Decadencia y Caída Del Imperio Freudiano 2

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Hans J.Eysenck: Decadencia y Cada del Imperio Freudiano

CAPITULO SEGUNDO EL PSICOANLISIS COMO MTODO DE T R ATA M I E N T O

El nico patrn por el que puede regirse la verdad son sus resultados prcticos. Mao-Tse-Tung Para el lego, el psicoanlisis es conocido sobre todo como un mtodo de tratamiento de desrdenes mentales, neurticos y posiblemente psicticos. Ciertamente Freud elabor la teora y mtodos del psicoanlisis, en un principio, para tratar pacientes, y reclam amplios ttulos para tales mtodos. El primero de ellos era que el psicoanlisis curara los desrdenes de los enfermos mentales; el segundo que slo el psicoanlisis era capaz de ello. Su teora de la neurosis y la psicosis esencialmente afirma que las quejas con las que el paciente se presenta ante el psiquiatra o el psiclogo son meramente sntomas de otra enfermedad, profunda y subyacente; a menos de qu esa enfermedad sea curada, no hay esperanza para el paciente. Si tratamos de eliminar los sntomas, bien se presentarn de nuevo, bien tendremos una sustitucin de sntomas, por ejemplo, la emergencia de otro sntoma, tan molesto como el original, o ms an. De ah el desdn de Freud por lo que l llam curas sintomticas, un desdn compartido por sus modernos sucesores. Freud crea que la enfermedad, que subyaca bajo los sntomas mostrados por el paciente era debida a la represin de pensamientos y sentimientos que estaban en conflicto con la moralidad y actitud consciente del mismo; los sntomas eran la erupcin de esos pensamientos y deseos reprimidos e inconscientes. La nica manera de curar al paciente era darle percepcin interior, mediante la interpretacin de sus sueos y de sus lapsus linguae, de sus fallos de memoria y sus actos inadecuados todo lo cual, habiendo sido causado por elementos reprimidos, poda ser utilizado para llegar a su origen. Una vez conseguida esa percepcin, y por ello Freud entenda no slo acuerdo cognitivo con el terapeuta sino tambin aceptacin del nexo causal, los sntomas se desvaneceran y el paciente estara curado. Sin tal percepcin, algn otro tratamiento podra tener xito suprimiendo los sntomas por algn tiempo, pero la enfermedad permanecera. Este modelo, tomado desde el punto de vista mdico sobre la enfermedad, era muy atractivo para los doctores. Estn acostumbrados a or -y a decir- que uno no debe tratar directamente la fiebre, porque no es ms que un sntoma. Lo que debe hacerse es atacar la enfermedad que causa la fiebre, porque sta desaparecer una vez la enfermedad haya sido eliminada. Por supuesto, incluso en medicina general la distincin entre enfermedad y sntoma no es siempre clara: una pierna rota es
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un sntoma, o una enfermedad?. Freud y sus seguidores nunca dudaron sobre la aplicabilidad del modelo mdico a los desarreglos mentales, pero, como vamos a ver, su visin no es obviamente cierta, y se han propuesto puntos de vista alternativos. En aos posteriores Freud se fue volviendo claramente pesimista sobre la posibilidad de usar el psicoanlisis como mtodo de tratamiento; poco antes de su muerte declar que l sera recordado como pionero de un nuevo mtodo para investigar la actividad mental, ms que como un terapeuta, y, como veremos, muy graves dudas han ido surgiendo sobre la eficacia del psicoanlisis como mtodo de tratamiento. No obstante, la mayor parte de sus seguidores, debiendo ganarse la vida como psicoterapeutas, han rehusado seguirle en sus conclusiones pesimistas y todava abogan por la eficacia del psicoanlisis como mtodo curativo. Pocos psicoanalistas aconsejaran hoy su utilizacin para el tratamiento de psicosis tales como la esquizofrenia y la psicosis manaco-depresiva. Aqu hay un acuerdo casi universal en que el psicoanlisis tiene poco que ofrecer; donde ms se insiste en la utilidad del psicoanlisis es en relacin con los desrdenes neurticos, tales como los estados de ansiedad, desrdenes fbicos, neurosis obsesionales y compulsivas, histeria y dems. Est claro que los pacientes no pasaran muchos aos bajo tratamiento, pagando honorarios exorbitantes, a menos de estar convencidos de que el psicoanlisis puede mejorar su estado o, de hecho, curar sus males. Los psicoanalistas han animado siempre esas esperanzas y continan pretendiendo tener xito en el tratamiento de los desrdenes neurticos, una pretensin que nunca ha sido demostrada como autntica. Esta es una acusacin severa, y ser objeto de este captulo y del prximo discutir los hechos con detalle y justificar nuestra conclusin. Antes de ello, empero, consideremos brevemente por qu la cuestin es tan importante. Lo es por dos razones. En primer lugar, si fuera realmente verdad el que el psicoanlisis como mtodo de tratamiento no puede hacer lo que se supone hace, entonces ciertamente el inters del pblico decaera considerablemente. Los gobiernos dejaran de conceder recursos al tratamiento psicoanaltico y a la formacin de psicoanalistas. La consideracin pblica del psicoanalista como un curandero de xito se evaporara, y sus puntos de vista sobre muchos otros temas seran, tal vez, recibidos con menos entusiasmo una vez quedara claro que no poda tener xito ni siquiera en su primera obligacin: curar a sus pacientes. Otra consecuencia importante consistira en que buscaramos otros mtodos de tratamiento y ya no nos veramos obligados a relegar las sedicentes curas sintomticas al olvido, simplemente porque Freud defendi una teora que sugera que tales mtodos no podan dar resultado. Estas consecuencias prcticas son importantes, y considerando el gran nmero de pacientes que padecen desrdenes neurticos (aproximadamente una persona de cada seis presenta serios sntomas neurticos y necesita tratamiento) no puede negligirse el grado de infelicidad y miseria que sera eliminada mediante un tratamiento que tuviera xito. Mantener falsas esperanzas y hacer gastar grandes sumas de dinero en un tratamiento intil, y perder el tiempo a los pacientes, a veces cuatro o ms aos de visita diaria al psicoanalista, es algo que no puede ser tomado a la ligera. Desde el punto de vista cientfico, hay otras consecuencias tericas del fracaso del tratamiento pisicoanaltico que son todava ms importantes. Segn la teora, el
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tratamiento debera tener xito; si el tratamiento no resulta, ello sugiere muy fuertemente que la teora misma no es correcta. Este argumento ha sido a menudo rechazado por los psicoanalistas, que creen que el tratamiento es, hasta cierto punto, independiente de la teora, y que la teora puede ser correcta, incluso a pesar de que la terapia no resulte. Lgicamente, eso es posible; puede haber razones, desconocidas para Freud, que hagan fracasar su tratamiento, aun cuando la teora sea, de hecho, correcta. No obstante, tal contingencia no parece demasiado probable, sobre todo porque tales obstculos no han sido especficamente sugeridos por los psicoanalistas, ni tampoco parecen haber llevado a cabo investigaciones para descubrir tales obstculos. Ciertamente, en un principio, Freud consider el supuesto xito de su terapia como el ms poderoso argumento en favor de su teora. El fracaso de la terapia debiera, por consiguiente, haberle alertado sobre posibles errores en teora, pero no fue as. En todo caso, an ms impresionante que el fracaso de la terapia freudiana es el xito de los mtodos alternativos, que son analizados en el captulo siguiente. Tales mtodos se basan en lo que Freud descalific como tratamiento sintomtico y, segn su teora deban fracasar o, si tenan xito a la corta, a la larga se encontraran con una recada en el sntoma o con alguna especie de sustitucin de sntoma. El hecho de que tales espantosas consecuencias no se produzcan es, como mostraremos, un golpe verdaderamente mortal para toda la teora freudiana. Freud fue muy claro en su prediccin de que basndose en su teora tales consecuencias se produciran: las consecuencias, de hecho, no se producen, y es, por consiguiente, difcil no argumentar que la teora era incorrecta. Este es uno de los pocos casos en los que Freud hizo una prediccin muy clara sobre la base de su teora, y ciertamente tena razn al hacerlo: est claro que la teora exige las consecuencias que l vaticin, y el fracaso de tales consecuencias, o el hecho de que no ocurrieran, debe daar seriamente a la teora. Es, a veces, posible, salvar a una teora de las consecuencias de una prediccin errnea, bien haciendo ligeros retoques en la misma, bien aludiendo a ciertos factores que fueron causa de que la prediccin fallara; nada de esto ha sido intentado por los freudianos, y es difcil ver cmo hubiera podido efectuarse tal salvamento. Yo afirmo, pues, que el estudio de los efectos de la psicoterapia psicoanaltica es de una importancia capital en una evaluacin de la obra de Freud. No es absolutamente concluyente; la terapia puede no funcionar, aunque la teora sea correcta. En lo que concierne a las formulaciones tericas, es precisa mucha cautela para no llegar a conclusiones prematuras y posiblemente injustificadas. Desde el punto de vista prctico, no obstante, no puede haber dudas sobre que si la terapia no funciona, entonces no es correcto que la gente contine siendo persuadida de que debe someterse a tratamiento, gastarse su dinero en ello y adems perder una considerable cantidad de tiempo. Es una caracterstica curiosa del psicoanlisis que hasta hace relativamente poco tiempo, poco se hizo para demostrar su efectividad. Ya desde el principio el mismo Freud se opuso a la prctica mdica corriente de instituir pruebas clnicas para aseverar la eficacia de un nuevo mtodo de teraputica, y sus seguidores. han adoptado sumisamente el mismo proceder. l arguy que las comparaciones estadsticas entre grupos de pacientes tratados con psicoanlisis y otros tratados sin l daran resultados falsos, porque nunca ha habido dos pacientes iguales. Esto
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es perfectamente cierto, pero tambin lo es cuando consideramos las pruebas clnicas para demostrar la eficacia de un determinado especfico. Esto no le ha impedido el progreso de la Medicina mediante el uso de pruebas clnicas, y la mayor parte, si no la totalidad de nuestros conocimientos en farmacologa se basan en el hecho demostrable de que las diferencias individuales irn siendo menos significativas si se observan grupos suficientemente numerosos, y los efectos de los medicamentos. o de otro tratamiento, aparecern en un promedio. Si el psicoanlisis ayuda a algunos, a la mayora, o a todos los pacientes, en el grupo experimental, mientras que la ausencia de psicoanlisis deja a los pacientes del grupo controlado sin mejora alguna, entonces ciertamente deber aparecer un gran promedio de xito del grupo experimental sobre el grupo de control, como resultado de la prueba. Esto es lo que dijo realmente Freud: Partidarios del anlisis nos han aconsejado compensar una coleccin de fracasos mediante una enumeracin estadstica de nuestros xitos. Tampoco he hecho caso de tal sugerencia. Argumento que las estadsticas no tendran ningn valor si las unidades cotejadas no fueran iguales y los casos que han sido tratados no fueran equivalentes en muchos aspectos. Adems, el perodo de tiempo que pudiera tenerse en cuenta sera corto para ser posible juzgar sobre la permanencia de las curaciones; y en muchos casos sera imposible aseverar resultado alguno. Habra personas que habran guardado en secreto tanto su enfermedad como su tratamiento, y cuya curacin, en consecuencia, debera ser tambin mantenida en secreto. La razn ms fuerte contra ello, empero, radica en el reconocimiento del hecho de que en asuntos de terapia, la humanidad es irracional en grado sumo, de manera que no se vislumbra la posibilidad de influenciarla mediante argumentos razonables. A esto puede responderse que la humanidad est muy bien dispuesta a prestar atencin a relatos bien documentados de terapia coronadas por el xito; la gente puede ser irracional, pero no tanto como para preferir teoras presentadas sin pruebas a teoras que llevan consigo una corroboracin experimental bien expuesta. Si debiramos tomar en serio el pesimismo de Freud, nos daramos cuenta de que tal pesimismo no debera limitarse al tratamiento psicoanaltico. El argumento se aplicara igualmente a cualquier forma de tratamiento psicolgico, y tambin a los efectos de los medicamentos en los desarreglos psicolgicos o mdicos. Esto, realmente, no es as, como la historia de la psiquiatra claramente demuestra. Para los que estn de acuerdo con Freud, la nica conclusin a la que se puede llegar es que el psicoanlisis es un tratamiento de valor no demostrado (an ms, de valor indemostrable), y esto debiera impulsar a los analistas, en l futuro, a dejar de ofrecerlo como una forma de terapia para desarreglos psicolgicos, e incluso de insistir en que es el nico tratamiento adecuado. Slo autnticas pruebas clnicas, utilizando un grupo de control no tratado y comparando sus progresos con los hechos por un grupo experimental tratado con psicoanlisis, puede resolver los problemas de establecer una efectividad. Freud, en cambio, se apoy en historias de casos individuales, sugiriendo que el
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hecho de una mejora o una curacin despus de que el paciente se hubiera sometido al psicoanlisis debiera ser una prueba suficiente para sus tesis. Hay tres razones principales para no aceptar este argumento. En primer lugar, los pacientes neurticos y psicticos tienen altibajos, esto es bien sabido; pueden mostrar aparentes mejoras espontneas por un perodo de semanas, meses e incluso aos; luego pueden, sbitamente, empeorar otra vez, slo para renovar el ciclo, de nuevo, despus de un cierto tiempo. Lo ms frecuente es que acudan al psiquiatra cuando se encuentran en un punto particularmente bajo del ciclo, y mientras es posible que sus esfuerzos teraputicos mejoren su estado, tambin lo es que lo que suceda es que el paciente se encuentre en el punto de una mejora que hubiera ocurrido de todos modos, es decir, que iniciara la subida en el punto del altibajo. Esto se conoce a veces con el nombre de fenmeno Hola-Adis; el terapeuta dice hola cuando el paciente acude a l con su problema, y dice adis cuando ha mejorado; pretender que la mejora es debida a los esfuerzos del terapeuta es un tpico argumento post hoc ergopropter hoc, que carece de significacin lgica. Porque. el hecho B siga al hecho A no puede argirse que A ha sido la causa de B!. Necesitara-nos una razn ms fuerte que esta para demostrar la eficacia de un mtodo de terapia. Esta es la razn por la cual necesitamos un grupo de control (sin tratamiento) para compararlo con nuestro grupo experimental (con tratamiento). Todos nuestros pacientes pueden haber mejorado, pero tal vez habran mejorado en cualquier caso, incluso sin nuestro tratamiento. Podemos comprobar esta posibilidad slo disponiendo de un grupo de control de pacientes que no reciben el tratamiento; si no experimentan mejora y el grupo experimental s, entonces tendremos, por lo menos, razones para creer que nuestro tratamiento ha sido eficaz. Si el grupo de control mejora tanto y tan rpidamente como el grupo experimental, entonces no tenemos razn alguna para creer que nuestro tratamiento ha surtido efecto alguno. Como veremos, tal parece ser el hecho por lo que concierne al psicoanlisis. El segundo punto relevante, y a menudo negligido, es la necesidad de un seguimiento. El fenmeno Hola-Adis sugiere que el terapeuta debe dar de alta a un paciente que est en el punto lgido de un altibajo, cuando lo ms probable es que se produzca un bajn; a menos que sigamos las huellas de la mejora del paciente durante un perodo de aos, no es probable que sepamos si nuestro tratamiento, ha tenido, de hecho, un efecto teraputico a largo plazo. Es posible, evidentemente, que haya acelerado algo la llegada del punto alto del altibajo, pero entonces no hubiera impedido el siguiente bajn; en otras palabras, no se habra producido una curacin, Como veremos, en el caso del tratamiento del Hombre-Lobo por Freud, esta posibilidad nunca pareci habrsele ocurrido, y l present como xitos casos que habran sido claros fracasos. Los seguimientos son una necesidad absoluta para la evaluacin de cualquier clase de tratamiento. La tercera dificultad, que surge de la poco inteligente proposicin de que un mdico debe ser quien decida en cada caso si el tratamiento ha sido un xito o no, es que el mdico tiene poderosos motivos para declarar que su tratamiento ha sido un xito. l, igual que el paciente, ha hecho tal inversin en el tratamiento que puede hacer que se persuada a s mismo de mirar los resultados con gafas de color de rosa. Un testimonio sin pruebas, aportado por el paciente o el terapeuta no
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puede ser considerado como vlido. Necesitaramos algunos criterios objetivos para que resultara razonablemente claro que una mejora real, notable y significativa se ha realizado en la condicin del paciente. Esto no lo ofrecen nunca los psicoanalistas, que se basan tenazmente en su propia evaluacin de la supuesta mejora de los pacientes. Tal objetividad no es cientficamente aceptable. Una razn que aducen a veces los psicoanalistas para no llevar a cabo una prueba clnica, con un grupo experimental y uno de control, y un seguimiento a largo plazo, es la dificultad de tal realizacin. No hay duda de que ello implica dificultades, y de ellas nos vamos a ocupar; no obstante, es necesario hacer, en este punto, una observacin. En la Ciencia, cuando alguien pretende haber realizado algo -haber inventado una nueva curacin, por ejemplo- el cargo de la prueba le incumbe a l. Ciertamente, es mucho ms difcil para el hombre de ciencia demostrar su teora que inventarla; esa clase de dificultades son inherentes al proceso cientfico, y no estn confinadas al psicoanlisis. Una de las deducciones extradas de la teora heliocntrica de Coprnico fue que la paralaje astral sera perceptible, es decir, que las posiciones relativas de las estrellas pareceran diferentes en diciembre que en junio, porque la Tierra se haba movido alrededor del Sol. Tal prueba era extremadamente difcil a causa de las inmensas distancias implicadas; los cambios en los ngulos de observacin eran tan pequeos que pasaron doscientos cincuenta aos antes de poder ser observados. Tal clase de dificultades es corriente, y deben ser superadas antes de que una teora sea aceptada. Los psicoanalistas suelen burlarse de las tentativas de someter el tratamiento psicoanaltico a prueba mdica, mencionando estas dificultades; no obstante, mientras no se hagan pruebas coronadas por el xito, los psicoanalistas no tienen derecho a tener pretensin alguna. El hecho de que, hasta ahora, hayan conseguido soslayar esta obligacin da una triste impresin sobre su responsabilidad como hombres de ciencia y como mdicos. Cules son los problemas que pueden impedir llevar a cabo una prueba clnica significativa?. Para la mayor parte de la gente sera sencillo reunir un amplio grupo de pacientes, dividirlos al azar en un grupo experimental y un grupo de control, administrar psicoanlisis al grupo experimental, y no dar tratamiento alguno, o un tratamiento placebo (3) al grupo de control y estudiar los efectos al cabo de unos cuantos aos. De las dificultades que puedan surgir, la ms importante es, tal vez, la cuestin del criterio aceptado para la mejora o la curacin. El paciente, por lo general, presenta ciertos sntomas claramente definidos; as, por ejemplo, puede tener severas fobias, sufrir ataques de ansiedad, episodios depresivos, quejarse de obsesiones o acciones compulsivas, o tener parlisis histrica de un miembro. Ciertamente podemos medir el grado en que los sntomas han mejorado o han desaparecido tras la terapia, y para la mayora de la gente esto constituira un efecto muy real y deseable del tratamiento. El psicoanalista dira que esto no basta, y que tal vez no hemos conseguido erradicar la enfermedad subyacente, sino nicamente los sntomas. Para muchos psiclogos, que tienen otras opiniones sobre la naturaleza de las neurosis, la abolicin de los sntomas sera ampliamente suficiente; no querran nada ms, mientras los sntomas no reaparecieran u otros sntomas emergieran en su lugar. En la naturaleza de las cosas, estas cuestiones no pueden ser resueltas sin enfrentarse con el problema de la teora del desorden neurtico subyacente, y hasta
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ahora no parece haberse llegado a ningn punto de acuerdo. Lo que puede, tal vez decirse, para acercar en lo posible a ambas partes, es que la abolicin de los sntomas es una condicin necesaria pero tal vez no suficiente para una curacin completa. La investigacin se ha ocupado sobre todo de la supresin de los sntomas como condicin necesaria para una curacin, dejando de lado la posibilidad de que pueda quedar algn complejo subyacente. Mientras no se produzcan una renovacin de los sntomas, o una sustitucin de los mismos, el debate, probablemente es, sobre todo, acadmico, y de escaso inters prctico; es dudoso, adems que sea de un gran inters cientfico, porque en tal circunstancia no hay manera alguna de demostrar la existencia de ese supuesto complejo. Pero los psicoanalistas discreparn, y dejarn esta cuestin particular sin resolver. El punto crucial es, de hecho, si el psicoanlisis consigue abolir los sntomas. Y la palabra es puesta entre comillas porque para muchos psiclogos la manifestacin de las neurosis no es realmente un sntoma de ninguna enfermedad subyacente; tal como veremos, el sntoma es la enfermedad!. Si podemos, pues, superar la dificultad del criterio, lo que deberemos hacer a continuacin es considerar la realizacin de los grupos, el experimental y el de control. Los psicoanalistas aseguran que su tratamiento slo es adecuado para un pequeo porcentaje de pacientes neurticos; son muy cuidadosos en sus criterios de seleccin. Preferentemente, un paciente debiera ser joven, bien educado, no demasiado seriamente enfermo, y razonablemente rico... en otras palabras, los sujetos que son preferidos como pacientes son los que ms se beneficiarn del tratamiento. Es importante recordar siempre esto, pues desde el punto de vista social el psicoanlisis sera ampliamente intil como tcnica teraputica porque una gran mayora de la gente sera incapaz, segn opinin de los propios psicoanalistas, de beneficiarse de l. Ciertamente, muy pocos pacientes son tratados con psicoanlisis en la actualidad; la mayor parte de los psicoanlisis que se hacen son anlisis de ensayo, por analistas practicantes en registros psiquitricos y otros que aspiran llegar a ser psiquiatras o psicoanalistas. La seriedad del problema de la seleccin es subrayada por el hecho de que en un estudio tpico, el 64 por ciento de los pacientes sometidos a anlisis ha recibido una educacin postgraduada (comparado con un 2 o un 3 por ciento, como mximo, de la poblacin general), el 72 por ciento ocupan empleos profesionales y acadmicos, y aproximadamente la mitad de los casos estn agrupados en trabajos relacionados con la psiquiatra y el psicoanlisis. Adems, el muy elevado porcentaje de rechace de pacientes por los psicoanalistas se compone del nmero desmesuradamente elevado de pacientes (aproximadamente la mitad) que terminan su tratamiento prematuramente. Con razn o sin ella, los psicoanalistas parecen creer que su mtodo es adecuado para una pequea fraccin de los casos de desarreglo psicolgico, y los escogidos generalmente poseen los mejores recursos mentales y econmicos para conseguir curarse. De manera que incluso si el psicoanalista fuera una fuente importante de salud mental, sera menos alcanzable para los menos favorecidos. Otra dificultad la constituye el grupo de control. Si se les niega el tratamiento, no es probable que busquen ayuda en cualquier otro sitio, ya acudiendo a un mdico general o a un sacerdote, ya discutiendo sus problemas con amigos o miembros de la familia, buscando, as, una especie de terapia, aun cuando no de una clase
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mdicamente reconocida?. La prctica de la confesin usada en la Religin Catlica tiene bien conocidas propiedades terapeticas y es, ciertamente, una especie de psicoterapia; cmo podemos impedir a miembros de nuestro grupo de control que utilicen tales facilidades, como muy posiblemente harn?. Otro problema que puede surgir es el siguiente. El psicoanlisis puede tener xito porque las teoras de Freud son correctas; puede tambin salir bien por contener ciertos elementos, sin ninguna relacin con las teoras de Freud, que son benficos para los pacientes neurticos, tales como una atencin simptica por parte del analista, una oportunidad para el paciente de discutir sus problemas, un buen consejo dado por el analista, etc. A esto lo llaman partes no especficas de la psicoterapia; no especficas porque no se derivan de una teora particular sobre neurosis o tratamiento sino que son comunes a toda clase de tratamientos psiquitricos y no se reducen a un tipo particular de terapia. Cmo podemos distinguir entre efectos producidos por causas especficas y no especficas?. La respuesta parece ser: administrando un tipo de tratamiento placebo a los miembros del grupo de control, es decir, dndoles una clase de tratamiento relativamente inocuo, que prescinda de todas las partes tericamente relevantes e importantes del tratamiento derivadas de la teora psicoanaltica. El tratamiento placebo es considerado como absolutamente esencial en las pruebas clnicas de especficos, porque una sustancia inocua administrada como un placebo en condiciones en que el paciente espera algn efecto, da generalmente efectos muy fuertes, debido a la sugestionabilidad del enfermo. De hecho, a veces los efectos del placebo son tan fuertes como los mismos efectos de la medicina, sugiriendo que sta no produce un efecto especfico en la enfermedad en cualquier caso. Mucho de esto puede ser cierto en ensayos de tratamiento para psicoterapia y, por consiguiente, un grupo de control placebo es realmente esencial si la prueba debe ser tomada muy seriamente. Pero es difcil designar un tratamiento que cumpla las funciones del placebo de no contener ninguna de las partes especficas del tratamiento experimental, pero que sea al mismo tiempo aceptable como inocuo para los pacientes implicados. No es imposible idear tales tratamientos placebo, pero obviamente precisan mucha reflexin y experiencia. Hay muchas otras dificultades, pero slo nos ocuparemos de la que es a menudo sugerida como extremadamente importante por los psicoanalistas. El problema implicado es tico: cmo podemos realmente justificar la ocultacin de un tratamiento acertado a los pacientes del grupo de control, por nuestra simple curiosidad cientfica?. Esta pregunta, naturalmente, asume que el tratamiento va a tener xito, cuando lo que realmente tratamos de hacer es comprobar si lo tiene o no lo tiene. La suposicin de que el tratamiento es acertado simplemente porque ha sido muy usado no es poco comn en Medicina. Hasta hace muy poco la eficacia de las unidades de cuidados intensivos para ciertos propsitos era indiscutible, pero luego algunos crticos empezaron a poner en duda la utilidad del sistema y sugirieron que el cuidado ordinario en el domicilio del paciente poda ser igual de eficaz. Las pruebas clnicas tuvieron la feroz oposicin de los partidarios del sistema de unidades de cuidados intensivos, basndose en que negrselo a los pacientes del grupo de control pondra sus vidas en peligro. Eventualmente, el experimento se hizo, y se descubri que las unidades de cuidados intensivos no eran ciertamente mejores, sino, ms bien, ligeramente peores, por lo que se refiere
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a salvar vidas, que el tratamiento ordinario en el domicilio del paciente. Una vez que un particular mtodo de tratamiento ha sido hallado eficaz por las pruebas clnicas, puede ser contrario a la tica negrselo a los pacientes; mientras sea cuestionable si produce efecto alguno o incluso si produce efectos negativos, es decir, que haga empeorar al enfermo, como se ha sugerido del psicoanlisis, no puede haber ningn problema tico. De hecho, lo que puede decirse es que es antitico NO someter un nuevo mtodo de tratamiento a pruebas mdicas adecuadas, porque si no se hace as, ineficaces y posiblemente peligrosas clases de tratamiento pueden ser infligidas a los enfermos. Adems el uso generalizado de tales mtodos puede impedir la emergencia de nuevos y mejores mtodos, y la puesta en marcha de investigaciones que lleven al descubrimiento de tales mtodos. Antes de volver a una consideracin de las pruebas clnicas que han sido llevadas a cabo en aos recientes para establecer los xitos y fracasos relativos de la psicoterapia y el psicoanlisis, ser interesante ocuparnos de un tpico caso histrico aducido por Freud en apoyo de su pretensin de que el psicoanlisis es una tcnica de xito exclusivo para tratar a pacientes mentales. Debe observarse, no obstante, que Freud inform, de hecho, sobre muy pocos casos, y generalmente, sin dar suficientes detalles que permitieran llegar a conclusin alguna sobre su xito. Informaciones vitales son a menudo ocultadas, basndose en motivos de confidencialidad, y no hay nunca un seguimiento que permita ver si el enfermo obtuvo, o no, un beneficio duradero del anlisis. La historia del Hombre Lobo es, aqu, de un inters particular, porque es habitualmente citada como uno de los ms notables xitos de Freud, y l mismo as lo crea. Sesenta aos despus de su tratamiento por Freud, el Hombre Lobo fue interrogado durante un largo perodo de tiempo por un psiclogo y periodista austraco, Karin Obholzer, y el libro que result de esas entrevistas es de un inters absorbente para quien desee juzgar por s mismo las pretensiones de Freud. Debe recordarse que Freud public slo seis historias de casos extensos, y no analiz l mismo ms que cuatro de los casos en cuestin. El Hombre Lobo deriv su nombre de un sueo extensamente analizado por Freud: So que era de noche y que estaba acostado en mi cama. Mi cama estaba instalada con las patas hacia la ventana; enfrente de la ventana haba una hilera de viejos nogales. S que era invierno cuando tuve ese sueo, y era de noche. Subitmente la ventana se abri por s sola, y me qued horrorizado al ver unos cuantos lobos blancos que estaban sentados encima del gran nogal enfrente de mi ventana. Haba seis o siete de ellos. Los lobos eran completamente blancos, y parecan ms zorros o perros pastores, pues tenan largas colas como los zorros y sus orejas enhiestas como los perros cuando escuchan algo atentamente. Atemorizado de ser comido por los lobos, chill y me despert. El paciente tuvo ese sueo a la edad de cuatro aos, y de l dedujo Freud la causa de su neurosis. Segn Freud, el sueo ha sido inspirado por una experiencia de la primera infancia, que fue la base para los temores de castracin del paciente; a la edad de dieciocho meses, haba cado enfermo de malaria y durmi en la alcoba de sus padres en vez de en la de su nodriza, como de costumbre. Una tarde, l contempl un coito a tergo, tres veces repetido, en el que pudo ver los genitales
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de su madre as como el rgano de su padre. En la interpretacin que Freud hace del sueo en esta escena, los lobos blancos representan la ropa interior de los padres. Segn Freud, esta escena originaria produjo un deterioro en las relaciones del paciente con su padre. El se identific con su madre, la mujer cuyo estado castrado observ a tan temprana poca de desarrollo. No obstante, el paciente reprimi sus inclinaciones homosexuales, y esta compleja condicin se manifest con el mal funcionamiento de la zona anal. El rgano con el cual su identificacin con las mujeres, su pasiva actitud homosexual. hacia los hombres poda expresarse por s mismo era la zona anal. Los desarreglos en el funcionamiento de esa zona haban adquirido una significacin de impulsos femeninos de ternura, y los retuvieron tambin durante su posterior enfermedad. Se supuso tambin que esto era la causa de las largas y continuadas dificultades intestinales del paciente, que impedan las evacuaciones espontneas durante perodos de meses, en ocasiones. Fueron relacionados por Freud con las dificultades y problemas que el paciente tena con el dinero: En nuestro paciente, en ocasin de su posterior enfermedad, esas relaciones (con el dinero) fueron perturbadas hasta un grado particularmente severo y tal factor no fue el menor de los elementos en su falta de independencia y en su incapacidad para enfrentarse con la vida. Haba llegado a ser muy rico gracias a legados de su padre y su to; era obvio que conceda una gran importancia a ser considerado rico, y poda sentirse muy ofendido si era infravaluado en ese respecto. Pero no tena ni idea de cunto posea, ni cules eran sus gastos, ni de cunto dinero le quedaba. El segundo problema que vio Freud fue la perturbada relacin del Hombre Lobo con las mujeres; el Hombre Lobo se senta atrado por las criadas y se enamoraba obsesivamente cuando vea a una mujer en cierta posicin (la adoptada por su madre en la escena capital antes descrita). En conjunto, Freud concluy que el Hombre Lobo sufra de neurosis obsesiva, y fue tratado por ese desarreglo as como por otros rasgos depresivos descritos en el libro de Freud. Despus de cuatro aos de anlisis, y de un re-anlisis llevado a cabo algn tiempo despus a causa de un recrudecimiento de los sntomas, el Hombre Lobo fue dado de alta por Freud como curado. Pero poco tiempo despus sinti la necesidad de un nuevo anlisis y fue tratado por Ruth Mack Brunswick, durante cinco meses la primera vez, y luego, despus de dos aos, irregularmente durante varios ms. Para los psicoanalistas, el tratamiento y su resultado estn considerados como relevantes e impresionantes xitos del psicoanlisis. Qu tena que decir el mismo Hombre Lobo sobre ello?. Obholzer comienza la serie de conversaciones con el Hombre Lobo, citndole: Usted sabe, me siento tan mal, he tenido tan terribles depresiones ltimamente... Usted pensar probablemente que el psicoanlisis no me hizo ningn bien. Esto no suena como un gran xito para la terapetica adoptada, y leyendo el libro con detalle se ve muy claramente que en efecto el tratamiento de Freud no hizo nada por la salud mental del enfermo o sus sntomas; ambas continuaron con sus altibajos durante esos sesenta aos, despus de haber sido dado por curado por Freud, como si no le hubiera tratado en absoluto. Este caso ilustra perfectamente la
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necesidad de hacer un seguimiento a largo plazo: no se puede pretender el xito a menos que quede demostrado que los sntomas, no slo han desaparecido, sino que continan ausentes despus de un largo perodo de tiempo. Es bien sabido que Freud acus a los terapeutas que usaban otros mtodos de tratamiento de provocar recadas, y declar que su mtodo era el nico que, al eliminar los complejos subyacentes, no estaba sujeto a tales recadas. Pero el caso del que l se senta particularmente orgulloso y citaba repetidamente como ejemplo del valor terapetico del psicoanlisis, fue gratificado con repetidas reapariciones de los sntomas originales, con muy serias recadas y, en general, con una continuacin del mal del que Freud declar a su paciente como curado. En el caso de Anna O. otro gran xito fue reivindicado por Freud y sus seguidores, pero como ha hecho observar H. F. Ellenberger en su libro El Descubrimiento del Inconsciente, esto es una visin completamente errnea del asunto. Jung, que conoca bien los hechos, ha sido citado como manifestando que ese famoso caso, del que tanto se ha hablado como ejemplo de brillante xito terapetico, no fue, en realidad, nada de eso... No hubo curacin en absoluto en el sentido en que se present originariamente. Ciertamente, como ya se ha dicho antes, Anna O. no sufra de ninguna neurosis, sino de meningitis tuberculosa; la interpretacin de esa enfermedad muy real en trminos psicolgicos, y la pretensin de haberla curado es un absurdo que ilustra la irresponsabilidad que puede llegar a cubrirse con el nombre de psicoterapia. Thornton, en su libro Freud y la Cocana, dedica muchas pginas a este caso y deja perfectamente claro que Freud dio una versin completamente falsa de este asunto, y que ocult el hecho de que la chica no haba sido curada por el mtodo catrtico... un hecho que l conoca bien. Este simple hecho hace pensar; los historiales de casos, aun cuando insuficientes para demostrar una teora, pueden ilustrar la aplicacin de un mtodo de tratamiento. Pero cuando el autor, de manera completamente consciente engaa al lector sobre hechos vitales del caso, tales como el resultado final, cmo pueden tomarse en serio tales historiales de casos?... y, sobre todo, cmo puede crersele otra vez?. El grado excesivo de especulacin que Freud introdujo en la tarea de interpretar los sueos, palabras y actos de los pacientes queda claramente revelado en su estudio de un magistrado alemn, Daniel Paul Schreber. Esto tiene su inters, no slo a causa de la fama que alcanz al sugerir la homosexualidad como rasgo causal en la paranoia, sino tambin porque muestra cun fcilmente Freud negligi sus propios preceptos. Para la comprensin de los sntomas y enfermedades de los pacientes, precisaba el anlisis detallado y la interpretacin de los sueos y otros hechos, en la lnea de la libre asociacin; no obstante, en este caso, ni siquiera lleg a ver al enfermo y se bas exclusivamente en las memorias escritas por el mismo. Schreber, un hombre de gran inteligencia y capacidad, pas diez aos en instituciones frenopticas a consecuencia de una grave enfermedad mental. Despus de curarse public una larga narracin de sus desvaros, pero omiti datos sobre su familia, su infancia, y la historia de su vida antes de su internamiento... todo lo que uno hubiera considerado como esencial desde el punto de vista de una interpretacin psicoanaltica. El mismo relato de la enfermedad no mencionaba su desarrollo cronolgico sino que se limitaba a mencionar la forma final que adopt. Ms decepcionante an es el hecho de que los editores censuraron la parte de los
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escritos de Schreber que hubiera sido la ms importante desde el punto de vista psicoanaltico. No obstante, muchas ideas ilusorias permanecen en estos escritos. As Schreber explica cmo conversaba con el sol, los rboles y los pjaros; cmo le hablaba Dios en alemn antiguo; cmo casi todos los rganos de su cuerpo haban sido cambiados; cmo iba a llegar el fin del mundo, y cmo Dios le haba escogido a l para salvar a la Humanidad. Freud se concentr en dos ilusiones particulares que le parecieron fundamentales: la creencia de Schreber de que l se hallaba en el proceso de ser cambiado de hombre a mujer, y su queja de haber sufrido ataques homosexuales de parte del neurlogo Flechsig, que le haba tratado en primer lugar. Apoyndose en una base tan precaria, Freud asumi que una homosexualidad reprimida era la causa de la enfermedad paranoica de Schreber y esto lo aplic a todas las enfermedades paranoicas, declarando que eran debidas a una homosexualidad reprimida. Segn Freud, el papel del objeto del amor homosexual que era la causa, fue interpretado primero por el padre de Schreber, luego por Flechsig, y finalmente por Dios, o el sol. Freud sostuvo que los orgenes de esta condicin, se remontaban a un conflicto de Edipo en la infancia, en la cual Schreber, por miedo a la castracin, haba sufrido una fijacin de sumisin sexual a su padre. Este deseo inconsciente fue ocultado por el adulto Schreber mediante una serie de mecanismos psicoanalticos de defensa. Esto trajo como consecuencia la conversin en lo opuesto: odio; y luego en la proyeccin y desplazamiento del odio, lo que le llev a la creencia de que los dems le odiaban. As tenemos una cadena de complejos de los que los psicoanalistas llaman proyecciones. El paciente niega la frase Le amo y la sustituye por No le amo, Le odio, Porque l me odia y me persigue. Hay crticos que han hecho observar que la desviacin sexual de Schreber, era transexualidad ms que homosexualidad y que su enfermedad mental era esquizofrenia, no paranoia. Lo que me interesa en este caso, no es tanto un diagnstico alternativo o una explicacin de la conducta y la enfermedad de Schreber, sino ms bien hacer notar cmo Freud construa grandiosos esquemas y teoras sobre bases fcticas tan pequeas y poco fiables... cmo podan tomarse como hechos las vagas memorias de un esquizofrnico, enmendadas por un editor que suprimi muchos hechos importantes, y no remitirse a las etapas de la enfermedad que haba precedido a la crisis?. Y an ms, cmo podra comprobarse una teora de clase tan compleja?: Los hombres de ciencia tienen derecho a especular y a formular nuevas teoras, pero en el caso de Freud la relacin de los hechos con la especulacin es irracionalmente pequea, y el caso de Schreber ilustra mejor que nada l abismo entre los hechos y la teora. Cuando se examinan de cerca los otros casos tratados por Freud no se presentan mejor, pero no me ocupar de detalles que son descritos en otros libros por competentes historiadores mdicos y psiquitricos, tales como Thornton. No obstante, en el captulo 4 examinaremos con ms detalle otro caso, el del pequeo Hans, que se supone haber establecido la prctica psicoanaltica de la terapia infantil. Por el momento, nos limitaremos a concluir que incluso si en casos individuales pudiera establecerse el valor de un tratamiento determinado, los
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pocos casos extensamente presentados por Freud deben ser considerados no como relevantes xitos, sino ms bien como fracasos teraputicos y probablemente diagnsticos. Si esto es lo mejor que se puede aducir en pro del tratamiento psicoanaltico, nos preguntamos qu dira un observador experimental y crtico. Hay una posibilidad, empero, que an no hemos mencionado, pero que es muy pertinente para una evaluacin de la psicoterapia freudiana. Si la teora fuera verdadera entonces parecera deducirse que la percepcin parcial o completa obtenida por el paciente sera inmediatamente seguida por la desaparicin de los sntomas, y ciertamente los psicoanalistas a menudo aseguran que esto es as. El mismo Freud pronto se dio cuenta de que no exista tal correspondencia. Haba, ciertamente, una pequea correlacin entre la memoria (y frecuentemente el empeoramiento) de la condicin del enfermo y las sedicentes percepciones provocadas por la terapia psicoanaltica. Freud no pareci preocuparse demasiado por esto y trat de argir que tal vez esta falta de relacin no era demasiado importante. No obstante, desde el punto de vista de la evaluacin del proceso teraputico, suprime la ltima posibilidad por la cual el tratamiento del paciente individual podra demostrar la eficacia de una teora determinada mediante un tipo particular de tratamiento. Una congruencia espectacular entre la percepcin y la recuperacin debe servir como slida indicacin de lo correcto de una teora; su ausencia casi completa debe arrojar serias dudas sobre la misma. Antes de ocuparnos, en el prximo captulo de las pruebas clnicas que se han llevado a cabo sobre la psicoterapia en general, y el psicoanlisis en particular, ser til comentar un argumento que es aducido a menudo por los psicoanalistas para justificar sus procedimientos. Ellos dicen que el mtodo posiblemente no elimine los sntomas, pero permite al paciente vivir ms felizmente con sus sntomas. Adems, aseguran que el anlisis le convierte en una persona mejor, aunque en qu sentido es, de hecho, mejor, se deja sin definir, y por consiguiente es imposible evaluarlo. Estas pretensiones pueden referirse, o no, a cierta clase de mejora real del enfermo, pero tampoco hay de ello ninguna prueba seria; de hecho, no existe evidencia de que los psicoanalistas hayan tratado de aducir pruebas experimentales o circunstanciales que apoyen sus afirmaciones. Como en el caso de los sntomas, todo lo que hay es una barrera de pretensiones no demostradas sobre las maravillas que el psicoanalista puede realizar, pero ni una sola prueba de que realmente hace lo que pretende hacer. Podra aducirse que si no hubiera alternativas para el psicoanlisis y la psicoterapia, el bien que hace tendra ms peso que el dinero y el tiempo empleado en l; incluso aunque el enfermo no resulte curado pueden, con todo, derivarse algn consuelo y otros beneficios del tratamiento. No obstante, hay mtodos alternativos de tratamiento, mucho ms cortos y demostradamente ms exitosos, que pueden ser usados para suprimir los sntomas y mejorar las condiciones del paciente; de ellos hablaremos en los prximos captulos. En estas circunstancias, pues, los alegatos alternativos por parte de los psicoanalistas no son aceptables; no consiguen salvar al psicoanlisis de la acusacin de que es inefectivo. Un problema generalmente omitido por los psicoanalistas, pero que cada vez es ms importante, es que el psicoanlisis puede tener efectos negativos muy pronunciados; es decir, que provocan en el enfermo un empeoramiento, ms que
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una mejora. Hans Strupp y sus colegas, en un libro titulado Psicoterapia para bien o para mal: el problema de los efectos negativos discute el problema en profundidad y revelan que hay considerable evidencia de que el psicoanlisis puede producir efectos negativos y que la mayora de analistas y psicoterapeutas son muy conscientes de este hecho. Se sugiere que tal vez la aparente falta de efectividad del psicoanlisis es debida al hecho de que produce fuertes efectos positivos, pero tambin negativos, que se compensan entre s. Si esto fuera cierto, no sera, en verdad, un buen anuncio propagandstico para el psicoanlisis como mtodo de tratamiento; muy pocos pacientes estaran de acuerdo en tomar una pldora que pudiera hacerles sentirse mucho mejor o mucho peor!. (Debe tenerse en cuenta que Strupp ha sido siempre un decidido abogado de la psicoterapia y no puede ser considerado, en modo alguno, como un crtico hostil; para los que creen que todo criticismo es slo un asunto de resistencia psicolgica a la verdad revelada, este puede ser un importante punto de informacin). Cmo es posible que un tratamiento ideado para suprimir temores y ansiedades y aliviar la depresin y los complejos que se suponen subyacer tales sntomas, pueda, por el contrario, hacer que los enfermos se sientan ms ansiosos y deprimidos?. La respuesta es compleja, pero probablemente se relaciona con la personalidad del terapeuta y sus modales. En el siguiente captulo hablaremos de una teora alternativa a la freudiana, que demuestra que se puedan curar pacientes neurticos mediante ciertos mtodos que tienden a la reduccin directa de la ansiedad, la tensin y las preocupaciones. Se ha demostrado empricamente que un terapeuta simptico, amistoso y optimista, dispuesto a ayudar y aconsejar al enfermo, probablemente conseguir reducir sus ansiedades y preparar, as, el camino para un tratamiento coronado por el xito. Tales pruebas demostrarn tambin que personalidades diferentes y opuestas -crueles, obsesivas, pesimistas, faltas de inters o de calor- cuyo inters se basa en la interpretacin freudiana de los sueos y la conducta, ms que aconsejar y ayudar tienen muchas probabilidades de aumentar las ansiedades del paciente hasta lmites catastrficos. De modo que1a formacin que reciben los psicoanalistas, y la clase de papel que se les ensea a adoptar se oponen al xito teraputico y probablemente tendrn efectos negativos en sus pacientes. Los hechos sobre los efectos negativos del psicoanlisis estn bien documentados, pero para los lectores no tcnicos verdaderos casos de historiales sern ms impresionantes y ms fciles de leer. Dos libros se han escrito desde el punto de vista del paciente, describiendo la conducta de los psicoanalistas y sus efectos sobre los pacientes. El primero de estos relatos, titulado simplemente Crisis, lo escribi un notable psiclogo experimental, Stuart Sutherland, quien narra la historia de su crisis nerviosa y sus desastrosas aventuras con varios psicoanalistas. Sutherland es no slo un experimentado y muy ledo psiclogo, sino que tambin escribe extremadamente bien; su detallada exposicin de lo que le sucedi en esos encuentros dar al lector que no ha sido psicoanalizado una idea de los terribles efectos de la tpica actitud psicoanaltica hacia los enfermos que pueden ser llevados a extremos de ansiedad y depresin por sus preocupaciones neurticas, que no son en absoluto aliviadas por la actitud fra e interpretativa del terapeuta. El relato es horripilante, pero saludable; ilustra con brillantes detalles los rgidos hechos cientficos apuntados en
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los precedentes prrafos. Otro interesante relato dedicado enteramente a encuentros con cinco psiquiatras es Si las Esperanzas fueran Engaos, por Catherine York, un pseudnimo que esconde la identidad de una bien conocida actriz. El libro contiene la descripcin verdadera de los esfuerzos de una mujer para curarse de su enfermedad mental con la ayuda de la psiquiatra. Muestra la agona y la confusin experimentada por quien entra en el mundo del psicoanlisis con una ignorancia casi total de sus implicaciones. El ttulo del libro, por cierto, est tomado de un poema de Arthur Hugh Clough; la cita completa es: Si las esperanzas fueran engaos, los temores seran embusteros . El lector queda sorprendido por la semejanza de las experiencias de la seora York y de Stuart Sutherland en sus encuentros con los psicoanalistas. Entre los factores comunes se encuentran la aparente falta de simpata por parte del analista, su frialdad, y su ausencia de simples sentimientos humanos. No importa en este contexto si tales actitudes son asumidas siguiendo reglas freudianas, o si son naturales; el efecto del psicoanlisis y de la psicoterapia, no debiramos nunca olvidar que el supuesto tratamiento puede, de hecho, aumentar seriamente los sufrimientos del enfermo. Esto es una fra advertencia para quien ya est debilitado por las ansiedades y sentimientos depresivos que le inciten a ir al analista; las esperanzas con que los pacientes entran en el estudio del analista son muy parecidos a los engaos, pero sus temores no sern ciertamente embusteros. Que sea tico permitir a practicantes de la Medicina infligir tales sufrimientos a enfermos desesperados es una cuestin cuya respuesta dejar al lector. Los lectores que consideran la psicoterapia freudiana como un benigno, bienintencionado y bondadoso to que ayuda a sus pacientes en sus dificultades, calma sus temores y es generalmente comprensivo, deberan considerar un caso particular relatado por el mismo Freud, concretamente el de Dora. La enferma, cuyo nombre real era Ida Bauer, era una brillante y atractiva mujer que acudi a Freud a la edad de dieciocho aos, por sufrir desmayos, con convulsiones y delirios, catarros, prdidas ocasionales de la voz, dificultades de respiracin, y una pierna a rastras. Los sntomas sugieren un sndrome orgnico, y, en efecto, Dora haba crecido junto a un padre tuberculoso que haba contrado la sfilis antes de engendrarla, y tanto el padre como la hija manifestaban virtualmente idnticas molestias asmticas. Freud se mostr de acuerdo con Dora cuando ella le pidi que tomara en consideracin la base sifiltica de sus problemas. El le explic que cada neurosis encuentra una anuencia somtica en alguna condicin subyacente, y afirm que, segn su experiencia clnica la sfilis de un padre es, por lo regular, un factor muy relevante en la etiologa de la contribucin neuroptica de los hijos. A pesar de tal presumible origen orgnico de sus molestias, consider a Dora como otra mujer sin voluntad, que exhiba una conducta intolerable y un taedium vitae que probablemente no era del todo genuino. Sin un adecuado examen, Freud diagnostic que Dora era una neurtica tan pronto como le describi sus sntomas, y el aspecto orgnico de la tos de Dora, segn l, era slo su estrato ms bajo, actuando como el grano de arena alrededor del cual una ostra forma su perla. En consecuencia, no se preocup de los sntomas orgnicos o de las indicaciones de la enferma, sino que procedi en la suposicin de que la nica esperanza de curacin radicaba en deshacer las evasiones de la paciente. Segn parece, Freud ni siquiera

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se molest en someter a Dora a un rutinario examen fsico, sino que la someti a una extraordinaria campaa de hostigamiento mental. Como observ Janet Malcolm en su libro sobre El Psicoanlisis, la Profesin Imposible, Freud trat a Dora como un adversario mortal. La acorral a gritos, le puso trampas, la empuj hasta los rincones del estudio, la bombarde con sus interpretaciones, no le dio cuartel, fue tan intratable, a su manera, como cualquier miembro del siniestro crculo familiar de la enferma, fue demasiado lejos y finalmente la ech. (Dora huy de los anlisis a los tres meses). Como ejemplo, consideraremos la reaccin de Freud cuando Dora le dijo que recientemente haba sufrido un ataque de apendicitis. l lo neg bruscamente y perentoriamente decidi que la apendicitis haba sido, en realidad, una preez histrica que expresaba sus inconscientes fantasas sexuales. Consider que sus sntomas asmticos estaban relacionados con la idntica condicin de su padre, pero slo en el sentido de que ella debi haberle odo jadear en un acto de copulacin. Sus toses, segn Freud, no eran ms que una tmida cancin de amor femenina. Como dice Frederick Crews en un ensayo sobre El Sistema de Conocimiento de Freud: En la sensual mente de Freud, las vaporosas especulaciones erticas eran de mayor inters diagnstico que los signos manifiestos de enfermedad mayor. Y contina diciendo: En este novelesco caso, Freud, que adopta el papel del infalible detective Dupin, de Poe, es tremendamente severo con Dora. Una de las quejas de la enferma, evidentemente justificada, era que su galanteador padre estaba animando tcitamente al padre de su amante para que se insinuase a ella... una situacin en la que la parte menos culpable era ciertamente la sorprendida y asustada muchacha. Pero Freud se empe en demostrar que los problemas de Dora eran causados principalmente por su propia mente. Cuando se enter, por ejemplo, de que aos atrs ella se haba asqueado al ser sexualmente agredida por ese hombre, todava joven y poseedor, l concluy: En esa escena... la conducta de esa muchacha de catorce aos ya fue entera y totalmente histrica. Yo considerara una persona incuestionablemente histrica aquella que ante una situacin de excitacin sexual experimenta sentimientos que fueran preponderantemente o exclusivamente desagradables; y pensara lo mismo tanto si esa persona fuera capaz o no (sic) de presentar sntomas somticos. Freud estaba convencido de que las mujeres con problemas neurticos eran casi ciertamente masturbadoras, y que no se poda conseguir progreso alguno hasta que se haba conseguido una confesin en tal sentido. Aceptando como axiomtica la ley de Fliess de que la enuresis peridica es causada por la masturbacin, oblig a Dora a admitir que en su infancia se haba hecho sus necesidades en la cama hasta pasados los diez aos, y sugiri que su catarro, tambin, aluda primariamente a la masturbacin, y asimismo sus molestias estomacales. Otro ejemplo de la necesidad obsesiva de Freud de encontrar una explicacin sexual para cualquier motivacin de la conducta ocurri cuando l observ que su mana de arrastrar la pierna deba indicar la preocupacin de que su preez imaginaria (imaginada slo por Freud bajo la enrgica protesta de Dora) era un paso en falso. Muchos otros absurdos pueden encontrarse en el relato del caso hecho por Freud, donde claramente atribuye a Dora interpretaciones que
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concuerdan mejor con los complejos del propio Freud. Esos son slo unos pocos ejemplos de la manera en que Freud trat a Dora. El lector puede imaginar cmo una tal conducta por parte del analista afectara a una chica emocionalmente inestable de dieciocho aos, creciendo en un extrao crculo familiar, sin ayuda por parte de su padre, y perseguida por un hombre libidinoso y agresivo que era amigo de su padre. En vez de encontrar la esperada ayuda y simpata, hall un adversario hostil y testarudo cuya nica finalidad pareca ser humillarla y atribuirle motivos y conductas que le eran totalmente ajenos. Si esto es un prototipo de la frmula freudiana, entonces no puede sorprender que a menudo slo sirva para empeorar al enfermo, ms que para mejorarle. En conclusin, observamos que la existencia de teoras y mtodos alternativos de tratamiento es muy importante para una evaluacin del psicoanlisis, tanto en cuanto a la teora como al mtodo de tratamiento. En la Ciencia, una mala teora es mejor incluso que una ausencia de teora. Se puede mejorar una mala teora, pero si no se tiene ninguna teora en absoluto, uno est perdido en una cinaga de hechos inconexos. Algo parecido ocurre con el tratamiento; cualquier clase de tratamiento es probablemente mejor que ningn tratamiento en absoluto, porque por lo menos crea una esperanza en el enfermo, le hace ver que se est haciendo algo por l, y le hace creer en la posibilidad de una curacin. Cuando tenemos teoras y tratamientos alternativos, no obstante, disponemos de un mtodo mucho ms poderoso para la evaluacin de ambos. Una teora puede ser cotejada con otra, y pueden llevarse a cabo experimentos para ver cul es corroborada por los resultados. De manera parecida, la existencia de tratamientos alternativos posibilita comparar unos con otros, y ver hasta qu punto uno es superior. Es por esta razn por lo que en los prximos captulos estudiaremos teoras alternativas a la freudiana, y examinaremos brevemente el tipo de tratamiento que sugieren. En una evaluacin del psicoanlisis, tales comparaciones son vitales. Aumentan nuestro conocimiento y nos permiten formarnos un juicio ms seguro sobre el valor del psicoanlisis del que sera posible en ausencia de tales alternativas.

Hans J.Eysenck: Decadencia y Cada del Imperio Freudiano

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