Guía de La Red para La Gestión Local Del Riesgo
Guía de La Red para La Gestión Local Del Riesgo
Guía de La Red para La Gestión Local Del Riesgo
1998
La Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina: LA RED
tiene el orgullo de presentar el primer volumen de la Guía de LA RED para la Gestión
Local del Riesgo en América Latina también conocida como Auge, Caída y Levantada
de Felipe Pinillo, Mecánico y Soldador o Yo voy a correr el riesgo.
Fruto de un largo proceso de trabajo colectivo, este material pone más énfasis en la
gestión del riesgo que en el manejo de los desastres, en los desastres de pequeña y
mediana escala que afectan a todos los países de la región todos los años que en las
catástrofes grandes pero eventuales, y está dirigido a los actores locales de las
municipalidades, comités locales, ONGs y otros que son los que están en la línea de
fuego de la gestión del riesgo, en vez de dirigirse a funcionarios nacionales e
internacionales; buscando hacer un deslinde claro con la mayoría de los materiales de
capacitación que existen sobre desastres en la región, que privilegian las tareas de
respuesta y de preparativos. Es también una oportunidad de volcar el enfoque de LA
RED hacia actores que hasta el momento no habían sido atendidos por la publicación
de los libros y la revista Desastres & Sociedad.
Vale decir que la Guía no es un "Manual" para enseñar paso a paso cómo hacer la
gestión del riesgo a nivel local. Los riesgos locales y los contextos ecológicos y
humanos en los cuales estos se configuran en América Latina son tan heterogéneos y
complejos que cualquier "manual" inevitablemente chocaría contra especificidades y
culturas locales con recetas que inmediatamente resultan absurdas.
Por otro lado, no es y nunca ha sido propósito de LA RED imponer una "doctrina" de
gestión del riesgo que tiene que seguirse a la letra sino "desinventar" los enfoques e
ideas preconcebidas a través de procesos de auto cuestionamiento y reflexión. Con la
publicación de la presente Guía queremos abrir ventanas para imaginar y crear nuevos
paradigmas de gestión del riesgo en los escenarios locales: paradigmas que deben
reflejar la complejidad y diversidad de las tierras desde donde brotan.
De esta manera, a la vez que contar el -final de una historia empezamos a tejer los
primeros hilos de otra, en la cual la Guía sale de nuestras manos y mediante talleres y
pláticas, lecturas y sueños, saltos y sobresaltos empieza a internarse en las selvas y
desiertos, ciudades y pueblos, municipios y sistemas, bares y cantinas, parques y
playas de América Latina.
TABLA DE CONTENIDO
PRESENTACIÓN ............................................................................................................ 2
ANDREW MASKREY LA RED, DICIEMBRE DE 1997.............................................................................5
PREFACIO ...................................................................................................................... 6
GUSTAVO WILCHES-CHAUX POPAYÁN, DICIEMBRE DE 1997 ...............................................................7
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 8
PRESENTACIÓN
La Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina: LA RED
tiene el orgullo de presentar el primer volumen de la Guía de LA RED para la Gestión
Local del Riesgo en América Latina también conocida como Auge, Caída y Levantada
de Felipe Pinillo, Mecánico y Soldador o Yo voy a correr el riesgo.
El año 1994 fue uno de los períodos más agitados en la vida corta, pero hasta ahora
productiva, de LA RED. En el transcurso del año, se matizó un trabajo intenso de
investigación comparativa, estructurada alrededor de un conjunto de proyectos, con un
torrente de talleres, seminarios, presentaciones públicas y publicaciones que
empezaron con el Seminario Internacional sobre Sociedad y Prevención de Desastres
organizado con COMECSO en México en febrero y que no terminaron hasta vísperas de
Navidad. Justamente en marzo de ese año, luego de la participación de LA RED en la
Conferencia Interamericana sobre Reducción de Desastres, en Cartagena de Indias,
Colombia, además de su propia IV Reunión General que se realizó en una playa de la
Boquilla, Cartagena, se firmó una carta de intención con la Cooperación Técnica Italiana
y la Dirección Nacional para la Prevención y Atención de Desastres de Colombia,
representada por su entonces director y miembro de LA RED, Omar Darío Cardona,
para la elaboración de materiales de capacitación para los actores involucrados en la
Gestión Local del Riesgo en América Latina. Dicha carta dio pie a un largo proceso de
trabajo colectivo que ahora rinde sus frutos con la edición de La Guía de LA RED.
En diciembre de ese mismo 1994 se llevó a cabo un primer taller en Lima, Perú para
definir los parámetros del trabajo con la Cooperación Técnica Italiana, con la
participación de Eduardo Franco, Andrew Maskrey, Miguel Saravia y Ana Bravo (ITDG -
Perú); Rodrigo Barretto (CIUDAD -Ecuador); Fernando Ramírez (ECONOMETRÍA -
Colombia); Ricardo Mena (DHA - Ecuador) ; Elizabeth Mansilla (COMECSO - México) y
Patricio León (CEPROD - Honduras).
Se definió que los materiales deberían poner más énfasis en la gestión del riesgo que
en el manejo de los desastres, en los desastres de pequeña y mediana escala que
afectan a todos los países de la región todos los años que en las catástrofes grandes
pero eventuales y deberían estar dirigidos a los actores locales de las municipalidades,
comités locales, ONGs y otros que son los que están en la línea de fuego de la gestión
del riesgo, en vez de dirigirse a funcionarios nacionales e internacionales. Desde ese
primer taller se buscó hacer un deslinde claro con la mayoría de los materiales de
capacitación que existían en desastres en la región que privilegiaban las tareas de
respuesta y de preparativos. Por otro lado se concebía la producción de los materiales
como una oportunidad de volcar el enfoque de LA RED hacia actores que hasta el
momento no habían sido atendidos por la publicación de los libros y la revista Desastres
& Sociedad.
La primera versión de la Guía de LA RED fue redactada por Elizabeth Mansilla y fue
presentada y discutida en un segundo taller que se llevó a cabo en Quito, Ecuador en
mayo de 1995, con la presencia de Eduardo Franco, Andrew Maskrey y Miguel Saravia;
Rodrigo Barreno; Ricardo Mena; Elizabeth Mansilla además de Nora Sequeira
(Secretaría General de FLACSO), Manuel Arguello (Segunda Vicepresidencia de la
República, Costa Rica) y Ornar Darío Cardona (ex director de la DNPAD, Colombia),
Gustavo Wilches-Chaux (en ese momento Director Ejecutivo de la Coorporación NASA
KIWE del Cauca y Huila), el Crnel. Federico Hernández (Ecuador), Alfonso Guacho
(Defensa Civil ' Ecuador) y del entonces Jefe de la Defensa Civil ecuatoriana, Gral.
Laercio Almeida. Luego de su discusión en el taller, esta primera Guía fue puesta a
consulta para una primera validación con un conjunto de personas y organizaciones de
países de la Región Anaína, América Central y México. Luego de la incorporación de las
contribuciones de estas consultas, además de numerosos estudios de caso de la región,
se realizó un tercer taller en Quito en noviembre de 1995, con la presencia de Eduardo
Franco, Elizabeth Mansilla, Allan Lavell (Secretaría General de FLACSO, Costa Rica)
Omar Darío Cardona y Ricardo Mena. En esta reunión se decidió encargar la redacción
de la versión "final" de la Guía a Gustavo Wilches-Chaux, abogado, desastrólogo,
miembro fundador de LA RED y uno de los mejores comunicadores sociales de América
Latina.
Hacia fines de 1994, ITDG-Perú, junto con la recientemente formada RED San Martín y
con el financiamiento de DFID (Reino Unido), ECHO (UE) e INDECI (Perú), había
iniciado un proceso de intervención en la región San Martín de la amazonía peruana,
que incluía el levantamiento de diagnósticos participativos de riesgo, la capacitación de
los comités locales de Defensa Civil y la preparación de Planes Municipales de gestión
del riesgo. A lo largo de 1995 y hasta mediados de 1996 se trabajaron los diagnósticos
de riesgo en las 77 Municipalidades que conforman la región para luego dar inicio al
proceso de capacitación. Aun Gustavo Wilches-Chaux no había culminado la redacción
de la versión "final" de la Guía, cuando se realizó un taller en Lima en junio de 1996 con
Juvenal Medina y Linda Zilbert (ITDG - Perú), Andrew Maskrey, Fernando Ramírez,
Alian Lavell y la participación de Juan Arce y Rocío Lanao (ATINCHIK - Perú) en el cual
se decidió desarrollar un conjunto de Módulos para la Capacitación en base a la Guía
inicial, que permitirían, en un primer momento, capacitar a un grupo de capacitadores en
la región San Martín, para que éstos a su vez transfirieran los contenidos a los comités
locales en cada Municipalidad.
A principios de 1997, LA RED dio inicio a un nuevo gran proyecto orientado a fortalecer
las estructuras locales de gestión del riesgo en un conjunto de países que incluye
México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador y
Perú con el apoyo financiero de DFID (Reino Unido), proyecto que fue ampliado
posteriormente al incluir a Bolivia y Paraguay con el apoyo de RHUDO-USAID. Dado el
éxito del proceso de capacitación en San Martín, Perú, y para crear un instrumento a la
altura de los nuevos retos regionales de LA RED, se decidió formalmente fusionar la
Guía de LA RED con los Módulos de ITDG para crear un sólo producto : una Guía de
LA RED para la Gestión Local del Riesgo en América Latina que constará del presente
texto además de siete Módulos para la Capacitación (que se publicarán en una fecha
posterior). En un Taller realizado en enero de 1997 con la participación de Gustavo
Wilches-Chaux, Fernando Ramírez, Allan Lavell, Linda, Zilbert y Nora Sequeira se
planificó el desarrollo en paralelo de los Módulos con la culminación de la redacción de
la Guía (que felizmente se había retrasado por razones administrativas y financieras).
Después de narrar la historia de su propio auge, caída y levantada vale decir que la
Guía no es un "Manual" para enseñar paso a paso cómo hacer la gestión del riesgo a
nivel local. Los riesgos locales y los contextos ecológicos y humanos en los cuales éstos
se configuran en América Latina son tan heterogéneos y complejos que cualquier
"manual" inevitablemente chocaría contra especificidades y culturas locales con recetas
que inmediatamente resultan absurdas.
Por otro lado, no es y nunca ha sido propósito de LA RED imponer una "doctrina" de
gestión del riesgo que tiene que seguirse a la letra sino "desinventar" los enfoques e
ideas preconcebidas a través de procesos de autocuestionamiento y reflexión. Con la
publicación de la presente Guía queremos abrir ventanas para imaginar y crear nuevos
paradigmas de gestión del riesgo en los escenarios locales: paradigmas que deben
reflejar la complejidad y diversidad de las tierras desde donde brotan. De esta manera, a
la vez que contar el final de una historia empezamos a tejer los primeros hilos de otra,
en la cual la Guía sale de nuestras manos y mediante talleres y pláticas, lecturas y
sueños, saltos y sobresaltos empieza a internarse en las selvas y desiertos, ciudades y
pueblos, municipios y sistemas, bares y cantinas, parques y playas de América Latina.
Lamentablemente sería imposible enumerar a todos los que, por ejemplo, la comentaron
en diversos países durante su validación (funcionarios de sistemas, dirigentes,
investigadores). Todos ellos saben que tienen nuestro agradecimiento. Pero, detrás de
cualquier proyecto de investigación, capacitación o de aplicación hay otras acciones
igualmente imprescindibles que se realizan. Ricardo Mena (DHA - Ecuador) se encargó,
desde el principio hasta el final del Proyecto, de mantener las relaciones con la
Cooperación Técnica Italiana y del manejo administrativo y financiero del Proyecto.
Asimismo, Linda Zilbert (ITDG - Perú) se encargó de la coordinación del proceso de
elaboración de los Módulos de Capacitación e Ivonne Chiroque colaboró en la
corrección de los textos. Agradecimiento también a nuestros auspiciadores: en particular
a la Cooperación Técnica Italiana, también a DFID (Reino Unido), ECHO y todas las
instituciones de LA RED y alas organizaciones locales que contribuyeron con recursos
humanos, materiales y financieros para determinados aspectos del proyecto.
PREFACIO
Felipe Pinillo no es un personaje imaginario: hoy, cuando se publica la primera edición
de la Guía, ya es real. Existe en la mente de todos cuantos han leído y revisado los
borradores de este texto, que pretende convertir la "gestión del riesgo" en un concepto
cotidiano y "normal" para quienes se ocupan, en una u otra forma, del tema del
desarrollo.
Asimismo, esperamos que a medida que esta Guía vaya llegando a cada vez más
personas, la historia del "Auge, Caída y Levantada de Felipe Pinillo, Mecánico y
Soldador", logre ir conquistando cada vez mejores lugares en el "banco de chismes" de
las comunidades urbanas y rurales, cuyos líderes y miembros (de todas las condiciones
y de todas las edades) siempre estuvieron en nuestra mira mientras la redactábamos.
A través de los trece "actos" que conforman la historia de Felipe Pinillo, vamos a
recorrer los ingredientes básicos que subyacen tras los conceptos de "riesgo" y de
"desastre", para entender por qué no podemos hablar validamente de "desastres
naturales" sino de fenómenos sociales o "socialmente construidos" , de los cuales no
podemos continuar culpando impunemente ni a ¡a naturaleza ni a Dios.
Exploraremos las rabones por las cuales el desarrollo, tal y como ha sido entendido, en
lugar de contribuir a la felicidad humana, constituye el principal factor de
"insostenibilidad" en las relaciones entre las comunidades y su entorno vital. Y, en
consecuencia, vamos a proponer diferentes caminos para convertir la gestión del riesgo
en columna vertebral de la búsqueda y gestión de la sosteníbiíidad.
Esta Guía recopila y cohesiona, o más aún: fusiona, los trabajos teóricos (surgidos tanto
de la investigación académica como de la sistematización y reflexión sobre experiencias
prácticas) de gran parte de los miembros - hombres y mujeres - de LA RED. Por
razones obvias no ha sido posible hacer mención expresa de cada autor o investigador
en todos y cada uno de los casos y momentos en los cuales una afirmación de La Guía
se basa directamente o ha sido inspirada en sus conceptos, pero (sin que ello quiera
decir que el autor de estas líneas quiera evadir la responsabilidad que le correspondería
de manera exclusiva en caso de error), la presencia y la experiencia de todos los
miembros de LA RED se pueden palpar en cada párrafo. Quizás lo más valioso de
Felipe Pinillo es que recoge el pensamiento de muchas personas en una sola identidad.
Cada usuario de La Guía tiene el reto de redimensionar esa identidad a la luz de
nuestra múltiple diversidad latinoamericana.
INTRODUCCIÓN
DE LA ATENCIÓN DE LAS EMERGENCIAS A AL GESTIÓN DEL RIESGO:
UNA NUEVA VISIÓN SOBRE LOS DESASTRE
Hasta hace algunos pocos años, el análisis de dicho desastre habría correspondido casi
única y exclusivamente a los organismos de socorro que acudieron a rescatar de las
ruinas a los parientes de Felipe Pinillo y que luego se encargaron de suministrarles los
primeros auxilios y de ofrecerles atención médica, albergue y sustento provisionales,
mientras lograban retornar a la "normalidad". Es decir, a instituciones como la Cruz
Roja, los Bomberos y la Defensa Civil. O a las Fuerzas Militares y ala Policía,
encargadas de prevenir disturbios y saqueos en la zona de desastre.
Las tías ancianas de Felipe Pinillo que se quedaron a vivir en el campo, habrían
sentenciado, por su parte, que el terremoto era un "castigo de Dios" y que el derrumbe
de la casa era una llamada de atención por las "costumbres disolutas" que habían
adoptado los jóvenes de la ciudad, Con ayuda de las instituciones encargadas de la
reconstrucción de la zona afectada por el terremoto, Felipe Pinillo obtuvo un crédito
"blando" (intereses bajos y plazos lardos para pagar) que le permitió recuperar su fuente
de trabajo y su vivienda. Y así, poco a poco, el recuerdo del terremoto se fue perdiendo
entre las brumas del pasado. Menos para los organismos de socorro que fueron
mejorando sus equipos y sus técnicas para búsqueda y rescate, de víctimas de
desastres y, en general, para atención de emergencias. Y para las compañías de
seguros, que incrementaron el valor de sus pólizas "contra terremoto".
Sin embargo, un poco más de reflexión cuidadosa nos lleva a pensar no en estos
fenómenos en abstracto, sino en ciudades destruidas por terremotos o huracanes, en
cosechas arruinadas por inundaciones, en pueblos sepultados por avalanchas y
deslizamientos, y en comunidades afectadas por erupciones volcánicas o por
"accidentes tecnológicos" como los arriba mencionados. Hemos dado un paso adelante
al comprender que un desastre no es en sí un fenómeno de la naturaleza o de origen
humano, sino los efectos nocivos que esos fenómenos producen sobre una comunidad
determinada.
Asimismo, si cuando en el colegio les preguntan a los niños en qué trabaja el papá de
cada uno y algún niño contesta que su papá trabaja en desastres, todos se van a
imaginar a un bombero apagando un incendio o a un socorrista bajando una camilla
desde un helicóptero. Lo cual resulta cierto: uno y otro, el socorrista y el bombero, tra-
bajan en desastres.
Sin embargo, si Juanito afirma que su papá trabaja en desastres, y cuando le piden
describir en detalle cómo es ese trabajo, Juanito cuenta que su papá es el funcionario
de la Alcaldía Municipal encargado de preparar las normas que determinan qué uso se
le puede dar al suelo en cada zona del municipio (o sea: qué se puede hacer y qué no
se debe hacer en cada sitio), seguramente los compañeritos se van a burlar o lo van a
acusar de mentiroso. Juanito, todo colorado de la pena, deberá explicar que él le ha
oído decir a su papá que su trabajo es la prevención de desastres, porque si cada lugar
del municipio se destina solamente a aquellos usos que no colocan a la gente en
situaciones de riesgo, se reducirán las posibilidades de que ocurra un desastre.
Contará, por ejemplo, que su papá lo llevó a conocer una cancha de fútbol en un sitio
cerca a la orilla del río, en el cual está prohibido construir viviendas debido a las
inundaciones que se presentan cada cierto tiempo. Mi papá me ha explicado, dirá
Juanito, que cuando se produce una inundación grande, por ahí cada diez años, hay
que remover el barro de la cancha y reponer el prado, pero que no se producen daños
tan grandes como si allí hubiera gente viviendo. Mejor dicho, se evita un desastre.
Juanito, sin saberlo, y a pesar de las burlas de sus compañeros de curso, representa
una nueva visión sobre los denominados desastres, que ha venido adquiriendo fuerza
en los últimos años.
Si bien la llamada atención de la emergencia (es decir, todas las acciones que hay que
adelantar inmediatamente después de que se presente un fenómeno capaz de
desencadenar un desastre -y a veces inmediatamente antes-, como por ejemplo la
búsqueda y rescate de heridos y la atención médica durante las primeras horas después
de ocurrido un terremoto), sigue siendo un eslabón esencial en la cadena del llamado
manejo de desastres1, hoy entendemos que el desastre es el momento en el cual se
hacen evidentes unas condiciones "no sostenibles" o de desequilibrio en la relación
entre una comunidad humana y el ambiente que ésta ocupa, y que éste va mucho más
allá -hacia adelante y hacia atrás- que el momento mismo de la emergencia.
1
Termino traducido del Inglés “disaster management”
Por eso oímos decir hoy, con alguna frecuencia, que los desastres son el resultado de
problemas no resueltos del desarrollo2, lo cual significa que en nuestro afán por
conquistar el medio ambiente para satisfacer nuestras necesidades, los seres humanos
hemos ido desestabilizando nuestra relación con la naturaleza y sus fenómenos y
hemos ido generando condiciones en las cuales los fenómenos de la naturaleza (y
algunas actividades humanas) se convierten en eventos peligrosos o amenazas contra
nuestras propias comunidades, al igual que los seres humanos nos volvemos
perjudiciales para la naturaleza y sus ecosistemas.
Se han forjado distintos términos para describir el trabajo de los desastrólogos, es decir,
de los que estudian los desastres y trabajan para prevenirlos o para ayudar a remediar
sus consecuencias.
2
Wijkman, Anders y Lloyd, Timberlake (1985) Desastres naturales: ¿Fuerza mayor un obra del
hombre? Earthscan.
una situación "mejor" a la existente antes del desastre, en términos de calidad de vida
de los habitantes y de estabilidad en las relaciones entre las comunidades y su entorno.
No. La diferencia radica en que cuando hablamos de desastres, nos estamos refiriendo
a sucesos y procesos ya ocurridos, sobre los cuales la intervención posible es
básicamente curativa y que de una u otra manera resultan "excepcionales" frente al
curso normal de la vida de una comunidad, así las condiciones necesarias para que
éstos se produzcan estén íntimamente trenzadas con las características de esa
comunidad y de su entorno natural y cultural.
La gestión del riesgo parte del reconocimiento de que de llegarse a juntar la bomba con
la mecha, se pueden producir una serie de efectos destructivos sobre la comunidad y su
entorno (efectos que, al producirse, constituirían el desastre), y de calcular cualitativa y
cuantitativamente esos efectos, con el objeto de evitarlos, Í actuando sobre las causas
que los producen. Al espacio y al tiempo en donde esos dos elementos del riesgo (las
amenazas y los factores de vulnerabilidad; la bomba y la mecha) confluyen e
interactúan, y a las posibles consecuencias de esta interacción, vamos a darles el
nombre de escenarios de riesgo.
La gestión del riesgo haría parte y tendería a confundirse, entonces, con la gestión del
desarrollo, dentro de una concepción amplia y global del desarrollo sostenible,
entendida la sostenibilidad como la capacidad de un sistema o proceso (en este caso el
sistema comunidad-ambiente), para cumplir el objetivo o propósito colectivo de las
interacciones entre sus elementos o actores, y para transformarse y evolucionar
cuantitativa y cualitativamente, sin poner en peligro las bases o fundamentos de los
cuales depende la permanencia en el largo plazo de ese mismo sistema o proceso.3
Bajo esta óptica, la preparación para desastres, la atención de las emergencias o las
actividades de reconstrucción o recuperación de comunidades afectadas, no pasan a un
segundo plano ni dejan de ser tan importantes como lo son hoy (al fin y al cabo cuando
a uno se le caiga la casa encima muy probablemente no lo van a rescatar ni los filósofos
ni los planificadores, sino los bomberos o los socorristas de la Defensa Civil o la Cruz
Roja), pero sí se ubican en una posición precisa dentro de la compleja red de
interacciones, causas y efectos, que constituyen los desastres y, más aún, dentro del
complejo "mapa" del desarrollo.
Es decir, que logramos entender que los desastres no son solamente el fenómeno físico
terremoto (un desencadenante del proceso), ni son sólo las deficiencias estructurales de
la casa de Felipe Pinillo (una expresión de su vulnerabilidad frente al terremoto), ni la
casa caída sobre los familiares y los equipos de soldar y las pérdidas que ello ocasiona
(el desastre), sino que tienen sus raíces y sus ramas en esa compleja red de
interacciones, causas y efectos de la cual hablamos en el párrafo anterior, y que se
extienden en el pasado hasta las razones objetivas y subjetivas que llevaron a Felipe
Pinillo a abandonar el campo para irse a buscar fortuna a la ciudad, y en el futuro hasta
la idea que del "éxito" o de la "felicidad" puedan llegar a tener los nietos de Felipe
Pinillo, y a las actitudes individuales y sociales que adopten en función de esos valores.
3
WILCHES-CHAUX, Gustavo (1996) Introducción al concepto de sostenibilidad global.
A lo largo de este texto vamos a explorar las implicaciones prácticas de estos conceptos
sobre nuestro trabajo con las comunidades, incluyendo la identificación de las
responsabilidades que le corresponde asumir a cada actor social (institución o persona),
para garantizar una adecuada gestión del riesgo en una comunidad determinada. O en
otras palabras, para buscar el desarrollo sostenible en esa misma comunidad.
PRIMER ACTO
Cuando Felipe Pinillo llegó a la gran ciudad después de dejar a su familia en el campo,
consiguió trabajo como ayudante en un taller de reparación de escapes (o exhostos) y
radiadores para motores de automóviles y camiones. Poco apoco Felipe Pinillo fue
aprendiendo el oficio de mecánico y soldador, y cinco años después de llegar a la
ciudad había ahorrado el dinero suficiente para montar su propio taller.
Para comenzar, tomó un lote en alquiler, en el cual levantó una ramada rústica con
madera y láminas usadas de zinc y allí instaló las herramientas y el equipo de soldadura
de segunda mano y comenzó a hacerse de una abundante clientela entre los
camioneros del sector.
Cuando sobrevino el terremoto que azotó a la zona en 1983 (como la habían golpeado
ya otros terremotos en el 79 y en el 67 y en el 52), fue a dar al suelo parte de la tapia
que encerraba el lote en donde Felipe Pinillo tenía su taller, al igual que la ramada, que
se derrumbó con gran estruendo, pero sin causar mayores daños, sobre las
herramientas, la mesa de trabajo y el soldador. Un poco de limpieza y unos cuantos
clavos bastaron para poner a funcionar nuevamente el negocio.
Con el tiempo Felipe Pinillo estuvo en condiciones de comprar el lote y con un préstamo
del banco levantó una edificación de dos pisos para reemplazar la precaria ramada que
hasta entonces le había servido de taller. En el primer piso estableció el sitio de trabajo,
y en el segundo piso se instaló con sus papás, con una hermana casada y el esposo,
con dos hermanos solteros y con tres sobrinos que también dejaron el campo en busca
de mejores oportunidades, atraídos por la buena estrella que había iluminado a Felipe
en la ciudad. Le había ido tan bien, que los amigos le decían “Feliz Pepinillo”, por
molestar.
Cuando Felipe se casó, levantaron un tercer piso y una terraza sobre los dos pisos
anteriores, para vivir allí con sus futuros hijos y su mujer. Como Felipe estaba en la
época de “las vacas gordas”, y como le seguían llegando parientes del campo, meses
después aprovechó para aumentarle un cuarto piso a la edificación.
El terremoto de 1992 fue mucho menos fuerte y más corto que el del 83 (y que el del 79
y posiblemente que el del 67 y el del 52), pero la casa -ya casi edificio- de Felipe se vino
al suelo, varios miembros de su familia quedaron malheridos y se perdieron los equipos
y las herramientas (además de todos los carros que estaban en reparación).
La triste historia de Felipe Pinillo podría ser la de muchos países de América Latina y
del llamado Tercer Mundo en general: de una forma de vida y una economía rurales, los
Felipes Pinillos pasan rápidamente a un modelo de desarrollo urbano e industrial,
aumenta la población por migración de la gente del campo hacia las zonas urbanas o
por incremento de la gente que ya vive aglomerada en la ciudad, se construyen barrios
"informales" o marginales sin una tecnología que responda a la realidad de la región (en
nuestra historia, Felipe desconoció la ocurrencia relativamente frecuente de temblores y
terremotos en la zona) y por lo visto, pues no oímos que nadie se opusiera a que Felipe
("Feliz Pepinillo" que pasó de soldador a constructor) siguiera aumentando pisos sin
control, tampoco existen normas (o si existen no hay autoridades que las hagan cumplir)
que regulen qué tipo de edificaciones se pueden levantar en cada sitio y que determinen
la clase de medidas que se deben adoptar para evitar que un pequeño movimiento
brusco o cualquier otro cambio de La Tierra se convierta en un desastre mayor.
Resulta paradójico y lamentable que mientras más se desarrollan nuestros países, más
aumenta la ocurrencia de desastres en la región. Uno cae en la tentación de pensar que
por alguna razón, La Tierra hubiera entrado en una especie de furiosa actividad (más
terremotos, más erupciones volcánicas, más huracanes, más inundaciones), pero si
retornamos a la historia de Felipe, encontramos que el terremoto de 1992, que se
convirtió para él en un gran desastre, fue menos largo y menos fuerte que los
terremotos que ya habían ocurrido antes en la misma zona, en los años 1983, 1979,
1967 y 1952. O sea, que no es que haya aumentado la actividad de la naturaleza, sino
que de los cambios en la relaciones entre comunidad y medio ambiente, han surgido
nuevos factores, que convierten en desastres la misma actividad natural que antes no
causaba tantos daños en la comunidad.4 En otras palabras, cambios que modifican los
llamados "escenarios de riesgo", o sea, todas las posibles respuestas a la pregunta
sobre qué pasaría en la comunidad si tal o cual fenómeno se llegara a presentar.
4
De allí que algunos autores definan los desastres como “Problemas no resueltos del desarrollo”
(wijkman y Timberlake) y como “Riesgos no manejados” (Cardona).
terremoto tan fuerte, que sea capaz de tumbar hasta la casa mejor construida. Pero
esos terremotos tan duros son la excepción).
Hay volcanes, como el Galeras en Colombia, que los vecinos y las autoridades locales
consideran "seguros", porque no existen registros de que en el pasado sus erupciones
hayan causado víctimas humanas. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que antes la
gente habitaba muy lejos de sus faldas, mientras que ahora los procesos de urbani-
zación han llevado a la población a vivir en sitios en donde, en el pasado, podía ocurrir
un flujo piroclástico o una "nube ardiente", sin que se convirtiera en un desastre para la
población.
Estos son ejemplos de cómo los "cómplices necesarios" modifican los escenarios de
riesgo, de manera tal que un fenómeno que antes era "normal", se convierte en una
amenaza, la cual, al juntarse con una condición de vulnerabilidad, genera uno o más
riesgos, susceptibles de convertirse en desastres.
Por eso los estudiosos de estos fenómenos afirman que la existencia de riesgos y la
ocurrencia de desastres no sólo está determinada por la amenaza de que se presente
un fenómeno peligroso de origen natural o humano, sino, principalmente, por la
existencia de condiciones sociales vulnerables en las poblaciones donde se presentan
dichos fenómenos. (Después volveremos con más tiempo sobre el significado de la
palabra "vulnerabilidad").
Es muy importante tener claro lo anterior, porque si queremos que la historia de los
desastres no se repita una y otra vez, debemos identificar qué condiciones de riesgo
existen en nuestras comunidades y entender muy bien las características o
"ingredientes" de las mismas, para no gastar esfuerzos y recursos actuando donde no
es.
Los medios de comunicación, entre otros, nos han hecho creer que los desastres son
fenómenos inesperados, raros o extraordinarios, o que los desastres están siempre
asociados a eventos espectaculares, como un enorme número de muertos (como
sucedió en los terremotos de Huaraz, en el Perú, en 1970; o de México en 1985 y en la
avalancha de Armero, Colombia, en ese mismo año), o la destrucción masiva de
edificios y puentes (como en el terremoto de Kobe en el Japón o en el de Loma Prieta
Sin embargo, como veremos adelante, en nuestros países ocurren de manera casi
permanente desastres que, en comparación con los citados anteriormente podemos
llamar pequeños y medianos, que aveces ni siquiera aparecen ni en los periódicos ni en
la televisión, pero cuyos efectos, sumados, pueden llegar a ser tan graves o a
representar tantas pérdidas de todo tipo, como los grandes desastres, capaces esos sí
de conmover durante algún tiempo a la opinión pública nacional e internacional.
Lo más grave de estos desastres "pequeños" y "medianos" es que, como sus efectos
generalmente no trascienden o no pasan del nivel local, tampoco son capaces de inte-
resar a los gobiernos nacionales ni a la ayuda internacional, que a veces ni se enteran
que han sucedido.
En estas circunstancias, las fronteras entre los desastres y la vida cotidiana se vuelven
cada vez más borrosas. En otras palabras, el desastre se convierte en la condición
permanente de existencia de las comunidades, y la responsabilidad de enfrentar la
5
Una situación de sequía permanente no sería por sí sola sinónimo de “desastre permanente”.
Existen en el mundo comunidades perfectamente adaptadas a condiciones en las cuales la
disponibilidad de agua es mínima, pese a lo cual, por ese hecho, no se consideran ni desde su
propia óptica ni desde el exterior, comunidades en situación de desastre. El desastre surge
cuando una comunidad no adaptada a esas condiciones, debe afrontar una situación prolongada
de sequía que provoca la ruptura de los procesos sociales que le otorgen “sostenibilidad” a esa
comunidad.
situación recae casi totalmente sobre los hombros de los gobiernos y las organizaciones
locales y de esas mismas comunidades.
O sea que el pescador no elimina totalmente el riesgo, lo cual sería imposible, sino que
lo maneja adecuadamente, reduciendo en lo posible los factores de amenaza y los
factores de vulnerabilidad. Cuando las condiciones de riesgo se salen de las manos del
pescador - se hacen "inmanejables" - se produce el naufragio. Es decir: ¡El desastre!
En general la Vida ha sido muy "viva", muy avispada, muy sagaz6 en el manejo de los
riesgos que ha tenido que enfrentar, de lo cual es una prueba que después de cerca de
cuatro mil millones de años de existencia que lleva la Vida sobre La Tierra, estemos
nosotros, los seres humanos, contando el cuento. Sin embargo, en particular, si ha
habido muchos casos en los cuales la Vida no ha podido manejar con éxito ciertos
riesgos, lo cual se ha traducido en la extinción de varios miles de especies.
Desde el momento en que aparece la especie humana (hace unos 50 mil años), y con
nosotros la cultura humana, el manejo de los riesgos deja de ser un proceso
"automático" o estrictamente "natural" y, al igual que los riesgos mismos, se convierte
en un proceso cultural y social. Hoy somos plenamente conscientes de ello, por lo cual
insistimos en la gestión del riesgo como una estrategia cultural para nuestra
supervivencia como especie y como sociedad. Supervivencia que, dicho sea de paso,
depende de la supervivencia de las demás especies que comparten con nosotros el
planeta.
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En el Perú dirián “muy pendeja”, pero en Colombia eso significaría todo lo contrario: muy boba,
muy “quedada”.
La pregunta le puede parecer un poco sin sentido a quien, con o sin la calificación
formal de "desastre" por parte de los investigadores o de las autoridades, padece
directamente una situación de deterioro de su calidad de vida por causa de un
fenómeno de origen natural (como un terremoto, una inundación o un huracán), o de un
fenómeno de origen humano (como una explosión, un derrame de petróleo o una fuga
de gases tóxicos de una fábrica), cuyos efectos no puede evitar.
Pero como lo que hemos denominado "manejo local de los desastres" requiere la
capacidad de las autoridades y de las organizaciones locales para reconocer la
ocurrencia de esos desastres "pequeños" o "medianos" (pues los grandes desastres sí
son fáciles de identificar), conviene manejar distintos criterios útiles para saber cuándo
está ocurriendo o incidiendo un desastre sobre una población en particular.
Si medimos los desastres según la vara de quien padece sus efectos, nos damos
cuenta que el concepto de desastre es totalmente relativo. La muerte de 200 reses para
una empresa ganadera multinacional por causa de una epidemia o de una sequía,
puede resultar mucho menos desastrosa para esa empresa, que la muerte de dos vacas
para un campesino cuyo único patrimonio y fuente de ingresos son esos dos animales
(pese a lo cual las vacas del campesino equivalen a solamente el uno por ciento de las
vacas de la multinacional).
Aquí viene a la memoria la historia de un hombre al que le van a realizar una operación
de corazón "a cielo abierto" (de esas en que el cirujano literalmente extrae el corazón
del . paciente para efectuar la "reparación" necesaria), y el hombre, muy preocupado, le
pregunta al médico cuáles son las posibilidades de éxito de la operación. El médico le
responde al enfermo que le tiene una noticia buena y una mala: la buena, que la
operación tiene un 99 por ciento de | posibilidades de resultar un éxito. La mala, que ya
ha operado a 99 pacientes... y a ninguno le ha pasado nada malo. O sea que, para el
paciente de la historia, ese uno por ciento (que implica que en términos estadísticos el
riesgo de la operación sea muy bajo) se puede convertir en el ciento por ciento, es decir,
en el fracaso total de la operación, que puede significar su propia muerte.7
Los terremotos que afectaron al Alto Mayo, Perú, en 1990 y 1991, y a la región del
Atrato Medio en Colombia, en 1992, ocasionaron daños equivalentes a los que produjo
7
Claro que se trata de un chiste y no de una explicación sobre cómo funcionan las estadísticas.
En realidad ese paciente número cien tendrá exactamente las mismas probabilidades que el
paciente número uno de que su operación resulte un éxito (99%) o de que resulte un fracaso
(1%).
el terremoto de Limón en Costa Rica en 1991. Sin embargo los tres primeros fueron
considerados desastres "pequeños" en términos de su incidencia sobre la economía de
Colombia y del Perú, mientras el de Limón se considera un desastre "grande" por el
peso porcentual de los daños y de los costos de reconstrucción en el presupuesto
nacional del país centroamericano.
Pero, más allá de los aspectos cuantitativos, podemos afirmar que siempre habrá un
desastre cuando un evento súbito de origen natural o humano, o una sucesión de
eventos frecuentes y permanentes (así sean aisladamente de baja intensidad), obliga a
los habitantes de una población a abandonar sus lugares y rutinas de trabajo o sus
viviendas, cuando ocasiona la pérdida de bienes materiales o productivos, cuando
provoca el deterioro de la calidad de vida de la comunidad o cuando pone en peligro de
perderse el patrimonio de la población.
SEGUNDO ACTO
Felipe Pinillo, que no es persona que se deje derrotar con facilidad, logró recuperarse
en poco tiempo de la ruina económica por la pérdida del taller y pudo reconstruir con
éxito su economía familiar. Sin embargo, en el camino de la vida de Felipe Pinillo han
ido quedando aquí y allá, enemigos grandes o pequeños, unos gratuitos, otros
posiblemente con alguna justificación. Ahora, cuando Felipe Pinillo había vuelto a ser el
"Feliz Pepinillo" de antes, unas llamadas telefónicas anónimas y amenazantes
ensombrecen su tranquilidad.
interior), sino por la posibilidad concreta de que las amenazas telefónicas se conviertan
en realidad. Porque es consciente de que el enemigo que llama a amenazar, puede en
cualquier momento pasar de las palabras a la acción. Por eso ha colocado el caso en
manos de las autoridades: primero, para determinar con certeza de dónde ^provienen
las amenazas y para asegurarse de que no se trata de un mero "juego" sino de un
peligro latente de verdad. Y segundo, para tomar las medidas necesarias para que, en
caso de concretarse las amenazas, no corran peligro ni su vida ni la de sus familiares, ni
sus propiedades, ni su trabajo.
Que un hecho sea posible, no quiere decir necesariamente que sea probable, es decir,
que exista alguna certeza de que pueda llegar a suceder en la realidad. Cuando
compramos lotería, existe la posibilidad de que nos la ganemos, simplemente porque no
hay razones que hagan imposible que el nuestro sea el número ganador (a menos que,
por ejemplo, nos hayamos dejado meter un billete falso o con números romanos, o que
no compremos lotería, caso en el cual si es casi imposible que nos la ganemos). En
cambio, cuando nos sometemos a un examen sobre determinada materia y llegamos a
él con muy buen conocimiento del tema, ya no es sólo posible, sino también muy
probable que lo ganemos.
Para realizar ese trabajo, debemos analizar qué tipos de fenómenos de origen natural,
socio-natural, antrópico o tecnológico son capaces de desencadenar desastres, es decir
qué amenazas, es probable que se presenten en nuestra zona o región.
LAS AMENAZAS NATURALES son aquéllas que tienen su origen en la dinámica propia
del Planeta Tierra que, como sabemos, no es una roca estática, sino un planeta
dinámico y en permanente transformación. Normalmente los seres humanos no
intervenimos en la ocurrencia de estos fenómenos, ni tampoco estamos -normalmente-
en capacidad práctica de evitar que se produzcan (aunque en el pasado se creía, por
ejemplo, que "deshollinando" o limpiando periódicamente las chimeneas de los volcanes
se podían evitar sus erupciones y en nuestra época se ha experimentado con el
"bombardeo" a los huracanes en su origen para evitar que evolucionen y con la
inyección de vapor a presión para "lubricar" fallas geológicas activas y evitar así la
liberación abrupta de tensión que provocan los terremotos).
Geológicas. como los sismos y terremotos, las erupciones volcánicas, los maremotos o
tsunamis, los deslizamientos y avalanchas, los hundimientos, la erosión terrestre y
costera, etc.
En la vida real no resulta fácil clasificar todas las amenazas exactamente en las
categorías analizadas, sino que se presentan de manera compleja y concatenada. Un
sismo, por ejemplo, puede provocar rupturas de presas o reservorios (que a su vez
provocan inundaciones); o explosiones e incendios en plantas industriales, ruptura de
redes domiciliarias de distribución de gas, o fugas en depósitos de sustancias tóxicas,
que se dispersan por el mar, por los cuerpos de agua dulce, por el suelo o por el aire.
Las voladuras de oleoductos con fines terroristas causan contaminación de los cuerpos
de agua, con los consecuentes perjuicios sobre la pesca, la agricultura y el acceso al
agua de las poblaciones ribereñas. En resumen, es común que una comunidad no se
vea enfrentada a una sola amenaza aislada, sino a un conjunto de factores que
podríamos denominar una amenaza múltiple o una multiamenaza.
TERCER ACTO
Muy preocupado, Felipe Pinillo se reune con las autoridades para evaluar la seriedad de
las amenazas que ha recibido por teléfono. Lo primero que hacen es tratar de identificar
los posibles responsables: ¿Algún trabajador que Felipe ha despedido del taller? ¿Algún
cliente insatisfecho con la reparación de su carro? ¿Algún vecino opuesto a que el taller
funcione en el barrio? ¿Alguien interesado en comprar el lote del taller para construir un
edificio? ¿Algún desconocido que quiere extorsionar a Felipe? ¿El propietario del taller
de la competencia? ¿O, simplemente, un bromista desocupado?
Una vez revisada la lista de todas las personas que pueden caber en esas categorías,
proceden a evaluar, uno por uno, a cada sospechoso, para determinar cuáles poseen el
perfil del extorsionista o del sicario, si tienen o no antecedentes de haber llevado a cabo
amenazas u otros actos delictivos en el pásenlo, o si su enemistad con Felipe llega
hasta el punto de quererle causar un daño grave.
¿Un fenómeno de este tipo podría desencadenar otras amenazas? (Por ejemplo un
deslizamiento sobre el cauce de un río podría generar un represamiento de las aguas y
posteriormente una avalancha; o un terremoto podría ocasionar fugas tóxicas en una
fábrica).
¿Cuál ha sido la intensidad de los efectos (como quien dice el tamaño o la gravedad de
los daños causados) cuando en el pasado se han presentado fenómenos similares?
¿Qué sub-zonas o sectores específicos están más expuestos a esas amenazas y hasta
dónde podrían extenderse sus efectos?
¿Qué estudios científicos o técnicos sobre esos fenómenos están a nuestro alcance y
cuál es nuestra capacidad para realizar una evaluación permanente y un monitoreo de
la amenaza?
¿Qué actores sociales necesitan y deben usar los resultados de esa evaluación y ese
monitoreo para tomar decisiones importantes?
¿Cómo puede influir la comunidad para exigir que los actores sociales mencionados
asuman esa responsabilidad?
En ciertos casos, la evaluación de las amenazas también nos puede aportar algunas
aproximaciones sobre la posibilidad y aún probabilidad de que la amenaza se convierta
en un evento peligroso. En el caso de los terremotos, no es posible todavía pronosticar
o predecir con exactitud cuándo, dónde y con qué magnitud e intensidad va a golpear
exactamente el fenómeno, aunque el estudio del "periodo de retorno" o "periodo de
recurrencia" sí nos da una idea de cada cuánto tiempo en promedio se produce en la
zona un fenómeno similar. Como vimos antes, la ciudad a donde llegó a vivir Felipe
Pinillo fue azotada por terremotos en los años de 1992, 1983, 1979, 1967 y 1^52 (y si se
ampliara el estudio desde ese año hada' atrás, seguramente se encontrarían nuevas
periodicidades). Es decir que, en promedio, cada 10 años (con un máximo de 15 y un
mínimo de 4 años) se produce un terremoto relativamente fuerte en proximidades a la
ciudad.
¿QUE ES LA VULNERABILIDAD?
CUARTO ACTO
Cuando Felipe Pinillo tomo la decisión de abandonar el campo para irse a vivir a la
ciudad, seguramente pensó que la ciudad le ofrecía mejores oportunidades en términos
de trabajo, de salud, de educación, de servicios públicos, etc. Aunque a muchos
campesinos que, atraídos por las luces de la ciudad toman esa misma decisión, les
sucede lo mismo que a las mariposas que se queman las alas cuando vuelan hacia los
bombillos cautivadas por su luz, en el caso de Felipe sí se cumplieron muchas de sus
expectativas: como sabemos, logró conseguir un empleo aceptable, aprender un oficio,
montar su propio taller y, pese al desastre del que fue víctima y de cuyos efectos se
logró recuperar (eso sí: el banco que le refinanció la deuda y le prestó plata para
reconstruir su casa y su taller, le exigió asesorarse de un ingeniero experto en
estructuras sismo-resistentes), Felipe se pudo estabilizar en materia económica.
Como vimos atrás, cuando el terremoto de 1983 azotó la ciudad, Felipe no resultó tan
afectado como en el terremoto de 1992, a pesar de que en la época del primer evento
su situación no era tan buena como cuando sucedió el segundo terremoto. En el primer
caso (1983), Felipe era más débil económicamente y si, por ejemplo, hubiera tenido
que someterse a una operación o asumir el sostenimiento de su familia en el campo, no
habría contado con los recursos necesarios para hacerlo.
En 1992, .si bien la situación económica de Felipe era mejor, el vivir en una casa de
cuatro pisos construida sin una buena tecnología en términos de sismorresistencia, lo
hacia mucho más débil frente a los terremotos, como eran más débiles también sus
familiares, que antes vivían repartidos en pequeñas casas de bahareque en el campo y
que al momento del sismo se encontraban concentrados en una sola edificación en la
ciudad.
A esa debilidad, que en 1983 era de tipo económico y en 1992 era de tipo tecnológico o
técnico, se le da el nombre de vulnerabilidad. Para volver al ejemplo, si en el 83 Felipe
hubiera necesitado una operación urgente, esa situación se habría convertido en un
desastre, porque Felipe no contaba con capacidad económica para enfrentarla. En
cambio en el 92, se hubiera hecho hacer la operación, y ya. Pero, paradójicamente, esa
misma prosperidad económica determinó que en 1992 Felipe quedara más expuesto y
fuera más vulnerable frente a los terremotos que antes.
Asimismo, cuando Felipe era un hombre pobre que apenas tenía en los bolsillos lo del
diario, la posibilidad de que alguien lo amenazara con la intención de sacarle plata o de
hacerlo correr del negocio, era mínima. En cambio, al convertirse en un hombre
próspero, al mismo tiempo se volvió vulnerable frente a ese nuevo tipo de amenazas, lo
cual confirma el título de la famosa telenovela mexicana, según el cual "los ricos
también lloran".
Asimismo, de dos comunidades que habitan en una misma zona sísmica (en donde
ocurren con frecuencia temblores de tierra), la más vulnerable será aquella cuyas
edificaciones no tengan características sismo-resistentes, y la menos vulnerable (o la
más segura), aquélla cuyas edificaciones posean la estructura adecuada.
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Un terremoto, por ejemplo, es un fenómeno de origen natural, que se concreta en eventos
específicos, como por ejemplo "el terremoto de México en 1985", "el terremoto de Popayán
(Colombia) en 1983" o "el terremoto de Nasca (Perú) en 1996". Cada uno de estos eventos
desencadenó sendos desastres en las comunidades que sintieron sus efectos.
El concepto de vulnerabilidad, como todos los que se manejan en la gestión del riesgo,
es un concepto relativo y se debe analizar frente a las condiciones particulares de cada
comunidad.
FACTORES AMBIENTALES: Son aquéllos que se relacionan con la manera cómo una
comunidad determinada "explota" los elementos de su entorno, debilitándose a sí
misma y debilitando a los ecosistemas en su capacidad para absorber sin traumatismos
los fenómenos de la naturaleza. Por ejemplo, la deforestación incrementa la vul-
nerabilidad de los ecosistemas y de las comunidades frente a los aguaceros, que
normalmente no tendrían por qué convertirse en desastres, pero que al caer sobre el
suelo desnudo provocan erosión, deslizamientos o derrumbes, inundaciones y
avalanchas. Asimismo y por las mismas razones, la deforestación aumenta la
vulnerabilidad frente a las sequías.
FACTORES FÍSICOS: Tienen que ver, entre otros aspectos, con la ubicación física de
los asentamientos o con las calidades y condiciones técnicas-materiales de ocupación o
aprovechamiento del ambiente y sus recursos. La vulnerabilidad de los "destechados"
frente a la vida en general disminuye cuando consiguen un rancho o una casa (así sea
en un barrio de invasión en zonas inundables, en "madreviejas" de ríos o en zonas de
ladera), pero se vuelven altamente vulnerables frente a las amenazas de inundación o
de deslizamiento respectivamente (o al desalojo por parte de los propietarios de los
terrenos invadidos). Los campesinos que cultivan las laderas de volcanes activos,
atraídos por la gran fertilidad de los suelos (abonados a través de los siglos por la
actividad volcánica), son altamente vulnerables frente a las erupciones, precio que
"pagan" a cambio de los beneficios que les otorga la tierra. Por otra parte, las
deficiencias técnicas en materia constructiva (ausencia de estructuras sismo-resistentes
en zonas de terremotos) y, en general, la utilización de técnicas inadecuadas para
ocupar o aprovechar el ambiente, como por ejemplo la proliferación de "cultivos limpios"
(aquéllos para los cuales se desnudan los suelos y se eliminan los árboles de sombrío)
en zonas lluviosas o de ladera se constituyen en factores físicos de la vulnerabilidad.
Factores políticos: Se refieren a los niveles de autonomía que posee una comunidad
para tomar o influir sobre las decisiones que la afectan, y a su capacidad de gestión y
de negociación ante los "actores externos": gobiernos regionales y nacionales,
empresas multinacionales, cooperación internacional, instituciones del Estado, etc. La
vulnerabilidad política de una comunidad se expresa en su incapacidad para "volverse
problema", o sea, para que sus problemas llamen la atención de las autoridades, de los
medios de comunicación y del resto de la sociedad, pero también en la incapacidad
para formular propuestas y alternativas que conduzcan a reducir sus niveles de
dependencia de las decisiones o de los recursos externos. Existen muchas comuni-
dades que a pesar de haber logrado que los problemas que las afectan trasciendan al
ámbito nacional (por ejemplo después de un desastre), no dan el siguiente paso, sino
que adoptan el "síndrome del damnificado", en virtud del cual se autoconvencen de una
falsa situación de víctimas impotentes, supuestamente cada vez más necesitadas de la
caridad externa para poder sobrevivir.
Factores educativos: Las visiones del mundo, las actitudes y las relaciones establecidas
en una sociedad, que constituyen la ideología y la cultura de la misma, se transmiten de
diversas formas: desde los mitos y la tradición oral, o la repetición rutinaria de
comportamientos y actitudes, hasta sistemas formales y organizados de educación,
siendo ésta última de gran importancia en la sociedad contemporánea. Los factores
educativos de la vulnerabilidad se relacionan con la mayor o menor correspondencia
existente entre los contenidos y métodos de la educación que reciben los miembros de
una comunidad, y las herramientas conceptuales y prácticas que requieren para
participar activamente en la vida de esa comunidad y para contribuir a una relación
armónica entre la población y su entorno natural. En general, constituyen lo que se
conoce como "calidad de la educación". Cuando la comunidad está sometida a distintos
tipos de amenazas, una educación "de buena calidad" debe incluir el aprendizaje de
comportamientos tendientes a enfrentar esas amenazas, a prevenir los desastres y a
actuar de manera adecuada en caso que de todas maneras éstos se produzcan.
QUINTO ACTO
Cuando las autoridades le recomiendan a Felipe Pinillo tomar precauciones para evitar
que las amenazas telefónicas de las cuales ha sido objeto, se conviertan en verdaderos
atentados contra su seguridad personal o familiar, Felipe se reúne con su esposa y sus
parientes para analizar sus "puntos débiles". Se dan cuenta que normalmente los
miembros de la familia nunca saben en dónde se encuentran los demás habitantes de la
casa, o sea que identifican un problema grave de incomunicación entre ellos. Asimismo,
reconocen que la información que poseen sobre los trabajadores del taller es casi nula,
y que no existe ningún tipo de control sobre las personas extrañas que entran y salen
del taller. También le hacen notar a Felipe que su rutina rigurosa le permite a cualquier
persona seguirlo con relativa facilidad. Un primo de Felipe, a quien frecuentemente lo
confunden con él, resuelve cortarse los bigotes y cambiarse el peinado para disminuir el
parecido, pues por esa razón se siente especialmente preocupado por las amenazas. Y
así sucesivamente, usando un término colombiano, Felipe Pinillo y su familia se van
dando cuenta de todas las formas y maneras cómo "dan papaya", o sea, de cómo
brindan la ocasión para que el enemigo pueda actuar. Entonces comienzan a adoptar
medidas para contrarrestar esas debilidades: algunas son de tipo físico, como mejorar la
seguridad de puertas y ventanas y la iluminación nocturna del taller, conseguir una línea
telefónica adicional y un teléfono celular, y mejorar la dotación del celador. Otras
pertenecen al rango de lo que los expertos en el tema llaman "seguridad blanca", como
mayor entrenamiento en materia de seguridad al portero, a la señorita de la recepción y
al resto de empleados del taller, evitar el comportamiento rutinario, mejorar la
comunicación entre los miembros de la familia (no en el sentido de aparatos sino en el
sentido actitudinal), etc., etc., etc.
Todos los miembros de una comunidad no son igualmente débiles o igualmente fuertes
frente a las mismas amenazas. Los ancianos y los niños, por ejemplo, son más débiles
que los jóvenes y los adultos frente a amenazas como la posible ocurrencia de un
terremoto o el posible paso de un huracán; pero los adultos y los jóvenes están más
expuestos que los niños y los ancianos al peligro de contraer el virus del SIDA o a
cualquier otra enfermedad de transmisión sexual. Cada comunidad debería identificar
sus grupos más vulnerables y tomar medidas que permitan otorgarles una protección
especial frente a las amenazas que más los puedan afectar.
Lo anterior no quiere decir, sin embargo, que todos los factores de vulnerabilidad sean
inevitables. Existen "factores de vulnerabilidad" que bien podemos evitar o reducir con el
fin de quedar menos expuestos, o de disminuir nuestra debilidad ante los cambios del
entorno social y natural. En muchos casos se requieren recursos económicos (por
ejemplo para reubicar comunidades que se encuentran en zonas de amenaza o para
Al igual que Felipe Pinillo y sus familiares salieron del campo en busca de las
oportunidades mejores que pensaban encontrar en la ciudad, y con ese cambio
redujeron su vulnerabilidad frente a ciertas amenazas "rurales", pero se hicieron
vulnerables a otras, en su carrera acelerada tras el modelo de desarrollo urbano-
industrial, los países latinoamericanos (que pertenecen a la categoría de los llamados
"países en vías de desarrollo", "países subdesarrollados", "países dependientes" o
"países del Tercer Mundo") han ido acumulando una serie de vulnerabilidades que
determinan que sus comunidades sean cada vez más débiles frente a los cambios del
entorno ecológico, económico, tecnológico y social.
Sin necesidad de una inversión excesiva de recursos y de tecnologías por fuera del
alcance de las comunidades locales, se puede realizar un monitoreo permanente de los
cambios que afectan la vulnerabilidad global de una población frente a las amenazas
presentes en la zona.
A partir del reconocimiento de esas amenazas (para lo cual nos podemos basar en la
clasificación propuesta en esta guía) y de los distintos factores de vulnerabilidad,
podemos identificar de qué manera los cambios de todo tipo que se han producido en la
comunidad en las últimas décadas, han dejado a sus pobladores más o menos
expuestos a la ocurrencia de desastres.
Por ejemplo:
FACTORES SOCIALES
¿QUÉ ES UN RIESGO?
SEXTO ACTO
Con la sola lista de los ingredientes, a todos se les hace agua la boca, e imaginarse la
olla hirviendo sobre el fogón les trae a la memoria los antiguos paseos familiares a la
orilla del río, con baño en el charco, sancocho, guitarra, baile y unos buenos tragos de
aguardiente o unas cervezas bien heladas. Y aunque la fecha de la fiesta se fija para un
par de semanas después, toda la familia se declara en fiesta desde el momento en que
empiezan los preparativos.
Las yucas, las papas, los plátanos, las mazorcas de maíz, las gallinas y los,
condimentos, son los ingredientes del futuro sancocho, pero a nadie se le ocurriría que
así, sueltos y crudos, ya constituyen el sancocho en sí. Antes hay que mezclarlos y
cocinarlos dentro de la olla, no de cualquier manera, sino siguiendo la receta tradicional.
Esa receta, escrita en la memoria de la mujer de Felipe Pinillo y en el cuaderno en
donde se la apuntó su madre cuando se iba a casar, no sólo indica cómo hay que alistar
cada uno de los ingredientes antes de colocarlos en la olla y en qué orden se deben
mezclar, sino que también da una idea de cómo va a quedar el sancocho al final. Por
eso, sin necesidad de haber preparado el sancocho todavía, cada cual se ve a si"
mismo en la imaginación, con un humeante plato de sancocho en la mano,
preparándose para hincar el diente en el muslo de gallina o en la jugosa mazorca.
Para servirnos del anterior episodio de la vida de Felipe Pinillo, podríamos decir que las
amenazas son como los ingredientes del sancocho, los cuales se juntan en un momento
determinado en un escenario social, que para el ejemplo, sería la olla sobre el fogón. El
sancocho ya preparado (esta vez con muslos tiernos y mazorcas cocinadas de verdad),
sería el desastre. La receta que nos dice qué pasa si juntamos los ingredientes y los
sometemos a una determinada preparación, sería el equivalente del riesgo (que como
ya se dijo, implica la probabilidad o la certeza de que si se juntan dos o más factores,
algo pueda suceder). Imaginarnos el sancocho, o sea, crearnos una imagen mental de
cómo va a quedar, o de cómo pueden variar su textura o su sabor si agregamos o
quitamos un poco más o un poco menos de esto o de aquello, equivaldría a lo que los
estudiosos de los desastres llaman construir o visualizar distintos escenarios de riesgo.
Los mapas en donde se localizan las distintas fuentes de amenaza existentes en una
región (volcanes activos, zonas propensas a deslizamientos, ríos, etc.) y que
normalmente se denominan "mapas de riesgo", realmente constituyen mapas de
amenaza.
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Acudimos a una sencilla multiplicación para representar cómo se combinan dos ingredientes -
amenaza y vulnerabilidad- para generar un riesgo, o sea un desastre potencial. La realidad, sin
embargo, es mucho más compleja que una mera multiplicación aritmética, al igual que un
verdadero sancocho es mucho más complejo que el resultado de simplemente sumar yuca +
papa + mazorca + gallina + agua.
Por ejemplo, una primera zona a lado y lado del río, determinará el área que resultaría
afectada en caso de producirse una inundación con un periodo de recurrencia de cinco
años (es decir, una inundación de ésas que ocurren aproximadamente cada cinco
años); la siguiente zona demarcará el área afectada por una inundación con periodo de
recurrencia de veinte a veinticinco años, y una tercera zona podría demarcar el área
afectada por una inundación con periodo de recurrencia de cien años, para identificar
qué daños se producirían en caso de darse una inundación de esa magnitud.
Cuando sea posible contar con mapas elaborados con todos los recursos posibles de la
ciencia y de la técnica (una posibilidad cercana a la ideal), de todas maneras será
necesario "socializar" información, es decir, convertirla en una herramienta útil para que
la comunidad sea cada vez más consciente de su relación con el entorno, y para que las
autoridades puedan tomar medidas tendientes a prevenir o a mitigar los efectos de los
desastres sobre la población.
Vista así, la gestión del riesgo se convierte en una herramienta central para la gestión
del desarrollo bajo la óptica de la sostenibilidad.
De ese carácter de diferenciado, se deriva también que no todos los miembros de una
comunidad posean la misma PERCEPCIÓN DEL RIESGO. En el ejemplo citado, para
los funcionarios de la administración municipal o para los organismos de socorro,
reducir el riesgo de desastre por deslizamiento puede parecer una prioridad, mientras
que para las familias de la zona dicho riesgo pasa a un segundo plano ante el riesgo
más inmediato de quedarse sin fuentes de trabajo.
Más aún; las interacciones con el medio que podríamos calificar como eminentemente
ecológicas, como son por ejemplo respirar o alimentarse, en la sociedad humana se
convierten en hechos fundamentalmente políticos, en la medida en que la calidad del
aire que respiramos es consecuencia de unas determinadas relaciones y decisiones (o
indecisiones) políticas, ya sea que nos encontremos en el centro de una ciudad
contaminada o en las alturas de un parque nacional natural. Y obviamente no sólo la
cantidad sino también la calidad de los alimentos que consumimos, así como la
posibilidad o imposibilidad de acceder a los mismos, dependen de nuestra posición en
esa red compleja de interacciones políticas, económicas y culturales que es la sociedad.
La cantidad de luz solar que recibe un minero en las profundidades de su puesto de
trabajo, o un campesino en su parcela, o un funcionario en su escritorio, también está
determinada por esa red de interacciones, más que por factores de carácter natural.
A partir del momento en que sobre los ecosistemas naturales -selvas, páramos, ríos,
mares, etc.- comienza a ejercer su influencia transformadora el ser humano, incluso las
mismas condiciones de existencia de esos ecosistemas comienzan a depender de
hechos políticos. Los intercambios de gas carbónico y oxígeno entre la atmósfera y la
selva tropical o entre la atmósfera y el plancton marino, dejan de depender de
relaciones puramente biológicas y pasan a depender de factores económicos, sociales y
políticos: la tala de bosques, las quemas, la contaminación atmosférica, la
contaminación de las aguas del mar, y los hechos que subyacen tras estos fenómenos.
WILCHES-CHAUX, Gustavo (1991). "La dimensión Política del Tema Ambiental" Fondo
FEN COLOMBIA
Una selva es mucho más que un conjunto de especies animales y vegetales sobre un
suelo. Una selva es un complejo tejido o red de inter-relaciones que conectan a unas
especies con otras, y que determina que la vida de unas especies dependa de la vida
de otras. Una selva es un sistema, o más exactamente, un ecosistema. En otras
palabras, un proceso de inter-relaciones complejas y dinámicas. Dinámicas quiere decir
que están siempre moviéndose, cambiando.
Por eso, cuando el colono corta la selva con la esperanza de obtener en ese suelo
muchas y muy buenas cosechas, siempre termina decepcionado: porque esa fertilidad
de la selva que se traduce en la exuberancia y abundancia de plantas, y en el tamaño
enorme de la mayoría de ellas, no es sólo un producto que esté allí, depositado y quieto
en el suelo, sino un proceso, o sea, algo dinámico. Un intercambio de materiales, de
energía y de información entre unas especies y otras, y entre todas y cada una de las
especies y el ambiente que las rodea.
La música es otro buen ejemplo de proceso. Si nos gusta mucho una canción y
detenemos la aguja sobre el disco tratando de apoderamos para siempre de ella, la
canción se silencia. Si cesan la interacción y el movimiento, muere el proceso.
Eso que llamamos salud también es un proceso. La salud depende de que nos sintamos
bien con nosotros mismos, con nuestros propios cuerpos, con nuestra comunidad y con
nuestro ambiente. Como nuestras inter-relaciones con nosotros mismos y con lo que
nos rodea siempre están cambiando, también nuestra condición de salud está
cambiando permanentemente, Nosotros podemos comprar una pastilla en la farmacia
para que se nos quite el dolor de cabeza, pero no podemos comprar la salud por fuera
de ese proceso dinámico que es cada uno de nosotros; nuestra propia vida. Las
medicinas y los médicos sólo nos pueden ayudar a reactivar ese proceso, pero no
pueden reemplazarlo.
SÉPTIMO ACTO
La primera vez que se presentó un incendio en la casa de Felipe lomillo, los bomberos
alcanzaron a llegar antes de que las llamas se propagaran al taller y a otras
edificaciones del vecindario y de que alguien resultara quemado. Sin embargo, como el
accidente no pasó a mayores, atribuyeron el incendio a un corto circuito inesperado,
pero no investigaron sus verdaderas causas más a fondo.
La segunda vez, a los quince días de la primera, las llamas comentaron en la oficina del
taller y subieron rápidamente hasta el segundo piso de la casa. Cuando llegaron los
bomberos, los trabajadores del taller luchaban contra el avance del incendio, sin mucho
éxito porque no teman extinguidores. Esta vez los bomberos necesitaron más tiempo,
pero también pudieron apagar el incendio que, sin embargo, acabó con los archivos de
la oficina y los muebles y cortinas del comedor y de la sala.
La tercera vez, los bomberos se encontraban muy lejos, atendiendo un choque entre
dos buses y casi no llegan a tiempo para evitar que las llamas devoraran todo el edificio.
Sólo un milagro podría explicar por qué los daños no fueron mayores. Pero esta vez, el
Jefe de Bomberos ordenó investigar a fondo no solamente las causas del incendio, sino
en general las condiciones de seguridad del taller y de la casa de la familia Pinillo.
Entre otras cosas encontraron que al mismo circuito eléctrico al que al principio le
conectaban un equipo de soldar y un esmeril, ahora le conectaban cuatro equipos de
soldar, varios reflectores para trabajar de noche y varias máquinas pesadas. Que los
fusibles se habían fundido y que alguien "para poder trabajar mientras tanto",
El Jefe de Bomberos estaba furioso y advirtió que si no resolvían, uno por uno, todos los
problemas detectados, y volvía a presentarse algún incendio donde Felipe Pinillo, él no
mandaría a sus bomberos a apagarlo. La carta la envió a la Alcaldía e hizo
responsables alas Autoridades Municipales (en especial a la Oficina de Licencias) de
obligar a Felipe Pinillo a tomar las medidas adecuadas.
Hasta hace algunas décadas predominaba en América Latina una visión sobre los
desastres que, al traducirse al ámbito de las instituciones y sus relaciones con las
comunidades, presentaba bastantes similitudes con la historia anterior. Los desastres se
consideraban casi exclusivamente como "agresiones externas" debidas a "la furia de
la naturaleza" contra los seres humanos, debido a lo cual se enfrentaban con las
mismas estrategias con que las fuerzas militares de un país responden a una
declaración de guerra o a los ataques de un invasor. Lo que hoy llamaríamos el manejo
de los desastres, se consideraba como un problema esencialmente de logística militar
(cuya "administración" correspondía exclusivamente a los organismos de socorro y a las
fuerzas militares y de policía), y se limitaba a las actividades de atención a la
emergencia inmediata causada por el evento que hubiera desencadenado el desastre
(pero que siempre se confundía con el desastre mismo): el terremoto, la avalancha, la
erupción volcánica, el huracán, etc.
No existía entonces (como tampoco existe hoy todavía en muchos casos) una
consciencia clara sobre los vínculos entre los procesos anteriores a la ocurrencia de los
eventos que desencadenan un desastre, los eventos mismos y los procesos que siguen
a su ocurrencia, y por consiguiente, no se consideraba la posibilidad de mitigar o reducir
los riesgos. Es decir, el desastre se identificaba en el espacio (lugar afectado) y en el
tiempo (momento del impacto), como un fenómeno puntual, como un producto estático,
y no como un proceso dinámico y continuo, expresión de los riesgos a los cuales está
expuesta una comunidad, y que se confunde con la historia misma de ella.
Esa misma visión hacía difícil reconocer como verdaderos desastres a aquellos
procesos que no "explotan" a partir de un sólo evento dramático, sino que se gestan y
se desarrollan lenta y silenciosamente, pero de manera continua y no menos dañina
para la calidad de vida de una comunidad. Tal el caso de los desastres provocados por
sequías.
para la gestión del riesgo, con aquellas encargadas de atender las emergencias (Cruz
Roja, Defensa Civil, Bomberos, Fuerzas Militares y de Policía) y con las instituciones
que intervienen en los esfuerzos de reconstrucción (instituciones de vivienda,
instituciones financiadoras, ONGs, agencias de desarrollo nacionales e internacionales,
etc.).
Esas instituciones no son sólo aquéllas que más evidentemente tienen que ver con los
desastres (como los organismos de socorro), sino autoridades locales, organismos de
planificación, institutos de educación formal y no formal, agencias financiadoras de
vivienda, institutos de reforma agraria, etc. Estos últimos, por ejemplo, tendrían una alta
responsabilidad en los planes de reubicación de comunidades en zonas de alta ame-
naza. Y por supuesto, los organismos de socorro, que ya no serán los únicos
responsables, sino que tendrán responsabilidades muy definidas en la gestión del
riesgo.
Por otra parte, el sistema, como tal no es solamente un simple listado de instituciones,
sino un ente dotado de "personalidad propia", la cual surge de sus objetivos como
sistema, de las normas que lo regulan, de los elementos o instituciones que lo
conforman, de los flujos de información y decisión y, en general, de las múltiples
interacciones entre esas instituciones. Por eso se dice que un sistema "es mayor"
que la mera suma de los elementos que lo componen. Los seres humanos somos
sistemas vivos que, como personas, somos "mucho más" que una mera suma de
huesos, de tejidos y de vísceras o tripas.
Y sólo en la medida en que los niveles local y regional sean incapaces de responder
satisfactoriamente a la situación de riesgo o a la ocurrencia de un desastre, debería
entrar el nivel nacional a ejercer funciones operativas o ejecutoras. Normalmente el nivel
nacional debería cumplir exclusivamente funciones de formulación de políticas,
planificación y coordinación, aunque en la práctica la concepción centralista según la
cual las autoridades nacionales deben ,asumir todas las responsabilidades importantes,
y la insuficiencia de recursos de todo tipo (administrativos, técnicos, económicos) por
parte de los municipios, hacen que el nivel nacional actúe como principal protagonista
en escenarios locales, en los cuales debería limitarse a cumplir funciones de apoyo.
¿Puede una rama del Estado (en este caso un sistema para la gestión del riesgo y
prevención de desastres) existir y funcionar verdaderamente como sistema, para lo cual
se requiere incorporar a la comunidad y sus organizaciones y concebir las jerarquías en
términos de niveles de complejidad y de organización, y no solamente como instancias
burocráticas?
(Esto quiere decir que unas instancias ocupan en el sistema un nivel de mayor jerarquía
que otras, no porque sean más importantes o porque "manden más", sino porque son
más complejas, es decir, que incorporan un mayor número de componentes o de
relaciones. Así, por ejemplo, una estructura regional abarca una región mayor e
incorpora más estructuras o niveles locales o municipales que una estructura municipal,
que exclusivamente comprende al municipio respectivo. Sin embargo, desde el punto de
vista de ese municipio en particular, la estructura local es más importante aunque
menos compleja que la regional). La respuesta a las preguntas anteriores constituye el
reto que tenemos por delante: diseñar una estructura lo suficientemente formal como
para que satisfaga los requisitos mínimos de los órganos del Estado pero que,
simultáneamente, resulte lo suficientemente ágil y flexible como para adecuarse a las
particularidades de las distintas regiones del país y a las exigencias -también
cambiantes- de las complejas relaciones entre las comunidades y los ecosistemas.
REDES DE COMUNICACIÓN
Ya dijimos que un sistema es más que la suma de los elementos que lo conforman, y
pusimos como ejemplo al ser humano, que es mucho más que una suma de huesos, de
tejidos y de vísceras. Ese "mucho más" está representado no sólo por las interacciones
fisiológicas entre esos huesos, tejidos y vísceras, que determina que estemos vivos,
sino por el espíritu, la mente, el alma, o cómo queramos llamar a ese conjunto de
cualidades que definen el "YO" o la personalidad de cada uno de nosotros.
Como solución se propone que toda obra tendiente a satisfacer una necesidad sentida e
inmediata, lleve consigo una medida de prevención o mitigación de desastres y,
viceversa, que en lo posible toda medida de prevención o mitigación contribuya a
satisfacer simultáneamente una necesidad prioritaria.
El carácter asistencialista
pero no sucede así con los desastres "medianos" y "pequeños" que la mayoría de las
veces pasan inadvertidos para quienes no son sus víctimas inmediatas.
Un fenómeno que desde el punto de vista nacional o regional puede ser considerado
como un pequeño desastre que no merece mayor atención, a nivel municipal puede
constituir un gran desastre que afecta gravemente a quienes padecen sus efectos. De
allí la importancia de fortalecer la capacidad de respuesta autónoma del nivel local en la
gestión de los desastres.
El ámbito de intervención
Consecuencia de lo anterior es que, por una parte, los "sistemas" centralistas entren a
actuar en el nivel local como "agentes externos", sin estimular, aprovechar ni fortalecer
la capacidad interna de las comunidades para la gestión del riesgo o para responder a
un desastre en sus distintas fases (anteriores o posteriores a la ocurrencia del
fenómeno que los desencadena). Y, por otra parte, que el interés de dichos sistemas se
enfoque hacia las zonas económica y políticamente más fuertes y mejor estructuradas
(por lo general zonas urbanas), sin que las zonas rurales o marginadas logren con-
centrar un nivel de atención equivalente.
OCTAVO ACTO
El énfasis de un sistema en fortalecer la autonomía del nivel local (lo cual implica mayor
capacidad de decisión, pero también mayor responsabilidad de ese nivel), muchas
veces es interpretado como una tentativa del nivel central de descargarse de sus
responsabilidades y deberes. Las comunidades se quejan permanentemente del
paternalismo del Estado, pero se quejan todavía mucho más cuando ese paternalismo
deja de manifestarse, en especial en situaciones de desastre en las cuales, entre otros,
los medios de comunicación se encargan de fortalecer la imagen de la víctima
impotente, que requiere necesariamente de los auxilios externos para sobrevivir.
La poca claridad en la definición de las funciones que cada actor social debe
cumplir
NOVENO ACTO
Un empleado de una compañía de seguros lleva al taller de Felipe Pinillo los restos de
un automóvil que acaba de sufrir una tremenda estrellada y cuyo propietario, que se
encuentra gravemente herido en la sección de "cuidados intensivos" del hospital, había
tomado un seguro contra accidentes en esa misma compañía. El empleado le advierte a
Felipe que necesitan que repare exclusivamente los daños de latonería, pues la
compañía hará arreglar los daños del chasis, los daños mecánicos que afectan la caja
de cambios, la transmisión y el motor, los daños eléctricos y los daños de la tapicería,
en distintos talleres. De hecho, en el taller de Felipe Pinillo dejan sólo la cascara externa
del carro estrellado y se llevan cada una de las partes interiores a los distintos talleres
que, según el empleado de la aseguradora, han cotizado más barato los respectivos
trabajos. Nada satisfecho con los deseos de la compañía de seguros, Felipe Pinillo
emprende la difícil tarea de enderezar la carrocería del vehículo, soldar o reponer las
latas destrozadas, ajustar las puertas y las tapas de la bodega o portaequipajes y del
motor, masillar (rellenar con masilla las abolladuras) y por último pintar. Cuando los de
la compañía de seguros llegan en un camión con la caja de cambios, la transmisión y el
motor, Felipe Pinillo les advierte que todavía no se pueden instalar porque el encargado
de reparar el chasis no ha entregado a tiempo su trabajo. Un par de semanas después
logran por fin juntar chasis, carrocería, caja de cambios, transmisión y motor, pero
Felipe Pinillo tiene que volver a pintar varias latas que se rayaron en el proceso de
ensamblar las diferentes partes del automotor. Entonces se llevan el carro al taller en
donde realizan los trabajos de tapicería y luego al taller de electricidad automotriz. El
electricista no se explica por qué dejaron su tarea para el final, puesto que para
realizarla debe desbaratar mucho de lo que ha hecho el tapicero. Cuando el propietario
del vehículo logra salir del hospital y visita junto con el empleado de la compañía de
Como todavía no hemos logrado interiorizar aquello de que "El Estado es la sociedad en
acción", seguimos pensando en el Estado y en la comunidad como en dos equipos
enfrentados en una cancha de fútbol, cada uno buscando la manera de meterle la
mayor cantidad posible de goles al otro.
Suele afirmarse que siempre después de un desastre de origen natural o humano, surge
como consecuencia un segundo desastre, producto de la desorganización en la
respuesta por parte de las instituciones del Estado y de las organizaciones no
gubernamentales.
Esta es la historia muchas veces contada del club que se incendió... y no dejaron entrar
a los bomberos porque no eran socios. La rigidez de las normas legales, la poca
Algunos meses después, cuando el prado haya desaparecido bajo los pies de los
caminantes, la tierra al descubierto mostrará exactamente por dónde deberán pasar los
senderos, y se puede proceder entonces a "oficializarlos". En este segundo caso, el
"deber ser" constituye solamente la institucionalización del "ser". En el primer caso
sucede lo contrario: el deber ser pretende preceder (ir antes) al ser, y no es raro
encontrar hermosos jardines cruzados por senderos reticulares y formales que muy
pocos caminantes utilizan, junto con caminos alternativos abiertos de manera natural y
espontánea por la lógica de comodidad y funcionalidad de los transeúntes. Lo más
probable es que en el caso en que los senderos siguen el curso óptimo trazado por los
caminantes, letreros como "Prohibido pisar el prado" resulten innecesarios y
redundantes.
¿Hasta dónde es válida la metáfora anterior frente al tema que nos ocupa, y en
consecuencia, hasta dónde podemos derivar de ella algunos criterios aplicables a la
gestión del riesgo por parte de las instituciones del Estado o de la comunidad misma a
través de sus organizaciones?
La concepción de la acción
Los que trabajan en el tema de desastres son, muchas veces, gente de acción,
ejecutivos a los cuales las instituciones oficiales o las ONGs para las cuales trabajan,
les exigen mostrar muy rápidamente resultados materiales. Para unas y otras, las ONGs
y las entidades oficiales, resulta muy importante mostrar eficacia y eficiencia:
unas, las ONGs, porque deben demostrarles a sus donantes y financiadores que los
recursos se aplican de manera muy rápida a la atención de los damnificados del
desastre. Otras, las instituciones públicas, porque sus directivos no están en posibilidad
de asumir el costo político ni el desprestigio que acarrea una acción lenta,
especialmente durante las primeras semanas siguientes al desastre, cuando los medios
de comunicación se encuentran especialmente pendientes y críticos frente a la acción
del Estado. Además, porque los recursos del Estado están sometidos a las llamadas
"vigencias presupuéstales", que establecen plazos rígidos para ejecutarlos o perderlos.
En conclusión, siempre hay que hacer algo muy rápido: cualquier cosa, pero algo.
Presentar resultados visibles lo más pronto posible. Por eso resultan tan convenientes
las casas prefabricadas o la contratación con una firma de arquitectos y planificadores
para que, muy rápidamente, elaboren y presenten los planos de la ciudad del futuro,
para comenzarla a construir de manera inmediata en el sitio del desastre. Esta es la que
podríamos llamar visión de producto: un enfoque centrado en la rápida obtención de
productos tangibles, físicos y materiales.
Los paños de agua tibia y las agüitas de yerbas con limón que el médico le recomendó
a la nieta de Felipe Pinillo en una de las historias anteriores, resultaban remedios útiles
y adecuados en caso de que, efectivamente, le ayudaran al cuerpo de la niña a
recuperar por sí mismo la salud perdida en un tiempo determinado, sin tener que acudir
a productos químicos desconocidos para el organismo. Es decir, si ayudaban a la
autonomía y a la "capacidad de autorregulación" de la persona enferma. Pero si,
después de ocho días, la fiebre no ha cedido, necesariamente habrá que replantear el
tratamiento, es decir, el proceso. Asimismo, las inyecciones, las pastillas y el jarabe
pueden curar a la niña de manera inmediata de la indigestión y de la fiebre, pero pueden
disminuir la capacidad del organismo para reaccionar por sí mismo ante una sobrecarga
de dulces o un virus.
Y apenas cese la acción de los remedios, volverán a aparecer los síntomas, lo cual exi-
girá una nueva tanda de medicamentos. (Ojo: recordemos que ésta es una guía para
gestión local del riesgo y no un tratado de medicina hogareña, y no olvidemos que
estamos acudiendo a ejemplos pedagógicos y no recetando a niños enfermos).
Ahora: que para una dolencia particular los paños de agua tibia y las agüitas de yerbas
con limón puedan resultar de utilidad, no quiere decir que el mismo remedio le sirva
siempre a la nieta de Felipe Pinillo cualquiera que sea la enfermedad, ni que todas las
niñas de la misma edad resulten curadas por el mismo remedio casero en
circunstancias similares. Lo mismo se puede decir del jarabe, la inyección y las pastillas.
Un error en que con frecuencia incurren quienes tienen a su cargo el manejo de un
desastre, es pretender que la fórmula que resultó exitosa en una situación particular,
necesariamente tendrá el mismo éxito en otras situaciones, por similares que parezcan.
Cuando se enfrenta un desastre con visión de proceso, es muy posible que se obtengan
resultados o productos tangibles... pero no necesariamente los que el planificador o
"gestor" tenía en mente al iniciar el proceso, sino los que su mismo desarrollo
determine. Para la visión de producto, ésto podría considerarse un fracaso. Para la
visión de proceso será un triunfo, siempre y cuando los resultados fortalezcan la
autonomía de las comunidades y los ecosistemas.
Las distintas visiones sobre los desastres o "Una cosa piensa el burro y otra el
que lo está enjalmando"
Si los ingenieros que trazaron y construyeron esa carretera la hubieran hecho llena de
curvas, como las carreteras que remontan las montañas, habríamos pensado, y con
toda la razón, que se robaron la plata. Porque convencionalmente aceptamos que el
camino más corto -o sea el más eficiente- entre dos puntos, es la línea recta.
¿ Será que el que lo trazó se robó la plata ? ¡Sólo eso nos faltaba!
La eficiencia de los ríos no está en llegar más rápido de un punto a otro, sino,
precisamente, en mantener bajo control la velocidad de sus aguas, en garantizar una
distribución regular de los sedimentos que acarrea, en irrigar en su recorrido la mayor
área posible. Para el río no es tan importante llevar el agua a un punto (el producto),
como el camino que recorre para lograrlo (el proceso).
Cuando se alteran los cursos de los ríos o se abren canales para cortar curvas y
meandros, no se demoran en aparecer los desastres.
Aún más : dependiendo de sus responsabilidades y sus énfasis, entre las instituciones
mismas se presentan con frecuencia distintas concepciones sobre los desastres y sobre
cómo actuar antes o después de que se han presentado. E igualmente, como "la
comunidad" no es un ente abstracto y homogéneo, sino un sistema dinámico y complejo
en el cual confluyen múltiples intereses y contradicciones, tampoco se puede hablar de
una visión única de la comunidad sobre los desastres (ni sobre sí misma ni sobre el
Estado).
Desde una lógica meramente geofísica, puede parecer absurdo que una comunidad
marginal urbana insista en permanecer en una zona de ladera propensa a los
deslizamientos, pero desde el punto de vista de sus habitantes, el riesgo del
deslizamiento puede ser el precio que se paga a cambio del fácil acceso a los sitios de
trabajo (por ejemplo: lugares públicos en donde colocar ventas callejeras). El traslado a
una zona libre de riesgo puede significar mucho tiempo (y costos adicionales) en bus
para acceder a esos lugares de los cuales depende la supervivencia económica de la
familia.
Si los agentes externos logran entablar con los miembros de la comunidad diálogos de
saberes y diálogos de ignorancias, y a través de ellos desentrañar las particularidades
de cada proceso, identificar los elementos que le otorgan a la comunidad sentidos de
propósito y de pertenencia y, en fin, elaborar el "mapa" de intereses, expectativas y
conflictos que caracteriza a una situación concreta, se podrá, con mayores posibilidades
de éxito, aplicar los aportes de la ciencia y de la técnica en beneficio de la autonomía y
recuperación integral de la comunidad afectada por el desastre.
¿ La verdad es algo "que ya está ahí", que se puede descubrir ? ¿O es más bien algo
que hay que construir ?
Pienso que a partir de eso que hoy se conoce como "diálogo de saberes" y que lleva
implícito, como parte de sí, un "diálogo de ignorancias".
El tiempo y el espacio en sino tienen una sola lectura objetiva, sino muchas lecturas en
las cuales los contenidos imaginarios son muy importantes. Las ciudades, las regiones y
los pueblos son todos espacios imaginarios y no sólo físicos...
SILVA TELLEZ, Armando. Imaginarios Urbanos: los casos de Bogotá y Sâo Paulo
(Tercer Mundo Editores, Bogotá 1991)
DÉCIMO ACTO
"con: esa cara de ladrón". Sale a caminar por los alrededores del taller con la
esperanza de que se le ocurra algún plan para recuperar la herramienta, y en una
esquina se encuentra, sospechosamente cruzado de brazos, al hijo de su antiguo
compañero. La forma de pararse, la manera de saludar, y la indudable cara de ladrón, le
confirman a Felipe que ese muchacho se tiene que haber robado el micrómetro, Felipe
regresa muy contrariado a su casa, y cuando se prepara para dormir, abre el armario en
donde guarda la piyama, y allí, en medio de la ropa, encuentra el costoso aparato de
precisión. Recuerda entonces que unas noches antes un colega le había devuelto el
micrómetro, y que en lugar de colocarlo inmediatamente en su sitio en el depósito,
Felipe lo había dejado entre su ropa en el armario y luego se había olvidado de llevarlo
al taller. Muy contento, en lugar de acostarse a dormir, Felipe sale a tomarse unas
cervezas a un bar cercano para celebrar la aparición del aparato. Allí se encuentra con
el hijo de su amigo ... y ya se le había quitado la cara de ladrón.
Así como dicen que uno no se casa con una sola mujer sino con tres mujeres distintas :
la que uno cree que es, la que verdaderamente es y la que .se vuelve cuando se casa
con uno (una mujer puede también, válidamente, afirmar que se casa con tres hombres
distintos), asimismo en las relaciones comunidad-Estado o comunidad-ONGs, no existe
una sola, sino por lo menos tres comunidades : la que de verdad es, la que la agencia
del Estado o la ONG creen que es y la que se vuelve cuando entra en contacto con el
Estado o con la ONG (y asimismo, desde la óptica de la comunidad, no existe tampoco
un solo Estado ni una sola ONG).
Hasta hace poco tiempo las únicas visiones "válidas" sobre vulnerabilidad, amenazas y,
en consecuencia, riesgos, eran aquellas desarrolladas de manera "objetiva" y
"científica" por las ciencias naturales y las disciplinas técnicas o "ingenierías". Debemos
reconocer que hoy esa situación tiende a cambiar, al menos en la teoría: se reconoce
no solamente que los escenarios son dinámicos y cambiantes y que las lecturas
estáticas pierden muy rápidamente validez, sino que existen distintas visiones e
interpretaciones posibles y validas sobre una misma situación, y que tanta razón puede
tener quien interpreta un escenario con los ojos de la ciencia y de la técnica, como quien
la interpreta a la luz del conocimiento local, popular y tradicional.
Cuando los imaginarios de las comunidades locales no son tenidos en cuenta por los
actores externos (instituciones oficiales, agencias internacionales, ONGs, etc.), que
diseñan su intervención exclusivamente desde la óptica de sus propios imaginarios, se
corren los siguientes riesgos:
Î Que se pretendan aplicar soluciones genéricas para situaciones muy diversas, con
características y necesidades muy distintas.
10
Cuando el terremoto del Paéz (1994) llegó a NASA KIWE, la institución creada por el Gobierno
colombiano para coordinar la recuperación de las comunidades afectadas, un proyecto de un
arquitecto de Bogotá, para construir viviendas circulares y subterráneas, a la manera de los
hipogeos o cámaras funerarias precolombinas de la región de Tierradentro, zona del desastre. El
profesional sustentaba su propuesta sobre el argumento de que los indígenas -población
predominante en la zona afectada - debían vivir de acuerdo con la cultura de sus antepasados,
sin reflexionar que no necesariamente existe un vínculo directo entre las culturas actuales de la
región y los constructores de los hipogeos, pero sobre todo, en que éstos no correspondían a
una arquitectura para los vivos, sino en una arquitectura para los muertos. El mencionado
arquitecto nunca entendió por qué su proyecto no tuvo acogida en NASA KIWE.
Î Que la intervención externa satisfaga las aspiraciones de los actores externos pero
carezca de significado o incluso resulte perjudicial o contraproducente para las
comunidades.
Î Que las evaluaciones de los planes y programas carezcan de significado real (más
allá de las meras formalidades burocráticas), con lo cual se desaprovechan las
experiencias exitosas, se perpetúan los errores y se consolidan los estereotipos o
falsos imaginarios de la realidad.
La gestión del riesgo, sus programas y proyectos, deben partir de una lectura de los
imaginarios que posee la comunidad sobre la vulnerabilidad, las amenazas y los riesgos
(llámenlos o no con esos nombres) y del diseño de estrategias flexibles de intervención,
apropiadas a las condiciones locales. Entender y analizar estos imaginarios resulta de
crucial importancia para entender el comportamiento y las motivaciones de la población
frente a los riesgos y su gestión, y para hacer de ésta un proceso verdaderamente
participativo, descentralizado, popular y real.
La gestión del riesgo no puede ni debe ser sólo un "cómo hacer", juzgado y aplicado
según un imaginario formal y "objetivo" (desde el punto de vista de quién lo trata de
imponer). Todo imaginario es portador de un conjunto de valores, significados y
relaciones de poder, traducidas e interpretadas por las poblaciones con base en sus
propios imaginarios. Es decir, debemos lograr que para efectos de la gestión del riesgo,
la ciencia y la tecnología se sustenten y articulen con los imaginarios "vividos" y
"sentidos" de la población. Ello implica que no existe un sólo modelo o una única
fórmula para la gestión del riesgo, sino muchas fórmulas y modelos posibles, para igual
número de contextos específicos.
Un primer paso para caracterizar estos modelos, es determinar las herramientas que
nos permitan descifrar la especificidad de cada contexto y traducirlo e interpretarlo a la
luz de nuestros propias concepciones y de las concepciones de los pobladores locales
(diálogo de imaginarios). De ahí la necesidad de definir con precisión las diferentes
variables que, en su conjunto, conforman la incapacidad de absorber el impacto o
recuperarse de los efectos de las amenazas; o sea, la vulnerabilidad que, de por sí,
constituye un buen punto de partida para realizar un trabajo eficaz. La población puede
ser más receptiva frente a estrategias que satisfagan sus necesidades más sentidas y
que puedan introducirse con facilidad en su mundo tecnológico, que ante estrategias
exóticas y sin una conexión evidente con sus necesidades más inmediatas. En otras
palabras, las estrategias propuestas en función de la gestión del riesgo deben poseer
sentido y significado a la luz de la cos-movisión expresa o tácita y de las vivencias
cotidianas de la comunidad. Es decir, deben ser sostenibles desde el punto de vista
ideológico y cultural.
A continuación sugerimos algunos principios metodológicos que deberían caracterizar
cualquier tipo o forma de intervención externa en una comunidad:
Partir no de una consideración puramente instrumental del riesgo, sino del análisis
de la vulnerabilidad real de la población tal como está representada en su propio
imaginario. Esto requiere una cierta penetración e inmersión en las realidades de la
población así como capacidad de interpretación y síntesis. Una tarea que
aparentemente se acerca más al arte que a la ciencia.
Tomar en cuenta el peso que les asigna la población a riesgos de distinta índole, en
las diferentes esferas: agricultura, empleo, vivienda, medio ambiente, etc. Asimismo,
conocer y reconocer la existencia y coexistencia de estructuras mágicas, míticas y
racionales o no racionales que se manifiestan en su interpretación de los desastres
y en su forma de actuar.
Construcción de alternativas tecnológicas reales que partan del mestizaje del aporte
científico y técnico exógenos y los imaginarios endógenos. La producción de planes
y programas debe partir del impulso de un proceso de planificación, el cual significa
articularse a los actores reales que toman las decisiones acerca de la construcción
del espacio y el entorno.
Los imaginarios que se generen a partir de ese diálogo de visiones, deberán poner
mayor énfasis en la posibilidad de armar propuestas apropiadas de gestión del riesgo
(planificación, rehabilitación, reconstrucción, prevención, mitigación y manejo de
desastres) utilizando recursos institucionales, materiales y tecnológicos locales y
regionales, dimensionar el papel que puede cumplir el apoyo internacional y contemplar
la aplicación de modelos de crédito, tecnologías y otros instrumentos que sean
apropiados y sensibles a los diferentes imaginarios reales que existen a nivel local y
regional.
CARRIÓN, Fernando
"Ciudad y Comunicación". Universidad Pontificia Bolivariana
El concepto genérico de municipio, por supuesto, no denota una única realidad. Dentro
de la misma denominación se encierran muy distintas realidades, no solamente desde el
punto de vista de su dimensión física y del tamaño de su población, sino de los
procesos históricos que llevan a su conformación, de sus características ambientales,
de la manera como se entiende y se expresa en cada uno el concepto de desarrollo,
etc. En fin, existe tanta heterogeneidad dentro del concepto de municipio, como dentro
del concepto de comunidad.
Como veremos más adelante, una de las definiciones "clásicas", adoptada y promovida
por algunas agencias internacionales afirma, más o menos, que los desastres son
eventos que superan la capacidad de manejo de los actores locales, que en
consecuencia requieren la intervención de agentes y recursos externos para superar
sus efectos nocivos sobre las comunidades afectadas. Pero cuando el desastre no se
mira exclusivamente como una situación puntual de emergencia, sino que se entiende
como el resultado de un proceso de largo plazo que se extiende hacia atrás y hacia
adelante del momento cuando se produce el fenómeno desencadenante; es más,
cuando existe conciencia del desastre como actualización de un riesgo que se ha
construido socialmente a lo largo de toda la historia de la comunidad afectada mediante
la acumulación en un mismo escenario de amenazas y vulnerabilidades, se vuelve
necesario redefinir también el papel de la intervención externa, en función de fortalecer
la autonomía y la capacidad de acción y decisión de los actores locales (pobladores,
instituciones y recursos locales, autoridades municipales).
YO PARTICIPO, TÚ PARTICIPAS...
Para la autoridad pública fomentar una real participación significa ceder parte del poder.
Para el ciudadano la verdadera participación significa pasar de la denuncia a la
propuesta e incluso a la decisión, lo cual significa responsabilidad. Y no siempre unos
están dispuestos a ceder su poder ni otros a asumir responsabilidad.
En conclusión, superar los obstáculos que todavía se oponen a una verdadera gestión
del riesgo, participativa y basada en lo local, significa revisar a fondo muchos elementos
de nuestra cultura, tarea que, podemos afirmar, se ha comenzado ya (en alguna medida
debido a que la ocurrencia y recurrencia de desastres ha obligado a los gobiernos y a
las comunidades a descubrir nuevos parámetros de relación), pero que todavía tiene
mucho camino por recorrer.
Con la palabra desastre sucede lo mismo que con la palabra tren : cuando la
pronunciamos en un país desarrollado y en un país del llamado Tercer Mundo suenan lo
mismo pero, en la práctica, significan cosas de características muy diferentes.
Como vimos en los primeros actos de la historia de Felipe Pinillo, la manera como
nuestros países han ingresado al "desarrollo" incrementa de manera notable las
debilidades - o vulnerabilidades • de la sociedad frente a su ambiente. En un estudio
realizado en 1984 se demostró que el número de personas afectadas en el mundo por
inundaciones, ciclones, terremotos y sequías, había pasado de 27 millones en la década
de los sesenta, a más de 48 millones en la década siguiente, sin que se hubieran
registrado cambios geológicos o climáticos capaces de justificar ese incremento.
EL DUENDE
En La Cuchilla nadie se acuerda bien desde hace cuánto vive gente en esas lomas, ni
hace cuántos años comenzó a formarse el pueblo al pié de la quebrada, ni desde
cuándo sabe la gente que hay que construir y sembrar a cierta distancia del agua, para
que cuando lleguen las lluvias y suba la quebrada, no se lleve las cosechas y las casas.
Hasta los más viejos recuerdan historias que les contaban sus abuelos, que a su vez
habían oído historias de sus propios abuelos : historias todas que habían sucedido allí,
en esos filos que rodean La Cuchilla y que le dan su nombre al pueblo, o en la
hondonada, o en los montes que cubren el nacimiento de la quebrada.
Esa tarde la noticia corrió rápido, como corren en La Cuchilla todas las noticias
importantes : habían visto a Julio bajar por el camino rumbo al pueblo. La información
alteró especialmente a las muchachas.
Julio es de ésos que se pierden durante meses. Que se van a coger café al Quindío o a
"jornaliar" al Valle (una vez fue a dar a Venezuela), y que súbitamente aparecen con
pinta, con grabadora, con bicicleta "engallada", con plata.
Pero esta vez Julio, además de un reloj que parecía una caja de pomada, de un anillo
con una piedra roja, de una cadena dorada y de un aparato extraño y grande que le
colgaba de la espalda, traía una propuesta en grande ; echarle motosierra a la montaña.
El había hablado con gente que compraba la madera y daba buena plata.
De hecho, eso era el aparato extraño y grande : una motosierra, Varios muchachos se
agolparon alrededor de Julio cuando la prendió de un solo jalonazo y empezó a traquear
y a echar humo como desesperada, A la señora Erminda sí no le hizo la menor gracia
que Julio, para demostrar los poderes del aparato, hubiera reducido a astillas, en un
abrir y cerrar de ojos, un asiento de palo que se le había quedado junto a la puerta de
su casa.
"Que cómo así que echarle motosierra a la montaña", dijo don Braulio indignado.
Porque don Braulio era de ésos que se contentaban con nada, de ésos que viven del
pasado. Pero es que en La Cuchilla de ésos como don Braulio había varios. Y allí
estaban, porque Dios los cría y ellos se juntan ; don Euclides, que no dejaba cortar ni un
sólo palo de la cañada, don Modesto, la señora Transito, que se pasaba la vida
recogiendo semillas y sembrando árboles, la señora Rosario, doña Erminda, que con
seguridad se oponía porque seguía brava por el asiento serruchado. Hasta don Arturo
Canencio había bajado a caballo de la -finca para asistir a la reunión que citó Julio en la
escuela, Como que ninguno de los viejos le I comía cuento al progreso.
Pero en cambio entre los jóvenes la propuesta de Julio no parecía descabellada. Qué
objeto tenía dejar esa montaña quieta haciendo nada. Esas lomas además eran tierra
de nadie.
“¡Cómo que de nadie!” dijo la señora Gregoria que también estaba allí, y que nadie
pensó que hubiera oído nada porque todo mundo creía que estaba sorda. "Cómo que
de nadie si en esas montañas vive el Duende", siguió diciendo la señora Gregoria. Pero
lo demás que dijo no se le oyó, porque todos los muchachos soltaron una carcajada, y
porque Julio volvió a prender la motosierra en medio de los aplausos.
"Del Duende nos encargamos con esto", dijo Julio amagando con la motosierra y como
tumbando de raíz un árbol imaginario.
"Pues a ustedes les dará mucha risa", dijo don Arturo Canencio después de que Julio
apagó el aparato, "pero yo sé de más de uno a quien el Duende lo volvió sapo por
haberse atrevido con la montaña".
"Pues aquí hay más de un viejo sapo", dijo agresivo un muchacho que tenía una
camiseta de Rambo. Los demás comenzaron a croar como ranas. Más carcajadas.
"Yo si le oí a mí mamá contar muchas historias del Duende", les decía en voz baja la
señora Tránsito a don Modesto y a la señora Rosario mientras salían de la reunión muy
callados, como derrotados. "Yo sí oí de casos de gente que subía a echarle hacha a la
montaña y que nunca volvía a aparecer, o que aparecía pero con la cabeza perdida, o
convertida en sapo o en culebra", "Eso era cuando la gente grande iba a maltratar la
montaña", dijo la señora Rosario.! "Porque cuando el Duende se llevaba niños, juntos
hacían toda clase de pilatunas, como tejerles trenzas en las crin a los caballos, pero a
los niños no les hacía daño".
"Pues yo no iba a contar nada, pero les cuento", susurró don Modesto. "Cuando yo
tenía cuatro años el Duende me llevó como una semana y después aparecí trepado en
la copa de un árbol". Nunca me volví a divertir tanto.
Mientras tanto, frente a la escuela. Julio daba instrucciones para formar una¡ cuadrilla
que empezaría el día siguiente a talar la montaña. Sobraban los voluntarios.
"Pero antes hay que asistir al velorio del Duende", dijo duro el de la camiseta de Rambo,
como para que oyera bien don Arturo Canencio que en ese momento se estaba
montando al caballo,
Invierno
Nunca antes un invierno había estado tan bravo. Nunca antes la quebrada había traído
tanto barro, ni tanta piedra, ni tanto tronco, ni había arrastrado tanto! animal de monte,
ni se había llevado cosechas y casas, ni había impedido que los niños llegaran a la
escuela.
Nunca antes habían tenido que recoger el ganado para que no se lo fuera a tragar el
agua, ni el agua había acabado con maizales enteros, ni nunca antes los habitantes de
La Cuchilla, ni en los peores inviernos, habían pasado la noche en vela oyendo rugir la
quebrada.
Pero eso sí, nunca antes habían llegado por allá los de los noticieros, ni nunca antes
habían oído mencionar a cada rato el nombre de La Cuchilla por radio, ni nunca antes
habían llevado a regalar mercados con comidas raras enlatadas, a pesar de que el
señor del informe del tiempo aseguraba por el radio que el invierno no había estado más
fuerte que otros años.
Verano
Nunca antes un verano había estado tan bravo. Nunca antes la quebrada se había
secado del todo, ni habían tenido que sacar a vender el ganado a cualquier precio para
que no se muriera por falta de agua, ni se había dañado la cosecha de maíz antes de
que hubieran comenzado a salir en las mazorcas los primeros granos, ni habían
aparecido animales de monte muertos de sed en la montaña.
Nunca antes los campesinos de La Cuchilla habían tenido que irse a arrimar donde
parientes de otras veredas, ni se habían visto en problemas para pagarle a la Caja, ni
nunca antes había estado tan caro todo en las tiendas. Nunca antes en la escuela
habían tenido que suspender las clases por la polvareda, ni las mujeres y los niños
habían tenido que salir con cantinas y ollas y galones de plástico a buscar agua a un
quebrada lejana, ni habían tenido que gastarse todo el día caminando.
Pero eso sí. volvieron los de los noticieros y se volvió a escuchar a cada rato el nombre
de La Cuchilla por radio, y volvieron a regalar mercados con comidas raras enlatadas, a
pesar de que el señor del informe del tiempo aseguraba por el radio que el verano no
había estado más fuerte que otros años.
Los siguientes casos muestran de manera concreta cómo un desastre puede afectar el
desarrollo del país en donde ocurre. Dicha afectación puede surgir, como en los
ejemplos, de un gran desastre, pero también como resultado de la suma de una
cantidad de pequeños desastres acumulados.
En el año 1974, el paso del huracán Fifi por Honduras, además de numerosas pérdidas
humanas y materiales, significó la reducción durante varios años del Producto Interno
Bruto (PIB) del país, que en los años anteriores al desastre había mantenido una tasa
anual de crecimiento del 5%.
El paso del huracán Joan por Nicaragua en 1988 produjo daños por un valor equivalente
al 40% del Producto Interno Bruto del país en ese año, la tasa de crecimiento de la
economía se redujo durante los años siguientes y la inflación se elevó de manera
considerable.
En 1989, una fuerte nevada sobre la zona cafetalera de la parte tropical de la Sierra
Madre Oriental de México, "quemó" los cafetales y produjo la pérdida de la totalidad de
la cosecha de café, de la cual dependían alrededor de 50.000 agricultores. Los expertos
estimaron que el suelo tardaría por lo menos 10 años en recuperarse de los efectos de
las bajas temperaturas. Este último es un ejemplo de aquellos "desastres locales" que,
al afectar los medios de subsistencia de las comunidades, ocasionan efectos de largo
plazo, de los cuales los afectados tardan muchos años en recuperarse o nunca se
recuperan del todo.
Sin embargo, como antes se dijo, también existen ejemplos de desastres que han
logrado convertirse en oportunidades para mejorar las condiciones económicas y la
calidad de vida de las comunidades afectadas.
No nos vamos a detener en este punto, pues la historia de nuestro ya amigo Felipe
Pinillo, constituye una metáfora de cómo el llamado "desarrollo" (representado en el
paso de un modelo de vida rural a uno urbano, el cambio de patrones culturales propios
por patrones importados, la "mala copia" de modelos de desarrollo surgidos de otros
procesos económicos, históricos y sociales, etc.), sustituye unas vulnerabilidades por
otras o crea nuevas y más graves vulnerabilidades, cuando no genera también nuevas
amenazas.
Para que le podamos quitar las comillas al "desarrollo", ese proceso debe conducir a
mejorar la calidad de vida de las personas (y no sólo los indicadores económicos) y a
reducir la vulnerabilidad de las comunidades en sus diferentes expresiones (física,
ecológica, técnica, económica, social, etc.) en lugar de incrementarla.
Generalmente los "países desarrollados" son los también llamados "países industriales".
Los segundos, en cambio, tienen carreteras sin pavimentar, carros viejos, gente pobre,
talleres artesanales en lugar de fábricas, plazas de mercado y mercados en las plazas
y, según parece, poca, muy poca plata.
En la realidad, sin embargo, no es tan fácil distinguir como en las fotos si un país es
"desarrollado" o "subdesarrollado". Por ejemplo, algunas ciudades de América Latina (o
mejor: algunas partes de algunas ciudades de América Latina), parecen de países
"desarrollados". Otras, en cambio, parecen de países "subdesarrollados".
Una vez conocí a un hombre que cuando le preguntaban "¿Como estás?", siempre
contestaba: "¿Comparado con quién?"
Un campesino que tenga una parcela en un país "subdesarrollado" y que produzca con
su familia sus propios alimentos, podría tener una mejor calidad de vida que una
persona que habite con su familia en un apartamento de 40 metros cuadrados, en un
edificio de una ciudad "desarrollada", que únicamente consuma alimentos artificiales o
enlatados. y que sólo pueda ver a sus hijos una vez por semana porque vive muy
ocupado.
Como también podría ser lo contrario ; habría que analizar en detalle cada caso.
El terremoto del Ecuador en 1987 ocasionó daños evaluados en cerca de 900 millones
de dólares debido a la ruptura de un oleoducto del cual dependen gran parte de las
exportaciones de crudo de ese país. También en el Ecuador, en 1993 el llamado
"desastre de La Josefina", que causó 35 muertos, produjo pérdidas económicas por
valor de 150 millones de dólares y puso en peligro una central hidroeléctrica que
abastece de energía al 70 por ciento de la demanda ecuatoriana.
UNDÉCIMO ACTO
un sobrino de Felipe Pinillo se viene del campo a vivir con su tío, para terminar su
ultimo año de educación secundaria e ingresar a la Universidad. Trabajador incansable
y con buen conocimiento de la agricultura, había logrado ahorrar los recursos
necesarios para pagar su primer año de estudios universitarios. Al llegar a la ciudad
consiguió un automóvil de segunda mano (un decir, porque debía ser de cuarta o de
quinta mano a juzgar por su estado mecánico), pero a un precio tan bajo, que constituía
una verdadera ganga.
Además de que, sólo así, podía hacerse de un carro sin sacrificar los recursos
reservados para estudiar. El auto sin embargo, requería una urgente reparación en los
sistemas de frenos y de dirección. Felipe Pinillo le ofreció hacerle el trabajo sin cobrar,
pero el sobrino debía comprar los repuestos necesarios, bastante caros por lo demás .El
sobrino de Felipe Pinillo hizo un calculo y consideró que dada la vida útil que le quedaba
al vehículo que acababa de comprar, no se justificaba invertirle una suma tan alta.
Bastaría con andar con mucho cuidado mientras conseguía plata para cambiarlo por un
carro mejor. Desgraciadamente, en la primera salida que hizo para ensayar su nueva
adquisición, el carro perdió totalmente los frenos y se incrustó contra un camión
repartidor de una panadería. El arreglo del camión de la panadería, más él llamado
"lucro cesante" -que también le cobraron- le costó al sobrino de Felipe Pinillo diez veces
más de lo que le hubieran costado los repuestos para los frenos y la dirección.
Sobra decir que la plata no le alcanzó para arreglar su propio carro y que tuvo que
dado la voz de alerta a las autoridades varios días antes de que se produjeran las diez
explosiones que causaron la muerte de 259 personas y destruyeron Crece kilómetros de
calles. El gobernador del Estado de Jalisco se vio obligado a renunciar y varios
funcionarios públicos hallados responsables fueron a dar a la cárcel.
Como hemos visto atrás, los desastres no sólo destruyen edificios y puentes, sino que
también alteran en una u otra forma relaciones políticas y sociales, y obstaculizan,
frenan (o a veces aceleran) procesos económicos.
Pero, asimismo, los desastres producen efectos sobre la salud de las personas, los
cuales se pueden dividir en físicos (fracturas, heridas, infecciones, algunas
enfermedades producidas por las condiciones sanitarias que rodean al momento del im-
pacto), sicológicos o emocionales (sensación no controlada de pérdida material o
afectiva, ansiedad, depresión, abuso de alcohol y drogas, reacciones no controladas
frente a la tensión o el stress), socioeconómicos (sensación de desamparo, destrucción
material y ecológica, ruina económica, fragmentación familiar) y culturales (destrucción
de valores, pérdida de sentido o significado en términos de una cosmovisión
determinada, anomia o pérdida del sentido de pertenencia a un entorno cultural y
ecológico, etc.).
Algunos daños pueden aflorar desde un primer momento y de manera inmediata, otros
pueden tomar un tiempo más largo y aparecer sólo cuando se hace evidente la
magnitud real y la irreversibilidad de las pérdidas materiales, económicas, afectivas o
culturales.
Como los desastres por lo general han sido vistos sólo como el producto de eventos
externos, aislados, fortuitos y excepcionales, y no como procesos que se confunden con
la historia misma de las comunidades afectadas y de sus relaciones con el ambiente
circundante, en las evaluaciones de daños suelen tenerse en cuenta sólo las pérdidas
materiales o las pérdidas económicas más evidentes, sin que los efectos sicológicos y
culturales se consideren con toda la profundidad que merecen.
O son tenidos en cuenta, pero de una manera tal que en lugar de fortalecer la capacidad
de autogestión de los actores locales, fortalece los estereotipos convencionales según
los cuales los afectados por un desastre, tanto a nivel de comunidad como de
autoridades, quedan automáticamente en situación de minusválidos, incapaces de
tomar decisiones o de asumir el manejo de la emergencia.
Sin embargo, cuando nos aproximamos al tema de los desastres desde la óptica de la
gestión del riesgo, según la cual los riesgos y sus ingredientes (amenazas, factores de
vulnerabilidad o "vulnerabilidades") son procesos sociales, en cuya construcción y
transformación los actores sociales (individuos y comunidades) juegan un papel activo y
protagonice, la gestión del impacto sicológico y cultural pasa a un primer plano, tanto
antes de que se produzca el evento que desencadena el desastre, como después de su
ocurrencia.
Para efectos de los temas que nos ocupan, los riesgos y los desastres, como
manifestaciones que son del fenómeno de la crisis -los primeros de crisis potencial
(situaciones de riesgo) y los segundos de crisis actual- podemos afirmar como los
chinos, que ambos constituyen simultáneamente peligros y oportunidades.
¿ Qué determina, entonces, que un riesgo o un desastre se vayan por el camino del
peligro y desemboquen en un deterioro definitivo de la calidad de vida individual y
social, o que se vayan por el camino de la oportunidad y se conviertan en una mejor
calidad de vida y en unas mejores y mutuamente más "seguras" relaciones de la
comunidad con el ambiente ? ¿ Quién "hace" la diferencia ?
Todos y cada uno de los factores de vulnerabilidad que analizamos en la primera parte
de esta cartilla (ambientales, físicos, económicos, organizativos, políticos, ideológicos y
culturales, educativos, institucionales), tienen que ver, unos más, otros menos, con la
capacidad o incapacidad de los actores sociales para asumir esa responsabilidad.
sentido más amplio del término) que les facilita a los actores sociales analizar una
situación determinada y tomar de manera consciente las decisiones que permitan que el
proceso avance por el camino de la oportunidad y no por el camino del peligro.
O, en otras palabras, una herramienta que permite convertir las amenazas y los factores
de vulnerabilidad en oportunidades de cambio positivo : pasar del riesgo global a la
sostenibilidad global.
Si bien el término gestión del riesgo aparece como novedoso, la realidad es que la Vida,
los seres vivos, hemos logrado permanecer sobre la superficie de La Tierra durante
cerca de cuatro mil millones de anos, debido a que, cada uno a su manera, hemos
"realizado las evaluaciones" y liemos "adoptado las decisiones" que, en conjunto,
constituyen una verdadera gestión del riesgo. (Colocamos las dos frases entre comillas,
porque en procesos como la denominada selección natural no existen evaluaciones y
decisiones en sentido estricto, tal y como los entendemos los seres humanos, sino
procesos aparentemente ciegos11 que favorecen la supervivencia de las especies -o de
los individuos dentro de las especies- mejor adaptadas a unas determinadas
condiciones ambientales). Las formas vivas que no han sido exitosas en su “gestión”
(cientos de millones de especies) de hecho han desaparecido del planeta.
Con la aparición de los seres humanos hace 50 mil años -y con nosotros la Cultura
humana- esas “evoluciones” y esas “decisiones” dejan de depender de factores
meramente aleatorios (en manos del azar) para adquirir la connotación con que las
entendemos los seres humanos. Es decir, que verdaderamente analizamos situaciones
y decidimos cómo actuar frente a ellas.
Cuando al principio de esta Guía explicamos el concepto según el cual los desastres
son riesgos no manejados, colocamos el ejemplo de un pescador que incursiona aguas
adentro en un río caudaloso o en el mar y que sabe que siempre corre el riesgo de
naufragar, sencillamente porque su embarcación, que es más pesada que el agua,
siempre deberá enfrentar la posibilidad de hundirse en determinadas circunstancias. Sin
embargo, decíamos, el pescador maneja el riesgo, por una parte, reduciendo la
vulnerabilidad de su embarcación (reparando cualquier grieta a través de la cual se
pueda entrar el agua, manteniendo en buen estado las velas y el timón), por otra parte
perfeccionando sus conocimientos y técnicas de navegación (lo cual significa reducir su
propia vulnerabilidad como marinero y pescador), y por otra, reduciendo en lo posible
las amenazas existentes en el medio (no saliendo a pescar en días de tormenta o
huracán, esquivando acantilados y bancos de arena, etc.).
Ese pescador de hecho está aplicando la gestión del riesgo, aunque no sólo no utilice,
sino que seguramente ignore, el término técnico. Las comunidades a lo largo de su
historia, han realizado una gestión eficaz tendiente a evitar en lo posible las amenazas y
a reducir su debilidad o vulnerabilidad frente a las mismas: podríamos afirmar que en
11
Aunque en este momento, a la luz del llamado post-darwinismo, se cuestiona qué tan ciegos
son realmente los procesos de selección y coevolución y si no existe una especie de
"intencionalidad" no consciente en el desarrollo de la Vida en el Universo.
gran medida ese es -o fue- el principal objetivo de la Cultura (en cualquiera de sus
expresiones: la vivienda, la relación con la vegetación, el suelo y el agua, el lenguaje,
los mitos, etc.). Cuando la Cultura pierde ese objetivo (vulnerabilidad cultural), se
convierte no sólo en un factor de mayor debilidad, sino en un elemento creador de
nuevas y mayores amenazas (tal y como sucede con el llamado desarrollo, según la
concepción predominante del mismo).
Más que "inventar" nuevas herramientas, la gestión del riesgo busca recuperar, valorar,
sistematizar, hacer expresas y conscientes, y por supuesto, mejorar y fortalecer a la luz
de los actuales conocimientos científicos y de los avances tecnológicos y
metodológicos, las estrategias muchas veces aisladas, dispersas y no siempre reconoci-
das, que han desarrollado las comunidades en su afán de adaptar su propia dinámica a
las exigencias de un medio ambiente en permanente transformación.
Como resultado de esa sistematización debe surgir, por parte de los actores sociales,
una propuesta de intervención, consciente, concertada y planificada, tendiente a
encaminar la comunidad hacia el llamado desarrollo sostenible, entendido como se ha
entendido aquí, de manera global. La gestión del riesgo no es distinta, entonces, de la
gestión del desarrollo sostenible. Incluye si temas como la prevención de amenazas
(cuando ello sea posible), la mitigación de la vulnerabilidad, la atención a los desastres
(preparación, atención a las emergencias y rehabilitación) y las actividades de
reconstrucción física y recuperación de ecosistemas y comunidades afectadas por un
desastre, pero va más allá. La gestión del riesgo más que un tema que tenga que ver
específicamente con los desastres, es un tema que tiene que ver con el desarrollo.
Así como, al describir las características del riesgo, dijimos que éste posee el carácter
de diferenciado, así sobre un mismo proceso o sobre algún aspecto particular de ese
proceso, cada actor social tendrá sus propias interpretaciones y responsabilidades, de
acuerdo con la manera como se relacione con ese aspecto de la realidad. Esto quiere
decir que ni todos los actores van a compartir las mismas prioridades, ni todos van a es-
tar de acuerdo con unas mismas estrategias de gestión con las cuales, mientras unos
resultan beneficiados, otros pueden resultar perjudicados.
Veamos algunos ejemplos : un alcalde prohibe la extracción de piedra y arena del lecho
de un rio que atraviesa el perímetro urbano de su municipio, por considerar que esa
actividad está alterando el cauce y generando un riesgo para los barrios aledaños.
Inmediatamente surge la oposición de los grandes y pequeños extractores y co-
merciantes de "material de arrastre", que derivan, su subsistencia unos, su lucro
económico otros, de esta actividad. También se oponen todos los empresarios del
sector de la construcción, que necesitan de esos materiales.
Otro ejemplo : las autoridades de una ciudad expiden un estricto código de urbanismo
en el cual prohiben la construcción en un determinado sector que, por la enorme
pendiente y las características del suelo, se convertiría en zona de riesgo para quienes
llegaran a habitarlo. Los propietarios de los terrenos y las empresas urbanizadoras, que
Y un tercer ejemplo : atendiendo la presión ejercida por los habitantes de la ciudad, las
autoridades ambientales declaran como áreas protegidas las cabeceras del río de
donde el acueducto obtiene el agua. En esas cabeceras, sin embargo, habitan una gran
cantidad de familias campesinas que desde hace muchos años se dedican a la
fabricación de carbón vegetal, que luego venden en los asaderos de pollos de esa
misma ciudad. La medida de las autoridades ambientales cuenta con el apoyo de la
ciudadanía que resulta beneficiada en su condición de usuaria del agua, y con el
rechazo de los campesinos carboneros y de los propietarios y clientes de los asaderos.
• Recordar que los individuos que se aprestan a negociar son, ante todo, seres
humanos con problemas y limitaciones.
• Hay que tratar de buscar detrás de las posiciones rígidas, el afán de satisfacer
necesidades humanas como salud, urgencias económicas, seguridad, etc.
• Buscar acuerdos y propuestas que beneficien a todas las partes sin producir ni
ganadores ni perdedores.
El símbolo chino del YIN y el YANG también nos ayuda a visualizar y a entender la
naturaleza contradictoria, dinámica y cambiante de los procesos y de los sistemas. La
relación entre VULNERABILIDAD GLOBAL y SOSTENIBILIDAD GLOBAL, al igual que
la relación entre PELIGRO y OPORTUNIDAD, constituye una tensión permanente, en la
cual ambos elementos no sólo se encuentran activos y presentes, sino que en la medida
en que avanza el proceso, lo que hoy es PELIGRO mañana se puede convertir en
oportunidad, y lo que hoy es OPORTUNIDAD mañana se puede convertir en PELIGRO,
Asimismo, lo que hoy es un factor de SOSTENIBILIDAD, mañana se puede convertir en
factor de VULNERABILIDAD, y viceversa (la bolita negra en el corazón del sector
blanco, y la bolita blanca en el corazón del sector negro, indican, precisamente, que
cada elemento posee en su propio interior el germen o la semilla de su contrario).
Por eso es que en el proceso-sistema social de la GESTIÓN DEL RIESGO, los actores
mal podrían decir: "Ya. terminamos: el riesgo ya está controlado", salirse del escenario e
irse a sentar en la platea de los espectadores. Mientras los actores sociales se quedan
sentados, la dinámica de la realidad sigue adelante.
Tomemos uno por uno los factores que analizamos a partir de la página 44 al hablar de
la vulnerabilidad global y pensemos, a partir de nuestras propias experiencias y
realidades, a qué estrategias podríamos acudir para convertir la vulnerabilidad en factor
de sostenibilidad, e identifiquemos también cuáles serían los actores sociales con mayor
posibilidad real de incidir para que las estrategias propuestas se pongan efectivamente
en marcha. Recordemos que cada comunidad y cada proceso social y ambiental son
únicos y particulares, y que mal podríamos aplicar una receta genérica, que sirviera con
la misma eficacia en todas las situaciones. Una de las responsabilidades de los actores
sociales es, precisamente, interpretar las características de su realidad particular y
promover las estrategias que tengan capacidad de echar raíces y de germinar en esa
realidad, en y a partir del "suelo" local.
FACTORES ECOLÓGICOS
VULNERABILIDAD SOSTENIBILIDAD
Ocupación y explotación de los Gestión integrada de ecosistemas.
ecosistemas teniendo en cuenta
solamente criterios de beneficio
económico a corto plazo.
Existencia de conflictos entre el uso Planificación del uso del suelo
potencial (para qué sirve) y el uso
actual (para qué se está usando) del
suelo.
Desconocimiento del concepto de Incorporación del concepto de riesgo en la
12
WILCHES-CHAUX, Gustavo. "Introducción al concepto de sostenibilidad global" Popayán,
1996.
FACTORES ECONÓMICOS
VULNERABILIDAD SOSTENIBILIDAD
Dependencia de un número limitado de Diversificación económica
fuentes de recursos.
Economía basada en criterios de lucro Economía basada en criterios de largo plazo,
a corto plazo sin considerar costos eficiencia y rentabilidad ambientales y
ambientales ni sostenibilidad en el sostenibilidad global.
mediano y largo plazo.
Imposibilidad de acceder a los Acceso a los mercados con productos
mercados con productos transformados
transformados (valor agregado).
Competitividad basada en subsidios Competitividad basada en calidad total de los
gubernamentales. bienes y servicios.
FACTORES SOCIALES
ASPECTOS POLÍTICOS
VULNERABILIDAD SOSTENIBILIDAD
ASPECTOS EDUCATIVOS
VULNERABILIDAD SOSTENIBILIDAD
ASPECTOS INSTITUCIONALES
VULNERABILIDAD SOSTENIBILIDAD
Ausencia de gobernabilidad. La Gobernabilidad. Aún cuando exista debate, la
comunidad no acata ni les reconoce comunidad acata y reconoce las decisiones
legitimidad a las decisiones de las de sus autoridades como emanadas del
autoridades. poder otorgado en virtud de un consenso
social.
La rigidez de las normas impide una Las normas nacionales constituyen un marco
ágil acción del Estado y sus rector de la acción institucional, pero
instituciones para responder de permiten adecuar las Gestión del Estado a
manera adecuada a las exigencias del las características de cada momento
medio. histórico y de cada comunidad en particular.
El carácter centralista y jerarquizado La estructura del Estado y de sus
de las normas impide el acceso de los instituciones permite y estimula la
actores "no formales" de la comunidad participación de las comunidades en las
a los niveles de decisión. instancias de decisión y ejecución.
El nivel local es un mero receptor de
las decisiones jerárquicas y
unilaterales emanadas del nivel
central. Las normas no permiten
adecuar la acción del Estado a las
particularidades del nivel local.
Consciente o inconscientemente, las Las normas se conciben como herramientas
normas se conciben como un para facilitar y orientar la acción concertada
instrumento para bloquear la acción del entre el Estado y la comunidad.
Estado y la comunidad.
El Estado y las instituciones se El Estado y las Instituciones se administran
administran en función exclusiva de en función de estimular procesos y dinámicas
obtener productos físicos o materiales de largo plazo, capaces de generar
(e "inaugurables") en y para el corto productos concretos a lo largo de su
plazo. desarrollo.
ASPECTOS ORGANIZATIVOS
VULNERABILIDAD SOSTENIBILIDAD
Inexistencia de formas reales y Existencia y fortalecimiento de la sociedad
efectivas de organización de la civil.
sociedad civil.
Líderes no representativos y al servido Formas legítimas y representativas de
de intereses ajenos a la comunidad. organización y liderazgo.
Visión autocrática del liderazgo. Visión pedagógica del liderazgo, que propia
la participación de la comunidad.
Participación meramente formal y sin Espacios reales y eficaces de participación.
acceso efectivo a las instancias de Poder ciudadano (empowerment).
decisión (Yo participo, tu participas... Eficacia política y social de la acción
ellos deciden). ciudadana.
Poder hegemónico de la visión Perspectiva de género en todos los niveles
"machista". de decisión y gestión.
"Ni el patrimonio económico cultural heredado del pasado, ni la importancia política y los
medios financieros que el Estado atribuya a sus ciudades, serán suficientes si no se
produce la movilización de sus propias fuerzas, para lo cual se requiere que las
ciudades dispongan de una fuerte identidad sociocultural y de un liderazgo político
autónomo y representativo y, sobre esta base, generen proyectos colectivos que pro-
porcionen a la sociedad la ilusión movilizadora de todos sus recursos potenciales."
páginas anteriores, que los afectados por un desastre, tanto a nivel de comunidad como
de autoridades, quedan automáticamente en situación de minusválidos, incapaces de
tomar decisiones o de asumir el manejo de la emergencia. La movilización autónoma y
espontánea que se genera en una comunidad inmediatamente después de que ocurre
un fenómeno desencadenante de un desastre, comienza a ceder terreno y llega incluso
a paralizarse a medida que la avalancha de actores, "donaciones", "auxilios" y recursos
externos, comienza a desplazar a los afectados, muchos de los cuales no dudan en
asumir el papel de "victimas indefensas" que les asignan los medios de comunicación y,
en general, quienes, con la mejor voluntad pero con actitud mesiánica, acuden "a
salvarlos".
Sin embargo, cuando el desastre no se mira exclusivamente como una situación puntual
de emergencia, sino que se entiende como el resultado de un proceso de largo plazo
que se extiende hacia atrás y hacia adelante del momento cuando se produce el
fenómeno desencadenante; es más, cuando existe conciencia del desastre como
actualización de un riesgo que se ha construido socialmente a lo largo de toda la historia
de la comunidad afectada mediante la acumulación en un mismo escenario de
amenazas y vulnerabilidades, se vuelve necesario redefinir también el papel de la
intervención externa, en función de fortalecer la autonomía y la capacidad de acción y
decisión de los actores locales.
De allí que, con miras a pasar no sólo en la teoría, sino también en la práctica, del
enfoque de producto que confunde el manejo del desastre con la atención a la
emergencia, al enfoque de proceso, que traslada los mayores esfuerzos hacia la gestión
del riesgo, se convierta en prioritario el fortalecimiento de la capacidad de gestión de los
actores locales. Lo que el autor costarricense Manuel Arguello ha denominado la
construcción local de poder hacia la autogestión13 y que podría servir de traducción al
término inglés empowerment.
13
Argüello Rodríguez, Manuel. “Análisis comunitario de tipo participativo para la prevención y
mitigación de desastres”, en “Viviendo en Riesgo”. LA RED, 1994. Pag. 166.
De allí que insistamos en que debemos superar la definición del diccionario, según la
cual la participación equivale a "tener parte en algo o de algo", para adoptar el concepto
según el cual la participación significa ser parte de un proceso. O, de conformidad con la
teoría que afirma que cada elemento constituye un "fractal" resumen cualitativo del
sistema o proceso al cual pertenece, la participación deberá entenderse como ser uno
mismo el proceso o como ser uno mismo una expresión de ese proceso.
Para efectos del tema que nos ocupa, podríamos entender la participación, entonces,
como el proceso mediante el cual cada uno de los actores sociales asume su papel y su
responsabilidad en la gestión del riesgo, a partir de una reflexión consciente sobre su
responsabilidad en la construcción de los distintos (actuales y potenciales) escenarios
de riesgo.
Asimismo, debemos resaltar que, para bien o para mal, el precio de la verdadera
participación es la responsabilidad de quien participa en la toma y ejecución de las
decisiones que afectan a la comunidad y su entorno : una responsabilidad que en las
relaciones verticales o paternalistas entre actores externos y actores locales, asume
exclusivamente quien impone de manera unilateral las decisiones.
La participación, entonces, más que un requisito formal o una acción puntual, debe
llegar a constituir una "manera de ser" de la comunidad y expresarse en todas las
etapas del proceso de gestión del riesgo y, en términos más generales, de la gestión del
desarrollo, desde el diagnóstico de necesidades hasta la ejecución y evaluación de los
proyectos, pasando por la identificación de alternativas, el diseño de propuestas y la
toma de decisiones. Existen herramientas debidamente ensayadas y validadas para
facilitar la participación de las comunidades urbanas y rurales en las etapas técnicas de
la gestión, las cuales cumplen su objetivo dentro de una atmósfera de decisión política y
organización de la comunidad, claramente orientada hacia la construcción de procesos
democráticos y participativos que fortalezcan la autonomía y la capacidad de
negociación de las comunidades.
14
WILCHES-CHAUX, Gustavo. “Introducción al concepto de sostenibilidad global”. Popayán
15
Ver MASKREY, Andrew. “Comunidad y desastres en América Latina: Estrategias de
intervención” en “Viviendo en Riesgo”. LA RED, 1994. Pág. 44
"...el capital social -capacidad de los individuos de trabajar junto a otros, en grupos y
organizaciones, para alcanzar objetivos comunes- debe ser considerado como parte
integral de los recursos naturales con que cuenta una nación. (...) La adquisición del
capital social exige la habituación a las normas morales de una comunidad y, dentro de
este contexto, la adquisición de virtudes como lealtad, honestidad y confiabilidad."
La organización local para la gestión del riesgo debe surgir como el producto del
encuentro de la población (sus grupos, líderes y organizaciones) con las instituciones
(públicas y privadas) y los demás actores sociales comprometidos con el desarrollo de
la comunidad, el municipio, la región o el país. Todos estos actores deben llevar a cabo
en forma organizada y descentralizada, a través de comités regionales y/o locales, las
actividades propias de la gestión del riesgo, no solamente desde el punto de vista
operativo o en respuesta a situaciones de emergencia que se presenten de manera
eventual, sino como una acción rutinaria y permanente en situación de "normalidad",
desde un punto de vista técnico, científico y de planificación, de acuerdo con el ámbito
de su competencia y utilizando su conocimiento y su experiencia en la búsqueda de
alternativas para el desarrollo sostenible.
Los comités regionales y/o locales son espacios de concertación que representan al
conjunto de actores sociales del lugar. También deben ser espacios democráticos que
promuevan la participación real de la población en su interior.
Para una efectiva gestión de! riesgo, la participación activa de la población local, de sus
autoridades y de sus organizaciones es indispensable y decisiva, pero no suficiente. Se
requiere, también, la participación del gobierno central y regional, asi como los aportes
de las instituciones privadas presentes en el lugar. Al igual que, eventualmente, aportes
externos con el fin de llenar vacíos en las capacidades locales, pero siempre con miras
a superar esa vulnerabilidad.
Las organizaciones locales o regionales deben estar integradas a una red o Sistema de
mayor jerarquía (en términos no de "mando" sino de cobertura geográfica y de
complejidad de funciones), a través del cual se integren los distintos niveles que
participan o deben participar no sólo en la gestión del riesgo sino en la gestión del de-
sarrollo (nivel local, nivel departamental o regional y nivel nacional). Asimismo, las orga-
nizaciones locales y regionales deben constituir en si mismas un "fractal" o réplica
cualitativa del sistema al cual pertenecen (la parte como resumen del todo). Es así
como, entre otros atributos del sistema, la organización local debe ser igualmente
• Tiene respaldo político. Como base para lograr la convocatoria y unión de esfuerzos
interinstitucionales.
16
Ver en la Segunda Parte de este texto: "La organización institucional para la gestión de los
desastres".
17
Adaptado de CARDONA, Omar Darío, en "Prevención de Desastres y participación ciudadana
en Colombia” ''Viviendo en Riesgo". LA RED, 1994. Págs. 86-89.
Los municipios, y las autoridades que los representan, deben estar tan cerca como sea
posible a los problemas de las poblaciones, de manera que puedan establecer un
diálogo eficaz entre los múltiples actores e imaginarios presentes en un determinado
escenario de riesgo.
El municipio como expresión del Estado más próxima al ciudadano, debe ser repensado
y fortalecido, y debe concebirse como el representante de la comunidad local ante las
instancias regionales y nacionales, más que como el representante de éstas ante la
población local. El municipio debe entenderse como una totalidad en si mismo, en la
medida en que su actuación está referida al conjunto de la sociedad local. En cuanto
órgano de gobierno, se expresa en multiplicidad de frentes, tareas y responsabilidades.
El municipio debe ser también generador de políticas que permitan construir una entidad
y una identidad surgidas del respeto y la valoración de la diversidad, que tengan
legitimidad, que fortalezcan y auspicien la participación de la población y que
promuevan la comunicación y el diálogo colectivo. Debe propiciar el surgimiento de
capacidades de acción simultáneamente locales y globales, representativas y des-
centralizadas.
Para efectos de la gestión del riesgo, el diálogo comunitario que se desarrolla dentro de
los espacios de socialización resulta ser una herramienta efectiva en la obtención de
información sobre la realidad local, tal y como la interpretan los propios pobladores. El
"conversatorio" local debe entenderse como proceso de aprendizaje, tanto para los
miembros de la comunidad y sus autoridades, como para los agentes externos, situa-
ción que asegura la reflexión, el registro y el análisis de la información relevante, en
especial durante la fase de definición de necesidades (diagnóstico).
Es necesario, entonces, reforzar las redes y los contactos horizontales que le permitan a
la población aprender, enseñar y compartir información. Hay que formalizar canales
(hasta ahora casi completamente inexistentes) que permitan recoger los resultados de
anteriores experiencias locales de prevención y manejo de desastres, y sistematizar los
elementos metodológicos y técnicos susceptibles de ser adaptados y utilizados en nue-
vos contextos. En nuestras comunidades existe una enorme riqueza en materia de
experiencias espontáneas de adaptación de la comunidad a la dinámica de su entorno
que, en la medida en que se conozcan, evalúen y difundan, pueden servir de base para
establecer estrategias adecuadas de gestión ambiental.
El tiempo transcurre de manera inexorable, y con los años le llegó a Felipe Pinillo el
momento de casar a su primera hija. (Dicho sea de paso, bastaron las pequeñas
precauciones que Felipe Pinillo tomó años atrás para protegerse de las amenazas de
que estaba siendo víctima, para que el autor de las llamadas telefónicas, enterado
seguramente de que tanto nuestro amigo como las autoridades se hallaban en estado
de alerta, desistiera dé cualquier propósito dañino que hubiera podido albergar. Lo cierto
es que las amenazas se fueron espaciando, hasta que nunca volvieron a ocurrir). Pero
volvamos a los preparativos para la ceremonia nupcial: entre los novios, la esposa de
Felipe y su futura consuegra, elaboraron una lista de 300 posibles invitados, y solicitaron
en una agencia encargada de organizar eventos sociales, el presupuesto de lo que
podría costar la fiesta de matrimonio, incluyendo la comida, la : bebida, la torta, la
decoración de la iglesia y de la casa y el costo de un conjunto musical, el valor dé la
fiesta (sin incluir el vestido de la novia) ascendía a un equivalente a 40 dólares por
invitado, o sea, a un total de 12 mil dólares en total.
300 X 40 = 12.000
Felipe Pinillo casi se cae para atrás y decidió que no quería volver a hablar del asunto.
Pero claro, era un decir. Entonces comenzaron a estudiar distintas posibilidades para
rebajar el valor total de la fiesta, hasta una suma que Felipe estuviera en posibilidades
de pagar (porque era un hombre relativamente acomodado, pero no le sobraba la plata).
Al final de muchas discusiones, se pusieron de acuerdo en reducir en una tercera parte
el número de invitados (lo cual fue causa de lágrimas de la novia y la certeza de que se
ganarían algunas enemistades) y en reducir el valor por invitado (una torta de dos pisos
en lugar de una de cuatro, menos trago por cuenta del dueño de la casa, una carne
menos en el buffet, un conjunto musical que tocara menos caro) y llegaron a la siguiente
conclusión:
Que no era barato, pero se acomodaba mejor a las posibilidades económicas de Felipe
Pinillo (aunque tuviera que aplazar por un tiempo la compra de un nuevo equipo de
soldar).
Aunque cualquiera de los dos tipos de acciones es siempre sobre el Riesgo, y muchas
veces es difícil separar en la realidad medidas de intervención sobre alguno de los
factores de éste, se puede considerar para efectos del análisis que la prevención y la
mitigación pueden buscar afectar de mayor manera alguno de los dos componentes del
riesgo: la amenaza o la vulnerabilidad.
Cuando las amenazas son eminentemente naturales es muy poco o nada lo que se
puede hacer para evitarlas o disminuirlas : ya hablamos antes sobre cómo no se puede
evitar la ocurrencia de terremotos, de huracanes o de erupciones volcánicas, y todo lo
que se ha hecho a ese respecto todavía es meramente experimental o carece de
sentido y de utilidad ("lubricar" con vapor a presión fallas activas, "bombardear" los
huracanes en su origen, "deshollinar" las chimeneas de los volcanes, etc.).
Existen medidas estructurales que contribuyen a disminuir las amenazas (como las
represas que controlan el nivel de agua en los cauces de los ríos o los gaviones y muros
de contención para reducir el peligro de deslizamientos y avalanchas) y medidas no
estructurales, entre las cuales se encuentran todas las acciones de tipo normativo,
educativo o de organización de las comunidades, que forman parte integral de la gestión
de cuencas hidrográficas. También existen medidas de carácter biológico-ecológico,
como la reforestación protectora y el establecimiento de "barreras vivas" para prevenir la
erosión y los deslizamientos.
Hay que tener en cuenta que cualquiera que sea la cantidad y calidad (eficiencia y
eficacia) de las medidas estructurales, no estructurales y biológico-ecológicas
adoptadas con miras a prevenir o mitigar las amenazas (y mediante ellas a prevenir o
mitigar los riesgos), nunca existirá una garantía absoluta de que no se produzcan los
eventos amenazantes : por ejemplo, la creciente de un río puede superar los limites
dentro de los cuales funciona la capacidad reguladora de una presa o la altura de unos
gaviones protectores. Al igual que, por más medidas de seguridad industrial que se
adopten y observen en una fábrica, siempre quedará alguna posibilidad que ocurra un
accidente.
Estructuras disipadoras de energía para controlar el oleaje y las altas mareas en zonas
costeras.
langosta.
Al igual que sucede con las medidas de prevención o mitigación frente a las amenazas,
para efectos de la intervención sobre la vulnerabilidad debemos acudir a veces a
medidas estructurales o duras, y a veces a medidas no estructurales o blandas.
Ejemplos de las primeras son las estructuras sismo-resistentes para reducir la
vulnerabilidad de las edificaciones frente a los terremotos o la diversificación de cultivos
para reducir la vulnerabilidad económica de una comunidad frente a las inundaciones o
las sequías.
Ejemplos de las segundas son la expedición de normas que regulen el uso del suelo en
zonas de riesgo (que ordenen qué se puede hacer y qué no se puede hacer en cada
sitio), o la reforma de los currículos o programas educativos para que incorporen el
conocimiento científico y el conocimiento popular sobre los fenómenos de la naturaleza
en el lugar en donde se imparte el programa de formación. En la práctica, la gestión del
riesgo debe combinar tanto medidas estructurales como no estructurales de prevención
y mitigación para intervenir sobre los diversos factores de vulnerabilidad existentes. Un
ejemplo de lo anterior sería la recuperación de técnicas tradicionales de construcción
(como el bahareque o la quincha) en zonas sísmicas, lo cual combina medidas
"blandas" tendientes al rescate y la revalorización del saber popular, junto con reformas
físicas a los sistemas de construcción basadas en esa recuperación.
Existencia de una legislación que les permita al Estado y a los particulares actuar bajo
reglas de excepción en caso de desastre.
¿ Qué es la preparación ?
Por más afortunadas que sean las medidas de prevención o de mitigación que logren
adoptar los distintos actores sociales de una región con miras a gestionar
adecuadamente los riesgos existentes en su entorno, habrá siempre un evento de la
naturaleza tal (o un evento de origen humano tal) que sobrepase la capacidad de la
comunidad para resistir sin traumatismos sus efectos, debido a lo cual se producirá un
desastre. En otras palabras, cuando la gestión del riesgo se sale de las manos de los
actores sociales, se produce el desastre, lo cual confirma la afirmación de que los
desastres son riesgos no manejados. De allí que un componente importante de la
gestión del riesgo (y que permite que esa misma gestión vuelva a quedar lo más
rápidamente posible bajo control) sea la llamada preparación.
Pero además de todo lo anterior, Felipe Pinillo de todas maneras deberá tener listo su
equipo de Primeros Auxilios, pues siempre es posible que a pesar de todas las
precauciones, alguien se caiga por las escaleras o sufra un accidente en cualquier otra
parte del taller. No en vano, a pesar de todas las medidas de mantenimiento y
seguridad, los grandes barcos llevan botes salvavidas.
En términos generales podemos afirmar que la preparación tiene por objeto garantizar,
desde antes de que se produzca el posible desastre, que la respuesta de los actores
sociales durante la etapa de emergencia sea lo más rápida, ordenada y eficaz posible.
Desde ese punto de vista podemos considerar la preparación como una forma de
mitigar algunos aspectos de la vulnerabilidad social (organizativa) e institucional.
Plasma los acuerdos y los compromisos a los que han arribado estos actores sociales
(internos y externos), para atender las demandas y necesidades de la población y para
intervenir en los procesos claves a fin de lograr el mayor impacto positivo deseado a
corto, mediano y largo plazo, mediante la utilización eficiente y eficaz de los recursos
disponibles.
La elaboración del Plan depende en gran medida de la voluntad política para hacerlo
realidad. En el nivel municipal dicha voluntad política está en manos del Alcalde. Sin
embargo, también deben participar y asumir responsabilidades todos los actores
sociales del desarrollo, tanto internos (Gobierno Local, organismos públicos y privados,
ONGs, organismos de socorro y voluntarios, organizaciones populares, etc.), como
externos (Gobierno Central o Estado, Organismos Internacionales, etc.).
La mayoría de los fracasos de los planes se deben a que la población piensa que su
responsabilidad termina con la identificación de sus demandas y que corresponde a
otros llevar a cabo las alternativas de solución identificadas. En otros casos, se
sobrestiman las posibilidades de los recursos externos y se subestima o desconoce el
potencial local, tanto en recursos materiales o económicos, como en capacidades
humanas e institucionales.
El Plan de Gestión del Riesgo constituye la propuesta integral, pero, para facilitar su
ejecución es necesario elaborar un Plan Operativo (que puede ser anual), que debe
contener para cada programa y para cada proyecto especifico priorizado, las
ACTIVIDADES necesarias, los INDICADORES o las METAS, el CRONOGRAMA, los
RECURSOS NECESARIOS, el PRESUPUESTO y los RESPONSABLES de su
ejecución.
El proceso de Planificación Participativa es, en sí mismo, tan o más importante que los
resultados que se obtengan de él.
18
18 Municipalidad Provincial de Cajamarca, FONCODES, Unión Europea. "Plan Concertado de
Desarrollo Distrital. Guía Metodológica. Versión 1.0". Publicación de Mesa de Concertación,
Proyecto INKA Y RENOM. Cajamarca, Perú, Junio 1996.
DUODÉCIMO ACTO
El tiempo transcurre de manera inexorable, y con los años le llegó a Felipe Pinillo el
momento de casar a su primera hija. (Dicho sea de paso, bastaron las pequeñas
precauciones que Felipe Pinillo tomó años atrás para protegerse de las amenazas de
que estaba siendo víctima, para que el autor de las llamadas telefónicas, enterado
seguramente de que tanto nuestro amigo como las autoridades se hallaban en estado
de alerta, desistiera dé cualquier propósito dañino que hubiera podido albergar. Lo cierto
es que las amenazas se fueron espaciando, hasta que nunca volvieron a ocurrir). Pero
volvamos a los preparativos para la ceremonia nupcial: entre los novios, la esposa de
Felipe y su futura consuegra, elaboraron una lista de 300 posibles invitados, y solicitaron
en una agencia encargada de organizar eventos sociales, el presupuesto de lo que
podría costar la fiesta de matrimonio, incluyendo la comida, la : bebida, la torta, la
decoración de la iglesia y de la casa y el costo de un conjunto musical, el valor dé la
fiesta (sin incluir el vestido de la novia) ascendía a un equivalente a 40 dólares por
invitado, o sea, a un total de 12 mil dólares en total.
300 X 40 = 12.000
Felipe Pinillo casi se cae para atrás y decidió que no quería volver a hablar del asunto.
Pero claro, era un decir. Entonces comenzaron a estudiar distintas posibilidades para
rebajar el valor total de la fiesta, hasta una suma que Felipe estuviera en posibilidades
de pagar (porque era un hombre relativamente acomodado, pero no le sobraba la plata).
Al final de muchas discusiones, se pusieron de acuerdo en reducir en una tercera parte
el número de invitados (lo cual fue causa de lágrimas de la novia y la certeza de que se
ganarían algunas enemistades) y en reducir el valor por invitado (una torta de dos pisos
en lugar de una de cuatro, menos trago por cuenta del dueño de la casa, una carne
menos en el buffet, un conjunto musical que tocara menos caro) y llegaron a la siguiente
conclusión:
Que no era barato, pero se acomodaba mejor a las posibilidades económicas de Felipe
Pinillo (aunque tuviera que aplazar por un tiempo la compra de un nuevo equipo de
soldar).
Con cierta frecuencia Felipe Pinillo represa a visitar su tierra natal a los parientes que
todavía viven en el campo (que ya no es tan campo, porque el pueblo ha crecido
bastante y se han instalado prósperas empresas en la región).
En su último viaje Felipe Pinillo acompañado por su hijo mayor, que quedó
inmediatamente enamorado de una prima lejana, al igual que ella de él.
El hijo de Felipe Pinillo, que termino su escuela secundaria en una escuela industrial de
la ciudad, en la cual obtuvo el título de bachiller mecánico, les manifestó a Felipe y a su
madre que su intención era casarse con su "nuevo y único amor", e instalar un taller en
el pueblo.
Al principio Felipe reacciono en forma negativa ante las intenciones de su hijo, porque
consideraba que con la salida del campo hacia la ciudad la familia había superado una
etapa y veía con malos ojos que su hijo mayor diera pie atrás. Éste, sin embargo
convención a Felipe de que instalarse de nuevo en el pueblo no significaba retroceder.
Por el contrario; el pueblo ahora poseía muchas de las ventajas de la vida urbana, cuya
ausencia, entre otras rabones hace años empujo a Felipe a la ciudad: un buen colegio,
un buen hospital, buenos medios de comunicación.
Pero además, e! pueblo había logrado conservar muchas de las ventajas de la vida
rural, que definitivamente ya era imposible encontrar en la ciudad : paisaje, silencio,
tranquilidad, una relativa limpieza ambiental.
"E incluso", decía el hijo de Felipe Pinillo, "la oscuridad de las noches todavía permite
ver la estrellas” (aunque nadie entendía por qué eso le parecía tan importante). Lo cierto
es que Felipe y su hijo se sentaron a analizar cuidadosamente los pros y los contras de
la decisión.
El hijo de Felipe era consciente tanto de sus debilidades, como de los peligros que iba a
tener que enfrentar. Así como de todo lo malo que le podría pasar si esas debilidades
no le permitían superar con éxito tales peligros.
Si Felipe y su hijo se hubieran leído esta cartilla, a lo mejor no habrían dicho "las
debilidades", sino los factores de vulnerabilidad o las vulnerabilidades. Habrían
reconocido en los peligros a las amenazas. Y al anticiparse a "todo lo malo que le
podría pasar", se habrían dado cuenta de que estaban explorando los distintos y
posibles escenarios de riesgo.
“Que usted es un mecánico joven, que nadie lo conoce, que no conoce el medio donde
va a trabajar”: todo esto le decía Felipe a su hijo tratando de desanimarlo. O “que ya hay
otros dos talleres en el pueblo, que la demanda de mecánicos no da para más, que los
intereses de crédito están muy altos, que en el pueblo no va a conseguir obreros
capacitados”. Y juntando unas advertencias con las otras: “que puede quebrar, que al