido obligatorio de
licencia y presentacin de planos para las construcciones civiles tena algunos
antecedentes que en seguida vamos a exponer. Hasta el ao referido cada
propietario con o sin asesoramiento alguno de alarife, levantaba a su gusto y
capricho la morada que iba a habitar o que destinaba para arriendo, sin otro norte
ni propsito que su propia conveniencia. No entraba en sus clculos el inters del
vecindario, ni mucho menos el buen gusto y el ornato de la ciudad, sino que ese
procedimiento, salvo raras excepciones, se extendi tambin a todas las ciudades,
villas, pueblos y lugares del dominio de los monarcas espaoles en Amrica42.
En un informe que el brigadier Jos Custodio de Sa y Fara elev al virrey
Juan Jos de Vrtiz, fechado en 6 de febrero de 1780, manifest que guiado por el
bien pblico y el decoroso adorno de la ciudad, era necesario dictar una providencia
que reglamentara la construccin de los edificios, porque hasta entonces no se
guardaban aquellas reglas que enseaba la arquitectura civil, pareciendo (agregaba)
que los constructores slo trataban en sus obras el afn de apartarse del buen gusto.
El Virrey (deca el Brigadier en su informe), era testigo de cuantos edificios carecan
de ventanas a la calle y como aquellos que las posean no guardaban igualdad en su
grandeza y figura. Otro tanto ocurra con las puertas. Unas eran bajas, otras altas, y
de distintas anchuras, an dentro de un mismo edificio. Esa anarqua o desorden
que imperaba en la construccin de edificios, provena (asentaba Sa y Fara), de la
impericia de los maestros alarifes que, sin inteligencia, diseaban los planos y en
cuanto a lo relativo a la mala construccin, eran culpables los propietarios. Para
Tenemos a la vista las Ordenanzas / de Madrid / y otras diferentes / que se practican en las ciudades / de Toledo y Sevilla con
algunas advertencias, a / los Alarifes y Particulares, y otros Captulos aad- / dos a la perfecta inteligencia de la materia, que todo / se
cifra en el Gobierno Poltico de las Fbricas. / Dedicado / A la M. N. L. y Coronada Villa de Madrid. / Por don Teodoro
Ardemans, Arquitecto y Tracista Mayor de Obras Reales... / aumentado en esta ltima impresin. / El Bando sobre incendios,
publicado en Madrid en 8 de noviembre del ao de mil / setecientos y noventa / Madrid M.DCC. XCVIII. / En la Imprenta de don
Josef Delgado.
En esta obra, cuya primera edicin se public en 1719, el autor da consejos prcticos a los arquitectos, maestros de
obra y alarifes sobre la construccin de toda clase de edificios. Se seala que en Madrid deba presentarse al
Ayuntamiento, planta y demostracin de la fachada que se deseaba construir.
42

155

combatir esa rmora consideraba que deba reglamentarse la construccin de


edificios, obligando a los dueos a solicitar licencia y a presentar planos y
prospectos de las obras que pretendieran realizar. De llevarse a la prctica cuanto
expona, aseguraba el informante, saldran beneficiados los dueos de las
propiedades, ganaran solidez los edificios y se embelleceran con su ornato las
viviendas43 .
Con la implantacin del rgimen de intendencia en Amrica, se regularon
algunos aspectos referentes a cuestiones edilicias y de polica ciudadana, de acuerdo
a normas que sealaban las reales ordenanzas. Por el artculo 64 de las relativas al
Virreinato de Buenos Aires, se estableca que los intendentes: Deben prevenir con igual
cuidado a las Justicias de todos los Pueblos de sus Provincias que se esmeren en la limpieza de
ellos, ornato igualdad y empedrados de las Calles; que no permitan desproporcin en las fbricas
que se hicieren de nuevo para que no desfiguren el aspecto pblico, especialmente en las Ciudades y
Villas populosas de Espaoles; y que si algn Edificio o Casas particulares amenazaren ruina,
obliguen a sus dueos a repararlas en el trmino correspondiente que les sealaren, y, de no hacerlo,
lo mandaran ejecutar a costa de los mismos dueos 44.
Como hemos establecido, fu en 1784 que se implant en Buenos Aires el
pedido de licencia para construir edificios civiles, y esa disposicin se origin en el
escrito que el 28 de julio dirigi el superintendente general Francisco de Paula Sanz,
al Cabildo de Buenos Aires, en el cual le manifestaba el desarreglo que adverta en
los frentes de las casas y en el trazado de sus calles, debido a la inobservancia de los
bandos promulgados, para que los vecinos se sujetaran con la precisa uniformidad,
al padrn ereccional de la ciudad con el propsito de regular las construcciones. A
la vez le comunicaba que haba designado maestros mayores de la ciudad a dos
conocidos alarifes, Juan Bautista Masela, maestro de obras del Rey45 y Pedro
GUILLERMO FURLONG, S.J.: Jos Custodio de Sa y Fara, en Anales del Instituto de Arte Americano, t. I, pp. 29-31.
Real Ordenanza para el establecimiento e Instruccin de Intendentes de Ejrcito y Provincia en el Virreinato de Buenos Aires, Ao de
1782, De orden de Su Magestad, Madrid, En la Imprenta Real.
45 Juan Bautista Masela o Masella, era piamonts de nacimiento y haba arribado a Buenos Aires en 1746, cuando
tema tres aos de edad, con su padre el aquitecto Antonio Masella, proyectista y en parte constructor de la actual
Catedral de nuestra capital. Vase JOS TORRE REVELLO: Un arquitecto del Buenos Aires del siglo XVIII, Antonio Masella,
en Revista de la Universidad de Buenos Aires, tercera poca, 1945, ao III, pp. 55-62; del mismo autor La Catedral, pp. 1721; y GUILLERMO FURLONG , S.J.: Arquitectos Argentinos, pp. 211-212.
43
44

156

Preciado, que haba actuado anteriormente a las rdenes del ingeniero encargado de
la nivelacin de las calles46.
Al mismo tiempo encomendaba al Cabildo la designacin de un sustituto para
el caso de faltar el ltimo de los nombrados47. Correspondiendo la institucin
ciudadana a lo solicitado, design al maestro albail Juan de Campos48.
Para dar a conocer al pblico las reformas introducidas, se promulg un
Bando el 23 de noviembre del ao referido, en el que se estableci que a partir de
esa fecha, se deba solicitar por escrito la debida autorizacin para abrir cimientos,
colocar puertas y ventanas a la calle; ordenando a la vez, el cierre de los huecos y la
supresin de cercos de tuna en la zona urbanizada49. Por otra Bando fechado en
mayo del siguiente ao, de 1785, se mandaba que los maestros mayores de la
ciudad, no deban permitir que trabajaran en las obras operarios no capacitados, ni
aun siendo esclavos del dueo de la finca, hacindolos responsables de cualquier
dao que se ocasionara en caso de tolerancia50.
La prctica seguida en la concesin de licencia, segn deducimos del
conocimiento directo que tenemos de la documentacin de la poca, que se
conserva en el Archivo General de la Nacin de Buenos Aires, era como sigue. El
interesado elevaba, en papel simple, una instancia al Superintendente General de
Real Hacienda, a la que acompaaba el plano y alzado de la casa que pretenda
construir. Dicho funcionario ordenaba el pase al Director de Obras Pblicas, quien
mandaba a los Maestros Mayores Alarifes que reconocieran el terreno, rectificaran
las medidas, debiendo informar por escrito si era o no conveniente la concesin de
la licencia pedida. Terminados los trmites reglamentarios, si no hubiera
Pedro Preciado era porteo e hijo del maestro albail radicado en Buenos Aires, Julin Preciado, que labr los
cimientos y comenz la construccin del Cabildo de Lujn. (JOS TORRE REVELLO: La Casa Cabildo de la Villa de
Lujn, Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras, Publicaciones del Instituto de Investigaciones Histricas, nmero
LXXXI, 1942; y G UILLERMO FURLONG, S.J.: Arquitectos Argentinos, pp. 239-243). Fu precisamente en 1784 cuando se
inici en Buenos Aires el nivelado de las calles, quedando por esta circunstancia al descubierto los cimientos de
muchas casas.
47 Facultad de Filosofa y Letras, Documentos para la Historia Argentina, t. IX, pp. 74 y 75 y Archivo General de la
Nacin, Acuerdos del Extinguido Cabildo, serie tercera, t. VII, pp. 130-133.
48 Sobre la actuacin del maestro alarife Juan Campos, vase GUILLERMO FURLONG, S.J.: Arquitectos Argentinos, pp.
320-326.
49 Facultad de Filosofa y Letras, Documentos para la Historia Argentina, t. IX, pp. 133-139.
50 Ibd., p. 168.
46

157

observacin alguna en contrario, se autorizaba al propietario a iniciar la


construccin. Los nombres que aparecen en los planos de la poca a la que nos
referimos, corresponden a los dueos de los terrenos y fincas51.
No obstante la reglamentacin establecida, en repetidas ocasiones se advirti a
los propietarios el deber que tenan en solicitar licencia y presentar los planos para
labrar edificios. Por una Instruccin provisional dictada por el virrey Nicols de
Arredondo el 4 de enero de 1794, en la que fijaba los deberes de los alcaldes de
barrio, se estableca lo que sigue en el artculo sptimo: El que quiera construir casa o
cualesquiera otro edificio presentar como est mandado ante esta Superioridad el Plano que lo
demuestre, pues aunque a ninguno se impedir la justa libertad de su derecho, debe no obstante ser
examinada en razn de la seguridad y decoracin pblica que ha de observarse como igualmente
aquella uniformidad que tanto contribuye al exterior ornato y hermosura de los Pueblos 52.
Por las Ordenanzas de Polica, que el virrey, Marqus de Avils, promulg el 16
de setiembre de 1799, se volvi a recordar las disposiciones anteriores con respecto
a la construccin de edificios civiles, variando el procedimiento seguido
anteriormente en los trmites. Al igual que en los otros escritos citados, se mandaba
lo que sigue, por el artculo sptimo: que siendo la buena distribucin, solidez, simetra y
ornato de los edificios un punto tan fundamental de polica, todos los que quieran fabricar algn
edificio, debern presentarse al Intendente de Polica, quien acompaado del Maestro de Obras de
la Ciudad, u otro Alarife aprobado que nombre el mismo Intendente, dispondr se tiren en su
presencia los cordeles de la fachada, y practiquen las dems operaciones convenientes, a que se
guarden las reglas de Polica, establecidas para la simetra, como trnsito, luz y calzadas de las
El vecino Jernimo Mundo solicit en 1788 al Virrey que, sin seguir los trmites, se le autorizara a edificar en un
terreno de su propiedad en el Alto de San Pedro. El pedido fu cursado al Cabildo, que se expidi en 6 de octubre,
negndolo y recomendando entonces algunas normas que consideraba conveniente establecer. Al anterior
peticionante se sumaron despus los vecinos Ricardo Ramrez y Romn Daz. Sobre esos pedidos recay autos del
Virrey, de 6 de diciembre, en el que se dejaba constancia que todos aquellos que tuvieran resoluciones pendientes, se
les comunicara que deban presentar de nuevo al Cabildo la correspondiente solicitud, acompaada del plano y
demostracin de la fachada. Archivo General de la Nacin, Acuerdo del Extinguido Cabildo, tercera serie, t. VIII, pp.
613-623 y 692-694. Por lo expuesto se deduce que a partir de entonces, sino antes, era el Cabildo el encargado de
otorgar la licencia para edificar.
52 Registro Estadstico del Estado de Buenos Aires, 1859, tomo primero, Buenos Aires, 1860, p. 34. El 11 de febrero de 1790,
por auto acordado se comision a los ministros de la Real Audiencia a redactar una Instruccin metdica, en cuyo
artculo sptimo se especificaba el que quiera levantar casa u hacer otro edificio pblico o privado, presentar al gobierno el plan,
que lo muestre, pues aunque a ninguno se impedir en esto su justa libertad, se examinar, no obstante la altura, y dems proporciones, a
fin de consultar a un tiempo la seguridad, y uniformidad, que tanto contribuyen a la hermosura. Como se ve por los textos
reproducidos la Instruccin provisional se inspiraba en la metdica, de la que nos hemos ocupado en el texto.
51

158

calles, con cuyo previo requisito que deber hacerse constar en debida forma, se proceder por esta
Superioridad a dar la correspondiente licencia, sin la cual ninguna persona, ni Comunidad podr
Edificar en la parte exterior de sus solares, bajo la multa de cincuenta pesos aplicados en la misma
forma.
Por el artculo octavo, se ordenaba: que en el trmino de dos meses contados desde la
publicacin de este Bando, los dueos de las casas levanten sus calzadas, cerquen de ladrillos los
huecos, y repongan los postes que les corresponden costear en los frentes de ellas con la debida
solidez y curiosidad 53.
Es precisamente en esta etapa a la que nos venimos refiriendo, o sea a partir
de 1784, que la ciudad de Buenos Aires va perdiendo su fisonoma primitiva de
aldea para adquirir rango de ciudad, con la implantacin de normas de carcter
edilicio54.
El material documental para el estudio de la casa colonial es cuantioso en lo
que se refiere a textos, aunque es ms restringido en lo que respecta a planos y
alzados. Con ellos se puede fijar con cierta precisin la evolucin constructiva de la
misma. Al margen de la vivienda en Buenos Aires, hay otros aspectos de la
arquitectura civil y en particular de la religiosa, en cuyos proyectos y construccin
intervinieron arquitectos e ingenieros, maestros alarifes y constructores, con
suficientes conocimientos para realizar con xito obras de cierta categora, y que
son muestras, algunas de ellas, del gusto imperante en su hora55.
En el siglo

XIX

se perdi en Buenos Aires la tradicin hispnica en la

Archivo General de la Nacin, Buenos Aires, Archivo del Cabildo, VI-XIX-10-2, fols. 205 y 205 vta.
Testimonian lo dicho MARTN S. NOEL: Contribucin a la Historia de la Architectura Hispano-Americana, Buenos Aires,
1921; del mismo autor: El Arte en la Amrica Espaola, Buenos Aires, Institucin Cultural Espaola, 1942; las dos
obras ya citadas de GUILLERMO FURLONG, S.J.: Arquitectos Coloniales y Artesanos Coloniales; JOS LEN PAGANO: El
Arte de los Argentinos, t. I; MARIO J. BUSCHIAZZO: La construccin del Colegio e Iglesia de San Ignacio, en Estudios, Buenos
Aires, 1938, tomo LIX , pp. 537-568; JUAN GIURIA: La obra de arquitectura hecha por los maestros jesuitas Andrs Blanqui y
Juan Bautista Prmoli, en Revista de la Sociedad Amigos de la Arqueologa, Montevideo, 1947. Pueden completarse las
fuentes, con la consulta de la bibliografa preparada por el arquitecto Buschiazzo, citada.
55 Juan Bautista Segismundo, en escrito que dirigi al Cabildo de Buenos Aires, en 1802, manifest que siendo nio
fu destinado por sus padres a estudiar arquitectura civil con Juan Bautista Masella, con quien haba aprendido las
reglas de este noble Arte y que haba tenido a su cuidado, la construccin de muchas fbricas de casas, y en el da lo estan
algunas por planos levantados por mi propio. En consecuencia peda que se le otorgara el ttulo de maestro mayor de las
obras reales y pblicas. En 27 de agosto de 1802 el sndico procurador del Cabildo extendi un informe favorable y
la corporacin en acuerdo de 24 de septiembre design al peticionante Maestro Mayor de las obras de la ciudad.
Archivo General de la Nacin, Buenos Aires, Archivo del Cabildo, VI-XIX-10-4, fols. 223-223; Archivo General de la
Nacin, Acuerdos del Extinguido Cabildo, serie cuarta, t. I, p. 157; y GUILLERMO FURLONG, S.J.: Arquitectos Argentinos,
pp. 346-350.
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54

159

arquitectura, hacindose construcciones ajenas en todo a las modalidades seguidas


hasta entonces. Influencias de otras formas se fueron introduciendo en nuestro
ambiente, si se quiere, europeizando la ciudad, pero hacindole perder todo su
rancio abolengo hispano.
Con el estudio que hicimos de las fuentes escritas y grficas, en una poca en
que todava no se haba desarrollado en nuestro suelo el estudio intenso que
actualmente se advierte en la historia de las plsticas, establecimos la existencia de
tres zonas en el territorio de nuestro pas, bien diferenciadas entre s, para el
perodo de la colonizacin espaola en lo que a la arquitectura se refiere, y que han
sido aceptadas por personas dedicadas a esta clase de estudios56.
Entonces decamos, que la primera zona la fijaramos en la primitiva
gobernacin del Tucumn, en donde las influencias de la cultura imperante en el
Alto Per y en la costa central del Pacfico, eran constantes. La segunda en las
misiones que los Padres de la Compaa regentaron en la antigua provincia jesutica
llamada del Paraguay, donde floreci un estilo con interesantes aplicaciones
indgenas de carcter decorativo en los frontis, altares y dems manifestaciones
artsticas. Y la tercera, y ltima, en la dilatada gobernacin del Ro de la Plata, en
donde se dio vida a una arquitectura civil de tipo andaluz y barroco57. Agregamos,
tambin, que en la zona circundante a nuestra ciudad influy poderosamente el
gusto lusitano procedente del Brasil, en diversas manifestaciones de las plsticas, sin
escaparse de esa influencia ni las obras arquitectnicas cuyo parentesco tuvimos la
suerte de confirmar en un viaje que realizamos a ese extraordinario como bello pas
que es Portugal, lleno de pasadas grandezas y de hermosas tradiciones58.
Posteriormente, otros autores sumaron a nuestra tesis sus propias deducciones,
Vase MARIO J. BUSCHIAZZO, Prlogo, en GUILLERMO FURLONG, S.J.: Arquitectos Argentinos, p. 9.
JOS TORRE REVELLO: Ensayo sobre las Artes en la Argentina durante la poca colonial, en Boletn del Instituto de
Investigaciones Histricas, Buenos Aires, 1930, t. XI, pp. 45-66. Vase JUAN KRONFUSS: Arquitectura Colonial en la
Argentina; MIGUEL SOL: Arquitectura colonial en Salta, con dibujos de Jorge Augspurg, Buenos Aires, 1926; y la
coleccin de cuadernos editados por la Academia Nacional de Bellas Artes, con el ttulo de Documentos de Arte
Argentino, Buenos Aires, 1939-1947, 25 volmenes. Para la bibliografa en general, adems de la ya citada de
Buschiazzo, consltese tambin, a ROBERT C. SMITH and ELIZABETH WILDER: A Guide to the Arte of Latn America,
Washington, the Library of Congress, 1948, donde se anotan 4896 piezas bibliogrficas, y adems, la obra de la
seorita MATILDE LPEZ SERRANO: Bibliografa del arte espaol y americano, 1936-1940, Madrid, 1942.
58 JOS TORRE R EVELLO : Ensayo sobre las artes, en Boletn, cit. t. XI, pp. 63-64.
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57

160

confirmando entonces cuanto decamos. De esas manifestaciones lusitanas han


quedado muestras en obras de orfebrera y de carpintera artstica, y en el caso
concreto de una fachada arquitectnica (aunque demolida) para no citar sino al
mejor ejemplo de los que conocemos con relacin a Buenos Aires, la que
perteneciera a la casa de Azcunaga en donde se instal en 1783 la Aduana, que se
hallaba ubicada en la actual avenida Belgrano, de la que adems de conservarse
alguna lmina antigua que reproduce su frontis, se conocen fotografas que
corresponden a una poca en que con motivo de levantarse el nivel de la calle
qued soterrada la base y parte de las pilastras59.
Frecuentemente se han reproducido grabados de antiguas casas de Buenos
Aires a las que se denominan coloniales, sin ninguna prueba que acredite esa
antigedad que se le atribuye. Suelen tratarse de modestas construcciones que estn
lejos de ser tipos representativos de aquella poca. Si se tiene en cuenta los
materiales usados, es difcil que hubieran alcanzado nuestros das sin grandes
reparaciones. Nos referimos por supuesto a las casas de alguna holgura, con patios
y corrales, llenas de sol y de vistosidad por las plantas y flores que las engalanaban.
Joaqun Hazaas y la Ra, ilustre maestro sevillano que nos honrara con su
amistad, sabia y bondadosa, en memorable conferencia que pronunciara en 1928,
bajo el sugestivo ttulo Algunas consideraciones de la casa sevillana, record que era lgico y
natural que las primeras casas que en Amrica se construyeran reprodujesen la casa andaluza,
especialmente la casa sevillana. Por supuesto que con respecto a Buenos Aires habra
que hacer la salvedad de la carencia de la azulejera que tanta gracia y sabor da a las
casas de la Btica inmortal60.
ADOLFO L. RIBERA: La platera en el Ro de la Plata, en Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estticas,
Buenos. Aires, 1954, t. II, nm. 7, p. 12, anota: La influencia lusitana, por ejemplo, nos pareci de capital inters, influencia que
Torre Revello seal hace aos con extraordinaria sagacidad. Nuestras bsquedas nos permiten confirmarla...
60 En las bsquedas realizadas en archivos nacionales y espaoles no hemos tenido oportunidad, con referencia a
Buenos Aires, de hallar referencia que mencione el uso del azulejo, con destino a la arquitectura civil. Con respecto a
dos edificios religiosos construidos en el siglo XVIII, el monasterio de Santa Catalina de Sena y la iglesia de Nuestra
Seora del Pilar, se utilizaron azulejos trados de Espaa. Con respecto a los azulejos descubiertos en el Pilar con
motivo de las obras de restauracin realizadas por el arquitecto Andrs Mill, se ocupa el P. CARLOS MARTNEZ:
Templo de Nuestra Seora del Pilar, una reliquia colonial, Buenos Aires, 1945, en donde, p. 56, se reproduce un documento
en el que consta que en 1777, se embarcaron por cuenta del convento de la. Recoleccin de Buenos Aires 83 cajones
de losa. Sevillana. Por su parte, MARIO J. B USCHIAZZO: La Iglesia del Pilar, Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas
Artes, 1945, agrega, que los azulejos empleados en el Pilar son de fabricacin talaverana. ENRIQUE UDAONDO ha
59

161

Indudablemente que es exacto cuanto entonces expuso el ilustre profesor,


segn se ver a su tiempo y as lo testificaron algunos autores del siglo pasado que
tuvieron la oportunidad de vivir o visitar nuestra ciudad, cuando an no se haba
desarrollado el impetuoso afn de demoler todo lo que recordara nuestro pasado.
Todo se justificaba ante el progreso y las nuevas comodidades que brindara la
tcnica constructiva que aplicaban los arquitectos extranjeros que procedan de
Europa61.

IV. LAS CASAS PORTEAS DESPUS DE 1810


Sobre el aspecto edilicio de la ciudad de Buenos Aires despus de la
Revolucin de Mayo, han dejado testimonio algunos viajeros y cronistas que
escribieron sus observaciones.
En primer lugar mencionaremos a Un ingls, cuyas impresiones fueron
reproducidas en un curioso libro, que se refiere al lapso comprendido entre 1820 y
1825.
Con relacin a Buenos Aires entre otras cosas curiosas que refiri con
respecto a la poca que viviera en la ciudad, expres que la mayor parte de las casas
estaban edificadas con ladrillos y blanqueadas a la cal. Casi todas ellas son casas bajas, de techo
publicado Resea Histrica del Monasterio de Santa Catalina de Sena de Buenos Aires, Buenos Aires, 1945. ANDRS MILL:
La Recoleta de Buenos Aires, una visin del siglo XVIII, Buenos Aires, 1952; del mismo autor: El Monasterio de Santa Catalina
de Sena de Buenos Aires, evocacin del siglo XVIII, Buenos Aires, 1955, 2 vols., en donde aporta referencias sobre los
azulejos. Con respecto a otras ciudades de Amrica y en particular en Puebla de los Angeles, en la Nueva Espaa, se
desarroll esa industria en forma extraordinaria por la calidad y cantidad de establecimientos que se consagraron a su
fabricacin, contndose en 1750 con ms de treinta loceras, tanto dentro como fuera de la ciudad. M. ROMERO DE TERREROS:
Las artes industriales en la Nueva Espaa, Mxico, 1923, pp. 153-172. En Apndice II a la obra citada, pp. 198-201, se
reproducen las Ordenanzas de loceros de Puebla, ciudad de los Angeles de la Nueva Espaa, 10 de mayo de 1653. EMILIO
HARTEE-TERR al ocuparse de Juan del Corral azulejero, el azulejo joya limea, en Artfices del Virreinato del Per, Lima,
1945, pp. 165-171, recuerda que durante los ltimos aos del siglo XVI y los primeros del XVII, Espaa envi al Per los azulejos
que adornaron los patios seoriales. En 1649 aparece en Lima fabricando azulejos Juan del Corral, pero se tiene noticia
que desde 1639 en dicha ciudad haba pintores de azulejos. Por su parte Antonio SANCHO CORBACHO, en el cuaderno
III, de Arte en Amrica y Filipinas, Sevilla, 1949, pp. 97-106, con el ttulo Azulejos sevillanos en Lima, se ocupa de los
conventos de Santo Domingo y de San Francisco, que todava conservan las dos ms ricas colecciones de zcalos de azulejos
que existen en dicha ciudad procedentes de las alfareras sevillanas fechadas en 1586 y 1604.
61 Vase el captulo que lleva por ttulo Los tiempos pasados, de todo un poco, en la obra de V CTOR GLVEZ (seudnimo
con que firm Vicente G. Quesada) las Memorias de un viejo, escenas de costumbres de la Repblica Argentina, Buenos Aires,
1942, pp. 253-281.
162

plano, que circunda un elevado parapeto y tienen patios. Las ventanas estn protegidas por
barrotes de hierro verticales. En seguida expresa, que algunas casas ocupan vastas extensiones de
terreno, sealando que la habitacin principal de la casa era la sala, que las azoteas solan ser
muy bonitas, en particular aquellas que se encontraban cerca del ro. Numerosas residencias
(escribi) son ejemplos de arquitectura morisca; las clases acomodadas las adornan lujosamente
con alfombras, hermosos espejos, etc. La madera es tan poco usada en la edificacin que las
probabilidades de incendio son remotas 62.
Sir Woodbine Parish, cnsul general de Gran Bretaa en Buenos Aires,
adonde arrib en 1824, tambin dej escritas sus impresiones en un libro que se
publicara en ingls, en 1838. Al referirse a las casas manifest que, salvo pocas
excepciones, constaban de una sola planta con los aposentos seguidos, sin
corredores ni pasadizos. Los pisos eran de ladrillo; en cuanto los techos con
cielorraso eran escasos, dejando al descubierto el entramado de la techumbre. Las
paredes se comenzaban a cubrir con papeles de diversos colores, de fabricacin
francesa y de lminas de la misma procedencia. El mobiliario del ms nfimo trabajo
era de procedencia norteamericana, usndose otros que eran de origen europeo.
Por esa poca a la que se refiere Woodbine Parish, se haba comenzado a utilizar en
los hogares la estufa de carbn, con la que se elimin el brasero de antigua traza
espaola.
El aspecto arquitectnico de la ciudad comenzaba a transformarse
substancialmente, siendo frecuente la construccin de edificios de dos plantas, no
alterndose por ello cuanto se relacionaba con las rejas voladas, labradas en hierro y
pintadas de verde, en las que se lucan floridas macetas que daban lucimiento y
color a las calles. Para recoger las aguas de lluvias se construyeron amplios aljibes
en los patios.
No obstante que muchas calles de la ciudad haban sido empedradas con
granito de la isla de Martn Garcia, todava subsistan pantanos, donde quedaban

Cinco aos en Buenos Aires, 1820-1825, por UN INGLS, prlogo de Alejo B. Gonzlez Garao, Buenos Aires, 1942,
pp. 25-26.
62

163

muchas veces atascados los bueyes uncidos a las carretas63.


Con estas lneas damos trmino a este estudio, que quisiramos que fuera algo
ms que una relacin histrica de la casa portea en el Buenos Aires antiguo.
Esperamos no habernos equivocado en nuestros propsitos.
JOS TORRE REVELLO.

APNDICE
CRONOLOGA DEL PROCESO TCNICO EN LA ARQUITECTURA DEL
BUENOS AIRES ANTIGUO

1580 Se construyen las primeras viviendas de acuerdo a los materiales que


brinda el medio geogrfico, a saber: madera de sauce, adobe en panes o
apisonado entre tablones de antiguo uso en. Espaa, paja o totora para la
techumbre.
1603 Venta de vidrios.
1604 Se fabrican tejas.
1607 Arriban a Buenos Aires, dos tejeros y un herrero de nacionalidad
portuguesa.
1607 Se labran viviendas enmaderadas con caa y cubiertas de paja.
1608 Se autoriza la instalacin de un horno de ladrillo y teja.
1612 Se registra el uso de reja.
1612 Casa con sala, aposento y corral cercado.
1620 Casa con sala, aposento y patio.
1623 Se introduce del Brasil, ladrillo, cal y madera, con destino a las obras
de la Catedral y Colegio de la Compaa.
SIR WOODBINE PARISH: Buenos Aires y las provincias del Ro de la Plata, desde su descubrimiento y conquista por los espaoles,
traducidos del ingls al castellano y aumentados con notas y apuntes por JUSTO MAESO, Buenos Aires, 1852, t. I.
63

164

1640 Casas de tierra y paja.


1655 Casa con zagun, sala con aposento.
1658 Casas de una planta, habitaciones espaciosas, patios, huertas.
Construccin de barro (adobe pisado), techos de caa y paja.
1660 La Compaa de Jess instala un horno de ladrillos.
1664 Casa con cubierta de teja, 14 habitaciones, cochera, huerta. Casa
con 5 habitaciones, patio, huerta.
1665 Casa con zagun, sala a la calle y muros de tapia.
1667 Por iniciativa del gobernador Jos Martnez de Salazar se establece
un horno de ladrillo para surtir de materiales a las obras del nuevo edificio
de la Catedral, en el cual se emple la teja, y en la mezcla, cal procedente de l
a Magdalena.
1680 El obispo fray Antonio de Azcona Imberto, hizo construir un horno
para fabricar ladrillos con destino a las obras de la Catedral, vendindose parte
de la produccin al vecindario.
1691 Casas de una sola planta, construidas de arcilla (adobe) que duran
siete aos.
1703 Se carece de maestros albailes competentes.
1717 Se autoriza el establecimiento de un horno de teja. En aos
subsiguientes se establecen otros.
1725/1726 Funcionan 21 hornos de ladrillos y tejas.
1729 Casas que son en su mayora de una sola planta, pero se labran otras
de dos. Escasa altura; por lo general carecen de ventanas. Se calcula la
existencia de 60 hornos de ladrillos.
1749 Casas con azotea, de buen aspecto exterior. Pocas ventanas
con vidrio.
1750 Casas con rejas voladas a la calle y simples en el patio.
Piso enladrillado, pozo de balde. Cancel.
1752 Casas construidas de ladrillo con amplios patios.
165

1755 Se regula la dimensin del ladrillo y la teja.


1759 Casa con zagun de bovedillas de yeso, salas a la calle con rejas,
cielorraso de caas, dos patios; salas con techos de bovedilla, techumbre de
tablazn. Casas destinadas a alquilar.
1760 Casa con corredores, despensa, pozo de balde.
1765 Muro de adobe revestido de ladrillo. Techos (cielorraso) de madera.
1778 Se seala progreso tcnico en la construccin.
1781 Galpones cubiertos de paja, horno para cocer pan.
1783 Muros de ladrillo, adobe y tierra pisada. Zagun que da al patio, a
cuyo alrededor se elevan las habitaciones. Para la mezcla se usa cal de
conchilla; para el blanqueo la procedente de Crdoba. Los frentes con
preferencia se orientan al norte. Vereda de ladrillo o empedrada. Cada
habitacin renta entre tres y cuatro pesos mensuales.
1784 Se comienza a exigir la presentacin de planos para toda clase de obra
de albailera.
1784 Se inicia la nivelacin de las calles.
1785 Casas de dos plantas con balcones de hierro.
1791 Casa de dos plantas, puerta con llamador, cochera, piso de baldosa,
calzada de piedra. En la planta alta, piso de madera, ventanas con vidrio,
balcn de hierro.
1792 A partir de 1776 hasta 1792, se calculaba que se haban construido
ms de mil casas.

166

167

168

RELACIONES DOCUMENTALES

Descripcin del Altar Mayor del Conv[en]to de S[a]n Fran[cis]co de Santiago del Estero y
las cosas accesorias de la Iglesia.
Este consta de un alto basamento con corniza, basa y requadros con tallas, y
molduras doradas; su color es un mrmol morado con hilos blancos: Sobre este
basamento asienta el pedestal del Orden compuesto, que es el que decora en esta
forma, tiene en el medio el Tabernculo q[u]e consta de quatro columnas parecidas,
todo gravado de oro, su campo, pedestal, corniza y cupula es color de perla con
hilos azules, sus requadros color de oblea, molduras y demas adornos dorados. La
parte interior es toda de oro y espejos. El pedestal de dicho Altar consta de los
mismos angulos rectos que el basamento, con requadros de jaspe verde, y adornos
dorados. Su color es de leche. Sobre ste asienta el primer cuerpo, que consiste en
quatro columnas los lados del Nicho, y dos mas a los extremos de derecha e
izquierda, todos seis color de venturing, arrimadas unos revestidos muy sencillos
de color de leche. El Nicho del medio es de color carmes. La Imagen de la Purisima
esta estofada, gravada de oro: el manto, y la tunca figura lama de plata. Los
intercolumnios de los extremos son unos angulos obtusos, cuyos colores azul
celeste con beta obscura, sobre el qual esta un pavellon con cortinas carmes, que
adorna, donde estn los Patriarcas sobre unas repisas. Estas Estatuas son de dos
varas de alto nuevamente hechas p [o] r un Devoto. El Patriarca S [an] to Domingo
est en actitud de triunfo; pues presenta la vandera en la derecha y en la izquierda
mantiene la Iglesia, todo orleado de oro el manto, y el habito. El Patriarca S[a]n
169

Fran[cis]co esta en cuerpo representando su caracter de penitencia, pues ademas de


decirlo lo macilento de su rostro, lo expresa la actitud de estar abrasado con la Cruz,
y las disciplinas en la derecha. Tambien tiene orleado el Habito. Todo este cuerpo
principal del Altar esta adornado de molduras, capiteles, basas doradas proporcion
del gusto moderno. El frizo es de jaspe amarillo anubarrado con color anaranjado.
Toda la corniza es de color de leche. Sobre dicho entablam[en]to se forma un
cuerpo actico, que se ajusta guardando la forma del techo de la Iglesia. Este actico
consta de una especie de pilastras levantadas al plomo de las columnas de color de
leche con reguarda de jaspe verde, y sus festones de tallas doradas. En [testada] cuyo
medio ocupa un famoso quadro de del Titular Santiago caballo pisando los
Moros nuevam[en]te pintado. Ultimam[en]te sobre el pavimento del Presbyterio se
levantan tres gradas, en que se asienta la mesa del Altar de estilo moderno. El
Presbyterio se ha cortado proporcin del todo de la Iglesia por que antes tomaba
media Iglesia para mayor adorno, y lucimiento se blanquea y enladrilla toda la Iglesia
de nuevo. Asimismo fue pintado el Altar de S[a]n Benito segun el estylo moderno
por un devoto sus espensas. Pinto e hizo la talla al Santo, segun se halla al
presente. La mala construccion de la Sacrista con la Iglesia han dado en todo
tiempo mucha incomodidad sobre sus transitos, hasta que se tom el mejor
pensam[ien]to de todos que ha sido el habrir un transito de vara, y quarta de ancho,
y dos, y media de alto, y seis de largo por la [?] de la pared de la Iglesia, y el estrivo
del lado del Convento, esto es, desde la Sacrista hasta la puerta, que del presbyterio
sale al claustro, donde se ha puesto ventana, que da luz al dicho transito, el que se ha
construido del modo mas conveniente la solidez y perpetuidad de la obra. A este
lo cubre, y sirve de techo gruesos umbrales fuertem[en]te calzados, sin q[u]e quede
desconfianza de su solidez. Antes se remedi, y asegur la pared de la Iglesia, que p
[o] r aquella parte estaba roda, y comida de las aguas, que la haban taladrado hasta
el simiento. Del mismo mal adoleca la pared testero de la Sacristia, que arrima a la
Iglesia, y asta se hall p[o]r conveniente el voltear la mayor parte, y levantarla de
nuevo. Con cuyo motivo se revoc y blanque y se enladrill de nuevo toda la
170

Sacrista, se embutieron en la pared sus cajones medianos, se le hizo su asiento


volado, y en el medio se puso una hermosa mesa p[ar]a los Calices, y Misales. Esta
se compone de quadrilongo de dos varas con senefa guarnecida de oro, su color es
un amarillo anteado a imitation de jaspe, este est sostenido de un hermoso
balaustre de jaspe verde con sus hilos de oro.
Biblioteca Nacional, Manuscrito n 7912; no tiene fecha.

ANDRS BIANCHI O BLANQUI?


Se escribe a veces Bianchi y a veces Blanqui el apellido del prestigioso Jesuita
cuyo nombre es inseparable de la historia de la arquitectura en el Ro de la Plata en
la primera mitad del siglo
Blanqui escriben el Padre Guillermo Furlong (Arquitectos argentinos durante la
dominacin hispnica, 1946, pg. 149 y nota 325) y el Prof. Mario J. Buschiazzo (en
Diego Angulo Iiguez, Historia del arte hispanoamericano, 1956, tomo

III,

pg. 615),

mientras Jos Len Pagano sostiene que debe escribirse Bianchi (en Acad. Nac. de
Bellas Artes, Documentos de arte argentino, 1947, cuad. XIII, pg. 12, nota 1).
Para salir de dudas nos ha parecido oportuno consultar las fuentes originales: el
archivo general de la Compaa de Jess. Los datos que consignamos a continuacin
nos han sido suministrados, con infinita amabilidad, por el R. P. Edmond Lamalle
S.J., del Institutum Historicum Societatis Iesu, en Roma.
Sabido es que el Hermano Andrs naci en Italia en 1677 y haba ingresado en
la Orden en 1716, llegando a Buenos Aires el 9 de julio de 1717 con la expedicin
de misioneros organizada en Sevilla por los PP. Bartolom Jimenez y Jos de
Aguirre.
En la preparacin de tales expediciones desempeaban un papel de
importancia los Procuradores que peridicamente (Cada tres, cinco, hasta diez aos)
171

viajaban a Europa para buscar reclutas y material para sus Misiones, informar a la
superioridad y tratar, tanto en Madrid como en Roma, de los problemas pendientes.
Los Procuradores encontraban personal entre los jvenes religiosos de la Compaa,
solicitando entonces cada interesado la autorizacin del Padre General para
embarcarse. Pero tambin se presentaban laicos, a veces ya candidatos a la Orden, y
se sola permitir a los Procuradores contratar a stos directamente; en tal caso el
postulante empezaba de inmediato su noviciado o era enviado a Sevilla, donde
ingresaba en el Noviciado a la espera de que saliese el barco que lo llevara a su
destino.
Andrs Bianchi no ingres en la Compaa en Sevilla, sino en Roma, en el
Noviciado de S. Andrea. Consta en un registro donde el Procurador del Noviciado
anotaba la entrada de los novicios con el inventario de sus efectos personales: A d 1
febr, 1716, fu abraciato per fratello coadiutore Gio. Andrea Bianchi, milanese, il quale port
seco... (viene la lista de sus ropas civiles, muy simples y pobres, sin indicacin de
ningn libro u otro objeto). Sigue la firma autgrafa lo Gio. Andrea Bianchi (Arch.
Rom. S.I. - Rom. 175, pg. 67). Por lo tanto, Andrs Bianchi fu abrazado (forma
tradicional de bienvenida a los nuevos colegas) el da 1 de febrero de 1716 en Roma.
Al margen de la citada entrada figura en el registro la siguiente anotacin: 3 apr 1716
part da Roma per il Paraguay per Firenze...; la ltima palabra, parcialmente cortada al
encuadernar, es ilegible. Puede haber sido Sevilla.
En la Historia de la Compaa de Jess en la Provincia del Paraguay, del P. Pablo
Pastells S.J., t. VI, 1715-1731 (publicacin pstuma del P. Fr. Mateos, Madrid, 1946,
p. 126), el Hermano Bianchi figura en una nmina de 53 misioneros
(completada despus?) sometida a la aprobacin del Consejo de Indias el 19 de
diciembre de 1716 por el Procurador General de Indias, P. Juan Francisco de la
Castaeda, S.J.., para la expedicin de los PP. B. Jimenez y J. de Aguirre. Ah
aparece una primera espaolizacin de su apellido: Andrs Vianchi, Coadjutor, de
Roma.
Luego, la deformacin Blanqui se introdujo e hizo habitual en los catlogos de
172

la Provincia del Paraguay, exactamente como se impuso la forma Lerner en el caso


del Hermano Coadjutor Philippe Lemaire (belga, nacido en Mies, a 20 Km. al
sudoeste de Lille, en 1608, durante el reinado de los archiduques Alberto e Isabel),
autor de la bveda de la iglesia de la Compaa en Crdoba.
Aun cuando haya quien prefiera la grafa hispano-fontica Blanqui, no cabe
duda que el verdadero apellido del clebre Hermano, fallecido en 1740, era Bianchi.
PAUL DONY

UNA CARTA DEL ESCULTOR BARTOLOM FERRER.


En el nmero 8 de estos ANALES me refer a una carta de Bartolom Ferrer,
escultor mallorquino que actuara en Buenos Aires en la segunda mitad del siglo que
creo muy interesante por varias causas. Primero porque nos demuestra que no
solamente trabajaban en los pueblos paraguayos, artistas indgenas, posiblemente
porque en esa fecha, 1782, ya hubieran desaparecido o quedaran pocos de aquellos o
porque, como se ve cada da ms claro, era bastante regular el ir y venir de artistas
de otras partes. En segundo trmino, nos permite sealarlo como posible autor del
retablo mayor de la Merced de Buenos Aires, as como de otros hasta ahora
annimos. Por ltimo se refiere con pocas y significativas palabras, al auge
econmico de Buenos Aires al lado de las ya decadentes poblaciones misioneras.

173

Sigue la licencia correspondiente para que Francisca Morillo viaje a


Montevideo.

174

Carta de Bartolom Ferrer a su mujer


Fran[cis]ca Morillo
Esposa mia acabo de Resebir otra carta tuya en que me refieres la misma desgracia que en
la antesedente con Fecha de 10 de Marzo de 82. Resebi la primera en 4 de No[viem]bre de 82 y
la Segunda en 4 de Dici[em]bre de 82 y Respond a la Primera el mismo mes a 10. Remetiendo
en Buenos Ayres una Libranza de 500 Pesos para que te mandase un amigo con quien tengo
entera satisfacion supongo ya lo abra executado.
Con que en primera ocasion te vendras que tendre mucho gusto de q[u]e descanzes a mi
lado y no te acuerdes mas de lo que as perdido que aca se gana de una patada.
Acabo de Resebir dos Cartas de Buenos Ayres en que me solicitan para hacer el
Retablo Mayor de la M[erce]d y otro en la Catedral Nueva que hazen siempre base
mas Cuenta que en las Misiones, aqui a llegado una baxa que dicen que Gibraltar es ya
despaa quiera Dios que sea asi.
Daras m [jis m[a]s a tu Madre dexandole lo que pudieras que aca no faltara
nada, y tu Mias los tomaras a medidas de tu deceo. S[a]n J[ua]n de Missiones a 3 de
Dici[em]bre de 82 tu Esposo Barth[olo]me Ferrer
Archivo General de Indias, Sevilla, Contratacin, 5526.
HCTOR H. SCHENONE.

GARIBALDI Y ANITA, por Raymond Quinsac Monvoisin.


Despus de varios aos al servicio de la Repblica de Ro Grande del Sur,
Jos Garibaldi resuelve trasladarse a Montevideo, a fines de 1841. Seis aos haba
pasado de una vida de fatigas y privaciones (dice el hroe en sus Ultimas Memorias), lejos
del consorcio de mis relaciones antiguas y de mis parientes, cuya suerte ignoraba en absoluto.
Tanto el aislamiento en que me haba hallado y la imposibilidad de tener noticias de ellos, como
175

por estar lejos de todo puerto martimo viva en una ignorancia que hizo nacer en mi el deseo de
aproximarme a un puerto donde pudiera saber algo de mis padres, cuyo afecto poda haber
calculado con mi huida hacia las aventuras, pero que vivamente exista en mi alma. Adems
necesitaba proveerme de tantas cosas, que hasta el presente no haba sentido por m mismo, pero
que me eran indispensables para mi mujer y mi hijo. Me decid, pues, a pasar a Montevideo
temporariamente; ped permiso al Presidente, que me lo concedi y con este permiso pude reunir
un pequeo grupo de bueyes para hacer frente a los gastos. Hme, pues, tropero, es decir
conductor de bueyes. En una estancia llamada Corral de Piedra, logr reunir en una veintena
de das y mediante la autorizacin del Ministro de Hacienda, cerca de novecientos animales, con
grandes trabajos, los que an con mayores deba conducir a Montevideo, donde pude llegar slo
con trescientos bueyes.
Obstculos insuperables se me presentaron en el camino y ms que todo el desbordado Ro
Negro, donde casi perd por completo mi capital. El torrente, mi impericia y la bribonera de
ciertos mercenarios que haba acomodado para conducir las bestias, hicieron que apenas
pudieran pasar el Rio Negro quinientos de aquellos animales; consecuencia tambin del camino
y los pocos alimentos. Se decidi por consiguiente cuerear estas reses y as se hizo, no siendo
posible otra cosa para salvar algo. Obsrvese (termina diciendo Garibaldi en esta parte de
sus Memorias) que cuando alguno de aquellos pobres animales se cansaba, me vea precisado
a venderlo y por aadidura no cobraba ni un centavo. En fin, despus de haber pasado trabajos
indiscriptibles, fro y disgustos por espacio de cincuenta das, llegu a Montevideo con los restos
de mis novecientos novillos, de los que saqu algunos centenares de reales que apenas sirvieron
para vestir a mi familia y mis dos compaeros.
Durante su permanencia en Montevideo, Garibaldi ense matemticas en el
Colegio de don Pablo F. Semidei, adems de ocuparse de perito mercantil. Fu en
esos das en que Monvoisin lleg a aquella ciudad, la que debi visitar dos veces,
primero al hacer escala en su viaje a Valparaso y luego cuando volvi de arribada
forzosa, por no poder su barco doblar el Cabo de Hornos.
Con estos antecedentes debemos plantear la identificacin de los personajes del
cuadro denominado indistintamente Esposos paraguayos o Refugiados del Paraguay,
176

177

178

personajes en los que vemos los retratos de Garibaldi y Anita, como ya lo


insinuamos en nuestro libro sobre Raymond Quinsac Monvoisin. Si se analiza el
cuadro, lo primero que se advierte es el contraste que ofrecen las dos figuras: ella,
fina, bella, delicada de manos y elegantemente vestida; l, con indumento de
campaa y enseres rurales, que carga con propsito deliberado, pudiendo verse en
este retrato algunas de las prendas que seran caractersticas de Garibaldi. En cuanto
al parecido de los personajes, tanto l como ella lo tienen en absoluto, siendo
demasiado extraordinario que tales esposos paraguayos fuesen una pareja sosas de la
de Garibaldi y Anita. Si observamos la fisonoma de Garibaldi, descubrimos en ella
hasta sus menores detalles, como, por ejemplo, la ceja izquierda en forma de cedilla,
mientras que la derecha es un arco perfecto. Con respecto a Anita, puede verse el
nico retrato que se conoce, pintado por Cayetano Gallino cinco aos despus, para
comprobar que se trata de su vera efigie.
No dudamos, pues, que Garibaldi quiso hacerse retratar como tropero, tal como
l se llama en sus Memorias. Hay en ellas no pocas pginas, bellamente escritas, que
muestran su emocin ante el espectculo de la pampa, sobre todo ante el caballo
criollo:
Qu bello dice- es el caballo de la Pampa! Su boca no sinti jams la fra impresin del
freno y el precioso lomo, jams marcado por el ftido asiento del hombre, brilla a los rayos del sol
como un diamante. Su esplndida y despeinada cabellera bate los flancos cuando soberbio, reuniendo
las esparcidas yeguas o huyendo de la persecucin del hombre, avanza veloz y parece impelido por el
viento. Su calzado natural no se halla manchado por los establos y brilla como el marfil; y la
hermossima cola ondea al soplo del pampero, evitando el generoso bruto las molestias de los
insectos. Y, aorando sus das en el Ro de la Plata, aade: Hoy 20 de Diciembre de 1871,
retirado en mi hogar y endurecidos mis miembros, recuerdo conmovido las escenas de mi vida
pasada, en la que todo sonrea en presencia del ms estupendo espectculo que haba visto. Me
encuentro decrpito! Pero dnde estarn los soberbios caballos padres, los toros, las gacelas, los
avestruces que tanto embellecen y vivifican aquellas amensimas colinas?
No dudamos, pues, que Garibaldi, con el deseo de conservar el recuerdo de su
179

aventura de tropero, debi hacerse este retrato, grato, por otra parte, al pintor,
conservado por ste por causas que ignoramos. En la quinta de Monvoisin, en
Boulogne-sur Seine, permaneci incgnito hasta la muerte del artista, ocurrida poco
antes de que el nombre de Garibaldi tomara resonancia en la brecha de la Porta Pa.
MIGUEL SOL

180

BIBLIOGRAFA

ERWIN WALTER PALM: Los Monumentos Arquitectnicos de La Espaola. 2 vol.;


XXXII

+ 224

XXIII

pp. de ill.; 220 CIV pp. de ill. Edicin Universidad de Santo

Domingo; Ciudad Trujillo, 1955 (impreso en Barcelona).


Por la seriedad con que ha sido enfocado el tema, por el inters que el mismo
provoca, y por la monumentalidad de la obra, este libro es, sin duda, el aporte ms
importante que se ha hecho al estudio de la arquitectura hispanoamericana en los
ltimos tiempos. La excepcional jerarqua de los monumentos levantados en La
Espaola (los ms antiguos erigidos por europeos en el Nuevo Mundo) atrajo
siempre la atencin de eruditos e investigadores. Desde los primeros trabajos de
Pichardo, Llaveras, Alemar y otros, hasta los recientes de Noel, padre Utrera,
Angulo y quien esto escribe, se ha publicado una abundante literatura sobre el tema,
con nuevos aportes y continuas rectificaciones. El propio Palm nos haba anticipado
parte de lo que luego sera este libro suyo en monografas aisladas, que en razn de
haber sido publicadas en revistas locales no alcanzaron la difusin que merecan. Se
senta la necesidad de recopilar en un corpus toda esa literatura dispersa, dndole
vertebracin y actualidad, y lo que es ms importante, interpretando con sentido
crtico el valor de los monumentos dominicanos. Todo esto y mucho ms nos
brinda Palm en esta obra monumental y magnfica, largamente esperada por los
estudiosos del arte americano, que saban de su gestacin.
El libro est dividido en dos partes bsicas, una referente al proceso de
hispanizacin, y otra al anlisis de los monumentos en s. En los considerandos
iniciales aborda Palm dos temas largamente debatidos por los americanistas: el del
valor de originalidad que puede tener el barroco del Nuevo Mundo, y luego la
supuesta rebelda artstica de los indgenas frente al arte espaol. En el primer caso,
181

el autor del libro que reseamos admite la existencia de un barroco americano,


especialmente en aquellas regiones donde hubo gran densidad indgena, pero
sostiene que hasta tanto se realice un examen crtico de las fuentes literarias
americanas no se estar en condiciones de afirmar si el barroco criollo fu sentido y
creado conscientemente, o si no pas de una variedad ms, intrascendente dentro
del vasto panorama hispnico. En cuanto a la supuesta posicin de rebelda indgena
(como lo sostienen Uriel Garca y Guido, que trasladan problemas raciales y
polticos al campo artstico), Palm cree que no hubo tal cosa, admitiendo el sentido
satrico de artistas como el Aleijadinho pero como una expresin comn al rococ
europeo.
Analiza luego muy acertadamente las causas que hicieron perdurar el clima
medieval en la pennsula cuando ya el renacimiento haba cubierto con sus galas casi
todo el campo artstico europeo, y se refiere al sentido aperspectvico espaol,
reemplazado por la profusin decorativa de origen lombardo, impregnada de
goticismo tardo.
El panorama de la realidad americana, frente a la cual se produce el primer
choque de lo hispnico, es motivo de pginas eruditas y magistrales, despus de las
cuales entra de lleno al estudio de las ciudades fundadas en La Espaola,
comenzando por La Isabela, a la que le suceden Santiago de los Caballeros,
Concepcin de la Vega y Santo Domingo. Sobre el trazado de esta ltima, Palm cree
que su cuadrcula ocupa un lugar intermedio entre las tradiciones medievales y los
planos francamente renacentistas de las ciudades que se desarrollaron ms tarde en
Tierra Firme.
Entre los alarifes que actuaron en los aos iniciales de la ciudad primada de
Amrica, figuraron Zafra, Luis de Moya, Rodrigo de Liendo y Antn Garca; a la luz
de nuevos documentos, Palm elimina definitivamente a Juan Sierra, as como aos
atrs hubo que eliminar a Alonso Rodrguez. Al perodo de esplendor en que
actuaron dichos maestros le sucede luego el estancamiento y despoblacin de la
ciudad, que perdur hasta pleno siglo

XVIII.

182

La fundacin de otras ciudades y

puertos antillanos, el saqueo de Drake, la desaparicin de los indgenas, fueron otros


tantos motivos decisivos en esa decadencia. De aquella primera poca de esplendor
quedan todava algunas casas en pie, analizadas por Palm en captulo especial. Al
referirse a la Torre del Homenaje, Palm apunta la posibilidad de que su autor fuera
Juan Rab, mencionado por el gobernador fray Nicols de Ovando como la persona
a quien encarg la construccin de la torre que se ha de hazer en la costa de las perlas.
Aos atrs, el propio autor, en una pequea gua turstica, nos haba anticipado este
nombre que, de ser exacta su interpretacin, sera el del primer alarife conocido que
haya trabajado en la Amrica espaola.
Al estudio de la catedral de Santo Domingo (monumento capital del arte
hispanoamericano), Palm observa acertadamente que su concepcin espacial es una
suerte de compromiso entre las hallenkirchen germnicas y las mezquitas musulmanas,
esquema bien espaol por cierto, que se mantiene en la Pennsula hasta que
Vandelvra crea la catedral de Jan, que seal rumbos a las de Mxico, Puebla,
Lima y Cuzco.
Tal como lo dijramos aos atrs al estudiar la iglesia de la orden dominica,
Palm tambin admite el isabelismo de este templo, que hace extensivo a La Merced
y San Francisco. En la organizacin de la iglesia de Santo Domingo v Palm un
ejemplo de goticismo tardo cataln, cuya vinculacin con el Jess de Roma se hace
cada da ms notoria.
Una vez definidas claramente sus apreciaciones crticas sobre posibles orgenes,
influencias y valores de la arquitectura dominicana, entra de lleno el autor al anlisis
de cada monumento, llevado a la exhaustividad con notable minucia y acopio de
fuentes documentales. Una abundante serie de ilustraciones, que suman en total 224,
acompaa esta parte de la obra, a la que deben agregarse varios planos intercalados
en el texto.
MARIO J. BUSCHIAZZO.

183

PUBLICACIONES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE BELLAS ARTES. Documentos de


Arte Colonial Sudamericano, Cuaderno

IX,

La arquitectura mestiza en las riberas del

Titikaca, segunda parte, XLVIII, 108 lms. 2 pp. Buenos Aires, 1956.
Despus de cuatro aos, la Academia Nacional de Bellas Artes contina la
interrumpida coleccin de cuadernos, publicando la segunda parte del tomo
dedicado a los monumentos peruanos de la zona del lago Titicaca. En este nuevo
nmero, la Academia contina los antiguos derroteros en la manera de enfocar esta
serie que intitula: Documentos de Arte Colonial Sudamericano, que sigue, tambin,
en cuanto a presentacin, la ya conocida de Arte Argentino.
Rica en informacin grfica, y apreciable en valor ilustrativo, la pericia del
fotgrafo Hans Mann ha captado una serie de edificios que, reunidos, constituyen la
ms importante miscelnea aparecida hasta hoy de la arquitectura de las poblaciones
aledaas al Titicaca, magnficamente estudiada en otras ocasiones por Marco Dorta
y Wethey.
Comienza con una hermosa vista del lago, desde Sillustani, para continuar con
la iglesia de Santa Brbara de llave, mostrndonos su interesante arco de ingreso al
atrio, menos rico y ms geomtrico en sus decoraciones que el de la Asuncin, de
Juli. El interior no aporta novedades, pero la puerta que aparece en la lmina 9 no es
de la sacrista, sino del baptisterio, ubicado al pie del templo.
San Pedro de Acora, en cambio, posee un retablo mucho ms suntuoso y
mejor conservado. Hubiramos deseado que los pies aclaratorios de las lminas 28 y
29 fueran ms explcitos, pues solamente el lector avisado, cae en la cuenta que
pertenecen a la capilla mayor de dicho iglesia.
El retablo lateral (lm. 24) interesante pieza renacentista, ya dada a conocer por
Kelemen, merecera una buena reproduccin. Para ello hubiera sido necesario que el
especialista indicara al fotgrafo qu es lo que mereca ser fotografiado. As lo exige
todo trabajo de esta ndole elaborado seriamente.
Por ltimo, debemos citar a las magnficas iglesias barrocas de Puno y Vilque,
184

que integran el grupo de edificios ms interesantes de la arquitectura mestiza.


Antecede a este cuaderno un prlogo del arquitecto Angel Guido, en el que
expone, sus teoras sobre el mestizaje artstico en Amrica.
HECTOR H. SCHENONE

FRANCISCO DE LA MAZA: Arquitectura de los coros de monjas en Mxico. 120 pp., 90 pp.
ill.; edicin del Instituto de Investigaciones Estticas de la Universidad Nacional
Autnoma de Mxico; Mxico, 1956.
El erudito investigador Francisco de la Maza rene en este volumen la
descripcin minuciosa de cuarenta y un coros de conventos de clausura mexicanos,
correspondientes 17 al Distrito Federal, 11 a Puebla, 3 a Quertaro, 3 a Guadalajara,
2 a Morelia, 1 a Mrida, 1 a San Cristbal Las Casas, 2 a San Miguel de Allende y 1 a
Salvatierra.
En el estudio general que precede al anlisis de cada edificio, el autor se refiere
a esas formas de coros dobles (alto y bajo) que, sin ser privativos de Mxico,
alcanzaron en este pas caractersticas propias, dadas la cantidad que hubo y las
dimensiones y riqueza decorativa que tuvieron. En Espaa y en algunos pases
hispanoamericanos tambin existe ese tipo de coro doble, pero sin tener la magnitud
de los mexicanos, especialmente en lo que se refiere al cerramiento del coro alto.
Nos describe De la Maza muy acertadamente esos enormes abanicos o rayos que
cierran las partes altas de las referas, que en algunas ocasiones se hicieron de
hojalata y en otras de madera, con tallas de furioso barroquismo como en Santa
Rosa de Quertaro. Debajo del coro se ubicaba la cripta donde se enterraba a las
monjas difuntas, y ms abajo aun el osario, de modo que esos cuatro locales (osario,
cripta, coro bajo y coro alto) quedaban uno encima del otro.
Se refiere tambin el autor a la importancia decorativa que se dio en Mxico al
185

comulgatorio o cratcula, situado siempre en el costado del coro bajo que da hacia el
interior del convento. Interesantes, en particular, son los datos sobre la vida que
llevaban las reclusas en aquellas pocas, especialmente en lo que se refiere a monjas
ricas, algunas de las cuales se hacan construir celdas especiales. A este respecto
menciona el originalsimo caso de la marquesa de Selva Nevada, que a la vejez
ingres a un convento y se hizo edificar una celda-palacete nada menos que por el
arquitecto Manuel Tols. La portada neoclsica de esa celda an se conserva, en la
calle de San Jernimo n 20, cosa que muy pocos saben, ya que por sucesivas
demoliciones ha venido a quedar frente a la calle, con apariencias de portada de
edificio comn. Conventos hubo en los que cada monja se haca edificar una
pequea casa, como el de Santa Clara de Quertaro, que tuvo 76. Si a esto
agregamos las raras vestimentas y tocados que usaban las reclusas (tan bien
descriptos por Josefina Muriel de la Torre en Retratos de Monjas, Mxico, 1952) es
preciso reconocer que nos encontramos frente a un mundo ignorado por quienes
viven en este otro.
Recordemos, de paso, que tambin existen coros dobles en nuestro pas, si bien
no tienen la grandiosidad y jerarqua artstica de los mexicanos. No obstante,
merecen que alguien los estudie, especialmente el del convento de Santa Catalina de
Buenos Aires, que conserva en el espacio que media entre la doble reja del coro
bajo, una excepcional serie de azulejos sevillanos con escenas de montera.
MARIO J. BUSCHIAZZO.
JOS DE MESA Y TERESA GISBERT: Holgun y la pintura altoperuana del Virreinato. Serie
Artes y Letras, Biblioteca Pacea, Alcalda Municipal, La Paz, 1956. 220 pp. 120
lams. (130 ill.) 4- 15 pp. 10 ill. int. en cols.
Quien se dedique a estudiar el arte americano o simplemente guste de l, no
podr menos que saborear la nueva obra de Jos de Mesa y Teresa Gisbert,
186

investigadores conocidos a travs de otros informados trabajos en los que aportaron


novedades para el mejor conocimiento del arte altoperuano. Entre ellos destacamos
sus Noticias para la Historia del Arte en Potos, El arte de la platera en la Dicesis de La
Paz, El estilo mestizo en la arquitectura virreinal boliviana, La pintura del siglo XVII en Bolivia,
as como otros aparecidos en estos ANALES. Nuevos datos, obtenidos a travs de
exploraciones en repositorios documentales bolivianos y obras que salen del
anonimato, valoran a su vez el libro que comentamos.
Pero, debemos destacar otras bondades de esta obra, algunas de las cuales
estaran al margen de una crtica bibliogrfica; una de ellas es la modestia. Los
esposos Mesa Gisbert pertenecen a ese grupo escaso de personas que se dedican
pacientemente a la investigacin en archivos, a la bsqueda por iglesias, a veces
perdidas en las montaas, de las obras que an quedan por conocer,
fotografindolas y catalogndolas, rebuscando la frase aclaratoria perdida en las
aburridas pginas de viejos cronistas.
El trabajo comentado ha sido escrito sobriamente, sin ese tono enftico y
pedante que caracteriza a otros autores sudamericanos; los juicios de valor, lgicos y
mesurados, demuestran una vez ms la seriedad que rige la labor histrica de los
autores.
Ellos mismos en la Advertencia preliminar nos informan que su labor se vi
dificultada por la documentacin pobre y por los escasos trabajos aparecidos hasta
hoy. Sin embargo, quien quiera tener ahora un conocimiento amplio del panorama
de la pintura boliviana colonial tendr que recurrir necesariamente a esta obra que
viene a llenar un vaco importante.
Dada la amplitud del libro, haremos una resea suscita de su contenido.
Bastar decir que dada la ya aludida pobreza de material bibliogrfico y documental,
los autores se han visto impedidos de dar a su obra un carcter unitario y de all la
subdivisin de las materias en tres libros.
En el primero tratan de los pintores y obras correspondientes al siglo xvii; en el
segundo, mucho ms importante y amplio, de la figura de Melchor Prez de
187

Holgun y, por ltimo, en el tercero, de los artistas del siglo XVIII.


El actor principal es Prez de Holgun. Parece como si se impusiera a primera vista
(dicen los autores) habiendo permanecido su fama no compartida hasta hoy, pese a la existencia
en el Alto Per de excelentes maestros como Bitti, V Velarde, Berro y otros. Las causas de esta
preeminencia se encontrarn quiz en motivos estticos, ajenos en cierto modo a este libro que solo
pretende analizar el proceso histrico de la pintura altoperuana.
La obra se cierra con 130 ilustraciones que reproducen pinturas de los artistas
estudiados.
HCTOR H. SCHENONE.

VCTOR MANUEL VILLEGAS: El Gran Signo Formal del Barroco. 242 pp.,

CCXLV

pp. de

ill. Edicin del Instituto de Investigaciones Estticas de la Universidad Nacional


Autnoma de Mxico; Mxico, 1956.
Aceptando como bsica la posicin d'orsiana del barroco como eon o constante
histrica, Villegas ha rastreado hasta en las ms recnditas expresiones artsticas la
aparicin del estpite o pilastra truncada e invertida, smbolo, a su juicio, el ms
significativo y aparente de todo barroquismo. Arrancando de las columnas egeas,
que el autor considera como los ms remotos antecedentes conocidos del estpite,
persigue la bsqueda a travs de Grecia, Roma, el Medioevo, el Renacimiento y el
Barroco, hasta llegar finalmente a Mxico. En copiossima recopilacin grfica y
documental el autor rene una asombrosa cantidad de ejemplos destinados ante
todo, a demostrar que el estpite es una forma comn a todas las pocas artsticas y
no exclusiva del perodo ortodoxamente aceptado como barroco, aunque es en esta
poca cuando alcanza su clmax. Basndose en las recientes investigaciones de Garca
Chico, el autor de esta excelente obra reivindica la figura de don Jos de
Churriguera, a quien considera el introductor del estpite en Espaa. Y por ende, de
all a Mxico.
188

Es en este pas donde el estpite adquiere su mxima categora, especialmente


en los retablos. Se inicia tmidamente en una de las portadas del Colegio de San
Ildefonso, hacia 1712-1718, pasando luego a convertirse en un elemento
fundamental del barroco mexicano, como puede verse en las fachadas del Sagrario,
la Santsima, casa de los Mascarones, San Miguel de Allende y tantos otros ejemplos
conocidos. Villegas sigue toda la evolucin del estpite, desde su aparicin como
pilastra hasta convertirse en un elemento exento, independiente del muro. Luego de
dedicar exaltadas y merecidas pginas a los retablos de Celaya, San Luis Potos y
Quertaro, se lamenta del afrancesamiento porfiriano de la arquitectura mexicana de
comienzos de siglo, llegando su pesimismo a decir que en el siglo

XX

nada hay con

carcter mexicano; ninguna aportacin importante a la arquitectura. As como ponderamos la


obra de bsqueda y recopilacin de Villegas, disentimos con l en esa apreciacin,
pues a nuestro juicio Mxico es precisamente el pas que marcha a la cabeza de
Hispanoamrica en arquitectura contempornea. Edificios como la Biblioteca de la
Ciudad Universitaria son de los que sealan rumbos y marcan jalones.
Villegas dedica el ltimo captulo de su libro a las formas-estpite de la
arquitectura moderna (apoyos de puentes de Maillart, pilotes de Le Corbusier,
columnas fungiformes de Wright y Aalto, etc.). Como dice Toussaint en el prlogo
del libro que comentamos, el laudable entusiasmo y fuego que pone el autor le lleva
a encontrar estpites donde solo hay coincidencias formales, lo que es pecar por
exceso, pero no es censurable. En resumen, se trata de un excelente libro de
recopilacin erudita, que desearamos ver algn da complementado con otro
dedicado a un elemento tambin distintivo de lo barroco: la columna torsa, espiral o
salomnica.
MARIO J. BUSCHIAZZO.

189

NDICE

Jos de Mesa y Teresa Gisbert:


Nuevas obras y nuevos maestros en la pintura del Alto Peru9
Miguel Sol:
La Hacienda de San Francisco de Yavi........73
Pal Dony:
Visita a San Agustn de Salamanca, Guanajuato114
Jos Torre Revello:
La vivienda en el Buenos Aires antiguo123
Relaciones Documentales170
Bibliografa...182

190

ANALES, n 10,
se acab de imprimir
en los talleres grficos de
Domingo E. Taladriz,
San luan 3875, Buenos Aires,
el 17 de diciembre
de 1957

191

PUBLICACIONES APARECIDAS

MARIO J. BUSCHIAZZO: Bibliografa de Arte Colonial Argentino. 1947.


Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estticas, n 1, ao 1948; n 2, ao
1949; n 3, ao 1950; n 4, ao 1951; n 5, ao 1952; n 6, ao 1953; n 7, ao 1954;
n 8, ao 1955; n 9, ao 1956.
ADOLFO L. RIBERA Y HCTOR SCHENONE: El arte de la imaginera en el Ro de la Plata.
1948.
VICENTE NADAL MORA: El azulejo en el Ro de la Plata, siglo XIX. 1949.
K. J. GONANT: Arquitectura moderna en los Estados Unidos. 1949.
JUAN GLORIA: La arquitectura en el Paraguay. 1950.
BAL GONZLEZ CAPDEVILA: Amancio Williams. 1955.
MARTN S. SORIA: La pintura del siglo XVI en Sudamrica. 1956.
JORGE O. GAZANEO y MABEL SCARONE: Eduardo Catalano. 1956.

Toda correspondencia o pedido de canje debe dirigirse a


INSTITUTO DE ARTE AMERICANO
Director
Casilla de Correo 3790 Buenos Aires

192

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