Cazador Cazado

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Otra vez el "mal cazador" en el Romancero hispnico

Donald McGrady University of Virginia, Charlottesville

En 1960, el renombrado investigador argentino Daniel Devoto publicaba un estudio titulado sencillamente "El mal cazador". All el apreciado medievalista pas revista a una serie de romances que empiezan "A caza iba el caballero, A caza como sola", o algo por el estilo. Entre las composiciones examinadas por Devoto figuraban ttulos tan familiares como La infantina, Rico Franco, A caza va don Rodrigo de Lora y La muerte ocultada, amn de otros menos conocidos. Para comenzar su ensayo, Devoto asent el principio de que: "Cuando una variante se mantiene dentro de un relato tradicional es porque su sentido condice con el sentido total del relato, aunque nos parezca a primera vista injustificada, o aun descabellada" (p. 481). Para ilustrar este principio, Devoto propuso analizar el motivo que l denomin "el mal cazador", y que se conserva hasta el da de hoy, dice, "en ciertos romances tradicionales cuyas versiones antiguas (por lo que sabemos de ellas) lo ignoraban" (p. 481). En otras palabras, Devoto parte del supuesto de que ciertos romances que se recitan an hoy conservan detalles originarios que ya faltaban en los primeros textos impresos, que generalmente datan del siglo XVI. A continuacin, Devoto seala acertadamente que en la literatura existe una relacin metafrica entre la cacera y la milicia, y tambin entre la caza y el amor. Pero lo cierto es que a lo largo de su estudio Devoto no llega a aislar ningn elemento comn en los diferentes romances que arrancan con el consabido incipit "A caza iba el caballero". Sin embargo, nuestro crtico termina por postular que todos los romances que as comienzan llevan implcito un advertimiento muy difundido entre los pueblos primitivos, el cual consiste en la prohibicin de las relaciones sexuales para los guerreros y los cazadores. A este propsito cita Devoto unos versos del Conde Dirlos: "Caballero que va en armas - de mujer no debe curar". Hay que observar, empero, que en el Conde Dirlos no aparece la cacera por ninguna parte. Por ltimo, Devoto concluye su artculo con la siguiente declaracin a propsito del caballero bobo de La infantina (el que no acept la proposicin de esta bella damisela de ser su marido o su amante):

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"La impureza ritual del cazador, que lo ha privado de sus fuentes de energa psquica, lo enfrenta con lo que busca cuando ya no est en condiciones de aprovecharlo" (pp. 490-91). Salta a la vista que tal descripcin del protagonista masculino de La infantina es del todo inexacta: este caballero es tan inmaculadamente puro que va a pedir permiso a su madre de gozar a la dama que se le ofrece - seguramente l no ha tenido comercio con una mujer en toda su vida. He aqu una prueba contundente de que no se trata en estos romances del rompimiento de una interdiccin sexual. Aunque el caso de La infantina sea el ms claro a este respecto, se puede afirmar sin vacilacin que en ninguno de los romances estudiados por Devoto existe el menor indicio de que el "mal cazador" haya contravenido un precepto de ndole venrea antes de emprender su fallida cacera. Ya hemos constatado, pues, que el artculo de Devoto sobre el "mal cazador" le sali bastante confuso (lo cual ilustra el conocido principio de que No todos los das caza el tigre, aun cuando ese tigre sea un gran erudito). Sin embargo, dos distinguidos investigadores norteamericanos, Samuel G. Armistead y Joseph H. Silverman, al tratar del romance de Rico Franco, aceptaron con entusiasmo la teora de Devoto de que la mala suerte del cazador se deba a su quebrantamiento de un tab sexual. Armistead y Silverman agregaron que el motivo de la cacera - y ms especficamente, la prdida del halcn de un cazador - suele servir en el Romancero como simple introduccin a alguna aventura, y que muchas veces (como al principio de La Celestina) el extravo del ave hace que su amo conozca a una bella dama. Es decir, sealaron Armistead y Silverman que las desfortunas del que Devoto llamaba "el mal cazador" estn relacionadas con el motivo folklrico general de las aventuras amorosas surgidas en una cacera.4 En el mismo ao que escriban Armistead y Silverman - en 1962 - Mara Rosa Lida de Malkiel trataba, en su monumental libro sobre La Celestina, este mismo motivo del halcn perdido; la ilustre profesora argentina hallaba un lejano precedente para el encuentro casual de Calisto y Melibea en Cligs, el renombrado romn courtois de Chrtien de Troyes.5. Sin embargo, Lida de Malkiel no se dio cuenta de la importancia del motivo del azor extraviado en relacin con el Romancero (bien que alude a ello en su pgina 260), y as pas desapercibido un dato clave para entender el misterio del "mal cazador". Pero antes de seguir la pista tan acertadamente indicada por la gran erudita argentina (que nunca se percat de la importancia de s descubrimiento, ni la apreciaron otros especialistas tampoco), comencemos por desbrozar un poco el camino. Hay que empezar por dejar sentado que en su estudio sobre "el mal cazador", Devoto junta en un solo montn romances que pertenecen a categoras muy distintas, que no tienen en comn ms que el consabido incipit "A caza iba ...". Tomemos como ejemplo el poema que dice abreviadamente:

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Otra vez el "mal cazador" Iba el Rey a cazar, a cazar por alta sierra; en vez de encontrar caza encontr una linda romera. 6 Este romance representa todo un grupo de composiciones en que la fracasada cacera animalesca da lugar a una feliz caza amorosa. Evidentemente, es un error llamar "malo" a este dichoso montero, pues l ha tenido un xito muy superior al que pudo haber esperado al salir. Adems, este abundante tipo de romance contradice la teora de que una previa actividad sexual del cazador ha causado el malogro de su expedicin cinegtica: al contrario, l abandona gustosamente su cacera por preferir la oportunidad amorosa que le brinda la linda dama que se ha encontrado en el monte. Se trata, pues, de una caza amorosa totalmente exitosa. Otro tipo de poema que abunda mucho en el Romancero, y que no tiene nada que ver con el asunto del "mal cazador", y mucho menos con las interdicciones sexuales, son aquellos en que la frmula "A caza iba ..." no guarda ninguna relacin con el asunto que sigue. As sucede, por ejemplo, con uno de los romances del Conde Claros, que empieza: A caza va el Emperador, a San Juan de la Montia; con l iba el Conde Claros por le tener compaa. Otra versin del mismo poema comienza de idntica manera, excepto que reza "A misa va el Emperador ..." (Antologa, pp. 442 y 444). La diferencia que va de una caza a una misa demuestra que el incipit es completamente arbitrario, sirviendo slo como preludio a la accin principal. Ahora volvamos nuestra atencin al asunto que nos interesa, esto es, el misterio que se encierra en estos romances del cazador; como no dispongo de suficiente tiempo para examinarlos todos, me limitar a un somero anlisis de los cuatro ms destacados, o sea, Rico Franco, Don Rodrigo de Lora, La muerte ocultada y La infantina. Ya dije que Mara Rosa Lida de Malkiel haba dado con una clave para explicar esta incgnita, al aludir a un texto paralelo en el Cligs de Chrtien de Troyes, pero hasta la fecha no se ha apreciado debidamente el valor de su hallazgo. Tambin hay que advertir que a Devoto se le olvidaron unas pginas dedicadas al tema del cazador por otra ilustre profesora hispnica, dona Carolina Michalis de Vasconcelos (como recuerdan oportunamente los maestros de la bibliografa, Armistead y Silverman ). En sus breves pero muy enjundiosas observaciones sobre el incipit "A caza iba el caballero", doa Carolina enumera unos diecisiete romances hispnicos (doce de ellos portugueses) que se inician con el motivo de la cacera, y luego declara: "Geralmente conta - se que o calador j perder o seu falco, ou a fiiroa, e j levava os caes candados, ou anda o cavallo sem ferraduras 545
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Donald McGrady - tudo isto para preparar o publico triste sorte que o dia aziago pronosticava com os seus agouros ao hroe." Esta escueta afirmacin va al meollo del secreto del "mal cazador", el cual padece una terrible catstrofe no directamente relacionada con su cacera. Precisamente lo que ms llama la atencin en los cuatro romances que aqu nos ocupan son estos detalles de los "halcones perdidos" y - a veces - los "perros cansados". Se trata de una circunstancia que figura predominantemente al principio de cada una de nuestras composiciones: Rico Franco A caza iban, a caza, - los cazadores del Rey; ni fallaban ellos caza, - ni fallaban qu traer. Perdido haban los halcones, - mal los amenaza el Rey! (Antologa, p. 277) Don Rodrigo de Lara A caza va don Rodrigo, - ese que dicen de Lara, perdido haba los azores, - no hallaba ninguna caza. (Antologa, IX, p. 442) La muerte ocultada A cazar iba don Pedro, - a cazar como sola; los perros lleva cansados - y el halcn perdido haba. (Antologa, IX, pp. 235-36) La infantina A cazar va el caballero, - a cazar como sola; los perros lleva cansados, - el falcn perdido haba. (Antologa, p. 305) Lo que sucede despus en cada romance confirma plenamente la declaracin de la seora Michalis de Vasconcelos, cuando observ que estos elementos constituyen ageros aciagos para el cazador protagonista. Efectivamente, Rico Franco muere a manos de una doncella a quien l ha raptado y a cuya familia ha muerto; don Rodrigo perece a manos de su sobrino Mudarrilla, quien venga la muerte de sus hermanos (los siete infantes de Lara), alevosamente traicionados por don Rodrigo; a don Pedro "dirale el mal de la muerte" - es decir, se da cuenta de que va a morir, de un mal no especificado - y vuelve a casa para acabar su vida en la cama; y el caballero bobo, que fue a pedir permiso a su madre para amar a la infantina, se desespera al volver a la montia y descubrir que ella se va con otros; l mismo se condena a "que le corten pies y manos, - y lo arrastren por la villa", o sea, una muerte deshonrosa.1 En resumidas cuentas, cada uno de nuestros cazadores perece inmediatamente despus de haber perdido su halcn. (Ntese que los "perros cansados" no tienen igual impor546
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Otra vez el "mal cazador" tancia, pues slo aparecen en la mitad de los casos, integrando un factor accesorio, de refuerzo nicamente.) La circunstancia de que nuestros cuatro protagonistas pierdan la vida al poco tiempo de escaprseles su halcn hace sospechar que existe una relacin de causa y efecto entre los dos hechos. Dicho en otras palabras, el halcn parece ser lo que en el folklore se conoce como life-token, esto es, un ndice vital, un indicio de la futura suerte del cazador. Tales indicios o smbolos son muy corrientes en el folklore internacional: un animal, una planta o un objeto cualquiera puede representar la fortuna de una persona. As, por ejemplo, en muchas sociedades se siembra un rbol al tiempo de nacer un nio, y se considera que el estado de salud del vegetal prefigura el del muchacho. Asimismo, una sortija por su color puede reflejar la robustez o enfermedad de un individuo. Con frecuencia la vida de una persona est ligada a la de un animal o un pjaro - precisamente se da el caso de que el halcn a menudo sirve como ndice vital de un hombre. 11 En algunos casos, este smbolo vivo de una persona ser sealado desde que sta nace (generalmente, los padres lo harn), pero en otros casos, esta misteriosa relacin quedar implcita, evidencindose slo cuando ocurre un desastre (as sucede en nuestros romances, por ejemplo). A menudo acontece que las fuentes de las obras literarias iluminan aspectos de stas que de otro modo seran muy difciles de desentraar. Esto es exactamente lo que pasa con nuestro incidente del halcn perdido: al conocer los antecedentes del motivo, se nos esclarece su sentido - o sea, en este caso se confirma la interpretacin que acabamos de exponer. Ya seal que Mara Rosa Lida hall en el Cligs de Chrtien de Troyes un precedente para el nebl que se descarra al principio de La Celestina. Pues bien, en realidad hay en el Cligs dos episodios en los cuales aparecen aves de presa. En el primero, Cligs - el simptico hroe del libro - usa su gaviln como pretexto para ir a visitar a Fnice, su amante (la esposa del Emperador del pas), que vive escondida en una torre no muy lejos de la corte. En el segundo incidente, al antiptico cetrero Bertrn se le extrava su azor, que va a parar al jardn amurallado de Fnice; Bertrn salta la pared y - para su gran sorpresa - divisa a la bella dama durmiendo en su vergel con Cligs, ambos tan desnudos como Dios los ech al mundo; Bertrn se retira para ir a contarle al Emperador que su mujer le falta (a todas stas, se crea generalmente que Fnice estaba muerta), pero Cligs - que tiene su espada al lado, aun cuando no traiga ropa - le corta a cercn una pierna a Bertrn, cuando ste est cruzando otra vez la muralla. Chrtien no nos cuenta el destino final de Bertrn, pero parece evidente que l morir al poco rato de haber denunciado a los adlteros. Se advertir que hay un estrecho parecido entre nuestros romances y el episodio de Bertrn en el Cligs, puesto que en ambos casos un caballero pierde su halcn en una cacera, y esta desfortuna prefigura una catstrofe todava ms grande, ya que el "mal cazador" en seguida perder su vida tambin. La semejanza es an ms acusada cuando se toma en cuenta que, para introducir a Bertrn, Chrtien menciona tambin un "podenco" (brachet, v. 6343), el cual podr considerarse como un lejano precedente de los "perros cansados" de La muerte ocultada y La infantina.

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Los cuatro romances que nos ocupan no son las nicas obras espaolas que descienden del episodio de Chrtien de Troyes: en el Poema de Fernn Gonzlez, el lance del "mal arcipreste" que descubre al Conde con doa Sancha en el monte, y exige que ella le entregue sus favores a cambio de su promesa de no delatarlos al Rey Sancho, manifiestamente proviene del Cligs. El annimo autor del Fernn Gonzlez omiti el detalle del azor perdido, seguramente porque no apreci el simbolismo funesto que encerraba. Pero dos siglos ms tarde, el romance del Conde Claros combinaba elementos del episodio del "mal arcipreste" en el Poema de Fernn Gonzlez con otros de Chrtien de Troyes, y el halcn perdido juega un papel decisivo aqu: cuando Claros est en lo fino de sus amores con la infanta real, acierta a descubrirlos un cetrero que "en busca va de un azor", segn una de las versiones (Antologa, p. 436, nota 10). O sea, al igual que en el Cligs y el Fernn Gonzlez, un cazador sorprende en amores al aire libre a una parienta cercana del monarca (es decir, su esposa, hermana o hija) el parecido no podra ser ms singular. Es evidente que el compositor del Conde Claros entenda perfectamente el papel del halcn como ndice vital de su dueo, pues el antiptico cazador muere luego de denunciar a los amantes al Emperador, as como sucede en el Cligs. Si bien el autor del Poema de Fernn Gonzlez no comprendi el simbolismo del halcn en Chrtien, s lo supo apreciar el culto creador del Conde Claros. Esta divergencia entre los escritores enterados del simbolismo del halcn, por un lado, y, los no iniciados por el otro, ha de formar una constante en los tratamientos del episodio del "mal cazador" hasta el siglo XX. Limitaciones de tiempo me impiden aludir ms que de paso a otro simbolismo del azor mucho ms difundido que el que nos ocupa aqu: sucede que desde los tiempos de Esquilo y Ovidio hasta el da de hoy, el halcn ha sido emblema correntsimo de la agresividad sexual masculina - esto simboliza el esparavn en la mano de Cligs cuando ste visita a Fnice, por ejemplo, y ste es su valor cuando se le compara al Conde Claros con un "gaviln". En el poco espacio que me queda, quisiera llamar la atencin brevemente sobre otros dos detalles relacionados con los romances del cazador, y tambin sobre unas implicaciones que tiene nuestro estudio para el Romancero en general. En primer lugar, estar claro ya que es inapropiado llamar "mal cazador" al protagonista de las composiciones que empiezan "A caza iba ...": ya vimos que en muchos romances l "caza" a una linda joven, y en ningn caso se censuran las habilidades cinegticas del montero, como implica el epteto malo. En cuanto al otro sentido de malo, es verdad que algunos de los cazadores son malvados (lo son Rico Franco y don Rodrigo de Lara, por ejemplo), pero otros son meramente bobos (el caballero de La infantina es el ms notorio), o sencillamente desafortunados (como el don Pedro de La muerte ocultada). En otras palabras, algunos de estos cazadores son moralmente malos y otros son buenos, pero "esto nada tiene que ver con que la prdida de su halcn anuncie su inminente muerte - sta es una cuestin de hado, simplemente. El segundo pormenor que quiero resaltar, es que me parece probable que la popularidad de la frmula iniciativa "A caza iba ..." haya derivado en buena parte de las obras que descienden ltimamente de los dos episodios cetreros de Chrtien de Troyes. Claro est que se trata de un motivo muy divulgado en el folklore internacional (como queda 548
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Otra vez el "mal cazador" documentado en la nota 4), pero la versin del Cligs sera de las ms antiguas y una de las mejor conocidas en la Edad Media. Ahora, para hablar en trminos ms generales, quiero volver a unos principios universales enunciados por Daniel Devoto al inicio de su artculo sobre "El mal cazador". Primero deca Devoto que "Cuando una variante se mantiene dentro de un relato tradicional es porque su sentido condice con el sentido total del relato ..." (p. 481). Al contrario: en esta charla hemos visto que a travs de los siglos algunos recitadores y compositores de romances han captado el sentido del halcn extraviado, pero otros no; esto lo reflejan largamente los textos, pues para cada versin que retiene el motivo del halcn perdido, hay otra que lo omite, pues su refundidor no comprenda el simbolismo. Igualmente equivocada me parece la teora de Devoto de que las versiones modernas de un romance suelen conservar detalles significativos que fueron eliminados por los textos impresos en el siglo XVI. Yo dira ms bien que los simbolismos pueden ser entendidos o no en cualquier poca: muchos autores y editores del mil quinientos apreciaban el sentido recndito del halcn descarriado, puesto que lo empleaban siempre con el mismo valor (aunque sin explicarlo, pues los smbolos para ser eficaces han de funcionar silenciosamente). En cambio, este significado del azor perdido ha permanecido olvidado para los crticos del siglo XX. Muchos de los primeros lectores de La Celestina entenderan - por su conocimiento del Cligs y del Romancero - que a Calisto le queda poco tiempo para vivir cuando se le va el nebl para el jardn de Melibea, pero este sugestivo simbolismo no ha sido entendido en nuestros das. Los eruditos todava tenemos mucho que aprender del pueblo. 16

NOTAS
1 En Studia Philologica: Homenaje ofrecido a Dmaso Alonso, vol. I (Madrid: Gredos, 1960), pp. 481491. 2 En Marcelino Menndez y Pelayo, Antologa de poetas lricos castellanos, 10 vols. (Santander: Aldus, 1944-45), yol. VIII, p. 334. (Aludida en nuestro texto como Antologa; trtase siempre del vol. VIII, mientras no se especifique otra cosa.) 3 "A New Sephardic Romancero from Salonika." En Romance Philology, 16 (1962-63): 63-64. Vase tambin su excelente libro, The Judeo-Spanish Bailad Chapbooks of Yacob Abraham Yon (BerkeleyLos Angeles-Londres: University of California Press, 1971), captulo 18 (sobre Rico Franco), pp. 241254, especialmente 245-251. 4 Vase, por ejemplo, Stith Thompson, Motif-lndex of Folk-Literature, 6 vols. (Bloomington: Indiana University Press, 1955-58): "N771. King (punce) lost on hunt has adventures"; "N774. Adventures from pursuing enchanted animal (... bird)". Armistead y Silverman, The Judeo-Spanish Chapbooks, p. 119, citan bibliografa y romances que empiezan con una caza. 5 La originalidad artstica de "La Celestina" (Buenos Aires: EUDEBA, 1962), pp. 201-202. 6 En Jos Mara de Cosso y Toms Maza Solano, Romancero popular de la Montaa, 2 vols. (Santander: Librera Moderna, 1933-34), vol. II, p. 148 (citado por Devoto, p. 484).

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7 Armistead y Silverman, The Judeo-Spanish Chapbooks, pp. 245-247, nota 6, citan numerosos ejemplos de Espaa (inclusive Catalua), Francia, Alemania y Grecia. 8 Judeo-Spanish Chapbooks, p. 119. 9 "Estudos sobre o Romanceiro peninsular", Revista Lusitana, 2 (1890-92): 177. 10 En la versin de este romance considerada como la ms antigua, el caballero bobo se mata de una manera ms directa: "Justica facp em mim mesmo - e aqui me acabo co'a vida" (Antologa, p. 306). 11 Sobre el life-token, vanse Thompson, Motif-lndex, motivo E761 ("Object [animal, person] has mystic connection with the Ufe of a person, so that changes in the life-token indcate changes in the person, usually disaster or death"); Standard Dictionary of Folklore, Mythology and Legends (Nueva York: Funk and Wagnalls, 1972), p. 619; E. Sidney Hartland, "Life-Token", en Encyclopaedia of Religin and Ethics, ed. James Hastings, VIH (Nueva York: Scribner's Sons, 1916), pp. 44-47; y Sir James George Frazer, The New Golden Bough, ed. Theodor H. Gaster (Nueva York: Mentor, 1964), pp. 686-688. 12 Manejo la edicin del Cligs por Alexandre Micha (Pars: Champion, 1958); el primer episodio altanero se encuentra en los w. 6236-6342, y el segundo, en los 6342-6429. 13 Poema de Fernn Gonzlez, ed. Alonso Zamora Vicente (Madrid: Clsicos Castellanos, 1946), estrofas 639-652. Para ms particulares sobre la descendencia literaria del incidente de Bertrn, Fnice y Cligs, vase mi estudio "The Hunter Loses His Falcon: Notes on a Motif from Cligs to La Celestina and Lope de Vega", en Romana, 107 (1986; publ. 1988): 145-182. 14 Para versiones de nuestros romances donde falta el rasgo esencial del azor extraviado, vese la Antologa, vol. Vm, pp. 122-123 (Don Rodrigo de Lara); vol. IX, pp. 234-236 (La muerte ocultada); y vol. VIH, p. 436 (El Conde Claros). Contrariamente, en El Marqus de Mantua (vol. VIII, pp. 350-359) y A caza va el caballero (vol. IX, pp. 93-94), el protagonista lleva un halcn, pero ste no se le escapa y l no sufre ningn contratiempo. Lo mismo sucede en nueve romances recogidos en nuestro siglo por Cosso y Maza Solano; vase el Romancero popular, nms. 13-16, 62, 263-265 y 363 (es de notarse que aparecen "perros cansados" en cuatro de estos poemas: los nms. 14, 16 y 264-265). Por el contrario, de cuatro versiones portuguesas modernas de La infantina, slo una conserva la muerte del malhadado caqador, vase Theophilo Braga, Romanceiro geral portuguz, 2a ed., 3 vols. (Lisboa: Manuel Gomes, 1906-09), vol. I, pp. 236-240, 254-256, 259-261. La mayora de los romances portugueses del siglo XX eliminan el detalle del halcn perdido, seguramente porque los autores y refundidores ignoran su significado; vase el Romanceiro geral, vol. I, pp. 230-258, donde nueve poemas descendientes de La infantina empiezan con una cacera, pero sin mencionar el halcn (seguramente, el tipo de caza practicado por los recitadores modernos ha influido sobre estos romances). Sin embargo, se encuentran excepciones, donde el compositor entiende el simbolismo del halcn extraviado. As, en un poema de Extremadura, un sacristn que trata de entrar en una casa de noche para violar a unas solteras se explica de esta forma: "Seoras, vengo de caza, - y he perdido el gaviln"; ellas lo matan (vase Bonifacio Gil Garca, Cancionero popular de Extremadura, 2a ed., 2 vols. [Badajoz: Diputacin Provincial, 1961], vol. I, pp. 150-151; Armistead y Silverman, Chapbooks, pp. 247-248, citan ms versiones). , 15 Esquilo, Las suplicantes, w. 223-224, y Prometeo encadenado, v. 857; Ovidio, Ars amatoria, II, v. 363; Metamorfosis, V, w. 605-606. AI parecer, estos antecedentes clsicos del halcn como smbolo ertico se haban escapado a todos los estudiosos del tema, inclusive a la gran clasicista que era Mara Rosa Lida de Malkiel.

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16 Hace ya aos que D. W. McPheeters propuso (sin conocer el estudio de Michaelis de Vasconcelos citado en la nota 9) que el halcn perdido funcionaba como mal agero; vase su "The Element of Fatality in the Tragicomedia de Calisto y Melibea". En Symposium, 8 (1954): 332. Sin embargo, el nico texto alegado por McPheeters para respaldar su teora - un pasaje en el Otaron de Gioviano Pontano (mediados del siglo XV) - no constitua una prueba convincente, y as su hiptesis fue rechazada por Lida de Malkiel, en Nueva Revista de Filologa Hispnica, 10 (1956): 419, nota, y La originalidad, p. 260, nota. Despus de acabado el presente estudio, conoc el interesante libro de Edith Randam Rogers, The Perilous Hunt. Symbols in Hispanic and European Balladry (Lexington: University Press of Kentucky, 1980), donde tambin se seala que el halcn perdido constituye un presagio funesto (al igual que McPheeters, Rogers desconoce el artculo de Michaelis de Vasconcelos y el concepto folklrico del ndice vital).

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