Arnoux Polifonía
Arnoux Polifonía
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Polifonía
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Romero Daniel (Comp.) Elementos baá sicos
para el anaá lisis del discurso. Buenos Aires,
Libros del Riel, 1997.
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1986
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Elvira Arnoux
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El término polifonía recubre las variadas formas que adopta la
interacción de voces dentro de una secuencia discursiva o de un enunciado. La
situación de diálogo que toda producción verbal supone, su orientación hacia el
otro, aparece siempre con mayor o menor grado de explicitación en el tejido
textual. Pero también en éste, y de múltiples maneras, está presente lo ya
dicho, los otros textos, así como las diversas voces sociales con sus peculiares
registros.
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Julio Cortázar la isotopía, sostenida por las alusiones a las letras de tango, es
quebrada por la presencia de una canción infantil:
“... copetín del recuerdo, mezcla rara de Museta y de Mimí / salud
Delfino, camarada de infancia / ser argentino en un suburbio de París / Caracol
col col saca los cuernos al sol”.
Intertextualidad
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Enunciados referidos
Discurso directo e indirecto.
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se transforma en “que yo era una pez tan gordo” donde a los cambios de
pronombre personal y tiempo verbal, y al reemplazo de “qué” por “tan” al
alterarse el orden de las palabras por el cambio de modalidad, se agrega la
sustitución de “pescado” por “pez”. Este último parece ser para el locutor el
término no marcado estilísticamente o tal vez, en la medida en que el sujeto del
discurso citado coincide con el sujeto de enunciación del discurso citante, el
término connotado axiológicamente en forma más positiva que “pescado”.
Manifestación de un proceso similar es el cambio de “bolonqui” por “revuelo”.
En la sustitución de “esto” por “mi asunto” parecen haber intervenido otras
razones: al cambiar la situación de enunciación el demostrativo “eso” resultaría
insuficiente, además el locutor quiere señalar que la importancia acordada al
hecho se debe a que él era el afectado.
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Las comillas constituyen una de las marcas más habituales para señalar,
en los textos escritos, una secuencia directamente referida. En el discurso
directo no regido, es decir en aquel en el que no hay verbo introductor, funciona
como único límite entre las dos voces: “pasaron unos cinco minutos antes de
que aparecieran. ´Vaya una comitiva´. Venían su hijo mayor y su hijo menor”.
(Guillermo Cabrera Infante, Así en la paz como en la guerra) . En los
enunciados referidos indirectamente las comillas permiten mantener y realzar
los rasgos verbales propios del enunciador del discurso citado. Voloshinov
habla en este caso de modificación analítica de la textura: “Las palabras y
locuciones que se incorpora caracterizan la fisonomía subjetiva y estilística del
mensaje considerado como expresión”.
En algunos casos en los que se resumen los enunciados de otro se
integran fragmentos “textuales” que refuerzan el efecto de fidelidad al original.
Es lo común en algunos discursos periodísticos que sintetizan discursos o
respuestas a entrevistas: “El presidente instó a un ´esfuerzo´ como única forma
de ´ salir rápidamente de la crisis ´”.
Las rupturas de isotopía estilística como, por ejemplo, la introducción de
términos técnicos o pertenecientes a otras lenguas o a otros subsistemas
pueden ser marcadas por las comillas. Su presencia dependerá de cómo sea
percibido por el sujeto de enunciación (¿es para él un cuerpo extraño?) y de la
estrategia discursiva en la que se inscriba. En los textos de Roberto Arlt, por
ejemplo, el uso bastante arbitrario de este recurso gráfico permite en un mismo
gesto la aceptación y violación de la norma: “En cuanto te ´retobabas´ te
fajaban”; “El otro cayó seco y Arévalo rajó, fue a esconderse en la casa de mi
hermana que era planchadora pero al otro día lo ´cacharon´” . Las comillas
pueden también señalar las reservas del hablante respecto de un término que
considera aproximativo, discutible pero que utiliza a falta de otro mejor: “Estas
´citas´ no explícitas...”
Pero las comillas sirven también para que el sujeto de enunciación
establezca distancias respecto de un término o sintagma que remite a una
instancia enunciativa con la cual no se identifica, o porque forma parte de los
estereotipos culturales no compartidos (“no debemos olvidar ´las bondades del
estilo de vida británico´ durante sus cien años de dominación en la India”) o
porque pertenece a otro grupo político o ideológico. En un artículo de
Descartes (Juan Domingo Perón) en el diario Democracia las comillas señalan
los términos desvalorizadores del discurso adjudicado al adversario: “El pacto
político regional sucumbió abatido por los trabajos subterráneos del
imperialismo empeñado en dividir e impedir toda unión propiciada o realizada
por los ´nativos´ de estos países ´poco desarrollados´, que anhela gobernar y
anexar pero como factorías de ´negros y mestizos´”.
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reconocer una fuente enunciativa única ya que, y éste es su rasgo específico,
narrador y personaje hablan a un “mismo” tiempo.
“Así era la ley. Rosendo Maqui despreciaba la ley. ¿Cuál era la que
favorecía al indio? La instrucción primaria obligatoria no se cumplía. ¿Dónde
estaba la escuela de la comunidad de Rumi? ... ¡Vaya, no quería pensar en eso
porque le quemaba la sangre!” (Ciro Alegría, El mundo es ancho y ajeno). Este
discurso a dos voces que en general conserva los rasgos expresivos del
discurso citado y los tiempos y personas del citante, fusiona en una sola
construcción lingüística actos de habla con distinta orientación.
Así como segmentos del discurso del otro pueden aparecer con sus
acentos propios diseminados en el discurso del narrador, así también pueden
irrumpir enunciados enteros en discurso directo no regido, sin comillas que
separen los dos registros: “Aquel pobre diablo que yacía bien muerto era el
sacristán de la iglesia. Pero: tonto!... la culpa ha sido suya... ¿pues a quién se
le ocurre, señor, vestir pantalón, chaqueta y gorrita?”
(Mariano Azuela, Los de abajo)
Pero también el discurso citante puede penetrar en el citado bajo la
forma de una construcción incidental. La presencia de un verbo de decir
intercalado permite al discurso indirecto, por ejemplo, articularse sin
subordinación sintáctica previa pero al mismo tiempo no perder su carácter de
referido:
“... su suegro le daba lecciones esquemáticas. Los liberales, le decía; eran
masones, gente de mala índole, partidaria de ahorcar a los curas.... Los
conservadores, en cambio, que habían recibido el poder directamente de Dios,
propugnaban por la estabilidad del orden público y la moral familiar”.
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También el llamado discurso interior adopta la forma de un diálogo. Bachtin, en
Estructura del enunciado, al referirse a esa segunda voz que aparece señala
que puede desempeñar distintos papeles. En general el de representante típico
del grupo social al cual el individuo pertenece: el conflicto entre las dos voces
es el que éste vive al enfrentarse con su propia norma. En algunos casos las
dos voces tienen el mismo estatus; el conflicto, no resuelto todavía por la
historia, entre dos clases sociales se manifiesta en el discurso interior por una
polémica en la que no hay voz dominante. Finalmente, cuando esa segunda
voz no ocupa ninguna posición estable, cuando se manifiesta en una serie
incoherente de reacciones determinadas para las circunstancias del momento
“se asiste entonces a una escisión de naturaleza ideológica de la individualidad
con su medio social”.
En muchos de los textos argumentativos que “reflejan” el discurso interior, la
segunda voz, la de la “conciencia”, delimita el lugar del lector, instala a éste en
el seno mismo de la norma y lo lleva a través de deslizamientos sucesivos a
aceptar las tesis propuestas. Dentro de las estrategias de persuasión es tal vez
una de las más eficaces ya que utiliza la retórica de lo cotidiano. En un texto de
Unamuno, Sobre la europeización de España (Ensayos, I), el paso de lo íntimo
del cuestionamiento a lo impersonal de la norma se muestra particularmente en
el cambio de las personas gramaticales (de la primera a la segunda del
singular, luego el “nosotros” inclusivo y finalmente el “se” impersonal): “...y me
pregunto a solas con mi conciencia ¿soy europeo?, ¿soy moderno? Y mi
conciencia me responde: no, no eres europeo, eso que se llama ser europeo;
no, no eres moderno, eso que se llama ser moderno. Y vuelvo a preguntarme:
y eso de no sentirte ni europeo ni moderno ¿arranca acaso de ser tú español?
¿Somos los españoles en el fondo irreductibles a la europeización y a la
modernización?... si así fuera ¿habríamos de acongojarnos por ello? ¿Es que
no se puede vivir y morir, sobre todo morir bien fuera de esa dichosa cultura?”
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También la afirmación explícita funciona como operador polifónico. Así
en el discurso de Primo de Rivera al fundarse la Falange española (“Yo quisiera
que este micrófono que tengo adelante llevara mi voz hasta los últimos
rincones de los hogares obreros para decirles: sí, nosotros llevamos corbatas;
sí, de nosotros podéis decir que somos señoritos. Pero traemos el espíritu de
lucha por aquello que no nos interesa como señoritos...”), el peso
argumentativo lo soporta “pero” y el juego dialógico a “sí” que precede a los
enunciados afirmativos. En la primera ocurrencia el “sí” funciona como la marca
de una operación que retoma un enunciado previo y lo muestra. En la segunda
la operación se despliega a través de las formas propias del estilo indirecto:
“podéis decir que somos...”
Las citas
Transtextualidad
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Gerard Genette, en Palimpsestes (Seuil, París, 1982), define la
transtextualidad, o trascendencia textual del texto, como “todo aquello que lo
relaciona, manifiesta o secretamente, con otros textos”. Reconoce cinco tipos
de relaciones transtextuales:
Imitación:
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e fundáis otra cualquiera?
Jerónimo Luis Cabrera.”
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Trasposición: esta “transformación seria” es la más importante de todas las
prácticas hipertextuales. En ella la amplitud textual y la ambición estética y/o
ideológica llevan a ocultar o hacer olvidar su carácter hipertextual (Doctor
Fausto de T. Mann, Ulises de Joyce). Las formas más habituales de esta
práctica son la traducción y el resumen.
Un caso interesante, en el marco de la literatura española, es el de Vida
de don Quijote y Sancho de Miguel de Unamuno, en el cual el autor
conserva las aventuras del héroe pero las interpreta a su manera
pretendiendo mostrar las verdaderas razones y el verdadero sentido de las
mismas:
No, el león no podía ni debía burlarse de Don Quijote, pues no era hombre
sino león, y las fieras naturales, como no tienen estragada la voluntad por
pecado original alguno, jamás se burlan. Los animales son enteramente
serios y enteramente sinceros, sin que en ellos quepa socarronería ni
malicia”.
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