Este documento discute los problemas asociados con la prohibición de drogas y propone alternativas. Argumenta que la prohibición no ha logrado eliminar el consumo de drogas y ha creado mayores problemas como la corrupción y la delincuencia. En su lugar, sugiere que la legalización y regulación de las drogas podría reducir la delincuencia y proteger mejor la salud pública. Finalmente, reconoce que el impacto de las drogas en la salud sigue siendo debatido.
Este documento discute los problemas asociados con la prohibición de drogas y propone alternativas. Argumenta que la prohibición no ha logrado eliminar el consumo de drogas y ha creado mayores problemas como la corrupción y la delincuencia. En su lugar, sugiere que la legalización y regulación de las drogas podría reducir la delincuencia y proteger mejor la salud pública. Finalmente, reconoce que el impacto de las drogas en la salud sigue siendo debatido.
Este documento discute los problemas asociados con la prohibición de drogas y propone alternativas. Argumenta que la prohibición no ha logrado eliminar el consumo de drogas y ha creado mayores problemas como la corrupción y la delincuencia. En su lugar, sugiere que la legalización y regulación de las drogas podría reducir la delincuencia y proteger mejor la salud pública. Finalmente, reconoce que el impacto de las drogas en la salud sigue siendo debatido.
Este documento discute los problemas asociados con la prohibición de drogas y propone alternativas. Argumenta que la prohibición no ha logrado eliminar el consumo de drogas y ha creado mayores problemas como la corrupción y la delincuencia. En su lugar, sugiere que la legalización y regulación de las drogas podría reducir la delincuencia y proteger mejor la salud pública. Finalmente, reconoce que el impacto de las drogas en la salud sigue siendo debatido.
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TEXTOS
La tirana del statu quo*
Milton y Rosa FRIEDMAN Un cambio que podra aportar resultados relativa- mente rpidos sera la reduccin de los actos que las leyes consideran delitos. La medida ms prome- tedora en este campo es la relativa a las drogas. La mayora de los delitos no los cometen individuos hambrientos de pan, sino individuos hambrientos de droga. No deberamos tener en cuenta la leccin que signific para el pas la Prohibicin? Cuando se introdujo la Prohibicin en 1920, Billy Sunday, el fa- moso evangelista y destacado adalid de la lucha contra el alcohol, la salud con estas palabras: El reino de las lgrimas ha concluido. Transformare- mos las crceles en fbricas y las prisiones en al- macenes y graneros. Los hombres caminarn ergui- dos. las mujeres sonreirn y los nios reirn. El in- fierno lucir siempre el letrero "Se alquila". Hoy sa- bemos hasta qu punto se equivocaba trgicamen- te. Tuvieron que construirse prisiones y crceles nuevas para los delincuentes que infringan la nue- va ley contra el consumo de bebidas alcohlicas. La Prohibicin min el respeto a la ley, corrompi a los servidores de la justicia y cre un clima moral deca- dente ... y no elimin, en ltimo trmino, el consumo de alcohol. A pesar de esta trgica leccin objetiva, parece que estamos dispuestos a repetir exactamente el mismo error en lo que se refiere a las drogas. No hay ninguna discrepancia respecto a algunos de los datos. El consumo excesivo de bebidas alcohlicas perjudica al bebedor; fumar un nmero excesivo de cigarrillos daa al fumador. El consumo excesivo de drogas perjudica al usuario. Si consideramos estos tres fenmenos, aunque resulten desagradables ta- les comparaciones, no cabe duda de que el consu- mo de tabaco y de bebidas alcohlicas mata a mu- cha ms gente que el consumo de drogas. Las tres conductas tienen tambin consecuencias adversas para las personas que no beben ni fuman ni se drogan. Los conductores ebrios son responsa- bles de gran nmero de accidente de trfico. El con- sumo de tabaco perjudica a los ocupantes no fuma- dores del mismo avin, el mismo restaurante y los En Tyranny of the statuos quo, Ariel, Barcelona, 1984. pp. 163 a 169. IV mismos lugares pblicos. Los consumidores de dro- gas provocan accidentes cuando conducen, o en el trabajo. Segn un artculo reciente publicado en Newsweek los empleados que utilizan drogas en el trabajo son un tercio menos productivos que los tra- bajadores normales, tienen tres veces ms probabi- lidades de sufrir accidentes y faltan con mucha ms frecuencia al trabajo ... Los empleados excitados, pi- rados y estimulados por la coca afectan a la moral de la oficina, alejan a los clientes y daan la calidad de las camisas que usted viste, los coches que con- duce, y el edificio en que usted trabaja. Cuando juzgamos una actuacin del gobierno, pri- mero hemos de considerar si los resultados que se pretenden alcanzar con esa actuacin son propios de la actividad del gobierno y, en segundo lugar, si tal actuacin puede realmente lograr tales resulta- dos. Los datos que tenemos sobre el alcohol, el ta- baco y las drogas plantean dos problemas muy dis- tintos: uno, de tica, y otro de conveniencia. La cues- tin tica es si tenemos derecho a utilizar la maqui- naria del Estado para impedir a los ciudadanos be- ber, fumar o drogarse. Casi todos contestaran con un s matizado respecto a los nios. Casi todos con- testaran con un s sin matizacin respecto a medi- das para impedir que los consumidores de alcohol, tabaco o drogas perjudiquen a terceros. Pero res- pecto a los propios adictos, la respuesta es mucho menos clara. Es importante y adecuado, sin duda, razonar con un adicto potencial, explicarle las con- secuencias, rezar por l y con l. Pero, tenemos derecho a utilizar la fuerza directa o indirectamente para impedir a un conciudadano adulto beber, fumar o drogarse? Nuestra respuesta personal es no. Pero admitimos sin duda que el problema tico es un pro- blema difcil y que a menudo los hombres de buen'a voluntad discrepan. Por suerte, no tenemos que resolver el problema tico para ponernos de acuerdo sobre la poltica a seguir, porque la respuesta a si la actuacin del go- bierno puede impedir la adiccin es clarsima. La prohibicin (sea de bebidas alcohlicas, de tabaco o de drogas) es un remedio que, a nuestro juicio, empeora las cosas, tanto para el adicto como para los dems. En consecuencia, aunque considere us- ted ticamente justificadas las medidas tomadas por las autoridades para prohibir el consumo de drogas, creemos que aceptar que consideraciones prcti- cas y de conveniencia hacen desaconsejable la adopcin de tales medidas. Pensemos primero en el adicto. La legalizacin de las drogas pOdra aumentar el nmero de adictos, aunque no es seguro que fuera as. El fruto prohibi- do resulta atractivo, sobre todo a los jvenes. Ms importante an, muchos individuos se convierten en drogadictos por la accin deliberada de los trafican- tes, que proporcionan gratuitamente las primeras dosis a los posibles adictos. Al traficante le compen- sa hacerlo porque el adicto, una vez enganchado, es un cliente cautivo. Si las drogas se pudieran ad- quirir legalmente, desaparecera cualquier posible beneficio econmico de esa actividad inhumana, dado que el adicto podra comprarla ms barata. Prescindiendo de lo que se refiere al nmero total de adictos (y a su posible aumento), el adicto indi- vidual estara, sin lugar a dudas, mucho mejor si las drogas fueran legales. Hoy las drogas son suma- mente caras y sumamente inseguras en cuanto a ca- lidad. Los adictos se ven obligados a relacionars~ con delincuentes para conseguir las drogas y ellos mismos acaban delinquiendo para financiarse el h- bito. Se arriesgan a un constante peligro de muerte y enfermedad. Consideremos, luego, al resto de los ciudadanos. El perjuicio que nos causa la adiccin de otros se debe primordialmente al hecho de que las drogas son ilegales. Se ha calculado que un tercio a la mi- tad de todos los delitos violentos y contra la propie- dad que se cometen en Estados Unidos, los come- ten bien drogadictos que delinquen para financiarse el hbito o bien se deben a conflictos entre grupos rivales de traficantes de drogas, o se realizan en el transcurso de la importacin y distribucin de dro- gas ilegales. Si las drogas se legalizasen, la delin- cuencia callejera disminuira de modo inmediato y espectacular. Adems, los adictos y los traficantes no son los nicos corrompidos. Hay en juego sumas inmensas. Es inevitable que algunos policas y otros funcionarios relativamente mal pagados (y algunos tambin muy bien pagados) sucumban a la tenta- cin de aceptar dinero fcil. El caso ms claro es la marijuana, cuyo uso se ha generalizado lo suficiente como para remedar la pauta que se desarroll cuando la prohibicin de al- cohol. En California, la marijuana ocupa hoy si no el primero, el segundo lugar de los cultivos en cuanto a importancia econmica. En grandes sectores del estado, los agentes de la ley hacen la vista gorda a los cultivadores de marijuana de modo parecido a lo que hacan los funcionarios con los fabricantes ile- gales y traficantes de alcohol de los aos veinte. Han de organizarse patrullas especiales de helicpteros que localizan los campos de marijuana y realizan las incursiones para destruirlos, igual que en los aos veinte se organizaban patrullas especiales para im- poner la prohibicin del alcohol. E igual que en los aos veinte los fabricantes y los traficantes de alco- hol tenan que protegerse ellos mismos de atraca- dores y asaltantes, ahora los cultivadores de mari- juana tienen que proteger ellos sus cosechas ilega- les. Colocan guardias armados para proteger los campos de cultivo. Se producen inevitablemente ba- tallas campales y tiroteos como suceda durante la Prohibicin. Durante la Prohibicin, tanto los fabricantes como los que destilaban ginebra en casa utilizaban a ve- ces alcohol metlico u otras sustancias que conver- tan el producto en un veneno potente, que causaba daos y a veces la muerte a los consumidores. En la actualidad, est sucediendo lo mismo de un modo an ms reprobable. El propio Gobierno norteame- ricano ha convencido a algunos Gobiernos extranje- ros para que utilicen aviones que rocen con para- quat (un peligroso veneno) los campos de cultivo de marijuana. No slo eso, sino que recientemente tam- bin se ha hecho en Georgia. El propsito es que la marijuana no se pueda consumir. Pero al parecer, no existen medios de impedir que la hierba conta- minada llegue al mercado y dae a los consumido- res. y no hay certeza alguna de que los pilotos de los helicpteros tengan una puntera tan precisa para garantizar que el paraquat no caiga en otros cultivos que no sean de marijuana. Habra un gran escndalo si se supiese que los funcionarios del Estado haban envenenado delibe- radamente los alimentos de delincuentes declara- dos. No hay duda de que es una prctica mucho ms odiosa y totalmente injustificable rociar delibe- radamente con veneno cultivos que muy bien pue- den daar a ciudadanos que pueden ser o no ino- centes de infringir una ley y que no tienen medio al- guno de defenderse. Algunos partidarios de la legalizacin de la mari- juana han afirmado que fumar marijuana no causa dao. No nos consideramos capacitados para juz- gar esta debatida cuestin, aunque nos parecen convincentes las pruebas que hemos visto de que la marijuana es una sustancia perjudicial. No obs- tante, aunque resulte paradjico, nuestro convenci- miento de que es deseable legalizar la marijuana y todas las dems drogas no se basa en que la mari- juana u otras drogas sean perjudiciales o inofensi- vas. Por mucho dao que hagan las drogas a quie- nes las consumen, nuestra opinin meditada es que el prohibirlas es todava peor, causa ms dao a los consumidores y al resto de los ciudadanos. Legalizar las drogas reducira simultneamente la cuanta de delitos y mejorara la administracin y la aplicacin de la Ley. Es difcil dar con otra medida tan eficaz en la tarea de favorecer el predominio de la ley y el orden. Pero, quiz digan ustedes, debe- mos aceptar la derrota? Por qu no acabamos sen- cillamente con el trfico de drogas? Ah es donde re- sulta ms relevante la experiencia de la Prohibicin y la experiencia de los ltimos aos con las drogas. No pOdemos acabar con el trfico de drogas. Pode- mos impedir que llegue opio de Turqua ... pero las amapolas del Dpio crecen en muchsimos lugares. Con la cooperacin de las autoridades francesas, quiz logremos que Marsella deje de ser un lugar fa- vorable para la fabricacin de herona, ... pero las sencillas operaciones de fabricacin pueden reali- zarse en muchsimos otros lugares. Podemos con- v vencer a las autoridades mexicanas para que rocen o nos dejen rociar los campos de marijuana con pa- raquat... pero la marijuana puede cultivarse prcti- camente en cualquier sitio. Podemos cooperar con las autoridades colombianas para reducir la entrada de cocana en Estados Unidos, pero no es fcil 10- grarlo en un pas en el que esa exportacin es un factor importantsimo de la economa. Mientras haya implicadas grandes sumas de dinero (y necesaria- mente las habr mientras las drogas sean ilegales) es literalmente imposible parar el trfico, e incluso reducir de un modo notable su cuanta. En las drogas, como en otros sectores, la persua- sin y el ejemplo pueden ser mucho ms eficaces que el uso de la fuerza para conseguir que otros se adapten a nuestra imagen. VI El uso de drogas no es el nico sector en el que la delincuencia podra reducirse legalizando activi- dades que hoy son ilegales, aunque, sin duda, es el ms evidente y el ms importante. Insistimos en este punto no slo por la creciente gravedad de los deli- tos relacionados con las drogas, sino tambin por- que estamos convencidos de que ahorrar a la poli- ca y a los jueces el tener que combatir batallas per- didas contra las drogas les permitir dedicar sus energas ms plenamente a combatir otros tipos de delitos. Podramos as asestar un doble golpe: redu- cir directamente la actividad delictiva y al mismo tiemJ )Oincremntar la eficacia de la aplicacin de la ley y de la prevencin de la delincuencia.