VeRa Rex - Alfabetizacion Tecnologica
VeRa Rex - Alfabetizacion Tecnologica
VeRa Rex - Alfabetizacion Tecnologica
Este artículo lo escribo pensando en todos los que nos desempeñamos en la docencia
actualmente y en alguna ocasión hemos tenido frente a la tecnología la sensación de
llegar tarde a una fiesta, de despertar en medio de una conversación en la que hay
guiños que nos hemos perdido, el remate de un chiste del que todos se ríen y no al-
canzamos a entender bien...
Nos exige. A nosotros, los que llegamos a la fiesta cuando ya habían cortado la torta.
Nuestros niños y jóvenes, en cambio, se sienten a gusto con los recursos tecnológi-
cos, juegan con ellos como yo he jugado con los muñecos del Topo Gigio, y como mi
mamá (me cuenta que) jugaba con sus bebés de loza…
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mente de que tengan un acceso particular a los recursos o no. Asumimos que no es
necesario alfabetizarlos en tecnología.
Como contrapartida, una mirada analítica sobre la formación docente, y sobre el ejer-
cicio de la docencia, arroja un contundente resultado: la mayoría de los educadores no
leen y escriben con estos nuevos medios, por tanto esa formación sí se considera una
necesidad, un aspecto a cubrir…o una brecha.
Luego vendrán las definiciones que vayan ajustando las dimensiones del fenómeno: la
alfabetización en medios, la informacional, la digital, … Como quiera que sea, siempre
estaremos hablando de la necesidad de formar a quienes no nacimos en este ambien-
te de constante y progresiva digitalización, en la comprensión y uso apropiado de los
dispositivos y metáforas que nos provee.
César Coll nos hablará entonces de la expansión del alfabetismo, de las nuevas alfa-
betizaciones estrechamente unidas al avance de la tecnología en la sociedad ( y sus
consecuentes analfabetismos…) de los cambios complejos y drásticos en conceptos
como autor, texto, escritura…
No hay que preocuparse, es un mal de nuestro tiempo, y hasta tiene nombre: le dicen
infoxicación.
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Nuevas, nuevas…no tan nuevas! Siempre uso esta analogía: mi hija Mariché se dormía con el
trrr…trrrr…de la impresora de cinta. Mi hija Mariché hoy estudia Filosofia en la universidad, vota, se va
sola de vacaciones. Si ella es mayor de edad, las TIC también lo deben ser ya.
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El problema no radica, para mí, en aquellos docentes que sienten algo de vértigo, algo
de resquemor, incluso en los que sienten francamente saturados o se lamentan de que
exista mucha información valiosa (valorada) que no podrían, aunque quisieran, abar-
car y sobre todo comprender. El problema es intentar hablar la neolengua con aquellos
a los que no les preocupa ni motiva.
Los que llegan tarde a la fiesta, pero no les importa. Los que no entienden el chiste,
pero se ríen. Para estos docentes es mas arduo el camino, porque no solo falta la
comprensión, la lectura del mundo, sino también, a veces, el deseo de comprender…
Para todos los demás, existen caminos. O rutas. O senderos. Incluso atajos.
Es casi una proeza haber llegado a este punto sin haber mencionado a Internet. La
Red no necesita más presentación. Sin dudas, el mundo digital se ha expandido de
una manera inimaginable años atrás, gracias al volumen inmenso de datos que captu-
ra, distribuye y contiene Internet. No es raro, entonces, que para muchos profesores y
maestros, las habilidades relacionadas con el “manejo” de Internet representen un
ideal del “buen alfabetizado en tecnologías”.
Unos años atrás la conexión a la red mundial era para muy, muy pocos. Lamentable-
mente, la expansión vaticinada no se ha cumplido, y grandes sectores de la población
siguen excluidos por motivos estructurales de compleja (y no muy veloz) resolución.
No obstante, en las zonas urbanas, aun en las marginales, el fenómeno de la informa-
ción on line deja ver claramente su huella. Hoy escuchamos la sigla MP3 2 y, seamos
nativos digitales o no, entendemos que se está hablando de música. ¿Cuánto hace
que lo sé? ¿Quién me lo enseñó? Es más: ¿Alguien me lo enseñó?
De manera similar, el cambio sutil pero poderoso que ha operado dentro de la estruc-
tura misma de Internet en los últimos (y anteúltimos) tiempos está signado por ese
mismo halo: no sé exactamente cómo, pero sé que mientras más me expongo, mas
participo de la cultura digital, más habilidades y saberes inherentes a la misma voy
desarrollando.
Es probable que muchos de ustedes hayan oído hablar del fenómeno de la Web 2.0, la
web social, y más recientemente de la web semántica... Aunque no me detendré en
las tipificaciones y “bautismos” quiero tan sólo destacar el cambio de modelo que se
está verificando: de una Internet hecha de páginas "para mirar" (a lo sumo, descargar
o "bajar") a una Internet que rebosa de espacios para generar contenidos, comentar,
recomendar, sugerir, conversar, establecer lazos...
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El formato conocido como MP3 fue creado por un grupo de expertos llamado Moving Pictures Experts
Groups o MPEG, que trabajan en el desarrollo de estándares para codificar audio y video.
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Los enlaces ya no son simples pasos de una página a otra, son nodos, puntos neurál-
gicos, cabeceras de estación, desde los cuales se tejen tramas de discursos, de per-
sonas, de videos, de noticias. La arquitectura de la web se vuelve enmarañada y rela-
cionada en múltiples capas y niveles. Asusta un poco, pero también convida.
Esta Internet en la que hay más opciones para participar que antes, se convierte en un
improvisado laboratorio de práctica: una incubadora de nuevos alfabetos, una sala de
ensayos donde no está prohibido ni vedado hacer experimentos.
A ver ¿cómo subo una foto? ¿Este video lo puedo tener en mi compu, llevar a mi es-
cuela? ¿El autor de este artículo me responderá si le hago una pregunta? Quiero usar
este juego, esta aplicación, este recurso…y entonces… qué es esto de registrarse?
Lejos de pensar que todos estos fenómenos se dan por separado, los veo como
emergentes de cambios muy profundos, que afectan la vida de millones de personas y
generan conexiones inimaginables. Los veo como oportunidades inéditas de explora-
ción y aprendizaje, como coyunturas sabrosas que sabrán aprovechar los docentes
indagadores (y un pelín temerarios).
Mi abuelo “el irlandés” vivió toda su vida en Argentina. Aquí nació, creció, de aquí se
fue. Pero se había formado en una comunidad angloparlante, de manera que, aunque
criollo, jamás perdió el acento de una Irlanda que no conoció. Era nativo, pero lo solían
confundir con un inmigrante.
Los que provenimos de las cavernas (30 años atrás o más) somos, sin más trámite,
inmigrantes digitales
Siguiendo este razonamiento caníbal, todos los alumnos actuales son nativos digita-
les, todos los educadores somos inmigrantes. ¿Por qué? Porque tenemos “acento” y
ya. Como tenía mi abuelo José, el irlandés, el argentino…
Fue Marc Prensky el que utilizó esta dupla nativos/inmigrantes digitales por vez prime-
ra en 2001. Aunque hoy en día el dipolo se ha relativizado bastante, y el propio Prens-
ky ha suavizado la cuestión, básicamente él les asigna a los nativos digitales el rol de
“escribas del nuevo mundo” y los caracteriza como capaces de crear aquellos instru-
mentos que usan, escribiendo y comunicándose con lenguajes que los inmigrantes
digitales no entienden. Y cuando los nativos no crean los instrumentos, se sirven de
los que ya están disponibles. Esta segunda diferencia, señala Prensky, se destaca
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más que la primera y es más consustancial con el modus vivendi de los nativos. Ya no
se conforman con usar la tecnología, se apropian de ella.
Es probablemente en este punto donde la brecha se desgarra más profundo: los inmi-
grantes digitales deben (debemos) desaprender los esquemas del individualismo antes
de empezar el nuevo camino. Nos cuesta más la apropiación porque lo intentamos a
solas. Porque nos apegamos a los métodos que siempre nos dieron resultado: el es-
fuerzo en solitario, la perseverancia en ciertas repeticiones, el orden secuencial.
En los últimos años la categorías excluyentes se han diluido bastante, dando espacio
a otros matices: colonos digitales, emigrantes digitales, nómadas, excluidos…
Las nuevas referencias suavizan la divisoria, que ya no está planteada tanto en térmi-
nos generacionales (de fecha de nacimiento) sino de vida digital.
Genís Roca, que viene estudiando el asunto hace un tiempo, lo explica así:
Si retomamos el hilo inicial del artículo, yo diría que una excelente alternativa de alfa-
betización tecnológica es intentar resolver problemas CON las tecnologías, y espe-
cialmente con las digitales. Pienso que a medida que uno avanza en la resolución de
un conflicto en un ambiente digital, va adquiriendo pericia, memoria de los procesos,
destrezas en los caminos posibles; va aprendiendo dónde ir a buscar herramientas y
en quién se puede confiar, y al mismo tiempo, va construyendo una identidad digital
más sólida y positiva. Uno puede metamorfosearse en colono, y hasta en experto na-
turalizado.
Yo que sé, pero mi abuelo “el irlandés” hacía los mejores asados argentinos que comí
en mi vida…
3
http://www.genisroca.com/2008/10/24/nativos-digitales-vs-ciudadanos-digitales/
4
WENGER, E.; MCDERMOTT, R.; SNYDER, W.M. (2002). Cultivating communities of practice. Bos-
ton: Harvard Business School Press.
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conjunto de problemas o un interés común acerca de un tema, y que profundizan su
conocimiento y pericia en esta área a través de una interacción continuada»
Estas Comunidades de Práctica (CP) se basan en tres premisas o dimensiones: el
compromiso mutuo, la empresa conjunta y el repertorio compartido.
El compromiso mutuo supone que cada miembro de la CP comparte con los demás
su conocimiento, y eso que comparte le da valor dentro del grupo, marca su reputación
como miembro. El tener una empresa conjunta nos habla de ciertos objetivos comu-
nes, aunque pueden no ser homogéneos. Cada miembro de la CP puede tener sus
propios objetivos en torno de uno central, y por eso las CP se ven impelidas a negociar
permanentemente significados.
Finalmente, a través del tiempo una CP acuña sus rutinas, símbolos, modos de proce-
der, un repertorio de conversaciones y documentos que es posible acceder y co-
nocer.
En cuanto leí estas aproximaciones al concepto de CP, de inmediato me formé la ima-
gen mental de mis colegas en los jardines de infantes, escuelas e institutos en los que
trabajé los últimos…¡varios! años. Cierto que a veces nos reunía el azar (no nos agru-
pábamos espontáneamente detrás del interés común), pero los recreos, los tiempos
compartidos, el ingreso de compañeros nuevos, los cambios curriculares, las huelgas,
y hasta las fiestas patrias nos encontraban siempre conversando en torno de una
preocupación y un interés colectivo, que era nada menos que el de nuestra tarea do-
cente. No se aprende a ser docente solo en la formación, se aprende, sobre todo, en
la comunidad de práctica donde ejercemos a diario lo que seguimos aprendiendo…
En algunos casos la posibilidad de incorporar las TIC ampliaba ese horizonte: enton-
ces el diálogo seguía en casa, en horas extremas; se enviaban documentos, se reen-
viaban hallazgos, se aflojaban algunas barreras formales...
Me parece sumamente valioso para los docentes reconocernos en los ambientes de
trabajo, en el día a día, como miembros activos e inter-activos de una CP. Si la cultura
digital se integra en ellas, tanto mejor. Hay pocas cosas tan gratificantes como com-
partir los avances con los que están en el mismo camino.
Las CP son escenarios propicios para la alfabetización tecnológica entre pares, en una
lógica que probablemente no corresponda a la lógica del modelo clásico de formación,
la irradiación. Cuando uno se integra a un equipo de trabajo entusiasta y generoso, no
necesita que nadie le explique como es eso del conocimiento distribuido: la comunidad
de práctica me ayuda a ser más competente, porque todos tienen algo que decirme y
yo tengo a su vez algo que aportar…
Uno se anima más a la innovación si el compañero de ruta se embarca también en la
aventura. Trabajamos, aprendemos y crecemos mejor en sociedades, eso es indiscu-
tible.
Y si volvemos la mirada hacia las herramientas que hoy nos ofrece el entorno digital,
desde artefactos, dispositivos y plataformas, hasta aplicaciones o servicios puntuales,
desarrollos gratuitos y simples, podremos ver que miles (o millones?) de personas
logran ser autores y editores de espacios virtuales para publicar información, sus fotos
o escritos, compartir motores de búsqueda, intercambiar archivos por medio de porta-
les, y una inmensa variación de acciones que siguen surgiendo prácticamente a diario.
Ya se habla de “prosumidores”, una hibridización entre consumidores y productores.
Si asumimos el presupuesto de que la enseñanza se está transformando en un inno-
vador estilo de "conversación", -paradójicamente, más cercana al diálogo socrático
que a la clase magistral o a la disertación sofista- resultará tanto más fácil apropiarnos
de las herramientas que propone la red, y en especial este modelo que llamamos Web
2.0 que clara e intencionalmente permite e impulsa la interacción.
Por ejemplo: para las nuevas formas de lectura y escritura en línea la facultad de la
memorización es importante, pero el hecho de “poseer” la respuesta no es tan signifi-
cativo como el saber dónde se la puede hallar. El valor de la memorización mecánica
cae por su propio peso, dejando lugar a un uso más humano de esta capacidad.
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Similarmente, escribir ya no está limitado a la escritura convencional. Se puede "escri-
bir" en audio y video, en música y fotos digitales, e incluso es posible reescribir histo-
rias, recuperar narrativas, co-crear…
Finalmente…
Hay varias preguntas acerca de cómo continuar desde este punto, pero elijo dos:
Una ¿realmente llegamos tarde a la fiesta?
La respuesta es NO. Nos perdimos algunos chistes, pero si nos quedamos, si perma-
necemos y nos integramos con entusiasmo, pronto estaremos contando nuestras pro-
pias anécdotas. La alfabetización tecnológica, y en especial la participación en el he-
cho digital se parecen hoy más bien a la acción de conectarse a una red o a una tube-
ría (al decir de la teoría conectivista de Siemens) en la cual la información fluye de
manera cambiante y desigual. Veamos el conocimiento más bien como un río, en el
cual zambullirse, que como un depósito, donde podría estancarse.
Nos iremos sumando a medida que podamos, queramos, nos sintamos movilizados.
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Extra: De qué se trata este artículo: información sobre la información, cien palabras que resu-
men, la nube de tags.