Testimonios Selectos 2

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TESTIMONIOS SELECTOS TOMO 2

Por ELENA G. DE WHITE Breve resea de la gran controversia entre Cristo y Satans. Introduccin: El Espritu de Profeca - 1 HUBO un tiempo en que el hombre andaba con Dios en el Edn. Contemplaba abiertamente la gloria del Seor, y hablaba con Dios, con Cristo y los ngeles en el paraso, sin interposicin del ms tenue velo. El hombre cay de su rectitud moral e inocencia y fue expulsado del Edn, lejos de la vista del rbol de vida y de la directa presencia del Seor y sus santos ngeles. Desde entonces las tinieblas morales extendieron sus sombras por doquiera como un palio de muerte y se difundi por todas partes la mancha y corrupcin del pecado. Entre la lobreguez general y miseria moral, el hombre ha peregrinado durante cerca de seis mil aos desde las puertas del paraso, sujeto a enfermedades, dolores, tristezas, lgrimas y muerte. Tambin ha estado sujeto a las tentaciones y los engaos del demonio, hasta el punto de que durante todo el perodo de su estado de cada, rein Satans en casi universal dominio en la triste historia del hombre. Cuando todo qued perdido en Adn, y las sombras de la noche obscurecieron los cielos morales, no tard en aparecer la estrella de la esperanza en Cristo, establecindose as un medio de comunicacin entre Dios y el hombre. En su estado de cada, el hombre no poda conversar cara a cara con Dios ni con Cristo ni con los ngeles, como cuando era puro en el Edn. Pero gracias al ministerio de los santos ngeles, se dign el eterno Dios hablarle en sueos y visiones. "Si tuviereis profeta de Jehov, le aparecer en visin, en sueos hablar con l." * 10 La manifestacin del espritu de profeca estaba prometida para todas las dispensaciones. La Sagrada Escritura no la restringe en pasaje alguno a determinado perodo de los comprendidos entre la cada y la restauracin final. La Biblia reconoce la manifestacin del espritu proftico, tanto en la poca patriarcal, como en la judaica y la cristiana. Por este medio se comunic Dios con los santos de la antigedad. Enoc, el sptimo desde Adn, profetiz, y tan dilatado y minucioso fue el campo de su proftica visin que abarc muy lejanas pocas futuras, y describi la venida del Seor y la ejecucin del juicio final sobre los impos. * Durante la dispensacin judaica, Dios habla a sus profetas en sueos y visiones, mostrndoles los grandes acontecimientos futuros, especialmente los relacionados con el primer advenimiento de Cristo para padecer por los pecadores, y con su segunda aparicin en gloria para destruir a sus enemigos y completar la redencin de su pueblo. A causa de la corrupcin de los judos, el espritu de profeca casi desapareci de entre ellos durante unos cuantos siglos del perodo de decadencia, pero reapareci en los ltimos aos de la dispensacin judaica para anunciar la llegada del Mesas. Zacaras, el padre de Juan el Bautista, "fue lleno de Espritu Santo y profetiz." Simen, hombre justo y po, "esperaba la consolacin de Israel," y vino al templo impulsado por el Espritu y profetiz diciendo de Jess que sera "luz para ser revelada a los gentiles," y la gloria de Israel. La profetisa Ana "hablaba de l a todos los que esperaban la redencin en Jerusaln." * Y no hubo mayor profeta que Juan, escogido por Dios para presentar a Israel "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." * 11 La era cristiana comenz con la efusin del Espritu Santo y la manifestacin de varios dones espirituales, entre ellos el de profeca. Despus de encomendar a sus discpulos que fuesen a predicar el evangelio por todo el mundo, les dijo Jess: "Y estas seales seguirn a los que creyeren: En mi nombre echarn fuera demonios; hablarn nuevas lenguas; quitarn serpientes, y si bebieren cosa mortfera, no les daar; sobre los enfermos pondrn sus manos, y sanarn." * El da de Pentecosts, al comenzar abiertamente la dispensacin cristiana, se manifestaron de maravillosa manera algunos de dichos dones. * Cuando ya haba transcurrido un cuarto de siglo de la era cristiana, nos refiere Lucas al dar cuenta de sus viajes con Pablo y otros discpulos, que entr en casa del evangelista Felipe, y dice a este propsito: "Y ste tena cuatro hijas, doncellas, que profetizaban. Y parando nosotros all por muchos das, descendi de Judea un profeta llamado Agabo." * Posteriormente vemos tambin al amado Juan, en la isla de Patmos, henchido del espritu de profeca en toda su

plenitud. Le fue comunicada la maravillosa Revelacin, cuando ya haba transcurrido ms de medio siglo de la era cristiana. Los textos del Nuevo Testamento no hacen ni la ms ligera insinuacin de que los dones del Espritu se substraeran de la iglesia hasta que hubiera de alborear el da de gloria por la segunda aparicin de Jesucristo. Desde la gran apostasa, rara vez se han manifestado estos dones, y por esta razn los que se llaman cristianos suponen generalmente que estuvieron destinados solamente a la iglesia primitiva. Pero desde la era apostlica hasta hoy, hubo entre los ms devotos 12 discpulos de Jess, manifestaciones que las principales iglesias cristianas reconocieron como dones del Espritu Santo. As pues, no es ms lgico atribuir a los errores e incredulidad de la iglesia la razn de que hayan sido tan raras esas manifestaciones, que suponer que Dios le haya retirado este favor a la iglesia? Cuando el pueblo de Dios vuelva a la fe y a las prcticas de la iglesia primitiva, como seguramente lo har bajo la influencia del postrer mensaje, sobrevendr la lluvia tarda y se reavivarn todos los dones. La lluvia temprana sobrevino al comienzo de la era cristiana, en la poca de la sementera del evangelio, para que germinara y arraigara la semilla. Entonces la iglesia disfrut los dones espirituales. Y cuando al final de la dispensacin cristiana sobrevenga la lluvia tarda para madurar la urea cosecha destinada a los alfoles de Dios, entonces se volvern a manifestar en toda su plenitud los dones del Espritu Santo. Con esto concuerdan las palabras del profeta, citadas por Pedro: "Y ser en los postreros das, dice Dios, derramar de mi Espritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarn; y vuestros mancebos vern visiones y vuestros viejos soarn sueos. . . . Y dar prodigios arriba en el cielo, y seales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo. El sol se volver en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el da del Seor, grande y manifiesto." * Aqu vemos el espritu de profeca entre las seales caractersticas de los ltimos das. El reavivamiento del espritu proftico en los ltimos das haba de constituir una de las seales ms notables del prximo fin. Esto es evidente, pues se incluye al espritu de profeca entre las prodigiosas seales en el sol, la luna y las 13 estrellas que se veran en el cielo, y entre las seales de la tierra, como sangre, fuego y vapor de humo. De todos los beneficios que Dios ha concedido a su pueblo, dejando aparte la ddiva de su Hijo, ninguno hay tan sagrado ni tan eficaz para su bienestar como el don de su santa ley y de su Santo Espritu. Y ninguno es tan a propsito como stos para desbaratar los planes de Satans y, en consecuencia, suscitar su ira. Y cuando en la ltima generacin de hombres se levante el pueblo de Dios, observando los diez preceptos de la santa ley y reconociendo el renacimiento del espritu de profeca, experimentar la acerba hostilidad de sus enemigos, suscitada exclusivamente por directa inspiracin de Satans. "Entonces el dragn fue airado contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra los otros de la simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo." * El ngel le dijo a Juan: "El testimonio de Jess es el espritu de la profeca." * La observancia de los mandamientos de Dios y el reconocimiento del espritu de profeca por la iglesia remanente, o sean los cristianos de la ltima generacin, excitan la ira del dragn. A pesar de su apostasa, la era judaica se abri y concluy con especiales manifestaciones del Espritu de Dios. Y no es razonable suponer que la era cristiana, cuya luz, comparada con la de la primera dispensacin, es como la luz del sol respecto de los plidos rayos de la luna, haya de comenzar con gloria y concluir en obscuridad. Y si a fin de preparar un pueblo para el primer advenimiento de Cristo fue necesaria una obra especial del Espritu, mucho ms necesaria habr de ser para su segunda venida. 14 La Cada de Satans - 2 ANTES de su rebelin era Lucifer en el cielo un excelso y alto ngel inmediato en categora al amado Hijo de Dios. Su aspecto, lo mismo que el de los dems ngeles, era benigno y denotaba felicidad. Su frente, alta y espaciosa, indicaba poderosa inteligencia. Su figura era perfecta, y su porte noble y majestuoso. De su semblante irradiaba una luz especial, que resplandeca a su alrededor con mayor esplendor y hermosura que en torno de los dems ngeles. Sin embargo, Cristo, el amado Hijo de Dios, tena la preeminencia sobre todas las huestes anglicas. Era uno con el Padre antes de que fuesen creados los ngeles. Lucifer tuvo envidia de Cristo, y poco a poco se fue arrogando una autoridad que tan slo a Cristo corresponda. El gran Creador congreg a la hueste celestial para conferir en presencia de todos los ngeles, honor especial a su Hijo. Estaba sentado el Hijo en el trono con el Padre, y a su alrededor se agrupaba la celeste multitud de santos ngeles. Entonces declar el Padre que haba ordenado que Cristo, su Hijo, fuese igual a l, de modo que doquiera estuviese la presencia del Hijo, fuese lo mismo que su propia presencia. La palabra del Hijo haba de ser obedecida tan prontamente como la del Padre. Investa a su Hijo de autoridad para mandar a la hueste celestial. Especialmente

iba su Hijo a obrar conjuntamente con l en la proyectada creacin de la tierra y de todos los seres vivientes que haban de poblarla. Su Hijo ejecutara su voluntad y sus designios, pero no hara nada por s mismo. La voluntad del Padre se cumplira en el Hijo. Lucifer senta envidia y celos de Jesucristo. Sin embargo, cuando todos los ngeles se inclinaban ante Jess reconociendo su supremaca, autoridad superior 15 y gobierno justiciero, tambin se inclinaba Lucifer con ellos; pero su corazn estaba lleno de envidia y odio. Dios haba llamado a Cristo para que tomara parte en sus consejos respecto a sus planes, mientras que Lucifer nada saba de ellos. No comprenda ni le era permitido enterarse de los propsitos de Dios. Pero a Cristo se le reconoca por soberano del cielo, con poder y autoridad iguales a las del mismo Dios. Lucifer se figuraba gozar de predileccin entre todos los ngeles. Haba sido sumamente exaltado; pero esto no despert en l sentimiento de gratitud y alabanza a su Creador. Tena una misin especial que cumplir. Haba estado cerca del Creador, y sobre l haban resplandecido de un modo especial los incesantes rayos de la gloriosa luz que rodeaba al Dios eterno. Recordaba que los ngeles haban obedecido sus mandatos con gozo. No eran sus vestiduras hermosas y refulgentes? Por qu deba honrarse a Cristo ms que a l? Se apart inmediatamente de la presencia del Padre, descontento y henchido de envidia contra Jesucristo. Disimulando sus verdaderos intentos, congreg a la hueste anglica y le present su tema, constituido por l mismo. Como si hubiese sufrido agravio, se quej de que Dios le haba postergado al dar la preferencia a Jess. Aadi que desde all en adelante ya no tendran los ngeles la dulce libertad de que haban disfrutado, porque no los acababan de someter a la autoridad de un jefe a quien desde entonces estaran obligados a tributar servil honor? Les dijo que los haba convocado para manifestarles que l no se sometera por ms tiempo a aquella invasin de sus derechos y de los de ellos; que nunca ms rendira adoracin a Cristo; que se arrogara el honor que debiera habrsele conferido, y que sera el caudillo de cuantos quisieran seguirle y obedecer su voz. 16 Hubo contienda entre los ngeles. Lucifer y los que con l simpatizaban, se esforzaban por reformar el gobierno de Dios. Estaban descontentos y disgustados porque no podan penetrar la inescrutable sabidura de Dios ni descubrir sus propsitos al exaltar a su Hijo y conferirle tan ilimitado poder y autoridad. Se rebelaron contra la autoridad del Hijo. Los ngeles que permanecieron leales, procuraron reconciliar a aquel poderoso y rebelde ngel con la voluntad de su Creador. Justificaron el acto de Dios al otorgar honor a Cristo, y con robustos argumentos trataron de convencer a Lucifer de que tanta honra gozaba ahora como antes de que el Padre hubiese proclamado el honor conferido a su Hijo. Expusieron claramente que Cristo era el Hijo de Dios, coexistente con l antes de la creacin de los ngeles, y que siempre haba estado sentado a la diestra de Dios sin que nadie hubiera puesto en duda hasta entonces su apacible y amorosa autoridad, ni que hubiese mandado cosa alguna que no ejecutara gozosamente la hueste anglica. Alegaron, adems, que el haber recibido Cristo especial honor de su Padre en presencia de los ngeles, no menoscabara el honor que Lucifer haba recibido hasta entonces. Los ngeles lloraron. Anhelosamente procuraron disuadir a Lucifer de su malvado propsito e inducirle a que rindiese sumisin a su Creador, pues todo haba sido hasta entonces paz y armona y qu consecuencias iba a traer aquella discordante y rebelde voz? Lucifer no quiso escucharlos y se apart de ellos culpndolos de servilismo. Los ngeles fieles se asombraron al observar que Lucifer lograba xito en sus esfuerzos para excitar a la rebelin. Les prometa Lucifer a los ngeles un gobierno mejor del que tenan, en el cual todo sera libertad. Muchos le manifestaron 17 su propsito de aceptarle por caudillo y gua. Cuando Lucifer vio que prosperaban sus ofrecimientos, se lisonje de poder seducir a todos los ngeles e igualarse al mismo Dios, de suerte que toda la hueste celestial obedeciera sus mandatos y acatase su autoridad. De nuevo le amonestaron los ngeles leales representndole las consecuencias que le acarreara el persistir en su propsito, pues quien haba creado los ngeles era poderoso para quitarle toda autoridad y castigar de sealada manera su audacia y terrible rebelda. Pensar que un ngel pudiese resistirse contra la ley de Dios, tan sagrada como Dios mismo! Exhortaron a los ngeles rebeldes a que no escucharan los falaces razonamientos de Lucifer, y le aconsejaron a l y a cuantos estaban por l influidos, que fuesen a confesar a Dios su culpa por haber siquiera pensado en discutir su autoridad. Muchos de los que simpatizaban con Lucifer se mostraron dispuestos a escuchar el consejo de los ngeles leales y arrepentirse de su descontento, para recobrar la confianza del Padre y de su amado Hijo. Pero el poderoso rebelde declar entonces que estaba muy bien enterado de ley de Dios, y que si se someta a servil obediencia, se le despojara de todo honor, sin que se le volviese a confiar su excelsa misin. Aadi que tanto l como sus adeptos haban ido ya demasiado lejos, por lo que le era preciso arrostrar las consecuencias, pues nunca se inclinara en

servil adoracin ante el Hijo de Dios, que Dios no le perdonara, y estaban todos en el trance de afirmar su libertad y conseguir por la fuerza la posicin y autoridad que no se les quera conceder de buen grado. Por su obstinada rebelin, Lucifer, el portador de luz, se convirti en Satans, el adversario. 18 Los ngeles leales se apresuraron a informar al Hijo de Dios de lo que ocurra entre los ngeles. Encontraron al Padre en conferencia con su amado Hijo para determinar los medios ms a propsito para aniquilar para siempre, en beneficio de los ngeles leales, la arrogada autoridad de Satans. El omnipotente Dios hubiera podido arrojar en seguida del cielo a este jefe de los engaadores; pero no era tal su propsito. Quera conceder al rebelde igualdad de probabilidades para medir su fuerza y poder con su Hijo y sus ngeles leales. En esta batalla, cada ngel se colocara abiertamente en el bando que prefiriese. No hubiera sido conveniente consentir que ninguno de los secuaces de Satans continuase habitando en el cielo. Haban aprendido la leccin de la verdadera rebelin a la inmutable ley de Dios; y esto es incurable. Si Dios hubiese ejercido su poder castigando al caudillo rebelde, no hubieran manifestado ostensiblemente sus sentimientos los ngeles descontentos; y por ello sigui Dios otra conducta, porque quera demostrar a toda la hueste celestial su justicia y su juicio. Era el ms horrendo crimen rebelarse contra el gobierno de Dios. Todo el cielo pareca conmoverse. Los ngeles se organizaron en compaas mandadas cada una de ellas por un jefe. Satans guerreaba contra la ley de Dios por la ambicin de exaltarse y no querer someterse a la autoridad del Hijo de Dios, el supremo caudillo del cielo. Se convoc a toda la hueste celestial para que compareciese ante el Padre y cada caso fue determinado. Satans declar descaradamente su desagrado por la preferencia dada a Cristo sobre l, aadiendo orgullosamente que deba ser l igual a Dios y admitrsele en los consejos del Padre para tener conocimiento de sus propsitos. Dios respondi a Satans que nicamente 19 a su Hijo revelara sus secretos designios, e invit a toda la hueste celestial, incluso el mismo Satans, a que le prestara absoluta e incondicional obediencia; pero dijo que l (Satans) se haba echo indigno de estar en el cielo. Entonces, Satans seal soberbiamente a los que simpatizaban con l, que eran cerca de la mitad de la hueste, y exclam: Estos estn conmigo. Tambin los expulsaris dejando medio vaco el cielo? Despus declar que estaba preparado para resistir la autoridad de Cristo y defender su lugar en el cielo con el esfuerzo de su poder, oponiendo la fuerza a la fuerza. Lloraron los ngeles fieles al or las palabras de Satans y sus soberbias jactancias. Dios manifest que los rebeldes no deban permanecer por ms tiempo en el cielo. Los haba mantenido en su dichosa y elevada posicin, con tal que obedeciesen la ley dada por Dios para gobierno del superior orden de seres. Pero nada haba sido provisto para salvar a los que persistiesen en la transgresin de la ley. Satans se haba envalentonado en su rebelin, y manifestaba su menosprecio de la ley del Creador. No poda soportarla. Aseguraba que los ngeles no necesitaban ley, sino que se les deba dejar libres para obrar segn su voluntad que siempre los guiara hacia lo recto; que la ley era una cortapisa de su libertad, y que la abolicin de la ley era uno de los puntos del programa por cuya realizacin haba asumido aquella actitud. Crea que la condicin de los ngeles necesitaba mejoramiento. Tal no era el pensamiento de Dios, que haba establecido leyes y exaltndolas hasta igualarlas a s mismo. La felicidad de la hueste anglica consista en su perfecta obediencia a la ley. Cada ngel tena asignada su obra especial; y hasta la rebelin de Satn haba reinado perfecto orden y armnica accin en el cielo. 20 Entonces hubo guerra en el cielo. El Hijo de Dios, el Prncipe del cielo, y sus leales ngeles, se empearon en batalla contra el jefe de los rebeldes y sus secuaces. Triunfaron el Hijo de Dios y los ngeles leales, y Satans y los suyos fueron arrojados del cielo. Toda la hueste celestial reconoci y ador al Dios de justicia. No qued en el cielo ni el ms leve vestigio de rebelda. Todo sigui tan pacfico y armonioso como antes. Los ngeles del cielo deploraron la suerte de los que haban sido sus compaeros en felicidad y bienaventuranza. El cielo sinti su prdida. El Padre consult con su Hijo respecto a la ejecucin inmediata de su propsito de crear al hombre para que habitase la tierra. Probara al hombre, de modo que demostrara su lealtad, antes de concederle eterna seguridad. Si soportaba la prueba que Dios creyese ms a propsito, llegara a ser igual a los ngeles. Gozara del favor de Dios, conversara con los ngeles y ellos con l. No crey Dios oportuno colocar al hombre en la imposibilidad de desobedecer. 21 La Creacin - 3 EL PADRE y el Hijo emprendieron la grandiosa y admirable obra que haban proyectado, a saber, la de crear el mundo. La tierra surgi de las manos del Creador sobremanera hermosa. Haba montaas, colinas y llanuras, e interpolados entre ellas ros y extensiones de agua. La tierra no era una dilatada llanura, sino que la monotona del

paisaje estaba quebrada por colinas y montaas, no altas y abruptas como ahora, sino de regular y hermosa configuracin. Las rocas altas y desnudas no se vean nunca en ellas, sino que estaban bajo la superficie como osamenta de la tierra. Las aguas estaban distribudas con mucha regularidad. Las colinas, montaas y bellsimas llanuras estaban adornadas con plantas y flores, y altos y majestuosos rboles de toda clase, mucho mayores y ms hermosos que los de ahora. El aire era puro y saludable, y la tierra pareca un magnfico palacio. Los ngeles se regocijaban al contemplar las admirables y hermosas obras de Dios. Despus de creada la tierra con todos sus animales, el Padre y el Hijo llevaron adelante su propsito, ya concebido antes de la cada de Satans, de crear al hombre a su propia imagen. Haban actuado mancomunadamente en la creacin de la tierra y de todos los seres vivientes en ella. Ahora le dijo Dios a su Hijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen." * Cuando Adn sali de las manos de su Creador era de noble estatura y hermosa simetra, bien proporcionado y algo ms de dos veces ms alto que los hombres que hoy pueblan la tierra. Sus facciones eran perfectas y hermosas. La tez no era blanca ni cetrina, sino rosada, resplandeciente de salud. Eva no era tan alta como Adn, sino que le llegaba un poco ms arriba de los 22 hombros. Tambin era de noble aspecto, perfecta en simetra y muy hermosa. Esta inocente pareja no llevaba artificiosas vestiduras. Estaban revestidos de un velo de luz y esplendor como el de los ngeles. Mientras permanecieron obedientes a Dios, los envolvi este crculo de luz. Aunque todo cuanto Dios haba creado era perfectamente hermoso, y nada faltaba en la tierra creada por Dios para la felicidad de Adn y Eva, les mostr su grande amor plantando un huerto especialmente para ellos. Haban de emplear parte del tiempo en la placentera labor de cultivar el huerto, y otra porcin en recibir la visita de los ngeles, escuchar sus instrucciones y dedicarse a felices meditaciones. Sus ocupaciones no eran fatigosas, sino agradables y vigorizadoras. Este hermoso huerto haba de ser su peculiar residencia. En este huerto plant el Seor rboles de toda clase para utilidad y ornato. Haban rboles cargados de exuberantes frutos, de suave fragancia, hermosos a la vista y sabrosos al paladar, destinados por Dios para alimento de la santa pareja. Haba hermosas vides, que crecan erguidas cargadas de frutos, cual nadie ha vuelto a ver desde la cada. Los frutos eran muy grandes y de diversos colores: unos casi negros, otros prpura, rojo, rosa y verde claro. El hermoso y exuberante fruto colgante de los sarmientos de la vid fue llamado uva. No estaban los sarmientos apoyados en los espaldares y sin embargo, no arrastraban por el suelo, sino que se arqueaban bajo el peso del fruto. Era la grata tarea de Adn y Eva formar hermosas glorietas con los sarmientos de la vid y hacerse moradas con los bellos y vivientes rboles y follaje de la naturaleza, cargados de fragantes frutos. La tierra estaba cubierta de hermoso verdor sembrado de miriadas de aromosas flores de toda especie 23 y matiz en abundante profusin. Todo estaba dispuesto con gusto y magnificencia. En el centro del huerto se alzaba el rbol de vida cuya gloria exceda a la de todos los dems rboles. Sus frutos semejaban manzanas de oro y plata y estaban destinados a perpetuar la inmortalidad. Las hojas tenan propiedades medicinales. Muy dichosa viva la santa pareja en el Edn. Dominaba en absoluto a todos los seres vivientes. El len y el cordero jugueteaban pacfica e inofensivamente a su alrededor o se tendan a dormitar a sus pies. Aves de todo color y plumaje revoloteaban entre rboles y flores, en torno de Adn y Eva, mientras que sus melodiosos cantos resonaban entre los rboles en dulce acorde con las alabanzas a su Creador. Adn y Eva estaban encantados de las bellezas de su ednica mansin. Se deleitaban escuchando el melodioso gorjeo de los pequeos cantores que los rodeaban, revestidos de brillante y primoroso plumaje. La inocente pareja una con ellos sus voces en armoniosos cantos de amor, alabanza y adoracin al Padre y a su amado Hijo, por las muestras de amor que la rodeaban. Reconoca el orden y la armona de la creacin que denotaban infinito conocimiento y sabidura. Continuamente descubra en su ednica morada alguna nueva belleza, alguna otra magnificencia que hencha sus corazones de ms profundo amor y arrancaba de sus labios expresiones de gratitud y reverencia a su Creador. 24 Consecuencias de la Rebelin - 4 EN EL centro del huerto, cerca del rbol de vida, se alzaba el rbol del conocimiento del bien y del mal, destinado especialmente por Dios a ser prenda de la obediencia, fe y amor de Adn y Eva hacia l. Dios les dijo a nuestros primeros padres, refirindose a este rbol: "No comeris de l." Les dijo que podan comer libremente de todos los rboles del huerto, menos de uno, porque si de l comieran, seguramente moriran.

Cuando Adn y Eva fueron colocados en el hermoso huerto, tenan todo cuanto pudiesen apetecer para su felicidad. Pero Dios, en sus omniscientes designios, quiso probar su lealtad antes de concederles eterna seguridad. Haban de disfrutar de su favor, y l conversara con ellos, y ellos con l. Sin embargo, no puso el mal fuera de su alcance. Dios le dio a Satans permiso para tentarlos. Si triunfaban de la prueba, quedaran en perpetuo favor con Dios y los ngeles celestes. Satans contemplaba con asombro su nueva situacin. Se haba desvanecido su felicidad. Miraba a los ngeles que un tiempo fueron felices con l y que con l haban sido expulsados del cielo. Antes de su cada, ni una sombra de descontento haba alterado su perfecta felicidad. Ahora todo estaba cambiado. Los semblantes que haban reflejado la imagen de su Hacedor, reflejaban ahora melancola y desesperacin. Entre ellos haba lucha, discordia y acerbas recriminaciones. Antes de su rebelin, no se haba conocido nada de esto en el cielo. Ahora contemplaba Satans las terribles consecuencias de su rebelin. Se estremeca y tema arrostrar el porvenir, y prever el fin de aquellas cosas. Temblaba al pasar revista a su obra. Meditaba a solas en el pasado, el presente y sus futuros planes. 25 Su formidable cuerpo era sacudido como por una tempestad. Pas por all un ngel del cielo. Satans lo llam y le dijo que deseaba tener una conferencia con Cristo. Le fue concedida, y l manifest al hijo de Dios cuan arrepentido estaba de su rebelin y que deseaba recobrar el favor de Dios, volver a ocupar el sitio que Dios haba designado previamente y someterse a su sabia autoridad. Cristo llor sobre la desgracia de Satans, pero respondile que, por designio de Dios, jams podra volver a entrar en el cielo. El cielo no deba ser puesto en nuevo riesgo, y quedara manchado si le volviese a recibir; porque haba sido el origen del pecado y de la rebelin cuyas semillas segua conservando. No haba tenido razones para seguir tal conducta y no slo se haba l perdido irremisiblemente sino tambin a la hueste de ngeles que hubieran continuado siendo felices en el cielo si l permaneciera firme en la obediencia. La ley de Dios poda condenarle, pero no perdonarle. No se arrepenta Satans de su desobediencia porque reconociese la bondad de Dios, de la cual haba abusado. No era posible que su amor a Dios hubiese aumentado desde su cada hasta el punto de moverle a una cariosa sumisin y leal obediencia a la ley que haba menospreciado. La causa de su pesar era el estado miserable en que se hallaba, el sentimiento de culpa que le dominaba y el desengao de no ver realizadas sus esperanzas. El ser caudillo fuera del cielo resultaba muy diferente de ser honrado como tal all mismo. Le era muy penoso sobrellevar prdida de todos los privilegios celestes. Quera llegar a gozarlos nuevamente. El radical cambio de situacin no haba acrecentado su amor a Dios ni a su sabia y justa ley. Cuando Satans se convenci plenamente de la imposibilidad de 26 recobrar el favor de Dios, manifest su malicia con creciente odio y furiosa vehemencia. Saba Dios que tan resuelta rebelin no iba a permanecer inactiva. Satans inventara medios de molestar a los ngeles celestes y manifestar desprecio hacia su autoridad. Como no le era posible volver a entrar por las puertas del cielo, se colocara en el umbral para tentar a los ngeles y buscarles querella cuando entrasen y saliesen. Procurara destruir la felicidad de Adn y Eva. Se esforzara por excitarles a la rebelin, sabiendo que esto causara pena en el cielo. Los secuaces de Satans fueron a su encuentro, y l les declar con aire arrogante sus planes para apartar de Dios al noble Adn y a su compaera Eva. Si de un modo u otro lograba inducirles a la desobediencia, seguramente tomara Dios alguna providencia para perdonarlos; y entonces, tanto l como los ngeles cados tendran justa oportunidad de compartir con ellos la misericordia de Dios. Si este plan fracasaba, se aliaran con Adn y Eva, porque una vez que hubiesen transgredido la ley de Dios, quedaran como ellos sujetos a la ira divina. Su transgresin los colocara tambin en estado de rebelin, y as les sera posible coligarse con Adn y Eva, apoderarse del Edn y establecer all su morada. Y si podan llegar al rbol de vida sito en el centro del huerto, sin duda que su fortaleza se equiparara a la de los santos ngeles, de modo que ni el mismo Dios pudiera expulsarlos de all. Satans tuvo consejo con sus ngeles malos. No todos se prestaron unnimemente a empearse en aquella arriesgada y terrible obra. El les dijo que no quera confiar su realizacin a ninguno de ellos, pues crea ser el nico que tuviese suficiente sabidura para llevar a cabo tan importante empresa. Quera dejarles que considerasen el asunto mientras l se retiraba a madurar 27 sus planes. Procur convencerlos de que aquella era su nica y ltima esperanza. Si fracasaban en el intento, se desvanecera toda perspectiva de recobrar el gobierno del cielo o de cualquiera parte de la creacin de Dios.

Satans se retir para madurar a solas los planes que seguramente determinaran la cada de Adn y Eva. Tema que se le desbaratasen los proyectos, porque si el inducir a Adn y Eva a la desobediencia del mandamiento de Dios y transgresin de su ley no haba de reportarle provecho alguno, aun empeorara su situacin y sera ms grave su culpa. Le repugnaba la idea de sumir a la inocente y dichosa pareja en la miseria y el remordimiento que le atenaceaban. Estaba indeciso. Unas veces firme y resuelto; otras dudoso y vacilante. Sus ngeles fueron a encontrarle para darle cuenta de la decisin que haban tomado. Se adheriran a los planes de Satans, compartiendo con l la responsabilidad y atenindose a las consecuencias. Satans desech sus sentimientos de flaqueza y desesperacin, y como caudillo de ellos revistise de valor para afrontar la cuestin y hacer todo cuanto pudiese con el fin de desafiar la autoridad de Dios y de su Hijo. Les dio cuenta de todos sus planes. Si se acercara audazmente a Adn y Eva y se quejara del Hijo de Dios, no le escucharan ni por un momento, sino que se pondran en guardia contra semejante ataque. Si procurara intimidarlos con su podero, por haber sido hasta recientemente un ngel de tan elevada categora, tampoco podra conseguir nada. As resolvi emplear la astucia y el engao para lograr lo que no le fuera posible por la fuerza. Dios congreg la hueste anglica para tomar medidas con el fin de evitar el mal que amenazaba. Se decidi 28 en los consejos del cielo enviar al Edn ngeles que advirtiesen a Adn del peligro que estaban por parte del enemigo. Dos ngeles fueron a visitar a nuestros primeros padres. La santa pareja los recibi con gozosa inocencia, manifestndoles cuan agradecidos estaban a su creador por haberlos rodeado de tanta abundancia. Podan disfrutar de todo lo apetecible y hermoso y todo estaba sabiamente adecuado a sus necesidades; pero lo que estimaban en ms que cualquier otro beneficio era la compaa del Hijo de Dios y de los santos ngeles, porque a cada visita tenan mucho que referirles respecto a lo que descubran y echaban de ver en las bellezas de la naturaleza en su hermosa morada del Edn, as como tenan que hacer muchas preguntas respecto a varias cosas que no podan comprender plenamente. Los ngeles les dieron con gran placer y amor las explicaciones deseadas, y tambin les relataron la triste historia de la rebelin y cada de Satans. Despus les informaron explcitamente de que el rbol del conocimiento estaba plantado en medio del Edn para servir de prenda de su obediencia y amor a Dios; que los ngeles mantenan su alto y dichoso estado bajo condicin de obediencia; que ellos estaban en anloga situacin; que podan obedecer la ley de Dios y ser indeciblemente felices, o desobedecerla y perder su elevada posicin, quedando sumidos en irremediable desesperacin. Les dijeron a Adn y Eva que Dios no quera forzarlos a obedecer; que no los haba privado de la potestad de contrariar sus designios, porque eran agentes morales, libres para obedecer o desobedecer. Slo haba puesto Dios una prohibicin que le pareci conveniente, y si quebrantaban la voluntad de Dios, seguramente moriran. Tambin les dijeron que el ms excelso ngel, inmediatamente inferior a Cristo en 29 categora, no quiso obedecer la ley establecida por Dios para el gobierno de los seres celestiales; que su rebelin haba provocado en el cielo una guerra cuyas consecuencias fueron la expulsin del rebelde con todos los ngeles unidos a l para discutir la autoridad del gran Jehov, y que aquel ngel cado era a la sazn un enemigo de todo cuanto se relacionase con el inters de Dios y de su amado Hijo. Les dijeron que Satans se propona perjudicarlos, y que les era necesario precaverse, porque podan ponerse en contacto con el cado enemigo, aunque no podra daarles mientras prestasen obediencia al mandamiento de Dios, pues, si necesario fuera, todos los ngeles del cielo acudiran en auxilio de ellos para que el enemigo no los daase en modo alguno. Pero que si desobedecan el mandamiento de Dios, entonces tendra Satans poder para molestarles, perturbarles y ponerlos en perplejidad. Si permanecan firmes contra las primeras insinuaciones de Satans, estaran tan seguros como los ngeles del cielo. Pero si cedan al tentador, no les perdonara quien no perdon a los excelsos, ngeles, sino que habran de sufrir la pena de su transgresin, porque la ley de Dios era tan sagrada como Dios mismo, y requera absoluta obediencia de todos en cielo y tierra. Los ngeles previnieron a Eva de que no se apartase de su esposo durante las labores, porque poda ponerse en contacto con aquel cado enemigo. Si se separaban uno de otro, correran mayor peligro que si permanecan juntos. Les encargaron los ngeles que siguieran estrictamente las instrucciones dadas por Dios respecto al rbol del conocimiento; porque en la perfecta obediencia estaran a salvo, y el cado enemigo no podra engaarlos. Dios no permitira que Satans, acosara a la santa pareja con continua tentaciones. 30 Slo podra tener acceso a ellos en el

rbol del conocimiento del bien y del mal. Adn y Eva prometieron a los ngeles que nunca transgrediran el expreso mandato de Dios, porque su mayor placer era hacer su voluntad. Los ngeles unieron sus voces a los de Adn y Eva en santas estrofas de armoniosa msica, y al resonar su cnticos fuera del bienhadado Edn, Satans oy el son de las estrofas de gozosa adoracin al padre y al Hijo. Y al orlas, creci su envidia, odio y malignidad, manifestando a sus secuaces cuan ansioso estaba de incitar a Adn y Eva a la desobediencia para que sobre ellos se descargara la ira de Dios y se convirtieran sus cnticos de alabanza en odiosas maldiciones contra su Hacedor. 31 Tentacin y Cada - 5 SATANS ASUME FORMA DE SERPIENTE Y ENTRA EN EL EDN LA SERPIENTE era un hermoso animal con alas, y al volar por los aires tenia un brillante aspecto, como de oro bruido. No andaba por el suelo, sino que iba de un lado para otro por los aires y coma frutas, lo mismo que el hombre. Satans se infundi en la serpiente, y posndose en el rbol del conocimiento comenz tranquilamente a comer del fruto. Sin darse cuenta se haba apartado Eva de su esposo al practicar sus tareas, y al notar que la serpiente estaba comiendo de la fruta prohibida recel la posibilidad de un peligro, pero se crey segura aunque no haba permanecido cerca de su esposo. Crey tener sabidura para reconocer el mal si se acercara y fuerza para arrostrarlo. El ngel le haba amonestado que no lo hiciera. No tard Eva en contemplar con curiosidad mezclada de admiracin el fruto del rbol prohibido. Vio que era muy apacible, y se preguntaba por que les haba prohibido Dios comerlo. Aquella era la ocasin favorable para Satans, quien se dirigi a Eva, y como si le adivinara el pensamiento, exclam: "con que Dios os ha dicho: No comis de todo rbol del huerto?" * As hablo Satans con halagadoras palabras y armoniosa voz a la asombrada Eva, quien se haba sorprendido al or hablar a una serpiente. Alab la hermosura y el donaire de Eva, en cuyos odos sonaron agradablemente aquellas lisonjas. Pero estaba admirada, porque saba que Dios no le haba otorgado a la serpiente el don de la palabra. Se aviv con ello la curiosidad de Eva. En vez de huir de aquel paraje, se detuvo a or como hablaba 32 una serpiente, sin ocurrrsele que bien podra ser aquel enemigo cado quien se vala de la serpiente como de un medio de comunicacin. Quien hablaba era Satans, no la serpiente. Eva qued seducida, lisonjeada e infatuada. Si se le hubiera aparecido un imponente personaje en figura semejante a la de los ngeles y parecido a ella, seguramente se hubiera puesto en guardia. Pero aquella extraa voz debiera haberla movido a irse en seguida al lado de Adn para preguntarle quien podra ser el ser que tan desenvueltamente le hablaba. Sin embargo, entr en conversacin con la serpiente, respondiendo as a su insinuacin: "Del fruto de todo rbol del huerto comemos; mas del fruto del rbol que est en medio del huerto, dijo Dios: no comeris de l ni le tocaris, porque no muris." La serpiente respondi: "No moriris; mas sabe Dios que el da que comiereis de l, sern abiertos vuestros ojos, y seris como dioses, sabiendo el bien y el mal." * Satans quera inculcar la idea de que si Adn y Eva coman del rbol prohibido, recibiran un conocimiento mas noble y superior al adquirido hasta entonces. Tal ha sido la obra realizada por Satans con gran xito desde su cada: inducir a los hombres a escrutar los secretos del altsimo, sin satisfacerse con lo que Dios ha revelado ni obedecer fielmente lo que ha prescripto. El plan de Satans es inducir a los hombres a desobedecer los mandamientos de Dios y hacerles creer despus que entran en un maravilloso campo de conocimiento. Pero ello es pura suposicin y miserable engao. Al no comprender lo que Dios ha revelado, los hombres menosprecian sus explcitos mandamientos, 33 aspiran a una sabidura independiente de Dios y se esfuerzan por descifrar lo que le plugo a Dios substraer de los conocimientos de los mortales. Se ensoberbecen con sus ideas de progreso y se cargan de su vana filosofa, pero en cuanto a su verdadero conocimiento, van a tientas en las tinieblas de media noche. Siempre estn estudiando, sin poder llegar nunca a conocer la verdad. No era la voluntad de Dios que la inocente pareja conociese el mal. Les haba dado generosamente el bien, y retrado el mal. Eva crey que tena razn la serpiente, y escuch la rotunda afirmacin que achacaba a Dios una mentira, diciendo: "No moriris; mas sabe Dios que el da que comiereis de l sern abiertos vuestros ojos, y seris como dioses, sabiendo el bien y el mal." Satans insinu descaradamente que Dios los haba engaado para que no fueran iguales a l en conocimiento. Dios haba dicho: Si comiereis, moriris. La serpiente deca: Si comiereis, no moriris.

El tentador asegur a Eva que tan pronto como probara la fruta, recibira un nuevo y superior conocimiento que la igualara a Dios. Adems le llam la atencin hacia lo que l mismo haca. Coma libremente del rbol, cuyo fruto no solo no era nocivo sino por el contrario delicioso y placentero. Le dijo que Dios les haba prohibido comerlo y aun tocarlo a causa de sus maravillosas propiedades para infundir sabidura y poder. Aadi que si l haba alcanzado el don de la palabra, era por haber comido del fruto del rbol prohibido, e insinu que Dios no llevara adelante su amenaza, pues slo la haba hecho con objeto de intimidarlos para privarlos de tan alto bien. Asimismo les dijo que no podran morir, pues no haban comido acaso del rbol que perpetuaba la inmortalidad? Termin diciendo que Dios los estaba engaando para 34 que no alcanzaran una mayor felicidad y ms excelsa dicha. El tentador arranc la fruta del rbol y se la ofreci a Eva, quien la tom. Ves? -Dijo el tentador,- se os prohibi hasta tocar la fruta porque no murierais.- Y aadi que no tendra mayor sentimiento de mal y muerte por comer del fruto que por tocarlo. Eva se sinti muy alentada porque no experimentaba las inmediatas manifestaciones del desagrado de Dios, y crey que el tentador hablaba prudente y verdicamente. Comi del fruto y le supo a deleite, pues tena un sabor exquisito, y le pareci sentir en todo su ser los maravillosos efectos del fruto. Despus, con su propia mano arranc el fruto del rbol y volvi a comer, figurndose que senta el vivificador poder de una nueva y elevada existencia como resultado de la influencia excitante del fruto prohibido. Dominada por un extrao e inslito frenes, fuse en busca de su esposo con las manos llenas del fruto prohibido. Le refiri el razonado discurso de la serpiente, y quiso llevarle en seguida al rbol del conocimiento, dicindole que ella haba comido del fruto, y en vez de sentir indicios de muerte haba experimentado una placentera y deleitosa influencia. Tan pronto como Eva hubo desobedecido, se convirti en un poderoso medio para ocasionar la cada de su esposo. Vi que el semblante de Adn se cubra de tristeza. Qued espantado y atnito. Pareca que batallaban encontrados afectos en su nimo. Le dijo a Eva que tena la seguridad de que todo aquello era obra del enemigo contra el cual se los haba amonestado, y que siendo as, ella morira. Respondi Eva que no senta la menor molestia, sino ms bien una placentera sensacin, por lo que le invit a que tambin comiese. Comprenda muy bien Adn que su compaera haba quebrantado la nica prohibicin que les fuera 35 impuesta en prueba de sus amor y fidelidad. Arguy Eva que la serpiente haba dicho que no moriran, y as deba ser la verdad, por cuanto no notaba ninguna seal del desagrado de Dios, sino una placentera influencia como la que a su parecer sentan los ngeles. Adn se lament de que Eva se hubiese separado de su lado; pero ya estaba hecho el mal y no tena ms remedio que perder la compaera a quien tanto haba amado. Como podra soportar esta prdida? Amaba vehementemente a Eva, y en extremo desalentado resolvi a compartir su suerte. Razon que Eva era parte de s mismo, y que si ella haba de morir, l morira con ella, porque no le era posible soportar el pensamiento de la separacin. No tuvo la necesaria fe en su misericordioso y benvolo creador. No pens que si Dios lo haba formado del polvo de la tierra dndole un hermoso cuerpo viviente, y haba creado a Eva para que fuese su compaera, podra subsanar la falta de ella. Con todo, No podran ser verdicas las palabras de aquella sabia serpiente? Eva estaba delante de l, tan hermosa y en apariencia tan inocente como antes de aquel acto de desobediencia. El fruto que haba comido pareca haber intensificado su amor hacia l, pues le mostraba mas cario que antes de la desobediencia y no vea en ella seal alguna de muerte. Le haba hablado de la dichosa influencia del fruto, de su ardiente amor por l, as que resolvi arrostrar las consecuencias. Tom el fruto, lo comi vidamente, y como Eva, no experiment inmediatamente sus perniciosos efectos. Eva se haba credo capaz de discernir entre lo justo y lo injusto. La lisonjera esperanza de alcanzar un superior estado de conocimiento la haba inducido a ver en la serpiente una amiga especial muy interesada en su bienestar. Si hubiese ido en busca de su esposo y hubiesen referido ambos a sus Hacedor las palabras 36 de la serpiente, se hubieran librado al punto de su astuta tentacin. El Seor no quera que investigaran acerca del fruto del rbol del conocimiento, porque con ello se expondran a Satans enmascarado. Saban que estaran perfectamente seguros si no tocaban ese fruto. Dios instruy a nuestros primeros padres acerca del rbol del conocimiento, y fueron completamente enterados de la cada de Satans y del peligro de escuchar sus insinuaciones. No les quit la posibilidad de comer del fruto prohibido. Los hizo agentes morales libres para creer en su palabra y obedecer sus mandamientos, o a creer al tentador, desobedecer y morir. Adn y Eva comieron del fruto prohibido y la gran sabidura que con ello adquirieron fue el conocimiento del pecado y la conciencia de su culpabilidad. Pronto se desvaneci el velo de la luz que los envolva, y al perderlo y sentirse culpables, invadiles un estremecimiento y quisieron cubrir sus desnudos cuerpos. Nuestros primeros padres prefirieron dar crdito a las palabras de la que suponan serpiente, la cual no haban dado

muestras de amor hacia ellos ni hecho nada en su beneficio ni por su felicidad, mientras que Dios les haba dado cuanto necesitaban para su sustento y recreo. Todo aquello en lo que se posaba su vista era abundancia y belleza. Sin embargo, Eva se dej engaar por la serpiente, creyendo que se les privaba de algo que la hara tan sabia como Dios. En vez de creer y confiar en Dios, desconfi bajamente de su bondad y acogi las palabras de Satans. Despus de la transgresin, se figur Adn de momento que se elevaba a una existencia nueva y superior; pero no tard en aterrorizarle la idea de su transgresin. El aire, cuya temperatura haba sido hasta entonces constantemente benigna, le daba escalofros. La culpable pareja tena conciencia del pecado. Tema 37 el porvenir y experimentaba un sentimiento de necesidad, una desnudez del alma. Pareca haberse apartado de ellos el dulce amor, la paz, la dichosa y constante felicidad, y en su lugar, sentan una falta de algo que hasta entonces no haban experimentado. Por primera vez fijaron su atencin a lo externo. No haban estado vestidos, sino envueltos en luz como los ngeles celestes. Esa luz que los aureolaba se haba desvanecido. Para mitigar el sentimiento de deficiencia y desnudez que experimentaban, trataron de buscar con que cubrir sus cuerpos, porque, como podran arrostrar desnudos la vista de Dios y los ngeles? Su crimen se les apareca ahora en su verdadera magnitud. La transgresin del expreso mandato de Dios tomaba mas claro carcter. Adn vituperaba la locura de Eva por apartarse de su lado y dejarse engaar por la serpiente. Se lisonjeaban ambos de que Dios, que les haba dado todo lo necesario para su felicidad, excusara su desobediencia en mrito del grande amor que les tena, y que despus de todo no sera tan terrible su castigo. Satans se regocijaba en su triunfo. Haba inducido a la mujer a desagradar a Dios poner en duda su sabidura y tratar de inquirir sus omniscientes planes. Y por medio de la mujer haba logrado tambin la cada de Adn que movido de su amor a Eva haba desobedecido el mandato de Dios, perdindose con ella. La noticia de la cada del hombre se difundi por el cielo y enmudecieron las arpas. Los ngeles se despojaron tristemente de sus coronas. Todo el cielo estaba conmovido. Los ngeles deploraban la ruin ingratitud del hombre en pago de los abundantes beneficios que Dios les haba otorgado. Hubo consejo para decidir que deba hacerse con la culpable pareja. Teman los ngeles que Adn y Eva alargaran la mano y comieran 38 del rbol de vida, perpetuando as una existencia de pecado. El Seor visit a Adn y Eva para informarlos de los resultados de su desobediencia. Al advertir que se acercaba la majestad de Dios, trataron de ocultarse de su vista, en la que se complacan cuando eran inocentes. "Y llam Jehov Dios al hombre, y le dijo: Dnde ests t? Y l respondi: O tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y escondme. Y djole: Quien te enseo que estabas desnudo? Has comido del rbol del que yo te mande no comieses?" * Esto pregunt el Seor, no porque no lo supiera, sino para la condenacin de la culpable pareja. Como tuviste miedo y vergenza? Adn reconoci su transgresin, no porque estuviera arrepentido de su desobediencia, sino para echarle la culpa a Dios diciendo: "La mujer que me diste por compaera me dio del rbol, y yo com." Entonces le dijo Dios a la mujer "Que es lo que has hecho?" Eva respondi: "La serpiente me engao, y com." El Seor entonces, le dijo a la serpiente: "Por cuanto esto hiciste, maldita sers entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andars y polvo comers todos los das de tu vida." as como la serpiente haba sido exaltada por todas las bestias del campo, deba ser degradada bajo todas ellas, y detestada por el hombre, con motivo de haber sido el medio de que Satans se haba valido para obrar. "Y al hombre dijo: Por cuanto obedecisteis a la voz de tu mujer, y comiste del rbol de que te mand diciendo: No comers de l; maldita ser la tierra por amor de ti; con dolor comers de ella todos los das de tu vida; espinos y cardos te producir, 39 comers hierba del campo; en el sudor de tu rostro comers el pan hasta que vuelvas a la tierra." * Dios maldijo la tierra a causa del pecado de Adn y Eva por haber comido del rbol del conocimiento, y declar: "Con dolor comers de ella todos los das de tu vida." Dios les haba proporcionado el bien, privndolos del mal. Ahora declaraba que comeran con dolor, esto es, que estaran relacionados con el mal todos los das de su vida. Desde entonces haba de estar afligido el gnero humano por las tentaciones de Satans. Quedaba Adn sujeto a una vida de perpetua fatiga y ansiedad, en vez de las dichosas y placenteras labores que hasta all haba disfrutado. Quedaban sometidos al desengao, el dolor, el desengao y finalmente la muerte y desintegracin. Estaban formados del polvo de la tierra y al polvo de la tierra deban volver.

Se les dijo que haban de perder su ednica morada. Haban cedido al engao de Satans, creyendo en sus palabras y dando por cierto que Dios pudiese mentir. Con su transgresin haban abierto a Satans el camino para llegar ms fcilmente hasta ellos y por lo mismo no era prudente que permaneciesen en el huerto del edn, pues en su estado de culpa podan acercarse al rbol de vida y perpetuar una existencia de pecado. Suplicaron que se les permitiese permanecer en el edn, aunque reconocan haber perdido todo derecho a disfrutar de aquella felicidad. Prometieron que en lo sucesivo obedeceran implcitamente a Dios. Se les respondi que en su cada de la inocencia a la culpa, no haban adquirido fortaleza, sino mucha debilidad. No haban conservado su integridad mientras estaban en santa y dichosa inocencia, por lo que mucha menos fortaleza tendran para permanecer fieles en estado de 40 culpa consciente. Quedaron embargados por intenssima angustia y remordimiento. Ahora vean que la paga del pecado era la muerte. Se enviaron ngeles para que inmediatamente aguardaran el camino que conduca al rbol de vida. El estudiado plan de Satans era que Adn y Eva desobedecieran a Dios, mereciesen su enojo, y luego comieran del rbol de vida para perpetuar as la existencia del pecado. Pero fueron los santos ngeles a interceptarles el camino del rbol de la vida. Alrededor de estos ngeles relumbraba por todos lados rayos de luz que parecan flamgeras espadas. 41 EL PLAN DE SALVACIN - 6 Todo el cielo se entristeci al saber que el hombre estaba perdido y que el mundo creado por Dios iba a poblarse de mortales condenados a la miseria, la enfermedad y la muerte, sin remisin para el ofensor. Toda la raza de Adn deba morir. Yo vi al amable Jess y contemple una expresin de simpata y tristeza en su semblante. Luego le vi acercarse a la deslumbradora luz que envolva al padre. El ngel que me acompaaba dijo: Esta en ntimo coloquio con el Padre. La ansiedad de los ngeles era muy viva mientras Jess estaba conversando con su padre. Tres veces qued envuelto por la esplendente luz que rodeaba al padre, y la tercera vez sali de junto al padre, de modo que ya fue posible ver su persona. Su aspecto era tranquilo, extenso de perplejidad y turbacin, y resplandeca de amor y benevolencia inefables. Entonces les dijo a los ngeles que se haba hallado un medio para la salvacin del perdido hombre; que haba estado abogando junto a su padre, y haba ofrecido dar su vida en rescate y echar sobre si la sentencia de muerte, a fin de que por su medio pudiese el hombre encontrar perdn; para que por mritos de su sangre y su obediencia a la ley de Dios, obtuviese el favor del padre y volviese al hermoso huerto para comer del fruto del rbol de vida. En un principio los ngeles no pudieron alegrarse, porque su caudillo no les haba ocultado nada, sino que les haba declarado explcitamente el plan de salvacin. Jess les dijo que se pondra entre la ira de su padre y el culpable hombre, que soportara iniquidades y escarnios, y que muy pocos le reconocera por hijo de Dios. Casi todos le odiaran y rechazaran. Dejara toda su gloria en el cielo, para aparecer en la tierra 42 como hombre, humillndose como hombre, y relacionndose por experiencia personal con las diversas tentaciones que haban de asaltar a los hombres, a fin de saber cmo auxiliar a los tentados; y que, por ltimo una vez cumplida su misin, como maestro, sera entregado en manos de los hombres, para sufrir cuantas crueldades y tormentos pudiesen inspirar Satans y sus ngeles a los hombres malvados; que morira de la ms cruel de las muertes; colgado entre los cielos y la tierra como culpable pecador; que sufrira terribles horas de agona, con las cuales no podra compararse ningn sufrimiento corporal. Sobre l recaeran los pecados del mundo entero. Les dijo que morira, que resucitara al tercer da y ascendera junto a su padre para interceder por el perverso y el culpable hombre. Los ngeles se prosternaron ante l. Ofrecieron sus vidas. Jess les dijo que con su muerte salvara a muchos pero que la vida de un ngel no podra pagar la deuda. Solo su vida poda aceptar el padre por rescate del hombre. Tambin les dijo que ellos tendran una parte que cumplir, estar con l, y fortalecerle en varias ocasiones; que tomara la cada naturaleza del hombre, y no sera su fortaleza igual a la de ellos que presenciaran su humillacin y acerbos sufrimientos; y que cuando vieran sus sufrimientos y el odio de los hombres hacia l se conmoveran con profundsimas emociones, y que por lo mucho que le amaban querran rescatarle y librarle de sus verdugos; pero que no interviniesen para evitar nada de lo que presenciasen; que desempearan una parte en su resurreccin; que el plan de salvacin estaba ya trazado y que su padre lo haba aprobado. Con santa tristeza consol y alent Jess a los ngeles, manifestndole que luego estaran con aquellos a quienes redimiese y siempre permaneceran 43 con l; y que con su muerte redimira a muchos y destruira a quien tena el poder de la muerte. Y su Padre le dara el reino y la grandeza del dominio bajo todo el cielo y lo poseera para siempre jams. Satans y los pecadores seran destrudos para que nunca perturbasen el cielo ni la nueva tierra purificada. Jess mando a la hueste celestial que se reconciliase con el plan que su padre haba aprobado, y se alegrara de que el cado hombre pudiera por virtud de su

muerte recobrar la exaltacin, obtener el favor de Dios y gozar del cielo. Entonces se llen el cielo de inefable jbilo. La hueste celestial entono un cntico de alabanza y adoracin. Pulsaron las arpas y cantaron con una nota ms alta que antes, por la gran misericordia y condescendencia de Dios al dar a su Queridsimo y Amado para que muriese por una raza de rebeldes. Manifestaron alabanza y adoracin por el abnegado sacrificio de Jess, que consista en dejar el seno del padre y escoger una vida de sufrimientos y angustias y morir ignominiosamente para poder rescatar a otros de una muerte eterna. Me dijo mi ngel acompaante: Crees que el Padre entreg sin lucha alguna a su querido y amado Hijo? No, no. El Dios del cielo luch entre dejar que el hombre culpable pereciese o entregar a su amado hijo para que muriese por la raza humana. Los ngeles tenan tan vivo inters en la salvacin del hombre que no faltaban entre ellos quienes renunciaran a su gloria y diesen su vida por el hombre que haba de perecer. Pero -dijo el ngel- eso no servira de nada. La transgresin fue tan enorme que la vida de un ngel no bastara para satisfacer la deuda. nicamente poda pagarla la muerte e intercesin de su Hijo para salvar al hombre perdido de su desesperanzada tristeza y miseria. 44 Pero a los ngeles se les encomend la misin de ascender y descender desde la gloria con el fortalecedor blsamo que aliviase al Hijo de Dios en sus sufrimientos, y de servirle. Tambin haba de ser su labor defender o custodiar a los sbditos de la gracia contra los ngeles malos y librarlos de las tinieblas en que constantemente tratara Satans de envolverlos. Yo vi que le era imposible a Dios alterar o mudar su ley, salva al perdido y pereciente hombre con el cambio de la ley; por tanto, consinti en que su amado Hijo muriese por la transgresin del hombre. Satans se alegr de nuevo con sus ngeles de que por haber causado la cada del hombre, depusiera al Hijo de Dios de su excelsa posicin. Les dijo a sus ngeles que cuando Jess tomara la naturaleza del hombre cado, podra vencerlo e impedir el cumplimiento del plan de salvacin. Se me mostr a Satans tal como antes haba sido un excelso y dichoso ngel. Despus se me mostr tal como es ahora. Todava tiene una regia figura. Todava son nobles sus facciones, porque es un ngel cado. Pero su semblante denota viva ansiedad, inquietud, desdicha, malicia, odio, falacia, engao y todo linaje del mal. Me fij especialmente en aquella testa que tan noble fuera. Su frente se inclinaba hacia atrs desde los ojos. Ech de ver que al cabo de tanto tiempo de envilecerse, todas las buenas cualidades estaban sofocadas y todas las malas en plena actividad. Sus ojos astutos y sagaces, denotaban profunda penetracin. Su figura era corpulenta; pero las carnes le colgaban flcidas en la cara y en las manos. Cuando le vi tena apoyada la barbilla en la mano izquierda. Pareca estar muy pensativo. Se le entreabrieron los labios en una sonrisa que me hizo temblar por lo henchida que estaba de malignidad y satnica astucia. As 45 se sonre siempre que est por hacer una vctima, y cuando la asegura en sus lazos, esa sonrisa se vuelve horrible. Con indecible tristeza, pero humildes, salieron Adn y Eva de aquel hermoso huerto donde tan felices haban sido hasta que desobedecieron el mandato de Dios. La atmsfera estaba cambiada. Ya no era invariable como antes de la transgresin. Dios los visti con tnicas de pieles para protegerlos contra el fro y el calor a que estaban expuestos. Todo el cielo lament la desobediencia y cada de Adn y Eva, que haban atrado la ira de Dios sobre toda la raza humana. Estaban privados de la comunicacin con Dios y sumidos en irremediable miseria. La ley de Dios no poda alterarse para satisfacer la necesidad del hombre, porque, en lo ordenado por Dios, no deba nunca perder su fuerza ni rescindir la ms mnima parte de sus exigencias. Los ngeles de Dios recibieron el encargo de visitar a la cada pareja y manifestarle que aunque ya no poda mantenerse en posesin de su santo predio, su morada del Edn, por haber transgredido la ley de Dios, no era del todo desesperada su situacin. Se les dijo, despus, que el Hijo de Dios, con quien haban hablado en el Edn, se haba apiado de su tristsima situacin, y voluntariamente haba ofrecido tomar sobre s el castigo que ellos merecan, y morir por ellos para que el hombre pudiese seguir viviendo mediante la fe en la expiacin que por l se propona hacer Cristo. Por medio de Cristo, se le abra al hombre una fuente de esperanza, a pesar de su enorme pecado, para que no quedara bajo el absoluto dominio de Satans. La fe en los merecimientos del Hijo de Dios elevara al hombre de tal modo que podra resistir las artimaas de Satans. Se le concedera un perodo de prueba en 46 que por medio de una vida de arrepentimiento y fe en la obra expiatoria del Hijo de Dios pudiera redimirse de su transgresin de la ley del Padre, y elevarse as a un estado en que fuera posible aceptar sus esfuerzos por observar la ley.

Les dijeron los ngeles cunto se haba deplorado en el cielo la noticia de que haban ellos quebrantado la ley de Dios, motivo por el cual se resolvi Cristo al tremendo sacrificio de su preciosa vida. Cuando Adn y Eva se percataron de cun excelsa y sagrada era la ley de Dios cuya transgresin exiga tan costoso sacrificio para salvarlos a ellos y a su posteridad de completa ruina, suplicaron que se les permitiera morir o satisfacer ellos y su descendencia la pena consiguiente a su culpa, antes de consentir que el amado Hijo de Dios hiciese tan enorme sacrificio. Aumentaba la angustia de Adn. Comprenda que sus pecados eran de tal magnitud que tendran terribles consecuencias. Y el honrado Caudillo del Cielo, que con l anduvo y convers cuando era inocente, a quin los ngeles honraban y adoraban, deba ser depuesto de su excelsa posicin para morir por culpa suya? Se le comunic a Adn que la vida de un ngel no bastaba para satisfacer la deuda. La ley de Jehov, el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra eran tan sagrados como el mismo Dios, y por esta razn no poda Dios aceptar la vida de un ngel como sacrificio expiatorio de su transgresin. Para Dios era su ley ms importante que los santos ngeles que rodeaban su trono. El Padre no poda abolir ni alterar un solo precepto de su ley para aceptar al hombre en su cada condicin. Pero el Hijo de Dios que mancomunadamente con el Padre haba creado al hombre, poda hacer por el hombre una expiacin agradable a Dios, dando su vida en sacrificio y soportando las iras de su padre. Los 47 ngeles le dijeron a Adn que as como su transgresin haba acarreado desgracia y muerte, por medio del sacrificio de Jesucristo surgira la vida y la inmortalidad. Se le revelaron a Adn importantes acontecimientos que haban de ocurrir desde su expulsin del Edn hasta el Diluvio, y ms adelante hasta la primera venida de Cristo a la tierra. El amor que por Adn y su posteridad senta el hijo de Dios, le moveran a tomar naturaleza humana, y elevar as, por medio de su humillacin, a cuantos creyeran en l. Semejante sacrificio era lo suficientemente valioso para salvar al mundo entero; pero slo unos pocos aprovecharan de la salvacin proporcionada por tan admirable sacrificio. Los ms no cumpliran con las condiciones exigidas por ellos para ser partcipes de la gran salvacin. Preferiran pecar y transgredir la ley de Dios en vez de arrepentirse y obedecer, confiando por fe en los mritos del ofrecido sacrificio, cuya infinita vala era poderosa para hacer al hombre que lo aceptara ms precioso a los ojos del Dios Todopoderoso que el oro fino, y ms que oro de Ofir. Se le mostraron a Adn las sucesivas generaciones, y vi el aumento del crimen, de la culpa y de la corrupcin, a causa de que el hombre cedera a su fuerte inclinacin natural a quebrantar la santa ley de Dios. Se le mostr cmo la maldicin se descargaba ms y ms pesadamente sobre la raza humana, sobre los animales y la tierra, a consecuencia de la continua transgresin del hombre. Se le mostr que se extenderan constantemente la iniquidad y la violencia; pero que en medio de todo aquel flujo de miseria y maldicin, siempre habra unos cuantos que conservaran el conocimiento de Dios, permaneciendo inclumes entre la prevaleciente degeneracin moral. 48 Se le ense a Adn que el pecado es la transgresin de la ley, y que de esta transgresin resultara la degeneracin moral, mental y fsica de la raza humana, hasta quedar el mundo henchido de toda clase de miserias. Los das del hombre fueron acortados por su propia conducta de pecado al quebrantar la justa ley de Dios. La raza humana se rebaj al fin de tal manera que pareca muy inferior y casi intil. La generalidad era incapaz de estimar el misterio del calvario, los grandiosos y altsimos actos de la expiacin, y el plan de salvacin, a causa de su deleite en la naturaleza carnal. Mas a pesar de la debilidad y flaqueza de las facultades mentales, morales y fsicas de la raza humana, Cristo se mantiene fiel al propsito por el cual haba dejado el cielo y contina interesndose por la dbil, deprimida y degenerada humanidad, exhortando a los hombres a que suplan en l su debilidad y grandes deficiencias. Si acuden a l, satisfar todas sus necesidades. Cuando Adn, con arreglo a las especiales instrucciones de Dios, hizo una ofrenda por su pecado, fue para l una penossima ceremonia. Su mano tuvo que alzarse para quitar una vida que slo Dios poda dar, y presentar una ofrenda por el pecado. Era la primera vez que presenciaba la muerte. Al contemplar la sangrante vctima, convulsaba en las agonas de la muerte, deba ver con los ojos de la fe al Hijo de Dios, a quien la vctima prefiguraba, que haba de morir en sacrificio por el hombre. Esta ofrenda ceremonial, ordenada por Dios, haba de ser un perpetuo recuerdo de la culpa de Adn y un penitente reconocimiento de su transgresin. El acto de quitar la vida a la vctima, le dio a Adn un conocimiento ms profundo y perfecto de su pecado, que nicamente poda ser expiado por la muerte del amado 49 Hijo de Dios. Adn se admir de la infinita bondad y del incomparable amor que entregaba tal rescate para salvar al culpable. Mientras sacrificaba a la inocente vctima, le pareca que con su propia mano estaba derramado la sangre del Hijo de Dios.

Comprenda que si hubiese permanecido firme ante Dios y fiel a su santa ley, no hubiera habido muerte de bestias ni de hombres. Sin embargo, en la ofrenda de sacrificio, smbolo del grande y perfecto sacrificio del amado Hijo de Dios, apareca una estrella de esperanza para iluminar el tenebroso y terrible porvenir y aliviar su completa desesperacin y ruina. En un principio, el jefe o cabeza de cada familia fue prncipe y sacerdote de su casa. Despus, segn se multiplic la raza sobre la tierra, ejecutaron en nombre del pueblo esta solemne adoracin o culto de sacrificios, unos hombres destinados al efecto por Dios. La sangre de las vctimas se asociaba en la mente de los pecadores con la sangre del Hijo de Dios. La muerte de la vctima demostraba a todos que la pena del pecado era la muerte. Por el acto del sacrificio, el pecador reconoca su culpa y manifestaba su fe, previendo el grande y perfecto sacrificio del Hijo de Dios, simbolizado en el de la vctima animal. Sin la expiacin del Hijo de Dios no podan establecerse relaciones de bendicin o salvacin entre Dios y el hombre. Dios estaba celoso del prestigio de su ley. La transgresin de esta ley haba separado al hombre de Dios. Mientras Adn fue inocente, estuvo en directa, libre y dichosa comunicacin con su Hacedor. Despus de su transgresin, Dios se comunicara con el hombre por medio de Cristo y los ngeles. 50 El Primer Advenimiento de Cristo - 7 "MAS venido el cumplimiento del tiempo, Dios envi a su Hijo . . . para que redimiese a los que estaban debajo de la ley, a fin de que recibisemos la adopcin de hijos." * Su nacimiento no revisti pompa humana. Naci en un establo y tuvo por cuna un pesebre; sin embargo, su nacimiento recibi muchsimo ms honor que el de cualquiera de los hijos de los hombres. Los ngeles del cielo anunciaron a los pastores el advenimiento de Jess, y la luz y la gloria de Dios acompaaron su testimonio. Las huestes celestiales taeron sus arpas y glorificaron a Dios. Triunfalmente pregonaron el advenimiento del Hijo de Dios a un mundo cado para cumplir la obra de redencin, y por medio de su muerte dar paz, felicidad y vida eterna al hombre. Dios honr el advenimiento de su Hijo. Los ngeles se postraron ante l en adoracin. Los ngeles de Dios se cernieron tambin sobre la escena de su bautismo. El Espritu Santo descendi en forma de paloma y se pos sobre l; y cuando la gente, grandemente asombrada, fij en l sus ojos, se oy en el cielo la voz del Padre, que deca: "T eres mi Hijo amado; en ti me he complacido." * Juan no saba con seguridad que era el Salvador quien haba venido a que le bautizara en el Jordn. Pero Dios le haba prometido darle una seal para reconocer al Cordero de Dios. Esta seal fue dada cuando la paloma celeste se pos sobre Jess y le rode la gloria de Dios. Juan extendi la mano sealando a Jess, y en alta voz exclam: "He aqu el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." * 51 Juan inform a sus discpulos de que Jess era el Mesas prometido, el Salvador del mundo. Mientras terminaba su obra, ense a sus discpulos a mirar a Jess y seguirle como el gran Maestro. La vida de Juan fue llena de tristeza y abnegacin. Anunci el primer advenimiento de Cristo, pero no se le permiti presenciar sus milagros ni gozar del poder que manifest. Juan saba que deba morir cuando Jess asumiese las funciones de maestro. Raramente se oy su voz fuera del desierto. Haca vida solitaria. No se aferr a la familia de su padre para gozar de su compaa, sino que se apart de ella para cumplir su misin. Las muchedumbres dejaban las atareadas ciudades y aldeas, y se aglomeraban en el desierto para or la palabra del maravilloso profeta. Juan puso la segur en la raz del rbol. Reprob el pecado sin preocuparse de las consecuencias, y prepar el camino para el Cordero de Dios. Vino Juan con el espritu y el poder de Elas a proclamar el primer advenimiento de Jess. Era el smbolo y representacin de los que con el espritu y poder de Elas haban de anunciar el da de la ira y el segundo advenimiento de Jess. Despus de bautizado Jess en el Jordn lo condujo el Espritu al desierto para que el demonio lo tentara. El Espritu Santo le haba predispuesto a aquella singular escena de terrible tentacin. Durante cuarenta das estuvo tentndole Satans y en todo este tiempo no prob Jess bocado alguno. Todo cuanto le rodeaba era desagradable a la naturaleza humana. Estaba con el demonio y las fieras en un paraje desolado y desierto. Plido y macilento haban puesto el rostro del Hijo de Dios los ayunos y sufrimientos; pero su camino estaba sealado, y deba llevar a cabo la obra que haba venido a realizar. 52 Prevalise Satans de los sufrimientos del Hijo de Dios, y se dispuso a asediarlo con mltiples tentaciones,

esperando vencerle por haberse humillado como hombre. Lleg Satans con su tentacin, diciendo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan." Tent Satans a Jess, por ver si condescenda a ejercer su divino poder en prueba de que era el Mesas. Jess le respondi suavemente: "Escrito est: No con slo el pan vivir el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios." * Satans quera provocar una disputa con Jess sobre si era el Hijo de Dios. Aludi a la dbil y dolorida situacin de Jess, y afirm orgullosamente que l era ms fuerte. Pero las palabras pronunciadas desde el cielo: "T eres mi Hijo amado; en ti me he complacido," bastaban para sostener a Jess en todos sus sufrimientos. Vi que Cristo no haba de hacer nada para convencer a Satans de su poder ni de si era el Salvador del mundo. Satans tena sobradas pruebas de la excelsa posicin y autoridad del Hijo de Dios. Su obstinacin en no someterse a la autoridad de Cristo lo haba expulsado del cielo. Para manifestar su poder llev Satans a Jess a Jerusaln colocndolo sobre las almenas del templo, y all le tent para que echndose al suelo desde aquella vertiginosa altura demostrara que era Hijo de Dios. Satans llegse con las palabras de la inspiracin divina diciendo: "Porque escrito est: Que a sus ngeles mandar de ti, que te guarden; y en las manos te llevarn, porque no daes tu pie en piedra." Pero Jess le respondi diciendo: "Dicho est: No tentars al Seor tu Dios." * Quera Satans que Jess se fiase de la misericordia de su Padre, y arriesgara la vida 53 antes de cumplir su misin, de modo que fracasase el plan de salvacin segn esperaba; pero este plan estaba cimentado tan profundamente que Satans no poda entorpecerlo ni desbaratarlo. Cristo es el ejemplo para todos los cristianos. Cuando la tentacin les asalte o se les disputen sus derechos deben sobrellevarlo pacientemente. No se han de considerar con derecho a pedir al Seor que ostente su poder para darles la victoria sobre sus enemigos, a menos que por ello haya de recibir Dios directa honra y gloria. Si Jess se hubiese arrojado al suelo desde las almenas del templo, no hubiera glorificado con ello a su Padre, porque nadie sino Satans y los ngeles de Dios habran presenciado aquel acto. Y fuera tentar a Dios para que desplegase su poder ante su ms acerbo enemigo. Hubiera sido mostrarse condescendiente con Satans, a quien Jess haba venido a vencer. "Y le llev el diablo a un alto monte, y le mostr en un momento de tiempo todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te dar toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a m es entregada, y a quien quiero la doy: pues si t adorares delante de m, sern todos tuyos. Y respondiendo Jess, le dijo: Vete de m, Satans, porque escrito est: A tu Seor Dios adorars, y a l solo servirs." * Satans le present a Jess los reinos del mundo en la ms halagea condicin. Si Jess consenta en adorarle, l por su parte le cedera sus pretensiones al dominio de la tierra. Saba Satans que si el plan de salvacin se llevaba a cabo y mora Jess para redimir al gnero humano, quedara limitado su poder y finalmente anulado, y que l mismo sera destrudo. 54 Por lo tanto, su estudiado intento era impedir si fuera posible la realizacin de la magna obra comenzada por el Hijo de Dios. Si el plan de la redencin del hombre fracasaba, Satans poseera el reino que entonces pretenda; y se lisonjeaba de que en caso de obtener xito, reinara en la tierra en oposicin al Dios del cielo. Regocijse Satans cuando Jess, prescindiendo de su poder y gloria, dej el cielo, pues se figuraba que con ello haba cado en sus manos el Hijo de Dios. Por haberle sido tan fcil vencer a la inocente pareja del Edn, esperaba vencer tambin con su influencia y astucia satnicas al Hijo de Dios, y salvar as su vida y su reino. Si consegua que Jess se desviara de la voluntad de su Padre, habra logrado su objeto. Pero Jess se opuso al tentador con la repulsa: "Vete de m Satans." Slo haba Jess de inclinarse ante su Padre. Daba Satans por suyo el seoro de la tierra, e insinu a Jess que poda ahorrarse todo sufrimiento sin necesidad de morir para obtener los reinos de este mundo, pues con tal de que le adorase sera dueo de todas las posesiones terrenas y se gloriara de reinar en ellas. Pero Jess se mantuvo firme. Saba que iba a llegar el tiempo en que con su vida rescatara los reinos de la tierra del poder de Satans, y que pasado algn tiempo todo le quedara sometido en cielo y tierra. Escogi Jess una vida de sufrimiento y una espantosa muerte, tal como haba dispuesto su Padre, para llegar a ser legtimo heredero de los reinos de la tierra y recibirlos en sus manos como eterna posesin. Tambin ser entregado Satans en sus manos para que, aniquilado por la muerte, no vuelva jams a molestar a Jess ni a los santos en la gloria. 55 Das de Conflicto - 8 ACABADA la tentacin, Satans se apart de Jess durante una temporada. Los ngeles sirvieron a Jess de comer en el desierto, le fortalecieron, y la bendicin de su Padre repos sobre l. Haba fracasado Satans en sus ms

feroces tentaciones; y sin embargo, miraba esperanzado el perodo del ministerio de Jess, cuando habra de esgrimir en diversas ocasiones sus astucias contra l. Todava esperaba prevalecer contra Jess, inspirando a quienes no quisieran reconocerlo y recibirle, el ansia de odiarlo y destruirlo. Satans reuni en consejo especial a sus ngeles, quienes estaban desconsolados y furiosos por no haber logrado an ventaja alguna contra el Hijo de Dios. Resolvieron en consecuencia extremar su astucia y valerse de todo su poder para infundir incredulidad en las mentes del pueblo judo, de modo que no reconociese a Jess por Salvador del mundo, y lograr as que desistiese Jess de su misin. Por muy escrupulosos que fuesen los judos en sus ceremonias y sacrificios, poda inducrseles a despreciar y rechazar a Jess, si se les ofuscaba la vista respecto a las profecas, dndoles a entender que el Mesas haba de venir como un poderoso rey. Satans y sus ngeles estuvieron durante el ministerio de Cristo muy atareados en infundir incredulidad, odio y menosprecio a los hombres. A veces, cuando Jess declaraba alguna punzante verdad que reprenda sus pecados, la gente se enfureca, y Satans y sus ngeles la incitaban a quitar la vida al Hijo de Dios. Ms de una vez recogieron piedras para arrojrselas; pero los ngeles lo guardaban, y lo libraban de las iras de la multitud llevndolo a un lugar seguro. Una vez, en que la sencilla verdad flua de labios de Jess, la multitud se apoder de l, llevndolo a la cumbre de 56 una colina con intento de despearlo. Se promovi entre los judos una disputa acerca de lo que habran de hacer con Jess, y entonces los ngeles lo ocultaron de la vista de la gente, de modo que pas por entre ella sin ser visto, y continu su camino. Todava esperaba Satans que fracasara el grandioso plan de salvacin. Se vala de todo su podero para endurecer el corazn de las gentes y exacerbar sus sentimientos contra Jess. Esperaba tambin Satans que seran tan pocos los que reconoceran en Jess al Hijo de Dios, que l considerara sus sufrimientos y sacrificio demasiado grandes para tan pequea grey. Pero aunque slo hubiera habido dos personas que aceptaran a Jess por Hijo de Dios y en l creyeran para la salvacin de sus almas, se hubiera llevado a cabo el plan. Jess comenz su obra quebrantando el poder que Satans tena sobre el sufrimiento. Devolva la salud a los enfermos, la vista a los ciegos y el movimiento a los lisiados, de suerte que saltaban de gozo y glorificaban a Dios. Sanaba Jess a los que durante muchos aos haban estado enfermos y sujetos al cruel poder de Satans. Con palabras de gracia fortaleca al dbil al, tmido y al desalentado. Arrancaba Jess de las garras de Satans a los dbiles y doloridos dndoles salud corporal y gran contento y dicha. Resucitaba muertos que al volver a la vida glorificaban a Dios por la grandiosa manifestacin de su poder. Obraba Jess potentemente en beneficio de todos cuantos crean en l. La vida de Cristo estuvo henchida de palabras y obras de benevolencia, simpata y amor. Siempre estaba dispuesto a escuchar las quejas y aliviar los sufrimientos de quienes se llegaban a l. Con la salud recobrada, multitudes de gente llevaban en sus propias 57 personas la prueba del divino poder de Jess. Sin embargo, despus de realizado el prodigio, muchos se avergonzaban del humilde y no obstante poderoso maestro. El pueblo no estaba dispuesto a aceptar a Jess, porque los gobernantes no crean en l. Era Jess varn de dolores, experimentado en quebranto. Los caudillos judos no eran capaces de llevar una vida tan austera y abnegada como la de Jess. deseaban disfrutar de los honores que el mundo otorga. A pesar de todo, muchos seguan al Hijo de Dios y escuchaban sus enseanzas, regocijndose en las palabras que tan afablemente fluan de sus labios. Tenan profundo significado y, sin embargo, eran tan sencillas que podan entenderlas los ms ignorantes. Satans y sus ngeles cegaron los ojos y ofuscaron la inteligencia de los judos, excitando al prncipe y a los gobernantes del pueblo para que quitaran la vida al Salvador. Enviaron ministriles con orden de prenderle; pero ellos, al verse en presencia de l, quedaron admirados de la simpata y la compasin que por el dolor humano estaba henchido. Le oyeron animar con tiernas y amorosas palabras al dbil y al afligido; y tambin le oyeron impugnar con autorizada voz el podero de Satans y ordenar la emancipacin de sus cautivos. Escucharon los ministriles las palabras de sabidura que derramaban sus labios y quedaron cautivados por ellas sin atreverse a echar mano de l. Volvironse a los sacerdotes y ancianos sin llevar preso a Jess; y cuando les preguntaron: "Por qu no le trajisteis?" ellos refirieron los milagros que haban presenciado y las santas palabras de amor, sabidura y conocimiento que haban odo, concluyendo por decir: "Nunca ha hablado hombre as como este hombre." * 58 Los prncipes de los sacerdotes acusaron a los ministriles de haber sido tambin engaados, y algunos de ellos sintieron vergenza de no haber prendido a Jess. Los sacerdotes preguntaron desdeosamente si alguno de los prncipes haba credo en l. Algunos magistrados y ancianos crean en Jess; pero Satans les impeda confesarlo, pues teman ms que a Dios el oprobio del pueblo.

Hasta entonces, la astucia y el odio de Satans no haban desbaratado el plan de salvacin. Se acercaba el tiempo en que iba a cumplir el objeto por el cual haba venido Jess al mundo. Satans y sus ngeles se reunieron en consejo, resolviendo inspirar a los propios compatriotas de Cristo que pidiesen anhelosamente en su sangre y amontonasen escarnio y crueldad sobre l, con la esperanza de que, resentido Jess de semejante trato, fracasara en conservar su humildad y mansedumbre. Mientras Satans maquinaba sus planes, Jess declaraba solcitamente a sus discpulos los sufrimientos por que haba de pasar: que sera crucificado y resucitara al tercer da. Pero el entendimiento de los discpulos pareca embotado, no podan comprender lo que Jess les deca. 59 La Transfiguracin - 9 SEGN se acercaba el tiempo en que Jess haba de padecer y morir, se quedaba ms frecuentemente a solas con sus discpulos. Despus de ensear al pueblo durante todo el da, se retiraba con sus discpulos a un paraje apartado para orar y conversar ntimamente con ellos. Estaba Jess fatigado, y sin embargo, no tenan tiempo para descansar, porque se apresuraba el trmino de su obra en la tierra y todava le faltaba mucho que hacer de la hora final. Haba declarado a sus discpulos que establecera su reino tan firmemente en la tierra, que las puertas del infierno no prevaleceran contra l. Al advertir Jess que se aproximaba su prueba, reuni a sus discpulos en derredor e ilumin sus mentes respecto a su futura humillacin y afrentosa muerte a manos de sus perseguidores. El impulsivo Pedro no pudo soportar ni por un instante aquella idea e insisti que no haba de suceder tal cosa. Jess reprendi solemnemente la incredulidad que Pedro denotaba al sugerir que las profecas no se cumpliran con el sacrificio del Hijo de Dios. Despus procedi Jess a explicar a sus discpulos que tambin habran de sufrir por su nombre, cargando con la cruz para seguirle, y soportar humillaciones, y vituperios y afrentas anlogas a las de su Maestro, pues de lo contrario nunca podran participar de su gloria. A los sufrimientos de Jess deban seguir los de sus discpulos, y su crucifixin deban ensearles que les era preciso quedar crucificados para el mundo, renunciando a toda esperanza de sus pompas y placeres. Antes de esta declaracin, haba Jess hablado con sus discpulos de sus futuras humillaciones, y tratado resueltamente de desvanecer las esperanzas que ellos abrigaba de su engrandecimiento 60 temporal; pero tan acostumbrados estaban a considerar al Mesas como un poderoso rey, que le haba sido imposible renunciar enteramente a sus brillantes esperanzas. Pero ahora las palabras de Jess no dejaban lugar a dudas. Haba de vivir como humilde peregrino sin hogar, y morir como si fuese un malhechor. Entristecise el corazn de los discpulos porque amaban a su Maestro; pero la duda acosaba sus mentes, pues les pareca incomprensible que el Hijo de Dios se sujetase a tan cruel humillacin. No podan comprender porqu haba de ir Jess voluntariamente a Jerusaln para entregarse al trato que segn les declaraba iba a recibir all. Deploraban profundamente que su Maestro se resignar a tan ignominiosa suerte, dejndolos en tinieblas aun ms densas que aquellas en que andaban a tientas antes de que l se les revelase. Les vino a la mente el pensamiento de arrebatarlo por la fuerza y esconderlo en paraje seguro; pero no se atrevan, porque el mismo Jess les haba dicho que semejante proyecto era sugerido por Satans. En medio de su melancola no podan menos que consolarse de cuando en cuando con el pensamiento de que alguna circunstancia imprevista evitara la terrible suerte que aguardaba a su Seor. As anduvieron tristes y vacilantes, oscilando entre la esperanza y el temor durante seis largos y obscuros das. Conoca Jess la pena y perplejidad de sus discpulos y quiso darles otra prueba de su carcter de Mesas, a fin de que no les flaquease la fe en los rigurosos trances por que no tardaran en pasar. Al atardecer llam a su lado a los tres discpulos que le eras ms afectos y se los llev fuera de la bulliciosa ciudad, a travs de los campos, hasta la escabrosa falda de un monte estaba Jess fatigado de su labor y del 61 camino. Durante todo el da haba enseado a la gente y sanado a los enfermos; pero busc aquella inminencia para apartarse del gento que de continuo le segua y tener tiempo de meditar y orar. Estaba muy cansado y se fatig mucho al subir la empinada cuesta del monte. Tambin estaban cansados los discpulos, y aunque ya acostumbrados a retirarse con Jess a la soledad para orar, no podan menos que admirarse de que su Maestro subiese a tan abrupta montaa despus de semejante da de fatiga. Pero nada le preguntaron acerca de sus propsitos y le acompaaron pacientemente. Segn iban subiendo la cuesta, el sol poniente dejaba en sombra los valles, mientras su luz iluminaba todava la cumbre de la montaa y doraba con su decadente resplandor el escabroso sendero que hollaban. Pero no tard la dorada luz en desaparecer del monte como haba desaparecido del valle, ocultndose del sol tras el horizonte occidental y quedando los solitarios

caminantes envueltos en las sombras de la noche. La lobreguez del ambiente estaba al parecer en consonancia con sus entristecidas existencias en cuyo torno se agrupaban densas nubes. Llegado al paraje elegido, se puso Jess a orar fervorosamente a su Padre. Hora tras hora, con insistentes lgrimas, estuvo pidiendo fuerzas para sobrellevar su afliccin y que les fuese concedida a sus discpulos la gracia necesaria para resistir las terribles pruebas que les aguardaban. El roco caa suavemente sobre la postrada figura de Jess; pero l no haca caso. Las sombras de la noche le envolvan densamente; pero l no se fijaba en su lobreguez. As transcurrieron lentamente las horas. En un principio, los discpulos unieron con sincera devocin sus oraciones a las de Jess; pero al cabo de algunas horas 62 vencidos por el cansancio y el sueo, se quedaron dormidos a pesar de sus esfuerzos para mantener su inters en la escena. Jess le haba hablado de sus futuros padecimientos. Se los haba llevado consigo para que con l orasen y velasen mientras abogaba con su Padre pidindole que sus discpulos tuviesen fuerza para soportar la prxima prueba de su humillacin y muerte. En especial rog que pudieran presenciar tan evidente manifestacin de su divinidad, que disipara de sus mentes todo resto de su incredulidad y duda; una manifestacin que en la hora de su agona suprema los confortara con el seguro conocimiento de que era el Hijo de Dios, y que su afrentosa muerte formaba parte del divino plan de redencin. Dios escuch la splica de su Hijo, y los ngeles se dispusieron a servirle. Pero Dios escogi a Moiss y a Elas para que visitaran a Cristo y conversaran con l respecto a sus prximos padecimientos en Jerusaln. Mientras Jess estaba humildemente arrodillado en el hmedo y pedregoso suelo, se abrieron de repente los cielos, giraron de par en par las ureas puertas de la ciudad de Dios, y una santa refulgencia descendi sobre los montes, aureolando la figura de Cristo arrodillado. Entonces se irgui de su postrada actitud con majestad divina, se desvaneci la agona de alma de su semblante, que entonces brill con serena luz, y sus vestiduras no fueron ya burdas y manchadas, sino blancas y resplandecientes como el sol del medioda. El torrente de la luz que iluminaba todo el monte, despert a los dormidos discpulos, que contemplaron con temerosa admiracin las refulgentes vestiduras y el radiante aspecto de su Maestro. De pronto les ofusc la vista el supraterreno del espectculo; pero cuando sus ojos se acostumbraron a la maravillosa luz, echaron de ver que Jess no estaba solo. Dos gloriosos 63 personajes conversaban con l. Eran Moiss, que haba hablado con Dios cara a cara entre los truenos y relmpagos del Sina; y Elas, el profeta de Dios que sin conocer la muerte haba sido arrebatado al cielo en carro de fuego. Estos dos varones, a quienes Dios haba considerado ms merecedores de su favor que todo otro viviente en la tierra, fueron delegados en la tierra por el Padre para llevar a su Hijo al gloria del cielo y confortarle, hablando con el acerca del cumplimiento de su misin y especialmente de lo que iba a padecer en Jerusaln. El Padre escogi a Moiss y Elas por mensajeros enviados a Cristo para glorificarse con la luz del cielo y conservar con l sobre su prxima agona, porque uno y otro haban vivido en la tierra como hombres y al haber pasado por los sufrimientos humanos, podan simpatizar con las pruebas de Jess en su vida terrena. Elas, como profeta de Israel, haba representado a Cristo, y su obra haba sido hasta cierto punto anloga a la del Salvador. Y Moiss, como caudillo de Israel, haba estado en lugar de Cristo, comunicndose con l y obedeciendo sus instrucciones. Por lo tanto, entre todas las huestes reunidas en torno del Seor, eran Moiss y Elas los ms aptos para servir al Hijo de Dios. Moiss fue mayor que cuantos vivieran antes que l. Dios le honr en extremo, concedindole el privilegio de hablar con l cara a cara, como un hombre habla con un amigo. Le fue permitido ver la brillante luz y excelsa gloria que envuelve al Padre. Por medio de Moiss libr el Seor a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto. Fue Moiss un mediador entre Dios y su pueblo y a menudo se interpuso entre ellos y la ira del Seor. Cuando Dios se irrit en extremo contra Israel por su incredulidad, sus murmuraciones y 64 sus horrendos pecados, fue probado el amor de Moiss por los israelitas. Dios se propuso destruir al pueblo de Israel y hacer de la posteridad de Moiss una poderosa nacin; pero el profeta demostr su amor por Israel intercediendo fervorosamente en su favor. En su angustia suplic a Dios que borrase su nombre de su libro o que aplacara su ira y perdonase a Israel. Cuando los israelitas murmuraron contra Dios y contra Moiss porque no tenan agua, le acusaron de no haberles llevado a morir al desierto a ellos y a sus hijos. Dios oy sus murmuraciones y mand a Moiss que hiriese la pea para que el pueblo tuviera agua. Moiss golpe la pea y se ufan el xito. Las continuas veleidades y murmuraciones de los hijos de Israel haban ocasionado a Moiss profunda tristeza, y por un momento olvid lo mucho que el Seor los haba soportado, y que sus murmuraciones no iba contra l sino contra Dios. Pens Moiss slo en si mismo en aquella ocasin, al considerar cuan profundamente le ofendan los israelitas y la escasa gratitud

que le mostraban a cambio del intenso amor que por ellos senta. Era el designio de Dios colocar frecuentemente a su pueblo en condiciones adversas, para librarlo de ellas por su poder, a fin de que conociese su amor y solicitud por ellos, y as les sirviese y honrasen. Pero Moiss no acert entonces a honrar a Dios y engrandecer su nombre ante el pueblo, para que el pueblo glorificase a Dios, y por ello incurri en el desagrado del Seor. Cuando Moiss baj del monte con las dos tablas de piedra y vio Israel adorando al becerro de oro, encendise grandemente su ira, y arrojando el suelo las tablas, hzoles pedazos. Moiss no pec en esto. Se air por Dios, celoso por su gloria. Pero cuando,65 cediendo a los naturales impulsos de su corazn, se arrog la honra debida a Dios, pec Moiss, y por este pecado no le dej Dios estar en la tierra de Canan. Satans haba procurado encontrar algo de que acusar a Moiss ante los ngeles. Se regocij de su xito en inducirle a desagradar a Dios, y dijo a los ngeles que vencera al Salvador del mundo cuando viniese a redimir al hombre. Debido a su transgresin, Moiss cay bojo el poder de Satans, el dominio de la muerte. Si hubiese permanecido firme, el Seor le habra hecho entrar en la tierra prometida, y le habra trasladado luego al cielo sin que viese la muerte. Moiss pas por la muerte, pero Miguel (Cristo) baj y le dio vida antes que su cuerpo viese la corrupcin. Satans trat de retener ese cuerpo reclamndolo como suyo; pero Miguel resucit a Moiss y lo llev al cielo. Satans protest acerbamente contra Dios, llamndolo injusto por permitir que se le arrancase su presa; pero Cristo no reprendi a su adversario, aunque si el siervo de Dios haba cado era por su tentacin. Le remiti a su Padre, diciendo: "Jehov te reprenda." Elas haba andado con Dios. Su obra haba sido penosa; porque por su medio el Seor haba reprochado a Israel sus pecados. Fue un profeta de Dios, y sin embargo, tuvo que huir de un lugar a otro para salvar su vida. Su propia nacin le persigui como a una fiera, para matarle. Pero Dios le traslad al cielo. Los ngeles le llevaron all en gloria y triunfo. Jess haba dicho a sus discpulos que algunos de los que con l estaban no gustaran la muerte antes de ver llegar el reino de Dios con poder. En ocasin de la transfiguracin, esta promesa se cumpli. El semblante de Jess mudse all de modo que brillaba 66 como el sol. Sus vestiduras eran blancas y relucientes. Moiss representaba a los que resucitarn de entre los muertos segundo advenimiento de Jess. Y Elas, que fue trasladado sin conocer la muerte, representaba a los cuando venga Cristo otra vez, sern transformados en inmortales y trasladados al cielo sin ver la muerte. Los discpulos contemplaban con temeroso asombro la excelsa majestad de Jess, y la nube que los cobijaba, y oan la voz de Dios diciendo con terrible majestad: "Este es mi hijo amado; a l od." 67 La Traicin - 10 SATANS haba engaado a Judas, inducindoles a pensar que era uno de los verdaderos discpulos de Cristo; pero su corazn haba sido siempre carnal. Haba visto Judas las potentes obras de Jess, haba estado con l durante todo su ministerio, y renddose a la suprema evidencia de que era el Mesas; pero Judas era mezquino y codicioso. Amaba el dinero. Lamentse de lo mucho que haba costado el ungento que Mara derram sobre Jess. Mara amaba a su Seor. El haba perdonado sus pecados, que eran muchos, y haba resucitado de entre los muertos a su muy querido hermano, por lo que nada le pareca demasiado caro en obsequio de Jess. Cuanto ms precioso fuese el ungento, mejor podra ella manifestar su agradecimiento a su Salvador, dedicndoselo a l. Para excusar su codicia dijo Judas que bien poda haberse vendido aquel ungento y repartir el dinero entre los pobres. Pero no le movi a decir esto su solicitud por los pobres, porque era muy egosta, y sola apropiarse en provecho propio lo que a su cuidado se confiaba para darlo a los pobres. Judas no se haba preocupado de la comodidad ni aun de las necesidades de Jess, y disculpaba su codicia refirindose a menudo a los pobres. Aquel acto de generosidad por parte de Mara fue un acerbo reproche contra la disposicin avarienta de Judas. Estaba preparado el camino para que la tentacin de Satans hallara fcil acceso al corazn de Judas. Los sacerdotes y caudillos de los judos odiaban a Jess; pero las multitudes se agolpaban a escuchar sus palabras de sabidura y a presenciar sus portentosas obras. Las gentes estaban conmovidas por un profundo 68 inters, y

ansiosamente seguan a Jess para escuchar las enseanzas de tan admirable Maestro. Muchos de los principales judos crean en l, aunque no se atrevan a confesar su fe por no verse expulsados que algo haba de hacerse para apartar de Jess la atencin de las gentes, pues teman que todos llegasen a creer en l, y no vean seguridad para ellos mismos. Haban de renunciar a sus cargos o condenar a muerte a Jess; pero aunque le condenasen, quedara an quienes fuesen vivos monumentos de su poder. Jess haba resucitado a Lzaro de entre los muertos, y teman los fariseos que si mataban a Jess, sera Lzaro un testimonio de su grandioso poder. La gente acuda en tropel a ver el resucitado de entre los muertos, por lo que los caudillos determinaron matar tambin a Lzaro y desvanecer as la excitacin popular. Despus recobraran su influencia sobre el pueblo, y lo convertiran a las tradiciones y doctrinas humanas, para que siguiera diezmando la meta y la ruda. Convinieron los fariseos en prender a Jess cuando estuviera solo, porque si intentaban apoderarse de l en medio de la multitud interesada en escucharle, seguramente los apedrearan. Saba Judas cun ansiosos estaban los sacerdotes y fariseos de apoderarse de Jess, y ofreciles entregrselos por unas cuantas monedas de plata. Su amor al dinero le indujo a entregar a su Maestro. Contristado dijo Jess a sus discpulos que todos seran escandalizados en l aquella noche. Pero Pedro afirm ardorosamente que aunque todos fuesen escandalizados, l no lo sera. 69 Y Jess le dijo a Pedro: "Satans os ha pedido para zarandaros como a trigo; mas yo he rogado por ti que tu fe no falte: y t, una vez vuelto, confirma a tus hermanos." * Contemplemos a Jess en el huerto con sus discpulos. Con profunda tristeza les mand velar y orar para que no cayesen en tentacin. Saba que iba a ser probada su fe, y frustrada su esperanza, por lo que necesitaran toda la fortaleza que pudieran obtener por estrecha vigilancia y ferviente oracin. Con copioso llanto y congojosos gemidos, oraba Jess diciendo: "Padre, si quieres, pasa este vaso de m; empero no se haga mi voluntad, sino la tuya." * El Hijo de Dios oraba en agona. Gruesas gotas de sangre resbalaban por su rostro y caan al suelo. Los ngeles se cernan sobre aquel paraje, presenciando la escena; pero slo uno fue comisionado para ir a confortar al Hijo de Dios en su agona. No haba gozo en el cielo. Los ngeles se despojaron de sus coronas, arrojaron sus arpas y con profundsimo inters contemplaban silenciosamente a Jess. Deseaban rodear al Hijo de Dios; pero los caudillos de la hueste no se lo permitieron, por temor a que si presenciaban la entrega, lo libertaran; el plan estaba trazado, y deba cumplirse. Despus de orar, acercse Jess a sus discpulos y los encontr durmiendo. En aquella hora terrible no contaba con la simpata y las oraciones ni aun de sus discpulos. Pedro, que tan celoso se haba mostrado poco antes, estaba embargado por el sueo. Jess le record sus declaraciones positivas y le dijo: "As no habis podido velar conmigo una hora?" * Tres veces or el Hijo de Dios en agona. Despus, apareci Judas con su banda de hombres armados. Se acerc a su 70 Maestro para saludarle como de costumbre. La banda rode a Jess, quien entonces manifest su divino poder al decir: "A quin buscis?" "Yo soy." Entonces retrocedieron y cayeron en tierra. Hizo Jess dicha pregunta para que presenciasen su poder y supiesen que podra librarse de sus manos con slo quererlo. Los discpulos abrieron su pecho a la esperanza al ver cun fcilmente haba cado en tierra aquel tropel de gente armada de palos y espadas. Al levantarse ellos del suelo y rodear de nuevo al Hijo de Dios, Pedro desenvain su espada e hiri a un criado del sumo pontfice, cortndole una oreja. Jess mand a Pedro que envainara la espada, dicindole: "Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y l me dara ms de doce legiones de ngeles?" Vi que cuando estas palabras fueron pronunciadas se reflej la esperanza en los rostros de los ngeles del cielo. Deseaban rodear inmediatamente a su Caudillo y dispersar a la enfurecida turba. Pero de nuevo se entristecieron cuando Jess aadi: "Cmo, pues, se cumpliran las Escrituras, que as conviene que sea hecho?" * Los discpulos tambin se desconsolaron al ver que Jess de dejaba prender y llevar por sus enemigos. Temerosos de perder la vida, los discpulos todos huyeron abandonando a su Maestro en manos de la turba asesina. Oh! cmo triunf entonces Satans! Cunto pesar y tristeza hubo entre los ngeles de Dios! Muchas cohortes de santos ngeles, cada cual con su caudillo al frente, fueron enviadas a presenciar la escena con objeto de anotar cuantos insultos y crueldades se infligiesen al Hijo de Dios, as como cuantos angustiosos tormentos deba sufrir Jess, pues todos los hombres que actuaban en aquella tremenda escena habrn de volverla a ver en vivos caracteres. 71 El Juicio - 11

AL SALIR del cielo los ngeles se despojaron tristemente de sus coronas. No podan cerselas mientras su Caudillo estuviese sufriendo y hubiese de llevar una de espinas. Satans y sus ngeles andaban muy atareados por el patio del tribunal, con el propsito de sofocar todo humanitario sentimiento de simpata respecto de Jess. El ambiente era pesado, y estaba contaminado por la influencia satnica. Los sacerdotes y ancianos reciban de los ngeles malignos la inspiracin de insultar y maltratar a Jess de un modo dificilsimo de soportar por la naturaleza humana. Esperaba Satans que semejantes escarnios y violencias arrancaran del Hijo de Dios alguna queja o murmuracin, o que manifestara su divino poder desasindose de las garras de la multitud, con lo que fracasara el plan de salvacin. Pedro sigui al Seor despus de la entrega, pues anhelaba ver lo que iban a hacer con Jess; pero cuando le acusaron de ser uno de sus discpulos, temi por su vida y declar que no conoca al hombre. Se distinguan los discpulos de Cristo, Pedro neg la tercera vez lanzando imprecaciones y juramentos. Jess, que estaba a alguna distancia de Pedro, le ech una triste mirada de reconvencin. Entonces el discpulo se acord de las palabras que le haba dirigido Jess en el cenculo, y tambin record que l haba contestado diciendo: "Aunque todos sean escandalizados en ti, yo nunca ser escandalizado." * Pedro acababa de negar a su Seor con imprecaciones y juramentos, pero aquella 72 mirada de Jess conmovi su corazn y le salv. Con amargusimas lgrimas se arrepinti de su grave pecado y convirtise, quedando dispuesto a confirmar a sus hermanos. La multitud demandaba la sangre de Jess. Cruelmente le azotaron y le revistieron de un viejo manto regio de prpura, y cieron su sagrada cabeza con una corona de espinas. Despus le pusieron una caa en las manos e inclinndose por burla ante l, le saludaban sarcsticamente diciendo: "Salve, rey de los judos!" * Luego le quitaron la caa de las manos y le golpearon con ella la cabeza, de modo que las espinas de la corona le penetraron las sienes, ensangrentndole el rostro y la barba. Era difcil para los ngeles soportar la vista de aquel espectculo. Hubieran libertado a Jess, pero sus caudillos se lo prohiban diciendo que era grande el rescate que se haba de pagar por el hombre; y que era necesario que fuese completo para matar al que tena el imperio de la muerte. Saba Jess que los ngeles presenciaban la escena de su humillacin. El ms dbil de todos ellos hubiera podido l solo desbaratar aquella turba de mofadores y libertar a Jess, quien saba tambin que, con slo pedrselo a su Padre, los ngeles le hubieran librado instantneamente. Pero necesario era que sufriese la violencia de los malvados para cumplir el plan de salvacin. Jess se mantena manso y humilde ante la enfurecida multitud que tan vilmente le maltrataba. Le escupan al rostro, aquel rostro del que algn da querrn ocultarse, y que ha de iluminar la ciudad de Dios con mayor refulgencia que el sol. Cristo no ech sobre sus verdugos ni una mirada de clera. Le vendaron los ojos con una vestidura vieja, y abofetendole, 73 exclamaban: "Profetiza quin es el que te hiri." * Los ngeles se conmovieron. Hubieran libertado a Jess en un momento, pero sus caudillos los detenan. Algunos discpulos haban logrado entrar donde Jess estaba, y presenciar su pasin. Esperaba que manifestase su divino poder y librndose de manos de sus enemigos los castigara por la crueldad con que le ultrajaban. Sus esperanzas se despertaban y desvanecan alternativamente segn iban sucedindose las escenas. A veces dudaban y teman haber sido vctimas de un engao. Pero la voz oda en el monte de la transfiguracin y la gloria que all contemplaron fortaleca su creencia de que Jess era el Hijo de Dios. Recordaban las escenas que haban presenciado, los milagros hechos por Jess al sanar a los enfermos, dar vista a los ciegos y odos a los sordos, al reprender y expulsar a los demonios, resucitar muertos y calmar los vientos y las olas. No podan creer que hubiese de morir. Esperaban que aun se erguira potente y con imperiosa voz dispersara aquella multitud sedienta de sangre, como cuando entr en el templo y arroj de all a los que convertan la casa de Dios en lonja de mercaderes, y huyeron ante l como perseguidos por una compaa de soldados armados. Esperaban los discpulos que Jess manifestara su poder y convenciese a todos de que era el Rey de Israel. Judas se vio invadido de amargo remordimiento y vergenza por su traidora accin de entregar a Jess. Y al presenciar las crueldades que padeca el Salvador, qued completamente abrumado. Haba amado a Jess, pero todava ms al dinero. No se figuraba que Jess consintiera en que le prendiese la turba que l condujera. Esperaba que hubiese obrado un milagro para 74 librarse de ello. Pero al ver la enfurecida multitud en el patio del tribunal, sedienta de sangre, sinti profundamente el peso de su culpa; y mientras muchos acusaban vehementemente a Jess, precipitse l por entre la multitud confesando que haba pecado al entregar la sangre inocente. Devolvi a los sacerdotes el dinero que le haban pagado, y les rog que dejaran libre a Jess, pues era del todo inocente. La confusin y el enojo que estas palabras produjeron en los sacerdotes, los dejaron silenciosos por breves

momentos. No queran que el pueblo supiera que haban comprado a una de los que se decan discpulos de Jess para que se lo entregara. Deseaban ocultar que le haban acosado como si fuese un ladrn y prendido secretamente. Pero la confesin de Judas y su hosco y culpable aspecto, desenmascararon a los sacerdotes ante los ojos de la multitud, demostrando que por odio haban prendido a Jess. Cuando Judas declar en voz alta que Jess era inocente, los sacerdotes respondieron: "Qu se nos da a nosotros? Viraslo t." * Tenan a Jess en su poder y estaban resueltos a no dejarlo escapar. Abrumado Judas por la angustia, arroj las monedas, que ahora despreciaba, a los pies de quienes lo haban comprado, y, horrorizado, sali y se ahorc. Jess contaba con muchas simpatas entre la multitud que le rodeaba, y su silencio a las preguntas que se le hacan maravillaba a los circunstantes. A pesar de las mofas y violencias de las turbas no denot Jess en su rostro el ms leve ceo ni siquiera una seal de turbacin. Se mantena digno y circunspecto. Los espectadores le contemplaban con asombro, comparando su perfecta figura y su firme y digno continente 75 con el aspecto de quienes le juzgaban. Unos a otros se decan que tena ms aire de rey que ninguno de los prncipes. No denotaba indicio alguno de criminal. Sus ojos eran dulces, claros, indmitos, y su frente amplia y alta. Todos los rasgos de su fisonoma expresaban enrgicamente benevolencia y nobles principios. Su paciencia y resignacin eran tan sobrehumanas, que muchos temblaban. Aun Herodes y Pilato se conturbaron grandemente ante su noble y divina apostura. Desde un principio se convenci Pilato de que Jess no era un hombre como los dems. Lo consideraba un personaje excelente y de todo punto inocente de las acusaciones que se le imputaban. Los ngeles testigos de la escena observaban el convencimiento del gobernador romano, y para disuadirle de la horrible accin de entregar a Cristo para que lo crucificaran, fue enviado un ngel a la mujer de Pilato, dicindole en sueos que era el Hijo de Dios a quien estaba juzgando su esposo y que sufra inocentemente. Ella envi en seguida un recado a Pilato, refirindole que haba tenido un sueo muy penoso respecto a Jess, y aconsejndole que no hiciese nada contra aquel santo varn. El mensajero, abrindose apresuradamente paso por entre la multitud, entreg la carta en las propias manos de Pilato. Al leerla, ste tembl, palideci y resolvise a no hacer nada por su parte para condenar a muerte a Cristo. Si los judos queran la sangre de Jess, l no prestara para ello su influencia, sino que se esforzara por libertarlo. Cuando Pilato supo que Herodes estaba en Jerusaln, sinti un gran alivio, porque as esperaba verse libre de toda responsabilidad en el proceso y condena de Jess. En seguida envi a Jess, con sus acusadores, a la presencia de Herodes. Este tetrarca estaba endurecido en el pecado. El asesinato de Juan Bautista 76 haba dejado en su conciencia una mancha que no le era posible borrar, y al enterarse de los portentos obrados por Jess, haba temblado de miedo creyendo que era Juan el Bautista resucitado de entre los muertos. Cuando Jess fue puesto en sus manos por Pilato, consider Herodes aquel acto como un reconocimiento de su poder, autoridad y magistratura, y por ello se reconcili con Pilato, con quien estaba enemistado. Herodes tuvo mucho gusto en ver a Jess, esperando que para satisfacerle obrara algn prodigio; pero no era la obra de Jess satisfacer curiosidades ni procurar su propia seguridad. Su divino y milagroso poder haba de emplearse en la salvacin del gnero humano, y no en su provecho particular. Nada respondi Jess a las muchas preguntas de Herodes ni replic a sus enemigos que vehementemente le acusaban. Herodes se enfureci porque Jess no pareca temer su poder, y con sus soldados se mof del Hijo de Dios, le escarneci y le maltrat. Sin embargo, se asombr del noble y divino aspecto de Jess cuando lo maltrataban bochornosamente, y temeroso de condenarle lo volvi a enviar a Pilato. Satans y sus ngeles tentaban a Pilato procurando arrastrarlo a la ruina. Le sugirieron la idea de que si no condenaba a Jess, otros lo condenaran. La multitud estaba sedienta de su sangre, y si no lo entregaba para ser crucificado, perdera su poder y honores mundanos, acusndosele de creer en el impostor. Temeroso de perder su poder y autoridad, consinti Pilato en la muerte de Jess. Sin embargo, puso su sangre sobre sus acusadores y la multitud exclam entonces a voz en grito: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos." * Pero Pilato no era inocente, y resultaba culpable de la sangre de Cristo. Por inters 77 egosta, por el ansia de ser honrado por los grandes de la tierra, entreg a la muerte a un inocente. Si Pilato hubiese obedecido a sus convicciones, nada hubiese tenido que ver con la condena de Jess. El aspecto y las palabras de Jess durante su proceso, impresionaron el nimo de muchos de los que estaban presentes en aquella ocasin. El resultado de la influencia as ejercida se hizo patente despus de su resurreccin. Entre quienes entonces ingresaron en la iglesia, haba muchos cuyo convencimiento databa del proceso de Jess.

Grande fue la ira de Satans al ver que toda la crueldad que por incitacin suya haban infligido los judos a Jess, no arrancaba de l ni la ms leve queja. Aunque se haba revestido de la naturaleza humana, estaba sustentado por divina fortaleza, y no se apart en lo ms mnimo de la voluntad de su Padre. 78 La Crucifixin - 12 EL HIJO de Dios fue entregado al pueblo para que lo crucificara. Con gritos de triunfo se llevaron al Salvador. Estaba dbil y abatido por el cansancio y dolor y la sangre perdida por los azotes y golpes que haba recibido. Sin embargo, le cargaron a cuestas la pesada cruz en que pronto le clavaran. Jess desfalleci bajo el peso. Tres veces le pusieron la cruz sobre los hombros, y otras tres cay. A uno de sus discpulos, que no profesaba abiertamente la fe de Cristo y que, sin embargo, crea en l, lo tomaron y le pusieron encima la cruz para que la llevase al lugar del suplicio. Huestes de ngeles estaban alineadas en el aire sobre aqul lugar. Algunos discpulos de Jess le siguieron hasta el Calvario tristes y llorando amargamente. Recordaban su triunfal entrada en Jerusaln pocos das antes, cuando le haban acompaado gritando: "Hosanna en las alturas!" extendiendo sus vestiduras y hermosas palmas por el camino. Se haban figurado que iba entonces a posesionarse del reino y regir a Israel como prncipe temporal. Cun otra era la escena! Cun sombras las perspectivas! No con regocijo ni con risueas esperanzas, sino con el corazn quebrantado por el temor y el desaliento seguan ahora lentamente y entristecidos al que, lleno de humillaciones y oprobios, iba a morir. All estaba la madre de Jess con el corazn transido de una angustia como nadie ms que una madre amorosa puede sentir. Sin embargo, tambin esperaba, lo mismo que los discpulos, que Cristo obrase algn estupendo milagro para librarse de los verdugos. No poda soportar el pensamiento de que l consintiese a ser crucificado. Pero, despus de hechos los preparativos, 79 fue extendido Jess sobre la cruz. Trajeron los clavos y el martillo. Desmay el corazn de los discpulos. La madre de Jess qued postrada por insufrible agona. Antes de que el Salvador fuese clavado en la cruz, los discpulos le apartaron de aquel lugar, para que no oyese el chirrido de los clavos al atravesar los huesos y la carne de los delicados pies y manos de Cristo, quien no murmuraba, sino que gema agonizante. Su rostro estaba plido y gruesas gotas de sudor le baaban la frente. Satans se regocijaba del sufrimiento que afliga al Hijo de Dios, y sin embargo, recelaba que hubiesen sido vanos sus esfuerzos para estorbar el plan de salvacin, con lo que habra de perder su dominio y quedar finalmente destrudo. Despus de clavar a Jess en la cruz, la levantaron en alto para hincarla violentamente en el hoyo abierto en el suelo, y esta sacudida desgarr las carnes del Salvador, ocasionndole acerbos sufrimientos. Para que la muerte de Jess fuese lo ms ignominiosa posible, crucificaron con l a dos ladrones, uno a cada lado. Estos dos ladrones opusieron mucha resistencia a los verdugos, quienes por fin les sujetaron los brazos y los clavaron en sus cruces; pero Jess se someti mansamente. No necesit que nadie le forzara a extender sus brazos sobre la cruz. Mientras los ladrones maldecan a sus verdugos, el Salvador oraba en la agona por sus enemigos, diciendo: "Padre, perdnalos, porque no saben lo que hacen." * No slo soportaba Cristo agona corporal, sino que pesaban sobre l los pecados del mundo entero. Pendiente Cristo de la cruz, algunos de los que pasaban por delante de ellos inclinaban la cabeza como si reverenciasen a un rey y le decan: "T, el que derribas 80 el templo y entres das le reedificas, slvate a ti mismo: si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz." Satans haba empleado las mismas palabras en el desierto: "Si eres Hijo de Dios." Los prncipes de los sacerdotes, ancianos y escribas le escarnecan diciendo: "A otros salv, a s mismo no puede salvar: si l es rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en l." * Los ngeles que se cernan sobre la escena de la crucifixin de Cristo, se indignaron al or el escarnio de los prncipes que decan: "Si es el Hijo de Dios slvese a s mismo." Deseaban libertar a Jess, pero no les fue consentido. No se haba logrado todava el objeto de su misin. Durante las largas horas de agona en que Jess estuvo pendiente de la cruz, no se olvido de su madre, la cual haba vuelto al lugar de la terrible escena, porque no le era posible permanecer por ms tiempo apartada de su hijo. La ltima leccin de Jess fue de compasin y humanidad. Contempl el afligido semblante de su quebrantada madre y despus dirigi la vista a su amado discpulo Juan. Dijo a su madre: "Mujer, he ah tu hijo." Y despus le dijo a Juan: "He ah tu madre." * Desde aquella hora, Juan se la llev a su casa. Jess tuvo sed en su agona, y le dieron a beber hiel y vinagre; pero al gustar el brebaje lo rehus. Los ngeles haban presenciado la agona de su amado Jefe hasta que ya no pudieron soportar aquel espectculo, y se velaron el

rostro para no ver la escena. El sol no quiso contemplar el terrible cuadro. Jess exclam en alta voz que hizo estremecer de terror el corazn de sus verdugos: "Consumado es." * Entonces el velo del templo se desgarr de arriba abajo, la 81 tierra tembl y hundironse las peas. Densas tinieblas cubrieron la faz de la tierra. Al morir Jess, pareci desvanecerse la ltima esperanza de los discpulos. Muchos de ellos presenciaron la escena de su pasin y muerte, y llense el cliz de su tristeza. Satans no se regocij entonces como antes. Haba esperado desbaratar el plan de salvacin. Pero estaba arraigado demasiado hondamente. Y ahora, por la muerte de Cristo, conoca que l habra de morir finalmente y que su reino pasara a Jess. Tuvo Satans consejo con sus ngeles. Nada habra logrado contra el Hijo de Dios, y era necesario redoblar sus esfuerzos y revolverse con todo su poder y astucia contra sus discpulos. Deban Satans y sus ngeles impedir a todos cuantos pudiesen que recibieran la salvacin comprada por Jess. Si esto hacan, an le fuera posible a Satans actuar contra el gobierno de Dios. Tambin le convena por su propio inters apartar de Cristo a cuantos seres humanos pudiese, porque los pecados de los redimidos con su sangre caern sobre el causante del pecado, quien habr de sufrir su castigo, mientras que quienes no acepten la salvacin por Jess sufriran la penalidad de sus propios pecados. Cristo haba vivido sin riquezas ni honores ni pompas mundanas. Su abnegacin y humildad contrastaron sealadamente con el orgullo y egosmo de los sacerdotes y ancianos. La inmaculada pureza de Jess reprobaba de continuo los pecados de ellos. Le despreciaban por su humildad, pureza y santidad. Pero los que le despreciaron en la tierra han de verle un da en la grandeza del cielo y la insuperable gloria de su Padre. En el patio del tribunal, estuvo rodeado de enemigos sedientos de su sangre; pero aquellos empedernidos que vociferaban: "Su sangre sea sobre nosotros, y 82 sobre nuestros hijos," le contemplarn honrado como Rey escoltado en su regreso por todas las huestes anglicas que, en cnticos de victoria, atribuirn majestad y podero al que fue muerto y, sin embargo, vive an como poderoso vencedor. El pobre, dbil y msero hombre escupi en el rostro del Rey de gloria, y las turbas respondan con una brutal gritera de triunfo al degradante insulto. Con crueles bofetadas desfiguraron aquel rostro que hencha los cielos de admiracin. Pero quienes le maltrataron volvern a contemplar aquel rostro brillante como el sol meridiano e intentarn esconderse de su mirada. En vez de la brutal gritera de triunfo, se lamentarn sobre l. Jess mostrar sus manos sealadas por estigmas de su crucifixin. Siempre perdurarn los rastros de esta crueldad. Cada estigma de los clavos ser un relato de la maravillosa redencin del hombre y el subidsimo precio de su rescate. Quienes le traspasaron con la lanza vern la herida y deplorarn con profunda angustia la parte que tomaron en desfigurar su cuerpo. Sus asesinos se sintieron muy molestados por la inscripcin: "Rey de los judos," colocada en la cruz sobre la cabeza del Salvador; pero ha de llegar da en que le vean en toda su gloria y regio podero, con la inscripcin "Rey de reyes y seor de seores" escrita con vvidos caracteres en su tnica y en su muslo. Al verle pendiente de la cruz, clamaron en son de mofa los prncipes de los sacerdotes: "El Cristo, rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos." * Pero cuando vuelva le vern con regio poder y autoridad, y no pedirn pruebas de si es Rey de Israel, sino que, abrumados por el influjo de su 83 majestad y excelsa gloria, no tendrn ms remedio que reconocer: "Bendito el que viene en el nombre del seor." Los enemigos de Jess se conturbaron y sus verdugos se estremecieron cuando al exhalar el potente grito: "Consumado es," entreg la vida, y tembl el suelo, se hendieron las peas y las tinieblas cubrieron la tierra. Los discpulos se admiraron de tan singulares manifestaciones, pero sus esperanzan estaban anonadadas. Teman que tambin procurasen los judos matarlos. Estaban seguros de que el odio manifestado contra el hijo de Dios no terminara all. Pasaban solitarias horas llorando la prdida de sus esperanzas. Haban confiado en que Jess reinase como prncipe temporal, pero sus esperanzas murieron con l. En su triste desconsuelo, dudaban de si no les habra engaado. Aun su misma madre vacilaba en creer que fuese el Mesas. A pesar del desengao sufrido por los discpulos en sus esperanzas respecto a Jess, todava le amaban, y queran dar honrosa sepultura a su cuerpo, pero no saban cmo lograrlo. Jos de Arimatea, un rico e influyente consejero de entre los judos, y fiel discpulo de Jess, se dirigi en privado pero con entereza a Pilato, pidindole el cuerpo del Salvador. No se atrevi a pedirlo abiertamente por temor al odio de los judos, pues los discpulos recelaban que se esforzaran en impedir que el cuerpo de Cristo recibiese honrosa sepultura. Pilato accedi a la demanda, y los

discpulos bajaron de la cruz el inanimado cuerpo, lamentando con profunda angustia sus malogradas esperanzas. Cuidadosamente envolvieron el cuerpo en un finsimo sudario y lo enterraron en un sepulcro nuevo, propiedad de Jos. Las mujeres que haban seguido humildemente a Jess en vida, no quisieron separarse de l hasta verlo 84 sepultado en la tumba cerrada con una pesadsima losa de piedra, para que sus enemigos no viniesen a robar el cuerpo. Pero no haban de temer, porque vi que las huestes anglicas vigilaban solcitamente el sepulcro de Jess, esperando con vivo anhelo la orden de sus jefes para tomar parte en la obra de librar de su crcel al Rey de gloria. Los verdugos de Cristo teman que todava pudiese volver a la vida y escaprseles de las manos, por lo que pidieron a Pilato una guardia de soldados para que cuidase el sepulcro hasta el tercer da. As se hizo, quedando sellada la losa de la entrada del sepulcro, a fin de que los discpulos no vinieran a llevarse el cuerpo y decir despus que haba resucitado de entre los muertos. 85 La Resurreccin - 13 Los discpulos descansaron el sbado, entristecidos por la muerte de su Seor, mientras que Jess el Rey de gloria, permaneca en la tumba. Al llegar la noche, vinieron los soldados a guardar el sepulcro del Salvador, mientras los ngeles se cernan invisibles sobre el sagrado lugar. Transcurra lentamente la noche, y aunque todava era obscuro, los vigilantes ngeles conocan que se acercaba el tiempo de libertar a su Caudillo, el amado Hijo de Dios. Mientras ellos aguardaban con profundsima emocin la hora del triunfo, un potente ngel lleg volando raudamente desde el cielo. Su rostro era como el relmpago y sus vestiduras como la nieve. Su fulgor iba desvaneciendo las tinieblas por donde pasaba, y su brillante esplendor ahuyentaba aterrorizados a los ngeles malignos que haban pretendido triunfalmente que era suyo el cuerpo de Jess. Un ngel de la hueste que haba presenciado la humillacin de Cristo y vigilaba la tumba, se uni al ngel venido del cielo y juntos bajaron al sepulcro. Al acercarse ambos, se estremeci el suelo y hubo un gran terremoto. Los soldados de la guardia romana quedaron aterrados. Dnde estaba ahora su poder para guardar el cuerpo de Jess? No pensaron en su deber ni en la posibilidad de que los discpulos hurtasen el cuerpo del Salvador. Al brillar la luz de los ngeles en torno del sepulcro, ms refulgente que el sol, los soldados de la guardia romana cayeron al suelo como muertos. Uno de los dos ngeles ech mano de la enorme losa y empujndola a un lado de la puerta, sentse encima. El otro ngel entr en la tumba y desenvolvi el lienzo que envolva la cabeza de Jess. Entonces, el ngel del cielo, con voz que hizo estremecerse la tierra exclam: 86 "T, Hijo de Dios, te llama tu padre. Sal!" La muerte no tuvo ya por ms tiempo dominio sobre Jess. Levantse de entre los muertos, como triunfante vencedor. La hueste anglica contemplaba la escena con solemne admiracin. Y al surgir Jess del sepulcro, esos resplandecientes ngeles se postraron en tierra para adorarle, y le saludaron con cnticos triunfales de victoria. Los ngeles de Satans hubieron de huir ante la refulgente y penetrante luz de los ngeles celestes, y amargamente se quejaron a su rey de que por violencia se les haba arrebatado la presa, pues Aquel a quien tanto odiaban haba resucitado de entre los muertos. Satans y sus huestes se haban ufanado de que su dominio sobre el hombre cado hubiese motivado que el Seor de la vida fuese puesto en el sepulcro; pero poco dur su infernal triunfo, porque al resurgir Jess de su crcel como majestuoso vencedor, comprendi Satans que despus de un tiempo haba de morir y que su reino pasara a poder de su legtimo dueo. Rabiosamente lamentaba Satans que a pesar de sus esfuerzos no hubiese logrado vencer a Jess, quien en cambio haba abierto para el hombre un camino de salvacin, de modo que todos pudieran andar por l y ser salvos. Satans y sus ngeles se reunieron en consejo para deliberar acerca de cmo podran an luchar contra el gobierno de Dios. Mand Satans a sus siervos que fueran a los prncipes de los sacerdotes y a los ancianos, y al efecto dijo: "Hemos logrado engaarlos, cegar sus ojos y endurecer sus corazones respecto a Jess. Les dimos a entender que era un impostor. Pero los soldados romanos de la guardia divulgarn la odiosa noticia de que Cristo ha resucitado. Conseguimos que los Prncipes de los sacerdotes y los ancianos odiaran 87 a Jess y lo matasen. Ahora hemos de hacerles presente que si llega a saberse que Jess ha resucitado, el pueblo los lapidar por haber condenado a muerte a un inocente." Cuando la hueste anglica se march del sepulcro y la luz y el resplandor se desvanecieron, los soldados de la guardia levantaron recelosamente la cabeza y miraron en derredor, quedando estupefactos al ver el sepulcro vaco y la losa empujada mas all de la puerta. Se apresuraron a ir a la ciudad para comunicar a los prncipes y ancianos lo

que haban visto. Al escuchar aquellos verdugos el maravilloso relato, palideci su rostro y se horrorizaron al pensar en lo que haban hecho. Si el relato era verdico, estaban perdidos. Durante un rato, permanecieron silencioso mirndose unos a otros, sin saber qu hacer ni qu decir, pues aceptar el relato equivaldra a su propia condenacin. Se reunieron aparte para recordar lo que haban de hacer, argumentando que si el relato de los guardias se divulgaba entre el pueblo, se matara como a asesinos a los que dieron muerte a Jess. Resolvieron sobornar a los soldados para que no dijesen nada a nadie; y los prncipes y ancianos les ofrecieron una fuerte suma de dinero, dicindoles: "Decid: Sus discpulos vinieron de noche, y le hurtaron, durmiendo nosotros." * Y cuando los soldados preguntaron qu se les hara por haberse dormido en su puesto, los prncipes les prometieron que persuadiran al gobernador para que no los castigase. Por amor al dinero, los guardias romanos vendieron su honor y se conformaron con el consejo de los prncipes y ancianos. Cuando Jess, pendiente de la cruz, exclam: "Consumado es," las peas se hendieron, tembl la tierra y se abrieron algunas tumbas. Al resurgir Cristo triunfante 88 de la muerte y del sepulcro, mientras la tierra se y los fulgores del cielo brillaban sobre el sagrado lugar; algunos de los justos muertos, obedientes a su llamamiento, salieron de los sepulcros para atestiguar su resurreccin. Aquellos favorecidos santos salieron glorificados. Eran santos escogidos de todas las pocas, desde la creacin hasta los das de Cristo. As es que mientras los prncipes judos procuraban ocultar la resurreccin de Cristo, quiso Dios levantar de sus tumbas a cierto nmero de santos para atestiguar que Jess haba resucitado y proclamar su gloria. Los resucitados diferan en estatura y aspecto, pues unos eran de ms noble continente que otros. Se me inform que los habitantes de la tierra haban ido degenerando con el tiempo, perdiendo fuerza y donaire. Satans tena el dominio de las enfermedades y la muerte, y se haban hecho ms visibles en cada poca los efectos de la maldicin y ms evidente el podero de Satans. Los que vivieron en los das de No y Abrahn parecan ngeles por su robustez, gallarda y aspecto; pero los de cada sucesiva generacin resultaban ms dbiles, ms sujetos a las enfermedades y de vida ms corta. Satans a ido aprendiendo a molestar y debilitar la raza. Los que salieron de sus sepulcros cuando resucit Jess se aparecieron a muchos, dicindoles que ya estaba cumplido el sacrificio por el hombre; que Jess, a quienes los judos crucificaron, haba resucitado de entre los muertos, y en comprobacin de sus palabras, declaraban: "Nosotros fuimos resucitados con l." Atestiguaban que por el formidable poder de Jess haban salido de sus sepulcros. A pesar de los mentirosos rumores propagados, ni Satans y sus ngeles, ni los prncipes de los sacerdotes lograron ocultar la resurreccin 89 de Jess, porque los santos resucitado divulgaron la maravillosa y alegre nueva. Tambin Jess se apareci a sus entristecidos discpulos, disipando sus temores e infundindoles jubilosa alegra. Al difundirse la noticia de ciudad en ciudad y de villa en villa, los judos a su vez temieron por su vida y disimularon el odio que contra los discpulos abrigaban. Su nica esperanza era esparcir el mentiroso relato; y lo aceptaban todos cuantos tenan inters en que fuese verdadero. Pilato tembl al or que Cristo haba resucitado. No poda dudar del testimonio dado, y desde aquella hora no tuvo paz. Por apetencia de mundanos honores, por medio de perder su autoridad y su vida, haba entregado a Jess a la muerte. Estaba ahora plenamente convencido de que no solo era un inocente, cuya sangre recaa sobre l, sino que era tambin el Hijo de Dios. Miserable fue hasta su fin la vida de Pilato. La desesperacin y la angustia ahogaron sus goces y esperanzas. Rechaz todo consuelo y muri miserablemente. El corazn de Herodes se haba empedernido an ms, y al saber que Cristo haba resucitado no fue mucha su turbacin. El primer da de la semana muy temprano, antes que amaneciese, las santas mujeres llegaron al sepulcro con aromas para ungir el cuerpo de Jess. Vieron que la losa haba sido apartada de la entrada y el sepulcro estaba vaco. Temerosas de que los enemigos hubiesen robado el cuerpo, se les sobresalt el corazn; pero de pronto contemplaron a los dos ngeles vestidos de blanco con refulgente rostro. Estos seres celestiales comprendieron la misin que venan a cumplir las mujeres, e inmediatamente les dijeron que Jess no estaba all, pues haba resucitado, Y en prueba de ello podan ver el lugar donde haba yacido. Les mandaron 90 que fueran a decir a los discpulos que Jess ira delante de ellos a Galilea. Con gozoso temor se apresuraron las mujeres a buscar a los afligidos discpulos y les refirieron cuanto haban visto y odo. No podan creer los discpulos que Cristo hubiese resucitado y se encaminaron presurosos al sepulcro con las

mujeres que les haban trado la noticia. Vieron que Jess no estaba all, y aunque el sudario y los lienzos dejados en el sepulcro eran una prueba, se resistan a creer la buena nueva de que hubiese resucitado de entre los muertos. Volvironse a sus casas maravillados de lo que haban visto y del relato de las mujeres. Pero Mara prefiri quedarse cerca del sepulcro, pensando en lo que acababa de ver y angustiada por la idea de que pudiera haberse engaado. Presenta que la aguardaban nuevas pruebas. Su pena recrudeca y prorrumpa en amargo llanto. Se baj a mirar otra vez el sepulcro, y vio a dos ngeles vestidos de blanco, uno sentado a la cabecera del sepulcro y el otro a los pies. Le hablaron tiernamente preguntndole porqu lloraba, y ella respondi: "Porque se han llevado a mi Seor, y no s dnde lo han puesto." * Al volverse atrs, Mara vio a Jess all cerca; pero no lo conoci. El le habl suavemente preguntndole la causa de su tristeza y a quin buscaba. Pensando Mara que era el hortelano, le suplic que si se haba llevado a su Seor, le dijera en dnde lo haba puesto para llevrselo ella. Entonces Jess le habl con su propia voz celestial, exclamando: "Mara!" Ella reconoci el tono de aquella voz querida, y prestamente respondi: "Maestro!" con tal gozo que quiso abrasarlo. Pero Jess le dijo: "No me toques: porque aun no he subido a mi Padre: mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios 91 y a vuestro Dios." * Alegremente march Mara a comunicar a los discpulos la buena nueva. Pronto ascendi Jess a su padre para or de sus labios que aceptaba el sacrificio y recibir toda potestad en el cielo y en la tierra. Los ngeles rodeaban como una nube al Hijo de Dios, y mandaron levantar las puertas eternas para que entrase el Rey de gloria. Vi que mientras Jess estaba con aquella brillante hueste celestial en presencia de Dios y rodeado de su gloria, no se olvid de sus discpulos en la tierra, sino que recibi de su Padre la potestad de volver y compartirla con ellos. El mismo da regres a la tierra y se mostr a sus discpulos, consintiendo entonces en que le tocasen, porque ya haba subido a su Padre y recibido potestad. En esa ocasin no estaba presente Toms, quien no quiso aceptar humildemente el relato de los dems discpulos, sino que con firme suficiencia declar que no lo creera a no ser que viera en sus manos la seal de los clavos, y pusiera su mano en el costado que atraves la lanzada. En esto denot Toms falta de confianza en sus hermanos. Si todos hubiesen de exigir las mismas pruebas, nadie recibira ahora a Jess ni creera en su resurreccin. Pero quera Dios que cuantos no pudiesen ver y or por s mismos al resucitado Salvador, recibieran el relato de los discpulos. No agrad a Dios la incredulidad de Toms. Cuando Jess volvi otra vez adonde estaban sus discpulos, hallbase Toms con ellos, y al ver a Jess, crey. Pero como haba declarado que no quedara satisfecho sin la prueba de tocar aadida a la de ver, Jess se la dio tal como la haba deseado. Entonces Toms exclam: "Seor mo, y Dios mo!" Pero Jess le reprendi 92 por su incredulidad, dicindole: "Porque me has visto, Toms, creste: bienaventurados los que no vieron y creyeron." * Mientras las santas mujeres llevaban la noticia de que Jess haba resucitado, los soldados de la guardia romana propalaban la mentira puesta en sus bocas por los prncipes de los sacerdotes y los ancianos, de que los discpulos haban venido por la noche a hurtar el cuerpo de Jess mientras ellos dorman. Satans haba puesto esta mentira en los corazones y labios de los prncipes de los sacerdotes y el pueblo estaba listo para creer su palabra. Pero Dios haba asegurado ms all de toda duda la veracidad de este importante acontecimiento del que depende nuestra salvacin, y fue imposible que los sacerdotes y ancianos lo ocultaran. De entre los muertos se levantaron testigos para evidenciar la resurreccin de Cristo. Cuarenta das permaneci Jess con sus discpulos, alegrndoles el corazn al declararles ms abiertamente las realidades del reino de Dios. Los comision para llevar testimonios de cuanto haba visto y odo referente a su pasin, muerte y resurreccin, as como de que l haba hecho sacrificio por el pecado para que cuantos quisieran pudieran acudir a l y encontrar vida. Con fiel ternura les dijo que seran perseguidos y angustiados, pero que hallaran consuelo en el recuerdo de su experiencia y en la memoria de las palabras que les haba hablado. Djoles que l haba vencido las tentaciones de Satans y obtenido la victoria por medio de pruebas y sufrimientos. Ya no tendra Satans ms poder sobre l, pero los tentara ms directamente a ellos y a cuantos creyeran en su nombre. Sin embargo, tambin podran ellos vencer como l haba vencido. 93 Jess confiri a sus discpulos el poder de obrar milagros, dicindoles que aunque los malvados los persiguieran, l enviara de cuando en cuando a sus ngeles para librarlos, sin que nadie pudiera quitarles la vida hasta que su misin fuere cumplida. Entonces podra ser que se les pidiese que sellasen con su sangre los testimonios que hubiesen dado. Los anhelosos discpulos escuchaban gozosamente las enseanzas del Maestro, regocijndose a cada palabra que flua de sus santos labios. Saban ahora con certeza que era el Salvador del mundo. Sus palabras penetraban

hondamente en sus corazones, y sentan haber de separarse pronto de su Maestro celestial, y no poder ya or las consoladoras y compasivas palabras de sus labios. Pero de nuevo se inflamaron sus corazones de amor y excelso jbilo, cuando Jess les dijo que iba a aparejarles lugar y volver otra vez para llevrselos consigo, de modo que siempre estuviesen con l. Tambin les prometi enviarles el Consolador, el Espritu Santo, para guiarlos en toda verdad. "Y alzando sus manos, los bendijo." * 94 La Ascensin. - 14 EL CIELO entero aguardaba la triunfal hora en que Jess ascendera a su Padre. Vinieron los ngeles a recibir al Rey de gloria y escoltarlo triunfalmente hasta el cielo. Despus de bendecir Jess a sus discpulos, separse de ellos y ascendi a los cielos seguido de numerosos cautivos libertados cuando l resucit. Acompabale una numerossima hueste celestial, mientras una innumerable cohorte de ngeles esperaba en el cielo su llegada. Segn iban ascendiendo a la santa ciudad, los ngeles que exaltaban a Jess exclamaban: "Abrid, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrar el Rey de gloria." Los ngeles de la ciudad exclamaban arrobados: "Quin es este Rey de gloria?" Los ngeles de la escolta respondan con voz de triunfo: "Jehov el fuerte y valiente! Jehov el poderoso en batalla! Alzad, oh puertas, vuestras cabezas y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrar el Rey de gloria." Nuevamente los ngeles del cielos preguntaban: "Quin es este Rey de gloria?" Y los de la escolta respondan en melodiosas estrofas: "Jehov de los ejrcitos; l es el Rey de la gloria." * Y la celeste comitiva entr en la ciudad de Dios. Entonces toda la hueste celestial rode a su majestuoso Caudillo e inclinse ante l con profundsima adoracin, arrojando las brillantes coronas a sus pies. Despus pulsaron las ureas arpas y con dulces y melodiosas estrofas hinchieron el cielo de embelesadora msica y cnticos en loor del Cordero que haba sido inmolado y sin embargo vive en majestad y gloria. Mientras los discpulos miraban tristemente al 95 cielo para contemplar la ltima vislumbre de su ascendente Seor, dos ngeles vestidos de blanco se pusieron junto a ellos y les dijeron: "Varones galileos, qu estis mirando al cielo? este mismo Jess que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, as vendr como le habis visto ir al cielo." * Los discpulos y la madre de Jess que con ellos haba presenciado la ascensin del Hijo de Dios, pasaron la noche siguiente hablando de las admirables obras de Jess y de los extraos y gloriosos acontecimientos ocurridos en tan corto tiempo. Satans tuvo otra vez consejo con los ngeles y con acerbo odio contra el gobierno de Dios les dijo que mientras retuviese su poder y autoridad en la tierra, deban de decuplicar sus esfuerzos contra los discpulos de Jess. No haban podido lograr nada contra Cristo, pero a ser posible deban vencer a sus discpulos. En cada generacin deberan procurar engaar a quienes creyeran en Jess. Les dijo Satans a sus ngeles que Jess haba conferido a sus discpulos la potestad de reprenderlos y expulsarlos, y de sanar a cuantos afligieran. Entonces, los ngeles de Satans marcharon como rugientes leones a procurar destruir a los discpulos de Jess. 96 El Da de Pentecosts. - 15 * ANTES de ascender a los cielos, Cristo seal el mundo a sus discpulos por campo de labor. Les dijo: "Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura." * Haban de predicar lo referente al Salvador, a su vida de abnegado servicio, su ignominiosa muerte y su incomparable e inextinguible amor. El nombre de Cristo haba de subyugar las fortalezas del pecado. La fe en su nombre los caracterizara como cristianos. Al dar a sus discpulos ulteriores instrucciones les dijo: "Mas recibiris la virtud del Espritu Santo que vendr sobre vosotros; y me seris testigos en Jerusaln y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo ltimo de la tierra." "Mas vosotros asentad en la ciudad de Jerusaln hasta que seis investidos de potencia de lo alto." * Obedientes a la palabra de su Maestro, los discpulos se reunieron en Jerusaln para esperar el cumplimiento de la promesa de Dios. All estuvieron diez das, en los que hicieron un profundo examen de conciencia, y se unieron estrechamente en fraternidad cristiana. Al cabo de los diez das cumpli el Seor su promesa con una admirable efusin de su Espritu. "De repente vino un estruendo del cielo como de un viento recio que corra, el cual hinchi toda la casa donde estaban sentados. Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asent sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espritu 97 les daba que hablasen." Los judos

estaban esparcidos por casi todas las naciones, y hablaban diversas lenguas. Haban venido desde muy lejanos puntos a Jerusaln, aposentndose provisoriamente en esta ciudad, para asistir a las fiestas religiosas que all se celebraban y observar sus requisitos. Se les oa hablar en todas las lenguas conocidas, y esta diversidad de lenguaje era un grave obstculo para la labor encomendada a los siervos de Dios, de publicar la doctrina de Cristo por todos los mbitos de la tierra. La milagrosa manera en que Dios supli la deficiencia de los apstoles fue para la gente la ms perfecta confirmacin del testimonio que daban de Cristo. El Espritu Santo haba hecho por ellos lo que no hubieran podido cumplir en toda su vida. Ya podan difundir por doquiera la verdad del evangelio, hablando correctamente la lengua de aquellos por quienes trabajaran. Este milagroso don era la prueba ms concluyente que podan ofrecer la mundo de que su misin llevaba el sello del cielo. "Moraban entonces en Jerusaln judos, varones religiosos de todas las naciones debajo del cielo. Y hecho este estruendo, juntse la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oa hablar su propia lengua. Y estaban atnitos y maravillados, diciendo: He aqu no son galileos todos stos que hablan? Cmo, pues, les omos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en que somos nacidos?" En aquella memorable ocasin gran nmero de los que hasta entonces haban ridiculizado la idea de que una persona tan sencilla como Jess fuese el Hijo de Dios, se convencieron plenamente de esta verdad, y le reconocieron por su Salvador. Tres mil almas se aadieron a la iglesia. Los apstoles hablaban con la virtud del Espritu Santo; y sus palabras no admitan rplica, porque estaban corroboradas con potentes 98 milagros verificados por medio de la efusin del Espritu de Dios. Los mismos discpulos quedaron admirados de las consecuencias de aquella manifestacin, y de la pronta y abundante cosecha de almas. La gente estaba atnita, y quienes aun no haban renunciado a sus prejuicios y fanatismo andaban tan perplejos que no se atrevan a entorpecer de palabra ni de obra la potente empresa, y durante algn tiempo cesaron en oposicin. Este testimonio relativo al establecimiento de la iglesia cristiana nos ha sido dado no tan slo como parte importante de la historia sagrada, sino como una leccin. Todos los que profesan el nombre de Cristo deben esperar, vigilar y orar con unnime corazn. Toda diferencia se ha de poner a un lado, de modo que el tierno amor mutuo y la unidad de sentimientos compenetren el conjunto. As podrn elevarse al unsono nuestras oraciones al Padre celestial con robusta y ardiente fe. Los discpulos y apstoles de Cristo tenan un profundo sentimiento de su insuficiencia y en humilde oracin unan su debilidad a la fortaleza de l, su ignorancia a su sabidura, su indignidad a su justicia, su pobreza a su inagotable opulencia. As fortalecidos y equipados no vacilaron en el servicio de su Maestro. Estos hombres humildes exponan verdades tan puras y elevadas que asombraban a los oyentes. No podan ir personalmente a los ms apartados extremos de la tierra; pero a la fiesta de Jerusaln haban acudido habitantes de todas las partes del mundo, quienes llevaron a sus hogares las verdades recibidas y las publicaron entre sus compatriotas, ganando almas para Cristo. 99 Curacin del Cojo - 16 * Poco tiempo despus del descenso del Espritu Santo, e inmediatamente despus de una temporada de fervorosa oracin, Pedro y Juan subieron al templo para adorar, y vieron en la puerta Hermosa un cojo de cuarenta aos de edad, que desde su nacimiento haba estado afligido por el dolor y la enfermedad. Este desdichado haba deseado durante largo tiempo ver a Jess para que le curase; pero estaba impedido y muy alejado del escenario en donde operaba el gran Mdico. Sus ruegos movieron por fin a algunos amigos a llevarlo a la puerta del templo, y al llegar all supo que Aquel en quien pusiera sus esperanzas haba sido condenado a una muerte cruel. Su desconsuelo excit las simpatas de quienes saban cun anhelosamente haba esperado que Jess lo curase, y diariamente le llevaban al templo con objeto de que la gente le diese una limosna para atender a sus necesidades. Al entrar Pedro y Juan les pidi una limosna. Los discpulos le miraron compasivamente, y Pedro le dijo: "Mira a nosotros. Entonces l estuvo atento a ellos, esperando recibir de ellos algo. Y Pedro dijo: Ni tengo plata ni oro." Al manifestar as Pedro su pobreza, el cojo se desanim; pero recobrse con viva esperanza cuando el apstol prosigui diciendo: "Mas lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levntate y anda. Y tomndole por la mano derecha le levant: y luego fueron afirmados sus pies y tobillos. Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entr con ellos en el templo, andando y saltando, y alabando a Dios. . . . Y teniendo a Pedro y a Juan el cojo que haba sido sanado, todo el pueblo concurri 100 a ellos, al prtico que se llama de Salomn, atnitos." Se asombraban de que los discpulos pudiesen obrar milagros anlogos a los que haba obrado Jess. Sin embargo, all estaba aquel

hombre, cojo e impedido durante cuarenta aos, libre de dolor y dichoso de creer en Jess. Cuando los discpulos vieron el asombro del pueblo, Pedro pregunt: "Por qu os maravillis de esto? por qu ponis los ojos en nosotros, como si con nuestra virtud o piedad hubisemos hecho andar a ste?" Les asegur que la curacin se haba efectuado en el nombre y por los mritos de Jess de Nazaret, a quien Dios haba resucitado de entre los muertos. Declar el apstol: "Y en la fe de su nombre, a ste que vosotros veis y conocis, ha confirmado su nombre: y la fe que por l es, ha dado a ste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros." Y exclam: "As que, arrepentos y convertos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrn los tiempos del refrigerio de la presencia del Seor." Mientras los discpulos estaban hablando al pueblo "sobrevinieron los sacerdotes, y el magistrado del templo, y los saduceos, resentidos de que enseasen al pueblo, y anunciasen en Jess la resurreccin de los muertos." Rpidamente creca el nmero de los convertidos de la nueva fe, y tanto los fariseos como los saduceos convinieron en que si no atajaban a estos nuevos instructores, su influencia peligrara aun ms que cuando Jess estaba en la tierra. Por lo tanto, el magistrado del templo, con auxilio de algunos saduceos prendi a Pedro y a Juan, y los encerr en la crcel, pues ya era demasiado avanzada la tarde del da para someterlos a interrogatorio. Los enemigos de los discpulos no pudieron menos que convencerse de que Jess haba resucitado de entre los muertos. La prueba era demasiado concluyente para 101 dar lugar a dudas. Sin embargo, endurecieron sus corazones, rehusando arrepentirse a la terrible fechora cometida al condenar a Jess a muerte. Confiados en su presumida rectitud, los maestros judos no quisieron admitir que quienes les inculpaban de haber crucificado a Jess hablasen por inspiracin del Espritu Santo. Si los caudillos judos se hubiesen sometido al convincente poder del Espritu Santo, hubieran sido perdonados; pero no quisieron ceder. De la misma manera, el pecador obstinado en continua resistencia se coloca fuera del alcance del Espritu Santo. El da siguiente a la curacin del cojo, Ans y Caifs, con los otros dignatarios del templo se reunieron en Sanedrn para juzgar la causa, y mandaron que comparecieran los presos. En aquel mismo lugar, y en presencia de algunos de aquellos hombres, haba negado vergonzosamente Pedro a su Seor. De esto se acord muy bien al comparecer a juicio. Entonces se le deparaba ocasin de redimir su cobarda. El Pedro que neg a Cristo en la hora de su ms apremiante necesidad era impulsivo y presuntuoso, muy diferente del Pedro que compareca a juicio ante el Sanedrn. Desde su cada se haba convertido. Ya no era orgulloso y arrogante, sino modesto y humilde. Estaba lleno del Espritu Santo y con auxilio de este poder se resolvi a lavar la mancha de su apostasa honrando el Nombre que negara. Hasta entonces los sacerdotes haban evitado mencionar la crucifixin y resurreccin de Jess. Pero ahora, para cumplir su propsito, se vean precisados a preguntarles a los acusados cmo haba podido efectuarse la curacin del invlido. As que preguntaron: "Con qu potestad, o en qu nombre, habis hecho vosotros esto?" 102 Con santa audacia y amparado por el poder del Espritu, Pedro respondi valientemente: "Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, al que vosotros crucificasteis y Dios le resucit de los muertos, por l este hombre est en vuestra presencia sano. Este es la piedra reprobada de vosotros los edificadores, la cual es puesta por cabeza del ngulo. Y en ningn otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." Esta valerosa defensa espant a los caudillos judos. Se haban figurado que los discpulos quedaran abrumados por el temor y la confusin al comparecer ante el Sanedrn. Pero por el contrario, dieron testimonio hablando como Cristo haba hablado, con tan convincente persuasin que hubieron de callar sus adversarios. La voz de Pedro no daba indicios de temor al decir de Cristo: "Este es la piedra reprobada de vosotros los edificadores, la cual es puesta por cabeza del ngulo." Cuando los sacerdotes escucharon las valerosas palabras de los apstoles, "les conocan que haban estado con Jess." Cristo puso su sello en las palabras que Pedro pronunci en su defensa. Junto al discpulo, como testigo veraz, estaba el hombre que tan maravillosamente haba sido curado. La presencia de este hombre, pocas horas antes cojo impedido, y ahora por completo curado, aada el peso de un testimonio a las palabras de Pedro. Los sacerdotes y dignatarios permanecan callados. No podan rebatir la afirmacin de Pedro, pero no estaban menos determinados a

hacer cesar las enseanzas de los discpulos. A fin de encubrir su perplejidad y deliberar entre s, los sacerdotes y dignatarios ordenaron que se sacara a los apstoles del concilio. Todos convinieron en que 103 sera intil negar la milagrosa curacin del cojo. Gustosos hubieran encubierto el milagro con falsedades; pero esto era imposible; porque haba ocurrido en plena luz del da, ante multitud de gente y ya lo saban millares de personas. A pesar de su deseo de matar a los discpulos, los sacerdotes slo se atrevieron a amenazarlos con riguroso castigo si seguan hablando u obrando en el nombre de Jess. Nuevamente los llamaron ante el Sanedrn, y les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseasen en el nombre de Jess. Pero Pedro y Juan respondieron: "Juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios: porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y odo." De buena gana hubieran los sacerdotes castigado a los discpulos por su inquebrantable fidelidad a su sagrada vocacin; pero teman al pueblo, "porque todos glorificaban a Dios de lo que haba sido hecho." As, con reiteradas amenazas y rdenes fueron puestos los apstoles en libertad. 104 Lealtad a Dios Bajo la Persecucin - 17 * EN JERUSALN, donde existan los ms arraigados prejuicios y dominaban las ms confusas ideas acerca de Aquel que haba sido crucificado como un malhechor, los discpulos proseguan predicando valientemente las palabras de vida y exponiendo ante los judos la obra y misin de Cristo, su crucifixin, resurreccin y ascensin. Los sacerdotes y magistrados oan admirados el explcito e intrpido testimonio de los apstoles. El poder del resucitado Salvador se haba transferido en efecto a los discpulos cuya obra iba acompaada de seales y milagros que diariamente acrecentaban el nmero de creyentes. Vieron los sacerdotes y magistrados que Cristo era ensalzado por encima de ellos. Como los saduceos no crean en la resurreccin, se encolerizaron al or a los discpulos afirmar que Cristo haba resucitado de entre los muertos, pues comprendan que si se dejaba a los apstoles predicar a un resucitado Salvador y obrar milagros en su nombre, rechazara la gente la doctrina que ellos enseaban negando la resurreccin, y pronto se extinguira la secta de los saduceos. Por su parte, los fariseos se enojaron al notar que las enseanzas de los discpulos propendan a suprimir las ceremonias judaicas e invalidar los sacrificios. Vanos haban sido los esfuerzos hechos hasta entonces para suprimir la nueva doctrina; pero los saduceos y fariseos determinaron conjuntamente hacer cesar la obra de los discpulos, pues demostraban la culpabilidad que ellos tenan con la muerte de Jess. Posedos de indignacin, los sacerdotes echaron violentamente mano a Pedro y a Juan y los pusieron en la crcel pblica. 105 No se intimidaron ni se abatieron los discpulos por semejante trato. El Espritu Santo les record las palabras de Cristo: "No es el siervo mayor que su seor. Si a m me han perseguido, tambin a vosotros perseguirn: si han guardado mi palabra, tambin guardarn la vuestra. Mas todo esto os harn por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado." "Os escucharn de las sinagogas; y aun viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensar que hace servicio a Dios." "Mas os he dicho esto, para que cuando aquella hora viniere, os acordis de que yo os lo haba dicho." * El Dios del cielo, el poderoso Gobernador del universo tom por su cuenta el asunto del encarcelamiento de los discpulos; porque los hombres guerreaban contra su obra. Durante la noche, el ngel del Seor abri las puertas de la crcel y dijo a los discpulos: "Id, y estando en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida." Dios haba dicho: "Id" y ellos obedecieron. "Entraron de maana en el templo, y enseaban." Cuando Pedro y Juan se presentaron ante los fieles y refirieron cmo el ngel los haba guiado por entre la tropa de soldados que guardaba la crcel, ordenndoles que reanudaran la interrumpida obra, se llenaron los hermanos de admiracin y gozo. Entretanto, el prncipe de los sacerdotes y los que eran con l "convocaron el concilio, y a todos los ancianos de los hijos de Israel." Los sacerdotes y magistrados decidieron acusar a los discpulos de ser insurrectos, de haber asesinado a Ananas y Safira, y de conspirar para desposeer de su autoridad a los sacerdotes, esperando con ello

excitar a las turbas de modo 106 que interviniesen en el asunto y trataran a los discpulos como haban tratado a Jess. Cuando enviaron por los presos para que comparecieran ante su presencia, grande fue el asombro general al recibirse la noticia de que se haba hallado las puertas de la crcel cerradas con toda seguridad y a los guardas delante de ellas, pero que no se poda encontrar a los presos en ninguna parte. Pronto lleg este sorprendente informe: "He aqu, los varones que echasteis en la crcel estn en el templo, y ensean al pueblo. Entonces fue el magistrado con los ministros, y trjolos sin violencia; porque teman del pueblo ser apedreados. Aunque los apstoles haban sido milagrosamente libertados de la crcel, no se libraron de indagatoria y castigo. Cristo les haba dicho cuando estuvo con ellos: "Mirad por vosotros: porque os entregarn en los concilios." * Al enviarles un ngel para libertarlos, Dios les haba dado una muestra de su amor y una seguridad de su presencia. Ahora les tocaba a ellos por su parte sufrir por causa de Aquel cuyo evangelio predicaban. La historia de los profetas y apstoles nos ofrece muchos nobles ejemplos de lealtad a Dios. Los testigos de Cristo han sufrido crcel, tormento y la misma muerte antes de quebrantar los mandamientos de Dios. El ejemplo de Pedro y Juan es heroico cual ninguno en la dispensacin evanglica. Al presentarse por segunda vez ante los hombres que parecan resueltos a destruirlos, no se advirti seal ninguna de temor ni vacilacin en sus palabras y ademanes. Y cuando el pontfice les dijo: "No os denunciamos estrechamente, que no enseaseis en este nombre? y he aqu, habis 107 llenado a Jerusaln de vuestra doctrina, y queris echar sobre nosotros la sangre de este hombre," Pedro respondi: "Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres." Un ngel del cielo los haba librado de la crcel y ordenndoles que ensearan en el templo. Al seguir sus instrucciones obedecan el divino mandato, y as deban proseguir hacindolo a pesar de cuntos impedimentos encontraran para ello. Entonces el espritu de inspiracin descendi sobre los discpulos. Los acusados se convirtieron en acusadores, inculpando de la muerte de Cristo a quienes componan el concilio. Pedro declaro: "El Dios de nuestros padres levanto a Jess, al cual vosotros matasteis colgndole en un madero. A ste ha Dios ensalzado con su diestra por Prncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisin de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y tambin el Espritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen." Tan airados se pusieron los judos al or estas palabras, que resolvieron juzgar por s mismos y sin ms proceso ni consentimiento de los magistrados romanos, condenar a muerte a los presos. Culpables ya de la sangre de Cristo, ansiaban ahora mancharse las manos con la sangre de sus discpulos. Pero haba en el concilio un varn que reconoci la voz de Dios en las palabras de los discpulos. Era Gamaliel, un fariseo de buena reputacin, hombre erudito y de elevada categora social. Su claro criterio comprendi que la violenta medida propuesta por los sacerdotes tendra terribles consecuencias. Antes de hablar a sus compaeros de concilio, pidi Gamaliel que se hiciese salir de all a los presos, pues saba con quines trataba, y que los matadores de Cristo no vacilaran en nada con tal de llevar adelante su propsito. 108 Con mucho aplomo y sensatez, Gamaliel se puso de pie y dijo: "Varones israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que habis de hacer. Porque antes de estos das se levant Teudas, diciendo que era alguien; al que se agreg un nmero de hombres como cuatrocientos: el cual fue matado; y todos los que le creyeron fueron dispersos y reducidos a nada. Despus de ste, se levant Judas el galileo en los das del empadronamiento, y llev mucho pueblo tras s. Pereci tambin aqul; y todos los que consintieron con l, fueron derramados. Y ahora os digo: Dejaos de estos hombres, y dejadles; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecer: ms si es de Dios, no la podris deshacer; no seis tal vez hallados resistiendo a Dios." Los sacerdotes comprendieron lo razonable de esta opinin, y no pudieron menos que convenir con Gamaliel. Sin embargo, no les fue posible dominar sus odios y prejuicios, y de muy mala gana, despus de mandar que azotasen a los discpulos e intimarlos bajo pena de la vida a que no volviesen a predicar en el nombre de Jess, los soltaron. "Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre. Y todos los das, en el templo y por las casas no cesaban de ensear y predicar a Jesucristo."

Cul fue la fortaleza de los que en pasados tiempos padecieron persecucin por causa de Cristo? Consisti en su unin con Dios, con el Espritu Santo y con Cristo. El vituperio y la persecucin han separado a muchos de sus afectos terrenos, pero nunca del amor de Cristo. Nunca es tan amada de su Salvador el alma combatida por las tormentas de la prueba como cuando padece afrenta por la verdad. "Yo le amar, y me 109 manifestar a l" dijo Cristo . * Cuando el creyente se sienta en el banquillo de los acusados ante los tribunales terrenos por la causa de la verdad, est Cristo a su lado. Cuando se ve recludo entre las paredes de una crcel, Cristo se le manifiesta y le consuela el corazn con su amor. Cuando padece la muerte por causa de Cristo, el Salvador le dice: Podrn matar el cuerpo, pero no daar el alma. "Confiad, yo he vencido al mundo." * "No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudar, siempre te sustentar con la diestra de mi justicia." * "Los que confan en Jehov son como el monte Sin, que no deslizar: estar para siempre. Como Jerusaln tiene montes alrededor de ella, as Jehov alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre." "De engao y de violencia redimir sus almas; y la sangre de ellos ser preciosa en sus ojos." * 110 Ordenacin Evanglica - 18 * "EN AQUELLOS das, creciendo el nmero de los discpulos, hubo murmuracin de los griegos contra los hebreos, de que sus viudas eran menospreciadas en el ministerio cotidiano." En la iglesia primitiva haba gente de diversas clases sociales y distintas nacionalidades. Cuando la venida del Espritu Santo en Pentecosts "moraban entonces en Jerusaln judos, varones religiosos, de todas las naciones de bajo del cielo." * Entre los hebreos reunidos en Jerusaln haba tambin algunos que eran conocidos generalmente como griegos, cuya desconfianza y aun enemistad con los judos de Palestina databa de largo tiempo. Los que se haban convertido por la labor de los apstoles estaban afectuosamente unidos por el amor cristiano. A pesar de sus anteriores prejuicios, hallbanse en reciproca concordia. Saba Satans que mientras durase aquella unin no podra impedir el progreso de la verdad evanglica, y procur prevalerse de los antiguos modos de pensar, con la esperanza de introducir as en la iglesia elementos de discordia. Sucedi que habiendo crecido el nmero de discpulos, logr Satans despertar las sospechas de algunos que anteriormente haban tenido la costumbre de mirar con envidia a sus correligionarios y de sealar faltas en sus jefes espirituales. As "hubo murmuracin de los griegos contra los hebreos." El motivo de la queja fue un supuesto descuido de las viudas griegas en el reparto diario de socorros. Toda desigualdad hubiese sido contraria al espritu del evangelio; pero Satans, haba logrado provocar recelos. Por lo tanto, era indispensable 111 tomar medidas que quitasen todo motivo de descontento, so pena de que el enemigo triunfara en sus esfuerzos y determinase una divisin entre los fieles. Los apstoles reunieron a los fieles en asamblea e inspirados por el Espritu Santo, expusieron un plan para la mejor organizacin de todas las fuerzas vivas de la iglesia. Dijeron los apstoles que haba llegado el tiempo en que los jefes espirituales fuesen relevados de la tarea de socorrer directamente a los pobres y cargas semejantes, pues deban quedar libres para proseguir la obra de predicar el evangelio. As que dijeron : "Buscad pues, hermanos, siete varones de vosotros de buen testimonio, llenos de Espritu Santo y de sabidura, los cuales pongamos en esta obra. Y nosotros persistiremos en la oracin, y en el ministerio de la palabra." Siguieron los fieles este consejo, y por oracin e imposicin de manos, fueron escogidos solemnemente siete hombres para el oficio de diconos. El nombramiento de los siete para tomar a su cargo determinada modalidad de trabajo fue muy beneficioso a la iglesia. Estos oficiales cuidaron especialmente de las necesidades de los miembros as como de los intereses econmicos de la iglesia; y con su prudente administracin y piadoso ejemplo, prestaron importante ayuda a sus colegas para armonizar en unidad de conjunto los diversos intereses de la iglesia. Esta medida fue inspirada seguramente por Dios, como as lo demostraron los inmediatos resultados que en bien de la iglesia produjo, y creca la palabra del Seor, y el nmero de los discpulos se multiplicaba mucho en Jerusaln: tambin una gran multitud de los sacerdotes obedeca a la fe." Esta cosecha de almas se debi igualmente a la mayor libertad de que gozaban los apstoles y al celo y virtud demostrados por los siete diconos. Aun que estos hermanos haban sido ordenados 112 para la obra especial de mirar por las necesidades de los pobres no dejaban de ensear la fe, sino que, por el contrario, tenan la plena capacidad para instruir a otros en la verdad, lo cual hicieron con grandsimo fervor y xito feliz. La organizacin de la iglesia de Jerusaln haba de servir de modelo para la de las iglesias que se establecieran en

muchos otros puntos donde los mensajeros de la verdad haban de ganar almas al evangelio. Los que tenan la responsabilidad del gobierno general de la iglesia, no haban de enseorearse de la heredad de Dios, sino que, como prudentes pastores, haban de "apacentar la grey de Dios ... siendo dechados de la grey," * y los diconos haban de ser "varones de buen testimonio, llenos de Espritu Santo y de sabidura." Estos hombres deban ejercer su cargo con toda unidad de justicia y mantenerlo con firmeza y decisin. As tendran unificadora influencia en la grey entera. Ms adelante en la historia de la iglesia primitiva, cuando se haban constituido en iglesias muchos grupos de creyentes en diversas partes del mundo, se perfeccion aun ms la organizacin a fin de conservar la accin concertada. Se exhortaba a cada uno de los miembros a que desempeasen bien su cometido, empleando ltimamente los talentos que se le hubiese confiado. Algunos estaban dotados por el Espritu Santo con dones especiales: "Primeramente apstoles, luego profetas, lo tercero doctores; luego facultades; luego dones de sanidades, ayudas, gobernaciones, gneros de lenguas." * Pero todas estas clases de obreros haban de trabajar concertadamente. El orden mantenido en la primitiva iglesia cristiana la habilit para seguir firmemente adelante como disciplinado 113 ejrcito revestido de la armadura de Dios. Aunque diseminadas las compaas o grupos de fieles por un dilatado territorio, eran todos los miembros de un solo cuerpo, y actuaban en concierto y mutua armona. Cuando estallaban discusiones en alguna iglesia local, como ocurri despus en Antioqua y otras partes, y los fieles no lograban avenirse, no se consenta que la cuestin dividiese a la iglesia, sino que se la someta a un concilio general de todos los fieles, constituido por delegados de las diversas iglesias locales con los apstoles y ancianos en funciones de responsabilidad directora. As por la concentrada accin de todos se desbarataban los esfuerzos que Satans haca para atacar a las iglesias aisladas y quedaban deshechos los planes de quebranto y destruccin que forjaba el enemigo. "Dios no es Dios de disensin, sino de paz; como en todas las iglesias de los santos," * y quiere que hoy da se observe orden y sistema en la conducta de la iglesia, lo mismo que en tiempos antiguos. Desea que su obra se lleve adelante con perfeccin y exactitud, a fin de desarrollarla con su aprobacin. Los cristianos han de estar unidos con los cristianos y las iglesias con las iglesias, de suerte que los instrumentos humanos cooperen con la instrumentalidad divina, subordinndose toda actuacin al Espritu Santo y combinndose en dar al mundo las buenas nuevas de la gracia de Dios. 114 Muerte de Esteban - 19 * ESTEBAN, el ms destacado de los siete dicono, era varn de profunda piedad e intensa fe. Aunque judo de nacimiento, hablaba griego y estaba familiarizado con los usos y costumbres de los griegos, por lo que tuvo ocasin de predicar el evangelio en las sinagogas de los judos griegos. Era muy activo en la causa de Cristo y proclamaba osadamente su fe. Eruditos rabinos y doctores de la ley entablaron con l discusiones pblicas, confiados en obtener fcil victoria. Pero "no podan resistir a la sabidura y al espritu con que hablaba." No slo hablaba con la virtud del Espritu Santo, sino que era evidente que haba estudiado las profecas y estaba versado en todas las cuestiones de la ley. Hbilmente defenda las verdades por que abogaba y venci por completo a sus adversarios. Al ver los sacerdotes y magistrados el poder que acompaaba a la predicacin de Esteban, le cobraron acerbo odio, y en vez de rendirse a las pruebas que presentaba, determinaron acallar su voz condenndole a muerte. As que echaron mano de Esteban y le condujeron ante el consejo del Sanedrn para juzgarlo. Llamaron a eruditos judos de los pases comarcanos para que refutasen los argumentos del preso. Saulo de Tarso estaba presente, y tom muy activa parte contra Esteban, aportando todo el peso de su elocuencia y la lgica de los rabinos a fin de convencer a las gentes de que Esteban predicaba falsas y perniciosas doctrinas. Pero Saulo encontr en Esteban un varn que comprenda plenamente los designios de Dios en la difusin del evangelio por las dems naciones. 115 En vista de que los sacerdotes y magistrados no podan rebatir la evidente y explcita sabidura de Esteban, resolviendo hacer en l un escarmiento, de modo que a la par de satisfacer un vengativo rencor, impidiesen por el miedo que otros aceptaran sus creencias. Sobornaron a unos cuantos testigos para que levantaran el falso testimonio de que le haban odo blasfemar contra el templo y la ley. Los testigos declararon: "Le hemos odo decir, que este Jess de Nazaret destruir este lugar, y mudar las ordenanzas que nos dio Moiss." Mientras Esteban se hallaba frente a frente con sus jueces para responder a la acusacin de blasfemo, brillaba sobre su semblante una santa

irradiacin de luz, y "todos los que estaban sentados en el concilio, puestos los ojos en l, vieron su rostro como el rostro de un ngel." Muchos de los que contemplaron esta luz, temblaron y encubrieron su rostro; pero la obstinada incredulidad y los prejuicios de los magistrados no vacilaron. Cuando interrogaron a Esteban respecto de si eran ciertas las acusaciones formuladas contra l, defendise con clara y penetrante voz que reson en toda la sala del concilio. Con palabras que cautivaron al auditorio, procedi a repasar la historia del pueblo escogido de Dios, demostrando completo conocimiento de la dispensacin judaica y de su interpretacin espiritual, ya manifiesta por Cristo. Repiti las palabras de Moiss referentes al Mesas: "Profeta os levantar el Seor Dios vuestro de vuestros hermanos, como yo; a l oiris." Evidenci su lealtad con Dios y la fe judaica, aunque demostrando que la ley en que confiaban los judos para su salvacin no haba podido salvar a Israel de la idolatra. Relacion a Jesucristo con toda la historia del pueblo judo. Refirise a la edificacin del templo por Salomn, y a las palabras 116 de Salomn e Isaas: "Si bien el Altsimo no habita en templos hechos de mano; como el profeta dice: El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. Qu casa me edificaris? dice el Seor; o cul es el lugar de mi reposo? No hizo mi mano todas estas cosas?" Al llegar Esteban a este punto, se produjo un tumulto entre los oyentes. Cuando relacion a Cristo con las profecas, y habl de aquel modo del templo, el sacerdote rasg sus vestiduras, fingindose horrorizado. Esto fue para Esteban un indicio de que su voz iba pronto a ser acallada para siempre. Vio la resistencia que encontraban sus palabras y comprendi que estaba dando su postrer testimonio. Aunque no haba llegado ms que a la mitad de su discurso, lo termin abruptamente. De pronto, interrumpiendo el relato histrico que prosegua, y volvindose hacia sus enfurecidos jueces, exclam: "Duros de cerviz, e incircuncisos de corazn y de odos, vosotros resists siempre al Espritu Santo: como vuestros padres, as tambin vosotros. A cul de los profetas no persiguieron vuestros padres? y mataron a los que antes anunciaron la venida del Justo, del cual vosotros habis sido ahora entregadores y matadores; que recibisteis la ley por disposicin de ngeles, y no la guardasteis." Al or esto, la ira de los sacerdotes y magistrados los puso fuera de s. Obrando ms bien como fieras que como seres humanos, se abalanzaron contra Esteban crujiendo los dientes. El preso ley su destino en los crueles rostros que le cercaban, pero no se inmut. No tema a la muerte ni le aterrorizaban los furiosos sacerdotes ni las excitadas turbas. Perdi de vista el espectculo que se ofreca a sus ojos, se le entornaron las puertas del cielo, y vio la gloria de Dios y a Cristo 117 que se levantaba de su trono como para sostener a su siervo. Con voz de triunfo exclam Esteban: "He aqu, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que est a la diestra de Dios." Al describir Esteban la gloriosa escena que sus ojos comtemplaban, ya no pudieron aguantar ms sus perseguidores. Se taparon los odos para no oirle, y dando grandes voces, arremetieron unnimes contra l, le echaron "fuera de la ciudad" "y apedrearon a Esteban, invocando l y diciendo: Seor Jess, recibe m espritu. Y puesto de rodillas, clam a gran voz: Seor, no les imputes este pecado. Y habiendo dicho esto, durmi." No se haba sentenciado legalmente a Esteban; pero las autoridades romanas fueron sobornadas con una gruesa suma de dinero, para que no hiciesen investigacin alguna sobre el caso. El martirio de Esteban impresion profundamente a cuantos lo presenciaron. El recuerdo de la seal de Dios en su rostro; sus palabras, que conmovieron a cuantos las escucharon, quedaron en las mentes de los circunstantes y atestiguaron la verdad de lo que l haba proclamado. Su muerte fue una dura prueba para la iglesia; pero en cambio produjo conviccin en Saulo, quien no poda borrar de su memoria la fe y constancia del mrtir y el resplandor que le haba iluminado. En el proceso y muerte de Esteban, denot Saulo estar imbudo de un celo frentico. Despus se irrit por su secreto convencimiento de que Esteban haba sido honrado por Dios en el mismo momento en que los hombres le infamaban. Saulo continu persiguiendo a la iglesia de Dios, acosando a los cristianos, prendindolos en sus casas y entregndolos a los sacerdotes y magistrados para encarcelarlos y matarlos. Su celo en 118 llevar a cabo esta persecucin llen de terror a los cristianos de Jerusaln. Las autoridades romanas no hicieron ningn esfuerzo para detener esta cruel obra, sino que ayudaban secretamente a los judos con objeto de reconciliarse con ellos y asegurarse sus simpatas. Despus de la muerte de Esteban, fue Saulo elegido miembro del Sanedrn en premio a la parte que haba tomado en

aquella ocasin. Durante algn tiempo fue un poderoso instrumento en manos de Satans para proseguir su rebelin contra el Hijo de Dios. Pero pronto este infatigable perseguidor iba a ser empleado en edificar la iglesia que estaba a la sazn demoliendo. Alguien ms poderoso que Satans haba escogido a Saulo para ocupar el sitio del martirizado Esteban, para predicar y sufrir por el Nombre y difundir dilatadamente las nuevas de salvacin por medio de su sangre. 118 El Evangelio en Samaria - 20 * DESPUS de la muerte de Esteban, se levant contra los cristianos de Jerusaln una persecucin tan violenta que "todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria." Saulo "asolaba la iglesia, entrando por las casas: y trayendo hombres y mujeres, los entregaba en la crcel." La persecucin desencadenada contra la iglesia de Jerusaln dio por resultado que la obra del evangelio recibiese poderoso impulso. Los fieles "iban por todas partes anunciando la palabra." Entre aquellos a quienes el Salvador haba dado la comisin: "Id, y doctrinad a todos los gentiles," * se contaban muchos de humilde clase social, hombres y mujeres que haban aprendido a amar a su Seor, y determinado seguir su ejemplo de abnegado servicio. A estos humildes hermanos, as como a los discpulos que estuvieron con el Salvador durante su ministerio terrenal, se les haba entregado un precioso cometido. Deban proclamar al mundo la alegre nueva de la salvacin por Cristo. Al ser esparcidos por la persecucin, salieron llenos de celo misionero. Comprendan la responsabilidad de su misin. Saban que en sus manos llevaban el pan de vida para un mundo famlico; y el amor de Cristo los mova a compartir este pan con todos los necesitados. El Seor obr por medio de ellos. Por doquiera iban, sanaban a los enfermos y los pobres oan la predicacin del evangelio. Felipe, uno de los siete diconos, fue de los expulsados de Jerusaln. "Felipe, descendiendo a la ciudad 120 de Samaria, les predicaba a Cristo. Y las gentes escuchaban atentamente unnimes." La obra de Felipe en Samaria tuvo gran xito, y alentado por ello, solicit ayuda de Jerusaln. Los apstoles comprendieron entonces ms plenamente el significado de las palabras de Cristo: "Y me seris testigos en Jerusaln, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo ltimo de la tierra." * Mientras Felipe estaba todava en Samaria, un mensajero celeste le mand que fuera "hacia el medioda, al camino que desciende de Jerusaln a Gaza. . . . Entonces l se levant, y fue." No puso en duda el llamamiento ni vacil en obedecer, porque haba aprendido a conformarse con la voluntad del Dios de los cielos. "Y he aqu un etope, eunuco, gobernador de Candace, reina de los etopes, el cual era puesto sobre todos sus tesoros, y haba venido a adorar a Jerusaln, se volva sentado en su carro, y leyendo el profeta Isaas." Este etope era hombre de buena posicin y amplia influencia. Dios vio que una vez convertido comunicara a otros la luz recibida, y ejercera poderoso influjo en favor del evangelio. Los ngeles del Seor asistan a este hombre que buscaba luz, y lo atraan hacia el Salvador. Por ministerio del Espritu Santo, el Seor lo puso en contacto con quien poda conducirlo a la luz. A Felipe se le mand que fuese al encuentro del etope y le explicase la profeca que iba leyendo. El Espritu dijo: "'Llgate, y jntate a este carro." Una vez cerca, pregunt Felipe al eunuco: "Entiendes lo que lees? Y l dijo: Y cmo podr, si alguno no me enseare? Y rog a Felipe que subiese, y se sentase 121 con l." El etope lea el pasaje de Isaas referente a Cristo, que dice: "Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que le trasquila, as no abri su boca: en su humillacin su juicio fue quitado mas su generacin, quin la contar? porque es quitada de la tierra su vida." El eunuco pregunt: "De quin el profeta dice esto? De s, o de otro alguno?" Entonces Felipe le declar la gran verdad de la redencin. Comenzando desde dicho pasaje de la Escritura "le anunci el evangelio de Jess." El corazn del etope conmovise de inters cuando Felipe le explic las Escrituras, y al terminar el discpulo, el hombre se mostr dispuesto a aceptar la luz que se le daba. No aleg su alta posicin mundana como excusa para rechazar el evangelio. "Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y dijo el eunuco: He aqu agua; qu impide que yo sea bautizado? Y Felipe dijo: Si crees de todo corazn, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mand parar el carro: y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y bautizle.

"Y como subieron del agua, el Espritu del Seor arrebato a Felipe; y no le vio mas el eunuco, y se fue por su camino gozoso. Felipe empero se hall en Azoto: y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que lleg a Cesarea." Este etope simboliza una numerosa clase de personas que necesita ser enseada por misioneros como Felipe, esto es, por hombres que escuchen la voz de Dios y vayan a donde l los enve. Hay muchos que leen las Escrituras sin comprender su verdadero sentido. En todo el mundo, hay hombres y mujeres que miran fijamente al cielo. Oraciones, lgrimas e interrogaciones brotan de las almas anhelosas de luz en splica de gracia y de la recepcin del Espritu Santo. 122 Muchos estn en el umbral del reino esperando nicamente ser incorporados en l. Un ngel gui a Felipe junto a uno que anhelaba luz y estaba dispuesto a recibir el evangelio. Hoy tambin los ngeles guiarn los pasos de aquellos obreros que consientan en que el Espritu Santo santifique sus lenguas y refine y ennoblezca sus corazones. El ngel enviado a Felipe poda efectuar por s mismo la obra relacionada con el etope; pero no es tal el modo que Dios tiene de obrar. Su designio es que los hombres trabajen en beneficio de sus prjimos. Tampoco recae nicamente sobre el ministro ordenado la responsabilidad de salir a realizar la comisin evanglica. Todo el que ha recibido a Cristo est llamado a trabajar por la salvacin de sus prjimos. "Y el Espritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven." * A toda la iglesia incumbe el deber de dar esta invitacin. Todo el que ha odo ha de ser el eco que por valles y montes repita: "Ven." Largo tiempo ha esperado Dios que el espritu de servicio se posesionase de la iglesia entera, de suerte que cada miembro trabajase por l segn su capacidad. Cuando los miembros de la iglesia de Dios efecten su sealada labor en los menesterosos campos de su pas y del extranjero, en cumplimiento de la comisin evanglica, pronto ser amonestado el mundo entero y el Seor Jess volver a la tierra con poder y grande gloria. "Y ser predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a todos los gentiles; y entonces vendr el fin." * 123 Conversin de Saulo - 21 * SAULO DE TARSO sobresala entre los dignatarios judos que se haban enfurecido por el xito de la proclamacin del evangelio. Aunque ciudadano romano por nacimiento, era Saulo de linaje judo, y haba sido educado en Jerusaln por los ms eminentes rabinos. Era Saulo "del linaje de Israel, de la tribu de Benjamin, hebreo de hebreos; cuanto a la ley, fariseo; cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible." * La actividad de Saulo en llevar a los fieles ante los tribunales que los condenaban a crcel y a algunos a muerte, por el solo hecho de su fe en Jess, llen de tristeza y melancola a la recin organizada iglesia y motiv que muchos buscasen su seguridad en la huda. Una de las ciudades donde se refugiaron fue Damasco, en la que la nueva fe gan muchos conversos. Los sacerdotes y magistrados esperaban que con vigilante esfuerzo y acerba persecucin podra extirparse la hereja. Por entonces creyeron necesario ampliar a otros lugares las resueltas medidas tomadas en Jerusaln contra las nuevas enseanzas. Para esta labor especial, que deseaban realizar en Damasco, ofreci Saulo sus servicios. "Respirando an amenazas y muerte contra los discpulos del Seor, vino al prncipe de los sacerdotes, y demand de l letras para Damasco a las sinagogas, para que si hallase algunos hombres o mujeres de esta secta, los trajese presos a Jerusaln." As, "con facultad de los prncipes de los sacerdotes," Saulo de Tarso, en toda la fuerza y el vigor de virilidad e inflamado de equivocado celo, emprendi el memorable 124 viaje en que haba de ocurrirle el singular suceso que cambi por completo el curso de su vida. El ltimo da del viaje "en mitad del da," al acercarse los fatigados caminantes a Damasco, "sbitamente" vio una luz del cielo "la cual -segn l declar despus,- me rode y a los que iban conmigo;" "una luz del cielo que sobrepujaba el resplandor del sol," * demasiado esplendente para que la soportaran ojos humanos. Ofuscado y aturdido cay Saulo postrado en tierra. Mientras la luz brillaba en rededor de ellos, Saulo oy "una voz que le deca" "en lengua hebraica:" "Saulo, Saulo, por qu me persigues? Y l dijo: Quin eres, Seor? Y l dijo: Yo soy Jess a quien t persigues: dura cosa te es dar coces contra el aguijn."

Temerosos y casi cegados por la intensidad de la luz, los compaeros de Saulo oan la voz, pero no vean a nadie. Sin embargo, Saulo comprendi lo que se le deca, y se le revel claramente que quien hablaba era el Hijo de Dios. En el glorioso Ser que estaba ante l reconoci al Crucificado. La imagen del aspecto del Salvador qued para siempre grabada en el alma del humillado judo. Las palabras odas conmovieron su corazn con irresistible fuerza. Su mente se ilumin con un torrente de luz esclarecedora de la ignorancia y el error de su pasada vida, y de la necesidad en que estaba de la iluminacin del Espritu Santo. En aquel momento de celestial iluminacin, la mente de Saulo actu con notable rapidez. Los profticos relatos de la Sagrada Escritura se abrieron a su comprensin. Vio que el rechazo de Jess por los judos, su crucifixin, resurreccin y ascensin haban 125 sido predichos por los profetas y le demostraron que era el Mesas prometido. El discurso de Esteban en ocasin de su martirio le vino vvidamente a la memoria. Que revelacin fue todo esto para el perseguidor! Ahora conoca Saulo con toda seguridad que el prometido Mesas haba venido a la tierra en la persona de Jess de Nazaret, y que lo haban rechazado y crucificado aquellos mismos a quienes haba venido a salvar. Tambin conoca que el Salvador haba resucitado triunfante de la tumba y ascendido a los cielos. En aquel momento de divina revelacin, record Saulo aterrorizado que con su consentimiento haba sido sacrificado Esteban por dar testimonio del crucifijo y resucitado Salvador, y que despus fue instrumento para que muchos otros dignos discpulos de Jess encontrasen la muerte por cruel persecucin. Cristo haba hablado con su propia voz diciendo: "Saulo, Saulo, por qu me persigues?" No dud Saulo de que quien le hablaba fuese Jess de Nazaret, l por tanto tiempo esperado Mesas, la Consolacin y el Redentor de Israel. Saulo, "temblando y temeroso, dijo: Seor, qu quieres que haga? Y el Seor le dice: Levntate y entra en la ciudad, y se te dir lo que te conviene hacer." Cuando se desvaneci el resplandor, y se levant Saulo del suelo, not que estaba completamente ciego. Le haba cegado el fulgor de la celeste luz. Fue preciso llevarle de la mano a Damasco, donde estuvo tres das sin ver, y no comi ni bebi. Entonces envi el Seor su ngel a uno de los mismos hombres que Saulo proyectaba prender, y le revel en visin que fuese a la calle llamada Derecha para buscar en "casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso: porque he aqu, l ora; y ha visto en visin un varn llamado Ananas, que 126 entra y le pone la mano encima, para que reciba la vista." Temi Ananas que hubiese algn error en todo esto, y as empez a relatar al Seor cuanto a Saulo haba odo decir. Pero el Seor respondindole: "Ve: porque instrumento escogido me es ste, para que lleve mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel: porque yo le mostrar cuanto le sea menester que padezca por mi nombre." Ananas sigui las instrucciones del Seor y entr en la casa, y ponindole las manos encima, dijo: "Saulo hermano, el Seor Jess, que te apareci en el camino por donde venas, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno de Espritu Santo." Inmediatamente recobr Saulo la vista, levantse y fue bautizado. Despus ense en las sinagogas que Jess era verdaderamente Hijo de Dios. Cuantos le oan estaban atnitos y preguntaban: "No es ste el que asolaba en Jerusaln a los que invocaban este nombre, y a eso vino ac, para llevarlos presos a los prncipes de los sacerdotes?" Empero Saulo mucho ms se esforzaba, y confunda a los judos, que volvieron a estar turbados. Todos conocan la oposicin de Saulo contra Jess y su celo en perseguir y entregar a la muerte a cuantos crean en su nombre; por lo que su milagrosa conversin convenci a muchos de que Jess era el Hijo de Dios. Saulo refera sus experiencias con el poder del Espritu Santo. Estaba persiguiendo a muerte a los cristianos, hombres o mujeres, a quienes prenda y encarcelaba, cuando en el camino a Damasco le rode sbitamente una esplendorosa luz del cielo y Jess se le apareci revelndole que era el Hijo de Dios. Las valientes predicaciones de Saulo ejercieron grandsima influencia. Despus de su conversin, vio 127 iluminadas con divina luz las profecas referentes a Jess, lo cual le habilit para exponer clara y firmemente la verdad, y corregir toda torcida interpretacin de la Escrituras. Posedo del Espritu de Dios, representaba de explcita y convincente manera a sus oyentes las profecas relativas a la poca del primer advenimiento de Cristo y demostraba que se haban cumplido las Escrituras respecto a su pasin, muerte y resurreccin. Sin embargo, muchos endurecieron sus corazones, rehusando responder a su mensaje; y muy, luego el asombro causado por su conversin se invirti en tan intenso odio como el que los judos haban manifestado contra Jess. Lleg la oposicin a tales proporciones, que no se permiti a Saulo proseguir su obra en Damasco. Un mensajero

celeste le mand interrumpirla por algn tiempo, y se fue a Arabia,* donde hall seguro refugio. All, en la soledad del desierto, tuvo Pablo amplia oportunidad para el sosegado estudio y la meditacin. Desech de su alma los prejuicios y tradiciones que hasta entonces haban amoldado su vida, y recibi instrucciones de la Fuente de verdad. Jess se comunic con l, confirmndole en la fe y otorgndole abundantsima sabidura y gracia. 128 Primer Ministerio de Pablo - 22 * DE ARABIA volvi Pablo "de nuevo a Damasco" * y hablaba "confiadamente en el nombre de Jess." Incapaces los judos de rebatir la sabidura de sus argumentos "hicieron entre s consejo de matarle." Da y noche guardaron diligentemente las puertas de la ciudad para que no se escapara. Esta crisis movi a los discpulos a buscar a Dios ardientemente, y al fin "tomndole de noche, le bajaron por el muro en una espuerta." Despus de haberse fugado de Damasco, fue Pablo a Jerusaln a los tres aos de su conversin, con el principal objeto de "ver a Pedro" segn l mismo declar despus. Al llegar a la ciudad donde tan conocido fuera un tiempo como Saulo el perseguidor, "tentaba de juntarse con los discpulos; mas todos tenan miedo de l, no creyendo que era discpulo. Entonces Bernab, tomndole, lo trajo a los apstoles, y contles cmo haba visto al Seor en el camino, y que le haba hablado, y cmo en Damasco haba hablado confiadamente en el nombre de Jess." Al or esto, los discpulos lo admitieron en su medio, y muy luego tuvieron abundantes pruebas de la sinceridad de su experiencia cristiana. El futuro apstol de los gentiles estaba a sazn en la ciudad donde residan muchos de sus antiguos colegas, a quienes anhelaba explicar las profecas referentes al Mesas, que haban quedado cumplidas por el advenimiento del Salvador. Tena Pablo la seguridad de que los doctores de Israel con quienes tan bien relacionado estuvo, eran 129 igualmente sinceros y honrados como haba sido l; pero no tuvo Pablo en cuenta el nimo de sus colegas judos y se trocaron en amargo desengao las esperanzas que haba puesto en su rpida conversin. Aunque "hablaba confiadamente en el nombre del Seor: y disputaba con los griegos, "los dignatarios de la iglesia judaica no quisieron creer y procuraban matarle." Entristecise el corazn de Pablo. De buensima gana hubiera dado su vida, si con ello trajera a alguien al conocimiento de la verdad. Avergonzado, pensaba l en la activa parte que haba tomado en el martirio de Esteban, y en su ansiedad de lavar la mancha arrojada sobre el calumniado mrtir, quera vindicar la verdad en aras de la cual haba entregado Esteban su vida. Afligido en beneficio de los incrdulos, estaba Pablo orando en el templo, segn l mismo atestigu despus, cuando cay en xtasis, y aparecisele un mensajero celeste que le dijo: "date prisa, y sal prestamente fuera de Jerusaln; porque no recibirn tu testimonio de m." * Pablo estaba inclinado a quedarse en Jerusaln, donde poda arrostrar la oposicin. Le pareca un acto cobarde la huda, si quedndose poda convencer a alguno de los obstinados judos de la verdad del mensaje evanglico, aunque el quedarse le costara la vida. As que respondi: "Seor, ellos saben que yo encerraba en crcel, y hera por las sinagogas a los que crean en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo tambin estaba presente, y consenta a su muerte, y guardaba las ropas de los que lo mataban." Pero no estaba de acuerdo con los designios de 130 Dios que su siervo expusiera intilmente su vida; y el mensajero celeste replic: "No, porque yo te tengo que enviar lejos a los gentiles." * Al enterarse de esta visin; los hermanos se apresuraron a facilitar a Pablo la fuga en secreto, por temor de que lo asesinaran, y "le acompaaran hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso." La partida de Pablo suspendi por algn tiempo la violenta oposicin de los judos, y la iglesia disfrut de un perodo de sosiego, durante el cual multiplicse el nmero de creyentes. 131 Un Indagador de la Verdad - 23 * EN EL curso de su ministerio, el apstol Pedro visit a los creyentes de Lydda. All san a Eneas, que durante ocho aos haba estado postrado en cama con parlisis. "Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levntate, y hazte tu cama. Y luego se levant. Y vironle todos los que habitaban en Lydda y en Sarona, los cuales se convirtieron al Seor."

En Joppe, ciudad que estaba cercana a Lydda, viva una mujer llamada Dorcas, cuyas buenas obras le haban conquistado extenso afecto. Era una digna discpula de Jess, y su vida estaba llena de actos de bondad. Ella saba quienes necesitaban ropas abrigadas y quines simpata, y serva generosamente a los pobres y afligidos. Sus hbiles dedos estaban ms atareados que su lengua. "Y aconteci en aquellos das que enfermando, muri." La iglesia de Joppe sinti su prdida; y oyendo que Pedro estaba en Lydda, los creyentes le mandaron mensajeros, "rogndole: no te detengas en venir hasta nosotros. Pedro entonces levantndose, fue con ellos: y llegado que hubo, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando todas las tnicas y los vestidos que Dorcas haca cuando estaba con ellas." A juzgar por la vida de servicio que Dorcas haba vivido, no es extrao que llorasen, y que sus clidas lgrimas cayesen sobre el cuerpo inanimado. El corazn del apstol fue movido a simpata al ver tanta tristeza. Luego, ordenando que los llorosos deudos saliesen de la pieza, se arrodill y or fervorosamente a Dios para que devolviese la vida y la salud 132 a Dorcas. Volvindose hacia el cuerpo, dijo: " Tabita, levntate. Y ella abri los ojos, y viendo a Pedro, incorporse." Dorcas haba prestado grandes servicios a la iglesia, y a Dios le pareci bueno traerla de vuelta del pas del enemigo, para que su habilidad y energa siguiesen beneficiando a otros, y tambin para que por esta manifestacin de su poder la causa de Cristo quedase fortalecida. Fue mientras Pedro estaba todava en Joppe cuando fue llamado a llevar el evangelio a Cornelio de Cesarea. Cornelio era un centurin romano, hombre rico y de noble linaje, y ocupaba una posicin de responsabilidad y honor. Aunque pagano de nacimiento y educacin, por su contacto con los judos haba adquirido cierto conocimiento de Dios, y le adoraba con corazn veraz, demostrando la sinceridad de su fe por su compasin hacia los pobres. Era bien conocido por su beneficencia, y rectitud le daba buen renombre tanto entre los judos como entre los gentiles. Su influencia era una bendicin para cuantos entraba en contacto con l. El Libro inspirado le describe como " un hombre po y temeroso de Dios con toda su casa, y que haca muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre." Considerando a Dios como Creador de los cielos y la tierra, Cornelio le reverenciaba, reconoca su autoridad, y buscaba su consejo en todos los asuntos de la vida. Era fiel a Jehov tanto en su vida familiar como en sus deberes oficiales. Haba erigido altar a Dios en su hogar, pues no se atreva a intentar llevar a cabo sus planes ni desempear sus responsabilidades sin la ayuda divina. Aunque crea en las profecas y esperaba la venida del Mesas, Cornelio no tena conocimiento del evangelio segn se revelaba en la vida y muerte de Cristo. 133 No era miembro de la congregacin juda, y habra sido considerado por los rabinos como paganos e inmundo. Pero el mismo santo Viga que dijo de Abrahn: "Le conozco," conoca tambin a Cornelio, y le mand un mensaje directo del cielo. El ngel se le apareci a Cornelio mientras estaba orando. Al or el centurin que se le llamaba por su nombre, tuvo miedo. Sin embargo, saba que el mensajero haba venido de Dios, y dijo: "Qu es, Seor?" El ngel contest: "Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la presencia de Dios. Enva pues ahora hombres a Joppe, y haz venir a un Simn, que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de un Simn, curtidor, que tiene su casa junto a la mar." El carcter explcito de estas indicaciones, en las que se nombraba hasta la ocupacin del hombre en cuya casa posaba Pedro, demuestra que el cielo conoce la historia y los quehaceres de los hombres en toda circunstancia de la vida. Dios est familiarizado con la experiencia y el trabajo del ms humilde obrero tanto como con los del rey en su trono. "Enva pues ahora hombres a Joppe, y haz venir a un Simn." Con esta orden, Dios dio evidencia de su consideracin por el ministerio evanglico y por su iglesia organizada. El ngel no fue enviado a relatar a Cornelio la historia de la cruz. Un hombre, sujeto como el centurin mismo a las flaquezas y tentacin humanas, haba de ser quien le hablase del Salvador crucificado y resucitado. En su sabidura, el Salvador pone a los que buscan la verdad en contacto con semejantes suyos que conocen la verdad. Es plan del Cielo que los que han recibido la luz la impartan a los que estn todava en tinieblas. La

humanidad, sacando eficiencia de la gran Fuente de sabidura, es convertida en un instrumento, agente activo, 134 por medio del cual el evangelio ejerce su poder transformador sobre la mente y el corazn. Cornelio obedeci gustosamente la orden recibida en visin. Cuando el ngel se hubo ido, el centurin "llam dos de sus criados, y un devoto soldado de los que le asistan; a los cuales, despus de habrselo contado todo, los envi a Joppe." El ngel, despus de su entrevista con Cornelio, se fue a Pedro, en Joppe. En ese momento, el apstol se hallaba orando en la azotea de la casa donde posaba, y leemos que "le vino una grande hambre, y quiso comer; pero mientras disponan, sobrevnole un xtasis." No era slo de alimento fsico que Pedro senta hambre. Mientras que desde la azotea contemplaba la ciudad de Joppe y la regin comarcana, sinti hambre por la salvacin de sus compatriotas. Sinti el intenso deseo de mostrarles en las Sagradas Escrituras las profecas relativas a los sufrimientos y la muerte de Jess. En la visin, Pedro "vio el cielo abierto, y que descenda un vaso, como un gran lienzo, que atado de los cuatro cabos era bajado a la tierra; en el cual haba de todos los animales cuadrpedos de la tierra, y reptiles, y aves del cielo. Y le vino una voz: Levntate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Seor, no; porque ninguna cosa comn e inmunda he comido jams. Y volvi la voz hacia l la segunda vez: Lo que Dios limpi, no lo llames t comn. Y esto fue hecho por tres veces; y el vaso volvi a ser recogido en el cielo." Cun cuidadosamente obr el Seor para vencer los prejuicios contra los gentiles, que tan firmemente haba inculcado en la mente de Pedro su educacin judaica! Por la visin del lienzo y de su contenido, trat de despojar la mente del apstol de esos prejuicios, 135 y de ensearle la importante verdad de que en el cielo no hay acepcin de personas; que los judos y los gentiles son igualmente preciosos a la vista de Dios; que por medio de Cristo los paganos pueden ser hechos partcipes de las bendiciones y privilegios del evangelio. * Mientras Pedro meditaba en el significado de la visin, llegaron a Joppe los hombres enviados por Cornelio, y se hallaban delante de la puerta de la casa en que posaba. Entonces el Espritu le dijo: "He aqu, tres hombres te buscan. Levntate, pues, y desciende, y no dudes ir con ellos; porque yo los he enviado." Para Pedro esa orden era penosa, y deba hacer violencia a su voluntad a cada paso que daba mientras emprenda el deber que se le impona; pero no se atreva a desobedecer. As que, "descendiendo a los hombres que eran enviados por Cornelio, dijo: he aqu, yo soy el que buscis: cul es la causa por la que habis venido?" Ellos le refirieron su singular misin, diciendo: "Cornelio, el centurin, varn justo y temeroso de Dios, y que tiene testimonio de toda la nacin de los judos, ha recibido respuesta por un santo ngel, de hacerte venir a su casa, y or de ti palabras." En obediencia a Las indicaciones que acababa de recibir de Dios, el apstol prometi ir con ellos. A la maana siguiente sali para Cesarea, acompaado de seis de sus hermanos. Estos haban de ser testigos de todo lo que dijera o hiciera mientras visitaba a los gentiles; porque Pedro saba que sera llamado a dar cuenta de tan directa violacin de las enseanzas judaicas. 136 Muchos de los gentiles haban sido oyentes interesados de la predicacin de Pedro y los dems apstoles, y muchos de los judos griegos haban credo en Cristo, pero la conversin de Cornelio fue la primera de importancia entre los gentiles. Al entrar Pedro en la casa del gentil, Cornelio no le salud como visitante comn, sino como un ser honrado del Cielo y enviado a l por Dios. Es costumbre oriental postrarse ante un prncipe u otro alto dignatario, y que los nios se inclinen ante sus padres; pero Cornelio, embargado por la reverencia hacia el que Dios le enviara para ensearle, cay en adoracin a los pies del apstol. Pedro se qued horrorizado, y levant al centurin, diciendo: "Levntate; yo mismo tambin soy hombre." Mientras los mensajeros de Cornelio se hallaban cumpliendo su misin, el centurin "los estaba esperando, habiendo llamado a sus parientes y los amigos ms familiares," para que juntamente con l pudiesen or la predicacin del evangelio. Cuando Pedro lleg, hall a una gran compaa aguardndole. A los congregados habl primero Pedro de la costumbre de los judos, diciendo que ellos tenan por ilcito el trato social con los gentiles, y que el practicarlo entraaba contaminacin ceremonial. "Vosotros sabis - dijo - que es

abominable a un varn judo juntarse o llegarse a un extranjero; mas me ha mostrado Dios que a ningn hombre llame comn o inmundo; por lo cual, llamado, he venido sin dudar. As que pregunt: Por qu causa me habis hecho venir?" Cornelio refiri entonces lo que le haba sucedido y las palabras del ngel, diciendo en conclusin: "As que, luego envi a ti; y t has hecho bien en venir. Ahora pues, todos nosotros estamos aqu en la presencia de Dios, para or todo lo que Dios te ha mandado." 137 Pedro dijo: "Por verdad hallo que Dios no hace acepcin de personas; sino que de cualquiera nacin que le teme y obra justicia, se agrada." Y luego, a esa compaa de atentos oyentes predic el apstol a Cristo, su vida, sus milagros, su entrega y crucifixin, su resurreccin su ascensin y su obra en el cielo como representante y defensor del hombre. Mientras sealaba a los presentes a Jess como nica esperanza del pecador, Pedro mismo comprendi ms plenamente el significado de la visin que haba tenido, y en su corazn arda el espritu de la verdad que estaba presentando. De repente, el discurso qued interrumpido por el descenso del Espritu Santo. "Estando an hablando Pedro estas palabras, el Espritu Santo cay sobre todos los que oan el sermn. Y se espantaron los fieles que eran de la circuncisin, que haban venido con Pedro, de que tambin sobre los gentiles se derramase el don del Espritu Santo. Porque lo oan que hablaban en lenguas, y magnificaban a Dios. "Entonces respondi Pedro: Puede alguno impedir el agua, para que no sean bautizados stos que han recibido el Espritu Santo tambin como nosotros? Y les mand bautizar en el nombre de Jess." As fue comunicado el evangelio a los que haban sido extraos, hacindolos conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. La conversin de Cornelio y su familia no fue sino las primicias de una mies que se haba de cosechar. Comenzando con esta familia, se llev a cabo una extensa obra de gracia en esa ciudad pagana. Porque Cornelio viva obediente a toda la instruccin que haba recibido, Dios orden los acontecimientos de modo que recibiese ms luz. Hay en nuestro mundo muchos que estn ms cerca del reino de Dios de lo que suponemos. En este obscuro 138 mundo de pecado, el Seor tiene muchas joyas preciosas, haca las que l guiar a sus mensajeros. Por doquiera hay quienes se decidirn por Cristo. Muchos apreciarn la sabidura de Dios ms que cualquier ventaja terrenal, y llegarn hacer fieles portaluces. Constreidos por el amor de Cristo, compelirn a otros a ir a l. Cuando los hermanos de Judea oyeron decir que Pedro haba ido a la casa de un gentil y predicado a los que en ella estaban congregados, se sorprendieron y escandalizaron. Teman que semejante conducta, que les pareca presuntuosa, hubiese de contrarrestar sus propias enseanzas. En cuanto vieron a Pedro despus de esto, le recibieron con severas censuras diciendo: "Por qu has entrado a hombres incircuncisos, y has comido con ellos?" Pedro les present todo el asunto. Relat su visin, e insisti en que ella le amonestaba a no observar ms la distincin ceremonial de la circuncisin e incircuncisin, y a no considerar a los gentiles como inmundos. Les habl de la orden que le fuera dada de ir a los gentiles, de la llegada de los mensajeros, de su viaje a Cesarea y de la reunin con Cornelio. Relat el resumen de su entrevista con el centurin en la que este ltimo le haba referido la visin en la que se le indicara que mandase llamar a Pedro. "Y como comenc a hablar - dijo, relatando su experiencia,- cay el Espritu Santo sobre ellos tambin, como sobre nosotros al principio. Entonces me acord del dicho del Seor, como dijo: Juan ciertamente bautiz en agua; mas vosotros seris bautizados en Espritu Santo. As que, si Dios les dio el mismo don tambin como a nosotros que hemos credo en el Seor Jesucristo, quin era yo que pudiese estorbar a Dios?" 139 Al or esta explicacin, los hermanos callaron. Convencidos de que la conducta de Pedro estaba de acuerdo con el cumplimiento directo del plan de Dios, y que sus prejuicios y espritu exclusivo eran totalmente contrarios al espritu del evangelio, glorificaron a Dios, diciendo: "De manera que tambin a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida." As, sin discusin, los prejuicios fueron quebrantados, se abandon el espritu de exclusin establecido por la costumbre secular, y qued expedito el camino para la proclamacin del evangelio a los gentiles.

Pedro Librado de la Crcel - 24 * "Y EN el mismo tiempo el rey Herodes ech mano a maltratar algunos de la iglesia." El gobierno de Judea estaba entonces en manos de Herodes Agripa, bajo Claudio, emperador romano. Herodes ocupaba tambin el puesto de tetrarca de Galilea. Profesaba ser proslito de la fe judaica, y aparentaba mucho celo por seguir las ceremonias de la ley. Deseoso de obtener el favor de los judos, y en la esperanza de asegurarse as sus cargos y honores, procedi a llevar a cabo los deseos de ellos persiguiendo la iglesia de Cristo, despojando de casas y bienes a los creyentes. Pues a Jacobo, hermano de Juan, en la crcel, y mand al verdugo matarle por espada, como otro Herodes haba hecho decapitar al profeta Juan. Viendo que tales esfuerzos agradaban a los judos, encarcel tambin a Pedro. La muerte de Jacobo caus gran pesar y consternacin entre los creyentes. Cuando Pedro tambin fue encarcelado, toda la iglesia se puso a orar y ayunar. El acto de Herodes al dar muerte a Jacobo fue aplaudido por los judos, aunque algunos se quejaron de la manera privada en que habase llevado a cabo, aseverando que una ejecucin pblica habra intimidado ms cabalmente a los creyentes y quienes simpatizaban con ellos. Herodes, por lo tanto, sigui custodiando a Pedro con la intencin de complacer aun ms a los judos con el espectculo pblico de su muerte. Pero hubo quienes sugirieron que no sera cosa segura sacar al veterano apstol para ejecutarlo pblicamente en Jerusaln. Teman que al verle ir a la muerte, la multitud se compadeciese de l. 141 Los sacerdotes y ancianos teman tambin que Pedro hiciese uno de esos poderosos llamados que con frecuencia haban incitado al pueblo a estudiar la vida y carcter de Jess, llamamientos que ellos no haban podido rebatir con todos sus argumentos. El celo de Pedro en defensa de la causa de Cristo haba inducido a muchos a decidirse por el evangelio, y los magistrados teman que si se le daba oportunidad de defender su fe en presencia de la multitud que haba acudido a la ciudad para adorar, su liberacin sera exigida del rey. Mientras que, por diversos pretextos, la ejecucin de Pedro fue postergada hasta despus de la pascua, los miembros de la iglesia tuvieron tiempo para examinar profundamente sus corazones y orar con fervor. Oraban sin cesar por Pedro; porque les pareca que la causa no podra pasarlo sin l. Se daban cuenta de que haban llegado a un punto en que, sin la ayuda especial de Dios, la iglesia de Cristo quedara destruda. Finalmente fue sealado el da de la ejecucin de Pedro, pero las oraciones de los creyentes siguieron ascendiendo al cielo; y mientras que todas sus energas y simpatas se expresaban en fervientes pedidos de ayuda, los ngeles de Dios velaban sobre el encarcelado apstol. Recordando cmo en ocasin anterior los apstoles haban escapado de la crcel, Herodes haba tomado esta vez dobles precauciones. Para evitar toda posibilidad de que se le libertase, se haba puesto a Pedro bajo la custodia de diecisis soldados que, en diversas guardias, cuidaban de l da y noche. En su celda, haba sido colocado entre dos soldados, y estaba ligado por dos cadenas, aseguradas a la mueca de ambos soldados. No poda moverse sin que ellos lo supieran. Manteniendo las puertas cerradas con toda seguridad 142 y delante de ellas una fuerte guardia, se haba eliminado toda oportunidad de escapar por medios humanos. Pero la situacin extrema del hombre es la oportunidad de Dios. Pedro estaba encerrado en una celda cortada en la pea viva, cuyas puertas se hallaban atrancadas con fuertes cerrojos y barras; y los soldados de guardia eran responsables de la custodia de su preso. Pero los cerrojos y las barras y la guardia romana, que eliminaban eficazmente toda posibilidad de ayuda humana, estaban destinadas a hacer ms completo el triunfo de Dios en la liberacin de Pedro. Herodes estaba alzando la mano contra el Omnipotente, y haba de resultar totalmente derrotado. Por la manifestacin de su poder, Dios iba a salvar la preciosa vida que los judos se proponan quitar. Ya lleg la noche precedente a la propuesta ejecucin. Un poderoso ngel es enviado del cielo para rescatar a Pedro. Las pesadas puertas que guardan al santo de Dios se abren sin ayuda de manos humanas. Pasa el ngel del Altsimo, y las puertas se cierran sin ruido tras l. Entra en la celda, donde yace Pedro, durmiendo el apacible sueo de la confianza perfecta.

La luz que rodea al ngel llena la celda, pero no despierta al apstol. Antes de sentir el toque de la mano anglica y or una voz que le dice: "Levntate prestamente," no se despierta lo suficiente para ver su celda iluminada por la luz del cielo, y a un ngel de gloria de pie delante de l. Mecnicamente obedece la palabra que se le dirige, y mientras se levanta y alza las manos, se da vagamente cuenta de que las cadenas han cado de sus muecas. La voz del mensajero celestial le vuelve a decir: "Cete, y tate tus sandalias," y Pedro vuelve a obedecer mecnicamente, con la asombrada mirada fija 143 en el visitante, y creyendo estar soando o en una visin. Una vez ms el ngel ordena: "Rodate tu ropa, y sgueme." Se dirige hacia la puerta, seguido por Pedro, tan locuaz de costumbre, ahora mudo de asombro. Pasan por encima de la guardia, y llegan a la pesada puerta cerrada con cerrojos, la cual se abre de por s, y vuelve a cerrarse inmediatamente, mientras que los guardas de adentro y afuera estn inmviles en sus puestos. Llegan a la segunda puerta, tambin guardada de adentro y de afuera. Se abre como la primera, sin chirrido de goznes ni ruido de cerrojos. Ellos pasan, y vuelve a cerrarse silenciosamente. De la misma manera pasan por la tercera puerta, y se encuentran en la calle abierta. Ni una palabra es pronunciada; ni se oyen pisadas. El ngel se desliza adelante, rodeado de un deslumbrante esplendor, y Pedro, aturdido, y aun credo de que est soando, sigue a su libertador. As pasan por una calle, y luego, cumplida la misin del ngel, ste desaparece sbitamente. La luz celestial se desvanece, y Pedro se encuentra en profundas tinieblas; pero a medida que sus ojos se acostumbran a ellas, parecen disminuir gradualmente, y descubre que se halla solo en la calle silenciosa, recibiendo el fro soplo del aire nocturno en la frente. Se da cuenta de que est libre, en una parte conocida de la ciudad; reconoce el lugar que a menudo ha frecuentado, y por el que esperaba pasar por ltima vez a la maana siguiente. Entonces trat de recordar los sucesos de los pocos momentos, pasados. Record que se haba dormido, atado entre dos soldados, despojado de sus sandalias y ropa exterior. Examin su persona, y vio que estaba completamente vestido y ceido. Sus muecas, hinchadas por efecto de los crueles hierros, estaban libres 144 de cadenas. Se percat de que su libertad no era un engao, ni un sueo ni visin, sino un bendita realidad. Por la maana haba de ser llevado a la ejecucin; pero he aqu que un ngel le haba librado de la crcel y de la muerte. "Entonces Pedro, volviendo en s, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Seor ha enviado su ngel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo el pueblo de los judos que me esperaba." El apstol se dirigi en seguida a la casa donde estaban reunidos sus hermanos, y donde en ese mismo momento estaban orando fervientemente por l. "Y tocando Pedro a la puerta del patio, sali una muchacha, para escuchar, llamada Rhode: la cual como conoci la voz de Pedro, de gozo no abri el postigo, sino corriendo adentro, dio nueva de que Pedro estaba al postigo. Y ellos le dijeron: Est loca. Mas ella afirmaba que as era. Entonces ellos decan: Su ngel es. "Ms Pedro perseveraba en llamar: y cuando abrieron, vironle, y se espantaron. Mas l hacindoles con la mano seal de que callasen, les cont cmo el Seor le haba sacado de la crcel." Y Pedro "sali, y parti a otro lugar." El gozo y la alabanza llenaron los corazones de los creyentes, porque Dios haba odo y contestado sus oraciones, y haba librado a Pedro de Las manos de Herodes. Cuando tuvo noticia del libramiento de Pedro, Herodes qued exasperado y enfurecido. Acusando de infidelidad a los guardas de la crcel, orden que se les diese muerte. Herodes saba que ningn poder humano haba rescatado a Pedro, pero estaba resuelto a no reconocer que un poder divino haba frustrado su designio, y desafi insolentemente a Dios. Poco despus que Pedro fuera librado de la crcel, Herodes fue a Cesarea. Mientras estaba all, dio una 145 gran fiesta, con el fin de suscitar la admiracin y conquistar el aplauso del pueblo. A esta fiesta asistieron los amadores de placeres de muchos lugares, y se banquete mucho y bebi mucho vino. Con gran pompa y ceremonia se present Herodes ante el pueblo y se dirigi a l en un elocuente discurso. Vestido de un manto resplandeciente de plata y oro, que reflejaban los rayos del sol en sus relumbrantes pliegues, y deslumbraba los ojos de los espectadores, era de imponente figura. La majestad de su aspecto y la fuerza de sus palabras bien escogidas ejercieron poderoso influjo sobre la asamblea. Sus sentidos estaban ya pervertidos por la gula y el vino, y se quedaron deslumbrados por los atavos de Herodes y encantados por su porte y oratoria; de manera que con frentico entusiasmo, le tributaron adulacin, declarando que ningn mortal poda presentar tal aspecto y disponer de tan sorprendente elocuencia. Dijeron, adems, que aunque siempre le haban respetado como gobernante, de ahora en adelante le adoraran como

dios. Alguno de aquellos cuya voz estaba ahora glorificando a un vil pecador, haban elevado, tan slo pocos aos antes, el clamor frentico: Quita a Jess! Crucifcale, crucifcale! Los judos se haban negado a Jess, cuyas vestiduras, bastas y a menudo sucias del viajar, cubran un corazn lleno de amor divino. Sus ojos no podan discernir, bajo el exterior humilde, al Seor de vida y gloria, aun cuando el poder de Cristo se haba revelado ante ellos en obras que ningn hombre poda hacer. Pero estaban dispuestos a adorar como dios altanero rey, cuyos magnficos vestidos de plata y oro cubran un corazn corrompido y cruel. Herodes saba que no mereca ninguna de las alabanzas y homenajes que se le tributaban, y sin embargo 146 acept la idolatra del pueblo como si le fuera debida. Su corazn lata locamente de triunfo, y una expresin de orgullo satisfecho se notaba en su semblante, mientras oa el clamor: "Voz de dios, y no de hombre." Pero de repente le sobrecogi un cambio espantoso. Su rostro se puso plido como la muerte, y convulsionado por la agona. Gruesas gotas de sudor le brotaron de sus poros. Qued un momento de pie como transido de dolor y terror; volviendo su semblante lvido hacia sus horrorizantes amigos, exclam en tono hueco de desesperacin: Aquel que ensalzasteis como dios est herido de muerte. Se le sac de la escena de orga y pompa sufriendo la angustia ms torturante. Instantes antes haba recibido alabanzas y culto de una vasta muchedumbre; ahora se daba cuenta de que se hallaba en las manos de un Gobernante mayor que l. Se sinti invadido de remordimiento; record su implacable persecucin de los discpulos de Cristo; su cruel orden de matar al inocente Jacobo, y su propsito de dar muerte al apstol Pedro; record cmo en su mortificacin e ira frustrada haba ejercido una venganza irrazonable contra los guardas de la crcel. Sinti que Dios estaba obrando con l, el perseguidor implacable. No hallaba alivio del dolor corporal ni de la angustia mental, ni esperaba recibirlo. Herodes conoci la ley de Dios que dice: "No tendrs dioses ajenos delante de m;" * y saba que al aceptar la adoracin del pueblo, haba llenado la medida de su iniquidad, y atrado sobre s la justa ira de Jehov. El mismo ngel que haba bajado de los atrios celestiales para librar a Pedro, haba sido mensajero 147 de ira y juicio para Herodes. El ngel hiri a Pedro para despertarle de su sueo; pero fue con un golpe diferente cmo hiri al perverso rey, humillando su orgullo y haciendo caer sobre l el castigo del Todopoderoso. Herodes muri en gran agona mental y corporal, bajo el justo castigo de Dios. Esta demostracin de la justicia divina tuvo una poderosa influencia sobre el pueblo. Fueron propagadas por todos los pases las nuevas de que el apstol de Cristo haba sido librado de la crcel y de la muerte mientras que su perseguidor haba sido herido por la maldicin de Dios, y ellas constituyeron el medio de conducir a muchos a creer en Cristo. La experiencia de Felipe, dirigido por un ngel del cielo para que fuese adonde haba de encontrarse con uno que buscaba la verdad; la de Cornelio, visitado por un ngel que le llev un mensaje de Dios; de Pedro que, encarcelado y condenado a muerte, fue sacado a un lugar seguro por un ngel; todos estos casos demuestran cuan ntima es la relacin que existe entre el cielo y la tierra. El recuerdo de estas visitas anglicas debe proporcionar fuerza y valor a aquel que trabaja por Dios. Hoy da, tan ciertamente como en el tiempo de los apstoles, los mensajeros celestiales recorren toda la anchura y longitud de la tierra, tratando de consolar a los tristes, proteger a los impenitentes, ganar los corazones de los hombres a Cristo. No podemos verlos personalmente; pero no obstante ellos estn constantemente con nosotros, para dirigirnos, guiarnos y protegernos. El cielo se acerca a la tierra por esa escalera mstica, cuya base est firmemente plantada en la tierra, mientras que su cumbre llega al trono del Infinito. Los ngeles estn constantemente ascendiendo y descendiendo 148 por esta escalera * de deslumbrante resplandor, llevando las oraciones de los menesterosos y angustiados al Padre Celestial, y trayendo bendicin y esperanza, valor y ayuda, a los hijos de los hombres. Esos ngeles de luz crean una atmsfera celestial en derredor del alma, elevndolos hacia lo invisible y eterno. "El ngel de Jehov acampa en derredor de los que le temen, y los defiende." * Dios enva a sus ngeles a salvar a

sus escogidos de la calamidad, a protegerlos de "pestilencia que ande en obscuridad," y de "mortandad que en medio del da destruya." * Repetidas veces los ngeles han hablado con los hombres como un hombre habla con su amigo, y los han guiado a lugares seguros. La obra de los ngeles consiste en acercarse a los que son probados, sufren o son tentados. Trabajan incansablemente en favor de aquellos por quienes Cristo muri. Se lleva al cielo informe de todo esfuerzo que de nuestra parte hagamos con xito para despejar las tinieblas y difundir el conocimiento de Cristo. Y al ser relatado el hecho delante del Padre, el gozo conmueve a toda la hueste celestial. Los principados y las potestades de los cielos estn contemplando la guerra que, bajo circunstancias aparentemente desalentadoras, estn riendo los siervos de Dios. Se verifican nuevas conquistas, se ganan nuevos honores a medida que los cristianos, congregndose en derredor del estandarte de su Redentor, salen a pelear la buena batalla de la fe. Todos los ngeles celestiales estn al servicio de los humildes y creyentes hijos de Dios; y cuando el ejrcito de obreros canta aqu en la tierra sus himnos de alabanza, el coro celestial se 149 une a l para tributar loor a Dios y a su amadsimo Hijo. Necesitamos comprender ms plenamente la misin de los ngeles. Sera bueno recordar que cada verdadero hijo de Dios cuenta con la cooperacin de los seres celestiales. Ejrcitos invisibles de luz y poder acompaan a los mansos y humildes que creen y aceptan las promesas de Dios. Hay a la diestra de Dios querubes y serafines, y ngeles poderosos en fortaleza, y "son todos espritus administradores, enviados para el servicio a favor de los que sern herederos de la salud." * 150 El Mensaje Evanglico a los Gentiles-25 * RPIDAMENTE se difundi el mensaje evanglico por las comarcas limtrofes de Palestina, y en importantes poblaciones se constituyeron pequeas compaas de creyentes. El evangelio fue pblicamente enseado en Antioqua por ciertos discpulos naturales de Chipre y Cirene, quienes entraron "anunciando el evangelio del Seor Jess." " Y la mano del Seor era con ellos;" su fervorosa labor produca fruto, pues "creyendo, gran nmero se convirti al Seor. Y lleg la fama de estas cosas a odos de la iglesia que estaba en Jerusaln: y enviaron a Bernab que fuese hasta Antioqua." La obra de Bernab en Antioqua fue copiosamente bendecida y aument all muchsimo el nmero de fieles. Al prosperar la obra, sinti Bernab la necesidad de conveniente ayuda a fin de responder a las evidentes providencias de Dios; y as se fue a Tarso en busca de Pablo quien, despus de salir de Jerusaln poco antes, haba estado trabajando en las comarcas de "Siria y de Cilicia," anunciando "la fe que en otro tiempo destrua." * Bernab encontr a Pablo y le persuadi a que volviese con l como compaero de ministerio. En la populosa ciudad de Antioqua, hall Pablo un excelente campo de labor. Su condicin, sabidura y celo influyeron poderosamente en los vecinos y forasteros de aquella culta ciudad, de manera que Pablo proporcion precisamente la ayuda que Bernab necesitaba. Durante un ao trabajaron ambos discpulos unidos en fiel ministerio, comunicando a muchos el 151 salvador conocimiento de Jess de Nazaret, el Redentor del mundo. En compaa de Bernab, recorri Pablo otras ciudades predicando a Jess y obrando milagros, por lo que muchos se convirtieron. En todos sus esfuerzos misioneros, Pablo y Bernab procuraron seguir el ejemplo de Cristo de voluntario sacrificio y fiel y fervorosa labor en bien de las almas. Siempre diligentes, celosos e infatigables, no atendieron a su personal inclinacin y comodidad, sino que sin descanso y orando anhelosamente sembraban la semilla de verdad. Al propio tiempo tenan mucho cuidado de dar instrucciones valiossimas de carcter prctico a cuantos tomaban partido por el evangelio. Este espritu de fervor y piadoso temor produjo en el nimo de los nuevos discpulos una duradera impresin acerca de la importancia del mensaje evanglico. Cuando se convertan hombres de mrito y capacidad, como en el caso de Timoteo, procuraban Pablo y Bernab representarles vvidamente la necesidad de trabajar en la via del Seor. Y cuando los apstoles se iban a otra ciudad, la fe de esos conversos no disminua sino que se acrecentaba. Haban sido fielmente instruidas en el camino del Seor y enseados a trabajar abnegada, fervorosa y perseverantemente por la salvacin de sus prjimos. Esta solcita educacin de los nefitos fue un importante factor en el notable xito que obtuvieron Pablo y Bernab al predicar el evangelio en tierras paganas.

De ciudad en ciudad sufran persecucin los maestros de la verdad. Los enemigos de Cristo no podan impedir el progreso del evangelio; pero s lograron dificultar extraordinariamente la obra de los apstoles. Con todo, frente a la oposicin y a los conflictos, Pablo segua firmemente adelante, determinado a realizar el 152 propsito de Dios tal como se le revelara en la visin de Jerusaln: "Te tengo que enviar lejos a los gentiles." * Despus de efectuada su jira misionera, Pablo y Bernab volvieron sobre sus pasos, visitando Las iglesias que haban establecido y escogiendo algunos fieles a quienes educar para asociarlos a la proclamacin del evangelio. El apstol Pablo hizo de la enseanza de jvenes para el oficio de ministros una parte de su obra. Se los llevaba consigo en sus viajes misioneros y as adquiran la necesaria experiencia para ocupar ms tarde cargos de responsabilidad. Mientras estaba separado de ellos, se mantena en contacto con su obra, y sus epstolas a Timoteo y Tito demuestran cun vivamente anhelaba que obtuviesen xito. Desde la hora en que rindi fidelidad a Cristo, la vida de Pablo estuvo llena de infatigable servicio. Viajaba de ciudad en ciudad y de pas en pas, relatando la historia de la cruz, atrayendo almas al evangelio y estableciendo iglesias. A veces trabajaba en su oficio para ganarse el pan cotidiano. Pero en todas las atareadsimas actividades de su vida, nunca perdi Pablo de vista su gran propsito de proseguir hacia el premio de su alta vocacin. Firmemente mantena ante s el ideal de ser fiel a Quien se le haba revelado junto a las puertas de Damasco. Su motivo capital, el principio que impulsaba su conducta, era el amor al Seor de gloria, a quien tan implacablemente haba perseguido en la persona de sus santos. Si alguna vez flaqueaba su ardor en el camino del deber, una mirada a la cruz y el admirable amor all revelado bastaba para inducirle a ceir los lomos de su nimo y marchar adelante por el sendero de la abnegacin. 153 ltimos Aos del Ministerio de Pablo-26 * EN LA lista de cuantos trabajaron y sufrieron por causa de Jess, no hay nombre ms brillante que el de Pablo, el apstol de los gentiles. El amor de Jess inflam su corazn y le hizo olvidarse de s mismo con plena abnegacin. Haba visto a Cristo resucitado, y la imagen del Salvador impresa en su alma resplandeca en su conducta. Con fe, valor y fortaleza no intimidados por el peligro ni entorpecidos por los obstculos, prosegua su camino de tierra en tierra, difundiendo entre Las gentes el conocimiento de la cruz redentora. Mientras batallaba contra la oposicin e impela con infatigable celo la obra evanglica, haba de llevar Pablo sobre su alma una pesada carga por todas las iglesias. Al enterarse de los procedimientos empleados para entorpecer su obra, pasaba muchas noches en vela, orando y meditando. Cuando tena ocasin y las circunstancias lo demandaban, escriba a las iglesias reconvinindolas, aconsejndolas, amonestndolas y alentndolas. En estas epstolas no se detiene el apstol en sus propias tribulaciones, aunque de cuando en cuando deja entrever saca trabajos y sufrimientos por la causa de Cristo. Azotes, crceles, fro, hambre, sed, peligros por mar y tierra, en la ciudad y en el yermo, de sus compatriotas, de los paganos y de falsos hermanos; todo esto sufri por la caus del evangelio. Fue infamado envilecido y se le mir como "la hez del mundo y el desecho de todo." Estuvo perplejo, perseguido, conturbado por todas partes, en peligro a todas horas y "siempre entregado a la muerte por Jess." 154 El intrpido apstol casi se descorazonaba a veces entre la constante borrasca de la oposicin, el clamor de los enemigos y el abandono de los amigos. Pero volva La vista hacia el Calvario, y con nuevo ardor prosegua difundiendo el conocimiento del Crucificado. Iba hollando el ensangrentado sendero que Cristo haba hollado antes que l. No quera desentenderse de la pelea hasta que hubiese de depositar su armadura a los pies de su Redentor. Durante su estada en Corinto tuvo Pablo tiempo de vislumbrar nuevos y ms dilatados campos de servicio. Pensaba especialmente en su anhelado viaje a Roma. Una de sus ms caras esperanzas y acariciados planes era ver firmemente establecida la fe cristiana en la gran capital del mundo conocido. Ya haba en Roma una iglesia, y el apstol deseaba obtener la cooperacin de los fieles de all para la obra que haba de hacerse en Italia y otros pases. A fin de preparar su labor entre aquellos hermanos, muchos de los cuales le eran todava desconocidos, les escribi una epstola anuncindoles su propsito de visitar a Roma y su esperanza de enarbolar el estandarte de la cruz en Espaa. Pero primero deba visitar otra vez a Jerusaln. Nunca como entonces se haba acercado el apstol a Jerusaln con tan entristecido corazn. Saba que iba a encontrar pocos amigos y muchos enemigos. La misma ciega clera que un tiempo inflamara su corazn, encenda ahora con indecible intensidad el corazn de todo un pueblo contra l. Mas a pesar de su desaliento no desesper el

apstol. Confiaba en que la misma voz que le haba hablado al corazn, hablara tambin al corazn de sus compatriotas. El Seor se le haba aparecido a Pablo, revelndole como deba ir a Jerusaln, donde le prenderan para 155 sufrir por su nombre. As sucedi. Mientras estaba en el templo, fue reconocido por algunos judos de Asia, que se precipitaron sobre l con demonaca furia, gritando: "Varones, israelitas, ayudad: Este es el hombre que por todas partes ensea a todos contra el pueblo, y la ley, y este lugar." Y cuando el pueblo acudi a prestar ayuda, agravaron la acusacin, diciendo: "Y adems de esto ha metido gentiles en el templo, y ha contaminado este lugar santo." Segn la ley judaica, era un crimen punible de muerte que un incircunciso penetrara en los atrios interiores del edificio sagrado. A Pablo le haban visto en la ciudad en compaa de Trfimo de Efeso, y suponan que Pablo haba metido a ste en el templo. Pero no haba hecho tal cosa; y como Pablo era judo no violaba la ley al entrar en el templo. No obstante ser de todo punto falsa la acusacin, sirvi para excitar los prejuicios populares. Al propalarse los gritos por los atrios del templo, la gente all reunida fue presa de salvaje excitacin. La noticia cundi rpidamente por Jerusaln y "toda la ciudad se alborot, y agolpse el pueblo." "Y procurando ellos matarle, fue dado aviso al tribuno de la compaa, que toda la ciudad de Jerusaln estaba alborotada." Claudio Lisias conoca muy bien a los levantiscos elementos con los cuales tena que tratar, y "tomando luego soldados y centuriones, corri a ellos. Y ellos como vieron al tribuno y a los soldados, cesaron de herir a Pablo." Ignorante de la causa del tumulto, pero en vista de que la furia de la multitud se diriga contra Pablo, el tribuno romano se figur que era cierto sedicioso egipcio de quien haba odo hablar, y no haban logrado prender. Por lo tanto, "le prendi, y le mand atar con dos cadenas; y pregunt quin era, y qu haba hecho." 156 En seguida se levantaron muchas voces en clamorosa y colrica acusacin. El apstol se mantena tranquilo y dueo de s en medio del tumulto. Su mente estaba fija en Dios, y saba que le rodeaban los ngeles del cielo. No quera dejar el templo sin hacer un esfuerzo la verdad ante sus compatriotas, y cuando iban a conducirle al castillo, le dijo al tribuno: "Me ser lcito hablarte algo?" Lisias replic: "Sabes griego? No eres t aquel egipcio que levantaste traa sedicin antes de estos das, y sacaste al desierto cuatro mil hombres salteadores?" Entonces repuso Pablo: "Yo de cierto soy hombre judo, ciudadano de Tarso, ciudad no obscura de Cilicia: empero rugote que me permitas que hable al pueblo." Concedido el permiso, " Pablo, estando en pie en las gradas, hizo sella con la mano al pueblo." El ademn del apstol atrajo la atencin del gento, y su porte inspiraba respeto. "Y hecho grande silencio, habl en lengua hebrea, diciendo: Varones hermanos y padres, oid la razn que ahora os doy." El relato de sus experiencias fue acompaado de tan convincente poder que pareca enternecer y rendir los corazones del concurso. La gente escuchaba con mucha atencin; pero cuando Pablo lleg en su relato al punto en que dijo que Dios le haba escogido por embajador de Cristo a los gentiles, volvi a estallar la furia del pueblo; pues, acostumbrados a considerarse como nico pueblo favorecido por Dios, no queran consentir que los menospreciados gentiles participen de los privilegios que hasta entonces tuvieron por exclusivamente suyos, y levantando sus voces sobre la del orador, gritaron: "Quita de la tierra a un tal hombre, porque no conviene que viva." 157 "Y dando ellos voces, y arrojando sus ropas y echando polvo al aire, mand el tribuno que le llevasen a la fortaleza, y orden que fuese examinado con azotes, para saber porque causa clamaban as contra l. "Y como le ataron con correas, Pablo dijo al centurin que estaba presente: Os es lcito azotar a un hombre romano sin ser condenado? Y como el centurin oy esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: Qu vas a hacer? porque este hombre es romano. Y viniendo el tribuno, le dijo: Dime, eres t romano? Y l dijo: S. Y respondi el tribuno: Yo con grande suma alcanc esta ciudadana. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. As que, luego se apartaron de l los que le haban de atormentar: y aun el tribuno tambin tuvo temor, entendiendo que era romano, por haberle atado. "Y al da siguiente, queriendo saber de cierto la causa por qu era acusado de los judos, le solt de las prisiones, y mand venir a los prncipes de los sacerdotes, y a todo su concilio: y sacando a Pablo, le present delante de ellos."

El apstol iba ahora a ser juzgado por el mismo tribunal del que haba formado parte antes de su conversin. Ante los magistrados judos compareci con tranquilo aspecto y su semblante denotaba la paz de Cristo. "Entonces Pablo, sabiendo que la una parte era de saduceos, y la otra de fariseos, clam en el concilio: Varones hermanos yo soy fariseo, hijo de fariseo: de la esperanza y de la resurreccin de los muertos soy yo juzgado. Y como hubo dicho esto, fue hecha disensin entre los fariseos y los saduceos; y la multitud fue dividida." Los dos partidos empezaron a disputar entre s; y de este modo se quebrant su oposicin contra Pablo. "Los escribas de la parte de los fariseos, 158 contendan diciendo: Ningn mal hallamos en este hombre; que si espritu le ha hablado, o ngel, no resistamos a Dios." En la confusin que sigui a esto, los saduceos se esforzaban en apoderarse del apstol para matarlo, y los fariseos luchaban con todo ardor por protegerlo. "El tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado de ellos, mand venir soldados, y arrebatarle de en medio de ellos, y llevarle a la fortaleza." Despus, reflexionando sobre las arduas experiencias de aquel da, recel Pablo de que su conducta no hubiese sido agradable a Dios. Acaso se haba equivocado al visitar a Jerusaln? La causa de Cristo estaba muy cerca del corazn de Pablo, y con profunda ansiedad pensaba en los peligros de las diseminadas iglesias, expuestas a las persecuciones de hombres tales como los que haba encontrado en el concilio del Sanedrn. Angustiado y desconsolado, llor y or. En aquella tenebrosa hora no ech en olvido el Seor a su siervo. Le haba librado de las turbas asesinas en los atrios del templo. Estuvo con l ante el concilio del Sanedrn. Estaba con l en la fortaleza; y se revel a su fiel testigo en respuesta a las fervorosas oraciones en splica de direccin. "Y la noche siguiente, presentndosele el Seor, le dijo: Confa, Pablo; que como has testificado de mi en Jerusaln, as es menester testifiques tambin en Roma." Pablo deseaba desde haca mucho tiempo visitar a Roma. Anhelaba testificar por Cristo all; pero pensaba que la enemistad de los judos haba frustrado su propsito. Poco se figuraba, aun ahora, que ira en calidad de preso. Aunque Pablo estuvo largo tiempo en prisiones, el Seor llev adelante su obra valindose de l. Sus ataduras haban de ser el medio de difundir el conocimiento de Cristo y as glorificar a Dios. Segn 159 lo trasladaban de ciudad a ciudad a causa de su proceso, expona el testimonio de Jess y los interesantes incidentes de su conversin ante reyes y gobernantes, para que no alegasen ignorancia respecto de Jess. Quedaron cautivados por sus argumentos y mientras predicaba a Jess y relataba sus experiencias con celo y virtud del Espritu Santo, convencales de que Jess era el hijo de Dios. Mientras le escuchaban admirados, uno de ellos exclam: "Por poco me persuades a ser cristiano." Sin embargo, la mayor parte de quienes oan la defensa de Pablo, pensaron que ms adelante podran reflexionar sobre lo que haban odo. Satans se aprovecho del aplazamiento; y como ellos desperdiciaron la ocasin cuando sus corazones estaban enternecidos, la perdieron para siempre. Se les endureci el corazn. Cansado de la lucha, el activo espritu de Pablo apenas poda soportar los repetidos aplazamientos y suspensiones de su causa y prisin. Por lo tanto, resolvi ejercer su derecho de ciudadano romano, de apelar a Csar, y los magistrados romanos no tuvieron ms remedio que enviarlos a Roma. 160 En Roma - 27 * MUCHOS meses pasaron desde la llegada de Pablo a Roma hasta la comparecencia de los judos que de Jerusaln vinieron para acusarle. Haban sido repetidamente estorbados en sus propsitos; y ahora que Pablo iba a ser juzgado por el supremo tribunal del imperio romano, no deseaba exponerse a otro fracaso. Lisias, Flix, Festo y Agripa haban declarado todos que le juzgaban inocente. Sus enemigos slo podan esperar inclinar al emperador en su favor por medio de intrigas. As que pensaron que lo mejor sera demorar la vista de la causa a fin de poner en prctica su plan, y al efecto aguardaron algn tiempo antes de acusar personalmente al apstol. Por providencia de Dios, este aplazamiento tuvo por resultado el adelanto del evangelio. Mediante el favor de los encargados de la guarda, le fue permitido a Pablo residir en una cmoda vivienda, donde poda tratarse libremente con sus amigos y tambin declarar diariamente la verdad a cuantos acudan a orle. As prosigui durante dos aos su labor "predicando el reino de Dios y enseando lo que es del Seor Jesucristo con toda libertad, sin impedimento."

Durante este tiempo no quedaron olvidadas las iglesias que l haba establecido en muchos pases. Comprendiendo los peligros que amenazaban a los convertidos a la nueva fe, el apstol procuraba en tanto le era posible atender a sus necesidades por medio de cartas de amonestacin e instrucciones prcticas. Y desde Roma envi consagrados obreros a trabajar no slo en aquellas iglesias sino tambin en campos que l no haba visitado. Estos obreros, como prudentes 161 pastores, intensificaron la obra tan bien comenzada por Pablo, quien se mantuvo informado de la situacin y peligros de las iglesias por la constante correspondencia con ellos, de suerte que pudo ejercer prudente inspeccin sobre todos. As, aunque aparentemente ajeno a la labor activa, Pablo ejerci ms amplia y duradera influencia que si hubiese podido viajar libremente de iglesia en iglesia como en aos anteriores. No caba esperar que Pablo, pobre y desvalido prisionero, fuese capaz de llamar la atencin de los opulentos y aristcratas ciudadanos romanos, a quienes el vicio ofreca todos sus halagos y los sujetaba en voluntaria esclavitud. Pero de entre las fatigadas y menesterosas vctimas de la opresin y aun de entre los infelices esclavos, muchos escuchaban gozosamente las palabras de Pablo, y en la fe de Cristo hallaban la esperanza y paz que les prestaban aliento para sobrellevar las innumerables penalidades que les tocasen en suerte. Sin embargo, aunque el apstol comenz su obra con los bajos y humildes, su influencia se dilat hasta alcanzar el mismo palacio del emperador. En menos de dos aos, el evangelio se abri camino desde la modesta morada del prisionero a las salas imperiales. Pablo estaba preso como un malhechor; pero "la palabra de Dios no est presa." * Aun en la misma casa de Nern gan trofeos la cruz. No eran cristianos en secreto, sino abiertamente, y no se avergonzaban de su fe. Cuando las iglesias cristianas se enteraron de que Pablo iba a Roma, esperaron un sealado triunfo del evangelio en esa ciudad. Pablo haba llevado la verdad 162 a muchos pases, y la haba proclamado en populosas ciudades. Por lo tanto, no poda este campen de la fe tener xito en ganar almas para Cristo aun en la metrpoli del mundo? Pero se desvanecieron sus esperanzas al saber que Pablo haba ido ha Roma en calidad de preso. Esperaban los cristianos confiadamente ver cmo, una vez establecido el evangelio en aquel gran centro, se propagaba rpidamente por todas las naciones y llegaba a ser una prevaleciente potestad en la tierra. Cuan grande fue su desengao! Haban fracasado las esperanzas humanas, pero no los propsitos de Dios. No por los discursos de Pablo, sino por sus prisiones, dirigi la corte imperial su atencin al cristianismo, al ver que un cautivo quebrantaba las ligaduras que mantenan a muchas almas en la esclavitud del pecado. No fue slo esto. Pablo declar: "Muchos de los hermanos en el Seor, tomando nimo con mis prisiones, se atreven mucho ms a hablar la palabra sin temor." * La paciencia tiene sus victorias lo mismo que el valor. Mediante la mansedumbre en las pruebas no menos que por la gallarda en las empresas pueden ganarse almas a Cristo. Los cristianos que demuestren paciencia y afabilidad bajo los duelos y el sufrimiento, que arrostran aun la misma muerte con la paz y sosiego de una fe inquebrantable, pueden realizar por el evangelio mucho ms de lo que hubiesen efectuado en una larga vida de fiel labor. Aunque la palabra de Pablo en Roma se vea bendecida por la conversin de muchas almas y el fortalecimiento y estmulo de los fieles, se iban acumulando nubes amenazadoras no slo de su seguridad personal sino tambin de la prosperidad de la iglesia. Al llegar 163 a Roma, haba sido puesto Pablo bajo la custodia del capitn de la guardia imperial, hombre justo e ntegro, por cuya benevolencia tena el apstol relativa libertad para proseguir la obra del evangelio. Pero antes de concluir dos aos de encarcelamiento, el capitn de la guardia fue revelado por otro de quien el apstol no poda esperar ningn favor especial. Los judos se volvieron entonces ms activos que nunca en sus esfuerzo contra Pablo, y encontraron valiosa ayuda en la disoluta mujer a quien Nern haba hecho su segunda esposa, y que por ser proslita juda prest toda su influencia en favor de los homicidas proyectos contra el campen del cristianismo. Pablo no poda esperar mucha justicia del Csar a quin haba apelado. Nern era hombre de costumbres depravadas y frvolo carcter a la par que capaz de ms atroces crueldades que cuantos emperadores le haban precedido. Las riendas del gobierno no podan haber sido confiadas a ms desptico monarca. El primer ao de su reinado se sealo por el envenenamiento de su hermanastro, el heredero legtimo del trono. Haba descendido Nern de un abismo a otro abismo de crmenes y vicios, hasta asesinar a su propia madre y despus a su esposa. No hubo atrocidad que no perpetrase ni vileza ante la cual se detuviese. A toda alma noble inspirara aborrecimiento y desprecio.

Desde el punto de vista de los juicios humanos, era segura la condena de Pablo ante semejante juez. Pero el apstol comprenda que mientras se mantuviese leal a Dios, nada haba de temer. Aquel que en el pasado fuera su protector podra escudarle an contra la malignidad de los judos y el poder del Csar. Y Dios escud a su siervo. En la vista de la causa no sostuvo nadie las acusaciones contra Pablo; y en contra de la general expectacin y con un miramiento 164 a la justicia del todo opuesto a su carcter, absolvi Nern al procesado. Pablo se vio desligado de sus prisiones y en completa libertad. Si el proceso de Pablo se hubiese diferido por ms tiempo, o si por cualquier motivo se detuviera en Roma hasta el ao siguiente, sin duda perecera en la persecucin entonces levantada contra los cristianos. Durante el encarcelamiento de Pablo los conversos al cristianismo haban llegado a ser tan numerosos que atrajeron la atencin y suscitaron la enemistad de las autoridades. La clera del emperador se excit especialmente por la conversin de gente de su propia servidumbre cortesana, y pronto encontr pretexto para hacer a los cristianos objeto de su despiadada crueldad. Por entonces estall en Roma un terrible incendio que consumi casi media ciudad. Segn rumores, el mismo Nern haba sido el incendiario; pero a fin de alejar toda sospecha hizo alarde de gran generosidad yendo a visitar a las vctimas del siniestro que haban quedado sin hacienda ni hogar. Sin embargo, se le acus del crimen y el vecindario se levant encolerizado, por lo que para disculparse y al propio tiempo deshacerse de una gente a quien tema y odiaba, volvi la acusacin contra los cristianos. Su artera tuvo xito y millares de hombres, mujeres y nios cristianos sufrieron el martirio. Escap Pablo de aquella terrible persecucin, porque muy luego de verse en libertad haba salido de Roma, empleando el tiempo en trabajar entre las iglesias. Era su propsito establecer una firme unin entre las iglesias griegas y orientales, y fortalecer el entendimiento de los creyentes contra las falsas doctrinas que ya se insinuaban para corromper la fe. Las pruebas y penalidades sufridas por Pablo haban quebrantado su naturaleza corporal. Padeca los 165 achaques de la edad. Comprenda que estaba realizando su postrera labor, y a medida que se le iba acortando el tiempo, eran ms intensos sus esfuerzos. Su celo no tena lmites. Resuelto en el propsito, rpido en la accin y firme en la fe, pasaba de iglesia en iglesia por diversos pases, y procuraba por todos los medios a su alcance fortalecer las manos de los creyentes para que actuasen fielmente en la obra de ganar almas a Jess, y que en los tiempos de prueba que se acercaban permaneciesen firmes en el evangelio y testificasen fielmente por Cristo. No poda escapar a la atencin de sus enemigos la obra de Pablo entre las iglesias despus de su absolucin en Roma. Desde los comienzos de la persecucin neroniana, los cristianos eran por doquiera una secta proscripta. Pasado algn tiempo, los incrdulos judos concibieron la idea de achacar a Pablo el crimen de haber instigado el incendio de Roma. Ninguno de ellos pensaba ni por un momento que fuese culpable; pero comprendan que semejante acusacin hecha con la menor apariencia de probabilidad acarreara su condena. Los esfuerzos de los judos dieron por resultado que Pablo fuese nuevamente detenido y llevado en seguida a su final prisin. Al llegar a Roma, lo encerraron en una lbrega mazmorra, en la cual iba a quedar hasta el fin de su carrera.166 Pablo Ante Nern - 28 CUANDO Pablo recibi el aviso de comparecer ante Nern para la vista de su causa, tena ante s la perspectiva de una muerte segura. La grave ndole del crimen que se le imputaba y la prevaleciente animosidad contra los cristianos dejaban pocas esperanzas de xito favorable. Sin dinero ni amigos ni consejeros, el anciano apstol compareci ante Nern, cuyo aspecto revelaba las vergonzosas pasiones que en su interior rebullan, mientras que el rostro del acusado reflejaba un corazn en paz con Dios. La vida de Pablo lo haba sido de pobreza, abnegacin y sufrimiento. A pesar de las constantes falsedades, vituperios y maltrato con que sus enemigos haban procurado intimidarlo, mantuvo l impvidamente enhiesto el estandarte de la Cruz. Como su Maestro, haba peregrinado sin hogar propio, y vivido en beneficio de la humanidad. Cmo poda el antojadizo, pasional y libertino tirano Nern comprender ni estimar el carcter y motivos de este

hijo de Dios? El amplio saln estaba lleno de una turba ansiosa e inquieta que se apretujaba hacia adelante para ver y or cuanto sucediese. Altos y bajos, ricos y pobres, letrados e ignorantes, altivos y humildes, todos estaban all destitudos del verdadero conocimiento del camino de vida y salvacin. Los judos levantaron contra Pablo las viejas acusaciones de sedicin y hereja; y tanto judos como romanos le inculpaban de haber instigado el incendio de la ciudad. Pablo escuch estos cargos con imperturbable serenidad. Los jueces y el pblico le miraban sorprendidos. Haban presenciado muchas vistas de proceso y observado a muchos criminales; pero nunca 167 vieron un procesado que denotara tan santa tranquilidad como el que tenan delante. La sagaz mirada de los jueces, acostumbrados a leer en el semblante de los reos, indagaba vanamente en el rostro de Pablo alguna prueba de culpabilidad. Cuando se le concedi la palabra para hablar en defensa propia, todos escucharon con vivsimo inters. Una vez ms tuvo Pablo ocasin de izar ante una admirada muchedumbre la bandera de la Cruz. Al contemplar a los circunstantes, entre los que haba judos, griegos, romanos y extranjeros de muchos pases, el alma de Pablo se conmovi con un intenso anhelo de su salvacin. Olvidse entonces de la prueba en que se hallaba, no vio los peligros que le circuan ni el terrible destino que le aguardaba. Slo vio a Jess, el Mediador, abogando ante Dios en favor de los pecadores. Con sobrehumana elocuencia y vigor expuso Pablo las verdades del evangelio. Represent a sus oyentes el sacrificio realizado en bien de la raza cada. Declar que por la redencin del hombre haba sido pagado un rescate infinito, que le daba la posibilidad de compartir el trono de Dios. Aadi que la tierra estaba relacionada con el cielo por medio de ngeles mensajeros, y que todas las acciones buenas o malas de los hombres estn bajo la mirada de la infinita Justicia. Tal fue el alegato del abogado de la verdad. Fiel entre los infieles, leal entre los desleales, se ergua como representante de Dios y su voz era voz del cielo. No tuvo temor ni tristeza ni desaliento en palabra ni obra. Sus palabras eran como un grito de victoria sobresaliente entre el fragor de la batalla. Declar que la causa a que haba dedicado su vida era la nica causa que no poda fracasar. Aunque l pereciera, el evangelio no perecera. Dios vive y su verdad triunfar. 168 Muchos de los que le contemplaron aquel da "vieron su rostro como el rostro de un ngel." * Nunca haban escuchado los circunstantes palabras como aqullas. La verdad clara y convincente desbarataba el error. La luz alumbr el entendimiento de muchos que despus siguieron alegremente sus rayos. Las verdades declaradas aquel da iban a conmover a las naciones y perdurar a travs de todos los tiempos para influir en el corazn de la gente, aun cuando los labios que las pronunciaban iban a quedar silenciosos en la tumba del martirio. Nunca hasta entonces haba odo Nern la verdad como en aquella ocasin la oyera. Nunca se le haba revelado de tal manera la enorme culpabilidad de su conducta. La luz del cielo penetr en los recovecos de su alma manchados por la culpa y aterrorizado tembl al pensamiento de un tribunal ante el cual l, dueo del mundo, habra finalmente de comparecer para recibir el justo castigo de sus obras. Tema Nern al Dios del apstol y no se atrevi a dictar sentencia contra Pablo, pues nadie haba mantenido sus acusaciones. Un sentimiento de pavor restringi por algn tiempo su sanguinario espritu. Por un momento se le abri el cielo al culpable y empedernido Nern, y su paz y pureza le parecieron apetecibles. En aquel momento se extendi sobre l, a pesar de todo, la invitacin de misericordia. Pero slo por un momento acogi el emperador la idea del perdn. Despus mand que volviesen a llevar a Pablo a la mazmorra, y al cerrarse la puerta tras el mensajero de Dios, se cerr tambin para siempre contra el emperador de Roma la puerta del arrepentimiento y la salvacin eterna. 169 Desde la sala del juicio, volvi Pablo al calabozo comprendiendo que slo haba conseguido para s un corto respiro. Saba que sus enemigos no iban a cejar en su empeo hasta obtener su muerte. Pero tambin saba que la verdad estaba triunfante por algn tiempo. Ya era de por s una victoria haber proclamado al crucificado y resurrecto Salvador ante la numerosa multitud que le haba escuchado. Aquel da haba comenzado una obra que iba a prosperar y fortalecerse, sin que Nern ni los dems enemigos de Cristo lograsen entorpecerla ni destruirla. 170 Martirio de Pablo y Pedro - 29

DURANTE muchos aos trabajaron muy lejos uno del otro los apstoles Pablo y Pedro. La labor de Pablo era llevar el evangelio a los gentiles, mientras que Pedro trabajaba especialmente para los judos. Pero la providencia de Dios permiti que Pedro acabase su ministerio en Roma, donde el emperador Nern le mand prender por los das en que fue preso Pablo. As los dos veteranos apstoles, durante tantos aos separados, iban a dar su postrer testimonio de Cristo en la metrpoli del mundo, y derramar all su sangre como semilla de una copiosa cosecha de santos y mrtires. Desde su arrepentimiento por haber negado a Cristo, Pedro arrostr inflexiblemente el peligro, demostrando noble valenta en predicar a un crucificado, resucitado y ascendido Salvador. Mientras yaca en el calabozo, recordaba lo que Cristo le dijera: "De cierto, de cierto te digo: Cuando eras ms mozo, te ceas, e ibas donde queras; mas cuando ya fueres viejo, extenders tus manos, y te ceir otro, y te llevar adonde no quieras." * De este modo dio a entender Jess a Pedro de qu genero de muerte haba de morir, y profetiz la extensin de sus manos sobre la cruz. A Pedro, por ser judo y extranjero, lo condenaron a recibir azotes y a ser crucificado despus. En la perspectiva de esta espantosa muerte, el apstol record su gravsimo pecado de negar a Jess en la hora de su prueba. Tanto como un tiempo le haba repugnado la cruz, tena ahora por gozo dar su vida por el evangelio, sintiendo tan slo que fuese demasiada honra para l morir como haba muerto el Seor a quien negara. Pedro se haba arrepentido sinceramente 171 de su pecado, y Cristo lo perdon, segn lo comprueba el altsimo encargo que le confi de apacentar a las ovejas y corderos del rebao. Pero Pedro no poda perdonarse a s mismo. Ni aun el pensamiento de las agonas de la muerte que le aguardaba era capaz de mitigar la amargura de su afliccin y arrepentimiento. Como ltimo favor suplic a sus verdugos que lo crucificaran cabeza abajo. La splica fue otorgada, y de esta manera muri el gran apstol Pedro. Durante la vista del proceso final de Pablo ante Nern, qued este emperador vivamente conmovido por la lgica argumentacin del procesado, de suerte que sin absolverlo ni condenarlo difiri el fallo. Pero no tard en renacer la malicia del emperador contra Pablo. Exasperado por su impotencia para atajar los progresos de la religin cristiana ni aun en su misma corte, determin condenar a muerte al apstol en cuanto se deparase oportuna ocasin. No tard Nern en pronunciar la sentencia condenando a Pablo al martirio; pero como era ciudadano romano, no se le poda atormentar y as se le conden a decapitacin. Fue conducido Pablo secretamente al lugar del suplicio. A pocos se les permiti presenciar la ejecucin, porque alarmados los enemigos por la poderosa influencia de Pablo, temieron que el espectculo de su muerte ganara ms conversos al cristianismo. Pero los desalmados soldados que le escoltaban, escucharon sus ltimas palabras, asombrndose de ver la placidez y aun el gozo de la vctima en presencia de la muerte. Para algunos de los circunstantes fue sabor de vida para vida el contemplar su martirio, su espritu de perdn para con los verdugos y su inquebrantable confianza en Cristo hasta el ltimo momento. Varios de ellos aceptaron al Salvador predicado por Pablo, y no tardaron en sellar impvidamente su fe con su sangre. 172 Pablo llevaba consigo el ambiente del cielo. Todos cuantos le trataban sentan la influencia de su unin con Cristo. Daba mayor vala a su predicacin la circunstancia de que sus obras estaban de acuerdo con sus palabras. En esto consiste el poder de la verdad. La sencilla e ingenua influencia de una conducta ejemplar es el ms con convincente sermn que puede predicarse en favor del cristianismo. Puede ser que los argumentos, por irrebatibles que sean, no provoquen ms que oposicin; pero un piadoso ejemplo entraa irresistible fuerza. Olvidse el apstol de sus inminentes sufrimientos para atender solcitamente a los que iba a dejar expuestos al prejuicio, odio y persecucin de sus enemigos. Los pocos cristianos que le acompaaron al lugar de la ejecucin, recibieron de l aliento y estmulo para que se fortaleciesen y animasen recordando la promesa dada a los que padecen persecucin por la justicia. Les asegur que nada dejara de cumplirse de cuanto el Seor haba dicho respecto de sus atribulados y fieles hijos. Aadi que, por corto tiempo, podran verse apesadumbrados por mltiples tentaciones y despojados de las comodidades terrenas; pero que confortan nuestro corazn con la seguridad de que Dios sera fiel, y as dijeran: "Yo s a quin e credo, y estoy cierto que es poderoso para guardar mi depsito para aquel da." * Pronto acabara la noche de prueba y sufrimiento, y alboreara la alegre maana del da de perfecta paz. El apstol contemplaba el gran ms all, no con temor e incertidumbre, sino con gozosa esperanza y anhelosa expectacin. Al llegar al paraje del suplico no vio la espada del verdugo ni la tierra que iba a 173 absorber su sangre, sino que a travs del sereno cielo de aquel da estival miraba el trono del Eterno.

Redimido Pablo por el sacrificio de Cristo, lavado de pecado en su sangre y revestido de su justicia, tena en s mismo el testimonio de que su alma era preciosa a la vista de su Redentor. Estaba su vida oculta con Cristo en Dios, y tena el convencimiento de que Quien venci a la muerte es poderoso para guardar cuanto se le confe. La mente de Pablo recordaba la promesa del Salvador: "Yo le resucitar en el da prospero." * Sus pensamientos y esperanzas estaban concentrados en la segunda venida de su Seor. Y al caer la espada del verdugo, y agolparse sobre el mrtir las sombras de la muerte, se lanz hacia adelante su ltimo pensamiento como lo har el primero que de l brote en el momento de la gran resurreccin de los justos, cuando vaya al encuentro del Autor de la vida que le acoger en el gozo de los bienaventurados. Casi veinte siglos han transcurrido desde que el anciano Pablo derram su sangre en testimonio de la palabra de Dios y la fe de Jesucristo. Ninguna mano fiel registr para las generaciones futuras las ltimas escenas de la vida de este santo apstol; pero la inspiracin nos ha reservado su postrer testimonio. Como resonante trompeta, su voz ha vibrado desde entonces a travs de los siglos, enardeciendo con su propio valor a millares de testigos de Cristo y despertando en millares de afligidos corazones en eco de su triunfante gozo: "Porque yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida est cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo dems, me est guardada la corona de justicia, la cual me dar el Seor, juez justo, en aquel da; y no slo a m, sino tambin a todos los que aman su venida." * 174 La Persecucin - 30 Dos das antes de la pascua, al salir Cristo por ltima vez del templo fue con sus discpulos al monte de las Olivas, y sentado en una herbosa pendiente que dominaba la ciudad, les represent las vicisitudes de su pueblo, desde el da en que sera arrebatado de entre ellos, hasta su vuelta en poder y gloria para libertarlos. En pocas y breves expresiones de imponente significado, predijo la situacin en que los prncipes del mundo colocaran a la iglesia de Dios. Los discpulos de Cristo habran de hollar el mismo sendero de humillacin, vituperio y sufrimiento que holl su Maestro. La enemistad surgida contra el Redentor del mundo se manifestara tambin contra cuantos creyeran en su nombre. La historia de la iglesia primitiva atestigua el cumplimiento de las palabras del Salvador. Las potestades de la tierra y del infierno se concitaron contra Cristo en la persona de sus discpulos. Se encendieron los fuegos de la persecucin; y letrados y vulgo fueron igualmente asesinados sin piedad. Opulentas familias quedaron en la miseria por no abjurar de su religin; mas a pesar de los padecimientos y persecuciones soportados, aquellos cristianos no arriaron la bandera. Guardaron pura su religin, Satans triunfaba y se gozaba de sus sufrimientos. Pero Dios aprobaba la conducta de sus fieles mrtires. Amaba vivamente a los cristianos de aquella espantosa poca porque voluntariamente sufran por su causa. Cada sufrimiento que soportaban acreca su recompensa en el cielo. Aunque Satans se alegraba del sufrimiento de los santos, no estaba satisfecho. Quera dominar as la mente como el cuerpo. Los sufrimientos que sobrellevaban 175 los mrtires los ponan ms cerca del Seor, movindolos a amarse unos a otros y a temer ms que nunca el ofender a Dios. Satans quera inducirlos a que desagradasen a Dios, pues as perderan su vigor, fortaleza y constancia. Aunque moran a millares, otros surgan para substituirlos. Vio Satans que perda sbditos, pues por ms que sufriesen persecucin y muerte, se mantenan seguros en Jesucristo para ser sbditos de su reino. Por lo tanto, traz Satans sus planes para batallar ms provechosamente contra el gobierno de Dios y derrocar la iglesia. Indujo a los idlatras paganos a que abrazasen una parte de la fe cristiana. Profesaron creer en la crucifixin y resurreccin de Cristo, sin cambiar los sentimientos de su corazn, y propusieron juntarse con los discpulos de Jess. Oh! cun terrible peligro para la iglesia! Fue una poca de angustia mental. Algunos se figuraron que unindose con aquellos idlatras que haban abrazado una parte de la fe cristiana, lograran su completa conversin. Satans procuraba corromper las enseanzas de la Biblia. Por ltimo se abati la bandera, y los paganos se unieron con los cristianos. Aunque los idlatras afirmaban que se haban convertido introdujeron su idolatra en la iglesia, sin hacer ms que cambiar los dolos en imgenes de santos y aun de Cristo y de su madre Mara. Al unirse con ellos los discpulos de Cristo, la religin se fue corrompiendo gradualmente, y la iglesia perdi su pureza y poder. Algunos no quisieron unirse con los paganos, y conservaron su pureza y adoraron nicamente a Dios. No quisieron inclinarse ante imagen alguna de nada de lo que est arriba en los cielos o abajo en la tierra.

Satn se alegr de que tantos cayeran, y entonces excit a la cada iglesia para que condenara a muerte 176 a quienes quisieran conservar la pureza de su religin, a no ser que rindieran adoracin a las imgenes y se sometiesen a las ceremonias. Encendise de nuevo la persecucin contra la verdadera iglesia de Cristo y millones de fieles fueron muertos sin piedad. Esto se me represent de la siguiente manera: Un numeroso grupo de idlatras paganos llevaba una bandera negra con las figuras del sol la luna y estrellas. Daban muestras de mucha clera e ira. Vi despus otro grupo de gente que enarbolaba una bandera completamente blanca con una inscripcin que deca: "Pureza y santidad en el Seor." Su aspecto denotaba firmeza y celestial resignacin. Los idlatras se acercaron a este otro grupo e hicieron en l espantosa matanza. Los cristianos quedaban diezmados ante ellos, y sin embargo, se estrechaban mas unos con otros y sostenan mucho ms firme la bandera, en cuyo torno se agolpaban otros para ocupar los lugares de los que caan. El grupo de idlatras consult entre s para concertar otro plan en vista de que no haban logrado aniquilar a los cristianos. Abatieron entonces su bandera y se acercaron al denotado grupo cristiano para proponerle una avenencia. En un principio fueron rechazadas sus proposiciones; pero despus vi que los cristianos celebraban consejo, y algunos dijeron que si abatan la bandera y aceptaban las proposiciones, salvaran la vida, y por fin podran enarbolar su bandera entre los paganos. Sin embargo, unos cuantos no se conformaban con este plan, sino que resueltamente prefirieron morir abrazados a su enhiesta bandera. Entonces muchos abatieron la bandera y se unieron con los paganos; pero los firmes y constantes se apoderaron de ella para izarla de nuevo. Vi que continuamente desertaban muchos de la bandera pura, y se iban 177 con los paganos que hacan ondear la bandera negra, para perseguir tambin a los de la blanca. Muchos murieron, y sin embargo, la bandera blanca continuaba enhiesta, a los creyentes se les incitaba a estrechar filas en derredor de ella. 178 El Misterio de Iniquidad - 31 SIEMPRE ha sido el proyecto de Satans desviar la mente de la gente de Jess y volverla a los hombres, desvaneciendo la idea de responsabilidad individual. Fracas Satans en su proyecto cuando tent al Hijo de Dios; pero tuvo ms xito en su esfuerzo con los cados hombres. Corrompise el cristianismo. Papas y sacerdotes se arrogaron elevadas posiciones y ensearon a la gente que a ellos deba acudir para obtener el perdn de sus pecados en vez de dirigirse directamente a Cristo. La gente qued del todo engaada. Se le dijo que el papa y los sacerdotes eran los representantes de Cristo, cuando en verdad lo eran de Satans, y a Satans adoraban cuantos ante ellos se rendan. La gente peda la Biblia; pero el clero crey peligroso que la leyeran los fieles por s mismos, por temor de que se ilustrasen y descubriesen los pecados de sus instructores. De modo que se ense a la gente a recibir las palabras de estos engaadores maestros como si salieran de labios de Dios. Se arrogaban sobre la mente un poder que slo pertenece a Dios. Fue odiada la Biblia, y se hicieron esfuerzos para raerla de la tierra. Qued prohibida su lectura bajo la pena de muerte, y se quemaban cuantos ejemplares se descubran. Pero Dios tuvo cuidado especial de su Palabra, y la protegi. En diferentes perodos slo quedaron unos cuantos ejemplares de la Biblia, pero no consinti Dios que se perdiese su Palabra, porque ms tarde, en estos ltimos das, se haba de difundir de tal manera que toda la familia pudiese poseerla. V que cuando haba pocos ejemplares de la Biblia, hallaban en ella inestimable tesoro y profundo consuelo los perseguidos discpulos de Jess. La lean secretamente, 179 y quienes disfrutaban de este excelso beneficio sentan que haban conversado con Dios, con su Hijo Jess y con sus discpulos. Pero este bendito privilegio les cost a muchos la vida. Si los descubran, los mandaban al tajo del verdugo, a la hoguera o a lbregas mazmorras donde los dejaban morir de hambre. No poda Satans impedir el plan de salvacin. Jess fue crucificado y resucit al tercer da. Pero Satans les dijo a sus ngeles que se aprovechara en favor suyo de la crucifixin y resurreccin. Estaba conforme con que los que profesaban la fe de Jess diesen por invalidadas despus de la muerte de Cristo las leyes que regulaban los sacrificios y ofrendas judaicos, con tal que, yendo ms lejos, creyesen que tambin la ley de los diez mandamientos haba cesado. Muchos cedieron fcilmente a este engao de Satans. El cielo entero se indign al ver pisoteada la sacrosanta ley de Dios. Jess y las huestes celestiales conocan la ndole de la ley de Dios, y saban que no era posible alterarla ni

abrogarla. La miserable situacin del hombre despus de la cada haba causado en el cielo profundsima tristeza, moviendo a Jess a ofrecerse para morir por los transgresores de la Santa ley de Dios. En caso de haberse podido abrogar la ley, el hombre se hubiese salvado sin necesidad de la muerte de Jess. Por lo tanto, su muerte no destruy la ley de su Padre, sino que la magnific y honr, obligando a todos a la obediencia de sus santos preceptos. Si la iglesia hubiese permanecido pura y firme, no habra podido Satans engaarla ni inducirla a que pisotease la ley de Dios. En este descarado plan, Satans embiste directamente contra las bases del gobierno de Dios en el cielo y en la tierra. Por su rebelin fue expulsado del cielo, y despus quiso salvarse pretendiendo que Dios alterase su ley; pero ante la hueste del 180 cielo se le manifest que la ley de Dios era inalterable. Sabe Satans que induciendo a otros a quebrantar la ley de Dios los gana para su causa, porque todo transgresor de la ley debe morir. Resolvi Satans ir todava ms lejos. Les dijo a sus ngeles que algunos seran tan celosos de la ley de Dios que no se dejaran prender en esa trampa, pues los diez mandamientos eran tan explcitos, que muchos creeran que seguan vlidos, y por lo tanto le era preciso corromper tan slo uno de los mandamientos. As que indujo a sus representantes en la tierra a intentar cambiar el cuarto, o sea el mandamiento del da de reposo, y alterar as el nico de los diez que expone el concepto del verdadero Dios, el Creador de cielos y tierra. Satans puso ante la mente de sus representantes la gloriosa resurreccin de Jess, dicindoles que por haber resucitado el primer da de la semana, el Salvador haba trasladado el descanso del sptimo al primer da de la semana. As se vali Satans de la resurreccin en provecho de sus propsitos, y l y sus ngeles se congratularon de que los errores por ellos preparados cundiesen tan favorablemente entre quienes se llamaban amigos de Cristo. Lo que unos repugnaban con religioso horror, lo admitan otros, y as fueron celosamente admitidos y defendidos diversos errores. La voluntad de Dios, tan claramente revelada en su Palabra, fue encubierta con errores y tradiciones que eran enseados como mandamientos de Dios. Aunque este engao que desafa al Cielo se consentir hasta la segunda venida de Jess, no ha quedado Dios sin testigos durante todo este tiempo de error y engao. En medio de las tinieblas y persecuciones contra la iglesia, siempre hubo cristianos que guardaron fielmente todos los mandamientos de Dios. 181 La hueste anglica llense de asombro al contemplar la pasin y muerte del Rey de gloria; pero no le sorprendi que el Seor de la vida y de la gloria, el que hencha los cielos de gozo y esplendor, quebrantase los lazos de la muerte y surgiese de la tumba como triunfante vencedor. Por lo tanto, si alguno de estos sucesos hubiese de conmemorarse por un da de descanso, habra de ser el de la crucifixin. Pero yo vi que ninguno de estos acontecimientos estaba destinado a mudar o revocar la ley de Dios, sino que por el contrario corroboraban su carcter inmutable. Ambos importantes sucesos tienen su peculiar conmemoracin. Al participar del pan y del vino en la Santa Cena, recordamos la muerte del Seor hasta que l venga. As se renuevan en nuestra memoria las escenas de su pasin y muerte. Conmemoramos la resurreccin de Cristo al sepultarnos con l en el bautismo y levantarnos de la lquida tumba para vivir en novedad de vida a semejanza de su resurreccin. Se me mostr que la ley de Dios permanecera inalterable por siempre y regira en la nueva tierra por toda la eternidad. Cuando en la creacin se echaron los cimientos de la tierra, los hijos de Dios contemplaron admirados la obra del Creador y la hueste celestial prorrumpi en exclamaciones de jbilo. Entonces se echaron tambin los cimientos del sbado. Despus de los seis das de la creacin, Dios descans el sptimo de toda la obra que haba hecho, lo bendijo y lo santific, porque en dicho da haba descansado de toda su obra. El sbado fue instituido en el Edn antes de la cada, y lo observaron Adn y Eva y toda la hueste celestial. Dios descans en el sptimo da, lo bendijo y lo santific, y nunca ser abolido, sino que los santos redimidos y toda la hueste anglica lo observarn eternamente en honra del gran Creador. 182 La Reforma en Alemania - 32 A PESAR de la persecucin contra los santos, se levantaban por doquiera vivos testigos de la verdad de Dios. Los ngeles del Seor efectuaban la obra que se les haba confiado. Por los ms oscuros lugares buscaban y elegan, sacndolos de las tinieblas, a los varones de honrado corazn, que estaban sumidos en el error y que, sin embargo, como Saulo, eran llamados por Dios para ser escogidos mensajeros de su verdad, que levantaran la voz contra los pecados del que deca ser su pueblo. Los ngeles de Dios movieron el corazn de Martn Lutero, Melancton y otros en diversos lugares, despertndoles la

sed del viviente testimonio de la Palabra de Dios. El enemigo haba irrumpido como una inundacin y era preciso levantar bandera contra l. Lutero fue escogido para arrostrar la tormenta alzndose contra las iras de una iglesia degenerada, y as fortalecer a los pocos que permanecan fieles a su santa profesin. Haba hecho lo posible por obtener el favor divino mediante las obras, pero no qued satisfecho hasta que un resplandor de la luz del cielo disip las tinieblas de su mente y le condujo a confiar, no en las obras, sino en los mritos de la sangre de Cristo. Entonces pudo dirigirse personalmente a Dios, por el nico medio de Jesucristo y no por intermedio de papas ni confesores. Oh, y cun valiosa fue para Lutero esta nueva y refulgente luz que haba alboreado en su entenebrecido entendimiento, y disipado su supersticin! La estimaba en ms que todos los tesoros del mundo. La Palabra de Dios era nueva para l. Todo lo vea de distinto modo. El libro que haba temido por no poder hallar belleza en l, era ahora para l la vida 183 eterna, su gozo, su consuelo, y su bendito instructor. Nada podra inducirle a desistir de su estudio. Haba tenido temor de la muerte; pero al leer la palabra de Dios, se desvanecieron sus terrores, y admir el carcter de Dios y le am. Escudri por s mismo la Biblia y se regocij en los preciosos tesoros en ella contenidos. Despus la escudri para la iglesia. Le indignaban los pecados de aquellos en quienes haba confiado para salvarse, y al ver a muchos otros envueltos en las mismas tinieblas que a l le haban ofuscado, busc anhelosamente la ocasin de mostrarles el Cordero de Dios, el nico que quita el pecado del mundo. Alzando su voz contra los errores y pecados de la iglesia papal, procur ardientemente quebrantar la cadena de tinieblas que ataba a millares de personas, y las mova a confiar en las obras para su salvacin. Anhelaba poder representar a sus entendimientos las verdaderas riquezas de la gracia de Dios y la excelencia de la salvacin obtenida por medio de Jesucristo. En el poder del Espritu Santo clam contra los pecados de los dirigentes de la iglesia, y no desmay su valor al tropezar con la borrascosa oposicin de los sacerdotes, porque confiaba firmemente en el fuerte brazo de Dios y esperaba seguro que l le diera la victoria. Al estrechar ms y ms la batalla, recrudeca la clera del clero romano contra l. Los clrigos no queran reformarse. Preferan que los dejasen en sus comodidades, en sus livianos y libertinos placeres, en su perversidad. Tambin deseaban mantener a la iglesia en tinieblas. Lutero era vehemente, celoso, intrpido y resuelto en la reprobacin de los pecados y la defensa de la verdad. No le importaban los demonios ni los malvados, pues saba que estaba asistido por Quien puede 184 ms que todos ellos. Era valiente, celoso y osado, y hasta aveces arriesgaba llegar al exceso; pero Dios levant a Melancton, cuyo carcter era diametralmente opuesto, para que ayudase a Lutero en la Reforma. Melancton era tmido, temeroso, precavido y pacientsimo. Dios le amaba grandemente. Conoca muy bien las escrituras y tena excelente y perspicaz criterio. Su amor a la causa de Dios igualaba al de Lutero. El Seor uni los corazones de estos dos hombres, y fueron amigos inseparables. Lutero ayudaba poderosamente a Melancton cuando ste tema y era tardo en sus pasos, y Melancton le serva de mucho a Lutero cuando ste intentaba precipitar los suyos. Las previsoras precauciones de Melancton evitaron muchas dificultades con que hubiese tropezado la causa si la obra estuviera en las solas manos de Lutero, mientras que otras veces la obra no hubiera prosperado si tan slo la dirigiese Melancton. Los escritos de Lutero tenan tan favorable acogida en la ciudad como en la aldea. Por las noches, los maestros rurales los lean a los pequeos grupos reunidos junto a la chimenea. A cada esfuerzo se iban convenciendo de la verdad algunas almas, las cuales, al recibir gozosamente la palabra, iban a su vez a comunicar a otros la buena nueva. Cuando se encendi la persecucin contra los instructores de la verdad, siguieron el consejo dado por Cristo: "Cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a la otra." * La luz penetraba por doquiera. En alguna parte hallaban abierta los fugitivos una hospitalaria puerta, y all aposentados predicaban a Cristo, a veces en la iglesia, y si se les negaba este privilegio, en casas particulares o al aire libre. Doquiera encontraban 185 oyentes, all estaba su consagrado templo. La verdad proclamada con tal energa y convencimiento se propagaba con irresistible fuerza. En vano la autoridad eclesistica apoyaba por la civil intent aplastar la hereja. En vano recurrieron a las crceles, tormentos, hogueras y espadas. Millares de creyentes sellaron su fe con su sangre, y sin embargo, prosperaba la obra. La persecucin slo serva para difundir la verdad, y el fanatismo que Satans haba procurado entremezclar con ella, esclareca el contraste entre la obra de Satans y la de Dios. 186 La Reforma en Otros Pases - 33

NO ACAB la Reforma al morir Lutero ni se contrajo a la nacin alemana. Al presentar a las gentes la Biblia abierta, procur ser admitida por todos los pases de Europa. Algunas naciones la recibieron gozosamente como mensaje del cielo. En otras tierras el papado logr en gran parte impedir que entrase, y fue de all casi enteramente excluda la luz del conocimiento bblico con su poderosa influencia. EN SUIZA Pocas semanas despus del nacimiento de Lutero en la choza de un minero de Sajonia, naci en la granja de un pastor de los Alpes un nio destinado a ser cuando hombre el caudillo de la Reforma en Suiza. Ulrico Zuinglio, como Lutero, siendo an muy joven se orden de sacerdote en Roma, "dedicndose con toda su alma a la investigacin de la verdad divina, porque estaba persuadido de lo mucho que deba saber aquel a quien se le confiaba el rebao de Cristo." * Primero en Einsiedeln y despus en Zurich, present Zuinglio la palabra de Dios como nica autoridad infalible, y la muerte de Cristo como el nico sacrificio completo. Muy luego se levant contra l violenta oposicin; pero su obra y la de sus colaboradores ya haban contribuido a dar un enrgico impulso a la causa de la reforma protestante en Suiza. EN FRANCIA Antes de que el nombre de Lutero tuviese fama de reformador, ya haba comenzado la Reforma en Francia. Uno de los primeros que aceptaron la luz fue el 187 anciano Lefevre, profesor de la universidad de Pars, quien introdujo el estudio de la Biblia entre sus alumnos, algunos de los cuales escucharon anhelosamente sus enseanzas y continuaron proclamando la verdad despus de muerto su profesor. Uno de los discpulos de Lefevre fue Guillermo Farel. Un dignatario de la iglesia, el obispo de Meaux, se uni a los reformadores y el evangelio fue ganando adherentes entre todas las clases sociales, desde el hogar de los obreros y campesinos hasta el palacio del rey. La hermana de Francisco I, entonces monarca reinante, acept la fe reformada. El mismo rey y la reina madre parecieron por algn tiempo inclinados a su favor, y los reformadores pusieron halageas esperanzas en el da en que fuera ganada Francia para el evangelio. Pero sus esperanzas no haba de verse realizadas. Terribles pruebas y persecuciones aguardaban el libre evangelio de Cristo en Francia. Mientras hombres intrpidos proclamaban el libre evangelio de Cristo y cada da aumentaba l nmero de conversos, muchos atestiguaron la verdad en la hoguera. El ejemplo de valor y fidelidad que estos humildes cristianos dieron en la pira, fue elocuentsimo para millares de personas que en das de paz no haban odo su testimonio. Sin embargo, el mal triunf por ltimo y fue rechazada la verdad del cielo. Francia cosech los amargos frutos de la conducta que haba seguido. La disciplinadora influencia del Espritu de Dios se retir de un pueblo que haba menospreciado el don de su gracia. El mal lleg a madurar y el mundo entero vio el resultado del terco rechazo de la luz. La guerra contra la Biblia, proseguida durante tantos siglos en Francia, culmin en las espantosas escenas de la Revolucin de 1793. 188 EN LOS PAISES BAJOS Las enseanzas de Lutero hallaron campo propicio en los Pases Bajos, y celosos y fieles varones se levantaron a predicar el evangelio. De una de las provincias de Holanda sali Menno Simons, que haba sido ordenado sacerdote. El estudio de las escrituras y los escritos de Lutero le movi a aceptar el protestantismo, y durante veinticinco aos viaj con su esposa e hijos, soportando duras penalidades y privaciones con frecuente peligro de vida. En ninguna parte fueron ms generalmente recibidas las doctrinas de la reforma que en Holanda; y sin embargo, en pocos pases hubieron de sufrir sus adherentes tan tremendas persecuciones. Leer la Biblia, or o predicar de ella y aun hablar de ella equivala a incurrir en pena de muerte en la hoguera. La misma pena sufra quien oraba a Dios en secreto, se negaba a inclinarse ante una imagen o cantaba un salmo. Millares perecieron durante los reinados de Carlos V y Felipe II. La fe de los mrtires estuvo al nivel de la ira de los perseguidores. No solamente los hombres sino delicadas mujeres y tiernas doncellas desplegaron indomable valor. Como en los das en que el paganismo trat de aniquilar el evangelio, la sangre de los cristianos serva de semilla. Por fin, el noble Guillermo de Orange dio al pueblo holands

la libertad de adorar a Dios. EN ESCANDINAVIA Mientras que en las montaas del Piamonte, en las llanuras de Francia y en las costas de Holanda el progreso del evangelio estaba sealado con la sangre de sus discpulos, en los pases del norte se introdujo pacficamente. Los estudiantes de Wittemberg, al regresar a sus casas, llevaron la fe reformada a Escandinavia. 189 La publicacin de los escritos de Lutero tambin difundi la luz. Los sencillos y robustos habitantes del Norte desecharon la corrupcin, pompas y supersticiones de Roma para aceptar la pureza y sencillez de las vivificadoras verdades de la Biblia. Tausen, el reformador de Dinamarca, era hijo de un labriego. Fue a educarse en Colonia, uno de los baluartes del romanismo, y pronto le disgust el misticismo de los escolsticos. Por el mismo tiempo llegaron a sus manos los escritos de Lutero, y leylos con tal deleite que decidi recibir la personal instruccin del reformador alemn. No tard en matricularse como estudiante en Wittenberg, y al regresar a Dinamarca predic a Cristo como la nica esperanza de salvacin para el pecador. Los esfuerzos que hicieron los papistas para desbaratar la obra slo lograron dilatarla, y al poco tiempo Dinamarca se declar protestante. Tambin en Suecia los jvenes que haban estudiado en la universidad de Wittemberg proclamaron la verdad a sus compatriotas. Dos de los caudillos de la Reforma en Suecia, Olaf y Lorenzo Petri, estudiaron bajo enseanza de Lutero y Melancton, y a su vez comunicaron diligentemente las verdades aprendidas. En presencia del monarca y de los principales personajes de Suecia, Olaf Petri defendi hbilmente las doctrinas de la Reforma contra los campeones romanistas. A consecuencia de esta controversia, el rey de Suecia acept la fe protestante; y poco despus se declar en su favor la Asamblea nacional. Suecia lleg a ser uno de los baluartes del protestantismo. EN INGLATERRA Mientras Lutero abra la Biblia ante los ojos del pueblo alemn, el Espritu de Dios mova a Tyndale a hacer lo mismo por Inglaterra. 190 Era Tyndale asiduo estudiante y ardoroso indagador de la verdad, y haba ledo el evangelio en el Testamento griego de Erasmo. Denodadamente proclam su conviccin, diciendo que toda doctrina haba de estar confirmada por las Escrituras. Al argumento papista de que la iglesia haba dado la Biblia y que slo la iglesia poda interpretarla, respondi Tyndale: "Sabis quin ense a las guilas a encontrar su presa? pues el mismo Dios ensea a sus hambrientos hijos a encontrar a su Padre en su palabra. Lejos de habernos dado la iglesia las Escrituras, las escondi de nuestra vista y quema a los que las ensean, y si pudiera, quemara an las mismas Escrituras." Un nuevo propsito se apoder del nimo de Tyndale, y acerca de ello deca: "Los salmos se cantaban en el templo de Jehov en la lengua de Israel; y no hablar el evangelio en ingls entre nosotros? . . . Ha de tener la iglesia menos luz al medioda que al amanecer?" Este propsito que haba empezado Tyndale a nutrir, de dar al pueblo el Nuevo Testamento en su propia lengua, pudo ahora realizarse, e inmediatamente puso manos a la obra. Finalmente se publicaron tres mil ejemplares del Nuevo Testamento, y otra edicin vio la luz el mismo ao. Fue entregado Tyndale en manos de sus enemigos y estuvo preso muchos meses hasta atestiguar su fe con el martirio; pero las armas que haba preparado habilitaron a otros soldados para batallar durante siglos y aun en nuestros propios das. Latimer mantuvo desde el plpito que la Biblia deba leerse en el lenguaje del pueblo. Barnes y Frith, los fieles amigos de Tyndale, se alzaron en defensa de la verdad. Siguironles Ridley y Cranmer. Estos caudillos de la Reforma inglesa eran hombres eruditos y 191 la mayora de ellos haban gozado de gran estimacin por su celo y piedad en la comunin romana. Su conocimiento de los misterios de Babilonia les daba autoridad para testificar contra ella. El principio capital que estos reformadores mantuvieron era el mismo que haban sostenido los valdenses, Wyclef, Lutero, Zuinglio y los que se unieron a ellos, a saber: la infalible autoridad de las Sagradas Escrituras como regla de fe y conducta. Negaban a los papas, concilios, patriarcas y reyes el derecho de dirigir la conciencia en materia de

religin. La Biblia era su autoridad, y por sus enseanzas ponan a prueba toda doctrina y toda afirmacin. La fe en Dios y su palabra sostuvo a estos santos varones al dar su vida en la hoguera. Cuando las llamas iban a apagar su voz, le deca Latimer a Ridley, su compaero de martirio: "Ten buen nimo, que hoy, por la gracia de Dios, confo en que encenderemos en Inglaterra una luz que nunca ser apagada." 192 Alianza Entre la Iglesia y el Mundo - 34 PERO Satans no estaba satisfecho. Slo tena poder sobre el cuerpo, y no poda lograr que los fieles renunciasen a su fe y esperanza, porque aun en la muerte triunfaban con la brillante esperanza de inmortalidad a la resurreccin de los justos. La energa de estos cristianos era sobrehumana. Sin dormirse ni por un momento, mantenan ceida la armadura de Cristo, dispuestos a contender, no slo con enemigos espirituales, sino con Satans en forma de hombres cuyo constante grito era: "Renunciad a vuestra fe o morid." Estos pocos cristianos eran firmes en Dios y mas valiosos a sus ojos que la mitad de un mundo que llevaba el nombre de Cristo y era cobarde en su causa. Aunque la iglesia era perseguida, sus miembros permanecan unidos en amor, y seguan firmes en Dios. A los pecadores no se les permita unirse con la iglesia. nicamente podan ser discpulos de Cristo quienes estuviesen dispuestos a abandonarlo todo por l, y quisiesen ser pobres, humildes y en todo semejantes al divino Maestro. Despus de esto vi que Satans consultaba con sus ngeles para considerar cuanto haban ganado. Era cierto que por medio del temor a la muerte haban logrado que algunas almas tmidas no abrazaran la verdad; pero muchos, que aunque tmidos la abrazaron, vieron al punto desvanecidos sus temores. Al presenciar la muerte de sus hermanos y contemplar su firmeza y paciencia, comprendieron que Dios y los ngeles les ayudaban a soportar tantos sufrimientos. As se volvan valerosos y resueltos; y cuando les tocaba la vez de dar la vida, mantenan su fe con tal paciencia y firmeza que aun a sus propios verdugos hacan temblar. 193 Satans y sus ngeles decidieron que haba otro medio aun ms eficaz para que las almas se perdieran, y que dara mejores resultados. Aunque los cristianos se les infligan sufrimientos, su firmeza y la brillante esperanza que los animaba fortalecan al dbil y le habilitaban para arrostrar impvido el tormento y la hoguera. Imitaban el noble proceder de Cristo ante sus verdugos, y por su constancia y la gloria de Dios que los circua, convencan a muchos otros de la verdad. Por lo tanto, resolvi Satans valerse de un procedimiento ms suave. Ya haba corrompido las doctrinas de la Biblia, e iban arraigndose profundamente las tradiciones que haban de perder a millones de personas. Refrenando su odio, resolvi no excitar a sus vasallos a tan acerba persecucin, sino inducir a la iglesia a que disputara sobre varias tradiciones, en vez de la fe entregada una vez a los santos. En cuanto logr Satans que la iglesia recibiese favores y honores del mundo bajo pretexto de recibir beneficios, principi a perder la iglesia el favor de Dios, y fuse debilitando en poder porque rehua declarar las austeras verdades que excluyen los gustos, placeres y aficiones mundanales. La iglesia no es ahora el apartado y peculiar pueblo que era cuando los fuegos de la persecucin estaban encendidos contra ella. Cun empaado est el oro! Cun transmutado el oro finsimo! Si la iglesia hubiese conservado siempre su peculiar y santo carcter, todava permanecera en ella el poder del Espritu Santo que recibieron los discpulos. Sanaran los enfermos, los demonios seran reprobados y echados, y sera la iglesia potente, y el terror de sus enemigos. Vi una numerosa compaa que profesaba el nombre de Cristo, pero Dios no la reconoca por suya. No se 194 complaca en ella. Satans asuma carcter religioso y estaba dispuesto a que la gente se creyese cristiana; y hasta estaba tambin ansioso de que creyeran en Jess, en su crucifixin y resurreccin. An Satans y sus ngeles creen todo esto y tiemblan. Pero si la fe del cristiano no le mueve a buenas obras ni induce a quienes lo profesan a imitar la abnegacin de Cristo, no se conturba Satans, porque como entonces los cristianos lo son slo de nombre y sus corazones continan siendo carnales, l puede emplearlos en su servicio mucho mejor que si no profesaran ser cristianos. Ocultando su deformidad bajo el nombre de cristianos pasan por la vida con profanos temperamentos y sus indmitas pasiones. Esto da motivo a que los incrdulos achaquen a Cristo las imperfecciones de los llamados cristianos, y desacrediten a los de pura e inmaculada religin. Los ministros ajustan sus sermones al gusto de los cristianos mundanos. No se atreven a predicar a Jess y las penetrantes verdades de la Biblia, porque si lo hiciesen, estos cristianos mundanos no quedaran en las iglesias. Sin

embargo, como la mayor parte de ellos son gente rica, los ministros procuran retenerlos, aunque no sean ms merecedores de estar en la iglesia que Satans y sus ngeles. Esto es precisamente lo que Satans quera. Acomod la religin de Jess de suerte que pareciera popular y honrosa a los ojos de los mundanos, ensendosele a la gente que el mundo honrara a los que profesaran la religin. Pero estas enseanzas difieren notablemente de las de Cristo. Su doctrina y la mundanalidad no pueden convivir en paz. Quienes siguen a Cristo han de renunciar al mundo. La lenidad proviene de Satans y sus ngeles, quienes trazaron el plan que siguen los cristianos nominales. Se relataron bonitas fbulas que las gentes creyeron fcilmente, y se agregaron a la iglesia hipcritas y 195 descarados pecadores. Si la verdad hubiese sido predicada en toda su pureza, pronto desertara de la iglesia esta clase de gente. Pero no hubo diferencia entre los que profesaban seguir a Cristo y los mundanos. Dios tena un sagrado e importante mensaje para la iglesia. En caso de haberlo recibido, sta se habra reformado completamente, renaciendo el viviente testimonio que la purgara de hipcritas y pecadores, volvindola de nuevo al favor de Dios. 196 Guillermo Miller - 35 * DIOS envi a su ngel para que moviese el corazn de un agricultor que antes no creyera en la Biblia, y lo indujese a escudriar las profecas. Los ngeles de Dios visitaban repetidamente a aquel varn escogido, y guiaban su entendimiento para que comprendiese las profecas que siempre haban estado veladas al pueblo de Dios. Se le dio el primer eslabn de la cadena de verdades y se le indujo a buscar uno tras otro los dems eslabones hasta que se maravill de la palabra de Dios, viendo en ellas una perfecta cadena de verdades. Aquella palabra que haba considerado no inspirada, se desplegaba ahora esplendente y hermosa ante su vista. Ech de ver que unos pasajes de la Escritura son explicacin de otros, y cuando no entenda uno de ellos lo encontraba esclarecido por otro. Miraba la sagrada palabra de Dios con gozo, a la par que con profundsimo respeto y reverencia. Segn fue prosiguiendo en el escrutinio de las profecas, convencise de que los habitantes de la tierra estaban viviendo sin saberlo en los ltimos tiempos de la historia del mundo. Vio que las iglesias estaban relajadas, que haban desviado su afecto de Jess para ponerlo en el mundo; que ansiaban honores mundanos en vez del honor que proviene de lo alto; que codiciaban riquezas terrenales en vez de allegar tesoros en el cielo. Vio por doquiera hipocresa, tinieblas y muerte. Su nimo estaba desgarrado en s mismo. Dios le llamaba para que abandonara su granja, como haba llamado a Eliseo para que dejara los bueyes y el campo de labranza y siguiese a Elas. Tembloroso 197 empez Guillermo Miller a declarar ante la gente los misterios del reino de Dios, conduciendo a sus oyentes por medio de las profecas al segundo advenimiento de Cristo. Se iba fortaleciendo a cada esfuerzo. As como Juan el Bautista anunci el primer advenimiento de Jess y prepar el camino para su venida, tambin Guillermo Miller y los que se le unieron proclamaron al mundo el segundo advenimiento del Hijo de Dios en las nubes. Se me transport a la era apostlica y se me mostr que Dios haba confiado una obra especial a su amado discpulo Juan. Satans quiso impedir esta obra e indujo a sus siervos a que matasen a Juan; pero Dios le libr milagrosamente por medio de su ngel. Todos cuantos presenciaron el gran poder de Dios en liberacin de Juan, quedaron atnitos, y muchos se convencieron de que Dios estaba con l, y que era verdadero el testimonio que daba de Jess. Quienes trataban de matarlos, temieron atentar de nuevo contra su vida, y le fue permitido seguir sufriendo por Jess. Finalmente sus enemigos le acusaron calumniosamente y fue desterrado a una isla desierta, donde el Seor envi su ngel para revelarle lo que haba de suceder en la tierra y la situacin de la iglesia en el tiempo del fin, con sus apostasas y la posicin que deba ocupar para agradar a Dios y obtener la victoria final. El ngel del cielo llegse majestuosamente a Juan, reflejando en su semblante la excelsa gloria de Dios. Revel a Juan escenas de profundo y conmovedor inters en la historia de la iglesia de Dios, y le represent las peligrosas tribulaciones que habran de sufrir los discpulos de Cristo. Juan los vio atravesando dursimas pruebas en que se fortalecan y purificaban para por fin triunfar victoriosa y gloriosamente salvados en el reino de Dios. El aspecto del ngel rebosaba de 198 gozo y refulga extremadamente al mostrar a Juan el triunfo final de la iglesia de Dios. Al contemplar el apstol la liberacin final de la iglesia, qued arrobado por la magnificencia del espectculo, y con profunda reverencia y pavor postrse a los pies del ngel para adorarle. El mensajero celeste lo alz instantneamente del suelo y suavemente le reconvino diciendo: "Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo, y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jess: adora a Dios; porque el testimonio de Jess es el espritu de la profeca." * Despus el ngel le mostr a Juan la celeste ciudad con todo su esplendor y refulgente gloria; y l,

absorto y abrumado, olvidndose de la anterior reconvencin del ngel, postrse de nuevo a sus pies para adorarle. Tambin esta vez le reconvino el ngel, dicindole: "Mira que no lo hagas: porque yo soy siervo contigo, y con tus hermanos los profetas, y con los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios." * Los predicadores y el pueblo han considerado misterioso el libro del Apocalipsis y de menor importancia que otras partes de las Escrituras sagradas. Pero yo vi que este libro es verdaderamente una revelacin dada en especial beneficio de quienes viviesen en los ltimos das para guiarlos a discernir su verdadera posicin y su deber. Dios dirigi la mente de Guillermo Miller hacia las profecas, y le ilumin en el estudio del Apocalipsis. Si la gente hubiese entendido las visiones de Daniel, seguramente entendieran mejor las visiones de Juan. Pero a su debido tiempo, Dios obr en su siervo elegido, y l, con claridad y el poder del Espritu Santo, explic las profecas demostrando la concordancia entre las visiones de Daniel y las de Juan, as como con otros 199 pasajes de la Biblia e infundi en el nimo de la gente las sagradas y temibles advertencias de la Escritura a que se prepare para el advenimiento del hijo del hombre. Quienes le oyeron quedaron profundamente convencidos y clero y pueblo, pecadores e incrdulos, se convirtieron al seor con propsito de disponerse a comparecer ante el juicio. Los ngeles de Dios acompaaron a Guillermo Miller en su misin. Firme, intrpida y valerosamente, proclamaba el mensaje que se le haba confiado. Un mundo sumido en la maldad y una fra y mundana iglesia eran bastante para actualizar todas sus energas y moverlo a sufrir voluntariamente toda clase de penalidades y privaciones. Aunque combatidos por los que se llamaban cristianos y por el mundo, y abofeteado por Satans y sus ngeles, no cesaba Miller de predicar el evangelio eterno a las multitudes siempre que se le deparaba ocasin, pregonando cerca y lejos el grito: "Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida." * 200 El mensaje del primer ngel - 36 VI QUE Dios estaba en la proclamacin del tiempo en 1843. Era su propsito despertar a la gente y colocarla en un punto de prueba donde se decidiese en pro o en contra de la verdad. Algunos ministros se convencieron de la exactitud de los computados perodos profticos, y dando de mano a su orgullo y renunciando a sus emolumentos y sus parroquias, fueron de lugar en lugar dando el mensaje. Pero como el mensaje del cielo no poda encontrar sitio mas que en el corazn de unos cuantos de los que se llamaban ministros de Cristo, la obra fue confiada a muchos seglares. Unos dejaron sus campos y otros sus tiendas y almacenes para proclamar el mensaje; y aun no faltaron profesionales de carrera liberal que abandonaron el ejercicio de su profesin para sumarse a la obra impopular de difundir el mensaje del primer ngel. Hubo ministros que desechando sus sectarias opiniones y sentimientos se unieron para proclamar la venida de Jess. Doquiera se publicaba el mensaje, conmovase el nimo de la gente. Los pecadores se arrepentan, lloraban e impetraban perdn; y quienes haban cometido algn hurto o desfalco, anhelaban restituir la substraccin. Los padres sentan profundsima solicitud por sus hijos. Los que reciban el mensaje exhortaban a los parientes y amigos todava no convertidos, y con el alma doblegada bajo el peso del solemne mensaje, los amonestaban e invitaban a prepararse para la venida del Hijo del hombre. Eran personas de corazn muy empedernido las que no quisieron ceder a las poderosas pruebas dadas por las cariosas advertencias. Esta obra purificadora de almas apartaba los afectos de las cosas mundanas y los conduca a una consagracin no sentida hasta entonces. 201 Millares de personas abrazaban la verdad predicada por Guillermo Miller, y muchos siervos de Dios se levantaban con el espritu y el poder de Elas a proclamar el mensaje. Como Juan, el precursor de Jess, los que predicaban este solemne mensaje, se vean movidos a poner la segur a la raz de los rboles, y exhortar a los hombres a que diesen frutos de arrepentimiento. Propenda su testimonio a influir poderosamente en las iglesias y manifestar su verdadero carcter. Al resonar la solemne amonestacin de que huyesen de la ira venidera, muchos miembros de las iglesias recibieron el salutfero mensaje, y echando de ver sus apostasas lloraron amargas lgrimas de arrepentimiento y con profunda angustia de nimo se humillaron ante Dios. Cuando el Espritu de Dios se pos sobre ellos, ayudaron a pregonar el grito: "Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida." * La predicacin de una fecha definida para el advenimiento, levant violenta oposicin en todas partes, desde el clrigo en el plpito hasta el ms descuidado y empedernido pecador. El clrigo hipcrita y el descarado burln decan: "Del da y hora, nadie sabe." Ni los unos ni los otros queran ser enseados y corregidos por quienes sealaban el ao en que crean terminaran los perodos profticos y llamaban la atencin a las seales que indicaban que Cristo estaba cerca, a las puertas. Muchos pastores del rebao que aseguraban amar a Jess, decan que no eran

contrarios a la predicacin de la venida de Cristo, sino al sealamiento de la fecha fija de su venida. Pero el omnividente ojo de Dios lea en sus corazones. No deseaban que Jess estuviese cerca. Comprendan que su profana conducta 202 no podra resistir la prueba, porque no andaban por el humilde sendero que trazara Cristo. Los falsos pastores se interpusieron en el camino de la obra de Dios. El convincente poder de la palabra predicada despert a la gente, que como el carcelero empez a preguntar: "Qu es menester que yo haga para ser salvo?" Pero los malos pastores se interpusieron entre la verdad y la gente, predicando cosas halagadoras para apartarla de la verdad. Se unieron con Satans y sus ngeles exclamando: "Paz, paz," cuando no haba paz. Quienes amaban sus comodidades, y estaban contentos lejos de Dios, no quisieron moverse de su carnal seguridad. Vi que los ngeles lo anotaban todo. Las vestiduras de aquellos profanos pastores estaban teidas con la sangre de las almas. Los ministros que no queran aceptar este mensaje salvador, estorbaron a quienes lo hubieran recibido. La sangre de las almas est sobre ellos. Los predicadores y la gente se coligaron en oposicin a este mensaje del cielo, para perseguir a Guillermo Miller y a quienes con l se unan en la obra. Se hicieron circular calumnias para perjudicar su influencia, y diferentes veces, despus de declarar Miller el consejo de Dios e infundir contundentes verdades en el corazn del auditorio, se encenda violenta clera contra l, y al salir del lugar de la reunin le acechaban algunos para quitarle la vida. Pero Dios envi ngeles para protegerle, y le salvaron de manos de las enfurecidas turbas. Su obra no estaba an terminada. Los ms devotos reciban alegremente el mensaje. Conocan que dimanaba de Dios, y que haba sido dado en tiempo oportuno. Los ngeles contemplaban con profundsimo inters el resultado del mensaje celeste, y cuando las iglesias lo rechazaban, consultaban ellos tristemente con Jess, quien apartaba su rostro de las 203 iglesias, ordenando a sus ngeles que velasen fielmente sobre las preciosas almas que no rechazaban el testimonio, porque aun haba de iluminarlas otra luz. Vi que si los que se llamaban cristianos hubiesen amado la aparicin de su Salvador y hubiesen puesto en l sus afectos, convencidas de que nada en la tierra poda compararse a l, habran escuchado gozosos la primera intimacin de su advenimiento. Pero el desagrado que manifestaban al or hablar de la venida de su Seor, era concluyente prueba de que no le amaban. Satans y sus ngeles triunfaban echando en cara a Cristo y sus ngeles que su pueblo escogido tena tan poco amor a Jess que no deseaba su segundo advenimiento. Vi a los hijos de Dios que esperaban gozosamente a su Seor. Pero Dios resolvi ponerlos a prueba. Su mano encubri un error en el cmputo de los perodos profticos.* Quienes esperaban a su Seor no advirtieron la equivocacin ni tampoco la echaron de ver los hombres ms eruditos que se oponan a la determinacin de la fecha. Dios quiso que su pueblo tropezase con un desengao. Pas la fecha sealada, y quienes esperaban con gozosa expectacin a su Salvador quedaron tristes y descorazonados, mientras que quienes haban aceptado el mensaje por miedo, sin desear la aparicin de Jess, se alegraron de que no viniese cuando se le esperaba. Su profesin de fe no haba afectado su corazn ni purificado su conducta. El paso de la fecha estaba bien calculado para dar a conocer el nimo de estos tales, quienes fueron los primeros en oponerse a ridiculizar a los entristecidos y descorazonados fieles que verdaderamente deseaban la aparicin 204 de su Salvador. Vi la sabidura de Dios al probar a su pueblo y proporcionar el medio de descubrir quines se retiraran y volveran atrs en la hora de la prueba. Jess y la hueste celestial miraban con simpata y amor a quienes con dulce expectacin haban anhelado ver a Quien amaban. Los ngeles se cernan sobre ellos y los sostenan en la hora de su prueba. Los que haban rechazado el mensaje permanecieron en tinieblas; y la clera de Dios se encendi contra ellos por no haber recibido la luz que les haba enviado desde el cielo. Pero los desalentados fieles que no podan comprender porqu no haba venido su Seor, no quedaron en tinieblas. Nuevamente se les indujo a escudriar en la Biblia los perodos profticos. La mano del Seor se apart de las cifras, y echaron de ver el error. Vieron ellos que los perodos profticos alcanzaban hasta 1844, y que la misma prueba que haban aducido para demostrar que los perodos profticos terminaban en 1843, demostraba que terminaran en 1844. La luz de la palabra de Dios ilumin su situacin y descubrieron que haba un periodo de tardanza. * "Aunque la visin tardar an por tiempo, mas al fin hablar, y no mentir: aunque se tardare, espralo, que sin duda vendr; no tardar." * En su amor a la inmediata venida de Cristo haban olvidado la demora de la visin, calculada para comprobar quines eran los que verdaderamente esperaban al Salvador. De nuevo sealaron una fecha. Sin embargo, yo vi que muchos de ellos no podan sobreponerse a su desaliento ni llegar al grado de celo y energa que

caracterizara su fe en 1843. Satans y sus ngeles triunfaron de ellos, y los que no haban querido recibir el mensaje se congratulaban 205 de su perspicacia y prudencia en no ceder a la ilusin, como la llamaban. No echaban de ver que estaban rechazando el consejo de Dios contra s mismos y obrando en unin de Satans y sus ngeles para poner en perplejidad al pueblo de Dios que viva de acuerdo con el mensaje celeste. Los creyentes en este mensaje fueron oprimidos en las iglesias. Durante algn tiempo los que no queran recibir el mensaje se abstuvieron por miedo de obrar segn sentan; pero al transcurrir la fecha revelaron sus verdaderos sentimientos. Deseaban acallar el testimonio, que los que esperaban se vean compelidos a dar, de que los perodos profticos se extendan hasta 1844. Con claridad explicaron su error los creyentes y expusieron las razones por las cuales esperaban a su Seor en 1844. Sus adversarios no podan aducir argumentos contra las poderosas razones expuestas. Sin embargo, se encendi la clera de las iglesias y resolvieron negarse a la evidencia y no permitir el testimonio en las iglesias a fin de que los dems no pudieran orlo. Quienes no se avinieron a privar a los dems de la luz que Dios les haba dado fueron expulsados de las iglesias; pero Jess estaba con ellos y se regocijaron a la luz de su faz. Estaban dispuestos a recibir el mensaje del segundo ngel. 206 El Mensaje del Segundo ngel - 37 AL NEGARSE las iglesias a aceptar el mensaje del primer ngel rechazaron la luz del cielo y perdieron el favor de Dios. Confiaban en sus propias fuerzas, y al oponerse al primer mensaje se colocaron en donde no podan ver la luz del mensaje del segundo ngel. Pero los amados del Seor, que estaban oprimidos, aceptaron el mensaje: "Ha cado Babilonia," y salieron de las iglesias. Cerca del trmino del mensaje del segundo ngel vi una intensa luz del cielo que brillaba sobre el pueblo de Dios. Los rayos de esta luz eran tan brillantes como los del sol. Y o las voces de los ngeles que exclamaban: "He aqu, el esposo viene; salid a recibirle." * Era el clamor de media noche que haba de dar poder al mensaje del segundo ngel. Fueron enviados ngeles del cielo para alentar a los desanimados santos y prepararlos para la magna obra que les aguardaba. Los hombres de mayor talento no fueron los primeros en recibir este mensaje, sino que los ngeles se dirigieron a los humildes y devotos, incitndolos a pregonar el grito: "He aqu, el esposo viene; salid a recibirle." Aquellos a quienes se confi la proclamacin de este grito se apresuraron a ello y con el poder del Espritu Santo publicaron el mensaje y alentaron a sus desanimados hermanos. Esta obra no se fundaba en la sabidura y erudicin de los hombres sino en el poder de Dios, y quienes de sus santos escuchaban el clamor no lo podan resistir. Primeramente recibieron este mensaje los ms espirituales, y los que en un principio haban dirigido la obra fueron los ltimos en recibirlo y ayudar a que resonase ms potente el grito: "He aqu, el esposo viene; salid a recibirle." 207 En todas partes del pas brill la luz sobre el mensaje del segundo ngel y el grito enterneci el corazn de millares de personas. Propagse de villa en villa y de ciudad en ciudad, hasta despertar por completo al expectante pueblo de Dios. En muchas iglesias no fue permitido dar el mensaje, y gran nmero de fieles que tenan el viviente testimonio abandonaron aquellas cadas iglesias. El grito de media noche efectuaba una potente obra. El mensaje llegaba a lo ntimo del corazn, e induca a los creyentes a buscar por s mismos una vvida experiencia. Comprendan que no era posible que unos se apoyasen en otros. Los santos esperaban anhelosamente a su Seor con ayunos, vigilias y casi continuas oraciones. Aun algunos pecadores miraban la fecha con terror; pero la gran mayora manifestaba espritu satnico en su oposicin al mensaje. Se burlaban y escarnecan repitiendo por todas partes: "Del da y hora, nadie sabe." Los ngeles malignos los movan a endurecer sus corazones y rechazar todo rayo de luz celeste, para sujetarlos en los lazos de Satans. Muchos que afirmaban su esperanza en Cristo, no tomaban parte en la obra del mensaje. La gloria de Dios que haban presenciado, la humildad y profunda devocin de los que esperaban y el peso abrumador de las pruebas, los movan a declarar que aceptaban la verdad; pero no se haban convertido ni estaban apercibidos para la venida de su Seor. Sentan los santos un espritu de solemne y fervorosa oracin. Reinaba entre ellos una santa solemnidad. Los ngeles vigilaban con profundsimo inters los efectos del mensaje y alentaban a quienes lo reciban, apartndolos de las cosas terrenas para abastecerse en la fuente de salvacin. Dios aceptaba entonces a su pueblo. Jess lo miraba

complacido, porque reflejaba 208 su imagen. Haban hecho un completo sacrificio una entera consagracin y esperaban ser transmutados en inmortalidad. Pero estaban destinados a un nuevo y triste desengao. Pas el tiempo en que esperaban la liberacin. Se vieron an en la tierra, y nunca les haba sido ms evidentes los efectos de la maldicin. Haban puesto sus afectos en el cielo y haban saboreado anticipadamente la inmortal liberacin; pero no se realizaron sus esperanzas. El miedo experimentado por muchos no se desvaneci de momento ni se atrevieron a proclamar su triunfo sobre los desengaados. Pero al ver que no apareca ninguna seal de la ira de Dios, se recobraron del temor que haban sentido y empezaron con befas y burlas. Nuevamente haban sido puestos a prueba los hijos de Dios. El mundo se rea y mofaba de ellos y los vituperaba; pero los que haban credo sin duda alguna que Jess vendra antes de entonces a resucitar a los muertos, transformar a los santos vivientes, aduearse del reino y poseerlo para siempre, sintieron lo mismo que los discpulos en el sepulcro de Cristo: "Se han llevado a mi Seor, y no s dnde le han puesto." * 209 El Santuario - 38 SE ME mostr el amargo desaliento del pueblo de Dios por no ver a Jess en la fecha sealada. No saban porque no haba venido el Salvador, pues no vean prueba alguna de que no hubiese terminado el tiempo proftico. Dijo el ngel: "Ha fallado la palabra de Dios? Ha faltado Dios en cumplir sus promesas? No. Ha cumplido cuanto prometi. Jess se ha levantado a cerrar la puerta del lugar santo del santuario celeste, y ha abierto una puerta en el lugar santsimo, entrando a purificar el santuario. Todos los que pacientemente esperan, comprendern el misterio. El hombre se ha equivocado; pero no ha habido fracaso por parte de Dios. Todo cuanto Dios prometi se ha cumplido; pero el hombre crea equivocadamente que la tierra era el santuario que deba ser purificado al trmino de los perodos profticos. Lo que ha fracasado es la expectacin del hombre, no la promesa de Dios." Jess envi sus ngeles a dirigir la atencin de los desalentados hacia el lugar santsimo a donde l haba ido para purificar el santuario y hacer expiacin especial por Israel. Jess les dijo a los ngeles que todos cuantos le hallaran comprenderan la obra que iba a efectuar. Vi que mientras Jess estuviera en el santuario se desposara con la Nueva Jerusaln, y una vez cumplida su obra en el lugar santsimo descendera a la tierra con regio poder para llevarse consigo las preciosas almas que hubiesen aguardado pacientemente su regreso. Se me mostr lo que haba ocurrido en el cielo al terminar en 1844 los perodos profticos. Cuando Jess concluy su ministerio en el lugar santo, y cerr la puerta de este departamento, densas tinieblas envolvieron 210 a quienes haban odo y rechazado los mensajes de su advenimiento y le perdieron de vista. Jess se revisti entonces de preciosas vestiduras. Alrededor de la orla inferior de su manto ostentaba en alternada sucesin una campanilla y una granada. De sus hombros penda un peto de primorosa labor. Al andar, refulga el peto como los diamantes, agrandando unas letras que a modo de nombres estaban escritas o grabadas en el peto. En la cabeza llevaba algo que pareca una corona. Una vez que estuvo completamente revestido, le rodearon los ngeles y en un flamgero carro penetr tras el segundo velo. Se me orden entonces que observara los dos departamentos del santuario celeste. La cortina que serva de puerta estaba descorrida y se me permiti entrar. En el primer departamento vi el candelabro de siete brazos, la mesa de los panes de la proposicin, el altar de los perfumes y el incensario. Todos los objetos de este departamento parecan de oro pursimo y reflejaban la imagen de quien all entraba. La cortina que separaba los dos departamentos era de diferentes materiales y colores con una hermosa orla en la que haba figuras de oro labrado representando ngeles. El velo estaba levantado y yo mir al segundo departamento, donde vi un arca al parecer de oro finsimo. El borde que rodeaba la parte superior del arca era una hermosa labor en figura de coronas. En el arca estaban las tablas de piedra con los diez mandamientos. Dos preciosos querubines, uno a cada lado del arca, desplegaban las alas sobre ella, tocndose uno con otro por encima de la cabeza de Jess, situado ante el propiciatorio. Estaban los querubines cara a cara, pero mirando hacia el arca, en representacin de toda la hueste anglica que contemplaba con inters la ley de Dios. Entre los querubines haba un incensario de oro, 211 y cuando las oraciones de los santos, ofrecidas con fe, suban a Jess, y l las presentaba a su Padre, una fragante nube emanaba del incensario a manera de humo de bellsimos colores. Encima del sitio en donde Jess estaba ante el arca, haba un brillantsimo resplandor, que no pude mirar. Pareca el trono de Dios. Cuando el incienso ascenda al Padre, el brillante esplendor bajaba del trono hasta Jess y de l se derramaba

sobre aquellos cuyas plegarias haban subido como suave incienso. La luz flua sobre Jess en copiosa abundancia y cubra el propiciatorio, mientras que el flujo de esplendor llenaba el santuario. No pude resistir mucho tiempo el vivsimo fulgor. Ninguna lengua acertara a describirlo. Qued anonadada, y me apart de la majestad y gloria del espectculo. Tambin se me mostr en la tierra un santuario con dos departamentos. Se pareca al del cielo, y se me dijo que era una figura del celeste. Los objetos del primer departamento del santuario terrestre eran como los del celeste. Estaba levantado el velo, de modo que mir en el interior del lugar santsimo, y vi que tambin los objetos eran los mismos que los del santuario celeste. El sacerdote administraba en ambos departamentos del terrestre. Diariamente entraba en el primer departamento, y slo una vez al ao en el lugar santsimo para purificarlo de los pecados all transmitidos. Vi que Jess administraba en ambos departamentos del santuario celeste. El sacerdote entraba en el terrestre con la sangre de un animal en ofrenda por el pecado. Cristo entr en el santuario celeste para ofrecer su propia sangre. Los sacerdotes terrestres eran relevados por la muerte y, por lo tanto, no podan continuar oficiando por ms tiempo; pero Jess era un sacerdote eterno. Por medio de las ofrendas y los sacrificios trados al santuario terrestre, los 212 hijos de Israel se beneficiaban de los mritos del futuro Salvador. Y la sabidura de Dios nos dio los pormenores de esta obra para que mirando atrs hacia ellos comprendisemos la obra de Jess en el santuario celeste. Al expiar Jess en el Calvario exclam: "Consumado es," y el velo del templo se rasg de arriba abajo en dos mitades, para demostrar que los servicios del santuario terrestre haban acabado para siempre, y que Dios ya no vendra al encuentro de los sacerdotes de este templo terrestre para aceptar sus sacrificios. La sangre de Jess fue entonces derramada e iba a ser ofrecida por l mismo en el santuario celeste. As como el sacerdote entraba una vez al ao en el lugar santsimo para purificar el santuario, tambin Jess entr en el lugar santsimo del celeste al fin de los 2.300 das de Daniel 8, en 1844, para hacer la final expiacin por todos cuantos pudiesen recibir el beneficio de su mediacin, y purificar de este modo el santuario. 213 El Mensaje del Tercer ngel - 39 AL CESAR el ministerio de Jess en el lugar santo y pasar al santsimo ante el arca que contena la ley de Dios, envi otro poderoso ngel con un tercer mensaje al mundo. Llevaba el ngel en la mano un pergamino, y al descender poderosa y majestuosamente a la tierra, proclamaba una terrible amonestacin, acompaada de las ms tremendas amenazas que jams se dirigieron contra el hombre. Tena por objeto aquel mensaje poner en guardia a los hijos de Dios, representndoles la hora de tentacin y angustia que los aguardaban. Dijo el ngel: "Habrn de combatir porfiadamente contra la bestia y su imagen. Su nica esperanza de vida eterna es permanecer firmes. Aunque vean sus vidas expuestas a peligro de muerte deben mantener firmemente la verdad." El tercer ngel termin as su mensaje: "Aqu est la paciencia de los santos; aqu estn los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jess." * Al repetir el ngel estas palabras, sealaba al santuario celeste. La mente de cuantos aceptan este mensaje se dirige hacia el lugar santsimo, donde Jess est ante el arca, obrando su final intercesin por todos aquellos para quienes hay todava misericordia, y por los que ignorantemente han quebrantado la ley de Dios. Esta expiacin sirve lo mismo para los justos muertos que para los justos vivos. Incluye a todos los que murieron esperanzados en Cristo, pero que, por no haber recibido luz sobre los mandamientos de Dios, pecaron ignorantemente al transgredir sus preceptos. Despus que Jess abri la puerta del lugar santsimo, vise la luz del sbado, y el pueblo de Dios fue 214 puesto a prueba, como antiguamente los hijos de Israel, para ver si guardaran la ley de Dios. Vi que el tercer ngel sealaba hacia lo alto, indicando a las almas desalentadas el camino al lugar santsimo del santuario celeste. Los que all entraban por fe, hallaban a Jess, y resurgan en ellos la esperanza y el jbilo. Vi que volvan los ojos atrs, desde la proclamacin del segundo advenimiento de Jess hasta la experiencia sufrida al transcurrir la fecha de 1844. Se explicaban entonces el desengao, y de nuevo los alentaba gozosa certidumbre. El tercer ngel haba esclarecido el pasado, el presente y el porvenir, y comprendan que en efecto los haba guiado Dios con su misteriosa providencia. Se me mostr que los remanentes siguieron por fe a Jess en el lugar santsimo y al contemplar el arca cautivles su esplendor. Jess entonces destap el arca y he aqu las tablas de piedra con los diez mandamientos grabados en ellas. Leyeron aquellos vvidos orculos, pero retrocedieron temblorosos al ver que el cuarto mandamiento estaba rodeado

de una aureola de gloria y brillaba en l una luz mucho ms viva que en los otros nueve. Ningn indicio encontraban all de que el descanso sabtico se hubiese abolido o trasladado al primer da de la semana. El mandamiento est escrito tal y segn lo dict la voz de Dios en solemne e imponente majestad sobre el monte entre el fulgor de los relmpagos y el estampido de los truenos. Era el mismo mandamiento que con su propio dedo escribi en las tablas de piedra: "Seis das trabajars, y hars toda tu obra; mas el sptimo da ser reposo para Jehov tu Dios." * Los fieles se admiraron de la solicitud con que estaban cuidados los diez mandamientos, puestos junto a Jehov 215 y cubiertos y protegidos por su santidad. Vieron que haban pisoteado el cuarto mandamiento del Declogo, observando un da establecido por los paganos y papistas en vez del da santificado por Jehov. Se humillaron ante Dios, y lamentaron sus pasadas transgresiones. Vi humear el incienso en el incensario cuando Jess ofreca a su Padre las confesiones y oraciones de los fieles. Al subir el incienso, una refulgente luz descasaba sobre Jess y el propiciatorio y los fervorosos y suplicantes fieles que estaban atribulados por haber descubierto que eran transgresores de la ley, recibieron la bendicin y sus semblantes brillaron de esperanza y jbilo. Se unieron a la obra del tercer ngel y alzaron su voz para proclamar la solemne amonestacin. Aunque al principio la recibieron pocos, los fieles continuaron proclamando enrgicamente el mensaje. Despus vi que muchos abrazaban el mensaje del tercer ngel y unan su voz con la de quienes haban dado primeramente la amonestacin, y honraban a Dios guardando su santificado da de reposo. Muchos de los que aceptaban el tercer mensaje, no haban tenido experiencia de los dos anteriores. Comprendi esto Satans, y en ellos puso su maligna vista para vencerlos. Pero el tercer ngel les sealaba hacia el lugar santsimo, y los que haban tenido experiencia en los pasados mensajes, les indicaban el camino del santuario celeste. Muchos echaron de ver el perfecto eslabonamiento de verdades en los mensajes anglicos, y aceptndolos gozosamente uno tras otro, siguieron al Seor por la fe en el santuario celeste. Se me representaron los mensajes como un ncora para el pueblo de Dios. Quienes los comprendan y acepten quedarn libres de verse arrastrados por las diversas falacias de Satans. 216 El Espiritismo - 40 SE ME present el engao de los golpes de los mdiums espiritistas y vi que Satans puede poner ante nosotros la apariencia de formas simuladoras de nuestros parientes y amigos que duermen en Jess. Resulta como si estos amigos estuvieran verdaderamente presentes, pues hablarn diciendo lo mismo que cuando vivan en el mundo en familiaridad con nosotros, y resonar en nuestro odo su mismo timbre de voz. Todo esto es para engaar al mundo y entramparlo en la creencia de este engao. Vi que los santos deben tener plena comprensin de la verdad presente, que habrn de sostener por las Escrituras. Deben comprender el estado en que se hallan los muertos, porque los espritus diablicos se les aparecern aseverando ser amados parientes o amigos que les declararn doctrinas contrarias al la Escritura. Harn cuanto puedan para excitar su simpata y obrarn milagros ante ellos para confirmar sus declaraciones. El pueblo de Dios debe estar preparado para rechazar a estos espritus con la bblica verdad de que los muertos nada saben y que los aparecidos son espritus de demonios. Debemos examinar cuidadosamente el fundamento de nuestra esperanza, porque de la Escritura hemos de entresacar la razn que hayamos de dar de ella. Este engao espiritista se difundir, y habremos de luchar con l cara a cara, porque si no estamos preparados para ello, quedaremos engaados y vencidos. Pero si por nuestra parte hacemos cuanto podamos para disponernos a afrontar el conflicto que se avecina, Dios har tambin su parte y nos proteger su omnipotente brazo. Enviar a todos los ngeles de la gloria para levantar una valla alrededor de las almas fieles, ms bien que consentir que las engaen y extraven 217 los falaces prodigios de Satans. Vi la rapidez con que se difunda el engao espiritista se me mostr un tren de vagones que marchaba con la velocidad del rayo. El ngel me mand que observara cuidadosamente. Fij la vista en el tren. Pareca que en l iba el mundo entero. Despus me mostr el ngel al jefe del tren, un hermoso y arrogante personaje a quien todos los pasajeros admiraban y reverenciaban. Qued perpleja y le pregunt a mi ngel acompaante quin era aquel jefe. Me respondi: " Es Satans, disfrazado de ngel de luz. Ha cautivado al mundo. Este ha sido entregado a formidables engaos para creer en una mentira a fin de que se condene. Su agente, el que le sigue en categora es el maquinista, y otros agentes suyos estn empleados en diversos oficios, segn los va necesitando, y todos marchan con relampagueante velocidad a la perdicin." Le pregunt al ngel si no haba quedado nadie sin subir en el tren, y l me mand que mirase en opuesta direccin, donde vi una pequea compaa que caminaba por un angosto sendero. Todos parecan firmemente unidos por la verdad. Aquella pequea compaa daba muestras de fatiga, como si hubiesen pasado por muchas pruebas y conflictos. Pareca como si el sol se acabara

de levantar detrs de una nube y brillara sobre sus rostros, dndoles aire de triunfo, cual si estuvieran prximos a ganar la victoria. Vi que el Seor ha dado al mundo la ocasin de descubrir el engao. Si no hubiese otra prueba, bastara para el cristiano la que de los espiritistas no hacen distincin entre lo precioso y lo vil. Satans representa como si estuviera muy exaltado en el cielo a Toms Paine, cuyo cuerpo est ya convertido en polvo y ha de resurgir al fin de los mil aos, cuando la segunda resurreccin, para recibir su recompensa y sufrir 218 la segunda muerte. Satans se sirvi de Toms Paine en la tierra tanto como pudo, y ahora lo emplea en la misma obra pretendiendo que est muy honrado y exaltado en el cielo. Y tal como ense Paine aqu, finge Satans que contina enseando all. Y algunos que mientras estuvo en la tierra miraron con horror su vida y muerte y sus corruptoras enseanzas, se someten ahora a ser enseados por l, por uno de los hombres mas viles y corrompidos, que despreci a Dios y su ley. * El padre de la mentira ciega y engaa a las gentes enviando a sus ngeles para que hablen fingindose apstoles y parezca que contradicen cuanto escribieron en la tierra por inspiracin del Espritu Santo. Estos mentirosos ngeles simulan que los apstoles corrompen sus propias enseanzas y dicen que estaban adulteradas. De este modo se complace Satans en sumir a los que se llaman cristianos, y a toda clase de gente, en incertidumbre respecto a la palabra de Dios. La Santa Biblia se interpone directamente a travs de su camino para desbaratar sus planes; y as, induce a los hombres a que duden del origen divino de la Biblia. Despus muestra al incrdulo Toms Paine, como si al morir hubiese entrado en el cielo, y estuviera ahora unido con los santos apstoles, a quienes odi en la tierra, ocupado en ensear al mundo. 219 Satans seala a cada uno de sus ngeles el papel que han de representar. Les encarga que sean falsos, arteros y astutos. A unos les manda que desempeen el papel de apstoles y hablen por ellos, mientras que a otros les asigna la funcin de incrdulos y malvados que murieron maldiciendo a Dios, para que aparezcan como si ahora fuesen muy religiosos. No hace distincin entre los ms santos apstoles y los ms viles incrdulos. Todos se muestran enseando lo mismo. No le importa a Satans a quin haga hablar, con tal de lograr su objeto. Estuvo ntimamente relacionado con Paine en la tierra, ayudndole en su obra, y por lo tanto, le es muy fcil saber y conocer las palabras y la misma escritura de quien le sirvi tan fielmente y tan bien cumpli su propsito. Satans dict muchos de los escritos de Paine, y as le es cosa fcil expresar su mismos sentimientos por medio de sus ngeles para que parezca que los expresa Paine. Esta es la obra maestra de Satans. Todas las enseanzas que aparentemente proceden de los apstoles, de los santos y de los impos ya muertos, proceden, en realidad, directamente de su majestad satnica. La consideracin de que Satans pretende que un ser a quien l tanto am y que tan cumplidamente odi a Dios est ahora en la gloria con los santos apstoles y con los ngeles, debe bastar para descorrer el velo de todas las mentes y descubrirles las misteriosas y negras obras de Satans, quien en suma dice al mundo y a los incrdulos: "Por muy malvados que seis, aunque creis o dejis de creer en Dios y en la Biblia, vivid como os plazca, que el cielo es vuestra morada, pues todos saben que Toms Paine est en el cielo y tan exaltado, que todos seguramente entraris all." Esto es tan notorio, que todos pueden verlo si quieren. Satans est ahora haciendo, por medio de personas 220 como Toms Paine, lo que siempre trato de hacer desde su cada. Con su poder y sus mentidos milagros, est socavando los fundamentos de la esperanza cristiana y eclipsando el sol que ha de iluminar el angosto sendero que conduce al cielo. Est haciendo creer al mundo que la Biblia no es inspirada, ni mejor que un libro de cuentos cualquiera, mientras que trata de suplantarla con los fenmenos espiritistas. Estos son una agencia enteramente suya, sujeta a su gobierno, y puede hacer creer al mundo cuanto le plazca. Coloca en la sombra, que es donde le conviene colocarlo, el Libro que ha de juzgarle a l y a sus secuaces. Dice que el salvador del mundo fue un hombre como otro cualquiera; y as como los guardias romanos que custodiaban el sepulcro de Jess propalaron el mentiroso informe que los ancianos y los prncipes de los sacerdotes pusieron en sus bocas, los pobres e ilusos adeptos de estos pretendidos fenmenos espiritistas, repetirn y trataran de dar a entender que nada hubo de milagroso en el nacimiento, muerte y resurreccin de nuestro salvador. Despus de relegar a Jess a ultimo trmino, llamarn la atencin de la gente hacia s mismos, a sus milagros y mentidos prodigios, que, segn ellos dicen, superan a las obras de Cristo. As va cayendo la gente en el lazo, adormecindose en un sentimiento de seguridad, para advertir su horrible engao cuando se derramen las siete ltimas plagas. Satans se re al ver cun bien le va saliendo su plan, y que el mundo entero cae en sus redes. 221 Es el Hombre Inmortal? - 41

SATANS comenz sus engaos en el Edn. Le dijo a Eva: "No moriris." Esta fue la primera leccin de Satans sobre la inmortalidad del alma, y ha llevado adelante su engao desde entonces, y lo proseguir hasta que los hijos de Dios salgan de su cautividad. Se me mostr a Adn y Eva en el Edn. Comieron del rbol prohibido, y entonces fue colocada alrededor del rbol de vida la flamgera espada, y los arroj Dios del paraso para que no comieran del rbol de vida y fuesen pecadores inmortales. El fruto de este rbol infunda la inmortalidad. O que un ngel preguntaba: "Quin de la familia de Adn ha traspasado esta flamgera espada y participado del rbol de vida?" Y o que otro ngel responda: "Nadie de la familia de Adn ha traspasado esta flamgera espada ni participado de ese rbol; por lo tanto, ningn pecador es inmortal." El alma que pecare, morir de muerte eterna, una muerte sin esperanza de resurreccin; y entonces se aplacar la ira de Dios. Me asombraba yo de que Satans hubiese logrado tan cumplidamente hacer creer a los hombres que las palabras de Dios: "El alma que pecare, sa morir," * significan que el alma pecadora no morir, sino que habr de vivir eternamente en pena. Dijo el ngel: "La vida es vida, sea en dolor o en dicha. La muerte no tiene dolor ni gozo ni odio." Satans encarg a sus ngeles que se esforzaran especialmente en difundir la mentira enunciada por primera vez a Eva en el Edn: "No moriris." Y cuando la gente acept este error y crey que el hombre era inmortal, Satans la indujo a creer que el pecador vivira eternamente miserable. 222 Despus, prepar Satans el medio de obrar valindose de sus representantes, y pint a Dios ante los ojos de la gente como si fuese un vengativo tirano que arroja en el infierno a cuantos no le son gratos y los fuerza a sentir su clera, complacindose en verles padecer indecibles angustias y retorcerse entre las llamas eternas. Bien saba Satans que si este error era recibido, muchos odiaran a Dios en vez de amarlo y adorarlo; y que muchos tambin acabaran por creer que no se cumpliran literalmente las amenazas de la palabra de Dios, porque sera contrario a su benevolencia y amor hundir en tormentos sin fin a seres por l creados. Otro error en que Satans ha sumido a los hombres es el de olvidarse por completo de la justicia de Dios y de las amenazas de su palabra, representndole como todo misericordia, de suerte que nadie perecer, sino que todos, tanto justos como pecadores, sern al fin salvos en su reino. A consecuencia de los populares errores acerca de la inmortalidad del alma y del tormento eterno, Satans se vale de otra clase de personas para inducirlas a mirar la Biblia como si no estuviese inspirada. Creen que ensea muchas cosas buenas, pero no pueden confiar en ella ni estimarla, porque les han enseado que expone la doctrina del sufrimiento eterno. Satans conduce a otras personas al extremo de negar la existencia de Dios. No aciertan a ver consecuencia en el carcter del Dios bblico que sea capaz de infligir eternos tormentos a una porcin de genero humano. Por lo tanto, niegan la Biblia y a su Autor, y consideran la muerte como un sueo eterno. Hay otra clase de gente medrosa y tmida. A sta, la tienta Satans para que peque, y una vez que ha pecado le imbuye la idea de que la paga del pecado no es la muerte, sino la vida en horribles tormentos que 223 han de sufrirse por toda la eternidad sin fin. Abultando as ante su dbil mentalidad los horrores de un infierno eterno, se apodera Satans de sus nimos y pierden la razn. Entonces Satans y sus ngeles se alegran, y los incrdulos y ateos se unen para vituperar al cristianismo, diciendo que semejantes males son el resultado natural de creer en la Biblia y en su Autor, cuando provienen de admitir una hereja popular. Vi que la hueste celestial se llenaba de indignacin ante aquella audaz obra de Satans. Pregunt porqu haba de permitirse que todos aquellos engaos se apoderasen de las mentes de los hombres, cuando si Dios comisionara a sus ngeles podran quebrantar fcilmente el poder del enemigo. Entonces vi que Dios saba que Satans se valdra de todas las artimaas posibles para perder al hombre, y por lo tanto, hizo escribir su Palabra y manifest sus propsitos de tan clara y explcita manera, que nadie se viese precisado de errar. Despus de dar su palabra al hombre, la resguard para que ni Satans ni sus ngeles pudiesen destruirla ni tampoco ninguno de sus agentes o representantes. Aunque otros libros se destruyesen, aqul haba de ser inmortal. Y acerca del fin de los tiempos, cuando aumentaran los engaos de Satans, se multiplicara el Libro de tal manera que todo el que quisiera podra adquirir un ejemplar y armarse poderosamente contra los engaos y mentidos prodigios de Satans. Vi que Dios haba tenido especial cuidado de la Biblia; pero cuando existan pocos ejemplares de ella, ciertos eruditos cambiaron las palabras de algunos pasajes creyendo que con la enmienda resultaban ms claros, cuando en realidad adulteraban lo que ya estaba claro, hacindolo adaptar a sus particulares opiniones 224 gobernadas por la tradicin. Pero yo vi que la palabra de Dios es en conjunto una perfecta cadena en que cada eslabn se enlaza con el

otro y lo explica. Los sinceros escudriadores de la verdad no estarn expuesto a error, porque la palabra de Dios no slo declara llana y sencillamente cul es el camino de vida, sino que el Espritu Santo los guiar en la comprensin del camino de vida all revelado. Vi que los ngeles de Dios nunca fuerzan la voluntad de nadie. Dios pone ante el hombre la vida y la muerte. Puede elegir. Muchos desean la vida, pero continan marchando por el anchuroso sendero. Prefieren revelarse contra el gobierno de Dios a pesar de su gran misericordia y compasin en dar a su hijo para que por ellos muriese. Quienes no prefieran aceptar una salvacin tan caramente comprada deben ser castigados. Pero yo vi que Dios no les encierra en el infierno para sufrir eternos tormentos ni tampoco se los lleva al cielo, porque ponerlos en compaa de los puros y santos equivaldra a hacerlos miserables. Pero los destruir completamente de modo que resulten como si no hubiesen existido. Entonces quedar satisfecha la justicia de Dios. Form al hombre del polvo de la tierra, y los desobedientes e impos sern consumidos por el fuego y volvern de nuevo al polvo. Vi que la benevolencia y compasin de Dios en este punto, debe conducir a todos a admirar su carcter y adorar su santo nombre. Despus que los impos hayan quedado destrudos y extirpados de la tierra, toda la hueste celestial exclamar: "Amn!" 225 El Fuerte Clamor - 42 VI NGELES que apresuradamente iban y venan de uno a otro lado del cielo, bajaban a la tierra y volvan a subir al cielo, como si se prepararan para cumplir algn notable acontecimiento. Despus vi otro ngel potente, comisionado para bajar a la tierra y unir su voz a la del tercer ngel y dar fuerza y vigor a su mensaje. Gran poder y gloria recibi el ngel y al descender qued la tierra iluminada con su gloria. La luz que rodeaba a este ngel penetraba por doquiera al gritar con fortaleza en alta voz: "Cada es, cada es la grande Babilonia, y es hecha habitacin de demonios, y guardia de todo espritu inmundo, y albergue de todas aves sucias y aborrecibles." Aqu se repite el mensaje de la cada de Babilonia, tal como dio el segundo ngel con aadidura de las corruptelas introducidas en las iglesias desde 1844. La obra de este ngel comienza a tiempo para unirse a la ltima magna obra del mensaje del tercer ngel cuya proclamacin acrecienta en alta voz. As se prepara el pueblo de Dios para afrontar la hora de la tentacin que muy luego ha de asaltarle. Vi que sobre los fieles reposaba una luz vivsima, y que se unan para proclamar sin temor el mensaje del tercer ngel. Otros ngeles fueron enviados desde el cielo en ayuda del potente ngel, y o voces que por doquiera resonaban diciendo: "Salid de ella, pueblo mo, porque no seis participantes de sus pecados, y que no recibis de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades." Este mensaje pareca ser un complemento del tercer mensaje, a l aadido como el clamor de media noche se aadi en 1844 al mensaje del segundo ngel. La gloria de Dios reposaba sobre los pacientes y expectantes 226 santos, quienes valerosamente daban la postrera y solemne amonestacin, proclamando la cada de Babilonia y exhortando al pueblo de Dios a que de ella saliese para escapar a su terrible condenacin. La luz derramada sobre los fieles penetraba por doquiera; y los que en las iglesias tenan alguna luz, y no haban odo ni rechazado los tres mensajes, obedecieron la exhortacin y abandonaron las iglesias cadas. Muchos haban llegado a la edad de la razn y la responsabilidad desde la proclamacin de los mensajes; y la luz brill sobre ellos, deparndoles el privilegio de escoger entre vida o muerte. Algunos escogieron la vida y se unieron con los que esperaban a su Seor y guardaban todos sus mandamientos. El tercer mensaje iba a efectuar su obra. Todos iban a ser probados en l, y las almas valiosas iban a ser llamadas para que saliesen de las congregaciones religiosas. Una compulsiva fuerza movi a los sinceros, al paso que la manifestacin del poder de Dios infundi temor y respeto a los incrdulos parientes y amigos para que no se atrevieran ni pudieran estorbar a quienes sentan en s la obra del Espritu de Dios. El postrer llamamiento lleg hasta los infelices esclavos, y los mas piadosos de ellos prorrumpieron en cnticos de transportado gozo ante la perspectiva de su feliz liberacin. Sus amos no pudieron contenerlos, porque el asombro y el temor los mantenan en silencio. Se obraron potentes milagros. Sanaban los enfermos, y seales y prodigios acompaaban a los creyentes. Dios estaba con la obra, y todos los santos, sin temor de las consecuencias, obedecan al convencimiento de su conciencia, se unan con los que guardaban todos los mandamientos de Dios, y poderosamente proclamaba por doquiera el tercer mensaje. Vi que este mensaje terminara con 227 fuerza y vigor muy superiores al clamor de media noche. Los siervos de Dios, dotados con el poder del cielo, con sus semblantes iluminados y refulgentes de santa consagracin, salieron a proclamar el celestial mensaje. Muchas almas diseminadas por las congregaciones

religiosas respondieron al llamamiento y salieron presurosas de las sentenciadas iglesias, como Lot sali presuroso de Sodoma antes de la destruccin de esta ciudad. Fortalecise el pueblo de Dios con la excelsa gloria que sobre l reposaba en copiosa abundancia, ayudndole a soportar la hora de la tentacin. O multitud de voces que por todas partes exclamaban: "Aqu est la paciencia de los santos; aqu estn los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jess." * 228 Terminacin del Tercer Mensaje - 43 SE ME seal la poca en que terminara el mensaje del tercer ngel. El poder de Dios haba asistido a sus hijos, quienes despus de cumplida su obra estaban preparados para sobrellevar la hora de prueba que les aguardaba. Haban recibido la lluvia tarda o refrigerio de la presencia del Seor y se haba reavivado el viviente testimonio. Por todas partes haba cundido la postrera gran amonestacin, agitando y enfureciendo a los moradores de la tierra que no haban querido recibir el mensaje. Vi ngeles que iban y venan de uno a otro lado del cielo. Un ngel con tintero de escribano en la cintura regres de la tierra y dijo a Jess que haba cumplido su encargo, quedando sellados y numerados los santos. Vi entonces a Jess, que haba estado administrando ante el arca de los diez mandamientos, desprenderse del incensario, y alzando las manos exclamar en alta voz: "Consumado es." Y toda la hueste anglica se quit sus coronas cuando Jess hizo esta solemne declaracin: "El que es injusto, sea injusto todava: y el que es justo, sea todava justificado: y el santo sea santificado todava." * Todas las causas haban sido falladas para vida o para muerte. Mientras Jess administraba en el santuario, haba proseguido el juicio de los justos muertos y luego el de los justos vivientes. Cristo haba recibido su reino, por haber hecho expiacin por su pueblo, habiendo borrado sus pecados. Estaba completo el nmero de los sbditos del reino, y consumado el matrimonio del Cordero. Y el reino y el podero fue dado a Jess y a los herederos de salvacin, y Jess iba a reinar como Rey de reyes y Seor de seores. 229 Al salir Jess del lugar santsimo, o el tintineo de las campanitas de su tnica. Una tenebrosa nube cubri entonces a los habitantes de la tierra. Ya no haba mediador entre el culpable hombre y el ofendido Dios. Mientras Jess estuvo interpuesto entre Dios y el pecador, tuvo la gente un freno; pero cuando dej de estar entre el hombre y el Padre, desapareci el freno y Satans tuvo completo dominio sobre los finalmente impenitentes. Era imposible que fuesen derramadas las plagas mientras Jess oficiase en el santuario; pero al terminar all su obra, y cesar en su intercesin, nada detena ya la ira de Dios que cay furiosamente sobre la desamparada cabeza del culpable pecador que haba descuidado la salvacin y aborrecido las reprensiones. En aquel terrible tiempo, despus de cesar la mediacin de Jess, los santos vivan en presencia del Dios santo sin intercesor. Haba sido decidido todo caso y numerada cada joya. Detvose un momento Jess en el departamento exterior del santuario celeste, y los pecados confesados mientras l estuvo en el lugar santsimo fueron asignados a Satans, originador del pecado, quien deba sufrir su castigo. Entonces vi que Jess se despojaba de sus vestiduras sacerdotales y se revesta de sus ms regias galas. Cean sus sienes multitud de coronas interpuestas corona dentro de corona. Rodeado de la anglica hueste sali del cielo. Caan las plagas sobre los moradores de la tierra. Algunos acusaban a Dios y le maldecan. Otros acudan presurosos al pueblo de Dios en splica de que se les ensease cmo escapar a los juicios divinos. Pero los santos no tenan nada para ensearles. Haba sido derramada la ltima lgrima, ofrecida la ltima angustiosa oracin, soportada la ltima carga y dado el postrer aviso en beneficio de 230 los pecadores. La dulce voz de misericordia ya no haba de invitarlos. Cuando los santos y el cielo entero se interesaban por la salvacin de los pecadores, ellos no haban tenido inters por s mismos. Se les ofreci escoger entre la vida y la muerte. Muchos deseaban la vida, pero no se esforzaron en obtenerla. No escogieron la vida, y ya no haba expiatoria sangre para purificar al culpable ni compasivo Salvador que abogase por ellos y exclamase: "Perdona, perdona al pecador durante algn tiempo todava." Los cielos se haban unido a Jess, al or las terribles palabras: "Consumado es. Ha terminado." El plan de salvacin estaba cumplido, pero pocos haban querido aceptarlo. Y al callar la dulce voz de misericordia, el miedo y el horror invadi a los malvados. Con terrible claridad, oan estas palabras: "Demasiado tarde, demasiado tarde!" Quienes haban menospreciado la palabra de Dios, corran azorados de un lado a otro, errantes de mar a mar y de norte a oriente en busca de la palabra del Seor. El ngel dijo: "Y, no la hallarn. Hay hambre en la tierra; no hambre de pan ni sed de agua, sino de or palabra del Seor. Qu no dieran por or de Dios una palabra de

aprobacin! Pero no; han de seguir hambrientos y sedientos. Da tras da descuidaron la salvacin, estimando en ms las riquezas y placeres de la tierra que los tesoros y alicientes del cielo. Rechazaron a Jess y menospreciaron a sus santos. Los sucios permanecern sucios para siempre." Muchos malvados se enfurecieron grandemente al sufrir los efectos de las plagas. Eran un espectculo de terrible agona. Los padres recriminaban amargamente a sus hijos y los hijos a sus padres, los hermanos a sus hermanas y las hermanas a sus hermanos. Por todas partes se oan fuertes y gemebundos gritos 231 diciendo: "T me impediste recibir la verdad que me hubiera salvado de esta terrible hora." La gente se volva contra sus ministros con reconcentrado odio y los reconvena diciendo: "Nosotros no nos advertisteis. Nos dijisteis que el mundo entero se iba a convertir, y exclamabais 'Paz, paz' para disipar nuestros temores. Nada nos enseasteis acerca de esta hora, y a los que nos precavan contra ella los tildabais de fanticos y malignos que queran arruinarnos." Los ministros no se libraron de la ira de Dios. Sus sufrimientos eran diez veces mayores que los de sus feligreses. 232 El Tiempo de Angustia - 44 VI QUE los santos abandonaban las ciudades y aldeas y se juntaban en grupos para vivir en apartadsimos lugares. Los ngeles los provean de comida y agua, mientras que los malvados sufran hambre y sed. Vi despus que los magnates de la tierra consultaban entre s, y Satans y sus ngeles estaban atareados en torno de ellos. Vi un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de la tierra, ordenando que si dentro de determinado plazo no renunciaban los santos a su peculiar fe y prescindan del sbado para observar el primer da de la semana, quedara la gente en libertad de matarlos. Pero en aquella hora de prueba estaban los santos tranquilos y serenos, esperando en Dios y apoyados en su promesa de que se les abrira un camino de salvacin. En algunos puntos, los malvados se precipitaron contra los santos para matarlos antes de vencer el plazo sealado en el edicto; pero ngeles en figura de guerreros pelearon por ellos. Satans quera tener el privilegio de exterminar a los santos del Altsimo; pero Jess orden a sus ngeles que velaran por ellos. Dios tendra a honra hacer un pacto con quienes haban guardado su ley a la vista de los paganos circundantes; y Jess recibira honra al trasladar sin que vieran la muerte a los fieles expectantes que durante tanto tiempo le haban aguardado. Pronto vi que los santos sufran mortal angustia. Pareca como si estuviesen circudos por los malvados moradores de la tierra. Todas las apariencias estaban en su contra, y algunos empezaron a temer que Dios los hubiese al fin abandonado para dejarlos perecer a manos de los malvados. Pero si sus ojos hubiesen podido abrirse, se hubieran visto rodeados de los ngeles de Dios. Despus lleg la multitud de colricos malvados, 233 y a poco una masa de ngeles malignos que excitaban a los malvados a que matasen a los santos. Mas para acercarse al pueblo de Dios era preciso que los malvados atravesaran por entre la cohorte de potentes y santos ngeles, lo cual era imposible. Los ngeles de Dios los rechazaban y tambin repelan a los ngeles malos que compelan a los malvados. Fue una hora de tremenda y espantosa angustia para los santos. Da y noche impetraban de Dios la liberacin. A juzgar por las apariencias no haba posibilidad de escapar. Los malvados, saboreando de antemano su triunfo, exclamaban: "Por qu no os libra vuestro Dios de nuestras manos? Por qu no os escapis por los aires para salvar la vida?" Pero los santos no los escuchaban. Como Jacob, estaban luchando con Dios. Los ngeles deseaban libertarlos; pero haban de esperar un poco. El pueblo de Dios deba apurar el cliz y ser bautizado con bautismo. Los ngeles, fieles a su misin, continuaban vigilando. Dios no quera que los paganos insultasen su nombre. Se acercaba el tiempo en que iba a manifestar su fortsimo poder y libertar gloriosamente a sus santos. Por la gloria de su nombre libertara a todos los que pacientemente le haban esperado y cuyos nombres estaban escritos en el libro. Se me seal al fiel No. Al desatarse la lluvia y sobrevenir el diluvio, ya No y su familia haban entrado en el arca, y Dios haba cerrado la puerta. No haba advertido fielmente a los moradores del mundo antediluviano, mientras ellos se mofaban de l y le escarnecan. Pero cuando las aguas cubrieron la tierra uno tras otro de los que se iban ahogando vean el arca de que tanta irrisin hicieran, flotante con toda seguridad sobre las olas, y preservando al fiel No y su familia. Anlogamente vi que sera libertado el pueblo de Dios que con tanta fidelidad haba anunciado 234 al mundo la ira venidera. Dios no consentira que los malvados exterminasen a quienes esperaban la traslacin y que no se sometan a los decretos de la bestia ni reciban su marca. Vi que si a los malvados se les permita exterminar a los santos, se alegraran Satans y sus malignas huestes y todos cuantos odiaban a Dios. Y oh, qu triunfo fuera para la satnica majestad, tener podero en la lucha final sobre los que durante largo tiempo haban esperado contemplar a Quien tanto amaban! Quienes se burlaron de la idea de la ascensin de los santos, presenciarn la solicitud de Dios por su pueblo y contemplarn su gloriosa liberacin.

Cuando los santos salieron de las villas y ciudades, los persiguieron los malvados con intento de matarlos. Pero las espadas levantadas contra el pueblo de Dios se quebraron y cayeron tan inofensivas como briznas de paja. Los ngeles de Dios escuchaban a los santos, cuyos clamores, elevados da y noche en splica de liberacin, llegaron ante el Seor. 235 Liberacin de los Santos - 45 DIOS escogi la media noche para libertar a su pueblo. Mientras los malvados se burlaban en derredor de ellos, apareci de pronto el sol con toda su refulgencia y la luna se par. Los malvados se asombraron de aquel espectculo, al paso que los santos contemplaban con solemne jbilo aquella seal de su liberacin. En rpida serie se sucedieron las seales y prodigios. Todas las cosas perecan haber salido de sus quicios. Cesaron de fluir los ros. Aparecieron densas y tenebrosas nubes que entrechocaban unas con otras. Pero haba un claro de persistente esplendor de donde sala la voz de Dios como el sonido de muchas aguas estremeciendo cielos y tierra. Sobrevino un tremendo terremoto. Abrironse los sepulcros y glorificados se alzaron de sus polvorientos lechos los que haban muerto con la fe puesta en el mensaje del tercer ngel y guardaron el sbado, para escuchar el pacto de paz que Dios iba a hacer con quienes haban observado su ley. El firmamento se abra y cerraba en violenta conmocin. Las montaas se bamboleaban como caas batidas por el viento, arrojando peascos por todo el derredor. El mar herva como una caldera y lanzaba piedras a la tierra. Al declarar Dios el da y la hora de la venida de Jess y conferir el sempiterno pacto de su pueblo, pronunciaba una frase y se detena mientras las palabras de la frase retumbaban por toda la tierra. El Israel de Dios permaneca con la mirada fija en lo alto, escuchando las palabras segn iban saliendo de labios de Jehov y retumbaban por toda la tierra con el estruendo de horrsonos truenos. Era un espectculo pavorosamente solemne. Al final de cada frase los santos exclamaban: "Gloria! Aleluya!" 236 Estaban sus semblantes iluminados por la gloria de Dios, y refulgan como el rostro de Moiss al bajar del Sina. Los malvados no podan mirarlos porque les ofuscaba el resplandor. Y cuando Dios derram la sempiterna bendicin sobre quienes le haban honrado guardando el santo sbado, reson un potente grito de victoria sobre la bestia y su imagen. Entonces comenz el jubileo durante el cual deba descansar la tierra. Vi que los piadosos esclavos se alzaban triunfantes y victoriosos, quebrantando las cadenas que los opriman, mientras sus malvados amos quedaban confusos no sabiendo qu hacer, porque los malvados no podan comprender las palabras de la voz de Dios. Pronto apareci la gran nube blanca sobre la que vena sentado el Hijo del hombre. Al vislumbrarse a distancia pareca muy pequea. El ngel dijo que era la seal del Hijo del hombre. Al acercarse a la tierra, pudimos contemplar la excelsa gloria y majestad de Jess al surgir como vencedor. Una comitiva de santos ngeles ceidos de brillantes coronas lo escoltaban en su camino. No hay lenguaje capaz de describir la magnificencia esplendorosa del espectculo. Se iba acercando la vvida nube de insuperable gloria y majestad y pudimos contemplar claramente la amable persona de Jess. No llevaba corona de espinas, sino que cea su frente santa una corona de gloria. Sobre sus vestidos y muslo apareca escrito el ttulo de Rey de reyes y Seor de seores. Su aspecto era tan brillante como el sol del medioda; sus ojos como llama de fuego; y sus pies parecan de latn fino. Resonaba su voz como un concierto armnico de instrumentos msicos. La tierra temblaba ante l; los cielos se apartaron como arrollado pergamino, y las montaas e islas se descuajaron de su asiento. "Y los reyes de la tierra, y los 237 prncipes, y los ricos, y los capitanes, y los fuertes, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peas de los montes; y decan a los montes y a las peas: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de Aquel que est sentado sobre el trono y de la ira del Cordero: porque el gran da de su ira es venido; y quin podr estar firme?" * Los que poco antes hubieran exterminado de la tierra a los fieles hijos de Dios, presenciaban ahora la gloria de Dios que sobre stos reposaba. Y en medio de su terror, los malvados oan las voces de los santos que en gozosas estrofas decan: " He aqu ste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvar." * La tierra se estremeci violentamente cuando la voz del Hijo de Dios llam a los santos que dorman, quienes respondieron a la evocacin y resurgieron revestidos de gloriosa inmortalidad, exclamando: "Victoria! victoria! sobre la muerte y el sepulcro. Dnde est, oh muerte, tu aguijn? dnde, oh sepulcro, tu victoria?" * Entonces, los santos vivientes y los resucitados elevaron sus voces en un prolongado y arrobador grito de triunfo. Aquellos cuerpos que haban bajado a la tumba con los estigmas de la enfermedad y la muerte resucitaron inmortalmente sanos y vigorosos. Los santos vivientes fueron transmutados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y arrebatados con los salidos del sepulcro, fueron todos juntos a encontrar a su Seor en el aire. Oh, y cun glorioso encuentro fue se! Los amigos separados por la muerte volvieron a unirse para no separarse ms.

La nube que a Jess serva de vehculo llevaba alas a ambos lados, y debajo ruedas vivientes. Al girar las ruedas exclamaban Santo! y al batir las alas, gritaban Santo! La comitiva de santos ngeles que rodeaba 238 la nube, exclamaba: "Santo, santo, santo, Seor Dios omnipotente." Y los santos que estaban en la nube exclamaban: "Gloria! Aleluya!" Y el carro de nube rodaba hacia la santa ciudad. Antes de entrar en ella, se ordenaron los santos en un cuadro perfecto con Jess en el centro. Sobresala de cabeza y hombros por encima de los santos y de los ngeles, de modo que todos los del cuadro podan ver su majestuosa figura y amable continente. 239 La Recompensa de los Santos - 46 DESPUS vi gran nmero de ngeles que de la ciudad traan brillantes coronas, una para cada santo, y cuyo nombre estaba inscripto en ella. Cuando Jess pregunt por las coronas, los ngeles se las presentaron, y con su propia mano derecha cilas en la cabeza de los santos. Y de la misma manera trajeron los ngeles arpas, y se las present a los santos. Los ngeles caudillos preludiaban la nota del cntico entonado por todas las voces en agradecida y dichosa alabanza. Todas las manos pulsaron hbilmente las cuerdas del arpa, dejando or melodiosa msica en fuertes y perfectos acordes. Despus vi que Jess conduca a los redimidos a la puerta de la ciudad; y al llegar a ella, la hizo girar sobre sus goznes, y mand que entraran cuantas gentes hubiesen guardado la verdad. Dentro de la ciudad haba todo lo que puede agradar a la vista. Los redimidos contemplaban abundante gloria por doquiera. Despus mir Jess a sus redimidos santos, cuyo aspecto irradiaba esplendor, y fijando en ellos sus cariosos ojos, dijo con su armoniosa y celeste voz: "Contemplo el trabajo de mi alma, y estoy satisfecho. Vuestra es esta excelsa gloria para disfrutarla eternamente. Terminaron vuestras tristezas. No habr ms muerte ni llanto ni clamor ni dolor." Vi que la hueste de los redimidos se postraba y arrojaba sus brillantes coronas a los pies de Jess; y cuando su bondadosa mano los alz del suelo, pulsaron sus ureas arpas y llenaron el cielo con su deleitosa msica y cnticos al Cordero. Despus vi que Jess conduca a su pueblo al rbol de vida, y nuevamente omos su hermosa voz, ms dulce que cuantas melodas escucharon jams los mortales, decir: "Las hojas de este rbol son para la sanidad 240 de las naciones. Comed todos de ellas." El rbol de vida daba hermossimos frutos, de que los santos podan participar libremente. En la ciudad haba un brillantsimo trono, del que manaba un puro ro de agua de vida, clara como el cristal. A uno y otro lado de este ro estaba el rbol de vida, y en las mrgenes haba otros hermosos rboles que llevaban fruto bueno para comer. Las palabras son demasiado pobres para intentar una descripcin del cielo. Siempre que se vuelve a presentar ante mi vista, el espectculo me anonada de admiracin. Transportada por el insuperable esplendor y la excelsa gloria, dejo caer la pluma, exclamando: "Oh! qu amor, qu maravilloso amor!" El ms enftico lenguaje sera incapaz de describir la gloria del cielo ni las incomparables profundidades del amor del Salvador. 241 La Tierra Desolada - 47 SE ME llam de nuevo la atencin hacia la tierra. Los malvados haban sido destrudos y sus cadveres yacan por el suelo. Las siete ltimas plagas haban derramado la ira de Dios sobre los habitantes de la tierra, hacindoles morderse la lengua de dolor y maldecir a Dios. Los falsos pastores haban sido especial objeto de la ira de Jehov, pues aun estando en pie se haban consumido sus ojos en sus rbitas y su lengua en su boca. Despus de haber librado a los santos la voz de Dios, los malvados se volvieron unos contra otros. La tierra qued inundada de sangre y cubierta de cadveres desde uno a otro confn. Pareca un desolado desierto. Las urbes y ciudades yacan en ruinas causadas por el terremoto. Las montaas, descuajadas de su asiento, haban dejado amplias cavernas. Sobre toda la superficie de la tierra estaban esparcidos los desmochados peascos que haba lanzado el mar o se haban desprendido de la misma tierra. Corpulentos rboles desarraigados estaban tendidos por el suelo. La desolada tierra iba a ser la mansin de Satans y sus malignos ngeles durante mil aos. All quedara Satans recludo, vagabundo y errante por toda la tierra para ver las consecuencias de su rebelin contra la ley de Dios. Durante mil aos podra gozar del fruto de maldicin que haba ocasionado. Recludo en la tierra, no tendr Satans ocasin de ir a otros planetas para tentar y molestar a quienes no han cado. En todo aquel tiempo sufrir muchsimo. Desde su cada estuvieron en constante actividad sus malignos rasgos; pero entonces quedar desposedo de su poder, y obligado a reflexionar en el papel que desempe desde su cada y mirar con trmulo terror 242 el pavoroso porvenir, cuando haya de penar por todo el mal que hizo y recibir el castigo de cuantos pecados indujo a cometer.

O exclamaciones de triunfo de los ngeles y de los santos redimidos, que resonaban como diez mil instrumentos msicos, pues ya no se veran molestados ni tentados por Satans, y los habitantes de otros mundos quedaban libres de su presencia y tentaciones. Despus vi tronos en que estaban sentados Jess y los redimidos. Los santos reinaban como reyes y sacerdotes de Dios. En unin con su pueblo juzgaba Cristo a los muertos malvados, comparando sus acciones con el libro del estatuto, la palabra de Dios, y fallando cada caso segn lo hecho con el cuerpo. Despus sentenciaban a los malvados a la pena que deban sufrir de conformidad con sus obras, y quedaba escrita frente a sus nombres en el libro de muerte. Tambin Satans y sus ngeles fueron juzgados por Jess y los santos. El castigo de Satans haba de ser mucho ms terrible que el de aquellos a quienes enga. Su sufrimiento haba de ser incomparablemente mayor. Despus de perecer todos los que l haba engaado, Satans seguira viviendo para sufrir mucho ms tiempo. Terminado al cabo de los mil aos el juicio de los muertos malvados, sali Jess de la ciudad seguido de los santos y de una comitiva de la hueste anglica. Descendi Jess sobre una gran montaa, que, tan pronto como pos en ella los pies, se parti en dos mitades convirtindose en dilatada llanura. Entonces alzamos los ojos y vimos la grande y hermosa ciudad con doce cimientos y doce puertas, tres en cada lado y un ngel en cada una. Nosotros exclamamos: "La ciudad! la gran ciudad! desciende del cielo, de Dios." Y descendi en todo su esplendor y gloria; asentndose en la vasta llanura que para ella preparara Jess. 243 La Segunda Resurreccin - 48 ENTONCES Jess sali de la ciudad con la comitiva de santos ngeles y de los redimidos santos. Los ngeles rodearon a su Jefe y le escoltaron durante el camino, seguidos de los santos. Despus; con terrible y pavorosa majestad, Jess llam a los muertos malvados que resucitaron con los mismos dbiles y enfermizos cuerpos con que haban bajado al sepulcro. Qu espectculo! Qu escena! En la primera resurreccin todos surgieron con inmortal florescencia; pero en la segunda estaban visibles en todos los estigmas de la maldicin. Juntos resucitaron los reyes y magnates de la tierra, los bajos y ruines, los eruditos y los ignorantes. Todos contemplaban al Hijo del hombre; y los mismos que le despreciaron y escarnecieron; los que le pusieron la corona de espinas en su sagrada frente; los que le hirieron con la caa, le contemplaban en toda su regia majestad. Los que le escupieron al rostro en la hora de su prueba, rehuan su penetrante mirada y la refulgencia de su semblante. Quienes le traspasaron manos y pies con los clavos, miraban los estigmas de la crucifixin. Quienes alancearon su costado contemplaban en su cuerpo la seal de sus crueldades. Y conocan que era el mismo a quien haban crucificado y escarnecido en su expirante agona. Y exhalaron un prolongado gemido de angustia al huir para esconderse de la presencia del Rey de reyes y Seor de seores. Todos intentan ocultarse en las rocas y escudarse de la terrible gloria de Aquel a quien en otro tiempo despreciaron. Y abrumados y afligidos por la majestad y excelsa gloria de Jess, levantan unnimemente las voces, y exclaman con terrible claridad: "Bendito el que viene en el nombre del Seor!" * 244 Entonces Jess y los santos ngeles, acompaados de los santos, regresan a la ciudad, y los amargos lamentos y lastimeros gemidos de los condenados llenan el aire. Vi que Satans reanudaba a la sazn su obra. Recorri las filas de sus vasallos fortaleciendo a los dbiles y flacos, dicindoles que l y sus ngeles eran poderosos. Seal los incontables millones que haban resucitado, entre quienes estaban esforzados guerreros y reyes muy expertos en la guerra y conquistadores de reinos. Tambin se vean poderosos gigantes y capitanes valerosos que nunca perdieron batalla alguna. All estaba el soberbio y ambicioso Napolen cuya presencia haba estremecido a los reinos. Estaban tambin hombres de elevada estatura y significado porte que murieron en batalla mientras andaban sedientos de conquistas. Al salir del sepulcro reasuman el curso de sus pensamientos que interrumpiera la muerte. Conservaban el mismo afn de conquista que los rega al caer en el campo de batalla. Satans consult con sus ngeles y despus con aquellos reyes, conquistadores y hombres poderosos. En seguida se encar con el nutrido ejrcito, diciendo que los de la ciudad eran pocos y dbiles, por lo que podan ir contra ella y tomarla, arrojar a sus habitantes y aduearse de sus riquezas y glorias. Logr Satans engaarlos e inmediatamente se dispusieron para la batalla. Haba en aquel numeroso ejrcito muchos hombres ingeniosos que construyeron toda especie de pertrechos de guerra. Hecho esto, se pusieron en marcha

acaudillados por Satans seguido de inmediato por los reyes y guerreros, y ms atrs la multitud organizada en compaas al mando de un capitn. Marchaban en completo orden por la resquebrajada superficie de la tierra en direccin a la santa ciudad. Cerr Jess las puertas y el ejrcito enemigo 245 se asent en orden de batalla asediando la ciudad en espera de un tremendo conflicto. Jess, la hueste anglica y los santos cuya cabeza cean las brillantes coronas, subieron a lo alto de los muros de la ciudad. Jess habl majestuosamente diciendo: "Mirad, pecadores, la recompensa de los justos. Y mirad, mis redimidos la recompensa de los malvados." La vasta multitud contempl a los gloriosos redimidos sobre las murallas de la ciudad, y recay su valor al ver la refulgencia de las brillantes coronas de ellos y sus rostros radiantes de gloria que reflejaban la imagen de Jess, y la insuperable gloria y majestad del Rey de reyes y Seor de seores. Invadiles el sentimiento del tesoro y de la gloria que haban perdido, y se convencieron de que la muerte es la paga del pecado. Vieron a la santa y dichosa compaa a que menospreciaran, revestida de gloria, honor, inmortalidad y eterna vida mientras que ellos estaban fuera de la ciudad entre todo lo ms ruin y abominable de la tierra. 246 El Fin de la Controversia - 49 SATANS se precipita en medio de sus secuaces e intenta excitar a la multitud a la accin. Pero el fuego del Dios del cielo cae sobre ellos y consume conjuntamente al magnate, al noble, al poderoso, al pobre y al miserable. Vi que unos quedaban rpidamente aniquilados mientras que otros sufran por ms tiempo. A cada cual se le castigaba segn las obras que hiciera en el cuerpo. Algunos tardaban muchos das en consumirse, y aunque parte de su cuerpo estaba ya consumido, el resto conservaba la plena sensibilidad para el sufrimiento. Dijo el ngel: "El gusano de vida nunca morir ni su fuego se apagar en tanto haya una partcula que consumir." Satans y sus ngeles sufrieron largo tiempo. Sobre Satans pesaba no slo el castigo de sus propios pecados sino el de todos los de la redimida hueste que haban sido puestos sobre l. Adems, deba sufrir por la ruina de las almas a quienes engaara, Despus vi que Satans con toda la malvada hueste estaban ya aniquilados y satisfecha la justicia de Dios. La cohorte anglica y los santos redimidos exclamaron en alta voz: "Amn!". Dijo el ngel: "Satans es la raz, y sus hijos son las ramas. Ya estn consumidos raz y ramas. Han muerto con muerte eterna. Nunca resucitarn y Dios tendr limpio el universo." Entonces mir y vi que el mismo fuego que haba consumido a los malvados quemaba los escombros y purificaba la tierra. Volv a mirar, y vi la tierra purificada. No quedaba ni la ms leve seal de maldicin. La quebrada y desigual superficie de la tierra era ya una dilatada planicie. El universo de Dios estaba limpio y haba terminado para siempre la gran controversia. Todo cuanto mirbamos 247 y doquiera posbamos la vista era santo y hermoso. La hueste de redimidos, viejos y jvenes, grandes y pequeos, arrojaron sus brillantes coronas a los pies del Redentor, y, postrndose reverentemente ante l, adoraron al que vive por siempre. La hermosa tierra nueva con toda su gloria era la eterna heredad de los santos. El reino y el seoro y la grandeza del reino bajo todo el cielo se dio entonces a los santos del Altsimo que haban de poseerlo por siempre jams.

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