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La cruz y la resurrección de Cristo
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La cruz y la resurrección de Cristo
Libro electrónico242 páginas4 horas

La cruz y la resurrección de Cristo

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El mensaje central de la Palabra de Dios es la Cruz de Cristo. El Dr. Bailey ha planteado reverentemente este estudio de la Cruz de Cristo y ha ilustrado bellamente el amor, la sabiduría y la humildad de nuestro Señor demostrada en este evento. Este breve libro ungido discurre acerca de los sufrimientos de Cristo en la Cruz para obtener un entendimiento profundo de uno de los acontecimientos más sagrados en la historia de la humanidad; ¡para que desarrollemos un mayor amor y aprecio por lo que el Cordero de Dios hizo por nosotros!“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejantes a él en su muerte” (Filipenses 3:10).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 jun 2018
ISBN9781596656000
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    es fabulo el vivir por Cristo porque el ya lo hizo todo por nosotros somos libres de pecado y listos para servirle solo a El amen.

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La cruz y la resurrección de Cristo - Dr. Brian J Bailey

Crucificado.

PRIMERA PARTE

EL SIGNIFICADO DE

LA CRUZ DE CRISTO

CAPÍTULO 1

LA CRUZ EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

En el Antiguo Testamento, la cruz era una maldición. Leemos en Deuteronomio 21:22-23: Si alguno hubiere cometido un crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad.

Los judíos nunca ejecutaban a nadie por crucifixión. Deuteronomio 21:22-23 se refiere a criminales que ya habían sido ejecutados. Si la persona ajusticiada había cometido un crimen aborrecible, su cuerpo era colgado de un árbol como señal de vergüenza. Sin embargo, por ley, el cuerpo tenía que ser removido del árbol antes de la caída de la noche.

La muerte por crucifixión era una maldición. Esta declaración es confirmada por Gálatas 3:13: Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero. Aquí el Apóstol Pablo está citando Deuteronomio 21:22 casi literalmente. Dios Padre había determinado que Su Hijo amado sufriría la maldición de la ley, siendo maldecido por Su muerte en la cruz.

Otro aspecto de la cruz era la gran vergüenza que este método de ejecución significaba. Pablo dice en Hebreos 12:2: Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Ser crucificado era vergonzoso, pero Jesús lo soportó para que nosotros pudiéramos tener vida eterna.

Básicamente, la maldición es el juicio de Dios sobre la persona que cuelga de la cruz. Por Su muerte en la cruz, Jesús fue, de hecho, rechazado por Dios y sujeto a Sus castigos. Esto fue evidente cuando Jesús clamó en la cruz: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado? (Mt. 27:46). Jesús soportó terribles sufrimientos en la Cruz en Su espíritu, alma y cuerpo. Estos sufrimientos fueron el resultado del castigo de Dios Padre sobre el pecado. Cuando Jesús bebió el contenido de esa copa en el Huerto de Getsemaní, Él, que no conocía pecado, se convirtió en pecado por la humanidad.

La vergüenza que Él padeció vino de los hombres que despreciaron al Único sobre la cruz, burlándose y escupiéndole. Leemos en Salmos 22:7-8: Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía.

Somos exhortados por el Apóstol Pablo en Hebreos 13:13: Salgamos, pues a él, fuera del campamento, llevando su vituperio. Pocos cristianos desean ser asociados con el desprecio y la vergüenza de la cruz de Cristo, prefiriendo en cambio vestirse con  una respetuosa religiosidad. Sin embargo, como cristianos, somos llamados a llevar nuestra cruz en cualquier forma que ésta tome.

En Génesis, el Libro del Principio, virtualmente todos los grandes propósitos de Dios para Su creación son revelados por medio de tipos o sombras espirituales. Como leemos en Génesis 1:26: ...dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. El hombre, por tanto, es hecho a imagen de Dios. Tenemos un carácter similar al de Dios, y nuestra forma física lo refleja a Él. Si tú has visto al Señor, sabes que todos nos parecemos a Él. Por lo tanto, somos hechos como el Padre y como el Hijo, y somos muy preciosos a Sus ojos.

Adán y Eva

Cuando Adán y Eva fueron puestos en el Jardín del Edén estaban en estado de inocencia. Adán poseía un conocimiento tan profundo que fue capaz de nombrar más de quinientas mil diferentes especies de los reinos animal y vegetal, de acuerdo con su naturaleza. Sin embargo, Adán y Eva no tenían conocimiento del bien y del mal. El hombre fue creado en un estado de inocencia. ¿En qué forma no era como Dios? ¿Qué parte de Sí mismo no reprodujo Dios en el acto de la creación? Él hizo un cuerpo físico que sería como el de Sí mismo. Le dio al hombre personalidad; pero hubo algo que no le podía dar en ese momento. ¿Qué fue? Dios no le podía dar Su santidad al hombre. El hombre fue creado en estado de inocencia, pero no era un ser santo. La santidad es diferente de la inocencia. Una persona santa es aquella que ha sido tratada y separada del mal.

Dios le proporcionó al hombre un medio por el cual podría llegar a ser santo. El hombre recibió la oportunidad de escoger entre la obediencia y la desobediencia. A Satanás se le permitió engañar al hombre a través de la serpiente. Adán sabía exactamente qué estaba pasando. Sin embargo, debido a su amor por Eva y a su deseo por salvarla, Adán eligió comer del fruto prohibido para volverse como Eva. Adán lo hizo en desobediencia a Dios. El último Adán, o el Segundo Adán, Jesucristo hizo lo mismo, pero en obediencia a Dios. Él se convirtió en pecado para salvar a Su Esposa, la Iglesia.

Adán trató de cubrirse a sí mismo y a Eva con hojas de parra, pero éste no era el método de Dios. Él los cubrió con pieles de animales. La única forma de conseguir una piel, es matando al animal. Por lo tanto, Dios les estaba mostrando que Él iba a vestir y cubrir el pecado de la humanidad; pero la única forma de hacerlo era a través de la muerte. Alguien tenía que morir en vez del hombre.

Esta verdad también se ve en las predicciones proféticas acerca de la cruz. Todo el Antiguo Testamento prefigura la cruz, y el Nuevo Testamento mira hacia la cruz. En Génesis 3:15, después de la caída del hombre, leemos las palabras que Dios le dijo a la serpiente, que representaba a Satanás: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.

Con estas palabras, Dios Padre aludía a la cruz. La muerte de Jesucristo está prefigurada en el versículo 21, que dice: Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Por medio de la muerte de un animal, el cual cubrió el pecado de Adán y a Eva.  Dios indicó desde el principio y exactamente lo que Él iba a hacer para resolver el asunto del pecado. Ahí tenemos, otra vez desde el  principio, un tipo de la muerte de Cristo. A Dios no le tomó por sorpresa la crucifixión de Jesús. La cruz fue pre-planeada y pre-ordenada por Dios. Fue obvio desde el principio que la cruz iba a ser el mensaje central de la Palabra de Dios y de Su dispensación.

Abraham e Isaac

La cruz también es revelada en la vida de Abraham y de su amado hijo Isaac. Abraham le dijo a Dios en Génesis 15:2-3: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa.

Dios le respondió en Génesis 15:4-6, diciendo: Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y él creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.

Como una señal de la promesa, a Abraham se le ordenó ofrecer ciertos sacrificios. Leemos en Génesis 15:9: Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino.

Dios le ordenó a Abraham ofrecer los siguientes sacrificios: una becerra, una cabra, un carnero, una tórtola y un palomino. La becerra era la ofrenda para la purificación del pecado. La cabra fue la ofrenda para el pecado de la ignorancia. El carnero era la ofrenda para la consagración. La tórtola y el palomino eran la ofrenda voluntaria de los pobres para expresar su amor y devoción a Dios. De cierta forma, todos somos pobres a Su vista, y comparados con Él, nosotros somos menos que nada.

La historia continúa en Génesis 15:10-12: Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; más no partió las aves. Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba. Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.

El horror de una gran oscuridad cayó sobre Abraham. Ésa es una experiencia que algunas veces tenemos cuando Dios está próximo a hacer algo extraordinario y de significado eterno en nuestras vidas. Sentimos que sobre nosotros cae una completa oscuridad. El propósito de esta experiencia es que nos demos cuenta de nuestra propia inutilidad y de cuán poco somos, y de que sepamos con certeza que aquello que Dios hace en nuestras vidas es totalmente divino y no tiene nada que ver con nosotros.

Génesis 15:17 dice: Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos.  Cuando se hacía un pacto en el Antiguo Testamento, las dos personas que hacían el pacto caminaban juntas entre los pedazos de carne. En este incidente inusual, no fue Abraham el que caminó entre los pedazos, sino que Dios Padre y Dios Hijo.

Aquí tenemos el pensamiento del Padre y el Hijo caminando juntos entre estos pedazos y confirmando el pacto a Abraham. Por esta razón, son el Padre y el Hijo los que van a  hacer realidad todos los propósitos que Dios tiene para la descendencia de Abraham.

Isaac fue el hijo de la promesa a través de quien los propósitos de Dios para Abraham se cumplirían, como leemos en Génesis 17:19: Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él.

La vida de Abraham fue también una sombra de la vida de Dios Padre, porque a Abraham también se le pidió sacrificar a su hijo prometido, Isaac. Leemos en Génesis 22:1-2: Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.

En obediencia a Dios, Abraham se encaminó a la montaña en la madrugada del siguiente día y llevó a Isaac consigo. Mientras Abraham se estaba preparando para sacrificar a Isaac, el ángel del Señor lo paró: Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único (Gn. 22:11-12).

Entonces el Señor le dijo a Abraham: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos (Gn 22:16-17). Así, Abraham fue llamado a ser como Dios, que es llamado también el Señor de la Cosecha, Baalhamon. El propósito de Dios era que Abraham fuera excesivamente fructífero y que diera fruto aun a una edad muy madura.

En el Nuevo Testamento entendemos lo que pasaba en el corazón de Abraham en ese momento, cuando leemos en Hebreos 11:17-19: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aún de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir. Al ofrecer a su único hijo engendrado a través de Sara, Abraham representaba en sombra el amoroso y voluntario sacrificio del Padre Celestial entregando a Su único Hijo engendrado, nuestro Señor Jesucristo.

Estas sombras son de valor sólo porque Dios es todopoderoso y capaz de hacer realidad las cosas que Él declara. El profeta Isaías nos ilumina en relación con el consejo de Dios en Isaías 46:10: Que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero. Sólo Dios puede hacer eso. Isaías también retó a todos aquellos que adoraban ídolos al preguntarles si sus ídolos eran capaces de predecir el futuro y si tenían poder para hacer que sus predicciones se cumplieran. ¿Por qué puede Dios declarar lo que va a pasar? Porque Él tiene el poder para hacer que las cosas pasen.

Los sacrificios y las fiestas

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