Labriola, Antonio - Filosofía y Socialismo (1897) PDF
Labriola, Antonio - Filosofía y Socialismo (1897) PDF
Labriola, Antonio - Filosofía y Socialismo (1897) PDF
Y
-
SOCIALISMO
Edicin de la
EDITORIAL
CLA-
RIDAD.
Derechos de traduccin re-
icrvados. Queda hecho el depsito de
Ley.
ANTONIO LABRIOLA
filosofa Y
CONSIDERACIONES SOBRE FILOSOFA, POLTICA DEL PROLE-
TARIADO, economa, HISTORIA, ETC., DESDE EL PUNTO DE
VISTA MARXISTA
TRADUCCIN DEL FRANCS PARA CLARIDAD POR
LUIS ROBERTS
COLECCIN CLARIDAD
"Manuales de Cultura Marxista"
buenos aires
hx'
PEQUEA NOTA REFERENTE AL AUTOR
Filsofo
y
pedagogo italiano, naci en Cassino en
1843
y
muri en 1904, Estudi en aples, forman-
do parte de la escuela hcgeliana, donde primero ense
pedagoga, pasando en 1887 a ensear filosofa a Ro-
ma. Pertenece a la escuela socialista de Carlos Marx,
habiendo sido uno de los lderes del partido socialista
democrtico en Italia
y
profesado el materialismo hiry
trico. Sus hbras son: Doctrina de Scrates (ap-
les, 187
1),
Moral
y
Religin (1873), De la ensean-
za de la historia (Turn, 1876), Del concepto de la
libertad (1878), Los problemuS de la filosofa de la
historia (^k<>ma, 1887). Del socialismo
(1889),
Ensayos jk la concepcin materialista de la histeria
f75P (5;
r Socialismo
y
filosofa
(1899),
Del materia-
lismo histrico
(1902),
De Filosofa
y
Socialismo esta es la primera versin
qu9 se publica en castellano.
Nota del Traductor
Lo que hay que destacar principalmente en esta obra de
Labriola es su aspecto destructor. Evidentemente que es forzo-
so "destruir" primero para construir luego
y
vase en esto
un momento del proc?so dialctico.
Lo que el autor desmenuza despiadadamente
y
con profun-
didad de conocimiento filosfico
haba salido de la escuela
hegeliana
, es toda concepcin metafsica trascendente del
mundo, que representa un residuo de la influencia teolgica en
el espritu de los hombres pensantes desde la disolucin de la
escolstica histrica,
y
que naciera con Platn.
Aniquilar la metafsica absoluta como una traba al desarro-
llo del pensamiento cientfico es, en el aspecto filosfico de
esta obra, la tarea principal de Labriola. Bien que en otros as-
pectos de la concepcin crtica del miundo el autor se
presenta
como el ms fiel intrprete del marxismo, es, a nuestro parecer,
aquel respecto el que hay que tener presente.
Para los que han bebido en la cultura tradicional es dif-
cil desprenderse
de la
idea de lo absoluto; siempre creen en la necesidad de un Dios,
sea teolgico o intelectual: "cosa en s". Idea, etc., para la ex-
plicacin del mundo. No ha sido la impotencia para llegar a
una explicacin adecuada del mundo la que ha hecho que los
hombres pensaran en algo supranatural? Explicarse el mundo
ha sido el imperativo de la inquietud filosfica desde que el indi-
vidualismo griego hizo surgir el espritu; el problema del ser
fu el centro enderredor al cual gir la primera filosofa. El
hombre
es me-
tafsico. Pues metafsica es toda preocupacin del ser,
y
el mar-
xismo no escapa a este problema. Est implcito en la concep-
cin materialista de la naturaleza. Lo que hay que distinguir
son dos aspectos en la metafsica: la trascendente
y
la inma-
nente. El marxismo hace metafsica en tanto busca el ser en la
naturaleza.
Cuando el materialismo griego no pudo satisfacer, dado tos
balbuceos de la ciencia de entonces, una explicacin a las rela-
ciones de la materia
y
del espritu, se separa a ste de aquel
y
surge la metafsica trascendente, que nada explica cientficamen-
te, pero que acalla la ansiedad del saber del ser. Es desde
enton-
ces que la mente humana, no satisfecha con la interpretacin
del precedente, construye esas admirables concepciones, esos ge-
niales sistemas que no podemos menos de admirar como estu-
pendas obras de esttica,
y
que se han sucedido desde Platn
a
Hgel.
La metafsica, en tanto que mtodo que aplica el principio de
identidad
y
excluye el de contradiccin, dndole a aqul una
validez absoluta, es decir, que considera 'las cosas
y
sus refle-
jos intelectuales, las "nociones" , como objetos aislados para el
anlisis", como "objetos inmutables, fijos, inmviles, dados
de una vez por todas", "que piensa por anttesis", "que habla
con s
y
con no",
y
la metafsica como concepcin trascenden-
te del mundo, es lo que el marxismo rechaza.
Este ltimo aspecto de la metafsica nos da un
conocimiento
del mundo "a priori" de la ciencid
y
que la ciencia
y
slo ella
ha de confirmar o desechar; esto es, nos da un conocimiento
del mundo basado en la intuicin
y
no en la experiencia. Ha
reemplazado la voluntad de saber hasta el saber positivo de la
ciencia, con teoras que son esplndidas lucubraciones geniales.
La ciencia desplaza la metafsica trascendente, as como toda
concepcin religiosa del mundo.
Pero la filosofa no ha de desaparecer en cuanto se la entien-
da por estos dos conceptos: como crtica de la razn, por cuan-
to la ciencia necesita la crtica que slo esa filosofa puede dar,
y
como reguladora de la vida de la sociedad.
Estos han sido los conceptos fundamentales de la filosofa
clsica alemana
y
que, segn Engels, heredar el proletariado.
"Los hombres
, no nos es po-
sible por el momento rechazar aquellos que han tenido tiempo
que perder
y
papel impreso para poner en circulacin, pavo-
nendose en nombre de tantas
y
tantas cosas bellas la hu-
manidad, la justicia social, etc.. Tampoco podemos re-
chazar, en nombre del socialismo, aquellos que ingresan a sus
filas para ser inscriptos en la "orden del mrito"
y
en la
"legin de honor" de la futura, pero no muy
prxima, revo-
lucin proletaria. Cmo es que todos esos no han presen-
tido en el materialismo histrico la stira a todas sus vanas
arrogancias
y
a sus ftiles ambiciones,
y
cmo imaginarse que
no hayan tenido horror a esa nueva especie de pantesmo, de
donde ha desaparecido y esto porque es ultraprosaico has-
ta el santo nombre de Dios?
Es necesario tener en cuenta todava una circunstancia gra-
ve. En todas partes de la Europa civilizada lot taUntoi ver-
Filosofa y Socialismo
17
daderos o falsos tienen muchas posibilidades de ser ocupa-
dos en los servicios del Estado
y
en lo que puede ofrecerles
de ventajoso
y
prominente la burguesa, cuya muerte no est
tan cercana, como creen algunos amables fabricantes de extra-
vagantes profecas. No es necesario asombrarse si Engels
(p-
gina 4 del prefacio al tercer volumen de El Capital, observe
bien, con fecha 4 de octubre de 1894),
escriba: "Como en
el siglo XVI, lo mismo en nuestra poca tan agitada, no hay,
en el dominio de los intereses pblicos, puros tericos ms
que del lado de la reaccin". Estas palabras tan claras como
graves bastan por s solas para tapar la boca a los que gritan
que toda inteligencia ha pasado a nuestro lado,
y
que la bur-
guesa baja actualmente las armas. La verdad es, precisamente,
lo contrario: en nuestras filas son muy raras las fuerzas in-
telectuales, bien que los verdaderos obreros, por una sospecha
explicable, se levanten contra los "habladores"
y
los "letra-
dos" del partido. No es necesario extraarse si el materia-
lismo histrico est an en las frmulas generales de sus pri-
meros pasos. Y despreciando aquellos que no han hecho ms
que repetirlo o disfrazarlo,
y
a veces dado un tono burlesco,
es necesario confesar que, en el conjunto de lo que ha sido
escrito en serio
y
correcto sobre este particular, no hay an
una teora que haya salido del estado de primera formacin.
Nadie osara compararlo al darwinismo, que en poco menos
de cuarenta aos ha tenido un tal desarrollo intensivo
y
ex-
tensivo, que, por la cantidad de m.ateriales, por la multipli-
cidad de los agregados con otros estudios, por las diversas co-
rrecciones metdicas
y
por la interminable crtica que le ha
sido hecha por partidarios
y
adversarios, tiene ya una historia
gigantesca.
Todos aquellos que estn fuera del socialismo tienen o han
tenido inters en combatirlo, en desnaturalizarlo o al menos
en ignorar esta nueva teora,
y
los socialistas, por las razones
ya expuestas
y
por otras muchas an, no han podido dedicar
el tiem.po, los cuidados
y
los estudios necesarios para que tal
tendencia mental adquiera la amplitud de desenvolvimiento
y
la madurez de escuela, como la que alcanzan las disciplinas
que, protegidas o al menos no combatidas por el mundo ofi-
cial, crecen
y
prosperan por la cooperacin constante de nu-
merosos colaboradores.
El diagnstico del mal no es casi un consuelo? No e
18 Antonio Labriola
as que proceden actualmente los mdicos con sus enfermos,
desde que se inspiran ms, como ocurre ahora en su prctica
teraputica, en el criterio cientfico de los problemas de la
vida ?
Por otra parte, de los diferentes resultados que pueda pro-
ducir el materialismo histrico, algunos solamente podrn
tener cierto grado de popularidad. Gracias a esta nueva orien-
tacin doctrinal se llegar a escribir libros de historia menos
vagos que los que escriben los literatos que no estn prepa-
rados para este arte ms que con lo que les puede ensear la
filologa
y
la erudicin. Y, sin hablar de la conciencia que los
hombres de accin del socialismo puedan formarse por el
anlisis profundo del terreno sobre el cual trabajan, no es du-
doso que el materialismo histrico, directa o indirectamente,
haya ejercido sobre muchos espritus una gran influencia
y
que ejercer con el tiempo una ms grande todava, siempre
que se sujete a los estudios verdaderos de historia econmica
y
a la interpretacin pragmtica de los mviles
y
de las razones
ntimas
y,
por lo tanto, ms ocultas, de una poltica deter-
minada. Pero toda la doctrina en su esencia o en su conjunto,
toda la doctrina, en fin, en tanto que filosofa
(y
me sirvo
de esta palabra con mucha aprehensin, porque temo ser mal
comprendido, aunque no hallara otra que la reemplace; si
escribiera en alemn dira de buen grado: Lebens und Wel-
tanschauung, es decir, concepcin general de la vida
y
del
mundo) no me parece que pueda entrar en el programa de la
educacin popular. Para aprender esta filosofa es necesario,
en verdad, un cierto esfuerzo, an para los habituados a las
dificultades del pensamiento, pues servirse de ella sin gran co-
nocimiento puede exponer a los espritus demasiado simples o
demasiado inclinados a las conclusiones fciles, a disparatar
lindamente;
y
nosotros no queremos hacernos los promotores o
cmplices de una nueva especie de charlatanera literaria.
II
Roma, abril 24 de 1897.
Permtame ahora pasar a la consideracin de cosas prosai-
camente pequeas, pero que, como sucede a menudo con las
pequeas cosas en los grandes problemas de este mundo, tie-
nen gran importancia.
Las obras de Marx
y
de Engels para volver a ellos, que
estn siempre en boca de todos han sido, acaso, completa-
mente ledas por alguien que se encuentre fuera del grupo de
sus amigos ms prximos
y,
por consecuencia, fuera de los
discpulos
y
de los intrpretes de esos m.ismos autores? To-
das estas obras han sido alguna vez comentadas
y
explicadas
por personas que se encontraban fuera del crculo que se form
alrededor de la tradicin de la Deutsche Socialdemoktatie?
Slo la Neae Zeit, la revista imprescindible para las doctrinas
del partido, fu durante muchos aos el rgano ms impor-
tante en este trabajo de aplicacin
y
explicacin. En una pa-
labra, no se ha formado alrededor de estos trabajos, salvo en
Alemania,
y
an ah solamente en un pequeo crculo, lo que
los neologistas llaman un medio literario.
Y la escasez de muchos de estos trabajes,
y
la imposibi-
lidad de procurarse algunos de ellos! Hay muchas gentes
en el mundo que tengan la paciencia de buscar durante aos,
como me ha ocurrido a m, un ejemplar de la Miseria de la
Filosofa (que recientemente ha sido reeditada en Francia), o
el singular libro que es La Sagrada Familia,
y
que est dis-
puesto a tomarse el trabajo necesario para conseguir un ejem-
plar de la Neue Rheinische Zeitung, como hace general-
m.ente cualquier fillogo o historiador para leer
y
estudiar
todos los documentes del Egipto antiguo? Yo no he cono-
cido trabajo ms fastidioso que ste, aunque tengo bastante
20
'
Antonio Labrila
prctica en libros
y
en el arte de buscarlos. La lectura de
todo lo que han escrito los fundadores del socialismo cientfico
ha pasado hasta aqu por ser un privilegio de iniciado!
Cmo asombrarse, entonces, de que, salvo en Alemania
y,
por lo tanto, en Francia,
y
particularmente en Francia, un
gran nmero de escritores, sobre todo entre los publicistas,
haya tenido la tentacin de extraer de las crticas de los ad-
versarios, de las citas hechas por otros, o de las deducciones
apresuradas, sacadas de ciertos pasajes o de recuerdos vagos, ele-
mentos que les permiten construir un Marxismo de su cosecha
y
a su gusto? Tanto ms cuanto que con el nacimiento en
Francia
y
en Italia de partidos socialistas, que pasan ms o me-
nos por ser representantes del Marxismo (lo que me parece un
nombre inexacto)
(1),
los letrados de toda especie han podido
hallar la ocasin cmoda de creer
y
de hacer creer que en cada
discurso de un propagandista o de un diputado, en cada progra-
ma, en cada artculo de diario, en cada acto del partido, haba
como la revelacin autntica
y
ortodoxa de la doctrina nueva
manifestndose en la nueva Iglesia. Hace dos aos no se ha
estado a punto de discutir en la Cmara francesa la teora del
valor de Marx . . . como si nosotros estuviramos en Bizan-
co? jY qu decirle de todos esos profesores italianos que han
citado
y
discutido libros
y
folletos durante aos, quienes, como
se saba de manera notoria, no haban jams llegado hasta
nuestras reuniones, a pesar de que Georges Adler
(2)
haba
escrito sus dos libros un poco superficiales
y
vagos, en los
cuales, sin embargo, ofreca a los investigadores de erudicin
fcil
y
a los plagiarios los tesoros prcticos de la bibliografa
y
de las abundantes citas!; porque, a decir verdad, Adler ha
ledo mucho
y
sacado mucho provecho.
El materialismo histrico, que en un cierto sentido es todo
el marxismo, antes de entrar en el medio crtico literario de
las personas capaces de desenvolverlo
y
continuarlo, ha pasado,
en muchos pueblos de lengua neolatina, a travs de una in-
(1) Ver Ensayor, etc., pg. 8 7, rxta 2.
(Neta de la edicin
francesa).
(2) Hago alusin a las dos obras: Gechichtc dcr ersten socialpolitiscben
Arbeiterbewegung in Dcntschland,
y
Die Grundlagen der Karl Marx' schen
Kritik, etc., que han sido maltratadas en Italia por los crticos de pacotilla.
, no
es verdaderamente importante sino en lo que nos muestra
cmo Marx
y
Engels, libertades del escolasticismo hegeliano,
se desprenden poco a poco del humanitarismo de Feuerbach
y,
mientras se encaminaban hacia lo que fu despus su doc-
trina propia, estaban an en cierta medida impregnados de
este socialismo verdadero, cuya stira han escrito ellos mismos
en el Manifiesto!
Pero al lado de estas historietas muy entretenidas, hubo en
Italia una que no tuvo nada de risuea. Deseo hablarle del
caso Loria. En estos ltimos aos, en medio de grandes di-
ficultades se ha formado entre nosotros un partido socialista
(1) Devenir Social, noviembre de 189 6, pgs. 904-905.
22
Antonio Labrila
que, en sus programas
y
en sus fines,
y
en tanto lo permiten
las condiciones del pas, tambin en su accin, corresponde a
las tendencias del socialismo internacional; pues bien, en estos
mismos aos algunos estudiantes o ex estudiantes se ponen a
hacer de Loria ya el autor autntico de las teoras del socia-
lismo cientfico, ya el inventor de la interpretacin econ-
mica de la historia
y
tantas
y
tantas otras cosas diversas, con-
trarias
y
contradictorias, de manera que Loria, sin saberlo,
sin ningn mrito de su parte o sin su culpa, ha sido al
mismo tiempo ya Marx, ya anti-Marx, un vice, o
un sobre,
o un debajo-Marx. Este equvoco tambin ha sido superado;
y
paz a su memoria. Desde que los Problemas Sociales de
Loria fueron traducidos al francs muchos de sus compatrio-
tas han debido extraarse de que este escritor haya podido
pasar, no por socialista en general, lo que puede ser, en re-
sumidas cuentas, una prueba o una nota de ingenuidad, sino
por continuador o corrector de Marx, lo que es de tal enor-
midad como para hacer poner los cabellos de punta!
Luego, estas ancdotas que pueden servir de ejemplo in-
tuitivo, deben consolar a usted por lo que pasa en Francia,
porque no solamente es verdad que intra iliacos muros pecca
tur et extra, sino porque, al fin de cuentas, todos aquellos
que no pretenecen a la categora de esos locos que son los
genios incomprendidos, deben convenir en este principio: que
no se llega jams demasiado tarde para cum.plir con su deber.
Y an en este caso particular tan no se llega con retardo que
Engels me escriba algunas semanas antes de morir: estamos
todava en los primeros pasos!
Y para que aquellos que en este primer comienzo deseen
ocuparse de la doctrina en cuestin con pleno conocimiento de
causa puedan hacerlo con la menor dificultad posible
y
en
posesin de las fuentes, me parece que sera el deber del partido
alemn darnos una edicin completa
y
crtica de todos los es-
critos de Marx
y
de Engels; espero una edicin acompaada
de prefacios explicativos, de referencias, de notas
y
de indi-
caciones. Esto sera ya una obra tan m.eritoria como la de
evitar a los libreros de viejo la posibilidad de hacer especula-
ciones indecentes de esto s algunas cosas con los raros
ejemplares de libros antiguos. A las obras ya aparecidas en
forma de libro o folleto es necesario agregar los artculos de
diarios, manifiestos, circulares, programas
y
todas aquellas car-
Filosofa y Socialismo 23
tas que teniendo un inters pblico
y
general, bien que pri-
vadas, tengan importancia poltica o cientfica
(1).
Este trabajo no puede ser emprendido ms que por los so-
cialistas alemanes. Nadie menos alemanes que Marx
y
En-
gels, en el sentido patritico
y
patriotero que para muchos
tiene la palabra nacionalidad. La estructuracin de sus pen-
samientos, la marcha de sus producciones, la organizacin l-
gica de sus puntos de vista, su sentido cientfico
y
su filo-
sofa han sido el fruto
y
el resultado de la cultura alemana;
pero la substancia de lo que han pensado
y
expuesto est todo
por entero en las condiciones sociales que se haban desen-
vuelto, hasta los aos ms maduros de su vida, en gran parte
fuera de Alemania,
y
particularmente en aquellos pases de la
gran revolucin econmico-poltica que, desde la segunda mi-
tad del siglo XVIII, ha tenido su base
y
desarrollo principal-
mente en Inglaterra
y
en Francia. Ellos han sido, desde todo
punto de vista, espritus internacionales. Pero, sin duda,
no es ms que entre los socialistas alemanes, comenzando por
la Liga de los Comunistas, hasta el programa de Erfurt
y
hasta los ltimo artculos del prudente
y
ponderado Kautsky,
que se halla la continuidad de tradicin
y
la ayuda de la
experiencia constante que es necesaria para que la edicin cr-
tica halle en las cosas mismas
y
en la memoria de los hombres
los antecedentes indispensables para hacer de ella una obra
perfecta
y
plena de vida.
No se trata de elegir. Toda la actividad cientfica
y
po-
ltica, toda la produccin literaria, hasta los trabajos de cir-
cunstancias de los dos fundadores del socialismo cientfico,
deben ser puestas al alcance de los lectores. No se trata, por
cierto, de compilar un Corpus Jutis, ni de redactar un Testa-
mentum juxta canonem receptum, sino de reunir los escritos
en un conjunto orgnico, para que ellos hablen directamente
a todos los que tengan deseos de leerlos. Es as solamente que
los escritores de otros pases podrn tener a su disposicin to-
das las fuentes que, conocidas en otras condiciones, por re-
producciones dudosas o por vagos recuerdos, han producido
(1) La reimpresin del libro de Marx, Zar Kritik dcr policischen Oeko-
nomie, hecha por Kautsky, ha aparecido en el mes de agosto, tres meses
despus de esta carta.
24 Antonio Labrila
este extrao fenmeno: que no haba sobre marxismo, hasta
hace poco tiempo, casi ningn trabajo en otra lengua que en
alemn que fuera el resultado de una crtica documentada,
sobre todo si salan de la pluma de escritores de otros par-
tidos revolucionarios o de otras escuelas socialistas. El tipo
de stos es el de los escritores anarquistas, para los cuales,
especialmente en Francia
y
en Italia, el autor del Marxismo
no parece haber vivido ms que para ser el verdugo de
Proudhon
y
el adversario de Bakunin, cuando no el jefe de la
escuela que es para Marx precisamente el ms grande de los
crmenes, es decir, el representante tpico del socialismo po-
ltico
y,
por lo tanto, oh, infamia! del socialismo parla-
mentario.
Todos esos trabajos tienen un fondo comn: el mate-
rialismo histrico, entendido en el triple sentido de tendencia
filosfica en la concepcin general de la vida
y
del mundo;
de crtica de la economa, que por su esencia no puede ser
reducida a leyes sino en tanto representen una fase hist-
rica determinada,
y
de interpretacin poltica, sobre todo
de la que es necesaria
y
sirve para la direccin del movi-
miento obrero hacia el socialismo. Estos tres aspectos, que
enumero aqu de una manera abstracta, como conviene para la
comodidad del anlisis, no son ms que uno en el espritu
de los mismos autores. Estos trabajos salvo el Anti-Dhring
de Engels
y
el primer volumen de El Capital, no parecern
nunca a los lectores acostumbrados a la tradicin clsica, com-
puesto segn las reglas del arte de "hacer el libro"
son en
realidad monografas
y,
en la mayor parte de los casos, traba-
jos de circunstancias. Son los fragmentos de una ciencia
y
de
una poltica que estn en perpetuo devenir,
y
que otros no
digo que esto sea el trabajo de cualquiera
deben
y
pueden
continuar. Luego, para comprenderlos completamente es ne-
cesario relacionarlos a la vida misma de sus autores;
y
en esta
biografa hay como el rasgo
y
el surco,
y
a veces el ndice
y
el reflejo, de la gnesis del socialismo moderno. Aquellos
que no siguen esta gnesis buscarn en estos fragmentos lo
que no se encuentra
y
lo que no debe encontrarse, por ejemplo:
respuesta a todos los problemas que la ciencia histrica
y
la
ciencia social pueden ofrecer en su desenvolvimiento
y
en su
variedad emprica, o una solucin sumara de los problemas
prcticos de todos los tiempos
y
de todos los lugares. Y,
Filosofa y Socialismo 25
por ejemplo, en este momento, con respecto a la cuestin de
Oriente, en el que algunos socialistas nos ofrecen el espectculo
extraordinario de una lucha entre el idiotismo
y
la temeridad,
por todas partes se oye invocar al Marxismo
(
1
) . En efecto,
los doctrinarios, los presuntuosos de toda especie que tienen
necesidad de dolos del espritu, los hacedores de sistemas cl-
sicos buenos para la eternidad, los compiladores de manua-
les
y
de enciclopedias, buscarn a tontas
y
a locas en el mar-
xismo lo que l no ha querido ofrecer jams a nadie. Aqu-
llos ven en el pensamiento
y
en el saber alguna cosa que existe
rnaterialrrente, pero no entienden el saber
y
el pensamiento
como actividades que son in fieri. Estos son metafsicos en el
sentido que Engels atribuye a esta palabra
y
que, en verdad,
no es la nica que tenga
y
se le pueda atribuir, en el sentido,
en fin, que Engels le atribuye por constante exageracin de la
caracterstica que Hgel aplicaba a los ontologistas como Wolf
y
secuaces.
Pero Marx, publicista incomparable, cuando escriba, en el
perodo que va de 1848 a 1850, sus ensayos sobre la historia
contempornea
y
sus memorables artculos de diairo, tuvo
jams la pretensin de ser un historigrafo consumado? No
hubiera podido serlo nunca porque no tena ni vocacin ni
aptitudes. O bien, Engels, escribiendo el Anti-Dhring, que
es todava la obra ms completa del socialismo crtico
y
que
contiene en pocas cosas casi toda la losofa que es necesaria
para la comprensin del socialismo, ha tenido jams la in-
tencin de recoger, en un trabajo tan corto
y
bosquejado, todo
el saber universal
y
marcar para la eternidad los lmites de
la metafsica, de la psicologa, de la tica, de la lgica, etc.,
cualquiera sea el nombre que lleven, o an, por razones in-
trnsecas de divisin objetiva, o para comodidad
y
vanidad
(1) En el momento que reno estas cartas para publicarlas estamos
a fines de septiembre
, recibo el volumen The Eastern Qnestion by Karl
Marx (Londres, edit. Sonneschein) de XVL 65 6 paginas in
8'^,
con un
largo ndice
y
dos cartas. Es la reproduccin, debida a los diligentes cui-
dados de su hija Eleonora y de Ed. Avcling. de los artculos que Carlos
Marx haba escrito desde 1853 a 1855 sobre la Cuestin de Oriente, espe-
cialmente en el New York Tribune.
Hago notar aqu al pasar, que cuando Marx escriba sobre cuestiones
polticas no formulaba principios, sino que trataba de comprender
y
ex-
plicar!
26
Antonio Labrila
de los que ensean, establecer las secciones de la enciclopedia?
Y es / Capital una de esas numerosas enciclopedias de todo
el saber econmico, con el que actualmente los sabios, espe-
cialmente los profesores alemanes, llenan el mercado?
Esta obra, bien que se compone de tres volmenes en cua-
tro tomos muy extensos, puede parecer, al lado de esas com-
pilaciones enciclopdicas, una colosal monografa. Su objeto
principal es el estudio del origen
y
del proceso de la plus-
vala (en la produccin capitalista, naturalmente)
y,
despus
de haber relacionado la produccin con la circulacin del ca-
pital, investiga la reparticin de la misma plus-vala. Todo
esto suponiendo la teora del valor realizada de acuerdo a la
elaboracin que de ella haba hecho la ciencia econmica du-
rante un siglo
y
medio: teora que de ninguna manera re-
presenta un factum empiricum obtenida de la induccin vul-
gar, que tampoco expresa una posicin lgica, como algunos
han credo, sino que es la premisa tpica sin la cual todo lo
dems no puede ser concebido. Las premisas de hecho, es
decir, el capital pre-industrial
y
la gnesis social del asalariado,
son los momentos directores de la explicacin histrica del
comienzo del capitalismo actual; el mecanismo de la circula-
cin con sus leyes secundarias
y
laterales,
y,
en fin, los fe-
nmenos de la distribucin, estudiados en sus aspectos anti-
tticos
y
de independencia relativa, forman el camino
y
las
inferencias a travs de las cuales
y
por las cuales se llega a
los hechos de configuracin concreta, que nos ofrece el movi-
miento aparente de la vida diaria. El modo de rep.rcsentacin
de los hechos
y
procesos es generalmente tpico, porque se
supone siempre la presencia de las condiciones de la produccin
capitalista: de ah que las otras formas de produccin sean
explicadas solamente en tanto que han sido superadas
y
por
la forma en que lo han sido, o en tanto que, como supervi-
vencias, constituyen lmites
y
trabas a la forma capitalista.
De donde el frecuente pasaje a travs de las aclaraciones de
pura historia descriptiva, para volver en seguida despus de
haber planteado las premisas de hecho
, a la explicacin ge-
ntica por el modo que estas premisas, estando dada su con-
currencia
y
su concomitancia, deben funcionar en principio,
ya que constituyen la estructura morfolgica de la sociedad
capitalista. De ah que este libro, que nunca es dogmtico,
precisamente porque es crtico,
y
crtico no en el sentido sub-
Filosofa y Socialismo 17
jetvo de la palabra, sino porque presenta la crtica en su fomia
antittica
y,
por lo tanto, mostrando la contradiccin de las
cosas mismas, no se extrava jams, ni an en la descripcin
histrica en el historicismo vulgaris, cuyo secreto consiste en
renunciar a la investigacin de las leyes de los cambios
y
en
pegar, sobre estos cambios simplemente enumerados
y
des-
criptos, la etiqueta de procesos histricos, de desenvolvimiento
y
de evolucin. El hilo conductor de esta gnesis es el pro-
ceso dialctico,
y
es este el punto escabroso que hace poner
cara de sorprendidos a todos los lectores de El Capital que
traen a su lectura los hbitos intelectuales de los empiristas, de
los metafsicos
y
de los padres definidores de entidades con-
cebidas in aetetnum. En la discusin fastidiosa que algunos
han levantado sobre las contradicciones que, de acuerdo a
ellos, existiran entre el tercer
y
el primer volumen de El Ca-
pital, especialmente entre los economistas de la escuela austra-
ca
(1)
(hablo aqu del espritu de discusin
y
no de obser-
vaciones particulares, porque, en efecto, el tercer volumen est
lejos de ser un trabajo acabado,
y
puede ofrecer materia a la
crtica, an para aquellos que profesan en general los mismos
principios), se ve que falta a la mayor parte de estos crticos
la nocin exacta de la marcha dialctica. Las contradicciones
que denuncian no son contradicciones del libro mismo, no son
infidelidades del autor a sus premisas
y
a sus promesas: son
las condiciones antitticas mismas de la produccin capita-
lista que, enunciadas en frmulas, se presentan al espritu como
contradictorias. Tasa media del beneficio en razn de la can-
tidad absoluta del capital empleado, es decir, independiente-
mente de sus diferencias de composicin, esto es, de la pro-
porcin diferente de capital constante
y
de capital variable;
precio que se establece sobre el mercado de acuerdo a los me-
dios que oscilan alrededor del valor, segn modos muy varia-
dos,
y
que se alejan de l; inters puro
y
simple de dinero ob-
tenido como tal
y
a disposicin para la industria de los otros;
renta de la tierra, es decir, de lo que no ha sido nunca el
(1) Hago alusin a las obras polmicas de Bohm-Bawek
y
de Komor
zynski. El primero ha escrito para terminar de acuerdo con Marx. No
puedo
esconder mi asombro por la manera indulgente con que Conrad Schmidt ha
hablado de esta crtica de Bohm-Bawerk en la Beilagc des Vorwarts, n-
mero 85. abril 10 de 1899.
(Nota de la edicin francesa).
28 Antonio Labrila
producto de ningn trabajo; estos desmentidos
y
otros seme-
jantes a la ley del valor (es en verdad esta denominacin de
ley lo que turba tantas cabezas) son las anttesis mismas del
sistema capitalista. Estas anttesis lo irracional, que bien
que parezca irracional, existe, comenzando por este primer
irracional: que el trabajo del obrero asalariado produce a
quien lo compra un producto superior al costo (salario)
,
este vasto sistema de contradicciones econmicas
(y
por esta
expresin rindamos homenaje a Proudhon) se presenta a los
socialistas sentimentales, a los socialistas simplemente razo-
nadores,
y
tambin a los declamadores radicales, como el con-
junto de las injusticias sociales: estas injusticias son lo que la
honesta muchedumbre de reformadores quisiera eliminar con
honestos razonamientos de leyes! Aquellos que cotejen ahora,
a la distancia de cincuenta aos, el estudio de estas antino-
mias concretas en el tercer volumen de El Cupital con la Mi-
seria de la Filosofa, estn en situacin de reconocer en qu
consiste la trama dialctica de lo expuesto. Las antinomias
que Proudhon quera resolver de manera abstracta
(y
este
error le da un lugar en la historia) , como lo que la razn
razonante condena en nombre de la justicia, son en verdad las
condiciones de la estructura misma, de suerte que la contra-
diccin est en la razn de ser del proceso mismo. Lo irra-
cional considerado como un momento del proceso mismo nos
libra del simplismo de la razn abstracta, mostrndonos al
mismo tiempo la presencia de la negacin revolucionaria en el
seno mismo de la forma histrica, relativamente necesaria.
Sea lo que fuere esta muy grave
y
difcil cuestin de la
concepcin del proceso, que no osara tratar a fondo inciden-
talmente en una carta, hay que reconocer: que no es permitido
a nadie separar las premisas, la marcha metdica
y
las deduc-
ciones
y
conclusiones de esta obra de la materia en la que se
desenvuelve
y
de las condiciones de hecho a las que se re-
fiere, reduciendo la teora a una especie de vulgata o precep-
tismo para la interpretacin de la historia de todos los tiem-
pos
y
de todos los lugares. Y no hay expresin ms inspida
y
ms ridicula que llamar a El Capital la Biblia del socia-
lismo. Por otra parte, la Biblia, que es un conjunto de libros
religiosos
y
de obras teolgicas, ha sido hecha por los siglos.
Y de ser aqul una Biblia, el socialismo solo no dara a los
socialistas toda la ciencia!
Filosofa y Socialismo 29
El Marxismo, ya que su nombre puede ser adoptado como
smbolo
y
resumen de una corriente mltiple
y
de una doc-
trina compleja, no es
y
no quedar por completo limitado
a b.3 obras de Marx
y
Engels. Por el contrario, ser nece-
sario mucho tiempo antes de que llegue a ser la doctrina plena
y
completa de todas las fases histricas sujetas a las formas
respectivas de la produccin econmica
y,
al mismo tiempo,
la regla de la poltica. Para eso es necesario un estudio nuevo
y
muy riguroso de las fuentes para todos los que quieran inves-
tigar el pasado de acuerdo al ngulo visual del nuevo punto
de vista histrico-gentico, o de las aptitudes especiales de
orientacin poltica para los que quieran obrar en la hora
actual. Como esta doctrina es en s la crtica, no puede ser
continuada, aplicada
y
corregida si no lo es crticamente. Co-
mo se trata de verificar
y
de profundizar procesos determi-
nados, no hay catecismo ni generalizaciones esquemticas que
valgan. Este ao he hecho un ensayo sobre eso. En mi curso
de la Universidad me he propuesto estudiar las condiciones eco-
nmicas de la Italia del Norte
y
de la Italia Central hacia fines
del siglo XIII
y
a comienzos del XIV, con la intencin prin-
cipal de explicar el origen del proletariado de la campaa
y
de la ciudad, para hallar despus una explicacin pragmtica
aproximada del movimiento de ciertas agitaciones comunistas,
y
para exponer, en fin, las fases muy obscuras de la vida
heroica de Fra Dolcino. Mi intencin ha sido en verdad pre-
scntarm.e como Marxista, pero no puedo tomar bajo mi res-
ponsabilidad personal lo que haya dicho a mii riesgo
y
pe-
ligro, porque las fuentes sobre las que he debido trabajar son
las mismas que tienen a su disposicin los historiadores de
todas las escuelas
y
tendencias,
y
nada poda pedir a Marx
porque nada tena que ofrecerme a este respecto.
Me parece que he respondido suficientemente (bien que
me sea preciso continuar con otro aspecto) a la pregunta prin-
cipal de su Prefacio, que es a la que me refiero especialmente,
asunto que encuentro tambin en algunos de sus artculos del
Devenir Social. Sus cuestiones arriban tambin a esto: por
qu razn el materialismo histrico ha tenido hasta el pre-
sente tan poca difusin
y
tan escaso desenvolvimiento?
Con reserva de lo que dir despus que amenaza!
,
no debe tener ningn reparo en plantearme problemas sobre
aspectos que usted haya tratado ya, especialmente en dctermi-
3.0 Antonio Labriola
nadas notas,
y
que poco ms o menos se resumen as (es as
al menos que yo los interpreto) : por qu siendo imperfecto
el conocimiento
y
la elaboracin del marxismo, tanta gente
se
ha preocupado en completarlo, ya con Spencer, ya con el
Positivismo en general, ya con Darwin, ya con no importa
qu otro ingrediente, mostrando as que quieren, o bien ita-
lianizar, o bien afrancesar o bien rusificar el materialismo
histrico?, es decir, mostrando que olvidan dos cosas: que
esta doctrina lleva en s misma las condiciones
y
los modos
de su propia filosofa,
y
que ella es, en su origen como en su
substancia, esencialmente internacional.
Pero tambin sobre este particular es necesario continuar.
III
Roma, mayo 10 de 1897.
Si al menos los dos autores del socialismo cientfico me
sirvo de esta expresin no sin temor, porque debido al mal
empleo que a menudo se hace de ella, algunos le dan un cierto
sentido ridculo, sobre todo cuando se lo quiere comprender
como la ciencia universal
, se
proclaman discpulos de las teoras marxistas, pero tomando
por autntico el Marxismo ms o menos inventado por los
adversarios. El caso ms paradojal de todo este equvoco es
que los que van a las conclusiones fciles, como sucede an
hoy con los nuevos llegados, mezclando las cosas viejas con
las cosas nuevas, han credo que la teora del valor
y
de la
plus-vala, tal como se la presenta ordinariamente en las ex-
posiciones corrientes, contiene hic e nunc la regla prctica, la
fuerza impulsiva
y
tambin la legitimidad moral
y
jurdica
de todas las reivindicaciones proletarias. No es una gran in-
justicia que millares
y
millares de hombres sean privados del
fruto de su trabajo? ^sta afirmacin es tan simple
y
tan
(1)
"Marx parte de este principio. . . que el valor de las mercancas
es determinado exclusivamente por la cantidad de trabajo que ellas con-
tienen. Y, si en el valor de las mercancas no hay ms que trabajo, si la
mercanca no es ms que trabajo cristalizado, evidentemente ella debe per-
tenecer en sn totalidad al trabajador,
y
ninguna parte de ella debe ser apro-
piada por el capitalista. Si, pues, el obrero no recibe en verdad ms que una
parte del valor que l ha producido, esto no puede ser ms que por efecto
de una usurpacin". As se expresa Loria en la pg. 462 de la Nnova An-
tologa, febrero de 1895, en su muy conocido artculo: L'opera postuma di
Cario Marx. Cito esta pgina, que no es la nica de este calibre que haya
escrito Loria, nicamente para dar un ejemplo de lo que resulta hacer una
traduccin libre de Marx al estilo de Proudhon. Y es en tales traduccio-
nes libres que han bebido, de 18 70 a 1880, aquellos que estn siempre
dispuestos a creer
y
a afirmar, de los que hablar ms adelante.
Filosofa y Socialismo 35
conmovedora que todas las nuevas bastillas debern caer de
un golpe ante las nuevas trompetas de Jerc, cientficamente
tocadas! Esta simplificacin extrema encuentra apoyo en nu-
merosos errores tericos de Lassalle, en aquellos que son el
producto de la insuficiencia de sus conocimientos (la ley de
bronce de los salarios!, es decir, una semi-verdad que se trueca
en completo error por defecto de especificacin circunstan-
ciada), como tambin en los que se pueden llamar, para este
caso, los expedientes de agitador (las clebres cooperativas sub-
vencionadas por el Estado). Por otra parte, aquellos que li-
mitan su profesin de fe socialista a la simple deduccin de
la reconocida explotacin, a la reivindicacin admitida nica-
mente porque es legtima de los explotados, no tienen ms que
dar un paso sobre el terreno bastante resbaladizo de la l-
gica para reducir toda la historia del gnero humano a un
caso de conciencia,
y
el desenvolvimiento sucesivo de todas
las formas de la vida social, a variaciones de un constante
error de contabilidad.
En resumen, de 1870 a 1880,
y
an algo ms tarde, se
ha formado poco a poco alrededor del concepto vago de una
cierta cosa, es decir, del socialismo cientfico, una especie de
neo-utopismo, que, como los frutos fuera de estacin, son por
completo inspidos. Y qu es esta otra cosa ms que uto-
pismo, al que falta el genio de Fourier
y
la elocuencia de
Considerant, sino algo que mueve a risa? Este nuevo uto-
pismo, que florece de tiempo en tiempo, se lo conoce muy
bien en Francia: no servira sino para las luchas sostenidas
contra otras sectas
y
otras escuelas; para que los valientes de
entre nuestros amigos, que se proponen
y
se saben los pri-
meros en el programa del partido obrero revolucionario, di-
rijan al socialismo por el camino de la conciencia de clase
y
de la conquista progresiva del poder poltico por el prole-
tariado. No es ms que en la experiencia de la lucha prctica,
en el estudio cotidiano de la lucha de clases, no es ms que
en el constante ensayo de nuevas fuerzas proletarias ya reuni-
das
y
concentradas, que nos es dado pesar las probabilidades
del socialismo; si no, se es
y
se permanecer siendo utopista,
an en el nombre venerado de Marx.
Contra esos neo-utopistas, como tambin contra los sobre-
vivientes de las antiguas escuelas,
y
contra las variadas des-
viaciones del socialismo contemporneo es que nuestros dos
36 Antonio Labrila
autores siempre
y
constantemente han aguzado las lancetas de
su crtica. As como en su larga carrera hicieron de su ciencia
la gua de su accin prctica
y
dedujeron de la accin prc-
tica la materia
y
la indicacin para una ciencia ms profunda,
jams trataron la historia como a un caballa para montar
y
poner al trote,
y
no se preocuparon nunca en buscar frmu-
las capaces de reanimar ilusiones momentneas; de la misma
manera fueron inducidos por la necesidad de las cosas a hacer
crtica spera, violenta
y
resuelta a todos aquellos que a sus
ojos aparecan como capaces de obstruir el movimiento pro-
letario. Quin no se acuerda de los Proudhonianos, por ejem-
plo, con sus pretenciones de destruir el Estado haciendo abs-
traccin de l por la razn, como aquellos que cierran los ojos
para no ver; de los Blanquistas de otrora, que queran por la
fuerza poner la mano sobre el Estado
y
hacer despus la re-
volucin; de Bakunin, que se desliza subrepticiamente en la
Internacional, de donde es expulsado,
y
de la pretencin de
tantas escuelas de socialismo
y
de la competencia de tantos
capitanes?
Desde el desmenuzamiento del candido Weitling
(1)
en
una discusin oral, hasta su terrible crtica al programa de
Gotha
(1875), publicada en verdad muy tardamente
(1890),
la vida de Marx no ha sido ms que una lucha con-
tinua, no slo contra la burguesa
y
contra la poltica que
sta representa, sino contra las diferentes corrientes, revolucio-
narias o reaccionarias, que injustamente o sin razn han to-
mado el nombre de socialismo. Estas luchas se hacen acerbas
en la Internacional, hablo de aquella de gloriosa memoria,
que ha dejado hasta hoy rastros tan profundos en toda la
accin moderna del proletariado,
y
no de la caricatura que
se ha hecho despus. La mayor parte de las polmicas contra
el marxismo, reducida, en la imaginacin de algunos crticos,
a una simple variedad de escuela poltica, es debido a la tra-
dicin de estos revolucionarios que, especialmente en los pa-
ses latinos, han reconocido a Bakunin como jefe
y
maestro.
Los anarquistas de hoy, qu repiten sino las dolencias
y
los
errores de los tiempos pasados.?
(1)
El ruso Annenkoff. que de ello ha sido testigo, habla de l, al mis-
mo tiempo que de muchas otras cosas, refirindose a Marx, en Vjcstnik
Jcvropy en 1880. (Ver h reproduccin de la Neue Zeit, mayo de 1888).
Filosofa y Socialismo
37
Hace una veintena de aos, con excepcin de los sabios
que rumian entre ellos las cosas que leen en los libros, la ge-
neralidad del pblico italiano quiz no saba sobre los fun-
dadores del socialismo cientfico ms que lo que la memoria
haba retenido de las invectivas de Mazzini
y
de las male-
dicencias de Bakunin.
Y he aqu que el comunismo crtico, que queda admitido
tan tarde en los honores de la discusin de los crculos de la
ciencia oficial, ha tenido en su contra, en el socialismo mis-
mo, la ms grave de las adversidades: la enemistad de los
amigos.
Todas estas dificultades fueron superadas o estn en buen
camino de desaparecer.
Nada es por la virtud intrnseca de las ideas, que no han
tenido jams ni pies para caminar, ni manos para asir, sino
por el solo hecho de que por la sugestin imperiosa de las
cosas, por todas partes donde nacieron partidos socialistas, los
programas de stos tomaron poco a poco una tendencia co-
mn
y
ha sucedido finalmente que los socialistas de todos los
pases se han colocado en el ngulo visual del Manifiesto de
los Comunistas. No le parece que en momento oportuno
he celebrado su conmemoracin? Las clases de explotadores
de todo el mundo estn en la tarea de crear a la masa de ex-
plotados condiciones casi idnticas;
y
es as cmo los repre-
sentantes activos de estos explotados se hallan en un mismo
camino de agitacin
y
siguen un mismo criterio de propa-
ganda
y
organizacin. Es lo que muchos llaman el marxismo
prctico, sea! De qu sirve discutir las palabras? Cuando
el marxismo se reduce a esta simple palabra, o al saludo del
retrato de Marx, de su busto en yeso o de su efigie en me-
dallas (sobre estos smbolos inocentes la polica italiana prueba
a menudo su buen humor) , el hecho es que esta unidad sim-
blica significa que la unidad real est en vas de desenvol-
verse,
y
que el proletariado del mundo entero se une, poco
a poco, en una misma igualdad de tendencias, es decir, que la
internacionalidad se elabora en l desde hace tiempo
y
lenta-
mente por razones objetivas. Aquellos que se sirven del len-
guaje de los decadentes de la burguesa, reemplazando, como
es comn, la cosa por el smbolo, dicen ahora que ello es el
triunfo de Marx; es como si se dijera que el cristianismo es el
triunfo
(y
por qu no decir el xito?) de un seor Jess
38 Antonio Labriola
de Nazaret, de un Jess que, despojado
y
destituido de la
calidad de hijo de Dios hecho hombre, es, en el estilo almi-
barado de vuestro Renn, un hombre tan infantilmente divino
que se asemeja a un Dios.
Ante esta experiencia intuitiva de la poltica del socia-
lismo, lo que es lo mismo decir de la poltica del proleta-
riado, han cado las viejas divergencias de escuela, de las cua-
les algunas eran en verdad variedades
y
mescolanzas de va-
nidad literaria, para dar lugar a las divergencias tiles que na-
cen espontneamente de las diferentes maneras por las que
se tratan los problemas prcticos. En la realidad, in concreto,
es decir, en el desenvolvimiento positivo
y
prosaico del so-
cialismo, poco importa que todos sus jefes, sus condoteri,
sus oradores
y
representantes, se avengan o no a una doctrina,
y
que de ella hagan o no profesin de fe pblica. El socia-
lismo no es ni una iglesia ni una secta a la que falta un
dogma
y
una frmula fija. Si muchos hablan hoy del triunfo
del Marxismo, esta expresin enftica, cuando se la reduce a
una forma cruelmente prosaica, significa que en adelante nadie
puede ser socialista si no se pregunta a cada instante: qu
es necesario pensar, decir o hacer en inters del proletariado?
Ya no hay ms lugar para los dialcticos, que en realidad son
sofistas, como lo fu Proudhon, ni para los inventores de
sistemas sociales subjetivos, ni para los fabricantes de revolu-
ciones privadas
(
1
) . La indicacin prctica de lo que es fac-
tible es dado por la condicin del proletariado,
y
esta condi-
cin puede ser apreciada
y
medida precisamente porque hay
la medida del marxismo (hablo aqu de la cosa real
y
no del
smbolo) como doctrina progresiva. Las dos cosas lo men-
surable
y
la medida a distancia suficiente, no son ms que
una sola cesa desde el punto de vista general del proceso his-
trico.
(1)
Escribiendo esto en mayo de 189 7, evidentemente no poda prever
los levantamientos italianos de mayo de 1898. Pero estos levantamientos
no desmienten en nada mi afirmacin. Aqullos no han sido ni queridos, ni
preparados, ni apoyados por ninguna secta, por ningn partido. Han sido
un verdadero ejemplo de anarqua espontnea. Por otra parte, las causas
de estos movimientos fueron expuestas con gran claridad
y
coraje en el
Giornale degli Economisti,
y
este estudio definitivo es tanto ms notable
por haber aparecido en el momento mismo de los desrdenes, ya que fu
publicado en el nmero del 1^ de junio.
(Nota de la edicin francesa).
Filosofa y Socialismo
39
Y, en efecto, mientras los contomos del socialismo como
accin prctica se van precisando, todas las ideologas
y
todas
las poesas antiguas se evaporan, no dejando tras de s ms
que un simple recuerdo de palabreras. A un mismo tiempo
se ha intensificado en el seno de la ciencia acadmica, por
todas partes
y
en todo sentido, el criticismo de la doctrina
econna,ica. Marx ha vuelto de su exilio despus de muerto
al crculo de la ciencia oficial, al menos como un adversario
con el que no es posible bromear. Y lo mismo que los so-
cialistas han llegado, por vas tan diversas, a la conciencia
prosaica de una revolucin que no puede ser forjada, sino que
se hace porque deviene, igualmente se ha preparado poco a
poco un pblico para el cual el materialismo histrico es
ciertamente una necesidad intelectual. En estos ltimos aos,
como usted sabe, muchos son los que hablan de esta doctrina,
a menudo mal
y
an disparatando, pero no importa. Pues,
mirando todo esto de cerca, nosotros no llegamos con retardo.
En mi juventud muchas veces he odo repetir que Hgel haba
dicho: slo uno de mis alumnos me ha comprendido. Esta
pequea historia no ha podido ser comprobada porque hasta
ahora no se ha identificado al discpulo perfecto. Esta histo-
ria puede ser repetida hasta el infinito para tcxios los sistemas
y
para todas las escuelas. Como en materia de actividad inte-
lectual no hay sugestin posible,
y
como el pensamiento no
va mecnicamente de un cerebro a otro, los grandes sistemas
no se expanden ms que a consecuencia de la similitud de
las condiciones sociales de que disponen
y
arrastrando consigo
muchos espritus al mismo tiempo. El materialismo histrico
se expander, se precisar
y
tendr tambin una historia. Se-
gn los pases, ser su colorido
y
modalidad diversas. Esto no
acarrear ningn mal siempre que no se desvirte el ncleo
filosfico, por as decir, que hay en el fondo; siempre que
se respeten, por ejemplo, estos postulados: en el proceso de la
praxis est la naturaleza, es decir, la evolucin histrica del
hombre;
(y,
hablando de praxis, bajo este aspecto de totali-
dad se quiere eliminar la oposicin vulgar entre prctica
y
teora, porque, en otros trminos, la historia es la historia del
trabajo,
y
como, por un lado, en el trabajo as integral-
mente comprendido est comprendido el desenvolvimiento res-
pectivamente proporcionado
y
proporcional de las aptitudes
mentales
y
de las aptitudes activas, lo mismo, por otra parte,
4S
Antonio Labrila
en el concepto de la historia del trabajo est comprendida
siempre la forma social del trabajo mismo,
y
las variaciones
de esta forma), el hombre histrico es siempre el hombre so-
cial,
y
el pretendido hombre pre-social o supra-social es un
hijo de la imaginacin, etc.
Y. . . me detengo aqu, primero
y
ante todo, para no re-
petirme
y
para no volver a decirle parte de las cosas que ya
he escrito en mis Ensayos
de lo que creo que usted no
tiene necesidad, ni yo tampoco . . .
IV
Roma, 14 de mayo de 1897.
Me parece y vuelvo as a mi primer asunto que
su preocupacin ms grande es saber: por qu camino
y
de qu manera se podra llegar a constituir en Francia una
escuela del materialismo histrico? No s si me es permi-
tido responder a esta cuestin sin parecerme a esos perio-
distas de la vieja escuela que con el mayor aplomo acon-
sejan a Europa, corriendo as el riesgo de que me suceda lo
que a ellos: no ser escuchado. Sin embargo, con toda mo-
destia tratar de satisfacerlo.
Me parece, primero, que no debe ser difcil hallar en Fran-
cia editores
y
libreros para editar
y
hacer conocer buenas tra-
ducciones de las obras de Marx
y
Engels
y
de aquellos de sus
discpulos que es necesario estudiar. Este sera el mejor co-
mienzo. S
que los traductores debern luchar con graves di-
ficultades. Hace ya treinta
y
siete aos que leo obras ale-
manas
y
siempre me ha parecido que nosotros, los pueblos
latinos, perdemos nuestra riqueza lingstica
y
literaria cuando
traducimos de aquella lengua. Lo que en alemn est lleno de
vigor, de nitidez
y
es maravilloso, se hace a menudo, por
ejem-
plo en italiano, fro, sin relieve
y
a veces incomprensible. En
estas traducciones, hablo evidentemente de las ordinarias
y
corrientes, se pierde al mismo tiempo que la posibilidad de
insinuacin, el poder de persuacin. En un vasto trabajo de
vulgarizacin como el que no* ocupa, sera necesario, ante
Filosofa y Socialismo 41
todo, conservar la integridad de los textos, agregando prefa-
cios, notas
y
comentarios que faciliten el proceso de asimi-
lacin que se hace por s mismo en la lengua originaria.
Las lenguas no son, en verdad, variantes accidentales del
volapuk universal; son mucho ms que los medios extrnsecos
de comunicacin
y
expresin del pensamiento
y
del alma.
llas son las condiciones
y
los lmites de nuestra actividad in-
terior, que, por eso, como por tantas otras razones, tienen
formas
y
modos nacionales que no son simples accidentes. Si
hay internacionalistas que no se dan cuenta de esto, es nece-
sario, ante todo, llamarlos confusionistas
y
amorfistas, como
a aquellos que van a buscar su instruccin no en los vie-
jos autores de los apocalipsis sino en el extraordinario Ba-
kunin, que hasta reclamaba la igualdad de los sexos. Luego,
en la asimilacin de las ideas, de los pensamientos, de las ten-
dencias
y
de las intenciones, que han hallado su perfecta
expresin literaria en las lenguas extranjeras, hay como un
ejemplo bastante confuso de pedagoga social.
Y, ya que me ha salido esta expresin, permtame confe-
sarle que cuando examino de cerca la historia anterior
y
las
condiciones actuales de la Socialdemoctacia alemana, no es el
aumento continuo de los xitos electorales lo que principal-
mente me llena de admiracin
y
fuerte esperanza. Antes que
edificar sobre estos votos como sobre esperanzas del porvenir,
de acuerdo a los clculos a veces engaosos de la deduccin
estadstica, me siento lleno de admiracin por el caso ver-
daderamente nuevo e imponente de pedagoga social, que
hace que, en una masa tan considerable de hombres
y
princi-
palmente de obreros
y
de pequeos burgueses, se forme una
conciencia nueva, a la que contribuye en igual medida la
apreciacin directa de la situacin econmica que empuja a
la lucha
y
la propaganda del socialismo comprendido como
un fin o como un terreno de aproximacin. Esta digresin
evoca en m un recuerdo. He sido aqu, en Italia, el primero
o uno de los primeros que, con la pluma
y
la palabra, du-
rante muchos aos, en variadas circunstancias e insistente-
mente, he recordado el ejemplo de Alemania, llamando la
atencin de nuestros obreros que fueron
y
son capaces de
ponerse en accin sobre la nueva lnea de lucha proletaria.
Pero. . . jams me ha pasado por la imaginacin creer que
la imitacin pueda excusar la espontaneidad; no he pensado
42 Antonio Labriola
jams que fuera preciso seguir el ejemplo de los monjes
y
padres que fueron durante siglos casi los nicos educadores
de la Italia ya en decadencia, quienes, con gran seriedad, fa-
bricaban poetas hacindoles aprender de memoria el arte
potico de Horacio. Sera un hermoso espectculo verte apa-
recer entre nosotros t, Bebel
, tan activo
y
prudente,
bajo la forma de un nuevo Horacio. Esto asombrara an a
mi amigo Lombroso, que detesta el latn ms an que la
pelagra.
Hay, pues, dificultades ms ntimas, de ms grande alcance
y
de mayor peso. An si sucediera que los editores
y
libreros,
hbiles
y
diligentes, se dieran por tarea propalar, no sola-
mente en Francia, sino por todo pas civilizado, las traduc-
ciones de todas las obras escritas sobre materialismo histrico,
esto servira solamente para estimular pero no para formar
y
constituir en cada una de esas naciones las energas activas
que producen
y
tienen despierta una corriente de pensamiento.
Pensar es producir. Aprender es producir reproduciendo. Nos-
otros no sabemos bien
y
ciertamente qu es lo que somos
nosotros mismos capaces de producir, pensando, trabajando,
ensayando
y
experimentando, siempre en medio de las fuer-
zas que nos pertenecen como propias, sobre el terreno social
y
en el ngulo visual en el que nos hallamos.
Y se trata de la Francia con su larga historia, con su
literatura, que tanto ha dominado durante siglos, con su
ambicin patritica
y
con su diferenciacin etno-psicolgica
tan particular, que se refleja hasta en los ms abstractos pro-
ductos del pensamiento! Yo, italiano, no soy quin debe to-
mar la defensa de vuestros patrioteros, a quienes hace usted
una crtica tan merecida. Me recuerda usted, sin embargo, lo
sucedido en el ltimo siglo. El pensamiento revolucionario
nace casi en todo lugar del mundo civilizado, tanto en Italia,
como en Inglaterra, como en Alemania, pero no se hace euro-
peo ms que a condicin de fundirse al espritu francs,
y
la
revolucin francesa fu la revolucin en Europa. Esta gloria
imperecedera de su patria pesa, como todas las glorias, sobre
la nacin misma, tal la pesadilla de un arraigado prejuicio.
Pero los prejuicios no son tambin fuerzas, al menos en lo
que tienen de obstculo? Pars no ser ms el cerebro del
mundo, tanto por esta razn, como, por otra parte, porque
el mundo no tiene cerebro, a menos que lo tenga en la ima-
Filosofa y Socialismo
43
ginacin de algunos falsos socilogos
(
1
) . Pars no es ac-
tualmente,
y
tampoco ser en el porvenir, la santa Jerusa-
ln de los revolucionarios de todas las partes del mundo
como me parece que ha sido. La futura revolucin pro-
letaria no tendr nada que la haga asemejar al miUenium apo-
calptico,
y,
adems, los privilegios ya han terminado, tanto
para las naciones como para los individuos. Es lo que muy
justamente haba observado Engels,
y,
por otra parte, no
estara dems que los franceses leyeran lo que escribiera en
1874 con respecto a los Blanquistas, cuando stos incitaban
a la revuelta inmediata, precisamente algunos aos despus de
la catstrofe de la Comuna
(2).
Pero bien considerado. . .
y
teniendo en cuenta las condiciones propias de la agricul-
tura
y
de la industria francesa, que durante tanto tiempo ha
retardado la concentracin del movimiento obrero,
y
cono-
ciendo la buena parte de culpa que corresponde a los jefes de
secta
y
a los jefes de escuela, que tuvieron durante tanto tiem-
po separado
y
dividido al socialismo francs, verdad es que el
materialismo histrico no podr hacerse camino entre ustedes
en tanto se lo considere un simple producto intelectual de
dos alemanes de gran talento. Precisamente por esta expresin
Mazzini estimulaba los resentimientos nacionales contra los
dos autores, quienes, en tanto que materialistas
y
comunistas,
pareca que debieran destrozar muy naturalmente la idealista
divisa de Mazzini: la patria
y
Dios.
A este respecto la suerte de los dos fundadores del socia-
lismo cientfico fu casi trgica. Han pasado ms de una vez
por los dos alemanes para muchos que fueron patrioteros
an entre los revolucionarios; han pasado por agentes del
pangermanismo, en las invectivas de Bakunin, que tena el es-
pritu tan dispuesto a inventar. . ., por no decir ms;
i
los
dos alemanes, ellos, que en su patria, que haban abandonado
(1)
Mucho antes que el simbolismo
y
las analogas orgnicas fuesen
una moda en sociologa, tuve ocasin de escribir contra esta rara corriente
en un artculo que serva de nota bibliogrfica a la Psicologa social de
Lindner. Ver Nuova Antologa, diciembre de 1872, pgs. 9 71-989.
(Nota de la edicin francesa)
.
(2)
En el artculo que lleva por ttulo "Programm der blanquistischen
Kommne-Flchtinge, aparecido en el Volksstaat, N 73,
y
reproducido en
las pgs. 40-46 del folleto: Intemationalcs aus dem Volksstaat, Ber-
ln, 1894.
44 Antonio Labriola
en exilio desde los primeros aos de su vida^ no hallaron ms
que el silencio de esos profesores para los cuales el servilismo
es un acto de fe patritica! En verdad, estos profesores se
vengaban. En efecto, en El Capital, que tiene sus races en
las tradiciones de la economa clsica, incluyendo en sta los
escritores ingeniosos
y
a menudo de gran mrito de la Italia
del siglo XVII, Marx no ha hablado sino con altanero me-
nosprecio de Roscher
y
secuaces. Engels, que hizo populares
las investigaciones del americano Morgan con tan grande
habilidad de exposicin, estando absolutamente convencido de
que lo que l llamaba muy justamente la filosofa clsica
haba llegado al momento de su disolucin con Feuerbach,
en nada tiene en cuenta,
y
francamente va muy lejos, escri-
biendo el Anti-Dhring, a la filosofa contempornea, esto es,
la neocrtica de sus compatriotas (desprecio explicable en l,
pero ridculo en los socialistas, que no lo ostentan ms que
por imitacin). Este trgico destino estaba ntimamente li-
gado a su misin. Ellos dieron toda su alma
y
toda su in-
teligencia a la causa del proletariado de todos los pases;
y
es por eso que los productos de su ciencia no tienen por p-
blico en todo el mundo sino aquel que se alista entre los que
son capaces de una revolucin intelectual anloga. En Ale-
mania, donde por las condiciones histricas especiales,
y
sobre
todo porque la burguesa no ha logrado desembarazarse com-
pletamente del Antiguo Rgimen (ved ese emperador que im-
punemente puede hablar como un semi-dios,
y
que en suma
no es ms que un Federico Barbarroja hecho viajante de co-
mercio de la in Germn Made) , la democracia social ha po-
dido constituirse
y
agruparse en falange cerrada, era natural
que las ideas del socialismo cientfico hallasen un terreno fa-
vorable para su difusin normal
y
progresiva. Pero ningn
socialista alemn al menos as lo espero deber jams
apreciar las ideas de Marx
y
de Engels colocndose en el
simple punto de vista de los derechos
y
de los deberes, de los
mritos
y
de los demritos de los Camarades del Partido. He
aqu, por ejemplo, lo que escriba Engels no hace mucho
tiempo
(1)
: "Se estar sorprendido por lo que en todos estos
(1)
Pgina 6 del prefacio al folleto ya citado, Internationales aus dem
Volksstaat, que reproduce los artculos de Engels aparecidos desde 18 71
a 1875. El prefacio es bueno sealarlo es del 3 de enero de 1894.
Filosofa y Socialismo 45
artculos me he calificado, no por lo de demcrata-social, sino
por lo de comunista. Es porque en esta poca en muchos pa-
ses se daba el nombre de demcratas-sociales a aquellos que
no sostenan la apropiacin de todos los medios de produc-
cin por la sociedad. Por demcrata-social se designaba, en
Francia, a un republicano demcrata que tuviera simpatas ms
o menos verdaderas, pero que, sin embargo, permaneca vaci-
lante con respecto a la clase obrera; gentes, en suma, como
los Ledru-Rollin de 1848, como los radical-socialistas de
1874, que estaban ms o menos matizados de proudhonismo.
En Alemania se llamaba demcratas-sociales a los Lassalla-
nos; pero bien que la gran mayora de entre ellos fueran re-
conociendo poco a poco la necesidad de la socializacin de los
medios de produccin, sin embargo las cooperativas de pro-
duccin subvencionadas por el Estado quedaban como punto
esencial del programa del partido en su accin pblica. Era
absolutamente imposible para Marx
y
para m elegir una
palabra de tal elasticidad para designar nuestro especfico pun-
to de vista. Hoy es completamente distinto: la palabra puede
encuadrar, bien que no sea exacta, para designar un partido
cuyo programa no es socialista en general sino directamente-
comunista,
y
cuyo fin poltico es superar todas las formas de
Estado,
y,
por lo tanto, tambin la democracia".
Los patriotas y no me sirvo de esta palabra por burla
, se hace una
cualidad intrnseca ab aeterno del producto mismo. El sala-
rio, que no sera concebible si determinados hombres no tu-
vieran la necesidad imperiosa de venderse a otros hombres, se
hace una categora absoluta, es decir, uno de los -elementos de
completa ganancia:
y
aun el capitalista no es (en su ima-
ginacin!) un individuo que saca de s mismo un salario ms
grande? Y la renta de la tierra: de la tierra! No se termi-
nara nunca si se quisiera enumerar todas esas transformacio-
nes metafricas de relaciones relativas en atributos eternos de
los hombres
y
de las cosas.
Pero, qu no ha llegado a ser la ucha por la vida en el
darwinismo vulgar?: un imperativo, una orden, el factum.
un tirano;
y
se han despreciado las circunstancias empricas
del ratn
y
del gato, del murcilago
y
del insecto, de la mala
yerba
y
del trbol. La evolucin, es decir, la expresin resu-
mida de procesos infinitos, que plantea tantos problemas de
circunstancias
y
no un simple teorema, no se transforma a
menudo, de extraa manera, en Evolucin? En fin, en las
vulgarizaciones de la sociologa marxista, las condiciones, las
(1)
Actualmente, los hedonistas, marchando cum rationc temporis, ex-
plican el inters ut sic (dinero que produce dinero) por medio del valor
diferencial que hay entre el bien actual
y
el bien futuro, es decir, que
traducen en conceptualismo psicolgico la razn del riesgo
y
hacen otras con-
sideraciones anlogas de la prctica comercial corriente. Y luego prosi-
guen en esta direccin con ayuda de procesos matemticos ficticios.
Filosofa y SocialisxMo 61
relaciones, las correlativdades de coexistencia econmica se
transforman quiz a veces por pobreza de expresin en
alguna cosa existiendo imaginariamente por encima de nos-
otros, como si en el problema hubiera otros elementos que
stos: individuos e individuos, es decir, locatarios
y
propie-
tarios, terratenientes
y
arrendatarios, capitalistas
y
asalariados,
patrones
y
domsticos, explotados
y
explotadores, en una pa-
labra, hombres
y
otros hombres que, en condiciones dadas de
tiempo
y
lugar, se hallan en relaciones diferentes de depen-
dencia recproca, por efecto de la forma que se produce
y
se
sirve, en las formas correlativas dadas, de los medios nece-
sarios a la existencia.
La constante
y
no dudosa persistencia del l"'co metafsico,
que confina a veces directamente con la mitologa, debe ha-
cernos indulgentes con respecto a las causas
y
condiciones,
directamente psquicas o ms generalmente sociales, que du-
rante tan largo tiempo han retardado en el pasado la apari-
cin del pensamiento crtico, conscientemente experimental
y
prudentemente antiverbalista. De nada sirve recurrir a las
tres pocas de Comte. Se trata de una dominacin cuantita-
tiva de la forma teolgica o de la forma metafsica en otras
pocas de la histeria,
y
no del exclusivismo cualitativo con
relacin a la llamada poca cientfica actual. Los hombres no
han sido jams exclusivamente telogos o metafsicos, como
no sern jams exclusivam.ente hombres de ciencia. El sal-
vaje ms humilde que teme los fetiches sabe que le es menos
penoso descender que remontar el ro,
y
en el empleo elemen-
talsimo que hace del trabajo tiene un embrin de experiencia
y
de ciencia. E inversam.ente, en nuestra poca, tales hombres
de ciencia tienen el espritu colmado de mitologa. La meta-
fsica, considerada como lo opuesto a la correccin cientfica,
no es un hecho tan prehistrico que se lo pueda comparar
al tatuaje
y
a la antropofagia!
Espero que nadie querr poner en el activo del materialis-
mo histrico la victoria definitiva sobre la metafsica, en el
sentido antes indicado, de acuerdo a Engels. El materialismo
histrico es un caso particular en el desenvolvimiento del
pensamiento antimetafsico. No habra sido posible si la in-
teligencia crtica no se elaborara ya antes. Es necesario tener
en cuenta aqu toda la historia de la ciencia moderna. Cuan-
do el Don Ferrante de Los Novios, de Manzoni (estamos en
62 Antonio Labrila
el siglo XVII), que fu, si Len XIII no se ofende por en-
vidia profesional, el ltimo de los escolsticos verdaderamente
convencidos, mora de la peste, negando la peste porque no
entraba en las diez categoras de Aristteles, la escolstica
haba ya recibido los primeros golpes, los ms violentos
y
ms decisivos. Y desde entonces tiene toda una historia las
conquistas positivas del pensamiento, que han absorbido o
eli-
minado, o reducido
y
combinado diferentemente esta materia
del saber, que antes constitua la filosofa existiendo por s
misma
y,
por lo tanto, dominando la ciencia. En esta lnea
del pensamiento cientfico nos encontramos, por ejemplo, con
la psicologa emprica, la lingstica, el darwinismo, la his-
toria de las instituciones
y
la crtica propiamente dicha. Y
dira tambin con el Positivismo el positivismo verdadero
y
no el adulterado que corre por las calles
, si no temiera
con ello dar origen al nacimiento de un equvoco. En efecto,
el Positivismo, considerado en general
y
a grandes rasgos,
es una de las tan num,'erosas formas por las cuales el esp-
ritu se ha ido avecinando al concepto de una filosofa que
no anticipa scbre las cosas, sino que le es inmanente. Por lo
tanto, no hay que asombrarse de que a consecuencia de la
homogeneidad genrica que acerca el materialismo histrico
a tantos otros productos del espritu
y
del saber contempor-
neo, muchos de los que tratan la ciencia a la manera de le-
trados o de lectores de revistas, engaados por los de afuera
y
siguiendo el impulso de la curiosidad erudita, crean poder
completar a Marx con tal o cual cosa; derivaciones de las
cuales nos es difcil deshacernos. El estudio evolutivo o ge-
nrico, generalizado en casi toda la ciencia de nuestro tiempo,
es lo que principalmente induce a ese error: de solerte que
los que estn poco al corriente o son superficiales todo lo
confunden en el trmino comn de Evolucin. Con todo de-
recho concentra usted su atencin sobre los caracteres dife-
renciales
y
diferenciados del materialismo histrico que,
aado yo, son propios a una ciencia de comunistas dialctica-
mente revolucionarios
y
no se pregunta si Marx puede ser
concillado con tal o cual filsofo, sino que, por el contrario,
se pregunta cul es la filosofa que est necesaria
y
objetiva-
mente implcita en esta doctrina.
Es por esta razn que le he aceptado
y
le acepto el uso de
la palabra metafsica en un sentido no peyorativo. En el fondo
Filosofa y Socialismo 63
del marxismo hay problemas generales,
y
stos llevan, por una
parte, a los lmites
y
formas del conocimiento,
y,
por otra,
a las relaciones del mundo humano
y
al resto de lo cognoscible
y
de lo conocido. No es de esto de lo que usted quiere ha-
blar? Y soy tanto ms de su parecer que me he preocupado
de estas cuestiones generales en el segundo de mis ensayos
(Del Materialismo Histrico)
,
pero de manera que disimula
la intencin.
Si se considera el materialismo histrico en su conjunto, se
puede hallar el motivo de tres rdenes de estudios. El primero
responde a la necesidad prctica, propia a los partidos socia-
listas, de adquirir un conocimiento completo de las condicio-
nes especficas del proletariado en cada pas
y
de hacer de-
pender de las causas, de las promesas
y
de los peligros de la
situacin poltica, la accin del socialismo. El segundo puede
influir, e influir ciertamente, para modificar las corrientes de
historiografa en tanto que permita que este arte vaya al te-
rreno de las luchas de clases
y
a la combinacin social que re-
sulte de stas, dada la correspondiente estructura econmica
que cada historiador debe en adelante conocer
y
comprender.
El tercero se relaciona con la investigacin de los principios
directores, cuya inteligencia
y
desenvolvimiento necesitan de
esa orientacin general de que usted habla. Me parece, por
lo tanto y de ello he dado pruebas en lo que he escrito
,
que cuando no se cae en el antiguo error de creer que las
ideas son como ejemplares por encima de las cosas, recono-
ciendo siempre la inevitable divisin del trabajo, este estudio
de los principios generales, considerados en s mismos, no im-
plica necesariamente el escolasticismo formal, es decir, la ig-
norancia de las cosas de donde estos principios se han ex-
trado. En verdad, estas diferentes consideraciones
y
estudios
no son ms que una sola cosa en el espritu de Marx
y,
ade-
ms, ellas no son ms que una sola cosa en su obra. Su po-
ltica ha sido como la prctica de su materialismo histrico,
y
su filosofa ha sido como inherente a su crtica de la eco-
noma, que fu su manera de hacer la historia. Pero, sea lo
que fuese esta universalidad de inteligencia, que es la marca
especfica del genio que comienza una nueva corriente inte-
lectual, el hecho es que Marx mismo no ha llegado a esta
perfecta integridad de su doctrina ms que en un solo caso,
y
es en El Capital.
64 Antonio
Labriola
La completa identificacin de la filosofa, es decir, del
pensamiento crticamente consciente, con la materia de lo co-
nocido, es decir, la completa eliminacin de la tradicional
separacin de ciencia
y
filosofa, es una tendencia de nuestro
tiempo: tendencia que, sin embargo, permanece siendo muy a
menudo un simple desidertum. Es precisamente a esta apti-
tud que se refieren algunos cuando afirman que la metafsica
(en todo sentido) es superada, mientras que otros, ms exac-
tos, suponen que la ciencia llegada a su perfeccin es ya la
filosofa absorbida. La misma tendencia justifica la expre-
sin de filosofa cientfica, que, sin eso, sera ridicula. Si esta
expresin puede ser justificada, lo ser precisamente por el
materialismo histrico, tal como lo ha sido en el espritu
y
en los escritos de Marx. En estos trabajos la filosofa est de
tal manera en la cosa misma, est tan fundida en ella
y
con
ella que el lector siente su efecto; es como si la filosofa no
fuera ms que la funcin misma del estudio cientfico.
Debo comenzar aqu mis confesiones o bien limitarme a
discutir objetivamente con usted los aspectos que pueden apro-
ximar nuestras maneras de ver? Si debo contentarme con
escribir aforismos, como conviene a las confesiones, dira:
a) el ideal del saber debe ser: terminar con la oposicin entre
ciencia
y
filosofa; b) pero, as como la ciencia (emprica)
est en perpetuo devenir
y
se multiplica en su materia como
en sus grados, diferenciando al mismo tiempo los espritus que
cultivan sus diferentes ramas, por otra parte, es acumulada
y
se acumula continuamente bajo el nombre de filosofa la
suma de los conocimientos metdicos
y
formales; c) igual-
mente, la oposicin entre la ciencia
y
la filosofa se mantiene
y
se mantendr, como trmino
y
mxomento siempre proviso-
rio, para indicar, precisamente, que la ciencia est en devenir
continuo
y
que, en este devenir, la autocrtica es una parte
importante.
Es suficiente pensar en Darwin para comprender cuan ne-
cesario es ser prudente cuando se afirma que la ciencia de
nuestro tiempo es por s misma el fin de la filosofa. Darwin,
ciertamente, ha revolucionado el dominio de las ciencias del
organismo,
y
con ello toda la concepcin de la naturaleza.
Pero Darwin no ha tenido plena conciencia del alcance de sus
descubrimientos: l no fu el filsofo de su ciencia. El darwi-
nismo, en tanto que nueva concepcin de la vida
y,
por lo
Filosofa
y Socialismo 65
tanto, de la naturaleza, se ha desarrollado despus ms all
de las intenciones de Darwin. Por el contrario, algunos di-
vulgadores del marxismo han despojado a esta doctrina de la
filosofa que le es inmanente, para reducirla a una simple
ojeada sobre las variaciones de las condiciones histricas de
acuerdo a las variaciones de las condiciones econmicas. Ob-
servaciones tan simples bastan para persuadirnos de que si po-
demos afirmar que la ciencia llegada a su perfeccin es ya la
filosofa, es decir, que sta no es otra cosa que el ltimo grado
de la elaboracin de los conceptos (Herbart), no debemos,
enunciando este postulado, autorizar a nadie a hablar con
menosprecio de lo que, en sentido diferenciado, se llama la
filosofa, as como no debemos dejar creer a ningn sabio
que en el grado de desarrollo mental en que se detienen, son
ya los triunfadores o los herederos de esta bagatela que fu
la filosofa. Y, por lo tanto, usted no ha planteado una
cuestin que pueda parecer ociosa cuando pregunta poco ms
o menos esto: Qu actitud deben adoptar con respecto a la
filosofa en su conjunto aquellos que se ocupan del materia-
lismo histrico?
66 Antonio Labriola
VI
Roma, mayo 28 de 1897.
Hay una laguna en la biografa cientfica de nuestros dos
grandes autores. En 1847 una de sus obras fu enviada para
su impresin, pero ha quedado indita por razones acciden-
tales
(
1
) . En este libro, que es un simple manuscrito,
y
que, segn s, nadie ms que los dos autores conocen
(2),
ellos han hecho como un examen de conciencia
y
fijado su
manera de ver en materia filosfica, comparndola con otras
corrientes contemporneas. Que este examen fu hecho prin-
cipalmente con respecto a los derivados del hegelianismo)
y
a
su contragolpe materialista en la doctrina de Feuerbach, no
hay ninguna duda. Fuera de las razones generales sacadas del
movimiento filosfico de la poca, en favor de esta opinin
existen los fragmentos de artculos de diarios
y
revistas que
fueron publicados recientemente, como rplica del polemista
que entonces era Marx, por Struve en la Neue Zeit. Pero
cul era, en conjunto, la posicin intelectual de los dos es-
critores? Cul era su horizonte bibliogrfico? Qu cono-
cimientos tenan
y
qu actitud tomaban con respecto a otros
productos de la ciencia, que despus han provocado tantas re-
voluciones, ya en el dominio de la filosofa natural como en
el de la filosofa histrica? A todas estas cuestiones no es po-
sible responder con exactitud, mxime si se comprende, por
otra parte, que nadie siente haber publicado en su juventud
trabajos que, cuando viejos, no escribiran de la misma ma-
nera,
y
que cuando no fueron publicados a su tiempo es casi
imposible reelaborarlos; es as que Engels deca que esa obra
(1)
Ver Marx. Zar Kritik der politischcn Oekonomie. Berln. 1859,
pgj 6, y
Engels. Ludwig Feuerbach, 2* edicin, 1888, pgs. III-IV.
(2)
Alguna vez he preguntado a Engels si quera dejar examinar el
manuscrito, no por m, sino por el anarquista Mackay, que se interesa
especialmente por Stimer,
y
me contest que, desgraciadamente, todos esos
papeles estaban medio comidos por las ratas.
Filosofa y Socialismo 67
haba producido en verdad todo su efecto: fijar la orienta-
cin de aquellos que la escribieron.
Pasado este momento
y
despus de haber fijado su camino,
los dos autores no escriben ms sobre filosofa en el verdadero
sentido de la palabra
(1).
No solamente sus ocupaciones de
agitadores prcticos
y
de publicistas, sino toda su vida, con-
sagrada a seguir el movimiento proletario para ejercer sobre l
su influencia,
y
aun su misma vocacin mental, los apar-
taba del oficio de filsofos con ttulo. Sera hacer una obra
ms que vana investigar la opinin que se haban formado,
en sus estudios
y
en sus lecturas, de los nuevos descubrimien-
tos de la ciencia, en tanto que stos fueron o no una contri-
bucin til a la nueva direccin' de la filosofa histrica que
haban concebido. Es verdad que en la psicologa, tal como
se ha desarrollado ltimamente, en el criticismo sutil, en el
dominio de la filosofa profesional, en la escuela de la eco-
noma histrica, en el darwinismo, ya en el sentido estrecho
y
especfico como en el sentido amplio de la palabra, en la
tendencia creciente hacia el historicismo en el estudio de los
fenmenos naturales, en los descubrimientos de la prehistoria
de las instituciones,
y
en la tendencia cada vez ms poderosa
hacia la filosofa de la ciencia, se encuentran circunstancias
anlogas a la formacin del materialismo histrico. Pero sera
una cosa ms que ridicula querer medir, de acuerdo al punto
de vista de un redactor de una Revista crtica, que es la biblio-
grafa en accin, o al del profesor que declama a sus alum-
nos las sucesivas impresiones de sus lecturas, el trabajo de asi-
milacin de la ciencia contempornea que pudieron hacer, o
que han hecho en realidad, estos dos pensadores que dispo-
nan de un ngulo visual tan especfico
y
particular
y
que
tenan en el materialismo histrico un particular instrumento
de investigacin
y
de reduccin. Y es en esto, por otra parte,
en qu consiste lo que llamamos originalidad; fuera de estos
lmites esta palabra no designara sino lo que choca a la razn.
No escribiendo ms trabajos filosficos, en el sentido profe-
sionalmente diferenciado
y
diferencial, terminan por ser los
(1)
A excepcin de los primeros captulos del Antidhring, que tie-
nen, por otra parte, un carcter polmico,
y
del estudio de Engels sobre
Fcaerbach, que no es en el fondo ms que un largo resumen de un libro
con algunas observaciones retrospectivas
y
personales.
68 Antonio Labriola
ejemplos ms perfectos de esta filosofa cientfica, que para
m.uchos en un simple deseo piadoso,
y
para otros un medio
de desluir en nueva fraseologa los conocimientos corrientes
de la ciencia emprica, que es a veces una forma genrica
del racionalismo,
y
que despus de todo no est al alcance
de los que entran en los detalles de la realidad con la pene-
tracin que es propia a un mtodo gentico inherente a las
cosas. Engels conclua as: "Desde el momento que es una
necesidad para cada ciencia darse cuenta de su verdadera po-
sicin en el conjunto de las cosas
y
del conocimiento de las
cosas la ciencia especial de conjunto se vuelve superflua. Lo
que queda ahora como objeto propio de la filosofa, tal
como se ha desarrollado hasta aqu, es la doctrina del pensa-
miento
y
de sus leyes, la Lgica formal
y
la Dialctica. Todo
lo dems se resuelve en la ciencia positiva de la naturaleza
y
de
la historia"
(1).
Todo le es posible a los eruditos, a aqullos que estn a
la bsqueda de motivos de disertacin, a los doctores recien-
temente promovidos. Ellos han escrito sobre la tica de He-
rodoto, sobre la psicologa de Pndaro, sobre la geologa de
Dante, sobre la entomologa de Shakespeare
y
sobre la peda-
goga de Schopenhauer; a fortiori,
y
a ms justo ttulo, po-
dran disertar sobre la lgica de El Capital,
y
construir tam-
bin el conjunto de la filosofa de Marx, detallada
y
dividida
segn los epgrafes sacramentales de la ciencia profesional. |Es
cuestin de gusto! Yo que, por ejemplo, prefiero la ingenui-
dad de Herodoto
y
el vigor de Pndaro a la erudicin de
quienes deshacen las obras en juguetes de anlisis postumos,
dejo de buen grado a El Capital su integridad, que es el pro-
ducto del concurso orgnico de todas las nociones
y
de todos
los conocimientos que, cuando se los diferencia, llevan el nom-
bre de lgica, de psicologa, de sociologa, de derecho
y
de
Jstoria, en el sentido ordinario de las palabras; pero para ello
es indispensable esa flexibilidad del pensamiento, que consti-
tuye la esttica de la dialctica.
Este libro siempre pudo
y
podr ser analizado en sus de-
talles, pero su conjunto permanecer incomprensible para los
cmpiristas puros, para los escolsticos de definiciones esquc-
(1)
Antidhring. (Ver tambin: L. Feaerbach y
el fin de la filo-
sofa clsica, Engels. (N. del T.).
Filosofa y Socialismo 69
mticas e incontrovertibles en el flujo del pensamiento,
y
para
los utopistas de toda suerte
y
sobre todo para los utopistas
del liberalismo,
y
para los libertarios que son poco m,s o me-
nos anarquistas sin saberlo. Para gran nmero de inteligen-
cias hay una dificultad insuperable en sumirse en lo concreto
de las condiciones sociales e histricas. En lugar de aprehen-
der el conjunto social como un dato en el cual se desenvuel-
ven genticamente las leyes, que son las relaciones del movi-
miento, muchas gentes tienen necesidad de representarse las
cosas como fijas, por ejemplo, el egosmo de un lado
y
el
altruismo de otro, etc. Un caso tpico de esta clase son los
hedonistas modernos. No se sienten satisfechos estudiando el
complejo social tal como se presenta desde el punto de vista
de la interpretacin econmica, sino que recurren a los juicios
de valoracin como a la premisa (lgico-psicolgica) de lo
Econmico. Este expediente les proporciona una escala
y
ellos
estudian sus grados como si fueran las expresiones tericas de
tipos definitivos. Lo mismo ocurra en la esttica formal
estudiando solamente los grados del placer. Por medio de
esa escala, con sus grados de estimacin necesaria, ellos mi-
den esas valoraciones que llaman bienes. Ellos examinan las re-
laciones de las cosas con los varios grados de esa escala teniendo
en cuenta sus cantidades disponibles
y
sus posibilidades de
adquisicin,
y
de esta manera determinan la cualidad de los
valores, los lmites de los valores
y
el valor lmite. Despus
de haber constituido as la economa poltica sobre una base
de generalidades abstractas, que es indiferente hacia las cosas
para las cuales la naturaleza es prdiga como para aquellas
que cuestan a los hombres el sudor de su frente
(y
el trabajo
ingrato de la historia), la pobre economa ordinaria
y
comn,
la economa de la asociacin que nos es familiar
y
que han
profundizado los tericos de la escuela clsica
y
los crticos
del socialismo, es como un caso particular de un lgebra
muy universal. El trabajo, que es para nosotros el nervio de
la vida humana, es decir, el hombre msmo desarrollndose,
con respecto a este punto de vista, no es ms que el esfuerzo
para evitar un sufrimiento o bien para no experimentar ms
que un sufrimiento menor. En esta atomstica abstracta de
esfuerzos, de apreciaciones
y
de cantidades de bienes, no se ve
lo que es la historia
y
el progreso se reduce a una pura apa-
riencia.
70
Antonio Labriola
Si es necesario dar una frmula, no estara errado decir que
la filosofa que implica el materialismo histrico es la ten-
dencia al monismo;
y
me sirvo intencionalmente de la pa-
labra tendencia,
y
agrego: tendencia formal
y
crtica. En una
palabra, no se trata de volver a la intuicin teosfica o meta-
fsica de la totalidad del mundo, como si, por un acto e
conocimiento trascendente, llegramos ipso facto a la visin
de la substancia, sobre la que reposan todos los fenmenos
y
todos los procesos. La palabra tendencia expresa de ma-
nera precisa la adaptacin del espritu a la conviccin de que
todo es concebible como gnesis; ms an, que lo concebible
no es ms que gnesis,
y
que la gnesis tiene casi los mismos
caracteres de la continuidad. Lo que diferencia el sentido de
la palabra gnesis de las vagas intuiciones trascendentales (por
ejemplo, de Schelling), es el discernimiento crtico
y,
por lo
tanto, la necesidad de especificar la investigacin: se apro-
xima as al empirismo en lo que concierne a la investigacin
de los detalles
y
al contenido de los procesos, al mismo tiempo
que se renuncia a la pretencin de tener en la mano el es-
quema universal de todas las cosas. Los evolucionistas vul-
gares proceden de la manera siguiente: despus de admitir la
nocin abstracta del devenir (evolucin), hacen entrar en ella
todas las cosas, desde la formacin de la nebulosa hasta la
fatuidad humana. Es lo que hacan aquellos que, repitiendo a
Hgel, hablaban del ritmo subyacente
y
perpetuo de la tesis,
de la anttesis
y
de la sntesis. La razn principal del punto
de vista crtico por el cual el materialismo histrico corrige el
monismo, es este: que parte de la praxis, es decir, del desen-
volvimiento de la actividad,
y
al par que es la teora del
hombre que trabaja, considera la ciencia misma como un tra-
bajo. Asimismo desenvuelve ampliamente lo que hay de im-
plcito en las ciencias empricas, es decir: que por la expe-
riencia nosotros nos relacionamos con la manera de obrar de
las cosas
y
nos persuadismos que las cosas mismas tienen una
manera de obrar, esto es, una produccin.
El pasaje de Engels, citado anteriormente, podra, sin em-
bargo, prestarse a raras conclusiones, pero esto sera lo mismo
que tomar toda la mano cuando slo se ofrece un dedo. Ad-
mitiendo que la Lgica
y
la Dialctica permanecen como cosas
existiendo por s mismas, no hay en ello, se dice, una ocasin
favorable para hacer de nuevo toda la enciclopedia filoso-
Filosofa y Socialismo
71
fica? Haciendo, poco a poco
y
en detalle, para cada rama
de la ciencia, el trabajo de abstraccin de los elementos for-
males que all estn contenidos implcitamente, se llega a
escribir sistemas de lgica extensos
y
comprensivos como los
excelentes de Sigwart
y
de Wundt, que son, en realidad, ver-
daderas enciclopedias de la teora de los principios del co-
nocimiento. Y si es ese el deseo de los filsofos de profe-
sin, que se tranquilicen, sus ctedras no sern suprimidas.
La divisin del trabajo en el dominio intelectual se presta en
la prctica a numerosas combinaciones. Si se trata de gentes
que quieren reunir en forma esquemtica los principios gra-
cias a los cuales reconocemos un grupo determinado de hechos,
por ejemplo, una organizacin jurdica determinada, nadie se
opone a que llamen a esta disciplina
(1)
ciencia general del
derecho o an filosofa del derecho, si se desea, siempre que
recuerden, sin embargo, que reducen a sistema (emprico) un
orden de hechos histricos, esto es, que toman una categora
histrica como el resultado del devenir.
Tendencia (formal o crtica) al monismo, de un lado,
y
capacidad para mantenerse en equilibrio en un dominio de
investigacin especializada, por otro: tal es el resultado. Por
poco que uno se aparte de esta lnea, o bien se cae en el sim-
ple empirismo (la no-filosofa) o se pasa a la hipevfilosofa,
es decir, a la pretencin de representarse en acto el Universo,
como si se poseyera la intuicin intelectual.
Lea, por gusto, si no la ha ledo ya, la conferencia de
Haekel sobre el monismo, que ha sido traducida al francs por
un apasionado darwinista de la sociologa
(2). En este emi-
nente sabio se hallan confundidas tres aptitudes diferentes:
una maravillosa disposicin para la investigacin
y
expli-
cacin de los detalles, una elaboracin sistemtica profunda
de los detalles puestos en evidencia
y
una intuicin potica
del Universo, que, siendo una imaginacin, se asemeja a veces
a la filosofa. Pero, ilustre Haekel, considerar en ella el Uni-
verso entero, desde las vibraciones del ter hasta la formacin
del cerebro, jqu digo!, ms ac del cerebro; desde los orgenes
(1)
Esta palabra (discipulina) indica precisamente que son razones
didcticas las que deciden algunos grupos de conocimientos.
(2) Le Monismc lien entre la Religin et la Science, traduccin de G.
Vachcr de Lapouge, Pars, 189 7.
72
Antonio Labrila
de los pueblos, de los Estados
y
de la tica hasta nuestra poca,
incluyendo los pequeos prncipes protectores de vuestra Uni-
versidad de Jena, a quienes saludis al pasar, en 47 pginas
in
8^,
es superar an la grandeza de vuestro genio! [No re-
cuerda usted todos los huecos que el Universo an presenta a
nuestra madura ciencia, o es que quiz tenga usted un gran
armario lleno de gorros de dormir de los que los hegelianos
se servan, al decir de Heine, para cubrir todos esos huecos!
No recuerda usted lo que deba, sin embargo, interesarle di-
rectamente: ese batibius, que recibe su nombre en ocasin de
un descubrimiento de Huxley, que no era, por otra parte, ms
que un solemne quiproquo?
Luego, tendencia al monismo, pero al mismo tiempo con-
ciencia precisa de la especialidad de la investigacin. Tenden-
cia a fundir la ciencia con la filosofa, pero, al mismo tiem-
po, reflexin continua sobre el alcance
y
valor de las formas
del pensamiento, del que nos servimos de manera concreta
y
que, sin embargo, podemos separar del concreto, como su-
cede con la Lgica stricto jure
y
con la Teora general del
conocimiento (que usted llama metafsica) . Pensar de ma-
nera concreta
y,
sin embargo, poder reflexionar de manera
abstracta sobre los datos
y
condiciones formales de lo que
puede ser pensado. La filosofa existe
y
no existe
(1).
Para
el que no ha llegado a la filosofa, ella es como el ms all
de la ciencia. Y para el que ha llegado a ella, es la ciencia
en su perfeccin.
Ahora como siempre podemos escribir, sobre los datos abs-
tractos de una experiencia determinada, trabajos, por ejem-
plo, de tica
y
poltica,
y
podemos dar a nuestro trabajo de
elaboracin la nitidez
y
rigidez de un sistema, siempre que
no tengamos presente que las premisas se relacionan genti-
camente con otra cosa, siempre que no caigamos en la ilusin
(metafsica) de considerar los principios como esquemas a6
aeterno, o como los modelos de las cosas de la experiencia,
jlas supercosas!
(1)
Tengo al alcance de m mano un libro curioso (de XXIII-53 9
pginas in 8!) del profesor R. Wahle, de la Universidad de Czernowitz,
que tiene por objeto demostrar (no doy el ttulo, que es muy largo
y
descriptivo, edit. Braumller. Viena, 189 6),
que la filosofa ha llegado a
su fin. Desgraciadamente el libro entero est consagrado a la filosofa.
Es que, para negarse, la filosofa debe afirmarse!
Filosofa y Socialismo
73
Habiendo llegado a esto, nada nos impide enunciar una
frmula como la siguiente: todo lo cognoscible puede ser
conocido,
y
todo lo cognoscible ser, en lo infinito, realmente
conocido,
y
lo que est ms all de lo cognoscible, en el do-
minio del conocimiento, no nos interesa para nada. Este enun-
ciado genrico, bajo un aspecto prctico, conduce a esto: que
el conocimiento nos interesa en la medida en que nos es dado
conocer realmente,
y
que es pura imaginacin admitir que el
espritu reconoce como existiendo en acto una diferencia ab-
soluta entre el conocimiento
y
lo que es en s incognoscible,
un incognoscible que afirmo conocer como incognoscible!
Cmo hace usted, von Hartmann, para frecuentar desde hace
tantos aos en lo Inconsciente, que ve obrar de una manera
tan consciente,
y
usted, Spencer, para manejar constantemente
el conocimiento de lo Incognoscible, que en el fondo conoce
usted de alguna manera, ya que hace de l el lmite de lo
cognoscible? En el fondo de toda la fraseologa de Spencer
se esconde el dios del catecismo; hay, en una palabra, el re-
siduo de una hiperfilosofa que se parece, como la religin,
al culto de ese desconocido que se afirma al mismo tiempo
desconocer afirmando que se lo conoce en cierta medida desde
que se lo hace objeto de veneracin. En este estado de es-
pritu la filosofa se limita al estudio de los fenmenos (apa-
riencias)
y
el concepto de evolucin no implica de ninguna
manera que la realidad deviene.
Para el materialismo histrico, por el contrario, el devenir,
es decir, la evolucin, es real, ms an, es la realidad misma,
as como es real el trabajo, que es el desarrollo del hombre que
asciende de la vida inmediata (animal) a la libertad perfecta
(que es el comunismo) . Con esta inversin prctica del pro-
blema del conocimiento nosotros tenemos en la mano toda la
ciencia en tanto que es nuestra obra. Una nueva victoria
sobre el fetiche! Saber es para nosotros una necesidad que
empricamente se origina, se pule, se perfecciona
y
se sirve de
medios
y
de una tcnica, como toda otra necesidad. Nos-
otros conocemos poco a poco lo que nos es necesario conocer.
Experimentar es crecer,
y
lo que llamamos progreso del es-
pritu no es otra cosa que la acumulacin de energas de tra-
bajo. Es a esta tarea prosaica que se reduce el carcter abso-
luto del conocimiento, que fu para los idealistas un pos-
74 Antonio Labriola
tulado de la razn o una argumentacin ontolgca
(1).
Esta
cosa (llamada cosa en s)
,
que no se conocer ni hoy ni ma-
ana, que no se conocer jams,
y
que se afirma no poder
conocer, no puede pertenecer al dominio del conocimiento,
porque no puede haber un conocimiento de lo incognoscible.
Si semejante preocupacin entra en el crculo de la filosofa
es porque la conciencia del filsofo no es toda conformada
de ciencia, sino que se compone an de gran nmero de ele-
mentos sentimentales
y
afectivos, de donde, por el impulso
de un temor
y
por el camino de la imaginacin
y
del mito
nacen com.binaciones psquicas, que de la misma manera que
otras veces han impedido el desarrollo del conocimiento ra-
cional, igualmente obscurecen ahora el dominio del saber re-
flexivo
y
prosaico. Tomemos como ejemplo la muerte. Te-
ricamente est implicada en la vida. La muerte, que parece
tan trgica al individuo complejo, que aparece a la intuicin
comn como el organismo verdadero
y
propio, es inmanente
a todos los primeros elementos de la substancia orgnica, por
consecuencia de la extrema inestabilidad
y
reducida plasticidad
del protoplasma. Pero otra cosa es el temor a la muerte, es
decir, el egosmo de vivir! Y es lo mismo con todas las
otras afectividades e inclinaciones pasionales, que en sus de-
rivados mticos, poticos
y
religiosos, arrojaron, arrojan
y
arrojarn, en proporciones diferentes, sus sombras sobre el te-
rreno de la conciencia. La filosofa del hombre puramente
(1)
El postulado de lo absoluto estaba an implcito en las pruebas
de la existencia de Dios,
y
especialmente en el argumento ontolgico. En
m, ser finito e imperfecto, que no tiene ms que un conocimiento limi-
tado, existe el poder de pensar el ser infinito
y
todo perfecto, que concKC
todas las cosas. Luego yo mismo soy. . . perfecto! Y he aqu que Des-
cartes hace (en unos prrafos raramente indicados por los crticos) este sin-
gular pasaje dialctico, que es para l, sin embargo, una simple duda: "Pero
quiz yo tambin sea alguna otra cosa que no me imagino,
y
que todas
las perfecciones que atribuyo a la naturaleza de un Dios estn en alguna
manera en potencia en m. aunque no se manifiesten an
y
en nada hagan
sentir su accin. En efecto, experimento ya que mi conocimiento aumenta
y
se perfecciona poco a poco;
y
no veo nada que pueda impedir que no
aumente progresivamente as hasta el infinito, ni tampoco por qu,
as
des-
arrollado
y
perfeccionado, yo no pueda adquirir por medio suyo todas las
otras perfecciones de la naturaleza divina, ni, en fin, por qu el poder
que tengo para la adquisicin de esas perfecciones, si es verdad que est
ahora en m. no sera suficiente para producir lag ideas". (Oeavres de
Descartes, edic. Cousin, I. pgs. 282-83).
Filosofa y Socialismo
75
terico, que contempla todas las cosas desde el aspecto de su
propio ser, sera, en algn aspecto, la tentativa de hacer pasar
el pensamiento abstracto sobre todo el campo de la concien-
cia, sin que encuentre all desviacin, ni rozamiento. Este
ser Baruch Spinoza, el verdadero hroe del pensamiento, que
se contempla a s mismo en tanto que los sentimientos
y
las
pasiones, como fuerzas de un mecanismo interno, se trans-
forman en l en objetos de estudio geomtrico! Esperando que
en una humanidad futura de hombres casi transhumanizados
el herosmo de Baruch Spinoza devenga la virtud corriente de
todos los das,
y
que los mitos, la poesa, la metafsica
y
la
religin no estorben ms al dominio de la conciencia, estemos
satisfechos que hasta aqu
y
por el momento, la filosofa, tanto
en su sentido diferenciado como en el otro, haya servido
y
sirva, con respecto a la ciencia, a mantener la clarividencia
de los mtodos formales
y
de los procedimientos lgicos,
y,
con respecto a la vida, a disminuir los impedimentos que en
el ejercicio del pensamiento libre presentan las proyecciones ima-
ginarias de las afecciones, de las pasiones, de los temores
y
de
las esperanzas, es decir, que ayude
y
que sirva, como dira
precisamente Spinoza, a vencer la imaginatio
y
la ignotantia.
1^ Antonio Labriola
VII
Roma, junio 16 de 1897.
Estas cosas slo a m me suceden. Aunque creo no haber
llegado an al fin de estas cartas, he debido hablar de las
mismas cosas que precisamente converso con usted en otro
lugar, bajo otro aspecto
y
con menos gusto.
En uno de los ltimos nmeros de la Critica Sociale apare-
ci una especie de mensaje que el seor Antonio De Bella,
socilogo calabrs, dirige contra los socialistas exclusivistas,
quienes por toda cuestin
y
apropsto de cada problema se
atienen, segn l, a la letra de Marx. El seor De Bella ol-
vida indicarnos si el Marx al que recurren aquellos a los que
maltrata es el verdadero Marx, o un Marx, por as decir, des-
figurado o completamente inventado, un Marx rubio o qu
s yo. La verdad es que me ha hecho el honor de incluirme
entre el montn de obstinados, a quienes endilga advertencias
y
consejos para que se perfeccionen, inducindolos a que hagan
profundos estudios de sociologa e historia natural. Es verdad
que no cita ms que mi nombre sin precisar a cul de mis tra-
bajos o conferencias se refiere. Despus de todo esto vierte
un poco del catecismo ordinario de la sociologa matizada de
darwinismo, con la inevitable letana de nombres de autores.
He credo que deba responder; en parte, para decir de ma-
nera sumaria que el socialismo cientfico no est en tan mal
estado que tenga necesidad de ciertos consejos; por otra, para
mostrar que los complementos sugeridos por el seor De Bella
son, o bien los supuestos del Marxismo o bien su contrario
y,
sobre todo, porque hallndome desde hace tiempo con vo-
luntad de conversar de socialismo
y
filosofa, me ha parecido
necesario precisar en notas ad hominem algunas de las conside-
raciones crticas que desarrollo en forma ms o menos atre-
vida, en este tete a tete con usted.
Le envo mi respuesta tal cual apareci en la Critica So-
ciale de ayer. Tambin ella es una carta
y,
bien que no sea
dirigida a usted, puede ponerla en la coleccin como si fuera
de la serie. Completa
y
resume mis cartas precedentes. En-
Filosofa y Socialismo 11
centrar algunas ligeras repeticiones, excusables sin duda. Esta
carta extra que dirijo al director de la Critica es un poco
ruda. Verdad es que no la he escrito con la intencin de ser
agradable al seor De Bella. Est cargada de cierto mal
humor. Quiz este mal humor de crtica llena de amargura
haya nacido del hecho de encontrarse mi espritu absorbido
por el estudio del grave problema de las relaciones del mate-
rialismo social con toda la intuicin cientfica contempornea,
por lo que me ha parecido que los consejos del seor De Bella
quien no poda, por otra parte, tener conocimiento de lo
que a usted escribo eran, en lo que a m concierne, com-
pletamente inoportunos, ya que no tena ningn deseo de pe-
drselos.
Roma, junio 5 de 1897.
Mi querido Turati:
No estoy muy seguro que el seor De Bella, aunque me
cita, se refiera a m. Estoy por creer que dirige su monlogo
contra un manequ de su creacin, al que, commoditatis causa,
ha puesto mi nombre. Sea lo que fuere, desde el momento que
mezcla mi nombre a sus meditaciones, no puedo evitar agre-
gar una nota a la suya.
Como es sabido, recin hace diez aos que he llegado de
manera manifiesta
y
pblica al socialismo
(1).
Diez aos
no constituyen un perodo de tiempo muy largo en mi vida,
ya que debo aadir otros cuatro para formar medio siglo,
pero es un lapso muy corto en mi vida intelectual. En
una palabra, antes de llegar al socialismo tuve el tiempo
y
la
ocasin,
y
an la obligacin, de arreglar mis cuentas con el
darwinismo, con el positivismo, con el neokantismo
y
con
todo lo que la ciencia ha producido en derredor mo, lo que
(1)
"Desde 18 73 he escrito contra los principios directores del sistema
liberal,
y
desde 18 79 es que estoy en la ruta de esta nueva fe intelectual,
en la que me he detenido en estos ltimos tres aos, afirmndome en ella
por mis estudios
y
observaciones", pg. 23 de mi conferencia Del Socialis-
mo, Roma, 1889. Esta conferencia, que era, por as decir, una profesin
de fe al estilo popular, fu ampliada en un pequeo opsculo: Proletariato
e Radicali, Roma, 1890.
78
Antonio Labriola
me ha permitido afirmar mis ideas, pues ocupo una ctedra
de filosofa en la Universidad desde 1871
y
he estudiado an-
teriormente lo que es necesario saber para filosofar. Enca-
minndome hacia el socialismo no he pedido a Marx el
a 6 c del saber. No he pedido al Marxismo ms que lo que
contiene en realidad: le he exigido la precisa crtica de la eco-
noma que es; las lneas generales del materialismo histrico
que lleva en s
y
la poltica del proletariado que enuncia o
deja entrever. Tampoco peda al Marxismo el conocimiento
de la filosofa que supone o que contina en cierto sentido,
superando, por la inversin dialctica, el Hegelianismo, que
precisamente refloreca en Italia en mi juventud,
y
en el que
fuera, por as decir, educado. Y, cosa curiosa, mi primer tra-
bajo filosfico, de marzo de 1862, es una: Defensa de la
dialctica de Hgel contra la vuelta a Kant iniciada por Ed.
Zeller! Para comprender el socialismo cientfico no tena,
pues, necesidad de ir por primera vez hacia la concepcin
dialctica, evolutiva o gentica, cualquiera sea el nombre que
se le d, ya que he vivido en ese orden de ideas desde que
pienso con cierta madurez de espritu. Agrego ms: mientras
el marxismo no me pareca de ninguna manera difcil en sus
lneas generales
y
formales, en tanto que mtodo de concep-
cin, me fu dificultoso dominarlo en cuanto a su contenido
econmico. Y mientras que lo estudiaba como poda, no me
era dado ni permitido confundir la lnea de desarrollo que es
propia al materialismo histrico, esto es, el sentido que tiene
en el caso concreto de evolucin, con lo que yo llamara una
enfermedad cerebral que desde hace aos embaraza el cerebro
de muchos italianos que hablan ahora de una Madone Evo-
lution, que adoran.
Qu es lo que me pide, entonces, el seor De Bella? Qu
como un joven seminarista que acaba de salir de los claus-
tros, vuelva a la escuela? O que me haga rebautizar por
Darwin, reconfirmar por Spencer, que luego haga una confe-
sin general frente a los compaeros,
y
que me prepare para
recibir de l la extremauncin? Para vivir en paz dejar
pasar todo lo dems, pero protesto enrgicamente contra el
llamado a la conciencia de los compaeros. Reconozco a los
compaeros, en cierta medida
y
en condiciones dadas, el de-
recho a ser rgidos
y
an tirnicos con todo lo que concierne
a la conducta poltica del partido. Pero en cuanto a recono-
Filosofa y Socialismo 79
cerles autoridad para pronunciarse como arbitros en materia
de ciencia. . .
y
nicamente porque son compaeros. . ., va-
hos, pues!, la ciencia no estar jams puesta a votacin ni
an en la sociedad futura!
Quiz quiera una cosa ms modesta: que afirme
y
que jure
que el marxismo no es la ciencia universal,
y
que los objetos
que contempla no es el Universo entero, lo que le concedo in-
mediatamente,
y
me siento obligado a hacerlo. No me basta
ms que recordar el programa de los cursos de la Universidad,
que son muy numerosos. Y concedo todava otra cosa ms.
"Esta doctrina no est an ms que en sus comienzos
y
tiene
necesidad de un gran desarrollo". {Del Materialismo Hist-
rico,
pg. 9) (1).
En efecto, lo que atormenta al seor De Bella,
y
a muchos
otros, es precisamente la bsqueda de una filosofa universal,
en la que el socialismo pueda ser alojado como la parte en
la visin del conjunto. jComo quiera! El papel tiene sus
bondades, dicen los editores alemanes a los autores noveles.
Pero no puedo evitar de hacer dos indicaciones. La primera
S que ningn sofos de aqu abajo llegar jams a darnos la
idea de la filosofa universal en dos columnas de la Critica
Sociale. La segunda es enteramente personal. Hace veinte aos
que siento horror por la filosofa sistemtica,
y
como esta dis-
posicin de espritu me ha hecho ms accesible el marxismo,
que es uno de los modos por los cuales el espritu cientfico
se ha libertado de la filosofa como cosa en s, tambin es la
causa de mi inveterada desconfianza para el Spencer philo-
dophe, quien, en sus Primeros Principios, nos ha dado una
vez ms un esquema del cosmos. Aqu es necesario que me
cite: "Yo no he venido a la Universidad, hace veinte aos,
como el representante de una filosofa ortodoxa, o como el
autor de un sistema nuevo. Gracias a las dichosas contin-
gencias de mi vida he hecho mi educacin bajo la influencia
directa de los dos grandes sistemas a que haba llegado la
filosofa, que podemos ahora llamar clsica, esto es, los siste-
(1) "No hago la confesin de encerrarme en un sistema como en ua
especie de prisin". Es lo que escriba hace veinticuatro aos (Dclla Li-
berta Mtale, aples, 18 75, Prefacio),
y
es lo que puedo' repetir tambin
ahora. Este libro contiene una extensa exposicin de la doctrina del deter-
mnismo, que es completada por otro trabajo mo: Moralc e Religione,
aples, 1873.
80 Antonio Labriola
mas de Herbart
y
de Hgel, para los cuales la anttesis entre
el realismo
y
el idealismo, el pluralismo
y
el monismo, la
psicologa cientfica
y
la fenomenologa del espritu, la preci-
cin de los mtodos
y
la anticipacin de todo mtodo en la dia-
lctica omnisciente, fueron los elementos principales. Ya la fi-
losofa de Hgel haba concluido en el materialismo histrico
de Carlos Max,
y
la de Herbart en la psicologa emprica, que,
tambin ella, en las condiciones dadas
y
en ciertos lmites,
puede ser experimental, histrica
y
social. Era el momento
en que por la aplicacin intensiva
y
extensiva del principio
de la energa, de la teora atmica
y
del darwinismo,
y
por
el descubrimiento de las formas
y
condiciones precisas de la
psicologa general, la concepcin de la naturaleza visiblemente
se haba revolucionado. Y, al mismo tiempo, el anlisis compa-
rado de las instituciones, coincidentemente con la lingstica
y
la mitologa comparadas, el conocimiento de la prehistoria
y,
en fin, de la historia econmica, transformaban la mayor parte
de las posiciones de hecho
y
las hiptesis formales sobre las
cuales
y
por las cuales se haba hasta entonces filosofado sobre
el derecho, sobre la moral
y
sobre la sociedad. Las elaboracio-
nes del pensamiento, las elaboraciones que estn implcitas en
las ciencias nuevas
y
renovadas, no indicaban, como tampoco in-
dican ahora, el desarrollo de una nueva sistemtica filosfica que
contenga
y
domine todo el campo de la experiencia. Despre-
cio las filosofas de uso e invencin privadas, como las de
Nietzsche
y
von Hartmann,
y
nada dir de esos supuestos
retornos a los filsofos anteriores
(1)
que se limitan a poner
una filologa en el lugar de la filosofa, como ha sucedido a
(1)
En estos ltimos tiempos algunos socialistas han tenido tambin
el piadoso deseo -de volver a los otros filsofos. Uno de ellos vuelve a
Spinoza, es decir, a una filosofa en la que se ha excluido el devenir his-
trico. Algn otro se contentara con el materialismo del siglo XVIII
ut sic, es decir, con la negacin de todo transformismo. Algunos quieren vol-
ver a Kant: luego, pues, volver a la insoluble antinomia entre la razn
prctica
y
la razn terica?, a la rigidez de las categoras
y
de las facul-
tades del alma, a las que parece que Herbart haba minado la base?, al
imperativo categrico, en el cual parece que Schopenhauer haba descubierto
el precepto cristiano bajo una mscara metafsica?, al derecho natural, del
cual ni an el Papa quiere or hablar? Por qu no dejan ustedes a los
muertos enterrar a sus muertos?
En efecto, o una de dos: O usted acepta los otros filsofos integral-
mente, tal cual fueron cuando fueron,
y
entonces adis el materialismo
histrico; o bien va a ellos en busca de lo que le conviene y a pedirles
Filosofa y Socialismo
81
los neokantianos. Indico solamente este extraordinario equ-
voco verbal por consecuencia del cual muchos confunden, es-
pecialmiente en Italia, esta filosofa especial que es el Positi-
vismo con lo positivo, es decir, con lo que es positivamente
adquirido en la experiencia social
y
natural, extensa
y
siempre
renovada. Aqullos no saben distinguir, por ejemplo, en Spen-
cer, lo que ha tomado de la fisiologa general,
y
que cons-
tituye su mrito incontrastable,
y
lo que no es en l ms
que impotencia para explicar un solo hecho histrico con-
creto mediante su sociologa puramente esquemtica. Aqu-
llos no saben distinguir en este mismo Spencer lo que corres-
ponde al sabio
y
lo que corresponde al filsofo que, haciendo
juegos de esgrima con las categoras de lo homogneo
y
de lo
heterogneo, de lo indistinto
y
de lo diferenciado, de lo cono-
cido
y
de lo incognoscible, es l tambin una supervivencia, es
decir, ya un kantista inconsciente, ya una caricatura de H-
gel". "La organizacin de la Universidad debera tambin
ella reflejar el estado actual de la filosofa, que consiste desde
ahora en la inmanencia del pensamiento en lo que es real-
mente conocido, es decir, que se opone a toda anticipacin
del pensamiento sobre lo conocido, a toda anticipacin teo-
lgica o metafsica". {L'Universit e la liberta della scienza,
Roma, 1897, pgs. 14-17)
(1).
En el fondo, esta filosofa, en la que se encuentra el seor
parte de sus argumentos, y,
entonces, en tanto que socialista, se embarca
en un trabajo intil, porque, en realidad, la historia del pensamiento es
de tal manera hecha que nada se ha perdido de lo que fu, en el pasado:
una condicin
y
una preparacin para el estado presente de nuestras con-
cepciones.
Hay una tercera hiptesis: la de que usted caiga en el sincretismo o en
el confusionismo. De esto tenemos un buen ejemplo en el seor L. Wolt-
mann (System des moralischen Bewustscins, Duseldorf, 1889), que en-
cuentra el medio de conciliar la eternidad de las leyes morales con el
darwinismo,
y
a Marx con el cristianismo! (Nota de la edic. francesa).
(1)
Ruego al lector que lea mi informe al Congreso universitario de
Miln de 188 7 sobre la "Laurea" en filosofa, que fu reproducido en el
apndice del folleto L'Universit, etc. Mi amigo Lombroso lo calific en
aquel entonces graciosamente: la decapitacin de La metafsica. Debo pre-
venir al lector que este folleto es el nico de mis escritos que est an
en venta: todos los otros estn agotados
y
algunos no se pueden encon-
trar. Al decir estas cosas sobre mis trabajos no hago reclame a ningn
librero o editor.
(El opsculo citado en el texto, sin el apndice, fu traducido
y
pu-
blicado en el Devenir Social, enero de 189 7).
(Nota de la ed. francesa).
82 Antonio Labriola
De Bella, no sera ms que una reedicin de la trinidad Dar-
win-Spencer-Marx. zarandeada con tanta elocuencia, pero con
tan poco xito
(
1
)
, hace tres aos, por el seor Enrique Ferri.
Y bien, mi querido Turati, quiero ser con toda cortesa el
abogado del diablo, por lo que reconozco que en las aspira-
ciones vagas hacia la filosofa del socialismo, aun en gran
nmero de las tonteras que se gritan por todas partes, hay-
algo de justo que responde a una necesidad real. Muchos de
aquellos que en Italia ingresan al socialismo,
y
que no son
simples agitadores, conferencistas o candidatos, sienten que es
imposible hacer de l una conviccin cientfica si no es rela-
cionndola de alguna manera o por algn camino al resto de
la concepcin gentica de las cosas, que es ms o menos la
base de todas las otras ciencias. De ah nace la mana de mu-
chos de poner en el socialismo toda la ciencia que ms o
menos
disponen. De ah las numerosas enormidades
y
tonteras, en
el fondo siempre explicables. Pero de ah tamibin un gran
peligro: porque estos intelectuales olvidan que el socialismo
tiene su fundamento real nicamente en la condicin actual
de la sociedad capitalista, en donde el proletariado
y
el resto
del pueblo pueden querer
y
hacer para la obra de estos in-
telectuales, Marx en un mito
; y
mientras ellos discuten
ampliamente sobre toda la escala de la evolucin, finalmente
se pondr a votacin en un prximo congreso de compaeros
esta proposicin: el primer fundamento del socialismo est
en las vibraciones del ter?
(2).
(1)
El poco xito se halla documentado en los numerosos artculos
que fueron escritos contra l, comenzando por el bastante mordaz de
Kautsky en la Neue Zeit, XIII, vol. 1, pgs. 709-716, para terminar con
el de David en el Devenir Social, diciembre de 1896, pgs. 1059-65,
por no hablar de muchos otros. Ferri, en una nota en el apndice de la
edicin francesa de su libro, Darwin, Spencer, Marx, Pars, 189 7, dice:
"El profesor Labriola, sin demostrarlo, ha repetido recientemente la afir-
macin de que el socialismo no es conciliable con el darwinismo (sobre el
Manifiesto de Marx
y
Engels, en el Devenir Social, junio de
1895".
Luego, (In Memoria del Manifest, pg. 20), yo no critico sino a aque-
llo que "buscan en esta doctrina (en el materi-alismo histrico) una de-
rivacin del darwinismo, que solamente en determinado sentido,
y
no muy
extenso, es un caso analgico". Me parece que negar la derivacin
y
ad-
mitir la analoga no significa negar la conciliacin posible. Ruego que se
lea mi ensayo: Del Materialismo Histrico.
(2) La proposicin filosfica en parte est indicada en las palabras
con que Ferri termina la nota citada ms arriba: "el transformismo bio-
Filosofa y Socialismo
83
Es as que yo me explico la ingenuidad del seor De Bella:
"Si Marx viviera an!". Habiendo nacido el 3 de ma-
yo de 1818 (muri el 14 de marzo de 1883), evi-
dentemente podra vivir an;
y
si estuviera vivo dira yo
mismo
y
para algunos completamente diferente de todo lo que
la historia corriente conoce
y
atribuye al cristianismo: desde
la lapidacin de San Esteban a la Santa Inquisicin, que enva
al otro mundo a tantos miles de infieles; desde el pecador de
los pies desnudos, Pedro, que por sus tmidas denegaciones
hace el papel del astuto Sancho Panza, hasta el Papa Po IX,
que halla en la infalibilidad una compensacin al poder tem-
poral que estaba por perder; desde los gapes ebionitas, es
decir, desde los pobres visitados por el Paracleto, a los Je-
sutas que arman flotas
y
realizan empresas comerciales, pre-
cursores audaces de la poltica colonial de la poca burguesa;
desde el Rab de Nazaret, que ha dicho que su reino no era
de este mundo, hasta los obispos
y
otros prelados que han
ocupado en su nombre, durante siglos, como propietarios
y
soberanos, la tercera o cuarta parte de las tierras, segn los
pases, comprendiendo en algunos el jas primae noctis. Se
comprende fcilmente que el que cree, sea por una razn o
por otra,
o
aun por simple hipocresa literaria, en este cris-
tianismo muy verdadero, encuentra dificultades para explicar
cmo ha nacido el cristianismo menos verdadero, o absoluta-
mente falso, que todos nosotros conocemos. Y se comprende
tambin cmo esta verdad muy verdadera se hace un milagro,
si no de la revelacin, al menos de la ideologa humana,
y
nosotros, por nuestra parte, no estamos obligados a dar la
Filosofa y Socialismo 11 i
explicacin de este milagro, ni en nombre del materialismo,
ni en nombre de no importa qu otra doctrina cientfica, por
la misma razn que la mecnica racional no se impone el
deber de explicar el vuelo de Icaro o el del hipogrifo de
Ariosto.
Es necesario, sin embargo, no olvidar que el cristianismo
verdadero, que a menudo se opone idealmente al cristianismo
positivo
y
realmente humano que se ha desarrollado en las
condiciones accesibles a nuestra inteligencia ordinaria, ha ejer-
cido, l tambin, su funcin histrica,
y
nos sirve ahora como
de llave para penetrar ms en el estado de alma
y
en las
relaciones sociales de los primeros cristianos. Este cristianismo
verdadero ha servido de smbolo a las diversas rebeliones de
los proletarios, de la plebe, del vulgo, de los oprimidos, de
los siervos, de los esclavos
y
de los explotados hasta el si-
glo XVI.
He tenido ocasin, como he dicho ya en otra carta, de ocu-
parme este ao de manera circunstancial, en mi curso de la
Universidad, precisamente de Fra Dolcino, que marca el pun-
to culminante del movimiento de la secta de los Apostlicos,
y
cuyo fracaso seala el momento de su decadencia. Despus
de exponer las condiciones generales del desenvolvimiento eco-
nmico
y
poltico de la Italia Septentrional
y
de la Italia Me-
dia
y
las condiciones ms particulares del medio (esto es, de
las clases sociales) en el que la secta de los Apostlicos naci
y
creci, me fu necesario en cierto momento explicar la doc-
trina por la que
y
con la que Dolcino supo mantener entre
todos sus discpulos la tenacidad
y
el coraje necesario para
combatir hasta el fin, como hroes, mrtires
y
precursores
de un nuevo orden de cosas en la vida de la humanidad. Esta
doctrina es, tambin ella, uno de los tan numerosos retornos
apocalpticos al cristianismo puramente evanglico, es decir,
que es la negacin de todo lo que la jerarqua ha establecido
y
hecho desde el papa Silvestre (el papa de la leyenda, al
menos), negacin reforzada por el ardor apostlico que el
sentimiento de la lucha transforma en deber de luchar.
Es
natural que la primera explicacin de estas ideas, como di-
ran los literatos, debe ser buscada entre los movimientos an-
logos de las rebeliones antijerrquicas de la poca. Por una
parte, es necesario remontarse hasta los Albigenses
y
por otra,
a los movimientos, tan confusos
y
diferentes, de la plebe, que
112
Antonio Labriola
se designan con el nombre comn de pataria;
y
es necesario te-
nar presente toda esta agitacin mstica
y
asctica, que en mu-
chas oportunidades trat de sacudir la dominacin papal, desde
el comunismo ideolgico de Joaqun de Fiore hasta las activas
resistencias de los Ftaticelli.
Detenindose un poco en esta investigacin no es difcil
encontrar, detrs de los velos msticos del ascetismo
y
de la
exaltacin por el cristianismo verdadero, las condiciones ma-
teriales
y
los mviles materiales que han hecho agruparse en
derredor de algunos smbolos de rebelin a las clases ms
bajas entre los monjes, los campesinos de los pases en los cua-
les el feudalismo es an fuerte, los campesinos de otras tierras
que, libres de los lazos feudales, fueron violentamente proletari-
zados por la formacin rpida de las comunas libres,
la
plebe de las mismas comunas, tan despiadadamente corpora-
tivas,
y,
en fin, como siempre, los idealistas, que hacen
suya la causa de los desgraciados: todos elementos de una
revolucin social. De esta explicacin inmediata se llega
a otra ms general, a una explicacin tpica. El movimiento
de Dolcino es uno de los eslabones de la gran cadena de
alzamientos de la plebe cristiana que, con xitos
y
compli-
caciones diversas, se han levantado contra la jerarqua,
y
que en los momentos ms culminantes fueron llevados a esta
consecuencia inevitable: la espera del comunismo. El ejem-
plo clsico, la forma clebre por consecuencia de las cir-
cunstancias de la poca
y
por la extensin
y
duracin del mo-
vimiento, es, ciertamente, el levantamiento de los Anabaptis-
tas; pero el alzamiento de Dolcino tiene tambin su impor-
tancia, especialmente a causa de las condiciones econmicas
casi modernas en las que se hallaba el valle del P en los co-
mienzos del siglo XIV.
Luego, el instinto de afinidad induce a los representantes
y
a los condottieti de la plebe inquieta a
volverse hacia el re-
cuerdo confuso o hacia la reproduccin fantstica, nada se-
gura, del cristianismo primitivo, que se compona completa-
mente del vulgo, de afligidos
y
de desgraciados que aguarda-
ban la redencin de las miserias de este mundo criminal. El
cristianismo verdadero, hacia el cual, por la simpata que nace
de la similitud de las condiciones, estos rebeldes exaltados se
volvan con una fe e imaginacin tan ardientes, ha sido una
realidad, no en el sentido de un estado ideal
y
tpico, del que
Filosofa y Socialismo 113
la debilidad humana se ha desviado por aberracin o por ma-
licia, sino como un hecho pobremente emprico. El cristia-
nismo primitivo, mutatis mutandis, ha estado, en su tipo, en
su conjunto, en su fisonoma
y
en sus causas, mucho ms
cerca de lo que queran establecer Montano, Dolcino
y
To-
ms Mnzer en tiempos que no eran propicios para ello,
que todos los dogmas, las liturgias, los grados jerrquicos,
soberanas
y
dominios, luchas polticas, supremacas, inqui-
siciones
y
otras miserias parecidas, de las cuales est hecha la
historia humanamente terrestre de la Iglesia. En las tentati-
vas de estos rebeldes se ve, como si hubieran querido poner
bajo nuestros ojos una experiencia del pasado, lo que ha de-
bido ser, poco ms o menos, la forma primitiva del cristia-
nismo en tanto que secta de verdaderos santos, es decir, de
gentes absolutamente iguales, sin distincin entre clrigos
y
laicos, todos de un mismo tipo, todos igualmente visitados
por el espritu divino, tanto descamisados como devotos.
El problema ms grave
y
ms difcil de la historia del
cristianismo consiste en com.prender cmo, de esta secta de
individuos absolutamente iguales, ha nacido, en menos de
dos siglos, una asociacin con una diferenciacin jerrquica
tal, que tiene, por una parte, el pueblo de los creyentes,
y
por otra, aquellos que estn investidos de un poder sagrado.
Esta diferenciacin jerrquica es completada por el dogma,
esto es, por una concepcin rgida que suprime en los fieles la
espontaneidad de la creencia, as como otras vocaciones perso-
nales. La jerarqua quiere decir sacerdocio, administracin de
las cosas
y
gobierno de las personas. De ah nace la posibilidad
de una poltica,
y
es a la conquista de esta poltica que tiende la
historia de la Iglesia en el siglo III. La unin del Imperio
y
de la Iglesia en el siglo IV no es otra cosa que el resultado
de la penetracin recproca de dos polticas, que hace que la
religin
y
el gobierno de los negocios terminen por confun-
dirse. En este pasaje de la asociacin libre a la organizacin
semi-esttica, que ha permitido a la Iglesia ejercer despus
una accin poltica de acuerdo con el Estado, o contra el Es-
tado, o hacindose ella misma Estado, se manifiesta un hecho
comn a todas las asociaciones: desde que hay cosas que ad-
ministrar
y
funciones que cumplir, se constituye necesaria-
mente un gobierno. La Iglesia reproduce en s misma los con-
trastes propios de todo estado, es decir, las oposiciones de
114
Antonio Labriola
ricos
y
pobres, de protectores
y
protegidos, de patrones
y
clientes, de propietarios
y
explotados, de prncipes
y
subditos,
de soberanos
y
vasallos. Ha tenido, por lo tanto, en su propio
seno luchas de clase propias, por ejemplo, del patriciado je-
rrquico
y
de la plebe cenobtica, del alto
y
del bajo clero,
del catolicismo
y
de la secta. Las sectas han sido en gran
parte inspiradas, hasta el siglo XVI, por la idea del retorno al
cristianismo primitivo,
y
es por eso que han matizado a
menudo sus aspiraciones, nacidas de las condiciones del mo-
mento presente, de una inspiracin ideolgica que es casi ut-
pica. La Iglesia que ha triunfado es, por el contrario, aque-
lla que siguiendo formas de accin que son propias del estado
laico, ha llegado a ser, no una sociedad de iguales en el es-
pritu santo, sino una asociacin jerrquica de desiguales,
ejerciendo derechos formales, disponiendo de los medios de
imponer
y
de ordenar, gozando de completa soberana
o de
una parte de la soberana concedida por otros soberanos,
y
del gobierno de las almas, que como cualquier otro gobierno
espiritual, se consolida sobre todo gracias a la dominacin
sobre las cosas sin las cuales las almas no pueden existir. Estos
atributos humanos que, dada la desigualdad econmica de los
hombres, une la asociacin religiosa a todas las otras formas
de gobierno de las cosas de este mundo, muestra, por una
parte, que la asociacin de los santos no ha podido nunca
tener ms que una forma de existencia utpica,
y,
por otra,
nos explica la tendencia constante a la intolerancia
y
al cato-
licismo en sus variadas formas, en tanto que la asociacin ha
hecho de esta tierra su reino, dando as un desmentido al in-
genuo mrtir de Nazaret, relegado melanclicamente a los
al-
tares.
Para atenerme al ejemplo que me es ms familiar por mis
recientes estudios, recuerdo que el papado superimperial se ha
difundido con Bonifacio VIII, segn la profeca de Dolcino,
que le sobrevivi tres aos, pero no ha desaparecido para dar
lugar al Apocalipsis. El papado se vio infligir la humillacin de
un exilio en Avin, pero no para establecer el nuevo imperio
de los Csares, segn la utopa de Alighieri. Se ven ya
aparecer
los principios de la era moderna, es decir, los signos precur-
sores del reinado de la burguesa. Felipe el Hermoso, que desde
lejos se acerca al principado civil, en el que dos siglos ms
tarde la burguesa recorre la primera etapa de su dominacin
Filosofa y Socialismo 115
poltica sobre la sociedad, enviaba al ltimo suplicio a los
Templarios, como mostrando que la poca de las cruzadas
termina por obra de los mismos cristianos. Y para que lo
inaudito se encuentre en la ancdota, que siempre denuncia
y
desenmascara los momentos estridentes de la irona de la
historia, el comisario del sire de Francia que prepara la hu-
millacin de Anagni no fu un capitn de bando feudal,
sino un legista que obtiene el dinero necesario para este tra-
bajo con una letra de cambio girada contra un banquero de
Florencia.
Fueron los legistas
y
los prncipes usurpadores de los dere-
chos histricos
y
los banqueros que acumulaban dinero, que
se transforma ms tarde en capital, quienes dieron comienzo
a la sociedad moderna, cuya estructura prosaica muestra tan
claramente sus fines
y
sus medios. As como sobre las ruinas
de la sociedad corporativa
y
feudal, tambin sobre las ruinas
del patrimonio eclesistico se ha afirmado esta cruel burgue-
sa que, lanzando un desafo a las potencias misteriosas, ha
inaugurado la era del pensamiento libre
y
de la libre inves-
tigacin. Y aguarda que se la destrone: pero esto no ser
ciertamente ni por el cristianismo verdadero, ni por el cris-
tianismo muy verdadero.
Los hombres del porvenir, de los que nos ocupamos a me-
nudo en demasa, producirn o no tambin religin.'* En
cuanto a m lo ignoro,
y
les dejo la preocupacin de sus
vidas, que ser, as lo espero al menos, difcil tambin, para
que no se vuelvan imbciles en la beatitud paradisaca. Lo
que veo claramente es esto: que el cristianismo, que es, en
substancia, la religin de los pueblos ms civilizados hasta
nosotros, no dejar lugar despus de l a ninguna otra nueva
religin. En el porvenir, aquellos que no sean cristianos,
sern irreligiosos. Adems, por otra parte, hago notar que
los socialistas han hecho muy bien escribiendo en sus pro-
gramas que la religin es cosa privada. Espero que nadie in-
terpretar estas palabras como una teora, sobre la que se
podr bordar una filosofa de la religin. Esta frmula, sim-
plemente prctica, quiere decir: que actualmente los socia-
listas tienen muchas cosas que hacer, ms tiles
y
ms serias
que confundirse con los Hebertistas, los Blanquistas
y
los Ba-
kuninistas, etc., que proclamaban la abolicin de lo divino,
y
que decapitaban a Dios en efigie. Los materialistas de la
116 Antonio Labriola
historia piensan, sin embargo, en cuanto a ellos
y
fuera de
toda apreciacin subjetiva, que muy probablemente los hom-
bres del porvenir renunciarn a toda explicacin trascendente
de los problemas prcticos de la vida de todos los das, ya que:
Primas in orbe dos fecit timorl La frmula es vieja, pero su
valor es eterno.
X
Resina (aples), septiembre 15 de 1897.
Releyendo, revisando, retocando pues he decidido darlas
a la publicidad las cartas que he escrito a usted desde abril
a julio, me parece que forman como una serie
y
que en su
conjunto dicen algo. En verdad, las ideas simplemente enun-
ciadas,' las frmulas apenas bosquejadas, las observaciones
ge-
neralmente incidentales
y
las crticas a veces extraas disemi-
nadas aqu
y
all todo lo que, en resumen, he logrado decir
en la forma propia de quien escribe currenti clamo
, to-
maran otra forma, estaran dispuestas de otra manera, su-
friran una elaboracin radical, si me propusiera componer un
libro de ttulo sonoro, como, por ejemplo: El Socialismo
y
la Ciencia o El Materialismo histrico
y
la Intuicin del mun-
do. Pero como en esta conversacin a distancia he hecho de-
masiado uso de las libertades que son propias a la facultad
discursiva, ahora que he resuelto reunir estas ligeras cartas en
forma de pequeo volumen, no le dar ms que el ttulo mo-
desto
y
apropiado de: Socialismo
y
Filosofa. Cartas a G.
Sorel
(1).
Debido a los insistentes consejos de mi amigo Benedetto
Croce es que cometo este nuevo pecado de literatura minscu-
la. Desde que ha ledo estas cartas no me deja en paz
y
me
ha impuesto el compromiso de publicarlas en forma de
opsculo. Si lo escuchara llegara a ser, entrado en aos, un
productor continuo
y
perpetuo de papel impreso, mientras que
siempre me ha agradado dejar dormir en los cajones las mon-
(1) La traduccin literal del ttulo italiano sera: Conversando de
socialismo
y
filosofa.
(Nota de la edicin francesa)
.
Filosofa y Socialismo
Ii7
taas de papel ennegrecido que he acumulado, ao tras ao,
en mi calidad de profesor
y
desde que siento gran placer por
la conversacin epistolar. En este-caso especial, Croce me deca
que es mi deber, ahora que el socialismo se desarrolla en
Italia, contribuir a la vida del partido, que aumenta
y
se for-
talece, segn los medios
y
la manera que corresponda a lo
mejor de mis aptitudes. Es lo que hara: pero queda an
por saber si los socialistas sienten verdadera necesidad
y
deseo
de esta ayuda
y
de este concurso.
En verdad, yo no he tenido nunca deseos de escribir para
el pblico
y
tampoco me ha preocupado el arte de escribir;
tal es as que generalmente escribo al correr de la pluma. Por
el contrario, siempre me ha agradado
y
me agrada con pasin
la enseanza oral, en todas sus formas;
y
la intensa preocu-
pacin de este gnero de actividad me ha sustrado, antigua-
mente, durante aos, al deseo de volver a decir por escrito
(y
verdaderamente quin podra repetirlo de viva voz?) lo
que, en la enseanza, brotaba espontneamente bajo una forma
simple, sugestiva, adaptada al problema.
Hacindome, ms tarde, socialista, dentro de este renaci-
miento intelectual he sentido deseos de comunicarme con el
pblico por medio de folletos, de cartas de circunstancia, de
memoriales
y
de conferencias, que con los aos se han mul-
tiplicado sin darme cuenta. No es todo esto los deberes
y
los
cargos del oficio? Y es entonces, hace dos aos, que llega en
buen momento mi excelente amigo Croce
y
me aconseja pu-
blicar estos ensayos sobre socialismo cientfico para dar a mi
actividad de socialista un objetivo ms slido. Y como una
cosa entraa otra, estas mismas cartas pueden pasar por un
ensayo subsidiario
y
complementario sobre materialismo his-
trico.
Evidentemente, querido seor, este pequeo discurso a us-
ted nada le concierne,
y
es a m a quien se dirige: busco ex-
cusas a la publicacin de este nuevo libro. Probablemnete, si
son ledas estas cartas, fuera de usted, por otros en Francia,
dirn que no son exclusivas al materialismo histrico,
y
quiz
acepten con razn las observaciones de algunos crticos de mis
ensayos, esto es: que las traducciones de obras extranjeras no
bastan para cambiar el carcter intelectual de una nacin
(1).
(1)
En este pequeo volumen no he querido ms que contestar a
118 Antonio Labriola
Y, sin embargo, escribiendo esto como de eplogo a estas
cartas, temo que me venga el deseo de continuar. Las cartas
no pueden multiplicarse indefinidamente como las fbulas
y
los cuentos. Por suerte que desde el comienzo me haba pro-
puesto contestar, grosso modo, a las cuestiones planteadas en
su Prefacio, rozando los motivos de extrema dificultad, de
manera que tengo razones para terminar, pues me he referido
sucesivamente a los m.ismos trminos de sus problemas. Si me
abandonara a la fantasa de la conversacin, quin sabe dnde
ira!; estas cartas llegaran a ser toda una literatura. Usted no
sabe en qu grado esto podra regocijar a mi amigo Croce,
que querra expandir por todo el mundo su deseo de prolifi-
cacin literaria. Esto produce un curioso contraste con
las
dulces costumbres de esta dulce aples, en la que los hom-
bres como los lotfagos que desprecian todo otro alimento
,
diciendo
(y
he ah una respuesta implcita) : nosotros no
podemos darnos cuenta del pensamiento de una manera ade-
cuada, ms que pensando en acto; a las maneras de proceder
del pensamiento es necesario habituarse por esfuerzos sucesi-
vos;
y
siempre es muy peligroso abandonar de un golpe el uso
concreto de una manera de pensar
y
pasar a su definicin ge-
nrica formal. Si alguien me apurara ms, para no abrumarlo
con estudios extensos, arduos
y
complicados, lo remitira al
Anti-Dhrinq,
y
especialmente al captulo: Negacin de la
negacin
(
1
) .
En este captulo,
y
aun en todo el libro, se ve claro que
Engels se haba propuesto explicar con toda pasin no slo
lo que expone, sino que se haba preocupado ms an del mal
uso que se puede hacer de los procesos mentales, cuando el que
los aplica est menos inclinado a pensar alguna cosa en concre-
to, en donde la forma del pensamiento se muestra activa
y
vi-
viente, que a caer en los esquematismos a priori, es decir, en
el escolasticismo, que no ha sido sea dicho al pasar a los
ic^norantes
la caracterstica exclusiva de los doctores de la
Edad Media, como si ello fuera una propiedad de los sacerdo-
(1)
Una parte de este captulo se ha reproducido en el apndice
I,
120 Antonio Labrila
tes. Se puede hacer escolstica con toda doctrina. El primer
escolstico fu Aristteles en persona, que fuera tantas otras
cosas aun
y
que sobre todo fu un genio de la ciencia. Esco-
lasticismo se ha hecho ya en nombre de Marx. En efecto, la
ms grande dificultad para comprender
y
continuar el ma-
terialismo histrico no estriba en la inteligencia de los as-
pectos formales del marxismo, sino en la posesin de las cosas
en las cuales estas formas son inmanentes, de las cosas que
Marx por su cuenta sabe
y
elabora,
y
de todas las muy nu-
merosas cosas que nos es necesario conocer
y
elaborar direc-
tamente nosotros mismos.
Durante los numerosos aos que llevo enseando he estado
siempre convencido del gran mal que se hace a la mente de
los jvenes, cuando, en lugar de familiarizarlos, con oportu-
nidad
y
arte, en un mbito determinado de la realidad, para
que, obser\'ando, comparando
y
experimentando, lleguen poco
a poco a las frmulas, a los esquemas, a las definiciones, se
comienza por hacer inmediatamente empleo de stos, como si
fueran los prototipos de las cosas existentes. En una palabra,
la definicin de que se parte es vaca, mientras que es plena
solamente aquella a la que se llega de manera gentica. Ense-
ando es que se ve cmo la definicin es cosa peligrosa, de
acuerdo al sentido corriente que se da a un aforismo del de-
recho romano, que dice, en realidad, lo contrario. La didc-
tica no es una actividad que produce un simple efecto sin
potencia, tal un simple producto pasivo, sino que es una ac-
tividad que engendra otra actividad. Enseando es que nos
apercibimos que el nudo central de toda filosofa es siempre el
socratismo, es decir, la virtuosidad generadora de los
concep-
tos
(1).
(1)
Indico al lector m libro sobre la Dottrina di Socratc, aples,
18 71, 7
egpecialmente las pginas 5 6-72, donde hablo del mtodo. Trans-
cribo aqu algunos pasajes que permiten comprender el momento socrtico
de toda forma de saber.
"El estado primito de la conciencia humana, bien que corresponda & la
poca de la primera formacin de la sociedad, se contina
y
perpeta an
en lot perodos posteriores de la historia, ya que adquiere un cierto carcter
iobstancial en las costumbres
y
fija su expresin en los mitos
y
en la
poesa primitiva. El sucesivo nacimiento
y
el lento desen\'olvimiento de
la reflexin. . . no logran excluir de un golpe las diversas manifestacio-
nes de la conciencia primitiva e irreflexiva,
y
la transformacin de los
elementos antiguos en conceptos conscientemente aprendidos
y
pensados, no
Filosofa y Socialismo
121
Aconsejando la lectura del Anti-Dhang
y
en especial el
captulo indicado, no por eso quiero remitir al lector a un
catecismo, sino slo a un ejemplo de habilidad didctica. Las
armas
y
los instrumentos no son tales sino cuando estn en
accin,
y
no cuando se los mira en las vitrinas de un museo.
Adems, s es que no debiera terminar, deseara detenerme
para aclarar lo que usted dice de Italia, que debe recibir, segn
se logra ms que a consecuencia de un largo proceso
y
de una lucha ince-
sante
y
secular.' El proceso de transformacin no se logra solamente gracias
a los motivos intrnsecos de crtica
y
de examen que se pueden llamar
tericos: sino que emerge necesariamente de los choques prcticos entre la
voluntad del individuo
y
la opinin tradicional expresada en la costumbre,
y
toma ms tarde el carcter de una lucha social entre las clases
y
entre los
individuos. En la historia de esta lucha, el elemento de la vida primitiva
que ofrece ms materia al contraste ... es la lengua .... que conserva en
las pocas posteriores la apariencia de una norma a la cual todos los indi-
viduos deben necesaria e inevitablemente adaptarse. Pero cuando los hom-
bres han dejado de hallarse instintivamente de acuerdo sobre lo que se
debe llamar lo justo, lo virtuoso, lo honsto, etc.,
y
han perdido la fe en
los tipos abstractos del mito
y de la leyenda, en los que la imaginacin
primitiva haba expresado e hipostasiado las apreciaciones comunes ....
nace ... en el individuo la necesidad de rehacer esta certidumbre que
antes depositaba en !a aquiescencia a un criterio comn
y
natural,
y
se
dice ti esti? (qu es?). Es en esta pregunta que reposa el inters
lgico de Scrates"
(pg. 59). "La unidad extrnseca de la palabra que,
en su valor fontico constante, conserva una cierta apariencia de unifor-
midad, no hace ms que aumentar la confusin
y
la incertidambre; porque
mientras que al principio creemos en esta ilusin: que las mismas palabras
expresan las mismas representaciones, a la larga, la conviccin que ad-
quirimos de la profunda diferencia que existe entre nuestros conceptos
y
los de otros llega a ser ms evidente que esta ilusin
y
terinina por
rechazarla por completo"
(pg. C2) . "La cuestin 'ti esti? (qu es?)
circunscribe toda la investigacin sobre el valor de un concepto a la
determinacin evidente de lo que se piensa en l. El contenido que a
primera vista parece expresado en la simple denominacin, es necesario
que sea indicado en su interior
y
en su identidad;
y
el proceso no puede
hacerse de arriba a abajo, o, como diramos nosotros, deductivamente, ya
que an falta la conciencia de un valor lgico incondicional
y
absoluto"
(pg. 63). "El punto de partida, esto es. el nombre, que era primero
en su unidad simplemente fontica el centro de la investigacin, llega a ser,
en ltimo lugar, el trmino extremo del pensamiento, al que se llega
haciendo conscientemente del nombre mismo la expresin de un contenido
plenamente pensado,
y
las imgenes concretas, que primeramente se agru-
paban inciertas alrededor de la denominacin vaga, no pudiendo resistir
la nueva sntesis, deben desorganizarse
y
tomar una nueva posicin:
y es
slo el nuevo elemento, obtenido gracias a la investigacin, es decir, el
contenido constante de la representacin, logrado poco a poco por in-
duccin, que puede determinar la coordinacin
y la subordinacin en la
cual las imgenes deben coexistir" (pgs. 66-67).
122
Antonio Labrila
usted, como cuna de la civilizacin, el homenaje de todos.
Quiz parezcan disonantes estas palabras pronunciadas en el
momento mismo en que usted habla de socialismo, el que en
verdad muy poca cosa debe a Italia. Pero, si es verdad que el
socialismo es el fruto de la civilizacin avanzada, los hombres
maduros de otros pases tendrn razn de volver sus ojos, de
tiempo en tiempo, hacia esta cuna. Pensando en la Italia que
ha hecho durante tantos siglos la mayor parte de la historia
universal, todos tendrn siempre alguna cosa que aprender de
ella;
y
en seguida se apercibirn que a Italia la tienen ya entre
ellos, como lo que precede a lo que es actualmente. Algunos
franceses han credo otrora que este pas no era la cuna,
sino la tumba de la civilizacin;
y
es as que deben conside-
rarlo la mayor parte de los extranjeros que lo visitan como
si fuera un museo, ignorantes siempre de nuestro estado pre-
sente. Y son injustos en eso;
y
tan sabios como fueren los
visitantes de los museos, sern siempre ignorantes
igno-
rantes de la vida actual de este pas, que parece la vida del
muerto resucitado, por lo que al menos es un caso digno de
atencin.
En qu consiste, en verdad, este renacimiento de Italia
y
qu pueden aguardar de ella los que consideran el conjunto
del progreso humano sin prejuicios
y
sin ideas preconcebi-
das?
(1).
Sin hablar de las grandes dificultades que hay para
estudiar, de manera objetiva
y
con criterio que no dependa
nicamente de los impulsos de la opinin personal, la historia
actual de todo pas, en el caso especial de Italia es necesario
remontarse hasta el siglo XVI, cuando el desenvolvimiento
inicial de la poca capitalista que tuvo aqu su asiento prin-
cipal fu desplazado del Mediterrneo. Es necesario lle-
gar, a travs de la historia de la decadencia que sigue, a las
premisas positivas
y
negativas, internas
y
externas, de las con-
diciones presentes de Italia. No es necesario aclarar que mis
fuerzas son infriores a la empresa,
y
no tengo la menor in-
tencin de intentarla a propsito
y
con motivo de un discurso
(1) Me he extendido largamente en esta carta obre la condicin
actual de Italia. Pero he credo de mi deber limitarme, publicndolas, ya
que dentro de poco escribir otro ensayo en el que tendr ocasin de
hablar de las causas lejanas
y
de las razones prximas de la fitnacin pre-
sente de este pas.
Filosofa y Socialismo
123
familiar, como es este. Aquel que supiera resumir en un libro
un tal estudio, podra decir que ha contribuido a expresar, de
manera reflexiva, la situacin presente
y
la conciencia actual
de los italianos (
1
) .
Entre nosotros se es a menudo ciegamente optimista o
pesimista, en el sentido que dan a estas palabras aquellos que
no son filsofos de profesin; sobre todo porque en Italia
se ignora la verdadera situacin de los otros pases, de suerte
que muchos juzgan las condiciones nacionales no de acuerdo
a una base prctica
y
comparativa, sino de acuerdo a una po-
sicin ideal, hipottica
y
a menudo utpica. Es una cosa
singular que entre nosotros, en este gran renacimiento de las
ciencias de observacin en el dominio de la naturaleza cien-
cias que en verdad se las aplica a horizontes particularsimos
y
an antifilosficos haya tan poco espritu positivo para
los actuales problemas sociales, cuando que en este pas es
extraordinariamente grande el nmero de socilogos que ad-
ministran definiciones a los sedientos de verdad. Pero se sabe
que los socilogos de todos los pases tienen una cierta extraa
antipata por el estudio de la historia, que sera, por otra
parte, segn les profanos, ese algo en el que precisamente
se ha desarrollado la sociedad.
Ei! una palabra, pocos son entre nosotros los que ven claro
en este hecho: que la burguesa italiana, como la de todos
los otros pases, pero la ira
y
los odios de los humildes
y
de los
explotados,
y,
por otra parte, apremiada por el vulgo, se
siente inestable, inquieta e insegura, ya que no puede medirse
con la burguesa de los otros pases en el terreno de la com-
(1) He tratado de hacer este estudio, de manera sumaria al menos, al
principio del curso consagrado, en 189 7-9 8, a la "Cada del Antiguo R-
gimen". Para explicar el desenvolvimiento catastrfico de la sociedad ca-
pitalista en Francia, he debido indicar las caractersticas de lo que nosotros
llamamos en general la sociedad moderna. Pero como el desenvolvimiento
de la vida en Italia, impedido o retard-ado, impide a muchos italianos la
visin clara del mundo capitalista, he debido precisar las causas, las ra-
zones
y
la forma del momento actual de nuestro pas. Muchos socialistas
italianos no vean, hasta hace poco tiempo, que los impedimentos al des-
arrollo del capitalismo era al mismo tiempo impedimentos a la formacin
de una conciencia proletaria capaz de una accin poltica: eran
y
perma-
necern siendo por eso, de buen o mal grado, utopistas. En aquel mo-
mento, en diciembre de 189 7, no poda prever el huracn del mes de
mayo de 1898; sin embargo, estaba preparado para. . . comprenderlo. Y
en ciertas circunstancias, qu se puede hacer sino es comprender?
(Nota de la edicin francesa).
124 Antonio Labrila
pctencia. Tanto por esta causa como por esta otra, que
Italia es la sede del papado
y
de todo el movimiento im-
portante que de l depende
(1),
que slo los tericos del
utopismo liberal declaran muerto para siempre, esta burgue-
sa, que debe an crecer, es revolucionaria en su esencia, como
dira el Manifiesto. Y como no ha podido ser jacobina, como
lo hubiera querido su instinto natural, se ha quedado en la
frmula del rey por la gracia de Dios
y
de la nacin al mismo
tiempo. Esta burguesa, no pudiendo contar con el rpido
desenvolvimiento de una gran industria, que tarda en llegar,
y
con la conquista rpida de un gran mercado exterior, dado el
progreso lento e inseguro de la economa nacional, especial-
mente agrcola, se entrega a la pequea poltica de los expe-
dientes
y
gasta en bagatelas toda su inteligencia. Qu hace
la flota italiana desde hace tantos meses en el Oriente? Se
dira el zorro que, segn la fbula, dice que las uvas no
estn maduras porque no las puede alcanzar; pero con este
zorro, a diferencia del de la fbula, se encuentran all otros
que vigilan 'las uvas que se han apoderado o sobre las que
quieren meter las patas! Y el zorro se hace idealista ya que
nada tiene en que meter los dientes. Dado el abstencionismo
reaccionario o demaggico de los clericales
y
el muy lento
desenvolvimiento de la oposicin proletaria, la burguesa ita-
liana ha credo,
y
cree, que ella es toda la nacin,
y
en ausen-
cia de partidos que dividen la sociedad, da el nombre de
(1)
En el movimiento de locura terrorista, que fu efecto del miedo,
como tcxio terror poltico, el gobierno italiano persigui a los socialistas,
a los republicanos. . .
y
a los clericales, lo que dio mucho honor a su
sentimiento de justicia. Los comentarios huelgan!
Desde 188 7 he combatido en muchas oportunidades, con la pluma
y
con la palabra,
y
en circunstancias graves, las numerosas tentativas que
tuvieron lugar,
y
que por suerte fracasaron, para reconciliar al Quirinal
con el Vaticano. Pero en esta polmica jams he recurrido al ateismo,
al materialismo, etc., como hacen muchos colegas idelogos. Siempre he
invocado el inters poltico de nuestra burguesa, que no puede concederse
el servir a dos smbolos al mismo tiempo: el Himno a Garibaldi
y
la
Marcha Real. Entre nosotros no hay lugar para un partido conservador
(lo que es una caracterstica de nuestro pas), ya que no podra ser con-
servador, entre nosotros, ms que proponindose destruir el estado actual.
Por otra parte, nuestros sacerdotes, tan prosaicos como todos los italianos,
quieren realizar el reino de Dios sobre esta tierra
y
tratan los asuntos de
este mundo como humanistas rezagados,
y
como un artculo de lujo im-
portan de Alemania
y
de Austria la teologa, la erudicin, el socialismo
cristiano
y
los confesionarios.
(Nota de la edicin francesa)
.
Filosofa y Socialismo
125
partidos a las fracciones o facciones que se forman alrededor
de capitanes
y
procnsules, empresarios o aventureros de toda
especie. La aparicin del socialismo la llena de extraeza.
Por otra parte, se engaan quienes creen que entre nosotros
las agitaciones populares son siempre el ndice
y
el principio,
como han sido
y
son en algunas regiones de Italia, del mo-
vimiento proletario que, sea que lucha econmicamente sobre
una base concreta o que tenga aspiracionas polticas, tiende,
como en otros pases, ms o menos claramente, al socialismo.
Aqu, generalmente, esta agitacin no es ms que la rebelin
de las fuerzas elementales contra un estado de cosas en el que
las fuerzas no poseen la coercin necesaria, es decir, la coer-
cin que es propia de un sistema burgus capaz de unir a los
proletarios. Que se considere, por ejemplo, la intensa emigra-
cin hacia la explotacin del capital extranjero en pas extran-
jero, emigracin que, salvo pocas excepciones, est formada
por hombres capaces de ofrecer sus brazos, de una actividad
incomparable
y
de estmagos capaces de sufrir toda priva-
cin, emigracin, en una palabra, de obreros venidos del
campo, donde son muy numerosos, o de artesanos en deca-
dencia, que la palmeta educadora del capital los transformara
en escuadras de obreros de fbrica si la gran industria se apre-
surara a desarrollarse o si el capital nacional fuera hacia las
colonias nacionles,
y
si no se hubiera cometido la locura de
querer crearlas all donde parece poco probable tenerlas
(1).
Italia ha llegado a ser, en estos ltimos aos, lo que es
(1)
"Italia tiene necesidad de progresar material, moral e intelectual-
mente. Espero que ustedes vern una Italia en la que el sistema atvico
del cultivo del campo sea reemplazado por la introduccin de mquinas
y
por las variadas aplicaciones de la qumica;
y
que ustedes vern arrancar
del curso superior de los ros
y
quiz de las olas del mar y
de los vientos,
la fuerza generadora de la electricidad, que puede compensar la hulla que
no poseemos. Me preocupa que ustedes vean desaparecer de Italia los anal-
fabetos
y
con ellos los hombres que no son ciudadanos
y
la plebe que no
es pueblo. Quiz sean ustedes los testigos
y
los actores de una poltica
cuya orientacin est determinada por la conciencia de una cultura ms
grande
y
por una ms grande potencia econmica,
y
no por alianzas
mendigadas
y
por empresas asombrosamente aventureras, que terminan por
actos de prudencia que recuerdan a cobarda". Es lo que deca el ao
pasado en un discurso de regreso a la Universidad de Roma, el 14 de
noviembre de 189 6, dirigindome a los estudiantes, pasaje que ha hecho
mucho ruido. (Ver L'Univcrsit e la Liberta della Scienza, Roma, 189 7,
pg. 50).
126 Antonio Labrila
muy natural, la tierra prometida de los decadentes, de los me-
galmanos, de los crticos vacos
y
de los escpticos por abu-
rrimiento
y
por pose. A la parte sana
y
seria del movimiento
socialista (que en las circunstancias actuales no puede tener
otro fin que el de preparar la educacin democrtica del vul-
go), se mezclan, por lo tanto, un cierto nmero de indivi-
duos que, si tuvieran el coraje de ser francos, deberan con-
fesar que son decadentes,
y
que lo que los impulsa a ponerse
en accin no es la activa voluntad de vivir, sino el tedio de
la hora presente: bohemios aburridos!
Me es forzoso terminar; pero me parece que a mis odos
llega como una ligera voz de protesta de los camatadas siem-
pre dispuestos a hacer objeciones; voz que dice: todo esto
es la sofstica de la doctrina
y
nosotros tenemos necesidad
de prctica. En verdad, estamos de acuerdo; ustedes tienen
razn. El socialismo ha sido durante tanto tiempo utopista,
hacedor de proyectos, extratemporal
y
visionario, -que es opor-
tuno ahora decir
y
repetir en todo momento que tenemos
necesidad de prctica, para que el espritu de los que son sus
partidarios estn siempre ocupados en valorizar las resisten-
cias del mundo real, para estudiar constantemente el terreno
sobre el que debemos abrirnos una ruta muy difcil. Que
mi crtico tenga cuidado, sin embargo, de no situarse l mis-
mo como doctrinario, ya que ello significara una cierta dis-
posicin de los espritus, viciados por la abstraccin, a creer
que las ideas proclamadas excelentes
y
el fruto de la expe-
riencia de ciertos momentos
y
lugares, son cosas que pueden
aplicarse sin ms a todos los hechos concretos
y
por dems
buenas para todo tiempo
y
lugar. La prctica de los parti-
dos socialistas, comparada a la de otros partidos hasta hoy,
es la que mejor responde, no dir a la ciencia, sino a un
proceder racional. Ella es el difcil intento de una observa-
cin constante
y
de una adaptacin siempre nueva; es el
difcil intento de mantener sobre una lnea de movimiento
unitario las tendencias, a menudo contradictorias
y
antagni-
cas, del proletariado; es el esfuerzo para ejecutar los intentos
prcticos con la ayuda de la visin clara de todas las relaciones
que ligan, en un andamiaje muy complicado, las diferentes
partes del mundo en que vivimos. Y si no fuera as, por
qu razn
y
a ttulo de qu se hablara del tan ponderado
Marxismo? Si el materialismo histrico no tuviera consis-
Filosofa y Socialismo 127
tencia, querra decir que nuestra espera del socialismo es una
tontera
y
que nuestra concepcin de la sociedad futura es una
creacin utpica!
Pero no es ms que verdad que en todo el socialismo con-
temporneo hay latent" un no s qu de neo-utopismo
(1);
es lo que sucede a los que, repitiendo constantemente el
dogma de la evolucin necesaria, llegan casi a confundirla con
un cierto derecho a un estado mejor,
y
dicen que la futura
sociedad del colectivismo de la produccin econmica, con
todas las consecuencias tcnicas, ticas
y
pedaggicas que re-
sultaran del colectivismo, ser porque debe ser, olvidando
que este futuro debe ser producto de los hombres mismos, por
exigencia del estado que los rodea
y
por el desenvolvimiento
de sus aptitudes. Dichosos aquellos que miden el acontecer
de la historia
y
el derecho al progreso con la medida de una
pliza de seguro de vida!
Los que dogmatizan estas cmodas ideas olvidan muchas
cosas. Primero, que el porvenir, por lo mismo que el por-
venir ser el presente cuando nosotros seamos el pasado, no
puede ser el criterio prctico de lo que debemos hacer en el
presente. Es a lo que llegaremos, pero no es el medio para
llegar. En segundo lugar, la experiencia de estos cincuenta
ltimos aos debe llevar a aquellos que sean capaces de pensar
y
de someterse a la crtica, a esta conviccin: que a medida
que aumente en los proletarios
y
en el vulgo la capacidad de
organizarse en partido de clase, el ensayo mismo de este mo-
vimiento nos lleva a comprender el desenvolvimiento de la
nueva era segn una medida de tiempo que es muy lenta
comparada al ritmo rpido que conceban antiguamente los
socialistas matizados de jacobinismo. Luego, a una distan-
cia tan grande, nuestra previsin no puede ser ms que inse-
gura si se tiene en cuenta las enormes complicaciones del mun-
(1) Con mucha habilidad ha hablado recientemente Bernstein, en in-
geniosos artculos publicados en la Neue Zeit, del utopismo latente an en
los marxistas. Muchos de aquellos que fueron alcanzados por esta crtica
se habrn dicho: es a nosotros a quienes se quiere golpear con ese ga-
rrote? (Escribiendo eso no poda imaginarme, en 189 7, que el nombre
de Bernstein, del que alababa la crtica, til nicamente en tanto que cr-
tica, fuera explotado por los pregoneros de la crisis del marxismo) .
a, Y esta imposibilidad
de desprendernos de la negacin negada, de la raz negativa
contenida en el cuadrado, toma ya un relieve perfectamente
tangible en las ecuaciones de los cuadrados. Y todava es ma-
yor la evidencia con que se nos presenta la negacin de la ne-
gacin en el anlisis superior, en esas "sumas de magnitudes
infinitamente pequeas" que el propio seor Dhring reputa
como las operaciones supremas de las matemticas
y
que son
las que vulgarmente llamamos clculo diferencial o integral.
Cmo se desarrollan estas operaciones de clculo? Supon-
gamos a miodo de ejemplo que se me dan, para resolver un
problema cualquiera, dos magnitudes variables, x z
y,
ninguna
de las cuales puede variar sin que vare tambin la otra, en la
proporcin que las circunstancias determinen. Lo que yo
hago entonces es diferenciar las dos magnitudes, x e
y,
es decir,
suponerlas tan infinitamente pequeas, que desaparezcan, com-
paradas con cualquier otra magnitud real, por pequea que
sea, de suerte que no quede de ellas, de x e t/, ms que su re-
lacin recproca, por lo que despojada, por as decir, de toda
base material (reducida a una relacin cuantitativa de la que
144 Antonio Labriola
sz ha borrado la cantidad
, es decir, la relacin de la,s
dx o
diferenciales de x e
y)
, se reduce, por lo tanto, a
,
pero esta
o o
y
frmula
.
o X
Observar de pasada que la relacin entre dos magnitudes bo-
rradas como el momento fijo en que se borran, es una contra-
diccin; pero esto no imperta, ya que esta contradiccin no
ha impedido que los matemticos hagan progresos desde hace
dos siglos. Pues bien, qu hemos hecho aqu ms que negar
las magnitudes x e
y
sino de un modo congruente con la
realidad de la situacin?, pues las negamos no desentendin-
donos de ellas, que es el modo como niega la metafsica. He-
mos substituido las magnitudes x e
y
por su negacin, llegando
as, en nuestras frmulas o ecuaciones, ^ dx
y
dy. Hecho esto,
seguimos nuestros clculos sobre estas frmulas, operamos con
dx
y
dy como magnitudes reales, aun cuando sujetas a ciertas
leyes de excepcin,
y
al llegar a un determinado momento,
negamos la negacin, es decir, integramos la frmula dife-
rencial, obteniendo de nuevo, en vez de dx
y
dy las magnitu-
des reales x e
y.
Y al hacerlo, no volveremos a encontrarnos
en el punto de partida, ya que hemos resuelto un problema,
problema que en vano habra tratado de resolver la geometra
y
el lgebra vulgares.
No otra cosa acontece en la historia. Todos los pueblos ci-
vilizados han comenzado por la propiedad colectiva de la
tierra. Y en todos los pueblos, al superar una determinada
fase primitiva con el desarrollo de la agricultura, la propie-
dad colectiva se convierte en una traba para la produccin.
Al llegar a este momento la propiedad colectiva se destruye,
se niega, convirtindose, tras etapas intermedias ms o menos
largas, en propiedad privada. Pero, al llegar a una fase ms
alta de progreso en el desarrollo de la agricultura, fase que se
alcanza precisamente gracias a la propiedad privada del suelo,
sta se convierte, a su vez, en un obstculo para la produccin,
que es lo que hoy acontece tanto para la grande como para
la pequea propiedad. En estas circunstancias nace, por la
fuerza de la necesidad, la forzosidad de negar tambin la pro-
piedad privada, a convertirla nuevamente en propiedad colee-
Filosofa y Socialismo 145
tiva. Pero esta exigencia no tiende precisamente a restaurar
la primitiva propiedad comunal del suelo, sino a implantar
una forma mucho ms alta
y
compleja de propiedad colec-
tiva que, lejos de alzarse como una barrera ante la produc-
cin, lo que har ser libertarla
y
permitirle explotar ntegra-
mente los descubrimientos qumicos
y
los modernos inventos
mecnicos.
Otro ejemplo. La filosofa antigua fu una filosofa ma-
terialista, primitiva, rudimentaria. Este materialismo no po-
da ser capaz de explicar claramente las relaciones entre el
espritu pensante
y
la materia. La necesidad de llegar a con-
clusiones claras acerca de esto condujo a la teora de un
alma separada del cuerpo, de donde luego se pas a la afir-
macin de la inmortalidad del alma,
y
por ltimo al mono-
tesmo. De este modo el materialismo primitivo fu negado
por el idealismo. Pero, con el ulterior desarrollo de la filo-
sofa, tambin el idealismo se hizo insostenible
y
hubo de ser
negado por el moderno materialismo. Pero este materialismo,
que es la negacin de la negacin, no es la mera restauracin
del materialismo primitivo, sino que incorpora a los funda-
mentos permanentes de este sistema todo el cuerpo de pen-
samientos que nos aportan dos milenios de progresos en el
campo de la filosofa
y
de las ciencias naturales,
y
la historia
misma de estos dos milenios. Ya no se trata de una philosophia
ut sic, sino de una simple concepcin del mundo, que debe
detenerse
y
realizarse, no en una ciencia de las ciencias, como
un algo existiendo por s mismo, sino en las diversas cien-
cias positivas. He aqu, pues, cmo la filosofa es, de este
modo, superada
y
conservada al mismo tiempo; superada en
cuanto a la forma, conservada en cuanto al contenido real.
Pues all donde el seor Dhring no ve ms que un "juego de
palabras" se esconde, para quien sabe ver las cosas, un con-
tenido
y
una realidad.
Y, finalmente, hasta la teora roussoniana de la igualdad,
de la que las chacharas del seor Dhring no son ms que un
eco apagado
y
falso, es incapaz de construirse sin acudir a los
servicios de partera de la negacin de la negacin segn Hgel;
y
esto ms de veinte aos antes de que Hgel naciera. Muy
lejos de avergonzarse de ello, esta teora exhibe casi ostento-
samente en sus primeras exposiciones el sello 'de su origen
dialctico. En el estado de naturaleza, es decir, en el estado
146 Antonio Labrila
salvaje, los hombres eran todos iguales;
y
como Rousseau con-
sideraba ya al lenguaje como una alteracin del estado de na-
turaleza, tiene toda la razn cuando aplica el criterio de la
igualdad perfecta, propia de los animales de una especie de-
terminada, a esta especie hipottica de hombres completamente
animales, que Hackel llama alalos, es decir, seres privados del
habla. Pero estos hombres-bestias, completamente iguales en-
tre s, tenan sobre todos los otros animales la ventaja de un
atributo especial: la perfectibilidad, es decir, la facultad de
progresar,
y
en esto es donde reside, segn Rousseau, la fuente
de la desigualdad. Es as que Rousseau ve un progreso en el
origen de la desigualdad; pero este progreso es antagnico,
pues implica a la par un retroceso. "Todos los progresos ul-
teriores (a partir del estado primitivo de naturaleza) fueron
otros tantos pasos dados aparentemente hacia el perfecciona-
miento del individuo, pero en verdad lo fu hacia la decadencia
de la especie. La elaboracin de los metales
y
la agricultura
fueron las dos artes cuyo descubrimiento provoc esta gran
revolucin" (es decir, la transformacin de las selvas vrgenes
en campos de cultivo, origin al mismo tiempo el naci-
miento de la miseria
y
la esclavitud del hombre por obra de
la propiedad). "Es para el poeta el oro
y
la plata,
y
para
el filsofo el hierro
y
el trigo, que civilizaron al hombre
y
arruinaron al gnero humano". A cada nuevo avance de la
civilizacin corresponde un nuevo progreso de la desigualdad.
Todas las instituciones de que se enriquece la sociedad nacida
de la civilizacin se truecan en lo contrario de su primitivo
fin. "Es indiscutible,
y
es, adems, la ley fundamental de todo
el derecho poltico, que los pueblos empezaron dndose jefes
para defender su libertad,
y
no para ser dominados". Y, sin
embargo, estos jefes se convierten necesariamente en los opre-
sores de los pueblos que haban de proteger,
y
llevan esta
opresin hasta un punto en que la desigualdad, agudizada hasta
el mximo, se cambia en su contrario, en fuente de igualdad:
ante el dspota todos los hombres son iguales, pues todos que-
dan reducidos a cero. "Es este el ltimo trmino de la des-
igualdad
y
el punto final que cierra el ciclo
y
se toca con e
punto inicial de donde habamos partido: al llegar aqu todos
los hombres son iguales, pues no son nada,
y
todos tienen,
como subditos, por nica ley la voluntad de su seor". Pero
el dspota slo es seor mientras tiene en sus manos la fuerza.
Filosofa y Socialismo
147
y,
por lo tanto, "si se lo derroca, nada puede reclamar contra
la violencia", "la misma fuerza que lo sostuvo lo derriba; todo
sucede segn el orden natural". Por donde la desigualdad se
trueca de nuevo en igualdad, pero sta no es ya la igualdad
rudimentaria
y
primitiva del hombre alalo
y
en estado de
naturaleza, sino la libertad superior del contrato social. Les
opresores se convierten en oprimidos. Es la negacin de la
negacin.
En Rousseau nos encontramos, pues, con un proceso de ideas
casi idntico al que desarrolla Marx en El Capital,
y
ade-
ms, con toda una serie de giros dialcticos que emplea Marx:
con procesos antagnicos por naturaleza
y
preados de con-
tradicciones, con el trastrueque de un extremo en su contrario
y,
finalmente, como el nervio central de todo este estudio,
con la negacin de la negacin. Es decir, que si Rousseau, en
1754, no poda expresarse todava en la jerga hegeliana, es-
taba ya, veintitrs aos antes de nacer Hgel, fuertemente in-
fectado por el contagio hegeliano, por la dialctica de la con-
tradiccin, por la teora del logos, por la teologa, etctera,
etctera (
1
) .
Qu es, pues, la negacin de la negacin? Una ley muy
general
y
muy importante que rige todo el proceso de la na-
turaleza, de la historia
y
del pensamiento; una ley que, como
hemos visto, se encuentra en el mundo animal
y
vegetal, en
la geologa, en las matemticas, en la historia
y
en la filosofa.
Por supuesto que cuando digo que el proceso que recorre,
por ejemplo, el grano de cebada desde que germina hasta que
muere la planta que ha dado un nuevo fruto es una negacin
de la negacin, no digo nada positivo sobre el proceso espec-
fico de ese desarrollo. Pues si pretendiese afirmar lo contrario,
siendo como es tambin el clculo integral una negacin de la
negacin
^segn lo hemos visto
, caera en el absurdo de
(
1
) Omitimos aqu un pasaje que no puede ser comprendido si no se
lee todo el Anti-Dhring. (Esta nota aparece en la edicin francesa) .
148
Antonio Labrila
sostener que el proceso bogentco de un tallo de cebada es
un clculo integral,
y
as como decimos clculo integral, lo
mismo podramos decir el socialismo, para ir a los extremos
del ridculo. Y es en esa forma subrepticia que los metafsicos
alteran la dialctica. Cuando digo que todos estos procesos
tienen de comn la negacin de la negacin, lo que hago es
englobarlos a todos bajo una nica ley evolutiva, haciendo
por esto mismo abstraccin de las peculiaridades de cada pro-
ceso en particular. La dialctica no es otra cosa que la ciencia
de las leyes del movimiento
y
del desarrollo de la naturaleza,
de la sociedad
y
del pensamiento.
Podra, sin embargo, objetarse que la negacin que aqu se
realiza no es verdadera negacin; tambin se niega un grano
de cebada cuando se lo muele, un insecto cuando se lo aplasta,
la magnitud positiva a cuando se la tacha, etc. Se niega tam-
bin la afirmacin "la rosa es una rosa", cuando se dice "la
rosa no es una rosa",
y
qu se sale ganando si luego se niega
nuevamente esta negacin, para decir: "sin embargo, esta rosa
es una rosa".-* Estas objeciones son, en verdad, los principales
argumentos de los metafsicos contra la dialctica, argumentos
dignos de tan augusta manera de pensar. Negar, en dialctica,
no consiste lisa
y
llanamente en decir no, o en declarar que
una cosa no existe, o destruyndola de cualquier manera. Ya
Spinoza deca: omnis determinatio est negatio, es decir, toda
delimitacin o determinacin es al mismo tiempo una nega-
cin. Adems, en dialctica, esta especie de negacin es deter-
minada por la naturaleza general
y
por la naturaleza espec-
fica del proceso mismo. No se trata solamente de negar, sino
de superar nuevamente la negacin. La primera negacin ha
de ser, pues, de tal naturaleza que haga posible la segunda.
Cmo? Eso depender de la naturaleza especfica de cada
caso concreto. Al moler el grano de cebada o al aplastar el
insecto, ejecuto indudablemente la primera negacin, pero
hago imposible la segunda negacin. Cada gnero de cosas
tiene, por lo tanto, su modo peculiar de ser negada para que
de esa negacin resulte un proceso de desarrollo;
y
lo mismo
ocurre con las ideas
y
los conceptos. En el clculo integral se
niega de otro modo que el que es necesario para obtener
potencias positivas partiendo de races negativas. Es necesario
aprender esto como se aprende cualquier otra cosa. No basta
saber que el tallo de cebada
y
el clculo integral caen bajo las
Filosofa y Socialismo 149
leyes de la negacin de la negacin para que nos consideremos
capaces de cultivar cebada o para realizar operaciones de dife-
renciacin e integracin; del mismo modo que no basta conocer
las leyes que rigen la determinacin del sonido segn las dimen-
siones de las cuerdas, para tocar el violn. Pero es evidente que
el juego infantil que consiste en escribir una a para luego ta-
charla o en decir que una rosa es una rosa para afirmar des-
pus que no lo es, no demuestra otra cosa que la idiotez del
que se entrega a semejantes ejercicios.
Luego, es slo el seor Dhring quien mixtifica las cosas
cuando afirma que la negacin de la negacin es una tonta
analoga inventada por Hgel a imitacin de la religin, del
mito del pecado original
y
de la redencin. El hombre pens
dialcticamente mucho antes de saber lo que era la dialctica,
del mismo modo que habl en prosa antes de que existiera esta
palabra. Hgel no hizo ms que formular claramente por
primera vez esta ley de la negacin de la negacin que acta
en la naturaleza
y
en la historia, como actuaba inconsciente-
mente en nuestras cabezas antes de que fuese descubierta. Y
si el seor Dhring aborrece el nombre pero quiere seguir em-
plendola a escondidas, puede inventarle otro nombre mejor.
Pero si lo que quiere es desechar del pensamiento la cosa mis-
ma, que trate primero de desecharla de la naturaleza
y
de la
historia e inventar unas matemticas en las que
a
X
<i ^o
sea
-\-
al
Y
en las que se prohiba, bajo pena de muerte, el
clculo diferencial e integral.
APNDICE II
(1)
Londres, septiembre 21 de 1890.
Su carta
(2)
del 5 del corriente me ha seguido hasta Fol-
kestcne; pero como all no tena el libro de que se trata, me
ha sido imposible contestar a usted. De regreso a Londres,
el 12, me he hallado con tan gran cantidad de trabajo urgente,
que no he podido escribirle algunas lneas hasta hoy. Cono-
ciendo la causa de mi retardo, espero que me excusar.
En primer lugar podr ver en el Origen de la familia, etc.,
pg. 19, que la familia punala se ha formado tan lentamente
que, aun en nuestro siglo, se han visto casamientos entre her-
manos
y
hermanas (de la misma madre) en la familia real
de Hawai. En toda la antigedad han existido casamientos
entre hermanos
y
hermanas, por ejemplo entre los Ptolomeos.
Pero aqu es necesario distinguir, en segundo lugar, entre los
hermanos
y
las hermanas de parte maternal
y
los de parte
paternal; adelfas, adelf, deriva de delfs, matriz,
y,
por con-
secuencia, no designan originariamente ms que los hermanos
y
hermanas de parte maternal. A pesar de la desaparicin del
matriarcado su influencia perdura durante tanto tiempo que
los hijos de una misma madre, aun de padres diferentes, son
ms prximos los unos de los otros que los hijos de un mismo
(1)
La traduccin de las tres cartas que reproducimos en este apn-
dice han aparecido en el nmero de marzo de 189 7 del Devenir Social.
(Esta nota aparece en la edicin francesa).
(2)
Esta carta ha aparecido en el Der sozialistisches Akademikcr el
1' de octubre de 1895. Responde a las dos cuestiones siguientes: 1')
Cmo es que despus de la desaparicin de la familia consangunea ha
tenido lugar entre los griegos matrimonios entre hermanos
y
hermanas
sin que fueran considerados incestuosos, segn k> atestigua esta frase de
Cornelius Nepos?: "eque enim Cimoni fuit turpe, Atheniensium summo
viro, sororem germanam habere in matrimonio, quippe quum cives eius
eodem uterentur istitutio" ; 2*?) Cmo hay que comprender el principio
fundamental de la concepcin materialista de Marx
y
Engels? El modo
de produccin
y
de reproduccin de la vida es el solo momento deter-
minante, o no es ms que la base de todas las otras relaciones realmente
actuantes?
(Nota del traductor francs).
152 Antonio Labrila
padre pero de madres diferentes. La forma punala de la fa-
milia no impide el casamiento ms que entre los primeros
y
de ninguna manera entre los segundos, quienes, de acuerdo a
la concepcin correspondiente (rigiendo el matriarcado) no
son parientes. Los ejemplos de casamientos entre hermanos
y
hermanas que han existido en la .antigedad griega, segn
s, se reducen a individuos que son, o bien hijos de ma-
dres diferentes, o bien de padres desconocidos, por lo que
su casamiento no se impeda; estos casamientos no son
contrarios, pues, a la costumbre punala. Tampoco ha nota-
do usted que entre la poca punala
y
la monogamia griega
tiene lugar el pasaje del matriarcado al patriarcado, lo que
cambia considerablemente las cosas.
Segn Wachsmuth no hay, entre los griegos de los tiempos
heroicos, "rastro de escrpulos a causa de la muy prxima
parentela de los espesos, salvo en las relaciones de los padres
y
de las madres con los nios" {Relien. Altetthmev, IIL
pg.
156). "En Creta no era chocante casarse con la hermana
carnal" (leiblich) (ibid,
pg. 170). Este ltimo dato ha
sido sacado de Strabon, libro X, pero no puedo hallar inme-
diatamente el pasaje por cuanto el libro no est dividido en
captulos. Por hermana carnal entiendo hasta la prueba con-
traria, es decir, la hermana de parte paternal.
Modificara as su primera proposicin: de acuerdo a la
concepcin materialista de la historia, la produccin
y
la re-
produccin de la vida material son, en ltima instancia, el mo-
mento determinante de la historia. Marx
y
yo no hemos nunca
pretendido ms. Cuando se desnaturaliza esta proposicin as:
el momento econmico es el solo determinante, se transforma
esta proposicin en una frase sin sentido, abstracta, absurda.
La situacin econmica es la base, pero los diferentes momen-
tos de la superestructura formas polticas de la lucha de cla-
ses
y
sus resultados
y
tambin los reflejos de todas estas luchas reales en el ce-
rebro de quienes participan en ellas, teoras polticas, jurdicas,
filosficas, concepciones religiosas
y
su desenvolvimiento ul-
terior en sistemas de dogmas, tienen tambin su influencia so-
bre la marcha de las luchas histricas
y
determinan en muchos
Filosofa y Socialismo 153
casos sobre todo en la forma. Todos estos momentos obran
los unos sobre los otros, pero en el fondo el movimiento eco-
nmico termina necesariamente conducindolo a travs de
la
infinidad de azares (es decir, de cosas
y
de acontecimientos
cuyo encadenamiento ntimo es tan remoto o tan idemostrable
que podemos tenerlo por no existente,
y
despreciarlos) . Si no
fuera as, la aplicacin de la teora a un perodo histrico cual-
quiera sera ms fcil que la solucin de una simple ecuacin
de primer grado.
Hacemos nosotros mismos nuestra historia, pero, en primer
lugar, en circunstancias
y
en condiciones muy determinadas.
Entre stas, las condiciones econmicas son, finalmente, las
condiciones decisivas. Pero las condiciones polticas, etc.,
y
an la tradicin, que siempre est presente en la cabeza de los
hombres, juegan un papel, aunque no decisivo. El Estado pru-
siano ha nacido
y
se ha desarrollado tambin l por conse-
cuencia de causas histricas, en ltima instancia econmicas.
Pero no se podra pretender, sin pedantera, que entre los
numerosos pequeos Estados de la Alemania del Norte sea
el Brandeburgo el que estaba destinado, slo por necesidad
econmica,
y
no tambin por otras causas (ante todo por sus
relaciones, gracias a la posesin de Prusia, con Polonia, lo
que la arrastra a la poltica internacional, que es tambin de-
cisiva para la formacin del poder de la casa de Austria), a
hacerse la gran potencia en la cual se efecta la diferencia-
cin econmica, lingstica
y
religiosa del Norte
y
del Sur,
despus de la Reforma. Difcilmente se llegara, sin ridiculi-
zarse, a explicar por causas econmicas la existencia de cada
uno de los pequeos Estados alemanes antiguos o contempo-
rneos, o el origen de la permuta de las consonantes del alto
alemn, que hace de la divisin geogrfica formada por los
montes Sudetes hasta el Taunus, una verdadera separacin a
travs de Alemania.
En segundo lugar, la histoira se hace de tal suerte que el
resultado final nace siempre del conflicto de muchas volun-
tades individuales, siendo cada una lo que es por consecuen-
cia de una infinidad de condiciones particulares; hay, pues,
innumerables fuerzas que se entrecruzan, hay un grupo infi-
nito de paralelgramos de fuerzas, de donde sale una resul-
tante el acontecimiento histrico que tambin puede ser
considerado como el producto de una fuerza actuante, en tanto
154 Antonio Labrila
que el todo es inconscientemente
y
sin voluntad. Porque lo
que cada uno quiere es dificultado por los dems
y
lo que acon-
tece es algo que nadie ha querido. jEs as que la historia se
sucede hasta aqu como un proceso natural
y
se ha hallado
sometida esencialmente a las mismas leyes de movimiento!
Pero del hecho de que las voluntades individuales cada una
de las cuales desea lo que su temperamento
y
las circunstancias
econmicas la incita (sean personales
o sociales) no reali-
cen lo que desean, sino que se fusionan en una media total, en
una resultante comn, no debemos deducir que pueden ser
consideradas como nulas. Al contrario, cada una contribuye
a la resultante,
y
es en este sentido que deben ser compren-
didas.
Le ruego, por otra parte, estudiar esta teora en las fuentes
originales
y
no en las exposiciones de segunda mano, lo que
ser para usted mucho ms fcil. Marx no ha escrito casi nada
en donde esta teora no juegue una funcin. El 18 Brumario
de Luis Bonaparte es un ejemplo acabado de su aplicacin.
Hay tambin en El Capital muchas indicaciones. Igualmente
me permito indicarle mis obras Anti-Dhring
y
L. Feaerbach
y
el fin de la filosofa clsica alemana, que son las exposicio-
nes del materialismo histrico ms completas que conozco.
S algunos trabajos posteriores insisten a veces ms de lo
que conviene sobre el aspecto econmico, la falta debe atri-
buirse en parte a Marx
y
a m. Nosotros tenamos que afir-
mar el principio fundamental ante los adversarios que lo ne-
gaban
y
no disponamos siempre del tiempo, del lugar
y
de
la ocasin de reconocer a los otros momentos, que participan
en la accin recproca, el derecho que les pertenece. Pero
desde que se trata de explicar un perodo histrico, es decir,
de hacer una aplicacin prctica, las cosas cambian
y
no era
posible ningn error. Desgraciadamente, sucede muy a me-
nudo que se cree haber comprendido a fondo una teora nueva
y
poderla manejar sin ms, desde que se conocen los prin-
cipios fundamentales aunque no siempre con exactitud. No
puedo evitar este reproche a algunos marxistas recientes; se
hacen entonces cosas muy raras.
Con respecto a lo que le deca ayer (escribo este ltimo
prrafo el 22 de septiembre), debo aadir este pasaje, que
confirma ampliamente lo que ya deca: "Se sabe que los ma-
trimonios entre hermanos
y
hermanas, de madres diferentes.
Filosofa y Socialismo
155
no fueron considerados como incestuosos en la poca histri-
ca" (Schoemann, Gtiech. Alterthmer, I, pg. 52, Berln,
ao 1855).
Espero que el desorden de esta carta no molestar a us-
ted, etc.
F. Engels.
* * *
Londres, octubre 27 de 1890.
Querido S. . .
La primera hora que tengo libre la ocupo en contestar la
suya
(
1
)
.
Creo que hara muy bien en aceptar el cargo que se le ha
ofrecido en Zurich. Con respecto al punto de vista econmi-
co, podr all aprender siempre algo, a pesar de que Zurich
no es ms que un mercado financiero de tercer orden,
y
que, por lo tanto, las influencias que all se ejercen son d-
biles, por repercutir en segundo o tercer lugar, o bien fal-
seadas intencionalmente. Si llega a ponerse prcticamente
al corriente de ese engranaje, se ver forzado a seguir las in-
formaciones de las bolsas de Londres, Nueva York, Pars, Ber-
ln
y
Viena
y
el mercado mundial se le presentar as en su
reflejo, como mercado de dinero
y
de efectos. Sucede con los
reflejos econmicos, polticos, etc., lo mismo que se produce
en el ojo del hombre: atraviesan una lente
y
se presentan
invertidos en la cabeza. Slo que en la economa falta el
sistema nervioso que ponga la imagen al derecho. El que
pertenece a un mercado financiero no ve el movimiento de
la industria
y
del mercado mundial ms que en el reflejo
trastrocante del mercado de dinero
y
de efectos; para l el
efecto es la causa. Es lo que he visto en Mnchester, hacia
1840. Con respecto al punto de vista del movimiento in-
dustrial
y
de su mnima
y
mxima peridica, los precios
corrientes de la bolsa de Londres eran completamente inutili-
zables, ya que se quera explicarlo todo por las crisis del mer-
cado monetario, siendo que estas mismas no eran ms que
sntomas. Se trata de demostrar la mal fundada explicacin
(1) Esta carta fu publicada por Leipziger Volkszeitung, el 2 6 de
octubre de 1895.
156 Antonio Labriola
del nacimiento de las crisis industriales por la superproduccin
temporal; el problema presentaba un aspecto tendencioso c
induca a una falsa interpretacin. Este punto de vista al
menos para vosotros
y
de una vez por todas no existe ms,
aunque es verdad que el mercado monetario pueda tener tam-
bin sus crisis especiales, en las que las perturbaciones indus-
triales directas no juegan ms que un papel secundario o nin-
guno; hay en esto muchos puntos que aclarar
y
estudiar, prin-
cipalmente para la historia de estos ltimos veinte aos.
A la divisin del trabajo segn un modo social, corresponde
la independencia recproca de los trabajadores parcelarios. La
produccin es, en lltima instancia, decisiva. Pero desde el
momento en que el comercio, frente a la produccin propia-
mente dicha, llega a ser independiente, sigue un movimiento
determinado en su conjunto, en suma, por la produccin,
pero obedece, sin embargo, en sus detalles
y
en los lmites
generales de esta independencia, a leyes especiales, que estn en
la naturaleza misma de este nuevo factor. Este movimiento
tiene sus fases propias e influye por su parte en el proceso
de la produccin. El descubrimiento de Amrica se debe a la
sed de dinero que lanzara antes ya a los portuguesas al frica
(ver Soetbeer, Producdons des metaux precieux)
,
porque la
industria europea, que tan poderosamente se desenvuelve en los
siglos XIV
y
XV,
y
el comercio que ello representa, exigan
una mayor cantidad de medios de cambio, que Alemania el
gran pas productor de dinero de 1450 a
1550
no poda
proveer ms. La conquista de las Indias por portugueses, ho-
landeses e ingleses (1500-1800), tuvieron por finalidad la ex-
portacin de productos indios; nadie pensaba en importar nada
de esas regiones. Y, sin embargo, qu enorme repercusin ejer-
cieron sobre la industria estos descubrimientos
y
estas conquis-
tas, determinadas nicamente por intereses comerciales. Fue-
ron las necesidades de la exportacin de estos pases que crea-
ron
y
desarrollaron la gran industria.
Lo mismo sucede para el mercado monetario. Cuando se
aparta del comercio de mercancas, el trfico de dinero tiene
en las condiciones fijadas por la produccin
y
por el comer-
cio de mercancas,
y
en la esfera de estos lmites un desen-
volvimiento propio, especial, leyes determinadas por su
propia
naturaleza
y
fases independientes. Si sucede, adems, que el
Filosofa y Socialismo
157
trfico de dinero aumenta en esta evolucin
y
llega a ser co-
mercio de efectos, que los efectos no son solamente papeles
de Estado, sino que se le suman las acciones industriales
y
comerciales,
y,
en fin, que el trfico de dinero ejerce un poder
directo sobre una parte de la produccin que la domina, en-
tonces la reaccin del trfico de dinero sobre la produccin
es ms fuerte
y
compleja. Los financieros son los propieta-
rios de los ferrocarriles, de las minas de carbn
y
de hierro,
etctera. Estos medios de produccin adquieren desde entonces
un doble carcter. Su explotacin debe arreglarse, ya sobre los
intereses de la produccin inmediata, ya sobre las necesidades
de los accionistas, en tanto que financistas. El ejem.plo ms
evidente es el que presentan los ferrocarriles de Amrica del
Norte, cuya explotacin depende enteramente de las rpidas
operaciones de bolsa de un tal Jay Gould, de un Vanderbild,
etctera, quienes son por completo indiferentes a las tales vas
como medios de circulacin. Y aqu mismo, en Inglaterra,
hemos visto persistir durante decenas de aos las luchas entre
las diferentes compaas de ferrocarriles con motivo de la
delimitacin de su red, luchas en las que se han malgastado
enormes sumas de dinero, pues no estaban destinadas al in-
ters de la produccin
y
de la circulacin, sino a una rivalidad
que no tena otro fin que permitir operaciones de bolsa a los
financistas que posean acciones.
En estas pocas indicaciones sobre la forma en que concibo
la relacin de la produccin
y
del comercio de mercancas,
y
de stas con el trfico de dinero, he satisfecho al fondo de su
cuestin sobre el materialismo histrico. El problema se (.om-
prende fcilmente desde el punto de vista de la divisin del
trabajo. La sociedad engendra ciertas funciones comunes, sin
las que no puede pasarse. Aquellos que son elegidos para ejer-
cerlas forman una nueva rama de la divisin del trabajo, en
el interior de la sociedad. Ellos adquieren as intereses
dis-
tintos, an con relacin a sus poderdantes, se separan de ellos,
y
he ah el Estado. Entonces pasa lo que ha sucedido con el
comercio de mercancas
y
ms tarde con el trfico de dinero.
Esta nueva potencia distinta sigue, en fin, el movimiento de la
produccin, pero influye tambin sobre las condiciones
y
la
marcha de la produccin en virtud de la autonoma relativa
que posee, es decir, que una vez constituida tiende siempre re-
sueltamente hacia un desenvolvimiento mayor. Existe, pues,
158 Antonio Labrila
la accin recproca de dos fuerzas desiguales: accin del mo-
vimiento econmico
y
accin de la nueva potencia, de la po-
tencia poltica, aspirando a la mayor autonoma posible,
y
que
una vez establecida, adquiere, a su vez, un movimiento pro-
pio. El movimiento econmico lo arrastra al fin, pero debe
sufrir la repercusin del movimiento poltico creado por l,
movimiento dotado de una autonoma relativa, que se ma-
nifiesta, por una parte, en la potencia del Estado,
y
por
otra, en la oposicin, nacida con esta ltima. As como el
movimiento del mercado industrial se refleja en su con-
junto, con las reservas formuladas ms arriba, sobre el mer-
cado financiero, pero invirtindose, naturalmente, lo mismo la
lucha de clases ya existentes se refleja en la lucha entre el
gobierno
y
la oposicin, pero tambin invirtindose. La re-
flexin no es ms directa, sino indirecta; no se presenta ya
como una lucha de clases, sino como una lucha por los
principios polticos,
y
la reflexin est tan completamente in-
vertida que ha sido necesario miles de aos para que nosotros
podamos descubrirla.
La reaccin de la potencia del Estado sobre el desenvol-
vimiento econmico puede tomar tres formas: puede obrar
en el mismo sentido
y
el movimiento se hace entonces ms r-
pido; puede obrar en sentido contrario, entonces se destruye
a la larga en las grandes naciones; o bien
,
puede suprimir o
favorecer ciertas tendencias de la evolucin econmica. Este
ltimo caso se reduce fcilmente a uno de los otros dos. Pero
es evidente que en el segundo
y
en el tercer caso la potencia
poltica puede oponerse radicalmente al desenvolvimiento eco-
nmico
y
producir entonces enormes prdidas de fuerza
y
ma-
teria.
Agregue a eso el caso de conquita
y
de destruccin brutal
de fuentes econmicas, que otrora podra aniquilar, en ciertas
condiciones, todo un desenvolvimiento econmico local o na-
cional. Este caso tiene hoy casi siempre efectos completa-
mente opuestos, al menos en los grandes pueblos: a veces el
pueblo vencido gana a la larga, por beneficios econmicos,
polticos
y
morales, ms que el vencedor. Igual cosa para
el derecho: cuando la nueva divisin del trabajo hace nece-
saria la aparicin de juristas de profesin, se abre un nuevo
dominio independiente que, bien que dependa en general de
la produccin
y
del comercio, posee, sin embargo, una poten-
Filosofa y Socialismo
159
ca especial de reaccin frente a estos ltimos. En un Estado
moderno este derecho no debe solamente traducir el estado
econmico general, ser su expresin, sino ser una expresin
coherente, sin contradicciones intrnsecas: para llegar a este
fin, la exactitud de la reflexin de las condiciones econmicas
desaparecen cada vez ms. Tanto ms que raramente sucede
que un cdigo sea la expresin fiel, pura, sincera, de la su-
premaca de una clase: esto sera contrario ya a la "idea del
derecho". La nocin del derecho, puro, consecuente, de la
burguesa de 1792-1796 es falseada ya en ms de un as-
pecto en el cdigo de Napolen,
y
desde que lo ha sido
debe sufrir todos los das atenuaciones debidas a la poten-
cia creciente del proletariado. Eso no impide que el cdigo
de Napolen se tome como base de todas las nuevas codifi-
caciones de todas las partes del mundo. La marcha de la
"evolucin del derecho" consiste en gran parte, ante todo,
n el esfuerzo para suprimir las contradicciones resultantes de
la traduccin inmediata de las relaciones econmicas en prin-
cipios jurdicos, para establecer un sistema jurdico arm-
nico
y,
despus, en la influencia
y
en la violencia del desenvol-
vimiento econmico siempre creciente que constantemente
rompe el sistema
y
lo complica con nuevas contradicciones
(no hablo ms que del derecho civil).
El reflejo de las relaciones econmicas en principios ju-
rdicos es necesariamente invertida. Esto se produce incons-
cientemente; el jurista se imagina manejar proposiciones
a
priort, cuando no son ms que reflejos econmicos
por
lo que todo es invertido. Me parece evidente que esta in-
terversin, que constituye, en tanto que no es reconocida, lo
que llamamos la concepcin ideolgica, obra, por su parte,
sobre la base econmica
y
puede modificarla en ciertos lmi-
tes. El fundamento del derecho de sucesin, suponiendo igual
grado de evolucin de la familia, es econmico. No obstante,
sera difcil demostrar, por ejemplo, que en Inglaterra
la li-
bertad absoluta de testar
y
en Francia su fuerte limitacin, no
son ms que causas econmicas las que influyen en todos sus
detalles. Las dos obran de manera muy importante sobre la
economa, ya que influyen sobre la reparticin de los bienes.
En lo que respecta a las esferas ideolgicas, an ms etreas,
religin, filosofa, etc., tienen stas un contenido prehistrico,
heredado
y
adoptado por el perodo histrico
un cont-
160 Antonio Labrila
nido absurdo, diramos nosotros ahora. Las diferentes re-
presentaciones errneas de la naturaleza, de la constitucin
misma del hombre, de espritus
y
de fuerzas misteriosas, no tie-
nen ms que un fundamento econmico negativo: el dbil
desenvolvimiento econmico del perodo prehistrico tiene por
complemento,
y
en parte por condicin
y
an por causa, las
falsas representaciones de la naturaleza. Y aun cuando la
misma necesidad econmica hubiera sido el resorte principal
del conocimiento siempre creciente de la naturaleza, no sera
menos pedante buscar causas econmicas en todo este absurdo
prehistrico.
La historia de la ciencia es la historia de la destruccin de
este absurdo o bien de su reemplazo por un nuevo absurdo,
pero al menos poco a poco menos absurdo. Los que se en-
tregan a este trabajo pertenecen an a nuevas esferas de la
divisin del trabajo, pero se conducen como si manejaran un
dominio independiente. Y en la medida en que forman un
grupo independiente en el interior de la divisin del trabajo
social, sus producciones, incluidos sus errores, tienen una
in-
fluencia de reaccin sobre todo el desenvolvimiento social, an
sobre el desenvolvimiento econmico. Pero a pesar de todo,
ellos mismos estn bajo la influencia dominante de la evolu-
cin econmica. Se puede esto demostrar muy fcilmente,
por ejemplo, con el perodo burgus. Hobbes fu el primer
materialista moderno (en el sentido del siglo XVIII)
;
pero
era partidario del absolutismo en la poca en que la monar-
qua absoluta estaba en su mayor esplendor en toda Europa.
Locke era, en religin como en poltica, el hijo del compro-
miso de 1688. Los destas ingleses
y
sus sucesores ms con-
secuentes, los materialistas franceses, fueron los verdaderos fi-
lsofos de la burguesa los franceses lo fueron de la revo-
lucin burguesa. La pequea burguesa alemana pasa por
la filosofa alemana de Kant a Hgel, ya positivamente, ya
negativamente. Pero la filosofa de cada poca tiene, como
esfera especial de la divisin del trabajo, un cierto conjunto
de ideas que hereda de sus predecesores
y
que toma como
punto de partida. Es lo que hace que pases econmicamente
atrasados jueguen, no obstante, el primer papel en la filosofa:
la Francia del siglo XVIII con relacin a
Inglaterra, sobre cuya
filosofa los franceses se fundaban;
y
ms tarde, Alemania
con relacin a estos dos pases. Pero en Francia como en Ale-
Filosofa y Socialismo
161
mana la filosofa fu tambin, como florecimiento literario
de la poca, el resultado de un mejoramiento econmico.
La
definitiva supremaca del desenvolvimiento econmico es tam-
bin evidente en este terreno, pero en las condiciones deter-
minadas por el terreno mismo: por ejemplo, en filosofa,
por las influencias econmicas
(
que casi siempre obran pri-
mero sobre la forma poltica, etc.) sobre el material filos-
fico existente, facilitado por los predecesores. La Economa
no crea nada inmediatamente por s misma, sino que deter-
mina el modo de variacin
y
el desenvolvimiento ulterior de
la materia intelectual dada,
y
esto lo ms a menudo de ma-
nera indirecta; son los reflejos polticos, jurdicos
y
morales
los que ejercen la accin directa ms importante sobre la fi-
losofa.
Sobre religin ya he dicho lo que ms interesaba en el l-
timo captulo sobre Feuerbach.
Si a pesar de esto, Barth piensa que nosotros negamos toda
reaccin de los reflejos polticos, etc., del movimiento eco-
nmico sobre el movimiento mismo, combate simplemente
contra molinos de viento. Que estudie el 75 Brumario de
Marx, en donde no se trata principalmente sino del papel
particular que las luchas
y
los acontecimientos polticos jue-
gan naturalmente en los lmites que les traza su dependencia
general de las condiciones econmicas, o en el El Capital, el
captulo, por ejemplo, sobre la jornada de trabajo, en donde
la legislacin, que no obstante ser un acto poltico, tiene una
accin muy profunda, o en el captulo sobre la historia de la
burguesa (cap. XXIV) .
Y si no, por qu combatimos nosotros por la dictadura
poltica del proletariado, si es que la potencia poltica carece
de fuerzas desde el punto de vista econmico? La fuerza
(es decir, la fuerza pblica) es tambin una potencia eco-
nmica!
Pero no tengo tiempo para criticar este libro. El tercer
volumen debe aparecer antes
y,
por otra parte, pienso que
Bernstein, por ejemplo, podra hacerlo muy bien.
Lo que falta a todos estos seores es la dialctica. Ellos
no ven ms que aqu causa, all efecto; lo que es una abs-
traccin vaca. En el mundo real semejantes oposiciones po-
lares, metafsicas, no existen ms que en las crisis; fuera de
esto el desenvolvimiento se sucede en la forma de accin rec-
162 Antonio Labrila
proca de fuerzas en verdad muy desiguales
, en donde el
movimiento econmico es el ms potente, el ms original, el
ms decisivo. No hay all ningn absoluto, todo es relativo;
pero ellos no lo ven; para ellos Hgel no ha existido.
F. Engels.
Londres, enero 25 de 1894.
Estimado seor, he aqu la respuesta a sus cuestiones
(1):
P) Por relaciones econmicas, que nosotros consideramos
como la base determinante de la historia de la sociedad, enten-
demos la manera por la cual los hombres de una sociedad dada
producen sus medios de existencia
y
cambian entre s los pro-
ductos (en la medida en que haya divisin de trabajo). Es,
pues, necesario entender por eso el conjunto de la tcnica de
la produccin,
y
los medios de transporte. Esta tcnica deter-
mina tambin, segn nosotros, el modo de cambio, por lo
tanto, la reparticin de los productos
y,
despus de la diso-
lucin de la sociedad fundada sobre la gens. determina igual-
mente la divisin en clases, por lo tanto, las relaciones de do-
minacin
y
sujecin, el Estado, la poltica, el derecho, etc.
Adems, es necesario entender por relaciones econmicas la
base geogrfica sobre la cual stas acontecen,
y
las superviven-
cias de estadios anteriores del desonvolvimiento econmico, que
se han conservado naturalmente por tradicin o por vis
inertioe
, como el medio que envuelve enteramente esta for-
ma de sociedad.
Si la tcnica, como usted dice, depende en gran parte del
estado de la ciencia, sta depende an ms del estado
y
de
las
necesidades de la tcnica. Tiene la sociedad necesidad de tc-
nica? Esta necesidad hace ms por el progreso de la ciencia
que diez universidades. Toda la hidrosttica (Torricelli, etc.),
ha nacido de la necesidad, de la necesidad de regular las co-
(1)
Esta carta ha aparecido en Dcr sozialstiiche Akademiker, el 15
de octubre de 1895. Responde a estas cnestiones: 1') En qu medida laa
relaciones econmicas son la causa (causa suficiente, ocasin, condicin per-
manente, etc.), del desenvolvimiento?,
y
2') Col es el papel que juegan
en la concepcin histrica de Marx
y
Engels la raza
y
lai individualidadei
histricas!'
(Nota del traductor francs).
Filosofa y Socialismo 163
rrientes de agua de Italia en los siglos XVI
y
XVII. Nada
racional sabamos de la electricidad hasta que se ha descu-
bierto su utilidad tcnica. Desgraciadamente, sucede que en
Alemania se tiene la costumbre de escribir la historia de las
ciencias como si hubieran cado del cielo.
2') Nosotros consideramos las condiciones econmicas co-
mo condicionando en ltima instancia el acontecer histrico.
La raza es tambin un factor econmico. Hay aqu dos pun-
tos que es necesario no descuidar:
a) El desenvolvimiento poltico, jurdico, filosfico, reli-
gioso, literario, artstico, etc., reposa sobre el desenvolvimiento
econmico. Todos ellos obran los unos sobre los otros
y
sobre la base econmica. No es verdad que la situacin eco-
nmica sea la sola causa activa,
y
que todo el resto no sea
ms que un efecto pasivo, sino que hay una accin recproca,
sobre la base de la necesidad econmica, que termina siem-
pre por arrastrarla en ltima instancia. El Estado, por ejem-
plo, acta por la proteccin aduanera, por el libre cambio,
por las buenas
y
por las malas finanzas,
y
an la ruina
y
agotamiento mortal de los pequeos burgueses alemanes que
resurgan de la miserable situacin econmica
de la misma
Alemania de 1648 a 1830, lo que se traduce primero en
pietismo
y
luego en un sentimentalismo
y
servilismo rastre-
ro ante los prncipes
y
la nobleza, no fu sin consecuencias
econmicas. Esto fu uno de los ms grandes obstculos pa-
ra el levantamiento, obstculo que fu sacudido recin el
da en que las guerras de la Revolucin
y
las de Napolen
agudizaron la ya crnica miseria. No hay, pues, como a
menudo se cree, una accin automtica de la situacin eco-
nmica; los hombres hacen ellos mismos su historia, pero
en un medio dado que los condiciona, sobre la base de las
relaciones reales preexistentes, entre las cuales las relaciones
econmicas, tan influenciadas como estn por las relaciones
polticas e ideolgicas, son en ltima instancia las relaciones
decisivas
y
constituyen el hilo conductor que es el nico que
permite comprenderla.
b) Los hombres hacen ellos mismos su historia, pero hasta
ahora sin la voluntad colectiva de seguir un plan de con-
junto, aun cuando se trate de una sociedad delimitada
y
com-
pletamente aislada. Sus esfuerzos se entrecruzan
y,
justamente
164
Antonio Labriola
a causa de esto, en toda sociedad domina la necesidad, de la
cual el azar es el complemento
y
la manifestacin. La nece-
sidad, que nace a consecuencia de todos los azares, es de nuevo,
finalmente, la necesidad econmica. Aqu nos es necesario
hablar de los llamados grandes hombres. Que tal gran hom-
bre,
y
precisamente l, aparezca en tal momento, en tal pas,
evidentemente no es ms que por azar. Eliminemos a este
gran hombre; pero si las circunstancias exigen que sea reem-
plazado, este reemplazo se cumple bien que mal, pero se cum-
ple al fin. Que el corso Napolen haya sido precisamente el
dictador militar que la Repblica Francesa, agotada por sus
guerras, tena necesidad, fu un azar; pero que en el caso de
faltar un Napolen otro hubiera tomado su lugar, lo prueba
el hecho de que siempre ha surgido el hombre que era necesa-
rio: Csar, Augusto, Cronwell, etc. Si es Marx el que ha
descubierto la concepcin materialista de la historia, Thierry,
Mignet, Guizot
y
todos los historiadores ingleses hasta 1850,
son la prueba de que exista la posibilidad de que ello se
hiciera,
y
el descubrimiento de esta misma concepcin por
Morgan prueba que el tiempo estaba maduro para ello, que
ella deba ser descubierta.
Y lo mismo acontece con todos los otros azares o preten-
didos azares de la historia. Cuando ms se aleja el dominio
que nosotros consideramos del dominio econmico,
y
se acerca
al dominio ideolgico puramente abstracto, ms motivos ha-
llamos para afirmar que hay azares en su proceso, pues la
curva presenta ms zig-zag. Pero si usted traza el eje medio
de la curva, hallar que es ms largo el perodo considerado
y
ms vasto el dominio estudiado, tanto ms este eje tien-
da a hacerse casi paralelo al eje del desenvolvimiento eco-
nmico.
En Alemania, el obstculo ms grande para la exacta in-
teligencia de las cosas proviene de la negligencia injustificable
por la que se ha abandonado la histeria econmica. No sola-
mente es difcil desembarazarse de las nociones histricas que
nos han sido inculcadas en la escuela, sino que lo es ms an
el reunir los materiales necesarios. Quin es el que ha ledo,
por ejemplo, al viejo G. von Gulich, el que en una rida acu-
mulacin de hechos ha reunido tantos materiales que permiten
explicar innumerables acontecimientos polticos!
Creo, por otra parte, que el precioso ejemplo dado por
Filosofa y Socialismo 165
Marx en el 18 Brumario ser para usted una respuesta sufi-
ciente, ya que es un ejemplo prctico. Creo, adems, haber
tratado los puntos ms imDortantes en el Anti-Dhring, li-
bro I, cap. IX
y
XI; libro II, cap. II
y
IV,
y
libro III,
cap. I,
y
en la introduccin,
y
tambin en la ltima parte
de mi folleto sobre Feuerbach.
Le ruego, en fin, no tomar, en lo que precede, las palabras
al pie de la letra, sino considerar en su conjunto mi contes-
tacin; siento no tener tiempo para cuidarla como debera
hacerlo por tratarse de un escrito destinado a la publicidad.
Siempre suyo, etc.
F. Engels.
ndice
Pgs.
Pequea nota referente al autor 4
Nota del traductor 5
Prefacio para la edicin francesa 7
filosofa y socialismo
Cartas a G. Sorel
I.
11
11.
19
IIL 30
IV.
40
V.
53
VL
66
VIL
76
VIIL
87
IX.
96
X.
116
XI. Post-Scriptum a la edicin francesa 130
Apndice I.
Negacin de la negacin. (Fragmentos
del Anti-Dhring)
141
Apndice II 151
BVA^H
k >
^tf^.'
JL,
iyjiyj
HX Labriola, Antonio
55
Filosofa
y
socialismo
L3318
PLEASE DO NOT REMOVE
CARDS OR SLIPS FROM THIS POCKET
UNIVERSITY OF TORONJO LIBRARY