Este documento discute las reestructuraciones de los Estados de Bienestar (EB) post-keynesianos a la luz de los cambios en las relaciones industriales y el triunfo del neoliberalismo. Analiza tres dimensiones centrales de los EB: la gestión de la fuerza de trabajo, la integración social y la igualdad. Cada dimensión toma importancia según el tipo de régimen de bienestar. También examina cómo los mercados laborales siguen siendo una referencia para las políticas sociales, aunque su capacidad de absorción haya disminuid
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Este documento discute las reestructuraciones de los Estados de Bienestar (EB) post-keynesianos a la luz de los cambios en las relaciones industriales y el triunfo del neoliberalismo. Analiza tres dimensiones centrales de los EB: la gestión de la fuerza de trabajo, la integración social y la igualdad. Cada dimensión toma importancia según el tipo de régimen de bienestar. También examina cómo los mercados laborales siguen siendo una referencia para las políticas sociales, aunque su capacidad de absorción haya disminuid
Este documento discute las reestructuraciones de los Estados de Bienestar (EB) post-keynesianos a la luz de los cambios en las relaciones industriales y el triunfo del neoliberalismo. Analiza tres dimensiones centrales de los EB: la gestión de la fuerza de trabajo, la integración social y la igualdad. Cada dimensión toma importancia según el tipo de régimen de bienestar. También examina cómo los mercados laborales siguen siendo una referencia para las políticas sociales, aunque su capacidad de absorción haya disminuid
Este documento discute las reestructuraciones de los Estados de Bienestar (EB) post-keynesianos a la luz de los cambios en las relaciones industriales y el triunfo del neoliberalismo. Analiza tres dimensiones centrales de los EB: la gestión de la fuerza de trabajo, la integración social y la igualdad. Cada dimensión toma importancia según el tipo de régimen de bienestar. También examina cómo los mercados laborales siguen siendo una referencia para las políticas sociales, aunque su capacidad de absorción haya disminuid
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Publicado en la Revista del CLAD Reforma y Democracia. No. 22 (Feb. 2002). Caracas.
La cuestin social y el Estado de Bienestar en el mundo post-keynesiano
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Ernesto Aldo Isuani y Daniel Ricardo Nieto Michel
Introduccin El presente trabajo se propone discutir las profundas reestructuraciones en los Estados de Bienes- tar (EB) a partir del reconocimiento de la disolucin de las bases keynesianas vigentes durante la se- gunda mitad del siglo XX, las que han sido reemplazadas por las nuevas relaciones industriales surgi- das como consecuencia de la revolucin tecnolgica, y del triunfo del paradigma neoliberal de organi- zacin social. En este sentido, las promesas de autosuficiencia individual, integracin social e igualdad ya no tienen en el pleno empleo, estable y bien remunerado, un elemento constitutivo de su realizacin. La hiptesis que subyace a este trabajo es que se asiste a un nuevo punto de partida tanto en las relaciones industriales como en la organizacin familiar que determinan nuevos arreglos institucionales desde los cuales se organizan las respuestas a los desafos del capitalismo del siglo XXI. En este senti- do, se argumenta que dichas respuestas estn configuradas por las propias trayectorias histricas e insti- tucionales de los regmenes de bienestar en su etapa keynesiana. Es decir, estas respuestas implican una nueva mirada, pero enraizada en las tradiciones que dieron origen al Estado de Bienestar. El trabajo tiene como punto de partida el anlisis de tres dimensiones centrales: la gestin de la fuerza de trabajo, la produccin de integracin social y la construccin de la igualdad como utopa de- mocratizadora. Cada una de estas dimensiones asume un papel preponderante de acuerdo al tipo de rgimen de bienestar que se trate y modela la construccin de la cuestin social como objeto de estudio. En este sentido, el modelo residual o anglosajn parte de la promesa de la autosuficiencia individual y, por lo tanto, su dilema principal es cmo se reconvierten las masas trabajadoras expulsadas de la indus- tria en un nuevo proletariado de servicios; de manera que la gestin de la fuerza de trabajo se vuelve la tarea principal. En los regmenes corporativos, la crisis del Estado de Bienestar se pone de manifiesto en la imposibilidad de poder satisfacer la promesa de integracin social, por lo menos con las viejas herramientas keynesianas, y, por lo tanto, sus respuestas tienen como preocupacin central devolverle al Estado de Bienestar su papel integrador y regulador de las relaciones industriales. Finalmente, los regmenes universales o escandinavos han sido los que ms se han centrado en la igualdad como valor legitimante del EB; en consecuencia, la preservacin de los mayores grados posibles de igualdad es el determinante principal de sus respuestas a la nueva cuestin social. Un segundo elemento a considerar es que, en todos estos casos, sigue siendo el mercado de traba- jo una referencia central desde donde se plantean las posibles alternativas de poltica social. Estas lti- mas se centran cada vez ms en el otorgamiento de rentas monetarias de base no contributiva, bsica- mente en la forma de programas que buscan la reinsercin de los individuos en el mercado de trabajo. De este modo, en los pases centrales persiste un debate en el que el mercado de trabajo, si bien sin la fuerza de la poca keynesiana, aparece como la principal arena en donde se juega la capacidad de auto- suficiencia, de integracin y de igualdad. Este ltimo aspecto contrasta con el caso de Amrica Latina, en donde el mercado de trabajo formal nunca fue el espacio de inclusin de toda la poblacin, ya que siempre existieron masas pobla- cionales que se mantuvieron al margen o fuera de ste. Esta especificidad se vuelve central en una po- ca en la cual la capacidad del mercado de trabajo de absorber ncleos poblacionales se ha debilitado an ms. Tanto para los pases en donde ms se desarroll algn tipo de Estado de Bienestar, como para aquellos donde ste ha sido inexistente o muy precario, se generan problemas serios para poder darle a los desarrollos democrticos vigentes de los ltimos aos bases materiales de sustentacin. Por lo tanto, este trabajo se propone discutir cules seran las posibles alternativas de poltica so- cial que permitan la construccin de dichas bases. En este sentido, el debate de los pases centrales es
( * ) Documento presentado en el VI Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administracin Pblica, celebrado en Buenos Aires, Argentina, del 5 al 9 de noviembre de 2001.
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tomado como referencia, pero cuidadosamente calificado para evitar transpolaciones equivocadas. El debate sobre la instrumentacin de polticas de ingreso social en el mundo desarrollado es sumamente til para sugerir alternativas latinoamericanas al problema de la cuestin social. Desde esta perspectiva, el trabajo concluye con algunas ideas sobre nuevas tendencias de poltica que podran emerger y ser capaces de otorgar estabilidad a los procesos democrticos de Amrica Latina.
1. Las distintas miradas sobre la cuestin social La cuestin social no constituye una problemtica conceptualizada de manera nica en el cam- po de las ciencias sociales. Diferentes tradiciones tericas construyen su objeto de estudio desde sus propios marcos conceptuales, por lo que, a los efectos de este trabajo, se har referencia a algunos n- cleos de discusin que se entiende colaboran con la formulacin de la problemtica que se pretende abordar. Es as que se ha elegido organizar el debate sobre la cuestin social desde las diferentes perspec- tivas que se han concentrado en estudiar el desarrollo del Estado de Bienestar y sus funciones especfi- cas dentro del orden social conformado por relaciones capitalistas de produccin y la democracia de masas como fuente de legitimidad de la autoridad poltica. A modo de hiptesis, se sostiene en este trabajo que en el desarrollo de los EB estuvieron presen- tes tres dimensiones tericas centradas alrededor de tres problemas especficos de la modernidad ilus- trada. Por un lado, hay una dimensin vinculada al problema de la proletarizacin como consecuencia de la mercantilizacin del trabajo derivada de la divisin social del trabajo y del establecimiento del derecho a la propiedad privada. Existe una segunda dimensin, de raz durkheimiana, que se plantea la solidaridad orgnica como el mecanismo ms desarrollado de integracin social, tambin derivada de la divisin social del trabajo. Finalmente, se puede definir una tercera dimensin que se vincula con el desarrollo de los derechos civiles, polticos y sociales en donde el concepto de igualdad es central como referente del orden social deseado. Estas tres dimensiones han formado parte de todos los discur- sos, a su vez legitimantes, interpretativos y cuestionadores de la relacin entre sociedad y Estado, entre democracia y capitalismo y, en definitiva, han constituido las categoras de anlisis para construir la cuestin social como objeto de estudio. El primer enfoque al que haremos referencia es el que estudia los problemas de participacin en el trabajo mercantilizado de ciertos grupos sociales. Para esta tradicin, derivada de la economa neo- clsica y la filosofa moral libertaria, el esfuerzo y el mrito son los elementos constitutivos de la liber- tad individual, y por lo tanto, la participacin en el empleo es una obligacin no slo social, sino tam- bin moral (la cultura del trabajo), sustentada en incentivos racionales basados en premios y castigos. Tanto la ley de pobres de la poca victoriana como los contemporneos programas de workfare vienen a cumplir esta funcin proletarizante. Este enfoque postula un cuestionamiento profundo al EB ya que altera las condiciones de participacin de los individuos en el mercado y, como consecuencia, se diluyen los incentivos para la autosuficiencia individual generando individuos dependientes de la asistencia social. En el mismo sentido, el concepto de ciudadana queda reducido al ejercicio de los derechos civi- les y polticos, ya que la consumacin plena del individuo se logra cuando alcanza la autosuficiencia por medio de su participacin en el mercado como consumidor y como productor. En este contexto, el mercado de trabajo siempre es el mejor mecanismo para asignar recursos de acuerdo con el mrito y la productividad, y por lo tanto, la accin estatal slo debe estar dirigida a los grupos sociales que por alguna razn presentan dificultades para insertarse laboralmente. El rol del Estado debe ser acotado a brindar asistencia a quienes estn impedidos de trabajar (deserving poors) y desarrollar los incentivos necesarios para asegurar la proletarizacin de los dems. El segundo enfoque se puede derivar de Durkheim, y remite al hecho de que con la divisin so- cial del trabajo se diluyen los vnculos de la solidaridad mecnica, y con ellos, la fuente de estabilidad del orden social propia de la sociedad primitiva. En este sentido, la idea de la solidaridad orgnica apa-
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rece como consecuencia de la moderna divisin social del trabajo y de las interdependencias que gene- ra. Este concepto dio origen a la tradicin integracionista del EB, la que desplaz desde la esfera de la produccin hacia las instituciones el principio de integracin y produccin de solidaridad. Sin embargo, la relacin entre las instituciones y el mundo del trabajo mantuvo un nexo muy fuerte ya que es a partir del trabajo desde donde se construyen los conceptos estructurantes del enfoque. Se puede observar cmo los procesos de construccin de una identidad colectiva, los mecanismos de expresin de intereses y los de acceso a los beneficios sociales son elaborados, tanto terica como prc- ticamente, en relacin con el lugar que cada individuo ocupa en la estructura productiva. En este enfo- que, ser trabajador y ser ciudadano son conceptos relacionados: la ciudadana supone integracin so- cial, la cual se expresa en la participacin previa en el mundo del trabajo. Finalmente, un tercer enfoque describe el desarrollo del EB como un proceso de construccin de la ciudadana social que va ms all de las necesidades sistmicas o funcionales de las sociedades capi- talistas. Para esta tradicin, es central el paso del individuo al ciudadano por medio del reconocimiento de derechos civiles, polticos y sociales que modelan la construccin del contrato social. En este senti- do, el EB es el emergente ms sofisticado del desarrollo del contrato social, cuya dinmica si bien se enmarca dentro de relaciones capitalistas de produccin, reconoce su motivacin en los principios rec- tores de la modernidad centrada en la ilustracin. Para esta tradicin, claramente reflejada en Marshall y en Beveridge, es la pertenencia a una polis democrtica, y por lo tanto una sociedad de sujetos libres e iguales, la que determina la necesidad de asegurar la libertad por medio de garantizar la igualdad en el mundo de lo social. El concepto de traba- jo no es relevante como un productor de integracin social, ya que la integracin y la ciudadana son categoras que se construyen simultneamente a partir de la existencia de derechos y obligaciones igua- les para todos los ciudadanos, los cuales no dependen de la participacin en la produccin, sino de la participacin en una misma polis. Por ltimo, se puede completar la hiptesis al considerar cmo diferentes sociedades alcanzaron trayectorias de estabilidad relativa para desarrollar las relaciones capitalistas de produccin, y al mismo tiempo, consolidar la democracia representativa como sistema de gobierno. As, se puede afirmar que alrededor del problema de la gestin de la fuerza de trabajo, del problema de la integracin y del pro- blema de la igualdad se formularon ciertas promesas de inclusin en el concepto de ciudadana. Por un lado, en las sociedades anglosajonas siempre ha existido un fuerte reclamo de autosuficiencia indi- vidualista en tanto ejercicio de la libertad y derecho a la propiedad privada. Por otro lado, en las socie- dades de los pases europeos continentales, y ms tardamente en Japn, fue la promesa de la integra- cin la que permiti estabilizar las relaciones sociales. En estas sociedades, tanto el EB como la familia constituyeron las esferas productoras de integracin social, en donde el trabajo-mercanca constituy el ncleo principal para determinar los alcances de dicha integracin y a partir del cual se constituan los principios rectores de la misma. Finalmente, en los pases escandinavos fue la promesa de la igualdad motorizada por las instituciones del EB la que permiti construir bases slidas para el desarrollo pleno de la ciudadana. Por ltimo, se puede afirmar que la relacin entre las promesas legitimantes del orden social y las dificultades de las instituciones contemporneas para cumplir con ellas, est modelando diferentes per- cepciones sobre la cuestin social y sobre las categoras utilizadas para formular las polticas pbli- cas que restituyan la coherencia perdida. A riesgo de simplificar demasiado, se sostiene que el uso del concepto de underclass por parte de la derecha liberal anglosajona (ver Murray, 1984), de exclusin social en la sociologa francesa y la preocupacin por las nuevas desigualdades sociales, constituyen visiones alternativas, aunque no excluyentes, para referirse a los problemas de compatibilidad entre la nueva dinmica del capitalismo post keynesiano y los EB tradicionales. Por lo tanto, no slo la cuestin social reconoce diferentes races, sino que tambin no existira una nica manera de abordar su actual complejidad. En el campo de las polticas pblicas, las respues- tas a los problemas contemporneos estn fuertemente influenciadas por esas propias races histricas,
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y por ende, cada rgimen de bienestar ha de responder desde su propia historia.
2. La cuestin social y los regmenes de bienestar Cuando se discute sobre poltica social se discute sobre los regmenes de bienestar que permiten administrar los riesgos intrnsecos a las relaciones sociales en donde el trabajo se ha mercantilizado. Desde esta perspectiva, poltica social significa la gestin pblica de los riesgos sociales. La dependen- cia de los individuos de los ingresos laborales constituye el principal factor de riesgo en las sociedades capitalistas, ya que la ausencia de esos ingresos afecta la supervivencia fsica del individuo. Es posible advertir por qu este riesgo es asumido socialmente. Por un lado, porque la necesidad de administrar la reproduccin de la fuerza de trabajo es una condicin histrica de regulacin del sistema capitalista; por el otro, porque los individuos no son capaces de administrar las contingencias sociales de manera individual, ya sea por problemas de informacin, por ausencia de medios o simplemente por la presen- cia de externalidades. Cmo saber qu contingencias futuras provocarn la imposibilidad de trabajar? Cmo anticipar una depresin econmica que deja millones de individuos desocupados? Cmo anti- cipar el cambio tecnolgico que vuelve obsoletas las habilidades laborales de millones de trabajadores? La administracin colectiva de estos riesgos implic histricamente la articulacin de tres institu- ciones: el Estado de Bienestar, la Familia y el Mercado. A lo largo de la geografa y la historia se desa- rrollaron modelos especficos de gestin del riesgo social de acuerdo a constelaciones especficas de proyectos polticos embebidos de las tradiciones filosficas de la modernidad. Las configuraciones de regmenes de bienestar elaboradas por Esping Andersen (1990) constituyen clusters en donde el mer- cado, la familia y el EB se conjugan para producir modelos de gestin de riesgos, los que implican, a su vez, diferentes modelos de solidaridad social. En un sentido amplio, se pueden describir estos modelos de acuerdo a cmo se asignan las coberturas sociales (derechos) y de cmo se financian las mismas (obligaciones), considerando el rol de cada institucin en la regulacin de las coberturas. Siguiendo a Esping Andersen, se pueden clasificar los regmenes de bienestar como residuales, corporativos o uni- versales. El modelo residual le asigna al mercado el papel principal en la gestin de los riesgos sociales, dejando slo aquellos riesgos intolerables (como la pobreza extrema) en manos de la accin estatal focalizada en aquellos capaces de demostrar su condicin de necesidad. La necesidad se constituye en la base de derechos residuales de grupos especficos, mientras se confa al resto de los individuos autosuficientes la gestin privada del riesgo. En este caso, la accin estatal es la mnima indispensa- ble para garantizar la proletarizacin de la fuerza de trabajo. El modelo corporativo se expresa en el aseguramiento frente al riesgo social de los trabajadores organizados por categoras ocupacionales. La asignacin de derechos presupone la participacin en la relacin laboral y en la organizacin del ncleo familiar. El trabajador (masculino) es acreedor de dere- chos y proteccin con financiamiento compartido entre trabajadores y patrones, que luego se extienden a su ncleo familiar, en donde la mujer debe realizar las tareas domsticas. La figura central de este modelo es el seguro contributivo financiado por impuestos sobre la nmina salarial, implicando una solidaridad estratificada por las relaciones laborales y familiares. En este caso, el EB acta como un gran regulador y compensador de sistemas corporativos de gestin del riesgo social, acotando el papel del mercado pero constituyendo a la familia en un espacio central para el bienestar de los individuos. La integracin social sobre bases corporativas y familiares es el objeto central de este rgimen de bien- estar, sin embargo no es una integracin sobre la base de derechos igualitarios, sino desde la pertenen- cia a una corporacin profesional y a un ncleo familiar. Es una integracin construida desde las jerar- quas y el estatus. El modelo universal se propone socializar colectivamente la gestin del riesgo social otorgando coberturas generales sobre derechos ciudadanos. Tanto los derechos como las obligaciones comprenden al conjunto de la sociedad y, por lo tanto, el papel del mercado es mnimo, igual que el de la familia, siendo el EB la principal institucin en la gestin del riesgo. En este modelo, la proletarizacin de la
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fuerza de trabajo se encuentra mediada por el igualitarismo universal del concepto de ciudadana y por una gestin del riesgo social emancipada de la mercantilizacin laboral. Este breve recorrido por los modelos de regmenes de bienestar permite explicitar las tres pre- ocupaciones centrales de las sociedades capitalistas: la proletarizacin de la fuerza de trabajo, la inte- gracin social y la igualdad. Estas tres problemticas constituyeron y constituyen las aristas que mol- dearon la cuestin social a lo largo de la modernidad. En este sentido, variables poltico instituciona- les e histricas fueron moldeando y constituyendo las tipologas de EB antes descriptas, las cuales no se dieron en un vaco pre social, sino que estuvieron determinadas por arreglos especficos en las rela- ciones industriales y en la organizacin familiar. De alguna manera, los distintos EB de posguerra da- ban cuenta de mapas de riesgo determinados por las formas que asuman las relaciones industriales y las familias. El pleno empleo de larga duracin (estable) y la familia patriarcal, caractersticos del mundo keynesiano de posguerra, permitan a cada tipo de EB organizar modelos de proteccin social que acentuaban cada una de sus preocupaciones centrales: la organizacin laboral, la cohesin social y la igualdad. La gran industria fordista no slo permita la organizacin por estratos ocupacionales del rgimen corporativo, sino que provea salarios suficientemente altos como para que los arreglos individuales y privados del rgimen residual fueran posibles. Al mismo tiempo, el fordismo implic diferenciales sa- lariales acotados que hacan posible la accin igualitaria del rgimen universal. La familia patriarcal tambin brindaba sustento al EB, ya que un conjunto de prestaciones sociales podan ser resueltas al interior del ncleo familiar, liberando al mercado y al EB de estas responsabilidades. Sin embargo, al revolucionarse las relaciones industriales y la organizacin familiar como conse- cuencia de la revolucin tecnolgica, se altera el mapa de riesgos propios de la sociedad fordista indus- trial y patriarcal, descolocando tanto las instituciones del EB como los consensos sociales sobre la cuestin social .
3. Sobre la situacin contempornea Hacia comienzos de la dcada del setenta, y especialmente a partir de la crisis del petrleo de 1973, la economa occidental inspirada por el keynesianismo comenz a exhibir problemas tales como cadas en la produccin y la productividad, y aumentos en la inflacin y el desempleo. Claramente, hacia los ochenta ya exista el convencimiento de que no se trataba de una crisis menor, sino de una crisis del modelo de desarrollo mismo. Entre las explicaciones, la nocin de que el poder creciente de las clases subordinadas fomentado por el pleno empleo haba erosionado el poder disciplinador que en el pasado jugaba la recesin y el consecuente desempleo, se eriga como razn principal de la crisis. La inflacin habra reemplazado as a la recesin como instrumento de contencin de demandas, pero hasta el punto en el que crecientes niveles de inflacin terminaban generando una amenaza al proceso mismo de acumulacin, al desin- centivar el proceso de inversin. As, mientras en la Gran Depresin de 1929 se daba una crisis de con- sumo, en los setenta comenzaba a generarse una crisis de acumulacin (OConnor, 1986). A esta altura, se haban generado las condiciones para la aplicacin de estrategias dirigidas a de- moler los fundamentos de la etapa keynesiana. Las estrategias y polticas de privatizacin, desregula- cin y flexibilizacin laboral intentaban revertir los desajustes introducidos por el keynesianismo. La privatizacin reduce la presencia estatal en la produccin de bienes y servicios y la capacidad de gene- rar o mantener puestos de trabajos en el sector pblico; la desregulacin limita la capacidad estatal para intervenir en la economa; y la flexibilidad laboral ataca el poder de los sindicatos y la rigidez del key- nesianismo para los desplazamientos al interior y hacia el exterior del mercado laboral. Se inicia as el trnsito hacia una nueva etapa histrica cuyos parmetros se alejan claramente de los keynesianos y se aproximan a los prekeynesianos o liberales, razn por la que dicha etapa recibe el rtulo de neoliberal. Adems, en la transicin entre keynesianismo y neoliberalismo se produce un importante despla-
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zamiento en el eje dinmico de la actividad productiva. No son ya la siderurgia, la metal-mecnica o la petroqumica las actividades que lideran el proceso productivo, como ocurri a partir de la posguerra, sino que se produce un cambio de liderazgo en favor de actividades cuyo insumo principal son niveles ms elevados y sofisticados de conocimiento. As, la informtica, la robtica, la ciencia de nuevos ma- teriales, la biogentica y la aeronutica se transforman en los lderes del moderno proceso productivo (Thurow, 1992). Este fenmeno tiene un tremendo impacto en el mercado de trabajo. Slo crecientes niveles de calificacin y educacin hacen posible el acceso a un sistema productivo que desde sus orgenes no cesa de ahorrar fuerza de trabajo en el acto de produccin. As, el mercado de trabajo se fragmenta es- tableciendo cada vez ms distancia econmica y social entre quienes estn en condiciones de acceder a la modernidad y quienes ya no pueden aspirar a ello. Esto, obviamente, no es slo un problema de los pases perifricos, sino que afecta inclusive al primer mundo: en la OCDE, y ms all de una tasa de desempleo promedio en el orden del 10%, una preocupacin que crece es la menor perspectiva de em- pleo de los sectores de trabajadores de escasa calificacin y la creciente brecha salarial entre ellos y los calificados (OIT, 1995). Esto derrumba el ideal de la etapa keynesiana donde, aun cuando pudiera ser lenta, la tarea de in- corporacin a la sociedad moderna era un hecho inexorable. El crecimiento econmico llevara a que el trabajo asalariado avanzara sobre los bolsones de la sociedad tradicional, precapitalista o cuentapropis- ta existente. As, todos terminaran empleados y cubiertos por los mecanismos de la seguridad social. En la sociedad que se configura esto ya no es posible (Offe, 1986). Antiguos incluidos salen de los mrgenes del nuevo sistema productivo y muchos de ellos se tornan pobres estructurales. Co- mienza a dibujarse as una sociedad mucho ms heterognea pero cuya heterogeneidad no oculta una situacin de dualidad. Por un lado, estn quienes acceden al nuevo sistema productivo, y por el otro, sectores que ya no tienen condiciones para acceder a l y a los beneficios salariales y laborales que el acceso implica. Y la marca de la pertenencia o no al sistema productivo descansa fuertemente en el nivel de educacin o calificacin alcanzado. Por otra parte, un nuevo fenmeno social ocurre. La economa clsica tena dificultad para expli- car la stagflation. En otras palabras, la combinacin de recesin e inflacin no figuraba en los textos de la macroeconoma. Los momentos recesivos se asociaban a la deflacin mientras que slo la fase ascendente del ciclo poda contener tendencias inflacionarias. En la nueva etapa se produce otra para- doja: el crecimiento econmico, otrora antdoto contra el desempleo, se asocia ahora con su aumento. De hecho, la economa ha registrado en muchos pases en los ltimos tiempos tanto un aumento de la produccin como un incremento en los niveles de desempleo. El Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas indica que en el perodo 1973-1987 el nivel de empleo cay en Francia, Alemania e Inglaterra a pesar de que registraran crecimiento econmico (PNUD, 1993: p 42). En el mismo sentido, un estudio de la Comisin Europea afirma que entre 1975 y 1995, mientras el volumen de la riqueza producida en los pases miembros aument el 80%, el empleo total slo se increment el 9% (Comisin Europea, 1995). Sin duda, el reemplazo de mano de obra por capital y el aumento de la productividad como consecuencia del progreso tecnolgico no son fenmenos nuevos en las sociedades capitalistas, pero nunca como antes el conocimiento haba sido un determinante tan fundamental para acceder al sector moderno de la economa. Como se seal antes, el Estado de Bienestar representaba la institucionalizacin de un contrato social por el cual los individuos hacan de su bienestar una empresa colectiva. Sin embargo, las bases de aquel contrato se han debilitado al desarrollarse una segunda etapa de la modernidad, marcada por el crecimiento de las desigualdades, la individualizacin creciente y la delocalizacin de las relaciones sociales (Giddens, 1991; Beck, et al, 1994; Beck, 2000). Al diluirse el mundo keynesiano nos encon- tramos con estructuras salariales fragmentadas y trayectorias de empleo diversas y complejas. El principal dilema planteado por el cambio en las relaciones industriales se presenta en el trade
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off entre cantidad de puestos de trabajo y la calidad de los mismos. El aumento de la productividad industrial implica una disminucin neta de puestos de trabajo en este sector, pero remuneraciones ms altas para los que se mantienen ocupados, y se produce una disminucin de los precios de los bienes industriales. Al mismo tiempo, los servicios de alta complejidad tambin ocupan al segmento de mayor calificacin de la poblacin, pagando altas remuneraciones. Estos elementos generan las condiciones para que el mayor ingreso disponible se utilice en la demanda de servicios personales, de recreacin, gastronmicos, etc. en donde se crean nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, dado que la productivi- dad de estas actividades es por naturaleza baja, el nivel de las remuneraciones no puede ser elevado ni las condiciones de contratacin demasiado rgidas. Dadas estas condiciones, el mundo del trabajo no puede sostener simultneamente alta ocupacin, altas remuneraciones y poca diferenciacin salarial (Espin Andersen, 2000). En este contexto se generan los problemas que hemos recorrido anteriormente para sostener las promesas constitutivas de cada tipo de rgimen de bienestar: la promesa de la autosu- ficiencia anglosajona, la promesa de integracin social de Europa Continental y la promesa de igualdad social escandinava. Enfrentados a los nuevos dilemas de la segunda modernidad, los EB han de reaccionar a la crisis de legitimidad de acuerdo a su matriz histrica y a las relaciones de fuerzas existentes. Para el EB resi- dual, el acento pasa por recomponer las condiciones de proletarizacin en la nueva sociedad post- industrial; el EB corporativo, por distribuir la participacin de los individuos en el segmento bien re- munerado de empleo, mientras que genera nuevas instituciones de proteccin social que permitan pre- parar a quienes deben esperar su ingreso al mercado laboral; el rgimen universal debe encontrar nue- vos mecanismos que permitan sostener la igualdad social. A su vez, estas reestructuraciones de los EB se desarrollan en contextos discursivos que enfatizan algunos de los aspectos antes mencionados: el problema de los incentivos al trabajo, de la integracin y cohesin social, y de la igualdad emancipada del trabajo mercantil.
4. Las diferentes respuestas de los regmenes de bienestar a la nueva cuestin social Se puede ilustrar estas estrategias de reestructuracin del EB analizando algunos de los progra- mas sociales de los EB que se han de considerar tpicos de la clasificacin aqu expuesta. En los Esta- dos Unidos, desde principios de los 80s, se populariz la visin de que una gran porcin de la fuerza de trabajo haba perdido los incentivos para insertarse en el mercado trabajo. El concepto de underclass fue resignificado para denominar a grupos sociales que no se insertaban en el mercado de trabajo y que se mantenan con base en los programas de ayuda social. El discurso de las lites polticas americanas mencionaba adems el carcter inestable de las relaciones familiares de estos grupos y los asociaba con formas alternativas de vida marcadas por las adicciones y el delito. La victimizacin de los loosers de la sociedad americana fue central en la legitimacin de la promesa de autosuficiencia de los individuos como precondicin de la libertad individual y del contrato social. Quienes dependan de la ayuda social eran estigmatizados como free riders y condenados como undeserving poor, carentes de la moral del trabajo y de la autosuficiencia. La formulacin de la cuestin social en los EE.UU. estuvo centrada desde los 80s, pero con ms intensidad en los 90s, en cmo resolver los problemas de proletarizacin en una sociedad donde se destruan los puestos de trabajo de la poca industrial y eran reemplazados por empleos inestables y precarios del sector servicios. En este contexto, la otra cara de los under- class son los working poor, compuesto por los millones de trabajadores del sector servicios cuyas remuneraciones apenas alcanzan para vivir por encima de la lnea de pobreza. La estrategia de reforma de la poltica social de los EE.UU. estuvo centrada, en la administracin Clinton, en reducir las posibilidades de obtener ayuda social y en mejorar la calidad de vida de los tra- bajadores mal remunerados. En este sentido estuvieron dirigidas las tres iniciativas ms importantes en materia social. En primer lugar, bajo el programa de welfare reform, se reemplaz el programa Aid to Families with Dependent Children (AFDC) por el Temporary Assistance for Needy Families (TANF). Este cambio estableci importantes condicionalidades en el acceso a la ayuda social, ya que, por un
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lado, se estableci un mximo de hasta cinco aos, a lo largo de la vida, para ser beneficiario de este programa, al cual acceden slo las familias con hijos que viven con recursos inferiores al equivalente del 80% de la lnea de pobreza. Adems, se fijan condicionalidades como la realizacin de capacitacin laboral y bsqueda activa de trabajo que, si no se respetan, implican fuertes penalidades. En segundo lugar, se instrument una transferencia monetaria para los trabajadores pobres bajo la forma de un im- puesto negativo a la renta salarial (Negative Income Tax Credit) con el objeto de mejorar la remunera- cin de los trabajadores con hijos. En tercer lugar, se promovi una reforma al sistema de salud, poste- riormente abandonada, que intentaba generalizar la cobertura del seguro de salud a toda la poblacin trabajadora. Este paquete de medidas intenta reducir los incentivos para permanecer en la ayuda social y au- mentar la rentabilidad de los trabajos mal remunerados del sector de servicios. La consigna from wel- fare to work denota el objetivo de devolver al mercado de trabajo a los millones de individuos que se clasificaban como underclass. Este objetivo es central para todos los programas de workfare o tra- bajo compulsivo, que pronto se expandieron hacia otros pases anglosajones como el caso de las refor- mas de Blair en el Reino Unido. En definitiva, se trata de generar las condiciones para administrar un nuevo proceso de proletarizacin del capitalismo, como antes haba sido la ley de pobres del siglo XIX. A diferencia de los EE.UU., en donde nunca existi la promesa de la igualdad social, sino ms bien la de la igualdad ante la ley de individuos autosuficientes, en Europa Continental, la promesa de la integracin social fue constitutiva de las propias bases del EB. Sin embargo, el carcter contributivo de la seguridad social europea implica que el acceso a los beneficios sociales se base en recorrer trayecto- rias laborales relativamente. La imposibilidad de adecuar el rgimen contributivo a las nuevas caracte- rsticas de las relaciones industriales de la sociedad de servicios, hizo que no se generaran empleos en este sector, ya que el peso de las contribuciones sobre salarios los vuelve inviables. Por lo tanto, Europa se encontr en una situacin donde el sector industrial, debido al cambio tecnolgico, no estaba en condiciones de crear ms puestos de trabajo protegidos, y el sector servicios no pudo cumplir el mismo rol que en los EE.UU. debido a la incompatibilidad de estos empleos con un rgimen de seguridad so- cial contributivo. La consecuencia de esta situacin fue el desempleo masivo de los ms jvenes y las mujeres, quienes siempre haban estado al margen del mercado laboral y la seguridad social, por lo que se gener una doble exclusin para importantes grupos sociales: la exclusin del empleo y de la seguri- dad social. Al no ser ya tan slidos los lazos familiares, muchos individuos se encontraron sin posibili- dades de participar de relaciones sociales ms o menos estables. La crisis de integracin social europea, presentada por muchos autores como de desafiliacin o exclusin social, es el resultado de las dificul- tades de la seguridad social contributiva para contener a quienes no forman parte del colectivo de traba- jadores integrados a un mercado laboral regulado y protegido por el EB. Las respuestas a esta crisis de integracin fueron abordadas en trminos sociales y no, como en el caso de los EE.UU., desde una vi- sin en las que la responsabilidad individual quedaba subordinada a las acciones colectivas. El caso francs puede ilustrar este paradigma con claridad. La crisis del empleo en Francia, for- mulada en relacin con el concepto de exclusin social, fue abordada en dos dimensiones. Por un lado, se instrument un programa de transferencias monetarias denominado Renta Mnima de Insercin (RMI), para quienes se encontrasen desocupados sin derecho al seguro de desempleo y fuesen mayores de 25 aos con hijos a cargo. Por otro lado, se implementaron medidas para facilitar la entrada de los excluidos al segmento laboral protegido, por medio de repartir dichos empleos equitativamente. Estas medidas incluyeron: la disminucin del horario de trabajo, la anticipacin de la edad jubilatoria y la prolongacin de la escolaridad. Con estas medidas se pretende liberar espacio en el segmento laboral, mientras se desarrollan las estrategias de reinsercin de quienes se encuentran en la RMI. El beneficio de la RMI se basa en una suma de dinero, ms el acceso al seguro de salud; los beneficiarios deben firmar un contrato individual en donde se comprometen a participar de las actividades de formacin laboral y de bsqueda de empleo. Sin embargo, a diferencia de los programas de workfare duros, las condicionalidades son negociadas entre el beneficiario y el Estado bajo acuerdos individuales en donde
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los intereses y perfiles personales son tenidos en cuenta. Si bien el estatus de quien percibe la RMI y de quien se encuentra ocupado es sustancialmente diferente, el modelo francs intenta recuperar el vnculo social debilitado por la exclusin. Adems, la diferenciacin de estatus fue siempre marcada en los modelos de EB continentales; el punto no es su capacidad de limitar la diferenciacin, sino la de incor- porar - integrar - a un conjunto heterogneo de individuos que estaban fuera del EB. Distinta a los casos de los EE.UU. y Francia es la respuesta escandinava a la crisis. En primer lu- gar, los EB escandinavos se han caracterizado por un amplio desarrollo de los servicios sociales estata- les de cobertura universal. Segundo, el acceso a los beneficios previsionales y las asignaciones por hijo fue organizado de manera universal y financiado por impuestos generales, por lo que el segmento con- tributivo de las transferencias monetarias fue siempre mnimo. En este contexto, la crisis del empleo industrial impact de manera muy suave en el modelo organizativo del EB escandinavo. Bsicamente, las actividades estatales en los servicios sociales, no slo educacin y salud, sino en servicios a las fa- milias, implicaron una fuente formidable de creacin de puestos de trabajo, mientras que liber tiempo para que se pudiesen integrar todos los miembros del hogar en edad laboral al trabajo remunerado. Al mismo tiempo, los acuerdos salariales, al ser de alcance nacional y no por actividad, permitieron ade- cuar los niveles de remuneraciones a objetivos macroeconmicos de generacin de empleo y creci- miento. En este marco, los programas sociales escandinavos se orientaron al desarrollo de polticas de empleo activas basadas en la capacitacin laboral, permitiendo la insercin de los individuos tanto en el sector privado como en el sector pblico. La conjuncin de acceso universal e incondicional a los ser- vicios sociales y a los beneficios previsionales y familiares, ms el doble rol del Estado como emplea- dor y formador de recursos humanos, permiti a estos EB una mayor eficacia en resolver los problemas de la transicin de la economa industrial a la de servicios. En este sentido, los EB escandinavos no formularon la crisis del EB en trminos ni de underclass ni de exclusin social, sino en relacin con la capacidad del EB de asegurar la ciudadana plena con altos grados de igualdad social. Justamente, es por el lado de la igualdad donde aparecen los problemas ms importantes de estos EB, ya que a pesar de haber mantenido altos niveles de empleo y bajos niveles de pobreza, los diferenciales salariales han crecido. Si bien es el Estado el principal empleador y, por lo tanto, la calidad del empleo pblico es- candinavo es sustancialmente mejor que la de los empleos de servicios de los pases anglosajones, ste no puede financiar el mismo nivel de remuneraciones que el sector privado, en donde la productividad del trabajo es sustancialmente mayor. En cada uno de los casos analizados, se puede observar una creciente importancia dada a la orga- nizacin de programas masivos de transferencias monetarias, cada vez menos contributivos en su for- mulacin y financiacin. Esto se debe, como se insinu antes, a las precarias bases del mercado laboral contemporneo modelado bajo el paradigma neoliberal. Es en este contexto que toma cuerpo el debate sobre el ingreso de ciudadana o ingreso social, como instrumento de poltica social y como nuevo principio organizador del EB. Sin embargo, en todos los casos an se mantiene la idea sobre el rol pre- ponderante que asume el mercado de trabajo como espacio organizador de las relaciones sociales. La generacin de empleos, ya sea va la precarizacin masiva, la generacin de empleos pblicos o la asalarizacin de un espacio previo a la plena insercin en el trabajo regulado, son todas estrategias que siguen conservando al empleo remunerado como horizonte final de los individuos. Esta realidad contrasta con la especificidad latinoamericana, ya que en esta regin el capitalismo nunca lleg a organizar las relaciones sociales de manera total alrededor del mercado de trabajo. En este sentido, el concepto de informalidad jug como una categora que pretenda organizar conceptual- mente las relaciones sociales que se desarrollaban en los mrgenes del segmento ocupacional ligado a las reas dinmicas de la economa. Con la llegada de la precarizacin masiva, las fronteras entre el empleo formal e informal se han vuelto mucho ms difusas, generalizando relaciones laborales inesta- bles. Por lo tanto, cabe dudar si, en relacin con las polticas pblicas, es posible mantener como obje- tivo de poltica cierto grado de expectativa en la capacidad del mercado de trabajo de absorber plena-
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mente al conjunto de la poblacin. As se abre una nueva perspectiva sobre cmo desarrollar acciones que apunten no slo a asegurar ciertos pisos de inclusin y de ejercicio de ciudadana, sino tambin a cmo se debe enfocar el problema de la integracin y cohesin social.
5. Sobre el ingreso social Frente a las dificultades de acceder al mercado de trabajo en la poca neoliberal, una cierta co- rriente europea plantea la necesidad de un ingreso ciudadano como forma de resolver un mnimo de consumo. Un provocativo ensayo (Gorz, 1998) plantea esta perspectiva. El autor parte de la crtica del trabajo en el mercado como el nico de valor. Plantea que es absurdo que el trabajo de una mujer cui- dando a sus hijos no sea considerado trabajo y s el trabajo de la misma mujer para cuidar los hijos de otros a cambio de un salario. Plantea tambin que la sociedad que impulsa la obligacin a trabajar es la misma que crecientemente reduce las oportunidades de trabajo, y las que existen estn sometidas a una profunda precarizacin. Critica adems la nocin de que el trabajo es un elemento de integracin y co- hesin social argumentando que ste fue resistido por sus actores en el perodo fordista y prefordista, y se convirti en elemento de alienacin en el toyotismo, donde el trabajador virtualmente reemplaza al empresario en una bsqueda frentica de mayor productividad y calidad; alienacin en fin aun cuando posee elementos que considera liberadores: la esperanza que esta dinmica convenza a los trabajadores de que el empresario es un artculo superfluo. Por estas razones, plantea abandonar su postura anterior de ligar ingreso con trabajo y se inscribe en la corriente que propone asegurar un ingreso irrespectiva- mente de la labor, si alguna, que el individuo quiera realizar. Otra perspectiva subraya la inconveniencia de un ingreso incondicional (Rosanvallon, 1995). El argumento postula que la principal forma de afiliacin a la sociedad opera a travs del trabajo y ste es la va principal para obtener una identidad y un reconocimiento social. En la medida que la falta de empleo se vuelve estructural y no coyuntural, el ingreso ciudadano adquiere las caractersticas de un programa de sobrevivencia pero con escasa capacidad de trascender a la esfera del trabajo. Se trata de asalariar la exclusin en los trminos de aquel autor. Es decir, el ingreso sin perspectiva de insercin social va el trabajo, se transforma en una forma denigrante de existencia. De esta manera, es preferible otorgar un ingreso teniendo como contrapartida el trabajo. A nuestro juicio, no parece haber llegado todava la posibilidad de independizar totalmente el mercado de trabajo del ingreso y, de facto, la mayora de las personas realizan labores que, de no me- diar la necesidad del ingreso, probablemente no realizaran. Puesto en otros trminos, slo una muy pequea fraccin de la humanidad puede hoy expresarse a travs de su trabajo y adems obtener un ingreso. La gran mayora comienza a vivir cuando termina su horario de trabajo. Respecto a este te- ma es aconsejable que el trabajo ofrecido guarde la mayor relacin posible con los intereses y capaci- dades del individuo, pero difcilmente el trabajo constituye un placer para la mayor parte de la humani- dad. sta an no se encuentra en condiciones de liberarse del trabajo-obligacin. En consecuencia, si el ingreso ciudadano tuviera un valor que efectivamente permitiera la libe- racin de la carga del trabajo-obligacin para poder dar rienda a la propia creatividad, se reduciran enormemente quienes cambiaran trabajo no deseado por dicho ingreso. Esto claramente no tiene viabi- lidad en una sociedad capitalista y slo puede ser pensado para una etapa superior de la humanidad, quizs un tanto lejana an. Es por esta razn que dicho ingreso ciudadano slo puede ser pensado en una sociedad capitalista con un valor que no desestimule la bsqueda de trabajo. De cualquier manera, lo que se juega en este debate es si el derecho al ingreso se confronta o no con el deber de realizar un aporte socialmente de- terminado. Las perspectivas que estructuraron las tres formas que adquiri el Estado de Bienestar surgieron de distintos valores relacionados con las circunstancias histricas que permitieron su desarrollo. Pero las tres emergieron y prosperaron en un mundo donde no se cuestionaba la capacidad del mercado de trabajo para asimilar, en algn punto y en el tiempo, al conjunto de la poblacin que procuraba un tra-
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bajo. Por otra parte, y a pesar de sus claras diferencias, las tres perspectivas apuntaron en la etapa neo- liberal a desarrollar esfuerzos que tenan como comn denominador, procurar la superacin de la situa- cin de desempleo y el retorno al mercado de trabajo. En otras palabras, las sociedades desarrolladas siguen, a pesar de las dificultades del mercado de trabajo moderno para dar cabida a todos los que eso pretenden, ilusionadas con la promesa keynesiana de trabajo para todos. Indudablemente, la situacin latinoamericana no da cabida a tamaa dosis de optimismo. La enorme porcin de personas en situacin de desocupacin o subocupacin no permite plantear como adecuada una poltica de ingreso que apunte centralmente a un retorno al mercado trabajo formal. Por esta razn nos parece razonable desarrollar una estrategia que combine un ingreso incondicional con uno condicional para algunas categoras prioritarias de excluidos del mercado de trabajo. A continua- cin definimos los trazos generales de esta estrategia. Proponemos un sistema de ingreso social estructurado sobre dos pilares: uno incondicional (no exige una actividad) que universaliza un beneficio a los ancianos y otro a los nios; y un componente condicional que genera un ingreso a cambio de un trabajo social relevante a los jefes de familia y jve- nes desocupados. La propuesta define entonces los grupos sociales que deben ser prioritariamente tenidos en cuen- ta. Ellos son los jefes de familias desocupados con menores a cargo, los jvenes desocupados con bajos niveles de escolaridad, los nios cuyos padres no perciben asignaciones familiares y los ancianos sin proteccin previsional. En relacin con el componente incondicional de la estrategia de ingreso social, encontramos un porcentaje no insignificante de los adultos mayores que no perciben ingreso alguno; a ellos se debe extender un Ingreso Bsico. Ellos suelen ser los ancianos ms pobres de las localidades ms pobres, que adems viven con sus familias en mayor medida que los adultos mayores de ingresos ms altos. El ingreso propuesto sera en definitiva una contribucin al presupuesto familiar. En segundo lugar, las asignaciones familiares slo cubren a una parte de los hogares con meno- res: aquella restringida a los hijos de los trabajadores que se desempean en el mercado de trabajo for- mal. Un proceso de expansin que concluya en la universalizacin generar un ingreso incondicional en todos los hogares donde existan nios. En relacin con quienes deberan ser receptores prioritarios de un componente de ingreso condi- cional, nos encontramos con un subconjunto de desempleados cuya situacin impacta fuertemente en otros: ellos son los jefes de familia con menores a cargo y deben constituir el objetivo prioritario de una poltica pblica. Puede decirse que es el grupo de desempleados en peor situacin. En sus hogares no slo se reduce o desaparece el ingreso, sino que se afecta la salud squica y la integracin del grupo familiar. Esto es especialmente grave en los hogares donde el jefe es una mujer desempleada. Se debe brindar oportunidades de educacin o trabajo socialmente productivo a los jefes de hogar desempleados con menores a cargo. Por otra parte, los jvenes son el grupo social de mayor desempleo y falta de perspectivas, y la si- tuacin es ms grave entre quienes poseen bajos niveles educativos. Otorgar un ingreso para estudiar es brindarles mayor nivel de calificacin para que enfrenten con mayor probabilidad de xito un mercado de trabajo cada da ms exigente. En relacin con el componente condicional de un ingreso social, es preciso sealar que, dado que el crecimiento econmico ya no posee la estrecha relacin con la creacin de empleo que tena en el pasado, es inadecuado cargar slo sobre las espaldas del crecimiento econmico la resolucin del pro- blema del desempleo. En consecuencia, es necesario tambin una estrategia que promueva actividades cuyo objetivo central no est dirigido a la produccin de bienes y servicios para el mercado, pero que apuntan a in- crementar el bienestar presente y futuro de la poblacin. Tanto la educacin como acciones que mejo- ren el capital social de las comunidades pertenecen a la categora que denominamos trabajo socialmen-
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te productivo. La educacin es uno de los trabajos socialmente productivos; es decir, ofrecer un ingreso para que la gente desocupada estudie permite elevar los umbrales de ciudadana y fortalecer las posibilida- des laborales de las personas. Nadie duda ya que la mayor educacin es la piedra angular de escape de la exclusin. En este horizonte de renovada capacitacin y esfuerzo como puerta de entrada a un sistema productivo moder- no, slo la masificacin y una creciente calidad de la educacin pueden generar las capacidades necesa- rias para superar la exclusin va el acceso al empleo o el desarrollo de capacidades para obtener ingre- sos mediante el trabajo autnomo. El convertirse en asalariado y protegido por las redes de la seguridad social pareca ser la prome- sa final del mundo keynesiano. Al esfumarse esta ilusin queda claro que un porcentaje importante de la poblacin deber recurrir a estrategias de cuentapropismo, asociaciones productivas informales y pequeos emprendimientos, especialmente en la esfera de los servicios. La posibilidad de avanzar en el mundo del microempresariado requiere conocimientos y habili- dades que exigen mayor preparacin de los individuos y los grupos, y especialmente de capacidades para plantear y resolver diversos tipos de problemas en contextos diversos. Esto slo puede ser provisto por crecientes niveles educativos. Sin educacin un ser humano est, en los tiempos modernos, conde- nado a la marginalidad. La profunda transformacin econmica mundial, con ejes productivos cada vez ms dependientes de avances cientficos y tecnolgicos, ha extendido las necesidades de la escolarizacin. El trabajo mo- derno demanda ms y ms conocimientos para quienes aspiran a ejercerlo. La demanda de haber transi- tado por un colegio secundario se impone hoy para funciones que hasta no hace mucho se satisfacan con la primaria completa. Es claro entonces que la reduccin de las oportunidades de empleo y las ne- cesidades de mayor calificacin para obtenerlo son dos desafos de los tiempos modernos sobre los que cada da hay mayor conciencia. En relacin con la cuestin educativa todava el secundario completo es una aspiracin lejana. Y la invitacin a cursar el secundario suele chocar, entre otras, con la dificultad de que los excluidos o sus familias no cuentan con recursos que les posibiliten tener una base econmica mnima para estudiar. En consecuencia, estamos perdiendo dos batallas. Por un lado, no desarrollamos polticas capaces de generar actividad econmica e ingresos para quienes estn fuera del mercado de trabajo ni estamos enfrentando las necesidades de educacin que exigen los tiempos modernos. Pero ms importante an, un pas en guerra es capaz de asignar al esfuerzo blico porcentajes al- tsimos del producto social. Negarse a asignar o reasignar recursos para responder a los desafos de los nuevos tiempos es no comprender que se est librando una guerra decisiva para no convertirnos en so- ciedades internacionalmente marginales por incapacidad de ingresar a la moderna y tecnolgicamente sofisticada produccin global, y adems desintegradas y presas de la violencia, la delincuencia y la incivilidad. Mientras ms tiempo tardemos en entender la necesidad de dar esta batalla ms difcil ser salir airosos.
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