Las Voces de La Historia y Otros Estudios Subalternos
Las Voces de La Historia y Otros Estudios Subalternos
Las Voces de La Historia y Otros Estudios Subalternos
LAS VOCES
DE LA HISTORIA
Y OTROS ESTUDIOS SUBALTERNOS
Crtica
;D0
966420-3
788484
323327
CRTICA/HISTORIA Y TEORA
Director: JOSEP F O N T A N A
RANAHIT GUHA
LAS VOCES
DE LA HISTORIA
Y OTROS ESTUDIOS
SUBALTERNOS
Prlogo de
Josep Fontana
CRTICA
BARCELONA
RANAHIT GUHA
Y LOS SUBALTERN STUDIES
Ranahit Guha naci en 1922 en un poblado de Bengala occidental, en una familia de propietarios medios. Su abuelo le ense
bengal, snscrito e ingls, y su familia le envi a estudiar a Calcuta.
Durante estos aos se hizo marxista, ingres en el Partido comunista de la India y se entreg a un activismo que perjudic su rendimiento en los estudios. De hecho, las actividades polticas marcaron
su vida desde 1942 a 1956: viaj por Europa, por frica del norte y
por el Oriente prximo, pas por China despus de la revolucin y,
de retorno a la India, en 1953, actu en los medios obreros, a la vez
que empezaba a trabajar en el campo de la enseanza. En 1956, a
consecuencia de los acontecimientos de Hungra, abandon el partido comunista.
March a Gran Bretaa en 1959, donde permanecera veintin
aos, trabajando en las universidades de Manchester y de Sussex.
En Manchester escribi su primera obra histrica importante, A
rule of property for Bengal. An essay on the idea of Permanent
Settlement (Una regla de propiedad para Bengala), publicada por
Mouton en 1963.
En 1970-1971 volvi a la India, con motivo de disfrutar de un
ao sabtico en su trabajo. Haba firmado un contrato con una editorial para escribir un libro sobre Gandhi, pero su contacto con estudiantes maostas le hizo cambiar de idea y decidi dedicarse a investigar a fondo las revueltas campesinas. El primer resultado de
esta lnea de trabajo fue un artculo que apareci en la India en 1972
y, en una versin ampliada, en el Journal of peasant studies en 1974:
Neel Darpan: La imagen de una revuelta campesina en un espejo
liberal. Esta investigacin culminara en su segundo libro, Elementary aspects of peasant insurgency in colonial India (Aspectos
elementales de la insurgencia campesina en la India colonial)
(1983), que escribi mientras enseaba en la Universidad de Sussex,
sin ningn tipo de beca ni ayuda.
Al propio tiempo mantena reuniones y debates con un grupo de
jvenes historiadores indios que vivan en Gran Bretaa, de los cuales surgi el proyecto de editar una serie de volmenes que responderan al ttulo de Subaltern studies. Writings on South Asian hisory and society. Su idea era publicar un total de tres volmenes, el
primero de los cuales apareci en la India en 1982 y el tercero en
1984. El xito alcanzado de cada uno de estos volmenes se hicieron unas cinco reediciones les llev a continuar la serie con
nuevos volmenes, que Guha dirigi hasta el sexto, publicado en
1989, y que ha seguido despus con equipos de direccin diversos.
A fines de 1980 Guha se incorpor como investigador a la Research
School of Pacific Studies de la Australian National University, de
Canberra, donde lleg a profesor emrito del departamento de Antropologa.
Lo que me interesa, ms que seguir su vida, es referirme a las lneas principales de su pensamiento, comenzando por su primer libro sobre el Permanent Settlement en Bengala.
De este libro dir Guha en el prlogo a su segunda edicin que
fue concebido en un clima acadmico hostil en su suelo nativo y
declarado indeseable antes de su nacimiento, puesto que rompa
con ideas establecidas en la historiografa india: ideas demasiado
simplistas de enfrentamiento entre dominadores ingleses movidos
tan slo por el inters, contra indios explotados. Guha mostraba que
los administradores ingleses de la compaa de las Indias, guiados
por el pensamiento fisiocrtico, quisieron transportar a la India las
normas que en Inglaterra haban servido para combatir el feudalis1
10
Su obra posterior llev esta desmitificacin de la historia nacionalista india en otra direccin ms amplia y ms interesante para
nosotros. En el primer volumen de los Subaltern studies apareci
una especie de manifiesto, On some aspects of the historiography
of colonial India (Sobre algunos aspectos de la historiografa de la
India colonial), que es el primero de sus trabajos que se ha escogido para integrar este volumen, en que denuncia el carcter elitista
elitismo colonial y elitismo nacionalista burgus que dominaba en una historia nacionalista india que hered todos los prejuicios de la colonial, con la nica diferencia de que en la colonial los
protagonistas eran los administradores britnicos y en la nacionalista lo eran unos sectores determinados de la sociedad india. Esta
clase de historia era, sin embargo, incapaz de mostrar la contribucin hecha por el pueblo por s mismo, esto es, independientemente de la lite, y de explicar el campo autnomo de la poltica india
en los tiempos coloniales, en que los protagonistas no eran ni las autoridades coloniales ni los grupos dominantes de la sociedad indgena, sino las clases y grupos subalternos que constituan la masa
de la poblacin trabajadora, y los estratos intermedios en la ciudad
y el campo: esto es, el pueblo. La poltica de estos grupos difera de
la de las lites por el hecho de que, si sta promova una movilizacin vertical, la de los subalternos se basaba en una movilizacin
horizontal y se expresaba sobre todo en las revoluciones campesinas, con un modelo que seguiran en algunos momentos otros movimientos de masas de los trabajadores y de la pequea burguesa en
reas urbanas.
La ideologa de estos movimientos reflejaba, considerada globalmente, la diversidad de su composicin social, pero tena como
componente permanente una nocin de resistencia a la dominacin de la lite, que proceda de la subalternidad comn a todos
los integrantes sociales de este campo y la distingua netamente de
la poltica de las lites, por ms que en algunas ocasiones el nfasis en algunos intereses sectoriales desequilibrase los movimientos,
crease escisiones sectarias y debilitase las alianzas horizontales de
los subalternos. Por otra parte, una de las caractersticas esenciales
de esta poltica era el hecho de que reflejaba las condiciones de explotacin a que estaban sometidos campesinos y trabajadores, pero
tambin los pobres urbanos y las capas inferiores de la pequea
11
burguesa. Unas condiciones que daban a esta poltica unas normas y valores que la separaban netamente de la de las lites. Aunque esto no signifique que en determinadas acciones, en especial
las dirigidas contra el imperialismo, los dos sectores no pudiesen
coincidir.
Las iniciativas surgidas de los sectores subalternos no tuvieron la
fuerza necesaria para transformar el movimiento nacionalista en
una lucha de liberacin nacional y no pudieron protagonizar una
misin en que tambin la burguesa haba fracasado. El resultado
sera que las numerosas revueltas campesinas del perodo, algunas
de un alcance masivo y ricas de conciencia anticolonial, aguardaron
en vano una direccin que las elevase por encima del localismo y las
transformase en una campaa nacional antimperialista. Es precisamente el estudio de este fracaso el que constituye la problemtica central de la historiografa de la India colonial.
El anlisis de los sesgos e insuficiencias de la historiografa india
lo desarrollara Guha en un trabajo fundamental publicado en el
tomo segundo, La prosa de la contrainsurgencia que es el tercero y el ms extenso de los que se han incluido en este volumen,
a la vez que en su segundo libro, Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la India, cuya introduccin cierra esta seleccin de textos, estudiaba los movimientos mismos.
El problema del sesgo de las fuentes le llevaba a plantearse la dificultad de llegar a la historia propia de los subalternos. Las fuentes
primarias dan pie al mito de que las insurrecciones campesinas son
puramente espontneas e impremeditadas. La verdad es casi lo contrario. Sera difcil citar un levantamiento de escala significativa que
no estuviese precedido de hecho por formas de movilizacin menos
militantes y por intentos previos de negociacin. Cuando se les
busca explicacin se hace con una enumeracin de causas de,
por ejemplo, factores de privacin econmica y poltica que no tienen nada que ver con la conciencia del campesino o que lo hacen
negativamente que desencadenan la rebelin como una especie de
4
4. ON some aspccts of the historiography of colonial India, en Subaltern studies, I Delhi, Oxford University Press, 1982, pp. 1-8.
5. THE Prose of counter-insurgency, en Subaltern sludies, II, Delhi, Oxford
University Press, 1983, pp. 1-42; y Elementary Aspects of Peasant Insurgency in Colonial India, Delhi. Oxford University Press, 1983, pp. 1- 17.
12
accin refleja. La culpa de ello es en buena medida de la naturaleza de las fuentes que nos hablan de estos movimientos, que son, en
primer lugar, las coetneas de la autoridad, que nos pintan los
rebeldes como fanticos y brbaros. De stas depende un discurso
secundario oficial que se pretende neutral pero que parte de la
aceptacin del orden establecido colonial y otro ms liberal, que
simpatiza con los campesinos y con sus sufrimientos, pero que acaba ponindose del lado de la ley y el orden, porque deriva de las
ideas que la burguesa ascendente us como un elemento de progreso, pero que se convirtieron en un instrumento de opresin con la
expansin del imperialismo. Hay aun un discurso terciario que no
slo incluye historiadores de orden, sino tambin a los de izquierda,
que, si condenan el imperialismo, lo hacen para situar estos acontecimientos en otro eje externo como es el de la lucha por la libertad
y el socialismo. Con ello practican un acto de apropiacin que excluye al rebelde como sujeto consciente de su propia historia y lo incorpora como un elemento contingente en otra historia con otro
protagonista.
El anlisis de los sesgos de estas fuentes de tipo diverso, y la denuncia de las deformaciones que introduce en la investigacin de los
movimientos populares precapitalistas una historia lineal que, lejos
de esforzarse en comprenderlos, los instrumentaliza, tiene un inters
que desborda con mucho el escenario de la India, lo cual ha llevado
a incluir este extenso texto como parte central de este volumen.
En el libro, publicado casi simultneamente, Guha analizaba los
movimientos de insurgencia campesina con una perspectiva muy influida por Gramsci y reivindicaba la existencia de una conciencia
poltica en unos movimientos a los que habitualmente se les niega,
por el vicio de identificar lo que es consciente con lo que est organizado y responde a un programa, generalmente a alguna forma
ms o menos explcita del tipo de programa que coincide con las
ideas de quien analiza estos movimientos y los descalifica como
prepolticos al no encontrar en ellos los elementos que busca. Se ha
incluido la introduccin de este libro en nuestra seleccin, como
complemento del texto ms extenso dedicado a la prosa de la contrainsurgencia, por el inters que tiene ver cmo se dispone el autor a aplicar sus propios planteamientos metodolgicos a una investigacin concreta.
13
Pero tal vez sea en un trabajo ms breve y ms maduro Las voces de la historia, con el que hemos querido iniciar esta compilacin, donde la potencia generalizadora de las ideas de Guha resulta
ms evidente.
7
14
15
16
cin directa, para repensar las bases mismas de nuestro trabajo, con
el fin de contribuir a elaborar un da esta historia que no habr de
ser una mera genealoga del poder, real o soado, sino que se esforzar en hacernos escuchar polifnicamente todas las voces de la historia.
JOSEP FONTANA
18
19
gurar una base estable al estatismo dentro de las disciplinas acadmicas y de promover hegemona.
Fue, pues, como un conocimiento muy institucionalizado y estatista que los britnicos introdujeron la historia en la India del sigloXIX.Sin embargo, en un contexto colonial, ni la institucionalizacin ni el estatismo podan representar lo mismo que en la Gran
Bretaa metropolitana. Las relaciones de dominio y subordinacin
creaban diferencias sustanciales en ambos aspectos. La educacin,
el instrumento principal utilizado por el Raj para normalizar el
estudio de la historia en la India, se limitaba a una pequea minora de la poblacin, y en consecuencia, el pblico lector era de escasa entidad, igual que la produccin de libros y revistas. La institucionalizacin fue, por tanto, de poca ayuda para los gobernantes
en su intento por conseguir la hegemona. Signific, por el contrario, una simple medida para limitar este conocimiento a los miembros de la lite colonizada, que fueron los primeros en beneficiarse de la educacin occidental en nuestro subcontinente.
El estatismo en la historiografa india fue una herencia de esta
educacin. La intelectualidad, sus proveedores dentro del campo
acadmico y ms all de l, haba sido educada en una visin de la
historia del mundo, y especialmente de la Europa moderna, como
una historia de sistemas de estados. En su propio trabajo dentro de
las profesiones liberales encontraron fcil acomodarse a la interpretacin oficial de la historia india contempornea como, simplemente, la de un estado colonial. Pero haba una falacia en esta interpretacin. El consenso que facult a la burguesa para hablar en
nombre de todos los ciudadanos en los estados hegemnicos de
Europa era el pretexto usado por estos ltimos para asimilarse a
las respectivas sociedades civiles. Pero tal asimilacin no era factible en las condiciones coloniales en que un poder extranjero gobierna un estado sin ciudadanos, donde es el derecho de conquista
ms que el consenso de los sbditos lo que representa su constitucin, y donde, por lo tanto, el dominio nunca podr ganar la hegemona tan codiciada. En consecuencia no tena sentido alguno
equiparar el estado colonial con la India tal y como estaba consti3
3. El autor utiliza el trmino Raj para referirse globalmenle al sistema de gobierno en la India (N.delT.).
20
tuida por su propia sociedad civil. La historia de esta ltima sobrepasara siempre a la del Raj, y por consiguiente, a una historiografa india de la India le sera de escasa utilidad el estatismo.
La falta de adecuacin del estatismo para una historiografa
propiamente india deriva de su tendencia a impedir cualquier interlocucin entre nosotros y nuestro pasado. Nos habla con la voz
de mando del estado que, con la pretensin de escoger para nosotros lo que debe ser histrico, no nos deja elegir nuestra propia
relacin con el pasado. Pero las narraciones que constituyen el
discurso de la historia dependen precisamente de tal eleccin. Escoger significa, en este contexto, investigar y relacionarnos con el
pasado escuchando la mirada de voces de la sociedad civil y conversando con ellas. Estas son voces bajas que quedan sumergidas
por el ruido de los mandatos estatistas. Por esta razn no las omos. Y es tambin por esta razn que debemos realizar un esfuerzo adicional, desarrollar las habilidades necesarias y, sobre
todo, cultivar la disposicin para or estas voces e interactuar con
ellas. Porque tienen muchas historias que contarnos historias
que por su complejidad tienen poco que ver con el discurso estatista y que son por completo opuestas a sus modos abstractos y
simplificadores.
Permtaseme considerar cuatro de estas historias. Nuestra fuente es una serie de peticiones dirigidas a las comunidades locales de
sacerdotes brahmanes en algunos pueblos del oeste de Bengala pidiendo la absolucin del pecado de tribulacin. El pecado, que se
supona demostrado por la propia enfermedad, exiga en cada caso
unos rituales de purificacin que slo los brahmanes podan prescribir y realizar. La ofensa, tanto espiritual como patolgica, se
identificaba por el nombre o por el sntoma, o por una combinacin
de ambos. Haba dos casos de lepra, uno de asma y otro de tuberculosis todos ellos diagnosticados segn parece sin la ayuda y consejo de un especialista, que en aquellos momentos, en la primera mitad del sigloXIX,no deba estar fcilmente al alcance de los pobres
rurales.
Los afligidos eran todos agricultores de casta, en la medida en
4
4. Panchanan Mandal (ed..), Chitthipatre Samajchitra, II Viswabbharati, Calcuta & Santiniketan, 1953, 249 (pp. 181 182), 257 (pp. 185-186), 258 (pp. 186).
21
22
>/
rante las dcadas finales del sigloXIX.Era un registro en que la declaracin de buenas acciones serva a la vez como un anuncio de
intenciones hegemnicas. Su objetivo, entre otros propsitos, era
el de hacer el gobierno extranjero tolerable para la poblacin
sometida, y la ciencia tena un papel a desempear en esta estrategia. La ciencia la ciencia de la guerra y la ciencia de la exploracin haba ganado para Europa sus primeros imperios de ultramar durante la era mercantil. Ahora, en el sigloXIX,sera otra vez
la ciencia la que estableciese un imperio de segundo orden al sujetar los cuerpos de los colonizados a las disciplinas de la medicina y
de la higiene.
Las voces bajas de los enfermos en la India rural hablan de un
cierto grado de resistencia al proyecto imperial. Demuestran cun
difcil resultaba an para la medicina confiar en la objetivacin del
cuerpo, tan esencial para su xito en la diagnosis y en la curacin.
Aunque ya se haba institucionalizado durante este perodo mediante el establecimiento de un colegio de mdicos y de un cierto
nmero de hospitales en Calcuta, la mirada clnica no haba penetrado todava en los distritos vecinos. La sintomatologa continuara durante algn tiempo conformando la patologa y ninguna
interpretacin laica de la enfermedad, aunque fuese necesaria,
bastara, a menos que estuviese respaldada por una explicacin
trascendental.
Es en este contexto en el que la ciencia tropez con la tradicin
en una controversia cultural. El resultado fue que qued sin resolver mientras los pacientes recurran a la ayuda de los preceptos de
la fe, ms que a los de la razn, con la conviccin que el cuerpo era,
simplemente, un registro en el que los dioses inscriban sus veredictos contra los pecadores. Lo que los peticionarios buscaban, por
tanto, eran las prescripciones morales para su absolucin ms que
las mdicas para su curacin, y la autoridad a la que recurran no
eran los mdicos sino los clrigos. Lo que les persuada a hacerlo
no era tanto su opinin individual como el consejo de sus respectivas comunidades. Las peticiones estaban avaladas por firmantes
procedentes del mismo pueblo o de pueblos vecinos, y en tres de
cada cuatro casos por los que pertenecan a la misma casta. De hecho, los peticionarios no eran necesariamente los enfermos mismos, sino que en un caso se trataba de un pariente y en otro de un
23
24
encuentro absolutamente desvalido; querran los venerables seores tener la bondad de fijar una prescripcin que sea acorde con
mi miseria? O cuando Panchanan Manna de Chhotobainan, con
su cuerpo atormentado por un cncer anal, ruega ante una autoridad similar en su pueblo: Soy muy pobre; me someter a los ritos
de purificacin; pero por favor prescribidme algo al alcance de un
pobre. Permitiremos que estas voces de queja sean apagadas
por el estrpito de la historiografa estatista? Qu clase de historia de nuestro pueblo se construira, si se hiciese odos sordos a estas historias que representan, para este perodo, la densidad de las
relaciones de poder en una sociedad civil donde la autoridad del
colonizador estaba todava lejos de hallarse establecida?
No obstante, quin de entre nosotros como historiadores de la
India puede afirmar que no se ha visto comprometido por este elitismo particular que es el estatismo? ste impregna de forma tan
evidente la obra de quienes siguen el modelo colonialista que prefiero no perder el tiempo con ello: en todo caso, ya he discutido esa
cuestin con detalle en otras partes. Lo nico que debe decirse
aqu es que el punto de vista estatista que informa el modelo colonialista es idntico al propio del colonizador: el estado al que se refiere no es otro que el propio Raj. Sin embargo hay un estatismo
que se manifiesta en los discursos nacionalista y marxista. El referente en ambos casos es un estado que difiere en un aspecto significativo del de la literatura colonialista. La diferencia es la que
existe entre un poder ya realizado en un rgimen formado y estable, arraigado desde hace muchos aos, y un poder que an no se
ha realizado; un sueo de poder. Un sueo que anticipa una nacin-estado y que pone el nfasis, principalmente, en una autodeterminacin definida en la literatura nacionalista-liberal tan slo
por los rasgos democrtico-liberales ms generales; y en la literatura nacionalista de izquierdas y en la marxista por rasgos de estado socialista. En cada caso, la historiografa est dominada por la
hiptesis de una contradiccin principal que, una vez resuelta,
6
25
9.P.Sundarayya,TelenganaPeoplesStruggleandItsLessons,CommunistPartyodIndia-Marxist,Calcuta,1972.
26
vistos para las reas bajo su control dan tambin testimonio de esta
orientacin. El poder as anticipado haba de ganarse en la forma
de un estado embrionario por la solucin de esa contradiccin
principal que, aparentemente, no era la misma bajo el rgimen del
Nizam que bajo el de Nehru. Sea como fuere y los tericos
del Partido se enzarzaron en interminables disputas sobre el tema
su solucin de modo favorable al pueblo slo poda alcanzarse, segn ellos, por medio de la resistencia armada. De ello resultaba, en
consecuencia, que los valores ms apreciados en esta lucha valores tales como herosmo, sacrificio, martirio, etc. fuesen los que
informaban esta resistencia. En una historia escrita para defender
el carcter ejemplar de esta lucha uno esperara que fuesen estos
valores, y los hechos y sentimientos correspondientes, los que dominasen.
Estos tres aspectos del movimiento de Telangana una anticipacin de poder estatal, las estrategias y programas diseados para
su consecucin, y los valores correspondientes se integran netamente en la narrativa de Sundarayya. Resulta significativo, sin embargo, que la condicin para esta coherencia sea una singularidad
de objetivos que se ha dado por supuesta en la narracin de la lucha y que le proporciona unidad y enfoque discursivo. Qu les sucedera a la coherencia y al enfoque si se cuestionase esta singularidad y se preguntase si fue esta nica lucha todo lo que le dio al
movimiento de Telangana su contenido?
Esta perturbadora cuestin ha sido, en efecto, formulada. Lo
ha sido por algunas de las mujeres que participaron activamente en
el alzamiento. Escuchadas en una serie de entrevistas, stas se han
registrado como material para una lectura feminista de esta historia por otras mujeres de una generacin ms joven. Dos de ellas,
Vasantha Kannabiran y K. Lalita, han ilustrado para nosotros
algunas de las implicaciones de esta cuestin en su ensayo That
Magic Time. La cuestin, nos dicen, tiene algo comn en todas
las variantes que aparecen en las entrevistas: se trata de una sensacin contenida de acoso y una nota de dolor que las voces de
10
10. Vasantha Kannabiran y K. Lalita, That Magic Time, en Kumkum Sangari y Suresh Vaid (eds.), Recasting Women, Rutgers University Press, New Brunswick,
New Jersey, 1990, pp. 190-223.
27
las mujeres mayores comunican a las ms jvenes para que las escuchen. Escuchar, como sabemos, es una parte constitutiva
del discurso. Escuchar significa estar abierto a algo y existencialmente predispuesto: uno se inclina ligeramente a un lado para
escuchar. Es por esta razn que el hecho de hablar y escuchar entre generaciones de mujeres resulta una condicin de la solidaridad que sirve, a su vez, como una base para la crtica. Mientras la
solidaridad corresponde al escuchar e inclinarse, la crtica de Kannabiran y Lalita se dirige a algunos de los problemas que surgen de
determinados modos de no-escuchar, de hacer odos sordos y volverse a otro lado. La voz que habla en un tono bajo, como dolorida, se enfrenta, en este caso, contra el modo peculiar del discurso
estatista, un ruido de mando caractersticamente machista en su
incapacidad de escuchar lo que las mujeres estaban diciendo.
Qu era lo que decan las mujeres con ese tono contenido de
acoso y dolor? Hablaban, sin duda, de su desilusin por el hecho de
que el movimiento no hubiese conseguido plenamente sus objetivos
de mejorar las condiciones materiales de vida proporcionando tierra y salarios justos a los trabajadores de Telangana. sta era una
desilusin que compartan con los hombres. Pero la desilusin que
era especfica de ellas, como mujeres, se refera al fracaso de los dirigentes de hacer honor a las perspectivas de liberacin de la mujer
que haban inscrito en el programa del movimiento y de la lucha.
Eran estas perspectivas las que las haban llevado a movilizarse en
masa. Haban visto en ellas la promesa de la emancipacin de una
servidumbre ancestral que, con toda la diversidad de sus instrumentos y cdigos de sujecin, estaba unificada por un nico ejercicio de autoridad esto es, el predominio masculino. Este predominio era, por descontado, un parmetro de la poltica parlamentaria
india. Que tambin lo fuese de la poltica de la insurreccin fue lo
que las mujeres de Telangana descubrieron a partir de su experiencia como partcipes en la lucha.
No es difcil entender, por tanto, por qu la fuerza que las muje11
12
13
28
res aportaron al movimiento, por su nmero, entusiasmo y esperanzas, haba de producir cierta tensin en l. No era una tensin que
pudiese solucionarse sin alterar en un sentido fundamental la perspectiva de la lucha tal y como sus lderes la haban concebido. La
emancipacin de las mujeres era para ellos, simplemente, una materia de igualdad de derechos algo que se lograra mediante medidas reformistas. Esta promesa de emancipacin a travs de las reformas haba atrado inicialmente a las mujeres al movimiento. Pero
a medida que empezaron a participar ms activamente en l, la misma impetuosidad de su actuacin, con sus golpes, esfuerzos y excesos, hizo imposible que su idea de emancipacin se mantuviese en lo
que los dirigentes haban establecido. La propia turbulencia sirvi
de molde para un nuevo concepto de emancipacin. No bastaba ya
con imaginarla como un conjunto de beneficios ganados para las
mujeres por el designio y la iniciativa de los hombres. En adelante
la idea de igualdad de derechos tendera a ir ms all del legalismo
para exigir que consistiera en nada menos que la autodeterminacin
de las mujeres. La emancipacin haba de ser un proceso y no un fin,
y las mujeres deban ser sus autoras, ms que sus beneficiarias.
No hay ningn reconocimiento en la obra de Sundarayya del papel activo de las mujeres, ni como concepto ni como realidad. Vase el siguiente fragmento que da el tono del enfoque de esta importante cuestin en un captulo que se refiere por entero al papel de
las mujeres en el movimiento de Telangana. En l habla con genuina admiracin de aquel gran espritu y energa revolucionaria que
est latente en nuestras mujeres, oprimidas econmica y socialmente y sigue para observar en el siguiente prrafo:
Si nosotros nos tomsemos alguna molestia para ayudar a que
saliera del caparazn de las costumbres tradicionales y procursemos canalizarlo en la adecuada direccin revolucionaria, qu poderoso movimiento podra producirse.
14
29
30
31
En tercer lugar, siento que la voz de las mujeres, una vez sea escuchada, activar y har audibles tambin las otras voces bajas. La
de los adivasis las poblaciones aborgenes de la regin por
ejemplo. Ellos tambin han sido marginados e instrumentalizados
en el discurso estatista. Aqu nuevamente, como en el caso de las
mujeres, la guirnalda de alabanzas a su coraje y sacrificio no compensa la falta de reconocimiento de su protagonismo activo. Lo
que tengo en mente no es tan slo una revisin basada en los fundamentos empricos. Quisiera que la historiografa insistiese en la
lgica de su revisin hasta el punto de que la idea misma de instrumentalidad, el ltimo refugio del elitismo, fuese interrogada y
evaluada de nuevo, no nicamente en lo que respecta a las mujeres, sino a todos sus participantes.
Finalmente, una cuestin de narratologa. Si las voces bajas de
la historia han de ser escuchadas en algn relato revisado de la lucha de Telangana, ello slo se lograr interrumpiendo el hilo de la
versin dominante, rompiendo su argumento y enmaraando su
trama. Porque la autoridad de esta versin es inherente a la estructura misma de la narrativa una estructura que, tanto en la
historiografa posterior a la Ilustracin como en la novela, estaba
constituida por un cierto orden de coherencia y linealidad. Es este
orden el que dicta lo que debe incluirse en la historia y lo que hay
que dejar fuera de ella, de qu forma el argumento debe desarrollarse coherentemente con su eventual desenlace, y cmo las diversidades de caracteres y acontecimientos deben controlarse de
acuerdo con la lgica de la accin principal.
Por cuanto la univocidad del discurso estatista se basa en este
orden, un cierto desorden una desviacin radical del modelo que
ha predominado en la literatura histrica en los ltimos trescientos
aos ser un requisito esencial para nuestra revisin. Es difcil
predecir y precisar qu forma debe adoptar este desorden. Tal vez,
en lugar de proporcionarnos una corriente fluida de palabras, obligar a la narrativa a balbucear en su articulacin; tal vez la linealidad de su progreso se disolver en nudos y enredos; tal vez la cronologa misma, la vaca sagrada de la historiografa, ser sacrificada
en el altar de un tiempo caprichoso, casi-purnico, que no se avergence de su carcter cclico. Todo lo que se puede decir en este
punto es que el derrocamiento del rgimen de la narratologa bur-
32
ALGUNOS ASPECTOS
DE LA HISTORIOGRAFA
DE LA INDIA COLONIAL
1
34
mientras que la literatura nacionalista y neonacionalista los atribuye a las personalidades, las instituciones, las actividades y las ideas
de la lite india.
La primera de estas dos historiografas define ante todo el nacionalismo indio como una funcin de estimulo y respuesta. Basada en una limitada perspectiva conductista, representa el nacionalismo como la suma de las actividades e ideas con las que la lite
india respondi a las instituciones, las oportunidades, los recursos,
etc., generados por el colonialismo. Existen diferentes versiones de
esta historiografa, pero su denominador comn consiste en describir el nacionalismo indio como una especie de proceso de
aprendizaje a travs del cual la lite nativa lleg a implicarse en
poltica al tratar de negociar el intrincado sistema institucional y el
correspondiente complejo cultural introducidos por las autoridades coloniales para gobernar el pas. Lo que llev a la lite a pasar
por este proceso no fue, de acuerdo con esta historiografa, un idealismo encaminado a conseguir el bien general de la nacin, sino
simplemente la expectativa de recompensas, en forma de una participacin en la riqueza, el poder y el prestigio creados por el dominio colonial, y asociados a l; y fue el deseo de conseguir tales
recompensas, con todo el juego concomitante de colaboracin y
competencia entre el poder dominante y la lite nativa as como
entre diversos elementos de la lite misma, lo que, se nos dice,
constituy el nacionalismo indio.
La orientacin general de la otra tendencia historiogrfica elitista es la de representar el nacionalismo indio como una empresa
esencialmente idealista en que la lite indgena condujo al pueblo
de la sujecin a la libertad. Existen diferentes versiones de esta historiografa que difieren entre s por el nfasis que se da al papel
desempeado por los lderes individuales o por las organizaciones
e instituciones de la lite como fuerza principal o motivadora de
esta empresa. Sin embargo, es comn a todas la defensa del nacionalismo indio como una expresin fenomnica de la bondad de la
lite nativa, con la contrapartida de mostrar, contra toda evidencia,
su antagonismo en relacin con el rgimen colonial como mucho
ms importante que su colaboracin con l, su papel como promotores de la causa del pueblo ms que el de explotadores y opresores, su altruismo y abnegacin ms que su disputa por las migajas
35
de poder y privilegios concedidos por los gobernantes para asegurarse el apoyo al Raj. En consecuencia, la historia del nacionalismo indio est escrita como una especie de biografa espiritual de la
lite india.
Esta historiografa elitista, a pesar de sus carencias, no deja de tener utilidad. Nos ayuda a conocer mejor la estructura del estado colonial, el funcionamiento de sus diversos rganos en determinadas
circunstancias histricas, la naturaleza de la alianza de clases que lo
sostena; algunos aspectos de la ideologa de la lite como ideologa
dominante del perodo; las contradicciones entre las dos lites y la
complejidad de sus enfrentamientos mutuos y sus coaliciones; el papel que desempearon algunas de las ms importantes personalidades y organizaciones de la lite britnica e india. Y, sobre todo, nos
ayuda a entender el carcter ideolgico de la propia historiografa.
Lo que, sin embargo, no puede hacer este tipo de literatura histrica es explicarnos el nacionalismo indio. Puesto que no consigue dar
cuenta, y mucho menos interpretar, la contribucin hecha por el
pueblo por s mismo, esto es, independientemente de la lite, a la formacin y el desarrollo de este nacionalismo. En este aspecto concreto, la miseria de esta historiografa se muestra ms all de toda duda
por su fracaso en entender y valorar la articulacin de masas de este
nacionalismo excepto, de manera negativa, como un problema de
orden pblico, y de forma positiva, a lo sumo, o bien como una respuesta al carisma de ciertos lderes de la lite o, por decirlo en los trminos que estn ms de moda, de la movilizacin vertical por la manipulacin de las facciones. La implicacin en gran nmero del
pueblo indio, a veces de cientos de miles o incluso de millones, en actividades e ideas nacionalistas se describe como una desviacin
de un proceso poltico supuestamente real, esto es, de la actuacin
de los mecanismos del aparato del estado y de las instituciones de la
lite conectadas a l, o se atribuye simplemente a un acto de apropiacin ideolgica por influencia e iniciativa de la propia lite. El fracaso de esta historiografa queda claramente expuesto cuando se le
pide que explique fenmenos como el levantamiento anti-Rowlatt
de 1919 y el movimiento Marchad de la India de 1942 por citar
3
3. Las Rowlatt Acts eran las medidas de reforma ofrecidas por los ingleses
en1919,quecausaronunaoleada de protestas en la India y dieronIUGARAUNA
36
tan slo dos de los muchos ejemplos de iniciativa popular que se manifiestan en el curso de campaas nacionalistas en desafo de la lite
o en ausencia de su control. Cmo puede ayudarnos esta historiografa miope y unilateral a entender los profundos desplazamientos,
muy por debajo de la superficie de la poltica de la lite, que hicieron
posible Chauri-Chaura o las manifestaciones combativas de solidaridad con los amotinados RIN?
Esta incapacidad de la historiografa elitista es una consecuencia directa de la estrecha y parcial visin de la poltica a que la
compromete su perspectiva de clase. En toda la literatura de este
tipo los parmetros de la poltica india se supone que son o se
enuncian como si fuesen exclusiva o principalmente los de las
instituciones introducidas por los britnicos para el gobierno del
pas y el correspondiente conjunto de leyes, polticas, actitudes y
otros elementos de la superestructura. Inevitablemente, por ello,
una historiografa paralizada por una definicin semejante no puede hacer ms que equiparar la poltica con la suma de actividades
e ideas de aquellos que estaban directamente implicados en la gestin de estas instituciones, es decir, de los gobernantes coloniales y
sus alumnos los grupos dominantes de la sociedad nativa hasta el punto de que sus transacciones mutuas se supona que eran
todo lo que haba en el nacionalismo indio y el mbito de ste se
consideraba como coincidente con el de la poltica.
Lo que se omite en este tipo de historiografa anti-histrica es
la poltica del pueblo. Porque paralelamente al mbito de la poltica de la lite, existi durante todo el perodo colonial otro mbito
de poltica india en que los actores principales no eran los grupos
dominantes de la sociedad indgena ni las autoridades coloniales,
sino las clases y grupos subalternos que constituan la masa de la
poblacin trabajadora, y los estratos intermedios en la ciudad y el
campo, esto es, el pueblo. ste era un mbito autnomo, ya que
ni proceda de la poltica de la lite, ni su existencia dependa de
sta. Era tradicional nicamente en la medida en que sus races
arrancaban del perodo pre-colonial, pero de ninguna manera era
represin cuya manifestacin ms destacada fue la matanza de Amristar. El movimiento Marchad de la India (Quit India) se produjo en 1942, con los dirigentes del
Partido del Congreso encarcelados, y tuvo un carcter muy violenlo. (N. del T.)
37
arcaica en el sentido de superada. Lejos de ser destruida o convertida en virtualmente ineficaz, como lo fue la poltica de la lite de
tipo tradicional por la intrusin del colonialismo, continu operando vigorosamente a pesar de ste, adaptndose a las condiciones que prevalecan bajo el Raj, y desarrollando en muchos aspectos tendencias nuevas tanto en forma como en contenido. Tan
moderna como la poltica de la lite indgena, se distingua por su
profundidad relativamente mayor tanto en tiempo como en estructura.
Una de las caractersticas ms importantes de esta poltica est
relacionada precisamente con esos aspectos de movilizacin, escasamente explicados por la historiografa elitista. La movilizacin
en el mbito de la poltica de la lite se alcanzaba verticalmente,
mientras que la de los subalternos se consegua horizontalmente. La
fundamentacin de la primera se caracterizaba por una mayor
dependencia de las adaptaciones coloniales de las instituciones
parlamentarias britnicas y de los restos de las instituciones polticas semifeudales del perodo pre-colonial; la de los segundos se basaba ms en la organizacin tradicional de parentesco y territorialidad o en las asociaciones de clase, segn fuese el nivel de
conciencia de la gente implicada. La movilizacin de la lite tenda
a ser ms legalista y constitucionalista en su orientacin, la de los
subalternos era relativamente ms violenta. La primera era, por lo
general, ms cauta y controlada, la segunda, ms espontnea. La
movilizacin popular durante el perodo colonial se llev a cabo
sobre todo en los levantamientos campesinos. Sin embargo, en muchos ejemplos histricos que implicaban grandes masas de trabajadores y de la pequea burguesa en las reas urbanas el tipo de movilizacin derivaba directamente del paradigma de la insurgencia
campesina.
La ideologa que operaba en este mbito, tomada en su conjunto, reflejaba la diversidad de su composicin social, con el punto de vista de sus elementos dirigentes dominando al de los otros
en cualquier tiempo y en cualquier acontecimiento particular. Sin
embargo, y a pesar de esta diversidad, uno de sus rasgos invariables era una idea de resistencia a la dominacin de las lites. Esta
resistencia naca de la subalternidad comn a todos los integrantes
sociales de este mbito y, como tal, la distingua netamente de la
38
39
40
41
El trmino lite, tal y como ha sido utilizado en esta exposicin, significa grupos dominantes, tanto extranjeros como indgenas. Los grupos dominantes extranjeros comprenden a todos los no
indios, es decir, principalmente a los funcionarios britnicos del estado colonial y a los industriales, los mercaderes, los financieros,
los plantadores, los terratenientes y los misioneros extranjeros.
Los grupos dominantes indgenas comprenden a clases e intereses que operan en dos niveles. A escala del conjunto de la India incluye a los grandes magnates feudales, a los representantes ms importantes de la burguesa industrial y mercantil y a los nativos
integrados en los niveles ms altos de la burocracia.
A escala regional y local, representaban a estas clases y a otros
elementos, tanto si eran miembros de los grupos dominantes del
conjunto de la India incluidos en la categora anterior, como si,
perteneciendo a estratos sociales jerrquicamente inferiores a los
de los grupos dominantes del conjunto de la India, actuaban en beneficio de aqullos y no de conformidad a los intereses que verdaderamente correspondan a su ser social.
Tomada en conjunto y en abstracto, esta ltima categora de la
lite era heterognea en su composicin y, gracias al carcter muy
diverso del desarrollo econmico y social regional, difera de rea
en rea. La misma clase o elemento dominante en una zona, segn
la definicin expuesta, poda figurar entre los dominados en otra.
Esta circunstancia poda producir, y de hecho produjo, muchas ambigedades y contradicciones en actitudes y alianzas, especialmente entre las capas ms bajas de la aristocracia rural, los terratenientes empobrecidos, y los campesinos ricos y medianos, ya que
todos pertenecan, idealmente hablando, a la categora de pueblo
o de clases subalternas, tal y como se definen ms abajo. Es tarea propia de la investigacin indagar, identificar y medir la naturaleza especfica y el grado en que estos elemento se desviaban del
ideal, para situarlos histricamente.
Los trminos pueblo y clases subalternas han sido utilizados como sinnimos a lo largo de este texto. Los grupos y elemen-
42
tos sociales incluidos en esta categora representan la diferencia demogrfica entre la poblacin total india y aquellos que se han descrito como lite. Algunas de estas clases y grupos, como las capas
ms bajas de la aristocracia rural, los terratenientes empobrecidos
y los campesinos ricos y medianos, que naturalmente figuraban
en la categora de pueblo y subalternos podan en ciertas circunstancias actuar a favor de la lite, como ya se ha explicado, y ser
por tanto clasificados como tales en algunas situaciones locales o
regionales una ambigedad que depende del historiador solucionar sobre la base de una lectura fiel y sensata de la evidencia.
LA PROSA
DE LA CONTRAINSURGENCIA
I
Cuando un campesino se sublevaba en la poca del Raj, lo haca necesaria y explcitamente violando una serie de cdigos que
definan su misma existencia como miembro de aquella sociedad
colonial y, en gran medida, todava semifeudal. Su subalternidad
se materializaba por la estructura de la propiedad, se institucionalizaba por la ley, se santificaba mediante la religin y se haca
tolerable e incluso deseable por la tradicin. Sublevarse, por
tanto, significaba destruir muchos de los smbolos familiares que
haba aprendido a leer y a manipular, para poder extraer un significado del duro mundo que le rodeaba y vivir en l. El riesgo
de perturbar el orden en estas condiciones era tan grande que
no poda permitirse embarcarse inconscientemente en un proyecto semejante.
No hallamos en las fuentes primarias ninguna evidencia histrica que sugiera otra cosa. stas desmienten el mito, repetido
tantas veces por una literatura descuidada e impresionista, que las
insurrecciones campesinas son puramente espontneas e impremeditadas. La verdad es casi lo contrario. Sera difcil citar un levantamiento de una escala significativa que no estuviese precedido
1. Agradezco a mis colegas del equipo editorial los comentarios al borrador inicial de este ensayo.
Nota: Para la lista de las abreviaturas utilizadas en las notas a pie de pgina de
este captulo, vase p.90.
44
2. Los ejemplos son demasiado numerosos como para citarlos todos. Para algunos de ellos vase MDS, pp. 46-49 sobre el dhing Rangpur; BC 54222: Metcalfe &
Blunt to Court of Directors (10 de abril de 1832), pp. 14-15 sobre la insurreccin Barasat; W.W. Hunter, Annals of Rural Bengal, 7a edicin, Londres, 1897, pp. 237-238 y
JP, 4 de octubre de 1855: The Thacoor's Perwannah para la hool Santal C. E. Buckland, Bengal Under the Lieutenant-Governors, I, Calcuta, 1901, p. 192 para el motn azul.
3. Ver, por ejemplo, MDS, pp. 579-580; Freedom Struggle in Uttar Pradesh, IV,
Lucknow, 1959, pp. 284-285, 549.
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
45
tforas que asimilan las revueltas campesinas a fenmenos naturales: se manifiestan sbita y violentamente como una tempestad, lo
remueven todo como terremotos, se propagan como fuegos en el
bosque, infectan como epidemias. En otras palabras, cuando se da
la vuelta a los terrones del campo, la cuestin se explica en trminos de historia natural. Incluso cuando esta historiografa se ve
obligada a presentar una explicacin en trminos ms humanos lo
hace asumiendo una identidad de naturaleza y cultura que es
signo caracterstico presumiblemente de un estado de civilizacin
muy bajo, y que se ejemplifica en aquellas explosiones peridicas
de crimen y anarqua a las cuales todas las tribus salvajes estn sometidas, tal y como dijo el primer historiador de la rebelin de los
Chuar.
Se buscar, alternativamente, una explicacin a partir de una
enumeracin de causas de, por ejemplo, factores de privacin
econmica y poltica que no tienen nada que ver con la conciencia
del campesino o que lo hacen negativamente que desencadenan la
rebelin como una especie de accin refleja, es decir, como una respuesta instintiva y casi inconsciente al sufrimiento fsico de una
clase u otra (por ejemplo hambre, tortura, trabajo coercitivo, etc.)
o como una reaccin pasiva a una iniciativa de su enemigo de condicin social superior. En cualquiera de los casos, la insurgencia es
considerada como algo externo a la conciencia campesina y la Causa se erige como sustituto fantasma de la Razn, la lgica de esta
conciencia.
4
II
Cmo lleg la historiografa a esta punto ciego particular y
por qu no encontr nunca una cura? Como respuesta se podra
empezar mirando de cerca los elementos que constituyen esta
historiografa y examinando los cortes, costuras y sesgos los signos de remiendo que nos hablan del material con que se ela4. J.C. Price, The Chuar Rebellion of 1799, p. cl. La edicin que se ha utilizado
en este ensayo es la edicin de A. Mitra (ed.), District Handbooks: Midnapur, Alipore, 1953, Apndice IV.
46
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
47
TEXTO 1
48
Quedo y etc.
(Fdo.) Wm. Casement Cor.
Sec. al Dept. Gob. Mil.
TEXTO 2
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
49
Vuestro y etc.
7 de Julio de 1855
Nada podra ser ms inmediato que estos textos. Escritos mientras los hechos ya eran reconocidos como una rebelin por aquellos que ms deban temerla, figuran entre los primeros registros
que poseemos en las colecciones de la Biblioteca Oficial de la India y en los Archivos de Estado del Oeste de Bengala. Como
muestra el testimonio de la bidroha de 1831, no fue hasta el 10 de
noviembre que las autoridades de Calcuta reconocieron la violencia de que se informaba desde la regin de Barasat como lo que
realmente era: una sangrienta insurreccin dirigida por Titu Mir y
sus hombres. La carta del Coronel Casement identifica para nosotros el momento en que, el hasta entonces desconocido lder de un
campesinado local, sali a la palestra contra el Raj y como resultado de ello entr en la historia. La fecha del otro documento tambin conmemora un comienzo el de la hool de los Santal. Fue en
este mismo da, el 7 de julio de 1855, cuando el asesinato del daroga Mahesh a consecuencia de una refriega entre la polica y los
campesinos reunidos en Bhagnadihi hizo estallar la insurreccin.
El informe iba a producir una impresin lo suficientemente fuerte
como para que se registrase en la nota apresuradamente escrita en
Sreecond por un empleado europeo de la Compaa de Ferrocarriles de las Indias Orientales para informacin de su colega y del
sarkar. Estas palabras tambin transmiten, lo ms directamente
posible, el impacto de una revuelta campesina sobre sus enemigos
en sus primeras horas sanguinarias.
7
50
III
Nada tiene de inmediato el siguiente nivel el del discurso secundario. ste se inspira en el discurso primario como una fuente
pero, al mismo tiempo, lo transforma. Contrastando los dos tipos se
podra juzgar el primero como historiografa en estado bruto, primordial, o como un embrin que ha de articularse en un organismo
con otros miembros, y el segundo como el producto procesado, aunque sea con una elaboracin elemental, un discurso-nio, debidamente constituido.
La diferencia es obviamente una funcin del tiempo. E n la cronologa de este corpus particular el secundario sigue al primario
a cierta distancia, e inaugura una perspectiva que transforma un
acontecimiento en historia no slo segn la percepcin de quienes
estn fuera de l, sino tambin de los participantes. Esto es lo que
Mark Thornhill, magistrado de Mathura durante el verano de 1857
cuando el motn de la Guardia del Tesoro provoc insurrecciones
en todo el distrito, iba a reflejar en el alterado estado de su relato,
en el que figuraba l mismo como protagonista. Presentaba sus conocidas memorias, The Personal Adventures And Experiences Of A
Magistrate During The Rise, Progress, And Suppression Of The Indian Mutiny (Londres, 1884) veintisiete aos despus del acontecimiento:
Despus de la supresin del Motn indio, empec a escribir una
versin de mis aventuras... para cuando acab mi relato, el pblico ya no tena ningn inters por el tema. Los aos han pasado y
han surgido otros tipos de intereses. Los hechos de aquel tiempo se
han convertido en historia, y respecto de esa historia mi relato puede significar una contribucin... He decidido por tanto publicar mi
narracin...
Desprovisto de contemporaneidad, el discurso se recupera como un elemento del pasado y se clasifica como historia. Este cambio, tanto de aspecto como de categora, lo sita en la interseccin
de colonialismo e historiografa, dotndolo de un doble carcter,
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
51
52
Qu validez tiene esta presuncin de neutralidad? Para responder a esta pregunta no debemos dar por sentada ninguna tendencia en este tipo de trabajo histrico por el mero hecho que provenga de autores comprometidos con el colonialismo. Aceptarlo
como evidente sera negar a la historiografa la posibilidad de reconocer su propia incompetencia y en consecuencia defraudar el
propsito del presente ejercicio. Como debera resultar claro de lo
que sigue, es precisamente al rehusar demostrar lo que parece obvio que los historiadores de la insurgencia campesina quedan atra-
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
53
pados en lo obvio. La crtica debe, por lo tanto, empezar no denunciando una tendencia sino examinando los componentes del
discurso, vehculo de toda ideologa, por la manera en que pudieran haberse combinado para describir cualquier figura particular
del pasado.
Los componentes de ambos tipos de discurso y las variantes
discutidas hasta ahora son lo que denominaremos segmentos. Confeccionados con el mismo material lingstico, es decir, conjuntos
de palabras de extensin variable, son de dos clases que pueden
designarse, segn su funcin, como indicativos e interpretativos.
Esta diferenciacin implica asignarles, dentro de un texto, el papel
respectivamente de informar y de explicar. Sin embargo, esto no
conlleva su segregacin mutua. Al contrario a menudo se encuentran asociadas no slo de hecho sino por necesidad.
Uno puede comprobar en los Textos ly2 cmo funciona tal imbricacin. En los dos, la letra redonda simboliza los segmentos indicativos y la cursiva los interpretativos. Escritos sin ninguna pauta
previa, stos se interpenetran y se sostienen uno a otro para poder
dar a los documentos su significado, y en este proceso dotan a algunos de los conjuntos de una ambigedad que inevitablemente se
pierde en esta manera particular de representacin tipogrfica. Sin
embargo, el bosquejo primario de una divisin de funciones entre
las dos clases emerge incluso de este esquema la indicativa narrando (es decir informando) de las acciones reales y anticipadas de
los rebeldes y de sus enemigos, y la interpretativa comentndolas
para poder entender (es decir explicar) su significado.
La diferencia entre ellas corresponde a la que existe entre los
dos componentes bsicos de cualquier discurso histrico que, utilizando la terminologa de Roland Barthes, llamaremos funciones
e indicios. Los primeros son los segmentos que ordenan la secuencia lineal de una narrativa. Contiguos, operan en una relacin de solidaridad en el sentido de implicacin mutua y renen
8
54
conjuntos cada vez mayores que se combinan para elaborar la narracin agregada. Los segundos se pueden considerar como la
suma de microsecuencias a cada una de las cuales, al margen de
su importancia, debiera ser posible asignar nombres mediante
una operacin metalingstica, usando trminos que puedan o no
pertenecer al texto estudiado. Es as como las funciones de un
cuento popular han sido denominadas por Bremond, siguiendo a
Propp, como Fraude, Traicin, Lucha, Contrato, etc., y las de una
trivialidad tal como el ofrecimiento de un cigarrillo en una de las
historias de James Bond lo han sido por Barthes como ofrecer,
aceptar, encender, y fumar. Uno quiz pueda seguir el ejemplo de
este procedimiento para definir una narracin histrica como un
discurso con un nombre que subsume un nmero dado de secuencias identificadas. Por lo tanto debiera ser posible hablar de
una narrativa hipottica llamada La insurreccin de Titu Mir
compuesta por un nmero de secuencias, incluyendo el Texto 1 citado ms arriba.
Demos a este documento un nombre y llammosle Actas del
Consejo de Calcuta (Alternativas tales como Estallido de Violencia
o El ejrcito Movilizado podran usarse tambin y ser analizables
en trminos correspondientes, aunque no idnticos, a los que siguen). A grandes rasgos el mensaje Actas del Consejo de Calcuta
(C) en nuestro texto puede interpretarse como una combinacin
de dos grupos de secuencias llamadas alarma (a) e intervencin (b),
cada una de las cuales est constituido por un par de segmentos
el primero de la insurreccin estalla (a') e informacin recibida
(a") y el segundo de decisin de movilizar el ejrcito (b') y orden
dada (b"), cada uno de los constituyentes de cada par est representado a su vez por otra serie concatenada (a') por atrocidades
cometidas (a ) y autoridad desafiada (a ), y (b") por infantera que
acta (b ), artillera que defiende (b ) y magistrado que coopera
(b ). En resumen la narrativa de este documento se puede escribir
en tres pasos equivalentes de manera que
1
C = (a + b)
= (a' + a") + (b' + b")
= (a + a ) + a"+ b' + (b + b + b )
1
I
II
III
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
55
56
V
El anlisis secuencial muestra que la narracin es una concatenacin de unidades funcionales no muy estrechamente alineadas.
stas ltimas son disociativas en su operacin y enfatizan ms el
aspecto analtico del discurso que el sinttico. Como tales no generan por s mismas su significado. Del mismo modo que el sentido de una palabra (por ejemplo 'hombre') no est representado
parcialmente en cada una de las letras (por ejemplo H, O, M, B, R,
E) que componen su imagen grfica, ni el de una frase (por ejemplo 'rase una vez') en el de las palabras que la constituyen tomadas independientemente, tampoco los segmentos individuales de
un discurso pueden decirnos por si solos lo que significa. En cada
ejemplo el significado es obra de un proceso de integracin que
complementa el de la articulacin secuencial. Tal como afirma
Benveniste, en cualquier lenguaje es su disociacin la que nos revela su constitucin formal y la integracin, sus unidades significativas.
Esto es tambin verdad respecto del lenguaje de la historia. La
operacin integradora se realiza en su discurso por la otra clase de
unidades narrativas bsicas, esto es indicios, que son un necesario
e indispensable correlato de las funciones y se distinguen de ellas
en algunos aspectos importantes:
10
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
57
den a una funcionalidad del hacer, los segundos a una funcionalidad del ser.
11
La intervencin vertical de los indicios en un discurso es posible a causa de la ruptura de su linealidad por un proceso que corresponde a la distaxia en la conducta de muchos lenguajes naturales. Bally, que ha estudiado este fenmeno con detalle, descubre
que una de las condiciones de su existencia en francs se produce
cuando las partes de un mismo signo son separadas, la expresin
elle a pardonn, pasada al negativo, se fragmenta y reconstruye
como elle ne nous a jamais plus pardonn.
De forma similar el predicativo simple en Bengal "sh jb"
puede ser reescrito por la insercin de una forma interrogativa o
una sucesin de condicionales negativos entre las dos palabras
para producir respectivamente "sh ki jb" y "sh a hoy a jb".
En una narracin histrica es tambin un proceso de "distensin
y expansin" de su sintagma lo que ayuda a elementos paradigmticos a infiltrar y reconstituir los segmentos discontinuos en un conjunto lleno de sentido. Es precisamente as como la coordinacin de
los ejes metonmicos y metafricos se efecta en una exposicin y se
realiza la necesaria interaccin de sus funciones e indicios. Sin embargo, estas unidades no se distribuyen en proporciones iguales en
todos los textos: algunas son ms frecuentes en una categora que en
otra. En consecuencia, un discurso podra ser predominantemente
metonmico o metafrico dependiendo de si un nmero significativamente mayor de sus componentes son ratificados sintagmtica o
paradigmticamente. Nuestro Texto 1 pertenece al primer tipo.
Se puede observar la formidable y aparentemente impenetrable disposicin de sus relata metonmicos en el paso III del anlisis
secuencial que se ha dado ms arriba. Aqu por fin tenemos la autentificacin perfecta de la estpida visin de la historia como una
condenada cosa tras otra: levantamiento - informacin - decisin 12
13
58
15
59
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
una intencin de atacar... robar... y dar muerte a todos los europeos y Nativos influyentes a fin de que uno de sus Dioses con
apariencia humana pueda reinar como Soberano en toda esta parte de la India. Por consiguiente, este documento no es neutral en
su actitud respecto a los acontecimientos de que da testimonio y
que presenta como "evidencia" ante el tribunal de la historia, en el
que no se puede esperar que testifique con imparcialidad. Bien al
contrario, es la voz del colonialismo comprometido. Ha hecho ya
su eleccin entre la perspectiva de un autogobierno de los santal
en Damin-i-Koh y la continuacin del Raj britnico e identifica lo
que es bueno para la promocin del primero como temible y catastrfico para el otro como un asunto bastante serio. En otras
palabras los indicios en este discurso as como del discutido ms
arriba nos introducen en un cdigo particular constituido de tal
modo que para cada uno de sus signos tenemos un antnimo, un
contra-mensaje, en otro cdigo. Si tomamos en prstamo la representacin binaria que hizo famosa Mao Tse-tung, la lectura, Es
terrible! para cualquier elemento de uno debe aparecer en el otro
como Es magnfico! para un elemento correspondiente y viceversa. Para expresar esta oposicin de cdigos grficamente se
pueden ajustar los indicios escritos en cursiva de los Textos 1 y 2 en
una matriz llamada "TERRIBLE" (de acuerdo con el atributo adjetival de unidades de esta clase) de tal manera que indique su relacin con los trminos implicados, pero no manifiestos (escritos
en redonda) de una matriz correspondiente a "MAGNFICO".
16
TERRIBLE
MAGNFICO
Insurgentes
campesinos
fantico
puritano islmico
resistencia a la opresin
16. Selected Works of Mao Tse-tung, vol. I, Pekn, 1967, pp. 26-27. |Hay trad.
cust.: Obras escogidas de Mao 'Tse tung, Fundamentos, Madrid, 1974.
60
perturbacin de la tranquilidad
pblica
intencin de castigar
a los opresores
VI
Hasta qu punto el discurso secundario comparte tal compromiso? Le es posible hablar en otra prosa que no sea la de la contrainsurgencia? Las narraciones pertenecientes a esta categora en
que sus autores figuran entre los protagonistas son sospechosas
casi por definicin, y la presencia de la primera persona gramatical
debe reconocerse como un signo de complicidad. Sin embargo, la
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
61
cuestin es si la prdida de objetividad en estos relatos est adecuadamente disfrazada por el uso del verbo en pasado perfecto. Ya
que como observa Benveniste, la expresin histrica admite tres
variantes de tiempos pasados, es decir, el perfecto, el imperfecto y
el pluscuamperfecto, quedando el presente excluido por completo. sta condicin se satisface con reminiscencias separadas por
un hiato de tiempo lo suficientemente grande de los acontecimientos afectados. Lo que debe averiguarse, por tanto, es hasta qu
punto la fuerza del pretrito corrige la tendenciosidad causada por
la ausencia de la tercera persona.
Las memorias de Mark Thornhill sobre el Motn nos proporcionan un texto en que el autor evoca una serie de acontecimientos que haba experimentado haca veintisiete aos. Los acontecimientos de aquel tiempo se haban convertido en historia, y l
pretende, como dice en el extracto citado ms arriba, contribuir a
esa historia, y producir as lo que hemos definido como un tipo
particular de discurso secundario. La diferencia que ha originado
en l este intervalo tal vez se pueda apreciar mejor si se compara
con algunos ejemplos de discurso primario que tenemos sobre el
mismo tema y del mismo autor. Dos de stos pueden leerse conjuntamente como un testimonio de su percepcin de los hechos
acaecidos en la base sadar de Mathura y en la comarca circundante entre el 14 de mayo y el 3 de junio de 1857. Escritas por l, tocado con el sombrero de magistrado del distrito, y destinadas a sus
superiores una el 5 de junio de 1857, es decir, a cuarenta y ocho
horas de la fecha final del perodo de qu hablamos, y la otra el 10
de agosto de 1858, cuando los acontecimientos eran todava un recuerdo vivido como un pasado reciente estas cartas coinciden temticamente con el relato que cubre las mismas tres semanas en
las primeras noventa pginas de su libro, escrito casi tres dcadas
despus, tocado con el sombrero de historiador.
Ambas cartas son de carcter predominantemente metonmico.
Concebidas como fueron, casi desde el interior de la experiencia
misma que cuentan, son necesariamente como esbozos y hablan al
lector en rpidas secuencias de algunos de los acontecimientos de
17
18
62
aquel extraordinario verano. Por tanto el sintagma asume una apariencia factual, sin apenas dar lugar al comentario. Pero aqu tambin puede advertirse que la fusin de las unidades funcionales, si
se mira de cerca, es menos slida de lo que parece a primera vista.
Incrustados en ellas hay indicios que revelan la angustia del custodio local de la ley y el orden (el estado del distrito es tal que desafa cualquier intento de control; la ley est en punto muerto),
sus temores (rumores muy alarmantes sobre la aproximacin del
ejrcito rebelde), su desaprobacin moral de las actividades de
los campesinos armados (los disturbios en el distrito... aumentan... en... enormidad), su aprecio por contraste de los colaboradores nativos hostiles a los insurgentes (... la casa de Seths... nos
recibi amablemente). Indicios como stos, son marcas ideolgicas que aparecen prominentemente en este tipo de material relativo a las revueltas campesinas. Si se examinan en conjunto con otras
caractersticas textuales relevantes por ejemplo, el modo abrupto de expresin de estos documentos, tan revelador de la conmocin y el terror causado por la revuelta acusan a la supuesta evidencia "objetiva" sobre la militancia de las masas rurales de estar
tarada en su origen por el prejuicio y la visin partidista de sus enemigos. Si los historiadores no prestan atencin a esos signos reveladores marcados sobre la materia prima de su oficio, ello deber
explicarse en trminos de la ptica de la historiografa colonial en
lugar de interpretarlo a favor de la supuesta objetividad de sus
"fuentes primarias".
No hay nada inmediato o abrupto en el correspondiente discurso secundario. Por el contrario, contiene en su interior distintas
perspectivas para darle una profundidad en el tiempo y, como resultado de esta determinacin temporal, un sentido. Comparemos
la narracin de los acontecimientos en las dos versiones de cualquier da concreto tomemos, por ejemplo, el 14 de mayo de 1857,
al comienzo de nuestro perodo de tres semanas. Narrado en un
prrafo muy breve de cincuenta y siete palabras en la carta de
Thornhill del 10 de agosto de 1858, puede representarse plenamente en cuatro segmentos concisos sin que se produzca una prdida significativa del mensaje: amotinados aproximndose; informacin recibida de Gurgaon; confirmada por los europeos del norte
del distrito; mujeres y no combatientes enviados a Agra. Como la
63
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
19. Para la exposicin de Roman Jakobson sobre este concepto clave, ver sus
Selected Writings, 2: Word and Language, La Haya y Pars, 1971, pp. 130-147 [Hay
trad. cast.: Obras selectas, Gredos, Madrid, 1988, 2 vol. Barthes desarrolla la nocin
de cambios (shifters) de organizacin en su ensayo Historical Discourse, pp. 146148. Todos los extractos citados en este prrafo han sido tomados de este ensayo, si
no se dice lo c o n t r a r i o .
64
LA PROSA DE LA C0NTRA1NSURGENCIA
65
Si el efecto neutralizador del pasado no prevalece sobre la subjetividad del protagonista como narrador en este gnero particular
de discurso secundario, de qu manera se manifiesta el equilibrio
entre tiempo y persona en el otro tipo de escrito dentro de la misma categora? Se puede ver aqu la accin de dos lenguajes distintos, ambos identificados con el punto de vista del colonialismo
pero distintos en la manera de expresarlo. La variedad ms elemental est bien representada en La rebelin de los Chuar de 1799
(The Chuar Rebellion of 1799) de J. C. Price. Escrito mucho despus de que el acontecimiento tuviese lugar, en 1874, el autor, en
aquel tiempo funcionario de Asentamiento de Midnapur, pretenda proporcionar una narracin histrica sencilla sin ningn objetivo administrativo. La diriga al lector ocasional, as como a
cualquier futuro recaudador de Midnapore, esperando compartir
con ambos el profundo inters que he sentido leyendo los antiguos documentos de Midnapore. Pero el placer del autor, experimentado al sumergirse en estos papeles parece haber producido un texto casi imposible de distinguir del discurso primario que
ha utilizado como fuente. ste ltimo se hace notar, para empezar,
por su considerable presencia fsica. Cerca de una quinta parte de
esta mitad del libro que trata especficamente de los acontecimientos de 1799 est compuesta de citas directas de los documentos y otra gran parte, de resmenes apenas modificados. Ms
importante para nosotros, sin embargo, es la evidencia que tenemos de cmo el autor identifica sus propios sentimientos con los de
aquel pequeo grupo de blancos que estaban recogiendo la tormenta que era fruto de los vientos del cambio violentamente disruptivo que el Gobierno de la Compaa haba sembrado en el su20
66
Est claro que la separacin del autor de su tema y la diferencia entre el tiempo del acontecimiento y el de su narracin han servido de poco para inspirarle objetividad. Su pasin es aparentemente del mismo orden que la del soldado britnico que escriba
en vsperas del saqueo de Delhi en 1857: Yo sinceramente confo
en que la orden que se nos d cuando ataquemos Delhi ser...
"Matadlos a todos; no hay que dar cuartel". La actitud del historiador hacia los rebeldes es en este caso indistinguible de la del
Estado la actitud del cazador en relacin con su presa. Mirado
as un insurgente no es un objeto de comprensin o interpretacin
22
algunas
oca
24
Esta apariencia de objetividad, de falta de un sesgo demostrable, no tiene sin embargo nada que ver con los hechos hablando
por s mismos en un estado de pura metonimia sin mancha de comentario. Al contraro, el texto est lleno de comentarios. Basta
compararlo con algo como el artculo casi contemporneo sobre
este tema en la Calcutta Review (1856), o incluso con la historia de
la hool de K.K. Datta, escrita mucho despus de su supresin, para
23. Se deduce de una nota de esta obra que fragmentos de ella fueron escritos
en 1866. La dedicatoria est fechada el 4 de marzo de 1868. Todas nuestras referencias corresponden al captulo IV de la sptima edicin (Londres, 1897) a menos que
se indique de otra forma.
24. Barthes, Image Music Text p. 112.
68
percatarse de cuan poco hay en ella de los detalles de lo que realmente sucedi. En efecto la narracin de los acontecimientos
ocupa en el libro slo el 7 por 100 del captulo que nos conduce hacia ellos y algo menos del 50 por 100 del texto dedicado especficamente al tema dentro de este captulo. El sintagma se quiebra
una y otra vez por distaxia y la interpretacin se filtra para combinar los segmentos en un conjunto significativo de carcter principalmente metafrico. La consecuencia de esta operacin, que es
especialmente relevante para nuestro propsito, es la manera en
que distribuye los relata paradigmticos a lo largo de un eje de continuidad histrica, entre un "antes" y un "despus", amplindolo
con un contexto y prolongndolo en una perspectiva. La representacin de la insurgencia termina as alcanzando su momento intercalado entre su pasado y su futuro, de modo que los valores particulares de uno y otro son introducidos en el acontecimiento para
darle un significado especfico.
25
VIII
Para empezar por el contexto, dos tercios del captulo que culmina con la historia de la insurreccin estn dedicados a un relato
inaugural de lo que se puede denominar la historia natural de sus
protagonistas. Se trata de un ensayo etnogrfico que habla de las
caractersticas fsicas, lenguaje, tradiciones, mitos, religin, rituales,
hbitat, medio ambiente, prcticas de caza y agricultura, organizacin social y gobierno comunal de los santal de la regin de Birbhum. Hay aqu muchos detalles que marcan el inicio del conflicto
como un choque de contrarios entre los nobles salvajes de las colinas y los malvados explotadores de las llanuras; referencias a su
dignidad personal (no se humillan como los hindes rurales; las
mujeres santal desconocen los tmidos remilgos de las hembras
hindes, etc.) que implican el contraste entre su supuesta reduccin a servidumbre por los prestamistas hindes y su honestidad
25. Anon, The Sonthal Rebellion, Calcutta Review, 1856, pp. 223-264; K.K.
Datta, The Santal Insurrection of 1855-57, en Anti-British Plots and Movements
before 1857, Meerut, 1970, pp. 43-152.
LA PROSA DE LA CONTRA1NSURGENCIA
69
70
IX
Este nfasis en la contradiccin sirve obviamente para un propsito interpretativo del autor. Le permite situar la causa del levantamiento en el fracaso del Raj en conseguir que sus aspectos de
mejora prevalecieran sobre los defectos y las limitaciones que persistan en su ejercicio de la autoridad. La narracin del acontecimiento se ajusta directamente al objetivo manifestado al principio
del captulo, esto es, el de hacer que interese no slo a los estudiosos de estas estirpes atrasadas sino tambin a los polticos. El
estadista indio descubrir, haba escrito refirindose eufemsticamente a los responsables de la poltica britnica en la India, que
estos Hijos del Bosque pueden... ser sensibles a las mismas influencias de reforma que el resto de los hombres, y que la futura
extensin de la empresa inglesa en Bengala depende en gran medida de su capacidad para la civilizacin. Es esta preocupacin
por la reforma (es decir, acelerar la transformacin de los campesinos tribales en trabajadores a sueldo y aprovecharse de ellos
para proyectos colonialistas de explotacin de los recursos indios)
lo que explica la mezcla de firmeza y comprensin en la actitud
de Hunter con respecto a la rebelin. Siendo un imperialista-liberal, la vea a la vez como una amenaza a la estabilidad del Raj y
como una crtica til de una administracin que estaba lejos de ser
perfecta. As, mientras censuraba al gobierno de aquella poca por
no haber deplarado la ley marcial ms pronto con el fin de reducir
la hool desde el principio, se mostraba cauto para diferenciarse de
aquellos de sus compatriotas que queran castigar a la comunidad
entera de los santal por el crimen de los rebeldes y deportar a ultramar a toda la poblacin de los distritos implicados. Imperialista
previsor, aguardaba el da en que la tribu, como muchos otros pueblos aborgenes del subcontinente, demostrase su capacidad para
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
71
72
LA P R O S A D E L A
CONTRAINSURGENCIA
73
X
Cmo es que incluso el discurso secundario de tono ms liberal es incapaz de liberarse del cdigo de la contrainsurgencia? Con
todas las ventajas que tiene escribir en tercera persona y dirigirse
a un pasado distante, el funcionario convertido en historiador est
todava lejos de ser imparcial all donde estn implicados los intereses oficiales. Su simpata por el sufrimiento de los campesinos y
su comprensin de lo que les incitaba a rebelarse, no le impide,
cuando llega la crisis, defender la causa de la ley y el orden y justificar el traspaso de la campaa contra la hool de manos civiles a
militares para poder sofocarla completa y rpidamente. Como se
ha visto ms arriba, su simpata por la rebelin estaba contrarrestada por su compromiso con los objetivos e intereses del rgimen.
El discurso de la historia, apenas distinguible del poltico, acaba
por absorber los compromisos y objetivos de ste.
En esta afinidad con la poltica, la historiografa revela su carcter como una forma de conocimiento colonialista. Es decir, deriva directamente de ese conocimiento que la burguesa haba utilizado durante el perodo de su ascenso para interpretar el mundo
con el fin de dominarlo y establecer su hegemona sobre las sociedades occidentales, pero que convirti en un instrumento de opresin nacional cuando empez a ganarse "un lugar al sol". Fue as
como esa ciencia poltica, que haba definido el ideal de ciudadana para las naciones-estado europeas, fue usada en la India colonial para establecer instituciones y articular leyes pensadas especficamente para crear una ciudadana mitigada y de segunda clase.
La economa poltica que se haba desarrollado en Europa como
una crtica del feudalismo se us para promover un sistema de
tenencia de la tierra neo-feudal en la India. La historiografa tambin se adapt a las relaciones de poder bajo el Raj y fue utilizada
cada vez ms para el servicio del estado.
Fue gracias a esta conexin, y a mucho talento para sostenerla,
que la literatura histrica sobre temas del perodo colonial tom
Forma como un discurso muy codificado. Actuando dentro del
marco de una afirmacin diversificada del dominio britnico en el
74
subcontinente, asumi la funcin de representar el pasado ms reciente de su pueblo como la "Obra de Inglaterra en la India". Era
un discurso de poder que mostraba cada uno de sus momentos
como un triunfo, esto es, como el resultado ms favorable para el
rgimen de una serie de posibilidades en conflicto. En su forma
madura, por tanto, como en los Annals de Hunter, la continuidad
figura como uno de sus aspectos necesarios y cardinales. A diferencia del discurso primario no puede ser un esbozo sin consecuencia. El acontecimiento no constituye su nico contenido, sino
que es el trmino medio entre un principio que sirve como contexto y un final que es al mismo tiempo una perspectiva enlazada a la
siguiente secuencia. El nico elemento que es constante en estas
series ininterrumpidas es el Imperio y la poltica que se precisa
para salvaguardarlo y perpetuarlo.
Funcionando como lo hace dentro de este cdigo, Hunter, pese
a la buena voluntad solemnemente anunciada en su dedicatoria
(Estas pginas... tienen poco que decir con respecto de la raza
gobernante. Me ocupo del pueblo) relata la historia de una lucha
popular como un conflicto donde el sujeto real no es la gente sino,
por el contrario, la raza gobernante institucionalizada como el
Raj. Como cualquier otra narracin de este gnero su relato de la
hool se hace para celebrar una continuidad la del poder britnico en la India. La exposicin de causas y reformas no es nada ms
que un requisito estructural para este continuum al que proporciona, respectivamente, contexto y perspectiva. Estos sirven admirablemente para registrar el acontecimiento como un dato en
la historia de la vida del Imperio, pero no hacen nada para iluminar esta conciencia llamada insurgencia. El rebelde no tiene lugar
en esta historia como sujeto de la rebelin.
XI
No hay nada en el discurso terciario que disimule esta ausencia.
Ms distante en el tiempo de los acontecimientos que toma como
asunto, los contempla siempre en tercera persona. Se trata de la
obra de escritores que no son funcionarios en la mayora de los canotienenobligacin o compro-
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
75
miso profesional alguno de representar el punto de vista del gobierno. Si ocurre que expresen un punto de vista oficial es slo porque el autor lo ha decidido por voluntad propia ms que por haber
sido condicionado para hacerlo por una lealtad o un compromiso
basados en una relacin administrativa. Hay en efecto algunas
obras histricas que muestran tal preferencia y que son incapaces
de hablar con otra voz que no sea la de los custodios de la ley y el
orden un tipo de discurso terciario que adopta ese estado de
identificacin elemental con el rgimen tan caracterstico del discurso primario.
Pero hay tambin otros y muy distintos idiomas dentro de este
gnero, que oscilan entre una perspectiva liberal y una de izquierdas. sta ltima resulta particularmente importante ya que tal vez
sea la variedad ms influyente y prolfica del discurso terciario. Le
debemos algunos de los mejores estudios sobre la insurgencia campesina india y siguen surgiendo cada vez ms nuevos estudios
de este tipo que evidencian un creciente inters acadmico por el
tema y la relevancia que los movimientos subalternos del pasado
tienen para las tensiones contemporneas de esta parte del mundo.
Esta literatura se distingue por su esfuerzo para apartarse del cdigo de la contrainsurgencia. Adopta el punto de vista del insurgente y lo juzga, con l, como "magnfico" lo que los otros estiman
"terrible", y viceversa. No deja al lector ninguna duda de que desea que venzan los rebeldes y no sus enemigos. Aqu, a diferencia
del discurso secundario del tipo imperialista-liberal, el reconocimiento de los agravios cometidos contra los campesinos conduce
directamente a apoyar su lucha para buscar reparacin mediante
las armas.
No obstante, estos dos tipos de discurso, tan diferentes y contrapuestos en orientacin ideolgica, tienen otras muchas cosas que les
son comunes. Tomemos por ejemplo esa extraordinaria contribucin de la erudicin radical, Bharater Krishak-bidroha O Ganatantrik Samgram de Suprakash Ray y comparemos su relato del levantamiento santal de 1855 con el de Hunter. Los textos se
asemejan como narrativa. La obra de Ray, siendo ms reciente, tiene la ventaja de basarse en investigaciones ms actuales, como las
26
26.
76
28
29
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
77
30. Anon, The Sonthal Rebellion, pp. 238-241; Thornhill, Personal Adventures, pp. 33-35; L.S.S. O'Malley, Bengal District Gazetteers: Pabna, Calcuta, 1923, p. 25;
Informe de la Comisin Nombrada en la India para investigar las Causas de los disturbios que tuvieron lugar en 1875 en los Distritos Poona y Ahmednagar de la Presidencia de Bombay, Londres, 1878, passim.
31. BC 54222:./C, 22 de noviembre de 1831 (no. 91). La cursiva es ma.
78
tender la causa de los disturbios rurales es una ayuda conveniente para prevenir una repeticin de similares desrdenes. Con esta
finalidad el corresponsal de 1a Calcutta Review (1856) recomendaba la debida retribucin, es decir, que ellos [los santal] debieran ser rodeados y cazados en todas partes... que debieran ser
obligados, si fuese necesario por la fuerza, a regresar a Damin-ikoh, y a los campos devastados de Bhaugulpore y Beerbhoom,
para que reconstruyeran los pueblos en ruinas, recuperasen para el
cultivo los campos desolados, abriesen caminos, y trabajasen en las
obras pblicas; y que hicieran eso bajo vigilancia y guardia... y que
esta situacin debiera continuarse hasta que se calmen completamente, y se conformen con sus deberes de sumisin. La alternativa ms tolerante propuesta por Hunter era, como ya hemos visto, una combinacin de Ley marcial para sofocar una revuelta
inacabable y medidas impulsadas por la "Empresa Inglesa" con el
fin de (como su compatriota haba sugerido) absorber el campesinado rebelde como mano de obra barata en la agricultura y en las
obras pblicas para el beneficio, respectivamente, de los mismos
dikus e ingenieros de ferrocarril y caminos, contra los cuales haban tomado las armas. Con todas sus variaciones de tono, sin embargo, ambas prescripciones para hacer... la rebelin imposible
por la elevacin de los sonthals como todas las soluciones colonialistas a las que se lleg por la explicacin causal de nuestros
levantamientos campesinos fueron aprovechadas por una historiografa comprometida en la causa de asimilarlos al Destino trascendental del Imperio britnico.
32
33
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
79
acontecimiento adquiere un contexto en las dos obras. Las dos empiezan en la prehistoria (tratada ms brevemente en la obra de
Ray que en la de Hunter) y continan con un estudio del pasado
ms reciente desde 1790, cuando la tribu entr en contacto por primera vez con el rgimen. Es aqu, para los dos, donde se encuentra la causa principal de la insurreccin, pero con la diferencia.
Para Hunter los disturbios tuvieron su origen en un foco maligno
local dentro de un cuerpo sano; el fracaso de la administracin
del distrito para mostrarse a la altura del ideal entonces emergente del Raj como el ma-baap de los campesinos y protegerles de la
tirana de los elementos malignos dentro de la propia sociedad nativa. Para Ray fue la presencia misma del poder britnico en la India la que empuj a los santal a la revuelta, puesto que sus enemigos, los terratenientes y los prestamistas, deban su autoridad y su
propia existencia a las nuevas disposiciones sobre la propiedad de
la tierra introducidas por el gobierno colonial y al desarrollo acelerado de una economa monetaria como consecuencia de ello. El
levantamiento constitua, pues, una crtica no slo a la administracin local sino al propio colonialismo. En efecto Ray utiliza la misma evidencia de Hunter para llegar a una conclusin muy diferente, y hasta contraria:
Se demuestra en la propia exposicin de Hunter que la responsabilidad por la miseria extrema de los santal reside en el sistema administrativo ingls, tomado en su conjunto con los zamindares y mahajans. Ya que fue el sistema administrativo ingls el
que cre los zamindares y mahajans para satisfacer su propia necesidad de explotacin y de gobierno, y les ayud directa e indirectamente, ofrecindoles su proteccin y patronazgo.
34
80
con esto cada uno tiene una perspectiva opuesta que contrasta acusadamente con la del otro. Para Hunter se trata de la consolidacin
del dominio britnico basado en una administracin reformada
que no incita a la revuelta por su fracaso para proteger a los adivasis de los explotadores nativos, sino que los transforma en una
mano de obra abundante y movible empleada libremente y con
provecho por los terratenientes indios y por la "empresa Inglesa".
Para Ray el acontecimiento es el precursor de la gran rebelin
de 1857 y un eslabn vital en una lucha pertinaz del pueblo indio
en general, y de los campesinos y los trabajadores en particular,
contra sus opresores, tanto extranjeros como indgenas. La insurreccin armada de los santal, dice, ha mostrado un camino al pueblo indio. Ese camino particular se ha convertido, gracias a la
gran rebelin de 1857, en la gran ruta de la lucha de la India por la
libertad. Una ruta que se extiende hasta el siglo xx. Los campesinos indios estn marchando por esta misma senda. Al introducir la hool en una perspectiva de lucha continuada de las masas rurales el autor se basa en una tradicin bien establecida de la
historiografa radical como lo muestra, por ejemplo, el siguiente
extracto de un panfleto que tuvo muchos lectores en los crculos
polticos de izquierda hace cerca de treinta aos:
35
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
81
El propsito de este discurso terciario es claramente el de recuperar la historia de la insurgencia de ese continuum que est diseado para asimilar cada revuelta a "la Obra de Inglaterra en la
India" con el fin de situarlo en el eje alternativo de una campaa
pertinaz por la libertad y el socialismo. Sin embargo, como sucede
con la historiografa colonialista, esto implica tambin un acto de
apropiacin que excluye al rebelde como sujeto consciente de su
propia historia y lo incorpora como un elemento contingente en
otra historia con otro protagonista. As como no es el rebelde sino
el Raj el protagonista real del discurso secundario y la burguesa
india lo es del discurso terciario del gnero de la Historia-de-la-lucha-por-la-libertad, del mismo modo es una abstraccin llamada
Obrero y Campesino, un ideal ms que la personalidad histrica
real del insurgente, la que viene a reemplazarlo en el tipo de literatura que hemos discutido ahora.
Decir esto no significa negar la importancia poltica de esta
apropiacin. Dado que cada lucha por el poder realizada por las
clases histricamente ascendentes en cualquier poca implica una
37. ABDULLA RUSUL, Saontal Bidrother Amar Kahini, Calcuta, 1954, p. 24.
82
XIII
La religiosidad fue, segn dicen todos, central para el desarrollo de la hool. La nocin de poder que la inspir estaba compuesta de ideas y se expresaba en palabras y actos que eran de carcter
explcitamente religioso. No es que el poder fuese un contenido
envuelto en una forma externa a l llamada religin. Era que ambos estaban inseparablemente ensamblados como significado y sig-
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
83
39
38. Los ejemplos son demasiado numerosos como para citarlos todos en este
ensayo, pero para algunos de los ejemplos ver Mare Hapram ko Reak Katha, captulo 79, en A. Milra (ed.), DistrictHandbooks: Bankura, Calcuta, 1953.
39. Ver Apndice:extracto2.
84
41
42
Pero un elitismo de este tipo no es patrimonio slo de la historiografa colonialista. El discurso terciario en su variante radical
exhibe tambin el mismo desprecio por la conciencia poltica de las
masas campesinas cuando est mediada por la religiosidad. Como
ejemplo volvamos al relato que Ray hace del levantamiento. En l
cita las siguientes lneas del artculo de la Calcutta Review en una
traduccin algo descuidada pero claramente reconocible:
40. JP, 8 de noviembre: Ward al Gobierno de Bengala (13 de octubre 1855). La
cursiva es ma.
41. Anon, The Sonthal Rebellion, p. 243. La cursiva es ma.
42. Anon, The Sonthal Rebellion, 246. La cursiva es ma.
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
85
Seedo y Kanoo estaban por la noche sentados en su casa, revolviendo diversas cosas... un pedazo de papel cay sobre la cabeza de Seedo y de repente el (dios) Thakoor apareci ante la mirada atnita de Seedoo y Kanoo; pareca un hombre blanco aunque
vestido al estilo nativo; tena diez dedos en cada mano; llevaba un
libro blanco, escrito; entreg a los hermanos el libro y con l 20
hojas de papel; ascendi por los aires y desapareci. Otro trozo de
papel cay sobre la cabeza de Seedoo, y entonces vinieron dos
hombres... les dieron a entender el propsito de la orden del Thakoor, y se desvanecieron igualmente. Pero no hubo solamente una
aparicin del sublime Thakoor; cada da de la semana, durante un
breve perodo de tiempo, hizo sentir su presencia a sus apstoles
favoritos... En las pginas plateadas del libro, y sobre las hojas
blancas de los pedazos de papel, haba palabras escritas; stas fueron despus descifradas por letrados santal, capaces de leer e interpretar; pero su significado haba sido ya suficientemente indicado a los dos lderes.
43
43. Anon, The Sonthal Rebellion, pp. 243-244. Ray, Bharater Krishak-bidroha
O Ganatantrik Sangram, pp. 321- 322.
86
Los dos, Sidu y Kanu, saban que el eslogan (dhwani) que poda tener el mayor efecto entre los atrasados santal era uno de carcter religioso. En consecuencia, para animar a los santal a la lucha difundieron las palabras sobre la orden de Dios en favor de
lanzarse a la lucha. La historia inventada (kalpita) por ellos es
como sigue.
44
Hay poco aqu que sea diferente de lo que el escritor colonialista tena que decir sobre el supuesto retraso del campesinado santal, las intenciones manipuladoras de sus jefes y el uso de la religin como medio para esta manipulacin. E n efecto, en cada uno
de estos puntos, Ray supera y es sin duda el ms explcito de los
dos autores al atribuir una gran mentira y un engao descarado a
los jefes rebeldes, sin tener ninguna prueba. La invencin es toda
suya y demuestra el fracaso del radicalismo superficial en el intento de concebir la mentalidad insurgente salvo en trminos de un
laicismo total. Incapaz de comprender la religiosidad como la modalidad central de la conciencia campesina en la India colonial, no
se atreve a reconocer su mediacin de la idea de poder de los campesinos ni las contradicciones resultantes. Est obligado por ello a
racionalizar las ambigedades de la poltica de los rebeldes asignando una conciencia realista a los lderes y otra contrapuesta a
sus seguidores, convertidos en inocentes engaados por hombres
astutos armados con todas las argucias de un poltico moderno indio que solicita los votos rurales. Adonde lleva todo esto al historiador es algo que podemos ver ms claramente en la proyeccin
de sus tesis en un estudio sobre la ulgulan de Birsaite, su obra siguiente. All escribe:
Con el fin de propagar esta doctrina religiosa, Birsa adopt
un nuevo ardid (kaushal) como Sidu, el lder santal, haba hecho en vsperas de la rebelin de los santal en 1885. Birsa saba
que los Kol eran gente muy atrasada y que estaban llenos de supersticiones religiosas como consecuencia de la propaganda misionera hind-brahmnica y cristiana que se haba hecho entre
44. Ray, Bharater Krishak-bidroha O Ganatantrik Sangram, p. 321. La cursiva
es ma.
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
87
ellos desde haca mucho tiempo. Por lo tanto, no eludira la cuestin de la religin, si los kol podan ser liberados de aquellas influencias religiosas perniciosas y llevados al camino de la rebelin. Antes bien, para superar las malas influencias de las
religiones hind y cristiana, sera necesario propagar su nueva fe
religiosa entre ellos en nombre de su propio Dios, e introducir
nuevos preceptos. Con este fin deba recurrirse a la falsedad, si
fuera necesario, por el inters del pueblo.
Birsa propag la voz de que haba recibido esta nueva religin
suya de la propia deidad principal de los Mundas, Sing Bonga.
45
45. Ray, Bharater Baiplabik Samgramer Itihas, vol. I, Calcuta, 1970, p. 95. La
cursiva es ma. La frase en cursiva se lee como sigue en bengal: Eijanyo prayojan
hoiley jatirsvartheymithyarasroygrahankaritey hoibey.
46. Dhirendranath Baskay, Saontal Ganasamgramer Itihas, Calcula, 1976, p. 66.
88
XIV
Por qu el discurso terciario, incluso en su variante radical,
es tan reacio a reconocer el elemento religioso en la conciencia rebelde? Porque est todava atrapado en el paradigma que inspir
el discurso ideolgicamente contrario, por colonialista, de los discursos de tipo primario y secundario. Esto resulta, en cada caso, de
un rechazo a reconocer al insurgente como sujeto de su propia historia. Ya que cuando una rebelin campesina ha sido asimilada a
la carrera del Raj, la Nacin o el Pueblo, resulta fcil para el historiador renunciar a la responsabilidad que tiene de explorar y
describir la conciencia especfica de esta rebelin y se contenta con
adscribirla a una conciencia trascendental. En trminos operativos,
esto significa negar una voluntad a la masa de los rebeldes y representarlos meramente como instrumentos de otra voluntad. Es
por ello que en la historiografa colonialista la insurgencia se contempla como la articulacin de una espontaneidad pura opuesta a
la voluntad del Estado, personificado en el Raj. Si se atribuye alguna conciencia a los rebeldes, sta se limita tan slo a unos cuantos de sus jefes con frecuencia a algunos miembros individuales
o a pequeos grupos de la burguesa rural. Tambin en la historiografa nacionalista-burguesa se lee una conciencia de lite como
fuerza motivadora de todos los movimientos campesinos. Esto haba conducido a extremos tan grotescos como la caracterizacin de
la Rebelin del ndigo de 1860 como el primer movimiento de
masas no violento y, en general, de todas las luchas populares en
la India rural durante los primeros ciento veinte aos de dominio
britnico como el antecedente espiritual del Congreso Nacional
Indio.
De modo muy parecido, la especificidad de la conciencia rebelde ha escapado tambin a la historiografa radical. Ha sucedido as
porque se basa en un concepto de las revueltas campesinas como
una sucesin de acontecimientos alineados en una lnea directa de
47
47.
LA
PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
89
Sin embargo, no es tan slo el elemento religioso de la conciencia rebelde lo nico que esta historiografa no consigue comprender. La especificidad de una insurreccin rural se expresa
tambin en trminos de otras muchas contradicciones, que tambin se pierden. Cegados por el brillo de una conciencia perfecta e
48.
Sunill Sen, Agrarian Struggle in Bengal, 1946-47, Nueva Delhi, 1972, p.49.
90
inmaculada, el historiador no ve nada ms, por ejemplo, que solidaridad en el comportamiento rebelde y no repara en su Otro, esto
es en la traicin. Comprometidos inflexiblemente con la nocin de
la insurgencia como un movimiento generalizado, subestiman el
poder de los frenos que representan el localismo y la territorialidad. Convencidos de que la movilizacin para una insurreccin rural emana exclusivamente de una autoridad total de la lite, tienden a ignorar la operacin de otras muchas autoridades dentro de
las relaciones bsicas de una comunidad rural. Prisionero de abstracciones vacas, el discurso terciario, incluso de tipo radical, se ha
alejado de la prosa de la contrainsurgencia tan slo por una declaracin de intenciones. Tiene todava que recorrer un largo camino
antes de demostrar que el insurgente puede confiar en su trabajo
para recuperar su lugar en la historia.
ABREVIATURAS
APNDICE
Extracto 1
Vine a saquear... Sidoo y Kaloo [Kanhu] se declararon a s
mismos Rajas y [dijeron] que saquearan todo el pas y tomaran
posesin de l tambin dijeron, nadie puede pararnos ya que es
la orden de Takoor. Por este motivo hemos venido todos con ellos.
Fuente: JP, 19 de julio de 1855. Declaracin de Balai Majhi (14
de julio de 1855).
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
91
Extracto 2
El Thacoor ha descendido en la casa de Seedoo Manjee, Kanoo
Manjee, Bhyrub y Chand, en Bhugnudihee en Pergunnah Kunjeala. El Thakoor en persona est conversando con ellos, l ha descendido del Cielo, est conversando con Kanoor y Seedoo, los Sanios y los Soldados blancos lucharn. Kanoo y Seedoo no luchan.
El mismo Thacoor luchar. Por lo tanto vosotros Sahibs y Soldados
luchis con el mismo Thacoor la Madre Ganges vendr para (ayudar) al Thacoor. Llover fuego del Cielo. Si estis de acuerdo con
el Thacoor entonces debis ir al otro lado del Ganges. El Thacoor
ha ordenado a los santal que por un arado tirado por bueyes debe
pagarse 1 anna de renta. Por un arado tirado por bfalos 2 annas.
El reino de la Verdad ha empezado. Se administrar una justicia
Verdadera a Aquel que no diga la verdad no se le permitir permanecer en la Tierra. Los Mahajuns han cometido un gran pecado.
Los Sahibs y el amlah lo han hecho todo mal, en esto los Sahibs
han pecado grandemente.
Aquellos que dicen cosas al Magistrado y aquellos que investigan casos para l, reciben 70 u 80 R.s. con gran opresin en esto los
Sahibs han pecado. Por este motivo el Thacoor me ha ordenado
que diga que el pas no es de los Sahibs...
P.D. Si vosotros Sahibs estis de acuerdo, entonces deberais
quedaros al otro lado del Ganges, y si no estis de acuerdo no podis quedaros en esta parte del ro, Yo llover fuego y todos los Sahibs morirn por las propias manos de Dios y Sahibs si vosotros luchais con escopetas los santal no sern alcanzados por las balas y
el Thacoor dar vuestros Elefantes y caballos por su voluntad a los
santal... si vosotros luchis con los santal dos das sern como un
da y dos noches como una noche. Esta es la orden del Thacoor.
Fuente: JP, 4 de octubre de 1855. "The Thacoor's Perwannah"
(fechada "10 Saon 1262").
Extracto 3
Entonces los Manjees y Purgunnaits se reunieron en mi Veranda, y nosotros deliberamos durante dos meses, que Pontet y Mohesh Dutt no escuchan nuestras quejas y nadie acta como nuestro
Padre y Madre entonces un Dios descendi del cielo en la forma
de una rueda de carro y me dijo Matad a Pontet y los Darogah y
los Mahajuns y entonces tendris justicia y un Padre y una Madre;
entonces el Thacoor regres al cielo; tras esto dos hombres como
Bengales vinieron a mi Veranda; cada uno de ellos tena seis dedos, medio trozo de papel cay sobre mi cabeza antes de que el
Thacoor viniese y otro medio cay despus. No poda leerlo pero
Chand y Seheree y un Dhome lo leyeron, ellos dijeron El Thacoor os ha escrito para que luchis contra los Mahajens y entonces
tendris justicia...
Fuente: JP, 8 de noviembre de 1855, "Interrogatorio del santal
Sedoo ltimo Thacoor".
Extracto 4
En Bysack el Dios descendi en mi casa yo envi un perwannah al Burra Sahib en Calcuta... Escrib que Thacoor haba venido a mi casa y estaba conversando conmigo y haba dicho que todos los santal iban a estar bajo mi cargo y que yo iba a pagar todos
los impuestos al Gobierno y no iba a oprimir a nadie y los zamindars y Mahajans estaban cometiendo mucha opresin cogiendo 20
piezas por una y que yo iba a alejarlos de los santal y si ellos no se
marchan luchar con ellos.
Ishwar era un hombre blanco con solo una dootee y chudder se
sent en el suelo como un sahib escribi sobre este trozo de papel.
Me dio 4 papeles pero despus present 16 ms. El Thacoor tena
5 dedos en cada mano. Yo no le vi durante el da le vi tan slo de
noche. Los santal entonces se reunieron en mi casa para ver al Thacoor.
LA PROSA DE LA CONTRAINSURGENCIA
93
[En Maheshpur] llegaron las tropas y nosotros luchamos... despus viendo que los hombres de nuestro lado estaban cayendo nos
volvimos ambos por dos veces contra ellos y una vez les expulsamos, entonces yo hice poojah... y entonces vinieron grandes bolas
y Seedoo y yo fuimos heridos. El Thacoor haba dicho las escopetas dispararn agua pero mis tropas cometieron algn crimen y
por lo tanto las predicciones del thacoor no se cumplieron alrededor de 80 santal fueron muertos.
Todos los papeles en blanco cayeron del cielo y el libro en que
todas las pginas estn en blanco cay tambin del cielo.
Fuente: JP, 20 de diciembre de 1855. "Interrogatorio del santal
Kanoo".
ASPECTOS ELEMENTALES
D E L A INSURGENCIA CAMPESINA
EN L A INDIA C O L O N I A L
La historiografa de la insurgencia campesina en la India colonial es tan antigua como el propio colonialismo. Naci de la interseccin de los intereses polticos de la Compaa de las Indias
Orientales, y de una visin de la historia caracterstica del siglo
XVIII una visin de la historia como poltica y del pasado como
gua para el futuro. Les preocupaba impedir que sus recin adquiridos dominios se desmembrasen como el imperio moribundo de
los mongoles bajo el impacto de las insurrecciones campesinas.
Ya que los disturbios agrarios en multitud de formas y a una escala que iba desde los levantamientos locales hasta campaas militares que se extendan por muchos distritos, fueron endmicos durante los primeros tres cuartos del dominio britnico hasta el
mismo final del siglo XIX. Contando por encima los acontecimientos catalogados, se encontrarn no menos de 110 ejemplos conocidos, incluso para el perodo ms breve de 117 aos desde el
dhing de Rangpur al ulgulan de Birsaite incluido en esta obra.
1
1. La estimacin se basa en acontecimientos catalogados en tres trabajos conocidos, como son los de S.B. Chaudhuri, Civil Disturbances during the British Rule in India, Calcuta, 1995; y S. Ray, Bharater Baiplabik Samgramer Itihas, Calcuta, 1970, y
Bharater Krishak-bidroha
O Ganatantrik Samgram, vol. I, Calcuta, 1966. U n a lista
completa, realizada por diferentes historiadores, sin duda mostrara un nmero an
mayor. Para los eruditos que trabajan en las diversas regiones especficas, obviamente,
estas compilaciones, basadas en fuentes publicadas y obras secundarias, no incluyen
muchos casos locales que podran recuperarse de los archivos y de la literatura oral.
96
SUBALTERNOS
97
La importancia de tal representacin puede difcilmente sobrestimarse. Al hacer de la seguridad del estado la problemtica
98
SUBALTERNOS
99
7. sta y otras observaciones atribuidas a Gramsci sobre la cuestin de la espontaneidad han sido tomadas de Spontaneity and Conscious Leadcrship en
Gramsci, en Selections from the Prison Notebooks, Londres, 1971, pp. 196-200. |Hay
trad. cast.: Cuadernos de la crcel, Era, Mxico, 1984|.
100
SUBALTERNOS
El material de Hobsbawm procede casi enteramente de la experiencia europea y sus generalizaciones estn quizs de acuerdo
con sta, aunque se detecta cierta contradiccin cuando dice al
mismo tiempo que el bandidaje social no est cerca de ninguna
organizacin o ideologa, y que en un cierto sentido el bandolerismo es ms bien una forma primitiva de protesta social organizada. Tampoco su caracterizacin, en Captain Swing, del movimiento de los trabajadores agrcolas ingleses de 1830 como espontneo
y no organizado est enteramente de acuerdo con la observacin
de su coautor, George Rud, en el sentido de que muchas de sus
actuaciones agresivas, tales como disturbios por el salario, destruccin de mquinas y asaltos de capataces y sacerdotes, aunque hubiesen estallado espontneamente, desarrollaron muy pronto el ncleo de una organizacin local.
Sea cual fuere su validez para otros pases, la nocin de la insurgencia prepoltica campesina no ayuda a entender la experien8. Las citas que siguen corresponden a E. J. Hobsbawm, Primitive Rebels, Manchester, 1959, pp. 2, 5, 13, 23, 96 y 118 [Hay trad. cast.: Rebeldes primitivos, Crtica,
Barcelona, 2 0 0 1 ; y Hobsbawm y G. Rud, Captain Swing, Londres, 1969, pp. 19 y 205
|Hay trad. cast.: Revolucin industrial y revuelta agraria. Siglo XXI. Madrid, I978|.
101
cia de la India colonial. Pues aqu no hubo nada en los movimientos militantes de sus masas rurales que no fuese poltico. No poda
ser de otro modo en las condiciones en que trabajaban, vivan y
conceban el mundo. Considerando el subcontinente como una totalidad, el desarrollo capitalista en la agricultura sigui siendo incipiente y dbil a lo largo de un siglo y medio, hasta 1900. Las rentas constituan la parte ms substancial de los ingresos producidos
por la propiedad de la tierra. Sus titulares estaban relacionados
con la vasta mayora de productores agrcolas como terratenientes,
arrendatarios, aparceros, trabajadores agrcolas y muchos otros tipos intermedios con caractersticas derivadas de cada una de estas
categoras. El elemento que era constante en esta relacin, con
toda su variedad, era la extraccin del excedente campesino por
medios que estaban menos determinados por las fuerzas de una
economa de mercado que por la fuerza extraeconmica de la posicin del terrateniente en la sociedad local y en la poltica colonial. En otras palabras, se trataba de una relacin de dominio y
subordinacin una relacin poltica de tipo feudal, o como se ha
descrito adecuadamente, una relacin semifeudal, que derivaba su
subsistencia material de unas condiciones precapitalistas de produccin, y su legitimidad, de una cultura tradicional todava dominante en la superestructura.
La autoridad del estado colonial, lejos de ser neutral con respecto a esta relacin, fue uno de sus elementos constitutivos, ya
que bajo el Raj el estado apoy directamente la reproduccin del
sistema de tenencia de la tierra. Tal y como Murshid Quli Khan haba reorganizado el sistema fiscal de Bengala con el fin de reemplazar una aristocracia agraria ineficiente y en bancarrota por un
conjunto solvente y relativamente vigoroso de terratenientes, del
mismo modo los ingleses introdujeron sangre nueva para reemplazar la vieja en el cuerpo de propietarios mediante el Permanent
Settlement en el este, el ryotwary en el sur y algunas permutaciones de los dos en la mayora de las otras partes del pas. El resultado revitaliz una estructura casi feudal al transferir recursos de
los miembros ms viejos y menos efectivos de la case de terratenientes a otros ms jvenes y ms fiables para el rgimen, desde un
9
102
LAS
punto de vista poltico y financiero. Para el campesino esto signific, en muchos casos, una explotacin ms intensiva y sistemtica:
el tipo brutal de opresin medieval del campo, emanada de la voluntad arbitraria de los dspotas locales bajo el sistema anterior,
fue substituido ahora por la voluntad ms reglamentada de un poder extranjero, que durante mucho tiempo dara a los terratenientes libertad para recaudar adwab y mathot de sus arrendatarios, fijarles rentas abusivas o echarlos de la tierra. Obligado por la
presin a legislar contra tales abusos, el rgimen fue incapaz de eliminarlos del todo porque sus agentes para hacer cumplir la ley a
escala local servan como instrumento de la autoridad de los terratenientes, y la ley, tan equitativa sobre el papel, poda ser manipulada por los funcionarios de los tribunales y por los abogados en favor de los propietarios. El Raj permiti incluso que el poder de
castigar, esa facultad fundamental del estado, fuese compartido
hasta cierto punto por la lite rural en nombre del respeto por la
tradicin indgena, lo que en la prctica significaba cerrar los ojos
ante la burguesa agraria que aplicaba la justicia criminal, ya fuese
como miembros de la clase dominante operando desde kachari y
gadi, o de las castas dominantes, atrincherados en los panchayats
de los pueblos. La connivencia entre sarkar y zamindar a escala local form parte de la experiencia comn de los pobres y de los subalternos casi en todas partes.
Una consecuencia importante de esta revitalizacin del sistema
de propiedad de la tierra bajo el control britnico fue el fenomenal
desarrollo del endeudamiento campesino. Porque con un mercado
de la tierra floreciente bajo el triple impacto de la legislacin agraria, el crecimiento demogrfico y una provisin cada vez mayor de
dinero, muchos mahajans y banias adquirieron docenas de fincas
en las subastas en que se vendan las de terratenientes empobrecidos y arrendatarios desahuciados. Establecidos como propietarios
rurales, concentraron toda su pericia de usureros en su funcin de
rentistas. Les incit a hacerlo un conjunto de factores especficos
del control colonial la casi total ausencia de leyes sobre la renta
para proteger a los arrendatarios-cultivadores hasta el ltimo cuarto del siglo XIX, la falta de topes efectivos y aplicables para los
tipos de inters locales, la ausencia de coordinacin entre el calendario de la cosecha, adaptado a las prcticas agrcolas tradicio-
103
nales, y un calendario fiscal ajustado a la rutina de la administracin imperial, y el desarrollo de una economa de mercado que incitaba a unos campesinos con poco o ningn capital a transformar
su campo en el sentido de la agricultura comercial y, en consecuencia, a convertirse en deudores a perpetuidad. Un resultado
acumulado de todo esto fue convertir a los terratenientes en prestamistas alrededor de un 46 por 100 de todas las deudas en las
entonces llamadas Provincias Unidas se deban a los terratenientes
en 1934 lo que dio lugar a otra de esas paradojas histricas caractersticas del Raj, esto es, la de asignar al poder capitalista ms
avanzado del mundo la tarea de fusionar el sistema de tenencia de
la tierra y la usura en la India, de forma que impeda el desarrollo
del capitalismo tanto en la agricultura como en la industria.
As fue como los poderes hasta entonces separados de los terratenientes, los prestamistas y los funcionarios llegaron a formar,
bajo el gobierno colonial, un aparato compuesto de dominio sobre
los campesinos. Su sujecin a este triunvirato sarkari, sahukari y
zamindari era de carcter primariamente poltico, siendo la explotacin econmica tan slo una, aunque la ms obvia, de sus
diversas instancias. Porque la apropiacin de su excedente se efectuaba por la autoridad ejercida sobre las sociedades y mercados
locales por los terratenientes-prestamistas y un capitalismo secundario que funcionaba estrechamente asociado a ellos y por la inclusin de esta autoridad en el poder del estado colonial. El elemento de coercin era tan explcito y estaba tan presente en todos
sus tratos con el campesino que ste deba necesariamente considerar tal relacin como poltica. Por la misma razn, al emprender
la destruccin de esta relacin se comprometa en lo que era esencialmente una tarea poltica, una tarea en que el nexo de poder
existente tena que ser derrocado como una condicin necesaria
para la reparacin de cualquier agravio particular.
10
of the Land
Revenue
Comission,
vol. I,
104
105
106
Sera equivocado sobreestimar la madurez de esta poltica y buscar en ella las calidades de una fase posterior de conflicto de clase
ms intenso, una lucha antiimperialista general y un mayor nivel de
militancia de las masas. Comparados con stos, los movimientos
campesinos de los tres primeros cuartos del dominio britnico representaban un estado de conciencia todava incipiente y un tanto
ingenuo. No obstante, nos proponemos el estudio de esta conciencia
como nuestro tema central, porque no es posible que se entienda la
experiencia de la insurgencia como una simple historia de acontecimientos sin un sujeto. Es para rehabilitar este sujeto que debemos
tomar la concepcin que el campesino-rebelde tena de su propio
mundo y su voluntad de cambiarlo como nuestro punto de partida.
Por dbiles y trgicamente ineficaces que puedan haber sido
esta concepcin y esta voluntad, significaban nada menos que los
elementos de una conciencia que estaba aprendiendo a compilar y
clasificar los momentos individuales y dispares de la experiencia
y a organizarlos en alguna especie de generalizaciones. Eran, en
otras palabras, los comienzos mismos de una conciencia terica. La
insurgencia era, en efecto, el lugar de encuentro en que las dos tendencias mutuamente contradictorias de esta an imperfecta, casi
embrionaria, conciencia terica esto es, una tendencia conservadora constituida por el material heredado y absorbido sin crtica de
la cultura dominante, y otra radical, orientada hacia la transformacin prctica de las condiciones de existencia del rebelde se encontraron para realizar una prueba de fuerza decisiva.
El objeto de este trabajo es analizar y describir esta lucha no
como una serie de encuentros especficos sino en su forma general.
Los elementos de esta forma derivan de la larga historia de la
subalternidad del campesino y de su esfuerzo por acabar con ella.
De stos, el primero est ms plenamente documentado y representado en el discurso de la lite, a causa del inters que siempre
ha tenido para sus beneficiarios. Sin embargo, la subordinacin difcilmente puede justificarse como un ideal y como una norma, sin
reconocer el hecho y la posibilidad de la insubordinacin, de modo
que la afirmacin de la dominacin en la cultura dominante habla
tambin elocuentemente de su Otro, esto es, de la resistencia. Am11
p. 333.
107
12.
MH<'W: VI 504.
108
Nuestro objetivo en este trabajo ser buscar e identificar algunas de esas formas comunes o ideas generales de la conciencia
rebelde durante el perodo colonial. Sin embargo, dentro de esta
categora hemos elegido centrar la atencin en los primeros elementos que hacen posible que las ideas generales se combinen en
formaciones complejas y constituyan lo que Gramsci ha descrito
como los pilares de la poltica y de cualquier accin colectiva.
Estos aspectos elementales, como nos proponemos llamarlos, son
abundantes y repetidos: precisamente porque ocurren una y otra
vez y casi en todas partes en nuestros movimientos agrarios, son
aquellos que pasan ms desapercibidos. El resultado ha sido no
slo excluir la poltica de la historiografa de la insurgencia campesina india, sino reducirla a un simple ornato, una especie de detalle decorativo y folclrico que sirve principalmente para realzar
los curricula vitae de las lites indgenas y extranjeras. Por contraste, ser la conciencia rebelde la que va a dominar este ejercicio.
Queremos enfatizar su soberana, su consistencia y su lgica para
compensar su ausencia de la literatura sobre el tema y actuar, si es
posible, como un correctivo al eclecticismo comn a mucho de lo
que se ha escrito sobre esto.
13
p. 144.
109
en calidad, a pesar de las ilusiones populistas en un sentido contrario. Por una parte, el volumen real de evidencia que ofrecen las
canciones, poesas, baladas, ancdotas, etc., es exiguo, hasta el punto de resultar insignificante, comparado con la gran cantidad de
documentacin disponible de las fuentes elitistas sobre casi todos
los movimientos agrarios de nuestro perodo. Esto representa una
medida no slo del monopolio que los enemigos de los campesinos
tuvieron de la literatura bajo el Raj, sino de su preocupacin por
vigilar y registrar cada gesto hostil de las masas rurales. Tenan simplemente demasiado que perder, y el miedo que obsesiona a toda
autoridad basada en la fuerza, hizo de ellos unos archiveros cuidadosos. Tomemos, por ejemplo, la hool Santal de 1855, que en este
aspecto es ms rica que otros movimientos. Tan slo lo que de ella
sabemos a partir de las series de Judicial Proceedings de los Archivos del Estado del Oeste de Bengala, sin contar con los documentos de los distritos, sobrepasa con mucho la informacin que
puede obtenerse de los recuerdos de Jugia Harom y Chotrae Desmanjhi, unidos al folclore compilado por Sen, Baskay, y Archer y
Culshaw. Para la mayora de los otros acontecimientos la proporcin resulta todava ms a favor de las fuentes elitistas. E n efecto,
para uno de los ms importantes, la revuelta de Barasat de 1832,
sera difcil encontrar algo que no proceda de una fuente identificada con opiniones hostiles a Titu y sus seguidores.
14
110
111
en los interrogatorios policacos o ante los tribunales, etc. Destinados a ayudar al Raj a suprimir la rebelin e incriminar a los rebeldes, su utilidad en ese aspecto particular resulta una medida de su
autenticidad como documentacin de la voluntad del insurgente.
En otras palabras, el discurso interceptado de este tipo da testimonio tanto de la conciencia de los campesinos rebeldes como de las
intenciones de sus enemigos, y puede servir legtimamente como
evidencia para una historiografa no comprometida con el punto
de vista de estos ltimos.
La presencia de esta conciencia se afirma tambin por una serie de indicios dentro del discurso de la lite. stos tienen la funcin de expresar la hostilidad de las autoridades britnicas y de sus
protegidos nativos hacia los ingobernables perturbadores del campo. Las palabras, las frases y los fragmentos enteros de prosa destinados a este propsito estn diseados principalmente para indicar la inmoralidad, la ilegalidad, la barbarie, etc., de la prctica
insurgente y para anunciar por contraste la superioridad de la lite en cada aspecto. Como medida de la diferencia entre dos percepciones mutuamente contradictorias, tienen mucho que decirnos, no slo sobre la mentalidad de la lite, sino tambin sobre lo
que se opone a ella, es decir, sobre la mentalidad subalterna. El
antagonismo es, en efecto, tan completo y est tan firmemente estructurado que, a partir de los trminos declarados por uno, debera ser posible, invirtiendo sus valores, derivar los trminos implcitos del otro. Cuando, por tanto, un documento oficial habla de
bandidos como participantes en los disturbios rurales, no significa
(segn el sentido normal de la palabra Urdu) una coleccin ordinaria de delincuentes, sino de campesinos implicados en una lucha
agraria militante. En el mismo contexto, una referencia a algn
"pueblo dacoit" (como se encuentra tan a menudo en las narraciones del Motn) indicara la poblacin entera de un pueblo unido
para resistir a las fuerzas armadas del estado; "contagio", el entusiasmo y la solidaridad generada por un alzamiento entre diversos
grupos rurales dentro de una regin; "fanticos", rebeldes inspirados por alguna especie de doctrina de restauracin de creencias
antiguas o de puritanismo; "anarqua", el desafo por parte de la
gente de lo que se haba establecido como delito, etc. En efecto,
las presiones ejercidas por la insurgencia en el discurso de la lite
obligan a reducir el campo semntico de muchas palabras, y a asignarles significados especializados con el fin de identificar a los
campesinos como rebeldes, y su intento de transformar el mundo,
como un crimen. Gracias a este proceso de limitacin es posible
para el historiador usar este lenguaje empobrecido y casi tcnico
como una clave para las antonimias que hablan por una conciencia
rival, la del rebelde. Una parte de esta conciencia que est tan firmemente inscrita dentro del discurso de la lite, podr, esperamos,
hacerse visible en nuestra lectura de ella.
GLOSARIO
Abwab
Arkatis
Banias
Bidroha
Dacoit
Daroga
Deccan
Dewan
Dharma
Dhing
Fauj
Fituri
Gadi
Hool
Kachari
Kol
Fuentes de rentas pblicas. En la India, cualquiera de los varios tipos de tributos, multas o impuestos exigidos por un jefe nativo a los propietarios de la tierra o a cualquier sujeto.
Nombre dado a los reclutadores locales.
Banyan. Hindi baniy. Mercader. Perteneciente a
una casta de comerciantes y mercaderes hindes.
Revuelta, insurreccin, levantamiento...
E n hindi dakait. Una de las clases criminales de la
India y Birmania. Actuaban en bandas de ladrones y asesinos.
Gobernador, superintendente, funcionario. Bajo
el Imperio mongol, gobernador de una provincia
o ciudad.
Pennsula del sur de la India.
Empleado nativo del servicio de vigilancia en las
plantaciones de ndigo.
Costumbre social observada como deber.
Insurgencia, insurreccin, revuelta...
Ejrcito rebelde formalmente constituido.
Revuelta, insurreccin, rebelin....
Hindi gaddi. Hombre de posicin elevada que
ayuda a los miembros de su tribu en asuntos oficiales.
Insurreccin, revuelta, levantamiento...
Cachari. Gorro.
Miembros de Bengala y Chota Nagpur.
114
Kunbi
Mahajans
Naib
Panchayats
Perwannah
Prayaschitta
Ryotwary
Samaj
Samsarga,
Santal
Sarkar
Sarkari
Ulgulan
Zamindar
Zamindari
Kurmi. Miembro de una importante casta distribuida por toda la India, excepto en el sur.
Prestamistas.
Administrador de las fincas de los terratenientes.
Consejo del pueblo. Grupo de cinco ancianos influyentes, reconocidos por toda la comunidad
como un cuerpo de gobierno.
Orden. Orden escrita.
Expiacin ritual.
Sistema de recaudacin de rentas y tasas de la tierra en que el Government Settlement recauda las
rentas directamente de los ryots (campesinos hindes); es decir, sistema directo de asiento entre el
gobierno y los cultivadores, sin la intervencin del
zamindar.
Asociacin usualmente, aunque no siempre, basada el estatus social de sus miembros.
Impureza por asociacin.
Pueblo melanohind del este de la India (Estados
de Bihar, Bengala occidental y Orissa) perteneciente al grupo de los Mundas.
Gobierno, rgimen.
Adjetivo perteneciente al sarkar.
Insurgencia, revuelta, levantamiento...
Recaudador de rentas de los cultivadores de un
distrito especfico de la India, durante el perodo
de gobierno musulmn. Bajo el gobierno britnico recibi una nueva definicin legal. Se convirti
en un feudatario que tena los derechos de propiedad privada de gran cantidad de tierra. Pagaba al gobierno una renta fija sustancial que, a su
vez, extraa de los impuestos coercitivos sobre los
agricultores.
Finca del zamindar.
ndice
17
33
La prosa de la contrainsurgencia
Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la
India colonial
Glosario
41
43
95
113
EDITORIAL CRTICA,