El Sujeto en Cuestion PDF
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Esta publicacin ha sido sometida a evaluacin interna y externa organizada por la Secretara de Investigacin de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educacin de la Universidad Nacional de La Plata.
Diseo: D.C.V. Federico Banzato
Correccin de estilo: Cristian Vaccarini
Ilustracin de tapa: Daniel Goncebat, Sin ttulo, Acrlico y tinta sobre papel, 2005.
Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina
2014 Universidad Nacional de La Plata
ISBN: En trmite
ndice
Presentacin ............................................................................................
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Presentacin
El problema del sujeto constituye uno de los rasgos distintivos de la reflexin filosfica contempornea. En efecto, una manera sugerente de presentar el impulso que anima a la filosofa contempornea es valerse de una
analoga con el desarrollo de la historia del arte desde el modernismo hasta
nuestros das. Segn la mirada que aportan Arthur Danto y Clement Greenberg sobre el desarrollo de la modernidad artstica, sta tiene su clave en la
apuesta filosfica de Kant. De acuerdo con Kant, el abordaje de los problemas
crnicos de la filosofa no requiere tanto de una garanta externa como de una
interior. Antes que plantear el problema de la adaequatio rei et intellectus,
o algn otro problema semejante acerca de la objetividad de nuestras capacidades, la posibilidad de hacer algn progreso depende, segn Kant, de un
paso previo: conocer al sujeto que conoce. Antes que plantear ingenuamente
el problema de la objetividad de nuestras representaciones, habra que comenzar representando las condiciones de la representacin. En el desarrollo
del arte denominado moderno asistimos a un espectculo semejante, en
efecto, el arte moderno se tom crecientemente a s mismo como tema. Desde
Manet, el arte intent, con sus propios recursos, captar su singularidad. De
esta manera, vemos aparecer en el lienzo lo que antes, en el arte que podramos llamar premoderno, estaba invisibilizado: la pincelada, el chorreado
de pintura, el plano, la superficie de la tela, etc. Se trata de la emergencia a
plena luz de los elementos antes disimulados por las convenciones que hacen
surgir la ilusin de profundidad en la produccin artstica. En consecuencia, la tarea del arte moderno es tanto una tarea de develamiento como de
autoconocimiento. Surga as el proyecto de representar pictricamente las
condiciones de la representacin pictrica. La pictoricidad como objeto de
representacin (pero el movimiento es general podra pensarse tambin en lo
escultrico, lo literario, lo teatral, etc.) depende enteramente de este gesto de
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elemento del orden del mundo, por tanto contingente. Entonces: necesario
o contingente?, emprico o trascendental? Las largas discusiones acerca del
lenguaje privado dan cuenta de la dificultad para responder a esta pregunta.
Por otra parte, llega a ser cuestionable que las viejas categoras, al reaparecer
en un marco diferente, puedan seguir cumpliendo con las funciones que les
eran asignadas en la modernidad. Por ejemplo, si el sujeto deja de ser una
categora bsica (siempre ya presupuesta), es decir, si se lo pasa a entender como el resultado de un complejo proceso de subjetivacin qu sentido
queda para la tradicional pretensin de autonoma vinculada a la nocin de
sujeto, como principio de la accin, del discurso, de la crtica, etc.? Cul es
el alcance posible de la crtica y la posibilidad de su despegue en relacin con
este proceso de subjetivacin? Si la nocin de significado remite a la de lazo
social, y sta a la de prcticas sociales que son siempre histricas qu ocurre
con la nocin de significado?; se vuelve tambin histrica?; qu estatuto
poseen las certidumbres con las que los hablantes se relacionan con sus enunciados? Y cmo debe pensarse la relacin entre disenso y sinsentido?; qu
papel juega la oposicin sentido-sinsentido en los mecanismos de exclusin
a travs de los que opera el poder? O dicho de otra manera: de qu modo se
inmiscuye el poder en esta separacin entre disenso legtimo y sinsentido?
La lista de interrogantes podra continuarse. Nos alcanza, con todo,
para nuestros propsitos, recoger slo algunos de ellos, para indicar que
entendemos que la filosofa contempornea es este trabajo de experimentacin con las preguntas, en el cual los interrogantes se formulan con vacilaciones que no obedecen a la desatencin de los pensadores o las pensadoras, sino a un destiempo y a una ambigedad que atraviesa los conceptos
como su suelo nutricio.
Los trabajos que siguen han sido desarrollados en distintas instancias.
La mayor parte de los textos fueron producidos en el marco del equipo de
investigacin que coordino, inscripto en el programa de incentivos a la investigacin de la Secretara de Polticas Universitarias en la Universidad Nacional de La Plata: Lenguaje y lazo social. Subjetivacin, sujecin y crtica en
algunas corrientes del pensamiento contemporneo (11/H653). Se sumaron
algunos investigadores de otras instituciones con los que trabamos contacto
en el desarrollo de nuestro trabajo. Otros artculos provienen de producciones
realizadas para seminarios en la UNLP. Los tres primeros trabajos se sitan
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la relacin con el entorno ya no tenga un punto de inicio en el salto problemtico de la conciencia hacia el exterior, contina siendo el individuo
el agente responsable de la elaboracin del sentido y de las posibilidades
con las que se encuentra, elaboracin que determina la configuracin de un
mundo en comn.
En dcadas posteriores Heidegger modifica esta concepcin. En primer
lugar, ya no supone que la pregunta por el ser requiere clarificar en sus estructuras existenciales al Dasein. El espacio en el que el Ser se dirige al hombre
es el espacio abierto por el Habla. E incluso este lugar no corresponde a
todo individuo sino que est reservado slo a los poetas, como veremos ms
adelante. En este desplazamiento, por lo tanto, ya no se puede hablar de una
concepcin general del sujeto que abarque toda relacin del hombre con el
mundo. En todo caso, es el Ser el que dirige la palabra a unos pocos individuos capaces de escuchar esa vocacin.
En este trabajo pretendemos analizar el movimiento mencionado, desde
la crtica de la subjetividad moderna que aparece en Ser y Tiempo, de 1927,
hasta la figura del poeta, con la que Heidegger consigue quitar al hombre de
su posicin de fundamento. Para esto nos interesa tomar en cuenta especialmente los desarrollos filosficos que explicitan este pasaje y que, como mencionamos sucintamente, implican una profunda meditacin sobre la tcnica
moderna y su vinculacin con la metafsica, por un lado, y sobre el lenguaje
y su relacin con el ser, por el otro.
De esta manera, desarrollaremos en primer lugar algunos aspectos del
giro mencionado, para analizar luego su relacin con la tcnica moderna y el
vnculo entre el ser y el lenguaje, tomando como eje las consecuencias negativas de asignar al hombre una posicin de fundamento. Finalmente, llevaremos a cabo una breve reflexin acerca de la salida que Heidegger ofrece y
que implica un tipo de intervencin humana encarnada en la figura del poeta
que, sin embargo, ya no puede verse dentro de la lgica de dominacin del
sujeto moderno.
Los fundamentos metafsicos de la primaca del modelo sujeto-objeto a partir de la filosofa moderna
Las consideraciones de Heidegger acerca del sujeto estn estrechamente
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ligadas a una discusin que atraviesa toda su obra: la discusin con la historia de la metafsica en torno a la recuperacin de la olvidada pregunta por
el ser. Segn el filsofo, la investigacin acerca del ser se habra desviado
desde sus orgenes hacia un preguntar por el ente. As, el ser fue entendido
como todo aquello que se hace presente bajo la luz del da; es decir, como
aquello que aparece bajo la forma de la presencia. En la poca moderna esta
interpretacin sufri un giro hacia la subjetividad, entendiendo que la investigacin ontolgica debe dar comienzo en las capacidades cognoscitivas del
hombre, en tanto que la certeza acerca de lo representado es lo que permite
hablar verazmente del mundo exterior percibido. De esta forma, el individuo
aparece como aquel ente sobre el que se funda toda realidad cognoscible; esto
es, como sustrato o subjectum, como fundamento de todo otro ente; ente que,
correlativamente, ser llamado objectum; es decir, aquello que est frente a
(un sujeto, en este caso).
Heidegger describe esta trasformacin moderna de la ontologa antigua
y medieval en muchas de sus obras, puesto que constituye en cierto modo el
fundamento que determina los fenmenos que preocupan al filsofo y sobre
el que se apoya la tradicin con la que ste discute. La scientia medieval, en
particular, sufre una transformacin radical para dar paso a la ciencia moderna, que tiene como base ontolgica la representacin. Respecto de la interpretacin moderna del conocimiento, afirma el filsofo en Ser y Tiempo:2
Ahora bien, en la medida en que el conocimiento forma parte de este ente
[el hombre], sin ser empero una propiedad externa, deber estar dentro
de l. Por consiguiente, cuanto ms terminantemente se sostenga que el
conocimiento est primera y propiamente dentro, y ms an que no tiene absolutamente nada del modo de ser de un ente fsico o psquico, tanto
ms libre de supuestos se cree proceder en la pregunta por la esencia del
conocimiento y en el esclarecimiento de la relacin entre sujeto y objeto
(ST, 13, p. 60/86).
En las citas pertenecientes a esta obra usaremos la sigla ST seguida del pargrafo al que
pertenece el texto citado, indicando la paginacin correspondiente a la edicin alemana de Max
Niemeyer, de 1967, seguida de la paginacin correspondiente a la traduccin castellana de Jorge
Eduardo Rivera C., en Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1997.
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Excepto que se especifique otra cosa, las cursivas en las citas utilizadas son del autor.
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Por esto mismo, el Dasein no est simplemente colocado de modo contemplativo frente al mundo sino que habita en l y lo comprende originariamente a travs del trato ocupado con los entes que lo rodean. Esta ocupacin
determina que los entes aparezcan siempre en una cierta significacin, segn
la cual se articulan tambin para el Dasein el mundo circundante y su coexistencia con los dems Dasein.6
Ms adelante, en el quinto captulo de esta primera seccin, Heidegger
exhibe el modo en que se articula el estar-en-el-mundo, que es la constitucin
fundamental de este ente; esto es, la estructura desde la cual se determinan
ontolgicamente sus posibilidades y maneras de ser (ST, 28, 130/155). A
continuacin expondremos brevemente las consideraciones heideggerianas
al respecto, a fin de mostrar en qu medida se apartan de la interpretacin
clsica acerca del sujeto desarrollada en la seccin anterior.
En primer lugar, el filsofo afirma que el modo originario en que se da
el habitar del Dasein en el mundo no es a partir de la mirada contemplativa,
desinteresada, sino a partir de una determinada disposicin afectiva [Befindlichkeit]. En efecto, son los estados de nimo los que determinan primariamente el encontrarse del Dasein; es decir, los que abren el mundo en una
cierta perspectiva y en una determinada tonalidad, al tiempo que habilitan
una suerte de precomprensin de la propia existencia. Esta precomprensin
revela la propia existencia en su carcter de carga y al Dasein en su condicin
de arrojado en el mundo.
Por esta previa orientacin atemtica, que muestra la co-pertenencia de
Dasein y mundo (a diferencia de la separacin entre el plano inmanente de la
conciencia y el plano trascendente de las cosas), es que Heidegger subraya la
importancia de la disposicin afectiva para la investigacin que est llevando
a cabo: desde un punto de vista ontolgico fundamental, es necesario confiar
el descubrimiento del mundo al mero estado de nimo. Una pura intuicin,
aunque penetrase en las fibras ms ntimas del ser de lo que est-ah, jams
podra descubrir algo as como lo amenazante (ST, 29, 138/162).
En segundo lugar, la condicin de arrojado que revelan los estados de
Al respecto, cf. ST, 12, 15-18. En el 15 Heidegger desarrolla la idea de que el trato
con los tiles implica un complejo remisional, de modo que con el uso de una cosa est presente
la referencia a los materiales que la componen, al espacio en que ese uso es necesario y a los
portadores y usuarios de esa herramienta (ST, 15 70-71/98).
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nimo no implica que el Dasein se halle simplemente ah, consciente de estar presente en el mundo. Antes bien, como adelantamos, el encontrarse en
el mundo se da en una cierta perspectiva, en un cierto comprender [Verstehen], anterior a cualquier auto-percepcin y a cualquier certeza proveniente
del conocimiento teortico (ST, 29 136/160). Esta comprensin muestra al
Dasein su estar-en-el-mundo en la forma de posibilidades hacia las cuales
siempre est proyectado, aun antes de elegirlas de modo reflexivo. Esta articulacin pragmtica del mundo no es un derivado de una primera inspeccin
desinteresada, sino que de ella derivan, en todo caso, la intuicin pura y el
pensar (ST, 31 147/171). A su vez, Heidegger llama interpretacin a la
elaboracin de las posibilidades abiertas en el comprender, tarea que implica
la explicitacin del modo en que las cosas son precomprendidas. As, [a]
la pregunta circunspectiva acerca de lo que sea determinado ente a la mano,
la interpretacin circunspectiva responde diciendo: es para [] (ST, 32
149/172). Esto implica, adems, que la interpretacin es previa al enunciado asertivo que determina el qu es de las cosas. S es P,como proposicin
temtica, deriva de una primera interpretacin en la forma S es para, que no
necesariamente es enunciada de manera explcita (ST, 33 157/181).7 De esta
forma, y frente a la tradicin, Heidegger intenta dejar claro, mediante la demostracin del carcter derivado del enunciado con respecto a la interpretacin y el comprender, que la lgica del logos est enraizada en la analtica
existencial del Dasein (ST, 33 160/183).
A partir de estas conclusiones, el filsofo analiza otro momento estructural del estar-en-el-mundo del que deriva el lenguaje efectivo en su manifestacin ntica: el discurso [Rede]. A este fenmeno corresponde la articulacin
del Ah; esto es, la articulacin en significaciones de la comprensibilidad
afectivamente dispuesta del estar-en-el-mundo (ST, 34 162/186). Segn
esto, el mundo en medio del cual habita el Dasein no slo est abierto de
antemano en una cierta comprensibilidad sino que se muestra de manera arti7
En este sentido, afirma Heidegger: El modo originario como se lleva a cabo la interpretacin no consiste en la proposicin enunciativa teortica, sino en el hecho de que en la circunspeccin del ocuparse se deja de lado o se cambia la herramienta inapropiada sin decir una sola
palabra. De la falta de palabras no se debe concluir la falta de interpretacin. Por otra parte, la
interpretacin circunspectiva expresada no es necesariamente, por ese solo hecho, un enunciado
en el sentido ya definido (ST, 33 157/181).
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culada, lo que implica, a su vez, que nunca se da una percepcin pura cuyos
datos sean cubiertos luego por una significacin. Por el contrario, el Dasein
est siempre en medio de los entes que se presentan de antemano de manera
significativa.8 Sin embargo, segn Heidegger, la filosofa ha pasado por alto
este fenmeno entendiendo que el lugar del logos es el enunciado asertivo,
obviando que de esa manera la ontologa se encamina hacia un anlisis de
los entes como si stos estuvieran meramente presentes para un sujeto, dejando sin aclarar la originaria significatividad en la que se articula el mundo a partir del trato ocupado (ST, 34 165/188). La investigacin filosfica
sobre el lenguaje debe meditar sobre este fundamento existencial; es decir,
debe preguntar por las formas fundamentales de una posible articulacin en
significaciones de todo lo que puede ser comprendido, y no slo de los entes
intramundanos conocidos de un modo teortico y expresados en proposiciones (ST, 34 189/166).
Estos anlisis en los que Heidegger seala la importancia ontolgica de
la cotidianidad del Dasein, del modo en que el Dasein articula e interpreta su
estar-en-el-mundo, previamente a cualquier exposicin temtica del afuera
de la conciencia, aparecen prefigurados en el 13 de la obra, cuando el filsofo deconstruye la relacin sujeto-objeto a la luz del modo de ser del Dasein y
muestra el carcter derivado de los supuestos sobre los cuales se ha asentado
la ontologa tradicional:
[]el conocimiento mismo se funda de antemano en un ya-estar-en-medio-del-mundo, que constituye esencialmente al Dasein. Este ya-estaren-medio-del-mundo no es un mero quedarse boquiabierto mirando un
ente que no hiciera ms que estar presente. El estar-en-el-mundo como
ocupacin est absorto en el mundo del que se ocupa. Para que el conocimiento como determinacin contemplativa de lo que est-ah llegue a
ser posible, se requiere una previa deficiencia del quehacer que se ocupa
8
En efecto, el Dasein, en cuanto estar-en-el-mundo, se encuentra ya siempre en medio
de los entes a la mano dentro del mundo y, de ningn modo, primeramente entre `sensaciones,
que fuera necesario sacar primero de su confusin mediante una forma, para que proporcionaran
el trampoln desde el cual el sujeto saltara para poder llegar finalmente a un `mundo. Por ser
esencialmente comprensor, el Dasein est primeramente en medio de lo comprendido (ST, 34
164/187).
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Al respecto, afirma Heidegger: precisamente la tarea ontolgica de una genealoga no
deductivamente constructiva de las diferentes maneras posibles de ser, necesita de un acuerdo
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Acerca de la distincin entre ser y sentido del ser, cf. Sheehan, 2007, donde el autor
desarrolla una tesis segn la cual esta diferencia es la clave para comprender la originalidad de
Heidegger frente a la metafsica aristotlica y la fenomenologa husserliana, al tiempo que coloca al Dasein en el lugar de la cosa misma (die Sache selbst).
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La tcnica moderna y el empobrecimiento del lenguaje: desplazamiento del sujeto desde el lugar de fundamento a la
posicin de objeto disponible para el imperar de la tcnica
En su conferencia de 1962 Lenguaje de tradicin y lenguaje tcnico, Heidegger resume sus reflexiones acerca del carcter amenazante
de la tcnica, la importancia de una consideracin ontolgica antes que
antropolgica de la misma, y los efectos del despliegue tecnolgico sobre
el lenguaje y sobre el hombre, en tanto ente caracterizado por la capacidad de hablar. All seala que la transformacin tcnica del lenguaje en
un sistema de envo y recepcin de mensajes afecta a la esencia misma
del hombre, puesto que ste es el nico ente que tiene habla y el habla
es, originariamente, el espacio en el que el ser de las cosas se muestra
(Heidegger, 1996b).
A continuacin desarrollaremos algunos aspectos de esta constelacin,
con el fin de mostrar en qu medida la comprensin subjetivista que piensa la
tcnica y el lenguaje como instrumentos creados y dominados por el hombre
desaloja al propio sujeto de su posicin de fundamento y lo convierte en mero
objeto en manos de un acontecer que impera sobre l. En este marco se ver
la importancia de la reflexin heideggeriana sobre el lenguaje en la poca del
viraje, as como la aparicin de la figura del poeta en el intento de interferir
en la lgica de la tcnica.
Habla y Ser: la relevancia ontolgica del lenguaje potico
La urgencia de pensar las relaciones y efectos entre la tcnica y el lenguaje se debe al modo en que, como ya adelantamos, Heidegger piensa este
ltimo luego del viraje.
Mientras que con la palabra Rede (discurso) se haca alusin al modo
constitutivo del Dasein por medio del cual el mundo se da siempre en una articulacin significativa, con Sprache (Habla) se hace alusin a algo que excede el mbito lingstico humano: la instancia donde el ser se dona o acontece.
Es por esto que Heidegger intenta hacer visible la distincin entre el lenguaje
concebido desde el punto de vista antropolgico como mero instrumento para
referir el mundo exterior y los estados de conciencia, y el lenguaje entendido
como aquello que permite al hombre tener mundo; esto es, como el espacio
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en el que tiene lugar la genuina apertura del ser (Heidegger, 1958: 103, Hlderlin y la esencia de la poesa). Para este filsofo, el hecho de que se considere al lenguaje primeramente en su condicin referencial es deudor de una
idea metafsica segn la cual a un sujeto se le presentara perceptivamente
una serie de objetos que, a los fines prcticos, deben ser llamados de alguna
manera para poder ser evocados cuando ya no estn en el campo sensorial.
En esta versin, el lenguaje aparece como un ente disponible para el sujeto.
Frente a esto, la conexin entre Habla y Ser, ms all de la famosa frase El
habla es la casa del ser, intenta volver sobre una experiencia pasada por alto
en la voluntad metodolgica y verificacionista de dominio sobre el ente: la
experiencia del sentido. Es decir, el hecho de que, antes de la pura contemplacin, nos insertamos en un universo de sentido donde las cosas aparecen
como tales a partir de la palabra que las nombra.
En este sentido, Heidegger sostiene que slo el lenguaje dice lo que las
cosas son. Esta instauracin del ser en el lenguaje es analizada, entre otros,
en el texto correspondiente a la conferencia La esencia del habla, cuando
el filsofo interpreta el verso: ninguna cosa sea donde falta la palabra, perteneciente al poema de Stefan George, La Palabra, diciendo que algo es
solamente cuando la palabra apropiada y por tanto pertinente lo nombra
como siendo y lo funda as cada vez como tal (Heidegger, 2002: 123, La
esencia del habla).
Ahora bien, Heidegger seala al mismo tiempo que el Habla misma,
como morada del ser, nunca o casi nunca llega al lenguaje. De ella no se puede hablar, precisamente porque de esa manera se la objetivara y distorsionara. La relacin del hombre con el Habla, y desde all con el ser, no puede
producirse desde una actitud cognoscitiva sino slo a partir de una disposicin para escuchar lo que de all proviene, en la forma de una experiencia en
la que el ser habla en el Habla (Heidegger, 2002: 119, La esencia del habla).
Frente a esto, la bsqueda de respuestas, la necesidad de certeza, la indagacin que manipula objetos y los dispone segn el afn de alcanzar verdades
tiles son actitudes que violentan el estar de las cosas e impiden demorarse
entre ellas, permanecer en su cercana y escuchar lo que de ellas proviene
(Heidegger, 1996a: 18, El origen de la obra de arte). No obstante, esa experiencia no depende de la voluntad de un sujeto. Como mencionbamos, lo
que se requiere es una disposicin para ella. Esta disposicin, a su vez, es
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prtesis necesaria para suplir las carencias de nuestra especie, escasamente equipada desde el punto de vista de las adaptaciones biolgicas.17
As, latcnica surgira como respuesta del hombre a la necesidad de supervivencia en un medio para el que carece de recursos; es decir, como un
medio destinado a un fin determinado. Sin embargo, para Heidegger esta
concepcin antropolgico-instrumental impide efectuar la pregunta por la
verdadera esencia del fenmeno. Si bien la idea de una prtesis puede dar
cuenta del surgimiento de la tcnica, no permite explicar el carcter peculiar que sta adquiere en la modernidad.
Mientras que en pocas pasadas la tcnica tena un carcter artesanal,
determinado por el modo en que los instrumentos se coordinan con la accin
de los elementos, como las aspas del molino (Heidegger, 2001: 16), en la
modernidad se invierte la relacin; esto es, la naturaleza se pone a disposicin
de la tcnica: Al aire se lo emplaza a que d nitrgeno, al suelo a que d
minerales, al mineral a que d, por ejemplo, uranio, a ste a que d energa
atmica, que puede ser desatada para la destruccin o para la utilizacin pacfica (Heidegger, 2001: 16). Es por esto que su esencia, afirma Heidegger,
se plantea como una provocacin, como una exigencia o imposicin [Gestell]
para que la naturaleza d sus frutos, de modo que, en un registro ontolgico,
la tcnica aparece como un modo unidimensional de interpelar a las cosas.
Bajo su imperio, no se piensa en el ser de las cosas sino que se las concibe de
antemano como meras existencias en reserva, como un stock dispuesto para
la utilizacin. Pero ms an: este modo de comprender al ente no slo ya no
est en manos del sujeto, sino que adems emplaza o provoca al propio
hombre a comportarse de acuerdo con la lgica de la imposicin. Como seala Mario Presas,
[e]l orden tcnico-sistemtico, que encierra para el hombre moderno la
ms alta meta de la cultura, deriva, con toda coherencia, de una previa geometrizacin o cuantificacin de lo real. De tal modo es as, que
el hombre mismo, en tanto cosa que piensa, pone entre parntesis su
misma situacin concreta, su ndice existencial. La verdad del hombre
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Para una exposicin detallada de esta concepcin dominante en la reflexin filosfica
sobre la tcnica, cf. Parente, 2010b.
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habitual acerca del habla como capacidad y obra del hombre, que implica
el hecho de expresar y participar a los dems de los pensamientos con el
fin de entenderse en la comunicacin, habilita su consideracin puramente
instrumental. Precisamente, la interpretacin del lenguaje como herramienta
para la comunicacin es la que cobra auge en la era de la tcnica moderna:
el lenguaje es informacin, y cuanto ms unvoco y seguro sea, ms an se
afirmar en su carcter de til. Ahora bien, esta concepcin, cuyo ejemplo
ms acabado es el lenguaje computacional, representa al mismo tiempo un
ataque al modo propio de ser del lenguaje; esto es, a su capacidad de mostrar
al hombre la relacin esencial entre las palabras y las cosas, ya no bajo la forma de la referencia sino, como desarrollamos en la seccin anterior, en tanto
que apertura al ser de la cosa.
A esto se refiere Heidegger cuando, en su conferencia de 1951 Construir
Habitar Pensar, sostiene:
La exhortacin sobre la esencia de una cosa nos viene del lenguaje [].
Sin embargo, mientras tanto, por el orbe de la tierra corre una carrera
desenfrenada de escritos y de emisiones de lo hablado. El hombre se
comporta como si fuera l el forjador y el dueo del lenguaje, cuando en
realidad es ste el que es y ha sido siempre el seor del hombre. Tal vez,
ms que cualquier otra cosa, la inversin llevada a cabo por el hombre,
de esta relacin de dominio es lo que empuja a la esencia de aqul a lo no
hogareo []. De entre todas las exhortaciones que nosotros, los humanos, podemos traer desde nosotros al hablar, el lenguaje es la suprema y
la que, es todas partes, es la primera (Heidegger, 2001: 108).
As, el Habla confa al hombre la posibilidad de otro tipo de trato con las
cosas, distinto de la exigencia y la provocacin a que lo urge la tcnica. En
contraposicin, el lenguaje pensado como informacin reproduce la relacin
unilateral de dominio y representacin, que slo permite acceder a las cosas
en su carcter de objetos disponibles. Al mismo tiempo, y como vemos en la
cita,esta amenaza que pesa sobre el lenguaje pesa tambin sobre el hombre,
en tanto que su esencia consiste en ser hablante; es decir, en tanto ente que es
requerido por el lenguaje para mostrar lo que es.
En medio de este panorama, la capacidad operativa con que el sujeto
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moderno se autocomprende capacidad que, por otra parte, fundamenta ontolgicamente toda empresa humana hace suponer que los excesos de la
tcnica pueden ser subsanados con un buen uso de la misma, desarrollando
nuevas tecnologas destinadas a revertir las consecuencias no esperadas de
los avances anteriores. Frente a esto, Heidegger es terminante. En la conferencia de 1955, Serenidad, afirma: Los poderes que en todas partes y a todas
horas retan, encadenan, arrastran y acosan al hombre [] hace tiempo que
han desbordado la voluntad y capacidad de decisin humana, porque no han
sido hechos por el hombre (Heidegger, 1994: 24).
Es por eso que, para este filsofo,
[] ningn individuo, ningn grupo humano ni comisin, aunque sea de
eminentes hombres de Estado, investigadores y tcnicos, ninguna conferencia de directivos de la economa y la industria pueden ni frenar ni
encausar siquiera el proceso histrico de la era atmica. Ninguna organizacin exclusivamente humana es capaz de hacerse con el dominio sobre
la poca (Heidegger, 1994: 25).
Esto mismo reitera aos despus, en 1966, en su entrevista con Der Spiegel, cuando ante la pregunta por las posibilidades de la filosofa para intervenir en este proceso, afirma: la filosofa no podr operar ningn cambio
inmediato en el actual estado de cosas del mundo. Esto vale no slo para la
filosofa sino especialmente para todos los esfuerzos y afanes meramente humanos. Slo un dios puede an salvarnos (Heidegger, 2009: 71).
Ahora bien, si la tcnica moderna desplaza al sujeto del lugar de dominio sobre lo ente y si el intento de recuperacin de la capacidad de dominio
redunda en una reproduccin y consumacin de la esencia de la tcnica, qu
puede operar el hombre frente a las amenazas que este fenmeno representa?
La salida, como podemos prever, no puede pensarse como una tarea
encaminada a dominar el desarrollo tecnolgico y sus consecuencias negativas sobre el espacio vital humano. Como seala Dominique Janicaud en su
discusin sobre el rol de la filosofa heideggeriana en las disputas ecolgicas
actuales, para Heidegger toda ideologa de transformacin inmediata o directa de la dominacin es un sub-producto de la metafsica de la edad tcnica (Janicaud, 1993: 54).
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Conclusiones
de dominacin que reviste al sujeto moderno y a su consecuente transformacin en mera mercanca. Precisamente, la consumacin de la concepcin
metafsica moderna en la forma de una completa disponibilidad del objeto
por parte del sujeto que supone la tcnica ha llevado a una inversin de la
relacin de dominacin, de modo que el hombre ya no essujeto sino que est
sujeto a un modo de comprensin del ser del ente que lo excede y lo coloca a
l mismo entre las mercancas disponibles.
Ahora bien, en un espacio en el que el hombre ya slo responde a la solicitud de la tcnica y donde el lenguaje prolifera bajo la forma de informacin, es
el poeta, por tener otro tipo de trato con el lenguaje, el nico capaz de escuchar
la interpelacin del Ser, que indica la esencia de las cosas, en contraposicin a
la lgica de la disponibilidad y la manipulabilidad del ente, constitutiva de la
esencia de la tcnica. De esta manera, Heidegger puede mantener su proyecto
de bsqueda del sentido del ser, pero sin recaer en una filosofa del sujeto, al
mismo tiempo que puede responder a los desafos de la tcnica ontolgicamente entendida como consumacin de la subjetividad moderna desde una
actitud que escapa a la lgica impositiva de este fenmeno.
Bibliografa
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43
contraconcepto a la categora de sujeto y como auto-re-presentacin, y adems se examina qu es lo que la obra de arte re-presenta o de qu es mmesis
en el marco de la esttica gadameriana.
UNLP. Recoge, asimismo, el trabajo realizado en el marco del proyecto H653 Lenguaje y lazo
social. Subjetivacin, sujecin y crtica en algunas corrientes del pensamiento contemporneo.
Director: Pedro Karczmarczyk. Programa de Incentivos IdIHCS, Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educacin, UNLP. Recupera, finalmente, la labor efectuada en una estancia de
investigacin bajo la tutora de la Dra. Mara Antonia Gonzlez Valerio en la Universidad Nacional Autnoma de Mxico, durante febrero de 2013. Proyecto: Juego y mmesis en la esttica
gadameriana. Sus implicaciones para la recuperacin del valor cognitivo del arte. Posgrado de
Filosofa, Facultad de Filosofa y Letras, UNAM.
2
Gadamer (1992: 390) mismo subraya este punto: Trat de superar desde el concepto de
juego las ilusiones de la autoconciencia y los prejuicios del idealismo de la conciencia.
Agrega adems: La originalidad de Gadamer consiste en pensar la verdad del arte, la verdad
del ser que se muestra en el arte, a partir del fenmeno del juego (Ziga, 1995: 199). Cabe destacar,
asimismo, el nfasis que este autor pone en la funcin directiva que tiene el arte en la hermenutica
gadameriana, ya que desde l fundar Gadamer sus ideas de ser y verdad. Cf Ziga, 1995: 190.
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45
Vemos entonces que la belleza libre, propia del juicio de gusto puro, contribuye a desplazar la esttica hacia el terreno de una pura subjetividad que
se manifiesta libremente en la creacin artstica del genio:5 El significado
sistemtico del concepto de genio queda as restringido al caso especial de la
belleza en el arte, en tanto que el concepto de gusto contina siendo universal (Gadamer, 1991: 88).
La obra de arte bella es producto de la unin del gusto y del genio,
y, como aduce Garca Leal (2004: 89, cursiva en el orginal) siguiendo a
Gadamer, slo har falta, despus, que el neokantismo, para refrendar
el papel constituyente de la subjetividad, establezca la vivencia como el
hecho central de la conciencia, como el elemento original en el que puede descomponerse y al que remite toda significacin. Entiende Gadamer,
entonces, que la reflexin kantiana lleva a cabo una subjetivizacin de la
esttica que da lugar tanto a la prdida del valor cognitivo del arte como a
la prdida de la tradicin humanista,6 en cuanto los conceptos de gusto y
sentido comn se desvinculan de la comunidad y de su sustrato histrico,
enraizndose slo en un tipo particular de subjetividad: Lo bello en la
naturaleza o en el arte tiene un nico y mismo principio a priori, y ste se
halla por entero en la subjetividad (Gadamer, 1991: 90).
Volvamos ahora al concepto de juego, y veamos por qu Gadamer tambin se separa de la concepcin esbozada por Friedrich Schiller en sus Cartas
sobre la educacin esttica del hombre (1795). Segn Gadamer como seala Garca Leal (2004: 89)-, es Schiller quien da el salto por el que lo esttico
Como afirma Karczmarczyk (2007: 145), para Kant no es el arte el que puede motivar la
idea de nuestra determinacin moral, sino nicamente la belleza natural. Es sta la que nos posibilita pensar que ocupamos un lugar especial en el orden del mundo, y que existe una orientacin
de la naturaleza hacia nosotros.
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Cf. Gonzlez Valerio 2005: 46. Esta alteridad que es explicada a partir del espectador es introducida por Gadamer, adems de la del jugador que deviene otro cuando juega y del jugar-con.
51
del juego explicadas, Gadamer define el paso del juego hacia el juego del arte
a partir de la introduccin del espectador. Aqu, la representacin dramtica
constituye el punto de partida para clarificar el carcter general del arte.
Tanto el juego del arte como el juego cultual se caracterizan por ser representacin para un espectador:
Aqu el juego ya no es el mero re-presentarse a s mismo de un movimiento ordenado, ni es tampoco la simple re-presentacin en la que se
agota el juego infantil, sino que es re-presentacin para []. Esta remisin propia de toda re-presentacin obtiene aqu su cumplimiento y se
vuelve constitutiva para el ser del arte (Gadamer, 1991: 152).
Como totalidad de sentido, el juego es un mundo cerrado en s mismo,
pero se trata tambin de un mundo abierto en tanto no hay juego sin espectador: Slo en l alcanza su pleno significado (Gadamer, 1991: 153). Es en
el espectador donde culmina y se cumple el modo de ser del juego como representacin; slo en l el jugar de los actores cobra su sentido:
el que lo experimenta de manera ms autntica, y aqul para quien el
juego se re-presenta verdaderamente conforme a su intencin, no es el
actor sino el espectador. Es en l donde el juego se eleva al mismo tiempo
hasta su propia idealidad (Gadamer, 1991: 153)
En el juego escnico el espectador ocupa el lugar del jugador, y es l
quien lleva al cumplimiento efectivo y total el re-presentarse del juego, pero
Respecto del jugar-con, afirma Gadamer (1991: 148-149) que, sin que sea necesario que
haya otro jugador real, siempre tiene que haber algn otro que juegue con el jugador y que
responda a la iniciativa del jugador con sus propias contrainiciativas.
Incluso quien mira el juego de otro es algo ms que un simple observador, es parte de l,
participa: Me parece, por lo tanto, otro momento importante el hecho de que el juego sea un
hacer comunicativo tambin en el sentido de que no conoce propiamente la distancia entre el que
juega y el que mira el juego (Gadamer, 2005:69).
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La alegra por el disfraz, la alegra de re-presentar a otro distinto del que se es y la alegra
del que reconoce lo re-presentado en el que re-presenta, muestran cul es el sentido autntico
de la re-presentacin imitativa: en modo alguno comparar y juzgar cunto se aproxima la representacin a lo que se quiere re-presentar en ella (Gadamer, 1996: 126).
19
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el mundo para hacerlo aparecer en su forma esencial, purificada del encuentro casual. Esto implica considerarla como posibilidad de comprensin del
mundo a partir de una abstraccin que tiende a la universalizacin al representar las cosas de un modo en que podran ser, y no lo que es.21
En el re-conocimiento, sostiene Gadamer, no solamente se hace visible
el universal, sino que adems se re-conoce uno a s mismo, lo que presupone
la existencia de una tradicin en la que todos puedan comprenderse y encontrarse a s mismos:22
Todo re-conocimiento es experiencia de un crecimiento de familiaridad;
y todas nuestras experiencias del mundo son, en ltima instancia, formas con las cuales construimos nuestra familiaridad con ese mundo. El
arte, en cualquier forma que sea tal parece decir, con todo acierto, la
doctrina aristotlica-, es un modo de re-conocimiento en el cual, con ese
re-conocimiento, se hace ms profundo el conocimiento de s, y con ello,
la familiaridad con el mundo (Gadamer, 1996: 89).
A partir del pensamiento de Aristteles, Gadamer (1996: 92) concibe la
mmesis como categora esttica universal.23 Esto quiere decir que no es una
categora vlida solamente para un determinado momento de la historia del arte
o para ciertas artes, ni limita al arte a re-presentar la naturaleza, sino que es pensada como una categora con un sentido ontolgico y no histrico, que permite
considerar adems la pintura abstracta y la msica como mmesis.
El sentido de la mmesis consiste nicamente en hacer ser ah a algo
(Gadamer, 1996: 126). No quiere decir, entonces, ni la representacin que
21
Cf. Gonzlez Valerio, 2010: 91. Aristteles considerar a la poesa ms filosfica que
la historia, puesto que sta, al describir las cosas de un modo en que podran ser, tiene parte en
la verdad del universal.
22
Segn Gadamer (1996: 89), tal tradicin vinculante era, para el pensamiento griego,
el mito, contenido comn de la representacin artstica: Este reconocer del ese eres t, que
acontece en el espectculo del teatro griego ante nuestros ojos, este conocerse en el re-conocerse,
estaba sostenido sobre todo el mundo de la tradicin religiosa de los griegos, sus dioses y las
leyendas de sus hroes, porque su presente se derivaba de su pasado mtico-heroico.
23
En tanto categora esttica universal, la mmesis, aduce Gadamer (1996: 92), encierra
en s las categoras de expresin, imitacin y signo.
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del arte como re-presentacin en la que emerge lo que es, como forma
de ser autnoma y superior en tanto es superacin de esta realidad en su
verdad (Gadamer 1991: 157).
Mas este mundo que la obra re-presenta lo vivimos como propio, reconocindonos en ella. Es este el sentido cognitivo que para Gadamer existe
en la mmesis, el cual es entendido como re-conocimiento. Sin embargo, no
se trata de una confirmacin de lo ya conocido, sino que se conoce algo ms
de lo ya conocido (Gadamer, 1991: 158). La obra mimetiza el mundo, lo
transforma, lo hace aparecer de otro modo, de uno que slo est en la obra. Es
un poner de relieve aquello que en la cotidiana existencia se pasa de largo:
La relacin mmica original que estamos considerando contiene, pues, no
slo el que lo re-presentado est ah, sino tambin que haya llegado al ah
de manera ms autntica. La imitacin y la representacin no son slo
repetir copiando, sino que son conocimiento de la esencia [] verdadero
poner de relieve (Gadamer, 1991: 159).
La mmesis hace visible y hace aparecer, manifiesta la esencia ms propia de la cosa. En tal sentido, enfatiza Gadamer (1991: 159): el ser de la
re-presentacin es ms que el ser del material re-presentado, el Aquiles de
Homero es ms que su modelo original. Esto significa que lo re-presentado
alcanza su verdadero ser, se conoce ms, bajo una luz diferente. La obra de
arte no es una copia del ser, sino que lo acrecienta.
La mmesis, afirma Gadamer, es testimonio de orden, ya que por medio de ella la obra construye y ordena el mundo; lo configura dndole sentidos. El arte establece nexos de sentido, pone de relieve, enfatiza, dota a la
realidad de significaciones que previamente no tena, hace surgir algo que
antes no resultaba visible, que se ocultaba a la mirada rutinaria, convencional
y lo extrae as del montn indiferenciado de las cosas:
Mientras una obra eleve aquello que re-presenta, o aquello como lo que
se re-presenta, a una nueva conformacin, a un nuevo y diminuto cosmos, a una nueva unidad de lo tensado en s, de lo unido en s, de lo
experiencia cuya elucidacin busca extender los conceptos de conocimiento, verdad y realidad.
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Consideraciones finales
El esfuerzo terico de Gadamer est encaminado a devolver la primaca a la obra de arte, de forma que la conciencia esttica, despojada de sus
pretensiones constituyentes, deje de ser tal para convertirse en conciencia
hermenutica. Gadamer procura que el punto nodal de su esttica, la que se
encuentra ntimamente imbricada con su propuesta hermenutica, no sea ni
la subjetividad del creador ni la del receptor, sino la obra misma concebida
como conformacin, como totalidad de sentido transformadora del mundo y
posibilidad de emergencia del ser. En tal sentido, su inters en la restauracin
de la dimensin cognitiva del arte depende, segn l cree, de una nueva fundamentacin de la esttica, no subjetiva.
Precisamente, el concepto de arte como juego es introducido en Verdad
y mtodo como una manera de superar la subjetividad de la esttica y, como
contraconcepto de la categora de sujeto, est diseado para captar el sentido
por el cual nuestra experiencia del arte es un acontecimiento que nos sucede
61
Bibliografa
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A modo de introduccin1
Hacia fines de la dcada del 30, Jean-Paul Sartre y Jacques Lacan, desde diferentes marcos conceptuales y desde la especificidad implicada en sus
respectivas disciplinas tericas (filosofa / psicoanlisis), dirigen una serie
de crticas al ego cogito. A partir de su formulacin cartesiana, la nocin de
ego haba recorrido y dominado la escena filosfica, manteniendo durante
casi tres siglos ciertas caractersticas fundamentales: universalidad, apodicticidad, autoevidencia y, vinculado a aquellas, el estatus de punto de partida
seguro para la ciencia y la filosofa. Hacia la primera mitad del siglo XX, sin
embargo, este ego comienza a tornarse cada vez ms difuso; se inicia as un
proceso que alcanza su cnit en la dcada del 60, de la mano del estructuralismo. Es en el curso de este proceso, en los trazos iniciales de una lnea
oscilante que termina por volverse sentencia muerte del hombre, donde
queremos resituar a Lacan y, lo que resulta ms polmico, tambin a Sartre.
Ambos cuestionan a un yo que ha dejado de ser sujeto y que ha devenido
objeto; un yo que ha perdido su autoevidencia tradicional y que se ha vuelto
no slo dudoso sino fundamentalmente ficticio.
El propsito que orienta este trabajo supone entonces la puesta en diEste artculo fue presentado como trabajo final para el seminario Subjetividad, poder y
crtica. Perspectivas contemporneas, dictado en la UNLP por el Dr. Pedro Karczmarczyk, a
quien le agradezco las sucesivas lecturas crticas que fueron dando forma a este trabajo y que me
animaron a seguir desarrollando estos temas en la tesis de licenciatura.
1
64
logo de estos dos autores, a primera vista dismiles, tomando como punto de
partida las objeciones a la idea tradicional de yo en sus escritos tempranos
(en los que se vislumbra ms claramente la crtica al cartesianismo). Esto nos
posiciona, por un lado, frente a un joven Sartre que por esas pocas haba
escrito ms sobre psicologa fenomenolgica que sobre filosofa; y por otro
lado, frente al psicoanlisis, todava ms prximo a la fenomenologa que al
estructuralismo, del primer perodo de Lacan.2 Tal eleccin, a su vez, nos permite realizar un breve anlisis del panorama filosfico en las dcadas previas
a la famosa muerte del sujeto o muerte del Hombre (Canguilhem). As,
nos centraremos en el primer perodo de la produccin filosfica de Sartre:
fundamentalmente La trascendencia del ego (1936), pero tambin Bosquejo
de una teora de las emociones (1939) y El ser y la nada (1943). Respecto de
los escritos de Lacan, analizaremos exclusivamente Ms all del principio
de realidad (1936), Acerca de la causalidad psquica (1946) y, fundamentalmente, El estadio del espejo como formador de la funcin del yo [je] tal
como se nos revela en la experiencia psicoanaltica (1949).
En primer lugar, analizaremos los caminos recorridos por ambos autores;
caminos diferentes que derivan, sin embargo, en una conclusin comn que
afirma al yo como ficcin. Ficcin, sin embargo, se dice de muchas maneras: por un lado, la ficcin puede asemejarse a una suerte de pantalla o velo
que obtura el acceso a la Realidad; pero tambin puede ser concebida como
una ficcin necesaria; es decir, como la representacin necesariamente
imaginaria de una realidad que permanece inasible.
Estas dos formulaciones de la idea de ficcin y, correlativamente, de la
idea ficcional sobre la cual nos centraremos: el yo personal se corresponden a su vez con dos interpretaciones diferentes del concepto de ideologa;
2
En estos escritos tempranos, Lacan an se halla fuertemente influido por el pensamiento
hegeliano, al cual accede a travs de A. Kojve, marca distintiva de la recepcin francesa de
Hegel (y de la cual tambin es partcipe, por supuesto, Jean-Paul Sartre). Cfr. Borch-Jacobsen,
1995. Sin embargo, en el proceso de recepcin de Hegel en Francia tambin juega un rol fundamental la figura de Jean Hyppolite. La lectura existencialista de Hyppolite en la Gnesis y
estructura de la fenomenologa del espritu influye de manera directa en Sartre, pero tambin
en Lacan, quien incluso invita a Hyppolite a dar una clase en su seminario en el Hospital SainteAnne durante el ao acadmico 1953-54. Esta clase fue editada bajo el ttulo de Comentario
hablado sobre la Verneinung de Freud, por Jean Hyppolite. Cfr. tambin Lacan, Introduccin
al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud, en Lacan, 2010.
65
Desde sus primeros escritos, Sartre se muestra crtico con la tradicin filosfica. Uno de los tantos nudos gordianos heredados del idealismo es el problema del solipsismo: el ego cogito, vctima del encierro solitario de la absoluta
indubitabilidad, no logra inferir con la misma certeza la existencia del Otro.
Sartre considera que la causa del solipsismo radica en un error tradicional,
mantenido y alimentado por las filosofas posteriores (en particular, la fenomenologa husserliana): el haber ubicado el yo al interior de la conciencia, como
un habitante de sta, en lugar de comprenderlo como un objeto en el mundo.
Para Sartre, demostrar que el ego no es la pura interioridad (y como tal,
un hecho incomunicable) abre la posibilidad de refutar el solipsismo. En palabras de Simone de Beauvoir (refirindose a La trascendencia del ego): Lo
que ms le importaba [a Sartre] era que esta teora, y ella sola, a su entender,
permita escapar al solipsismo, lo psquico, el Ego, existiendo para el prjimo
y para m de la misma manera objetiva (Beauvoir, 1966: 200). Pero para ello
era preciso reformular la manera en que el sujeto y el yo haban sido concebidos por las filosofas anteriores.
En La trascendencia del ego, Sartre propone una filosofa no-egolgica,
es decir, una filosofa que abandone la idea de yo como principio originario.
Tal superacin del yo haba sido planteada por Husserl en las Investigaciones
lgicas, vol. 2, aunque slo en la primera edicin [1901]: He de confesar que
66
En la segunda edicin de las Investigaciones (1913), Husserl aade una nota aclarando su
cambio de posicin y su actual aceptacin del Yo trascendental.
4
67
do). Para Sartre, la conciencia es impersonal. En un primer nivel pre-personal, es decir, anterior al yo se encuentra la conciencia de primer grado,
irrefleja. Dado que sta se define como conciencia de objetos, slo puede
conocerse como conciencia intencional. Se trata aqu de una conciencia que
toma conciencia de s en tanto es conciencia de un objeto trascendente
(Sartre, 2003: 40), y por ello es no-posicional o no-ttica.
As, en un primer nivel la conciencia no se toma a s misma por objeto,
sino que se conoce irreflexivamente slo en la medida en que es conciencia
de objetos trascendentes. Sin embargo, como indica Sartre, toda conciencia
irrefleja, siendo conciencia no-ttica de s misma, deja un recuerdo no-ttico
que s se puede consultar (Sartre, 2003: 46). En efecto, la conciencia puede
en un segundo momento volverse sobre s misma a travs del recuerdo. Se
trata de la conciencia de segundo grado.
Es en este horizonte reflexivo donde surge el yo. En palabras de Sartre:
Puedo siempre efectuar cualquier rememoracin en el modo personal, y entonces el Yo aparece de inmediato (Sartre, 2003: 43). De este modo, a partir
del recuerdo, cada una de mis conciencias se revela como provista de un yo.
Retomando el ejemplo presentado por Sartre: Cuando corro a coger el tranva, cuando miro la hora, cuando me absorbo en la contemplacin de un retrato, no hay Yo: hay conciencia del tranva que tengo que coger, etc. (Sartre,
2003: 48). Mientras estoy absorto en una lectura, hay conciencia del libro, de
los hroes de la novela, pero el Yo no habita mi conciencia. Sin embargo, puedo evocar dicha lectura: es en ese momento cuando hace su aparicin el ego.
Si analizamos el argumento sartreano, notamos que su fuerza procede del
siguiente axioma: lo reflexivo nunca puede preceder a lo irreflexivo. Citamos
a Sartre: Lo irreflejo tiene prioridad ontolgica sobre lo reflejo, porque de
ningn modo necesita ser reflejado para existir, y porque la reflexin supone
la intervencin de una conciencia de segundo grado (Sartre, 2003: 57). La
prioridad del plano irreflexivo se mantiene a lo largo de toda la produccin
temprana de Sartre. En Esquisse dune thorie des motions (1939), Sartre
afirma: Ciertamente, podemos reflexionar sobre nuestra accin. Pero la mayor parte de las veces una operacin sobre el universo se lleva a cabo sin que
el sujeto abandone el plano irreflexivo (Sartre, 2003b: 73).5 El ejemplo ele5
La traduccin es nuestra.
68
gido en esta obra es el acto de escribir: cuando escribo, afirma Sartre, no tengo
conciencia de escribir (conciencia de segundo grado / reflexiva) sino que estoy
perdido en las palabras, en la escritura misma. En este plano irreflexivo, tampoco hay sitio para el yo, de modo que en lugar de comprender las palabras como
escritas por m, aprehendo intuitivamente las palabras en tanto que poseen
esta cualidad estructural de surgir ex nihilo (Sartre, 2003b: 73-74).
Todava en 1943, en el horizonte de reflexiones ms amplio de Ltre et
le nant, Sartre reformular estas ideas tempranas, manteniendo sin embargo
los mismos supuestos. La primaca del plano irreflexivo ser tematizada nuevamente, ya no slo en el marco de una crtica negativa del cogito cartesiano,
sino proponiendo una ampliacin (tambin crtica) del mismo: nos referimos
al cogito prerreflexivo.6
As, la reflexin no tiene primaca de ninguna especie sobre la conciencia
refleja [rflchie]: sta no es revelada a s misma por aquella. Al contrario, la conciencia no-reflexiva hace posible la reflexin: hay un cogito
prerreflexivo que es la condicin del cogito cartesiano (Sartre, 2008: 21).
En sntesis, todas estas obras sartreanas apuntan a una conclusin comn:
el yo no puede ser comprendido como principio originario, dado que slo surge como resultado de una reflexin; es decir, de una conciencia de segundo
grado. La conciencia irreflexiva debe ser restituida como la nica protagonista de una filosofa fenomenolgica consistente, dado que la primaca no
puede extenderse desde el yo por sobre la conciencia.
De este modo, el Ego es reducido por Sartre al rango de objeto trascendente, con un estatus similar al de los dems objetos del mundo. Correlativamente, el yo pierde tambin su absoluta apodicticidad. Para Sartre, en tanto
que totalidad trascendente, el ego participa del carcter dudoso que afecta a
toda trascendencia mundana. En 1936, Sartre considera que esta reformulacin permite evitar el escollo del solipsismo: al convertir al ego en un objeto
trascendente, ste se vuelve susceptible de dos tipos de intuicin: una captacin intuitiva, por parte de la conciencia de la cual es producto ese ego, y
6
Por cuestiones de extensin, no exponemos aqu los argumentos sartreanos, planteados
por Sartre en el mismo inicio de Ltre et le nant. Vase Sartre, 1971: 16-23.
69
La inversin ideolgica
Los hombres se han forjado hasta ahora ideas falsas acerca de s mismos, acerca de lo que son o lo que deben ser [] Los engendros de
su cabeza los dominaron. Ellos, los creadores, se doblegaron ante sus
criaturas. Libermoslos de las quimeras, de las ideas, de los dogmas, de
los seres fantsticos bajo cuyo yugo languidecen. Rebelmonos contra
esa tirana de las ideas.
La ideologa alemana, Marx y Engels.
Continuando el anlisis, en La trascendencia del ego Sartre se pregunta
por la causa del error en las filosofas tradicionales; es decir, por la gnesis
del concepto de ego como fuente de la conciencia y por su supuesta prioridad
ontolgica. Su respuesta resulta confusa, ya que se despliega en dos niveles
de anlisis diferentes: por un lado, identificando una confusin terica en el
plano de la filosofa; pero tambin, por otro lado, sealando cierta tendencia
antropolgica.
[] La parte constructiva del escrito [LTE] afronta entonces el enrevesado problema de cmo llega a aparecer este personaje que es el yo, al que
nadie haba invitado, y de cmo termina l por arrogarse, en la conciencia natural de los hombres y en los anlisis tericos, un protagonismo que
en absoluto le corresponde (Serrano de Haro, 2003: 14-15).
Analizaremos ambos niveles, distinguiendo dos dimensiones (aparentemente interrelacionadas): el error de los anlisis tericos, y el otro error,
aquel presente segn Serrano de Haro (2003) en la conciencia natural de
los hombres.
La dimensin terica del error
En primer lugar, Sartre identifica un error en las formulaciones de los
70
8
Agradezco a Pedro Karczmarczyk por introducir la sospecha y haberme hecho ver
este punto.
71
representaciones: [] todo mltiple de la intuicin tiene una referencia necesaria al Yo pienso en el mismo sujeto en el que ese mltiple se encuentra
(Kant, 2009: B132).
Entendemos que el quid de esta diferencia se juega en torno al concepto axial de representacin, que, como seala Alberto Rosales (2009), hace su
entrada en la escena filosfica a partir de las Regulae ad directionem ingenii
de Descartes: A consecuencia del giro moderno los conceptos metafsicos
fundamentales del ente se transforman en representaciones del sujeto (p. 39).
En sentido estricto, una representacin es una presentacin duplicada. En este
esquema, el sujeto deviene fundamental en la medida en que sin su concurso la
representacin es meramente otra presentacin, una presencia efectiva distinta
y no una representacin. En el sistema kantiano toda representacin refiere a
un sujeto autoconsciente; es decir, remite a un sujeto que piense las representaciones como suyas: Yo (las) pienso; esto es necesario, porque si no se dara
el contrasentido de que habra representaciones sin nadie que se las represente.
Sartre, en cambio, se aleja en este punto del paradigma representacionista para asumir, como l dice, una idea fundamental de la fenomenologa de
Husserl: la intencionalidad. La intencionalidad permite restituir a los objetos
al mundo, sacndolos fuera de la conciencia. Si la conciencia se dirige al
objeto en cuanto tal, entonces el ser de este objeto, del objeto ante la conciencia, no depende de la duplicacin de su presencia. Notemos que ya Husserl
sealaba que la representacin deba ceder paso a la percepcin como forma
arquetpica de conocimiento:
Entre percepcin, de una parte, y representacin simblica por medio de
una imagen o simblica por medio de un signo, de otra parte, hay una
infranqueable diferencia esencial. En estas formas de representacin intuimos algo con la conciencia de que es imagen o signo indicador de otra
cosa [] En la percepcin no se puede hablar de nada semejante [] no
se tiene, pues, conciencia de nada de lo cual pudiera funcionar lo intuido
como signo o imagen. Y justo por esto se dice que est intuido inmediatamente ello mismo (Husserl, 1962: 43).9
9
En cursivas en el original. De aqu en adelante, salvo aclaracin contraria, las cursivas
estn en el original.
72
Sin extendernos sobre esta cuestin, nos interesa slo sealar que esta
crtica husserliana al representacionismo influye en la filosofa sartreana10
y marca tensiones entre tendencias representacionistas / antirrepresentacionistas que, en sus obras de juventud, todava son bastante visible (nos referimos, sobre todo, a las ambivalencias presentes en Lo imaginario, donde
Sartre critica la asimilacin de la conciencia-imaginante bajo el paradigma
representativo).
La dimensin antropolgica del error
Sin embargo, ante el gran interrogante que desata la aparicin del yo,
Sartre tambin da una respuesta de tipo existencial. As, el surgimiento de la
idea de yo no se reduce a una mera confusin terica, sino que se presentara
como un error propio de todo ser humano. En este nivel, la causa de la gnesis
del yo sera, adems, una tendencia antropolgica. Segn Sartre, el yo cumple una funcin prctica: ocultar a la conciencia su propia espontaneidad. La
conciencia, en efecto, es concebida por Sartre como una continua creacin ex
nihilo, como una sucesin constante de vivencias que resulta angustiante
para cualquier hombre. Como seala Sartre, no podemos dominar la conciencia, as como tampoco podemos quererla (hecho que se revela, por ejemplo, en el quiero dormirme o no quiero pensar en esto).
El yo no tiene, de este modo, ningn poder sobre la conciencia. Esta
impotencia, sin embargo, resulta intolerable para el ser humano; es preciso,
entonces, enmascarar el hecho de que la conciencia, por su absoluta espontaneidad, excede incluso la propia libertad. En este sentido antropolgico, el
ego asume una funcin esencial: presentar una unidad ideal e ilusoria, que
dada la absoluta espontaneidad de la conciencia, jams podra ser real.11 En
10
Cuenta Beauvoir que fue precisamente esta posibilidad de volver a las cosas mismas
(Zu den Sachen selbst) lo que despert el inters de Sartre por la filosofa de Husserl, en una
charla de caf con Raymond Aron: Pasamos juntos una noche en el Bec de gaz, en la calle
Montparnasse; pedimos la especialidad de la casa: cocteles de damasco. Aron seal su vaso:
Ves, compaerito, si eres fenomenlogo, puedes hablar de este coctel y ya es filosofa: Sartre
palideci de emocin, o casi; era exactamente lo que deseaba desde haca aos: hablar de las
cosas tal como las tocaba y que eso fuera filosofa. En Beauvoir, 1966: 149.
11
Notemos que, en este sentido, el ego es anlogo a la idea de Mundo, comprendido
como la totalidad sinttica infinita de todas las cosas: El Ego es a los objetos psquicos lo que el
Mundo es a las cosas. Sartre, 2003: 78.
73
75
III. Lacan
El ensayo de Sartre sobre La trascendencia del Ego, publicado
en 1936 en las Recherches philosophiques, es probablemente
[vraisemblablement] la fuente inmediata de la lectura del cogito de
Lacan [] la fuente de los desarrollos posteriores de Lacan sobre el yo
[moi] como objeto imaginario e ilusorio []
Lacan. Le matre absolu, Michel Borch-Jacobsen13
En 1949, Lacan inicia su conferencia El estadio del espejo como formador de la funcin del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia
psicoanaltica con una intencin explcita: analizar la funcin del yo en
la experiencia que de l nos da el psicoanlisis. Experiencia de la que hay
que decir que nos opone a toda filosofa derivada directamente del cogito
(Lacan, 2010b: 99); es decir, a toda filosofa que parta del yo como toma
de conciencia. Esta suerte de declaracin de principios es interpretada en
general como una separacin respecto de la filosofa de Sartre. Por ejemplo,
Bertrand Ogilvie (2000: 97) apunta, a propsito de la frase citada anteriormente: Este comentario tiene en mira la filosofa de Sartre, apresada entre
los lmites de la ilusin de autonoma alimentada por el yo con respecto
a la conciencia. Sin embargo, si bien Lacan busca distanciarse del psicoanlisis existencial presentado en El ser y la nada (vase Lacan, 2010b:
104), mostramos anteriormente que tambin Sartre critica al cogito y al ego
fundante de la tradicin filosfica. Como seala Fredric Jameson (1995: 10):
[] otro Sartre el de La trascendencia del ego fue un importante antecesor en, precisamente, esa lucha contra la psicologa del ego, que libraron
sistemticamente Lacan y su grupo.
Dicha lucha contra la psicologa del ego, sin embargo, lleva a Lacan a
explicar la gnesis del Yo psicolgico de manera muy diferente a la ensayada
13
La traduccin es nuestra.
77
Lacan se refiere a la fase del espejo por primera vez en una comunicacin
presentada en el Congreso de Marienbad en 1936, de la cual no queda ms
que el nombre: The looking glass phase (vase Ogilvie, 2000: 93).14 Varios
aos ms tarde, en 1949, Lacan presenta en el XVI Congreso Internacional
de Psiquiatra de Zurich una exposicin titulada El estadio del espejo como
formador de la funcin del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia
psicoanaltica, que es la fuente a partir de la cual analizaremos las tesis sobre
la identificacin durante la fase del espejo. Para ello, tambin remitiremos a
un escrito anterior de Lacan, Acerca de la causalidad psquica, de 1946.
En ste, Lacan se refiere al propsito de la exposicin grafa de Marienbad:
Mi finalidad consiste en poner de manifiesto la conexin de cierto nmero de relaciones imaginarias fundamentales en un comportamiento ejemplar de determinada fase del desarrollo. Ese comportamiento no es otro
que el que tiene el nio ante su imagen en el espejo desde los seis meses
de edad [] (Lacan, 2010c: 182).
As, el objetivo de Lacan es analizar ciertas relaciones imaginarias fundamentales que el infans asume en la fase del espejo, con el fin de mostrar
los efectos psquicos de tales relaciones imaginarias. Se trata, fundamentalEl propio Lacan reconoce: No entregu mis papeles a la secretara encargada de los
informes del Congreso (Lacan, 2010c: 182). Hay que recordar, sin embargo, que el descubrimiento del estadio del espejo no es original de Lacan, sino que ya haba sido estudiado por
el psicoanalista francs Henri Wallon, entre otros. Como relata mordazmente Althusser (2014):
Un detalle divertido, [Wallon] es el primero que insisti en la importancia fundamental del
estadio del espejo, lo que Lacan, no quisiera decir que nunca se lo perdon, pero en todo caso
siempre se las arregl como para pasarlo por alto. (p.40) Sobre la relacin Lacan-Wallon, vase
tambin Ogilvie, 2000: 96-97.
14
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bre [] (Lacan, 2010c: 183). En efecto, Lacan quiere mostrar que el poder de la identificacin es tal, que incluso produce efectos necesarios para el
desarrollo del organismo.16 Lacan llama prematuracin o fetalizacin a la
dependencia prolongada del nio humano con respecto al resto de las especies animales, en las cuales la cra se independiza rpidamente de la madre.
A travs de la identificacin en el espejo, la relacin de dependencia con la
madre queda enmascarada, construyndose un yo ficticio y autnomo. Para
Lacan, este hecho prueba que la formacin del yo no obedece a las leyes del
principio de realidad freudiano, sino que se caracteriza por la funcin de
desconocimiento.
Se puede entrever la implicancia general de estas nociones remitiendo a
la conferencia ya mencionada, Acerca de la causalidad psquica. En esta
exposicin, y en el marco de una crtica a la nocin clsica de locura (psicolgica y filosfica), Lacan cuestiona la metapsicologa realista, segn la
cual la locura es comprendida como un error del sujeto. Fundamentalmente, nos interesa mostrar el modo en que Lacan abandona la nocin clsica
de error en favor de la nocin de desconocimiento, concepto clave para
comprender el proceso de identificacin del sujeto, que comienza con su reconocimiento en el espejo.
81
nan ser cntaros o tener un cuerpo de vidrio? Son, por supuesto!, locos,
y yo no sera menos extravagante si me guiase por sus ejemplos (Lacan,
2010c: 162).
En la lectura lacaniana, a diferencia de la interpretacin posterior de Michel Foucault (1972), no se considera que el cogito cartesiano implique por
definicin una exclusin de la locura. Para Lacan, por el contrario, el cogito
incluira el fenmeno de la locura al plantearlo, en el mismo inicio de las Meditaciones, como una posibilidad. Si bien Descartes se limita a sealar este
camino, sin recorrerlo, realiza lo que Lacan denomina un gesto significativo al apartar la locura de las formas del error (sueo, ilusiones producidas
por los sentidos, etc.).17
Es sobre esta base que Lacan postula la necesidad de un gran retorno a
Descartes, que permita refutar la concepcin vigente en su poca, segn la
cual la locura era considerada un tipo de error. El referente polmico elegido
por Lacan fue Henry Ey (1900-1977), psicoanalista francs y exponente del
organo-dinamismo, quien presuma una supuesta filiacin cartesiana. Para
Ey, la locura es un error, un delirio alucinatorio: Dnde estara el error
escribe en la pgina 170 de su libro, Hallucinations et Dlire, dnde estara
el error y, por lo dems, el delirio, si los enfermos no se equivocasen! Todo en
sus afirmaciones y en sus juicios nos revela en ellos el error (interpretaciones,
ilusiones, etc.) (Lacan, 2010c: 163). En el planteo de Ey, el loco aparece
descripto como aquel individuo que, vctima de un espejismo alucinatorio,
asume como propia una condicin que no le pertenece; es decir, como aquel
que se atribuye errneamente determinados atributos, por ejemplo, quien
considera tener un cuerpo de vidrio.
Lacan identifica como problema central de estas teoras clsicas el uso
del concepto de error. Esta nocin supone como base una teora que reduplica el mundo, donde a cada elemento del mundo real le corresponde un
equivalente en el plano simblico / psquico. Se trata de la metapsicologa
En este punto, la interpretacin lacaniana coincide con la foucaultiana: tampoco Foucault
consideraba la locura como un error, sino que justamente intentaba visibilizar el desequilibrio
fundamental en la economa de la duda: la asimetra entre la locura, por un lado, y el sueo y el
error, por el otro. El sujeto pensante se halla completamente a salvo de la primera, pero acechado
constantemente por el peligro del error. Vase Foucault, 1972.
17
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realista que Lacan cuestionaba ya en 1936, en Ms all del principio de realidad. En efecto, segn la perspectiva tradicional, es loco todo aquel que
se atribuye determinadas condiciones que no se corresponden con la realidad.
En la base de esta concepcin, entonces, se encuentra una teora referencialista, y correlativamente, un concepto de verdad como correspondencia.
El cuestionamiento bsico, la objecin fundamental que Lacan esgrime
contra estas teoras, reside en el hecho de que para Lacan no existe un nivel real
a la manera de un grado cero de realidad con el cual puedan contrastarse
las atribuciones de un sujeto: en el plano psquico, no existe ninguna garanta
de la verdad,18 ya que el fenmeno psquico posee una realidad sui generis.
En la teora lacaniana, los fenmenos psquicos no se definen en funcin
de una verdad (de una Realidad verdadera, a la manera de los fenmenos
de las ciencias duras), ni tampoco podran hacerlo. Ya Freud, defendiendo
la realidad propia de los sueos inconscientes y de las fantasas, adverta:
nos vemos obligados a decir que la realidad psquica [psychische Realitt]
constituye una forma particular de existencia que no se debe confundir con
la realidad materia (Laplanche-Pontalis 2013: 353). En De nuestros antecedentes, siguiendo a Freud, Lacan retoma esta distincin clave; se trata de
la diferenciacin entre dos trminos, que se descubre en la lengua alemana:
por un lado, Wirklichkeit (del verbo wirken: producir, operar, actuar, causar
efectos), como realidad material, realidad exterior objetiva; y por otro lado
Relitat, reservando especialmente el segundo a la realidad psquica (Lacan, 2010: 76). En efecto, era la incapacidad de distinguir la especificidad de
la realidad psquica y la correlativa asimilacin a la realidad material, su
subordinacin a sta la causa de la confusin presente en las teoras tradicionales, por ejemplo, el asociacionismo (cfr. Lacan, 2010a: 82-86). Por la
misma razn, las teoras psicolgicas de fines del siglo XIX eran incapaces
de valorar el fenmeno fundamental del psicoanlisis, la imago cuyo papel central, como vimos, Lacan explicitaba en el escrito sobre el estadio del
18
Es preciso entonces reconocer que estos marcos [la psicologa asociacionista], lejos de
haber sido forjados para una concepcin objetiva de la realidad psquica, no son sino los productos de una especie de erosin conceptual en la que se reinscriben las vicisitudes de un esfuerzo
especfico que empuja al hombre a buscar para su propio conocimiento una garanta de verdad:
garanta que, como se ve, es trascendente por su posicin y lo sigue siendo en su forma, aun
cuando la filosofa venga a negar su existencia (Lacan, 2010a: 82).
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dancia fundamental entre el Yo y el ser, caracterstica de la locura, forma parte de toda historia psquica. La historia del sujeto no es ms que el desarrollo
de una serie ms o menos tpica de identificaciones ideales, que producen un
Yo imaginario: Las primeras elecciones identificatorias del nio, elecciones
`inocentes, no determinan otra cosa, en efecto [], que esa locura, gracias a
la cual un hombre se cree un hombre (Lacan, 2010c: 184).
88
funcin de reconocimiento / desconocimiento. Esta antinomia no hay reconocimiento sino en y por cierto desconocimiento, y a la inversa apareca
tematizada en la teora de Lacan, quien recurra a la estructura general del
desconocimiento para dar cuenta de las identificaciones ideales a travs de
las cuales se constitua el sujeto. Tal como destaca Althusser, la funcin del
yo en el sujeto lacaniano es una funcin de reconocimiento / desconocimiento (vase Althusser, 2014). Lacan afirmaba:
[] Toda nuestra experiencia [] nos aparta de concebir el yo como
centrado sobre el sistema percepcin-conciencia, como organizado por
el principio de realidad en que se formula el prejuicio cientifista [sic]
ms opuesto a la dialctica del conocimiento para indicarnos que partamos de la funcin de desconocimiento que lo caracteriza [] (Lacan,
2010b: 105).
Segn Althusser, es en este punto donde el psicoanlisis opera una revolucin copernicana semejante a la de Marx, afirmando que el sujeto humano
est descentrado: constituido por una estructura que no tiene ms centro
que el desconocimiento imaginario del yo (Althusser, 2011b: 95). A la vista de esta ruptura epistemolgica, Althusser afirma que el psicoanlisis constituye un elemento fundamental para cualquier investigacin sobre ideologa: en la retraduccin althusseriana, hablar del desconocimiento imaginario
constitutivo del sujeto equivale a mostrar que el sujeto no tiene ms centro
que las formaciones ideolgicas en que se reconoce como tal, y por las cuales
deviene sujeto humano. Hablar de sujetos ideolgicos, de hecho, no es ms
que una tautologa.
Reformulacin del concepto de ideologa: la materialidad del orden
imaginario
En Ideologa y aparatos ideolgicos de Estado, Althusser reformula la
nocin de ideologa positivista-historicista de Marx mediante la tesis La
ideologa es una representacin de la relacin imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia (Althusser, 2011a: 43). As,
lo que los hombres se representan en la ideologa ya no son sus condiciones
reales de existencia, sino la relacin que existe entre ellos y las condiciones
89
de existencia. En tanto que dichas relaciones son imaginarias, permiten explicar el carcter imaginario de la deformacin ideolgica. En palabras de
Althusser (2011a): En la ideologa no est representado entonces el sistema
de relaciones reales que gobiernan la existencia de los individuos, sino la
relacin imaginaria de esos individuos con las condiciones reales en que viven (p.46). Pero hay otro aspecto central: Althusser quita a la ideologa su
existencia idealista. sta deja de ser comprendida alla Marx, como un mero
sistema de ideas o de representaciones, para entenderse materialmente. Ahora, la ideologa pasa a identificarse con actos concretos, insertos en prcticas
y rituales ideolgicamente pautados.
Siguiendo a Montag, entendemos que esta reformulacin althusseriana
de la ideologa encierra un cierto carcter paradjico. La paradoja consiste en
el hecho de que aparecen implicadas dos tesis aparentemente antitticas: la
primera, tesis negativa, que refiere al objeto que es representado de manera
imaginaria en la ideologa, y la segunda, tesis positiva, que afirma la materialidad de la ideologa. Como indica Montag (2009), surge inevitablemente
la pregunta fundamental: Cmo era posible que la ideologa fuera a la vez
imaginaria y material y cmo era posible concebir la nocin de lo imaginario, si no era remitiendo a una conciencia cuyas ilusiones, cuyas falsas ideas,
le impiden conocer o percibir lo real? (p. 160).
Consideramos que ciertos elementos del psicoanlisis de Lacan permiten
responder a esta pregunta, disolviendo la aparente paradoja. Nos referimos,
fundamentalmente, al intento de Lacan por demostrar los efectos materiales
(tanto psquicos como biolgicos) del modo imaginario, tal como analizamos en sus escritos tempranos. En la fase del espejo, el yo se adelantaba a
su prematuridad biolgica identificndose con la Gestalt ficticia que le era
devuelta en el espejo. Lacan probaba as que la imagen es capaz de producir
efectos formativos en el organismo (esto mismo rige tambin para la serie de
identificaciones posteriores).
Esta reformulacin de las relaciones entre lo imaginario y lo material
obliga a Lacan a repensar el carcter de lo real. De hecho, Lacan se distancia de la formulacin freudiana del principio de realidad (vase Freud,
1992). Segn afirma Freud en Formulaciones sobre los dos principios del
funcionamiento psquico [1911], el principio de realidad acta como regulador del principio de placer, postergando la consecucin del mismo en funcin
90
91
riales; stos aparecen ahora dotados de un cierto grado de autonoma y efectividad por el hecho de que su funcin est determinada, no por la realidad
que ellos representan, sino por la lgica del sistema del cual son elementos
(Montag, 2013: 109).22
Como seala Montag, Althusser se distancia de este modo de la concepcin tradicional-representacionista de la ideologa, redefinindola en un
artculo de 1964 (Marxismo y humanismo) como un sistema. Un sistema,
efectivamente, posee una lgica y un rigor propios; como tal, su verdad no
reside fuera de l, en una realidad externa, sino que depende del sistema
mismo, de la lgica interna que lo gobierna y de las reglas segn las cuales se
combinan sus elementos (vase Montag, 2013: 107).
Este rechazo del representacionismo realista repercute, a su vez, en la
manera en que comienza a comprenderse la subjetividad. De este modo, para
Lacan la historia del sujeto se presenta como una serie de identificaciones
imaginarias, antes de las cuales no hay nada: El sujeto es un precipitado
semejante, que no preexiste a s mismo (Ogilvie, 2000: 104). En trminos
althusserianos, podramos decir que para Lacan el sujeto existe siempre en,
reformulacin [que] elimina la insinuacin de la prioridad temporal y causal (Montag, 2009: 161). No existe una prehistoria de la ideologa, ni un
afuera (tal pretensin constituye precisamente la ideologa de la ideologa).
En esta medida, resulta imposible identificar un sujeto real, previo a su
constitucin / alienacin imaginaria; ste siempre se constituye en y por una
serie de identificaciones ideales, antes de las cuales no hay propiamente nada.
Finalmente, nos interesa hacer una ltima aclaracin, la cual por motivos de extensin ser slo un breve sealamiento: Lacan no es el nico referente de Althusser en lo que respecta a la reformulacin de lo imaginario.
Segn Montag (2013), Althusser tendra en la mira dos referentes principales,
en este caso polmicos: por un lado, Sartre y Merleau-Ponty; por el otro, Gastn Bachelard. En el primer caso, ambas fenomenologas de la percepcin
sobre todo la versin merleaupontiana concedan a la imagen un papel central, reivindicando sus derechos como forma legtima de conocimiento. Bachelard, en cambio, negaba que el conocimiento cientfico pudiera basarse en
la experiencia comn (vivida), denunciando las imgenes como el primer
22
La traduccin es nuestra.
92
Reflexiones finales
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96
Introduccin
La principal caracterstica de los aportes de Foucault al anlisis contemporneo del poder es destacar su faceta productiva. Contrapuesta a la
tesis segn la cual el poder es esencialmente represivo, la faceta productiva
del poder es atribuida a la mecnica propia de su funcionamiento. Esta modalidad de accin productiva implica una serie de funciones variadas que
en el caso de las sociedades disciplinarias involucran distribuir, serializar,
normalizar, etc.:
El poder disciplinario, en efecto, es un poder que, en lugar de sacar y de
retirar, tiene como funcin principal la de enderezar las conductas ().
No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez
pueda multiplicarlas y usarlas. En lugar de plegar uniformemente y en
masa todo lo que le est sometido, separa, analiza, diferencia, lleva sus
98
En lneas resumidas, por dispositivo Foucault entiende aquel conjunto de relaciones que
se establecen entre elementos heterogneos y que se corresponden en una misma agrupacin,
a partir de la cual forman unaagrupacin especfica (vase, por ejemplo, el caso del dispositivo de sexualidad en Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber). La formacin de un
dispositivo, adems, es concebida por Foucault como estratgica: su aparicin responde a una
determinada urgencia histrica.
2
3
La cita pertenece al curso Seguridad, territorio, poblacin (1978). Vale aclarar que a partir
del mismo, Foucault diferenciar entre el proceso de normacin y el de normalizacin. Por el
primero se entiende lo que antes del presente curso denominaba proceso de normalizacin. ste,
a partir de 1978, pasa a llamarse proceso de normacin en tanto resalta el carcter prescriptivo de
la norma sobre las dimensiones de lo normal y lo anormalen la disciplina; es decir, dichas dimensiones refieren a la norma. En cambio, por normalizacin se entiende, en el terreno biopoltico
(al cual Foucault nombra en el curso como dispositivos de seguridad), aquel proceso que, va
el sealamiento de diferentes normalidades diferenciadas (distintas atribuciones de normalidad
que interactan entre s, conforma una norma; es decir, la norma se deduce del estudio de los
diferentes grados de normalidad (Foucault, 2003. Especialmente, vase la clase del 25 de enero
99
La accin de las diversas tecnologas disciplinarias que gravitan alrededor de la norma debe entenderse a nivel material, en la afeccin directa de las
singularidades somticas. Efectivamente, uno de los motivos principales por
los cuales Judith Butler rescata la propuesta foucaulteana es que ella puede
entenderse como el anlisis de una tecnologa poltica de los cuerpos. Es
decir, el cuerpo se encuentra cercado polticamente, en una buena parte, imbuido de relaciones de poder y de dominacin, como fuerza de produccin
(Foucault, 1975: 32-33).
Ahora bien, esta teora de la subjetivacinmediante la cual el poder produce al sujeto abre una ambivalencia sealada por Butler en Mecanismos
psquicos del poder: el sujeto es l mismo un lugar de ambivalencia, puesto
que emerge simultneamente como efecto de un poder anterior y como condicin de posibilidad de una forma de potencia radicalmente condicionada
(Butler, 1997: 25). Destquese esta ambivalencia, pues plantea una paradoja
referencial que conlleva una complicacin ontolgica: si el poder acta sobre
una superficie en la cual se inscribe, en este caso el cuerpo, que deviene as
sujeto, pero al mismo tiempo no existe sujeto anterior a dicha inscripcin,
entonces quedan indiferenciados el estatuto ontolgico del cuerpo y el de la
investidura de poder que se inscribe en l para devenir sujeto. Para explicar
cmo se produce un sujeto nos vemos obligados a referirnos a algo que an
no existe.
En este punto, no es posible afirmar que Foucault recurra a un sujeto
cronolgicamente anterior y ontolgicamente distinto de aquel proceso que
lo produce al tomarlo como lugar de investidura. Dicha posibilidad es negada
explcitamente: no se puede decir que el individuo preexista a la funcin sujeto, a la proyeccin de una psique, a la instancia normalizadora (Foucault,
2003: 78).
Cmo explicar, entonces, la relacin de causalidad entre la investidura
de poder y aquello investido? Pierre Macherey elabora una respuesta al
sostener la inmanencia propia de la norma. Como ya mencionamos, la faceta
productiva del poder se rige en el marco de una determinada norma. Macherey resalta este ltimo aspecto:
de 1978). En nuestro artculo haremos alusin slo a lo que Foucault denomina proceso de normalizacin en sus textos anteriores a dicho curso.
100
Sujecin y sometimiento
102
que el sujeto sea vulnerable a un poder que no ha creado (Butler, 1997: 31).
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otro, por la sola funcin del lenguaje, en tanto ste es ms o menos idntico,
en todo caso en tanto est fundamentalmente ligado, a lo que llamaremos la
regla, o mejor an, la ley (Lacan, 1975: 237). La alienacina la que se ve
sometido el nio en el estadio del espejo se traduce ahora en la lgica simblica, en tanto los deseos del nio pasan necesariamente por ese Otro; son
aceptados o rechazados pero estn mediatizados por el orden del lenguaje.
Volvamos a la cuestin de la sujecin. La produccin del sujeto, su disposicin a ser sometido a determinado ideal normativo, tiene como condicin
de posibilidad una sumisin primaria necesaria para devenir sujeto, as como
tambin un temprano apego a la ley. Desde Lacan, esto puede entenderse
como la sumisin primera del sujeto a la ley simblica y como la alienacin
propia de la constitucin del yo a travs de un Otro del cual se depende para
sobrevivir. Este apego a la ley es, as, la condicin de futuras sujeciones,
anudndose deseo, conciencia (formacin del yo) y ley en la forma de un
sujeto.El devenir del sujeto se apuntala en el deseo de sobrevivir producto de
la necesidad vital del ser humano, aunque ello implique existir en la subordinacin. Finalmente, el sometimiento explota el deseo por la existencia, que
siempre es conferida desde afuera; impone una vulnerabilidad primaria ante
el Otro como condicin para alcanzar el ser (Butler, 1997: 32).
Si bien en este trabajo rescatamos aquellos puntos que Butler toma del psicoanlisis para
construir su teora de la sujecin, la autora ha sido ms conocida por las crticas que desde el
marco feminista realiz a varios de los postulados lacanianos y freudianos. Estas crticas abundan en su obra. Vanse, por ejemplo, los captulos tres y cuatro de Cuerpos que importan (1993).
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Lacan. En este punto, la autora sigue momentneamente al Foucault de Historia de la sexualidad (1976). En dicha obra, una de las principales crticas al
psicoanlisis se encuentra dirigida a la concepcin lacaniana de un rgimen
instaurado por La Ley, en tanto ella es fundadora del Deseo:
No habra que imaginar que el deseo est reprimido, por la buena razn
de que la ley es constitutiva del deseo y de la carencia que lo instaura.
La relacin de poder ya estara all donde est el deseo: ilusorio, pues,
denunciarla en una represin que se ejercera a posteriori; pero, tambin,
vanidoso partir a la busca de un deseo al margen del poder (Foucault,
1976: 99-100).
Es decir, al sostener el principio poder-ley y ser la ley fundadora del deseo
y de la subjetividad humana, nada escapara a ella; no es posible escapar del
poder, que siempre est ah sentencia Foucault, y as el psicoanlisis queda
del lado de la modalidad jurdico-discursiva del poder. Si bien Butler acepta
esta crtica, inmediatamente afirma que no es posible reducir el psicoanlisis
a una mera instancia represiva, en tanto el acento en lo represivo otorgado
por Foucault pone un velo al carcter dual del poder (produccin-sujecin):
En este sentido, me opongo al enfoque propuesto por Foucault de la hiptesis represiva como una mera instancia del poder jurdico y sostengo
que ese enfoque no aborda las formas en que opera la represin como
una modalidad del poder productiva. Debe de haber un modo de someter
el psicoanlisis a una redescripcin foucaulteana, aun cuando el propio
Foucault negara tal posibilidad (Butler, 1993: 48).
Lo que le interesa a Butler es replantear lo simblico bajo los parmetros
de la matriz foucaulteana del poder. De esta forma, la ley simblica ahora
es entendida a travs de las normas reguladoras como mandatos normalizadores contingentes e histricos que fijan determinados lmites y conforman
diferentes rangos de normalidades (pinsese, por ejemplo, en la produccin
de normalidades sexuales: heterosexuales, falocntricas, etc.). Como ya hemos dicho, Butler recurre a Lacan y a la cuestin del estadio del espejo para
demostrar cmo el sujeto se constituye en una vulnerabilidad primaria, en
109
tanto su condicin para existir es someterse a Otro, en el sentido del reconocimiento y de la necesidad de sobrevivir. No obstante, otra de las razones por
las cuales Butler apela al estadio del espejo es porque le permite articular la
cuestin de la violenciacon el funcionamiento de la norma y la produccin
del sujeto. La produccin de un determinado espacio normativo genera de
manera simultnea una zona de anormalidad. Tomando el concepto de Julia
Kristeva, Butler denomina a esa zona de anormalidad como zona de abyeccin, o simplemente, lo abyecto. Esta zona se define como aquel espacio
formado por lo expulsado y excluido de la norma:
Lo abyecto designa aqu precisamente aquellas zonas invivibles, inhabitables de la vida social que, sin embargo, estn densamente pobladas por
quienes no gozan de la jerarqua de los sujetos, pero cuya condicin de
vivir bajo el signo de lo invivible es necesaria para circunscribir la esfera
de los sujetos (Butler, 1993: 19-20).
La zona de abyeccin no es aquel exterior total del sujeto normado
sino una zona exterior-interior, una zona de paradjica indiferencia: es exterior en tanto se define como la zona habitada por aquellos inhabitables de
la norma y que por consecuencia es exterior al campo normal; pero es interior
en tanto la constitucin de un campo normal se define por lo que excluye, y
por consecuencia la produccin de los sujetos normales trae en su interior lo
excluido a modo de repudio fundacional (Butler, 1993).10 Producir un sujeto exige su adecuacin a determinado marco normativo, y esa adecuacin no
acontece sin un repudio que produce una zona de abyeccin. Quienes habitan
esta zona tienen un estatuto ontolgicamente paradjico de sujetos, ya que
existen de hecho, pero no de derecho, pues no son reconocidos estrictamente
como sujetos debido a que se encuentran fuera de la norma. Es posible observar en este proceso cmo la instauracin de una norma trae consigo un efecto
de violencianecesario, pues lo que ella produce se define por lo que excluye.
Butler explica esta paradoja del siguiente modo: Porque hay un mbito exterior a lo
que construye el discurso, pero no se trata de un exterior absoluto, una externalidad ontolgica que exceda o se oponga a las fronteras del discurso; como exterior constitutivo, es aquello
que slo puede concebirse en relacin con ese discurso, en sus mrgenes y formando sus lmites
sutiles (Butler, 1993: 26-27).
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sario, de blanco, de apoyo, de saliente para una aprehensin. Los puntos de resistencia estn presentes en todas partes dentro de la red de
poder(Foucault, 1976: 116).
En trminos de la norma, el proceso de normalizacin produce constantemente una serie de anomias que se le escapan y que, a su vez, retroalimentan
la maquinaria del poder volvindose blanco de los mecanismos de regulacin
que intentan reincorporarlas (Foucault, 2003). Cuando Butler sostiene que es
necesario pensar junto a la produccin la sujecin o sumisin al poder, esto
no quiere decir que el sujeto se vea totalmente sometido a dicho poder. Butler
sigue a Foucault en este punto, al afirmar que la internalizacin de la norma
lleva consigo una resistenciaa la normalizacin:
Para Foucault, el sujeto producido a travs del sometimiento no es producido instantneamente en su totalidad, sino que est en vas de ser
producido, es producido repetidamente (lo cual no quiere decir que sea
producido de nuevo una y otra vez). Existe, por tanto, la posibilidad de
una repeticin que no consolide la unidad disociada del sujeto, sino que
multiplique efectos que socaven la fuerza de la normalizacin. Los trminos que no slo designan, sino que, adems, forman y enmarcan al
sujeto, activan un contra-discurso contra el mismo rgimen normalizador
que los genera (Butler, 1997: 106).
El sujeto nunca acata completamente las normas que lo definen como tal,
y la norma no se instaura de una vez y para siempre, sino que requiere de una
constante repeticin para mantener sus efectos. En esa repeticin siempre se
corre el riesgo de que la norma pierda su efecto. Si bien el mecanismo de la
norma, a travs de su repeticin, busca producir una y otra vez al sujeto para
mantenerlo dentro de su unidad y a su vez normalizar las anomias presentes
en su campo, existe la posibilidad de una multiplicacin de efectos que socaven la fuerza de la normalizacin.
De esta forma, la resistencia al poder normalizador se entiende como la
produccin de una fuerza no-abyecta que rearticule los mandatos normativos
y ponga en tela de juicio el dominio hegemnico de las leyes reguladoras en
un determinado campo. Finalmente, la promocin de prcticas que apunten a
112
Bibliografa
114
115
los campos (Traverso, 1997: 48-49). Pero esa sentencia dio lugar a muchos
malentendidos en la medida en que pareca tratarse de una invitacin a suspender toda praxis cultural, artstica o filosfica; todo lo contrario, incluso, de
la actividad intelectual llevada a cabo por Adorno en su regreso a Alemania.
Por esto, en 1966, en su Dialctica Negativa afirma:
El sufrimiento perenne tiene tanto derecho a la expresin como el martirizado a gritar; por eso puede haber sido falso que despus de Auschwitz
ya no se pueda escribir poesa. Pero no es falsa la cuestin menos cultural
de si despus de Auschwitz se puede seguir viviendo, sobre todo si puede
hacerlo quien casualmente escap y a quien legtimamente (rechtens)
tendran que haber asesinado (Ibdem: 355; Ibdem: 363).
Es decir, el sufrimiento histrico de los individuos tiene derecho a ser expresado y esta es la exigencia que la historia le impone a la filosofa. Pero en
esta cita Adorno dice algo ms: esa obligacin le viene no porque se encuentre en una posicin institucionalmente privilegiada o porque guarde cierta
dignidad epistemolgica. Todo lo contrario. Esta obligacin de la filosofa le
viene dada en tanto comparte la culpa del superviviente, quien casualmente
escap y a quien legtimamente (rechtens) tendran que haber asesinado. Es
decir, la cultura y los hombres ligados a ella son culpables en la medida
en que son sobrevivientes de los campos por un puro azar ajeno a todo ideal
de justicia y a cualquier meta-sentido. En la medida en que el que ahora
filosofa podra haber sucumbido en los campos es que se ve comprometido
a expresar la voz de las vctimas. La experiencia filosfica fundamental
para Adorno ya no es el abstracto por qu el ser y no ms bien la nada?
heideggereano, sino el histricamente concreto por qu an estoy vivo y
otros perecieron en mi lugar? (Tafalla, 2003: 85), pregunta que da cuenta
de ese privilegio inmerecido y casual que hace que no se pueda hablar de
una vida justa, sino ms bien de una supervivencia en medio de una vida
daada. Esta culpabilidad es lo que define la situacin de la filosofa y de
toda la cultura luego de Auschwitz, pero no una culpa alla Jasper como exigencia de autoexamen moral de las generaciones alemanas venideras, sino
una culpa que debe materializarse como modulacin de la crtica, como
imperativo de la filosofa a repensar sus propias categoras a la luz de sus
120
125
126
capitalismo tardo padecen el mismo problema: la incapacidad de tener experiencias. Estos defectos se dan en la filosofa como ficcin de un sujeto
absoluto y en las sociedades de masa como individuo-monada integrado al
mecanismo social. Voy a discutir brevemente esta relacin entre el sujeto y
el individuo de la sociedad de masas porque es lo que va a permitir tener una
visin ms acabada de la importancia del antisemitismo como consumacin
histrica del concepto moderno de subjetividad.
Fuertemente influenciado por los anlisis de su compaero en el Institut fr Sozialforschung Fiedrich Pollock sobre el capitalismo de estado,
para Adorno la sociedad pos-liberal, o sociedad del mundo administrado
(verwaltete Welt), puede ser definida como un tipo de sociedad que suprime toda mediacin en la relacin individuo-sociedad y, a partir de la posibilidad de sustitucin plena de todos sus elementos, establece relaciones de
dominacin inmediatas por medio de las cuales las estructuras econmicas
se reproducen unilateralmente en la conciencia de los individuos (Adorno,
1955/1972: 40-80; e. e.: 165-183). Este proceso de integracin de la individualidad en las estructuras del mundo administrado tiene su complemento
en una teora de la regresin del individuo basada en la teora freudiana del
Yo. Adorno va a considerar que el principal problema en el nivel psicosocial
radica en la prdida de autoridad de la figura del padre debido a la carencia
de autonoma econmica en una sociedad hiper-administrada que, a su vez,
allana el camino para una socializacin directa del nio en manos del poder
administrativo. El nio antes poda formarse una conciencia moral a partir
de la interiorizacin de normas y sanciones representada por la autoridad
paternal; esto le permita tambin controlar sus pulsiones y, de ese modo,
protegerse de las imposiciones sociales externas en su comportamiento.
Debido a la disolucin de la autoridad social del padre, al nio le faltara
ahora el necesario contrapeso personal requerido para la interiorizacin de
normas y prohibiciones que dan forma a la conciencia moral. El carcter del
individuo en las sociedades de masas posliberales se forma entonces en un
proceso de total heteronoma, que provoca una desestructuracin del SuperYo y un proceso complementario de regresin narcisista del Yo (Ibdem:
42-86; Ibdem.: 39-79).
El Yo, cargado por las exigencias de un dominio de sus pulsiones y de
la necesidad de una autoconservacin racional, regresa a un estado libidinal
127
La subjetividad antisemita
etiquetas fijas: el odio a los ingleses se trataba, en el caso del to Jules, sencillamente de un ejercicio irreflexivo de afirmacin del yo. Este modelo de
afirmacin personal le sirve a Sartre para caracterizar el antisemitismo en
trminos de una estructura de la personalidad que se impermeabiliza ante la
argumentacin y ante la experiencia concreta. Tanto para Sartre como para
Adorno, el antisemita es alguien con una experiencia deformada, sin capacidad de introspeccin y que slo acta como un carcter que encuentra su
criterio en la repeticin de su comportamiento. El antisemita no es nada
sino el miedo que suscita en los otros (Adorno, 1944/2002: 223; e. e.:
226) y, en tanto reflejo de sus acciones reificadas, su conciencia es slo un
mecanismo automtico.
En definitiva, para el primo Jules como para el antisemita no hay semitas ni hay ingleses, sino solamente un yo que acta como mecanismo de
repeticin. El antisemitismo, en este anlisis, es producto de una crisis de la
experiencia que se caracteriza por una prdida de su objeto y por una consiguiente solidificacin de las estructuras perceptivas. Ya sea como proyeccin patolgica o como esquematismo, lo que se ausenta es la experiencia
propia de la otredad, una carencia de objeto en la medida en que el sujeto lo
proyecta desde sus estructuras, o bien lo asume como tem del esquema que
ya viene prefigurado. Se trata del mismo esquema de sujeto sin objeto que,
vimos, Adorno criticaba como modelo de la filosofa del conocimiento moderna. El antisemitismo, segn este anlisis, es una modulacin deformada de
los componentes activos y pasivos de la experiencia que se han cosificado al
haber perdido el objeto que era condicin de posibilidad de su autorreflexin
y de la constitucin de una experiencia plena. El antisemita no puede ser
convencido, no pueden alegarse argumentos racionales para que deponga su
creencia, porque en el antisemitismo no se refuta a ningn adversario, no se
justifica racionalmente ninguna tesis. El proceso lgico consiste meramente
en la identificacin, o ms bien en el encasillamiento (Adorno, 1950/ 2003:
43; e. e.: 39).
La capacidad de modificar los mecanismos perceptivos necesita de un
sustrato objetivo que no puede darse a voluntad del sujeto, sino que debe
ser algo que se d por fuera de las estructuras perceptivas y de los esquemas
mentales que posibilite la apertura de la experiencia y la autorreflexin. En
definitiva, no se trata de contra-argumentar al antisemita, de resolver el pro 132
inhumano lo sabemos perfectamente. Y yo dira que el lugar de la filosofa moral hoy hay que buscarlo ms en la denuncia concreta de lo inhumano (in der konkreten Denunziation des Unmenschlichen) que en un
posicionamiento abstracto y no comprometido sobre el ser del hombre
(1965/1996: 261, mi traduccin).
Esta denuncia concreta de lo inhumano es lo que se expresa bajo este
nuevo imperativo categrico que establece que Auschwitz no debe volver a
ocurrir; imperativo motivado tanto por las tareas que la historia impone como
por el impulso a considerar el sufrimiento fsico del otro: la exigencia de
validez del imperativo categrico est dada por sostener la conjuncin de la
experiencia histrica con nuestro inters en abolir el sufrimiento (Ibdem;
349). Es entonces este planteamiento de la ideologa del sujeto lo que nos
abre esa dimensin normativa de la crtica llevada a cabo por Adorno: la
naturaleza reprimida debe ser liberada como experiencia genuina y consideracin del sufrimiento ajeno. Pero el desarrollo de esta praxis moral posAuschwitz y sus potencialidades para una nueva forma de subjetivacin es
algo que escapa a los estrechos mrgenes de este trabajo.
Ahora bien, aqu me limit a mostrar la relacin que habra en la filosofa
adorniana entre la ocurrencia de una tragedia histrica como Auschwitz y la
lgica con la cual la tradicin filosfica se pens a si misma; visto de cierto
modo, esto sera otra vuelta de tuerca sobre la siempre problemtica relacin
entre historia y filosofa, sobre los modos en los que esas dos dimensiones
se articulan internamente. Por supuesto que lejos de cerrar el problema la
lectura de Adorno abre numerosos interrogantes: como la pregunta por la
relacin entre rememoracin de la naturaleza y praxis social, por las condiciones materiales que deberan cumplirse para que esa rememoracin sea
posible en un contexto comunitario, por la posibilidad de construccin de un
nuevo ethos cultural a partir de esos requisitos -que ms parecen tener que
ver con formas estticas e individualistas de construccin de la personalidad
que con algn tipo de proyecto colectivo-, por la factibilidad de articular esos
impulsos en sentidos positivos de subjetividad o en identidades concretas,
por el problema de la relacin entre decisionismo y racionalismo moral en
una tica basada en los impulsos como condicin de la accin justa, por el
problema kantiano de la practizacin de la voluntad abstracta, etc, etc.. Todas
139
estas cuestiones salen por fuera de la obra adorniana y vuelven sobre ella en
forma de crticas o en discusiones ms amplias an pendientes, y que considero pueden ser justamente abordadas si se tiene en cuenta la relacin entre
el acontecimiento Auschwitz y la Subjektkritik, o en trminos ms amplios:
si se lee la obra adorniana en el marco de la relacin entre historia y filosofa.
Bibliografa
142
El estructuralismo en s: Saussure
145
146
La arbitrariedad del signo saussureano implica un movimiento conceptual ms radical que el reconocimiento de una relacin contingente entre
dos entidades lgicamente independientes una de la otra. Ms an: contra
lo que se podra esperar, implica una relacin necesaria entre dos entidades,
significado y significante, en la medida en que no pueden concebirse una
sin la otra. Saussure utiliza una sugerente analoga para expresar este carcter de la lengua: la lengua es tambin comparable a una hoja de papel:
el pensamiento es el anverso y el sonido el reverso, no se puede cortar uno
sin cortar el otro (Saussure, 1972: 193). Hay que reconocer, entonces, que
se trata de una relacin interna y por ello necesaria en cierto sentido. Cabe
insistir entonces: en qu consiste la arbitrariedad del signo saussureano?
La clave para responder a esta cuestin est dada por la manera en que l
comprende la delimitacin de las unidades. Para el padre de la lingstica
moderna, las unidades se delimitan en virtud de su relacin con los otros
signos; es decir, en virtud de su posicin en el sistema conformado por las
relaciones de los signos entre s.
Es preciso abrir aqu un breve parntesis para caracterizar la nocin de
lengua o sistema, lo que nos permitir comprender mejor la naturaleza de la
arbitrariedad saussuriana. En efecto, lo que est en cuestin en los problemas
que subyacen al planteo de Saussure, la repetibilidad y la constancia, es la
naturaleza de la identidad. Saussure distingue entre identidad material e identidad formal, lo que le permite pensar que entidades que son materialmente
diversas puedan ser las mismas desde un punto de vista formal y, por lo mismo, entidades que son idnticas desde un punto de vista material pueden, no
obstante, ser diversas desde un punto de vista formal. Lo novedoso es que
esta distincin, que podra no ser ms que un desideratum, un pase de manos
que quisiera presentar una reformulacin del problema como una solucin al
mismo, se va a tornar inteligible a travs de la nocin de sistema; es decir,
va a ganar consistencia y rigor en trminos formales. Saussure construye su
concepto de sistema a travs del despojamiento de los elementos en trminos
materiales. Un ejemplo de otro mbito puede ser de ayuda en este contexto:
una calle, considerada en distintos momentos histricos de una ciudad, es
materialmente distinta, sufre transformaciones (el empedrado se reemplaza
por asfalto o pavimento, los rboles y edificios circundantes cambian con
el tiempo, etc.). Sin embargo, la calle es la misma por su relacin con otras
148
calles, con las que guarda distintas relaciones (se corta con aquella, corre
paralela de esta otra, etc.). Estas otras calles, en tanto elementos del sistema,
no poseen otra consistencia que la que les viene de su relacin con los otros
elementos, que son de la misma clase que las relaciones entre la calle de referencia inicial y las otras calles. La lengua, en la cual slo hay diferencias sin
trminos positivos (Saussure, 1972: 203), es el marco de referencia necesario para pensar identidades que son meramente formales; esto es, constituidas
a despecho de la identidad material.
Jean Claude Milner (2003) ha ilustrado bien este aspecto del concepto
de la lengua apelando a la distincin filosfica tradicional entre lo que es
propio de una entidad y la diferencia de la misma. Lo propio de un ente, nos
recuerda Milner, es aquello que caracteriza a un individuo o especie y que
no se encuentra en otro individuo o especie, sin ser sin embargo constitutivo
de los mismos. La diferencia, en cambio, es un carcter a la vez propio y
esencial. En este sentido, es posible indicar que la risa es un carcter propio
del hombre (esta es la nica especie que re), aunque no esencial (podemos
concebir hombres que no ran). En cambio la razn, de acuerdo a la doctrina
tradicional, al ser un rasgo propio y constitutivo o esencial, constituye la diferencia del hombre. Estas consideraciones nos permiten apreciar en su justa
medida la siguiente observacin devenida lema estructuralista: Una diferencia supone en general trminos positivos; pero en la lengua slo hay diferencias, sin trminos positivos (Saussure, 1972: 203).2 La diferencia especfica
de la diferencia lingstica sera, indica Milner, que sus entidades poseen
slo rasgos diferenciales y no rasgos propios, y es esto lo que permite comprender la identidad formal de las entidades lingsticas como una identidad
posicional. La identidad posicional de los elementos en cuestin es tal
que estos guardan con el espacio (la lengua, el sistema) en el que se alojan
una relacin peculiar. Esta relacin no es la relacin externa y contingente,
como la relacin de continente a contenido, en la cual el espacio (lengua)
sera independiente de los elementos (signos), y los elementos, independientes del espacio. Al contrario, en el seno de la lengua, en la cual no cuentan
ms que las diferencias, ello implica que la identidad posicional no tiene otro
sostn que las relaciones de oposicin con otras posiciones que tambin se
2
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151
En este apartado examinaremos las condiciones bajo las que el tratamiento del problema de la eficacia estructural fue haciendo lugar, gradualmente, a las condiciones para la emergencia de una nocin nueva, la nocin
de discurso. Nuestro recorrido tendr como efecto desafiar las caricaturas del
estructuralismo producidas, en cierta forma a posteriori, a raz de la crtica
postestructuralista, que de algn modo funcionan actualmente como un molde
de la recepcin del estructuralismo.4 Una visin ms matizada es deseable, ya
Un ndice notable de esta dificultad es el artculo de Gilles Deleuze En qu se reconoce
el estructuralismo?, en el cual este pensador ofrece una visin panormica acompaada de una
valoracin muy positiva sobre estructuralismo; escrita en 1967 precisamente mientras redactaba
4
152
153
se presentaba bajo el enigma de los primos cruzados (hijos de la ta paterna o del to materno), consistente en que estos son usualmente alentados,
mientras que los primos paralelos (hijos del to paterno y de la ta materna)
son usualmente prohibidos, a pesar de ostentar el mismo grado de consanguinidad. Lvi-Strauss sostiene respecto de la situacin en la que se encontraban los estudios del parentesco: Cada detalle de terminologa, cada regla
especial de matrimonio, es asociada a una costumbre diferente, como una
consecuencia o un vestigio; se cae as en un abuso de discontinuidad (LviStrauss, 1980: 33). De este modo intenta mostrar que la manera en la que
tradicionalmente se intentaba dar cuenta de estos problemas, bien entendindolos como resabios de viejas instituciones, hace tiempo ya desaparecidas, de
las que se conservaran slo fragmentos, como efecto de la influencia de un
pueblo sobre otro, etc., o bien desde las relaciones de filiacin que aseguran
la continuidad familiar entre las generaciones (Radcliffe Brown), se movan
en el marco de un enfoque atomista que impeda una correcta formulacin
del problema. En efecto, el obstculo radicaba en considerar la institucin
del avunculado como un rasgo aislado, por cuya aparicin en diferentes
contextos sociales tena sentido preguntarse. La situacin de la sociologa del
parentesco con la que se enfrent Lvi-Strauss tena mucho en comn con la
situacin de la lingstica histrica con la que se tuvo que enfrentar Saussure.
Como el ginebrino, tambin Lvi-Strauss se pregunt por las condiciones de
existencia de su objeto de conocimiento: ello le permiti mostrar que el problema en el que estaba interesada la sociologa del parentesco tradicional no
es un rasgo que pueda ser considerado atomsticamente. Al contrario, LviStrauss insiste en que se trata de elementos integrados en una estructura, que
l propone pensar como la estructura elemental del parentesco, entendindola
como un hecho fundante de la cultura. Al respecto, sostiene Lvi-Strauss:
Es conocida la funcin que la prohibicin del incesto cumple en las sociedades primitivas. Al proyectar -si cabe decirlo as- las hermanas y las
hijas fuera del grupo consanguneo y asignarles esposos provenientes de
otros grupos, anuda, entre estos grupos naturales, vnculos de alianza que
son los primeros que pueden calificarse de sociales. La prohibicin del
incesto funda de esta manera la sociedad humana y es, en un sentido, la
sociedad (Lvi-Strauss, 1980a: XXXVI).
154
156
riencia del cuerpo propio- se entrelaza con lo ms ajeno y externo -el sistema
social o estructura que determina esa experiencia- (ver Dosse, 2004: 43 y ss.).
Pero el texto sobre Mauss es susceptible tambin de otra lectura que pone
de manifiesto ciertas tensiones que apuntan directamente al problema de la
eficacia de la estructura que planteamos sobre el final de la seccin anterior
(ver de pola, 2007 y Livingston, 2012: 68-71). Lvi-Strauss parte de ciertas
palabras sobre las que los antroplogos han llamado la atencin. Se trata de
trminos como hau, mana, orenda, waka o manitou, que poseen
un funcionamiento muy peculiar. Los antroplogos han podido registrar que
las mismas significan lo desconocido, lo que entra mal en las clasificaciones,
pero tambin la fuerza mgica de las cosas y lo que tienen que tener las personas para manejar tal fuerza mgica. La sbana con la que el antroplogo
se cubre por las noches, por ejemplo, es piel de manitou para los aborgenes algonquinos (Mauss, 1979: 127). Lvi-Strauss denomina significantes
flotantes a estas expresiones sin referencia fija e indica que su validez cultural es mucho mayor que lo que se podra creer a partir de los ejemplos considerados, pues es en verdad coextensiva con el lenguaje. Lvi-Strauss cree
que en todo lenguaje hay siempre un desajuste estructural, debido a que el
lenguaje siempre se encuentra frente a lo desconocido o desparejo, que debe
integrarse en el orden simblico de algn modo.
Este punto es puesto de manifiesto por Lvi-Strauss a travs de una
hiptesis, una suerte de mito sobre el origen del lenguaje, que no es sino una
expresin colorida del carcter coextensivo entre el lenguaje y el desajuste
referido. Cuando el lenguaje apareci en el mundo, nos dice Lvi-Strauss,
vino dada con l la totalidad de los significantes. En relacin al significado,
en cambio, hay que decir que los significados estn dados con el lenguaje,
aunque slo de manera general (el universo se vuelve como un todo significativo con la aparicin del lenguaje); pero tambin hay que decir que los significados no estn dados, puesto que siempre ocurre que no se sabe qu significa
una cosa en particular, qu nombre tiene, en qu clase entra, etc. Esto debe
considerarse como una contradiccin inherente al pensamiento simblico,
algo as como una fragilidad constitutiva del mismo.
As, las palabras estudiadas por los antroplogos seran manifestaciones
culturalmente coloreadas para realizar una funcin semntica universal de
la que nuestra propia cultura no es una excepcin: la de incluir en el orden
157
maneras de referirnos a un movimiento conceptual que modifica sustancialmente el planteo de la pregunta por la eficacia de la estructura o sistema.6 En
efecto, la manera en que nos encontrbamos con este problema en la lingstica de Saussure descansaba sobre supuestos que se ven cuestionados por el
planteo de Lvi-Strauss: el supuesto del carcter acabado del sistema, por un
lado, y la exterioridad del habla y del sujeto del habla en relacin al sistema,
por el otro. Si a esta exterioridad le damos expresin mediante un smil, resultara que el hablante saussureano que podra hacer un uso de la lengua es
semejante al comensal que usa el men en un restaurante.
La exterioridad del sistema en relacin al sujeto podra destacarse entonces haciendo mencin a la opcin disponible para el comensal de ingresar a
uno u otro restaurante, de enfrentar uno u otro men. En cambio, en el planteo
de Lvi-Strauss, la fragilidad constitutiva del sistema remite a una confianza
infundada de los usuarios del mismo, confianza que el sistema o estructura
no puede fundar, aunque s exigir. La operacin continua de los significantes
vacos es el testimonio de la eficacia de este requerimiento o exigencia de la
estructura. La distincin entre sistema y uso del sistema, implicada en el par
saussureano lengua-habla, es entonces socavada en sus fundamentos. Ello
ocurre en la medida en que el concepto de los significantes vacos implica
dos consecuencias: por un lado, que el sistema impone sus requerimientos
sobre los sujetos, pero que estos requerimientos no son estrictamente sistemticos, como lo sera la imposicin de escoger entre un conjunto fijo de
opciones dispuestas en un men. Se trata de que ciertos comportamientos y
experiencias son exigidos por el sistema, pero, por otro lado, el sistema que
impone estos requisitos no se completa ms que por medio de la satisfaccin
de esos requerimientos, satisfaccin que, sin embargo, el sistema no puede
garantizar lgicamente. Ahora podemos ver que el hecho de que lo determinante exista a travs de lo determinado implica el reconocimiento de una
falla en lo determinante y que, en consecuencia, la determinacin tiene que
pensarse como un salto lgico.
Vase el anlisis de Derrida de las premisas tericas de Lvi-Strauss, a quien le reconoce haber pensado la estructuralidad de la estructura sin haberla remitido a un centro presente, criticndole, sin embargo, no extraer plenamente las consecuencias de estas premisas
(Ver Derrida, 1967).
6
160
Comienza a dibujarse as una implicacin entre estructura, sujeto y acontecimiento. En contraste con la metfora del men y el comensal, tendramos
que pensar ahora, tal vez, en un restaurante autoservice en el cual se dispusieran ciertos elementos que en s mismos no son nutricios, pero que pueden combinarse de distintos modos para preparar alimentos. La combinacin
puede dar por resultado un alimento, un elemento neutro o un veneno, pero
de modo tal que el resultado no puede determinarse completamente de antemano, porque los elementos que se ofrecen para conformar platos varan sin
un orden aprehensible. Los comensales se encuentran entonces conminados a
preparar los platos en este restaurante, pues no hay opcin de ingresar en otro.
Las opciones de combinacin se estabilizan de algn modo, conformando
algo as como un men, al que los comensales que ingresan deben atenerse,
pero la exterioridad de los comensales y el men ya no pueden sostenerse.
Las observaciones anteriores adquieren un relieve particular cuando se
las considera junto con la posicin que desarroll el lingista mile Benveniste. Este cruce no es casual ni arbitrario, ya que algo de su pertinencia ha
sido reconocido por los propios Lvi-Strauss y Benveniste en sus biografas.
En efecto, el segundo respondi al llamado del primero para codirigir la revista LHomme, en 1960, movimiento con el que Lvi-Strauss abrigaba la
esperanza de que el estructuralismo lingstico pudiera sostener su proyecto
antropolgico (ver Dosse, 2004a: 56; Bertholet, 2005: 264-265). Con todo,
las afinidades que indicaremos no son fruto de la influencia ejercida por uno
sobre otro, ya que Benveniste inici su carrera antes que Lvi-Strauss y parece haber desarrollado sus conclusiones de manera independiente a cualquier
otra disciplina que no fuera la lingstica.
Benveniste tiene una posicin peculiar en el contexto del estructuralismo, debido a su tesis acerca de que el sistema lingstico, sin dejar de ser sistema, deba tomar en consideracin al sujeto de la enunciacin. El puntapi
de la elaboracin benvenisteana en este aspecto es polmico. Es as que en
La estructura de las relaciones de persona en el verbo, un trabajo de 1946,
establece la tesis de que las distinciones de persona atraviesan universalmente las formas verbales, y refuta as las propuestas en contrario a travs de un
anlisis detallado de la evidencia lingstica que parece sostenerlas, como por
ejemplo el caso del coreano en la interpretacin de Ramstedt (ver Benveniste,
2010: 162), que destaca que en esta lengua no hay marcas gramaticales de
161
contra todas las apariencias, estas expresiones carentes de un significado propio son la clave del problema de la comunicacin intersubjetiva.
En efecto, los signos vacos (que son los pronombres personales) y otros
asociados (pronombres demostrativos y ciertos indicadores de tiempo y espacio), cuya referencia est ligada a la situacin del discurso, efectan la conversin del lenguaje en discurso. El razonamiento que subyace en la reflexin
de Benveniste parece ser: si los pronombres personales, que funcionan como
expresiones de la subjetividad de los locutores, tuvieran que funcionar como
lengua, poseer un significado lexical, entonces la lengua debera contener una
infinidad de expresiones y recursos para designar la realidad siempre distinta
a la que estas expresiones hacen referencia, debera haber un indicador distinto para la realidad diferente que designan en cada caso: el sentimiento que
tiene [cada locutor] de su propia individualidad (ver Benveniste 2010: 175,
180). Sobre la base del presupuesto implcito -que retomaremos a continuacin- segn el cual los sistemas despersonalizados se constituyen a partir de
las referencias en primera persona yo/aqu/ahora, Benveniste sostiene que
habra tantas lenguas como individuos y que por lo tanto la comunicacin
sera imposible. En cambio, la solucin al problema de la comunicacin
que est operando en acto en la lengua consiste en que esta dispone de un
mecanismo comn para hacer referencia a realidades siempre distintas, a la
unicidad de los hablantes. Y este mecanismo recurre a lo que tienen de
comn estas realidades diversas, esto es, el ejercicio de la palabra. El yo
contemplado en la lengua es el que habla, el que ejerce la palabra. De
manera que ya no se piensa que el yo (prelingstico) adviene al lenguaje
en virtud de su uso de la palabra, sino en que, por el uso de la palabra, adviene el yo al mundo.
La reflexin de Benveniste introduce algunos importantes contrastes con
la reflexin saussureana que analizamos al comienzo. En el pensamiento de
Saussure la comunicacin se aseguraba a travs de una reflexin sobre las
condiciones de la constancia y la repetibilidad de los elementos del lenguaje,
que lo llevaba a proponer una original reflexin sobre la naturaleza de lo
comn en el lenguaje, reflexin que conduca a una separacin rigurosa entre lengua y habla. En cambio, en la reflexin de Benveniste, no es la lengua
la que asegura la comunicacin, sino que esta requiere del ejercicio de la
palabra; ejercicio en el cual, tendremos que volver sobre esto, cada locutor
163
Como decamos, el problema de la comunicacin, que bajo la representacin de la transmisin de contenidos amenazaba con dispersarnos en una
mirada de contenidos diversos, es afrontado por el lenguaje recurriendo a lo
que las instancias diversas tienen de comn, el ejercicio de la palabra, y hacen
de esta el elemento definitorio de la subjetividad, en contraste con la idea de
la subjetividad como fundamento del ejercicio de la palabra o habla (parole).
En otro sentido, la respuesta a la pregunta por el cruce entre lengua y habla debe ser negativa. Las razones para ello estn contenidas en lo mismo que
nos llevaba a dar una respuesta afirmativa: la subjetividad que fundamenta el
uso del habla, el ejercicio de la palabra, es un rasgo definitorio de la nocin de
habla saussureana, mientras que la concepcin de Benveniste recorre el camino inverso, el ejercicio de la palabra o habla (parole) es usado, como vimos,
para fundar lingsticamente la subjetividad. La unicidad del discurso de un
sujeto es la unidad de la autorreferencia, no la de una realidad prelingstica
que le servira de fundamento.
Esto lleva a plantear una diferencia entre el lenguaje entendido como sistema de signos y el lenguaje asumido como ejercicio por el individuo. A esta
ltima forma la denomina Benveniste discurso. Es en la esfera del discurso
en la que debemos hilvanar uno de los cabos sueltos que dejamos en nuestra
exposicin. En efecto, ya antes indicamos que el hablante, al apropiarse del
yo, deba simultneamente apropiarse de la lengua entera, del sistema completo de la lengua. Lo que subyace a esta afirmacin es el carcter sistemtico
de la lengua, que produce una especie de efecto de propagacin: apropiarse
del yo es apropiarse de los elementos con los que yo concuerda [sy
accorde]. Pero a su vez esto no ocurre sin una imbricacin de la lengua con
la instancia del discurso, en el sentido de que la sistematicidad a la que aludimos no se sostiene sin la instancia del discurso, ya que en ella encuentran
su punto de referencia ltimo diferentes aspectos sistemticos de la lengua:
Todas las variaciones del paradigma verbal, aspecto, tiempo, gnero, persona, etc., resultan de esta actualizacin y de esta dependencia respecto a
la instancia del discurso, notablemente el tiempo del verbo, que es siempre
relativo a la instancia en que figura la forma verbal (Benveniste, 2010: 176).
En consecuencia, resulta que la apropiacin subjetiva de la lengua est
165
en la base de toda comunicacin y de todo dilogo. Estos dependen del cambio de las posiciones de yo y t, que estn estructuralmente coordinadas.
De lo que viene a resultar una suerte de crculo: el lenguaje slo es posible
porque cada hablante se pone a s mismo como sujeto al referirse (a s mismo) como yo (como hablante) en el discurso. Ya indicamos que es en el
propio lenguaje y a travs del mismo que los hombres se constituyen a s
mismos como sujetos, puesto que slo el lenguaje establece el concepto de
yo. Debemos indicar ahora que es slo a travs de los que, de otra manera,
seran significantes vacos que puede haber un sujeto, que puede existir un
sujeto. El uso de tal significante supone que el vaco se llena con la accin
autoconstituyente de un sujeto. Pero esta actividad autoconstituyente no
es la obra de un sujeto trascendental, sino el resultado de los efectos de autorreferencia fijados en la propia lengua, efectos de autorreferencia que el
individuo no puede producir por s solo. Usar el trmino yo es significar, en
virtud de la lengua y no de un sujeto trascendental dador de sentido, este que
habla. De manera que la subjetividad no remite a una realidad prelingstica
o psicolgica que la funda, al contrario, es la realidad lingstica la que funda
la realidad psicolgica, como un efecto suyo, que en ese acto previsto por la
lengua se apropia de la totalidad de la estructura de los significados.
A travs del uso de un significante vaco, se delimita el espacio que posibilita la emergencia de una realidad que Benveniste ha pensado en trminos
de la accin autoconstituyente de un sujeto que se apropia para s la totalidad
de la lengua. Permanece, sin embargo, el hecho de que este sujeto que se
apropia de la lengua es un elemento de la misma. Es importante pensar cul
es el estatuto de este efecto de la lengua que denominamos sujeto.
Por ello es importante reparar en que hay algunos elementos en la propuesta de Benveniste que pueden alinearse con la propuesta de Lvi-Strauss.
Por una parte, en Lvi-Strauss veamos cmo un elemento particular del sistema adquiere, por razones que tienen que ver con la subsistencia de este,
la capacidad de significar la totalidad del sistema o estructura. El sistema
requiere que algunos significantes se vacen de significado particular para
adquirir un significado universal, lo que no hace sino expresar la fragilidad
constitutiva del sistema. Anlogamente, en el anlisis de Benveniste, el hablante que dice yo se apropia, irremediablemente, de la lengua entera, en virtud del carcter sistemtico de la misma y del rol constitutivo que desempea
166
167
S
s
169
vez, como hemos visto, recibi su influencia a travs de Jakobson (ver Nobus, 2003: 54-56). El lingista ruso consideraba que Saussure no extraa las
conclusiones ms radicales que su propio planteo acarreaba y colocaba un nfasis injustificado en la naturaleza psicolgica de significado y de significante. La afirmacin de una perspectiva puramente diferencial slo se constituye
completamente, en su opinin, con la obra de la fonologa estructural (Troubetzkoy). Ya hemos visto cmo en la lingstica estructural se insinuaba la
tesis de que los fenmenos fundamentales de la vida mental estn localizados
en el plano del pensamiento inconsciente. Ahora bien, Lvi-Strauss, mediante la consideracin de que la vida social es, como el lenguaje, una realidad
autnoma, logra demostrar, en su estudio de las relaciones de parentesco por
ejemplo, que este inconsciente media en las relaciones entre el yo y los
otros. Pero la transformacin ms profunda que el propio Lvi-Strauss introduce en el esquema estructural consiste en su reflexin sobre la estructuralidad de la estructura, que lo lleva a afirmar que el objeto simbolizado es menos
importante que el elemento simblico que lo comunica o, en otros trminos,
que el significante precede a y determina el significado. La reflexin de LviStrauss contenida en la Introduccin a la obra de Marcel Mauss que hemos
reseado implica una transformacin mayscula: donde el signo saussureano
vea simetra entre significado y significante, Lvi-Strauss encuentra inadecuacin entre ambos. Teniendo en cuenta este trasfondo, podemos considerar,
entonces, que las observaciones de Lacan sobre la primaca del significante y
sobre la barrera resistente a la significacin formalizan ideas expresadas por
Lvi-Strauss aos antes.
Ahora bien, el algoritmo fundacional de la lingstica reconoce a su
modo los antecedentes que mencionamos, pero el uso transformador que
Lacan hace del mismo implica novedades: es un uso polmico, de intervencin sobre el legado del saussurismo. Como intervencin en el campo de
la recepcin de Saussure, la tesis destaca algunos aspectos de la obra del
ginebrino sobre otros. Al indicar que toda significacin se sostiene por referencia a otra significacin (ver Lacan, 2008: 465), Lacan toma partido por la
nocin saussureana de valor, en contra de la nocin de un sistema cerrado,
que, restringido a un momento sincrnico, constituira, a fin de cuentas, una
manera de pensar o significar la barra. Insistimos en nuestra presentacin
de Saussure en que este pensador proporciona una respuesta novedosa a la
170
pregunta cmo se mantienen unidos significado y significante? Sin embargo, aunque desafiando concepciones tradicionales sobre la identidad, sobre el
vnculo entre entidad, identidad, semejanza y diferencia, y haciendo un rodeo
por la nocin de sistema, el dispositivo saussureano completo no deja de ser,
a fin de cuentas, una manera de pensar la unin de significado y significante. Esto queda expresado con bastante claridad cuando Lacan indica que los
obstculos que hay que enfrentar son dos: la ilusin de que el significante
responde a la funcin de representar el significado (Lacan, 2008: 466), de
la que puede argumentarse que en cierto sentido Saussure se aleja, por una
parte, y por otra, la comprensin paralelista del algoritmo en la que Saussure
est metido hasta el cuello y que Lacan ilustra con el grfico del significante
y la figura del rbol inspirados en los que podemos encontrar en el Curso de
Saussure (ver Lacan, 2008: 466 y Saussure, 1972: 127-129). Si bien hemos
encontrado motivos en la obra de Saussure que desafan profundamente la
concepcin representacionalista, en virtud justamente de la simetra entre significado y significante, el sentido de la intervencin de Lacan parece claro:
hay en Saussure, o en la recepcin de Saussure, motivos en tensin; hay una
concepcin que hace depender el carcter del significante de su relacin con
el significado, concepcin que distorsiona la conclusin, tambin saussureana, de que el significante debe su existencia a su carcter diferencial (ver la
nocin saussureana de valor en Saussure, 1972: 191 y ss.).
La intervencin operada sobre el algoritmo fundador es necesaria, entonces, para abrir un campo de estudios nuevo, que rebasa la discusin clsica
sobre lo arbitrario del signo [autonoma del lenguaje], para constituir un nuevo objeto de investigacin. As vemos asomar, junto a la declaracin de tinte
lvi-straussiano segn la cual no hay lengua existente para la cual se plantee
la cuestin de su insuficiencia para cubrir el campo del significado (Lacan,
2008: 465), un terreno de investigacin novedoso que permite pensar la funcin del significante en la gnesis o produccin del sentido. Ms claramente
delimitado: lo que la formulacin del algoritmo fundador de la lingstica que
venimos de examinar permite pensar es, por un lado, el deslizamiento del significado bajo el significante y, por el otro, el lugar del sujeto en la trama de los
significantes, concebido como un punto de almohadillado (point de capiton).
Comencemos por la primera cuestin: inquirir cmo se produce el deslizamiento del sentido del significado bajo el significante equivale a pregun 171
175
a la vejez logr advenir a una paternidad que no haba logrado en una vida
larga y bondadosa. La gavilla, que est en conexin metonmica con Booz,
lo reemplaza (la parte por el todo) en la cadena, logra producir un efecto de
sentido que se debe precisamente a la articulacin de los significantes. Lacan
lo comenta de esta manera:
[] pero una vez que su gavilla ha usurpado as su lugar, Booz no podra
regresar a l ya que el frgil hilo de la pequea palabra su que lo une a l,
es un obstculo ms para ligar ese retorno con un ttulo de posesin que
lo retendra en el seno de la avaricia y del odio. Su generosidad afirmada
se ve reducida a menos que nada por la munificencia de la gavilla que,
por haber sido tomada de la naturaleza, no conoce nuestras reservas y
nuestros rechazos, e incluso en su acumulacin, sigue siendo prdiga
para nuestra medida (Lacan, 2008: 475).
El comentario deja en claro algunas cuestiones, en particular el carcter
originario del efecto de sentido que resulta de la articulacin de los significantes, ya que no se deja reducir a significados previos, de los que siempre
se podra mostrar, adems, que son tambin fruto de la articulacin del
significante.
Lacan propone dos frmulas para analizar los mecanismos del significante que acabamos de comentar. Para la metonimia, la frmula propuesta es:
f (S...S) S = S (-) s
Esta frmula indica que la conexin de S con S en la metonimia produce
un efecto tal que S acaba perdiendo su propio significado (velas) para remitir
al significante S (barcos). La lnea entre parntesis representa la barra del
algoritmo, que no es atravesada por S.
Por su parte, la frmula de la metfora es:
f (S/S) S = S (+) s
Esta frmula indica que, en funcin de la sustitucin de S por S, el
significante S atraviesa la barrera de la significacin y se coloca ahora como
176
camino a la primera frmula: pienso donde no soy, luego soy donde no pienso (Lacan, 2008: 484). Aqu nuevamente aparece en juego la ambigedad
de pienso y de soy, que en la frmula cartesiana aparecan en el contexto
de una interdefinicin, de manera que la frase se podra parafrasear as pienso donde no soy (=donde no pienso yo pienso), luego soy (=pienso como
mecanismo del significante) donde no pienso (=no pienso yo pienso). Al
hacer depender la significacin y el pensamiento del mecanismo de articulacin del significante, la validez de la frmula cartesiana queda entonces
cancelada. En su lugar propone Lacan: Lo que hay que decir es: no soy, all
donde soy el juguete de mi pensamiento; pienso en lo que soy, all donde no
pienso pensar (Lacan, 2008: 484). La reflexin freudiana, formalizada ahora
por Lacan en trminos de la lgica del significante, permiti ver que la S y
la s del algoritmo saussureano no estn en el mismo plano, y el hombre se
engaaba creyndose colocado en su eje comn que no est en ninguna parte
(Lacan, 2008: 484-485).
Patrice Maniglier ha comentado la frmula de Lacan que abordamos en
segundo trmino (Pienso donde no soy, luego soy donde no pienso) de una
manera que nos parece reveladora. Seala Maniglier: Esto no significa, sin
embargo, que yo sea algo diferente, sino ms bien que no soy otra cosa que el
propio desplazamiento (Maniglier, 2010: 58).10 El comentario de Maniglier
es importante porque designa con claridad la naturaleza del obstculo con la
que esta frmula choca: la concepcin segn la cual un signo tendra su verdad en la referencia a un hecho u objeto, mientras que el sujeto del discurso
se indicara en el mismo no por medio de un signo, sino por medio de figuras,
en las cuales los signos figuran a travs de su desplazamiento y no por medio de su referencia a una cosa. Ms an, Maniglier se aventura a trazar una
tradicin para este abordaje del sujeto por Lacan, una tradicin que ira de
Hegel a Sartre, pasando por Kierkegaard y Heidegger, en la cual tambin se
defina al sujeto como una relacin con uno mismo dada por la imposibilidad
de coincidir con uno mismo, sea que esto tome la forma de un ser imposible
Se podra pensar aqu en la frmula con la que Wittgenstein rechazaba la acusacin de
conductismo, indicando que Y sin embargo llegas una y otra vez al resultado deque la sensacin es una nada. -No, en absoluto. No es un algo, pero tampoco es una nada! (Wittgenstein
1999: 304).
10
180
que no es lo que es y es lo que no es, de uno para quien la identidad y la diferencia son idnticas, de uno que es al mismo tiempo un dato y una tarea, o
de uno que a fin de cuentas es un trmino exttico que no puede permanecer
(en) s mismo (Maniglier, 2010: 58).
La originalidad de Lacan parece radicar entonces en abordar la cuestin
del sujeto mediante los recursos que ofreca la lingstica estructural, gracias
a lo cual pudo presentar una concepcin innovadora y original, al desarrollar,
segn intentamos mostrar, sugerencias seminales presentes los abordajes anteriores. Es famoso en este sentido el intercambio que Lacan mantuvo con
Foucault luego de la conferencia de este titulada Qu es un autor?, en
la cual la declaracin del filsofo de que el estructuralismo haba evacuado
el problema del sujeto llev al psicoanalista a hacer la siguiente aclaracin:
Quisiera hacer notar que, estructuralismo o no, en ninguna parte del campo
vagamente determinado por esta etiqueta se habla de negacin del sujeto. Se
trata de la dependencia del sujeto, lo cual es extremadamente diferente; y
muy en especial en el retorno a Freud, de la dependencia del sujeto respecto a
algo verdaderamente elemental y que hemos intentado aislar bajo el trmino
de significante (Lacan, citado en Ogilvie, 2010: 44).
Esta dependencia del sujeto en relacin al significante es puesta de manifiesto en la siguiente declaracin: No se trata de saber si hablo de m mismo de manera conforme con lo que soy, sino si cuando hablo de m, soy el
mismo de aquel del que hablo (Lacan, 2008: 484). Lo que se plantea aqu es
la relacin entre el sujeto del enunciado cuando este toma la forma reflexiva
Yo soy, yo quiero decir, por ejemplo, y el sujeto que realiza este enunciado, el sujeto de la enunciacin. Entonces, el sujeto que identifico como
yo coincide con el sujeto que indica la articulacin del significante? El sujeto
del enunciado, coincide con el sujeto de la enunciacin? La respuesta a estas
preguntas es no, necesariamente no. Como indica Dany Nobus: Como un
postulado, el sujeto de la enunciacin implica que el sujeto del enunciado
(el pronombre personal o el nombre con el cual el hablante se identifica en
su mensaje) est continuamente socavado por otra dimensin del discurso
(speech), por otra ubicacin del pensamiento (Nobus, 2003: 62).
De acuerdo a Yanis Stavrakakis, lo que est aqu en cuestin es la representacin (imposible) de la singularidad del sujeto. El tema de la representacin de la singularidad es un tema clsico de la filosofa del lenguaje,
181
como impulsor del proceso del significante, que nos remite a la cuestin de la
eficacia de la estructura que nos planteamos en este trabajo.
A modo de conclusin
Bibliografa
186
Introduccin1*
187
Existe consenso en la bibliografa especializada en afirmar que la publicacin del Curso de lingstica general de Ferdinand de Saussure (1916),
desde el campo de la lingstica, y la Antropologa estructural de Claude
188
Lvi Strauss (1958), desde la antropologa social, fueron los dos textos que
iniciaron la tradicin estructuralista, surgida en Francia en la primera mitad
del siglo pasado.2 Durante la segunda mitad del siglo XX, el impacto del estructuralismo se extendi hacia la filosofa, el psicoanlisis, la sociologa, la
historia y los estudios culturales.3
De Saussure (1959: 127 y ss.) sostena que la lengua deba ser entendida como un sistema de signos que se caracteriza por dos elementos: su
carcter arbitrario y su estructuracin diferencial y relacional. En
primer lugar, para el lingista suizo, el signo slo adquiere sentido mediante la relacin de representacin directa (uno a uno) que se establece
entre un significado (concepto) y su significante (imagen acstica)
(signo= significado + significante). En ese marco, el signo que articula el
significante al significado no constituye una esencia, sino que es producto de una relacin arbitraria entre el concepto y la imagen acstica que
lo representa (de Saussure, 1959: 131). En segundo trmino, derivado del
punto anterior, la lengua no puede ser analizada como una sustancia, que
adquiere significacin por s misma, sino que debe ser entendida como un
sistema de diferencias, pero que puede adquirir una positividad, al encadenarse mediante determinadas regularidades entre los signos. A partir de
estos encadenamientos, se establece una organizacin estructural que forma
el sistema sgnico.4 Mediante esta lgica relacional, de Saussure pretenda
fundar una ciencia objetiva y universal de los signos, que pudiera expresar
linealmente la realidad. En palabras de de Saussure (1959: 39), se trataba de
En un detallado anlisis, Ducrot (1975) seala que el estructuralismo de de Saussure
presenta antecedentes que remiten a los aportes de la lingstica del siglo XVIII, en particular
a las contribuciones de Humboldt y de la glosemtica de Hjelmsev. Foucault (2008: 294-309),
por su parte, destaca el papel clave que ejercieron las crticas historicistas y comparatistas a la
gramtica general del siglo XIX, por parte de Bopp, Schlegel, Grimm y Rask. El mismo de Saussure, finalmente, cita como antecedentes a la gramtica, la filologa de Wolf y Ritschl, la filologa comparativa de Bopp, Jones, Grimm, Pott, Benfey, Ausfrecht, Muller, Curtins, Schleicher y
los estudios romnicos, germanistas y neogramticos de Diez, Whitney, Bruggmann, Oshthoff,
Braune, Sievers, Paul y Leskien (de Saussure, 1959: 39-45).
2
Y tambin tuvo vnculos con la Teora de la informacin y las Ciencias Complejas, como
se puede observar en el anlisis estructural de Jakobson (1985).
3
4
De Saussure (1959: 207 y ss.) distingue entre asociaciones sintagmticas entre los signos y relaciones asociativas, aunque se concentra en las primeras.
189
190
Balibar (2007), en ese sentido, seala que el estructuralismo no slo no tiene matices
post, sino que no representa una escuela, y ni siquiera tiene fundadores, desde el momento en que se trata de un encuentro divergente que integra a distintos referentes tericos que
destacan los lmites y las insuficiencias del propio concepto de estructura (pp. 155-156). Sin
embargo, luego reconoce que, dentro del estructuralismo, existe una etapa de estructuralismo
de las estructuras, frente a lo que define como un estructuralismo sin estructuras (p. 165).
6
7
Wahl (1975) destaca, en ese sentido, que la lingstica estructural posee una vocacin
cientfica, que busca elaborar una ciencia de los signos, a partir de la construccin de modelos que forman estructuras. Ducrot (1975), por su parte, se refiere a los conceptos de orden,
rigor, organizacin regular, sistematicidad, combinacin de elementos, esquemas y
representacin de los signos.
8
Aunque en realidad, tampoco es puramente francesa, ya que de Saussure era de origen
suizo, mientras que Lvi Strauss era belga. Adems, el lingista mantuvo fuertes dilogos con
las Escuelas de Praga y de Mosc, y con el pensamiento alemn de Humboldt, mientras que el
antroplogo mantuvo fuertes vnculos con escuelas alemanas y anglosajonas de antropologa,
sociologa y psicoanlisis. El concepto de escuela francesa se debe, en todo caso, a que fue en
Francia donde se desarroll este pensamiento.
191
192
la disputa,10 que permita identificar, y especificar con claridad, el posicionamiento de aquellos pensadores que forman parte de la teora estructuralista
y, a su vez, diferenciarlos ntidamente de lo que se conoce como el postestructuralismo.11 En ese marco, en el momento en que analizamos los textos
de los principales referentes tericos posicionados dentro de cada vertiente,
estas caracterizaciones resultan problemticas. En primer lugar, debemos tener en cuenta que, aunque en el estructuralismo formalista de de Saussure se
presenta una concepcin determinista, cientificista, objetivista y universalista, en la que el sujeto como individuo est atado a la lengua y se reduce
a registrar pasivamente las determinaciones objetivas (e inconscientes) de
una lengua ya constituida (de Saussure, 1959: 57, 135-138), y que constituye un sistema cerrado (de Saussure, 1959: 195), el lingista suizo critica el
sustancialismo empirista y reconoce explcitamente el aspecto diacrnico o
temporal de los signos y la imposibilidad de una determinacin absoluta. En
ese marco, luego de sostener que el signo es inmutable, pero a la vez mutable y temporal, bajo la influencia de todos los agentes (de Saussure, 1959:
140-143), de Saussure distingue entre el anlisis sincrnico y diacrnico,
sealando que ambos lados forman parte de la lingstica, ya que todo lenguaje se transforma histricamente (de Saussure, 1959: 146 y ss.). Adems,
aunque destaca la arbitrariedad del signo, luego seala que, en realidad,
la arbitrariedad no es completa sino parcial, por lo que se refiere al signo
como relativamente motivado (de Saussure, 1959: 219-221).
En el caso de Lvi Strauss, con frecuencia se lo ha acusado de presentar
una concepcin objetivista de lo social (Vernant, 1994: 215-218), que elimina
Slo Lvi Strauss se reconocera como estructuralista, mientras que otros referentes de la
filosofa francesa, como Foucault (1970) y Lacan (2009: 39), rechazarn esta etiqueta.
10
11
Entre los pocos estudios que han profundizado en este particular, podemos mencionar
el texto de Deleuze (1982), quien sita en la tradicin estructuralista a tericos de diversos
campos, como Jakobson, Lvi Strauss, Foucault, Barthes y Althusser, destacando sus criterios
compartidos (lo simblico, lo posicional, lo diferencial, la diferenciacin, lo serial y la casilla
vaca), aunque sin examinar su relacin con el post-estructuralismo. Tambin Balibar (2007)
destaca a los referentes estructuralistas, posicionando a Lvi Strauss, Benveniste, Foucault, Lacan y Althusser. Palti (2005: 90 y ss.), por su parte, se refiere al marxismo post-estructuralista,
situando como principales exponentes a Badiou, Balibar, Ranciere, Laclau, Mouffe, Butler y
iek, al tiempo que distingue a Derrida como deconstruccionista. Sin embargo, tampoco identifica las divergencias frente al estructuralismo.
193
la autonoma del sujeto y la propia historicidad (Giddens, 1995: 39; Castoriadis, 1999: 240-241; Bourdieu, 2008: 24 y 153). Sin embargo, en algunos de
los textos centrales de Lvi Strauss (1968, 1971, 1999) es posible hallar una
crtica a la idea de una estructura plena, en lo que constituye un rechazo al
objetivismo funcionalista y a los lmites de la lingstica saussuriana. En ese
marco, frente al anlisis ms objetivista sobre la mitologa (Lvi Strauss,
1969), en otros trabajos se presenta una mayor apertura hacia el aspecto de
interpretacin subjetiva y la precariedad ontolgica de lo social, as como una
valorizacin de la historia en clave no positivista. En su anlisis de las relaciones de parentesco en las culturas indgenas el antroplogo reconoce, adems, la contingencia del orden social, producto de su construccin simblica,
e incluso se refiere a elementos del imaginario poltico, destacando el aspecto
significante del lenguaje. En ese marco, el concepto de significante flotante
(Lvi Strauss, 1979) representa un antecedente directo de los abordajes postestructuralistas de la primaca del significante sobre el significado, as como
una crtica al objetivismo pleno del lenguaje.12 Adems, en algunos textos
recupera el valor de la historia, e incluso critica el positivismo y el etnocentrismo de la Modernidad occidental. As, el anlisis de los mitos condujo a
Lvi Strauss a criticar la racionalizacin universalizante, por intentar fijar
niveles jerrquicos y etnocntricos, en relacin con las culturas diferentes de
la Occidental. En la misma lnea, en sus anlisis sobre el racismo, el pensador
belga-francs ya haba incorporado a sus estudios a la historia en clave antipositivista (Lvi Strauss, 1999). En ese sentido, pese a sus polmicas con el
humanismo sartreano, en la famosa Introduccin a la obra de Marcel Mauss
Lvi Strauss critica los prejuicios de raza, adoptando lo que define como un
nuevo humanismo (1979: 16 y 26).
Un problema similar lo encontramos al pretender caracterizar a las perspectivas de algunos de los pensadores franceses de la segunda mitad del siglo
pasado, como es el caso de Foucault, Barthes, Althusser y Lacan. Foucault,
por ejemplo, ha sido situado con frecuencia como estructuralista, o incluso
A partir del estudio etnolgico de diversas tribus, Lvi Strauss (1979) observar la existencia repetida de ciertos significantes, que definir como flotantes, que sirven de fundamento
a sistemas oficiales y pensados de interpretacin (Op. cit., p. 37). Sobre la complejidad que
adquiere el pensamiento de Lvi Strauss, vase Balibar (2007). En cuanto a su impacto no reconocido en el post-estructuralismo, vase de pola (2007: 90-99).
12
194
Tal vez hubiere que decir, en ese sentido, que los enfoques estructuralistas, al menos
desde el plano filosfico poltico, no rechazan la existencia del sujeto, sino que lo relegan a un
lugar muy limitado. En esta lnea, Deleuze (1982) considera que el estructuralismo no es en
absoluto un pensamiento que suprime el sujeto, sino un pensamiento que lo hace migas y lo
distribuye sistemticamente, que contesta [impugna] la identidad del sujeto, que lo disipa y lo
hace pasar de lugar en lugar, sujeto siempre nmada, hace individuaciones, pero impersonales, o
singularidades, pero pre-individuales. Balibar coincide con esta apreciacin, destacando que el
estructuralismo no elimina al sujeto, sino que destituye su centro, para luego reconstituirlo como subjetividad que emerge como efecto (2007: 164-166). Lacan, en la misma lnea,
seala que lo que hace el estructuralismo es una reduccin que desatiende al sujeto (Lacan,
1987: 849). Parafraseando a Heidegger, podemos decir que el sujeto existe (como ente), pero no
es (como ontologa).
14
195
196
197
temprana llega a destacar el aspecto normativo de toda teora cientfica, recuperando las crticas filosficas del marxismo17 (Lvi Strauss, 1968).
En el caso de Foucault, ya desde su etapa arqueolgica criticaba al positivismo y al funcionalismo, y reconoca los lmites ontolgicos del estructuralismo saussureano y del propio conocimiento. En ese marco, en La arqueologa del saber afirmaba que:
Para hacer valer este tema que opone a la inmovilidad de las estructuras,
a su sistema cerrado, a su necesaria sincrona, la apertura viva de la historia, es preciso, evidentemente, negar en los propios anlisis histricos,
el uso de la discontinuidad, la definicin de los niveles y de los lmites, la
descripcin de las series especficas, la puesta al da de todo el juego de
las diferencias (Foucault, 1970: 25).
Del mismo modo, aunque en esta etapa Foucault presenta una cierta sistematicidad de su pensamiento, no deja de criticar la formalizacin general del
pensamiento y del conocimiento de la lingstica y su vocacin objetivista,
racionalizadora y casi universal, enmarcndolas dentro de una misma episteme moderna (Foucault, 2008: 378 y ss.). As, en contraste con el racionalismo, el objetivismo y el universalismo de de Saussure, destaca que su mtodo:
No pretende encontrar una ley oculta, un origen recubierto que slo habra que liberar; no pretende tampoco establecer por s mismo, y a partir
de s mismo, la teora general de la cual esos discursos seran los modelos
concretos. Se trata de desplegar una dispersin, que no se puede jams
reducir a un sistema nico de diferencias, un desparramiento que no responde a unos ejes absolutos de referencia; se trata de operar un descentramiento, que no deja privilegio a ningn centro (Foucault, 1970: 266).
De este modo, como sealan diferentes autores (Escolar, 2004; Howarth,
2010), no existe una ruptura terica y epistmica con la etapa genealgica,
sino ms bien puntos de ataque diferentes en cada momento histrico.
17
As, Lvi Strauss (1968) concluye Antropologa estructural citando a Marx, para criticar
el abstencionismo y recuperar el doble aspecto terico y prctico de la antropologa, frente
al mundo enfermo y angustiado en que vivimos (Op. cit., pp. 343-344).
198
Lacan, de un modo similar, desde sus primeros textos no dej de reconocer la primaca del significante sobre el significado (dando vuelta el esquema
saussureano) y el papel performativo del discurso, as como la potencialidad
subversiva del concepto de lo Real y la historicidad ontolgica de lo social
(Lacan, 1958, 2003). En sentido inverso, en sus ltimos seminarios mantuvo
la tesis del sujeto determinado por el discurso (Lacan, 2009: 10), de modo
tal que, sin desaparecer en su existencia, careca de autonoma. De este modo,
aunque es cierto que las crticas epistemolgicas al estructuralismo se radicalizan desde sus textos de finales de los aos 60, en realidad, como bien indica
Gmez (2006), no puede hablarse de rupturas entre cada una de las etapas,
sino de un encadenamiento entre ellas.18
Teniendo en cuenta estas apreciaciones, podemos decir que el posicionamiento terico de los referentes no puede ser reducido a la existencia de una
especie de progreso meramente cronolgico, al acercarse, en diferentes momentos histricos (incluso dentro de un mismo texto), a las caractersticas atribuidas a una u otra vertiente. Sin embargo, tampoco podemos dejar de destacar
estas reformulaciones histricas que se producen en los principales exponentes
tericos, que coinciden en radicalizar su crtica epistemolgica al racionalismo,
el determinismo, el universalismo, el objetivismo y el positivismo de las visiones fundacionalistas, y en enfatizar los aspectos ms contingentes, subjetivos
y particulares. De hecho, al analizar las teoras de Althusser y de Barthes, podemos observar la existencia de una especie de ruptura epistemolgica, que
expresa importantes divergencias conceptuales a nivel socio-histrico.
199
a) En primer lugar, proponemos incorporar dos dimensiones tendientes a identificar y caracterizar de una forma ms rigurosa la especificidad de los enfoques post-estructuralistas: la dimensin epistemolgica
y la filosfico-poltica o tico-poltica. Estas dos dimensiones no deben
ser consideradas como antitticas, sino que su distincin cumple un criterio analtico.
b) En segundo trmino, proponemos distinguir al estructuralismo y sus
vertientes post desde un anlisis en base a gradientes o nfasis diferenciales, en relacin con cada una de estas dimensiones.
c) Por ltimo, sostenemos que la transicin del estructuralismo al postestructuralismo no se reduce a una cronologa positiva.
Mediante estas consideraciones, procuramos diferenciar ms ntidamente al post-estructuralismo del estructuralismo, identificando de una forma
ms rigurosa la transicin entre una y otra vertiente. Estos lineamientos, adems, nos permiten examinar el posicionamiento de los referentes tericos,
tomando en cuenta las transformaciones sociohistricas y conceptuales, no
meramente cronolgicas, que se presentan en los diversos textos (y dentro de
ellos) de los propios autores.19
De este modo, podemos comprender las ambigedades que se encuentran presentes, incluso, en los textos de de Saussure. As, aunque reconoce el elemento diacrnico, el lingista
suizo se concentra en el abordaje sincrnico, destacando su distincin radical, su incompatibilidad y su oposicin absoluta e irreductible con el abordaje temporal, y rechazando la intervencin de la historia, que slo puede falsear el juicio (pp. 149-163). En cuanto al segundo
problema, si bien reconoce la arbitrariedad del signo, criticando a los enfoques esencialistas
de Port Royal, que suponen ideas completamente preexistentes a las palabras (p. 127), y destacando que los signos no se presentan por s mismos a nuestra observacin (p. 188), reemplaza
el esencialismo del signo sin referente por un nuevo esencialismo que analiza la verdadera naturaleza del signo (p. 62), pero enfatizando en sus relaciones sincrnicas. Finalmente, aunque reconoce que la ley sincrnica no est completamente determinada y no es imperativa, sino
precaria, limitndose a establecer un orden y un principio de regularidad (pp. 164-165 y
179), deja sin examinar la polisemia y la disputa de y entre los signos, as como los elementos
que permiten su transformacin histrica. Su perspectiva terica, en ese sentido, representa la
visin ms estructurada dentro del estructuralismo.
19
200
La dimensin epistemolgica
Desde una dimensin epistemolgica, podemos distinguir la transicin
del estructuralismo al post-estructuralismo a partir de una serie de caractersticas, que se sintetizan en el rechazo, en diferentes grados, a toda estructura
que se encuentra centrada y cerrada. Ello implica:
a) La crtica a las pretensiones de objetivismo y cientificismo, y el mayor nfasis en el carcter interpretativo, subjetivo, contingente e histrico del
conocimiento social.
b) La crtica a las pretensiones de universalismo y el mayor nfasis en el
carcter diferencial, limitado y particular del conocimiento social.
c) La radicalizacin de las crticas al idealismo, el materialismo, el realismo (directo e indirecto) y el funcionalismo y, por lo tanto, a toda nocin
empirista y racionalista.
d) La crtica a las visiones representacionalistas y el nfasis en la dimensin constructiva, transformativa, performativa, polmica, polismica e iterable del orden simblico, capaz de reformular las identidades y transformar
radicalmente la realidad social.
e) La radicalizacin de las crticas al sustancialismo y al esencialismo,
y el nfasis en la historicidad, relatividad y precariedad de lo social, que
permite destacar el carcter de construccin social e histrica de la realidad
y su aspecto ontolgicamente dislocado, fallado, Real, descentrado, indeterminado, contingente, indecidible, particular, precario,
parcial y no todo.
f) Las crticas al formalismo, la sistematizacin del conocimiento y el
privilegio del orden, la coherencia, la unidad, las continuidades y la racionalidad, y el nfasis en el caos, el desorden, los lmites, las incoherencias, las
contradicciones, el azar, las diferencias, las discontinuidades, las transformaciones y las rupturas.
g) La radicalizacin de las crticas al racionalismo y el cientificismo, y el
nfasis en los factores subjetivos, irracionales y emotivos y en los lmites del
conocimiento cientfico.
h) La profundizacin de las crticas al optimismo positivista en el progreso evolutivo y lineal de la ciencia.
i) Las crticas al binarismo epistemolgico.
201
Ahora bien, las crticas al racionalismo, la objetividad cientfica, el universalismo, el empirismo, la teleologa y la idea metafsica de un centro, naturaleza, esencia, sustancia o plena presencia inalterable, desarrolladas extensamente por Derrida y Foucault, son compartidas tambin por la mayor parte
de los denominados enfoques posmodernos.20 Adems, encuentra semejanzas
con otros enfoques posfundacionales, como la semitica social (Peirce, Benveniste), la epistemologa post-empirista (Kuhn, Feyerabend, Quine, Lakatos), el pensamiento complejo (Morin), y la hermenutica crtica (Ricoeur),
para nombrar slo algunas perspectivas contemporneas. Es por eso que, para
contribuir a un mayor esclarecimiento conceptual, proponemos incorporar
una segunda dimensin, de orden filosfico-poltica.
La dimensin filosfico-poltica
Desde un plano filosfico-poltico, podemos identificar la transicin del
estructuralismo al post-estructuralismo a partir de una serie de caractersticas,
que se presentan en los referentes tericos sobre la base de grados diferenciales:
a) La radicalizacin de la crtica a toda idea de universalismo y totalitarismo de lo social.
b) La radicalizacin de la crtica al esencialismo de las identidades polticas y de la estructuracin del orden social.
c) La radicalizacin de la crtica al determinismo histrico y al mecanicismo de lo social.
d) La crtica radicalizada al racionalismo, lo que conduce a una posicin
menos optimista sobre la racionalidad humana.
e) La crtica radicalizada a toda concepcin positivista y favorable al progreso indefinido, lineal y teleolgico, lo que conduce a una posicin menos
optimista sobre el avance cientfico y humano.
f) La crtica al binarismo de las identidades polticas y sociales.
g) El nfasis en la historicidad, la precariedad y la contingencia del
orden social, lo que acenta la capacidad de transformar histricamente la
realidad social.
20
En ese sentido, debemos destacar la influencia en comn de Nietzsche y de Heidegger,
entre los filsofos franceses de la segunda mitad del siglo XX.
202
h) El nfasis en la existencia de una pluralidad ontolgica de luchas, conflictos, desacuerdos, diferencias, antagonismos y disputas de poder en el seno
de la sociedad, lo que acenta la dimensin conflictiva, antagnica, violenta
y polmica de lo social.
i) El nfasis en la relatividad e historicidad de las identidades y la necesidad de
respetar las mltiples particularidades y diferencias sociales, culturales y polticas.
j) La postulacin de una dislocacin o falla estructural, lo que acenta
la apertura potencial a un sujeto poltico, con relativa autonoma de accin y
decisin sobre las fijaciones estructurales.
Las crticas negativizadas, al tiempo que se distinguen de la vocacin objetivista y el nfasis sincrnico de la lingstica saussuriana, en su mayora slo
radicalizan, sobre la base de gradientes, aspectos destacados previamente por
algunos trabajos de Lvi Strauss.21 En ese marco, entre el estructuralismo y el
post-estructuralismo hay ms continuidades y superposiciones que rupturas.22
Por ltimo, cabe destacar que, desde el anlisis de los textos de sus referentes, el post-estructuralismo puede ser abordado desde alguna o ambas dimensiones que hemos identificado. En ese sentido, resulta posible identificar,
en base a gradientes, las crticas epistemolgicas y/o filosfico-polticas que
se presentan en cada pensador.
Especificando la distincin analtica entre el post-estructuralismo y
el posmodernismo
Hemos presentado herramientas para conceptualizar y distinguir al esAunque Derrida (1989) le critica a Lvi Strauss (con reservas) su anlisis binario, el objetivismo, el formalismo y el excesivo sincronismo, estas crticas no dan cuenta de la complejidad
de la obra del antroplogo, que, en todo caso, plantea un menor nfasis en estos aspectos que sus
crticos post-estructuralistas. Debemos recordar, en ese sentido, el anlisis de los significantes
flotantes y la relativizacin del objetivismo, que permiten observar ms continuidades que cambios. Para una revalorizacin del legado de Lvi Strauss al post-estructuralismo, vase de pola
(2007). Cabe destacar tambin que, aunque el formalismo se encuentra presente en Lacan y en
la arqueologa de Foucault, se rechaza la lgica cerrada y objetiva, de modo tal que estos autores
radicalizan crticamente a Lvi Strauss.
21
22
Sazbn (2007) destaca, en ese sentido, que los aportes de Lvi Strauss sobre las implicancias ticas del investigador lo convierten en el verdadero iniciador de la transicin al postestructuralismo, en una poca en la que nadie imaginaba la necesidad del prefijo (Op. cit., p. 59).
203
204
aunque sin asumir una postura idealista o racionalista. Por otra parte, las teoras de la accin social mantienen cierto reducto objetivista, producto de sus
vnculos con la tradicin comprensivista weberiana y, en algunos casos, del
funcionalismo y del marxismo.24
Ello no implica olvidar las importantes (aunque poco destacadas) afinidades e interpenetraciones tericas y epistemolgicas entre estas perspectivas, a las que podemos sumar el pragmatismo semitico de Peirce.25 En ese
sentido, debemos recordar que uno de los referentes centrales del post-estructuralismo, Martin Heidegger (1991), ha sido el precursor de la fenomenologa
existencialista, que ha influido tambin a autores como Giddens. La escuela
francesa, de hecho, se ha nutrido de elementos conceptuales provenientes de
diversas tradiciones que van ms all de la herencia estructuralista, incluyendo las vertientes alemanas del kantismo (Kant), la dialctica (Hegel), la hermenutica (Arendt), la fenomenologa trascendental (Husserl) y el marxismo
(Marx, Gramsci, Lenin), junto a otras anglosajonas, como el pragmatismo
(Austin, Searle) y la filosofa post-analtica (Wittgenstein), e incluso italianas, como el humanismo republicano de Maquiavelo, y rusas, como la semitica social de Bajtn. De un modo inverso, la teora de la estructuracin
de Giddens tambin ha asumido aspectos complementarios y afines al postestructuralismo, en particular con la crtica a la estructura cerrada del funcionalismo y el nfasis en la concepcin productiva y relacional del poder,
de fuerte impronta foucaultiana (Giddens, 1995). En cuanto al pragmatismo
anglosajn, comparte la crtica constructivista al fundacionalismo, aunque
referentes post-estructuralistas como Derrida (2003: 364) han rechazado el
excesivo nfasis en el aspecto intencional del sujeto.
Tomando como base las especificidades que hemos indicado, a continuacin analizaremos el debate en torno al sujeto poltico, concentrndonos en la
teora poltica de quien ha sido, sin dudas, uno de los referentes ms innovadores dentro del post-estructuralismo: Ernesto Laclau. En ese marco, identificareEsto explica, adems, por qu autores como Bourdieu, y en menor medida iek, se encuentran en una posicin xtima con el post-estructuralismo. La concepcin ms cercana, en ese
sentido, entendemos que corresponde a la teora de la estructuracin de Giddens.
24
25
Sobre sus notables vnculos epistemolgicos con la teora del sujeto de Lacan, vase
Rome (2009).
205
mos una serie de etapas en su obra, para luego analizar los puntos en comn, las
innovaciones y las rupturas frente al estructuralismo y el post-estructuralismo.26
206
(1992: 110-119), la fuga rizomtica de Deleuze y Guattari (1996) o la defensa de las diversidades identitarias de Vattimo (2000). Como consecuencia
de ello, quedar sin plantearse una alternativa que recupere al sujeto en su
accionar poltico y estratgico, ms all de la aceptacin de las relaciones
de poder como constitutivas, la exaltacin del juego de las diferencias y la
imposibilidad de la objetividad y la plena universalizacin.
En otros pensadores post-estructuralistas, sin embargo, se produjeron algunos avances para contribuir a la construccin de una contra-hegemona. En
ese marco, Lefort (1990) ha recuperado la dimensin social de los Derechos
Humanos como ncleo articulador. Badiou (2007a, 2007b), por su parte, ha
destacado la potencialidad de algunos conceptos lacanianos para construir
acontecimientos signados por la aceptacin ontolgica de lo Real, mientras
que Mouffe (1999) ha propuesto una articulacin poltica agonista o adversarial, y Ranciere (1996, 2007) valoriz la igualdad como un postulado
regulativo, ligado al ideal arendtiano del vivir juntos.28
El problema es que, pese a oponerse al anti-fundacionalismo, y de dialogar crticamente con la herencia marxista, la mayor parte de los autores postestructuralistas no profundizaron en la praxis poltica del sujeto, elaborando
algn tipo de alternativa de accin y articulacin poltica y social.29 En ese
contexto, pese a criticar al totalitarismo, se mantendr la clsica lgica binaria, centrada en la existencia de un casillero vaco, un cuadro vaco o una
casilla vaca, en perpetuo desplazamiento, que ningn sujeto poda llenar
(Deleuze, 1982; Lefort, 1990). Aunque se sealarn aspectos vinculados al
poder arbitrario y violento de toda decisin, la lgica suplementaria e iterable de la representacin y la necesidad de una tica crtica basada en el no
todo, la construccin terica y poltica de alternativas contar con escasos
desarrollos conceptuales.
28
Sobre las concepciones de estos pensadores, vanse Palti (2005) y Marchart (2009).
La nica excepcin dentro del campo posfundacional (excluyendo a Mouffe y a los ambiguos Bourdieu y iek) corresponde a los anlisis de Stuart Hall, que integran elementos del
culturalismo marxista de Williams y de Thompson con el estructuralismo de Lvi Strauss, la
semitica y el psicoanlisis lacaniano. Hall (2006), en ese marco, realiza una sntesis que recupera la importancia de la disputa cultural de Gramsci, la cuestin del poder de Foucault y los
aspectos estructurales de Lvi Strauss, pensando en una relacin compleja entre lo cultural y lo
econmico, para la construccin de hegemonas.
29
208
La obra escrita de Ernesto Laclau se desarroll desde los aos 70, como
una alternativa heterodoxa a la creciente burocratizacin del socialismo
realmente existente, las contradicciones del Estado Benefactor y los lmites de la democracia (neo)liberal. En ese marco, como otros referentes postestructuralistas, Laclau presenta una larga tradicin de militancia poltica y,
desde sus primeros textos, no ha dejado de dialogar crticamente con el marxismo y sus derivaciones (Laclau, 1978, 1985, 1991; Laclau y Mouffe, 1987).
Entre los anlisis que han examinado su teora del sujeto, se han destacado sus antecedentes histrico-polticos en el campo de la izquierda nacional
(Critchley y Marchart, 2008) y sus dilogos tensionados con el marxismo
(Palti, 2005). Sin embargo, una porcin de los analistas que examinaron su
teora poltica se han centrado en la concepcin desarrollada en Hegemona y
estrategia socialista, acusando a Laclau de asumir una visin posmodernista, en la que el sujeto no es poltico, sino gramatical y carece de autonoma
(Valentine, 2000: 208-209; Rusconi, 2001). En otros casos, el eje se ubic
en sus aportes de comienzos de los aos 90, con el desarrollo del concepto
derridiano de decisin (de pola, 2001; Hillis Miller, 2008). Finalmente, una
pluralidad de anlisis examin su ms reciente teora discursiva del populismo, y destac sus problemas y potencialidades conceptuales y epistemolgicas (Retamozo, 2006; Arditi, 2010). En ese marco, la mayor parte de los
trabajos se concentraron en slo uno, o a lo sumo dos, textos centrales del
autor, sin registrar las variaciones tericas y temporales. Precisamente, un
anlisis ms profundo y sistemtico de su extensa obra nos permite identificar
y delimitar diferentes etapas sobre la cuestin del sujeto poltico.30 A grandes
rasgos, podemos distinguir cinco etapas diferenciales, no meramente cronolgicas, cada una de las cuales ser examinada a continuacin, en dilogo con
los enfoques estructuralistas y sus derivas post-estructuralistas.31
Como seala Foucault (1970: 37), la obra no puede considerarse ni como unidad inmediata, ni como una unidad cierta, ni como una unidad homognea. En ese marco, la existencia
de contradicciones y transformaciones permiten reafirmar las limitaciones del sujeto omnipresente y puramente racional, tal como lo entiende el pensamiento positivista.
30
31
209
210
sino tambin las disputas de sentido que se producen en torno a las significaciones. En esas circunstancias, Laclau desarrollar una profunda crtica al esencialismo, el objetivismo, el determinismo y el positivismo marxista, que incluir
los reductos de los propios Gramsci y Althusser (Laclau y Mouffe, 1987).
Si a nivel epistemolgico Laclau se sita en esta etapa dentro de un
abordaje post-estructuralista, al examinar el plano filosfico-poltico podemos observar que contina manteniendo una impronta estructuralista. En ese
marco, lejos de asumir un rol activo y autnomo para el sujeto, se referir a
una categora clave de la arqueologa de Foucault (1970: 72), como es la de
posiciones del sujeto,33 para sealar que:
Siempre que en este texto utilicemos la categora de sujeto, lo haremos
en el sentido de posiciones de sujeto en el interior de una estructura discursiva. Por tanto, los sujetos no pueden ser el origen de las relaciones
sociales, ni siquiera en el sentido limitado de estar dotados de facultades
que posibiliten una experiencia (Op. cit., p. 156).
En ese sentido, si bien Laclau le criticar a Foucault (1970) su distincin entre el discurso y las prcticas no discursivas,34 retomar gran parte
de su construccin terica, basada en la bsqueda de regularidades entre
los objetos y conceptos, aunque a partir de categoras propias. As, en
lugar de objetos y conceptos, se referir, desde Lacan (2006), a cadenas
de equivalencias articuladas en torno a ciertos puntos nodales que fijan
parcialmente el significado de lo social, para constituir las formaciones
hegemnicas.35
33
Foucault (1970) se refiere al sujeto como una posicin que puede ser ocupada, en ciertas
condiciones, por individuos diferentes (Op. cit., p. 151). La misma nocin tambin se haca presente, curiosamente, en los primeros seminarios de Lacan, para referirse al Estadio del espejo
(vase Lacan, 1982: 191), lo que nos muestra la influencia compartida del enfoque foucaultiano.
Cabe destacar que algunos autores sealan el nfasis posicional como un elemento tpico del
estructuralismo (vase Deleuze, 1982).
Desde la visin de Laclau (1985, 1987), toda prctica se estructura sobre la base del orden
simblico, que le otorga una significacin y, por tanto, impide realizar una separacin estricta
entre discurso y prctica social.
34
35
Agradezco a Javier Balsa por haberme hecho notar estas similitudes entre el texto de
211
En el marco de la influencia foucaultiana, y bajo la crtica radical al esencialismo de las identidades, el sujeto poltico ser definido a partir de su ubicacin en una pluralidad de posiciones de sujeto (Laclau y Mouffe, 1987:
35 y ss.). Estas posiciones le permiten ocupar una multiplicidad de espacios
diferenciales en la estructura -esto es, puede plantear antagonismos de tipo
tico, cultural, de gnero, por los derechos humanos, civiles, etc.-, de acuerdo
a las luchas sociales que se presentan en la dinmica poltica. La influencia
gramsciana, sin embargo, lo conducir a resaltar el papel clave de la articulacin y de la lucha hegemnica. En ese sentido, asumiendo una concepcin post-marxista, afn al marxismo humanista italiano (Coletti, Della
Volpe), Laclau destacar la necesidad de construir una estrategia socialista
(Laclau, 1985: 19), planteando la democratizacin y humanizacin de
una multiplicidad de relaciones sociales, no puramente econmicas (Laclau
y Mouffe, 1987). Sin embargo, en esta etapa Laclau no lograr elaborar una
teora poltica definida que permita autonomizar al sujeto, ms all de entenderlo como una posicin no determinada por ningn fundamento ltimo.
Etapa 3. Primera reformulacin del (post)estructuralismo postmarxista: la dislocacin y el sujeto poltico como decisin suplementaria
que llena mticamente la falta
A partir del trabajo Nuevas reflexiones sobre la revolucin de nuestro
tiempo, de 1990 (NR, publicado en espaol en 1993), comenzar en Laclau
una tercera etapa, que reformular parcialmente su teora, profundizando su
transicin al post-estructuralismo. En el plano epistemolgico, el concepto de
dislocacin, como anlogo de lo Real lacaniano, le permitir radicalizar la
historicidad de lo social. Desde el plano filosfico-poltico, se destaca la incorporacin de algunos conceptos de la desconstruccin derridiana, como la
indecidibilidad y el poder arbitrario y violento de toda decisin. Derrida
afirmaba que, en un contexto de ausencia de todo centro, se torna crucial
la decisin poltica, ese instante de locura kierkegaardiana que permite
aadir a la mtica presencia un plus o suplemento de la representacin
(Derrida, 1997, 2003). Estos aportes tuvieron importantes implicancias en la
teora de la hegemona. En efecto, a partir de esta radical indecidibilidad de
Laclau y Mouffe y la Arqueologa del saber de Foucault.
212
213
38
Al mismo tiempo, Laclau ignora o relega notablemente otros conceptos clave, como el
goce y el plus de goce, la concepcin del nudo borromeo y la teora de los cuatro discursos. Este
dficit le ha impedido el desarrollo de una teora ms compleja del accionar del sujeto poltico
y de sus lmites. Sobre la relacin entre el psicoanlisis lacaniano y la teora poltica de Laclau,
vase Stavrakakis (2010).
39
En su texto de 1977, el populismo era pensado desde una visin fundacional (vase
Laclau, 1978).
215
Cabe destacar que no se trata de demandas preexistentes, ya que el lder siempre refor-
216
Una crtica que tambin encuentra a Maquiavelo (1987) como antecedente, cuando seala que el gobierno del pueblo es mejor que el de los Prncipes (Op. cit., p. 170).
43
44
Este punto ha sido destacado por Javier Balsa en una conversacin personal.
45
Cabe destacar, en ese marco, ciertas similitudes de la nocin de antagonismo con la idea
217
Como vimos, en la perspectiva de Laclau no existe ninguna lgica trascendental o determinista que pueda totalizar el espacio social. Sin embargo,
diferencindose de los enfoques anti-fundacionales, y de gran parte de los
anlisis posfundacionales, el terico argentino se concentra en el desarrollo
del plano asociativo o articulatorio. As, la crtica a los intentos de universalizacin, determinacin y totalizacin, no conducen a Laclau a afirmar la
primaca inversa. Por el contrario, una de las particularidades de su obra es
que profundiza la capacidad agentiva del sujeto. En ese marco, Laclau innova con una serie de reformulaciones conceptuales del post-estructuralismo,
desde el momento en que:
a) Incorpora a la teora poltica contempornea el abordaje del concepto
gramsciano de hegemona en clave posfundacional, integrndolo con el concepto de significante vaco y con la nocin de lo Real lacaniano, al tiempo
que enfatiza sus potencialidades para el anlisis poltico.
b) Integra algunas herramientas de la tradicin marxista, como la recuperacin de la praxis social transformadora, el rechazo a las formas de explotacin y opresin del capitalismo y la lucha hegemnica tendiente a la
emancipacin humana.
de Schmitt (1987) de lo poltico como la distincin Amigo-Enemigo, su revalorizacin de
los liderazgos polticos que toman decisiones en desmedro de las instituciones representativas y
su consecuente relegamiento del componente liberal-republicano, y la crtica a las formas de despolitizacin tecnocrtica. No obstante, el pensador alemn presentaba una visin ms conservadora y reaccionaria, frente a la militancia poltica en la izquierda nacional y el nfasis socialista
de Laclau. Adems, en Schmitt la distincin Amigo-Enemigo es existencial, mientras que en
Laclau es puramente simblica. Finalmente, Laclau asume una concepcin formalista, ajena a la
visin schmittiana, y reconoce, en diferentes partes de su obra, el papel de los condicionamientos
estructurales, ms all de los factores institucionales.
218
c) Integra en un mismo esquema nociones provenientes de la teora poltica socialista y democrtica, el liberalismo poltico radical y el republicanismo humanista, al partir de la base de la tesis rousseauniana de la soberana
popular, emplear el concepto de estrategia poltica y la contraposicin entre
el pueblo y el poder de Maquiavelo y promover la defensa de una democracia
socialista y neo-humanista, basada en el valor central de la igualdad social,
sin olvidar el respeto al pluralismo liberal.
d) Integra de forma interdisciplinaria categoras provenientes de la retrica, la filosofa postanaltica, la pragmtica, la fenomenologa y el psicoanlisis, y las reconduce a la teora poltica y el anlisis poltico.
e) Incorpora una novedosa teora discursiva del populismo, que profundiza en el poder decisorio, la capacidad representativa y el rol relativamente autnomo del lder, sin dejar a un lado sus interacciones con las
demandas sociales de los representados, las formas autnomas de participacin social y las movilizaciones populares ajenas al marco institucional
del liberalismo.
f) Desarrolla una ontologa poltica de lo social, que destaca el aspecto
inherente de los antagonismos sociales, la forma hegemnica de la poltica, la
lgica de construccin discursiva del populismo y la ontologa del momento
poltico como acto instituyente del orden social.
g) Reconduce algunas crticas tericas y epistemolgicas de la deconstruccin derridiana y el psicoanlisis lacaniano, y ciertos aportes de la fenomenologa, al anlisis poltico de la construccin de hegemonas. En ese marco:
- Emplea el concepto derridiano de exterior discursivo para destacar el
modo de construccin discursiva de las identidades polticas.
- Emplea los conceptos husserlianos de sedimentacin y de reactivacin para realizar una doble crtica al objetivismo y el subjetivismo, incorporando la posibilidad de pensar en una objetividad sedimentada, parcial,
precaria o transitoria, alejada tanto del realismo como del idealismo.
- Aplica el concepto de lo Real lacaniano al anlisis poltico de la construccin de hegemonas, y enfatiza la dimensin afectiva (catexial), lo que le
permite destacar las formas de identificacin en torno a los liderazgos polticos y los lmites histricos de toda formacin hegemnica.
219
Las reformulaciones e innovaciones que hemos sealado, que en algunos casos profundizan aspectos sealados por Lefort (1990) y Derrida (1995,
1997), y reconducen al anlisis poltico aportes de Lacan (1971-1972, 2006,
2008), le permiten a Laclau establecer una doble ruptura terica y conceptual
con el post-estructuralismo. Esta ruptura de tablero se sintetiza en dos contribuciones originales:
1) El rol de los significantes vacos en la construccin hegemnica del
orden social.
2) La existencia de un sujeto poltico y una objetividad parcial.
220
tendida de la realidad social y del ser humano. En ese marco, sostiene que se
deben articular o religar las disciplinas y trascender las clsicas disyunciones binarias de la ciencia (Morin, 1998, 2001). Nuestra hiptesis afirma que
la teora poltica de Laclau puede ser situada como un pensamiento complejo
traducido al anlisis poltico, al romper con las clsicas disyunciones de la
Modernidad. A continuacin, sintetizaremos las contribuciones que permiten
posicionarlo en este campo.
La sedimentacin de lo social como superacin de la disyuncin objetividad-subjetividad
En el plano epistemolgico, desde sus textos de los aos 80 Laclau se
opone tanto a las concepciones realistas como a las idealistas, destacando
el aspecto constructivo, social, histrico, material y precario del discurso y
de la realidad social (Laclau, 1985; Laclau y Mouffe, 1987). Sin embargo,
lejos de asumir un relativismo posmoderno, se inscribe dentro de una perspectiva posfundacional, que logra trascender la clsica dada objetividadsubjetividad. En ese contexto, en NR Laclau afirma que toda objetividad slo
es parcialmente posible, en el marco de una realidad que es construida por
el orden simblico y, por lo tanto, contingente y precaria. En efecto, lo
Real lacaniano, definido como una dislocacin estructural en el orden social (Laclau, 1993), acta como un lmite ontolgico de toda objetividad. No
obstante este rechazo al empirismo (Laclau, 2003a: 59), el pensador argentino complejiza las habituales crticas al objetivismo, sealando, a partir de los
aportes fenomenolgicos de Husserl (retomados, a su vez, por Heidegger),
que toda realidad se encuentra sedimentada y que, por lo tanto, puede ser
siempre reactivada. En ese marco, afirma que se pueden alcanzar objetividades sedimentadas (Laclau, 1993: 177). En ese sentido, si la sociedad no
existe como un todo estructurado, lo social es definido como equivalente a
lo sedimentado, en tanto orden instituido que tiende a asumir la mera
forma de una presencia objetiva (Laclau, 1993: 51). Sin embargo, se trata, necesariamente, de una objetividad transitoria (Laclau, 2003a: 54), o
una objetivacin precaria (Laclau, 2005b: 168), al estar amenazada por el
acecho de lo Real, que muestra que la falla es ontolgica (Laclau, 2008:
101). La reactivacin, en ese sentido, implica redescubrir, a travs de la
emergencia de nuevos antagonismos, el carcter contingente de la preten 221
dida objetividad (Laclau, 1993: 51). De modo tal que, con el concepto
de sedimentacin, y su reverso de reactivacin potencial, Laclau logra
trascender el relativismo de las perspectivas posmodernas, que rechazan
toda posibilidad de objetividad (Laclau, 1996), aunque sin retornar a una
perspectiva objetivista o universalista. De ahora en ms, se puede pensar,
entonces, en una objetividad parcial, ajena a las disyunciones clsicas de
la Modernidad.
La forma hegemnica como universalizacin parcial de la sociedad
Las principales rupturas de la teora de Laclau se vinculan a los aspectos
ms filosfico-polticos, que logran superar las dadas tradicionales del pensamiento moderno. En ese marco, el concepto de hegemona constituye la
principal categora compleja de la teora poltica de Laclau, ya que le permite
construir una forma discursiva de universalizar las particularidades, sin dejar
de representar una particularidad.47 Ya desde su texto fundacional, la hegemona implicaba una forma de limitacin parcial del desorden (Laclau y
Mouffe, 1987: 239), que permita una fijacin parcial de sentido (Laclau y
Mouffe, 1987: 154). En esta etapa, sin embargo, el eje se ubicaba en la presencia de puntos nodales, que posibilitaban constituir un centro (Laclau
y Mouffe, 1987: 152) y definir parcialmente identidades relacionales (Laclau y Mouffe, 1987: 186). En NR, Laclau profundiza la crtica al binarismo,
destacando la posibilidad de estructurar un universalismo relativo. En ese
marco, seala que:
La eleccin no es entre un relativismo parroquial y un universalismo
fundacionalista. De lo que se trata es de construir pragmticamente un
centro hegemnico que articule en torno de s una serie de discursos y
lgicas sociales, y que d as lugar a un universalismo relativo. La rela47
Aunque nos hemos referido a una ruptura de tablero de Laclau, debemos reconocer que
la concepcin del significante vaco de Laclau ya se hallaba presente en Lvi Strauss (1969) y,
sobre todo, en la reformulacin que realiza Lacan en su Seminario XVII (Lacan, 2006). De hecho, la concepcin del nudo borromeo lacaniano es ms compleja que la de Laclau, que relega el
plano de los imaginarios y, pese a su crtica a las disyunciones binarias, no logra superar del todo
los binarismos clsicos del estructuralismo. En ese sentido, el principal aporte parece provenir
de su traduccin al anlisis poltico de las formaciones hegemnicas.
222
que permiten encarnar el orden comunitario como ausencia, universalizando simblicamente la particularidad, pero sin dejar de representar una
parcialidad. Precisamente, a travs de la presencia de los significantes vacos,
la hegemona logra constituirse como una universalidad parcial (Laclau,
1996: 69 y ss.).
Mediante estas contribuciones, que adems rompen con la clsica dicotoma necesidad-contingencia, para pensar en una contingencia necesaria,
Laclau se sita nuevamente dentro de un abordaje complejo de lo social, que
enfatiza que hay hegemona slo si se supera la clsica dicotoma universalidad-particularidad (Laclau, 2003b: 209). En ese marco, a partir de los significantes de vacuidad tendencial, logra profundizar en el doble movimiento
de universalidad de lo parcial y parcialidad de la universalidad (Laclau,
2005b: 278), instituyendo una universalidad contaminada por la particularidad (Laclau, 2003a: 56). De este modo, con la elaboracin del concepto mediador de significante vaco como un significante que permite hegemonizar
el espacio social, Laclau lograr superar la clsica disyuncin moderna entre
particular y universal, y entre agencia y estructura, al enfatizar en el poder de
determinadas palabras clave de encarnar lo universal, aunque sin dejar de
representar elementos particulares y, por lo tanto, sin perder plenamente su
inherente particularidad.
El sujeto parcial como superacin compleja de la disyuncin agencia-estructura
El debate agencia-estructura presenta largos antecedentes histricos, que
cuentan con algunas complejizaciones relevantes provenientes de la teora
social contempornea (Giddens, 1995; Bourdieu, 2008) y la deconstruccin
(Derrida, 1989). En esta lnea, ya desde sus primeros textos, Laclau criticaba
a las visiones objetivistas, destacando la necesidad de pensar en un sujeto
parcial (Laclau, 1985) y en los lmites estructurales que condicionan su autonoma (Laclau y Mouffe, 1987). En NR, el terico argentino propondr una
superacin de la dialctica agente-estructura (Laclau, 1993: 233-234),
sealando la necesidad de deconstruir la nocin de agente (Laclau, 1993:
233). Ello lo conducir a articular el concepto de hegemona gramsciana con
lo Real lacaniano y el concepto husserliano de reactivacin de lo social. Sin
embargo, distinguindose de la fenomenologa trascendental, esta re-subje 224
tivacin no deba afirmar la autodeterminacin del sujeto. En otros trminos, la recuperacin del sujeto no deba efectuarse retornando a su identidad
plena como individuo, al margen de toda determinacin social. Por el contrario, tena que partir de una deconstruccin, que debe poner en cuestin a
toda (idea de) plenitud (Laclau, 1993: 221). En palabras de Laclau:
Cuando hablamos de la libertad del individuo para realizar sus capacidades
humanas, no entendemos por eso quitar todas las barreras que impidan la
expresin de una identidad (potencialmente) plena (Laclau, 1993: 221).
En ese marco, a partir del concepto derridiano de decisin, el historiador argentino recuperar el aspecto parcial de todo sujeto, frente a las
visiones objetivistas que rechazan toda expresin de su autonoma. Y ello en
razn de que:
Si por un lado el sujeto no es externo respecto de la estructura, por el
otro se autonomiza parcialmente respecto de sta, en la medida en que
l constituye el locus de una decisin, que la estructura no determina
(Laclau, 1993: 47).
En el captulo Universalismo, particularismo y la cuestin de la identidad, publicado en el libro Emancipacin y diferencia, Laclau (1996) extiende la crtica al pensamiento binario, destacando que las opciones, en el
campo poltico, no pueden reducirse al objetivismo esencialista (ya sea
representado por Dios, la Naturaleza, la Ciencia o el Libre Mercado), que
asume una concepcin determinista de la Historia, que resulta de un proceso
sin sujeto. Pero tampoco pueden limitarse a un subjetivismo trascendental (ya sea constituido por la Razn humana o la Conciencia), o a un mero
relativismo cultural, como lo hacen los enfoques posmodernos referidos a la
muerte del sujeto (Laclau, 1996: 46). En ese marco, criticar el concepto
de posiciones del sujeto, que no implic ir ms all de la problemtica de
una subjetividad trascendental (Laclau, 1996: 44), para luego afirmar que,
a partir de ahora, deba hablarse de la muerte de la muerte del sujeto; esto
es, de la reemergencia del sujeto como resultado de su propia muerte. Ello
implica la comprensin de que puede haber sujetos, porque el vaco que el
225
Sujeto tena que colmar era imposible de ser colmado (Laclau, 1996: 45).
Este pensamiento poltico complejo, equidistante del subjetivismo
pleno y del objetivismo realista, concluir con su ms reciente teora discursiva del populismo. En ese marco, la nocin de sujeto popular, y el nfasis en el papel del lder como articulador social, le permitirn a Laclau
radicalizar la superacin del debate agencia-estructura, pensando en un
sujeto parcial, capaz de tomar decisiones y realizar interpelaciones, pero
tambin de universalizar simblicamente, en ltima instancia, el orden
social ausente (Laclau, 2005b).
La democracia radical y plural como superacin compleja de la
doble disyuncin democracia-liberalismo-socialismo y estructuralismo-humanismo
Desde su texto fundacional, Laclau asume un pensamiento complejo
de la construccin de las identidades polticas, que trasciende su reduccin al anlisis clasista del marxismo, al destacar la existencia de identidades sociales que se construyen simblicamente y en mbitos que exceden a lo econmico. En ese marco, otro de los conceptos complejos de
Laclau es el de democracia radical y plural (Laclau y Mouffe, 1987),
ya que realiza una novedosa articulacin entre aspectos de las tradiciones
democrtica, liberal y socialista, en clave posfundacional. De este modo,
el terico argentino logra recuperar la dimensin igualitaria, horizontal y
participativa de la concepcin clsica de la democracia, sin abandonar los
aspectos pluralistas del liberalismo poltico. Ello le permite trascender
las limitaciones de las vertientes parlamentaristas y meramente procedimentales del liberalismo, sin caer en el autoritarismo y la burocratizacin
de los socialismos realmente existentes. As, mediante la propuesta de
construir un socialismo-democrtico-liberal (Laclau, 1993: 238, 1996:
211), Laclau realiza una compleja sntesis integradora de las tradiciones
culturales, en lo que define como un post-marxismo. El nfasis en la
humanizacin de las relaciones sociales, en clave posfundacional (Laclau y Mouffe, 1987: 197 y ss.), le permite trascender, a su vez, la clsica disyuncin entre el estructuralismo y el humanismo (sintetizada en
el debate Lvi Strauss-Sartre), sin dejar de situarse en una perspectiva
post-estructuralista.
226
La emancipacin parcial y la revolucin democrtica como superacin compleja de la doble disyuncin pluralismo-determinismo
y reforma-revolucin
En el marco de las crticas al determinismo y al objetivismo de lo social,
el pensamiento poltico complejo de Laclau trasciende la clsica dicotoma
entre pluralismo liberal y determinismo marxista. As, frente a los determinismos econmicos del materialismo histrico, el terico argentino recuperar
las tesis sociolgicas acerca de la creciente fragmentacin y complejizacin que caracterizan al capitalismo avanzado (Laclau, 1985; Laclau
y Mouffe, 1987: 181; Laclau, 1993: 96, 1996: 147). Destacar, adems, la
creciente complejizacin de las identidades polticas contemporneas y la
necesidad de realizar un descentramiento del sujeto y de las formas deterministas y esencialistas, que lo reducen a una identidad clasista y economicista. En ese contexto, se referir a la existencia de mltiples identidades, no
reductibles a las formas de clase y a la posicin estructural, revalorizando
las luchas por los derechos humanos, feministas, ecologistas, tnicos, etc. y
el respeto a las minoras culturales y a la igualdad (Laclau, 1985; Laclau y
Mouffe, 1987). Sin embargo, lejos de caer en un mero pluralismo liberal y
multiculturalista, en NR Laclau subrayar las restricciones econmicas que
impone el modo de produccin capitalista para la reproduccin social. Adems, se referir a la necesidad de historizar el concepto marxista de clase,
sin rechazar su validez potencial (Laclau, 1993). En trabajos ms recientes,
Laclau mencionar la necesidad de construir nuevos proyectos emancipatorios, compatibles con la compleja multiplicidad de diferencias que dan forma
al tejido de nuestras sociedades actuales (Laclau, 2003a: 93), para concluir
destacando la necesidad de construir un sujeto de una cierta emancipacin
global, o de una emancipacin parcial (Laclau, 2003a: 52 y 60). Si articulamos los aportes de sus diferentes etapas, podemos observar que Laclau
lograr superar el debate sobre la no emancipacin versus la emancipacin
humana. Finalmente, con el concepto de revolucin democrtica (Laclau
y Mouffe, 1987), y la reformulacin post-marxista de la hegemona, trascender la clsica disyuncin marxista reforma o revolucin, proponiendo una
articulacin terica y poltica a su vez socialista, democrtica, radicalizada y plural.
227
La teora discursiva del populismo como radicalizacin del pensamiento poltico complejo
La doble superacin compleja de las disyunciones democracia-liberalismo y populismo- institucionalismo
En La razn populista, Laclau recupera la tesis de la tensin existente
entre la lgica de la equivalencia y la lgica de la diferencia (Laclau y Mouffe, 1987), destacando la inexistencia de una contraposicin estricta entre
el populismo y el institucionalismo. En ese marco, al referirse al plano
ntico, seala que es slo en base al predominio contextual de alguna de estas
dos lgicas en la dinmica poltica, como se puede determinar si un discurso
es institucionalista o populista.48 En sus palabras:
Preguntarnos si un movimiento es o no populista es, en realidad, comenzar con la pregunta errnea. Lo que deberamos preguntarnos es, en cambio, lo siguiente: hasta qu punto es populista un movimiento? Como
sabemos, esta pregunta es idntica a esta otra, hasta qu punto la lgica
de la equivalencia domina su discurso? Hemos presentado las prcticas
polticas como operando en diversos puntos de un continuum, cuyos dos
extremos seran, por reduccin al absurdo, un discurso institucionalista
dominado por una lgica pura de la diferencia y un discurso populista, en
el cual la lgica de la equivalencia opera de modo irrestricto. Estos dos
extremos son, en realidad, imposibles: la diferencia pura significa una sociedad dominada a tal punto por la administracin y por la individualizacin de las demandas sociales, que ninguna lucha en torno a las fronteras
internas, es decir, ninguna poltica, sera posible; y la equivalencia pura
implicara tal disolucin de los vnculos sociales, que la propia nocin de
demanda social perdera todo sentido (Laclau, 2009: 66-67).
En ese contexto, teniendo en cuenta, a partir del ejemplo del peronismo
clsico, que la ruptura populista se vuelve progresivamente ms institucio48
En este punto, nos distinguimos de algunos trabajos (Arditi, Biglieri) que han sealado
que no puede pensarse en gradualidades y en la superacin de esta disyuncin, desde la teora
de la hegemona.
228
nalizada, de manera tal que la lgica diferencial comienza a prevalecer, Laclau destaca que:
La equivalencia es, claramente, una forma de articular diferencias. Hay,
por tanto, entre la equivalencia y la diferencia, una dialctica compleja,
un compromiso inestable. Existe una variedad de situaciones histricas
que presuponen la presencia de ambas pero, al mismo tiempo, su tensin
(Laclau, 2009: 67).
Ello lo lleva a concluir que:
Un discurso va a ser ms o menos populista dependiendo del grado en
que sus contenidos son articulados por lgicas equivalenciales. Esto significa que ningn tipo de movimiento poltico va a estar completamente
exento de populismo []. El grado de populismo, en ese sentido, depender de la profundidad del abismo que separe las alternativas polticas
(Laclau, 2009: 68).
En el marco de estas contribuciones, en sus ltimos trabajos Laclau profundiza, en un nivel ms general, la ruptura con la disyuncin entre democracia y liberalismo, desde una concepcin posfundacional. En ese sentido,
aunque deja a un lado el debate sobre el socialismo, recupera la propuesta de
articulacin de las tradiciones democrticas, liberales y humanistas, al sostener que:
Es un error pensar que la tradicin democrtica, con su defensa de la
soberana del pueblo, excluye como cuestin de principio las demandas
liberales. Eso slo podra significar que la identidad del pueblo est definitivamente fijada. Si, por el contrario, la identidad del pueblo slo se
establece a travs de cadenas equivalenciales cambiantes, no hay razn
para pensar que un populismo que incluye los derechos humanos como
uno de sus componentes es excluido a priori (Laclau, 2005b: 215-216).
Esta articulacin compleja de tradiciones, que profundiza los avances de
Lefort (1990) y Mouffe (1999), lo conducen a concluir que, si bien no exis 229
230
clau, 2006b: 60). Como una respuesta a esta tensin, que puede concluir en
una degeneracin burocrtica del populismo, Laclau enfatiza la necesidad
de que el momento vertical de la representacin poltica, vinculado al rol
regulador e integrador del Estado y a la centralidad del liderazgo, y el
momento horizontal de la movilizacin y participacin social, logren
un cierto punto de integracin y de equilibrio. De este modo, promoviendo
la movilizacin y auto-organizacin de sectores previamente excluidos, el
populismo logra construir una sociedad ms justa y democrtica (Laclau,
2006b: 59-61).
Esta dialgica compleja le permite a la teora de la hegemona romper
con la clsica disyuncin binaria del pensamiento moderno entre representacin poltica y participacin popular (expresada en el falso debate Hobbes
versus Rousseau), para incorporar a la funcin unificadora una dimensin
que en su momento definimos como legitimadora. Esta ltima dimensin
podemos redefinirla como democrtico-popular, en el sentido de que el
lder-representante, sin perder de vista su capacidad (per)formativa, debe tener en cuenta y buscar satisfacer las demandas acuciantes del Pueblo (ser representativo), y promover la participacin social autnoma. De este modo,
no sin contratiempos, Laclau logra sortear el problema histrico (avizorado
por Rousseau) de la inevitabilidad de las formas de representacin poltica,
sin caer en una lgica liberal-conservadora y verticalista, ya sea burocrticocentralista-autoritaria o parlamentaria-formalista.50
Conclusiones
En los estudios bibliogrficos especializados no se ha distinguido ntidamente entre el estructuralismo y el post-estructuralismo, ni se ha identificado de una forma rigurosa la transicin entre ambas vertientes de la escuela
francesa. Adems, en el momento de posicionar a los referentes tericos, se
acentan los desacuerdos, potenciados por los planteamientos ambiguos y
cambiantes de los propios autores. En este trabajo elaboramos una respuesta
a estos problemas, incorporando algunas especificaciones terico-metodo50
Ya desde su ruptura de los aos 80, Laclau (1985) destacaba el peligro de que el populismo deviniera en una forma burocrtica, aunque en ese momento, bajo la influencia gramsciana,
se refera a las formas transformistas del Estado Benefactor.
231
de la construccin discursiva de hegemonas. Tambin subrayamos la concepcin del sujeto parcial populista, que integra elementos del jacobinismo
rousseauniano, la teora poltica de Maquiavelo y el decisionismo schmittiano, en clave post-estructuralista. En el marco de estas innovaciones, Laclau
elabor una teora interdisciplinaria de anlisis poltico que asimilamos al
pensamiento complejo, ya que logr trascender, de forma compleja, las principales disyunciones binarias de la Modernidad. En el plano filosfico-poltico, construyendo una novedosa teora posfundacional del sujeto parcial, que
super de forma no dialctica las clsicas disyunciones agencia-estructura,
particular-universal, participacin-representacin y contingencia-necesidad,
sin caer en un relativismo cultural o en una mera defensa de las particularidades. Adems, el concepto de democracia radical y plural y la teora discursiva
del populismo le permitieron trascender las disyunciones clsicas entre democracia-liberalismo, populismo-institucionalismo, democracia-socialismo,
reforma-revolucin y estructuralismo-humanismo, al integrar elementos parciales de estas tradiciones, en clave post-estructuralista y post-marxista. En
cuanto al plano epistemolgico, destacamos la propuesta de una objetividad
parcial, que integr aportes de la fenomenologa, la filosofa postanaltica y el
psicoanlisis lacaniano, para luego reconducirlos al anlisis poltico. En ese
contexto, Laclau construy una cuasi-ontologa poltica de lo social, aunque
sin abandonar el objetivo praxstico de transformacin radical de las condiciones de existencia.
En sntesis, la perspectiva de Laclau puede ser ubicada dentro de una
teora poltica y un pensamiento poltico complejo de lo social, que ha logrado superar, de una forma no dialctica ni trascendental, gran parte de los
binarismos y disyunciones inconducentes y simplificantes de la Modernidad.
Sin embargo, tambin debemos sealar que algunas de las innovaciones de
Laclau no hacen ms que radicalizar aportes previamente destacados por
otros pensadores posfundacionales y post-estructuralistas, como Lefort, Lacan, Derrida, e incluso Lvi Strauss. Adems, su perspectiva ignora algunas contribuciones centrales de la teora psicoanaltica lacaniana, como el
concepto complejo de nudo borromeo y las potencialidades tericas de la
cinta de Moebius. En el mismo sentido, no incorpora estrictamente un pensamiento ternario de lo social, como s lo han hecho la semitica peirciana, la
filosofa wittgensteiniana y el propio Lacan. En ese contexto, debemos des 234
Bibliografa
240
241
242
individuo, y en definitiva del ser humano, para la filosofa (Ribes, 2004: 92).
En lo que sigue nos proponemos el siguiente recorrido: primero, detallar
la revisin del escepticismo moderno ensayada por Cavell y la asimetra
que encuentra entre el problema de las otras mentes del problema del mundo
externo; segundo, mostrar cmo a partir de la cuestin del autoconocimiento
se redefinen cuestiones sobre la problemtica del sujeto; y finalmente, un
breve excurso sobre las exigencias y configuraciones que la comprensin de
estos temas impone a los modos de escritura filosfica.
Buena parte de la reinterpretacin que Cavell lleva a cabo del escepticismo moderno se relaciona con su interpretacin de los procedimientos de los
filsofos del lenguaje ordinario de Oxford, en particular, los desarrollados
por Austin. Estos procedimientos se basan en el estudio, distincin y clasificacin de los modos de expresin cotidianos, se trabaja sobre casos particulares y sus contextos de enunciacin para mostrar los diferentes usos posibles
de las expresiones y la modificacin en las relaciones que se establecen entre
los interlocutores. Estas distinciones, y lo que posteriormente se postular
como los actos de habla, se configuran como dispositivos tericos que permiten la determinacin de los principios que reglan la accin lingstica y a
partir de ello, la evaluacin de las formulaciones filosficas que resultan sinsentidos a ser descartados. Para Cavell, la aplicacin de este procedimiento a
los casos y ejemplos utilizados por el escptico, no implica una refutacin y
crtica del escepticismo moderno y, en general, tampoco se configura como
rechazo de la filosofa tradicional en conjunto. Si bien esta modalidad de
Oxford tiene la pretensin de constituirse como un nuevo mtodo, conserva
respecto al pasado filosfico una relacin compleja que no puede describirse
slo bajo los parmetros de ruptura o de vanguardia. Por lo tanto, la relacin
que el propio Cavell establezca con los clsicos problemas de la filosofa
moderna tampoco tiene como horizonte la elaboracin una argumentacin
que los resuelva: regresa al escepticismo en su formulacin moderna para
comprender las motivaciones detrs de su formulacin.2
2
En relacin a este punto D. Ribes afirma que la relacin que Cavell establece con la tradi-
243
De aqu se desprende una idea de revisin, y no simplemente de repudio, que consiste en el ofrecimiento de nuevas lecturas que tensionen
-muestren nuevos matices de- las ya establecidas. Este tipo de revisin o
examen que pone el acento en los procedimientos utilizados por el escptico
para establecer sus dudas permite acercar las posiciones de Austin y Descartes3 en la medida en que ambos autores reivindican el carcter razonable
de la duda escptica pero, al mismo tiempo, dicha revisin permite rechazar
la conclusin a la que pretender empujarnos el escptico cartesiano. Desde
esta ptica, la investigacin se inicia reivindicando nuestros modos ordinarios de referirnos al mundo, es decir, la diferencia con Descartes no versa en
la modificacin que el francs realizara de nuestras expresiones cotidianas
que, por lo menos no en la fase inicial de su investigacin, se ajustan a los
usos del lenguaje ordinario.4
El punto que acerca a Austin y a Descartes, o aquello que hace razonable
la investigacin del epistemlogo tradicional, no es que la pregunta del escptico sobre objetos genricos nos resulte natural, en el sentido de resultar
una pregunta que hacemos en nuestro comercio cotidiano, sino que dicha
formulacin general expresa lo que a ojos de Cavell es una experiencia real
[natural y compartida] que sobreviene a los seres humanos [...] la experiencia
o sensacin de que uno podra no saber nada acerca del mundo real (Cavell,
cin no pretende ser historia de la filosofa ni tampoco refutacin terica mediante argumentos
contundentes ideados para demostrar la falsedad del punto de vista histrico en cuestin (Cf.
Ribes, 2004: 87).
3
[...] nuestra problemtica debera permitirnos investigar el carcter razonable de los procedimientos (y crticas) del filsofos del lenguaje ordinario amn de proporcionarnos un modelo
o piedra de toque del carcter razonable de los procedimientos del filsofo tradicional [...] si el
filsofo del lenguaje ordinario [...] nos mostrara en qu consiste la razonabilidad de esos procedimiento cmo podran entonces esas mismas consideraciones llegar a producir, aparentemente,
sospechas sobre esos mismos procedimientos? (Cavell, 2003: 197).
En sintona con estas afirmaciones Junqueira Smith indica una duda es razonable dado
cierto contexto. Dependiendo del contexto, una duda puede ser razonable o no. La cuestin es
saber cul es el contexto filosfico de la duda. El contexto filosfico del siglo XVII da la razn
a Descartes, no puede simplemente afirmarse que sus dudas son dudas tericas que pueden ser
denunciadas y rechazadas apelando a lo que cotidianamente afirmamos (Cf. Junqueira Smith,
2005: 162). Es decir, si se acepta esta interpretacin del desafo cartesiano se modifica tambin
los modos de comprender los procedimientos de la filosofa del lenguaje ordinario que no implican una refutacin directa del escepticismo como veremos a continuacin.
4
244
2003: 207). Ahora bien, aun cuando podamos detectar que se comenten equivocaciones -que revelan la falibilidad de los seres humanos- parecen no ser
suficiente para llegar a las conclusiones radicales del escptico. La fuerza del
escepticismo reside en que usa el mejor caso posible pero:
[] el filsofo tradicional sabe todo lo que el filsofo del lenguaje ordinario quiere ensearle -e.g. que hace falta alguna razn especfica para
plantear la duda de la existencia, que la forma en que l la plantea no es
completamente natural, que su conclusin niega los hechos ms simples
del sentido comn y del lenguaje ordinario (Cavell, 2003: 214).
Para Cavell este matiz es fundamental pues nos conduce a dirigir la atencin a los procedimientos y el tipo de ejemplos con los que trabaja el epistemlogo tradicional porque all descubre la dificultad en conciliar el carcter
convincente de su investigacin -que depende del evidente carcter ordinario de sus reflexiones- con el hecho de que un contexto ordinario (prctico)
su pregunta sobre esos mismos ejemplos resulte absurda (Cf. Cavell, 2003:
194). El interrogante que subyace es cmo puede ser que el fracaso de una
reivindicacin particular de conocimiento (parece que) vierte dudas sobre
la capacidad del conocimiento en general para revelar el mundo? (Cavell,
2003: 194. Las itlicas me pertenecen).
En su texto Must We Mean What We Say? (1969), en el que analiza los
procedimientos de los filsofos del lenguaje ordinario, indica que estos no
deben ser tomados como una impugnacin inmediata del escepticismo. Si
se lo interpretara de esta forma, es decir, como una objecin directa se suponen dos cosas: 1- que el escptico utiliza de manera peculiar sus palabras
y que es menos competente en el uso del lenguaje que realiza. De ah que el
filsofo del lenguaje ordinario corrija los malos usos o sinsentidos en lo que
incurrira el escptico; y 2- que el escptico defiende su planteo apelando a
un mbito diferente de aquel de propsitos prcticos bajo el que opera el
sentido comn cancelando la posibilidad de referir al lenguaje ordinario. El
supuesto general que subyace en esta interpretacin es que existe una brecha o aislamiento entre dos niveles o mbitos que deriva en el sostenimiento
de una perspectiva de evaluacin externalista en la que se posicionara el
escptico para el despliegue de sus dudas (Cf. Cavell, 1969: 239). Cavell
245
246
s lo que es ver algo y por ello me doy cuenta de no vemos objetos. Mientras
que el segundo parece decir: puesto que (a veces) vemos objetos, lo que haces
es malentender el concepto de ver algo (Cf. Cavell, 2003: 227).
En cuanto a la relacin entre filosofa y sentido comn, Cavell se hace
eco del enfoque de Wittgenstein, que ya perfila en el Cuaderno Azul de 1934,
en el que sostena que: no hay respuesta de sentido comn para un problema
filosfico. Solamente se puede defender el sentido comn contra los ataques
de los filsofos resolviendo sus enredos, es decir, curndolos de la tentacin
de atacar el sentido comn (Wittgenstein, 1976: 91). De igual modo, esta
lectura articula el inters en la tradicin y siguiendo los procedimientos de la
filosofa del lenguaje ordinario establece una nueva nocin de crtica: la recuperacin de lo cotidiano implica un apoyo como una destruccin de -procedimientos ms bien dentro que contra- la tarea de la epistemologa tradicional
(Cavell, 2003: 22). Cavell seala tres rasgos inherentes a la investigacin del
epistemlogo tradicional: el sentido de descubrimiento que se expresa en la
conclusin; el sentido de conflicto del descubrimiento con nuestras creencias ordinarias; y la inestabilidad del descubrimiento al desaparecer la conviccin terica cuando nos hallamos en nuestro comercio ordinario con el
mundo (Cf. Cavell, 2003: 194). En primer lugar, el filsofo norteamericano
advierte que no se trata de un descubrimiento porque no se parte de una reivindicacin; en segundo lugar, no porque la conclusin sea falsa es que no
es un descubrimiento, sino ms bien porque no es ni verdadera o falsa es que
no es un descubrimiento; y en tercer lugar, la razn de que la conclusin
no constituya ningn descubrimiento estriba en que lo que sus conclusiones
descubren en el mundo es algo que l mismo ha puesto all, una invencin,
y no existira si no fuera por obra suya (Cavell, 2003: 305-306). La invencin de los sentidos es el resultado de una invencin histrico-filosfica: el
filsofo se queda solo, aislado, y los sentido son una construccin opuesta
a la revelacin de las cosas tal cual son (Ibd. 309). Y esto sucede porque el
filsofo emplea formas de expresin que le vienen impuestas por la forma
en que ha introducido y concebido su problema y a las que tiene que dar un
sentido claro.
Se desprende de aqu, que subyacen, a la investigacin iniciada por Descartes y la llevada a cabo por Austin, dos nociones de conocimiento diferentes: la subyacente al primero es una nocin que revela la existencia del
247
248
8
Austin reflexionaba sobre este punto en Otras mentes del siguiente modo: [] queda,
sin embargo, un rasgo especial ulterior del caso, que lo diferencia del caso del jilguero. El jilguero, el objeto material, es [] no etiquetado y mudo; pero el hombre habla (Austin, 1989:
115). Es fundamental al hablar (como en otros asuntos) que estamos autorizados a confiar en
los dems, excepto en la medida en que haya alguna razn concreta para desconfiar de ellos.
Creer en las personas, aceptar su testimonio, es la, o una principal, clave de hablar (Austin,
1989: 92); [] creer en otra persona, en su autoridad y testimonio, es parte esencial del acto de
comunicar, un acto que todos ejecutamos constantemente. Es una parte tan irreductible de nuestra experiencia [] pero no hay ninguna justificacin de que lo hagamos como lo hacemos
(Austin, 1989: 117).
249
yeccin emptica: imaginar lo que otro siente para lo cual debo reconocerte
primero al otro como ser humano expresar simpata (sympathy) por otro.
Esto es lo que a ojos de Cavell, siguiendo las exploraciones de Oxford sobre
el tpico, determina la diferencia en nuestro trato con los objetos y con personas, en palabra de Austin: [] podemos ser engaados por la apariencia de
un oasis, o malinterpretar los signos de un temporal, pero el oasis no puede
mentirnos y nosotros no podemos malentender la tormenta del modo en que
malentendemos al hombre en cuestin (Austin, 1989: 115). Incluso en el
caso en que otro me engae u oculte algo, yo supongo:
[] que t tienes como yo, conciencia, o mejor auto-conciencia; que
t eres como yo, un ser humano; que te he identificado correctamente
como ser humano. Qu justifica este supuesto? No impongo un supuesto
anlogo cuando reivindico conocer la existencia y las caractersticas de
mesas y sillas, y de pedazos o bloques de arcilla: el supuesto de que, si
estoy en lo cierto al reivindicar que estas cosas existen entonces estoy
en lo cierto en mi identificacin de las mismas como materiales [] mi
identificacin de ti como ser humano no es slo una identificacin de ti
sino contigo (Cavell, 2003, citado en Prez Chico, 2008: 56).
As, Cavell interpreta a la filosofa del lenguaje ordinario y la filosofa
de Wittgenstein no como un intento de reinstaurar las creencias vulgares,
o de sentido comn, en un posicin pre-cientfica eminente, sino como una
reivindicacin del yo humano ante su negacin y negligencia en la filosofa
moderna (Cavell, 2003: 224). Veamos estos puntos con ms detalle.
Autoconocimiento
Desde la lectura de Cavell, Wittgenstein encuentra una verdad en el escepticismo -verdad que el escptico luego malinterpreta y distorsiona: no
nos hallamos en disposicin de conocer si el mundo o las dems personas
existen, pero ello no se debe a que no conozcamos tales cosas. En circunstancias
normales la relacin que mantenemos con nuestro entorno no es de conocimiento
sino ms bien de reconocimiento (acknowledgment), de reconocer la realidad de
dichos objetos, no se trata de conseguir una prueba (Cf. Putnam, 2011: 49-50). Es
en conexin con la nocin de reconocimiento (acknowledgment) y posterior re 251
chazo de la condicin humana por parte del escptico moderno que Cavell
afirma la necesidad de retorno o recuperacin de lo cotidiano a travs de
la filosofa del lenguaje ordinario. La preeminencia de los procedimientos de
la filosofa del lenguaje ordinario no se reduce a la denuncia de los excesos
cometidos por los filsofos tradicionales sino, por lo que ya hemos expuesto,
a arrojar la luz a los motivos y a los presupuestos que tienen esos filsofos
para afirmar las cosas que afirman.
Desde esta lectura, lo que Wittgenstein intenta mostrar es que lo que el
escptico revela no es una discordancia e incomprensin que se manifiesta
entre nosotros y una realidad -externa y ajena- sino entre nosotros y nuestro
lenguaje, entre nosotros y nuestras maneras de actuar y de describir lo que
hacemos. Es por esto mismo que tambin habla de mitologa, supersticin o
embrujo del lenguaje porque no se trata de un error (Cf. Bouveresse, 2001).
La cuestin problemtica es que el escptico, al dudar de lo que duda, no rechaza el mundo sino que rechaza los compromisos humanos con el mundo y
en esa medida no se trata de un problema de verificacin: frente a la descripcin de la limitacin intelectual que hace el escptico, Wittgenstein propone
una descripcin de la finitud humana (Cavell, 2003: 558.). La motivacin
que dirige la reflexin de Wittgenstein y la de Austin es volver a poner el
animal humano dentro del lenguaje y con ellos hacerle volver a la filosofa
(Cavell, 2003: 288). Qu nos lleva a hablar o pretender hablar fuera de los
juegos de lenguaje, esto es lo que calibra buena parte de la investigacin
filosfica de Wittgenstein.
A partir de estas ideas en torno a la nocin hablar fuera de los juegos
de lenguaje (Wittgenstein, 2010: IF 38, 132; 47) Cavell sugiere que lo
que ocurre a los conceptos filosficos es que son privados de sus criterios
ordinarios de uso quedando sin relacin con el mundo (lo que no implica
que sean falsos). En otras palabras, el filsofo los separa de la posicin que
ocupan en nuestro sistema de conceptos sin dar cuenta de ello (Cf. Cavell,
2003: 311). De ah que haya dos aspectos centrales del proyecto filosfico del
norteamericano: la re-concepcin de la nocin de conocimiento tal y como la
hemos heredado de la filosofa moderna y el problema del mundo externo; y
la necesidad de reconstruccin y recuperacin del sujeto, del individuo, que
se desprende de la evaluacin del problema de las otras mentes.
Para reforzar esta lnea de anlisis, Cavell recurre a los argumentos ofre 252
cidos por Wittgenstein contra el mito de lo interno. De este modo, se rechaza el supuesto egocntrico del escptico tradicional que sostiene el acceso
privilegiado a los propios estados en trminos de certeza convirtindose en
la base a partir de la cual podemos conocer a otros. La estrategia consiste
en evaluar qu tipo de criterios funcionan en la auto-adscripcin de conocimiento de nuestros estados internos. Para Malcolm no podemos decir que
s que tengo un dolor porque no pueden establecerse tems de certeza (en
tanto criterio de correccin) para los estados internos, de ah que no pueda
hablarse correctamente de conocimiento en estos casos. Para Cavell, existen
diferentes usos de yo s, que muestra una gradacin de casos y aunque no
en todos ellos se implica un conocimiento cierto, hay casos donde se dan usos
relevantes del yo s cuando nos referimos a nuestros propios estados internos. No obstante, considera que no todos los posibles casos en los que yo
s expresa conocimiento han de implicar un conocimiento cierto, sino que
se refieren a una suerte de reconocimiento (acknowledgment), -s que llego
tarde, s que me estoy comportando incorrectamente, etc. Desde este enfoque, el reconocimiento no es una cuestin de certeza sino de expresin de
simpata (symphaty): la nocin de reconocimiento va ms all de la nocin
de conocimiento en el sentido de que me lleva a reconocer lo que yo conozco.
Conocer que alguien le duele algo es, en parte, saber que el dolor del otro requiere una respuesta ma (Cavell, 1976: 246). De esta forma, s que tengo
un dolor no es una afirmacin de certeza, sino que expresa el dolor que sufro; en cambio s que te duele la muela, expresa simpata (sympathy), que
requiere el reconocimiento de un otro. Desde este enfoque el reconocimiento
no se configura como una respuesta terica sino resultado de la interaccin
de los seres humanos que tiene deseos, frustraciones, necesidades reales de
comprensin de s mismo y esperanzas de comunicacin con otros diferentes
en el mundo (Cf. Cavell, 1976: 263). El camino que traza Cavell se dirige
a la crtica de la concepcin egocntrica de acceso epistmico privilegiado
que se fundamenta en una nocin de certeza (absoluta) que no es aplicable al
nivel de los propios estados.
Esto tampoco implica lo que algunos intrpretes llegan a sostener, que
Wittgenstein est negando que podamos conocer lo que pensamos y sentimos. Para Cavell, esto puede deberse a una mala lectura de algunas de las
observaciones de Wittgenstein como las que siguen: Puedo saber lo que
253
Las voces
Si bien el planteo de Cavell intenta mostrar la profunda asimetra que detecta entre el problema del mundo externo y el problema de las otras mentes,
en especial en su evaluacin de los procedimientos de la filosofa del lenguaje
ordinario y su recuperacin de lo cotidiano, hay una conexin entre ellos y
es que ambos derivan en una negacin de nuestra condicin, una negacin
del mundo y de lo humano. Este diagnstico no slo incluye al escepticismo
sino a los intentos de respuestas argumentativos al problema, porque intentar
dar una respuesta es haber sucumbido ya al escepticismo por lo que se exige
un estilo de escritura alternativo. En la introduccin redacta por D. Ribes a
En busca de lo ordinario se plantea la cuestin de la ntima relacin entre el
cultivo de la escritura autobiogrfica en conexin con la cuestin del otro.
Fiel a sus reflexiones Cavell no esgrime una apelacin a un yo solipsista
[como el yo de las Meditaciones] sino a un yo gramatical, en otras palabras,
se apela al yo del lenguaje, que tiene, necesariamente ms de una persona
(tienen un t, un nosotros) que incorpora al lector en el dilogo que subyace
al estilo escritura ensayado en las obras del norteamericano (Ribes, 2002:
20). Esta modalidad estilstica y metodolgica recupera una de las enseanzas de Wittgenstein referida a la cuestin del sujeto en la Investigaciones en
relacin con la concepcin del lenguaje que critica. En la Confesiones de San
Agustn el sujeto es el productor de las significaciones (el sujeto de discurso,
cf. Karczmarczyk, 2012: 133-134); por el contrario, al vincular la nocin
juegos de lenguaje y formas de vida, Wittgenstein rompe con la idea de sujeto
con acceso epistmico privilegiado a los propios contenidos mentales y la
idea derivada de un lenguaje privado (Ver Wittgenstein, 2010: IF 7, 32, 19,
654, parte II). De tal manera, los sentidos emergen de una manera dialgica,
incorporando y apelando siempre la voz de un otro.
Al trazar una conexin ntima entre la escritura y el escepticismo, ya que
uno est en funcin de la otro (Cavell, 2003: 22), Cavell interpreta que el dilogo entre dos voces -voces escpticas y voces que responden- orquestan las
Investigaciones como dilogo vivo: contiene lo que las confesiones serias
deben contener: reconocimiento pleno de la tentacin (Tengo ganas de decir; Me siento como queriendo decir; Aqu el impulso es fuerte) y
la voluntad para corregirla y abandonarla (En el uso cotidiano; Impongo
un requerimiento que no se ajusta a mi necesidad real) [] Al confesarse,
255
uno no se explica o justifica, sino que describe cmo se dan las cosas en uno
mismo. Y la confesin, a diferencia del dogma, no ha de ser crea sino puesta
a prueba, y aceptada o rechazada (Cavell, 2012: 229). Para muchos lectores
la fluctuacin entre estos dos momentos hace que se anulen as mismos. Para
Cavell, en cambio, dicha fluctuacin se entiende como un esfuerzo continuo
por mantener el equilibrio [...] una expresin de esa lucha entre esperanza y
desesperacin que entiendo como una motivacin de la escritura filosfica
(Cavell, 2003: 88) ya que la modalidad de escritura es algo interno a lo que
se ensea, lo que significa que no podemos entender la manera (llamase
mtodo) antes de entender su obra (Cavell, 2003: 38). Para Cavell la nocin de crtica que se desprende de la propuesta de Wittgenstein implica una
transformacin a partir de una idea de destruccin que exige un cambio en el
que se nos pide interesarnos: el derrumbamiento de las ideas que tenemos de
lo grande e importante, como ocurre en una conversin (Cavell, 2003: 27).
Desde la lectura de Ribes, esto no supone negar que en los escritos de
Wittgenstein haya argumentos. Lo que se sugiere ms bien es que son slo un
aspecto de su obra y que no debera aislarse de otras dimensiones que conforman su original estilo ya que se convierte en una manera de no heredar a
Wittgenstein, o de inmunizarlo, (Ribes, 2004: 95). La propia escritura del
norteamericano refleja esta herencia ya que su meta
[] es alcanzar la precisin mediante ricas formas que tiene el lenguaje
de conseguir precisin: por cualificacin y modificacin, por exclusin
y salvedad, por repeticin cum variacin, mediante ejemplos incesantes,
haciendo hablar a las palabras en contextos que las toman por sorpresa.
Evidentemente, lo que pretendo siguiendo al segundo Wittgenstein y la
prctica de mi maestro J. L. Austin- es cuestionar lo que llamo el deseo
de la filosofa de escapar a lo ordinario y cotidiano (Cavell, 2003: 12).9
9
En este sentido, los trminos de lo ordinario y de reconocimiento en la obra de Cavell
son cuasi-tcnicos por lo que no puede ser objeto de una definicin o descripcin fija tcnica;
y por tanto su uso no es, y no puede ser, invariable o invariablemente unvoco, en todas sus instancias, no tanto porque se emplee con distintos significados en cada una de ellas, sino porque
en cada una se acenta o subraya, o simplemente se tiene en cuenta un aspecto de su complejo y
polivatente significado (Ribes, 2002: 15).
256
Wittgenstein (al igual que Emerson y Thoreau) exhibe una escritura esotrica, carcter hermtico, lo que Cavell llamar la represin intermitente
del autor por esa cultura que exige un lector y un tipo de lectura determinada llmese interpretacin, llmese lectura desde uno mismo y desde la
posicin (filosfica, intelectual) particular que ocupa uno mismo. Ribes, a
su vez, distingue entre dos modos de lectura a los que refiere Cavell, una es
la que denomina informativa, la segunda la lectura expresiva que es la
que demandara tambin el austraco: lectura sta en la que t expresas tus
propios pensamientos y a ti mismo a propsito de los pensamientos del genio (Cf. Ribes, 2004: 91). A propsito de la escritura de Cavell, Kuhn en el
prlogo a su libro sobre las Revoluciones cientficas, interpreta que su estilo
intenta a partir de frases incompleta o inconclusas un tipo de comunicacin
que est en funcin de la pretensin que tiene su escritura de dirigirse desde
un yo que habla (carcter autobiogrfico de la filosofa) a otro que escucha,
o lee, y que es este ltimo quien tiene que completar el significado (Ribes,
2004: 99-100). De esta forma la escritura de Cavell en su falta de continuidad
discursiva obliga a una lectura atenta y pausada en la que el lector sea quien
realice los trnsitos y conexiones. Dejamos entonces al lector de este artculo
la invitacin a componer su propio ensamble.
Bibliografa
258
Los autores
Matas Abeijn
Luisina Bolla
Licenciada en Filosofa por la Universidad Nacional de La Plata. Participa de los proyectos de investigacin a cargo del Dr. Pedro Karczmarczyk
259
Profesora en filosofa por la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente es docente en la ctedra de Metafsica de esta institucin. Se ha desempeado como becaria doctoral de CONICET. Actualmente se encuentra
concluyendo su tesis en el Doctorado en filosofa de la Universidad Nacional
de La Plata sobre El problema del ser y su relacin con el lenguaje potico:
origen, naturaleza y resonancias del anlisis de la poesa en la filosofa de
Heidegger. Ha publicado diversos trabajos en revistas especializadas, argentinas y extranjeras, captulos de libros, contribuciones a congresos, etc.
Hernn Fair
Licenciado en Ciencia Poltica, Magster en Ciencia Poltica y Sociologa y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Buenos Aires. Actualmente es Investigador asistente en CONICET con lugar de trabajo
en la Universidad Nacional de Quilmes. Ha publicado numerosos artculos en
revistas cientficas nacionales e internacionales. Su tema de trabajo actual es:
Supervivencia, crisis y derrumbe de la hegemona neoliberal en el gobierno
de la Alianza (2001). Una comparacin con los tiempos de Menem.
Pedro Karczmarczyk
Profesor, Licenciado y Doctor en Filosofa por la UNLP. En esta institucin se desempea como Prof. Adjunto de Filosofa contempornea y dirige
el equipo de investigacin Lenguaje y lazo social. Subjetivacin, sujecin y
crtica en el pensamiento contemporneo. Es Investigador Adjunto de CONICET. Ha publicado dos libros (Gadamer: aplicacin y comprensin 2007 y
El argumento del lenguaje privado a contrapelo, 2011), y se ha desempeado
como editor de nmeros especiales de revistas (Aproximaciones a la escuela
260
francesa de epistemologa en Estudios de epistemologa, Universidad Nacional de Tucumn, n 10, 2013 y La actualidad del pensamiento de Michel
Pcheux Dcalages. An Althusser Studies Journal, Occidental College, Los
ngeles, n 4, 2014). Ha publicado numerosos artculos en revistas especializadas, argentinas y del exterior.
Guadalupe Reinoso
Licenciada y Doctora en filosofa por la Universidad Nacional de Crdoba. Actualmente es Becaria posdoctoral de CONICET y Directora del Departamento de Filosofa de la Universidad Nacional de Crdoba. Ha publicado
diversos artculos en revistas especializadas, nacionales y del exterior, como
as tambin mltiples colaboraciones en volmenes colectivos. Su tesis de
doctorado vers sobre Conocimiento, filosofa y teraputica. Estrategias y
enfoques escpticos y antiescpticos en la confrontacin L. Wittgenstein-G.
E. Moore en torno a la certeza.
Gustavo Robles
Licenciado en Filosofa por la Universidad Nacional de Tucumn, Magster en Historia y Memoria por la Universidad Nacional de La Plata y doctorando del Doctorado en Filosofa de la Universidad Nacional de La Plata.
Se desempea adems como docente en la ctedra de Epistemologa de las
Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de La Plata. Fue becario doctoral de CONICET y actualmente se encuentra realizando una estancia de
investigacin en la Goethe-Universitt Frankfurt (Alemania) mediante una
beca DAAD. Su tema de trabajo es La crtica al sujeto en la filosofa de
Theodor W. Adorno.
261