Chile Bajo El Imperio de Los Incas
Chile Bajo El Imperio de Los Incas
Chile Bajo El Imperio de Los Incas
Presenta
Patrocinio
Direccin de Asuntos Culturales, Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile Instituto Nacional de Cultura del Per Ley de Donaciones Culturales
Para la Fundacin Familia Larran Echenique y la Ilustre Municipalidad de Santiago es muy grato presentar la exposicin Chile bajo el Imperio de los Inkas, una muestra que propone dar a conocer la conquista de Chile por el Tawantinsuyu o Imperio de las Cuatro Regiones. En este esfuerzo colaboraron diversas instituciones de Per y de Chile que reconocen que ambas naciones comparten un legado prehispnico comn que es necesario difundir al pblico en exposiciones como sta. Estamos sumamente agradecidos de Minera Escondida, cuya generosa colaboracin, ha hecho posible llevar a cabo esta importante iniciativa cultural.
Instituciones que colaboraron con la exposicin Museo Nacional de Antropologa, Arqueologa e Historia del Per Museo Larco de Lima, Per Museo Arqueolgico San Miguel de Azapa Instituto de Investigaciones Arqueolgicas Universidad del Norte Museo Arqueolgico R.P. Gustavo Le Paige Museo Regional de Atacama Museo Arqueolgico de La Serena Museo del Limar Museo Nacional de Historia Natural Museo Arqueolgico de Santiago - Museo de Artes Visuales Museo Andino Museo Regional de Rancagua Museo de Colchagua
y sitios ceremoniales distribuidos en ocho de las actuales regiones del pas. Unos 1.800 kilmetros de territorio, desde el valle de Lluta en el extremo norte del pas hasta casi las puertas de Rancagua en Chile central. De all al sur, los avances cuzqueos tomaron la forma de expediciones, contactos espordicos y conquistas fallidas, quizs porque la organizacin de sus habitantes no se acomodaba al sistema de dominacin inkaica, porque no haba el tipo de recursos mineros que interesaba al Tawantinsuyu o, simplemente, debido a que la tenaz resistencia ofrecida por los habitantes de esas tierras generaba costos en vidas y recursos materiales que superaban ampliamente los beneficios. El famoso Qhapaq an o sistema vial inkaico, la religin y el quechua o runa simi fueron los elementos integradores de este formidable programa conquistador. El recuerdo de los inkas resuena todava en cientos de nombres
de lugares de nuestra geografa, en las leyendas que se cuentan en los campos al calor del fogn e, inadvertidamente, en decenas de palabras que forman parte del vocabulario corriente del chileno de hoy. Esta impronta debiera recordarnos que alguna vez casi la mitad de nuestro pas perteneci al ms poderoso imperio de su tiempo y estuvo ocupada por gente que acompaaba a los conquistadores cuzqueos venida de los ms diversos lugares de los Andes. Una matizada amalgama tnica que, de una u otra manera, corre por las venas de cada habitante de Chile. La exposicin que da nombre a este catlogo busca dar a conocer a los visitantes del Museo los principales logros de los inkas en el Norte Grande, el Norte Chico y la Zona Central, pero, a la vez, hacer entender que la construccin de Chile como pas fue y seguir siendo obra de todos aquellos que llegaron, unos antes y otros despus, para quedarse en esta larga y angosta faja de tierra.
Museo Chileno
de
A rte PreColoMbino
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A fines de octubre de 1535, Huayllullo se encontr cara a cara con los espaoles en Tupiza. Vena de Chile trayendo el presente habitual en oro que este lejano reino ofreca al rey universal del Per. El cargamento era portado sobre varias andas revestidas con guarniciones de oro portadas al hombro por los indios principales. Consista en barras y tejas de oro fino y dos grandes pepas del mismo metal. Las piezas traan estampada la figura del Inka y seguramente haban sido fundidas a orillas del Marga Marga, estero vecino a Quillota cuyos ricos placeres gozaban de merecida fama en esta parte del Tawantinsuyu. El funcionario inkaico estaba bien informado de los ltimos acontecimientos. Los chaskis le haban dado oportuno aviso de la muerte de Atahualpa a manos de Francisco Pizarro en Cajamarca, de la fingida obediencia que su sucesor, Manco Inka, prestaba a los espaoles en el Cuzco y de la sublevacin que ste preparaba en todos los Andes. Haba elegido el camino del Tucumn para llevar estos tesoros a la capital por ser ms seguro, pero a lo largo de la travesa constat los estragos que haban producido las noticias de un Per invadido y un imperio moribundo. Muchos de los aposentos inkaicos, que antao brindaban albergue, comida, bebida y proteccin a las comitivas oficiales, se hallaban ahora abandonados. Quizs -pens Huayllullo- habra sido mejor hacer la ruta de regreso por el camino del despoblado de Atacama. As habra evitado toparse con esta enorme columna de invasores.
Manco Inka, personaje investido como Sapa Inka por los espaoles en Cuzco. Despus se levantara contra los conquistadores (Guamn Poma 1980 [ca. 1615]). Imagen de Villac Umu, dignatario inkaico a cargo del culto estatal y la custodia de los metales preciosos segn Martn de Mura (1946 [1590]).
A Diego de Almagro le brillaban los ojos cuando le comunic a Huayllullo que ya estaba libre de semejantes tributos, pues el rey del Per era ahora el emperador Carlos V y slo a l le deba obediencia. Despus de todo, la valiosa caravana le confirmaba lo que otros le haban informado antes de partir: el reino hacia el cual se diriga posea grandes
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riquezas. Impeli al funcionario a sumarse a su expedicin, argumentando que la finalidad de su viaje haba cesado. La verdad es que no haba cmo resistirse. Almagro comandaba una hueste de unos 20 mil hombres, entre espaoles, negros africanos e indgenas. Adems, vena acompaado por un squito inka del ms alto nivel, encabezado por Villac Umu, importante dignatario a cargo del culto estatal y la custodia de los metales preciosos, y del Inka Paulo, hermano de Manco Inka. El Adelantado no demor ni un instante en apropiarse del tesoro y a Huayllullo no le qued otra alternativa que devolverse con l a Chile. Este relato se basa libremente en la Crnica del Reino de Chile, de Pedro Mario de Lobera. La sntesis que desarrollamos a continuacin tambin se fundamenta en algunos cronistas de esa poca, pero, sobre todo, en diversos estudios de arquelogos y otros investigadores modernos. Intenta ofrecer un panorama aproximado de la ocupacin inkaica en el territorio que actualmente conocemos como Chile.
Diadema, orejeras y disco de plata (MNAAHP, M-4638, M-6253/6254, M-7070; fotos: Daniel Giannoni). Tupus de oro (MALS; foto: Fernando Maldonado). Estos metales eran de uso exclusivo del Inka, la casta real y, en algunas ocasiones, los inkas de privilegio.
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El Capitn Apo Camac Inka combatiendo contra los indios de Chile (Guamn Poma 1980 [ca. 1615]).
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En lneas generales, la conquista de nuestro pas por los inkas sigui muy probablemente un proceso similar al del resto del imperio. Primero llegaban a una regin soldados y diplomticos por senderos locales, ya que los caminos inkas todava no se construan. Luego, el Inka ofreca a los jefes indgenas locales o kurakas someterse pacficamente o por las armas. Lograda la conquista, arribaban arquitectos, ingenieros de caminos y funcionarios a cargo de fijar los lmites. Tambin se introduca la mita, un sistema en que los individuos eran obligados a ofrecer por turno su trabajo al Estado por algunas semanas o meses, regresando despus a sus tareas habituales hasta ser requeridos para un nuevo turno. O sea, no tributaban en bienes o recursos sino en tiempo dedicado al trabajo. Los servicios de estos temporeros iban desde cultivar los campos hasta participar en grandes proyectos pblicos,
tales como construir y mantener caminos, terrazas agrcolas y obras de regado, as como integrar las filas del ejrcito. Mediante el trabajo de estos mitayos los inkas podan intensificar la produccin minera, agrcola, ganadera y artesanal, y mejorar la seguridad en las regiones conquistadas. Para esto, el Estado asuma la responsabilidad de aprovisionar a los trabajadores de materias primas y herramientas, y, siguiendo las viejas normas de la reciprocidad andina, de proporcionarles alimentos y bebidas. La hospitalidad estatal era, as, un componente clave en las relaciones de los gobernantes con la gente que los serva. Por eso es que se dice que una de las primeras tareas llevadas a cabo por el Estado al conquistar un nuevo territorio, era construir acllawasis en los asentamientos. All residan las acllas o mujeres escogidas, cuyo trabajo consista en hilar lana o algodn, tejer, preparar chicha y hacer comidas especiales. se era probablemente el momento tambin para enviar mitimaes al rea o reclutar mitimaes locales para enviarlos a otros lugares. Los mitimaes eran gente trasladada de una regin a otra como castigo por resistirse al imperio, o bien, para dotar a una regin en particular de ceramistas, metalurgos, lapidarios y otros especialistas cuya produccin era necesaria para el Estado. Entonces comenzaba tambin el flujo normal de bienes, funcionarios y soldados, muchas veces destinados a regiones ms distantes. La verdad es que en muchas partes los inkas gobernaron a travs de los kurakas locales y mediante miembros de la elite de la sociedad cuzquea, quienes estaban destacados en las provincias en calidad de delegados o gobernadores. De hecho, es posible que los gobernadores inkas que realmente vivan fuera del Cuzco fueran muy pocos. Se piensa que pueden haber visitado las regiones a su cargo slo cuando surgan problemas.
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Unkus o tnicas hechas de cumbi o tejido fino decoradas con tokapus (MNAAHP, RT-29933, RT-22053). Fotos: Daniel Giannoni.
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Queros o vasos de madera para tomar chicha (MNAAHP, MO-0095/0096). El Inka regalaba estos vasos como sea de alianza entre el kuraka o jefe local y el Estado.
Unku o tnica, Arica (MASMA). El cumbi o tejido fino era un regalo real muy apreciado por los kurakas que lo reciban.
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alta calidad. Los textiles ms finos, denominados cumbis, eran usados por los dignatarios y otros importantes personeros, constituyendo una seal de mucho prestigio en la sociedad. De ah que fuesen una ddiva real muy apreciada por quienes los reciban. Se trataba de uno de los objetos de mayor connotacin social, y, por lo tanto, uno de los ms tiles en el manejo del poder. El Virrey Francisco de Toledo, por ejemplo, relata cmo Topa Inka Yupanqui incorpor pacficamente a su autoridad la provincia de Jauja en los Andes Centrales, regalndole al seor tnico unas camisas y mantas galanas y unos vasos [queros] que bebiese que llaman entre ellos aquillas. En las campaas de conquista, estos presentes del Inka eran parte integral del protocolo y las negociaciones diplomticas y militares, funcionando en ltimo trmino como carta forzosa de ciudadana y como pacto de armisticio. Primero se exiga a los kurakas la sumisin pacfica y si sta era aceptada, se la recompensaba con obsequios como stos, de otra manera el Inka amenazaba con la destruccin total. En el caso de los queros regalados, estos vasos de madera para beber chicha eran dejados en la comunidad como un recordatorio permanente de la relacin nueva, pero inalterable de sta con el Estado. Lo mismo ocurra con las prendas de vestir: En el momento formal de su derrota, el otorgamiento obligatorio del artculo ms apreciado por ambos bandos puede ser visto tambin como el paso inicial en un sistema de relaciones dependientes. La generosidad obliga, compromete al otro a la reciprocidad. Dentro de un sistema de poder como el incaico, esto quiere decir que se ha creado una nueva obligacin: la de entregar de manera regular y peridica los productos de su esfuerzo y de su arte a los depsitos del Cuzco. En tales condiciones, el obsequio de tejido sera percibido ms apropiadamente como la emisin de un certificado de ciudadana incaica, la divisa de la nueva servidumbre (Murra 1975 [1958]:167). En suma, estos objetos tenan la capacidad de extender el poder del Inka y atrapar al kuraka que los reciba en una relacin de reciprocidad asimtrica, de la cual l y su pueblo no podan escapar. Estos rituales de conquista e incorporacin, mediados por ropa fina y vasos de libacin, eran, as, de la esencia del ejercicio del poder y fueron fundamentales para establecer y mantener la hegemona cuzquea en las provincias de Tawantinsuyu.
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Chullpa o torre funeraria del altiplano decorada en forma similar a la tnica de la pgina opuesta (tomada de E. Squier 1974 [1877]).
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Los relatos del tiempo de la conquista espaola sealan que los caminos del Qhapaq an salan desde el Cuzco hacia los cuatro puntos cardinales, pero que haba dos arterias principales que atravesaban todo el imperio: el Camino Real de la Sierra, que corra desde el sur de Colombia, cruzando las tierras altas de Ecuador, Per, Bolivia y el noroeste de Argentina, y el Camino de la Costa o de los Llanos, que corra desde Tumbes por toda la costa desrtica del Per, para luego internarse en el norte de Chile, atravesar el as denominado despoblado de Atacama en direccin al valle de Copiap, para dirigirse hacia la zona central de Chile. Siguiendo en parte el derrotero de viejas rutas caravaneras, los inkas trazaron sus arterias en Chile con la clsica rectitud que exhibe el Qhapaq an en otros lugares de los Andes, modificando cuando era necesario el sinuoso trazado de las huellas troperas. Aunque en los altos de Arica y en unos pocos lugares ms los tramos que pasan por los poblados suelen poseer emplantillados de piedras, en general se trata en todas partes de modestas huellas de 0,60 a ms de 4 metros de ancho, construidas por lo general mediante la remocin de las piedras hacia los lados, formando rudimentarios rebordes. En ausencia de estos ltimos, presentan hileras continuas o discontinuas de piedras en uno o los dos costados, seguramente para delinear el derrotero en aquellos trechos donde la traza del camino se tornaba difcil de seguir. Ms raramente, las vas aparecen como leves depresiones cavadas en la arena. Rampas con muro de contencin y, menos a menudo, escalinatas con peldaos labrados en la propia roca o construidas con piedras tradas de algn lugar cercano, facilitaban el cruce de las quebradas ms profundas. A trechos variables, jalonan las arterias sayhuas o columnas de piedra de variada forma, nmero y disposicin respecto a la va. Slo aquellas ms formalizadas parecen ser parte del eje vial inkaico.
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Los chaskis o mensajeros recorran el Qhapaq an para mantener informado al imperio. Los caminos contaban con qolqas o bodegas para abastecer a los viajeros y comitivas (Guamn Poma 1980 [ca. 1615]).
Camino del Alto Loa. Las arterias inkaicas slo perdan su rectitud cuando deban superar accidentes naturales de alguna importancia. Foto: Jos Berenguer.
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ropa o armas. Por eso se ha dicho que el Qhapaq an no era slo una simple va de comunicacin. Era adems una formidable red de dispositivos de almacenamiento, a menudo localizados a gran altura y en ocasiones, en lugares completamente desolados. Las chaskiwasis, en cambio, eran construcciones ms pequeas. Variaban mucho en tamao, cantidad, estructura, forma y calidad de la construccin. En cada una haba relevos que tomaban el mensaje o el envo y lo llevaban a la posta siguiente. Segn las fuentes escritas, una chaskiwasi era un casa pequea (a veces dos casas pareadas) situada a la vera del camino, donde vivan dos individuos con sus mujeres. Pese a su gran diversidad funcional, el factor comn en tambos y chaskiwasis eran su funcin del albergue y su vinculacin con la red vial inkaica. A mayor distancia entre s haba tambin centros administrativos desde los cuales funcionarios inkaicos dirigan las provincias o algn distrito particular de ellas. En general, los inkas evitaban ubicar estos centros dentro de las grandes concentraciones de grupos tnicos locales. Por eso se afirma que su localizacin refleja ms una preocupacin por los contactos entre regiones que por los asuntos locales. De hecho, solan estar en puntos estratgicos para los movimientos a larga distancia, a veces a dos o tres jornadas de la poblacin que administraban. No eran capitales semi independientes, sino asentamientos que buscaban
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establecer vnculos directos entre el Cuzco y sus sbditos. En ellos tena lugar la hospitalidad estatal de mayor escala. Convenientemente lubricada con chicha y comida, esta generosidad institucionalizada serva para estrechar los lazos entre gobernantes y gobernados, creando las condiciones para los turnos laborales o mitas, que eran la base de la riqueza del Estado. De ah que se considere que las bodegas o qolqas que se construan en las cercanas, donde se almacenaban vveres, cermicas, tejidos, objetos de metal y otros artculos, desempeaban un reducido papel en la economa local. A lo ms, tal vez, algo de su contenido era distribuido entre los seores locales. Su rol fundamental era apoyar las actividades realizadas en los asentamientos estatales. Las arterias inkaicas fueron usadas tambin para acceder a artculos valiosos, de manera que el Qhapaq an era asimismo una enorme red de extraccin de recursos de alto valor simblico, tales como minerales metlicos, piedras semipreciosas, tierras de colores, etctera. Algunos tambos y centros fueron construidos en caminos troncales o
ramales precisamente para controlar y administrar tales recursos. Despus de todo, el oro y la plata eran de uso exclusivo del Inka, la casta real y, en algunas ocasiones, de los inkas de privilegio, una especie de ttulo nobiliario otorgado a individuos que no eran propiamente inkas, pero que se distinguan por sus servicios al imperio. La produccin de cobre y bronce, en cambio, estaba destinada principalmente a bienes de estatus, que eran distribuidos casi ntegramente en las zonas sometidas. Entregados como ddivas reales a los kurakas locales, desempeaban un rol poltico clave en el proceso de expansin, adhesin y dominacin en las provincias. En sntesis, los tambos, chaskiwasis, centros administrativos, qolqas y el propio camino, eran parte de un complejo sistema -el Qhapaq an- cuyos componentes posibilitaban establecer una relacin muy estrecha entre las provincias y el poder radicado en la capital del imperio. En la actualidad y con el patrocinio de las seis repblicas andinas, el Qhapaq an se halla en la fase final de su nominacin como Sitio de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
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Tumis de metal, Arica. Estos cuchillos de hoja horizontal y filo curvo servan propsitos utilitarios y ceremoniales (MASMA).
En ciertos lugares los inkas construan columnas de piedras a ambos lados del camino, tal como se observa en el Portal de Ramaditas, en el valle del Alto Loa. Foto: Jos Berenguer.
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El camino de la precordillera de Arica remontando la ladera de un cerro al sur de Socoroma y detalle de un trecho emplantillado con piedras del mismo camino. Fotos: Solange Daz. Al centro de la fotografa se aprecia la tenue huella del camino inka transversal que cruzaba la quebrada de Queitani, muy cerca del Tambo de Inkaguano. Foto: Jos Berenguer.
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El Tambo de Chungara
Al sur del lago Chungara, estratgicamente escondido en la ladera de una loma, el Tambo Chungara consiste en una hilera de siete habitaciones rectangulares emplazadas en la parte alta del asentamiento. Sus puertas dan a un corredor emplantillado con piedras y a un gran patio rectangular, ambos sobre una terraza artificial ms baja que el nivel de las habitaciones. En su extremo sur hay una plataforma rectangular parecida a un ushnu. Se ingresa al conjunto arquitectnico subiendo por seis escalones de piedra que comunican con un pasillo situado entre la plataforma y el patio. Los muros mejor conservados alcanzan ms de 2 metros de altura. Fueron construidos con piedras tradas de los volcanes vecinos y talladas en el sitio para lograr volmenes macizos y paramentos bien alineados y aplomados. En su momento, las paredes interiores de los cuartos estuvieron elegantemente enlucidas con barro batido, generando ambientes acogedores que permitieron a sus moradores soportar mejor las fras temperaturas de la puna. Se piensa que desde aqu los inkas habran dirigido la crianza y el manejo de llamas y alpacas. Junto a los tambos de Tacora, Pisarata, y Ancara, Chungara sera parte de una lnea de pequeos asentamientos situados sobre los 4.000 metros de altura que controlaban los rebaos del Estado en los ricos bofedales de la puna de Arica. Tambin se ha propuesto que habra sido un lugar de carga o descarga de llamas en trnsito. La calidad del edificio, sin embargo, indica una funcin originalmente ms importante. Puesto que los cronistas espaoles relatan que por el lago Chungara pasaron Topa Yupanqui y su ejrcito para sofocar una rebelin de los collas en el lago Titicaca, cabe la posibilidad de que estas ruinas hayan sido el cuartel general desde donde el Inka y sus jefes militares planearon el ataque que sorprendi a los rebeldes por la retaguardia. Se podra conjeturar que desde la plataforma el soberano inspeccion a sus tropas antes de conducirlas al combate. Posteriormente, el sitio puede haber desempeado funciones como centro ganadero estatal o como simple estacin caravanera. A principios del siglo XX, fue la morada de una familia de pastores aymaras.
(Contina en la pgina 34) Las orillas del lago Chungara son ricas en forraje para los rebaos. Tambo de Chungara, altiplano de Arica.
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El tambo con vista al lago Chungara y los nevados de Payachatas. Escalinata de acceso y plataforma del tambo, altiplano de Arica.
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Modelo en piedra de una kancha, uno de los diseos arquitectnicos que los inkas llevaron a cada rincn de su imperio (MNAAHP, L-8450). Foto: Daniel Giannoni.
Reconstruccin de una kancha del gran centro administrativo inkaico de Hunuco Pampa, Per (tomado de Morris y Thompson 1985). Consistan en un muro perimetral con una o ms habitaciones de techo pajizo a dos aguas y un patio central.
eran proporcionales al tamao de la poblacin que administraban. Mientras el emplazamiento, el diseo de planta y muchas veces la mampostera de los edificios seguan de cerca las pautas del planeamiento urbano inkaico, los albailes, los materiales y las tcnicas de construccin eran por lo general locales, de modo que si bien el resultado era una arquitectura ajena a la regin, sta distaba mucho de la perfeccin de las construcciones cuzqueas. Con todo, a lo largo del imperio algunos sitios combinaron en un mismo asentamiento elementos inkaicos y locales, incluso algunos sitios netamente locales funcionaron a veces como instalaciones del imperio sin poseer arquitectura inka de ningn tipo.
Los vanos de forma trapezoidal caracterizaban la arquitectura inka, tal como se ve en este recinto del Tambo de Chungara.
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El gorro en forma de cono truncado (MCHAP) fue caracterstico de los grupos tnicos altiplnicos que se aliaron con los inkas para gobernar el extremo norte de Chile (Guamn Poma 1980 [ca. 1615]).
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El volcn Taapaka y el actual poblado de Putre. En estas zonas de la sierra los inkas cultivaron principalmente tubrculos.
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de terrazas de cultivo, pasa en direccin noroestesureste el camino inka de la precordillera, que una las localidades de Socoroma, Zapahuira y Beln. Tiene un ancho promedio de 3 metros y sus bordes se hallan sealizados por grandes bloques de piedra. Un camino transversal puede haber descendido por la quebrada en direccin a la costa. En un promontorio del lado norte de la quebrada, est el Pukara de Chapicollo y en otro del lado opuesto, el Pukara de Huaycuta. Seran relictos de una poca anterior a los inkas, cuando los conflictos intertnicos llevaron a la gente a protegerse en asentamientos fortificados. Sus habitantes residan en viviendas de planta circular, usaban cermicas de estilo Chilpe y mantenan contactos con las poblaciones de la costa. Al arribo de los inkas, labraron la tierra para el Estado y, en el caso de los de Huaycuta, trabajaron tambin fundiendo metales. Con la administracin inkaica lleg asimismo otra
poblacin altiplnica, que portaba cermicas de estilo Saxmar, y, en menor cantidad, arbalos y platos cuzqueos. Dos chullpas o torreones funerarios, muy parecidos a los de Caquiaviri, en Bolivia, sugiere que esta poblacin era de origen pacaje. En su interior pueden haber estado enterrados los ancestros de los kurakas de esta etnia que administraron el rea a nombre del Inka. Si bien varias construcciones de Zapahuira quedaron inconclusas por la llegada de los espaoles y el subsecuente colapso del imperio, este sitio alcanz a funcionar como un importante centro administrativo en la regin. Su posicin estratgica en la sierra lo convirti en un punto neurlgico para el trfico entre las poblaciones situadas en las cabeceras de los valles, pero tambin para aquellas localizadas en la puna y en la costa. Su privilegiado acceso a los valles de Lluta y Azapa, permiti a los inkas establecer y mantener poblaciones en Mollepampa, Pampa Alto Ramrez, Playa Miller y otros asentamientos costeros.
Aunque este tipo de queros o vasos de madera tienen una larga tradicin en Arica, tambin fueron usados durante el Perodo Inka (MASMA). El estilo de los platos con el interior decorado con llamas estilizadas se conoce como Saxmar y caracteriza a los grupos altiplnicos aliados de los inkas (MASMA).
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El centro administrativo de Zapahuira es un buen ejemplo de la arquitectura inkaica provincial en la sierra de Arica.
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Vistas del valle de Azapa y de Playa Miller, dos zonas importantes dentro la economa agromartima de los inkas en Arica.
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las viviendas se construy con caa y totora. Las estructuras habitacionales eran de planta cuadrada o rectangular, constituyendo unidades aisladas, pareadas o de cuatro recintos separados por tabiques. Cada vivienda, incluso cada cuarto de las viviendas colectivas, posea un fogn para cocinar y pequeos pozos para almacenar provisiones. En el ncleo o parte central de la aldea se levanta la
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El maz fue uno de los principales cultivos de los residentes en la aldea de Pampa Alto Ramrez.
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La sequedad del ambiente en el norte de Chile ha permitido la conservacin de objetos hechos en materiales perecibles, como es el caso de estos husos de hilar, trompetas y mocasines recuperados en los cementerios de los valles ariqueos (MASMA).
nica vivienda de material slido, a la que se acceda por una gradera de ingreso. Esta unidad presenta la misma forma que las dems, pero fue construida con piedras sin cantear dispuestas en dos hileras paralelas perfectamente alineadas y aplomadas, rellenadas con ridos y barro. Se supone que all residieron los funcionarios inkaicos que dirigan el asentamiento. De hecho, los dos nicos cuchillos o tumis de cobre de la aldea se encontraron en esta vivienda. Debe haber habido ms asentamientos como ste en los cursos medios de Azapa y el vecino valle de Lluta, conectados con otras poblaciones integradas tambin al Tawantinsuyu, como aquellas enterradas en cementerios del borde costero como el de Playa Miller o ms al interior por el valle de Lluta, como el de Mollepampa.
Los restos encontrados en las bodegas y basurales muestran que el men de los habitantes de Pampa Alto Ramrez se compona principalmente de maz, aj, porotos, zapallos, camote, achira, plantas silvestres y cuyes, complementado con raciones de pescado y mariscos. Las tnicas de lana teida, los arbalos, ollas con pedestal y platos decorados con llamas estilizadas, y los gorros de forma troncocnica adornados con plumas, indican que los aldeanos eran grupos inkaizados provenientes de las tierras altas. Seguramente, mitimaes que fueron asentados por los inkas en el valle para secar y salar pescados y, en general, para administrar la produccin agrcola, la explotacin de los recursos marinos y la extraccin de fertilizantes de las islas guaneras por parte de la poblacin local. Tambin para organizar el transporte de estos artculos mediante caravanas de llamas hacia asentamientos inkaicos como Zapahuira y otros de la sierra y el altiplano de Arica. Dado que los restos de muros de caa y de postes de las viviendas se hallaron carbonizados en su parte superior, se ha sugerido que el asentamiento corresponde a Isquiliza, antigua aldea indgena del valle que en el siglo XVII el carmelita Antonio Vsquez de Espinosa dice haber incendiado como parte de las campaas de extirpacin de idolatras dirigidas por la Iglesia Catlica. Los frgiles vestigios de esta aldea inkaica de mediados del milenio pasado sobrevivieron hasta hace unos 30 aos, despus de lo cual fueron arrasados por la construccin de un camino y el uso de la terraza aluvial para fines agrcolas.
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Vieta de Martn de Mura (1946 [1590]) donde se muestra al Inka recibiendo el quipu de manos de su Contador Mayor.
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cermica ceremonial y adornos tpicos de poblaciones carangas y pacajes, hacen presumir la presencia en este sector de una comunidad de mitimaes de origen aymara a cargo de la administracin del asentamiento y del control de la poblacin local. Esta ltima habra residido en el ms distante tercer sector, donde se encontraron cermicas de estilo local y gran cantidad de herramientas agrcolas. Mediante el sistema de la mita, esta poblacin de agricultores habra prestado su fuerza de trabajo en el abastecimiento y servicio de la localidad, adems de ocuparse de su propio sustento. En la actualidad, el sitio se haya parcialmente ocupado por un casero aymara de ocho viviendas, cuyos ocupantes mantienen en actividad gran parte de los antiguos canales y eras de cultivo, han usado algunos bloques del ushnu para sus construcciones y erigieron un calvario sobre esa plataforma.
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Al igual que el valle de Lluta, el valle de Camarones fue cultivado por los inkas con variedades adaptadas a las aguas salobres de estos ros.
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construido para este propsito. Cerca de la cumbre, los sacerdotes alimentaban a las vctimas y las adormecan con ciertas sustancias. Una vez en la glida cima, les daban muerte e introducan sus cuerpos bien arropado en una fosa, acompaados de estatuillas antropomorfas hechas en oro, plata y s, figurillas de llamas del mismo material, prendas textiles en miniatura y una variedad de otras finas ofrendas. De este modo, las vctimas sacrificadas pasaban a ser una waka u orculo que expresaba su voluntad a travs de sus sacerdotes. Se convertan adems en un prominente hito orogrfico, que sellaba una alianza con los jefes indgenas locales y legitimaba el poder de los inkas en esa regin.
Figurillas humanas femeninas y masculinas de plata y mullu rescatadas de adoratorios de altura; las cinco primeras de Cerro Las Trtolas (MALS) y la ltima del Volcn Copiap (MURA).
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Figurilla femenina de mullu vestida con textiles de cumbi, penacho de plumas y otros aditamentos, que fue rescatada desde la cumbre del cerro Las Trtolas, Coquimbo (MALS).
Miniaturas de camlidos realizados en plata y mullu de los adoratorios de altura de Cerro Quimal (MASPA), Cerro Las Trtolas (MALS) y Volcn Copiap (MURA).
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Dado que la ubicacin de estos adoratorios coincide usualmente con lugares de explotacin minera, se ha sugerido que las montaas eran vistas como fuentes de minerales, uno de los principales mviles de la penetracin inka en estas regiones meridionales del imperio. Pese a que en general la costa parece haber tenido un inters secundario para el imperio, en la cima del cerro Esmeralda en Iquique, los inkas sacrificaron a dos nias. Fueron sepultadas con ricas ofrendas funerarias compuestas de finos textiles, cermicas y mullu, todos objetos de alto valor ceremonial. Los primeros seguramente fueron importados desde el Cuzco o de algn importante centro administrativo del altiplano de Bolivia, en cambio el mullu era una concha de molusco trada de los clidos mares del Ecuador. Dada la proximidad de la mina de plata de Huantajaya, el sacrificio del cerro Esmeralda parece haber estado relacionado con la dominacin simblica de un territorio rico en metales. Todo esto confirma que los inkas no tenan motivaciones puramente religiosas o polticas para crear esta clase de adoratorios, sino tambin fines econmicos. No puede descartarse, sin embargo, que una parte de estos adoratorios hayan sido obra de grupos locales. Los estudios muestran que no existen dos adoratorios iguales, variacin que, en ciertos casos, puede corresponder a diferentes tradiciones regionales y, a lo mejor, a pocas anteriores o posteriores al inkanato. Despus de todo, el culto a los cerros y la idea de que en ellos habitan los espritus que controlan los fenmenos climticos, la riqueza mineral, la multiplicacin de los rebaos y la salud de las personas, es una creencia ampliamente difundida a travs de gran parte de los Andes y que sigue vigente hasta el da de hoy.
Plato inkaico y adornos de conchas del molusco Spondylus o mullu ofrendados en la cima del cerro Esmeralda, Iquique (MRI).
Esta pequea petaca espaola encontrada en la cima del cerro Quimal, San Pedro de Atacama, demuestra que las ceremonias en las cumbres andinas continuaron despus del colapso del Imperio Inka (MASPA).
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Contexto funerario completo de las dos muchachas sacrificadas por los inkas en el adoratorio de cumbre del cerro Esmeralda, Iquique (MRI).
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o bodegas rectangulares dispuestas en cruz y una kancha de tres unidades habitacionales con sus vanos abiertos al patio central. La kallanka y las viviendas de la kancha conservan los hastiales sobre los que antao descansaban techos a dos aguas. Vecino al conjunto se encuentran dos grandes recintos rectangulares pareados cuya funcin es incierta. Un canal en la parte alta del asentamiento recoga las aguas lluvia que descendan por la ladera y las desviaba hacia una pequea quebrada, evitando que inundaran los edificios. Los muros son de doble hilera de piedras parcialmente trabajadas, pegadas con argamasa de barro y revocadas por dentro y por fuera con un enlucido de limo fino. Varias construcciones presentan vanos de acceso con la caracterstica forma trapezoidal de los edificios inkaicos. En la periferia del sitio, una treintena de recintos circulares y rectangulares indican que este tambo fue levantado sobre un antiguo asentamiento local. Situado en el centro de una zona de espacios productivos secularmente disputados, durante el reinado inkaico este pequeo asentamiento estatal disip viejos conflictos entre gente de la altiplanicie y de la pampa del Tamarugal. En una zona cercana al sitio, a los pies del cerro Taypicoyo, un lindero formado por ocho mojones de piedras o sayhuas puede haber sido parte de la lnea demarcatoria que en el siglo XVII los caciques tarapaqueos y carangas refrendaron ante las autoridades espaolas, enfatizndoles que el deslinde vena del tiempo de los inkas. As, el Tambo de Inkaguano parece haber operado como un taypi o centro de organizacin territorial entre las principales zonas habitadas de la regin. Su funcin parece haber sido ms ceremonial que productiva y su ocupacin mucho ms espordica de lo que insinan sus imponentes edificios. Mientras su contraparte de las tierras altas debe haber estado en algn importante centro administrativo del altiplano de Oruro en Bolivia, su contraparte de las tierras bajas estuvo con toda seguridad en el poblado de Tarapac Viejo, un gran asentamiento de data preinkaica que fue parcialmente remodelado durante el inkanato y que los espaoles ocuparon hasta los comienzos del siglo XVIII. En la actualidad, las ruinas del Tambo de Inkaguano se hallan celosamente resguardadas por la poblacin del vecino casero aymara de Quebe.
Vista area del sector principal del Tambo de Inkaguano y de la quebrada de Queitani, altiplano de Tarapac. Foto: Gonzalo Pimentel. Detalle de la kancha de este asentamiento. Foto: Jos Berenguer.
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El Tambo de Inkaguano es uno de los ejemplos de la arquitectura provincial de los inkas mejor conservados en Chile. Detalle de la kallanka y de un amplio recinto rectangular de dos ambientes. Foto: Jos Berenguer.
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Es probable que en Chiuchiu el camino inkaico del Alto Loa se haya bifurcado en uno que segua directamente a San Pedro de Atacama y otro que lo hacia la cuenca alta del ro Salado, principal afluente del ro Loa. La segunda de estas rutas seguramente empalmaba con un camino que vena del sur del salar de Uyuni, en el altiplano de Lpez. Haca escala en lugares como Ayahua, Caapa, Ramadita y otros en Bolivia, cruzaba la actual lnea de frontera por Portezuelo de Inca y segua por Chac Inca, Turi, la mina de Cerro Verde en Caspana, Tambo Salado y la mina de San Bartolo en Ro Grande, arribando por el noreste al asentamiento inkaico de Catarpe, a tan slo siete kilmetros del actual pueblo de San Pedro de Atacama. Con 17 sitios, entre centros, tambos y chaskiwasis, este ltimo camino se encuentra igualmente bien documentado por la arqueologa. Por lo visto, San Pedro de Atacama era un nudo hacia el cual convergan diferentes caminos. Y como llegasen a Atacama [Topa Inka Yupanqui] procur saber lo que por toda aquella tierra haba y por los caminos que de all salan al Collao . . . y como tuviese razn de todo ellos dividi a su gente en cuatro partes como ans fuese hecho mand que los tres escuadrones destos se partiesen luego de all y que el uno fuese por el camino de los llanos y por costa a costa de la mar hasta que llegase a la provincia de Arequipa y el otro que fuese por los carangas e aullagas y que el otro tomase por aquella mano derecha y fuese
Vista rea del sector principal del Tambo de Incaguasi, valle del Alto Loa. Traza de camino inka marcada por un alineamiento de matorrales en pampa Tarapata, Alto Loa. Foto: Jos Berenguer.
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Camino inka al norte del Tambo de Incaguasi, valle del Alto Loa. Est hecho por despeje de piedras de la superficie y su acumulacin en los bordes.
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Camino inka del Alto Loa entre el Tambo de Incaguasi y el Pukara de Lasana. Foto: Jos Berenguer.
a salir a Caxa Vindo y de all se viniesen por las provincias de los chjchas [sic ] . . . y ans se parti l luego juntamente con ellos ytom el derecho que a l le paresci y ans camin por sus jornadas y vino a dar a una provincia que llaman Llipi (Juan de Betanzos ([1557] 1987: 164). Por supuesto, en tanto relato mtico, esta versin de Betanzos sobre el recorrido de conquista de Topa Inka en la regin de Atacama y sus vecinas no debiera interpretarse en forma literal. Pero la verdad es que los caminos referidos por el cronista se hallan en gran parte confirmados por la arqueologa, sobre todo en lo que se refiere al que se dirige a las provincias de Carangas y Aullagas (el del Alto Loa) y el que lo hace a Lpez (el que pasa por Turi), as como parcialmente en el caso del que se dirige a Casabindo en la puna jujea. Est faltando, no obstante, documentar en terreno gran parte del tramo chileno del que iba a Arequipa por el desierto.
Pukara de Lasana en el interior del can del ro Loa, uno de los grandes asentamientos atacameos. Foto: Jos Berenguer, Qhapaq an-Chile.
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La tenue lnea que se observa al centro de la fotografa corresponde al camino inka que une la cuenca alta del ro Salado con San Pedro de Atacama. Un camino de vehculos utiliza su trazado en algunos trechos. Cuesta del camino inka en el ro Salado, uno de los principales tributarios del ro Loa. Para superar la pronunciada ladera del can, se construy un sendero en zigzag con muro de sostenimiento del lado de la quebrada.
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Campamento minero de Inkawasi-Abra, San Jos de El Abra, Alto Loa. Qolqa o bodega de Jos del Abra, donde el mineral reapilado en bolsas.
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Capachos de cuero o de madera y lana y martillos de piedra fueron parte de la sencilla pero efectiva tecnologa con que los mineros atacameos explotaron las minas para los inkas (MCHAP).
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A 24 kilmetros de San Jos de El Abra y 12 kilmetros de San Pedro de Conchi, el centro administrativo de Cerro Colorado era escenario de las ceremonias con que las autoridades inkaicas retribuan las prestaciones de trabajo de los mitayos mineros.
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El mineral era transportado por llamas cargueras hacia otros lugares de la regin o fuera de ella donde se efectuaban las fases posteriores del proceso productivo. Foto: Carlos Aldunate.
inkas concentraron a los mineros en torno a la nica veta de turquesa de toda la localidad. En una ladera de la quebrada de Casicsa y con la misma tecnologa empleada por los mineros atacameos desde hace siglos, los mitayos cavaban piques y galeras siguiendo las vetas de mayor mineralizacin Utilizaban sencillas pero efectivas herramientas, tales como mazos, martillos y yunques de piedra, palas y cinceles de madera, cestos y capachos de cuero. Los rocas extradas eran trasladadas hacia la boca de la mina, donde experimentaban una etapa inicial de chancado y seleccin. Esta primera seleccin era en seguida transportada en capachos y sacos de lana hacia una rea de chancado secundario localizada en la ladera opuesta de la quebrada, donde con mazos de piedra ms finos volvan a triturarla para obtener el material de mayor ley. El producto de esta operacin era cargado en sacos y apilado en bodegas de piedra construidas entre la mina y el campamento de Inkawasi-Abra. Las autoridades cuzqueas mandaron a construir este gran campamento para albergar a los operarios mientras cumplan sus turnos de trabajo. Las habitaciones eran de muros de piedra y piso de tierra, techadas probablemente con mantas de lana y, en algunos casos, con madera y paja. Durante el da, algunas mujeres se quedaban cocinando en el campamento, hasta que los trabajadores regresaban al lugar para comer y dormir. En las proximidades de la quebrada San Pedro de Conchi operaba un segundo complejo minero, especializado en la produccin de xidos de cobre, los que tambin eran reducidos, seleccionados y almacenados en bodegas. El material seleccionado en ambos complejos mineros dejaba el enclave a lomo de llama, en direccin a aquellos centros de produccin donde se efectuaban las fases posteriores del proceso productivo. La primera detencin era la actual aldea de Conchi Viejo, donde haba un tambo o posada en el cual el caravanero y su recua de animales de carga pernoctaban antes de continuar la marcha. Al cabo de la segunda jornada de travesa, la caravana alcanzaba el camino inka del Alto Loa, por el cual se diriga, no sabemos bien si al sur, donde se encontraban Lasana, Chiuchiu, Turi y Catarpe, o bien, al norte, donde estaban Cerro Colorado, Mio y el altiplano boliviano. Se supone que las ceremonias donde las autoridades retribuan las prestaciones de trabajo de los mitayos mineros, se realizaban a unos 24 kilmetros al noreste de El Abra, en el pequeo centro administrativo de Cerro Colorado, ubicado frente al sagrado cerro Cirahue y junto al camino inkaico que pasaba por un costado del asentamiento.
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Sacos o talegas como sta eran usadas en las faenas mineras para guardar el mineral extrado para transportarlo a lomo de llama (MCHAP).
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Turi fue el ms grande los poblados atacameos. Al centro, se aprecia un gran recinto amurallado y otras construcciones correspondientes al perodo inkaico del asentamiento.
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Vista del sector de Turi intervenido por los inkas, incluyendo una de las kallankas y el camino inka que pasa por el asentamiento.
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ofrenda que parece haber sellado finalmente una alianza con la poblacin nativa. A la postre, sin embargo, este rito fundacional desestabilizara esa parte del edificio. Se ha dicho que, por lo general, los inkas preferan ubicar los centros administrativos cerca pero no dentro de los asentamientos locales. No obstante que en Turi hicieron pasar el camino que vena del altiplano de Lpez a San Pedro de Atacama por el poblado, ste no oper simplemente como un tambo ms del sistema vial, sino como uno de los principales centros de la administracin inkaica en territorio atacameo.
(Contina en la pgina 69)
En el valle de Toconce, a unos 20 kilmetros de Turi, los inkas construyeron una gran extensin de terrazas agrcolas para alimentar a la poblacin que trabajaba en las faenas mineras.
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Desde los surcos, horadaciones y diseos en forma de helechos del valle de Lluta en Arica, pasando por las cavidades y figuras de camlidos esquemticos de la cuenca alta del ro Salado en Antofagasta, hasta los motivos en forma de escudo de los ros Limar y Choapa en el Norte Chico (Fotos: Andrs Troncoso), muchos sitios de grabados o petroglifos muestran relaciones con el arte inkaico.
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Junto al ro San Pedro y construido sobre tres terrazas fluviales, Catarpe es considerado el principal centro administrativo inkaico en territorio atacameo.
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Pese a que Catarpe es el asentamiento inkaico que ms se ajusta al clsico diseo cuzqueo en esta regin, sus edificaciones fueron construidas con modestos rodados de ro
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En el camino inka del Despoblado de Atacama las instalaciones inkaicas son en general de pequeas dimensiones, como se aprecia en esta perspectiva del Tambo Agua de Puquios y en el plano de planta del Tambo de Vaquillas (Niemeyer y Rivera 1983).
Al sur de San Pedro de Atacama, es preciso cruzar 550 kilmetros de desierto para llegar al valle de Copiap. En sus 100 kilmetros iniciales, el camino inka va por el borde oriental del salar de Atacama, pasando por Tambillos, los bajos de Socaire, Peine y Tilomonte. A partir de este ltimo oasis comienza el tramo ms duro y desolado, apropiadamente conocido como despoblado de Atacama, cuya travesa signific tantas penurias a la hueste de Almagro en su regreso al Per en 1536 y a la de Pedro de Valdivia en su expedicin de conquista de Chile cuatro aos ms tarde. Debido a la gran distancia existente entre las fuentes de agua y a lo esculido de ellas, no es un camino para rpidos desplazamientos de tropas, ya que las columnas deben ser divididas en pequeas cuadrillas, con previsibles consecuencias desde un punto de vista militar. Ms probable es que haya operado como va de comunicacin para chaskis y como ruta de transporte de minerales, ya que la va est regada con fragmentos de turquesa y nix. Lo jalonan una gran cantidad de pequeos tambos, chaskiwasis y refugios que dividan el trayecto en varias jornadas, permitiendo recuperar fuerzas a viajeros y animales de carga. Flanqueado al este por una cadena de volcanes sagrados, su rumbo general noreste-suroeste va uniendo puntos tales como Tambo El Crter, Tambo Meteorito, Aguada de Puquios y Tambo Ro Fro. A partir del Tambo de Vaquilla y del imponente volcn Llullaillaco, el paisaje se torna ms soportable, ya que aumenta la provisin de agua y aparecen verdes manchones de vegetacin. Una de sus ltimas escalas importantes antes de arribar Copiap era Finca de Chaaral.
A medida que el camino se acerca al valle de Copiap, las instalaciones se vuelven algo ms grandes, como es el caso del Tambo Ro Sal, prximo a Finca de Chaaral. Foto: Carole Sinclaire.
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En primer plano, doble hilera de hornos circulares y ms atrs un gran recinto amurallado con habitaciones para los mitayos que trabajaban en el centro metalrgico de Via del Cerro, cuenca alta del ro Copiap.
Crisoles de piedra y cermica donde se depositaba el mineral previamente fundido en las huayras u hornos (MURA, MALS).
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Cabeza de maza estrellada de bronce de estilo Inka encontrada en el valle de Copiap (MURA).
Desde esta plataforma o ushnu los inkas dirigan el trabajo, impartan justicia y oficiaban el culto en el establecimiento de Via del Cerro.
La produccin de objetos de cobre y bronce era casi completamente distribuida en los territorios anexados al imperio. Ofrecidos como presentes del inka a los kurakas locales, estas ddivas reales jugaban un papel poltico crucial en el proceso de expansin, adhesin y dominacin en las provincias (MURA).
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peldaos, desde el cual se diriga el centro. Aqu seguramente tuvieron lugar las ceremonias de hospitalidad con que el estado retribua el trabajo de los mitayos. Otra unidad arquitectnica, situada en una hondonada, es un pequeo recinto amurallado con un cuarto en su interior dotado de poyo o cama andina, donde aparentemente resida el funcionario estatal a cargo del establecimiento. La tercera unidad, es una casa rectangular situada junto a una vertiente que brota en la ladera, donde viva el operario encargado del abastecimiento del agua. La cuarta unidad, emplazada en una loma fuertemente azotada por el viento, consiste en 26 bases de huayras u hornos dispuestos en tres hileras. De seguro, originalmente sus paredes tenan agujeros para que circulara el aire necesario para generar las altas temperaturas requeridas en la fusin del mineral. Estos hornos de fundicin, as como restos de minerales, artefactos de molienda, escorias, restos de moldes para lingotes, crisoles y otros instrumentos especializados, demuestran claramente que all oper un establecimiento metalrgico. El metal fundido, sin embargo, parta slo como producto semielaborado hacia los centros artesanales trasandinos, donde volva a fundirse para manufacturar hachas, cuchillos y otros objetos bajo formas inkaicas. Se calcula que en este establecimiento metalrgico haba siempre entre 18 y 20 trabajadores de ambos sexos, la mayora provenientes de localidades cercanas, como Punta Brava, La Puerta y los propios alrededores de Via del Cerro.
La confeccin de un hacha de bronce como sta, encontrada en el valle de Copiap (MURA), exiga organizacin, instrumentos, conocimientos y destrezas muy especiales. Dibujo: Eduardo Osorio.
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Situado en la cuenca alta del ro Copiap, entre el centro metalrgico de Via del Cerro y el Pukara de Punta Brava, el asentamiento inkaico de La Puerta controlaba un rea clave para vigilar el movimiento de gente a travs del valle, reclutar individuos locales para las mitas minero-metalrgicas y organizar la produccin agrcola.
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Valle del ro Hurtado, aguas arriba de Ovalle. Urna de estilo Diaguita-Inka ofrendada en una tumba del cementerio de Punta Brava, Copiap (MURA).
El espeso manto de niebla que cubre el ocano Pacfico visto desde el desierto de Atacama
De Copiap al sur, la informacin sobre trazas de camino tiende a desdibujarse, no se sabe bien si por la naturaleza del terreno, las caractersticas constructivas de la arteria, la reutilizacin de que fue objeto con posterioridad, la erosin natural, una falta de investigacin o por todo eso a la vez. Slo se han reportado unos pocos y cortos segmentos,
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ninguno de los cuales alcanza a configurar tramos a la manera de los detectados en el Norte Grande. Enhebrando estos segmentos con una gran cantidad de sitios inkaicos, que incluyen sobre todo tambos y chaskiwasis, pero tambin minas, cementerios, adoratorios y aldeas, como asimismo con la localizacin de portezuelos, datos histricos sobre caminos, senderos locales e informacin sobre caminos inkaicos en Argentina, se ha podido deducir la cartografa del Qhapaq an en el Norte Chico con un cierto grado de aproximacin. Se reconoce un eje longitudinal altoandino que, partiendo de la cuenca alta del ro Copiap, se dirige al sur por cotas de 4.000 metros, aprovechando las fallas geolgicas de Valeriano y Coipa, que corren paralelas a la cordillera de los Andes. El eje vial iba uniendo las cabeceras de los valles de modo similar a la ruta precordillerana de Arica. Sus tambos controlaban yacimientos mineros y vegas donde se poda cazar vicuas y pastear rebaos y recuas. Del Choapa al sur, el trayecto de este camino
discurra por alturas de 2.000 metros, aprovechando otra falla que parece ser la continuacin de las anteriores. Se ha postulado otro eje longitudinal que atravesaba el Norte Chico ms cerca de la costa, pero las evidencias son ms debatibles. Mucho ms convincentes son los ejes transversales que, cruzando por los portezuelos cordilleranos, se dirigan al litoral principalmente por las zonas situadas entre los valles, algunos de ellos con cortos segmentos bien delineados y la mayora bajo la forma de sencillos senderos. La configuracin global de esta red ha llevado a algunos investigadores a sostener que fue diseada por los inkas para controlar los contactos entre las poblaciones de las vertientes oriental y occidental de los Andes, como asimismo entre valle y valle.
Estas piezas son pacchas, recipientes de cermica diseados para hacer circular lquido a travs de conductos interiores (ML). Portadores de un complejo simbolismo relacionado con el agua y la fertilidad, se piensa que fueron regalados por los inkas a algn kuraka del valle de Hurtado para sellar alguna alianza.
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Botella tipo aisana Inka que recoge influencias del noroeste argentino, encontrada en la regin de Coquimbo (MALS). Aisana de estilo Diaguita-Inka de Ovalle (ML).
Esta extraordinaria escultura ltica cuyo estilo recuerda piezas similares del noroeste argentino, proviene del valle de Illapel (MALS).
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El arbalo o maka, un gran cntaro para almacenar chicha de maz, era una de las vasijas ms emblemticas de la vajilla imperial (MLP, ML-040409). Foto: Daniel Giannoni.
La olla con pedestal o manca, sirvi como olla de campaa para preparar guisos o estofados (MLP, ML -036008). Foto: Daniel Giannoni.
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Principales formas de recipientes de la vajilla inkaica . En color, el ar,ibalo, las aisianas, la olla con pedestal y el plato playo. (tomado de T. Bray 2003).
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Plato playo, conocido como puku o chua, sirvi para servir porciones individuales de alimentos slidos o semislidos (MLP, ML -035991). Foto: Daniel Giannoni.
Aisana, especie de botella usada para contener lquidos (MLP, ML -026716). Foto: Daniel Giannoni.
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las actividades de almacenar y transportar chicha, cocinar y servir los alimentos, todas tareas que recaan en la mujer. Se ha insistido que las relaciones entre gobernantes y gobernados eran, en gran parte, mediadas y materializadas a travs de prestaciones de bebidas y comidas. Esta estrecha relacin entre hospitalidad estatal y manejo de la mano de obra probablemente explica porqu no existe ninguna rea bajo firme control del imperio donde no se hayan encontrado al menos algunas vasijas inkaicas, ya sean cermicas finas del Cuzco o ejemplares que imiten las formas cuzqueas. Hay consenso entre los investigadores de que los inkas podan gobernar en algunas partes sin sus elaborados asentamientos, pero que eran incapaces de hacerlo sin la hospitalidad oficial, la cual requera una vajilla que simbolizara al Estado. Mientras la guerra y la conquista eran elementos del imperialismo inkaico claramente masculinos, en la prctica la dominacin en los territorios anexados se articulaba a travs de las actividades femeninas de elaborar chicha, de cocinar los alimentos y de servir la comida. De ah que esta vajilla mnima fuera un componente integral de las estrategias de legitimacin y control del Tawantinsuyu, y que las mujeres que usaban este equipo de cocina hayan jugado un rol fundamental en la construccin del imperio.
Arriba, esta paccha muestra a dos mujeres inkaicas flanqueando un gran arbalo supuestamente lleno de chicha. Abajo se observan mazorcas de maz en la mata, cereal con el que se preparaba esta singular cerveza andina (MLP, ML -031646). Foto: Daniel Giannoni.
Una mujer vierte chicha de un arbalo a un quero para que el Inka brinde con su padre, el sol, durante un ritual del mes de junio (Guamn Poma 1980 [ca. 1615].
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En el frtil valle del Elqui estuvo el corazn del territorio Diaguita. All llegaron las huestes inkaicas para establecer una alianza con sus habitantes y dominar despus el resto del Norte Chico y la Zona Central de Chile.
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Los objetos inkaicos tallados en piedra son por lo general raros en el Collasuyu. Entre ellos, destacan estos recipientes ceremoniales en forma de pez, que han sido atribuidos a la fase Diaguita-Inka (CP, Coleccin rea de Antropologa Museo Nacional de Historia Natural, MALS).
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La ltima Frontera
El camino longitudinal que vena del Norte Chico se una en Putaendo con el que atravesaba la cordillera desde Argentina por el portezuelo de Valle Hermoso, para formar el tramo entre Los Patos y El Tambo, ste ltimo situado a poca distancia al norte de la ciudad de San Felipe. En este punto se juntaba con otro camino transversal que provena de Mendoza a travs del paso de Uspallata. Mientras sitios como Tambillo, Ranchillos y Tambillitos marcan el tramo trasandino, puntos como La Calavera, Juncal, Ojos de Agua, El Camarico, Salto del Soldado, Ro Colorado, Primera Quebrada, El Guapi, la Florida y el ya referido El Tambo hacen lo propio con el tramo cisandino. En la cuenca superior del ro Aconcagua, los inkas establecieron su red vial, tambos, centros administrativos, fortalezas y wakas al margen de la poblacin local, ejerciendo el dominio a travs de las wakas y de su arte rupestre. Las relaciones con las poblaciones oriundas de la regin habran sido a travs de grupos Diaguitas inkaizados. En total, se tratara de unos 20 sitios inkaicos, incluyendo, por cierto, el adoratorio de la cumbre del cerro Aconcagua. Como en el resto del territorio chileno, fue una conquista selectiva y territorialmente discontinua, donde segn algunos habran primado estrategias simblicas y de acuerdo a otros, estrategias propiamente militares. Lo ms seguro, sin embargo, es que se hayan ocupado ambas modalidades, segn cada situacin particular. Cerro La Cruz y Tambo Ojos de Agua sern los sitios inkaicos analizados en esta seccin.
Los inkas dedicaron una capacocha al Monte Aconcagua construyendo un importante adoratorio en la cima de este cerro, el ms alto del continente.
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En la waka de Cerro la Cruz se encontr una veintena de adornos, herramientas y lminas de cobre y plata. Foto: Mara Teresa Plaza.
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desde las alturas, o a lo menos, que los inkas establecieron con las poblaciones de tierras altas una alianza ms estrecha que con aquellas de las tierras bajas. En Antofagasta ocurri algo similar, si bien aqu no parece haber habido grupos altiplnicos monopolizando las relaciones con los inkas. Los alfareros atacameos replicaron la forma de los arbalos y platos inkaicos, pero mantuvieron la tpica superficie pintada de rojo y la ausencia de diseos que caracteriza a su alfarera tradicional. Se puede hablar en todos estos casos de estilos de cermicas que combinan formas cuzqueas con modalidades de decoracin netamente locales. En Copiap, en cambio, muy rara vez los alfareros combinaron las formas y diseos propias de su vasijas con las de los inkas. Es bien conocido que los inkas apreciaban mucho algunas cermicas elaboradas en estilos de otros grupos tnicos. La cermica de los pacajes o Saxmar, hecha en el altiplano sur del lago Titicaca, fue al parecer especialmente estimada, ya que pequeas cantidades de ellas fueron ampliamente distribuidas a travs de la mitad sur del imperio. Lo mismo ocurri al parecer con la cermica de la cultura Diaguita Chilena, aunque de forma ms localizada. Con su foco original entre los ros Elqui y Choapa, esta cermica ricamente decorada tena una larga tradicin en ese sector del Norte Chico. El arribo de cermicas inkaicas produjo la aparicin de cntaros, platos y botellas que imitan las formas cuzqueas, pero que, a la vez, incorporan diversos motivos de origen Diaguita. Por otra parte, las formas tradicionales de vasijas de esta cultura, tales como escudillas, jarros-patos y otras, experimentaron algunos cambios formales y combinaron motivos locales y cuzqueos. ste es el momento en que aparece tambin un tipo de escudilla de forma acampanada cuyo origen es un misterio, ya que no es propia de ninguna de las dos tradiciones alfareras. Puede haber sido una innovacin de los propios ceramistas Diaguitas durante la fase inkaica de esta cultura. La distribucin de la cermica Diaguita-Inkaica hacia el norte y sur del corazn del territorio Diaguita, ha conducido a diversos autores a postular una alianza entre los miembros de esta cultura y los inkas. En los valles de Copiap y Huasco, por ejemplo, la produccin local de vasijas inkaicas estuvo dominada por motivos de estilo Diaguita, los que por lo general se hallan pintados sobre formas que copian vasijas
Variacin local de las principales categoras de recipientes que caracterizan a la vajilla inkaica en Chile. Columnas de izquierda a derecha: Cuzco, Arica-Tarapac, Antofagasta, Coquimbo y Aconcagua-Maipo. Dibujo: Alex Olave y Marco Muoz.
imperiales, compartiendo el espacio decorativo con motivos cuzqueos. nicamente en casos excepcionales se observa una fusin entre formas de estilo Copiap con diseos de origen inkaico o Diaguita. En los valles del Aconcagua y el Maipo, en tanto, la produccin local de alfarera inka sigui la pauta de copiar formas imperiales, incorporando con frecuencia motivos Diaguitas. De modo similar a Copiap, en general los motivos locales no fueron incluidos en las imitaciones de vasijas inkas. Tan slo una pequea proporcin de escudillas de estilo Aconcagua, caracterizados por su forma hemisfrica y el color rojo de su superficie, muestra en su interior una decoracin que integra patrones decorativos locales e inkaicos. Tal parece que los inkas usaron a sus aliados Diaguitas como genuinos operadores para establecerse en el territorio que se extiende entre los valles del Copiap y el Elqui, como asimismo entre los ros Choapa y Cachapoal, incluso en zonas trasandinas, como San Juan y Mendoza.
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Plato playo negra y arbalo rojo pintado, San Pedro de Atacama (MASPA)
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Arbalos de estilo Inka de Chile central (MCHAP y Coleccin rea de Antropologa Museo Nacional de Historia Natural); Escudillas de estilo AconcaguaInka, valle del Mapocho (MAS-MAVI); Escudilla de estilo Inka Aconcagua, valle del Cachapoal (MRR).
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Vista parcial del Tambo Ojos de Agua, ro Juncal, valle de Aconcagua. Foto: Charles Garceau.
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abierta, que corre desde la orilla del ro por la base de la loma meridional y luego tuerce al norte por los pies de la loma occidental, hasta llegar a una gran roca, donde vira por corto trecho hacia el este. Ms all de esta roca, dos muros, uno recto y otro en forma de L, flanquean un segmento de unos 150 metros del camino inkaico que vena de Argentina por el paso de Uspallata. Un muro recto perpendicular a estos dos ltimos, pero cortado por la moderna carretera entre Santiago y Mendoza, tambin parece haber formado parte del conjunto arquitectnico. El asentamiento consta de 24 recintos rectangulares, la mayora en el interior del muro perimetral, unos pocos fuera de ste y al menos tres de ellos al borde del camino. Sobre una de las lomas se observan dos recintos circulares que han sido interpretados como qolqas. Las excavaciones arrojaron fragmentos de ollas y cntaros sin decoracin, as como fragmentos decorados de arbalos, platos y botellas tipo aisana, escudillas de estilo Diaguita, vasijas Inka-Paya y escudillas que recuerdan el estilo Aconcagua. Otros restos comprenden puntas de proyectil, agujas de cobre, discos de pizarra y cuentas de conchas de moluscos de agua dulce y marinos. A juzgar por las basuras, la dieta de los ocupantes consisti principalmente en carne de llama y guanaco, jurel, merluza, maz, aj, poroto, quinua y papa. La funcin ms evidente del sitio fue la de posta para el cruce de la cordillera, para lo cual debe haber estado muy bien aprovisionado por los mitayos a su cargo. Se ha planteado, no obstante, la posibilidad de que, adems, fuera una de las principales estaciones para ascender el monte Aconcagua, en cuya cumbre los inkas rendan culto a una importante waka regional. Durante la Colonia y en el siglo XIX, el tambo fue intensamente ocupado por los viajeros que hacan la ruta transcordillerana, incluso una de las seis columnas del Ejrcito Libertador pas por esta ruta en 1817. Hoy en da, los automovilistas que circulan rauda y cmodamente por la carretera internacional, no sospechan que pasan junto a unos de los puntos ms necesarios y esperados antiguamente de toda la travesa de los Andes.
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En el cerro El Plomo, que domina la cuenca del ro Mapocho, los inkas establecieron un importante adoratorio de altura. Vista posterior de la figurilla de El Plomo (Coleccin rea de Antropologa, Museo Nacional de Historia Natural).
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Figurilla femenina de plata con penacho de plumas y vestida con finos textiles y tupus, perteneciente a la ofrenda del nio de El Plomo (Coleccin rea de Antropologa Museo Nacional de Historia Natural).
El camino de Santiago
Las fuentes etnohistricas tempranas indican que una vez que el camino inka cruzaba el ro Aconcagua en direccin a Curimn, corra con franco rumbo al sur a travs del cordn de Chacabuco, las Casas de Chacabuco, Colina La Vieja y Huechuraba. En Quilicura se le una por el oeste el camino que vena de Quillota por la cuesta de La Dormida y Lampa. Obviamente, en ningn punto al sur del valle de Aconcagua el camino inka puede verse en su forma original. Aparentemente, el camino entraba como una va nica al valle del Mapocho por la actual Avenida Independencia, cruzaba el ro por donde alguna vez estuvo el puente de Cal y Canto, pasando por Paredn y Tambillos del Inca, lugar que debe haber estado frente a la fachada oriente de la Estacin Mapocho. Posiblemente, segua al sur por la calle Bandera en direccin a Calera de Tango, el cerro de Chada, la angostura de Paine y Cerro Grande de La Compaa, sin que se conozca su punto ms austral. En las cuencas del Mapocho y del Maipo hubo una bien establecida ocupacin inka, que se refleja sobre todo en la gran cantidad de cementerios donde se mezclan cermicas inkaicas, DiaguitaInka y Aconcagua, esta ltima correspondiente a la cultura local de Chile central. No se puede dejar de mencionar entre los restos inkaicos el adoratorio del cerro El Plomo, que domina la ciudad de Santiago. Sin embargo, es claro que hubo amplios espacios en ambas cuencas donde el dominio cuzqueo no alcanz o a lo menos, no estuvo tan firmemente instalado como en las regiones ms septentrionales del pas.
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La fortaleza de Chena
Las fortificaciones inkaicas localizadas al sur del ro Maipo revelan cierto clima de inestabilidad y la necesidad de defensa de grupos hostiles ms meridionales. Para tratar este tema presentaremos los casos del Pukara de Chena y del Cerro Grande de La Compaa. La guerra para los inkas estaba estrechamente relacionada con la religin y los combates con sus adversarios estaban cargados con un fuerte contenido ceremonial. Considrese el caso del Pukara de Chena. Al sur de Santiago, este sitio inkaico se levanta sobre una estribacin del cordn de Chena, dominando visualmente el curso medio del ro Maipo, la angostura de Paine y la waka inkaica de Chada, que controlaba un asentamiento de la cultura Aconcagua situado a los pies de este cerro-isla. La localizacin de Chena en un punto estratgico para vigilar el movimiento de gente, su emplazamiento en un espoln de difcil ascenso y sus caractersticas constructivas dejan pocas dudas de que se trata de una fortaleza. Consta de dos muros defensivos concntricos, hoy derruidos, que circunvalan gran parte del asentamiento. Cada uno presenta en su lado sur sendas entradas controladas desde un par de torreones que vigilan el acceso. El muro superior encierra una extensa rea del cerro, en cuya cima hay una explanada o reducto de cumbre con un gran recinto rectangular amurallado, al cual se adosan por el exterior varios recintos menores: uno junto al muro norte, otro cerca de la esquina noroeste y tres apegados a su muro sur. Dos de estos ltimos dejan un corredor como nico acceso a la explanada de la cima. Los cementerios asociados al asentamiento indican que sus ocupantes no fueron todos individuos de paso, sirviendo mitas en el ejrcito y regresando al cabo de ellas a sus regiones de origen, sino residentes con suficiente arraigo en la zona como para ser sepultados en el lugar. De hecho, la cermica de estilo Inka Local depositada como ofrenda funeraria es mayoritaria, siendo las piezas Diaguita-Inka notoriamente ms escasas, lo que indica que all se enterraron de preferencia grupos inkaizados de Chile central. Como en muchas fortalezas andinas, en la de Chena los inkas y sus aliados luchaban contra sus enemigos protegidos por muros defensivos, pero tambin por el poder de sus ancestros o antepasados.
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En el Pukara de Chena los inkas y sus aliados combatieron a sus enemigos protegidos por muros defensivos y por el poder de sus antepasados.
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Unku inkaico con pechera en V y diseo ajedrezado, usado como tnica militar (MNAAHP, RT-2377). Foto: Daniel Giannoni.
Miniaturas tejidas de tnicas militares ofrendadas en los adoratorios de altura del Volcn Copiap y Cerro Las Trtolas (MURA y MALS).
Maza estrellada inkaica hecha en cermica (MLP, ML-026610). Foto: Daniel Giannoni.
Tres guerreros de la cultura Wari (ca. 550-1000 d.C.), Per, vestidos con tnicas ajedrezadas y navegando en balsas de totora, representados en cermica de estilo Conchopata (tomado de Ochotoma y Cabrera 2002).
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construccin de la figura del guerrero inkaico exiga balancear su identidad individual como soldado con la prdida de su identidad en el grupo en aras de un propsito mayor. Los medios cuadrados de los bordes de la prenda hacan que las lneas de combatientes formados en fila en estrecha proximidad unos con otros, fuesen percibidos y conceptuados como un continuo, abrumando con su potencia grfica a quienes las vestan e intimidando a sus adversarios en las batallas. Se puede decir, entonces, que la identificacin de este tipo de tnica como divisa del ejrcito del Inka es un hecho bien establecido. Curiosamente, esto coincide con ciertas representaciones de hombres armados provistos de escudos ajedrezados en las cermicas de estilo Nasca o ataviados con tnicas ajedrezadas en la cermicas de estilo Wari, sugiriendo que el significado de este diseo como emblema militar posea profundas races en los Andes Centrales. Empero, no hay hasta ahora una buena explicacin de porqu los inkas eligieron al Collasuyu para introducir este tipo de motivo.
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El bastin de Cerro Grande de La Compaa o Cerro del Inga es hasta ahora el asentamiento ms meridional del Imperio Inka.
Al suroeste del Cerro Grande de La Compaa, el cerro Tren Tren contena una tumba de varios nios acompaados con cermicas de diversos estilos locales y algunas vasijas inkaicas (MRR).
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Unos 20 kilmetros al oriente del oasis de Pica, en el curso medio de la quebrada de Quisma, se encuentra este abrigo rocoso con pinturas o pictografas en las que destacan un motivo parecido a un quipu y un personaje con casco emplumado ataviado con una tnica ajedrezada. Foto: Diego Artigas.
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Contador Mayor y Tesorero del Tawantinsuyu portando un quipu muy similar a la pictografa de Quisma (Guamn Poma 1980 [ca. 1615]).
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Pictografa de un rectngulo ajedrezado en cueva Morro del Diablo, cerca de la Hacienda de Chacabuco, al norte de Santiago. Banda rectangular con una hilera de rombos en las pictografas de Morro del Diablo.
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Garganta rocosa de la quebrada Infiernillo por la cual se accede a la cueva donde estn las pictografas de Morro del Diablo.
Una de estas pictografas, localizada junto al camino inka que bajaba del salar del Huasco al oasis de Pica, en el norte de Chile, muestra a la izquierda un quipu y a la derecha un guerrero con casco emplumado y tnica ajedrezada. Otro caso notable, esta vez junto al camino inka que cruzaba el cordn de Chacabuco, es el de Morro del Diablo, una cueva situada al norte de Santiago. Las pictografas consisten en bandas con hileras de rombos concntricos, como los que aparecen en cerca del 25% de los arbalos inkaicos y en un rectngulo con un diseo ajedrezado que claramente alude a una tnica militar. Probablemente, estas imgenes rupestres sealaban y, a la vez, aseguraban el sometimiento de la poblacin local al dominio cuzqueo.
Jarro inkaico decorado con una banda con hilera de rombos, encontrado en el ncleo del territorio Diaguita (MALS).
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La historia posterior al encuentro de Huayllullo con Almagro en Tupiza es bastante conocida. El Adelantado continu su expedicin al sur encontrando resistencia en cada comarca otrora gobernada por los inkas. La feroz travesa de la cordillera a la altura de Copiap tambin hizo su parte. Se calcula que ms de un tercio de la hueste que Almagro haba reunido hasta Tupiza, perdi la vida antes de pisar suelo chileno, ya sea en escaramuzas con los indios que iba encontrando a su paso o durante el cruce del macizo andino. Por aadidura, en algn descuido Villac Umu desert de la expedicin, devolvindose al altiplano boliviano para instigar desde all la sublevacin, tal como haba acordado con Manco Inka al dejar el Cuzco. Como se sabe, Don Diego no hall en Chile la riqueza en oro que esperaba encontrar y durante su apresurado retorno al Per, vivi en carne propia en algunos lugares los primeros efectos del levantamiento indgena que, como un reguero de plvora, encendi los Andes por algunos aos. De Huayllullo, en cambio, nunca ms se supo. Quizs fue una de las bajas de la travesa, tal vez retorn al Per con los remanentes de la hueste de Almagro o acaso se qued en Chile, como tantos otros. Se ignora si la honda huella cultural que los inkas dejaron en Chile fue consecuencia de la influencia directa de ms de un siglo de ocupacin, de las poblaciones forneas que quedaron a la deriva tras el colapso del imperio o de situaciones posteriores, como la gran cantidad de yanakonas o sirvientes que los espaoles trajeron del Per. Pinsese que slo Almagro entr a Chile con 5 mil indgenas, entre indios del Cuzco, yanakonas y cargueros. Lo cierto es que hoy el Inka se encuentra vigente en nuestra toponimia. Basta consultar el antiguo Diccionario Jeogrfico de Luis Risopatrn para reparar en al menos 36 lugares cuyo nombre alude
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Ejecucin de Atahualpa a manos de los hombres de Pizarro (Guamn Poma 1980 [ca. 1615]). Villac Umu, importante personero inkaico que integraba la expedicin de Almagro a Chile, aprovech un descuido de sus vigilantes y huy para sumarse a la rebelin de Manko Inka contra los espaoles (Martn de Mura 1946 [1590]).
a los inkas, tales como Inca e Incahuasi, sin contar una gran cantidad de otras denominaciones, como es el caso de Collahuasi, Inganta (Cobre del Inka), Revinco (Rey Inka), Pallinga, Bacan (Waka an), Atuahualpa, Vaquillas (Huaquillas), Ingacota (Laguna del Inka), etctera. Adems, el Inka est muy presente en el habla cotidiana de los chilenos, sin que nos demos cuenta de ello. A tal punto que el nmero de vocablos quechuas -la lengua de los inkas- supera con creces al mapudungun, lengua de los mapuches, que es el grupo tnico originario con mayor poblacin en nuestro pas. Sorprende constatar, finalmente, que los mitos andinos del Inkarr que proclaman que Atahualpa, el Inka decapitado por los espaoles, resucitar para dar origen a una nueva era de riqueza y libertad para los indgenas sobreviven entre los pueblos originarios del norte de Chile y han sido rastreados hasta la laguna de Tagua Tagua en la zona central, incluso hasta la isla grande de Chilo, donde el dominio del Tawantinsuyu jams alcanz.
El recuerdo del Inka ha quedado grabado tambin en la memoria de los habitantes aymaras de Quebe, muy cerca del Tambo de Inkaguano. Este tambo del altiplano de Tarapac es conocido por ellos como Inkamarka o Pueblo del Inka, porque all vive el Inka Mallku. Hasta las coplas que cantan y bailan los lugareos en sus fiestas y ceremonias mencionan a este personaje de caractersticas divinas. Hace dos aos, un anciano de ese poblado nos contaba cmo el Inka se ocult por largo tiempo de los espaoles en el cerro Sojalla. Cuando stos venan a aprehenderlo, el cerro desapareca. Segn su relato, esto pas durante un buen tiempo, hasta que finalmente el Inka fue sorprendido, capturado y decapitado. Cuando vemos que algunos nombres de lugares de la zona incluyen el sufijo uma (cabeza), tales como Inkauma y Castilluma, no podemos dejar de asociarlos con esa mtica lucha entre la gente del Inka y la gente de Castilla o con aquellos arquetpicos encuentros entre Atahualpa y Pizarro en Cajamarca y entre Huayllullo y Almagro en Tupiza. . .
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AGRADECIMIENTOS. Esta sntesis se benefici de comentarios, materiales y facilidades ofrecidos al autor por Carlos Aldunate, Diego Artigas, Ivn Cceres, Gabriel Cantarutti, Solange Daz, Charles Garceau, Carlos Gonzlez, Sebastin Ibacache, Gerardo Larran, Jos Luis Martnez, Ivn Muoz, Mara Teresa Planella, Rubn Stehberg, Andrs Troncoso y la comunidad de Quebe. La informacin sobre el sitio Inkaguano, el camino del Alto Loa y los sitios de arte rupestre de la quebrada de Quisma y de Morro del Diablo, as como la aproximacin general del artculo, son resultado de los proyectos FONDECYT N 1010327 y 1050276.
Siglas utilizadas en las ilustraciones: MNAAHP: MLP: MASMA: MRI: MASPA: MRA: MALS: ML: MAS: MCHAP: MA: MRR: MC: CMBE: CP: Museo Nacional de Arqueologa, Antropologa e Historia del Per. Museo Larco, Per. Museo Arqueolgico San Miguel de Azapa, Universidad de Tarapac, Arica. Museo Regional de Iquique. Museo R.P. Gustavo le Paige S.J., Universidad Catlica del Norte, San Pedro de Atacama. Museo Regional de Atacama, Copiap. Museo Arqueolgico de La Serena. Museo del Limar, Ovalle. Museo de Arqueolgico de Santiago-Museo de Artes Visuales, Santiago. Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago. Museo Andino, Buin. Museo Regional de Rancagua. Museo de Colchagua, Santa Cruz. Coleccin Manuel Blanco Encalada, Santiago. Coleccin Particular.
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English Translation
Introduction
The Inka expansion began as a rapid military conquest of ethnic groups and territories around Cuzco and continued with the annexation of extensive areas on both sides of the Peruvian Andes. Little more than a century later it concluded, leaving the Inka in charge of an enormous region than extended from southern Colombia to Central Chile. More than 5,000 kilometers in length and populated by an estimated 10 million inhabitants, Tawantinsuyu was the largest pre-Hispanic empire on the continent. Its well organized State apparatus could move troops, high priests, government officials, service personnel, and even entire communities over large distances. Into its outlying provinces the Inka empire introduced sun worship and a form of government based on alliances with local ethnic authorities and the redistribution of goods and services. The wealth collected was channeled to the State, the official religious hierarchy, and the Inka rulers themselves, who were considered Children of the Sun. Different explanations have been offered for the Inkas ongoing need for expansion. One of the most popular of these links this virtual compulsion for conquest with the so-called split inheritance tradition. When an Inka ruler died, his panaca or noble lineage inherited all of the land taken over during his reign, while his chosen successor inherited only the army, forming his own panaca. Using this instrument of power, the new Inka Ruler or Sapa Inka would then have to build his own estate. Using this instrument of power, the new Inka Ruler or Sapa Inka would then have to build his own estate. This system of succession is thought to have given rise to the imperative of annexing new lands and people. At its peak, Tawantinsuyu was composed of four large regions: Antisuyu, Condesuyu, Chinchaysuyu and Collasuyu. Chile, as well as Southern Peru, Bolivia and Argentina, were part of Collasuyu, which incorporated the empires southern provinces. There has been much debate regarding which Inka rulers conquered our country. The most common position is that Topa Yupanqui, the 10th Inka ruler, was mostly responsible; however, a number of authors also give some credit to his father, Pachakuti Inka, the great reformer of the Inka State. Some even attribute the conquest of certain territories to his predecessor, Viracocha. Huayna Capac, the 11th Inka ruler, also played a major role in the conquest of
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Chile: he apparently was a military commander in Chile during the reign of his father, Topa Yupanqui, and later as ruler he conducted campaigns to re-conquer certain territories. More study is required to determine exactly which rulers conquered what territories in which order. With the death of Huayna Capac, Chile was governed for a brief time by his son Huscar, who was later deposed in a dynastic struggle by his brother Atahualpa, the last of the pre-Hispanic Inka sovereigns. The Inka occupation began in the early 15th Century and left a legacy of countless settlements, mines, cemeteries and ceremonial sites distributed across eight regions of present-day Chilein all, 1,800 kilometers of territory, from the Lluta Valley in the countrys far north almost to the gates of Rancagua in Central Chile. Further south, the presence of the Cuzco empire was limited to incursions, sporadic contact and take over attempts that were unsuccessful, perhaps because the way of life of people living in those parts did not lend itself to the Inka pattern of domination, or because the region did not have enough of the mineral resources that so interested the Tawantinsuyu regime, or simply because the fierce resistance of the natives came at a costin terms of lives and materialthat vastly outweighed any potential benefits. The Inkas formidable imperial reach was facilitated by three interconnected elements: the famous Qhapaq an or Inka road system; the Inka religion; and the Quechua language, known as runa simi. Indeed, that language still resounds today, in hundreds of place names of our nation, in the legends told around country campfires and, albeit undetected, in dozens of words still in use by millions of Chileans today. This telling evidence reminds us that at one time almost half of our territory belonged to the most powerful empire of its time and was occupied by people from the furthest reaches of the Andean region who accompanied the conquerors from Cuzco. Indeed, this multifaceted ethnic amalgamation still runs, in one way or another, through the veins of each and every living Chilean. The exhibit associated with this catalogue is intended to present to Museum visitors the Inkas main achievements in Chiles Norte Grande, Norte Chico and Central regions, while at the same time acknowledge the contributions of all those who have lived in this long and narrow strip of land, to our countrys past, present and future development.
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In late October of 1535, Huayllullo found himself face to face with the Spanish at Tupiza. He had come from Chile bearing the traditional offering of gold from this far away kingdom for the universal King of Peru. The gifts were loaded on a number of litters decorated with gold and carried on the shoulders of native dignitaries. The gift consisted of fine gold bars and tiles and two large nuggets of the same metal. The pieces were embossed with the Inka emblem and would certainly have been smelted on the banks of the Marga Marga, a stream near Quillota with rich veins of gold that were renowned in this part of Tawantinsuyu, the Empire of the Four Regions. The Inka official was informed of the latest news. The chaski messengers had told him of the recent death of Atahualpa at the hands of Francisco Pizarro in Cajamarca, of the feigned obedience of his successor, Manco Inka, to the Spanish in Cuzco, and of the uprising this individual was secretly planning throughout the Andes. He had chosen to take these treasures to the capital on the Tucumn road to safeguard them, but throughout the journey he witnessed the havoc wreaked by the news that Peru had been invaded and the empire was collapsing. Many of the Inka installations that had formerly provided official delegations with shelter, food, drink and protection were now abandoned. Perhapsthought Huayllulloit would have been better to return on the road through Atacama Desert. That way he would have avoided running into this enormous column of invaders. Diego de Almagros eyes shone when he told Huayllullo that he no longer had to pay tribute to Peru, as there was a new emperorCharles V, and he had only to render obedience to this new ruler. In Almagraos eyes, the laden caravan confirmed what others had reported to him before setting out: that the kingdom he rode towards possessed enormous riches. He forced the Inka official to join his expedition, arguing that he no longer had a reason for his mission to Peru. Indeed, Huayllullo could not have refused. Almagro commanded an army of some 20,000 men including Spanish, black African, and native troops. He was also accompanied by an entourage of Inka dignitaries led by Villac Umu, a high ranking Inka official in charge of religious affairs and custodian of precious metals, and by Inka Paulo, the brother of Manco Inka. Almagro wasted no time taking possession of the treasure, and Huayllullo had no alternative but to return with him to Chile. The above story is loosely based on the Crnica del Reino de Chile (Story of the Kingdom of Chile) by Pedro Mario de Lovera. The brief history that follows below also relies on certain writers of that time and, especially, on archeological studies and other modern research. It attempts to offer an overview of the Inka occupation of the territory we know today as Chile.
or months, after which they were allowed to return to their normal lives until they were conscripted again. In other words, the Inka did not exact tribute in goods or resources but in labor. The services performed by these levies ranged from farming duties to participation in large scale public worksbuilding and maintaining roads, agricultural terraces and irrigation worksand serving in the Inka army. The levies were called mitayos, and their mita labor-tribute system (herafter called corve) allowed the Inka to intensify production in different areas such as mining, farming, cattle raising and handicrafts. It also enabled them to maintain tight security in the regions under their dominion. To make the system effective, the Inka State supplied workers with raw materials and tools and, following the established tradition of Andean reciprocity, provided them with food and drink. Official hospitality was therefore a key component in the Inka governors relations with the people who served them. Because of this, one of the first activities the Inka State probably carried out after conquering a new territory was to build acllawasis in their settlements. These buildings housed the acllas or chosen women, whose work consisted of spinning wool, sewing, preparing the local fermented drink and cooking special foods. This was also the usual time when mitimaes (corve laborers) were sent to the area, or local mitimaes were recruited and sent to work in other Inka territories. The mitimaes were individuals who had been moved from one region to another as punishment for resisting the empire, or simply to provide a particular region with craftsmen they were lacking potters, metalworkers, stoneworkers and other skilled workers required by the State. With these initial actions the regular flow of goods, officials and soldiers to and from more distant regions was begun. In many places the Inka governed through local chiefs or Cuzco noblemen who were posted to the provinces as delegates or governors. In any case, it is possible few Inka actually lived outside of Cuzco. Instead, it is believed that they visited the outlying regions under their charge only when problems arose.
By reason or by force
Spanish chronicles of the 16th Century noted that different Andean peoples could be distinguished by their attire. Of course, these indigenous groups had special clothing for special occasions such as festivals and ceremonies; but even their everyday attire identified them as members of a specific ethnic or social group. In the multiethnic world of Tawantinsuyu, members of each conquered nation had to identify themselves by wearing a certain kind of tunic, blanket and/or headdress. Men and women were obliged to dress in their groups clothing and were not allowed not to wear that of other groups under threat of severe punishment. Textiles played a role in many other contexts as well, especially in religious and military affairs. Soldiers who distinguished themselves in battle, for example, were presented with fine garments. The finest textiles, called cumbi, were reserved for dignitaries and other important figures and were a sign of social prestige for those who wore them. The cumbi were highly prized as gifts, and as one of the most highly valued objects in Inca society, they were also very useful in power relations. As a case in point, the Viceroy Francisco de Toledo related how Topa Inka Yupanqui brought the Central Andean province of Jauja peacefully under his reign,
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offering the native chief a gift of some elegant shirts and shawls and some drinking cups [queros] that they call aquillas. In the campaigns to expand the empire, Inka presents played an integral role in terms of protocol and in diplomatic and military negotiations, in which they symbolized the pact made with the Inka and the (forced) citizenship of the local people. The gifts were given to the kurakas when they accepted the Inka demand that they submit peacefully; if they refused, however, the Inka threatened them with total annihilation. The wooden quero cups used to drink chicha on these official occasions were left in the communities as a permanent reminder of the new relationship that the group had entered into but could not alter with the Inka State. Items of clothing played a similar role: At the official recognition of defeat, the mandatory giving of the items most valuable to each side could also be seen as a first step towards a system of dependent relations. Generosity creates an obligation, it forces the other to reciprocate. In a power system like that of the Inka, this meant that a new obligation was now in force: to send the fruits of their labor and craft regularly to the Cuzco coffers. From such a perspective, the gift of a cloth or textile would have been more properly viewed as the issuing of a certificate of Inka citizenship, the mark of the new servitude (Murra 1975 [1958]:167). In other words, these objects were able to extend Inka power and trap the local leaders who received them into an asymmetrical relationship of forced reciprocity from which the local leader and his people could not escape. These rituals of conquest and incorporation, mediated by fine clothing and drinking vessels, were therefore central instruments of the power wielded by the Inka and were crucial in establishing and maintaining the Cuzco rulers hegemony throughout the provinces of Tawantinsuyu.
local governors and those they governed, facilitating the operation of the corve labor system upon which the wealth of the State was based. For this reason, it is thought that the qolqas (storehouses) built close to these centers to hold food, ceramics, textiles, metal objects and other articles, played only a minor role in local economies. At most, some of their contents may have been distributed among local leaders; but their central role was to support the activities of the Inka administrators. The Inka roadways also provided access to valuable resources, making the Qhapaqan an enormous network for the extraction of resources with a high symbolic value, such as metals, semiprecious stones, colored earth and other commodities. Indeed, some way stations and administrative centers were built on secondary and even side roads for the express purpose of controlling and managing these resources. After all, gold and silver were reserved for the exclusive use of the royal Inka caste and on very special occasions for the Inka by priviledge, a class of nobles who had rendered distinguished service to the empire. This was not the case with copper and bronze, however, which mainly was made into prestige goods to be distributed almost exclusively in regions under Inka rule. Given as royal gifts to local kurakas, these products played a key political role in the process of expansion, loyalty and domination in the Inka provinces. In summary, the way stations, relay stations, administrative centers, storehouses and the roads themselves were part of a complex systemthe Qhapaq anthat operated efficiently to establish and maintain a direct relationship between the outlying provinces and the power at the center of the empire. Today, supported by the sponsorship of the six Andean nations, the Qhapaq an is currently awaiting final approval as a UNESCO World Heritage Site.
Collacagua valley and the Huasco salt flat before descending to the oasis of Pica. Both roads appear to connect to the coastal road (Camino Real de la Costa/ Camino Real de los Llanos) that crosses Tarapaca region, although the first one may have crossed the Tamarugal pampa and run by the Huantajaya silver mine before descending to the coast and the Inka shrine atop Esmeralda Hill in Iquique. In the far north of Chile, the Inka occupied four successive environments: the high plateau (also called puna or altiplano), the Andean foothills (also called sierra or precordillera), the middle reaches of river valleys and the coast. Inka sites in all of these environments are numerous, but here we will examine just three: the Tambo of Chungara, the Administrative Center of Zapahuira and the Village of the Pampa Alto Ramrez.
stone huts with A-framed grass roofs and a central patio. Another emblematic structure was the kallanka, a large, rectangular building with a similar roof that was used to house soldiers and other groups of travelers and as a banquet hall when the residing Inka official held such events for workers serving in the the mita or corve workforce. Some settlements had single or double squares (aukaipatas) at their center, and occasionally an ushnu platform for managing operations, imparting justice and conducting religious celebrations. As a general rule, the size of these spaces was proportional to the size of the population governed. While the distribution, floor plan and often even the masonry of these structures closely followed Inka urban planning rules, the builders, materials and building techniques involved were usually local. This resulted in an overall effect that displayed a distinctly foreign architectural style but was still a far cry from the faultless architecture found in Cuzco. Indeed, many of the settlements built throughout the empire combined both Inka and local elements, and some local sites with no Inka architecture whatsoever were even used occasionally as imperial facilities.
Although a number of the structures at Zapahuira were left unfinished when the Spanish arrived and the empire collapsed, a large part of the site had been operating even before then as a major administrative center for the region. Its strategic position in the sierra made it a hub not only for native groups living further up the surrounding valleys, but also for those living on the high plateau and on the coast. Moreover, the easy access it provided to the Lluta and Azapa valleys enabled the Inka to establish and maintain settlements at Mollepampa, Pampa Alto Ramrez, Playa Miller and other locations on the coast.
Because the remains of the wicker walls and wooden posts of the houses were found to be burned in the upper sections, it has been suggested that this settlement is actually Isquiliza, a longstanding indigenous village of the valley that the Carmelite monk Antonio Vsquez de Espinosa claimed to have razed in one of the campaigns to rid the country of idolatry promoted by the Catholic Church in the 17th century. Though fragile, the relics of this Inka village built nearly a half century ago had survived until around 30 years ago, when they were destroyed by road construction crews and the floodplain was leveled to plant crops.
enclosures each, most of them with a circular floor plan, and one grouping of four circular enclosures associated with underground storerooms. The first sector enclosures have been interpreted as a residential grouping that provided lodging to official delegations. The tombs in this sector are thought to have contained local inhabitants. Given the presence of the platform, the second sector has been considered by archeologists as the focal point of the settlement. The lack of evidence of domestic activities in its enclosures and the contrasting presence of metal prestige goods and abundant jugs, bowls and decorated dishes, suggest that this sector was occupied intermittently for ceremonial activities. Nevertheless, we know that Inka ceremonies in the provinces were only nominally religious, being more oriented towards establishing and maintaining relations between State officials and their subjects. In fact, the simpler enclosures contained ceremonial ceramics and decorations typical of Caranga and Pacaje populations, pointing to the presence of an altiplano population of mitimaes in charge of administering the settlement and overseeing the local inhabitants. The latter likely resided in the sector furthest from the center, where ceramics in the local style have been found as well as a large quantity of agricultural implements. Through the mita system this agricultural culture would have worked to supply and serve the settlement and provide for its own subsistence. Today the site is partially occupied by eight Aymara dwellings, whose occupants continue to maintain and use the old irrigation canals and farm fields, though they have also used some blocks from the Inka platform to build their houses and have erected a cross there as well.
Shrines on high
It was common for the Inka to appropriate local sacred places in the territories they annexed. For example, they built simple monuments and ceremonial platforms on the peaks of the highest mountains in each region. Among the nearly 200 mountain shrines found to date in the Andes, the vast majority have been found in Collasuyu province, 40 of these in Chilean territory. Piles of firewood still survive on the snowcapped slopes, silent relics of the bonfires the Inka lit as part of their singular ritual activity in the high Andes. In some shrines only objects were offered, but in a few, people were also sacrificed, accompanied by a wealth of grave goods. Evidence of such high altitude ritual burials has been found on Cerro Esmeralda in Iquique, Llullaillaco Volcano in the uninhabited Atacama, Mount Aconcagua at the head of that valley, and El Plomo in the Santiago basin. All of these places house the remains of capacochas, Inka rituals celebrated in June or December, in which their high priests sacrificed children and adolescents of both sexes who were specially prepared for the ceremony. The capacocha ceremony often began with an official delegation departing from Cuzco with the young man or boy to be sacrificed. It followed a straight course over mountains, plains and ravines until reaching the base of the mountain chosen. From there, the procession began its slow ascent, sometimes via a special path built exclusively for the ritual. Close to the summit, the priests fed the victim and put him (or her) to sleep with medicinal substances. Once they reached the icy summit, the victim was put to death and the well-wrapped body placed inside a pit, accompanied by anthropomorphic figurines made of gold, silver and mullu shells, llama figures in the same material, woven clothing in miniature and a variety of other fine offerings. Through this ceremony, the sacrificed child became a waka or oracle that expressed its will through the Inka priests. The place itself became a prominent landmark that sealed the Inka alliance with the local
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indigenous chiefs and legitimized the empires power in the region. As these shrines were usually located close to mining operations, it has been suggested that the mountains themselves represented a source of ore, which was one of the main motives for Inka expansion into Chile. This fact meant that the coast was usually of secondary interest to the Inka; however, on the summit of Cerro Esmeralda in Iquique they also sacrificed two girls and buried them with an abundance of grave goods including fine textiles, ceramics and mullu shells, all highly valued ceremonial objects. The textiles were most likely imported from Cuzco or a major administrative center in the Bolivian altiplano, while the mullu shells were likely brought from the warm ocean waters of Ecuador. Given its proximity to the Huantajaya silver mine, the sacrifice on Cerro Esmeralda seems to symbolize the Inka domination of this metal-rich territory. This evidence confirms that the Inka had economic motives for creating these shrines, in addition to their religious and political ones. Still, the possibility that these shrines were built in part by local groups cannot be ruled out. Studies have shown that no two shrines are the same, which in some cases may mean that they were made by groups with different religious traditions, or at different times before or after the Inka period. Indeed, throughout the Andes there are groups that believed and continue to believe that the high mountains are inhabited by spirits that control the climate, mineral wealth, animal fertility and human health.
dated from the time of the Inka. The Tambo of Inkaguano may therefore have operated as a taypi or territorial mediation center for the regions main inhabited zones. Indeed, its function seems to have been more ceremonial than productive and its occupation much more sporadic than its imposing buildings would suggest. While its counterpart in the highlands must have been an important administrative center in the Oruro altiplano of Bolivia, its counterpart in the lowlands was certainly the town of Tarapac Viejo, a large pre-Inka settlement that was partially remodeled during Inka times and occupied by the Spanish until the early 18th century. Today, the ruins of Tambo of Inkaguano are jealously guarded by the local Aymara inhabitants of the nearby hamlet of Quebe.
It would seem that San Pedro de Atacama was a crossroads, where a number of different roads converged. And when he arrived in Atacama [Topa Inka Yupanqui] learned of all that this land held, and of the roads that went from there to Collao and when he knew of all of them he divided his people into four groups and when it was done, he made three squadrons of them leave the place quickly, one going along the plains road and along the coast until arriving at the province of Arequipa and the other he sent to Carangas and Aullagas, while the other took the right hand road that led to Caxa Vindo and from there they came by the provinces of chjchas [sic] . . . and he himself left with them, taking the straight road that seemed best to him, and he marched along it several days, eventually coming to a province called Llipi (Juan de Betanzos ([1557] 1987: 164). Of course, Betanzos somewhat mythical version of Topa Inkas journey of conquest in the Atacama region and neighboring lands should not be interpreted literally. Nevertheless, the majority of the roads that the chronicler writes of have been confirmed in archeological studies, above all those running to the provinces of Carangas and Aullagas (in the Upper Loa) and the road to Lpez (which runs through Turi), not to mention the portion of road going to Casabindo in the Puna Jujea. Still, the longest section of the Chilean Inka road that ran to Arequipa through the desert still remains to be documented in the field.
finer stone mallets were used to break it down further to obtain the highest grade material. The product of this operation was loaded into sacks and stored in stone warehouses built between the mine and the camp at Inkawasi-Abra. The authorities from Cuzco commissioned the building of this huge camp to house the mine workers while they served their time as levies. The rooms had stone walls and earthen floors and were probably covered with woolen blankets and, in some cases, with wood and grass. Some of the women prepared food for the miners, who returned after their shifts to eat and sleep. Close to San Pedro de Conchi ravine was a second mining operation that specialized in the production of copper oxides, which were also broken down, selected and stored in warehouses. In both mining complexes, the material selected left the vicinity on the backs of llamas, destined for the next stage of the productive process. The first stop was at the site of the present-day village of Conchi Viejo, where there was an inn where the caravan operator and his llama train spent the night before continuing their journey. At the end of the second day, the caravan would come to the Upper Loa Inka road. It is not known whether they took this road to the south, in the direction of Lasana, Chiuchiu, Turi and Catarpe, or to the north, towards Cerro Colorado, Mio and the Bolivian altiplano. It is thought that the ceremonies in which the Inka authorities paid the mitayo mine workers back for their labor were held some 24 kilometers northeast of El Abra, in the small administrative center of Cerro Colorado. This center is located in front of the sacred mountain of Cirahue and beside the Inka road, which ran alongside the settlement.
It has been said that the Inka generally preferred to situate their administrative centers near but not within local settlements. In Turi they built the road that runs from the altiplano of Lpez to San Pedro de Atacama right through the town. However, the settlement did not operate as simply one more way station of the road system, but as one of the principal Inka administrative centers in Atacameo territory.
site was more than a tambo. The presence of gold and the waste from smelting activitiesfragments of crucibles, smelted, molded and worked copper indicate that metalworking activity took place there, probably associated with the nearby San Bartolo mine. Catarpe also was considered the regions main administrative center and may have even been the provincial Inka capital in the Antofagasta Region. It has also been suggested that those who built the shrines on the summits of Licancabur, Chiliques, Pili, Plar, Quimal and other high mountains in the region began their procession from this place. Like similar centers throughout Tawantinsuyu, Catarpe was quickly abandoned after the collapse of the empire, indicating that its function was more political than economic.
in a hollow, is a small walled enclosure with a room inside that is equipped with a poyo or Andean bed. This was apparently the quarters of the Inka official in charge of the facility. The third unit is a rectangular house situated beside a spring flowing out of the hillside, where the operator in charge of the water supply would have resided. The fourth structure, positioned on a hill exposed to strong winds, consists of the foundations of 26 huayras or furnaces, built in three rows. The walls of these would certainly have had openings for air circulation to ensure the high temperatures necessary for smelting ore would be reached. These smelting ovens, along with remains of ore, grinding implements, slag, pieces of ingot molds, crucibles and other specialized instruments show clearly that this was a metallurgical operation. However, the metal smelted left the place only partially finished, bound for the craft workshops on the other side of the Andes where it was melted down again to manufacture axes, knives and other objects in the Inka way. It is estimated that the upper Copiap metallurgical facility was permanently staffed by 18 to 20 male and/or female workers, most of them from nearby settlements such as Punta Brava, La Puerta and the area surrounding Via del Cerro itself.
laborers performing their mandatory service in the neighboring mining operations. The camps food consisted of marine resources from the coast and inland resources from the nearby Elqui valley. Waste found at the site indicates that its occupants diet included rhodents, camelid, sea lions, fish and shellfish, but would also have included carbohydrates, as the agricultural mita (tribute) system would certainly have been imposed upon the native farming populations of the Elqui Valley. In the historical chronicle of 1558, Crnica y Relacin Copiosa de los Reinos de Chile (Chronicle and Detailed History of the Kingdoms of Chile), Jernimo de Vivar relates that when the inhabitants of this valley refused to open a community waterway, the Inka put 5,000 of them to death. The author also makes it known that as part of their punishment some of the surviving members were moved to other provinces of the empire.
Aconcagua and its summit shrine, which makes it reasonable to suppose that this was a ceremonial center that played an important role in the Inkas sacred geography in this valley.
of Inka ceramics, however, promoted the development of pitchers, dishes and bottles in the imperial form but incorporating a variety of Diaguita-inspired motifs. Furthermore, this cultures traditional ceramic forms, such as bowls, duck-shaped vessels and others, underwent some changes and combined local with Inka motifs. This is also the time when we see the appearance of a kind of bell-shaped bowl of unknown origin that cannot be ascribed to either ceramic tradition. Most likely, it was a new form invented by the potters of the Chilean Diaguita culture during the Inka period. The distribution of Diaguita-Inka ceramics to the north and south of Diaguita territory has led a number of authors to propose that the group had an alliance with the Inka. In the Copiap and Huasco valleys, for example, locally produced Inka vessels were adorned mainly with Diaguita motifs, generally painted on pieces imitating the imperial forms; sometimes they shared the decorative field with Inka motifs. Only in exceptional cases is there a fusion of Copiap forms with Inka or Diaguita designs. In the Aconcagua and Maipo valleys, locally produced Inka ceramics continued the habit of copying imperial forms while often incorporating Diaguitas motifs. As in the Copiap valley, local motifs were usually not added to pieces imitating the Inka ceramic forms. Only a few examples of Aconcaguastyle bowls, distinguishable by their hemispheric form and red surface, display interior decorations that combine local and Inka decorative patterns. It would seem that the Inka used their Diaguita allies as operators to establish themselves in the territory between the Copiap and Elqui valleys, as well as between the Choapa and Cachapoal rivers, and even in transAndean zones such as San Juan and Mendoza.
The most obvious function of this site was as a way station for the mountain crossing, and therefore it must have ell staffed with corve laborers. However, it has also been suggested that it could have been one of the main stops on the pilgrimage to Mount Aconcagua, the summit of which housed one of the regions most important wakas or Inka sacred places. In colonial times and into the 19th century, this way station was intensely occupied by travelers crossing the Andes, including one of the six columns of the Liberating Army, which passed by the place in 1817. Today, car travelers journeying easily and comfortably along the international highway rarely suspect that they are passing by one of the most crucial and long-awaited stops on the historic journey across the Andes.
Chena Fort
The Inka fortifications located south of the Maipo River display a certain degree of instability and the need for defense against hostile groups from the south. To address this issue, we examine the sites of Pukara de Chena and Cerro Grande de La Compaa. For the Inka, war was closely related to religion, with both the combatants and their adversaries endowed with intense ceremonial symbolism. Consider the case of Pukara de Chena, south of Santiago. This Inka site was built upon a spur of the Chena range, visually dominating the middle reaches of the Maipo River, the narrow passage at Paine and the sacred Inka shrine of Chada, which controlled a settlement of the Aconcagua culture located at the foot of this isolated hillside. Chena is a strategic location for overseeing the movement of people along a rugged spur and the features of its construction leave little doubt that it was a fort. It has two concentric defensive walls, now in ruins, that circle around most of the settlement. On the south side of each there are entryways that are controlled from two watch towers. The upper wall encloses a large part of the hill, on the
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summit of which there is a flat area or citadel with a large rectangular walled zone with a number of smaller structures attached to it on the outside: one on the north wall, another close to the northwest corner and three adjoining the south wall, two of which leave a corridor as the only access point to the summit esplanade. The cemeteries associated with the settlement indicate that their occupants were not all temporary residents, serving as conscripted soldiers who returned to their places of origin after serving their term, but residents with a long enough history in the area to be buried at the site. In fact, there are more Inka local ceramics found as grave goods than any other style, with Diaguita-Inka pieces notably absent, indicating that those buried there were usually Inka subjects from Central Chile. As in many Andean forts, in the fort at Chena the Inka and their allies would have fought against their enemies protected not only by defensive walls but also by the power of their ancestors.
It may therefore be considered a well established fact that these tunics were in common use by the Inka army. Curiously, this coincides with certain images of soldiers armed with checkered shields in the Nasca style ceramics and figures dressed in checkered tunics found on Wari style pottery, all of which suggests that the design had deep roots as a military emblem in the Central Andes. However, there is still no good explanation for why the Inka chose to introduce this motif in the region of Collasuyu.
the multitude of other Inka place names, such as Collahuasi, Inganta (Inka Copper), Revinco (Inka King), Pallinga, Bacan (Waka an), Atuahualpa, Vaquillas (Huaquillas), Ingacota (Inka Lake), and so on. The Inka are also present, though often unnoticed, in the everyday speech of ordinary Chileans. Indeed, the number of words from Quechuathe language of the Inkafar surpasses those deriving from Mapudungun, the language of the Mapuche, Chiles largest indigenous group. Finally, it is surprising to find that the Andean myths of Inkarrwhich affirm that Atahualpa, the Inka who was beheaded by the Spanish conquistadores, would be reborn to usher in a new era of freedom and prosperity for the indigenous peoplestill survive among the native people of the north of Chile and have been traced to the Tagua Tagua lagoon in central Chile and even to the island of Chilo, beyond the reach of the empire of Tawantinsuyu. The Inka presence has also been engraved in the memory of the inhabitants of Quebe, near Tambo de Inkaguano. This altiplano installation in the Tarapac region is still known as Inkamarka or Town of the Inka, because there lives the Inka Mallku. Indeed, even the folk songs that the natives sing and dance to at their festivals and ceremonies mention this Inka figure with divine qualities. Two years ago, an elder from this town told us how the Inka hid for a long time from the Spanish on mount Sojalla. When the Spanish came to capture them, the mountain disappeared. According to this elderly person, the hunt lasted for some time until finally the Inka were taken by surprise, captured and decapitated. It is hard to read local place names with the suffix uma (head)such as Inkauma and Castillumawithout associating them with this mythical struggle between the Inka people and those from Castille or without bringing to mind that legendary meeting between Atuahualpa and Pizarro at Cajamarca.
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EXPOSICIN
Curadura, Museologa, Conservacin, Audiovisuales y Administracin: Museo Chileno de Arte Precolombino Colaboradores externos Conservacin Anja Staebler Cecilia Uribe Claudia Urza Museologa y diseo Mariela Gonzlez - coordinacin Nicole LHuillier - arquitectura Marco Muoz y Alex Olave - ilustracin Daniela Vega - diseo grfico Fernando Maldonado - produccin mapa Pablo Maldonado - imagen grfica exterior y de instalacin. Animaciones Nicols Prez de Arce Mara Santibez Vernica Rodrguez Audiovisuales Daniel Evans Nicolas Aimani Nicolas Marn Guas Rebeca Assael Sara Vargas Felipe Armstrong Violeta Berros Raquel Freire Vernica Len Teresa Plaza Jaie Michelow
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CATLOGO
Editor Jos Berenguer Rodrguez Asistente de edicin Carole Sinclaire Aguirre Fotografa Fernando Maldonado Roi, salvo que se indique otro autor Diseo y produccin Fernando Maldonado Roi Traduccin al ingls Joan Donaghey Impresin Quebecor World
Museo Chileno de Arte Precolombino Bandera 361 / Casilla 3687 www.museoprecolombino.cl Santiago de Chile Noviembre 2009 Inscripcin RPI N 185053 ISBN 978-956-243-059-3 144