El Transeunte y El Espacio Urbano
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Editorial Gedisa, S, A.
ISBN 950-9113-45-X
Impreso en Argentina
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INDICE
i.
11
11
13
18
22
25
2. ACTUALIDAD
34
ROSTROS
44
;.
1. PRECARIEDAD
65
5. INTERVALO
80
o. RUTINAS
93
7. RESERVA..
102
s. DOBLE LENGUAJE
113
i).
REDES
130
t o. CONVICCIONES
143
I "OSFACIO
158
El extranjero traductor
1. Digresiones
11
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me
regiun meslo a una regin
refiere no soio
se refiere
imstancMS en Goffman
ii*
ii.
5n
2. El insomne y el sonmbulo
<
IL.
a los
Conviene decirlo todo en seguida: los tres autores
del en
que nos referimos son cualquier cosa menos filsofos
aqu a los
cuentro y de la alteridad. Los hemos convocado
Tarde, Georg
efectos de la restitucin de un mundo. Gabriel
tres por el
Simmel y Erving Goffman se dejaron atrapar los
demonio de la descripcin de las formas. Los tres se manien lo
inscrita
abandono
de
dimensin
la
a
sensibles
testaron
de los
real mismo puesto que desconocen la precariedad
prestan aten
vnculos que lo constituyen, puesto que ya no mundo,
entre
cin al ir y venir, que constituye la carne del
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13
de las
... . .
Kl discurso del extranjero no es pues el discurso de! exi|i ' No es la vivencia subjetiva de la derreliccin lo que resul
estado de
ta grave para el espacio pblico, sino que es el
l inn del mundo, su desamparo. Prestar atencin al
(GofTman)
situaciones
las
1 elido (Deleuze) o no descuidar
1
todo de la experiencia del in1 1 n i Tica, en efecto, no esperarlo
tendido
enteramente
est
insomne
del
espacio
El
........
15
14
~
Sobre la distincin de los modales y de la apariencia, vase E. Gofmanr La mise en scne de f a vie quotidienne, tomol, pgs, 31-36 y 106-110.
El estudio de las normas de conveniencia y decoro se inscribe en el anlisis
de 1 as organizaciones sociales, el estudio de los modales en el
anlisisdel es
pacio pblico y de sus regiones,
10
I a por la profusin
17
fe-
3. Movimientos exploratorios
El pensamiento del espacio pblico, desde su origen en
la poca clsica, se ved recurrir a un orden fundador (sim
blico), pero su enfermedad infantil es sin duda el babelismo, el meltingpot de los patrimonios. La microsociologa nos
yana, citado porE. GofFman, La mise en seine de la
1, pg. 7.
18
iL.
vie,
quotidienne, tomo
tensin: socializacin-desocializacin.
De ah la propensin de la microsociologa a analizar
las relaciones sociales atendiendo a la distancia, es decir, en
una diastemia y no ya en una proxemia. La dispersin de las
escenas tales como las mira la microsociologa no equivale
ya a la disolucin o a la desorganizacin puesto que dicha
dispersin corresponde a la naturaleza misma del espacio
pblico urbano. Pero ella es al mismo tiempo natural y pre
caria, y esto es decisivo en el anlisis de los fenmenos de atipicidad y para el lugar que deben ocupar en el anlisis el
enfoque descriptivo y el mtodo de las historias de vida.7
En efecto, la pareja socializacin-desocializacin nos
obliga a abandonar el concepto de patologa social para acep
tar desorganizaciones parciales y transitorias que se sitan
en una sociologa de la adaptacin. Todo sntoma de atipicidad o de morbosidad remite en el caso del fenmeno atpico
(y por lo tanto en el trabajo social) a una forma de adaptacin. De ah que sea necesario que el investigador est atento no slo a las atipicidades mismas sino tambin a las visiones del mundo en las que se sita el ser atpico y que le
permiten trascender circunstancias, improvisar partiendo
de ellas. En otras palabras, la pareja socializacin-desocializacin nos obliga a pasar de lo patolgico al pathos, es decir,
aun
ala cualidad dramtica de los comportamientos sociales
cuando esos comportamientos no correspondan nicamente
a los atpicos.
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19
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ir*
casos,
mente.
Es seguro que el laboratorio urbano en el que los so
cilogos de Chicago observan estos fenmenos de socializacin-desocializacin no es un terreno como cualquier otro o
un terreno de substitucin para la antropologa repatriada.
Y ello es as aunque ms no sea porque dicho laboratorio pone en escena tres movilidades. Primera movilidad: el hombre es un ser de locomocin al que los encuentros y las expe
riencias de copresencia transforman en un enorme ojo. La
ciudad instaura el privilegio sociolgico de la vista (lo que se
hace) sobre el odo (lo que se cuenta), pero al conjugar la iiversidad y lo accesible, la ciudad afecta lo visible con un coe
ficiente de indeterminacin y de alarma. Segunda movili
dad: el habitante de la ciudad es un ser cuya relacin con el
lugar que habita es completamente particular; con l la mo
vilidad social y la movilidad residencial se conjugan. El habi
tante de la ciudad acumula las residencias y se deslocaliza
constantemente. La tercera movilidad, de laque volveremos
luego a ocuparnos, es la que Simmel llama movilidad sin
desplazamiento, la versatilidad del habitante de la ciudad,
lo pasado de moda como modo de vida. En el antroplogo hay
Vase Ilya Prigogine e Isabelle Stengera, La Nouvelle Alliance,
pgs. 276-80.
8
21
Sobre todos estos puntos, vase Ulf Hannerz (Explorer la ViUet Minuit 1983) que se inspira a la vez en la antropologa social y en la Escuela
de Chicago de la cual el autor subraya, a la inversa de loa comentarios ha
bituales, la atencin prestada al tiempo de los procesos sociales y no slo al
espado en el cual aqullos se desarrollan.
22
24
5. El territorio de la urbanidad
28
embaucados.
30
31
lo 7, RESERVA.)
El orden de las circunstancias impone a todo actor una
fidelidad muy particular respecto de lo que le ocurre. Esta
2 idelidad le impone abandonar la lgica de la integridad in
dividua) (engao- sinceridad) para adoptar la lgica del trai
dor. Defender el s-mismo es siempre calmar a un necio
(Goffman), es decir, salvar la situacin al precio de un doble
lenguaje. Saber comunicar es pues saber traducir. (Vase el
captulo 8, DOBLE LENGUAJE.)
Se puede ver entonces cmo se organiza un mundo, una
urdimbre de relaciones que es una red, con sus regiones de
densidad variable, con sus nudos, con sus bifurcaciones de
trayectorias. Un destino no es ms que una negociacin
constante entre dos integridades la integridad de un repertorioy la integridad de una situacin , entre doslgicas,
la de las revelaciones y declaraciones y la de la movilizacin .
(Vase el captulo 9, REDES.)
Hay que admitir pues que el espacio pblico tiene una
32
*7
*
V?
.V
33
Actualidad
En este mundo, el mundo de las grandes ciuda
des, y de las grandes masas colectivas, es indife
rente saber si esto tuvo lugar realmente y de qu
fenmeno histrico nos creemos los actores y tes
tigos. Lo que llamamos realidad es una utopa. La
historia tal cmo nos la representamos y tal como
creemos vivirla, con su sucesin de acontec mien*
tos tranquilamente lineal, solo expresa nuestro
deseo de atenemos a cosas slidas, a acontecimentos indiscutibles que se desarrollan en un or
den simple al que el arte narrativo, la eterna lite
ratura de las nodrizas, presta valor en provecho
de la atractiva ilusin. Ulrich ya no es capaz deex_ felicididad de la narracin sobre
peri mentar la
cuyo modelo se constituyeron siglos de realidades
histricas. Si vive, lo hace en un mundo de posibi
lidades y no ya de acontecimientos, mundo en el
que no ocurre nada que se pueda contar."
Maurice Blanchot, Musil, la passion de
Vn difference", en Le Livre venir , Gallunard,
Ides, pgs. 204-205.
1
2
35
mentada,
36
7
8
61 *55.
37
39
about)}2
40
I i) s elementos de conocimiento que lo constituyen son snteMS de la intuicin, sntesis cautivas de un contexto y por lo
Cinto no son manipulables a voluntad. Esas sntesis deben
rendir cuentas a las circunstancias en las que fueron dedu
cidas,
J 1
41
el mundo est sentado, cada uno en su casa leyendo el mismo diario y disperso en un vasto territorio". Cul es el
vinculo social entre esos hombres? Ese vnculo es, con la si
multaneidad de la conviccin o pasin de esos hombres, la
conciencia que posee cada uno de ellos de que esta idea o es
ta voluntad est compartida en el mismo momento por un
gran nmero de hombres. Hasta que cada uno lo sepa, aun
sin ver a esos hombres, para verse influido por ellos masiva
mente y no slo por el periodista, inspirador comn, que es
l mismo invisible y desconocido y, por consiguiente, tanto
ms fascinador.17
En resumen, la lgica del diario consiste en un ir y ve
nir constante entre la dispersin de la atencin que es favo
rable a los rumores y a todas las formas de conocimiento
indirecto y superficial (chismes que corren, moneditas de
sentido) y su concentracin en lo que provoca escndalo o le
yenda (embotellamiento de vehculos o sobredetermina
cin}. El lenguaje de las noticias de actualidad se organiza
como una bolsa de valores. Desde el momento en que la cir
culacin se hace imposible, desde el momento en que los
juegos de lenguaje se hacen impenetrables entre s y se
transforman en gramticas, el pblico a su vez se convierte
en masas o en sectas.18 Desde el momento en que un pbli
co cede a la tentacin de la integracin, su peridico se trans
forma en rgano y el relato del da cede el lugar al maana
que canta, i -a lucha por la existencia en la historia natural
de la prensa, dice Park, es la lucha por la circulacin.19
5
u.
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5
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L
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M
42
17
R. Park, 'Morale and the News", AJS 47. noviembre de 1941, pgs.
360-77 y op. dt.t pgs. 249*267.
1 9 "The Natural History of the Newspaper", AJ S 29, noviembre de 1 9S,
pgs. 273-89 y op. cit.t pgs. 97-113.
18
43
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Rostros
Un espacio publico, un pblico, una opinin pblica son
cosas naturalmente fluctuantes. La tesis de Robert Park,
The Crowd and The Public, expuesta en 1904 no enuncia na
da nuevo desde este punto de vista. Sin embargo la tesis no
se contenta con comparar las variaciones de un pblico con
las variaciones de un juicio, con los caprichos de la opinin,
sino que procura explorar el carcter especfico de un len
guaje propio de los pblicos* Se trata de un lenguaje de refe
rencias, del lenguaje de las interacciones y de lascircunstan
cias, Su inconsecuencia le es esencial puesto que no tiene
una funcin de expresin o de representacin. Lo decisivo en
la economa de este lenguaje es la primaca de la circulacin,
el hecho de que un rumor pueda circulan1 El lenguaje de la
esfera pblica se articula pues alrededor de dos funcin es co
municativas aparentemente contradictorias: por una parte,
una funcin localizante que lo relaciona con la especiosidad
del presente, por otra parte, una funcin de deslocalizacin
que hace del espacio pblico un espacio relativamente acce
sible. Es esta doble articulacin lo que distingue a un pbli
co de un medio: un espacio pblico no es, como un medio,
solamente un espacio de chismes y cotilleo, es un espacio de
rumores, es decir, deformas desterritorializadasdel chisme.
Hacer del diario un substituto del chisme de vecindad, como
quiere Park, significa pues considerar slo un aspecto de su
funcin de comunicacin y analizar la gran ciudad con las
1
Jules Gritti, Elle court elle court la rumeurt Stank, 1997 e Yves
Ftouquette, La Rumeur, P.U.F.
f
44
metfora burstil.2
Un espacio pblico es todo lo contrario de un medio
o de una articulacin de medios. Slo existe como tal si logra
trastornar la relacin de equivalencia entre una identidad
colectiva (social o cultural) y un territorio. Una gran ciudad
slo es un laboratorio de la soci alidad si hace del organismo
urbano algo muy particular, algo hecho de lugares llenos de
huecos, como una esponja que capta y rechaza fluidos y que
modifica constantemente los lmites de sus cavidades. De
manera que un espacio pblico no puede definirse por su
centralidad por el contrario, puede caracterizarse por su
excentricidad, sino que slo puede definirse por su fiincin
de suprimir enclaves. De suerte que la abstraccin de las
identidades sociales que el espacio pblico requiere de aque
llos que participan de l afecta no slo a los actores indivi
duales3 sino asimismo a las identidades colectivas. O, para
decirlo en otras palabras, un espacio pblico no es un plano
de organizacin de entidades en un medio, sino que es un
piano de consistencia en el que las identidades son proble
mticas y las situaciones constantemente redefinibles. En
mi espacio pblico, las identidades colectivas o individuales
pueden suponerse siempre deslocalizadas o excedentes:
"uno de ms, solamente uno de ms*.4 Ni siquiera es una
estructura simblica, no tiene necesidad de un comparti
miento vaco es por el contrario el espacio del murmullo
inagotable y del lenguaje sin silencio , pero de un hombre
de ms, excedente. Se sabe que la primera experiencia pbli-
2
J
spaces
45
46
36*137.
10
47
estar dentro sino que significa tambin estar del lado interior del limte *
En el nivel do la membrana polarizada se enfrentan el pasado interior y el
futura exterior * G. Sirnondon. op. cit, pgs. 260-264.
12 Vase L/thiquc du tact* en (JRBI np 1.11 octubre de 1 980.
*
13
Sens,
pdg.
126.
du
G. Deleuze, Logique
1 A Citado por Qucnt n Bell, con referencia a Mrs , Dalloway, en Virginia
tomo 2, Stock, pg. 171.
Woolf
1 Virginia
Woolf Orlando, Stock, tomo 2t pgs. 69-70.
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1
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'1 fi
Virginia Woolf
hpsarddes rues. Une aventure londonieaneen
'
La Mor de la Phalne, Scul, 1 968, pgs. 1 27-1401
17
Francois DagognetT Faces, Surfaces, Interfaces, Vrin, 1 982, pg. i 72
Virginia Woolf op. cit.t pg. 129.
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48
49
50
51
23
52
cimiento
Este ltimo punto es importante puesto que permite
distinguir una interaccin de una relacin dual. El espacio
pblico no es el espacio de la intersubjetividad. Hay que su
brayar, en efecto, tres puntos importantes: primero, en la re
ciprocidad inmediata, lo<iue est en juego son experiencias
y no conciencias; segundo, esta reciprocidad est siempre
segmentada, inscrita en un espacio-tiempo definido; y terce
ro, la reciprocidad es pragmtica, presupone un juego de
apariencias concertadas y no una lgica de la identidad y del
reconocimiento.
En efecto, no se trata de reconocimiento. La inmedia
tez misma de la percepcin en el instante implica algo com
pletamente diferente de un juicio o de una representacin.
No referimos un rostro a una clase ya constituida y ni siquie
ra podemos estabilizar esa percepcin refirindola a nuestra
propia mirada en el espejo. En la experiencia de la recipro
cidad inmediata, el otro conserva toda su singularidad, toda
su alteridad. Hay que creer pues que los actores sociales en
la medida en que perciben rostros postulan algo muy asom
broso, algo, dice Simmef que es nico en el dominio huma
no. Esos actores suponen que lo que hay en nosotros de
esencia invariable, que lo que es estable en nosotros se ma
nifiesta en los matices de un estado de alma momentneo, en
un gesto provocado por el azar en un impulso pasajero El
24
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1983*
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55
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56
mujeres
Y eso le molesta?
Si yo fuera su amiga, me molestara dice ella, y es
to ya era una sutil leccin de moral dirigida al joven, pero el
final de la frase slo se diriga al chofer extrao : Pero no
me molesta puesto que yo no lo conozco a usted.
Una mujer perdona siempre ms fcilmente a un ex
trao que a su amigo dice el joven, y esto ya era tambin
una sutil leccin de moral dirigida a la muchacha . De ma
nera que podramos entendernos bien, puesto que no somos
nada el uno para el otro.
4 *
57
58
momento.
29
30
60
61
o por
lnea ecolgica, est determinado por efectos de medio
problem
efectos de territorio, aun cuando contine siendo de la esce
tico; en el otro caso, no es ms que una variacin
na primitiva del contacto mixto, es decir, que no se conten
definiciones.
ta con reproducir problemas pues produceinterpretacin
de
Digamos claramente que nuestra
orientacin, la que
Goffman tiende a hacer valer la segunday no slo problem
concibe el suceso como problematizante
subjetiinterpretacin
una
de
trata
se
eso
por
no
tico. Pero
del
insuperable
parece
que
nos
lo
contrario,
el
Por
vista.
presubje
procesos
concebir
de
intento
el
es
smo
estructural!
respecto
tivos.35 Pero el estructuralismo, por desconfianza
sociales,
actores
los
y
de
agentes
los
de
sociologa
de una
etnografa (o al
la
a
situaciones
las
de
anlisis
el
abandon
social.
periodismo), y abandon la interaccin a la psicologa
fsica so
Hasta la microfsica del poder contina siendolauna
genealoga.
cial impotente para sustraerse a la sujecin dey la
microecoEn un sentido, la microsociologa de Simmel
estructuralismo, a
loga de Goffman pueden renovar el metodolgica que
pesar de ste, al insistir en esa postura
actor para re
consiste en distinguir el comportamiento y elespacio-tiempo
ferir el comportamiento al sitio, es decir, al todo lo que se
de la interaccin. El jugador de Goffman es siempre es ne
quiera menos el sujeto de una estrategia. Si
valor de
cesario, dice Goffman, hacer la distincin entre el
hay que hacer del
si
jugador,36
del
habilidad
y
la
mano
una
combinacio
actor un amigo de tejemanejes,37 un efecto de
slo
nes, ello obedece a que la microsociologa en definitiva que
se dice
tiene que ver con efectos de subjetividad, as como
que
psicologa
La
sentido.
de
efectos
o
poder
de
hay efectos
y la serie ex
derivada
siempre
es
microsociologa
la
utiliza
la conduc
plicativa del socilogo es aquella que va del sitio a
Musil, citada por
R.
viva",
las
nadie
que
sin
vividas
Experiencias
Maurice Blanchot, Le Livre vertir, pg. 218.
36 Les Rites
30-31. ,
dInteraction
pgs.
et
37 R. Warner, D. Wellman, L. Weitzman, Le Hros, le Pauvre Type
de 1961, traduccin
le Combinar", en Espaces et Socits, julio-diciembre
francesa de A. Battegay.
35
62
63
Precariedad
Aparentemente habra mil ocasiones en el espacio dia
rio para reconciliarse con la historia, poco a poco, da por da,
por obra de un efecto de sentido importado, por capilaridad
de las membranas. Pero justamente una situacin slo cono
ce ocasiones, el sentido que una situacin vehicula est ani
mado de un movimiento centrpeto, sus arrebatos estn
siempre polarizados. Riqueza del momento que no es nece
sariamente sinnimo de plenitud interna, pero que excede
toda representacin. Un momento, en la medida en que es
evento, en la medida en que tiene la forma de una aventura,
nunca es ejemplar, salvo si pierde su singularidad. Una si
tuacin no es ni una buena forma ni un microcosmos.
Goffman evitaba sumir las pretensiones de fundacin
de la microsociologa, y no dejaba de tener razn.1 En efecto, cmo formular la hiptesis de que son procesos interac
tivos y organizados tos que transforman microeventos en
estructuras macrosociales o que las categories del juicio so
cial son el producto de las rutinas de la vida cotidiana2 sin
perder el brillo, la singularidad de una situacin?
Hay que tener en cuenta la geometra del socius que se
dibuja en un espacio pblico. El carcter problemtico de las
interacciones de que se ocupa la microsociologa o la etnogra
fa de la comunicacin indica ms una dimensin de indeter1
Vase Le Sens de Tordinaire. Actas del coloquio Historicity Ouotidieiuiet*, ed. del CNRS, 1983.
Aaron Ciooure], Notes QQ the integration o micro and m aero -1evels
r on Advances in Social Theory and Methodology, compilado por
jfK. Knorr-Cetina
y Cicourel, Routledge and Keagan, 1981, pg+ 51.
53
IS-
<
5
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O
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o
64
6F
03
66
67
comportamientos menores.7
Erving Goffman, Mise en scne de la vie quotidienne, tomo 2, pg*15Erving Goman, Rites d\Interaction, pg. 7.
el uso de una metfora corresponde a un a falta, a una ausenca, en la lengua disponible. La retrica de las metforas es
una retrica del desierto que trata de suplir la usura de la ex
presin en un discurso natural Agotamiento de la lengua de
las relaciones sociales; los grupos sociales, las normas y las
instituciones en el caso de Goffman; el genio de un pueblo, la
solidaridad mecnica y la solidaridad orgnica para Tarde;
las masas, las muchedumbres y las comuniones para Simmel, todas esas categoras explicativas de la sociologa domi
nante llevan a algo parecido al agotamiento semntico* La
metfora es entonces un sntoma del discurso natural. El
horror al vaco precede un poco al privilegio de la forma. La
lgica de un pensamiento menor sera pensamiento de los
rincones y de los recovecos, pensamiento obsesionado por el
agotamiento del sentido y fascinado por la singularidad. De
ah su esteticismo por provisin. Pero, as y todo, sta sera
una mala frmula pues podra hacer pensar que lo impor
tante es la buena forma. Lo que apasiona a la microsociologa es todo lo contrario, es el espectculo maravilloso de lo
diverso (Tarde), la manera en que las cosas giran y se des
doblan (Simmel), las normas de conjuncin (Coffman). No
se trata de concebir mejor lo local. Por el contrario, son las
sociedades occidentales, las clases medias (Goffman), las
mentalidades urbanas (Simmel), todas esas inmensas ins
tancias con cambio de destino, aquellas a las que hay que vol
ver a dar vida reuniendo piezas y fragmentos por evocacin.
Trtase pues de dar seales a falta de interpretar o, mejor
dicho, de interpretar a martillazos. La microsociologa no
enfoca su objeto para volver a encontrar en l su tenor origi
nario, para dominar mejor su esencia. Se trata de un dispo
sitivo de fuga, una manera de librarse de tres imposibilida
des: imposibilidad de no escribir, imposibilidad de escribir
en la lengua dominante, imposibilidad de escribir de otra
manera.8
De modo que la microsociologa es menor de edad. . es
69
Por ejemplo el siguiente texto de Tarde, que polemiza con las teoras
de su tiempo. Ms estrecha an y ms alejada de la verdad es la definicin
9
70
tamientos sociales en una situacin. Estas tres microsociologas concuerdan en tres puntos: primero, el dato elemental
del anlisis sociolgico es un lazo, una relacin, una interac
cin; segundo, no hay masas", slo hay efectos de masificacin de la cual el socilogo es el artesano ms que el testigo,
aunque slo sea por esa obsesin de las muchedumbres, ob
sesin que es histricamente discernible (en el siglo XIX y a
comienzos del siglo XX).10 Y por fin, tercero, la situacin
social tpica, el marco privilegiado de la interaccin es la con
versacin, de manera que la sociologa puede ser definida co
mo una ciencia de la conversacin comparada (Tarde).
Estas tres sociologas son teoras de la socialidad, es
decir, de la sociedad como forma. Son estticas de lo social
cuyo movimiento, desde la obra de Simmel, va de la sociali
dad como forma a las figuras tpicas del vnculo social. Las
tres sociologas desembocan en tipologas ms o menos rigu
rosas, que se organizan alrededor de figuras-membranas, es
decir, sistemas de actitudes en una situacin. Aqu se evocan
tres experiencias colectivas que en todo caso sirven de esce
na de fondo: la experiencia de las migraciones; la oposicin
del pnico fusonal y de la urbanidad y, por fin, la experien
cia de las relaciones de trfico y de copresencia. Estas expe
riencias son mucho ms que simples decorados o ambientes.
Producen nuevos lxicos de comportamiento, producen nuevos repertorios. Pero entonces hay que aceptar que la microsociologa no tiene un territorio que le sea propio o un cam
po conceptual constituido por objetos inditos. La ciudad y el
espacio pblico son un laboratorio, pero no son terrenos.
Por fin, las tres microsociologas reconstituyen regme
nes de socializacin partiendo de ano mi as particulares que
las penetran constantemente. La pareja de la socializacin
y de la desocializacin no puede cubrirse con la oposicin de
normal/patolgico. El trabajo de definicin de las civilidades
slo se hace sobre la base de un juego constante sobre esta
oposicin. Obsesin de la esquizofrenia y de la desintegraG. Simmel: Es la distancia social entre los ricos y los pobres lo que
hace que estos ltimos aparezcan, no como individuos, sino como masas uni
ficadas. The Problem of Sociology.
,
71
'
72
de socialidad transitoria, formas especficas de las poI ilaciones emigrantes. Las grandes migraciones contempoi a neas de los perodos de guerra o de hambre
por ejemplo,
lis que sacudieron a la Europa del siglo XIX son uno de los
operadores, si no el principal, de estas mutaciones. Ahora
bien, dice Park en 1928, esas migraciones ya no asumen la
forma de invasiones seguidas por desplazamientos masivos
lo poblaciones, sino que se manifiestan de manera ms pa
rifica. La migracin de los pueblos fue sustituida por la mo
vilidad de los individuos. En cuanto al emigrante mismo, no
hay que confundirlo con el nmada. El nmada est estabi
lizado en el movimiento, de alguna manera est establecido
m el viaje. No solamente se desplaza con su tribu, sino que
se desplaza dentro de su organizacin tribal. En cambio, el
r migrante ha roto los vnculos de parentesco, por lo menos
por un tiempo. Se emancip y aprendi a secularizar relacio
nas que antes consideraba sagradas. El medio privilegiado
donde se combinan efectos de mutacin y efectos de emanci
pacin es la gran ciudad, en la que podemos observar el pro
ceso de civilizacin como visto en el microscopio. El malestar
mental y de comportamiento es el malestar de un individuo
que vive en la frontera de lo antiguo y de lo nuevo, pero so
bre todo en el intervalo entre lo parental y lo poltico, sin ra
ces y sin derecho de ciudadana. El emigrante pasa por la
prueba de la diferenciacin pura, la prueba de la coexisten
cia desgarradora del recuerdo y del olvido o tambin la prue
ba dla discontinuidad del tejido social, ya se lo considere en
su espacio (mapas), ya se lo considere en su tiempo (genea
loga).
Observemos que esta primera temtica de la precarie
dad inaugurada por Simmel y Park se opone al darwinismo
social, puesto que pone de relieve las modificaciones impues
ta a las leyes de sucesin y de invasin que esa temtica to
ma de la ecologa. En la dcada de 1940, la microsociologa
in teraccionista teoriza esas regularidades propias de las for
mas transitorias de socialidad y subraya las discontinuida
des del proceso de socializacin, su naturaleza, que se da
siempre en secuencias (considrense los conceptos de carre
ra o trayectoria y de
de carrera), y la resacrai iMs
73
74
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embotellamientos.
78
79
Intervalo
Por eso es necesario que veles por el espacio va
co para preservarlo, as como es menester que yo
vele para alterarlo, combate en el que estamos
juntos, prximos por lo lejano, extraos en todo lo
que nos es comn, presencia en la que yo te toco
intacto y en la que t me mantienes a distancia,
distancia formada por ti y que sin embargo me
separa de ti: foso de luz, claridad en que me su
merjo*
ion
No se trata de dimisin porque a uno lo fuerzan a pesar de s mismo Pero ni siquiera s lo que l quiere ni lo que no quiere; no lo sabe l mismo Sf, creo que es eso: una sensacin de impotencia... Lo que le falta es
entonces: un enemigo real contra quien chocar, un verdadero obstculo, du
ro, para poder golpearlo... Pero, ya lo sabes, para eso hay que estar muy se
guro de s mismo...; seguro de que uno es perfectamente recto, que anda por
<1 buen camino; uno est en el buen camino o est fuera de l. Pero, en el ca
so de mi padre y de todos nosotros, lo que nos falta es precisamente esa se
guridad... Aqu no es o negro o blanco; ayer u hoy. No es ayer, bueno; ino
se hable ms de hoy!; tampoco es: hoy por lo tanto damos vuelta a la p
gina y ya no hablamos ms de l... Es todo eso a la vez: ayer en hoy, ya no
es ms ayer pero no es hoy. Todo se mezcla. Todo est en todo y recproca
mente, como ustedes dicen (risas)... Abdelmalek Sayad, LesEnfanU illgitimes", en Actes de la Recherche en Sciences Sociales na 25-26, 1979, pri
mera parte, pg. 74.
2 Oscar Handlin, The Uprootedt Atlantic, Little Brown 1951 y 1975,
captulo 4, pg. 85.
3
D. H. Lawrence, Apocalypse, traduccin de Fanny Deleu ze, presen
tacin de Fanny y Giles Deleuze, Edicin Balland, 1978.
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pgs. 97-99.
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91
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6
Rutinas
Tin texto teatral, aun cuando se lo confe a acto
res inexpertos, puede asumir vida porque la vida
misma es algo que se desenvuelve de manera tea
tral.,* La socializacin puede no implicar un
aprendizaje minucioso de los numerosos detalles
propios de un papel preciso. Rara vez se tendra
el tiempoy la energa suficientes para eso. Lo que
parece que debe exigirse del actor es que ste
aprenda suficientes fragmentos del papel para
ser capaz de Improvisar*y salir ms o menos bien
del paso, cualquiera que sea el papel que le toque.
Las representaciones normales de la vidacotidiana no estn Interpretadas* ni son 'puestas en
escena en el sentido en que el actor conozca de
antemano exactamente lo que ha de hacer y lo hi
ciera nicamente a causa del efecto que pueda
producir. Aquellas de sus expresiones que se con
sideran indirectas son las que particularmente se
le 'escapan.*
E. Goflnan. M.S.V.Q, Tomo I, pgs. 73-74.
24
92
!
i
Sobre la crtica de las tesis clsicas de Allport y Postman, yase Tamotsu Shibutani, Improuised News, A Sociological Study of Rumor, Bobbs
and Mcrilh 1966, e Yves Rouquette, Les Rumeurs, PXT.F., 1975.
JL
94
Desde este punto de vista, el chisme tiene una funcin deflacionista que tiende a relativizar la normalidad de las
apariencias y el carcter fijo de una entidad tal como sta se
presenta en pblico. (Siempre se trata de esa idea de que los
rumores y hablillas tienen que ver con un desequilibrio en
tre la oferta y la demanda del sentido.) De ah la necesidad
de tomar seriamente el dilema ritual del que chismea, que
vacila entre decir y no decir (Yo no debera decrselo...).
Los elementos de informacin que el chismoso da pueden de
bilitar la representacin de un espacio pblico constituido
ya de manera precaria, siendo as que dichos elementos tie
nen como funcin confirmar una pertenencia comn a ese
espacio. El chismoso devala lo que circula entre unidades
vehiculares al querer sobrevaluar las unidades de participa
cin; rebaja el grado de conviccin compartido en un espacio
pblico al invocar un principio de autenticidad que le es aje
no. Lo que ocurre es que, en realidad, las normas que refuer
zan el chisme son menos normas de comportamiento que
normas de comunicacin. Un chisme es un ritual de comu
nin phatica, una reminiscencia. El lugar del tercero es me
nos importante que el de aquel que cuenta una ancdota y de
esta manera trata de mantener relaciones latentes. En este
sentido, un chisme es una apertura o una reactivacin ms
que una clausura del espacio pblico. Y aqullas slo pueden
llevarse a cabo sobr la base de un mnimo de lo que entra en
juego, de una apuesta nueva. Qu quiere decir, en efecto,
hablar si no es improvisar?
Un pblico es en primer lugar un campo en el que circulan informaciones. Eso es lo que hace que las personas
hablen unas con las otras. Y es tambin todo un conjunto de
actos de palabra ms o menos organizados: ancdotas, pulias,3 bromas, historias que se cuentan, intrigas (Human Interest Stories). 4 La microsociologa imagina el espacio de cir2
o
3
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95
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.11
lenguaje. La clusula del etctera es en cierto modo un posi ulado del pensamiento emprico en una situacin, postula
do que enuncia que las cosas dichas son comprendidas a
icsar de su ambigedad y su imprecisin y nos permiten tra
il i r tos casos particulares como suficientemente pertinentes
y significativos para poder identificar los elementos de la
inscripcin como apropiados. Este postulado es implcito
en el uso corriente (en el caso de quien habla) de elementos
irticulares de la lengua (trminos relativos al lxico, frases
y expresiones idiomticas, sobreentendidos) y de elementos
paralingsticos que tienen por funcin ordenar el curso de
la conversacin y su significacin.6 La clusula del etctera
normaliza las contingencias de la situacin; es una regu
laridad sugerida en la singularidad misma del discurso.
Contingencia normalizada, regularidad sugerida, todo ocui re como si el paso a lo universal estuviera contenido por una
f 1 1 ncin pragmtica que rechaza todo aquello que no atae a
1 J i situacin en su singularidad. De manera que es lo ocasio
nal !o que se convierte en lo concreto que hay que pensar
y que las series causales sociales, culturales o psicolgi
cas se convierten en contingencias de ia situacin, en su
reserva de sentido.
Como la agudeza chistosa, la ancdota pone en corto
circuito los comentarios. Es un rasgo cuya cualidad esencial
equivale al espritu de la situacin. La ancdota designa un
estado cualitativo del saber compartido o de las convicciones
compartidas que no tiene necesidad de ser desarrollado o ex
presado explcitamente ni debe serlo. La ancdota est all
por un estado de las cosas y del mundo.
Estado de las cosas, estado de los lugares.,, En el espa
cio pblico as concebido, la circulacin de las ancdotas
obedece a una especie de reciprocidad diferida de las pers
pectivas. Lo cierto es que todo anlisis del proceso de comu
nicacin pone de manifiesto su intrnseco carcter inconclu
so: carcter inconcluso significativo por el que se traslucen
la irona virtual de las enunciaciones y la informacin in
completa que remite al principio del etctera. Esta doble
97
iiue moviliza
98
99
i re imstancias.
100
101
Reserva
Es en el momento en que los normales y los estigmatizados llegan a encontrarse materialmente
en presencia los unos de los otros y sobre todo si
se esfuerzan por sostener una conversacin,
cuando tiene lugar una de las escenas primitivas
. de la sociologa; pues muy a menudo en ese mo
mento las dos partes se ven obligadas a afrontar
directamente las causas y los efectos del estig
ma.
Erving Goffman, Stigmates
s
J15
Gabriel Tarde, Les Lois de limitation, 1895. Reeditado en las Editions Ressouras, Ginebra, 1979.
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7
C
Doble lenguaje
En cuanto a lo esencial, la primera antropologa urba
na fue el estudio de las formas elementales de la vida sub
terrnea. Sus primeros milagros eran los de los barrios
bajos. En Francia, donde el retomo de los antroplogos al he
xgono, a fines de la dcada de I960, fue contemporneo de
una crisis de la disciplina misma, perdura la desconfianza
respecto de lo que se manifestaba como el dominio de predi
leccin de una antropologa fustigada, que haba quedado
agotada por el fin de los primitivos y que estaba en busca de
un laboratorio de sustitucin. Hay que reconocer que los an
troplogos norteamericanos tuvieron ms suerte: lo que
para nosotros pareca un exotismo repatriado es en ellos un
elemento de la memoria de su disciplina. Forma parte intengrante del patrimonio de la ciudad norteamericana, de la
ciudad laboratorio. En los barrios bajos, en la ciudad subte
rrnea, en ese espacio mstico en efque e! centro se convier
te en el lugar por excelencia de la excentricidad y, al mismo
tiempo, se disimula (underground), hay ciertamente una
sociedad primitiva que es empero tambin el antro de la pro
duccin urbana; dicha sociedad primitiva se organiza alre
dedor de cuatro tipos por lo menos: el emigrante y el cosmo
polita que ya hemos encontrado, pero tambin el timador y
el sacerdote. (No vale la pena buscar al antroplogo porque
ya est incluido.) Pero si vemos bien de qu manera el emi
grante y el cosmopolita producen urbanidad, qu papeles
desempean el fullero y el sacerdote? Cmo hay que com
prender esta fascinacin por la marginalidad antes que por
el enclave, por el gran tramposo, por el hombre marginal
113
guna.
Qu les ha ocurrido exactamente? No basta con decir
que lo que les ocuri es haber perdido. En realidad, no han
perdido gran cosa. Su gusto por el exceso era mesurado y su
pieron reaccionar bien. Pero hay algo ms grave: perdieron
el gusto por el juego porque un da llegaron a darse cuenta
que no eran ms que primos incautos.
Tal es el mensaje que el sacerdote antroplogo Goffman hace llegar desde los barrios bajos a comienzos de la d
cada de 1950. Muy precisamente desde el templo de la esta
fa y del rimo, Las Vegas. Calmar al primo ("Cooling the
mark out") no tiene la pretensin Asiles; es tal vez la verda
dera digresin en la obra de Gofman. El artculo lleva el
siguiente subttulo: Algunas formas de adaptacin al fra
caso. Sin embargo en este texto nada hay que evoque de
cerra o de lejos la fascinacin por el
Se trata de adap
tacin al engao tanto al que est orquestado por un mani
pulador, como aquel del que somos vctimas en un mal giro
de un proyecto o de una carrera. postura de Goffman pue
de resumirse de dos maneras: en lenguaje interaccin!sta, se
115
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W* 1
*,i:
trata de saber cules son en nuestras sociedades las relaciones que hay entre los empeos en una situacin y el self (el
s mismo) que se empea en ella; en otras palabras, cules
son las formas de la distancia respecto del papel y qu con
secuencias debemos sacar sobre el estado de nuestras con
vicciones y de nuestras sinceridades*1
Pero podramos decir todo esto de otra manera porque
tambin Goffman trata de responder a una pregunta ms
simple y ms grave: Por qu es tan importante, en este
mundo de apariencias concertadas, salvar el prestigio del
otro? El protocolo de la experiencia parece a primera vista
pgs, 98-119.
116
del otro.
La funcin social de esta tcnica consiste, por lo tanto,
en legitimar las racionalizaciones espontneas de la vctima
a pesar del ments que acaban de darle los hechos. Esta fun
cin apunta a mantener el mayor tiempo posible la ficcin
tica de un mundo social capaz de autorregularse l mismo
sin referencia a los aparatos jurdicos o represivos (denun
cia, iniciacin de un juicio) y sin ruptura mayor (venganza,
violencias reparadoras, etc.). Trtase pues de una funcin
social esencial, puesto que salva el vnculo social en lugar de
defender el honor de la vctima*
En cuanto al contenido de esta funcin es claro: facili
tar la liberacin del compromiso en virtud de una especie de
terapia social espontnea. Calmar al primo significa, en su
ma, aplicar un remedio de abuela, la pocin mgica de la civi
lidad. Todo consiste en volver a dar consistencia a una serie
de lneas de fuga que sbitamente se haban desvanecido.
Poco importa quin asegura este trabajo de redefinicin de
la situacin: la liberacin del compromiso consiste en todo
caso en reconsiderar la situacin actual definindola desde
otro punto de vista. Es decir, esto implica un desplazamien
to en el repertorio de papeles que es la condicin sine qua non
para que la situacin no se deteriore seriamente. El riesgo
es, otra vez ms, el riesgo que corren tanto el actor como la
situacin misma. Lo que se rompe repercute entonces tan
to en los personajes como en el intervalo que los separa. Las
estrategias de reparacin utilizadas para salir de este mal
paso son curiosamente las mismas que anticipan a veces
preventivamente los fulleros y sus presuntas vctimas. Tie
nen la misma lgica que los movimientos exploratoriosque
117
indefinido.
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123
124
lingistica que presupona una equivalencia entre un lenguaje y una comunidad de lenguaje. El bilingismo se convierte entonces en el analizador de las relaciones entre
lenguaje e identidad social y cultural, relaciones implcita
mente contenidas en el concepto de cultura. As se pone en
tela de juicio la serie de equivalencias entre una lengua, un
14 Dell Hymes, ibid. pgs. 5-6.
15 Ibid., Captulo 5.
125
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lb(d., Capitulo 6.
situacin.
bd.,
Capitulo
6.
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de guerra
comunicacin as define una formidable mquina
la pobreza
contra las aventuras de la dialctica, En efecto,de
que acu
circunstancia
la
a
debe
se
dialctico
modelo
del
1) desconocimiento de
desconocimientos:
de
serie
una
mula
los flu
los efectos locales y particulares (por densificacin de que se
jos en una regin del diagrama), desconocimiento y de la
la totalidad
hace en beneficio de la pobre pareja deposibles
interferen
contradiccin; 2) desconocimiento de las
ex
cias por entrecruzamiento de flujos de determinaciones
de las
traas la una a la otra; 3) desconocimiento de la escala
a la sobredeterminaciones que va desde la indeterminacin
flujos), en be
los
de
relativo
alejamiento
(por
determinacin
secundario;
neficio de la pobre pareja de lo principal y de lopensamiento
4) desconocimiento, por fin, de los lmites del
pier
se
efectos
cuyos
causas
efecto,
sin
hay
causas
causal:
den, y hay otras causas que sufren efectos de feed-back.
los pun
3. En cambio, en una red de transacciones son
pue
transaccin
de
red
Toda
lneas.
las
que
orientan
tos los
japons,
abanico
un
como
formalmente
representarse
de
repertorio indi
ms o menos abierto segn la extensin del
orienta
vidual. Como las cadenas de relaciones estn todas
das hacia un fin el acceso a los recursos o la movilizacin
Pue
rotas
permanecer
qu
por
tienen
no
,
recursos
los
de
y dejar
den recomponerse, cubrir sus estaciones intermedias
de la red son
cada punto en su tensin estratgica. Las lneas
una
en
un
a
orientan
que
vectores
tantos
otros
entonces
pues centrada
serie de carreras. La red de transaccin est y manipula
en un pequeo agente infatigable, que combina
El mode
incesantemente para sobrevivir o para vivir mejor.
fi
idea
una
es
y
sta
siciliano,
es
transaccin
de
red
lo de la
la sociedad
ja de la nueva sociologa de la amargura que en
de com
de base no ve ms que manipulaciones y habilidadentonces
binacin. El empleo pragmtico de la red consiste
exigen que uno
que
problemas
de
categora
esa
en resolver
se
apele a amigos y a amigos de amigos con los cuales hasta
puede hacer provisionalmente una alianza.8 Este anlisis
J. Boissevain.
op. pg. 3.
135
134
son egocntricos.
Dejemos de lado por el momento la red de comunica
cin. Pero hagamos sin embargo algunas observaciones so
bre los empleos, mucho ms frecuentes en la sociologa del
espacio pblico, de las redes de sociabilidad y de las redes de
transaccin. De manera muy general se puede decir que el
concepto de red aparece en la historia de la antropologa como un concepto critico de estructurofimeionalismo y de su
enfoque de los grupos sociales y de las normas instituciona
les, El concepto de red es el operador de un paso que va de
una antropologa ude lo alto* a una antropologa del aden
tro, para valemos de la oposicin de UlfHannerz.9 Ms pre
cisamente, esta antropologa apunta a poner de manifiesto
dos tipos de determinaciones en los fenmenos de movilidad
social: 1) En primer lugar, una determinacin de orden for
mal que corresponde al tejido de relaciones en el que se ins
cribe un individuo o una familia (E. Bott), En ese sentido, el
concepto de red sustituye al de medio como sntesis indeter
minada de determinaciones. Permite hacer su anlisis al
discernir unidades de relacin discretas. Coloca en el primer
plano una combinacin de relaciones sociales a partir de la
cual se pueden describir ramificaciones o trayectorias socioprofesionales de una unidad social activa, ya sea individual,
ya sea colectiva. 2) Luego, una determinacin de orden din
mico que corresponde a las finalidades objetivas o subjetivas
de un actor social obligado a movilizar sus recursos en un
ambiente de rarezas y de competicin. Una red se define en
tonces como el conjunto de las lneas de movilizacin que
permite a actores, cuyos intereses estratgicos son fluctan tes, contar con los recursos relacinales que se les ofrecen en
la sociedad civil.
Cada uno de estos empleos de la nocin de red tiene su
coherencia. En un caso el socius est siempre dado, es ante
Ulf Hannerz, Explorer la ville. Captulos V y VIL
136
nales.
El anlisis de los fenmenos de movilidad social de las
minoras tnicas est obligado sin duda a utilizar alternati
vamente estas dos lgicas. Tan pronto el anlisis insiste en
los elementos constitutivos de un tejido de relaciones parcialmente localizado10 y llega a una tipologa de las redes
(redes de vecindario, camarillas, sistemas de obligaciones
recprocas), tan pronto asla, en el conjunto de las situacio
nes sociales en que se negocian posiciones e identidades so
ciales en formacin, relaciones privilegiadas que cuentan
con intermediarios sociales o socioculturales.
La primera lgica tiene un empleo crtico. Subraya las
sobredeterminaciones de toda relacin social, la multiplici
dad de lealtades relativas a un actor individual y colectivo.
Esta lgica tiende a descubrir una flexibilidad en las dispo
siciones colectivas de enunciacin, flexibilidad que hace do
todo status una posicin relativa. Los fenmenos de movili
vista.
dad en un medio tnico pueden, desde este punto
ser referidos a lo que Everett Hughes llamaba dilema del
10
137
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10
Convicciones
BIBLIOTECA DE
nidad.
Pero esta mundanidad ya no es la del saln, .es estali en la escala de una sociedad y sus fragmentos dieron n~cimiento a una multitud de rituales, a una abundancia .o
pequeas veneraciones. La tarea de censo, el inventario de
los recursos de lo cotidiano, se hace indispensable (Goflman)
y esa tarea es inmensa, hasta interminable si se piensa que
el carcter precario de lo social es derrochador. Inflacin de
los argumentos y tramas, multiplicacin de los escenarios y
de los discursos indirectos. El principio de reserva se agota
hasta transformarse en su contrario, en un consumo infini
to de revelaciones. Rumores y confidencias, refinamiento de
la presentacin de s mismo. Arte de las paradas y de las fa
chadas, pero tambin publicacin de lo ntimo.
La mundanidad era la respuesta de una esttica del socius a los arrebatos del interconocimiento. La sociedad de
responsabilidad limitada antes que la disociacin esquizo
frnica. Pero la mundanidad generalizada hace vulnerable
a la menor de las situaciones por sobrecarga de sentido. En
el lenguaje de la microsociologa, podramos decir que las si
tuaciones corren peligro de perder su definicin1 y, en efec
to, frente a este riesgo, la metfora dramtica no es ms que
k
un andamiaje.
La paradoja poco a poco reemplaza a la escena primi
tiva del malestar en la interaccin. Lo problemtico es, no ya
el compromiso, sino la situacin misma: Qu ocurre aqu?
Lo cierto es que esta paradoja no es slo propia del comedian
te pues invade la contextura de lo real como si el pedestal de
los rituales, el teatro de la vida cotidiana, se encontrara aho
ra fisurado por efecto de una sobrecarga.
suma, el problema no es tanto el de saber si lanza
B
dos , arrojados en una situacin ste es el vocabulario
oxi stencial de la derreliccin de la criatura
existente pode-
ARQUITECTURA
FAU/UCV
E. Lvinas, De
Fata Morgana, 1982, Reedicin de un tex
to de 1936.
3 G* Simmel, Philosophic de
FA venture*, en Philosophic Relativiste
t
145
mas, vimos cmo el sentido retorna lentamente a la reflexividad de un momento; acompaamos al explorador de ojo de
ostra hasta la frontera de los encuentros; l nos ense a leer
los rastros del espacio pblico en las vibraciones de sus
membranas; nos perdimos en la inmediatez del sentido or
dinario entre obra maestra y repeticin. (No es puesni la im
potencia ni la coquetera lo que nos hizo emplear metforas.
Unicamente ellas podan permitimos conjugar la perma
nencia del mundo y la precariedad de los lazos; las metfo
ras son ia retrica de las unidades vehiculares, las paradas
del juicio colectivo.)
El espacio de las relaciones en pblico est cubierto de
restos del sentido las rutinas y marcado por una infini
dad de pequeas catstrofes. La lengua que le conviene es la
de los intervalos y correspondencias, la lengua de la veraci
dad y de las apariencias concertadas, Es no la lengua de las
fraternidades sino la del egosmo lgico, la de la paradoja. El
espacio pblico no es un medio: ste se organiza alrededor de
un postulado de sentido comn, alrededor de una clusula
de inconclusin: la clusula del etctera. En cambio, en el es
pacio pblico todo debe recomenzar siempre. Hay que ha
blar, hablar, hablar. Publicacin.
Toda la cuestin esencial del espacio pblico est en el
sentido que hay que dar al principio de reserva. Si se lo en
tiende como una regla, la conquista del presente es asunto
de Hobbes: una socialidad calculada en la que los puntos se
imponen a las lneas y en la que nosotros no somos ms que
estrategos de carnaval. O bien, entonces, una circulacin
constante, en el umbral de nuestras identidades, la oracin
147
en un espacio pblico remite, dentro de la corriente microsociolgica, a dos intuiciones nuevas. Por una parte, la gran
metfora del socius a la que llegan los pensamientos del es
pacio pblico; no es la metfora del organismo sino que es la
del cerebro. Particularmente en Tarde, la ruptura con el organicismo es perfectamente neta. La forma pura de lo social
no es una forma de equilibrio y de centralizacin el crculo ; es una forma de excrecencia discontinua y constante,
una arborizacin (y entonces las sociedades son cerebros, as
como los cerebros son bosques),6 o un orden por fluctuacin,
un flujo que determina desniveles estructurantes (metfora
de la cascada). De manera que lo que importa para concebir
la asociacin social o la combinacin de las ideas no son las
normas de organizacin sino que son las normas de conjun
cin.7 Por otra parte, la facultad de asociacin est directa
mente ligada a criterios de superficie, es decir, a procesos de
extensin y de amplificacin. La analoga de lo social y de lo
cerebral en Tarde debe comprenderse a la luz de las recien
tes descripciones de la superficie de la corteza cerebral en las
cuales el cerebro ya no es un centro nervioso sino una espe
cie de bosque abstracto, esquematizado por un conjunto de
lneas longitudinales y de excrecencias transversales, como
si para describir la mquina de combinar ideas (la mquina
social de las asociaciones) fuera menester representarse las
ramificaciones de una membrana sobre una hoja blanca sin
dejarte siquiera el beneficio de una tercera dimensin, la
transparencia.8 Es la atencin prestada a los procesos de ex
tensin superficial, a los fenmenos de amplificacin por
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La aventura
esta adaptacin no es solamente controlada.
nos entrega al mundo de una manera ms completa y na
nos reservada de lo que lo hace cualquier otra de nuestras
ellos.
Toda conviccin, en la medida en que est adaptada, es
decir, en la medida en que es inventiva, es pues un fenme
no de propagacin supersticiosa que se refiere a un des
doblamiento existencial.
Entonces la aventura adquiere toda su gravidez: por
hacer
un lado, rene en ella todas las pasiones como podra
a
lo un sueo y, sin embargo, est destinada, como el sueo,
ser olvidada. Pero al mismo tiempo la aventura es la uni
dad en virtud de la cual reunimos, en cada momento de nues
frente al
tra vida, nuestra actividad y nuestra pasividad
la
mundo.17 Es esa constelacin lo que permite comprender
seguridad del sonmbulo con la que el aventurero lleva su
vida, seguridad que contina siendo inquebrantable frente
al ments de los hechos y que demuestra hasta qu punto
esta constelacin est profundamente arraigada en el a
priori de su vida.18
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18
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Posfacio
Se puede considerar un posfacio como un cambio de po
sicin en cuanto a lo ya expuesto, una manera de situarse en
otro lugar y decir las cosas de modo diferente. El comenta
rio puede entonces ensaarse con las debilidades de la pri
sa, las que se advierten ms rpidamente. Sin embargo, no
hay ninguna razn para esperar la revelacin del secreto
y aun menos aqu puesto que no hay realmente secreto en lo
que se presenta como una invitacin. Las reglas de formali
dad en esta mateia son muy variables y pueden dejar mar
gen en las circunstancias del intercambio.
La experiencia intelectual de la ciudad, que constituye
la clave de esta invitacin, es siempre viva y actual. Tal vez
est trabajada, ms que antes, por la cuestin que se enun
cia, entre los profesionales, como la cuestin de la distancia
conveniente y que designa la pugna, imaginaria y embara
zosa, con el terreno.
El modelo del trfico, predominante en este ensayo, su
pone la hiptesis de que todo lugar est expuesto al contac
to de cualquiera y que toda situacin social es susceptible de
iniciativas no autorizadas. Una interaccin, en este modelo,
implica una parte esencial de evitacin. Justificar el vncu
lo significa repararlo practicando las necesarias retroaccio
nes correctivas.
Captar la ciudad y comprenderla sera, pues, especifi
car nuestras maneras habituales de tratar la amenaza de lo
cura de inconveniencia en cuanto a las situaciones , que
pesa sobre nuestras relaciones. Pequeos malestares, in
quietudes o degradaciones de la identidad pblica que nos
hacen ver el Mundo frente a frente (se era el primer ttulo
de mi manuscrito en 1982).
Frente a ese mundo, se trataba de rehacerse una salud
sin por ello sacrificar la incongruencia, el hechizo inicial y la
dispersin, y rehacerse una belleza en el mundo. Esttica del
trfico que se deja aprehender, en esta primera mirada, en
virtud de una doble intriga: la de la actualidad y la de los pro
cedimientos de apaciguamiento.
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BIBLIOTECA DE AROUITECTUHA
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