Subsidio Corpus 2008

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Aparecida - Corpus 2008

En el espritu de Aparecida Corpus Christi

Ao 2008

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ndice
Palabras del Arzobispo, Cardenal Jorge Bergoglio en Pg. 5 la primera reunin del Consejo Presbiteral 2008. La renovacin misionera en la Argentina Corpus Christi,. Fiesta de la presencia de Jess. Cristo Eucarstico presente para comerlo o para adorarlo? Ideas para la Adoracin preparando la solemnidad de Corpus Christi. Hora Santa delante del Santsimo. Sacramento del Altar. Esquemas para la Hora Santa Pg. 18 Pg. 39 Pg. 44

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En el espritu de Aparecida
La Misin permanente

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Palabras del Arzobispo


en la primera reunin del Consejo Presbiteral 2008

El camino recorrido

Hace cinco aos el encuentro con la realidad particular de nuestra ciudad y sus exigencias, nos interpel a buscar cmo ser hoy Iglesia en Buenos Aires. La Asamblea se present como momento eclesial de encuentro en el Seor; un espacio de afirmacin de nuestra identidad y de toma de conciencia de nuestra misin en un mbito de comunin y participacin. La vivencia de la Asamblea tena que reflejar la realidad de la Iglesia en Buenos Aires para ponerla en comn y, juntos, encontrar los caminos para seguir andando el sendero iniciado con el Plan de Pastoral Orgnico Arquidiocesano, descubriendo nuevas expresiones de evangelizacin1. Esperbamos y buscbamos, en lo que luego se llam el estado de asamblea2, un tiempo para decidir y planificar. Sin embargo el Seor nos fue llevando con su Espritu a posar nuestra mirada sobre el santo pueblo de Dios: y ah reconocimos experiencialmente sus heridas y fragilidades3 que son tambin son las nuestras. En la medida que nos involucramos con la vida de nuestro pueblo fiel y sentimos el hondn de sus heridas pudimos mirar el rostro de Cristo, ir a su Evangelio para rezar, pensar y discernir lo que necesita. No buscando soluciones rpidas y prearmadas, sino dejndonos iluminar y trasformar por la oracin y la confrontacin con los otros, permitiendo que sea Dios el que hable y no las recetas ya experimentadas.
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Por las heridas y fragilidades Dios nos habl pidindonos la ternura del Padre que slo podemos brindar en la medida que se renueva y crece nuestro fervor apostlico4 siendo testimonio vivo del amor de Aquel que nos am y nos salv. La pluralidad de exigencias nos llam y nos llama a reforzar una identidad eclesial que brote de una mayor comunin que se haga palpable en un estilo comn5,sean uno para que el mundo crea, procurando el modo de acoger a todos haciendo de nuestras parroquias, geografas pastorales, y muy especialmente de las periferias existenciales nuestra ciudad6, santuarios7 donde se experimenta la presencia de Dios que es ternura8 que vino a nosotros, nos am y nos salv9 y contina pasando por nuestra vida y derramando su bendicin10. La mano providente de Dios quiso que este camino que fuimos haciendo como Iglesia en Buenos Aires nos fuera preparando el corazn para que la respuesta a esa pregunta madrugadora: -Cmo ser iglesia en nuestra ciudad?, que en definitiva es descubrir cmo responder a nuestra misin de bautizados, de hijos de Dios- viniera tambin de la mano de la Iglesia en Aparecida. Nuestro lugar y nuestra tarea son los de discpulos misioneros. En las inquietudes y bsquedas de Aparecida nos encontramos totalmente identificados, en sintona y confirmados en el camino. La luz que nos trajo Aparecida La Iglesia Latinoamericana que se rene en Aparecida es una Iglesia consciente de que tiene muchos problemas. Muchos de ellos
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se repiten y lo descubrimos en nuestra realidad pastoral cotidiana: el crecimiento de los bautizados no acompaa el crecimiento demogrfico, ao a ao muchos fieles abandonan la Iglesia, muchos se van a otros grupos religiosos, nuestras comunidades estn lejos de los pobres, hay pocos cristianos en los lugares donde se toman las decisiones que marcan la vida de nuestros pases, empobrecimiento y exclusin.

Cambio de poca Es un tiempo de cambios11que tienen un alcance global12 con consecuencias en todas las dimensiones de la vida de nuestros pueblos: lo cultural, lo socio-poltico, lo econmico, las ciencias, la educacin y naturalmente tambin lo religioso. Muchas veces al hablar de poca de cambios decamos que vivamos cambios: algunos fuertes, en algunas esferas de la vida de las personas y de los pueblos, pero la matriz social y cultural, los puntos de referencia, permanecan. En Aparecida la Iglesia toma conciencia de lo que se vena anunciando desde hace varios aos. Lo que estamos viviendo es un cambio epocal, lo que est aconteciendo es que cambia precisamente esa matriz. Los cambios no se refieren a los mltiples sentidos parciales que cada uno puede encontrar en las acciones cotidianas que realiza, sino al sentido que da unidad a todo lo que existe13. Lo propio del cambio de poca es que ya las cosas no estn en su sitio. Lo que antes serva para explicar el mundo, las relaciones, el bien y el mal, ya parece que no funciona ms. La manera de ubicarnos en la historia cambi. Cosas que pensamos que nunca iban a pasar, o que por lo menos no las bamos a ver, las
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estamos viviendo y delante del futuro no nos animamos ni siquiera a pensar. Probablemente lo que nos pareca normal de la familia, la Iglesia, la sociedad y el mundo, parecera que ya no volver a ser de ese modo. Lo que vivimos no es algo que ilusoriamente tenemos que esperar que pase para que las cosas vuelvan a ser como siempre fueron. Con gran dolor se constata que la fe, que por ms de cinco siglos ha animado la Iglesia en Latinoamrica, ha erosionado14. Ya no se transmite de generacin en generacin con la misma fluidez15. Pero lejos del lamento o la condena de la situacin, Aparecida reconoce que no tiene las respuestas a los problemas y por eso es una invitacin a discernir con la luz del Espritu Santo de que manera ponerse al servicio del Reino en esta realidad16. Es un acto de profunda humildad el reconocimiento pblico de no saber qu es con precisin lo que hay que hacer. La respuesta de Aparecida Aparecida no nos trae recetas sino unas claves, unos criterios, unas pequeas grandes certezas para iluminar y sobre todo encender el deseo profundo de quitarnos todo ropaje innecesario y volver a las races, a lo esencial, a esa actitud que plant la fe en los comienzos de la Iglesia y despus hizo de nuestro continente la tierra de la esperanza. Ante la pregunta: qu es lo que hay que hacer? Aparecida responde: Ser discpulos misioneros en el hoy de nuestro continente. Eso es, en definitiva, el gran objetivo de Aparecida, y lo que nuestro mundo necesita de nosotros. Lo propio del discpulo: la mirada humilde y aprendedora17, la escucha silenciosa y atenta18. El discpulo no es Maestro por eso no sabe lo que
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tiene que hacer, no tiene respuestas.19 La Iglesia de Aparecida es comunidad de discpulos misioneros que quieren escuchar al Seor y escuchar la realidad con humildad para discernir qu es lo que hay que ser y hacer: necesitamos hacernos discpulos dciles, para aprender de l, en su seguimiento, la dignidad y la plenitud de la vida. Y necesitamos al mismo tiempo que arda en nosotros el celo apostlico para llevar al corazn de la cultura de nuestro tiempo aquel sentido unitario y completo de la vida humana que slo Cristo puede dar20. La escucha del Seor tambin se hace en la escucha de la realidad con espritu proftico. Ello significa poner luz sobre modelos antropolgicos incompatibles con la naturaleza y dignidad del hombre y presentar la persona humana como el centro de toda la vida social y cultural: En nuestros das, hacer este anuncio integralmente exige espritu proftico y coraje. La realidad se presenta complicada y desconcertante, pero los cristianos tenemos que vivirla como discpulos del Maestro. No podemos ser observadores aspticos e imparciales, sino hombres y mujeres apasionados por el Reino, deseosos de impregnar todas las estructuras de la sociedad de una Vida, un Amor que hemos conocido. Ese Amor nos hace vivir abundantemente, como dijo el Papa en el Discurso Inaugural: es lo mejor que nos pas en la vida, es lo que tenemos para ofrecer al mundo y contrarrestar la cultura de

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hay que dejar que la realidad surja del pueblo fiel de Dios, tanto en la preparacin como en la eleccin del mtodo no habr condicionamientos previos. Se irn recogiendo los diversos aportes que inspire el Espritu a las personas, a los diversos grupos parroquiales, movimientos apostlicos, y bautizados que no pertenecen a ninguna institucin. Y el servicio del obispo consistir en armonizar esos aportes. Armonizar con la fuerza del Espritu Santo, no con pre-concepciones funcionales, sino con el Espritu, puesto que Ipse est harmonia J. Bergoglio 2004 20 DA 41 Caminando en Asamblea - 9

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muerte con la cultura cristiana de la vida y la solidaridad21. Por eso, no podemos mirar la realidad ms que en trminos de misin. La Misin como propuesta y desafo. La misin vocacin, definitiva de la Iglesia de Jesucristo, es el corazn de Aparecida. No podemos quedarnos en espera pasiva en nuestros templos22. Benedicto XVI reafirm reiteradas veces esta comprensin de la misin como luz de la pastoral ordinaria diciendo que los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del Pueblo de Dios no son slo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas sino tambin los mbitos socioculturales y, sobre todo, los corazones 23. los Apstoles, transformados interiormente el da de Pentecosts por la fuerza del Espritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Seor muerto y resucitado. Desde entonces, la Iglesia prosigue esa misma misin, que constituye para todos los creyentes un compromiso irrenunciable y permanente. Por consiguiente, toda comunidad cristiana est llamada a dar a conocer a Dios, que es Amor24. Se trata efectivamente de no ahorrar esfuerzos en la bsqueda de los catlicos apartados y de aquellos que poco o nada conocen sobre Jesucristo, a travs de una pastoral de acogida25. Al abordar el tema de la Misin permanente y la Misin continental debemos evitar caer en un reduccionismo que lleve a la realizacin de una Misin programtica en la que se concentran durante un tiempo determinado todos los esfuerzos y los mejores
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DA 480 DA 548 23 BENEDICTO XVI, Discurso a las Obras Misionales Pontificias del 05/05/2007. 24 Mensaje del S.S. Benedicto XVI para la jornada mundial de las misiones. "La caridad, alma de la misin 24 Encuentro del Pontfice con la comunidad catlica de Brasil.

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recursos en una salida misionera, de modo que cuando concluye todo vuelve a ser igual. La propuesta de Aparecida es ms audaz, va ms all de una misin programtica aunque no la excluye. La Misin que propone Aparecida no est limitada en el tiempo, sino pensada de forma tal que despus que se inicie siga sola, que sea una misin permanente. No se trata de programar una serie de acciones, aunque no lo descarta, sino el comienzo de algo con proyeccin indeterminada. Podemos entonces, hablar de la Misin permanente y la Misin continental que propone Aparecida como una Misin paradigmtica. Esto significa tener la misin como una clave de interpretacin de toda la accin pastoral, es impulsar fuertemente un proceso pastoral que tiene como caracterstica la dimensin misionera en los mbitos de la pastoral ordinaria. No es accin misionera ad extra sino ad intra y ad extra continua y permanente. La misin se convierte en el paradigma de toda accin evangelizadora. La conversin personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauracin del Reino de vida. Obispos, sacerdotes, diconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos, y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversin pastoral, que implica escuchar con atencin y discernir lo que el Espritu est diciendo a las Iglesias (Ap 2, 29) a travs de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta. 26 El prroco debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administracin27. El amor de Cristo, de hecho, viene comunicado a los hermanos con ejemplos y palabras; con toda la vida. La vocacin especial de los misioneros ad vitam conserva toda su validez: representa el paradigma del compromiso misionero de la

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Iglesia, que siempre necesita donaciones radicales y totales, impulsos nuevos y valientes28. Esta clave de interpretacin, por ejemplo, hace que no se piense solamente en misionar para que se acerquen ms personas a la catequesis o a los sacramentos sino que nos desafa a repensar la realidad catequstica y sacramental desde una perspectiva misionera. En el espritu de Aparecida implicar tambin encaminar todo el quehacer evangelizador de nuestra Iglesia en el marco de una Pastoral de Conjunto donde obispos, sacerdotes, religiosos, laicos, organismos y asociaciones trabajemos corresponsablemente en la formacin de comunidades discipulares misioneras y servidoras comprometidas a llevar con pasin el anuncio del Evangelio a todos los hombres. La propuesta de una pastoral en clave Misionera surge de la necesidad de una nueva relacin con los que estn "fuera", es decir, los no creyentes, los alejados, los no practicantes, las nuevas culturas, etc. que constituyen el lugar prioritario de la misin. Hombres y mujeres que muchas veces comparten las mismas celebraciones, viven en un mismo barrio, trabajan en un mismo lugar y caminan por una misma ciudad. Esta realidad designa no slo a los no bautizados o a aquellos que no han recibido todava el misterio del Reino, sino que incluye, de hecho, a todos aquellos para los que los misterios del Reino de Dios y la Iglesia son todava algo exterior, en los que no se participa desde dentro, con los que no se identifica hasta el punto de que todo parece lejano, desconocido o sin valor, caminar juntos, contar persona a persona, cuerpo a cuerpo, con la voz, con las manos y con el corazn, que Jesucristo es el Seor29. Una pastoral en clave de Misin pretende sencillamente abandonar el cmodo criterio pastoral del "siempre se ha hecho as ", salir de la repeticin mecnica, superar la improvisacin y la ruRedemptoris missio, 66 J. Bergoglio: Jornada preasamblea Junio 2005 Caminando en Asamblea - 12
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tina, dejar de dar respuestas estereotipadas a preguntas que nadie se hace, construir un proyecto vlido de misin permanente, ordenando en funcin de este proyecto las actividades de los agentes de pastoral, partiendo de la realidad, valorando los recursos humanos y materiales y teniendo muy en cuenta la medida del tiempo para proponerse objetivos concretos a corto, mediano y largo plazo. Por lo tanto, el sentido misionero deber animar todas las programaciones pastorales y acciones de la pastoral ordinaria intentando seriamente llegar a todos en sus propios lugares y en su estilo de vida. Conversin pastoral Para promover una pastoral en clave misionera es necesario estar dispuestos a una conversin pastoral que implica un cambio de mentalidad, de actitudes y de conductas; para lo cual es necesaria una perseverante docilidad al Espritu que transforma los corazones y convierte a las comunidades en signos elocuentes de una forma diferente de pensar y de vivir. La conversin pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservacin a una pastoral decididamente misionera [] haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunin misionera30. El complejo fenmeno de la globalizacin, los cambios culturales acelerados, la gran influencia de los medios de comunicacin y los mltiples retos que afronta la sociedad en todos los mbitos, son un desafo a su creatividad pastoral, a su sensibilidad de creyentes y a su espritu misionero. Por eso se siente la urgencia de un giro decidido hacia una nueva orientacin pastoral, animada por una verdadera conversin pastoral.

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La experiencia de conversin est en el centro de la vida y espiritualidad cristiana. Es una experiencia: terica que compromete nuestra inteligencia, relacional porque involucra nuestra vida afectiva, prctica porque nos da una fisonoma moral determinada y espiritual porque hace a nuestra relacin con Jesucristo. Una transformacin de la accin pastoral y una consecuente accin pastoral transformadora slo podr producirse cuando haya sido mediada por la transformacin interior de los agentes de pastoral y miembros de la comunidad que la componen. La conversin pastoral se vive cuando las transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafos para la Iglesia en su misin de construir el Reino de Dios. De all nace la necesidad, en fidelidad al Espritu Santo que la conduce, de una renovacin eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y tambin institucionales.31. Todas las estructuras de comunin de la Iglesia requieren esa conversin, desde las pequeas comunidades y las parroquias a las dicesis y sus estructuras pastorales. Y adems todos los lugares donde se puede dar el encuentro con el Seor: familias, movimientos, colegios y universidades. Esta firme decisin misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de dicesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institucin de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovacin misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisin de la fe.32. La conversin pastoral es un proceso pascual de muerte y resurreccin, de fe incondicional y esperanza inquebrantable en el Dios de Vida. Donde hay conversin podemos tener la certeza que Espritu est animando la marcha de la Iglesia que, con audacia, se hace capaz de cambiar su rumbo para ir asumiendo las opciones que permiten una experiencia y vivencia cada vez ms profunda del
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Reino de Dios. Para convertirnos en una Iglesia llena de mpetu y audacia evangelizadora, tenemos que ser de nuevo evangelizados y fieles discpulos [] No hemos de dar nada por presupuesto y descontado. Todos los bautizados estamos llamados a recomenzar desde Cristo, a reconocer y seguir su Presencia con la misma realidad y novedad, el mismo poder de afecto, persuasin y esperanza, que tuvo su encuentro con los primeros discpulos33. Porque el seguimiento es fruto de una fascinacin que responde al deseo de realizacin humana, al deseo de vida plena34. Que todos nos sintamos fascinados, atrados y apremiados por el amor de Cristo35 y podamos decir con San Pablo Ay de m si no evangelizo! 36. La Madre del Seor, que experiment la peculiar fatiga del corazn37, nos acompae y sostenga en nuestras fatigas cotidianas y nos obtenga la gracia de la audacia evangelizadora, el fervor apostlico y la constancia misionera. Buenos Aires, 15 de abril de 2008 Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.

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DA 549 DA 277 35 2 Cor. 5, 14 36 1 Cor. 9, 16 37 Redempt. Mater. 17 Caminando en Asamblea - 15

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Apndice Algunas pistas que podemos tener en cuenta Una Iglesia en clave misionera vive una constante conversin pastoral que lleva a asumir nuevas actitudes y formas de evangelizacin. Vive la pasin por el Reino como centro de la vida y accin eclesial. Evangeliza y es evangelizada constantemente desde el anuncio del Kerygma. Se sostiene por Palabra y apunta al encuentro con Jess que lleva al cambio personal y a la creacin de certezas profundas que iluminan tanto la vida personal como social. Anuncia de modo directo y directo a Jess Reformula las estructuras eclesiales y los planes pastorales de acuerdo a esta nueva clave de interpretacin. Ofrece antes de exigir, no condiciona sino que presenta creativamente nuevas posibilidades y opciones. Discierne los signos de los tiempos y no da nada por supuesto. Supera la desesperanza del siempre se hizo as y del no se puede hacer nada. Asume la realidad tal como se presenta sin pruritos ni prejuicios. Vive la accin pastoral con corazn samaritano que va al encuentro del hermano necesitado, del que se ha ido, del que no est. Crea servicios que lleguen a los excluidos para hacer de la Iglesia Casa y escuela de Comunin. Tiende por todos los medios a una ser un Iglesia de puertas abiertas.
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La identidad de sus miembros se verifica con el discipulado y la misin. Realiza un proceso que lleva a la parroquia a ubicarse como comunidad de comunidades y porcin de una Iglesia ms amplia. Experimenta la Misin como tarea de todos y expresin viva de la fe. Esta nueva perspectiva supone una mstica, certezas y opciones Evangelizar es hacer discpulos no adherentes. El discpulo vive una relacin profunda con el Maestro, no slo formal. Esta relacin lleva a seguir a Jess haciendo nuestro su estilo de vida. La escucha orante de la Palabra alimenta el seguimiento de Jess. La oracin es el lugar de la intimidad con Jess y de encuentro intercesor por los hermanos. La Misin es la razn de ser del discpulo. La parroquia es casa y escuela de comunin, de participacin y solidaridad. La parroquia se convierte en lugar de misin que afecta a toda la vida social de barrio.

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La renovacin misionera en Argentina


Sabemos que en los ltimos 30 aos fue gestndose y desarrollndose una megatendencia que se llama el subjetivismo individualista posmoderno. La posmodernidad tiene sus valores, pero guarda dentro un ncleo que no podemos asumir en su esencia, porque contradice al Evangelio. El problema es que lo podemos criticar en teora, pero otra. Se ha criticado mucho el subjetivismo en lo que respecta a la doctrina, el subjetivismo de las ideas, pero no tanto el subjetivismo que se convierte en hbitos existenciales, en estilos de vida que contradicen la propuesta del Evangelio. Aqu mismo, aos atrs hablamos de algunos sntomas de este fenmeno que afecta tambin a los sacerdotes: Separar demasiado el mbito privado de los compromisos pblicos, necesidad de sacarse el sacerdocio de encima, buscar celosamente espacios de relax, de distensin, avidez por la privacidad y por la distraccin, sea en forma de viajes, sea dentro de la propia habitacin con la tele o Internet. Necesidad de reducir el tiempo de trabajo y la variedad de sus exigencias. Encierro en pequeos grupos de amigos. Hay como un temor a meterse en el corazn del mundo con el Evangelio, y un terror de perder el pequeo espacio de la privacidad ms cmoda. En estos mismos 30 aos, de los 80 en adelante, han aumentado notablemente las inquietudes espirituales en el clero y en los seminaristas, creci mucho el aprecio por la lectio divina y el gusto por los ejercicios espirituales. Pero no ha crecido proporcionalmente la pasin por la misin, sino ms bien lo contrario. Eso permite advertir el riesgo de que el subjetivismo individualista produzca un estilo de vida cristiana a su medida. Aparecida sintetiza este riego bajo la expresin conciencia aislada.
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La Evangelii Nuntiandi, hace 32 aos, ya constataba una falta de fervor que se manifiesta en la fatiga y la desilusin, en la acomodacin al ambiente y en el desinters, y sobre todo en la falta de alegra y de esperanza en la entrega. Esto, que en la poca de Evangelii Nuntiandi se perciba fuertemente en Europa, hoy ya invadi todo el mundo, se globaliz. Ahora Benedicto XVI ha dicho que nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual todo procede con normalidad pero, en realidad, la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad (DA 12). A esto se une el hecho innegable de un creciente nmero de personas que deja la Iglesia catlica. En los sectores medios y altos hacia formas de espiritualidad oriental, New Age, etc. Y sobre todo en los sectores bajos como un xodo hacia grupos neopentecostales. Por todo esto, nada hay ms oportuno que un llamado a una renovacin misionera. Juan Pablo II ya vea el problema hace 17 aos, cuando escribi una de sus encclicas ms importantes y mejor preparadas: la Redemptoris Missio (1990). Encclica realmente provocativa y audaz, pero falt el coraje para aplicarla. Yo creo que Aparecida es la recepcin decidida de Redemptoris Missio en Amrica Latina, tarda pero no por eso menos oportuna. Entonces vamos a intentar avanzar en nuestra reflexin sobre la misin, haciendo distinciones necesarias, no slo en general, sino teniendo en cuenta nuestra realidad cultural. Nos planteamos entonces cmo afecta a nuestra Dicesis la renovacin misionera que se nos propone. Redemptoris Missio nos invita a reconocer que es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio a los que estn alejados
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de Cristo, porque esa es la tarea primordial de la Iglesia (RMi 34) y que la actividad misionera representa, tambin hoy da, el mayor desafo para la Iglesia (RMi 40). Tambin hoy, para el creyente en singular, lo mismo que para toda la Iglesia, la causa misionera debe ser la primera (RMi 86). No podemos evitar esta interpelacin diciendo que se refiere a la actividad evangelizadora en general. Es la excusa ms comn. En Redemptoris Missio se habla de misin en un sentido estricto, diverso al de la pastoral ordinaria: Ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelizacin y a la misin ad gentes (RMi 3). Las dificultades actuales no son excusas para el desencanto y el lamento, sino oportunidades para la renovacin misionera: En la historia de la humanidad son numerosos los cambios peridicos que favorecen el dinamismo misionero. La Iglesia, guiada por el Espritu, ha respondido siempre a ellos con generosidad y previsin (RMi 30). Yo me pregunto: Qu se podr decir de nosotros al respecto dentro de cincuenta aos? En esta oportunidad histrica, reaccionamos como los primeros cristianos, como Santo Domingo en su poca, como San Francisco Javier? Nuestra tendencia es a responder con el lamento o con una reaccin creativa y generosa? Decamos que esta apasionada convocatoria de Juan Pablo II, en Amrica Latina slo fue acogida con esta contundencia en el Documento Conclusivo de Aparecida. Veamos como ejemplo slo tres textos de Aparecida que hacen resonar entre nosotros el llamado misionero de Redemptoris Missio: * No podemos quedarnos en espera pasiva en nuestros templos (DA 548). * La conversin pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservacin a una pastoral decididamente misionera [] haciendo que la Iglesia se manifieste como
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una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunin misionera (DA 370). * Esta firme decisin misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de dicesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institucin de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovacin misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisin de la fe. La conversin personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauracin del Reino de vida (DA 365-366). Cmo este llamado misionero involucra a los presbteros. El problema es que esta invitacin parece contradecir el profundo sentido de arraigo en un lugar que caracteriza al sacerdote diocesano. Esta exhortacin cae muy bien a las personas dedicadas a las misiones, pero los presbteros diocesanos en general tenemos una serie de prejuicios en lo que respecta a la misin. Cuando se acercan personas que invitan a la misin, nos parece leer en su modo de plantear las cosas una falta de comprensin de nuestro propio carisma, tan local, tan arraigado en un territorio, tan establemente encarnado en un lugar y en un pueblo que es nuestro hasta la muerte. Desde Navega Mar Adentro, nos planteamos si esto no contradice nuestra opcin por la pastoral ordinaria (el primer criterio de nuestro documento). Por eso, se vuelve necesario clarificar el sentido completo y exacto de la convocatoria misionera, de manera que pueda ser asumida por todos desde su vocacin especfica. Sobre todo si tomamos conciencia e intentamos asumir que no se trata de un rea secundaria de la pastoral de la Iglesia, o de un aspecto ms al lado de tantos otros. Hay que recordar que un sacerdote diocesano, como para cualquier otro cristiano, y por el simple hecho de seguir siendo crisCaminando en Asamblea - 21

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tiano, est llamado particularmente a llegar a las personas que viven al margen de Jesucristo, le desconocen, y no se reconocen miembros de la Iglesia Catlica. Y est llamado con el mismo deber irrenunciable de amar a Dios y amar al prjimo, por cuanto el llamado misionero es parte de la esencia misma del ser cristiano: Todos los sacerdotes deben estar abiertos sobre todo a los grupos no cristianos del propio ambiente (PDV 32b). El Seor les confa no slo el cuidado pastoral de la comunidad cristiana, sino tambin y sobre todo la evangelizacin de sus compatriotas que no forman parte de su grey (RMi 67). El prroco debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administracin (DA 201). En este sentido, cualquier prroco debera asumir, como tarea fundamental, tan esencial e ineludible como el amor a Dios y al prjimo, la misin ad gentes en su propio territorio. Con ello recupera la dimensin estrictamente misionera, inseparable de su identidad cristiana, sin necesidad de salir de su dicesis. Porque no pueden ser misioneros de otros pases, si antes no se preocupan seriamente de los no cristianos en su propia casa. La misin ad intra es signo creble de la misin ad extra (RMi 34). Benedicto XVI reafirm esta comprensin de la misin ad gentes diciendo que el campo de la misin ad gentes se ha ampliado notablemente y no se puede definir slo basndose en consideraciones geogrficas o jurdicas. En efecto, los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del Pueblo de Dios no son slo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas sino tambin los mbitos socioculturales y, sobre todo, los corazones.38 Pero esto no vuelve la misin menos exigente, sino que nos reclama volvernos ms misioneros en lo ordinario y en la propia paBENEDICTO XVI, Discurso a las Obras Misionales Pontificias del 05/05/2007. Caminando en Asamblea - 22
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rroquia. Se trata de ser un apasionado buscador de la oveja perdida en el propio territorio. Cmo se entiende en Amrica Latina y en Argentina En primer lugar hay que reconocer tambin en nuestro pas que va creciendo el nmero de personas que ya no se consideran catlicas y han ido debilitando su identidad cristiana hasta prescindir de Jesucristo en sus vidas, aunque vivan en lugares caracterizados por una cultura de raz catlica. Por eso hay que aceptar la necesidad de la llamada nueva evangelizacin. Redemptoris Missio la describe como un anuncio dirigido a personas que no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio (RMi 33). Este fenmeno se explica por las caractersticas del mundo actual donde muchas veces los padres bautizados ya no dedican tiempo a sus hijos, por lo cual no les transmiten la fe catlica, y llevados por la vorgine de la vida posmoderna, ni siquiera llevan a sus hijos a bautizar. En esas familias estn los tpicos destinatarios de una nueva evangelizacin, que en general no se sita en el contexto de un rechazo explcito o de una ignorancia total de la propuesta cristiana, pero que puede estar condicionada por una situacin de indiferencia, de desinters, o incluso de prejuicios negativos y muchas distracciones generadas por los medios de comunicacin y por la sociedad de consumo. Pero les propongo que vayamos ms hondo en este planteo. Si tenemos en cuenta la realidad de una fuerte piedad popular en nuestra gente, se nos plantea el siguiente problema: si acogemos el llamado de Redemptoris missio y dedicamos todas nuestras fuerzas a estos sectores que ya no se reconocen catlicos o prescinden completamente de Jesucristo, eso nos obligara a optar por minoras, descuidando las mayoras en riesgo. Y ese no es sin duda el espritu
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de Aparecida, y tampoco un criterio fuerte de NMA que invita a llegar a todos, ms que concentrarnos en minoras. La mayora de los pobladores de nuestras dicesis argentinas siguen reconocindose como miembros de la Iglesia Catlica, y, a su modo, llevan una existencia conectada con Cristo y con su Evangelio. No son paganos que nunca oyeron hablar de Jesucristo, sino que se declaran catlicos sin vergenza, aman a Jesucristo, son profundamente devotos de la Virgen. En la imagen de Mara leen el Evangelio. Cmo acogemos entonces el llamado de Juan Pablo II, de Benedicto XVI y de Aparecida, de priorizar la misin en un sentido ms estricto de buscar a los alejados? Creo que la respuesta est en el llamado de Benedicto XVI en Brasil, que pidi dedicar todas las fuerzas eclesiales en una actividad misionera en las periferias (recogido en Aparecida 550). Es verdad que en las periferias todava hay una mayora de fieles catlicos. Pero a esos sectores no se les aplica fcilmente la categora de atencin pastoral ordinaria. La inmensa mayora de ellos no asiste a la Misa dominical y no integra grupos o instituciones de parroquias o movimientos catlicos, de manera que las estructuras ordinarias de las parroquias no llegan a ellos. La pastoral ordinaria est ms ligada a los servicios que ordinariamente se brindan a los fieles que asisten con frecuencia a los centros catlicos: confesin, acompaamiento espiritual, charlas, cursos de formacin, predicacin dominical, etc. La actividad misionera dirigida a los fieles de la piedad popular, que procura el crecimiento de su fe catlica, toma otra forma completamente diferente que suele llamarse pastoral popular. Pero es importante notar que la pastoral popular tiene algunas caractersticas que la asemejan a la actividad misionera en un sentido ms propio. Por ejemplo: desprenderse de las seguridades que brindan los esquemas institucionales a los que estamos habituados, ir a dnde ellos viven, hacer un peculiar esfuerzo de adaptacin a su modo cultural propio, etc. Es
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decir, el movimiento de salir de las estructuras pastorales ordinarias para llegar a las periferias pobres se parece a la misin ad gentes en cuanto al modo, pero no en su finalidad. Porque no se trata de procurar una conversin a Jesucristo, como si fueran ateos, sino de acompaar, alentar y promover una fe catlica ya viva, de manera que pueda seguir desarrollndose, con su forma cultural propia, en el seno de la Iglesia Catlica. Hay que reconocer que estamos en un momento histrico donde el peso de los medios de comunicacin como formadores de cultura es enorme (mucho ms que en dcadas anteriores), y donde el estilo de vida de las personas ha sufrido cambios muy marcados. Por eso la fe popular necesita un acompaamiento ms cercano. Hay cierta ruptura en la transmisin de la fe. Aparecida lo reconoce diciendo que nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generacin a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese ncleo ms profundo de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa (DA 39). Sera ingenuo ignorarlo. De otro modo no se explicara que en las zonas perifricas sean tantos los pobres que dejan la Iglesia Catlica (alrededor de 50 millones en Brasil en las ltimas dcadas. Un poco menos, pero tambin varios millones en el Gran Buenos Aires y muchos en barrios pobres de ciudades pequeas). Con esos millones de pobres la transmisin popular de la fe no funcion mgicamente. Es decir, no es algo infalible y automtico, necesita apoyo. Sera suicida ignorar estos cambios del sujeto social y las nuevas necesidades de las personas, que si no encuentran lo que buscan en estructuras catlicas lo buscarn en otra parte. Hace falta reacciones ms rpidas que nos vuelvan cercanos. De otro modo nos sindicarn a nosotros como responsables de un proceso de entropa que puede comenzar a producir sntomas imparables. Hoy la fe popular requiere una atencin que propicie caminos de expresin, de maduracin, crecimiento y afianzamiento, aunque
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siempre habr que hacerlo a partir de un profundo reconocimiento de su identidad cultural especfica: Se necesita cuidar el tesoro de la religiosidad popular de nuestros pueblos, para que sea siempre nuevamente evangelizada (DA 549) Aparecida invita a valorarla profundamente y a respetar su modo cultural propio, pero al mismo tiempo a llevar esa piedad popular a un crecimiento y afianzamiento en un contacto ms directo con las Escrituras y en una mayor cercana a la Eucarista (cf. DA 262). Reconozcamos que esa plenitud debera resultarnos imperiosa si tenemos un corazn realmente misionero. Nadie puede negar que, si la accin secreta de la gracia en un pagano reclama la plenitud eucarstica, con mayor razn hay que decirlo de fieles catlicos que viven su fe con profunda devocin. La actividad evangelizadora de la Iglesia debera ocuparse de eliminar los condicionamientos de todo tipo que impiden que la vida de la gracia presente y manifiesta en millones de fieles catlicos pueda lograr esa plenitud eucarstica a la que tiende por su propia naturaleza. Si es propio de la Iglesia Catlica poseer y ofrecer una plenitud de medios de salvacin (UR 3), por lo cual a ella se orienta la vida de la gracia presente en los no cristianos, entonces se vuelve evidente que a esa plenitud son invitados particularmente a nuestros propios fieles. Entonces cmo se sintetiza todo esto?: en un llamado a salir hacia las preferas ms descuidadas. All se desarrollan tres estrategias pastorales diversas: segn el caso, habr que desarrollar el primer anuncio propio de la misin ad gentes, o el esfuerzo por volver a despertar una fe perdida (nueva evangelizacin) o el acompaamiento que llamamos pastoral popular, tan diferente de la pastoral ordinaria. Estas tres formas de la actividad misionera se combinan en las periferias en riesgo. En esta salida hacia las periferias, no slo estaremos escuchando el llamado del Papa o acogiendo Aparecida, sino cumpliendo el Evangelio: Cuando des un banquete no invites a tus amigos ni a
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tus vecinos ricos Invita a los pobres, a los lisiados (Lc 14, 12-14). Esto es Evangelio puro, no es ideologa. Aparecida lo cita diciendo: En esta poca, suele suceder que defendemos demasiado nuestros espacios de privacidad y disfrute, y nos dejamos contagiar fcilmente por el consumismo individualista. Por eso, nuestra opcin por los pobres corre el riesgo de quedarse en un plano terico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientos y en nuestras decisiones. Es necesaria una actitud permanente que se manifieste en opciones y gestos concretos... Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atencin, escucharlos con inters, acompaarlos en los momentos ms difciles, eligindolos para compartir horas, semanas o aos de nuestra vida Slo la cercana que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus legtimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opcin por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres (DA 397-398). (DA 397-398). Se trata entonces de salir, de ir hacia, no hay vuelta de hoja. Es una salida, un xtasis trinitario que se traduce en cercana. Porque es salir para estar cerca, es ir a los hogares, ir a las casas, ir donde ellos viven, celebrar misa ms cerca de ellos, caminar las veredas, acercarse a donde ellos estn. No hay otra. Esto ni significa que el cura mismo deba ir a todos los hogares, sino anime a otros para que lo hagan, alentando un constante movimiento de cercana. Es para nuestras dicesis el desafo de crear nuevas paroikias, una nueva cercana fsica con las familias.

La renovacin exttica, Kerygmtica y vocacional de la pastoral ordinaria y del sacerdocio Todo esto implica una renovacin personal y eclesial. Pero precisemos ahora en qu consiste una renovacin misionera dentro de nuestras dicesis. Tiene 3 aspectos.
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1) La renovacin misionera de las comunidades es en primer lugar una renovacin exttica (ex-tasis: salida de s). Es decir, consiste en reestructurar las actividades, los grupos y los proyectos pastorales para poder llegar a las periferias, para salir hacia los que no conocen a Cristo y hacia los que estn ms abandonados. Esta renovacin misionera que propone Aparecida tiene manifestaciones muy concretas, como multiplicacin de servicios y ministerios misioneros (cf DA 202), superacin de la burocracia (DA 203), sectorizacin en unidades territoriales ms pequeas (DA 372, 518c), creacin de comunidades de familias (DA 372), etc. Es un xtasis, una salida, pero no para desarraigar, sino para crear nuevas formas de comunin, ms ricas y ms incluyentes de los que no se sienten convocados. Es salir para hacer nacer nuevos centros de arraigo y de fe compartida. Pero eso implica, como ha dicho el Cardenal Bergoglio, aceptar y asumir un cierto desorden, una novedad que nos desinstala, que nos llama a una disponibilidad abierta, y nos expone a lo imprevisto. Se trata entonces de aceptar internamente ser desinstalados por lo imprevisto (una profunda actitud espiritual). 2) Pero esto sera quedarse slo en un primer nivel de la renovacin eclesial que, aunque sea indispensable, todava no nos permite llegar al fondo de una verdadera transformacin misionera. Porque una renovacin misionera profunda y realmente decisiva requiere tambin una renovacin Kerygmtica que transfigure la pastoral ordinaria. Esto nos permite advertir que la propuesta de Aparecida no invita a descuidar la atencin pastoral ordinaria, a vaciar las sedes parroquiales, sino a transformarla a la luz de la misin ad gentes. Qu significa precisamente esto? La misin ad gentes es el paradigma de toda accin evangelizadora, es el primer analogado. Pues bien, la misin ad gentes est ordenada en primer lugar al Kerygma. Es el anuncio del amor infinito de Dios que nos redimi en la Cruz de Jesucristo, quien ha resucitado y vive con nosotros. Vive y ofrece vida en abundancia. Y est presente de tal manera que no nos
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abandona pase lo que pase, que puede darle un sentido a todo, hasta a la peor de las angustias. Porque mi Redentor est vivo. Estamos llamados a decirle esto de un modo u otro a cada persona, cara a cara. No hay que tener tanta vergenza de hacer este anuncio. Es verdad, y nadie tiene derecho a relativizarlo o ridiculizarlo. Pero no hay que entenderlo de un modo elitista o despreciativo de la fe de la gente. Este anuncio no se llama primero slo en un sentido cronolgico, sino sobre todo en un sentido cualitativo. Es el anuncio fundamental y fundante, que debe estar presente siempre, atravesando todas las actividades de la pastoral ordinaria. Cuando repetimos este anuncio a los fieles no lo hacemos pensando que nunca lo han escuchado, sino porque es la conviccin principal que hay que renovar y afianzar constantemente, para que todo lo dems no se reduzca a un conjunto de normas, prcticas o ideas religiosas (cf. DA 12), porque ms que una decisin tica o una gran idea lo que configura el ser cristiano es un encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientacin decisiva (DCE 1; DA 12, 243). Precisamente por eso, los obispos en Aparecida han dicho que el amor vivificador de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado es lo primero que necesitamos anunciar y tambin escuchar (DA 348). Es decir, an el obispo necesita volver a escuchar aquello que siempre ser lo primero. La renovacin Kerygmtica de la pastoral ordinaria, que desarrolla la nos vuelve a todos ms misioneros, implica renunciar a la idea de impartir a todos una formacin minuciosa, antes de enviarlos, o el ideal de concentrarse en pequeos grupos para darles una preparacin exhaustiva. Se trata de llegar a todos a travs de todos, con un renovado anuncio del Kerygma, y no slo a travs de los que han recibido varios aos de instruccin cristiana. Pablo no esper tener una formacin cristiana completa para salir a anunciar a Jesucristo. En Mc 5, 20 el endemoniado liberado
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cumple anunciando por todas partes lo que Jess le dijo: Cuntales lo que el Seor ha hecho por ti. Sin duda hay ministerios que requieren una formacin prolongada, pero eso no vale para el anuncio misionero fundamental, que es obligacin de todos, sin excepcin. En todo caso, un misionero convencido de este anuncio, comienza a necesitar y a pedir l mismo una formacin creciente para perfeccionar su actividad misionera. Pero tambin hay que lograr que la actualizacin del primer anuncio est presente constantemente en la predicacin, la catequesis, la pastoral social, y en todas las reas pastorales, iluminando y transformando toda la pastoral ordinaria. Aun la celebracin de los sacramentos puede dejarse interpelar por esta propuesta de renovacin Kerygmtica. Eso implicara aprovechar mejor las posibilidades misioneras que otorgan, particularmente, las celebraciones de bautismos y casamientos. Se trata entonces de situar el Kerygma constantemente en el centro de la actividad pastoral: El encuentro con Cristo que da origen a la iniciacin cristiana [] debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del Kerygma y la accin misionera de la comunidad. El Kerygma no slo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discpulo de Jesucristo. Sin el Kerygma, los dems aspectos de este proceso estn condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Seor. Slo desde el Kerygma se da la posibilidad de una iniciacin cristiana verdadera. Por eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones (DA 278a). Slo de esta manera los agentes pastorales estarn verdaderamente dispuestos para llevar ese anuncio a la vida pblica y a las periferias de la sociedad con conviccin. Los presbteros, as como deben alentar la comunin fraterna en todos los sectores de la actividad pastoral, tambin estn llamados a asegurar esta constante renovacin Kerygmtica.
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Esto no complica el ministerio ni lo vuelve ms pesado. Al contrario. Cuando un presbtero vuelve al ncleo de su fe, no tiene temor a complicar su vida con un montn de exigencias nuevas. Simplemente retorna al manantial ms fresco y puro, y orienta a los dems en ese mismo sentido. As, no slo se simplifica y renueva su vida cristiana sino la de toda la comunidad. Como consecuencia, se deja de perder tiempo y energas en cosas internas, preocupaciones secundarias, discusiones intiles, estructuras asfixiantes, y las energas se encauzan en lo esencial. Por eso, no se trata de sobrecargar todava ms su agenda, sino de adoptar un nuevo estilo, que libera al cura de pesos intiles y a la vez lo vuelve ms fecundo. De otra manera, el miedo a la misin nos mantiene encerrados en pequeos sectores algo enfermizos, y desarrollamos una vida parroquial entrpica, involutiva, que no tiene ms futuro que enfriarse todava ms y destruirse poco a poco a s misma. Es un crculo vicioso de mezquindad llena de excusas. Hay que convencerse de que la vida se acrecienta dndola. 3) La renovacin misionera tiene tambin un tercer aspecto, el vocacional: Para que haya una misin permanente hay que partir de una base, y es que todos estn convencidos de que su vida mismo es una misin para los otros, de que el Dios que los ama los enva a los dems, y eso es lo que da sentido a su paso por este mundo. Para qu ests en esta tierra si no es para cumplir una misin? El cura, por ser el primer animador misionero, tiene que ofrecer constantes motivaciones para que la gente se decida con gusto por la misin.

La dimensin discipular esencial de la propuesta Vamos ahora a la otra cara de este dinamismo renovador. Todo lo que acabamos de decir, bien entendido, muestra que no se trata ante todo de modificaciones estructurales de la Iglesia, para que
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responda mejor a su naturaleza misionera. Cualquier cambio externo es infecundo si no se fortalece la identidad discipular de cada creyente. Precisamente porque supone una conversin pastoral, es imposible asumir esto como una mera obligacin, sin un espritu que fecunde una decisin sincera. La renovacin misionera supone ante todo que uno mantenga viva la ilusin por llevar a Cristo a los dems, pero por eso mismo requiere que el propio ser cristiano se mantenga vivo y sano. Si no tengo la conviccin real, sincera, existencial, de que conocer a Cristo y tratarlo vale la pena, si l no sigue siendo verdaderamente importante para m, no hay un inters sincero por llevar a otros a ese encuentro de amistad. Sabemos que, cuando se enfra el amor por Cristo, cuando ya no nos cautiva meditar el Evangelio, cuando el encuentro con l deja de atraernos y cuando su figura deja de fascinarnos, no habr un inters genuino de hablar de l. Por eso se comprende claramente que Aparecida haya colocado al lado de la identidad misionera, de modo inseparable, la identidad discipular. Aunque yo mismo tena ciertos reparos ante un acento exagerado en el discipulado, que pudiera volverse dialctico o espiritualista. Pero reconozco la necesidad de entender el autntico e indispensable aporte de este acento. Concebirse a s mismo como discpulo es condicin necesaria para ser autntica y establemente misioneros. Pero creo que el peor error sera entender esto de un modo pragmtico, y resumirlo en una invitacin a dar prioridad de modo dialctico a la oracin personal, a espacios espirituales, a la soledad o la privacidad, o a prcticas devotas. Se trata de algo mucho ms profundo que est detrs, y que si no se desarrolla, las prcticas piadosas se nos convierten en nuevas formas de autorreferencialidad. Es algo ms radical, es una conviccin nuclear: Es aceptar depender de Dios, perder ese miedo profundo a ser tomados por l, a estar bajo su dominio. Esto responde a nuestra realidad profunda de ser criaturas, que no hemos comprado la vida sino que la recibimos gratuitamente. Es el origen fontal de la amistad con Jesucristo,
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que no puede ser merecida ni pagada, sino slo acogida como don llamado al crecimiento. Y esto se vive en lo cotidiano, en pequeas pero constantes elevaciones del corazn que pide ayuda, en una certeza permanente de necesitarlo a l. El discpulo es ante todo el que escucha, el que acoge, el que se deja llevar, guiar, transfigurar segn la imagen del Maestro. Un misionero que no haya desarrollado esta radical conciencia receptiva, es un predicador vaco, un profesional que no contagia a nadie, aunque rece. Porque en realidad est viviendo en una venenosa inmanencia. El Papa haba subrayado esta dimensin al decir que la Iglesia es misionera en cuanto discpula, es decir, capaz de dejarse atraer siempre, con renovado asombro, por Dios que nos am y nos ama primero.39 El origen y el ncleo permanente del discipulado misionero es una serena y feliz receptividad ante el amor de Dios.40 Por eso, todo misionero debera pedir la gracia de dejarse amar, de abandonar sus resistencias y su pretensin de autonoma. En la aceptacin sincera de esta dependencia en el ser y en la gracia se juega toda forma autntica de discipulado misionero, que nos permita dejar de ser quejosos e insatisfechos que no contagian a nadie. Entonces, para convertirnos en una Iglesia llena de mpetu y audacia evangelizadora, tenemos que ser de nuevo evangelizados y fieles discpulos [] No hemos de dar nada por presupuesto y descontado. Todos los bautizados estamos llamados a recomenzar desde Cristo, a reconocer y seguir su Presencia con la misma realidad y novedad, el mismo poder de afecto, persuasin y esperanza, que tuvo su encuentro con los primeros discpulos (DA 549). Porque el seguimiento es fruto de una fascinacin que responde al deseo de realizacin humana, al deseo de vida plena (DA 277).

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BENEDICTO XVI, Homila en la Misa de Inauguracin de la V Conferencia, Aparecida, 13/05/2007. 40 J. A. SAYS, La gracia de Cristo, Madrid, 1993, 181. Caminando en Asamblea - 33

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Pero en la prctica discipulado y misin son inseparables porque el autntico discipulado es una mirada verdaderamente contemplativa a Jesucristo. Pero realmente contemplativa, hasta el fondo. Tan contemplativa que nos hace participar de la mirada de Jess hacia los abandonados y buscados por l, que ha querido necesitar de nuestra cooperacin. Una mirada tan hondamente contemplativa que nos saca de nosotros mismos hasta reconocer y aceptar de corazn su envo misionero: Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio (Mc 16, 15). Tan fuertemente contemplativa que nos permita volver a reconocer que el mismo amor de Cristo nos apremia a ser misioneros (cf. 2 Co 5, 14), hasta el punto que llegamos a decir: Ay de m si no anuncio el Evangelio! (1 Co 9, 16). Aparecida, para alentar un nuevo compromiso misionero, nos invita a todos a volver a convencernos de que Jesucristo vale la pena. Nos propone que nos atrevamos al vrtigo de vivir de l y para l en medio del vaco posmoderno. Nos convoca, de esta manera, a volver a hablar de l sin vergenza ni complejos, sabiendo que su amor, que nos hace tanto bien, nos llama a recomenzar con entusiasmo en la misin de comunicar su vida. Tambin a ustedes y a m se nos invita a volver a la esencia de la propia vocacin. Alguna vez quisimos entregarle la vida a Jesucristo con un profundo deseo de hacer el bien a los dems, de convertirnos en una especie de cntaro de vida donde los dems pudieran ir a refrescarse y a beber. Descubrimos que el sacerdocio nos permita unir la fascinacin por Jesucristo con ese ideal fraterno y donativo. Queremos recuperar todos la ilusin y devolverle a nuestro sacerdocio esa dimensin misionera que le viene de nuestra radical vocacin cristiana que de ningn modo ha sido debilitada por el Orden Sagrado. Notas bsicas de la misin que propone Aparecida Terminemos con orientaciones para la misin en nuestras Dicesis. Para no entender esta propuesta misionera como una misin ms, tengamos en cuenta que, ms all de la perfeccin organizatiCaminando en Asamblea - 34

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va, hay seis notas bsicas que conviene asegurar. Si estamos preparando la misin en nuestras dicesis, veamos si estn presentes: 1) Que no sea acotada el en tiempo, sino pensada de tal manera que despus siga sola, que sea una misin permanente, a largo alcance. No es un conjunto de eventos sino el comienzo de algo con proyeccin (si no hacemos como los polticos, incapaces de proyectar cosas a largo plazo). Esto supone un trabajo sobre nuestras parroquias que las oriente a la descentralizacin y a la salida. 2) Que su contenido est centrado en el Kerygma como ofrecimiento de vida. Se trata de simplificar el mensaje mostrando toda su frescura y simplicidad y dirigindolo personalmente a cada uno. La gente quiere vivir bien, por lo cual el Kerygma se les presenta como una propuesta para llegar a las mayores profundidades de una vida intensa y plena (es otro de los grandes temas de Aparecida). 3) Que se dirija sobre todo a las periferias ms descuidadas o abandonadas (no necesariamente geogrficas, sino existenciales). Pero no necesariamente en la propia parroquia. El sujeto y el mbito es sobre todo la Iglesia diocesana. A todos tienen que dolernos las periferias abandonadas de la Dicesis, aunque no estn en la propia parroquia. 4) Que convoque a todos, para que todos, de diversas maneras, sean misioneros. No slo a un grupo de mesoneras de manzana, sino a todos. Al mismo tiempo, alentar el compromiso en las instituciones de la vida pblica, con lo cual haramos un aporte a la celebracin del Bicentenario. Es decir, no todos visitarn hogares, podrn asumir un mayor y ms explcito compromiso misionero en el corazn de las instituciones. Habr variadas estrategias misioneras. 5) Que est acompaada permanentemente por diversas formas de predicacin que muestren la vida misma como misin y que ofrezcan constantes motivaciones para ser misioneros.
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6) Que incluya siempre en ese anuncio algn texto de la Palabra de Dios, que el anuncio se perciba como manando de la Palabra. Esto sin duda har que los misioneros vayan pidiendo una mayor formacin bblica y nos mover a concretar la animacin bblica de toda la pastoral. Desde Aparecida no se puede avanzar en indicaciones ms prcticas que estas, porque ms que un programa es un paradigma: es la propuesta de un estilo de vida cristiana que puede tomar formas muy diversas en cada Dicesis con el aliento de la CEA. As lo indica Aparecida en el nmero 431. P. Vctor Manuel Fernndez Reflexin en la 95 Asamblea Plenaria el 09-04-2008

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Corpus Christi 2008


Soy la Vida

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Corpus Christi Fiesta de la presencia de Jess


HISTORIA DE LA FIESTA A fines del siglo XIII surgi en Lieja, Blgica, un Movimiento Eucarstico cuyo centro fue la Abada de Cornilln fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarsticas, como por ejemplo la Exposicin y Bendicin con el Santsimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevacin en la Misa y la fiesta del Corpus Christi. Santa Juliana de Mont Cornilln, por aquellos aos priora de la Abada, fue la enviada de Dios para propiciar esta Fiesta. Desde joven, tuvo una gran veneracin al Santsimo Sacramento. Y siempre aoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haber intensificado por una visin que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad. Juliana comunic estas apariciones a Roberto de Thorete, el entonces obispo de Lieja, tambin al docto Dominico Hugh, ms tarde cardenal legado de los Pases Bajos y a Jacques Pantalen, en ese tiempo archidicono de Lieja, ms tarde Papa Urbano IV. El obispo Roberto se impresion favorablemente y, como en ese tiempo los obispos tenan el derecho de ordenar fiestas para sus dicesis, invoc un snodo en 1246 y orden que la celebracin se tuviera el ao entrante. El obispo Roberto no vivi para ver la realizacin de su orden, ya que muri el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebr por primera vez al ao siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santsima Trinidad. Ms tarde un obispo alemn conoci la costumbre y la extendi por toda la actual Alemania.
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El Santo Padre Urbano IV, por aqul entonces, tena la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagracin fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesin a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales donde se apoya el cliz y la patena durante la Misa- en Orvieto, y tambin se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre. El Papa movido por el prodigio, y a peticin de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula Transiturus del 8 septiembre del mismo ao, fijndola para el jueves despus de la octava de Pentecosts y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio. Algunos bigrafos de Urbano IV dicen que ste encarg un oficio la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Toms de Aquino. Cuando el Papa comenz a leer en voz alta el de Santo Toms, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos. La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco despus de la publicacin del decreto, obstaculiz que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tom el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena (1311), orden una vez ms la adopcin de esta fiesta. En 1317 se promulga una recopilacin de leyes por Juan XXII- y as se extiende la fiesta a toda la Iglesia. Ninguno de los decretos habla de la procesin con el Santsimo como un aspecto de la celebracin. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martn V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV. El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos
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los aos, determinado da festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneracin y solemnidad; y reverente y honorficamente sea llevado en procesin por las calles y lugares pblicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurreccin de Nuestro Seor Jesucristo. LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEOR Y LA PIEDAD POPULAR El jueves siguiente a la solemnidad de la santsima Trinidad, la Iglesia celebra la solemnidad del santsimo Cuerpo y Sangre del Seor. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano IV a toda la Iglesia latina, por una parte constituy una respuesta de fe y de culto a doctrinas herticas acerca del misterio de la presencia real de Cristo en la Eucarista, por otra parte fue la culminacin de un movimiento de ardiente devocin hacia el augusto Sacramento del altar. La piedad popular favoreci el proceso que instituy la fiesta del Corpus Christi; a su vez, esta fue causa y motivo de la aparicin de nuevas formas de piedad eucarstica en el pueblo de Dios. Durante siglos, la celebracin del Corpus Christi fue el principal punto de confluencia de la piedad popular a la Eucarista. En los siglos XVI-XVII, la fe, reavivada por la necesidad de responder a las negaciones del movimiento protestante, y la cultura arte, literatura, folclore han contribuido a dar vida a muchas y significativas expresiones de la piedad popular para con el misterio de la Eucarista. La devocin eucarstica, tan arraigada en el pueblo cristiano, debe ser educada para que capte dos realidades de fondo: - que el punto de referencia supremo de la piedad eucarstica es la Pascua del Seor; la Pascua, segn la visin de los Padres, es la fiesta de la Eucarista, como, por otra parte, la Eucarista es
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ante todo celebracin de la Pascua, es decir, de la Pasin, Muerte y Resurreccin de Jess; - que toda forma de devocin eucarstica tiene una relacin esencial con el Sacrificio eucarstico, ya porque dispone a su celebracin, ya porque prolonga las actitudes cultuales y existenciales suscitadas por ella. A causa precisamente de esto, el Rituale Romanum advierte: "Los fieles, cuando veneran a Cristo, presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia deriva del Sacrificio y tiende a la comunin, sacramental y espiritual". La procesin de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es, por as decir, la "forma tipo" de las procesiones eucarsticas. Prolonga la celebracin de la Eucarista: inmediatamente despus de la Misa, la Hostia que ha sido consagrada en dicha Misa se conduce fuera de la iglesia para que el pueblo cristiano "d un testimonio pblico de fe y de veneracin al Santsimo Sacramento". Los fieles comprenden y aman los valores que contiene la procesin del Corpus Christi: se sienten "Pueblo de Dios" que camina con su Seor, proclamando la fe en l, que se ha hecho verdaderamente el "Dios con nosotros".Con todo, es necesario que en las procesiones eucarsticas se observen las normas que regulan su desarrollo, en particular las que garantizan la dignidad y la reverencia debidas al santsimo Sacramento; y tambin es necesario que los elementos tpicos de la piedad popular, como el adorno de las calles y de las ventanas, la ofrenda de flores, los altares donde se colocar el Santsimo en las estaciones del recorrido, los cantos y las oraciones "muevan a todos a manifestar su fe en Cristo, atendiendo nicamente a la alabanza del Seor", y ajenos a toda forma de emulacin. Las procesiones eucarsticas concluyen, normalmente, con la bendicin del santsimo Sacramento. En el caso concreto de la procesin del Corpus Christi, la bendicin constituye la conclusin solemne de toda la celebracin: en lugar de la bendicin sacerdotal acostumbrada, se imparte la bendicin con el santsimo Sacramento. Es importante que los fieles comprendan que la benCaminando en Asamblea - 42

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dicin con el santsimo Sacramento no es una forma de piedad eucarstica aislada, sino el momento conclusivo de un encuentro cultual suficientemente amplio. Por eso, la normativa litrgica prohbe "la exposicin realizada nicamente para impartir la bendicin".

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Cristo Eucarstico presente


para comerlo o para adorarlo?
LA ADORACIN EUCARSTICA La adoracin del santsimo Sacramento es una expresin particularmente extendida del culto a la Eucarista, al cual la Iglesia exhorta a los Pastores y fieles. Su forma primigenia se puede remontar a la adoracin que el Jueves Santo sigue a la celebracin de la Misa en la cena del Seor y a la reserva de las sagradas Especies. Esta resulta muy significativa del vnculo que existe entre la celebracin del memorial del sacrificio del Seor y su presencia permanente en las Especies consagradas. La reserva de las Especies sagradas, motivada sobre todo por la necesidad de poder disponer de las mismas en cualquier momento, para administrar el Vitico a los enfermos, hizo nacer en los fieles la loable costumbre de recogerse en oracin ante el sagrario, para adorar a Cristo presente en el Sacramento. De hecho, "la fe en la presencia real del Seor conduce de un modo natural a la manifestacin externa y pblica de esta misma fe (...) La piedad que mueve a los fieles a postrarse ante la santa Eucarista, les atrae para participar de una manera ms profunda en el misterio pascual y a responder con gratitud al don de aquel que mediante su humanidad infunde incesantemente la vida divina en los miembros de su Cuerpo. Al detenerse junto a Cristo Seor, disfrutan su ntima familiaridad, y ante l abren su corazn rogando por ellos y por sus seres queridos y rezan por la paz y la salvacin del mundo. Al ofrecer toda su vida con Cristo al Padre en el Espritu Santo, alcanzan de este maravilloso intercambio un aumento de fe, de esperanza y de caridad. De esta manera cultivan las disposiciones adecuadas para celebrar, con la devocin que es conCaminando en Asamblea - 44

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veniente, el memorial del Seor y recibir frecuentemente el Pan que nos ha dado el Padre". La adoracin del santsimo Sacramento, en la que confluyen formas litrgicas y expresiones de piedad popular entre las que no es fcil establecer claramente los lmites, puede realizarse de diversas maneras: - la simple visita al santsimo Sacramento reservado en el sagrario: breve encuentro con Cristo, motivado por la fe en su presencia y caracterizado por la oracin silenciosa; - adoracin ante el santsimo Sacramento expuesto, segn las normas litrgicas, en la custodia o en el copn, de forma prolongada o breve; - la denominada Adoracin perpetua o la de las Cuarenta Horas, que comprometen a toda una comunidad religiosa, a una asociacin eucarstica o a una comunidad parroquial, y dan ocasin a numerosas expresiones de piedad eucarstica. En estos momentos de adoracin se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura como incomparable libro de oracin, para que empleen cantos y oraciones adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del Ao litrgico, para que permanezcan en oracin silenciosa. De este modo comprendern progresivamente que durante la adoracin del santsimo Sacramento no se deben realizar otras prcticas devocionales en honor de la Virgen Mara y de los Santos. Sin embargo, dado el estrecho vnculo que une a Mara con Cristo, el rezo del Rosario podra ayudar a dar a la oracin una profunda orientacin cristolgica, meditando en l los misterios de la Encarnacin y de la Redencin.
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MAESTROS ESPIRITUALES DE LA DEVOCIN A LA EUCARISTA El ms grande telogo de la devocin a la Eucarista es santo Toms de Aquino (1224-1274). Segn datos histricos exactos, sabemos que santo Toms era en su comunidad dominica el primero en levantarse por la noche, e iba a postrarse ante el Santsimo Sacramento. Y cuando tocaban a maitines, antes de que formasen fila los religiosos para ir a coro, se volva sigilosamente a su celda para que nadie lo notase. El Santsimo Sacramento era su devocin predilecta. Celebraba todos los das, a primera hora de la maana, y luego oa otra misa o dos, a las que serva con frecuencia (S. Ramrez, Suma Teolgica, BAC 29, 1957,57*). l compuso, por encargo del Papa, el maravilloso texto litrgico del Oficio del Corpus: Pange lingua, Sacris solemniis, Lauda Sion, etc. (Sisto Tern, Santo Toms, poeta del Santsimo Sacramento, Univ. Catlica, Tucumn 1979). La tradicin iconogrfica suele representarle con el sol de la Eucarista en el pecho. Un cuadro de Rubens, en el Prado, la procesin del Santsimo Sacramento, presenta, entre varios santos, a santa Clara con la custodia, y junto a ella a santo Toms, explicndole el Misterio. Sobre la tumba de ste, en Toulouse, en la iglesia de san Fermn, una estatua le representa teniendo en la mano derecha el Santsimo Sacramento. Desde el siglo XIII, los grandes maestros espirituales han enseado siempre la relacin profunda que existe entre la Eucarista celebrada y adorada- y la configuracin progresiva a Jesucristo. Recordaremos slo a algunos. Guiard de Laon, el doctor eucarstico, relacionado con Juliana de Mont-Cornillon y el movimiento eucarstico de Lieja, publica hacia 1222 De XII fructibus venerabilis sacramenti. San Buenaventura (+1274) expresa su franciscana devocin eucarstica en De sanctissimo corpore Christi, partiendo de los seis grandes smbolos eucarsticos anticipados en el Antiguo Testamento. El franciscano Roger Bacon (+1294), la terciaria franciscana santa ngela de Foligno (+1309), los dominicos Jean Taulero (+1361) y Enrique Suso
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(+1365), el canciller de la universidad de Pars, Jean Gerson (+1429), Dionisio el cartujano, el doctor exttico (+1471), se distinguen tambin por la centralidad de la devocin eucarstica en su espiritualidad. La Devotio moderna, tan importante en la espiritualidad de los siglos XIV y XV, es tambin netamente eucarstica. Podemos comprobarlo, por ejemplo, en el libro IV de la Imitacin de Cristo, De Sacramento Corporis Christi. Esta relacin de maestros espirituales acentuadamente eucarsticos podra alargarse hasta nuestro tiempo. Pero aqu solamente haremos mencin especial de algunos santos de los ltimos siglos. En el XVI, pocos hacen tanto por difundir entre el pueblo cristiano el amor al Sacramento como san Ignacio de Loyola (14911556). En seguida de su conversin, estando en Manresa (15221523), en la Misa, alzndose el Corpus Domini, vio con los ojos interiores... vio con el entendimiento claramente cmo estaba en aquel Santsimo Sacramento Jesucristo nuestro Seor (Autobiografa, 29). Recordemos tambin las visiones que tiene de la divina Trinidad, con tantas lgrimas, en la celebracin de la Misa, y acabando la Misa, al hacer oracin al Corpus Domini, estando en el lugar del Santsimo Sacramento (Diario espiritual 34: 6-III-1544). No es extrao, pues, que san Ignacio fomentara tanto en el pueblo la devocin a la Eucarista. As lo hizo, concretamente, con sus paisanos de Azpeitia. En efecto, cuando Paulo III, en 1539, aprueba con Bula la Cofrada del Santsimo Sacramento fundada por el dominico Toms de Stella en la iglesia dominicana de la Minerva, San Ignacio se apresura a comunicar esta gracia a los de Azpeitia, y en 1540 les escribe: ofrecindose una gran obra, que Dios N. S. ha hecho por un fraile dominico, nuestro muy grande amigo y conocido de muchos aos, es a saber, en honor y favor del santsimo Sacramento, determin de consolar y visitar vuestras nimas in Spiritu Sancto con esa Bula que el seor bachiller [Antonio Araoz] lleva (VIII/IX-1540). Los jesuitas, fieles a este carisma original, sern despus unos de los mayores difusores de la piedad eucarstica, por
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las Congregaciones Marianas y por muchos otros medios, como el Apostolado de la Oracin. Santa Teresa de Jess (1515-1582), en el mismo siglo, tiene tambin una vida espiritual muy centrada en el Santsimo Sacramento. Ella, que tena especial devocin a la fiesta del Corpus (Vida 30,11), refiere que en medio de sus tentaciones, cansancios y angustias, algunas veces, y casi de ordinario, al menos lo ms continuo, en acabando de comulgar descansaba; y aun algunas, en llegando a el Sacramento, luego a la hora quedaba tan buena, alma y cuerpo, que yo me espanto (30,14). Confiesa con frecuencia su asombro enamorado ante la Majestad infinita de Dios, hecha presente en la humildad indecible de una hostia pequea: y muchas veces quiere el Seor que le vea en la Hostia (38,19). Harta misericordia nos hace a todos, que quiere entienda [el alma] que es l el que est en el Santsimo Sacramento (Camino Esc. 61,10). La Eucarista, para el alma y para el cuerpo, es el pan y la medicina de Teresa: pensis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este santsimo Manjar, y gran medicina aun para los males corporales? Yo s que lo es (Camino Vall. 34,7; +el pan nuestro de cada da: 33-34). Ella se conmueve ante la palabra inefable del Cantar de los Cantares, bsame con beso de tu boca (1,1): Oh Seor mo y Dios mo, y qu palabra sta, para que la diga un gusano de su Criador!. Pero la ve cumplida asombrosamente en la Eucarista: Qu nos espanta? No es de admirar ms la obra? No nos llegamos al Santsimo Sacramento? (Conceptos del Amor de Dios 1,10). La comunin eucarstica es un abrazo inmenso que nos da el Seor. Para santa Teresa, fundar un Carmelo es ante todo encender la llama de un nuevo Sagrario. Y esto es lo que ms le conforta en sus abrumadores trabajos de fundadora: para m es grandsimo consuelo ver una iglesia ms adonde haya Santsimo Sacramento (Fundaciones 3,10). Nunca dej fundacin por miedo de trabajo, considerando que en aquella casa se haba de alabar al Seor y
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haber Santsimo Sacramento... No lo advertimos estar Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como est, en el Santsimo Sacramento en muchas partes, grande consuelo nos haba de ser (18,5). Hecha la fundacin, la inauguracin del Sagrario es su mximo premio y gozo: fue para m como estar en una gloria ver poner el Santsimo Sacramento (36,6). Por otra parte, Teresa sufre y se angustia a causa de las ofensas inferidas al Sacramento. Nada le duele tanto. Mucho hemos de rezar y ofrecer para que no vaya adelante tan grandsimo mal y desacatos como se hacen en los lugares adonde estaba este Santsimo Sacramento entre estos luteranos, deshechas las iglesias, perdidos tantos sacerdotes, quitados los sacramentos (Camino Perf. Vall. 35,3)... parece que le quieren ya tornar a echar del mundo (ib. Esc. 62,63; +58,2). Pero an le horrorizan ms a Teresa las ofensas a la Eucarista que proceden de los malos cristianos: Tengo por cierto habr muchas personas que se llegan al Santsimo Sacramento -y plega al Seor yo mienta- con pecados mortales graves (Conceptos Amor de Dios 1,11). En la Espaa de ese tiempo, la devocin eucarstica est ya plenamente arraigada en el pueblo cristiano. San Juan de Ribera (1532-1611), obispo de Valencia, en una carta a los sacerdotes les escribe: Omos con mucho consuelo lo que muchos de vosotros me han escrito, afirmndome que est muy introducida la costumbre de saludarse unas personas a otras diciendo: Alabado sea el Santsimo Sacramento. Esto mismo deseo que se observe en todo nuestro arzobispado (28-II-1609). En Francia, en el siglo XVII, las ms altas revelaciones privadas que recibi santa Margarita Mara de Alacoque (1647-1690), religiosa de la Visitacin, acerca del Sagrado Corazn se produjeron estando ella en adoracin del Santsimo expuesto. Y como ella misma refiere, esa devocin inmensa a la Eucarista la tena ya de joven, antes de entrar religiosa, cuando todaCaminando en Asamblea - 49

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va viva al servicio de personas que le eran hostiles: ante el Santsimo Sacramento me encontraba tan absorta que jams senta cansancio. Hubiera pasado all los das enteros con sus noches sin beber, ni comer y sin saber lo que haca, si no era consumirme en su presencia, como un cirio ardiente, para devolverle amor por amor. No me poda quedar en el fondo de la iglesia, y por confusin que sintiese de m misma, no dejaba de acercarme cuanto pudiera al Santsimo Sacramento (Autobiografa 13). De hecho, la devocin al Corazn de Jess, desde sus mismos inicios, ha sido siempre acentuadamente eucarstica, y por causas muy profundas, como subraya el Magisterio (Po XII, 1946, Haurietis aquas, 20, 35; Pablo VI, cta. apost. Investigabiles divitias 6-II1965). En el siglo siguiente, en el XVIII, podemos recordar la gran devocin eucarstica de san Pablo de la Cruz (+1775), el fundador de los Pasionistas. l, como declara en su Diario espiritual, deseaba morir mrtir, yendo all donde se niega el adorabilsimo misterio del Santsimo Sacramento (26-XII-1720). Captaba en la Eucarista de tal modo la majestad y santidad de Cristo, que apenas le era posible a veces mantenerse en la iglesia: deca yo a los ngeles que asisten al adorabilsimo Misterio que me arrojasen fuera de la iglesia, pues yo soy peor que un demonio. Sin embargo, la confianza en mi Esposo sacramentado no se me quita: le deca que se acuerde de lo que me ha dejado en el santo Evangelio, esto es, que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (Diario 5XII-1720). En cuanto al siglo XIX, recordemos al santo Cura de Ars (1786-1859). Juan XXIII, en la encclica Sacerdotii Nostri primordia, de 1959, en el centenario del santo, hace un extenso elogio de esa devocin: La oracin del Cura de Ars que pas, digmoslo as, los ltimos treinta aos de su vida en su iglesia, donde le retenan sus innumerables penitentes, era sobre todo una oracin eucarstica.
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Su devocin a nuestro Seor, presente en el Santsimo Sacramento, era verdaderamente extraordinaria: All est, sola decir (16). Otro gran modelo de piedad eucarstica en ese mismo siglo es san Antonio Mara Claret (1807-1870), fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazn de Mara, los claretianos. En su Autobiografa refiere: cuando era nio, las funciones que ms me gustaban eran las del Santsimo Sacramento (37). Su iconografa propia le representa a veces con una Hostia en el pecho, como si l fuera una custodia viviente. Esto es a causa de un prodigio que l mismo refiere en su Autobiografa: el 26 de agosto de 1861, a las 7 de la tarde, el Seor me concedi la gracia grande de la conservacin de las especies sacramentales, y tener siempre, da y noche, el Santsimo Sacramento en el pecho (694). Gracia singularsima, de la que l mismo no estaba seguro, hasta que el mismo Cristo se la confirma el 16 de mayo de 1862, de madrugada: en la Misa, me ha dicho Jesucristo que me haba concedido esta gracia de permanecer en mi interior sacramentalmente (700). El Seor, por otra parte, le hace ver que una de las devociones fundamentales para atajar los males que amenazan a Espaa es la devocin al Santsimo Sacramento (695). FRUTOS DE LA PIEDAD EUCARSTICA El desarrollo de la piedad eucarstica ha producido en la Iglesia inmensos frutos espirituales. Los ha producido en la vida interior y mstica de todos los santos; por citar algunos: Juan de vila, Teresa, Ignacio, Pascual Bailn, Mara de la Encarnacin, Margarita Mara, Pablo de la Cruz, Eymard, Micaela, Antonio Mara Claret, Foucauld, Teresa de Calcuta, etc. Ellos, con todo el pueblo cristiano, contemplando a Jess en la Eucarista, han experimentado qu verdad es lo que dice la Escritura: contemplad al Seor y quedaris radiantes (Sal 33,6). Pero la devocin eucarstica ha producido tambin otros maravillosos frutos, que se dan en la suscitacin de vocaciones sacerCaminando en Asamblea - 51

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dotales y religiosas, en la educacin cristiana de los nios, en la piedad de los laicos y de las familias, en la promocin de obras apostlicas o asistenciales, y en todos los otros campos de la vida cristiana. Es, pues, una espiritualidad de inmensa fecundidad. Por sus frutos los conoceris (Mt 7,20). Hoy, por ejemplo, en Francia, los movimientos laicales con ms vitalidad, y aquellos que ms vocaciones sacerdotales y religiosas suscitan, como Emmanuel, se caracterizan por su profunda piedad eucarstica. En las Comunidades de las Bienaventuranzas, concretamente, compuestas en su mayor parte por laicos, se practica la adoracin continua todo el da. Iniciadas hacia 1975, renen hoy unos 1.200 miembros en unas 70 comunidades, que estn distribuidas por todo el mundo. Y recordemos tambin la Orden de los laicos consagrados (Angot, Las casas de adoracin). DEFICIENCIAS EN LA PIEDAD EUCARSTICA? La sagrada Eucarista es en la Iglesia el misterio ms grandioso, es el misterio por excelencia: mysterium fidei. Excede absolutamente la capacidad intelectual de los telogos, que balbucean cuando intentan explicaciones conceptuales. Y tambin es inefable para los ms altos msticos, que se abisman en su luz transformante. No es, pues, extrao que, al paso de los siglos, las devociones eucarsticas hayan incurrido a veces en acentuaciones o visiones parciales, que no alcanzan a abarcar armoniosamente toda la plenitud del misterio. No se trata en esto de errores doctrinales, pero s de costumbres piadosas que expresan y que inducen acentuaciones excesivamente parciales del misterio inmenso de la Eucarista. Escribe acerca de esto Pere Tena: "El Espritu de verdad os guiar hasta la verdad completa" (Jn 16,13)... Desde la primitiva comunidad de Jerusaln, que parta el pan por las casas y tomaba alimento con alegra y simplicidad de corazn (Hch 2,46), hasta la solemne misa conclusiva de un Congreso Eucarstico internacional, paCaminando en Asamblea - 52

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sando por las asambleas dominicales de las parroquias y por las prolongadas adoraciones eucarsticas de las comunidades religiosas especialmente dedicadas a ello, la realidad de la Eucarista se ha visto constantemente profundizada, y contina siendo fuente renovada de vigor cristiano. Esto no significa que en todo momento haya habido, o haya en la actualidad incluso, una armona perfecta de los diversos aspectos (...) Un aspecto legtimo de la Eucarista puede, en determinadas circunstancias espirituales, adquirir tal intensidad y tal valoracin unilateral, que llegue casi a relegar a un segundo plano los aspectos ms fundamentales y frontales del misterio. Pero estas desviaciones de atencin no niegan el valor de acentuacin que tal aspecto concreto representa para la comprensin de la Eucarista, ni pueden ser relegados al olvido tales aspectos en la prctica histrica de la comunidad eclesial, una vez han entrado a formar parte del patrimonio de las expresiones de la fe cristiana (205-206). Es una trampa dialctica, en la que ciertamente no pensamos caer, decir: cuanto ms se centren los fieles en el Sacramento, menos valorarn el Sacrificio; cuanto ms capten la presencia de Cristo en la Eucarista, menos lo vern en la Palabra divina o en los pobres; etc. Un san Lus Mara Grignion de Montfort, por ejemplo, ya conoci ampliamente este tipo de falsas contraposiciones a mayor devocin a Mara, menos devocin a Jess-, y las refut con gran fuerza. No. En la teora y tambin en la prctica, es decir, de suyo y en la inmensa mayora de los casos, a ms amor a la Virgen, ms amor a Cristo, donde hay mayor devocin al Sacramento, hay ms y mejor participacin en el Sacrificio, a ms captacin de la presencia de Cristo en la Eucarista, mayor facilidad para reconocerlo en la Palabra divina o en los pobres. Cmo puede contraponerse en serio, concretamente, devocin a Cristo en la Eucarista y devocin servicial a los pobres? Qu diran de tal aberracin Micaela del Santsimo Sacramento, Charles de Foucauld o Teresa de Calcuta?... Son trampas dialcticas sin
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fundamento alguno doctrinal o prctico. Pablo VI, por el contrario, afirma que el culto de la divina Eucarista mueve muy fuertemente el nimo a cultivar el amor social, y explica cmo y por qu (Mysterium fidei 38). Siempre se ha entendido as. El artculo 15 de los Estatutos de la Compaa del Santsimo Sacramento, fundada en Francia el 1630, dispone que el objeto de la caridad de los hermanos sern los hospitales, prisiones, enfermos, pobres vergonzantes, todos aquellos que estn necesitados de ayuda, etc. (DSp II/2, 1302). El venerable Alberto Capelln (1888-1965), labrador, padre de ocho hijos, miembro de la Adoracin Nocturna, en la que pasa 660 noches ante el Santsimo, escribe: Dios me encomend la misin de recoger a los pobres por la noche. Hace un refugio, y desde 1928 hasta su muerte acoge a pobres y les atiende personalmente (G. Capelln, La lucha que hace grande al hombre. El venerable Alberto Capelln Zuazo, c/ Ob. Fidel 1, 26004 Logroo, 1998). La madre Teresa de Calcuta refiere en una ocasin: En el Captulo General que tuvimos en 1973, las hermanas [Misioneras de la Caridad] pidieron que la Adoracin al Santsimo, que tenamos una vez por semana, pasramos a tenerla cada da, a pesar del enorme trabajo que pesaba sobre ellas. Esta intensidad de oracin ante el Santsimo ha aportado un gran cambio en nuestra Congregacin. Hemos experimentado que nuestro amor por Jess es ms grande, nuestro amor de unas por otras es ms comprensivo, nuestro amor por los pobres es ms compasivo y nosotras tenemos el doble de vocaciones (Reino de Cristo I-1987). Ahora bien, significa todo eso que la devocin eucarstica, al paso de los siglos, de hecho, no ha sufrido deficiencias o desviaciones? Por supuesto que las ha sufrido, y muchas, como todas las instituciones de la Iglesia. Pero el monacato, la educacin catlica, las misiones, la misma celebracin de la Misa, el clero diocesano, la familia cristiana, no han sufrido deficiencias y desviaciones muy graves en el curso de los siglos? El que de vosotros est sin
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pecado, arroje la piedra el primero contra la piedad eucarstica (Jn 8,7). El monacato, por ejemplo, ha conocido en su historia desviaciones o deficiencias muy considerables. En la historia del monacato ha habido ascetismos asilvestrados, vagancias ignorantes, erudiciones sin virtud, semipelagianismos furibundos, condenaciones maniqueas de la vida seglar, romanticismos del claustro y del desierto, etc. Pero no por eso dejamos de considerar la vida monstica como una forma maravillosa de realizar el Evangelio. Nada nos cuesta admitir que en esa forma de vida admirable han florecido santos de entre los ms grandes de la Iglesia. Y no se nos ocurre decir de la vida monstica lo que alguno ha dicho de la piedad eucarstica: que aunque legtima, est fundada en una visin parcial del misterio cristiano, por lo que est expuesta a tambalearse por s sola, si se pone en contraste con formas de vida cristiana ms plenas, sobre todo cuando se funda ms en el sentimiento que en la razn. Por el contrario, nosotros decimos simplemente y con toda sinceridad que la vida monstica -aunque no ignoramos sus diversas deficiencias histricas- es una de las maneras ms bellas y santificantes de vivir el Evangelio. HUBO DEFICIENCIAS Pues bien, es evidente que en la historia de la devocin eucarstica, segn tiempos y lugares, se han dado desviaciones, acentuaciones excesivamente unilaterales, incluso errores y abusos, unas veces en las exposiciones doctrinales, otras en las costumbres prcticas. Y por eso ahora, al tratar aqu de la espiritualidad eucarstica, es necesario que sealemos esas deficiencias, al menos las que estimamos ms importantes. En efecto, una acentuacin parcial de la Presencia real eucarstica ha llevado en ocasiones a devaluar otras modalidades de la presencia de Cristo en la Iglesia: en la Palabra, por ejemplo, o en los pobres o en la misma inhabitacin.
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Otras veces la devocin centrada en la Presencia real ha dejado en segundo plano aspectos fundamentales de la Eucarista, entendida sta, por ejemplo, como memorial de la pasin y de la resurreccin de Cristo, como actualizacin del sacrificio de la redencin, como signo y causa de la unidad de la Iglesia, etc. Los fieles, entonces, ms o menos conscientemente, consideran que la Misa se celebra ante todo y principalmente para conseguir esa presencia real de Jesucristo. Olvidando en buena medida que la Misa es ante todo el memorial del Sacrificio de la redencin, la Eucarista se ha transformado en una epifana, la venida del Seor, que aparece entre los hombres y les distribuye sus gracias. Y los hombres se han reunido en torno al altar para participar de estas gracias (Jungmann I, 157). En esta perspectiva, no se relaciona adecuadamente la presencia real de Cristo y la celebracin del sacrificio eucarstico, de donde tal presencia se deriva. No siempre se ha entendido tampoco, como se entenda en la antigedad, que la reserva de la Eucarista se realiza principalmente para hacer posible fuera de la Misa la comunin de enfermos y ausentes. Esto ha dado lugar, en ocasiones, a una multiplicacin inconveniente de sagrarios en una misma casa, orientando as la reserva casi exclusivamente a la devocin. En algunos tiempos y lugares la veneracin a la Presencia real se ha estimado en forma tan prevalente que las Misas ms solemnes se celebran ante el Santsimo expuesto (Jungmann I, 164). Con relativa frecuencia, por otra parte, la solemnizacin sensible de la presencia real de Cristo en el Sacramento -cantos, rgano, nmero de cirios encendidos, uso del incienso- ha sido notablemente superior a la empleada en la celebracin misma del Sacrificio. Y a veces, en lugar de exponer la sagrada Hostia sobre el altar, segn la tradicin primera, que expresa bien la unidad entre Sacrificio y Sacramento, se ha expuesto el Santsimo en ostensorios
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monumentales, muy distantes del altar y mucho ms altos que ste. DEFICIENCIAS DEL LENGUAJE PIADOSO Otra cuestin, especialmente delicada, es la del lenguaje de la devocin a la Eucarista. Tambin aqu ha habido deficiencias considerables, sobre todo en la poca barroca. Oh, Jess Sacramentado, divino prisionero del Sagrario! Acudimos a Vos, que en el trono del sagrario te dignas recibir el rendimiento de nuestra pleitesa, etc. No debemos ironizar, sin embargo, sobre estas efusiones eucarsticas piadosas, tan frecuentes en los libros de Visitas al Santsimo y de Horas santas. Son perfectamente legtimas, desde el punto de vista teolgico. Merecen nuestro respeto y nuestro afecto. Han sido empleadas por muchos santos. Han servido para alimentar en innumerables cristianos un amor verdaderamente profundo a Jesucristo en la Eucarista. Y ms que expresiones inexactas, son simplemente obsoletas. Por lo dems, los cristianos de hoy, en lo referente a la devocin eucarstica, no estamos en condiciones de mirar por encima del hombro a nuestros antepasados. Al atardecer de nuestra vida, vamos a ser juzgados en el amor, ms bien que por la calidad esttica y teolgica de nuestras frmulas verbales o de nuestros signos expresivos. Pero tampoco debemos ignorar que, no pocas veces hoy, la sensibilidad de los cristianos, por grande que sea su amor a la Eucarista, suele encontrarse muy distante de esas expresiones de piedad. Hoy, quiz, el sentimiento religioso, al menos en ciertas cuestiones, est bastante ms prximo a la Antigedad patrstica y a la Edad Media o al Renacimiento, que al Barroco o al Romanticismo. Tambin en las devociones eucarsticas. Recordemos, por ejemplo, la ternura tan elegante de la devocin franciscana hacia el Misterio eucarstico. Recordemos el
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temple bblico y litrgico, as como la profundidad teolgica y la altura mstica de las oraciones eucarsticas de santo Toms o de santa Catalina de Siena... Por eso, entre los autores del siglo XX, las expresiones devocionales de mayor calidad teolgica y esttica hacia la Eucarista las hallamos justamente en aquellos autores, como los benedictinos Dom Marmion o Dom Vonier, que estn ms vinculados a la inspiracin bblica y litrgica, y a la tradicin teolgica y mstica de la Edad Media. DEFICIENCIAS HISTRICAS Pero, volviendo a la cuestin central, todas stas son deficiencias histricas -que en seguida veremos corregidas por la renovacin litrgica moderna-, y en modo alguno nos llevan a pensar que la piedad eucarstica es en s misma deficiente. Alguno, sin embargo, arrogndose la representacin del movimiento litrgico, se expresa como si lo fuera: El movimiento litrgico ha reconocido que [la piedad eucarstica] se trata de una piedad legtima, fundada empero en una visin parcial del misterio de la eucarista; por esto mismo dicha piedad est expuesta por s sola a tambalearse cuando se la contrasta con cualquier forma de espiritualidad que ofrezca una visin completa del misterio de Cristo, del mismo modo que estn expuestas a perder actualidad otras devociones que tengan una visin parcial de la historia de la salvacin, sobre todo las que se fundan ms en el sentimiento que en la razn [sic; querr decir que en la fe] Cmo se puede decir que la devocin eucarstica, la devocin predilecta de Francisco y Clara, de Toms e Ignacio, de Margarita Mara, de Antonio Mara, de Foucauld o de Teresa de Calcuta, la mil veces aprobada y recomendada por el Magisterio apostlico, la piedad tan hondamente vivida por el pueblo cristiano en los ltimos ocho siglos, est fundada en una visin parcial del misterio de la fe, se apoya ms en el sentimiento que en la fe, y en s misma
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se tambalea? Y por otra parte, qu fin cauteloso se pretende al declarar legtima una devocin que se juzga de tan mala calidad? RENOVACIN ACTUAL DE LA PIEDAD EUCARSTICA El movimiento litrgico y el Magisterio apostlico, por obra como siempre del Espritu Santo, al profundizar ms y ms en la realidad misteriosa de la Eucarista, han renovado maravillosamente la doctrina y la disciplina del culto eucarstico. Por lo que al Magisterio se refiere, los documentos ms importantes sobre el tema han sido la encclica de Po XII Mediator Dei (1947), la constitucin conciliar Sacrosanctum Concilium (1963), la encclica de Pablo VI Mysterium fidei (1965), muy especialmente la instruccin Eucharisticum mysterium (1967) y el Ritual para la sagrada comunin y el culto a la Eucarista fuera de la Misa, publicado en castellano en 1974. Y la exhortacin apostlica de Juan Pablo II, Dominic Cen (1980). La devocin y el culto a la Eucarista, en fin, es recomendada a todos los fieles en el Catecismo de la Iglesia Catlica (1992: 1378-1381). DIVERSAS MODALIDADES DE LA PRESENCIA DE CRISTO EN SU IGLESIA El concilio Vaticano II, en su constitucin sobre la liturgia, Sacrosanctum Concilium, da una enseanza de suma importancia para la espiritualidad cristiana: Cristo est siempre presente a su Iglesia, sobre todo en la accin litrgica. Est presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofrecindose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreci en la cruz" [Trento], sea sobre todo bajo las especies eucarsticas. Est presente con su virtud en los sacramentos, de modo que cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza [S. Agustn]. Est presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es l quien habla. Est presente, por ltimo, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometi: "donde estn
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dos o tres congregados en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20) (7). Pablo VI, en su encclica Mysterium fidei, hace una enumeracin semejante de los modos de la presencia de Cristo, aadiendo: est presente a su Iglesia que ejerce las obras de misericordia, a su Iglesia que predica, que rige y gobierna al pueblo de Dios (19-20). Y finalmente dice: Pero es muy distinto el modo, verdaderamente sublime, con el que Cristo est presente a su Iglesia en el sacramento de la Eucarista... Tal presencia se llama real no por exclusin, como si las otras no fueran reales, sino por antonomasia, porque es tambin corporal y sustancial, ya que por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e ntegro (21-22; Ritual 6). Y an se podra hablar de otros modos reales de la presencia. La inhabitacin de Cristo en el justo que le ama es real, segn l mismo lo dice: si alguno me ama... vendremos a l, y en l haremos morada (Jn 14,23). En cuanto a la presencia de Cristo en los pobres, fcilmente se aprecia que es de otro orden. Tanto les ama, que nos dice: lo que les hagis, a m me lo hacis (Mt 25,34-46). En un pobre, sin embargo, que no ama a Cristo, no se da, sin duda, esa presencia real de inhabitacin. Pues bien, la configuracin de una espiritualidad cristiana concreta se deriva principalmente de su modo de captar las diversas maneras de la presencia de Cristo. Desde luego, toda espiritualidad cristiana ha de creer y ha de vivir con verdadera devocin todos los modos de la presencia de Cristo. Pero es evidente que cada espiritualidad concreta tiene su estilo propio en la captacin de esas presencias. Hay espiritualidades ms o menos sensibles a la presencia de Cristo en la Escritura, en la Eucarista, en la inhabitacin, en los sacramentos, en los pobres, etc. Ahora bien, si la presencia de Cristo por antonomasia est en la Eucarista, toda espiritualidad cristiana, con uno u otro acento, deber poner en ella el centro de su devocin.
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EL FUNDAMENTO PRIMERO DE LA ADORACIN La Iglesia cree y confiesa que en el augusto sacramento de la Eucarista, despus de la consagracin del pan y del vino, se contiene verdadera, real y substancialmente nuestro Seor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia de aquellas cosas sensibles (Trento 1551: Dz 874/1636). La divina Presencia real del Seor, ste es el fundamento primero de la devocin y del culto al Santsimo Sacramento. Ah est Cristo, el Seor, Dios y hombre verdadero, mereciendo absolutamente nuestra adoracin y suscitndola por la accin del Espritu Santo. No est, pues, fundada la piedad eucarstica en un puro sentimiento, sino precisamente en la fe. Otras devociones, quiz, suelen llevar en su ejercicio una mayor estimulacin de los sentidos por ejemplo, el servicio de caridad a los pobres-; pero la devocin eucarstica, precisamente ella, se fundamenta muy exclusivamente en la fe, en la pura fe sobre el Mysterium fidei (prstet fides supplementum sensuum defectui: que la fe conforte la debilidad del sentido; Pange lingua). Por tanto, este culto de adoracin se apoya en una razn seria y slida, ya que la Eucarista es a la vez sacrificio y sacramento, y se distingue de los dems en que no slo comunica la gracia, sino que encierra de un modo estable al mismo Autor de ella. Cuando la Iglesia nos manda adorar a Cristo, escondido bajo los velos eucarsticos, y pedirle los dones espirituales y temporales que en todo tiempo necesitamos, manifiesta la viva fe con que cree que su divino Esposo est bajo dichos velos, le expresa su gratitud y goza de su ntima familiaridad (Mediator Dei 164). El culto eucarstico, ordenado a los cuatro fines del santo Sacrificio, es culto dirigido al glorioso Hijo encarnado, que vive y reina con el Padre, en la unidad del Espritu Santo, por los siglos de los siglos. Es, pues, un culto que presta a la santsima Trinidad la adoracin que se le debe (Dominic Cen 3).
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SACRIFICIO Y SACRAMENTO Puede decirse que para ordenar y promover rectamente la piedad hacia el santsimo sacramento de la Eucarista [lo ms importante] es considerar el misterio eucarstico en toda su amplitud, tanto en la celebracin de la Misa, como en el culto a las sagradas especies (Ritual 4). Juan Pablo II insiste en este aspecto: No es lcito ni en el pensamiento, ni en la vida, ni en la accin quitar a este Sacramento, verdaderamente santsimo, su dimensin plena y su significado esencial. Es al mismo tiempo Sacramento-Sacrificio, SacramentoComunin, Sacramento-Presencia (Redemptor hominis 20). Ya Po XII orienta en esta misma direccin su doctrina sobre la devocin eucarstica (cf. Discurso al Congreso internacional de pastoral litrgica, de Ass (A.A.S. 48, 1956, 771-725). Esta doctrina ha sido central, concretamente, en la disciplina renovada del culto a la Eucarista. Los fieles, cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia proviene del Sacrificio y se ordena al mismo tiempo a la comunin sacramental y espiritual (Ritual 80). Lgicamente, pues, se prohbe la celebracin de la Misa durante el tiempo en que est expuesto el santsimo Sacramento en la misma nave de la iglesia (ib. 83). Esa ntima unin entre Sacrificio y Sacramento se expresa, por ejemplo, en el hecho de que, al final de la exposicin, el ministro tomando la custodia o el copn, hace en silencio la seal de la Cruz sobre el pueblo (ib. 99). El Corpus Christi de la custodia es el mismo cuerpo ofrecido por nosotros en el sacrificio de la redencin: el mismo cuerpo que ahora est resucitado y glorioso. DEVOCIN EUCARSTICA Y COMUNIN La presencia eucarstica de Cristo siempre se ordena a la comunin sacramental y espiritual (Ritual 80). En efecto, la EucaCaminando en Asamblea - 62

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rista como sacramento est intrnsecamente orientada hacia la comunin. Las mismas palabras de Cristo lo hacen entender as: tomad, comed, esto es mi cuerpo, entregado por vosotros. Consiguientemente, la finalidad primera de la reserva es hacer posible, principalmente a los enfermos, la comunin fuera de la Misa. En el sagrario. Como en la Misa, Cristo sigue siendo el Pan vivo bajado del cielo. En efecto, el fin primero y primordial de la reserva de las sagradas especies fuera de la misa es la administracin del Vitico; los fines secundarios son la distribucin de la comunin y la adoracin de Nuestro Seor Jesucristo, presente en el Sacramento. Pues la reserva de las especies sagradas para los enfermos ha introducido la laudable costumbre de adorar este manjar del cielo conservado en las iglesias (Ritual 5). Segn eso, en la Eucarista, Cristo est dndose, est entregndose como pan vivo que el Padre celestial da a los hombres. Y slo podemos recibirlo en la fe y en el amor. As es como, ante el sagrario, nos unimos a l en comunin espiritual. En la adoracin eucarstica l se entrega a nosotros y nosotros nos entregamos a l. Y en la medida en que nos damos a l, nos damos tambin a los hermanos. En la sagrada Eucarista -dice el Vaticano II- se contiene todo el tesoro espiritual de la Iglesia, es decir, el mismo Cristo, nuestra Pascua y Pan vivo, que, mediante su carne vivificada y vivificante por el Espritu Santo, da vida a los hombres, invitndolos as y estimulndolos a ofrecer sus trabajos, la creacin entera y a s mismos en unin con l (Presbiterorum ordinis 5). La adoracin eucarstica, por tanto, ha de tener siempre forma de comunin espiritual. Y segn eso, acurdense [los fieles] de prolongar por medio de la oracin ante Cristo, el Seor, presente en el Sacramento, la unin con l conseguida en la Comunin, y renovar la alianza que les impulsa a mantener en sus costumbres y en su vida la que han recibido en la celebracin eucarstica por la fe y el Sacramento (Ritual 81).
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ADORACIN EUCARSTICA Y VIDA ESPIRITUAL La piedad eucarstica ha de marcar y configurar todas las dimensiones de la vida espiritual cristiana. Y esto ha de vivirse tanto en la devocin ms interior como en la misma vida exterior. En lo interior. La piedad que impulsa a los fieles a adorar a la santa Eucarista los lleva a participar ms plenamente en el Misterio pascual y a responder con agradecimiento al don de aquel que, por medio de su humanidad, infunde continuamente la vida en los miembros de su Cuerpo. Permaneciendo ante Cristo, el Seor, disfrutan de su trato ntimo, le abren su corazn por s mismos y por todos los suyos, y ruegan por la paz y la salvacin del mundo. Ofreciendo con Cristo toda su vida al Padre en el Espritu Santo, sacan de este trato admirable un aumento de su fe, su esperanza y su caridad. As fomentan las disposiciones debidas que les permiten celebrar con la devocin conveniente el Memorial del Seor y recibir frecuentemente el pan que nos ha dado el Padre (Ritual 80). Disfrutan del trato ntimo del Seor. Efectivamente, ste es uno de los aspectos ms preciosos de la devocin eucarstica, uno de los ms acentuados por los santos y los maestros espirituales, que a veces citan al respecto aquello del Apocalipsis: mira que estoy a la puerta y llamo -dice el Seor-; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entrar a l, cenar con l y l conmigo (Ap 3,20). En lo exterior, igualmente, toda la vida ordinaria de los adoradores debe estar sellada por el espritu de la Eucarista. Procurarn, pues, que su vida discurra con alegra en la fortaleza de este alimento del cielo, participando en la muerte y resurreccin del Seor. As cada uno procure hacer buenas obras, agradar a Dios, trabajando por impregnar al mundo del espritu cristiano, y tambin proponindose llegar a ser testigo de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana (Ritual 81; +Dominic Coen 7).
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ADORACIN Y OFRENDA PERSONAL Adorando a Cristo en la Eucarista, hagamos de nuestra vida una ofrenda permanente. Los fines del Sacrificio eucarstico, como es sabido, son principalmente cuatro: adoracin de Dios, accin de gracias, expiacin e impetracin (Trento: Dz 940. 950/1743. 1753; Mediator Dei 90-93). Pues bien, esos mismos fines de la Misa han de ser pretendidos igualmente en el culto eucarstico. Por l, como antes nos ha dicho el Ritual, los adoradores han de ofrecer con Cristo toda su vida al Padre en el Espritu Santo (80). Po XII lo explica bien: Aquello del Apstol, "habis de tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jess" (Flp 2,5), exige a todos los cristianos que reproduzcan en s mismos, en cuanto al hombre es posible, aquel sentimiento que tena el divino Redentor cuando se ofreca en sacrificio; es decir, que imiten su humildad y eleven a la suma Majestad divina la adoracin, el honor, la alabanza y la accin de gracias. Exige, adems, que de alguna manera adopten la condicin de vctima, abnegndose a s mismos segn los preceptos del Evangelio, entregndose voluntaria y gustosamente a la penitencia, detestando y expiando cada uno sus propios pecados. Exige, en fin, que nos ofrezcamos a la muerte mstica en la cruz, juntamente con Jesucristo, de modo que podamos decir como san Pablo: "estoy clavado en la cruz juntamente con Cristo" (Gl. 2,19) (Mediator Dei 101). ADORACIN Y SPLICA En el Evangelio vemos muchas veces que quienes se acercan a Cristo, reconociendo en l al Salvador de los hombres, se postran primero en adoracin, y con la ms humilde actitud, piden gracias para s mismos o para otros. La mujer cananea, por ejemplo, acercndose [a Jess], se postr ante l, diciendo: Seor, aydame! (Mt 15,25). Y obtuvo la gracia pedida. Los adoradores cristianos, con absoluta fe y confianza, piden al Salvador, presente en
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la Eucarista, por s mismos, por el mundo, por la Iglesia. En la presencia real del Seor de la gloria, le confan sus peticiones, sabiendo con certeza que tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo, el Justo. l es la vctima propiciatoria por nuestros pecados, y no slo por los nuestros, sino tambin por los del mundo entero (1Jn 2,1-2). En efecto, Jess-Hostia es Jess-Mediador. Hay un solo Dios, y tambin un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jess, hombre tambin, que se entreg a S mismo como rescate por todos (1Tim 2,5-6). Su Sacerdocio es eterno, y por eso es perfecto su poder de salvar a los que por l se acercan a Dios, y vive siempre para interceder por ellos (Heb 7,24-25). ADOREMOS A CRISTO, PRESENTE EN LA EUCARISTA Al finalizar su estudio sobre La presencia real de Cristo en la Eucarista, Jos Antonio Says escribe: La adoracin, la alabanza y la accin de gracias estn presentes sin duda en la trama misma de la "accin de gracias" que es la celebracin eucarstica y que en ella dirigimos al Padre por la mediacin del sacrificio de su Hijo. Pero la adoracin, que es el sentimiento profundo y desinteresado de reconocimiento y accin de gracias de toda criatura respecto de su Creador, quiere expresarse como tal y alabar y honrar a Dios no slo porque en la celebracin eucarstica participamos y hacemos nuestro el sacrificio de Cristo como culmen de toda la historia de salvacin, sino por el simple hecho de que Dios est presente en el sacramento... Por otra parte, hemos de pensar que la Encarnacin merece por s sola ser reconocida con la contemplacin de la gloria del Unignito que procede del Padre (Jn 1,14)... La conciencia viva de la presencia real de Cristo en la Eucarista, prolongacin sacramental de la Encarnacin, ha permitido a la Iglesia seguir siendo fiel al misterio de la Encarnacin en todas sus implicaciones y al misterio de la mediacin salvfica del cuerpo de Cristo, por el que se asegura el realismo de nuestra participacin sacramental en su
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sacrificio, se consuma la unidad de la Iglesia y se participa ya desde ahora en la gloria futura (312-313). Adoremos, pues, al mismo Cristo en el misterio de su mximo Sacramento. Adormosle de todo corazn, en oracin solitaria o en reuniones comunitarias, privada o pblicamente, en formas simples o con toda solemnidad. - Adoremos a Cristo en el Sacrificio y en el Sacramento. La adoracin eucarstica fuera de la Misa ha de ser, en efecto, preparacin y prolongacin de la adoracin de Cristo en la misma celebracin de la Eucarista. Con razn hace notar Pere Tena: La adoracin eucarstica ha nacido en la celebracin, aunque se haya desarrollado fuera de ella. Si se pierde el sentido de adoracin en el interior de la celebracin, difcilmente se encontrar justificacin para promoverla fuera de ella... Quiz esta consideracin pueda ser interesante para revisar las celebraciones en las que los signos de referencia a una realidad trascendente casi se esfuman (212). -Adoremos a Cristo, presente en la Eucarista: exaltemos al humillado. Es un deber glorioso e indiscutible, que los fieles cristianos cumpliendo la profeca del mismo Cristo- realizamos bajo la accin del Espritu Santo: l [el Espritu Santo] me glorificar (Jn 16,14). En ocasin muy solemne, en el Credo del Pueblo de Dios, declara Pablo VI: la nica e indivisible existencia de Cristo, Seor glorioso en los cielos, no se multiplica, pero por el Sacramento se hace presente en los varios lugares del orbe de la tierra, donde se realiza el sacrificio eucarstico. La misma existencia, despus de celebrado el sacrificio, permanece presente en el Santsimo Sacramento, el cual, en el tabernculo del altar, es como el corazn vivo de nuestros templos. Por lo cual estamos obligados, por obligacin ciertamente gratsima, a honrar y adorar en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos (n. 26).
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-Adorando a Cristo en la Eucarista, bendigamos a la Santsima Trinidad, como lo haca el venerable Manuel Gonzlez: Padre eterno, bendita sea la hora en que los labios de vuestro Hijo Unignito se abrieron en la tierra para dejar salir estas palabras: "sabed que yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del mundo". Padre, Hijo y Espritu Santo, benditos seis por cada uno de los segundos que est con nosotros el Corazn de Jess en cada uno de los Sagrarios de la tierra. Bendito, bendito Emmanuel (Qu hace y qu dice el Corazn de Jess en el Sagrario, 37). -Adoremos a Cristo en exposiciones breves o prolongadas. Respecto a las exposiciones ms prolongadas, por ejemplo, las de Cuarenta Horas, el Ritual litrgico de la Eucarista dispone: en las iglesias en que se reserva habitualmente la Eucarista, se recomienda cada ao una exposicin solemne del santsimo Sacramento, prolongada durante algn tiempo, aunque no sea estrictamente continuado, a fin de que la comunidad local pueda meditar y orar ms intensamente este misterio. Pero esta exposicin, con el consentimiento del Ordinario del lugar, se har slamente si se prev una asistencia conveniente de fieles (86). Pngase el copn o la custodia sobre la mesa del altar. Pero si la exposicin se alarga durante un tiempo prolongado, y se hace con la custodia, se puede utilizar el trono o expositorio, situado en un lugar ms elevado; pero evtese que est demasiado alto y distante (93). Ante el Santsimo expuesto, el ministro y el aclito permanecen arrodillados, concretamente durante la incensin (97). Y lo mismo, se entiende, el pueblo. Es el mismo arrodillamiento que, siguiendo muy larga tradicin, viene prescrito por la Ordenacin general del Misal Romano durante la consagracin de la Eucarista (21). Y recurdese en esto que la postura uniforme es un signo de comunidad y unidad de la asamblea, ya que expresa y fomenta al mismo tiempo la unanimidad de todos los participantes (20).

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-Adoremos a Cristo con cantos y lecturas, con preces y silencio. Durante la exposicin, las preces, cantos y lecturas deben organizarse de manera que los fieles atentos a la oracin se dediquen a Cristo, el Seor. Para alimentar la oracin ntima, hganse lecturas de la sagrada Escritura con homila o breves exhortaciones, que lleven a una mayor estima del misterio eucarstico. Conviene tambin que los fieles respondan con cantos a la palabra de Dios. En momentos oportunos, debe guardarse un silencio sagrado (Ritual 95; 89). -Adoremos a Cristo, rezando la Liturgia de las Horas. Ante el santsimo Sacramento, expuesto durante un tiempo prolongado, puede celebrarse tambin alguna parte de la Liturgia de las horas, especialmente las Horas principales [laudes y vsperas]. Por su medio, las alabanzas y acciones de gracias que se tributan a Dios en la celebracin de la Eucarista, se amplan a las diferentes horas del da, y las splicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y por l al Padre en nombre de todo el mundo (Ritual 96). Las Horas litrgicas, en efecto, estn dispuestas precisamente para extender a los distintos momentos del da la alabanza y la accin de gracias, as como el recuerdo de los misterios de la salvacin, las splicas y el gusto anticipado de la gloria celeste, que se nos ofrecen en el misterio eucarstico, "centro y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana" (CD 30) (Ordenacin general de la Liturgia de las Horas 12). -Adoremos a Cristo, haciendo visitas al Santsimo. En efecto, como dice Po XII, las piadosas y an cotidianas visitas a los divinos sagrarios, con otros modos de piedad eucarstica, han contribuido de modo admirable a la fe y a la vida sobrenatural de la Iglesia militante en la tierra, que de esta manera se hace eco, en cierto modo, de la triunfante, que perpetuamente entona el himno de alabanza a Dios y al Cordero "que ha sido sacrificado" (Ap 5,12; +7,10). Por eso la Iglesia no slo ha aprobado esos piadosos ejercicios, propagados por toda la tierra en el transcurso de los siglos,
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sino que los ha recomendado con su autoridad. Ellos proceden de la sagrada liturgia, y son tales que, si se practican con el debido decoro, fe y piedad, en gran manera ayudan, sin duda alguna, a vivir la vida litrgica (Mediator Dei 165-166). SAGRARIOS DIGNOS EN IGLESIAS ABIERTAS Procuremos tener sagrarios dignos en iglesias abiertas, para que pueda llevarse a la prctica esa adoracin eucarstica de los fieles. As pues, cuiden los pastores de que las iglesias y oratorios pblicos en que se guarda la santsima Eucarista estn abiertas diariamente durante varias horas en el tiempo ms oportuno del da, para que los fieles puedan fcilmente orar ante el santsimo Sacramento (Ritual 8; +Cdigo 937). El lugar en que se guarda la santsima Eucarista sea verdaderamente destacado. Conviene que sea igualmente apto para la adoracin y oracin privada (Ritual 9). Segn la costumbre tradicional, arda continuamente junto al sagrario una lmpara de aceite o de cera, como signo de honor al Seor (Ritual 11; puede ser elctrica, pero no comn: Cdigo 940). En cada iglesia u oratorio haya un solo sagrario (Cdigo 938,1). Y en los conventos o casas de espiritualidad el sagrario est slo en la iglesia o en el oratorio principal anejo a la casa; pero el Ordinario, por causa justa, puede permitir que se reserve tambin en otro oratorio de la misma casa (ib. 937). DEVOCIN EUCARSTICA Y ESPERANZA ESCATOLGICA Adoremos a Cristo en la Eucarista, como prenda y anticipo de la vida celeste. La celebracin eucarstica es fuente de la vida de la Iglesia y prenda de la gloria futura (Vat. II: UR 15a). Por eso el culto eucarstico tiene como gracia propia mantener al cristiano en una continua tensin escatolgica. Ante el sagrario o la custodia, en la ms preciosa esperanza teologal, el discpulo de Cristo
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permanece da a da ante Aqul que es la puerta del cielo: yo soy la puerta; el que por m entrare, se salvar (Jn 10,9). Ante el sagrario, ante la custodia, el discpulo persevera un da y otro ante Aqul que es, que era, que vendr (Ap 1,4.8). El Cristo que vino en la encarnacin; que viene en la Eucarista, en la inhabitacin, en la gracia; que vendr glorioso al final de los tiempos. No olvidemos, en efecto, que en la Eucarista el que vino qudate con nosotros (Lc 24,29)- viene a nosotros en la fe, mientras esperamos la venida gloriosa de nuestro Salvador Jesucristo. As lo confesamos diariamente en la Misa. Como hace notar Tena, la presencia del Seor entre nosotros no puede ser ms que en la perspectiva del futur glori pignus [prenda de la futura gloria] (217). En los ltimos siglos, ha prevalecido entre los cristianos la captacin de Cristo en la Eucarista como Emmanuel, como el Seor con nosotros; y ste es un aspecto del Misterio que es verdadero y muy laudable. Pero los Padres de la Iglesia primitiva, al tratar de la Eucarista, insistan mucho ms que nosotros en su dimensin escatolgica. En ella, ms que el Emmanuel, vean el acceso al Cristo glorioso que ha de venir. Y en sus homilas y catequesis sealaban con frecuencia la relacin existente entre la Eucarista y la vida futura, esto es, la resurreccin de los muertos: el que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitar el ltimo da (Jn 6,54). Esta perspectiva escatolgica de la Eucarista no es exclusiva de los Padres primeros, pues se manifiesta tambin muy acentuada en la Edad Media, es decir, en las primeras formulaciones de la adoracin eucarstica. Bastar, por ejemplo, que recordemos algunas estrofas de los himnos eucarsticos compuestos por santo Toms: O salutaris hostia, qu cli pandis ostium (Hostia de salvacin, que abres las puertas del cielo: Verbum supernum, Laudes, Oficio del Corpus). Tu qui cuncta scis et vales, qui nos pascis hic mortales, tuos ibi comensales, coheredes et sodales fac sanctorum civium (T, que conoces y puedes todo, que nos alimentas aqu,
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siendo mortales, haznos all comensales, coherederos y compaeros de tus santos: Lauda Sion, secuencia Misa del Corpus). Iesu, quem velatum nunc aspicio, oro fiat illud quod tam sitio; ut te revelata cernens facie, visu sim beatus tu glori (Jess, a quien ahora miro oculto, cumple lo que tanto anso: que contemplando tu rostro descubierto, sea yo feliz con la visin de tu gloria. Adoro te devote, himno atribuido a Santo Toms, para despus de la elevacin). O amantissime Pater, concede mihi dilectum Filium tuum, quem nunc velatum in via suscipere propono, revelata tandem facie perpetuo contemplari (Padre amadsimo, concdeme al fin contemplar eternamente el rostro descubierto de tu Hijo predilecto, al que ahora, de camino, voy a recibir velado: Omnipotens sempiterne Deus, oracin preparatoria a la Eucarista, atribuida a Santo Toms). La secularizacin de la vida presente, es decir, la disminucin o la prdida de la esperanza en la vida eterna, es hoy sin duda la tentacin principal del mundo, y tambin de los cristianos. Por eso precisamente la Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarstico (Dominic Cen 3), porque sa es, sin duda, la devocin que con ms fuerza levanta el corazn de los fieles hacia la vida celestial definitiva. Y he aqu -escribe Tena- cmo a travs de esta dimensin escatolgica de la adoracin eucarstica, reencontramos la motivacin fundamental de la misma reserva: para el Vitico, para que los enfermos puedan comulgar... Este pan de vida que est encima del altar, as como procede del banquete celestial, contina ofrecido como alimento de trnsito: es un vitico, sobre todo. Cada uno de los adoradores puede pensar, en el instante de adoracin silenciosa, en este momento en que recibir por ltima vez la Eucarista: "quien come de este pan vivir para siempre!" (Jn 6,58). La prenda del futuro absoluto est ah: es la presencia del Seor de la gloria, que aparece en la Eucarista (217). LOS SACERDOTES Y LA ADORACIN EUCARSTICA
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Si todos los fieles han de venerar a Cristo en el Sacramento, los pastores en este punto vayan delante con su ejemplo y exhrtenles con sus palabras (Ritual 80). En efecto, los sacerdotes deben suscitar en los fieles la devocin eucarstica tanto por el ejemplo como por la predicacin. Es un deber pastoral grave. La piedad eucarstica de los fieles depende en buena medida de que sus sacerdotes la vivan y, consiguientemente, la prediquen de la abundancia del corazn habla la boca (Mt 12,34)-. Por eso la Congregacin para la Educacin Catlica, en su instruccin de 1980 Sobre la vida espiritual en los Seminarios, muestra tanto inters en que los candidatos al sacerdocio sean formados en el convencimiento de que el continuo desarrollo del culto de adoracin eucarstica es una de las ms maravillosas experiencias de la Iglesia. Un sacerdote que no participe de este fervor, que no haya adquirido el gusto de esta adoracin, no slo ser incapaz de transmitirlo y traicionar la Eucarista misma, sino que cerrar a los fieles el acceso a un tesoro incomparable. Y por eso la Congregacin para el Clero, en el Directorio para el ministerio y la vida de los presbteros, de 1994, toca tambin con insistencia el mismo punto: La centralidad de la Eucarista se debe indicar no slo por la digna y piadosa celebracin del Sacrificio, sino an ms por la adoracin habitual del Sacramento. El presbtero debe mostrarse modelo de la grey [1Pe 5,3] tambin en el devoto cuidado del Seor en el sagrario y en la meditacin asidua que hace -siempre que sea posible- ante Jess Sacramentado. Es conveniente que los sacerdotes encargados de la direccin de una comunidad dediquen espacios largos de tiempo para la adoracin en comunidad, y tributen atenciones y honores, mayores que a cualquier otro rito, al Santsimo Sacramento del altar, tambin fuera de la Santa Misa. "La fe y el amor por la Eucarista hacen imposible que la presencia de Cristo en el sagrario permanezca solitaria" (Juan Pablo II, 9-VI1993). La liturgia de las horas puede ser un momento privilegiado para la adoracin eucarstica (50).
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De todo esto, ya hace aos, dijo hermosas cosas el gran liturgista dominico A.-M. Roguet (L'adoration eucharistique dans la pit sacerdotale, Vie Spirituelle 91, 1954, 11-12). LA DEVOCIN EUCARSTICA DESPUS DEL VATICANO II La piedad eucarstica es en el siglo XX una parte integrante de la espiritualidad cristiana comn. Por eso San Po X no hace sino afirmar una conviccin general cuando dice: Todas bellas, todas santas son las devociones de la Iglesia Catlica, pero la devocin al Santsimo Sacramento es, entre todas, la ms sublime, la ms tierna, la ms fructuosa (A la Adoracin Nocturna Espaola 6-VII1908). Y despus del Vaticano II? La gran renovacin litrgica impulsada por el Concilio tambin se ha ocupado de la piedad eucarstica. Concretamente, el Ritual de la sagrada comunin y del culto a la Eucarista fuera de la Misa es una realizacin de la Iglesia postconciliar. Antes no haba un Ritual, y la devocin eucarstica discurra por los simples cauces de la piadosa costumbre. Ahora se ha ordenado por rito litrgico esta devocin. Por otra parte, en el Ritual de la dedicacin de iglesias y de altares, de 1977, despus de la comunin, se incluye un rito para la inauguracin de la capilla del Santsimo Sacramento. Antes tampoco exista ese rito. Son stos, sin duda, gestos importantes de la renovacin litrgica postconciliar. Y los recientes documentos magistrales sobre la adoracin eucarstica que hemos recordado, ms explcitamente todava, nos muestran el gran aprecio que la Iglesia actual tiene por esta devocin y este culto. Por eso, si la doctrina y la disciplina de la Iglesia ha querido en nuestro tiempo podar el rbol de la piedad eucarstica, lo ha hecho ciertamente a fin de que crezca ms fuerte y d an mejores y ms abundantes frutos. Y por eso aqullos que, en vez de podar el rbol de la devocin al Sacramento, lo cortan de raz se estn alejando de la tradiCaminando en Asamblea - 74

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cin catlica y, sin saberlo normalmente, se oponen al impulso renovador de la Iglesia actual. Ya en 1983 observaba Pere Tena: sabemos y constatamos cmo en muchos lugares se ha silenciado absolutamente el sentido espiritual de la oracin personal ante el santsimo sacramento, y cmo esto, juntamente con la supresin de las procesiones eucarsticas y de las exposiciones prolongadas, se considera como un progreso (209). En esta lnea, podemos aadir, hay parroquias hoy que no tienen custodia, y en las que el sagrario, si existe, no est asequible a la devocin de los fieles. La supresin de la piedad eucarstica no es un progreso, evidentemente, sino ms bien una decadencia en la fe, en la fuerza teologal de la esperanza y en el amor a Jesucristo. Y no parece aventurado estimar que entre la eliminacin de la devocin eucarstica y la disminucin de las vocaciones sacerdotales y religiosas existe una relacin cierta, aunque no exclusiva. Juan Pablo II, en su exhortacin apostlica Dominic Coen, no slamente manifiesta con fuerza su voluntad de estimular todas las formas tradicionales de la devocin eucarstica, oraciones personales ante el Santsimo, horas de adoracin, exposiciones breves, prolongadas, anuales -las cuarenta horas-, bendiciones y procesiones eucarsticas, congresos eucarsticos, sino que afirma incluso que la animacin y el fortalecimiento del culto eucarstico son una prueba de esa autntica renovacin que el Concilio se ha propuesto y de la que es el punto central. Y es que la Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarstico. Jess nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoracin, en la contemplacin llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoracin (3). SECULARIZACIN O SACRALIDAD

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Hoy se hace necesario en el cristianismo elegir entre secularizacin y sacralidad. - El cristianismo secularizado, de claras races nestorianas y pelagianas, deja en la duda la divinidad de Jess y la virginidad de Mara, busca la salvacin en el hombre mismo, ignorando la necesidad de la fe y de la gracia para la salvacin, olvida la vida eterna, y aleja al pueblo cristiano de la Misa y de los sacramentos, especialmente del sacramento de la penitencia. Este cristianismo, por supuesto, suprime la adoracin eucarstica, vaca los templos, y consigue as tenerlos cerrados. De este modo evita que los cristianos se pierdan en pietismos alienantes, y fomenta que vayan entre los hombres, que es donde deben estar. Hoy es bien conocido este falso cristianismo (Iraburu, Sacralidad y secularizacin, Fundacin GRATIS DATE, Pamplona 1996): falsifica la accin misionera, niega la necesidad de la Iglesia, elimina la finalidad sobrenatural de las obras misioneras y educativas, caritativas y asistenciales, y secularizando todo en un horizontalismo inmanentista, acaba, claro est, con las vocaciones sacerdotales y religiosas. - El cristianismo sagrado, por el contrario, el bblico y tradicional, el propugnado por el Magisterio apostlico, confiesa firmemente a Cristo como verdadero Dios y verdadero hombre, afirma que su gracia es en absoluto necesaria para el hombre, y que su presencia en la Eucarista, real y verdadera, debe ser adorada. Los cristianos, en este verdadero cristianismo, permanecen en el mismo Seor Jesucristo, como sarmientos en la Vid santa, y se unen a l por el amor servicial y la oracin, por la penitencia sacramental, y muy especialmente por la celebracin y la adoracin de la Eucarista. sta es la Iglesia que, centrada en el Mysterium fidei, florece en vocaciones, en familias cristianas y en innumerables obras misioneras y educativas, sociales, culturales y asistenciales. Escuchemos, pues, de nuevo a Juan Pablo II (Dominic Coen 3): La animacin y el fortalecimiento del culto eucarstico son una prueba de esa
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autntica renovacin que el Concilio se ha propuesto, y de la que es el punto central. La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarstico.

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Ideas para la Adoracin


preparando la solemnidad de

Corpus Christi

1. CANTO. 2. EXPOSICIN DEL SANTSIMO SACRAMENTO. 3. SILENCIO. 4. LA PALABRA DE DIOS Del Evangelio segn San Juan. 6,52-66. Discutan entre s los judos: Cmo puede ste darnos a comer su carne?. Jess les dijo: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitar en el ltimo da. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en m y yo en l. Lo mismo que el Padre que vive y me ha enviado, y yo vivo por el Padre, tambin el que me come vivir por m... Muchos de sus discpulos dijeron: Muy duro es este lenguaje. Quin puede escucharlo?... Desde entonces, muchos de sus discpulos se volvieron atrs y ya no andaban con l... Pero Simn Pedro respondi: Seor, a quin vamos a ir? T tienes palabras de vida eterna. Palabra del Seor. Salmo 33

5. REFLEXIN. Qu signific la entrada triunfal de Jess en Jerusaln, aclamado por el pueblo, montado sobre un asno, y recorriendo los caCaminando en Asamblea - 78

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minos, alfombrados con ramos verdes y con las vestiduras de sus entusiastas seguidores?... All se juntaron la grandeza con la humildad, la fe con la incredulidad, el amor de unos con el odio de otros... All se revel ya lo que iba a ser la presencia de Jesucristo, el Dios hecho hombre, en medio de su pueblo cuando se quedase con nosotros en la Eucarista. La Palabra de Dios puede iluminar este hecho singular, cuando le dice a Israel: No hay nacin tan grande que tenga sus dioses tan cercanos como Yahv, nuestro Dios, lo est de nosotros (Deuteronomio 4,7). Y, con Jess ya en el mundo, viene la acusacin del Bautista en el Jordn: En medio de ustedes est uno a quien no conocen (Juan 1,26) Jess, el Dios con nosotros, no puede estar ms cercano. Qu ms podemos pedirle si se ha quedado da y noche en la morada de su Sagrario, esperando a todos y recibiendo a cuantos desean visitarlo? Creemos, y nos unimos a l en el Altar. Creemos, y lo recibimos en la Comunin. Creemos, y lo acompaamos en su Sagrario. Creemos, y hoy lo paseamos triunfalmente por nuestras calles, para que bendiga nuestros pueblos, nuestras casas, a nuestras familias y a todos los conciudadanos nuestros, creyentes y no creyentes, llevando a todos su salvacin... Seor Jesucristo, el manso y humilde de Corazn, Nosotros queremos agradecerte en este da el amor inmenso que te movi en la ltima Cena a quedarte hasta el fin del mundo. Aqu estamos, Seor, mirndote, amndote, y unidos a toda la Iglesia que hoy te aclama jubilosa. 6. TESTIMONIO. Es conocida la ilusin que la procesin del Corpus le causaba a Santa Teresa del Nio Jess: Me encantaban sobre manera las procesiones del Santsimo Sacramento. Qu dicha sembrar flores al paso
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de Dios! Pero antes de dejarlas caer, las lanzaba lo ms alto que poda; y cuando mis rosas deshojadas tocaban la sagrada custodia, mi felicidad llegaba al colmo. Y al recordar su primera comunin deca: Mi Primera Comunin ha quedado grabada en mi vida como un recuerdo sin nubes... El ms hermoso de los das, fue una jornada de Cielo... No me cansaba de repetir interiormente las palabras de San Pablo: Ya no vivo yo; es Jess quien vive en m!... 7. CANTO. 8. ALABANZA COMUNITARIA. Respondemos todos a cada invocacin: - Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria! Jess, Jess, Jess, Jess, Jess, Jess, Jess, Jess, Jess, Jess, Jess, Jess, Dios cercansimo que vives entre nosotros. Pan de los ngeles, hecho Pan de los hombres. Amor de los amores, Dios que ests aqu. manso y humilde, que aceptas nuestros homenajes. desconocido del mundo y vivo para los creyentes. hostia pura de nuestros altares. alimento nuestro en la comunin. amigo nuestro en la intimidad de tu Sagrario. Rey amoroso que gozas con nuestros homenajes de amor. reconocido por la fe viva que nos infundes. a quien esperamos ver sin velos en la Gloria.

Seor Jess, que en este admirable Sacramento te has quedado presente T mismo para que nos sea un imposible olvidarnos de ti. Haz que yo viva pendiente de tu presencia adorable, para corresponder con amor al amor inmenso que has derrochado al darte en Pan de Vida y al hacerte el compaero de nuestra peregrinacin.
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Gloria al Padre Madre Mara, en cuyo seno se amas el Pan celestial que ahora nos comemos en la Comunin. T, que en la primitiva Iglesia eras comensal asidua cuando los Apstoles de Jess partan el Pan, ensame a tener hambre de este manjar del Cielo y a hacer compaa al Jess que se queda en el Sagrario. Dios te salve Mara

9. PRECES Cristo nos invita a todos a su cena, en la cual entrega su Cuerpo y su Sangre para la vida del mundo. Nosotros le decimos ahora: A cada oracin rezamos: Cristo, Pan celestial, danos la vida eterna. Cristo, man del cielo, que haces que formemos un solo cuerpo todos los que comemos del mismo pan, refuerza la paz y la armona de todos los que creemos en ti. Cristo, mdico celestial, que por medio de tu Pan nos das un remedio de inmortalidad y una prenda de resurreccin, devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a los creyentes. Cristo, Rey venidero, que mandaste celebrar tus misterios para proclamar tu muerte hasta que vuelvas, haz que participen de tu resurreccin todos los que han muerto en ti.

Padre nuestro Seor Sacramentado, Pan de los ngeles y Pan nuestro celestial, que te nos das como prenda del banquete del Reino y que permaneces con nosotros da y noche en tu Sagrario. Nosotros queremos
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vivir de ti para que nos llene la vida de Dios. Jess, si nuestra fe te ve ahora oculto en los velos sacramentales, que un da te veamos cara a cara en los esplendores de la Gloria. Amn. 10. RITO DE LA BENDICIN EUCARSTICA (canto oracin bendicin) 11. RESERVA DEL SANTSIMO SACRAMENTO. CANTO.

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Hora Santa delante del Santsimo Sacramento del Altar


1. CANTO INICIAL. EXPOSICIN DEL SANTSIMO SACRAMENTO. 2. INTRODUCCIN: Ahora, otra vez reunidos junto al altar renovemos delante del Seor Sacramentado el memorial de su misterio de amor. Escuchemos sus palabras pronunciadas en el Cenculo junto con sus discpulos. Sus palabras son su testamento. En silencio contemplativo, entremos en el misterio y amor de un Dios-con-nosotros, el Emmanuel. Queremos dedicar este tiempo a estar junto a l para escucharle, orar con l al Padre y darle gracias por el gran misterio de su Pascua. 3. ORACIN Padre santo nos reunimos junto al altar para hacer memoria de la Eucarista celebrada y adorar la presencia sacramental de tu Hijo entregado para la salvacin de todos. l es el Profeta, haz que su Palabra resuene en nuestro corazn y nuestras palabras sean eco de la suya. l es el Sacerdote, haz que nuestra ofrenda y oracin se eleve hasta tu trono, como incienso, y te ofrezcamos el gozo y el llanto de la humanidad. l es el Emmanuel, que permanece en el Sacramento, haz que nosotros permanezcamos con l, como los sarmientos en la vid. l nos ha dado como testamento el mandamiento del amor, haz que lo cumplamos y seamos instrumento de caridad. Padre santo, aumenta nuestra fe en el misterio que adoramos y veneramos. Aydanos a crecer y testimoniar nuestra fe en

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la vida para que un da podamos contemplarte a ti y a tu Hijo, sin velo alguno. l que vive y reina por los siglos de los siglos. Amn. 4. PALABRA DE DIOS En esta hora de silencio introduzcmonos en el Cenculo y escuchemos las palabras de Jess que dirigi a sus apstoles. Lectura del santo evangelio segn san Juan 13,31.33a. 34-35 Cuando sali Judas del cenculo, dijo Jess: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en l. Si Dios es glorificado en l, tambin Dios lo glorificar en s mismo: pronto lo glorificar. Hijos mos, me queda poco de estar con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; como yo los he amado, mense tambin entre ustedes. La seal por la que conocern todos que son discpulos mos ser que se aman unos a otros. Palabra del Seor. Te alabamos Seor Despus de un breve silencio, el gua propone y la asamblea repite muy despacio por tres veces la siguiente antfona: Les doy un mandamiento nuevo: mense unos a otros, como yo los he amado. Canto. Silencio Lectura del santo evangelio segn san Juan 14, 1-12 Dijo Jess a sus discpulos: Que no tiemble vuestro corazn; creed en Dios y creed tambin en m. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera as, os habra dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volver y os llevar conmigo,
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para que donde estoy yo, estis tambin vosotros. Y a donde yo voy, ya sabis el camino. Toms le dice: Seor, no sabemos adnde vas, cmo podemos saber el camino?.Jess le responde: Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por m. Si me conocis a m, conoceris tambin a mi Padre. Ahora ya lo conocis y lo habis visto. Felipe le dice: Seor, mustranos al Padre y nos basta. Jess le replica: Hace tanto que estoy con vosotros, y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a m ha visto al Padre. Cmo dices t: Mustranos al Padre? No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en m? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en m, l mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en m. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en m, tambin l har las obras que yo hago, y an mayores. Porque yo me voy al Padre. Palabra del Seor. Te alabamos Seor. Despus de un breve silencio, el gua propone y la asamblea repite muy despacio por tres veces la siguiente antfona: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie va al Padre, sino por m. Canto. Silencio. Lectura del santo evangelio segn san Juan 14, 23-29 El que ama guardar mi palabra, y mi Padre lo amar, y vendremos a l y haremos morada en l. El que no me ama no guardar mis palabras. Y la palabra que estn oyendo no es ma, sino del Padre que me envi. Les he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Defensor, el Espritu Santo, que enviar el Padre en mi nombre, ser quien les ensee todo y les vaya recordando todo lo que les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy yo
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como la da el mundo. Que no tiemble su corazn ni se acobarde. Me han odo decir: Me voy y vuelvo a su lado. Palabra del Seor. Te alabamos Seor. Despus de un breve silencio, el gua propone y la asamblea repite muy despacio por tres veces la siguiente antfona: El que me ama guardar mi palabra y mi Padre lo amar, y vendremos a l. Canto Lectura del santo evangelio segn san Juan 15, 1-8 Dijo Jess a sus discpulos: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mo que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que d ms fruto. Ustedes ya estn limpios por las palabras que les he hablado; permanezcan en m, y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por s, si no permanece en la vid, as tampoco ustedes, ni no permanecis en m. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en m y yo en l, se da fruto abundante; porque sin m no pueden hacer nada. Al que no permanece en m lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecis en m, y mis palabras permanecen en vosotros, pediris lo que deseis, y se realizar. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; as seris discpulos mos. Palabra del Seor. Te alabamos Seor. Despus de un breve silencio, el gua propone y la asamblea repite muy despacio por tres veces la siguiente antfona:
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Permaneced en m, y yo en ustedes el que permanece en m da fruto abundante. Canto Lectura del santo evangelio segn san Juan 17, 11b-26 Jess, levantando los ojos al cielo, or diciendo: Padre santo, gurdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdi, sino el hijo de la perdicin, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegra cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que lo retires del mundo. Sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Consgralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como t me enviaste al mundo, as los envo yo tambin al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que tambin se consagren ellos en la verdad. Padre santo, no slo por ellos ruego, sino tambin por los que crean en m por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como t, Padre, en m, y yo en ti, que ellos tambin lo sean en nosotros, para que el mundo crea que t me has enviado. Tambin les di a ellos la gloria que me distes, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y t en m, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que t me has enviado y los has amado como me has amado a m. Padre, ste es mi deseo: que los que me confiaste estn conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundacin del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y stos han conocido que t me enviaste. Les he dado a conocer y les dar a conocer tu nombre, para que el amor que me tenas est con ellos, como tambin yo estoy con ellos.
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Palabra del Seor. Te alabamos Seor Canto 5. SPLICA Hemos escuchado las palabras de Jess en el cenculo. Terminemos esta hora santa delante de la Presencia admirable de Jess sacramentado, dndole gracias por la Eucarista y por este rato de oracin, y supliqumosle que derrame su gracia a favor de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres del mundo. Por eso con confianza cada invocacin rezamos: Te lo pedimos Seor. te pedimos ser adoradores en espritu y en verdad te pedimos estrechar la comunin contigo y con los hermanos, te pedimos servirte, sirviendo a los necesitados y marginados, te pedimos ser portadores de paz y justicia, te pedimos ser constructores de un mundo ms solidario, te pedimos un corazn quebrantado y humillado para recibir tu misericordia, te pedimos la gracia de vivir con espritu de recogimiento, te pedimos por los que no creen, te pedimos por los que son indiferentes a tu amor.

6. ACCIN DE GRACIAS Seor Jess, tus palabras en el cenculo nos han conmovido y queremos darte gracias por ello repetimos rezando: Te damos gracias Seor. gracias, por la institucin de la Eucarista,

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gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, tos.

por tu misterio pascual que nos salva y redime, por el mandamiento nuevo, por ser Emmanuel, Diosconnosotros, por esta hora de oracin ante tu Presencia, por la gracia de tus dones, por escucharnos y renovar nuestra vida y sentimien-

Padre nuestro... Seor Jess, nuestro encuentro de oracin contigo no termina aqu, se prolonga en nuestro compromiso en la vida, aydanos con tu gracia a serte fieles aqu en la tierra y poder contemplar tu rostro en el cielo. Que vives y reinas, por los siglos de los siglos. 7. RITO DE LA BENDICIN EUCARSTICA (CANTO ORACIN BENDICIN) 8. CANTO. RESERVA DEL SANTSIMO SACRAMENTO.

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Esquemas para la Hora Santa


Preparados por el DEMEC
Estos esquemas de Adoracin al Santsimo Sacramento estn preparadas por miembros de diferentes movimientos eclesiales que integran el DEMEC (Departamento de Movimientos Eclesiales, Asociaciones y nuevas Comunidades de la Arquidicesis de Buenos Aires) Les sugerimos tener en cuenta estas pautas como medio para una mejor ADORACIN en sus comunidades: Que haya dos lectores y un grupo a cargo de la msica. Se incluye en esta gua el texto de las canciones sugeridas como ejemplo, teniendo en cuenta que pueden cambiarlas por otras ms conocidas por la comunidad. Se ha intentado calcular los tiempos para sesenta minutos, es aconsejable que los guas y msicos puedan leer previamente todo el guin para que durante la misma estn tranquilos al hacerlo. Para que haya ms participacin, sera conveniente tengan cancioneros en los bancos. En el caso de tener menos tiempo para la adoracin se pueden sacar canciones y/o algunas partes que los guas vean.

HORA SANTA I
En preparacin a Corpus Christi GUA 1: Esta Hora Santa est centrada en la FIESTA DE CORPUS CRISTI, que se conmemora el sbado 9 de este mes. Toda la Iglesia
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Arquidiocesana nos encontraremos a las frente a la catedral metropolitana junto a nuestro Pastor, quien presidir la Eucarista. Ahora entonces, preparemos nuestros corazones para esta Fiesta Grande de la Iglesia viviendo este momento fuerte de encuentro personal y comunitario con Jess Sacramentado. (Tiempo estimado dos minutos) Exposicin del Santsimo: = Mientras se expone el Santsimo, a cargo del sacerdote o ministro, cantamos: Canto GUA 2: (leer pausadamente en actitud orante) Seor Jess, estamos aqu otra vez en tu Presencia, venimos para poner en tu corazn nuestra Arquidicesis. En estos das, donde la Eucarista nos rene como pueblo y afianza nuestros vnculos, queremos renovar nuestra fe en tu Cuerpo sacramentado expuesto ante nosotros. Y as como Vos te expons ante nosotros, queremos aprender a exponernos ante Vos y ante nuestros hermanos, hacindonos testimonios vivos de tu vida entregada por cada uno de nosotros. (Tiempo estimado de lectura un minuto y medio)

GUA 1: Adoremos a Jess Eucarista en un silencio de encuentro profundo. (Se hace cinco minutos de silencio) Canto GUA 2: El Papa Urbano IV fue quien estableci en el siglo XIII esta fiesta del Cuerpo de Cristo y para esta le confi a Santo Toms de
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Aquino la composicin de un himno. Escuchemos y oremos con esta oracin que toda la Iglesia contina rezando hasta el presente en la liturgia de las horas de esta fiesta. La leeremos haciendo pequeas pausas para aprovechar cada palabra y repetrsela a Jess en la intimidad de nuestro corazn. (Tiempo estimado 1 minuto) GUA 1: (leerlo pausado en clima orante, puede ser conveniente leer de a dos estrofas cada gua) Publica, lengua, y canta El misterio del cuerpo glorioso Y de la sangre santa que dio por mi reposo El fruto de aquel vientre generoso. Aquella creadora palabra, con palabra, sin mudarse, Lo que era pan ahora, en carne hace tornarse Y el vino en propia sangre trastornarse. (Se Hace pausa de un minuto y luego se contina)

A todos nos fue dado, de la Virgen pursima Mara Por todos engendrado; y mientras ac viva su celestial doctrina esparca. De all en nueva manera dio fin maravilloso a su jornada la noche ya postrera, la noche deseada, estando ya la cena aparejada. (Se Hace pausa de un minuto y luego se contina)
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Convida a sus hermanos, Y, cumplida la sombra y ley primero Con sus sagradas manos por el legal cordero Les da a comer su cuerpo verdadero. Y puesto que el grosero sentido se acordaba y desfallece. El corazn insano por eso no enflaquece, porque la fe le anima y favorece (Se Hace pausa de un minuto y luego se contina) Honremos pues, echados por tierra, tan divino sacramento, Y queden desechados, pues vino el cumplimiento los ritos del Antiguo Testamento. Y si el sentido queda pasmado de tan alta y nueva cosa Lo que l no puede pueda, Ose lo que l no osa, la fe determinada y animosa. Gloria al Omnipotente, y al gran engendrador y al engendrado, y al inefablemente de entre ambos inspirado igual loor, igual honor sea dado! (Tiempo estimado de toda esta lectura seis minutos)
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GUIA 2: En un silencio de adoracin profunda de corazn al Corazn de Jess. Repitamos en nuestros corazones la palabra que ms ha resonado de esta oracin y estemos en la paz del encuentro ntimo con el Seor. (Se hace un silencio de cinco minutos) Canto GUA 1: En el seno de Mara se amas el pan de los ngeles a fin de hacerse pan de los hombres. Pidmosle a Mara Mujer Eucarstica que nos ensee a hacernos pan en su Hijo. Junto a Ella Oremos por nuestra comunidad eclesial. En silencio rezamos por nuestra Iglesia en Buenos Aires. GUA 2: Habiendo adorado al Seor creciendo en contemplacin y amor cantemos una vez ms alabando y agradeciendo su Cuerpo Bendito entre nosotros.

Bendicin. Reserva.

HORA SANTA II
Exposicin del Santsimo: = Mientras se expone el Santsimo, a cargo del sacerdote o ministro, cantamos: Canto
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GUA 1: Aqu estamos Seor, venimos a adorarte en comunidad, en asamblea fraterna reunida alrededor de tu Mesa Santa. (Pausa) Te adoramos Seor, te reconocemos, creemos en tu Verdadera Presencia en el Pan Eucarstico. (Pausa) Danos luz y humildad para ser verdaderos adoradores en Espritu y en verdad. (Pausa) Ante tu Presencia Sacramental y en la Escucha de tu palabra que nos va formando, da a da, aqu estamos Seor. (Pausa) Bendito seas Seor por haberte quedado entre nosotros (pausa), por hacernos hijos y hermanos (pausa), por ensearnos a orar reunidos y encontrados en Tu Divina Presencia. (Pausa) (Tiempo estimado: tres minutos)

GUA 2: (leer pausadamente en actitud orante) Santa Teresita de Lisieux dice sobre su relacionarse con Jess: Es cierto que no siempre soy fiel, pero no me descorazono jams...El Seor me ha enseado a sacar partido de todo. El tiene en cuenta nuestras debilidades y conoce perfectamente la fragilidad de nuestra naturaleza. De qu podr tener miedo? El se cansar ms rpidamente de hacerme esperar que yo de esperarlo. No hay otra cosa con qu conquistar a Jess sino por el corazn. (Pausa de un minuto) GUA 1: (leer pausadamente) No podemos prescindir de las cosas humanas que nos van sucediendo, pero toda tristeza podemos iluminarla enseguida con la seguridad de la bondad del Padre y sobretodo con la seguridad de su cercana. El Padre est aqu, est dentro de nosotros, no est lejos.

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Jess nos dice en el evangelio de San Juan...... creen que yo estoy en el Padre y que el Padre est en m? Adoremos a Jess Eucarista meditando en estas palabras encontrndonos profundamente con el Seor (5 minutos de silencio). Canto GUA 2: En la oracin que Jess nos ense, el Padre Nuestro, no slo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino adems segn el orden en que conviene rezarlo. De modo que esta oracin no slo nos ensea a pedir sino que tambin forma toda nuestra afectividad. Muchas veces rezamos esta divina oracin aprendida de Jess, pero la hemos aprendido de corazn?... Adorando a Jess, hablemos con l sobre como oramos al Padre en nuestra vida cotidiana, segn l mismo nos ense. (Tres minutos de silencio) GUA 1: oremos ahora juntos esta oracin del Padre Nuestro, lo haremos muy tranquilamente, haciendo una pausa en cada frase, con mucha devocin. Hagmoslo como si fuera la primera vez que aprendemos estas palabras dadas por Jess para referirnos a Dios Padre. Que nuestros labios estn unidos como nunca al sentir de nuestro corazn filial que clama siempre desde lo ms profundo Abba, Padre! (pausa) Padre Nuestro, que ests en el cielo, (pausa) Santificado sea Tu Nombre (pausa) Venga a nosotros Tu Reino (pausa) Hgase tu voluntad as en la tierra como en el cielo. (Pausa)
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Danos hoy nuestro pan de cada da (pausa) Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden (pausa) No nos dejes caer en la tentacin y lbranos del mal. Amn (pausa) (Todo tiempo estimado cuatro minutos) GUA 2: Quedmonos ante Jess con las palabras de esta oracin que ms han resonado en nuestros corazones (silencio de cinco minutos). Canto GUA 1: Nos deca Juan Pablo II No tengamos miedo, Cristo conoce lo que hay dentro del hombre: Solo El lo conoce. Con Cristo no hay prdidas. El da tan abundantemente que ustedes pueden enriquecer a otros an y con El transformar el mundo. (Silencio de un minuto)

GUA 2: Nos dice Jess en el evangelio de San Mateo: Pidan y se les dar; busquen y encontrarn; llamen y se les abrir. Porque todo el que pide, recibe; el que busca encuentra y al que llama se le abrir. Mt 6,7-8 (pausa) Confiados en el Seor que nos ense a pedir al Padre, no dudemos en hacerlo con humildad y plena confianza porque si nosotros, con nuestras limitaciones y egosmos sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos; cunto ms el Padre del cielo nos colmar de dones y gracias por intermedio de su Espritu. (Silencio cinco minutos)
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Canto
Bendicin. Reserva

HORA SANTA III


Exposicin del Santsimo: = Mientras se expone el Santsimo, a cargo del sacerdote o ministro, cantamos: Canto GUA 1: Alabemos y glorifiquemos a nuestro Dios, presente en el Santsimo Sacramento del Altar. (Pausa) Aqu estamos Seor, venimos a visitarte con alegra. (Pausa) Te adoramos en el Sacramento de tu Amor. (Pausa) Te adoramos en todos los sagrarios del mundo. (Pausa) Te adoramos sobre todo all donde ests ms abandonado y eres ms ofendido. (Pausa) Jess sacramentado, te ofrecemos todos los actos de adoracin que has recibido desde la institucin de este Sacramento y recibirs hasta el fin de los siglos. (Pausa) (Tiempo estimado: tres minutos) GUA 2: (leer pausadamente en actitud orante) Ponemos en el corazn del Santsimo Sacramento del Altar, la Arquidicesis de Buenos Aires y todos los miembros de esta Iglesia Particular.

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GUA 1: En este rato de Adoracin Eucarstica, vamos a meditar con el Seor, el pasaje de la Transfiguracin del Seor (Mateo 17, 1-9) Seis das despus, Jess tom consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y lo llev aparte a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambi completamente; su cara brillaba como el sol y su ropa se volvi blanca como la luz. En seguida vieron a Moiss y Elas hablando con Jess. (Pausa) Pedro tom la palabra y dijo a Jess: Seor, Qu bueno que estemos aqu! Si quieres, levantar aqu tres tiendas: una para ti, otra para Moiss y otra para Elas. (Pausa) Estaba Pedro todava hablando cuando una nube luminosa los cubri con su sombra y una voz que sala de la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado; Este es mi Elegido, escchenlo! (Pausa) Al or la voz, los discpulos se echaron al suelo, llenos de miedo. Pero Jess se acerc, los toc y les dijo: levntense, no tengan miedo. (Pausa) Ellos levantaron los ojos, pero ya no vieron a nadie ms que a Jess. (Pausa) Mientras bajaban del monte, Jess les orden: No hablen a nadie de esta visin hasta que el Hijo del Hombre halla resucitado de entre los muertos. (Pausa) (Tiempo estimado 4 minutos) GUA 2: (leer pausadamente) En los primeros versculos de este pasaje dice: Seis das despus, Jess tom consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y lo llev aparte a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambi completamente; su cara brillaba como el sol y su ropa se volvi blanca como la luz. En seguida vieron a Moiss y Elas hablando con Jess. (pausa) (tiempo estimado 2 minutos) GUA 1: El Seor subi al cerro a orar. Fue una noche de intimidad con Dios, durante la cual concentr toda su alma en la cercana de El.
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Tal intimidad le permiti irradiar el fulgor de Dios, convirtindose en una viva transparencia de El. En este encuentro se experimenta la manifestacin del Amor que es el nico Bien por el que vale la pena vivir, es el gran tesoro. Invita y lleva a Pedro, a Santiago y a Juan, para que experimenten rpidamente esta experiencia celestial (la gloria de Dios). Moiss y Elas representan la ley y los profetas, es decir el antiguo testamento. Cristo y los apstoles el nuevo testamento que ser predicado en todo el mundo Qu actitud tomara, si el Seor me invita como verdadero amigo de El, a subir al monte, de la misma manera que lo hizo con Pedro, Santiago y Juan? Entiendo para que me invita el Seor? Sera testigo de su gloria? Qu le digo a Jess Pan de Vida presente en medio de nosotros? (Tiempo estimado: tres minutos) Meditemos unos minutos en silencio con l. (Tres minutos de silencio) Canto GUA 2: Continuamos con la meditacin de la Palabra Pedro tom la palabra y dijo a Jess: Seor, Qu bueno que estemos aqu! Si quieres, levantar aqu tres tiendas: una para ti, otra para Moiss y otra para Elas. (Pausa) Estaba Pedro todava hablando cuando una nube luminosa los cubri con su sombra y una voz que sala de la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado; Este es mi Elegido, escchenlo! (Tiempo estimado 1 minuto) GUA 1: Los apstoles sintieron por un momento la plenitud de felicidad y de vida, por eso desearon levantar las tiendas y quedarse all para siempre.
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El escenario de la transfiguracin es similar al de los grandes momentos de encuentro con Dios en el antiguo testamento: la cima del monte, el clima de oracin, la nube de la presencia de Dios y la voz. Tambin Moiss y Elas, son figuras clave del antiguo testamento. La nube luminosa, la luz y la ropa brillante son signos exteriores que nos manifiestan algo del misterio de Jess; y el da que resucite de entre los muertos, todo su ser humano ser renovado, ampliado, lleno de energas divinas, para que pueda a su vez resucitarnos a todos. Dios, que se fue revelando de tantos modos a lo largo de la historia, se revela aqu en su Hijo. Jess Pan de Nuestras vidas, aydanos a ver la verdad en nuestra relacin y encuentro con Vos por eso nos preguntamos Dnde ver a Dios? Dnde escuchar a Dios? Hubo en nuestra vida algn momento que quisimos armar la carpa? Tuvimos o tuve la experiencia fuerte, de querer quedarme con Vos, o de escaparme de tu Presencia? (tiempo estimado tres minutos) Por un momento, hagamos memoria, de estas experiencias de encuentro ms intimo con el Seor y meditemos sobre nuestras respuestas y actitudes. (Silencio de tres minutos) GUA 2: Al or la voz, los discpulos se echaron al suelo, llenos de miedo. Pero Jess se acerc, los toc y les dijo: levntense, no tengan miedo. (Pausa) Ellos levantaron los ojos, pero ya no vieron a nadie ms que a Jess. (Pausa) Mientras bajaban del monte, Jess les orden: No hablen a nadie de esta visin hasta que el Hijo del Hombre halla resucitado de entre los muertos. (Tiempo estimado 1minuto)
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GUA 1: Frente a lo desconocido los apstoles se asustan, pero nuevamente el Seor con su cercana y con su Palabra los calma y les dice no tengan miedo, sabiendo que estn ante la presencia de Dios. La transfiguracin es efectivamente, no la cumbre, sino el resumen de toda la revelacin. Seor, reconozco tu Voz? Tengo miedo de testimoniarte en mi vida diaria? Creo que resucitar como Vos nos prometiste? (Tiempo estimado tres minutos) Canto GUA 1: Qu nos ensea este acontecimiento? Nos ensea a seguir adelante aqu en la tierra aunque tengamos que sufrir, con la esperanza de que l nos espera con su gloria en el Cielo y que vale la pena cualquier sufrimiento por alcanzarlo. (Silencio) Rezamos Ave Maria. (tiempo estimado dos minutos). A entender que el sufrimiento, cuando se ofrece a Dios, se convierte en sacrificio y as, ste tiene el poder de salvar a las almas. Jess sufri y as se desprendi de su vida para salvarnos a todos los hombres. (Silencio) Rezamos Ave Maria. (tiempo estimado dos minutos) A valorar la oracin, ya que Jess constantemente oraba con el Padre. A entender que el Cielo es algo que hay que ganar con los detalles de la vida de todos los das. (Silencio) Rezamos Ave Maria. (tiempo estimado dos minutos)

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A vivir el mandamiento que l nos dej: Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. (Silencio) Rezamos Ave Maria. (tiempo estimado dos minutos) Habr un juicio final que se basar en el amor, es decir, en cunto hayamos amado o dejado de amar a los dems. (Silencio) Rezamos Ave Maria. (tiempo estimado un minuto) Dios da su gracia a travs de la oracin y los sacramentos. Su gracia puede suplir todas nuestras debilidades. (Silencio) Rezamos Ave Maria. (tiempo estimado un minuto)

Bendicin. Reserva.

HORA SANTA IV
Exposicin del Santsimo: = Mientras se expone el Santsimo, a cargo del sacerdote o ministro, cantamos: Canto GUIA 1: Seor vinimos a alabarte, a estar en tu presencia, vamos a tomarnos unos minutos para abrirnos y as estar nosotros presentes frente a ti, para tener un encuentro profundo de corazn a corazn. (1 minuto)

GUIA 2: Nos dice Jess en el Evangelio de Juan 3, 13-17


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Sin embargo, nadie ha subido al Cielo, sino el que ha bajado del Cielo: el Hijo del Hombre. As como Moiss levant la serpiente en el desierto, as tambin es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado en alto, para que todo aquel que crea tenga por l vida eterna. Tanto am Dios al mundo que entreg su Hijo nico, para que todo el que crea en l no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no mand a su Hijo a este mundo para condenar al mundo, sino que por l ha de salvarse el mundo. (1 minuto)

Nos quedamos meditando la Palabra del Seor. nutos Canto

Silencio: 2 mi-

GUIA 2: Leer pausadamente (tiempo estimado 3 minutos) Es la Cruz de salvacin, rbol que nos dio la vida Precio de la redencin De la humanidad cada. Cruz de Cristo vencedor Te adoramos, slvanos. Ara donde se inmol El Cordero inmaculado Cristo en ti nos redimi De la muerte y del pecado Cruz de Cristo vencedor Te adoramos, slvanos.
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rbol santo inmortal Son tus frutos redentores, Gracia, luz, perdn y paz, Brindas a los pecadores. Cruz de Cristo vencedor Te adoramos, slvanos. Santa Cruz de redencin. Arco Iris de la Alianza, Signo eterno del perdn, Fuente viva de esperanza Cruz de Cristo vencedor Te adoramos, slvanos. Meditacin en silencio: 2 minutos.

GUIA 1: Leer con pausa despus de cada prrafo. (Tiempo estimado 2 minutos.) Filipenses 2, 6-11 l, siendo de condicin divina, no reivindic, en los hechos, la igualdad con Dios, sino que se despoj, tomando la condicin de servidor, y lleg a ser semejante a los hombres. (Pausa)

Ms an: al verlo, se comprob que era hombre. (Pausa) Se humill y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

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Por eso Dios lo engrandeci y le concedi el Nombre que est sobre todo nombre, para que, ante el Nombre de Jess, todos se arrodillen, en los cielos, en la tierra y entre los muertos. (Pausa) Y toda lengua proclame que Cristo Jess es el Seor para gloria de Dios Padre. (Pausa) Silencio de aproximadamente: 15 minutos (Se sugiere msica instrumentada, cantos gregorianos,.....) Canto GUIA 1: Tiempo aproximado de lectura del siguiente texto (4 minutos) Habindonos dado Dios a su propio Hijo dice san Pablo- podremos temer que nos niegue bien alguno? Sabemos que el Padre eterno todo cuanto tiene se lo ha dado a Jesucristo. Agradezcamos, pues, siempre la bondad, la misericordia y la liberalidad de nuestro amantsimo Dios, que quiso enriquecernos con todos los bienes y todas las gracias dndonos a Jess en el Santsimo Sacramento del altar. (Pausa) En verdad, Salvador del mundo, Verbo hecho hombre, puedo decir que eres enteramente mo si yo lo quiero. Pero puedo igualmente afirmar que soy todo tuyo como t quieres? Seor mo. Haz que no se vea en el mundo el desconcierto e ingratitud de que yo no sea tuyo como t lo quieres. Nunca ms suceda! Si as fue en el pasado, que no lo sea en adelante. Hoy resueltamente me consagro a ti. Te entrego para el tiempo y para la eternidad mi vida, mi voluntad, mis pensamientos, mis acciones y mis padecimientos. Soy tuyo enteramente, y como vctima a ti consagrada, me doy totalmente a ti. (Pausa)

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Abrsame en las llamas de tu divino amor. No quiero que en mi corazn vuelvan a tener parte las criaturas. Las pruebas que me has dado del amor que me tienes, cuando ni siquiera te amaba, me mueven a esperar que ciertamente me recibas ahora que te amo y que por amor tuyo a ti me entregue. Te ofrezco hoy Padre Eterno, todas las virtudes, actos y afectos del Corazn de tu amado Jess, y que por sus merecimientos, todos son mos, pues El me los ha dado, concdeme la gracia que Jess pide para m. Con estos merecimientos te doy gracias por tantas misericordias como has usado conmigo; con ellos satisfago lo que por mis culpas te debe; por ellos espero de ti, Seor, todas las gracias: el perdn la perseverancia, la gloria y, sobre todo, el sumo don de tu perfecto amor. (Pausa) Bien veo que soy yo quien a todo pone impedimento, pero esto mismo t lo vas a remediar. Te lo pido en nombre de Jesucristo, el cual nos prometi que nos concederas todo aquello que en su nombre te pidiramos. Por tanto, no te puede negar. No quiero, Seor, sino amarte, entregarme enteramente a ti y no ser ya ingrato como hasta ahora lo he sido. Mrame y escchame; haz que sea hoy el da en que del todo me convierta a ti, para nunca ms dejar de amarte. Te amo, Dios mo; te amo, Bondad infinita; te amo, amor mo, gloria ma, mi bien, mi vida y mi todo. Silencio: 5 minutos Canto GUIA 1: Tiempo estimado de lectura (2 minutos) Oremos con el salmo 77

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Atiende, pueblo mo, a mi enseanza; -oye con atencin- las palabras que brotan de mis labios. Hablar en parbolas sacar a luz los enigmas antiguos... Cuando los castigaba, lo buscaban se volvan a Dios y le rogaban; se acordaban que Dios era su roca- y el Altsimo Dios, su Redentor. Mas slo lo engaaban con sus labios y con su lengua slo le mentan, -no era su corazn con l sincero ni tampoco crean en su alianza. El, sin embargo, bueno y compasivo, -en lugar de acabarlos, perdonaba sus culpas; -refrenaba su enojo muchas veces, -para que su ira no se desatara. Silencio: 2 minutos Canto GUIA 1: (LEER PAUSADAMENTE EN ACTITUD ORANTE) Seor Jess, Pan de nuestra Comunin Eclesial, luego de esta meditacin que nos llev a ahondar en tu Amor Santificador y Redentor por nosotros, queremos poner en el corazn del Santsimo Sacramento del Altar toda la vida de nuestra Arquidicesis ACLAMACIONES EUCARISTICAS Bendito sea Dios 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Bendito sea Dios. Bendito sea su santo Nombre. Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito sea el Nombre de Jess. Bendito sea su sacratsimo corazn. Bendita sea su preciossima sangre. Bendito sea Jess en el santsimo sacramento del altar. Bendito sea Espritu Santo Consolador.

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9. Bendita sea la excelsa Madre de Dios, Mara Santsima. 10. Bendita sea su santa e inmaculada concepcin. 11. Bendita sea su gloriosa asuncin. 12. Bendito sea el nombre de Mara, Virgen y Madre. 13. Bendito sea san Jos, su castsimo esposo. 14. Bendito sea Dios en sus ngeles y en sus Santos. Bendicin. Reserva.

HORA SANTA V
Exposicin del Santsimo: Canto GUIA 1: Seor Jess hoy estamos aqu, venimos a adorarte y a agradecerte porque ests Prisionero de Amor por nosotros en el Sagrario y ahora expuesto en la Custodia para nosotros tus Hijos sedientos de tu Amor. Hacemos un momento de adoracin profunda en nuestros corazones ante tu Divina Presencia. (Silencio 1 minuto) Silencio: 3 minutos GUIA 2: Nos dice Jess en el Evangelio de Lucas 10, 1-12 El Seor design a otros setenta y dos discpulos, adems de los doce, y los envi de dos en dos para que lo precedieran en todas
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las ciudades y sitios adonde l deba ir. Y les dijo: la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueo de los sembrados que enve trabajadores para la cosecha. Yo los envo como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero ni provisiones ni calzado y no se detengan a saludar a nadie por el camino (1 minuto) Nos quedamos meditando la Palabra del Seor. (Silencio: 3 minutos) GUIA 1 Hoy tambin Jess nos invita a travs del mensaje dado por nuestros obispos latinoamericanos, reunidos este ao, en Aparecida, Brasil, que, como discpulos, salgamos de nuestra quietud y vayamos a esos lugares donde nos toca actuar. Lugares como el Trabajo, familia, parroquia, barrio, amigos, clubes, etc. Llevando la noticia que el Seor est cerca, est en medio de nosotros y l es la causa de nuestra alegra. (1 minuto)
Canto GUIA 2: Santa Teresita del Nio Jess nos ensea su espritu de discpula misionera, escuchmosla:

Tengo vocacin de apstol. Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar tu cruz gloriosa en todo suelo. Pero, una sola misin no sera suficiente para m. Quisiera anunciar el evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo. Quisiera ser misionera no solo durante algunos aos, sino haberlo sido desde la creacin del mundo y seguirlo siendo hasta la consumacin de los siglos. Leer pausadamente (tiempo estimado 2 minutos) GUIA 1: Hagamos un espacio de reflexin ante Jess Eucarista, sobre nuestro compromiso de cristianos misioneros enviados desde el da de nuestro bautismo.
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Sin temor y con confianza de nios reconozcamos ante el Seor la autenticidad o no de nuestra respuesta. Leer pausado (Tiempo estimado 2 minutos.) (Silencio de cinco minutos) Canto GUIA 2: Como comunidad orante y adoradora, reconociendo que T eres el Mdico de la vida te presentamos nuestras peticiones. A cada oracin respondemos: Que seamos instrumentos de tu amor. Para aquellos que estn solos, enfermos y desocupados. Oremos: Para aquellos que no ven nada en el camino y estn agobiados por la tristeza. Oremos: Para los ancianos, nios y madres que sufren la soledad del abandono. Oremos: Para los adolescentes, jvenes que la vida les resulta hueca, vaca y sin sentido. Oremos: Canto GUIA 1: Jess nos muestra el camino para ser sus discpulos, escuchemos su Palabra en el apstol San Juan. Quien nos ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su Amor ha llegado en nosotros a su plenitud. Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Ammonos, pues l nos am primero (1 Jn. 4, 8.12.19.20)
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Tiempo estimado de lectura (3 minutos) Silencio: 4 minutos GUIA 2: En el encuentro frecuente con Jess Eucarista est la fuerza de nuestro discipulado. Intercedamos unos por otros para que seamos cada vez ms convertidos por Jess Pan de Vida y viva su Reino entre nosotros. Que Mara del Santsimo Sacramento nos acompae en la fidelidad al camino. Canto Bendicin y reserva.

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