TALLER Marcel Schwob Lucrecio Poeta

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Taller Mundo despierto / Coordina: Jos mara Pallaoro

TALLER Marcel Schwob LUCRECIO Poeta Lucrecio apareci en una gran familia que se haba retirado lejos de la vida civil. Sus primeros das pasaron a la sombra del prtico oscuro de una alta casa empinada en la montaa. El atrio era severo y los esclavos mudos. Estuvo rodeado, desde la infancia, por el desprecio por la poltica y por los hombres. El noble Memio, que tena su misma edad, sobrellev, en el bosque, los juegos que Lucrecio le impuso. Juntos se asombraron ante las arrugas de los viejos rboles y espiaron el temblor de las hojas bajo el sol, como un velo verde de luz salpicado de manchas de oro. Contemplaron con frecuencia los lomos rayados de los chanchos salvajes que husmeaban el suelo. Atravesaron palpitantes cohetes de abejas y bandas movedizas de hormigas en marcha. Y un da alcanzaron, al salir de un soto, un claro totalmente rodeado por viejos alcornoques, asentados tan cerca uno de otro como que un crculo cavaba un pozo de azul en el cielo. La quietud en aquel asilo era infinita. Se hubiese credo estar en un ancho camino claro que fuera hacia lo alto del aire divino. All, Lucrecio se sinti impresionado por la bendicin de los espacios calmos. Abandon con Memio el templo sereno del bosque para estudiar elocuencia en Roma. El anciano gentilhombre que gobernaba la alta casa le dio un profesor griego y lo conmin a que no volviese sino cuando poseyera el arte de despreciar las acciones humanas. Lucrecio no lo volvi a ver ms. Muri solitario, execrando el tumulto de la sociedad. Cuando Lucrecio volvi haba con l en la alta casa vaca, en el atrio severo y entre los esclavos mudos, una mujer africana, bella, brbara y malvada. Memio estaba de regreso en la casa de sus padres. Lucrecio haba visto las facciones sangrientas, las guerras de partidos y la corrupcin poltica. Estaba enamorado. Y en un principio su vida fue encantada. La mujer africana apoyaba en los tapices de los muros la perfilada masa de sus cabellos. Todo su cuerpo se suma largamente en los divanes. Rodeaba las crteras llenas de vino espumoso con sus brazos cargados de esmeraldas translcidas. Tena una manera extraa de levantar un dedo y de sacudir la frente. Sus sonrisas tenan una fuente profunda y tenebrosa como los ros de frica. En vez de hilar la lana la deshaca pacientemente en pequeos copos que volaban alrededor de ella. Lucrecio deseaba ardientemente fundirse con ese hermoso cuerpo. Apretaba sus senos metlicos y pegaba su boca a sus labios de un violeta oscuro. Las palabras de amor pasaron de uno a otro, fueron suspiradas, los hicieron rer y se gastaron. Tocaron el velo flexible y opaco que separa a los amantes. La voluptuosidad creci en furor y quiso cambiar de persona. Lleg hasta la extremidad aguda en que se expande alrededor de la carne, sin penetrar hasta las entraas. La africana se acurruc en su corazn extranjero. Lucrecio se desesper al no poder consumar el amor. La mujer se torn altanera, melanclica y silenciosa, parecida al atrio y a los esclavos. Lucrecio anduvo errabundo en la sala de los libros. Fue all donde despleg el rollo en el cual un escriba haba copiado el tratado de Epicuro. En seguida comprendi la variedad de las cosas de este mundo y la inutilidad de esforzarse tras las ideas. El universo le pareci similar a los pequeos copos de lana que los dedos de la Africana desparramaban en las salas. Los racimos de abejas y las columnas de hormigas y el tejido movedizo de las hojas le parecieron agrupamientos de agrupamientos de tomos. Y en todo su cuerpo sinti un pueblo invisible y discorde, ansioso por separarse. Y las miradas le parecieron rayos ms sutilmente carnosos y la imagen de la bella brbara, un mosaico agradable 1

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y coloreado, y sinti que el fin del movimiento de esa infinitud era triste y vano. As como haba visto las facciones ensangrentadas de Roma, con sus tropeles de clientes armados e insultantes, contempl el torbellino de tropeles de tomos tintos en la misma sangre y que se disputan una obscura supremaca. Y vio que la disolucin de la muerte slo era la manumisin de esa turba turbulenta que se lanza hacia otros mil movimientos intiles. Ahora bien: cuando Lucrecio hubo sido as instruido por el rollo de papiro, en el cual las palabras griegas como los tomos del mundo estaban entretejidas las unas con las otras, sali hacia el bosque por el prtico oscuro de la alta casa de los ancestros. Y vio el lomo de los chanchos rayados que tenan siempre el hocico dirigido hacia la tierra. Despus, al atravesar el soto, se encontr de pronto en medio del templo sereno del bosque y sus ojos se sumergieron en el pozo azul del cielo. Y fue all donde sent su reposo. Desde all contempl la inmensidad hormigueante del universo; todas las piedras, todas las plantas, todos los rboles, todos los animales, todos los hombres, con sus colores, con sus pasiones, con sus instrumentos, y la historia de esas cosas diversas y su nacimiento y sus enfermedades y sus muertes. Y entre la muerte total y necesaria, percibi con claridad la muerte nica de la Africana; y llor. Saba que las lgrimas provienen de un movimiento particular de las pequeas glndulas que estn debajo de los prpados, y que son agitadas por una procesin de tomos salida del corazn, cuando el propio corazn ha sido conmovido por la sucesin de imgenes coloreadas que se desprenden de la superficie del cuerpo de una mujer amada. Saba que la causa del amor es la dilatacin de los tomos que desean juntarse con otros tomos. Saba que la tristeza que causa la muerte es la peor de las ilusiones terrenales, pues la muerta haba dejado de ser desgraciada y de sufrir, en tanto que aquel que la lloraba se afliga por sus propios males y pensaba tenebrosamente en su propia muerte. Saba que no queda de nosotros ninguna doble apariencia para derramar lgrimas sobre su propio cadver tendido a sus pies. Pero, como conoca exactamente la tristeza y el amor y la muerte y saba que son vanas imgenes cuando se las contempla desde el espacio calmo donde hay que encerrarse, continu llorando, y deseando el amor, y temiendo la muerte. Por esto fue que habiendo vuelto a la alta y sombra casa de los ancestros, se acerc a la bella Africana, quien coca un brebaje en un recipiente de metal en un brasero. Porque ella tambin haba pensado, por su parte, y sus pensamientos se haban remontado a la fuente misteriosa de su sonrisa. Lucrecio mir el brebaje todava hirviente. ste se aclar poco a poco y se volvi parecido a un cielo turbio y verde. Y la bella Africana sacudi la frente y levant un dedo. Entonces Lucrecio bebi el filtro. E inmediatamente despus su razn desapareci, y olvid todas las palabras griegas del rollo de papiro. Y por primera vez, al volverse loco, conoci el amor; y a la noche, por haber sido envenenado, conoci la muerte.

De: Vidas imaginarias, 1896. Marcel Schwob (Chaville, Hauts-de-Seine, 1867 Pars, 1905).

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