Bernieres Louis de - La Mandolina Del Capitan Corelli

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La mandolina del capitn Corelli

Louis de Bernires
Traduccin de Luis Murillo Fort

AVE FENIX / SERIE MAYOR

Ttulo original: Captain Corelli's Mandolin Fotografa de la portada: Baron Wilhelm von Gloeden. National Geographic Society Primera edicin: octubre, 1995 1994, Louis de Bernires de la traduccin, Luis Murillo Fort 1995, Plaza & Jans Editores, S. A. Enric Granados, 86-88. 08008 Barcelona Printed in Spain - Impreso en Espaa ISBN: 84-01-38532-6 Depsito legal: B. 37.551 1995 Fotocomposicin: gama, s. l. Impreso en Hurope, S. L. Recared, 2-4. Barcelona I. 385326

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A mis padres, quienes en distintos lugares y de diferentes maneras lucharon contra los fascistas y los nazis, y perdieron a muchos de sus mejores amigos sin que nadie se lo agradeciera nunca.

EL SOLDADO All en un fro campo de un mundo tcito caminan juntos los jvenes, altos y delgados, y aunque ren entre ellos nada rompe el silencio; no hay sonido alguno por ms voces que den. Hablan juntos de lo que aqu amaron en vano, pero el aire es demasiado tenue para transportar lo que dicen. Eran la juventud dorada, pero aqu descubrieron el sufrimiento, y si gris es ahora su oro, su juventud es senectud. Pero sus corazones no han cambiado, y se gritan unos a otros, Qu han hecho de las vidas que hubimos de descartar? Son jvenes y dorados como jvenes y dorados ramos nosotros, hermano mo? Sonren acaso a la muerte por haber muerto nosotros? All en un fro campo de un mundo inexplorado los jvenes se buscan con ojos inquisitivos. Se preguntan unos a otros, los jvenes, los de dorado corazn, por el mundo que les fue robado en su tranquilo paraso. HUMBERT WOLFE

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1. EL DOCTOR IANNIS COMIENZA SU HISTORIA Y TIENE UN CHASCO


El doctor Iannis haba tenido un da ms que pasable en que ninguno de sus pacientes haba muerto ni empeorado. Haba atendido el parto sorprendentemente fcil de una vaca, abierto un absceso, extrado una muela, dado una dosis de Salvarsn a una seora de vida alegre, practicado un desagradable pero espectacularmente fructfero enema y producido un milagro mediante un acto de prestidigitacin mdica. Ri para sus adentros, pensando que sin duda aquel milagro estaba siendo ya pregonado como algo digno del mismsimo san Gerasimos. El doctor haba ido a casa del viejo Stamatis, que se quejaba de dolor de odo, y se haba encontrado examinando un conducto auditivo ms hmedo, malsano, repleto de liquen y estalagmtico que la gruta de Drogarati. Se haba puesto a limpiar aquello de liquen con la ayuda de un poco de algodn empapado en alcohol y enrollado al extremo de una cerilla larga. Saba que el viejo Stamatis estaba sordo de aquel odo desde nio y que ello haba sido una fuente constante de dolor, no obstante lo cual el doctor se sorprendi cuando, en las profundidades de la peluda cavidad, la punta de la cerilla pareci topar con una cosa dura y rgida; es decir, algo sin excusa fisiolgica ni anatmica para estar all. Llev al anciano hasta la ventana, abri los postigos de par en par, y una explosin de luz y calor meridianos inund la habitacin de un brillo deslumbrante, como si un ngel pesado y excesivamente luminoso hubiera escogido por error aquel lugar para una epifana. La mujer de Stamatis hizo un gesto de desaprobacin; dejar que entrase tanta luz a esa hora indicaba un mal gobierno de la casa. Estaba convencida de que as se levantaba mucho polvo; de hecho, vea claramente cmo las motas empezaban a elevarse ya de la superficie de las cosas. El doctor Iannis le inclin la cabeza al viejo y examin el interior de la oreja. Con su larga cerilla apart aquella maleza de hirsutos pelos grises adornados de escamas de caspa. Dentro haba una cosa esfrica. Rasc la superficie para retirar la dura capa de cerumen y vio un guisante. Porque era un guisante, sin duda; verde claro y con la superficie ligeramente fruncida: no poda ser otra cosa. Alguna vez se ha metido usted algo en la oreja? pregunt el doctor. Slo el dedo contest Stamatis. Y desde cundo est sordo de este odo? Que yo recuerde, desde siempre. El doctor Iannis vio cmo su imaginacin le regalaba con una visin ridcula: Stamatis de pequeito, la misma cara nudosa, idntica 7

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cargazn de espaldas, idntica exuberancia de vello aural, tenda la mano para coger un guisante seco de un cuenco sobre la mesa de la cocina. Tras llevrselo a la boca y encontrarlo demasiado duro, se lo introduca en la oreja. El doctor ri con disimulo y dijo: De pequeo deba de estar usted dando siempre la lata. Era de la piel de Barrabs. T calla, mujer, que ni siquiera me conocas entonces. Lo s por tu madre, que en gloria est replic la vieja, apretando los labios y cruzndose de brazos, y lo s por tus hermanas. El doctor Iannis consider el problema. Se trataba sin duda de un empedernido y recalcitrante guisante, y sacarlo de all haciendo palanca no pareca tarea fcil. Tienen un anzuelo largo de esos de pescar salmonetes? Y un martillo pequeo? El matrimonio se mir con una nica idea en la cabeza: el doctor haba perdido el juicio. Qu tiene eso que ver con mi dolor de odo? pregunt Stamatis, suspicaz. Padece usted un exorbitante impedimento auditorio contest el doctor, siempre consciente de la necesidad de mantener cierta mstica mdica y sabedor de que un guisante en la oreja no iba a reportarle ninguna gloria. Puedo quitrselo con un anzuelo y un martillo pequeo, es el sistema ideal para vencer un embarras de petit pois. Dijo esto ltimo con un remilgado acento parisino, por ms que l fuera el nico presente en captar su irona. Le llevaron un anzuelo y un martillo, y el doctor procedi a enderezar cuidadosamente el anzuelo sobre las losas del suelo. Despus llam al viejo y le dijo que apoyara la cabeza en el alfizar para que le diera la luz. Stamatis obedeci y puso los ojos en blanco, mientras la vieja se cubra los suyos con las manos y miraba entre los dedos. Dse prisa, doctor exclam Stamatis. Esto est que arde. El doctor introdujo el gancho con cuidado en el cerdoso orificio y levant el martillo, pero un ronco chillido que le record a un cuervo le distrajo de su quehacer. Estupefacta y horrorizada, la vieja esposa se retorca las manos, gimiendo Oh, oh, va a meterle un anzuelo en la sesera. Cristo ten piedad, que los santos y la Virgen nos protejan. Aquella interpolacin dio que pensar al doctor; reflexion que si el guisante estaba muy duro, era bastante probable que la lengeta del anzuelo no penetrara en l sino que lo hundiera an ms. El tmpano poda salir incluso mal parado. Se enderez y con el dedo ndice retorci su blanco bigote con aire pensativo. Cambio de planes anunci. Lo he pensado mejor y he decidido que ser mejor verter agua en el odo y ablandar esta supererogatoria oclusin. Kyria, procure que tenga el odo lleno de agua tibia hasta que yo vuelva. No permita que el paciente se mueva, mantngalo tumbado de lado con la oreja llena de agua, entendido? El doctor Iannis regres a las seis de la tarde y pesc el guisante reblandecido sin ayuda de martillo, grande o de otro tipo. Lo extrajo 8

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con destreza y se lo mostr a los Stamatis para que lo examinaran. Recubierto como estaba de una espesa cera oscura, rancio y maloliente, ninguno de los dos reconoci en el guisante una leguminosa. Es muy papilionceo, no les parece? pregunt el doctor. La anciana asinti con aspecto de haber comprendido, que no era el caso, pero con una expresin de asombro en los ojos. Stamatis se palme un lado de la cabeza y exclam: Qu fro est esto, Dios. Y cunto ruido. Quiero decir que todo suena fuerte. Hasta mi voz suena fuerte. Su sordera est curada anunci el doctor Iannis. Una operacin muy satisfactoria, dira yo. Me han operado! A m! exclam Stamatis, complacido. Soy la nica persona que conozco que ha pasado una operacin. Y ahora oigo. Es un milagro, desde luego. Noto la cabeza vaca, hueca, como si la tuviera llena de agua de manantial, fresca y transparente. En qu quedamos, est llena o est vaca? pregunt la anciana seora. No digas disparates delante del doctor que ha tenido la bondad de curarte. La mujer tom la mano de Iannis entre las suyas, la bes y al poco rato l estaba camino de su casa con un pollo debajo de cada brazo, una lustrosa berenjena negra en cada bolsillo de la chaqueta y envuelto en su pauelo un viejo guisante que aadir a su museo mdico particular. En lo tocante a retribuciones haba sido un buen da; adems de dos magnficos langostinos grandes, haba ganado un montn de boquerones, una maceta de albahaca y una propuesta de cpula sexual (realizable segn su conveniencia). Haba resuelto no aceptar aquella oferta en concreto, aun en caso de que el Salvarsn diera resultado. Le quedaba toda la tarde por delante para escribir su historia de Cefalonia, siempre que Pelagia se hubiera acordado de comprar petrleo para las lmparas. La Nueva historia de Cefalonia estaba resultando un verdadero problema; pareca imposible escribirla sin que sus sentimientos y prejuicios se entrometieran en la redaccin. La objetividad pareca una cosa inalcanzable, y tena la impresin de que sus falsos comienzos haban supuesto un mayor gasto de papel del normal en toda la isla a lo largo de un ao. La voz que asomaba en su relato era obstinadamente suya; careca de la grandeur y la imparcialidad de la historia. En una palabra, no era olmpica. Se sent y escribi: Cefalonia es una fbrica que produce nios para la exportacin. Hay ms cefalonios en el extranjero o en alta mar que en la propia isla. No hay industria autctona que mantenga unidas las familias, no hay suficiente tierra cultivable, hay escasez de peces en el mar. Nuestros hombres se van al extranjero y regresan aqu para morir, somos una isla de nios, solteronas, sacerdotes y ancianos. Lo nico bueno de todo esto es que slo las mujeres hermosas encuentran marido entre los hombres que quedan, de modo que la urgencia de la seleccin natural ha hecho que contemos con las mujeres ms hermosas de toda Grecia y puede que de toda la regin mediterrnea. 9

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Lo malo de ello es que, por una parte, tenemos mujeres bellas y animosas casadas con los maridos ms grotescos e inapropiados, hombres que no valen ni valdrn nunca para nada, y, por la otra, unas cuantas mujeres feas y tristes nacidas para ser viudas sin haber tenido nunca marido. El doctor rellen su pipa y ley el prrafo entero. Oy a Pelagia atareada en el patio con los cacharros, disponindose a cocer los langostinos. Ley lo que haba escrito sobre las mujeres hermosas y se acord de su esposa, tan encantadora como ahora su hija, muerta de tuberculosis pese a todos sus esfuerzos por salvarla. Esta isla traiciona a su propia gente en el mero acto de existir, escribi, y luego arrug la hoja de papel y la arroj a un ngulo de la habitacin. As no haba manera: por qu no poda escribir como los historiadores? Por qu no poda escribir sin pasin, sin ira, sin sensacin de denuncia y de angustia? Recogi, alabeado ya por las esquinas, el primer papel que haba escrito. Era la portada: Nueva historia de Cefalonia. Tach las dos primeras palabras y las sustituy por Historia personal. Ahora ya poda olvidarse de excluir los adjetivos intencionados y los viejos rencores histricos; ahora poda permitirse ser vitrilico con los romanos, los normandos, los venecianos, los turcos, los britnicos e incluso con los propios isleos. Escribi: La semiolvidada isla de Cefalonia surge imprvida e impremeditadamente del mar Jnico. Es una isla tan inmensamente antigua que hasta las rocas exhalan un aire de nostalgia, y la tierra rojiza yace estupefacta no slo a causa del sol sino del insoportable peso de la memoria. Los navos de Ulises fueron construidos con pino de Cefalonia, sus guardaespaldas eran gigantes cefalonios, y algunos sostienen que su palacio no estaba en taca sino en Cefalonia. Pero antes incluso de que aquel taimado rey errante recibiera el apoyo de Atenea o fuera dejado a la deriva por la implacable malignidad de Poseidn, los pueblos mesolticos y neolticos ya hacan cuchillos de obsidiana y lanzaban redes para pescar. Llegaron los helenos micnicos dejando a su paso fragmentos de nforas y tumbas de falsa cpula, y legando una progenie que mucho despus de la partida de Ulises luchara por Atenas, sufrira la tirana espartana y derrotara incluso al megalmano Felipe de Macedonia, padre de Alejandro, curiosamente llamado el Magno y ms descabelladamente megalmano, si cabe, que su padre. Era una isla repleta de dioses. En la cima del monte Anos haba un templo dedicado a Zeus, y otro en el minsculo islote de Thios. Demter era venerada por hacer de la isla el granero de Jonia, as como Poseidn, el dios que la haba violado bajo el disfraz de un semental, dejndola embarazada de un caballo negro y de una hija mstica cuyo nombre se perdi en el olvido cuando los misterios eleusinos fueron prohibidos por los cristianos. Aqu estaba Apolo, el que mat a la Pitn, guardin del ombligo del mundo, hermoso, juvenil, sabio, justo, fuerte, hiperblicamente bisexual y nico dios a quien las abejas haban dedicado un templo de cera y plumas. Aqu se veneraba tambin a Dionisos, dios del vino, el placer, la civilizacin y la vegetacin, que con Afrodita concibi un muchacho dotado del pene 10

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ms gigantesco que haya cargado jams hombre o dios. Tambin tena aqu su culto Artemisa, la virgen cazadora de numerosos pechos, una diosa de tan radicales convicciones feministas que hizo devorar a Acteo por sus propios perros despus que ste la viera accidentalmente desnuda, y a su amante Orin sucumbir a los escorpiones por haberla tocado fortuitamente; su rigorismo con la etiqueta y los castigos sumarios era tan enervante que poda despachar dinastas enteras por una palabra fuera de lugar o un pequeo retraso en una oblacin. Haba templos tambin para Atenea, la virgen perpetua que con un dominio de s misma comparable al de Artemisa ceg a Tiresias por sorprenderla desnuda; tena formidables dotes para las tan indispensables artes de la vida domstica y era la protectora de los bueyes, los caballos y las aceitunas. En su eleccin de dioses la gente de la isla demostraba el inmenso e intransigente sentido comn que ha sido el secreto de su supervivencia a lo largo de los siglos; es evidente que haba que venerar al rey de las deidades, evidente que un pueblo marinero apaciguara al dios del mar, evidente que los vinateros honrasen a Dionisos (sigue siendo el nombre ms comn en la isla), evidente que se honrase a Demter por hacer de aqulla una isla autosuficiente, evidente que se venerara a Atenea por su sabidura y habilidad en las tareas de la vida cotidiana, del mismo modo que a ella le corresponda supervisar tantas y tantas emergencias militares. Tampoco debe sorprender a nadie que Artemisa tuviera su culto, puesto que vena a ser una especie de infalible pliza de seguros; aun as, Artemisa era una latosa de cuidado y afortunadamente sus malas pasadas iban a tener otros parajes por escenario preferente. La eleccin de Apolo como objeto de culto en Cefalonia es a la vez la ms y la menos enigmtica. Resulta inexplicable para aquellos que jams han estado en la isla, e ineludible para quienes la conocen ya que Apolo es un dios al que se asocia con el poder de la luz. El extranjero que llega a la isla suele quedarse ciego un par de das. Se trata de una luz en la que no parece interponerse el aire ni la estratosfera. Es completamente virgen, produce una abrumadora transparencia focal, posee fuerza y brillantez heroicas. Expone los colores en su estado anterior a la Cada, como recin salidos de la imaginacin de Dios en Sus aos mozos, cuando an crea que todas las cosas eran buenas. El verde oscuro de los pinos tiene una insondable intensidad que intimida, el ancho mar visto desde lo alto de un acantilado es platnico en su despliegue de azul celeste, turquesa, esmeralda, verde cromo y lapislzuli. El ojo de una cabra es una viviente piedra semipreciosa a mitad de camino entre el mbar y la perla, y los grillos son del verde fluorescente de los vstagos de hierba del Edn original. Una vez los ojos se acostumbran a la extremada castidad vestal de esta luz, la luz de cualquier otro lugar resulta, en comparacin, triste y acuosa; no es otra cosa que un medio para ver, un chasco, una imperfeccin. Incluso el mar de Cefalonia es ms transparente que el aire de muchos lugares; uno puede nadar en sus aguas contemplando el distante lecho marino y ver claramente las

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lgubres rayas que por alguna razn siempre van acompaadas de diminutas platijas. El culto doctor se retrep en su asiento y ley lo que acababa de escribir. Le pareci de lo ms potico. Lo ley de nuevo de arriba abajo y palade algunas de las frases. Luego escribi al margen: Recordar que todos los cefalonios son poetas. Dnde puedo meter esto? Sali al patio y se alivi sobre la mancha de menta. Sola nitrogenar las hierbas por estricta rotacin, y maana le tocaba al organo. Volvi al interior de la casa en el momento en que la pequea cabra de Pelagia masticaba sus escritos con manifiesta satisfaccin. Arranc el papel de la boca del animal y ahuyent a ste, que sali dando saltitos por la puerta y se puso a balar indignado tras el grueso tronco del olivo. Pelagia le reconvino el doctor a su hija, tu maldito rumiante se ha comido todo lo que he escrito esta noche. Cuntas veces he de decirte que no lo dejes entrar en casa? Como haya una prxima vez, acabar en el asador. No te lo dir otra vez. Con lo que cuesta no irse por las ramas, slo falta que este bicho sabotee todo mi trabajo. Pelagia mir a su padre y sonri: Cenaremos a las diez. Has odo lo que te he dicho? Basta de cabras en la casa, entendido? Ella dej el pimiento que estaba cortando a rodajas, se apart un mechn de la cara y contest: Le tienes tanto cario como yo. En primer lugar, yo no le dispenso cario a ese rumiante, y en segundo lugar haz el favor de no discutir conmigo. En mis tiempos las hijas no discutan con sus padres. No lo permitir. Pelagia se llev una mano a la cadera y torci el gesto. Papa dijo, todava son tus tiempos. Que yo sepa, an no te has muerto. Adems, la cabra te tiene cario. El doctor Iannis volvi la cabeza vencido y desarmado. Era abominable que una hija utilizara ardides femeninos contra su propio padre y al mismo tiempo le recordara a su madre. Volvi a su mesa y cogi otra hoja de papel. Si mal no recordaba, en su ltima tentativa se haba apartado del tema de los dioses para hablar de peces. Desde un punto de vista literario, era casi una suerte que la cabra se hubiera comido el papel. Escribi: Slo una isla tan impdica como Cefalonia cometera la ligereza de situarse sobre una falla que la expone al peligro cclico de catastrficos terremotos. Slo una isla tan descuidada como sta se dejara infestar por semejante troupe de impertinentes cabras despreocupadas.

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2. EL DUCE
Ven aqu. S, t. Ven aqu. Vamos a ver; cul te parece mi mejor perfil, el derecho o el izquierdo? De veras lo crees as? Yo no estoy tan seguro. Puede que el labio inferior tenga una configuracin ms bonita del otro lado. Oh, claro, ests de acuerdo. Debo suponer que ests de acuerdo con todo lo que digo? Oh, s, claro. Entonces cmo quieres que me fe de tus opiniones? Y si digo que Francia est hecha de baquelita? Tambin es verdad? Estars de acuerdo? Qu quiere decir s seor, no seor, no s seor; qu clase de respuestas son sas? Eres cretino o algo as? Ve a buscarme unos espejos para que pueda comprobarlo por m mismo. S, por supuesto que es importante y adems muy lgico que la gente pueda percibir en mi persona la apoteosis del ideal italiano. A m no me pillan en ropa interior. Si a eso vamos, ni siquiera en traje y corbata. Nunca ms. No dejar que me consideren un burcrata, un hombre de negocios; adems, este uniforme me sienta bien. Soy la encarnacin de Italia, posiblemente ms que el propio rey. Te presento a Italia, elegante y marcial, donde todo funciona como un reloj. Italia: inflexible como el acero. Una de las grandes potencias, gracias a m. Ah, los espejos. Djalos ah. No, idiota, ah. S, ah. Ahora deja el otro all. Por el amor de Dios, es que tengo que hacerlo todo yo? Pero qu te pasa hombre? Mmm, creo que prefiero el izquierdo. Inclina ese espejo un poco hacia abajo. Ms. Alto. Eso es. Estupendo. Debemos arreglarlo para que el pueblo me vea siempre desde una posicin inferior. He de estar siempre ms arriba que ellos. Manda a alguien a la ciudad en busca de los mejores balcones. Apntatelo. Y tambin anota esto, ahora que an me acuerdo: Por orden del Duce, que se proceda a una repoblacin forestal mxima de todos los montes italianos. Cmo que para qu? Est bien claro, no? A ms rboles, ms nieve, eso lo sabe todo el mundo. Italia ha de ser un pas ms fro para que sus hombres sean ms duros, elsticos e ingeniosos. Es as de triste, pero es verdad, nuestros jvenes no son tan buenos soldados como sus padres. Necesitan ms fro para ser como los alemanes. Hielo en el espritu, eso es lo que necesitamos. Te aseguro que el pas se ha calentado desde la Gran Guerra. El calor convierte a los hombres en perezosos e incompetentes. No aptos para el imperio. La vida se transforma en una siesta. No me llaman el Dictador Que No Duerme porque s, yo no me paso la tarde dormitando. Apunta. Ah va un nuevo eslogan: Libro e Moschetto-Fascisto Perfetto. Quiero que la gente entienda que el fascismo no es slo una revolucin social y poltica, sino tambin cultural. Cada fascista debe llevar un libro en su mochila, comprendes? No vamos a ser unos incultos. Quiero un club del libro hasta en el pueblo ms pequeo, y que a los malditos squadristi no se les ocurra ir a prenderles fuego, est claro? Y qu es eso de que un regimiento de alpini ha desfilado por Verona cantando Vogliamo la pace e non vogliamo la guerra? Quiero que se investigue. Nada de tropas de lite marchando por ah cantando

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canciones pacifistas/derrotistas cuando an no estamos en guerra propiamente dicha. Y hablando de alpini, qu es eso de que se lan a puetazos con los legionarios fascistas? Qu ms tengo que hacer para que los militares acepten la milicia? A ver qu te parece este otro eslogan: La guerra es al hombre lo que la maternidad es a la mujer. Estars de acuerdo en que es muy bueno. Un bonito eslogan cargado de virilidad, mucho mejor que Iglesia, cocina e hijos toda la semana. Llama a Clara y dile que ir esta noche si puedo escaparme de mi mujer. Qu te parece este otro: Con osada cautela. Ests seguro? Yo no recuerdo que Benni lo utilizara en ningn discurso. Debi de ser hace muchos aos. Quiz no sea tan bueno, a fin de cuentas. Anota esto. Quiero que nuestra gente destacada en frica entienda de una vez que el as llamado madamismo tiene que acabar. No tolero la idea de que hombres italianos funden hogar con mujeres nativas y diluyan la pureza de la sangre. No, las prostitutas nativas me traen sin cuidado. Las sciarmute son indispensables para la moral de nuestros hombres en frica. Pero no permitir amoros, eso es todo. Qu quieres decir con que Roma fue asimilacionista? Esto ya lo s, y s que estamos reconstruyendo el imperio, pero los tiempos han cambiado. sta es la era fascista. Y hablando de negros, has visto mi ejemplar de ese panfleto titulado Partito e Impero? Me gusta ese pasaje que dice En resumen, debemos procurar dar a los italianos una mentalidad racista e imperialista. Ah, s, los judos. Creo que ha quedado perfectamente claro que los judos italianos han de decidir qu son primero, judos o italianos. As de sencillo. No se me escapa que la judera internacional es antifascista. No soy tonto. S perfectamente que los sionistas son la herramienta de la poltica exterior britnica. Por lo que a m respecta, debemos hacer cumplir los cupos de contratacin de judos para cargos pblicos; no tolerar ninguna desproporcin y me da igual si eso significa que algn pueblo se quede sin alcalde. Debemos estar a la altura de nuestros camaradas alemanes. S, s que al Papa no le gusta, pero tiene demasiado que perder como para jugarse el cuello. Sabe que puedo revocar los pactos lateranenses. Le tengo metido un tridente por el trasero y sabe que se lo puedo dejar hecho una pena. Renunci al materialismo ateo por el bien de la paz, pero de ah no paso. Apunta: quiero la congelacin de los salarios para controlar la inflacin. Incrementaremos los subsidios familiares en un cincuenta por ciento. No, no creo que lo ltimo elimine los efectos de lo primero. Crees que no entiendo de economa? Cuntas veces he de explicarte, so bobo, que la economa fascista es inmune a las perturbaciones cclicas del capitalismo? Cmo te atreves a contradecirme y a afirmar que la verdad es lo contrario? Por qu crees que hemos optado por la autarqua durante estos aos? Hemos tenido unos problemillas de ajuste, nada ms, zuccone, sciocco, so balordo. Enva un telegrama a Farinacci diciendo que lamento que se haya quedado manco, pero qu esperaba si fue a pescar con granadas de mano. Di a la prensa que ha sido resultado de un acto heroico. Que salga un artculo el lunes en Il Regime Fascista, algo como Dirigente fascista herido en valiente 14

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accin contra los etopes. Eso me recuerda una cosa. Cmo van los experimentos con el gas venenoso que empleamos contra los guerrilleros negros? Espero que los rifiuto se vayan muriendo poco a poco. Agona mxima. Pour encourager les autres. Y si invadimos Francia? Qu te parece El fascismo supera los antagonismos de clase? Ha llegado ya Ciano? He recibido informes de todas las regiones del pas diciendo que predomina un abrumador sentimiento antiblico. No lo entiendo. Los industriales, la burguesa, la clase obrera, hasta el ejrcito, santo Dios. S, ya s que hay una delegacin de artistas e intelectuales esperando. Cmo? Que van a darme una condecoracin? Hazlos pasar enseguida. Buenas tardes, caballeros. Debo decir que es para m un honor recibir esta distincin de algunas de nuestras mentes... ms preclaras. Lo llevar con orgullo. Cmo marcha su nueva novela? Oh, perdone, me he confundido. Pues claro que es usted escultor. Ha sido un lapsus. Una nueva estatua de m? Esplndido. Miln necesita monumentos, no cree? Djenme que le recuerde, aunque estoy seguro de que no es necesario, que el fascismo es fundamentalmente y en el fondo una concepcin esttica, y que su funcin como creadores de objetos bellos es describir con la mayor eficacia la sublime belleza y la inevitable realidad del ideal fascista. No lo olviden; si las fuerzas armadas son los cojones del fascismo y yo su cerebro, ustedes son su imaginacin. Recae sobre ustedes una enorme responsabilidad. Y ahora, si me disculpan, caballeros, asuntos de Estado, ya saben cmo son estas cosas. Tengo una audiencia con su majestad el rey. Cmo no, le transmitir sus ms profundos sentimientos de lealtad. l no espera menos de ustedes. Buenas tardes. Bien, ya me he librado de ellos. Es bonita la medalla, no? A lo mejor se la regalo a Clara. Seguro que lo encontrar muy divertido. Ah, ah viene Ciano. Ya era hora. Habr estado destrozando algn campo de golf, seguro. Lo considero un juego de lo ms estpido. Lo comprendera si se tratara de darle a un conejo o de interceptar a alguna que otra perdiz. Que yo sepa, los hoyos no se comen. Ah, Galeazzo, me alegro de verte. Pasa, pasa. Bene, bene. Cmo est mi querida hija? Es estupendo poder tener el gobierno en casa, por as decir, y contar con alguien en quien confiar. Has ido a jugar a golf? Me lo imaginaba. Bonito juego, fascinante, un verdadero reto, tanto fsico como intelectual. Ojal tuviera tiempo para practicarlo. Yo es que me pierdo cuando se empieza a hablar de irons, cleeks y putters. Un verdadero misterio eleusino. Eleusino, eso he dicho. Bueno, djalo estar. Magnfico traje llevas. Qu buen corte. Y los zapatos, muy elegantes tambin. Que se llaman George boots? Me extraa. No son ingleses, verdad? Yo me conformo con unas genuinas botas militares; no puedo competir contigo en elegancia, Galeazzo, soy el primero en admitirlo. Soy mucho ms terrenal, y no se puede ser nada mejor cuando la tierra resulta ser la italiana, no ests de acuerdo? Bueno, mira, hemos de solucionar esto de los griegos de una vez por todas. Convendrs conmigo en que despus de todos nuestros logros necesitamos una nueva direccin. Pinsalo, Galeazzo; cuando yo 15

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era periodista Italia no tena un imperio del que hablar. Ahora que soy el Duce s lo tenemos. Es un gran legado, de eso no cabe duda. Siempre hay ms ovaciones para una sinfona que para un cuarteto. Pero podemos detenernos en frica y en un puado de islas de las que nadie ha odo hablar? Podemos dormirnos en nuestros laureles cuando no dejan de producirse disensiones en el partido y descubrimos que nuestra poltica no cuenta con un respaldo fuerte? Tenemos que dinamitar el trasero de la nacin, no es cierto? Necesitamos una gran empresa unificadora. Necesitamos un enemigo y mantener el mpetu imperial. Por eso vuelvo al asunto de los griegos. He estado examinando los archivos. En primer lugar tenemos una mancha histrica que borrar. Me estoy refiriendo al incidente Tellini de 1923. Por cierto, mi querido conde, estoy al corriente de que has estado haciendo poltica exterior a espaldas mas y que, en consecuencia, a menudo nos encontramos tirando en direcciones opuestas de la cuerda. No, no protestes, lo menciono como algo simplemente desagradable. Nuestro embajador en Atenas est muy confuso y puede que nos interese que contine as. No quiero que Grazzi vaya dndole pistas a Metaxas, y nos conviene que sigan siendo buenos amigos. Aqu no ha pasado nada; hemos ocupado Albania y he escrito a Metaxas para tranquilizarle y alabar el tratamiento que ha dado al rey Zogu. S, s que los ingleses se han puesto en contacto con Metaxas para decirle que los albaneses defendern Grecia en caso de invasin. S, s que Hitler quiere a Grecia en el Eje, pero, pregunto, qu deuda tenemos con Hitler? Pone a toda Europa patas arriba, su codicia y su irresponsabilidad parecen ilimitadas, y para colmo se apropia de los yacimientos de petrleo rumanos sin dejarnos ni una tajada del pastel. Tendr cara... Quin se ha credo que es? Me temo, Galeazzo, que debemos basar nuestras acciones en un clculo de probabilidades; ver de qu lado caen los dados. Y he de decir que resulta obvio que Hitler tiene todos los seis. O nos unimos a l y nos repartimos el botn, o nos arriesgamos a que nos invadan desde Austria tan pronto ese poca cosa lo tenga a bien. Es cuestin de aprovechar las oportunidades y eludir los peligros. Y tambin de ensanchar el imperio. Hay que seguir fomentando los movimientos de liberacin en Kosovo y el irredentismo en Tsamouria. Tenemos Yugoslavia y tenemos Grecia: Imagnate, Galeazzo, todo el litoral mediterrneo convertido en un nuevo Imperio Romano. Tenemos Libia, slo nos resta unir los puntitos. Hemos de hacerlo sin decrselo a Hitler; me he enterado de que los griegos le han pedido garantas. Figrate la impresin que se llevar el Fhrer cuando nos vea arrasar Grecia en cuestin de das. Seguro que se lo pensar dos veces. Imagnate al frente de una legin fascista entrando en Atenas en la torreta de un tanque. Imagina nuestra bandera ondeando en el Partenn. Recuerdas el plan Guzzoni, lo de las dieciocho divisiones y un ao de preparacin? Y que entonces dije Grecia no est en nuestro camino y yo no quiero nada de Grecia y luego le dije a Guzzoni: La guerra con Grecia se acab. Grecia es un hueso sin chicha y no vale la vida de un granadero sardo? Pues bien, las cosas han cambiado, Galeazzo. Aquello lo dije porque quera tener Yugoslavia. Pero por qu no las 16

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dos? Quin dice que necesitamos un ao de preparativos? Un general imbcil y anticuado, quin va a ser. Con nuestra cohorte de legionarios podramos invadir en una semana. No hay en el mundo soldados tan dispuestos y valientes como los nuestros. Los britnicos nos estn provocando. No hablo de De Vecchi y sus desvaros. A propsito. De Vecchi te dijo que los britnicos haban atacado un submarino en Levkas y dos en Zenta, y que tenan una base en Milos. El informe del capitn Moris dice que nada de eso ha sucedido. Ante todo debes recordar que De Vecchi es un luntico y un megalmano, y un da de stos, cuando me acuerde, le colgar de su abundante bigote y le arrancar los testculos sin anestesia. Menos mal que est en el Egeo y no aqu, si no estara hasta el gorro de sus tonteras. Ese hombre es capaz de enturbiar todo el mar Egeo. Pero los britnicos s han hundido el Colleoni, y los griegos van y dejan que los barcos britnicos entren a puerto. Qu quieres decir con que nosotros bombardeamos accidentalmente un buque de abastecimiento y un destructor griegos? Accidentalmente? Bueno, da igual, menos barcos que hundir despus. Grazzi dice que en Grecia no hay ninguna base britnica, pero se lo pasaremos por alto, o no? Decir que s hay bases no es nada malo, lo importante es que hemos conseguido que Metaxas se acojone. Confo en que este informe tuyo de que los generales griegos estn con nosotros sea de fiar; si es cierto, cmo es que han arrestado a Platis? Y dnde ha ido a parar todo el dinero con que se supona bamos a sobornar a los oficiales? Son millones, una bonita suma que habra sido mejor emplear en comprar rifles. Ests seguro de que la poblacin del Epiro quiere ser albanesa? Cmo lo sabes? Ah, ya, el servicio de inteligencia. Por cierto, he decidido no preguntar a los blgaros si quieren invadir al mismo tiempo. Naturalmente que nos facilitara las cosas, pero de todos modos va a ser un paseo, y si los blgaros consiguen un pasillo hasta el mar eso slo servir para cortar nuestras propias lneas de abastecimiento y comunicaciones, no crees? En ningn caso queremos que disfruten de una victoria que de hecho nos pertenece. Quiero que te encargues de organizar algunos ataques contra nuestras fuerzas. Esta campaa requiere legitimizacin por razones de poltica internacional. No, los americanos no me preocupan; Amrica carece de importancia militar. Pero recuerda: invadiremos cuando queramos, ni antes ni despus. No quiero ningn casus belli que nos comprometa antes de estar listos. Avanti piano, quasi indietro. Creo que deberamos escoger a un patriota albano para asesinarlo y luego culpar a los griegos, y creo que deberamos hundir algn buque de guerra griego de manera que est claro que lo hemos hecho nosotros, pero no tan claro como para no poder cargar el mochuelo a los britnicos. Se trata de intimidar a los griegos para debilitarlos moralmente. A propsito, Galeazzo, he decidido desmovilizar el ejrcito justo antes de la invasin. Cmo que te parece una idea perversa? Se trata de conseguir que los griegos bajen la guardia y de mantener una apariencia de normalidad. Pinsalo bien, Galeazzo, sera una maniobra

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perfecta. Dejamos que los griegos suspiren de alivio y luego los derribamos de un mazazo. He hablado con los jefes de estado mayor, mi querido conde, y les he pedido que redacten planes para la invasin de Crcega y las islas jnicas, y para nuevas campaas en Tunicia. Estoy seguro de que podemos hacerlo. Ellos siempre se quejan de la falta de transporte, de modo que he ordenado que la infantera se entrene en marchas de ochenta kilmetros diarios. Hay un pequeo problema con la Fuerza Area; est acartonada en Blgica; supongo que habr que hacer algo un da de stos. Recurdamelo. He de hablar de ello con Pricolo; no puede ser que el jefe de la Fuerza Area sea el nico que no sabe qu est pasando. El secreto militar tiene sus lmites. Los jefes de estado mayor se me resisten. Badoglio me mira como si yo estuviera chiflado. Algn da se topar con la mismsima Nmesis y creer que soy yo. Por ah no paso. Considero que deberamos tomar Creta tambin, para que no se cuelen los britnicos. Jacomoni me ha telegrafiado a propsito de los griegos; dice que va a haber muchos traidores entre sus filas, que los griegos odian a Metaxas y al rey, que son muy pesimistas y que estn pensando en abandonar Tsamouria. Parece que Dios est con nosotros. Habr que hacer algo sobre eso de que tanto su majestad como yo seamos primer mariscal del reino; uno no puede vivir entre semejantes anomalas. Por cierto, Prasca me ha telegrafiado para informar que no necesita refuerzos para la invasin, entonces por qu todo el mundo me dice que sin refuerzos no lo lograremos? Eso es falta de agallas. No hay experto ms iluso que un experto militar, lo s por experiencia. Parecera que tengo que hacer yo su trabajo. No hacen ms que lamentarse de la escasez de esto y aquello. Cmo es que se han esfumado todos los fondos de previsin? Quiero que se investigue. Djame recordarte, Galeazzo, que Hitler se opone a esta guerra porque Grecia es un estado totalitario que por lgica debera estar de nuestra parte. O sea que no le digas nada. Le ensearemos lo que es una bilitzkrieg de verdad, ya vers cmo le corroe la envidia. Y me da igual si luego intervienen los britnicos. Los aplastaremos tambin. QUIN HA DEJADO ENTRAR A ESE GATO? DESDE CUNDO HAY UN GATO EN PALACIO? ES SE EL GATO QUE SE HA CAGADO EN MI CASCO? YA SABES QUE NO SOPORTO LOS GATOS. CMO QUE AS AHORRAMOS EN RATONERAS? NO ME DIGAS CUNDO DEBO UTILIZAR MI REVLVER EN CASA. APARTA O TE METO UNA BALA A TI TAMBIN. Dios mo, me da nuseas. Soy muy sensible, Galeazzo, tengo temperamento artstico; no debera mirar todo ese revoltijo de sangre. Haz que lo limpie alguien, no me encuentro bien. Qu quieres decir con que an no est muerto? Scalo de aqu y returcele el pescuezo. NO, NO QUIERO HACERLO YO MISMO. Acaso crees que soy un brbaro? Santo Dios. Dame el casco, rpido, necesito vomitar. Deshazte de ste y bscame un casco nuevo. Ir a tumbarme un poco, ya hace rato que debe de haber pasado la hora de la siesta.

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3. EL FORZUDO
Las inescrutables cabras del monte Anos volvieron la cabeza hacia barlovento e inhalaron el hmedo vaho del mar maanero que haca las veces de agua en aquella tierra rida, truculenta e indmita. Su pastor, Alekos, hombre tan poco habituado a la compaa humana que era de pocas palabras incluso hablando para sus adentros, se agit bajo los pellejos que le servan de cobija, alarg la mano para tocar la alentadora caja de su fusil y volvi a hundirse en el sueo. Habra tiempo de sobra para despertar, para comer pan espolvoreado de organo, contar su rebao y arrearlo hasta algn sitio donde pudiera pastar. La vida de Alekos era eterna, l poda muy bien haber sido uno de sus antepasados, y tambin sus cabras hacan lo que siempre haban hecho las cabras de Cefalonia; dorman a medioda resguardadas del sol al socaire de la cara norte de los riscos, y por la noche sus reverberantes esquilas podan orse hasta en taca, viajando en el aire silente y haciendo que lejanos lugareos alzaran sus cabezas preguntndose qu rebao estaba pasando por all. Alekos era un hombre que a los sesenta aos sera igual a como haba sido a los veinte, delgado pero fuerte, un prodigio de resistencia y tan incapaz de un vuelo mercurial como cualquiera de sus cabras. Bastante ms abajo un penacho de humo se elevaba hacia el cielo mientras arda un valle deshabitado, el monte bajo quemaba sin que nadie se diera cuenta, slo observado por quienes teman que pudiera levantarse viento y llevar las chispas hasta sus moradas, sus hierbas o sus minsculos sembrados pedregosos cercados de montones de rocas oportunamente reunidas a lo largo de los siglos formando muros que se tambaleaban de slo tocarlos pero que no caan ms que en poca de terremotos. El amor de los griegos por el color de la virginidad haba hecho que muchos de ellos estuvieran pintados de blanco, como si no bastara con el sol para cegarle a uno. Un patriota ambulante haba pintarrajeado en muchos la palabra ENOSIS con pintura turquesa, y ningn cefalonio haba tenido a bien restituir la pureza de los muros. Cada uno de stos, al parecer, les recordaba su pertenencia a una familia rota por las aberrantes fronteras de seniles imperios rivales, diseminada por un mar refractario y convertida en vctima de una historia que los haba puesto en la encrucijada del mundo. Nuevos imperios besaban ahora las playas de los antiguos. En poco tiempo no se tratara ya del incendio de un valle o de la muerte por las llamas de lagartos, puercoespines y langostas; se tratara de la incineracin de judos y homosexuales, gitanos y enfermos mentales. Seran otra vez Guernica y Abisinia a gran escala sobre los cielos de Europa y norte de frica, Singapur y Corea. Las autoungidas razas superiores, ebrias de Darwin y de hiprbole nacionalista, embrutecidas por la eugenesia y engatusadas por el mito, estaban templando las mquinas del genocidio que pronto sera desencadenado sobre un mundo harto ya de tanta bufonada y tanta vanagloria despreciable.

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Pero a todos provoca admiracin y seduce la fuerza. A Pelagia tambin. Cuando supo por un vecino que en la plaza haba un forzudo haciendo prodigios dignos del mismsimo Atlas, dej la escoba con que haba estado barriendo el patio y corri a sumarse a la multitud de curiosos que se haba congregado en torno al pozo. Megalo Velisarios, famoso en todas las islas de Jonia, ataviado como un turco de pantomima con su pantaln bombacho y sus babuchas con volutas, autoproclamado el hombre ms fuerte del mundo, dotado de una cabellera tan prodigiosamente larga como la del Nazareno o el propio Sansn, saltaba a la pata coja al ritmo de un batir de palmas. Extendidos los brazos, llevaba sentado en cada uno de sus colosales bceps a sendos hombres adultos. Uno de stos se aferraba al cuerpo del forzudo, mientras el otro, ms versado en artes viriles, fumaba un cigarrillo aparentando la mayor calma del mundo. Para completar la cosa, Velisarios llevaba sobre su cabeza una nia de unos seis aos que le complicaba sus movimientos al agarrarse a l tapndole sin querer los ojos. Lemoni! ruga l. Qutame las manos de los ojos y cgete del pelo o tendr que parar. Lemoni estaba demasiado agobiada como para mover las manos, y Megalo Velisarios hubo de parar. Con la gracia de un cisne posndose en tierra, se sacudi de encima a los dos hombres que cayeron de pie y luego levant a Lemoni, la lanz por los aires, la cogi al vuelo, le dio un afectado beso en la punta de la nariz y la dej en el suelo. Lemoni puso los ojos en blanco, aliviada, y tendi resueltamente la mano; era costumbre que Velisarios recompensara a sus pequeas vctimas con caramelos. Lemoni se comi su premio delante de la multitud, a sabiendas de que si intentaba guardrselo su hermano se lo quitara. El coloso le dio unas cariosas palmaditas en la cabeza, acarici su lustroso pelo negro, volvi a besarla y luego se irgui cuan largo era. Yo solo levanto lo que tres hombres exclam. Los aldeanos corearon las palabras que tantas veces haban odo antes, como si lo hubieran ensayado. Velisarios poda ser fuerte, pero no tena mucha labia. Que levante la pila. Velisarios examin la pila; era de roca maciza y deba de medir al menos dos metros y medio de largo. Demasiado larga dijo. No hay por donde sujetarla. Hubo abucheos entre el pblico y el forzudo se acerc echando chispas, agitando los puos y pavonendose, representando su propia caricatura del gigante airado. La gente ri porque saba que Velisarios era un buen hombre que jams haba intervenido en una pelea. De un brusco movimiento, el forzudo meti los brazos bajo la tripa de un mulo, separ las piernas y lo iz a la altura del pecho. Visiblemente asustado, el animal se someti a aquel inusitado tratamiento, pero al ser bajado un poco, sacudi la cabeza, rebuzn y ech a andar calle abajo a paso largo con su dueo siguindolo de cerca. El padre Arsenios escogi aquel preciso momento para salir de su pequea casa y anadear portentosamente hacia la multitud camino de 20

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la iglesia. Tena la intencin de contar las monedas que la gente dejaba en el cepillo a cambio de los cirios. Si nadie respetaba al padre Arsenios no era por ser un globo andante, siempre sudoroso y gruendo por el esfuerzo que le supona moverse, sino por ser venial; un glotn, un aspirante a libertino, un incansable buscador de limosnas y ddivas, un pagar antropomrfico. Se deca que haba violado la regla de que los sacerdotes nunca se vuelven a casar, y que haba escapado del Epiro para salvaguardar su impunidad. Se deca que haba abusado de su esposa. Pero lo mismo se deca de muchos maridos, y a menudo era cierto. Que levante al padre Arsenios dijo uno. Imposible exclam otro. De pronto el padre Arsenios se vio alzado por los sobacos y levantado en vilo sobre la tapia. All se qued pestaeando, demasiado perplejo como para protestar, boqueando como un pez, mientras el sol sacaba destellos de las gotas de sudor que perlaban su frente. Unos cuantos rieron de nervios, pero enseguida se produjo un silencio culpable que dur todo un minuto. El cura se sonroj como un tomate, Velisarios empez a desear que se lo tragara la tierra y Pelagia sinti que su corazn desbordaba de indignacin y piedad. Humillar en pblico al vocero de Dios era un crimen horrible, por ms despreciable que pudiera ser aquel hombre. Avanz unos pasos y tendi una mano para ayudarle a bajar. Velisarios le ofreci otra, pero ni con dos manos pudieron evitar que el desafortunado clrigo aterrizara desmadejadamente en el suelo. El hombre se levant, se sacudi el polvo y, con gran sentido de lo teatral, se alej sin pronunciar palabra. En la oscuridad de la iglesia, detrs del iconostasio, se llev las manos a la cara. No haba peor cosa en el mundo que ser un completo fracaso sin perspectivas de conseguir otro empleo. Fuera, en la plaza, Pelagia estaba justificando con creces su fama de virago. Slo tena diecisiete aos, pero era altiva y obstinada, y el hecho de que su padre fuera el mdico le daba una categora que hasta los hombres se vean obligados a respetar. Eso no se hace, Velisarios estaba diciendo. Ha sido cruel y reprobable. Piensa cmo debe de sentirse el pobre hombre. Ya ests yendo a la iglesia a pedirle disculpas. El forzudo la mir desde su atalaya. Se trataba sin duda de una situacin delicada. Pens en levantarla por encima de su cabeza. Poda subirla a un rbol; seguro que ms de uno se reira con ganas. Saba que seguramente lo ms correcto era ir a arreglar las cosas con el sacerdote. Por la sbita antipata de la gente se daba cuenta de que a ese paso no iba a conseguir mucho dinero por su actuacin. Qu hacer? La funcin ha terminado anunci, apoyando sus palabras con un ademn inequvoco. Volver esta noche. La atmsfera de hostilidad se troc de inmediato en una de desilusin. Al fin y al cabo, el sacerdote se lo mereca, no? Y cuntas veces visitaba el pueblo una funcin tan buena como aqulla? Queremos ver el can clam una vieja, y su peticin fue coreada por otras dos. El can, el can! 21

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Velisarios estaba orgullossimo de su can. Era una culebrina turca tan pesada que slo l poda levantarla. La pieza era de bronce macizo, con un can de acero de Damasco ceido por zunchos de hierro con remaches, y tena grabada la fecha 1739 y unos caracteres arremolinados que nadie acertaba a descifrar. Era un can de lo ms misterioso que generaba abundante verdn por ms que a menudo le sacaran brillo. Parte del secreto de la titnica fuerza de Velisarios consista en haber llevado la culebrina a cuestas durante aos. Mir a Pelagia, quien segua esperando una respuesta a su demanda de que se disculpara ante el clrigo. Ir ms tarde, guapa le dijo, y levant los brazos para anunciar : Buena gente de este pueblo, si queris ver el can slo tenis que traerme los clavos oxidados, pestillos rotos, fragmentos de maceta y piedras que haya en vuestras calles. Id a buscar todo eso mientras yo cargo el can de plvora. Ah, y que alguien me traiga un trapo, pero que sea grande y bonito. Los ms chicos removieron el polvo de las calles en busca de piedras, los viejos registraron sus cobertizos, las mujeres corrieron por esa camisa de sus maridos que haca tiempo queran desechar, y al poco rato todo el mundo volvi a congregarse para la gran explosin. Velisarios verti una generosa cantidad de plvora en la recmara, la apison con mucha ceremonia pues era consciente de la necesidad de prolongar el dramatismo, introdujo uno de los trapos y luego permiti que los ms pequeos vertieran por la boca del can la municin que se haba logrado reunir. Acto seguido aadi otro harapo y pregunt a la gente: A qu queris que dispare? Al primer ministro Metaxas exclam Kokolios, que no se avergonzaba de sus convicciones comunistas y dedicaba buenos ratos en la kapheneia a criticar al dictador y al rey. Algunos rieron, otros fruncieron el ceo, y hubo quien pens Ya est otra vez Kokolios. Dispara a Pelagia, antes de que le arranque las pelotas a alguien propuso Nicos, un joven cuyos avances haba eludido ella con xito mediante cidas observaciones sobre su inteligencia y su honestidad. A ti es a quien voy a disparar dijo Velisarios. Deberas medir tus palabras cuando hay gente respetable delante. Mi burra es vieja y tiene el esparavn. No me gusta separarme de una vieja amiga, pero la verdad es que ya no me sirve para nada. No hace ms que comer y no soporta la carga que le pongo. Sera un buen blanco y yo me librara de ella; adems, valdr la pena verla despanzurrada. Era Stamatis. Que tus hijos sean hembras y tus ovejas machos por haber pensado una cosa tan terrible! exclam Velisarios. Me has tomado por turco? No seor, disparar hacia el fondo de la calle, ya que no hay un blanco mejor. Y ahora, fuera todos. Apartaos, y que los nios se tapen los odos con las manos. El coloso encendi con teatral aplomo la mecha del can, que estaba apuntalado contra el muro, lo cogi en vilo como si no pesara ms que una carabina y asegur un pie en el suelo, apoyando la 22

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culebrina contra la cadera. Se hizo el silencio. Los nios se protegieron los odos, hicieron muecas, cerraron un ojo y saltaron de un pie al otro. Se produjo un momento de aguda expectacin mientras la llama de la mecha llegaba al fogn y chisporroteaba hasta apagarse. Tal vez la plvora no haba prendido. Pero entonces se produjo un enorme estruendo, un chorro de llamas naranjas y lilas, una formidable nube de humo acre, una explosin de polvo al desgarrar los proyectiles la superficie de la calle, y un largo gemido de dolor. Sigui un momento de confusin y duda. Los presentes se miraron para ver a quin le haba dado el rebote. Un lamento renovado, y Velisarios dej caer el can y ech a correr. Acababa de ver moverse una silueta entre el polvo. Ms tarde Mandras agradecera a Velisarios el haberle disparado con una culebrina turca cuando doblaba la esquina al entrar en el pueblo. Pero de momento le haba sentado mal ser llevado en brazos por un gigante en lugar de que le dejasen andar dignamente hasta la casa del doctor, y no le haba gustado nada que le extrajeran del hombro sin anestesia un clavo torcido de la herradura de una burra. Tampoco le haba gustado que el gigante lo sujetase mientras el mdico operaba, pues l habra sido capaz de soportar el dolor por s mismo. Y no le haba resultado oportuno ni rentable tener que dejar de pescar durante quince das mientras le sanaba la herida. Lo que agradeci a Megalo Velisarios fue que en casa del mdico vio por primera vez a Pelagia, la hija del doctor. En algn momento que no poda precisar haba sido consciente de que alguien le vendaba, de que los largos cabellos de una joven le cosquilleaban la cara y de que su pelo ola a romero. Haba abierto los ojos y se haba encontrado con un par de ojos ardientes de preocupacin. En aquel momento gustaba de decir comprend cul era mi destino. Esto slo lo deca cuando estaba un poco jumado, pero aun as lo deca en serio. En lo alto del monte Anos, en el techo del mundo, Alekos oy el estampido de un arma de fuego y se pregunt si haba empezado una nueva guerra.

4. L'OMOSESSUALE (1)
Yo, Carlo Piero Guercio, escribo estas palabras con la intencin de que alguien las encuentre despus de mi muerte, cuando ni el desdn ni el desprestigio puedan seguirme los pasos ni empaar mi honra. Circunstancias de la vida hacen imposible que este testamento pueda ver la luz antes de que yo haya respirado por ltima vez, y hasta entonces estoy condenado a llevar la mscara que mi infortunio ha decretado. Me he visto reducido a un eterno e infinito silencio, pero ni siquiera se lo he dicho al capelln en confesin. S de antemano lo que

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responder: que es una perversin, algo abominable a los ojos de Dios, que debera casarme y llevar una vida de hombre normal, que an tengo una oportunidad. No he hablado con ningn mdico. S de antemano que me llamarn invertido, que de alguna manera estoy enamorado de m mismo, que estoy enfermo y tengo cura, que la responsable es mi madre, que soy un afeminado aun cuando sea fuerte como un toro y capaz de levantar mi propio peso con los brazos en alto, que debera casarme y llevar una vida de hombre normal, que an tengo una oportunidad. Qu podra yo replicar a esos curas y esos mdicos? Al cura le dira que Dios me hizo as, que no tuve opcin, que l debi de tener algn propsito, que l conoce la razn ltima de todas las cosas y que por tanto debe estar bien que yo sea como soy, aunque yo no sepa en qu consiste ese estar bien. Puedo decirle al cura que si Dios es la medida de todas las cosas, entonces la culpa es de Dios y a m no se me debe condenar. Y el cura me dir: Esto no es asunto de Dios sino del diablo, y yo le contestara: Acaso no cre Dios al diablo? No es l omnisciente? Cmo se me puede culpar de algo que l saba iba a ocurrir desde el principio de los tiempos? Y el cura me hablar de la destruccin de Sodoma y Gomorra y dir que los misterios de Dios no son comprensibles para los hombres; que nuestra obligacin es ser fecundos y multiplicarnos. Yo le dira al mdico: He sido as desde siempre, es la naturaleza la que me ha moldeado, cmo quiere que cambie? Cmo voy a decidir que deseo a las mujeres como si de pronto decidiera que me encanta comer anchoas, que siempre me han repugnado? He ido a la Casa Rosetta y me dio asco, y luego tuve ganas de vomitar. Me senta vulgar y traidor. Tuve que hacerlo para parecer normal. Y el mdico replicara: No veo dnde est lo natural; la naturaleza obra en beneficio propio al hacernos reproducir. Lo de usted va contra la naturaleza. La naturaleza quiere que seamos fecundos y nos multipliquemos. Es una conspiracin de curas y mdicos que repiten las mismas cosas con diferentes palabras. Teologa mdica y medicina teolgica. Soy como un espa que ha firmado un pacto de perpetuo silencio; soy como aquel que es el nico en el mundo que conoce la verdad y sin embargo tiene prohibido decirla. Y esa verdad pesa ms que todo el universo. Soy como Atlas, encorvado eternamente bajo una carga que parte los huesos y cristaliza la sangre. No estoy predestinado a respirar el aire de ninguna parte; soy como una planta asfixiada por la falta de luz y aire, me han cortado las races y pintado mis hojas con veneno. El fuego del amor me hace explotar pero no hay nadie que acepte ni aliente ese amor. Soy extranjero en mi propio pas, forastero en mi propia raza, abominado como el cncer cuando mi carne es tan carne como la de cualquier cura o mdico. Segn Dante, los que son como yo estamos confinados en el tercer anillo del sptimo crculo del infierno inferior, en la improbable compaa de los usureros. Me concede un desierto de espritus 24

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desnudos flagelados por centellas, me hace dar vueltas en crculo ftil y eternamente, buscando a aquellos cuyos cuerpos he mancillado. Ya lo ven: he sido empujado a buscar en todas partes slo para ver si se me mencionaba. No se me menciona casi en ninguna parte, pero all donde salgo es para verme condenado. Y lo ms extraordinario, seores mdicos y curas, es que Dante se apiadaba de nosotros y Dios, en cambio, no. Deca Dante: Me desconsuela slo pensar en ellos. Y Dante tena razn, siempre he corrido en crculos, intilmente, buscando la tibieza de los cuerpos, desdeado por el mismo Dios que me cre, y mi vida entera ha sido un desierto y una lluvia de centellas. S, he ledo todo lo leble en busca de pruebas de mi existencia, de que soy una posibilidad. Y sabis dnde descubr por fin que yo era, en otro mundo ya desaparecido, bello y real? En los escritos de un griego. Qu irona. Soy un soldado italiano que oprime al nico pueblo cuyos antepasados concedieron a los de mi clase el derecho a encarnar la ms perfecta forma de amor. Me alist en el ejrcito porque sus hombres son jvenes y hermosos, eso lo reconozco. Y tambin porque la idea me vino de Platn. Probablemente soy el nico soldado en la historia que ha tomado las armas por culpa de un filsofo. Vern, yo buscaba una vocacin en la que mi dolencia pudiera resultar de alguna utilidad, pero ignoraba el amor de Aquiles y Patroclo y dems antiguallas helnicas. Resumiendo, le El simposio y me enter de que segn Aristfanes haba tres sexos: los hombres y las mujeres que se amaban entre s, los hombres que amaban a hombres y las mujeres que amaban a mujeres. La idea de ser un sexo diferente no slo encajaba sino que surgi como una revelacin. Y luego Fedro, cuando explica que si hubiera alguna forma de lograr que un Estado o un ejrcito pudiera componerse de amantes y de amados, ellos seran los mejores gobernantes de su propia ciudad, se abstendran de cualquier infamia y rivalizaran unos con otros en honestidad; y cuando lucharan en el mismo bando, aunque fueran tan slo un puado, conquistaran el mundo. Pues qu amante desertara de su puesto o abandonara las armas ante la mirada de su amado? Estara dispuesto a morir mil veces antes de soportarlo. Y quin abandonara a su amado o le fallara en la hora del peligro? El mayor cobarde del mundo se convertira en un hroe genial a la altura de los ms valerosos, el Amor sera su inspiracin. Ese valor que, como dice Homero, el dios insufla en el alma de los hroes, lo infunde el Amor por su propia naturaleza en el amante. El Amor le dar la osada de morir por su persona amada: el Amor y slo l. Yo saba que en el ejrcito encontrara alguien a quien querer, aunque fuera sin tocar, y que ese amor me dignificara. No abandonara a mi amado en la batalla, l me convertira en un hroe genial. Tendra a alguien a quien impresionar, alguien cuya admiracin me dara eso que no puedo darme a m mismo; estima y honor. Me atrevera a morir por l, y si yo caa muerto sabra que era una escoria que alguna alquimia inescrutable haba transmutado en oro.

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La idea era extravagante, romntica y poco plausible, y lo raro es que funcion. Pero al final me caus una pena infinita.

5. EL HOMBRE QUE DIJO NO


El primer ministro Metaxas se dej caer tristemente en su butaca favorita de Villa Kifisia y reflexion amargamente sobre los dos problemas imponderables de su vida: Qu voy a hacer con Mussolini? y Qu voy a hacer con Lulu?. Sera difcil decidir cul de los dos le causaba mayor congoja y azoramiento, pues ambos eran, a partes desiguales, personales y polticos. Metaxas cogi su diario y escribi: Esta maana he intentado llegar a un acuerdo con Lulu. Hasta cierto momento la cosa fue bastante bien, pero luego empezamos a discutir otra vez. Es que ella no me comprende. S muy bien quin es el que la est incitando y defraudando a la vez. Incluso olvid acudir a mi entrevista con el ministro britnico. Estuve con Lulu hasta el medioda. Me sabe muy mal por ella. Es una muchacha tan trgica... Lulu, Lulu, hija ma del alma. Acabamos abrazndonos y llorando juntos por nuestros destinos. Con Lulu nunca saba a qu atenerse; al parecer, Atenas era un hervidero de leyendas sobre ella, tanto o ms improbables que las que se contaban de Zeus en tiempos antiguos. Haba lo del agente de polica que haba perdido los pantalones y la gorra, posteriormente halladas en lo alto de una farola. Haba lo del joven del Bugatti y los turbulentos viajes a El Pireo, y luego eso de que ella jugaba a las sardinas, un juego ingls parecido al escondite en el que buscadores y escondidos deban meterse bien apretados en el mismo sitio; por lo visto, haban encontrado a Lulu inextricablemente entrelazada con un joven dentro de un armario. Se deca que fumaba opio y que coga unas borracheras devastadoras. La chica conoca todos aquellos disolutos bailes americanos como el tango (tan poco elegante, vulgar, presuntamente salido de los burdeles de Buenos Aires) el fox-trot, la samba y otros bailes con nombres estpidos e intraducibles, como el jitterbug, que consista en palmearse frenticamente las piernas. Todo ello apestaba a indecencia e intemperancia. La gente joven era muy impresionable, muy propensa a las modas de civilizaciones inmaduras como la americana, muy remisa a la disciplina y la dignidad que acompaa a un sentido natural del amour propre. Qu poda hacer uno? Ella siempre lo negaba todo, o peor an, desdeaba la inquietud de l con una risa y un gesto de la mano. Dios sabe que slo se es joven una vez, pero en su caso eso ocurra demasiado a menudo. Y encima desaprobaba y rebata en pblico su programa poltico. Era como el beso de judas. Esto era lo que ms le dola, la exhibicin de deslealtad filial. Ella deca que le quera. Efectivamente, l saba que era as, pero entonces por qu ridiculizaba su Organizacin Nacional

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de juventudes? Por qu rea los chistes a costa de su corta estatura? Por qu era tan condenadamente individualista? No se daba cuenta de que ser una especie de playboy femenino pona en cuestin todo aquello que l deseaba para Grecia? Cmo iba l a censurar a los plutcratas cuando su propia hija se asociaba y retozaba con los peores? Cmo poda l ensalzar la disciplina y el autosacrificio? A Dios gracias mantena a la prensa bien amordazada, porque no haba periodista que no tuviera su chisme favorito sobre Lulu. Afortunadamente sus ministros eran lo bastante discretos para no mencionarlo y afortunadamente l no haba perdido an el respeto por contagio. Pero eso no impeda que gente como Grazzi sonriese zalamera y preguntara: Y cmo le va a su hija Lulu? Me he enterado de que es una criatura muy traviesa. Ah, lo que hemos de sufrir los padres! S, claro que oa las risitas y los cuchicheos; que dominaba toda Grecia pero no poda dominar a su propia hija. Pareca que hasta la polica secreta tena reparos a la hora de informar de las andanzas de Lulu con todo detalle. Se deca que la gente que organizaba fiestas sola implorar a sus invitados: No traigis a Lulu. Costaba soportar tanta pena y tanta vergenza. Fuera, la tranquilidad de los pinos y el blanco fulgor de los proyectores conspiraban para exacerbar su sensacin de haberse convertido en prisionero en su propia residencia; haba cumplido con los requisitos de la tragedia clsica al crear las circunstancias de la cada en su propia trampa. Toda Grecia se haba reducido a aquella modesta villa seudobizantina y su mobiliario burgus, por la sencilla razn de que l tena en sus manos el destino y el honor de su querido pas. Se mir las manos y contempl el hecho de que fueran pequeas, como todo l. Por un instante dese haberse retirado con una pensin de coronel al tranquilo anonimato de algn lugar apartado donde vivir y morir libre de culpa. La muerte le preocupaba mucho ltimamente, pues se daba cuenta de que el cuerpo empezaba a fallarle. No era nada concreto, no haba una lista de sntomas reveladores, era slo que se senta lo bastante extenuado como para morir. Saba que a los que estn a las puertas de la muerte les sobreviene una especie de congoja pasiva e impersonal, una resignada serenidad, y era este desapego y esta serenidad lo que estaba naciendo en su interior al tiempo que las circunstancias le obligaban a hacer acopio de fuerza, determinacin y nobleza como nunca antes haba necesitado. A veces senta ganas de pasar a otras manos las riendas del poder, pero saba que el destino le haba escogido como protagonista de la tragedia y que su nica alternativa era empuar la espada y desenvainarla. Hay tantas cosas que debera haber hecho, pensaba, y de repente empez a comprender que la vida podra haber sido otra cosa de haber sabido l treinta aos atrs los resultados de los anlisis mdicos en aquel remoto punto del futuro que se haba acercado lenta pero maliciosamente hasta convertirse en el ineludible, arduo e insoportable presente. Si yo hubiese vivido en la conciencia de esta muerte, todo habra sido distinto. Rememor las imposibles vicisitudes de su carrera y se pregunt si la historia sera caritativa con l. Haba sido un largo trayecto desde la 27

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Academia Militar Prusiana en Berln; se dira que fue en otra vida cuando aprendi a admirar el sentido teutnico del orden, la disciplina y la seriedad, exactamente las cualidades que haba procurado inculcar en su tierra natal. Incluso haba implantado en las escuelas la primera gramtica de la lengua demtica obligatoria, basndose en la hiptesis de que aprender gramtica estimula el carcter lgico y de ese modo lograra doblegar el cerril e irresponsable individualismo de los griegos. Record el fiasco de la Gran Guerra, cuando Venizelos quiso unirse a los aliados y el rey permanecer neutral; cmo haba sostenido l que si Grecia entraba en guerra en el bando aliado Bulgaria aprovechara la ocasin para invadirles; con qu nobleza haba dimitido de su puesto en el estado mayor, con qu nobleza haba aceptado el exilio. Del intento de golpe en 1923 mejor olvidarse. Y ahora pareca como si Bulgaria pudiera efectivamente invadirlos, aprovechando las oportunidades concedidas esta vez por Italia en sus intentos de llenar el vaco dejado por los turcos. Record su victoria sobre los trabajadores del tabaco en huelga; doce muertos en Salnica. A raz de aquellos desrdenes haba convencido al rey de que suspendiera la constitucin al objeto de bloquear a los comunistas; haba convencido al rey de que le nombrara primer ministro aun cuando l era el lder del partido derechista con menos votantes en todo el pas. Por qu lo haba hecho? Metaxas se dijo a s mismo, la historia dir que fue oportunismo, que por la va democrtica no hubieras ganado. Nadie dir la verdad en tu favor, pero la verdad es que haba una crisis y que nuestra democracia era demasiado afeminada como para hacerle frente. Es fcil decir lo que debera haber sido, ms duro es reconocer la fuerza inexorable de la necesidad. T fuiste la personificacin de la necesidad, eso es todo. Si no hubieras sido t, habra sido otro cualquiera. Al menos no permitiste la injerencia alemana, aunque bien sabe Dios que casi dominaban nuestra economa. Al menos mantuviste los vnculos con Gran Bretaa, al menos intentaste combinar el esplendor de las civilizaciones antigua y medieval para crear una nueva fuerza. Nadie podr decir que actuaste sin tomar en consideracin a Grecia. Grecia ha sido tu nica y verdadera esposa. La historia tal vez te recordar como el hombre que prohibi la lectura de la oracin fnebre de Pericles y que se gan la antipata del campesinado por poner lmites al nmero de cabras que asolan nuestros bosques. Oh Dios, quin sabe si no has sido ms que un hombrecillo ridculo. Pero t has hecho todo cuanto estaba en tu mano para prepararte para esta guerra que an tratas de evitar. Has construido ferrocarriles y fortificaciones, has convocado a los reservistas, has preparado al pueblo mediante discursos, has acosado a la diplomacia hasta ponerte en evidencia. La historia dir que fuiste el hombre que hizo todo lo posible por salvar a su pas. Todo acaba con la muerte. Pero no haba duda de que le haba obsesionado ms de la cuenta la idea de que haba sido elegido para cumplir una misin mesinica. Haba llegado a pensar que l era el nico hombre capaz de coger a la nacin griega del pescuezo y arrastrarla, a puntapis y recriminaciones, hacia su legtima meta histrica. Se haba sentido 28

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como el mdico que inflige un dolor necesario al paciente sabiendo que, pasados los insultos y las protestas de ste, llegar el momento en que se ver coronado con las flores de la gratitud. Siempre haba hecho lo que consideraba correcto, pero puede que al final fuera la vanidad lo que le impulsaba, algo tan simple e ignominioso como la megalomana. Su espritu era ya pasto de las llamas y l saba que su humor estaba siendo puesto a prueba en los hornos del destino. Sera l el salvador de Grecia?, o el que pudo salvar a Grecia pero fall?, el hombre que no pudiendo haber salvado a Grecia batall con todos los medios para salvar el honor de su patria? Exacto; se trataba sobre todo de una cuestin de honor personal y nacional, pues lo importante era que Grecia saliera de esa prueba sin la menor imputacin de ruindad. Cuando mueren los soldados, cuando un pas est devastado, es el honor lo que sobrevive y perdura. Es el honor lo que insufla vida en el cadver cuando vienen tiempos mejores. Acaso no era una forma de irona que el destino se mofara as de l? No haba escogido l mismo su papel como primer campesino, primer obrero y padre de la nacin? No se haba rodeado de los pomposos arreos de un fascista moderno? Un rgimen del Cuatro de Agosto de 1936? Una Tercera Civilizacin helnica con resonancias del Tercer Reich hitleriano? Una Organizacin Nacional de juventudes que montaba desfiles y haca ondear banderas como las juventudes Hitlerianas? No despreciaba a liberales, comunistas y parlamentaristas igual que hacan Franco, Salazar, Hitler y Mussolini? No haba sembrado la discordia entre la izquierda segn los libros de texto? Qu otra cosa habra sido ms fcil, dado el ridculo sectarismo de la izquierda y su afn de traicionarse unos a otros con cualquier excusa de entre una pltora de impurezas ideolgicas? No denunciaba l la plutocracia? Acaso no saba la polica secreta el aroma exacto y la exacta composicin qumica de todo pedo subversivo soltado en Grecia? Entonces por qu lo haban abandonado sus hermanos internacionales? Por qu le enviaba Ribbentrop anodinas garantas que no se crea nadie? Por qu Mussolini inventaba incidentes fronterizos y deslices diplomticos? Qu haba salido mal? Cmo haba ocurrido que tras elevarse a semejantes alturas acogindose al tenor de los tiempos se hubiera visto enfrentado a la peor crisis en la historia moderna de la patria, una crisis fraguada por las mismas personas que l haba tomado como ejemplo y mentor? No era paradjico que ahora tuviera que confiar en los britnicos, los parlamentaristas, liberales, democrticos y plutcratas britnicos? El primer ministro Metaxas escribi en un papelito las diferencias entre l y los otros. l no era racista. No es gran cosa. De pronto se le ocurri algo que pareca evidente: los otros queran forjar imperios y estaban en ello, mientras que l nunca haba querido otra cosa que la unin de todos los pueblos de Grecia. l quera Macedonia, Chipre, el Dodecaneso y, por la gracia de Dios, Constantinopla. l no quera el norte de frica, como Mussolini, ni el mundo entero, como Hitler.

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A lo mejor los otros consideraban que le faltaba ambicin, que careca del instinto de grandeza, que ello indicaba la ausencia de aquel ansia de poder propia de los bermensch, que era como un perrito en medio de lobos. En el mundo nuevo donde el ms fuerte tena derecho a mandar porque era el ms fuerte, donde la fuerza era indicio de superioridad innata, donde la superioridad innata proporcionaba el derecho moral a someter a otras naciones y castas inferiores, l era una anomala. l slo quera una cosa: su pas. Grecia era el blanco natural. Metaxas apunt la palabra perrito y luego la tach. Mir las dos palabras, racismo e Imperio. Ellos creen que somos inferiores musit. Quieren someternos. Era repugnante y vejatorio: exasperante. Encerr ambas palabras entre parntesis y escribi la palabra NO al lado. Se puso en pie y se acerc a la ventana para echar un vistazo al apacible pinar. Se apoy contra el alfizar y medit sobre la sublime ignorancia de aquellos rboles soolientos que la luna baaba de plata. Se estremeci y se irgui. Haba tomado una decisin; habra unas segundas Termpilas. Si trescientos espartanos haban conseguido contener a cinco millones de valientes persas, qu no iba a conseguir l con veinte divisiones contra los italianos. Ah, si fuera tan fcil prepararse para la terrible e infinita soledad de la muerte. Si fuera tan sencillo tratar con Lulu.

6. L'OMOSESSUALE (2)
Yo, Carlo Piero Guercio, declaro que en el ejrcito encontr mi verdadera familia. Tengo padre y madre, cuatro hermanas y tres hermanos, pero no he tenido una familia desde mi pubertad. Hube de vivir entre ellos como quien esconde la lepra. No era culpa suya que yo me hubiese convertido en un actor trgico. Tuve que bailar con chicas en fiestas, tuve que flirtear con chicas en el patio de la escuela y cuando bamos de passeggiata por la piazza. Tuve que responder a mi abuela cuando me preguntaba qu clase de chica me gustaba para casarme y si prefera tener hijos o hijas. Tuve que escuchar a mis amigos describir los intrincados detalles de los genitales femeninos, tuve que aprender a contar historias fabulosas sobre lo que haba hecho con las chicas. Aprend a sentirme ms solitario de lo que es posible. En el ejrcito se contaban las mismas groseras, pero era un mundo sin mujeres. Para un soldado, una mujer es un ser imaginario. Est permitido ser un sentimental con la propia madre, pero eso es todo. Por otra parte estn las inquilinas de los burdeles militares, las ficticias o infieles novias que esperan en casa, las chicas a las que uno piropea por la calle. No soy un misgino, pero han de comprender ustedes que para m la compaa de una mujer es dolorosa porque me recuerda lo

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que no soy y lo que habra podido ser si Dios no se hubiera entrometido en el vientre de mi madre. Al principio tuve mucha suerte. No fui enviado a Abisinia o al norte de frica, sino a Albania. No haba combates de los que hablar y ramos dichosamente ajenos a la posibilidad de que el Duce pudiera ordenarnos invadir Grecia. Pareca ms probable que al final entrramos en combate en Yugoslavia y que ellos fueran tan intiles y cobardes como los albaneses. Era del dominio pblico que los yugoslavos se odiaban ms entre ellos de lo que podan odiar a un extranjero o un invasor. Pronto se hizo evidente que aquello era un caos. Apenas ni haba empezado a hacer amigos en una unidad cuando fui transferido para llenar el cupo en otra, y luego transferido otra vez. No disponamos casi de transportes y nos hacan caminar desde la frontera yugoslava hasta la griega y vuelta a empezar, aparentemente por capricho del alto mando. Creo que estuve en unas siete unidades hasta que finalmente me destinaron a la divisin Julia. Hubo muchas razones para que la campaa de Grecia fuese un fiasco, pero una de ellas fue que el personal era trasladado tantas veces que no haba manera de crear un esprit de corps: Al principio no tuve tiempo de poner nombre a todas las caras que iba conociendo. Pero en la divisin Julia disfrutaba cada momento. Ningn civil puede hacerse cargo de la alegra de ser soldado. Esto es, sencillamente, un hecho irreductible. Tambin es un hecho que, por encima de cuestiones de sexo, los soldados acaban amndose los unos a los otros; y que, por encima de cuestiones de sexo, ste es un amor sin paralelo en la vida civil. Todo el mundo es joven y fuerte, se siente rebosante de vida, y todo el mundo comparte la misma mierda. Uno acaba sabiendo cada matiz del humor de los dems; uno sabe exactamente lo que va a decir el otro; uno sabe exactamente quin se va a rer y cunto de cierta clase de broma; uno se familiariza ntimamente con el olor de pies y el sudor de todos los dems: uno puede poner la mano sobre el rostro de otro a oscuras y reconocerlo; uno identifica a quin pertenece cualquier pertrecho colgado del respaldo de una silla, aunque sea igual a los dems; uno sabe de quin son los pelos que quedan en el lavabo; uno puede decir con precisin a quin puede cambiar una zanahoria por una patata, un paquete de cigarrillos por unos calcetines, una postal de Siena por un lpiz. Uno se acostumbra a ver a los dems con franqueza, nadie oculta nada. A menos que uno sienta deseos como los que siento yo. Todos juntos, todos jvenes. Jams seramos tan guapos, delgados y fuertes, jams volveramos a tener aquellas batallas con agua, jams volveramos a sentirnos tan invencibles ni tan inmortales. ramos capaces de marchar ochenta kilmetros en un da, cantando canciones de batalla y tonadillas obscenas, marchando todos juntos con bro o caminando fatigosamente, agitando las plumas de gallo joven de nuestros cascos, negras y relucientes. Podamos mearnos juntos en las ruedas del coche del coronel, ebrios como cardenales; podamos cagar sin vergenza en presencia de los dems; podamos leer las cartas de los otros para que pareciera que la madre de otro nos escriba a todos; 31

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podamos pasar toda la noche cavando una trinchera bajo la lluvia en la roca maciza y partir al amanecer sin haber dormido siquiera en ella; en los ejercicios con fuego real podamos disparar morteros contra los conejos sin permiso; podamos baarnos desnudos y hermosos como Febo y alguien sealaba el pene de otro y deca Eh, t, por qu no has entregado eso en la armera?, y todos reamos sin darle ms importancia, y entonces otro deca Ten cuidado o te va a estallar el trabuco, y la vctima de la broma deca Ojal tuviera un objetivo a mano. ramos novatos y hermosos, y desde luego nos queramos ms que si fusemos hermanos. Lo que siempre lo estropeaba todo era que ninguno saba por qu estbamos en Albania, ninguno vea claro este asunto de la reconstruccin del Imperio Romano. Nos pelebamos a menudo con los miembros de las Legiones Fascistas. Eran jactanciosos, intiles y estpidos, y muchos de nosotros ramos comunistas. A nadie le importa morir por una causa noble, pero nosotros estbamos obsesionados por la extraa futilidad de amar un tipo de vida para la que no haba excusa razonable. En mi opinin ramos como gladiadores: preparados para cumplir con nuestro deber, dispuestos al estoicismo, pero siempre perplejos. El conde Ciano jugaba al golf, Mussolini organizaba vendettas contra los gatos y nosotros estbamos en un desierto ignoto, perdiendo el tiempo hasta que el tiempo se agotara y fusemos lanzados desordenadamente a guerrear contra un pueblo que luchaba como los dioses. No soy ningn cnico, pero s s que la Historia es la propaganda de los vencedores. S que si ganamos la guerra se dirn cosas sorprendentes sobre las atrocidades britnicas, se escribirn libros sobre lo inevitable y justo de nuestra causa, se reunirn pruebas irrefutables para desvelar las conspiraciones de los plutcratas judos, sern halladas fotografas de montones de huesos en tumbas colectivas en los suburbios de Londres. Del mismo modo s que pasar al revs si ganan los britnicos. S que el Duce ha dejado bien claro que la campaa de Grecia fue una clamorosa victoria para Italia. Pero l no estuvo all. l no sabe lo que pas. l no sabe que la verdad fundamental es que la Historia debera consistir exclusivamente en las ancdotas de los pobres que se ven atrapados en ella. Debera saber que la verdad es que bamos perdiendo estrepitosamente hasta que llegaron los alemanes desde Bulgaria. Esto nunca lo reconocer porque la verdad pertenece a los vencedores. Pero yo estaba all, y s lo que estaba pasando en mi parte de la guerra. Para m esa guerra fue una experiencia que dio forma a todo el discurso de mis ideas, fue la mayor conmocin personal que jams he tenido, la peor y ms ntima tragedia de mi vida. La guerra destruy mi patriotismo, cambi mis ideales, me hizo cuestionar la nocin de deber, me horroriz y me convirti en un hombre triste. Deca Scrates que el genio de la tragedia es el mismo que el de la comedia, pero en el texto la observacin queda por explicar porque la gente a la que iba dirigida estaba dormida o ebria cuando l lo dijo. Suena a esas cosas que se dicen los aristcratas en sus fiestas, pero yo

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puedo ilustrar su absoluta verdad simplemente relatando lo acontecido durante la campaa en el norte de Grecia. Djenme empezar diciendo que yo, Carlo Piero Guercio, tras incorporarme a la divisin Julia, me enamor de un joven cabo, casado, que me acept como su mejor amigo sin sospechar que l ocupaba por entero mis sueos ms calenturientos. Se llamaba Francesco y era de Gnova, y, aparte de tener acento genovs, posea un conocimiento del mar que no iba a serle de ninguna utilidad en el Epiro. No caba duda de que su puesto estaba en la Armada, pero la torcida lgica de los tiempos decret que se alistara voluntario en la Armada, fuera destinado a los carabinieri pero acabara en el ejrcito de tierra. Haba llegado va un regimiento de alpini y otro de bersaglieri, sin contar un par de das con los granaderos. Era un muchacho absolutamente hermoso. Tena tez ms oscura que la ma, como la de los sureos, pero era esbelto y de piel suave. Recuerdo que slo tena tres pelos en mitad del torso y que sus piernas carecan totalmente de vello. Se le vean todos los tendones y yo sola maravillarme especialmente de aquellos msculos que slo se ven en individuos de marcada complexin atltica: las dos paralelas en la parte posterior del antebrazo, y los de los costados del abdomen que se curvan y ahsan hasta la ingle. Era como uno de esos elegantes gatos delgaduchos que dan la impresin de tener una fortaleza inmensa pero fortuita. Lo que ms me atraa era su rostro. Un flequillo negro y dscolo le caa sobre los ojos, que eran muy oscuros y dispuestos a la manera eslava sobre huesos prominentes. Su boca grande formaba una permanente sonrisa irnica y sesgada, y su nariz etrusca pareca inexplicablemente torcida en el puente. Tena manos grandes de dedos anchos, chatos y esbeltos que a m no me costaba nada imaginar recorriendo mi cuerpo. Una vez le vi arreglar un minsculo eslabn de una cadena de oro de filigrana y puedo dar fe de que sus dedos mostraban la inmaculada precisin de un recamador. Sus uas eran la cosa ms delicada del mundo. Comprendern que como hombres estbamos desnudos todos juntos en un contexto u otro y que me saba de memoria hasta el ltimo detalle de todos los rincones de su cuerpo; pero me rebelo contra las acusaciones de perversin y obscenidad que pudieran hacerse contra mi memoria y conservar para m estas reminiscencias. Yo no las considero obscenas, sino preciosas, exquisitas y puras. En cualquier caso, nadie podra saber lo que significan. Son recuerdos para el museo particular que cada cual lleva en su cabeza y al que no se permite el acceso a los expertos ni a las testas coronadas de Europa. Francesco era un hombre impetuoso de absurdas chanzas y absoluta irreverencia. No esconda su falta de respeto por todo, y a veces nos entretena parodiando las bufonadas del Duce y los bufonescos prusianismos de Adolf Hitler. Saba reproducir los ademanes y la entonacin de Visconti Prasca y soltar absurdos discursos a la manera de Prasca, llenos de extravagante optimismo, planes temerarios y serviles referencias a la jerarqua. Todo el mundo 33

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le quera, nunca lo ascendieron y a l no le importaba. Adopt a un ratn al que llamaba Mario; lo llevaba dentro de un bolsillo, pero cuando bamos de marcha solamos verle asomar los bigotes por la mochila y lavarse la cara. Mario sola comer mondaduras de frutas y hortalizas, y tena una molesta aficin al cuero. Todava llevo en una bota un pequeo agujero redondo. Los soldados ignorbamos prcticamente todo lo que pasaba en los centros de poder. Recibamos tantas rdenes y contrardenes que a veces no obedecamos ninguna de ellas, sabiendo que probablemente seran revocadas de inmediato. Albania era una especie de campamento de vacaciones sin ninguna clase de diversin, y suponamos que aquellas rdenes tenan por nico objeto intentar mantenernos ocupados y que, por tanto, carecan de todo valor estratgico. Sin embargo, visto desde la distancia parece que la invasin de Grecia fue en efecto el objetivo ltimo; haba multitud de indicios... si hubiramos sabido verlos. En primer lugar, toda aquella propaganda de que el Mediterrneo era el Mare Nostrum y el hecho de que todas aquellas carreteras que construamos supuestamente en beneficio de los albaneses no eran ms que vas de acceso a la frontera griega. En segundo lugar, la tropa empez a cantar canciones de batalla de procedencia desconocida, y compositor annimo, con letras como Llegaremos al mar Egeo, conquistaremos El Pireo, y si las cosas van bien tomaremos Atenas. Solamos insultar a los griegos por haber dado asilo a Zogu, aquel rey de opereta, y los peridicos informaban cada da de supuestos ataques britnicos contra nuestros barcos en aguas griegas. Digo supuestos porque hoy ya no creo que sucedieran realmente. Tengo un amigo en la Armada que asegura que en aguas griegas no perdimos ningn barco. Tampoco me creo ya esa historia de que los griegos mataran a Daut Hoggia. Creo que fuimos nosotros y que intentamos cargrselo a los griegos. Para m es terrible decir esto porque muestra hasta qu punto he perdido mi fe patritica, pero el caso es que ahora conozco la versin griega de los hechos, tal como me la explic el doctor Iannis cuando fui a visitarle a raz de que me dola una ua del pie. Resulta que ese Hoggia no era un patriota irredentista albans ni mucho menos. Le haban condenado a veinte aos por el asesinato de cinco musulmanes, robo de ganado, bandolerismo, intento de homicidio, extorsin, exigir dinero con amenazas, portar armas prohibidas y violacin. Y ste es el hombre que nos intentaban colar como un mrtir. Nunca nos dijeron que los griegos haban arrestado a dos albaneses por el asesinato de ese hombre y que esperaban una peticin de extradicin. En cualquier caso me maravilla que toda la nacin italiana pudiera ser tan cndida, y me pregunto a santo de qu tenamos que preocuparnos por los albaneses cuando acabbamos de tomar su pas y todos tenamos claro que lo nico que les interesaba era matarse unos a otros. Los dos hombres acusados de asesinar al patriota Hoggia al parecer le envenenaron y luego le cortaron la cabeza, lo que en Albania no es nada del otro mundo.

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Muchsimas cosas me hicieron perder la fe, y ahora quiero poner por escrito una historia donde se demuestra que fueron los nuestros quienes empezaron la guerra con la intervencin de Francesco y de yo mismo, no los griegos. S que si ganamos la guerra estos hechos no llegarn nunca a ver la luz, porque estos papeles sern objeto de censura. Pero si perdemos, existe la posibilidad de que el mundo llegue a saber la verdad. Ya es bastante difcil vivir en paz con uno mismo cuando se es un intruso sexual, pero lo es an ms cuando uno sabe que por cumplir con su deber ha llevado a cabo los actos ms abominables y repugnantes. ltimamente he tenido indicios de una muerte inminente, y ms abajo encontrarn mi confesin de una culpa que, si bien me ha sido absuelta por un sacerdote, jams ser olvidada ni por los griegos ni por las familias de los soldados italianos implicados.

7. GRANDES REMEDIOS
Rumiaba amargamente el padre Arsenios detrs del iconostasio; cmo iba a salir a mezclarse entre la gente, a consolar al enfermo y al moribundo, a poner paz en las disputas, a propagar la palabra de Dios, a abogar por la reunificacin de Grecia, si pareca evidente que ya nadie le respetaba? Sopes por un momento la romntica posibilidad de desaparecer; poda irse a El Pireo y trabajar de empleado, poda hacerse pescador, poda marchar a Amrica y empezar de nuevo. Acarici una efmera imagen de s mismo liberado de sus grotescos pliegues de grasa, cantando una obscena rebetika en los lupanares de Atenas, bebiendo kokkinelli a grandes tragos y seduciendo a muchachas. Tambin se imagin a s mismo retirado en una ermita en los montes del Epiro, alimentado por los cuervos en olor de santidad. Pens en los milagros que se realizaran en su nombre y se le ocurri la desagradable idea de llegar a convertirse en santo patrn de los impdicamente gordos. Tal vez podra escribir grandes poemas y ser tan famoso y respetado como Kostis Palamas. Poda ser el nuevo Homero, por qu no? Tras el iconostasio empez a murmullar con su profunda voz de bajo: Me irrita comprobar cun malvadas son estas criaturas de un da con nosotros los dioses, cuando nos achacan los males (ms all de nuestras peores sentencias) que su perversidad excesiva ha acumulado sobre ellos mismos. Vacil y se detuvo, arrugando la frente; vena ahora lo de Egisto o era el pasaje sobre Atenea conversando con Zeus? Hija ma protest Zeus, el seor de las nubes, acerbas opiniones las que dejas escurrir entre tus dientes... Le interrumpi una discreta tos procedente de la nave principal de la iglesia. Rpidamente se despabil, orejas y cuello enrojecidos de vergenza, y permaneci sentado absolutamente inmvil. Le haban

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sorprendido en un espontneo acto de ensoacin declamatoria y ahora los aldeanos empezaran a decir que estaba chiflado. Oy unos pasos que se alejaban y atisb por una esquina del biombo; alguien le haba dejado una barra de pan. Involuntariamente, empez a relamerse y a pensar en un poco de queso para acompaar. Nuevas pisadas, y Arsenios se ocult con la rapidez de un nio jugando al escondite. Una vez los pasos se alejaron, mir por un orificio y descubri que alguien le haba dejado un queso grande, suave y suculento. Es un milagro se dijo. Alabado sea Dios. Dese venialmente unas berenjenas y una botella de aceite, pero slo obtuvo por premio un par de pantuflas. Dios mo, Dios mo dijo, alzando los ojos al techo, cun perverso eres. Poco a poco la entrada del templo se llen de presentes a medida que los aldeanos dejaban all sus muestras de arrepentimiento. El padre Arsenios observaba por el orificio con ingenua avaricia mientras al pescado le seguan las verduras y los pauelos bordados. Advirti que se iba acumulando una cantidad importante de Robola y objet para s: Cmo? Es que todos piensan que soy un borracho? Empez a calcular lo que le duraran las existencias si beba dos botellas por da y luego si beba tres. Por pura diversin matemtica y desafo intelectual decidi computar los resultados. de consumir tres y cinco octavos diarios, pero se hizo un lo y hubo de empezar otra vez. Mientras el montn segua creciendo, se dio cuenta de que necesitaba orinar urgentemente. Se rebull incmodo y empez a transpirar. El dilema era terrible: o sala de la iglesia, en cuyo caso la gente poda desistir de dejar los regalos en su presencia, o tendra que quedarse all viendo aumentar su desesperacin hasta el momento en que se sintiera seguro de que el flujo de penitentes haba terminado. Empez a lamentar con vehemencia la botella que haba bebido antes de salir. Justo castigo de Dios a los bebedores pens. No volver a probar ni gota. Pidi auxilio a san Gerasimos. Al terminar sus rezos fue visitado por la inspiracin. En la iglesia haba una gran provisin de botellas. Aguz el odo, no oy nada y sali de su escondite tan rpido como se lo permitieron sus dimensiones. Anade hasta la entrada, se inclin dolorosamente para coger una botella y regres a ocultarse detrs del iconostasio. Descorch la botella con los dientes y consider el siguiente problema: para utilizar la botella, sta tena que estar vaca. Qu poda hacer con el vino? Desperdiciarlo era inconcebible. Levant la botella y verti su contenido en el gaznate. Riachuelos de dulce lquido le corrieron barba abajo y por la sotana. Examin la botella, vio que quedaban unas gotas y con ademn triunfal las hizo caer en la boca. El padre Arsenios mir por el orificio para asegurarse de que nadie le oa, luego se recogi la sotana y solt un formidable chorro de orina dentro de la botella. El lquido golpe el cristal y produjo una serie de siseos mientras la botella se llenaba. El padre not que a medida que el cuello se estrechaba, el nivel del lquido ascenda con alarmante rapidez. Deberan fabricar botellas uniformemente cilndricas, reflexion el sacerdote, y en ese momento fue pillado por sorpresa. 36

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Con el pie restreg las ltimas gotas contra el polvo del suelo y vio que tendra que esperar en la iglesia a que se le secaran las partes hmedas del hbito. No est bien pens que un cura deje ver que se ha meado encima. Dej la botella de orines a un lado y se volvi a sentar. Entr alguien a dejarle un par de calcetines. Transcurrido un cuarto de hora apareci Velisarios, que esperaba excusarse personalmente. Mir en el campanile y en la nave principal, y se dispona a salir cuando oy un largo y gorgoteante eructo procedente del biombo. Patir? dijo Velisarios en voz alta. Vengo a pedirle disculpas. Largo! fue la insolente respuesta, y luego: Estoy intentando rezar. Pero patir, quiero pedir disculpas y besarle la mano. Ahora no puedo salir. Por varias razones. Velisarios se rasc la cabeza y pregunt: Cules? Razones religiosas. Adems, no me encuentro bien. Quiere que vaya a buscar al doctor Iannis? No. Le pido perdn por lo que hice, y para hacer las paces le he trado una botella de vino. Rezar a Dios para que me perdone. Velisarios sali de la iglesia y regres a casa del mdico para ver cmo segua Mandras, a quien encontr mirando a Pelagia con adoracin canina. Fue a decirle al mdico que el cura se encontraba mal. Por su parte, el padre Arsenios estaba pensando en que la solucin que haba dado al problema de la vejiga hinchada era un callejn sin salida. Tras la partida de Velisarios haba vaciado otra botella para rellenarla con el producto metamorfoseado de la anterior. Esta vez su puntera, su equilibrio y su criterio del momento oportuno en que cerrar el grifo carecieron de la sospechosa precisin de su anterior empresa. Hubo que frotar nuevamente el polvo con el pie y se produjo un nuevo humedecimiento del hbito. Exhausto, Arsenios se sent otra vez y empez a sentir nuseas. Se dej caer pesadamente del taburete, magullndose el coxis, y despert veinte minutos despus con la imperiosa necesidad de vaciar y rellenar otra botella. Se prometi para antes de que el angosto cuello de la botella pudiera originar un nuevo desbordamiento, pero la presin era ahora tan grande que sus clculos fallaron una vez ms. Catastrficamente. El doctor Iannis se dirigi hacia la iglesia bajo la transparente luminosidad de la tarde. Entre semana sola vestir la ropa que los campesinos llevaban los das de fiesta; un traje negro bastante sucio con lustrosos remiendos y una camisa sin cuello, polvorientos y rasguados zapatos negros y un sombrero de ala ancha. Iba retorcindose el bigote y chupando su pipa, y haba dividido su atencin para poder pensar simultneamente en el saqueo de la isla por los cruzados y en lo que le iba a decir al cura. Se imagin la siguiente escena: l dira: Patir, lamento muchsimo el ultraje de que ha sido objeto esta maana, a lo que el cura contestara: Me sorprende, viniendo de 37

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un impo, y l replicara: Pero, en cambio, creo que a un cura hay que tratarlo con respeto. Un pueblo necesita cura como una isla necesita mar. Venga a comer maana con nosotros. Pelagia va a preparar cordero al horno con patatas. Tambin invitar al maestro. A propsito, me he enterado de que no se encuentra muy bien. Puedo ayudarle? Pero cuando entr en la iglesia intuy de inmediato la posibilidad de que aquella conversacin no llegara a tener lugar. Se oa a alguien gemir y basquear detrs de la mampara. Patir dijo. Se encuentra bien? Hubo otro lastimero gemido, y los ruidos perrunos de alguien que vomitaba con dolor. Por su experiencia con muchos pacientes aquejados de vmitos, se imagin que ste sera de un color predominantemente amarillo. Llam con los nudillos al biombo y dijo: Patir, est usted ah? Dios, Dios... gimote el sacerdote. Al doctor se le presentaba un espinoso problema. El hecho era que slo los que estaban ordenados podan pasar detrs del biombo. Iannis haba abandonado haca su tiempo su religin en favor de una variedad machiana de materialismo, pero pese a ello crey que no deba romper la prohibicin. Un tab como ste no puede ser desechado a la ligera ni siquiera por alguien que no da fe a la premisa que lo sustenta. No poda entrar all como tampoco poda lanzarle los tejos a una monja. Volvi a llamar, ahora con ms urgencia. Soy yo, patir, el doctor Iannis. Iatre solloz el cura, estoy gravemente enfermo. Oh, Dios, por qu motivo has hecho a todos los hombres en vano? Aydeme, por el amor de Dios. El doctor dedic una oracin de penitencia al Dios en que no crea y pas detrs del biombo. All estaba el indolente sacerdote, reclinado sin remedio sobre un charco de orines y vmito. Tena un ojo cerrado y el otro inundado de lgrimas. Not con desapasionada sorpresa que el vmito era ms blanco que amarillo y que contrastaba con la empaada negrura de los hbitos. Tiene que ponerse en pie dijo el doctor. Puede apoyarse en mi hombro, aunque me temo que no podr llevarle. Sigui un improbable forcejeo en el que el liviano doctor se las ingeni para levantar al orondo clrigo. Enseguida se dio cuenta de la futilidad de sus esfuerzos y se enderez. Repar en la presencia de tres botellas de orina en aquel santo lugar. Por mera curiosidad profesional puso una de las botellas a la luz y la examin en busca de las venas mucales reveladoras de una infeccin en la uretra. La botella era transparente y el doctor vio que se haba manchado las manos de vmito. Se las mir un momento; iba listo si se las limpiaba en el pantaln, y ms listo an si lo haca en la parte posterior del biombo. Se agach y se las sec en el hbito del cura. Luego fue a buscar a Velisarios. As fue como la penitencia de Velisarios por haber sometido al cura al ultraje de aquella maana consisti en verse obligado a cargar su colosal corpachn hasta la casa del mdico. Probablemente era el ms 38

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titnico acto de fuerza bruta y determinacin que jams haba tenido que realizar. Se tambale un par de veces y en una ocasin casi desfalleci. Los brazos y la espalda le quedaron como si hubiera llevado a cuestas a todo el universo, y comprendi cmo tuvo que sentirse san Cristbal despus de cruzar el vado cargando al Seor. Se sent a la sombra sudoroso y jadeante, experimentando una alarmante aceleracin del pulso mientras Pelagia no paraba de darle zumo de limn endulzado con miel y ella a su vez reciba constantes sonrisas de Mandras, quien se haba puesto de lado para verla mejor. Pelagia senta aquella mirada como si fuera una caricia trrida, descubriendo que tena el desconcertante efecto de hacerla tropezar a cada momento y pareca ser la causa de que sus caderas se menearan ms de lo normal. En realidad era su intento de dominar las caderas lo que le causaba dificultades con los pies. En el interior de la casa, el doctor oblig al cura a beber jarra tras jarra de agua, nico remedio sensato que conoca contra la intoxicacin etlica. Notaba que se estaba poniendo insolentemente crtico con su paciente, pues por dentro iba desgranando un monlogo interior ms o menos de esta guisa: No es cierto que un cura debera dar ejemplo? No es una vergenza estar ebrio cuando falta tanto para la noche? Cmo espera este hombre conservar cierta categora en estos pagos si es un goloso y un borracho? No recuerdo un cura peor que ste, y no ser porque no los hayamos tenido malos... Frunci el ceo y chasque la lengua mientras fregoteaba las manchas de vmito del hbito del cura, y traslad su irritacin a la cabra de Pelagia, que haba entrado en el cuarto y subido a la mesa. Bestia estpida! le grit. La cabra se lo qued mirando con sus impdicos ojos como muescas, como diciendo Yo al menos no estoy borracha. Slo soy un poco traviesa. El doctor, abandonando al paciente en su estupor, se sent en la mesa, cogi su pluma y escribi: En 1802 un infame barn normando de nombre Robert Guiscard intent conquistar la isla pero fue repelido con valiente determinacin por varios grupos guerrilleros. El mundo se libr de su oprobiosa presencia gracias a una fiebre que acab con l en 1805, y la nica huella que ha dejado sobre la tierra es el hecho de que Fiskardo se llama as por l, aunque la historia no explica cmo la G se transform en F. Otro normando llamado Bohemund, que haca gala de la piedad de nuevo cuo fruto de una reciente cruzada, saque la isla con absoluta e inexcusable crueldad. Recuerde el lector que fueron los cruzados y no los musulmanes quienes originalmente saquearon Constantinopla, lo cual debera haber suscitado un escepticismo permanente respecto al valor de las causas nobles. No ha sido as, al parecer, ya que la raza humana es incapaz de aprender nada de la historia. Se retrep en su silla, se torne el bigote y luego encendi la pipa. Al ver pasar a Lemoni por la ventana la hizo entrar. La chiquilla escuch con atnita seriedad cmo el doctor le peda que fuese en busca de la mujer del cura. Le dio unas palmaditas en la cabeza, la llam pequea koritsimou y sonri al verla alejarse saltando y 39

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brincando por la calle. Pelagia haba sido igual de encantadora a esa edad, y eso le puso nostlgico. Sinti aflorar una lgrima, pero se contuvo sin dilacin escribiendo una nueva frase poniendo verdes a los normandos. Se reclin de nuevo y fue interrumpido por la entrada de Stamatis, que vena con el sombrero en la mano y sobando el ala. Kalispera, Kyrie Stamatis dijo el doctor, qu se le ofrece? Stamatis arrastr un poco los pies mirando con preocupacin al amasijo de cura tendido en el suelo y dijo: Se acuerda del.... de esa cosa que tena en el odo? El papilionceo y exorbitante impedimento auditorio? Eso mismo, iatre. Bueno, lo que quisiera saber es... ver, podra metrmelo usted otra vez? Metrselo, dice? Es por mi mujer, sabe. Ya dijo el doctor, lanzando una maloliente nube de humo de pipa. Bueno, en realidad no s de qu me habla. Explquese. Ver, cuando estaba sordo de este lado no poda orla. Me sentaba de manera que el odo bueno me quedase del otro lado, comprende, y as poda soportarlas, ms o menos. Soportarlas? S, las quejas. Quiero decir que antes era algo como el murmullo del mar. Me gustaba. Me ayudaba a dormir. Pero ahora suena demasiado fuerte, y no para nunca. Una queja detrs de otra. El hombre mene los hombros imitando a una mujer enfadada y parodi a su esposa: No sirves para nada, por qu no entras la lea? Por qu nunca hemos tenido un cntimo, por qu siempre tengo que hacerlo todo yo, por qu no me habr casado con un hombre, cmo se entiende que slo hayas sabido darme hijas, dnde est el hombre con el que me cas? En fin, cosas as. Me volver loco. Ha probado a atizarla? No, iatre: La ltima vez ella me parti un plato en la cabeza. Todava conservo la cicatriz. Mire. El viejo se inclin y seal algo invisible encima de la frente. Pues ser mejor que no le pegue dijo el doctor. Siempre encuentran modos ms subversivos de intimidarlo a uno, como poner demasiada sal en la comida. Mi consejo es que sea amable con ella. Stamatis le mir perplejo. Le pareca una lnea de accin tan inimaginable que jams haba imaginado la posibilidad de imaginrsela. Iatre... protest, pero no encontr las palabras. Usted entre la lea antes de que ella se lo pida y llvele una flor cada vez que vuelva del sembrado. Si hace fro pngale un chal sobre los hombros, y si hace calor llvele un vaso de agua fresca. Es sencillo. Las mujeres slo se quejan cuando se sienten infravaloradas. Piense en ella como si fuera su madre que ha enfermado, y acte en consecuencia. Entonces no va a ponerme otra vez el.... eeeh..., cucurbitceo y beligerante internamiento olfatorio?

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Claro que no. Violara el juramento hipocrtico. Eso no se puede hacer. Por cierto, fue Hipcrates el que dijo a grandes males grandes remedios. Stamatis pareca alicado. Eso lo dijo Hipcrates? Entonces he de ser amable con ella? El doctor asinti paternalmente y Stamatis se encasquet el sombrero. Oh, Dios dijo. El doctor observ al viejo desde su ventana. Stamatis sali a la calle y empez a andar. Al momento se detuvo y mir una pequea flor morada que haba en el terrapln. Se agach para cogerla pero de pronto se enderez. Mir en derredor para asegurarse de que nadie le espiaba. Se tir del cinturn como quien se apresta para la lucha, lanz una fiera mirada a la flor y gir sobre los talones. Ech a andar otra vez, pero se detuvo. Como un ladronzuelo en accin, Stamatis retrocedi a toda prisa, arranc la flor por el tallo, la escondi en su chaqueta y se alej con un aire afectadamente despreocupado y casual. El doctor se asom a la ventana y, por el sencillo pero malicioso placer de presenciar su engorro y su vergenza, le grit. Bravo, Stamatis!

8. UN GATO MUY RARO


Lemoni entr corriendo en el patio de la casa del doctor cuando ste se diriga a la kapheneia para desayunar; Iannis tena pensado reunirse all con todos sus contertulios y discutir de los problemas del mundo. El da antes haba medido sus armas con Kokolios acerca del comunismo, y por la noche se le haba ocurrido un magnfico argumento que de tanto ensayarlo mentalmente le haba impedido dormir, obligndole a levantarse y aadir unas lneas a la historia que estaba escribiendo, una pequea diatriba sobre la familia Orsini. Su discurso a Kokolios rezaba as: Vamos a ver, si el Estado emplea a todo el mundo, es obvio que es el Estado quien paga a todo el mundo, de acuerdo? Entonces, los impuestos que revierten al Estado no son sino dinero que proceda del Estado, de acuerdo? De modo que el Estado slo recibe ms o menos un tercio de lo que pag la semana anterior. As que esta semana la nica manera de pagar a todo el mundo es imprimir ms papel moneda, no? De lo que se deduce que en un Estado comunista el dinero pronto se convierte en una entelequia, porque el Estado no tiene con qu representar ese dinero. Se imaginaba la respuesta de Kokolios: Ah, iatre, el dinero que falta sale de los beneficios. Entonces, veloz como el rayo, el doctor le espetara: Pero mire, Kokolios, el Estado no tiene otra manera de obtener beneficios que vendiendo mercancas al extranjero, y el nico

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modo de que esto suceda es si los dems estados con capitalistas y disponen de supervit con que comprar las cosas. O bien tienes que vender a empresas capitalistas. Es decir, es evidente que el comunismo no puede sobrevivir sin el capitalismo, lo cual lo hace contradictorio en s mismo, pues se supone que el comunismo es la superacin del capitalismo, y encima se supone que es internacionalista. De mi argumentacin se colige que si todo el mundo se volviera comunista, la economa del planeta entero quedara paralizada en menos de una semana. Qu me dice a eso? El doctor estaba ensayando el ademn dramtico con que concluira su perorata (devolver la pipa a su posicin entre los dientes apretados), cuando Lemoni le tir de la manga y le dijo: Iatre, por favor, he encontrado un gato muy raro. El hombre mir a aquella nia menuda, repar en su expresin ansiosa y dijo: Ah, hola, koritsimou. Decas...? La chiquilla, exasperada, puso los ojos en blanco y se pas una mano por la frente, dejando a su paso una franja de mugre: Que he encontrado un gato muy raro. Lista que eres t. Por qu no se lo cuentas a tu pap? El gato est enfermo. Enfermo de qu? Est cansado. A lo mejor tiene dolor de cabeza. El doctor vacil. Le esperaba una taza de caf y tena que pronunciar ante la asamblea su definitiva refutacin del comunismo. Sinti una punzada de infantil desilusin ante la idea de tener que privarse de los aplausos. Baj la vista, vio la cara de consternacin de la chiquilla, sonri con noble resignacin y le cogi la mano: Bueno, ensame dnde est ese animalucho dijo, y recuerda que los gatos no me gustan. Adems, no s cmo se cura el dolor de cabeza de los gatos. Sobre todo si son raros. Lemoni lo condujo impaciente por el camino, instndole a apretar el paso a cada momento. Luego lo hizo subirse a un muro de poca altura y a agacharse bajo las ramas de los olivos. No podramos ir dando un rodeo? pregunt l. Soy ms alto que t, no lo olvides. Derecho llegaremos ms rpido. Lemoni le hizo cruzar un trecho de zarzas y matojos, y luego se arrodill y empez a meterse a cuatro patas por un tnel que algn animal haba fabricado para su uso particular. Yo no paso por ah protest el doctor. Soy demasiado grande. Se abri paso con su bastn siguiendo lo mejor que pudo el trasero que se le escapaba delante. Se imagin el descontento de Pelagia cuando le pidiese que le remendara los pantalones e hiciera algo con las hilachas sueltas. Los rasguos empezaban a escocerle. Qu diablos hacas aqu dentro? pregunt. Buscar caracoles. Sabas que la niez es la nica poca de la vida en que la locura no slo est permitida sino que adems se da por sentada? pregunt

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retricamente el doctor. Si yo me pusiera a buscar caracoles a gatas me llevaran a El Pireo y me encerraran. Haba muchos y grandes observ Lemoni. Cuando el doctor empezaba a perder la paciencia, llegaron a un pequeo claro que en tiempos haba quedado dividido en dos partes por una combada cerca de alambre de espino. Lemoni se puso en pie de un salto y corri hacia la cerca sealando con el dedo. El mdico tard unos segundos en darse cuenta de que tena que seguir no la lnea del puerco dedo (obtusamente dirigido hacia el cielo) sino la lnea general del brazo de la chiquilla. All est proclam la nia, el gato raro, y sigue cansado. No es eso, koritsimou, es que se ha quedado enganchado en la cerca. Vete a saber el tiempo que lleva colgado de ah. Se puso de rodillas e inspeccion de cerca al animal. Un par de ojillos negros vivaces le devolvieron la mirada con una expresin llena de desesperanza y agotamiento. Sinti una emocin que le sorprendi por lo extraa e ilgica. El animal tena la cabeza chata y triangular, el hocico puntiagudo, la cola tupida. Era de pelaje castao intenso a excepcin de la garganta y el pecho, de un tono indefinible entre el amarillo y el blanco cremoso. Tenas las orejas anchas y redondeadas. El mdico le examin los ojos; aquel animalito estaba a punto de morir. No es un gato le dijo a Lemoni, sino una marta. Debe de llevar aos colgada de ah. Creo que lo mejor sera matarla, porque de todos modos morir pronto. Lemoni fue presa de la mayor indignacin. Las lgrimas inundaron sus ojos, empez a patalear y a dar saltos. En resumen, le prohibi al doctor que matara al animal. Luego acarici la cabeza de ste y se situ entre el animal y el hombre en quien haba confiado para que lo salvara. No lo toques, Lemoni. Recuerda que el rey Alejandro muri de una mordedura de mono. Esto no es un mono. Puede que tenga la rabia. O podra contagiarte el ttanos. Hazme caso y no lo toques. Lo he acariciado antes y no me ha mordido. Est cansado. Mira, Lemoni, tiene una pa clavada en la barriga. Puede que lleve horas as, o das. No est cansado, se est muriendo. Eso es de andar por la cuerda floja. Yo los he visto dijo la nia . Pasan por el alambre, se suben a ese rbol y se comen los huevos de los nidos. Yo los he visto. No saba que los hubiera por aqu. Pensaba que vivan en los pinares. Hay que ver! El qu? Que los nios ven ms que nosotros. El doctor se arrodill de nuevo y examin a la marta. Era un ejemplar muy joven, deba de haber abierto los ojos slo unos das antes. Era sumamente bonita. Por consideracin a Lemoni, decidi rescatarla y matarla ms tarde, cuando llegara a casa. Nadie iba a darle las gracias por salvar a un animal que mataba gallinas y gansos, 43

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que robaba huevos, que se coma las bayas de los jardines e incluso saqueaba las colmenas; le dira a la chiquilla que el animal haba muerto por su cuenta y tal vez se lo dara para que lo enterrase. Ech un nuevo vistazo y descubri que la marta no slo estaba empalada en una pa, sino que haba logrado enroscarse dos veces al alambre. Deba de haber forcejeado sin descanso y soportado adems una espantosa tortura. Con cuidado la cogi del pescuezo e hizo girar el cuerpo. Sin vacilar desenrosc al animal del alambre, consciente de tener a su lado la cabeza de Lemoni mirando con atencin. Cuidado le aconsej ella. El doctor dio un respingo al pensar en un letal mordisco que poda dejarle echando espuma por la boca o postrado en cama con las mandbulas paralizadas. Menudo plan, arriesgar la propia vida por un bicho. Las cosas que le consiente uno a un nio. Deba de estar loco, atontado, o ambas cosas. Sostuvo el animal panza arriba e inspeccion la herida. Era superficial, a la altura de la ingle, y probablemente no le haba daado el msculo. Deba de tratarse de un problema de deshidratacin aguda. Se fij en que era hembra y que despeda un olor dulzn y almizcleo. Le record a una mujer de sus das de marino, pero no pudo poner un rostro a su recuerdo. Le mostr el animal a Lemoni y dijo: Es una chica. Ella, inevitablemente, respondi: Por qu? El doctor meti el animal en el bolsillo de su chaqueta y llev a Lemoni a su casa prometindole que hara lo posible por curarlo. Sigui hacia su casa y al llegar se encontr a Mandras dndole conversacin a Pelagia mientras sta intentaba barrer. El pescador alz la vista con cara de embarazo y dijo: Oh, kalimera, iatre, precisamente vena a verle a usted, pero como no estaba me entretuve hablando con Pelagia, como puede ver. La herida me est dando problemas... El doctor Iannis le mir con escepticismo y experiment una oleada de disgusto; sin duda el sufrimiento del pequeo animal le haba puesto de mal humor. A tu herida no le pasa nada. Supongo que me dirs que te escuece. Mandras sonri para congraciarse y dijo: Eso mismo, iatre. Es usted un mago. Cmo lo ha sabido? El doctor torci lacnicamente la boca y lanz un suspiro fingido. Mandras, sabes muy bien que las heridas escuecen mientras estn cicatrizando. Y tambin sabes muy bien que yo s muy bien que slo has venido a coquetear con mi hija. Coquetear, yo? repiti el joven, fingiendo a la vez inocencia y horror. S, coquetear. No hay otra palabra. Ayer nos trajiste otro pescado y luego estuviste pelando la pava con Pelagia ms de una hora y diez minutos. Bueno, es mejor que sigas con lo que estabas haciendo, porque no pienso perder el tiempo por una herida perfectamente sana. 44

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No he desayunado y he de entrar a echar a un vistazo a un gato muy raro que llevo en el bolsillo. Mandras procur disimular su confusin y no se le ocurri otra cosa que decir con inusitada osada: Entonces me da permiso para hablar con su hija? Hablar, hablar, hablar dijo el doctor Iannis, agitando las manos con fastidio. Gir sobre sus talones y entr en la casa. Mandras mir a Pelagia y coment: Tu padre es un tipo curioso. No te metas con l exclam ella, si no quieres que te limpie la cara con la escoba. Fingi atacarlo con el utensilio y Mandras se lo quit de la mano. Devulveme la escoba dijo ella riendo. Lo har... si me das un beso. El doctor Iannis coloc al moribundo animal con cuidado sobre la mesa de la cocina y lo contempl. Se quit una bota, la cogi por la puntera y la levant en alto. Sera fcil aplastar un crneo tan pequeo y tan frgil. No habra sufrimiento. Era lo mejor. Entonces dud. No poda devolverle el animal a Lemoni para que lo enterrara si tena el crneo aplastado. Quiz sera mejor partirle la nuca. Lo cogi con la mano derecha, colocando los dedos detrs del pescuezo y el pulgar bajo la barbilla. Slo era cuestin de apretar con el pulgar. Lo pens por unos instantes, exhortndose a pasar a la accin, y not que el pulgar empezaba a moverse. La marta no slo era muy bonita sino tambin encantadora y de un patetismo inconcebible. Apenas haba vivido hasta ahora. La dej sobre la mesa y fue en busca de un frasco de alcohol. Limpi la herida a conciencia y le dio un nico punto de sutura. Llam a Pelagia. Pelagia entr convencida de que su padre la haba visto besar a Mandras. Estaba preparando una defensa a ultranza, se haba ruborizado y esperaba que su padre estallase de un momento a otro. Su sorpresa fue mayscula al ver que su padre ni siquiera la miraba. Ha cado algn ratn en las trampas? pregunt l. Hay dos, papakis. Bien, pues ve a sacarlos de donde los hayas tirado y tritralos. Que los triture? S. Hazlos picadillo. Y treme un poco de paja. Pelagia sali presurosa, perpleja y aliviada a la vez. A Mandras, que se haba quedado junto al olivo dando nerviosas patadas a unas piedras, le dijo: No pasa nada, slo quiere que triture unos ratones y le lleve un poco de paja. Lo ves? Si ya digo yo que es un tipo curioso. Eso quiere decir que tiene algn proyecto entre manos sonri ella. En realidad no est loco. Ve t a buscar la paja, si quieres. Muchas gracias dijo l. Me encanta ir a buscar paja. A lo mejor hay recompensa repuso ella, sonriendo con picarda. Por un beso soy capaz de limpiar una pocilga con la lengua sentenci Mandras.

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No pensars que te dara un beso despus de haber limpiado una pocilga con la lengua, verdad? Yo te besara aunque hubieras lamido el barro de la suela de mis botas. Te creo. Ests mucho ms loco que mi padre. Dentro, el doctor llen de leche un cuentagotas y procedi vaciarlo en la garganta de la marta. Le llen de satisfaccin mdica el que el animal se orinara sobre la pernera de su pantaln. Eso indicaba que los riones funcionaban sin problema. Lo matar cuando vuelva de la kapheneia, decidi mientras acariciaba con un dedo el abundante pelaje marrn de su frente. Media hora despus su paciente estaba dormido como un tronco sobre un lecho de paja y Pelagia se hallaba en el patio desmenuzando ratones con una mquina de picar carne. Inexplicablemente, Mandras estaba subido a una rama del olivo. El doctor Iannis pas rpidamente a su lado camino de la kapheneia, ensayando una vez ms su devastadora crtica del comunismo e imaginando la expresin de perplejidad que dentro de poco aparecera en el rostro de Kokolios. Pelagia corri tras l y le tirone de la manga como haba hecho Lemoni. Papakis le dijo, no ves que te vas con una bota s y otra no?

9. 15 DE AGOSTO DE 1940
Camino de la kapheneia el doctor Iannis encontr a Lemoni, entretenida pinchndole el hocico con un palo a un larguirucho perro manchado. El animal no paraba de dar saltos en medio de un recital de ladridos e intentaba arrebatar de manos de la nia el trozo de madera, ofuscadas sus ya cortas entendederas por una pregunta cuya solucin pareca pasar por la decisin de ladrar con ms bro todava; se trataba de un juego o era simple provocacin? El perro se sent sobre las ancas, ech la cabeza atrs y aull como un lobo. Est cantando, est cantando exclam alegremente Lemoni, y se puso a imitar al perro. El doctor se tap los odos y protest: Koritsimou, para, para de una vez; bastante calor hace ya para que me hagas sudar con ese ruido. Y no le hagas eso al perro, que te va a morder. Qu va. Slo muerde palos. El doctor alarg una mano para acariciar la cabeza del animal y record la ocasin en que le haba cosido un corte que se haba hecho en una pata. Dio un respingo al acordarse del momento en que le extrajo unos trocitos de cristal. Saba que todo el mundo le tena por un tipo raro por culpa de su apremio en curar a la gente, y efectivamente tambin a l le pareca una cosa peculiar, pero asimismo saba que

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todo hombre necesita una obsesin para disfrutar de la vida, y si esa obsesin era constructiva, tanto mejor. Miren a Hitler, Metaxas, Mussolini, esos megalmanos. Miren a Kokolios, preocupado por la redistribucin de la riqueza de los dems, o al padre Arsenios, esclavo de su apetito, o a Mandras, tan enamorado de su hija que hasta se balanceaba en el olivo como un simio slo para complacer a Pelagia. Se estremeci al recordar el mono encadenado a un rbol que haba visto durante un viaje a Espaa; el bicho se masturbaba y luego se tragaba las consecuencias. Santo Dios, imagnense a Mandras haciendo lo mismo. Mejor que no le d palmaditas dijo Lemoni, contenta de poder interrumpir la contemplacin del otro y de exhibir su sabidura delante de un adulto, tiene pulgas. El doctor retir rpidamente la mano y el perro se situ detrs de l para esquivar el palo de la chiquilla. Has decidido qu nombre vas a ponerle a la marta? pregunt l. Psipsina anunci la nia, se llama Psipsina. Eso es nombre de gato... Y qu, yo no soy un limn y me llaman Lemoni. Yo estaba presente cuanto t naciste le dijo el doctor, y no sabamos si eras un beb o un limn, por poco te llevo a la cocina y te exprimo. La cara de Lemoni se contrajo en un gesto de escepticismo y el perro aprovech para pasar entre las piernas del doctor, arrebatarle el palo a la chiquilla y echar a correr hacia un montn de escombros, donde procedi a convertir el palo en astillas. Es listo, ese perro coment el doctor, dejando a la chiquilla mirndose atnita las manos vacas. Cuando entr en la kapheneia comprob que los contertulios de costumbre estaban all: Kokolios con sus masculinos y esplndidamente exuberantes bigotes; Stamatis, rehuyendo las feroces miradas y la regaona lengua de su mujer; el padre Arsenios, siempre esfrico y sudando. El doctor cogi su pequea taza de caf granuloso y su vaso de agua y fue a sentarse, como siempre, al lado de Kokolios. Bebi un buen trago de agua y cit, tambin como siempre, a Pndaro: El agua es lo mejor. Kokollos dio una larga chupada al narguil, exhal una nube de humo azulado y pregunt: Usted ha sido marino, no es cierto, iatre? Es verdad eso de que el agua de Grecia sabe ms a agua que la de cualquier otro pas? Desde luego que s. Y el agua de Cefalonia sabe an ms a agua que cualquier otra agua de Grecia. Tambin tenemos el mejor vino, la mejor luz y los mejores marinos. Cuando llegue la revolucin tambin tendremos el mejor estilo de vida anunci Kokolios con intencin de provocar a los reunidos. Luego seal el retrato del rey Jorge que colgaba de la pared y aadi : Y la foto de ese imbcil ser sustituida por la de Lenin. Canalla mascull Stamatis. La extraccin de su guisante auditivo le haba expuesto no slo a los arrebatos conyugales sino tambin a la actitud antimonrquica y sorprendentemente 47

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antipatritica de Kokolios. Se golpe la palma con el dorso de la mano para indicar el grado de estupidez de Kokollos y aadi. Puttanas yie. Kokollos sonri amenazadoramente y dijo: Hijo de puta, yo? Pues parecemos hermanos, mira lo que te digo. Ai gamisou. Theh gamiesei. El doctor intervino para poner fin a los insultos y las invitaciones a tomar por culo y golpe la mesa con su vaso: Paidia, paidia, ya basta. Cada maana lo mismo. Yo siempre he sido venizelista; no soy monrquico y menos an comunista. No estoy de acuerdo con ninguno de los dos, pero le curo la sordera a Stamatis y le quemo las verrugas a Kokolios. As es como deberamos ser. Habra que preocuparse ms por el prjimo que por sus ideas, o acabaremos matndonos los unos a los otros. O no? Sin partir huevos no se puede hacer una tortilla cit Kokolios, mirando intencionadamente a Stamatis. A m no me gusta tu tortilla dijo Stamatis. Los huevos estn podridos, huele que apesta y me da cagalera. Ya te tapar el trasero la revolucin dijo Kokolios, y aadi: Los medios de produccin en manos de los productores, todo el mundo obligado por igual a trabajar. Uno trabaja lo que ha de trabajar y punto intervino el padre Arsenios con su vozarrn de bajo. Usted no da golpe, patir. Cada da est ms gordo. Lo tiene todo a cambio de nada. Es usted un parsito. Arsenios se enjug las rollizas manos en su hbito negro, y el doctor dijo: Existen parsitos indispensables. En el intestino tenemos unas bacterias parsitas que facilitan la digestin. No soy un hombre religioso, soy materialista, pero hasta yo puedo ver que los curas son una clase de bacteria que contribuye a hacer la vida de la gente ms digerible. El padre Arsenios ha hecho mucho por aquellos que buscan consuelo; en todos los hogares es como uno ms de la familia, y es la familia para aquellos que no tienen ninguna. Gracias, iatre dijo el cura. Nunca pens que oira semejante elogio de labios de un hombre conocido por su atesmo. Nunca le veo en la iglesia. Empdocles dijo que Dios es un crculo cuyo centro est en todas partes y cuya circunferencia no est en ninguna. Si eso es cierto, no hace falta que vaya a la iglesia. Y no hace falta que crea las mismas cosas que usted para ver que est usted aqu para algo. Y ahora, fumemos y bebamos caf en paz. Si no somos capaces de dejar de discutir, tendr que quedarme a desayunar en casa. Al doctor se le ha metido entre ceja y ceja ser un hereje, aunque le concedo que nuestro cura es un gran consolador de viudas dijo Kokollos sonriendo. Le importa si le cojo un poco de tabaco? Usted, Kokolios, afirma que toda propiedad es un robo. Por lo tanto, es justo que comparta con nosotros lo poco que tiene. Pseme su plato, que ya se lo termino yo. Lo que es justo es justo. Sea buen

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comunista. O es que en la utopa slo los otros han de compartir sus propiedades? Cuando llegue la revolucin, iatre, habr suficiente para todos. Mientras tanto, pseme su petaca y ya le devolver el favor en otro momento. El doctor le alcanz la petaca y Kokolios llen tranquilamente su narguil. Qu noticias hay de la guerra? El doctor afil las puntas de su bigote y dijo: Alemania lo est invadiendo todo, los italianos hacen el tonto, los franceses han echado a correr, los belgas han sido aplastados mientras miraban hacia el otro lado, los polacos han atacado a los tanques con la caballera, los americanos han estado jugando al bisbol, los britnicos tomando t y ajustndose el monculo, los rusos se han quedado mano sobre mano salvo para votar unnimemente hacer lo que les ordenen. Menos mal que no hemos intervenido. Y si ponemos la radio? Encendieron la enorme radio inglesa que haba en una esquina del local; cuyas vlvulas empezaron a brillar por entre los hilos de cobre; sus silbidos, chisporroteos y pitidos fueron reducidos al mnimo por el juicioso girar de mandos y la esmerada reubicacin del aparato, y los amigos se dispusieron a escuchar la emisora de Atenas. Esperaban or noticias sobre el ltimo desfile de la Organizacin Nacional de juventudes ante el primer ministro Metaxas; a lo mejor decan algo del rey o tal vez alguna cosa de las recientes conquistas nazis. Dieron noticias sobre la nueva alianza de Churchill con la Francia libre, otra sobre una revuelta en Albania contra la ocupacin italiana, otra sobre la anexin de Luxemburgo y la Alsacia Lorena, y en ese momento apareci Pelagia en la puerta haciendo seas a su padre, incmoda, pues saba que la presencia de una mujer en las cercanas de un lugar como aqul era un sacrilegio peor que escupir en la tumba de un santo. El doctor Iannis se meti la pipa en el bolsillo, suspir y se acerc de mala gana a la puerta. Qu pasa, kori, qu ocurre? Papakis, es Mandras. Se ha resbalado del olivo y ha cado encima de la maceta, y ahora tiene varios fragmentos en... bueno, en las posaderas. En el trasero? Y qu haca subido al rbol? Pavonearse otra vez? Hacer el mico? Ese chico est loco. Pelagia se sinti decepcionada y aliviada a la vez cuando su padre le prohibi entrar en la cocina mientras extraa partculas pequesimas de terracota del liso y muscular trasero de su pretendiente. Pelagia permaneci fuera, con la espalda pegada a la puerta, y se estremeca solidariamente cada vez que Mandras chillaba. En la cocina, el doctor tena al pescador tumbado boca abajo sobre la mesa con el pantaln por las rodillas y reflexionaba sobre la necedad del amor. Cmo poda encapricharse Pelagia de un mequetrefe tan proclive a los accidentes, tan mujeriego y tan inmaduro como aqul? Record lo que l mismo haba hecho para lucirse delante de su propia esposa antes de ser 49

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novios: haba trepado al tejado de su casa y tras levantar una teja, le haba contado todos los chistes de turcos que saba; de noche, haba pegado en su puerta versos annimos que hablaban con detalle de sus encantos; al igual que Mandras, haba hecho excepcionales esfuerzos por ganarse al padre de la chica. Eres un idiota le dijo al paciente. Ya lo s dijo Mandras, encogindose de dolor ante una nueva extraccin. Primero te disparan por accidente y ahora te caes de un rbol. Cuando estuve en Atenas vi una pelcula de Tarzn explic Mandras y slo pretenda que Pelagia se hiciese una idea. Ay! Con todos los respetos, iatre, tenga cuidado. Herido por causa de la cultura, eh? Adems de joven, tonto. S, iatre. Djate de cortesas. S muy bien lo que tramas. Vas a pedirle que se case contigo, o no? Te lo advierto, no pienso darle ninguna dote. Ninguna? Acaso te sorprende? A lo mejor tu familia lo encuentra demasiado moderno. Nadie va a casarse con mi hija slo porque piense enriquecerse con ello. Pelagia se merece algo mejor. No, iatre, si no se trata de dinero. Entonces, adelante. Piensas pedirme permiso a m? Todava no, iatre. El doctor se ajust las gafas: Hay que ser prudente. Eres demasiado fogoso, tienes demasiado kefi para ser un buen marido. S, iatre. La gente dice que va a haber guerra, y yo no quiero dejar una viuda, eso es todo. Usted ya sabe cmo tratan a las viudas. S, todas acaban ejerciendo de putas dijo el doctor. Pelagia no sera capaz de una cosa as dijo Mandras confuso. Dios no lo quiera. El doctor limpi un poco de sangre con un algodn y se pregunt si l haba tenido alguna vez unas nalgas tan hermosas. Deja a Dios en paz. Estas cosas son asunto nuestro. S, iatre. Basta ya de tanta urbanidad. Supongo que cambiars esa maceta que tan generosamente has incorporado a tus propias carnes. Me aceptara un pescado a cambio? Puedo traerle un buen cubo de chanquete y sardineta. Pasaron seis horas antes de que el doctor pudiera regresar a la kapheneia porque, adems de realizar aquella operacin, tuvo que tranquilizar a su hija respecto a que Mandras quedara bien aparte de unos cuantos moratones y unas manchitas de terracota en el trasero, tuvo que ayudarla a coger a su cabra, que haba conseguido subirse al techo del cobertizo de un vecino, tuvo que darle ratones triturados a Psipsina y, encima, tuvo que ponerse a resguardo del insoportable calor de agosto. Le haba despertado de la siesta el concierto vespertino de los grillos y los gorriones, y la reunin de lugareos para celebrar la fiesta del Trnsito de la Virgen. Dio su habitual peripato, el 50

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paseo vespertino siempre interrumpido por una parada en la kapheneia y reanudado despus confiando en que Pelagia hubiese preparado cena para cuando l llegara. Tena la esperanza de que hubiera cocinado un poco estival kokoretsi, pues haba advertido la presencia de hgado y tripas en la mesa donde haba estado operando al pescador. Se le haba ocurrido que la comida poda haber resultado salpicada de algunas gotas de sangre de Mandras y se pregunt si a eso habra que llamarlo canibalismo. A ello haba seguido la especulacin sobre si un musulmn poda considerar antropofagia la ingestin de la sagrada hostia. Tan pronto hubo entrado en la kapheneia supo que algo iba mal. La radio emita solemne msica marcial y los muchachos permanecan sentados en ominoso y lgubre silencio, cogiendo sus vasos y frunciendo el entrecejo. El doctor Iannis advirti con asombro que Stamatis y Kokolios tenan las mejillas hmedas y brillantes como si hubieran llorado. Para su sorpresa, vio al padre Arsenios saliendo a grandes trancos con los brazos profticamente alzados, y su barba patriarcal apuntando al frente mientras exclamaba: Sacrilegio, sacrilegio, bramad barcos de Tharsis! Mirad!, levantar un viento destructor contra Babilonia y contra aquellos que all moran y osen levantarse contra m. Llorad, hijas de Rabba, cubros de arpillera, ay, ay de vosotras... Pero qu pasa? pregunt. Esos cabrones han hundido el Elli dijo Kokolios, y han torpedeado el fondeadero de Tinos. Cmo? Qu? El Elli. El buque de guerra. Los italianos lo han hundido frente a Tinos en el momento en que los peregrinos partan hacia la iglesia para ver los milagros. No estara el icono a bordo, verdad? Qu est pasando? Por qu? El icono est bien? No se sabe, no se sabe dijo Stamatis. Ojal siguiera sordo para no enterarme de nada. No sabemos cunta gente ha muerto ni si el icono se ha salvado. Los italianos nos han atacado, eso es todo, pero no s por qu. Mira que hacerlo el da de la fiesta del Trnsito. Es terrible. Qu ultraje, con todos esos peregrinos enfermos... Qu piensa hacer Metaxas? Kokolios se encogi de hombros: Los italianos dicen que no han sido ellos, pero se han encontrado restos de torpedo italiano. Es que piensan que no tenemos cojones? Los muy cerdos dicen que han sido los ingleses, y nadie ha visto el submarino. Nadie sabe lo que puede pasar. El doctor se llev las manos a la cara y not que los ojos se le llenaban de lgrimas. Era presa de toda la rabia furiosa e impotente del hombre de a pie que ha sido atado y amordazado para obligarlo a ver cmo violan y mutilan a su propia esposa. No se detuvo a intentar comprender por qu l y Kokolios se horrorizaban ante la violacin de un icono y de un da sagrado, siendo el uno comunista y el otro

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librepensador. No se detuvo a pensar si la guerra era o no inevitable. Eran cosas que no haca falta analizar. Venga, chicos, vayamos todos a la iglesia dijo. Es una cuestin de solidaridad. Kokolios y Stamatis se pusieron en pie y salieron juntos.

10. L'OMOSESSUALE (3)


Un hombre culpable desea nicamente ser comprendido, porque en la comprensin est de algn modo el perdn. Quiz a sus propios ojos sea inocente, pero le basta con saber que los dems le consideran culpable para sentir la necesidad de explicarse. Pero en mi caso nadie sabe que soy culpable, no obstante lo cual yo deseo ser comprendido. Fui escogido para aquella misin porque soy un hombre corpulento, porque me he ganado fama de aguantarlo todo, porque soy razonablemente inteligente (Francesco sola decir que en el ejrcito inteligente significa que no mete siempre la pata) y porque yo era marcial, es decir, tena a mis hombres siempre listos, lustraba mis botas cuando no estaban demasiado mojadas y conoca el significado de la mayora de acrnimos que suelen reducir nuestros documentos militares a un cdigo inextricable. Un mensajero motorizado me entreg una orden de que me presentara al coronel Rivolta y que llevase conmigo a otro hombre de confianza. Naturalmente, escog a Francesco; creo haber dicho ya que mi intencin era valerme de mi vicio como medio de convertirme en un buen soldado. Con l a mi lado me senta capaz de cualquier cosa. Como no estbamos en guerra no se me ocurri que llevarlo conmigo pudiera poner en peligro a Francesco; cmo iba yo a saber que en breve iba a tener la oportunidad de demostrarle mi herosmo. Recibir una orden es una cosa, y obedecerla otra. En esa poca disponamos slo de unos veinticuatro camiones para diez mil soldados. El coronel Rivolta se hallaba a unos veinticinco kilmetros de distancia. Para llegar hasta l hubimos de correr ocho kilmetros, recorrer en mulo otros ocho y finalmente conseguir que nos hicieran sitio en la parte de atrs de un tanque que se diriga al taller de reparaciones porque slo le funcionaba la marcha atrs. As que viajamos en contramarcha, una verdadera divisa para el conjunto de la inminente campaa. Rivolta era un individuo desmesuradamente grueso que haba ascendido en el escalafn gracias nicamente a conocer a las personas adecuadas. Era una autntica mina de elegantes eslganes tales como Un libro en una mano y un fusil en la otra, y haca gala del consumado herosmo de quien tiene su cuartel general a veinticinco kilmetros de sus tropas en una villa abandonada, de modo que puede utilizar el csped para ofrecer recepciones. Nosotros, los alpini, somos

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famosos por andar a puetazos con los Camisas Negras, y puede que sa fuera la razn de que me escogieran para la misin; si resultaba muerto, no habra importado gran cosa: yo no estaba en la lista de posibles ascensos. Quienes se preguntan por qu nuestros soldados no estuvieron a la altura de la eficacia de sus padres en la guerra de 1914 deberan tener en cuenta que en esta ocasin era imposible llegar a oficial de alta graduacin slo por mritos; para eso haba que ensuciarse bien la lengua. Rivolta era menudo, gordo, aburrido, y posea varias medallas de la campaa de Abisinia aun cuando todo el mundo saba que l y sus hombres no haban movido un dedo; pero esto no le haba impedido enviar a Italia espeluznantes informes de operaciones exitosas. Se trataba de fabulosas y muy imaginativas piezas de ficcin. Entre sus soldados se deca que haba ganado las medallas por sus proezas literarias. Adems, tena la lengua siempre ocupada y ms que sucia. Cuando entramos en aquella noble habitacin de techo alto y saludamos, Rivolta nos respondi con el saludo romano. Se nos ocurri que tal vez estaba parodiando al Duce, y Francesco ri entre dientes. Rivolta le fulmin con la mirada y seguramente pens en asignarle la limpieza de las letrinas. Caballeros dijo Rivolta con tono afectado, espero poder confiar en su valenta y en su absoluta discrecin. Francesco alz una ceja y me mir de soslayo. S, mi coronel dije yo. Desde luego, seor. Y Francesco hizo un gesto inequvoco con la lengua que por suerte no fue advertido por Rivolta. El coronel hizo una sea de que nos acercsemos a un mapa desplegado sobre una mesa de anticuario exquisitamente encerada. Se inclin sobre l y con un dedo regordete seal un punto en el valle contiguo al que nosotros estbamos acampados y dijo: Maana por la noche a las dos horas en punto ustedes se dirigirn al abrigo de la oscuridad a este punto que ven aqu y... Disculpe, mi coronel interrumpi Francesco, eso es territorio griego. Lo s, lo s. No soy imbcil. Eso no viene al caso. En esa zona no hay griegos, o sea que no se van a enterar. Francesco alz las cejas de nuevo. El coronel, sarcsticamente, dijo: Imagino que habrn odo hablar de algo llamado necesidad operacional. Entonces estamos en guerra? pregunt Francesco, y a buen seguro el coronel tom mentalmente nota de doblar sus servicios en letrinas. El ratn Mario escogi aquel momento para sacar la nariz por el bolsillo de la camisa de Francesco y hubo de ser remetido de nuevo antes de que Rivolta lo notara. Ello no hizo ms que sumarse al humor de por s irreverente de mi amigo, quien sonri como un idiota mientras el coronel prosegua: Una atalaya de madera ha sido tomada por un grupo de bandoleros locales que han matado a los guardianes y se han 53

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apoderado de sus uniformes. Parecen soldados nuestros pero no lo son. Hizo una pausa para dejar que asimilramos esta informacin y luego prosigui. Su misin ser tomar esa torre. Nuestro oficial de intendencia les proporcionar armas, equipo y provisiones especiales. Alguna pregunta? Hay dos compaas de bersaglieri en el valle, mi coronel dije. Por qu no lo hacen ellos? Francesco no pudo contenerse: Si slo son bandoleros deberan ir los carabinieri, no? El coronel se hinch de indignacin y pregunt: Acaso intentan recusar mis rdenes? Rpido como una flecha, Francesco contest: Usted ha dicho si tenamos alguna pregunta que hacer. Preguntas relativas a la operacin, no preguntas de tipo poltico. Ya me he hartado de su impertinencia, le advierto que debe usted guardar el debido respeto. El debido respeto repiti Francesco, asintiendo enrgicamente con la cabeza. Buena suerte, muchachos dijo el coronel, ojal pudiera ir con vosotros. Por lo bajo, aunque yo pude orlo bien claro, Francesco murmur. No sabes cunto me gustara, gilipollas. Rivolta nos mand a preparar las cosas con la promesa de unas medallas en caso de xito y con un grueso paquete de instrucciones que tambin inclua mapas, un horario preciso y una foto de Mussolini tomada de perfil y desde abajo a fin de realzar la curva de su mentn. Creo que la idea era enardecernos y aportar hierro a nuestra firmeza moral. Al salir de la villa nos sentamos en una tapia y examinamos los papeles. Esto me huele a chamusquina dijo Francesco. Qu opinas? Mir sus preciosos ojos y dije: Me da lo mismo. Slo son rdenes, y debemos suponer que alguien sabe lo que se hace, no? Me parece que supones demasiado repuso l. Adems de oler mal me temo que es una guarrada. Sac su animalito del bolsillo y le dijo: Mario, t no deberas mezclarte en estas cosas. Apenas dimos crdito a nuestros ojos cuando comprobamos que los pertrechos que nos entregaron en intendencia consistan en uniformes militares britnicos y armamento griego. Aquello pareca absurdo y, adems, no haba instrucciones para hacer funcionar la ametralladora ligera Hotchkiss. Conseguimos averiguarlo nosotros solos, aunque luego llegamos a la conclusin de que tal vez no tenamos que haberlo hecho. El tiempo nos salv de la manera ms curiosa. Estbamos ya preparados con mucha antelacin, y abandonamos a rastras nuestras lneas a las diez de la noche. Al cruzar la frontera nos pusimos los uniformes britnicos como rezaban las instrucciones y luego ganamos el siguiente valle tras haber subido la escarpa. En ese momento

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Francesco y yo estbamos metidos en un torbellino de estados de nimo contrapuestos. No creo que una persona que no haya conocido la accin pueda comprender realmente el intrngulis de lo que cruza por la cabeza de un soldado a la hora del combate, pero intentar explicarlo. En el presente caso, ambos estbamos orgullosos de haber sido elegidos para una misin militar de categora. Nos haca sentir especiales y muy importantes. Pero nunca habamos hecho algo parecido y, por tanto, estbamos muy asustados, no slo por miedo al peligro fsico sino a la gran responsabilidad que tenamos y a la posibilidad de meter la pata. Para ocultar nuestro miedo no parbamos de contarnos chistes tontos. El soldado siempre tiene otro miedo, a saber, que sus superiores saben ms que l y que l no sabe lo que en realidad est pasando. Sabe que puede darse el caso de que el alto mando lo sacrifique por un inters mayor sin informarle de ello, y eso le vuelve despreciativo y receloso con la autoridad. Y, adems, aumenta su miedo. La incertidumbre le vuelve supersticioso, y el soldado empieza a santiguarse continuamente o a besar su amuleto de la suerte o a ponerse el paquete de cigarrillos en el bolsillo de la pechera a fin de desviar las balas. Francesco y yo adoptamos la supersticin de que ninguno de los dos deba emplear la palabra ciertamente. No la pronunciamos ni una sola vez durante aquella misin ni despus. A lo largo de la guerra, Francesco sinti una necesidad constante de confiarse a su ratn y sola mecerlo en sus manos y decirle tonteras mientras los dems encendamos cigarrillo tras cigarrillo, nos pasebamos con nerviosismo, mirbamos gastadas fotografas de nuestros seres queridos, o salamos disparados a las letrinas cada cinco minutos. Descubrimos que existe tambin una violenta excitacin una vez la tensin de la espera concluye, y que en ocasiones esta excitacin se transforma en una suerte de loco sadismo cuando comienza la accin. No siempre puede culparse a los soldados de sus atrocidades; yo puedo decirles por experiencia que stas son consecuencia natural del infinito alivio que sobreviene al no tener que pensar ya ms. A veces, las atrocidades no son sino la venganza de los torturados. La palabra que buscaba es catarsis. Una palabra griega. Tendido entre matorrales frente a aquella atalaya nocturna senta a mi lado la presencia de Francesco, y supe que Fedro tena razn al creer que un amante es ms valeroso si tiene a su vera al amado. Yo quera proteger a Francesco y demostrarle que era un hombre: Mi amor por l aumentaba con la idea de que muy pronto una bala poda separarnos para siempre. Fue poco antes de la medianoche, los bhos chillaban, y a lo lejos o el dulce sonsonete de las esquilas. Haca un fro intenso y por el norte se haba levantado un viento helado. Tenamos muchos nombres para ese viento, pero el ms apropiado era probablemente encoge huevos. Eran las doce cuando Francesco mir su reloj y dijo:

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No aguanto ms. Se me duermen los dedos, tengo los pies congelados y te juro que va a llover. Por el amor de Dios, acabemos con esto de una vez. No podemos dije. Tenemos orden de no atacar hasta las dos en punto. Venga ya, Carlo, qu ms da? Atacamos ahora y nos largamos a casa. Mario est hasta los huevos y yo tambin. Tu casa est en Gnova, Francesco. No puedes irte all. Vers, es un asunto de disciplina. Perd la discusin porque en realidad estaba de acuerdo con Francesco y no quera morirme de asco en aquel sitio dejado de la mano de Dios slo porque habamos llegado temprano por mor de la eficiencia y el entusiasmo. Segn las rdenes debamos usar la ametralladora contra los bandidos, pero de noche y con aquella temperatura letal no pareca muy buena idea. La ametralladora estaba tan fra que te dolan los dedos slo de tocarla y, adems, no estbamos seguros de poder manejarla a oscuras. Decidimos acercarnos furtivamente a la atalaya. Arriba haba una farola, y nos sorprendi comprobar que eran al menos diez hombres. Nosotros habamos esperado como mucho tres. Vimos tambin que haba cuatro ametralladoras apoyadas en las barandillas exteriores. Francesco musit. Por qu nos han mandado slo a nosotros dos? Si les disparamos, nos dejan fritos. Te lo digo yo, aqu hay gato encerrado. Desde cundo tienen ametralladoras los bandidos? De la torre se oan cnticos; daba la impresin de que estaban un poco borrachos. Eso me anim a acercarme un poco ms para hacer un reconocimiento; las pias me araaban las manos y las rocas puntiagudas parecan querer hincarse en mis huesos. Descubr un gran montn de lea y un barril de queroseno bajo la torre, a resguardo de la lluvia. Todas las torres de vigilancia tenan estufas de lea y lmparas de petrleo y, por supuesto, las provisiones siempre se guardaban debajo. De ah que Francesco y yo no slo empezsemos el ataque dos horas antes de lo previsto, sino que lo hicisemos volcando el barril y prendindole fuego. La torre ardi como una antorcha y la llenamos de balas de ametralladora casi directamente desde abajo. No dejamos de hacer fuego hasta que vaciamos toda una cinta. Si hubo gritos no conseguimos orlos. Slo ramos conscientes de lo brincos que daba el arma, del rechinar de nuestros dientes y de la horrible locura de una accin desesperada. Cuando se acab la cinta de la ametralladora se produjo un silencio espeluznante. Nos miramos y sonremos. La sonrisa de Francesco fue dbil y apenada, y creo que la ma tambin. Era nuestra primera atrocidad. No tuvimos sensacin de triunfo. Nos sentamos exhaustos y corruptos. Fue Francesco el que tropez con el cadver del capitn Roatta de los bersaglieri, que haba cado por la barandilla de la torre y se haba partido el cuello. El cuerpo yaca hecho un guiapo, con los brazos y piernas extendidos, como si jams hubiera albergado un ser vivo. Fue 56

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Francesco quien encontr las rdenes por las que el capitn haba cogido nueve hombres para subir a la atalaya anticipndose a un ataque del ejrcito griego, que los servicios de inteligencia esperaban para las dos horas en punto. Francesco se sent a mi lado junto al cadver y mir las estrellas. Estos uniformes no son britnicos dijo al fin. Los griegos llevan el mismo uniforme que los britnicos, verdad? Se supona que deban matarnos dije yo, mirando tambin a las estrellas. Por eso nos dijeron que no llevsemos chapa de identificacin. Somos griegos que atacan al ejrcito italiano, y se supone que hemos muerto. Por eso nos mandaron slo a nosotros dos, as se aseguraban de que no podamos ganar. Francesco se puso lentamente en pie. Levant las manos en un leve ademn de angustia y despus las dej caer a los costados. Parece dijo amargamente que algn hijo de puta est intentando provocar una pequea guerra con Grecia.

11. PELAGIA Y MANDRAS


PELAGIA (sentada en el retrete despus de desayunar): Qu bien que el que construy esto dejara una abertura en la parte superior de la puerta. Podra estarme horas y horas contemplando las nubes sobre la cima de la montaa. Me pregunto de dnde saldrn. Quiero decir, ya s que es vapor de agua, pero da la impresin de que surgen de la nada y se agrupan as, de repente. Es como si cada gota tuviera un secreto que compartir con sus hermanas, y es as como las gotas se elevan del mar, se apian unas con otras y se dejan llevar por la brisa, y las nubes cambian de forma a medida que las gotas corren de un confidente a otro, susurrando por ejemplo: Veo a Pelagia ah abajo, sentada en el retrete, pero ni se imagina que estamos hablando de ella. Y dicen: He visto a Pelagia y a Mandras besndose. Cmo acabar esto? Ella se ruborizara si lo supiera. Oh, me he ruborizado. Soy una tonta. Y por qu las nubes van ms lentas que el viento que las impulsa? Por qu a veces el viento sopla hacia un lado y las nubes van hacia el otro? Tendr razn mi padre cuando dice que hay varias capas distintas de viento, o es que las nubes tienen algn sistema para viajar en direccin contraria? He de cortar unos cuantos trapos ms, tengo dolores en el vientre y la espalda, ya me toca. Anoche haba luna nueva, y eso significa que ya es el momento. Mi ta dice que lo nico bueno de estar embarazada es que no has de preocuparte por sangrar. Pobrecita Chrysoula, pobre criatura, qu cosa tan terrible. Pap viene tarde por la noche, temblando de ira y zozobra, todo porque Chrysoula cumpli catorce aos y nadie le haba dicho que un da iba a sangrar; ella est horrorizada, cree que tiene alguna enfermedad secreta, repugnante, y no puede decrselo a nadie y toma veneno para ratas. Y

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pap se enfada tanto que coge a la madre de Chrysoula por el cuello y la sacude como un perro sacude a un conejo, y el padre de Chrysoula se marcha con los chicos como de costumbre y llega a casa borracho como si nada hubiera ocurrido, y debajo de la cama de Chrysoula hay un montn de papeles grueso como una Biblia, llenos de oraciones que le reza a san Gerasimos para que la cure, y las oraciones son tan tristes y desesperadas que te dan ganas de llorar. Bueno, no puedo pasarme aqu todo el santo da pensando en las nubes y en la menstruacin; adems, empieza a hacer un calor de mil demonios y el pestazo ser insoportable. Pero voy a quedarme un rato ms, porque pap an tardar unos diez minutos en volver de desayunar, y lo importante es que cuando llegue me vea atareada. Supongo que tuvieron que dejar una abertura en lo alto de la puerta, si no aqu dentro estara totalmente a oscuras. MANDRAS (subiendo sus redes a la barca): San Pedro y san Andrs, concededme una buena pesca. Hoy har otra vez un calor sofocante, lo s, y s que todos los peces se escondern bajo las rocas o se irn al fondo. Dios debera haberlos criado con gafas de sol por el bien de nosotros, pobres pescadores. Deja que las nubes del monte Anos oculten un poco el sol, Seor, djame pescar unas buenas lisas para el doctor Iannis y Pelagia, deja que vea unos cuantos delfines o unas marsopas para que me indiquen dnde est el pescado, deja que vea unas gaviotas para que pueda encontrar chanquetes y Pelagia los reboce y los fra en aceite y exprima limn por encima y me pida que vaya a comer con ellos, y as podr tocarle la pierna con el pie por debajo de la mesa mientras el doctor habla de Eurpides y de la ocupacin napolenica, y yo dir: Qu interesante, pues no lo saba, es cierto eso? Seor, haz que pesque una raya para mi madre, y un rbalo, y un pulpo bien grande para trocear en rodajas que mi madre pueda guisar y yo me las coma maana, fras con tomillo y aceite, sobre una gruesa rebanada de pan blanco. No debera salir a pescar en martes, los martes nunca hay suerte, pero de algo hay que vivir, y puede que entre las innumerables sonrisas de las olas haya una sonrisa para m. Eso lo aprend del doctor: Las innumerables sonrisas de las olas, un verso de Esquilo, quien lgicamente nunca sali a la mar en invierno. Ms bien innumerables remojones y un fro de muerte. Pero hoy el da es precioso, precioso como Pelagia, y si lanzo el sedal hasta el fondo es probable que pesque un rodaballo, y si me pongo agua salada en los cortes del trasero me va a escocer horrores. PELAGIA (sacando agua del pozo): Papakis dice que Mandras va a tener partculas de terracota en el trasero para el resto de su vida, que va a parecer como si le hubieran espolvoreado pimienta roja. Me gusta su trasero, Dios me perdone, aun cuando no se lo he visto nunca. Slo puedo decir que me gusta. Que me gustara. Es muy pequeo. Cuando se agacha veo que es como las dos mitades de un meln. Quiero decir que las curvas parecen responder a una proporcin acorde con la idea original que Dios tuvo de esa fruta. Cuando me besa siento ganas de cogerle una nalga con cada mano. No lo he hecho nunca. No sera 58

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capaz. Qu dira l? Tengo unos pensamientos muy guarros. Menos mal que nadie me lee el pensamiento, me meteran en la crcel y todas las viejas me arrojaran piedras y me llamaran puta. Cuando pienso en Mandras tengo una imagen de su rostro, sonriendo, y luego lo imagino agachndose. A veces me pregunto si soy normal, pero las cosas que dicen las mujeres cuando estamos todas juntas y los hombres estn en la kapheneia... Si se enteraran los hombres, menudo escndalo! Todas las mujeres del pueblo saben que Kokolios tiene un pene torcido como un pltano y que el cura tiene un sarpullido en el escroto, pero los hombres no lo saben. No tienen idea de lo que hablamos entre nosotras, creen que hablamos de cocina y de bebs y de si hay que coser esto as o as. Y si nos sale una patata parecida al aparato de un hombre nos la pasamos y remos. Ojal hubiera un modo de llevar el agua hasta la casa sin tener que acarrearla. Cada cntaro es ms pesado que el anterior, y acabo siempre mojada. Dicen que los normandos solan envenenar los pozos arrojando cadveres dentro; o te moras de sed o del agua contaminada. Es un milagro que una isla sin ros ni arroyos tenga tanta agua clara de la tierra incluso en agosto. Cuando vaya a casa descansar un poco; odio esa picazn pegajosa en la nuca cuando empiezo a sudar. Me gustara saber por qu Dios hizo el verano tan caluroso y tan fro el invierno. Y dnde est escrito que las mujeres hayan de acarrear agua, si los hombres son ms fuertes? Cuando Mandras me pida que me case con l, le dir: Ni hablar, a menos que seas t el que vaya en busca de agua. l me contestar: De acuerdo, pero ve t a pescar, y yo no sabr qu responder. Lo que necesitamos es un inventor que venga a ponernos una bomba para llevar el agua hasta casa. Pap me saca de quicio. Qu significa eso de que no voy a tener dote? Quin se casa sin dote? Pap dice que es una costumbre brbara y que ya no se sigue en ninguno de los pases civilizados que l conoce, que uno se casa por amor como hizo l y que es una obscenidad convertir el matrimonio en una transaccin, y que eso implica considerar que la mujer no vale para el matrimonio a menos que lleve sus propiedades a cuestas. Pues si eso es lo que piensa, voy a tener que casarme con un extranjero. Yo le dije: Papakis, si lo piensas bien, es una tontera llevar ropa de abrigo cuando el calor aprieta. Quieres que sea la nica mujer en toda Grecia que vaya sin nada en pleno verano? Y l va y me da un beso en la frente: Eres casi tan lista como para ser mi hija, me dice y se marcha. Me dan ganas de estar desnuda cuando l llegue a casa, en serio. No se puede ir contra las costumbres, no seor, aunque sean una estupidez. Y qu dir la familia de Mandras? Cmo voy a soportar esa vergenza? Mi nica posesin es una cabra. Voy a tener que ir a casa del padre de l con una cabra y unas pocas prendas? quin me dice que van a aceptar mi cabra? Pues no pienso ir si no puedo llevarme la cabra, y ya est. Quin le va a soplar por el hocico y a rascarle detrs de las orejas? Papakis no. Y me gustara que pap dejase de mearse en las plantas, siempre que voy a coger alguna hierba me da un pasmo. Tal vez tendra que cultivar ms en otra parte, en un lugar secreto, y utilizar slo sas. No puedo seguir pidindoselas a los vecinos cuando ellos saben perfectamente que tenemos hierbas de sobra, y no puedo 59

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decirles que no utilizo las nuestras porque estn llenas de orines. Dios. Oh, Dios. Debera haberlo pensado. Mierda. Por qu no me habr puesto un pao antes de levantar el cntaro? Soy una tonta. Ahora me est saliendo sangre. Puaj, est caliente y pegajosa. Ser mejor que vuelva ms tarde por el cntaro. Otra vez lo mismo, cinco das anadeando como un pato. MANDRAS (saliendo por la boca del puerto): Sin dote. Dios sabe que la amo, pero qu va a pensar la gente? Dirn que el doctor Iannis no me juzga lo bastante bueno, eso dirn. Siempre me est llamando tonto e imbcil y diciendo que tengo demasiado kefi para ser un buen marido. Bueno, tonto s soy. Los hombres siempre son tontos por lo que respecta a las mujeres, eso lo sabe todo el mundo. Y yo s que le caigo bien al doctor, no deja de preguntarme cundo voy a pedirle la mano de Pelagia, y se hace el sueco cuando me pongo a hablar con su hija. El problema es que cuando estoy con ella no soy yo. Quiero decir, s que soy un hombre a carta cabal. Pienso las cosas. Estoy al corriente en poltica, s la diferencia entre un realista y un venizelista. Soy una persona seria porque no pienso slo en m mismo; quiero mejorar el mundo, quiero participar en las cosas. Pero cuando estoy con Pelagia es como si volviera a tener doce aos; primero me subo al olivo hacindome el Tarzn y luego simulo pelearme con la cabra. Es puro pavoneo, ya lo s, pero qu otra cosa se supone que debo hacer? No me veo diciendo: Venga, Pelagia, hablemos de poltica. A las mujeres no les interesan esas cosas, ellas quieren que las diviertas. Nunca le he hablado de mis puntos de vista. Quiz ella tambin piensa que soy tonto. No tengo su categora, eso lo s. El doctor le ense italiano y un poco de ingls, y su casa es ms grande que la nuestra, pero no me siento inferior. Al menos, no creo serlo. La suya es una familia atpica, eso es todo: poco convencional. El doctor dice lo que le viene en gana. Muchas veces no s de qu me habla. Habra sido ms fcil enamorarse de Despina o de Polyxeni. Tal vez si yo hubiera pasado la exiteia estara un poco ms al cabo de la calle. Quiero decir que el doctor ha navegado por todo el mundo, ha estado en Amrica. Y dnde he estado yo? Qu conocimientos poseo? Conozco taca y Zante y Levkas. Menudo chollo. No tengo historias ni recuerdos que contar. Jams he probado el vino francs. l dice que en Irlanda llueve cada da y que en Chile hay un desierto donde no ha llovido nunca. Amo a Pelagia, pero s que nunca llegar a ser un hombre hasta que haya hecho algo importante, algo grande, algo por lo que ser respetado. Por eso espero que haya una guerra. No quiero matanzas ni gloria, slo quiero algo que me exija un gran esfuerzo. Ningn hombre es tal hasta que ha sido soldado. Cuando vuelva vistiendo el uniforme nadie podr decir: Mandras es un chico simptico, pero no vale para nada. Entonces s merecer una dote. Ah, delfines. Un golpe de timn, cambiar de amura. No, no, no vengis, ya voy yo para all. Espero que no estis jugando. Ah, estoy seguro de que son el delfn Kosmas, el delfn Nionios y la delfina Krystal. Kalimera, risueos amigos. Ahora apartaos, voy a echar la red, y esta vez no cojis demasiados peces. Joder, qu calor hace, voy a darme un chapuzn. Fuera ropa, echar el 60

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ancla. Cuidado, delfines, all voy. Esto es gloria. Hay algo mejor que el agua del mar para las ingles recalentadas?, algo comparable a deslizarse por el agua agarrado a la aleta de un delfn? Nada, Krystal, nada. Coo, cmo escuece. PELAGIA (en la siesta): Qu calor. La puerta se mueve. Quin es? Mandras? No, no seas tonta, no se puede hacer aparecer a alguien slo pensando en l. Dicen que los fantasmas de los vivos existen. Oh, eres t, Psipsina. Oh, no. No podramos tener un perro como todo el mundo? Incluso un gato. En cambio, tenemos una marta loca que no hace la siesta. Lrgate. Hasta cundo vas a seguir creciendo? No puedo dormir con media tonelada de pelo sobre mi pecho. Estte quieta. Mmm, por qu hueles siempre tan bien, Psipsina? Has estado robando huevos y bayas otra vez? Por qu no cazas ratones? Estoy harta de picar carne. Y si utilizaras el suelo como todos los dems? Qu gusto le encuentras a ir saltando por el cuarto sin rozar el suelo? Mmm, qu dulce eres, me alegro de que Lemoni te encontrara. De veras. Ojal fueses Mandras. Quiero que Mandras se acueste sobre mi pecho. Santo Dios, qu calor. Pero cmo aguantas ese abrigo de pieles, Psipsina? Ojal fueses Mandras. A saber qu estar haciendo. Supongo que pescando en alta mar. Papakis dijo que tena un trasero estupendo. Lleno de terracota. El culo de una estatua clsica, un culo muy bonito, dijo. Si cierro los ojos y extiendo los brazos y le rezo a san Gerasimos, tal vez cuando abra los ojos tendr a Mandras encima en lugar de Psipsina. Qu guapo es. Y qu gracioso. Me hizo partir de risa antes de caerse del rbol. Fue entonces cuando supe que le amaba, por el miedo que sent cuando cay sobre la maceta. Abrazar a Psipsina como si fuera l y a lo mejor as l lo nota. Espero que no tengas pulgas. No quiero que me salgan ronchas en los brazos. Ayer me escoca el tobillo y pens culparte a ti, Psipsina, pero creo que deb de rasguarme con una zarza. Cundo va a pedir mi mano? Dice que su madre no es muy simptica. Vaya cosas que dice de su propia madre. Me gustara recordar a Mitera. Pobre Mitera. Muri hecha un esqueleto y escupiendo sangre. En la fotografa se la ve muy bien, joven y contenta, y por el modo en que posa su mano en el hombro de l se sabe que le quera. Si ella viviese yo sabra qu hacer respecto a Mandras, ella habra hecho cambiar de opinin a pap en lo de la dote. A Mandras no parece importarle eso. No es una persona seria y eso me da que pensar. Gracioso lo es un rato, pero no puedo hablar con l de nada. Una tiene que poder hablar de cosas con su marido, no? Con l todo son bromas y chistes. Es espabilado, lo cual demuestra, espero, que no es estpido. Le digo: T crees que habr guerra?, y l simplemente sonre y dice: Qu ms da? T crees que habr beso? Yo no quiero que haya guerra. Que no haya guerra. Que aparezca Mandras en la entrada del corral con un pez en las manos. Que venga Mandras cada da con un pescado. Estoy un poco harta de pescado, para ser franca. Psipsina, te has dado cuenta?, te has fijado en que cada vez que l trae un pescado, un trocito ms grande acaba en tu plato?

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MADRAS (remendando sus redes en el puerto): Ayer la Somalia britnica cay en manos de los italianos. Cunto tardarn en atacarnos desde Albania? Parece que fue cosa de tanques contra camellos. Me siento intil e insignificante en esta isla. Es el momento de que los hombres nos ocupemos de nuestras cosas. Le hice escribir a Arsenios una carta al rey, diciendo que me presentaba voluntario, y he recibido una carta de la propia oficina de Metaxas donde me dicen que me llamarn a filas cuando haga falta. Esta noche pienso hacer que escriba otra vez diciendo que quiero incorporarme inmediatamente. Cmo le dar la noticia a Pelagia? Una cosa s s: voy a pedirle que se case conmigo antes de irme, con dote o sin ella. Voy a pedir su mano a su padre y despus me pondr de rodillas y le preguntar a ella si quiere casarse conmigo. Sin bromas. Le har comprender que defendiendo a Grecia estar defendindola a ella y a las mujeres como ella. Se trata de la salvacin nacional. Todos tenemos el deber de hacer lo mximo que podamos. Y si muero, pues mala suerte, no habr muerto en vano. Morir con el nombre de Pelagia y el de Grecia, juntos, en mis labios, porque se trata de la misma cosa, una cosa sagrada. Y si salgo con vida, caminar con la cabeza bien erguida el resto de mis das y volver a mis redes y a mis delfines y todo el mundo dir: Ah va Mandras, que luch en la guerra. Todo lo que somos se lo debemos a gente como l, y ni Pelagia ni su padre sern capaces ya de mirarme y llamarme tonto e imbcil, y ya nunca ser un simple pescador annimo con trocitos de terracota en el culo. PELAGIA (sacando kleftico del horno comunitario): Dnde est Mandras? A estas horas suele andar por aqu. Quiero que venga. Me cuesta respirar, tengo muchas ganas de que venga. Otra vez me tiemblan las manos. Ser mejor que borre esa estpida sonrisa de mi cara, o la gente pensar que me falta un tornillo. Ven, Mandras, por favor, si vienes no le dar mi parte de pescado a Psipsina. Solamente la tripa y la cola y la cabeza. Qudate a cenar y acarciame la pantorrilla con el pie, Mandras. No tendra que ocuparse ella misma de sus ratones, con lo mayor que est ya? Es una estupidez hacer las cosas por puro hbito, sin necesidad. Venga, qudate a cenar.

12. LOS MILAGROS DEL SANTO


Todo segua igual en la isla; no haba habido presagios de guerra; hasta Dios se haba mostrado impertrrito ante la megalomana y la destruccin que afligan a este mundo. El 23 de agosto el lirio sagrado del icono de Nuestra Seora de Demountsandata haba brotado puntualmente y abandonado su estado de desecacin para tranquilidad de todos los fieles renovando una vez ms el prodigio. A mediados de mes un ejrcito de serpientes no venenosas desconocidas por los

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cientficos, con cruces negras en sus cabezas y una piel como de terciopelo, haban aparecido en Markopoulo aparentemente de la nada. Tras llenar las calles con sus serpenteos y sus reptaciones se haban aproximado al icono de la Virgen e instalado en el trono del obispo y, al final de oficio, haban desaparecido tan silenciosa e inexplicablemente como haban llegado. En el imponente castillo derruido de Kastro, que dominaba Travliata y Mitakata desde lo alto, los marciales espectros de los romanos exigan contraseas a normandos y franceses, y los fantasmas de casacas rojas jugaban a dados con los de turcos, catalanes y venecianos entre el hmedo e inexplorable laberinto de depsitos, tneles y minas subterrneos. En la cada ciudad veneciana de Fiskardo el colosal fantasma de Guiscard recorra a grandes zancadas la muralla, clamando por la sangre y los tesoros griegos. En el extremo septentrional de Argostolion el mar se colaba como siempre en los hoyos de aguas sucias de la playa, desvanecindose por arte de magia en las entraas de la tierra, y en Paliki la roca conocida como Kounopetra no par de menearse a su propio y desconocido ritmo. Los aldeanos de Manzavinata, tan predecibles como la roca de marras, no dejaron de explicar a todo el que se pusiera a tiro que en una ocasin una flota de guerra britnica haba rodeado Kounopetra con una cadena pero no haba podido moverla; una pequea roca griega haba resistido al poder y la curiosidad cientfica del mayor imperio que haya conocido el hombre. Ms extraordinario todava es el hecho de que una expedicin francesa hubiera fracasado una vez ms en el intento de localizar el fondo del lago Akoli, y que un desconcertado zologo de Wyoming hubiese confirmado el informe del eminente historiador Iannis Kosti Laverdos, segn el cual las liebres salvajes y algunas cabras montesas del Ayia Dinati tienen dientes de oro y plata. Ya desde la poca de la crucial intervencin de la diosa Io en el asesinato de Memnn a manos de Aquiles y en la muerte accidental de Pocris a manos de su propio e ingenuo marido, la isla haba sido siempre terreno abonado para los milagros. Lo cual no debe maravillar a nadie, puesto que la isla posea un nico santo propio, y era como si su poder sobrenatural hubiera sido demasiado grande y esplendoroso para guardrselo dentro. San Gerasimos, renegrido y marchito, encerrado en su abombado sarcfago de oro junto al retablo del monasterio que lleva su nombre, muerto desde haca cinco siglos, se levantaba por la noche. Vestido de escarlata y oro y engalanado con piedras preciosas y medallones antiguos, el santo avanzaba rechinando y matraqueando entre su rebao de pecadores y enfermos, visitndolos en sus casas e incluso aventurndose a veces hasta su Corintia natal para visitar all los restos de sus padres y vagar por los cerros y arboledas de su juventud. Pero el cumplidor san Gerasimos regresaba siempre de buena maana, con lo cual obligaba a las grrulas monjas que le atendan a limpiar de barro los brocados de oro de sus sandalias y colocar de nuevo sus macilentas y momificadas extremidades en una postura de pacfico reposo. Era un santo de verdad, un genuino hombre venerable sin nada en comn con los dudosos e imaginarios santos de otras religiones. l no 63

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haba mancillado el mundo como san Dominico con la inquisicin, no haba sido un gigante de cinco metros de estatura con tendencias canibalescas como san Cristbal, y no haba matado accidentalmente a los espectadores de su muerte, como santa Catalina. Y tampoco era un santo a medias, como san Andrs, que haba conseguido dejar nicamente la suela de su pie derecho en el convento cercano a Travliata. Como san Spiridon de Corf, Gerasimos haba llevado una vida ejemplar; a modo de inspiracin y prueba, ah estaba la envoltura mortal que haba dejado al fallecer. Se hizo monje a los doce aos, pas otros tantos en Tierra Santa, vivi cinco aos en Zante y por ltimo se estableci en una cueva en Spilla, para reorganizar desde all el monasterio de Omala, donde plant el pltano de levante y cav el pozo con sus propias manos. Los generalmente cnicos isleos le queran tanto que le haban dedicado dos festividades, una en agosto y otra en octubre; docenas de varones eran bautizados con su nombre, se crea en l con ms fervor que en el propio Seor, y desde su trono celestial haba acabado acostumbrndose a que la gente maldijera o jurara en su nombre. Cuando llegaban esas dos fiestas el santo apartaba tolerante los ojos mientras la poblacin de la isla se dedicaba por entero a emborracharse del modo ms estrafalario. Sucedi ocho das antes de que Metaxas rechazara el ultimtum del Duce, pero pudo haber ocurrido cualquier da festivo de los ltimos cien aos. El sol se haba privado de su crueldad, y el calor, aun siendo glorioso, no era sofocante. Una ligera brisa marina se colaba por entre los olivos, haciendo susurrar las hojas de forma que cada una se converta en una seal luminosa de plata y verde oscuro. Amapolas y margaritas oscilaban entre la hierba agostada an tras el verano, pero ahora empezaba a refrescar y las abejas sacaban buen partido de las flores, como si supieran que comenzaba el otoo; sus numerosas colmenas goteaban la oscura y difana miel que los isleos, confiados, saban era la mejor del mundo. En lo alto del monte Anos los buitres negros buscaban los cadveres de cabras torpes o desafortunadas, y all en los brezales de los llanos las pequeas currucas rean y revoloteaban. Innumerables erizos hocicaban y husmeaban debajo de ellas, disponiendo prudentemente sus nidos de hierba y hojas en previsin de los prximos fros, y las playas aparecan salpicadas de lo que parecan restos de naufragios menores, barcas medio desmontadas y sacadas del agua para su inspeccin y recalafateado. Las plantas tropicales del sur de la isla empezaban a parecer menos exuberantes, como si economizaran su savia o aguantaran la respiracin, y las higueras lucan sus voluminosos frutos morados entre otros ms verdes que maduraran al ao siguiente, el ao en que se convertiran oficialmente en la fruta de los fascistas de Roma. Al amanecer Alekos acarici la caja de su anticuado fusil y decidi no llevarlo consigo; en la fiesta del santo siempre haba demasiadas vctimas, y ello desmereca los milagros. Envolvi el arma entre sus mantas y sali a la niebla para ver si sus cabras estaban bien; tena pensado dejarlas solas todo el da, pero estaba seguro de que el santo cuidara de ellas. Saba que durante el largo ascenso del monte Anos 64

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podra or el vibrante sonido de las esquilas; jugara consigo mismo a identificar cada una de sus cabras por su sonido particular. Senta una excitacin casi insoportable al imaginar el espectculo del santo curando epilpticos y locos. A quin escogera esta vez? En la aldea, el padre Arsenios bebi toda una botella de Robola y se restreg cansinamente los ojos, poco habituados a las fatigas de levantarse temprano. Pelagia y su padre ataron la cabra al olivo y encerraron a Psipsina en una alacena donde no encontrara nada que destrozar. Kokolios breg muy brevemente con sus creencias comunistas acerca del opio del pueblo y acab ponindose la ropa de su mujer. Stamatis se hizo un sombrero cnico encolando unos papeles y se lo prob mientras su esposa cortaba unos tacos de queso, envolva unos confites de rozoli y mantola y recordaba cosas de qu quejarse. Megalo Velisarios carg su culebrina sobre el lomo de un toro robusto que haba pedido prestado a su primo tercero y so con ganar la carrera. Haba cargado el can con fragmentos de pan de oro y plata, y esperaba ilusionado los suspiros de admiracin de la multitud cuando la centelleante municin saliera disparada hacia el cielo y luego descendiera aleteando cual lluvia de metlicas mariposas. En el monasterio las monjitas rubicundas despertaron a los numerosos huspedes y peregrinos en sus aseados cuartos, llenaron jofainas y aguamaniles llamativos, hincharon las almohadas de encaje, cambiaron las lujosas toallas y barrieron el polvo. Ellas, por su parte, vivan en espartanas habitaciones que, adems de ser pequeas, no tenan ms mobiliario que una chirriante carriola y oscuros iconos en las paredes. Se complacan en dar de comer al prjimo, escuchar con exquisita sensualidad sus historias de infortunios y traiciones y construir en base a lo que oan una imagen fragmentada del mundo exterior. Era mejor conocerlo de odas que tener que vivir en l, de eso estaban convencidas. En el manicomio adyacente otras monjas vestan a los internos con ropa limpia y se preguntaban a cul de ellos sanara el aura del santo. En muy pocas ocasiones haba rehusado ste una curacin, y no haba duda de que su gran generosidad (y su vanidad, tal vez) era en s misma garanta de la recuperacin de algn desdichado. Sera Mina, que graznaba y farfullaba, que no reconoca a nadie y que se exhiba ante los incautos? Sera Dimitri, que rompa ventanas y botellas para comerse los cristales? Tal vez Mara, que crea ser reina de Amrica y haca que hasta los mdicos se le acercaran postrados de hinojos? O Scrates, cuya extrema neurastenia haca que el mero hecho de levantar un tenedor fuese una responsabilidad tan insostenible que poda echarse a llorar y temblar de pies a cabeza? Las monjas crean que vivir cerca del santo era ya una forma moderada de remedio, y en sus momentos de lucidez los locos se preguntaban cundo les llegara el turno. El santo determinaba sus curaciones sin lgica ni consistencia aparentes; algunos moran tras una espera de cuarenta aos, mientras otros llegaban un ao con antecedentes de atesmo y conducta reprobable y al siguiente se marchaban curados. Por las hermosas praderas del valle y entre los pltanos que bordeaban el camino de Kastro, peregrinos y coribantes venan 65

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llegando desde haca dos das, algunos desde regiones realmente remotas. Los parientes de los locos haban besado ya la mano del santo y haban rezado juntos en el templo por la curacin de los suyos, mientras las monjas daban brillo a los ornamentos dorados, decoraban la iglesia con flores y encendan los enormes cirios. Los bancos se llenaron de parientes lejanos que renovaban sus lazos de amistad por medio de una animada y voluble conversacin que los no griegos toman equivocadamente por irreverencia. Fuera, los peregrinos descargaban feta, melones, pollos guisados y tpicos pasteles de carne de sus animales de carga, lo compartan todo con sus vecinos y componan coplas epigramticas a expensas de los dems. Se vean grupos de muchachas risueas cogidas del brazo, lanzando sesgadas sonrisas a maridos potenciales y posibles fuentes de coqueteo, y los hombres, fingiendo hacer caso omiso, formaban corrillos y gesticulaban y blandan botellas mientras resolvan los grandes problemas del mundo. Los curas iban en enjambres, como las abejas, discutiendo asuntos teolgicos con suma gravedad, aumentando sus barbas grises el efecto patriarcal de sus relucientes zapatos negros y sus ondeantes hbitos, y soportaban las aduladoras interrupciones de los fieles, a quienes no se les ocurra mejor pretexto para la conversacin que preguntar si tal o cual obispo asistira o no a la celebracin. Pero en realidad las escenas de alborozo pastoral y dignidad eclesistica eran el disfraz que disimulaba la creciente ansiedad de todos los presentes, el nerviosismo de la expectacin, el temor a presenciar lo mecnicamente inexplicable, el azoramiento que aflige a quienes van a ser testigos del descorrimiento del velo entre este mundo y el otro. Cuando son la campanilla que sealaba el comienzo del servicio religioso, los presentes sintieron una presin en el pecho y una especial susceptibilidad para las lgrimas. Hubo un repentino murmullo de voces y de actividad mientras la gente empezaba a apretujarse en la iglesia, atestada por encima de su capacidad, y a apiarse en el patio exterior. Algunos tomaron posiciones en el cementerio de los curas. En distintos puntos de la muchedumbre Alekos, Velisarios, Pelagia, el doctor Iannis, Kokolios y Stamatis estiraban el cuello para or mejor las distantes modulaciones del sacerdote. Cuando los que estaban dentro de la iglesia se santiguaban, los que estaban junto a la puerta lo hacan un momento despus, y luego los de detrs, y a continuacin los de ms atrs, de modo que una oleada de gestos recorri a la muchedumbre como cuando se lanza una piedra a un estanque. El sol estaba alto y las personas, apretujadas, empezaron a sudar. El bochorno estaba alcanzado niveles insoportables cuando el servicio toc a su rimbombante final. La gente empez un proceso inverso de empujones y codazos en el cual aquellos que haban tenido mala suerte respecto a su lugar en la iglesia vieron cambiar su fortuna al ser los primeros en llegar al emplazamiento de los milagros bajo el pltano del santo. Dentro de la iglesia, los portadores izaron el cuerpo del santo varn; debajo del rbol, las monjas organizaron una y otra vez la impredecible y errtica reunin de locos, la mayora de los cuales 66

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estaban a un tiempo alicados y aterrorizados, pues les abrumaba el impresionante caos de caras desconocidas que haba alrededor. El comedor de cristales empez a aullar. La reina de Amrica, emocionada por la llegada de sus sbditos, adopt una postura de suprema realeza, y Scrates mir abyectamente su pie derecho, el movimiento del cual se haba convertido en una penosa experiencia. Con un gran esfuerzo de voluntad, Scrates consigui, para su consternacin, mover uno de sus dedos ndices. Luego intent hacer el esfuerzo de voluntad de pararlo, pero no consigui hacer el esfuerzo de voluntad de hacer ese esfuerzo de voluntad. Inmovilizado por ese infinito regreso de su incapacidad, se refugi en el calidoscopio de inconexas imgenes de su retina. Una de las monjas se enjug una lgrima de la mejilla y corri a calmar al comedor de cristales. Otras se le unieron al objeto de persuadir de buena manera a los familiares de que se tumbaran o tomaran asiento. Mina estaba sentada bajo el enorme rbol con los brazos en torno a las rodillas. Pese al tropel de gente y pese al tangible teln que separaba su mundo del de ellos, not una cierta calma abrirse paso entre el farfulleo de sus pensamientos. Contempl el cegador blanqueado de la iglesia y se dio cuenta de que aquello era una iglesia. Huevos de tortuga, pens, y record entonces unos versos absurdos de su infancia. De repente se puso en pie y empez a recogerse el vestido, pero una monja le orden que se lo bajara. Mina lo hizo y oy vagamente el tumulto de voces que anidaba en su pecho. Las voces gritaban y rechinaban, y no poda librarse de ellas aunque se agazapara en un rincn o se diera de cabezazos contra la pared. A veces le hacan hacer cosas amenazndola con retenerla all hasta que obedeciese. A veces le provocaban picores por todo el cuerpo hasta que ella no poda ms y empezaba a desgarrarse la carne con las uas, y a veces le decan que dejase de respirar: conmocionada por el pnico, notaba cmo los pulmones se le paraban y el corazn le lata ms y ms despacio hasta detenerse exnime. A veces la brecha entre ella y el mundo se abra tanto que cuando miraba hacia abajo vea bajo sus pies un vaco infinito; en esas ocasiones echaba a correr frenticamente en busca del suelo, y as chocaba contra objetos invisibles que le provocaban cardenales y heridas sangrantes. A veces, abrumada por el miedo, sudaba de tal manera que las monjas no podan sujetarla porque se les escurra, y entonces caa al suelo del asilo sollozando. Lo peor era cuando poda ver los rostros de quienes la rodeaban, notaba que la estaban mirando, saba que planeaban matarla y se recoga las faldas para taparse la cara, como si mediante ese sortilegio pudiese impedir que la vieran. Y siempre que haca esto, aparecan manos como por ensalmo y le bajaban otra vez las faldas, de modo que ella se vea forzada a utilizar toda la fuerza de su desesperacin para recogrselas otra vez. Herida y acosada, Mina se sent en la hierba y se acurruc al notar que una sombra se acercaba y pasaba sobre ella. Al doctor Iannis y a Pelagia les haba tocado estar en primera fila y observaban con creciente excitacin cmo el cuerpo engalanado del santo pasaba en volandas por encima de los reclinados lunticos. 67

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Jams cuerpo alguno haba sido manejado con mayor solicitud ni con mayor respeto; no haba que zarandear el fretro, que nada se moviera de sitio. Sus portadores andaban entre las piernas de los locos, y los familiares de stos, nerviosos, refrenaban las convulsiones y sacudidas de sus afligidos parientes. El comedor de cristales puso los ojos en blanco y su boca se llen de espuma de epilptico, pero no se movi. No tena familia que le detuviera y sac fuerzas del santo para contenerse. Enseguida vio pasar bajo su nariz unas sandalias recamadas. Mientras se llevaban al santo, la gente, con el alma en vilo escudriaba a los enfermos para ver si se haba producido algn cambio. Alguien se fij en Scrates y seal con el dedo. Agitaba los hombros como un atleta a punto de lanzar la jabalina y se miraba perplejo las manos, moviendo los dedos de uno en uno, por orden. De pronto alz los ojos, vio que todos le estaban mirando y salud tmidamente con el brazo. Un aullido inhumano surgi de entre la multitud; la madre de Scrates cay de rodillas y bes las manos de su hijo. Luego se levant, alz los brazos al cielo y exclam: Loado sea el santo, loado sea el santo, de forma que en un santiamn todos los all reunidos se pusieron histricos de temor reverencial. El doctor Iannis apart a Pelagia de los apretujones inminentes y se enjug el sudor de la frente y las lgrimas de los ojos. Temblaba de pies a cabeza; otro tanto, segn pudo ver, le pasaba a Pelagia. Un fenmeno puramente psicolgico, murmur para sus adentros, y de pronto tuvo la sensacin de ser un ingrato. La campana de la iglesia empez a repicar con desmesura mientras monjas y sacerdotes se disputaban el privilegio de dar un tirn a la cuerda. Y empez el carnaval, impulsado tanto por el alivio colectivo y la necesidad de quitarse de encima la carne de gallina como por la natural inclinacin de los isleos a los festejos. Velisarios dej que Lemoni arrimara una cerilla al odo de su pequeo can, y tras un temible rugido, el cielo se llen de una resplandeciente lluvia de pan de oro y plata que vibraba en el aire como los copos de Zeus. Scrates iba de un lado a otro aturdido por la dicha mientras muchas manos le palmeaban la espalda y un huracn de besos descenda sobre el dorso de su palma. Es la fiesta del santo? pregunt. S que parece una tontera, pero no recuerdo en absoluto haber venido. Y lo sacaron a bailar, un syrtos de la gente joven de Lixouri. Una pequea orquesta improvisada, integrada por varias gaitas askotsobouno, una zampoa, una guitarra y una mandolina, trataba de lograr la armona desde distintos puntos del comps musical, y un buen bartono, que era picapedrero, inventaba una cancin en honor del milagro. Cant primero un verso, que corearon los bailarines, y ello le dio tiempo a esbozar el siguiente hasta que la cancin qued terminada con meloda y todo: Un buen da vine a bailar y a ver a las chicas, vine como viene el pagano pensando slo en el yantar. Pero el santo ha lavado mis incrdulas pupilas y ahora s que Dios es bondad... 68

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Una hilera de chicas guapas cogidas de las manos ocupaba de punta a punta la parte de atrs, y delante de ellas una fila de muchachos lanzaba una pierna y la cabeza hacia atrs, saltando ligeros como grillos. Scrates cogi la paoleta roja del bailarn que iba en cabeza y para deleite de los espectadores ejecut la ms atltica y espectacular tsalimia que ninguno de ellos haba visto jams. Mientras sus piernas describan arcos por encima del nivel de su cabeza, mientras la letra de la cancin brotaba de sus labios, Scrates conoci por primera vez el significado del regocijo y el solaz. Su cuerpo saltaba y giraba sin el menor esfuerzo de voluntad, msculos cuya existencia haba olvidado haca tiempo crepitaban como el acero, y casi poda sentir el sol centellear en sus dientes mientras su rostro se desencajaba en una amplia e irreprimible sonrisa. El maullido de las gaitas vibraba dentro de su cabeza y, de pronto, al mirar las nubes sobre el monte Anos, le sobrevino la idea de que haba muerto y estaba en el paraso. Lanz sus piernas ms arriba todava y su corazn cant como un coro de pjaros. Un grupo de Argostolion con orquesta propia empez a bailar un divaratiko, provocando crticas de los de Lixouri y alabanzas de los de Argostolion, y en un extremo del prado una cuadrilla de pescadores conocidos como tratoloi empez a descorchar botellas y a entonar entusiastamente las canciones que haba ensayado durante semanas en las tabernas de Panagopoula despus de haber repartido las ganancias de la jornada, bromeado unos con otros, comido aceitunas y llegado finalmente al punto en que cantar era algo natural e inevitable. Juntos entonaron: El jardn en que estis sentadas jams necesita flores, pues vosotras sois los capullos y slo un necio o un ciego sera capaz de no verlo. Los rpidos arpegios de la guitarra fueron desvanecindose, y el tenor inici una arieta. Su voz aull en el punto ms alto del registro, por encima de la chchara de la gente e incluso de la detonacin del can de Velisarios, hasta que sus amigos le hicieron coro y en torno a la meloda que haba creado tejieron una intrincada y polifnica armona, consiguiendo llegar al final de la misma ni ms ni menos que en la tonalidad adecuada, con lo que la hermandad del mar proporcionaba as pruebas concluyentes de su unidad metafsica. Entre canciones y bailes las monjitas fueron dejando a su paso una estela de vino y comida en abundancia. Aquellos que ya estaban ebrios empezaron a mofarse unos de otros, y en algn caso la mofa se torn en insulto, y el insulto en golpes. El doctor Iannis hubo de dejar su queso y su meln para taponar narices sangrantes y restaar cortes producidos por botellas rotas. Las mujeres y los ms juiciosos de entre los hombres trasladaron sus cosas a sitios ms alejados de aquellos

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que amenazaban con desmandarse. Pelagia fue a sentarse en un banco, ms cerca del monasterio. Contempl los nuevos bailarines que aportaban al panegyri las tradiciones del carnaval. Los hombres aparecan absurdamente ataviados con camisa blanca, tonelete blanco, guantes blancos y extravagantes sombreros de papel. Iban engalanados con cintas de seda roja, campanillas, alhajas y cadenas de oro, fotografas de sus novias o del rey, acompaados de menudos chiquillos satricamente vestidos de chica. Todos lucan mscaras grotescas y graciossimas, y entre ellos estaba Kokolios enfundado en las mejores galas de su protestona mujer. Cerca del camino, unos jvenes con atuendos fantsticos y la cara pintarrajeada empezaron a representar babaoulia, en cuyas escenas cmicas ni siquiera el santo pudo impedir ser ridiculizado. Una competicin de polcas, lanceros, cuadrillas, valses y ballos lanz a la multitud a un caos de cuerpos cados, chillidos e insultos. Pelagia divis a Lemoni intentando solemnemente prender fuego a la barba de un sacerdote, y el corazn le dio un leve vuelco cuando vio a Mandras lanzando petardos a los pies de unos bailarines de Fiskardo. Le perdi de vista y al rato not que alguien le tocaba el hombro. Se dio la vuelta y contempl a Mandras, echados los brazos atrs en un abrazo de risa. Ella sonri pese a que l estaba ebrio, y de repente Mandras cay de rodillas y enton con dramatismo: Siora, quiere casarse conmigo? Csese o me muero. Por qu me llamas siora? pregunt Pelagia. Porque hablas italiano y a veces llevas sombrero dijo l sonriendo como un tonto. Sin embargo dijo Pelagia, no tengo nada de aristcrata y no se me debe llamar siora. Le mir un momento y entre los dos se hizo el silencio, un silencio que la oblig a responder a su proposicin: Claro que me casar contigo dijo quedamente. Mandras se levant de un salto y Pelagia advirti que las rodilleras de sus pantalones se haban manchado al haberse arrodillado en un charco de vino. Mandras hizo piruetas y cabriolas, y ella se levant riendo. Pero no pudo tenerse en pie; una fuerza invisible pareca devolverla al asiento. Rpidamente examin sus faldas y comprob que Mandras se las haba sujetado al banco. Su flamante prometido se arroj de espaldas a la hierba y grit de jbilo, hasta que de pronto se sent, compuso expresin de absoluta seriedad y dijo: Koritsimou, te amo con toda mi alma, pero no podemos casarnos hasta que vuelva del ejrcito. Ve a hablar con mi padre dijo Pelagia, y con el corazn a punto de salrsele por la boca vag entontecida entre los jaraneros con la intencin de digerir aquel contradictorio milagro. Luego, preocupada por el hecho de no estar tan contenta como era conveniente, se encamin de nuevo hacia la iglesia a fin de estar a solas con el santo. El da agotaba sus horas, y Mandras no consigui dar con el doctor antes de que la bebida le rindiera. Durmi como un ngel en un charco de algo asqueroso e indefinible, mientras cerca de l Stamatis atacaba 70

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a Kokolios con un cuchillo monrquico y le amenazaba con cortarle sus comunistas huevos, antes de arrojarle los brazos al cuello y jurarle fraternidad eterna. En otra parte un hombre acab muerto a cuchilladas tras una discusin sobre unas propiedades que eran motivo de pendencia desde haca casi un siglo, y el cura Arsenios tuvo un acceso de visin borrosa que le hizo confundir a Velisarios con su difunto padre. El anochecer se abri paso por entre la anarqua aparentemente obstinada de la tarde y lleg la hora de la carrera final. Haba chiquillos montados sobre gordos machos cabros, una nia pequea encima de un perro grande, borrachos alegres sentados sobre asnos pero mirando hacia atrs, caballos macilentos con la cabeza gacha soportando el peso de obesos taberneros que trepaban por sus flancos, y Velisarios a horcajadas sobre el pacfico toro que haba pedido prestado. Hubo una falsa salida a la que fue imposible poner remedio, y una preciosa estampida dio comienzo antes de que el juez de salida tuviera tiempo de levantar su paoleta. La chiquilla del perro grande azuz su montura hacia un trozo de cordero asado, los chicos que iban en los machos cabros corcovearon a la par que stos, los asnos trotaron serviciales hacia lugares que no eran la lnea de llegada, y los caballos se negaron a moverse. nicamente el toro y su herclea carga recorrieron pesadamente en lnea recta el trecho que los separaba del otro extremo del prado, precedidos por un excitado cerdo sin jinete. Velisarios, popular por sus victorias, lleg a la lnea de meta, desmont y, ante los aplausos de los asombrados espectadores, cogi al toro por los cuernos y de un tirn lo inmoviliz en el suelo. El toro se qued all bramando de incomprensin mientras Velisarios era transportado a hombros por la multitud. Grupos de embriagados empezaron a desfilar, cantando a voz en grito: Nos vamos dejando a los muchachos de buen humor y con ganas de pelea. Vinimos como peregrinos y regresamos borrachos segn la sagrada costumbre. El santo nos sonre desde el cielo y nosotros le honramos bailando y cayndonos de bruces. Pelagia y el doctor se marcharon a su casa, el padre Arsenios aprovech la hospitalidad del monasterio, Alekos se qued dormido en un refugio de piedra a media ascensin, y Kokolios y Stamatis se perdieron en el monte bajo de Troianata mientras buscaban a sus respectivas esposas. De vuelta en el manicomio, Mina se sent en su cama preguntndose dnde estaba. Pestae, se mir las piernas y vio que tena los pies muy sucios. Cuando su to vino a despedirse, hasta el ao que viene, se sorprendi al orla decir muy risuea: Theio, has venido para llevarme a casa? 71

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El hombre se qued sin habla, gimi de incredulidad, se puso a dar vueltas con los puos dirigidos al cielo, ejecut de pura alegra tres pasos de un kalamatianos y luego meci a su sobrina entre sus brazos exclamando Efkharisto, efkharisto, una y otra vez. Ella le haba reconocido, ya no farfullaba, no senta ya el apremio de recogerse las faldas, estaba cuerda y, a sus veintisis aos, todava casadera (con una dote y un poco de suerte). El to lanz besos a las alturas y prometi al santo que le buscara una dote a la chica aunque eso le costara a l la vida. Por lo visto, Gerasimos haba hecho doble milagro aquel ao y haba decidido con modestia que uno fuera menos sensacional que el otro. El comedor de cristales y sus desdichados compaeros vieron marchar a Mina y se preguntaron patticamente cunto les hara esperar el santo.

13. DELRIUM
Mandras no hizo acto de presencia durante los dos das siguientes a la fiesta del santo, provocando en Pelagia un estado de extrema agitacin. No se le ocurra qu poda haberle pasado y no paraba de imaginar motivos para su ausencia, experimentada por ella como una carencia que amenazaba con volverse ms real que las obligaciones y los objetos de la vida diaria. Haba regresado de la fiesta con su padre y haba deducido que la ligereza de su conversacin se deba a una combinacin de alcohol con el hecho de que Mandras no hubiera hablado con l. Pelagia haba querido interrumpir sus constantes observaciones sobre la naturaleza psicolgica de lo milagroso y sus comentarios sorprendentemente bastos sobre lo que haba ocurrido en la periferia de la fiesta; estaba a punto de estallar de inquietud y felicidad, y lo nico que quera era hablarle de la proposicin de Mandras. Esa informacin tena ms peso que el mundo entero, y necesitaba compartirla con su padre para ver si as le resultaba un poco ms liviana. El doctor no haba reparado en el rubor de sus mejillas, en que apenas prestaba atencin, en su tendencia a tropezar con las piedras, en los ademanes excesivamente enfticos de sus manos y en su voz ligeramente estrangulada; haba llegado a ese estado de embriaguez en que la alegra etlica se tambalea al borde de la nusea y la inestabilidad, y opt por replegarse. La suya era una felicidad que exclua toda sensibilidad hacia el estado anmico de su hija. Cuando llegaron a casa, Pelagia an no le haba comunicado la noticia, y el doctor cogi a Psipsina en brazos y bail con ella un vals en el patio antes de orinar sobre la menta e irse a la cama, hediondo y completamente vestido. Pelagia se fue tambin a la cama pero no pudo dormir. Una luna casi llena deslizaba filamentos de una misteriosa luz plateada por entre

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las tablillas de la persiana, lo cual se sumaba a la enrgica carpintera de los grillos para mantenerla tumbada y con los ojos bien abiertos. Nunca se haba sentido ms despierta. Su mente haca constantes acrobacias al rememorar los sucesos del da; el milagro, las canciones y los bailes, las peleas, la carrera, la propuesta de matrimonio. Siempre acababa en lo mismo; los ros de su memoria invertan su corriente para volver a aquel apuesto muchacho arrodillado junto al banco donde ella estaba sentada. Mandras de rodillas en un charco de vino; Mandras, tan guapo l, tan joven y esplendoroso; Mandras, tan exquisito como el mismsimo Apolo. Empez a sudar mientras se imaginaba abrazada por l, lo transformaba en un ncubo, mova brazos y piernas, le acariciaba la espalda y experimentaba in absentia la blanda sinuosidad de su lengua en sus pechos y la elstica presin de su peso. Te quiero, declar al tiempo que le asaltaban dudas como una invasin de diminutos diablos invisibles. El matrimonio era algo muy serio. Significaba renunciar a una vida a cambio de otra, significaba abandonar la casa de su padre, significaba dar a luz y no parar de trabajar, en lugar de aquel idilio de paz con sus falsos contratiempos, su tranquila rutina y sus simpticas excentricidades. La idea de aceptar rdenes y decisiones de otro que no fuera su padre, cuyos mandatos por ms bruscos y perentorios que fueran eran de hecho peticiones bajo un irnico disfraz, la azuz en su amor propio. Cmo se portara Mandras? Qu saba de l, en realidad? Qu pruebas tena ella de que fuese paciente y amable? Le haca regalos, s, pero no habra ms regalos una vez obtenida la presa? Acaso no era Mandras demasiado joven e impulsivo? Sus movimientos tenan siempre algo de concluyente, lo mismo que sus respuestas irreflexivas; puedes fiarte de alguien que replica al momento sin pensar lo que dice?, alguien cuyos actos y cuyas palabras son poticos antes que firmemente razonados? Le aterraba la sospecha de que Mandras pudiera tener una parte del corazn ms dura que el diamante. Ser un romoi se pregunt y ni siquiera lo sabe? Y cmo diferenciar el deseo del amor? Oy el minsculo zumbido de un mosquito y compar a su prometido con su padre. Ella adoraba a ste ltimo; s, eso era amor. Pero qu tena en comn con lo que senta por Mandras? Poda concebirse que servir a su padre fuera para ella una especie de libertad? Se trataba simplemente de que haba distintas clases de amor? Y si no era amor lo que senta por Mandras, a qu vena entonces esa falta de aliento, ese perpetuo e insondable anhelo que le cubra la lengua de sarro y le produca palpitaciones? Por qu esa emocin la dominaba, como Dios o un dictador, sin que ella pudiera resistirse? Por qu, como en los laudos del patir Arsenios, posea la fuerza de la ley sin el ceremonial de la justicia? La luna se movi tras el olivo, arrojando sobre la tapia un incesante palpitar de hojas, las melanclicas esquilas de las cabras en el monte Anos traspasaron el moderado fro de la noche y se oy a Psipsina merodear en el corral. Cazando sus ratones, pens Pelagia mientras segua tumbada sintiendo el deseo en su cuerpo. Medit sobre la caprichosa alegra de vivir de la marta, su inocencia y su absoluto ensimismamiento en la 73

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tarea de ser ella misma, y de repente cay en la cuenta de que ella, Pelagia, haba cambiado la despreocupacin de los jvenes por algo parecido a la infelicidad. Imagin que Mandras haba muerto y al empezar a llorar le choc descubrir que tambin senta alivio. Apart de s aquella imagen y se dijo que era una persona detestable. Por la maana se dirigi al corral e invent tareas que le permitieran verle aparecer tan pronto doblara la curva del camino, la misma donde le haba alcanzado el proyectil de Velisarios. Examin la cabra para ver si tena garrapatas, se las quem con una aguja candente y despus inspeccion de nuevo a conciencia el spero pelaje. Repetidas veces alz los ojos para ver si Mandras vena. Su padre fue a desayunar a la kapheneia, y a Pelagia se le ocurri que Psipsina tambin poda tener garrapatas. Puso al animal sobre la tapia, ms cerca an del camino, y con los dedos le cepill el pelaje a contrapelo. Hundi la nariz en la suave piel de su abdomen y al momento se sinti entristecida y confortada por la dulzura de su olor. Psipsina se retorci y chill de placer mientras los afanosos dedos daban con dos pulgas y las partan con las uas del pulgar y el ndice. Sin ganas de marcharse de la tapia, Pelagia cepill vigorosamente al animal y le quit el pelo apelotonado. Luego se la puso al cuello y decidi ir a por agua, para as tener que doblar la curva del camino. Psipsina durmi mientras Pelagia hablaba junto al pozo con las dems mujeres; pero se le olvidaron los detalles de los chismorreos que se comentaban y no dej de mirar hacia otra parte. Empezaba a sentirse un poco mareada. Sac ms agua de la que necesitaba y decidi regar las hierbas. Harta de esperar, se sent a la sombra del olivo con el brazo sobre el huesudo pescuezo de la cabra, que segua masticando con indiferencia como si no existiera ms mundo que el suyo. El anhelo se volvi impaciencia y sta, irritacin. Pensando en espiar a Mandras, Pelagia decidi dar un paseo; eso le servira a l de leccin si no la encontraba al ir a su casa. Pelagia camin en la direccin por donde l deba venir, se sent en una tapia hasta que hizo demasiado calor y luego vag por el monte bajo, donde vio a Lemoni, que estaba buscando grillos. Subida a una roca, Pelagia observ cmo la nia iba de un matorral a otro a toda velocidad, cerrando sus rollizos dedos en torno al aire a medida que lo grillos saltaban fuera de su alcance. Cuntos aos tienes, koritsimou? pregunt Pelagia. Seis respondi Lemoni. Cuando pase la prxima fiesta tendr ya siete. Sabes contar hasta diez? S contar hasta treinta repuso Lemoni, pasando a hacer una demostracin. Veintiuno, veintids, veintitreinta. Pelagia suspir. Calculaba que antes de que pasaran dos festividades ms, Lemoni empezara a trabajar en las labores domsticas y eso pondra fin a sus caceras de bichitos entre los arbustos. Luego vendra la monotona de malograr a los hombres y slo tener permiso para hablar de cosas importantes con otras mujeres, cuando los hombres no escucharan o estuvieran jugando a chaquete en la kapheneia en lugar de estar trabajando. Para Lemoni no habra 74

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libertad hasta que enviudara, momento en que la comunidad se volvera en su contra como si ella no tuviera derecho a sobrevivir al marido, como si ste hubiera muerto nicamente debido a la negligencia de su mujer. Por eso haba que tener hijos varones; era la nica garanta contra una vejez indigente y aterradora. Pelagia deseaba que hubiese algo mejor para Lemoni, como si pensar en cosas mejores para s misma fuera del todo ocioso. De pronto, Lemoni lanz un chillido que sobresalt a Pelagia. Fue un sonido muy similar al maullido de un gato. La nia se ech a llorar, se agarr un dedo, se dobl por la cintura y empez a mecerse. Pelagia corri hacia ella y le cogi la mano, diciendo: Qu pasa, koritsimou? Qu te duele? Me ha mordido, me ha mordido! exclam Lemoni. Oh, pobrecilla. No sabas que muerden? Acerc sus dedos a la boca y los agit. Tienen unas mandbulas muy fuertes, con pinzas. Enseguida dejar de dolerte. Me escuece dijo Lemoni cogindose otra vez el dedo. Si t fueras un grillo, no morderas a quien te quiere coger? El grillo debe de haber temido que le hicieras dao, por eso te mordi. As son las cosas. Cuando seas mayor, vers que las personas tambin se comportan as. Pelagia fingi hacer un encantamiento para curar mordeduras de grillo y acompa a Lemoni, ya ms calmada, hasta el pueblo. Mandras segua sin aparecer, y haba una quietud inusual mientras la gente se arrastraba de un lado a otro, curndose la resaca y las inexplicables contusiones. Un asno bram ridculamente, recibiendo como respuesta un discordante coro de Ai gamisou de los oscuros interiores de las casas. Pelagia se puso a preparar la cena, agradeciendo que esa noche no hubiera pescado. Despus, sentada junto a su padre tras el acostumbrado peripato, l le dijo inesperadamente: Supongo que no ha venido porque se encuentra mal como todo el mundo. Pelagia sinti una especie de gratitud y le tom la mano y se la bes. El doctor le apret la mano y dijo con tono tristn: No s cmo me las arreglar cuando te vayas. Papakis, Mandras me ha pedido que me case con l... Yo le dije que te lo preguntara a ti. Pero yo no quiero casarme con l dijo el doctor Iannis. Sera mucho mejor que se casara contigo, me parece. Volvi a apretarle la mano. En uno de mis barcos haba unos rabes. Siempre decan inshallah despus de cada frase Ya lo har maana, inshallah. Poda resultar bastante molesto, porque pareca que confiaban en que Dios hara las cosas si a ellos no les vena bien hacerlas, pero hay cierta lgica en ello. T te casars con Mandras si eso quiere la providencia. No te cae bien, papakis? El doctor se volvi y la mir dulcemente. Es muy joven. Todo el mundo lo es cuando se casa. Yo lo era. Adems, no te hago ningn favor. T lees poemas de Cavafis, te he enseado a hablar katharevousa e italiano. Mandras no est a tu 75

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altura, y l debe pensar que ha de ser mejor que su mujer. Al fin y al cabo, es un hombre. A menudo pienso que t slo seras feliz si te casaras con un extranjero, un dentista de Noruega o algo as. Pelagia ri de aquella incongruencia y luego guard silencio. Me llama siora dijo al cabo. Ya me tema algo as. Hubo una larga pausa mientras ambos contemplaban las estrellas sobre la montaa, y por fin el doctor Iannis pregunt: Alguna vez has pensado que podramos emigrar a Amrica, a Canad, por ejemplo? Pelagia entorn los ojos y suspir: Mandras dijo. S. Mandras. Y sta es nuestra casa. No existe otra. En Toronto debe de estar nevando, y en Hollywood nadie nos ofrecera un papel. El doctor se levant y entr en la casa para salir al momento llevando algo que brillaba metlicamente en la penumbra. Con ceremonia, entreg el objeto a su hija. Ella lo cogi, vio lo que era, not su siniestro peso y lo dej caer en su regazo con un pequeo gemido de terror. Habr guerra dijo el doctor, an de pie. En las guerras suceden cosas terribles, sobre todo a las mujeres. Utilzala para defenderte, y si es necesario utilzala contra ti misma. Puedes usarla tambin contra m, si as lo exigen las circunstancias. No es ms que una pequea Derringer, pero... Extendi el brazo hacia el horizonte el mundo est sumido en una terrible oscuridad y cada uno de nosotros debe hacer lo que pueda, eso es todo. Tal vez no lo sepas, koritsimou, pero podra ser que tu boda tenga que postergarse. Primero debemos asegurarnos de que Mussolini no ser un convidado de piedra en la boda. El doctor gir sobre sus talones y entr en la casa, dejando a Pelagia a solas con el miedo que creca en su pecho y una soledad muy inoportuna. Ella record que en los montes de Souli sesenta mujeres haban subido a una de las cumbres y, despus de haber bailado juntas, se haban arrojado ellas y sus hijos al precipicio antes que rendirse a los turcos que las esclavizaran. Momentos despus se dirigi a su cuarto, puso la Derringer bajo la almohada y se sent a los pies de la cama, acariciando distradamente a Psipsina e imaginando una vez ms que Mandras haba muerto. El segundo da despus de la fiesta, Pelagia repiti la misma rutina pausada de ocupaciones sin sentido que no consiguieron contrarrestar la ausencia de su amado, pero que en cambio le sirvieron en cierto modo de marco. Todo los rboles, Lemoni jugando, la cabra, la travesuras de Psipsina, el torpe y pomposo anadear del padre Arsenios, el martilleo distante de Stamatis construyendo una silla de madera para un asno, la estridente y amputada versin de la Internacional debida a Kokolios, todo se converta en nada ms que un sntoma de lo que faltaba. El mundo se replegaba para dar paso a un manto de desesperanza y abatimiento que pareca haberse convertido en una caracterstica de las cosas mismas; incluso el cordero con romero y ajos que guis para cenar no fue sino la encarnacin de una angustiosa carencia de pescado. Aquella noche se sinti demasiado extenuada y 76

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deprimida como para dormirse llorando. En sus sueos acusaba a Mandras de crueldad, y l rea de ella como un stiro y se alejaba danzando entre las olas. Al tercer da Pelagia baj al mar, se sent en una roca y contempl cmo un enorme barco de guerra se alejaba por el oeste envuelto en una portentosa nube de vapor. Seguramente era britnico. Pens en la guerra y empez a notar un peso en el corazn al reflexionar sobre que antiguamente los hombres eran juguete de los dioses, y que el nico avance haba consistido en convertirse en juguete de otros hombres que se tenan a s mismos por dioses. Jug con la eufona de las palabras Hitler, Atila, Calgula, Hitler, Atila, Calgula. No encontraba palabra que acompaara a Mussolini hasta que dio con Metaxas. Mussolini, Metaxas dijo, y aadi: Mandras. Como en respuesta a sus devaneos, capt un movimiento con el rabillo del ojo. Abajo, a la izquierda, un cuerpo surcaba las olas cual delfn humano. Contempl al moreno pescador con un placer puramente esttico, hasta que comprob con cierto sobresalto que el hombre iba desnudo. Deba de estar a un centenar de metros, y ella vislumbr que estaba colocando una red provista de boya y de una malla lo bastante tupida como para atrapar chanquetes o sardinetas. El pescador se sumerga para arreglar su red en forma de media luna y alrededor de l las gaviotas revoloteaban y se zambullan buscando su parte del festn. Astutamente, pero sin sentirse culpable, Pelagia se acerc un poco ms a fin de admirar a aquel hombre de aspecto tan lustroso, tan identificado con el mar, tan parecido a un pez, un hombre desnudo y salvaje, un hombre como Adn. Observ cmo tiraba de la red en torno al banco de peces, y mientras l sala chorreante a la arena, halando con una mano primero y luego con la otra, tensos los msculos y los hombros trabajando rtmicamente, Pelagia cay en la cuenta de que era Mandras. Se llev la mano a la boca para sofocar un sobresalto y un sbito acceso de vergenza, pero no se alej de all. Segua paralizada por su belleza, por la armona y fuerza de sus movimientos, y no pudo resistirse a pensar que Dios le haba dado una oportunidad de contemplar lo que era suyo antes de tomar posesin de ello: las esbeltas caderas, los hombros angulosos, el vientre tensado, la oscura sombra de la ingle con su misterioso modelado motivo de tanto chismorreo lbrico por parte de las mujeres en el pozo. Mandras era demasiado joven para ser un Poseidn, le faltaba malicia. Una nereida pero con cuerpo de hombre, entonces? Existiran ninfas macho o potmides masculinas? No habra un sacrificio de miel, aceite, leche o una cabra? El sacrificio de ella misma? Resultaba difcil ver a Mandras surcando las aguas y no creer que una criatura as no vivira como dijo Plutarco 9.720 aos. Pero la visin de Mandras posea la caracterstica de lo eterno y ese lapso de vida que se atribua a Plutarco pareca demasiado arbitrario y demasiado escaso. Se le ocurri que esta escena poda haberse representado generacin tras generacin desde los tiempos micnicos; tal vez en la poca de Ulises haban existido muchachas como ella que haban ido al mar para espiar la desnudez de aquellos a quienes amaban. La idea de semejante fusin con la historia la hizo estremecer. 77

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Mandras fue arrastrando su red y luego se agach a fin de sacar de la malla los diminutos peces, que fue arrojando a una hilera de cubos pulcramente dispuestos sobre la arena. Los pececitos plateados rielaban al sol como cuchillas nuevas, transformando su asfixia en un despliegue de hermosura mientras aleteaban y saltaban entrechocndose antes de morir. Pelagia advirti que Mandras tena los hombros pelados y que el sol no los haba curtido pese a todo un verano de exposicin. Eso le sorprendi, le decepcion incluso, pues dejaba entrever que aquel bello muchacho era slo de carne y hueso, no de oro perdurable. Mandras se irgui, se puso dos dedos en la boca y silb. Pelagia vio que estaba mirando hacia el mar, agitando los brazos por encima de la cabeza a modo de lento semforo. Ella trat en vano de columbrar el objeto de su atencin. Desconcertada, levant un poco ms la cabeza por encima de la roca tras la que se haba escondido y distingui tres formas oscuras curvndose al mismo tiempo entre las olas y acercndose a l. Oy su grito de jbilo y le vio vadear en direccin a ellos con tres peces grandes en las manos. Observ cmo lanzaba los peces al aire y cmo los tres delfines saltaban y los atrapaban en escorzo. Luego vio cmo se agarraba a una aleta dorsal y era deslizado mar adentro. Pelagia corri hasta el borde de la playa y arrug la frente en un intento desesperado de eludir los cambiantes y chispeantes dardos de luz que el sol arrancaba del agua, pero no distingui nada. Se haba ahogado? Record de pronto que ver a una ninfa desnuda traa mala suerte, que provocaba delirios. Qu estaba sucediendo? Se retorci las manos y se mordi el labio inferior. El sol le quemaba los antebrazos con una intensidad equiparable a una venganza, y tuvo que estrecharlos contra el pecho. Estuvo rondando un rato ms por la playa y luego volvi a su casa. Una vez en su cuarto abraz a Psipsina y llor. Mandras se haba ahogado, se haba marchado con los delfines, ya no volvera, era el final de todo. Se quej a la marta de la injusticia y la futilidad de la vida y su lengua empez a paladear el sabor salobre de sus lgrimas. Alguien llam discretamente a la puerta. Era Mandras, con una sonrisa apocada y en la mano un cubo lleno de chanquete. Cambi el peso del cuerpo de un pie a otro y habl deprisa: Siento no haber venido antes, es que el da despus de la fiesta estaba enfermo, el vino, ya sabes, no me encontraba muy bien, y ayer tuve que ir a Argostolion a buscar mi notificacin de llamada a filas y pasado maana he de ir al continente, y he estado hablando con tu padre en la kapheneia y me ha dado su consentimiento, y te he trado un poco de pescado. Mira, son chanquetes. Pelagia se sent a los pies de la cama, interiormente entumecida; era demasiada felicidad, demasiada desolacin. Oficialmente prometida a un hombre que iba a vrselas con el destino, a un hombre que poda haberse ahogado en el mar, un hombre que mezclaba como si tal cosa el matrimonio, la pesca y la guerra, un hombre que era un muchacho que jugaba con delfines y que era demasiado hermoso para 78

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morir en las nieves de Tsamorias. De pronto pareca haberse convertido en un ser de ficcin infinita y aterradoramente frgil, en algo demasiado efmero y delicado para ser humano. Pelagia empez a sacudir las manos. No te vayas, no te vayas le rog, y record otra vez que traa mala suerte ver a una ninfa desnuda, que provocaba delirios y a veces incluso la muerte.

14. GRAZZI
Me he arrepentido de muchas cosas a lo largo de mi vida, y supongo que todo el mundo puede decir lo mismo. Pero no me lamento de naderas, de cosas pueriles, cosas como discutir con mi padre o tontear con una mujer que no era la ma. Lo que lamento es haber tenido que aprender la ms amarga de las lecciones sobre el modo en que la ambicin personal puede llevar a un hombre, en contra de su voluntad y de su naturaleza, a jugar un papel en acontecimientos que harn que la historia le colme de oprobio y de vergenza. Yo tena un buen empleo. Era agradable ser ministro plenipotenciario italiano en Atenas por la sencilla razn de que el coronel Mondini y yo no tenamos la menor idea de que iba a haber una guerra hasta que se declar la guerra. Se podra pensar que Ciano, Badoglio o Soddu nos lo podran haber dicho, se podra pensar que nos iban a dar un par de meses para preparar las cosas, pero no, ellos nos dejaron seguir adelante con las lindezas propias de la diplomacia. Me da rabia que haya estado asistiendo a recepciones y obras de teatro, organizando proyectos conjuntos con el ministro de educacin, asegurando a mis amigos griegos que el Duce no tena intenciones hostiles, diciendo a la comunidad italiana que no haba necesidad de hacer las maletas, para luego descubrir que nadie se haba tomado la molestia de decirme lo que estaba pasando, y que no dispona de tiempo para hacer mis propias maletas. Yo no tena otra pista que los rumores y las bromas. O lo que yo crea eran bromas. Curzio Malaparte, ese esnob imbcil con su irnico y retorcido sentido del humor y esa avidez por las guerras que alentaban sus artculos periodsticos, vino a verme un da y me dijo: Mi querido amigo, el conde Ciano me ha dicho que le diga que puede hacer usted lo que guste, porque l est decidido a declarar la guerra a Grecia, y que en un da no muy lejano piensa entrar con los albanos de Jacomoni en territorio griego. As fue como lo dijo, entre irnico y burln, lo que me hizo suponer que era una broma, aparte del hecho de que esa cacata es capaz de decir cualquier cosa, aun la ms ridcula, falsa o intranscendente, en la medida en que contenga algn indicio de que l es amigo personal de Ciano.

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La otra pista de que dispona surgi a raz de que Mondini fue al aeropuerto a recibir a un oficial del servicio de inteligencia; ste le dijo que la guerra iba a estallar al cabo de tres das y que Bulgaria invadira al mismo tiempo. Tambin le dijo que todos los oficiales griegos haban sido sobornados. Naturalmente, telegrafi a Roma y habl con el embajador blgaro. Roma no me dio respuesta y el embajador blgaro me dijo (como as result ser) que su pas no tena ninguna intencin de entrar en guerra. Eso me tranquiliz, pero ahora pienso que Ciano y el Duce slo trataban de confundirme o bien de mantener abiertas sus propias opciones. Quiz intentaban confundirse el uno al otro. El coronel Mondini y yo, sumidos en el mayor pesimismo, hablamos en mi despacho de la posibilidad de volver a la vida civil. Las cosas se volvieron cada vez ms incomprensibles. Por ejemplo, Roma me pidi que enviara a un miembro de mi legacin para recibir instrucciones urgentes y confidenciales, pero como Ala Littoria no proporcion ningn vuelo, nadie pudo desplazarse a Italia. Despus el Palazzo Chigi telegrafi para decir que llegara un correo en vuelo especial, pero quienquiera que fuese no se present nunca. Los miembros de la comunidad diplomtica de Atenas me presentaban peticiones para que hiciese algo a fin de impedir una guerra, y lo nico que pude hacer fue ruborizarme y tartamudear, porque me encontraba en la insostenible situacin de ser un embajador que no tena la menor idea de lo que estaba ocurriendo. Mussolini y Ciano me humillaron; nunca les perdonar el que me obligaran a confiar en la agencia Stefani como nica fuente de informacin. Informacin? Nada ms que mentiras, e incluso los griegos saban ms que yo de la inminente invasin. Lo que pas fue lo siguiente: la Compaa Nacional de Teatro griego representaba una funcin especial de Madame Butterfly, e invitaron al hijo de Puccini y a su esposa en nombre del gobierno. Fue un gesto loable, tpico de la nobleza griega, y nosotros entregamos invitaciones para una recepcin que se ofrecera la medianoche del 26 de octubre. He de admitir que nunca he llegado a habituarme a esas las recepciones a horas intempestivas a que los griegos son tan aficionados. Metaxas y el rey no asistieron, pero de todos modos la fiesta fue estupenda. Haba un enorme pastel coronado por la frase Viva Grecia, y habamos cubierto las mesas con las banderas griega e italiana entrelazadas simbolizando nuestra amistad. Asistieron poetas, dramaturgos, profesores, intelectuales y tambin representantes de la vida elegante y la comunidad diplomtica. Mondini estaba esplndido en su uniforme de gala cubierto de medallas, pero advert que a medida que iban llegando telegramas de Roma el coronel palideca y pareca encogerse dentro de su guerrera hasta aparentar que la repudiaba o que la haba pedido prestada a otro. Fue una situacin horrible. Los que venan con los telegramas tuvieron que fingirse invitados, y mientras yo lea los mensajes, uno tras otro, la sangre se me hel. Hube de dar palique a gente mientras me invada una progresiva oleada de horror y repugnancia. Me avergonzaba de mi gobierno, senta rabia de que me hubieran tenido 80

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en la inopia, me senta incmodo ante mis amigos griegos, y una y otra vez oa dentro de mi cabeza la misma pregunta: Es que no saben qu es una guerra? Un novelista me pregunt si me encontraba bien, ya que haba palidecido y me temblaban las manos. Al examinar los rostros del resto de nuestra legacin, comprob que todos haban experimentado la misma reaccin; ramos perros a los que se ordenaba morder la mano de quien nos daba de comer. La primera parte del ultimtum del Duce lleg la ltima, y yo no supe lo que estaba pasando hasta las cinco de la madrugada. Me senta cansado y enfermo e ignoro si me alivi o me angusti el recibir la orden de no entregarla hasta las tres de la madrugada del 28 y esperar respuesta hasta las seis. Por lo visto el Dictador que no duerme (que, como supe despus, lo haca y de qu manera) estaba decidido no slo a desencadenar la destruccin sino a mantenernos en vela da y noche. El 27 el jefe del Estado Mayor griego convoc a Mondino para negar que los incidentes fronterizos y la explosin en Santi Quaranta tuviesen relacin con Grecia. Mondini volvi deprimido y me cont que Papagos le haba humillado hacindole una nica pregunta: Cmo es posible que sepa usted quin es el autor de estos atentados si nadie sabe quin lo ha hecho y no ha habido detenciones? Mondini trat de apaciguarle dicindole que probablemente era cosa de los britnicos, a lo que Papagos se ech a rer y dijo: Supongo que estar enterado de que cada palmo de la frontera est guardado por patriotas griegos dispuestos a derramar hasta la ltima gota de sangre. Mondini comparta mi vergenza e impotencia; Badoglio tampoco le haba informado de nada. Ms tarde, Badoglio me revel que l mismo no haba sido informado pese a ser jefe de nuestro Estado Mayor en Italia; cmo iba a haber guerra si ni siquiera el comandante en jefe estaba al corriente de que la iba a haber? Mondini y yo hablamos otra vez de dimitir, mientras fuera los atenienses se ocupaban como siempre de sus bulliciosos asuntos. Era un esplndido da de otoo, pero Mondini y yo sabamos que muy pronto aquella belleza y aquella paz seran perturbadas por las sirenas y las bombas; pensar en ello resultaba repulsivo, sacrlego incluso. Empezaron a llegar lvidos delegados de la comunidad italiana en Atenas, temerosos de ser internados y perseguidos en caso de guerra. Me vi obligado a mentirles y los desped con el corazn en un puo. Al final los griegos tuvieron el muy honroso gesto de intentar evacuarlos, y nuestra propia Fuerza Area los bombarde por error en Salnica. Mi entrevista con Metaxas fue el momento ms doloroso de mi vida; despus de aquello fui repatriado, pero no vi al conde Ciano hasta el 8 de noviembre. Normal, pues la campaa estaba siendo un fiasco y Ciano no quera orme decir se lo advert. De hecho no quera ni verme, prueba de ello es que no dej de interrumpir y de cambiar de tema. En mi presencia telefone al Duce y le dijo que yo haba dicho cosas que no haba dicho, y luego me asegur que la campaa de Albania terminara en slo dos semanas. Ms adelante, como yo empezara a insistir sobre la verdad del asunto, me envi a Anfuso para

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que me aconsejara tomarme unas vacaciones, y supongo que se fue el fin de mi carrera. Quieren saber qu pas en mi entrevista con Metaxas? No se ha escrito ya suficiente sobre ello? No me gusta recordarlo. Vern, yo admiraba a Metaxas, y lo cierto es que ramos amigos. No, no es verdad que Metaxas dijera No y ya est. Bueno, de acuerdo, lo contar. Al chfer, que era griego pero no recuerdo cmo se llamaba, lo mandamos a su casa de modo que fue Mondini quien condujo el coche hasta la villa de Kifisa. De Santo vena en calidad de intrprete, aunque a la postre no hicieron falta sus servicios. Partimos a las dos y media de la madrugada con las estrellas brillando en lo alto como diamantes, y la noche era tan apacible que ni siquiera tuve que abotonarme la chaqueta. Llegamos a la villa, un edificio modesto de las afueras, a las dos y cuarenta y cinco. El comandante de la guardia se hizo un lo debi de confundir nuestra bandera tricolor con la francesa y telefone a Metaxas para decirle que el embajador francs quera verle. En otras circunstancias la cosa habra resultado divertida. Mientras esperaba o el susurrar de los pinos e intent divisar al bho que ululaba en un rbol. Sent mareos. Metaxas acudi en persona a la puerta de servicio. Estaba muy enfermo, saben, y su aspecto era pattico, aspecto de burgus que sale a buscar el peridico o a llamar al gato. Llevaba un batn con estampado de flores blancas. Uno siempre espera que el atuendo nocturno de las personalidades sea ms digno. Me mir a la cara entrecerrando los ojos, vio que era yo y exclam con beneplcito. Ah, monsieur le ministre, comment allez-vous? No recuerdo qu respond, pero supe que Metaxas sospechaba que haba venido a darle el beso de judas. Imagino que sabrn ustedes que se estaba muriendo, y el peso que tena en el alma deba de ser ya indescriptiblemente grande. Fuimos a una pequea sala de estar repleta de muebles baratos y de esas chucheras que tanto parecen gustar a los griegos de clase media. Metaxas era un poltico honesto, comprenden. Jams fue acusado de corrupcin ni siquiera por sus enemigos ni por los comunistas, y viendo su casa era fcil deducir que los fondos del Estado nunca haban contribuido a su embellecimiento. Era la anttesis perfecta del Duce. Me ofreci un silln de piel. Supe ms adelante que la viuda de Metaxas no dejaba sentar a nadie en l. El primer ministro se sent en un sof tapizado de cretona. Hablamos todo el rato en francs. Le expliqu que mi gobierno me haba encargado hacerle entrega de una nota urgente. l la tom y la ley lentamente, varias veces, como si se tratara de algo intrnsecamente increble. Chasque la lengua como hacen los griegos para indicar rechazo y empez a sacudir la cabeza. La nota deca que Grecia se haba aliado con los britnicos, que haba violado las reglas de la neutralidad, que haba provocado a Albania... y conclua con unas palabras que nunca olvidar: Italia no puede tolerar por ms tiempo esta situacin. Por tanto, el gobierno italiano ha decidido pedir al gobierno griego, como garanta de la 82

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neutralidad de Grecia y de la seguridad de Italia, autorizacin para ocupar ciertas zonas estratgicas en territorio griego mientras dure el actual conflicto con Gran Bretaa. El gobierno italiano pide al gobierno griego que no se oponga a dicha ocupacin y que no ponga obstculos al libre paso de las tropas que deben llevar a cabo esta misin. Estas tropas no vienen como enemigas del pueblo griego. Mediante la ocupacin de ciertos puntos estratgicos, dictada por necesidades eventuales y puramente defensivas, el gobierno italiano no pretende menoscabar la soberana ni la independencia de Grecia. El gobierno italiano pide al gobierno griego que d inmediatamente las rdenes oportunas para que dicha ocupacin tenga lugar de forma pacfica. Caso de que las tropas italianas encuentren resistencia, sta ser sofocada por las armas, y el gobierno griego asumir la responsabilidad de las consecuencias que de ello se siguieran. Not que las gafas de Metaxas se empaaban y que detrs de ellas haba lgrimas. Es duro ver a un hombre poderoso, a un dictador, reducido a un estado as. Le temblaban las manos; era un hombre duro, pero apasionado. Segu sentado enfrente de l con los codos sobre las rodillas, sintindome profundamente avergonzado de la insensatez y la injusticia de esta aventura en que me vea metido. Yo tambin tena ganas de llorar. l me mir y dijo: Alors, c'est la guerre. As que ya ven, no dijo okhi como creen los griegos; no fue tan simple como un No, pero significaba lo mismo. Tena la misma firmeza y la misma dignidad, e idntica finalidad. Mais non repuse, sabiendo que menta, puede usted aceptar el ultimtum. Le quedan tres horas. Metaxas enarc una ceja, casi con compasin, porque saba que yo no estaba hecho para la deshonra, y replic: II est impossible. En tres horas es imposible despertar al rey, hacer venir a Papagos y transmitir rdenes a todos los puestos fronterizos. Muchos no tienen ni telfono. Il est possible, nanmoins insist yo, y el mene la cabeza. Qu zonas estratgicas quieren ustedes ocupar? Puso un nfasis sarcstico en la palabra estratgicas. Incmodo, me encog de hombros y dije: Je ne sais pas. Je suis dsol. l me mir otra vez, ahora con cierta expresin divertida en los ojos. Alors, vous voyez, c'est la guerre dijo. Mais non repet, y le dije que esperara una respuesta definitiva hasta las seis de la maana. Me acompa a la puerta. l saba que nuestra intencin era ocupar toda Grecia cualquiera fuese su respuesta, y saba que si nos plantaba cara a nosotros acabara teniendo que plantar cara a los alemanes. Vous tes les plus forts dijo, mais c'est une question d'honneur. Aqulla fue la ltima vez que vi a Metaxas. Muri el 29 de enero de un flemn en la faringe que haba degenerado en absceso 83

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provocndole una toxemia. Muri deseando que los britnicos hubieran podido enviarle cinco divisiones acorazadas, pese a que sin ellas haba logrado transformar nuestra blitzkrieg (guerra relmpago) en una ignominiosa retirada. Le dej all de pie en su florido batn: un hombrecillo ridculo a ojos de casi todo el mundo, un hombrecillo con la maldicin a cuestas de una hija famosa por su intransigencia, un hombrecillo que sin haber sido elegido acababa de hablar conmigo como verdadero portavoz de todo el pueblo griego. Era el momento ms sublime de Grecia y el ms ignominioso de mi pas. Metaxas se haba ganado un puesto en la historia entre los libertadores, los csares y los reyes, mientras que yo parta abatido y avergonzado. Bueno, ya les he contado lo que pas. Espero que estn contentos.

15. L'OMOSESSUALE (4)


No dimos parte al coronel Rivolta porque no tenamos orden de hacerlo. Se supona que estbamos muertos. Pero los comunicados contenan numerosas referencias a incidentes fronterizos perpetrados por griegos, esos lacayos de los britnicos. El ejrcito era presa de una sombra sensacin de ultraje y todo el mundo, salvo Francesco y yo, tiraba de la cuerda como poda. Nosotros no dijimos nada. Nos pareca un milagro que no nos hubieran dado una ametralladora que se encasquillase a la primera rfaga. Pero s hablbamos a menudo entre nosotros, y nuestra complicidad increment nuestra sensacin de aislamiento mutuo. Nos sentamos terriblemente traicionados antes de que ello se convirtiera en la sensacin predominante en el corazn de todo soldado italiano destacado en los montes del Epiro. Nos dieron medallas por lo que habamos hecho y rdenes de no llevarlas puestas. Nos ordenaron tambin no decir a nadie que las habamos ganado. Nos haban obligado con engaos a convertirnos en cmplices de un asesinato pero, de todas formas, no nos las habramos puesto. Francesco y yo hicimos un pacto: algn da le meteramos una bala en la cabeza al coronel Rivolta. Yo quera desertar pero no quera abandonar a mi amado. De todos modos exista una imposibilidad fsica, puesto que habra tenido que atravesar a pie cordilleras y yermos inhspitos. Habra tenido que buscar la manera de llegar a Italia por mar. Y despus qu? Ser arrestado? La nica opcin que medit seriamente fue cruzar la frontera con Grecia. Me habra convertido en el primero de los muchos soldados italianos que se sumaron a la alianza antifascista. Los acontecimientos se anticiparon a mis planes. Nuestro imprevisto xito debi de impresionar a alguien, puesto que Francesco y yo fuimos provisionalmente separados de nuestra unidad y enviados

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a un campo secreto de entrenamiento prximo a Tirana. Tras un viaje cuyo recorrido fue hecho nuevamente a pie en su mayor parte, llegamos all con la esperanza de ser adiestrados para comandos especiales. Reconozco que ambos estbamos entusiasmados ante esa perspectiva, como lo habra estado cualquier joven en nuestra situacin. Imaginen nuestra consternacin e incredulidad cuando descubrimos que los instructores ramos nosotros. Imaginen nuestros recelos cuando se nos dijo que adiestrsemos a ciento cincuenta albanos en el arte del sabotaje. Imaginen nuestra hilaridad cuando nos emborrachamos y hablamos de todo el asunto. Qu pintbamos nosotros all? Habamos realizado una sola operacin y ya nos consideraban expertos. Aquellos albanos eran unos extravagantes e hiperblicos bandidos balcnicos, y ninguno hablaba una palabra de italiano. Nosotros no hablbamos albano. Tenamos ms o menos una semana para entrenarlos. El proyecto era supervisado por el propio Jacomoni; nos habamos convertido en cmplices de una conspiracin oficial para crear incidentes griegos que proporcionaran al Duce la excusa razonable para declarar la guerra. As de cnica era la cosa. El Duce deba de creer que Grecia sera una conquista fcil que le proporcionara algo que oponer a la blitzkrieg de Adolf Hitler. Los supuestos comandos albanos estaban todos sobrados de peso, parecan tener todos unos enormes mostachos, eran todos unos borrachos, unos asesinos lujuriosos y vidos que ignoraban lo que era el trabajo o la honradez. A juzgar por sus nombres eran todos musulmanes, es decir, tenan que detenerse a rezar en el momento ms inoportuno, pero Francesco y yo llegamos rpidamente a la conclusin de que ninguna clase de sentimiento religioso o humano haba hecho mella en ellos. Los llevamos de maniobras, pero Francesco y yo ramos los nicos que llegbamos al final. Les enseamos a disparar rfagas cortas de ametralladora, pero ellos vaciaban las cartucheras a la primera y combaban los caones por exceso de calor. Les enseamos combate cuerpo a cuerpo, pero slo conseguamos que nos amenazaran con el cuchillo en contadas ocasiones. Les enseamos supervivencia, pero lo que hacan era desviarse de la ruta para visitar tabernas en plena noche. Les enseamos a destruir postes de telgrafos e instalaciones telefnicas, pero uno de ellos se electrocut el pene meando en un transformador. Les enseamos a eliminar torres de vigilancia e hicimos que construyeran una, pero ellos se negaron a destruirla porque les haba costado mucho trabajo levantarla. Les enseamos a fomentar la rebelda entre la poblacin civil, pero la poblacin civil se rebel precisamente contra nuestros albanos. Slo tuvimos xito cuando les enseamos a asesinar generales y a crear confusin abriendo fuego tras las lneas enemigas: lo demostraron matando a tiros a uno de los guardianes del campo y acribillando luego un burdel con la intencin de desplumar a los proxenetas. Al trmino del perodo de adiestramiento, los comandos recibieron una gruesa suma de dinero en efectivo y fueron soltados en territorio griego con la intencin de iniciar 85

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el proceso de desestabilizacin. Todos sin excepcin desaparecieron con el dinero y nunca ms se supo de ellos. Francesco y yo recibimos nuevas medallas por nuestra extraordinaria contribucin y fuimos enviados a nuestra unidad. Sucedieron varias cosas ms. Un avin lanz panfletos griegos sobre nosotros animando a los albanos a levantarse contra los italianos y unirse a los britnicos. Lo identificamos casi de inmediato como uno de nuestros aviones, y algunos soldados ms estpidos no lograron comprender por qu promovamos la desercin entre los nuestros. Nuevos puestos fronterizos fueron atacados por nuestros propios soldados disfrazados de griegos, y algunos albanos recibieron disparos al azar para hacerles creer que necesitaban que les protegisemos. En realidad varios albanos nos dispararon tambin a nosotros, pero la versin oficial fue que haban sido los griegos. El gobernador general dispuso que volaran sus propias oficinas para que el Duce pudiera finalmente declarar la guerra. Cosa que hizo cumplidamente, poco despus de haber ordenado una desmovilizacin que nos dej con muy pocas tropas y ninguna esperanza razonable de obtener refuerzos. He contado todo esto como si fuera divertido, pero realmente fueron acciones propias de locos. Nos haban dicho que los griegos estaban desmoralizados y corrompidos, que desertaran para unirse a los nuestros, que aquello sera una expeditiva guerra relmpago, y que el norte de Grecia estaba repleto de irredentistas desleales que deseaban la unin con Albania; pero nosotros slo queramos volver a casa. Yo slo deseaba amar a Francesco. Nos enviaron a la muerte sin transporte, sin equipo, sin tanques dignos de tal nombre, una aviacin que estaba casi toda en Blgica, tropas insuficientes y ni un solo oficial por encima del rango de coronel que supiera algo de tctica. Nuestro comandante rehus los refuerzos porque pens que tendra ms mrito ganar la batalla con un ejrcito pequeo. Otro imbcil. Yo no desert. Puede que todos furamos imbciles. Me llena de una incalculable amargura describir aquella campaa. Aqu, en la soleada y recndita isla de Cefalonia, entre sus joviales habitantes y sus macetas de albahaca, me parece inconcebible que ocurriera lo que ocurri. Aqu en Cefalonia me tumbo al sol y contemplo los concursos de baile entre habitantes de Lixouri y habitantes de Argostolion. Aqu en Cefalonia me dedico a soar con el capitn Antonio Corelli, un hombre lleno de alegra que siempre est pensando en mandolinas y que no podra ser ms distinto del desaparecido y amado Francesco, pero al que quiero igual. Qu estupendo era estar en la guerra. Cmo silbbamos y cantbamos mientras hacamos los preparativos, mientras los correos motorizados iban y venan frenticamente como abejas, qu divertido era cruzar una frontera extranjera sin encontrar resistencia, qu halagador era considerarse los nuevos legionarios del nuevo imperio que iba a durar diez mil aos. Cun gratificante era pensar que pronto nuestros aliados alemanes oiran hablar de victorias similares a las suyas. Cmo cobrbamos fuerzas al jactarnos de nuestro papel en el famoso Pacto de Acero. Yo marchaba al lado de Francesco mirando el balanceo de sus miembros y las gotitas de sudor que le caan por la 86

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cara. De vez en cuando l me miraba y con una sonrisa me deca: Dentro de dos semanas, Atenas. La noche del 28 de octubre. Con municiones para cinco das y acarreando nuestras propias provisiones a falta de mulos, fuimos enviados al este para tomar el paso de Metsovon. Cun ligeros nos sentimos aquella noche al quitarnos las mochilas de las espaldas! Qu bien dormimos y cun entumecidas tenamos las extremidades a la primera luz de la maana! Supimos que no iban a venir refuerzos porque haca muy mala mar y los britnicos estaban hundiendo nuestros barcos. Cantamos canciones sobre victorias imposibles. Nos tranquilizaba la idea de que estbamos bajo las rdenes directas de Prasca. Qu estupendo era estar en una guerra... hasta que el tiempo nos volvi la espalda. Tuvimos que avanzar penosamente entre el barro. Nuestros aviones no podan despegar por culpa de las nubes. ramos diez mil hombres calados hasta los huesos. Nuestras veinte armas pesadas sucumbieron a los cenagales y nuestros pobres muslos, maltratados y apaleados, se afanaron intilmente en sacarlas de all. Nos aseguraron que el Duce haba optado por una campaa de invierno a fin de eludir el riesgo de malaria; pero no nos garantizaron ropa de abrigo. Las tropas albanesas que nos acompaaban empezaron a evaporarse. Qued claro que los blgaros no iban a luchar de nuestra parte; los griegos hacan llegar refuerzos a travs de la frontera blgara. Nuestro sistema de comunicaciones y aprovisionamiento qued inutilizado antes de haber disparado por primera vez. Los soldados griegos no desertaron. Mi fusil empez a oxidarse. Me proporcionaron una municin que no serva. Nos enteramos de que no habra cobertura area y que por error un burcrata haba ordenado regresar a Turn a nuestros camiones Fiat 666. Daba lo mismo. Los camiones se hundan en el lodo igual que la artillera. Talones que un da haban chocado altivos al cuadrarse para saludar se juntaban ahora con viscoso golpe sordo, y todos empezamos a suspirar por el polvo amarillo del 25 de octubre. Seguros de una victoria fcil, seguimos nuestra penosa marcha sin dejar de cantar que en dos semanas estaramos en Atenas. An no habamos disparado ni siquiera una bala. Pensbamos que los griegos no ofrecan resistencia porque sus fuerzas armadas eran dbiles y cobardes, cosa que nos alborozaba. Pero a uno se le ocurri que los griegos haban previsto nuestra tctica y se haban retirado a una elstica defensa a fin de concentrar sus efectivos. Marchamos bajo una lluvia inexorable y cubiertos de lodo, mientras all arriba la niebla se arremolinaba en torno al titnico monte Smolikas y los griegos esperaban pacientemente. Cmo odio las polainas. Nunca he entendido su utilidad. Odi tener que ponrmelas exactamente como mandaban las ordenanzas, y ahora las odiaba por la forma en que aglutinaban pegajosas glebas de tierra amarillenta y filtraban al interior de mis botas el agua helada. La piel de los pies se me puso blanca y empez a pelarse. Los cascos de los mulos, pese a reblandecerse y descarnarse, seguan arrojndonos fango que nos chorreaba de pies a cabeza. Francesco y yo entramos en una casa y encontramos en la pared una fotografa del rey Jorge y el 87

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general Metaxas. Robamos un impermeable y varios pares de calcetines secos. Haba una comida a medio terminar, no se haba enfriado an, y nos lo comimos todo. Despus estuvimos varias horas preocupados, temiendo que la hubiesen envenenado y dejado all a propsito. No haba griegos, estbamos ganando sin pelear. Olvidamos que algunos de nosotros habamos gritado consignas pacifistas a los milicianos fascistas y que los habamos molido a palos cuando los encontrbamos por la noche. Alcanzamos el ro Sarandaporos y comprobamos que no disponamos de zapadores ni de equipo para construir puentes. Se trataba de un torrente grande que arrastraba restos de puentes volados y cadveres de carneros cimarrones. Francesco me salv la vida cuando fui arrastrado por la corriente mientras intentaba pasar una ametralladora. Era la primera vez que me coga en brazos. Omos que alguien haba visto tropas griegas esconderse en el bosque. Cobardes, dijimos entre risas. El infierno del Sarandoporos se repiti al llegar al ro Vojussa. Francesco dijo: Dios no est en nuestro bando. Odio las polainas. A mil metros de altitud el agua que haba dentro se helaba. Cuando el agua hiela, se dilata. Ya s que esto suena a una perogrullada, pero en el caso de las polainas el efecto es doble. El hielo pesa mucho. El hielo constrie las piernas cortando el flujo sanguneo a los pies. Se pierde la sensibilidad. Suspirbamos por las escuchimizadas barracas que habamos dejado atrs en Albania. Comprendimos que las armas pesadas haban quedado a varios kilmetros de distancia y ya no nos daran alcance. Dentro de semanas, Atenas, dijo Francesco, torciendo la boca con irona. La guerra es estupenda, hasta que alguien muere. El da 1 de noviembre mejor el tiempo y un francotirador abati a nuestro cabo. Se oy un chasquido entre los rboles y el cabo dio un paso atrs alzando los brazos al aire. Luego gir hacia m sobre un pie y cay de espaldas a la nieve con una mancha prpura brillndole en mitad de la frente. Los hombres se lanzaron cuerpo a tierra y dispararon mientras un pelotn rodeaba el pinar en busca de un enemigo que ya se haba evaporado. Se oy el estampido de un mortero, el silbido del proyectil al caer entre nosotros, el grito de un pobre recluta del Piamonte cuando la metralla le desgarr las piernas, y luego un terrible silencio. Me di cuenta de que estaba cubierto de sanguinolentos trozos de carne humana que se estaban congelando ya en mi uniforme. Recogimos a los heridos y vimos que no haba modo de llevarlos detrs de las lneas. Francesco me puso una mano en el hombro y dijo: Si me hieren pgame un tiro en la cabeza. Los menospreciados griegos nos haban llevado a posiciones donde podan rodearnos e interceptarnos fcilmente, pero aun as apenas los veamos. Estbamos atrapados en el fondo de los valles, y desde los caminos veamos a los griegos aparecer y esfumarse como espectros en los taludes superiores. Nunca sabamos cundo nos iban a atacar ni de dnde. Unas veces los morteros parecan disparar desde atrs, otras desde los flancos o desde delante. Girbamos como derviches. Disparbamos a fantasmas y a cabras montesas. 88

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El herosmo de los invisibles griegos nos desconcert. Surgan de la tierra misma y caan sobre nosotros como si furamos los violadores de sus madres. Su actitud nos impresionaba. En la Cota 1289 asustaron de tal manera a nuestros albanos que stos emprendieron la fuga, disparando a los carabinieri que intentaban detenerlos. El noventa por ciento de aquel Batalln Tomor desert. Todo nuestro frente rot en sentido contrario a las agujas del reloj actuando nosotros de eje, desprovisto de los dos brazos de nuestras lneas. Sin apoyo areo. Soldados griegos con uniforme britnico y casco de soldado ingls nos ametrallaron y nos bombardearon con sus morteros, pero no hubo manera de verlos. Dentro de dos aos, Atenas, dijo Francesco. Estbamos completamente solos. Los griegos tomaron Samarini y se situaron detrs de nosotros. No comamos otra cosa que galletas secas que se descamaban como escrfula. Nuestros caballos empezaban a morir. Los pequeos caballos griegos lanzaban sus jinetes contra nosotros, pero ramos muy duros de pelar. Se nos orden retirarnos a Konitsa y tuvimos que retroceder peleando contra los soldados que nos rodeaban. Nos habamos vuelto gente annima. Llevbamos largas y gruesas barbas, ramos sepultados por tormentas de aguanieve, tenamos los ojos hundidos e inyectados en sangre, nuestros uniformes desaparecan bajo cogulos de mugre congelada, nuestras manos parecan desgarradas por gatos y nuestros dedos se agarrotaban como cachiporras de plomo. Francesco tena el mismo aspecto que yo y yo tena el mismo que los dems; nuestra vida era neoltica. En cuestin de das nos convertimos en esqueletos que hozaban como cerdos en busca de comida. Por fin un da vimos un bombardero italiano. Le hicimos seas, el aparato nos sobrevol y lanz una bomba que no nos alcanz por muy poco pero mat a tres mulos. Cortamos la carne a tiras y nos la comimos cruda mientras an estaban calientes y dando los ltimos estertores. Las radios dejaron de funcionar. Era evidente que los griegos estaban concentrando tropas precisamente en los sitios donde ramos ms dbiles. Empezaron a disparar contra destacamentos aislados y a hacerlos prisioneros. Qu suerte tienen esos cabrones deca Francesco, seguro que en Atenas hace calor. De noche dormamos los dos acurrucados uno contra otro para darnos calor. Yo estaba demasiado exhausto para la lujuria. Todos dormamos as. Yo slo quera protegerle. A nuestro comandante le dieron la patada y lo sustituyeron por el general Soddu. Luego Visconti Prasca perdi su puesto como jefe del XI Ejrcito. Cmo caen los poderosos! Prasca era un meteoro que haba degenerado en pedo incandescente. Todos nuestros jefes eran pedos incandescentes, empezando por Mussolini, que los haba elegido. Nos retiramos hacia Konitsa como un coloso herido al que persiguieran jauras de perros furiosos. Aquello fue un infierno de ametralladoras y artillera, de morteros y hielo. La poblacin civil nos acosaba con escopetas y tirachinas. Transcurri una semana entera sin tregua ni comida. Se producan batallas casi a quemarropa durante ocho horas consecutivas. Perdimos a cientos de camaradas. Las 89

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montaas se convirtieron en una congregacin de muertos. Seguimos peleando, pero perdimos nuestros corazones. La tierra apareca sumida en una gran oscuridad. Francesco hablaba con su ratn incluso en mitad de una emboscada o de una batida lateral, y todos estbamos al borde de la locura. Llegamos a nuestra primitiva posicin en el puente de Perati tras haber sacrificado en vano una quinta parte de nuestras tropas. Mir en derredor y sent el palpable horror de la irrecuperable ausencia de unos hombres a los que haba llegado a amar y cuyo indmito valor nadie debera poner en tela de juicio o impugnar a la ligera. La guerra es una cosa maravillosa. En pelcula y en los libros. Gladiators, Wellingtons y Blenhaims empezaron a aparecer en el cielo, y as los ingleses se sumaron a los puales griegos que hurgaban en nuestras heridas. El general Soddu pas revista y nos compar con el granito. Sangraba el granito en el Glgota?, pregunt Francesco.

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16. CARTAS A MANDRAS EN EL FRENTE I


Agapeton: Hace mucho que no tengo noticias de ti, no me has escrito desde ese triste da en que fui a despedirte a Sami. Yo te he escrito cada da, y empiezo a sospechar que no has recibido ninguna de mis cartas o que tus respuestas no me llegan por culpa de la guerra. Ayer escrib la mejor de todas y, lo creas o no, se la comi la cabra. Me puse furiosa y le di un zapatazo en la cabeza. Supongo que deb dar el espectculo y s que t te habras redo si me hubieras visto. Constantemente veo cosas y pienso que ojal estuvieras aqu para verlas con tus propios ojos. Trato de ver las cosas por ti, de recordarlas, y fantaseo con la idea de que si me concentro mucho puedo enviarte esas cosas para que las veas en tus sueos. Si la vida pudiera ser as... Me aterra no recibir carta tuya porque te hayan herido o hecho prisionero, y tengo pesadillas de que has muerto. Por favor, escrbeme para que pueda respirar tranquila y para que mi corazn tenga un poco de paz. Cada da espero que vuelva gente de Argostolion con la correspondencia para el pueblo, pero nunca hay nada para m, me siento desesperada e impotente y me devano los sesos de preocupacin. Como estamos en diciembre aqu los das se han vuelto muy fros, no hay sol y llueve casi a diario. Me imagino que el cielo llora mientras yo tambin lloro. Tiemblo slo de pensar en el fro que ha de hacer en los montes del Epiro. Recibiste los calcetines que tej para ti y el jersey de pescador y la bufanda? Te pareci buena idea por mi parte teirlos de caqui?, o fue una estupidez no hacerlo todo en blanco? Espero que te haya llegado el caf y el bote de miel y la carne ahumada. Pobrecito mo, cmo debes de sufrir con ese fro, en ese lugar tan remoto y salvaje que es casi otro pas. Cunto debes de echar de menos tu barca y tus delfines; te fijaste en que saba lo de tus delfines, que ahora no tienen un amigo que les d de comer peces hasta tu vuelta? Aqu todo sigue ms o menos igual, salvo que empiezan a escasear algunas cosas. Ayer no pude conseguir petrleo para la lmpara y la semana pasada no haba harina para hacer pan. Mi padre ha hecho lmparas a base de meter una mecha por un corcho y dejarlo flotar en un cuenco con aceite de oliva, que segn dice es lo que hacamos en la antigedad. Pero dan muy poca luz, hacen mucho humo y el olor es desagradable. Quin iba a pensar que sentiramos nostalgia del queroseno? Todo el mundo comenta lo silencioso y deprimente que se ha vuelto esto desde que se fueron los jvenes, y nos preguntamos 91

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cuntos de ellos volvern. He sabido que mataron a Dimos y que el novio de Marigo fue hecho prisionero. Cuando me entero de estas cosas doy gracias a Dios de que no hayas sido t, aunque s que es terrible desear que las desgracias caigan sobre otros. Si te mataran, no podra soportarlo. Creo que yo tambin morira. Creo que le propondra a Dios que me llevara a m en tu lugar, con tal de que siguieras con vida. Las mujeres nos avergonzamos de no poder hacer sacrificios comparables a los vuestros, pero cada una de nosotras cogera un fusil y se ira al frente si eso fuera posible o estuviera permitido. Papakis me ha dado una pistola pequea; duermo con ella bajo la almohada, y de da la llevo metida en el bolsillo de mi delantal. Si invadieran la isla, aqu hay mujeres y hombres mayores que lucharan hasta la muerte con escobas y cuchillos de cocina, y ya nos hemos acostumbrado a hacer las cosas que antes hacan los hombres. Lo nico que no hacemos es ir a pasar el rato a la kapheneia y jugar al chaquete. Vamos mucho a la iglesia, eso s, el padre Arsenios ha pronunciado unos sermones muy emotivos. Nos ha dicho que en una cueva que sirvi de refugio a Gerasimos apareci un icono de san Juan, y que ha sido declarado genuino archeiropoietion. Parece que hasta Dios nos manda mensajes y nos muestra que vamos por el buen camino. Alguien me hizo ver que somos el nico pas que sigue luchando, aparte del imperio britnico. Cuando lo pienso cobro nuevos nimos, porque ese es el mayor imperio que el mundo ha visto jams y, de ser as, cmo vamos a perder? A menudo veo los barcos ingleses, son tan enormes que parece imposible que puedan navegar. S que venceremos. Las noticias que llegan del frente son tan buenas que nuestra victoria parece asegurada. Cada da nos enteramos de nuevas derrotas o retiradas de las tropas italianas y sentimos el jbilo de David teniendo a sus pies a Goliat. Quin lo hubiera dicho hace dos meses? Nadie lo habra imaginado. Os enviamos a contener al invasor por aquello del honor, pero sin esperanzas de xito, y ahora esperamos vuestro regreso para recibiros como hroes. Toda Grecia rebosa de orgullo y gratitud hacia nuestros hombres, que son ms grandes que Aquiles y Agamenn juntos. Se dice que habis recuperado todo el territorio que fue motivo de disputa en tiempos pasados, y que los italianos han sido prcticamente expulsados de Albania. Qu grandes sois, vuestros nombres vivirn para siempre en los corazones de los griegos y el mundo recordar eternamente lo que le pasa a quien se atreve a herirnos. Qu orgullosos estamos, Mandras de mi vida, qu orgullosos. Vamos con la cabeza erguida y nos acordamos del glorioso pasado que nos arrebataron romanos y turcos, y que t y tus compaeros de armas nos habis devuelto por fin. Llegar un da en que nosotros y el imperio britnico nos plantaremos juntos y diremos al mundo: Nosotros os dimos la libertad, y los americanos y los rusos y dems Poncios Pilatos agacharn la cabeza y sentirn vergenza de que toda la gloria sea para nosotros. Aqu el espritu de la guerra ha afectado a todo el mundo. Pap, que tanto detestaba a Metaxas, Kokolios, que es comunista, y Stamatis, que es monrquico, coinciden los tres en aclamar a Metaxas 92

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como el griego ms importante desde Pericles o Alejandro, y todos elogian el xito militar de Papagos. Trabajan juntos recogiendo paquetes para nuestras tropas; mi padre lleg a ofrecerse para ir al frente como mdico. Le rechazaron al saber que lo haba aprendido todo en los barcos y que careca de documentos que le acreditaran. Si vieras qu furioso se puso. Iba por toda la casa pisando fuerte, y nunca le he odo decir Heston tantas veces y con tanto rencor. Yo me alegro de que no se vaya, pero es injusto porque hasta la gente rica acude a l en lugar de ir a los mdicos de universidad. Mi padre tiene el don de curar como el santo, le basta con tocar una herida y ya empieza a sanar. No sabes cmo ha prosperado la adivinacin en el pueblo desde que empez la guerra. Todo el mundo consulta los posos del caf para averiguar cundo volvern sus primos, hermanos o hijos, y se ha convertido en una verdadera industria. La mujer de Kokolios ley mi caf y me dijo que alguien vendra desde muy lejos y cambiara mi vida. As de seria lo dijo, como si no supiera ella que yo s que ella sabe que estoy esperando que regreses desde muy lejos. Las familias italianas de la isla han pasado apuros, y han tenido que intervenir las autoridades para impedir la quema de casas y otros estpidos actos de violencia. Unos exaltados de Lixouri apalearon a un viejo que lleva viviendo aqu cuarenta aos y que haba colgado nuestra bandera de su balcn. Por qu ser tan bestia la gente? Te alegrar saber que Psipsina y la cabra estn bien. Bueno, yo al menos me alegro, y como pronto seremos una sola persona, se supone que t tambin te alegras. Espero que te alegrar saber que he decidido reunir mi propia dote. Creo que mi padre no tiene sentido de la vergenza y a veces siento mucha rabia contra l por negarme lo que para cualquier otra chica es una cosa normal. No es justo porque es demasiado racional. Se cree Scrates y que puede oponerse abiertamente a la costumbre, pero yo me siento incmoda cada vez que me encuentro con alguien de tu familia, y no puedo permitir que nadie piense que tenemos mala opinin de ti, aun cuando no sea as. He empezado a tejer una colcha grande para nuestra cama de matrimonio, pero he tenido que deshacer la labor porque el ganchillo no se me da muy bien y aquello pareca un animal muerto. No soy diestra en cosas de mujeres porque mi madre muri cuando yo era muy pequea, y ahora estoy intentando aprender todo lo que habra tenido que aprender de nia. He empezado con las cosas de la cama, porque ah es donde va a empezar nuestra vida juntos, pero despus har otras cosas para los das de fiesta o para cuando vengan visitas. La verdad es que me aburre mucho hacer ganchillo, aunque me consuelo pensando que cuando vuelvas encontrars todas las pruebas de mi amor por ti. Estoy pensando que estara bien hacerte un chaleco de hilo dorado y con flores bordadas en fil tir para que cuando bailes resplandezcas al sol. El da de Navidad los italianos bombardearon Corf, y hasta a mi padre le choc tanta impiedad. Por la radio omos que los ingleses han hundido muchos de sus barcos. As lo espero, aunque de todos modos son cosas que detesto or porque no soporto la prdida de vidas y 93

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porque me desconsuela pensar en todos los viejos cuyos hijos van a la tumba antes que ellos. He visto a tu madre en el gora, me dice que tampoco ha recibido noticias de ti. Est muy preocupada y tiene ms arrugas en la cara que antes. Escrbele, por favor, aunque no me escribas a m. Estoy segura de que sufre ms que yo, si es que eso es posible. No hemos comido pescado desde que te fuiste, Mandras, y empiezo a echarlo de menos. Slo comemos alubias, como los pobres. Mi padre dice que son muy sanas, pero te ponen la tripa como un tambor. El da de Navidad tuvimos que pasar sin kourabiedes, sin christopsomo y sin loukoumades. La cosa fue un poco triste, aunque hicimos cuanto pudimos. El padre Arsenios nos sorprendi a todos no emborrachndose. Recuerda que aqu quedan los que te quieren y rezan por ti, y que toda Grecia va contigo dondequiera que ests. Vuelve con nosotros tras la victoria para que las cosas puedan ser como antes. Tus delfines te esperan, y tambin tu barca y tu isla, y tambin te espero yo, que te quiero tanto y te echo de menos como si fueras un miembro de mi cuerpo que me hubieran arrancado. Sin ti nada est completo, vida ma, e incluso cuando soy feliz la felicidad me duele por dentro. Tu querida novia, Pelagia, que te besa con estas palabras.

II
En el da de San Basilio Agapeton: Sigo sin tener noticias de ti, y aunque parezca extrao estoy empezando a conformarme. Panayis volvi del frente con una mano menos y me dijo que all hace demasiado fro como para coger una pluma y escribir. Dice que no te ha visto, pero supongo que eso no debe sorprenderme puesto que no estis en la misma unidad. Panayis ha solicitado al rey el derecho a volver al frente y seguir combatiendo, pues dice que cualquiera puede utilizar un rifle con una sola mano. El alfarero que hay camino de Kastro dice que le har una mano de arcilla que ser ms bonita que la original y adems muy fuerte, y Panayis le dijo que se la hiciera a prueba de heladas para cuando vuelva a primera lnea. De hecho le pidi dos versiones, una en forma de puo cerrado para poder pegar, y otra con los dedos curvados para coger vasos. No me extraara que le pida una tercera con bayoneta incorporada, menudos nimos trae. Este da de San Basilio ha sido mejor que Navidad. Mi padre me regal un libro de poemas y escritos polticos de Andreas Laskaratos, diciendo que era bueno para mi espritu leer cosas de una persona que fue excomulgada. Yo cit aquel proverbio que dice mega biblion, mega kakon (a libro grande, gran maldad), y l me amenaz con darme uno ms pequeo. Yo le regal una navaja de muelle. Luego

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contamos las semillas de una granada para ver si este ao iba a ser abundante. Parece que no estar mal. Consegu hacer una vasilopeta intercambiando ingredientes con tu madre, y mi padre me dio un soberano ingls de oro para que lo metiera dentro. Se puso muy contento al ver que no sala en el trozo de Jesucristo ni en el de San Basilio, porque no le gusta dar dinero a la iglesia. Sali en mi trozo, o sea que me ha tocado toda la suerte para este ao. Verdad que es estupendo? Espero que eso signifique que vas a volver. He empezado el chaleco, pero he tenido que deshacer otra vez la colcha porque me estaba saliendo an peor que antes. No s qu me pasa. Noticias siempre buenas del frente, todo el mundo est contento de que nuestros muchachos le hayan bajado los humos a Mussolini; le ha tocado aprender me kinei Kamarinan por las malas, no crees? Hemos sabido que nuestros muchachos estn sacando tanques italianos de la nieve y el barro y que los utilizan contra sus antiguos propietarios. Bravo por nosotros. Y dicen que hemos tomado Argyrokastro, Korytsa y Aghioi Saranda, pero siguen llegando rumores de que Metaxas no se encuentra bien. Has visto el nuevo cartel que hay por todas partes? Por si no lo has visto, sale uno de nuestros hombres caminando a zancadas con la mano de la Virgen llevndolo del brazo, los dos con la misma expresin, y la inscripcin dice: Victoria. Libertad. La Virgen est con l. A todos nos ha parecido buensimo. Pap se est dejando el bigote ms poblado para darle aspecto ms patritico. Me alegro de que ya no se ponga cera, porque cuando le daba un beso en la mejilla estaba spero y me pinchaba. Ahora me hace cosquillas. Espero que te hayas dejado la barba para tener la cara ms caliente. Mandras, en serio que deberas escribir a tu madre, est muy inquieta. Se trata tanto de una cuestin de philotimo como de luchar por tu pas. El honor tiene muchos rostros, y uno de ellos es ser bueno con tu madre, creo yo. Pero no te critico, slo pensaba que deba recordrtelo. Tu prometida, que te quiere, Pelagia.

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III
En la semana de Apokrea Agapeton: sta es la carta nmero cien que te mando y an no sabemos nada. Papakis dice que es mejor no tener noticias que tenerlas malas, as pues no s si estoy triste o tranquila. Doy gracias a Dios de que tu nombre no haya aparecido en la lista de vctimas que exhiben en Argostolion. Has de saber que Kokolios ha perdido dos hijos (Gerasimos y Yanaros) y que se lo ha tomado muy mal. Le tiemblan los labios al hablar, est siempre lloroso y le ha dado por trabajar tanto que hasta trabaja por la noche. Dice que no culpa a los italianos sino a los rusos, que no han cumplido con su deber de combatir al fascismo. Dice tambin que Stalin no puede considerarse un verdadero comunista, y desde que el Imperio Britnico ech a los italianos de Somalia y captur a doscientos mil en Libia, va por ah besando un retrato de Winston Churchill que recort de un peridico. El otro da, cuando papakis se enter del ultimtum de Hitler para que los griegos dejsemos de hacer la guerra a los italianos, se afeit todo el bigote porque incluso un bigote tan poblado y patritico recuerda demasiado al de Hitler. Desde la muerte de Metaxas, pap lleva siempre un brazalete negro, y jura que no se lo quitar hasta que termine la guerra. An estamos muy apenados por la muerte del viejo, pero no vamos a permitir que eso nos debilite. Estamos absolutamente convencidos de que Papagos nos conducir a la victoria. Este ao apenas ha habido carnaval, pues todos los jvenes estn en la guerra, y es como si ya fuese Cuaresma. Todos ayunamos nos guste o no, y no creo que la prxima Pascua vaya a ser una fiesta. No ser lo mismo sin huevos pintados ni tsoureki ni kokoretsi ni mayeritsa ni cordero asado. Espero que huevos s habr, pero aparte de eso seguramente tendremos que comer cuero para zapatos con salsa de avgolemono. Se me hace la boca agua slo de pensar en todas las cosas que no podemos comer, y no veo el da en que todo vuelva a la normalidad. Desde diciembre hemos tenido unas tormentas horribles, y no ha dejado de hacer mucho fro y viento. Tengo casi terminado tu chaleco y aunque no es tan bonito como esperaba, creo que te quedar muy bien. El mal tiempo me deja bastantes horas para la labor, aunque no es fcil cuando las manos se te ponen moradas de fro. Cuando iba por la mitad de la colcha, Psipsina me vomit encima y tuve que lavarla. No encogi, menos mal, pero cuando la puse a secar la cabra le peg tres bocados. Me enfad tanto que hasta le atic con la escoba, y luego pap sali y me encontr hecha un mar de lgrimas. A l tambin le solt un escobazo. Deberas haber visto qu cara puso. En fin, tuve que

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deshacer la colcha otra vez y aprovechar la lana, pero empiezo a pensar que el destino quiere que me dedique a otra cosa. Espero que ests bien y contento. Yo todava aguardo ilusionada tu regreso, como todos. Con todo mi amor, tu Pelagia, que an te echa de menos.

17. L'OMOSESSUALE (5)


La divisin Bari nos acogi a fin de que pudiramos descansar y reagruparnos, pero los griegos atacaron con una cortina de fuego y los sorprendieron antes de que pudieran montar su artillera. Los de la divisin Julia tuvimos que volver a primera lnea para salvarlos. Fue como si una parte de mi mente hubiera desaparecido, o como si mi alma se hubiera reducido a un diminuto punto de luz gris. No poda pensar en nada. Peleaba tenazmente, era un autmata sin emociones ni esperanzas, y si algo me preocupaba era que vea a Francesco cada vez ms extrao. Haba acabado convencindose de que algn da una bala le atravesara el corazn, y por ello haba cambiado al ratn Mario de su bolsillo habitual en la pechera a otro en la manga de la camisa. Le preocupaba que pudieran matar a los dos al mismo tiempo y me hizo prometer que cuidara del animalillo si l mora. Nuestras unidades estaban hechas un lo. Partes de otras divisiones fueron enviadas a la nuestra. Nadie conoca la jerarqua exacta del mando local. Un batalln novato formado por muchachos de campo mal entrenados lleg a un punto equivocado del mapa y fue aniquilado por los griegos. El 14 de noviembre los griegos iniciaron una ofensiva cuya furia despiadada ninguno de nosotros poda haber previsto. Nos quedamos atrincherados con el macizo del Mrava a nuestra espalda. Esto es como no decir nada, a menos que uno sepa que es un lugar deshabitado, salvaje, lleno de caadas y precipicios, de monstruosos despeaderos, sin caminos, un sitio al que no podan acceder las provisiones que esperbamos. Estbamos en una tierra que los griegos han considerado siempre suya por derecho propio y que por dos veces han tenido que ceder por tratado. Ahora queran recuperarla. La niebla nos envolva, la nieve nos rodeaba, y un maldito viento rtico soplaba del norte como el puo de un titn. Abrieron profundas brechas en nuestras lneas y perdimos contacto con el resto de unidades. Tuvimos que retroceder. Pero no haba dnde retroceder. Los morteros Brandt del enemigo eliminaban varios pelotones de una vez. No tenamos vendas ni hospitales de campaa. Un lloriqueante capelln me extrajo metralla del brazo sin anestesia en la cocina de una casa de campo sin techo y en ruinas. Haca demasiado fro para notar el cuchillo que me abra la carne o la aguja que me horadaba la piel. Di gracias al cielo de haber sido yo el herido y no Francesco, y enseguida fui enviado de nuevo al combate. Vi que los

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hombres encargados de las recuas de mulos haban abandonado a los animales y luchaban a nuestro lado. Un comandante del servicio de abastecimiento haba sustituido a nuestro oficial, muerto. No quedan provisiones nos dijo, de modo que he venido a cumplir con mi deber. Confo en vuestros buenos consejos. Este hombre admirable y honesto, habituado a amontonar mantas y hacer inventarios, perdi las entraas en un ataque a la bayoneta que l diriga empuando heroicamente una pistola descargada. Fuimos completamente derrotados. No slo odio las polainas. Odio todo mi uniforme. Los hilos se pudrieron, la tela se acarton y adquiri la rigidez de la roca. Aquella cosa inflexible acumulaba el fro como un frigorfico y me lo pegaba a la carne. Da a da pesaba ms y era ms spera. Mat una cabra y me cubr con su pellejo. Francesco despellej a un mulo acribillado e hizo otro tanto. Koritsa fue abandonada al enemigo; ahora tenamos menos territorio que al empezar la campaa. Dejamos atrs nuestro equipo pesado. De todos modos ya no serva. Nos acostumbramos a las heridas ulceradas y a la fetidez de la gangrena. Mientras Koritsa era evacuada, los de la divisin Julia resistimos en el Epiro. No fue tan sencillo derrotarnos. Pero luego retrocedimos por los mismos caminos por los que habamos avanzado. La divisin Centauro, por mor de la rapidez, dej atrs sus tanques que haban quedado atascados en el lodo. Los griegos encontraron aquellos armatostes herrumbrosos, los recuperaron, los repararon y los emplearon contra nosotros. Nos enviaron un batalln de guardias aduaneros como refuerzo. Vlgame el cielo. Conservamos una cabeza de puente en Perati. Para nada. Pequeo milagro; los griegos nos dejaron un par de das de descanso. Quiz pensaban que habamos minado los caminos. Luego supimos que habamos perdido Pogradec porque el enemigo se haba infiltrado en nuestras lneas siguiendo el curso de un arroyo mientras nuestras defensas estaban organizadas para repeler un ataque a las vas. De qu sirve nada? pregunt Francesco. Lo hacemos lo mejor que podemos, pero luego viene otro y lo jode. Despus, alguien orden una maniobra que dej sin proteccin nuestro flanco derecho y perdimos contacto con la divisin Modena. Nuestro general Soddu, que haba sustituido a Prasca, fue sustituido a su vez por Cavallero. Daba la impresin de que nuestra gloriosa conquista de Grecia iba a terminar ignominiosamente con la conquista de Albania por los griegos. La nieve caa sin tregua, y descubrimos que podamos calentarnos la cabeza arrancando los sesos de mulos moribundos y llenando nuestros cascos con ellos. Comprendimos que el nico modo de impedir los continuos ataques desde arriba era ocupar las regiones altas. Las regiones altas eran azotadas por vientos malignos que traan por delante un urticante escudo de cristales. Mis botas se destrozaron y los piojos me hacan retorcer de escozor. Creo que fue por Navidad cuando por fin comprendimos que estbamos tan acabados como nuestras botas. Despertar por la maana a diez grados bajo cero. Primera pregunta: quin ha muerto congelado? Quin ha pasado hoy del sueo a la muerte? Segunda pregunta: cuntos vados habr que atravesar hoy con esa agua helada que te atenaza los testculos hasta 98

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hacerte chillar de dolor? Cuntos kilmetros tocan hoy de fango hasta la cintura por esos caminos? Tercera pregunta: cmo es posible que los griegos nos ataquen si estamos a veinte bajo cero y las correderas de nuestros fusiles se han atascado? Cuarta pregunta: por qu los amistosos albanos les sirven de gua a los griegos? Quinta pregunta: qu unidad ha quedado hoy tan agotada que ha preferido rendirse a una fuerza inferior? La Julia no. Nosotros no. Todava. Francesco ya no me habla. Slo habla con su ratn. Un nuevo ataque perpetrado por nuestros propios aviones, una escuadrilla de SM-79: veinte muertos. Nos enteramos de que los oficiales de la divisin Modena han recibido una orden en la que se afirma que quienes no muestren suficientes dotes de mando sern fusilados. Mi coronel, Gaetano Tavoni, ha resultado muerto en Mali Topojanit mientras diriga nuestro ataque tras sesenta das sin descansar. Que Dios le tenga en su gloria y le recompense por cuidar de nosotros. Las mujeres de Italia empiezan a mandarnos guantes de lana que se empapan de agua y se nos hielan en las manos hasta el punto de que no podemos quitrnoslos. Francesco ha recibido un panettone de su madre y lo comparte con su ratn Mario. Corta los trocitos con la bayoneta. Hemos sabido que Ciano y los jerarcas del fascismo se han alistado y han optado patriticamente por ir de excursin en bombardero a Corf, donde no hay defensa antiarea. Cmo odio las polainas. Estamos en la poca de la muerte blanca. Trincheras anegadas. El hielo dilatndose en la ropa, el riego sanguneo interrumpido. Nosotros no odiamos a los griegos, luchamos contra ellos por razones nada claras, sin honor, pero s odiamos la muerte blanca. Eso s, al principio no hay dolor. Las piernas se te hinchan por encima de las polainas, y por debajo los pies se te duermen. Las piernas adoptan tonos chocantes: una sombra de lila, un matiz de morado, negro caoba. Como soy un hombre muy corpulento paso el da transportando a nuestros muchachos heridos detrs de nuestras lneas. Estoy extenuado y perplejo por sus gritos de angustia. He cambiado mis polainas por piel de gato frotada por dentro con lubricante para armas. Llevo las botas impregnadas de cera. El agua sigue penetrando, vivo con el miedo a la muerte blanca. En las tiendas oigo los aterradores chillidos de la amputacin: Cada pocas horas me miro los pies y me doy masaje con grasa de cabra descongelada al calor de una cerilla. Dicen que Graziani ha sido derrotado en frica. Tenemos trece mil vctimas de la muerte blanca. Hasta los griegos estn petrificados de fro; los ataques han disminuido. Francesco ha enloquecido definitivamente. No para de gesticular con la boca todo el rato, su barba se ha convertido en una estalactita de hielo, pone los ojos en blanco y no me reconoce. Se caga encima a propsito para saborear el momentneo calor. Todo mi amor se ha vuelto compasin. Le hago unos mitones con un par de conejos, dejando la grasa por dentro. l se come la grasa. Hemos sido reducidos a un millar de hombres con quince ametralladoras y cinco morteros. Hemos perdido cuatro mil hombres. Nuestras lneas son pasto de la muerte blanca, de la amarga ausencia de nuestros amigos, de la desolacin del yermo.

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En Klisura se nos echan encima los furiosos griegos. A nosotros, que estamos exhaustos y acongojados. Francesco le dice a su ratn: Dentro de dos semanas, Atenas. Un lugar en la historia para el ratn de Albania. El ratn que derroc a un rey. El ratn Mario. Ratoncito Mario. No podemos resistir ms y la Julia es derrotada, nuestras tropas enloquecen y se gangrenan, nuestros cuerpos son separados de nuestras almas. La Lupi di Toscana acude en nuestra ayuda y es derrotada; los soldados pasan de lobos a liebres y nosotros los llamamos Lepri di Toscana. Si los veteranos de la Julia no son capaces de vencer, qu posibilidad tendrn los novatos? Los enviaron sin comida a lugares ignotos que no cuadraban con los mapas. No tenan oficiales. Fueron atacados implacablemente. Sacrificio tras sacrificio. Un calvario tras otro. Los enviaron a salvarnos y nosotros los salvamos a ellos. Contraofensiva. Fracaso. Prdida de Klisura. Mensaje desesperado de Cavallero: Os lo suplico en nombre de Italia, haced un ltimo intento. Si pudiera ira a morir con vosotros. Que se joda Italia. Que se jodan los generales que nunca vienen a morir contigo. A la mierda vuestra confianza y vuestras mendaces promesas de refuerzos. A la mierda las derrotas que vosotros arrebatis de las fauces de la victoria. A la mierda esta frvola guerra que no comprendemos. Que viva Grecia si eso significa que termine todo esto, la muerte blanca y la nieve encarnada, el fro ingrato y letal, los ros de tripas, los huesos machacados, los vientres vacos de alimento y reventados por los morteros y desgarrados por las bayonetas, los dedos paralizados, los fusiles modelo 91 que se atascan, los jvenes destrozados, las mentes inocentes llevadas a la locura. Vivimos en perpetuo ofuscamiento. La nieve lo ha vuelto todo irreconocible, de modo que nunca sabemos dnde estamos. Es sta la escarpa que nos han ordenado tomar? Eso que hay en el fondo del valle es un arroyo, como a dos metros por debajo del reluciente manto blanco? Qu montaa es esa? Que alguien arranque de ah esas nubes, por el amor de Dios, a ver si lo averiguamos. Esto que estamos cruzando a trancas y barrancas, es una carretera o un ro? Tranquilos, lo sabremos cuando lleguemos a la fuente. Tranquilos. Con un poco de suerte, si nos equivocamos puede que nos capturen. Avisar por radio al cuartel general que hemos tomado el objetivo; no s en qu sitio estamos, pero es tan bueno como cualquier otro. Qu ms da? Al habla el cuartel general, seor. Quieren las coordenadas en el mapa. Dile que me den un mapa que se corresponda con algo tangible y les dar esas coordenadas. No, diles que la radio est estropeada. S, seor. Qu est haciendo ahora, cabo? Meando encima del casco para que no brille, seor. Camuflaje, seor. Primero meas encima y luego lo frotas con barro. Los griegos avanzan sobre Tepeleni y los de la Julia vamos a apoyar al XI Ejrcito. Nos adjudican nueve mil reservistas sin instruccin para hacer bulto y doscientos oficiales sin experiencia, ms unos cuantos oficiales retirados que no recuerdan las tcticas y no comprenden el funcionamiento de sus armas. Estos veteranos trepan como pueden por los taludes y mueren como los dems, tosiendo hasta diarla, boca 100

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abajo en el barro y con burbujas rojas helndose en sus labios. Los griegos son fanticos pero fros, fieros pero resueltos como los que ms. Toman el Golico y el monte Scialesit, pero logramos detenerlos antes de que puedan cercar Tepeleni. Viene el Duce a visitarnos y es recibido con la aclamacin que han exigido de nosotros. Yo me quedo al lado de Francesco y no voy a vitorearle. Acaba de iniciarse una ofensiva que tiene por nico objeto organizar un espectculo para el Duce, que se queda en Komarit para emperejilarse mientras contempla cmo sus soldados son enviados, oleada tras oleada, a una muerte segura. La vanidad es la madre de la perdicin, signor Duce. Francesco escribe una carta para que yo se la entregue a su madre en caso de que l muera, creyendo que los censores no la dejarn pasar si la envo por correo militar:
Querida madre: Esta carta te llega de manos de Carlo Guercio, un buen amigo mo y viejo camarada que ha cruzado conmigo las puertas del infierno. No te asustes: es muy grande, pero es un hombre bueno y afable. Sus bromas me han hecho rer en momentos difciles, su mano me ha confortado cuando tena miedo y sus brazos me han transportado cuando estaba exhausto. Me gustara que lo considerases como hijo tuyo para que no creas que todo se ha perdido. Es una persona leal y sincera, nunca ha existido hombre ms excelente, y ser para ti mejor hijo de lo que yo fui. Querida madre, vine a esta guerra en estado de inocencia y la dejo tan agotado que me alegro de morir. Despus de sta, no creo que pueda hablarse de otra vida. He llegado a la conclusin de que Dios no hizo de este mundo un jardn, que los ngeles no cuidan de l y que el cuerpo puede ser negado. Tengo la sensacin de estar muerto desde hace meses, pero mi alma an ha de encontrar el momento de partir. Un beso para ti y para cada una de mis hermanas, os quiero con toda mi alma. Di a mi esposa que pienso siempre en ella y que la llevo en mi corazn como una llama inextinguible. No te desanimes. Francesco.

Ah, la de cosas que no le cuento a la madre de Francesco aquel melanclico da de un mes de abril en que le entrego la carta.

18. LAS CONTINUAS FATIGAS LITERARIAS DEL DOCTOR IANNIS


El doctor Iannis se sent a su escritorio y fij la mirada en la montaa. Golpe suavemente con la pluma la superficie descolorida de la mesa y consider que haba llegado el momento de llenar su mochila y hacer una visita a Alekos y su rebao de cabras. Se maldijo a s mismo. Se supona que estaba escribiendo sobre la ocupacin de la isla 101

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por los venecianos, y sin embargo se dedicaba a pensar en cabras. Pareca llevar en su interior un demonio que conspiraba para impedirle concluir sus tareas literarias y que llenaba su vida y su cabeza de distracciones. El demonio trastoc sus reflexiones con preguntas intrascendentes: por qu rehusaban las cabras comer de un balde puesto en el suelo y en cambio se alimentaban alegremente de plantas que crecan de la tierra misma? Por qu haba que colgar el balde de una argolla? Por qu les crecan tanto las pezuas en primavera y haba que recortrselas? Por qu introdujo la naturaleza tan curioso defecto de diseo? Cundo una cabra no era oveja, y viceversa? Por qu eran unos animales tan sensibles y, al mismo tiempo, tan ilimitadamente estpidos, como los artistas y los poetas? En fin, el mero hecho de pensar en subir al monte Amos para examinar las cabras de Alekos le hizo sentir las piernas cansadas antes de dar el primer paso. Cogi la pluma y le vino a la cabeza un verso de Homero: Nada hay tan bonito como cuando marido y mujer en su hogar viven juntos en armona de pensamiento y temperamento. Pero a qu vena eso? Qu tena que ver con los venecianos? Medit un momento sobre la adorable esposa que tan cruelmente haba perdido y luego se encontr pensando en Pelagia y Mandras. Desde la brusca partida del muchacho, Pelagia haba pasado por una serie de estados anmicos que a l le parecan totalmente nocivos y preocupantes. Al principio su hija haba sido presa del pnico y la ansiedad, y a continuacin del llanto. Las tempestades dieron paso a das de siniestra y tensa calma, cuando sola sentarse junto a la tapia como si esperase verle llegar por el recodo del camino donde haba sido herido por Velisarios. Aun en los das ms fros se la vea all con Psipsina acurrucada en su regazo, acariciando las blandas orejas de la marta. En una ocasin haba llegado a quedarse embobada en plena nevada. Ms adelante le haba dado por permanecer en silencio en presencia de l, inmviles las manos sobre el regazo mientras las lgrimas le resbalaban mejilla abajo. Y de repente experimentaba un compulsivo optimismo y se pona a trabajar con furia en un cubrecama que estaba haciendo para cuando se casara, y luego, con igual brusquedad, se pona en pie de un salto, arrojaba al suelo su labor, la pateaba y empezaba a desmontarla con una ferocidad rayana en la violencia. A medida que pasaban los das se hizo evidente que Mandras no slo no haba escrito sino que nunca lo hara. El doctor observ el rostro de su hija y se dio cuenta de que cada vez estaba ms amargada, como si creciera en ella la certeza de que Mandras no poda amarla. Se permiti a s misma encerrarse en la apata, y el doctor diagnostic los sntomas tpicos de la depresin. Rompi una costumbre de toda la vida y empez a hacer que le acompaara en sus visitas mdicas, pero un momento charlaba con l animadamente y al siguiente se suma en un profundo silencio. La infelicidad se disimula con el sueo, se dijo, y la haca acostarse temprano y la dejaba dormir hasta bien entrada la maana. Sola encargarle recados imposibles en lugares impracticablemente lejanos con el fin de que el agotamiento 102

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fsico sirviera de profilctico contra el inevitable insomnio de los jvenes y los desdichados, y se esmer en contarle las historias ms graciosas que de sus aos de escuchar a charlatanes en la kapheneia o en las salas de oficiales dejos barcos. Fue lo bastante astuto para darse cuenta de que el estado anmico de Pelagia era tal que ella consideraba lgico, y a la vez casi un deber, el mostrarse triste, pasiva y distante; as, insisti no slo en hacerla rer contra su voluntad sino tambin en provocarle algunos accesos de ira. El doctor perseveraba en llevarse el aceite de oliva de la cocina para curar casos de eczema, y deliberadamente olvidaba reponerlo, considerndolo un triunfo de la psicologa cuando ella se abalanzaba exasperada sobre l con los puos cerrados y l tena que contenerla sujetndola de los hombros. Curiosamente, el doctor experiment una especie de conmocin cuando vio que su tratamiento daba resultado, y la recuperacin por parte de su hija de su habitual equilibrio fue considerada un sntoma inequvoco de que su pasin por Mandras haba llegado a su fin. Por una parte, l se habra alegrado, puesto que no crea seriamente que Mandras fuera un buen marido para ella, pero por otra, Pelagia ya estaba prometida, y romper un compromiso de matrimonio poda originar desgracias sin cuento. Se le ocurri la terrible posibilidad de que su hija acabara casndose por pura obligacin con un hombre al que ya no amaba. Se encontr, as, esperando con culpabilidad que Mandras no sobreviviese a la guerra, y eso le llev a la incmoda sospecha de que en realidad no era el buen hombre que siempre se haba considerado a s mismo. Todo esto fue de por s bastante problemtico, pero la guerra haba creado numerosas dificultades que l no poda prever. Poda soportar la falta de existencias de cosas como el yodo y la locin de calamina, pues haba alternativas eficaces, pero no haba suministro de cido brico desde el inicio de la contienda, ya que aquella sustancia en concreto haba venido siempre de los vapores volcnicos de Toscana; era la mejor droga que l conoca para tratar infecciones de vejiga y la fetidez de orina. Pero lo peor eran los casos de sfilis que requeran bismuto, mercurio y novarsenobenzol. Este ltimo deba ser inyectado una vez por semana durante doce semanas, y no caba duda de que todas las existencias haban ido a parar al frente. Maldijo al primer pervertido que contrajo la enfermedad copulando con una llama y a los brutos hispnicos que la haban importado del Nuevo Mundo despus de avanzar a guadaadas de violacin por los territorios que sojuzgaban. Afortunadamente la excitacin de la guerra haba disminuido el nmero de enfermos imaginarios, no obstante lo cual el doctor se haba visto repetidas veces obligado a consultar su enciclopedia mdica para intentar arreglrselas sin todas aquellas cosas con que siempre haba contado. Haba encontrado su Complete and Concise Home Doctor (dos enormes tomos con ndice de referencia sistemtica, mil quinientas pginas, que abarcaban desde la intoxicacin por tomana hasta consejos de belleza sobre el cuidado y definicin de las cejas) en el puerto de Londres, e incluso haba aprendido ingls para comprenderlo. Lo haba memorizado de la primera a la ltima pgina 103

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con ms entusiasmo y dedicacin que los que pone un musulmn en aprender el Corn y convertirse en hafiz. Con todo, se le haban olvidado algunas cosas pues slo haba tenido que consultar ciertas partes de la obra, llegando por su cuenta a la conclusin de que la mayora de los achaques remitan solos, independientemente de lo que l pudiera hacer. Se trataba sobre todo de presentar un aspecto convenientemente solemne mientras ejecutaba el ritual del examen mdico. La mayora de las exticas y emocionantes enfermedades sobre las que haba ledo con tan mrbida curiosidad no haban aparecido nunca en la parte de la isla donde viva, y se haba dado cuenta de que as como el padre Arsenios era un sacerdote del alma, l era poca cosa ms que un sacerdote del cuerpo. Los males ms interesantes parecan afectar mayormente a los animales, de ah que siempre le llenara de gozo poder diagnosticar y curar los achaques de un caballo o un buey. El doctor haba constatado que la guerra haba tenido el efecto de incrementar su propia importancia, como tambin la del padre Arsenios. Anteriormente haba acabado por habituarse a su condicin de fuente de sabidura, aunque siempre le venan con cuestiones filosficas el padre de Lemoni haba mandado una vez a su hija a preguntarle por qu los gatos no hablaban, pero ahora la gente no slo quera tener toda la informacin sobre el conflicto armado, sino que le apremiaba para conocer su opinin acerca del tamao y disposicin ptimos de los sacos terreros. l no se haba erigido en lder de la comunidad, sino que haba llegado a serlo por un proceso de sufragio invisible, como si un autodidacta como l tuviera que poseer un poco de sentido comn, as como ciertos conocimientos ocultos. Se haba convertido en una suerte de Aga que sustitua a los agas turcos que la isla haba tenido en tiempos, salvo que, a diferencia de los jefes otomanos, a l no le interesaba estar todo el da tumbado sobre cojines entre dos penetraciones de orificios de guapos sodomitas jvenes que, en su momento, creceran con una inclinacin igualmente antinatural por la pederastia, los narcticos y la ms prodigiosa holgazanera. El doctor oy a Pelagia cantar en la cocina y cogi su pluma. Hizo ademn de tornearse la punta del bigote y experiment un extrao disgusto al recordar que se lo haba afeitado como gesto de desafo a Hitler; luego se mir el brazalete negro que llevaba desde la muerte de Metaxas. Suspir y escribi: Grecia est situada en una falla a la vez geogrfica y cultural que separa Oriente de Occidente; somos simultneamente campo de batalla y epicentro de catastrficos terremotos. Si bien las islas del Dodecaneso son orientales, Cefalonia es sin ningn gnero de dudas occidental, en tanto que el continente es las dos cosas a la vez sin ser del todo ninguna. Los Balcanes han sido siempre un instrumento de la poltica exterior de la grandes potencias, y ya desde tiempos remotos han sido incapaces de alcanzar siquiera una remota semejanza con la civilizacin avanzada debido a la indolencia, indocilidad y brutalidad innatas de sus gentes. Es decir que Grecia tiene muchos menos vicios balcnicos que las naciones situadas al norte y al oeste, y se da tambin el caso de que, de todos los griegos, los cefalonios poseen la 104

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mxima reputacin de ocurrentes e "intelectuales". Los lectores recordarn que Homero era de aquella regin y que Ulises era clebre por su astucia. Homero nos describe tambin como gente fiera e indisciplinada, pero nunca se nos ha tildado de crueles. De vez en cuando muere alguien por una disputa acerca de propiedades, pero nosotros no tenemos esa sed de sangre que es defecto caracterstico de nuestros vecinos eslavos. El motivo de nuestra orientacin occidental es que la isla fue ocupada por los turcos durante slo veintin aos, entre 1479 y 1500, fecha en que fueron expulsados por un ejrcito mixto venecianoespaol. Los turcos volvieron en 1538, y en una sola incursin se llevaron a trece mil cefalonios para ser vendidos como esclavos. La brevedad de su estancia en la isla, sumada a su carcter aptico e inerte, sirvi para que a su partida no dejaran ninguna herencia perdurable, culturalmente hablando. Aparte este breve perodo la isla fue veneciana entre 1194 y 1797, cuando fue tomada por el famoso megalmano y belicista Napolen Bonaparte, quien prometi la unin de la isla con Grecia y luego se la anexion prfidamente. El lector podr comprobar sin dificultad que en realidad la isla fue italiana durante unos seiscientos aos, lo cual explica muchas cosas que pueden desconcertar al forastero. El dialecto de la isla est repleto de palabras y giros del italiano, los cultos y los aristcratas hablan italiano como segunda lengua y los campanarios de las iglesias estn construidos dentro del edificio principal, no as en el resto de Grecia donde la campana se encuentra en el interior de una construccin ms modesta y separada, prxima a la puerta. La arquitectura de Cefalonia, de hecho casi enteramente italiana, favorece mucho una civilizada y tertuliana vida privada gracias a sus sombreados balcones, patios y escaleras exteriores. La ocupacin italiana sent las bases para un desarrollo cultural que en buena parte sigui una pauta ms occidental que oriental, incluyendo en esto el hbito de envenenar a los parientes molestos (Anna Palelogo mat as a Juan II, por ejemplo), y nuestros gobernantes fueron tpicos excntricos exaltados y tramposos como mandan los cnones italianos. El primer Orsini utiliz la isla para la piratera y enga repetidas veces al Papa. Bajo su tutela fue abolida la prelatura ortodoxa y la animosidad contra la iglesia catlica romana ha durado hasta la actualidad, una aversin incrementada por la arrogancia histrica de esa religin y por su deplorable insistencia en el pecado y la culpa. Se instauraron costumbres italianas como recaudar impuestos a fin de reunir dinero para sobornos importantes, maquinar conspiraciones de una complejidad laberntica, concertar matrimonios catastrficamente inadecuados, librar despiadadas batallas intestinas, reir entre familias, trocarse la isla entre, uno y otro dspota italiano (de modo que, temporalmente, fuimos parte de Npoles) y por ltimo, ya en el siglo XVIII se produjo tal estallido de violencia entre las principales familias (los Anino, Metaxas, Karousso, Antypa, Typaldo y Laverdo) que las autoridades deportaron a todos los agitadores a Venecia y all los colgaron. Los isleos, por su parte, permanecan al 105

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margen de aquella pintoresca perversidad italiana, aunque hubo muchos matrimonios mixtos, y as perdimos la costumbre de vestir el traje tradicional mucho antes de que ello ocurriera en el resto de Grecia. Los italianos nos dejaron una manera de ver las cosas ms europea que oriental, nuestras mujeres eran considerablemente ms libres que en cualquier otra parte de Grecia, y durante siglos nos dieron una aristocracia a la que satirizar e imitar a la vez. Nos alegramos muchsimo cuando se fueron (ignorbamos que vendran cosas mucho peores), pero debido a la duracin de su estancia los italianos fueron sin duda, junto con los britnicos, la fuerza ms importante en la configuracin de nuestra historia y nuestra cultura; ser gobernados por ellos nos result tolerable y a veces hasta divertido, y si bien los odiamos siempre, lo hicimos con afecto e incluso gratitud en nuestros corazones. Lo ms importante era que tenan el mrito inestimable de no ser turcos. El doctor dej su pluma a un lado y ley lo que acababa de escribir. Sonri irnicamente de sus ltimas observaciones y se dijo que, dadas las actuales circunstancias, esa gratitud tena pocas probabilidades de sobrevivir. Entr en la cocina y cambi todos los cuchillos de sitio para que as la ira de Pelagia tuviera un nuevo marco para la catarsis. Era ms fcil ser psiclogo que ser historiador; cay en la cuenta de que haba recorrido varios cientos de aos en un par de pginas. Tendra que esforzarse por tomrselo con ms calma y narrar los hechos a un ritmo absolutamente escrupuloso. Volvi a su escritorio, recogi el pequeo montn de papeles, sali al corral, olisque el aire por si haba indicios de la inminente primavera y, estoica y resueltamente, le dio a comer uno por uno los papeles a la cabra de Pelagia. Al doctor le inquietaba su filistea capacidad para digerir literatura. Maldito rumiante, murmur, y opt por irse a la kapheneia.

19. L'OMOSESSUALE (6)


La madre de Francesco era una mujer gris con un lunar en la mejilla y una pincelada de vello oscuro sobre el labio superior. Vesta de negro, y todo el tiempo que estuve conversando con ella no dej de retorcer entre sus manos un trapo para el polvo. Pude ver que de joven haba sido guapa y que mi querido Francesco haba heredado de ella su buena apariencia; los mismos ojos eslavos, la misma tez olivcea, los mismos dedos de joyero. Tambin estaba la mujer de Francesco, pero apenas me atrev a mirarla; ella haba conocido el placer de su cuerpo de un modo que yo nunca conocera. Se qued sollozando en un rincn mientras su suegra sobaba el trapo y me haca preguntas. Cundo muri, signor? Hacia buen da?

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Muri en un precioso da, signora, brillaba el sol y los pjaros cantaban. (Muri un da en que la nieve se estaba derritiendo y debajo de la capa blanca empezaban a aparecer centenares y centenares de cadveres destrozados, mochilas, fusiles oxidados, cantimploras, ilegibles cartas sin terminar y empapadas de sangre. Muri el da en que uno de nuestros hombres, al ver que la congelacin le haba dejado sin genitales, se meti el can del rifle en la boca y se vol los sesos. Muri el da en que encontramos un cadver con los pantalones bajados, en cuclillas y de espaldas a un rbol, totalmente congelado en el acto de vencer el incurable estreimiento de la dieta militar. Debajo de las nalgas del muerto haba dos diminutas pepitas de caca manchada de sangre. El cadver llevaba vendas en lugar de botas. Muri un da en que los buitres bajaron de las colinas y empezaron a arrancarles los ojos a los que llevaban tiempo muertos. Los morteros griegos escupan fuego sobre el faralln y fuimos sepultados por una lluvia de lodo. Llova.) Muri en acto de servicio, signor? La batalla fue ganada? S, signora. Atacamos una posicin griega a la bayoneta y expulsamos al enemigo. (Los griegos nos haban repelido por cuarta vez con fuego de mortero. Tenan cuatro ametralladoras encima de nosotros que no podamos ver, y nos estaban haciendo picadillo mientras caamos. Al final nos lleg una orden invalidando la anterior de tomar la posicin, ya que sta careca de importancia estratgica.) Muri feliz, signor? Muri con una sonrisa en los labios, y me dijo que estaba orgulloso de haber cumplido con su deber. Debe usted alegrarse de haber tenido un hijo as, signora. (Francesco se me abalanz encima en la trinchera con una expresin de locura en sus ojos. Haca semanas que no me diriga la palabra. Cabrones, hijos de puta grit. Luego dijo: Mira. Se recogi los pantalones: tena las llagas moradas de la muerte blanca. Francesco se toc la carne putrefacta con un brillo de asombro en la mirada, se baj el pantaln y me dijo: Se acab, Carlo. Esto es demasiado. Al cuerno. Me estrech entre sus brazos y me dio un beso en cada mejilla. Se ech a lloriquear. Not que temblaba en mis brazos. Se sac a Mario del bolsillo y me lo entreg. Agarr su rifle y empez a trepar por el borde de la trinchera. Yo le cog del tobillo para detenerlo pero l me golpe en la cabeza con la culata del arma. Avanz lentamente hacia la posicin del enemigo, detenindose cada cinco pasos para hacer fuego. Los griegos se percataron de su herosmo y no respondieron a los disparos. Preferan capturar hombres valerosos que matarlos. Un obs cay cerca de l y mi amado desapareci bajo una

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lluvia de barro amarillo. Se produjo un largo silencio. Vi moverse una cosa donde haba estado Francesco.) Muri rpido, verdad, signor? No sufri...? Muri muy rpido, de una bala en el corazn. Seguramente no sinti nada. (Dej a un lado el fusil y me encaram a la trinchera. Los griegos no me dispararon. Llegu junto a Francesco y vi que le haban volado una parte de la cabeza. Los trozos de crneo tenan un tono grisceo y aparecan cubiertos de membrana y sangre espesa que en parte era rojo intenso y en parte carmes. An estaba con vida. Le mir y mis ojos se inundaron de lgrimas. Me puse de rodillas y lo estrech entre mis brazos. Estaba tan flaco del invierno y las privaciones que era ligero como un gorrin. Me puse de pie y me encar a los griegos, ofrecindome a sus balas. Se produjo un silencio y luego, desde sus lneas, alguien grit con voz ronca: Bravissimo! Me di la vuelta y ech a andar hacia mis lneas con el flcido fardo en mis brazos. Una vez en la trinchera, Francesco tard dos horas en morir. Su sangre coagulada me empap la guerrera. Su cabeza destrozada pareca la de un nio y su boca formaba palabras que slo l poda or. Las lgrimas empezaron a correr por sus mejillas. Yo las recog entre mis dedos y las beb. Luego me inclin y le dije al odo: Francesco, siempre te he querido. Alz los ojos y busc los mos. Me mir fijamente. Se aclar la voz con dificultad y dijo: Ya lo s. No te lo haba dicho hasta ahora, respond yo. l esboz aquella lacnica sonrisa suya y dijo: La vida es una mierda, Carlo. Yo me encontraba muy a gusto contigo. Vi extinguirse la luz en sus ojos y como iniciaba el largo y lento viaje hacia la muerte. No haba morfina. Su agona debi de ser indescriptible. No me pidi que le matara; puede que al final apreciara la vida que se le escapaba.) Cules fueron sus ltimas palabras, signor? Se encomend a usted, signora, y muri con el nombre de la Virgen en sus labios. (Abri los ojos una sola vez y dijo: No olvides nuestra promesa de matar al cerdo de Rivolta. Al rato, en mitad de un espasmo de dolor, se aferr con las manos a mi cuello y dijo: Mario Saqu al pequeo ratn de mi bolsillo y se lo puse en las manos. En el xtasis de su propia muerte apret el puo con tanta fuerza que el pequeo animalito muri con l. Para ser exactos, se le salieron los ojos.) Signor, dnde est enterrado? En la ladera de una montaa que en primavera se cubre de tulipanes y recibe la primera luz del sol. Fue enterrado con todos los honores militares, y sus camaradas dispararon salvas sobre su tumba. (Lo enterr con mis propias manos. Cav un agujero bien hondo en la trinchera, que inmediatamente se cubri de un agua ocre. Lo cargu 108

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de piedras para que su cuerpo no emergiera a la superficie de la tierra. Lo sepult en un lugar habitado por ratas gigantes y cabras minsculas. Me plant sobre su tumba y mat a golpes de pala a las ratas que se acercaban en busca del cadver. Met al ratn Mario en el bolsillo de su pechera, justo sobre el corazn. Cog sus efectos personales. Estn en esta bolsa que dejo aqu. Hay una piedra de la suerte procedente del Epiro, una carta de su mujer, la insignia del 9. Regimiento de Alpini, tres medallas al valor y una pluma de guila que a l le encantaba y que le cay en el regazo camino de Metsovon. Tambin hay una fotografa en que salgo yo y que no saba que conservaba.) Mientras no haya muerto en vano, signor... Signora, ahora somos los amos de Grecia con ayuda de nuestros aliados alemanes. (Perdimos la guerra y slo pudimos salvarnos cuando los alemanes invadieron desde Bulgaria y abrieron un segundo frente para cuya defensa los griegos carecan de recursos. Combatimos, nos helamos y morimos por un imperio que no tiene objeto. Cuando Francesco muri cog su cabeza fracturada y le bes en los labios. Permanec all sentado, con lgrimas de rabia cayendo sobre sus atroces heridas, y me jur que vivira por los dos. No particip en el desmembramiento de Grecia ni en el vergonzoso triunfalismo de una conquista que fue victoria slo de nombre. Los valerosos griegos cayeron frente a mil cien tanques alemanes, a los que hicieron frente con menos de doscientos carros ligeros, muchos de los cuales haban sido capturados a nuestras tropas. El glorioso avance italiano consisti simplemente en perseguirlos mientras se batan vanamente en retirada para eludir el cerco de los alemanes. No particip en aquella inicua charada porque el da despus de enterrar a Francesco cog una pistola que le haba quitado a un griego herido y, en un momento de fra lucidez, me dispar en una pierna.)

20. EL SALVAJE DE LOS HIELOS


Pelagia volvi del pozo con un cntaro al hombro, lo dej en el patio y entr por la puerta cantando. Las malas noticias que corran por la isla slo haban servido para acrecentar su valoracin de la belleza efmera, y acababa de ver la primera mariposa del ao. Se senta fuerte e indemne y haba disfrutado de tener la casa para ella sola mientras su padre estaba en el monte visitando a Alekos y su rebao de cabras; no les pasaba nada ni a l ni a ellas, pero de esa manera Alekos se pona al corriente de las noticias, disfrutaba de la compaa humana y oa palabras ya en desuso en su monlogo interior, y el

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doctor volva provisto de un buen surtido de carne desecada que al andar produca crujidos y rozaduras en su mochila. Por aadidura, el doctor abrigaba la conviccin de que el regreso reporta un placer que compensa el dolor de la partida y que, por tanto, siempre merece la pena partir. Cuando Pelagia entr en la cocina dej de cantar bruscamente, sobrecogida de asombro. Sentado a la mesa haba un desconocido, un hombre horroroso y salvaje cuyo aspecto era peor que el de los bandidos de cuento. El desconocido permaneca casi inmvil salvo por el temblor de sus manos, que agitaba rtmicamente. Su cabeza quedaba totalmente oculta por una cascada de greas informes y descoloridas. De algunos sitios le salan retorcidos tirabuzones, mientras que en otros pareca tener almohadillas de fieltro petrificado; era el pelo de un nazareno o de un eremita enloquecido por la gloria y la soledad de Dios. Debajo de todo ello no pudo ver ms que una gran barba desgreada, coronada por unos ojillos brillantes que insistan en no mirarla. En medio haba una nariz despojada de su piel, enrojecida y agrietada, y atisbos de carne casi negra, ajada y mugrienta. El desconocido vesta los rados despojos de una camisa y un pantaln, y una especie de sobretodo hecho con pieles de animales, embastado mediante pequeas tiras de tendn. Pelagia vio que en lugar de zapatos el hombre llevaba los pies cubiertos por unas vendas incrustadas de sangre vieja y coagulada y manchadas de sangre nueva. Respiraba estentreamente y su olor corporal era absolutamente repugnante; era el hedor a carne putrefacta, a heridas supurantes, a excremento y orina, a transpiracin antigua, y a miedo. Mir aquellas manos fuertemente entrelazadas en un esfuerzo por impedir su temblor y se vio invadida por el terror y la piedad. Qu poda hacer? Mi padre no est dijo. Volver maana. Pero t ests contenta. Y cantas dijo el hombre con voz cascada y llena de flemas, que Pelagia identific como la de alguien con los pulmones llenos de mucosidad; poda ser tuberculosis o el comienzo de una neumona, o era quiz la voz de un hombre cuya garganta estaba repleta de plipos o atenazada por el cncer. El hielo aadi el hombre como si no la hubiera odo. Nunca volver a tener calor. La obscenidad del hielo. Se le quebr la voz, y Pelagia advirti que los hombros le suban y bajaban con dificultad. Oh, Dios, el hielo repiti. Elev las manos delante de la cara y las acus. Hijas de puta, dejadme en paz, por el amor de Dios, estaos quietas. Entrecruz los dedos y su cuerpo pareci luchar por reprimir una serie de espasmos. Si quiere, vuelva maana dijo Pelagia, abrumada por aquella espeluznante aparicin y sin saber qu hacer. No tenamos tacos para andar sobre el hielo, comprendes. El viento arrastra la nieve y el hielo forma aristas ms afiladas que un cuchillo, y cuando te caes te cortas. Mrame las manos. Las tendi hacia Pelagia con las palmas hacia arriba en un gesto que normalmente habra sido un insulto, y ella vio el horrendo dibujo formado por unas cicatrices duras y blancas que haban borrado las 110

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lneas naturales, las almohadillas y los callos, dejando grietas rezumantes en las articulaciones. No haba uas ni rastro de cutcula. Y el hielo grita. Chilla. Y de l salen voces que te llaman. Y lo miras y ves gente dentro, copulando como los perros. Te hacen seas y se burlan de ti, entonces uno dispara al hielo pero ellos no se callan, y entonces el hielo chilla. Chilla toda la noche, sin parar. Mire, no puede quedarse aqu dijo Pelagia, aadiendo como si se disculpara: Estoy sola. Aquel salvaje hizo caso omiso y continu: Vi a mi padre, mi difunto padre, y estaba aprisionado por el hielo y sus ojos me miraban y tena la boca abierta y yo arremet con mi bayoneta. Para sacarle de all. Y una vez fuera, resulta que no era l. No s quin era aquel hombre, el hielo me enga, comprendes. S que nunca volver a tener calor, nunca. Se abraz con los brazos y empez a estremecerse con brusquedad. Pathemata mathemata, pathemata mathemata; se aprende con el sufrimiento, no es as? No te expongas al fro, no te expongas al fro... El desconcierto de Pelagia iba trocndose en ansiedad aguda mientras se preguntaba qu demonios estaba haciendo all en la cocina con un vagabundo loco y pestilente. Pens en dejarlo y correr en busca de Stamatis o Kokolios, pero se detuvo en seco al pensar en lo que poda hacer o robar aquel hombre en su ausencia. Vyase, por favor rog, mi padre volver maana, l le... Hizo una pausa, horrorizada ante la cantidad de cuidados mdicos que requerira mirar los pies. El hombre reaccion a sus palabras por primera vez: No puedo andar. He venido andando desde el Epiro. Sin botas. Psipsina entr en el cuarto y olisque el aire haciendo bailar los bigotes a medida que obtena muestras de aquel olor fuerte y nada familiar. Correte con su estilo fluido y elptico y subi a la mesa de un salto. Se acerc al hombre neoltico y hurg en los restos de un bolsillo, emergiendo de l triunfante con un trozo de queso blanco que devor con fruicin. Luego volvi al bolsillo pero slo encontr un cigarrillo roto, que desech. El hombre esboz una sonrisa dejando al descubierto dientes de oro pero encas sangrantes. Acarici la cabeza del animal. Bueno dijo, por fin me reconoce Psipsina. Empez a llorar en silencio. Sigue oliendo muy bien. Pelagia estaba pasmada. A Psipsina le daban miedo los desconocidos, y cmo ese espectro humano saba su nombre? Quin se lo haba dicho? Se sec las manos en el delantal, desconcertada, y luego dijo: Mandras? El hombre volvi la cabeza hacia ella y repuso: No me toques, Pelagia. Tengo piojos. Y apesto. Y me cagu encima cuando una bomba estall a mi lado. No saba qu hacer y he venido primero aqu. Todo el tiempo he sabido que tena que venir primero aqu, eso es todo, y estoy cansado y apesto. Tienes caf? Pelagia se qued en blanco, descentrada por un batiburrillo de emociones: desesperacin, insoportable nerviosismo, culpa, piedad, 111

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revulsin. El corazn pareca salrsele del pecho. Dej caer las manos a los costados. Por encima de todo, se senta impotente. Resultaba impensable que aquel fantasma desconsolado pudiera encerrar el cuerpo y el alma del hombre al que tanto haba amado, deseado y echado de menos y, al final, rechazado. No me has escrito le dijo impulsivamente, pues era la acusacin que la haba reconcomido desde el momento de su partida, la acusacin que haba acabado convirtindose en el colrico y resentido monstruo que le haba rodo las entraas de su adoracin por l, dejndola vaca. Mandras levant cansinamente la vista y dijo, como si fuera l quien se compadeca de ella: No s escribir. Por algn motivo que ella no comprendi, Pelagia sinti ms repugnancia por esa confesin que por su olor nauseabundo. Acaso se haba prometido a un analfabeto sin saberlo siquiera? Por decir algo, pregunt: No poda haber escrito alguien por ti? Cre que habas muerto. Cre que... no me queras. Mandras la mir con infinita fatiga y mene la cabeza. Trat de mantener su taza en equilibrio para beber, pero no pudo y la dej sobre la mesa. No poda dictarle a un compaero. Cmo iba a dejar que todos lo supieran? Cmo iba a permitir que todos hablaran de mis sentimientos? Mene una vez ms la cabeza e intent ftilmente beber otro sorbo de caf, que se le escurri por la barba. Volvi a alzar la vista para que al fin ella reconociera sus ojos: Pelagia, he recibido todas tus cartas. No las pude leer pero las tengo todas. Hurg entre sus harapos y extrajo un enorme y manchado paquete atado con cable . Las llevaba encima para que me dieran calor, sabiendo que t estabas en ellas. He pensado que podras lermelas. Lemelas, Pelagia, para saber todo lo que dicen. Y aadi con resignacin ms que con patetismo consciente: Aunque sea demasiado tarde. Pelagia estaba horrorizada. Mandras se dara cuenta de la progresiva disminucin de su cario, la mayor concentracin en trivialidades a medida que avanzaba la fecha de las misivas. Lo percibira con mayor claridad que si las hubiera ledo en meses sucesivos. Luego dijo ella. Mandras suspir pesadamente y acarici las orejas de Psipsina, hablando ms para la marta que para su novia: Te llevaba aqu dentro. Se golpe el pecho con el puo. Da tras da, todo el rato, pensaba en ti, hablaba contigo. Pude seguir adelante gracias a ti. No fui un cobarde gracias a ti. Las bombas, los obuses, el hielo, los ataques nocturnos, los cadveres, los amigos que he perdido. Te tena a ti en lugar de a la Virgen, hasta te rezaba. Te tena siempre presente, cantando en el patio, y te vea en la fiesta cuando te enganch las faldas al banco y te ped que te casaras conmigo. Podra haber muerto un millar de veces, pero te tena frente a mis ojos como si fueras una cruz, un crucifijo por Pascua, un icono, y 112

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jams olvid nada, recordaba segundo a segundo. Y arda en mi corazn, arda incluso nevando, me daba fuerzas y valor, luch ms por ti que por Grecia. S, ms que por Grecia. Y cuando aparecieron los alemanes yo atraves las lneas, y no poda pensar en otra cosa que en Pelagia, he de llegar a casa de Pelagia... Su cuerpo se estremeci de nuevo, y de pronto rompi a llorar. Y ahora slo me conocen las bestias... Para confusin e inquietud de Pelagia, Mandras se ocult la cara entre las manos y empez a mecerse como un nio ofendido. Ella se acerc por detrs y le puso las manos en los hombros, dndole un ligero masaje con los dedos. Todo era hueso donde antes haba sido carne prstina, deseable, perfecta. Y en efecto tena piojos.

21. EL PRIMER PACIENTE DE PELAGIA


La madre de Mandras era una de esas criaturas que deja perplejo, ms fea que la mtica esposa de Antiphates, de quien el poeta escribi era una mujer monstruosa cuyo aspecto dejaba a los hombres totalmente horrorizados, y aun as se haba casado con un hombre excelente, parido un hijo y ganado el cario de todos. Decan algunos que haba prosperado valindose de brujeras, pero lo cierto es que se trataba de una persona afable y de buena familia a quien el destino haba privado de un pretexto para ser vanidosa en su juventud, y en consecuencia no se haba amargado a medida que crecan sus dimensiones y su pilosidad. Kyria Drosoula descenda de una familia de ghiaourtovaptismenoi (los bautizados con yogurt), es decir que su familia haba sido expulsada de territorio turco con nada que llevarse aparte de unos sacos con los huesos de sus antepasados. Por el pacto de Lausana, cerca de medio milln de musulmanes fueron trasladados a Turqua a cambio de ms de un milln de griegos, una muestra de limpieza tnica que, aunque necesaria para impedir futuras guerras, haba trado un profundo legado de acritud. Drosoula slo haba aprendido a hablar turco, y ella y su madre haban sido rotundamente desdeadas por los griegos antiguos a la par que lloraban con nostalgia por su perdida tierra natal. La madre de Drosoula sepult los huesos de su padre y su marido y, temiendo quedar en ridculo por su acento de Pontos, decidi volverse muda, dejando toda la responsabilidad a su hija de quince aos, la cual, en el espacio de tres aos, haba aprendido el dialecto cefalonio y se haba casado con un pescador astuto que saba reconocer a una esposa fiel. Como tantos otros isleos amantes de los remos, haba perdido la vida en un ventarrn que se desat repentinamente por levante. Dejaba un hijo varn a cargo del negocio y una viuda formidable que a veces soaba en turco pero ya no se acordaba de hablarlo.

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Durante la ausencia de Mandras, Pelagia haba ido casi cada da a casa de Kyria Drosoula, fascinada por sus historias sobre la imperial Bizancio y la vida en el mar Negro entre los infieles, y en aquella pequea y deslucida pero inmaculada casa junto al muelle se haban consolado la una a la otra mediante palabras que, aun siendo pronunciadas con sentimiento, se haban convertido ya en frases hechas en cualquier hogar de Europa. Mientras el mar siempre cambiante besaba las piedras del exterior, haban llorado abrazadas la una a la otra, repitindose que Mandras seguramente estaba bien, porque de lo contrario se habran enterado. Ensayaron la eventualidad de tener que darle a un italiano con una pala en la cabeza y rieron con timidez algunos de los chistes asombrosamente obscenos que los muchachos musulmanes le haban contado a Drosoula en Turqua. Hacia aquella admirable e hirsuta amazona corri Pelagia dejando a su novio en la cocina, perdido en sus inmensos ocanos de extenuacin y en sus terribles recuerdos de camaradas convertidos en botn de las aves carroeras. Cuando las dos mujeres regresaron jadeantes a la casa, lo encontraron en la misma posicin, acariciando todava con actitud ausente las orejas de Psipsina. Deseosa de abrazar a su hijo, Drosoula se precipit en la cocina gritando de jbilo y acto seguido ejecut una reaccin tarda que en otro momento habra resultado cmica; escudri la cocina como buscando a alguien ms aparte de aquel espectro desaliado y le lanz a Pelagia una mirada inquisitiva. Es l dijo Pelagia. Ya le he dicho que su estado es lamentable. Jess exclam, y sin ms prembulos cogi a su hijo por los hombros, lo levant y lo llev fuera pese a las protestas de Pelagia y al evidente desastre de sus pies. Lo siento dijo Drosoula, pero no pienso dejar que mi hijo est en una casa respetable con semejante pinta. Me muero de vergenza. Una vez en el patio, Kyria Drosoula examin a su hijo como si fuera un animal sobre cuya compra estuviera cavilando. Le inspeccion las orejas, le levant con asco los mechones de pelo enmaraado, le hizo ensear los dientes y finalmente anunci: Ya ves, Pelagia, a qu estado pueden llegar los hombres cuando no hay mujer que les cuide. Es vergonzoso y no hay excusa que valga, no seor. Son como criaturas que no saben desenvolverse sin su madre, y me da lo mismo que haya estado en la guerra. Ve a poner un puchero grande a hervir, porque pienso lavarle de pies a cabeza, pero antes voy a deshacerme de todas estas greas, o sea que treme unas tijeras, koritsimou, voy a pescarle las pulgas y los piojos aunque tenga que desollarlo, me pica todo slo de mirarle, y qu peste, puaj, peor que una pocilga. Mandras permaneci sentado, dejando que su madre, con ardor y arrugando la nariz, le cortara los cabos y las albardillas de su cabeza y su barba. Cada vez que vea un piojo haca una mueca y un gesto de desaprobacin, y apartaba la repugnantes greas con la hoja de las tijeras para que su carga de liendres pudiera arder vilmente en el brasero de carbn, arrugndose entre chisporroteos y desprendiendo 114

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un denso y hediondo humo capaz, por su repugnancia, de expulsar los demonios y perturbar los muertos. Pelagia esbozaba las mismas muecas que su futura suegra mientras contemplaba cmo se achicharraban los grises parsitos y quedaban al descubierto spticas excoriaciones y eczemas; el cuero cabelludo estaba lleno de rasguos inflamados relucientes de fluido y, lo peor, las glndulas del cuello aparecieron finalmente ensanchadas y supurantes. Pelagia sinti nuseas cuando saba que deba sentir compasin, y corri dentro en busca de aceite de sasafrs. Al coger el frasco se dio cuenta por primera vez, no sin sobresalto, que haba aprendido suficiente de su padre en todos aquellos aos como para convertirse ella misma en mdico si es que ser mdico y mujer a la vez era factible. Acarici esa idea mentalmente y luego fue por un pincel, como si esa accin pudiera disimular la incmoda sensacin de haber nacido en un mundo que no le tocaba. Cuando sali al sol de primavera con el frasco de acre aceite aromtico, encontr a Mandras completamente rapado y le entreg el frasco a Drosoula. Pngale una capa bien espesa, que as matar tambin la tia, por si tiene. Luego cbrale la cabeza con un pao y teselo con un cordel. Me parece que le va a escocer. Cuando desaparezcan los piojos le frota con aceite de oliva, aunque el aceite de parafina tarda unas dos semanas en hacer efecto, o sea que ser mejor usar esto. Kyria Drosoula la mir con admiracin, olisque el lquido, dijo Bah y empez a derramarlo sobre la cabeza de su hijo. Espero que sepas lo que estoy haciendo coment. Mandras habl por primera vez para decir Pica, a lo que su madre replic: Vaya, conque ests ah, eh? Y sigui con sus pinceladas. Una vez cubierta la cabeza con pao de hilo, las dos mujeres retrocedieron unos pasos y admiraron su trabajo. Mandras tena el rostro tan macilento como el del santo en su sarcfago, y estaba tan ojeroso y plido como un muerto reciente pero ya fro. De verdad es l? pregunt Drosoula, expresando sus sinceras dudas, y luego pregunt cmo se le haban infectado los rasguos de la cabeza. Eso pasa porque los excrementos de los piojos contaminan las heridas dijo Pelagia, en realidad no es culpa de los piojos. Yo siempre le deca que no se rascara dijo Drosoula, pero hasta ahora no he sabido por qu. Hacemos el resto? Cambiaron miradas y Pelagia se ruboriz. Creo que... empez, pero Drosoula le gui un ojo y sonri de oreja a oreja. No quieres ver lo que te llevas? La mayora de las chicas se moriran por tener esa oportunidad. No se lo contar a nadie, te lo prometo. Y en cuanto a l movi la cabeza en direccin a su hijo, est tan ido que no se dar ni cuenta. Pelagia pens tres cosas a la vez: No quiero casarme con l. Ya le he visto desnudo pero no puedo decirlo. Hubo un tiempo en que era hermoso, no como ahora. Pero no puedo mencionar nada de esto porque Drosoula me cae muy bien. 115

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No, de verdad, no puedo. Bueno, aydame con lo dems, t me dices lo que debo hacer desde el otro lado de la puerta. Est caliente el agua? Te dir un secreto: estoy impaciente por ver qu clase de hombre he producido; te parezco horrible? Todo el mundo lo cree as dijo Pelagia, sonriendo, pero no por ello piensan que sea usted peor que nadie. Slo dicen Ah va Kyria Drosoula. Despojado de sus ropas, Mandras no tembl ms de lo que temblaba vestido. Su delgadez era tan pattica que Pelagia no sinti vergenza alguna de permanecer a su lado aunque estuviera desnudo, ni tuvo que recurrir a dar instrucciones desde la puerta. Se haba quedado sin msculos y la piel le colgaba de los huesos en flcidas capas. Tena el vientre abultado, ya fuera a causa de la inanicin o de los parsitos, y las costillas le sobresalan tanto como los huesos de la espina dorsal. Los hombros y la espalda parecan haberse combado y contrado, los muslos y las pantorrillas aparecan tan desproporcionadamente encogidos que aparentaba tener las rodillas hinchadas. Lo peor de todo fue lo que descubrieron al arrancarle los vendajes que llevaba incrustados en los pies; Pelagia se acord de la historia de Filoctetes, antiguo argonauta y pretendiente de Helena, abandonado por Ulises en la isla de Lemnos debido a la insufrible putrefaccin de sus pies, con su arco y sus flechas por toda compaa. Pelagia recordara ms tarde que el final de la historia era que Filoctetes, curado por Esculapio, contribua a vencer a los troyanos; en su caso, ella haba sido autora de la curacin, mientras que los italianos haban suplido oportunamente a sus propios antepasados. Sin embargo, cuando Pelagia vio aquellos pies dud de sus poderes curativos: eran irreconocibles como pies. Su aspecto era el de una gangrenosa pulpa multicolor. Una envoltura de pus y costra cubra las vueltas de las vendas desechadas, y en la carne prcticamente muerta pululaban y se enroscaban gusanos amarillentos. Gerasimos! exclam Drosoula, agarrndose para no caer sobre los marchitos hombros de su hijo. La fetidez causaba autntico estupor, y al final Pelagia se sinti invadida por la sagrada compasin cuya ausencia tanto la haba abrumado antes. Lvele de arriba abajo le dijo a Drosoula, yo me ocupar de los pies. Mir a Mandras con ojos rebosantes de lgrimas y dijo: Agapeton, voy a tener que hacerte dao. Perdname. l le devolvi la mirada y habl por segunda vez: La guerra es as. Les dimos una paliza, los hicimos huir en desbandada. Vencimos a los italianos. Hazme dao si quieres, pero no pudimos con los alemanes. Fue por culpa de los tanques, eso es todo. Pelagia se oblig a mirar aquellos pies hasta que en su interior se convirtieron en un problema que resolver ms que en un abominable padecimiento. Suavemente fue arrancando los gusanos y lanzndolos por la tapia, y a continuacin concentr sus cinco sentidos en decidir si la descomposicin haba alcanzado los huesos. Si as era, habra que amputar, y saba que de eso tendra que encargarse otro; seguramente 116

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ni siquiera su padre estara dispuesto a hacerlo. Hacerle eso a otro ser humano resultara inadmisible para un mdico. Se estremeci, se limpi las manos en el delantal, cerr los ojos y cogi el pie derecho. Lo volvi de un lado y de otro, palp los tejidos y decidi, para su sorpresa, que no haba granulacin y que ninguno de los huesos se haba consumido ni separado. Pelagia vio que la carne del pie estaba seca y suspir como si le hubieran quitado un gran peso de encima; lo peor era la gangrena hmeda. Comprob que no haba ninguna lnea roja de demarcacin entre zonas sanas e infectadas, y concluy que no se trataba de gangrena. Examin el otro pie y lleg a las mismas conclusiones. Fue por un cuenco de agua limpia, le ech una buena cantidad de sal y con todo el cuidado de que fue capaz lav aquel espantoso revoltijo de carne. Mandras se encogi de dolor, pero no dijo nada. Pelagia vio que los fragmentos ms horripilantes se desprendan al lavarlos y que debajo de ellos haba carne viva. Experiment una sensacin de jbilo y de triunfo mientras machacaba en el mortero cinco gruesas cabezas de ajo. El potente olor domstico la reconfort, y sonri al or la voz de Drosoula en el patio. Estaba regaando a su hijo como si el pobre no hubiera pasado varios meses en la nieve, como si no fuera un hroe que, al igual que sus camaradas, haba soportado penurias que excedan toda llamada del deber, y derrotado a un ejrcito superior que haba sido vencido por esas mismas penurias. Con un cuchillo extendi el ajo sobre dos vendas largas y las llev fuera. Agapeton le dijo a Mandras, esto te va a escocer ms que la sal. l dio un respingo cuando ella le envolvi los pies con la cataplasma y contuvo la respiracin, pero no lleg a quejarse. Pelagia, maravillada de su entereza, observ: No me extraa que hayamos ganado. No hemos ganado, o s? replic Drosoula. Como los italianos no podan, tuvo que hacerlo Atila. Hitler. Pero da igual, porque el imperio britnico est de nuestra parte. Los ingleses se han largado. Ahora estamos en las manos de Dios. Yo no lo creo as repuso Pelagia con decisin. Piense en lord Napier, en lord Byron. Ellos volvern. Qu es todo esto? pregunt Drosoula, sealando el conjunto de cicatrices, hoyuelos inflamados y dibujos de tonos escarlata esparcidos sobre el cuerpo de su hijo. Pelagia examin aquel cuerpo lastimoso, recin lavado, y diagnostic todos los parsitos que haba encontrado a lo largo de su experiencia como ayudante de su padre. En los hombros tiene favo. Vea, huele a ratn. Requiere azufre y cido saliclico. Afortunadamente no se le ha metido en el pelo, porque se habra quedado calvo. Estos puntos rojos son piojos del cuerpo. Hay que quemar toda su ropa y afeitarlo de arriba abajo (eso ya lo har usted) para dejarle los pelos libres de huevos. Tambin podemos baarle en vinagre. Y luego lo cubrimos de aceite de eucalipto y emulsin de parafina. Las ronchas de los brazos y las piernas son de 117

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bte rouges, y podemos acabar con ellas con amonaco y pomada de cinc. De todos modos, se van solas. Este trozo es pitiriasis, sabe, es de color caf. Lo que usamos para lo dems tambin sirve para curar esto. Si le afeita lo de abajo, ya me entiende, podr librarle de las ladillas. Si no le importa, yo no mirar. Y en los brazos y las pantorrillas tiene un eczema horrible. Habr que aplicarle yodo en las grietas, eso si encuentro yodo, y una vez curado el eczema slo tiene que ponerle locin de calamina, si es que hay forma de encontrar un poco, y seguir aplicndosela hasta que est curado. No le ponga nada grasiento en la ingle. Esas marcas marrones son picaduras de pulga. Pelagia hizo una pausa, alz la vista y vio que Drosoula la estaba mirando con asombro. Koritsimou dijo la gigantesca mujer, me tienes fascinada. Eres la primera mujer que conozco que lo sabe todo. Dame un abrazo. Pelagia se ruboriz de satisfaccin y, para distraer la atencin de s misma, abraz a Drosoula y le dijo: S que estar preguntndose por todos esos bultos rojos que tiene en el vientre y... ms abajo. Entre los dedos tambin hay, pero no se preocupe, slo es sarna. Se le curar con los otros tratamientos, sobre todo con el cinc y el azufre. Esto creo yo, al menos, pero es mejor que le preguntemos a mi padre concluy con modestia. Drosoula hizo un gesto sealando a su calamitoso hijo: No es ninguna ganga, verdad? Pelagia se maldijo por dentro cuando dijo: Una se enamora de la persona, no del cuerpo. Drosoula sonri. Burradas de romntica. El amor entra por los ojos y se va por el mismo sitio, y si te extraa que mi marido se prendara de m, con lo fea que soy, es que tena unos gustos muy extraos, gracias a Dios y al santo. Porque si no, yo an sera virgen. Eso no me lo creo dijo Pelagia, que, como todo el mundo, siempre se haba preguntado cmo haba hecho Drosoula para conseguir marido. A la maana siguiente el doctor Iannis volvi extenuado de la montaa y no slo encontr a un hombre cadavrico dormido en la cama de su hija, sino que encontr a sta y a una repulsiva mujer durmiendo en la de l. La casa apestaba a ajo, jabn, amonaco, yodo, azufre, carne tumefacta, vinagre, pelo chamuscado; en resumen, ola a consulta de mdico con mucho trabajo. Despert a su hija y le pregunt a bocajarro: Quin es ese viejo que est en tu cama? Es Mandras, papakis, y sta es su madre, Kyria Drosoula. Ya os conocis. Pero no en mi cama replic el doctor, y se no es Mandras. Es un viejo horrible con sarna y los pies vendados. Me he fijado bien. Ms tarde el doctor Iannis escuch por boca de Pelagia todo lo que sta haba hecho, sin dejar de soltar bufidos y dar caladas a su pipa a cada intento de pronstico. Cuando hubo terminado, Pelagia se ruboriz al interpretar la actitud de su padre como una fuerte

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reprimenda por su insolencia. El doctor fue a examinar al paciente, prestando escrupulosa atencin a sus pies. No dijo nada hasta que cogi su maltrecho sombrero para irse. Pelagia, sobando nerviosamente su trapo para el polvo, esperaba verle estallar de un momento a otro. Si yo supiera guisar dijo l, dejndola atnita, cambiara de profesin contigo. De hecho, creo que me jubilara. Bien hecho, koritsimou, nunca me he sentido tan orgulloso de ti. Le dio un beso en la frente e hizo un mutis teatral escudriando el cielo por si llegaba la anunciada invasin. Tena que asistir a una reunin del comit de defensa, en la kapheneia. Drosoula sonri a Pelagia, que temblaba abrumada por el alivio y la gratitud. Siempre he querido tener una hija dijo. Ya sabes cmo son los hombres. Slo les gustan los varones. Considrate afortunada de tener un padre como el tuyo. Que yo recuerde, mi padre era un bribn, siempre borracho de raki. Rezar al santo para que Mandras se recupere, y as sers como hija ma. En cuanto sea posible dijo Pelagia, tomndola del brazo, lo sacaremos a que le d el sol y la brisa del mar. En estos casos, lo que importa es la mente. Drosoula repar en que Pelagia haba hecho caso omiso de su observacin anterior, pero se lo perdon. Bastaba con ver a la joven radiante de esa extraa belleza que se deriva de una repentina sensacin vocacional.

22. MANDRAS DETRS DEL VELO


Hablan de m como si yo no estuviera presente. Pelagia, el doctor y mi madre. Hablan de m como si estuviera senil o inconsciente, como si fuera un cuerpo sin mente. Estoy demasiado cansado y triste para salir al paso del ultraje. Pelagia me ha visto desnudo y mi madre me lava las intimidades como si an fuera un beb, y me dan ungentos y lociones que escuecen, aplacan y huelen mal; es como si fuera un mueble viejo al que tratar con ceras y aceites y cuyos cojines estn hinchados y remendados. Mi madre me examina las deposiciones y habla de ellas con mi prometida, y me dan de comer con cuchara porque no tienen paciencia para soportar el temblor de mis manos. Me pregunto si se me puede considerar vivo en algn sentido. Supongo que no. Todo se ha vuelto como un sueo. Existe un velo entre ellas y yo; ellas son sombras y yo estoy muerto, y el velo es tal vez la mortaja que amortigua la luz y empaa la visin. He ido a la guerra y eso ha creado un abismo entre m y los que no han ido; qu saben ellas de la guerra? Yo he topado con la muerte, he conocido la muerte en cada sendero, he conversado con la muerte en mis sueos,

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he peleado con la muerte en la nieve, he jugado a los dados con la muerte, he llegado a la conclusin de que la muerte no es un enemigo sino un hermano. La muerte es un hermoso hombre desnudo que se parece a Apolo, y a quien no le gustan esos que van marchitndose en la vejez. La muerte es perfeccionista, le gusta lo joven y lo hermoso, quiere acariciar nuestro pelo y los tendones que unen nuestros msculos al hueso. Hace todo lo que puede por conocernos, nuestros rostros alegran su corazn y se planta en nuestro camino para retarnos porque le gustan las peleas limpias, y tras el combate gusta de ofrecernos su amistad, darnos una palmada en el hombro y hacernos rer de la insensatez y la trivialidad de los vivos. Al trmino de una batalla, vaga entre los muertos levantndolos, poniendo laureles en la frente de los ms guapos, y luego los rene a todos como a hijos suyos y se los lleva a beber vino con sabor a miel, dndoles el sentido de la proporcin que jams tuvieron en vida. Pero a m no me llev y no s por qu. Lo cierto es que yo era valiente como el que ms. Nunca evitaba el peligro, y segu adelante incluso cuando mi cuerpo era ya una piltrafa. Creo que si viv fue porque nuestros jefes eran muy listos, creo que si viv fue porque a la muerte le gustaban los italianos. La muerte les dijo que avanzaran en columna hacia nuestros puntos ms fuertes, y nosotros los segamos como trigo. Pero los generales nos hicieron rebasar el flanco, superarlos en estrategia, emboscarnos, desaparecer y reaparecer. Nuestros generales se lo pusieron difcil a la muerte, y as, en lugar de acribillarme a balazos hizo que mi cuerpo se pudriera en pocos meses como a otros les pasa en sesenta aos. Fue a causa del fro, el lodo, los parsitos, el hambre, la congoja, el miedo, las ventiscas de miradas de cristales afilados, la lluvia en que hasta los peces podan nadar, todas las cosas que es intil explicar porque un civil ni siquiera puede imaginarlas. Saben lo que me mantuvo firme? Pelagia, sobre todo, y cierto sentido de la belleza. Para m, Pelagia significaba mi casa. Ya lo ven, yo no luchaba por Grecia sino por mi casa. Yo lo aguantaba todo para poder volver a casa. Por desgracia, la Pelagia de mis sueos era mejor que la Pelagia de carne y hueso. Puedo ver y or que su hroe le repugna, ahora que he vuelto, y antes de irme saba que no era lo bastante bueno para ella. Eso significa que si me ama es por compasin, por sacrificio, y eso no puedo soportarlo pues me hace odiarla y despreciarme a m mismo. Pienso marcharme en cuanto me encuentre bien y as recobrar la Pelagia de mis sueos para amarla sin amargura como hice en aquellas montaas, cuando luchaba por ella y por la idea de un hogar, y a mi regreso ser un hombre nuevo, porque la prxima vez me asegurar de haber hecho cosas tan grandes que hasta una reina implorara ser mi esposa. No s cules son esas cosas, pero sern la gloria y la maravilla del mundo, cosas que me adornarn con la exquisitez y la fascinacin de las joyas del santo. He de irme tambin porque en realidad no tena que haber vuelto a casa. Lo hice porque me fue posible, y porque venir a casa es como agua helada despus de un da en la playa en pleno agosto sin pizca de viento. Necesitaba baarme en el susurrar de los olivos, en el tintineo 120

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de las esquilas, en el cambalache de los grillos, el sabor del Robola y el olor de la sal. Necesitaba la fuerza, sentir los pies descalzos en el suelo que me vio nacer, eso es todo. El caso es que mi unidad fue arrasada por los alemanes cerca del monte Olimpo. Fui el nico superviviente, y mientras estaba all, sentado entre los cadveres de mis amigos, se me apareci Pelagia. La desnutricin tiene estos efectos, dicen, adems de la fatiga, pero para m fue como si se plantara delante y me sonriera. Si ella no lo hubiera hecho yo me habra incorporado a otra unidad y habra combatido a los alemanes hasta las Termpilas, pero de repente supe que tena que regresar a casa aun cuando no conoca el camino. Mir entre los cadveres y busqu el mejor par de botas, unas que estaban a punto de perder las suelas, pero mejores que las mas. Me las puse y ech a andar hacia el sudoeste. Cada noche anotaba por dnde se pona el sol, y cada maana por dnde sala. Divida el semicrculo, escoga un punto del terreno y me pona en marcha. A medioda verificaba que estaba caminando con el sol a la izquierda. Los caminos estaban repletos del caos de la retirada asnos moribundos, vehculos abandonados, mochilas y armas, vctimas de los Stukas y as fui poco a poco atravesando el infinito yermo que, como s ahora, forma la mayor parte de Grecia. Al principio todo eran arbustos espinosos y rboles enanos que empezaban a echar yemas, pero en algn punto pasado Elasson el terreno se elevaba para convertirse en un inhumano desierto de pinos, desfiladeros, cataratas y caadas, una tierra de halcones y murcilagos. Haba marjales llenos de agua turbosa y flores brutales, laderas resbaladizas cubiertas de guijarros y pizarra, y caminos de cabra que terminaban brusca e inexplicablemente al borde de un precipicio. Destroc las botas nuevas y fue entonces cuando me envolv los pies con unas vendas. Por la noche Pelagia yaca conmigo mientras yo me helaba en una cueva, y por la maana andaba delante de m rumbo al sur. Pude ver el vaivn de sus caderas y el ondear de su falda, vi cmo se agachaba a coger flores, y cuando me caa ella sonrea y me esperaba. En aquella regin hay osos, perros salvajes que podran ser lobos, linces y ciervos. Hubo ocasiones en que arranqu con mis dientes la carne cruda de una presa abandonada, y en una ocasin un guila solt sin querer un pichn cerca de mis pies y se lanz en picado a tal velocidad que sus garras me araaron las manos cuando me abalanc sobre su vctima. En esos sitios tan desolados tambin vive gente, personas que son como animales. Los hay rubios que hablan de un modo tan extrao que es imposible entenderlos; viven en pequeas casas de piedra o bien de madera, visten harapos y se alimentan de unos estofados inmundos que hacen a base de carne y races, utilizando para ello unas cacerolas viejas cuyas grietas sueldan con barro. Esas personas me arrojaron piedras, pero cuando ca de rodillas y me seal la boca con el dedo, me acogieron y me dieron de comer como si fuera un nio. Fue uno de ellos el que me regal ese coleto hecho de pieles. De camino empec a decirme que mi cuerpo se haca pedazos y que yo estaba enloqueciendo. No saba qu estaba pasando. No slo 121

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vea a Pelagia sino tambin a extraos monstruos que me amenazaban con sus fauces repletas de dientes. Pas por un sitio donde haba una cascada, una cascada tan alta que el agua ruga como el mar en la tempestad; caa a una poza donde se arremolinaba sin parar, tragando todo cuanto pasaba por all, y vi que no haba otra forma de ir hacia el sudoeste que cruzndola a nado. A mi izquierda tena un risco que sobresala, pero ni una cabra habra podido trepar por l y me pareci que haba un ser con tres cabezas que quera devorarme. Me qued all plantado sin otra cosa en mente que la batalla entre mi desesperacin para llegar a casa y el miedo al agua y al monstruo, Vi a Pelagia andando delante de m, aparentemente sobre el agua, como Nuestro Seor, y repar en que haba un saliente en la base del risco, as que pasar me result tan fcil como vadear los bajos de la rada de Assos para subir a una barca. Cuando supe que me estaba volviendo loco supe tambin que tena que parar, al menos por un da. Llegu a una barraca de piedra entre unos rboles, en un lugar donde el terreno se elevaba hasta el pie de una montaa y las hojas de pino cubran el suelo con un manto blando y tupido. Dentro no haba nadie, y como no supe discernir si estaba habitada, entr y me acost contra la pared y me qued dormido, pero so que estaba en un bombardeo. Alguien me despert de un puntapi. Cuando vi que era una vieja bruja, me pregunt si habra cambiado de sueo, pero no era as. Era menuda y arrugada, y llevaba sus escasos mechones de pelo sujetados en un moo. Tena la espalda torcida y encorvada, el vestido hecho jirones, y las mejillas hundidas y la barbilla prominente, pues no conservaba ni un diente. Un da, cuando tenga Fuerzas para hablar, contar esta historia a todos los de la kapheneia para que se ran, porque lo cierto es que aquel espantajo se encaprich de m. Olvidaba decir que slo tena un ojo. El otro estaba cerrado y marchito. La vieja conoca nicamente una palabra, Circe, que imagino era su nombre se sealaba a s misma dicindola, as que yo tuve que decir Mandras y sealarme tambin, y su voz era como el graznido de un cuervo. Su nico ojo se iluminaba cada vez que me miraba. Me dio de comer carne de cerdo de la piara que guardaba junto a un bosquecillo de robles para que se alimentaran de bellotas. La mujer me repugnaba y horrorizaba, pero me di cuenta de que era un alma cndida a quien Dios haba dado un corazn bueno. La tercera noche que estuve all dorm como no dorma desde haca meses, y como mi cuerpo empezaba a sanar gracias a la comida no so con bombas ni cadveres, sino con Pelagia. En mi sueo apareca ceuda e impaciente por mi demora, y por primera vez en mis alucinaciones corr hacia ella y la bes. Nos fundimos en un abrazo y ella respondi mi pasin y pronto estuvimos tendidos en el suelo del bosque. Ella se aferraba a m, recorriendo mi cuerpo con sus manos y enardecindome, y sus labios quemaban como el fuego. Me mordi el labio y se contone, yo le desgarr la ropa para que mis manos conocieran sus pechos y sus muslos, y tembl con los vientos de

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Dionisos y la penetr. Al momento note en mi ijada la arremetida del deseo, y mientras me retorca en el supremo instante me despert. La vieja arpa se contorsionaba, gema y graznaba debajo de m, entrecerrado por el xtasis su solitario ojo de loca. Por un instante permanec encima de ella, perplejo y confundido, pero luego me puse en pie de un salto gritando de horror y rabia, pues saba que la vieja me haba seducido adoptando la forma de Pelagia. Bruja, bruja, le grit dndole de puntapis, y ella se incorpor para protegerse; los pezones le caan hasta la cintura y tena el cuerpo lleno de lceras como las mas. Agit los brazos y chirri como un pjaro en las fauces de un gato, y fue en ese instante cuando comprend que los dos estbamos locos, como loco estaba el mundo. Ech la cabeza hacia atrs y re. Haba perdido la virginidad con una bruja vieja, fea y solitaria, y eso era slo una pequea muestra de cmo Dios haba apartado sus ojos de nosotros encomendndonos a la maldad y los caprichos del oscuro. El mundo pareca el mismo, pero bajo la superficie le haban salido multitud de fornculos. Volv a acostarme a su lado y as dormimos hasta el amanecer. Me haba dado cuenta de que los humanos estamos libres de culpa. Ella intent impedir que me marchara, se arrodill a mis pies, llor y aull agarrada a mis rodillas. Fue un triste espectculo, pero recuerdo que pens que como ya nada importaba, daba lo mismo que ella tambin participara de este padecimiento que ha tomado al mundo por asalto y lo ha arrasado por completo. Llegu a Trikkala y consegu que me llevaran en un camin que regresaba del frente con un cargamento de heridos. El conductor mir la sangre de mis pies y los girones de mi uniforme y decidi que yo tambin era un herido. As, pude ocupar el sitio de otro que haba muerto. En Lipson sub a otro camin hasta Agios Nikolaos y luego hasta Arta y Preveza, y desde all me fue fcil llegar a Levkas con un pescador amigo que llevaba el correo hasta la isla. Llegu a taca en otra barca de pesca, y a casa en otra ms. Fui a pie desde Sami hasta la casa de Pelagia A mi llegada no encontr otra cosa que un horror idntico a mi reaccin ante la vieja del bosque, y slo fui reconocido por un animalito estpido, Psipsina. La decepcin, tras todos aquellos sueos y batallas, errando con Pelagia a mi lado cual faro protector, apag la llama que arda en mi interior, y la fatiga se apoder de m. Cerr los ojos y ca en las tinieblas, como los espritus de los muertos. He dicho que fue Pelagia y el sentido de la belleza lo que me trajo a casa, pero no he dicho nada acerca de lo segundo. Un da de diciembre, cerca del paso de Metsovon y a veinte grados bajo cero, los italianos lanzaron una bengala. El cohete explot en una cascada de luz azulada delante de la luna llena, y las chispas fueron cayendo a tierra a cmara lenta como almas de ngeles reacios. Mientras aquel pequeo sol de magnesio llameaba en el aire, los negros pinos salieron de sus humildes sombras como si antes hubieran estado cubiertos por un velo virginal y de pronto decidiesen dejar ver el aspecto que tienen en el cielo. La ventisca de nieve lata con la incandescencia de la castidad absoluta del hielo, un mortero escupi desconsoladamente, 123

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ulul un bho. Por primera vez en mi vida me estremec fsicamente de algo distinto del fro: el mundo haba mudado de piel, revelndose como pura luz y energa. Mi deseo es recuperarme para volver al frente y experimentar, aunque slo sea una vez ms, ese instante perfecto en que vi el rostro de Gabriel en un instrumento de guerra.

23. 30 DE ABRIL DE 1941


Se cuenta que en el palacio real, que era tan extenso que la familia real se desplazaba en bicicleta y tan abandonado que sus grifos vomitaban cucarachas, apareci una Dama Blanca que presagiaba la catstrofe. Sus pisadas no hacan ruido y su rostro brillaba de malevolencia, y cuando dos ayudas de cmara intentaron arrestarla por agredir a la abuela del prncipe Christopher, la dama se desvaneci en el aire. Si aquel da hubiera vagado por palacio, la dama lo habra encontrado lleno de soldados alemanes. Si hubiera llegado hasta la ciudad, habra encontrado la esvstica ondeando en la Acrpolis, y habra tenido que viajar hasta Creta para dar con el rey. Los cefalonios no necesitaban fantasmas aviesos que les advirtieran de nada. Dos das antes, los italianos haban tomado Corf en circunstancias burlescas que iban a repetirse hoy paso por paso, y no haba nadie en la isla que no temiera lo peor. Lo angustioso era la espera. Una gran nostalgia lo invada todo como una niebla palpable; era como hacer el amor por ltima vez con alguien a quien uno adora y que se marcha para siempre. Cada momento final de libertad y de seguridad era saboreado e inculcado en la memoria. Kokolios y Stamatis, el comunista y el monrquico, estaban sentados a una mesa limpiando los componentes de un fusil de caza que llevaba cincuenta aos acumulando polvo en una pared. No tenan cartuchos, pero, como a todos en la isla, les pareca importante emprender algn gesto de resistencia. Sus dedos buscaban calmar las tormentas de inquietud y especulacin que asolaban su mente, y se hablaban en voz baja con un cario mutuo que contradeca los muchos aos de vehementes diferencias ideolgicas. Ninguno de los dos saba cunto les quedaba de vida, pero se haban convertido en imprescindibles el uno para el otro. Los parientes se abrazaban ms de lo habitual; padres que esperaban ser abatidos a palos acariciaban el pelo de preciosas hijas que esperaban ser violadas. Hijos y madres se sentaban juntos a la puerta de sus casas y hablaban con cario de sus recuerdos. Los agricultores sacaban sus barriles de vino y los sepultaban en la tierra para que ningn italiano tuviera el placer de beber sus caldos. Las abuelas afilaban cuchillos de cocina y los abuelos recordaban antiguas gestas, tratando de convencerse de que la edad no haba hecho mella

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en ellos; en la intimidad de los cobertizos practicaban el armas al hombro con palas y bastones. Mucha gente visitaba sus lugares favoritos por ltima vez, y comprobaban que las piedras, el polvo, el mar pelcido y la roca milenaria haban adoptado un aire de tristeza como el que uno encuentra en una habitacin donde un nio yace a las puertas de la muerte. El padre Arsenios se arrodill en su iglesia e intent hallar palabras para rezar, desconcertado por la novedosa sensacin de haber sido defraudado por Dios. Se haba acostumbrado tanto a la idea de estar condenado a ser l el que defraudaba a Dios que no supo encontrar una frmula exenta de reproches e incluso de insultos. Recurri a su acostumbrado Jess, hijo de Dios, ten piedad de m, pobre pecador, y pens que en tantos aos de repetirlo no haba conseguido an que la frase surgiese de lo ms hondo de su ser. De joven haba llegado a creer que algn da esta oracin le revelara la visin de la Divina e Increada Luz, pero ahora saba que se haba convertido en una frmula, una barrera entre l y el Dios mudo y esquivo. Jess, Hijo de Dios dijo por ltimo, pero qu demonios te pasa? Qu objeto tena el Glgota si el Diablo no era derrotado? Cre que habas dicho que el pecado haba sido desterrado Acaso tu muerte fue en vano? Dejars que nosotros muramos en vano tambin? Por qu no haces algo? S que presides invisiblemente la Eucarista, pero si eres invisible, cmo s que ests ah? Su papada vibraba de emocin; se senta como el muchacho que ha llegado a hombre y acaba de descubrir que su padre no le ha dejado nada en herencia. Jess, Hijo de Dios or, si no piensas hacer nada, yo s. El doctor Iannis ley una vez ms la clebre carta abierta a Hitler que Vlakhos haba publicado en el Kathimerini. Emocionado por su noble y grandilocuente exposicin del derecho a la independencia nacional, el doctor recort el peridico, se levant y peg la carta en la pared con una chincheta, ajeno al hecho de que todos los hombres cultos de Grecia haban hecho lo mismo; all se quedara hasta 1953, amarilleando, enroscndose por las esquinas, mientras a cada ao que pasaba sus sentimientos se intensificaban y reavivaban. El doctor apart a Psipsina de su escritorio, se sent y escribi: Tenemos la costumbre de comparar a las muchas naciones que han usurpado esta isla con los turcos. As, romanos y normandos eran peores que los turcos; los catlicos, peores an; los propios turcos, en realidad no tan malos como nos gusta suponer. Los rusos eran infinitamente mejores y los franceses relativamente mejores. A estos ltimos les gustaba hacer carreteras, pero no eran de fiar como los turcos nunca nos prometieron nada, estn por definicin libres de toda perfidia, y los britnicos fueron durante una etapa peores que los turcos y luego los mejores de todos. La acritud griega contra los britnicos surgi porque stos vendieron descaradamente Parga a Al Pasha, pero en esta isla fue motivada inicialmente por el gobernador, sir Thomas Maitland, que fue un tirano absoluto. Sin embargo, Charles de Bosset, un suizo que sirvi en el ejrcito britnico, construy nuestro inestimable puente de la baha de Argostolion. Lord Napier hizo construir la esplndida sala de justicia de Lixouri, con su mercado 125

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porticado debajo (el Markato), y fue tan popular que tras su marcha la poblacin organiz una suscripcin para erigirle una estatua conmemorativa. Lord Nugent acab siendo tan querido que nuestro parlamento le destituy con un voto de agradecimiento. Frederic Adam, Stewart McKenzie y John Seaton parecen haber sido ms panhelnicos que nosotros mismos, pero el general Howard Douglas fue un dspota atroz y escandaloso. Y as sucesivamente. Qu enseanzas sacamos de esto? Que estar asociados a los britnicos es que te den a elegir entre dos bolsas atadas con un cordel al cuello. En una hay una vbora y en la otra oro. Con suerte, uno escoge la bolsa de oro, pero entonces descubre que los britnicos se han reservado el derecho de cambiarla por la otra sin previo aviso. Y al revs, la mala suerte har que uno escoja la que contiene la vbora, despus de lo cual los britnicos esperarn a que te haya mordido para decirte: "No era nuestra intencin; coge la otra bolsa." No sabemos qu pensar de los britnicos. Con los turcos sabamos que nuestros hijos seran tomados para jenzaros, y nuestras hijas para los harenes. Sabamos que estaramos exentos del servicio militar, que nos prohibiran montar a caballo y que nuestros sultanes seran unos lunticos voluptuosos. Con los britnicos no se puede estar seguro de nada, salvo de que te tratarn con desdn y luego te compensarn cien veces por ello. En una ocasin les adoramos tanto que pedimos que el prncipe Alfred fuera nuestro rey y seguimos rindiendo culto a lord Byron, pero otras veces nos han dado de patadas en la boca. En este momento constato, con gran pesar en el corazn, que nos han abandonado a nuestra suerte porque consideran que la guerra no se decidir en Grecia. Espero con pesimismo, a sabiendas de que Corf ha cado y de que esto puede ser lo ltimo que escriba. Encomiendo mi memoria a la posteridad, y tambin la de mi querida hija Pelagia, y ruego para que quienquiera encuentre estos papeles y mi historia inacabada los conserve intactos. Rezo para que los britnicos no nos hayan abandonado irrevocablemente y para que al fin se alcen con la victoria aunque yo haya muerto. Creo que he llevado una existencia buena y til, y si no fuera por la hija que tal vez no sobreviva y los nietos que tal vez nunca ver, me satisface morir con la esperanza de que, como dice Platn, la muerte pueda ser "... un cambio, una migracin del alma de un sitio a otro". Yo nunca lo he credo as, pero la inminencia de la invasin me convence de que la vida es triste y fatigosa, y de que la muerte quiz sea el momento de descansar con mi esposa dondequiera que haya podido ir. Soln dijo que ningn hombre puede ser considerado feliz hasta que muere, porque hasta entonces como mucho es afortunado; feliz en mi matrimonio y afortunado con mi hija. Que no haya sido en vano. El doctor cogi una caja negra de hojalata de un estante superior. Dentro coloc el fajo de su historia de Cefalonia y este eplogo; como de costumbre, haba empezado por un tema para terminar en otro. Cerr la caja con llave. Se puso la caja bajo el brazo, levant la esterilla de debajo de la mesa y abri la trampilla, dejando al descubierto la 126

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amplia cavidad que haba sido practicada en 1849 para ocultar a los radicales que los britnicos haban perseguido primero y puesto en el gobierno despus. En aquel agujero donde antao se haban escondido los fugitivos Joseph Momferatos y Gerasimos Livadas, el doctor guard su testamento literario. Luego volvi al escritorio, cogi sus dos tomos de The Complete and Concise Home Doctor y se dedic a repasar los captulos que trataban de hemorragia; vendajes; conmocin; torniquete; heridas de bala; quemaduras; cortes; cuchilladas; asepsia; drenaje e irrigacin de heridas; ttanos; pus; trepanacin para el alivio de las fracturas de crneo. En casa de Drosoula, adonde haban trasladado a Mandras, la hija del doctor era presa de la zozobra y la vergenza: haba empezado a sospechar que Mandras la torturaba a propsito. Sus dolencias fsicas haban disminuido considerablemente. Los ndulos rojos, el eczema, la piel de los pies, todo ello haba iniciado un proceso curativo. Tena la cara un poco ms llena, las costillas se haban replegado bajo la carne nueva, empezaba a crecerle el pelo, y el destello de locura en su mirada habase amortiguado hasta un tenue vislumbre que segn el doctor no significaba ninguna mejora. Es una lstima haba dicho que no le hirieran de verdad. Eso le habra dado un motivo concreto de preocupacin. A Pelagia le haba asustado y encolerizado aquella observacin, pero en esos momentos no deseaba otra cosa que sacar su pequea Derringer del delantal y pegarle un tiro en la cabeza a su novio. El caso es que Mandras haba pasado a un estado menos manejable que la infancia, y ella estaba convencida de que lo haca ex profeso como acto de venganza o de castigo. Tena la certeza de que Mandras quera provocarle la mayor intranquilidad, y as era. El doctor haba diagnosticado el comportamiento de Mandras como estupor enrgico, estupor melanclico y, finalmente, estupor catatnico. El extrao modo en que padeca todas estas cosas en distintos momentos le haca sospechar que no se trataba de ninguna de ellas, pero el doctor era incapaz de dar otra interpretacin. Shock de combate tampoco le convenca y, al igual que Pelagia, empezaba a sentirse tentado de atribuir el estado del paciente a una necesidad psicolgica de esclavizar a los dems mediante su propia induccin a un estado de absoluta dependencia. Cree que nadie le quiere deca el doctor y se comporta as para obligarnos a demostrarle que no es as. Pero si yo no le quiero, pensaba una y otra vez Pelagia, sentada junto a la cabecera de su cama mientras teja la colcha de matrimonio que an no superaba el tamao de una toalla. Mandras haba emprendido su exilio a la inaccesibilidad dramatizando la idea de la muerte. Como afectado de rigor mortis, yaca en la cama completamente rgido, los brazos levantados en una postura que ninguna persona normal habra aguantado ms de un minuto. La saliva se le escurra de la boca, cayndole por el mentn y un hombro y empapando la cama. Drosoula coloc un pao para absorberla, y al volver vio que l se haba movido y que la saliva le resbalaba sobre el otro hombro. Debido a la posicin de sus brazos su 127

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madre se las vea y deseaba para vestirle y desnudarle. Para descartar la catatonia, el doctor le haba hecho una prueba consistente en clavarle alfileres; Mandras no haba reaccionado, y tampoco cuando el doctor simul pincharle un ojo. Le alimentaban con sopa administrada mediante un tubo metido en el gaznate, y no orin ni defec durante das hasta que Drosoula dej de intentar que lo hiciera. Ese da ensuci las sbanas de tal manera que la madre hubo de salir a la calle a vomitar. El 25 de marzo Mandras se levant para celebrar la fiesta nacional. Despus de vestirse sin ayuda, se march y volvi borracho y alborozado a las tres de la madrugada. Drosoula y Pelagia bailaron cogidas de las manos, riendo de alegra y alivio. Pero al da siguiente Mandras volvi a quedarse en la cama, ablico y mudo. Su rigidez se haba trocado por un estado en que Mandras pareca haber repudiado su cuerpo. El doctor levant un brazo y lo solt: el brazo cay a plomo sobre la cama como si de una media rellena de trapos se tratara. La temperatura le baj en picado, los labios se le hincharon y amorataron, se le aceler el pulso, y respiraba de un modo tan superficial que pareca desdear el aire. Al da siguiente Mandras repiti el estado del anterior, con la salvedad de que ahora se resista violenta pero diestramente a todo intento de moverlo o darle de comer. Drosoula hizo venir a Kokolios, Stamatis y Velisarios, pero ni siquiera los dos robustos viejos y el gigante consiguieron hacerle abrir la boca para que comiera. Por lo visto estaba resuelto a morir de inanicin. Kokolios propuso darle unos azotes, la cura tradicional para los locos, cuya eficacia pas a demostrar propinando un par de cachetes al paciente. Mandras se incorpor de golpe, se llev la mano a la mejilla, dijo Mierda; ya vers cuando te coja, cabrn, y se hundi de nuevo en las sbanas. Todos los presentes haban llegado a tal estado de clera y frustracin que la idea de los azotes no les pareci nada mala. Mandras continu su poltica de resistencia y huelga de hambre hasta la noche del sbado 19 de abril, en que se recobr milagrosamente a tiempo de asistir a los grandes festejos de la Pascua. El Jueves Santo se procedi a matar y colgar los corderos, los huevos fueron pintados de rojo y lustrados con aceite de oliva, y Mandras casi sucumbi al tradicional pur de lentejas. El Viernes Santo la isla entera se dej llevar por el aroma del pan de Pascua que hacan las mujeres, y el sbado los hombres asaron los corderos, bromearon unos con otros y acabaron indecentemente borrachos mientras las mujeres se afanaban en preparar pur y salchichas. Durante todo ese proceso Mandras permaneci en cama, inmvil, cagndose y mendose encima siempre que Drosoula acababa de cambiarle las sbanas. Pero el sbado por la noche se levant y, vestido de negro, y con un cirio negro sin encender en la mano, se sum a la lgubre procesin de los iconos hasta el monasterio de Sissia. Su estado pareca absolutamente normal; cuando Stamatis le dese una pronta recuperacin Mandras contest Que Dios te oiga, y cuando Kokolios le palme la espalda y le felicit por su sbita aparicin entre los vivos, 128

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l le dedic su sonrisa de siempre y le espet el proverbial Soy griego, y los griegos no estamos sometidos a las leyes de la naturaleza. En el silencio y la oscuridad absolutos de la iglesia, Mandras aguard con creciente ilusin. El suspense era insoportable, la guerra que amenazaba con llegar en cualquier momento haba hecho de aqulla una Pascua pattica; resucitar Cristo tal como nos van las cosas? Muchos se preguntaban si aqullas iban a ser sus ltimas semanas de Pasin en este mundo, y cogan de la mano a sus hijos con ms fuerza y mayor emocin. Los que llevaban reloj advertan que los minutos duraban ms de lo acostumbrado, y la gente estiraba el cuello para ver mejor el iconostasio. Por fin apareci el sacerdote con su cirio encendido, y su voz tron: Christos anesti, Christos anesti. Un grito de jbilo surgi de las gargantas de los peregrinos, que respondieron: Alithos anesti, alithos anesti. Y procedieron a encenderse los cirios unos a otros. Cristo ha resucitado exclam Drosoula, abrazando a su hijo. Pues claro dijo l en alto, y bes a Pelagia en la mejilla. Protegiendo la llama de su vela con la mano, Pelagia se pregunt: Mandras anesti? Ha resucitado Mandras? Capt la mirada de Drosoula y se dio cuenta de que las dos haban pensado lo mismo. Las campanas repicaron por toda la isla y la gente salt y grit en son de triunfo, aullaron los perros, rebuznaron los asnos y maullaron los gatos; el regocijo y la fe aliviaban las penas, y la gente se saludaba diciendo Christos anesti, sin cansarse de or. Alithos anesti a modo de respuesta. Haba concluido el ayuno de la semana anterior (en realidad, haba sido obligado durante meses) e iba a producirse un nuevo milagro de los panes y los peces a medida que la gente empezaba a sacar los manjares para los que se haban reservado; esos festines deban interpretarse como un puetazo en el ojo del Duce, un acto de resistencia y desafo. Durante el banquete de medianoche y el cordero del domingo a medioda, Mandras pareci el de siempre. La sopa de mayeritsa con su salsa de avgolemono desapareci en sus fauces como si acabara de volver de un da de pesca, y el cordero, espolvoreado de organo y relleno con trocitos de ajo, fue engullido con apetito voraz digno de un turco. Pero el domingo por la tarde se desvisti e, inevitablemente, se traslad una vez ms a la cama. Esta vez no slo consigui emular a la muerte, sino hacerlo con toda la apariencia del ms acuciante dolor espiritual. Ni hablaba ni se mova, el pulso era cada vez ms dbil, la respiracin se redujo al mnimo y la expresin de su cara hablaba elocuentemente de la ms aguda y extraordinaria desdicha. El doctor explic a Drosoula que su hijo seguramente haba perdido la fuerza de voluntad, y a continuacin se qued de piedra al ver que Mandras se incorporaba y peda la presencia de un sacerdote. Al padre Arsenios le result imposible penetrar por la pequea puerta de la casa, as que su formidable madre hubo de sacar a

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Mandras y depositarlo junto al embarcadero para que hablara con el clrigo. He hecho cosas terribles dijo, cosas terribles que no puedo enumerar. Hablaba con visible esfuerzo, pugnando dolorosamente por pronunciar las palabras con voz apenas audible. Dilas, de todos modos le aconsej Arsenios, que estaba sudando tras haber venido a pie desde el pueblo y a quien estas situaciones siempre le resultaban profundamente desconcertantes. He cometido adulterio dijo Mandras. Me foll a la reina. Ya dijo Arsenios. Hubo un largo silencio. Me foll a la reina Circe porque cre que era otra persona. La reina no se llama Circe, o sea que no hay problema dijo Arsenios, y se maldijo por haber acudido all. Que Dios me ayude, no estoy hecho para vivir prosigui Mandras, convertida su voz en un susurro ronco y confidencial. Adems, tengo esta penitencia. Qu penitencia? Mandras se palme las rodillas. Lo ve? No puedo mover las piernas, y sabe por qu? Hace un momento te he visto moverlas. Mandras gir lentamente la cabeza con un movimiento mecnico que recordaba la rotacin de una rueda dentada. Son de cristal dijo. El padre Arsenios se puso en pie y volvi adonde Pelagia y Drosoula aguardaban en un discreto aparte. S lo que le pasa dijo. Qu es, patir? pregunt Drosoula, con voz de maternal ansiedad y esperanza. Est completamente loco. Habra que enviarlo al manicomio del monasterio y esperar un milagro. El obeso cura regres anadeando colina arriba y las dos mujeres se quedaron meneando la cabeza. Vieron con sorpresa que Mandras se levantaba y se acercaba a ellas, rgidas las caderas, moviendo agarrotadamente las piernas. Mandras se detuvo frente a ellas, se retorci las manos compungido, se arranc un trozo de piel del eczema que le quedaba en la pierna, lo blandi delante de sus narices, manose torpemente los botones de su camisa de dormir y grazn: De cristal. Volvi a su cama y a los dos das inici un perodo de clera histrica. Empez con gritos, sigui con un extrao episodio en que intent amputarse la pierna con una cuchara, continu con una fase en la que daba golpes a diestro y siniestro, y concluy el 30 de abril con una ira terriblemente lcida, en el transcurso de la cual pareci recobrar totalmente el juicio e insisti en que Pelagia le leyera sus cartas. Esto le provoc a ella un estado de turbacin y vergenza extremas. Pelagia empez por las primeras, aquellas en que el amor y el sentimiento de la separacin haban inundado la pgina de lricos crescendos dignos de un poeta romntico:

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Agapeton, agapeton, te quiero y te echo de menos y me preocupo por ti, anso el momento de tu regreso, quiero coger tu dulce cara entre mis manos y besarte hasta que mi espritu vuele como los ngeles, quiero cogerte en brazos y amarte para que el tiempo se detenga y las estrellas caigan del cielo. Cada segundo de cada minuto sueo contigo, y cada segundo s con mayor certeza que t eres la vida, una vida ms querida que la vida, la nica cosa que la vida puede significar... Enrojeci de irritacin, horrorizada ante aquellos gisers de emocin que parecan de otra persona, de un ser inferior. Se encogi del mismo modo que haca cuando su ta le recordaba alguna cosa graciosa que haba dicho o hecho de nia. Las palabras de amor se le atascaban ahora en la garganta y le dejaban un sabor amargo, pero cada vez que haca una pausa Mandras la fulminaba con la mirada y le exiga que prosiguiera. Se sinti aliviada casi hasta la nusea cuando lleg a las cartas en que empezaban a predominar las noticias. Su voz se aclar, y not que se tranquilizaba. Pero Mandras lanz un grito y se aporre los muslos con los puos: No quiero que me leas esos trozos, no quiero or hablar de los enfadados que estabais porque yo no escriba. Quiero or lo otro. Aquella voz, quejosa como la de un nio mimado, irritaba a Pelagia, pero tema la fuerza y la locura vengativa de Mandras y sigui leyendo, censurando todo aquello que no ataera a la diversidad y calidad de su cario. Las cartas son cada vez ms breves grit l, demasiado breves. Crees que no s lo que significa? Cogi la ltima carta del montn y la agit delante de su cara. Mira exclam, cuatro lneas! Crees que no lo s? Vamos, lee. Pelagia cogi la carta y la ley para sus adentros, sabiendo ya lo que deca: T nunca me escribes. Al principio eso me pona triste y me preocupaba, pero ahora me doy cuenta de que a ti te da igual, y eso ha hecho que yo tambin pierda la ilusin. Quiero que sepas que te he liberado de tus promesas. Lo siento. Lela exigi Mandras. Pelagia estaba consternada. Manose la hoja de papel y sonri con gesto conciliador. . Tengo una letra horrible. No s si podr descifrarla. Lela. Pelagia carraspe y con voz trmula improvis: Cario mo, vuelve pronto, por favor. Te echo tanto de menos y suspiro por ti ms de lo que imaginas. Gurdate de las balas, y... se detuvo, hastiada de su papel en aquella charada. Supuso que as deba sentirse una cuando la violaba un desconocido. Y qu? insisti Mandras. Y no s cmo expresarte lo mucho que te amo concluy Pelagia, cerrando los ojos de desesperacin. Lee la carta anterior.

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Era una carta que empezaba as: Ayer me pareci ver una golondrina, eso significa que ya llega la primavera. Mi padre..., pero dud y decidi improvisar otra vez: Cario mo, te imagino como una golondrina que se ha ido volando pero que un da volver al nido que te he hecho en mi corazn... Mandras la oblig a leer todas las cartas entregndoselas una a una, y as, con lgrimas en los ojos y voz temblorosa, hubo ella de soportar un largo purgatorio de pnico absoluto, cada carta una tortura de Ssifo, que la hizo sudar por todos los poros. Le suplic que no la hiciese leer ms, pero l se mantuvo firme. Pelagia se senta morir por dentro mientras inventaba desesperadamente palabras cariosas para aquel hombre al que haba acabado compadeciendo y finalmente odiando. Le salv el rtmico ronroneo de unos aviones. Drosoula entr a toda prisa, gritando: Italianos, italianos! Es la invasin! Gracias a Dios, gracias a Dios, pens Pelagia, cayendo casi inmediatamente en la cuenta del absurdo de su alivio. Corri fuera con Drosoula y all se quedaron las dos cogidas del brazo, mientras aquellos marsupiales panzudos pasaban con estruendo, vomitando sus largas estelas de diminutos muecos negros que experimentaban una sacudida hacia arriba al abrirse sus paracadas, unos paracadas de aspecto tan pulcro y bonito como las setas en un campo cubierto de roco otoal. Nada ocurri como la gente haba previsto. Aquellos que haban pensado sentirse abrumados por la clera padecieron en cambio sensaciones de asombro, curiosidad o apata. Aquellos que saban que iban a sentir pnico notaron una calma glacial y una oleada de severa determinacin. Aquellos que se sentan terriblemente preocupados se tranquilizaron, y hubo incluso una mujer que se sinti embargada por un casi venial reconocimiento de salvacin. Pelagia corri colina arriba para reunirse con su padre, siguiendo el atvico instinto por el cual los que se quieren deben estar unidos en el momento de la muerte. Lo encontr de pie en el umbral, como todos los dems en el suyo, protegindose del sol con una mano mientras contemplaba el descenso de los paracaidistas. Apenas sin resuello, se arroj a sus brazos y lo not temblar. Acaso su padre tena miedo? Le mir a los ojos mientras l le acariciaba el pelo, y advirti que sus labios se movan y sus ojos brillaban, no de miedo sino de excitacin. l baj la vista, irgui la espalda y agit una mano hacia el cielo. Historia proclam, todo este tiempo escribiendo historia y ahora la historia se desarrolla delante de mis ojos. Pelagia, hija de mi vida, yo siempre he querido vivir en la historia. Dicho esto, entr en la casa y al punto volvi con un cuaderno de notas y un lpiz con la punta intacta. Al desaparecer los aviones se hizo un profundo silencio. Pareca que no haba ocurrido nada. En los muelles, los hombres de la divisin Acqui desembarcaron como disculpndose por sus chapuceras lanchas de desembarco y 132

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saludaron alegre pero tmidamente a la gente que los observaba desde sus casas. Algunos respondieron alzando el puo, otros agitando un brazo, y muchos hicieron aquel enftico gesto con la palma de la mano que, de tan insultante, en aos posteriores se convertira en una ofensa merecedora de crcel. En el pueblo, Pelagia y su padre observaron el deambular de los pelotones de paracaidistas mientras sus jefes consultaban mapas con labios apretados y entrecejos fruncidos. Algunos italianos parecan ms bajos que sus rifles. Qu grupo tan pintoresco, observ el doctor. Al fondo de una de las hileras de soldados, un hombre particularmente minsculo provisto de un casco con plumas de gallo parodiaba el paso de la oca con un dedo puesto bajo la nariz imitando un bigote. Al pasar junto a Pelagia el hombre abri unos ojos como platos y aclar: Signor Hitler, ansioso de que ella captara el chiste. Desde la puerta de su casa Kokolios hizo un desafiante saludo comunista, el brazo en alto y el puo cerrado, para quedar totalmente perplejo cuando un pequeo grupo de soldados le vitore y le devolvi el saludo, con bro y exageracin. Kokolios baj el brazo y se qued boquiabierto de asombro. Se estaban burlando o es que haba camaradas en el ejrcito fascista? Un oficial que estaba buscando a sus hombres se detuvo e interrog nerviosamente al doctor, agitando un mapa en sus narices: Ecco una carta della Cephallonia dijo. Dov' Argostolion? El doctor escudri los oscuros ojos de aquel rostro bien parecido, diagnostic un caso terminal de extrema afabilidad y replic, en italiano: Yo no hablo italiano, y Argostolion est ms o menos enfrente de Lixouri. Para no hablarlo, lo hace con mucha soltura dijo el oficial, sonriendo. Y dnde queda Lixouri? Pues enfrente de Argostolion. Si encuentra una, encontrar la otra, slo que tendr que nadar un poco entre las dos. Pelagia le dio un codazo de advertencia, temiendo represalias. Pero el oficial suspir, se levant el casco para rascarse la frente y los mir de soslayo: Me voy con los otros dijo, y as lo hizo, pero regres un momento despus, ofreci a Pelagia una pequea flor amarilla y desapareci una vez ms. Extraordinario dijo el doctor Iannis, garabateando en su cuaderno. Una columna de hombres ms elegantes que los dems pas desfilando ordenadamente. Al frente de los mismos sudaba el capitn Antonio Corelli del 33. Regimiento de Artillera; colgado a la espalda llevaba un estuche que contena la mandolina a la que haba bautizado como Antonia, porque era su otra mitad. Al divisar a Pelagia grit: Bella bambina a las nueve en punto. Vista a la izquierda! Las cabezas de la tropa giraron al mismo tiempo como movidas por un resorte, y durante un sorprendente minuto Pelagia presenci una demostracin de las payasadas y expresiones ms cmicas y grotescas inventadas por el hombre. Uno de los soldados se hizo el bizco y dobl 133

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su labio inferior hacia abajo, otro hizo un puchero y le envi un beso, otro convirti su paso en andares a lo Chaplin, otro fingi ir tropezando con sus propios pies y otro se puso el casco de travs, hinch las ventanas de la nariz y puso los ojos literalmente en blanco haciendo desaparecer la pupila tras el prpado superior. Pelagia se cubri la boca con la mano. No te ras le orden el doctor. Nuestra obligacin es odiarlos.

24. UNA RENDICIN MUY POCO AFABLE


No llegu a Cefalonia hasta mediados de mayo, y si fui transferido all, al 33. Regimiento de Artillera, divisin Acqui, fue porque los problemas musculares de mi muslo me haban dejado temporalmente intil para otra cosa que no fueran servicios de guarnicin. En aquellos momentos me senta tan decepcionado del ejrcito que habra ido a cualquier parte slo para estar tranquilo, meditar sobre mis recuerdos y rascarme las heridas. Estaba experimentando la abyecta depresin de los soldados que han llegado a la conclusin de haber estado luchando en el bando equivocado, gastando infinitud de esfuerzos y agotando las fuentes del valor y la cordura hasta quedar vaciado; de hecho tena la sensacin de que mi cabeza estaba hueca y de que la cavidad de mi trax era un vaco. An estaba entumecido de pesar por la muerte de Francesco, y segua sorprendindome de mi propia estupidez al no haber intuido que la quimera de obtener el mejor partido de mi vicio se haba basado en un error de clculo: es cierto que mi amor por Francesco me haba inspirado grandes cosas, pero no haba contado con la posibilidad de que lo mataran. Yo haba ido a la guerra como un romntico y haba salido de ella desolado, abatido e infeliz. Me viene a la cabeza la expresin transido de dolor, slo que me parece inadecuada para describir la sensacin de estar absolutamente deshecho, en cuerpo y alma. Supe que necesitaba huir sent envidia de nuestros soldados en Yugoslavia que haban cambiado de bando alistndose en la divisin Garibaldi, pero al final es imposible huir de los monstruos que te devoran desde lo ms hondo de las entraas, y el nico modo de subyugarlos es o bien luchar contra ellos, como Jacob contra el ngel o Hrcules contra sus serpientes, o bien no prestarles atencin hasta que ellos mismos se rindan y se desvanezcan. Yo hice lo segundo, y a ello contribuy un pequeo milagro que se llamaba capitn Antonio Corelli. l fue mi venero de optimismo, un manantial transparente, una clase de santo sin rastro de repelente piedad, una clase de santo que consideraba la tentacin algo con lo que jugar y no algo a lo que resistirse, y que fue siempre un hombre de honor porque en realidad no conoca otra manera de ser. Le conoc en el campamento, a las afueras de Argostolion, en los das anteriores a que los oficiales de intendencia concertaran

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alojamientos con la poblacin local. Mediaba la primavera y la isla estaba en su apogeo de serenidad y belleza. Unos meses antes el tiempo puede ser muy borrascoso, y unos cuantos despus insoportablemente caluroso, pero en primavera el clima es muy suave, hay una brisa ligera, algunas noches llueve moderadamente y brotan flores silvestres en los lugares ms inesperados. Tras la tortura de la guerra me pareci haber desembarcado en la Arcadia; la sensacin de paz era tan abrumadora que me provoc ganas de llorar, de agradecimiento e incredulidad. Aqulla era una isla en la que era imposible estar de mal humor, donde no haba espacio para emociones malsanas. Cuando yo llegu la divisin Acqui haba sucumbido ya a los encantos de la isla y, apoltronada en sus cojines y entrecerrados los ojos, se haba sumido en un sueo apacible. Olvidamos que ramos soldados. Lo primero que me choc fue la lancinante claridad de la luz. Supongo que sera ridculo sostener que el aire de Cefalonia carece de densidad, pero la luz es all tan pelcida, tan pura, que uno queda temporalmente cegado y arrollado por ella, pero sin sentir dolor. Estuve dos o tres das yendo de un lado a otro con los ojos entornados. Descubr que en Cefalonia anochece sin la intervencin del crepsculo, y que antes de llover la luz parece de ncar. Tras la lluvia, la isla huele a pino, a tierra tibia y a mar. La segunda cosa que me choc, es curioso, fue la magnitud y la antigedad increbles de los olivos. Eran nudosos y ennegrecidos, retorcidos y robustos, y me hacan sentir extraamente efmero, como si hubieran visto gente como nosotros ms de mil veces y luego hubieran contemplado nuestra partida. Eran rboles dotados de una omnisciencia paciente. En Italia talamos los rboles viejos y plantamos otros nuevos, pero aqu era posible poner la mano sobre la vetusta corteza, mirar por entre la bveda del follaje los fragmentos de cielo resplandeciente y sentirse empequeecido por la sensacin de que otros quiz han hecho lo mismo bajo ese mismo rbol hace un milenio. Los griegos los mantienen vivos a base juiciosas podas repetidas generacin tras generacin; puede que los rboles acaben acostumbrndose a determinada familia de igual modo que una casa o un rebao de ovejas. La tercera cosa que me choc fue la callada y resuelta dignidad de los isleos, y pronto iba a descubrir que no era yo el nico impresionado por ello. Muchos de nuestros soldados eran del tipo camorrista y grosero que suele darse en cualquier ejrcito, el tpico criminal que por serendipismo ha dado con un sistema legtimo de ser un hijo de puta, y algunos eran lo bastante borrachos y ruines como para actuar como si la conquista les hubiera otorgado derechos sobre la plebe, pero la verdad es que los isleos dejaron muy claro desde el principio que no iban a aguantar tonteras, tuviramos armas o no. Por suerte los oficiales de la divisin eran gente honesta; de no ser as, los isleos no habran tardado en sublevarse, como en efecto hicieron en las zonas ocupadas por los alemanes. Ilustrar el orgullo del pueblo contando con detalle lo que ocurri cuando les pedimos que se rindieran. Esto me lo cont el capitn 135

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Corelli. l era proclive a exageraciones efectistas cuando narraba historias; todo en l era original, sus circunstancias le venan siempre pequeas y sola decir cosas por mor de su eficacia para divertir, pasando irnicamente por alto la verdad. Por regla general el capitn observaba la vida con perpetuo asombro, y no tena pizca de ese orgullo de s mismo que impide que uno cuente chistes en que uno es el propio chanceado. Haba gente que le consideraba medio chiflado, pero yo lo veo como alguien que amaba tanto la vida qu le tena sin cuidado dar una impresin u otra. Adoraba a los nios; una vez le vi dar un beso en la cabeza a una chiquilla mientras toda su batera esperaba en posicin de firmes a que pasara revista, y le gustaba hacer rer a las mujeres guapas entrechocando los talones y saludando con tal precisin militar que converta el saludo en una parodia de todo lo marcial. Para hacerse una idea de la clase de hombre que era, dir que cuando saludaba al general Gandin lo haca con tan poco garbo que rayaba la insolencia. Me tropec con l por primera vez en las letrinas del campamento. Su batera tena una letrina particular llamada La Scala; Corelli haba organizado un club de pera cuyos miembros cantaban y cagaban juntos all todas las maanas, sentados en hilera sobre el entablado con los pantalones a la altura del tobillo. Haba dos bartonos, tres tenores, un bajo, y un contratenor que era objeto de continuas mofas porque siempre le tocaba cantar las partes femeninas; la idea era que cada hombre soltara un zurullo o bien un pedo durante los crescendos, momento en que las voces taparan cualquier otro sonido. De este modo se minimizaba el oprobio de la defecacin colectiva, y todo el campamento empezaba el da tarareando una vigorizante meloda. Mi primera experiencia de La Scala fue or la interpretacin del Coro di zingari a las siete y media de la maana con acompaamiento de unos prodigiosos y vibrantes timpani. Naturalmente no pude resistir la tentacin de investigar y me acerqu a un recinto de lona que tena pintadas las palabras La Scala con betn blanco. Percib una apabullante y ftida pestilencia, pero aun as entr y vi una hilera de soldados cagando, la cara enrojecida, cantando a pleno pulmn y aporreando con cucharas sus cascos de acero. La imagen me desconcert y me maravill a la vez, en particular porque haba un oficial que diriga despreocupadamente el concierto con ayuda de una pluma de ave en su mano derecha. Normalmente se saluda a los oficiales si van de uniforme, y sobre todo cuando llevan la gorra puesta. Mi saludo fue un incompleto y apresurado ademn que acompa a mi partida. (Yo desconoca qu reglamento rige el saludo a un oficial de uniforme que est con los pantalones medio bajados durante un ejercicio consistente en una evacuacin coral en territorio enemigo.) Posteriormente pas a engrosar el plantel del club de melmanos al ser alistado como voluntario por el capitn despus de haberme odo cantar mientras me lustraba las botas y darse cuenta de que yo era otro bartono. El capitn me entreg un papel arrancado del cuaderno de rdenes del propio general Gandin, donde se lea:

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ULTRASECRETO

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Por orden del CG, Supergreccia, el cabo Carlo Piero Guercio prestar servicios opersticos siempre que as lo requiera el capitn Antonio Corelli del 33. Regimiento de Artillera, divisin Acqui. Normas: 1) Los convocados para faenas musicales regulares estarn obligados a tocar un instrumento musical (cucharas, casco, peine y papel, etc.). 2) Aquel que fracase persistentemente en dar notas sobreagudas ser castrado y sus testculos donados para causas benficas. 3) Aquel que sostenga que Donzetti es mejor que Verdi se ver obligado a vestir ropa de mujer, ser ridiculizado pblicamente delante de la batera, llevar una cacerola en la cabeza y en casos extremos se le exigir que cante Funiculi Funicula u otra cancin sobre el ferrocarril que el capitn Antonio Corelli estime conveniente determinar de vez en cuando. 4) Los fanticos de Wagner sern fusilados sumariamente, sin juicio y sin posibilidad de apelacin. 5) La embriaguez ser preceptiva nicamente en aquellos casos en que el capitn Antonio Corelli no pague las rondas. Firmado: general Vecchiarelli, jefe supremo, Supergreccia, en nombre de su majestad el rey Victor Emmanuel.

La versin del capitn sobre la capitulacin de Cefalonia deca que los jefes militares en el momento del desembarco se haban dirigido al ayuntamiento de Argostolion a fin de recibir la rendicin de manos de las autoridades locales. Se haban detenido a la puerta del ayuntamiento con un pelotn armado y haban enviado un mensaje exigiendo la entrega del edificio y de la autoridad. La respuesta rezaba simplemente A tomar por culo. Gran consternacin y sobresalto entre nuestros oficiales. ste no es vocabulario para la diplomacia, ni una respuesta adecuada por parte de quienes se supone estn temblando de miedo bajo la bota de los conquistadores. Otro mensaje amenazando con echar abajo el edificio. La nota de respuesta especifica que cualquier italiano que exija la rendicin ser fusilado sin demora. Ms consternacin, esta vez causada por las conjeturas sobre si los que estn dentro tendrn realmente armas o no. Los oficiales se muestran incmodos ante la idea de tener que organizar un asedio. Mandan otro mensaje exigiendo una aclaracin. La respuesta dice: Si no sabis lo que significa "a tomar por el culo", venid aqu y os lo explicaremos. Uno de los oficiales, de pie a plena luz del sol, exclama: Mierda. La cosa se retrasa una media hora mientras crece la confusin, tras lo cual sale otra nota del ayuntamiento que dice: Nos negamos categricamente a rendirnos a una nacin a la que hemos derrotado por completo, y 137

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exigimos el derecho a rendirnos a un oficial alemn de alto rango. Al final traen en avin a un oficial alemn estacionado en Zante, Corf o algn otro sitio, y las autoridades salen triunfantes del ayuntamiento tras habernos humillado y aniquilado en nuestro primer da de conquista. As me lo cont Corelli, y estoy seguro de que ciertos detalles fueron objeto de exornacin por su parte, pero es cierto que las autoridades locales se negaron a rendirse a nosotros y que al final tuvimos que hacer venir a un alemn. Corelli consideraba esta historia como extremadamente chistosa, y le gustaba contarla una y otra vez multiplicando el nmero de mensajes e insultos, mientras los dems le escuchbamos sentados y con las orejas ardiendo. Yo creo que a Corelli le resultaba tan divertida porque para l la nica cosa seria era la msica, hasta que conoci a Pelagia. En cuanto a m, acab querindole tanto como haba querido a Francesco, pero de un modo totalmente distinto. l era como una orqudea saproftica, capaz de crear armona y belleza incluso mientras crece y florece sobre un montn de mierda en un lugar lleno de esqueletos. Dej que se le oxidara el fusil y lleg incluso a perderlo en un par de ocasiones, pero gan varias batallas armado nicamente de su mandolina.

25. RESISTENCIA
Por toda la isla surgan grafitti que, alegre o maliciosamente, explotaban el hecho de que los italianos no pudieron descifrar la escritura cirlica. Tomaban la R por una P, ignoraban que la G puede parecer una Y o una L invertida, no tenan ni idea acerca del tringulo, crean que una E era una H, interpretaban la theta como una especie de O, no se percataban de que la letra en forma de tienda de campaa era la misma que la que pareca una Y invertida, les confundan las tres franjas horizontales que podan ser igualmente ledas como un garabato, saban por las matemticas que pi era 22 dividido por 7, desconocan que una E del revs fuera una S, que la Y poda escribirse tambin como una V y de hecho era una E, les despistaba el que existiera una O con un palo vertical que en realidad era una F, no entendan que la X era una K, fracasaban estrepitosamente a la hora de encontrar un significado al airoso tridente y coincidan en que la omega les recordaba un pendiente. Ergo, las condiciones eran inmejorables para las furtivas pintadas nocturnas en grandes letras blancas sobre todas las paredes disponibles, en particular cuando los ringorrangos de una caligrafa particular podan hacer las letras todava ms inescrutables. La palabra ENOSIS pugnaba por desbancar a ELEPHTHERIA; Viva el rey coexista sin problemas con Trabajadores del mundo, unos; Al carajo los italiani lindaba con Chpamela, Duce. Un admirador de lord Byron escribi So que Grecia an

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poda ser libre con vacilante letra romana, y el general Tsolakoglou, nuevo dirigente colaboracionista del pueblo griego, apareca por doquier como un personaje de tebeo, cometiendo diversos, obscenos y repugnantes actos con el Duce. Los hombres contaban chistes de italianos en los campos y las kapheneias: Cuntas marchas tiene un tanque italiano? Cinco: una de avance y cuatro marchas atrs. Cul es el libro ms breve del mundo? El libro de los hroes de guerra italianos. Cuntos italianos hacen falta para poner una bombilla? Uno subido en una escalera para aguantar la bombilla y doscientos para hacer girar la escalera. Cmo se llama el perro de Hitler? Benito Mussolini. Por qu llevan bigote los italianos? Para acordarse de sus madres. Por su parte, los soldados italianos acampados preguntaban: Cundo se sabe que una griega tiene la regla? La respuesta era: Cuando lleva un solo calcetn. Fue un largo interludio durante el cual ambas poblaciones guardaron mutuamente las distancias, aquietando mediante chistes los unos la suspicacia culpable y los otros el lvido resentimiento. Los griegos hablaban con vehemencia y en secreto de los partisanos, de formar una resistencia, y los italianos se recluan en sus campamentos, donde sus nicos indicios de actividad eran la organizacin de las bateras, un reconocimiento diario por aviones anfibios y la patrulla que haca la ronda a caballo al anochecer, ms interesados en cautivar a la poblacin femenina que en hacer cumplir el toque de queda. Y luego vino la decisin de alojar a los oficiales en casas de miembros idneos de la poblacin local. Pelagia se enter de ello, al volver un da del pozo y encontrarse con un orondo oficial italiano, acompaado por un sargento y un soldado raso, de pie en la cocina mirndolo todo con aire evaluador y tomando notas con un lpiz ridculamente romo. Pelagia haba dejado de temer que la fueran a violar y se haba acostumbrado a torcer el gesto ante las miradas lascivas y a sacudirse las manos que intentaban pellizcos exploratorios en su trasero; los italianos haban resultado una especie modesta de Romeo que se resigna a que le den plantn, pero no abandona la esperanza. No obstante, Pelagia se llev un susto cuando entr en la cocina y se encontr con los soldados. Tras un instante de vacilacin, decidi darse la vuelta y echar a correr, pero el rollizo oficial sonri de oreja a oreja, levant los brazos en un gesto de si pudiera se lo explicara, pero no hablo griego, y dijo Ah de una manera que significaba me alegro de verla ya que es tan guapa, y me siento incmodo estando en su cocina, pero qu quiere que haga? Pelagia dijo Aspettami, vengo, y sali corriendo en busca de su padre, que estaba en la kapheneia. Los soldados esperaron obedientemente. Pelagia no tard en regresar con su padre, el cual se senta turbado ante la perspectiva del encuentro. Una oleada de pavor esperaba el momento de asaltar su corazn y debilitarlo, pero tambin haba el fro y distante coraje que asiste a quienes estn decididos a combatir la opresin con dignidad; record su propio consejo a los muchachos en la kapheneia (Utilicemos la ira con sensatez) y sac pecho. Se lament de no

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haber conservado el bigote con las puntas enceradas y as poder retorcerse las extremidades con expresin hosca y recriminatoria. Buon giorno dijo el oficial, tendiendo esperanzado su mano. El doctor advirti el carcter conciliador del gesto, carente del desmesurado orgullo del conquistador, y para su sorpresa se encontr estrechando la mano que le ofrecan. Buon giorno contest. Espero que disfrute de su lamentablemente breve estancia en la isla. Breve, dice? El oficial enarc las cejas. Les han expulsado de Libia y de Etiopa... dijo el doctor, dejando que el italiano extrapolara el resto. Habla usted muy bien mi idioma dijo el oficial, es el primero que me encuentro que sabe italiano. Necesitamos intrpretes urgentemente para poder trabajar con el pueblo. Habr ciertos privilegios. Parece que aqu nadie habla italiano. Querr usted decir que en su regimiento nadie habla griego. Est bien, si lo prefiere as... Era slo una idea. Muy amable dijo el doctor, mordaz, pero comprender que los que s sabemos italiano lo olvidamos de golpe cuando nos piden que lo hablemos. El oficial sonri: Es comprensible, dadas las circunstancias. No pretenda ofenderle. Est Pasquale Lacerba, el fotgrafo. Es un italiano que vive en Argostolion, pero es posible que l tampoco quiera cooperar. Claro que es demasiado joven y no sabe lo que se hace. En cuanto a m, soy mdico y bastante trabajo tengo como para dedicarme a colaborar. Vale la pena probarlo dijo el oficial de intendencia; en general no entendemos nada. No sabe la suerte que tiene coment el doctor Iannis. Le importa decirme el motivo de su visita? Ah dijo el otro, visiblemente incmodo y consciente de lo engorroso de su situacin, bueno, ver, lamento tener que comunicarle que... nos vemos obligados a alojar a un oficial italiano en esta casa. Slo hay dos habitaciones, la de mi hija y la ma. Lo veo poco factible; adems, como se habr dado cuenta, lo que me pide es un ultraje. Me niego. El doctor se eriz como un gato enfadado y el oficial se rasc la cabeza con el lpiz. Realmente era un problema que el doctor hablara italiano; en otras casas haba eludido este tipo de escenas dejando que los infortunados huspedes se las arreglaran, mediante gruidos y gesticulaciones, cuando se presentaban sin previo aviso con sus bolsas y sus chferes. Los dos hombres se miraron, el doctor con la barbilla en orgulloso ngulo prominente y el italiano buscando la frmula que indicara a la vez firmeza y apaciguamiento. De pronto, la expresin del doctor se demud: Y dice usted que es oficial de intendencia? pregunt. No, signor dottore, esa conclusin la ha sacado usted por su cuenta. S, soy oficial de intendencia. Por qu? 140

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Entonces tendr acceso a medicamentos. Naturalmente contest el oficial, yo tengo acceso a todo. Intercambiaron miradas, adivinando el hilo del pensamiento del otro. Ando escaso de muchas cosas dijo el doctor Iannis, y la guerra ha empeorado an ms la situacin. Y yo ando escaso de alojamientos... Pues trato hecho dijo el doctor. De acuerdo dijo el oficial. Cualquier cosa que necesite, mndeme un mensaje con el capitn Corelli. Estoy seguro de que le caer bien. A propsito, entiende usted algo de callos? Nuestros mdicos son unos ineptos. Para sus callos necesitar probablemente morfina, agujas hipodrmicas, pomada de azufre y yodo, neosalvarsn, vendas e hilas, alcohol de 90 grados, cido saliclico, escalpelos y colodin respondi el doctor todo en cantidad suficiente, no s si me entiende. De momento procrese unas botas de su nmero. Una vez se hubo ido el oficial tras tomar nota detallada del pedido del doctor, Pelagia cogi a su padre del brazo y le pregunt nerviosa: Pero pap, dnde va a dormir? Tendr que cocinar para l? Y qu comida le voy a dar? Casi no tenemos nada. Dormir en mi cama dijo el doctor, sabiendo que Pelagia protestara. Ni hablar, pap, que use la ma. Yo dormir en la cocina. Ya que insistes, koritsimou... Adems, piensa en todos los medicamentos que nos reportar. Se frot las manos y aadi. El secreto de la ocupacin est en explotar a los explotadores. Y en saber resistir. Creo que a este capitn se lo haremos pasar fatal. El capitn Corelli lleg al atardecer con su chfer y flamante bartono, el cabo Carlo Piero Guercio. El jeep derrap y se detuvo provocando nubes de polvo y una alarma alborotada entre las gallinas que escarbaban en el camino; los dos italianos entraron por el patio. Carlo contempl el olivo, maravillndose de su tamao, y el capitn ech un vistazo alrededor apreciando los signos de una tranquila vida domstica. Haba una cabra atada a un rbol, ropa tendida en una cuerda que iba del rbol a la casa, una reluciente buganvilla y una enredadera, y una mesa vieja sobre la cual descansaba un montoncito de cebolla picada. Haba tambin una joven de ojos oscuros con un pauelo anudado a la cabeza y en su mano un gran cuchillo de cocina. El capitn cay de hinojos ante ella y exclam con dramatismo: No me mate, por favor, soy inocente. No le haga caso dijo Carlo, siempre dice disparates. No puede evitarlo. Pelagia sonri contra su voluntad y sus propsitos, y se qued mirando a Carlo. Era casi tan grande como Velisarios. Dos hombres normales habran cabido en una pernera de su pantaln, y con el jersey que llevaba, Pelagia habra podido hacerle dos a su padre. El capitn se puso en pie de un salto. Soy el capitn Antonio Corelli, pero puede llamarme maestro si lo prefiere, y aqu le presento... cogi a Carlo por el brazo a uno de 141

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nuestros hroes. Posee un centenar de medallas por salvar vidas, y ninguna por quitarlas. No le haga caso dijo Carlo, sonriendo con timidez. Pelagia mir al gigantesco soldado y supo intuitivamente que, pese a su tamao, pese a sus descomunales manos que bien podan ajustarse al pescuezo de un buey, era un hombre manso y ms bien triste. Italiano y valiente: vaya bicho raro repuso agriamente Pelagia, recordando las instrucciones de su padre sobre mostrarse lo menos amable posible. Rescat a un compaero herido en pleno campo de batalla protest Corelli. Todo el ejrcito le conoce, y adems declin ser ascendido. Es una ambulancia humana. Todo un hombre, s seor. Tiene una bala griega en la pierna para demostrarlo. Y sta... toc el estuche que llevaba en la mano es Antonia. Ya haremos las presentaciones formales ms adelante. Tiene ganas de conocerla, lo mismo que yo. Puedo preguntarle por qu nombre le conocen los hombres? Pelagia le mir atentamente por primera vez y se dio cuenta que era el mismo oficial que haba ordenado a su pelotn de fanfarrones que desfilaran vista a la izquierda. Se ruboriz. En ese mismo instante Corelli la reconoci y se mordi el labio inferior parodindose a s mismo. Ah exclam, y se dio un cachete en la mueca. Volvi a caer de hinojos, la cabeza gacha a modo de penitencia, y dijo dulcemente: Padre, perdname porque he pecado. Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. Se golpe el pecho y se sec una lgrima imaginaria. Carlo cambi una mirada con Pelagia y se encogi de hombros. Siempre est igual dijo. El doctor Iannis sali de la casa, vio al capitn de rodillas delante de su hija, se percat de la divertida expresin de sta y dijo. Capitn Corelli? Quiero hablar un momento con usted. Ahora. Sobresaltado por el tono autoritario del doctor, Corelli se levant con embarazo y le tendi la mano. El doctor le neg la suya y dijo secamente: Quiero una explicacin. De qu? Yo no he hecho nada. Debe usted disculparme, slo estaba bromeando con su hija. Se agit nervioso, consciente de que tal vez haba metido la pata. Quiero saber por qu han desfigurado el monumento. Qu monumento? Perdone, pero... El monumento, el que hay en medio del puente que hizo construir De Bosset. Ha sido mutilado. Perplejo, el capitn arrug el entrecejo, pero de pronto su rostro se ilumin: Ah, se refiere al de la baha de Argostolion, no? Por qu, ha pasado algo? El obelisco tena una inscripcin que rezaba: A mayor gloria del pueblo britnico. Me he enterado de que unos soldados suyos han desportillado las letras. Cree que es tan fcil borrar nuestra historia? Son tan estpidos como para pensar que olvidaremos su contenido? 142

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Es as como hacen la guerra, cometiendo actos vandlicos contra monumentos? Qu clase de herosmo es ste? La voz del doctor alcanz nuevas cotas de vehemencia. A usted le gustara que desfigursemos las lpidas del cementerio italiano? No he tenido nada que ver con ello, signor. Est usted culpando a quien no debe. Lo lamento, pero... se encogi de hombros la decisin no fue ma, y tampoco de los soldados. El doctor frunci el entrecejo y levant un dedo, hendiendo el aire: Si los subordinados siguieran los dictados de sus conciencias, capitn, no habra guerras ni tiranos. El capitn mir a Pelagia como esperando su apoyo, y tuvo que soportar la insufrible sensacin de haber vuelto de nuevo al colegio. He de protestar dijo dbilmente. Usted no puede protestar, porque no hay excusa posible. Y por qu, dgame, han prohibido que se ensee la historia de Grecia en nuestras escuelas? Por qu obligan a todo el mundo a aprender italiano? Pelagia sonri para sus adentros; haba odos cientos de veces a su padre divagar sobre la lgica necesidad de implantar la enseanza obligatoria del italiano en las escuelas. El capitn sinti ganas de escabullirse como el muchacho al que pillan cogiendo caramelos de la caja reservada para los domingos. En el imperio italiano dijo, notando el sabor amargo de las palabras en su lengua es lgico que todo el mundo aprenda el italiano... Supongo que sa es la razn. Pero repito que no soy responsable. Empez a sudar. El doctor le fulmin con una mirada que pretenda ser, y fue, asesina. Es pattico dijo, y gir sobre sus talones. Una vez dentro se sent en su escritorio, muy satisfecho de s mismo. Se inclin hacia adelante, importun a Psipsina hacindole cosquillas en los bigotes y le dijo con tono confidencial: Ya lo tenemos en el bote. Fuera, en el patio, el capitn Corelli estaba atnito, y Pelagia sinti pena por l. Su padre es... dijo l, pero no encontr la palabra. S que lo es confirm Pelagia. Dnde dormir? pregunt Corelli, contento de cambiar de tema. Todo su buen humor se haba reducido a polvo. Dormir usted en mi cama dijo Pelagia. En circunstancias normales Corelli habra preguntado Ah, es que vamos a compartirla? Qu hospitalaria, pero ahora, despus de lo que haba dicho el doctor, la informacin le dej pasmado: De eso nada repuso enrgicamente. Esta noche dormir en el patio y maana solicitar otro alojamiento. Pelagia se sinti turbada por los sentimientos de alarma que crecan en su pecho. Sera posible que algo dentro de ella desease que aquel forastero, aquel intruso, se quedara? Entr en la casa y comunic a su padre la decisin del italiano. No se puede ir dijo el doctor. Cmo voy a intimidarle si no est aqu? Adems, parece un chico muy agradable. 143

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Papakis, le has hecho sentirse como una pulga. Casi me da pena, el pobre. Sin casi, koritsimou. Lo he notado en tu cara. Cogi a su hija del brazo y volvi a salir. Joven dijo al capitn, usted se queda, le guste o no. Es muy probable que el oficial de intendencia decida imponernos a alguien an peor. Pero, dottore, la cama de su hija... No sera... sera terrible. Ella estar cmoda en la cocina, capitn. Me da igual como se sienta usted, no es mi problema. Yo no soy el agresor. Me explico? S contest el capitn, estupefacto, y sin acabar de entender lo que estaba ocurriendo. Kyria Pelagia traer agua, un poco de caf y un poco de mezedakia para comer. Ya comprobar nuestra proverbial hospitalidad. Entre nosotros, capitn, es tradicin ser hospitalarios incluso con quienes no se lo merecen. Es una cuestin de honor, palabra que tal vez le suene extraa. Si ese grandulln amigo suyo quiere unirse a nosotros, no hay inconveniente. Carlo y el capitn aceptaron los minsculos pasteles de espinacas, los calamares enanos fritos y la col rellena de arroz. El doctor los miraba ceudo, disfrutando de la exitosa inauguracin de su proyecto de resistencia, y los dos militares evitaban sus miradas, comentando con insulsa cortesa la belleza de la noche, el tamao inverosmil del olivo y las dems trivialidades que se les ocurran. Carlo se alegr de poder marcharse de all, y el capitn fue a sentarse desconsolado en el borde de la cama de Pelagia. Era la hora de cenar, y pese a las tapas el estmago le cruja por la fuerza de la costumbre. Slo pensar en aquellos manjares maravillosos le provocaba flojera. El doctor entr otra vez y le dijo: La solucin a su problema es comer mucha cebolla, tomates, perejil, albahaca, organo y ajo. El ajo har de antisptico para las fisuras, y las dems cosas, tomadas todas juntas, ablandarn sus deposiciones. Es muy importante que no haga fuerzas; y si come carne, que sea siempre acompaada de mucho lquido y una guarnicin de verduras. El capitn se qued mirando cmo sala del cuarto y sinti ms humillacin de la que jams haba credo posible sentir. Cmo se haba enterado aquel viejo de que l tena hemorroides? En la cocina, el doctor pregunt a Pelagia si haba reparado en que el capitn andaba con mucha precaucin y que de vez en cuando esbozaba una mueca de dolor. Padre e hija se sentaron a comer, haciendo ambos el mximo alboroto con los cubiertos, y aguardaron a estar seguros de que el italiano deba de estar desfalleciente de hambre y sintindose como un golfo adolescente al que han mandado al correccional. Despus le invitaron a compartir la mesa con ellos. El capitn se sent y comi en silencio. ste es el tpico pastel de carne de la isla anunci el doctor con tono informativo, slo que gracias a los suyos no tiene relleno de carne.

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Ms tarde, una vez hubo pasado la patrulla, el doctor manifest su intencin de ir a dar un paseo. Y el toque de queda? protest Corelli, pero el doctor replic: Yo nac aqu, esta es mi isla. Cogi su sombrero y su pipa y sali con paso majestuoso. El capitn le dijo intilmente: Djeme que insista. Pero el doctor dio prudentemente la vuelta a la casa y aguard un cuarto de hora sentado en la tapia, escuchando a escondidas la conversacin de los dos jvenes. Pelagia mir a Corelli, sentado a la mesa, y sinti la necesidad de consolarle: Qu es Antonia? pregunt. Mi mandolina dijo l, evitando mirarla. Soy msico. Msico? En el ejrcito? Cuando me alist, la vida en el ejrcito consista bsicamente en cobrar por estar sentado sin hacer nada. As que tena mucho tiempo para practicar. Me propuse ser el mejor mandolinista de Italia para as dejar el ejrcito y ganarme la vida tocando. No quera ser msico callejero, yo quera interpretar Hummel, Conforto y Giuliani. Como no hay mucha demanda, hace falta ser muy bueno. Quiere decir que es soldado por error? pregunt Pelagia, que jams haba odo hablar de aquellos compositores. Mi plan fracas; el Duce tuvo una idea luminosa. La mir con aire pensativo. Cuando acabe la guerra podr conseguirlo dijo ella. l asinti con la cabeza y sonri: Cuando acabe la guerra. Yo quiero ser mdico dijo Pelagia, que nunca se lo haba mencionado a su padre. Aquella noche, mientras se dejaba vencer por el sueo bajo las mantas, Pelagia oy un grito ahogado, y poco despus el capitn apareci en la cocina con los ojos ligeramente desorbitados y una toalla ceida a la cintura. Ella se incorpor, cubrindose los pechos con las mantas. Usted perdone dijo l, viendo su alarma, pero creo que en mi cama hay una comadreja enorme. No es una comadreja ri Pelagia, es Psipsina. Es nuestra mascota. Siempre duerme en mi cama. Qu clase de animal es? Pelagia no pudo resistir la tentacin de poner en prctica la modalidad paterna de resistencia: No ha odo hablar de los gatos griegos? El capitn la mir con suspicacia, se encogi de hombros y volvi a su cuarto. Se acerc a la marta y le acarici la frente con precaucin. Era muy suave y reconfortante. Micino, micino, le dijo en un arrullo lisonjero, y le acarici las orejas. Psipsina olisque aquel dedo que se meneaba, no lo reconoci, supuso que era comestible y lo mordi. El capitn Antonio Corelli apart instintivamente la mano, contempl cmo manaban de su dedo gotas de sangre y trat de 145

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contener las lgrimas vergonzosamente infantiles que afloraron a sus ojos. Intent mediante un esfuerzo de voluntad eliminar el creciente escozor de la mordedura y tuvo la certeza de que le haba atravesado la carne hasta el hueso. Jams en su vida se haba sentido tan poco querido. Malditos griegos: cuando decan ne queran decir s, cuando asentan con la cabeza era que no, y cuanto ms enfadados estaban ms te sonrean. Hasta los gatos eran como de otro planeta, y adems no podan tener motivo para tanta malicia. Se acost en el fro y duro suelo, y no consigui dormir, hasta que finalmente Psipsina ech de menos a Pelagia y sali en su busca. Entonces Corelli recuper la cama y se hundi agradecido en el colchn. Mmmm, dijo para s, y comprendi que estaba paladeando el persistente y no del todo extinguido olor de una mujer joven. Pens un rato en Pelagia, recordando su hoyuelo de carne blanca donde el cuello se converta en pecho y hombro, y por fin se qued dormido. Despert por la noche con la incmoda sensacin de tener el cuello espantosamente caliente y un cosquilleo en el mentn. Al recobrar la conciencia comprendi que el gato griego se le haba enroscado al cuello y estaba profundamente dormido. Horrorizado, intent moverse un poco. El animal rezong sooliento. Permaneci paralizado durante horas, sudando, aguantando aquel picor y aquel calor animal, oyendo los bhos y los atroces ruidos nocturnos. En cierto momento not que la bestia que llevaba al cuello despeda un olor reconfortante. Era un aroma que combinaba agradablemente con el de Pelagia. Al final le venci el sueo y por una razn u otra so con elefantes, baquelita y caballos.

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26. CANTOS AFILADOS


Con las primeras luces del da, el capitn Antonio Corelli aguardaba en vano a la entrada del patio que Carlo fuera a recogerle. A ste se le haba roto un enganche de la suspensin del jeep, y en aquel momento se dedicaba a dar puntapis a los neumticos y a maldecir los profundos baches de la carretera que haban arruinado su pronta salida. Le horrorizaba defraudar al capitn, horror que compartan todos los hombres que estaban a su mando, y su avieso mal humor se exacerb cuando quiso encender un cigarrillo y la disecada barrita de tabaco, se escabull de su tubito de papel y ardi insolentemente en el polvo, dejndolo a l con un trozo de papel recalentado que se obstinaba en pegarse a su labio inferior. El cabo se arranc el papel de fumar y de paso un trocito de piel. Se lami la herida, se palp el labio con el dedo y maldijo a los alemanes por haber monopolizado las existencias del mejor tabaco. Un campesino viejo y flaco pas junto a l montado de lado sobre un asno; al ver el vehculo hundido de lado, sonri con evidente satisfaccin y levant una mano en seal de indiferente salutacin. Carlo apret los dientes y esboz una sonrisa. Me cago en la guerra, exclam, pues a los griegos les daba igual un saludo que otro. A ese paso aquel da no iba a haber Scala, a menos que el club operstico pudiera organizar por su cuenta el coro de soldados. Carlo abandon el jeep y ech a andar hacia el pueblo. Velisarios le adelant, y los dos hombres se miraron como si se reconocieran. Aunque se haba vuelto flaco tras su temporada en el frente, Velisarios segua siendo el hombre ms corpulento del mundo, y Carlo, pese a experiencias similares en el frente contrario, era tambin el hombre ms corpulento del mundo. Ambos titanes se haban acostumbrado a la triste sospecha de que eran monstruos de la naturaleza; ser un superhombre constitua una carga aparentemente imposible de compartir e imposible de explicar a la gente corriente, incrdula por naturaleza. Ambos se quedaron pasmados, y por un momento olvidaron que eran enemigos. Hola exclam Velisarios, levantando las manos en gesto amistoso. Carlo, buscando afanosamente una exclamacin que tuviera sentido para un griego, opt inadecuadamente por una solucin de compromiso que son ms o menos a Ung. Carlo le ofreci uno de sus impresentables cigarrillos, que Velisarios acept, y ambos gesticularon y pusieron cara de vinagre al inhalar un humo picante. Me cago en la guerra dijo Carlo a modo de despedida, y los dos siguieron rumbos opuestos.

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A un kilmetro de distancia Velisarios encontr el jeep averiado, se par a reflexionar y fue a buscar a un amigo. Volvi, levant el jeep de un lado y luego del otro, y su compaero quit las cuatro ruedas. Despus vaci de agua el radiador y lo llen de nuevo con petrleo del bidn que llevaba en la trasera. Corelli segua esperando. El doctor pas por su lado camino de la kapheneia, anticipadamente disgustado por el hecho de que el caf que servan ltimamente supiera a lodo de ro y brea, y cada da fuera ms caro. Buon giorno dijo el capitn. El doctor se dio la vuelta. Confo en que habr dormido mal dijo. El capitn sonri resignado. No s por qu, he soado con animales de baquelita. Eran como delfines con los cantos afilados, e iban dando saltos. Ha sido muy inquietante. Ah, y su gato me ha mordido. Le ense el dedo al doctor, quien se lo examin y dijo: Est inflamado, probablemente se le infectar. Las martas tienen una mordedura muy mala. Yo de usted, ira a ver a un mdico. Y con estas palabras se alej, dejando a Corelli repitiendo como un tonto: Martas? Comprendi que Pelagia slo le haba tomado el pelo, pero curiosamente aquello le hizo sentir como si le hubieran dejado plantado. Cuando Pelagia sali de la casa encontr al usurpador de su cama lanzando a Lemoni por los aires cogida de las axilas. La nia chillaba y rea, y pareca que se trataba de una clase de italiano. Bella fanciulla, deca el capitn, y esperaba a que Lemoni repitiera sus palabras. Bla fanshla, deca ella, y el capitn la lanzaba hacia arriba, exclamando No, no; bella fanciulla. Corelli hizo amoroso hincapi en la doble ele y levant una ceja mientras aguardaba el siguiente intento. Bla flanshla, dijo la nia en son de triunfo, consiguiendo nicamente ser proyectada de nuevo a los cielos. Pelagia sonrea contemplando la escena, y entonces Lemoni la vio. El capitn sigui la direccin de su mirada y se irgui, un tanto avergonzado. Buon giorno, kyria Pelagia. Al parecer mi chfer se est retrasando. Qu ha dicho, qu ha dicho quiso saber Lemoni, cuya fe en la omnisciencia de los adultos era tan grande que no dud de que Pelagia sabra decrselo. Pelagia le palme la mejilla, le apart unos mechones de los ojos y respondi: Ha dicho pitusa bonita. Y ahora vete, estoy segura de que alguien te est buscando. La chiquilla se alej con sus habituales maneras caprichosas y errticas, agitando los brazos y gritando rtmicamente: Bla, bla, bla. Bla, bla, bla. Corelli rega a Pelagia: Por qu le ha dicho que se vaya? Lo estbamos pasando muy bien. 148

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La fraternizacin con el enemigo es indecente, incluso en los nios respondi ella. Corelli mir al suelo y hurg el polvo con la puntera de su bota. Luego alz los ojos y dej escapar un suspiro. Sin mirar a Pelagia, dijo con sinceridad: Signorina, en los tiempos que corren todos deberamos valorar al mximo los placeres inocentes, por pequeos que sean. Pelagia not la resignacin y el cansancio en su rostro, y sinti vergenza. En el silencio subsiguiente ambos meditaron sobre su respectiva ruindad. Luego, el capitn dijo: Un da me gustara tener una cra como sa para m solo. Y sin esperar respuesta ech a andar hacia donde pensaba que iba a venir Carlo. Pelagia le observ alejarse mientras pensaba en sus cosas. La retirada del capitn tena cierto aire de dolorosa soledad. Entr en la casa, cogi los dos tomos de The Complete and Concise Home Doctor, los abri encima de la mesa y ley sin sentimiento de culpa las pginas sobre reproduccin, enfermedades venreas, parto y el escroto. Sigui leyendo al azar sobre cascarilla, saburra lingual, los desarreglos del ano y ansiedad. Temiendo el regreso de su padre de la kapheneia, devolvi los libros a su estante y empez a pensar motivos para demorar su ineludible excursin al pozo. Pic unas cebollas para que su padre advirtiera indicios evidentes de alguna actividad, y luego sali con la idea de cepillar a su olvidadiza cabra. Le encontr dos garrapatas y una pequea inflamacin en la piel del anca. Se inquiet pensando en si deba inquietarse por ello y luego pens en el capitn. Mandras la sorprendi en medio de una ensoacin. Mandras haba saltado de la cama, maldiciendo y completamente curado, el da mismo de la invasin. Fue como si el advenimiento de los italianos fuera tan importante, tan trascendental, que excluyera toda posibilidad de seguir regodendose en su enfermedad. El doctor haba fingido no sorprenderse, pero Drosoula y Pelagia coincidieron en que un mal que poda desaparecer con tan pasmosa facilidad daba que sospechar. Mandras haba bajado hasta el mar y nadado con sus delfines como si nunca hubiera salido de la isla. Haba vuelto reanimado, resecos de salitre sus cabellos revueltos, iluminado su rostro por una sonrisa, distendidos los msculos del torso, y haba subido la loma con un barbo de regalo para Pelagia. Despus de verlo acariciarle las orejas a Psipsina y columpiarse brevemente en el olivo, Pelagia pens que estaba ms loco en su nueva cordura que cuando estaba loco. Y ahora, siempre que lo vea, ella se senta culpable, y adems muy incmoda. Pelagia se sobresalt al tocarla l en el hombro, y pese al esfuerzo que hizo por exhibir una sonrisa radiante, Mandras no dej de percatarse de la alarma que centelleaba en su mirada. l hizo caso omiso, pero despus lo recordara. Hola dijo Mandras, est tu padre? Todava me duele el brazo.

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Contenta de tener una cosa objetiva en que centrar su atencin, Pelagia dijo: Deja que te lo mire. Esperaba ver al organillero y no al mono le espet l. Mandras haba odo esta metfora en el frente, le haba gustado y haba esperado mucho tiempo la oportunidad de emplearla. Le pareca muy ingeniosa y, en consecuencia, probablemente fascinante. l no quera otra cosa que encandilar de nuevo a Pelagia para recuperar el cario que tema haber perdido para siempre. Pero Pelagia ech fuego por los ojos, y Mandras se derrumb: No iba en serio dijo, slo era una broma. Los dos jvenes se miraron como compartiendo la sensacin de que todo haba terminado, y entonces Mandras dijo: Me marcho con los partisanos. Ah dijo ella. No tengo otra salida. Mandras se encogi de hombros. Me voy maana mismo. Ir en mi barca hasta Manolas. Pelagia se horroriz. Y los submarinos? Y los barcos de guerra? Es una locura. Vale la pena correr el riesgo si lo hago de noche. Me guiar por las estrellas. Pensaba zarpar maana por la noche. Hubo un largo silencio. No podr escribirte dijo Pelagia. Ya lo s. Pelagia entr un momento y volvi a salir con el chaleco que devotamente haba tejido y bordado mientras su novio estaba en el frente. Se lo ense tmidamente y dijo: Te estaba haciendo esto, para bailar en las fiestas. Quieres llevrtelo ahora? Mandras lo cogi y lo examin. Lade la cabeza y dijo: No acaba de casar del todo, verdad? Quiero decir, el dibujo no es exactamente igual en los dos lados. Pelagia sinti una punzada de desengao que le supo a traicin. Me he esforzado mucho exclam lastimeramente, embargada por la emocin, pero nunca consigo complacerte. Mandras se palme la frente con el pulpejo de la mano, hizo un visaje en seal de autocrtica y dijo: Dios, cunto lo siento. No pretenda decir lo que he dicho. Suspir y mene la cabeza. Desde que me fui, mi boca, mi corazn y mi cerebro no parecen ir a la par. Todo est como del revs. Pelagia recuper el chaleco y le dijo: Procurar arreglarlo. Qu opina tu madre? Esperaba que se lo dijeras t Mandras la mir, suplicante. No podra soportar orla llorar si se lo digo yo. Pelagia ri amargamente. Tan cobarde eres? Con mi madre s admiti l. Por favor, dselo t. Est bien, se lo dir. Ya ha perdido al esposo y ahora pierde al hijo. Volver dijo l. 150

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Ella mene lentamente la cabeza y suspir. Promteme una cosa pidi, y al asentir l, prosigui: Cuando ests a punto de hacer algo horrible, piensa en m y no lo hagas. Soy griego dijo l lentamente, no un fascista. Descuida, pensar en ti a cada momento. Ella advirti la emotiva sinceridad de su voz y sinti ganas de llorar. Se abrazaron espontneamente, ms como hermanos que como prometidos, y luego se miraron un rato a los ojos. Que Dios te acompae dijo Pelagia. l sonri con tristeza. Y a ti. Te recordar siempre columpindote del rbol. Y yo cayndome en la maceta. Los dos rieron un momento, luego l la mir anhelante por ltima vez y ech a andar. Anduvo unos pasos, se detuvo, dio la vuelta y dijo dulcemente, con voz entrecortada: Te querr siempre. Bastante ms abajo, en el camino, Carlo y el capitn, cubiertos de un polvo beige, inspeccionaban desconsolados su vehculo. No tena ruedas y el interior estaba repleto de una humeante pila de abono. Por la noche el capitn repar en un chaleco exquisitamente bordado que colgaba del respaldo de una silla en la cocina. Lo cogi y lo sostuvo a la luz; el terciopelo era de un bello tono escarlata, y el forro de raso estaba cosido mediante diminutos hilos concienzudos que daban la impresin de haber sido hechos por los dedos de una pequea slfide. En hilo amarillo y dorado el capitn vio flores lnguidas, guilas cernindose y peces saltarines. Pas un dedo por el bordado y palp la densidad de sus dibujos. Cerr los ojos y advirti que cada figura sintetizaba en relieve las curvas de la criatura representada. Pelagia le sorprendi al entrar. Sinti una oleada de vergenza, quiz porque no quera que l supiera para quin haba hecho la prenda, o quiz porque era consciente de sus imperfecciones. l abri los ojos y le tendi el chaleco. Es una maravilla dijo. Nunca he visto una cosa tan bonita fuera de un museo. De dnde ha salido? Lo hice yo. Y no es tan bonito. Que no? repiti l sin dar crdito a sus odos. Es una obra de arte. Pelagia mene la cabeza. Los dos lados no casan del todo. Se supone que son como imgenes de un espejo, y si se fija bien, este guila est en un ngulo distinto al de su pareja, y esta flor debera ser del mismo tamao que esta otra pero es ms grande. El capitn chasque la lengua en seal de desacuerdo. La simetra es slo una cualidad de las cosas muertas. Alguna vez ha visto un rbol o una montaa que sean simtricos? Eso vale para los edificios, pero si alguna vez encuentra un rostro simtrico, tendr la sensacin de que debera parecerle hermoso, pero de hecho lo encontrar fro y desangelado. El corazn humano necesita cierto 151

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desorden en su geometra, kyria Pelagia. Mrese en el espejo, signorina, y ver que una ceja est un poco ms alta que la otra, que los prpados del ojo izquierdo tienen una disposicin tal que ese ojo est ligeramente ms abierto que el derecho. Son cosas que la hacen atractiva y hermosa a la vez, mientras que... de lo contrario, sera como una estatua. La simetra es para Dios, no para nosotros. Pelagia puso cara de escepticismo y se dispuso impacientemente a rebatir el argumento de que ella era guapa, pero en ese momento se fij en que la nariz de Corelli no era del todo recta. Qu es esto? pregunt el capitn, sealando un guila. Bueno, quiero decir, cmo lo ha hecho? Pelagia seal con el dedo. Esto es fil-tir, y eso otro festn. El capitn pudo apreciar la elocuencia de sus dedos y el olor a romero de sus cabellos, pero mene la cabeza, diciendo: Me suena a chino. Me lo vendera? Cunto quiere por l? No est en venta. Se lo ruego, kyria Pelagia, le pagar como prefiera: dracmas, liras, latas de jamn, frascos de aceitunas, tabaco. Usted ponga el precio. Tengo unos cuantos soberanos ingleses. Pelagia mene la cabeza; ya no tena muchos motivos para no vender la prenda, pero el capitn le haba hecho sentir suficientemente orgullosa de su obra como para inducirla a conservarla; adems, vendrsela precisamente a l habra estado, en un sentido difcil de definir, bastante mal. Lo siento mucho dijo el capitn, pero eso me recuerda una cosa. Qu debo pagarle de alquiler? Alquiler? pregunt Pelagia, casi muda de asombro. Acaso pensaba que iba a vivir aqu de gorra? El capitn hurg en un bolsillo y extrajo un buen pedazo de salami, antes de aadir: He pensado que aceptaran este prstamo del comedor de oficiales. Ya le he dado un rodaja al gato, y me parece que nos hemos hecho amigos. Ha convertido usted a Lemoni y a Psipsina en colaboracionistas observ irnicamente Pelagia, y en cuanto al alquiler, es mejor que le pregunte a mi padre. Una semana despus, tras haber sido saneado y dotado de ruedas nuevas el jeep vol espectacularmente por los aires cuando iba por las curvas en horquilla de la carretera a Kastro. El conductor era un jovencsimo cabo interino que haba sido tenor en la sociedad operstica de Corelli y esperaba el final de la guerra para casarse en Palermo con su novia de siempre. Para entonces Mandras estaba ya en el corazn del Peloponeso, haciendo viudas y reconstruyendo a la Pelagia de sus sueos.

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27. CHARLA SOBRE MANDOLINAS Y CONCIERTO


El doctor se despert a la hora habitual y se dirigi a la kapheneia sin llamar a Pelagia; slo la mir, la arrop en sus mantas sobre el piso de la cocina y no tuvo valor para turbar su sueo. Aquello contrariaba su innato sentido de la decencia de levantarse temprano, pero por otro lado ella le ayudaba mucho y empezaba a acusar la extenuacin causada por la guerra. Adems, estaba encantadora con sus cabellos desordenados sobre la almohada, la frazada subida hasta la nariz y slo una pequea oreja al descubierto. El doctor se haba quedado observndola mientras notaba cmo surgan en su pecho emociones paternales, y luego haba sido incapaz de no inclinarse a mirar si el odo estaba en perfectas condiciones; haba una pequesima escama de piel suspendida sobre la punta de un pelo finsimo en la unin de la aurcula y el meato auditivo externo, pero la impresin general era de perfecta salud. El doctor sonri mirando a su hija y luego se sinti mezquino por pensar que un da se hara vieja, se encorvara y arrugara, desaparecera su serena belleza como se marchitan las hojas, y nadie sabra que haba sido hermosa. Sobrecogido por el carcter precioso de las cosas efmeras, se arrodill y la bes en la mejilla. Se fue a la kapheneia de un humor trgico que encajaba mal con la serenidad de aquella maana sin nubes. El capitn, a quien haba despertado el aguijonazo de un hemorroide, fue a la cocina, vio a Pelagia dormida y no supo qu hacer. Le habra gustado prepararse una taza de caf y comer una pieza de fruta, pero tambin a l lo cautiv la apabullante tranquilidad de la muchacha durmiente, y crey que despertarla con ruido de cacharros habra sido una profanacin. Por aadidura, no quera causarle ningn engorro por el hecho de que l fuera en camisa de dormir, y tampoco quera exponerse a que le recordaran la ignominia de haber sacado de su cama a la legtima propietaria de la misma. La mir y experiment de pronto un intenso impulso de acostarse a su lado nada habra ms natural pero, en cambio, volvi a su cuarto y sac a Antonia de su estuche. Se dedic a practicar digitaciones con la mano izquierda, haciendo sonar las notas el mnimo posible a base de pisar las cuerdas y levantar rpidamente los dedos en vez de utilizar una pa. Cansado de este sistema, cogi una pa y apoy el canto de la mano derecha en el puente para as apagar las cuerdas y tocar sordo. Sonaba bastante parecido a un pizzicato de violn, y, procurando concentrarse al mximo, se dispuso a interpretar una rpida y muy difcil pieza de Paganini que consista bsicamente en ese efecto. A medio camino entre el dormir y el despertar, el lcido sueo de Pelagia se apropi del ritmo distante de la composicin y se ambient en el da anterior, cuando el capitn haba llegado a la casa a lomos de un caballo gris que le haba prestado uno de los soldados que haca la ronda nocturna. Aquel caprichoso animal estaba entrenado para hacer caracolas, y a su propietario le haba dado por impresionar a las chicas hacindolo ejecutar este bonito truco en cuanto divisaba a una. El

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animal haba captado enseguida la idea, y se aprestaba a hacer su numerito espontneamente siempre que se cruzaba con un ser humano con faldas, pelo largo y ojos luminosos. Todos los soldados sentan envidia de aquel caballo, y su jinete estaba siempre dispuesto a dejrselo a algn oficial en el entendido de que conseguira ciertas ventajas en las listas de faccin. El da en que el capitn Corelli se lo llev prestado, su jinete iba a ser rebajado a limpiar letrinas. Tan slo llegar Corelli a la puerta del patio y levantar Pelagia la vista de la cabra que estaba cepillando, el caballo haba aguzado las orejas y ejecutado unas caracolas. El capitn haba levantado la gorra, risueo, y Pelagia haba experimentado un flechazo de placer como raramente haba sentido alguna vez. Fue como el placer que uno siente cuando un bailarn que ha estado lanzando sus piernas a alturas imposibles da un salto mortal hacia atrs, o cuando una manzana cae rodando de un anaquel, le da a una cuchara, la cuchara salta por los aires y aterriza en un tazn, con el cazo hacia abajo. Pelagia haba contemplado a Corelli y su caballo exhibicionista y haba sonredo y aplaudido mientras el rostro de Corelli se abra en una sonrisa tan amplia como la del chiquillo al que le regalan un baln de ftbol despus de aos de gimotear e implorar. En su sueo el caballo caracoleaba al tempo de Paganini y su jinete tena unas veces la cara de Mandras y otras la del capitn. A ella no le gust esto, e hizo un esfuerzo mental para reducir las caras a una sola. Gan Mandras, pero, insatisfecha del resultado, Pelagia la cambi por Corelli. De haber habido alguien en la habitacin, la habra visto sonrer en sueos: estaba reviviendo el retintn de los jaeces, el crujir del cuero, el acre y dulce olor del sudor del caballo, su inteligente forma de aguzar los odos, el minsculo movimiento lateral de los cascos al posarse en el polvo y las piedras del camino, el tensar y aflojar de los msculos de los cuartos traseros, el gesto magnfico del sonriente soldado al quitarse la gorra. Sentado en la cama, Corelli se qued tan absorto en sus ejercicios que olvid que la muchacha dorma y empez a imprimir velocidad a su trmolo; le resultaba sumamente fastidioso tener que tocar diariamente quince minutos para conseguir que el trmolo le saliera uniforme y parejo. Inici el ejercicio pulsando mecnicamente con el plectro a media velocidad el primer par de cuerdas agudas. Pelagia se despert diez minutos despus, abri los ojos de golpe y se qued inmvil por un segundo, preguntndose si an estaba dormida. De algn lugar de la casa le llegaba un sonido maravilloso, como si un zorzal hubiera adaptado su canto a los gustos humanos y estuviera abriendo su pecho en una rama junto al alfizar. Un haz de luz entraba por la ventana, y Pelagia comprendi, por el calor que haca, que haba dormido ms de la cuenta. Se incorpor con las manos en torno a las rodillas y escuch. Luego cogi la ropa que haba dejado junto al jergn y fue a vestirse al cuarto de su padre, absorta an en los trinos de la mandolina. Corelli oy el ruido metlico de una cuchara en una cacerola, adivin que ella se haba levantado al fin y, sin soltar la mandolina, entr en la cocina. 154

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Un poco de agua sucia? pregunt ella ofrecindole una taza del amargo lquido que en aquellos das pasaba por caf. l sonri y acept la taza, dndose cuenta de que an le dolan las posaderas de montar a caballo y de que todava daba gracias de no haberse cado de su montura; de poco le haba ido cuando el caballo se haba puesto a hacer cabriolas. Le dolan los muslos y le costaba andar, as que se sent. Eso era muy bonito coment Pelagia. El capitn mir su mandolina como culpndola de algo. Slo estaba practicando escalas con trmolo. Bueno replic ella, an as me gustaba. Me ha hecho ms fcil el despertar. Lamento haberla despertado dijo l, afligido. No era mi intencin. Es muy bonito repuso Pelagia, sealando al instrumento con la cuchara, tiene unos adornos preciosos. Todo eso sirve para mejorar el sonido? Lo dudo dijo el capitn, dndole vueltas entre las manos. Hasta l haba olvidado que era un instrumento exquisito. El aro de la caja de resonancia estaba ribeteado de trapecios de un ncar reluciente e iba provisto de un golpeador negro en forma de clemtide con incrustaciones de capullos multicolores que eran ni ms ni menos el resultado de la imaginacin exuberante de un artesano. El diapasn de bano estaba marcado en los trastes quinto, sptimo y duodcimo con unos puntos de marfil, y la parte redondeada del mstil estaba compuesta por unas tiras de arce tupido rematadas en punta y separadas hbilmente por delgados filetes de palisandro. Las clavijas tenan un acabado similar al de las antiguas liras y, segn pudo observar Pelagia, las propias cuerdas estaban decoradas con bolitas de borra de brillantes colores a la altura del cordal. Supongo que no querr que la toque dijo ella. l estrech la mandolina contra el pecho. A mi madre se le cay una vez y por un momento cre que la mataba. Adems, hay gente que tiene los dedos grasientos. Pelagia se sinti ofendida: Yo no los tengo grasientos. El capitn repar en su expresin apenada y aclar: Todo el mundo tiene grasa en los dedos. Hay que lavarse y secarse las manos antes de tocar las cuerdas. Me gustan esas bolitas de borra dijo ella. Son una tontera sonri Corelli. Ni siquiera s para qu sirven. Es la tradicin. Ella se sent en una banqueta delante de l y pregunt: Por qu toca la mandolina? Menuda pregunta. Por qu hacemos las cosas? Se refiere a cmo empec a tocar? Pelagia se encogi de hombros y l prosigui: Yo tocaba el violn. Muchos violinistas tocan la mandolina porque se afina igual que el violn. Pas una ua por las cuerdas a fin de ilustrar sus palabras, cosa que Pelagia, para simplificar, fingi 155

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comprender. Se puede tocar msica para violn en un instrumento de stos, pero hay que emplear el trmolo donde en el violn sonara una nota larga. A modo de ilustracin de este segundo punto ejecut un rpido trmolo. Pero al final dej el violn porque pese a mis esfuerzos siempre sonaba a maullido de gato. Alzaba la vista y el patio se llenaba de gatos, todos maullando. No, en serio, era incluso peor, y los vecinos no hacan ms que quejarse. Un da mi to me regal esta mandolina, Antonia, que ya haba pertenecido a un to suyo, y descubr que con trastes en el diapasn poda ser un buen msico. Y aqu me tienes. Pelagia sonri: O sea que a los gatos les gusta la mandolina. Es un hecho poco conocido dijo l con tono confidencial. Claro que a los gatos les gusta todo lo que tenga tesitura de soprano. Si es de contralto ya no les gusta, as que cuando oyen tocar una guitarra o una viola salen corriendo con la cola levantada. Pero la mandolina s les gusta. As que los gatos y los vecinos se alegraron del cambio, no? l asinti alegremente con la cabeza y continu: Y otra cosa. La gente no sabe que muchos grandes autores han escrito obras para mandolina. No slo Vivaldi y Hummel, sino tambin Beethoven. Beethoven tambin repiti Pelagia. Era uno de aquellos mticos, misteriosos e imponentes nombres que implicaban el smmum en cuanto a realizacin humana, un nombre que de hecho no le deca absolutamente nada, puesto que ella nunca haba odo, que supiera, nada de Beethoven. nicamente saba que era el nombre de un genio omnipotente. Cuando termine la guerra dijo Corelli, pienso convertirme en concertista profesional, y algn da voy a escribir un estupendo concierto en tres movimientos para mandolina y orquesta de cmara. Entonces ser rico y famoso, verdad? brome ella. Pobre pero feliz. Tendra que buscarme un empleo complementario. Cul es su sueo? Dijo que quera ser mdico. Pelagia se encogi de hombros, forzando en sus labios una expresin resignada y escptica. No lo s dijo al fin. Bueno, s que quiero hacer algo, pero no qu. A las mujeres no las dejan ser mdicos, verdad? Pero puede tener bambinos. Todos deberamos tener bambinos. Yo pienso tener treinta o cuarenta. Pobre de su mujer repuso Pelagia. No tengo mujer, as que los adoptar. Si trabajara de maestro podra estar con nios de da y tener tiempo para tocar por la noche. Por qu no toca algo? Dios mo, siempre que me piden que toque me olvido de las piezas que s, y no me queda ms remedio que poner la partitura delante. Es una lata. Ya s, le tocar una polca. Es de Persichini. Cogi la mandolina y toc dos notas. Se detuvo para hacer una aclaracin: Se me resbala. Es lo que pasa con estas napolitanas que tienen la parte de atrs redondeada. Siempre pienso que debera 156

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buscarme una portuguesa, son planas por detrs, pero dnde encuentras una en tiempos de guerra? Acompa esta retrica pregunta repitiendo las dos notas de antes, en ritardando, luego toc cuatro acordes de corchea, a continuacin un comps que desbarat toda expectativa al introducir una pausa y un par de semicorcheas, y brevemente se lanz a una cascada de semicorcheas que dejaron boquiabierta a Pelagia. Ella nunca haba odo semejante virtuosismo, y tampoco haba conocido una composicin musical tan llena de sorpresas. Haba vertiginosos trmolos al principio de cada comps, y lugares en que la msica vacilaba sin llegar a perder el tempo, o mantena la misma velocidad pese a parecer que la doblaba o la reduca a la mitad. Lo mejor eran los momentos en que una nota sobreaguda apenas verosmil descenda a un ritmo estimulante por toda la escala e iba a parar a una resonante nota grave que, sin haber tenido apenas tiempo de vibrar, daba paso a una agradable alternancia de graves y agudos. Sinti deseos de bailar o de hacer alguna tontera. Sigui contemplando maravillada cmo los dedos de la mano izquierda reptaban como una poderosa y amenazante araa arriba y abajo del mstil. Vio cmo los tendones se movan bajo la piel, y luego vio sucederse en el rostro de Corelli una sinfona de expresiones: seriedad, furia, alguna que otra sonrisa, un aire severo o dictatorial que se volva persuasivo o dulce. Totalmente pasmada, de pronto comprendi que la msica tena algo que jams le haba sido revelado: no era la simple produccin de un sonido agradable; era para quienes la entendan, una odisea emocional e intelectual. Observ la cara del capitn y se olvid de seguir prestando atencin a las notas; quera compartir aquel viaje. Se inclin hacia adelante y junt las manos en actitud de oracin. l repiti la primera parte y concluy sbitamente con un sonoro acorde que inmediatamente amortigu dejando a Pelagia privada de algo. Ya est dijo l, enjugndose la frente con la manga. Pelagia estaba excitada, senta ganas de saltar y hacer una pirueta. En cambio, dijo: Lo que no entiendo es cmo un artista como usted se rebaja a ser soldado. No se haga ideas absurdas de los soldados dijo l, ceudo. Todo soldado tiene una madre, sabe, y la mayora de nosotros acaba siendo granjero o pescador, como todo el mundo. Quiero decir que para usted es una prdida de tiempo, nada ms. Pues claro que es una prdida de tiempo. Se levant y consult su reloj. Carlo ya debera haber llegado. Voy a guardar a Antonia. La mir, enarcando una ceja. A propsito, signorina, no he podido evitar ver que lleva una Derringer en el bolsillo. Pelagia se qued helada. Pero el capitn prosigui: Entiendo que quiera usted llevar un arma, y de hecho yo no se la he visto. Pero dse cuenta de lo que podra pasar si la ve otra persona. Sobre todo un alemn. Procure ser ms discreta.

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Ella le mir implorndole con los ojos y l sonri, le toc un hombro, se dio unos toquecitos con el ndice a un lado de la nariz y gui un ojo. Cuando l se hubo ido, a Pelagia se le ocurri que a esas alturas podran haber envenenado al capitn un centenar de veces si hubieran querido. Podran haber extrado acnito, podran haber conseguido cicuta, o provocarle un paro cardaco con digital, y las autoridades jams habran sabido la causa de su muerte. Desliz la mano en el bolsillo del delantal y pas el dedo por el gatillo con ese movimiento familiar que haba ensayado tanto. Sopes el arma. Estaba bien que el capitn le hubiera hecho saber que respetaba su necesidad de protegerse, de sentirse segura y provocadora por el hecho de poseer un arma de fuego. Adems, nadie envenena a un msico, ni siquiera si es italiano; habra sido tan abominable como manchar de excrementos la tumba de un sacerdote. Esa noche fue el propio doctor quien exigi un concierto. Pelagia y l ocuparon posiciones en el patio mientras el capitn desplegaba sobre la mesa una hoja de papel pautado. La iluminaron e impidieron fuera llevada por la brisa colocando un farol sobre el borde superior. Con toda solemnidad el capitn se sent y empez a tocar el golpeador con el plectro. El doctor enarc las cejas, perplejo. Aquellos golpecitos no parecan terminar nunca. Puede que el capitn estuviera buscando el ritmo adecuado, puede que se tratara de una de aquellas piezas minimalistas de las que haba odo hablar, todo a base de graznidos y chirridos sin ninguna meloda, o puede que fuera la introduccin. Mir a Pelagia, que capt su mirada y levant las manos en seal de no entender nada. Los golpecitos siguieron. El doctor escudri la cara del capitn, que pareca totalmente absorto. En situaciones artsticas impenetrables como aqulla, al doctor empezaba a picarle inevitablemente el trasero. Se rebull en su silla y acab perdiendo la paciencia: Oiga, joven, qu diablos est haciendo? Por lo que me haba dicho mi hija, yo esperaba una cosa muy distinta. Maldita sea exclam el capitn, aniquilada totalmente su concentracin. Estaba a punto de empezar. Hombre, ya era hora. Qu demonios estaba haciendo? No ser una tontera moderna titulada Dos botas, una zanahoria y una ramera muerta? Corelli se sinti ofendido y habl con tono altivo y desdeoso: Estoy interpretando un concierto para mandolina de Hummel. Los primeros cuarenta y cinco compases y medio son para la orquesta, allegro moderato e grazioso. Han de imaginarse la orquesta. Ahora tendr que empezar desde arriba. El doctor lo fulmin con la mirada: Que me cuelguen si voy a pasarme el rato oyendo golpecitos, y que me cuelguen si puedo imaginarme toda una orquesta. Toque su parte y nada ms. El capitn le devolvi la mirada, trasluciendo su conviccin de que el doctor era un patn.

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Si lo hago as dijo, acabar no sabiendo en qu momento debo entrar, y eso en una sala de conciertos sera una catstrofe. El doctor se puso en pie y con un ademn del brazo abarc el olivo, la cabra, la casa y el cielo nocturno. Damas y caballeros exclam. Pido disculpas por haber interrumpido el concierto. Se volvi hacia Corelli. Esto es una sala de conciertos? Hay aqu alguna orquesta? Acaso veo algn trombn, algn pequeo e insignificante violn? Dnde, dgame, est el director y dnde la familia real con su cargamento de alhajas? El capitn suspir resignado, Pelagia le mir con compasin y el doctor aadi: Ah, otra cosa. Mientras usted daba golpecitos imaginndose una orquesta nos ha enseado un muestrario de expresiones estpidas. As pues, cmo quiere que nos concentremos?

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28. LIBERANDO A LAS MASAS (1)


Cuando los alemanes se retiraron del norte de frica, establecieron su centro de operaciones para la regin en el Peloponeso, lo que hizo que Mandras y su pequeo grupo de andartes se vieran obligados a trasladarse a Roumeli cruzando el canal de Corinto. Mandras no haba hecho gran cosa en el Peloponeso. Primero se haba asociado con un hombre, y luego con otros dos, entre los cuales no haban concebido plan alguno. Lo nico que saban es que los mova algo visceral, algo que les ordenaba librar a su tierra de extranjeros o morir en el intento. Prendieron fuego a camiones militares, y uno de ellos estrangul a un soldado enemigo y luego se qued sentado, temblando de miedo y repulsin, mientras los dems le daban nimos y elogiaban su heroicidad. Estuvieron viviendo en una cueva contigua a un bosque, subsistiendo gracias a los vveres que les llevaba el cura de un pueblo cercano, que les consegua pan, patatas y aceitunas y se llevaba sus ropas para que las lavara una mujer del pueblo. Un da cortaron los soportes de una pasarela de madera que formaba parte de una senda que conduca a una guarnicin local. En represalia por tener que mojarse los pies en un arroyo, el enemigo quem cuatro casas de la aldea, y el cura y el maestro pidieron a los andartes que se marcharan antes de que ocurriera algo peor. Los cuatro inquilinos que se haban quedado sin casa se unieron a ellos. En Roumeli haba un entusiasta equipo de aficionados britnicos (ninguno de los cuales hablaba griego), quienes tras un nico da de adiestramiento haban cado en paracadas, utilizando para ello un moderno modelo de paracadas que incorporaba vveres y radios atados a las cuerdas de suspensin. Los ingleses haban coordinado grupos guerrilleros con la intencin de volar los viaductos del ferrocarril de una sola va que constitua la principal ruta de aprovisionamiento que empalmaba El Pireo con Creta, y sta con Tobruk. Supusieron que los grupos autnomos estaran encantados de que los mandaran oficiales britnicos, y a los griegos les impresion de tal forma aquella suposicin que la asumieron sin rechistar. Pero exista un grupo llamado ELAS que era el ala militar de una organizacin llamada EAM, que a su vez dependa de un comit con sede en Atenas cuyos miembros pertenecan al KKE. Las personas inteligentes cayeron enseguida en la cuenta de que un grupo con semejantes credenciales no poda ser otra cosa que comunista, y que el propsito de toda aquella cadena de controles era ocultar a los ciudadanos normales el hecho de que eran una organizacin comunista. En un principio reclutaban personas de toda condicin, incluyendo republicanos venizelistas y hasta monrquicos, adems de socialistas moderados, liberales y comunistas. A todos se los

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embaucaba fcilmente para que creyesen que formaban parte de la lucha por la liberacin nacional y no de un intrincado programa secreto ms interesado en la conquista del poder despus de la guerra que en vencer al Eje. Los britnicos les proporcionaron armas, porque nadie haca caso de la advertencia de los oficiales britnicos in situ en el sentido de que aquello slo significaba acumular problemas para despus, y porque nadie crea que unos extranjeros de tez morena pudieran causar demasiados problemas a los britnicos. El general de brigada Myers y sus oficiales se encogieron de hombros y siguieron con su trabajo, por su parte, el ELAS slo colaboraba u obedeca cuando le daba la gana. Myers y sus oficiales tenan ante s una tarea imposible, pero consiguieron todo aquello que les haban encomendado valindose de una combinacin de paciencia y tesn. Llegaron inclusive a reclutar a dos palestinos que incomprensiblemente haban quedado descolgados tras la confusin general de 1941. Mandras poda haber ingresado en el EKKA, el EDES o la EOA, pero dio la casualidad de que los primeros andartes con los que top en Roumeli eran del ELAS, y el jefe que lo acogi por primera vez en su grupo particular era abierta y orgullosamente comunista. El hombre fue lo bastante astuto para comprender que Mandras era un alma en pena, un amargado que no ignoraba el motivo de su pesar, un joven impresionable que poda caer fcilmente en el hechizo de los nombres rimbombantes y los conceptos excelsos, un tipo triste y solitario que necesitaba un amigo. Mandras odiaba las montaas. En su regin las haba, por supuesto, pero rodeadas hasta el infinito por el agitado mar. No era nicamente que las montaas de Roumeli abolieran el horizonte y lo estrujaran en el abrazo de una enorme, fea y efusiva ta, sino tambin que le recordaban la guerra en la frontera de Albania que le haba costado buena parte de su cordura, sus compaeros y su salud. Las montaas le opriman y le agotaban, aunque l supiera de antemano con qu se iba a encontrar. Saba ya lo que era tostarse los muslos y la barriga delante de una fogata mientras el culo y la espalda se quedaban helados, saba lo que era desnudarse y vadear en invierno sosteniendo la ropa por encima de la cabeza unos torrentes que te cortaban la respiracin y te dejaban como magullado. Saba ya que para derrotar a los italianos se necesitara ms o menos la mitad de sus efectivos, y saba tambin como cargar y disparar un Mannlicher mientras la otra mano sangraba y se ocupaba de restaar otra herida. Saba ya lo que era hacerse una vida privada a base de soar con Pelagia y de confraternizar con camaradas queridos a los que tal vez esperaba la muerte a la vuelta de la esquina. Mandras ingres en el ELAS porque no tena otra eleccin. l y sus compaeros estaban tumbados a la bartola en un pequeo refugio de maleza con hojas en el suelo por todo lecho, cuando fueron sorprendidos por diez hombres que los rodearon. Los diez iban ataviados con restos de uniformes y envueltos en bandoleras, llevaban cuchillos al cinturn y sus barbas eran tan largas que todos parecan idnticos. Se distingua a su lder por un fez rojo que habra hecho muy mal camuflaje de no ser porque estaba descolorido y sucsimo. 161

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Mandras y sus amigos miraron por entre los caones de un semicrculo de automticas ligeras, y el hombre del fez dijo: Fuera. Los hombres se levantaron y salieron, temiendo por sus vidas, con las manos en la nuca. Un par de andartes entraron en el refugio, cogieron sus armas y las arrojaron fuera. Las armas se estrellaron contra el suelo con ese curioso ruido mezcla de metal denso, culatas de madera y aceite lubricante. Con quin vais? pregunt el del fez. Con nadie contest Mandras, confuso. No sois del EDES? No, vamos por nuestra cuenta. No tenemos nombre. Menos mal dijo el del fez. Bueno, largaos a vuestros pueblos. Yo no tengo pueblo dijo uno de los prisioneros, los italianos lo quemaron. Vamos a ver, o volvis a vuestros pueblos y nos dejis las armas, o nos plantis cara y os matamos, o bien os quedis con nosotros a mis rdenes. Este territorio es nuestro y nadie mete sus narices en l, ni siquiera el EDES, as que decidid. Hemos venido a luchar explic Mandras. T quin eres? Yo soy Hctor, aunque mi verdadero nombre no lo sabe nadie, y stos... seal a su tropa son la rama local del ELAS. Los hombres sonrieron con amabilidad, cosa que no cuadraba con el aire dictatorial del fez. Mandras mir uno por uno a los suyos y pregunt: Nos quedamos? Todos manifestaron su conformidad asintiendo con la cabeza. Llevaban demasiado tiempo en el campo como para darse por vencidos, y era buena cosa haber encontrado un lder capacitado para dar rdenes. Haba sido desmoralizador el ir vagando como Ulises de un sitio a otro, lejos de todo, improvisando una resistencia que nunca pareca dar frutos. Bien dijo Hctor. Venid con nosotros y veremos de qu pasta estis hechos. Desarmados todava, fueron conducidos en breve columna hasta un pueblecito situado a unos tres kilmetros y en el que slo haba unos cuantos perros larguiruchos, unas pocas casas de muros pandeados cuya piedra haba perdido el mortero y se mantenan unidas slo por la gravedad o la costumbre, y un camino que, de forma provisional y optimista, se haba ensanchado hasta formar una calle polvorienta. Haba una sola casa guardada por un andarte, y a este hombre se dirigi Hctor, diciendo: Scalo. El partisano entr en la casa y a puntapis hizo salir a un viejo macilento que se qued de pie al sol temblando y pestaeando, desnudo hasta la cintura. Hctor le pas a Mandras un trozo de cuerda con nudos y, sealando al viejo, le dijo: Pgale. Mandras mir a Hctor sin creer lo que oa, y ste le lanz una mirada fiera. 162

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Si quieres estar con nosotros, has de aprender a administrar justicia. Este hombre ha sido declarado culpable. Y ahora pgale. Era repugnante, pero no imposible, pegar a un colaboracionista. Fustig al viejo con flojedad, por consideracin a sus aos, pero Hctor exclam con impaciencia: Ms fuerte, ms. Qu eres t? Una mujer? Mandras volvi a fustigar al hombre, un poco ms fuerte. Otra vez orden Hctor. A cada azote le resultaba ms fcil; de hecho aquello tena un efecto vigorizador. Era como si toda la ira acumulada desde el da de su nacimiento brotara de sus entraas, purgndolo y dejndolo como nuevo. El viejo, que haba chillado y se haba bamboleado a cada golpe, encogido de miedo, acab por arrojarse al suelo entre lastimeros gemidos, y entonces Mandras comprendi que poda convertirse en un dios. Una chica que no tendra ms de diecinueve aos ech a correr librndose del andarte que la sujetaba y se arroj a los pies de Hctor. Jadeaba de miedo y desesperanza. Es mi padre! Mi padre! exclam la chica. Tened piedad de l, no es ms que un viejo, oh, pobre padre mo. Hctor apoy la planta del pie en el hombro de la chica y la apart: Calla, camarada, deja de lloriquear o no respondo de las consecuencias. Que alguien se la lleve. Se la llevaron a rastras, entre splicas y sollozos, y entonces Hctor le cogi la cuerda a Mandras. Tienes que hacerlo as dijo, como si le explicara algn abstruso concepto cientfico. Empiezas por arriba... Descarg un amplio latigazo sobre los hombros del viejo Sigues por abajo... Abri un nuevo surco de sangre en la regin lumbar. Y despus vas llenando el espacio con lneas paralelas, hasta que no le quede piel. A eso me refera cuando dije pgale. Mandras ni siquiera advirti que el hombre haba dejado de moverse, de gritar y de gemir. Con silenciosa determinacin fue llenando el espacio entre las dos lneas, volviendo a las que pudieran haber dejado un asomo de carne intacta. Le dolan los msculos de los hombros, y al final hubo de parar un momento para enjugarse la frente con la manga. Una mosca se pos en la espalda del viejo, y Mandras la aplast de un nuevo trallazo. Hctor dio un paso al frente, le arrebat la cuerda y le entreg una pistola. Ahora mtale. Se apunt con el ndice en su propia sien y emple el pulgar para simular un imaginario percursor. Mandras se puso de rodillas y apoy el can en la cabeza del viejo. Vacil, horrorizado de s mismo. No poda hacerlo. Cerr con fuerza los ojos. No poda quedar mal. Estaba en juego su honor, se trataba de ser un hombre delante de otros hombres. Adems, el verdugo era Hctor, l slo era un pen. Aquel hombre haba sido sentenciado a muerte y morira de todos modos. Se pareca un poco al doctor Iannis, con su ralo pelo gris y su occipital prominente; el doctor Iannis, que no le crea digno de una dote. Y a quin le importa un viejo intil? Mandras tens los msculos de la cara y apret el gatillo. 163

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No mir al revoltijo sanguinolento de sesos y fragmentos de hueso, sino el humeante orificio del can de la pistola. Hctor se la arrebat y le devolvi la carabina. Luego le dio unas palmaditas y dijo: Servirs. Mandras hizo un esfuerzo para ponerse en pie pero estaba agotado, y Hctor le puso el brazo bajo la axila para ayudarle. Justicia revolucionaria explic, y aadi: necesidad histrica. Al abandonar la aldea por el polvo y las melladas piedras que una vez ms se haban reducido a un sendero, Mandras descubri que no se atreva a mirar a nadie, y camin con la mirada clavada en tierra. Qu hizo el viejo? pregunt al fin. Era un puerco ladrn. Qu rob? Bueno, no es que robara exactamente dijo Hctor, quitndose el fez y rascndose la cabeza, pero los britnicos nos lanzan provisiones a nosotros y al EDES. Habamos dado instrucciones a la gente de que nos informaran de cualquier lanzamiento para as llegar nosotros antes que nadie. Es lgico, dadas las circunstancias. Ese hombre fue a comunicar el lanzamiento al EDES, y despus de hacerlo abri una caja y cogi una botella de whisky. Lo encontramos tumbado bajo la lona del paracadas, borracho como un turco. Robo y desobediencia. Volvi a ponerse el fez. Hay que tener mano dura con esta gente, de lo contrario hacen lo que les da la gana. Estn llenos de falsa conciencia, y eso es algo que hay que quitarles de la cabeza, por su propio inters. No te lo creers, pero la mitad de estos campesinos son monrquicos. Figrate! Identificarse con el opresor! A Mandras nunca se le haba ocurrido ser otra cosa que partidario del rey, pero asinti en seal de conformidad y luego pregunt: Las provisiones eran para el EDES? S. A sus espaldas oyeron un atroz gemido que rasg la quietud de la aldea; suba y bajaba como una sirena y, resonando desde el risco hasta las rocas del otro lado del valle, se mezclaba otra vez con las tardas variaciones de su propio eco. Mandras apart de su mente la imagen precisa de lo que estaba ocurriendo all el fnebre plair de la chica, morena y joven como Pelagia, que se meca entre sollozos sobre la carne lacerada de su padre y fij su atencin en el ulular. Si uno no pensaba en lo que era, sonaba en verdad extraamente hermoso.

29. ETIQUETA
Una bonita maana durante el inicio de la ocupacin, el capitn Antonio Corelli despert como de costumbre sintindose culpable. Era algo que le afectaba cada maana dejndole un sabor a mantequilla

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rancia en la boca, y se deba al hecho de saber que dorma en una cama ajena. Da a da vea bajar el trinquete de su amor propio a medida que bregaba con la idea de haber desplazado a Pelagia y que ella durmiese, envuelta en unas mantas, sobre las fras losas de la cocina. Cierto que Psipsina sola ir con su ama cuando arreciaba el fro, y tambin que l le haba llevado dos petates del ejrcito para que los usara a modo de colchn, pero aun as se senta indigno y se preguntaba si ella lo mirara siempre como a un apestado. Le preocupaba tambin que Pelagia tuviera que levantarse muy temprano para recoger su cama y estar presentable cuando l entrara en la cocina. Sola encontrarla bostezando, resiguiendo con el dedo el complicado ingls de la enciclopedia mdica, o bien trabajando rencorosamente en una colcha de ganchillo que nunca pareca aumentar. Todos los das l se tocaba la gorra y le deca Buon giorno, kyria Pelagia, y todos los das encontraba ridculo saber decir seorita en griego pero no buenos das, lo que le impeda decrselo al pasar por su lado camino de donde Carlo le esperaba en el jeep. El capitn pidi consejo al doctor Iannis. El hombre estaba muy irritable por la sencilla razn de que aquella maana en concreto le haba parecido bien estar irritable. Su trato con el obeso oficial de intendencia le haba facilitado mucho la prctica de su profesin, incluso ms que en tiempos de paz, y dado que l era un hipocondraco declarado, el doctor le haba visto lo bastante a menudo como para asegurarse un flujo continuo de existencias bsicas. Curiosamente, cuando por fin tena material de sobra para ir tirando, los isleos dejaron de ponerse enfermos. El aplazamiento colectivo de toda enfermedad en poca de privaciones era un fenmeno del que tena noticia pero que jams haba presenciado, y cada vez que llegaba a sus odos alguna victoria aliada se preocupaba por el inevitable diluvio de enfermedades que traera consigo la liberacin. Haba empezado a tomarla con los italianos, culpndolos de reducir su utilidad como mdico, y fue tal vez por esta razn que le dijo a Corelli que buenos das en griego era ai gamisou. Ai gamisou repiti tres o cuatro veces el capitn, y luego dijo: Ahora ya puedo darle los buenos das a Pelagia. El doctor dio un respingo y pens con rapidez. Oh, no dijo, no le diga eso a kyria Pelagia. Para una mujer que vive en la misma casa utilizamos kalimera. Es una de esas extraas reglas que tienen algunos idiomas. Kalimera repiti el capitn. Y si le saluda alguien continu el doctor, usted diga puttanas yie. Puttanas yie practic el capitn. Y luego, muy ufano, dijo: Kalimera, kyria Pelagia. Kalimera respondi Pelagia, dando puntadas a su ftil labor. Corelli esperaba que se sorprendiera o le dedicara una sonrisa, pero ella no reaccion. El capitn se fue decepcionado, y slo despus, Pelagia sonri. Corelli vio que Carlo an no se haba presentado, as que ensay su nuevo saludo con los lugareos. 165

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Ai gamisou dijo alegremente a Kokolios, quien le mir con odio, frunci el entrecejo con cara de pocos amigos y escupi al suelo. Ai gamisou dijo a Velisarios, quien le replic con un torrente de invectivas que el capitn afortunadamente no acert a comprender. Si se salv de que el colrico gigante le cruzase la cara fue porque le ofreci un cigarrillo. Quiz ser mejor que no hable con griegos, pens. Ai gamisou le dijo a Stamatis, el cual haba conseguido salir airoso de sus problemas conyugales ensayando el pretexto de que su sordera era recurrente. Puttanas yie murmur el viejo al pasar. Aquella noche en Argostolion el capitn prob su nuevo saludo con Pasquale Lacerba, el desgarbado fotgrafo italiano al que haban forzado a trabajar de intrprete y, despus de varios malentendidos, descubri azorado que el doctor le haba informado mal. Acab sentado en un caf prximo al ayuntamiento, ms infeliz que enfadado. Por qu haba hecho eso el doctor? l crea que entre los dos exista cierto respeto mutuo, y sin embargo le haba enseado a decir A tomar por el culo e Hijo de puta, y l haba estado haciendo el imbcil todo el da, tocndose la gorra y diciendo aquellas cosas horribles. Santo Dios, si hasta se lo haba dicho al cura, y a una chiquilla de cara sucia pero conmovedoramente inocente.

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30. EL NAZI BUENO (1)


Una de las muchas curiosidades de las viejas clases dirigentes britnicas era que siempre saban lo que iba mal en su pas, pero nunca le ponan remedio. En cambio, aplicaban la leccin aprendida a sus posesiones en el extranjero. As, en su Tratado sobre el gobierno civil de 1781, el filsofo Josiah Tucker observaba que Londres tena una desmesurada representacin en el parlamento y disfrutaba injustamente de unas ventajas que deban ser comunes a todos. Pero escribi algo ms importante an: Por otra parte, todas las Ciudades superpobladas son formidables en otro Sentido, y no deberan por tanto ser fomentadas por nuevos Privilegios, para crecer ms peligrosas todava; pues ellas son, y sern, el Foco de la Faccin y la Sedicin, la Cuna de la Anarqua y la Confusin. En toda gran Metrpoli, un lder osado y temerario, a la Cabeza de una Turba numerosa, es terrible para la Paz Social incluso en los Gobiernos ms despticos... Ahora bien, si un hombre tiene un mnimo sentido de la Rectitud y la buena Moral, o le queda una Chispa de Bondad y Humanidad, no puede desear que la gente caiga en la tentacin de acudir a las grandes Ciudades. Son lugares que se han convertido ya en la ruina del gnero humano en todos los Sentidos, en su Salud, su Fortuna, su Moral, su Religin, etc., etc., etc. Y puede constatarse concretamente en Londres que si no fuera por los nuevos suministros humanos, tanto Hombres como Mujeres, que produce el Pas para suplir la Devastacin causada por el Vicio, la Intemperancia, los Burdeles y la horca, toda la Especie Humana de dicha Ciudad no tardara en extinguirse, pues el Nmero de Muertes excede al de Nacimientos en al menos 7.000 cada Ao. Los filsofos que tienen una sola hiptesis y la plantean mediante brbaros neologismos en treinta tomos sucesivos tienen el futuro asegurado en las universidades, pero el desdichado Josiah Tucker, tan influyente en su da, ha sido relegado al olvido en los departamentos de filosofa por ser insuficientemente oscuro, no plantear teoras lo bastante demenciales y basar sus pensamientos en ejemplos concretos. Gran Bretaa, en lugar de trasladar su capital a York, como habra sido sensato, permiti que Londres se convirtiera finalmente en el peor centro de corrupcin en la historia del mundo moderno. Pero en Cefalonia las autoridades britnicas vieron que Argostolion estaba creciendo demasiado, le hicieron caso a Tucker y emprendieron la construccin de la deliciosa ciudad de Lixouri. Haba en Lixouri un gora espaciosa bordeada de rboles y un magnfico palacio de justicia con su mercado debajo, aglutinando as las ventajas afines de la justicia, el comercio y una agradable pantalla

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contra las andanadas del sol y la lluvia. Hasta la fecha Lixouri y Argostolion han venido considerndose mutuamente aberrantes y excntricas y compitiendo tenazmente en danza, msica, comercio y orgullo cvico, pero en 1941 dos potencias extranjeras parasitarias impusieron una nueva y siniestra forma de rivalidad. Los italianos guarnecieron Argostolion, y los alemanes Lixouri. El destacamento alemn era pequeo y modesto; es indudable que si estaba all era slo porque los nazis saban perfectamente que los italianos no eran de fiar y queran tenerlos vigilados. Es cierto que Hitler describi una vez a Mussolini como el gran hombre del otro lado de los Alpes, pero a estas alturas saba tambin que el Duce y sus secuaces eran los nicos fascistas autnticos que quedaban en Italia. Saba que sus generales eran gente anticuada y carente de inspiracin, haba visto por s mismo que los soldados italianos eran indisciplinados, dscolos y con ideas propias, y se haba asegurado de que en el norte de frica los mantuvieran apartados de la primera lnea en los enfrentamientos importantes. Igual que Dios poniendo el arco iris en el cielo para recordar a los israelitas quin era el jefe, Hitler envi a Lixouri tres mil granaderos del 996. Regimiento a las rdenes del coronel Barge. A nadie le caan bien, pese a que las relaciones entre italianos y alemanes eran superficialmente amistosas. Los germanos consideraban a los italianos negroides de raza inferior, y los italianos estaban perplejos por el culto nazi a la muerte. Los cinturones y los uniformes ttricamente adornados con calaveras les parecan un detalle patolgico, igual que su frrea disciplina, la irritante e irracional uniformidad de puntos de vista y de conversacin, y su incomprensible pasin por la hegemona. Los italianos, con su inveterada costumbre de rodearse mutuamente los hombros con el brazo, no se sentan inclinados a ello cuando estaban en compaa de alemanes, como si temiesen recibir una descarga elctrica, como si su brazo pudiera convertirse en hielo o perderse en el vaco. Por las noches se oa cantar Lili Marlene en los comedores, la charla festiva, las carcajadas, el jolgorio, pero aqul era un mundo muy privado. Durante el da los alemanes se mostraban serios, no captaban ironas y eran brutal y glidamente eficientes en su trato con la poblacin local. El capitn Corelli hizo amistad con uno de ellos, un chico que hablaba un poco de italiano, y descubri que slo se converta en un ser humano cuando se despojaba del uniforme, se pona su baador y chapoteaba en el mar. Gnter Weber ansiaba tener el pelo rubio, y por esa razn frecuentaba las soleadas playas cuando estaba libre de servicio, con la esperanza de que el sol le aclarase el pelo. Pero no haba manera de transformar el color castao de sus ojos en un azul ario libre de toda sospecha. Fue en la playa de Lepada donde trab conocimiento con el hombre que se convirti en amigo suyo y al que estaba destinado a traicionar con un beso de judas consistente en un torbellino de balas que acribillaran los cuerpos de compaeros a los que haba llegado a querer. La baha de Lepada se encuentra en las cercanas de Lixouri, debajo del monasterio donde Anthimos Kourouklis habl con Dios, y 168

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est dominada por las ruinas de la ciudad corintia de Pale, donde en la poca clsica floreci un inocente culto a Persfone. La playa describe una elegante curva, en uno de cuyos extremos hay una roca estriada con toda la apariencia de un galen escorado en pleno naufragio. Es una piedra diseada por la naturaleza para tostarse al sol o para contemplar desde un saliente el mar desmelenado y los cientos de pececillos que pasan raudamente entre las algas. Sentado en el castillo de popa de aquel petrificado buque se hallaba Gnter Weber cuando oy llegar el camin italiano ms all del margen formado por la espesura y arrojar su cargamento de cantantes y prostitutas. Hubirase dicho que eran prostitutas recin importadas del norte de frica, de no ser por la absoluta inexactitud que esta imagen podra suscitar. Tras haber sido devoradas por los insectos y arrasadas por el insoportable calor seco del grisceo desierto, aquel grupo de rancias pero afables fulanas haban llegado recientemente a su nuevo paraso insular y an no se lo acababan de creer. Breves los vestidos, recubierta la cara de polvos y pintalabios rojos, formando con sus labios una caricatura del arco de Cupido, adoraban el modo en que los viejos campesinos se quedaban boquiabiertos cuando ellas pasaban contonendose con sus sombrillas. Adoraban el sabor fresco del agua, el sedoso tacto del mar cuando nadaban desvergonzadamente desnudas, el milagro del sol curndoles las manchas de la piel, y el sociable letargo de sus momentos de ocio en el burdel militar, cuando recostadas y pintndose las uas se quejaban de los hombres en general y en particular. Pero lo que ms adoraban era coger alguna enfermedad que obligara a los mdicos militares a ordenarles perodos de recuperacin que podan significar varias semanas seguidas sin trabajar; una pausa en la rutina de levantarse temprano para ser transportadas como ganado de una base a otra para acabar haciendo vigorosos ejercicios gimnsticos acompaados del eterno repertorio de gemidos. Su existencia se reduca a la friccin (as de suave tenan la piel) y a una infinitud de techos. Como el joven granadero alemn, las putas tambin queran ser rubias, pero conseguan a base de litros de agua oxigenada el objetivo que l persegua por medio del sol. Ese poco de raz morena en la separacin de sus frgiles y castigados cabellos les daba un aire decepcionado y decepcionante, como si en ltima instancia les hubiera faltado ese impulso que podra haber consumado la ilusin del artificio, como le ocurre al artista genial pero falto de motivacin. La belleza de aquellas hastiadas aunque heliotrpicas flores era totalmente autogenerada y autoperpetuada. Su finsima ptina de juventud y encanto pareca relucir en ellas como el vago glamour de una incierta fascinacin, pero en realidad era fruto de sus propios esfuerzos, esfuerzos hechos a conciencia, ms por perseverancia que por esperanza. Era la suya una vanidad en la que pugnaban por creer. El cumplido ejercicio de su profesin mantena sus cuerpos esbeltos y giles, pero tenan arrugas inerradicables en el rabillo de los ojos, pequeas bolsas bajo los pechos que casi inadvertidamente empezaban a convertirse en pechos cados. Sus dientes eran blancos y 169

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limpios, pero sus sonrisas eran maquinales aun siendo sinceras. Llevaban las piernas y las axilas afeitadas, olan a invernadero repleto de jacintos y se recortaban el vello pbico con tal religiosidad que los soldados que gustaban de hundirse y hocicar en un buen embozo, abundante y sin adulterar, salan de all desinflados y ms o menos estafados, como si no hubiera habido penetracin. El capitn Corelli y su club de pera solan llevar a la playa en camin a aquellas lustrosas mujeres, porque l pensaba que eso les levantara el nimo. Muy versadas en la diversidad de la idiosincrasia masculina, las putas acudan porque la vida siempre les haba empujado de ac para all como a algas arrastradas por la marea, y los hombres eran los peces que pasaban por all y se las coman. . Gnter Weber observaba desde su roca cmo los soldados italianos descorchaban botellas de vino y agitaban los brazos y cantaban. Las desnudas ninfas se separaban y se metan a toda prisa en el agua, chillando y mojndose unas a otras. Weber sonri con superioridad mientras pensaba que los italianos estaban locos. Tanto en el comedor de oficiales como en el conjunto de la nacin de los pueblos germnicos unificados, todos coincidan en afirmar que los italianos eran como nios a los que cuando termina la fiesta se enva a casa con un globo en una mano y un pegajoso caramelo en la otra. Podan quedarse con Albania y con todo aquello que el Fhrer considerase que no vala la pena conquistar. Weber tena veintids aos y nunca haba visto una mujer desnuda; no era como aquellos obcecados y compulsivos violadores rituales que se encontraban entre los croatas y checos alemanes alistados, y en cualquier caso el estupro militar no requera quitarle la ropa a la mujer; su brutalidad era rutinaria, su conclusin el asesinato. Weber todava era virgen (su padre era pastor luterano), y se haba criado en los montes de Austria, por lo que era capaz de odiar a judos y gitanos por igual slo porque nunca haba visto a ninguno. Se acerc fingiendo dar un paseo al grupo de italianos, motivado por el desesperado deseo, disfrazado de despreocupacin, de ver a una mujer desnuda. Corelli mir aquella cara franca y juvenil, y le gust. Era ingenua y cordial. Heil Hitler dijo Weber, tendiendo la mano. Heil Puccini contest Corelli, ofreciendo la suya. Soy el teniente Gnter Weber, de granaderos. He visto la fiesta y he pensado venir a presentarme. Ah dijo Carlo, guindole un ojo, quera echar un vistazo a las mujeres. No se trata de eso repuso Weber con sequedad. Lgicamente, no es la primera vez que uno ve estas cosas... Yo me llamo Antonio Corelli dijo el capitn, y lgicamente uno nunca se cansa de ver estas cosas. Desde luego minti Carlo, a quien la presencia de las mujeres ocasionaba una profunda incomodidad de espritu. Se acordaba an de Francesco y se aferraba a su nueva lealtad para con el capitn, seguro de que con este sera el cario lo que al final constituira la recompensa. Con Francesco nunca haba estado seguro de ello, por 170

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ms que Francesco haba estado casado y haba expresado con vehemencia su aversin por los homosexuales. Carlo se alegraba de que Corelli no fuera aficionado a los burdeles ni le hubiera forzado, como otros, a visitarlo. Carlo se dio cuenta de que Corelli se haba encaprichado de Pelagia antes incluso de que ste se diera cuenta, y eso, sumado a su amor a la msica y a su adoracin por los nios y por su mandolina, era ya promiscuidad suficiente para un solo hombre. No ser usted descendiente del gran compositor? pregunt Corelli. He dicho Weber replic el alemn, no Wagner. Wagner no es un gran compositor ri el capitn. Es demasiado ampuloso, demasiado enftico, solemne y arrogante. No, yo me refiero a Carl Maria von Weber, el que escribi Der Freiscbtz, y los conciertos para clarinete, y la Sinfona en Do mayor. Weber se encogi de hombros: Lo siento, nunca he odo hablar de l. Se supone que usted debera preguntarme si soy descendiente del gran compositor dijo Corelli, sonriendo anticipadamente. Weber volvi a encogerse de hombros y el capitn le ech un cable: Antonio Corelli, el de los Concerti Grossi. No es aficionado a la msica? Pues no, a m me gusta... El teniente hizo una pausa, incapaz de pensar en algo que le gustara. No me ha dicho usted su graduacin. Yo soy la breve, Carlo es la semibreve, l es la negra, l la corchea, ese muchacho que est en el agua es una semicorchea y el pequeo Piero aqu presente es una fusa. En el club de pera tenemos nuestro propio sistema jerrquico, pero por lo dems soy capitn. Treinta y tres Regimiento de Artillera. Adelante, nase a nosotros, tenemos mucho vino. Las chicas estn libres de servicio, pero estoy seguro de que ustedes ya tienen las suyas. Por cierto, habla un italiano excelente. Gnter Weber se aposent en la arena, cauteloso ante todos aquellos joviales extranjeros de tez morena, y replic: Soy del Tirol. All se habla mucho el italiano. Entonces no es alemn? Claro que soy alemn. Corelli puso cara de asombro: Yo crea que el Tirol estaba en Austria. Weber not que empezaba a perder la paciencia; ya era bastante problema tener que or reparos a la reputacin de Wagner, uno de los ms grandes protofascistas. Nuestro Fhrer es austriaco dijo, y a nadie se le ocurre decir que no es alemn. Yo soy alemn. Hubo un silencio incmodo, que Corelli rompi pasndole al otro una botella de vino. Beba y algrese, hombre dijo. Gnter Weber bebi y se alegr. El vino, el sol resplandeciente y el mitigante blsamo de la brisa marina, el olor a loe, los vigorosos cnticos, el cdigo morse de la luz virginal persiguiendo el movimiento

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perpetuo de las aguas, todo ello conspiraba para ablandar la dura corteza de su corazn. Permiti que Adriana disparase con su Luger, se qued dormido, fue arrojado de las rocas al mar, se regode en la contemplacin de las chicas desnudas, a las que les encant su bronceado y su pelo rubio, y fue devuelto aquella noche a la base con el uniforme lleno de arena y convertido en miembro del club de pera tras haber superado la iniciacin consistente en convenir, entre copa y copa, en que si alguna vez expresaba admiracin por Wagner sera fusilado sin juicio previo y sin posibilidad de apelacin. Era el nico miembro que no saba cantar ni una nota; su rango, pausa de fusa con puntillo.

31. PROBLEMA CON LOS OJOS


Pelagia trataba al capitn lo peor que poda. Si le serva la comida le pona el plato delante de manera que el contenido le salpicara y se derramara sobre la mesa, y si por casualidad le manchaba el uniforme iba en busca de un trapo hmedo, omita el estrujarlo y desparramaba generosamente la sopa o el cocido sobre su guerrera, sin dejar de excusarse cnicamente por la guarrera. Oh, no, por favor, kyria Pelagia, esto no haca ninguna falta, protestaba l intilmente. Al final ella se dio cuenta de que el capitn haba adquirido el hbito de no arrimar su silla hasta que ella hubiera manchado la mesa de comida. Su negativa a reconvenirla y su absoluta renuencia a ofrecer el tipo de amenazas que cabra esperar de un oficial de un ejrcito de ocupacin slo consiguieron sacarla de quicio. A Pelagia le habra gustado orle gritar, ordenarle que pusiera fin a su insolencia, porque era tal la ira y la acritud que senta, que slo un enfrentamiento pareca susceptible de purgarla. Quera ventilar su enfado, sacudir los brazos como un predicador protestante; pero l, por lo visto, estaba decidido a frustrarla. El capitn se mantena dcil y corts, mientras ella se dedicaba en privado a practicar entrecerramientos de ojos y fruncimientos de labios que antes o despus acompaaran al hipottico vendaval de recriminaciones e insultos que cada da esperaba con ilusin acumular sobre la cabeza de l. Tras dos meses de pasar las noches en vela, acurrucada en sus mantas sobre el piso de la cocina, Pelagia haba perfeccionado diversas versiones del improvisado y vitrilico discurso con que esperaba dejarlo aturullado. Pero cundo iba surgir la oportunidad? Cmo hace uno para estallar de justo rencor cuando el blanco del mismo se muestra circunspecto y cohibido? El capitn no le pareca a ella el italiano tpico. Cierto que a veces llegaba a casa un poco ebrio y que ocasionalmente sufra accesos de un incorregible buen humor; a veces entraba bruscamente y se postraba de rodillas, ofrecindole una flor que ella aceptaba para luego

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drsela de comer, conspicua y sarcsticamente, a la cabra; a veces la coga por el talle con la mano derecha, y la derecha de ella con la suya izquierda, y la haca girar un par de veces como si bailaran un vertiginoso vals, pero esto slo pasaba cuando su batera ganaba un partido de ftbol. As pues, era impulsivo como el tpico italiano y pareca que el mundo le traa sin cuidado, pero por otra parte daba la impresin de ser un sujeto muy reflexivo y un as en disimularlo. A menudo lo vea de pie junto a la tapia del patio con las manos a la espalda como un alemn, los pies separados, contemplando ensimismado las montaas o rumiando alguna cosa para la cual esas montaas eran poco ms que un pacfico decorado visual. Ella adivinaba en l una tristeza emparentada con la nostalgia, pero sin llegar a serlo. Ojal se deca Pelagia fuese como los otros italianos, que me silban cuando paso o intentan pellizcarme el trasero. Entonces podra maldecirle, pegarle y llamarle "testa d'asino", y me sentira muchsimo mejor. Un da, l se dej la pistola encima de la mesa. Pelagia pens lo fcil que le resultara hurtarla y culpar a algn ratero oportunista. Se le ocurri que hasta podra matarlo cuando entrara por la puerta, y luego unirse a los andartes con pistola incluida. Lo malo era que l ya no era un simple italiano sino el capitn Antonio Corelli, que tocaba la mandolina y se mostraba como una persona encantadora y muy respetuosa. En cualquier caso, a esas alturas poda haberlo matado con su Derringer, o haberle roto la crisma con una sartn, pero la tentacin no se haba presentado. De hecho, la idea era de por s repugnante, y en el fondo habra sido contraproducente e intil; slo habra servido para provocar horribles represalias, y difcilmente habra contribuido a ganar la guerra. Pelagia decidi sumergir la pistola en agua durante unos minutos para que el can se oxidara por dentro y el mecanismo quedara atascado. El capitn la sorprendi in fraganti cuando ella estaba precisamente sacndola del agua. Tena el dedo ndice metido por la guarda del gatillo y estaba sacudiendo aquel sorprendentemente pesado peso muerto a fin de escurrir las gotas. Pelagia oy una voz a su espalda y del susto la pistola se le cay de nuevo en la palangana. Qu est haciendo? Santo Dios exclam ella, qu susto me ha dado. El capitn contempl la pistola sumergida con aire de objetividad cientfica, enarc las cejas y dijo. Veo que anda metida en una travesura. No era esto lo que ella esperaba, pero igualmente su corazn empez a galopar de miedo e inquietud, y una sensacin de pnico la priv momentneamente de habla. La estaba lavando balbuce, dbilmente. Estaba grasienta que daba pena. No imaginaba que fuera usted tan patticamente ignorante repuso el capitn, lacnico. Pelagia se ruboriz al sentir una curiosa emocin, una emocin que provena del sarcasmo de l y de su irnica insinuacin de que ella era una chica tonta y simptica que haca tonteras porque era demasiado 173

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tonta y simptica para saberlo. l estaba fingiendo paternalismo, lo cual era tan exasperante como ser condescendiente sin ambages. Por otro lado ella segua asustada, nerviosa por lo que l pudiera hacer, y tambin, en el fondo de su pensamiento, enfadada todava por no haber conseguido provocarle. No es lo bastante falsa para ser buena embustera dijo l. Y qu esperaba? pregunt ella, dndose cuenta de que no saba qu haba querido decir. Pero el capitn s pareca saberlo: Para todos ustedes ha de ser muy difcil tener que aguantarnos. Oiga, no tiene derecho... empez Pelagia, empleando las primeras palabras de su muy ensayado discurso y olvidando inmediatamente lo que segua. Corelli rescat la pistola del agua, suspir y dijo: Supongo que me ha hecho un favor. Ya hace tiempo que debera haberla desmontado para limpiarla y engrasarla. Son cosas que se olvidan o se dejan para despus. O sea que no est enfadado? Por qu no se enfada? l la mir burln: Qu tiene que ver el enfado con las cadencias? De veras cree que no tengo nada importante en que pensar? Mejor pensemos en lo que importa y no nos metamos el uno con el otro. Yo no me meto con usted y usted no se mete conmigo, de acuerdo? Aquella idea le result novedosa e inaceptable. Pelagia no quera dejarle en paz, quera gritarle y darle un bofetn. Sbitamente abrumada, y con la cnica certeza de que no iba a salir mal parada, le cruz la cara con todas sus fuerzas, alcanzndole en plena mejilla izquierda. l intent recular a tiempo, pero no lo consigui. Aturdido y perplejo, recuper el equilibrio y se llev una mano a la mejilla, como para consolarse. Le tendi a ella la pistola. Mtala otra vez en agua dijo. Creo que as me ser menos doloroso. A Pelagia le sac de quicio este nuevo truco, evidentemente pensado para anular toda su clera. Frustrada ms all de la capacidad humana para el sufrimiento, levant los ojos al cielo, apret los puos, hizo crujir los dientes y sali a grandes zancadas. Una vez en el patio, dio una patada a un perol de hierro colado, consiguiendo con ello hacerse dao en el dedo gordo. Salt a la pata coja hasta que se le calm el dolor, y luego arroj el delincuente perol por la tapia. Anduvo un rato cojeando con mpetu y rencor, y arranc una aceituna verde del rbol. Al comprobar que eso la consolaba, se dedic a arrancar ms. Cuando hubo reunido un buen puado, volvi a la cocina y se las arroj al capitn, que se haba dado la vuelta en ese momento. Corelli se agach mientras los proyectiles rebotaban inofensivamente contra l, y mene la cabeza con aire divertido mientras Pelagia desapareca de nuevo. Esas chicas griegas, menudo genio tenan. Se pregunt cmo era que nadie haba ambientado una pera en la Grecia moderna. Puede que lo hubieran hecho, despus de todo. Tal vez debera componer una l mismo. Le vino a la mente una meloda y se 174

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puso a tararearla, pero al final result ser la Marsellesa. Se dio una palmada en la cabeza para expulsar al intruso y la cancin se convirti perversamente en la Marcha Radetzky. Carogna! grit fuera de s. Pelagia, que estaba fuera, le oy y ech a correr colina abajo hasta la casa de Drosoula, para ocultarse all hasta que l se calmara. A medida que pasaban los meses Pelagia not que su enfado decreca, cosa que la desconcert y molest. El caso es que el capitn se haba convertido en un elemento ms de la casa, como la cabra o incluso su padre. Se haba acostumbrado a verlo sentado a la mesa, garabateando con furia, o en pleno trance con un lpiz entre los dientes. Cada maana disfrutaba ella anticipadamente del pequeo placer domstico de verle salir de su cuarto, diciendo Kalimera, kyria Pelagia. Ha llegado Carlo?, y al anochecer empezaba ya a preocuparse si l se retrasaba un poco. Luego, al verle llegar, suspiraba de alivio y sonrea contra su voluntad. El capitn tena ocurrencias muy simpticas. Ataba un corcho a un trozo de cordel y corra por toda la casa persiguiendo a Psipsina, y a la hora de acostarse sola ir a llamarla porque normalmente, con gran tino e imparcialidad, la marta empezaba la noche con l y la terminaba con Pelagia. Se le vea a menudo de rodillas con una mano afianzada en la barriga del animal, mientras la marta finga morderle y araarle con sus zarpas; si por casualidad Psipsina se sentaba sobre una de sus composiciones, l iba a buscar ms papel pautado en lugar de molestarla. Al capitn lo posea una gran curiosidad; poda quedarse sentado con enervante paciencia contemplando cmo las manos de Pelagia ejecutaban la danza de los ganchillos, hasta que a ella le pareca que su mirada irradiaba una extraa y poderosa fuerza que poda provocarle calambres y con ello hacerle perder un punto que otro. Estaba pensando dijo l un da qu clase de msica haran sus dedos si sonaran. A ella la desconcert aquella observacin aparentemente disparatada, y cuando l coment que no le gustaba cierta cancin porque era de un tono castao rojizo especialmente revulsivo, ella dedujo que o bien tena un sexto sentido o bien uno de los cables de su cerebro estaba mal conectado. La posibilidad de que estuviera un poco loco le hizo sentirse un poco protectora, y fue probablemente esto lo que acab con sus primeros escrpulos. La maldita verdad era que invasor o no, italiano o no, el capitn haca que la vida fuera ms variada, rica y extraa. Encontr un nuevo motivo para estar enojada, salvo que esta vez el enfado iba contra ella misma: pareca que no poda dejar de mirarle, y el capitn siempre la sorprenda. Haba algo en l, sentado a la mesa mientras rebuscaba entre la montaa de papeles que le exiga la bizantina burocracia militar italiana, que la instaba a mirarle regularmente. Como un reflejo condicionado. Seguro que l estaba pensando en cmo solucionar los problemas familiares de sus soldados; seguro que le estaba sugiriendo con tacto a la mujer de un cabo que fuera a hacerse unos anlisis a la clnica; seguro que estaba firmando formularios por cuadruplicado; 175

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seguro que estaba tratando de aclarar por qu un envo de proyectiles antiareos haba aparecido misteriosamente en Parma, y por qu haba recibido en cambio un cajn de embalaje sellado. Seguro que s; pero no haba vez que ella le mirara a los ojos que no la pillara l con su irnica y persistente mirada, como si la tuviera agarrada por las muecas. Solan mirarse por unos segundos, y al final ella bajaba la vista, confusa, se ruborizaba un poco y volva a su labor, a sabiendas de que tal vez le haba desairado, pero consciente tambin de la desfachatez de aguantar su mirada un momento ms. Pasados unos segundos ella volva a alzar los ojos furtivamente, y en ese mismo instante l le devolva la mirada. Era exasperante. Era inverosmil. Era engorroso hasta la humillacin. Tengo que dejar de hacerlo, se deca ella, y convencida de que l estaba absorto en su trabajo, volva a mirar y volva a ser pillada. Intent dominarse dicindose: No lo mirar en la prxima media hora. Pero todo era en vano. Lo miraba a hurtadillas, l parpadeaba y la apresaba otra vez con su divertida sonrisa y una ceja enarcada. Pelagia saba que l le tomaba el pelo, que se mofaba de ella con tanta dulzura que era imposible protestar o sacar el asunto a colacin a fin de hacer de ello tema de disputa. Al fin y al cabo, ella nunca le pillaba mirndola, la culpa era slo suya. No obstante, en ese juego l llevaba siempre las de ganar, y en ese sentido la vctima era ella. Pelagia decidi utilizar otra tctica en esa guerra de miradas. Decidi sostenerle la mirada hasta que l cediera. Se miraron durante lo que parecieron horas, y Pelagia se pregunt absurdamente si era admisible el pestaear. Empez a verle la cara borrosa e intent concentrarse en el puente de su nariz, pero tambin sta se desenfocaba y volvi a mirarle a los ojos. Pero cul de los dos? Era como la paradoja del asno de Buridn: elecciones idnticas producen una indecisin absoluta. Fij su atencin en el ojo izquierdo, que pareci expandirse en un inmenso y fluctuante vaco, as que cambi al derecho. Su pupila la traspas como una lezna. Resultaba muy extrao que un ojo fuera un abismo sin fondo y el otro un arma tan afilada como una lanza. Empez a sentir vrtigo. l no apartaba la vista. Cuando ya los vahdos estaban a punto de aturullarla del todo, l se puso a gesticular sin dejar de abarcarla con su encaro. Hinchaba rtmicamente las ventanas de la nariz y meneaba las orejas; desnudaba los dientes como un caballo y mova de un lado a otro la punta de la nariz. Finalmente puso cara de stiro e hizo una mueca. Pelagia not que una sonrisa le tiraba de las comisuras con creciente fuerza. El ltimo tirn fue irresistible, y de pronto solt una carcajada y pestae. Corelli dio un brinco y empez a bailar ejecutando absurdas cabriolas mientras gritaba: He ganado, he ganado. El doctor levant los ojos de su libro, y exclam: Qu? Qu? Cmo? Ha hecho trampa protest Pelagia, riendo. Y volvindose hacia su padre: Pap, ha hecho trampa, eso no es justo. 176

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El doctor pase la mirada del coribntico capitn a su remilgadamente risuea hija, se ajust las gafas y suspir: Y ahora qu? pregunt retricamente, sabiendo muy bien lo que vena a continuacin y procurando de antemano pensar la mejor manera de sobrellevarlo.

32. LIBERANDO A LAS MASAS (2)


Eh, oiga, qu est haciendo? Largo de aqu. Deje en paz a mis ovejas. Hctor no quiso soltar la oveja joven que llevaba al hombro. Hctor le record a Mandras la imagen del Buen Pastor como sala en los libros de religin que los misioneros catlicos solan repartir en los pueblos ortodoxos, y tambin el Jess de la Biblia. Qu inspiracin la de Hctor, qu claridad de ideas. Era un hombre que lo comprenda todo. Tena un libro llamado Qu hacer? y saba exactamente dnde buscar una cita o una explicacin. Era un libro muy viejo y muy manoseado, pero lo haba escrito un tal Lenin que era ms importante an que Jess. A Mandras le abrumaba el modo en que Hctor poda mirar todos aquellos gusanitos impresos y convertirlos en sabias palabras. Hctor le haba prometido ensearle a leer, a l y a otros analfabetos, e iban a constituir una Clula Autodidacta Obrera. Mandras se saba ya el alfabeto y haba dado una charla sobre el arte de pescar en el mar. Todos le haban aplaudido. Por Hctor haba sabido que no era un pescador sino un trabajador, y que lo que l y un carpintero y un obrero de una fbrica tenan en comn era que los capitalistas se quedaban con todos los beneficios de su trabajo. Slo que a ese beneficio se le llamaba plusvala. l todava no entenda cmo su plusvala iba a parar a otros, pero slo era cuestin de tiempo. Sinti inquina contra el rey por hacer que las cosas fueran de aquella manera, y aprendi a fruncir el ceo o a rer con sarcasmo cada vez que alguien mencionaba a los ingleses o los americanos, como hacan los otros. Poda hacer rer a la gente llamando burgus a su fusil cuando no le funcionaba bien. Oficinistas, armadores y cualquier agricultor que empleara a otras personas eran burgueses, y los mdicos tambin. Pens en todo el pescado que haba regalado al doctor Iannis en pago por el tratamiento y se puso de mal humor. El doctor era ms rico que l, y en un mundo justo sera la plusvala del otro la que le correspondera a l. Lo que debera haber hecho era reunirse con los dems pescadores y negarse a vender pescado a menos que fuera a buen precio. Ahora lo vea clarsimo. Mandras empezaba a considerarse instruido e informado, y de hecho veneraba a Hctor, aquel hombre ms fuerte y mayor que haba estado en lo ms reido de la batalla de Guadalajara y echado a los fascistas italianos. Dnde est Guadalajara? En Espaa. Ya, y dnde

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est Espaa exactamente? No te apures, un da de stos tendremos clase de geografa. Palmada en la espalda. Gracias, camarada. Era un mundo de adultos, aqu no haba seor ni seora, slo camarada. Marcial, alentador, solidario, viril: camarada. Una palabra cordial, llena de solidaridad. Hctor sonri al furioso pequeo propietario y dijo: Nos llevamos esta oveja por orden del Alto Mando Aliado en El Cairo. El campesino lanz un profundo suspiro de alivio y dijo: Y yo que pensaba que eran ladrones. Hctor ri, y Mandras hizo otro tanto. El hombre alarg la mano. Hctor contempl aquella palma callosa y mugrienta y torci brevemente el gesto. Un soberano de oro explic el granjero. Vete a la porra dijo Hctor. Es que eres fascista o qu? Los ingleses siempre me pagan un soberano por cada oveja dijo el hombre. Es el precio habitual. No sois del EDES? Tendrais que saberlo. Somos del ELAS, y no creemos que la prdida de una oveja sea una catstrofe si tienes en cuenta lo que intentamos hacer por ti. Te pagaremos ms adelante. Ahora haz lo que te digo y vete a la porra. Las nuevas rdenes de los britnicos son coger la oveja y pagar despus. El campesino se mir las botas: El EDES me ha dado un soberano de oro esta maana a cambio de otra oveja. Si me entero de que has estado vendiendo provisiones al EDES, eres hombre muerto dijo Hctor, as que a callar. Acaso no sabes que colaboran con los fascistas? Ayer volaron un puente insisti el pobre hombre. Maldita sea estall Hctor, tan estpido eres que no sabes distinguir una operacin encubierta? Mientras se alejaban, la oveja incautada lanzando balidos de angustia sobre los hombros del andarte y el hombre rascndose la cabeza de puro desconcierto, Mandras sonri y dijo: As aprender. Hizo una pausa, lament el silencio resultante, por ms que fuera entre camaradas, y aadi remiso pero con apropiado desdn: Fascista sopln.

33. PROBLEMA CON LAS MANOS


Era una noche estigia. Fuera caa una cortina de lluvia y soplaba un levante racheado; objetos desconocidos pasaban trapaleando por el camino, y al doctor empezaba a preocuparle la salud del tejado, cuyas tejas oa rascar las unas contra las otras a medida que se levantaban y

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se posaban y se volvan a mover. Estaban los tres sentados en la cocina, Pelagia deshaciendo su cada vez ms menguada colcha, el doctor leyendo un libro de poemas y el capitn componiendo una sonata al estilo de Scarlatti. Pelagia estaba fascinada por el modo en que l pareca escuchar la msica dentro de su cabeza, y de vez en cuando iba a ver los progresos de aquellos incomprensibles garabatos sobre el pentagrama. En un momento dado apoy una mano en el hombro de l porque le pareci la postura ms natural estando de pie a su lado, y slo un par de minutos despus se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Se mir con sorpresa la mano, que descansaba en el cuerpo del hombre, como reprendindola por conducirse con tanta temeridad sin mediar una adecuada supervisin adulta. Se pregunt qu hacer. Si la retiraba de golpe, podra parecer brusca. Con ello poda dar a entender que la haba puesto all sin darse cuenta, y as l supondra unos sentimientos por su parte que a ella no le habra gustado reconocer ni delante de l ni de s misma. Tal vez si la dejaba all como si fuera de otra persona tendra la posibilidad de negar toda responsabilidad en sus acciones. Pero y si de repente l adverta que la mano estaba all? Si la mova, l notara al instante que la mano haba estado efectivamente en su hombro; y si no la mova, tal vez l se dara cuenta de que estaba all y sacara conclusiones del hecho de que no la hubiera movido. Pelagia se mir ceuda la mano y not que la ansiedad obstaculizaba su comprensin del monlogo explicativo de l acerca del fraseo y la armona. Decidi con tino que lo mejor era dejar la mano donde estaba y fingir que no le perteneca. Se inclin hacia adelante y adorn su cara con una expresin que intentaba comunicar la mxima seriedad intelectual y el mayor despojo de afecto natural y atraccin fsica. Mmm, qu interesante dijo. Psipsina ara la puerta para entrar, chillando desconsolada. No sin alivio, Pelagia corri a abrirle, momento en el cual el capitn cay en la cuenta de que una mano haba descansado durante unos minutos en su hombro. La ausencia de aquel peso era patente y su presencia anterior, de lo ms agradable y reconfortante retrospectivamente hablando. Sonri con discreto placer, y una nota triunfal habra matizado su voz de haber tenido ocasin de hablar. Sus placenteras meditaciones fueron interrumpidas del modo ms horrendo por Psipsina, cuyo peso empapado sobre su regazo descart todo placer o triunfo que l hubiera podido estar paladeando. La poltica de Psipsina cuando haba temporal era siempre mojarse cuanto fuera posible y despus saltar al regazo ms cercano y ms clido para secarse con la mxima eficacia posible, y esta vez la vctima haba sido el capitn, puesto que el doctor haba tenido la sabia previsin de ponerse de pie. Corelli mir horrorizado aquel amasijo de pelo saturado de humedad y not cmo el agua le empapaba la ingle. Aaah! grit, alzando los brazos. Pelagia ri con malvolo regocijo y le quit de la falda al chorreante animal. El capitn not el roce fugaz de sus dedos y experiment un momentneo estremecimiento de sorpresa, que no hizo sino aumentar 179

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hasta el infinito cuando ella se puso a sacudirle los pantalones con las manos al tiempo que deca: Qu desastre, pobrecito, mire toda esta porquera... l baj la vista y contempl pasmado cmo trabajaban las manos de ella, y luego not que Pelagia haba reparado en su expresin. Ella se irgui sbitamente, le lanz una fulminante mirada acusadora y continu deshilando, momento que Psipsina aprovech para saltar de nuevo sobre el regazo del capitn. A medida que el agua de su ingle iba calentndose bajo el peso de la marta, sinti aquel agradable calorcillo que haba experimentado una vez de nio al orinarse mientras dorma, soando que lo estaba haciendo contra una pared. Era ese mismo calor reconfortante que uno senta antes de despertar lleno de vergenza. Olvid a Scarlatti y pens en las manos de Pelagia. Qu dedos tan esbeltos, qu uas tan rosadas. Se las imagin enfrascadas en amorosos y nocturnos movimientos, y se dio cuenta de que estaba molestando a Psipsina. Trat de reprimir su lbrica imaginacin pensando en Vivaldi. Fue un error, porque inmediatamente record que Vivaldi haba dado clase a jovencitas en un convento. Su dscolo cerebro evoc imgenes de un aula repleta de pequeas y atractivas Pelagias, todas ellas chupando la punta de sus respectivos lapiceros y seducindolo con sus centelleantes ojos oscuros. Una imagen fascinante. Se las imagin a todas de pie junto a su mesa, inclinndose sobre l mientras explicaba algo, pasando el dedo por las lneas de un texto mientras sus negros cabellos le cosquilleaban las mejillas e invadan su olfato con el aroma del romero. Una de las chicas le meta la mano por la camisa y otra empezaba a acariciarle el pelo y la nuca. Pronto eran docenas de manos idnticamente esbeltas, y de pronto tuvo una visin de s mismo completamente desnudo sobre una mesa inmensa, mientras todas aquellas Pelagias milagrosamente desvestidas reptaban sobre l, enfrascadas en un delicioso asalto de pechos y manos y clidos, hmedos, acariciadores labios. Empez a sudar y a respirar con dificultad. Psipsina decidi que ya no poda aguantar ms aquella cosa que la empujaba insistentemente por debajo y salt de su regazo. Su hermosa ensoacin se torn en pnico. Si Pelagia acertaba a mirar, se dara cuenta claramente de la protuberancia piramidal que tena en cierto punto de los pantalones, para la cual slo habra una explicacin. Trat desesperadamente de pensar en algo muy desagradable, y mientras tanto se volvi un poco en su silla para no estar tan encarado a ella. Puso sus papeles sobre el regazo y fingi estudiarlos en esa postura. Ya a salvo, sus pensamientos volvieron a las Pelagias de en torno a la mesa, a sus mltiples manos que le recorran el cuerpo de pies a cabeza, a sus mltiples pechos carnosos cernindose en su boca cual frutas frescas y suculentas. La verdadera Pelagia suspir, cansada del ganchillo. A sus pies haba una maraa de lana deshilvanada que se haba ensortijado y ovillado en un intento de reanudar las configuraciones nudosas de su anterior estado. Pelagia no entenda por qu la lana tena que ser tan 180

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nostlgica, pero lo cierto es que era una lata. Empez a recogerla, pero su intransigencia la confundi: Capitn dijo, me permite un momento? Necesito manos para devanar esta lana. Fue el momento culminante de la crisis; el capitn llevaba tanto rato perdido en el pas de las maravillas que en aquel preciso momento estaba haciendo el amor por turnos con todas sus Pelagias. La voz de ella penetr en su sueo del Elseo como un cuchillo en un meln. Casi pudo or el susurro de la hoja al cortar y el sonido hueco del golpe al dar contra la tajadera y partir el meln en dos. Qu? pregunt. . Que me eche una mano. Estoy hecha un lo con la lana. No puedo. Bueno, es que estoy en un punto crucial. De la sonata. Le importa esperar un minuto? La situacin era desesperada; no haba forma de levantarse sin dejar ver su estado tumescente. Se forz a pensar en su abuela, en nadar en agua helada, en imaginar un caballo muerto y lleno de moscas a la vera del camino despus de una batalla. La ereccin cedi un poco, pero no lo suficiente. No haba nada que hacer. Fue una gran suerte que ella estuviera acostumbrada a verle hacer tonteras de vez en cuando. Corelli se postr de hinojos y se acerc a ella a cuatro patas. Mene el trasero como un perro, con la lengua colgando, y la mir desde abajo con expresin de mxima fidelidad canina. Con un poco de suerte ganara un tiempo precioso con aquella charada, hasta que estuviera en situacin de incorporarse. Ella lo mir y compuso una expresin irnica. Es usted un tonto dijo. Guau dijo l, y volvi a menear el trasero. Le ofreci sus manos como dos patas suplicantes y Pelagia se las puso rectas con un gesto enrgico, separadas entre s unos centmetros para permitirle devanar la lana en torno a ellas, mientras contena la risa. El capitn sac la lengua ms exageradamente an y la mir a la cara con tan perruna adoracin que ella tuvo que parar. Oiga dijo, Cmo quiere que enrolle la lana si no deja de hacerme rer? Loco. Guau repiti l, tan metido ahora en su cmica mascarada que no recordaba su causa originaria ya desaparecida. Gimi como para que le soltaran y luego empez a ladrarle a la lana cual si se tratara de un peligroso e ininteligible enemigo. Perro estpido dijo Pelagia, dndole una palmada en la nariz. Tenis idea de lo ridculo que estis? objet el doctor. Vergenza os tendra que dar, tan mayorcitos. No puedo evitarlo repuso Pelagia, a quien le haba sentado mal esta interrupcin en su muy infantil divertimento. Est loco, y la cosa se contagia. El capitn ech la cabeza atrs y aull la meloda de Sola, perduta, abbandonata. El doctor dio un respingo y mene la cabeza. Por su parte, Psipsina fue a rascar la puerta para que la dejaran salir y mojarse antes que quedarse all y soportar aquel espantoso lamento; bastante tena con los perros de verdad. Pelagia se levant, cogi un 181

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melocotn de encima de la mesa, volvi a su asiento y justo cuando el capitn acababa de echar de nuevo la cabeza atrs en un ms que lastimero aullido, ella le encaj el melocotn en la boca. La expresin de asombro del capitn, abiertos los ojos como platos, mereci la pena de contemplar. Sabe la expresin de tonto que tiene? pregunt ella, de rodillas, maniatado con lana y en la boca un melocotn? Los invasores deberan tener una conducta ms digna dijo el doctor, un poco ultrajado su sentido de la oportunidad histrica. Ung dijo el capitn. Lgicamente, Pelagia estaba distrada, y al terminar de devanar la madeja vio que lo haba hecho con una presin cada vez mayor. El capitn se puso en pie y not que la nariz se le estaba tapando precisamente por no poder respirar por la boca. Mordi el melocotn y dej que el resto cayera al suelo, donde Psipsina lo olisque con cierto inters antes de cogerlo entre los dientes y salir corriendo. Corelli trat de liberarse pero no pudo. Es un complot exclam, un traicionero complot de los griegos contra sus libertadores italianos. No pienso desovillarla otra vez dijo Pelagia. Ya me ha costado lo mo dejarla as. Atado de por vida... se lament el capitn, y espontneamente sus ojos se encontraron. Ella sonri con coquetera y luego, sin que hubiera razn para ello, volvi a bajar la vista. Perro malo dijo.

34. LIBERANDO A LAS MASAS (3)


Que el teniente coronel Myers le echara a uno un rapapolvo era una humillacin y una vergenza, pero a Hctor y a Aris les haba ocurrido tantas veces que casi se haba convertido en un juego. Lo nico que haba que hacer era simular ignorancia o indignacin o arrepentimiento cada vez que alguien se quejaba a los ingleses de que un grupo de andartes haba cometido alguna atrocidad, y luego decir que uno no poda firmar ningn acuerdo sin autorizacin del comit de Atenas, para lo cual haba que enviar a un mensajero que poda tardar dos semanas en volver de Atenas. Caba siempre la posibilidad de decir que al mensajero lo haban apresado y fusilado los italianos, o los alemanes, o alguno de los diversos grupos de la resistencia, o poda uno culpar a los ingleses, diciendo que iban a favor del EDES. Poda uno culpar incluso a los lugareos griegos armados por los alemanes para que pudieran defender sus gallinas de la requisa incesante por parte de los patriticos guerrilleros del ELAS. Esto tena la ventaja de que a veces era verdad, y casi siempre imposible de verificar.

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Hctor se ajust su fez rojo y se plant delante del teniente coronel Myers con la sensacin de ser un colegial dscolo. Haba dejado a Mandras fuera porque no quera que fuese testigo de su embarazo. Mandras contemplaba el ir y venir de los oficiales britnicos de enlace, y una vez ms le sorprendi su tremenda altura, sus rojas y peladas narices y lo mucho que gustaban de las chanzas. Algunos eran de Nueva Zelanda, y Mandras supuso que eso deba de ser algn lugar de Gran Bretaa donde adiestraban a los soldados con el propsito especfico de lanzarlos en paracadas desde aviones Liberator para dinamitar viaductos. Siempre estaban resfriados, pero eran capaces de soportar lo indecible, y contaban unos chistes cuya irona se perda totalmente con la traduccin. Hacan esfuerzos sinceros por aprender el griego romaico, pero se deleitaban en pronunciarlo mal; si una chica se llamaba Antigona, todos la llamaban Auntie Gonnie, y al propio Hctor se le conoca por My Sector; Mandras no tena manera de saber que eso vena de que su mentor siempre contestaba ste es mi sector cuando se le acusaba de doble juego, deshonestidad y barbarie. ste es mi sector le dijo Hctor a Myers y yo recibo rdenes de Atenas, no de usted. Es usted griego para estar dndome rdenes todo el bendito da? Myers suspir con paciencia. No era ducho en diplomacia; en realidad le haban dicho que el noventa por ciento de su trabajo sera impedir las guerras intestinas entre los griegos, y slo deseaba llevar una vida sencilla en la que slo hubiera que pelear contra los alemanes. Haba estado a punto de morir de una neumona y an estaba delgado y dbil, no obstante lo cual posea la autoridad moral de alguien que se niega a comprometer un principio tico en nombre de un ideal. Todos los dirigentes del ELAS le odiaban por hacerles sentir como gusanos, y sin embargo nunca haban osado desafiarle abiertamente porque de l procedan todas las armas y los soberanos de oro que ellos ahorraban para la revolucin, una vez los alemanes se marcharan. Tenan que tenerlo contento a base de aprobar algunos de sus planes, ejecutar alguna accin ms o menos blica contra las fuerzas del Eje y aguantar lo que l les endiaba echando fuego por los ojos con incontestable conviccin. Acordamos desde el principio que todos los andartes acataran rdenes de El Cairo. Haga el favor de no obligarme a repetir las mismas cosas cada vez que le veo. Si se empea en mantener esta conducta contraproducente, no dudar en disponer que le corten todos los suministros. Entendido? Usted no nos da nada, todo va a parar al EDES. No ha sido justo con nosotros. Ya estamos otra vez objet el teniente coronel. Cuntas veces quiere que le diga lo que ya sabe? Hemos adoptado siempre un reparto estrictamente proporcional. Se irgui. Cuntas veces debo recordarle que en esta guerra tenemos un enemigo comn? No ha reparado en que estamos luchando contra los alemanes? De veras cree que basta con haber volado el viaducto de Gorgopotamos? Porque

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es la ltima cosa til que ha hecho el ELAS, y adems la ltima vez que ustedes han cooperado con el EDES. Es con Aris con quien tendra que hablar. Hctor estaba rojo de ira. Yo recibo rdenes de l, y l las recibe de Atenas. Conmigo no se meta. Ya he hablado con Aris ms de cien veces. Y ahora estoy hablando con usted. Aris me dijo que hablara con usted, porque dice que es el responsable de estos ltimos atropellos. Atropellos? Qu atropellos? El coronel sinti desprecio y tuvo ganas de atizar a aquel tramposo andarte, pero se contuvo. Mientras hablaba, fue enumerando cada punto con sus dedos. Primero, el viernes pasado hubo un lanzamiento para el EDES, que, si me permite recordrselo, es el nico grupo importante que combate realmente a los nazis. Usted y sus hombres los atacaron, los pusieron en fuga y les robaron todo. No es verdad replic Hctor, y de todos modos no tendramos que hacer esas cosas si ustedes nos tuvieran bien suministrados. No muri nadie. Mataron a cinco hombres del grupo de Zervas, incluido un oficial de enlace britnico. Segundo, les hemos proporcionado grandes sumas de dinero, pero ustedes nunca pagan a los agricultores cuando les requisan algo. Es tan tonto como para no ver que los est arrojando en brazos del enemigo? He recibido innumerables quejas; varios campesinos han recorrido a pie ochenta kilmetros para exigir una compensacin. Han quemado ustedes tres pueblos cuyos habitantes se opusieron a sus robos, con el pretexto de que eran colaboracionistas. Mataron a doce hombres y cinco mujeres. He visto los cadveres, Hctor, y no soy ciego. Qu objeto tiene castrarlos, arrancarles los ojos y rajarles la boca para que parezca que mueren sonriendo? Si ellos no nos dan provisiones, es que son colaboracionistas; y si usted no nos da provisiones, qu otra cosa podemos hacer nosotros? Si son colaboracionistas, yo no puedo culpar a mis hombres por perder los estribos, verdad? Adems, quin ha dicho que fuimos nosotros? Myers estaba a punto de explotar y casi dijo Los aldeanos, pero comprendi que con eso provocara nuevas represalias comunistas. As que opt por decir: Lo vio un oficial nuestro. Hctor se encogi de hombros. Mentira. Los oficiales britnicos no mienten. Myers permaneci impasible, arrepentido de tener que echar mano de la hipocresa. Mir iracundo y con patricio desdn al lder andarte; el problema con estos fascistas rojos era su falta de caballerosidad. No tenan el ms mnimo sentido del honor personal. Tercero continu, han impedido que gente de las zonas de alta montaa entrasen en reas del EDES para comprar trigo, sin el cual se mueren de hambre. Eso es patriotismo? No les dejan pasar a menos que se afilien primero al ELAS, y luego imponen penas de muerte por "desercin", aunque no poseen autoridad para ello. Cuarto, 184

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han tomado represalias contra un pueblo por coger patatas que haban sido requisadas ya por los italianos. Quinto, usted personalmente dio indicaciones errneas a uno de nuestros oficiales de enlace que estaba buscando a Aris con la intencin de presentarle una queja por sus acciones. Sexto, han practicado una poltica de desarmar a otros grupos de andartes y asesinar a sus oficiales. Hctor era adepto a la tctica de la diversin, y pas al ataque: Conocemos los planes britnicos. Cree que somos tontos? Piensan traer de nuevo al rey sin consultar al pueblo. Myers descarg un puo sobre la mesa, mandando al suelo un vaso de vidrio. Sptimo rugi, han secuestrado y asesinado a un jefe de la gendarmera que estaba organizando una defeccin en masa de sus hombres al EDES, y usted hizo que se pasaran a su bando bajo pena de muerte. Octavo, han proclamado que todo aquel que no se una al ELAS es un traidor a Grecia y por tanto ser fusilado. Noveno, los fondos que nosotros les proporcionamos se los dan al EAM, que a su vez se los da al KKE en Atenas, y en lugar de pagar a los campesinos les entregan pagars falsos. Dcimo, algunos hombres de su unidad atacaron vergonzosamente a una unidad del EDES cuando estaba librando una encarnizada batalla contra una unidad de las SS. Esto es una mancha para el buen nombre de Grecia, una infamia que no debe repetirse. Est claro? El coronel hizo una pausa y cogi un papel de encima de su mesa. Tengo aqu un pacto que han firmado el EDES, el EKKA y el EOA, por el que acuerdan unnimemente adoptarlo como cdigo de prctica. Voy a hacer que Aris lo firme, y quiero que usted lo lea y me d su palabra de honor como caballero de que lo respetarn. Si no, habr que pensar en interrumpir el aprovisionamiento. Hctor le mir desafiante. El coronel haba ensayado esta tctica un centenar de veces. No puedo hacerlo, y Aris no firmar nada a menos que recibamos rdenes del comit de Atenas. Habr que mandar un mensajero. Quin sabe lo que puede tardar. stas son las condiciones dijo Myers, entregndole el papel. Hctor lo cogi, salud con indolencia y se fue. Bueno, qu te ha dicho? pregunt Mandras mientras bajaban por el empinado y resbaladizo camino de cabra que serpenteaba hacia el valle desde la cueva que Myers haba utilizado como cuartel general. Nada. Un montn de mierda respondi Hctor. Lo que has de entender es que los britnicos son unos fascistas que slo quieren conquistar Grecia para su imperio, y gente como Zervas y sus lacayos del EDES les estn ayudando a conseguirlo. Por eso l tiene todas las provisiones y nosotros nada. Pero si tenemos toneladas de cosas dijo Mandras. Hay suficiente como para hacer saltar por los aires a todos los nazis que hay en Grecia. Hctor hizo caso omiso; Mandras era joven, ya aprendera. Esos aldeanos se han chivado a Myers dijo. Creo que deberamos darles una buena leccin. Cabrones colaboracionistas. Haba unas cuantas tas buenas apostill Mandras, sonriente. 185

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A ellas tambin les ensearemos un par de cosas replic Hctor, y los dos rieron conchabados de placer. Aquellos aldeanos eran un hatajo de pequeoburgueses, realistas y republicanos que slo aparentaban ser contrarios a un rey a quien todo el mundo aluda despreciativamente como Glucksburg. Eran todos compaeros de viaje del fascismo, y todos ellos desdeaban el socialismo cientfico. S, haba que hacer chillar y retorcerse a aquellas traidoras, y no preocuparse por problemas de conciencia, porque era lo menos que se merecan; estaban a punto de construir una Grecia nueva y mejor, y con los ladrillos de mala calidad haba que hacer lo que a uno le diese la gana, al fin y al cabo iban a desecharlos. Era como hacer una tortilla y tirar las cscaras. All en su cueva, Myers reconsider la posibilidad de pedir la evacuacin. El Cairo pasaba por alto lo que les contaba sobre el ELAS y no parecan entender que antes o despus ms bien antes los comunistas iniciaran una guerra civil. l slo estaba perdiendo el tiempo. Se enjug la frente con su pauelo y se pas la mano por la incipiente barba que an era una novedad para l. Entr Tom Barnes, que vena de andar cinco das tras haber destruido un puente con ayuda de los hombres de Zervas. Se dej caer en la vieja silla de madera, se quit las botas y examin las ampollas en carne viva que tena en la planta del pie y en los dedos. Myers le interrog enarcando una ceja y Barnes levant la vista, sonriente. Una explosin de narices dijo, arrastrando las palabras. Ha sido la hostia. Vigas voladizas por todas partes. Los wops y los jerries tienen trabajo para semanas. Magnfico dijo Myers. Un poco de t? Acaba de estar aqu ese Hctor. Es casi tan horrendo como Aris, un autntico canalla hasta los tutanos. Es lo que pasa con los sombreros malos dijo Barnes, uno acaba ponindoselos siempre en la cabeza.

35. PANFLETO DISTRIBUIDO POR TODA LA ISLA BAJO EL ESLOGAN FASCISTA CREE, LUCHA Y OBEDECE
Italianos! Celebremos la vida y las conquistas de Benito Andrea Amilcare Mussolini, quien pese a unos inicios poco prometedores nos ha llevado a la ruina. De nio se crey que era mudo, pero ms adelante demostr una garrulera incorregible y un pasmoso talento para la verborrea. De muchacho coga pjaros y los dejaba ciegos con un alfiler, arrancaba plumas a las gallinas, se le consideraba ingobernable y pellizcaba a las
Trminos utilizados en ingls para referirse, respectivamente, a italianos y alemanes generalmente con una connotacin despectiva. (N. del T.)

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nias en el colegio para hacerlas llorar. Era el jefe de la banda, siempre buscaba pelea, iniciaba rias sin mediar provocacin y se negaba a pagar las apuestas que perda. A los diez aos apual a un chico durante la cena y poco tiempo despus apual a otro ms. Hizo correr la voz de que era el primero de su clase, cuando no era as, y al comienzo de la pubertad empez a frecuentar todos los domingos un burdel en Farti. stos son los velos de esplendor entre los que inici su vida! Cometi estupro en la persona de una virgen, en un hueco de escalera, y cuando ella llor por su honor l le reproch no haber ofrecido suficiente resistencia. Misntropo y eremtico, era zarrapastroso, maleducado, incapacitado para cualquier empleo, y slo sala al anochecer. Con cunta largueza continu desarrollando sus habilidades! Como maestro de escuela se le conoca como el tirano, pero era incapaz de dominar sus aulas. Se dio al alcohol y las cartas, tuvo un lo con la mujer de un soldado que estaba de servicio, la acuchill y se compr una llave inglesa. A fin de eludir a sus acreedores, a sus los y al servicio militar, huy a Suiza, donde rehus trabajar. En cambio, empez a mendigar con amenazas, y tras haber sido arrestado por vagancia, protest ante la polica afirmando que l odiaba a los vagabundos y que, por tanto, no se consideraba uno de ellos. Demostr as un talento especial para la oratoria razonada que tan bien conocemos todos. Empez a trabajar en un comercio de vinos, pero fue despedido por beberse todo el gnero. Su versin de esta historia es que en esa poca mantena entrevistas con Lenin, el cual profesaba la ms profunda admiracin por sus cualidades. En 1904 empez a fomentar la desercin entre los soldados italianos, cosa perfectamente compatible con su ltima exigencia (tan familiar ahora para nosotros) de que todos los desertores deban ser fusilados. Se traslad a Pars, donde se ganaba la vida diciendo la buenaventura. Fingi interesarse por la filosofa, y recientemente ha revelado que estudi en las universidades de Ginebra y Zurich. Lo cual es cierto, por supuesto, aunque no existe constancia de que asistiera a clase ni de que se matriculara. Tambin es cierto que no abandon a su madre en la penuria, ni a su padre en la crcel. Como todos sabemos, el DUCE cree en su propia propaganda y, por lo tanto, nosotros tambin. Acept una nueva plaza de maestro y fue despedido al cabo de un ao por celebrar fiestas licenciosas en cementerios. Asimismo, contrajo la sfilis durante un lance adltero. No obstante, ello no puede aceptarse como causa de su demencia actual, puesto que ya estaba loco cuando contrajo la enfermedad. Fue por entonces que escribi su soberbia historia de la filosofa, que segn dice l fue destrozada por una amante celosa, pero que todos nuestros catedrticos saben que fue una obra genial, incluso sin haberla ledo. Fue depuesto de una nueva plaza docente, y descubri una nueva ideologa poltica consistente en la idea de que primero hay que actuar y luego inventarse los motivos, siendo ste el nico punto de conflicto con las 187

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doctrinas de Stalin, el cual saba siempre de antemano lo que pretenda conseguir. Al DUCE le dio por calarse el sombrero hasta los ojos para no reconocer a nadie y verse obligado a conversar; iba con la ropa deliberadamente arrugada y utilizaba un lenguaje soez. Escribi una excelente novela a la manera de Edgar Allan Poe, que fue inexplicablemente rechazada por todas las editoriales a las que envi el original. Era una obra genial, probablemente demasiado sofisticada para el gusto de la poca. Poco tiempo despus se convirti en subdirector de Il Popolo y descubri que poda ahorrarse los periodistas fabricando l mismo las noticias. Se le confiscaron diez ediciones por difamacin, y fue arrestado por no pagar una multa. As pues, la originalidad siempre ha sido objeto de persecucin. El DUCE logr notoriedad por acusar a Jesucristo de copular con Mara Magdalena, y por redactar un panfleto titulado Dios no existe. Al poco tiempo fue encarcelado por fomentar la sedicin en el seno del ejrcito. Se cas con su propia media hermana hija ilegtima del padre de l y despus engendr un hijo ilegtimo en Trento. Los hijos obedientes deberan pues emular siempre a sus padres, y de este modo cada generacin ser un faro cuya luz se perpetuar en las siguientes. En esa poca se dijo de l que era incapaz de mirar a la gente a la cara durante una conversacin, que careca de sentido del humor, que era un delincuente paranoide, y todo el mundo le conoca por el Loco. Esto, claro est, no es cierto, si bien los que le conocieron entonces lo recuerdan perfectamente. En 1911 se opuso a la guerra con Libia, y al acceder al poder aos despus llev a cabo una poltica de bestial represin contra ese mismo pas, haciendo gala de su extraordinaria adaptabilidad ante situaciones inalterables. Siendo redactor jefe de Avanti inici una aventura amorosa con Ida Dalser, quien tuvo un hijo de l y permiti que viviera a expensas de ella. El DUCE la abandon y posteriormente la hizo encerrar en una institucin mental, haciendo gala de su increble capacidad para la lealtad. Del mismo modo convirti en querida suya a Margherita Sarfatti, para despus hacerla encarcelar segn la legislacin antijuda. Cabe decir que todas y cada una de sus docenas de amantes eran espantosamente feas, y no cabe duda de que el DUCE dio rienda suelta a sus impulsos caritativos asocindose con ellas. La belleza est en los ojos del observador y es posible que el DUCE sea astigmtico. Habra que apuntar aqu que Leda Rafanelli declin convertirse en una ms de la lista basndose en que l era un loco y un embustero, y fue por esta calumnia que l la someti despus a un acoso policial plenamente justificado y que no tuvo nada que ver con mezquinos motivos emparentados con la venganza. El DUCE fue puliendo su ideologa hasta convertirla en una segn la cual l estaba completamente de acuerdo con la ltima persona con la que hablaba, y en 1915 trat de evitar el reclutamiento para la guerra que alternativamente haba objetado y apoyado. Su propuesta fue inexplicablemente rechazada por una comisin; l sostuvo que los austriacos haban bombardeado el hospital donde se recuperaba de la metralla con la nica intencin de eliminarlo a l, puesto que era el 188

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hombre ms importante de Italia. Para entonces su peridico se financiaba gracias a la publicidad de los fabricantes de armamento, que nada tena que ver con su sbita conversin a la causa aliada. El DUCE desvi fondos destinados a la aventura del Fiume y los utiliz para su propia campaa electoral. Fue detenido por posesin ilegal de armas, por mandar paquetes bomba al arzobispo de Miln y a su alcalde, y pasados los comicios l fue, como es bien sabido, el responsable del asesinato de Di Vagno y Matteoti. Desde entonces ha sido responsable de los asesinatos de Don Mizzoni Amendola, los hermanos Roselli y el periodista Piero Gobetti, sin contar naturalmente los centenares de vctimas de sus squadristi en Ferrara, Ravena y Trieste, y los miles que han perecido en localidades del extranjero cuya conquista fue intil y carente de todo sentido. Los italianos le estamos eternamente agradecidos por esto y pensamos que tanta violencia nos ha convertido en una raza superior, del mismo modo que la introduccin de revlveres en el Parlamento y la total destruccin de la democracia constitucional han elevado nuestras instituciones a las ms altas cotas de civilizacin. Desde la toma ilegtima del poder, Italia ha conocido un promedio de cinco actos de violencia poltica al da, el DUCE ha decretado que 1922 es el nuevo Annus Domini, y se ha hecho pasar por catlico a fin de persuadir al Santo Padre para que le apoye en su cruzada contra los comunistas, pese a que l mismo lo es. Ha sobornado completamente a la prensa y ha hecho destrozar los locales de las revistas y peridicos disidentes. En 1923 invadi Corf no se sabe por qu, y fue obligado a replegarse por la Liga de Naciones. En 1924 manipul las elecciones. Ha oprimido a las minoras del Tirol y del nordeste del pas. Mand a nuestros soldados a participar en la destruccin de Somalia y Libia, manchndose las manos de sangre inocente; ha doblado el nmero de burcratas al objeto de domar a la burguesa; ha abolido las administraciones locales, obstaculizado el poder judicial y presuntamente interrumpido con mano divina el flujo de lava del monte Etna mediante un simple acto de voluntad. Ha adoptado actitudes napolenicas mientras permita la utilizacin de su imagen para anunciar chocolates Perugina; se ha afeitado la cabeza porque le da vergenza que se vea que est quedndose calvo; se ha visto obligado a contratar a un tutor que le ensee modales en la mesa; ha introducido el saludo romano como alternativa ms higinica al apretn de manos; pretende no necesitar gafas; tiene un repertorio de dos nicas expresiones faciales; se sube a un podio oculto cuando pronuncia discursos porque es muy bajo; finge haber estudiado economa con Pareto; ha asumido la infalibilidad y fomentado que la gente vaya con retratos suyos a los desfiles, como si fuera un santo. Desde luego, es un santo. l mismo (y quines somos nosotros para decir lo contrario?) se ha proclamado ms grande que Aristteles, Kant, Aquino, Dante, Miguel ngel, Washington, Lincoln y Bonaparte, y ha nombrado ministros suyos a un puado de parsitos, renegados, extorsionistas y funcionarios pblicos que, encima, son todos ms bajos que l. Le da miedo el mal de ojo y ha abolido la segunda persona del singular como 189

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tratamiento. Ha hecho moler a palos a Toscanini por negarse a tocar Giovinezza y ha encargado a varios acadmicos que demuestren que los grandes inventos del hombre eran italianos y que Shakespeare fue el seudnimo de un poeta italiano. Ha hecho pasar una carretera por el emplazamiento del foro romano, destruyendo quince iglesias antiguas, y ordenado esculpir una estatua de Hrcules de ochenta metros de altura, con su propia efigie, que hasta ahora consiste en una parte de la cara y un pie gigantesco, y que no puede ser concluida porque ya se han gastado cien toneladas de metal. Todo lo que dice en sus discursos est en contradiccin con algo que ha dicho en otro discurso, ya que ha sabido observar que los italianos solamente hacemos caso de aquello con lo que estamos de acuerdo. Es as como ha conseguido serlo todo para todos. Ha quemado libros y ha falseado los textos de nuestras escuelas, ha perseguido al filsofo Benedetto Croce, ha nombrado tribunales revolucionarios con potestad para dictar sentencias de muerte y ha convertido islas idlicas en crceles donde torturar a sus adversarios. Nos ha hecho jurar votos de obediencia a los dieciocho aos, para que slo los hipcritas y los imbciles recalcitrantes puedan hacer progresos, y ha intentado convertirnos a todos en puritanos dicindonos que es muy viril negar la sonrisa excepto para expresar sarcasmo absoluto. Ha invadido las islas del Dodecaneso, tachando incluso las lpidas de los griegos, ha inaugurado en Parma una escuela donde se ensea terrorismo a croatas y macedonios, ha subvertido la Liga de Naciones infiltrndose en sus principales cargos, ha obstruido las negociaciones de paz entre Albania y Yugoslavia, ha rearmado a Alemania, Blgica y Austria, dejando que su propio ejrcito libre batallas escandalosamente injustificadas sin armas, y sin embargo ha firmado el pacto de Kellogg que prohbe el uso de la fuerza como instrumento de poltica exterior. Este Promiscuo Sifiltico ha convertido el contagio de la sfilis en un delito merecedor de crcel, este Padre de Innumerables Bastardos Enanos ha declarado ilegal la anticoncepcin, este Campesino Malhablado ha prohibido blasfemar y ha reglamentado el baile y el consumo de alcohol en un intento de hacernos ms formales. Ha dispuesto por ley que las mujeres sean como gallinas de criadero, ha suprimido la libertad de culto, ha hecho que todos los pronombres referidos a l sean escritos con mayscula y que la palabra DUCE aparezca en los peridicos impresa en letra versal, ha levantado campos de concentracin en Libia y en un momento u otro ha decidido invadir Francia, Yugoslavia, la Somalia francesa, Etiopa, Tunicia, Crcega, Espaa y Grecia. El DUCE ha dicho: Mejor un da como len que cien aos como oveja, y en consecuencia se ha convertido en len de cartn piedra y nosotros, los italianos, en ovejas que le seguimos al matadero dicindonos unos a otros que tambin somos leones. l ha dicho: Cuantos ms enemigos, mayor es el honor, de ah que nos hayamos creado enemigos de la nada y hayamos tenido que combatirlos con los pies descalzos y subidos en carros blindados con caones de madera.

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Este Bufn Ridculo, propietario de un millar de floridos uniformes atiborrados de espurias condecoraciones por actos de valor que nunca ha llevado a cabo, ha sido la causa de que saquemos fotografas de nuestros hijos vestidos con camisa negra, nos ha hecho ensayar el aplauso en sus discursos por medio de cartelitos y campanas, ha inaugurado un movimiento hacia la juventud que ha llevado a posiciones de poder a malhechores y gente sin experiencia. Contra la doctrina catlica de la Santa Madre Iglesia, ha introducido la esterilizacin para los racialmente inferiores, ha firmado pactos de no agresin con la URSS y Gran Bretaa, pases ambos con los que ahora estamos en guerra no se sabe por qu, y ha hecho obligatoria la instruccin militar a los ocho aos para que nuestros hijos se conviertan en soldados. Ha calificado a Hitler de payaso trgico, horrible degenerado sexual y desleal e indigno de confianza, sin embargo de l recibe rdenes. Ha hecho saber que su nombre se utiliza como anestsico en los hospitales antes de cualquier intervencin quirrgica y, como si su propio intelecto estuviera anestesiado, ha afirmado estpidamente que los britnicos son demasiado decadentes para plantarnos cara. Desde entonces los britnicos han hundido, decadentemente, la mitad de nuestra flota (razn por la cual en todas partes pasamos hambre) y nos han derrotado en el norte de frica, donde nuestras tropas han desertado unnimemente. La invasin de Etiopa nos cost cinco mil vidas italianas, los ingresos de todo un ao, y el equivalente del material de 75 divisiones, lo cual ha sido causa directa de que los britnicos se rearmaran con el mismo armamento que ahora utilizan contra nosotros. Este pigmeo Moral e Intelectual ha hecho que la oracin Felix Mater fuera dirigida a su propia madre difunta, ha causado la prdida de seis mil soldados en la guerra civil espaola, a cambio de nada. Por ser como leones dirigidos por un asno fuimos derrotados por un ejrcito de aficionados en Guadalajara y, lo que es peor, el DUCE ha mancillado nuestro nombre ordenando la masacre de prisioneros espaoles en Mallorca. Igual de vergonzosa ha sido la orden de torpedear barcos neutrales y de negar el permiso para que los supervivientes fueran recogidos del mar; ha entrado en una alianza con Japn y ordenado a la prensa que se les llame arios; nos ha convertido en lacayos de Alemania al obligarnos a desfilar al paso de la oca; ha realizado la semnticamente imposible gesta de nombrarse a s mismo y al rey primer mariscal; ha hostigado a los judos italianos para complacer a Hitler, y ha afirmado que no podemos perder ante los britnicos porque son unos afeminados que llevan paraguas. Soldados! No tenemos uniformes que ponernos porque el DUCE ha ordenado que tienen que llevarlos todos los maestros y empleados del gobierno. Hemos sido abandonados en el norte de frica por falta de transporte tras haber caminado seiscientos kilmetros por el desierto en pleno verano; hemos perdido un tercio de nuestra marina mercante porque l se olvid de hacerla regresar a casa antes de declarar la guerra; nos han querido convencer de que reducir a la mitad los efectivos de una divisin equivale a decir que hemos doblado el 191

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nmero de divisiones; nos han hecho invadir Grecia por el norte en la estacin de las lluvias y sin ropa de invierno, despus de habernos desmovilizado, en puertos del Adritico donde era imposible desembarcar, sin que lo supiera el jefe de Estado Mayor del Ejrcito, que se enter por la radio. Todos nuestros soldados albaneses desertaron y slo sabemos lo que nos est pasando gracias a la BBC. Nuestra Armada, por falta de cobertura area y de portaaviones, ha sido aniquilada en Taranto y en Cabo Matapan mientras los britnicos perdan un nico avin, y en el norte de frica nuestros 300.000 soldados han sido vencidos por 35.000 porque no tenemos fuerza area, nuestros carros ligeros parecen de papel y nuestras unidades motorizadas carecen de motores. Mientras nosotros morimos por nada el DUCE ha establecido su cuartel general cerca del Vaticano, para que no se lo bombardeen. Soldados! Nos han hecho invadir un pas inocente sabiendo que si salamos victoriosos no podramos alimentar a sus valientes habitantes, de manera que su hambruna es peor que la nuestra. En contra de todos los preceptos que rigen la guerra y la conciencia, el DUCE nos ha ordenado matar a veinte de ellos por cada baja nuestra, y hay que decir en nuestro honor, que casi nadie le ha hecho caso. Soldados! Lloremos por lo que ha sucedido en nuestro pas: 350.000 de los nuestros han sido trasladados a Alemania como esclavos, el DUCE ha conseguido lo imposible haciendo que haya desempleo durante una guerra, la inflacin es galopante, tres cuartas partes de la comida se obtienen nicamente en el mercado negro que dirigen sus propios oficiales, las tarjetas de racionamiento son falsificadas sin restriccin, y existen cuarenta agencias de reparto con funciones superpuestas que garantizan que nunca pueda pasar nada. Lloremos por un pas donde se conceden medallas por el supuesto hundimiento de inexistentes buques de guerra britnicos, donde se nos obliga a ponernos en pie y saludar durante los partes informativos de la radio, donde los discursos de un luntico reciben el mismo tratamiento que un texto sagrado y son imprimidos con tiradas millonarias, donde el Luntico de marras es como un director de orquesta que pretende tocar a la vez todos los instrumentos, que se ha hecho filmar ganando partidos de tenis contra jugadores profesionales, actuando como rbitro el ministro de Propaganda, que es el hombre Ms Desobedecido de la Historia porque todo el mundo sabe que sus rdenes nunca tardan en ser revocadas. Soldados! ste es el Hombre que nos orden utilizar gas mostaza y fosgeno contra salvajes armados con lanzas. ste es el Mamarracho cuyos bandidos y pirmanos camisas negras huyen del campo de batalla pero matan a nuestros padres y tos hacindoles beber aceite de ricino rociado con gasolina. ste es el Hombre que ha destrozado la economa y nos ha sumido para siempre en la vergenza. Soldados! Bien dicen que cada pas tiene los lderes que se merece. VIVA IL BUFFONE! VIVA IL BALORDO! VIVA IL ASSASSINO! VIVA IL DUCE!

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36. EDUCACIN
Los muchachos haban hecho un kokoretsi con las menudencias de la cabra que le haban quitado al resentido monarca del pueblo, y estaban mirando cmo chisporroteaba sobre las pavesas. A todos se les haba abierto el apetito, y para pasar el rato hasta que la comida estuviera lista Hctor decidi beneficiarles una vez ms con sus conocimientos. Algunos de los andartes bostezaban con mal disimulado aburrimiento. Otros, que se haban visto forzados a unirse al grupo a falta de otra alternativa, aguantaban enfurruados de resentimiento mientras pensaban que estara bien llenarle de mierda la boca a aquel patn. Por la noche dos de ellos cogeran sus armas y desapareceran en busca de una cuadrilla que combata a los alemanes en lugar de a sus compatriotas griegos. Saban que seran fusilados si los capturaban, pero incluso eso pareca mejor que quedarse all. Un monrquico escribi Erkhetai en el polvo del camino y luego se esmer en taparlo con agujas de pino para que Hctor no lo viera; era un canto de esperanza (l vendr) que no poda ser sino secreto. Cuatro republicanos venizelistas escucharon a Hctor y se preguntaron amargamente cmo todos los grupos haban terminado de algn modo en un comit de tres lderes comunistas y contrarios a los britnicos, los nicos extranjeros que haban intentado hacer algo por ellos desde el inicio de la guerra. Cuando Hctor deca algo, era lgico suponer que la verdad era lo contrario de lo que deca; as se enteraba uno de las cosas, escuchando a Hctor y dndole la vuelta. nicamente Mandras y otros dos lderes nominales le escuchaban con atencin mientras l se paseaba arriba y abajo con su venerado ejemplar de Qu hacer? bajo el brazo. Un bho ulul a lo lejos, como burlndose de su discurso, y la noche se hizo ms fra a medida que el viento del norte agitaba las ramas de los pinos. Detrs de ellos, la cumbre de la montaa pareca meditar entre dos brillantes estrellas, sobresaliendo despticamente sobre aquel bosque sin lmites con su extraamente entremezclada poblacin de hroes, martas, jabales, bandoleros y ladrones. Y ahora, camaradas, quiero hablaros porque creo que muchos de vosotros no habis aprendido todava que sin teora revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario, y que el papel de vanguardia slo puede llevarlo a cabo un partido que se gue por la ms avanzada teora. La cuestin es que muchos de vosotros no tenis una idea clara de cmo analizar nuestra experiencia histrica, lo cual conduce a un economicismo, a un concesionismo y a un democratismo estrechos de miras. Ahora bien, es cierto que este socialismo burgus, social reformismo burgus o socialismo oportunista es concienciacin en un estado embrionario, pero no tiene en cuenta el necesario e irreconciliable antagonismo entre los intereses del proletariado y los

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intereses del oscurantismo reaccionario. No logra comprender la dialctica de las contradicciones sociales. Veris, los intereses del proletariado son diametralmente opuestos a los intereses de la burguesa. No es slo la teora sino tambin la praxis la que lo demuestra, y no hace falta que intente dar pruebas de ello porque es evidente. Lo que debemos tener siempre en mente es que el significado histricomundial de la lucha exige la intervencin directa del proletariado en la vida social, y no cierto tipo de republicanismo parlamentario o de semiabsolutismo militar. El caso es que el comunismo siempre est a la cabeza a la hora de procurar la valoracin ms revolucionaria de cualquier acontecimiento, y que es siempre el ms inconciliable en la lucha contra toda defensa del atraso. Y no quiero que pensis que podemos repudiar a los revisionistas y a los idelogos eclecticistas de las clases dominantes organizando huelgas y constituyendo sindicatos, porque la poltica sindicalista de la clase obrera no es ni ms ni menos que una poltica pequeoburguesa de la clase obrera. Nosotros vamos mucho ms all. Es completa y cientficamente cierto que lo que pretendemos es la emancipacin poltica y econmica de las masas, pero tambin sabemos perfectamente que el proletariado necesita ser guiado por una intelligentsia con la suficiente cultura y tiempo libre para teorizar; Marx, Engels, Plejanov y Lenin eran intelectuales burgueses que sacrificaron sus intereses de clase para despertar la conciencia del proletariado mundial, que an no ha comprendido del todo la naturaleza de las estructuras que han de ser instauradas. A lo que apuntamos es a eliminar toda distincin entre obrero e intelectual, de ah que necesitemos lderes con la suficiente experiencia y preparacin para saber apartar a las masas espontneamente concienciadas de teoras errneas que se desvan de la necesaria e ineludible naturaleza de la concepcin materialista de la historia. Necesitamos dirigentes que no sean susceptibles de lameculismo, lderes que no se rindan a las aspiraciones de la clase obrera sino que ayuden a los proletarios a formular aspiraciones correctas. Teniendo lderes adecuados no es necesario elevar al obrero a la categora de intelectual, pues lo nico que el obrero ha de hacer es depositar su confianza y su fe en los lderes que proporcionarn la organizacin estable que mantendr la continuidad y lograr una comprensin cientfica de las condiciones objetivas. S que algunos de vosotros os habis quejado de que no sometemos las decisiones al voto democrtico, pero tenis que entender que nos enfrentamos a un ejrcito de revanchistas, reincidentes, chovinistas y reaccionarios, y nuestra jefatura no puede dar la cara abiertamente. Y si no puede dar la cara, cmo puede entonces llamarse democrtica? La democracia implica una sinceridad que en nuestro caso sera suicida. Es evidente, verdad? O sea que dejmonos de electoralismos. No es ms que un juguete intil y peligroso. Otra cosa. Cualquiera que piense un poco entender que la jefatura es una especializacin funcional y que, por lo tanto, presupone una inevitable centralizacin. As que basta de quejarse de que no 194

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luchamos lo suficiente contra los alemanes, y basta de quejarse de que haya que luchar contra el EDES y la EKKA. La jefatura central sabe exactamente lo que se hace. Ellos ven la situacin en conjunto mientras nosotros slo vemos una esquinita, y sa es la razn de que nunca debamos actuar por iniciativa propia; si tratamos de hacernos los oportunistas podemos estropear algn plan de mayor envergadura. Oportunismo quiere decir falta de principios firmes y definidos. Entre los revolucionarios debe existir una absoluta confianza mutua, debemos mantenernos constantemente unidos ante la lucha decisiva. Y si alguien piensa lamentarse otra vez de tener que hacer frente a esos fascistas y reaccionarios de la as llamada guerrilla del EDES, dejadme que os recuerde que una mala paz no es mejor que una buena batalla. Ellos dicen que tienen el mismo enemigo que nosotros, pero nos debilitan al reclutar a gente que debera haberse afiliado a nosotros y al inculcarles una falsa conciencia del verdadero carcter de la lucha a nivel mundial. Es nuestro primordial deber histrico purgarlos, porque un partido, si se purga, va ganando en fuerza. Esto significa que hemos de ser solidarios en todo momento y mantener una frrea disciplina; de ah que est en concordancia con las estrictas demandas de justicia el que la jefatura haya decidido que todo aquel que se desva firma su propia sentencia de muerte. Puesto que yo soy aqu el representante de esa jefatura, la cosa se resume al sencillo requisito de que debis obedecerme a m sin rechistar. En este momento histrico no hay lugar para escpticos ni parsitos ni falsos filntropos. Debemos tener la vista fija nicamente en el objetivo principal, porque cualquier otra cosa significa traicionar no slo a Grecia y a las clases trabajadoras sino a la propia Historia. Alguna pregunta? Mandras alz la mano respetuosamente: No lo he entendido todo, camarada Hctor, pero quiero decir que puedes contar conmigo. Algn da podra leer por s solo aquel libro de Hctor. Podra sostenerlo entre sus manos como si estuviera impreso en hojas de diamante. De noche podra besar sus cubiertas y dormir con l bajo la cabeza como si su fenomenal sabidura pudiera penetrar en su cerebro por capilaridad. Un da llegara a ser un intelectual y ni el doctor ni Pelagia podran decir lo contrario. Se imagin de maestro de escuela, y que todos le llamaban daskale y escuchaban sus opiniones con avidez en la kapheneia. Se imagin de alcalde de Lixouri. Mandras no lleg a leer nunca aquel libro, y se ahorr la desilusin de descubrir que era una irracional e inmensamente tediosa diatriba contra una publicacin comunista rival. Pero llegara un momento en que comprendera todo cuanto Hctor deca y se empapara de sus alucinaciones sobre la dictadura del proletariado como si de revelaciones de un santo se trataran. Pero aquella noche, uno de los venizelistas que estaba a punto de arriesgar su vida pasndose al EDES se le acerc en la oscuridad, le ofreci amablemente un cigarrillo y le explic lo siguiente: Mira, no hace falta que entiendas la jerga del pelma de nuestro amigo, porque en el fondo lo que cuenta es que hay que hacer lo que 195

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l dice o te rebanan el cuello. As de simple. El hombre, abogado en la vida civil, le palme la espalda y, al darse la vuelta, le dijo enigmticamente: Me das pena. Por qu? pregunt Mandras cuando l se alejaba, pero no obtuvo respuesta.

37. EPISODIO QUE CONFIRMA LA CONVICCIN DE PELAGIA DE QUE LOS HOMBRES NO SABEN DISTINGUIR ENTRE VALENTA Y FALTA DE SENTIDO COMN
Una voz magnfica retumb a su espalda y el capitn Corelli, absorto en la lectura del panfleto, se qued paralizado del susto. Aquellos que buscan mi alma para destruirla irn a parar a lo ms bajo de la tierra, morirn a espada, sern pasto de los zorros, Dios les disparar una flecha y de pronto estarn heridos. Corelli dio un salto y se vio frente a frente con la barba patriarcal del padre Arsenios, que le miraba con ojos llameantes desde la tapia, pues ltimamente acostumbraba a sobresaltar a confiados soldados italianos mediante atronadoras improvisaciones sobre textos bblicos en griego. Los dos hombres se miraron, Corelli con una mano en el corazn y Arsenios blandiendo su bculo de andar por casa. Kalispera, patir dijo Corelli, que iba mejorando en etiqueta griega. Arsenios escupi al suelo y declar: T los convertirs en un horno al rojo cuando llegue la hora de tu clera, t te los tragars enteros en la hora de tu ira, y el fuego los devorar. Hars desaparecer sus frutos de la faz de la tierra, y su semilla de entre los hijos de los hombres, pues han ideado un pernicioso plan que son incapaces de llevar a cabo. El cura puso los ojos en blanco como un profeta, y para apaciguarlo Corelli dijo: Cierto, cierto, pese a no haber entendido una sola palabra. Arsenios volvi a escupir, restreg la saliva contra el suelo y seal al capitn para indicar que lo mismo le pasara a l. Cierto, repiti Corelli sonriendo educadamente, a lo que Arsenios respondi alejndose de un modo que pretenda transmitir repugnancia y certeza absoluta. El capitn volvi a su lectura del panfleto, pero se vio interrumpido por el doctor y Pelagia que regresaban de una expedicin mdica, y por Carlo Guercio que llegaba en su jeep. Corelli ocult rpidamente el documento en su guerrera, pero no pudo evitar que el doctor lo advirtiera. Ah dijo el doctor, veo que usted tambin tiene una copia. Gracioso, no?

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Me cago en la guerra dijo alegremente Carlo al entrar por la puerta del patio con su saludo habitual. Dio con la frente en una rama baja del olivo en que Mandras sola columpiarse y por un momento se qued aturdido. Luego sonri como un bobo: Siempre me pasa lo mismo. A estas alturas ya debera saber dnde est la rama. Si no fuera usted tan alto... apunt el doctor. Eso demuestra falta de previsin y sentido comn. En Francia hubo un rey que muri de algo parecido. Creo que de momento estoy vivo dijo Carlo, tocndose el incipiente chichn con el dedo ndice. Han visto el panfleto? Corelli le fulmin con la mirada, pero Pelagia repuso: Dicen que han aparecido esta noche en toda la isla. De hecho el capitn trata de esconder uno en estos momentos dijo el doctor con jbilo. Propaganda britnica dijo el capitn, fingiendo un olmpico desinters. Anoche no se oy ningn avin intervino Carlo. Cuando vienen todo empieza a temblar, pero ayer no omos nada de nada. Entonces no han sido los britnicos dijo alegremente el doctor . Yo creo que aqu hay alguien que tiene acceso a una imprenta y cuenta adems con un excelente servicio a domicilio. Vio que Carlo se sonrojaba y le miraba enfadado y comprendi que era mejor no hablar. Como usted dice, pura propaganda britnica agreg sin conviccin, encogindose de hombros. Ha de ser alguien que sabe mucho dijo Pelagia, porque todo lo que pone es verdad. Corelli enrojeci de ira y se levant bruscamente. Ella temi por un momento que fuera a pegarle. Corelli extrajo el panfleto de su chaqueta y con gesto dramtico lo rompi en dos y arroj los papeles a la cabra. No es ms que un montn de mierda afirm, y entr a grandes zancadas en la casa. Los otros tres intercambiaron miradas, y Carlo hizo una mueca expresando miedo de mentirijillas. Luego se puso muy serio y dijo a Pelagia: Disculpe usted al capitn, y no le cuente que se lo he dicho yo, pero debe comprender su situacin... al fin y al cabo, es un oficial. Lo comprendo, Carlo. No admitira que es verdad aunque lo hubiera escrito l mismo. Cree usted que puede haberlo escrito un griego? Qu estupidez dijo el doctor, ceudo. Bueno, yo pensaba... Cuntos griegos podran saber todas esas cosas, cuntos hay aqu que sepan escribir en italiano y cuntos que dispongan de transporte para repartir panfletos por toda la isla? No digas disparates. Pero Pelagia sigui en sus trece: Muchas erres estaban escritas como pes, un tpico error griego; puede que un italiano le pasara toda la informacin a un griego, puede que los imprimieran entre los dos, y luego puede que el italiano los repartiera con una motocicleta o algo as. Sonri triunfante y levant 197

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las manos para indicar cun simple era. Adems, todo el mundo sabe que la gente escucha la BBC. Estando Carlo all, Pelagia juzg poco prudente mencionar que los hombres del pueblo escuchaban esa emisora, fumando como posesos en un armario grande all en la kapheneia, de donde salan tosiendo y farfullando para llevar las noticias a sus respectivas esposas, quienes a su vez las transmitan a otras mujeres en el pozo o en las cocinas. No poda saber que los soldados italianos hacan otro tanto en sus barracones y dems alojamientos, lo que habra explicado por qu en la isla todo el mundo saba los mismos chistes sobre Mussolini. Carlo y el doctor Iannis se miraron, temiendo que si Pelagia no lo descubra, tal vez otro s. No te pases de lista dijo el doctor, o te saldrn los sesos por las orejas. Era una frase que le deca de nia. Pelagia advirti la intranquilidad de los dos, record que antes de la guerra el partido comunista haba regalado a Kokolios una pequea impresora manual para fabricar propaganda del partido y record que Carlo tena acceso a un jeep. Mene la cabeza como para desechar aquellas conjeturas y entonces se le ocurri preguntarse dnde habran conseguido los tipos de letra para la composicin. Su momentnea sensacin de alivio se desvaneci al recordar que su padre tena un convenio con el hipocondraco oficial de intendencia, el de los callos incurables. Mir primero a Carlo y luego a su padre y not que la ira le atenazaba la garganta; si haban sido ellos, y era una conspiracin, entonces cuntas estupideces ms seran capaces de hacer? Es que no tenan conciencia del peligro? Lo malo de los hombres... empez, y entr en la casa detrs del capitn sin completar la frase. Ech a Psipsina de la mesa de la cocina, como si hacerle mimos al animal pudiera haber templado su sentido del peligro. Carlo y el doctor levantaron las manos para dejarlas caer otra vez, unidos en un momento de cohibido y elocuente silencio. Debera haberla criado tonta dijo al fin el doctor. Cuando la mujer adquiere el poder de la deduccin, no sabe uno cmo pueden acabar las cosas.

38. EL ORIGEN DE LA MARCHA DE PELAGIA


Un da, el capitn Corelli decidi no trabajar porque su cabeza pareca vibrar con un sesmo. Tumbado en la cama de Pelagia, intentaba no abrir los ojos ni moverse; el menor rayo de luz le taladraba el cerebro como un puetazo en el ojo, y cuando se movi tuvo la certeza de que el cerebelo se le haba aflojado y se bamboleaba dentro de su crneo. Tena la garganta seca y correosa como el cuero, y no le caba duda de que alguien la haba utilizado para asentar

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navajas de afeitar. De vez en cuando le suba por el esfago una oleada de nuseas cuyos rizos se dirigan por igual hacia sus labios y hacia su estmago, y luch con asco por reprimir los amargos torrentes de bilis que parecan decididos a buscar salida al exterior y decorarle la pechera. Dios gimi. Oh, Dios, piedad. Abri los ojos y procur mantenerlos abiertos con ayuda de los dedos. Muy lentamente, como para que su cerebro no sufriera demasiado, mir en derredor y tuvo una inquietante alucinacin. Parpade; s, su uniforme estaba en el suelo y se mova solo. Comprob medio atontado que su movimiento era independiente del movimiento circular de la habitacin, y volvi a cerrar los ojos. Del interior de la guerrera surgi Psipsina, que salt sobre la mesa a fin de ovillarse dentro de su gorra, su lugar de descanso favorito desde que haba descubierto el placer del contorsionismo; se meti dentro, sobresaliendo de ella en una maraa de bigotes, orejas, cola y patas, y se durmi all porque la gorra le recordaba regalos de salami y pieles de pollo. El capitn abri los ojos, vio que su arrugado uniforme no estaba girando en armona con el resto del mundo y se tranquiliz pensando que ya estaba mejor, hasta que un percusionista loco y metafsico se puso a tocar el timbal en sus sienes. Torci el gesto y se apret los lados de la cabeza con la palma de las manos. Not ganas de vaciar la vejiga, pero admiti con resignacin que iba a ser una de esas veces en que necesitara un punto de apoyo, en que se balanceara de mala manera, sera incapaz de ejecutar una emisin voluntaria y al final se encontrara inexplicablemente mendose encima a la vez que cayendo de bruces. Se sinti abrumado por la idea de la muerte y se pregunt si no sera preferible morir que sufrir. Me quiero morir, gimi, como si al articular la idea sta adquiriese mayor precisin y fuerza dramtica. Entr Pelagia portando una jarra de agua que deposit al lado de la cama junto con un vaso. Tiene que beberse toda esta agua le dijo. Es la nica cura para la resaca. Yo no tengo resaca repuso patticamente el capitn. Estoy muy enfermo, nada ms. Pelagia llen el vaso y se lo acerc a los labios. Beba le orden. l sorbi con suspicacia y se sorprendi del efecto purificador del agua sobre su estado fsico y psicolgico. Pelagia volvi a llenar el vaso y le reprendi: Nunca he visto a nadie tan borracho, ni siquiera en la fiesta del santo. Santo Dios, qu hice? Carlo le trajo a las dos de la maana. Para ser exactos, arremeti con el jeep contra la tapia, le transport como un nio en brazos, tropez, se hizo dao en las rodillas y despert a los que an no se haban despertado con tanto grito y tanta palabrota. Luego se tendi en la mesa del patio y se qued dormido. An sigue all. Ah, y por la noche se lo ha hecho encima. De veras?

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S. Luego usted se despert y se arrodill delante de m y empez a cantar Io sono ricco e tu sei bella a voz en grito y desafinando muchsimo y se olvid de la letra. Despus intent besarme los pies. El capitn estaba consternado. Desafinando, dice? Yo nunca olvido la letra de nada porque soy msico. Qu hizo usted? Le di una patada y usted cay de espaldas. Luego me declar amor eterno y despus vomit. Desesperado y avergonzado, el capitn cerr los ojos y dijo: Estaba borracho. Mi batera gan el partido de ftbol, sabe. Eso no ocurre cada da. El teniente Weber pas por aqu a primera hora. Dice que ustedes hicieron trampa, y que el partido se retras media hora porque dos chicos robaron el baln cuando sali por encima de un cercado. Eso fue sabotaje dijo el capitn. No me gusta ese teniente. Me mira como si yo fuese un animal. Es nazi; tambin a m me considera un animal. No tiene remedio. A m me cae bien. No es ms que un chiquillo, ya crecer. Y usted es un borracho. Me huelo que ustedes los italianos siempre estn borrachos, o robando, o persiguiendo chicas, o jugando a ftbol. Tambin nadamos y cantamos canciones. Y no puede culpar a los muchachos por perseguir a las chicas, porque no pueden hacerlo en Italia; adems, a algunas chicas les gusta. Dme ms agua. Pelagia frunci el ceo; haba algo en las observaciones del capitn que a ella le resultaba ofensivo, incluso cruel. Por otra parte, su estado de nimo era el ideal para discutir. Se puso en pie, le vaci la jarra encima de la cara y dijo con vehemencia: Usted sabe perfectamente que nos fuerzan a ello con amenazas, y que si aceptamos es por pura necesidad. Adems, a todos nos avergenza que sus prostitutas anden por aqu. Cmo cree que nos sentimos? Al capitn le dola demasiado la cabeza para discutir; le dola tanto que era incapaz de reaccionar por ms que una chica soltera acabara de empaparlo. No obstante, s se sinti bruscamente propenso a una gran sensacin de injusticia. Se incorpor y dijo: Todo lo que hace y dice es porque quiere que me disculpe, en todas sus miradas no veo ms que reproches. As ha sido desde que llegu a esta casa. Cmo cree que me siento? Por qu no se hace esta pregunta? Cree que estoy orgulloso? Cree que tengo vocacin de oprimir a los griegos? Acaso piensa que soy el Duce y que me orden a m mismo venir aqu? Ya s que todo es una mierda, pero yo no puedo hacer nada. Est bien, de acuerdo, le presento mis excusas. Satisfecha? Y se dej caer sobre las almohadas. Pelagia puso los brazos en jarras, aprovechando la superioridad implcita en el hecho de estar ella de pie y l acostado. Hizo una mueca de disgusto y dijo: Me est diciendo en serio que usted es tan vctima como nosotros? Pobrecito, qu pena.

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Se acerc a la mesa, repar en la soolienta presencia de Psipsina en la gorra del capitn y sonri para s mientras miraba por la ventana. Estaba frustrando el efecto de cualquier respuesta por parte del capitn al asegurarse de que l no pudiera mirarla a los ojos mientras lo haca. Realmente le daba lstima, no poda ser hostil con una persona que permita que una marta durmiera en su gorra, pero no pensaba dejar que su rostro acusase el efecto que senta habiendo en juego unos principios. No hubo respuesta. Corelli mir la silueta de Pelagia a la luz de la ventana y le vino a la cabeza una meloda. Pudo visualizar sus dedos caminando por el diapasn de la mandolina, pudo or las disciplinadas notas vibrando en el registro agudo, cantando el elogio de Pelagia al tiempo que se hacan eco de su ira y resistencia. Era una marcha, una marcha acerca de una mujer que practicaba la guerra a base de palabras injuriosas y amabilidades. Oy tres acordes sencillos y una meloda marcial que insinuaba un mundo de indulgencia. Oy surgir y cobrar fuerza aquella meloda, estallando en un torrente de brillantes trmolos ms difanos que el trino de los zorzales, ms pelcidos que el mismo cielo. Comprendi, no sin cierto fastidio, que haran falta dos instrumentos.

39. ARSENIOS
Al padre Arsenios le salv la guerra, como si todo el ciclo de su vida no hubiera sido ms que una travesa por el purgatorio cuya trayectoria hubiera finalmente traspasado un caparazn invisible para ponerlo ante su misin. Dej de sentir revulsin por s mismo; su avaricia, su indolencia, sus excesos etlicos, se siguieron unos a otros hacia la tumba del pasado; fue como si hubiera crecido unos centmetros. Su teologa se enroscaba sutilmente sobre s misma como un ofidio, transformando su alma de manera que as como en el pasado saba que le haba fallado a su Dios, ahora saba que era Dios el que haba fallado a la sagrada tierra de Grecia. Se le ocurri que poda, en tanto que hombre, superar al Dios creador y hacer por Grecia lo que Dios no haba hecho. Descubri en s mismo el don de la profeca. Tuvo la idea de conseguirse un perro grande y entrenarlo en morder italianos, y a tal fin le compr a Stamatis un animal de patriotismo garantizado, puesto que su propio dueo haba conseguido un largo y honroso historial de mordeduras a pantorrillas de soldados. Su chucho, no obstante, malinterpretando sus enseanzas como rdenes de morder neumticos de camiones militares, traspas prematuramente el umbral y Arsenios hubo de adoptar otro perro menos nervioso. Parti a pie sin otro equipaje que un morral y una cruz de madera de olivo que le servira de bculo.

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Arsenios anduvo y predic. Sus carnosos muslos se rozaban entre s producindole sarpullidos e inflamaciones en la ingle; en el apogeo del verano el sudor le chorreaba de la frente y de las axilas haciendo brotar en sus hbitos unos cercos hmedos y ms oscuros cuya circunferencia apareca sealada por amplias e irregulares manchas de fina sal blanca, y su barba reluca y goteaba como la fuente de Aretusa. Las suelas de cuero de sus botas negras fueron gastndose hasta formar agujeros contiguos, y termin caminando descalzo sin otra proteccin que las palas de su calzado, arrastrando tras de s largos ramales de hilo del remendn que dejaban en el suelo ceniciento unas huellas como de serpientes delgadsimas. En invierno descubri Arsenios que para conservar el calor corporal haba que estar en movimiento, y as inclinaba su peso contra el viento cruel y la lluvia inmoderada mientras su abyecto perro le segua los pasos calado hasta los huesos, la cola entre las piernas, la cabeza colgando tristemente, la imagen viva de una necia e incondicional fidelidad. De los lentiscales y cipreses del norte a los guijarrales de Skala en el sur, de los lagos subterrneos de Sami en el este a las vertiginosas pendientes de Petani en el oeste, Arsenios camin y sermone sin descanso. Mientras andaba, gacha la cabeza como la de su perro, construa frases de justa clera que emergeran como violentas peroratas junto a los campamentos italianos. En sus guarniciones, los alemanes le ignoraban o le echaban a cajas destempladas a punta de fusil, no porque aqullos fueran crueles sino porque no compartan el amor de sus aliados por el drama. Para los teutones Arsenios era ms un incordio que un entretenimiento, pero para los italianos era un alivio bien recibido despus de las interminables partidas de cartas y de estar siempre vigilando la llegada de bombarderos britnicos. Suspiraban por sus visitas con la misma expectacin que esperaban el camin de las putas, con la ventaja para Arsenios de que tanto su llegada como su partida eran impredecibles. Los soldados se congregaban a su alrededor, hipnotizados por los ademanes opersticos del asendereado sacerdote y la atronadora cadencia del griego bblico, del cual no comprendan ni una palabra. Arsenios miraba una por una aquellas caras risueas y complacidas, sabedor de que su incomprensin era absoluta, pero segua insistiendo, convencido de que no le quedaba otra opcin. En su interior se aglutinaban las palabras, palabras de una fuerza sobrenatural, y pensaba que la mano de la Virgen le animaba a seguir, que los padecimientos de Cristo se haban derramado en l, rebosando su alma y exigindole comunicarlo al mundo: Cismticos de Roma, extraviados hermanos nuestros, hijos de Cristo que llora por vosotros, corderos sacramentales, peones de los tiranos, vosotros los prfidos, repugnantes, inicuos, perros y putaeros, brujos e idlatras, en cuyos corazones no alumbra el sol, vosotros que no tenis dentro un templo, que sois de una nacin destinada a desaparecer, que hacis cosas abominables, que mancillis a la Virgen, que tenis sed de verdad pero no podis beberla; vosotros, gente corrupta que nunca ha hecho nada bueno, que habis cometido iniquidades, devorando a los mos mientras ellos comen pan y asediado 202

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nuestras ciudades, habis sido humillados y Dios os ha mostrado su desdn y esparcido vuestros huesos. Odme bien! El Seor prestar odos a mis palabras, pues l me ayuda, l est con los que defienden mi alma, l premiar con desgracias a mis enemigos, les privar de su verdad, pues unos extraos se han levantado contra mi pueblo, opresores van detrs de nuestros olivos y de nuestras vrgenes, la iniquidad ha hecho mella en ellos. Mi alma camina entre leones, y yo yazgo incluso con los que arden, incluso con los hijos de los hombres, cuyos dientes son lanzas y flechas y su lengua afilada espada. As es, en vuestro corazn anida la iniquidad, meds sobre la tierra la violencia de vuestras manos, estis malquistados del vientre materno, os extraviis tan pronto vens al mundo, vuestro veneno es como el veneno de la serpiente, sois como la vbora sorda que se tapa los odos. Pero nosotros somos como la aceituna verde en la Casa de Dios, y confiaremos para siempre jams en la piedad del Seor, pues Dios ha extendido su mano y ha hablado por su boca y yo le he odo hablar en un vendaval o en plena tormenta, en las piedras de Assos y las grutas de los montes. l ha esparcido su sal en el lago de Melissani y ha almacenado hierro en los cielos de Lixouri. Cismticos de Roma, el Seor ha dispuesto un foso, ha colocado una red para vuestros pasos, y os sobrevendrn calamidades sin cuento, pues Satans saldr de su prisin, y Gog y Magog engaarn a las naciones que estn en los cuatro puntos cardinales de la tierra para unirlas en la batalla; el nmero de las cuales es como la arena del mar. Y el fuego saldr del cielo sobre la ciudad amada y os devorar, y todos vosotros seris arrojados, s, incluso los inocentes y los ms puros, al lago de aceite y azufre donde moran la Bestia y los falsos profetas, y vuestra carne ser separada de vuestros huesos, porque no constis en el libro de la vida, y arrojados seris a las llamas. Y el buen Dios enjugar las lgrimas de los ojos de mi pueblo, y no habr ya lgrimas ni llanto, ni tampoco dolor, pues lo pasado pasar y l desde su trono har todas las cosas nuevas y dar a beber a mi pueblo de la fuente de la vida porque ellos estn sedientos de su agua. Pues l coger a la Bestia, a los falsos profetas y a los ejrcitos que se han unido contra los que hemos forjado milagros delante de ellos y los aniquilar, y las aves del cielo comern su carne, y sern arrojados vivos al lago de fuego y azufre, y el resto ser asesinado. Los soldados daban pan y agua, sobras y aceitunas a Arsenios y su perro, y en monasterios tan apartados como los de Agrilion y Kipoureon monjas y monjes cuidaban de l. Pero las duras noches en las cuevas, la dieta escasa, los dos aos de andar siempre sin rumbo, hicieron que sus carnes se desmoronaran hasta que aquel enorme hbito negro empez a batir sobre un cuerpo que se haba convertido en un esqueleto apenas cubierto de piel y quemado por las llagas. Sus vivaces ojos ardan ms arriba de unas mejillas hundidas, el pergamino de sus manos y su cara era oscuro como la teca, y por primera vez en su vida Arsenios encontr la paz y fue feliz. Cierto que descuid completamente su parroquia, pero es muy probable que, de haber vivido lo suficiente Arsenios hubiera llegado a santo. 203

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40. PROBLEMAS CON LOS LABIOS


Se cruzaron en la puerta, ella saliendo y l volviendo de trabajar. Con toda naturalidad ella le puso una mano en una mejilla y le dio un beso en la otra. l se qued de piedra, y tambin ella cuando lleg a la puerta del patio, porque slo entonces se dio cuenta de lo que acababa de hacer. Se detuvo en seco, como si hubiera chocado con un metafsico pero palpable muro de piedra. Not que la sangre le suba hasta las races del cabello y comprendi que no se atreva a mirarle. Sin duda l tambin deba de haberse quedado pegado al suelo. Casi poda notar cmo los ojos de l la recorran de la cabeza a los pies para detenerse finalmente en su nuca con la esperanza de que se diera la vuelta. l la llam (como ella esperaba): Kyria Pelagia. Qu? pregunt lacnicamente, como si esforzndose por ser brusca con l pudiera anular la manera horrorosamente sencilla con que haba revelado involuntariamente su cario. Qu cenamos hoy? No se burle de m. Burlarme, yo? No se haga ilusiones. Pensaba que era mi padre. Siempre le beso as cuando entra. Es lgico. Los dos somos bajos y viejos. Si piensa burlarse de m, no le dirijo la palabra nunca ms. l se acerc por detrs, se puso delante de ella y se hinc de rodillas. Oh, no! exclam. Eso no. Inclin la cabeza hasta el suelo y gimi lastimeramente: Piedad. Pgueme un tiro, flagleme, pero no diga que me retirar la palabra. Aferrado a las rodillas de ella, fingi echarse a llorar. Todo el pueblo nos mira protest Pelagia. Basta ya. Es usted un incordio, djeme en paz. Me destroza el corazn gimote l, agarrndole una mano y empezando a cubrirla de besos. Est como una cabra. Lo que estoy es ardiendo, destrozado, acongojado, mis ojos chorrean de lgrimas. Se ech hacia atrs y con los dedos ilustr poticamente la extraordinaria cascada de lgrimas invisibles que trataba de hacerle imaginar a ella. No se ra de m prosigui, ensayando una nueva lnea de accin. Oh, luz de mis ojos, no se burle del pobre Antonio en su afliccin. Borracho otra vez? Borracho de pena, s, borracho de angustia. Hbleme.

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Su batera ha ganado otro partido? Corelli se puso en pie de un salto y extendi los brazos con cara de satisfaccin: S. Ganamos a la compaa de Gnter por cuatro goles a uno, y lesionamos a tres de ellos, y luego llega usted y me da un beso. Un da de gloria para Italia. Ha sido un error. Un significativo error. Un error insignificante. Lo siento mucho. Entre dijo l, he de ensearle algo muy interesante. Aliviada por el sbito cambio de tema, Pelagia entr detrs de l, pero al momento vio que volva a salir. l le cogi la cabeza con las dos manos, la bes ostentosa y persistentemente en la frente, exclam Mi scusi, cre que era el doctor, no se haga ilusiones y luego gan la calle huyendo a la carrera. Ella se llev las manos a las caderas y lo mir asombrada, mientras meneaba la cabeza y se esforzaba por no rer o sonrer.

41. CARACOLES
El doctor ech un vistazo por la ventana y vio al capitn Corelli acercndose furtivamente a Lemoni para darle una sorpresa. En ese mismo instante Psipsina salt sobre la pgina que estaba escribiendo acerca de la ocupacin francesa, y esta combinacin de circunstancias le inspir una idea fantstica. Dej la pipa y la pluma sobre la mesa y se aventur a salir al sol incandescente de primera hora de la tarde. Fischio! exclam el capitn, y Lemoni lanz un chillido. Perdonadme, nios dijo el doctor. Ah dijo Corelli, irguindose dcilmente, kalispera, iatre. Es que estaba... Jugando? El doctor mir a la pequea. Koritsimou, recuerdas que cuando encontraste a Psipsina era muy pequea y estaba colgando de una cerca? Y que viniste a buscarme para que la salvara? Lemoni asinti con la cabeza y el doctor le pregunt: Todava hay tantos caracoles? S dijo ella. Muchos. Y grandes. Seal a Corelli. Ms grandes que l. Cundo es el mejor momento para encontrar caracoles? Pronto y tarde. Ah, ya. Por qu no vienes esta tarde y me enseas otra vez donde estn? Mejor por la noche. De noche no podemos salir. Hay toque de queda. Pues antes concedi ella.

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De qu hablaban? pregunt el capitn cuando Lemoni se hubo marchado. Gracias a ustedes casi no hay comida dijo el doctor, muy envarado. Esta tarde iremos a buscar caracoles. El capitn se pic: Son los britnicos quienes han ordenado el bloqueo. Se les ha ocurrido que la mejor manera de ayudarles es matndolos de hambre. Usted sabe muy bien que he hecho todo lo posible por colaborar. Sus prstamos a expensas del ejrcito son muy bien recibidos, pero es una pena que la situacin se agrave por momentos. Necesitamos protenas. Ya ve usted a qu situacin hemos llegado. En Italia los caracoles son un lujo para ricos. Pues aqu son una lamentable necesidad. El capitn se enjug el sudor de la frente y dijo: Permtame que venga a echarles una mano. As pues, al caer la tarde, una hora antes de ponerse el sol y poco despus de que el da empezara a refrescar, Pelagia, su padre, Lemoni y el capitn se vieron metidos en aquella imposible maraa de zarzas y de veredas de animales tras haber trepado a la tapia medio desmoronada y cruzado bajo las ramas de vetustos y abandonados olivos. El doctor reptaba detrs de Lemoni, la cual se detuvo de pronto, le mir y dijo con tono de reproche: Usted me dijo que si le pillaban buscando caracoles, le llevaran a no s dnde y le encerraran. Al Pireo dijo el doctor. Dije que me llevaran al Pireo. Adems, hoy da estamos todos como encerrados. Pese a la luz empaada empezaron a ver que en el envs de las hojas inferiores haba una legin de obesos caracoles en dura competencia por el diseo ms abigarrado. Los haba leonados con marcas casi invisibles, los haba de color claro con espiras rayadas, los haba de color ocre y amarillo limn, y tambin con puntitos negros y lunares encarnados. En las ramas superiores meneaban la cabeza los mosquiteros sicilianos que revoloteaban oyendo los clacs y poings de los caracoles al caer en los cubos. La nia y los tres adultos estaban tan absortos en la recogida que no se dieron cuenta de que se estaban separando. El doctor y Lemoni desaparecieron por un frondoso tnel, y el capitn y Pelagia por otro. En cierto momento el capitn advirti que estaba solo y se detuvo un instante a reflexionar sobre el curioso hecho de que no recordaba haber estado nunca tan contento. Se lament por el estado de sus rodilleras y mir pestaeando al sol cada vez ms rojo, cuya luz iba perdiendo fuerza entre el follaje. Respir hondo y suspir, relajando el peso sobre sus talones. Empuj con un dedo a un caracol que intentaba salirse del cubo. Eres muy malo, dijo, y se alegr de que no hubiera nadie cerca oyndole decir tonteras. A lo lejos son el chasquido de un arma antiarea; el capitn se encogi de hombros, no sera nada importante. Ay, oh no exclam una voz a poca distancia, una voz que no poda ser ms que la de Pelagia. Vaya, vlgame Dios. 206

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Horrorizado, pensando que la metralla la haba alcanzado, el capitn retrocedi a gatas por su tnel hacia el sitio del que procedan las exclamaciones. Encontr a Pelagia aparentemente paralizada en una incmoda postura con el cuello torcido hacia atrs. Estaba a cuatro patas, un hilillo de sangre le goteaba en diagonal mejilla abajo, y se le notaba un estado de irritacin extrema. Che succede? pregunt l, arrastrndose hacia ella. Che succede? Me he enganchado el pelo contest ella indignada. Me he araado la cara con una zarza, casi me tuerzo la cabeza, me he pillado el pelo en estos pinchos y no puedo soltarme. Y no se ra. Si no me ro... repuso l, riendo. Tena miedo de que la hubieran herido. Estoy herida. Me escuece la mejilla. Corelli sac un pauelo de su bolsillo y le limpi el araazo. Le ense la sangre y dijo en voz baja: Lo guardar como oro en pao. Si no me libera de aqu, le mato. Y haga el favor de no rerse. Si no la libero, no podr darme alcance ni matarme... Estse quieta. El capitn tuvo que pasar las manos por encima de los hombros de ella y mirar detrs de su oreja para ver cmo lo haca. Ella se encontr con la cara pegada al pecho del capitn, y aprovech para aspirar el polvoriento aroma de su spero uniforme. Me est aplastando la nariz protest. Corelli olisque con cara de aprobacin; Pelagia siempre ola a romero. Era un perfume joven, fresco, que le recordaba la comida de un da de fiesta en su casa. A lo mejor tendr que cortrselos dijo, tirando intilmente de los negros mechones enredados en la zarza. Uy, ay, deje de dar tirones, tenga cuidado. Y nada de cortar. Su situacin es realmente vulnerable seal l, as que intente aparentar agradecimiento. Empez a estirar mechones, uno por uno, procurando no hacerle dao. Empezaban a dolerle los brazos de tenerlos tan estirados y en posicin horizontal, y apoy los codos en sus hombros. Lo consegu dijo, satisfecho, y empez a retroceder. Ella agit la cabeza, ms tranquila, y cuando los labios del capitn pasaban a la altura de su mejilla, l la bes dulcemente junto a la oreja, donde haba una suave y casi invisible pelusa. Pelagia se toc con la punta de los dedos el lugar donde la haba besado y le dijo con tono de reproche: No debi hacerlo. l se sent sobre los talones y le sostuvo la mirada: No pude evitarlo. Eso ha sido abusar. Lo siento. Se miraron un buen rato el uno al otro y luego, por alguna razn que ni siquiera ella pudo comprender, Pelagia se ech a llorar.

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Qu pasa? Qu ocurre? pregunt Corelli, ceuda la cara de consternacin. Las lgrimas de Pelagia resbalaban por sus mejillas yendo a parar al cubo, entre los caracoles. Me los va a ahogar dijo l, sealando al cubo. Qu pasa? Pelagia sonri lastimosamente y empez a llorar otra vez. El capitn la tom en sus brazos y le palme la espalda. Ella not que la nariz le empezaba a moquear y se inquiet pensando que poda mancharle la charretera del uniforme. Sorbi fuerte a fin de excluir esta eventualidad y de pronto, le espet: No puedo soportarlo ms. Lo siento. Es verdad. Todo esto es una mierda concedi el capitn, preguntndose si tambin l sucumbira a la tentacin de llorar. Tom dulcemente entre sus manos la cabeza de Pelagia y le roz las lgrimas con sus labios. Ella le mir con curiosidad, y de repente se vieron los dos bajo los zarzales, en la puesta del sol, flanqueados por dos cubos de caracoles en fuga, con las rodillas araadas y sucias e infinitamente fundidos en su primer beso antipatritico y clandestino. Hambrientos y desesperados, ahtos de luz, no podan separarse el uno del otro, y cuando por fin regresaron a casa, al anochecer, la suma de sus respectivos botines no consigui alcanzar, para su vergenza, la cuota alcanzada por Lemoni con el suyo propio.

42. CUN PARECIDA A UNA MUJER ES UNA MANDOLINA


Cun parecida a una mujer es una mandolina, qu elegancia y qu hermosura. Por las noches, cuando los perros allan y los grillos chirran y la enorme luna cuelga sobre las colinas y los reflectores de Argostolion buscan falsas alarmas, yo tomo a mi dulce Antonia. Saco el polvo a las cuerdas con mucho cuidado y le digo Cmo puedes ser de madera?, igual que cuando veo a Pelagia y en silencio le pregunto Eres realmente de carne y hueso? No hay ah algn fuego, un rastro de ngeles, un algo que nada tiene que ver con la sangre?. Capto su mirada al pasar, esos ojos tan sinceros e inquisitivos, que me miran tambin. Vuelve la cabeza, esboza una sonrisa pcara y cmplice y se va. La veo ir en busca de agua y luego volver con una jarra al hombro, cual caritide viviente, y al pasar se permite salpicarme las charreteras. Se disculpa entre risas, y yo le digo Son cosas que pasan, y ella sabe que yo s que no ha sido una casualidad. Lo ha hecho porque soy un soldado italiano, porque soy el enemigo, porque es ocurrente, porque le gustan las bromas, porque es un acto de resistencia, porque le gusto, porque es una forma de contacto, porque somos hermano y hermana antes que ella griega y yo invasor. Sus muecas me recuerdan ahora el esbelto mstil de las mandolinas, y su mano se ensancha desde la mueca como la pala del clavijero, y el 208

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sitio donde el taln aumenta para unirse a la caja de resonancia da el mismo perfil que la lnea de su cuello y su barbilla y resplandece con el suave lustre de pino y juventud. De noche sueo con Pelagia. Pelagia se acerca desnuda y yo compruebo que sus pechos son como el fondo de las mandolinas que construyen en Napoli. Los tomo en mis manos, son fros como la madera y tibios como carne tierna de madre, y al darse ella la vuelta cada nalga es una melodiosa mandolina piriforme que se dilata en segmentos ahusados, decorados con ncar y astillas de marfil. Yo estoy confuso porque me siento atrapado entre buscar las cuerdas y el dolor del hambre de sexo, y me despierto mojado en mi propia lujuria, agarrado a Antonia, sudando y pinchado por los extremos de las cuerdas. Dejo a Antonia a un lado y digo Oh, Pelagia, y sigo un rato tumbado y pensando en ella forzndome a dormir porque as se har de da ms deprisa y ver a la verdadera Pelagia. Pienso en ella en trminos de acordes. Antonia tiene tres acordes que conviven en los tres primeros trastes, do, re y sol, y para cada uno de ellos se requiere pisar dos cuerdas diferentes. Toco un sol, lo traslado un espacio y lo convierto en un do; su sonido permanece en la secuela del otro como soprano y contralto en el mismo tono en una cancin toscana. Toco el acorde re, girando la mano, dejando al aire las dos cuerdas de en medio, y armoniza con los otros dos acordes, pero es triste e incompleto, algo as como una virgen insatisfecha. Me implora Llvame a donde pueda encontrar la paz, y yo regreso al sol completando el ciclo, y me siento como el propio Dios que cre a una mujer y comprob que su mundo se perfeccionaba con un toque definitivo y totalizador. Pelagia comparte estos sencillos y alegres acordes. Juega con un gato, se re, y es un sol. Levanta una ceja cuando me pilla observando y finge regaarme por el delito de admirarla, y es un do. Me pregunta No tienes nada mejor que hacer?, y es como un re, que exige resolucin. Yo digo El Duce y yo nos vamos a conquistar Serbia, y ella se re para que todo vuelva a su sitio. Echa la cabeza hacia atrs y re, sus blancos dientes centellean, y ella sabe que es hermosa y que as lo creo yo. Me vienen a la memoria unas casas encaladas de blanco cegador en una lejana colina en Candia. Ella est alegre y ufana, todo ha completado su ciclo. Ha regresado al sol. Yo mismo me ro; somos dos octavas distintas, pero remos juntos en la misma octava, bandola y mandolina, y a lo lejos un can le ruge a un imaginario avin britnico, hay un traqueteo espurio de ametralladoras y, mirad!, sos son nuestros timpani. Pelagia oye los caones y frunce el entrecejo. Somos felices en este balcn a la sombra de la buganvilla visitada por las abejas, pero ahora es la guerra; la guerra ha vuelto y Pelagia arruga la frente y se pone ceuda. Tengo ganas de decir: Lo siento Pelagia, no fue idea ma, no fui yo quien rob Jonia. No se me ocurri a m llevarme vuestras cabras y producir combustible quemando los olivos. Yo no soy un parsito nato. Pero no puedo decir esas cosas, como ella sabe. Y Pelagia comprende por qu no puedo decir las, pero sigue culpndome por falta de voluntad. Me ha odo hablar de la nueva pax romana, la 209

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reorganizacin del antiguo imperio que trajo el orden y la paz para todos, el ms largo perodo de civilizacin conocido por el hombre, y ella frunce el entrecejo. Cuando Pelagia frunce el entrecejo al or los caones es como un acorde de mi menor sptima con la quinta disminuida; si se toca fuerte suena marcial y hosco, un acorde para guerrilleros y partisanos. Pero si se la acaricia es un acorde de infinita y anhelante melancola. Pelagia est triste, yo toco un acorde de re menor. Ella me mira y dice: As es como me siento ahora. Cmo lo has sabido? Y a m me habra gustado decirle: Pelagia, te quiero, pero en cambio digo: Porque ests pensativa y como a la espera. A la espera de qu? pregunta. Dmelo t, Pelagia replico, pero s que nunca me dir que est esperando un mundo nuevo donde una griega pueda amar a un italiano y no darle mayor importancia. Estoy componiendo una marcha para ti digo. Escucha. Y toco re menor, uno dos, y luego do mayor, uno dos, y otra vez re menor, uno dos... y le digo: Lo que pasa es que necesito a otro que le ponga encima una meloda griega, tal vez una especie de rebetiko. A lo mejor en el batalln hay alguien que tiene una mandolina, as yo podra tocar los acordes una octava abajo con una bandola. Creo que sonara muy bien. Seguro que alguien tiene una guitarra propone Pelagia. Un acorde o una meloda tocados en una mandolina pueden sonar completamente distintos en una guitarra digo; es uno de los hechos inexplicables de la vida musical. Estos dos acordes suenan increblemente banales en una guitarra, sin ningn tipo de dramatismo, a menos que los toque un espaol. Pelagia sonre, y s que no comprende una palabra de lo que le digo, pero da igual. Empiezo a pensar en una meloda que entre y salga en trmolo de los acordes. A Pelagia le encanta que toque en trmolo; dice que es un sonido muy emotivo y muy dulce. Pero le sienta mal que la emocione un invasor, un miembro de las fuerzas de ocupacin, alguien que le requisa el queso y el vino de Robola, y de pronto se pone en pie y veo que su alma est en llamas. Me seala con un dedo tembloroso y empieza a gritar con los dientes apretados: Cmo puedes ser as? Qu te pasa? Cmo puedes venir con tu mandolina, t, un msico, una persona culta, y tocar bellas melodas a una griega, cuando alrededor estn saqueando toda la isla? Y no me vengas con esa mierda de la restauracin del Imperio Romano. Por si te interesa saberlo, fue Grecia la que educ a Roma, y no lo hicimos conquistando nada. Qu te pasa? Cmo aguantas estar aqu? Ordenes? Ordenes de quin? De un megalmano presumido con lengua de plata a quien le regal Cefalonia otro subnormal megalmano de pelo negro que quiere que todos excepto l sean rubios? Eres t el loco, lo sabas? No ves que te estn utilizando? Crees que Hitler va a permitir que os quedis con vuestro nuevo imperio cuando haya terminado con todos? Cmo puedes sentarte a 210

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tocar la mandolina encima de una bomba? Por qu no os llevis vuestros caones y os marchis? No sabes quin es el verdadero enemigo? Y Pelagia baja corriendo los peldaos y sale al sol. Se detiene y se vuelve a mirarme, los ojos anegados en lgrimas de rabia y amargura, y s que me odia porque me quiere, porque me quiere y yo soy un hombre al que le falta valor para coger el toro por los cuernos. Estoy avergonzado. Toco un acorde disminuido porque yo tambin estoy disminuido. Mi coqueteo y mi intento de seduccin me han puesto al descubierto. Soy un hombre sin honra. La panza redondeada, en forma de seno, de la mandolina me resbala de su sitio sobre el cinturn, como me ocurre siempre, y como siempre pienso: Quiz necesito una mandolina portuguesa, plana por detrs, que no me resbale, pero desecho tan estpidos pensamientos; dnde encontrar una mandolina portuguesa en plena guerra? En lugar de eso vuelvo a pensar Cun parecida a una mujer es una mandolina, qu elegancia y qu hermosura, y se me ocurre una ltima cosa, una paradoja digna del mismsimo Zenn: que fue la guerra lo que nos uni y la guerra lo que nos separa a la fuerza. Los britnicos lo llaman dar con una mano y quitar con la otra. Qu tengo yo contra los britnicos que me he visto obligado a venir a Grecia? Pelagia est en lo cierto, pero quin ser el primero en decirlo? Hasta ahora slo Antonia lo ha dicho, vibrando al son de la Marcha de Pelagia, cantando bajo mis dedos.

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43. LA GRAN PELOTA OXIDADA CON PINCHOS


Pelagia no disfrut mucho preparando los caracoles. Por un lado, haba recibido consejos contradictorios sobre la tcnica adecuada para hacerlos sabrosos, y detestaba la sensacin de inseguridad engendrada por su propia confusin, odiaba la idea de servir algo que resultara viscoso y repugnante, y tena miedo de que si haca un mal guiso perdera puntos a ojos del capitn. La jubilosa sensacin de bienestar que sinti tras el descubrimiento de su amor mutuo se vea ahora amenazada no slo por la culpabilidad inherente a lo furtivo del mismo, sino tambin por la espantosa posibilidad de que si se equivocaba con los caracoles provocara en l, en el mejor de los casos, asco, y en el peor, un envenenamiento. Drosoula le dijo categricamente que haba que dejar toda la noche los caracoles en una cazuela con agua, con la tapa puesta para evitar que se escaparan, y por la maana lavarlos a conciencia. Luego haba que calentarlos vivos en agua y esperar a que saliera toda la espuma a la superficie. En ese preciso momento haba que echar un poco de sal y empezar a removerlos en el sentido de las agujas del reloj (Si los remueves en el otro sentido saben horrible). Pasados quince minutos haba que practicar un agujero en el dorso de cada concha, para que salga el diablo y entre la salsa, y luego haba que enjuagarlos bien en la misma agua utilizada para hervirlos. Drosoula no le explic a Pelagia cmo, al hacer esta operacin, se metan los dedos en un agua que an estaba hirviendo. Drosoula afirmaba tambin que slo podan comerse los caracoles que se hubieran alimentado de tomillo, y Pelagia, aunque no lo crey, acab sintindose cada vez ms nerviosa. La mujer de Kokolios le dijo en el pozo que todo eso eran bobadas porque ella se acordaba de cmo preparaba su abuela los caracoles: No hagas caso de Drosoula. Esa mujer es casi turca. No, lo que haba que hacer era pellizcar los caracoles uno por uno, y si se movan es que estaban vivos. Y cmo los pellizco si se han metido dentro? pregunt Pelagia. Te esperas a que salgan replic la mujer de Kokolios. Pero si salen, es evidente que estn vivos, no hace falta que los pellizque. Nada, t pellizca. Es mejor asegurarse. Luego coge un cuchillo puntiagudo y limpias la boca del caparazn. Despus coges agua limpia y lavas cada caracol veintiuna veces. Ms no porque quedaran inspidos, y menos tampoco porque no estaran del todo limpios. Luego los dejas escurrir durante media hora y finalmente pones sal en la boca de la concha, y vers como empieza a salir toda esa baba viscosa, amarilla y repugnante, y as sabrs que estn a punto. Luego los fres en aceite de uno en uno, boca abajo, y despus aades vino y los

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cueces un par de minutos, ni ms ni menos. Y a continuacin te los comes. Pero Drosoula dice que... No hagas caso de esa vieja bruja. Pregunta a cualquiera y vers como te dicen lo mismo que yo, y si te dicen algo distinto es que no saben nada. Pelagia pregunt a la mujer de Arsenios y despus a la de Stamatis. Busc incluso caracoles en la enciclopedia mdica, pero no encontr ninguna entrada para esa palabra. Tena ganas de cogerlos, arrojarlos al suelo y pisotearlos. De hecho se senta tan frustrada que quera llorar o gritar. Le haban dicho cinco maneras distintas de preparar aquellos gasterpodos y explicado cuatro recetas distintas: caracoles hervidos, caracoles fritos, estofado de caracoles a la cretense y pilaf de caracoles. Como no haba arroz, el pilaf estaba descartado. La boca se le hizo agua al pensar en el arroz, y dese por ensima vez que la guerra terminara. Pero cuntos caracoles haba que poner por persona? Drosoula le dijo que un kilo por cuatro personas. Pero eso era contando las conchas o sin contarlas? Y adems, cmo demonios haca uno para sacarlos de sus conchas? Y cmo haba que pesarlos para no ensuciar la balanza de baba? Una clase de baba que no poda lavarse ni con agua caliente y jabn, que iba pasando a todo aquello que tocabas, como si poseyera cierta habilidad mstica para multiplicarse hasta el infinito. Pelagia contempl su reluciente cargamento de animales mucilaginosos, propinando de paso algn que otro capirotazo a los que intentaban escapar de la cacerola. Empez a compadecerse de ellos. No slo eran animales muy grotescos, con aquellos tentculos erctiles y su desesperadamente lento y tortuoso movimiento, sino que adems eran el colmo del patetismo por su triste, lamentable y conmovedora fe en la seguridad de su concha. Se acord de s misma cuando de nia crea que si cerraba los ojos su padre no podra verla haciendo cosas feas. Mientras pinchaba los caracoles, le invadi la tristeza al pensar en la crueldad de un mundo en que los vivos slo pueden vivir como predadores de otras criaturas ms dbiles; no pareca una buena manera de poner orden en el universo. Un grito entusiasta, Barba C'relli, Barba C'relli, interrumpi sus dilemas prcticos y ticos; Pelagia sonri al reconocer la voz de Lemoni en un estado de extrema excitacin. A la chiquilla le haba dado por llamar Viejo al capitn y por ir a contarle cada tarde en un griego infantil y jadeante los acontecimientos del da. Barba Corelli escuchaba pacientemente sin comprender una palabra y luego le palmeaba la cabeza, la llamaba koritsimou y empezaba a lanzarla por los aires. Pelagia no entenda qu placer podan encontrar en todo aquello, pero ciertas cosas no tienen explicacin, y los penetrantes chillidos de alegra de Lemoni eran un testimonio decisivo de lo improbable. Contenta de distraerse un rato, Pelagia sali al patio. He visto una gran pelota oxidada y con pinchos inform Lemoni al capitn, y me he subido encima.

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Dice que ha visto una gran pelota oxidada con pinchos y que se ha subido encima tradujo Pelagia. Carlo y Corelli intercambiaron miradas y palidecieron. Ha encontrado una mina dijo Carlo. Pregntale pidi Corelli a Pelagia si ha sido en la playa. Ha sido en la playa? S, s, s exclam alegremente la chiquilla, y aadi: Y he subido encima. Corelli saba suficiente griego para reconocer la palabra s. Entonces se levant y, con la misma brusquedad, se volvi a sentar. Puttana exclam, cogiendo a Lemoni en brazos y estrechndola contra su pecho, poda haber muerto. Carlo fue ms realista: Debera haber muerto. Ha sido un milagro. Puso los ojos en blanco y aadi: Porco Dio. Puttana, puttana, puttana core Lemoni sin venir al caso, ahogada su voz en el pecho del capitn. Pelagia dio un respingo. Antonio, cuntas veces he de recordarte que no digas palabrotas delante de la nia? Qu crees que dir su padre cuando llegue a su casa hablando tan mal? Corelli la mir fingiendo arrepentimiento y luego sonri: Probablemente dir Qu figlio di puttana ha enseado a mi hijita a decir puttana?. Nadie en todo el pueblo fue capaz de resistir la tentacin de sumarse a la procesin de curiosos que descendi serpenteando por los riscos hasta la playa. Cuando la vieron sealaron con el dedo, gritando Ah est, ah est la mina, y desde luego que estaba, posada con un engaoso aire de oportunidad e inocencia al borde mismo de un mar azul pavo real. Era una esfera alta como un hombre, una esfera un poco ms regordeta que alta, tachonada de pas romas que le daban un aspecto de erizo de mar cuyas pas acabaran de tener un encuentro con un barbero militar. La gente se congreg en torno a la mina manteniendo las distancias, y el capitn y Carlo se acercaron para inspeccionarla. Cunto explosivo dira usted? pregunt Carlo. Vete a saber respondi el capitn. El suficiente para levantar a un acorazado del agua. Habr que acordonar la zona y explosionarla. Estupendo exclam Carlo, quien, pese a los horrores vividos en Albania, era un verdadero amante de las explosiones y no haba perdido el placer adolescente por la destruccin inofensiva. Vuelve a la base y trae un poco de dinamita, cable para conectar el detonador y un deflagrador de sos. Yo me quedo aqu organizando a los lugareos. Es turca dijo Carlo, sealando los arremolinados caracteres apenas visibles todava entre las escamas y los hoyos de la herrumbre . Debe de haber estado flotando a la deriva durante veinte aos al menos, desde la Gran Guerra. Merda, es increble dijo Corelli. Una verdadera rareza. Confo en que a estas alturas el explosivo se habr podrido. 214

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O sea que nos quedamos sin fuegos artificiales dijo tristemente Carlo. No, si consigues dinamita suficiente, testa d'asino. Capto la indirecta dijo Carlo, y ech a andar por la playa en direccin al pueblo. Corelli se volvi hacia Pelagia, que segua mirando con curiosidad aquel inmenso y vetusto artefacto blico. Dile a Lemoni que si alguna vez donde sea, encuentra algo de metal y no sabe qu es, que no lo toque, ni rozarlo siquiera y que corra a contrmelo. Y que se lo diga a los dems nios. Corelli le pidi a Pelagia que tradujera sus palabras e indic por seas a la gente que formasen corro. Primero de todo les dijo, vamos a hacer explotar este artefacto. Es posible que la explosin sea realmente grande, as que cuando llegue el momento quiero que todos suban a lo alto del risco para mirar desde all, de lo contrario podra haber una masacre accidental. Mientras esperamos que llegue la dinamita, necesito unos cuantos hombres fuertes con palas para hacer una trinchera a cincuenta metros de esa cosa, all, donde yo pueda estar a salvo mientras hago detonar la mina. Ha de tener ms o menos las medidas de una tumba. Algn voluntario? Los mir de uno en uno, pero todos apartaban la vista. No estaba bien ayudar a un italiano y, aunque todos tenan ganas de ver la explosin, ser el primero en ofrecerse voluntario habra significado cubrirse de oprobio. Corelli percibi la belicosidad de aquellos rostros y se sonroj. Habr un pollo para que os lo repartis anunci esperanzado. Kokolios levant dos dedos y dijo: Que sean dos pollos. Corelli mostr su conformidad y Kokolios dijo: Lo haremos Stamatis y yo y queremos dos pollos por cabeza. Pelagia tradujo el mensaje. El capitn hizo una mueca: Por cabeza? Exasperado, puso los ojos en blanco y murmur por lo bajo: Rompiscatole. Y as fue como Kokolios y Stamatis, monrquico uno y comunista el otro pero al fin y al cabo viejos amigos, unidos por el hambre y la agudeza en los negocios, se fueron a sus casas y volvieron con sendas palas. En el sitio indicado por el capitn empezaron a cavar un agujero rectangular y fueron acumulando la arena del lado de la mina para formar un baluarte. Cuando el hoyo no tena ms de un metro y medio de hondo empez a llenarse de agua, y el capitn mir aquel lodo ocre con cierto desnimo condenatorio. Se est llenando de agua le coment innecesariamente a Pelagia, que estaba all de pie como los dems, contemplando cmo trabajaban los dos viejos. Pelagia le mir y le dijo riendo: Todo el mundo sabe que si haces un agujero en una playa se llena de agua. Corelli frunci el ceo y empez a dudar de la viabilidad de la idea, lo cual no hizo sino reafirmarlo en llevarla a cabo. Lleg Carlo, no slo con la dinamita y dems material sino con un camin lleno de soldados, todos fuertemente armados y 215

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prodigiosamente ansiosos de presenciar el espectculo prometido. Corelli se enfad: Por qu no se lo has dicho tambin a Hitler e invitamos a todo el ejrcito alemn? Desolado pero contumaz, Carlo repuso: Me han hecho traer a todos stos porque va contra las normas transportar explosivos sin escolta. La culpa es de los partisanos, no ma. Partisanos? Qu partisanos? Esos bandidos que saquean los pueblos cuando volvemos la espalda? No me hagas rer. Este agujero no est en su sitio les interrumpi un tipo menudo con uniforme de ingenieros. El agujero est donde a m me da la gana! grit el capitn, cada vez ms enfadado ante la perspectiva de que su travesura recreativa se le escapara de las manos. Est demasiado cerca insisti el zapador, la onda expansiva pasar por encima del agujero y le chupar los ojos y el cerebro, y entonces tendremos que sacarle del hoyo, a menos que su ltima voluntad sea descansar all en paz. Oiga, djeme decirle que yo soy el capitn y usted el cabo. Estoy al mando de esto, entiende? El otro no se arredr: Y djeme decirle a usted que yo soy zapador y usted un hijoputa chalado. La sorpresa desorbit los ojos del capitn y la rabia los abri luego todava ms: Insubordinacin! grit. Le voy a meter un puro que se va a enterar. El zapador se encogi de hombros y sonri: Puede usted decir lo que le d la gana, porque una vez muerto no podr hacerme nada. Si quiere palmarla, muy bien, me quedar a mirar. Carogna. Farfull Corelli y el soldado repiti: Hijoputa. Y se alej tan campante. Repudiando toda aquella operacin, subi a lo alto del risco, encendi un cigarrillo y pestae al sol que declinaba mientras contemplaba los preparativos. El espectculo era maravilloso. El mar era como una multitud de pinceladas de aguamarina y lapislzuli, y se podan ver los oscuros montecillos de roca y los bucles oscilantes de las algas bajo el oleaje. El soldado tena verdaderas ganas de ver lo que le iba a pasar a aquel imbcil de oficial. Corelli coloc una carga de dinamita bajo la mina y desenroll el cable, que fue lo bastante largo para llegar hasta su anegada trinchera. Luego, inquieto ante la duda de que lo dicho por el zapador fuese verdad, pero resuelto no obstante a terminar lo que se haba propuesto, l y la excitada tropa apilaron un espeso muro de arena alrededor de la mina a fin de que el grueso de la descarga saliera disparado hacia arriba. Finalmente la cosa tom el aspecto de una rosquilla pero exactamente al revs, una circunferencia excavada en tierra que contena en su centro una columna de arena con una cpula 216

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encima de aspecto abandonado y erizada de herrumbrosas y truncadas pas. Drosoula no fue la nica mujer que pens que se pareca mucho a un pene megaltico en posicin de reposo. Avanti! grit por fin el capitn. Soldados y espectadores iniciaron la subida a las cuestas del risco, sudando y jadeando pese a que el sol de la tarde haba perdido ya casi todo su calor. All abajo, Corelli no pareca ms grande que un ratn. Los soldados tomaron posiciones y discutieron sobre si sera o no una buena playa para jugar al ftbol. El cabo de ingenieros se explay a conciencia y con mordacidad sobre la demencia del oficial y se ofreci a aceptar apuestas sobre la supervivencia del mismo. Pelagia empez a sentirse profundamente preocupada y advirti que Carlo estaba sudando de nervios. Le vio santiguarse varias veces y musitar unas oraciones. l not que le miraba y compuso una expresin suplicante, como diciendo Usted es la nica que puede detenerle. Metido en su trinchera, Corelli atisb por encima del bnquer y se vio sorprendido por la improbable proximidad del artefacto. Cuanto ms miraba, ms cercana y grande le pareca la mina, hasta que lleg a parecerle que meda veinte metros de altura y que la tena en su regazo como si fuera una grotesca, descomunal y desagradable prostituta de un burdel. Decidi no mirarla ms. Las tripas se le removan de la manera ms desconcertante, y se dio cuenta de que estaba calado hasta las rodillas y que tena las botas llenas de una agua fastidiosamente arenosa. Puso ambas manos sobre la pieza en forma de T del deflagrador y presion un par de veces a fin de hacerse a la idea de producir una descarga. Despus conect los bornes. Preocupado por la posibilidad de que le chuparan los ojos y el cerebro, ensay mentalmente la rpida maniobra de apretar el mbolo y transferir inmediatamente sus manos a la cabeza al tiempo que apretaba fuertemente los ojos. Levant la vista al cielo, se santigu, intent calmarse y accion con bro el deflagrador. Se oy un chasquido seco, luego una pausa casi infinitesimal y despus un profundo rugido. La gente que estaba en el risco vio una enorme columna de cascotes ascender con majestuosa gracia hacia los cielos, lejos de alcance de su vista. Con reverencial temor en sus rostros, empezaron a distinguir oscuros discos de acero, refulgentes gotas de agua iluminadas por momentneos arco iris, lodosos y dilatados terrenos de arena hmeda, un vendaval de arena seca y eflorescencias ondulantes de humo negro y llamas anaranjadas. Aira! gritaron jubilosos los griegos. Figlio di puttana di stronzo d'un cane d'un culo d'un porco d'un pezzo di merda! gritaron los italianos. Repentinamente la onda expansiva los alcanz y los hizo caer de espaldas como a los impotentes mortales que en la Antigedad eran aplastados por la mano de Zeus, dios de las nubes. Puttanas yie! musitaron los estupefactos griegos. Porco cane! exclamaron los soldados. Apenas haban empezado a ponerse en pie con dificultad cuando vieron que la aparentemente inagotable ascensin de materiales haba cesado. De hecho, ms que cesar estaba floreciendo lateralmente de 217

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forma inexorable, prolongndose en un arco magistral y totalizador. Hipnotizada tanto como aterrorizada, la gente observaba desde el risco alargando el cuello hasta lo imposible mientras el peligroso pero bello nubarrn se desparramaba sobre sus cabezas. Pelagia, al igual que Carlo y muchos otros, experiment una glacial calma paralizadora, un terrible y atenazante desaliento, y luego, como ellos, se ech cuerpo a tierra sobre el espinoso csped del faralln y sepult la cara entre los brazos. Un malvolo y colosal terrn de arena hmeda le golpe dolorosamente en la espalda, dejndola sin aliento, y un fragmento de metal candente penetr como una bala en el suelo al lado de su cabeza, chamuscando audiblemente la roca a su paso. Una esquirla choc con la suela de su zapato, separndosela limpiamente del tacn. Corpsculos ardientes de xido se posaron en su ropa, carbonizndola en agujeritos de colador que le torturaron la carne y la hicieron retorcer de dolor como dardos que se clavaban y persistan y se multiplicaban como el veneno de los avispones y las avispas. Su mente se vaci de todo lo que no era el vaco de la resignacin que aflige a los desahuciados ante la inminencia de la muerte. El episodio termin, tras una eternidad, con una mansa y tiernamente reconfortante lluvia de arena seca que empez a descender del cielo y a golpetear suavemente encima de y en torno a ellos, amontonndose en simtricos conos sobre la parte posterior de sus cabezas, pegndose como alcorza a las irregulares salpicaduras y franjas de arena mojada, insinundose con insidiosa destreza tras los cuellos de sus vestidos y en sus zapatos. Era caliente y casi metafsicamente agradable. Todos empezaron a ponerse en pie, tambaleantes y frgiles como gatitos. Algunos caan al suelo tan pronto conseguan levantarse, y otros caan porque otro se haba apoyado en ellos para mantener el equilibrio. Fue una fiesta de levantarse y caerse, una fiesta de agarrarse y tropezar, un carnaval de rodillas inexplicablemente debilitadas y de caras plidas rayadas de cuajarones de arena goteante. Fue un solemne y majestuoso batiburrillo de increbles y extravagantemente modificados peinados y de ropajes irreconociblemente deshilachados, una estigia y ultraterrena celebrazione de cuerpos bamboleantes y de ojos conspicuamente vrgenes insertados anmalamente en rostros de cmicos disfrazados de negros. La sosegada llovizna de arena fue inexorable; los golpe a todos, se pos como minsculas garrapatas amarillas sobre sus pestaas y cejas, se aferr con electrosttica tenacidad a los pelos de sus narices, se congraci horriblemente con la saliva de sus bocas, se abri camino obscenamente por entre la ropa interior y aterroriz a las mujeres, se adhiri agradecida al sudor de sus axilas y rejuveneci a los ms viejos rellenando sus arrugas. Todos se abrazaban entre s sin cruzar palabra, ofuscados de asombro, contemplando el espectacular nubarrn de humo repugnante que creca y creca, tapando el sol y el cielo y malogrando la luz. Con la manga, se quitaban la arena de la cara, pero slo conseguan sustituir 218

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una raya por otra. Unos pocos empezaron a mirarse los cortes y observaron fascinados cmo la sangre carmes surga de una capa de arena, oscurecida y coagulada. No se reconocan, italianos y griegos se miraban desnacionalizados por las toses, el tizne y la estupefaccin mutua. De pronto se oy el grito de una voz asfixiada. Todos, como galvanizados, rodearon el cadver del relamido zapador, cuya pulcramente cercenada cabeza sonrea de forma angelical por entre su maquillaje de arena. El cuerpo yaca cerca de all, de bruces, guillotinado por un humeante disco de mellado acero herrumbroso sepultado hasta el radio en el csped. Ha muerto feliz dijo una voz que Pelagia identific como la de Carlo, qu ms se puede pedir. Pero no podr recoger apuestas. Puttana dijo una vacilante vocecita atiplada que pareca la de Lemoni. Alguien empez a vomitar y cinco o seis personas se contagiaron de las arcadas, aadiendo un nuevo ruido de dolor a la epidemia general de tos. Sbitamente presa del pnico, Pelagia corri hasta el borde del risco y mir con horror por entre la lluvia de arena. Qu haba sido del capitn? Divis un crter de treinta metros de dimetro que el mar haba llenado ya. Se vean retorcidas tiras de metal esparcidas en cientos de metros a la redonda, montecillos y crteres de satlite de variadas formas, pero no haba seales del capitn ni de su trinchera. Carlo! chill, y se llev las manos al pecho. Aturdida de pena, cay de rodillas y empez a llorar. Carlo baj corriendo hasta la playa, tan horrorizado como Pelagia pero ms acostumbrado a la obligacin de superarlo. Se explay pensando en la piet de Francesco, con la cabeza destrozada, muriendo en sus brazos all en Albania, y nada excepto correr pudo atajar el huracn de duelo que estaba a punto de arrasar su corazn. Lleg hasta donde supuso haba estado la trinchera y se detuvo. All no haba nada. Todo estaba arrasado, irreconocible. Alz los brazos como reprochndoselo a Dios y estaba a punto de empezar a golpearse las sienes, cuando capt un movimiento por el rabillo del ojo. Corelli no se distingua de la arena mojada porque estaba totalmente cubierto de ella. La explosin le haba dejado conmocionado y la corriente ascendente le haba lanzado por los aires para luego arrojarlo al suelo. Ahora yaca boca arriba, perfectamente modelado en la playa por el biselaje de la arena precipitada. Forcejeando torpemente por sentarse sin conseguirlo, pareca realmente un monstruo de pelcula. Carlo ri a carcajadas, pero su hilaridad qued atemperada por el temor de que el hombre al que tanto quera pudiese estar gravemente herido. Slo se le ocurri cogerlo en vilo y llevrselo al mar; eso le record de nuevo cuando transport a Francesco de donde haba cado entre los dos frentes, y volvi a or los nobles vtores de los griegos. Carlo lav al capitn entre las olas y lo encontr totalmente desorientado pero, al parecer, ileso. 219

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Ha estado bien? pregunt Corelli. Me lo he perdido. Qu sporcaccione de explosin! exclam Carlo. Es lo mejor que he visto en mi vida. Corelli vio moverse sus labios, pero no oy nada. De hecho no perciba otro sonido que el prolongado taer de la mayor campana del mundo. Habla ms alto dijo. De las secuelas de este episodio hay mucho que hablar. Corelli estuvo sordo dos das y padeci la ms acuciante mortificacin al pensar que poda perder su msica para siempre. Durante el resto de su vida sufrira perodos de zumbidos, recuerdo perdurable de Grecia. El general Gandin le sancion por la muerte del ingeniero y por provocar la movilizacin inmediata de todas las tropas del Eje destacadas en la isla, al deducir por la tremenda detonacin y el suntuoso hongo posterior que los aliados haban desembarcado inesperadamente en Cefalonia. Corelli fue prcticamente degradado, pero el general Gandin lleg a la conclusin de que teniendo en cuenta que los nazis pagaban los salarios de la guarnicin italiana, la degradacin no supondra ningn beneficio material para Italia. De todos modos, era ya motivo de friccin el que los alemanes no permitieran a los italianos ascender a nadie debido a los gastos que ello ocasionaba a la cancillera, y el general no tena intencin de regalarles ningn ahorro. Acus a Corelli de haber actuado por iniciativa propia sin permiso, de no haber cedido la responsabilidad a la autoridad competente, de imprudencia temeraria y de comportamiento impropio de un oficial. Fue sentenciado a una severa reprimenda que haba de constar en su expediente durante toda su carrera militar. Extravagante e ingenioso a la vez, Corelli regal a la apetecible secretaria del general una rosa roja y una caja de bombones suizos de contrabando, y la reprimenda desapareci por arte de magia de su hoja de servicios despus de haber estado siniestramente latente all durante slo tres das. El capitn disfrut de ser mimado como nunca por Pelagia mientras que ella le expresaba su desahogo bombardendolo con besos, palabras tiernas y promesas que sobrepasaron de largo la lluvia de arena en la playa. Gnter Weber llev su gramfono de cuerda y a la cabecera de su cama le ense la letra de Mein Blondes Baby y Leben Ohne Liebe, y Carlo entraba y sala informando de la constante y angustiosa erosin del crter por la accin del mar. Se present Lemoni, a partir de entonces convertida en inigualada experta en encontrar trozos de metal oxidado, y le oblig a levantarse de la cama para ir a identificar una antigua reja de arado, la cabeza de un proyectil antiareo y un bote despachurrado. La desilusin de Lemoni, viendo que nada de todo aquello poda ser explosionado, sobrepasaba la comprensin adulta en una medida que bien poda calificarse de infinita. La noche de aquel esplndido episodio, el iracundo doctor sala de la cocina con la intencin de cantarle las cuarenta a Pelagia. En ese momento no slo su hija, sino todo un tropel de gente inconcebiblemente asquerosa, exhausta y harapienta, hizo acto de 220

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presencia en el patio. Un hombre, irreconocible pero tan alto como Carlo, y que luego result ser Carlo, traa en brazos el cuerpo delirante de alguien que luego resultara ser el capitn. Una muchacha con aspecto de loca e irredimible suripanta salida del barrio ms pobre de El Cairo result ser Pelagia. Una cosa diminuta de sexo indeterminable recin sacada de una tumba prematura result ser Lemoni. El doctor iba a tener mucho trabajo curando cortes, y sus ingresos en berenjenas iban a ser espectaculares, pues precisamente por entonces estaban en sazn. Claro que en aquel momento, enfrentado a aquella muchedumbre de soldados y griegos tan desorientados como menesterosos, no poda pensar en otra cosa que en el repelente y turbador espectculo que acababa de encontrarse en la cocina. Quin rugi retricamente ha tenido la audacia de llenarme la casa de caracoles? Era verdad. Haba caracoles por todas partes; en las ventanas, bajo los cantos de las mesas, posados oblicuamente en las paredes y en la taza de Psipsina, en el cntaro, pegados a las esteras, avanzando con determinacin hacia la cesta de las verduras y adheridos con quijotesco entusiasmo al can de la pipa del doctor y a los cristales de las gafas que l haba dejado en el alfizar. Horrorizada por la culpa, Pelagia se llev una mano a la boca, y Lemoni, al ver las plateadas, serpenteantes, entrecruzadas y relucientes huellas y la distribucin encantadoramente azarosa de los propios caracoles, se puso a dar palmas de jbilo. Porca puttana dijo, y un hombre que deba de ser su padre le descarg una bofetada en la mejilla.

44. ROBO
Ruidos de apuros avcolas despertaron a Kokolios en mitad de la noche. Lo primero que pens fue que la marta del doctor se haba colado en su corral; l siempre haba dicho que era antisocial tener como animal domstico a una famosa ladrona de gallinas, y ya la haba pillado dos veces llevndose huevos. Kokolios maldijo y luego salt de la cama; qu bastonazo le iba a dar a esa ladronzuela, y as se zanjara la cuestin, le gustara al doctor Iannis o no. Se puso las botas y alcanz la porra que haba guardado sobre el dintel desde que estallara la guerra. Era un nudoso tronco de espino que haba encontrado en los matorrales, y en el extremo ms delgado le haba hecho un agujero donde ajustar un lazo de correa de cuero. Desliz la mueca por la correa y abri la puerta de su casa, cuya parte inferior rasc las losas del suelo describiendo un arco. Llevaba diez aos pensando que tena que arreglar la puerta. Afortunadamente el

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ruido qued ahogado por los frenticos cloqueos de las gallinas, y Kokolios sali a la noche. Estaba muy oscuro porque un espeso nubarrn haba ocultado la luna, y el ruido era atroz debido a los grillos. Kokolios escudri la oscuridad y oy que alguien blasfemaba por lo bajo. Perplejo, sigui mirando con ojos de miope. Lo que vio fue a dos pequeos soldados italianos en el corral, tratando de echarle el guante a una gallina. Cegado por la rabia, Kokolios actu sin pensar. Pese a los rifles que los soldados llevaban a la espalda, solt un pavoroso grito de guerra y se lanz al combate. Los dos italianos haban participado en la campaa de Albania y se haban comportado con valenta, pero en la oscuridad no fueron rival para una criatura feroz, desnuda y demonaca que les descargaba una lluvia de golpes en la cabeza y la espalda, que les daba patadas en las piernas y profera gritos sobrenaturales. Puttana!, gritaban ellos, y se protegan la cabeza con las manos sin ms resultado que recibir otra tanda de golpes en codos y nudillos. Finalmente cayeron de rodillas y entre gritos lastimeros imploraron que dejara de pegarles. Kokolios no saba una palabra de italiano pero saba reconocer a un enemigo derrotado. Arrojando la porra cogi a los dos ladrones por el cuello de la camisa y los oblig a levantarse. Luego los llev a la fuerza hacia la casa del doctor, dndoles patadas en el culo a cada paso y haciendo entrechocar sus respectivos crneos como un maestro de escuela enajenado. Al llegar a casa del doctor, sin dejar de sacudirlos y patearlos, Kokolios se puso a gritar: Iatre, iatre! El doctor Iannis no tard en salir, seguido del capitn y de Pelagia, los tres en camisa de dormir. A la recin revelada luz de la luna contemplaron a Kokolios, en cueros aparte de sus pesadas botas, temblando de ira y con un soldado derrotado colgando de cada mano. Lo ms curioso era que los soldados seguan llevando a la espalda sus carabinas. Entra enseguida le dijo el doctor a su hija, preocupado por su pudor en presencia de aquel hombre colrico y desvestido, patizambo y de pelo en pecho. Obediente, Pelagia se retir a la cocina para disfrutar del espectculo al resguardo de la ventana. Kokolios seal a Corelli pero le grit al doctor: Dgale a ese hijoputa de oficial que sus hombres son unos ladrones y nada ms que unos ladrones, entiende? El doctor Iannis transmiti la informacin a Corelli, quien no se movi por un instante como para decidirse. Luego se meti en la casa y el doctor le dijo a Kokolios: No estara mal que se calmara un poco. Mientras el oficial estaba dentro, el doctor aprovech la ocasin para tomar el pelo a su vecino. Pensaba que era usted comunista coment. Pues claro que lo soy replic secamente Kokolios. 222

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Perdone, pero si mal no recuerdo, toda propiedad es un robo. As que si tiene gallinas, usted tambin es un ladrn. Kokolios escupi al suelo: Lo que es un robo es la propiedad de los ricos, no la de los pobres. El debate filosfico fue interrumpido al reaparecer el capitn con su revlver, y por un momento tanto Pelagia como su padre creyeron que pensaba matar a Kokolios. Ella se pregunt angustiada si deba ir a buscar su Derringer, pero no pudo moverse. Kokolios mir al capitn con una expresin mezcla de terror, desafo y justa ira. Sac pecho muy ufano, como dispuesto a morir por el derecho de las gallinas griegas a vivir tranquilas incluso en territorio ocupado. Para sorpresa general, el capitn apunt directamente a la cara de uno de los acusados y le orden que se tumbara en el suelo. El ladrn sonri para congraciarse y Corelli accion el percusor. El hombre se arroj a tierra con cmica celeridad y empez a gemir excusas, a las que Corelli hizo odos sordos. El capitn indic por gestos al otro que hiciera lo mismo. Tomando a Kokolios del brazo, se lo llev un par de metros aparte. Acto seguido propin sendos puntapis a los hombres en posicin supina y orden: A besar el suelo! Los soldados se miraron extraados. He dicho a besar el suelo grit el capitn pasando de un sereno enfado a una furia desbocada. Uno de los hombres se puso a gatas, pero Corelli le puso un pie en los riones y lo lanz brutalmente al suelo: Cuerpo a tierra, hijos de la gran puta. Avanzaron contorsionndose como serpientes hasta llegar a la altura de las botas de Kokolios. Lamdselas orden el capitn. Era intil protestar. El capitn fustig a uno de ellos en la cabeza, y el doctor cerr los ojos encogindose ante el dao corporal que tema estaba a punto de producirse. Pelagia se cubri la boca ahogando un grito y sinti compasin por los humillados rateros; jams pens que su capitn pudiera ser tan cruel y despiadado. Quiz despus de todo, un msico tambin poda ser soldado. Los ladrones le lamieron las botas a Kokolios, quien los mir mudo de asombro, y slo cuando se percat de las carnosas protuberancias de sus partes pudendas rielantes a la luz de la luna, record que iba sin vestir. Se qued boquiabierto, se llev rpidamente las manos a sus ms preciosas posesiones y se fue correteando hacia su casa. En la cocina, Pelagia no pudo menos de echarse a rer, pero el capitn no estaba de humor para frivolidades cuando entr con los desdichados. Sureos de mierda! grit. Camorra y mafiosi! Renegados! Los ladrones permanecieron sentados a la mesa mientras el capitn les daba un coscorrn a cada epteto. Se los vea empequeecidos y patticos. El doctor movi la mano para poner freno a la saa del capitn. ste cogi a los soldados por el cuello de la 223

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camisa como haba hecho Kokolios, los arrastr hasta la puerta y los ech a empujones. Cayeron sobre los adoquines, pero al punto se pusieron de pie y echaron a correr. El capitn volvi a entrar echando chispas por los ojos. Mir a Pelagia y a su padre como si en parte hubieran tenido ellos la culpa y grit: Todos tenemos hambre! Levant las manos al cielo como apelando a Dios, mene la cabeza, se golpe el pecho con el puo y exclam: Qu deshonra! Luego se march a su cuarto y cerr de un portazo. Dos das despus Pelagia sali al patio y se sorprendi al notar la ausencia de algo familiar. Ech un vistazo alrededor pero no vio nada raro. Y entonces se dio cuenta. El capitn sali y la encontr llorando desconsolada. Se han llevado mi cabra sollozaba, mi cabra bonita. Se imaginaba ya la carnicera y el desguace posterior. El capitn pos una mano en el hombro de la chica; ella se la sacudi y sigui sollozando. Sois unos bastardos, s, todos vosotros, ladrones y bastardos! El capitn se irgui rgidamente. Tesoro mo dijo, juro por mi madre que te conseguir otra cabra. No quiero! grit ella, volviendo hacia l una cara anegada en lgrimas. No aceptar nada que proceda de ti. l se dio la vuelta y se alej con la amargura del deshonor royndole como un gusano el corazn.

45. TIEMPO DE INOCENCIA


Se convirtieron en amantes a la antigua usanza, y a la antigua usanza hacan el amor. Su idea de hacer el amor era besarse a oscuras bajo el olivo despus del toque de queda o sentarse en una roca a mirar delfines con los prismticos de l. Corelli la quera demasiado para poner en peligro su felicidad, y ella a su vez era lo bastante sensata como para no renunciar a la prudencia. Haba visto una y otra vez muchachas desgraciadas por tener un hijo no reconocido, y una y otra vez haba visto la septicemia, la lenta y emponzoada muerte de las que se sometan al raspado letal de alambres y agujas de gancho. Ella las asista con su padre y despus con un sacerdote. Aprovechaban al mximo los ratos perdidos, y todo result ms fcil cuando Gnter Weber le consigui a Corelli una motocicleta en prstamo de la Wehrmacht a cambio de jamn parmesano, Chianti y queso mozzarella. La moto haba sido oficialmente dada por perdida en un accidente espurio; Weber se haba limitado a hacerla reparar y entregrsela a su amigo italiano.

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La primera noticia la tuvo Pelagia cuando le lleg del patio, el ruido de un tubo de escape, el ralent de un motor, un petardeo y el silencio. Psipsina entr corriendo en la casa y se escondi bajo la mesa. Pelagia sali fuera y se encontr a Corelli, con gorra y gafas de aviador y la cara cubierta de suciedad, expectorando polvo sentado en una mquina negra. Al verla venir, se levant las gafas. Ella ri de l porque le haban quedado dos circunferencias plidas en torno a los ojos, saltones en aquella cara tiznada de gris, y tena los labios anormalmente rosados, como si se hubiera aplicado algn cosmtico. l sonri, creyendo que a ella le alegraba verle, y dijo: Vuole fare un giro? Ella se cruz de brazos y mene la cabeza: No he montado nunca en moto. Bueno, en coche tampoco, y no pienso empezar ahora. Yo tampoco haba montado dijo l, pero es muy fcil. Verdad que es preciosa? Veo que slo tiene dos ruedas; seguro que se cae. Hay que estar loco para ir en una cosa as. Te concedo que lo parece, pero no se cae dijo l. No va todo el rato en lnea recta, es lo nico, pero le estoy cogiendo el truco. Y escucha esto. Se baj de la mquina, solt un taconazo al pedal de arranque, dio gas y despus juguete con el acelerador hasta dejar el motor en un ralent alegre. Escucha! grit, es como un metrnomo. Se podra tocar algo encima. Qu tempo, es perfecto, fjate en la pulsacin, cada tiempo en su sitio. Es una mquina musical, chumpa chumpa chumpa, y qu me dices del tubo de escape, canta y todo. Mira, es una BMW de un cilindro en vertical. Sin cadenas que se rompan o se caigan, y sube por esos montes como si fueran planos. Ven a dar una vuelta. Es una sensacin estupenda. Los cabellos al viento. Y la mierda en la cara dijo Pelagia, escptica. Pareces una mona. Adems, podra vernos alguien. El capitn reflexion un momento. Est bien, maana traer un casco y unas gafas y un chaquetn de cuero. As no te reconocer nadie. De acuerdo? No. Pero al da siguiente se encontraron en la curva del camino y Pelagia se puso apresuradamente el disfraz. El capitn tuvo problemas para controlar la mquina con el peso extra, y al principio hicieron unas cuantas eses y fueron a parar a la cuneta. Se cayeron dos veces, sin hacerse dao, y quedaron en que ella no intentara moverse mientras fuese sentada detrs. Pelagia se aferr a la cintura de l muerta de miedo y con la cara hundida entre sus omoplatos, mientras la moto le golpeaba en la ingle con una sensacin a la vez placentera e inquietante. Llegados a Fiskardo ella se baj, temblorosa, y se dio cuenta de que ansiaba volver a montar. Tena razn l, era estupendo ir en motocicleta. El capitn no caba en s de jbilo. Iban a lugares donde no conocieran a Pelagia y a sitios desiertos. Ella le coga del brazo y caminaba a su lado, apoyando su cuerpo en el hombro de l, riendo sin cesar. Con l siempre rea. A veces llevaban 225

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una botella de vino, con lo cual ella se rea todava ms, aunque luego la vuelta resultaba ms arriesgada; l no conduca recto ni cuando estaba sobrio, y en ms de una ocasin se desviaron por una bifurcacin por falta de tiempo para aminorar la marcha y torcer. As fue como descubrieron la destartalada cabaa de pastor. Era tan vieja que el suelo se haba hundido en la tierra, y dentro no haba nada ms que una cacerola oxidada y dos botellas verdes. Los listones estaban agrietados y las tejas peligrosamente inclinadas. Ola a musgo y a madreselva y a ropa vieja de hombre, y la luz se fragmentaba all donde el mortero se haba desportillado. La llamaron Casa Nostra, y a veces barran el suelo con haces de ramitas, contentos de compartir la cabaa con una pequea colonia de humildes murcilagos y tres familias de vencejos. En aquella casa secreta solan extender una alfombra y yacer abrazados, besndose y conversando, y de vez en cuando l tocaba la mandolina. Interpretaba canciones sentimentales de tiempos pasados, por lo general en un estilo melodramtico e irnico; l saba que su voz no era gran cosa y tan slo buscaba hacerla rer: Alma del core, spirito dell'alma, Sempre constante, t'adorero. Saro contento nel mio tormento, Se quel bel labro baciar potro... Cuando ella se senta volar con el vino, l cantaba: Danza, danza, fanciulla, al mio cantar; Danza, danza, fanciulla gentile, al mio cantar. Gira legera, sotile al suono, al suono del'onde del mar... Y efectivamente de lejos se oa el mar, y Pelagia bailaba un satrico vals por toda la cabaa, haciendo piruetas y riendo como una tonta, dedicndole sugerentes fruncimientos de labios para parodiar a las putas militares que haba visto tan a menudo, haciendo muecas y lanzando besos a los hombres mientras stos pasaban traqueteando en su camin. Corelli se deprima a veces o se pona sentimental al pensar en la imposibilidad de su mutua devocin, y su clara voz de tenor adoptaba entonces un porte trgico que acababa hacindolo llorar, cuando no tambin a Pelagia. Era momento para las lamentaciones, y l se pona a cantar Donna non vidi mai no porque fuera triste, que no lo era, sino porque se cantaba andante lento y permita expresar con el mximo sentimiento aquel estribillo de Manon Lescaut me chiamo. Todas sus conversaciones de amantes empezaban con la frase Cuando termine la guerra. Cuando termine la guerra, una vez casados, viviremos en Italia? Hay sitios muy bonitos. Mi padre dice que a m no me gustara, pero se equivoca. Mientras estemos juntos. Cuando termine la guerra, si 226

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tenemos una nia, podramos llamarla Lemoni? Cuando la guerra termine, si tenemos un hijo, le pondremos Iannis. Cuando termine la guerra les hablar a los nios en griego, y t puedes hablarles en italiano, as crecern bilinges. Cuando termine la guerra pienso escribir un concierto, y te lo dedicar a ti. Cuando termine la guerra pienso estudiar para mdico, y me da igual que no acepten mujeres, lo har de todos modos. Cuando termine la guerra buscar trabajo en un convento, como Vivaldi, dando clases de msica, y todas las novicias se enamorarn de m y t tendrs celos. Cuando termine la guerra marcharemos a Amrica, tengo parientes en Chicago. Cuando termine la guerra no educaremos a nuestros hijos en ninguna religin, ya decidirn ellos cuando sean mayores. Cuando termine la guerra tendremos nuestra propia moto e iremos por toda Europa, y t podrs dar conciertos en hoteles, viviremos de eso, y yo empezar a escribir poemas. Cuando termine la guerra comprar una bandola para tocar msica de viola. Cuando termine la guerra te amar, cuando termine la guerra te amar, te amar eternamente, cuando termine la guerra.

46. BUNNIOS
En la cumbre del monte Anos, Alekos se levant al amanecer de su cama de pieles y se record que tendra que ordear unas cuantas cabras si pensaba hacer queso. Pero antes de nada era momento de coger su fusil y comprobar que toda su grey estuviera an en su sitio. ltimamente haba aparecido gente que se llamaba a s misma andarte y que intentaba robarle las cabras. Ya haba matado a dos y dejado su carne a la intemperie para los buitres negros. Alekos no lo entenda. Esas cosas no sucedan desde los tiempos de su bisabuelo, cuando a aquellos andartes se los conoca como kleftos. Qu ms le daba a l, se haba comprado dos rifles nuevos y un montn de cartuchos gracias a los ladrones de cabras, y dudaba mucho de que volvieran a aparecer por all. Para subir a aquella montaa se necesitaba una tenacidad y un bro increbles, y l probablemente haba matado a los dos nicos hombres lo bastante fuertes de piernas y pulmones para conseguirlo. Tal vez tena que ver con la guerra. Haba notado ya que deba de haber una guerra, pues algunas noches el cielo se iluminaba con lejanos reflectores, y a menudo vea los fogonazos de los caones seguidos de un ruido sordo y distante. Era bonito y muy entretenido sentarse por las noches a la intemperie a mirar los fuegos artificiales y a comer queso remojado en aceite de oliva y tomillo. De aquel modo se senta menos solo, y confiaba que la guerra no terminase antes de la feria del santo. El da en que el doctor subi al monte le haba confirmado que en efecto haba guerra, que mucha gente se mora de hambre y que los ms pequeos haban pasado directamente de nios

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a viejos menudos de barba sutil y espalda encorvada. Daba la impresin de que sus estmagos les haban dicho que no mereca la pena molestarse en ser joven, y daba la impresin de que la Madre Naturaleza no tardara en hacer que los bebs salieran del vientre materno metidos ya en un atad. Cuando el Liberator pas rezongando sobre su cabeza, no le prest demasiada atencin porque solan volar de dos en dos o de tres en tres y desaparecer como murcilagos ruidosos hacia algn punto del continente. Pero esta vez levant los ojos, quin sabe si por instinto, y contempl una imagen especialmente espectacular. Una suerte de hongo blanco descenda a merced del viento con un hombrecillo colgando debajo, y lo maravilloso era que el sol naciente se reflejaba ya en la seda antes de haber tenido tiempo de ser un mero vislumbre de resplandor sobre el horizonte. Alekos se puso en pie y mir fascinado. Tal vez fuera un ngel. Desde luego, iba de blanco. Se persign y trat de recordar alguna oracin. Nunca haba odo hablar de ngeles suspendidos de un hongo, pero uno nunca sabe. Y pareca que el ngel traa una roca grande, un paquete tal vez, colgando de sus pies mediante una cuerda. El ngel tiraba fuerte de un lado de las cuerdas que lo sujetaban al hongo, y en el ltimo momento pareci que bajaba tan deprisa que se iba a estrellar. Alekos se sinti en cierto modo satisfecho de tener razn cuando el ngel, efectivamente, cay con un golpe sordo, rod de costado, se dio de cabeza contra una roca y fue arrastrado por el suelo con el viento de lado hinchando la seda. Alekos cogi uno de sus fusiles y corri hacia all; era mejor asegurarse, porque poda ser que los ngeles de ahora estuvieran tan famlicos que les diese por robar cabras. Era un ngel de cara muy colorada y estaba hecho un lo de cuerdas entre la tela del difano hongo blanco. Alekos amartill el arma y apunt al ngel entre los ojos. ste los abri, le mir educadamente, dijo Eh, alto! y se durmi al momento. Alekos tard lo suyo en desenredar al ngel de sus cuerdas y correajes, y pens que la excelente tela del hongo le ira de maravilla para hacerse una sbana de lujo. En medio tena un ingenioso agujero por donde uno poda meter la cabeza, lo cual permita utilizar el hongo como tnica. Alekos decidi que se la pondra para la fiesta del santo si el ngel se la regalaba y le dejaba cortar las cuerdas. Traslad al visitante celestial hasta su cabaa y luego abri el paquete grande que haba cado con l; contena una pesada caja metlica con botones y un pequeo motor. Alekos no tena un pelo de tonto, y dedujo que el ngel haba trado el motor para construirse algn tipo de vehculo. Durante dos das lo aliment de miel, yogur y otras golosinas que juzg adecuadas para una criatura de otro mundo como aqulla, y se sinti jubiloso cuando el ngel empez a incorporarse, se rasc la cabeza y habl. Lo malo fue que no logr sacar nada en claro de lo que deca. Reconoci, s, algunas palabras, pero el ritmo del lenguaje anglico se 228

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le escapaba por completo, las palabras parecan no encajar unas con otras, y hablaba como si tuviera una piedrecita en la garganta y una abeja en la nariz. El ngel estaba visiblemente molesto por su falta de comprensin lo que a Alekos le hizo sentir un temeroso remordimiento aun cuando la culpa no fuera suya. Tuvieron que echar mano de la comunicacin por seas y expresiones faciales. Lo ms curioso del ngel era que cuando quera comunicarse con Dios o con algn santo, empezaba a toquetear la caja metlica y a producir un montn de siseos y silbidos y chisporroteos. Entonces Dios responda en idioma anglico, pero se le oa tan lejano y tan ceremonioso que Alekos comprendi por primera vez lo difcil que le resultaba a Dios hacerse or. Empez a reconocer palabras que se repetan con frecuencia: Charlie y Bravo, Wilco y Roger. Otra cosa rara de aquella criatura era que llevaba pistola, una automtica ligera, y unas cuantas pias de hierro muy pesadas y de color caqui con una palanquita metlica que a l no le dej tocar. Todos los ngeles que Alekos haba visto en pelcula llevaban espadas o lanzas, y le pareca extrao que Dios hubiera decidido modernizarse. Pasados cuatro das el ngel empez a mostrar sntomas de querer marcharse, y Alekos, despus de vencer su renuencia a dejar las cabras a merced de los ladrones andartes, le dio un golpecito en el pecho, sonri y le hizo seas de que le siguiera. El ngel acept agradecido y le dio una chocolatina que Alekos se zamp de un bocado, aunque luego sinti nuseas. De todos modos, el ngel no quera salir a la luz del da y Alekos hubo de esperar al crepsculo. Tambin quiso cambiar sus correajes por una piel de cabra. En lo que ataa a Alekos, era el mejor trato que haba hecho en su vida y naturalmente acept con presteza, aunque sinti una punzada de culpa por haber timado a un ngel, si bien involuntariamente y con consentimiento del otro. El ngel deposit la caja metlica y el motorcito en la piel de cabra, hizo un atado y se ech el fardo a la espalda. Alekos saba que la nica persona que poda tener alguna idea del idioma de los ngeles era el doctor Iannis y, en consecuencia, a su casa llev al ngel. Fueron cuatro das viajando por la noche con lo que a Alekos le pareci un innecesario sigilo, y tres das de esconderse entre los matorrales bajo un sol abrasador, acribillados por los mosquitos y procurando hablar en voz baja. Pareca ms que probable que Dios hubiera expulsado a aquel ngel del cielo a causa de su demencia. Pero Alekos no era de los que protestaban; el ngel tena el pelo muy rubio, era extraordinariamente alto, mostraba una infatigable capacidad de resistencia y conservaba todos sus dientes, lo que le daba una seductora sonrisa. Tambin pona mala cara cuando haba cerca algn soldado alemn o italiano, y de ello dedujo Alekos que Dios era sin duda del bando griego. Al doctor Iannis le despert a las tres de la madrugada un tamborileo de dedos en su ventana. Se qued un momento inmvil, preguntndose de mal humor cmo poda una rama hacer ese ruido si all no haba ningn rbol. Finalmente abandon la cama y fue a abrir la contraventana. Vio a Alekos, lo cual fue ya una sorpresa, pero vio 229

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tambin a un hombre rubio y muy alto, vestido con la fustanella de los evzones. Alekos not la perplejidad en la cara del doctor, levant las manos, se encogi de hombros y dijo: Le traigo un ngel. Y se march antes de que pudieran exigirle responsabilidades. El ngel sonri y tendi la mano, diciendo: Me llaman Bunnios. El doctor estrech la mano que se le ofreca a travs de la ventana y dijo: Soy el doctor Iannis. Caballero, a su gentileza apelo, por el bien de su patria debo parlamentar con vuestra merced acerca de cierto asunto privado. El doctor enarc las cejas, totalmente perplejo: Qu? El desconocido indic por seas que quera entrar, y el doctor suspir con impaciencia pensando que tendra que decirle que diera la vuelta hasta la puerta. Pero tan pronto asinti con la cabeza, el hombre se apoy en el marco de la ventana y se col de un salto. Arroj al suelo su piel de cabra con todo el material y estrech una y otra vez la mano del doctor. Entr Pelagia con cara de sueo. Haba odo los ruidos y vio a un hombre vestido con la gorra de borla, la falda y los calzones blancos, el chaleco bordado y las sandalias con pompn que constituan el traje de fiesta en algunas partes del continente. Lo llevaba todo muy sucio pero no haba duda de que era nuevo. Lo mir asombrada, se llev una mano a la boca y con ojos desorbitados pregunt a su padre: Quin es ste? Que quin es ste? repiti el doctor. Y cmo quieres que lo sepa? Aleko ha dicho que era un ngel y se ha largado. Dice que se llama Bunnios, y habla el griego como los negros del frica. El extravagante personaje inclin la cabeza y estrech la mano de Pelagia. Ella la dej flcida, sin ocultar su perplejidad. l le sonri encantadoramente y dijo: Permita que me haga lenguas de su lozana hermosura y de su muchachez. Y yo Pelagia dijo ella. Luego le pregunt a su padre: Qu habla? Katharevousa no es. Claro que no. Y romaico tampoco, desde luego. Ser blgaro o turco, o algo as? Griego de los tiempos antiguos dijo el hombre, y aadi: Pericles. Demstenes. Homero... Griego antiguo? exclam Pelagia sin dar crdito a sus odos. Retrocedi, temerosa de estar en presencia de un fantasma. De nia haba odo hablar del Emperador de Mrmol a quien un ngel llevaba a una gruta de donde l regresara tarde o temprano para derrotar a los opresores. Pero aquel ser ms pareca de carne que de mrmol, y adems todo eso eran cuentos. Haba tambin la leyenda de unos forasteros rubios del norte que traeran la liberacin. A saber. El doctor se toc la frente con el ndice y levant la vista con aire triunfal. 230

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Ingls? pregunt. Anglio, s concedi el hombre. Ms, rugole que... De acuerdo, no se lo diremos a nadie. No podramos hablar en ingls? Su pronunciacin es horrorosa, sabe. Me produce dolor de cabeza. Pelagia, trae un vaso de agua y unos boniatos. El ingls sonri con un ms que patente alivio; haba sido una lata estar hablando griego de la mejor escuela pblica y que no le entendiera nadie. Le haban dicho que dadas las circunstancias l era lo ms parecido a un verdadero grecfono que podan encontrar, pero l saba muy bien que el griego moderno no era lo mismo que el griego de Eton, aunque ni por un momento se le haba ocurrido que sus palabras iban a resultar tan ininteligibles. Adems, estaba claro que alguien del servicio de inteligencia tena una idea totalmente aberrante de cmo vesta la gente en Cefalonia. Tenemos a oficial italiano en una habitacin durmiendo dijo el doctor, cuyo ingls no era tan bueno como a l le gustaba pensar, as que please hablamos en voz baja. El ingls desat su piel de cabra y sac un revlver. Pelagia se qued paralizada de miedo. Si de ella dependa, nadie iba a matar a su Antonio. El ingls vio su cara de consternacin y dijo: Pura precaucin. No quisiera provocar ninguna represalia, a menos que me vea obligado a ello. Espa? pregunt el doctor. Servicio secreto? El hombre asinti. Supersecreto dijo. Tienen algo de ropa para prestarme? Se lo agradecera mucho. El doctor seal la fustanella: Esta ropa no de Cefalonia. Indic la fotografa enmarcada que haba en la pared de un joven con pantalones hasta la rodilla, faja blanca en la cintura, gorra, tambin blanca y un chaleco con dos hileras de grandes botones plateados. Esa s explic pero slo en fiestas. Vestimos como ustedes. Yo le traigo ropa, usted me da la fustanella, okey? El doctor siempre haba querido tener un conjunto de fustanella pero nunca se lo haba podido comprar. Mientras buscaba algunas prendas corrientes dijo Gracias Wiston Sursil, alzando los ojos al cielo como si Churchill fuese la divinidad. Algn da los asombrara a todos en algn festejo. Sonri anticipando su deleite. Los mangas de la kapheneia pensaran que haba renunciado a ser un alafranga europeizado para convertirse en uno de aquellos fustanellophoroi tradicionalistas. Pens dnde podra encontrar una de aquellas complicadas gaitas tpicas, un tsibouki, para dar el toque final. No fue fcil meter al espa en las prendas de un hombre ms bajo, aunque hubo la pequea consolacin de que ambos tenan idntica talla de sombrero. El embragado ingls parti rumbo a Argostolion al despuntar el da con las vueltas del pantaln a media pantorrilla sonrosada y la chaqueta inabrochable, llevando su equipo en un saco de arpillera, suministrado tambin por el doctor, quien no quiso dejarle marchar sin antes darle un buen consejo:

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Mire, okey? El acento suyo terrible, terrible. Mejor no hablar, entiende? Usted callado hasta que aprenda. Ah, y cuidado con los andartes. Ladrones, no soldados, ellos dicen son comunistas, pero son ladrones. No les interesa la guerra, entiende? Italianos okey, alemanes no tanto, comprendido? Y as, el teniente Bunny Warren, trasladado temporalmente de la Guardia Real al Departamento de Operaciones Especiales, estableci su hogar, haciendo gala de una iniciativa sorprendente y de un descaro maysculo, en una casa grande donde se alojaban ya cuatro oficiales italianos. Los dej a los cuatro boquiabiertos tratando de comunicarse con ellos en latn, y cada semana iba a pie hasta la choza desocupada donde haba instalado su radio y su motor recargable. Desde all informaba detalladamente a El Cairo sobre los movimientos de tropas y nmero de efectivos, slo por si los aliados decidan invadir Grecia en lugar de Sicilia. Era una vida muy solitaria, y exasperante que lo tomaran a uno por loco, pero esa locura era probablemente el mejor camuflaje. Con su ceida armadura llena de soberanos de oro recorri Cefalonia a pie memorizndolo todo, y en un par de ocasiones subi al monte Anos para presentar sus respetos a su primer anfitrin, quien no acababa de convencerse de que no fuera un ngel. A veces se reuna con el muy peripattico padre Arsenios y se haca pasar por otro fantico de las profecas religiosas. La radio no le fall nunca. Era una Brown B2. Tena slo dos lmparas Loctal y una antena que pareca realmente la cuerda de tender la ropa, funcionaba conectada a la red o mediante una pila de seis voltios y, con sus escasos quince kilos de peso, era un milagro de miniaturizacin.

47. EL DOCTOR IANNIS ACONSEJA A SU HIJA


El doctor Iannis carg su pipa de aquella picadura letalmente acre que en los das de la ocupacin pasaba por tabaco, la apison, procedi a encenderla y dio una calada insensatamente profunda. El irritante humo alcanz de pleno el fondo de su garganta, y los ojos se le desorbitaron. Tartaje, se agarr el cuello con una mano y tosi violentamente. Arroj la pipa al suelo y murmur Heces, nada ms que heces. A qu extremos ha llegado el mundo que me veo obligado a fumar coprolito? Se acab, no pienso fumar nunca ms. ltimamente la pipa le haba dado ms problemas que satisfacciones. De una parte era imposible conseguir escobillas para limpiarla, y como nico recurso haba tenido que escarbar en el huerto en busca de plumas. Haba llegado incluso a sobornar a Lemoni para que las buscara en la playa, para lo cual haba tenido que engatusar a Pelagia a fin de que hiciera aquellas pastas de miel que a la nia tanto

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le gustaban. Todo ello amenazaba convertirse en una infinita e incontrolable espiral de corrupcin. Haba hecho intentos de cortar el nudo gordiano renunciando a limpiar la pipa, pero eso haba dado como resultado la inhalacin de partculas indescriptiblemente repelentes, furiosamente amargas y apabullantemente viscosas de un taco de tabaco fro. Le haca sentir tantas nuseas como a un perro la ingestin de guindillas remojadas en gasolina, y todo esto nicamente para fumar un tabaco que era el equivalente de una tonsilectoma de aficionado. Se senta traicionado e irritable. Su pipa era una St. Claude comprada en Marsella, y se supona que era una compaera de toda la vida. De acuerdo, tena casi todo el borde quemado y el tubo estaba amarillento y mordisqueado, pero nunca le haba atacado con tanta saa. La dej en el suelo y volvi a sus escritos: Puesto que esta isla es una joya, desde los tiempos de Ulises ha sido juguete de los grandes, los poderosos, los plutcratas y los detestables. Los romanos, nada filosficos e ineptos para cualquiera de las artes salvo las de administrar esclavos y realizar conquistas militares, saquearon la ciudad de Samos y masacraron a la poblacin tras una heroica resistencia de cuatro meses. As empez la larga y lamentable historia de ir pasando de mano en mano como un regalo, mientras simultneamente era atacada repetidas veces por corsarios de todos los rincones del malversado Mediterrneo. Se convirti as en una isla objeto de perpetuos pillajes, una isla cuyo famoso msico Melampus gan para Kythera el primer premio en los juegos Olmpicos de nada menos que 582 antes de Cristo. Desde los romanos no hemos tenido otro premio que la supervivencia. El doctor hizo una pausa y cogi su pipa del suelo, olvidando que poco antes haba renunciado a ella para siempre; no era tanto una historia como un lamento. O una diatriba. Una filpica, tal vez. De pronto tuvo la idea luminosa de que quiz no era tanto que le resultase imposible escribir una historia de la isla, cuanto que la Propia Historia Era Imposible. Satisfecho de las implicaciones de su teora, se regal con una profunda calada a su pipa que una vez ms le someti a un desesperado paroxismo de dolorosos estornudos y toses. Furioso, se puso en pie y consider la posibilidad de partir la pipa en dos. Estaba a punto de hacerlo cuando fue derrotado por una sensacin de pnico anticipado. El caso era que Dejar de Fumar era algo tan Increble como la Historia. Era evidente que entre l y la pipa habra de existir cierto grado de adaptacin. Hizo entrar a Pelagia, que haba estado recogiendo con una cucharilla los posos del caf de aquella maana para utilizar de nuevo. El problema del caf era tan calamitoso como la crisis del tabaco. Hija dijo el doctor, quiero que disuelvas un poquito de miel en un poco de brandy y que luego mezcles este tabaco dentro. Tal como est no hay quien lo fume. Es la cosa ms desagradablemente estornutatoria que existe. Pelagia le mir con sarcasmo y cogi la lata de tabaco. Iba a marcharse cuando su padre aadi: Espera, no te vayas, he de hablarte de una cosa.

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El doctor estaba sorprendido de s mismo. D qu quiero hablarle?, se pregunt. Era como si hubiera hecho acopio de ciertas impresiones que requeran ser tratadas, pero que todava no haban cuajado en ideas concretas. Pelagia se sent delante de l, apart unos cabellos que le caan a la cara por la fuerza de la costumbre y pregunt: De qu se trata, pap? l la contempl all sentada con las manos sobre el regazo, una expresin expectante en su mirada y en los labios una modosa sonrisa. Su apariencia de pulcra inocencia le record lo que quera decirle. Cualquier persona, y especialmente una hija, capaz de un aspecto tan dulce y virginal estaba evidentemente metida en alguna travesura o alguna falta leve. No me ha pasado inadvertido, Pelagia, que ests enamorada del capitn. Ella se ruboriz hasta las cejas, puso cara de pnico y empez a balbucear: Del capitn? repiti absurdamente. S, del capitn, nuestro involuntario aunque encantador husped. Ese que toca la mandolina a la luz de la luna y te trae pasteles italianos que t no siempre crees conveniente compartir con tu padre, siendo ste la nica persona a la que supones a la vez ciega e imbcil. Papakis! protest ella, incapaz sin embargo de aadir ninguna cosa articulada a su interjeccin. Hasta el cuello y las orejas se te han puesto colorados observ el doctor, gozando con el desconcierto de su hija y echando deliberadamente ms lea al fuego. Pero pap... El doctor hizo un extravagante ademn con su pipa: Realmente no se trata de discutir o negar este particular, porque est muy claro. El diagnstico ha sido confirmado. Hablemos mejor de lo que ello implica. Por cierto, a m me parece evidente que l tambin se ha enamorado de ti. No ha dicho semejante cosa, papakis. Por qu tratas de acosarme? Estoy empezando a enfadarme. Cmo puedes decir eso? As me gusta dijo l con satisfaccin. sta es mi hija. Te voy a dar un bofetn, de veras. l se inclin hacia adelante y le tom una mano. Ella apart la vista y se ruboriz todava ms. Era tpico de l sacarla de quicio y despus sosegarla con un gesto amable. No haba quien manejara a aquel padre, a ratos un frrago de rdenes perentorias, a ratos tmido y adulador, y al momento altanero y aristocrticamente distante. Soy mdico, pero tambin soy un hombre que ha vivido mucho y que ha sabido observar dijo el doctor. El amor es una especie de demencia que presenta sntomas clnicos muy precisos y recurrentes. Os ruborizis cuando el otro est presente, merodeis por sitios donde se supone va a pasar el otro, parecis los dos un poco premiosos, os res los dos sin venir a cuento, t te has vuelto tan infantil que da asco y l tan galante que da pena. T tambin te has vuelto un poco tonta. Te regal una rosa el otro da, y t la guardaste en mi libro de 234

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sintomatologa. De no estar enamorada y conservar un poco ms de juicio, la habras guardado en otro libro que yo no usara a diario. Me parece muy adecuado que la rosa est en el captulo que trata de la erotomana. Pelagia intuy el inminente colapso de un millar de sueos maravillosos. Se acord del consejo que le haba confiado su ta: Para tener xito, una mujer est obligada a llorar, a dar la lata o a enfurruarse. Debe estar dispuesta a hacerlo durante aos y aos, porque la mujer es propiedad desechable de los hombres de la familia, y los hombres, como las piedras, tardan mucho en desgastarse. Pelagia prob a llorar, pero se lo impidi una creciente sensacin fsica de pnico. De pronto se levant y, con la misma brusquedad, se volvi a sentar. Barruntaba que un abismo se abra a sus pies y que un ejrcito de turcos, en la persona de su padre, estaba a punto de empujarla al abismo. La cruel diseccin que l haba hecho de su alma pareca haber eliminado de su imaginacin toda la magia. Pero el doctor le apret la mano, arrepentido ya de su rudeza e inclinado a la compasin por el mero e innegable hecho de que haca un da precioso, otro ms. Se retorci con el ndice la punta del bigote y observ despreocupadamente los intentos de su hija por producir una lgrima. Luego inici un largo monlogo: Es un hecho comprobado que el honor de una familia deriva de la conducta de sus mujeres. No s por qu es as, y es posible que en otra parte las cosas sean distintas. Pero vivimos aqu, y yo menciono el hecho cientficamente del mismo modo que observo que el monte Anos est nevado en invierno y que no tenemos ros. No es que no me caiga bien el capitn. Est un poco loco, eso s, lo cual se explica por el hecho de que sea italiano, pero no est loco hasta extremos risibles. En realidad me cae muy bien, y el que toque la mandolina como los propios ngeles dice mucho de l tratndose de un extranjero. Llegado a este punto el doctor reflexion sobre si sera constructivo revelar sus sospechas de que el capitn tena hemorroides; el descubrimiento de imperfecciones fsicas era a menudo un poderoso antdoto del amor. Por respeto a Pelagia, opt por callrselo. Al fin y al cabo, no estaba bien ensuciar de mierda la cama de Afrodita. Continu: Pero debes recordar que ests prometida a Mandras. Porque te acuerdas, no? Tcnicamente el capitn es un enemigo. Te imaginas la tortura que eso te reportara cuando los dems consideraran que habas renunciado al amor de un patriota griego por el de un invasor, un opresor? Te llamarn colaboracionista, puta del fascio y muchas cosas ms. La gente te arrojar piedras, te escupir al pasar, eso lo sabes, verdad? Tendras que marcharte a Italia si quisieras estar con l, porque aqu no estaras a salvo. Ests dispuesta a abandonar esta isla, esta gente? Qu sabes de la vida en otros lugares? Crees que los italianos saben preparar pastel de carne y que tienen iglesias consagradas a san Gerasimo? Pues no. Y otra cosa. El amor es una locura pasajera, hace erupcin como un volcn y luego se serena. Y cuando esto pasa uno ha de tomar una decisin. Tienes que averiguar si vuestras races estn tan fuertemente 235

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entretejidas que resulta inconcebible separarse el uno del otro. Porque el amor es eso. Amor no es quedarse sin aliento, amor no es excitacin, ni formular promesas de pasin eterna, ni el deseo de aparearse a cada momento del da, ni pasar la noche en vela imaginando que l besa hasta el ltimo rincn de tu cuerpo. No, no te sonrojes, estoy diciendo verdades. Eso slo es enamoramiento, cosa que puede pasarle a cualquier idiota. El amor propiamente dicho es lo que queda cuando el enamoramiento se extingue, lo cual es un arte y tambin un afortunado accidente. Tu madre y yo lo tuvimos, nuestras races crecan las unas hacia las otras bajo tierra, y cuando todos los bonitos ptalos hubieron cado de nuestras ramas descubrimos que ramos un nico rbol, no dos. Pero a veces caen los ptalos y las races no se han entrelazado. Figrate que abandonas tu hogar y tu gente para descubrir seis meses, un ao, tres aos despus que los rboles no han echado races y se han marchitado. Te imaginas que desolacin, qu horrible presidio? Debo decirte que casarse con el capitn es imposible mientras nuestro pas no sea liberado. Slo se puede perdonar al pecador cuando ste ha dejado de cometer el pecado, porque no podemos permitirnos el condonarlo en tanto ste siga siendo perpetrado. Admito esta posibilidad, es ms, me hara feliz. Es posible que ya no quieras a Mandras. Es posible que haya una balanza que equilibrar, el amor en un plato y la deshonra en el otro. Nadie conoce el paradero de Mandras. Puede que ya no est entre los vivos. Pero esto significa que tu amor quedar indefinidamente postergado. Pelagia, sabes tan bien como yo que el amor postergado aumenta la lujuria. No, no me mires as. No soy un ignorante ni un estpido, y tampoco he nacido ayer. Adems, soy mdico y no trato con imposibles mandatos morales sino con hechos demostrables. Nadie podr decirme que slo por ser joven, apuesto, educado y sensible, no se est tambin enardecido. Crees que ignoro que a las chicas puede corroerles el deseo? Estoy incluso resignado a la posibilidad de que mi hija del alma pueda estar en ese estado. No agaches la cabeza, no tienes de qu avergonzarte. Soy mdico, no cura, mi postura es antropolgica; adems, cuando yo era joven... bueno, dejmoslo. Basta con decirte que no estoy dispuesto a ser un hipcrita ni a fingir una sbita y benigna amnesia. Pero esto complica an ms las cosas, no es as? Cuando estamos locos perdemos el dominio. Es por eso que nuestros antepasados optaron por dominar la locura natural de los jvenes embadurnndola de vergenza. Es por eso que en algunos lugares siguen enseando la sbana manchada tras la noche nupcial. Vi una en Asso la semana pasada cuando me avisaron de aquel brazo roto, te acuerdas? Si no nos hicieran avergonzarnos de algo tan bello no haramos otra cosa que eso. No trabajaramos, estaramos inundados de cros, y no existira la civilizacin. En pocas palabras, an estaramos viviendo en cuevas, copulando sin parar e indiscriminadamente. Si no hubiramos reservado para ello un tiempo y un lugar, prohibindolo en otros momentos y lugares, viviramos como los perros y la vida no sera hermosa ni habra paz. 236

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Pelagia, no estoy diciendo que te avergences. Soy mdico, no un poeta de la civilizacin que desea que la gente deje de gozar para que puedan edificarse ciudades. Pero imagina que te quedas embarazada! Deja de fingir que te sorprendes, quin sabe de lo que uno es capaz en un momento de pasin? Son cosas que pasan, consecuencias naturales de cosas naturales. Qu crees t que ocurrira? Pelagia, yo no te ayudara a abortar, aunque s cmo hacerlo. Para decirlo claramente, yo no sera cmplice del asesinato de un inocente. Qu haras? Acudir a una de esas parteras que matan a la mitad de sus clientes y dejan a las dems estriles de por vida? Tendras el nio y soportaras estoicamente que ningn hombre quisiera casarse contigo? Muchas mujeres as acaban como prostitutas, porque de pronto descubren que no tienen nada que perder y ningn otro modo de que su cuerpo y su alma vayan a la par. Pero yo, Pelagia, no te abandonar mientras vivas, ni siquiera en esas circunstancias. Ahora bien, imagnate que muero. No hagas muecas, a todos nos reclama la naturaleza, es inevitable. Y si el capitn no puede casarse contigo porque se lo prohbe el ejrcito? Entonces qu? Y has de saber que existen espantosas enfermedades ligadas a actos irreflexivos relacionados con lo que estamos hablando. Ests completamente segura de que nuestro capitn no ha estado yendo a un burdel? Los jvenes son infinitamente pervertibles en cuanto a esto, por muy honestos que puedan ser en lo dems, y el ejrcito se los ha puesto fcil al proporcionarles un burdel. Sabes lo que pasa con la sfilis? El cuerpo se desintegra, el cerebro enloquece. Produce ceguera. Los hijos de sifilticos nacen sordos y cretinos. Y si el capitn va de putas y cierra los ojos y se imagina que eres t a quien tiene entre sus brazos? Es algo que podra pasar, aunque me duela decirlo, teniendo en cuenta cmo son los hombres a esa edad. Pelagia llor lgrimas de verdad. Jams se haba sentido tan aplastada y humillada. Su padre haba reducido todos sus sueos color de rosa a la sordidez mdica y el sentido comn. Le mir entre las lgrimas y vio que l la contemplaba con compasin. Ests metida en un lo observ, nos has metido a los dos en un lo. A ti todo te parece sucio le reproch ella con amargura. No tienes ni idea de cmo son las cosas. Con tu madre pas por todo esto replic l. Ella estaba prometida a otro. S cmo son las cosas. Por eso te hablo as, y por eso no voy de un lado a otro gritndote y prohibindolo todo, como hara cualquier padre. Entonces no lo prohbes todo? pregunt ella esperanzada. Pues no, Pelagia. Lo que digo es que debes tener mucho cuidado con lo que haces y obrar honradamente por respeto a Mandras. Eso es todo. Has de ver el lado bueno de las cosas. Cuanto ms conozcas al capitn, ms capaz sers de decidir si quieres que tus races y las suyas crezcan juntas bajo tierra. No asientas a todo. Nigate a ti misma. Porque as tus ojos no estarn empaados por una locura que no puedes controlar, y as aprenders a verle como realmente es. Me comprendes? 237

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Papakis musit ella, el capitn nunca ha intentado comprometerme. Es una buena persona. Sabe que est en una situacin difcil. Reza para la liberacin de la isla, Pelagia, porque as todo ser posible. Pelagia se puso en pie y cogi la lata de tabaco. Miel y brandy? pregunt. Su padre asinti con la cabeza y dijo: No te hundas por lo que te he dicho. Yo tambin fui joven una vez. Entonces, no todo era diferente en tus tiempos dijo ella con aspereza al salir de la habitacin. Su padre sonri satisfecho y dio una calada a su pipa. Para l, una reaccin vivaz indicaba una hija sin merma. Probablemente era ms fcil ser padre que historiador. Volvi a su pliego de papeles y escribi. La isla pas a manos del imperio bizantino, que tena el mrito de ser griego y el demrito de ser bizantino.

48. LA SCALA
Es verdad, Antonio, algunos de tus hombres han organizado un timo, y en mi opinin y en la de mis compaeros oficiales, eso habla muy poco a favor de vosotros. No de ti personalmente, sino del ejrcito italiano. Es tan escandaloso como el asunto del panfleto sobre el Duce que est leyendo todo el mundo. Forma parte de la misma enfermedad. Corelli se volvi hacia Carlo y pregunt: Es cierto lo que dice Gnter? A m no me pregunte. Dgaselo a un griego. Iatre llam Corelli, es cierto eso? El doctor sali de la cocina, donde estaba afilando unos escalpelos viejos en una piedra de amolar, y pregunt a su vez: Si es cierto qu. Que algunos de nuestros soldados estn comprando cosas a los que pasan hambre con tarjetas de racionamiento, y que luego vienen otros y les confiscan las cartillas por haberlas adquirido ilegalmente. No es que sean otros explic el doctor, es simplemente la otra mitad de la misma banda. Un crculo perfecto. A Stamatis lo estafaron as la semana pasada. Perdi un valioso reloj de pared y dos candelabros de plata, y al final se qued sin cartilla de racionamiento y con la barriga tan vaca como antes. Muy ingenioso. Se dio la vuelta para marchar pero se detuvo. Ah, otra cosa, sus soldados roban verduras de los terrenos. Como si no estuviramos todos muertos de hambre.

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Los alemanes no hacemos estas cosas dijo relamidamente Gnter Weber, disfrutando de un poco de schadenfreude a expensas de Corelli. Los alemanes no sabis cantar le espet Corelli sin venir al caso; adems, voy a investigar todo esto y ponerle fin. Ha ido demasiado lejos. Weber sonri. Te has hecho famoso por defender los derechos del pueblo griego. A veces me pregunto si sabes por qu ests aqu. No para ser un hijoputa dijo Corelli, y para serte franco, no me gusta estar aqu. Procuro tomrmelo como unas vacaciones. Yo no disfruto de tus ventajas, Gnter. Qu ventajas? S, hombre. Por ejemplo, la ventaja de creer que las otras razas son inferiores a la ma. No me siento calificado, eso es todo. Es pura cuestin de ciencia dijo Weber. Los hechos cientficos no se pueden alterar. Ciencia, dices? Corelli ensombreci el rostro. Los marxistas se tienen por cientficos y creen exactamente lo contrario. Me trae sin cuidado la ciencia. Eso es lo de menos. Lo nico que no se puede alterar son los principios ticos. Yo discrepo dijo afablemente Weber. Para m es obvio que la tica cambia con la poca, igual que la ciencia. La tica ha cambiado en funcin de las teoras de Darwin. Tiene razn, Gnter intervino Carlo, pero eso no significa que nos guste. A m no me gusta, y a Antonio tampoco. Adems, la ciencia trata hechos y la moralidad valores. Son dos cosas distintas y cada una va por su lado. No se pueden encontrar valores en el portaobjetos de un microscopio. Podra ser que los judos fueran malos o inferiores, por ejemplo, pero cmo podra saberlo? De dnde deduzco yo que debo tratarlos injustamente? Ese razonamiento no hay quien lo entienda. Te acuerdas dijo Weber, retrepndose en su silla que me apuntaste con una pistola cuando iba a aporrear a esa marta para conseguir su piel? No la mat. En cualquier caso, no saba que fuera un animal domstico. No poda discutir con una pistola. sa es la nueva tica. La fuerza no requiere excusas y no tiene por qu dar razones. Lo he dicho antes, es puro darwinismo. En ltima instancia dijo Corelli, ser la historia la que dar las razones. Se trata tambin de estar en paz con uno mismo. Recuerdas cuando ese cabo de artillera quiso violar a la chica que haba curado gracias a un supuesto milagro? Mina, se llamaba. Sabes por qu hice lo que hice? Cuando le ordenaste ponerse firmes a pleno sol sin otra cosa que el casco y la mochila? Una mochila llena de piedras, s. Lo hice porque imagin que la chica era hermana ma. Lo hice porque aquel tipo se qued achicharrado y eso me hizo sentir mucho mejor. Mi moralidad es sa. Me fuerzo a pensar que es algo personal. Eres un buen hombre dijo Gnter, lo reconozco.

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Por cierto, si imped que pegaras a Psipsina con la porra fue para salvarte la vida dijo Corelli. De no habrtelo impedido, Pelagia te habra matado. Aaaagh farfull Weber, fingiendo que se estrangulaba. Dnde est Pelagia? Cre que le gustaban nuestros cnticos. Y as es, pero para ella es incmodo ser la nica chica en una pandilla de chicos. Espero que nos est oyendo desde la cocina. Pues no, te equivocas dijo ella en voz alta. Ah dijo Weber, ests ah. Dice Antonio que deberamos traer a unas cuantas chicas de Casa Rosetta, as estaramos empatados. T qu opinas? Que mi padre echara a toda La Scala y que tendrais que cantar otra vez en las letrinas. Nosotros podramos traer dos carros blindados dijo Weber, y al advertir que su comentario no suscitaba sonrisas por parte de nadie, agreg: Era slo una broma. Pues nuestros tanques no podran ni subir esa loma dijo uno de los bartonos, tendramos que pediros prestado uno a vosotros. Mentiras y calumnias replic un tenor. Si les quitas el blindaje van muy bien. Venga, cantemos alguna cosa. La Giovinezza propuso Weber con entusiasmo, generando protestas generalizadas. Bueno, est bien, traer mi gramfono y cantaremos con Marlene. Eso, y despus podemos cantar canciones de amor dijo Corelli , porque hoy hace una noche hermosa, todo est en paz, y deberamos ponernos un poco romnticos. Weber fue a su jeep y volvi ufano con su gramfono alemn. Dej el aparato sobre la mesa y lo hizo funcionar. Se oy algo como un rumor de oleaje distante y a continuacin los primeros compases marciales de Lili Marlene. La Dietrich empez a cantar con su voz lnguidamente melanclica, mundana, llena de la tristeza del conocimiento y el anhelo de amor. Oh exclam Weber, Marlene es la encarnacin del sexo. Me derrito slo de orla. Varios muchachos se sumaron al disco, y Corelli empez a buscar la meloda con su mandolina. Esta msica le gusta a Antonia dijo. Preparaos, que Antonia va a cantar. Empez a introducir notas de adorno y luego rpidos pasajes arpegiados completando las escalas entre dos notas. En la ltima estrofa se lanz a un trmolo que plane contrapuntsticamente sobre la meloda, la embelleci por medio de astutos glisandos, pausas y ritardandos, ascendi hasta el registro ms agudo y ms delgado del instrumento para luego regresar deliciosamente al sonoro registro medio de la tercera y segunda cuerdas. En el pueblo la gente dej lo que estaba haciendo y se dedic a escuchar a Corelli inundar la noche de msica. Terminada sta, todos suspiraron, y Kokolios le dijo a su mujer: El to est loco y adems es un macarroni, pero tiene ruiseores en los dedos. 240

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Prefiero eso que or tus ronquidos y tus pedos toda la noche repuso ella. Un pedo proletario es siempre mejor msica que una cancin burguesa replic l, a lo que ella contest: Qu ms quisieras t. Pelagia sali de la cocina. Su esbelta silueta qued fantasmalmente dibujada al contraluz de la vela de la cocina. Por favor, tcalo otra vez le pidi, es muy hermoso. Sali de la casa y acarici la pulida madera del gramfono. Aquella mquina era una maravilla ms del mundo moderno, como la motocicleta de Corelli. Era una cosa exquisita en medio de la muerte y la separacin, las privaciones y el miedo. Te gusta? pregunt Weber, y ella asinti con ms anhelo que esperanza. De acuerdo prosigui l, cuando vuelva a Alemania despus de la guerra, te lo regalar. Puedes quedrtelo. Me complacera mucho, y as te acordars siempre de Gnter. Yo puedo conseguir otro en Viena. Acptalo como una disculpa por lo de Psipsina. Pelagia se emocion. Mir al sonriente joven de flamante uniforme, pelo rubio y corto y ojos castaos, y sinti placer y gratitud. Eres un sol le dijo, y le bes con naturalidad en la mejilla. Los chicos de La Scala lanzaron vtores y Weber se ruboriz, cubrindose los ojos con la mano.

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49. EL DOCTOR ACONSEJA AL CAPITN


El doctor y el capitn estaban sentados a la mesa de la cocina, Corelli cambiando una cuerda rota de su mandolina mientras se lamentaba de que fuera imposible conseguir cuerdas nuevas. Y si prueba con hilo de sutura? pregunt el doctor, inclinndose para inspeccionar la difunta cuerda con las gafas puestas . Creo que tengo del mismo grosor. Tiene que ser idntica replic Corelli. Si es demasiado gruesa, entonces hay que tensar la cuerda ms de lo que admite el instrumento, y ste acaba doblndose por la mitad. Si es demasiado fina, queda muy floja para sonar como Dios manda y entonces trastea. El doctor suspir. Est pensando en casarse con Pelagia? pregunt repentinamente. Creo que tengo derecho a saberlo, ya que soy su padre. Al capitn le sorprendi la franqueza de aquella pregunta y no supo contestar. Las cosas haban podido seguir adelante nicamente sobre la base de que nadie sacara el asunto a colacin; las cosas no podan funcionar ms que en el entendido de que era un secreto que conoca todo el mundo. Mir consternado al doctor, boqueando sin articular palabra como el pez desprevenido al que una ola acaba de arrojar a un banco de arena. Aqu no podis vivir dijo el doctor. Seal la mandolina. Si quiere ser msico ste es el sitio menos indicado. Tendra que irse a su pas o a Norteamrica. Y no creo que Pelagia pudiese vivir en Italia. Ella es griega. Se morira como una flor privada de luz. Ah dijo el capitn, pues no se le ocurri ninguna observacin inteligente. Es verdad dijo el doctor. S que no ha pensado en ello. Los italianos obran siempre sin prever las cosas, sa es la gloria y la ruina de su civilizacin. Un alemn calcula con un mes de antelacin cmo se le van a mover las tripas por Semana Santa, y los britnicos lo planean todo a posteriori, as siempre parece que todo ha ocurrido como ellos prevean. Los franceses hacen planes como si estuvieran en una fiesta, y los espaoles... bueno, a saber. En fin, que Pelagia es griega, a eso iba. Funcionar la cosa, incluso pasando por alto la evidente falta de sentido prctico de la empresa? El capitn desenroll el resto de cuerda del clavijero y contest: Con todos los respetos, yo no lo veo as. Se trata de una cosa ms bien personal. Le ser franco, dottore. Pelagia me ha dicho que usted y yo nos parecemos mucho. Yo estoy obsesionado con la msica, usted con la medicina. Los dos somos hombres que se han buscado un objetivo, y a ninguno de los dos nos importa demasiado lo que puedan

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pensar los dems. Ella ha llegado a quererme slo porque primero aprendi a querer a un hombre que es igual a m. Y ese hombre es usted. De modo que el ser griego o italiano es puramente accesorio. El doctor se sinti tan conmovido por aquella hiptesis que sinti aflorar un nudo a la garganta. Se domin y dijo: Usted no nos comprende. Claro que los comprendo. El doctor se sulfur un poco. Su vehemencia, por tanto, aument: Ni hablar. Se cree que va a conseguir una chica guapa y sumisa y que su vida ser como un jardn de rosas? Ya no recuerda que me pregunt por qu los griegos sonren cuando estn enfadados? Pues djeme decirle una cosa, joven. Cada griego, sea hombre, mujer o nio, lleva dos griegos en su interior. Tenemos hasta una terminologa especial para cada uno. Forman parte de nosotros, del mismo modo que todos nosotros escribimos poemas y que todos estamos convencidos de saber todo lo que hay que saber. Somos hospitalarios con los desconocidos, somos unos nostlgicos, nuestras madres tratan siempre a sus hijos mayores como si fueran chiquillos, nuestros hijos llevan a sus madres en bandeja y pegan a sus esposas, detestamos la soledad, tratamos siempre de averiguar si tenemos algn parentesco con los desconocidos, empleamos con frecuencia todas las palabras largas que conocemos, salimos a dar un paseo al caer la tarde para husmear lo que hace el vecino, todos pensamos que estamos a la altura del mejor. Me comprende? El capitn estaba perplejo: Esos de los dos griegos no me lo haba explicado. No? Bien. El doctor se puso en pie y empez a andar por la cocina, haciendo elocuentes ademanes con la mano derecha mientras sostena en la izquierda su pipa. Mire, he viajado por todo el mundo. He estado en Santiago de Chile, Shanghai, Estocolmo, Addis Abeba, Sydney... Y todo ese tiempo estuve aprendiendo a ser mdico, y puedo decirle que nadie es ms como en realidad es que cuando est enfermo o herido. Es entonces cuando se ven las cualidades de cada uno. Y casi siempre he estado en barcos cuya tripulacin era mayoritariamente griega. Se da cuenta? Somos una raza de exiliados y marinos. S ms de la idiosincrasia griega que la mayora de la gente. Le hablar primero de los helenos. El heleno posee un rasgo distintivo al que llamamos sophrosune. Este griego evita los excesos, conoce sus lmites, reprime la violencia interior, busca la armona y cultiva el sentido de la proporcin. Cree en la razn, es heredero espiritual de Platn y Pitgoras. Este tipo de griego es desconfiado respecto a su propia naturaleza impulsiva y le encanta cambiar por cambiar, y se impone disciplina para evitar la prdida espontnea del control. Ama la cultura por s misma, no toma en cuenta el poder ni el dinero cuando valora a otra persona, acata escrupulosamente la ley, se figura que Atenas es el nico lugar importante del planeta, detesta los compromisos deshonrosos y se considera la quintaesencia del europeo. Esto es por la sangre de nuestros ancestros que an fluye en nosotros.

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Hizo una pausa, exhal unas bocanadas de humo de pipa y continu: Pero adems del heleno hemos de convivir con el romoi. Djeme que le explique, capitn, que esta palabra significa originariamente romano, y stas son las cualidades que aprendimos de sus antepasados, que en cientos de aos de dominio no consiguieron el menor avance tecnolgico y esclavizaron a naciones enteras sin la menor consideracin hacia la tica. Los romoi son gente muy parecida a sus fascistas, as que con ellos se sentir como en familia, aunque intuyo que usted personalmente no comparte sus vicios. Los romoi son improvisadores, persiguen el poder y el dinero, no actan racionalmente sino por instinto e intuicin, con lo cual meten siempre la pata. No pagan impuestos y slo acatan la ley cuando no queda ms remedio, consideran la cultura como un medio para progresar, comprometern siempre un ideal por culpa del egosmo, y les gusta emborracharse, bailar y cantar y partirse mutuamente la cabeza a botellazos. Su brutalidad y su maldad son tales que para que se haga una idea le dir que salen perdiendo bastante comparadas con sus asesinatos de nativos en Etiopa o sus bombardeos de hospitales de campaa de la Cruz Roja. El nico punto de contacto entre las dos caras de un griego es el que lleva la etiqueta patriotismo. El romoi y el heleno morirn alegremente por Grecia, pero mientras el heleno luchar humanamente y con sensatez, el romoi utilizar todos los subterfugios a su alcance y sacrificar intilmente las vidas de sus propios hombres, igual que hace su Mussolini. De hecho calculan su gloria por el nmero de los que han enviado a la muerte, y una victoria sin sangre les parece decepcionante. El capitn se mostr escptico: Qu me est diciendo, entonces? Qu Pelagia tiene una faceta que desconozco y que me chocara si la conociera? El doctor Iannis se inclin hacia adelante y atraves el aire con un dedo: Exactamente. Y otra cosa: yo tambin tengo esa faceta. Usted no la ha visto nunca, pero la tengo. Con todos los respetos, dottore, no me lo creo. Me alegro, capitn. Pero en mis mejores momentos yo conozco la verdad. Se produjo un silencio, y el doctor se sent a la mesa para encender de nuevo su poco cooperadora pipa, con aquella mezcla repelente de frfara, ptalos de rosa y otras hierbas que ni siquiera se aproximaba a lo que se conoce por tabaco. Tosi convulsivamente. Yo la quiero dijo Corelli al fin, como si sa fuera la respuesta al dilema, y tal era en su opinin. De pronto le asalt una duda: No ser que se resiste a perder a su hija? Est intentando desanimarme? Es slo que tendrais que vivir aqu. Si ella fuera a Italia se morira de morria. Conozco a mi hija. Es posible que le tocara elegir entre amarla y ser msico. El doctor sali de la habitacin, ms por un efecto teatral que por otra cosa, y luego volvi a entrar.

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Una cosa ms. Esta es una tierra muy antigua y no hemos tenido ms que masacres en los ltimos dos mil aos. Sacrificios, guerras, asesinatos. Tenemos tantos sitios llenos de fantasmas rencorosos que cualquiera que se acerque o viva en ellos acaba loco o se vuelve un desalmado. Yo no creo en Dios, capitn, y no soy supersticioso, pero s creo en los fantasmas. En esta isla ha habido masacres en Samos, en Fiskardo y qu s yo dnde ms. No sern las ltimas. Es slo cuestin de tiempo. As que no haga planes.

50. TIEMPO DE HIATO


Los aliados invadieron Sicilia por motivos estratgicos, y con ello traicionaron a su ms antiguo y valiente aliado, Grecia. Dejaron a los comunistas un ao para preparar un golpe y otro ao para la guerra civil. El ELAS destruy al EKKA y arrincon al EDES lejos de los centros de poder, de forma que su lder, Zervas, acab sintindose traicionado por los ingleses para el resto de su vida. Los aliados buscaban en Italia una yugular, y haban dejado de lado al pequeo pas que haba dado a Europa su cultura, mpetu y corazn. Los airados griegos conocieron por la BBC los detalles de la destruccin del fascismo en Italia, y exigieron saber por qu los haban dejado de lado. Los oficiales de enlace britnicos, a medio camino entre la impotencia y la frustracin, se retorcan las manos y vean cmo el pas se vena abajo. Los comunistas del ejrcito griego en Siria fomentaron un motn que aplaz an ms la victoria en Italia, y fue en ese momento cuando se inici la guerra fra y el teln de acero empez a descender. En Occidente empez a erosionarse la admiracin y el respeto hacia el herosmo sovitico, y qued muy claro que un tipo de fascismo iba a ser sustituido por otro. Al principio, britnicos y americanos no podan creer que los comunistas estuvieran cometiendo en Grecia atrocidades sin cuento; los periodistas lo achacaban a la propaganda derechista, mientras que los griegos incrdulos lo achacaban a los renegados blgaros. Pero en ciertos mares al menos que no en Jonia fue otra vez tiempo para milagros y rarezas. Con la operacin Arca de No los britnicos hostilizaron con Beaufighters y embarcaciones a las fuerzas del Eje en retirada, transformando el crculo de hierro en una jaula del mismo material. En Lesbos los comunistas tomaron el poder e instauraron una repblica independiente. En Quios fue descubierta una casa de la Gestapo donde haban obligado a personas a pasar la noche en una celda en compaa de esqueletos. El comandante alemn haba sido acribillado a tiros mientras haca el amor con su querida. En Inousia los britnicos descubrieron una isla en la que no haba habitante que no hablase correctamente el ingls y donde todo el mundo se llamaba Lemnos o Pateras. Los bombardeos mataron a los

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comandantes en Nisiro, Simi y Piscopi, y Patrick Leigh-Fermor y Billy Moss secuestraron al comandante alemn en Creta. Dos terceras partes de la guarnicin de Tera perecieron en los bombardeos por la prdida de slo dos hombres. En Creta, una vez ms, destruyeron doscientos mil galones de carburante. En Mikonos y Amorgos cinco hombres consiguieron destrozar las emisoras de radio y tomar siete prisioneros. En Quios un puado de infantes de marina destruy dos destructores pese a que los andartes locales no se presentaron como haban prometido, porque ya no les interesaba. Detestaban sumarse a acciones planeadas por otros y se negaban a participar si a otro andarte se le haba ocurrido la misma idea. En Samos un millar de italianos se rindi a Maurice Cardiff y sus veintitrs hombres, tras lo cual se sentaron a desayunar; Cardiff descubri que por alguna razn misteriosa todos los mdicos locales hablaban francs. En Naxos el comandante alemn se rindi por equivocacin; haba hecho alinear a sus hombres para saludar a una embarcacin donde crey ver ondear el pabelln rojo de la esvstica, pero que en realidad llevaba la ensea roja de los mercantes britnicos. Tan grande fue su desconsuelo, tan amargas sus lgrimas, que la tripulacin hubo de animarlo ensendole a jugar al parchs. En aquella poca una libra esterlina vala dos mil millones de dracmas, y un cigarrillo costaba siete millones y medio. La poblacin de Lesbos tuvo la iniciativa de ofrecer un cambio muy ventajoso, y all fue a parar todo el dinero de la regin, monedas y billetes, al parecer espontneamente, dejando sin dinero al resto del pas. En Siros fue visto un grupo de alemanes escapando sin ponerse los pantalones. Los comunistas adoptaron la costumbre de exigir el veinticinco por ciento de todo en concepto de impuesto, y en muchos sitios la gente se daba de baja del partido. Ms adelante en Creta, y tambin en Samos, se volveran contra los comunistas y los derrotaran. Se cuenta que los cretenses solicitaron ser dominio britnico, pero que stos rehusaron comprometerse porque ya tenan demasiados problemas intentando gobernar Chipre. En total, y con slo diecinueve vctimas mortales, cuatrocientos hombres de las fuerzas especiales sojuzgaron a cuarenta mil soldados del Eje, tras haber visitado setenta islas distintas trescientas ochenta y una veces. El sentido germnico de las cosas bien hechas qued tan desbaratado por aquellas plagas aleatorias de cuellos rebanados y explosiones inexplicables que los alemanes perdieron los papeles, y los italianos, que de entrada ya no le vean sentido a pelear, se rindieron cortsmente y con placer. En Cefalonia los italianos escuchaban la radio y seguan la trayectoria del avance aliado de sur a norte de su pas, mientras en la guarnicin alemana imperaba el asco. Corelli y los dems oficiales notaron que el ambiente se haba enfriado mucho, y las visitas fraternales entre la base italiana y la base alemana disminuyeron. Cuando Weber iba a las reuniones de La Scala se le vea muy callado, distante, y su mirada era interpretada como de reproche. Un da, en mitad de aquellos episodios, Pelagia encontr a Corelli acariciando con aire ausente a Psipsina en la tapia, y cuando l se volvi a mirarla, su expresin fue de preocupacin. 246

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Qu pasar le pregunt a ella si tenemos que rendirnos antes que lo hagan los alemanes? Que nos casamos. l mene la cabeza y dijo tristemente: Los britnicos no piensan venir. Marchan directamente a Roma. Nadie puede salvarnos a menos que lo hagamos nosotros mismos. Los chicos piensan que habra que desarmar a los alemanes ahora que su guarnicin es pequea. Hemos enviado delegaciones a Gandin, pero l no hace nada. Dice que confiemos en ellos. T confas en ellos? No soy un imbcil. Y Gandin es de los que ha subido en el escalafn por obedecer rdenes. No sabe cmo darlas. Es otro de esos asnos de generales sin cerebro ni cojones. Entra dijo Pelagia, mi padre no est y podremos hacernos unas carantoas. Estos das tiene un montn de casos de tuberculosis. Las carantoas me pondran triste, koritsimou. Mi mente est como un espacio en blanco donde slo cabe la preocupacin. Pasaron el padre Arsenios y Bunny Warren, ambos maltrechos, magullados y polvorientos. Antonio, he de ir a preguntarles una cosa dijo Pelagia. Vuelvo enseguida. Arsenios se detuvo junto al pozo y agit su bculo. Su abyecto perrito se tumb sobre la parte sombreada de las piedras y empez a lamerse. Tena sangre en la planta de las patas. Cmo se ha empaado el oro! Cmo ha cambiado el oro ms puro! La lengua del nio lactante se adhiere de sed al velo de su paladar; los nios piden pan, pero no hay hombre que les d un pedazo. Los que de exquisiteces se alimentaron yacen ahora en las calles, y los que criados fueron con las mejores telas se abrazan ahora a un estercolero... empez Arsenios. Pelagia cogi a Warren del brazo y lo llev a un aparte. Bunnios, cundo vendrn los britnicos? Necesito saberlo. Qu les pasar a los italianos cuando se rindan? Dgamelo por favor. Es algo que no puedo decir asegur l. Pues yo mismo no lo s. Nadie lo sabe. Su griego ha mejorado muchsimo observ ella, asombrada, pero el acento sigue sonando un poco... extrao. Dgame, por favor. Estoy en ascuas. Han trado ms soldados los alemanes? Es importante. No creo. Pelagia, al alejarse, le oy exclamar varios Amn. A lo mejor los ingleses eran realmente todos actores y farsantes. Volvi junto a Corelli y le dijo: No te preocupes, todo ir bien. Hablas en serio? Le preguntas su opinin a un fantico religioso y esperas que me lo crea? T, hombre de poca fe. Vamos, entra. Psipsina ha cazado un ratn pero se le ha escapado. Creo que deberas ir por l. Se ha metido detrs de la alacena.

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Cuando termine la guerra y estemos casados, los ratones te los cogers t misma. No pienso seguir siendo caballeroso despus de cumplir los treinta. Mientras Corelli hurgaba detrs de la alacena con una escoba, por la ventana entraron los frenticos amenes de Bunny Warren y la mntica voz de Arsenios: ... Cae nuestra herencia en manos de desconocidos y nuestras casas en manos de extranjeros. Hurfanos somos de padre, nuestras madres como viudas son... Sin descanso trabajamos sometidos al yugo de la persecucin... Gobernados hemos sido por sirvientes y ninguno abre la mano para soltarnos... Nuestra piel estaba negra como un horno debido a la hambruna terrible... Por qu nos olvidas para siempre y nos dejas desamparados tanto tiempo? Ese cura tiene una magnfica voz de bajo coment Corelli, soltando por la ventana el ratn que haba atrapado por la cola. Ahora que lo recuerdo, he bajado al muelle para or lo que decan los pescadores. Tenan unos instrumentos muy extraos que nunca haba visto, y lo que cantaban era fantstico. He anotado algunas tonadas. Se las inventan sobre la marcha, sabes. Nunca son iguales. Vaya. Hubo una que la cantaron varias veces. Ped que me la enseasen... Tarare un aire solemne y marcial, dirigindose a s mismo con los dedos, y slo call al ver que Pelagia rea. Dnde est la gracia? Es nuestro himno nacional.

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51. PARLISIS
Imaginamos el espectro de Homero escribiendo: Para infligir estragos en un hombre fuerte, aun en el ms fuerte, nada hay tan horrendo como el mar. Pero no existi inenarrable desierto de agua salada, ruda arrogancia de olas sacudiendo tierra firme, ni alfera barredura del viento de tan desoladores resultados como la parlisis del general Gandin. Fue impulsado a la inaccin por el peso de su congoja, y en la fecundidad de sus expedientes fue menos dotado que un yermo o un lago de sal. Era el ms acobardado, el menos voluntarioso de los hombres nacidos para morir, un hombre que se desvaneci de golpe en un silencio ciego. Soport el implacable dolor de verse obligado a tomar decisiones, y su confusin le causaba igual desamparo que a aquellos contemporneos mos que contemplaban el vuelo de las aves a la luz del sol, sin saber cules podan traer un mensaje de los cielos. Si algn estmulo aviv la simiente de su inactividad, fue la esperanza vana y la desesperada necesidad de escatimar la sangre de los desventurados a quienes realmente amaba. Tom una ruta ciega condenndolos en poco tiempo a un destino espantoso; incapaz de ver mscara de falacidad en las promesas de los nazis, al confiar en stos conden a sus jvenes hermosos a abandonar sus restos a merced de los perros y las aves de rapia, o a yacer amortajados en la profunda arena del ocano infinito despus que los peces del mar los hubieran desollado. Plido de miedo, disimulando un corazn turbado por medio de necias gestiones y una tempestad de rdenes de difana irracionalidad fij el momento apropiado para que sus guerreros no slo abandonasen aquella encantadora isla sino la vida misma. As pudo haber escrito el bardo invidente, pues era innegable que al general Gandin le faltaba la clarividencia del taimado Ulises y que tampoco le gui Atenea, diosa de lmpida mirada. Roma dictaba rdenes contradictorias, y desde Atenas Vechiarelli imparta rdenes ilegales. A Gandin no le dieron ningn punto de apoyo y, por tanto, no fue capaz de mover la tierra. Pero todo ello sucedi lentamente. Empez con la radio. Las ventanas temblaban al paso de los aviones angloamericanos, y Carlo manipulaba los controles de una mquina que durante mucho tiempo no haba emitido nada ms que frustrantes ruidos y chirridos desde Italia. En Sicilia sus compatriotas se rindieron tan aliviados como contentos, y era un secreto a voces que Badoglio quera poner fin a la guerra. El 19 de julio, Estados Unidos lanz sobre Roma mil toneladas de explosivo, destruyendo vas frreas, campos de aviacin, fbricas y edificios del gobierno y causando centenares de muertos, pero sin tocar las construcciones histricas ni el Vaticano. El Papa aconsej

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paciencia a las masas displicentes. El 25 de julio, el rey Victor Manuel haca encarcelar al improbable mandams de su primer ministro y nombraba en su lugar al venerable mariscal Badoglio, el mismo que se haba opuesto a los planes de invadir Grecia y que, pese a ser el jefe del Estado Mayor, no haba sido informado de la invasin ni siquiera una vez sta tuvo lugar. El 26 de julio Badoglio declaraba el estado de emergencia para evitar la guerra civil. El da 27 peda condiciones a los suspicaces aliados, y en las calles las masas desbordaban alegra mientras celebraban la milagrosa y abrupta cada de Benito Mussolini. El 28 Badoglio abola el Partido Fascista, el 29 liberaba a los presos polticos que haban estado pudrindose en la crcel sin cargos, algunos durante ms de una dcada, pero la guerra segua su curso. Los alemanes consiguieron refuerzos y combatieron a britnicos y americanos con asombrosa bravura mientras sus aliados italianos sucumban. Recuerdan algunos soldados britnicos que las unidades italianas tomaron por costumbre cambiar de bando en funcin de quin pensaran ellos que iba a vencer, y que la poblacin arrojaba flores al bando que en aquel momento estuviera avanzando, pero los capullos se conservaban para usarlos una y otra vez en las zonas donde se sucedan las batallas. El 3 de septiembre Badoglio firm un armisticio secreto con los Aliados, pero los alemanes lo tenan previsto y en un olvidado escenario blico haban apostado ya sus tropas. Era en la isla de Cefalonia, lugar que los viajeros describen como un desarbolado buque de guerra, y Lixouri la ciudad donde desembarcaron. Llegados el 1 de agosto, se concedieron un mes para los preparativos. Al otro lado de la baha, en Argostolion, las tropas italianas haban enmudecido desde la invasin de Sicilia. La Scala ya no se reuna en casa del doctor, y en la plaza mayor la msica de la banda militar sonaba cada vez ms discordante y lastimera. La polica militar segua dirigiendo mal el trfico, a base de estridentes toques de silbato, pero haba muy pocos oficiales alemanes por la calle o en los bares contemporizando con sus viejos amigos italianos. Gnter Weber no sala de su cuartel, vitrilico ahora de ira por las noticias diarias de nuevas traiciones por parte de los italianos. Jams se haba sentido ms defraudado, si bien las tropas apostadas en la isla no haban cometido ningn acto ignominioso. Empez a despreciar a su amigo Corelli. Despreciaba ya incluso a las inquilinas del burdel italiano, aquellas tristes y casquivanas muchachas de hermosos cuerpos y artificiales rostros que seguan retozando desnudas por la playa como si nada hubiera pasado. Estaba tan enfadado que as como antes slo quera comprar sus servicios, ahora slo le apeteca violarlas. Se alegr cuando lleg de Lixouri el convoy de motocicletas y camiones; a los italianos se les tena que ensear a pelear, a no flaquear, a encarar la muerte en vez de aceptar tranquilamente la deshonra. Corelli iba menos a casa del doctor porque da y noche haca ejercicios con su batera. Colocar los armones, cargar, apuntar, disparar, utilizar el telmetro, cambiar de blanco, retirar los armones en caso de un ataque areo para que sus propios obuses no destruyeran los caones tras un impacto directo. Sus hombres 250

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trabajaron duro bajo el apocalptico calor de agosto, sudando una gota gorda que dibujaba riachuelos errticos por entre la mugre de sus caras y brazos. La piel se les ampollaba en los hombros y, al reventar, dejaba zonas de rubicundas quemaduras que supuraban y les escocan a falta de piel y de ocasin para curar, pero nadie se quejaba. Saban que el capitn haca bien en practicar. l, por su parte, dej de tocar la mandolina; le quedaba tan poco tiempo para ello que cuando coga el instrumento sus dedos lo encontraban extrao comparado con una pistola. Tena que tocar un montn de escalas hasta que sus dedos empezaban a correr por el mstil, y su trmolo acab sonando desigual y perezoso. Iba a ver de vez en cuando a Pelagia en su moto, cuando pensaba que su padre no estara en casa, y le llevaba pan, miel, botellas de vino, una fotografa firmada en el reverso con las palabras Cuando termine la guerra... escritas con su elegante caligrafa extranjera, y le traa su propio rostro gris, sus ojos tristes y fatalistas, su aire de callada dignidad y disipada alegra. Pobre cario mo le deca ella, aferrada a su cuello, no te preocupes, no te preocupes, y l se apartaba un poquito y le deca: Deja que te mire, koritsimou. Y entonces lleg el da en que Carlo estaba con la radio intentando encontrar una seal. Era el 8 de septiembre y el anochecer era considerablemente ms fresco de lo que haba sido hasta entonces. Ahora se poda dormir algo mejor por las noches, y a veces la brisa marina era incluso vigorizante. ltimamente Carlo haba pensado mucho en Francesco y en el infierno de Albania, y ahora ms que nunca saba que todo aquello haba sido una gran merma, y que su estancia en Cefalonia haba sido un interludio, unas vacaciones en una guerra que merodeaba como un len a punto de atacar otra vez. Dese que la naturaleza tuviese alguna ley que prohibiera la posibilidad de visitar el Hades ms de una vez. Encontr una voz y rpidamente movi el dial para sintonizarla bien: ... toda agresin por parte de las fuerzas armadas italianas contra las fuerzas britnicas y americanas debe cesar inmediatamente. Debern estar preparados para repeler cualquier posible ataque desde cualquier procedencia. Por toda la isla empezaron a repicar las campanas, a vibrar los campaniles venecianos con la imposible esperanza de paz, igual que haban sonado antao en Italia en orgullosa exaltacin de la guerra. El clamor fue extendindose: Argostolion, Lixouri, Soulari, Dorizata, Assos, Fiskardo. Al otro lado del estrecho de taca las campanas sonaron en Vathi y en Frikes, y tambin en Zante, Levkas y Corf. All en lo ms alto del monte Anos, Alekos se puso en pie para escuchar. No poda ser da festivo; tal vez haba terminado la guerra? Se hizo visera con una mano y escudri los valles; as deba de sonar el cielo cuando Dios meta a todas sus cabras en el redil. Carlo escuch el texto de la declaracin del mariscal Badoglio, y a continuacin radiaron un mensaje de Eisenhower en persona: Todos los italianos que tomen medidas tendentes a expulsar de territorio italiano al invasor alemn contarn con la ayuda de los Aliados... Corri fuera y se encontr con Corelli, que acaba de detenerse en su

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moto despus de trazar unas cuantas eses envuelto en una nube de humo azul. Antonio, esto se acab. Y los Aliados han prometido ayudarnos. Adis a la guerra. Rode con sus enormes brazos al hombre que amaba y lo levant en vilo dando vueltas en crculo. Carlo, Carlo le reprendi el capitn. Bjame. No te pongas nervioso. A los Aliados les traemos sin cuidado. Estamos en Grecia, lo sabas? Merda, Carlo, no sabes ni la fuerza que tienes. Por poco me matas. Nos ayudarn dijo Carlo, pero Corelli mene la cabeza: Si no actuamos ya, nos han jodido. Hemos de desarmar a los alemanes. Aquella noche los buques de guerra italianos fondeados en los puertos de toda la isla elevaron anclas y pusieron proa a Italia. Haba dragaminas, torpederas y un acorazado. No dijeron a nadie que se marchaban y tampoco llevaban a bordo a ningn evacuado italiano; ni un soldado, ni una desvalida prostituta castrense. Se llevaron consigo toda su formidable potencia de fuego y slo dejaron atrs la hmeda y sulfurosa pestilencia de la cobarda y el carbn ardiendo. Los soldados alemanes se burlaron a placer, y los hombres de Corelli se olieron la traicin. Corelli esperaba rdenes apostado al telfono, y al no llegar ninguna se qued dormido en la silla tras doblar la guardia en su batera. So con Pelagia y con aquel cura demente que predicaba el fuego eterno para todos ellos. Mientras dorma la radio transmiti varios llamamientos aliados a combatir a los alemanes. Son el telfono; de la oficina del general le dijeron que no atacara y que mantuviera la calma. Estis locos?, grit el capitn, pero la comunicacin se haba cortado ya. El teniente Gnter Weber dormitaba tambin en su silla, esperando rdenes. Se senta terriblemente cansado y haba perdido toda seguridad en s mismo. Echaba de menos a sus amigos y, an peor, echaba de menos aquella certidumbre resultante de los xitos pasados. La Raza Superior estaba perdiendo en Italia y Yugoslavia, el frente ruso se estaba haciendo agua, Hamburgo era pasto de las bombas. Weber ya no se senta ufano ni invencible sino inferior y humillado, tan asquerosamente traicionado que, de haber sido mujer, se habra echado a llorar. Pens en la divisa de su regimiento, Dios con nosotros, y se pregunt si slo Italia le haba traicionado. Fuera como fuese, las sumas no cuadraban; era toda una divisin italiana contra nicamente tres mil soldados del Batalln de Granaderos 996, y ni con la ayuda de Dios tena posibilidad alguna. Trat de rezar, pero las luteranas palabras se le agriaron en la boca. Por la maana, el comandante de las tropas alemanas, coronel Barge, traslad varios tanques de Argostolion a Lixouri, y el general Gandin intent en vano comunicar con el nuevo gobierno en Brindisi y con el antiguo Alto Mando en Grecia. No haba dormido en toda la noche y era demasiado disciplinado para saber a qu atenerse. Pelagia y su padre organizaron todo el material mdico disponible e hicieron tiras de sbanas viejas para hervirlas y utilizarlas como vendas. Tena la vaga idea de que el fuego cruzado poda cobrarse 252

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algunas vctimas griegas, y en cualquier caso algo tenan que hacer para mitigar la tensin. Corelli se present en su moto y pregunt cmo ponerse en contacto con los partisanos. Pero ellos realmente no saban cmo hacerlo, y el capitn parti desconsolado y a toda velocidad en direccin a Samos. Tal vez los partisanos decidirn poner fin a su prolongado letargo y colaborar un poco en contener a los alemanes. Una vez en Samos no supo por dnde empezar y, por si fuera poco, los griegos de all no le conocan. Fue un viaje en balde. En el camino de vuelta se detuvo a descansar en la cuneta junto a una tapia desvencijada, a la sombra de un olivo. Pens en regresar a Italia, en sobrevivir, en Pelagia. La verdad era que no tena hogar y que por eso nunca haba hablado de ello. El Duce haba hecho trasladar a su familia a Libia como colonos, y all haban muerto a manos de los rebeldes mientras l estaba en el hospital con disentera. De todas las casas de parientes en que haba estado, cul de ellas era su hogar? No tena ms familia que sus soldados y su mandolina, y su corazn estaba en Grecia. Haba soportado tanto dolor, tanta soledad, haba encontrado por fin un lugar donde vivir para que ahora se lo arrancaran por la fuerza? Trat de recordar a sus padres, pero la imagen era tenue e indefinida, fantasmagrica. Se acord de un simptico muchacho rabe con el que sus padres le haban prohibido jugar. Solan lanzar piedras a botellas puestas en hilera, y siempre que volva a casa pareca tener insolacin y diarrea. Le haban prohibido comer granadas por temor a que contrajera la ictericia. Era pattico recordar tanto y a la vez tan poco, y por primera vez empez a sentir nostalgia de Pelagia, como si perteneciera ya al pasado. Record lo que el doctor le haba contado sobre los comedores de loto, nmadas que una vez comieron de esa planta y perdieron la nostalgia del hogar. Pens en la posibilidad de morir y se pregunt cunto tiempo llorara Pelagia. Pareca vergonzoso estropear de lgrimas su encantadora carne; imaginarlo era ya despreciable. Sinti ganas de sacar el brazo de la tumba y consolarla, aunque l an no estuviera muerto. Cuando por fin regres a su batera encontr a sus hombres muy alborotados. Haba llegado una orden de Supergreccia para que se rindieran a los nazis por la maana.

52. LOS HECHOS I


Estoy tan furioso que casi no puedo hablar. Antonio me dice: Clmate, Carlo, seamos inteligentes, de nada vale enfadarse, de acuerdo? Pero es que estoy harto de ser juguete de lunticos, 253

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incompetentes y necios, de imbciles que piensan que seguimos en la guerra del catorce, cuando todo se arreglaba marchando todos de frente en lnea y entre enemigos exista an el honor. Es increble. Los alemanes estn recibiendo ms refuerzos, el cielo se llena de Junkers, y el coronel Barge ha exigido al general Gandin la rendicin conforme a las rdenes de Supergreccia, y Gandin no hace absolutamente nada excepto consultar a los capellanes castrenses y a los oficiales de graduacin superior. Pero no es l el general?, no es l quien tiene que decidir y actuar con rapidez? Qu aptitudes tiene l para decidir mi destino? Yo, que he vivido meses de hielos y tormentos en Albania, que he tenido en mis brazos el cadver de un hombre al que amaba, en una trinchera llena de ratas y de cieno helado. Es que Gandin no escucha la radio? Acaso es el nico que no sabe que los alemanes estn saqueando salvajemente Italia? Es que ignora que hace apenas un par de das metieron a cien personas en una habitacin y las hicieron volar con minas? Acaso no se ha enterado de que por un alemn muerto ellos han matado a ochenta policas y veinte civiles en Aversa? No sabe que las tropas desarmadas estn siendo transportadas sabe Dios adnde en camiones de ganado? Estoy que reviento de ira. Los jefes, salvo dos, han convenido en rendirse. Nosotros somos diez mil y ellos slo tres mil. Cmo se entiende esto? No nos ha ordenado el gobierno que apresemos a los alemanes y los desarmemos? Qu problema hay? Por qu quiere obedecer a los fascistas cuyo partido ha sido abolido y pasar por alto la voluntad del rey y el primer ministro?

II
Coronel Barge? He hecho retirar de Kardakata el Tercer Batalln del 317. de Infantera en seal de buena voluntad. Como sabe, la isla necesita esa posicin para su defensa, por lo tanto espero que entienda que nuestras intenciones no son hostiles y no insista en que depongamos las armas. Lo siento, mi querido general, pero insisto. He garantizado que sus tropas sern enviadas directamente a Italia y no tengo intencin de faltar a mi palabra. Pero deben ir desarmados; de lo contrario sus armas podran volverse contra nosotros una vez en su pas. Debe usted entender que desde nuestro punto de vista eso es de sentido comn. Apelo a usted como viejo amigo, general. Coronel, an estoy esperando una aclaracin a las rdenes. Espero que comprenda mi situacin. La cosa es muy complicada. General, usted ha recibido rdenes de Supergreccia, y cualquier otra orden procedente de Italia carece de validez, puesto que ese gobierno es ilegtimo. Somos soldados, general, y debemos obedecer rdenes. Le pondr al corriente tan pronto tenga noticias, coronel. 254

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El coronel Barge colg el telfono y se volvi hacia uno de sus comandantes: Rena una compaa y ocupe Kardakata. Esos imbciles acaban de marcharse de all, as que no habr problema.

III
He ido a ver a Pelagia y al doctor. Les he pedido que me cuiden a Antonia. Pelagia la envolvi en una manta y la meti en el agujero donde solan esconderse refugiados polticos en tiempos de los britnicos. Me dijeron que Carlo tambin haba ido a verles y que les haba dejado un buen fajo de escritos suyos que no deban ser ledos a menos que l muriera. Me pregunt qu habr estado escribiendo. No saba que Carlo tuviera inclinaciones literarias. No es lo que uno espera de un hombre tan corpulento y musculoso. Pelagia est muy delgada y parece casi enferma; decidimos que era mejor no ir a nuestro pequeo escondrijo porque mi batera poda recibir rdenes en cualquier momento. Ella me roz la mejilla con tanta melancola que casi no supe cmo evitar las lgrimas. Ha intentado ponerse en contacto con los partisanos a travs de un tal Bunnios, pero sin xito.

IV
El teniente Weber desmont y engras su arma. Se senta un poco nervioso sin los panzers que en todo momento haban acompaado su odisea por Europa. Le consolaba que hubieran mandado a Lixouri tantas municiones, pero le preocupaba que de momento no contaran con muchos refuerzos. Se saba que el coronel haba entregado un ultimtum al general Gandin y que le haba hecho embarazosas preguntas acerca de su lealtad y de sus intenciones. Tenan ocho horas por delante. Pens en Corelli y se pregunt qu estara haciendo, y luego se quit el crucifijo de plata que llevaba al cuello y lo contempl. El general Gandin haba rechazado una rendicin completa, exigiendo libertad de movimiento para sus tropas y pidiendo garantas por escrito sobre la seguridad de sus hombres. Weber sonri y mene la cabeza. Alguien iba a tener que darles una leccin.

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Caballeros, qu puedo hacer? pregunt el general Gandin. Los capellanes se miraron entre s disfrutando de su recin recuperada influencia y gozando de aquella rara oportunidad de convertirse en estrategas consultados por un general. Resultaba ms embriagador que or las confesiones de unos hombres que, en el fondo, no les tomaban muy en serio, y era una sensacin muy de santo eso de expresar pacficos sentimientos con ilimitada gravedad y autoridad moral. Deponer las armas con garantas por escrito dijo uno, y despus, Dios mediante, podremos irnos todos a casa. Discrepo totalmente declar otro. En mi opinin eso sera un craso error. Podemos desarmarlos dijo el general, pero a ver quin hace frente despus a la Luftwaffe. Hemos de pensar en los Stukas. No tendramos apoyo areo ni martimo; nos exterminaran, de eso no hay duda. Al general le obsesionaban los Stukas. El estmago se le encoga de miedo slo de pensar en aquellas aves aulladoras de torcidas alas. Posiblemente no saba que desde un punto de vista militar eran uno de los inventos blicos ms ineficaces jams diseados; eran terrorficos, pero lo que causaba bajas era el fuego de artillera. l tena ms armamento que los alemanes; en cuestin de horas podra haberlos aniquilado. Ah, los Stukas concedieron los capellanes, que tampoco saban nada del asunto pero eran proclives a asentir sabiamente con aire de hombres de mundo.

VI
As que entregamos las armas y nos vamos a casa no? pregunt uno de los jvenes. S, hijo mo dijo el capelln de la unidad. Loado sea Dios. Carlo entr corriendo: Eh, chicos, la guarnicin de Santa Maura se ha rendido. Los alemanes los han hecho prisioneros y han matado al coronel Ottalevi. Puttana! exclam Corelli, sacando su pistola. Bueno. Hagamos una votacin. Debe de tratarse de un rumor aventur el capelln. Toda la divisin tendra que votar dijo Carlo, haciendo caso omiso del clrigo. Nunca haba prestado atencin a la iglesia ni a sus representantes, desde que supo que en su ausencia le haban condenado al fuego del infierno por ser como era. Bueno, muchachos dijo Corelli, voy a hablar con todos los oficiales de batera que pueda encontrar y organizaremos una votacin. De acuerdo? Y qu hay de Gandin? pregunt un mozalbete de Npoles. Los hombres se miraron, pensando todos lo mismo. 256

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Si es preciso dijo Corelli, lo haremos arrestar.

VII
El general Gandin estaba sentado sin hacer nada. No dio ninguna orden, pese a que a primera hora haban llegado instrucciones de Brindisi de hacer prisioneros a los alemanes. Pas el da revisando papeles y mirando por la ventana con las manos a la espalda. Tena la mente entumecida y solamente poda pensar en qu habra tenido que ser en lugar de soldado. Rememor los felices das de su juventud y se dio cuenta de que ni siquiera aquello haba significado gran cosa. Se vea como el octogenario que pasa revista a una vida vaca y se pregunta si hubo algo que mereciese la pena de haber vivido. Por el contrario, el coronel Barge acababa de tener una excelente idea luminosa. Saba que los italianos no se fiaban de l, de modo que procedi a dividirlos afectando un comportamiento ejemplar. Al anochecer envi a un teniente y una compaa de granaderos con la misin de rodear furtivamente a una batera italiana. El capitn Aldo Puglisi no tuvo ms remedio que rendirse pacficamente tan pronto cay en la cuenta de que estaba rodeado. Sus hombres fueron desarmados y evacuados sin necesidad de disparar un solo cartucho. De camino pasaron junto al burdel, pero nadie tuvo ganas de entrar. Una oleada de alivio y optimismo, de anhelo de paz y hogar, recorri las filas de la divisin Acqui, tal como el coronel haba pensado. Fue un engao, una estafa, de proporciones magistrales. A la maana siguiente un sargento italiano mat a su capitn, que haba intentado rendirse, y como por ensalmo surgieron tanques Tiger que tomaron posiciones en las encrucijadas como monstruos siniestros, sudorosos con el inhumano olor del aceite y el acero recalentado. Muchos de los comandantes italianos de batera hicieron caso omiso, como si los tanques fuesen anacrnicas rocas pelgicas surgidas azarosamente y que podan desaparecer de la misma forma, pero otros, en cambio, como el capitn Antonio Corelli, desviaron del mar la mira de algunos de sus caones y buscaron nuevos blancos, hartos ya de esperar unas rdenes que no llegaban nunca.

VIII
A la atencin del coronel Barge. Orden Directa del Fhrer. Adjunta va la palabra clave al recibo de la cual por va telegrfica y en forma codificada proceder usted al asalto y exterminio total de todas las fuerzas antifascistas italianas en Cefalonia. Mientras tanto, siga adelante con las negociaciones al objeto de ganarse su confianza. 257

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Todos los cuerpos debern ser eliminados, preferiblemente por medio de embarcaciones lastradas y hundidas en alta mar. Puesto que no ha habido declaracin oficial de guerra por parte de Italia, todos los efectivos italianos que opongan resistencia deben ser tratados como francotiradores, y no como prisioneros de guerra.

IX
El general Gandin pareca haber envejecido visiblemente en el espacio de unos das. Caballeros, sta es la situacin. Tengo ante m la orden OP44, con fecha 3 de septiembre. Se nos ordena actuar contra los alemanes slo si somos atacados. Tengo aqu tambin la Orden 2 del da 6 donde consta que no debemos hacer causa comn con fuerza alguna que se oponga a los alemanes. Esta ltima orden contradice los trminos del armisticio firmado por Castellano, as que cmo hay que interpretarla? General, eso significa simplemente que los aliados no confan en nosotros. La orden es un disparate. Sabemos de la existencia de preparativos aliados para ayudarnos? No, comandante. Han tenido ms de cuarenta das y no han hecho nada, igual que el Ministerio de la Guerra. Hay razones para sospechar que conocen las intenciones de los alemanes y que no nos han informado. Aparentemente no existen planes de cooperacin. Pero, mi general, los alemanes tienen cientos de aviones en el continente, y nosotros no tenemos nada. Por qu nos abandonan los Aliados? Buena pregunta. Aparte de esto tengo aqu la orden 24202, que dice que debemos negociar con los alemanes para ganar tiempo, y que la peticin alemana de que nos marchemos no debe considerarse un acto hostil. Como sabe, hemos cooperado, pero el resultado es que ahora son ellos los que tienen las posiciones estratgicas y tcticas ms importantes. Cree usted que deberamos desobedecer esta orden? La orden es legal, mi general? No impugna la orden OP44? Ya, pero cul tiene la prioridad? No hay forma de aclararlo. Desde que el Ministerio de la Guerra ha cambiado su ubicacin en Roma por la de Brindisi, todo est confuso. Y ahora llega la orden de Vecchiarelli para que depongamos las armas. Dice que el general Lanz nos repatriar pasados catorce das, pero no he podido obtener confirmacin de Brindisi. Qu hacemos? Vecchiarelli confa en el general Lanz, pero confiamos nosotros? Yo al menos no, mi general. Sea como sea, los hombres estn en contra en un ciento por ciento. Han hecho una votacin, y tres oficiales que estaban a favor de la rendicin han sido fusilados. Creo que no sera oportuno. En cualquier caso est la orden del Ministerio de la

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Guerra recibida anoche, diciendo que hay que tratar a los alemanes como enemigos. Por eso he telegrafiado a Vecchiarelli para comunicarle que no podemos obedecer esa orden. A propsito, es mi deber informarle que me han ofrecido el mando del pequeo ejrcito de Mussolini en su nueva repblica. He declinado el ofrecimiento, puesto que en primer lugar debo lealtad al rey. Confo en haber hecho lo correcto. Lo correcto, mi general, es evitar todo enfrentamiento con los alemanes. Hasta hace unos das fueron nuestros aliados, y es un intolerable deshonor para nuestras fuerzas armadas que nos obliguen a volvernos contra ellos. Muchos son amigos personales nuestros. Creo tambin que la insistencia aliada en una rendicin incondicional es para ellos tan deshonrosa como la insistencia alemana en eso mismo. Es preferible morir que someterse a cualquiera de las dos exigencias. Estoy de acuerdo con usted, comandante, y he exigido que el coronel Barge sea reemplazado por un general en nuestras negociaciones. Eso nos dar un tiempo precioso hasta que llegue el general Lanz, y si tiene que ocurrir lo peor nos ahorrar al menos el deshonor de entregar nuestras armas a un simple coronel.

X
Eh, tos, ha llegado orden de Berln de que ya puede empezar el espectculo en Cefalonia. Sargento, sea buen chico y llvele esto a Jumbo ahora mismo. El general Jumbo Wilson ley el mensaje y decidi no hacer nada. Estaba bien surtido de hombres, barcos, aviones y material, todo listo para entrar en accin. Pero no estara nada bien que los alemanes se enteraran de que l saba cmo descifrar sus mensajes. O s?

53. PRIMERA SANGRE


La divisin Acqui vot resistir a los alemanes pero no tuvo tiempo de organizar un mando efectivo que coordinara sus acciones. Iniciados ya los combates, empezaron finalmente a llegar rdenes del general Gandin que unos obedecieron y otros no. Poco se sabe del orden exacto de los acontecimientos, pero dos cosas son seguras: una, que los andartes comunistas del ELAS no tomaron parte al no ver motivo alguno para sacudirse de encima su parasitario letargo; otra, que la resistencia italiana no le debi nada a la jerarqua militar. Fue un florecimiento espontneo de valor y determinacin en los corazones de

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unos hombres que de algn modo saban que les haba llegado la hora de hacer algo bien. Quin sabe qu motiv en realidad al capitn Fienzo Appollonio a abrir fuego sin tener rdenes contra una flotilla de lanchas de desembarco alemanas. Quiz era un hombre honrado que no poda soportar por ms tiempo el jugar un papel innoble y aquiescente en la historia de un imperio disparatado. Quiz senta verdadera compasin hacia los griegos con quienes conviva desde haca tanto tiempo, y ahora quera borrar la vergenza que senta por haberlos sojuzgado y por las privaciones que haba contribuido a infligirles. Quiz estaba avergonzado del deprimente historial militar del ejrcito en que haba prestado servicios y ahora quera arrebatar su pequea porcin del mismo de las manos de aquellos incompetentes y sicofantes autosatisfechos que, desde la seguridad de sus bnkers, lo haban conducido a tantas calamidades sangrientas y sin sentido, que, de manera reincidente, haban arrancado una derrota de las fauces de la victoria. Quiz fue tan slo que vio con toda claridad que no haba otra salida excepto luchar por la supervivencia. Fueran cuales fuesen las emociones y pensamientos que se agitaban en lo ms recndito de su mente, sus hombres compartan sus conclusiones. Haban cargado y apuntado ya los Howitzers mientras l segua contemplando cmo la lancha de desembarco surcaba torpemente la mar con su cargamento de vehculos y soldados de cara plida. Not la superflua pero extraamente significativa disciplina por el modo en que portaban sus armas exactamente a la par, colgadas verticalmente de un hombro y dispuestas a intervalos perfectos como las pas en el fondo de una trampa. El capitn mir por sus prismticos y dividi el espacio intermedio de mar en unidades de un centenar de metros. Tuvo en cuenta la tierra oculta entre su batera y el mar y, con una seguridad que no tena, orden al can que estaba ms cerca de l que fijara la lnea de tiro por l determinada y que disparase un solo proyectil. El can salt hacia atrs con un chasquido metlico y su base brinc de la placa cual perro arrojndose nervioso sobre su bocado predilecto. El capitn Appollonio an no se haba acostumbrado a la dolorosa vibracin del metal en sus odos, y dio un respingo mientras contemplaba aquel diminuto punto negro volando por los aires, a increble e incalculable velocidad, tan deprisa que lleg a pensar si realmente lo haba visto. Lo perdi y unos segundos despus divis el penacho de agua que se elevaba de las olas a menos de cincuenta metros del lugar que l haba calculado. La frentica actividad que se vea a bordo de las lanchas le result hasta cmica. Luego hizo corregir el tiro y dio la orden de fuego a discrecin. Sus hombres no caban en s de jbilo. Por fin tenan un lder, alguien cuyo valor se filtrara misteriosamente bajo sus pies, viajara subterrneamente y se ramificara como por arte de magia en los corazones de todos ellos, imbuyndolos de la fogosa libertad de unos hombres que finalmente han descubierto que despus de todo son soldados. Los hombres se miraron risueos, chispeantes los ojos, 260

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orgullosos como no lo haban estado nunca, y contemplaron maravillados los espectaculares surtidores de agua que tachaban los simtricos y somnolientos dibujos de las olas. El aire se llen del hedor dulzn de la cordita y del inefablemente viril e infernal olor de caones al rojo y de humeante y aromtico aceite. Las grietas en las palmas de sus manos se llenaron de mugre y sus caras se tiznaron de negro de forma que los labios parecan extraamente plidos y rosados all donde se los humedecan con la lengua. El sudor de su turbulenta excitacin les empapaba el pelo bajo las gorras, y arrojaron el cigarrillo a medio fumar que antes haba sido un consuelo pero que ahora era un impedimento para la batalla y para respirar. Perplejos ante su propio xito y ante la eficacia sin precedentes de su bombardeo, los hombres de la batera dejaron de disparar mientras la ltima de las lanchas de desembarco desapareca tragada por las olas. Apretaron los puos de satisfaccin al ver zarpar de Lixouri dos lanchas de salvamento rumbo a la carnicera y los pecios de unas embarcaciones convertidas en astillas. Ninguno de ellos tena ganas de disparar contra una operacin de rescate, y empezaron a estrecharse las manos y a abrazarse. Siempre recordaran aquel da, se repetan. Haba sido una especie de ritual, algo parecido a recibir la confirmacin o casarse. Un hidroavin apareci sobre el cerro camino de Argostolion, soltando a su paso una indiscriminada pero letal descarga de bombas que reventaron las techumbres de una inocente y modesta serie de casas en aplicada lnea recta. Ametralladoras y caones antiareos abrieron fuego mientras algunos comandantes se lanzaban al combate. En las calles de Argostolion los infantes de marina italianos, algunos sin sus oficiales, avanzaron hacia los panzers alemanes protegidos por carros ligeros, inspirados por un herosmo que no haban mostrado cuando luchaban para los fascistas y su risible dictador. Los panzers abrieron fuego sobre la batera y su ruido atronador reson una y otra y otra vez en los confines de las callejas, sacudiendo los muros y provocando en el interior de las casas una lluvia de templa desportillada. Los artilleros de Appollonio enfocaron de nuevo sus caones, y no muy lejos de all la batera del capitn Antonio Corelli empez tambin a disparar. Los tanques avanzaban mientras su innecesario y poco convincente camuflaje vegetal les caa flanco abajo como el vestido a una prostituta borracha. Rugan y rechinaban sus motores, daban bandazos a cada cambio de velocidad, y vomitaban por detrs negros nubarrones como si hubieran sido alcanzados por la artillera. Entre los panzers empezaron a caer bombas que levantaban grumos de tierra rojiza y polvo blanco, y los carros pararon en seco, como si sus ocupantes no pudieran superar la sorpresa de verse atacados, como si fuera inconcebible que los italianos les plantasen cara. Entonces, un carro blindado alemn apareci sobre el viejo puente de los ingleses que atravesaba la baha, y sobre su torreta onde una gran bandera blanca. Los bombarderos de las bateras estaban jubilosos; tal vez ahora los alemanes fueran a preguntar a Gandin cules eran las condiciones de la rendicin. 261

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Las tropas aguardaron y fumaron mientras se pona el sol; el aceite de sus dedos se impregnaba acremente al papel de sus cigarrillos. Una numerosa escuadrilla de Junkers les sobrevol trayendo refuerzos para los nazis, y el capitn Appollonio alz los brazos al cielo, diciendo con exasperacin: Por qu no disparan las bateras antiareas? Qu les pasa a esos cretinos? No se haba arriesgado tanto para ahora perderlo todo porque los dems titubearan. En vano, pero contento de poder hacerlo, dispar con una carabina a los aviones que ya se perdan de vista, y el chasquido de los disparos son extraamente educado y tmido en comparacin con las recientes salvas. Son el telfono de campaa. El general Gandin, en lugar de exigir una rendicin como habra sido lgico, haba accedido a una tregua. Appollonio puso los ojos en blanco y solt tal chillido al operador, que tard un rato en darse cuenta de que estaba maldiciendo por una lnea cortada. Maldito hijo de puta, vocifer y no se consol hasta ms tarde, cuando le trajeron un mensaje del capitn Antonio Corelli: Si le forman consejo de guerra, exigir el honor de ser procesado junto con usted.

54. LA DESPEDIDA DE CARLO


Antonio, mi capitn: Vivimos un momento difcil y tengo el presentimiento de que no sobrevivir. Ya sabe lo que pasa, los gatos se alejan para morir solos, los hombres cuando enferman ven el fantasma de su propia madre junto a la cama, o incluso se topan con el fantasma de s mismos en una encrucijada. Con esta carta va todo lo que he escrito desde que llegu a esta isla, y si lo lee descubrir la clase de hombre que soy. Espero no causarle repugnancia, y espero, dado su grande y generoso corazn, que me perdone y me recuerde sin desprecio. Espero que se acuerde de las muchas veces que nos hemos abrazado como hermanos y como camaradas, y que no se estremezca al pensar que sas fueran caricias de un degenerado. Siempre he procurado mostrarle el afecto que senta sin pedirle nada a cambio ni darle nada que usted no quisiera. Cuando lea estas pginas comprender que en Albania me deprimi mucho la prdida de mi camarada Francesco, y quiero que sepa ahora que la herida que recib en esa guerra me la inflig yo mismo. Pero no me avergenzo. Hice lo correcto. Cuando Francesco muri, yo tambin sent morir. Mi vida qued vaca de belleza y nada tena sentido, pero me falt el inhumano valor que un hombre necesita para volarse la tapa de los sesos. Cuando llegu a esta isla no tena ms que una especie de niebla en la cabeza, y un corazn dolido al que no haba manera de consolar y que herva de pena y de amargura.

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Qu ms da tener el pecho cargado de medallas si el corazn que hay debajo est tan desconsolado que apenas puede latir? Mi querido Antonio, quiero que sepa que a cambio de su risa incombustible, su admirable msica y su incomparable bro, yo le he amado con la misma sorpresa y gratitud que veo en sus ojos cuando est con Pelagia, y que le recordar siempre. Usted consigui quitarme la pena del corazn y hacerme sonrer. He aceptado y disfrutado de su amistad, siempre consciente de mi propia indignidad, siempre luchando contra el menor impulso de envilecerla, y confo en que por esa razn no me desprecie usted como algunos pueden pensar que merezco. Antonio, tengo tantos recuerdos de estos meses que siento ganas de llorar slo de pensar en ellos, ahora que todo ha acabado. Muchos y felices recuerdos. Se acuerda de cuando casi salta por los aires por culpa de aquella mina y de que yo le llev en brazos a casa del doctor? Supe entonces que si usted mora yo enloquecera, y agradezco a Dios que me haga morir a m antes, y no tener que soportar tanta pena. Antonio, le estoy hablando desde ms all de la tumba. Le he querido con todo mi ignominioso corazn, tanto como quise una vez a Francesco, y he superado cualesquiera celos que hubiera podido sentir. Si es que un muerto puede formular un deseo, el mo es que una usted su futuro al de Pelagia. Es una chica hermosa y dulce, nadie hay que le merezca a usted ms, y nadie ms digno de usted. Deseo que tengan hijos y tambin que alguna vez les hablen del to Carlo, al que nunca llegaron a conocer. En cuanto a m, me cuelgo la mochila al hombro y me abrocho el correaje, paso el brazo por el portafusil y descorro el velo para marchar hacia lo desconocido como siempre han hecho los soldados. No me olvide. CARLO

55. VICTORIA
Pese a la inequvoca exigencia por parte de sus hombres de obligar a los alemanes a rendirse y de confiscarles las armas, el general Gandin se puso de acuerdo con el coronel Barge para que las tropas italianas pudieran conservar sus armas y evacuar la isla. Sin embargo, no haba barcos con que evacuar a los soldados, cuestin que por lo visto no le pareci relevante. En Corf los alemanes haban accedido de forma muy caballerosa a proporcionar ellos mismos el transporte para las tropas, y mientras los soldados vadeaban las rompientes los haban ametrallado a todos, sin excepcin, y dejado sus cuerpos a merced de las olas. El incomparablemente valiente coronel Lusignani, abandonado por los britnicos, resisti contra todo pronstico durante unos das. Todos los hombres que sobrevivieron para llegar hasta los transportes alemanes perecieron despus cuando los britnicos los

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bombardearon en alta mar. Los que consiguieron saltar al agua fueron ametrallados por los alemanes. Sus cuerpos flotaron a la deriva. Los alemanes apostados en Cefalonia haban disfrutado ya de catorce das de gracia para organizar los refuerzos y el nuevo armamento recibido, en tanto que los pasmados italianos, a falta de una jefatura eficaz, haban actuado o no en funcin de la iniciativa personal de sus oficiales. Algunos, como Appollonio y Corelli, haban preparado a fondo a sus hombres, pero otros, cegados y embriagados por la perspectiva de volver a casa, se haban sumido insulsamente en un suicida y optimista letargo que haba dejado a sus hombres ardiendo de enojo y consternacin; prevean que iban a transportarlos a campos de trabajo en vagones de ganado sin luz, sanitarios ni comida acaso no saban todos que eso les vena ocurriendo a los griegos desde haca meses? , y prevean las masacres. Algunos se suman en una depresin fatalista, mientras otros apretaban las mandbulas con determinacin, sosteniendo con tanta fuerza sus rifles que los nudillos se les quedaban blancos. Los griegos, entre ellos Pelagia y el doctor Iannis, se miraban unos a otros con ojos desorbitados y el corazn rebosante de presagios, mientras que las prostitutas del burdel militar se olvidaron de sus cosmticos y se paseaban de habitacin en habitacin en bata, como apenados e insensatos espectros del inframundo, abriendo las contraventanas, atisbando, volviendo a cerrarlas y elevndose las manos a sus palpitantes corazones. Cuando a primera hora de la tarde apareci la formacin de Stukas y los aparatos inclinaron sus alas, se ladearon en formacin y se lanzaron aullando en picado sobre las bateras italianas, fue casi un alivio. Ahora todo estaba claro; al fin quedaba de manifiesto que los alemanes eran prfidos, que cada soldado iba a tener que luchar para seguir con vida. Gnter Weber saba que iba a tener que atacar a sus amigos, Corelli saba que sus dedos de msico, tan acostumbrados a las artes de la paz, tenan que cerrarse ahora sobre el gatillo de una pistola. El general Gandin supo demasiado tarde, que con su indecisin y sus consultas a sacerdotes afeminados haba condenado a muerte a sus hombres; el coronel Barge saba que haba logrado embaucar a sus antiguos aliados y dejarlos en una posicin de desventaja; las putas saban que quienes les haban robado antes la felicidad iban a dejarlas ahora a merced de los cuervos, y Pelagia saba que una guerra que siempre haba tenido otros lugares como escenario real estaba ahora a punto de asentarse en su casa y convertir sus piedras en polvo. Los hombres de las bateras, enloquecidos y desorientados por los Stukas, el fuego de las ametralladoras y las bombas que caan entre sus caones rocindolos de tierra y de exiguos fragmentos de carne de compaeros heridos, pugnaban por retirar sus armas e impedir que sus municiones detonaran. Luego, antes de que los jefes de batera pudieran responder al bombardeo, los Stukas se alejaron menendose como estorninos y viraron hacia una columna de tropas procedentes de Argostolion por el extremo opuesto del campo de deportes, donde antao los soldados italianos haban pasado su servicio militar jugando bulliciosos y emocionantes partidos de ftbol, y donde por la noche los 264

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soldados italianos enamorados de chicas griegas haban organizado citas que apenas eran privadas incluso en la oscuridad reinante. Para Corelli y para Appollonio, para Carlo y para los miembros de La Scala, era evidente que los alemanes trataban de paralizar Argostolion porque era all donde estaba la mayor concentracin de tropas italianas; el enemigo intentaba proteger sus dispersos y desatendidos emplazamientos en los puestos de avanzada de la isla. Esto, sin embargo, no era obvio para Gandin, quien llev a sus tropas a la ciudad en nmero creciente, para que los alemanes pudieran cercarlos y aniquilarlos con ms facilidad. l mismo se mostr reacio a abandonar sus esplndidas oficinas en el bonito edificio municipal. Dispuso puestos de observacin en los lugares ms torpemente obvios, los chapiteles venecianos de las iglesias, y con ello proporcion a los alemanes magnficas oportunidades para la prctica del tiro al blanco. Se le olvid dotar dichos puestos de observacin con radios o telfonos de campaa, y as se vieron forzados a comunicarse con sus propios artilleros mediante mensajeros motorizados, o mensajeros de a pie que tras una guerra tan indolente se quedaban enseguida sin aliento. Goteando sangre, chamuscada y tachonada la carne de fragmentos de metralla, las balas rebotando contra las campanas y en torno a sus cabezas en el reducido espacio, los observadores defendieron sus puestos todo el tiempo que pudieron, sabiendo que los Stukas se marcharan cuando oscureciera. Aquella noche Alekos observaba los fuegos artificiales desde la cumbre del monte Anos, suntuosamente arropado en su tnica de seda de paracadas. Sobre la colina que dominaba Argostolion vio balas trazadoras describiendo graciosos arcos hacia las posiciones alemanas y oy el pum y el patapm de los obuses, un sonido muy parecido al de un bombo viejo golpeado con una maza. Vio tambin dos haces de luz brillando incandescentes sobre la baha, y tir de la manga del hombre que tena al lado, el hombre al que haba tomado por un ngel y que ahora hablaba muy deprisa por su aparato de radio. Bunny Warren cogi sus prismticos y vio cmo una flotilla invasora compuesta por barcazas improvisadas, que haba zarpado de Lixouri, era atrapada por los reflectores como un conejo poco precavido en los deslumbrantes faros delanteros de un coche. Bravo! exclam, mientras las bateras italianas abran fuego y hundan las barcazas. Alekos contempl los hermosos destellos de llamas anaranjadas que centelleaban sobre la colina como lucirnagas. Al final resulta que estos wops tienen huevos, dijo Warren, cuyo griego haba mejorado hasta el punto de convertirse en demtico. Una vez ms trat de convencer a sus superiores de la importancia primordial de proporcionar soporte areo y martimo a los sitiados italianos; la eficiente voz del otro lado de la lnea dijo: Lo siento, muchacho, pero no es posible. Chin chin. Cambio y corto. El doctor Iannis y su hija estaban sentados codo con codo a la mesa de la cocina, incapaces de conciliar el sueo, cogidos de las manos. Pelagia lloraba. El doctor quera encender de nuevo su pipa, pero por respeto al desaliento de su hija dej que sus manos permanecieran en las de ella, y repiti: 265

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Estoy seguro de que no le ha pasado nada, koritsimou. Pero si hace das que no le vemos gimi ella. S que ha muerto. Si hubiera muerto alguien nos lo habra dicho, alguno de los de La Scala. Eran buenos chicos, pensaran en avisarnos. Eran? repiti Pelagia. Crees que han muerto todos? Crees que tambin han muerto, verdad? Santo Dios dijo l al borde de la exasperacin. Alguien llam a la puerta; Stamatis y Kokolios entraron. El doctor alz la vista y ambos se quitaron los sombreros. Hola, muchachos dijo. Stamatis cambi el peso de una pierna a otra y dijo como si fuera una confesin: Iatre, hemos decidido ir a matar unos cuantos alemanes. Ah dijo el doctor, sin saber muy bien a qu atenerse con aquella informacin. Queremos saber dijo Kokolios si nos da usted su bendicin. Mi bendicin? Yo no soy cura. Pero casi explic Stamatis. Adems, quin sabe dnde est el padre Arsenios. Tenis mi bendicin, por supuesto. Que Dios os guarde. Velisarios ha desenterrado su culebrina, l tambin se viene. Tiene mi bendicin. Gracias, iatre continu Kokolios. Adems, queramos saber si... si nos matan... cuidar usted de nuestras mujeres? Har lo que est en mi mano, lo prometo. Lo saben ellas? Los dos hombres intercambiaron miradas y Stamatis admiti: Desde luego que no. Querran impedrnoslo. Yo no podra aguantar los gritos y los lloros. Ni yo aadi Kokolios. Tambin quera darle las gracias por curarme el odo. Ahora lo voy a necesitar, para or a los alemanes. Me alegro de que al final le sea de utilidad dijo el doctor. Los otros dos dudaron un momento, como si quisieran agregar algo, pero finalmente se marcharon. El doctor se volvi hacia su hija: Fjate, dos viejos van al combate por nosotros. Eso es valor. Mientras haya hombres como esos, Grecia no estar perdida. Pelagia mir a su padre con la cara anegada en lgrimas y dijo entre sollozos: Y qu me importa a m Grecia? Dnde est Antonio? Antonio Corelli caminaba entre las ruinas de Argostolion. Haba anochecido. La bonita ciudad pareca un cmulo de muros pandeados, viviendas que haban quedado abiertas como casas de muecas y dejaban ver pisos enteros que an tenan cuadros en las paredes y alegres manteles sobre las mesas. Alrededor todo eran montones de escombros. De uno de ellos asomaba una mano con sus dedos lnguidos y relajados. Era una mano muy sucia, pero diminuta y juvenil. Corelli escarb entre los cascotes, piedras que haban protegido a la gente pintorescamente desde los tiempos de los venecianos, y encontr la cabeza aplastada de una nia de edad similar a la de Lemoni. Mir aquellos labios plidos, el rostro 266

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encantador, y no supo si atragantarse de lgrimas o de rabia. Con un sentimiento trgico en su alma como nunca antes haba conocido, se puso a arreglarle el pelo para que le cayera con ms naturalidad a ambos lados de la cara. Lo siento, koritsimou le confi al cadver, si no hubiramos venido an viviras. Estaba exhausto el miedo quedaba ya muy atrs y el cansancio le haba puesto filosfico. Nias inocentes y dulces como aqulla haban muerto intilmente en Malta, en Londres, en Hamburgo, en Varsovia. Pero eran criaturas de estadstica, nunca haba visto una en persona. Pens en Lemoni y luego en Pelagia. La inenarrable enormidad de aquella guerra le dej de pronto sin resuello, tuvo que esforzarse por respirar, y en aquel momento supo tambin que la victoria era absolutamente necesaria. Se toc los labios con los dedos y luego los labios muertos de la nia. Haba mucho que hacer. A la ciudad acudan ros de refugiados griegos, y al mismo tiempo los habitantes de la ciudad atestaban las calles con carretas de mano en su intento de huir al campo. Resultaba casi imposible mover los caones y las tropas, y para empeorar las cosas, cada vez llegaban ms soldados de las afueras segn las rdenes de Gandin, convirtindose en un blanco fcil y agravando todava ms la congestin. No haba donde meter a todos aquellos soldados, la cadena de mando se rompa por momentos, y todo el mundo saba tcitamente que no acudiran barcos ni aviones a ayudarlos. Cefalonia era una isla sin importancia estratgica, no haca falta salvar a sus hijos, no haca falta preservar sus viejos edificios para la posteridad, su sangre y su carne no eran preciosas para quienes dirigan la guerra desde cmodas y olmpicas alturas. Para Cefalonia no haba Churchill, ni Eisenhower, ni Badoglio, ni escuadras de barcos ni escuadrillas de aviones. Del cielo no caa otra cosa que la hiperblica nevada de la propaganda alemana con sus embustes y sus falsas promesas; nicamente mensajes de aliento, y en la deliciosa baha de Kyriaki slo desembarcaron dos batallones de tropas alpinas de refresco al mando del mayor Von Hirschfeld. Al amanecer del da siguiente un marmreo teniente alemn y sus hombres invadan un somnoliento campamento italiano consistente en una cocina de campaa y una compaa de muleros. Una vez se hubieron rendido todos el teniente los hizo fusilar y arrojar sus cuerpos a una zanja. De all condujo a sus hombres hasta los pinares que cubran la sierra de Daphni y esper hasta las ocho, hora en que sin duda haban de llegar las nuevas tropas alpinas del mayor Von Hirschfeld para completar as el cerco. Los italianos fueron cogidos otra vez de improviso y de nuevo hubieron de rendirse. El teniente los hizo andar hasta Kourouklata pero, de pronto harto de ellos, los llev hasta el borde de una caada e hizo fusilar al batalln entero. Por puro inters acadmico hizo que dinamitaran los cadveres, el resultado de lo cual le impresion. La regin era famosa por un vino rojo sangre llamado Thiniatiko. Desembarazado ya de sus prisioneros avanz hasta Farsa, un bonito pueblo que los alpinos haban reducido ya a escombros a base de morteros, y donde los italianos presentaban una fiera e invicta resistencia. Atacados ahora por los dos flancos, pelearon hasta que 267

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slo quedaron unos pocos que rpidamente fueron agrupados en la plaza y fusilados all mismo. En Argostolion, sucesivas oleadas de bombarderos de negras alas fueron devastando progresivamente las bateras italianas hasta que los caones enmudecieron. Fue en la maana del 22 de septiembre cuando el capitn Antonio Corelli del 33. Regimiento de Artillera, consciente de que la bandera blanca iba a ser izada de un momento a otro en el cuartel general de Argostolion, mont en su motocicleta despus de tres das sin dormir y se dirigi a casa de Pelagia. Fue entonces cuando l se arroj en sus brazos, apoy en su hombro sus ardientes ojos y le dijo: Siamo perduti. No nos quedan municiones y los britnicos nos han traicionado. Ella le implor que se quedase, que lo ocultara en el agujero que haba en el suelo, junto a su mandolina y los escritos de Carlo, pero l le tom la cara entre las manos, la bes sin las lgrimas que no poda llorar de puro agotamiento y resignacin, y luego la meci en sus brazos, estrujndola hasta que ella crey que iba a partirle las costillas y la espina dorsal. Corelli volvi a besarla y le dijo: Koritsimou, voy a morir. Dale recuerdos a tu padre. Y doy gracias a Dios de haber vivido lo suficiente para amarte. Se alej en su motocicleta envuelto en un manto de polvo ms alto que su cabeza. Pelagia se qued mirando cmo se iba y luego entr. Abraz a Psipsina y se sent a la mesa de la cocina, sintiendo la fra garra del pavor atenazndole el corazn. A veces los hombres se sienten impulsados por cosas que carecen de sentido para una mujer, pero ella reconoca que Corelli tena que estar con sus muchachos. Honor y sentido comn; el uno a la luz del otro, ambos son ridculos. Arrim la nariz tras las orejas de la marta, reconfortada por el tibio y dulce olor de su pelaje y sonri. Se acordaba de aquel da, tan reciente y tan lejano, en que se haba burlado del capitn hacindole creer que Psipsina era una clase especial de gato helnico. Sigui all sentada sonriendo lnguidamente mientras los recuerdos, relacionados unos con otros por la romntica y huidiza figura del capitn, hacan espectrales piruetas en su mente. Escuch el siniestro silencio matutino y comprendi que era ms reconfortante escuchar las andanadas y los truenos de la guerra.

56. EL BUEN NAZI (2)


Oh padre mo, si es posible aparta de m este cliz. Cuntas veces haba odo a su propio padre recitar estas palabras en la pequea iglesia de su casa; cada ao por Pascua desde que era nio, sin contar los aos de la guerra. El teniente Gnter Weber se cuadr delante del mayor y, componiendo un gesto de determinacin, dijo:

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Herr mayor, debo solicitar que esta misin le sea encomendada a otro oficial. Yo no puedo llevarla a cabo. El mayor enarc una ceja de incredulidad, pero no lleg a montar en clera. Lo cierto era que en aquella tesitura l quiz habra hecho lo mismo. Y cmo es eso? pregunt. La pregunta era innecesaria, pero as lo exiga la etiqueta castrense. Herr mayor, va contra la Convencin de Ginebra asesinar a prisioneros de guerra. Adems, lo considero un error. Debo solicitar una dispensa. Record una frase histrica y aadi: Su sangre recaer sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. No son prisioneros de guerra, son traidores. Se han rebelado contra su propio y legtimo gobierno y tambin contra nosotros, aliados suyos por tratado legalmente establecido. Ejecutar traidores no va contra la Convencin de Ginebra, como sabe usted muy bien. Con todos los respetos insisti Weber, el gobierno italiano puede ser constituido o derogado por el rey. El rey ha puesto a Badoglio al frente del gobierno, y Badoglio ha declarado la guerra. Por tanto, los hombres de la divisin Acqui son prisioneros de guerra y no se les puede ejecutar. Por el amor de Dios dijo el mayor, no ve que son unos traidores? S, herr mayor, pero lo que yo piense y la situacin legal no son la misma cosa. Segn el cdigo militar, un oficial superior no puede ordenar a otro inferior que cometa un acto ilegal. No soy un criminal, herr mayor, y no deseo convertirme en uno. La guerra es un negocio sucio suspir el mayor, debera usted saberlo, Gnter. A todos nos toca hacer cosas terribles. Por ejemplo, usted me cae bien, admiro su integridad y ms en un momento como ste. Pero debo recordarle que la pena por negarse a obedecer una orden es el fusilamiento. No se lo digo como amenaza, sino como hecho innegable. Usted lo sabe tan bien como yo. El mayor se acerc a la ventana y luego gir sobre sus talones. De todos modos, esos traidores van a ser fusilados, lo haga usted o no. Para qu aadir su muerte a la de los italianos? Sera desperdiciar un buen oficial. Total para nada. Gnter Weber trag saliva. Los labios le temblaban y le resultaba difcil hablar. Al fin, dijo: Solicito que quede constancia de mi protesta en mi hoja de servicios, herr mayor. Dlo por hecho, Gnter, pero haga lo que se le ordena. Heil Hitler. Weber devolvi el saludo y sali del despacho del mayor von Hirschfeld. Apoyado contra la pared de fuera encendi un cigarrillo, pero las manos le temblaban y se le cay al suelo. En su despacho el mayor discurri que como la orden haba venido de arriba, la responsabilidad recaa en el coronel Barge o tal vez en alguien de Berln. En definitiva, por supuesto, era el Fhrer a quien incumba la decisin. As es la guerra, dijo en alto, y decidi no incluir la protesta del teniente Weber en su hoja de servicios. No tena sentido 269

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estropearle la carrera por consideracin a unos escrpulos encomiables. A cantar, muchachos dijo Antonio Corelli mientras el camin en el que viajaban se bamboleaba de un bache a otro. Recorri con la mirada los rostros desapasionados de los guardias alemanes y luego los de sus hombres. Uno de stos farfullaba ya al borde del llanto, otros rezaban con la cabeza metida entre las rodillas, y slo Carlo iba totalmente erguido, sacando el imponente pecho como si ninguna bala pudiera romperlo. Corelli experimentaba una extraa euforia, medio ebrio de fatiga y de la infalible excitacin de la certidumbre. Por qu no sonrer ante la muerte?. Muchachos, a cantar repiti. Canta, Carlo. Carlo le mir fijamente con ojos de infinita tristeza y empez a cantar en voz baja un Ave Mara. No era la versin de Schubert ni la de Gounod, sino algo que brotaba paulatinamente de su alma, y era bello porque sonaba sereno y lrico. Los hombres abandonaron sus plegarias y escucharon. Algunos reconocieron notas de una nana que recordaban de la infancia, y otros oyeron retazos de una cancin de amor. Carlo repiti dos veces Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, call y se enjug los ojos con la manga. Uno de los tenores de La Scala se puso a cantar el coro a boca chiusa de Madama Butterfly, y otros al punto se lo sumaron o abandonaron, segn estuviera el nudo de sus gargantas. Aquella meloda tena algo apaciguador y apropiado; era una msica para hombres extenuados, para hombres sucios y harapientos a las puertas de la muerte, para hombres demasiado oprimidos por la desgracia como para mirar incluso las caras de unos camaradas a los que en breve iban a perder para siempre. Era sencillo tararear mientras uno pensaba en su madre, en su pueblo, en su adolescencia entre viedos y campos, en el abrazo de un padre, en el primer beso de una novia, en la boda de una hermana. Era sencillo balancearse casi imperceptiblemente al son de aquella meloda y contemplar la isla, escenario de tantas noches de borrachera, tantos partidos de ftbol y tantas chicas. Era ms sencillo canturrear que meditar sobre la muerte; as tenan el corazn ocupado. Cuando el camin lleg a las paredes rosadas del burdel, a Gnter Weber empezaron a fallarle las rodillas. Antes casi de que llegara, pareci que l ya saba que el destino le haba elegido para asesinar a sus amigos. No se esperaba que llegaran cantando, tarareando precisamente la tonada que l y La Scala haban cantado juntos por la noche en casa del doctor, cuando estaban demasiado idos como para recordar o pronunciar la letra de ninguna otra. No se esperaba verlos saltar tan gilmente del camin; pensaba que saldran tambalendose, empujados por las bayonetas. No se esperaba que el capitn Corelli lo reconociese y le saludara con la mano. Tal vez pensaba que a uno le cambia la cara cuando se convierte en verdugo. Design a un sargento para que agrupase a sus amigos contra la pared, encendi otro cigarrillo y apart el rostro. Vio cmo sus soldados se congregaban en silencio y decidi esperar un poco por si llegaban noticias de una suspensin. Saba que no iba ser as, pero igualmente esper. 270

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Por ltimo gir sobre sus talones, sabiendo que haba que salvar una partcula de decencia, y se aproxim a los italianos. Ms de la mitad estaban rezando, arrodillados en el suelo, y el resto lloraban como nios delante de un muerto. Antonio Corelli y Carlo Guercio estaban abrazados. Weber cogi su paquete de cigarrillos y se acerc a ellos. Un cigarrillo? pregunt. Corelli cogi uno; Carlo lo rechaz con un gesto. El doctor me dijo que era malo para la salud dijo. Corelli mir a su antiguo protegido. Te tiemblan las manos le dijo, y las piernas. Lo siento, Antonio, he intentado... No me cabe duda, Gnter. S cmo es esto. Llen los pulmones de humo y agreg: vosotros siempre tenais el mejor tabaco. Al doctor le sacaba de quicio. Cos fan tutte dijo Weber, lanzando una breve y hueca carcajada. Luego tosi y bruscamente se llev la mano a la boca. No nos pases el catarro dijo Carlo. A Weber le temblaba la cara de aguantarse las lgrimas y la desesperacin. Os pido perdn dijo de pronto. Nunca conseguirs el perdn le espet Carlo, pero Corelli levant una mano para hacer callar a su amigo y dijo quedamente: Yo te perdono, Gnter. Si no, quin te va a perdonar? Carlo hizo un ruido de asco con la garganta y Weber ofreci su mano. Adis, Gnter dijo Corelli, estrechndosela. Dej que su mano se demorara en la de su amigo de antao, la estrech brevemente por ltima vez y la solt. Luego cogi del brazo a Carlo y le mir sonriente . Vamos dijo, t y yo hemos sido compaeros en vida. Entraremos juntos en el paraso. Era un hermoso da para morir. Unas pocas nubes blandas holgaban sobre la cumbre del monte Anos. Cerca de all balaba un rebao. Not que a l tambin le temblaban las piernas y que no poda hacer nada para impedirlo. Pens en Pelagia, en sus ojos oscuros, su carcter vehemente, su cabello negro. Pens en ella enmarcada en el umbral de Casa Nostra, rindose mientras l sacaba la fotografa. Una sucesin de imgenes: Pelagia peinando a Psipsina y hablndole con tono chilln; Pelagia picando cebolla, secndose las lgrimas y sonriendo; Pelagia pegndole cuando robaron la cabra (repar en que no haba cumplido la promesa de traerle otra: y si peda que aplazaran la ejecucin?); Pelagia encantada al orle tocar por primera vez la Marcha de Pelagia; Pelagia besando en la mejilla a Gnter Weber cuando ste le ofreci el gramfono; Pelagia tejiendo una colcha que en realidad menguaba da a da; Pelagia molesta por la asimetra del bordado de su chaleco; Pelagia gritndole al odo cuando fallaron los frenos de la moto y se precipitaron ladera abajo a velocidad de vrtigo, Pelagia del brazo de su padre, volviendo del mar. Pelagia, antes tan hermosa y vivaz, ahora tan plida y delgada.

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El sargento se aproxim al teniente. Era croata, uno de aquellos fanticos rufianescos ms nacionalsocialistas que el propio Goebbels, y bastante menos dotados de encanto. Weber no conceba cmo un sujeto as haba podido llegar a granadero. Herr teniente dijo, van a llegar otros. No podemos retrasarlo ms. Muy bien dijo Weber. Cerr los ojos y rez. Fue una oracin sin palabras dirigida a un Dios aptico. La matanza no tena la formalidad ritual que sugieren ciertos cuadros y pelculas. No se aline a las vctimas contra la pared. No se les vend los ojos, no se los hizo mirar al frente ni apartar la vista. Muchos quedaron de rodillas, rezando, llorando o suplicando. Unos yacan en la hierba como si ya hubiesen cado, arrancndola con sus manos de pura desesperacin. Otros pugnaban por ponerse detrs de los dems. Otros, en fin, seguan fumando tranquilamente como si estuvieran en una fiesta. Carlo se puso firme junto a Corelli, satisfecho de morir por fin y resuelto a hacerlo como un soldado. Corelli se meti una mano en el bolsillo del pantaln a fin de parar el temblor de su pierna, se desabroch la guerrera y aspir hondo el aire cefalonio que a Pelagia quitaba el aliento. Not olor a eucalipto, a excremento de cabra y a mar. Se le ocurri de pronto que morir junto a un burdel tena cierto matiz picaresco. Los soldados alemanes oyeron la orden de disparar y dispararon sin conviccin. Los que tenan los ojos abiertos apuntaron hacia un lado o hacia arriba, o apuntaron para no matar a nadie. Sus armas brincaron y crujieron en sus manos, y los brazos se les quedaron entumecidos por el miedo y la vibracin. El sargento croata apunt a matar y dispar cortas pero aplicadas rfagas, absorto en su trabajo como cualquier carpintero, o como un carnicero trinchando carne. A Weber la cabeza le daba vueltas. Sus viejos amigos gritaban en medio de la balacera que los haca bailar y girar. Caan de rodillas y agitando las manos, llenos los pulmones de la fetidez de la cordita y la ropa chamuscada, en la boca el sabor rido y polvoriento de la sangre. Algunos volvan a levantarse, extendiendo los brazos como Cristo, descubriendo sus pechos con la esperanza de una muerte ms rpida, un paso ms fugaz por el dolor, una consumacin. Lo que nadie vio, ni siquiera Weber, fue que Carlo, al or la orden de disparar, dio un paso a un lado como un recluta formando filas. Antonio Corelli, anublado por la nostalgia y el despiste momentneo, haba visto delante suyo el titnico cuerpo de Carlo Guercio, haba notado las muecas dolorosamente sujetas por aquellas manos poderosas, y se haba visto incapaz de moverse. Entonces mir con curiosidad la espalda de Carlo mientras de las entraas de su cuerpo reventaban agujeros espantosos de los que brotaban fragmentos de carne destrozada y grumos de sangre carmes. Carlo aguant de pie mientras las sucesivas balas horadaban la musculatura de su pecho como cuchillos incandescentes. Sinti como si un hacha le hiciera astillas los huesos y le tajara las venas. Aguant totalmente inmvil, y cuando los pulmones se le llenaron de sangre contuvo el aliento y cont: Uno, due, tre, quattro, cinque, sei, sette, 272

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otto, nove... En la arbitrariedad de su valor decidi aguantar hasta treinta. A cada nmero par pensaba en Francesco muriendo en Albania, y a cada nmero impar apretaba un poco ms la mueca de Corelli. Lleg al treinta cuando crea que iba a flaquear y entonces mir el cielo, not que una bala se le clavaba en la mandbula y cay hacia atrs. Corelli qued debajo de l, paralizado por su peso, empapado en su sangre, estupefacto ante un acto de amor tan incomprensible, inefable y lleno de locura divina. Se acab, italianos dijo el sargento, pero Corelli no lo oy. Si queda alguien vivo que se ponga en pie y se le perdonar la vida. No vio a los dos o tres que se levantaron agarrndose las heridas, uno de ellos con la ingle destrozada. No vio cmo se tambaleaban, pero s pudo or el renovado tableteo de las automticas cuando fueron abatidos por el sargento. Luego oy los disparos aislados a medida que la temblorosa mano de Weber, el cual, ebrio de horror, paseaba entre los muertos, aseguraba la eficiencia de la ejecucin con un espurio golpe de gracia. Junto a su cabeza vio la bota militar de Weber, y vio a ste inclinarse para mirarle fijamente a los ojos. Vio el titubeante can de la Luger acercarse a su cara, vio la tristeza insondable en los ojos castaos de Weber, y luego vio que la pistola se retiraba sin haber disparado. Trat de respirar mejor y entonces se dio cuenta de que no slo le costaba hacerlo debido al peso de Carlo, sino porque las balas que haban atravesado a su amigo le haban alcanzado tambin a l.

57. FUEGO
Varias horas estuvo Corelli debajo de su amigo mientras sus sangres se entremezclaban en el suelo, en sus uniformes y en sus cuerpos. No fue hasta la noche cuando Velisarios acert a pasar junto a aquel amasijo de trgicos despojos y reconoci al hombre grande como l que en una ocasin haba alargado su mano entre la barrera de la hostilidad para ofrecerle un cigarrillo. Examin aquellos inexpresivos ojos saltones, se estremeci al ver la mandbula destrozada y desencajada, e intent cerrarle los prpados. No lo consigui, y se sobrecogi ante lo indecoroso de dejar a aquel hermano a merced de las moscas y los pjaros. Se arrodill para pasar los brazos bajo el imponente torso y las piernas como columnas. Con un supremo esfuerzo levant a Carlo del suelo, y debajo vio al capitn loco que se alojaba en casa del doctor, aqul cuyo secreto y complicadamente subrepticio amor por Pelagia era tema de conversacin en toda la isla. Los ojos no estaban vacos, pestaeaban. Los labios se movieron para decir Aiutarmi. Velisarios apoy a Carlo contra la pared rosa y picada de balazos y volvi junto al capitn. Mir sus horrendas heridas y el oscuro lago de sangre, y se pregunt si le hara un favor matndole all mismo. Iatro

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dijo el moribundo, Pelagia. El forzudo lo levant con cuidado, repar en su ligereza y ech a andar por los campos pedregosos para salvarle la vida. Nadie sabe el nmero exacto de muertos italianos que yacen en tierra cefalonia. Al menos cuatro mil fueron masacrados, puede que nueve mil. Fueron 288.000 kilos de carne humana, o ms bien 648.000? Fueron 18.752 litros de luminosa sangre joven, o ms bien 42.192? Las pruebas se perdieron entre las llamas. En la cima del monte Anos, Alekos contempl su tierra natal y por un momento se pregunt excitado si sera 24 de junio. San Juan era en septiembre? Lo haban cambiado de mes? Descomunales incendios brotaban a intervalos regulares, y en lugares donde nunca hacan hogueras por San Juan. Ola a madera de olivo y de pino, a queroseno, espino seco, resina, petrleo y carne carbonizada; Alekos olisque con asco. Los italianos nunca aprenderan a cocinar carne. Not el repugnante olor a pelo y huesos quemados, a pesar de la altitud, y contempl consternado el indecente humo que oscureca las estrellas. Quiz era el fin del mundo. All en los valles los alemanes desafiaban la verdad histrica destruyendo pruebas y demostrando un gran conocimiento de su delito al convertir la carne en humo. Eran camiones y camiones de combustible. Los soldados cortaban a hachazos olivos milenarios y apilaban las ramas alrededor de montones de cadveres repanchigados, y tan altos eran los montones que ya no podan apilar ms. Con aire despreciativo sealaban a uno u otro muerto, diciendo ste se ha meado encima, o ste huele a caca, pero pocos se rean. El limo abdominal y la sangre les manchaban las manos y el uniforme, un olor dulzn y pegajoso a carne fresca les suba como alcohol a la cabeza, y el sudor les chorreaba por las sienes mientras cargaban un difunto tras otro sobre los hombros para arrojarlos a la pira. Trabajaron hasta desfallecer y las llamas fueron demasiado grandes para acercarse, pero la labor no pareca tocar a su fin. Llegaban ms cadveres, rgidos de reproche, repulsivos a la parpadeante luz de las piras. Los traan en camiones, en jeeps, sobre carros blindados o mulos, un par de ellos en camilla. El nico sacerdote era el padre Arsenios. l haba profetizado haca meses que aquellos muchachos pereceran en las llamas, y se horroriz cuando supo que as haba sido. A decir verdad, se sinti responsable. Aquella noche, mientras los griegos se ocultaban en sus casas y atisbaban entre las persianas, el padre Arsenios lleg con su perrito a la hoguera que haba en Troianata, la mayor de todas, no lejos del monasterio del santo, y contempl una escena sacada del Armagedn. Camin como si fuera invisible entre los plidos rostros de los muertos, acordndose de las descripciones catlicas del fin del mundo. Alrededor, oscuras siluetas de enfurecidos soldados alemanes que se afanaban gruendo como cerdos mientras arrojaban un cadver tras otro a las llamas. No lejos de donde estaba oy un grito ahogado y estremecedor; era un muchacho que no haba muerto y se debata en el agudo tormento de su cremacin.

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Arsenios sinti que las entraas se le removan, extendi los brazos y empez a vociferar en competencia con los gritos de los soldados y el chisporroteo de las llamas. Blandiendo su bculo de olivo ech la cabeza atrs, diciendo: He estudiado los das pretritos, los aos de la Antigedad. Traigo a la memoria mi cancin en la noche: converso con mi propio corazn. Nos abandonar eternamente el Seor?, nunca ms nos ser propicio? Habr desaparecido para siempre su piedad? Faltar desde ahora a sus promesas? Ha olvidado Dios ser clemente? Habr cerrado de ira la puerta de su compasin? Ay de ti que saqueas sin que nadie te haya saqueado! Ay de ti que comercias con la traicin sin que nadie te haya traicionado! Cuando hayas terminado tu saqueo, sers t el saqueado! Ay de ti, pues la indignacin del Seor caer sobre todas las naciones, y su furia sobre sus ejrcitos! l los ha aniquilado! l los ha entregado al sacrificio! Los cados sern expulsados tambin y su hedor saldr de sus cadveres y las montaas se derretirn con su sangre! Ay de vosotros, pues los arroyos sern convertidos en alquitrn, y el polvo resultante en azufre, y la tierra se convertir en alquitrn ardiendo! No se extinguir de da ni de noche, el humo se elevar eternamente! Se sucedern las generaciones pero nadie podr atravesarlo! Ignorando que nadie le haba odo, inflamado de furia apocalptica, el padre Arsenios agarr su vara con ambas manos y rugi. Descubrir vuestras desnudeces, s, pblica ser vuestra vergenza! Me vengar de vosotros, y mi venganza no ser humana! T has contaminado mi descendencia! Y se lanz al combate agitando el bculo y emprendindola a golpes con los soldados alemanes. Resonaba un casco, hombros cansados se estremecan con los batacazos, se alzaban manos para proteger cabezas sin otro resultado que dedos aplastados. Hombres que haban masacrado con eficiencia a millares de enemigos parecan ahora totalmente desorientados. Se oan gritos de Mierda, libradme de este to de una vez!, y de los espectadores que se haban parado a mirar aliviados, comentarios como Fijaos en el cura loco!. Se daban codazos y rean, regocijados con el desconcierto de los afligidos. En medio de aquel resplandor anaranjado Arsenios pareca un cadavrico murcilago desplegando su voluminoso hbito negro, con su barba de profeta, sus ojos echando chispas, y su alto y maltrecho sombrero con la copa plana que no haca sino aumentar la impresin de que su locura proceda de otro mundo. Su pequeo perro danzaba y haca cabriolas alrededor de l, ladrando de excitacin y propinando dentelladas a las pantorrillas de los alemanes. El episodio slo acab cuando todos estuvieron en el suelo, con el crneo dolorido y las manos heridas. Un oficial de granaderos sac su pistola automtica, se acerc por detrs de Arsenios y le dispar en la nuca, reventndole los sesos y haciendo que le salieran por la parte 275

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frontal. Arsenios muri en medio de un destello de luz blanca que tom por una revelacin del rostro de Dios, y sus macilentos y esquelticos restos fueron arrojados a la pira junto con los de los jvenes cuyo destino haba predicho sin saber que l tambin lo compartira. Su perro gimote, asustado de las llamas y de los desconocidos, e infructuosamente intent acercarse a su dueo. Expresaba su incomprensin levantando primero una pata y luego otra, y all se qued hasta que partieron los soldados y llegaron los griegos, que, entre arcada y arcada, encontraron al perro aullando y medio chamuscado. Hombres y mujeres, as como los pocos italianos que haban escapado, se acercaron a las hogueras. Sin consultarse empezaron a sacar los cuerpos ms alejados del grueso de las llamas a medida que el viento cambiante lo permita. Muchos de ellos yacan an en posturas contorsionadas como muecos de trapo, en sitios donde las llamas no haban llegado todava. Todos los que all se afanaban pensaron lo mismo: As van a ser las cosas con los alemanes? Cuntos muchachos poda haber all? A cuntos conoca yo? Me hago cargo del horror de su muerte? Concibo acaso lo que es morir desangrndose lentamente? Que una bala te destroce el hueso es como si un caballo te diera una coz? Pareca que a todos les temblaban las manos y les lagrimeaban los ojos. La gente hablaba lo menos posible a causa del repugnante humo de la carne chisporreante y de la angustiosa congoja. Llevaban los cuerpos a cuevas y aberturas, a tumbas colectivas apresuradamente excavadas, a agujeros donde antiguamente se ocultaban mercancas y monedas al olfato de recaudadores y aduaneros. Iban en grupos al lugar donde haba tenido lugar una batalla y rescataban a los que los nazis no haban encontrado. Se rezaron apresuradas plegarias ortodoxas sobre almas catlicas, y pudo apreciarse que ninguno llevaba anillos ni dinero en metlico. Los cadveres haban sido presa del pillaje, sus dedos arrancados o cortados, extrados sus dientes de oro, arrancadas sus cadenas de oro con crucifijo. Al alba una nube negra y viscosa penda sobre la tierra y emborronaba el sol, y la gente regres a sus casas y cerr las puertas hasta el anochecer. Mezclado con el de sus soldados en el cielo de Cefalonia se elevaba el humo del general Gandin, uno de los primeros en morir, el honorable y caballeroso soldado de la vieja escuela, que confiaba en sus enemigos y haba intentado salvar a sus hombres. Muri erguido e impvido, sabedor de que sus constantes cambios de opinin y sus escrupulosas demoras haban precipitado la tragedia. El resto de sus oficiales no tardara en ser sacado de los barracones de Argostolion para ser arrojado a las llamas. Aquella noche los griegos volvieron a salir para sacar ms cuerpos de pozos y sumideros, y una vez ms ninguno llevaba encima un reloj, una pluma, una simple moneda. Hallaron fotografas de chicas risueas, cartas de amor, retratos de familias. Descubrieron que muchos soldados, presintiendo la inminencia del exterminio pero resueltos a hablar aunque fuera desde la tumba, haban garabateado direcciones en el reverso de postales y fotografas, con la conmovedora 276

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esperanza de que alguien les escribiese una carta o les comunicara las noticias. En muchas cartas la tinta se haba corrido, como si unas gotas de lluvia hubieran sorprendido al lector a la intemperie. No saban que, tras haber aprendido rpidamente la leccin de la noche anterior, los alemanes estaban economizando esfuerzos fsicos obligando a los oficiales a transportar a sus propios muertos hasta los camiones, y slo los mataban una vez hecho el trabajo. Tampoco saban que exista un tal teniente Gnter Weber, que no era el nico nazi enloquecido y destrozado por sus propias atrocidades fruto de la obediencia. Pero volvieron a ver las mismas hogueras, menearon la cabeza ante la idntica y repugnante mezcolanza de hedores que impregnaba casas y vestidos, y una vez ms hicieron lo posible por rescatar a los muertos en mitad de una noche que se haba vuelto lgubre por las atenuadas sombras de rboles y hombres arrojadas por las saltarinas piras de anaranjadas llamas. Al da siguiente corri el rumor de que san Gerasimos haba estado vagando en la oscuridad para volver luego a su catafalco, y que las monjas supuestamente lo haban encontrado por la maana con huellas de lgrimas en sus marchitas mejillas y gotas de sangre carmes sobre sus sandalias.

58. CIRUGA Y EXEQUIAS


Al abrirse la puerta de una patada cuando ya empezaba a anochecer, Pelagia pens que eran los alemanes. Saba que todos los italianos haban muerto. Como el resto de la poblacin, haba odo ruidos de combate el traqueteo de las ametralladoras, el chasquido de los rifles, las rfagas cortas de las automticas, el amortiguado timpani grave de los obuses y despus el interminable crepitar de los pelotones de fusilamiento. Por entre la persiana haba contemplado el paso de los camiones cargados de triunfantes granaderos o de cadveres de italianos con la sangre goteando por las comisuras de la boca y los ojos fijos en el infinito. Por la noche haba salido con su padre, cuyas mejillas palpitaban con lgrimas de rabia y compasin, en busca de alguna vida que salvar de entre los cuerpos esparcidos y abandonados por aquellos monstruosos fuegos. El espectculo haba dejado a Pelagia muda, no de miedo ni de pena sino de vacuidad. La vida, pues, haba terminado. Ella saba que los alemanes se llevaban a las mujeres jvenes y bonitas, puesto que sus burdeles no funcionaban con personal voluntario. Saba que estaban llenos de chicas aterrorizadas, torturadas, tradas de Polonia o Eslovenia o de cualquier otra parte, y que los nazis las mataban al menor indicio de resistencia o enfermedad. Haba estado sentada ante su mesa,

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ensimismada con sus recuerdos, mirando a ratos el entorno y captando por ltima vez los detalles mundanos de una vida; los nudos en la pata de la mesa; las abolladas sartenes que tanto haba fregoteado, la decoloracin inexplicable de una de las baldosas del suelo, el ilegal retrato de Metaxas que su padre haba colgado de la pared aun siendo un implacable venizelista. Llevaba la mano en el bolsillo del delantal, y pensaba matar a un alemn cuando vinieran a buscarlos, para que ellos tuvieran que matarla a su vez. La pequea Derringer pareca escasa para aquel cometido, pero su padre tena una pistola italiana y cincuenta cartuchos que alguien, tal vez un miembro de La Scala, haba dejado a la puerta de su casa en calidad de sombro legado. De modo que al abrirse la puerta se sobresalt. Se puso rpidamente en pie, aferrando el arma, plido el semblante, y contempl a Velisarios, que jadeaba como un perro, chorreando sangre, incandescentes los ojos con esa fuerza sobrenatural con la que haba tenido la fortuna de nacer. He venido corriendo dijo l, y avanz hasta la mesa para depositar suavemente sobre ella el pattico fardo que pareca tan flcido, relajado y pacfico como cualquiera de los mil muertos que ella haba visto en las ltimas noches. Quin es? le pregunt Pelagia, extraada de que el forzudo se hubiera ocupado de aquel cadver en concreto. Est vivo dijo Velisarios. Es el capitn loco. Ella se inclin precipitadamente, mientras en su corazn colisionaban la esperanza y el horror. No le reconoci. Haba demasiada sangre coagulada, demasiados jirones, demasiados orificios en la pechera de la guerrera que an rezumaban sangre. Tena el pelo y la cara apelmazados y relucientes. Sinti ganas de tocarlo, pero retir la mano. Cmo tocar a un hombre en ese estado? Tena ganas de abrazarle, pero cmo se abraza a un hombre tan destrozado? El cadver abri los ojos y la boca sonri. Kalimera, koritsimou dijo. Ella reconoci su voz. Es de noche dijo tontamente, a falta de una frase ms profunda. Entonces, kalispera murmur l, y volvi a cerrar los ojos. Pelagia mir a Velisarios, los ojos desorbitados de desesperacin, y le dijo: Es lo ms grande que has hecho en tu vida, Velisarios. Voy a buscar a mi padre. Qudate aqu con l. Era la primera vez que una mujer entraba en la kapheneia. No era el local que haba sido en tiempos, pero segua siendo lugar sagrado y exclusivo para varones, y cuando ella irrumpi all y abri la puerta del enorme armario donde los hombres escuchaban la BBC (la divisin Venezia se haba unido a los partisanos de Tito) el estallido de desaprobacin fue ms que palpable. Del interior se alz una nube de humo de tabaco; all estaban su padre y cuatro hombres ms, todos enhiestos en aquel espacio reducido, mirndola conmocionados por algo que se aproximaba al odio. Kokolios le lanz un rugido pero ella tir de la mano de su padre y se lo llev entre protestas del local.

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El doctor Iannis mir el cuerpo y concluy que nunca haba visto algo peor. Haba sangre suficiente para llenar las arterias de un caballo y suficientes trocitos de carne desgarrada como para alimentar durante meses a los cuervos. Por primera vez en su carrera mdica se sinti derrotado e intil. Sera mejor matarlo dijo con los brazos cados a los costados. Antes de que Velisarios pudiera decir Eso haba pensado yo, Pelagia estaba ya golpeando a su padre en el pecho con las manos, dndole de puntapis en las pantorrillas, enfurecida e indignada. Velisarios se acerc a ella, le rode la cintura con un brazo y la iz a la posicin habitualmente ocupada por su culebrina, apoyndola en el saliente natural de su cadera, donde Pelagia empez a chillar y a golpearle los muslos. Y as fue como pusieron agua a hervir y los jirones del uniforme del capitn italiano fueron cuidadosamente cortados. Pelagia rasg frenticamente en tiras no slo sus sbanas sino tambin las de su padre. Despus reuni todas las botellas de aguardiente que su padre haba logrado esconder y, por aadidura, sus preciadas existencias de vino de la isla. El doctor se lament mientras limpiaba la sangre: Qu puedo hacer? No tengo estudios. No soy un cirujano como Dios manda. No tengo bata, ni gorra, ni guantes, ni penicilina. Tampoco tengo mquina de rayos X, ni agua esterilizada, ni suero, ni plasma, ni sangre... Calla! le grit su hija con el corazn desbocado de pnico y determinacin. Yo te he visto grapar una fractura con un clavo de diez centmetros. Cllate y hazlo. Por Dios dijo el doctor, intimidado. Como ignoraba que la mayor parte de la sangre y la carne haba pertenecido a las anchas espaldas de Carlo Guercio, al doctor le pareci un milagro del santo el que Antonio Corelli estuviera tan poco herido como lo estaba en realidad. Una vez limpio y puestos a hervir un montn de sanguinolentos harapos recogidos del suelo, qued claro que la vctima tena seis balas en el pecho, una en el abdomen, una en el brazo derecho y un rasguo en la mejilla. Con todo, no pareca tener salvacin. El doctor saba demasiado para mostrarse optimista y no lo suficiente para aligerar su pesimismo. En aquellos orificios habra fragmentos de uniforme, bolsas de aire perforadas por la balas; habra astillas de costilla que no podra localizar, la osteomielitis se habra afianzado debido a la infeccin de una mirada de microbios que esparciran su veneno por la mdula hasta las venas, provocando la muerte por septicemia. El doctor saba que una bala poda alojarse en lugares donde tocarla provocara un mar de sangre, pero donde no tocarla causara una infeccin invencible. Poda haber ya un hemotrax, sangre desparramada entre la pared del trax y el pulmn. No tardara tal vez en producirse una gangrena gaseosa. Habra esquirlas que extraer cuya ubicacin probablemente l no podra deducir. El doctor abri una botella de raki, bebi un buen trago y se la pas a Velisarios, quien por pura

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solidaridad hizo lo propio. Se haba quedado all, fascinado por el quehacer del mdico. El doctor Iannis se concentr y comprendi que era intil sacar conclusiones precipitadas. Un cirujano explora primero y piensa despus. Con el sabor del ans en la boca y el reconfortante calorcillo del alcohol en las tripas, alcanz una sonda y la insert suavemente en cada una de las heridas hasta notar que tocaba una bala. Le sorprendi que los orificios fueran tan anchos y que todos ellos presentaran un redondel amarillento. A qu se deba que los orificios fueran tan anchos? Asombrado, se puso en pie. Ni siquiera eran profundos. De repente cay en la cuenta de que en realidad las balas deban haberle atravesado, dejando en la espalda de la vctima unos orificios sanguinolentos. Hija dijo, te juro por todos los santos que este hombre tiene la carne como el acero. Creo que vivir. Cogi el estetoscopio y le auscult. El corazn lata dbil pero con regularidad. Antonio dijo, y Corelli abri los ojos e intent sonrer. Antonio, voy a operarle. No tengo mucha morfina. Podr beber? El alcohol le aclarar la sangre, pero no queda otra salida. Pelagia dijo Corelli. Velisarios sostuvo la cabeza del capitn y Pelagia le hizo beber un poco de raki mientras el doctor preparaba tres cuartos de gramo de morfina. Le inyectara la misma cantidad cada media hora si era necesario, y cada media hora el capitn tragara un poco de raki, caso de que eso hiciera falta tambin. Necesito el mximo de luz dijo el doctor. Pelagia fue a recoger las lmparas de la casa y Velisarios las encendi en la cocina. Fuera estaba oscuro y los bhos ululaban entre los metlicos chirridos de los grillos y los dems sonidos naturales de aquella engaosa paz. Psipsina entr con su primer ratn nocturno entre los dientes, pero Pelagia la hizo salir a la calle. En un brazo el doctor inyect morfina, y en el otro, para completar la cosa y sin otro motivo que la intuicin, inyect diez centmetros cbicos de azcar y una solucin salina que Pelagia haba mezclado en un jarro. No le gustaba ver al hombre al que amaba pinchado y sondado de aquella manera, pero saba que pronto iba a verlo cortado y rajado. Sin embargo, mirando aquel cuerpo plido y ensangrentado, desvalido como un gusano, supo que no era precisamente un cuerpo lo que uno amaba. Uno amaba al hombre que brillaba por aquellos ojos y que utilizaba la boca para sonrer y hablar. Cogi los dedos del msico y contempl las uas cuidadosamente recortadas. Las cutculas, al menos, eran rosadas. No adoraba aquellas manos sino al hombre que las mova por los trastes. Cuntas veces las haba imaginado ella recorriendo sus pechos? El doctor se fij en su arrobamiento y le dijo: No te quedes ah sentada. Ocpate de las heridas del brazo y la cara. Se las limpias, cortas los jirones, las desinfectas y las coses. No queras ser mdico? Necesitaremos ms agua hirviendo, litros. Y lvate las manos, sobre todo debajo de las uas. Ella se puso en pie pestaeando, las manos a los costados: 280

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Seguro que est inconsciente, doctor? No quisiera hacerle dao. Yo voy a hacerle mucho ms dao que t. Le dio un bofetn a Corelli y grit: Tu madre es una puta, Antonio! Al no observar reaccin, el doctor dijo: Est fuera de combate. Su madre est muerta dijo Pelagia con tono de reproche. No sigas bebiendo raki si te suelta la lengua de esa manera. Un vehculo blindado alemn pas con estruendo por la calle y los tres se quedaron inmviles hasta que se alej. Cabrones dijo Velisarios. Pelagia descubri a continuacin las dimensiones de lo que haba pedido a su padre que hiciera. Las manos le temblaban y casi no se atreva a tocar aquellas heridas. Al principio las rozaba apenas, horrorizada cuando levantaba la vista y vea cmo su padre practicaba amplios cortes en torno a las heridas de bala. Esto se llama desbridamiento le explic l. A m tampoco me gusta, pero funciona. O sea que si no te gusta, no mires. Estoy retirando la carne daada. T deberas hacer lo mismo... Pelagia intent contener las nuseas, y Velisarios se apart y se sent en el suelo con la espalda apoyada contra la puerta. Los mirara trabajar, s, pero se ahorrara los detalles. El doctor empez por la bala del abdomen, pues necesitaba hacer algo relativamente fcil para ganar confianza en s mismo. La encontr bajo la superficie de la piel, la extrajo con su frceps y se maravill de su forma achatada y torcida. Es un milagro dijo, mostrndosela a Pelagia, que estaba recortando un trozo de piel con unas tijeras planas de cirujano. Cmo se explica esto? Estaba detrs de ese hombretn, el que era tan grande como yo explic Velisarios. El hombretn le sujetaba por detrs, as. Se puso en pie y se llev las manos a la espalda para ilustrarlo. Cuando lo recog, segua sujetando al capitn. Al principio pens que pesaba demasiado. Me parece que intent salvarlo. Carlo dijo Pelagia, rompiendo a llorar. Su padre pens en consolarla pero se dio cuenta de que slo conseguira mancharle la cabeza de sangre. Carlo era el primero de los miembros de La Scala cuya muerte era ya segura. Nadie que muere as ha muerto en vano dijo el doctor, atragantndose con las palabras. Contuvo sus propias lgrimas y, para distraerse, retir y examin un poco de tela carbonizada del interior de una herida. Pelagia se sec las lgrimas con la manga y dijo: Antonio siempre deca que Carlo era el ms valiente del ejrcito. Total para nada coment el doctor, contradiciendo involuntariamente su anterior afirmacin. Velisarios, sigue all el cuerpo de ese hombre? Estara bien enterrarlo y que no lo echen a la hoguera. Hay toque de queda, iatre dijo el forzudo, pero si quiere ir. De camino puedo matar a algn alemn, quin sabe. Velisarios parti contento de dejar atrs aquel taller espeluznante donde las emociones eran demasiado exacerbadas y el espectculo

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demasiado crudo. Inspir el fresco aire otoal y luego ech a andar una vez ms campo a travs. El doctor acab de limpiar la herida, la enjuag con alcohol y la llen de polvos de sulfanilamida. Los haba conseguido del cabo hipocondraco, el de los callos, cuya alma habra volado sin duda junto con sus enfermedades imaginarias, y cuyos alegres pliegues de grasa habran sido entregados prematuramente a las llamas. La ilimitada nube de tristeza que flotaba en el aire resultaba casi palpable. Era mejor concentrarse en el capitn. Cuando hayas acabado con eso le dijo a su hija, zurce esto. En mi bolsa hay cuerda de paracadas, slo tienes que ir deshilndola. No hay otra cosa. En Pelagia creca una sensacin de escandalosa irrealidad. Hela all, cosiendo a su amado con un esmero y una precisin que ella deba a un chaleco asimtrico y a los pacientes consejos de una ta, y su padre estaba a su lado, extrayendo con cuidado fragmentos de costilla y balas achatadas del pecho de ese mismo hombre, hablando simultneamente de crepitaciones, facies hipocrtica y un sinnmero de problemas potenciales de significado demasiado oscuro. Pelagia limpi el rasguo de bala que el capitn tena en la cara. No saba si dejar que se curara solo o si darle unos puntos. Depende dijo el doctor mientras preparaba otra inyeccin de morfina de si lo quieres con la sonrisa torcida o no. O eso o una cicatriz grande. Cualquiera de las dos cosas podra quedarle bien, vete a saber. Las cicatrices no son nada romnticas dijo Pelagia. Estas de aqu dijo el doctor, sealando el pecho con su escalpelo sern absolutamente horribles. Si vive para maldecirlas. Aquella noche Velisarios enterr los restos de Carlo Guercio en el patio de la casa del doctor. Dejando atrs tapias y sembrados, acompaado del pegajoso olor de la muerte, viscosas y resbaladizas las manos, se haba sentido como Atlas con el mundo a cuestas. No haba tardado mucho en descubrir que su carga era demasiado pesada como para llevarla en brazos como al capitn, y al final fue dando traspis con el enorme fardo sobre los hombros, como si se tratara de un imponente saco de trigo. A oscuras vend la machacada mandbula de Velisarios con una tira de sbana, y luego empez a dar hachazos, troncando races de olivo, desenterrando viejas capas de piedras, echando fuera fragmentos de cermica y viejsimas paletillas de carnero. l no lo saba, pero enterr a Carlo en la tierra de la poca de Ulises, como si aqul hubiera sido su sitio desde un principio. Poco antes del alba, concluida finalmente la intervencin quirrgica, padre e hija salieron absolutamente exhaustos a decir el ltimo adis a aquel cuerpo heroico. Pelagia lo pein y le bes en la frente, y el doctor, pagano por naturaleza y siempre proclive a los usos antiguos, deposit una moneda sobre cada ojo y una bota de vino en la sepultura. Velisarios se qued dentro del sepulcro y se encarg de bajar el cuerpo. Al

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enderezarse, se le ocurri una idea. De su bolsillo sac un estrujado paquete de cigarrillos, cogi uno y lo coloc entre los labios del difunto. Se lo deba dijo, y sali de la tumba. El doctor pronunci una oracin mientras Pelagia lloraba a su lado y Velisarios sobaba su sombrero. Nuestro amigo dijo, que vino como enemigo nuestro, ha cruzado los prados de asfdelo. Fue un hombre ms sabio y bondadoso que cualquier otro mortal. Recordemos que sus muchas condecoraciones fueron por salvar vidas, no por destruirlas. Recordemos que muri tan noblemente como vivi, fuerte y valeroso. Somos criaturas de un da, pero su espritu no se oscurecer. Fue malogrado en la plenitud de la vida por hombres sedientos de sangre cuyo nombre cubrir la infamia con el transcurso de los aos. Tambin ellos morirn pero no sern llorados ni perdonados; el galardn de la muerte es comn a todos nosotros. Cuando la muerte les sobrevenga, estos hombres se convertirn en almas en pena vagando intilmente en la oscuridad, puesto que el tiempo del hombre es muy corto antes de su fin, y el hombre cruel, aquel que obra con crueldad, est maldito y es objeto de escarnio despus de su muerte. Pero el espritu de Carlo Guercio vivir en la luz del da mientras tengamos lengua para hablar e historias que contar. Se dice que de todas las cosas que se arrastran y respiran, no hay otra ms dbil que el hombre. Es cierto que la desdicha quiso que Carlo fuera dando tumbos por el mundo, pero en l no hallamos flaqueza alguna. No haba en l arrogancia ni grosera, no era un vil rufin que abusa de la casa del prjimo; en l encontramos combinadas la dulzura de una doncella y la fuerza impresionante de la roca, el perfil perfecto de un hombre perfecto. l s podra haber dicho: "Soy ciudadano, no de Atenas o de Roma, sino del mundo." De l se podra decir: "Nada puede daar a un hombre bueno, ya sea en vida o despus de muerto." Recordad estos dichos que nos han llegado de los antiguos: "El amado por los dioses, muere joven." "El hombre es un sueo de una sombra." "Ni siquiera los dioses pueden cambiar el pasado." Las generaciones de hombres son como hojas de un rbol. Sopla el viento, y esparcidas en el suelo quedan las hojas de todo un ao; pero los rboles rebrotan y nuevas hojas crecen al llegar la primavera." Recuerdo tambin que el poeta dice que hay un tiempo para la charla y un tiempo para dormir. Duerme mucho y bien. Los aos no te pondrn lmite, t no te debilitars, no conocers la tristeza ni la enfermedad. Mientras nosotros te recordemos, se te recordar bello y joven. Para Cefalonia no hay mayor honor que considerarse guardiana de tus huesos. El doctor y su hija regresaron dentro mientras oan a Velisarios, los araazos de la pala, el pisotear de tierra recin removida. Llevaron con cuidado a Corelli hasta la cama de Pelagia; fuera cantaban los primeros pjaros.

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59. EL ESCONDITE HISTRICO


Todo aquello ocurra muy poco antes de que los alemanes hubieran consolidado sus posiciones y empezado a interesarse por el pillaje. El doctor no slo tena que ocultar sus cosas de valor, que no eran nada del otro mundo, sino que se enfrentaba al problema de un oficial italiano inmovilizado en la cama de su hija. Pelagia le prepar un lecho en el fondo del escondite, bajo el suelo de la cocina, y una vez ms hubo que llamar a Velisarios para que lo trasladara, pues ni el doctor ni ella tenan fuerza suficiente para moverlo sin hacerle dao. All se reuni el capitn con su mandolina, y los papeles de Carlo fueron temporalmente retirados. En inters de la salud de Corelli la tapadera del escondrijo permaneca abierta a menos que hubiera tropas en las cercanas, apuntalada mediante un trozo de escoba que poda ser retirado rpidamente antes de colocar de nuevo la estera y la mesa en su sitio. Y as llegara un momento en que Pelagia y l se acurrucaban en la oscuridad de aquel agujero mientras la vajilla y la cristalera de la familia eran saqueadas y el doctor maltratado y agredido. Transcurrido un da de la operacin, Corelli durmi ajeno a todo, pero al despertar por primera vez tuvo conocimiento de que sus dolores eran terribles y que sus entraas se haban movido de sitio. l, sin embargo, no poda mover ni un pelo. Se senta como si le hubiera pasado por encima una estampida de bueyes o le hubieran sometido a alguna tortura medieval. No puedo respirar le dijo al doctor. Si no pudiera respirar no podra hablar. El aire pasa de los pulmones a la caja larngea. El dolor es insoportable. Tiene varias costillas rotas. Algunas las romp yo mismo para sacarle las balas. El doctor hizo una pausa. Le debo una disculpa. Una disculpa? Tuve que usar algunas cuerdas de la mandolina para unir los huesos. No tena otra cosa. Creo que usted utiliz hilo de sutura para cambiar las cuerdas agudas, y me vi obligado a recuperarlo. Cuando los huesos se hayan vuelto a soldar, habr que operarle otra vez para sacar el hilo. El capitn dio un respingo. Antonio, si le duele mucho, recuerde que si es un hombre no debera sentir dolor, sino afliccin. Todos sus amigos han muerto. Lo s. Estuve all. Lo siento. El doctor vacil. Parece que Carlo le salv la vida. No parece. S que lo hizo. De todos nosotros, l fue el mejor, y yo sigo con vida para recordarlo. No tiene que llorar, capitn. Vamos a curarlo y luego le sacaremos de la isla. Apesto, dottore. No deje que Pelagia lo note. Le har yo de enfermera, si lo desea. Aqu abajo se est muy incmodo, verdad? Pero nos arreglaremos. En este agujero han estado

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grandes libertarios; considere un honor ocupar un sitio con tanta historia. Debo decirle que, por ms que le duela, ha de cambiar de postura tan a menudo como le sea posible o se le formarn llagas. Si se le pudren podra matarle igual que una bala. Duerma todo lo que pueda, pero muvase. Si el dolor es insoportable puedo darle morfina, pero nos queda muy poca, y con los alemanes aqu voy a necesitarla toda. Si no le importa, yo prefiero que se emborrache. Tambin tengo valeriana y matricaria que Pelagia recogi la primavera pasada. Debo pedirle que soporte el dolor lo mejor que pueda. El sufrir mucho durante una enfermedad hace que cuando uno se recupera se sienta doblemente bien. Eso acrecentar su sentido de la gratitud. Dottore, no hay nada que pueda acrecentarla. An puede usted morir dijo bruscamente el doctor. Luego se inclin y pregunt con tono confidencial: Hace tiempo que quera preguntarle cmo van sus hemorroides. Perdone que no lo haya hecho antes. Me pareca una indiscrecin. Segu su consejo dijo el capitn, y funciona. Aqu dentro no podr hacer ejercicio y la dieta ser mala dijo el doctor. Es seguro que ir estreido, y tal vez me vea obligado a ponerle una lavativa. No quisiera usar el tubo de mi estetoscopio, pero podra ser. Si no lo hacemos, con los esfuerzos le saldrn hemorroides. Disculpe el ultraje, capitn. Corelli puso una mano en el brazo del doctor: Que no lo vea Pelagia. Descuide. Y otra cosa. Djese barba como los griegos, empiece a pensar como un griego. Le dar unas clases, y Pelagia tambin. No s de dnde sacaremos documentos y una cartilla de racionamiento. Cuando est mejor tiene usted que sacarme de la casa, dottore. No quiero que corran peligro. Si me capturan, que sea yo el nico que muera. Podemos trasladarle a la casa secreta donde sola ir con Pelagia. No ponga esa cara. Todo el mundo lo saba. No hay vieja que chismorree ms que un cabrero. Es la soledad, los vuelve muy locuaces. Y puede que no se cure, recurdelo. Si no le limpi del todo bien por dentro, si hay una fstula en alguna parte soltando lquido, si hubiera aire... comunqueme enseguida si tiene la menor sensacin de presin. Tendr que hacerle un orificio para que salga. Madonna Maria, dottore, por qu no me dice una mentira? Mire, yo no soy Pinocho. La verdad es nuestra liberacin. Vencemos cuando la miramos a la cara. Dos das despus el capitn volvi a tener fiebre, y Pelagia se qued con l en el escondite, humedecindole la frente con una esponja para bajarle la temperatura y oyendo el parloteo de sus pesadillas. Le cambi los vendajes y le ola de arriba abajo para detectar la probable presencia de pus. Su padre la tranquiliz dicindole que las toxinas causaban ese tono amarillento de la piel, pero por dentro dudaba de que el capitn sobreviviese. No estaba seguro de haberle operado bien, aunque continuaba inyectndole por va intravenosa una solucin de salina y azcar. Ense a su hija a usar almohadones para variar la postura del paciente y aligerar la 285

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monotona de la presin que corrompe la carne, pero la haca abandonar la habitacin para aquellos quehaceres que normalmente habra tocado a hacer a una mujer y donde se demuestra el amor ms grande. La fiebre alcanz su punto crtico al cuarto da. Corelli barbullaba y sudaba de tal forma que tanto el doctor como Pelagia empezaron a temer por su vida. Con sumo cuidado el doctor Iannis introdujo una gruesa aguja de veterinario en cada una de las heridas por si haba algn absceso supurado que vaciar (lo llam crepitacin subcutnea), pero no encontr nada y se qued sin saber las causas del achaque. Pelagia le puso el mstil de su querida mandolina entre los dedos de la mano izquierda, que se cerraron sobre Antonia. El capitn sonri y el doctor tom nota de que su hija haba manifestado con ello un verdadero estilo de mdico. La fiebre desapareci dos das ms tarde, y el paciente abri los ojos con extraeza, como percibiendo por vez primera el hecho de su existencia. Se senta ms dbil de lo que pareca posible, pero bebi leche de cabra rociada con brandy y comprob que por fin poda incorporarse un poco por s solo. Aquella misma tarde fue capaz de ponerse en pie con ayuda del doctor y dejar que le lavaran. Tena las piernas como palos y le temblaban, pero el doctor le hizo andar hasta que qued extenuado y vencido por las nuseas. Las costillas le dolan ms que nunca, y se le inform de que aquello poda durar meses, cada vez que inhalara. Tendra que emplear los msculos abdominales para respirar, se le dijo, y cuando as lo haca le dola la herida que tena en el abdomen. Pelagia fue en busca de un espejo y le ense la crdena cicatriz que le haba quedado en la cara y su incipiente barba helnica. La barba le picaba y le molestaba casi tanto como la cicatriz y le daba un aire de bandido. Parezco un siciliano dijo el capitn. Esa noche comi su primer alimento slido. Caracoles.

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60. EL INICIO DE SUS PESARES


Pelagia recordara el perodo de la recuperacin y posterior fuga de Corelli no como una memorable y embriagadora aventura, ni como un interludio de miedo y esperanza, sino como el lento inicio de sus pesares. La guerra, en cualquier caso, la haba debilitado. Tena la piel translcida y pegada a los huesos por falta de alimentacin, lo que le daba un aspecto pattico y macilento que no se pondra de moda hasta veinticinco aos despus. Sus bien formados pechos habanse arrugado y cado un poco, convirtindose en virtuales saquillos, en absoluto hermosos u objetos de deseo. A veces le sangraban las encas, y cuando coma iba siempre con tiento por miedo a perder un diente. Su precioso pelo negro haba raleado y perdido su elasticidad, y podan entreverse los primeros cabellos grises que no deberan haber asomado hasta al menos una dcada despus. El doctor, quien debido a su mayor edad haba sufrido menos, la examinaba con frecuencia y saba que desde la ocupacin haba perdido la mitad de la grasa de su cuerpo. Analizando el nitrgeno de su orina el doctor determin que Pelagia estaba perdiendo msculo a medida que agotaba sus protenas; cada vez le resultaba ms difcil mantener una actividad fsica durante varios minutos. El doctor estableci no obstante que estaba bien del corazn y los pulmones, y cuando poda le daba ms racin de leche y pescado siempre que lo conseguan fingiendo falta de apetito. Ella le daba su propia comida a Corelli por un cario similar que a nadie engaaba. Al doctor se le encoga el corazn de verla tan desmejorada, y se acordaba de esas rosas ajadas que consiguen sobrevivir al otoo y hasta diciembre se aferran a lo que conservan de belleza, como alentadas por cierto designio de un destino que tuviera nostalgia del pasado pero estuviera dispuesto a destruirlas. Ahora que no contaban con ningn pudoroso oficial italiano que les robara comida, y con ningn obeso oficial de intendencia al que embaucar, el doctor se vea limitado a coger lagartijas y serpientes pues todava era poco propenso a experimentar con gatos y ratas. Las cosas no estaban tan mal como en Holanda, donde te servan gato como conejo de azotea, y no tan graves, pero casi, como en la Grecia continental. Siempre haba el mar, origen del ente cefalonio, pero origen tambin de todo su trbido pasado y de la importancia estratgica que ahora era poco ms que un recuerdo curioso, el mismo mar que en el futuro sera origen de nuevas invasiones de italianos y alemanes que se tumbaran en las playas a tostarse y dejaran en la superficie del agua una pelcula de aceite bronceador, turistas perplejos ante la mirada vaca y caviladora de los ancianos griegos vestidos de negro que pasaban sin decir palabra, ajenos a todo.

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En cuanto Corelli pudo andar, se traslad en plena noche a Casa Nostra acompaado por el doctor y Velisarios, mientras Pelagia permaneca en casa, en el escondite al que haban sido devueltos la mandolina, la Historia del doctor y los escritos de Carlo. Durante el tiempo que los saqueadores estuvieron en la isla, ella apenas sala de casa y en aquel agujero bajo el piso de la cocina se dedicaba a sus recuerdos, teja y teja la colcha y pensaba en Antonio. Este le haba regalado su anillo, demasiado grande para los dedos de ella, y Pelagia lo observaba a la luz del quinqu, mirando el medio halcn en vuelo con una rama de olivo en el pico, y debajo las palabras Semper fidelis. En el fondo de su corazn tema que una vez en Italia l la rechazara, que aquellas palabras pudieran aplicarse nicamente a ella, que fuera a quedarse sola para siempre, fiel y olvidada, esperando como Penlope a un hombre que nunca volva. Pero Antonio le deca que no. Iba a verla con frecuencia, al anochecer, se quejaba de que su refugio era fro y lleno de corrientes de aire, y le contaba espeluznantes historias de evasiones y capturas, de las cuales slo algunas eran ciertas. Su flamante barba le rascaba a ella las mejillas cuando se tumbaban juntos y vestidos en la cama, envueltos en un abrazo y hablando del futuro y el pasado. Siempre odiar a los alemanes deca ella. Gnter me salv la vida. Pero mat sin piedad a todos tus amigos. No tena eleccin. No me extraara que se haya suicidado despus. Vi que procuraba no llorar. Siempre hay una eleccin. Haga lo que haga el cuerpo, la culpa es de la mente. Es un dicho de aqu. Gnter no era valiente como Carlo. Carlo se habra negado a fusilarnos, pero Gnter era otra clase de persona. T te habras negado? Eso espero, pero nunca se sabe. Quiz habra tomado el camino fcil. Yo soy un hombre, pero Carlo tena madera de hroe antiguo, como Horatius Cocles o como se llamara el que defendi el puente de Porsenna contra todo un ejrcito. Slo hay uno as entre un milln de hombres, no debes culpar al pobre Gnter. Es igual, siempre los odiar. Hay muchos alemanes que no son alemanes. Cmo? No digas disparates. Con el uniforme no se les nota, sabes. Los han reclutado en Polonia, Ucrania, Letonia, Lituania, Checoslovaquia, Croacia, Eslovenia, Rumana. En fin. T no lo sabes, pero en el continente tienen griegos a los que llaman batallones se seguridad. No es verdad. S lo es. Lo siento, pero s. Todo pas tiene su cupo de cabrones; matones e ineptos que necesitan sentirse superiores. Eso mismo ocurri en Italia, todos se afiliaban al fascismo para ver qu podan sacar. Hijos de empleados y de campesinos que queran ser algo. Mucha ambicin y ningn ideal. Entiendes ahora cul es el encanto de la vida militar? Quieres una chica, la violas. Quieres un reloj, lo robas. Ests de mal humor, te cargas a alguien. Te sientes mejor, ms fuerte; 288

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te reconforta pertenecer a los escogidos, puedes hacer lo que quieres y justificar cualquier cosa slo diciendo que es ley natural o voluntad de Dios. Tenemos un refrn que dice: Dale valor a un labriego y se te meter en la cama. A m me gustaba aquel otro. El que la sigue la consigue? No, no. Quien con nio se acuesta, mojado se levanta. Es lo que me ha pasado a m, koritsimou; ojal no me hubiera alistado en el ejrcito. En aquel momento me pareci una buena idea, pero ya ves lo que ha pasado. Antonia se ha quedado sin cuerdas y t ests que trinas. Echas de menos los muchachos? Yo s. Yo los quera, koritsimou, eran mis hijos. Cmo est Lemoni? Si tenemos una hija le pondremos Lemoni. Cuando termine la guerra. Si tenemos dos varones, el segundo ha de llamarse Carlo. Deberamos tenerle presente cada da en nuestro recuerdo. Cada minuto. Cario, t crees en Dios, en el cielo y todo eso? No. Y menos despus de esto, no tiene ningn sentido. Si t fueras Dios, permitiras que pasase todo esto? Lo preguntaba porque me gustara que Carlo y los muchachos estuvieran en el paraso. No puedo evitarlo, por eso pienso que tal vez soy creyente. Pues dile a Dios que quiero pegarle un puetazo en la nariz. Bsame, es casi de da. He de irme. Maana te traer un conejo. He encontrado una madriguera y si me tumbo encima, cuando salga el conejo podr atraparlo. Buscar tambin unos caracoles. Psipsina caza conejos, pero no nos deja ni olerlos. Grue se va corriendo. Si fuera primavera ira a buscar huevos. Abrzame. Oh, mis costillas. Perdona, lo siento, siempre lo olvido. Ojal pudiera olvidarme yo. Merda. De todos modos, te quiero. Para siempre? En Sicilia dicen que el amor eterno dura dos aos. Suerte que no soy siciliano. Los hombres griegos aman a sus madres y a s mismos eternamente. A sus esposas la aman seis meses. Suerte que soy mujer. Eso digo yo. Volvers cuando termine la guerra? Dejar a Antonia como rehn. As sabrs que puedes fiarte de m. Siempre puedes conseguir otra. Ella es insustituible. Y yo? No confas en m? Por qu me miras as? No llores. Cmo iba yo a perderme la oportunidad de tener un suegro como tu padre? Cerdo. 289

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Ay. Mis costillas. Oh, cario, cunto lo siento. Debo irme. Hasta maana. Dame un beso. Te amo. Y sala a la noche, yendo de seto en seto y de tapia en tapia, sobresaltndose al menor ruido, y el alba le encontraba soando bajo sus mantas mientras el calcio iba tomando paulatinamente forma de hueso bajo su piel, y el recuerdo de la ternura poblaba sus ensueos de imgenes de Pelagia y de su sociedad operstica. Despertaba a primera hora de la tarde e iba a buscar bayas, a hacer ejercicios para agilizar los dedos y a escarbar en la maleza buscando caracoles. El doctor no slo le haca comer aquellas cosas sino tambin moler las conchas en el mortero, y toda la familia se tragaba el arenoso resultado con la ayuda de un poco de vino, pues Iannis se haba propuesto que nadie se privara de tener un esplndido esqueleto, aunque fuese delgado y cansado; no era peor, en todo caso, que las viejsimas judas disecadas que le dejaban a uno la panza satisfecha pero llena de retortijones. Pelagia estaba deshecha. Quera que el capitn se quedara en la isla, pero saba que eso era muy peligroso. Haba gente capaz de cualquier traicin por un poco de pan, y slo era cuestin de tiempo el que los nazis se enteraran de la furtiva presencia del capitn. Adems, el tiempo empeoraba, el tejado de Casa Nostra tena goteras, y el capitn no tena con qu protegerse del viento cortante o del implacable fro. Cada vez haba menos comida, y a veces ella se quedaba mirando con ansia las araas que trepaban por las paredes. Pelagia dijo a Kokolios y Stamatis que buscaran al loco que sola acompaar a Arsenios y le dijesen que fuera a verla. Desde haca un tiempo Bunny Warren segua la poltica britnica, puesta en prctica a base de soberanos de oro y de conseguir que los propietarios de barcas les negaran stas a los alemanes, y no fueron pocos los supervivientes italianos que se vieron navegando por la noche rumbo a Siracusa, Blanco o Valletta en embarcaciones que parecan fabricadas con cerillas pero en las cuales sus dueos depositaban la ms incorregible y optimista fe. En su trashumancia marina saltaban entre las olas dejando atrs torpederas y reflectores, acorazados y minas, mientras los marineros cantaban a voz en cuello y los pasajeros afrontaban con ojos desorbitados el mareo y el fro, para llegar finalmente a tierra firme y descubrir que su quietud los pona enfermos. Para Warren, por tanto, organizar la marcha del capitn era un gaje de su oficio. Se present en casa de Pelagia a las tres de la maana y llam suavemente a la ventana de su cuarto. Cuando ella consigui desembarazarse del abrazo de Corelli, abri las contraventanas y vio al hombre cuya ayuda haba buscado y temido a la vez. Hola! dijo l al entrar por la puerta, y aadi: Kalimera, kyria Pelagia. Estrech con ceremonia la mano de Pelagia e hizo un comentario sobre el tiempo. El griego de Bunny Warren era ahora muy pintoresco y coloquial, pero segua hablando con un perfecto acento aristocrtico ingls. Converta, por ejemplo, la expresin griega Vamos en En taxi, lo cual sonaba mejor a sus ingleses odos, tena ms sentido para l, y a 290

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los griegos les resultaba comprensible. Puesto que su repertorio normal de adjetivos y adverbios era intraducible, continuaba salpicando su discurso con palabras inglesas tales como spiffing, simply ripping y absolutely ghastly, expresiones que tenan un efecto ms desorientador y redundante antes que disparatado. Quin es ste? pregunt Corelli, quien por un momento haba temido la visita de los alemanes. Bunnios dijo Pelagia, sin responder a la pregunta, este hombre es un soldado italiano. Tenemos que sacarle de aqu. Warren sonri y extendi la mano. Ave dijo, pues no haba tenido ocasin de modernizar su italiano como haba hecho con el griego. Corelli sinti que le trituraban la mano y se qued con la impresin de que los britnicos tenan todos mucha fuerza. No saba que en Inglaterra cuando alguien intenta partirte los dedos lo hace en seal de virilidad y afabilidad. Le dej tambin estupefacto la estatura y la delgadez de aquel hombre, y le inquiet que le recordara a un alemn por los ojos azules y muy nrdicos. Coincidi que al da siguiente por la noche zarpaba un calque para Sicilia, si el tiempo lo permita, y que no haba problema en incluir a bordo al capitn. Aunque puede que tengamos que matar a un par de granujas de sos. Slo era cuestin de ir a la baha a la una de la madrugada con un quinqu y hacer seales hacia el mar en respuesta a las seales de la lancha. Warren prometi estar all, asegurndoles que todo ira como una seda.

61. TODA PARTIDA ES UN ANTICIPO DE LA MUERTE


Corelli no volvi antes del alba a Casa Nostra, sino que se qued con Pelagia en la casa con la aquiescencia del doctor. Si aqul haba de ser su ltimo da juntos, pareca razonable asumir el riesgo, y en cualquier caso Corelli tena todo el aspecto de un griego con sus ropas de campesino y la esplndida barba que todava dejaba ver la lvida cicatriz en la mejilla. Por lo dems, ahora hablaba tan bien el griego que poda confundir fcilmente a un alemn que desconociera ese idioma, e incluso saba darse una palmada en el dorso de la mano para indicar la estupidez de otro, as como echar la cabeza atrs y chascar la lengua para dar una negativa. De vez en cuando soaba en griego, lo que frustraba su alma durmiente porque ello ralentizaba

1. Fetn, sencillamente brbaro y horripilante en grado sumo. (N. del T)

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necesariamente el ritmo de su narrativa onrica, y pronto descubri que cuando hablaba en aquel idioma su personalidad era distinta de cuando hablaba en italiano. Se senta ms fiero y, por alguna razn misteriosa que nada tena que ver con su barba, mucho ms amenazador. Estaban los tres sentados en la cocina, nerviosos y entristecidos, hablando en voz baja y meneando con displicencia la cabeza al evocar sus recuerdos. Hay muchas cosas que nunca podr olvidar dijo Corelli, como lo de mear en las plantas. Supe que haba sido aceptado cuando se me invit a mearme en ellas. Ojal mi padre se olvidara de hacerlo coment Pelagia. Me pongo nerviosa cuando tengo que usarlas para cocinar. Me paso horas lavndolas en agua. Me siento culpable de marcharme con vida, cuando todos mis amigos han muerto y Carlo est enterrado ah fuera en el patio. En la Odisea, Aquiles dice Ponme otra vez en tierra y preferir mil veces servir en casa de un hombre sin hacienda que ser rey de todos estos muertos que han renunciado a la vida, y tena razn sugiri el doctor. Cuando mueren los seres queridos, uno tiene que vivir por ellos; ver las cosas con sus ojos; recordar cmo decan las cosas y utilizar uno mismo esas palabras. Dar gracias de poder hacer cosas que ellos ya no pueden hacer y tambin sentirse triste por ello. As vivo yo sin la madre de Pelagia. No me interesan las flores, pero por ella contemplo una jara o un lirio. Por ella como berenjenas, porque a ella le encantaban. Por sus muchachos debera usted hacer msica y divertirse tocando por ellos. De todos modos agreg, puede que no salga con vida de su viaje a Sicilia. Pap protest Pelagia, no digas eso. Tu padre tiene razn dijo Corelli. Y tambin puede uno ver cosas por los vivos. Despus de tanto tiempo en esta casa, ver algo e imaginar lo que habran dicho los dos al verlo. Les voy a echar muchsimo de menos. Volver afirm el doctor. Se convertir en un isleo, como nosotros. En Italia no tendr un hogar. Hgase hacer radiografas. Sabe Dios lo que le he dejado metido dentro, y tiene que hacerse sacar las cuerdas de mandolina. A usted le debo la vida, iatre. Siento lo de las cicatrices. No pude hacerlo mejor. Y yo, iatre, siento el saqueo de la isla. No creo que nos lo perdonen nunca. Ya perdonamos a britnicos y venecianos. Puede que no perdonemos a los alemanes, no lo s. En cualquier caso, los brbaros siempre nos han venido bien; en general siempre hemos tenido alguien a quien culpar de nuestras calamidades. Ser ms fcil perdonar a los italianos, porque todos ustedes han muerto. Papakis protest Pelagia otra vez, no hables as. Hace falta que nos lo recuerdes, con Carlo enterrado en el patio?

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Es la verdad. Slo los vivos necesitan el perdn, y como usted sabe, capitn, yo le he perdonado, de lo contrario no le habra dado permiso para casarse con mi hija. Pelagia y Corelli se miraron el uno al otro, y ste dijo: Yo nunca le he pedido permiso exactamente... me pareca, no s, una desfachatez. Adems... Lo tiene, de todas formas. Nada me complacera ms. Pero hay una condicin. Debe dejar que Pelagia estudie para mdico. Ella no es slo mi hija. Es, ya que no he tenido un hijo varn, lo ms prximo a un hijo que he podido engendrar. Le corresponden las prerrogativas de un hijo, porque ella ser mi prolongacin cuando yo muera. No la he educado para ser una esclava domstica, por la sencilla razn de que su compaa me habra resultado tediosa a falta de un hijo varn. Confieso que fui muy egosta; ahora es demasiado inteligente para ser una esposa sumisa. Entonces soy un hombre honorario? pregunt Pelagia. Koritsimou, t eres t y basta, aunque de alguna manera eres como yo te hice. Deberas estar agradecida. En otra casa estaras fregando el suelo mientras yo hablaba con Antonio. En cualquier otra casa te estara dando la lata. Eres t el que debera estar agradecido. Lo estoy, hija. Naturalmente, si Pelagia quiere ser mdico lo ser. Un msico no puede ganarse la vida slo con sus ingresos dijo Corelli, y su prometida, tras darle vigorosos golpecitos en la parte posterior de la cabeza, exclam: Se supone que te hars rico. De lo contrario no me caso contigo. Era broma, era broma. Corelli se volvi hacia el doctor. Hemos decidido que si tenemos un hijo le pondremos de nombre Iannis. El doctor se sinti emocionado, aunque dadas las circunstancias era lo que l habra esperado. Hubo un largo y pesaroso silencio mientras cada cual ponderaba la inminente destruccin de su pequea sociedad, y al final el doctor alz los ojos, al borde del llanto, y dijo sin ms: Antonio, si yo hubiera tenido un hijo, se seras t. Tienes un lugar en esta mesa. En lugar de la respuesta obvia, que en virtud de su obviedad habra sonado forzosamente hueca, Corelli se levant y se aproxim al doctor, quien a su vez tambin se levant. Se abrazaron, se palmearon en la espalda y despus el mayor de los dos de pura emocin, abraz tambin a su hija. Cuando haya terminado la guerra, volver dijo Corelli. Hasta entonces, sigo estando en el ejrcito y es necesario deshacerse de los alemanes. Llevan las de perder dijo el doctor. Esto no durar mucho. No vuelvas al combate! exclam Pelagia. No has hecho ya suficiente? No te bastan tantas muertes? Y yo? Es que no piensas en m?

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Pues claro que piensa en ti. Acabando con ellos t podrs salir de casa sin miedo. Carlo lo habra hecho. No puedo ser menos. Qu estpidos sois los hombres! exclam ella. Si entregarais el mundo a las mujeres, verais lo que es bueno. En el continente muchos andartes son mujeres dijo Corelli, y muchos partisanos y yugoslavos tambin lo son. Habra combates igual, adems el mundo ha conocido ya suficientes reinas sedientas de sangre. Es importante derrotar a los nazis, creo que no hay nada ms evidente. Pelagia le mir con desaprobacin y contest en voz baja: Era importante derrotar a los fascistas, pero t luchabas a su lado. Corelli se encendi y el doctor crey oportuno intervenir: No dejis que nos estropeen este ltimo da juntos. Todos cometemos errores, el hombre a veces es como la oveja, va donde van todas, pero con la experiencia aprende a convertirse en len. Yo no quiero que vayas al frente insisti ella, mirando fijamente a Corelli. T eres msico. Antiguamente cuando se mataban unas tribus a otras, los bardos salvaban la vida. El capitn intent una solucin de compromiso: Tal vez no ser necesario, y adems estoy seguro de que no me considerarn til. Haz algo provechoso dijo Pelagia. Mtete a bombero o algo as. Cuando llegue a casa dijo Corelli tras una embarazosa pausa, pondr una maceta con albahaca en las ventanas para acordarme de Grecia. A lo mejor me trae suerte. Se pase por la habitacin haciendo inventario de todo cuanto all haba; no slo de los objetos familiares, tambin su historial de emociones. En aquel lugar resonaban an la esperanza, las bromas compartidas, los antagonismos y el resentimiento pasados, y la salvacin de una vida. Todo l desprenda un aroma residual a msica y abrazos que se mezclaba con el olor a hierbas y jabn. Corelli se puso en pie acariciando el largo lomo de Psipsina la marta estaba recostada en un anaquel vaco de alimentos y sinti una indecible tristeza que competa con la boca seca y el aleteo en el estmago del hombre que estaba a punto de hacerse a la mar. El doctor lo vio all de pie, como quien espera el momento de la ejecucin, y luego mir a Pelagia sentada con las manos en el regazo y la cabeza ladeada. Os dejo dijo . Hay una chiquilla muriendo de tuberculosis, he de visitarla. Tiene afectada la columna vertebral y no hay nada que hacer, pero en fin... Al irse el doctor, los dos enamorados se sentaron uno enfrente del otro, acaricindose los dedos. Finalmente cuando las lgrimas empezaron a rodar por las mejillas de Pelagia, Corelli se arrodill junto a ella, la rode con sus brazos y apoy la cabeza en su pecho. Nuevamente sorprendido de su extrema delgadez, cerr los ojos e imagin que estaban en otro mundo.

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Tengo miedo dijo ella. Pienso que no vas a volver, que la guerra no terminar nunca, que no hay esperanza ni salvacin, y que me quedar sin nada. Tenemos los recuerdos replic Corelli. Que nos entristezcan o alegren depende de nosotros. Yo no te olvidar, y voy a volver. Lo prometes? Lo prometo. Te he dado mi anillo, y te dejo a Antonia. No hemos ledo lo que escribi Carlo. Es demasiado triste. Lo haremos cuando yo vuelva, cuando no sea todo tan... tan reciente. Pelagia le acarici el pelo en silencio y finalmente dijo: Antonio, me habra gustado que... nos acostramos. Como hombre y mujer. Cada cosa a su tiempo, koritsimou. Puede que ese tiempo no llegue nunca. Llegar. Te doy mi palabra. Psipsina te echar de menos. Y Lemoni tambin. Lemoni me da por muerto, no cabe duda. Cuando te marches le dir que Barba Corelli est vivo. Se alegrar. Tienes que decirle a Velisarios que juegue con ella de vez en cuando, para que se acuerde de m. Y as siguieron conversando hasta que el doctor lleg, antes del toque de queda, tan angustiado como siempre que tena que visitar a un nio que recorra a tientas los ltimos pasos hacia la muerte. Haba caminado hasta su casa pensando lo mismo que sola pensar en tales ocasiones: Qu tiene de extrao que yo haya perdido la fe? Qu ests haciendo ah arriba, Dios indolente? Crees que con un par de milagros por la fiesta del santo se me puede engaar tan fcilmente? Me tomas por tonto?, crees que no tengo ojos para ver? Dio vueltas en su bolsillo al soberano de oro que el padre de la nia le haba dado en pago por sus servicios. Los britnicos los haban repartido en tal cantidad al financiar a los andartes que las monedas haban perdido ya su valor. Hasta el oro vale menos que el pan, reflexion. Aquella noche compartieron una solitaria pata huesuda de una gallina que Kokolios haba sacrificado para que no se la apropiaran los alemanes, y Pelagia reserv el hueso para incluirlo en una sopa que contena tambin los huesos de un puerco espn. Si los coca el tiempo suficiente, se ablandaran lo suficiente para masticarlos. Despus prepar una infusin amarga y floja con escaramujos que haba recogido en otoo de los rosales silvestres, contenta de tener algo que la distrajera de sus temores, y se sentaron los tres en la penumbra mientras las horas se sucedan tan deprisa y a la vez tan lentamente. A las once el teniente Bunny Warren llam al cristal de la ventana y el doctor le hizo pasar. El hombre entr con un aire de firmeza y aplomo que a Pelagia le pareci totalmente atpico de su habitual timidez. Metido en el cinto llevaba un cuchillo grande y bien afilado. Ella saba de odas que las fuerzas especiales britnicas tenan una habilidad decididamente balcnica para rebanar cuellos sin hacer ruido, y se estremeci al pensarlo. Era difcil imaginar a Bunnios 295

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haciendo una cosa as, y la idea de que lo practicara con frecuencia le result inquietante. Warren se sent en el borde de la mesa y habl en su mezcla de romaico coloquial y jerga britnica, y slo entonces empez Corelli a preguntarse cmo Pelagia y el doctor haban llegado a trabar conocimiento con un oficial de enlace britnico. En la guerra hay tantas cosas extraas que uno olvida a veces sorprenderse de algo o hacer una pregunta pertinente. Procedimiento operacional normal empez Warren. Slo ropa oscura. Mejor que esos tos no nos vean. Nada de charla a menos que sea absolutamente necesario. Pararse a escuchar cada veinte segundos. Los pies hay que ponerlos en terreno llano, para evitar crujidos. Los pies han de descender en vertical, para evitar resbalones y rasguos. Yo ir delante, luego el doctor y kyria Pelagia, y Corelli el ltimo. Corelli se volver a mirar cada vez que paremos. Le entreg al capitn un trozo de cable en cuyos extremos haba tacos de madera. Corelli tard unos segundos en darse cuenta de que aquello era un garrote, y que tal vez se esperaba de l que lo utilizara. Nada de disparos mientras no se ordene lo contrario continu Warren. Si son dos, Corelli y yo nos ocupamos de ellos. Si son tres o ms, nos quedamos quietos y a una seal ma retrocedemos a la carrera y los rodeamos. Los mir de uno en uno y pregunt: Hablo en cristiano o hablo en chino? El doctor tradujo las instrucciones a Corelli y a todos convinieron en que Warren hablaba en cristiano. He hecho un reconocimiento esta noche prosigui Warren. De momento, los alemanes no asoman la nariz. Parece que no les gusta el fro. Ropa de abrigo esencial. Comprendido? Pelagia se puso en pie, fue a su habitacin y volvi con sus mantas y algo ms. Toma, Antonio dijo. Quiero que te lo quedes. Corelli deshizo el paquete de papel y vio que se trataba del chaleco bordado que meses atrs haba intentado comprarle a Pelagia. Lo sostuvo en alto y el hilo de oro brill oscuramente a la media luz. Oh, koritsimou dijo, sintiendo en la yema del pulgar el suntuoso terciopelo y, en la del ndice el resbaladizo raso del forro. Se levant, se quit el justillo que llevaba y se puso el chaleco. Una vez abrochado, sacudi los hombros para que le sentara y exclam: Me va muy bien. Te lo pondrs en nuestra boda, para bailar dijo ella, pero de momento te abrigar cuando vayas en la barca. Pasada la aldea de Spartia, en el cabo Liaka, hay un escarpado faralln que cae hasta el mar y que en aquellos das era accesible nicamente por un largo camino de cabra que serpenteaba entre el monte bajo. Su uso humano lo haba convertido en una senda para aquellos pescadores que en verano extendan sus finsimas redes para capturar bancos de boquerones y sardinetas que se congregaban sin recelar al socaire de las grandes rocas que sobresalan del agua, y su playa consista en una franja de arena de apenas dos metros de ancho en los sitios donde no la ocupaban las piedras batidas por las olas. 296

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Rocoso y peligroso como pareca, el propio lecho marino consista casi por entero en arena fina, y era ideal para que fondearan all embarcaciones incluso bastante grandes, pues su brusca inclinacin posterior proporcionaba un buen calado, y arriba los farallones se proyectaban hacia adelante haciendo difcil la observacin desde la cumbre. Del cabo Aghia Pelagia a la baha de Lourdas haba puestos de observacin alemanes a intervalos regulares, pero estaban muy mal tendidos, especialmente durante las fras noches de diciembre; adems como los italianos antes que ellos, los alemanes saban que la guerra de verdad se desarrollaba en otra parte. Como no haba oficiales, los centinelas solan jugar a las cartas y fumar en sus garitas de madera, saliendo slo de vez en cuando a estirar las piernas o a orinar, momento que aprovechaban para mirar la estrella polar que les sealaba la direccin a casa. El trayecto hasta la playa no tuvo pues el intrngulis de las grandes aventuras. Un viento fro susurraba entre los espinos, y no haba luna. Una fina llovizna puso en peligro la operacin mediante una ocasional rociada de gotitas, y la oscuridad era tan absoluta que Pelagia temi perder contacto con su padre, que iba delante de ella. El impacto del fro sobre su derrengado esqueleto la dejaba en un estado atroz cada vez que Warren los haca parar en silencio, y el hecho de que su padre empuara una pistola le pareca en cierto modo ms aterrador e inquietante que el que ella caminara aferrada a su Derringer. Luchaba a la vez contra el vaco que pareca abrirse en su corazn y contra sus alarmantes y acelerados latidos. Detrs de ella, Antonio Corelli, pese a hacer acopio de fuerzas por la necesidad de proteger a su novia que le preceda, senta prcticamente las mismas emociones. Se encontr preguntndose por qu estaba metido en todo aquello, rebelndose contra su fuga, pero admitiendo al fin su necesidad. Le oprima una debilitadora sensacin de futilidad y melancola, y casi lleg a desear que se toparan con una patrulla alemana y as poder morir peleando y matando, acabando bajo el fuego enemigo pero acabando al fin. Saba que abandonar la isla sera como quedarse sin races. Se apretujaron los cuatro en la diminuta franja de arena, al abrigo del viento, esperando el destello de un farol que haba de llegarles desde el mar. Warren encendi su lmpara y la protegi con la capa mientras los otros tres se turnaban para calentarse las manos a su lumbre. Corelli camin hasta la orilla y contempl el vaivn de las negras olas, preguntndose si conseguira sobrevivir. Record otras playas, los muchachos de La Scala cantando y bebiendo mientras las prostitutas chapoteaban en la orilla de una mar tan calmada y transparente que podra haber sido un lago en la Arcadia. Con los ojos de su mente vio el turquesa inverosmil de la baha de Kiriaki, visto desde arriba en verano volviendo de Assos, y la belleza de ese recuerdo aument su sensacin de prdida. Record lo que le haba dicho el doctor sobre la xenitia, ese terrible amor nostlgico por su tierra que afecta a los griegos en el exilio, y sinti que tambin a l le hurgaba en el pecho como una bayoneta. Ahora tena un pueblo propio, una patria propia, y hasta sus ideas y su forma de hablar haban cambiado. Lanz una piedra negra al mar para que le trajera 297

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suerte y luego volvi con Pelagia. En la oscuridad tom su cara entre las manos y la abraz. El pelo segua olindole a romero, y Corelli aspir el aroma con tanta fuerza que le dolieron las costillas. El aire fro haba avivado el perfume, y supo que el romero no volvera a tener un olor tan penetrante y consumado. De ahora en adelante olera a luz que se desvanece y a polvo. Cuando la luz despidi tres destellos desde el mar y Warren hubo respondido a la seal, Corelli estrech la mano del teniente, bes a su suegro en ambas mejillas y volvi con Pelagia. No haba nada que decir. l saba que la boca de ella temblaba de congoja, y l mismo senta en la garganta la contraccin de una emocin similar. Le acarici tiernamente la mejilla y la bes en los ojos, como si quisiera mitigar sus lgrimas. Oy el ruido hueco de remos golpeando la regala de un esquife, el crujir de la madera sobre el cuero, y al levantar la vista vio la silueta de la embarcacin que se aproximaba y las sombras de dos hombres trajinando a bordo. Se acercaron los cuatro al agua y el doctor dijo: Que te vaya bien, Antonio. Y vuelve. El capitn dijo en romaico: De sus labios a los odos de Dios Y abraz a Pelagia por ltima vez. Una vez se hubo metido en las rompientes y subido a bordo esfumndose como un fantasma en la oscuridad, Pelagia corri hacia las olas hasta que el agua le lleg a los muslos. Se esforz para verlo por ltima vez pero no vio nada. Se sinti apresada, atrapada en el vaco como en las garras de unos raptores. Se llev las manos a la cara y llor temblando mientras el viento se llevaba unos sollozos de angustia que se perdan entre el siseo del mar.

62. DE LA OCUPACIN ALEMANA


De la ocupacin alemana poco hay que decir aparte de que consigui que los isleos acabaran casi queriendo a los italianos que haban perdido. Raramente ocurre que un pueblo pueda resignarse a tomarle cario a sus opresores, pero sa haba sido prcticamente la regla desde la poca de los romanos. Ahora no haba italianos trabajando en las vias codo a codo con los campesinos griegos a fin de vencer el tedio de la vida en la guarnicin, ni partidos de ftbol entre equipos que discutan y bromeaban y atacaban en masa al rbitro, ni coqueteo por parte de cabos de artillera que siempre llevaban la gorra torcida, el mentn sin afeitar y un medio cigarrillo en las comisuras de la boca. No haba ya tenores que entonaran canciones napolitanas o arias sentimentales a los pinos de las montaas. No haba ya ineptos policas militares que provocaran el caos circulatorio en el centro de Argostolion agitando los brazos y dando indicaciones

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con sus silbatos a todo el mundo a la vez. No haba ya un impuntual hidroplano que rezongara por la isla haciendo un indiferente reconocimiento. No haba ya escandalosas putas militares de labios pintados y sombrilla al hombro que se baaran desnudas en el mar y fueran llevadas de un lado a otro en carreta por un griego viejo y meditabundo; nadie supo qu ocurri con las chicas, probablemente fueron deportadas a algn annimo campo de la Europa del Este para hacer trabajos forzados, y posiblemente las violaron y las mataron, sepultndolas luego entre los hombres a los que haban amado por obligacin, o mezclando sus cenizas con la de stos en las piras bblicas que haban llenado el cielo de un humo negruzco, abierto grandes crculos quemados en la hierba y aguijoneado los olfatos con el hedor del queroseno y la carne chamuscada. Todas haban desaparecido: Adriana, la Triestina, Madame Nina... Los escasos restos de los soldados italianos fueron reunidos una vez terminada la guerra. Varios cuerpos fueron exhumados intactos del cementerio italiano y devueltos a Italia en un barco de guerra con el casco pintado de negro, y se hizo todo lo posible por identificarlos. Pero no hubo manera. Se dice que las familias recibieron huesos y cenizas que podran haber sido de cualquiera. As, hubo madres que lloraron por los hijos muertos de otras madres, pero la mayora se qued sin ese consuelo pues sus hijos estaban ya fusionndose con el suelo de Cefalonia, o se haban esparcido en el aire de Jonia en forma de ceniza, atajados en la flor de la vida irremisiblemente perdidos para un mundo que en vida haba ignorado sus aprietos y en la muerte los dejaba de la mano de Dios. Atrs quedaban los simpticos ladrones de gallinas, aquellos individualistas zumbones siempre con una cancin en los labios, y en su lugar se produjo un interregno que el doctor consign en su Historia como la poca ms horrenda. Los isleos recuerdan que los alemanes no eran seres humanos. Eran autmatas sin principios, mquinas finamente templadas para el arte del pillaje y la brutalidad, sin otra pasin que el amor por la fuerza ni otra creencia que la de su derecho natural a aplastar con la bota a toda raza inferior. Naturalmente que los italianos eran unos ladrones, pero sus salidas nocturnas, sus estratagemas para no ser descubiertos, su vergenza cuando los pillaban con las manos en la masa, daban a entender que eran conscientes de estar haciendo algo mal. Los alemanes entraban en cualquier casa a cualquier hora del da, volcaban los muebles a patadas, pegaban a los inquilinos, fueran viejos o jvenes o estuvieran enfermos, y ante sus propios ojos se llevaban lo que les daba la gana. Adornos, anillos que pertenecan desde generaciones a una familia, quinqus, hornillos de benceno, souvenirs orientales de los marinos, todo... Les resultaba divertido y apropiado humillar a aquellos negroides de cultura tan despreciable. Despreocupadamente dejaban que la gente se muriera de hambre, y hacan el signo del pulgar triunfal cuando los atades griegos pasaban camino de sus tumbas. Tanto Pelagia como su padre fueron golpeados en ms de una ocasin sin motivo aparente. Psipsina, por el delito de ser mansa, fue 299

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arrancada de brazos de Pelagia y frvolamente abatida a culetazos de fusil. A Drosoula le quemaron los pechos con colillas de cigarrillo por mirar mal a un oficial. Cuatro soldados que lucan la cabeza de la muerte en sus cinturones y cuyos corazones eran tan oscuros y vacos como la gruta de Drogarati, destrozaron en presencia al doctor todo el material mdico acumulado durante veinte concienzudos aos de pobreza. En el ao de la ocupacin alemana, las Serpientes Sagradas no aparecieron en la iglesia de Nuestra Seora de Marcopoulo, y tampoco lo hizo el Lirio Sagrado en Demoustsandata. Cuando en noviembre de 1944 los invencibles representantes de la raza superior del eterno Reich recibieron la orden de retirada, destruyeron todos los edificios que les dio tiempo a destruir, y los habitantes de Cefalonia se alzaron espontneamente contra ellos hasta echarlos al mar. Pero la noche antes de partir, Gnter Weber, quien, avergonzado, se haba mantenido alejado de la casa desde las masacres, fue con su gramfono y su coleccin de discos de Marlene Dietrich y lo dej todo a la puerta de Pelagia, tal como haba prometido en das ms dichosos. Debajo de la tapa dej asimismo un sobre, y cuando Pelagia lo abri encontr una fotografa de Antonio Corelli y el teniente alemn con los brazos mutuamente echados por los hombros. Corelli luca una complicada toca de mujer con su adorno de frutas artificiales y ajadas rosas de papel; agitaba frente a la cmara una botella de vino, y Gnter llevaba en la cabeza una gorra italiana longitudinal puesta de lado. Ambos tenan los ojos entrecerrados y no haba duda de que estaban borrachos. Al fondo distingui la silueta de una mujer desnuda chapoteando en la orilla del mar, en la cabeza la tpica gorra de visera de un oficial de granaderos alemn. Tena los brazos abiertos en un gesto de deleite, y la luz haba captado un arco de agua al dar ella una sacudida hacia arriba con el pie. Pelagia no sinti ni sorpresa ni celos ante la presencia de aquel llamativo personaje; pareca normal que estuviera all, un elemento que se adecuaba muy bien a las circunstancias. Dio la vuelta a la fotografa y encontr cuatro versos de Fausto cuyo significado no llegara a descubrir hasta que se la mostr a un tmido turista alemn, unos treinta y cinco aos despus. Deca: Mein Ruh ist hin, Mein Herz ist schwer Ich finde sie nimmer Und nimmermehr. Debajo, Weber haba escrito en italiano: Que Dios te guarde, yo siempre te recordar. El gramfono fue escondido en el agujero del suelo, junto con la mandolina de Antonio y la confesin de Carlo, y sobrevivi al fratricidio. La Historia se repite a s misma, en primer lugar como tragedia y luego como tragedia otra vez. Los alemanes haban matado casi cuatro mil jvenes italianos, incluyendo un centenar de enfermeros con brazalete de la Cruz Roja, quemando sus cuerpos o hundindolos en 300

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alta mar en barcazas lastradas. Pero haban sobrevivido otros cuatro mil, e, igual que en Corf, los britnicos bombardearon los barcos que los llevaban a los campos de trabajo. La mayora se ahog a bordo, pero los que conseguan saltar al mar eran ametrallados por los alemanes y sus cuerpos dejados a merced de las olas una vez ms.

63. LIBERACIN
Se fueron los alemanes y empezaron las celebraciones. Pero apenas haban comenzado las campanas a tocar a vuelo, los andartes del ELAS, que haban cambiado su acrnimo por el de EAM, salieron de su estado de hibernacin y se impusieron al pueblo con ayuda de las armas britnicas, suministradas errneamente por stos creyendo que iban a servir para derrotar a los nazis. Actuando, segn se dijo, bajo las rdenes de Tito, formaron comits y asambleas de trabajadores y procedieron a elegirse a s mismos por unanimidad para todos los puestos ejecutivos, y a arrancar un impuesto de una cuarta parte sobre todo lo que se les ocurra. En Zante, varios pueblos de tendencia monrquica se armaron y fortificaron las casas, y en Cefalonia los comunistas empezaron a deportar a los personajes incmodos a campos de concentracin; durante aos haban observado a los nazis desde posiciones seguras, y eran expertos en las artes de la atrocidad y la opresin. Hitler habra estado orgulloso de unos pupilos tan perseverantes. Su polica secreta (OPLA) identific a los venizelistas y los monrquicos y los puso en la lista negra por fascistas. En el continente requisaban provisiones de la Cruz Roja, envenenaban los pozos de pueblos hostiles con burros muertos y cadveres de disidentes, exigan una cuarta parte de los alimentos que llegaban a El Pireo para aliviar a Atenas, publicaban un peridico irnicamente llamado Alithea (La Verdad) que publicaba mentiras sobre sus propios actos heroicos y la cobarda de todos los dems, eliminaban al azar a todo aquel que les molestara acusndolo de colaboracionista, contrataban prostitutas para atraer con aagazas a los soldados britnicos a su lnea de fuego, se disfrazaban de soldados britnicos, trabajadores de la Cruz Roja, policas o miembros de la Brigada de Montaa, y utilizaban nios con bandera blanca para conducir a otros a una emboscada. Arrojaron granadas contra gente que iba a la compra o contra soldados britnicos que servan rancho a los hambrientos, tomaron como rehenes a veinte mil inocentes, mataron a 114 lderes sindicales socialistas pero no comunistas y destruyeron fbricas, muelles y vas frreas que los alemanes haban dejado intactas. Arrojaron a fosas comunes los cadveres de griegos a los que haban castrado, rajado la boca en forma de sonrisa y sacado los ojos de sus rbitas. Crearon cien mil refugiados y, lo que es peor, los comunistas secuestraron a treinta mil nios y los mandaron a

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Yugoslavia para adoctrinarlos. Los soldados de ELAS capturados por los britnicos suplicaban no ser canjeados por prisioneros, tanto pnico les daban sus lderes, y los griegos de a pie rogaban a los oficiales britnicos que les ayudaran. Un dentista de Atenas ofreca dentaduras postizas gratuitas a los militares. Todo esto era a la vez irnico y trgico. La irona estaba en que si los comunistas hubieran continuado con su poltica de no hacer nada en absoluto, como en la guerra, se habran convertido sin duda en el primer gobierno comunista libremente elegido del mundo. Mientras que en Francia los comunistas se haban ganado a pulso un sitio respetado en la vida poltica, los comunistas griegos se desautorizaban a s mismos porque ni siquiera los comunistas crean de que haba que votarlos. Lo trgico radicaba en que ste era un paso ms en el aciago camino que estaba convirtiendo al comunismo en la Mayor y Ms Humana Ideologa Jams Puesta en Prctica Incluso Cuando Estaba en el Poder, o quiz La Ms Noble Causa que Haya Atrado Jams el Mayor Nmero de Gamberros y Oportunistas. De los millones de vidas irreparablemente malogradas por aquellos gamberros, las de Pelagia y el doctor no fueron sino dos ms. El doctor fue sacado a rastras en plena noche por tres hombres armados que haban decidido que por ser republicano era fascista, y que tratndose de un mdico no poda ser sino un burgus. Arrojaron a Pelagia a un rincn y la dejaron inconsciente a golpes de silla. Cuando Kokolios sali de su casa para defender al doctor, le cogieron tambin, aun cuando l era comunista. Con sus actos haba dejado ver la impureza de sus creencias, y le hicieron apoyarse en el brazo del monrquico Stamatis cuando los tres fueron llevados al embarcadero para ser transportados. Pelagia no saba qu haba sido de su padre ni adonde lo haban llevado, y las autoridades no se lo dijeron. Sola en la casa, sin un cntimo y desconsolada, presa de una segunda dosis de atribulada desesperacin, pens por primera vez en su vida en el suicidio. No vea otro futuro que no fuese la sucesin de un fascismo tras otro en una isla aparentemente maldita y destinada a ser una pieza ms en un juego dominado por otros, un juego cuyos cnicos participantes iban cambiando pero cuyas fichas se hacan a base de sangre y cuerpos de inocentes y dbiles. Cundo volvera Antonio? La guerra segua su curso en Europa, l tal vez haba muerto. Era una vida en la que su hermosura se marchitara a causa de la pobreza y su salud a causa del hambre. Vagaba de habitacin en habitacin con el corazn encogido tanto por s misma como por el gnero humano, y sus pasos resonaban en la casa vaca y encantada. Los nazis haban masacrado a sesenta mil judos griegos, al menos eso deca la radio, y ahora sus propios compatriotas mataban a sus hermanos como si los nazis hubieran sido slo un cuerpo de polica cuya partida esperaban con ansias los fratricidas. Oy decir que los comunistas haban matado a todos los soldados italianos que haban ido a luchar con los alemanes. Se recordaba a los muchachos de La Scala, se acordaba de cuando deca que odiara siempre a los nazis; haba llegado el momento, finalmente, de odiar siempre a los griegos? De las naciones que haban irrumpido en su casa para maltratarla y robarle sus posesiones, al 302

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parecer slo Italia era inocente. Pens en lo lentos que haban sido los britnicos en venir y se pregunt qu le haba pasado al teniente Bunny Warren. No se habra sorprendido de haber sabido que poco despus de la liberacin los comunistas le haban invitado a una fiesta para matarlo all mismo. Aqul era el hombre que le haba dicho Hara lo que fuese por los griegos, he acabado querindolos. Y si ella odiaba a los griegos, cul era entonces su patria? Se haba quedado sin padre, sin posesiones, sin comida, sin amor, sin esperanza, sin pas. Afortunadamente tena una amiga. Drosoula saba desde haca tiempo que Pelagia ya no estaba enamorada de Mandras, que no iba a haber boda y que debido a la larga ausencia y al prolongado silencio de su hijo, ste haba perdido sus derechos. Saba tambin que Pelagia esperaba a un italiano, pero no senta amargura por ello y nunca pronunci una palabra de censura. Cuando, tras el secuestro de su padre, Pelagia se present cojeando y sangrando en su casa y se arroj en sus brazos, Drosoula, que tambin haba padecido mucho, la consol con palabras que slo una madre habra podido decir a una hija. Una semana despus cerraba puertas y contraventanas de su casita en el muelle y se mudaba a la casa del doctor en la colina. Encontr la pistola italiana con su municin en un cajn de la cmoda y se la guard para cuando volvieran los cerdos fascistas. Como Pelagia, Drosoula haba menguado con la guerra. Su enorme cara de luna pareca haberse encogido, dndole un aire de etrea espiritualidad pese a sus labios gruesos y sus pobladsimas cejas. Sus alegres michelines haban desaparecido de sus muslos y caderas y su imponente promontorio de senos maternales haba ocupado el espacio dejado por la antigua exuberancia de su tripa. La artritis le afectaba ya una rodilla y ambas articulaciones del muslo, y caminaba ahora con un movimiento de arrastre irregular que resultaba doloroso de contemplar. No obstante, su nueva e involuntaria delgadez proporcionaba dignidad a su gran estatura, y sus cabellos grises inspiraban respeto y la hacan an ms formidable. Su espritu, an intacto, dio fuerzas a Pelagia. Para consolarse dorman juntas en la cama del doctor, y de da pergeaban planes para conseguir vveres y escuchaban las historias y lamentaciones de los dems. Cogan races en el monte bajo, hacan germinar antiqusimas judas en unos platos, perturbaban mortalmente la hibernacin de los puerco espines, y Drosoula llevaba a su joven amiga a las rocas para ensearla a pescar y buscar cangrejos entre las piedras, volviendo con unas algas que haran las veces de verdura y sal. Pero fue un da en que Drosoula no estaba cuando regres Mandras henchido de supuesta gloria y nuevas ideas, confiando en encontrar la sumisa y extasiada atencin de la novia que no haba visto en aos, y la mirada puesta en exigir una reparacin. Entr por la puerta sin llamar, se despoj de la mochila y apoy su Lee-Enfield contra la pared. Pelagia estaba sentada en su cama dando los toques finales a la colcha que haba tejido para su boda y que, milagrosamente, haba empezado a prosperar impecablemente desde la partida de Antonio. Haba sido el modo de establecer en su ausencia 303

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una vida en comn, y cada puntada y cada nudo haban sido hechos con todo el laberntico anhelo de su solitario corazn. Al or ruido en la cocina dijo: Drosoula? Entr un hombre al que no reconoci, salvo que le recordaba mucho a la Drosoula de antes de la guerra. Tena la misma tripa y los mismos muslos distendidos, la misma cara redonda y vulgar, idnticas cejas pobladas e idnticos labios gruesos. Tres aos viviendo sin dar golpe a cuenta de la munificencia de los britnicos y de lo que robaban a los campesinos haban convertido al guapo pescador en un sapo antropomorfo. Perpleja, Pelagia se puso en pie. Mandras tambin estaba perplejo. Aquella chica asustada y esculida tena algo que le recordaba a Pelagia. Pero aquella mujer sin pecho tena hebras de plata en su delgado pelo negro, las flojas faldas le colgaban hasta el suelo a falta de caderas redondeadas, los labios aparecan cuarteados y resecos, y las mejillas hundidas. Mandras ech un rpido vistazo a la habitacin para ver si Pelagia estaba all, pues supuso que la otra era una prima o una ta. Eres t, Mandras? dijo la mujer, y entonces l reconoci la voz. Se qued estupefacto, notando cmo desapareca de golpe gran parte de su odio, confuso y pasmado. Ella, a su vez, mir aquellas facciones bastas y transfiguradas, y sinti una punzada de horror. Cre que habas muerto dijo al fin. l cerr la puerta y apoy la espalda contra el batiente: Querrs decir que lo esperabas. Pues ya ves, no estoy muerto. Estoy vivo. No merezco un beso de mi prometida? Ella avanz con timidez y renuencia y le dio un beso en la mejilla. Me alegro de que ests vivo dijo. l la cogi de las muecas con fuerza: No te creo. Cmo est tu padre, por cierto? Ha salido? Sultame dijo Pelagia, y l lo hizo. Ella volvi a la cama y le dijo: Se lo llevaron los comunistas. Entonces es que hizo algo para merecrselo. l no hizo nada. Curaba a los enfermos. Y a m me pegaron con una silla y se llevaron todo. Razones tendran. El partido nunca se equivoca. Quien no est con nosotros es que est en contra. Ella se fij en que vesta el uniforme de un capitn italiano y que llevaba la estrella roja del ELAS burdamente cosida en la parte frontal de la gorra. Era una zarrapastrosa caricatura del hombre al que haba suplantado. T eres uno de ellos, un comunista dijo. Mandras se apoy contra la puerta con ms despreocupacin an, aumentando con su postura la sensacin de miedo y de cautividad que tena ella.

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No slo uno de ellos dijo l complacido, uno de los importantes. Pronto ser comisario, y podremos vivir en una casa grande y bonita. Cundo vamos a casarnos? Pelagia se estremeci y se ech a temblar. l lo advirti, y eso aument su clera. No nos casaremos dijo ella. Le mir tratando de aplacarle. ramos muy jvenes y muy ingenuos, las cosas no eran como pensbamos que eran. Ah, no? Y mientras, yo luchaba por Grecia, pensando en ti todo el da y soando contigo toda la noche. Y cuando pensaba en Grecia le pona tu cara, sabes, y as luchaba con ms ahnco. Y ahora regreso y me encuentro con una furcia paliducha que ya no se acuerda de m. Casarnos, he dicho? Olvidaba una cosa. Olvidaba que el matrimonio es una farsa. Cit el Manifiesto Comunista: El matrimonio burgus es en realidad un sistema de esposas compartidas. Pero qu te pasa? pregunt ella. Qu me pasa? Mandras se sac de la guerrera un grueso fajo de papeles manoseados. Esto es lo que me pasa. Se lo arroj a los pies y ella lo recogi, revuelto el estmago de recelo. Con el paquete ya en sus manos, comprob que se trataba de las cartas que le haba enviado a Albania cuando estaba en el frente. Son mis cartas? dijo, dndoles vueltas una y otra vez. Tus cartas, s. Como recordars, yo no s leer, as que he vuelto para que me las leas otra vez. Una peticin razonable, creo yo. Me gustara que empezaras por la ltima, y ya iremos retrocediendo si hace falta. Vamos, lee. Mandras, por favor. Es necesario todo esto? Son cosas pasadas. Empieza dijo l, levantando la mano amenazadoramente. Ella retrocedi protegindose la cara con las manos, y luego empez a desatar el nudo de cable trampa con que las cartas estaban atadas. Encontr la ltima pero no pudo leerla. Fingi que la estaba buscando y escogi una de las del principio. Con voz entrecortada empez: Agapeton. Sigo sin noticias tuyas y lo que es raro es que empiezo a conformarme. Panayis ha vuelto del frente sin una mano y me ha dicho que all hace tanto fro que es imposible coger siguiera un lpiz... Mandras la interrumpi: Me tomas por imbcil, ta guarra? He dicho la ltima. Aterrorizada, Pelagia rebusc entre los papeles para dar con la ltima, y cay en la cuenta de que Mandras la estaba sometiendo a la misma tortura por la que haba tenido que pasar haca muchos meses. Mir el escueto mensaje de su ltima carta y el terror la hizo desfallecer. Agapeton empez, con la voz rota, te echo tanto de menos... Mandras rugi y le arrebat el papel de las manos. Puso la carta a la luz y ley:

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No me escribes nunca, y al principio eso me preocupaba y me pona triste. Ahora comprendo que a ti te da igual, y eso ha hecho que yo tambin pierda toda la ilusin. Quiero que sepas que te eximo de tus promesas. Lo siento. Sonri sardnicamente con una mueca a la vez siniestra y amenazadora. Has odo hablar de Proletarios Autodidactas? Ya ves, s leer. Y esto es lo que he descubierto en las cartas que he llevado pegadas a mi corazn. Es curioso, pero cuando me leste esta carta una vez, creo recordar que deca otra cosa. Me he estado preguntando de qu manera una carta puede cambiar su contenido; es como para creer en los ngeles. Raro, verdad? No se me ocurre ninguna explicacin. No quera herirte. Lo siento. Ahora al menos conoces la verdad. La verdad grit, la verdad? Aqu la nica verdad es que eres una puta. Y sabes otra cosa? Sabes qu es lo primero que he sabido al llegar? Viene uno y me dice: Oye, Mandras, te has enterado de lo de tu ex novia? Se va a casar con un italiano. Conque te has buscado un fascista, no es as? Para eso he estado peleando? Furcia traidora. Pelagia se puso en pie y dijo con labios temblorosos: Djame salir, Mandras. Djame salir repiti l burlonamente . La pobrecita est asustada, verdad? Se abalanz en un par de zancadas y la golpe en la cara con tal brutalidad que ella gir sobre s misma antes de caer. Mandras le dio una patada en los riones y se agach para cogerla por las muecas. La lanz sobre la cama y, en contra de su primera intencin, empez a rasgarle el vestido. Por lo visto, violar mujeres era para l algo inevitable. Un reflejo irresistible que brotaba de lo ms hondo de su pecho, un reflejo adquirido en tres aos de omnipotencia e impunidad que haban empezado por la apropiacin armada de bienes y terminado por la apropiacin de cualquier cosa. Era un derecho natural, una cosa de rutina, y la violencia y animalidad que comportaba era infinitamente ms estimulante que los dbiles aguijonazos de deseo con los que terminaba. A veces tena que matar al final para recuperar un pequeo remanente, un vestigio, del goce precedente. Y luego sobrevena un gran cansancio, un vaco que lo espoleaba a repetir y repetir. Pelagia forceje, se debati con manos, rodillas y codos, chill y se retorci de dolor. Para Mandras aquella resistencia era ilgica e injustificada, as que se sent y la abofete repetidas veces en la cara, tratando de dominarla. A cada golpe su cabeza se bamboleaba. l intent levantarle la falda y del bolsillo del delantal de Pelagia cay el slido peso de la Derringer, yendo a parar sobre la almohada junto a su cabeza. Mandras, ciego de clera, resollando ya, no vio la pistola, y cuando la bala le atraves la clavcula el impacto lo dej aturdido. Puso un pie en el suelo y se tambale hacia atrs cogindose la herida, en su mirada una expresin de pasmo y recriminacin. Drosoula oy el pistoletazo en el momento en que entraba a la cocina, y al principio no identific el ruido. Pero luego comprendi de qu se trataba y cogi la pistola italiana que guardaba bajo los trozos de pan rancio que a base de mucho disputar con otros tantos 306

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hambrientos haba conseguido en las oficinas del partido comunista. Sin pensarlo, y sabiendo que pensar poda convertirla en una cobarde, abri la puerta del cuarto de Pelagia y contempl algo inimaginable. Ella tema que Pelagia se hubiese pegado un tiro, o que hubiesen entrado ladrones, pero al irrumpir en la habitacin vio a la hija del doctor acodada sobre la cama, humeando en su mano derecha la diminuta pistola, ensangrentada la cara, partidos los labios, desgarrada la ropa, los ojos amoratados. Drosoula sigui la direccin de su mirada y el dedo que sealaba, y, apoyado contra la pared de la puerta, vio a un hombre que poda ser su hijo. Corri junto a Pelagia y la estrech entre sus brazos, mecindola y consolndola, y entonces oy unas palabras que surgan embozadas por el terror y los gimoteos: Ha... intentado... violarme. Drosoula se incorpor. Madre e hijo se miraron con incredulidad. A medida que la furia enardeca a la mujer, el fuego fue extinguindose en el alma de Mandras. Le venci una oleada de autocompasin, y tuvo ganas de echarse a llorar. Todo estaba perdido, todo haba quedado reducido a nada. La tortura de la guerra en la glida Albania, los aos en el bosque, la alucinada confianza en s mismo por su dominio de la caligrafa y su conocimiento de la terminologa de la revolucin, su nuevo poder e influencia, todo ello se haba evaporado como un sueo. Volva a ser un chico acobardado, temblando ante la furia de su madre. Y el hombro le dola mucho. Quera enserselo a ella, ganarse su compasin, quera que su madre le curara la herida. Pero ella le apunt con la pistola, encolerizada, y le escupi la nica palabra que pareca decirlo todo: Fascista. La voz de l son pattica, suplicante: Madre... Cmo te atreves a llamarme madre? Yo no soy madre de nadie y t no eres mi hijo. Hizo una pausa y se enjug la saliva. Tengo una hija... Seal a Pelagia, que estaba acurrucada con los ojos entornados, jadeando como si hubiera dado a luz y has intentado abusar de ella. Te repudio, no te conozco, no vuelvas por aqu, no quiero volver a verte en mi vida, ya te he olvidado, maldito seas. Ojal nunca conozcas la paz, ojal te reviente el corazn, ojal te mueras solo y abandonado. Escupi al suelo y mene la cabeza en seal de desprecio. Eres un mierda. Sal de aqu, nazi, antes de que te mate. Mandras olvid su fusil y tambin su mochila. Con la sangre gotendole por entre los dedos de la mano con que se sujetaba la herida, sali tambaleante al fro sol de diciembre. Mir con ojos anegados en lgrimas el viejo olivo donde antao se haba columpiado y redo tanto; un rbol que le pareci incompleto sin la Pelagia de antes, lozana y hermosa, picando cebolla bajo el rbol y sonriendo entre las lgrimas. Era un rbol solitario, un rbol que significaba una ausencia y una prdida. Le agobiaba un torbellino de afliccin y nostalgia, y la tristeza le atenazaba la garganta cuando ech a andar dando tumbos.

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No se le ocurri que l era una cifra de una estadstica, otra vida ms arruinada y malograda por la guerra, un deslucido hroe sin otro destino que el vaco. Slo tena conciencia del desvanecimiento del paraso, del optimismo que se haba vuelto polvo y ceniza, de la alegra que haba llegado a brillar ms que el sol de esto pero que ahora desapareca para fundirse en la luz negra y el calor glacial de la masacre y el remordimiento acumulado. Haba luchado por un mundo mejor y lo haba echado a perder. Haba una vez un lugar donde todo brillaba con el fulgor de la inocencia. Se detuvo un momento, tratando de recordar dnde estaba ese mundo. Se inclin, cay casi de espaldas, los campesinos observaban desde sus casas con cara de extraeza. No le conocan, aunque les resultaba familiar, y pensaron que era mejor no meterse. Ya haba habido suficientes soldados, suficiente sangre. Le miraron desde sus ventanas y vieron cmo se incorporaba y se alejaba pesadamente. Mandras baj hasta la playa. Junto a la orilla del agua, contempl las burbujas de espuma que relucan y se deshacan contra sus botas. Botas italianas, record de pronto, de un hombre que no haba muerto en paz. Se las quit y vio cmo describan un arco sobre el agua y se sumergan. Con la mano libre se desaboton los pantalones, los dej caer y se los quit. Con cuidado se quit la guerrera y la dej resbalar por su hombro herido. Contempl maravillado el crculo de sangre que empapaba una circunferencia an mayor en su camisa, alrededor de aquel diminuto orificio. Luego se desabroch la camisa y la dej caer tambin. Se qued desnudo frente al mar, pese al intenso fro, y escudri el cielo en busca de gaviotas. Ellas lo guiaran hasta los peces. Se dio cuenta de que slo quera sentir el mar en su carne, el tacto de la arena en su piel, el tensarse y contraerse de su ingle sobre la fra caricia del agua salada y sedosa. Sinti el azote del viento, y la herida le doli menos. Necesitaba una ablucin. Record los das pasados en su barca sin nada que hacer salvo pescar y bizquear mirando el sol, record la sensacin de triunfo cuando pescaba alguna pieza buena para Pelagia, lo mucho que le gustaba que a ella le gustase el regalo, los besos robados en tardes de chirriar de grillos cuando el sol caa sobre los cielos de Lixouri. Record que en esa poca l era delgado y apuesto, de msculos ufanos y llamativos, y que una vez hubo tres criaturas salvajes y exuberantes que le haban querido y confiado en l. Criaturas que, grciles y sencillas, no se alteraban por dotes ni veleidades, ni les preocupaba cambiar el mundo, seres con amor pero sin complicaciones. Kosmas! Nionios! Krystal! grit, y se adentr en el mar. El pescador que recogi el cuerpo abotagado inform que tres delfines se turnaban para acercarlo suavemente hacia la playa. Pero historias parecidas se contaban desde tiempos remotos, y en realidad nadie saba si se trataba de una imagen romntica o de un hecho demostrable.

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64. ANTONIA
Haba habido tantas violaciones y tantos nuevos hurfanos, que Pelagia y Drosoula no se sorprendieron al encontrar un paquete abandonado en el umbral de su casa. Por la poca en que haba nacido, su padre poda haber sido un nazi o un comunista y su madre una de tantas muchachas desafortunadas. Quienquiera que hubiera sido aquella chica contrita y deshonrada, haba tenido la precaucin de dejar a su hijo a la puerta de un mdico, sabiendo que all tendran alguna idea sobre qu hacer. El caos del momento era tan ingobernable que a las dos mujeres slo se les ocurri intentar cuidarlo ellas mismas, pensando que a su debido tiempo lo adoptara alguna familia sin hijos o la Cruz Roja se hara cargo de l. El retoo era una nia, una criatura nacida para un mundo mejor que estaba an por venir. Era tranquila y serena, no buscaba pretexto para esos enloquecidos aullidos con que algunos cros torturan a sus padres, se chupaba el pulgar de la mano derecha, hbito que no perdera ni siquiera de mayor, y sonrea con generosidad, agitando brazos y piernas en un alegre vaivn que Pelagia llamaba zarandeo. Se la poda inducir a emitir un prolongado trino de placer con slo apretarle la punta de la nariz con un dedo, produciendo entonces un sonido que recordaba tanto a un trmolo lento en una cuerda grave que Pelagia decidi ponerle el nombre de la mandolina del capitn Corelli. Las dos mujeres, cuyas almas haban sido templadas en los crisoles del desconsuelo y la infelicidad, encontraron en Antonia una nueva e intensa razn de ser para sus vidas. No haba penuria tan dura de soportar que ella no hiciera tolerable, y la nia ocup su lugar en aquel providencial matriarcado como si el destino la hubiera asignado a l. En toda su vida no formul una pregunta sobre su padre, como si le hubiera correspondido de forma natural nacer por partenognesis, y slo cuando estaba solicitando un pasaporte para ir al extranjero en su luna de miel descubri que oficialmente no exista. Sin embargo, abuelo s tena. Cuando el doctor Iannis regres dos aos despus y entr penosamente en la cocina sostenido por los brazos de dos hombres de la Cruz Roja, absolutamente destrozado por el horror de la brutalidad cotidiana, mudo de por vida y emocionalmente paraltico, se inclin para besar a la nia en la frente antes de retirarse a su cuarto. Del mismo modo que Antonia no especulaba sobre un posible padre, tampoco el doctor Iannis especulaba sobre la nia. Le bastaba con saber que el mundo se haba bifurcado por un sendero que le resultaba inaprehensible, ajeno y opaco. Se haba convertido en un espejo que reflejaba borrosamente lo grotesco, lo demonaco y la hegemona de la muerte. Acept que su

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hija y Drosoula durmieran en su cama y l ocupar la de Pelagia, porque, fuera cual fuese la cama, seguira soando los mismos sueos de una marcha forzosa de centenares de kilmetros sin las botas que le haban robado, sin sustento y sin agua. Oira los gritos de los lugareos mientras ardan sus casas, los gritos de la castracin y de ojos arrancados y contemplara una y otra vez a Kokolios y Stamatis, el comunista y el monrquico, la viva imagen de Grecia misma, muriendo el uno en brazos del otro e implorndole que los dejara al pie del camino por miedo a que lo fusilaran a l. En su mente resonaba perpetuamente el himno del ELAS, un panegrico a la unidad, el herosmo y el amor, y la amarga irona de que le llamaran camarada cuando le azotaban la espalda y le apoyaban una pistola en la nuca en las falsas ejecuciones que a sus guardianes les resultaban tan graciosas. En su mundo sin palabras, pensando en imgenes porque las palabras eran endebles y se alejaban de la verdad, el doctor Iannis se consolaba con Antonia del mismo modo que se haba consolado con su hija tras la muerte de su joven esposa. Sola mecer a la nia en sus rodillas, arreglarle sus negros cabellos, hacerle cosquillas en las orejas, mirarla fijamente a sus ojos castaos como si aquello fuera la nica forma de hablar, y a cada sonrisa de ella su corazn se llenaba de pena porque cuando fuera mayor perdera su inocencia y sabra que la tragedia desgasta los msculos faciales hasta que la sonrisa se torna imposible. El doctor Iannis se dedic de nuevo a la medicina, y ayud a su hija en una inversin de sus anteriores papeles. A ella la alarmaba ver cmo le temblaban las manos cuando se ocupaba de heridas y llagas, y saba tambin que l la ayudaba a pesar de su abrumador sentimiento de futilidad. Para qu preservar la vida si todos hemos de morir, si la inmortalidad no existe y la salud es un efmero accidente de la juventud? Ella se maravillaba a veces del invencible poder de su impulso humanitario, un impulso tan inconcebiblemente valeroso, desesperado y quijotesco como el quehacer de Ssifo, un impulso tan noble e incomprensible como el que induce a un mrtir a lanzar bendiciones mientras se consume en la pira. Por las tardes lo estrechaba entre sus brazos y lo abrazaba mientras l meditaba sobre su pasado, hmedos los ojos de tristeza, y hunda la cabeza en su pecho, sabedora de que la desesperacin de l aligeraba la suya. Procur que continuara la redaccin de su Historia, y cuando sac los papeles del escondite y se los puso delante, l pareci dispuesto a trabajar. El doctor ech un vistazo a sus escritos, pero al cabo de una semana Pelagia comprob que slo haba aadido un breve prrafo con una letra que haba pasado de la antigua mano firme a un caos de oscilantes patas de araa y asaetadas ondas. Pelagia lo ley y record algo que su padre le haba dicho una vez a Antonio. Cruzando en diagonal el pie de la ltima pgina, su padre haba escrito: Antiguamente contbamos con los brbaros; ahora, la culpa slo es achacable a nosotros mismos. Durante su estancia en el escondite, Pelagia redescubri el rifle de Mandras, la mandolina Antonia y los papeles de Carlo, que ley de un 310

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tirn en una sola tarde, empezando por la desgarradora y proftica carta de despedida y continuando por lo acaecido en Albania y la muerte de Francesco. No haba imaginado que aquel simptico y viril Titn hubiera sufrido tanto por un infortunio secreto que le haba condenado a ser un extrao para s mismo. Pero al final comprendi el origen verdadero de toda su fortaleza y su sacrificio, y tambin comprendi que nada hay menos obvio en un hombre que lo que parece incuestionable. Vio que Carlo se haba propuesto tanto perder la vida cuanto salvar la de Corelli, y se dio cuenta de que su propia hija adoptiva le habra inspirado a ella ese mismo inefable valor. Antonia creci alta y esbelta, aproximndose da a da a la imagen clsica de la amazona tal como se representa en los jarrones de museo. Andaba a zancadas, y muy pronto adopt el blanco como color dominante en su ropa. Era incapaz del menor decoro: cuando se sentaba en la butaca de su abuelo no slo se chupaba el pulgar sino que dejaba una pierna colgando lnguidamente por encima del brazo del silln, repantigada de una manera nada femenina y responda a las reconvenciones de su madre y de Drosoula con un No seis anticuadas. Pelagia reconoca que, en una casa llevada por dos mujeres excntricas, nadie ms que ella misma tena la culpa de que Antonia llevara camino de convertirse en una anomala entre las de su sexo, proceso que el doctor padre haba inaugurado con la propia Pelagia. Excntricas s se las consideraba. Las casquivanas chismosas del pueblo transformaron a Drosoula, con su extraordinaria fealdad, y a Pelagia, con su intrpida falta de deferencia para con los hombres, en un par de viejas brujas regaonas. El que el doctor estuviera mudo e impotente lo explicaban por la accin de pcimas qumicamente castrantes y de ensalmos otomanos, y el que Pelagia se viera forzada por la indigencia a echar mano de valeriana y tomillo en lugar de sofisticadas drogas modernas no hizo sino exacerbar la certeza de que sus mtodos eran sospechosos y esotricos. Los nios las apedreaban al pasar, se mofaban de ellas, y los adultos aconsejaban a sus hijos que no se les acercaran y a sus perros que les ladraran. Pese a ello, Pelagia se ganaba la vida, porque al caer la noche la gente acuda furtivamente a su casa, convencidos de que sus curas y sus lociones eran infalibles. La primera gran crisis de este modus vivendi tuvo lugar en 1950, cuando las mujeres de la casa no pudieron reunir dinero suficiente para sobornar a un funcionario de sanidad a fin de que pasara por alto que el doctor y su hija carecan de ttulo para ejercer. La prohibicin de practicar la medicina pareci que les hundira en la ms abyecta miseria y les obligara a subsistir nuevamente a base de lagartijas, puerco espines y caracoles. Pero, como si los hados les sonrieran por primera vez, un lgubre poeta canadiense especializado en rimas sobre intentos de suicidio y lamentaciones metafsicas arrib a la isla y busc hospedaje. Era el primero de una nueva avanzadilla de intelectuales romnticos con aspiraciones byronianas. El hombre buscaba una casa sencilla entre gente sencilla del campo donde abordar de cerca las arenosas realidades de la vida. 311

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Lo que consigui fue una casa sencilla entre gente sencilla del mar. Avergonzada y deshacindose en disculpas, Drosoula le ense las dos habitaciones de su insalubre, hmeda, despintada y ligeramente maloliente casita en el muelle; haba estado cinco aos cerrada y se haba convertido en refugio de cucarachas, lagartijas y ratas. Ya estaba preparndose para recibir una desdeosa negativa cuando l mostr su conformidad y le propuso pagar un alquiler que era nueve veces y media mayor que el que ella haba pensado pedir. Drosoula pens que aquel hombre era rico adems de loco, y el canadiense se alegr de haber encontrado una bicoca que hasta un poeta poda permitirse alquilar. Sintindose incluso culpable, pona ms dinero de la cuenta en el sobre que dejaba en la contraventana, dinero que Drosoula le devolva puntualmente. Tres aos se qued hasta el desastre de 1953, llenando las habitaciones de neurticas rubias bohemias y de elegantes novelistas marxistas que exponan sus teoras conspiratorias con creciente vehemencia, rodeados de botellas de tinto barato cuyo contenido alcohlico y deletreo efecto sobre el intelecto eran bastante ms importantes de lo que ellos suponan. El poeta se hubiese quedado aun despus de la catstrofe, pero cay en la cuenta de que la relajacin, el sol y la felicidad infligan daos irreparables a su inspiracin. Al final se haba vuelto imposible escribir poemas deprimentes, y el canadiense comprendi que urga regresar a Montreal, va Pars, donde la libertad estaba a punto de ser reconocida como la principal fuente de ansiedad. Por su parte, Pelagia, Drosoula y Antonia se recrearon en la libertad de su riqueza sin precedentes. Coman cordero al menos dos veces por semana, y podan comprar alubias secadas ese mismo ao. Es ms, la botella diaria de vino tuvo sobre el doctor el saludable efecto de curarle las heridas psquicas liberando sus recuerdos y restndoles importancia, hasta que por fin empez a sonrer y a rer, si bien no volvi a hablar. Se haba acostumbrado a dar largos paseos con Antonia, durante los cuales observaba a la muchacha disfrutando de las mariposas y saltando de un tesoro a otro de un modo que le recordaba a Lemoni de nia. El nico problema que la vida les planteaba en aquel momento era que haban adoptado un gato. El problema no era grave, aunque s fastidioso. Por lo visto los gatos haban sido exterminados de la isla, por razones obvias, durante la guerra, pero en cuestin de unos aos se haban reproducido hasta alcanzar su anterior poblacin. Volvan a verse rollizas y satisfechas criaturas felinas esperando la llegada de pulpos o pescados en los muelles, y volvan a verse gatos patticos, infestados de gusanos, esculidos y atrofiados mendigando de casa en casa sin recibir otra cosa que golpes y patadas. Lo que pas es que Drosoula empez a llamar gatita a Antonia, lo que en ningn caso era raro ni injustificado, y ese nombre (Psipsina en griego) se le haba pegado tambin a Pelagia, hasta que la nia acab casi olvidando su verdadero nombre. Se haba acostumbrado totalmente a un apodo que encajaba muy bien en su carcter felino, en su lnguida figura, y estaba habituada a que la llamaran a cenar por 312

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ese nombre. La familia tard un tiempo en averiguar por qu una noche y en noches sucesivas un gatito manchado entraba saltando por la ventana de la cocina y se suba a la mesa cuando llamaban a Antonia. Al principio lo ahuyentaban con la mano o propinndole azotes con un trapo de cocina, pero el gato persever y al final consigui quedarse. Eso significaba que Antonia oa decir Psipsina, bjate de la mesa cuando estaba jugando tranquilamente en el patio, o Psipsina, la cena, y se encontraba en el piso de la cocina con un poco atractivo plato de asaduras crudas y sanguinolentas. Si alguien gritaba de pronto Psipsina, no hagas eso, se quedaba de piedra a media travesura y se preguntaba si la haban pillado in fraganti. Muy sensatamente Drosoula propuso que Antonia y el gato intercambiaran nombres, de modo que el gato se llamara Antonia y la nia Psipsina, pero lo probaron y no funcion. Durante todo este tiempo Pelagia estaba convencida de que Antonio Corelli haba muerto, y al igual que su padre acab creyendo en la existencia de los fantasmas. Haba sucedido por primera vez un da de octubre de 1946, casi en el aniversario de las masacres, cuando Pelagia se encontraba delante de la casa con la pequea Antonia en brazos. En aquel momento estaba arrullando al beb y dndole a chupar el dedo ndice. Algo le hizo levantar los ojos, y entonces vio una figura de negro que la miraba. Estaba en el mismo sitio donde Mandras haba sido alcanzado por el caonazo de Velisarios. La figura segua mirndola, suspendida entre la vacilacin y el paso al frente, y a Pelagia le dio un vuelco el corazn. El hombre tena un halo de melancola como de nueve mil almas en pena, y a su rostro asomaba la tristeza con la misma rotundidad con que una luz atraviesa la camisa de una lmpara de gas. Estaba segura de que era l. Pese a la barba y a su delgadez, pudo ver claramente la cicatriz en la mejilla, los mismos ojos castaos, la misma disposicin del cabello, la misma simetra en el porte. Excitada ms all del jbilo, dej al beb en el suelo para ir a su encuentro, pero cuando mir ya se haba ido. Con el corazn palpitndole, Pelagia ech a correr. Al doblar la curva del camino se detuvo y mir frenticamente alrededor. Antonio! grit. Antonio! Pero nadie le respondi y ningn hombre fue hacia ella. Se haba esfumado. Levant las manos al cielo y las dej caer de nuevo con gesto de desesperacin. Sigui all de pie dando voces hasta quedar exhausta. A la maana siguiente encontr una solitaria rosa roja en el suelo, all donde yacan los restos de Carlo Guercio. El mismo fantasma apareci en el mismo lugar en 1947, y en aos sucesivos, casi a la misma hora y en un da u otro del mes de octubre haba una rosa. Fue por esto que Pelagia dedujo que Antonio haba cumplido su promesa de volver y que era posible seguir queriendo incluso desde ms all de una tumba. Esto permiti a Pelagia vivir satisfecha, sabiendo que no haba sido abandonaba ni repudiada, con la mente llena de fantasas en las que era deseada incluso pese a su

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condicin de marchita solterona, y pensando que su muerte le devolvera todo cuanto le haban robado en vida.

65. 1953

Cuando Zeus quiso fijar la ubicacin exacta del ombligo del mundo solt dos guilas desde los permetros ms lejanos del mismo y tom nota del punto en que el vuelo de ambas aves se cruzaba. Eso ocurri en Delfos, y Grecia se convirti en el sitio donde el este se separa del oeste, y el norte del sur, lugar de cita de culturas que se excluyen mutuamente y encrucijada de los rapiadores ejrcitos ambulantes del mundo. Pelagia se haba enorgullecido en tiempos de vivir supuestamente en el centro exacto, pero ahora renunciaba a ser griega, si acaso tal cosa era posible. Haba visto con sus propios ojos el desdn con que la gente trataba a Drosoula slo porque quedarse viuda era como dejar de existir. Por aquel meticuloso idealismo suyo de intentar curar a los enfermos se haba ganado la reputacin de bruja y, an peor, la barbarie de la guerra civil haba eliminado para siempre la fe helnica que su padre le haba inculcado de pequea. No poda seguir creyendo que fuera heredera de la ms exquisita cultura de la historia; puede que la Grecia antigua hubiera estado en el mismo sitio que la moderna, pero el pas no era el mismo, y la gente tampoco. Papandreu no era Pericles, seguro, y el rey difcilmente era Constantino. Pelagia finga para sus adentros ser italiana. Desde lejos le era ms fcil sentirse parte de aquel pas precisamente debido a la distancia, y el hecho de no haber estado nunca all le ahorr comprobar que no estaba ms poblado de mandolinistas liberales y tolerantes que la propia Grecia. Al fin y al cabo se deca, iba a casarme con un italiano, s hablar italiano y supongo que en Italia podra haber llegado a mdico. En consecuencia, educ a Antonia en italiano, de modo que sta aprendi el griego romaico de Drosoula pero no lleg a hablar katharevousa. Adems, compr una radio a un hombre que se alegr de deshacerse del aparato casi por nada, ya que el sintonizador no funcionaba bien y slo se sintonizaban emisoras italianas. Pelagia compr la radio en 1949, poco despus de que la batalla de Vitsi pusiera punto final a la guerra civil, y la pudo escuchar en el aniversario de las masacres de octubre. Quera muchsimo a su radio, sacaba lustre al rasguado barniz hasta hacerlo relucir y descuidaba sus obligaciones sentndose a escucharla durante horas, y no slo a escucharla sino a contemplarla expectante como si de un momento a otro Antonio pudiera filtrarse como el humo por entre la malla metlica.

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Detestaba abandonar su aparato y sola sentarse durante horas a or disparates con la sola esperanza de escuchar Non ti scorda di me, Core'n grato, Parlami d'amore, o La donna mobile. Pero lo que ms ansiaba era sentirse transportada a los das de La Scala, al escuchar Torna a Surriento, la cancin favorita del club y la que entonaban ms veces, y entonces cerraba los ojos en un estado de feliz melancola oyendo aquella tonada e imaginndose a los chicos junto al olivo, conscientes apenas del melodrama de sus gestos mientras cantaban a pleno pulmn los emocionantemente bellos mordentes y apoyaturas de la frase final, tras lo cual se sentaban en medio de un momentneo silencio nostlgico para luego suspirar, menear la cabeza y enjugarse las lgrimas con la manga. Fue tambin gracias a la radio que Pelagia descubri que haba hermosas canciones para mujeres, y se pona a cantar O mio babbino caro a viva voz mientras fregaba el suelo de rodillas, dotando a la meloda de microtonos orientales y aderezndola de ululatos, con lo que abjuraba del intento mismo de convertirse en italiana. Prestaba tambin una atencin especial al sonido de las mandolinas, y se recordaba a s misma que un da tena que rescatar la del capitn, todava en el escondite. Una vez, volviendo de recoger bayas, habra podido jurar que oy los compases finales de la Marcha de Pelagia, pero comprendi que era imposible puesto que el capitn haba muerto. Lo que pasaba era que aquel mundo disoluto dispona de otros msicos que podan ocupar su sitio. A menudo pensaba dnde habra muerto Corelli; seguramente en el mar, a bordo de aquel esquife, aunque tal vez en Anzio, en Italia, o en algn punto de La Lnea Gtica. La llenaba de una absoluta afliccin el imaginarse su esqueleto palideciendo bajo tierra, intiles e inmovilizados los msculos y tendones que haban producido aquella msica. La tierra que lo cubra estaba tal vez tan silenciosa como la que contena los cuerpos de los muertos en el monte bajo, o tal vez era una va pblica como la que ahora cubra la tumba de Carlo Guercio. A ella no le gustaba pasar por encima, y se burlaba de s misma por el absurdo recato de temer que un muerto pudiera estar mirndole las faldas desde las profundidades. Pero el suelo de Cefalonia no estaba inerte; era como el perro que ha dormido bajo la lluvia y se levanta para sacudirse las gotas. Dicen que en pocas remotas todas las tierras eran una sola, y parece que los propios continentes profesan cierta nostalgia por aquel estado de cosas, del mismo modo que hay personas que dicen pertenecer al mundo y no a un pas determinado, exigiendo as un pasaporte internacional y un derecho universal de residencia. As, India empuja hacia el norte arrancando de cuajo el Himalaya, resuelta a no ser una isla sino a invadir Asia con su hmeda y tropical sensualidad. La pennsula Arbiga inflige una astuta venganza sobre los otomanos apoyndose en Turqua con intencin de hacerla caer al mar Negro. frica, harta de que los blancos la consideren almizclea, peligrosa, impenetrable y romntica, aprieta hacia el norte decidida a que Europa la mire por fin a la cara y admita de una vez que su civilizacin naci en Egipto. Slo los americanos corren hacia poniente, tan resueltos a 315

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ser superiores y nicos que hasta han olvidado que el mundo es redondo y que por fuerza un da se encontrarn pegados prodigiosamente a China. A posteriori todos se hacan cruces de no haberlo previsto, pero la ltima vez que haba ocurrido tal cosa haba sido no en Cefalonia sino en Leukos, en 1948, cuando Grecia estaba tan sumida en la barbarie que nadie ms se haba dado cuenta, y los signos y presagios de aquella maana fueron considerados ms extraos que portentosos. Haba terminado la guerra de Corea, aunque tropas francesas acababan de ser lanzadas en paracadas sobre Indochina, y era un bonito 13 de agosto de 1953, prxima ya la festividad de la Asuncin, tras la cosecha de la vid. Haba una delgada calima y el cielo apareca cubierto de nubes veteadas como estelas de vapor desplegadas en curiosos ngulos, como si fueran obra de un artista expresionista con alergia al orden y serias objeciones estticas a la simetra y la forma. Drosoula haba advertido un inexplicable y raro olor que impregnaba la tierra, y Pelagia haba notado que el agua estaba en el nivel ms alto del pozo, pese a que no haba llovido. Sin embargo, al regresar all con el balde no haba encontrado rastro de lquido. El doctor Iannis, que haba estado apretando los diminutos tornillos de sus gafas, descubri asombrado que se le pegaban al destornillador con increble fuerza magntica. Antonia, de ocho aos pero alta como una nia de doce, al agacharse a recoger una hoja de papel, sta revolote y se le qued pegada a la mano. Soy bruja, soy bruja, exclam, dando saltos, y al salir de la casa vio que un puerco espn con dos cras abandonaba a toda prisa el patio y que un bho igualmente nocturno la inspeccionaba desde una rama baja del olivo, flanqueado por varias hileras de las nuevas gallinas de Pelagia que descansaban en sus perchas, ajenas a todo con la cabeza bajo el ala. Si Antonia hubiese mirado, habra visto que ningn pjaro volaba en el cielo, y si hubiera bajado a la playa habra visto platijas nadando cerca de la superficie, y a los otros peces saltando como si de pronto quisieran ser pjaros y nadar en el aire, mientras muchos otros se convertan en tortugas y moran en tierra. Serpientes y ratas abandonaban sus madrigueras, las martas de los pinos cefalonios se congregaban en nutridos grupos a ras de tierra y se sentaban a esperar como melmanos antes de una obertura de pera. Junto a la casa del doctor, un mulo atado a la tapia forcejeaba con la cuerda y daba coces a las piedras, haciendo reverberar con sus pezuas toda la casa. Los perros del pueblo iniciaron ese torpe y enervante coro que normalmente acontece al atardecer, y cientos de grillos atravesaron calles y patios en peregrinacin para esfumarse entre los espinos. Los episodios curiosos se sucedieron. Platos y cubiertos traqueteaban igual que en la guerra cuando aparecan los bombarderos ingleses. En el patio el cubo de Pelagia se volc solo, derramando el agua que contena. Drosoula entr en la casa sudando y temblando y dijo a Pelagia; Estoy enferma, me encuentro muy mal, algo le pasa a mi corazn. Se dej caer en una silla agarrndose el pecho con la mano y jadeando de nervios. Nunca haba sentido los miembros tan dbiles ni los pies tan torturados por pinchos y agujas. Desde la ltima fiesta del santo no haba tenido tantas ganas de 316

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vomitar. Respiraba boqueando, y Pelagia tuvo que prepararle un reconstituyente. Antonia, que estaba en el patio, not que tena dolor de cabeza y que estaba un poco mareada, y se sinti asimismo oprimida por ese vertiginoso terror que uno experimenta al borde de un precipicio al notar que algo lo atrae hacia l. Pelagia sali y le dijo: Psipsina, ven a ver; la otra Psipsina ha perdido la chaveta. Era verdad. El gato se haba dado al comportamiento ms misterioso que se haba visto en un felino desde los tiempos de Cleopatra y los Tolomeos. Araaba el suelo como si enterrara o desenterrara alguna cosa, y luego se revolcaba all mismo como expresando placer o menendose contra el escozor de sus pulgas. De pronto saltaba hacia un lado y acto seguido lo haca en vertical a extraordinaria altura. Diriga su mirada a los humanos durante una fraccin de segundo, daba un salto mortal con una expresin pasmada que slo poda significar asombro, y luego sala disparado para subirse al rbol. Un minuto despus volva a estar en la casa buscando cosas en que meterse. Probaba si caba en un cesto de mimbre, meta cabeza y patas en una bolsa de papel marrn, se sentaba un rato en una cacerola demasiado pequea para su tamao y luego se suba por la pared para posarse, bizqueando como un bho, en lo alto de una persiana que se balanceaba precariamente y cruja bajo su peso. Gata loca, le reconvino Pelagia, a lo que el animal salt y brinc de un estante a otro, corriendo como poseda por toda la habitacin, con un estilo que le record a Pelagia su epnima predecesora. La gata se detuvo bruscamente, esponjada la cola grotescamente, erizado al mximo el pelaje de su lomo arqueado, y buf con fiereza a un enemigo invisible que pareca estar en algn punto cercano a la puerta. Luego regres tranquilamente al suelo, se escabull al patio como acechando alguna presa y se sent en la tapia a maullar trgicamente, perpleja por la prdida de sus gatitos o quejndose de alguna atrocidad. Antonia, que no haba dejado de batir palmas y rer de gusto, rompi a llorar de repente, exclam Mam, tengo que salir y se fue corriendo. Drosoula y Pelagia intercambiaron miradas de Ya ha llegado a la pubertad?, cuando de la tierra bajo sus pies brot un espeluznante rugido tan por debajo de una altura audible de sonido que ms que orse fue sentido. Las dos mujeres notaron cmo el pecho les suba y les bajaba, vibrando constreido por senos y cartlagos, las costillas a punto de partrseles, y un dios pareca propinar potentes golpes a un bombo dentro de sus pulmones. Un ataque al corazn pens Pelagia con desesperacin. Dios mo, si apenas he vivido, y vio a Drosoula agarrndose el abdomen y con los ojos desorbitados, trastabillando hacia ella como vctima de un hachazo. Era como si el tiempo se hubiera detenido y el indescriptible rezongar de la tierra no fuera a terminar nunca. El doctor Iannis sali de estampida por la puerta del cuarto que haba sido de Pelagia y habl por primera vez en ocho aos: Salid! Salid! grit Es un terremoto! Poneos a salvo! Su voz sonaba menuda e infinitamente

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remota en medio de aquella explosin gutural de ruidos cada vez ms fuertes, y una sacudida lo arroj a un lado. Aterradas y cegadas por el frentico saltar y estremecerse del mundo, las dos mujeres se dirigieron hacia la puerta tambalendose, fueron arrojadas al suelo e intentaron arrastrarse. Al infernal estruendo de la tierra vino a sumarse la cacofona de platos y cacerolas cayendo en cascada, la amenazadora, desenfrenada pero melindrosa tarantela de sillas y mesa, los crujidos de paredes y vigas al partirse, el fortuito repicar de la campana de la iglesia, y una sofocante nube de polvo pestilente como el azufre que desgarraba ojos y gargantas. No pudiendo arrastrarse a gatas porque eran despedidas una y otra vez hacia arriba y hacia los lados, extendieron manos y piernas y ganaron la puerta reptando como serpientes, justo en el momento en que el techo se derrumbaba. Salieron al bamboleante patio. El cielo se haba quedado sin luz, el horroroso clamor estallaba dentro de sus cabezas y en su pecho, el polvo se levantaba lentamente de la tierra como atrado por la luna. El viejo olivo, ante sus propios ojos, rindi pleitesa a la tierra y se parti por la mitad del tronco antes de salir despedido hacia arriba y agitar sus ramas como un nazareno paraltico. Del centro de la calzada surgi un borboteante y asqueroso chorro de agua que alcanz los doce metros de altura para desaparecer despus como si no hubiera existido nunca, dejando un charco que rpidamente se llen de polvo y se desvaneci. En lo alto de la colina, e invisible a causa de las cortinas ascendentes de polvo ceniciento, una placa de roca y arcilla roja se desprendi de la falda y empez a bajar como por un tobogn, penetrando en la calle por el lado sur, arrastrando olivos en su trayectoria y borrando el sembrado del que haban emigrado los grillos. De nuevo el gigante inquieto que habitaba las entraas de la tierra descarg un fuerte puetazo en vertical hacia arriba, de forma que las casas saltaron de sus cimientos y slidas paredes de piedra vibraron como papeles al viento, y sbitamente sobrevino una quietud mortal. La tierra se sumi en un silencio misterioso y sepulcral, como lamentndose de la catstrofe, y Pelagia, tosiendo y perdida de polvo, imbuida de una intensa sensacin de impotencia y absoluta pequeez, empez a incorporarse sin haber recuperado an el aliento tras la ltima sacudida titnica que le haba paralizado los pulmones y obturado el diafragma. Se puso en pie, se tambale, y aquella quietud sobrenatural fue sbitamente interrumpida por los salvajes gritos del cura, que haba salido corriendo de su iglesia y ahora daba vueltas y ms vueltas en redondo, los brazos alzados al cielo, echando chispas por unos ojos que destacaban entre la mugre de su cara, no implorando a la divinidad que desistiera como Pelagia supuso al principio sino rindola. Hijo de la gran puta! ruga el cura Perro sarnoso! Bastardo inmundo! La fulana que te pari! Las olvidadas palabras le salan como vomitadas, toda la serenidad de su alma piadosa se haba transformado de pronto en desprecio. Cay de hinojos, machac la tierra con los puos e, incapaz de aplacar su clera, volvi a ponerse en pie de un salto y amenaz al cielo con el

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puo. Con lgrimas en los ojos, inquiri: Acaso no te hemos amado? Desagradecido de mierda! Excremento del demonio! En ese preciso momento, a modo de respuesta, el profundo gruido recomenz con renovada fuerza. Una vez ms el puo plutnico golpe desde los ms profundos abismos, y una vez ms la corteza y las rocas de Cefalonia se echaron a temblar, mientras los picos de las montaas se balanceaban como mstiles de barco. Arrojada nuevamente al suelo, Pelagia se aferr a la oscilante tierra, abolido su instinto de supervivencia por el temor y la impotencia que experimentaba. El mundo entero se haba reducido al tamao de una oscura bola de fuego que pareca surgir de su estmago y derramar sus arrolladoras llamas en las fibras de su cerebro, y en medio de aquel infierno solitario ella se retorca y atragantaba, incrdula, estupefacta, ms all de la sorpresa o el desaliento, como juguete en manos de una tierra impdica e implacable. Hacia el sur, en la isla de Zante, la capital resplandeca bajo una lluvia de cenizas incandescentes que torturaban los cuerpos de perros y humanos volvindolos locos. Un miembro del equipo de salvamento, que haba sido testigo de Nagasaki, dira despus que esto fue peor. En todas las islas jnicas la gente lo perdi todo, excepto los absurdos objetos que haban intentado salvar al salir precipitadamente de sus casas: un orinal, una carta, un cojn, un tiesto de albahaca, o un anillo. En Cefalonia la roca de Kounopetra, en la localidad de Paliki, que haba vibrado durante siglos y a la que ni los buques de guerra britnicos haban logrado perturbar, qued inmvil y hall reposo entre la demolicin general. Pas a ser una roca ms de la costa a medida que la isla se metamorfoseaba, desintegrndose y ensayando el Armagedn. Sujetndose unas a otras para mantener el equilibrio, Pelagia, Drosoula y Antonia contemplaban la casa durante aquellos intervalos en que el apopltico Titn de las profundidades recuperaba fuerzas e inventaba nuevos y ms irresistibles motivos para la inquina. Mientras las placas y los filones de las rocas se partan con ruido de tanques y artillera, mientras las calles se combaban y ondulaban y las columnas de las balconadas giraban sobre s mismas, las tres mujeres se tambaleaban y hacan eses sin dar crdito a la miseria que las rodeaba. Psipsina sali de la nada y se sum a ellas, cubierto su pelaje de un polvo blanco y sus bigotes de telaraas. Antonia la recogi del suelo y la estrech entre sus brazos. De la vieja casa poco qued en pie; las paredes quedaron reducidas a la mitad de su altura, y el resto slo contena cascotes, escombros de la techumbre y el alma desilusionada y el viejo cuerpo cansado del doctor, que llevaba aos planeando sus ltimas palabras y se haba marchado sin decirlas.

66. SALVAMENTO
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En aquellos tiempos Gran Bretaa no era tan rica como actualmente, pero tampoco era tan pagada de s misma y, desde luego, no tan inoperante. Haba un sentido de la responsabilidad humanitaria y haba el mito de su propia importancia, que era quijotescamente cierto y universalmente aceptado por la sencilla razn de que el pas crea en l y as lo afirmaba en voz alta para que los extranjeros lo comprendieran. Gran Bretaa no haba adquirido an la tpica costumbre de colegial de esperar meses y meses el permiso de Washington para saltar de su cama pos-imperial, calzarse las botas, prepararse una taza de t dulzn y aventurarse al exterior. Por consiguiente, los britnicos fueron los primeros en llegar, los que ms tiempo se quedaron, los que ms hicieron y los ltimos en marcharse. Durante la noche el HMS Daring carg agua, comida, medicinas, mdicos y equipo de salvamento y zarp de Malta para llegar con el alba del da siguiente. El puerto de Argostolion pareca un espumeante hervidero a causa de cargas de profundidad o minas magnticas. Un hidroavin Sunderland trajo al comandante en jefe de las fuerzas destacadas en el Mediterrneo, el HMS Wrangler llev vveres a taca, y no tardaron en aparecer el HMS Bermuda, el Forth, el Reggio y el neozelands The Black Prince. Entre todos traan cuatrocientos kilmetros de vendas, ms de diez mil litros de desinfectante, cincuenta barracas Nissen, seis mil mantas, bulldozers, biberones, sesenta mil latas de leche, tres comidas diarias para quince mil personas durante siete das y dos desmesuradas y prdigas toneladas de algodn hidrfilo y vendas. Los yugoslavos, cuyo puerto de Dubrovnic era el ms prximo, no enviaron nada a los capitalistas, pero pronto aparecieron cuatro tmidos barquitos de la armada israel. Italia, consciente de su oprobioso pasado y de las obligaciones que ello implicaba, mand sus mejores acorazados a bordo de los cuales viajaban bomberos de lite procedentes de Npoles, Miln y Roma, e iniciaron la evacuacin de vctimas rumbo a Patras. Llegaron el Franklin D. Roosevelt y el Salem cargados de excavadoras y helicpteros, y no tardaran en fondear cuatro transportes de combate con tres mil marines americanos a bordo. La armada griega, entorpecida por burocrticas luchas intestinas, lleg tarde pero con ganas, y el general Iatrides fue nombrado gobernador de Jonia en tanto durase la emergencia. El rey y su familia aprovecharon la ocasin para recorrer las islas de incgnito en jeep, y las orondas monjitas de los monasterios de clausura salieron con escrpulos pero no sin jbilo a echarle un tiento a la vida, con su correspondiente chocolate y sus oportunidades para el trabajo y la conversacin. Como las calles eran anchas, en Cefalonia hubo pocas vctimas; los pueblos consistan principalmente en edificios de un solo piso separados por patios y vertederos de basura. Se produjeron los habituales milagros con personas que haban perdido la nocin del tiempo y emergan de entre los escombros despus de nueve das, creyendo que slo haban transcurrido unas horas. Los marineros britnicos se afanaban sudorosos bajo el achicharrante calor, quejndose amargamente del olor a heces que 320

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impregnaba el muelle y de las quemaduras de sol que les dejaban la piel a tiras. Rojos como cardenales, dinamitaron edificios peligrosos (que a la postre resultaron ser todos), de modo que la isla pareca haber quedado an ms desolada gracias a ellos, causando nuevas oleadas de pnico entre los enloquecidos isleos, que no distinguan entre rplicas de sesmo y explosiones, y a quienes los marineros, poco versados en geografa y en circunloquios corteses, llamaban jovialmente wogs. En sus tablones de anuncios, prendidos con chinchetas entre el reglamento vigente y las instrucciones especiales, aparecan los resultados invariablemente atrasados del partido de criquet entre Inglaterra y Australia. Los trabajadores de la ayuda exterior levantaban ciudades de tiendas de campaa y abran gigantescos aparcamientos para jeeps y camiones. A los gruidos de la tierra inquieta se sum el estupidizante traqueteo de los helicpteros y el rugido renqueante de las excavadoras intentando despejar los desprendimientos que haban aislado las comunidades ms remotas, cuya poblacin lleg a pensar durante tres das que los haban olvidado y abandonado a merced del hambre y la sed. Una aldea de Zante se hallaba al borde de la desesperacin, cuando un aeroplano lanz el mejor pan que haban probado nunca y cuyo sabor permanecera para siempre en su memoria colectiva como anticipacin del paraso que ninguna ama de casa mortal sera capaz de recrear. Al pan siguieron las latas de cecina y el chocolate, este ltimo a punto de derretirse al tocar el suelo y siendo lamido por los aldeanos en su mismo papel de plata y nuevamente lamido a continuacin por los perros antes de tragarse envoltorio y todo. La tripulacin del Franklin D. Roosevelt produca diariamente siete mil barras de pan que entregaban en puertos desmoronados y en playas de arena mediante lanchas de desembarco ms acostumbradas a ametralladoras, tanques y tropas. Un oficial americano iba de un lado a otro con un pequeo diccionario repitiendo Hambre? con escasa entonacin interrogatoria y sealndose la boca para dar nfasis a sus palabras, hasta que algunos lugareos se apiadaban de l y le organizaban un banquete con lo poco que podan conseguir. Cuando los americanos se marcharon, sus tiendas y cubos de basura fueron objeto del pillaje generalizado, y durante toda una dcada aquellos milagrosos abrelatas no ms grandes que una hoja de afeitar fueron moneda corriente en sustitucin de la calderilla o los cortaplumas cuando los muchachos de las islas hacan sus trueques e intercambios. Los griegos, por su parte, reaccionaron de distinta manera segn hubiera o no entre ellos un lder natural. Donde no apareci ninguno la gente cay en la melancola, perdi la nocin del tiempo, se volvi aptica e indecisa y padeci espantosas pesadillas. Ninguno llor, las lgrimas estaban superadas. Ni siquiera pusieron anuncios, como en otras partes, concertando citas con parientes y amigos.
Trmino despectivo para designar a los extranjeros y, en especial, a los de piel oscura. (N. del T.)

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Durante el sesmo propiamente dicho una cuarta parte de la poblacin, como el doctor, no fue presa del pnico, pero luego las tres cuartas partes restantes recordaron haber abandonado a sus hijos y a sus padres de edad y padecieron la tortura de una humillacin total. Hombres fuertes se sentan cobardes y estpidos, y a la sensacin de haber sido golpeados frvola y gratuitamente por el Creador vino a sumarse una insidiosa y horrible sensacin de inutilidad. El corazn les daba un vuelco al menor rebuzno de mula, crujir de puerta o araar de gato. Algunos griegos emprendedores no perdieron tiempo en montar sus negocios, vendiendo vida y oportunistamente propiedades del gobierno tales como sellos. Otros abran puestos de fruta, y el gerente de un banco de Argostolion lleg a poner una mesa delante de su banco en ruinas dirigiendo sus transacciones normales y disfrutando por primera vez de su trabajo. En taca alguien colg una sbana e inaugur un cine. Clubs juveniles de toda Grecia llegaban a las islas en vacaciones de trabajo, y si alguno mostraba miedo ante el latir y respirar de las rocas los dems rean y le tomaban el pelo. Surgieron los ms inverosmiles salvadores. Aunque siempre se le haba tenido por plcido y ms bien lerdo, Velisarios tom el mando en el pueblo de Pelagia. Tena ahora cuarenta y dos aos y, vanidad aparte, saba con certeza que era ms fuerte de lo que haba sido nunca, aunque le faltara el bro inconmensurable de la juventud con todas sus fantasas de seguir eternamente joven. El terremoto le despej de alguna manera el cerebro, igual que a Drosoula le cur el reumatismo, y fue como si una luz se hubiera encendido por si sola en medio de la percepcin animal y los reflejos instintivos que formaban el caudal de su mente. Fue Velisarios quien emprendi la tarea de poner el pueblo en pie, y fueron los agradecidos habitantes del mismo los que le siguieron. Con una fortaleza que pareca mayor an que la del propio terremoto, Velisarios se deshizo de las vigas y las piedras que aprisionaban el cuerpo destrozado del doctor Iannis, consciente de que la putrefaccin traa consigo enfermedades, y despus congreg a los confusos y los desesperanzados y los dispuso en pequeos grupos de trabajo con tareas variadas. l mismo baj al pozo y empez a vaciarlo de los cascotes que lo haban llenado, trabajando con tanto ahnco que consigui agotar a dos cuadrillas de fajina sin haber descansado l. Si nadie sufri sed fue nicamente gracias a Velisarios. Corri el rumor de que la isla se estaba hundiendo en el mar y que el gobierno haba ordenado a toda la poblacin evacuarla en sus barcas. Mientras los crdulos y los bobos corran a sus casas en ruinas para recoger lo imprescindible e iniciar el xodo, Velisarios hablaba con uno y con otro apelando a la codicia y al sentido comn de la gente. Sois tontos? les preguntaba. Eso es un disparate divulgado por gente que slo quiere saquearlo todo. Queris quedaros sin nada y que os tomen por imbciles? Al que se vaya le rompo la crisma, lo juro. Cefalonia no se hunde, flota. No seis burros, porque eso es lo que quieren ellos. Cuando la gente se dispersaba gritando a cada una de las mil rplicas del sesmo, fue Velisarios el que les deca que volvieran 322

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al trabajo, y en ms de una ocasin sac a los holgazanes y los miedosos de sus escondrijos y los amenaz con partirles la cabeza si no volvan a sus quehaceres. Con su lanudo pelo gris, sus sienes perladas de sudor, su pecho peludo como el de un oso y sus piernas ms gruesas que columnas, Velisarios intimidaba a todo el mundo para que recobraran la cordura y siguieran trabajando. Hasta convenci a Pelagia de que cubriera el cadver de su padre y fuera a atender a los heridos. Ella entablill y arregl dos piernas rotas, consiguiendo incluso devolverles la traccin mediante cuerdas y piedras, y unt de miel los rasguos y limpi los ojos de los bebs con una pluma y un poco de saliva. Drosoula, que al principio no haba hecho otra cosa que gritar como una histrica No nos queda nada, solamente los ojos para poder llorar, fue encargada de cuidar de los nios para que sus padres pudieran trabajar. Jugaban al escondite entre las ruinas, y al marro, y levantaban pirmides de piedras; era su pequea contribucin a la limpieza de casas y calles. Cuando por fin los trabajadores de la operacin de salvamento despejaron de escombros los caminos, encontraron una pequea comunidad viviendo en tenderetes de uralita con vigas rescatadas de los escombros, con letrinas discretas excavadas a cierta distancia del pozo, con el lugar comunitario debidamente reparado y a pleno rendimiento para que el dinero siguiese fluyendo. Al mando de todo encontraron a un gigante que, llegado a su edad provecta, sera ms venerado y respetado que el maestro o el cura. La tierra sigui levantndose durante tres meses y produciendo sonidos como si estuviera inspirando, conteniendo la respiracin y exhalando despus. Todos vivan en tiendas que fueron arrastradas y hechas trizas por una helada tormenta prematura, slo para ser claveteadas y levantadas de nuevo. Durante la primera parte del invierno hasta quince personas vivieron en una misma tienda luchando contra la tiritona, y luego fueron levantados los barracones de madera, inconcebiblemente espaciosos en comparacin pero casi tan fros como las tiendas. Antonia pas tres meses fuera en unas vacaciones organizadas por la reina en campamentos originalmente construidos para los hurfanos de la guerra civil, y volvi de all con piojos y liendres y un chocante vocabulario a base de palabrotas y trminos diversos para las partes pudendas. Al ao empez la reconstruccin, y tres aos despus quedaba completada. Antiguas y bellas ciudades de estilo veneciano renacieron convertidas en mediocres aglomeraciones de cajas de hormign blanqueado. Un pueblo fue totalmente reconstruido por un filantrpico exiliado que derroch su fortuna en forma de agua corriente, alcantarillado, calles macadamizadas y farolas de hierro forjado, y qued tan bonito como Fiskardo, la nica poblacin que haba sobrevivido intacta. El pueblo de Pelagia fue reconstruido un poco ms abajo y ms cerca de la nueva carretera construida por ingeniosos ingenieros franceses, y ella hubo de abandonar su vieja casa, con los tesoros y reliquias del escondite sepultados, al parecer, irrevocablemente. Dado que el terremoto haba consistido en ondas de compresin, en la tierra se haban abierto muy pocas fisuras. Pero poco despus del 323

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desastre un bombero italiano descubri una. Haba venido desde Argostolion en un jeep prestado por un americano, y se qued delante de la desierta y desmoronada casa de Pelagia, mirndola con turbada consternacin. Atraves el patio del olivo partido y repar en una brecha abierta en la tierra. Al mirar abajo vio un esqueleto con el esternn y las costillas astillados, la mandbula destrozada en el imponente crneo y unas empaadas monedas de plata en las cuencas de los ojos que le daban una expresin de tristeza, asombro y reproche. El bombero lo contempl unos minutos hasta que algo le hizo estremecer de nuevo. Busc una amapola entre las piedras, la arroj sobre el cadver y luego fue en busca de una pala al jeep. Apenas haba empezado la tarea de sepultarlo de nuevo cuando otra vibracin le hizo perder el equilibrio, y la tierra roja se cerr una vez ms sobre los colosales huesos de Carlo Guercio.

67. EL LAMENTO DE PELAGIA


Este lugar era mi refugio individual, la esencia de mi memoria. En esta casa me tuvo mi madre, brillantes sus ojos castaos, y en esta casa muri. Y mi afligido padre reuni todo su amor y me lo entreg, y me cri y me hizo inspidas comidas de hombre e hizo que mis pies crecieran hacia la tierra contndome las historias de la casa. Me hablaba con mucho amor, trabajaba para m, me dejaba ser nia. Cuando estaba cansada me coga y me llevaba en brazos, me meta en cama y me acariciaba el pelo, y a oscuras le oa yo decir: Koritsimou, si no fuera por ti, si no fuera por ti..., y entonces meneaba la cabeza porque por una vez se quedaba sin palabras, su corazn era demasiado grande para contenerlas, y yo cerraba los ojos y me dorma con la nariz inundada del olor del tabaco y los ungentos, y en mis sueos no aparecan turcos ni monstruos que me asustaran, y algunas noches crea ver pasar a mi madre por la puerta, sonriendo. Y por la maana, l vena a despertarme y me traa chocolate y me deca: Voy a la kapheneia, procura estar levantada cuando vuelva, y sigui dicindome lo mismo hasta que cumpl veinte aos, y yo me quedaba tumbada ms feliz que una monja con el nuevo da, pensando en lo que iba a hacer, y l entraba y me deca: Seorita perezosa, esta vez por poco te pesco, hasta que yo empec a decrselo a l, y l se rea y deca: Bueno, hoy voy a hablarte de Pitgoras, y esta noche escogers un poema para que te lo lea y luego te dir por qu no me gustan los tuyos, y t me dirs por qu no te gustan los mos, y despus podemos enfadarnos y pelear un rato. Y yo me pona a saltar y le deca: Ahora, ahora, vamos a pelear, y l me haca cosquillas hasta que yo casi enfermaba de tanto rer, y despus me haca sentar en una silla y me peinaba dndome tirones, mientras me contaba

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historias aterradoras sobre abades de Creta que incineraban a sus monjes y a s mismos para no rendirse a los turcos. Y me hablaba de islas donde las mujeres tenan cuatro maridos y nadie iba vestido, y de sitios de frica donde la gente tena el trasero ms grande que quepa imaginar, y de sitios tan fros que el mar se helaba y todo era blanco. Pero todo eso ha desaparecido. Me siento entre las ruinas de mi casa y slo veo que fantasmas. No hay ya otra cosa que hierba marchita y piedras resquebrajadas y un rbol cercenado. Ya no hay la mesa donde los chicos de La Scala solan cantar, ya no est Psipsina cazando ratones, no hay cabra que bala al amanecer y me despierte, ya no hay Antonio que me seduzca con sus flores y su mandolina, ni pap que regrese de la kapheneia diciendo Este Kokolios ha dicho la cosa ms ridcula que puedas imaginar. Mi casa no es ms que tristeza y silencio y ruinas y recuerdos. Me he quedado en los huesos, soy mi propio espectro, toda mi belleza y mi juventud se han marchitado, no existe ilusin de felicidad que me mueva a nada. La vida es una prisin hecha de pobreza y sueos abortados, nada ms que un lento avanzar hacia el lugar que me espera bajo tierra, una conjura de Dios para desencantarnos de la carne, nada ms que una llama escueta en un cuenco de aceite entre una oscuridad y otra que le pone fin. Me siento aqu a recordar tiempos pasados. Recuerdo la msica por las noches, y s que todas mis alegras me han sido extradas de la boca como si fueran dientes. Siempre tendr hambre, sed y anhelo. Ah, si tuviera un hijo, un nio que llevarme al pecho, si tuviera a Antonio. Me han devorado como a un trozo de pan. Me acuesto sobre espinos y mi pozo est lleno de piedras. Toda mi felicidad era humo. Pobre padre mo, silencioso e inmvil, perdido para siempre. Mi padre, s, que me cri solo y me ense, que me lo explic todo, que me tomaba de la mano y andaba a mi lado. Jams volver a ver tu cara, y ya nunca me despertars por la maana. No volver ya a verte sentado en nuestra casa en ruinas, siempre escribiendo, la pipa entre los dientes y la mirada radiante. Pobre padre mo, que nunca se cans de curar, que no pudo curarse a s mismo y muri sin su hija; me duele la garganta desde el da en que falleciste, solo. Sobre estas piedras hechas aicos me quedo pensando cmo era la casa. Recuerdo a Velisarios levantando baldosas y vigas como si el que estaba debajo fuera su propio padre. Y recuerdo cuando sac de all al mo, cubierto de polvo blanco, la cabeza colgando en los brazos de Velisarios, abierta la boca, flcidos y colgantes los miembros. Recuerdo cuando Velisarios lo dej en el suelo y yo me arrodill a su lado, ciega y ebria de llanto, y acun en mis manos su ensangrentada cabeza y vi que sus ojos estaban vacos. Aquellos ojos penetrantes no me miraban a m sino al mundo oculto que haba ms all. Y por primera vez pens en lo frgil y menudo que era, lo mucho que le haban traicionado, pegado, y me di cuenta de que sin su alma era tan liviano y delgado que hasta yo poda levantarlo. Y entonces incorpor su cuerpo y estrech su cabeza contra mi pecho, y se oy un grito prolongado que debi de ser mo, y vi tan claro como se ve una montaa que l era el

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nico hombre a quien yo haba querido que me quiso hasta el final, que jams hiri mi corazn y que en ningn momento me fall.

68. LA RESURRECCIN DE LA HISTORIA


El terremoto cambi las cosas de tal manera que hoy en da sigue siendo el nico tema importante de conversacin. Mientras en otros lugares se discute sobre si el socialismo tiene futuro o si fue buena idea abolir la monarqua, los cefalonios hablan de si habr un nuevo terremoto y si ser tan virulento como el ltimo. Viven a la sombra del apocalipsis, y cuando aparentan estar hablando de socialismo y de monarqua, de hecho estn pensando en 1953. En esa pausa durante la cual alguien se olvida de lo que estaba diciendo, o esa momentnea interrupcin del trnsito del tenedor hasta la boca. Como el Marinero Antiguo, no pueden resistir la tentacin de abordar a los desconocidos para contarles lo que pas, y las guas tursticas se las ingenian para convertir los hechos en frases que hacen concebir esperanzas sobre las perspectivas de una mejora. Los viejos relacionan un ao determinado con su posicin anterior o posterior al terremoto, del mismo modo que sigue siendo costumbre referirse a los acontecimientos del ao en funcin de si son antes o despus de la fiesta del santo. La catstrofe logr que mucha gente recordara la guerra como algo trivial y sin trascendencia y renov su gusto por la vida. Ahora poda uno despertar por la maana y sentirse agradecido y asombrado de seguir con vida en una casa slida, e irse a dormir por las noches con la sensacin de absoluto alivio de haber vivido un da de lo ms corriente y anodino. Enamorados que haban postergado su boda se casaban enseguida, y parejas de aos de matrimonio insatisfactorio se miraban asombrados de haber malgastado tanto tiempo e inmediatamente se divorciaban. Se estrechaban los lazos en la familia, pero los que tenan problemas familiares ponan el mar de por medio y emigraban lo ms lejos posible. Las tres habitantes de la nueva casa matriarcal estaban cada vez ms unidas, estructurando sus vidas en torno al nico pilar de la culpabilidad atroz de Pelagia. Insomne y a veces histrica, se reprochaba sin cesar el haber jugado un papel decisivo en la muerte de su padre. l tena setenta aos le deca juiciosamente Drosoula y le deba una muerte a Dios. Fue mejor morir as, intentando salvarnos a nosotras, y tan deprisa. Pero Pelagia no aceptaba tales razonamientos. Saba que en el momento de la catstrofe no haba pensado en otra cosa que en salvarse ella, y saba que al ver caer a su padre ella debi haber intentado, aun a costa de su propia vida, arrastrarlo hacia la puerta antes de que el techo cediera. Una vez y otra reproduca mentalmente la manera en que se haba sentido tan impotente como una mosca en

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un huracn, el modo en que toda idea racional haba sido expulsada de su pensamiento, el modo en que el vnculo de la sangre y el cario haba quedado anulado por los espantosos rugidos y brincos del suelo. Pero era en vano. Por ms explicaciones y excusas que buscara, haba un hecho irrefutable: haba abandonado a su padre en la hora del mximo peligro; l la haba salvado sacudindola de su abstraccin, y ella lo haba dejado morir. No era el quid pro quo de una hija cariosa y obediente. Pelagia desemboc en un laberinto de autorrecriminacin y remordimiento. Descuid su aspecto externo y sus tareas domsticas, prefiriendo sentarse junto a la tumba de su padre y vigilar la llama eterna que ella atenda en un farol de cristal rojo, mordindose los labios hasta hacerlos sangrar y deseando poder hablar con l. Podra haberlo hecho a travs de la losa de mrmol negro con su vieja pero sonriente fotografa, pero se senta indigna de dirigirle la palabra. Con el cabello entrecano en desorden y la cara descolorida, se quedaba all como si esperara que el espectro de su padre se alzara de la tierra y la cubriera de reproches. Cuando en enero soplaba un levante horrible o arreciaba la tormenta, ella se tocaba la cabeza con su chal negro, se levantaba de su silla junto al hornillo y agachaba la cabeza para enfrentarse a los elementos, cuesta arriba en un peregrinaje repetido hasta a la saciedad, obsesionada por la idea de que la llama no se extinguiera. Arrodillada entre los susurros del viento, inclinada sobre su farol para protegerlo de la lluvia, calentndose las temblorosas manos en el cristal, Pelagia transformaba su vida en una largusima penitencia, una prolija disculpa. En aquellos das era capaz de creer que Dios se haba llevado a Antonio porque en su divina presciencia haba sabido siempre que ella iba a fallarle a su padre, concibiendo al primero como su castigo, y previendo al segundo como su pecado. Drosoula perdi la cuenta de las veces que ella y Antonia haban tenido que subir hasta el cementerio para llevarse a Pelagia, atormentada y suplicante, las manos temblando y las piernas aparentemente desgonzadas por las rodillas. Un da, Antonia y Drosoula no pudieron ms. Su compasin haba ido tornndose en ira y fastidio, y la vieja y la muchacha conspiraron para devolverle el juicio. El problema deca Drosoula es que durante la guerra perdi a alguien que quera mucho, y esta muerte de ahora ha sido la gota que ha colmado el vaso. Es el fantasma del que habla siempre? S. Se llamaba Corelli, era msico. T crees que lo ve de verdad, o diras que se ha vuelto loca? Antes no estaba loca. Los fantasmas pueden aparecerse a quien les d la gana, pero los dems no los ven. Lo que le ha aflojado los tornillos es la muerte del abuelo. La nia se estremeci. Pobre abuelo. Haba pensado pedirle consejo al cura dijo Drosoula.

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Pero si tambin est loco desde lo del terremoto. Y si nos disfrazamos de fantasma del abuelo y vamos a decirle que no fue culpa suya? La idea es buena dijo Drosoula enarcando una ceja, pero Pelagia no es tonta, por ms loca que pueda estar. No es fcil hacer de fantasma, sabes. Yo soy demasiado alta y t demasiado baja, y no tenemos ni idea de hablar como lo haca l; todas esas palabras que ocupan tres pginas enteras si las escribes, y esas frases que podran llenar un libro de la primera a la ltima pgina, y recuerda que eso an podra empeorar las cosas. Por qu no la atamos a la cama y le damos una paliza? Drosoula suspir con ansia al evocar aquella agradable imagen, y se pregunt si la cosa funcionara. En los viejos tiempos, incluso de nia en Turqua, solan curar a los dementes a base de palizas hasta que les daba miedo seguir estando locos. Haba funcionado entonces, pero no haba modo de saber cunto haba cambiado la naturaleza humana en aquellos aos. Sospechaba que de todos modos la locura de Pelagia tena algo de autocomplacencia, una suerte de egomana masoquista, y que una paliza poda resultarle algo merecido antes que disuasorio. Tom las manos de la nia entre las suyas, la bes en la coronilla y se le iluminaron los ojos. Tengo una idea dijo. As pues, mientras desayunaban a la maana siguiente, Antonia proclam de sbito: Esta noche he soado con el abuelo. Qu curioso dijo Drosoula. Yo tambin. Miraron a Pelagia esperando alguna reaccin, pero ella sigui desmenuzando un trozo de pan. Me deca que se alegraba de haber muerto prosigui Antonia, porque ahora puede estar con la madre de mam. Pues a m no me dijo eso replic Drosoula, a lo que Pelagia pregunt: Por qu hablis como si yo no estuviera? Porque no ests observ brutalmente Drosoula. Hace mucho tiempo que no ests aqu. Qu te dijo, entonces? pregunt Antonia. Que quiere que tu mam escriba la Historia de Cefalonia que qued sepultada durante el terremoto. Que la termine por l. Dijo que saber perdidos sus escritos le quita toda la gracia al hecho de estar muerto. Pelagia las mir con suspicacia, pero las otras dos la ignoraron. Antonia estaba descubriendo que aquella comedia poda resultar muy divertida: Yo no saba que estaba escribiendo una historia. Por supuesto que la escriba. Para l era ms importante que ser mdico. Antonia se volvi hacia Pelagia y le pregunt con toda inocencia: Entonces la vas a escribir? No s por qu le preguntas dijo Drosoula. Est en la luna. Estoy aqu protest Pelagia. 328

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Bienvenida, mujer dijo sarcsticamente Drosoula. Pelagia volvi al cementerio y repuso aceite en la lmpara. Mirando la inscripcin (Padre y abuelo querido, esposo fiel, amigo de los pobres, sanador de seres vivos, infinitamente instruido y valeroso) se le ocurri que haba un modo de mantener viva su llama, incluso si todo aquello de los sueos era pura patraa. Fue hasta Argostolion viajando de balde en una carreta de mulos y regres con unas plumas y un buen fajo de papel de escribir. Fue sorprendentemente fcil. Haba ledo tantas veces el manuscrito que aquellas viejas frases entraban a raudales por la ventana y la puerta de la cocina, se hacan or de forma inaudible y fluan por su brazo y mano derechos para emerger por la punta de la estilogrfica y llenar una hoja tras otra: La semiolvidada isla de Cefalonia surge imprvida e impremeditadamente del mar Jnico. Es una isla tan antigua que hasta las mismas rocas exhalan un aire de nostalgia, y la tierra rojiza yace estupefacta no slo a causa del sol sino del insoportable peso de la memoria... Drosoula y Antonia espiaron a Pelagia sentada a su mesa como una colegiala, tocndose los dientes con su pluma y mirando de vez en cuando por la ventana con aire abstrado. Las conspiradoras se escabulleron a una distancia prudencial, se abrazaron y bailaron de jbilo. Pelagia se convirti casi en su padre. Como en la poca de su zozobra, y tal como haba hecho a lo largo de su vida, se desentenda prcticamente de la casa dejando todo el trabajo a las otras dos. De los escasos recuerdos de su padre sacados de las ruinas quedaba su pipa, y Pelagia se la colgaba de los dientes como haca l, inhalando los difuminados vestigios de alquitranada picadura y marcando la embocadura con las muescas de sus dientes, que se superponan a las de su padre. No encenda la pipa sino que la tena por un instrumento de su mdium, de forma que las palabras parecan fluir ahora de la vaca cazoleta directamente hacia su cerebro. Poco a poco empez a aadir un toque femenino a las preocupaciones masculinas del texto, aportando detalles acerca de la manera de vestir y las tcnicas para cocer el pan en el horno comunitario, de la importancia econmica del trabajo infantil y del cruel pero tradicional desprecio hacia las viudas. A medida que escriba, descubri que sus propias pasiones superaban las de su padre, pasiones cuya existencia no haba sospechado previamente, y sobre la pgina se cernieron atronadoras condenas y cidos veredictos que excedan en malignidad a los del doctor. El placer que aquello le causaba la transform. Su acto de devocin filial se metamorfose en un plan de altos vuelos que depar numerosas visitas a la biblioteca y apremiantes cartas a instituciones cientficas, museos martimos, expertos en Napolen y catedrticos americanos en historia de los imperios. Con gran satisfaccin y sorpresa descubri que por todo el mundo haba personas entusiastas enamoradas del saber y de su explicacin coherente, hasta el punto de dedicar meses a hacer pesquisas en nombre de ella, y enviarle finalmente mucho ms de lo que ella haba pedido, con notas personales de aliento y listas de otros expertos e instituciones a los 329

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que consultar. A medida que se amontonaba la correspondencia, Pelagia empez a temer que acabara escribiendo una Historia universal del mundo entero, porque todo estaba relacionado con todo de las formas ms complicadas, tortuosas o elegantes. Al final meti todos sus papeles en una caja grande y se pregunt cul era el siguiente paso. Habra que hacerlo publicar desde luego, bajo el nombre de ella y el de su padre, pero le pareca angustioso tener que desprenderse del manuscrito, mandar a su beb intelectual a esos mundos de Dios sin una madre que lo protegiera. Anhel estar junto a cada lector a fin de responder a sus objeciones y decirle que no se saltara ningn captulo, para alegar pruebas adicionales. Tante el terreno con cuatro editores, que le expresaron su apoyo, le advirtieron que un libro as no tena mercado y le dijeron que lo mejor sera donar la obra a una universidad. Lo har cuando me muera, pens Pelagia, y lo dej en un estante como evidencia visible del hecho ahora innegable de que era una autntica intelectual en la gran tradicin helnica. El proyecto la haba tenido ocupada hasta 1961, el ao en que Karamanlis le gan las elecciones a Papandreu, y al trmino del mismo repas el voluminoso documento y se dio cuenta de que a lo largo de su redaccin y compilacin se haba operado dentro de ella una transformacin mgica. En los primeros captulos la caligrafa era tan desencajada y fina como la de su padre en los largos aos de su silencio, pero con el tiempo haba ganado firmeza y redondez, era ms segura. Pero lo ms importante era que el proceso de escribir haba hecho cristalizar opiniones y posturas filosficas que ella desconoca poseer. Descubri que su comprensin bsica del proceso econmico era marxista, pero que, paradjicamente, pensaba que el capitalismo ofreca mejores soluciones. Era de la opinin que las tradiciones culturales tenan mayor fuerza en la historia que las transformaciones econmicas, y que la naturaleza humana era irracional hasta extremos de demencia, lo cual explicaba su disposicin a abrazar creencias demaggicas e inverosmiles, y concluy que libertad y orden no eran excluyentes sino condiciones previas el uno de la otra. Drosoula tena suficiente sentido comn para no prestar odos a grandes teoras, de modo que Pelagia inculc aquellas ideas en la joven Antonia. Se quedaban levantadas hasta muy tarde, demasiado ebrias de filosofa como para ir a vaciar la vejiga que reventaba de infusiones de menta, o para acostarse y cerrar los ojos ardientes de cansancio. Antonia, ahora en el ms perfecto estado de belleza y perversidad natural adolescentes, objetaba todas las ideas de su madre no slo por amor al arte de discutir, sino por una cuestin de principios, y Pelagia descubri pronto el placer de obligar a un adversario a contradecirse de una postura que haba mantenido el da anterior. Aquello dejaba a Antonia enmudecida de rabia y la haca adornar sus comentarios con salvedades y reservas que la comprometan a nuevas contradicciones o a llegar a una conclusin tan moderada que en el fondo no era opinin ni era nada. Pelagia exacerbaba el enfado y la frustracin de la 330

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muchacha advirtindole repetidas veces: Cuando tengas mi edad, comprenders que yo tena razn. En los planes de Antonia no entraba llegar a la edad de Pelagia, y as lo afirmaba ella: Quiero morirme antes de cumplir los veinticinco deca. No quiero volverme vieja e irritable. Vea ante s una eternidad de juventud sin lmites, y, con ardor en su mirada, le deca a Pelagia: La culpa de todos los problemas la tenis los viejos, y somos los jvenes los que hemos de solucionarlos. Suea mientras puedas, comentaba Pelagia, a quien no sorprendi aunque s choc que Antonia, con diecisiete aos, anunciara que iba a casarse y que en lo sucesivo iba a ser comunista. Seguro que lloras cuando muera el rey dijo Pelagia.

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69. EL QUE LA SIGUE LA CONSIGUE


Fue ms o menos por esa poca cuando empezaron a llegar de todo el mundo misteriosas postales escritas en un griego tosco. De Santa Fe lleg una que rezaba: Esto te gustara. Las casas son de barro. De Edimburgo: En lo alto del castillo sopla un viento que te levanta por los pies. De Viena: Hay una estatua de un soldado ruso, y todo el mundo la llama "El monumento al violador desconocido". De Ro de Janeiro: Es carnaval. Calles llenas de orines y chicas tan guapas que te caes de culo. De Londres: La gente, loca; la niebla, horrible. De Pars: Hay una tienda que slo vende bragueros y artefactos para herniados. De Glasgow: Hasta el gorro de holln y de borrachos tirados. De Mosc: Obras de arte en el metro. De Madrid: Qu calor. Todo el mundo duerme. De Ciudad del Cabo: La fruta, buensima; la pasta, vomitiva. De Calcuta: Ms que aire, polvo. Diarrea bestial. Pelagia pens que el alma marina de su padre se haba dedicado a visitar de nuevo sus regiones favoritas y que le mandaba mensajes desde el ms all. Pero Mosc estaba lejos del mar. As pues, las cartas podan ser de Antonio. Pero l tambin estaba muerto, no haba aprendido suficiente griego para leer ni escribir, y qu motivo tendra para ir de un lado a otro desde Sydney hasta Kiev incluso si estuviera vivo? Poda ser que las postales annimas se las mandara alguien con quien ella haba mantenido correspondencia durante la redaccin de la Historia. Confusa, pero intrigada y complacida, reuni su coleccin de postales raras y las meti en una caja atadas con gomas elsticas. Tienes un novio clandestino, deca Antonia, contenta de considerar semejante posibilidad ya que as poda desviar la atencin de su propio romance, que tanto Drosoula como Pelagia desaprobaban. Se haban conocido cuando Antonia ayudaba a servir mesas en un bullicioso caf en la plaza mayor de Argostolion para ganarse algn dinero. Una ruidosa charanga de Lixouri haba estado tocando en la plaza, y el susodicho caballero se haba visto obligado a gritar su encargo al odo de la muchacha, comprobando en ese preciso instante que se trataba de una esplndida y atractiva oreja juvenil que clamaba a voces ser mordisqueada de noche bajo un rbol en una calle oscura. Antonia, a su vez, haba advertido que aquel hombre ola a la mezcla perfecta de virilidad y locin para el afeitado, que su aliento era tan fresco y calmante como la menta, y que sus ojos castaos perpetuamente sobresaltados indicaban dulzura y sentido del humor. Alexi se dejaba caer conspicuamente por el caf todos los das. Elega siempre la misma mesa y su corazn se inflamaba de ansia por ver a la joven y escultural camarera de dientes perfectos y grciles

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dedos, hechos respectivamente para mordiscos y caricias de amor. Ella le esperaba fielmente, prohibiendo con vehemencia a las otras chicas, a los camareros e incluso al propietario, que le sirvieran. Un da el hombre le tom la mano cuando estaba sirvindole, la mir con canina adoracin y le dijo: Csese conmigo. Hizo un metafrico gesto con la mano y agreg: No tenemos nada que perder salvo nuestras cadenas. Alexi era un abogado radical capaz no slo de probar que si un rico elude sus impuestos comete un delito contra la sociedad, sino tambin que si lo hace un pobre constituye una accin legtima, meritoria y decidida contra los opresores, merecedora del apoyo de todo ciudadano sensato pero tambin del absoluto beneplcito de la justicia. Poda poner a cualquier juez al borde del llanto con el desgarrador relato de la infancia infeliz de sus clientes, e igualmente poda sacar de un jurado una ovacin de gala con sus acerbas condenas de policas que pretendan defender la ley en el cumplimiento de sus funciones brutalmente. Pelagia vio que Alexi se convertira con el tiempo en un ultraconservador, pero no era su filiacin poltica el motivo de su oposicin: sencillamente, Pelagia no soportaba la idea de Alexi y Antonia haciendo el amor. Ella era muy alta, l muy bajo. Ella slo tena diecisiete aos, l treinta y dos. Ella era delgada y de porte elegante, l era rechoncho y calvo y sola tropezar con objetos. Pelagia se acord de su pasin por Mandras a aquella misma edad, se estremeci y prohibi categricamente la boda, resuelta a evitar un sacrilegio y una blasfemia. No obstante, el da de la boda fue delicioso. A principios de la primavera los campos y el monte se cubran de azafrn, violetas, stachys blancos y sternbergias amarillas, y las plidas lilas cabeceaban sobre tallos exiguos entre la hierba seca ya de los prados. La pareja sigui la costumbre de reunir a quince padrinos y madrinas de boda en la ceremonia, y Alexi ejecut incluso unas cuantas cabriolas en la danza de Isaas sin hacerse dao ni caerse. Antonia, radiante y feliz, besaba hasta a los desconocidos, que la miraban boquiabiertos, y Alexi, sudoroso de alcohol y alegra, solt un largo y potico discurso que haba compuesto en epigramas rimados, gran parte del cual en juicioso elogio de su suegra. Ella siempre recordara el momento exacto de la fiesta en que comprendi cmo Alexi haba despertado el corazn de Antonia; fue cuando l la rode con el brazo, la bes en la mejilla y dijo: Compraremos una casa en tu pueblo, con tu permiso. Su sincera humildad y la implcita duda de que ella pudiera no quererle a su lado bast para que Pelagia lo adorara. A partir de entonces dedic muchas horas felices a bordarle los pauelos y remendarle los calcetines que Antonia intentaba convencerle de que tirara. Cario le deca ella, si te cortaras las uas de los pies me ahorraras muchos araazos y mi madre no tendra que ocuparse en tonteras. Pelagia esper impaciente la llegada de un nieto y Drosoula se puso de lleno a trabajar. En el espacio que en tiempos haba ocupado su casa junto al muelle levant un tejado de paja y unas romnticas farolas. Mendig y pidi prestadas unas cuantas mesas y sillas 333

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desvencijadas, puso una cocina de carbn y abri por todo lo alto la taberna que diriga con excntrica y caprichosa diligencia hasta su muerte en 1972. Los turistas empezaban a llegar en cuentagotas a Cefalonia. Al principio fueron ricos propietarios de yates que informaban con aires de suficiencia a sus amistades sobre los sitios ms pintorescos donde comer, y luego los enmochilados herederos espirituales del modo de vida de aquel lgubre bardo canadiense. Expertos y no tan expertos en Lord Byron llegaban de vez en cuando... y se iban. Soldados alemanes convertidos ahora en prsperos y amables burgueses con familia numerosa traan a sus vstagos y les decan: Aqu es donde pap hizo la guerra, verdad que es bonito? Va taca llegaban italianos en transbordador trayendo sus nauseabundos caniches blancos y su destreza personal para comerse enteros unos pescados grandes como para alimentar a mil personas. Como propietaria de la nica taberna del pequeo puerto, Drosoula ganaba en verano lo suficiente para no dar golpe en invierno. Lemoni, que se haba casado y estaba conmovedoramente gorda y feliz con sus tres hijos, ayudaba a servir en la taberna; Pelagia sola ir supuestamente a trabajar pero en realidad buscaba poder hablar en italiano. El servicio no tena nada de rpido; era sumamente lento. A veces Drosoula mandaba a un nio en bicicleta a buscar el pescado que le peda un cliente, y si el horno no se encenda bien haba que esperar dos horas hasta que la comida estaba a punto. Los parroquianos reciban un trato desprovisto de excusas; para Drosoula eran miembros de una paciente familia cuya supervisin incumba solamente a ella, y a menudo no se serva nada si resultaba que a Drosoula le haba cado especialmente bien un cliente y estaba absorta charlando con l o ella. Pronto descubri que los extranjeros la consideraban extica, y sola sentarse a sus mesas entre espinas de salmonete y migas de pan, dando sobras a los maulladores descendientes de Psipsina mientras inventaba ridculas historias sobre fantasmas locales, atrocidades turcas y la poca en que estuvo viviendo en Australia con los canguros. Los extranjeros la veneraban, y teman sus ojos bovinos, su arrastrar de pies, su papada de pavo, su espalda encorvada, su colosal estatura y su espectacular vello facial. Nunca se quejaban de su falta de memoria ni de sus inexplicables demoras, y solan decir: Es tan simptica, la pobre, que da apuro meterle prisa. Entretanto Pelagia esperaba el nieto que nunca llegaba. Perdon a Antonia por empezar a fumar y llevar pantalones y coincidi con ella en que era bueno que las dotes se hubieran abolido. Sonri cuando en 1964 Antonia llor por la muerte del rey Pablo y sostuvo que la monarqua era un anacronismo corrupto. Pelagia se mud provisionalmente a casa de Antonia para consolarla cuando en 1967 Alexi fue encarcelado arbitrariamente, aunque por poco tiempo, por los coroneles, y de nuevo en 1973 cuando lo encerraron por plantar cara a un polica durante la ocupacin estudiantil de la facultad de derecho de la Universidad de Atenas. Ms adelante se guardara sus reservas sobre el apoyo de Antonia al gobierno socialista de Papandreu, e 334

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incluso le concedi cierta parte de razn cuando aqulla insisti en ir al continente para participar sin ningn decoro en manifestaciones feministas. Se daba cuenta de que no poda ridiculizar un credo tan utpico y optimista como aqul y a fin de cuentas la responsable era ella; estaba cosechando la tempestad consecuencia inevitable de haber enseado a la chica a pensar. Por aadidura, le segua gustando la idea que haba acariciado de joven: que todo era posible. Pero s objetaba la conviccin de Antonia de que no tena por qu darle un nieto. Es mi cuerpo sostena Antonia, y no es justo que se espere de m que lo constria por un mero accidente biolgico, verdad? Adems, el mundo est ms que poblado y tengo derecho a elegir, me parece a m. Alexi coincide conmigo, o sea que no creas que lo vas a intimidar. Todo va bien, verdad? pregunt Pelagia. A qu viene eso, mam? No, no soy virgen y no hay ningn problema... de ese tipo. Me lo sigo pasando muy bien, si vamos a eso. No quiero ser ruin, pero mira que a veces eres anticuada. No es que quiera entrometerme. Soy una vieja y ya he visto lo suficiente. Slo quera estar segura. Te parece que estoy en mi derecho? Es mi cuerpo repeta Antonia, volviendo al origen de su eterna discusin. Me estoy haciendo vieja deca Pelagia, eso es lo que pasa. Vivirs ms aos que yo, mam. Pero la primera en morir fue Drosoula, perfectamente erguida en su mecedora, tan tranquilamente que pareca estar disculpndose de haber vivido. Era una mujer indmita que haba disfrutado unos cuantos aos de felicidad con un marido al que amaba, una mujer que haba repudiado a su propio hijo por una cuestin de principios y que haba vivido sin quejarse el resto de sus das al servicio de quienes la haban adoptado accidentalmente. Haba administrado aquella pequea familia como un pastor paciente y la haba cobijado en su voluminoso seno como una madre. Despus del entierro en el mismo cementerio que descansaba el doctor, Pelagia vio con desesperante claridad que no slo tena otra llama que atender sino que se haba quedado sola. No tena ya la menor idea de cmo organizar su vida, y fue con miedo y desesperanza en el corazn como se hizo cargo de la taberna e intent torpemente ganarse el sustento. Alexi, calvo del todo y habiendo viajado desde el rtico ideolgico del puritano partido comunista hasta el clima subtropical del partido socialista, descubri con cierta ansiedad y culpa que su xito como abogado lo haba precipitado en manos de la clase que tanto haba desdeado. Ahora era un pulcro burgus con un Citron grande, una casa supuestamente a prueba de terremotos con macetas de terracota rebosantes de geranios, cuatro trajes y una considerable aversin por la corrupta incompetencia encarnada por el partido de sus amores. En las reuniones y fiestas hablaba largo y tendido en favor de los socialistas, pero a la hora de votar pona furtivamente la crucecita junto al nombre de Karamanlis, y cundo ste ganaba las elecciones Alexi finga una terrible desesperacin. Contrat a un contable y acab 335

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siendo tan eficiente a la hora de evadir impuestos como cualquier otro griego de larga tradicin. Antonia aguant cuatro aos a partir de que su vientre empez a clamar por un ocupante, no viendo razn alguna para rendirse a un cuerpo que tena tan ilgicas e ideolgicamente sospechosas exigencias, hasta que por ltimo conspir con l y le permiti que la hiciera olvidarse de tomar la pldora. No hubo nadie, por tanto, tan genuinamente sorprendida como ella cuando su vientre se hinch de forma intempestiva y un nio empez a tomar cuerpo dentro de ella. El matrimonio volvi a cogerse de la mano en pblico, a mirar con inocencia a los bebs y su ropita, e hicieron largas listas de nombres que a continuacin tachaban diciendo aquello de Conozco a uno que se llama as, y es horroroso. Ser nia dijo Pelagia en una de aquellas frecuentes ocasiones en que apoyaba la oreja contra el vientre cada vez ms grande de Antonia. Est muy quieta, no puede ser otra cosa. Creo que tenis que ponerle Drosoula. Es que Drosoula era tan grande y tan... Fea? Eso no importa. La queramos igual. Su nombre debe perdurar. Cuando esta nia sea mayor, debe saber de dnde le viene el nombre y a quin perteneca antes. Ay, mam, no s... Ya soy vieja declar Pelagia, cada vez ms gratificada cuando repeta esta cantinela. Tal vez sea mi ltimo deseo. Tienes sesenta aos. No hay para tanto. Bueno, pues me siento vieja. Pues no lo aparentas. No te eduqu para que fueras una mentirosa dijo Pelagia, por lo dems contentsima. Yo tengo treinta y cuatro dijo Antonia. Eso s es vejez. Sesenta slo es una cifra. La nia result ser un nio, con su fascinadoramente arrugado escroto y su esculido pene que en aos venideros demostrara ser muy prctico. Pelagia acunaba a la criatura en sus brazos, sintiendo toda la tristeza de una mujer que ha permanecido virgen y tcnicamente estril toda su vida, y empez a llamarle Iannis. Tan a menudo le llamaba as que sus padres vieron enseguida que no podan ponerle Kyriakos o Vassos o Stratis o Dionisios. Si se le llamaba Iannis, sonrea y sacaba viscosas burbujas que le goteaban barbilla abajo, y con Iannis se qued. El beb tena una resuelta y testaruda abuela que slo le hablaba en italiano, y unos padres que hablaban muy en serio de mandarlo a una escuela privada, aun cuando las estatales no tuvieran nada de malo. Impulsado por la irrebatible teora de que un hombre debe pasarle algo a su hijo, evitando en lo posible el impuesto sobre la herencia, Alexi empez a buscar dnde hacer una buena inversin. Construy un pequeo bloque de apartamentos para turistas en una rida colina e hizo instalar una cocina moderna y sanitarios en la taberna. Convenci a Pelagia de que aceptase contratar a un cocinero decente, dejndola a ella como administradora del local, y se repartieron los beneficios al 336

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cincuenta por ciento. En las despintadas paredes Pelagia peg todas las postales que seguan llegndole de los cuatro rincones del planeta, adems de multicolores muestras de moneda extranjera donadas por turistas que se volvan generosos y antojadizos bajo la benigna y lenitiva influencia del robla y la retsina.

70. LA EXCAVACIN
Con cinco aos de edad y Christos Sartzetakis elegido en el lugar de Karamanlis, Iannis ya saba decir Hola y Verdad que es un primor? en seis idiomas distintos. Esto era porque se pasaba casi todo el da en la taberna al cuidado de su abuela, arrullado por sonrosados y sensibleros turistas a los que gustaban los chiquillos de piel morena con mechones negros sobre ojos color de bano, siempre y cuando no se hicieran mayores y viajaran a sus propios pases en busca de un empleo. Iannis llevaba las cestas de pan a las mesas, se asomaba encantadoramente al mantel, y ganaba suficiente dinero en propinas para comprarse un oso de peluche, un coche teledirigido y una imitacin en plstico del baln del Campeonato del Mundo de Ftbol. Pelagia lo presentaba ufana a los clientes, y l ofreca su mano con cortesa y confianza, la viva imagen del nio perfecto que ya no se daba en pases ms prsperos pero menos sensibles. Sus modales anticuados eran una prodigiosa novedad, y el nio slo haca muecas cuando alguna mujer gorda con halitosis y pegajoso pintalabios lo abrazaba o besuqueaba. El motivo de su continua presencia en la Taberna Drosoula era que su padre estaba construyendo nuevos apartamentos con piscina y pista de tenis, y que su madre haba recado en un anticuado feminismo presocialista segn el cual una mujer tiene los mismos derechos que un hombre en lo tocante a iniciativa capitalista. Antonia cogi prestado dinero de su marido para abrir una tienda y en cuatro aos se lo devolvi meticulosamente a un cinco por ciento de inters. En la calle Bergoti de Argostolion abri un bazar de souvenirs donde se vendan reproducciones de nforas, sartas de cuentas, muecos ataviados con la fustanella de los evzones, casetes de syrtaki, equipo de submarinismo, estatuillas del dios Pan tocando sus flautas con manifiesta concentracin aunque dotadas de una esplndida e hiperblica ereccin, lechuzas de Minerva en piedra caliza, postales, alfombras hechas a mano que en realidad las hacan a mquina en el norte de frica, delfines de porcelana, dioses, diosas y caritides, mscaras teatrales de terracota, chucheras de plata, colchas de intrincados dibujos, sortijas de boda que parodiaban cmicamente los movimientos de la cpula, diminutos bozoukis mecnicos con flcidas cuerdas de niln rojo hechas con hilo de pescar que tocaban Nunca en domingo o Zorba el griego, ejemplares de las novelas de Kazantzakis

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en ingls, siniestros iconos con autntica ptina representando santos cuyos nombres en cirlico eran tan indescifrables como improbables, emolientes para ingleses con quemaduras de sol, cinturones y bolsos de piel, camisetas con variaciones sobre el mensaje Mi papi estuvo en Grecia y slo me trajo esta mierda de camiseta, guas tursticas y fusiles lanza arpones, paracetamol, bolsas de playa con asas que se descosan, esterillas de rafia, compresas y condones. Antonia presida aquel eclctico emporio vestida como siempre de blanco deslumbrante, sentada a la caja registradora (para no dejar pistas a un posible recaudador de impuestos), metido el pulgar en la boca y dispuestas las largusimas piernas en posturas de sofisticada elegancia. No tard en abrir otras tiendas idnticas en Lixouri, Skala, Samos, Fiskardo y Assos, y para tranquilizar su buena conciencia artstica decidi patrocinar a un ceramista que iba a fabricar verdaderamente bellos artculos y adornos de jardinera en terracota a prueba de escarcha, segn el estilo clsico. Antonia y Alexi visitaron Pars y Miln con la vaga idea de abrir una boutique de lujo en Atenas, y en esa poca Alexi desechaba con desdn los argumentos de quienes pretendan redistribuir su riqueza personal: Entre Antonia y yo damos trabajo a docenas de personas. Si nos enriquecemos, enriquecemos tambin a nuestro personal, o sea que no me vengas con chorradas pasadas de moda, vale? Qu pretendes, que vivan todos del paro? Tienes idea de cunta gente fabrica las cosas que vendemos? Pues son centenares, que lo sepas. Su hijo creca feliz en compaa de la abuela, remojndose los pies en el agua transparente del puerto y siempre hipnotizado por los giles e impulsivos cardmenes. Por las tardes la familia al completo se reuna en la taberna, en general pero no siempre despus de la hora punta, y discutan en griego y en italiano mientras Pelagia, nostlgica ya de la infancia de Iannis, deca: Os acordis de aquella vez que le estaba cambiando el paal en la tapia y de pronto se hizo pip y le sali un chorro dorado que fue a dar sobre el gato? Y luego el gato sali pitando y empez a lamerse, puaj, y nos remos tanto que pensamos que bamos a reventar. Qu tiempos aquellos. Es una pena que los nios crezcan. Y el muchacho se rea cortsmente deseando que su abuelita no le pusiera en evidencia, y luego se iba detrs de la tapia y comprobaba hasta qu altura poda mojar la pared, inclinndose hacia atrs por las rodillas y experimentando con el alcance y elevacin de su interesante apndice y el maravilloso chorro dorado. Como tena un amigo llamado Dimitri que poda mear ms alto que l, hubo de entrenarse un poco antes de aceptar apuestas. Con un pedazo de tiza que guardaba detrs de la tapia llevaba una lista de las bellas extranjeras que le haban besado en la mejilla cuando se despedan al trmino de sus vacaciones. Eran ciento cuarenta y dos, una cifra casi imposible de imaginar; l no recordaba sus caras sino slo una impresin general y gozosa de cabellos brillantes, ojos grandes, fragancia perfumada y unos pechos esponjosos que se achataban contra l de modo fortuito para recuperar luego su forma. Por la noche, despus que lo llevaban a casa dormido en brazos de su padre, sola

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soar en una babel de lenguas con chicas deliciosas y olor a crema facial hidratante. Cuando Iannis cumpli los diez, en el ao de la antittica coalicin entre comunistas y conservadores, Pelagia contrat a un bozoukista para que entretuviera a los clientes de la taberna. Se llamaba Spiridon, vena de Corf y era un hombre carismtico de una inagotable exuberancia. Tocaba su instrumento con tal virtuosismo y vitalidad que pareca estar tocando no uno sino tres bozoukis, y era capaz de hacer que hasta los alemanes se pasaran la mano por los hombros y bailaran en crculo moviendo los pies como si fueran caballos piafando de impaciencia. Saba a la perfeccin cmo interpretar una pieza acelerando, empezaba muy lento y con mucha pompa, y paulatinamente iba imprimiendo velocidad hasta que los bailarines acababan enredados en un histrico lo de extremidades. Conoca canciones de cuna y de pescadores, melodas clsicas y composiciones nuevas de Theodorakis, Xarhakos, Markopoulos y Hadjidakis, y las saba ejecutar con trmolos precisos y con improvisaciones extremadamente sincopadas que impedan a su pblico seguir bailando porque era an mejor escuchar. Iannis adoraba a Spiridon, con sus anchas espaldas, su enorme barba negra, su amplia boca que pareca contener un centenar de dientes resplandecientes (incluido uno de oro) y su repertorio de trucos de prestidigitacin mediante los cuales te sacaba huevos de las orejas y haca desaparecer monedas con un fogonazo de los dedos. Pelagia tambin le quera porque le recordaba mucho a su capitn ausente, y a veces anhelaba tener una mquina del tiempo que la devolviera a los das del nico amor de su vida. Pensaba que tal vez el alma del capitn mova los dedos de alguien como Spiridon, pues se deca que incluso muerto el msico, su msica errabunda pasaba a otras manos y perduraba en ellas. Iannis deseaba en secreto hacerse arpn en cuanto tuviera edad suficiente para ello. Estos kamakia eran chicos griegos que vivan a una dieta de sexo permanente, entreteniendo a las romnticas extranjeras que, libres de carabina, llegaban a la isla en busca de amor verdadero y orgasmos mltiples en brazos de cualquier Adonis moderno que accediera a arrebatarlas de pasin. Se consideraban tan indispensables para la industria turstica que se hablaba incluso de crear un sindicato que representara sus intereses. Seductora y caballerosamente repartan bellos recuerdos y corazones destrozados, mientras esperaban en el aeropuerto a que llegara una nueva chica tras haber despedido a la anterior. En pocas de escasez haraganeaban en sus ciclomotores, charlando de los atributos sexuales de las distintas nacionalidades. Las italianas eran las mejores, y las inglesas unas intiles a menos que estuvieran borrachas. Las alemanas eran muy tcnicas, y las espaolas melodramticas e incontrolables, mientras que con las francesas, de tan presumidas, haba que fingir enamoramiento desde el primer instante. Iannis sola inspeccionarse el minsculo rabo con sus impredecibles y dolorosas erecciones, y preguntarse si alguna vez tendra un orgasmo fuera eso lo que fuese

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y cundo despertara de sus hmedos sueos su arpn particular para dar el decisivo estirn. A Iannis no le pas por alto que Spiridon era popular entre las chicas. Al trmino de cada actuacin solan coger las rosas rojas de los esbeltos jarroncitos que adornaban sus mesas y arrojrselas al msico. Vio tambin que Spiro acuda a primera hora de la tarde y les quitaba las espinas a las rosas, tan confiado estaba de aquel bombardeo floral. Observ asimismo que Spiro se haca fotografiar siempre en compaa de chicas de narices brillantes, hasta cuatro de una vez, y que en tales ocasiones sonrea de oreja a oreja mientras su rostro irradiaba orgullo y felicidad. En vista de lo cual, Iannis pidi a Spiro que le ensease a tocar el bozouki. An tienes los brazos demasiado cortos le dijo Spiro, sera mejor que empezaras con una mandolina. De hecho es lo mismo, pero ms a tu medida. Ahora tienes diez aos, cuando tengas catorce quiz podrs empezar con el bozouki. Mira... Apoy el instrumento sobre la falda del chico y le estir el brazo izquierdo. Tu brazo es demasiado corto y la mano no es lo bastante grande para coger todo el mstil. Necesitas una mandolina. Iannis se sinti un poco decepcionado. l quera ser igual que su hroe. Sabes tocar la mandolina? pregunt. Que si s tocar la mandolina, dices? As es como aprend, hombre. Soy el mejor mandolinista que he odo nunca, aparte de un par de italianos. De hecho, la mandolina es mi instrumento favorito. Me ensears? Te har falta una mandolina. Si no, tendramos que limitarnos a la teora. De mal humor, Iannis dio la lata a su madre, a su padre y a su abuela para que le comprasen una mandolina. Antonia se quit el pulgar de la boca y dijo: La prxima vez que vaya a Atenas, te comprar una, y como es lgico, se olvid. Te traer una de Npoles, dijo Alexi, que no tena la menor idea de cundo iba a ir all ni con qu motivo. Finalmente Pelagia le dijo: Bueno, el caso es que tenemos una, pero est enterrada en la casa vieja. Estoy segura de que a Antonio no le importara si la desenterrases. Qu Antonio? Mi novio italiano que muri en la guerra. La mandolina era suya. Debes haber odo hablar de l. S, ya. Pero si est enterrada estar podrida y rota, no? No lo creo. En mitad del suelo haba un escotilln, y estaba metida en un agujero. Pero t solo nunca podrs remover toda esa basura, y adems yo no te dejara. Es demasiado peligroso. Iannis suplic a su padre que le prestara unos cuantos obreros de uno de sus solares en construccin. Alexi se lo prometi, pero despus le dijo que no poda ser debido a unos proyectos urgentes relacionados con un avin cargado de turistas que deba llegar en breve a una urbanizacin recin construida cuyos sanitarios no haban sido totalmente instalados siquiera. Alexi estaba tan nervioso con el asunto 340

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que hasta lleg a pegar a su hijo por primera vez en su vida para luego abrazarlo y pedirle disculpas. As pues, Spiridon fue llevado de la mano colina arriba hasta unas fantasmales ruinas abandonadas donde crecan largas matas de hierba y espinos desecados que cubran casi las viejas piedras hechas aicos. Alrededor quedaban los silentes y desiertos restos de pequeas casas envueltas en una apariencia de soledad y pesar. Peldaos alabeados conducan a ninguna parte. Un horno comunal descansaba en un ngulo precario, atascada y herrumbrosa su puerta de hierro colado, con capas de xido prontas a escindirse por el calor o la escarcha. Dentro haba una colonia de cochinillas y los rastros carbonizados de innumerables y olvidadas comidas que haban alimentado a personas dispersadas o muertas desde haca tiempo. Dios mo dijo Spiro, contemplando aquel espectculo de silenciosa desolacin, en Corf no fue tan grave. Le pone a uno triste, verdad? S, es un lugar tristsimo dijo Iannis . Yo suelo venir a explorar, y tambin cuando estoy enfadado, o soy infeliz. Seal con el dedo. Mi bisabuelo muri ah dentro. Me pusieron Iannis por l. La abuela dice que era el mejor mdico de Grecia, y que pudo haber sido un gran escritor. Poda sanar con slo tocar a la gente. Spiro se persign y dijo: Que la Virgen nos proteja. He encontrado montones de cosas coment Iannis, pero casi todo est roto. Una gata joven y manchada se alej con el vientre distendido por las cras a punto de nacer. Viene a cazar lagartijas dijo Iannis, sealando. Lo hace muy bien. Siempre les deja la cola, y despus la cola se retuerce sola por ah das y das. Es fantstico. Fjate en eso dijo Spiro, sealando a un enorme olivo viejo partido por la mitad que empezaba a pudrirse por el tronco, pero que estaba lleno an de retorcidas ramas negras y pequeos frutos verdes. Yo me subo a se dijo Iannis . Hay una rama estupenda para columpiarse. Esa de all. Pues vamos a columpiarnos dijo Spiro, y Iannis trep al rbol para ver desde all como el otro daba un salto y se colgaba. Se columpiaron un rato los dos juntos, ayudados por la elasticidad de la rama y luego se dejaron caer al suelo rebosantes de viril satisfaccin. Spiro se frot las manos y dijo : Bueno, pongamos manos a la obra antes de que haga demasiado calor. Te das cuenta de que esto me va a ir muy mal para las manos? Seguramente no podr tocar esta noche. Sabas que los guitarristas no lavan platos porque se les ablandan las uas? Qu excusa ms buena, verdad? A m me gusta lavar los platos dijo Iannis. Te saca toda la mugre de las uas; adems, la abuela me paga. Pasaron los dos por lo que otrora haba sido una puerta y se rascaron la cabeza con desaliento. Haba un horrible montn de escombros. Antes estaba peor dijo Iannis con tono de disculpa, mi pap vino a llevarse todas las baldosas que no estaban rotas, y cogi la

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mayora de las vigas para hacer nuevas casas. Y la abuela desenterr lo que an serva. Spiro cogi un palo y levant un petrificado preservativo blancuzco. Vaya! exclam. Cerdos de turistas. Lo lanz a la maleza, y Iannis pregunt: Qu era? Vers, jovencito, es una cosa que se pone en lo que uno ms aprecia cuando no quiere tener nios. Y entonces cmo se mea? Te lo has de sacar? S dijo Spiro, viendo que si no iba con cuidado tendra que dar muchas explicaciones, te lo sacas. En realidad, slo te lo pones cuando ests en situacin, entiendes? Ah dijo Iannis, es un condn, verdad? Ya los conozco. Dimitri me ha hablado de eso. Spiro levant las cejas, resopl y lanz un suspiro. Empez a apartar cascotes, fragmentos de baldosa, latas aplastadas, largas y repugnantes tiras de papel higinico manchado (legado del turismo tambin) y un sinnmero de botellas verdes. Tenemos para dos das dijo . Me parece que ser mejor poner manos a la obra. A la tarde siguiente haba un claro en mitad del antiguo piso y un polvoriento montn de piedras y baldosas rotas de un metro de alto arrimado a las paredes, junto con trozos de madera partidos y en proceso de putrefaccin. Haba asimismo una pila de tesoros que Iannis deseaba salvar: un viejo y despachurrado receptor con su aguja roja del dial atascada para siempre en Napoli, una cacerola deforme con un agujero mellado y el fondo manchado de orn, un bastn roto con puo de plata, un jarrn intacto de cristal Heno de conchas de caracol, un mohoso conjunto de libros gruesos titulado The Complete and Concise Home Doctor en ingls, un fonendoscopio cuyos tubos de goma se haban echado a perder y que tena la boquilla torcida, una fotografa enmarcada (con el cristal roto) de dos borrachos muy graciosos con extraos sombreros y, al fondo, la diminuta pero maravillosamente desnuda figura de una gil muchacha dando patadas al agua del mar, tocada tambin con un estpido gorro. Encontr incluso un lbum de fotos al completo, un poco hmedo y con los bordes de las hojas mordisqueados por los insectos y manchas marrones de agua esparcidas de forma elegante y delicada en dibujos ondulantes que atravesaban las pginas. La primera fotografa llevaba la inscripcin Mam y pap en el da de su boda, y en ella se vea en sepia a una pareja joven posando muy formal con aquellos vestidos tan anticuados que a Iannis le pareca imposible que alguien hubiera llevado nunca. Repas las fotografas sentado en la tapia: Primeros pasos de Pelagia, una foto de un beb con gorro escarolado, tendido boca abajo y mirando hacia arriba con cara de asombro. Se las enseara a la abuela para averiguar qu significaban. Entretanto era fantstico haber encontrado una navaja de resorte con la hoja pegada por el xido, un jarrito de cristal que contena un guisante seco incrustado de una cosa negra y escamosa, y un enmohecido libro de poemas escrito por un tal Andreas Laskaratos. 342

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Spiro intent meter los dedos por la anilla de hierro del escotilln, pero estaba agarrotada y no haba forma de moverla. Desliz bajo la madera la punta de un viejo destornillador que haba encontrado, pero se dobl como un pedazo de queso y se parti. Tendra que pedir una palanca, porque los goznes tambin estaban rgidos por la oxidacin. Por qu no lo rompemos? pregunt Iannis. No querrs aplastar la mandolina, verdad? Con la impaciencia no ganamos nada. Se quedaron mirando la trampilla, rascndose la cabeza y con la frustracin de verse burlados despus de haber llegado tan lejos, y entonces repararon en un viejo muy corpulento, de traje negro, camisa sin cuello y plateada barba de tres das, que estaba en el umbral, un poco encorvado. Qu estis haciendo? dijo . Ah, eres t, Iannis. Pensaba que erais saqueadores. Iba a daros un par de guantazos. Queremos abrir esto, kyrie Velisarios dijo el chico . Est atascado, y dentro hay una cosa que nos interesa. El viejo entr arrastrando los pies y mir el escotilln con ojos acuosos. Iannis advirti que llevaba una rosa roja. Enseguida os lo levanto dijo Velisarios, pero antes voy a dejar esta flor. Volvi al patio y deposit la flor sobre la tierra reseca. Normalmente lo hago en octubre explic, pero puede que yo tambin est muerto para entonces, as que he venido antes. Para qu? pregunt Iannis. Muchacho, ah abajo hay un soldado italiano. Yo mismo lo enterr. Era muy valiente, y grande como yo. Me caa bien, era muy amable. Vengo todos los aos a dejarle una flor para que vea que no le olvido. Nadie me haba visto hacerlo, pero qu ms da? Ahora tenemos otros enemigos, y nadie sabe lo que es la vergenza. Entonces hay un esqueleto de verdad ah debajo? pregunt Iannis con los ojos desmesuradamente abiertos de placer y horror, y pensando que sera repulsivamente estimulante tratar de sacarlo. Siempre haba querido tener una calavera de verdad. No slo un esqueleto. Un hombre que se merece el descanso. Le dimos una botella de vino y un cigarrillo; ah abajo no hay mujer regaona que le moleste o que se ponga a adecentarlo cuando lo que l quiere es slo paz. Tiene todo lo que un hombre podra desear. Spiro tosi con educado escepticismo: No se moleste en tratar de levantar esta trampa dijo . Lo he probado y no se puede. Has de saber dijo Velisarios, ufano que yo he sido el hombre ms fuerte de toda Grecia, si no del mundo. Y todava lo soy, que yo sepa. Ves ese viejo abrevadero de piedra? Pues en 1939 lo levant ms arriba de mi cabeza, y nadie ms lo ha logrado ni antes ni despus. He levantado mulos hasta aqu con dos jinetes montados encima. Es verdad, es verdad dijo Iannis . Me lo han contado. Y fue kyrios Velisarios el que salv el pueblo.

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Dame la mano le dijo Velisarios a Spiro . Vers la clase de hombres que haba en Cefalonia. Piensa que tengo setenta y ocho aos, as que imagina cmo era antes. Sonriendo con cierto paternalismo, Spiro alarg la mano. Velisarios se la estrech y apret. Spiro puso cara de consternacin y luego de alarma y horror, al sentir los huesos de la mano crujiendo como si se la hubiera pillado entre las piedras de un molino de aceite. Ah, ah, ah!, grit, cayendo de rodillas. Velisarios lo solt y Spiro se mir la mano, meneando los dedos y aterrado al pensar que tal vez no podra volver a tocar un instrumento. Velisarios se agach lentamente e introdujo los dedos de una mano en la anilla de hierro. Se inclin un poco de forma que toda su fuerza y su peso favorecieran su intento, y con un brusco, gratificante astillarse y rasgarse de madera y hierro viejo, la trampilla vol por los aires en medio de una nube de polvo, arrancada de sus goznes y partida en cuatro. Velisarios se frot las manos, se sopl los dedos y de pronto pareci regresar a su estado de viejo cansado. Adis, amigos dijo, y ech a andar penosamente hacia el pueblo nuevo. Increble dijo Spiro, sin dejar de agitar su mano paralizada. No me lo puedo creer. Con lo viejo que es. Sus hijos son gigantes como l? No lleg a casarse, tena demasiado trabajo con ser fuerte. Sabas que Cefalonia fue el primer hogar de los gigantes? Lo dice Homero. O eso dice la abuela. Me gustara ser un gigante, pero creo que voy a ser del montn. Increble repiti Spiro. Todo lo que contena aquel escondite cerrado durante treinta y seis aos estaba en perfectas condiciones. Hallaron un antiguo gramfono alemn con su coleccin de discos y su manivela; una colcha grande de intrincada labor, ligeramente amarillenta pero envuelta an en papel de seda; una mochila de soldado llena de curiosidades de la guerra; dos cartucheras; un fajo de papeles escritos en italiano y otro escrito en bonita cursiva cirlica, dentro de una caja negra y con el ttulo Historia personal de Cefalonia. Haba tambin un paquete de tela que contena un estuche, que a su vez contena la ms hermosa mandolina que Spiro haba visto. La examin una y otra vez al sol, asombrado de sus exquisitos ribetes, de las fastuosas inscrustaciones y de la perfecta artesana de las secciones ahusadas de la panza. La puso a la altura de sus ojos y comprob que el mstil no estaba torcido. Faltaban cuatro cuerdas, y las cuatro restantes estaban negras de tan deslustradas y yacan aflojadas sobre los trastes tal como Corelli las haba dejado al guardar el instrumento en 1943. Esto dijo Spiro vale ms que las memorias de una puta. Iannis, eres un chico con suerte. Has de cuidar esta mandolina ms de lo que quieres a tu madre, lo has entendido? Pero en ese momento a Iannis le interesaba ms el fusil Lee-Enfield de largo can. Radiante de excitacin, el muchacho esgrimi el arma apoyndosela en la cadera y pinch a Spiro en el trasero, diciendo Pum, pum, pum. Luego apunt hacia el rbol y apret el gatillo. El 344

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fusil salt de sus manos con un terrible y espeluznante estampido, el can le golpe en la frente y una lluvia de astillas cay de la rama. Iannis solt la incmoda arma como si le hubiera dado una violenta descarga elctrica y se sent bruscamente y rompi a llorar del susto.

71. ANTONIA VUELVE A CANTAR


Alexi se incaut del rifle y la municin. Lo limpi bien y lo engras a conciencia, aadindolo despus a su alijo secreto en un armario. Posea una pequea Derringer, una vieja pistola italiana con algunos cartuchos y ahora aquel magnfico rifle, el arma idnea para francotiradores. Haba modificado su eslogan favorito; ahora era: No tenemos nada que perder salvo nuestras posesiones, y ningn ladrn ni fantico comunista iba a atracar su casa ni iniciar una revolucin sin que l estuviera prevenido. En aquel entonces segua sin cortarse las uas de los pies, pero le ahorraba a su suegra el trabajo tirando los calcetines agujereados. Pese a que Alexi estaba ms gordo y sudaba ms, l y Antonia (a la que llamaba tambin Psipsina) estaban ms enamorados que nunca, unidos en el comn amor a sus empresas, y hacan a veces de hermanos para su nico hijo. En cuanto a Pelagia, Iannis nunca la haba visto llorar tanto. Las abuelas eran unas sentimentales y hasta podan llorar si les regalabas una concha encontrada en la playa, pero llorar una semana seguida era algo que no conceba. Primero estrechaba la mandolina contra su pecho, diciendo Oh, Antonio, mio carino Antonio, la cara crispada de emocin, las lgrimas salpicando el piso de la cocina y resbalndole por las mejillas para desaparecer cuello abajo y en su errabundo y arrugado escote. Luego coga los papeles en italiano y se los llevaba al pecho con un Oh, Carlo, mio poverino Carlo. Despus coga el fajo en griego y empezaba, Oh, pap, oh papakis, apretando contra sus pechos la colcha de ganchillo, y de nuevo se le anegaba la cara en lgrimas mientras se palmeaba con la man y gema Oh, pobre vida ma que no lleg a ser, oh Dios del cielo, oh vida, siempre sola y esperando, oh..., y volva a empezar por la mandolina, a besarla y abrazarla como si fuera un beb o un gato. Pona una y otra vez aquellos viejos discos rayados, dndole a la manivela con furia y gastando todas las agujas de repuesto que haba en un pequeo compartimento, pues cada una de ellas serva slo para una vez, y todos los discos eran de una mujer que cantaba en alemn con una voz de humo que vena de muy lejos. A l le gustaba una que se titulaba Lili Marlene, era muy buena para silbarla cuando ibas por la calle. Los discos eran muy gruesos y no se doblaban, y tenan en el centro una etiqueta roja. Por qu no tenais casetes?, preguntaba l. Y ella no responda, porque estaba jugueteando con la navaja que le haba regalado a su padre, o leyendo

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los poemas de Laskaratos que aqul le haba regalado a su vez, y la voz de la poesa llenaba su alma como lo haba hecho en tiempos de un mundo ya muerto y del que no haba constancia. Iannis intentaba consolar a su abuela. Se le sentaba en el regazo, aunque ya era un poco mayor para eso, y le enjugaba las lgrimas con un pauelo empapado. Se someta sin excesiva consternacin a los abrazos asfixiantes, y se preguntaba cmo era posible querer tanto a una vieja de papada colgante, venas varicosas y grises cabellos tan finos que transparentaban el sonrosado cuero cabelludo. Aguantaba pacientemente mientras ella miraba el lbum de fotos por ensima vez, repitiendo la misma informacin con idnticas palabras y sealando con aquellos dedos pecosos. ste es tu bisabuelo, era mdico, sabes, muri salvndonos en el terremoto. Y sta es Drosoula, una especie de ta tuya que no has llegado a conocer; era muy grande y fea pero la persona ms simptica del mundo. Y sta es la casa vieja antes de venirse abajo. Y mira, sta soy yo de joven (a que no pensabas que fuera tan guapa?) y tengo en brazos a una marta que haba en casa, Psipsina, que era de lo ms graciosa. Este es el hijo de Drosoula, Mandras (guapo, verdad?), era pescador y una vez estuvimos prometidos, pero el pobre acab mal, Dios lo tenga en su gloria. sta es tu bisabuela, muri de tuberculosis siendo yo tan pequea que ni me acuerdo, y mi padre no pudo hacer nada. Y ste es mi padre cuando era marino, qu joven, santo Dios, qu joven, a que se le ve feliz y lleno de vida? Nos salv cuando el terremoto, sabes. Y ste es Gnter Weber, un alemn, no s qu habr sido de l. Y ste es Carlo, que era tan grande como Velisarios, l es el que est enterrado en la casa vieja, era muy amable y sufra mucho pero no se lo contaba a nadie. Y stos son los chicos de La Scala cantando, todos borrachos. Y ste es el olivo antes de partirse. Y stos son Kokolios y Stamatis, las cosas que podra contarte de ellos, viejos enemigos, discutiendo siempre sobre el rey y el comunismo, pero amigos hasta el final. Y ste es Alekos, an vive, sabes, es ms viejo que Matusaln y sigue cuidando de sus cabras. Y esto es el Peloponeso desde lo alto del monte Anos. Y esto es taca si giras un poco desde el mismo sitio. Y ese de ah es Antonio, era el mejor mandolinista del mundo y yo iba a casarme con l, pero lo mataron; entre nosotros te dir que no lo he superado, es su fantasma el que se aparece en el recodo del pueblo antiguo y luego se esfuma... La abuela haca una pausa para seguir llorando. Y aqu estn Antonio y Gnter Weber haciendo el tonto en la playa, y la mujer desnuda del fondo no s quin es, pero tengo mis sospechas. Y ste es Velisarios levantando un mulo (increble, no?), fjate qu musculatura. Y ste es el padre Arsenios cuando estaba muy gordo; se fue adelgazando cada vez ms durante la guerra y luego desapareci sin que nadie supiera por qu (qu extrao, verdad?). Y sta es la antigua kapheneia donde pap, tu bisabuelo, sola esconderse siempre que yo le necesitaba para algo; sabes una cosa?, yo fui la primera mujer que entr ah... Iannis miraba aquellas caras sin arrugas del pasado remoto y le sobrevena una misteriosa sensacin. Era evidente que antes no haba colores y que todo era de distintos tonos de gris, pero no se trataba 346

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slo de eso. Lo que le preocupaba era que todas aquellas fotografas haban sido tomadas en el presente, un presente que haba desaparecido. Cmo puede el presente no ser presente? Cmo era posible que de todo aquello solamente quedaran pequeos retratos de papel manchado? Yia, me voy a morir? Pelagia lo mir. Todos nos morimos, Iannis. Unos, jvenes; otros, viejos. Yo morir pronto, pero he tenido mi oportunidad. Cuando mueres, otro viene a ocupar tu lugar. Los Inmortales han asignado a cada cosa su tiempo conveniente en esta frtil tierra. Eso deca Homero. Aparte de nacer, es la nica cosa para la que no hay alternativa. Un da, espero que cuando seas muy viejo, t tambin morirs, conque no hagas como yo. Aprovecha al mximo mientras puedas. Cuando yo falte, lo nico que quiero es que te acuerdes de m. Crees que lo hars? Oh, perdona, Iannis, no era mi intencin preocuparte. No llores, vamos. Ay, Seor, olvidaba lo joven que eres... Iannis suplic a Antonia que le comprara unas cuerdas para la mandolina de la cual le vena a ella el nombre, y ella le prometi que se las conseguira cuando fuese a Atenas. Alexi prometi comprarle unas cuando fuese a Npoles, adonde segua sin encontrar motivo para ir. Pelagia llev a Iannis en autobs a Argostolion y le compr unas cuerdas en una tienda de instrumentos de una calle secundaria de las que suben hacia la colina en ngulo recto con respecto a las principales arterias de la ciudad. Quiero mucho a tus padres le dijo a Iannis, pero nunca se dan cuenta de lo que tienen delante de las narices. Atenas y Npoles! Bobadas! De vuelta en la Taberna Drosoula, Spiro limpi y lustr la mandolina con mucho cuidado. Frot las clavijas con el grafito de un lpiz y las hizo girar y girar hasta que el mecanismo empez a funcionar con suavidad, sin chirridos, chasquidos, vacilaciones ni resistencia. Le ense al chico cmo haba que pasar el extremo superior de la cuerda por el cordal de plata, enganchando los lazos de polcromas bolitas de borra en el gancho adecuado. Le ense a enrollar la cuerda por el agujero de las clavijas de modo que resultara difcil romperse, y a insertarla en las muescas del puente y la cejuela tras haberles pasado un poco de grafito, para una mejor afinacin. Le ense a afinar cada cuerda despacio, pasando de una a otra sucesivamente y vuelta a empezar. Le hizo una demostracin de cmo utilizar los armnicos para buscar la posicin correcta del puente, le explic el sistema para afinar cada cuerda en el sptimo traste del par de cuerdas inmediatamente superior, y despus se puso a tocar. Ejecut tres acordes sencillos para habituar sus dedos al reducido diapasn de la mandolina y luego toc una escala a un trmolo vertiginoso. Iannis estaba seducido por la msica. Asimil religiosamente todo lo que Spiro le aconsej sobre no dejarla al sol, evitar que se mojara o que se enfriara en invierno, que no se le cayera, que le sacara lustre a la madera con un producto especial como el utilizado para el bozouki, que aflojara las cuerdas para guardarla, que afinara un semitono ms 347

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agudo a fin de que se aposentarn ms deprisa... Spiro le dijo muy serio que tena en las manos la cosa ms preciosa que jams iba a poseer, y despert en el muchacho un sentimiento de temor reverencial que nunca haba experimentado en la iglesia cuando Pelagia lo llevaba all a la fuerza. Slo dejaba que Spiro y la abuela tocasen el instrumento, y se enfureca si alguien ms intentaba tocarlo. Pero lo ms curioso, pese a que l quera la mandolina para impresionar a las chicas cuando fuera mayor, fue que al cumplir los trece aos y siendo ya un buen mandolinista, haba descubierto que las chicas eran una absoluta calamidad. Su difcil misin en la vida consista en frustrar y fastidiar y en tener cosas que uno quera pero que ellas no concedan. De hecho eran unas extraterrestres malvolas y caprichosas. Slo cumplidos los diecisiete, cuando la abuela haba iniciado su frvola y desenfrenada segunda juventud, conoci por fin a una que le hizo reventar de deseo y que se detuvo a escuchar mientras l estaba haciendo sonar a Antonia.

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72. UNA INESPERADA LECCIN


En octubre de 1993 Iannis cumpli impaciente los catorce y acababa de pasar todo un verano tocando dos en pblico con Spiridon y siendo bombardeado con rosas rojas. Para no molestar a su abuela con sus continuos ejercicios en realidad, para no hacerla llorar ms haba subido a las ruinas de la casa antigua para tocar en privado, y su atencin estaba fijada en conseguir un buen trmolo por el mtodo de hacer girar la mueca en lugar de moverla de arriba abajo, lo cual era muy fatigoso y a menudo difcil de controlar. Se estaba mordiendo el labio del esfuerzo y no se percat del viejo que se acercaba y le miraba con crtico pero complacido inters. Iannis casi dio un salto de su asiento al or una voz que deca, con un curioso acento. Perdone usted, joven. Ah! exclam . Caramba, qu susto me ha dado. Es joven para morir de un ataque dijo el hombre . El caso es que no; he podido evitar fijarme en que hace una cosa mal. Tengo problemas con el trmolo. Siempre se rompe. Le agrad poder hablar con un viejo de igual a igual; los viejos solan ser distantes o incomprensibles, pero aqul pareca despierto y tena como un halo de energa y regocijo. Le halagaba haber despertado su inters, y decidi hinchar un poco el pecho para parecer ms hombre. La voz se le quebraba y a veces produca disonantes gallos, de modo que encapot la voz y habl con esa adulta falta de naturalidad que hace sonrer a los adultos. No, no, hay que darle tiempo. El problema es la mano izquierda. Est intentando usar el primer y el segundo dedos para todo, y as no va bien. El hombre se inclin y empez a ponerle los dedos en su sitio, diciendo: Mire, el primer dedo pisa las cuerdas en el primer traste, el segundo en el segundo traste, el tercero en el tercero y el cuarto en el cuarto. Al principio cuesta un poco porque el dedo pequeo no suele poseer nunca fuerza, pero as uno no tiene que torcer la mano todo el rato, y las cuerdas agudas no se humedecen de sudor. S, me haba fijado. Es un fastidio. Procure mantener la misma relacin entre los dedos y los trastes en cualquier punto del diapasn, y todo le resultar ms fcil. Se incorpor y a continuacin dijo: Nada ms sencillo que distinguir a un buen msico; un msico bueno parece que no est moviendo las manos, es como si la msica saliera por arte de magia. Si hace como le digo, apenas tendr que mover la mano, nicamente los dedos. As se evitar que le resbale el instrumento. Eso siempre es un problema con las mandolinas de fondo abombado, yo he pensado a menudo en

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comprarme una de esas planas portuguesas. Pero nunca encuentro el momento. Sabe mucho de mandolinas. A la fuerza. He sido mandolinista profesional casi toda mi vida. S que usted va a ser bueno. Por qu no toca algo? pregunt el muchacho, ofrecindole la mandolina y el plectro. El viejo rebusc en el bolsillo de su abrigo y extrajo su propia pa, diciendo: Siempre uso la ma, no se ofenda. Cogi la mandolina, se la ajust al cuerpo por debajo del diafragma, rasgue un acorde a modo de prueba y empez a interpretar el Siziliano de la Gran sonata en sol mayor de Hummel. Iannis estaba boquiabierto de asombro cuando, de pronto, el viejo dej de tocar, puso la mandolina boca arriba, la examin con expresin de absoluta incredulidad y exclam: Madonna mia, si es Antonia! Cmo lo sabe? pregunt Iannis, sorprendido y a la vez receloso. Bueno, quiero decir, es imposible que sepa que es Antonia. La haba visto anteriormente? Dnde la encontr? Quin se la ha dado? Cmo sabe que se llama Antonia? La saqu de ese agujero de ah dijo Iannis sealando al escondite abierto en mitad de las ruinas. La abuela me dijo que estaba all y la llam por ese nombre. En realidad mi abuela le puso a mi madre tambin Antonia, porque cuando cantaba sonaba como una mandolina. No ser su abuela kyria Pelagia, la hija del doctor Iannis? se soy yo, me pusieron Iannis por l. El viejo se sent en la tapia al lado del muchacho, con la mandolina an en la mano, y se sec la frente con un pauelo. Pareca muy nervioso. Iannis repar en la cicatriz de su mejilla, oculta apenas tras los mechones de su barba. De repente, el viejo dijo: Cuando encontr la mandolina, le faltaban cuatro cuerdas? S. Sabe dnde estn? No. Los ojos del viejo centellearon, y se toc el pecho. Estn aqu dentro dijo. El doctor Iannis me cosi las costillas con esas cuerdas, y nunca me las he hecho sacar. Qu le parece? El chico estaba hondamente impresionado. Abri unos ojos como platos. Dispuesto a no ser menos, afirm: Tenemos un esqueleto de verdad all abajo. S, lo s. En parte he venido por eso. Es Carlo Guercio. Era el hombre ms grande del mundo, y me salv la vida. Me protegi con su cuerpo delante de un pelotn de fusilamiento. El chico estaba ya boquiabierto de tan impresionado; un hombre con cuerdas de mandolina en las costillas, que haba estado en el paredn y que conoca realmente al dueo del esqueleto? Era mejor que haber conocido a Spiridon. 350

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Dgame, joven, su abuela vive todava? Es feliz? A veces llora, desde que sacamos a Antonia y el resto de las cosas de ese agujero. Y tiene las rodillas rgidas y le tiemblan las manos. Y su abuelo? Est bien? El muchacho pareca desconcertado. Torci el gesto y pregunt: Qu abuelo? El padre de su padre, no. Me refiero al marido de kyria Pelagia. El viejo volvi a enjugarse la frente. Pareca cada vez ms agitado. No hay tal dijo el chico encogindose de hombros. No saba ni que se hubiera casado. Bisabuelo s tengo. S, lo s, el doctor Iannis. As que kyria Pelagia no tiene marido, eh? Usted no tiene abuelo? Oh, supongo que s, pero no s nada de l. Slo tengo al padre de mi padre, y est medio muerto. Claro que mi padre tambin, casi siempre. El viejo se puso en pie, mir en derredor y dijo: Esto era muy bonito antes. Aqu pas algunos de los mejores aos de mi vida. Y sabe una cosa? Una vez yo iba a casarme con su abuela. Creo que ya es hora de que vaya a verla. A propsito, esta mandolina era ma, pero despus de orle tocar quiero que la conserve. Renunciar a mis derechos. Mientras descendan los dos por la colina, Iannis dijo: El hombre ms grande del mundo es Velisarios. Porco dio, tambin sigue vivo? Iannis dio un traspi: Oiga, si usted era el que tocaba la mandolina e iba a casarse con la abuela... entonces usted es el fantasma. Un prdigo sol otoal asom brevemente entre las nubes hacia Lixouri, y el viejo se detuvo a reflexionar.

73. RESTITUCIN
Pese a tener los setenta cumplidos, Antonio Corelli redescubri cierta agilidad juvenil en sus cansados miembros. Esquiv una sartn de hierro fundido y dio un respingo al romper sta la ventana que quedaba detrs. Sporcaccione! Figlio d'un culo! chill Pelagia. Pezzo di merda! Toda la vida esperando, toda la vida de luto, pensando que habas muerto. Cazzo d'un cane! T vivo y yo como una tonta. Cmo te atreves a romper una promesa como aqulla? Traidor! Corelli retrocedi hacia la pared, batindose en retirada ante las acometidas de la escoba contra sus costillas y las manos alzadas en seal de rendicin. Ya te lo he dicho exclam. Cre que te habas casado.

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Casada yo! repuso ella con amargura. Casada? No caer esa breva! Gracias a ti, bastardo. Le pinch de nuevo e hizo ademn de propinarle un escobazo en la cabeza. Ya lo deca tu padre. Tienes un lado salvaje. Conque salvaje, eh? Y no tengo derecho, porco? No tengo derecho? Vine a buscarte. En 1946. Dobl el recodo y te vi all con tu beb en brazos y metindole el dedo en la boca, con cara de felicidad. Eso es estar casada? Quin te lo ha dicho? Qu te importa a ti que yo adopte a una criatura que han dejado a la puerta de mi casa? Por qu no preguntaste? Por qu no dijiste Perdona, koritsimou, pero este beb es tuyo? Deja de pegarme, por favor. Vena cada ao, t lo sabes. Me viste. Yo siempre te vea con la nia. Estaba tan dolido que no poda ni hablar. Pero tena que verte. Dolido? No me lo puedo creer. Dolido, t? Diez aos dijo Corelli, diez aos estuve tan dolido que hasta quise matarte. Y luego pens: Bueno, de acuerdo, estuve fuera tres aos, quiz pens que haba muerto, quiz pens que la haba olvidado, quiz conoci a otro y se enamor. Mientras sea feliz... Pero yo segu viniendo ao tras ao slo para ver si estabas bien. Es eso traicin? Acaso viste algn marido? Y no pensaste lo que senta yo al ver que desaparecas cada vez? Pensaste en mi corazn? Est bien, s. Salt la tapia y me escond. Qu iba a hacer. Pensaba que te habas casado, ya te lo he dicho. Fui muy considerado. Ni siquiera pregunt por Antonia. Ja exclam Pelagia con sbita intuicin. As que la dejaste para hacerme sentir culpable, eh? Bestia! Pelagia, por favor, que los clientes no tienen la culpa. No podramos dar un paseo y hablarlo? Ella mir a la gente que los observaba. Unos sonrean disimuladamente, otros fingan mirar hacia otra parte. Haba numerosas sillas volcadas que Pelagia haba apartado de su camino en pleno arrebato. Ojal hubieras muerto chill y me hubieras dejado con mis fantasas! T nunca me quisiste. Sali airadamente por la puerta, dejando que Corelli saludara a los clientes tocndose el sombrero e inclinndose para decir: Ustedes disculpen. Dos horas despus se hallaban sentados en una roca conocida mirando al mar mientras las luces amarillas del puerto se reflejaban en las oscuras aguas. Veo que recibiste mis postales dijo l. En griego. Dnde aprendiste griego? Al terminar la guerra se supo todo. Abisinia, Libia, la persecucin de los judos, las atrocidades, los millares de prisioneros polticos, en fin, todo. Me avergonzaba de ser un invasor. Tanta vergenza sent que no quise seguir siendo italiano. Hace casi veinticinco aos que vivo en

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Atenas. Tengo la nacionalidad griega. Pero viajo a Italia muy a menudo. En verano siempre voy a la Toscana. Y yo aqu, queriendo ser italiana. Llegaste a escribir tus conciertos? S. Tres. Y los he tocado por todo el mundo. El primero est dedicado a ti, y el tema principal es la Marcha de Pelagia. Te acuerdas? Tarare unos compases hasta que vio que ella intentaba contener las lgrimas. Pelagia pareca haberse vuelto muy voltil con la edad, pasando fcilmente del llanto a la agresin. De hecho le haba hecho saltar los dientes postizos, que haban cado a la arena y luego los haba tenido que enjuagar en el mar. Incluso ahora Corelli notaba en la boca un sabor salino aunque no desagradable. Pues claro que me acuerdo. Pelagia inclin la cabeza y se enjug los ojos cansinamente. De pronto dijo: Me siento como un poema inacabado. Corelli sinti una punzada de vergenza y eludi responder. Todo ha cambiado. Antes esto era muy bonito, y ahora todo es de hormign armado. Y tenemos electricidad y telfono y autobuses y agua corriente y alcantarillas y neveras. Y las casas son a prueba de terremotos. Tan malo te parece? El terremoto fue terrible. Yo estaba aqu. Tard mucho en localizarte y ver que estabas bien. Se percat de su mirada de asombro y aadi Hice lo que t dijiste. Me met a bombero. En Miln. T dijiste Por qu no haces algo til, ser bombero, por ejemplo?, y eso hice. Era igual que el ejrcito. Entre una emergencia y otra me quedaba tiempo para practicar. Cuando pidieron voluntarios, me present el primero. Fue un trabajo muy duro. Y tuve una experiencia horrible. Vi como se abra y cerraba la tumba de Carlo, con su cuerpo all abajo. Los jirones del uniforme, los huesos machacados, y las dos monedas en los ojos. Ella se estremeci, dudando si deba contarle el secreto que Carlo haba guardado tan celosamente. Pero pregunt: Sabas que fueron Carlo y mi padre los que escribieron aquel panfleto sobre Mussolini? Kokolios lo imprimi. Lo sospechaba. Pero decid dejarlo estar. Todos necesitbamos divertirnos un poco, no? Veo que an llevas mi anillo. Slo porque tengo artritis en los dedos y no he podido quitrmelo. Lo hice ajustar a mi medida, y ahora me arrepiento. Mir el medio halcn en vuelo, con la rama de olivo en el pico y la inscripcin Semper fidelis. Vacil un momento. Y t, te casaste? Imagino que s. Yo? No. Como te he dicho, estaba muy dolido. Era muy antiptico con todo el mundo, y ms con las mujeres, y luego empez lo de la msica y los viajes por el mundo. Tuve que dejar el cuerpo de bomberos. Adems, t siempre fuiste mi Beatrice. Mi Laura. Yo pensaba: Quin quiere un sucedneo? Quin quiere estar con una mujer si est soando con otra?

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Antonio Corelli, ya veo que sigues diciendo mentiras con tu pico de oro. Y cmo soportas mi presencia ahora? Soy una vieja. Cuando me miras no me gusta, porque me acuerdo de cmo era antes. Me da vergenza ser tan vieja y tan fea. T ests bien. Los hombres no degeneris como nosotras. T pareces el mismo, pero viejo y delgado. Yo parezco otra, lo s. Quera que tuvieras un buen recuerdo de m. Ahora estoy hecha un guiapo. Olvidas que vena a espiarte. Si ves las cosas poco a poco, no hay sobresaltos. Ni decepcin. T eres la de siempre. Corelli puso su mano sobre la de ella, la apret suavemente y dijo: No te apures. Llevo contigo slo un rato y sigues siendo Pelagia. Pelagia con mal genio, pero Pelagia al fin. Se te ocurri que mi beb poda ser un bastardo? Podan haberme violado. S, se me ocurri. Con los alemanes y la guerra civil... Y qu? La cosa cambia. Nosotros tenamos ciertas ideas acerca de la deshonra y la mercanca pasada, no? Reconozco que era distinto. Menos mal que ya no somos tan imbciles. Hay cosas que cambian para mejor. El hombre que intent violarme... lo mat. l la mir incrdulo: Vacca cane! Lo mataste? No me lleg a deshonrar. Era el novio que tuve antes que t. Nunca me dijiste nada de otro novio. Ests celoso? Pues claro que lo estoy. Pensaba que era el primero. Ya ves que no. Y ahora no me vengas con que yo era la primera. La mejor s. La emocin empezaba a embargarle ms de la cuenta e intent contenerse. Nos estamos poniendo sentimentales. Dos viejos locos sentimentales. Mira... Se meti la mano en un bolsillo y sac una cosa blanca envuelta en una bolsita de plstico. La abri y extrajo un pauelo viejo que agit para desplegarlo. Tena unas franjas de color marrn oscuro con los bordes amarillentos. Es tu sangre, Pelagia, lo recuerdas? Aquel da, buscando caracoles, cuando te cortaste con un espino. La he conservado. Soy un viejo sentimental, ya ves. Pero a quin le importa? No hemos de causar buena impresin a nadie. Nos hemos ganado ese derecho con los aos. Hace una tarde preciosa. Pongmonos sentimentales. Nadie nos est mirando. Iannis s. Ha estado todo el rato detrs de ese rollo de cuerda, en el otro muelle. Menudo diablillo. Tal vez piensa que necesitas proteccin. En esta isla nunca ha habido manera de guardar un secreto, verdad? Quiero ensearte una cosa. No leste los papeles de Carlo, verdad? Haba un secreto. Ven a cenar a la taberna y te dar sus escritos. Tenemos un pilaf de caracoles excelente. Caracoles! exclam l. Eso ya es otra cosa. Lo recuerdo todo del da de los caracoles. No te hagas ilusiones. Soy demasiado vieja para esas cosas.

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Corelli ocup su mesa con mantel de plstico a cuadros y ley aquellas tiesas hojas de papel que con el tiempo se haban ensortijado en las esquinas. La caligrafa le resultaba familiar, as como el tono y los giros, pero era un Carlo que l no haba llegado a conocer: Antonio, mi capitn, vivimos un momento difcil, y tengo el presentimiento de que no sobrevivir. Ya sabe lo que pasa... A medida que lea su frente se fue frunciendo, exagerando sus lneas y sus arrugas, y en un par de ocasiones bizque sin dar crdito a sus ojos. Cuando hubo terminado, orden los papeles, los dej encima de la mesa y repar en que los caracoles se haban enfriado. Empez a comerlos igualmente, pero sin saborearlos. Pelagia fue a sentarse a la mesa. Y bien? Sabes eso que decas de que ojal yo estuviese muerto para que as poder conservar tus fantasas? Golpe con un dedo el legajo de papeles. Pues ojal no me hubieras enseado esto. Acabo de darme cuenta de que soy ms anticuado de lo que pensaba. No tena ni idea. l te quera. Eso te repugna? Me entristece. Un hombre como l debera haber tenido descendencia. Tardar un poco en... Me ha afectado mucho. No puedo evitarlo. l no era un hroe ms, verdad? Era ms complejo. Pobre Carlo. Quera hacer algo para compensar. Pobre hombre, me da mucha pena. Me siento culpable. Los chicos le llevaban al burdel. Qu tortura. Es horrible. Hizo una pausa para reflexionar, y de pronto record una cosa. Le segu la pista a Gnter Weber. No fue difcil, se pasaba el da hablando de su pueblo natal. l crea que lo buscaba para vengarme, que era de la comisin de crmenes de guerra o algo as. Me estuvo suplicando, de rodillas y todo. Fue tan pattico que no supe si rer o llorar. Se haba metido en la iglesia con su padre. Y all me lo encontr disfrazado de pastor protestante, venga gimotear y arrastrarse. No pude soportarlo. Tena ganas de darle las gracias y de pegarle a la vez. Debe de estar en el manicomio. O tal vez sea obispo. Pelagia suspir. A m todava me cuesta ser amable con los alemanes. Sigo culpndolos de lo que hicieron sus abuelos. Son muy educados, y las chicas muy bonitas. Estupendas madres. Siento culpa de tener ganas de arrearles. Esos pobres diablos van a hacer penitencia toda la vida. Por eso son tan corteses. Estn todos acomplejados. Pero dicen que los nazis estn volviendo. Todos hacemos penitencia. Nosotros tuvimos la guerra civil, vosotros Mussolini y la Mafia y esos escndalos de corrupcin, los britnicos vienen a pedir disculpas por el imperio y por Chipre, los americanos por Vietnam e Hiroshima. Todo el mundo se disculpa. Y yo tambin. Pelagia hizo caso omiso. Su intencin era resistir mientras le fuera posible, hacerse valer. Cambi de tema astutamente:

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Iannis quiere que le ensees a leer msica, y dice que por qu no vuelves el verano que viene a tocar con l y con Spiro. Spiro se ha ido a Corf, pero es muy bueno. Quin? Spiro Trikoupis? S. Cmo lo sabes? Tanto has espiado? Es el mejor mandolinista de Grecia. Le conoc hace aos. Ahora slo toca bozouki para turistas. A veces viene a Atenas en invierno. Yo asist a unas clases que imparti sobre bozouki clsico, porque a fin de cuentas no es ms que una mandolina grande, y me dije, por qu no? Estuvimos hablando, l conoce algunas piezas mas, de hecho las toca mejor que yo. Es la vejez. Los dedos no me corren. He tocado muchas veces con l. Iannis tambin ser muy bueno, te lo aseguro. l quiere entrar en la orquesta Patras Mandolinates. Es una buena idea. Claro que s. Para empezar est muy bien. En Italia tenamos muchas bandas de ese estilo, slo que todos los instrumentos eran en forma de mandolina. Te imaginas? Contrabajos y violonchelos como mandolinas. Era divertido de ver. As que eres muy famoso, no? En el sentido de que otros msicos han odo hablar de m, nada ms. Tengo un montn de reseas estpidas donde se me compara con el otro Corelli. Yo trato de estar a la altura. Soy un cnico. Intent escribir toda clase de modernidades. Ya sabes, escalas cromticas, microtonos, en fin, toda clase de golpes, chirridos y ruidos de cortadora de csped. Los nicos que no se dan cuenta de que es una mierda son los especialistas y los crticos. Para m el infierno es Schoenberg y Stockhausen juntos. Hizo una mueca. A decir verdad ni siquiera me gusta Bartok, pero no se lo cuentes a nadie, y hasta me disgusta Brahms cuando salta de una tonalidad a otra sin pasar por donde tendra que pasar. Comprend que estaba completamente pasado de moda y que tena que buscar otra manera de ser innovador. Sabes lo que hice? Cog melodas antiguas, entre ellas algunas griegas, y las arregl para instrumentos atpicos. En mi segundo concierto hay gaitas irlandesas y un banjo, y a la crtica le encant. En realidad no tiene la misma forma o el mismo tipo de desarrollo que puedes encontrar en un concierto de Mozart o Haydn. Eso s, suena bien. Soy un tramposo a la espera de que lo descubran. Mi especialidad es encontrar nuevas maneras de ser anacrnico. T qu opinas de todo esto? Pelagia lo mir con cierta cautela: Antonio, no has cambiado nada. Te pones a gastar palabras pensando que yo s de qu me hablas. Se te iluminan los ojos y a m todo eso me suena como si me hablaras en turco. Perdona, es el entusiasmo lo que me mantiene vivo. Lo siento. Hasta he llegado a componer falsa msica griega para pelculas. Cuando no podan tener a Markopoulos, Theodorakis o Eleni Karaindrou, me llamaban a m. El fraude da muchas satisfacciones, no crees? Pero bueno, ahora ya estoy retirado... De hecho, haba pensado... No s qu te parecer todo esto, pero... Ella entrecerr los ojos con suspicacia: S? El qu? Vas a engaarme otra vez? l le sostuvo la mirada: 356

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No. Quiero reconstruir la casa vieja. Estoy jubilado y quiero vivir en un sitio bonito. Un sitio con recuerdos. Sin agua ni electricidad? Nada, una bomba desde el pozo viejo y una pequea planta de filtracin. Estoy seguro de que podr conseguir lnea de corriente si le paso unas monedas a la persona adecuada. Me venderas el solar? Ests completamente loco. Ni siquiera s si me pertenece. No hay escrituras de nada. Me parece que tendrs que sobornar a todo el mundo. Entonces no te importa? No es constructor tu yerno? Para que todo quede en la familia, digo. Sabes que por poner un techo nuevo tienes que pagar impuestos? Merda, es por eso que las casas tienen unas barras oxidadas de refuerzo asomando por arriba? Para simular que no estn terminadas? S. Y qu te hace pensar que me interesa tener una cabra vieja como t viviendo en mi casa antigua? Te pagara para que vinieses a limpiarla dijo l con malicia. Pelagia mordi el anzuelo al tomrselo al pie de la letra: Cmo? Qu necesidad tengo yo de dinero con esta taberna y el yerno ms rico de todos los yernos? Te crees que estoy tan loca como t? Vete a Atenas. De todos modos, lo hara Lemoni. La pequea Lemoni? Sigue viviendo aqu? Abulta ms que un acorazado, y es abuela. Pero se acuerda de ti. Barba C'relli. Tampoco ha olvidado la explosin de la mina. An habla de ello. Barba C'relli repiti l con nostalgia. El tiempo era un bastardo cabrn, eso estaba claro. Unos brazos de viejo ya no pueden lanzar por los aires a una abuela acorazado. Todava tengo zumbidos de la explosin dijo, y luego se qued callado un momento. Entonces, me das permiso para levantar otra vez la casa? No contest ella, resistindose an. Oh. La mir poco convencido. Decidi que volvera a sacar el asunto ms adelante. Vendr a verte maana por la tarde, con un regalo. No quiero ningn regalo. Soy demasiado vieja para eso. Vete al infierno con tus regalos. No es un regalo exactamente. Una deuda, ms bien. La vida es lo que me debes. Ah. Pues te traer una vida. Viejo estpido. Corelli rebusc en sus bolsillos y extrajo un walkman. Sigui hurgando y sac el estuche de una casete. Lo abri, coloc la cinta en el aparato y le ofreci a Pelagia los auriculares. Ella rehus con un gesto de la mano, como quien ahuyenta un mosquito. Vete, antes muerta que ponerme un bicho de stos. Soy una vieja, no una quinceaera atontada. Crees que tengo edad para ir cabeceando por ah con eso metido en las orejas?

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No sabes lo que te pierdes. Es maravilloso. Bueno, me voy. Haz que Iannis te ensee cmo funciona, y escucha. Hasta maana por la tarde. Una vez a solas Pelagia cogi el estuche de la casete y extrajo el folleto informativo. Estaba en italiano, ingls, francs y alemn. Antonio Corelli, diez aos ms joven, de frac y pajarita, tal vez a los sesenta, sonriendo presumido y en su mano derecha una mandolina que sostena en un ngulo imposible. Fue a por un vaso de vino por aquello de la fortificacin general y empez a leer las notas. Las haba escrito un tal Richard Usborne, un ingls que, segn constaba en otra nota, era un famoso crtico y experto en Rossini. Por fin la tan esperada reedicin del primer concierto para mandolina y pequea orquesta de Antonio Corelli, que fue publicado por primera vez en 1954, y estrenado en Miln con el compositor interpretando la parte solista. Inspirado por, y dedicado a, una mujer que aparece en la partitura como "Pelagia", el tema principal orquestado en comps de 2/2 est planteado muy enfticamente por el instrumento solista tras una breve introduccin de las maderas. Se trata de una sencilla meloda marcial que fue descrita por uno de sus primeros crticos como "ingeniosamente nave". En el primer movimiento recibe un tratamiento en forma sonata... Pelagia ley el resto slo por encima. Eran tonteras sobre elaboracin contrapuntstica y cosas as. Inspeccion la pequea hilera de botones con flechas que apuntaban a distintas direcciones, se introdujo cautelosamente los auriculares en los odos y puls el botoncito de play. Se oy una especie de siseo y luego, para su sorpresa, la msica empez a sonar en el centro mismo de su cabeza y no en sus odos. A medida que los sonidos inundaban su mente, un torbellino de recuerdos empez a tomar forma. Oy la Marcha de Pelagia, no una vez sino muchas. Retazos de la meloda aparecan como por ensalmo en formas curiosamente distorsionadas y antojadizas y en distintos instrumentos. Era tan complicado al final que apenas se distingua la meloda en medio de aquel torrente de notas a ritmos contrapuestos. En un momento dado apareca en tiempo de vals (Cmo lo habr hecho?, pens), y ya hacia el final haba un atronador redoble de timbales que le hizo arrancar los auriculares de puro pnico creyendo que haba otro terremoto. Se los volvi a poner y not que en efecto era el terremoto, un retrato musical del mismo, seguido de un largo lamento interpretado por un quejumbroso instrumento que, aunque ella no lo saba, era un corno ingls. Lo interrumpieron unos golpes aislados de timbal, las secuelas del temblor. Llegaban todas de manera tan inesperada y sbita que le hacan saltar de la silla, con el corazn palpitndole. Y entonces entraba la mandolina marchando confiada en una recapitulacin del tema, para su sonido irse extinguiendo paulatinamente, hasta que se hizo el silencio. Pelagia sacudi el aparato pensando que le fallaban las pilas. Aquel tipo de msica sola acabar con andanadas de acordes triunfales, o no? Apret un botn al azar y el aparato solt un chasquido. No era se, as que apret el otro y esper a que la cinta volviera al principio. La segunda vez oy ms 358

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cosas que la primera, incluso unos tableteos que sonaban idnticos a los de las armas automticas durante las masacres. Haba un fragmento ms o menos frvolo, que poda ser lo de ir a gatas en busca de caracoles. Pero segua habiendo esa misma conclusin poco satisfactoria que funda hasta el silencio. Se qued all sentada pensando en ello, incluso un poco enfadada, hasta que repar en que su nieto adolescente la estaba mirando boquiabierto. Abuela dijo el chico, tienes un walkman... Ella lo mir irnicamente. Es de Antonio. Me lo ha prestado. Y si crees que parezco tonta con esto en la cabeza, qu te hace pensar que t no? Cabeceando con la boca abierta, y desafinando. Si a ti te estn bien, a m tambin. Iannis no se atrevi a decir Puesto en una vieja parece una chorrada, as que sonri y se encogi de hombros. Su abuela supo qu era exactamente lo que estaba pensando, y le dio un suave bofetn, casi una caricia. Sabes qu? le dijo. Antonio va a reconstruir la casa vieja. Y, por cierto, Lemoni me dijo que tu madre le dijo que t le habas dicho a tu madre que yo tengo un nuevo novio. Bueno, pues no. Y de ahora en adelante, no te metas donde no te llaman. Corelli tuvo problemas para ir desde el muelle hasta la Taberna Drosoula la noche siguiente. Ya no era tan fuerte como antes, y adems, no tena experiencia con esa clase de cosas. Era intil tirar y tirar, y vociferar rdenes en el mejor estilo artillero tampoco pareca funcionar. Fue un da agotador. Cuando finalmente apareci en la taberna tambalendose y haciendo esfuerzos y se desplom en una silla, Pelagia se separ de su walkman, lo puso a rebobinar y pregunt: Qu haces aqu con eso? Es una cabra. Como ves, te he trado una vida. Ya veo que es una cabra. Crees que nunca he visto ninguna? Qu pinta aqu? l le lanz una mirada ligeramente funesta y dijo: Segn t, yo no cumplo mis promesas. Te promet una cabra, te acuerdas? Pues aqu est. Y siento que la vieja te la robaran. Como ves, sta es exactamente igual. Pelagia resisti; casi haba olvidado lo agradable que era: Quin te ha dicho que necesito una cabra, a mi edad, y aqu en la taberna? A m me da igual si no la quieres. Te la promet y aqu est. Una cabra igual que la que tenas. Vndela si quieres. Pero si supieras lo que me ha costado meterla en el taxi, no seras tan inflexible. En un taxi? Pero de dnde la has sacado? Del monte Anos. Le pregunt a un taxista: Dnde puedo encontrar una cabra como las de antes?, y l contest: Suba, y fuimos hasta la montaa dejando atrs la base de la OTAN. Tardamos horas. Y all haba un viejo llamado Alekos que me envi esta cabra. Me estaf, eso seguro, y luego tuve que pagar doble al taxista para traerla. Y no te digo cmo apestaba. Ya ves lo que he sufrido, y ahora t me chillas y me graznas como una corneja. 359

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Una corneja? Pero qu disparates. Pelagia se agach y aferr el hocico de la cabra con una mano. Con la otra le levant los labios para examinarle los dientes amarillentos. Luego escarb entre el pelo de las ancas y se enderez. Es una cabra muy buena. Tiene garrapatas, pero por lo dems est muy bien. Gracias. Cmo la vamos a llamar? pregunt Iannis. Le pondremos Apodosis dijo Pelagia, acariciando ya la idea de volver a tener una cabra, podemos atarla a un rbol y darle de comer las sobras. Apodosis repiti Corelli, asintiendo con la cabeza. Un nombre muy ajustado. Restitucin. Es perfecto. Crees que te dar mucha leche? Podras hacer yogur... Pelagia sonri, radiante de condescendencia: Ordala t si quieres, Corelli. Yo prefiero probarlo slo con las hembras. Seal hacia abajo al ancho escroto rosado con sus dos cosas oblongas y ahusadas dentro. Esplendorosas ubres, eh? Coglione! dijo l oportunamente, hundiendo la cara entre sus manos. Iannis admiraba a la gente que poda renegar, sobre todo en idiomas distintos del suyo, pero en un viejo le resultaba extrao. La gente vieja siempre te estaba regaando por decir palabrotas. Este Corelli era sin duda tan extrao como extraa se estaba volviendo su abuela, siempre de un lado al otro con el walkman remetido entre sus mechones grises y sonriendo vanidosa cuando no se saba observada. Aquella misma maana Iannis la haba pillado frente al espejo, haciendo poses con diferentes juegos de pendientes del Bazar Antonia, y meneando la cabeza en actitudes que slo podan calificarse de coquetas. Maana, otra sorpresa anuncio Corelli, levant su maltrecho sombrero y se fue. Ay, Seor dijo Pelagia, llena de premonitorios recelos. Se le ocurri que tena que ensearle su versin actualizada de Historia personal de Cefalonia; probablemente le interesara saber que la verdadera razn de las masacres fue que Eisenhower haba desautorizado tercamente todos los planes de Churchill de liberar las islas y enviado a los aviones italianos a perder el tiempo a Tunisia en lugar de a Cefalonia. Imaginaba que Corelli saba que la orden de llevar a cabo las atrocidades vino directamente de Hitler, aunque poda ser que no lo supiera. Sois novios? insisti Iannis, pertinaz, pese a que ella lo negaba cada vez que l se lo preguntaba. Vete a lavar los platos o te quedas sin paga le respondi su abuela, y fue por un cepillo para peinar a la cabra, como en los viejos tiempos. Se preguntaba dnde encontrar ahora una cra de marta. El capitn se super a s mismo cuando apareci a la puerta con un chirriar de frenos, un rugir de pistones y una nube de oloroso humo azul. Pelagia se qued con las manos en las caderas y mene lentamente la cabeza mientras l bajaba de la motocicleta. Era de color rojo intenso, muy alta, tena gruesos neumticos de perfil nudoso y

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pareca diseada para carreras. El capitn gir la llave y apag el estruendo. Luego baj la patilla y la apoy en el suelo. Sabes adnde vamos? Vamos a comprobar si Casa Nostra an sigue all. Como en los viejos tiempos... dio unos golpecitos al manillar en moto. Pelagia neg con la cabeza: En serio crees que aguant el terremoto? Y en serio crees que voy a subir en una cosa de sas, a mi edad? Mira, vete y djame en paz. No me vengas otra vez con tus chifladuras. La he alquilado ex profeso. No es tan bonita como la antigua y hace un ruido horrible, como una lata de clavos, pero va muy bien. Pelagia le mir y luch para reprimir una sonrisa. Llevaba un ridculo casco integral azul con un poco de visera, y unas gafas de espejo tan nuevas que no haba atinado an a quitarles la etiqueta, la cual le colgaba sobre una mejilla como una hoja de otoo atrapada en una tela de araa. Vio su propia cara de desaprobacin reflejada estereoscpicamente en los cristales de las gafas de sol, y se contempl levantando las palmas de las manos hacia arriba: Ni pensarlo. Soy demasiado vieja, y t ni siquiera de joven conducas derecho. Entonces estabas loco, pero ahora ms. l se defendi: En la motocicleta vieja bamos dando tumbos porque tena que estar todo el rato pendiente de la palanca de encendido. Pero en sta todo es automtico. Alz las manos y las dej caer, como diciendo No hay problema, y le hizo seas animndola a subir. Ni hablar dijo ella. Tengo las rodillas tiesas y ni siquiera puedo levantar las piernas lo suficiente. Pelagia advirti de pronto que encima de la camisa Corelli llevaba una prenda vistosa que le record a los hippies que haban invadido la isla a finales de los aos sesenta. Entrecerr un poco los ojos para enfocar mejor y entonces vio que llevaba puesto el chaleco de terciopelo rojo con flores, guilas y peces bordados que ella le haba regalado cincuenta aos atrs. Fingi no haberse dado cuenta y se ahorr comentarios, pero la dej pasmada que l lo hubiera conservado con tanto esmero todos aquellos aos. Estaba conmovida. Koritsimou dijo l, a sabiendas de que se lo haba visto y calculando que ello poda haber menguado su resistencia. He dicho que no. No quieres ver Casa Nostra? Con un loco, no. No me digas que he alquilado la moto para nada. All t. La tengo para dos das. Podemos ir a Kastro, a Assos, a Fiskardo. Podemos sentarnos en una roca a ver si pasan delfines. Vulvete a Atenas, viejo loco. He trado un casco para ti tambin. Yo eso no me lo pongo. Me has visto alguna vez con algo de color rojo? Ir yo solo. Vete, pues. 361

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Le llev una eternidad convencerla. Mientras corran peligrosamente por las pedregosas carreteras, ella iba agarrada a su cintura, helada de terror, hundida la cara entre los omplatos de l y sintiendo en las ingles el golpeteo de la mquina, una sensacin que era a la vez sumamente placentera y absolutamente inquietante. Corelli not que se le agarraba ms desesperadamente an que en los viejos tiempos, y tuvo el cinismo de aadir una serie de derrapes deliberados a los que se producan ya de manera alarmantemente accidental. Pelagia se sujetaba tenazmente a su cintura. Comprob que con los aos Corelli haba encogido tanto como ella se haba ensanchado. El conductor torci bruscamente hacia el arcn, patinando un poco y lanzando por los aires una lluvia de gravilla. Gerasimos bendito, pens ella, y en busca de seguridad desliz los brazos en torno a la cintura de l y enlaz los dedos por delante. Adelantaron a un venerable ciclomotor gris que resoplaba a fuerza de explosiones. Iba engalanado no con una sino con tres chicas, todas ellas ataviadas con idnticos y brevsimos vestidos blancos. Corelli capt un vislumbre de esbelto muslo joven de pechos recin crecidos, de cejas arqueadas sobre ojos negros y de largos cabellos sueltos de un color tan oscuro que era casi azul. Sinti nacer en su corazn una meloda, una alegre tonada que resuma el eterno espritu de Grecia, un concierto griego. Para componerlo slo tendra que pensar que iba en moto con Pelagia camino de Casa Nostra y que adelantaban a unas chicas en la primera y ms exquisita floracin de su libertad y su belleza. La muchacha que conduca el ciclomotor llevaba los pies sobre el depsito de combustible, la segunda estaba retocndose el maquillaje con ademanes de pintor, y la tercera iba mirando hacia atrs, rozando casi la calzada con sus sandalias. La expresin de su cara era de gran seriedad, iba absorta con la lectura del peridico mientras con elegantes dedos intentaba impedir que la brisa le arrancara las pginas.

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NOTA DEL AUTOR


He procurado ser fiel a la historia todo lo que me ha sido posible, aunque, por ejemplo, he fusionado las costumbres de dos festividades religiosas. En lo que atae a Cefalonia he tenido que sacar el mximo provecho de la escasa informacin existente; est claro que la isla necesita con urgencia un doctor Iannis o una Pelagia que escriban una historia decente de la misma. Gran parte de lo que he escrito se compone de informacin de segunda mano atemperada por leyendas y recuerdos brumosos, como la historia misma, al fin y al cabo. Dos cosas ms: En primer lugar, el hecho de que la divisin Acqui se condujera aceptablemente en Jonia no disminuye en modo alguno los horrores perpetrados en otras partes por las fuerzas armadas italianas. En segundo lugar, viene siendo tradicin entre cierta clase de intelectuales incoherentes sostener que los comunistas griegos fueron hroes romnticos injustamente reprimidos por los imperialistas britnicos a fin de restaurar la monarqua en contra de la voluntad popular. Por muy agradable que sea crear ilusiones o mitos que armonicen con nuestros propios prejuicios polticos, resulta imposible creer en ste dado el escassimo conocimiento de las fuentes originales. No he podido por menos que concluir que, cuando no fueron absolutamente intiles, prfidos y parasitarios, fueron inenarrablemente brbaros. Ahora que la guerra fra ha terminado, no existen ya intereses creados para pretender lo contrario. Hasta el propio Tito los abandon al final, al parecer asqueado, aun cuando los comunistas haban aprendido sus tcticas de l y de los nazis, tcticas idnticas a las que Tito haba empleado con tanto xito como cinismo contra sus compatriotas y contra los desdichados soldados italianos que fueron de buena fe a luchar por l. Quienes deseen saber qu ocurri en la guerra civil griega solamente necesitan saber lo que pasaba en Yugoslavia en el momento de escribir esto, salvo que en el primer caso los britnicos hicieron lo correcto, que no lo ms sensato, y contribuyeron a poner fin a la contienda.

AGRADECIMIENTOS
Gracias en especial a Anne y Arturo Grant, a Iannis Stamiris (el novelista), a Alexandros Rallis de la embajada griega en Londres, a Helen Cosmetatos del Museo de Historia Corgialenios, de Argostolion, a Giovanni Camisa y al personal de la biblioteca pblica Earlsfield de Londres. Ninguno de ellos es responsable en modo alguno de la interpretacin que he hecho de la informacin que me proporcionaron. Estoy en deuda con una serie innumerable de libros, pero en especial con los siguientes: CAPELL, Richard, Simionatta, Macdonald & Co. CERVI, Mario, Storia della Guerra di Grecia, Sugar Editore, 1965. ClCELLIS, Kay, The Easy Way, Harvill Press, 1950. EVANS, John, Time After Earthquake, Heinemann, 1954. GAGE, Nicholas, Hellas, Collins Harvill, 1987. LAMB, Richard, War in Italy: 1943-1945, John Murray, 1993. MACK SMITH, Dennis, Mussolini, Weidenfeld & Nicolson, 1981. MYERS, E. C. W., Greek Entanglement, Rupert Hart-Davis, 1955. VENTURI, Marcello, The White Flag, Blon, 1966. Mis excusas a Caroline por tantas comidas a deshora y tantas obligaciones no cumplidas.

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