La Docencia Como Virtud Ciudadana
La Docencia Como Virtud Ciudadana
La Docencia Como Virtud Ciudadana
CAPTULO TERCERO
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A partir de esta tesis de la docencia como virtud ciudadana proponemos volver a
plantear las relaciones de la justicia con las polticas pblicas en educacin.
La importancia de esta reflexin radica en explicitar el lugar donde acontece la
articulacin posible entre las necesarias opciones tericas para ensear tica y
ciudadana (captulos primero y segundo) y las no menos necesarias interpretaciones
crticas de las demandas sociales y de las condiciones institucionales para poder hacerlo
(captulos cuarto y quinto).
de
las
actividades
los
trabajos
en
funcin
de
algn
bien
predominante (como dira Th.Walzer, 1993). Se trata de respetar los sentidos sociales
aprende no slo a reconocer al otro en cuanto otro, sino a aprender del otro en cuanto
otro. Es decir, el reconocimiento y la diferencia encarnan la libertad y la igualdad. Lo
comn tiene que ver con la atmsfera democrtica que exige la docencia como virtud
ciudadana. Democracia que tiene que ver con el respeto a la dignidad de fin en s de
cada uno, y que tiene que ver con el supuesto de toda docencia: que hay un otro que
desea aprender lo que otro puede ensear. La docencia es virtud ciudadana porque teje
redes de hombres libres e iguales, diferentes y reconocidos. Es una radicalizacin de la
democracia misma en su principio: convivir con otros, respetando su carcter de sujetos,
reconociendo sus diferencias, aprendiendo de ellas, construyendo pequeos o grandes
proyectos comunes.
Lo comn, finalmente, que pasa por tener que vrselas con el conocimiento, con
razones, con sentidos comunicables y argumentables.
En la construccin del espacio pblico la docencia, como virtud ciudadana, no
slo genera el espacio de lo comn, sino que adems lo normativiza con la crtica. Este
es un segundo rasgo del espacio pblico que genera la docencia como virtud ciudadana.
En la lnea de lo que algunos autores llaman hoy la ciudadana reflexiva (Thiebaut,
1998), la docencia ensea bien, porque ensea a pensar crticamente. Esto tiene que ver
con el carcter ciudadano de la virtud de la docencia. Porque se trata de que cada uno
piense desde s mismo, pero articulando su memoria con los saberes previos,
construyendo identidad reflexiva, y, adems, expuesto siempre al contraste, el encuentro
con el pensamiento del otro y de los otros, con el capital cultural que se transmite. Es
virtud ciudadana, porque la docencia permite en principio que nada humano nos resulte
ajeno, que la pertenencia se ample hasta el horizonte mismo de la interrogacin
continua del hombre.
Y este carcter de espacio crtico de lo pblico que construye la docencia como
virtud ciudadana acontece como toma de la palabra, como posibilidad de reunir
sentidos dispersos, volverlos a diseminar, volverlos a reunir. Y el tomar la palabra es
siempre para comunicarse, con otros, con cualquier otro y con estos otros concretos con
quienes se comparte la socializacin. La docencia es virtud ciudadana no slo porque
ensear es tomar la palabra, sino porque ensear es dejar que la palabra sea tomada,
expuesta, publicada, comunicada, contrastada, cuidada, inventada. Y cada vez que
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los tiempos que corren, proponiendo una alternativa tanto al funcionalismo instrumental
como al reproduccionismo ideolgico (Tenti Fanfani, 1995). En este sentido es
importante discutir las relaciones de la justicia con las polticas pblicas en educacin.
A partir de la formacin de los estados modernos la educacin pas a ser parte
constitutiva de las llamadas polticas pblicas, entendindose por tales no slo el papel
ireemplazable del estado en su programacin, gestin y control, sino, adems, las
razones para legitimar lo que se propone. Hay una cierta "redundancia" en calificar a las
polticas como "pblicas", al menos desde la idea "macrofsica" del ejercicio del poder.
Sin embargo, el calificativo se hizo necesario para distinguir y "regular" el lugar del
estado y el de la iniciativa privada (mercado) en determinadas reas de gobierno. La
determinacin de razones de estado en reas como la seguridad, la salud y la educacin
obligaron a legitimar las polticas pblicas (estatales), en cada caso, desde determinados
valores.
Bajo el comn denominador de ser "pblicas", las polticas educativas
focalizaron sucesivamente: a) la variable cultural de la integracin-homogeneizante
(bajo el predominio del valor "pertenencia libre", relacionado con la formacin de
nuevas identidades sociales modernas), y entonces un estado-neutral, que permite
incluir las diferencias en la formacin de una nacin construda desde un pacto social,
b) la variable econmica del desarrollo del capital humano (bajo el predominio del
valor "igualdad de oportunidades"), y entonces un estado-posibilitador, que permite
movilizar las diferencias de acuerdo al esfuerzo de cada uno, c) la variable social de la
compensacin de las desigualdades (bajo el valor -integrador- de la "equidad") y
entonces un estado-benefactor, que permite solamente las desigualdades que maximizan
las ventajas de los menos favorecidos.
Estos tres modelos aparecen hoy como disfuncionales e insuficientes ante los
fenmenos de la globalizacin-exclusin, con el correspondiente debilitamiento de los
estados nacionales, y por lo mismo del valor estratgico de la "pertenencia", con las
hegemonas de los mercados competitivos-especulativos sin fronteras, y por lo mismo la
precariedad del empleo y de la inversin productiva, que debilitan el valor estratgico
del "capital humano", y con los fenmenos del multiculturalismo-dispersin, con la
correspondiente fragmentacin de las identidades sociales, que dificulta determinar las
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seguridad, tanto territorial como jurdica. Es decir, hubo una resistencia clara a la mera
instrumentalizacin del poder poltico, que encontr fuertes argumentos en el
iusnaturalismo y el contractualismo. Sin embargo en la prctica esta resistencia "tica"
se limit a lo que una lgica estrictamente utilitarista juzgaba funcionalmente necesario
a las exigencias del capitalismo industrial naciente.
En ese marco de garantizar la "seguridad" (del mercado) se vi la necesidad de
garantizar sucesivamente la "pertenencia", la "movilidad social" y el "bienestar". Y
fueron estos valores, justamente, los criterios legitimadores de las polticas pblicas en
educacin y los que "regularon" los sistemas educativos. Podramos interpretar que si
bien estas implicaciones sucesivas de las polticas educativas muestran una tendencia a
resistirse a su vaciamiento tico, en la prctica fueron impotentes frente a la creciente
autonoma del mercado y su clara hegemona para definir las cuestiones sociales.
Las debilidades de la resistencia se manifestaron claramente a partir de la dcada del
setenta cuando las polticas educativas se vieron sacudidas por movimientos internos.
Las crticas al "paternalismo" y al "autoritarismo", al "etnocentrismo" y a la
"endogamia", al "fragmentarismo" y al "enciclopedismo" en educacin, se originaron en
la misma crtica a la lgica del "bienestar", entendido como una mera correccin a un
modelo econmico dejado a sus propias leyes
Sin poder apelar a la pertenencia, a la movilidad social y al bienestar, las polticas
educativas fueron sometindose cada vez ms a la lgica del mercado y fueron
desembocando en las actuales reformas, preocupadas claramente por la eficiencia y
eficacia de los sistemas, y no por los alcances ticos de las polticas, como ya lo hemos
dicho.
En realidad las polticas educativas, a partir del siglo XVIII, se fueron
configurando dentro del nuevo contexto moderno de separacin entre poltica y moral.
En cierto sentido esta separacin se reflej en un uso legitimador y reproductor de un
orden injusto que se hizo de los grandes fines sociales (derivados de principios de
justicia) asignados a la educacin, como la integracin y la movilidad social, el
desarrollo y el bienestar. Pero de hecho la "pertenencia", la "igualdad de oportunidades"
y la "compensacin de desigualdades", ms all de su uso legitimador, operaron como
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