Martin Lutero
Martin Lutero
Martin Lutero
Martín Lutero.
Nació cerca de Eisennach, Alemania, en 1483 de padres de humilde condición, que sin
embargo se empeñaron por la educación de su hijo. Acabados los estudios elementales en su
pueblo, pasó un año en una escuela de Magdeburgo y después fue a Eisennach a un colegio
de los franciscanos. La pobreza de sus padres le obligaba a vivir como «estudiante pobre»
es decir, recibiendo albergue libre y pidiendo limosnas a los ricos. En Eisennach encontró
protección en la familia Cotta, que se interesó por él hasta el punto de ofrecerle un hogar en
su casa.
En el año 1501, Lutero estaba listo a entrar en la Universidad de Erfurt, centro entonces
de la vida intelectual de Alemania. Su padre había prosperado en su oficio de minero y
resolvió hacer de Martín, su hijo, un abogado.
Progresaba en sus estudios hasta el año 1505, cuando repentinamente, dejó la carrera de la
abogacía para entrar en el monasterio de los agustinos en Erfurt. Hay varias leyendas que
explican este cambio inesperado, pero lo único que sabemos de los escritos de Lutero
mismo, es que ciertas «dudas» respecto al estado de su alma le impulsaron a tomar los votos
monásticos. Estas dudas le atormentaban aún después de entrar en el convento. Se sentía
pecador y anhelaba el perdón de Dios. No encontraba lo que su alma deseaba en las
costumbres y prácticas monásticas, a pesar de cansar a sus superiores con sus continuas
confesiones y de castigar su cuerpo con un ascetismo riguroso.
Desengañado de estas cosas se dedicó a un estudio de las Sagradas Escrituras, una copia
de las cuales había encontrado encadenada a un pilar de la biblioteca de la universidad. De
estas y de las explicaciones de un anciano hermano del monasterio llegó a entender que el
perdón de Dios no se alcanza por las penitencias y «buenas obras», sino simplemente por
aceptar el perdón que su amor ha previsto.
Así, después de dos años de lucha, su alma encontró la paz que anhelaba.
Las Indulgencias y Lutero en su viaje a Roma
Más o menos, en el año 1510, sus superiores mandaron a Lutero a Roma, para
desempeñar allí una comisión del convento. El había esperado encontrar en el sumo
pontífice y su corte, modales de la vida cristiana, y quedó sorprendido y horrorizado al
contemplar la corrupción que existía en los lugares que él creía verdaderamente santos. Sin
embargo, consideró necesario seguir las costumbres de los peregrinos a Roma, y así, entre
otras cosas, subió la «escalera santa» (que se cree trasportada por manos de ángeles de
Jerusalén a Roma) de rodillas y diciendo un Padrenuestro en cada escalón. Repentinamente
recordó la declaración del profeta Habacuc, citado después por el apóstol Pablo: «El justo
vivirá por su fe» y le ocurrió que todas aquellas penitencias y todos estos rezos forzados, no
valían absolutamente nada.
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Sin embargo no pensó de sí sino como fiel hijo de la Iglesia Romana, y al regresar a su
convento en 1512, recibió el título de Doctor de la Sagrada Escritura en su universidad de
Erfurt, y aceptó el profesorado de teología en la recién fundada y pequeña universidad de
Wittenberg. Al principio de su actividad como profesor, Lutero enseñaba la misma teología
que había aprendido en Erfurt. La única diferencia entre él y los demás profesores, era de
que él basaba los dogmas en la experiencia más bien que en principios filosóficos o
autoridad del Papa o de la Iglesia. Pero poco a poco vino a entender que era imposible
reconciliar sus principios con los de la teología antigua. Así pasaron cinco años.
En estas tesis sostuvo que el Papa no puede absolver sino de los castigos que el mismo
hubiera impuesto, y que estos no se extienden más allá de la muerte; que la absolución se
debe a todos los penitentes y que ésta no es indispensable. Más valen las obras de piedad y
de misericordia. Pregunta porqué el Papa no libra a todas las almas de una vez del
purgatorio, si es que de veras tiene este poder, movido de compasión por sus sufrimientos,
en lugar de sacarlas poco a poco por dinero. Estas tesis luego precipitaban una gran
discusión que aumentó en intensidad durante unos tres años. En este tiempo Lutero se
alejaba paulatinamente del dogma católico-romano mientras su comprensión de las grandes
verdades evangélicas se aclaraba cada vez más. Vino a reconocer como verdaderos
cristianos a algunos como Wycliffe y Huss que la Iglesia había condenado por herejes y aún
llegó al extremo de criticar severamente unas resoluciones de papas y concilios alegando
que estos como humanos podían errar.
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Llegó a basarse en las Sagradas Escrituras y en la razón convincente como las únicas
autoridades reconocidas por él.
El Papa después de tres años de discusión, vio que no era posible convencer a Lutero y
pensó hacerle callar por la fuerza una vez que no había logrado hacerlo por sus argumentos.
En 1520 lanzó al mundo la bula de excomunión condenando 41 de las tesis de Lutero y
ordenando a todos los magistrados que si no se retractaba dentro de sesenta días, que le
prendieran y le entregaran a Roma.
Durante los tres años de discusión grandes masas del pueblo y muchos de los príncipes
alemanes habían reconocido en Lutero a aquel que podía salvarles del yugo y de la
corrupción de Roma. As¡ no tenía él porque temer. Publicó un folleto contestando lo que él
llamaba «la bula del anticristo» y el 10 de Diciembre de 1520, en la plaza principal de
Wittenberg, ante una asamblea compuesta de profesores de la universidad, estudiantes y
otras muchas personas, quemó la bula con el libro de la ley canóniga y otros libros
romanistas
.
Salió en seguida de la asamblea sin que fuese molestado y luego emprendió camino para
Wittenberg bajo el mismo salvoconducto del emperador, mientras que este en consejo de
ministros acordó ponerle bajo el bando del imperio. Mientras Lutero seguía su camino para
Wittenberg se encontró con un escuadrón de caballeros que le apresaron y le llevaron a
Wartburgo, castillo inexpugnable de la Turingia. Estos fueron de sus mismos partidarios
que se valieron de este acto para ponerlo en seguridad. Allí pasó un año, tiempo que empleó
en hacer una traducción del Nuevo Testamento al alemán.
Exilio en el Castillo de Wartburgo
Aún estando en Wartburgo, Lutero tuvo noticias de unos desórdenes promovidos por sus
mismos partidarios, quienes en su celo por la Reforma habían empezado a romper imágenes
y destruir altares. Al saber esto decidió salir del Wartburgo para ir a corregir estos desmanes
y predicar una reforma más transigente. Manifestó su decisión a su ilustre huésped y este le
hizo ver lo arriesgado de su empresa, pues estando bajo el bando del imperio era un deber
de cada fiel súbdito del emperador matarlo. Lutero contestó que si cayera sería con Cristo y
que él preferiría caer con Cristo que estar en pié con César. La salida no le fue impedida y
con pocas predicaciones logró calmar los ánimos de los iconoclastas. El tiempo que siguió,
lo empleó en escribir tratados en defensa de la fe evangélica. En menos de un año había
escrito 183 folletos y obras religiosas.
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Una de sus principales controversias fue contra Enrique VIII de Inglaterra, quien había
escrito contra Lutero repitiendo las declaraciones de concilios y papas, sin ninguna solidez
filosófica. Por esto él, que después se separó de la Iglesia Romana, recibió del Papa el título
de «Defensor de la Fe». Lutero pulverizó todos sus argumentos y llegó al extremo de
llamarle «un asno coronado».
Una lucha parecida sostuvo contra Erasmo. Este era uno de los más notables hombres de
su época por su ilustración. También deseaba la Reforma de la Iglesia, pero no se atrevió a
separarse de Roma. El Papa le obligó que atacara a Lutero, y lo hizo, dirigiéndose contra la
doctrina luterana de la Predestinación. Pero era más bien una controversia de personalismos
en que Lutero echó en cara a Erasmo su falta de sinceridad y Erasmo trató a Lutero de
grosero y fanático campesino. Los príncipes alemanes fueron fieles a la Reforma y
rehusaron entregar a Lutero al Papa, como este les exigía en 1522 y también en 1524.
Lutero y su Matrimonio con Catarina Von Bohra
En el año 1525 Lutero contrajo matrimonio con Catarina von Bohra, quien había sido
monja y con otras varias había escapado de su convento y llegado a pedir la protección del
iniciador de la Reforma.
« Por ende también yo, siguiendo el hermosísimo ejemplo de los laicos teólogos, hago una
muy larga, ancha y profunda distinción entre la iglesia [feligresía] romana y la curia romana...
... sepan que están muy equivocados al tildarme de enemigo de la iglesia romana. No soy su
enemigo sino que le profeso el más puro amor, así como también a la iglesia cristiana entera.
Además, sé muy bien que algún día habré de morir, y cuando venga nuestro Señor Jesucristo
tendré que rendir cuentas acerca de la verdad, si la callé o la publiqué, y en general tendré que
dar cuenta acerca del talento que se me confió, ¡y pobre de mi si me llegase a juzgar por haberlo
escondido! (Mt. 25:26-30). Enfurézcase quien quiera, con tal de que yo no sea hallado culpable
de haber guardado un impío silencio; pues soy plenamente consciente de ser un deudor de la
palabra divina, por grande que sea mi indignidad. Nunca se ha podido discutir en serio el verbo
divino sin ocasionar peligro y derramamiento de sangre. Pero así como el Verbo murió en bien
nuestro, así exige que también nosotros muramos por él al confesarlo. El siervo no es mayor que
su señor. "Si a mi me han perseguido" -dice Cristo- "también a vosotros os perseguirán. Si han
guardado mi palabra, también guardarán la vuestra". (Jn. 15:20) »
Estatua de Lutero.