Recuerdos, Sueños y Pensamientos (Jung) Libro
Recuerdos, Sueños y Pensamientos (Jung) Libro
Recuerdos, Sueños y Pensamientos (Jung) Libro
17 PRLOGO 20 INFANCIA 40 PERIODO ESCOLAR 106 PERODO UNIVERSITARIO 143 ACTIVIDAD EN EL CAMPO DE LA PSIQUIATRA 178 SIGMUND FREUD 204 EL ANLISIS DEL INCONSCIENTE 238 ACERCA DEL ORIGEN DE LA OBRA 264 EL TORREN 281 VIAJES 281 FRICA DEL NORTE 290 Los PUEBLOS INDIOS 298 Y UGANDA 322 INDIA 334 RAVENA Y ROMA 340 VISIONES 351 CERCA DE LA VIDA DESPUS DE LA MUERTE 383 LTIMOS PENSAMIENTOS 414 RESUMEN 419 APNDICE 419 DE LAS CARTAS DE JUNG A SU MUJER DESDE LOS ESTADOS UNIDOS(1909 ) 427 DE LAS CARTAS DE FREUD A JUNG (1909A 1911)
431 CARTA Asu MUJER DESDE SUSA, TNEZ(1920 ) 433 DE UNA CARTA A UN JOVEN INVESTIGADOR(1952) 435 DE UNA CARTA A UN COLEGA(1959) 436 THODORE FLOURNOY 438 RICHARD WILHELM 444 HEINRICH ZIMMER 446 COMPLEMENTO AL ROTES BUCH(1959) 447 SEPTEM SERMONES AD MORTUOS(1916) 461 ALGUNOS DETALLES SOBRE LA FAMILIA DE C. G. JUNG, POR ANIELA JAFF 469 GLOSARIO 485BIBLIOGRAFA Traduccin del alemn por M.a ROSA BORRAS Ttulo original: Erinnerungen Trume Gedanken 1961,1962: Pantheon Books, Nueva York 1961, 1962, 1963: Random House, Inc. Derechos exclusivos de edicin en castellano reservados para todo el mundo y propiedad de la traduccin: 1964 y 2001: Editorial Seix Barral, S. A. Provenza, 260 - 08008 Barcelona ISBN: 84-322-0829-9 Primera reimpresin argentina: julio de 2002
2002, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. / Seix Barral Independencia 1668, 1100 Buenos Aires ISBN 950-731-334-6 Impreso en Industria Grfica Argentina, Gral. Fructuoso Rivera 1066, Capital Federal, en el mes de junio de 2002. Para Elena y Laura,... a quienes Jung hubiera dedicado complacido este trabajo.... INTRODUCCIN He looked at his own Soul with a Teles- cope. What seemed all irregular, he saw and shewed to be beautiful Constellations; and he added to the Consciousness hidden worlds within worlds. COLERIDGE,Notebooks En el verano de 1956durante el congreso ranos en Ascona el editor Kurt Wolff habl por vez primera con amigos de Zurich de su deseo de publicar una biografa de Carl Gustav Jung en la editorial Pantheon de Nueva York. La doctora Jolande Jacobi, una colaboradora de C. G. Jung, propuso que se me encargara a m tal biografa. Todos comprendan que no se trataba de una empresa fcil, pues era conocida la aversin de Jung a dar a la publicidad a su vida. As, pues, Jung accedi slo tras largas vacilaciones, y me concedi una tarde semanal para el trabajo en comn. Era mucho si se considera su recargado plan de trabajo y su estado de salud debido a la edad. Comenzamos en la primavera de 1957. Kurt Wolff me haba presentado su proyecto de que el libro no fuera una biografa sino una autobiografa: sera el mismo Jung quien hablara. Esto determin el plan general de la obra y mi primera tarea consisti exclusivamente en plantear preguntas y anotar las respuestas de Jung. Pese a que al principio se mostr algo reservado y vacilante, pronto se puso a narrar, con creciente inters sobre s mismo, su evolucin, sus sueos y sus pensamientos. La buena disposicin de Jung para el trabajo en comn condujo, a fines de 1957, a realizar un paso decisivo. Tras una fase de inquietud, afluyeron imgenes de su infancia, olvidadas desde haca mucho tiempo. Jung sospechaba su relacin con las ideas de su obra de madurez, sin embargo, no poda an concebirlo con claridad. Una maana me particip que l mismo quera escribir sobre su infancia, de la que me haba ya contado muchas cosas, pero, naturalmente, no todo.
La decisin result tan satisfactoria como inesperada, pues yo saba cunto fatigaba a Jung el escribir, y que no emprendera una labor de esta clase sin sentirla interiormente como una misin. As pues, su propsito me pareci confirmar que en su fuero interno aprobaba su autobiografa. Poco tiempo despus de esta decisin anot sus palabras: Un libro mo es siempre obra del destino. Existe en ello siempre algo imposible de prever, y yo no puedo prescribirme o proponerme nada. As tambin la autobiografa toma ya ahora un camino distinto al que en un principio supuse. El que yo redacte mis antiguos recuerdos es una necesidad. Si lo abandono un slo da, se manifiestan inmediatamente desagradables sntomas fsicos. Tan pronto como vuelvo a trabajar en ello, desaparecen, y recupero la claridad mental. En abril de 1958 Jung finaliz los tres captulos sobre la infancia, la poca escolar y los aos de estudios universitarios. l los titul De acontecimientos iniciales de mi vida. Se cierran con el fin de los estudios de medicina en el ao 1900. Sin embargo, sta no fue la nica aportacin que Jung proporcion al libro. En enero de 1959 Jung estaba en su casa de campo de Bollingen. Dedicaba todas las maanas a la lectura de los captulos de nuestro libro que nterin iban redactndose. Cuando me devolvi el captulo Sobre la vida despus de la muerte, dijo: Hay algo que me inquieta. Se ha formado un desnivel y debo escribir. As surgi el captulo ltimos pensamientos en el que se exponen sus pensamientos ms profundos, aunque quizs tambin los ms extraos. En el verano del mismo 1959 Jung escribi, tambin en Bollingen, el captulo sobre Kenia y Uganda. El captulo sobre los pueblos indios tiene su origen en un fragmento indito de los manuscritos que restan del ao 1926 y que tratan de cuestiones generales de los pueblos primitivos. Para complementar el captulo Sigmund Freud y El anlisis del inconsciente entresaqu diversos prrafos de un cursillo realizado en 1925. Jung inform entonces por vez primera acerca de algunas cuestiones de su evolucin interna. El captulo Actividades en el campo de la psiquiatra tiene su origen en conversaciones sostenidas por Jung en 1956 con jvenes mdicos auxiliares del sanatorio Burghlzli de Zurich. En esta poca trabajaba all uno de sus nietos como psiquiatra. Las conversaciones tuvieron lugar en casa de Jung en Ksnacht. Jung ha ledo el manuscrito de este libro y lo ha autorizado. En algunas ocasiones ha realizado ciertas correcciones y propuesto algunas ampliaciones, o incluso las ha elaborado l mismo. Por mi parte, he ampliado los captulos por l escritos basndome en las notas de nuestras conversaciones, he explicitado sus frecuentes indicaciones de tipo lapidario y suprimido las repeticiones. Cuanto ms avanzaba el libro, ms profunda era la amalgama entre su trabajo y el mo.
El modo como surgi el libro determin, en cierto senti- do, tambin el contenido. La conversacin o la narracin es- pontnea comporta el sello de la improvisacin, y tambin adopta este carcter la autobiografa. Los captulos son reflejos de luz que iluminan slo fugazmente la vida exterior de Jung y su obra. No obstante, transmiten la atmsfera de su mundo espiritual y las vivencias de un hombre para quien el alma significaba la ms autntica realidad. He interrogado muchas veces en vano a Jung acerca de cuestiones exter- nas; slo la esencia espiritual de lo vivido era para l inolvidable y digno de ser narrado. Ms importantes que las dificultades formales de confi- guracin del libro lo fueron otras que afectaban a su natura- leza personal. Jung se refiere a esta cuestin en una carta a un amigo de su poca estudiantil. ste le haba rogado que esbozase sus recuerdos de juventud. El intercambio de cartas tuvo lugar a fines de 1957. ... Tienes toda la razn! Cuando se es viejo anda uno a vueltas, por dentro y por fuera, con sus recuerdos de ju- ventud. Har unos treinta aos que mis alumnos me pidieron que les explicase cmo llegu a mi concepcin del in- consciente. Con tal motivo di un cursillo sobre esa cuestin. En los ltimos aos se me ha sugerido repetidas veces que escribiese algo as como una "autobiografa" ma. Esto s que yo no podra concebirlo en modo alguno. Conozco de- masiadas autobiografas, con sus deformaciones y conven- cionalismos y s demasiado de la imposibilidad de una au- todescripcin para poder atreverme yo a efectuar ensayos en tal sentido. Recientemente me han solicitado datos autobiogrficos y en esta ocasin he descubierto que entre mis recuerdos se ocultan ciertos problemas objetivos merecedores de una atencin ms cuidadosa. As pues, he meditado sobre tal posibilidad y he llegado a la decisin de limitar mis restantes obligaciones hasta que logre analizar objetivamente siquiera los primeros inicios de mi vida. Esta tarea es tan difcil e inslita que tuve que prometerme a m mismo no publicar los resultados mientras viva. Esta medida me pareci necesaria para asegurarme tranquilidad y aislamiento. Pues he obser- vado que todos aquellos recuerdos que para m se han con- servado vivos suponen vivencias emotivas que sumen al es- pritu en la inquietud y la pasin; una condicin muy des- favorable para una creacin objetiva! Tu carta ha llegado "naturalmente" en el momento que he resuelto, por as de- cirlo, emprender esta tarea. El destino quiere ahora como siempre ha querido que, en mi vida, lo externo sea accidental, y slo lo interno rija como sustancial y determinante. A consecuencia de esto tambin todo recuerdo de acontecimientos "externos" palide- ce y quizs las experiencias "externas" no fueron nunca pro- piamente mas o lo fueron slo en cuanto coincidieron con fases internas de evolucin. De estas manifestaciones exter- nas de mi existencia se me han borrado muchas, precisa- mente porque, as me lo pareci, particip en ellas con todas mis fuerzas. Tales son, sin embargo, las cosas que hacen comprensible una biografa: personas que uno ha conocido, viajes, aventuras, complicaciones, reveses de la fortuna y otras cuestiones del mismo tipo. Pero para m, con pocas excepciones, se han transformado en esquemas rememorables que en modo alguno ya no pueden dar alas a mi fantasa.
Tanto ms fuerte y vivo es mi recuerdo de las experien- cias "internas". Pero aqu surge un problema de exposicin, ante el cual me siento poco capacitado, por lo menos por ahora. Por tal motivo, siento no poder satisfacer tu deseo, lo cual lamento mucho... Esta carta caracteriza la actitud de Jung: pese a que se haba decidido a emprender la tarea, la carta termina con una negativa! El conflicto entre aceptacin y rechazo no se apacigu por completo hasta su muerte. Siempre qued un resto de escepticismo y conserv el miedo a los futuros lectores. Consideraba el libro de recuerdos no como una obra cientfica ni como un libro suyo, sino que habl y describi la obra de Aniela Jaff, a la que l haba prestado su colaboracin. Atendiendo a su deseo no se incluir en la serie de sus Obras completas. Jung fue especialmente reservado en los datos de sus en- trevistas, sea con personalidades conocidas, sea con allegados suyos, con sus amigos. He hablado con muchos hombres famosos de mi poca, con figuras destacadas de la ciencia y de la poltica, con investigadores, artistas y escritores, prncipes y grandes financieros, pero si quiero ser sincero debo decir que pocos de tales encuentros se convirtieron en una experiencia. ramos como barcos en alta mar que mutuamente arribamos bandera. En su mayora estos hombres venan a pedirme tambin algn favor que no puedo o no debo mencionar. Por ello no he conservado ningn recuerdo a pesar de que ante los ojos fueran personalidades del mundo. Las entrevistas fueron intrascendentes; se desvanecieron rpida- mente y no dejaron huellas profundas. Las relaciones que para m significaron algo, y que despertaron en m recuerdos de viejos tiempos, no puedo escribirlas, pues fueron no slo la parte ms ntima de mi vida, sino tambin de la suya. No me incumbe el abrir a las miradas del mundo las puertas eternamente cerradas. La escasez de datos externos y concretos se suple ampliamente, sin embargo, con otras cosas: con informacin sobre vivencias ntimas de Jung y con multitud de pensamientos que, como l dijo, deben calificarse de biogrficos. En gran medida son tpicamente suyos y constituyen el fundamento de su vida. Esto vale, en primer lugar, para los pensamientos religiosos. El libro incluye las convicciones religiosas de Jung. Fueron diversos los caminos que condujeron a Jung a analizar cuestiones religiosas: experiencias propias, que de nio ya le enfrentaron con la realidad de la experiencia re- ligiosa, que le acompaaron hasta el fin de su vida, y un irrefrenable imperativo mental que abarc todo cuanto hace referencia al alma, a sus atributos y manifestaciones y le ca- racteriz como cientfico last but not least, y su con- ciencia mdica. Jung se senta ante todo mdico. No se le es- cap que la postura religiosa desempea un papel decisivo en la terapia de los hombres con afecciones del alma. En ello se bas su reconocimiento de que el alma crea espontneamente imgenes de contenido religioso; de que, por consiguiente, el alma es religiosa por naturaleza. Jung reconoci que la causa de numerosas neurosis, en especial en la segunda mitad de la vida, son un debilitamiento de esta naturaleza fundamental. El concepto de Jung de lo religioso se diferencia en muchos aspectos del cristianismo tradicional. Particularmente en su respuesta a la cuestin del mal y en la representacin de un Dios no slo bueno o querido. Desde el punto de vista del cristianismo dogmtico, Jung era un disidente.
Esto lo pudo notar l mismo, una y otra vez, en la oposicin que, en todo el mundo, hallaron sus obras. Sufri por ello, y en diversos pasajes de este libro se entrev la desilusin del investigador que en sus convicciones religiosas no se siente comprendido del todo. Ms de una vez se dej llevar por excesivo mpetu: En la Edad Media me hubieran quemado! Slo despus de su muerte se elevaron las voces de los telogos afirmando que no debe considerarse a Jung al margen de la historia de la Iglesia de nuestro siglo. Jung conoca a fondo el cristianismo y las ms impor- tantes de sus obras se ocupan de las cuestiones religiosas del cristiano, y las analiz desde el punto de vista de la psicolo- ga y en la consciente limitacin del problema teolgico. Al hacer esto, contrapuso a la exigencia cristiana de la fe, la necesidad de la comprensin y la meditacin. Para l era esto una evidencia y una necesidad vital. Creo que todos mis pensamientos giran alrededor de Dios, como los planetas alrededor del sol y, as como stos son atrados por el mismo sol, mis pensamientos lo son irremisiblemente por l Me tendra por el ms empedernido pecador si opusiera resistencia a este poder, escribi en 1952 a un joven seminarista. En su libro de memorias Jung habla por primera y ni- ca vez de Dios y de su experiencia personal de Dios. En los das en que escriba sobre su protesta juvenil contra la Igle- sia, dijo una vez: Entonces vi claro que Dios, por lo menos para m, era una de mis experiencias inmediatas ms cier- tas. En su obra cientfica Jung no habla de Dios, sino de la imagen de Dios en el alma humana. Esto no es ninguna contradiccin, sino que en una ocasin se manifiesta subjetivamente, basndose en la experiencia, y en la otra lo hace de modo cientfico y objetivo. En una ocasin habla el hombre, en cuyos pensamientos participan tambin sentimientos pasionales, la intuicin y experiencias internas y externas. Y en la otra habla el investigador, cuyas manifestaciones no traspasan los lmites tericos del conocimiento, sino que se cien conscientemente a los hechos y a lo demostrable. Como cientfico, Jung era un emprico. Cuando para sus memorias hablaba de sus sentimientos y experiencias personales en materia de religin, presupona la buena voluntad del lector para seguirle a travs de sus experiencias subjetivas. Pero slo el que haya tenido experiencias semejantes podr reconocer por valederas para s las afirmaciones subjetivas de Jung. Expresado de otro modo: el que tenga en su alma una imagen de Dios de iguales o parecidos rasgos. Cuanto ms positiva y activamente intervena Jung en la redaccin de su autobiografa, tanto ms era de prever su duradera actitud crtica y negativa en lo referente a su publicacin. Tema la reaccin del pblico, y no en ltima instancia por la franqueza con que expona sus experiencias y pensamientos religiosos. Las antipatas que suscit con su libro Antwort auf Hiob (Respuesta a Job) eran todava demasiado recientes y demasiado dolorosas la incomprensin e insensatez del mundo. Toda mi vida he conservado estas notas, y nunca quise que se publicaran, pues si con ello pasara algo, sera ms grave que con otros libros. No s si estar lo suficiente lejos de este mundo para que los dardos no puedan alcanzarme y no tenga que soportar las crticas adversas. He sufrido demasiado la incomprensin y el aisla- miento a que se llega cuando se dicen cosas que los hombres no comprenden. Si ya el libro Job ha encontrado tanta in- comprensin, mis memorias tendrn un resultado todava ms negativo. La "autobiografa" es mi vida observada a la luz de lo
que he investigado. Lo uno es lo otro y por ello la lectura de este libro es difcil para aquellos que no conocen mis pensamientos o no los comprenden. Mi vida es en cierto sentido la quintaesencia de lo que he escrito y no a la inversa. Cmo soy y cmo escribo son una misma cosa. Todos mis pensamientos y todo mi afn, se soy yo. As pues, la "auto- biografa" no es ms que el punto sobre la i. Durante los aos en que las memorias adquirieron forma se llev a cabo en Jung un cierto proceso de objetivacin y transformacin. A cada captulo se distanciaba ms, por as decirlo, de s mismo y acab por verse desde lejos, al igual que al significado de su vida y obra. Si pregunto por el valor de mi vida, slo puedo medirme con los pensamientos de los siglos, y entonces debo decir: S, significa algo. Medido con los pensamientos de hoy no significa nada. Lo impersonal de esta expresin, as como la sensacin de continuidad histrica que se desprenden de estas palabras son caractersticas de Jung. Ambos aspectos destacan con ms fuerza a lo largo de cada captulo. De hecho, el libro de memorias de Jung se encuentra n- timamente unido a su pensamiento cientfico. Pero quizs no existe mejor introduccin al mundo espiritual de un in- vestigador que el relato de cmo se le ocurrieron sus ideas, y la informacin acerca de las vivencias subjetivas que se encuentran detrs de sus conocimientos. La autobiografa de Jung cumple en gran medida el objetivo de una introduccin afectiva. El captulo De la gnesis de mi obra es en realidad un fragmento. Cmo poda ser de otro modo en una obra de ms de veinte volmenes? Tampoco Jung se hubiera decidido a dar una visin de conjunto de su ideologa ni en conversaciones, ni en un escrito redactado por l mismo. Cuando en una ocasin se le encarg esto, escribi en su tpico estilo, algo drstico:. . . debo decir que una cosa as est por completo fuera de mi alcance. No podra expresar sencillamente en forma breve lo que extensamente he expuesto con tantas dificultades y esfuerzos. Debera prescindir de todo el material de pruebas y slo podra emplear un estilo apodctico, lo que no facilitara en modo alguno la difcil comprensin de mis resultados. La actividad propia de la familia de los rumiantes, que consiste en la regurgitacin de lo ya comido, es para m lo opuesto a lo que despierta el apetito...; que el lector considere el captulo De la gnesis de mi obra simplemente como breve ojeada retrospectiva del viejo maestro. El corto glosario que he aadido a instancias del editor facilita algunas aclaraciones introductorias a los no familiarizados con la obra y terminologa de Jung. Siempre que ha sido posible me he referido a los conceptos de la psicologa de Jung mediante citas de sus obras. La citas pueden, sin embargo, servir exclusivamente de indicacin. Jung ha utilizado siempre los conceptos por l empleados de un modo distinto y siempre nuevo, y ha dejado en acertijo o misterio lo indefinible adscrito a la realidad psquica. Son muchos los que me han ayudado en esta tarca dif- cil y agradable a la vez. Sea porque siguieron con inters la lenta evolucin de la obra, sea porque estimularon el trabajo con solicitudes y crticas. A todos ellos expreso mi agrade- cimiento. Citar solamente a Helene y Kurt Wolff, Locarno, que contribuyeron a la realizacin de la idea del libro, a Ma-rianne y Walther
Niehus-Jung, Ksnacht ZH, que me ayudaron en los aos iniciales con su consejo y apoyo, y a Richard F. C. Hull, Palma de Mallorca, que me aconsej amablemente con paciencia inagotable. ANIELA JAFF Diciembre 1961 PRLOGO Mi vida es la historia de la autorrealizacin de lo in- consciente. Todo cuanto est en el inconsciente quiere lle- gar a ser acontecimiento, y la personalidad tambin quiere desplegarse a partir de sus condiciones inconscientes y sentirse como un todo. Para exponer este proceso de evo- lucin no puedo utilizar el lenguaje cientfico; pues yo no puedo experimentarme como problema cientfico. Lo que se es segn la intuicin interna y lo que el hombre parece ser sub specie aeternitatis se puede expresar slo mediante un mito. El mito es ms individual y expresa la vida con mayor exactitud que la ciencia. La ciencia trabaja con conceptos de trmino medio que son demasiado generales para dar cuenta de la diversidad subjetiva de una vida individual. As pues, me he propuesto hoy, a mis ochenta y tres aos, explicar el mito de mi vida. Sin embargo, no puedo hacer ms que afirmaciones inmediatas, slo contar his torias. Si son verdaderas no es problema. La cuestin consiste solamente en si este es mi cuento,mi verdad. Lo ms difcil en la configuracin de una autobiografa consiste en que no se posee ninguna medida, ningn terreno objetivo desde el cual juzgar. No hay posibilidad de comparacin. Yo s que en muchas cosas no soy como los dems, pero no s, sin embargo, cmo soy yo realmente. El hombre no puede compararse con nada: no es un mono, ni una vaca, ni un rbol. Soy una persona. Pero qu es esto? Como todo ente, tambin yo me separ de la divinidad infinita, pero no puedo confrontarme con nin- gn animal, con ninguna planta y con ninguna piedra. Slo un ente mtico est por encima de los hombres. Cmo se puede tener una opinin definitiva acerca de s mismo? Una persona es un proceso psquico al que no domi- na, o slo parcialmente. Por eso no puede dar un juicio fi- nal de s misma ni de su vida. Para ello tendra que saber todo lo que la concierne, pero a lo ms que llega es a figu- rarse que lo sabe. En el fondo, uno nunca sabe cmo ha ocurrido nada. La historia de una persona tiene un co- mienzo, en cualquier punto del que uno se acuerda, pero ya entonces era muy complicado. Uno no sabe a donde va a parar la vida. Por esto el relato no tiene comienzo, y la meta slo se puede indicar aproximadamente. La vida del hombre es un intento arriesgado. Slo cuantitativamente se le puede considerar como un fen- meno prodigioso. Es tan efmero, tan insuficiente, que es un milagro que pueda existir algo y desarrollarse. Esto me impresion ya cuando era estudiante de medicina, y me pareci que sera un milagro no morir prematuramente.
La vida se me ha aparecido siempre como una planta que vive de su rizoma. Su vida propia no es perceptible, se esconde en el rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura slo un verano. Luego se marchita. Es un fenmeno ef- mero. Si se medita el infinito devenir y perecer de la vida y de las culturas se recibe la impresinde la nada absolu- ta; pero yo no he perdido nunca el sentimiento de algo que vive y permanece bajo el eterno cambio. Lo que se ve es la flor, y sta perece. El rizoma permanece. En el fondo slo me parecen dignos de contar los acontecimientos de mi vida en los que el mundo inmuta- ble incide en el mutable. De ah que hable principalmente de los acontecimientos internos. A ellos pertenecen mis sueos e imaginaciones. Adems constituyen la materia prima de mi trabajo cientfico. Fueron como de lava y de basalto que cristaliza en piedra tallable. Al lado de los acontecimientos internos los dems re- cuerdos (viajes, personas y ambiente) se esfuman. La his- toria de la poca la han vivido y escrito muchos: mejor leerles a ellos o escuchar cuando alguien la cuenta. El re- cuerdo de los factores externos de mi vida ha desapareci- do o se ha difuminado en su mayor parte. Sin embargo, los encuentros con la otra realidad, el choque con el in- consciente han marcado mi memoria de modo indeleble. En este aspecto hubo siempre plenitud y riqueza, y todo lo dems qued eclipsado. As, pues, tambin los hombres se convirtieron en re- cuerdos imborrables slo cuando en el libro de mi destino tenan ya sus nombres incorporados desde mucho tiempo antes, y su conocimiento vena a ser como una revelacin. Tambin las cosas que en la juventud o posteriormen- te me afectaron desde lo externo y se me hicieron impor- tantes lo fueron al quedar incorporadas a la experiencia interna. Llegu muy pronto a la conviccin de que si no se da una respuesta y solucin desde lo interno a las relaciones de la vida, su significado es muy pobre. Las circuns- tancias externas no pueden sustituir a las internas. Por eso mi vida es pobre en acontecimientos externos. De ellos no puedo decir gran cosa, porque lo que dijera me parecera vaco o trivial. Slo puedo comprenderme a partir de los sucesos internos. Constituyen lo peculiar de mi vida, y de ellos trata mi autobiografa. INFANCIA Medio ao despus de mi nacimiento (1875) mis pa- dres se trasladaron de Kesswil (cantn de Thurgau) junto al lago de Constanza, a la parroquia del castillo de Laufen, ms all de la cascada del Rin. Mis recuerdos se remontan aproximadamente a los dos o tres aos. Recuerdo la casa del prroco, el jardn, los libros infantiles, la iglesia, el castillo, las cascada del Rin, el castillo de Worth y la finca de Messmer. Son islas de recuerdo que flotan en un mar indeterminado, aparente- mente sin relacin alguna. De aqu emerge un recuerdo, quizs el primero de mi vida y, por consiguiente, slo una impresin bastante vaga: yazco en un cochecito a la sombra de un rbol. Es un bello y caluroso da de verano, de cielo azul. Los dorados rayos del sol juguetean a travs de las hojas. La cubierta del cochecito es
alzada. Despierto en medio de tanta belleza y siento un indescriptible bienestar. Veo brillar el sol a travs de la hojas y flores de los rboles. Todo es extraordinariamente maravilloso, alegre y vivo. Otro recuerdo: estoy sentado en nuestro comedor en la parte occidental de la casa, en una alta silla para nios, y tomo leche caliente con trocitos de pan. La leche tiene sabor agradable y olor caracterstico. Era la primera vez que perciba tal olor. Fue el momento en que despert, por as decirlo, al sentido del olfato. Este recuerdo perdur en m mucho tiempo. O bien: un bello atardecer de verano. Mi ta dice: Ahora quiero mostrarte algo. Sali conmigo de la casa, y tomamos la carretera hacia Dachsen. All lejos, bajo el horizonte, estaba la cadena de los Alpes en resplandecien- te puesta de sol. Se vea claramente cada atardecer. Mira ahora all, las montaas son todas rojas. Entonces vi por vez primera los Alpes! Despus me enter que los nios de Dachsen haran al da siguiente una excursin escolar a Zurich a travs del Uetliberg. Yo quise ir con ellos a todo trance. Bien a mi pesar fui informado de que nios tan pe- queos no deban ir, pues nada tenan que hacer all. A partir de entonces Zurich y el Uetliberg se convirtieron en un pas maravilloso e inaccesible, prximo a las resplan- decientes montaas nevadas. De poco tiempo despus: mi madre me llev consigo a Thurgau a visitar a unos amigos. Tenan un castillo jun- to al lago de Constanza. Una vez all, no poda apartarme de la orilla. El sol centelleaba en el agua. El oleaje, cansa- do por el vapor, llegaba a la orilla. Dibujaba pequeas es- tras en la arena del fondo. El lago se extenda en lejanas imposibles de divisar y esta inmensidad produca una feli- cidad inimaginable, de una grandeza sin igual. Entonces se apoder de m la idea de que deba vivir junto a un lago. Sin agua, pens yo, no hay quien pueda vivir. Otro recuerdo: gentes extraas, agitacin, movimien- to. La sirvienta vino corriendo: Los pescadores han de- sembarcado un cadver que fue arrastrado por la cascada del Rin y quieren ponerlo en el lavadero. Mi padre dijo: S, s. Quise inmediatamente ver el cadver. Mi madre me contuvo y me prohibi terminantemente salir al jardn. Cuando los hombres se hubieron marchado, corr si- gilosamente al lavadero, atravesando el jardn. Pero las puertas estaban cerradas. Entonces di la vuelta a la casa. En la parte posterior haba un acceso abierto hacia la pendiente. Agua y sangre goteaban all. Esto me interes ex- traordinariamente. Por entonces no tena yo todava cuatro aos. Otra imagen emerge de mis recuerdos: me siento in- tranquilo, febril, desvelado. Mi padre me lleva en brazos, me pasea por la habitacin y canta viejas canciones de es- tudiante. Me acuerdo de una que me gust especialmente y que siempre me ha emocionado. Era la cancin llamada del Landesvater (cancin festiva coreada en reuniones es- tudiantiles): Todo est en silencio, todos se inclinan..., as comenzaba ms o menos. Hoy recuerdo todava la voz de mi padre que cantaba para m en el silencio de la noche. Sufra, como mi madre me cont ms tarde, de ecce- ma agudo. Presagios sombros de dificultades en el matri- monio de mis padres me inquietaban. Mi enfermedad tuvo que ver seguramente con una separacin temporal de mis padres (1878). Mi madre estuvo entonces varios meses en un hospital de Basilea y posiblemente su afeccin era consecuencia de su
decepcin en el matrimonio. De m se ocupaba una ta ma, veinte aos mayor que mi madre. La larga ausencia de mi madre me fue difcil de soportar. Desde entonces sent desconfianza siempre que oa la palabra amor. El sentimiento que me una con lo fe- menino fue durante mucho tiempo inseguridad natural. Padre significaba para m seguridad y... debilidad. ste fue el obstculo con que yo tropec. Posteriormente esta impresin revivi en m. Crea tener amigos pero me de- cepcion de ellos, y, en cambio, fui desconfiado frente a las mujeres que no me decepcionaron. Durante el tiempo en que mi madre estuvo ausente, tambin se ocup de m nuestra sirvienta. Recuerdo toda- va cmo me tomaba en brazos y pona yo mi cabeza so- bre sus hombros. Tena cabellos negros y un tinte olivceo y era completamente distinta a mi madre. Recuerdo la raz del cabello, el cuello de piel intensamente pigmentada y la oreja. Ello me causaba extraeza y a la vez me resultaba chocante. Era como si ella no perteneciera a mi familia sino solamente a m y como si dependiera de un modo in- comprensible para m de otras cosas enigmticas que no poda comprender. El tipo de la muchacha se convirti posteriormente en un aspecto de mi nima. La sensacin de lo extrao y, sin embargo, conocido ya previamente, que ella me produca, fue lo caracterstico de aquel tipo que posteriormente represent para m la esencia de lo fe- menino. De la poca de la separacin de mis padres hay otra imagen rememorativa: una muchacha joven, muy bonita y simptica, con ojos azules y cabellos rubios, me llev a pasear en un claro da de otoo bajo los dorados arces y castaos, bamos a lo largo del Rin, al pie de la cascada del Rin y cerca del castillo de Worth. El sol brillaba entre el follaje y doradas hojas cubran el suelo. La joven muchacha se convirti ms tarde en mi madre poltica. Ella admiraba a mi padre. Slo volv a verla cuando tena veintin aos. stos son mis recuerdos externos. Lo que ahora si- gue son cosas ms fuertes, ciertamente subyugantes, que en parte slo recuerdo confusamente: una cada por las escaleras, un golpe contra las patas hirientes de la estufa. Recuerdo el dolor y la sangre, un mdico me cosi una herida en la cabeza, cuya cicatriz fue visible hasta mis aos de instituto. Mi madre me cont que una vez fui con la sirvienta a Neuhausen por el puente sobre la cascada del Rin, ca de repente y mi pierna resbal bajo la barandilla. La muchacha pudo an agarrarme y sacarme a rastras. Estas circunstancias indican un impulso suicida inconsciente, relativo a una fatal aversin a la vida en este mundo. Por la noche subsistan vagos temores. Me rondaban fantasmas. Se oa siempre el estrpito sordo de la cascada del Rin y a su alrededor se extenda una zona de peligro. Hombre ahogados, un cadver cay de las rocas. En el cercano cementerio hace el Messmer un agujero; tierra parda amontonada. Hombres enlutados con levita, extraos sombreros altos y relucientes zapatos negros, llevaban una caja negra. Mi padre est tambin all con vestido talar y habla con voz de trueno. Las mujeres lloran. Esto significa que se sepulta a alguien en esta fosa. Algunos de los all presentes dejan repentinamente de verse. Yo o que se les enterraba o queh r Jess se los haba llevado.
Mi madre me haba enseado una oracin que yo de- ba rezar cada noche. Lo haca con gusto porque me daba un cierto sentimiento reconfortante frente a la confusa in- seguridad de la noche: Extiende ambas alas, Oh Jess, mi amigo, Y torna tu pastelito. Si Satans quiere tragrselo haz que los angelitos canten: Este nio saldr inclume. Hr Jess resultaba confortante, un hr,1 benvolo y gentil como elhr Wegenstein en el castillo, rico, podero- so, apreciado y atento para con los nios durante la noche. Por qu tena alas como un pjaro era un pequeo milagro que dej de preocuparme. Pero mucho ms importante y objeto de muchas meditaciones era el hecho de que ios nios se compararan con pequeos pasteles que, por lo visto, slo contra su voluntad y como una amarga medicina fueran tomados. Esto me resultaba difcil de comprender. Comprenda fcilmente que a Satans le gustasen los pastelitos y se deba impedir que se los tra- gara. Puesto que elhr Jess no lo permita. Satans no poda tragrselos. Tal era mi argumento tranquilizante. Sin embargo, esto significaba tambin que elhr Jess coma tambin a otra gente lo que significaba un foso en la tierra. La siniestra conclusin por analoga tuvo fatales con- secuencias. Empec a desconfiar delhr Jess. Perdi su aspecto de pjaro grande, acogedor y benvolo y qued asociado a los enlutados y ttricos hombres de levita con 1.Hr significa seor, sombrero de copa y relucientes zapatos negros que se ocupaban de la caja negra. Estas meditaciones me condujeron al primer trauma* de mi vida. En un clido da de verano estaba yo sentado, solo, en la carretera ante mi casa y jugaba en la arena. La carretera conduca de la casa a una colina, la suba y ms all se perda en el bosque. Desde la casa se poda divisar un largo trecho del camino. Por el camino vi venir del bosque una figura con amplio sombrero y largas vestidu- ras negras. Tena el aspecto de un hombre que llevaba vestiduras de mujer. La figura fue acercndose lentamente y pude comprobar que se trataba realmente de un hombre que llevaba una clase de vestido negro que le llegaba has- ta los pies. Su mirada me infundi miedo, que se convirti rpidamente en temor y pnico, pues surgi en m el pensamiento horripilante: Es un jesuta! Haca poco que haba odo una conversacin de mi padre con un co- lega suyo sobre las intrigas de los jesutas. Del tono de sus observaciones, mitad indignado, mitad angustiado, saqu la impresin de que jesuta significaba algo espe- cialmente peligroso, incluso para mi padre. En el fondo yo no saba qu significaba jesuta, pero la palabra Jess me era conocida por mi oracin. Por lo visto, el hombre que descenda por el camino, pens yo, iba disfrazado. Por esto llevaba vestidos de mu- jer. Probablemente tena malas intenciones. Con terrible espanto entr
precipitadamente en casa, sub por la esca- lera hasta el tico, donde me ocult bajo una viga en un oscuro ngulo. No s cunto tiempo permanec all. Debi ser mucho porque cuando regres al primer piso y con desconfianza mir por la ventana, la negra figura ya no se divisaba. Pero segu con el miedo en el cuerpo durante das y resolv permanecer en casa. Y cuando, tiempo des- pus, volv a jugar a la carretera, el lindero del bosque era para m objeto de inquieta atencin. Naturalmente, ms * Cfr. Glosario. 25 tarde comprend que la figura negra era un inofensivo sacerdote catlico. Aproximadamente por esta poca no puedo decir con seguridad absoluta si fue antes o despus del mencio- nado acontecimiento tuve el primer sueo del que logro acordarme y del cual deba ocuparme, por as decirlo, toda mi vida. Tena yo entonces tres o cuatro aos. La casa parroquial se ergua solitaria cerca del castillo de Laufen, y detrs de la finca de Messmer se extenda un amplio prado. En sueos penetr en este prado. All des- cubr de pronto, en el suelo, un oscuro hoyo tapiado, rec- tangular, nunca lo haba visto anteriormente. Por curiosi- dad me acerqu y mir en su interior. Entonces vi una escalera de piedra que conduca a las profundidades, titu- beante y asustado descend por ella. Abajo se vea una puerta con arcada romnica cerrada por un cortina verde. La cortina era alta y pesada, como de tejido de malla o de brocado, y me llam la atencin su muy lujoso aspecto. Curioso por saber lo que detrs de ella se ocultaba, la apart a un lado y vi una habitacin rectangular de unos diez metros de largo dbilmente iluminada. El techo, abo- vedado, era de piedra y tambin el suelo estaba enlosado. En el centro haba una alfombra roja que iba desde la en- trada hasta un estrado bajo. Sobre ste haba un dorado sitial extraordinariamente lujoso. No estoy seguro, pero quizs haba encima un rojo almohadn. El silln era suntuoso, como en los cuentos, un autntico trono real! Ms arriba haba algo. Era una gigantesca figura que casi llegaba al techo. En un principio cre que se trataba de un elevado tronco de rbol. El dimetro meda unos cincuenta o sesenta centmetros y la altura era de cuatro o cinco metros. La figura era de extraos rasgos: de piel y carne llena de vida y como remate haba una especie de cabeza, de forma cnica, sin rostro y sin cabellos; nicamente en la cspide haba un solo ojo que miraba fijamente hacia arriba. La habitacin estaba relativamente bien iluminada, 26 haba una solemne sala oscura. Haba all buenos muebles y de las paredes colgaban cuadros. Recuerdo especialmente un cuadro italiano que representaba a David y Goliat. Se trataba de una copia procedente del taller de Guido Reni, el original se encuentra en el Louvre. No s cmo lleg a pertenecer a nuestra familia. Haba otro cuadro antiguo que actualmente se encuentra en casa
de mi hijo; era un paisaje de Basilea de principios del siglo XIX. Muchas veces me deslizaba secretamente en la oscura habitacin abandonada y permaneca largas horas sentado ante los cuadros para contemplar esta belleza. Era ciertamente la nica belleza que conoca. Una vez yo era an muy pequeo, tendra unos seis aos mi ta me llev consigo a Basilea y me mostr el museo de animales disecados. Permanecimos all mucho tiempo porque queramos verlo todo detalladamente. A las cuatro son la campana que indicaba que el museo iba a cerrarse. Mi ta se apresur para salir, pero yo no poda apartarme de las vitrinas. Entretanto la puerta central de la sala haba sido cerrada ya y tuvimos que ganar las escaleras por otro camino, a travs de la galera de antigedades. Me encontr de repente ante aquellas soberbias figuras! Completamente subyugado abr mucho los ojos, pues nunca haba visto nada tan hermoso. No logr verlo todo. Mi ta me tir de la mano arrastrndome hacia la salida pero yo siempre quedaba rezagado y grit: Nio detestable, cierra los ojos; detestable nio, cierra los ojos! En este instante observ que las figuras estaban desnudas y llevaban hojas de parra! No me haba dado cuenta antes. Tal fue mi primer encuentro con las bellas artes. Mi ta estaba vivamente indignada como si hubiera entrado en un establecimiento pornogrfico. Cuando tena seis aos mis padres hicieron conmigo una excursin a Arlesheim. A la sazn mi madre llevaba un vestido que result inolvidable para m y con el cual la veo siempre que la recuerdo: era de tejido negro con pequeas medias lunas verdes. En esta antiqusima imagen mi madre 31 aparece como una jovencita delgada. En los dems recuerdos mos aparece siempre corpulenta y de ms edad. Fuimos a una iglesia y mi madre dijo: Esto es una iglesia catlica. Mi curiosidad mezclada al miedo me hizo huir de mi madre para echar una ojeada al interior de la iglesia a travs de la puerta abierta. Todava veo los grandes cirios sobre un altar ricamente adornado (era por Pascua), cuando de repente tropec con un escaln y di con la barbilla contra el limpiabarros. Slo recuerdo que mis padres me recogieron del suelo con una herida que sangraba abundantemente. Me hallaba en un curioso estado de nimo, por una parte me avergonzaba de que a causa de mi grito hubiera atrado sobre m la atencin de los feligreses y por otra parte tena la sensacin de haber realizado algo prohibido: Jesuitas la cortina verde, el secreto del ogro... Es, pues, la Iglesia catlica la que tiene que ver con los jesuitas. Ellos son los culpables de que yo tropezara y gritase! Durante muchos aos no pude entrar en una Iglesia catlica sin experimentar un extrao miedo a la sangre, a la cada y a los jesuitas. Tal era la atmsfera que rodeaba a la Iglesia catlica. Pero siempre me fascin. La proximidad de un sacerdote catlico me resultaba an ms desagradable si cabe. Slo a mis treinta aos, cuando entr en la catedral de San Esteban de Viena, pude dejar de sentir desagrado por la Madre Iglesia.
A los seis aos comenzaron mis clases de latn que mi padre me daba. No iba a la escuela a disgusto. Me result fcil, pues siempre me encontraba adelantado respecto a los dems. Saba ya leer antes de ir e importunaba a mi madre para que me leyera precisamente un viejo libro infantil: Orbis pictus,3 en el que haba una descripcin de religiones exticas, en especial de la hind. Haba ilustraciones de Brahma, Visn y Shiva que despertaron en m un inagotable inters. Mi madre me explic ms tarde que 3. De Johann Amos Comenius (1592-1670). 32 una y otra vez volva yo a contemplarlas. Frente a ellas experimentaba yo la oscura sensacin de afinidad con mi prerrevelacin, de la cual no haba hablado nunca con nadie. Era para m un secreto inviolable. Mi madre me lo confirm indirectamente, pues no se me escap el tono de ligero menosprecio con que ella hablaba de los gentiles. Yo saba que hubiera rechazado con horror mi revela- cin y no quera exponerme a tal ofensa. Este comportamiento poco infantil guardaba relacin, por una parte, con una gran sensibilidad y susceptibilidad, y, por otra parte y esto en gran medida, de la acusada soledad de mi temprana juventud (mi hermana era nueve aos menor que yo). Yo jugaba solo a mi modo. Es lstima que no pueda recordar a qu jugaba, sino slo que no quera ser molestado cuando jugaba. Me enfrascaba completamente en mis juegos y no poda soportar ser ob- servado o censurado. Recuerdo, sin embargo, que de los siete a los ocho aos jugaba entusiasmado con tarugos de madera y construa torres que destrua con gusto mediante terremotos. Entre los ocho y once aos dibujaba sin cesar escenas de batallas, asedios, fusilamientos y comba- tes navales. Luego llen todo un cuaderno con borrones de tinta y me divert con su fantstica interpretacin. La escuela me result agradable porque all encontr por fin los compaeros de juego tanto tiempo esperados. Sin embargo, encontr tambin otra cosa que produjo en m una extraa reaccin. Antes de explicarlo quisiera mencionar que la atmsfera nocturna empez a enrare- cerse. Se trataba sobre todo de temor e incomprensin. Mis padres dorman separados. Yo dorma en la habita- cin de mi padre. De la puerta del cuarto de mi madre ve- nan influjos inquietantes. Por la noche mi madre estaba lgubre, misteriosa. Una noche vi salir de su puerta una fi- gura algo luminosa e indeterminada cuya cabeza sobresa- la del cuello hacia delante y penda del aire, como una pequea luna. Inmediatamente surgi otra cabeza que se desprendi nuevamente. Este proceso se repiti de seis a 33 siete veces. Yo tena sueos terrorficos de cosas que tan pronto eran pequeas como grandes. As, por ejemplo, una pequea bola en la lejana que se aproximaba progre- sivamente y se transformaba en algo enorme e impresio- nante, o en postes de telgrafos en los que haba
pjaros. Los hilos se volvan cada vez ms gruesos y mi terror au- mentaba hasta que me despertaba. Aunque estos sueos tenan que ver con el preludio fi- siolgico a la adolescencia, tuvieron un prlogo hacia los siete aos: Padeca pseudocroup con ataques de asfixia. Durante estos ataques estaba yo doblado de espaldas a los pies de la cama, mi padre me sostena por debajo de los brazos. Sobre m vi un crculo luminoso azul del tamao de la luna llena y en su interior se movan figuras doradas que yo tom por ngeles. Esta visin apacigu siempre mi temor a la asfixia. En sueos, sin embargo, volva a aparecer. Me parece que un factor psicgeno de- sempeaba aqu el papel decisivo: la atmsfera espiritual haba comenzado a hacerse irrespirable. Yo iba a la iglesia con sumo disgusto. La nica excepcin era el da de Navidad. El canto navideo: ste es el da en que Dios se encarn... me gustaba sobremanera. Por la noche haba el rbol de navidad. Es la nica fiesta cristiana que conmemoraba con fervor. Todas las dems fiestas me dejaban fro. En segundo lugar vena la noche de San Silvestre. El tiempo de adviento tena algo que no concordaba con la navidad que estaba por llegar. Tena que ver con la noche, el estado del tiempo y el viento y tambin con la oscuridad de la casa. Algo susurraba algo daba vueltas por all. En aquella primera infancia tuvo lugar un descubri- miento que hice en relacin con mis compaeros de escuela: me enajenaban. Cuando estaba con ellos era otro distinto a cuando estaba solo en casa. Con ellos haca tonteras o me las imaginaba de tal clase que nunca se me haban ocurrido en casa, o as me lo pareca. Sin embargo, saba muy bien que cuando estaba solo en casa poda imagi34 narme toda clase de cosas. Pero me pareca que mi trans- formacin deba atribuirse a la influencia de mis camara- das que me seducan en cierto modo y me forzaban a ser distinto de lo que yo pretenda ser. La influencia de otros ambientes, en que conoca a otra gente que no fuesen mis padres, me pareca en general sospechosa y en cierto modo hostil. Cada vez ms perciba la belleza del claro mundo diurno en que la dorada luz del sol jugueteaba a travs de las verdes hojas. Pero paralelamente sospechaba un inevitable mundo de sombras con cuestiones angustiosas e incontestables a cuya merced me senta yo. Mi oracin de la noche me daba ciertamente una proteccin ritual al terminar exactamente el da e iniciarse exactamente la noche y el sueo. Pero el nuevo peligro acechaba de da. Era como una desavenencia conmigo mismo que senta y tema. Mi seguridad ntima estaba amenazada. Recuerdo que en esta poca (de los siete a los nueve aos) me gustaba jugar con el fuego. En nuestro jardn ha- ba una vieja pared integrada por grandes bloques de pie- dra cuyos intersticios formaban interesantes cavernas. En ellos procuraba yo mantener un pequeo fuego, en lo que me ayudaban otros nios: un fuego que deba arder siempre y, por lo tanto, ser siempre avivado. Para ello necesitbamos emplear todas nuestras fuerzas en la reco- gida de lea necesaria. Nadie ms que yo deba cuidarse de este fuego. Los dems podan hacer fuego en otras cavidades, pero
estos fuegos eran profanos y dejaban de interesarme. Slo mi fuego permaneca vivo y posea un deje inconfundible de santidad. ste fue durante largo tiempo mi juego preferido. Frente a esta pared haba una pendiente en la que ha- ba una piedra empotrada que destacaba un poco mi piedra. Muy a menudo, cuando estaba solo, me sentaba sobre ella e iniciaba un juego mental que era ms o menos lo siguiente: Yo estoy sentado sobre esta piedra. Yo estoy encima y ella est debajo. Pero la piedra tambin poda decir: Yo, y pensar, estoy aqu en esta pendiente, y l 35 est sentado sobre m. Entonces surga la pregunta: Soy yo el que est sentado sobre la piedra, o soy la piedra sobre la cuall est sentado? Esta cuestin me embrollaba siempre, y dudando de m mismo me levantaba, cavilando acerca de quin era quin. Esto era algo que no estaba claro y mi inseguridad iba acompaada de una sensacin de misterio, curiosa y fascinante. Era indudable, sin embargo, el hecho de que esta piedra estaba en ntima relacin conmigo. Poda permanecer largas horas sentado sobre ella y me senta embelesado por el enigma que me planteaba. Treinta aos ms tarde me encontr nuevamente en aquella pendiente, estaba yo casado, tena hijos, una casa, un lugar en el mundo y la mente llena de ideas y proyec- tos, y nuevamente me sent nio, de repente el nio que enciende un fuego de misteriosa significacin y se sienta sobre la piedra de la que no sabe si ella soy yo o yo soy ella. De repente record mi vida en Zurich y se me hizo extraa como un asunto de otro mundo y de otra poca. Resultaba atrayente y espantoso a la vez. El mundo de mi infancia, en el que me senta ahora inmerso, era eterno, y yo me encontraba desgajado de l; sumido en un tiempo cada vez ms lejano. Tena que separarme bruscamente de este lugar para no perder mi futuro. Este momento es para m inolvidable, pues como un relmpago, aclar el carcter de eternidad de mi infancia. Lo que quiero decir con la palabra eternidad se me evi- denci ya a los diez aos. Mi disensin e inseguridad en el ancho mundo me llev a tomar una medida entonces incomprensible para m: utilizaba por aquel entonces un plu-mier amarillo lacado, con un pequeo castillo, como poseen los alumnos de primera enseanza. En su interior se encontraba una regla. En su extremo tall un pequeo hombrecillo de unos seis centmetros con levita, sombre- ro de copa y lustrosos zapatos. Lo pint con tinta negra, lo aserr de la regla y lo coloqu en el plumier donde le dispuse una camita. Le hice incluso un abriguito de un trozo de lana. Le coloqu, adems, un guijarro del Rin liso, alar36 sin, y, curiosamente, menos por mi madre. Se me apareca como algo ms fuerte. Sin embargo, me pona de su parte cuando mi padre no poda dominar su nerviosismo. Esto no fue precisamente favorable para la formacin de mi carcter. Para liberarme de estos conflictos me situ en el papel de supremo juez de paz que nolens volens debe juzgar a sus padres. Esto me
ocasion un cierto engreimiento que hizo aumentar mi orgullo, ya de por s vacilante, a la vez que lo disminua. Cuando yo tena nueve aos, mi madre dio a luz a una nia. Mi padre estaba nervioso y satisfecho. Esta noche tie- nes una hermanita, dijo, y yo me qued del todo sorpren- dido, pues no haba notado nada anteriormente. El que mi madre permaneciese con frecuencia en cama no me haba llamado la atencin. Lo interpretaba como una imperdonable debilidad. Mi padre me llev a la cama de mam y ella sostena en sus brazos un pequeo ser que por su aspecto resultaba decepcionante: una cara roja y diminuta como de viejo, los ojos cerrados, posiblemente ciegos como perritos. El personaje tena en la espalda algunos largos pelos rojizos, lo que me hizo pensar: Se convertira en un mono? Me senta intimidado y no saba cmo tomrmelo. ste era el aspecto de un recin nacido? Se murmur entonces algo acerca de la cigea que haba trado al nio. Qu pasaba, sin embargo, con una camada de perros y gatos? Cuntas veces hubiera tenido que volar la cigea hasta que todos los cachorros estuvieran all? Y qu suceda con las vacas? Yo no poda imaginarme que una cigea trajera en su pico a toda una ternera. Adems los campesinos decan que la vaca haba tenido terneras y no que la cigea las haba trado. Esta historia era evidentemente una patraa que queran hacerme tragar. Yo estaba seguro de que mi madre haba vuelto a hacer algo que yo no deba saber. Esta repentina aparicin de mi hermana me dej una vaga sensacin de desconfianza que incitaban mi curiosidad e inters. Posteriores reacciones extraas de mi madre confirmaron mis sospechas; algo deplorable iba unido a 41 este nacimiento. Por lo dems, este acontecimiento no me inquiet, pero ciertamente contribuy a agravar un suceso que tuvo lugar cuando yo tena doce aos. Mi madre tena la desagradable costumbre de hacer- me todas las advertencias posibles cuando iba yo de visita o era invitado. Entonces llevaba yo no slo mi mejor traje y zapatos limpios, sino que tambin notaba una sensacin de dignidad en mi aspecto y modales y senta como una humillacin el que la gente de la calle pudiera or las cosas ofensivas que mi madre me gritaba: No olvides tampoco cumplir las recomendaciones de pap y mam, y limpiarte la nariz, llevas pauelo? Te has lavado las manos?, et- ctera. Me pareca del todo inadecuado poner en evidencia mis sentimientos de inferioridad ante todo el mundo, en el que yo desde haca tiempo cuidaba mi vanidad y au- tosuficiencia. Estas ocasiones significaban mucho para m. En el camino hacia la casa donde estaba invitado me sen- ta importante y digno, como siempre que llevaba el vesti- do de los domingos en un da laborable. Pero el cuadro variaba mucho tan pronto como traspasaba el umbral de la casa ajena. Entonces me ofuscaba la impresin de la grandeza y podero de esa gente. Me senta atemorizado ante ellos y en mi pequenez hubiera hundido catorce bra- zas bajo tierra al hacer sonar yo la campana. El sonido que resonaba all dentro zumbaba en mis odos como una maldicin. Me senta tan insignificante y miedoso como un perro que huye. Lo peor era que mi madre me haba preparado antes correctamente. Mis zapatos estn su- cios y tambin mis manos. No tengo pauelo, mi cuello est mugriento, resonaba en
mis odos. Entonces, por despecho, no realizaba ninguna recomendacin o me comportaba deliberadamente de un modo tmido y obsti- nado. Cuando las cosas iban mal pensaba en mi secreto te- soro en la viga que me ayudaba entonces a recobrar mi dignidad humana: recordaba en mi desespero que yo tam- bin era el otro aquel del secreto inviolable, la piedra y el hombrecito con levita y sombrero de copa. 42 No puedo recordar que en mi juventud pensara en la posibilidad de una relacin entre elhr Jess, los jesutas con negro hbito o bien los hombres con levita y sombrero de copa en una tumba, el agujero semejante a una tumba en el prado y el infernal templo flico, con el hombrecillo en el plumier. El sueo de dios itiflico fue mi primer gran secreto; el hombrecillo, el segundo. Sin embargo, hoy me parece como si hubiera experimentado una vaga sensacin de parentesco entre la piedra conmemorativa y la piedra que tambin era yo. No he podido esclarecer hasta hoy, en que a mis ochenta y tres aos escribo mis recuerdos, qu relaciones guardaban entre s mis tempranos recuerdos: son como brotes aislados que nacen de un rizoma subterrneo. Son como las fases de un proceso evolutivo inconsciente. Mientras que siempre me result imposible encontrar una relacin positiva con elhr Jess, recuerdo que a partir de los once aos aproximadamente empez a interesarme la idea de Dios. Empec a rezar a Dios lo que me complaca en cierto modo porque Dios me pareca carente de contradicciones. Dios no intervena en mis desconfianzas. Adems no pera un hombre con negros hbitos ni unhr Jess de los que se representa en cuadros con vestidos de colores y con el que la gentes se comportaba tan familiarmente. l (Dios) era ms bien un ser nico de quien no era posible hacerse una idea exacta, como haba odo decir. Era como un viejo seor muy poderoso; pero me deca para tranquilizarme: No puedes imaginrtelo, ni establecer comparacin alguna. No poda, pues, per- mitirme familiaridades con l como con elhr Jess que no era ningn secreto. Una cierta analoga con mi secreto de la viga empez a perfilarse... La escuela comenz a fastidiarme. Me ocupaba dema- siado tiempo que yo hubiese empleado con gusto en dibujos de batallas y en jugar con fuegos. Las clases de religin resultaban increblemente aburridas y por las clases de 43 matemticas senta verdadero pnico. El maestro haca su- poner que el lgebra es algo por completo evidente mien- tras que yo ni siquiera logr saber qu son los nmeros en s y por s. No eran flores, ni animales, ni fsiles, nada que sea imaginable, meramente cantidades que se representan por cifras. Para mi confusin las cantidades que se susti- tuyeron por letras que equivalan a sonidos, de tal modo que se poda orlas, por as decirlo. Asombrosamente mis compaeros supieron habituarse a ello y lo encontraban natural. Nadie poda decirme qu son los nmeros y yo no poda formular la pregunta. Con gran asombro descubr que nadie comprenda mis dificultades. El maestro se es- forzaba cuanto poda, debo reconocerlo, para explicarme el sentido de estas maravillosas operaciones, en convertir cantidades comprensibles en sonidos.
Comprend, final- mente, que este sistema de abreviaturas resultaba adecua- do para representar muchas cantidades en una forma abreviada. Pero esto no me interesaba en absoluto. Pensaba para mis adentros que era completamente arbitrario expresar nmeros mediante sonidos, se podra igualmente expresar por manzano,*b por peral** y por signo de interrogacin; a, b, c, y yx resultaban inconcretos y no me explica- ban nada de la esencia del nmero, como tampoco del manzano. En especial me sublevaba el principio: sia = b y b = c,entonces a = c, donde se afirma por definicin quea designa algo distinto queb y por ello no poda igualarse, por ser distinto, conb, y nada digamos dec. Si se trata de una igualdad, significa que a = a, b = b, etc., mientras quea = b me pareca una mentira o falsedad patente. Esta indignacin la senta cuando el maestro consideraba, en contra de la propia definicin de paralelas, que se cortaban en el infinito. Esto se me antojaba una absurda majadera en la que yo no poda ni quera participar. Mi moral *Apfelbaum, en alemn. **Birnbaum, en alemn. 44 intelectual se resista a esta frivola incongruencia que me cerraba el acceso a la comprensin de las matemticas. Slo al llegar a una avanzada edad he experimentado la sensacin de que si, como mis compaeros de estudios, hubiera aceptado sin discusin que a = b, sol = luna, perro = gato, etc., habra penetrado para siempre en las ma- temticas; ello, sin embargo, slo he llegado a sospecharlo a mis ochenta y tres aos. Durante toda mi vida me result un enigma por qu no logr hacerme asequibles las ma- temticas, de las que nunca dud que servan para contar. Lo ms incomprensible me pareci, sin embargo, mi inde- cisinmoral ante las matemticas. Slo podan resultarme comprensibles igualdades en que yo sustituyera determinados valores numricos por le- tras y me confirmaran el sentido de las operaciones me- diante un clculo concreto. En lo sucesivo slo pude salir bastante airoso de las matemticas dibujando las frmulas algebraicas, incomprensibles para m en su contenido, y grabando en mi memoria en qu lugar de la pizarra se realizaban las combinaciones de letras. Con el clculo no pude entenderme, pues de vez en cuando el maestro deca: aqu sustituimos la expresin, y trazaba en la pizarra un par de letras. Yo no saba por qu ni para qu posible- mente para facilitar un final satisfactorio al procedimien- to. Estaba tan asustado ante mi incapacidad de compren- sin, que ya no me atreva a preguntar nada. Las clases de matemticas eran para m temor y tor- mento. Dado que otras asignaturas me resultaban fciles y en matemticas pude salir del paso, frecuentemente gra- cias a mi buena memoria visual, casi siempre obtuve bue- nas notas, pero el miedo a un fracaso y a la
insignificancia de mi existencia frente a la grandeza del mundo que me rodeaba me produjeron no slo desgana sino cierto tipo de muda desesperacin que me quit por completo la aficin a la escuela. A esto se aadi que a causa de mi inaptitud para el dibujo fui expulsado de clase de dibujo. Esto fue bien recibido por m por el tiempo que ganaba con 45 ello, pero resultaba un nuevo fracaso, pues tena una cierta habilidad en el dibujo de la que no saba nada ciertamente, y que dependa en especial de mi estado de nimo. Poda dibujar slo lo que interesaba a mi fantasa. Pero en la escuela tena que dibujar reproducciones de divinidades griegas con ojos cegados, y como la cosa no iba bien, mi profesor crey que necesitaba algo ms natural y me puso ante la cabeza de una cabra. Me negu rotundamente a realizar esta tarea y esto puso fin a mis clases de dibujo. El decimosegundo ao de mi vida fue para m real- mente el ao del destino. Una vez, a principios del verano de 1889, me encontraba yo a las doce, despus de salir de la escuela, en la Mnsterplatz, esperando a un compaero con quien recorramos juntos un trecho de mi camino. Repentinamente recib un empujn de otro muchacho que me ech por los suelos. Ca y di con la cabeza en el bordillo de la acera; el golpe me dej aturdido. Permanec una media hora como atontado. En el momento de recibir el golpe me cruz un pensamiento como un rayo: Ahora no tendrs que ir ms a la escuela! Estaba slo semiin- consciente y permanec tendido algunos instantes ms de lo necesario, principalmente a causa del sentimiento de venganza contra mi prfido agresor. Luego me recogi la gente y me dejaron en la cercana casa de dos viejas tas solteras. A partir de entonces empezaron a manifestarse des- mayos y mareos cada vez que tena que ir a la escuela o cuando mis padres me alentaban a realizar las tareas esco- lares. Durante ms de medio ao dej de asistir a la escue- la y esto me vino de perilla. Poda ser libre, soar du- rante largas horas, estar junto al ro en los bosques, o di- bujar. Pintaba escenas de guerra o antiguas fortalezas que eran atacadas o incendiadas, o llenaba pginas enteras de caricaturas. (Todava hoy se me aparecen a veces tales ca- ricaturas en algunas ocasiones antes de dormirme: irnicas figuras grotescas que se transforman sin cesar. A veces 46 eran rostros de hombres que conoca y que murieron poco despus.) Pero principalmente pude profundizar en el mundo de lo enigmtico. A l pertenecan los rboles, el ro, el pantano, las piedras, los animales y la biblioteca de mi padre. Todo resultaba maravilloso. Pero cada vez me alejaba ms del mundo con un vago sentimiento de mala conciencia. Malgastaba el tiempo en vagabundear, leer, coleccionar y jugar. Sin embargo, no me senta con ello ms feliz, sino que me daba cuenta, de modo vago, que hua de m mismo. Olvid por completo cmo fue que llegu a este esta- do, pero lamentaba las preocupaciones de mis padres, que consultaban a diversos mdicos. stos se devanaban los sesos y me enviaron
durante las vacaciones a casa de unos parientes en Winterthur. All haba una estacin que me apasionaba sin cesar. Cuando regres a casa todo volvi a ser como antes. Un mdico habl de epilepsia. Yo saba entonces ya lo que eran los ataques epilpticos y me rea interiormente del disparate. Por el contrario, mis padres estaban cada vez ms preocupados. En una ocasin, un amigo visit a mi padre. Ambos se sentaron en el jardn y yo me escond en un espeso matorral detrs de ellos, pues era de una curiosidad insaciable. O cmo el amigo pre- guntaba a mi padre: Pues qu le pasa a tu hijo? A lo que mi padre respondi: Ay, es una desgraciada historia. Los mdicos no saben qu es lo que le sucede. Creen que quizs sea epilepsia. Sera terrible si resultara algo incurable. Yo he perdido mis escasos ahorros y qu suceder con l si no puede ganarse la vida? Me sent como alcanzado por un rayo. Era el choque con la realidad. Es verdad, hay que trabajar, me cruz la mente. A partir de entonces me convert en un nio serio. Fui al cuarto de estudio de mi padre, tom un libro de gramtica latina y comenc a estudiar con ahnco. A los diez minutos me desmay. Casi ca de la silla, pero transcurridos algunos minutos me sent mejor, y prosegu en mi propsito. Haba ya pasado aproximadamente un cuar47 to de hora cuando me vino el segundo mareo. Pas como el anterior: Y ahora t vuelves al trabajo! Persist y al cabo de media hora lleg el tercero. Pero no ced y trabaj todava una hora ms hasta que tuve la sensacin de que los mareos estaban ya superados. De improviso me encontr mejor que todos los meses anteriores. De hecho, los ataques no se repitieron ms y a partir de este momento trabaj todos los das en mi gramtica y mis cuadernos es- colares. Despus de algunas semanas volv a la escuela y all no experiment mareo alguno. El encanto haba desaparecido. Aqu aprend lo que es una neurosis.* Progresivamente volvieron mis recuerdos, cmo ha- ba sucedido todo, y vi claramente que fui yo el que haba amaado toda esta historia. Por ello no me sent nunca enfadado con el compaero que me derrib. Yo saba que l, por as decirlo, estaba prefijado y hubo por mi parte un arreglo diablico. Esto no me pasara una segunda vez! Senta rabia contra m mismo y al mismo tiempo me avergonzaba de m, pues saba yo que estaba equivocado respecto a m, y as haba hecho el ridculo ante m. Nadie ms era culpable. Yo mismo era el execrado desertor! A partir de entonces ya no poda contenerme cuando mis padres mostraban preocupacin por m y me hablaban en un tono compasivo. La neurosis fue nuevamente un secreto para m, pero era un secreto vergonzoso y un fracaso. Pero, finalmente, me llev a un acentuado vigor y a un celo desmedido. En- tonces comenz mi escrupolosidad, no para salvar las apa- riencias, lo cual tiene algn mrito, sino en m mismo. Puntualmente me levantaba a las cinco para trabajar y a veces trabajaba desde las tres de la maana hasta las siete, antes de irme a la escuela. Lo que facilit mi conversin fue mi pasin por la so- ledad, el encanto del aislamiento. La naturaleza me pare- ca llena de milagros en los que quera profundizar. Cada
* Cfr. Glosario. 48 piedra, cada planta, todo pareca animado e indescriptible. Entonces ahond en la naturaleza, penetr, por as decirlo, en la esencia de la naturaleza, lejos de todo el mundo humano. En aquella poca tuvo lugar un importante aconteci- miento. Fue en el largo camino de KleinHningen, donde vivamos, a Basilea. En una ocasin tuve de repente la in- quietante sensacin de surgir de una niebla espesa cons- ciente de ser ahorayo. A mi espalda haba como una pared neblinosa, detrs de la cual no estaba yo todava. Pero en aquel instanteme realicyo. Anteriormente tambin existayo, pero todo no erams que un hecho. Ahora saba: ahora soyyo, ahora existo. Anteriormente se contaba conmigo, pero ahora quera obraryo. Este acontecimiento me pareci inmensamente significativo y nuevo. La autoridad estaba en m. Extraamente durante esta poca, y tambin durante los meses de mi neurosis, haba olvidado por completo la existencia del tesoro en la viga, pues, de lo contrario, me hubiera llamado la atencin la analoga de mi sentimiento de autoridad con aquel sentimiento del valor que el tesoro me prestaba. Pero no fue tal el caso, sino que todo recuerdo del plumier haba desaparecido. Por aquel tiempo fui invitado en una ocasin durante la vacaciones por una familia amiga que posea una casa junto al lago de los Cuatro Cantones. Con gran entusiasmo vi que la casa estaba situada frente al lago y que tenan un embarcadero y un bote de remos. El seor de la casa nos permiti a su hijo y a m utilizar el bote bajo la firme condicin de no cometer imprudencias. Por desgracia, yo ya saba cmo se rema, cmo se da impulso, o se para. En casa tenamos una fcil embarcacin de este tipo sobre el viejo foso del fuerte Aba-tucci de Hningen en la orilla badense. All habamos realizado toda clase de imprudencias. La primera, pues, que hice en esta ocasin fue saltar a la popa y directamente hund el remo en el lago. Esto fue demasiado para el seor de la casa. Nos hizo volver con un silbido y me propin un 49 sermn dejndome de vuelta y media. Yo me sent muy pequeo y tuve que admitir que haba hecho precisamente lo que nos haba prohibido y que por ello su sermn era plenamente merecido. Pero, al mismo tiempo, sent rabia de que este zoquete ignorante se atreviese a insultarme a m.Este m no era un simple adulto, sino importante, una autoridad, una persona al servicio de la comunidad, un hombre viejo, objeto de respeto y veneracin. El contraste con la realidad era tan grotesco que repentinamente contuve mi rabia, pues me plante la cuestin: Pero quin eres t? Reaccionas como si fueras el diablo y, adems, sabes perfectamente que el otro lleva razn por completo! Eres apenas un simple muchacho de doce aos, un escolar y l es padre de familia y, adems, un hombre poderoso y rico que posee dos casas y varios soberbios caballos.
Entonces, para mayor confusin ma, se me ocurri que en realidad yo era dos personas distintas. Una era el escolar, que no poda comprender las matemticas y que ni siquiera estaba seguro de s mismo y la otra era la im- portante y de gran autoridad, un hombre que no se deja embromar, mucho ms poderoso e influyente que este fa- bricante. La ltima de estas personas era un anciano que vive en el siglo XVIII, usa zapatos con hebillas y una blanca peluca, y viajaba en una calesa con altas y cncavas ruedas traseras entre las que colgaba, de correas y muelles, la caja del carruaje. El caso es que yo tuve una extraa experiencia: cuan- do volvamos en Klein-Hningen, cerca de Basilea, pas por delante de nuestra casa un da un antiqusimo coche verde. Una primitiva calesa como las del siglo XVIII. Cuando la vi tuve la sensacin inquietante: Hla aqu! sta es demi poca! Era como si la hubiera reconocido; pues era del mismo tipo que aquella en que yo mismo haba viajado. Y entonces experiment unsentiment courant, como si alguien me hubiera robado algo, o como si hubiera estado engaado, engaado respecto a mi querido pasado. El carruaje era un resto de aquella poca! No puedo des50 cribir lo que pas entonces por m o qu era lo que me in- quietaba: una aoranza, una sensacin de nostalgia o un reconocimiento: S, as era, eso era pues! Hubo todava otro acontecimiento que me sumergi en el siglo XVIII, una terracota pintada que se compona de dos figuras. Representaba al viejo doctor Stckelberger, una conocida personalidad de la vida de Basilea al final del siglo XVIII. La otra figura era una de sus pacientes. Sacaba la lengua y tena los ojos cerrados. Sobre ello exista una leyenda. Se contaba que el viejo Stckelberger pasaba una vez por el puente del Rin y vino esta paciente que le haba ya disgustado tan a menudo y volvi a importunarle con sus quejas. El viejo seor dijo: S, s, algo debe pasar con usted. Saque la lengua y cierre los ojos! Ella as lo hizo y en el mismo instante l se march, quedando la muchacha de pie con la lengua fuera para regocijo de la gente. La figura del viejo doctor llevaba zapatos con hebilla que extraamente reconoc como los mos o muy pareci- dos. Qued convencido: stos son los zapatos que yo he llevado. Este convencimiento me caus entonces mucha confusin. Pues s, stos eran mis zapatos! Me senta todava los zapatos en mis pies, pero no poda explicarme cmo haba llegado a esta asombrosa sensacin. Cmo era posible que yo perteneciera al siglo XVIII? Con frecuencia me sucedi entonces escribir 1786 en lugar de 1886 y esto suceda siempre con un inexplicable sentimiento nostlgico. Cuando entonces meditaba despus de mi escapada en bote en el lago de Cuatro Cantones y del merecido cas- tigo, estas impresiones sueltas se concretaron en una ima- gen uniforme: yo vivo dos pocas, soy dos personas dis- tintas. Esta conclusin me desconcert y me sumi en reflexiones. Pero finalmente llegu a la reprimente conviccin de que yo no era por lo menos
ahora ms que el joven escolar que se merece un castigo y al que se ha privado de algo de acuerdo con su edad. Lo dems deba ser un absurdo. Me supuse que tena relacin con las muchas na51 rraciones sobre mi abuelo que mis padres y parientes me haban explicado. Pero tampoco esto poda coincidir por completo, pues naci en 1795, es decir, vivi propiamente en el siglo XIX. Adems, haba muerto mucho antes de que yo naciera. No poda ser que fuera idntico a l. Es verdad que estas consideraciones eran entonces slo vagas suposiciones y sueos. No puedo recordar si ya saba entonces algo de nuestro legendario parentesco con Goethe. No lo creo, pues s que obtuve esta noticia de gente forastera. Se basa en una leyenda enojosa el que mi abuelo fuera hijo natural de Goethe.1 A mis fracasos, en matemticas y en dibujo, se aadi un tercero: la gimnasia me result, desde un principio, odiosa. Nadie tena que ordenarme cmo deba moverme. Yo iba a la escuela a aprender algo y no quera realizar ninguna acrobacia absurda e intil. A esto se aada, como tarda continuacin de mis primeros accidentes, un cierto miedo fsico que slo mucho ms tarde logr en cierto modo superar. Tena relacin con una desconfianza frente al mundo y sus posibilidades. El mundo pareca verdade- ramente hermoso y apetecible, pero estaba lleno de vagos peligros y absurdos. Por ello quera siempre saber, ante todo, qu me esperaba y a quin otorgaba mi confianza. Dependa quizs esto de mi madre, que me falt durante varios meses? Result oportuno que el mdico, a causa de mi anterior trauma, me prohibiera la gimnasia. Me libr de esta carga y evit un nuevo fracaso. En un bello da de verano del mismo ao (1887) sal al medioda de la escuela y fui a la Mnsterplatz. La cpu- la de la catedral resplandeca de luz y el sol se reflejaba en las nuevas tejas multicolores. Yo estaba impresionado por la belleza de este espectculo y pens: El mundo es her- moso y la iglesia es bella, y Dios lo ha hecho todo y est sentado en un trono dorado all en lo alto del cielo azul... Aqu se produjo un vaco y una sensacin sofocante. Me 1. Cfr. Apndice, p. 461. 52 sent como paralizado y slo saba: Ahora no pienses ms! Vendr algo temible que no quiero pensar, a lo cual no me est permitido acercarme. Por qu no? Porque cometeras el mayor pecado. Qu es el mayor pecado? El crimen? No, esto no puede serlo. El mayor pecado es el que se comete contra el Espritu Santo, el que no ser perdonado. El que lo comete es condenado eternamente al infierno. Sera demasiado triste para mis padres que su nico hijo, a quien tanto quieren, incurriera en la condenacin eterna. Yo no puedo hacer esto a mis padres. Yo no puedo, en absoluto, continuar pensando en esto! Esto result ms fcil de pensar que de hacer. En mi largo camino hacia casa intent por todos los medios pen- sar en otras cosas, pero not que mis pensamientos retro- cedan sin cesar a la bella catedral que tanto me gustaba y al buen Dios sentado en su trono, y como alcanzado por una
descarga elctrica, volva a olvidarlo. Me repeta siempre: No pensar en ello, no pensar en ello! Llegu a casa muy nervioso. Mi madre not que me pasaba algo y me pregunt: Qu te pasa? Ha sucedido algo en la escuela? Poda asegurarle, sin mentir en absoluto, que en la escuela no haba pasado nada. Pens que quizs me aliviara si le confesase a mi madre la verdadera razn de mi inquietud. Pero entonces pens que al hacerlo deba llevar mi pensamiento hasta el fin, lo queme pareca imposible. La buena mujer no sospechaba nada y era imposible que supiese que yo corra peligro inminente de cometer el pecado que no se perdona, precipitndome en el infierno. Rechac el pensamiento de una confesin, e intent disimular lo ms discretamente que pude. Por la noche dorm mal; constantemente intentaba re- chazar el pensamiento prohibido, que no conoca, y me esforzaba confusamente en defenderme de l. Los dos das siguientes fueron terribles y mi madre estaba convencida de que estaba enfermo. Rechac la tentacin de confesar, contribuyendo a tal decisin el pensar que si yo ceda, causara la ms grande pena a mis padres. 53 Durante la tercera noche la tortura result tan intensa que no supe ya qu hacer. Me despert inquieto y me sor- prend pensando en la catedral y en el buen Dios. Por poco pienso algo ms! Senta que mis fuerzas de resistencia me abandonaban. Sudaba de miedo y me sent en la cama para rechazar el sueo. Ahora ha llegado el momento, esta vez va en serio! Tengo que pensar. Esto ha de pensarse antes. Por qu debo pensar lo que no s? Por Dios!, yo no lo quiero, eso est claro. Pero quin lo quiere? Quin quiere forzarme a pensar algo que no s y no quiero? De dnde procede esta terrible voluntad? Y por qu precisamente yo debo someterme a ella? Yo pens elogiosamente en el Creador de este mundo hermoso, me sent agradecido por este inconmensurable regalo y por qu precisamente yo debo pensar en el mal inimaginable? No lo s realmente, pues no puedo ni debo acercarme siquiera a este pensamiento sin arriesgarme a tener que pensar en ello inmediatamente. Esto ni lo he hecho yo ni lo he querido. Ha llegado a m como un mal sueo. De dnde proceden tales cosas? Me ha ocurrido sin quererlo yo. Cmo es posible que sea as? Yo no me he creado a m mismo, sino que he llegado al mundo tal como Dios me hizo, es decir, como fui realizado por mis padres. O quizs lo quisieron as mis padres? Mis buenos padres nunca hubieran pensado en algo de este tipo. Algo tan infame no se les hubiera ocurrido nunca. Encontr esta idea francamente ridicula. Entonces pens en mis abuelos, a quienes slo conoca por sus retratos. Tenan un aspecto lo bastante bondadoso y respetable para rechazar mi idea de su posible culpa. Recorr toda la larga serie de antepasados desconocidos hasta llegar a Adn y Eva. Y con ello llegu a la conclusin definitiva: Adn y Eva son los primeros hombres; no tuvieron padres sino que fueron creados directa y deliberadamente por Dios tal como eran. No tuvieron eleccin alguna sino que tuvieron que ser tal como Dios los haba creado. No saban en absoluto cmo hubieran podido ser de otro 54
modo. Eran creaciones perfectas de Dios, pues l slo crea cosas perfectas y, sin embargo, cometieron el primer pecado porque hicieron lo que Dios no quera. Cmo fue esto posible? No hubieran podido hacerlo en absoluto si Dios no les hubiera dado oportunidad para hacerlo. Esto se deduce de la serpiente que Dios cre ya antes que ellos, por lo visto con el fin de que deba persuadir a Adn y Eva. Dios, en su omnisciencia, lo dispens todo de tal modo que los primeros padres deban pecar. Fue, pues, la intencin de Dios el que ellos tuviesen que pecar. Este pensamiento me liber de mi estado de enojoso tormento, pues saba ahora que Dios mismo me haba co- locado en esta situacin. Yo no saba en un principio si l con ello pretenda que yo deba cometer el pecado o pre- cisamente lo contrario. Yo no pens ms en rezar para ilusionarme, pues Dios me haba colocado en esta situacin sin mi voluntad y dejndome desamparado. Estaba seguro de que, en su opinin, slo yo mismo deba buscar la sali- da. Con ello se plante un nuevo argumento: Qu quiere Dios? Que lo haga o que no lo haga? Debo dilucidar qu es lo que Dios quiere y concretamente ahora y conmigo. Saba que, segn la moral tradicional, era del todo evidente que deba evitarse el pecado. As lo haba hecho hasta el presente y saba que no podra ha- cerlo en lo sucesivo. Mi sueo interrumpido y mi apurada situacin anmica me haban conducido al punto en que el esfuerzo por alejar aquellas ideas me destrozaba. As no poda continuar. Pero no poda en absoluto transigir antes de comprender cul era la voluntad de Dios y lo que l se propona. Estaba seguro de que l era el causante de esta desesperante dificultad. Es curioso que no pens ni por un momento que pudiera jugarme una jugarreta el demonio. En mi estado de nimo desempeaba entonces un papel muy pequeo y era completamente impotente frente a Dios. Ms o menos a partir del momento de mi surgir de la niebla y de mi llegar a-su-yo comenz a preocupar mi mente la unidad, grandeza y sobrehumanidad de Dios. 55 As, pues, estaba para m fuera de duda el que era Dios quien me planteaba una prueba decisiva y que todo con- sista en comprenderle a l correctamente. Saba cierta- mente que mi desistimiento definitivo sera forzado; pero ello no deba ocurrir sin mi comprensin, pues se trataba de mi salvacin eterna: Dios sabe que no puedo resistir por mucho tiempo y no me ayuda, pese a que estoy a pun- to de ser forzado al pecado que no se perdona. En virtud de Su Omnipotencia podra l apartar de m este impera- tivo. Pero no lo hace. Ser quizs que quiere probar mi obediencia al proponerme la inusitada tarea de hacer algo contra lo cual me resisto con todas mis fuerzas, porque temo la condenacin eterna? Pues yo contravendra mi propio criterio moral y los preceptos de mi religin si fal- tase a sus propios mandamientos. Podra ser que Dios quisiera ver si soy capaz de obedecer a Su Voluntad aun- que mi fe y mi entendimiento me amenacen con el infier- no y la condenacin? Podra ser la verdad!, pero no son ms que mis pensamientos. Puedo equivocarme. No puedo arriesgarme hasta el punto de confiarme a mis propias reflexiones. Debo meditarlo a fondo nuevamente!
Pero llegu a la misma conclusin. Dios quiere evi- dentemente que me arriesgue, pensaba yo. Si es as y lo hago, entonces l me conceder su gracia e inspiracin. Hice acopio de todo mi valor como si tuviera que pre- cipitarme en el fuego infernal y dej volar mi imaginacin: ante mis ojos surgi la hermosa catedral, sobre ella el cielo azul, Dios sentado en trono dorado, en la cumbre del mundo, y bajo el trono cay una enorme cantidad de excrementos sobre la cpula de la iglesia, la destrozaron y despedazaron los muros del templo. Esto era pues. Experiment un gran alivio y un in- descriptible consuelo. En lugar de la esperada condena- cin me llegaba la gracia y con ello una inexpresable di- cha, como nunca haba experimentado. Lloraba de alegra y agradecimiento de que se me hubieran revelado la sabi- dura y bondad de Dios, tras haber sentido su inflexible 56 rigor. Muchas cosas que anteriormente no haba podido comprender se me hicieron claras. Conoca, ahora, lo que mi padre no comprendi: la voluntad de Dios a la que l se resista con las razones mejor fundadas y la ms pro- funda fe. Por ello tampoco no haba l presenciado nunca el milagro de la gracia que todo lo cura y todo lo hace inte- ligible. l haba tomado los mandamientos de la Biblia por normas de conducta, crea en Dios tal como en la Biblia se lee y como su padre le haba enseado. Pero no conoci al Dios directamente vivo que es omnipotente y libre, que est por encima de la Biblia y de la Iglesia, que llama a los hombres a su libertad y puede impulsarles a renunciar a sus propias convicciones y opiniones para cumplir incon-dicionalmente sus mandatos. Dios al poner a prueba el valor humano no se deja influir por las tradiciones, por sagradas que stas fuesen. Cuida en Su Omnipotencia de que en tales pruebas no sobrevenga nada verdaderamente malo. Si se cumple la voluntad de Dios se puede estar seguro de ir por el buen camino. Dios cre tambin a Adn y Eva de tal modo que tu- vieran que pensar lo que no queran pensar. Lo hizo para saber que eran obedientes. As, pues, poda tambin exigir de m algo que yo quisiera rechazar por tradicin religiosa. Pero fue la obediencia la que me procur la gracia; a partir de aquella experiencia supe lo que es la gracia de Dios. Me enter que estoy a merced de Dios y que todo estriba en cumplir Su Voluntad, nada ms. De lo contrario caer en el absurdo. En este momento comenz mi propia responsabilidad. El pensamiento que deba formular me pareci espantoso y con l surgi la sospecha de que Dios pudiera ser algo temible. Era un terrible secreto el que yo haba descubierto y signific para m una cuestin angustiosa y tenebrosa. Ensombreci mi vida y me dio mucho que pensar. Experiment tambin la sensacin de mi inferioridad. Soy un demonio o un cerdo, pensaba yo, algo deleznable. Pero entonces comenc a escudriar en los secretos de la 57
Biblia de mi padre. Con cierta satisfaccin le en el Evan- gelio acerca de los fariseos y los publicanos y hall que precisamente los reprobos son los elegidos. Me caus una durable impresin que el administrador desleal fuera ala- bado, y que Pedro, el inconsciente, fuera designado como roca o cimiento. Cuanto mayor era mi sensacin de inferioridad, tanto ms incomprensible me pareca la bondad de Dios. Cier- tamente nunca me sent seguro de m mismo. Cuando mi madre me dijo una vez: T siempre fuiste un buen mu- chacho, no pude comprenderlo. Yo, un buen muchacho? Esto era una novedad. Siempre pens que yo era un hombre depravado o despreciable. Con aquel episodio de la catedral aconteci, por fin, algo verdico en m que formaba parte del gran secreto como si hubiera siempre hablado de piedras que caen del cielo y ahora tuviese una en mi mano. Pero era un epi- sodio humillante. Yo me senta inmerso en algo desagra- dable, en algo malo y tenebroso, y al mismo tiempo era como un mrito. A veces experimentaba un extrao deseo de hablar sin saber exactamente de qu. Quera comprobar e informarme si otra gente haba tenido tales experiencias, o quera indicar que existen cosas maravillosas de las que no se sabe nada. No pude nunca hallar ni el menor rastro de ello en los dems. Me sent, pues, repudiado o elegido, bendecido o maldito. No se me hubiera ocurrido nunca, sin embargo, hablar directamente de la visin que tuve, y menos an del sueo del falo en el templo subterrneo o del hombrecillo tallado en madera, en tanto que lo recordaba todava. Saba que no poda hacerlo. Del sueo del falo slo habl cuando yo tena sesenta y cinco aos. Las otras experiencias se las comuniqu quizs a mi mujer, pero slo en aos posteriores. Transcurridas dcadas despus de mi infancia, exista an un rgido tab sobre tales cosas. Toda mi juventud puede compendiarse bajo el concepto del secreto. A causa de ello me refugi en una soledad casi 58 insoportable y hoy veo aquello como una gran obra, y tambin como tal el que yo resistiera a la tentacin de hablar de ella con alguien. Se configur ya entonces mi relacin con el mundo tal como hoy es: tambin hoy estoy solo porque s cosas y debo sealar que los dems no las saben y que, en su mayora, tampoco quieren en absoluto saberlas. En la familia de mi madre hubo seis sacerdotes, y no slo mi padre era sacerdote, sino tambin dos de sus her- manos. As, pues, oa muchas conversaciones religiosas, discusiones teolgicas y sermones. Tena siempre la im- presin: S, s, esto est muy bien. Pero qu es el miste- rio? Existe tambin el misterio de la gracia. Vosotros no sabis nada de ello. Vosotros no sabis que Dios quiere que yo haga incluso lo injusto, que piense en lo prohibido para poder participar de su gracia. Todo cuanto los de- ms decan era marginal. Yo pensaba: Por Dios!, alguien debe saber algo de ello. En algn lugar debe encontrarse la verdad. Rebuscaba en la biblioteca de mi padre y lea todo cuanto encontraba acerca de Dios, de la Trinidad, del Espritu, de la conciencia. Devor
los libros y no por ello me volv ms sabio. Una y otra vez tena que pensar: Ellos tampoco lo saben! Le tambin la Biblia de Lutero de mi padre. Por desgracia, el habitual sentido edificante del libro de Job no me ofreca un inters profundo. De lo contrario, hubiera encontrado consuelo en l, concretamente en el apartado IX, 30, Si yo me lavo con agua de nieve... t me salpicars de barro. Mi madre me cont posteriormente que en aquella poca yo estaba con frecuencia deprimido. Esto no era exacto, sino que me preocupaba el misterio. Era un con- suelo feliz y curioso el sentarse sobre aquella piedra. Ello me libraba de todas mis dudas. Cuando pensaba que yo era la piedra cesaban los conflictos. La piedra no tiene inseguridad alguna, no se siente impulsada a comunicarse y es eterna, vive durante siglos, pensaba yo. Yo, por el contrario, slo soy un fenmeno pasajero que se desvanece en 59 toda clase de emociones, como una llama que rpidamen- te arde y se extingue despus. Yo era la suma de mis emociones y la piedra sin edad era otro ser en m mismo. II Entonces se produjeron tambin profundas dudas en torno a todo lo que mi padre deca. Cuando le oa predicar acerca de la gracia pensaba siempre en mi experiencia. Lo que deca me sonaba a trivial y hueco, como si explicara una historia que ni l mismo pudiera creer por completo o que slo conociera de odas. Yo le quera ayudar, pero no saba cmo. Tambin me contena el temor a comunicar mi experiencia o a inmiscuirme en sus preocupaciones personales. Adems, por una parte, me senta muy peque- o, y por otra, tema dejarme llevar por aquella sensacin de autoridad que me daba una segunda personalidad. Ms tarde, cuando tena dieciocho aos, tuve muchas discusiones con mi padre, siempre con la secreta esperan- za de hacerle saber algo de la milagrosa gracia y ayudarle con ello en sus cargos de conciencia. Estaba convencido de que cuando l cumpliese la voluntad de Dios todo le ira bien. Nuestras discusiones tenan siempre un final insatis-factorio. Le incitaban y afligan. Bah!, sola decir, t quieres pensar siempre. No hay que pensar, sino creer. Yo pensaba: No, hay que experimentar y saber pero deca: Dame esta fe, a lo cual l se renda siempre resignado y encogindose de hombros. Empec a hacer amistades, especialmente con jvenes tmidos de procedencia sencilla. Mis calificaciones escolares mejoraban. En los aos siguientes llegu a ser incluso el primero de clase. Pero observ que por debajo de m haba algunos que me envidiaban y que queran aventajarme a todo trance. Esto me desagradaba. Me resultaba odiosa toda rivalidad, y cuando alguien converta el juego en competencia, me separaba del juego. A partir de entonces me mantu6o
ve el segundo, lo que me resultaba ms agradable. Los de- beres escolares me eran ya bastante fastidiosos para querer dificultarlos ms todava con las fatigas de la competencia. Unos pocos maestros, a quienes recuerdo agradecido, me inspiraron confianza. Principalmente el profesor de latn, a quien recuerdo con agrado. Era un profesor universitario y un hombre muy razonable. Pero yo saba latn desde mis seis aos porque mi padre me haba dado clases. As este profesor me envi muchas veces a la biblioteca de la uni- versidad a buscar libros que durante el camino de regreso, prolongado lo mximo posible, curioseaba con encanto. Para la mayora de maestros yo era necio y falso. Cuando suceda algo en la escuela se sospechaba de m en primer lugar. Si haba una pelea se daba por supuesto de que haba sido el instigador. En realidad, slo una vez me vi enzarzado en una pelea en la que descubr que tena un buen nmero de compaeros que me eran hostiles. Me tendieron una emboscada ellos eran siete y cayeron inesperadamente sobre m. Entonces, a mis quince aos, yo era fuerte y alto, y era propenso a la clera. Me vi repentinamente en peligro, tom a uno por los brazos, lo atraje hacia m y con sus piernas lanc a otros dos al suelo. El asunto lleg a odos del maestro, pero yo slo recuerdo vagamente una sancin que me pareci injusta. A partir de entonces estuve tranquilo. Nadie se atrevi ya ms a importunarme. Que tuviera enemigos, que se sospechara injustamente de m, era algo inesperado para m, pero no me resultaba del todo incomprensible. Todo cuanto se me reprochaba me disgustaba, pero no me poda defender ante m mismo. Saba tan poco de m y este poco era tan contradictorio, que no poda rechazar ninguna censura a conciencia cierta. Siempre tena mala conciencia y me senta potencial y realmente culpable. Por ello era especialmente sensible a las censuras, pues todas daban ms o menos en el blanco. Aunque no hubiera hecho en realidad lo que se me imputaba, resultaba perfectamente posible que lo hu61 biera hecho. Incluso, a veces, me preparaba coartadas para el caso de que me acusasen. Me senta inmediatamente aliviado cuando realmente haba realizado algo. Por lo menos entonces saba de dnde proceda la mala conciencia. Naturalmente, compensaba mi inseguridad interior con seguridad exterior, o, mejor dicho, el defecto se compensaba a s mismo sin mi voluntad. Me senta a m mismo como quien es culpable y al mismo tiempo quiere ser inocente. En el fondo saba siempre que en m haba dos personalidades. Una era la del hijo de sus padres, que iba a la escuela y era menos inteligente, atento, estudioso, disciplinado y limpio que muchos otros; por el contrario, la otra era adulta, vieja, escptica, desconfiada, apartada de la sociedad. sta tena a favor a la naturaleza, a la tierra, al sol, a la luna, al tiempo, a la criatura viviente y principalmente tambin a la noche y los sueos, y todo cuanto en m manifestaba la influencia inmediata de Dios. Senta en todo ello una seal de Dios. Pongo aqu Dios entre comillas. La naturaleza me pareca, como yo mismo, desterrada de Dios, corno No-Dios, aunque hubiera sido creada por l como expresin de S Mismo. No me caba en la cabeza que la imagen tuviera que limitarse a los hombres. S, me pareca que las altas montaas, los ros, los mares, los bellos rboles, las flores y los animales revelaban ms la esencia de Dios que los hombres con sus ridculos vestidos, con su
ordinariez, estrechez mental, vanidad, falsedad y su despreciable egosmo. Todas estas particularidades las conoca muy bien por m mismo, es decir, por la personalidad nmero 1, el joven escolar de 1890. Junto a ello exista un dominio, como un templo, en el que todo aquel que penetraba se senta transformado. De la contemplacin del universo uno poda sentirse impresionado y slo poda experimentar lo maravilloso si se olvidaba a s mismo. Aqu viva el otro que conoca a Dios como un misterio oculto, personal, y a la vez impersonal. Aqu nada separaba al hombre de Dios. Era como si el espritu humano contemplara la creacin al mismo tiempo que Dios. 62 Lo que hoy expreso en frases coherentes no me era entonces conocido de forma articulada, sino como una su- prema intuicin, y un sentimiento profundo. Aqu me senta digno y propiamente hombre. Por ello buscaba la tranquilidad y la soledad del otro, del nmero 2. Las contradicciones entre las personalidades 1 y 2, que me han acompaado durante toda mi vida, no tienen nada que ver con un desdoblamiento en el sentido usual en medicina. Por el contrario, tales contradicciones se en- cuentran en todo hombre. Principalmente son las religiones las que siempre han hablado del nmero 2 como del hombre interior. En mi vida la personalidad 2 ha de- sempeado el papel principal, y siempre he intentado dejar libre el proceso que del interior quera aproximarse a m. La personalidad 2 es una figura tpica; pero las ms de las veces la inteligencia consciente no es suficiente para ver que tambin se es esto. La Iglesia se me convirti gradualmente en una tortu- ra, pues all se hablaba abiertamente casi dira: desver- gonzadamente de Dios; lo que l quiere, lo que l hace. La gente se exhortaba a experimentar aquel sentimiento, a creer en aquel misterio, del cual saba yo que era la verdad ms profunda, la ms ntima, la que no existen palabras para expresarla. Slo poda deducir de ello que aparente- mente nadie conoca este misterio, ni siquiera el sacerdote; pues, de lo contrario, nunca hubiese podido arriesgarse a revelar pblicamente el misterio de Dios ni a profanar tan indecible sentimiento con los sentimentalismos de mal gusto. Yo estaba seguro de que ste era un camino equivocado para llegar a Dios, pues saba, por experiencia, que esta gracia slo es otorgada a quien cumple incondicional-mente la voluntad de Dios. Tambin esto se predicaba ciertamente en la Iglesia, pero siempre en el supuesto de que la voluntad de Dios fuera conocida por la revelacin. Por el contrario, a m me daba la impresin de ser de lo ms desconocido. Me pareca como si en realidad hubiera que averiguar diariamente la voluntad de Dios. No es que yo lo 63 hiciera, pero estaba seguro de que lo hara en cuanto me encontrara en una situacin perentoria. La personalidad no me absorba con demasiada frecuencia. Me pareca, a menudo, como si los preceptos religiosos pudieran sustituir la voluntad de Dios que tan inesperada y horrible poda ser y concretamente con el objetivo de no tener que comprender la voluntad de Dios. Me volv cada vez ms excptico, y los sermones de mi padre y de otros sacerdotes me ponan triste. Todos los hombres que conmigo se relacionaban me pareca que aceptaban por descontado toda aquella
jerga y la espesa oscuridad que de ella manaba y que se tragaban maquinalmente todas las contradicciones, como, por ejemplo, que Dios es Omnisciente y que ha previsto naturalmente toda la historia de la humanidad. Ha creado a los hombres de modo que tengan que incurrir en pecado y, no obstante, prohibe el pecado y lo castiga incluso con la condenacin eterna y el fuego del infierno. El diablo no desempe papel alguno, durante mucho tiempo, en mis pensamientos. Me pareca el mastn malo de un poderoso seor. Nadie ms que Dios era responsable del mundo, y l era, como yo muy bien saba, temible tambin. Me pareca cada vez ms problemtico e inquietante el que el buen Dios, el amor de Dios por los hombres y de los hombres por Dios, se enzalzase y recomendase en los vehementes sermones de mi padre. La duda creci en m: Sabe l en realidad de qu habla? Podra l degollarme a m, a su hijo, como sacrificio humano, como Isaac, o entregarse a un tribunal injusto que le hiciese crucificar como a Jess? No, no podra hacerlo. As, pues, no poda cumplir, si se diera el caso, la voluntad de Dios que, decididamente, como ensea la Biblia misma, puede ser terrible. Me result claro que cuando se exhortaba, entre otras cosas, a prestar ms obediencia a Dios que a los hombres, esto se deca superficialmente y sin meditacin. Por lo visto, no se conoca en absoluto la voluntad de Dios, pues, de lo contrario, se hubiera tratado este problema central con sagrado temor, aunque no fuese ms que por su miedo al Dios 64 que puede realizar, con pleno poder, Su terrible voluntad en los indefensos hombres, tal como a m me haba suce- dido. Hubiera podido prever alguno de los que pretende conocer la voluntad de Dios, lo que l me orden? El caso es que en el Nuevo Testamento no consta nada parecido. El Antiguo Testamento, particularmente el libro de Job, que hubiera podido iluminarme a este respecto, me era desconocido entonces y tampoco o nada semejante en las clases preparatorias para la primera comunin a las que asista entonces. El temor de Dios, que naturalmente se mencionaba, se tena por algo anticuado, como algo judo y haca mucho tiempo que estaba superado por el mensaje cristiano del amor y bondad de Dios. El simbolismo en mis experiencias infantiles y la bru- talidad de las imgenes me haban inquietado en extremo. Yo me preguntaba: Quin es el que habla de este modo? Quin tiene la desvergenza de presentar un falo as desnudo y en un templo? Quin me hace pensar que Dios destruye de un modo tan abominable a Su Iglesia? Es el diablo quien as lo ha dispuesto? No dud nunca de que era Dios o el diablo el que as hablaba y actuaba, pues senta claramente que yo no era quin para imaginarse tales pensamientos e imgenes. stos fueron los acontecimientos decisivos de mi vida. Entonces me di cuenta: Soy responsable y de m depende cmo se me presente el destino. Era un problema que me planteaba y al que deba dar respuesta. Y quin plantea el problema? A esto no me respondi nadie. Saba que yo mismo deba responder desde mi propio interior: me encontraba solo ante Dios y Dios slo me preguntaba estas cuestiones terribles. Desde el principio se abri paso en m un sentimiento de confianza sin igual en el destino, como si estuviera dedicado a una vida que deba realizarse.
Exista en m una ntima seguridad que nunca pude demostrar. Pero para m estaba demostrado. Yo no posea la certeza, pero ella me posea a m a menudo, cuando estaba 65 convencido de lo contrario. Nadie poda arrebatarme la certeza de que estaba destinado a hacer lo que Dios quiere y no lo que yo quiero. Esto me daba frecuentemente la sensacin, en los asuntos decisivos, de no estar con los hombres sino slo con Dios. Siempre que me encontraba all, donde ya no me senta solo, me senta fuera del tiempo. Me encontraba inmerso en los siglos, y l, el que responda, era Aquel que ha existido siempre y siempre existir. Las conversaciones con aquel Otro fueron mis experiencias ms profundas: por una parte, sangrienta lu- cha, por otra parte, supremo xtasis. De estas cuestiones, naturalmente, no poda hablar con nadie. No saba de nadie en mi ambiente con el que hubiera podido comunicarme, a excepcin, tal vez, de mi madre. Ella pareca pensar igual que yo. Pero pronto me di cuenta de que no me satisfaca en las conversaciones. Ante todo, ella me impresionaba y esto no era bueno para m. As, pues, qued solo con mis pensamientos. Adems, esto era para m lo mejor. Actu slo para m, camin solo, so solo y tuve un recndito mundo para m solo. Mi madre fue para mi una madre excelente. Expanda una candida atmsfera, era extraordinariamente afectiva y muy corpulenta. Escuchaba a todo el mundo, conversaba con agrado y era como un alegre murmullo. Tena un no- table talento literario, de buen gusto y profundo. Pero esto no se pona de manifiesto en ningn sentido, quedaba oculto detrs de una vieja y gruesa mujer que era real- mente simptica, cocinaba magnficamente, era muy hospitalaria y tena mucho sentido del humor. Tena todas las cualidades habituales que se pueden tener, pero en ella se manifestaba una segunda personalidad que era, sin lugar a dudas, insospechadamente poderosa, era una figura grande y oscura que posea una indiscutible autoridad. Yo estaba seguro de que en ella haba tambin dos personas: una inofensiva y humana, la otra, por el contrario, me pareca inquietante. Se manifestaba slo raramente, pero siempre de modo inesperado y temible. Entonces hablaba 66 como consigo misma, pero lo dicho iba por m y me afec- taba, como de costumbre, en lo ms ntimo, por lo que quedaba atnito. El primer caso que alcanzo a recordar tuvo lugar cuando yo tena seis aos y todava no iba a la escuela. Nuestros vecinos eran gente medianamente acomodada. Tenan tres hijos: el mayor, un muchacho aproximada- mente de mi edad, y dos hermanas ms jvenes. Eran, en realidad, gente de ciudad que ataviaban a sus hijos el do- mingo de un modo verdaderamente ridculo: zapatitos de charol, pantaloncitos con encaje, guantecitos blancos siempre limpios y elegantes, incluso en das laborables. Se sentan infinitamente lejos de los arrapiezos con pantalo- nes rotos, y zapatos agujereados y manos sucias, y ofrecan un elegante aspecto. Mi madre me enojaba sin cesar con
sus comparaciones y advertencias: Contempla a esos simpticos nios, son bien educados y corteses, en cambio, t eres un grosero que no sirves para nada. Estas advertencias me molestaban y me determin a darles una paliza a aquellos chicos. Y as lo hice. Enfurecida su madre, se apresur a dirigirse a la ma y protest con sus alteradas palabras contra mi atropello. Esto sac a mi madre de sus casillas y me dirigi una larga filpica, aderezada con lgrimas de un modo nunca visto por m. No me senta culpable en absoluto, sino que pensaba en mi hazaa con satisfaccin, pues me pareca haber vengado en cierto modo la intrusin de estos extraos en el pueblo. Me sent fuertemente impresionado y contrito por el disgusto de mi madre, y regres a mi mesita, detrs del viejo clavicordio donde comenc a jugar con mis tarugos de madera. Durante un largo rato rein la calma. Mi madre se haba retirado a su lugar de costumbre delante de la ventana y haca punto de media. Entonces la o murmurar y, por palabras sueltas que pude captar, logr deducir que hablaba del pasado suceso, pero esta vez en sentido contrario. Pareca como si me aprobara. Repentinamente dijo en voz alta: Naturalmente, nunca se hubiera debido aguantar a67 toda esa caterva! Supe, repentinamente, que hablaba de los atildados petimetres. Su hermano preferido era caza- dor, mantena perros y hablaba siempre de cra de perros, de mestizos, razas y cachorros. Comprob con alivio que tambin consideraba a estos odiosos nios como despreciables bastardos y que su filpica no deba tomarse en se- rio. Pero saba ya entonces que deba mantenerme quiete- cito y no decirle triunfante: Ves, tambin t piensas como yo!, pues me hubiera replicado con indignacin algo as: Maldito arrapiezo, cmo puedes imputar a tu madre tales barbaridades! De ello deduje que deban de haber ocurrido una serie de experiencias anteriores del mismo tipo que he olvidado ya. Explico esta historia porque en la poca de mi inci- piente escepticismo sucedi otro caso que arroja luz sobre la duplicidad de mi madre. Hablamos en la mesa de lo aburridos que eran los cnticos religiosos. Se hablaba de la posibilidad de una revisin del libro de cantos. Entonces mi madre murmur: Oh, t, amor de mi amor, t, bienaventuranza deseada. Como anteriormente, hice como si no hubiera odo nada y, pese a mi sentimiento de triunfo, procur no proferir un grito jubiloso. Exista una notable diferencia entre las dos personalidades de mi madre. As, suceda que de nio soaba a menudo angustiosamente en ella. Durante el da era una madre amable, pero por la noche me pareca misteriosa. Era como una profetisa que a la vez es un animal raro, como una sacerdotisa en una guarida de osos. Anticuada y prfida. Prfida como la naturaleza y la verdad. Adems, era la personificacin de lo que he designado como natural mind.1 Tambin reconozco algo de esta naturaleza arcaica en m. La naturaleza no me ha otorgado siempre el grato don 1. Natural mind es el espritu que procede de la naturaleza y no tiene nada que ver con los libros. Surge de la naturaleza del hombre como una fuen- te de la tierra y expresa la sabidura propia de
la naturaleza. Dice las cosas des- preocupadamente y sin consciencia. (Extrado de un informe indito de un cursillo de 1940. Traducido del ingls por A. J.) 68 de ver a los hombres y a las cosas tal como son. Cierta- mente me puedo dejar engaar cuando me sito detrs de la luz, si no quiero convencerme de alguna cosa. Pero en el fondo s muy bien cmo son las cosas. El verdadero conocimiento consiste en un instinto, o en una participa- cin mstica con los dems. Se podra decir que son los ojos del segundo trmino que ven en un acto imperso- nal de intuicin. Posteriormente comprend mejor esto, cuando me su- cedieron cosas extraas, por ejemplo, cuando una vez na- rraba la historia de la vida de un hombre, sin conocerle. Fue durante la boda de una amiga de mi mujer. La novia y su familia me eran por completo desconocidos. Durante la comida se hallaba sentado frente a m un hombre de me- diana edad, de hermosa barba, que me haba sido presen- tado como abogado. Conversbamos animadamente sobre psicologa criminal. Para responderle a una pregunta con- creta, me invent la historia de un caso que adorn con todo lujo de detalles. Mientras estaba todava hablando observ que mi interlocutor cambi por completo su ex- presin y un extrao silencio se produjo en la mesa. Con- fuso, dej de hablar. A Dios gracias estbamos ya en los postres y pude levantarme pronto de la mesa e ir a sentar- me en el vestbulo del hotel. All me ensimism en un rin- cn, encend un cigarrillo e intent meditar sobre la situa- cin. En este instante se me acerc uno de los seores que estaban sentados a la mesa y me interpel: Cmo pudo usted cometer tal indiscrecin?, Indiscrecin?, S, esta historia que usted cont! Pero si me la he inventado! Para mi mayor asombro me dijo que haba narrado con todo detalle la historia de mi interlocutor. Descubr en este instante que ya no recordaba ni una sola palabra de la narracin, e incluso hoy me resulta imposible recordar ni una sola palabra de ella. En suAutocontemplacin Hein- rich Zschokke2 describe un suceso parecido: cmo descu2. Heinrich Zschokke, prosista y poltico suizo (1771-1848). 69 bri en una fonda que un desconocido joven era el ladrn, porque vio el hurto con sus ojos interiores. Me ha sucedido con mucha frecuencia en mi vida que de repente supiera algo que en modo alguno poda saber. El conocimiento me llegaba como si se tratara de mi pro- pio caso. De modo parecido suceda con mi madre. A ve- ces no saba ella lo que deca, sino que era como una voz de absoluta autoridad la que deca exactamente lo adecua- do a la situacin. Mi madre me tom siempre por mayor a mi edad y me habl como a un adulto. Me deca abiertamente todo lo que no poda decir a mi padre y me hizo muy pronto confidencias sobre sus
mltiples preocupaciones. Cuando yo tena once aos aproximadamente me comunic una cuestin que concerna a mi padre y que me alarm. Me rompa la cabeza para ver qu poda hacerse, y llegu a la conclusin de que deba pedir consejo a cierto amigo de mi padre al que conoca de odas por su prestigiosa personalidad. Sin decir una palabra a mi madre, una tarde que tena libre en la escuela fui a la ciudad y llam a la casa de este seor. La sirvienta que abri la puerta me dijo que el seor haba salido. Afligido y desilusionado regres a casa. Pero puedo decir que fue una providentia specialis que no estuviera en casa. Poco tiempo despus mi madre volvi a hablarme de esta cuestin y esta vez me dio una imagen completamente distinta y tranquilizadora, de modo que la anterior se desvaneci como el humo. Esto me impresion profundamente y pens: Y t has sido el asno que crey esto, y tomndoselo en serio casi provoca una desgracia. Decid, a partir de entonces, dividir por dos todo cuanto mi madre me contara. Le tena an una relativa confianza y esto me impidi comunicarle lo que me preocupaba seriamente. Pero a veces hubo ocasiones en que se mostraba su segunda personalidad y lo que ella deca era siempre tantoto the point y tan verdadero que yo temblaba por ello. Si mi madre se hubiera dejado llevar en estas ocasiones, hubiera tenido yo un interlocutor. 70 Con mi padre suceda todo lo contrario. Con gusto le hubiera expuesto mis dificultades religiosas y le hubiera pedido consejo, pero no lo hice porque me pareca como si ya supiera yo de antemano lo que por horrorosos motivos a causa de su magisterio deba responderme. Poco tiempo despus se confirm cun acertado iba yo en mi suposicin. Mi padre me daba personalmente clases para prepararme en la primera comunin, clases que me aburran sobremanera. Una vez hojeaba yo en el catecismo para encontrar algo distinto de las descripciones sentimentales sobre elhr Jess, que me resultaban incomprensibles y poco interesantes. Entonces vi un prrafo sobre la Trinidad de Dios. Esto fue algo que despert mi inters: una unidad que es a la vez una trinidad. Esto era un problema que por su contradiccin interna me cautivaba. Esperaba ansiosamente el momento en que llegaramos a esta cuestin. Cuando llegamos all, mi padre dijo: Ahora llegamos a la Trinidad, pero pasaremos este punto por alto, pues en realidad no comprendo nada de ello. Por una parte me sorprendi la sinceridad de mi padre, pero por otra parte me sent profundamente desilusionado y pens: As est, no comprenden nada, pero no piensan en ello. Cmo puedo yo entonces hablar de ello? En vano efectu experiencias a este respecto con ciertos compaeros que me parecieron reflexivos. No hall eco alguno, por el contrario, una extraeza que me aleccionaba.
Pese al aburrimiento me esforc todo lo posible para lograr convertirme a la fe sin comprensin una postura que pareca corresponder a la de mi padre, y me prepar para la comunin en la que haba depositado mi ltima esperanza. Fue simplemente una comunin memorable, un tipo de fiesta conmemorativa para los 1890-30 = 1860 aos de la muerte delhr Jess. Tuvo cierto significado: Tomad, comed, ste es mi cuerpo, ello se refera al pan eucarstico que debamos comer como Su cuerpo, que ori- ginariamente era sangre. Comprenda que de este modo l 71 deba entrar en nuestro cuerpo. Pero esto se me antoj una imposibilidad tan evidente que detrs de ella slo poda haber un gran misterio. En la comunin de la que mi padre pareca tan convencido, fui instruido as. Mi preparacin para la comunin consisti principalmente en esta esperanza. Tal como era costumbre, tuve como padrino a un miembro del servicio diocesano, un para m anciano sim- ptico, un hombre silencioso, un constructor de carruajes en cuyo taller haba yo observado frecuentemente su diestro trabajo en el torno y con el cepillo. Vino ostentosamente ataviado con levita y sombrero de copa y me llev a la iglesia, donde mi padre, con sus habituales ornamentos, estaba detrs del altar y lea oraciones de la liturgia. Sobre la mesa del altar haba grandes bandejas que contenan trocitos de pan. El pan proceda del panadero, que proporcion un pan poco gustoso e inspido. De un jarro de estao se verti vino a una copa de estao. Mi padre comi un pedacito de pan y bebi un trago de vino, del cual tambin saba yo de qu casa proceda y devolvi la copa a un viejo seor. Todo el mundo tena un aspecto solemne, impasible y ceremonioso. Yo miraba con inters, pero no pude ver ni descubrir si suceda algo especial. Todo transcurra como en las dems ceremonias eclesisticas, en el bautismo, entierros, etc. Tena la impresin de que aqu se haba proyectado algo que deba realizarse de modo tradicionalmente correcto. Tambin mi padre pareca preocupado por realizar las cosas de acuerdo con las reglas; y de ello formaba parte el que las palabras adecuadas fueron pronunciadas o bien ledas con entonacin. No se mencion que ahora haca 1860 aos que Jess haba muerto, lo que se recalcaba, sin embargo, en todas las fiestas conmemorativas. Yo no vea tristeza ni alegra, y la fiesta me pareci, en relacin con la extraordinaria importancia de la personalidad festejada, asombrosamente pobre en todos los aspectos. No poda compararse en absoluto con los dems jubileos mundiales. 72 De pronto me toc a m. Com el pan; tena un sabor inspido tal como ya esperaba. El vino, del que tom slo un pequeo sorbo, era flojo y cido, no era precisamente de los mejores. Entonces lleg la oracin final y todos sa- lieron ni impresionados ni alegres, sino con unos rostros que decan: As fue por esta vez. March con mi padre a casa, muy consciente de que llevaba un sombrero de fieltro y un nuevo vestido negro que ya mostraba tendencia a convertirse en levita. Era un tipo de chaqueta alargada que se ampliaba en dos aletas y entre ellas haba una abertura con un bolsillo en el que se poda
colocar el pauelo, lo que se me antojaba un gesto varonil adulto. Me sent socialmente elevado y alusiva- mente admitido en la sociedad de los hombres. Tambin en este da tuvo lugar una comida especialmente buena. Durante el da fui de paseo en traje nuevo. Por lo dems, yo estaba vaco y no saba en absoluto cmo me senta. Slo progresivamente, en el transcurso de los siguien- tes das, llegu a la conclusin de que nada haba sucedi- do; estuve ciertamente en la cumbre de la iniciacin reli- giosa, donde haba esperado algo, no saba qu. Pero no sucedi nada. Yo saba que Dios poda hacerme cosas inesperadas, cosas de fuego y de luz sobrenatural, pero esta fiesta no dej, para m por lo menos, ninguna huella de Dios. Es cierto que se hablaba de l, pero fueron slo palabras. Tampoco haba percibido en los dems nada de las dudas desconcertantes, de la abrumadora emocin y la del aflujo de gracia, que para m constituan la esencia de Dios. No haba observado nada decommunio, nada de unin o de llegar a ser un solo. Comunin con quin? Con Jess? Era un hombre que muri haca 1860 aos. Por qu hay que devenir una sola naturaleza con l? Se le llama hijo de Dios, era pues, segn parece, un semidis, como los hroes griegos. Cmo puede, pues, un hombre corriente devenir uno solo con l? Se denomina a la reli- gin cristiana, pero esto no tena nada que ver, como yo lo haba experimentado, con Dios. Por el contrario, est 73 del todo claro que Jess, el hombre, tena algo que ver con Dios; estuvo desesperado en Getseman y fue crucificado despus de haber conocido el amor y la bondad de Dios. Esto poda entenderlo yo. Pero a qu, pues, esta triste ce- remonia con este pan y este vino? Paulatinamente se me hizo claro que la comunin haba sido para m un fatal acontecimiento. Transcurri con vaco, peor an, con d- ficit. Saba yo que nunca ms podra tomar parte en esta ceremonia. Para m no constitua religin alguna, ni pre- sencia de Dios. La iglesia era un lugar al cual no deba ir. All no haba nada para m, sino muerte. Me invadi una profunda compasin por mi padre. De repente, la tragedia de su ministerio y de su vida. Se hallaba en un trance mortal que no quera reconocer. Un abismo se abri entre l y yo, y no vi posibilidad alguna de salvar este inmenso precipicio. No poda ayudar a mi padre querido y generoso, que tanto me haba dado y nunca me haba tiranizado, en aquel desespero y en aquel desafuero que eran necesarios para llegar a experimentar la gracia de Dios. Slo un Dios puede esto. No me estaba permitido hacerlo. Hubiera sido inhumano. Dios no es humano, pens yo. Su grandeza est en que nada de lo hu- mano se alcanza. Es bondadoso y temible, ambas cosas a la vez, y por ello un gran peligro el cual uno se intenta sal- var por va natural. Lo que uno hace es aferrarse a Su Amor y Bondad, para no ser vctima del Tentador y del Exterminador. Jess observ tambin esto y por ello ense- a: No nos dejes caer en la tentacin. Mi unidad con la Iglesia y con el ambiente humano, tal como lo conoc, me destrozaba. Haba sufrido, as me lo pareca, el mayor fracaso de mi vida. La concepcin re- ligiosa que me pareca la nica relacin con el Todo, llena de sentido, estaba destruida, es decir, no poda ya partici- par en la fe general, sino que me encontraba inmerso en lo indecible, en mi misterio, que no poda comunicar a na- die. Era terrible y esto era lo peor vulgar y ridculo, una burla diablica.
74 Empec a cavilar: Qu debe pensarse de Dios? Yo no me haba hecho aquella imagen de Dios y de la catedral, ni mucho menos aquel sueo que me sobrecogi cuando tena tres aos. Era una voluntad ms fuerte que la ma la que me haba impuesto ambas cosas. Lo haba hecho en m la naturaleza?; pero la naturaleza no es ms que la voluntad del Creador. Tampoco era solucin culpar de ello al diablo, pues l era tambin una criatura de Dios. Slo Dios era el verdadero fuego asolador y la gracia inefable. El fracaso de la comunin, era mi fracaso? Yo me haba preparado con toda seriedad y esperaba experimentar en m la gracia y la revelacin, pero nada sucedi. Dios permaneci ausente. Por la voluntad de Dios me encontr separado de la Iglesia y de mi padre, y de todos los dems en cuanto profesaban la religin cristiana. Estaba al margen de la Iglesia. Esto me llen de una tristeza que ensombreci todos mis aos anteriores al comienzo de los estudios universitarios. III En la relativa modesta biblioteca de mi padre, que en aquel entonces me pareci considerable, comenc a buscar libros que pudieran decirme lo que se saba de Dios. Encontr primeramente las concepciones tradicionales nada ms, pero no lo que buscaba, a saber, un autor que pensara por s solo, hasta que tropec con la Dogmtica cristiana, de Biedermann, del ao 1869. Aqu haba un hombre que al parecer haba reflexionado por s mismo y aportaba sus propias conclusiones. Aprend que la religin era un acto espiritual por el cual el hombre se relacionaba voluntariamente con Dios. Esto suscit mi protesta, pues siempre haba entendido la religin como algo que Dios hace conmigo; es un acto de Su parte, a merced del cual simplemente estoy, pues l es el ms fuerte. Mi religin no saba de ninguna relacin humana con Dios, pues 75 cmo era posible relacionarse con algo tan poco conoci- do como Dios? Por ello deba saber ms acerca de Dios para hallar una relacin con l. En el captulo La esencia de Dios hall que Dios mismo se manifiesta como personalidad concebible por analoga con el Yo humano, y precisamente como el Yo nico, absolutamente supraterrestre, que lo es de todo el mundo. Por lo que conoca de la Biblia, me pareca estar de acuerdo con esta definicin. Dios tiene personalidad y es el Yo del universo, como yo mismo soy el Yo de mi aspecto anmico y corporal. Pero aqu tropec con un poderoso obstculo: Personalidad es propiamente un carcter. Carcter es esto y no otra cosa, es decir, tiene determinadas cualidades. Pero si Dios lo es todo, entonces cmo puede l poseer an un carcter perceptible? Si posee l un carcter, slo puede ser el Yo de
un mundo subjetivo, limitado. Y qu clase de carcter o qu clase de personalidad tiene l? En esto reside todo, pues de lo contrario no hay modo de relacionarse con l. Me resista con todas mis fuerzas a imaginarme a Dios por analoga con mi Yo. Esto me pareca si no directamente blasfemo, de una insolencia sin lmites. Yo me pareca una cuestin difcilmente concebible. En primer lugar, para m existan dos aspectos contradictorios de este factor: Yo nmero 1, y Yo nmero 2; y tanto de una forma como de la otra, este Yo era algo sumamente limitado; se le atribuan toda clase de engaos y errores, extravagancias, emociones, pasiones y pecados, se experimentaban ms fracasos que xitos, era infantil, vanidoso, egosta, obstinado, falto de amor, codicioso, injusto, sensible, perezoso, irresponsable, etc. Muy a mi pesar, careca de muchas virtudes y talentos que me asombraba con envidia hallar en los dems. Y esto deba ser la analoga por la cual debamos concebirnos la esencia de Dios? Busqu ansioso otras propiedades de Dios y hall to- das las que ya conoca de mis clases preparatorias para la comunin. Hall que, segn 172, la manifestacin ms 76 inmediata de la esencia ultraterrena de Dios es 1)negativa: su invisibilidad para los hombres, etc.; 2) positiva: Su morada en el cielo, etc. Esto fue catastrfico. Inme- diatamente pas por mi cabeza la imagen blasfema que Dios me haba impuesto directa o indirectamente (va dia- blo) en contra de mi voluntad. El 183 me ense que la esencia ultraterrena de Dios frente al mundo moral consiste en su justicia, y Su justicia no es meramente judicial, sino una mani- festacin de Su esencia sagrada. Yo esperaba encontrar en este prrafo algo acerca de las tinieblas de Dios: acerca de Su venganza, Su peligrosa ira, Su incomprensible comportamiento con respecto a las creaciones de Su omnipotencia. Por Su omnipotencia deba l saber lo insuficientes que eran estas creaciones. Pero a l le placa inducirlas a error, o las pona a prueba aunque saba de antemano l el resultado de sus experimentos. As, pues, cul es el carcter de Dios? Qu clase de personalidad humana actuara as? No me atreva a imaginarlo y entonces le todava que Dios pese a que se basta a S mismo y para S mismo, no necesita de nada fuera de S, haba creado al mundo para Su complacencia, que lo realiz como algo connatural a Su bondad y quiere dotarlo moralmente con Su amor. En primer lugar, medit sobre la extraa palabra complacencia. Complacencia en qu o en quin? Evi- dentemente en el mundo, pues l alab su obra como buena. Pero, precisamente, esto no lo haba comprendido nunca. Ciertamente el mundo es desmedidamente bello, pero siniestro a la vez. En el campo, en un pequeo pue- blo donde existan pocos hombres y ocurran pocos acontecimientos se hallaba vejez, enfermedad y muerte de un modo ms intenso, ms extenso y ms brutal que en cualquier otro lugar. Aunque yo no tena an diecisis aos, haba visto mucho
de la realidad de la vida de los hombres y los animales, haba odo bastante en la iglesia y en la escuela de las desgracias y de la perversidad del mundo. 77 Dios pudo, todo lo ms, sentir complacencia por el paraso, pero incluso aqu se preocup l de que tanta felicidad no durase mucho, al dejar introducir la peligrosa serpiente maligna, el propio diablo. Experiment tambin por ello complacencia? Estaba seguro de que Bierdermann no pens en esto, sino que, por aquella inadvertencia habitual en la enseanza religiosa, que tanto me choc, parloteaba devotamente sin percatarse en absoluto de los disparates que deca. Yo mismo no admita ciertamente que Dios sintiera una cruel complacencia en las inmerecidas desgracias del hombre y los animales, pero no me pareca absurdo en absoluto pensar que hubiera previsto crear un mundo de antagonismos en el que uno devore a otro y en el que la vida era un nacer para morir. Las maravillosas armonas de las leyes de la naturaleza se me antojaban un caos penosamente reprimido, y el firmamento eterno, con sus rbitas prefijadas, me pareca un evidente acopio de casualidades sin orden ni sentido, pues las constelaciones de las que se hablaba en realidad no se podan ver en absoluto. Eran combinaciones puramente arbitrarias. Hasta qu punto dotaba Dios al mundo natural con Su bondad, me resultaba oscuro o sumamente dudoso. Esto constitua, por lo visto, otro de aquellos puntos sobre los que no se deba pensar, sino que se tena que creer. Si Dios es el Bien supremo, por qu Su mundo, Su creacin es tan imperfecta, tan corrompida, tan deplorable? Por lo visto porque el diablo lo contamina y lo confunde, pensaba yo. Pero el diablo es tambin creacin de Dios. Deba, pues, leer algo acerca del diablo. Pareca ser muy importante. Nuevamente abr mi dogmtica y busqu respuesta a esta cuestin acuciante de las causas de la desgracia, de las deficiencias y del mal, y no pude hallar nada. Era el colmo. Esta dogmtica no era, evidentemente, ms que intil parloteo, an ms, una extraordinaria estupidez que no poda hacer otra cosa que oscurecer la verdad. Estaba desilusionado, incluso estaba indignado. Pero en algn lugar y en algn tiempo tuvo que haber 78 hombres que buscaran la verdad como yo, que pensaran racionalmente, que no se engaaran a s mismos y a los dems y no quisieran negar la triste realidad del mundo. En esta poca sucedi que mi madre, concretamente su personalidad 2, me dijo repentinamente y sin prembulos: Tienes que leer alguna vez elFausto de Goethe. Nosotros tenamos una reciente y bella edicin de las obras de Goethe y busqu elFausto. Inund mi alma como un blsamo maravilloso. Por fin, he aqu un hombre, pensaba yo, que se toma en serio al diablo, y concluye un pacto de sangre con su enemigo, quien tiene el poder de desbaratar el designio de Dios, de crear un mundo perfecto. Lamentaba el modo de comportarse de Fausto, pues en mi opinin, no hubiera debido ser tan estrecho de miras ni dejarse ofuscar. Debi ser ms sensato y tambin ms digno. Me pareca infantil describir su alma de un modo tan simple! Fausto era evidentemente un calavera! Tuve tambin la impresin de que el peso de la obra y lo ms importante de ella descansaba en
Mefstfeles. No hubiera lamentado que el alma de Fausto hubiera terminado en el infierno. No me hubiera causado lstima. El diablo impostor no me gust en absoluto al final, pues Mefstfeles era cualquier cosa menos un diablo tonto que pudiera proceder de un estpido ngel. Mefstfeles me pareci falso en otro sentido; no es l quien recupera sus privilegios sino Fausto, esta alma inestable y falta de carcter que ha llevado su engao hasta el ms all. Precisamente ah se revelaba su puerilidad, pero me pareci haber merecido la iniciacin en los grandes misterios. Yo le hubiera concedido todava algo de purgatorio y de la iniciacin que sospechaba oscuramente que tena relacin con el misterio radical! En todo caso, Mefistfeles y la gran iniciacin me quedaron finalmente como acontecimiento extraordinario y misterioso al margen del mundo de mi consciencia. Finalmente haba hallado la confirmacin de que hubo uno o varios hombres que vieron el mal y su enorme poder para transformar el mundo, y ms todava, el 79 papel misterioso que desempea en salvar a los hombres de la oscuridad y la desgracia. En esto Goethe me pareci un profeta. Pero no poda perdonarle que se hubiera li- brado de Mefistfeles con un simple escamoteo, con un tour de passe-passe; con un juego de manos. Esto era, para m, demasiado teolgico, demasiado simple e irresponsable. Lamentaba profundamente que Goethe Oh, tan falsamente! sucumbiera vctima del inofensivo mal.En mi lectura haba descubierto que Fausto era un tipo de filsofo que pese a haberse separado de la filosofa, era evidente que haba aprendido de ella cierta franqueza por la verdad. Hasta entonces no haba odo nada de filosofa y una nueva esperanza para m pareca nacer. Quizs, pensaba yo, existieron filsofos que meditaron sobre mis cuestiones y podran arrojarme alguna luz. Dado que en la biblioteca de mi padre no haba libro de ningn filsofo eran sospechosos, porque pensa- ban, tuve que servirme del Diccionario general de las ciencias filosficas de Krug, 2.a edicin, 1832. Me abism inmediatamente en el artculo sobre Dios. Para mi desencanto comenzaba con una etimologa de la palabra de Dios(Gott), que incuestionablemente proviene de bueno(Gut) y define al ens summus operfectissimus. No se poda, as continuaba, demostrar la existencia de Dios, ni tampoco el carcter innato de la idea de Dios. Por ltimo, si no enactu, siquiera enpotentia, poda estar desde un principio en el hombre. En todo caso, nuestra capacidad intelectual tena que desarrollarse hasta un cierto grado antes de ser capaz de formarse una idea tan elevada. Esta explicacin me asombr extraordinariamente. Qu les pasaba a estos filsofos?, me preguntaba. Evi- dentemente conocen a Dios slo de odas. Con los telo- gos es completamente
distinto; por lo menos estn seguros de que Dios existe aunque expresen cosas contradictorias acerca de l. Este Krug se expresa evasivamente, pero se ve claro que le gustara afirmar estar suficientemente convencido de la existencia de Dios. Por qu no lo dice 8o directamente? Por qu hace como si realmente opinara que la idea de Dios se forma y que de ello slo se es capaz en un cierto grado evolutivo? Por lo que s, los salvajes que vagan desnudos en sus bosques tienen tambin tal idea. No fueron, pues, los filsofos los que se decidieron a hacerse una idea de Dios. Tampoco yo nunca me he hecho una idea de Dios. Naturalmente, no se puede demostrar a Dios, pues, cmo podra, por ejemplo, una polilla que come lana australiana demostrar a las otras que existe Australia? La existencia de Dios no depende de nuestras demostraciones. Cmo llegu yo, pues, a la certeza de Dios? Ciertamente se me explic todo lo posible a este respecto y, sin embargo, pude, en realidad, no haber credo nada. Nada me convenci. No es de all en absoluto de donde proviene mi idea. Y no se trata en absoluto de una idea o algo imaginado. No era como si se hubiera primero imaginado y pensado algo y despus se hubiera credo en ello. Por ejemplo, la historia delhr Jess me pareci siempre sospechosa y no la cre nunca realmente. Y sin embargo, me importunaron con ella ms que con Dios, que, como mximo, slo se mencionaba en segundo trmino. Por qu me resultaba evidente Dios? Por qu estos filsofos hacen como si Dios sea una idea, un tipo de suposicin arbitraria que puede hacerse o no, cuando se trata de algo tan patente como si le cae a uno un ladrillo en la cabeza? Entonces me result repentinamente claro que Dios, por lo menos para m, era una de las experiencias ms evidentes e inmediatas. Aquel horrible episodio de la catedral no me lo invent yo. Por el contrario, me fue impuesto, y me sent cruelmente impulsado a pensarlo. Pero despus de ello me fue concedida una gracia indecible. Llegu a la conclusin de que algo no concordaba en los filsofos, pues tena la curiosa idea de que Dios, en cierto modo, es una suposicin que podra discutirse. Tambin hall muy insatisfactorio el no descubrir ninguna opinin sobre las oscuras actividades de Dios, ni nin81 gima explicacin sobre ellas. A mi parecer, stas seran dignas de la atencin y meditacin filosficas. Representaban en realidad un problema que, a mi entender, tena que ser difcil para los telogos. Tanto mayor era mi desengao de que los filsofos, por lo visto, no supieran nada acerca de ello. Pas, pues, al siguiente artculo, concretamente al p- rrafo sobre el diablo. Si se le concibe, as deca, como ori- ginariamente malo se incurre en palpable contradiccin, es decir, se cae en un dualismo. Por ello era mejor admitir que el diablo originariamente haba sido creado como un ser bueno y slo a causa de su orgullo se haba corrompi- do. Para mi gran satisfaccin indicaba el autor, sin embar- go, que esta afirmacin, que intentaba explicar el mal, pre- supona ya la soberbia. Por lo dems, el origen del mal sera inexplicado e inexplicable, lo que para m signifi-
caba: como los telogos, tampoco l quiere pensar acerca de esto. El artculo sobre el mal y su origen resultaba igualmente confuso. Lo que hasta ahora llevo explicado se refiere a acontecimientos interrumpidos por largos perodos, que abarcan algunos aos. Tuvieron lugar en mi personalidad nmero 2 y eran estrictamente secretos. Utilizaba la biblioteca de mi padre para estudiar estas cuestiones sin pedrselo y a escondidas nada ms. Sin embargo, mientras tanto, la personalidad nmero 1 lea despreocupadamente todas la novelas de Gerstcker, as como traducciones alemanas de novelas inglesas clsicas. Tambin comenc a leer literatura alemana, los clsicos en primer lugar, hasta el punto de que las intiles y trabajosas aclaraciones de la escuela sobre cosas triviales no me quitaron el inters por ella. Lea mucho y sin plan alguno: drama, poesa lrica, historia y posteriormente obras cientficas. La lectura me resultaba no slo interesante, sino que me ofreca, adems, un esparcimiento beneficioso. El ocuparme de la personalidad nmero 2 me causaba cada vez ms presiones que en el terreno de las cuestiones religiosas, donde slo hallaba puer82 tas cerradas y en cuanto por casualidad se abra alguna, me encontraba con decepciones. Los dems hombres parecan realmente estar todos en otros lugares. Hubiera hablado con agrado con alguien acerca de estas cuestiones, pero no hallaba a nadie con quien establecer un punto de contacto por el contrario, senta en los dems al venir a mi encuentro una extraeza, una desconfianza, un terror que me dejaban sin habla. Esto me deprima. Yo no saba cmo tomrmelo: Por qu a nadie le ocurra lo que a m? Por qu no se encuentra nada de todo esto en los libros de texto? Soy el nico en tener tales experiencias? Por qu haba de ser el nico? Nunca pens que estuviera algo loco, pues la claridad y oscuridad de Dios se me aparecan como hechos que, a pesar de perturbar mis sentimientos, me parecan comprensibles. La inslita situacin en la que estaba inmerso la senta como una amenaza, pues significaba aislamiento que me resultaba tan fastidioso que yo fui considerado in- justamente como vctima propiciatoria, ms de lo que me hubiese gustado. A esto se aadi algo que me qued gra- bado profundamente. En las clases de alemn me mantena en los puestos intermedios, ya que las materias, en especial la gramtica y la sintaxis, no me interesaban en absoluto. Era perezoso y distrado. La temtica de las redacciones me pareca, por regla general, superficial o completamente pueril, y mis redacciones respondan a este criterio; descuidadas o dificultosas. Me conformaba con notas medianas que para m eran lo justo. Esto convena a mi tendencia general de no sobresalir, pues quera a toda costa librarme de este maldito aislamiento en la singularidad, al cual fui empujado desde diferentes puntos. Mis simpatas se inclinaban por los chicos de familias pobres, que, como yo, procedan de la nada, y a menudo por los escasamente dotados, aunque su tontera e ignorancia me irritaban a veces. Pero me ofrecan por otra parte la tan ansiada ventaja de parecer no sospechar nada y no observar nada especial en m. Mi singularidad comenz a 83
ocasionarme, poco a poco, la sensacin desagradable y algo inquietante de que yo posea ciertos rasgos antipti- cos inconscientes para m que hacan que los maestros y compaeros se apartasen de m. En tales circunstancias aconteci, como un rayo, el si- guiente suceso: nos haban dado un tema de redaccin que excepcionalmente me interes. A causa de ello me apliqu con ahnco y realic, as me pareca, un trabajo esmerado y bien logrado. Por ello esperaba por lo menos uno de los primeros lugares en la calificacin; quizs no el primero, pues esto sera demasiado, pero s uno de los inmediatos. Nuestro maestro comentaba siempre los trabajos por orden de calificacin. El primero fue la redaccin del pri- mero de clase. Esto era justo. Luego siguieron las redacciones de los dems, y siempre esperaba yo intilmente mi nombre. Es imposible, pensaba yo, que mi redaccin sea tan mala que no est entre las redacciones medianas o las peores. Qu ha sucedido? O quizs estoy al final hors concours, es decir, incmodamente aislado y fuera de serie? Cuando todas las redacciones haban sido comenta- das, el maestro hizo una pausa y dijo: Tengo otra redac- cin, la de Jung. Es con mucho la mejor y le hubiera pues- to en primer lugar. Pero, por desgracia, es plagio. De dnde la has copiado? Confiesa la verdad! Me sent tan estupefacto como indignado y grit: No la he copiado, sino que, por el contrario, me esforc mucho en hacer una buena redaccin! Pero l respondi gritando: Mientes! Una redaccin como sta t no puedes escribirla en absoluto. Esto no puede creerlo nadie. As, pues, de dnde la has copiado? Protest intilmente de mi inocencia. El maestro per- maneci inconmovible y respondi: Puedo decirte que si supiera de dnde la copiaste seras expulsado de la escue- la. Y se march bruscamente. Mis compaeros me lanza- ron miradas dubitativas y vi con espanto que pensaban: Aj, eso es! Mis protestas no encontraron ningn eco. Sent que a partir de entonces estaba ya marcado y me 84 quedaban cerrados todos los caminos por los que poda sa- lir de la singularidad. Profundamente desilusionado y ofendido jur odio al profesor y si hubiera tenido ocasin, habra querido imponer la ley del ms fuerte. Cmo poda yo demostrar a todos que no haba copiado la redaccin? Durante varios das di vueltas en mi cabeza a esta his- toria y llegu una y otra vez a la conclusin de que estaba impotente y a merced de un destino ciego y estpido que me tildaba de mentiroso e impostor. Se me hicieron claras muchas cosas que no haba comprendido anteriormente; por ejemplo, el hecho de que un maestro, que se haba en- terado de mi comportamiento en la escuela, fuera a mi pa- dre y le dijera: La verdad es que es mediocre, pero se esfuerza mucho!
Se me tena por relativamente tonto y descuidado. En realidad, esto no me molestaba. Lo que me enojaba era que me creyesen un impostor y a causa de ello se me eliminase moralmente. Mi tristeza y mi clera amenazaban con ser inacaba- bles, pero nuevamente sucedi algo que antes ya haba ob- servado varias veces: rein repentinamente la calma como si un espacio ruidoso se cerrase con una puerta a prueba de ruidos. Era como si una fra curiosidad me invadiera con la cuestin: Qu ha pasado aqu? Ests verdadera- mente irritado! El maestro es, naturalmente, un imbcil que no comprende tu modo de ser, es decir, comprende tan poco como t mismo. Por ello desconfa, como t mismo. T desconfas de ti mismo y de los dems y te tienes por ello por el Simple, el Ingenuo y el Comprensible. Se cae en el nerviosismo cuando no se comprende. En relacin con estas consideraciones, sine ira et studio se me ocurri la analoga con aquella otra reflexin que me haba dejado tan impresionado cuando no quera pensar lo prohibido. Entonces, sin lugar a dudas, no haba visto todava diferencia alguna entre la personalidad nmero 1 y la nmero 2, sino que haba tomado al mundo de la nmero 2 como mi mundo personal; sin embargo, exista siempre una latente sensacin de que all haba todava algo dis85 tinto a m, algo as como si un soplo del mundo de los as- tros y de los espacios infinitos se hubiera alcanzado, o como si un espritu invisible hubiera penetrado en la habi- tacin sin que pudiera ser visto, espritu que hace tiempo se hubiese marchado y a la vez perpetuamente presente fuera del tiempo hasta el lejano futuro. Peripecias de este tipo no se apartaban del halo de una deidad. En aquella poca evidentemente no hubiera podido expresarme nunca de este modo, sin embargo no aado ahora nada a mi estado de consciencia de entonces, sino que intento simplemente aclarar aquel mundo crepuscular con los medios de que dispongo actualmente. Fue algunos meses despus del acontecimiento que he descrito cuando mis compaeros de clases me colgaron el apodo de patriarca Abraham. La nmero 1 no poda comprenderlo y lo encontraba tonto y ridculo. Pero en el fondo yo me senta aludido en cierto modo. Todas las alusiones a mi intimidad me resultaban penosas, pues cuanto ms lea y ms enterado estaba del ambiente ciudadano, ms creca en m la impresin de que lo que conoca ahora como realidad perteneca a otro orden de cosas distinto de la imagen del mundo que se form en m en el campo, entre los ros y los bosques, entre los animales y los hom- bres, en un pequeo pueblo sobre el cual luca el sol, so- plaba viento y pasaban las nubes, y todo ello envuelto en la oscura noche llena de cosas indefinibles. No era tan slo un lugar en el mapa, sino el mundo de Dios, ordenado y lleno de misterioso sentido. Esto pareca que los hombres lo ignoraban y ya los animales haban perdido en cierto modo este sentido. Esto se vea en la mirada triste y perdida en la lejana de las vacas, en los resignados ojos de los caballos, en la sumisin del perro que se apegaba al hombre y en el mismo comportamiento del gato que haba convertido la casa y el
granero en su vivienda y lugar de caza. Del mismo modo que los animales, los hombres me parecan inconscientes; miraban al suelo o hacia los rboles para ver en qu y para qu se podan utilizar; como los animales, for86 maban grupos, se emparejaban y se combatan sin ver que habitaban en el cosmos, en el mundo de Dios, en la eterni- dad, donde todo nace y todo ya est muerto. Amaba a los animales de sangre caliente porque nos son ms cercanos y participan de nuestra ignorancia. Los amaba porque tienen un alma como nosotros y nosotros los comprendemos, as crea yo, de modo instintivo. Expe- rimentaban, as pensaba yo, como nosotros, alegra y tris- teza, amor y odio, hambre y sed, miedo y confianza, todos los componentes esenciales de la existencia, a excepcin del lenguaje, de la aguzada consciencia, de la ciencia. Ad- miraba ciertamente a la ciencia como costumbre, pero vea en ella la posibilidad de un alejamiento y aberracin del mundo de Dios, y de una degeneracin de la cual los animales no eran capaces. Los animales eran lo fiel y lo digno de amor, lo invariable y lo digno de confianza, pero desconfiaba siempre de los hombres. Los insectos no eran exactamente animales y los vertebrados de sangre fra formaban un grado intermedio poco apreciable en la escala que lleva a los insectos. Esta categora de seres eran objeto de observacin y coleccin, curiosidades, como algo extrao y ajeno al hombre, manifestaciones de seres impersonales que tenan mayor afini- dad con las plantas que con los animales. Con el reino de las plantas se inici la presencia de lo terrenal del mundo de Dios como un tipo de comunicacin inmediata. Era como si se hubiera contemplado al creador, quien se imaginaba inobservado, por encima de los hombros cuando elaboraba juguetes o piezas decorativas. Frente a este reino, el hombre y los animales tpicos eran partes de Dios que se haban hecho independientes. Por ello podan vagar libremente y elegir su lugar de vi- vienda. El mundo de las plantas, por el contrario, se en- contraba sujeto para siempre a su lugar de origen. Tal mundo no slo expresaba la belleza del mundo de Dios, sino tambin los pensamientos, sin ninguna intencin o divergencia. Los rboles resultaban especialmente miste87 riosos y me parecan representar el sentido incomprensi- ble de la vida de un modo inmediato. Por ello el bosque era el lugar donde se senta ms de cerca el significado ms profundo y la actividad ms horrible. Esta impresin se me acentu al conocer las catedra- les gticas. Pero aqu la infinitud del cosmos y del caos, del sentido y del absurdo, del propsito impersonal y de las leyes mecnicas se encontraba oculto en la piedra. Contena y era a la vez el misterio inmenso del ser, un concepto inmanente del espritu. Esto era lo que yo experimentaba oscuramente como afinidad ma con la piedra: la naturaleza de Dios tanto en lo muerto como en lo vivo.
No me hubiera sido posible entonces, como ya he di- cho, formular mis sensaciones y presentimientos de un modo concreto, pues tenan lugar en la nmero 2, mien- tras que mi yo activo y comprensivo, la nmero 1, se mantena pasivo y se encontraba inmerso en el mundo del anciano, que perteneca a los siglos. Yo experiment a l y a mi influencia de un modo notablemente irreflexivo: cuando est presente, se desvaneca la nmero 1 hasta desaparecer, y cuando el yo, cada vez ms idntico a la nmero 1, dominaba la escena, entonces anciano, si es que se le recordaba, era un sueo lejano e irreal. Desde los diecisis hasta los diecinueve aos se disiparon paulatinamente las nubes de mi dilema. Con ello mejor mi deprimente estado de nimo, y la nmero 1 se manifest cada vez ms claramente. La escuela y la vida ciudadana me reclamaban, tambin mi saber acrecentado penetraba en el mundo de las inspiraciones llenas de pre- sentimientos o lo eliminaba progresivamente. Comenc a plantearme de un modo sistemtico las consabidas cues- tiones. Le una breve introduccin a la historia de la filo- sofa y adquir con ello una cierta orientacin sobre todo lo que ya haba sido pensado. Con satisfaccin comprob que muchas de mis inspiraciones tenan sus precedentes histricos. Prefera sobre todo el pensamiento de Pitgo- ras, Herclito, Empdocles y Platn, pese a lo insulso de 88 los argumentos socrticos. Eran bellos y acadmicos como una exposicin de pinturas, pero algo lejanos. Slo en el maestro Eckhart sent un soplo de la vida sin llegar a com- prenderlo por completo. La escolstica cristiana me dej fro, y el intelectualismo aristotlico de santo Toms me pareci ms muerto que un desierto. Pensaba: todos ellos quieren llegar, mediante construcciones lgicas, a aquello que no han percibido y de lo que en realidad no saben nada. Quieren probarse a s mismos una fe, donde simplemente se trata de experiencia! Se me antojaban como gente que saba de odas que existan elefantes, pero no haban visto ninguno. Intentaban demostrar con argumentos que, por razones lgicas, tienen que existir tales animales y que deben ser de tal ndole como lo son realmente. La filosofa crtica del siglo XVIII no la entend en principio por razones comprensibles. Hegel me intimidaba por su tan difcil como altanero lenguaje, al que consideraba con franca desconfianza. Me pareca como quien se encontrase prisionero de su propia dialctica de palabras y se deshiciera en gestos arrogantes en su propia crcel. Pero el gran descubrimiento de mi investigacin fue Schopenhauer. Era el primero que hablaba del sufrimiento del mundo, que nos envuelve de modo invisible y ava- sallador, de la confusin, de la pasin, y del mal, que los dems parecan apenas observar y que queran resolver en armona y claridad. Aqu haba por fin alguien que tena el valor de opinar que el fundamento del mundo no se halla en lo mejor. No hablaba ni de una providencia de la creacin, sapientsima e infinitamente buena, ni de la armona de lo creado, sino que deca claramente que el doloroso transcurso de la historia de la humanidad y la crueldad de la naturaleza se basaba en un defecto, a saber, la ceguera de la voluntad creadora del mundo. Esto lo senta confirmado por mis primeras observaciones de peces enfermos y moribundos, de zonas sarnosas, pjaros congelados o muertos
de hambre, la tragedia despiadada que se oculta en un prado esmaltado de flores: lombrices de tierra que89 son torturadas hasta morir por las hormigas, insectos que se destrozan mutuamente, etc. Pero tambin mis experiencias con los hombres me haban enseado todo lo contrario a la creencia en la dignidad y bondad humana originales. Me conoca a m mismo lo suficiente para saber que mi diferencia con los animales era, por as decirlo, de grado nada ms. La imagen sombra del mundo de Schopenhauer en- contraba mi aprobacin, pero no su solucin del problema. Me resultaba seguro que con voluntad aluda en realidad a Dios, el Creador y a ste describa como ciego. Dado que, por experiencia, saba yo que Dios no se ofenda con blasfemia alguna, sino que, por el contrario, poda incluso exigirla, para tener no slo la parte luminosa y positiva del hombre, sino tambin la tenebrosa y contraria a la divinidad, el pensamiento de Schopenhauer no me ocasion ningn trastorno. Lo tuve por un juicio justificado por los hechos. Pero tanto ms me decepcion su pensamiento de que el intelecto slo debe oponer su imagen a la voluntad ciega para hacerla retroceder. Cmo poda la voluntad ver en absoluto esta imagen si era ciega? Y por qu deba, aunque pudiera ver, ser inducida a volverse atrs, si la imagen le mostrara precisamente lo que ella quera? Y qu era el intelecto? Es una funcin del alma humana, no un espejo, sino un espejito de tamao infinitesimal que el nio opone al sol esperando as cegarlo. Esto me pareca completamente inconsciente. Me resultaba un enigma cmo era posible que Schopenhauer hubiera llegado a esta conclusin. Esto me exigi estudiarle ms a fondo, con lo cual fui cada vez ms impresionado al descubrir su relacin con Kant. Comenc, pues, a leer la obra de este filsofo, espe- cialmente la Crtica de la razn pura, con gran atencin. Mis esfuerzos obtuvieron su recompensa, pues cre haber descubierto el error capital en el sistema de Schopenhauer: haba cometido el pecado mortal de hacer una afirmacin metafsica, es decir, calificndolo hipostticamente de sim90 ple noumeno de una cosa en s. Esto se desprenda de la teora del conocimiento de Kant, que para m signific una revelacin mayor que la imagen pesimista del mundo de Schopenhauer. Esta evolucin filosfica se extendi desde los diecisis aos hasta los de mi licenciatura en medicina. Ella trajo como consecuencia un cambio radical de mi actitud frente al mundo y a la vida. Si en un principio haba sido tmido, miedoso, desconfiado, descolorido, delgado y de salud aparentemente precaria, se me despert ahora un insaciable apetito en todos los aspectos. Saba lo que quera y obr en consecuencia. Evidentemente me volv ms amable y expansivo. Descubr que la pobreza no era ninguna desventaja ni mucho menos la causa primordial del sufrimiento y que los hijos de los ricos no se encontraban en absoluto en ventaja con respecto a los muchachos pobres y mal vestidos. Existan razones mucho ms profundas para la felicidad y la desgracia que la cuanta del dinero disponible. Gan ms y mejores amigos que antes. Senta bajo mis pies un suelo ms firme e incluso hall el valor de hablar con toda franqueza de mis pensamientos. Pero esto era, como pronto supe, un error del que tuve que arrepentirme. Choqu no slo con la extraeza
o la burla, sino tambin con un rechazo hostil. Para mi mayor asombro y disgusto descubr que para cierta gente yo pasaba por fanfarrn yblangueur. La primitiva sospecha de impostor volvi a repetirse aunque en otra forma. Nuevamente tuvo que ver con un tema de redaccin que me haba interesado. A tal efecto escrib mi redaccin con especial cuidado, por lo cual pul al mximo mi estilo. El resultado fue catastrfico: He aqu una redaccin de Jung, dijo el maestro, es, desde luego, brillante, pero tan improvisada que se ve cun poca seriedad y trabajo ha puesto en ella. Puedo decirte, Jung, que con esta ligereza no logrars triunfar en la vida. Hace falta seriedad y esmero, trabajo y esfuerzo. Mira la redaccin de D. No tiene nada 91 de tu brillantez, pero es sincera, hecha a conciencia y esmerada. Tal es el camino para triunfar en la vida. Mi fracaso no fue tan radical como la primera vez, pues el profesor contre coeur estaba impresionado por mi redaccin y por lo menos no pens que yo la hubiera plagiado. Sin embargo, protest contra sus censuras, pero me replic con la observacin: Segn la Ars Poetica, el mejor poema es aquel en el que no se observa el esfuerzo para crearlo. Pero esto no vale para tu redaccin. No me hars cambiar de opinin. Ha sido escrita descuidadamente y sin dedicar esfuerzo. En ella, yo lo saba, haba un par de buenos pensamientos en los que el profesor no haba entrado en absoluto. Este hecho me amarg ciertamente, pero los recelos surgidos entre mis compaeros me afectaban ms, pues me amenazaban nuevamente con sumirme en el aislamiento y la depresin anteriores. Yo me rompa la cabeza para dilucidar en qu hubiese yo podido causar tales suspicacias. Tras cuidadas indagaciones averig que se desconfiaba de m porque frecuentemente haca observaciones o referencias a cosas que yo no poda saber en absoluto, por ejemplo, daba yo a entender que saba algo de Kant o de paleontologa, cosas que no se daban en la escuela. Estas asombrosas constataciones me mostraron que las cuestiones propiamente acuciantes no formaban parte de lo cotidiano, sino al igual que mi antiguo secreto, el mundo de Dios, del cual era mejor no decir nada. A partir de entonces procur prescindir de tales cues- tiones esotricas entre mis compaeros, y entre los adultos no saba de nadie con quien pudiera hablar sin tener que temer que se me tuviera por un fanfarrn y un impostor. Lo que me result ms penoso fue el entorpecimiento y el impedimento a todos mis intentos de suprimir en m la separacin entre ambos mundos. Siempre surgan acontecimientos que me sacaban de mi existencia cotidiana y me empujaban al ilimitado mundo de Dios. La expresin mundo de Dios, que para ciertos odos 92
suena a algo sentimental, no tena para m, en absoluto, tal carcter. Al mundo de Dios perteneca todo lo so- brehumano, luz deslumbrante, tinieblas del abismo, la fra apata de la infinitud en el tiempo y en el espacio y lo grotesco y misterioso del mundo irracional del azar. Dios era para m todo, en especial lo no edificante. IV Cuanto mayor me haca, con ms frecuencia me inte- rrogaban mis padres y otra gente acerca de lo que quera yo ser. Es algo que yo no vea en absoluto claro. Mis inte- reses me lanzaban en diversas direcciones. Por una parte me atraan poderosamente las ciencias de la Naturaleza con su verdad que descansa en hechos, por otra parte me fascinaba todo lo que dependa de la historia comparada de la religin. En el primer caso me senta atrado princi- palmente por la zoologa, la paleontologa y la geologa, en el segundo por la arqueologa greco-romana, egipcia y prehistrica. Es verdad que entonces ignoraba lo concor- dante que era esta seleccin de tan distintas disciplinas con mi doble naturaleza. En las ciencias naturales me sa- tisfacan los hechos concretos con sus elementos histri- cos, en las ciencias religiosas la problemtica espiritual en la que tambin entraba la filosofa. En el primer caso echaba de menos el factor del espritu, en el ltimo lo emprico. Las ciencias naturales correspondan en gran manera a las necesidades espirituales de la nmero 1, las ciencias del espritu, o las disciplinas histricas, representaban una bienhechora enseanza objetiva para la nmero 2. En esta situacin contradictoria no poda seguir deso- rientado por largo tiempo. Observ que mi to, el cabeza de familia de mi madre, que era prroco de San Albn en Basilea y que en la familia llevaba el apodo de Isemnn- li, iba orientndome poco a poco hacia la Teologa. No le pasaba por alto la extraordinaria atencin con que yo se93 gua las conversaciones de sobremesa cuando discuta con uno de sus hijos todos ellos estudiaban Teologa al- guna cuestin de la especialidad. Yo no estaba del todo se- guro de si quizs existan telogos que estuvieran en estre- cha relacin con las eminencias de la universidad y supie- ran, por tanto, ms que mi padre. Sin embargo, de estas conversaciones de sobremesa no saqu la impresin de que se ocuparan de experiencias reales, y menos an de ta- les como las mas, sino que discutan exclusivamente hi- ptesis acerca de los relatos bblicos, que a m me resulta- ban fastidiosas a causa de las numerosas y escasamente verosmiles narraciones milagrosas. Mientras estudiaba bachillerato poda ir todos los jueves a comer a casa de mi to. Pero yo no slo estaba agradecido por ello, sino tam- bin por la extraordinaria ventaja de poder seguir de vez en cuando una conversacin de sobremesa inteligente, ele- vada e intelectual. Que existiera algo de este tipo era para m un gran acontecimiento, pues en mi ambiente nunca haba odo a nadie charlar sobre tan doctas cuestiones. Yo diriga los ruegos a mi padre, pero encontraba siempre una, para m, incomprensible impaciencia y una tmida resistencia. Slo algunos aos despus comprend que a mi pobre padre no le era permitido pensar, porque inte- riormente estaba destrozado por las dudas. Estaba huyendo de s mismo, y por ello insista en la fe ciega,
pues deba combatir y quera esforzarse con penoso empeo. Por ello no poda llegarle ms que la gracia. Mi to y mis primos podan discutir con toda tranqui- lidad todas las tesis dogmticas desde los padres de la Iglesia hasta la teologa ms moderna. Parecan bien fundamentados en la seguridad de una evidente ordenacin del mundo. Sin embargo, no se citaba nunca a Nietzsche, y el nombre de Jakob Burckhardt era pronunciado slo con disgustada aprobacin. A Burckhardt se le consideraba liberal, demasiado tolerante y con ello se aluda a que en cierto modo se desviaba l del eterno orden de las cosas. Saba yo que mi to no sospechaba lo lejos que yo estaba de 94 la teologa y lament mucho tener que desilusionarle. Pero entonces no me hubiera atrevido nunca a evadirme de mis problemas, pues saba la enorme catstrofe que ello hubie- ra significado para m. No dispona de nada con qu de- fenderme. Por el contrario, la personalidad nmero 1 ha- ba decidido abrirse paso respecto de mis ciertamente an escasos conocimientos cientficos que estaban impregna- dos por completo del materialismo cientfico de la poca. Slo dificultosamente fue tenida en jaque por el testimonio de la historia y por la Crtica de la razn pura, que en mi ambiente nadie pareca comprender. Es verdad que Kant era citado por mis telogos en tono elogioso. Pero sus principios slo se aplicaban a los casos opuestos, pero nunca al propio. Tampoco dije yo nada a este respecto. A causa de ello cada vez me result ms molesto sen- tarme a la mesa con mi to y su familia. Para mis habitua- les remordimientos de conciencia el jueves se convirti en un da negro. En este mundo de seguridad y sosiego socia- les y espirituales me senta cada vez menos a gusto a pesar de estar yo sediento de estmulos capitales, que all surgan espordicamente. Me senta vil y desleal. Tuve que admitir: verdaderamente eres un embustero, mientes y engaas a los hombres que, sin embargo, te quieren bien. No tienen culpa alguna de vivir en un mundo de seguridad social y espiritual, de que no sepan nada de la pobreza, de que su religin sea a la vez una profesin remunerada y de que por lo visto no les preocupe el que Dios mismo pudiera arrancar a un hombre su mundo espiritual y condenarle a la blasfemia. Yo no tengo posibilidad alguna de explicrselo. Debo, pues, cargar con este odio y aprender a soportarlo. Es verdad que hasta entonces slo lo haba logrado difcilmente. Esta agravacin del conflicto moral en m trajo consi- go que la nmero 2 me resultara cada vez ms sospechosa y desagradable, un hecho que yo no poda ocultarme por ms tiempo. Intent eliminar la personalidad nmero 2, pero no pude lograrlo. Poda realmente olvidarla en la escuela y en presencia de mis compaeros, tambin se me 95 desvaneca al preparar mi licenciatura para ciencias natu- rales, pero tan pronto como me encontraba solo en casa o en plena naturaleza resurgan imponentes Schopenhauer y Kant y con
ellos el gran mundo de Dios. Mis conocimientos cientficos se hallaban tambin all incluidos y llenaban el gran cuadro de matices y figuras. Pero la nmero 1 y sus preocupaciones para elegir una profesin desaparecieron en el horizonte como un episodio insignificante de los aos noventa del siglo XIX. Cuando regresaba de mi excursin al siglo me invadi una especie de modorra. Yo, es decir, la nmero 1, viva ahora y aqu y deba formarse pronto o tarde una idea definitiva acerca de qu profesin quera seguir. Mi padre me habl en varias ocasiones seriamente: poda elegir cualquier carrera, pero, si haca caso de su consejo, mejor que no fuese teologa. Puedes ser lo que quieras, pero no telogo! Entonces exista ya un cierto acuerdo tcito entre nosotros, segn el cual ciertas cosas podan hacerse o mentarse sin comentarios. Por ejemplo, nunca me pregunt por qu faltaba a la iglesia tanto como me era posible y nunca ms comulgu. Me resultaba ms fcil alejarme de la iglesia. Lo nico que echaba de menos eran los coros y el rgano, pero en absoluto la comunidad eclesistica. Por ello no poda yo imaginarme nada; pues la gente que por costumbre iban con regularidad a la iglesia me parecan ser entre s menos comunidad que los mundanos. Estos ltimos eran ciertamente poco virtuosos, pero eran gente mucho ms correcta, con sentimientos naturales, ms sociables y alegres, ms diligentes y cordiales. Pude tranquilizar a mi padre de que no entraba en mis intenciones el hacerme telogo. Oscilaba indeciso entre ciencias de la naturaleza y del espritu. Ambas me atraan poderosamente. Pero comenz a resultarme claro que la nmero 2 no tenapied--terre. Ah estaba yo libre del Aqu y del Ahora; ah me senta como un ojo en un universo de miles de ojos, pero incapaz de mover en la tie96 rra ni una piedrecita. Contra ello se sublevaba la nmero 1: quera hacer y actuar, pero se encontraba de momento ante un dilema. Era evidente que yo deba esperar y ver qu sucedera. Cuando entonces alguien me preguntaba qu quera ser, procuraba responderle: fillogo, con lo cual me representaba yo secretamente la arqueologa asiria y egipcia. Pero en realidad, me dedicaba a estudios cientficos y filosficos en mis ratos de ocio o en las vacaciones que pasaba en casa con mi madre y con mi hermana. Los tiempos en que corra yo hacia mi madre y me quejaba: Es aburrido, no s qu debo hacer! haca ya mucho que haban pasado. Las vacaciones fueron siempre la gran poca en que poda estar conmigo a solas. Adems entonces, por lo menos en verano, mi padre estaba fuera, pues habi-tualmente pasaba sus vacaciones en Sajonia. Slo en una ocasin sucedi que hice yo tambin un viaje de vacaciones. Tena catorce aos cuando nuestro mdico me prescribi una temporada de baos en Entlebuch para estimular mi variable apetito y restablecer mi entonces precario estado de salud. Por vez primera me encontr solo entre adultos desconocidos alojado en casa del prroco catlico. Esto signific para m una aventura inquietante y fascinante a la vez. Vea apenas al prroco y su sirvienta era una personalidad algo huraa, pero por lo dems nada molesta. No suceda nada amenazador. Me hallaba bajo la tutela de un antiguo mdico de la localidad que diriga una especie de hotelsanatorio para convalecientes de todo tipo. Se trataba de una sociedad heterognea en todos los
aspectos: gente campesina, pequeos empleados y comerciantes y unas pocas personas cultas de Basilea, entre ellos un doctor en filosofa y un qumico. Mi padre tambin era doctor en filosofa y tambin fillogo y lingista. El qumico represent para m algo sumamente nuevo e interesante. Un cientfico, alguien que quizs conoca los secretos de las piedras! Era un hombre joven todava que me ense a jugar al croquet, pero que guardaba silencio 97 sobre su (era de suponer que inmenso) saber; yo era de- masiado tmido, demasiado torpe y demasiado ignorante para preguntarle. Pero le honraba como el primer conoce- dor en persona que mis ojos vean, de los secretos de la naturaleza (o por lo menos de una parte de ellos). Se sentaba en la misma table d'hte, coma lo mismo que yo e incluso en ocasiones intercambiaba palabras conmigo. Me senta inmerso en la elevada esfera de los adultos. El que pudiera asistir a las excursiones de los pensionistas me afirmaba en mi elevacin de categora. En una de estas ocasiones visitamos una destilera en la que fuimos a una degustacin. En el sentido textual de las palabras clsicas: Ahora se acerca la desgracia, pues esta bebida es licor... encontr los diversos vasitos tan interesantes que me sent inmerso en un estado de nimo completamente nuevo e inesperado: no exista ni interior ni exterior, nada de Yo y los dems, ni nmero 1 ni nmero 2, ningn cuidado ni miedo. La tierra y el cielo, el mundo, todo cuanto en l se arrastra y vuela da vueltas, sube o baja, se haba unificado. Estaba bebido entre avergonzado y eufrico. Estaba como sumergido en un mar de radiantes reflexiones, y a causa del violento oleaje me as con los ojos, las manos y los pies a todos los objetos firmes para conservar mi equilibrio sobre la fluctuante calle y entre las casas y los rboles que se inclinaban entre s. Todo est bien, pensaba yo, pero por desgracia, quizs demasiado. El suceso tuvo un fin lamentable, pero qued el descubrimiento e intuicin de la belleza y el espritu, lo malo era que se haba corrompido a causa de mi tontera. Al trmino de mis vacaciones mi padre vino a buscar- me y me llev a Lucerna, donde oh felicidad! subi- mos a un barco. Nunca haba visto nada semejante. No me cansaba de contemplar cmo funcionaba la mquina de vapor y repentinamente se anunci que estbamos en 98 Vitznau. Sobre el lugar se elevaba una montana alta y mi padre me explic que era el Rigi y que la ascenda un fe- rrocarril, concretamente un tren de cremallera. Fuimos a una pequea estacin y all estaba la locomotora ms rara del mundo, con la caldera de vapor boca arriba, pero in- clinada. En el vagn los asientos estaban tambin inclina- dos. Mi padre me coloc el billete en la mano y me dijo: Ahora puedes ascender solo a la cumbre del Rigi. Yo me quedo aqu, pues para dos resulta muy caro. Ten cuidado y procura no caerte.
Me qued mudo de alegra. Qu imponente montaa, tan alta, como nunca haba visto otra, tan prxima al vol- cn de mi ya lejano pasado! De hecho era ya casi un hom- bre. Me haba comprado para este viaje un bastn de bam- b y una gorra de jockey inglesa tal como era adecuado para un trotamundos y ahora me encontraba en la cima de esta inmensa montaa! Ya no saba qu era ms grande, si la montaa o yo. Con poderoso impulso la fabulosa lo- comotora me fue empujando a alturas inmensas donde sin cesar se ofrecan a mis ojos nuevas profundidades y lejanas; por ltimo me hall en la cumbre, en un aire nuevo, extraamente enrarecido para m, ante una extensin ini- maginable: S, pensaba yo, esto es el mundo, mi mundo, el verdadero mundo, el misterio, donde no existen maestros, ni escuelas, ni preguntas sin respuesta, donde se existe sin tener que preguntar. Tuve mucho cuidado durante el camino, pues haba enormes precipicios. Resultaba solemne, haba que estar corts y silencioso, pues se estaba en el mundo de Dios. Aqu se le senta vivo. Esto era un regalo, el ms caro y mejor, que nunca mi padre me dio. La impresin fue tan profunda, que mi recuerdo de lo que sucedi despus se borr por completo. Pero tambin la nmero 1 sali beneficiada de este viaje y sus impresio- nes permanecieron vivas durante la mayor parte de mi vida. Me vea adulto e independiente, con hongo negro y un costoso bastn, sobre la terraza de uno de los grandio- sos y enormes hoteles elegantes en el atracadero de Lucer99 na o en los extraordinariamente bellos jardines de Vitz- nau, sentado ante una mesita de blancos manteles bajo una marquesina resplandeciente por el sol matinal, bebiendo mi taza de caf y comiendocroissants con rubia mantequilla y diversas mermeladas, y trazando planes de excursiones para todo el largo da de verano. Despus del caf andaba tranquilamente, sin prisas, con paso lento, ha- cia un barco de vapor que en direccin al San Gotardo, lleva al pie de aquellos gigantescos montes con sus cimas cubiertas de relucientes glaciares. Durante aos so con esta fantasa cuando agotado de tanto trabajar, buscaba un momento de descanso. En realidad me promet una y otra vez tales delicias, pero no cumpl mi promesa. A este primer viaje ya citado sigui un segundo uno o dos aos ms tarde. Pude visitar a mi padre, que pasaba sus vacaciones en Sajonia. Supe por l la sensacional noti- cia de que haba entablado amistad con el sacerdote cat- lico de all. Esto me pareci una hazaa extraordinaria y audaz y en silencio admir el valor de mi padre. All visit el Fleli, la ermita y las reliquias del santo hermano Klaus. Me maravillaba cmo los catlicos supieron que el hermano Klaus fuera santo. Quiz rondaba todava por all y lo haba dicho a los hombres? Me impresion profundamente el genius loci y no slo pude concebir una vida de este tipo consagrada a Dios, sino comprenderla tambin con un ntimo recelo y con una pregunta para la cual no conoca respuesta: Cmo podan su mujer y sus hijos soportar que el marido y padre fuera un santo, cuando precisamente ciertas faltas y defectos hacan que mi padre fuese especialmente digno de ser amado por m? Yo pensaba: Cmo es posible convivir con un santo? Evidentemente esto a l tampoco le fue posible y por ello tuvo que hacerse ermitao. De todos modos, su celda no estaba muy lejos de su casa.
No encontraba tan mal la idea de que la familia estuviese en casa y yo tener otro pabelln, algo alejado, una serie de libros y el escritorio, una lumbre en 100 la cual asar castaas y encima poder colocar en un trpode la olla para la sopa. Como ermitaosanto no tendra que ir ya a la iglesia, sino que tendra mi capilla privada. Fui todava un trecho ms arriba de Fleli, perdido en mis pensamientos como en un sueo y me dispona a descender cuando surgi a la izquierda el afilado rostro de una muchacha. Llevaba el traje tpico, tena un simptico semblante y mostraba risueos ojos azules. Como la cosa ms natural bajamos juntos al valle. Era aproximadamente de mi edad. Dado que yo no conoca ninguna otra muchacha ms que a mi prima me senta algo cohibido al tener que hablar con ella. Comenc, pues, algo titubeante a explicar que estaba all por un par de das durante las vacaciones. Estudiaba bachillerato en Basilea y ms tarde pensaba ir a la universidad. Mientras hablaba me sobrecogi una especial sensacin de fatalidad. Ha surgido precisamente en este momento, pens para mis adentros; va a mi lado con tanta naturalidad como si nos perteneciramos mutuamente. La contemplaba de soslayo y vea en su rostro una expresin como de timidez y asombro, algo que me desconcertaba y me afectaba en cierto modo. Era posible que aqu me amenazara el destino? Era totalmente casual que la hubiera encontrado? Una campesina, cmo era posible? Es catlica, pero quizs su prroco es el mismo que ha entablado amistad con mi padre? Ella no sabe en absoluto quin soy yo. No podra hablar con ella de Schopenhauer y la negacin de la voluntad? No parece ser sospechosa en absoluto. Quizs su prroco no es jesuita, esos peligrosos ensotanados. Pero tampoco le puedo decir que mi padre es un prroco calvinista. Esto podra asustarla u ofenderla. Y adems, la filosofa y el diablo, que es ms importante que Fausto y a quien Goethe tan desdeosamente ha rebajado, esto no puede ser. Ella est en el lejano pas de la inocencia y yo estoy en la realidad, en el esplendor y crueldad de la creacin. Cmo podra ella so- portar esto? Un muro impenetrable se alza entre nosotros. No existe ni puede existir afinidad alguna. 101 Con tristeza en el corazn me encerr en mi abismo y di a la conversacin otro giro. Bajaba ella a Sajonia? El tiempo era bueno, lo mismo que la vista, etc. Este encuentro careca totalmente de importancia vis- to desde fuera. Pero en mi interior tuvo tanta importancia que me preocup no slo durante das sino siempre, y permanece inconmovible como un monumento en el ca- mino de mis recuerdos. Yo me encontraba entonces toda- va en aquella fase infantil en que la vida consiste en acon- tecimientos aislados e independientes. Pues quin sera capaz de descubrir los hilos del destino que conducen del santo Klaus a la bonita muchacha? Aquella poca se caracterizaba por el choque de ideas. Schopenhauer y el cristianismo, por una parte, no lograban coincidir y por otra parte la nmero 1 quera liberarse de la opresin y melancola de la nmero 2. No era la nmero 2 la que estaba deprimida, sino la nmero 1 cuando se acordaba de la nmero 2. En esta poca precisamente sucedi que del choque de antagonismo
naci la primera fantasa sistemtica de mi vida. Se manifest fragmentariamente y tuvo su origen probablemente hasta donde puede recordar con exactitud, en un suceso que me conmovi en lo ms ntimo. Fue un da en que una borrasca del noroeste levant olas espumosas en el Rin. Mi camino hacia la escuela bor- deaba el ro. Repentinamente vi cmo un barco proceden- te del norte con una gran vela cuadrada remontaba el Rin entre la borrasca; un acontecimiento enteramente nuevo para m: Un barco velero en el Rin! Esto dio alas a mi fantasa. Si en lugar de la rpida corriente fuese un lago que cubriera toda la Alsacia! Entonces tendramos veleros y grandes vapores. Entonces Basilea sera un puerto de mar. Entonces sera como si estuvisemos en el mar! Entonces todo sera distinto y viviramos en otra poca y en otro mundo. No existira el instituto, ni el largo camino hacia la escuela y yo sera mayor y dispondra de mi propia vida. Del lago se alzara una colina rocosa unida a tierra firme 102 por un estrecho istmo, cortado por un ancho canal, sobre el cual un puente de madera conducira a una puerta, flanqueada por torres, que dara acceso a una ciudadela medieval edificada sobre la ladera. Sobre las rocas habra un castillo inexpugnable con un gran donjn, una atalaya. Esto sera mi casa. En su interior no habra salas ni lujo alguno. Las habitaciones estaran simplemente entarimadas y seran ms bien pequeas. Habra una sumamente atractiva biblioteca donde se podra hallar todo lo digno de saberse. Tendra tambin un arsenal y los bastiones estaran erizados de pesados caones. Habra tambin una guarnicin de cincuenta oficiales armados en el pequeo castillo. La ciudadela tendra algunos centenares de habitantes y estara gobernada por un alcalde y un consejo de ancianos. Yo sera el arbitro que raras veces aparece juge de paix y consejero. La ciudadela tendra en tierra firme un puerto en el que estara mi buque de dos mstiles, armado con algunas pequeas piezas de artillera. El nervus rerum y a la vez la raison d'tre de toda esta confrontacin era el misterio de la atalaya de la cual slo yo tena conocimiento. El pensamiento me produjo unshock, pues en la torre se encontraba, bajando desde la azotea hasta la bodega, una columna de cobre o un grueso sable que en lo alto se descompona en finsimas rami-tas, como la copa de un rbol, o mejor todava, corno un rizoma con todas sus pequeas raicillas que se elevase en el aire. Expresaba algo inconcebible que fuese llevado a la bodega por la corpulenta columna de cobre. All se encontraba un inimaginable utillaje, una especie de laboratorio, en el cual yo fabricaba oro a partir de sustancias misteriosas, que eran extradas del aire por las races de cobre. Era realmente un arcano de cuya naturaleza yo no tena idea o no poda tenerla. Tampoco era posible imaginarse la naturaleza de la transformacin. Acerca de lo que suceda en el laboratorio, mi fantasa prudentemente pasaba por alto, o mejor dicho, con cierta timidez. Era como una prohibicin interna: ni siquiera haba que fijarse en lo 103
que era extrado del aire. Predominaba por ello una muda perplejidad, como Goethe dice de las madres: Hablar de ellas es verse en un apuro. Espritu era para m naturalmente algo inefable, pero en el fondo no se diferenciaba esencialmente del aire muy enrarecido. Lo que las races absorban y transmitan al tallo era una cierta esencia espiritual que abajo en los stanos se manifestaba en cabales monedas de oro. Esto no era en absoluto un simple truco mgico, sino un mis- terio de la naturaleza respetable y radical que me haba sido confiado, no s cmo, y del que deba no slo mante- ner secreto frente al consejo de ancianos sino tambin, hasta cierto punto, tena que ocultrmelo a m mismo. Mi largo y aburrido camino hacia la escuela comenz a acortarse de un modo oportuno. Apenas sala de la es- cuela me hallaba ya en el castillo donde se emprendan obras de construccin, se celebraban sesiones del consejo, se juzgaban reos, se solventaban litigios y se disparaban los caones. El velero se preparaba, se desplegaban las velas, el barco sala diligentemente del puerto impulsado por una dbil brisa, luego surgiendo detrs de las rocas avanzaba a travs de una fuerte borrasca del noroeste. Y yo estaba ya en casa, como si slo hubieran transcurrido unos minutos. Entonces sala yo de mi ensueo como si descendiera de un coche que me hubiese llevado a casa sin esfuerzo. Esta ocupacin, sumamente agradable, dur algunos meses hasta que le perd el gusto. Entonces encontr mi fantasa tonta y ridicula. En lugar de soar comenc a edificar castillos y primorosas plazas fortificadas, con piedre-citas y barro como mortero, para lo cual me sirvi de modelo la fortaleza de Hningen, que entonces se conservaba an con todos los detalles. A este respecto estudi con inters todos los planos de fortificacin de Vauban asequibles para m y pronto estuve al corriente de los trminos tcnicos. A partir de Vauban profundic tambin en los modernos mtodos de fortificacin de todo tipo e intent reproducirlos ingeniosamente con mis limitados 104 mtodos. Esta preocupacin ocup mis horas de ocio durante ms de dos aos, en cuya poca fortalec mi inclinacin por las ciencias de la naturaleza, y las cosas concretas a expensas de la nmero 2. Mientras que saba tan poco de las cosas reales, tampoco tena ningn sentido, pensaba yo, meditar sobre ellas. Todo el mundo puede fantasear, pero saber realmente es otra cuestin. Me abon a una revista cientfica que le con apasionado inters. Busqu y coleccion nuestros fsiles del Jura y todos los minerales que encontr, as como insectos, huesos de mamut y de hombre, los primeros de las areniscas de los llanos del Rin, los segundos de una fosa comn del ao 1811, cercana a Hningen. Las plantas me interesaban, pero no cientficamente. Por razones incomprensibles para m, no podan ser arrancadas ni desecadas. Eran seres vivientes que slo tenan sentido al crecer y florecer, un sentido oculto y misterioso, un pensamiento de Dios. Haba que contemplarlas con precaucin, haba que asombrarse de ellas filosficamente. Era verdaderamente interesante lo que la biologa tena que decir de ellas, pero esto no era lo esencial. Lo que era esencial a ellas no estaba yo en condiciones de explicrmelo. Cmo se comportaban, por ejemplo, respecto a la fe cristiana o a la negacin de la voluntad? Esto me
resultaba incomprensible. Se mantenan en un estado de inocencia divina, que era mejor no perturbar. En oposicin a ello, los insectos eran plantas, flores y frutos desnaturalizados, a los cuales les fue concedido alcanzar un tipo raro de patas o zancas y llegar a volar con alas, como con ptalos y spalos, y actuar como parsitos de las plantas. A causa de estas actividades destructivas fueron condenadas a ejecuciones masivas por cuyas expediciones represivas fueron atrapados, en especial los escarabajos y orugas. La compasin para todos los seres se limitaba exclusivamente a los animales de sangre caliente. Slo las ranas y los sapos eran excluidos de los animales de sangre fra a causa de su semejanza con el hombre. 105 PERODO UNIVERSITARIO Pese a mi inters creciente por las ciencias naturales volva siempre de vez en cuando a mis libros filosficos. La cuestin de elegir mi profesin era cada vez ms urgente y angustiosa. Esperaba ardientemente el fin de mi perodo escolar. Entonces estudiara, naturalmente, ciencias naturales. Entonces sabra algo positivo. Apenas me propuse esto abiertamente, se me plante ya la duda: No seran indicadas la historia y la filosofa? Entonces me interesaba nuevamente por los egipcios y los babilonios, y lo que ms me gustaba era ser arquelogo. Pero no dispona de dinero para estudiar en otro sitio que en Basilea y all no haba profesores de estas especialidades. As, acabaron pronto mis planes. Durante mucho tiempo no pude decidirme y aplazaba una y otra vez mi decisin. Mi padre estaba muy preocupado por ello. Una vez dijo: El muchacho se interesa por toda clase de cosas, pero no sabe lo que quiere. No pude menos que darle la razn. Cuando se aproxim la prueba de madurez del bachillerato y tuvimos que decidir en qu Facultad queramos inscribirnos, dije sin ms: Licenciatura de Filosofa, grupo II, por lo tanto, ciencias naturales, pero dej en duda a mis compaeros de si realmente quera decir grupo I o grupo II. Esta decisin aparentemente rpida tena, sin embargo, sus antecedentes. Algunas semanas antes, en la poca en que la nmero 1 y la nmero 2 disputaban acerca de la decisin a tomar, tuve dos sueos. En el primer sueo pe106 netr en un oscuro bosque que se extenda a lo largo del Rin. Llegu a una pequea colina, un tmulo funerario y comenc a cavar. Despus de un rato descubr con asombro restos de animales prehistricos. Esto me interes apasionadamente y en el mismo instante supe: debo conocer la naturaleza, el mundo en el que vivimos y las cosas que nos circundan. Entonces tuve un segundo sueo en el que me encontr de nuevo en un bosque. Estaba atravesando por cursos de agua, y en el lugar ms oscuro vi, rodeado por densos matorrales, un estanque circular. En el agua estaba, semi- sumergida, la ms extravagante figura: un animal redondo, matizado de muchos colores, que se compona de muchas celdillas pequeas, o de rganos que tenan la forma de tentculos. Un enorme radiolario de aproximadamente un metro de dimetro. Que esta imponente figura permaneciera tranquilamente en un lugar oculto, en
aguas profundas y claras, me pareci indescriptiblemente maravilloso. Estimul en m un supremo afn de saber y me despert palpitndome el corazn. Estos dos sueos me persuadieron definitivamente por las ciencias y desvanecieron todas las dudas a este respecto. En esta ocasin se me hizo patente que viva en la poca y en un lugar determinado en que uno tena que ganarse la vida. Por tal motivo haba de ser esto o aquello, y me impresion profundamente que todos mis compaeros estuviesen preocupados por esta necesidad y no pensasen ms all de ello. Me sent extraado. Por qu no poda decidirme y organizarme definitivamente? Incluso el meticuloso D., a quien mis profesores de alemn me haban mostrado como modelo de aplicacin y diligencia, estaba seguro de que estudiara teologa. Vi que me resultara ms cmodo decidirme de una vez a meditar sobre la cuestin. Como zologo, por ejemplo, slo podra ser maestro de escuela o en el mejor de los casos empleado de un jardn zoolgico. Esto no tena porvenir, incluso tratndose de aspiraciones modestas. Ante la posibilidad de 107 llegar a ser maestro de escuela hubiera preferido, sin duda, la ltima alternativa. En este callejn sin salida se me ocurri la luminosa idea de que poda estudiar medicina. Extraamente esto nunca se me haba ocurrido antes, aunque mi abuelo pa- terno, del que tanto haba odo hablar, haba sido tambin mdico. Precisamente por ello tena incluso una cierta prevencin contra esta profesin. Ante todo no repetir nada, era mi divisa. Pero ahora, pens que la licenciatura en medicina por lo menos comenzaba con asignaturas cientficas naturales... As, pues, hice yo tambin mis clculos. Adems el campo de la medicina era tan diverso que siempre habra posibilidad de dedicarse a alguna rama cientfica. Ciencias era para m algo incontestable. La cuestin era slo cmo? Deba ganarme la vida y puesto que no dispona de dinero no poda acudir a ninguna uni- versidad extranjera para prepararme en una carrera cientfica. En el mejor de los casos poda llegar a ser un dile- tante de la ciencia. Puesto que por lo dems tena una ac- titud poco simptica hacia muchos de mis compaeros y para mucha gente (lase maestros) que originaba descon- fianza y recriminaciones, no exista ninguna posibilidad de hallar un mecenas que pudiese haber apoyado mis deseos. Me decid pues, finalmente, por licenciarme en medicina con la sensacin, no precisamente agradable, de no ser bueno comenzar la vida con un compromiso de este tipo. De todos modos me sent notablemente aliviado por esta decisin irrevocable. Pero ahora se suscit la penosa cuestin: Cmo obte- ner el dinero necesario para la carrera? Mi padre slo po- da proporcionrmelo en parte. Sin embargo, solicit una beca para la universidad que, para mi vergenza, me fue concedida. Me avergonzaba menos el hecho de que nues- tra pobreza fuera as puesta al descubierto a todo el mun- do, que el de mi secreta conviccin de que, por as decirlo, toda la gente de arriba, es decir, los que la otorgaban, me eran hostiles. Nunca hubiese esperado esta bondad de
108 arriba. Evidentemente me beneficiaba del buen prestigio de mi padre, que era un hombre bueno y sin complicaciones. Me senta extremadamente distinto a l. Tena ciertamente sobre m dos opiniones discordantes entre s. La nmero 1 vea mi personalidad como un joven poco simptico y medianamente dotado con ambiciosas pretensiones y temperamento indomable y modales dudosos, tan pronto ingenuamente interesado como infantilmente desilusionado; en lo ms hondo de su ser como un reaccionario apartado del mundo. La nmero 2 consideraba a la nmero 1 como un difcil e ingrato problema moral, como una especie de trabajo mprobo, dificultado por una serie de defectos, tal como pereza espordica, falta de valor, depresin, entusiasmo estril para las ideas y cosas que nadie valora: amistades imaginarias, estrechez de miras, prejuicios, estupidez (Matemticas!), falta de comprensin por los dems hombres, vaguedad y confusin en cuestiones ideolgicas; ni cristiano ni otra cosa. La nmero 2 no constitua un carcter, sino una vita peracta, nacida, viviente, muerta, todo en uno, una visin panormica de la misma naturaleza humana; despiadadamente lcida sobre s misma, pero inepta y poco voluntariosa, aunque ansiosa por manifestarse a s misma a travs del complejo y oscuro mdium de la personalidad nmero 1. Cuando la nmero 2 prevaleca, la nmero 1 estaba contenida e instalada en sta, y a la inversa, la nmero 2 consideraba a la otra un lgubre mundo interior. La nmero 2 senta la eventual expresin de s misma como una piedra que hubiera sido arrojada desde los linderos del mundo y hubiera cado en la infinitud de la noche. En ella (la nmero 2) dominaba, sin embargo, la luz como en los amplios salones de un palacio real, cuyas altas ventanas se abran a un paisaje baado por el sol. Aqu imperaban sentido y continuidad histrica en el ms estrecho antagonismo con la incoherente contingencia de la vida de la nmero 1 que en el ambiente inmediato no hallaba en realidad ningn punto de contacto. La nmero 2, por el contrario, se senta se109 cretamente identificada como la Edad Media, personificada en Fausto, legado de pocas pasadas por las que Goethe senta profundo inters. As, pues, tambin para l ste era mi gran consuelo la nmero 2 era una realidad. Fausto lo sospechaba yo con cierto temor significaba ms para mi amado Evangelio de San Juan. En l viva algo que yo poda compartir espontneamente; el cristo de San Juan me resultaba ajeno, pero todava ms ajeno me era el Salvador sinptico. Los evangelios escritos por Mateo, Marcos y Lucas, son tan parecidos y de paralelismo tan visible, que se les llama sinpticos (visibles conjuntamente) (N. del t.). Fausto en cambio era un equivalente vivo de la nmero 2 y estaba convencido de que representaba la respuesta que Goethe haba dado a las cuestiones de su poca. Esta opinin no slo me resultaba confortante, sino que me proporcionaba mayor seguridad interna y la certeza de pertenecer a la sociedad humana. Ya no era yo el nico ni un mero curioso, por as decirlo unlusus de la cruel naturaleza. Mi padrino y protector era el mismo gran Goethe.
Aqu se terminaba en efecto la conformidad preliminar. Pese a mi admiracin, censuraba yo la solucin definitiva del Fausto. El frivolo menosprecio de Mefistfeles me ofenda personalmente, as como el impo desdn de Fausto y principalmente el asesinato de Filemn y Baucis. En esta poca tuve un sueo inolvidable que al mismo tiempo me aterroriz y estimul. Era de noche en un lugar desconocido y slo penosamente avanzaba yo contra un poderoso huracn. Adems se extenda densa niebla. Yo sostena y protega con ambas manos una pequea luz, que amenazaba con apagarse a cada instante. Pero todo dependa de que yo mantuviese viva esta lucecita. De pronto tuve la sensacin de que algo me segua. Mir hacia atrs y vi una enorme figura negra que avanzaba tras de m. Pero en el mismo momento me di cuenta pese a mi espanto de que deba salvar mi pequea luz, ajeno a todo peligro, a travs de la noche y de la tormenta. Cuan110 do me despert, en seguida lo vi claro: era el espectro, mi propia sombra sobre la niebla, arremolinndose cansa- do por la pequea luz que llevaba ante m. Saba tambin que la lucecita era mi conciencia; es la nica luz que ten- go. Mi propio conocimiento es el nico y el mximo teso- ro que poseo. Cierto que es infinitamente pequeo y frgil frente al poder de las tinieblas, pero una luz al fin y al cabo, mi propia luz. Este sueo signific para m una gran revelacin: ahora saba que la nmero 1 era la que llevaba la luz, y que la nmero 2 le segua como una sombra. Mi tarea consista en conservar la luz y no mirar atrs a lavita peracta, que evidentemente era un reino prohibido de luz de otro tipo. Yo deba avanzar contra la tormenta que trataba de hacerme retroceder y entrar en la infinita oscuridad del mundo, donde no se ve nada ni se percibe nada ms que la superficie de profundos misterios. Como la nmero 1 deba progresar en la carrera, en las necesidades econmicas, en los compromisos, complicaciones, confusiones, errores, humillaciones y fracasos. La tormenta que yo afrontaba era la poca que sin cesar desemboca en el pasado que, tambin constantemente, me pisaba los talones. En un remolino poderoso que con avidez arrastra consigo a todo cuanto existe y al que slo se sustrae por algn tiempo quien se esfuerza por avanzar. El pasado es inmensamente real y actual y atrapa a todo aquel que no logra redimirse mediante una respuesta satisfactoria. Mi concepcin del mundo experiment entonces un giro de 90 grados: supe que mi camino conduca irremisi- blemente a lo externo, a lo limitado, a las tinieblas de la tridimensionalidad. Tuve la impresin que debi tener Adn al abandonar as el paraso. ste se le haba conver- tido en un espectro y estaba claro que labrara un campo pedregoso con el sudor de su frente. Me pregunt entonces: De dnde proviene un sueo as? Hasta entonces tena por evidente que tales sueos me eran enviados directamente por Dios -somnia a Deo
111 missa. Pero ahora me haba asimilado tanta crtica del conocimiento que me acometieron dudas. Se poda decir, por ejemplo, que mi inteligencia se haba desarrollado paulatinamente y despus, de repente, se desvaneca en un sueo. Evidentemente se trataba de esto. Pero ello no es ninguna explicacin, sino una mera descripcin. La ver- dadera cuestin es por qu este proceso tuvo lugar y por qu irrumpe en la consciencia. Yo no haba hecho nada conscientemente para favorecer este desarrollo, sino que mis simpatas estaban en el lado opuesto. Debe, pues, haber algo entre bastidores de la obra, algo inteligente, en todo caso ms inteligente que yo; pues yo no hubiera cado en la genial idea de que el reino de la luz interior es una enorme sombra a la luz de la consciencia. Ahora comprenda muchas cosas que antes me resultaban inexplicables, a saber: aquella fra sombra de lo ajeno y lo extrao, que siempre caa sobre la gente, cuando me refera yo a algo que afectara al reino interior. Tena que dejar detrs de m a la nmero 2, esto lo vea claro, pero en ningn caso me estaba permitido renegar de m mismo o anularla por completo. Esto hubiera constituido una automutilacin y adems no hubiera existido ya posibilidad alguna de explicarme el origen del sueo. No exista duda alguna para m de que la nmero 2 tena algo que ver con la causa del sueo y era fcil atribuirle la requerida inteligencia elevada. Yo mismo me senta cada vez ms identificado con la nmero 1, y esta situacin se manifestaba como una mera parte de la mucho ms importante nmero 2, con la cual, por esta razn pre- cisamente, no poda sentirme ya idntico. La nmero 2 era de hecho un espectro, es decir, un espritu que haba crecido al conjuro de la oscuridad del mundo. Esto no lo haba sabido yo antes y entonces slo estaba confusa para m, como puedo comprobar mirando hacia atrs, aunque tena la impresin de conocerla incuestionablemente. En todo caso, se haba operado en m un distanciamiento entre la nmero 1 y la nmero 2, que me asignaba 112 la nmero 1 y me apartaba en igual medida de la nmero 2. La nmero 2 se haba convertido, por lo menos en sntesis, en una personalidad en cierto modo autnoma. No asoci a ello ninguna individualidad determinada, como la de un resucitado, aunque por mi procedencia campesina una posibilidad de este tipo me hubiera resultado enteramente admisible. Pues en el campo, segn y cmo, se cree en estas cosas, existen y no existen. Lo nico claro en este espritu era su carcter histrico, su extensin en el tiempo o el estar fuera de su poca. Es verdad que todo esto me lo deca a m mismo no con tantas palabras, del mismo modo que tampoco tena idea acerca de su existencia en el espacio. Desempeaba el papel de un factor an no definido en detalle, presente, sin embargo, de modo definitivo, en el fondo de mi existencia.
El hombre llega al mundo fsica y espiritualmente con una disposicin individual y en primer lugar traba cono- cimiento con el ambiente paterno y su espritu con el que, a causa de su individualidad, slo condicionalmente coincide. Pero el espritu familiar por su parte est en gran medida incluido por el espritu de la poca que, en s, es ignorado por la mayora. Si este espritu familiar representa un consensus omnium, significa una seguridad en el mundo; si est en oposicin con muchos y en contradiccin consigo mismo, en tal caso surge la sensacin de inseguridad en el mundo. Los nios responden mucho menos ante lo que los adultos dicen que ante los imponderables del ambiente. A stos el nio se adapta inconscientemente, es decir, surgen en l correlaciones de naturaleza compensatoria. Las representaciones propiamente religiosas, que ya sobrecogieron en la infancia, son imgenes surgidas es- pontneamente, que deben comprenderse como reacciones a mi ambiente paternal. Las dudas religiosas, a las cuales mi padre debi de sucumbir de modo manifiesto, tuvieron naturalmente en l mi largo perodo preparatorio. Una revolucin as del propio mundo, y del mundo en 113 general, proyect sus sombras durante mucho tiempo y tanto ms tiempo cuanto ms desesperadamente se opone la conciencia a su poder. Es comprensible que las latentes sospechas que suman a mi padre en la inquietud repercu- tiesen evidentemente sobre m tambin. Nunca tuve la sensacin de que tales influencias pro- cedieran en parte de mi madre, pues ella se encontraba inmersa en una sima profunda e invisible, que nunca me pareci una conviccin cristiana. Esto tena que ver, en cierto modo, con mi afecto por los animales, rboles, montaas, praderas y cursos de agua con lo que sus apa- riencias cristianas contrastaban con sus convencionales manifestaciones de fe. Este trasfondo corresponda tanto a mi propia actitud, que no motiv inquietud alguna; por el contrario, esta percepcin me dio siempre un sentimiento de seguridad y el convencimiento de que aqu exista un terreno firme sobre el que se poda permanecer. No se me ocurri pensar cun pagano era su fundamento. La n- mero 2 de mi madre represent siempre para m el ms firme apoyo en los incipientes conflictos entre la tradicin paterna y las extraas imgenes compensatorias a cuya creacin mi inconsciente se senta impulsado. Retrospectivamente veo en qu medida mi desarrollo infantil anticipaba acontecimientos futuros y preparaba modos de adaptacin a la ruptura religiosa de mi padre, as como para la trgica revelacin de la actual imagen del mundo, que ciertamente tampoco ha surgido de ayer a hoy sino que ha proyectado largo tiempo sus sombras. A pesar de que somos hombres de nuestra propia vida personal somos tambin, por otra parte, en gran medida, re- presentantes, vctimas y promotores de un espritu colec- tivo, cuya vida equivale a siglos. Podemos ciertamente imaginar una vida a la medida de nuestros propios deseos y no descubrir nunca que fuimos en suma comparsas del teatro del mundo. Pero existen hechos que ciertamente ig- noramos, pero que influyen en nuestra vida y ello tanto ms cuanto ms ignorados son.
114 As pues, por lo menos una parte de nuestro ser vive en los siglos, aquella parte que para mi uso privado he de- signado como la nmero 2. Que no se tata de una curiosidad individual lo demuestra nuestra religin occidental que se dirige, expressis verbis, a este hombre interior y que, pronto har dos mil aos, intenta formalmente poner de manifiesto su consciencia de las apariencias y su personalismo:Non foras ire, in interiore homine habitat ventas! (No salgis de vosotros mismos, en el interior del hombre habita la verdad.) Desde 1892 hasta 1894 sostuve una serie de violentas discusiones con mi padre. l haba estudiado en Gttingen lenguas orientales con Ewald y preparado su disertacin del Cantar de los cantares. Su poca heroica termin con el examen de licenciatura en la universidad. Luego olvid su disposicin filolgica. Como prroco rural en Laufen, cerca del salto del Rin, se sumi en el entusiasmo lrico y en sus recuerdos de la poca universitaria: sigui fumando su larga pipa de estudiante y fue decepcionado por su matrimonio. Hizo mucho bien demasiado. A causa de ello estaba la mayora de veces de mal humor y su irritacin se hizo crnica. Mis padres se esforzaban al mximo en llevar una vida piadosa con el resultado de que slo raramente haba escenas. Por culpa de estas dificultades es natural que ms adelante se quebrase tambin su fe. Por entonces la irritabilidad y el descontento de mi padre haban aumentado y su estado me llenaba de preo- cupacin. Mi madre evitaba todo cuanto poda irritarle y eluda toda disputa. Si bien tuve que reconocer lo acertado de su comportamiento, no poda refrenar, en muchas ocasiones, mi propio temperamento. Frente a los arrebatos de mi padre me mantena pasivo, pero cuando me pareca estar de humor favorable intentaba iniciar un dilogo abierto con la intencin de conocer ms de cerca sus procesos internos y sus convicciones. Estaba claro para m que algo le incomodaba y sospechaba que esto tena que 115 ver con su ideologa religiosa. Toda una serie de indicios me convencan de que eran dudas de fe. Esto slo poda deberse, me pareca, a que le faltaba la necesaria experiencia. De mis discusiones deduje que deba suceder algo por el estilo, pues a toda mis preguntas seguan o bien las consabidas respuestas teolgicas, sin vida, o un encogimiento de hombros resignado que despertaba mis protestas. No poda yo comprender que no aprovechara l toda ocasin para oponerse combativamente a su situacin. Comprenda que mis preguntas directas lo ponan triste, pero esperaba, sin embargo, una conversacin constructiva. Me pareca casi inconcebible que no poseyera la experiencia de Dios, la experiencia ms evidente de todas. Ciertamente yo saba lo bastante sobre la teora del conocimiento para comprender que no se poda demostrar un conocimiento de este tipo, pero era igualmente evidente que no requiere demostracin alguna,
del mismo modo que la belleza de una salida de sol o el miedo ante la posibilidad del otro mundo no requeran ser demostrados. Intentaba yo, de un modo posiblemente muy torpe, procurarle estas evidencias, con la vana intencin de ayudarle a soportar su especial destino que inexorablemente se cumplira en l. Tena que disputar con alguien y lo haca con su familia y consigo mismo. Por qu no lo haca con Dios, el oscuro auctor rerum creatarum, el nico que es realmente responsable de los males del mundo? l le hubiera enviado seguramente como respuesta uno de aquellos sueos mgicos, infinitamente profundos, que l me enviaba a m, sin haberle preguntado, sellando con ello mi destino. Yo no saba cmo, pero era as. S, l me haba permitido incluso una ojeada en su propia esencia. Pero esto ltimo era realmente un gran secreto que ni siquiera a mi padre poda o deba revelar. Quizs, as me lo pareca, lo hubiera podido descubrir si l hubiera sido capaz de comprender la experiencia inmediata de Dios. Pero en mis conversaciones con l nunca llegu tan lejos, ni siquiera a la vista de la cuestin, porque siempre me mantuve en un plano intelectual y no 116 psicolgico, y eluda en lo posible el aspecto sentimental para evitar sus emociones. Pero este tipo de acercamiento actuaba siempre como el trapo rojo ante el toro y conduca a irritadas reacciones que me resultaban incomprensibles. Pues yo no era capaz de comprender cmo un argumento del todo racional pudiese chocar con una oposicin emotiva. Estas discusiones infructuosas nos enojaban a l y a m y, finalmente, nos retirbamos, cada uno con su particular sentimiento de inferioridad. La teologa nos alej uno de otro. Lo sent nuevamente como un fatal fracaso en el que, sin embargo, no me senta solo. Tena una oscura intuicin de que mi padre haba sucumbido inevitablemente a su destino. l estaba solo. No tena amigos con quienes poder hablar, por lo menos yo no conoca a nadie en nuestro ambiente a quien confiarme para hallar la palabra clave. Una vez le o rezar: luchaba desesperadamente por su fe. Qued conmovido e indignado a la vez porque vea que sin remisin quedaba a merced de la Iglesia y de sus pensamientos teolgicos. Le haban abandonado alevosamente despus de haberle cortado toda posibilidad de llegar directamente a Dios. Entonces comprend lo profundo de mi vivencia: Dios mismo haba desautorizado en mi sueo a la teologa y a la Iglesia sobre ella. Fundada por otra parte, l admita, como tantas otras cosas, la teologa. Me pareci ridculo suponer que los hombres hubiesen sido los causantes de tal evolucin. Qu eran, pues, los hombres? Han nacido tontos y ciegos, como los perritos, como todas las creaciones de Dios, dotados de escasas luces, que no pueden iluminar las tinieblas entre las que andan a ciegas. Todo esto me resultaba claro y tambin estaba seguro de que ninguno de los telogos que yo conoca haba visto con sus propios ojos la luz que brilla en las tinieblas, de lo contrario no hubieran podido ensear ninguna religin teolgica. La religin teolgica no poda servirme para nada, pues no corresponda a mi experiencia de Dios. Sin esperanza de saber, exiga creer. Esto lo 117 haba intentado mi padre con grandes dificultades y haba fracasado en ello. Mal poda mi padre defenderse contra el ridculo materialismo del psiquiatra. Esto era tambin algo que deba creerse
exactamente como la teologa! Yo estaba ms seguro que nunca de que a ambas les faltaba tanto la crtica del conocimiento como la experiencia. Mi padre estaba evidentemente bajo la impresin de que los psiquiatras haban descubierto algo en el cerebro que demostraba que, en el lugar en que deba estar el espritu, exista materia y nada aeriforme. Ello coincida con diversas advertencias de mi padre, en el sentido de que si yo estudiaba medicina deba convertirme en un mate- rialista. Para m, sin embargo, su advertencia significaba que yo no deba creer en nada, pues saba que los mate- rialistas, al igual que los telogos, crean en sus definicio- nes y saba tambin que mi pobre padre simplemente sala del lodo para caer en el arroyo. Me daba cuenta de que la para m siempre loadsima fe le haba jugado esta pasada fatal y no slo a l, sino a la mayora de gente culta y seria que yo conoca. El pecado capital de la fe me pareca consistir en que prescinde de la experiencia. Cmo saban los telogos que Dios haba dispuesto deliberadamente ciertas cosas y otras las permita, y cmo sabrn los psi- quiatras que la materia posee las propiedades del espritu humano? Yo no corra peligro en absoluto de caer en el materialismo, pero s mi padre, lo que me resultaba cada vez ms evidente. Evidentemente alguien le haba susurra- do algo de la sugestin, pues lea entonces, como descu- br, el libro de Bernheim sobre la sugestin, traducido por Sigmund Freud.1 Esto era nuevo y significativo para m, pues hasta entonces slo haba visto a mi padre leer nove- las o descripciones de viajes. Todos los libros inteligen- tes e interesantes parecan ser mal vistos. Sin embargo, la lectura no le hizo feliz. Su humor depresivo aument y se agudiz, as como su hipocondra. Se hallaba aquejado 1.Die Suggestion una ihre Heilwirkung, Leipzig y Viena, 1888. 118 desde haca una serie de aos de toda clase de sntomas abdominales sin que el mdico pudiera determinar nada definitivo. Ahora se quejaba de sentir algo as como pie- dras en el vientre. No tomamos esto en serio durante mucho tiempo, pero finalmente el mdico lleg a preocu- parse. Esto era a fines del verano de 1895. En primavera haba iniciado yo mi licenciatura en la Universidad de Basilea. La nica poca de mi vida en que me aburra, es decir, el perodo escolar, finalizaba y se me abran las puertas doradas hacia la universitas litterarum y la libertad acadmica oira la verdad sobre la naturaleza en sus aspectos principales, averiguara todo lo referente al hombre sobre su anatoma y fisiologa y a ello se aadira el conocimiento de las anomalas biolgicas, es decir, las enfermedades. Adems pude ingresar en una asociacin estudiantil, la Zofingia, a la que ya haba pertenecido. Mi padre cuando era estudiante de primer curso me acompa a una excursin que hicimos a un pueblo vincola del Margraviato, pronunci all un jovial discurso en el que para mi satisfaccin se puso de manifiesto el alegre espri- tu de su propio pasado de estudiante. Asimismo com- prend inmediatamente que su propia vida se haba sumido en el silencio definitivo al terminar su carrera, y el verso de un canto estudiantil me vino a la memoria: Se retiran con la mirada baja al pas de los filisteos Oh jerum,
jerum, jerum, Oh quae mutatio rerum! Estas palabras me llegaron al alma. Un da haba sido l un estudiante entusiasta como yo de primer curso, el mundo se le haba representado como a m; los infinitos tesoros del saber haban pasado ante l como ante m. Qu pudo pasar para que todo le hubiese decepcionado, avinagrado y amargado? No hall respuesta o demasiadas. La alocucin que pronunci aquel atardecer de verano entre 119 botellas de vino fue su ltimo recuerdo vivo de una poca en la que fue lo que deba haber sido. Poco despus de esta excursin empeor su estado. A finales de otoo de 1895 tuvo que guardar cama y muri a comienzos del ao 1896. Llegu a casa despus de las clases y pregunt por l. Ah, est como siempre. Se encuentra muy dbil, dijo mi madre. l le susurr algo y mi madre dijo, indicndome con su mirada el estado de delirio de mi padre: Desea saber si has aprobado ya el examen de licenciatura. Vi que estaba obligado a mentir: S, me ha ido muy bien. Suspir aliviado y cerr los ojos. Algo ms tarde volv a verle. Estaba solo. Mi madre tena algo que hacer en la habitacin contigua. Respiraba con dificultad y vi que estaba agonizando. Qued petrificado junto a su cama. Nunca haba visto todava morir a un hombre. Repentinamente dej de respirar. Yo esperaba y esperaba que volviese a cobrar aliento. Pero no se produjo. Entonces me acord de mi madre y fui a la habitacin vecina donde estaba sentada ante la ventana haciendo calceta. Se muere, dije. Vino conmigo a la cama y vio que estaba muerto. Dijo, como extraada: Qu aprisa ha pasado todo. Los das siguientes fueron lgubres y dolorosos y poco recuerdo de ellos. Una vez mi madre me habl a m o a mi atmsfera con su segunda voz, y dijo: Ha muerto a tiempo para ti, y lo que me pareci que significaba: Vosotros no os comprendais y te hubiese podido resultar un estorbo. Esta interpretacin me pareci coincidir con la nmero 2 de mi madre. El para ti me impresion terriblemente y sent que todo un captulo de los viejos tiempos haba finalizado irrevocablemente. Por otra parte, se despert entonces en m un atisbo de visibilidad y libertad. Despus de la muerte de mi padre me traslad a su habitacin y en el marco de la familia ocup su lugar. Tuve, por ejemplo, que dar semanalmente a mi madre el dinero para el mantenimiento de la casa, porque ella no saba administrarse ni manejar el dinero. 120 Unas seis semanas despus de su muerte, mi padre se me apareci en sueos. Repentinamente surgi ante m y me dijo que regresaba de vacaciones. Se haba repuesto completamente y ahora regresaba a casa. Pens que me re- prochara el haberme trasladado a su habitacin. Pero de ello no dijo nada! Con todo, me avergonc por haberme imaginado que estaba muerto. Al cabo de unos dos das se repiti el sueo de que mi padre volva a casa convaleciente y nuevamente me
reproch haber credo que hubiese muerto. Yo me preguntaba sin cesar: Qu significa que mi padre vuelva en sueos? Que parezca tan real? Esto fue un acontecimiento inolvidable y me llev por vez primera a meditar sobre la vida despus de la muerte. Con la muerte de mi padre surgieron graves problemas en relacin con la prosecucin de mis estudios. Una parte de lo parientes maternos opinaban que deba buscarme un puesto de empleado en una casa comercial para ganar algo lo antes posible. El hermano menor de mi madre se ofreci a ayudarla, pues los medios econmicos de que disponamos no bastaban con mucho. Un to paterno me ayud. Al finalizar mi carrera le deba 3.000 francos. El resto lo gan como ayudante y en la venta particular de una pequea coleccin de antigedades que haba heredado de una vieja ta y que ventajosamente fui vendiendo pieza a pieza, con lo que obtuve una oportuna ganancia. Quisiera no echar de menos mi poca de pobreza. Se aprende a valorar las cosas simples. Recuerdo todava muy bien que en cierta ocasin me regalaron una caja de cigarros. Me pareci algo regio. Me duraron todo un ao, slo los domingos me fumaba uno. Puedo decir mirando hacia atrs: la poca universitaria fue una bella poca para m. El espritu lo avivaba todo y fue tambin una poca de amistades. En la asociacin Zofingia di varias conferencias sobre temas de teologa y psicologa. Mantenamos las ms animadas discusiones 121 y no slo sobre cuestiones mdicas. Discutamos sobre Schopenhauer y Kant. Conocamos bien los distintos esti- los de Cicern y nos interesbamos por la teologa y la fi- losofa. Se poda suponer en todos una formacin clsica y una culta tradicin espiritual. Albert Oeri era uno de mis amigos ms ntimos. Me uni a l una amistad que perdur hasta su muerte (1950). En realidad nuestra relacin era unos veinte aos ms antigua que nosotros, pues a fines de los aos sesenta del pasado siglo comenz la amistad entre nuestros padres. Pero al revs de aquellos que el destino en los posteriores aos separ, no slo nos reuni, sino que hasta final nos mantuvo unidos con el lazo de la fidelidad. Conoc a Oeri como miembro de la Zofingia. Era tan jovial como sensible y un hbil narrador. Me result espe- cialmente emotivo el que fuera sobrino segundo de Jakob Burckhardt, al que nosotros, jvenes estudiantes de Basi- lea, venerbamos como a la gran figura, ya legendaria, que haba vivido y actuado en nuestro ambiente. El mismo Oeri transmita algo de la esencia exterior de ste, hombre singular por ciertos rasgos faciales, en su ademanes y en su modo de hablar. Tambin sobre Bachofen, a quien, al igual que a Burckhardt, encontraba de vez en cuando por la calle, supe muchas cosas por mi amigo. Pero ms que estas cuestiones externas me atraa su carcter meditativo, el modo como valoraba los procesos histricos; ya entonces posea una asombrosa madurez de criterio poltico y una curiosa capacidad para comprender a las personalidades contemporneas que su genio saba intuir como nadie. Su escepticismo saba ver la vanidad y la vaciedad, incluso bajo las apariencias ms engaosas.
Un tercer miembro de nuestro grupo era Andreas Vis- cher, desgraciadamente fallecido a temprana edad y que posteriormente fue durante muchos aos director del Hos- pital de Urfa en Asia Menor. Juntos discutamos en el Adler de Weil y en el Hirzen de Haltingen, ante un vaso de Markgrfler bajo el sol y la mudable luna. Estas conversa122 ciones constituyeron momentos estelares inolvidables de mi poca universitaria. Dado que la profesin y la residencia nos separaban, nos vimos en las siguientes dcadas en escasas ocasiones. Pero del mismo modo que las alegres horas del medioda de la vida nos aproximaron a Oeri y a m, ambos de la misma edad, el destino nos reuni una y otra vez. Cuando llegamos a los treinta y cinco aos hicimos inesperada- mente juntos un viaje memorable en barco, concretamente en mi barco de vela, y nuestro mar fue el lago de Zurich. Como tripulacin tuve tres jvenes mdicos que trabaja- ban entonces conmigo. Nuestro viaje fue de ida y vuelta a Walenstadt. Dur cuatro das. Navegamos con viento fres- co y la vela izada a tope. Haba trado una traduccin de Voss de laOdisea y nos ley en voz alta durante la travesa la aventura de Circe y la Nequia.2 Un fulgor se extenda sobre la rielante superficie del lago y las orillas envueltas en plateados vapores. El viento favorable de turgente sopl hinch la vela del navio con espoln, doliente como la buena acompa- ante, Circe, la hermosa seductora, la sublime diosa me- ldica. Superpuestas a las luminosas imgenes homricas se me ocurran inquietantes pensamientos acerca del futuro, del gran viaje sobre el pelagus mundi, que nos aguardaba todava. Oeri, que hasta entonces se haba mostrado inde- ciso, se casaba poco despus y a m el destino me deparaba, como a Ulises, una Nequia, el descenso a los tenebro- sos infiernos. Luego vinieron lo aos de guerra y nueva- mente le vi muy raras veces. Tambin cesaron las largas 2. Nequia de (cadver) es el ttulo del canto 11 de laOdisea. Sig- nifica la ofrenda en sufragio de los muertos para conjurar la expulsin del Hade. Nequia es una acertada descripcin del descenso al pas de los muertos, como por ejemplo en la Divina Comedia o La clsica noche de Walpurgia en elFausto. Jung lo emplea aqu en un sentido figurado y alude su descenso al mundo de las imgenes del inconsciente, del que se hablar en el captulo El anlisis del inconsciente. A. ]. 123 charlas. En realidad se hablaba slo de la actualidad. Pero un dilogo interior se produjo entre nosotros, como pude descubrir por algunas preguntas aisladas que me plantea- ba. Era un inteligente amigo y me conoca a su modo. Esta compenetracin silenciosa y su inmutable fidelidad significaron mucho para m. En la ltima dcada de su vida nos vimos nuevamente con frecuencia, porque ambos sabamos que las sombras se extenderan.
Respecto a las cuestiones religiosas, experiment mu- chos estmulos durante mi poca de estudiante. En casa se me present la agradable oportunidad de conversar con un telogo, el vicario de mi fallecido padre. Se distingui no slo por su descomunal apetito, que a m me eclipsaba, sino por su vasta erudicin. De l aprend mucho de la pa- trstica, de la historia de los dogmas, y en especial me en- ter de muchas novedades sobre teologa protestante. La teologa de Ritschl estaba entonces de moda. Su integra- cin histrica y sobre todo la metfora del tren.3 Tambin los estudiantes de teologa con los que discuta en la aso- ciacin Zofingia parecan todos ellos conformarse con la idea del efecto histrico, que proceda de la vida de Cristo. Esta concepcin me pareca no slo carente de sentido, sino tambin muerta. No poda habituarme a la opinin que coloca a Cristo en primer plano y lo convierte en la nica figura decisiva en el drama entre Dios y el hombre. Para m esto se opona totalmente a la propia opinin de Cristo, de que el Espritu Santo, que le haba engendrado a l, despus de su muerte le sustituira entre los hombres. El Espritu Santo significa para m una explicacin adaequate del Dios inconcebible. Sus efectos eran no slo de naturaleza elevada, sino tambin de tipo milagroso e incluso problemtico como los hechos de Jehov a quien 3. R. emplea la comparacin del tren, que est en maniobras; la loco- motora da una sacudida hacia atrs, y este impulso se transmite a todo el tren: del mismo modo el impulso de Cristo perdura a travs de los siglos. A. J. 124 identificaba yo ingenuamente, segn las enseanzas reci- bidas para la primera comunin, con la imagen cristiana de Dios. (Tampoco saba yo entonces que el diablo, pro- piamente dicho, nace con el cristianismo.) Elhr Jess era, para m, sin lugar a dudas, un hombre y por ello incierto, o sea, un simple portavoz del Espritu Santo. Esta interpretacin sumamente heterodoxa que difera de la teologa de 90 a 180 grados encontraba naturalmente la ms profunda incomprensin. La desilusin que por ello experiment me llev paulatinamente a un tipo de resignado desinters y fortaleci cada vez ms mi conviccin de que en esta cuestin slo la experiencia poda resultar decisiva. Con Candide, que lea entonces, poda decir: Tout cela est bien dit mais il faut cultiver notre jardn, con lo que se aluda a las ciencias de la naturaleza. En el transcurso de mi primer ao de carrera hice el descubrimiento de que la ciencia posibilitaba, ilimitadamente por cierto, muchos conocimientos, pero slo conocimientos muy precarios y stos sobre cuestiones de naturaleza muy especial. Saba, por mis lecturas filosficas, que todo se basa
en el hecho de la psiquis. Sin alma no existira ni conocimiento ni ciencia. Pero nadie hablaba de ella. Era cierto que se la presupona, tcitamente en todo, pero incluso cuando se la mencionaba, como haca, por ejemplo, C. G. Carus, no consista en ningn conocimiento verdadero, sino slo en una especulacin filosfica que se expresaba de un modo o de otro. No lograba entender esta extraa observacin. Al finalizar el segundo semestre hice, sin embargo, un fatal descubrimiento: hall en la biblioteca del padre de un compaero de clase, que era historiador de arte, un pequeo manual de los aos setenta, sobre aparecidos. Se trataba de un informe sobre los comienzos del espiritismo, escrito por un telogo. Mis dudas iniciales se disiparon rpidamente, pues no poda menos de ver que en principio se trataba de historias iguales o semejantes a la que una y otra vez haba odo contar en el campo desde mi infancia. 125 Los datos eran sin lugar a dudas autnticos. Pero la gran cuestin: Son tambin estas historias fsicamente verda- deras? No se me responda correctamente. Pude comprobar, de modo manifiesto, que en todas partes y en todas las pocas se contaban las mismas historias. Para ello, pues, deba existir una razn. No poda tratarse en absoluto de que en toda partes existieran las mismas creencias religiosas. Tal no era evidentemente el caso. As, pues, deba estar relacionado con el comportamiento objetivo del alma humana. Pero precisamente sobre esta cuestin fundamental, es decir, la naturaleza objetiva del alma, no haba otros datos ms que los que los filsofos decan. A pesar de parecerme tan extraas y discutibles, las ob- servaciones de los espiritualistas fueron para m las primeras noticias sobre fenmenos psquicos objetivos. Los nombres de Zoellner y Crookes me impresionaron y le, por as decirlo, toda la literatura sobre espiritismo que estaba entonces a mi alcance. Naturalmente hablaba tambin de ello con mis compaeros que, ante mi asombro, reaccionaban en parte con mofa e incredulidad, en parte con reserva angustiosa. Me asombraba, por una parte, la seguridad con que podan afirmar que cosas como las apariciones y las mesas que se mueven son imposibles y constituyen por ello una impostura, y por otra parte, su reserva que pareca tener carcter miedoso. Yo tampoco estaba seguro respecto a la autenticidad de tales informes. Por qu no deba haber apariciones? Por qu sabamos en suma que era imposible? Y ante todo qu significaba el miedo? Yo mismo encontraba tales posibilidades muy interesantes y atrayentes. Embellecan mi existencia en grado sumo. El mundo ganaba en profundidad y en perspectiva. Es que, por ejemplo, los sueos tenan algo que ver con los aparecidos? El Sueos de un visionario, de Kant, me result muy oportuno y pronto descubr tambin a Karl Duprel, que evalu estas ideas en un sentido filosfico y psicolgico. Descubr tambin a Eschenmayer, Passavant, Justinus Kerner y Grres y le siete volmenes de Swedenborg. 126 La nmero 2 de mi madre estaba muy de acuerdo con mi entusiasmo, pero el resto de mi ambiente resultaba de- salentador. Hasta entonces me haba estrellado contra la piedra de las
concepciones tradicionales; pero ahora chocaba con el acero de los prejuicios y una manifiesta incapacidad para hacer prevalecer las posibilidades no convencionales, y esto con mis amigos ms ntimos. A ellos les pareca mi inters ms sospechoso an que el ocuparme de la teologa! Tena la sensacin de encontrarme en los confines del mundo. Lo que a m ms acuciantemente me interesaba era para los dems polvo y niebla, e incluso motivo de angustia. Angustia por qu? No poda hallar explicacin alguna. Sin embargo, no era asombroso ni inaudito que quizs hubiese acontecimientos que superasen las limitadas categoras de tiempo, espacio y casualidad? Existen incluso animales que prevean el tiempo y los temblores de tierra, sueos que anunciaban la muerte de determinadas personas, relojes que se paraban en el momento de la muerte, vasos que se hacan aicos en un momento crtico, diversas cosas que eran evidentes a mi mundo de entonces. Y ahora yo era, por lo visto, el nico que haba odo de todas estas cosas! Con toda sinceridad me plante la cuestin sobre en qu mundo me hallaba. Era, evidentemente, el mundo ciudadano que nada saba del mundo del campo, del verdadero mundo de las montaas, de los bosques y ros, de los animales y de los pensamientos de Dios (lase plantas y cristales). Hall consolado esta explicacin y en cualquier caso acrecentaba de momento la sensacin de mi propio valer, pues vea claro que el mundo de la ciudad, pese a su derroche de erudicin, era limitado espiritualmente. Esta opinin me result peligrosa, pues me indujo a arranques de superioridad y a un desmedido afn de crtica y una agresividad que me ocasio- naron merecidas antipatas. Por ltimo, volvieron a resurgir posteriormente las antiguas dudas, los sentimientos de inferioridad y las depresiones un ciclo que decid inte127 rrumpir a todo trance. No quera situarme nuevamente al margen del mundo, ni adquirir la incierta fama de ser un caso raro. Despus de los estudios preparatorios me convert en ayudante de anatoma y en el siguiente semestre el prosector (primer ayudante en un Instituto de Anatoma) me encarg incluso la direccin del cursillo de histologa naturalmente con gran satisfaccin ma. Entonces me preocupaban principalmente las teoras hereditarias y la anatoma comparada y me familiaric con la teora neovitalista. Lo que ms me fascinaba era el punto de vista morfolgico en el ms amplio sentido. Todo lo contrario resultaba para m la fisiologa. Me resultaba profundamente desagradable a causa de las vivisecciones que se realizaban con meros fines demostrativos. No poda sustraerme a la impresin de que los animales de sangre caliente eran nuestros mejores semejantes y no meros autmatas. Por tal motivo faltaba, siempre que me era posible, a tales demostraciones. Comprenda que se deba experimentar en animales, pero no por ello encontraba menos brbaras y abominables y principalmente superfluas las demostraciones de tales experimentos. Tena suficiente fantasa para imaginarme los procesos experimentales por su mera descripcin. Mi compasin por las criaturas no databa de las tendencias budistas de la filosofa de Schopenhauer, sino que descansaba en los ms profundos fundamentos de una primitiva ideologa, es decir, de la inconsciente identidad con los animales. Este importante hecho
psicolgico me era tan grande que mi examen en esta asignatura result tambin adecuadamente malo. De todos modos, logr pasar inadvertido. Los siguientes semestres me ocuparon tanto que apenas tuve tiempo para mis escapadas a lugares apartados. Slo los domingos poda leer a Kant. Lea tambin con inters a E. von Hartmann. Nietzsche estuvo por algn tiempo en el programa, pero dudaba en leerlo porque no me senta suficientemente preparado. Se discuta entonces 128 mucho sobre Nietzsche, pero se rechazaba casi siempre, con mayor viveza por los estudiantes de filosofa competentes, de lo que yo sacaba mis conclusiones sobre la oposicin reinante en las altas esferas. La mxima autoridad era naturalmente Jakob Burckhardt, de quien se divulgaban diversos juicios crticos en relacin con Nietzsche. Adems existan algunos que haban conocido personalmente a Nietzsche y por ello eran capaces de informar acerca de toda clase de curiosidades sobre l, y no precisamente las ms simpticas. La mayora no haba ledo nada de l y, por consiguiente, se recreaban en ciertos aparentes equvocos, por ejemplo, en sus caprichos degentleman, en su modo de tocar el piano, en sus excentricidades estilsticas, pura curiosidad que sacaba de quicio a los estudiantes de Basilea de aquel entonces. Estas cosas no me sirvieron de excusa para aplazar la lectura de Nietzsche por el contrario, fueron para m el mximo incentivo, sino el que se trataba de un miedo secreto a que quizs yo era semejante a l, por lo menos en lo referente al misterio que le aislaba en su ambiente. Quizs, quin sabe, haba tenido una experiencia interior o ideas de las que quera hablar y desgraciadamente no era comprendido por nadie? Resultaba evidente que era una rareza, o por lo menos pensaba por tal, como unlusus natu-rae que yo en ningn caso quera ser. Me atemorizaba el posible descubrimiento de que yo, como Nietzsche, fuera tambin Uno. Naturalmente si parva componere magnis licet, l era ciertamente un profesor, haba escrito libros, es decir, haba alcanzado alturas increbles; es verdad que proceda tambin de una familia de telogos, pero en la gran y vasta Alemania, que se extenda hasta el mar, y yo slo era un suizo que proceda de una modesta casa parroquial de un pequeo pueblo fronterizo. l hablaba un correcto alemn acadmico, saba latn y griego, quizs tambin francs, italiano y espaol, mientras que yo slo saba expresarme con cierta seguridad en el rudo alemn de Basilea. En posesin de todas estas riquezas 129 poda l permitirse despus de todo una cierta excentricidad, pero yo no poda saber entonces hasta qu punto me parecera a l.
Pese a mis temores, senta curiosidad y me decid a leerle. Lo primero que cay en mis manos fueron lasConsideraciones anacrnicas. Qued fascinado por completo y no tard en leer As hablaba Zaratustra. Constituy, como el Fausto de Goethe, una fuerte conmocin. Zaratustra era el Fausto de Nietzsche, y la nmero 2 era mi Zaratustra, era esto me result claro morboso. Tambin la nmero 2 era anormal? Esta posibilidad me dio un miedo que haca mucho que no quera reconocer aunque me preocupaba mucho y se me presentaba siempre inoportunamente forzndome una y otra vez a meditar sobre m mismo. Nietzsche haba descubierto tarde a su nmero 2, transcurrida ya la mitad de su vida, mientras que yo conoca mi nmero 2 ya desde mi primera juventud. Nietzsche habl ingenua y descuidadamente de este Arrheton, que no se debe nombrar, como si todo esto fuese normal. Sin embargo, yo haba visto muy pronto que con ello se adquieren experiencias muy malas. l era por otra parte tan genial que ya en su juventud vino como catedrtico a Basilea sin sospechar nada de lo que le esperaba. Precisamente a causa de su genialidad hubiera debido notar a tiempo que algo no concordaba. Esto fue pues, pensaba yo, su morboso error: resuelta e insospechadamente haba mostrado la nmero 2 a un mundo en el que nada se sa- ba ni se comprenda de tales cosas. Estaba dominado por la infantil esperanza de encontrar hombres que compartiesen sus xtasis y comprendieran la transmutacin de todos los valores. Pero slo hall filisteos de la cultura; en realidad fue tragicmico que l mismo fuera de los que, como todos los dems, no se comprendan a s mismos, cuando se sumergi en el misterio y en lo indecible y quiso ensalzarlo ante una multitud indiferente y dejada de la mano de todos los dioses. De ah lo ampuloso de su lenguaje, lo recargado de sus metforas, la ditirmbica exalta130 cin que intilmente intentaba hacer inteligible este mundo que se bas en datos cientficos inconexos. Y as este equilibrista no concord ni consigo mismo. No conoca a fondo este mundo dans ce meilleur des mondes possi- bles y fue por ello un poseso, alguien que slo poda ser tratado con sumo cuidado por sus adeptos. De entre mis conocidos y amigos supe yo slo de dos que se declarasen abiertamente partidarios de Nietzsche, ambos homosexuales. Uno de ellos acab suicidndose, el otro degener en un genio incomprendido. Todos los dems quedaban no slo algo perplejos ante el fenmeno Zaratustra, sino que tambin absolutamente inmviles. Mientras queFausto me abri una puerta,Zaratustra me cerr otra de modo radical y por mucho tiempo. Me ocurra lo que al viejo campesino a quien el mastn ha conducido dos vacas al mismo ronzal y su hijo pequeo le pregunta: Cmo es esto posible?, y l responde: Ay, no me hables de ello. Comprend que no se llega a ninguna parte cuando no se habla de cosas que son conocidas por todos. Pues el novato en tales cuestiones no comprende la ofensa que supone para el prjimo el
hablarle de algo que l ignora. Una iniquidad as slo se le disculpa al escritor, al periodista o al poeta. Yo haba comprendido que una nueva idea o incluso una opinin inslita slo puede divulgarse a la luz de los hechos. Los hechos quedan y no pueden ocultarse por mucho tiempo bajo la mesa, y en cierta ocasin pasa alguien por all y sabe lo que ha encontrado. Yo comprend que, en realidad, a falta de otra cosa mejor, no haca ms que hablar,en lugar de aportar hechos, y al final todo se vena abajo. No tena nada entre manos, yo tenda cada vez ms a lo emprico. Me disgustaba que los filsofos hablasen de todo lo que no era asequible a la experiencia y silenciasen lo que poda encontrar respuesta en la experiencia. Me pareca que, en alguna ocasin y no importa dnde, haba recorrido un valle de diamante, pero no poda convencer de ello a nadie, pues las muestras de 131 minerales que mostr no eran ms que guijarros, tanto para m mismo como para los inmediatos espectadores. En 1898 comenc a reconciliarme con mi futura pro- fesin de mdico. Llegu pronto a la conviccin de que deba especializarme. Aqu slo haba que considerar la ciruga o la medicina interna. Me inclinaba por lo primero a causa de mi especial formacin en anatoma y por mi predileccin por la anatoma patolgica, y lo ms probable era que hubiese optado por ella si hubiera dispuesto de los necesarios medios econmicos. Me resultaba especialmente desagradable el tener que contraer deudas para poder estudiar. Saba que despus de mi examen de licenciatura deba ganarme la vida lo antes posible. Me propuse, pues, ingresar como ayudante en cualquier hospital sanatorial donde era ms fcil conseguir un puesto retribuido que en una clnica. Un puesto en una clnica dependa en gran medida de las influencias o de la simpata personal del mdico jefe. Teniendo en cuenta mi incierta popularidad y las antipatas que normalmente experimentaba, no me atrev a probar fortuna y me conform por ello con la modesta posibilidad de hallar empleo como asistente en cualquier hospital local. El resto dependa de mi diligencia, de mi habilidad y eficiencia. Durante las vacaciones de verano sucedi algo que debi influir en m poderosamente. Un da estaba en mi gabinete de estudio y repasaba mis libros de texto. En la habitacin contigua, cuya puerta estaba entreabierta, estaba mi madre haciendo calceta. Era nuestro comedor, en el cual se vea la mesa redonda de madera de nogal. Proceda del ajuar de mi abuela paterna y entonces tena ya setenta aos. Mi madre estaba sentada frente a la ventana, aproximadamente a un metro de distancia de la mesa. Mi hermana estaba en la escuela y la criada en la cocina. De pronto se oy una detonacin como un pistoletazo. Me levant de un salto y corr al cuarto contiguo de donde haba odo yo la explosin. Vi a mi madre sobresaltada en un silln, su labor le haba cado de las manos. Dijo tartamu132
deando: Qu, qu ha sucedido? Fue justo a mi lado, y miraba sobre la mesa. Vimos lo que haba sucedido: el ta- blero de la mesa se haba roto por la mitad y no por el sitio encolado, sino en la madera encerada, qued atnito. Cmo haba podido pasar tal cosa? Una madera naturalmente encerada, pero seca ya desde haca setenta aos, que se abre en un da de verano con una elevada humedad habitual para nosotros? Hubiera resultado explicable en un da de invierno fro y seco junto a una estufa encendida. Qu diablos pudo ser la razn de tal explosin? Realmente existen casualidades extraas, pens. Mi madre movi la cabeza y dijo con la voz de su nmero 2: S, s, esto significa algo. Yo me sent contrariado y disgustado por no poder responder nada. Aproximadamente catorce das despus llegu por la tarde a las siete a casa y hall a mi madre, mi hermana de catorce aos y la sirvienta en plena excitacin. Haca una hora que se haba odo de nuevo una explosin. Esta vez no haba sido en la ya deteriorada mesa, sino en el apara- dor, mueble originario del siglo XIX. Haban mirado por todas partes, pero no haban encontrado ninguna grieta. Comenc inmediatamente a inspeccionar detallada- mente el aparador y lo inmediato a l, pero sin xito. Re- gistr el interior del mueble y su contenido. En el cajn, conteniendo la cesta del pan, hall el pan y junto a l el cuchillo, cuya hoja estaba destrozada casi por completo. El mango estaba en un rincn del cesto rectangular y en cada una de las tres restantes esquinas haba un trozo de la hoja del cuchillo. El cuchillo se haba empleado todava a las cuatro de la tarde y despus se haba guardado. Desde entonces nadie lo haba tocado. Das despus llev el cuchillo a uno de los mejores afiladores de la ciudad. Escudri los fragmentos con lupa y movi la cabeza: Este cuchillo, dijo, no tiene ningn defecto. El acero est en buen estado. Alguien lo ha roto en pedazos. Esto se puede conseguir, por ejemplo, introduciendo la hoja en el quicio del cajn y rompindolo trozo 133 a trozo. El acero es de calidad. O quizs se ha dejado caer desde gran altura sobre una piedra. Esto no puede estallar en absoluto. Se ha hecho algo con l.4 Mi madre y mi hermana se encontraban en la habi- tacin cuando fueron sobresaltadas por la repentina de- tonacin. La nmero 2 de mi madre me mir signifi- cativamente y no pude hacer ms que callar. Me senta enteramente desorientado y no poda de ningn modo ex- plicarme lo sucedido. Esto me resultaba tanto ms enojoso por cuanto deba admitir que estaba profundamente impresionado. Por qu y cmo se parti la mesa y se que- br el cuchillo? La hiptesis de la casualidad resultaba del todo inadmisible. Lo de que el Rin se desbordara eventualmente alguna que otra vez para m era muy improba- ble y otras posibilidades quedaban eo ipso descartadas. Qu poda pues ser? Algunas semanas despus me enter de que ciertos parientes se entretenan desde haca cierto tiempo con mesas giratorias y tenan una mdium, una muchacha de poco ms de quince aos. Desde haca algn tiempo en este crculo se pensaba en ponerme en contacto con esta mdium,
que caa en estado de sonambulismo y produca fenmenos espiritistas. Cuando o esto pens inmediata- mente en nuestros fenmenos inexplicables y me propuse entrar en relacin con esta mdium. Comenc a asistir a sesiones con ella y otros interesados regularmente los do- mingos. Los resultados fueron las transmisiones de pensa- miento y los golpes en la pared y en la mesa. Los movi- mientos de la mesa eran dudosos, se producan indepen- dientemente de la mdium. Comprend pronto que las condiciones limitadas eran, en general, inconvenientes. Me conform con la evidente independencia de los golpes en la pared y prest mi atencin al contenido de las trans- misiones de pensamiento. Los resultados de estas observa4. El cuchillo roto en cuatro pedazos lo conserv Jung cuidadosamente. A. J. 134 ciones los he expuesto en mi tesis doctoral.5 Despus de realizar experimentos durante dos aos se manifest una cierta languidez y sorprend a la mdium intentando pro- vocar los fenmenos mediante trampas. Esto me determi- n a interrumpir las sesiones muy a mi pesar, pues con ella haba aprendido cmo se forma una personalidad n- mero 2, cmo se asume una consciencia infantil y se inte- gra finalmente a ella. La muchacha era una malograda. A los veintisis aos muri de tuberculosis. La vi todava una vez cuando tena veinticuatro aos y qued impresionado de la independencia y madurez de su personalidad. Despus de su muerte supe, por parientes, que en los lti- mos meses de su vida fue perdiendo poco a poco su per- sonalidad y regres finalmente al estado de un nio de dos aos, en cuya fase cay en el ltimo sueo. sta fue, en resumen, la gran experiencia que me abo- li mi precoz filosofa y facilit un punto de vista psicol- gico. Haba experimentado algo objetivo sobre el alma hu- mana. Pero la experiencia era de tal naturaleza que nueva- mente nada poda decir de ella. No conoca a nadie al que pudiera comunicar todo este estado de cosas. Nuevamente tuve que dejar a un lado todos estos datos para ms ade- lante. Slo unos aos despus surgi de ello mi tesis doctoral. En la clnica, Friedrich von Mller haba sustituido al viejo Immermann. En Von Mller hall un espritu que corresponda al mo. Vea cmo, con gran inteligencia, captaba un problema y formulaba aquellas preguntas que ya en s representaban la mitad de la solucin. l, por su parte, pareci ver algo en m, pues posteriormente, hacia fines de mis estudios, me propuso ir a Munich como ayu- dante suyo, donde haba sido llamado para ocupar un car- go. Su ofrecimiento poco falt para que me moviese a de5. Zur Psychologie und Pathologie sogennnnter occultes Phnomene (Sobre la psicologa y patologa de los fenmenos denominados ocultos), 1902. 135 dicarme a la medicina interna. A ello hubiera llegado po- siblemente si entretanto no hubiera sucedido algo que di- sip cualquier duda acerca de mi ulterior trayectoria pro- fesional.
Haba asistido ciertamente a clases de psiquiatra y clnica, pero el profesor de psiquiatra de entonces no resultaba precisamente estimulante y cuando recordaba los efectos que en mi padre haban surtido las experiencias del manicomio y en especial de la psiquiatra, no era todo ello lo ms idneo para predisponerme en favor de esta ltima. Cuando me preparaba para el examen de licenciatura, la asignatura de psiquiatra fue sintomticamente la ltima a que me dediqu. No esperaba nada de ella. Sin embargo, recuerdo todava que al abrir el libro de Krafft-Ebing,6 pens: Vamos a ver lo que tiene que decir un psiquiatra sobre su especialidad. Las clases y la clnica no me haban producido la menor impresin. No poda recordar ni siquiera un nico caso clnicamente demostrado, sino tan slo aburrimiento y hasto. Comenc por el prlogo con la intencin de hallar cmo presenta un psiquiatra el tema de su especialidad o cmo fundamenta, en cierto modo, su razn de ser. Como disculpa a esta presuntuosa actitud debo advertir que en el mundo mdico de entonces, la psiquiatra ocupaba un ni- vel muy bajo en la carrera. Nadie saba nada concreto so- bre psiquiatra y no exista ninguna psicologa que consi- derase al hombre como a un todo y que incluyera tambin sus modalidades patolgicas. Del mismo modo que el di- rector estaba encerrado en la misma institucin con sus enfermos, tambin la psiquiatra se hallaba encerrada en s misma y permaneca aislada de la ciudad, como un anti- guo lazareto con sus leprosos. Nadie gustaba de mirar ha- cia all. Los mdicos saban casi tan poco como los profa- nos y, por lo tanto, compartan tambin sus sentimientos de aversin. La enfermedad mental era una situacin de6. Manual de psiquiatra, 4.a edicin, 1890. 136 sesperada y fatal y sus sombras alcanzaban tambin a la psiquiatra. El psiquiatra era una figura especial, como pronto iba a saber por propia experiencia. Le, pues, en el prlogo: El que los manuales de psi- quiatra comporten en s un carcter ms o menos subjetivo se basa ciertamente en lo singular de esta rama del saber y en lo imperfecto de su desarrollo. Algunas lneas ms abajo, el autor denominaba la psicosis enfermedades de la persona. Entonces sent que el corazn me daba un vuelco. Tuve que levantarme y tomar aliento. Me hallaba en la ms viva excitacin, pues fue para m como una fulminante revelacin de que no haba para m otra meta ms que la psiquiatra. Slo aqu las dos corrientes de mi inters podan confluir y encontrar su cauce por medio de un declive comn. Aqu se hallaba el campo comn de las experiencias de los hechos biolgicos y espirituales, que por todas partes yo haba buscado sin encontrarlo. He aqu, por fin, el lugar en que el cruce entre mi naturaleza y el espritu era ya un hecho. Mi apasionada reaccin surgi cuando lea en Krafft- Ebing lo del carcter subjetivo del manual de psiquiatra. As, pues, pens yo, tambin este libro es en parte la confesin subjetiva del autor, que con sus prejuicios, con la totalidad de su propia existencia se encuentra detrs de la objetividad de sus experiencias y responde a la enfermedad de la persona con toda su propia personalidad. No haba odo nunca nada semejante de mis profesores en Clnica. A pesar de que el
manual en cuestin no se diferenciaba propiamente de los dems libros de este tipo, esta breve indicacin proyect una luz cegadora sobre el problema de la psiquiatra y fui fascinado por su hechizo. Mi decisin estaba tomada. Cuando se lo comuniqu a mi profesor de medicina interna pude leer en su rostro la desilusin y el asombro. Mi vieja herida, la sensacin de extraeza y distanciamiento volvi a reavivarse. Pero ahora comprenda mejor por qu. Nadie haba pensado que yo me pudiera interesar por este mundo aparte, ni siquie137 ra yo mismo. Mis amigos estaban asombrados y extraa- dos y me tomaron por un loco al rechazar la oportunidad de hacer carrera como mdico internista, que resultaba tan comprensible para todos y se me presentaba de un modo tan sugestivo y envidiable y que pudiese cambiarla por este disparate psiquitrico. Vi que nuevamente haba entrado en una vereda en la que nadie quera ni poda seguirme. Pero saba y nadie hubiera podido apartarme un pice de este convencimien- to que mi decisin era irrevocable y que era mi destino, como si dos corrientes se hubieran unido y me condujeran irrevocablemente y con gran impulso a lejanas metas. Fue la exultante sensacin de haber unificado la dualidad que, como mgica ola, me llev a superar los exmenes con la mejor nota. Fue tpico el que el diablo cojuelo, que claudica ante todo prodigio bien realizado, pusiese justamente su pata en la asignatura que yo haba preparado a conciencia, a saber, la anatoma patolgica. Comet la ri- dicula equivocacin de pasar por alto, en una preparacin que me pareci contener, aparte de restos histolgicos, nada ms que clulas epiteliales, aquel rincn en que se hallaban hongos patgenos. En otras asignaturas tuve incluso la intuicin de lo que me preguntaran. Gracias a estas circunstancias sorte algunos escollos peligrosos a bombo y platillo. En con- trapartida, me llev un chasco realmente grotesco all don- de me senta ms seguro. De lo contrario hubiera salido airoso de mi examen de licenciatura con la mxima califi- cacin. Otro alumno obtuvo el mismo nmero de puntos que yo. Era un solitario, una personalidad, en mi opinin, poco clara y sospechosamente banal. Con l no se poda hablar nada ms que de cuestiones profesionales. Reac- cionaba ante todo con una sonrisa enigmtica, que recor- daba la de las hierticas esculturas de los frontones. Haba en l superioridad y al mismo tiempo sumisin, y nunca se adapt del todo a la situacin. Nunca pude explicrme138 lo. Lo nico que poda conceptuarse en l de positivo era la impresin de un impulso casi monomaniaco que por lo visto slo se concretaba en los hechos y conocimientos mdicos. Pocos aos despus de terminar los estudios enferm de esquizofrenia. Menciono esta coincidencia como un fenmeno caracterstico del paralelismo de los sucesos. Mi primer libro estuvo dedicado a la psicologa de la demencia precoz (esquizofrenia), en el cual responda al prejuicio de mi
personalidad sobre la enfermedad de la persona: psiquiatra, en el ms amplio sentido, es el dilogo de una psiquis enferma con la psiquis, definida como normal, del mdico, un anlisis de la persona enferma a la luz de la personalidad, en principio igualmente subjetiva, del que la trata. Mi objetividad era exponer que las ideas fijas y las alucinaciones no son slo sntomas especficos de las enfermedades mentales, sino que tenan tambin un sentido humano. La noche siguiente al ltimo examen me permit el lujo, largo tiempo aorado, de ir una vez la primera en mi vida al teatro. Hasta entonces mis medios econmicos no me haban permitido una tal extravagancia. Pero me quedaba todava algo de dinero de la venta de la coleccin de antigedades que no slo me permiti ir a la pera, sino tambin un viaje a Munich y Stuttgart. Bizet me hechiz y subyug como las olas de un mar infinito, y cuando al da siguiente, el tren, traspasando la frontera, me llevaba a un lejano mundo, me acompaaban las melodas deCarmen. En Munich vi por primera vez verdaderas antigedades, y esto, junto con la msica de Bi- zet, cre en m una atmsfera cuya profundidad y signifi- cacin slo sospechaba, pero no pude captar. El estado de nimo era primaveral, nupcial, pero externamente fue una semana nublada, del 1 al 9 de diciembre de 1900. En Stutt- gart vi (por ltima vez) a mi ta, la esposa del doctor Rei-mer Jung. Era hija del primer matrimonio de mi abuelo, del profesor C. G. Jung, con Virginie de Lassaulx. Era una vieja dama fascinante de penetrantes ojos azules y tempe139 ramento apasionado. Su esposo era psiquiatra. Me pareci flotar en un mundo de fantasas intangibles y de recuerdos perdidos el ltimo soplo de un pasado que se esfumaba irreversiblemente, un definitivo adis a la nostalgia de mi infancia. El 10 de diciembre de 1900 ocup mi puesto de ayu- dante en el Burghlzli. March gustoso a Zurich, pues en el transcurso del ao, Basilea me resultaba pequea. Para los habitantes de Basilea no exista ms ciudad que la suya: slo en Basilea se estaba bien y al otro lado de las montaas comenzaba la miseria. Mis amigos no podan comprender que me marchara y contaban con que dentro de poco regresara. Pero esto no me fue posible, pues en Basilea estaba marcado para siempre como hijo del prroco Paul Jung y nieto de mi abuelo, el profesor Carl Gustav Jung. Perteneca, por as decirlo, a un cierto grupo espiritual y a un determinado estamento social. Yo me sublevaba contra esto, pues no quera que se me encasillase. En el aspecto espiritual, la atmsfera de Basilea me pareca incomparable y de una envidiable franqueza, pero el peso de la tradicin era excesivo para m. Cuando llegu a Zurich not una gran diferencia. Zurich se comunicaba con el mundo no por el espritu, sino por el comercio. Pero aqu el ambiente era despejado y esto lo tena yo en mucho. Aqu no se respiraban en ninguna parte las oscuras emanaciones del siglo, aunque se echaba de menos el rico trasfondo de la cultura. Todava hoy siento una dolorosa debilidad por Basilea, pese a que s que ya no es lo que fue. Recuerdo todava los das en que haba un Ba-chofen y un Jacob Burckhardt, donde detrs de la catedral estaba an la casa capitular y el viejo puente sobre el Rin que hasta su mitad era de madera.
Para mi madre result duro que yo me marchara de Basilea. Pero yo saba que no poda ahorrarle este dolor y lo soport valerosamente. Mi madre viva con mi hermana, que era nueve aos ms joven que yo, una naturaleza 140 delicada y enfermiza y en todos los aspectos distinta a m. Pareca haber nacido para quedarse soltera, y realmente no se cas. Pero desarroll una personalidad asombrosa y yo admiraba su actitud. Era unaLady innata y como tal muri. Tuvo que someterse a una operacin que no pareca ofrecer peligro, pero a la que no sobrevivi. Me caus una profunda impresin cuando se comprob que pre- viamente haba ordenado todos sus asuntos hasta el ms mnimo detalle. En el fondo me resultaba extraa, pero senta gran respeto por ella. Yo era mucho ms emotivo; por el contrario, ella estaba siempre serena, aunque de naturaleza muy sensible. Me la hubiera podido imaginar en un convento del mismo modo que la nica hermana de mi abuelo Jung, algunos aos ms joven vivi en un convento.7 Con el trabajo en el Burghlzli se inici mi vida en una realidad unvoca, hecha slo de propsitos, conscien- cias, deber y responsabilidad. Era la entrada en el conven- to del mundo y el someterse al voto de creer slo en lo probable, en el promedio, en lo banal y lo pobre de senti- do, renunciar a todo lo extrao y significativo, y reducir todo lo desacostumbrado a lo habitual. Slo haba superficies que nada ocultaban, slo comienzos sin continui- dad, contingencias sin causalidad, conocimientos que se circunscriban a crculos cada vez ms estrechos, defini- ciones que pretendan ser problemas, horizontes de ago- biante estrechez y el inmenso desierto de la rutina. Du- rante medio ao me encerr entre los muros del convento 7. Inmediatamente despus de la muerte de su hermana, Jung escribi las siguientes lneas; Hasta 1904 mi hermana Gertrud vivi con mi madre en Basilea. Luego se traslad con ella a Zurich, donde vivi hasta 1909, primero en Zollikon y de entonces hasta su muerte en Ksnacht. Desde la muerte de su madre en 1923 vivi sola. Su vida exterior era tranquila, retirada y transcurri en el estrecho crculo de relaciones familiares y de amistades. Era amable, educada, bondadosa y no permita que los que la rodeaban curioseasen en su intimidad. As muri tambin, silenciosamente, sin aludir a su propio destino, con perfecto porte. Culminaba una vida que haba enriquecido interiormente, al margen de los juicios y las opiniones. 141 para habituarme a la vida y el espritu de un manicomio y me le los cincuenta volmenes de la Revista general de psiquiatra desde sus orgenes, para conocer la mentalidad psiquitrica. Yo quera saber cmo reaccionaba el espritu humano en el instante de su propia destruccin, pues la psiquiatra me pareca una expresin articulada de aquella reaccin biolgica que afecta al espritu denominado sano en relacin con la enfermedad mental. Mis propios cole-
gas me parecan tan interesantes como los enfermos. Por ello, durante los posteriores aos, elabor una estadstica, tan secreta como instructiva, sobre las condiciones heredi- tarias de mis colegas suizos tanto para mi propia forma- cin, como para la comprensin de la actitud psiquitrica. Apenas necesito mencionar que mi concentracin y mi autoimpuesta clausura extraaron a mis colegas. Ellos, naturalmente, no saban lo que me extraaba a m la psi- quiatra y lo que me interesaba captar su espritu. El inte- rs teraputico quedaba entonces lejos de m, pero las variantes patolgicas de la denominada normalidad me atraan poderosamente, puesto que se me ofreca la tan aorada posibilidad de adquirir un conocimiento ms profundo de la psiquis. En tales condiciones comenz mi carrera de psiquia- tra, mi experimento subjetivo del cual naci mi vida ob- jetiva. No tengo inters ni capacidad para situarme tan fuera de m mismo que pueda contemplar mi propio destino de un modo realmente objetivo. Caera en los conocidos errores autobiogrficos escribiendo o una ilusin de lo que debi ser o una apologa pro vita sua. En definitiva, se es un acontecimiento que uno mismo no puede juzgar, sino ms bien depende del juicio de los dems for better or worse. 142 ACTIVIDAD EN EL CAMPO DE LA PSIQUIATRA Los tres aos transcurridos en Burghlzli, en la clni- ca psiquitrica de la Universidad de Zurich, fueron mis aos de aprendizaje. En primer plano de mi inters se en- contraba la cuestin acuciante: Qu sucede a los enfer- mos mentales? Esto no lo comprenda yo an entonces y entre mis colegas no se hallaba ninguno que se hubiera preocupado por esta cuestin. Las clases de psiquiatra estaban orientadas a hacer abstraccin, por as decirlo, de la personalidad enferma y contentarse con diagnsticos, con descripcin de sntomas y estadsticas. Desde el de- nominado punto de vista clnico, que entonces predomi- naba, para los mdicos no se trataba de ocuparse de los enfermos mentales como hombres, como individualida- des, sino de tratar al paciente X de acuerdo con una larga lista de diagnsticos y sntomas. Se le rotulaba, se le estampillaba con un diagnstico, y con ello el caso que- daba listo en la gran mayora de los casos. La psicologa del enfermo mental no desempeaba en absoluto ningn papel. En esta situacin Freud se convirti para m en algo esencial y, concretamente, ante todo por sus investigacio- nes fundamentales sobre la psicologa de la histeria y del sueo. Sus concepciones me mostraron un camino para investigaciones posteriores y para la comprensin de los casos individuales. Freud insertaba en la psiquiatra cues-
143 tiones psicolgicas, a pesar de que l no era psiquiatra, sino neurlogo. Todava recuerdo perfectamente un caso que entonces me impresion mucho. Se trataba de una joven que haba ingresado en la clnica con la etiqueta melancola y se hallaba en mi departamento. Se hizo el reconocimiento por el procedimiento usual: historial, tests, reconocimien- tos fsicos, etc. Diagnosis: esquizofrenia, o, como entonces se deca, dementia praecox. Pronstico: grave. Al principio no me atrev a dudar del diagnstico. En- tonces yo era an un jovencito, un principiante y no me hubiera credo competente para establecer un diagnstico distinto. Y, sin embargo, el caso me pareci extrao. Tena la impresin de que no se trataba de una esquizofrenia, sino de una depresin corriente, y me propuse explorar a la paciente segn mis propios mtodos. Entonces me ocupaba yo de estudios diagnsticos por asociacin y realic con ella la prueba de la asociacin. Adems convers con ella sobre sus sueos. De este modo logr aclarar su pasado y llegar a conocer lo esencial, que en el habitual historial no haba quedado explicado. Obtuve los datos, por as decirlo, directamente del inconsciente y de ellos result una oscura y trgica historia. Antes de que la mujer se casara haba conocido a un hombre, hijo de un gran industrial, por quien todas las muchachas de la regin se interesaban. Dado que ella era muy bonita, crey gustarle y tener ciertas esperanzas res- pecto a l. Pero al parecer, l no se interesaba por ella y as, pues, ella se cas con otro. Cinco aos despus visit a un viejo amigo. Intercam- biaron recuerdos y en esta ocasin dijo el amigo: Cuando usted se cas, alguien recibi un rudo golpe, el seor X (el hijo del gran industrial). ste fue el instante!, en este momento comenz la depresin, y al cabo de algunas se- manas se produjo la catstrofe: Baaba a sus hijos, primero a su hija de cuatro aos y 144 luego a su hijo de dos anos. Viva en una regin en la que el suministro de agua era higinicamente defectuoso; para beber haba agua pura de la fuente y agua contaminada del ro para el bao y para lavar. Cuando baaba a su hija vio cmo chupaba una esponja pero no se lo impidi. Incluso dio a beber a su hijito un vaso de agua contaminada. Na- turalmente, hizo esto de modo inconsciente o slo semi- consciente, pues se hallaba ya a la sombra de la iniciada depresin. Poco tiempo despus, tras el perodo de incubacin, la nia enferm de tifus y muri. Era su hijo predilecto. El muchacho no se contamin. En aquel instante la depresin se agudiz y la mujer vino al frenoptico.
El hecho de que fuera una criminal y muchos porme- nores de su secreto lo haba deducido yo mediante la prueba de asociacin* y me result claro que aqu se ha- llaba la causa fundamental de su depresin. Se trataba en el fondo de un trastorno psicgeno. Qu suceda con la teraputica? Hasta entonces haba tomado narcticos, a causa de su dificultad en conciliar el sueo, y puesto que se sospechaba de intento de suicidio se la vigilaba. Pero fuera de esto no se prescribi nada ms. Fsicamente estaba bien. Me vi ahora ante un problema: Debo hablar abierta- mente con ella o no? Debo proceder a la gran operacin? Esto significaba para m un difcil problema de conciencia, un enorme conflicto moral. Pero deba solventar el conflicto yo solo, pues si hubiera preguntado a mis colegas me hubieran advertido: Por Dios!, no le diga tal cosa a la paciente, la enloquecer an ms. Pero en mi opinin el efecto poda ser inverso. Una pregunta puede responderse de un modo u otro segn intervengan o no los factores inconscientes. Naturalmente, era consciente de lo que me arriesgaba: si mi paciente estaba en un aprieto, yo tambin! Pese a ello, me decid a emprender un tratamiento * Cfr. Glosario. 145 cuyo punto de partida no estaba muy claro. Le dije todo lo que haba descubierto mediante el ensayo de asociacin. Pueden ustedes imaginarse lo difcil que result todo. No resulta nada fcil decirle a alguien en la cara que ha come- tido un crimen. Y result trgico para la paciente orlo y admitirlo. Pero el resultado fue que, catorce das despus, pudo ser dada de alta y nunca ms tuvo que ser internada. Otras razones me haban forzado a callar ante mis co- legas: tema que discutieran sobre el caso y a lo mejor me hubieran planteado algunas cuestiones legales. Ciertamen- te no se poda demostrar nada a la paciente y, sin embar- go, tales discusiones hubieran podido tener consecuencias catastrficas para ella. Me pareca ms prctico que vol- viese a la vida normal para expiar en vida su culpa. Haba sido ya suficientemente castigada por el destino. Cuando se la dio de alta marchse de all con una pesada carga. Deba soportarla. Su penitencia haba comenzado ya con la depresin y el internamiento y la prdida de su hija fue para ella un dolor profundo. En muchos casos psiquitricos el paciente tiene una historia que no se relata y que por regla general nadie conoce. Para m, la verdadera teraputica comienza slo despus de la investigacin de dicha historia personal. Constituye el secreto del paciente en el cual ste se ha destrozado. A la vez encierra la clave para su tratamiento. El mdico slo debe saber cmo averiguarlo. Debe plantear las preguntas que afectan a todo hombre y no slo a sus sntomas. La exploracin de los datos conscientes no basta en la mayora de los casos. Bajo ciertas circunstancias el ensayo de asociacin puede abrir la puerta, y tambin la interpretacin de los sueos* puede lograrlo, o el prolongado y sufrido contacto humano con el paciente.
En 1905 me doctor en psiquiatra y el mismo ao me convert en mdico jefe de la clnica psiquitrica de la Uni-* Cfr. Glosario. 146 versidad de Zurich. Ocup este cargo durante cuatro aos. Entonces (1909) tuve que renunciar a l, porque el trabajo me resultaba excesivo. En el transcurso de los aos mi consulta privada se increment hasta tal punto que no poda dar abasto a todo el trabajo. Sin embargo conserv mi cargo de profesor auxiliar hasta el ao 1913. Lea sobre psicopatologa y, naturalmente, tambin sobre las bases del psicoanlisis de Freud, as como sobre la psicologa de los primitivos. stos fueron mis principales objetivos. En el primer semestre me ocup de los cursillos, principalmente sobre hipnosis, as como sobre Janet y Flournoy. Posteriormente situ el problema del psicoanlisis de Freud en primer plano. Tambin en los cursos sobre hipnosis me informaba de la historia personal del paciente, la cual expona a los estudiantes. Recuerdo todava muy bien cierto caso: Una vez apareci una mujer de unos cincuenta y ocho aos, aparentemente versada en cuestiones religiosas. Iba con muletas, conducida por su sirvienta. Desde los diecisiete aos sufra de parlisis dolorosa en la pierna izquierda. La hice sentar en una cmoda silla y le pregunt sobre su historia. Comenz a relatar y a gemir y surgi toda la historia de su enfermedad, con todo detalle. Finalmente la interrump y dije: Bueno, ahora no disponemos de tiempo para hablar tanto. Ahora debo hipnotizarla. Apenas hube dicho esto, cerr los ojos y cay en profundo trance, sin hipnotizarla en absoluto! Me asombr, pero la dej en paz. Hablaba sin tasa y cont los ms extraos sueos que ponan en evidencia la profunda experiencia del inconsciente. Sin embargo, comprend esto slo mucho ms tarde. Entonces lo interpret como una especie de delirio. Pero la situacin me resultaba algo incmoda. All estaban veinte estudiantes ante los que quera demostrar una hipnosis! Cuando al cabo de media hora quise despertar a la pa- ciente, no se despertaba. Me result inquietante y comenc a pensar que al fin pudiera haber hallado una psicosis 147 latente. Transcurrieron diez minutos hasta que logr des- pertarla. No poda permitir que los estudiantes notasen mi miedo! Cuando la mujer volvi en s estaba mareada y confusa. Intent tranquilizarla: Soy el mdico y todo va bien. A lo que exclam: Pero yo estoy ya curada!, tir las muletas y pudo andar. Yo me sonroj y dije a los estu- diantes: Han visto ustedes ahora lo que se puede conseguir con la hipnosis. Pero no tena la menor idea de lo que haba pasado. sta fue una de las experiencias que me alentaron a aceptar la hipnosis. No comprenda qu era lo que haba sucedido, pero la mujer estaba realmente curada y se march feliz. Le rogu que me informara de su estado en lo sucesivo, pues contaba que, a ms tardar al cabo de un da, experimentara una recada. Pero los dolores no volvieron y tuve que admitir, pese a mi escepticismo, el hecho de su curacin.
En la primera clase del semestre de verano del ao si- guiente volvi a aparecer. Esta vez se quejaba de fuertes dolores en la espalda que haca poco se le haban presentado. Yo no exclua que dependieran de las nuevas clases recomenzadas. Quizs haba ledo la noticia de mis clases en el peridico. Le pregunt cmo comenzaron los dolores y qu era lo que los causaba. Pero ella no poda recordar que hubiera sucedido nada en un tiempo determinado y no saba dar explicacin alguna. Finalmente logr arrancarle que los dolores haban comenzado de hecho el mismo da y a la misma hora en que se anunci en el peridico que yo reemprenda las clases. Ciertamente esto confirmaba mis sospechas, pero no llegaba a comprender qu es lo que pudo haber operado la milagrosa curacin. Volv a hipnotizarla, es decir, volvi a caer, como entonces, en trance espontneamente, y luego qued libre de sus dolores. Despus de la clase la retuve para saber detalles de su vida. Result que tena un hijo anormal que se encontraba en la clnica, en mi seccin. Yo no saba nada de ello 148 porque ella llevaba el nombre de su segundo marido, mientras que el hijo naci del primer matrimonio. Era su nico hijo. Naturalmente, ella haba esperado tener un hijo inteligente y afortunado y se sinti profundamente desilusionada cuando ya en sus aos mozos enferm psquicamente. Entonces yo era un mdico todava joven y representaba para ella todo lo que haba deseado para su hijo. Por ello sus ambiciosos deseos, que ella haba alimentado como madre, se proyectaron sobre m. Me adopt, por as decirlo, como hijo y anunci urbi et orbi su extraordinaria curacin. En realidad mi fama local como mago se la debo a ella, y la historia pronto la supieron todos, incluso mis primeros pacientes. Mis actividades teraputicas comenzaron, pues, porque una madre me haba puesto a m en el lugar de su hijo anormal! Naturalmente, le expliqu toda esta serie de circunstancias y supo comprenderlo muy bien. Posteriormente no tuvo ya ms recadas. En realidad sta fue mi primera experiencia teraputica, podra decir mi primer anlisis. Recuerdo claramente la conversacin con la dama en cuestin. Era inteligente y agradecida en grado sumo porque yo me la haba tomado en serio y me haba interesado por su destino y el de su hijo. Esto la ayud. Al principio adopt tambin la hipnosis en mi consulta privada, pero muy pronto la descart porque con ella se obra a ciegas. No se sabe nunca hasta cundo durar un progreso o una convalecencia, y yo siempre me resist a actuar en la incertidumbre. Tampoco me gustaba decidir por m mismo lo que el paciente deba hacer. Me interesaba mucho ms saber por el propio paciente hacia dnde iba l. Para ello necesitaba realizar cuidadosos anlisis de los sueos y de otras manifestaciones del inconsciente. En el transcurso del ao 1904 a 1905 fund yo, en la clnica psiquitrica, un laboratorio de psicopatologa expe- rimental. All tena yo un grupo de discpulos con quienes 149
investigaba las reacciones psquicas (es decir, asociacio- nes*). Franz Riklin (padre) era mi colaborador. Ludwig Binswanger redactaba entonces su tesis doctoral sobre la prueba de asociacin en relacin con el efecto psicogalv- nico, y yo preparaba mi trabajo Zur psychologischen Tat-bestandsdiagnostik (Sobre el diagnstico psicolgico de las circunstancias del delito).1 Haba all tambin algunos americanos, entre otros Carl Peterson y Charles Ricksher. Sus trabajos se publicaron en revistas americanas especializadas. Debo a los estudios de asociacin el que posteriormente fuera invitado, en el ao 1909, por la Clark Univer-sity; all deba exponer mis trabajos. Al mismo tiempo, e independientemente de m, fue invitado Freud. Los dos recibimos el grado deDoctor of Laws honoris causa. Fue tanto por la prueba de asociacin como por los experimentos psicogalvnicos por los que fui conocido en Amrica; pronto acudieron numerosos pacientes de all. Recuerdo todava muy bien uno de los primeros casos. Un colega americano me haba enviado un paciente. El diagnstico deca neurastenia alcohlica. El pronstico le calificaba de incurable. Por ello mi colega, previsoramente, le haba dado el consejo de consultar a cierta autoridad en neurologa de Berln en el caso de que mi tratamiento no condujese a nada. Vino a las horas de consulta y despus de que hube conversado un poco con l advert que el hombre tena una neurosis corriente de cuyo origen psquico l no sospechaba nada. Hice con l la prueba de asociacin y por ello supe que sufra las consecuencias de un formidable complejo materno. Proceda de una rica y distinguida familia, tena una simptica mujer y, por as decirlo, careca de preocupaciones aparentemente. Slo que beba demasiado y esto era un desesperado intento de narcotizarse para olvidar su agobiante situacin. * Cfr. Glosario. 1.Revista de neurologa y psiquiatra, ao XXVIII, 1905. Se reedit en el vol. I de las Obras completas. 150 Naturalmente, por este mtodo no logr librarse de sus dificultades. Su madre era propietaria de una gran empresa y el hijo, extraordinariamente inteligente, ocupaba en ella un puesto directivo. Realmente hubiera debido sustraerse mucho antes a la humillante subordinacin de su madre, pero no poda decidirse a sacrificar su brillante posicin. As pues, qued ligado a su madre, que le haba facilitado su puesto. Siempre que estaba con ella o deba someterse a una de sus intromisiones comenzaba a beber para adormecer sus afectos o bien liberarse de ellos. En el fondo, sin embargo, no quera abandonar el confortable nido, sino que se dejaba seducir, en contra de sus propios instintos, por la comodidad y el bienestar.
Despus de un corto tratamiento dej de beber y se consider curado. Pero yo le dije: No le garantizo que no vuelva a caer en la misma situacin si regresa a su antiguo puesto. No me crey y regres con buenos nimos a Amrica. Apenas estuvo nuevamente bajo la influencia de su madre, reincidi en la bebida. Entonces fui llamado por su madre, que se encontraba de paso en Suiza, para una con- sulta. Era una mujer razonable, pero de un carcter de mil demonios. Me di cuenta de con quin deba enfrentarse el hijo y supe que ste no dispona de las fuerzas necesarias para oponerse. Fsicamente era l de aspecto algo delicado y en condiciones de inferioridad respecto a su madre. As pues, me decid por un golpe de fuerza. En ausencia del hijo, extend ante ella un certificado de que l, a causa del alcoholismo, no poda desempear por ms tiempo su cargo en el negocio. Deba ser despedido. Este consejo fue cumplido y naturalmente el hijo se indispuso conmigo. En este caso realic algo que, normalmente, no es fcil de conciliar con la conciencia mdica. Pero saba que deba aceptar sobre m esta responsabilidad para bien del paciente. Cmo se desarroll el caso en lo sucesivo? Se separ 151 de su madre y pudo desenvolver su personalidad: hizo una brillante carrera pese a o a causa del drstico tratamiento. Su mujer me estaba agradecida, pues su marido no slo haba superado el alcoholismo, sino que segua su propio camino con sumo xito. Durante aos tuve remordimientos respecto a este pa- ciente por haberle extendido a escondidas aquel certificado. Pero saba con certeza que slo un golpe de fuerza poda liberarlo. Y con ello la neurosis quedaba tambin resuelta. Otro caso tambin me qued grabado. Una dama vino a mi consultorio. Se neg a dar su nombre; ello no haca al caso, pues pensaba consultarme slo una vez. Perteneca evidentemente a las altas capas de la sociedad. Declar haber sido mdico. Lo que tena que comunicarme era una confesin: haca veinte aos haba cometido un crimen por celos. Haba envenenado a su mejor amiga porque quera casarse con su marido. En su opinin, un crimen no significaba nada para ella si no se descubra. Si ella quera casarse con el marido de su amiga poda simplemente desembarazarse de ella. Tal era su punto de vista. Las consideraciones morales no contaban para ella. Y despus? Se cas ciertamente con el marido, pero l muri muy joven, bastante joven. En los aos siguientes sucedieron cosas extraas: la hija de este matrimonio quiso separarse de su madre en cuanto fue mayor de edad. Se cas joven y se apartaba cada vez ms de ella. Finalmente desapareci de vista y la madre perdi todo contacto con ella. La dama era una apasionada amazona y posea varios caballos por los que se tornaba gran inters. Un da descu- bri que los caballos comenzaban a inquietarse cuando ella los montaba. Incluso su caballo preferido se asustaba y la arrojaba al suelo. Finalmente tuvo que abandonar la equitacin.
En adelante se dedic a sus perros. Posea un perro lobo especialmente bello al cual apreciaba mucho. 152 La casualidad quiso que precisamente este perro fuese atacado de parlisis. Esto fue ya demasiado y se sinti moralmente acabada. Deba confesarse y por ello haba acudido a m. Era una criminal, pero, aparte de esto, se haba asesinado a s misma. Pues quien realiza un crimen de tal naturaleza destroza su alma. Quien asesina se condena ya l mismo. Si alguien comete un crimen y es detenido, cumple as la sancin legal. Si lo hace en secreto, sin conciencia moral, y el crimen permanece oculto, el castigo le alcanza sin embargo, como nuestro caso demuestra. Acaba, pues, por descubrirse. Adems, parece como si los animales y las plantas lo supieran. La mujer se sinti por el crimen extraa a los animales y lleg a un aislamiento insoportable. Para librarse de su aislamiento me convirti en su confidente. Deba tener un confidente que no fuera un criminal. Quera encontrar un hombre que pudiera aceptar sin condiciones su confesin; pues de este modo lograra recuperar una relacin con la humanidad. Pero no deba ser ningn padre confesor profesional, sino que tena que ser un mdico. Con un sacerdote hubiera sospechado que la atendera en virtud de su ministerio; que no aceptara los hechos como tales, sino con el objetivo de emitir un juicio moral. Haba presenciado que los hombres y los animales la abandonaban, y esta tcita condena la afect de tal modo que no hubiera podido soportar otra condena ms. Nunca llegu a saber quin era; tampoco tengo prueba alguna de que su historia correspondiera a la verdad. Posteriormente me pregunt a menudo cmo transcurrira en lo sucesivo su vida. Pues su historia no haba terminado an. Quizs finalmente termin suicidndose. No puedo imaginarme cmo podra continuar viviendo en esta extrema soledad. Los diagnsticos clnicos son importantes, puesto que dan una cierta orientacin, pero no ayudan en nada al pa- ciente. El punto decisivo es la cuestin de la historia del 153 paciente, pues descubre el trasfondo humano y el sufri- miento humano, y slo entonces puede determinarse la te- raputica a seguir. Esto me lo mostr tambin claramente otro caso. Se trataba de una antigua paciente de la seccin de mujeres, una anciana de setenta y cinco aos, que perma- neca desde haca cuarenta aos en cama. Haca casi cin- cuenta que lleg al manicomio, pero nadie poda recordar cundo fue su ingreso; entretanto, todos haban muerto. Slo una enfermera jefe que haca treinta y cinco aos que trabajaba en la institucin saba todava algo de su historia. La anciana ya no poda hablar y slo poda ingerir alimentos lquidos o semilquidos. Coma con los dedos y desmenuzaba los alimentos en la boca. A veces necesitaba casi dos horas para tomarse una taza de leche. Justamente cuando no coma haca movimientos extraos y rtmicos con las manos y los brazos cuya naturaleza yo no saba comprender. Qued profundamente impresionado por el grado de aniquilacin a que puede llevar una enfermedad
mental, pero no saba explicrmelo. En las conferencias clnicas se presentaba como una forma catatnica de de- mencia precoz, pero esto a m no me deca nada, pues no explicaba lo ms mnimo sobre el significado y origen de los extraos movimientos. La impresin que me hizo este caso caracteriza mi reaccin contra la psiquiatra de entonces. Tena la sensa- cin, cuando era ayudante, de no comprender en absoluto lo que pretenda ser la psiquiatra. Me senta sumamente incmodo junto a mi jefe y a mis colegas, que se compor- taban de forma tan segura, mientras que yo, desorientado, andaba a ciegas. La tarea principal de la psiquiatra la vea yo en el conocimiento de las cosas que suceden en el interior del espritu enfermo y de ello yo no saba nada todava. Me encontraba ahora atado a una profesin en la cual no entenda nada en absoluto! Una noche, a una hora avanzada, recorr la seccin; vi a la anciana con sus enigmticos movimientos y me pre154 gunt nuevamente: Por qu ha de ser as? Entonces fui a nuestra vieja enfermera jefe y me inform si la paciente se haba comportado siempre as. S me respondi, pero mi antecesora me cont que anteriormente haba compuesto zapatos. A continuacin consult nuevamente su antiguo historial mdico y all constaba que haca movimientos como si estuviera remendando zapatos. An- teriormente los zapateros sostenan los zapatos entre las rodillas e introducan los hilos en el cuero con parecidos movimientos. (Todava hoy se puede ver esto en zapateros de pueblo.) Cuando la paciente muri poco despus, su hermano mayor vino al entierro. Yo le pregunt: Por qu enferm su hermana? Entonces me explic que haba querido a un zapatero, pero que l por alguna razn no quiso casarse con ella y entonces se chifl. As, pues, los movimientos de la mujer indicaban su identidad con el amado, identidad que dur hasta su muerte. Entonces tuve la primera sospecha de los orgenes psquicos de la denominada demencia precoz. En lo sucesivo dediqu gran atencin a las relaciones de causa en las psicosis. Recuerdo muy bien la paciente en cuya historia logr ver claro el trasfondo psicolgico de la psicosis y princi- palmente de las absurdas ideas fijas. Comprend en este caso por vez primera el lenguaje de los esquizofrnicos, hasta entonces tenido por absurdo. Se trataba de Babette S., cuya historia he publicado.2 En 1908 di una conferen- cia en el Ayuntamiento de Zurich sobre este caso. La paciente proceda de los barrios antiguos de la ciu- dad de Zurich, de los estrechos y sucios callejones, donde naci y creci en mseras condiciones. La hermana era una prostituta, el padre un bebedor. Enferm a los treinta y 2. ber die Psychologic der Dementia praecox (Sobre la psicologa de la demencia precoz). Halle, 1907, y Der' Inhalt der Psychose (El contenido de la psicosis), Viena, 1908.
155 nueve aos en forma paranoica de demencia precoz con la tpica megalomana. Cuando la conoc, haca ya veinte aos que estaba internada. Varios centenares de estudiantes de medicina pudieron observar con este caso el cuadro del trgico proceso de la desintegracin psquica. Constitua uno de los clsicos casos demostrativos en clnica. Ba-bette estaba completamente loca y deca cosas que no podan comprenderse en absoluto. Pacientemente emprend el intento de comprender el contenido de las abstrusas manifestaciones. Por ejemplo ella deca: Soy la Loreley y ciertamente porque el mdico, cuando intentaba explicrselo, deca: No s lo que esto significa. O profera excla- maciones como: Soy la personificacin de Scrates, lo que deba significar, como deduje: Soy acusada tan injus- tamente como Scrates. Necias expresiones como: Soy el doble politcnico insustituible, Soy pasteles de ciruela elaborados con harina de maz, Soy Germania y Helve-tia de slo mantequilla dulce, aples y yo debemos proveer al mundo de fideos, significaban plusvalas, es decir, compensaciones de un sentimiento de inferioridad. El ocuparme de Babette y de otros casos semejantes me convenci de que mucho de lo que haba considerado absurdo en los enfermos mentales no era en modo alguno tan loco como pareca. Me di cuenta ms de una vez que en tales pacientes se oculta en el trasfondo una persona que debe definirse como normal y que en cierta medida es testigo. En ciertas ocasiones esta personalidad oculta la mayora de las veces a travs de voces o sueos puede tambin hacer objeciones y observaciones enteramente ra- cionales y puede incluso suceder que vuelva al primer plano, por ejemplo a causa de una enfermedad fsica, y el paciente se muestre casi normal. Tuve que tratar una vez una antigua esquizofrenia en la cual vi muy claramente la persona normal oculta. No era un caso a curar, sino slo a cuidar. Como todo mdico, tena yo tambin pacientes que hay que acompaar hasta la muerte sin esperanzas de curacin. Esta mujer oa 156 voces que se repartan por todo el cuerpo, y una voz que se hallaba en el centro del trax era la voz de Dios. No- sotros deberamos confiar en ella, le dije yo y qued asombrada de mi propio valor. Por regla general esta voz haca observaciones muy razonadas y con su ayuda me entend bien con la paciente. Una vez la voz dijo: l te es- cuchar si lees la Biblia. Trajo una vieja y gastada Biblia y cada vez tena que indicarle un captulo que ella tena que leer. La prxima vez deba yo preguntarle sobre ello. Al principio me senta algo extrao por cierto en este papel, pero al cabo de cierto tiempo comprend lo que significaba el ejercicio: de este modo se mantena despierta la atencin de la paciente y as no caa ms profundamente en el sueo desgarrador del inconsciente. El resultado fue que al cabo de seis aos, aproximadamente, las diversas voces, repartidas por todo el cuerpo, se centraron exactamente y de modo exclusivo en la mitad izquierda del cuerpo. La intensidad del fenmeno no se haba duplicado en el costado izquierdo, sino que era igual que antes. Se poda decir que la paciente estaba por lo menos unilateralmente curada. Esto constituy un xito inesperado, pues no me haba imaginado que nuestras lecturas de la Biblia pudieran actuar teraputicamente.
Al ocuparme de la paciente vi claro que las ideas de persecucin y las alucinaciones contenan un ncleo ra- cional. Vi que detrs se hallaba una personalidad, una his- toria humana, una esperanza y un deseo. La culpa es slo nuestra si no sabemos comprenderlo. Me result claro por vez primera que en la psicosis se oculta una psicologa ge- neral de la personalidad, que aqu recae nuevamente en los viejos conflictos de la humanidad. Incluso en los pacientes que actan de modo aptico, estpido o imbcil ocurren ms cosas y ms razonables de lo que parecen. En el fondo no descubrimos nada nuevo o desconocido en los enfermos mentales, sino que hallamos el fondo de nuestra propia esencia. Este conocimiento fue entonces para m una formidable experiencia sensible. 157 Siempre me ha extraado lo que se ha tardado hasta que la psiquiatra se ha dedicado finalmente al contenido de la psicosis. No se preguntaba nunca lo que significaban las fantasas de los pacientes y por qu un paciente tena una fantasa distinta a la de otro, por qu, por ejemplo, uno crea estar perseguido por los jesutas y otro que los judos le queran envenenar, o un tercero que la polica andaba detrs de l. No se tomaba en serio los contenidos de las fantasas, sino que se hablaba, por ejemplo, genricamente de ideas persecutorias. Me parece tambin extrao que mis investigaciones de entonces estn hoy casi olvidadas. Ya a principios de siglo trat esquizofrenias de modo psicoterpico. Este mtodo no se ha descubierto propiamente hoy. Pero transcurri mucho tiempo hasta que se comenz a dar entrada a la psicologa en la psicoterapia. Cuando estaba todava en la clnica tena que tratar a mis pacientes esquizofrnicos muy discretamente. Deba tener mucho cuidado si quera evitar el reproche de que eran fantasas mas. La esquizofrenia, o como entonces se la denominaba, la demencia precoz, se tena por incurable. Si se lograba tratar con xito una esquizofrenia se deca simplemente que no haba sido esquizofrenia. Cuando Freud me visit en Zurich en el ao 1909 le habl del caso de Babette. Despus l me dijo: Sabe usted, Jung, lo que usted ha encontrado en esta paciente es ver- daderamente interesante. Pero cmo pudo usted soportar el permanecer horas y das en esta odiosa sala de mujeres? Deb quedar perplejo, pues esta idea no se me haba ocurrido en absoluto. Para m era en cierto sentido una vieja cosa agradable porque tena bellas ideas fijas y deca cosas interesantes. Y, finalmente, en ella se destacaba la figura humana envuelta en nubes de absurdo grotesco. Con Babette no se hizo nada en el aspecto teraputico, haca demasiado tiempo que estaba enferma. Pero vi otros casos en los que este tipo de tratamiento tuvo efectos teraputicos duraderos. En los enfermos mentales slo es visible exteriormen158 te la trgica destruccin y slo excepcionalmente la vida de aquel aspecto del alma se nos oculta. Con frecuencia, engaan las apariencias externas, tal como me asombr en el caso de aquella joven paciente catatnica. Tena diecio- cho aos y proceda de una familia culta. A los quince aos
fue seducida por su hermano y abusaron de ella sus compaeros de escuela. A partir de los diecisis aos vivi aislada. Se ocultaba ante los hombres y acab por identificarse en sus sentimientos con un mastn malo que pertenece a los dems, y con quienes intentaba reconciliarse. Se volvi cada vez ms extraa y a los diecisiete aos vino al frenoptico, donde permaneci ao y medio. Oa voces, rechazaba los alimentos y mud la voz por completo (es decir, no habl ms). Cuando la vi por vez primera se encontraba en un estado tpicamente catatnico. En el transcurso de varias semanas logr paulatina- mente hacerla hablar. Despus de superar tenaz resistencia me cont que haba vivido en la luna. sta estaba habita- da, pero al principio slo vio hombres. stos la haban lle- vado consigo a una morada sublunar donde se hallaban encerradas sus mujeres e hijos. Sobre las altas montaas de la luna habitaba un vampiro que raptaba y mataba a los nios y mujeres, por lo cual la poblacin selenita estaba amenazada de exterminio. Tal era la razn de la existencia sublunar de la mitad femenina de la poblacin. Mi paciente decidi ahora hacer algo por la poblacin de la luna y se propuso destruir al vampiro. Despus de largos preparativos, esper al vampiro sobre la azotea de una torre que se construy con este fin. Al cabo de una serie de noches lo vio por fin aproximarse volando desde lejos, como un gran pjaro negro. Tom su largo cuchillo para el sacrificio, lo ocult entre sus ropas y esper su llegada. Repentinamente apareci ante ella. Tena varios pares de alas. Bajo stas, su rostro y toda su figura quedaban ocultos, de modo que ella no poda ver ms que sus plumas. Estaba extraada y le pic la curiosidad por lo que decidi saber qu aspecto tena. Se acerc a l sosteniendo el cuchillo en su159 mano. Entonces el pjaro abri sus alas y ante ella apareci un hombre divinamente hermoso. La estrech entre sus brazos alados con un garfio de hierro de modo que ella ya no poda servirse del cuchillo. Adems, qued tan hechizada por la mirada del vampiro que no hubiera sido ya capaz de acuchillarlo. La levant del suelo y vol con ella. Despus de esta revelacin pudo hablar sin impedi- mentos y volvieron a presentarse sus resistencias; y le haba cerrado el camino de regreso a la luna, ya no poda marcharse de la tierra. Este mundo no es hermoso, en cambio la luna s lo era y la vida all estaba llena de atrac- tivos. Algo ms tarde tuvo una recada en su catatona. De- lir durante cierto tiempo. Cuando al cabo de dos meses fue dada de alta, se poda volver a hablar con ella y progresivamente fue viendo que la vida sobre la tierra es algo inevitable. Pero desespe- radamente se resisti a aceptar la inevitabilidad de la vida y sus consecuencias, y tuvo que ser internada nuevamente. Una vez la visit en su celda y le dije: Todo esto no le servir para nada, no puede ya regresar a la luna! Me es- cuch en silencio y completamente indiferente. Esta vez permaneci poco tiempo en el frenoptico y acept resig- nadamente su destino. Se coloc de enfermera en un sanatorio. All haba un mdico asistente que intent acercarse a ella de modo poco atento, a lo cual ella respondi con un disparo de revlver. Por suerte slo le ocasion una leve herida. As pues se haba procurado un revlver! Ya anteriormente haba
llevado consigo un revlver cargado que a ltima hora, al terminar el tratamiento, me entreg. Ante mi asombro, dijo: Con l le hubiera matado a tiros si me hubiera usted faltado! Cuando se repuso de la excitacin a causa del disparo regres de nuevo a su pas. Se cas, tuvo varios hijos y so- brevivi a dos guerras mundiales en el Este sin experimentar ninguna recada. Qu decirse para explicar sus fantasas? A causa del 160 incesto que sufri de jovencita se sinti rebajada ante los ojos del mundo, pero en cambio en el reino de la fantasa se senta ensalzada: se sinti trasladada, por as decirlo, a un reino mtico; pues el incesto es, segn la tradicin, una prerrogativa del rey y de los dioses. A travs de ello, sin embargo, se produjo una total enajenacin del mundo, el estado de psicosis. Se convirti, por as decirlo, en extra- mundana y perdi el contacto con los hombres. Lleg a un distanciamiento csmico, en la bveda celeste, donde encontr al demonio alado. Transfiri esta figura en m durante el tratamiento, siguiendo la regla. Por ello, auto- mticamente, estuve amenazado de muerte, como cualquiera que hubiera intentado convencerla de la existencia humana normal. A travs de sus explicaciones, en cierto modo, haba descubierto el demonio en m y ligado de este modo a un hombre terrestre. Por ello pudo volver a la vida e incluso casarse. Yo mismo, desde entonces, vi con otros ojos el sufri- miento de los enfermos mentales, pues saba ahora tambin de los significativos acontecimientos de su vivencia interna. Se me pregunta muchas veces sobre mi mtodo psico- teraputico o analtico. No puedo dar sobre esta cuestin una respuesta terminante. La teraputica es en cada caso distinta. Si un mdico me dice que sigue estrictamente tal o cual mtodo, dudo del efecto teraputico. Se habla tanto en la literatura de la resistencia el paciente que casi parece como si se le quisiera obligar a tomar algo, mientras que lo curativo debera surgir de l de modo natural. La psicoterapia y los anlisis son tan distintos como los mismos individuos. Yo trato a cada paciente lo ms individualmente posible, pues la solucin del problema es siempre personal. Las reglas vlidas en general slo se pueden formular cum grano salis. Una verdad psicolgica es solamente vlida cuando se puede cambiar. Una solucin que a m no se me ocurra puede ser para otro precisamente la correcta. 161 Naturalmente un mdico debe conocer los denomina- dos mtodos. Pero debe evitar el anquilosarse en lo ru- tinario. Las premisas tericas slo deben aplicarse con mucho cuidado. Hoy quizs son vlidas, maana pueden serlo otras. En mis anlisis no juegan ningn papel. Intencionadamente no soy sistemtico. Frente al individuo no hay para m ms que la comprensin individual. Para cada paciente se requiere un lenguaje distinto. As pues, se me puede or hablar en un anlisis de adlerianismo y en otro de freudismo.
El punto decisivo es que yo, como hombre, me en- frente a otro hombre. El anlisis es un dilogo en el cual participan dos interlocutores. Analista y paciente se sien- tan uno frente al otro,vis--vis. El mdico tiene algo a de- cir, pero tambin el paciente. Dado que en la psicoterapia no se trata de aplicar un mtodo, no basta nicamente con el estudio de la psi- quiatra. Yo mismo hube de trabajar mucho hasta que po- se la necesaria madurez para la psicoterapia. Ya en 1909 comprend que no poda tratar las psicosis latentes si no comprenda su simbolismo. Entonces comenc a estudiar mitologa. Tratndose de pacientes cultos e inteligentes, el psi- quiatra necesita algo ms que un mero dominio de la es- pecialidad. Debe comprender, libre de toda premisa teri- ca, qu es lo que realmente conmueve al paciente, de no ser as provoca resistencias intiles. No se trata de confirmar una teora, sino de que el paciente mismo debe ser concebido individualmente. Evidentemente esto no es po- sible sin una comparacin con concepciones colectivas, de las cuales el mdico debe tener conocimiento. Aqu no basta una simple formacin mdica puesto que el hori- zonte del alma humana abarca infinitamente ms que la perspectiva de la sala de consulta mdica. El alma* es mucho ms complicada y ms impenetra* Cfr. Glosario. 162 ble que el cuerpo. Es, por as decirlo, la mitad del mundo que slo existe en tanto se es consciente de ello. Es por ello que el alma no es slo un problema personal sino del mundo, y el psiquiatra tiene que habrselas con todo un mundo. Hoy puede verse como nunca se vio anteriormente: el peligro que a todos nos amenaza no proviene de la natu- raleza sino del hombre, del alma de un individuo en par- ticular y de muchos. En el desequilibrio psquico el hombre est en peligro! Todo depende de que nuestra psiquis funcione correctamente o no. Si hoy ciertas gentes per- diesen la cabeza explotara una bomba de hidrgeno! El psicoterapeuta, sin embargo, no debe slo com- prender al paciente; es igualmente importante que se com- prenda a s mismo. Es por ello que la conditio sine qua non de la formacin es el propio anlisis, el denominado anlisis terico. La terapia del paciente comienza, por as decirlo, en el mdico: slo cuando l comprenda cmo tratarse a s mismo y a sus propios problemas podr familiarizarse con el paciente. Pero slo entonces. En el anlisis terico debe aprender el mdico a conocer su alma y a tomarse en serio. Si no puede lograr esto, tampoco lo aprender el paciente. Pero con ello pierde un fragmento de su alma, del mismo modo que el mdico ha perdido el fragmento de su alma que no aprendi a conocer. As pues, no basta con que el mdico en los anlisis tericos adopte un sistema de conceptos. Como analista debe lograr que el anlisis le afecte a s mismo, que sea un fragmento de vida autntica y no un mtodo que se pueda
aprender de memoria en el sentido literal! El mdico o terapeuta que no incluya esto en sus anlisis tericos tendr ms tarde que pagarlo caro. Existe ciertamente tambin la denominada pequea psicoterapia, pero en el anlisis propiamente dicho entra en liza todo el hombre, paciente y mdico. Existen muchos casos que no se pueden curar sin renunciar a uno mismo. Cuando se trata de cosas importantes resulta decisivo si el 163 mdico se concibe a s mismo como una parte del drama o se encierra en su propia autoridad. En las grandes crisis de la vida, en los instantes supremos en que se trata de ser o no ser, no ayudan para nada los pequeos y sugestivos juegos de manos, aqu el mdico ha de entregarse con todo su ser. El terapeuta debe dar cuenta siempre de cmo reacciona l mismo a la confrontacin con el paciente. Y se reacciona no slo con la consciencia, sino que hay que preguntarse siempre: Cmo ve mi inconsciente la situacin? Hay pues que intentar comprender los propios sueos, prestarles la mayor atencin posible y observarse a s mismo como al paciente, de lo contrario el tratamiento en ciertas circunstancias puede fracasar. Explicar un ejemplo acerca de esto. Tuve una vez una paciente, una mujer muy inteligente que, sin embargo por diversas razones, me pareci algo sospechosa. Primero el anlisis fue bien, pero al cabo de un tiempo me pareci como si en la interpretacin del sueo no acertase yo y cre observar tambin una cierta languidez en la conversacin. As pues decid hablar de ello con la paciente, pues naturalmente a ella no se le haba ocurrido que algo no funcionaba correctamente. La noche anterior a su prxima visita tuve el siguiente sueo: Andaba por un camino vecinal a travs de un valle entre resplandores crepusculares. A la derecha se alzaba una escarpada colina. En su cumbre haba un castillo y en la torre ms alta estaba sentada una mujer en una especie de balaustrada. Para poder verla bien tena que doblar mucho la cabeza hacia atrs. Me despert con dolores en la nuca. Ya en sueos haba reconocido a mi paciente en la mujer. El significado lo comprend inmediatamente: que en mi sueo hubiera de mirar as hacia mi paciente quera decir que era probable que en realidad la hubiese mirado despectivamente. Los sueos son compensaciones de la actitud consciente. Le comuniqu el sueo y mi interpre164 tacin. Esto provoc un inmediato cambio en la situacin y el tratamiento sigui adelante. Como mdico debo preguntarme siempre qu mensa- je me aporta el paciente, qu significa aqul para m? Cuando no significa nada para m, no tengo ningn punto de partida. Slo en lo que
el mdico mismo es afectado, acta l. Slo el herido cura. En cambio, en lo que el mdico tiene una coraza personal no puede actuar. Yo tomo a mis pacientes en serio. Quizs est yo justamente ante un problema, lo mismo que ellos. Con frecuencia ocurre que el paciente constituye el soporte adecuado para la dbil posicin del mdico. De ello pueden surgir difciles situaciones, hasta para el mdico, o precisamente para l. Cada terapeuta debera tener un control a travs de una tercera persona, para obtener as otro punto de vista. Incluso el Papa tiene un padre confesor. Yo aconsejo siempre a los psicoanalistas: Tened un "padre confesor" o una "madre confesora"! Las mujeres estn muy capacitadas para ello. Tienen en la mayora de los casos una intuicin excelente y una oportuna crtica, y pueden ver bien a los hombres, incluso bajo ciertas circunstancias sus intrigas anmicas en los naipes. Ven aspectos que el hombre no ve. Es por ello que ninguna mujer est convencida de que su marido sea el superhombre! Cuando alguien tiene una neurosis es comprensible que realice su anlisis; pero si se es normal no existe ninguna obligacin. Pero puedo asegurarles que tuve asombrosas experiencias con la denominada normalidad: Una vez top con un discpulo completamente normal. Era mdico y se me present con las mejores recomenda- ciones de un viejo colega. Fue ayudante suyo y se hizo cargo de su consulta. Tena xitos normales, una consulta normal, una mujer normal, hijos normales, viva en una pequea casa normal de una pequea ciudad normal, tena ingresos normales y probablemente tambin una ali- mentacin normal! Quera ser psicoanalista. Yo le dije: 165 Sabe usted lo que significa esto? Esto significa que debe primero conocerse a s mismo. El instrumento es usted mismo. Si usted no est bien, cmo podr ponerse bien el paciente? Si usted no est convencido, cmo podr con- vencerles? Usted mismo es la autntica materia prima. Pero si no lo es, entonces que Dios le ayude! En tal caso llevar a sus pacientes al error. Debe pues usted primeramente iniciar el anlisis de s mismo. El hombre estuvo de acuerdo, pero me dijo en seguida: No tengo nada problemtico que contarle! Esto deba yo sospecharlo. Respond: Bueno, entonces podemos examinar sus sueos. l contest: No tengo sueos. Le dije: Pronto empezar usted a tenerlos. Otro hubiera probablemente soado ya en la noche siguiente. Pero l no poda recordar ningn sueo. As fue durante catorce das, y me pareci algo inquietante. Finalmente se present un sueo muy significativo. So que viajaba en tren. El tren par dos horas en cierta ciudad. Puesto que el soador no conoca este lugar y de- seaba conocerlo se dirigi al centro de la ciudad. All en- contr una casa medieval, probablemente el ayuntamiento, y entr en ella. Recorri largos pasillos y entr en bellas salas de cuyas paredes colgaban antiguos cuadros y hermosos tapices. Valiosos objetos se vean por doquier. Repentinamente, vio que oscureca y el sol se esconda. Pens: Debo volver a la estacin! En este instante descubri que se haba perdido y no saba ya dnde estaba la salida. Se asust, y a la vez se dio cuenta de que en la casa no haba visto a ningn hombre. Se sinti intranquilo y apresur sus pasos con la esperanza
de encontrar a alguien. Pero no hall a nadie. Entonces lleg a una gran puerta y pens aliviado: Aqu est la salida! Abri la puerta y descubri que haba entrado en una enorme sala. Estaba tan oscura que ni siquiera poda distinguir la pared de la sala. Entonces vio exactamente en el centro de la habitacin algo blanco en el suelo y, cuando se acerc, descubri a un nio idiota de unos dos aos. Estaba sentado en 166 un orinal y se haba embadurnado con heces. En este instante se despert, dando un grito de pnico. Esto me bastaba: se trataba de una psicosis latente! Puedo decirles que yo sudaba cuando intent librarle del sueo. Tuve que describir el sueo lo ms tranquilamente posible. No me detuve en detalles. Lo que el sueo expresaba es, aproximadamente, lo si- guiente: el viaje con que empieza es el viaje a Zurich. Pero all permanece slo poco tiempo. El nio en el centro de la sala es una figura de s mismo cuando tena dos aos. En los nios pequeos no son corrientes estos malos modales, pero es algo siempre posible. Las heces atraen su inters por su color y olor! Cuando un nio se cra en la ciudad y sobre todo en una familia severa, esto puede suceder fcilmente. Pero aquel mdico, el soador, no era ningn nio, era un adulto. Y por ello la visin onrica en el centro de la sala constitua un smbolo nefasto. Cuando me explic el sueo me di cuenta de que su normalidad no era ms que una compensacin. Le haba atrapado en el ltimo instante, pues por un pelo la psicosis hubiese brotado y puesto de manifiesto. Ello deba impedirse. Finalmente me fue posible, con ayuda de uno de sus sueos, hallar un plausible final. Los dos quedamos mutuamente agradecidos por este final. No le particip mi diagnstico, pero l haba notado que experimentaba un pnico fatal cuando un sueo le anunciaba que un peligroso enfermo mental le persegua. Poco despus regres el soador a su pas natal. No le inquiet ms el inconsciente. Su tendencia a la normalidad corresponda a una personalidad que no se hubiera desarrollado a travs de la confrontacin con el inconsciente, sino que se hubiera dispersado nada ms. Estas psicosis latentes son lasbtes nones de los psicotera-peutas, pues con mucha frecuencia resultan difciles de reconocer. En estos casos es especialmente importante comprender los sueos. Con esto llegamos a la conclusin de los anlisis reali167 zados por los legos en la materia. Yo acepto que quienes no son mdicos estudien psicoterapia y la ejerzan, pero en el caso de las psicosis latentes pueden fcilmente equivo- carse. Por ello
recomiendo que los legos en psiquiatra tra- bajen como psicoanalistas, pero bajo el control de un es- pecialista en la materia. En cuanto se sientan inseguros en lo ms mnimo deben consultarle. Incluso para los mdi- cos es muy difcil, en la mayora de los casos, reconocer una esquizofrenia latente y tratarla, y tanto ms para los legos. Pero siempre he constatado que los legos que se han dedicado durante muchos aos a la psicoterapia saben y pueden hacer algo. A esto se aade que no hay suficientes mdicos para ejercer la psicoterapia. Esta profesin requiere una formacin general muy larga y metdica que slo poseen los menos. La relacin entre mdico y paciente puede conducir en ocasiones a fenmenos de naturaleza parapsicolgica, especialmente cuando se produce una transferencia del paciente o una identificacin ms o menos inconsciente entre mdico y paciente. Yo he experimentado esto muchas veces. Me impresion especialmente el caso de un paciente a quien libr de una depresin psicgena. Una vez curado regres a casa y se cas, pero la mujer no me gust. Cuando la vi por primera vez tuve una inquietante sensacin. Observ que no me vea con buenos ojos a causa de mi influencia sobre su marido, que me estaba agradecido. Sucede con frecuencia que las mujeres que no quieren verdaderamente al marido son celosas y destruyen sus amistades. Quieren que les pertenezca por entero, porque precisamente ellas mismas no le pertenecen a l. El ncleo de todos los celos es una falta de amor. La intromisin de la mujer signific para el paciente una carga inusitada para la cual no estaba preparado. Un ao despus de la boda, bajo esta carga, cay nuevamente en una depresin. Yo haba convenido con l en previsin de esta posibilidad que me llamase inmediatamen168 te si notaba que se descorazonaba. Pero se abstuvo de ha- cerlo no sin saberlo su mujer, quien dio poca importancia a su mal humor. No recib noticias suyas. Por aquel tiempo di en B. una conferencia. Hacia la medianoche llegu al hotel despus de la conferencia haba ido a comer con un par de amigos y me met en la cama inmediatamente. Estuve sin embargo bastante rato despierto. Hacia las dos deba estar ya dormido me despert con espanto y tuve el convencimiento de que alguien estaba en mi habitacin; me pareca como si alguien hubiera abierto la puerta violentamente. Abr la luz inmediatamente, pero all no haba nadie. Pens que quizs alguien se haba equivocado de puerta y mir en el pasillo, reinaba el silencio ms absoluto. Qu extrao pens, alguien ha entrado en la habitacin. Entonces intent recordar lo pasado y me di cuenta de que me haba despertado por un sordo dolor, como si algo me hubiera dado contra la frente y me hubiera golpeado en la parte posterior del crneo. Al da siguiente recib un telegrama, en que se me comunicaba que aquel paciente se haba suicidado. Ms tarde supe que se haba disparado un tiro y que la bala se introdujo en la parte posterior del crneo. En este suceso se trat de un autntico fenmeno de sincronismo,* como no es raro observar en relacin con una situacin arquetpica en este caso la muerte. Me- diante la relativizacin del tiempo y del espacio en el in- consciente es posible que hubiera percibido algo que en la realidad
suceda en otro lugar completamente distinto. El inconsciente colectivo es comn a todos, constituye el fundamento de lo que en la antigedad se defini como simpata de todas las cosas. En este caso mi inconsciente supo la situacin de mi paciente. Ya la tarde anterior me sent extraamente inquieto y nervioso, contrariamente a mi modo de ser habitual. * Cfr. Glosario. 169 No intento nunca que mis pacientes se conviertan. Para m todo consiste en que el paciente se forme su propio criterio. Un pagano es para m un pagano, un cristiano un cristiano, un judo un judo, cuando ello corresponde a su destino. Recuerdo muy bien el caso de una juda que haba perdido la fe. Comenz con un sueo que tuve en el que se me presentaba una muchacha desconocida. Me expuso su caso y mientras hablaba pens: no comprendo nada de lo que ella me dice. No comprendo de qu se trata! Pero de repente comprend que ella tena un extrao complejo paterno. Tal fue el sueo. Al da siguiente en mi agenda constaba: consulta, a las cuatro. Apareci una muchacha. Una juda, hija de un rico banquero, bonita, elegante y muy inteligente. Se haba so- metido ya a un anlisis, pero el mdico se sinti atrado por ella y le rog finalmente que no le visitara ms, de lo contrario peligraba su matrimonio. La muchacha padeca desde haca tiempo una grave neurosis de angustia que despus de esta experiencia, na- turalmente, se agrav. Comenc la anamnesia, pero no logr descubrir nada especial. Era una juda adaptada al occidente, profundamente instruida. Al principio no logr entender su caso. De repente record mi sueo y pens: Dios mo, es la misma persona! Pero puesto que no poda comprobar en ella ninguna huella de complejo de padre le pregunt, como acostumbro a hacer en tales casos, por su abuelo. Entonces vi cmo cerr los ojos por un instante y supe inmediatamente: Ah est! Le rogu, pues, que me hablara de su abuelo y me enter de que era un rabino que perteneci a una secta juda. Pregunt nuevamente: Si era un rabino, era quizs un zaddiquim? S, se dice que fue una especie de santo y que posea el don de la segunda visin. Pero todo esto no son ms que estupideces! Tal cosa no existe. Con ello conclu la anamnesia y comprend la historia de su neurosis, que le expliqu: Ahora voy a decirle algo 170 que quizs usted no pueda aceptar. Su abuelo fue un zad- diquim. Su padre reneg de la fe judaica. Traicion el se- creto y olvid a Dios. Y usted tiene esta neurosis porque siente temor de Dios. Qued como fulminada por el rayo! La noche siguiente tuve otro sueo. En mi casa se daba una fiesta y he aqu que la muchacha estaba tambin presente. Vino hacia m y me pregunt: Tiene usted un paraguas? Llueve
tanto! Encontr efectivamente un paraguas, lo hice girar para abrirlo y quise drselo. Pero qu sucedi en lugar de esto? Se lo entregu de rodillas como si fuera una divinidad. Le expliqu el sueo y a los ocho das la neurosis ha- ba desaparecido.3 El sueo me haba mostrado que ella no era una persona superficial, sino que tras ella se ocultaba una santa. Pero ella no tena una imaginacin mitolgica y por ello lo esencial no encontraba en ella expresin alguna. Todas sus intenciones giraban en torno a coqueteos, vestidos y sexualidad porque no conoca nada ms que esto. No conoca sino el intelecto y su vida era un absurdo. En realidad era una criatura de Dios que deba cumplir sus secretos designios. Tuve que despertar en ella ideas mitolgicas y religiosas, pues perteneca al tipo de personas a las que se exige una dedicacin a las cosas del espritu. Gracias a ello su vida adquiri sentido y perdi todo rastro de neurosis! En este caso no emple ningn mtodo, sino que vi la presencia del Numen. Se lo expliqu a la paciente y ello determin la curacin. Aqu no existi mtodo alguno; aqu imper el temor de Dios. He visto con mucha frecuencia que los hombres se vuelven neurticos cuando se conforman con respuestas in-satisfactorias o falsas a las cuestiones de la vida. Buscan una buena situacin, matrimonio, reputacin y xitos externos 3. El caso se diferencia de la mayora de los casos de este tipo por la brevedad del perodo de tratamiento. A. J. 171 y dinero, y permanecen desgraciados y neurticos, incluso cuando han conseguido lo que buscaban. Tales hombres se sumen las ms de las veces en una excesiva estrechez espiritual. Su vida no tiene contenido satisfactorio alguno, ningn sentido. Cuando pueden desarrollar una ms amplia personalidad, deja de existir la neurosis en la mayora de los casos. Es por ello que para m, desde un principio, fueron de suma importancia las ideas de desarrollo. La mayor parte de mis pacientes no consistan en per- sonas creyentes, sino en aquellos que haban perdido su fe. A m vinieron las ovejas perdidas. El hombre creyente tiene tambin hoy la posibilidad de vivir los smbolos en la Iglesia. Pinsese en la vivencia de la misa, del bautismo, en la imitacin de Cristo y tantas otras cosas. Pero una tal vida y vivencia del smbolo presupone la participacin viva de la fe y ello falta con mucha frecuencia al hombre actual. En los hombres neurticos falta las ms de las veces. En tales extremos estamos obligados a observar si el inconsciente no ofrece espontneamente smbolos que suplan esta carencia. Entonces queda siempre en pie la cuestin de si un hombre, que tiene los sueos o visiones adecuadas, es capaz de comprender su sentido y aceptar las consecuencias. Yo he descrito un caso de este tipo en ber die Ar-
chetypen des kollektiven Unbewussten.4 (Arquetipos de lo inconsciente colectivo). Un telogo tena un sueo que se repeta con frecuencia. Soaba que estaba en una pen- diente desde la que se divisaba un bello panorama en un profundo valle con frondosos bosques. Saba que hasta en- tonces siempre algo le haba impedido ir all. Pero esta vez quera realizar sus planes. Al acercarse al lago se sinti intranquilo y repentinamente sopl una ligera rfaga de viento sobre la superficie del agua, que se encresp. Se despert con un grito de terror. 4. En Von den Wurzeln des Bewusstseins (Sobre los orgenes de la consciencia), 1950. 172 El sueo parece de momento incomprensible; pero como telogo hubiera debido recordar el estanque cuyas aguas son removidas por un viento repentino y en la que se sumerge a los enfermos el estanque de Bethesda. Un ngel desciende y toca el agua que por ello adquiere facultad curativa. El viento suave es el Espritu Santo que sopla donde quiere. Y ello causa al soador angustia infernal. Se manifiesta una invisible presencia, un numen que vive por s mismo y por el cual se origina una tormenta sobre los hombres. La posibilidad del lago de Bethesda el soador slo la admiti de mala gana. No quiso admitirla, pues tales cosas se discuten slo en la Biblia y a lo sumo los domingos por la maana durante el sermn. No tienen nada que ver con la psicologa. Del Espritu Santo se habla slo en ocasiones festivas, pero no, de ningn modo, es un fenmeno de la experiencia. Yo s que el telogo deba superar su miedo y, por as decirlo, vencer su pnico. Pero no insisto nunca cuando alguien no est dispuesto a seguir su propio camino y a asumir su propia responsabilidad. No estoy dispuesto a concluir fcilmente que se trata nicamente de resistencias normales. Las resistencias concretamente cuando son obstinadas merecen consideracin, porque con fre- cuencia significan advertencias que no se deben pasar por alto. Lo curativo puede ser un veneno que no todos acep- tan, o una operacin que causa la muerte si resulta contraindicado. Cuando se trata de la vivencia interna, de lo ms per- sonal, resulta para la mayora de hombres poco tranquili- zante y muchos huyen de ello. As tambin este telogo. S perfectamente que los telogos se encuentran en una situacin ms difcil que los dems. Por una parte estn ms prximos a lo religioso, pero por otra parte se encuentran ms estrechamente vinculados por la Iglesia y el dogma. El riesgo de la vivencia interna, la aventura espiritual, es desconocida por la mayora de hombres. La posibilidad de que puede ser una realidad psquica es anatema. Debe ba173 sarse en algo sobrenatural o por lo menos histrico, pero psquico? Ante esta pregunta surge a menudo un me- nosprecio del alma tan repentino como profundo.
En la psicoterapia actual se exige con frecuencia que el mdico o el psicoterapeuta coopere, por as decirlo, con el paciente y sus afectos. Yo considero que esto no es siempre correcto. A veces es necesario tambin una intervencin activa por parte del mdico. Una vez me visit una dama, perteneciente a la alta nobleza, que acostumbraba a abofetear a todos sus em- pleados, inclusive a sus mdicos. Padeca una neurosis im- pulsiva y haba estado en una clnica sometida a tratamiento. Naturalmente, no tard en propinar al mdico jefe el obligado bofetn. A sus ojos no era ms que un buenvalet de chambre. ste la envi a otro mdico con el que de nuevo pas lo mismo. Puesto que la dama no estaba propiamente loca, aunque haba que tratarla con pies de plomo, se vio en un apuro y me la envi a m. Era una personalidad imponente, de 1,82 de altura. Realmente poda pegar, se lo aseguro a ustedes! Se present y conversamos agradablemente. Luego lleg el momento en que hube de decirle algo desagradable. Con rabia, se levant de un salto y me amenaz con pegarme. Yo me haba levantado tambin de un salto y le dije: Bueno, usted es la dama, pegue primero Ladies first! Pero luego pegar yo, y sa era tambin mi intencin. Se dej caer en una silla y dijo: Esto no me lo haba dicho nadie todava. Pero a partir de este instante la teraputica surti efecto. Lo que esta paciente necesitaba era la reaccin mascu- lina. En este caso hubiera sido completamente errneo cooperar. Ello no la hubiera ayudado en absoluto. Tena una neurosis impulsiva porque moralmente no poda do- minarse a s misma. Tales gentes son dominadas por la na- turaleza, precisamente mediante los sntomas impulsivos. Hace aos que termin una estadstica sobre los resul- tados de mis tratamientos. No recuerdo con exactitud las cifras, pero en conjunto una tercera parte de los casos se 174 curaron realmente, otra tercera parte mejoraron y el tercio restante no variaron en lo esencial. Pero precisamente los casos en que no hubo mejora son difciles de juzgar, por- que muchas veces el efecto se produce al cabo de aos. Con mucha frecuencia me ha pasado que mis antiguos pacientes me escriben: Slo al cabo de diez aos de haber sido asistida por usted he podido comprender de lo que se trataba. He tenido muy pocos casos que quedaran fuera de mi alcance, muy raramente tuve que renunciar a un paciente. Pero incluso entre stos hubo algunos que me informaron posteriormente de xitos positivos. Es por ello que un jui- cio sobre el xito es difcil de emitir. Un mdico es evidente que en sus actividades trata con hombres que tambin para l tienen importancia. En- cuentra personalidades que, para su felicidad o desgracia, nunca despiertan el inters pblico y pese a ello o precisa- mente a causa de ello poseen una gran talla o han experimentado evoluciones o catstrofes sin par. A veces son se- res excepcionalmente dotados que a
otros llevara a sacri- ficar su propia vida con un entusiasmo inagotable, pero que en ellos se encuentra enraizada en una disposicin tan excepcionalmente desfavorable, que no se sabe si se trata de un genio o de un desarrollo fragmentario. No rara- mente afloran bajo circunstancias inimaginables riquezas del alma que nunca se hubiera sospechado hallar en nive- les sociales tan bajos. El informe necesario para el efecto psicoterpico no permite al mdico sustraerse a la profun- da impresin de altura y profundidad del paciente. El in- forme consiste en continuas comparaciones y equipara- ciones, en la exposicin dialctica de los hechos psquicos entre s confrontados. Si estas impresiones no surten efec- to, por cualquier razn, en uno o en otro, el proceso tera- putico resulta ineficaz y no se logra ningn cambio. Si uno no se convierte para el otro en problema, no se halla respuesta alguna. 175 Entre los pacientes de nuestros das denominados neurticos existen no pocos que en pocas ms antiguas no se hubieran vuelto neurticos, es decir, en desacuerdo consigo mismos. Si hubieran vivido en una poca y en un ambiente en el que el hombre estaba vinculado a travs del mito con el mundo del misterio, y por ste con la naturaleza viva y no meramente contemplada desde fuera, se hubieran ahorrado la desavenencia consigo mismos. Se trata de hombres que no soportan la prdida del mito y no hallan el camino a un mundo meramente externo, es decir, a la concepcin de las ciencias, de la naturaleza, ni puede satisfacerles el fantstico juego de palabras intelectual que no tiene que ver lo ms mnimo con la sabidura. Estas vctimas del desdoblamiento anmico de nuestra poca son meros neurticos facultativos, cuya aparente anormalidad desaparece en el momento en que se cierra el abismo entre el yo y el inconsciente. Quien ha experimen- tado profundamente en s mismo este desdoblamiento es ms capaz de lograr una mejor comprensin para estos procesos anmicos inconscientes e impedir aquel tpico peligro de desorbitacin que amenaza al psiclogo. Al que no conoce por propia experiencia la influencia nefasta de los arquetipos* le ser difcil sustraerse de tal influencia negativa cuando la confronte en la prctica con su expe- riencia. Sobrevalorar o subestimar todo esto, porque posee slo una nocin intelectual, pero no una norma emprica. Aqu comienzan no slo para el mdico los peligrosos extravos, el primero de los cuales es el intento de usurpacin intelectual. Tiene por objetivo secreto sus- traerse a la influencia arquetpica y en beneficio de la au- tntica experiencia de un mundo conceptual aparente- mente asegurado de modo artificial, pero meramente bi- dimensional, que aspira a ocultar la realidad de la vida con las llamadas ideas claras. La desviacin hacia lo abstracto despoja a la experiencia de su sustancia y le presta el mero * Cfr. Glosario. 176 nombre, que a partir de entonces suplanta a la realidad. Nadie est obligado a un concepto y tal es precisamente la conveniencia buscada que promete proteccin frente a la experiencia. Pero el espritu no vive de los conceptos, sino de los hechos. Las meras palabras no sirven para nada, lo
nico que se logra es repetir este proceso hasta el infinito. A los pacientes ms difciles y desagradecidos pertenecen, segn mi experiencia, junto a los habituales mentirosos, los denominados intelectuales, pues en ello una mano ignora lo que hace la otra. Cultivan una psicologa com-partiments. Con un intelecto no controlado por sentimiento alguno, todo se puede solucionar y, sin embargo, se tiene una neurosis. Del encuentro con mis pacientes y del anlisis del fe- nmeno anmico que me presentaba una inagotable sucesin de imgenes he aprendido mucho no de la mera ciencia sino principalmente de la comprensin de la propia esencia, y no poco gracias a los errores y fracasos. He tenido particularmente pacientes femeninas que con frecuencia colaboraron con mucha escrupulosidad, inteligencia y comprensin. Cooperaban decididamente a que yo pudiera hallar nuevos caminos en la teraputica. Algunos analizados se han convertido, en el sentido propio de la palabra, en mis discpulos, que han dado origen a mis ideas. Entre ellos hall hombres cuya amistad se ha mantenido durante dcadas. Mis pacientes y analizados me han situado tan cerca de la realidad de la vida humana que yo no hubiera podido encontrar nada ms esencial en mis experiencias. El encuentro con hombres de los tipos ms dispares y del ms diverso nivel psicolgico fue para m de una importancia mucho mayor que una conversacin fragmentaria con una eminencia. Las conversaciones de mi vida ms bellas y ricas en consecuencias son annimas. 177 SIGMUND FREUD1 La aventura de mi evolucin espiritual comenz al hacerme psiquiatra. De modo insospechado comenc a ob- servar, desde fuera, pacientes clnicamente anormales. En ello me encontr con procesos psquicos de naturaleza ex- traa que yo registraba y clasificaba, sin la menor comprensin por su significado, y que pareca bastar con cali- ficarlos de patolgicos. En el transcurso del tiempo, mi inters se concentr cada vez ms en aquellos enfermos en quienes vea yo algo comprensible, es decir en los casos de paranoia, en las demencias manaco-depresivas y en los desequilibrios psicgenos. Desde el principio de mi carre- ra psiquitrica despertaron en m profundo inters los es- tudios de Breuer y Freud, adems de los trabajos de Pierre Janet. Especialmente las aportaciones de Freud a un mto- do de anlisis de los sueos y su interpretacin me resul- taron valiosos para la comprensin de las manifestaciones esquizofrnicas. Ya en 1900 le la obra de FreudTraumdeutung2 (Interpretacin de los sueos). Dej el libro a un 1. Este captulo debe considerarse nada ms que como un complemen to a los numerosos escritos de C. G. Jung sobre Sigmund Freud y su obra. [Cfr., entre otros estudios, Der Gegensatz Freud und Jung (La oposicin entre Freud y Jung), 1929; en Seelenprobleme der Gegenwart (Problemas anmicos de actua
lidad), 5.a edicin, 1950; Sigmund Freud als kulturhistorische Erscheinung (Sig mund Freud como fenmeno histrico-cultural), 1932, etc.] 2. En su artculo necrolgico sobre Freud (Basler Nachrichten, 1 de oc tubre de 1939), Jung caracteriza esta obra como de las que hacen poca y 178 lado porque no lo comprenda an. A los veinticinco aos careca de experiencia para poder comprobar las teoras de Freud. Slo fue ms tarde cuando pude hacerlo. En 1903 volv a leerlo y descubr la relacin con mis propias ideas. Lo que me interes principalmente en esta obra fue la aplicacin al campo del sueo del concepto mecanismo de represin, procedente de la psicologa de la neurosis. Esto era importante para m, porque en mis experimentos de asociacin de palabras con frecuencia surgan represio- nes: a ciertas palabras sugerentes, los pacientes no saban dar una respuesta asociativa, o se tomaban un tiempo considerablemente largo para reaccionar. Como se com- prob posteriormente, se presentaba este trastorno cada vez que la palabra sugerente afectaba a un dolor o conflic- to anmico. Pero ello era en la mayora de los casos desco- nocido por el paciente, y a mi pregunta acerca de la causa del trastorno respondan de modo extrao y rebuscado. La lectura de la Interpretacin de los sueos de Freud me mostr que aqu actuaba el mecanismo de la represin y que los hechos observados por m coincidan con su teora. No poda ms que constatar sus conclusiones. Algo distinto sucedi en relacin con el tema de la re- presin. En este aspecto no poda dar la razn a Freud. l vea como causa de la represin el trauma sexual y ello no me bastaba. En mi consulta conoc numerosos casos de neurosis en los cuales la sexualidad desempeaba un papel meramente secundario, mientras que haba otros factores en primer plano, por ejemplo, el problema de la adaptacin social, de la opresin por circunstancias de la vida, las pretensiones de prestigio, etc. Posteriormente le present a Freud tales casos, pero l no admita otros factores que no ciertamente uno de los intentos ms audaces que se han realizado para captar el enigma de la psiquis inconsciente y trasladarla al terreno aparentemente fir- me de lo emprico... Para nosotros, que entonces ramos jvenes psiquiatras, constituy una de las fuentes de inspiracin, mientras que para nuestros viejos colegas fue motivo de mofa. 179 fueran la sexualidad. Esto me pareci muy poco satisfactorio. En principio no me result fcil asignar a Freud el lu- gar adecuado en mi vida o situarme correctamente res- pecto a l. Cuando conoc su obra, tena yo todava ante m toda una larga carrera y estaba en vas de acabar un trabajo que deba llevarme hacia adelante en la universi-
dad. Pero Freud, en el mundo acadmico de aquella po- ca, era persona no grata, y el estar en relaciones con l era perjudicial a cualquier celebridad cientfica. La gente im- portante le mencionaba, todo lo ms, a escondidas y en los congresos se le discuta slo en los pasillos, nunca en las sesiones. As pues, no me result agradable tener que constatar la coincidencia de mis ensayos de asociacin con las teoras de Freud. En cierta ocasin me hallaba en mi laboratorio preocupado por esta cuestin cuando el demonio me sugiri que tena derecho a publicar los resultados de mis experimentos y mis conclusiones, sin mencionar a Freud. Realmente haba elaborado mis ensayos mucho antes de comprenderlo. Pero entonces o la voz de mi segunda personalidad: Si t haces como si no conocieras a Freud, ello constituye una falsedad. No se puede situar la vida sobre una mentira. Con ello el caso estuvo solucionado. Desde entonces me declar pblicamente a favor de Freud y combat por l. Romp la primera lanza por l con motivo de un Con- greso en Munich en que se trataba de neurosis forzosas, pero su nombre fue deliberadamente silenciado. En 1906 escrib en relacin con ello un artculo para laMnchner Medizinische Wochenschrift (Semanario mdico de Munich) en que citaba la teora de las neurosis de Freud, que tanto haba contribuido a la comprensin de las neurosis forzosas.3 Sobre este artculo me escribieron cartas de ad3. Die Hysterielehre Freuds, eine Erwiderung auf die Aschaffenburgsche Kritik (La teora de Freud sobre la histeria, rplica a la crtica de Aschaffen-burg), Obras completas, vol. IV. l8o vertencia dos profesores alemanes: si continuaba al lado de Freud y persista en defenderle, mi futuro acadmico estaba en peligro. Yo respond: Si lo que dice Freud es la verdad, entonces persisto en mi postura. Renuncio a una carrera cuya premisa consiste en suprimir la investigacin y silenciar la verdad. Y continu manifestndome a favor de Freud y sus ideas. Slo que a causa de mis propias ex- periencias no poda aceptar el que todas las neurosis estu- vieran motivadas por la represin sexual o traumas de ca- rcter sexual. Para ciertos casos esto era exacto, pero para otros, no. En todo caso, Freud haba abierto nuevos cami- nos a la investigacin y la indignacin de entonces contra l me pareci absurda.4 No hall mucha comprensin para las ideas expresa- das en Die Psychologie der Dementia praecox, y mis colegas se burlaron de m. Pero por este trabajo me encontr con Freud. Me invit a visitarle y en febrero de 1907 tuvo lugar nuestro primer encuentro en Viena. Nos encontramos a la una del medioda y hablamos durante trece horas ininterrumpidamente, por as decirlo. Freud era el primer hombre realmente importante que yo conoca. Ningn otro hombre de los que entonces conoca poda equiparrsele. En su actitud no haba nada de trivial. Le encontr
extraordinariamente inteligente, penetrante e interesante en todos los aspectos. Y pese a ello mis primeras impresiones sobre l fueron poco claras y en parte incomprendidas. Lo que me deca acerca de su teora sexual me impre- sion. Sin embargo sus palabras no lograron disipar mis dudas y reflexiones. Se las plante ms de una vez, pero siempre me objetaba mi falta de experiencia. Freud lleva4. Despus de que Jung (1906) envi a Freud su trabajo sobre losDiagnostischen Assoziationsstudien (Estudios diagnsticos de la asociacin) comenz la correspondencia entre ambos investigadores. El intercambio de cartas se prosigui hasta el ao 1913. En 1907, Jung envi tambin su trabajo Die Psychologie der Dementia praecox a Freud. A. J. 181 ba razn: entonces no posea yo la experiencia suficiente para fundamentar mis argumentos. Vi que su teora sexual era extraordinariamente importante para l, tanto en el sentido personal como filosfico. Ello me impresion, pero no poda explicarme exactamente hasta qu punto esta valoracin positiva dependa en l de premisas subjetivas y hasta qu punto de experiencias concluyentes. En especial, la posicin de Freud respecto al espritu me pareci muy cuestionable. Siempre que en un hombre o en una obra de arte se manifestaba el lenguaje de la es- piritualidad, le pareca sospechoso y dejaba entrever una sexualidad reprimida. Lo que no poda explicarse directamente como sexualidad, lo caracterizaba como psicose- xualidad. Yo objetaba que su hiptesis, llevada a sus lgi- cas conclusiones, conduca a un juicio demoledor sobre la cultura. La cultura apareca como una mera farsa, como fruto morboso de la sexualidad reprimida. Ciertamente conceda l, as es. Ello es una maldicin del destino contra la cual nada podemos. Yo no estaba dispuesto en absoluto a darle la razn. Sin embargo, no me senta maduro todava para entablar una polmica. Hay todava algo en este primer encuentro que me re- sult significativo. Concierne a cosas que, sin embargo, slo logr comprender y meditar despus del fin de nuestra amistad. Era evidente que la teora sexual de Freud resultaba singularmente sugestiva. Cuando Freud hablaba de ello, su voz se haca imperiosa, angustiosa casi, y ya no se notaba nada de su actitud crtica y escptica. Una expresin extraamente agitada, una causa que no lograba yo aclarar, animaba su rostro. Me impresion profundamente que la sexualidad significara para l un numinosum.* Mi impresin qued confirmada por una conversacin que tuvo lugar unos tres aos despus (1910), nuevamente en Viena. Recuerdo todava muy vivamente cmo me dijo Freud:
* Cfr. Glosario. 182 Mi querido Jung, promtame que nunca desechar la teora sexual. Es lo ms importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastin inexpugnable. Me dijo esto apasionadamente y en un tono como si un padre dijera: Y promteme, mi querido hijo, que todos los domingos irs a misa! Algo extraado le pregunt: Un bastin contra qu? A lo que respondi: Contra la negra avalancha, aqu vacil un instante y aadi: del ocultismo. En primer lugar fueron el dogma y el bas- tin lo que me asust; pues un dogma, es decir, un credo indiscutible, se postula slo all donde se quiere reprimir una duda de una vez para siempre. Pero esto ya no tiene nada que ver con una opinin cientfica, sino slo con un afn de poder personal. Esto constituy un rudo golpe para nuestra amistad. Yo saba que nunca podra aceptar esto. Lo que Freud pareca entender por ocultismo era, ms o menos, todo lo que la filosofa y la religin, incluyendo la parapsicologa, que por entonces estaba de moda, tenan que decir sobre el alma. Para m la teora sexual era igualmente oculta, es decir, indemostrable, pura hiptesis posible, como muchas otras concepciones especulativas. Una verdad cientfica era para m una hiptesis satisfactoria por el momento, pero no un artculo de fe para todos los tiempos. Sin poder entonces comprender esto correctamente, haba observado en Freud una secuela de factores religiosos inconscientes. Manifiestamente quera alistarme para una defensa comn contra amenazadores signos inconscientes. La huella que me dej esta conversacin contribuy a mi confusin; pues hasta entonces no haba atribuido a la sexualidad el alcance de una cuestin indecisa a la que se debe prestar fidelidad porque pudiera perderse. Para Freud la sexualidad significaba, por lo visto, ms que para los dems. Era para l una res religiose observanda. Bajo la influencia de tales ideas y cuestiones se incurre, por regla general, en la desconfianza y la reserva. As, 183 nuestras conversaciones terminaron pronto, tras algunos balbucientes intentos por mi parte. Yo estaba profundamente impresionado, confuso y desconcertado. Tena la sensacin de haber lanzado una ojeada a un pas nuevo y desconocido, de donde me llegaban volando bandadas de nuevas ideas. Una cosa estaba clara para m: Freud, que siempre haca hincapi en su irreligiosidad, se haba construido un dogma, mejor dicho, en lugar del Dios celoso que haba perdido, haba puesto una imagen forzosa, concretamente a la sexualidad; una imagen que no era menos apremiante, exigente, desptica, amenazadora y ambivalente moralmente. Del mismo modo que al ms fuerte psquicamente y por lo tanto, terrible, corresponden los atributos de divino o diablico, la libido sexual haba adoptado en l el papel de undeus
absconditus, de un Dios oculto. La ventaja de esta mutacin consista para Freud en que el nuevo principio numinoso le pareca irreprochable cientficamente y libre de todo lastre religioso. Pero en el fondo subsiste la numi-nosidad como propiedad psicolgica de los principios antagnicos inconmensurables racionalmente: Jehov y sexualidad. Slo haba variado la denominacin y con ello ciertamente tambin el punto de vista: no era en lo alto donde haba que buscar lo perdido, sino abajo. Pero qu le importa, al fin y al cabo, al ms fuerte, si se le define de ste o de otro modo? Si no existiera psicologa alguna sino slo objetos concretos, se habra en efecto destruido a uno, para colocar a otro en su lugar. En la realidad, es decir, en el campo de la experiencia psicolgica, no ha desaparecido empero nada en absoluto de la urgencia, angustia, coaccin, etc. Como antes, se plantea la cuestin de cmo aparece o desaparece el miedo, el remordimiento, la culpa, la coaccin, la inconsistencia y la impulsividad. Si no proviene del lado difano, idealista, entonces quiz lo haga del oscuro, del biolgico. Como llamas momentneamente oscilantes pasaron por mi cabeza estos pensamientos. Mucho ms tarde, 184 cuando medit sobre el carcter de Freud, se me hicieron importantes y revelaron su significado. Un rasgo de su ca- rcter me preocupaba en especial: la amargura de Freud. Ya me llam la atencin en nuestro primer encuentro. Durante mucho tiempo no logr comprenderlo hasta que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para Freud la sexualidad significaba ciertamente un numi-noso, pero en su teora se expresa exclusivamente como funcin biolgica. Slo la inquietud con que hablaba de ello permita deducir que en l resonaba ms profundamente. En ltima instancia quera ensear as por lo menos me lo pareci a m que, vista desde dentro, la sexualidad implicaba tambin espiritualidad o tena sentido. Su terminologa concreta era, sin embargo, demasiado limitada para poder expresar esta idea. As pues, me daba la impresin de que trabajaba contra su propio objetivo y contra s mismo; y no existe amargura peor que la de un hombre convertido en el ms encarnizado enemigo de s mismo. Segn su propia expresin, se senta amenazado por la negra avalancha, l, que haba propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades. Freud no se pregunt nunca por qu deba hablar constantemente sobre el sexo, por qu este pensamiento le posea. Nunca tendra consciencia de que en la monotona del significado se expresaba la huida de s mismo, o de aquella otra parte suya que quizs pudiera definirse como mstica. Sin reconocer esta parte no poda sentirse acorde consigo mismo. Era ciego frente a la paradoja y la ambigedad de los significados del inconsciente, y no saba que todo cuanto emerge del inconsciente posee algo superior e inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo y esto hizo Freud se considera slo la mitad de ello y, consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagnica.
Contra esta parcialidad de Freud no haba nada que hacer. Quizs una ntima experiencia personal le hubiera podido abrir los ojos; pero a lo mejor su mente lo hubie185 ra reducido tambin a mera sexualidad o psicosexuali- dad. Fue prisionero de un punto de vista y justamente por ello veo en l una figura trgica, pues era un gran hombre. Despus de aquella segunda conversacin en Viena comprend tambin la hiptesis del poder, de Alfred Adler, pues hasta entonces no le haba prestado suficiente atencin: Adler haba aprendido del padre, como muchos hijos, no lo que stedijo sino lo quehizo. Entonces el problema del amor o eros y del poder me pareci un lastre del espritu tal como l mismo me dijo. Freud nunca haba ledo a Nietzsche. Ahora vea yo su psicologa como un ardid de la historia del espritu que compensaba la deificacin por Nietzsche del principio del poder. El problema no se planteaba manifiestamente Freudversus Adler, sino Freudversus Nietzsche. Me pareci significar mucho ms que una mera querella familiar en la psicopatologa. Comenc a darme cuenta de que eros e impulso de poder eran como hermanos desavenidos e hijos de un mismo padre, una fuerza espiritual constructiva, la cual como carga elctrica positiva y negativa se manifiesta en la experiencia de forma antagnica: una como unpatiens, el eros, y la otra como unagens, el impulso de poder, y viceversa. El eros recurre al impulso de poder tanto como ste al primero. Dnde puede hallarse un impulso sin el otro? El hombre est sometido, por una parte, al impulso, por otra parte intenta dominarlo. Freud muestra cmo el objeto sucumbe al impulso y Adler cmo el hombre se sirve de ste para dominar el impulso. Nietzsche, entregado y supeditado a su destino, tuvo que crearse un superhombre. Freud, as conclu yo, qued tan impresionado por el poder del eros que quiso elevarlo a un numen religioso, incluso a dogma aere peren-nius. No es ningn secreto que Zaratustra es el heraldo de un evangelio, y Freud compite incluso con la Iglesia en su intencin de canonizar los principios. No hizo esto de un 186 modo demasiado ostensible, pero s, sin embargo, con la intencin, sospechosa para m, de querer pasar por profeta. Levanta la trgica reivindicacin y la destruye a la vez. As sucede casi siempre con las numinosidades, y esto es lgico, pues en cierto aspecto son verdaderas y en otro, inciertas. La vivencia luminosa se eleva y se hunde a la vez. Si Freud hubiera observado mejor la verdad psicolgica de que la sexualidad es numinosa es un Dios y un Diablo no se hubiera quedado atascado en la estrechez de un concepto biolgico. Y Nietzsche, con su entusiasmo, no se hubiera situado al margen del mundo, si hubiera dado ms importancia a los fundamentos de la existencia humana. Siempre que el alma, en virtud de una experiencia nu- minosa, es sometida a una brusca oscilacin, existe el peligro de que los hilos, de los cuales cuelga, se rompan. De este modo, un hombre cae en un absoluto s y otro en un no, igualmente absoluto. Nirvana (libre de los
Dos) dice el Oriente. No lo he olvidado. El pndulo espiritual oscila siempre entre la sensatez y el absurdo y entre lo verdadero y lo falso. El peligro del numinoso estriba en que conduce a los extremos, y que una verdad humilde se toma porla verdad y un pequeo error es tenido por un fatal extravo. Tout passe; lo que ayer era verdad, es hoy desilusin y lo que anteayer pasaba por conclusin falsa, puede ser maana un descubrimiento, y naturalmente mucho ms en cuestiones psicolgicas acerca de las cuales en realidad sabemos todava muy poco. No nos hemos dado cuenta siempre de lo que significa que no exista nada en absoluto, si una consciencia pequea oh, tan efmera! no ha observado algo de ello. La conversacin con Freud me mostr que l tema que la luz numinosa de su teora sexual pudiera extinguirse por la negra avalancha. De ello surgi una situacin mitolgica: la lucha entre luz y tinieblas. Esto explica la nu-minosidad de esta cuestin y el recurrir inmediatamente a un refugio religioso, a un dogma. En mi prximo libro, 187 que se ocupa de la psicologa de la lucha heroica,5 describo el trasfondo mtico de la extraa actitud de Freud. La interpretacin sexual por una parte y las ansias de poder del dogma por otra me condujeron, en el trans- curso de los aos, al problema tipolgico, as como a la polaridad y energtica del alma. A ello sigui la investiga- cin, durante varios decenios, de la negra avalancha del ocultismo; intent comprender las premisas histricas conscientes e inconscientes de nuestra psicologa actual. Me interesaba or las opiniones de Freud sobre la pre- cognicin y sobre parapsicologa en general. Cuando le visit en 1909 en Viena le pregunt qu pensaba acerca de ello. De acuerdo con su prejuicio materialista, rechaz ra- dicalmente la cuestin como algo absurdo, basndose en un positivismo tan superficial, que me fue difcil no res- ponderle con acritud. Transcurrieron todava algunos aos hasta que Freud reconoci la importancia de la pa- rapsicologa y la autenticidad de los fenmenos ocultos. Mientras Freud expona sus argumentos, yo sent una extraordinaria sensacin. Me pareci como si mi diafrag- ma fuera de hierro y se pusiera incandescente una cavi- dad diafragmtica incandescente. Y en este instante son un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos. Cre- mos que el armario caa sobre nosotros. Tan fuerte fue el crujido. Le dije a Freud: Esto ha sido un fenmeno de ex-teriorizacin de los denominados catalticos.
Bah dijo l, esto s que es un absurdo! Pues no, le respond, se equivoca usted, seor pro- fesor. Y para probar que llevo razn le predigo ahora que volver inmediatamente a orse otro crujido. Y, efectiva- mente: apenas haba pronunciado estas palabras se oy el mismo crujido en la biblioteca! 5. Wandlungen und Symbole der Libido (Transformaciones y smbolos de la libido), 1912. Nueva edicin: Symbole der Wandlung (Smbolos de la transformacin), 1952. 188 No s an hoy por qu tena tal certeza. Pero saba con toda exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me mir horrorizado. No s qu pensaba o qu miraba. En todo caso, este hecho despert su desconfianza hacia m y yo tuve la sensacin de haberle hecho algo. Nunca ms volv a hablarle de esto.6 El ao 1909 fue un ao decisivo en nuestras relacio- nes. Fui invitado a la Clark University (Worcester, Mass.) para dar unas conferencias sobre el ensayo de asociacin. Independientemente de m, Freud recibi tambin una in- vitacin y decidimos viajar juntos.7 Nos encontramos en Bremen, nos acompaaba Ferenczi. En Bremen sucedi el incidente tan discutido del desmayo de Freud. Fue provo- cado indirectamente por mi inters por las momias del pantano. Yo saba que en ciertas regiones del norte de Alemania se haban hallado los llamados cadveres de los pantanos. Son en parte cadveres de hombres prehistricos que se ahogaron en los pantanos o fueron enterrados all. El agua del pantano contiene cidos hmicos que atacan a los huesos, a la vez que curten la piel de tal modo que sta, al igual que los cabellos, quedan perfectamente conservados. De este modo se realiza un proceso natural de momificacin en el que, sin embargo, por la accin del peso del fango los cadveres han quedado aplanados por completo. Se les encuentra ocasionalmente en las tumbe-ras de Holstein, Dinamarca y Suecia. Estas momias de los pantanos, sobre las cuales haba yo ledo algo, me vinieron a la memoria cuando estba- mos en Bremen, pero estaba algo confundido y los ha- ba tomado por las momias de las cmaras de plomo de Bremen! Mi inters irrit a Freud. Pues qu le pasa a usted con estos cadveres?, me pregunt varias veces. Se disgust mucho y durante una conversacin sobre ello en 6. Cfr. Apndice, p. 427 y ss. 7. Cfr. Apndice, p. 419 y ss. 189 la mesa sufri un mareo. Despus me dijo que estaba convencido de que esta charla sobre cadveres significaba que yo le deseaba la muerte. Qued ms asombrado por esta opinin suya. Qued asustado y ciertamente por el poder de sus fantasas que podan llegar a ocasionarle un desmayo.
De modo parecido, Freud padeci un desmayo en otra ocasin en mi presencia. Fue durante el Congreso psicoa- naltico en Munich en 1912. Alguien gui la conversacin hacia Amenofis IV. Se recalc que su actitud hostil respecto a su padre le llev a destruir las inscripciones en las estelas funerarias y que detrs de su gran intuicin de una religin monotesta se ocultaba su complejo de padre. Esto me irrit e intent explicar que Amenofis fue un hombre genial y profundamente religioso, cuyos hechos no pueden explicarse por antagonismos personales contra su padre. Por el contrario, honr la memoria de su padre y su celo destructor se orient exclusivamente contra el nombre del dios Amn, que hizo suprimir en todas partes, y naturalmente quit tambin de las inscripciones funerarias de su padre la palabra Amn-hotep. Adems, tambin otros faraones hicieron sustituir en los monumentos y en las estatuas los nombres de sus antepasados, divinos o autnticos, por el suyo propio, dado que se sentan, con justo ttulo, encarnaciones del mismo Dios. Pero no haban instaurado ni una nueva religin ni un nuevo estilo. En este instante Freud cay desmayado de la silla. To- dos le rodearon azorados. Entonces le tom en brazos y le llev a la habitacin contigua donde le deposit en un sof. Ya mientras le llevaba en brazos comenz a volver en s y la mirada que me dirigi no la olvidar nunca. En su im- potencia me mir como si yo fuera su padre. Lo que con- tribuy a provocar este desmayo la atmsfera estaba muy tensa fue, igual que en el caso anterior, la fantasa sobre el asesinato del padre. Con anterioridad, Freud haba formulado ante m repetidas alusiones a que me consideraba su sucesor. Estas 190 predicciones me resultaban penosas, pues yo saba que no sera capaz de patrocinar correctamente sus opiniones, es decir, con el significado que l les daba. Adems, tampoco haba logrado exponer mis objeciones de tal modo que l pudiera aceptarlas, y senta demasiado respeto por l para poder exigir una explicacin definitiva. La idea de que deba encargarme de la direccin de un grupo me resultaba desagradable por muchos motivos. No me interesaba una cosa as. No poda sacrificar mi independencia espiritual y este aumento de prestigio me resultaba incmodo porque no significaba otra cosa que un abandono de mis verdaderos fines. Para m se trataba de la investigacin de la verdad y no de una cuestin de prestigio personal. Nuestro viaje a los Estados Unidos, que emprendimos en 1909 en Bremen, dur siete semanas. Estuvimos juntos todos los das y analizbamos nuestros sueos. Tuve en- tonces sueos importantes, con los que Freud no supo qu hacer. No le hice por ello censura alguna, pues al mejor analista le puede suceder que no pueda descifrar el acertijo de un sueo. Era un fallo humano y nunca me hubiera in- clinado a interrumpir nuestros anlisis y nuestra relacin me resultaba sobremanera valiosa. Consideraba a Freud una personalidad de ms edad, ms madura y de mayor experiencia, y a m como a un hijo. Sin embargo, sucedi algo que supuso un duro golpe a nuestras relaciones.
Freud tuvo un sueo cuyo contenido no estoy autorizado a exponer. Lo interpret lo mejor que supe, pero aad que se podan deducir muchas ms cosas si quera comunicarme algunos detalles de su vida privada. A estas palabras, Freud me mir extraado su mirada estaba llena de desconfianza y dijo: El caso es que no puedo arriesgar mi autoridad. En este instante la perdi. Esta frase se me grab en la memoria. En ella estaba escrito el final de nuestra relacin. Freud colocaba la autoridad personal por encima de la verdad. Freud no pudo, tal como he dicho, interpretar mis 191 sueos de entonces ms que parcialmente o incluso en ab- soluto. Se trataba de sueos de significado colectivo con gran cantidad de material simblico. Especialmente uno de ellos fue importante para m, pues me sugiri por vez primera el concepto de inconsciente colectivo y constituy una especie de introduccin a mi libro Wandlungen und Symbole der Libido. Tal fue el sueo: Me encontraba en una casa descono- cida para m que tena dos plantas. Era mi casa. Yo me hallaba en la planta superior. All haba una especie de sala de estar donde se vean bellos muebles antiguos de estilo rococ. De la pared colgaban valiosos cuadros antiguos. Yo me admiraba de que tal casa pudiera ser la ma y pens: no est mal! Pero entonces ca en que todava no saba qu aspecto tena la planta inferior. Descend las escaleras y entr en la parte baja. All todo era mucho ms antiguo y vi que esta parte de la casa perteneca aproximadamente al siglo XV o XVI. El mobiliario era propio de la Edad Media y el pavimento era de ladrillos rojos. Todo estaba algo oscuro. Yo iba de una habitacin a otra y pensaba: Ahora debo explorar toda la casa! Llegu a una pesada puerta, que abr. Tras ella descubr una escalera de piedra que conduca al stano. Baj y me hall en una bella y abovedada sala muy antigua. Inspeccion las paredes y descubr que entre las piedras del muro haba capas de ladrillos; la argamasa contena trozos de ladrillos. Ahora mi inters subi de punto. Observ tambin el pavimento, que constaba de baldosas. En una de ellas descubr un anillo. Al tirar de l se levant la losa y nuevamente hall una escalera. Era de peldaos de piedra muy estrechos que conducan hacia el fondo. Baj y llegu a una pequea gruta. En el suelo haba mucho polvo, y huesos y vasijas rotas, como restos de una cultura primitiva. Descubr dos crneos humanos semidestruidos y al parecer muy antiguos. Entonces me despert. Lo que le interes particulamente a Freud fueron los dos crneos. Una y otra vez volvi a hablar de ellos y me 192 insinu que intentara hallar undeseo en relacin con ellos. Qu pensaba yo sobre los crneos? Y de quin procedan? Naturalmente, yo saba exactamente por dnde iba: que aqu se ocultaban deseos de muerte. Pero qu quiere exactamente?, pensaba yo para mis adentros. A quin debo
desearle la muerte? Me opuse tenazmente a tal interpretacin e incluso llegu a vislumbrar qu significaba realmente este sueo. Pero entonces no confiaba realmente en mis opiniones y quera or la suya. Quera aprender de l. As pues, me dej llevar por sus intenciones y dije: Mi mujer y mi cuada pues tena que nombrar a alguien a quien valiese la pena desearle la muerte! Entonces haca poco que estaba casado y saba con exactitud que nada en m indicaba tales deseos. Pero no poda someter a Freud mis propias opiniones sobre la in- terpretacin del sueo sin encontrar incomprensin y una tenaz oposicin. No me senta preparado para esto y tema tambin perder su amistad si persista en mi punto de vista. Por otra parte, quera saber qu se desprendera de mi respuesta y cmo reaccionara l, si le llevaba por un camino errneo, pero sin salirse de su doctrina. As, pues, le expliqu una mentira. Era plenamente consciente de que mi proceder no era moralmente irreprochable. Pero no me hubiera sido posible permitirle que se enterase de mi ideologa. El abismo entre sta y la suya era demasiado grande. De hecho, Freud pareci aliviado por mi respuesta. Me di cuenta de que se hallaba indefenso frente a tales sueos y se refugiaba en su doctrina. Pero a m me interesaba hallar el verdadero sentido del sueo. Me resultaba evidente que la casa representaba un tipo de psiquis, es decir, mi estado de conciencia de entonces con sus complementos hasta entonces ignorados. La cons-ciencia estaba representada por la sala de estar. En el ambiente se notaba que estaba habitada, pese al estilo antiguo. En la planta baja comenzaba ya el inconsciente. Cuan193 to ms descenda yo, tanto ms extrao y oscuro se volva. En la gruta hall restos de una cultura primitiva, es decir, el mundo de los hombres primitivos en m, que apenas puede ser ya alcanzado o iluminado por la consciencia. El alma primitiva del hombre linda con la vida del alma animal, como tambin las cuevas prehistricas fueron habitadas las ms de las veces por animales, antes de que los hombres se las apropiaran. Me result entonces especialmente consciente cun profundamente senta yo la diferencia entre la actitud es- piritual de Freud y la ma. Me haba educado en la atmsfera intensamente histrica de Basilea a fines del siglo pasado y haba adquirido, gracias a la lectura de los filsofos antiguos, una cierta informacin sobre la historia de la psicologa. Cuando meditaba sobre los sueos y el significado del inconsciente no lo haca sin establecer una comparacin histrica; en mi poca universitaria me haba servido siempre del viejo diccionario de filosofa de Krug. Conoca especialmente los autores del siglo XVIII, as como los de principios del siglo XIX. Este mundo constitua la atmsfera de mi cuarto de estar en el primer piso. Frente a esto tuve la impresin como si la Historia del Espritu de Freud se enraizase en Bchner, Moleschott, Dubois-Rey-mond y Darwin.
A mi estado de conciencia ya reseado, el sueo aada ahora ms estratos de consciencia: la planta baja, desde haca tiempo deshabitada y de estilo medieval, despus el stano romano y finalmente la gruta prehistrica. Representaban tiempos pasados y estratos de consciencia superados. Muchas cuestiones me haban preocupado vivamente la vspera del sueo: sobre qu premisas se apoya la psi- cologa de Freud? A qu categora del pensamiento humano pertenece? En qu relacin se encuentra su casi exclusivo personalismo con respecto a las premisas generales histricas? Mi sueo dio la respuesta. En l se retroceda hasta los fundamentos de la historia de la cultura, de una 194 historia de estados de consciencia sucesivos. Representaba algo as como un diagrama estructural del alma humana, una premisa de naturaleza completamenteimpersonal. Esta idea dio en el blanco: it clicked, como dicen los ingleses; y el sueo se convirti para m en una imagen directriz que en los prximos aos se confirmara de un modo desconocido por m. Me dio el primer presentimiento de una psiquis colectiva a priori de la personal que al principio interpret como huellas de las primitivas funciones. Slo ms tarde, al acrecentar mi experiencia y ms profundos mis conocimientos, reconoc en las funciones las formas instintivas, los arquetipos. No pude nunca darle la razn a Freud de que el sueo es una fachada tras la cual se oculta su sentido; un sentido que es ya consciente, pero que est implcito en la consciencia, por as decirlo, de modo maligno. Para m los sueos son naturaleza a la cual no es inherente ninguna tentativa de engao, sino que expresa algo, lo mejor que puede como una planta que crece, o un animal que busca su alimento. As tambin los ojos no quieren engaar, pero quizs nos engaamos porque los ojos son miopes. O bien omos mal, porque los odos son algo sordos, pero no porque ellos quieran engaarnos. Mucho antes de que conociera a Freud haba considerado lo inconsciente, as como a los sueos, su expresin inmediata, como un proceso natural en el cual no cabe nada arbitrario ni intencin engaosa alguna. No vea motivos para suponer que los estados de consciencia se extiendan tambin a los procesos naturales del inconsciente. Por el contrario, la experiencia cotidiana me enseaba cun tenazmente se opona el inconsciente a las tendencias de la consciencia. El sueo de la casa produjo en m un efecto especial: despert mi antigua aficin por la arqueologa. Al regresar a Zurich abr un libro sobre excavaciones babilnicas y le diversas obras sobre los mitos. Entre ellos cay en mis ma- nos el Symbolik und Mythologie der alten Vlker (Simbolis- mo y mitologa de los pueblos antiguos), de Friedrich 195
Creuzer,8 y qu apasionante! Lea como obsesionado y me abr paso con apasionado inters por entre montaas de cuestiones mitolgicas y finalmente tambin de cuestiones gnsticas. Termin en una confusin total. Me encontr en una situacin de parecida desorientacin como otrora en la clnica, cuando intentaba comprender el significado del estado mental psicoptico. Me sent como en un manicomio imaginario y comenc a analizar y tratar todos los centauros, ninfas, dioses y diosas, como si fueran mis pacientes. En este trabajo no pude menos que descubrir fcilmente la prxima relacin de la mitologa antigua con la psicologa de los primitivos, lo cual me exigi un posterior estudio intensivo. Los intereses paralelos de Freud en este aspecto me causaron algn malestar, pues cre reconocer en l un predominio de su teora frente a los hechos. Durante este estudio hall el trabajo de una joven americana desconocida para m, Miss Miller. Este trabajo ha sido publicado por mi admirado amigo de la familia Thodore Flournoy en los Archives de Psychologie (Gine- bra).9 Enseguida qued impresionado por el carcter mi- tolgico de las fantasas. Produjeron en m el efecto de un catalizador para las ideas estancadas en m y todava de- sordenadas. Progresivamente surgi de ellas, y de mis co- nocimientos sobre los mitos, el libro Wandlungen und Symbole der Libido. Mientras trabajaba en l tuve sueos significativos que acusaban la ruptura de relaciones con Freud. Uno de los ms impresionantes tena lugar en una regin montaosa en las cercanas de la frontera suizo- austraca. Era por la tarde y vi un anciano con el uniforme de funcionario de aduanas austraco. Pas ante m algo encorvado, sin reparar en m. La expresin de su cara era huraa, algo melanclica y enojada. Haba otros hombres y alguien me inform de que el anciano no era real, sino 8. Leipzig y Darmstadt, 1810-1823. 9. Sobre Th. Flournoy, cfr. Apndice, p. 436 y s. 196 el espritu de un funcionario de las aduanas, muerto haca aos. ste es uno de los que no podan morir, se deca. sta es la primera parte del sueo. Cuando empec a analizarlo, la aduana me pareci idntica a la censura; la frontera me recordaba la exis- tente entre la conciencia y el inconsciente, por una parte, y por otra, aqulla entre las opiniones de Freud y las mas. La inspeccin minuciosa en la frontera me pareci representar el psicoanlisis. Con ello se descubren premi- sas ignoradas. l anciano aduanero haba presenciado en su profesin tan pocas cosas satisfactorias y alentadoras que su concepcin del mundo le prestaba una expresin amarga. No poda prescindir de las analogas con Freud. Precisamente entonces (1911) Freud haba perdido en cierto sentido su autoridad para m. Pero significaba ahora como antes una descollante personalidad en la que yo proyectaba a mi padre y
esta proyeccin en la poca en que tuvo lugar el sueo perduraba todava. Cuando ocurre una proyeccin de este tipo, no se es objetivo, sino que se tiene un criterio dividido. Por una parte se est sometido y por otra parte existen resistencias. En la poca en que tuvo lugar el sueo yo valoraba todava muy alto a Freud; pero, por otra parte, adoptaba yo una actitud crtica ante l. sta actitud dividida denotaba que yo, en tal situacin, era todava inconsciente y no la haba reflejado. sto es ca- racterstico de todas las proyecciones. l sueo me ayud a adquirir claridad. Bajo la influencia de la personalidad de Freud me ha- ba privado en lo posible de mi propio juicio y reprimido mi sentido crtico. Esto constitua la condicin previa bajo la que poda colaborar. Me deca a m mismo: Freud es mucho ms experimentado y ms hbil que t. Ahora es- cucha simplemente lo que l dice y aprende de l. Y en- tonces, para mi asombro, so que l era un funcionario amargado de la monarqua austraca, le so muerto, pero como inspector de aduanas an en activo. Significaba esto el deseo de muerte que Freud mencionaba? Yo no po197 da hallar a nadie en m que normalmente hubiese podido abrigar tal deseo, pues quera, por as decirlo, tout prix, colaborar y participar de la riqueza de sus experiencias de un modo resueltamente egosta, y para ello resultaba muy apreciable su amistad. As pues, no tena motivo alguno para desearle la muerte. Ciertamente el sueo poda ser una correccin, una compensacin de mi estima y admiracin conscientes que inoportunamente para m iban por lo visto demasiado lejos. El sueo trasluca una postura algo crtica. Estaba sorprendido, aunque la conclusin del sueo pareca incluir un presagio de inmortalidad. El sueo no termin con el episodio del aduanero, sino que, tras un hiato, sigui una segunda parte muy sig- nificativa. Me hallaba en una ciudad italiana y era medioda, entre las doce y la una. Un ardiente sol calcinaba los callejones. La ciudad estaba construida sobre una colina y me recordaba un lugar determinado de Basilea, el Kohlen- berg. Las callejuelas, que desde all conducan al Birsigtal, que cruza la ciudad, estaban formadas en parte por escaleras. Unas escaleras de este tipo descendan a la Barfs-serplatz. Era Basilea y, sin embargo, era una ciudad italiana, algo as como Brgamo. Era verano y el radiante sol se hallaba en su cnit, todo se encontraba inundado de intensa luz. Mucha gente transitaba ante m y yo saba que los comercios estaban cerrados y la gente se diriga a casa a comer. Entre esta marea humana iba un caballero con toda su indumentaria. Subi las escaleras y pas ante m. Llevaba un yelmo con aberturas para los ojos y un traje de mallas. Encima llevaba una tnica blanca en la que estaba bordada, por delante y por detrs, una gran cruz roja. Pueden ustedes imaginarse qu impresin me caus ver de pronto en una ciudad moderna al medioda,en el momento de mximo trfico, acercrseme un cruzado. Particularmente me extra el que ninguna de las muchas personas que transitaban pareca reparar en l. Nadie se volva hacia l, ni le miraba, me pareca como si fuera por 198
completo invisible para los dems. Yo me preguntaba qu significaba este fenmeno y fue como si alguien me res- pondiera pero all no haba nadie que tal dijese: Esto es un fenmeno corriente. Siempre, entre doce y una, pasa por aqu el caballero y esto desde hace mucho tiempo (tena la impresin que desde haca siglos) y todo el mundo lo sabe. El sueo me impresion profundamente, pero entonces no supe comprenderlo en absoluto. Estaba impresionado y confuso y no hallaba explicacin alguna. El caballero y el aduanero eran figuras entre s opuestas. El aduanero era sombro, como alguien que todava no podr morir un fenmeno que se va extinguiendo. El caballero, por el contrario, estaba lleno de vida y era totalmente real. La segunda parte del sueo era en gran medida luminosa, la escena en la frontera, trivial, y en s no impresionante, y slo me impresion despus de meditar sobre ellas. Hice muchas interpretaciones sobre la enigmtica figura del caballero sin llegar a captar por completo su significado. Slo mucho ms tarde, tras haber meditado mucho tiempo sobre el sueo, pude comprender en cierto modo su sentido. Ya en el sueo saba que el caballero perteneca al siglo XII. Es la poca en que comenz la alquimia y la cuestin del Santo Grial. Las historias del Grial desempearon para m, desde muy joven, un importante papel. Cuando tena quince aos le por vez primera acerca de esta cuestin y ello constituy un acontecimiento inolvidable, una impresin que no me abandon nunca. Sospechaba que all se ocultaba todava un misterio. As pues, me pareci totalmente natural que el sueo evocara de nuevo el mundo de los caballeros del Grial y su sacrificio, pues ello era, en su sentido ms ntimo, mi mundo, que apenas tena nada que ver con el de Freud. Todo en m buscaba lo todava desconocido, lo que poda otorgar un sentido a la banalidad de la vida. Me causaba profunda desilusin el que, pese a todos 199 los esfuerzos de la ciencia, aparentemente no pudiera des- cubrirse en las profundidades del alma nada ms que lo genricamente humano sobradamente conocido. Crec en el campo entre campesinos y lo que no pude aprender en el establo lo aprend en las agudezas de Rabelais y en las ingeniosas fantasas del folklore de nuestros campesinos. Incestos y perversidades no eran para m novedades especiales ni requeran una explicacin especial. Pertenecan, con la criminalidad, al negro poso que me haca perder el gusto por la vida, mientras que no haca ms que ponerme ante los ojos, con demasiada claridad, la fealdad y la insensatez de la existencia humana. Era para m algo evidente que las berzas crecieran sobre el estircol. Tuve que admitir que no poda descubrir en ello ninguna idea interesante. Son siempre las gentes de ciudad quienes nada saben de la naturaleza y del establo humano, pensaba yo, los que hace tiempo que estn hartos de estos infortunios. Naturalmente, los hombres que nada saben de la natu- raleza son neurticos, pues no se adaptan a la realidad. Son demasiado ingenuos, como nios, y se les debe explicar, por as decirlo, que son
hombres corno los dems. Es verdad que con ello los neurticos no estn todava curados y slo pueden conseguir recuperar la salud si se desprenden del cieno de cada da. Pero slo se encuentran a gusto en su situacin de represin, y cmo podran librarse de ella, si el psicoanlisis no les revela algo mejor y distinto, si incluso la teora los aprisiona y slo les deja como posibilidad de solucin la decisin razonable o racional de renunciar definitivamente a sus chiquilladas? Pero esto es precisa- mente lo que, por lo visto, no pueden hacer. Y cmo podran hacerlo si no se les descubre algo en que poder apo- yarse? No se puede rechazar ninguna forma de vida sin sustituirla por otra. Un modo de vivir totalmente razonable es en la prctica generalmente imposible, mxime cuando, en principio, se es un neurtico. Ahora comprenda por qu me resultaba del mayor in200 teres la psicologa personal de Freud. Deba saber a toda costa cmo surgi su solucin razonable. Ello era para m una cuestin vital por cuya respuesta estaba yo dispuesto a sacrificar mucho. Ahora lo vea claro. l mismo tena una neurosis y concretamente fcil de diagnosticar por sus sntomas bastante desagradables, como descubr en nuestro viaje a Amrica. Me descubri entonces que todo el mundo es algo neurtico y que, por lo tanto, hay que ser tolerante. Pero no me senta dispuesto a quedar satisfecho con esto, sino que quera saber mucho ms, es decir, cmo se puede evitar una neurosis. Haba visto que ni Freud ni sus discpulos podan comprender qu significaba el psico- anlisis en la teora y en la prctica, puesto que ni siquiera el maestro haba logrado resolver su propia neurosis. Cuando anunci su intencin de identificar y dogmatizar la teora y el mtodo, ya no pude cooperar ms con l, y no me qued ms opcin que retrotraerme a m. Cuando llegu en mi trabajo sobre Wandlungen und Symbole der Libido al final del captulo sobre el sacrificio saba de antemano que ello me costara la amistad con Freud. Tena que exponer all mi propia nocin del incesto, la transformacin decisiva del concepto de la libido, adems de otras ideas por las que me diferenciaba de Freud. Para m el incesto significaba slo en muy raros casos una complicacin personal. En la mayora de casos representaba algo de naturaleza altamente religiosa, razn por la cual desempea en casi todas las cosmogonas y en numerosos mitos un papel decisivo. Pero Freud persista en la interpretacin textual y no poda captar el significado espiritual del incesto como smbolo. Yo saba que l nunca podra aceptar esto. Habl con mi mujer y le comuniqu mis temores. Ella intent tranquilizarme, pues opinaba que Freud aceptara generosamente mis opiniones, aunque para s no pudiese admitirlas. Yo estaba convencido de que no eracapaz de ello. Estuve dos largos meses sin tocar la pluma y preocu- pado por esta cuestin: debo silenciar lo que pienso o 201
debo arriesgar mi amistad? Finalmente me decid a escribir y me cost la amistad con Freud. Despus de la ruptura con Freud todos mis amigos y conocidos se separaron de m. Mi libro fue declarado un mamotreto. Riklin y Maeder fueron los nicos que me apoyaron. Pero yo haba previsto ya este ostracismo y no me haba hecho ilusiones sobre la reaccin de los que se llamaban mis amigos. Era un punto en el que haba medi- tado mucho. Saba que me jugaba el todo por el todo y que deba responder de mis propias convicciones. Vi que mi captulo El sacrificio significaba mi sacrificio. Con esta idea pude volver a escribir a pesar de que prevea que nadie comprendera mi opinin. Mirando hacia atrs puedo decir que he sido el nico en seguir ocupndose debidamente de los dos problemas que ms interesaron a Freud: el de los restos arcaicos y el de la sexualidad. Es un error muy frecuente pretender que no he sabido ver el valor de la sexualidad. Por el contrario, desempea un importante papel en mi psicologa, concretamente como expresin esencial aunque no nica de la integridad psquica. Fue tambin mi objetivo principal investigar y explicar su significado personal y su aspecto espiritual ms all de la funcin biolgica y su sentido nu-minoso: es decir, expresar lo que fascin a Freud, pero que no pudo comprender. Las obras Die Psychologie der ber-tragung (Psicologa de la transferencia) y Mysterium Co-niunctionis contienen mis ideas sobre este tema. Como manifestacin de un espritu etnico, la sexualidad es de la mayor importancia. Pues aquel espritu es la otra cara de Dios, la parte oscura de la imagen de Dios.* Las cuestiones del espritu etnico me preocuparon desde que penetr en el mundo ideolgico de la alquimia. En el fondo, este inters se me despert en aquella primera conversacin con Freud al comprobar la profunda emocin que senta l por la sexualidad, sin que pudiera yo explicrmelo. * Cfr. Glosario. 2O2 El mrito de Freud consisti en que tom en serio a sus pacientes neurticos y penetr en su propia e indivi- dual psicologa. Tuvo el valor de dejar hablar a la casusti- ca y de este modo adentrarse en la psicologa individual del enfermo. Vea, por as decirlo, con los ojos del enfermo y consigui de este modo adquirir una comprensin de la enfermedad ms profunda de lo que hasta entonces fue posible. En este aspecto tuvo imparcialidad y valenta. Esto le llev a superar multitud de prejuicios, a destronar falsos dioses, a poner en evidencia un montn de hipocresas y falsedades y denunciar despiadadamente a la luz del da la corrupcin del alma contempornea. No temi tener que soportar la impopularidad de tan audaz empresa. El impulso que ha dado a nuestra cultura consiste en haber descubierto un acceso al inconsciente. Al reconocer el sueo como la ms importante fuente de informacin sobre los fenmenos del inconsciente arrebat al pasado y al olvido un valor que pareca irremi- siblemente perdido.
Demostr empricamente la existen- cia de una psiquis inconsciente que anteriormente slo exista como postulado filosfico, concretamente en la fi- losofa de Carl Gustav Carus y Eduard von Hartmann. Se puede decir que la actual consciencia cultural, en su expresin filosfica, no ha aceptado todava la idea del inconsciente y sus consecuencias, a pesar de que se la confronta con l desde hace ms de medio siglo. La idea fundamental y bsica de que nuestra existencia psquica tiene dos polos contina siendo una tarea del futuro. 203 EL ANLISIS DEL INCONSCIENTE Despus de separarme de Freud comenz para m una poca de inseguridad interior, de desorientacin incluso. Me senta enteramente en el aire, pues no haba hallado todava mi propio puesto. Principalmente me interesaba hallar una nueva actitud frente a mis pacientes. As pues, me decid a esperar, por vez primera incondicionalmente, lo que me explicaran de s mismos. Me adaptaba, pues, a lo que la casualidad me brindaba. Pronto se vio que infor- maban espontneamente sobre sus sueos y fantasas, y yo planteaba slo un par de preguntas: Qu le parece a us- ted esto? o Cmo entiende usted esto?, De dnde proviene esto?. De las respuestas y asociaciones se des- prendan los significados por s solos. Dej a un lado los puntos de vista tcnicos y slo resultaba de utilidad para el paciente el comprender las imgenes que l mismo pro- porcionaba. Ya al cabo de poco tiempo comprend que era correc- to aceptar los sueos tel quel como fundamento para su interpretacin, pues ste es su fin. Constituyen hechos de los que hemos de partir. Naturalmente, de mi mtodo se deduca una gran cantidad de aspectos. Cada vez resultaba ms necesario adoptar un criterio, casi dira: la necesidad de una orientacin previae inicial. Entonces tuve un momento de extraordinaria lucidez, en el cual abarqu con la mirada el camino seguido hasta all. Pens: ahora posees la clave de la mitologa y tienes po204 sibilidad de abrir entonces todas las puertas que dan a la psiquis humana inconsciente. Pero entonces alguien susu- rr en m: Por qu abrir todas las puertas? Surgi entonces la cuestin de qu era lo que yo haba logrado hasta entonces. Haba explicado los mitos de los pueblos primitivos, haba escrito un libro sobre los hroes, sobre el mito en el que desde siempre vive el hombre. Pero en qu mito vive el hombre de hoy? En el mito cristiano, podra decirse. Vivest en l?, me preguntaba. Si debo ser sincero, no. No es el mito en el que yo vivo. Entonces ya no tenemos mito? No, al parecer ya no tenemos mito. Pero cul es, pues, tu mito, el mito en que t vives? Entonces me sent a disgusto y dej de pensar. Haba llegado al lmite.
En 1912, durante las fiestas navideas, tuve un sueo. Me encontraba en una bella logia italiana con columnas, pavimento de mrmol y una balaustrada tambin en mr- mol. All estaba yo sentado en una silla dorada de estilo Renacimiento y ante m se hallaba una mesa de exquisita belleza. Era de piedra verde, como de esmeralda. Yo estaba sentado y miraba hacia la lejana, pues la logia se hallaba en lo alto de la torre de un castillo. Mis hijos se encontraban tambin junto a la mesa. De repente se acerc un pjaro blanco, una pequea gaviota o una paloma. Delicadamente se pos sobre la mesa y yo hice seas a mis hijos para que guardaran silen- cio y no asustaran al bello pjaro blanco. De pronto la pa- loma se transform en una muchachita de cabellos dora- dos y de unos ocho aos. Sali corriendo con los nios y jugaron juntos en el soberbio claustro del castillo. Yo qued absorto en mis pensamientos, meditando sobre lo que acababa de presenciar. Entonces volvi la chiquilla y con su brazo me rode cariosamente el cuello. De repente desapareci, volvi a estar all la paloma y habl lentamente con voz humana: Slo en las primeras horas de la noche puedo adquirir forma humana, mientras la paloma est ocupada con los doce muertos. En este momento escap volando y surc los aires. Yo me despert. 205 Lo nico que poda decir acerca del sueno era que mostraba una extraordinaria vivificacin del inconsciente. Pero no conoca ninguna tcnica para poder examinar a fondo el proceso interno. Qu relacin puede tener una paloma con doce muertos? Respecto de la mesa esmeralda me acord de la historia de la tabula smaragdina de la le- yenda de Hermes Trimegisto. l haba legado una mesa en la que estaba grabada en lengua griega la esencia de la sa- bidura alqumica. Pens tambin en los doce apstoles, en los doce meses del ao, en los signos del zodaco. Pero no hall solucin al enigma. Finalmente tuve que rendirme. No me quedaba otro recurso que esperar vivir ms y prestar atencin a mis fantasas. Entonces se repiti una fantasa terrible: all haba algo muerto que todava viva. Por ejemplo, se llevaban cadveres a hornos crematorios y en- tonces se observaba que todava vivan. Estas fantasas se agudizaron y se confundieron en un sueo: Estaba en un lugar que me recordaba los Alyscamps junto a Arles. All se encuentra una avenida de sarcfagos que se remontan hasta la poca de los merovingios. En el sueo sala yo de la ciudad y vea ante m una avenida pa- recida, con una larga hilera de tumbas. Se trataba de pe- destales cubiertos de losas, sobre los cuales estaban los muertos de cuerpo presente. Yacan vistiendo antiguos se- pulcrales los caballeros en sus armaduras, pero con la di- ferencia de que los muertos de mi sueo no estaban escul- pidos en piedra, sino momificados de un modo extrao. Me detuve ante la primera tumba y observ al muerto. Era un hombre de los aos treinta del siglo XIX. Con inters contempl sus vestiduras. De repente se movi y volvi a la vida. Separ sus manos y supe que ello suceda slo porque yo le estaba mirando. Con una sensacin desagradable prosegu mi camino y llegu ante otro muerto que perteneca al siglo XVIII. Sucedi lo mismo: cuando lo mir, volvi a la vida y movi las manos. As fui recorriendo toda la hilera hasta que llegu, por as decirlo, al siglo, a un cruzado en cota de mallas, que tambin ya-
206 ca con las manos juntas. Su semblante pareca tallado en madera. Le contempl largamente, convencido de que estaba realmente muerto. Pero de pronto vi que un dedo de la mano izquierda comenzaba lentamente a moverse. El sueo me preocup durante mucho tiempo. Natu- ralmente haba aceptado anteriormente la idea de Freud de que en el inconsciente se hallan reliquias de antiguas experiencias. Sueos como ste y la autntica vivencia del inconsciente me llevaron a la opinin de que estos restos no son, sin embargo, formas muertas, sino que forman parte de la psiquis viva. Mis posteriores investigaciones confirmaron esta hiptesis y en el transcurso de los aos surgi de ella la teora de los arquetipos. Los sueos me impresionaban, pero no podan ayu- darme a vencer mi sensacin de desorientacin. Por el contrario, viva como bajo una opresin interior. Con el tiempo se hizo tan fuerte que supuse deba existir en m un trastorno psquico. Por dos veces repas todas las particularidades de mi vida, especialmente los recuerdos de mi infancia; pues crea que quizs haba algo en mi pasado que pudiera considerarse como causa de mi trastorno. Pero la ojeada retrospectiva result infructuosa y tuve que aceptar mi ignorancia. Me dije: No s en absoluto lo que hago ahora, ni lo que me sucede. As pues, me abandon conscientemente a los impulsos del inconsciente. En primer lugar emergi un recuerdo de la infancia, quizs de mis diez u once aos. Por entonces jugaba apa- sionadamente con piedras de sillera. Recuerdo claramente cmo construa casitas y castillos y puertas con arcos sobre botellas. Posteriormente empleaba piedras sin tallar y barro como argamasa. Estas construcciones me fascinaron durante mucho tiempo. Para mi asombro, este recuerdo emerga acompaado de una cierta emocin. Vaya, me dije, aqu hay vida! El chiquillo est to- dava aqu y posee una vida fecunda que a m me falta. Pero cmo puedo conseguirlo?. Me pareci imposible cruzar la distancia entre la actualidad, el hombre adulto y 207 mis once aos. Pero si quera volver a establecer contacto con aquel tiempo, no me quedaba sino regresar all y vol- ver a acoger al azar al nio con sus juegos infantiles. Este instante constituy un momento decisivo en mi destino, pues, tras una inacabable resistencia, consent fi- nalmente en jugar. Ello no sucedi sin una resignacin extrema y sin la sensacin dolorosa de humillacin, de no poder hacer en realidad nada ms que jugar. As pues, comenc a reunir piedras apropiadas, en parte a orillas del lago, en parte en el agua, y despus co- menc a edificar: casitas, un castillo, toda una aldea. Faltaba todava la iglesia y levant un edificio cuadrado con una torre hexagonal y una cpula cuadrada. En una iglesia hay tambin un altar. Pero vacilaba en construirlo.
Preocupado por la cuestin de cmo podra realizar esta tarea, recorr un da, como de costumbre, el lago y re- cog piedras en la arenisca de la orilla. De pronto descubr una piedra roja: una pirmide cuadrangular, de unos cua- tro centmetros de alto. Era un casco de piedra que haba adoptado esta forma al rodar en el agua e impulsada por las olas puro fruto del azar. Lo saba ya: he aqu el altar. La coloqu, pues, en el centro bajo la cpula y mientras haca esto record el falo subterrneo de mi sueo infantil. Esta relacin despert en m un sentimiento de satisfaccin. Cada da construa despus de comer, si el tiempo me lo permita. Apenas terminaba de comer, jugaba hasta que llegaban los pacientes; y por la tarde, si el trabajo acababa bastante temprano, volva a mis construcciones. Con ello se aclaraban mis ideas y poda captar las fantasas que sospechaba iba a sentir en m. Naturalmente, reflexion sobre el significado de mi juego y me pregunt: Qu haces realmente? Construyes una pequea localidad y lo cumples como un rito. No saba dar una respuesta al porqu de ello, pero posea la ntima certeza de que estaba en camino de hallar mi propio mito. El edificar no era ms que el principio. Desencaden un alud de fantasas que luego anot cuidadosamente. 208 Este tipo de acontecimiento continu teniendo lugar en m. Siempre que en mi vida posterior quedaba atasca- do, pintaba un cuadro o esculpa una piedra y ello consti- tua siempre un rite d'entre para las idas y trabajos subsi- guientes. Todo lo que escrib en el presente ao,1 es decir, Gegenwart und Zukunft (Presente y futuro), Ein moderner Mythus (Un mito moderno), ber das Gewissen (Sobre la conciencia), naci de mi labor de picapedrero que em- prend despus de la muerte de mi esposa.2 El ltimo re- toque de mi esposa y su final, lo que con ello comprend, me ayudaron de un modo prodigioso a salir del trance. Haca falta mucho para recuperar mi estabilidad y el ocuparme de estas construcciones me ayud en gran medida. Hacia el otoo de 1913 pareci que la opresin que hasta entonces senta en m se desplazaba hacia fuera, como si en el aire hubiera algo; en realidad a m me pare- ci ms oscuro que antes. Era como si ya no se tratase de una situacin psquica, sino de una realidad concreta. Esta impresin se afirm cada vez ms. En octubre, cuando me hallaba solo de viaje, me so- brecogi una alucinacin: vi una espantosa inundacin que cubra todos los pases nrdicos y bajo el nivel del mar entre el mar del Norte y los Alpes. La inundacin comprenda desde Inglaterra hasta Rusia y desde las costas del mar del Norte hasta casi tocar los Alpes. Cuando lleg a Suiza vi cmo las montaas crecan ms y ms, como para proteger a nuestro pas. Tena lugar una terrible catstrofe. Vea la enorme ola amarilla, los restos flotantes de la obra de la cultura y la muerte de incontables miles de personas. Entonces el
mar se troc en sangre. Esta alucinacin dur aproximadamente una hora, me confundi y me hizo sentir mal. Me avergonc de mi debilidad. Pasaron dos semanas y la alucinacin volvi a presen1. 1957. 2. 27 de noviembre de 1955. 2O9 tarse bajo las mismas circunstancias, slo que la transfor- macin en sangre era todava ms terrible. O una voz in- terna: Mralo, es completamente real y as ser; de esto no hay duda. En el invierno siguiente alguien me pregunt qu pensaba acerca de los futuros acontecimientos del mundo. Dije que no pensaban nada, pero va torrentes de sangre. La alucinacin no me dejaba tranquilo. Me pregunt si las visiones aludan a una revolucin, pero no poda acabar de crermelo. As pues, saqu la conclusin de que tena algo que ver conmigo mismo y supuse que estaba amenazado por una psicosis. La idea de la guerra no se me ocurri. Poco despus de esto, durante la primavera y a princi- pios de verano de 1914, se repiti tres veces un sueo: que en pleno verano sobrevendra un fro rtico y dejara al pas completamente helado. As vea helada, por ejemplo, toda la regin lorenesa y sus canales. Todo el pas estaba despoblado y los lagos y ros se haban helado. Toda la vida vegetal estaba aletargada. Este sueo lo tuve en abril y mayo, y la ltima vez en junio de 1914. En el tercer sueo sobrevena nuevamente una terrible helada procedente de los espacios interestelares. Tena, sin embargo, un final inesperado: haba un rbol con hojas, pero sin frutos (mi rbol de la vida, pens yo) y estas ho- jas, por influencia de la helada, se convertan en dulces granos de uva llenos de saludable zumo. Tom las uvas y las regal a una gran muchedumbre expectante. A fines de julio de 1914 fui invitado a ir a Aberdeen por la British Medical Association, donde, en un congreso, deba dar una conferencia sobre La importancia del inconsciente en psicopatologa.3 Estaba convencido de que algo iba a suceder, pues tales sueos y visiones suelen ser pre3. La conferencia se public en ingls con el ttulo On the Importance of the Unconscious in Psychopathology en el British Medical Journal, Londres, II, 1914. 21O monitorios. En mi situacin de entonces y con mis temores me pareci obra del destino el que tuviera que hablar precisamente entonces del significado del inconsciente.
El 1 de agosto estall la guerra mundial. Entonces mi tarea consisti en tener que intentar averiguar qu es lo que suceda y en qu medida mi propia vida dependa de la colectividad. Por ello deba ante todo reflexionar sobre m. En un principio se presentaron las fantasas que haba tenido mientras jugaba a las construcciones. Esta labor pas ahora a primer plano. A travs de esto desapareci un incesante torrente de fantasas e hice todo lo posible por no perder mi orienta- cin y hallar mi camino. Me encontraba desamparado en un mundo extrao y todo me pareca difcil e incompren- sible. Viva constantemente en intensa tensin y me suce- da a menudo como si cayeran sobre m enormes piedras. Una tormenta desencadenaba otra. Que pudiera soportarlo era una cuestin de fuerza bruta. Otros se estrellaron aqu. Nietzsche y tambin Hlderlin, y muchos otros. Pero haba en m una fuerza demonaca y desde un principio estaba claro para m que deba hallar el sentido de lo que experimentaba en las fantasas. La sensacin de estar so- metido a una voluntad superior, cuando haca frente a las embestidas del inconsciente, era innegable y conserv siempre un carcter determinante para cumplir las tareas.4 Me senta muchas veces tan inquieto que deba domi- nar mis emociones mediante ejercicios de yoga. Pero dado que mi objetivo era conocer qu pasaba en m, los haca solamente hasta que se recuperaba la tranquilidad y poda reemprender mi trabajo con el inconsciente. Tan pronto como experimentaba la sensacin de volver a ser yo mismo dejaba de controlarme y volva a dar la palabra a las imgenes y voces internas. Los indios, por el contrario, 4. Cuando Jung habl de estos recuerdos se produca siempre la evocacin. Contento, estar a salvo de la muerte(Odisea), propuso l como lema para el captulo. A. J. 211 practican los ejercicios de yoga con el objeto de eliminar por completo la multiplicidad de cuestiones e imgenes psquicas. En la medida en que lograba traducir mis emociones en imgenes, es decir, hallar aquellas imgenes que se ocultaban tras las emociones, senta tranquilidad interna. Si me hubiera abandonado por completo a mis emociones, lo ms probable es que hubiera sido destrozado por las actividades del inconsciente. Quizs los hubiera podido separar, pero entonces habra cado irremisiblemente en una neurosis y finalmente sus contenidos me hubieran destruido. Mi experimento me afirm en la conviccin de lo valioso que es, desde el punto de vista teraputico, hacer conscientes las imgenes que se hallan detrs de las emociones. Anot las fantasas lo mejor que pude y me esforc en dar expresin a las condiciones psquicas bajo las cuales surgan aqullas. Sin embargo, slo pude hacerlo en un lenguaje muy torpe. En primer lugar formul las visiones tal como las haba percibido, en un lenguaje potico, pues es el que corresponde al estilo de los arquetipos. Los arquetipos hablan de modo pattico y hasta engolado. El estilo de su lenguaje me resulta penoso y va en contra de mis sentimientos, como si alguien araa con la ua una pared enyesada o rasca con un cuchillo en un plato. Pero yo no saba de qu se trataba. As pues, no tena posibilidad alguna de eleccin. No me quedaban ms
recursos que anotarlo todo en el mismo estilo elegido por el inconsciente. A veces era como si lo percibiese con mis propios odos. A veces lo senta en mi boca, como si mi lengua estuviera formulando las palabras, e incluso me sucedi que me oa a m mismo murmurando palabras. Bajo el umbral de la consciencia todo era vivo. Desde el principio haba iniciado la confrontacin con el inconsciente como experimento cientfico que ensayaba en m mismo y cuyo resultado era para m de inters vital. Hoy ciertamente podra decir tambin que fue un experi212 ment que tuvo lugar en m. Una de las mayores dificultades consista para m en tener que arreglrmelas con mis sentimientos negativos. Me entregaba espontneamente a las emociones que no poda admitir. Anotaba las fantasas, que con frecuencia me parecan absurdas y contra las cuales ofreca yo resistencias, pues mientras no se comprende su sentido constituyen una mezcla infernal de cosas sublimes y ridiculas. Me cost mucho mantenerme firme, pero fui forzado a ello por el destino. Slo con mprobos esfuerzos pude finalmente evadirme del laberinto. Para captar las fantasas que me movan subterrnea- mente tuve, por as decirlo, que dejarme caer en ellas. Oponindome experimentaba no solamente resistencias, sino que senta incluso fuerte miedo. Tema perder mi au- tocontrol y convertirme en vctima del inconsciente, y lo que esto significa me resultaba, como psiquiatra, suficientemente claro. Pero deba arriesgarme a apresar estas imgenes. Si no lo haca, corra el riesgo de que me apresaran a m. Un importante motivo para estas reflexiones lo constituy la circunstancia de que no poda esperar de mis pacientes lo que yo mismo no era capaz de hacer. La disculpa de que, junto al paciente, estaba quien le auxiliaba, no era vlida. Saba que el que le auxiliaba, es decir, yo, no conoca an la materia por propia concepcin, sino que posea sobre ello como mximo algunas ideas tericas preconcebidas, de dudoso valor. La idea de que me arriesgaba en tan fabulosa empresa, en definitiva, no slo por m personalmente, sino tambin por mis pacientes, me ayud poderosamente en diversas fases crticas. Fue en la poca de adviento del ao 1913 cuando me decid a realizar el primer paso (12 de diciembre). Estaba sentado ante mi escritorio y meditaba una vez ms sobre mis temores y me abandon. Me ocurri como si el suelo cediera literalmente bajo mis pies, y como si cayese en un oscuro abismo. No poda reprimir en m una sensacin de pnico. Pero de pronto y no a demasiada profundidad, me 213 sent sofocado y dbil sobre mis pies, con lo que experi- ment una gran alivio. Sin embargo, me hallaba en una oscuridad, que ahora pareca un profundo crepsculo. Ante m se hallaba la entrada a una cueva ms oscura to- dava; all haba un gnomo. Me pareci que era de cuero, como si estuviera momificado. Me apresur a pasar delan- te suyo a travs de la estrecha entrada y vade unas aguas heladas que me llegaban a la rodilla hasta el otro extremo de la caverna. All se
encontraba sobre una roca un cristal rojo y resplandeciente. Tom la piedra, la levant y descu- br que bajo ella haba una cavidad. En un principio no poda reconocer nada, pero finalmente en el fondo descu- br una corriente de agua. Un cadver pas flotando, un muchacho de rubios cabellos, herido en la cabeza. Le se- gua un enorme escarabajo negro y entonces apareci, emergiendo del fondo de las aguas, un sol rojo recin sali- do. Cegado por la luz quise colocar nuevamente la piedra en la abertura, pero se precipit un lquido a travs de la misma. Era sangre! Un grueso chorro salt y sent nu- seas. El flujo de sangre continu durante un tiempo inso- portablemente largo para m. Finalmente se extingui y con ello finaliz la visin. Me senta impresionado en lo ms ntimo por las im- genes. Naturalmente vea que la pice de rsistence era un mito de hroe y del sol, un drama de muerte y renovacin. El renacimiento se explicaba por el escarabajo egipcio. Despus de esto hubiera debido seguir el nuevo da. En lu- gar de ello lleg el insoportable flujo de sangre, un fen- meno completamente anmalo. Pero entonces record mis visiones de sangre del otoo del mismo ao y desist de comprender todo intento posterior. Seis das despus (18 de diciembre de 1913) tuve el siguiente sueo: Me encontraba con un joven moreno desconocido, un salvaje, en una solitaria montaa rocosa. Era antes de amanecer, el cielo del este era ya claro y las estrellas se extinguan. Entonces reson por las montaas el cuerno de 214 Sigfrido y supe que debamos matarle, bamos armados con fusiles y le acechbamos en un estrecho acantilado. De pronto apareci Sigfrido en lo alto de la cumbre de la montaa, con el primer rayo del sol naciente. En un carro de osamenta descenda rpidamente por la pendiente rocosa. Al doblar l una esquina, disparamos sobre l y se desplom, herido de muerte. Lleno de asco de m mismo y arrepentimiento por ha- ber destruido algo tan grande y bello, intent huir, impul- sado por el miedo, pues podan descubrir el crimen. En- tonces comenz a llover copiosamente y supe que todas las huellas del crimen quedaran borradas. Haba escapado al peligro de ser descubierto, la vida poda continuar, pero quedaba un insoportable sentimiento de culpa. Cuando despert medit sobre este sueo, pero me re- sult imposible comprenderlo. Intent, pues, dormirme nuevamente, pero una voz dijo: Tienes que comprender el sueo e inmediatamente! La agitacin interior fue au- mentando hasta el terrible instante en que la voz dijo: Si no comprendes el sueo tendrs que disparar sobre ti! En mi mesita de noche haba un revlver cargado y sent mie- do. Entonces volv a meditar y de pronto comprend el sentido del
sueo: ste es el problema que se le plantea al mundo! Sigfrido representa lo que los alemanes quisieran realizar, a saber: imponer heroicamente su propia voluntad. Donde hay una voluntad se encuentra un camino! Lo mismo quera yo. Pero ahora ya no era posible. El sueo mostraba que la actitud que se encarnaba por medio de Sigfrido, el hroe, ya no se adecuaba ms a m. Por ello l tena que ser asesinado. Despus de esto experiment gran compasin, como si hubiesen disparado sobre m. En ello se expresaba mi secreta identidad con el hroe, as como el sufrimiento que el hombre experimenta cuando es forzado a sacrificar su ideal y su actitud consciente. Pero haba que dar fin a esta identidad con el ideal del hroe; pues existe algo ms alto que la voluntad del Yo y a lo cual hay que someterse. 215 Estas ideas me bastaron por el momento y me dorm nuevamente. El salvaje moreno que me haba acompaado y que propiamente haba tomado la iniciativa del crimen es una encarnacin de la sombra* primitiva. La lluvia muestra que desapareca la tensin entre lo consciente y lo inconsciente. A pesar de que entonces no me era posible todava comprender el significado del sueo por los escasos indi- cios, se liberaron nuevas fuerzas que me ayudaron a llevar a su fin mi experimento con el inconsciente. Para captar las fantasas me represent muchas veces una pendiente. Una vez, para llegar a las profundidades, fueron necesarios muchos intentos. La primera vez alcan- c, por as decirlo, una profundidad de trescientos metros; la siguiente fue ya una profundidad csmica. Era como un viaje a la luna, o como un descenso al vaco. En primer lu- gar se present la imagen de un crter y tuve la sensacin de estar en el pas de los muertos. Al pie de una pea di- vis dos figuras, un anciano con barba blanca y una her- mosa chiquilla. Hice acopio de todo mi valor y fui a su encuentro como si fuesen hombres autnticos. Atentamente escuch lo que me dijeron. El anciano explicaba que era Elias y ello me produjo unshock. La muchacha me des- concert an ms, pues se llamaba Salom! Era ciega. Qu extraa paradoja: Salom y Elias! Elias aseguraba que l y Salom se pertenecan mutuamente desde la eternidad y ello me confundi totalmente. Con ellos viva una serpiente negra que manifest visible inclinacin hacia m. Me dirig a Elias porque pareca ser el ms sensato de los tres y pareca disfrutar de buena inteligencia. Frente a Salom senta desconfianza. Elias y yo tuvimos una larga conversacin, cuyo sentido yo no poda captar. Naturalmente, intent explicarme la presencia de las figuras bblicas en mi fantasa por el hecho de que mi pa* Cfr. Glosario.
216 dre haba sido un sacerdote. Pero con ello nada se explicaba an. Pues qu significa el anciano? Qu significa Salom? Por qu estn juntos? Slo aos despus, cuando supe muchas cosas ms, me pareci natural la relacin entre el anciano y la muchacha. En tales incursiones al mundo de los sueos se halla con frecuencia un anciano que va acompaado de una joven y en muchas narraciones mticas se hallan ejemplos de tal pareja. As, por ejemplo, segn la tradicin gnstica, Simn Magus andaba siempre en compaa de una joven que debi recoger en un burdel. Se llamaba Elena y pasaba por la reencarnacin de la troyana Elena. Klingsor y Kundry, Laots y la bailarina, son otros tantos ejemplos. En mi fantasa, como he dicho, junto a Elias y Salom, una tercera figura, la gran serpiente negra. En los mitos la serpiente es con frecuencia la rival del hroe. Existen nu- merosos relatos sobre sus analogas. As se dice, por ejem- plo, que el hroe tena ojos de serpiente, o que despus de su muerte se transform en una serpiente, y se levant como tal, o que la serpiente era su madre, etc. En mi fantasa la presencia de la serpiente anunciaba un mito de hroe. Salom es una figura anmica. Es ciega porque no ve el sentido de las cosas. Elias es la figura del viejo sabio profeta y representa el elemento racional, Salom el ertico. Se podra decir que ambas figuras son encarnaciones del Logos y el Eros. Pero una definicin de este tipo sera ya demasiado intelectual. Es ms razonable en un principio dejar en su lugar las dos figuras, tal como se me aparecieron entonces a m, es decir, como manifestaciones de procesos inconscientes. Poco despus de estas imgenes emergi otra figura del inconsciente. Se haba originado a partir de la figura de Elias. La llam Filemn. Filemn era un pagano que apor- taba una influencia egipcio-helenstica con matiz gnstico. Su figura se me apareci por vez primera en un sueo: El cielo era azul, pero pareca el mar. Estaba cubierto no por las nubes por pardos terrones. Pareca como si 217 los terrones se separaran y que entre ellos pudiera verse el agua azul del mar. Pero el agua era el cielo. De pronto vino volando por la derecha un ser alado. Era un anciano con astas de toro. Llevaba un traje con llaves y sostena una de ellas como si estuviese a punto de abrir la verja de un castillo. Era alado y sus alas eran las del alcin con sus colores caractersticos. Dado que no comprenda la imagen del sueo, la pin- t para hacrmela ms comprensible. En los das en que me ocupaba de esto encontr a orillas del lago de mi jar- dn un alcin muerto! Me sent como alcanzado por un rayo. Slo muy excepcionalmente se encuentran alciones en las cercanas de Zurich. Por ello me afect tanto esta coincidencia aparentemente casual. El cadver era todava fresco, como mximo de dos o tres das, y no presentaba ninguna herida exterior.
Filemn y otras figuras de la fantasa me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por s mismas y tienen su propia vida. Filemn representaba una fuerza que no era yo. Tuve con l conversaciones imaginarias y l hablaba de cosas que yo no haba imaginado saberlas. Me di cuenta de que era l quien hablaba, y no yo. l me explicaba que yo me comportaba con mis ideas como si las hubiera creado yo mismo, mientras que, en su opinin, estas ideas posean su propia vida como los animales en el bosque o los hombres en una habitacin, o los pjaros en el aire: Si ves hombres en una habitacin, no se te ocurrira decir que los has hecho o que eres responsable de ellos, me explic. As iba yo familiarizando paulatinamente con la objetividad psquica, la realidad del alma. A travs de las conversaciones con Filemn se me hizo patente la diferencia entre yo y mi objeto ideolgico. Tambin l se me presentaba objetivamente, por as decirlo, y comprend que hay algo en m, que puede expresar cosas que yo no s, ni sospecho, cosas que, quizs, vayan dirigidas incluso contra m. 218 Desde el punto de vista psicolgico, Filemn repre- sentaba una actitud de superioridad. Era para m una fi- gura misteriosa. A veces se me apareca de un modo casi real. Me paseaba con l por el jardn, y era para m lo que los indios definen como gur. Cada vez que se perfilaba una nueva personificacin experimentaba yo casi un fracaso personal. Ello significa- ba: Y entretanto tampoco sabas t esto! y me invada el miedo de que quizs la serie de tales figuras era infinita y pudiera perderme en los abismos de la ilimitada ignorancia. Mi yo se senta rebajado de valor, a pesar de que los numerosos xitos externos podan hacerme sentir un privilegiado. Entonces no deseaba en mis tinieblas (Hrridas nostrae mentis purga tenebras, dice la Aurora Consurgens)5 nada mejor que un concreto y verdadero gur, una sabidura y un poder supremos que me desenmaraasen las espontneas creaciones de mi fantasa. Esta tarea la emprendi Filemn, a quien, en este aspecto, nolens volens, tuve que reconocer como maestro del alma. De hecho, me transmiti pensamientos inspirados. Ms de quince aos despus me visit un viejo y cul- to indio, un amigo de Gandhi y conversamos sobre la en- seanza india, en especial de la relacin entre gur y che- lah. Titubeando le pregunt si poda darme quizs infor- macin sobre la naturaleza y carcter de su propio gur, a lo que respondi en un tonomatter-of-fact: Oh, s, fue shankaracharya! No se refiere usted al comentarista de los Vedas? observ yo. ste hace muchos siglos que muri. S, a ste me refera, respondi, con gran asombro por mi parte.
As, pues, usted se refiere a un espritu?, pregunt. Naturalmente, era un espritu, corrobor l. En este instante record a Filemn. 5. Una frmula alqumica que se atribuye a Toms de Aquino. Tr: Limpia nuestro espritu de las terribles tinieblas. 219 Existen tambin gurs espirituales aadi. La mayora tienen por gur a un hombre viviente. Pero hay siempre quienes tienen por maestro a un espritu. Esta noticia me result tan consoladora como aclara- toria. As pues, yo no me haba apartado en modo alguno del mundo de los hombres, sino que simplemente haba experimentado lo que les sucede a los hombres que se de- dican a trabajos de este tipo. Posteriormente Filemn qued condicionado a otra figura que se present y a la que design por Ka. En el an- tiguo Egipto imperaba el Ka del rey como su forma te- rrena, como el alma de la forma. En mi imaginacin, el alma de Ka provena de abajo, de la tierra, como de un pozo profundo. Lo pint en su forma terrena, como una columna de Hermes, cuyo zcalo era de piedra y su capi- tel de bronce. En lo ms alto del cuadro aparece un ala de alcin, y entre l y la cabeza del Ka se extiende una redon- da y luminosa galaxia. La expresin del Ka tena algo dia- blico, podra decirse mefistoflico. En la mano sostena un objeto, parecido a una pagoda coloreada o un relicario y en la otra una pluma con la que trabajaba, deca de s mismo: Yo soy el que sepulta a los dioses en oro y piedras preciosas. Filemn tiene un pie paralizado, pero es un espritu alado, mientras que Ka representa una especie de demonio terrestre o metlico. Filemn es el aspecto espiritual, el sentido; Ka, por el contrario, un espritu de la naturaleza como el antroparion de la alquimia griega, que por cierto entonces no conoca yo todava.6 Ka es el que realmente lo hace todo, pero que oculta el espritu del alcin, el sentido, o lo sustituye por la belleza, el eterno destello. Con el tiempo pude integrar ambas figuras. A ello me ayud el sentido de la alquimia. 6. Antroparion es un hombrecillo, una especie de homnculo. En el grupo de los antroparion se encuentran los hombrecillos de la tierra, losdaktyIcn de los antiguos, el homnculo de los alquimistas. Tambin el Mercurius aiqumico era, como espritu del mercurio, un antroparion. A. J.
22O Mientras anotaba mis fantasas, me pregunt una vez: Qu hago realmente? Seguro que no tiene nada que ver con la ciencia. Entonces, qu es? Entonces una voz me dijo a m: Es arte. Qued muy asombrado, pues no se me haba ocurrido que mis fantasas tuvieran algo que ver con el arte, pero me dijo: Quizs mi inconsciente ha adoptado una personalidad que no soy yo y que desea te- ner ocasin de manifestar sus propias oposiciones. Saba que la voz provena de una mujer y reconoc en ella la voz de una paciente, una psicpata muy inteligente que tena gran confianza en m. Haba llegado a ser una forma vi- viente en mi interior. Naturalmente que lo que haca no era ciencia. Pues qu otra cosa poda ser entonces sino arte? En todo el mundo parecan existir slo estas dos alternativas! Tal es el tpico modo de argumentar femenino. Con firmeza y lleno de reticencia expliqu a la voz que mis fantasas no tenan nada que ver con el arte. Entonces call ella y yo continu escribiendo. Luego vino el siguiente ataque; la misma afirmacin: Esto es arte. Nuevamente protest: No, no lo es. Por el contrario, es naturaleza. Esperaba nuevas rplicas y discusiones, pero como no ocurri nada, pens que la mujer en m no posea ningn centro del habla y le propuse servirse de mi lenguaje. Acept la propuesta y expuso su punto de vista en una larga parrafada. Me interesaba extraordinariamente que una mujer de mi interior se mezclara en mis ideas. Probablemente, as lo pens, se trataba del alma en el sentido primitivo y me pregunt por qu el alma se define como nima. Por qu se representaba como femenina? Posteriormente vi que la figura femenina que yo me representaba se trataba de una figura tpica o arquetpica en el inconsciente del hombre, y la defin como nima.* La figura respectiva inconsciente de la mujer la llam animus. * Cfr. Glosario. 221 En un principio era el aspecto negativo del nima lo que me impresion. Senta timidez ante ella, como ante una presencia invisible. Luego intent relacionarme con ella de otro modo y consider las manifestaciones de mi fantasa como cartas a ella dirigidas. Escrib, por as decirlo, a una parte de m mismo, que mantena otro punto de vista distinto al de mi consciencia, y obtuve respuestas sorprendentes e inusitadas. Me sent como un paciente analizado por un espritu femenino! Cada noche haca mis esquemas, pues, pensaba: si no escribo al nima no podr captar mis fantasas. Sin embargo exista otra razn para mi escrupulosidad: lo escrito al nima no poda variarlo, de ello no poda tramar intriga alguna. En este aspecto se puede establecer una profunda diferencia sobre si se trata de contar algo o si realmente se toma nota de algo. En mis cartas intentaba yo ser lo ms sincero posible, segn el refrn griego: Desprndete de lo que posees y recibirs. Slo paulatinamente aprend a distinguir entre mis ideas y los argumentos de la voz. As, por ejemplo, cuando quera desviarme hacia cuestiones banales yo deca: Esto est bien, ya lo he
experimentado y pensado antes. Pero no estoy obligado a estar expuesto a esto hasta el fin de mis das. Para qu esta humillacin? Lo ms importante aqu es la diferenciacin entre la consciencia y el contenido del inconsciente. A ste hay que aislarlo, por as decirlo, y ello se logra ms fcilmente si se personifica y luego se le pone en contacto con la cons- ciencia. Slo de este modo se puede arrebatarle el poder, que, de lo contrario, se ejerce sobre la consciencia. Dado que los temas del inconsciente poseen un cierto grado de autonoma, esta tcnica no presenta dificultades especiales. Es algo distinto intimar con el hecho de la autonoma de los temas inconscientes. Y precisamente aqu reside la posibilidad de entrar en relacin con el inconsciente. En realidad la paciente, cuya voz hablaba en m, ejerca una influencia funesta sobre los hombres. Haba logrado persuadir a un colega mo de que era un artista incom222 prendido. l as lo haba credo y se desanim por ello. La causa de este fracaso? Este hombre viva no de su propio reconocimiento, sino del de los dems. Esto es peligroso. Ello le produjo inseguridad y lo dej a merced de las insi- nuaciones del nima; pues lo que ella dice posee muchas veces una fuerza tentadora y una astucia profunda. Si las fantasas del inconsciente las hubiese considerado un arte, las hubiera podido contemplar con mis ojos internos o proyectarlas como una pelcula. No les hubiera sido inherente la fuerza de conviccin como a toda percepcin sensorial, y un deber moral frente a ellas no se me hubiera impuesto. El nima me hubiera podido convencer tambin de que era un artista incomprendido y misoi-di-sant, vida de artista, me otorgaba el derecho a descuidar la realidad. Si hubiera seguido su voz, lo ms probable era que me hubiese dicho un da: Te imaginas quizs que el absurdo a que te dedicas es arte? En absoluto! La doblez del nima, altavoz del inconsciente, puede aniquilar completamente a un hombre. Decisiva es siempre en ltimo trmino la consciencia que comprende las manifestaciones del inconsciente y adopta una postura frente a ellas. Pero el nima tiene tambin un aspecto positivo. Es la que facilita a la consciencia las imgenes del inconsciente y ante todo de ello se trataba en m. Durante dcadas me dirig siempre al nima cuando senta que mi afectividad estaba alterada y me encontraba sumido en la inquietud. Entonces siempre hallaba algo en el inconsciente. En tales instantes preguntaba al nima: Qu vuelves a tener ahora? Qu ves? Quiero saberlo! Tras ciertas resistencias, me proyectaba ella normalmente la imagen que vea. Tan pronto como emerga la imagen desapareca la desazn o la opresin. Toda la energa de mis emociones se converta en inters y curiosidad por su contenido. Entonces hablaba con el nima de las imgenes; pues deba comprender lo mejor posible estas imgenes, al igual que los sueos. Hoy ya no necesito ms conversar con el nima, pues ya no experimento tales emociones. Pero si volvieran a
223 presentarse volvera a obrar del mismo modo. Hoy las ideas me son inmediatamente conscientes porque he aprendido a aceptar y comprender los temas del incons- ciente. S cmo comportarme frente a las imgenes inter- nas. Puedo interpretar el sentido de las imgenes directa- mente a partir de mis sueos y ya no necesito para ello ninguna intermediaria. Las fantasas que se me presentaban entonces las es- crib primeramente en el Schwarzes Buch (Libro negro) y posteriormente las traslad al Rotes Buch (Libro rojo), el cual ampli tambin con ilustraciones.7 He emprendido el vano intento de disponer de un modo esttico mis fanta- sas en el Rotes Buch, aunque todava no lo he terminado.8 Era consciente de que no hablaba todava el lenguaje ade- cuado, que deba todava traducirlo. As, pues, pronto re- nunci a lo esttico y me esforc formalmente en com- prender. Vea que tantas fantasas requeran una base fir- me y que en primer lugar deba volver a la realidad huma- na. Esta realidad era para m la comprensin cientfica. De las razones que el inconsciente me haba dado deba ex- traer las conclusiones concretas, y ello se convirti en el objetivo del trabajo de mi vida. El retoque esttico en el Rotes Buch era necesario por ms que ello me molestase; pues slo gracias a ello tuve conocimiento de mi obligacin moral respecto a las imgenes. Influy poderosamente en mi vida. Comprend que ningn lenguaje es tan perfecto que pueda sustituir a la vida. Si se intenta sustituir la vida, no slo no se consigue, sino que a la vida se la arruina. Para conseguir liberarse de la tirana de las premisas inconscientes son necesarias dos cosas: cumplir lo mismo con la obligacin intelectual que con la moral. 7. El Schwarzes Buch comprende seis volmenes encuadernados en piel negra; el Rotes Buch, un infolio encuadernado en piel roja, contiene las mismas fantasas, pero en una forma y lenguaje retocados y en escritura gtica caligr fica, a la manera de los manuscritos medievales. A. ). 8. Cfr. Apndice, pp. 446-447. 224 Es naturalmente una irona el que yo, como psiquia- tra, haya topado en mi experimento, por as decirlo, a cada paso con aquel material psquico que constituye los ele- mentos de una psicosis y que por ello se encuentra en el frenoptico. Es aquel mundo de las imgenes inconscien- tes que sume al enfermo mental en fatal confusin, pero tambin a la vez una matriz de la fantasa creadora de mi- tos, que han desaparecido de nuestra poca racional. La fantasa mtica existe ciertamente en todas partes, pero es tan mal vista como temida, y parece incluso una experiencia arriesgada a una aventura equvoca confiarse a la sen- da insegura que conduce a las profundidades del incons- ciente. Pasa por una senda del error, de la doblez y del equvoco. Pienso en las palabras de Goethe: Atrvete a abrir las puertas ante las cuales todos prefieren pasar de largo... Fausto II es algo ms que un ensayo literario. Es un eslabn en la urea Catena,9 que desde los inicios de la alquimia filosfica y del gnosticismo hasta el Zaratustra de Nietzsche casi siempre impopular,
ambiguo y peligroso representa un viaje de exploracin hacia el otro polo del mundo. Naturalmente necesit hacer un alto en este mundo mientras trabajaba en mis fantasas, y puedo decir que ello fue para m la familia y la profesin. Me era vitalmente necesario llevar tambin una vida evidentemente racional, como contrapeso al extrao mundo interior. La familia y la profesin continuaron siendo para m la base a la que siempre poda regresar y que me demostraba que era un hombre corriente que exista realmente. Los temas del in- consciente podan a veces sacarme de quicio, pero la familia y la profesin representaban: tengo un diploma de mdico, debo asistir a mis pacientes, tengo una mujer y cin9. urea Catena (cadena de oro) es una alusin a la frmula alqumi- ca urea Catena Homeri (1723). Con ello se hace referencia a una fila de hombres sabios que, comenzando por Hermes Trimegistos, unen la tierra y el cielo. A. J. 225 co hijos y vivo en la Seestrasse nmero 228, en Ksnacht, eran realidades que me reclamaban. Me demostraban da tras da que exista realmente y no slo como una hoja movida por el soplo del espritu como un Nietzsche. Nietzsche perdi el suelo bajo sus pies porque no posea ms que el mundo interior de sus ideas, que adems le posean a l ms que l a ellas. Estaba desarraigado y volaba sobre la tierra y por ello cay en la exageracin y en la irrealidad. Esta irrealidad era para m el concepto inmanente del horror, pues yo me refera aeste mundo y a esta vida. Incluso cuando muy absorto y desplazado saba siempre que todo cuanto me suceda se refera a mi verdadera vida, a cuya amplitud y sentido yo procuraba responder, mi divisa era: Hic Rhodus, hic salta! As pues, mi familia y mi profesin eran siempre una realidad feliz y una garanta de que yo exista normal y realmente. Muy paulatinamente se perfil en m un cambio. En el ao 1916 experiment una inclinacin por la creacin li- teraria: me sent por as decirlo impulsado desde dentro a formular y expresar lo que en cierto modo podra haber dicho Filemn. As surgieron los Septem Sermones ad Mor-tuos con su tpico lenguaje.10 Con ello comenc a experimentar una intranquilidad, que no saba qu significaba, o qu es lo que se quera de m. Exista una atmsfera extraamente cargada a mi alrededor y tena la impresin de que el aire estaba lleno de entes fantasmagricos. Entonces comenzaron a rondar duendes por la casa: mi hija mayor vea por la noche una figura blanca atravesar la habitacin. Mi otra hija contaba independientemente de la primera que le haban le- vantado la manta de la cama dos veces por la noche y mi hijo de nueve aos tuvo un sueo terrorfico. Por la ma- ana pidi lpices de colores a su madre y l, que nunca
10. Siete sermones a los muertos. Cfr. Apndice, p. 447 y ss. 226 haba hecho un dibujo, dibuj el sueo. Lo llamaba El di- bujo del pescador. En medio del dibujo haba un ro y en la orilla estaba un pescador con una caa de pescar. Haba atrapado un pez. En la cabeza del pez se hallaba una chi- menea a travs de la cual sala fuego y humo. Por la otra orilla llegaba el diablo volando por los aires. Juraba que le haban robado el pez. Pero sobre el pescador se cerna un ngel que deca: T no puedes hacerle nada: pesca slo los peces malos! Este dibujo lo hizo mi hijo la maana de un sbado. El domingo por la tarde, hacia las cinco, en la puerta de la casa son la campanilla con insistencia. Era un domingo luminoso y las dos muchachas estaban en la cocina desde donde se poda ver el espacio abierto ante la puerta de la casa. Yo me encontraba cerca de la campanilla, la o sonar y vi cmo se mova el martillo. Todos corrieron in- mediatamente hacia la puerta para ver quin llamaba pero all no haba nadie! Nos miramos como alelados! Les digo que la atmsfera estaba cargada! Entonces supe que tena que suceder algo. La casa estaba repleta de gento, toda llena de espritus. Los haba hasta bajo la puerta y se tena la sensacin de apenas poder respirar. Naturalmente, me acuciaba la pregunta: Por el amor de Dios, qu es esto? Entonces gritaron en coro: Regresamos de Jerusaln, donde no hallamos lo que buscbamos. Estas palabras correspondan a las primeras lneas del Septem Sermones ad Mortus. Entonces la inspiracin comenz a fluir de m y en tres tardes escrib este acontecimiento. Apenas hube dejado la pluma, desapareci la legin de espectros. El aquelarre haba terminado. La habitacin se volvi tranquila y pura la atmsfera. As hasta la noche siguiente, en que nuevamente se amotinaron algo y se fueron del mismo modo. Esto fue en 1916. Este acontecimiento hay que aceptarlo tal como fue o como pareci ser. Posiblemente tuvo relacin con el estado emocional en que entonces yo me encontraba y en el 227 que podan presentarse fenmenos parapsicolgicos. Era una constelacin inconsciente, y la atmsfera caractersti- ca de tal constelacin me era bien conocida como numen de un arquetipo. Es apto, se manifiesta! El intelecto de- sea naturalmente apropiarse un conocimiento cientfico sobre un hecho de este tipo, o mejor todava aniquilar todo lo sucedido como una anomala. Qu desesperacin sera un mundo sin anomalas! Poco antes de este acontecimiento escrib una fantasa que se me fue el alma. Constituy para m un suceso muy importante. El alma, el nima, crea la relacin en el inconsciente. En cierto sentido es tambin una relacin con la colectividad de los muertos, pues el inconsciente corresponde al pas mtico de los muertos, al pas de los presentimientos. As pues, cuando el alma desaparece en una fantasa ello significa que se ha retirado al incons- ciente o al pas de los muertos. Ello
corresponde a la denominada prdida del alma, un fenmeno que se en- cuentra con relativa frecuencia entre los primitivos. En el pas de los muertos el alma experimenta una secreta vivificacin y da forma a las huellas ancestrales, a los temas colectivos del inconsciente. Igual que una mdium, da a los muertos posibilidad de manifestarse. Por ello, muy pronto despus de la desaparicin del alma aparecieron en m los muertos, y surgieron los Septem Sermones ad Mortuos. Entonces, y a partir de tal momento, los muertos se me han convertido cada vez ms claramente en voces del incontestado, del no-desligado y no-rescatado, puesto que las preguntas y exigencias, a las que yo tena fatalmente que responder, no me vinieron de fuera, sino del mundo interior. As, pues, las conversaciones con los muertos, los Septem Sermones, constituyeron una especie de prlogo de lo que yo tena que comunicar al mundo acerca del in- consciente: un cierto croquis y resumen del contenido ge- neral del inconsciente. 228 Cuando hoy vuelvo la vista atrs y medito sobre el sentido de lo que me sucedi en la poca de mi trabajo sobre las fantasas me parece como si se hubiese presentado ante m una embajada con plenos poderes. En las imgenes haba cosas que no slo me afectaban a m, sino tambin a muchos otros. De ello result que ya no pudiera considerar que me perteneca a m nada ms. A partir de entonces mi vida perteneca a lo universal. Los conocimientos que me afectaban o que yo buscaba en aquellos das no haban entrado an a formar parte de la ciencia. Yo mismo deba realizar preexperimentos y adems tena que intentar situar lo experimentado en el terreno de la realidad, de lo contrario hubiera permanecido en una situacin de condicionamiento subjetivo no viable. Entonces me supe al servicio del alma. La am y la odi, pero constitua mi mayor riqueza. El que me supeditara a ella constitua la nica posibilidad de vivir y mantener mi existencia como un todo relativo. Hoy puedo decir: no me he alejado nunca de mis vi- vencias iniciales. Todos mis trabajos, todo cuanto he creado espiritualmente, parte de mis imaginaciones y sueos iniciales. En 1912 comenz lo que hasta ahora ha durado casi cincuenta aos. Todo cuanto he hecho en mi vida posterior est ya contenido en ellas, aunque slo en forma de emociones o imgenes. Mi ciencia fue el medio y la nica posibilidad de salir de aquel caos. De lo contrario este material me hubiera aprisionado como lampazos o plantas de pantano. Invert todas mis fuerzas para comprender todos los temas, cada imagen en particular, en ordenarlas lo ms racionalmente posible y realizarlas en vida. Esto es precisamente lo que casi siempre se descuida. Se deja emerger las imgenes y se asombra uno quizs de ellas, pero con ello se da uno por satisfecho. No se esfuerza en comprenderlas, y menos en sacar las consecuencias morales. Ello es causa de los efectos negativos del inconsciente.
Incluso aquel que comprende en cierto modo las im229 genes, pero cree sin embargo que lo ha logrado a sabien- das, incurre en un error peligroso. Pues quien no considera su conocimiento como una obligacin moral transgrede el principio de autoridad. Pueden resultar de ellos efectos destructivos que no slo destruyen a los dems sino al mismo objeto de conocimiento. Con las imgenes del in- consciente se impone al hombre una difcil responsabili- dad. La no-comprensin, as como la carencia de obli- gacin moral, arrebatan a la existencia su integridad y otorgan a muchas vidas individuales el penoso carcter fragmentario. En la poca en que me ocupaba de las imgenes del inconsciente decid retirarme de la Universidad de Zurich, en la que durante ocho aos haba sido profesor auxiliar (desde 1905). La vivencia y experiencia de lo inconsciente me haba coartado intelectualmente en grado extremo. Despus de finalizar el libro sobre Wandlungen un Symbole der Libido (1911)11 me fue imposible leer un libro cientfico durante tres aos. As tuve la sensacin de que no poda ya tomar parte en el mundo del intelecto. Adems, no hubiera podido hablar de lo que me preocupaba. El material proporcionado por el inconsciente me haba de- jado, por as decirlo, atnito. No poda entonces com- prenderlo ni en modo alguno darle forma. Sin embargo, en la universidad ocupaba un puesto muy delicado y sent que deba ante todo hallar una orientacin nueva y to- talmente distinta, y que hubiese sido no jugar limpio en- sear a estudiantes jvenes en un estado de nimo domi- nado por las dudas.12 Con ello me vi situado ante la alternativa: o prosigo 11.Symbole der Wandlung, nueva edicin revisada, 1952. 12. Durante este intervalo de tiempo Jung escribi poco: algunos ar tculos en ingls y el trabajo Das Unbewusste im normalen und knanken SeelenIcben (Lo inconsciente en la vida del alma normal y enferma) [tras refundirlo, apareci con el ttulo ber die Psychologie des Unbewussten (Sobre la psicologa del inconsciente), 7.a edicin, 1960]. El perodo finaliz con la publicacin del libro Psychologische Typen (Tipos psicolgicos), 1921. A. ). 230 con mi carrera acadmica, que entonces ante m se abra, o sigo a mi ntima personalidad, la suprema razn, y contino la maravillosa tarea, el experimento del anlisis del inconsciente.
As pues, abandon conscientemente mi carrera aca- dmica, pues antes de que mi experimento hubiera termi- nado yo no poda presentarme en pblico.13 Sospechaba que era algo grande lo que a m me suceda y confi en lo que me pareca sub specie aeternitatis ms importante. Saba que llenara mi vida y por tal causa estaba dispuesto a correr cualquier riesgo. Qu significaba que fuera profesor o no? Natural- mente que me disgust, senta incluso rabia por el destino y en muchos aspectos lament el no poder circunscribirme a lo que es comprensible para todos. Pero emociones de este tipo son pasajeras. En el fondo no significan nada. Por el contrario, lo otro es importante y si uno se concen- tra en lo que la ntima personalidad quiere y dice, desapa- rece el dolor. As me sucedi siempre, no slo cuando re- nunci a mi carrera acadmica. Las primeras experiencias de este tipo las hice ya de pequeo. En mi juventud era irascible, pero siempre que la emocin llegaba a su punto culminante ceda rpidamente y renaca la calma. Enton- ces me senta alejado de todo y lo que me haba irritado pareca pertenecer a un lejano pasado. La consecuencia de mi decisin y del ocuparme de cosas que ni yo ni los dems podan comprender consisti en un gran aislamiento. Lo vi claro muy pronto. Me preocupaban pensamientos sobre los cuales no poda hablar con nadie; slo hubiesen sido mal entendidos. Experiment, 13. En el ao 1933 Jung reemprendi su actividad docente en la Escuela Superior Tcnica de Zurich. En 1935 fue nombrado profesor titular. En 1942 abandon este cargo por motivos de salud, pero en 1944 sigui el nombra- miento de profesor numerario de la Universidad de Basilea en el marco de una ctedra de psicologa mdica fundada para l. Despus de la primera dase tuvo, sin embargo, que abandonar tambin sus actividades docentes a causa de una grave enfermedad y un ao despus dimiti. A. J. 231 del modo ms agudo, la posicin entre el mundo exterior y el interior. La conjuncin entre ambos mundos, que hoy conozco, no poda entonces concebirla. Slo vea un irre- conciliable antagonismo entre lo interior y lo exterior. Pero desde un principio me result claro que slo establecera contacto con el mundo exterior y los hombres, si me esforzaba al mximo en mostrar que los contenidos de la experiencia psicolgica son reales y ciertamente no slo como experiencias personales mas, sino como experiencias colectivas que pueden repetirse tambin en otros hombres. Ello intent demostrarlo en mi posterior trabajo cientfico. Pero al principio lo hice todo para aportar a mis deudos una nueva maniere de voir. Saba que estara condenado al aislamiento ms absoluto si no lograba esto. Slo hacia el final de la primera guerra mundial co- menc a salir progresivamente de la oscuridad. Fueron dos cosas las que contribuyeron a aclarar la atmsfera: romp mi relacin con la dama que quera sugerirme que mis fantasas tenan valor artstico. Pero ante todo comenc a comprender mis dibujos de mndalas.* Ello fue entre 1918 y 1919. El primero de estos dibujos lo pint despus de haber escrito los Septem Sermones ad
Mortuos. Naturalmente, no lo haba comprendido. En 1918-1919 fui al Chteau d'Oex Commandant de la Regin Anglaise des Internes de Guerre. All esbozaba todas las maanas en un carnet un pequeo dibujo circu- lar, una mndala, que me pareca corresponder a mi lti- mo estado de entonces. Con ayuda de los dibujos poda observar da a da las transformaciones psquicas. Una vez, por ejemplo, recib una carta de aquella dama esteta en la que volva a exponer con firmeza su opinin de que las fantasas que provenan del inconsciente posean un valor artstico y que por ello significaban arte. La carta me crisp los nervios. No era tonta en absoluto y por ello resul* Cfr. Glosario. 232 taba insinuante. El artista moderno pretende ciertamente hacer arte del inconsciente. El utilitarismo y la prosecucin que se desprendan de las lneas de la carta despertaron una duda en m, concretamente la incertidumbre de si las fantasas imaginadas eran realmente espontneas y naturales y no el resultado de mi propio trabajo arbitrario. No me senta libre en absoluto del prejuicio general y de la petulancia de la consciencia de que toda ocurrencia hasta cierto punto importante ser mrito propio y que slo de aquel modo casual se producen dbiles reacciones en contra o que proceden de fuentes extraas. En este estado de irritacin y de desacuerdo conmigo mismo dibuj otra mndala al da siguiente: una parte de la curva estaba rota y la simetra quedaba destruida. Slo paulatinamente comprend lo que realmente es el mndala: Formacin-transformacin, el eterno pasatiempo del sentido eterno. Y esto es la individualidad, la integridad de la personalidad, que, cuando todo va bien, es armnica, pero que no soporta autodecepcin alguna. Mis dibujos eran criptogramas del estado de mi indi- vidualidad, que diariamente me eran cursados. Vi cmo mi individualidad, todo yo estaba en la obra. Esto pude comprenderlo al principio slo a modo de intuicin; sin embargo, ya entonces me parecan mis dibujos altamente significativos y los cuidaba como preciosas perlas. Tena la clara sensacin de algo central, y con el tiempo adquir una idea viva de m mismo. Me represent la mnada que soy yo y que constituye mi mundo. El mndala representa esta mnada y corresponde a la naturaleza microcsmica del alma. No s cuntos mndalas dibuj entonces. Fueron mu- chos. Mientras trabajaba en ello surga una y otra vez la pregunta: Adonde lleva este proceso en el que me hallo? Cul es su objetivo? Saba por propia experiencia que por m mismo no hubiera podido elegir un objetivo que me pareciera digno de confianza. Haba experimentado que la idea de la superioridad del yo deba abandonarla 233
por completo. En ello haba fracasado: quera proseguir la investigacin cientfica de los mitos, tal como haba co- menzado en Wandlungen und Symbole der Libido. Tal era mi objetivo. Pero ni soarlo! Me senta forzado a soportar yo mismo el proceso del inconsciente. En primer lugar tuve que dejarme arrastrar por esta corriente, sin saber adonde me conduca. Slo cuando comenc a dibujar mndalas vi que todos los caminos que emprenda, y todos los pasos que daba, conducan de nuevo a un punto, concretamente al centro. Es la expresin de todos los caminos. Es el camino que lleva al centro, a la indivi- duacin.* En los aos que van de 1918 a 1920, aproximadamen- te, vi claro que el objetivo del desarrollo psquico es la propia persona. No existe un desarrollo lineal, slo existe la circunvalacin del uno mismo. Un desarrollo unilateral se da como mximo en un principio; posteriormente todo tiende al centro. Este conocimiento me dio confianza y progresivamente recuper la tranquilidad interior. Saba que haba alcanzado, con el mndala como expresin del uno mismo, el ltimo eslabn para m. Quizs alguien sepa ms, pero no yo. Una confirmacin del pensamiento sobre el centro y el uno mismo la obtuve aos ms tarde (1927) por medio de un sueo. Su esencia la present en un mndala al de- finirlo como ventana a la eternidad. El dibujo est re- producido en Das Geheimnis der Goldenen Blte14 (El se- creto de la flor de oro). Un ao despus hice otro dibujo, igualmente un mndala en cuyo centro haba un castillo dorado.15 Cuando estuvo terminado me pregunt: Por qu esto es tan chinesco? Estaba impresionado por la for- ma y eleccin de colores, que me parecan chinos, a pesar * Ctr. Glosario. 14. II. 3. Cfr. tambin Gestaltungen des Unbewussten (Formaciones del inconsciente), 1950, II. 6. 15.Das Geheimnis der Goldenen Bltte, 1948, II. 10. Gestaltungen des Unbewussten, 1950, II. 36. 234 de que exteriormente en el mndala no haba nada chino. Pero el dibujo me produca tal sensacin. Fue una rara coincidencia recibir poco despus una carta de Richard Wilhelm. Me enviaba el manuscrito de un tratado taosto- alqumico chino con el ttulo Das Geheirmnis der Goldenen Bltte me rogaba que lo comentara. Le rpidamente el texto, pues aportaba una insospechada confirmacin a mis ideas sobre el mndala y el movimiento circular alrededor del centro. ste fue el primer acontecimiento que rompi mi soledad. All me senta afn a algo y poda relacionarme con algo.16 Para recordar esta coincidencia en sincronicidad escrib entonces bajo el mndala: 1928, cuando haca el dibujo que muestra el castillo evaluado en oro, Richard Wilhelm me envi a Frankfurt el
texto chino, cuya antigedad se remonta a varios siglos, del castillo amarillo, el germen del cuerpo inmortal. Tambin el sueo que tuve en 1927 y al que ya me he referido representaba un mndala: Me hallaba en una ciudad, sucia, llena de holln. Llo- va y todo era oscuro, era invierno y de noche. La ciudad era Liverpool. Con otra gente, digamos una media docena de suizos, iba yo por las calles oscuras. Tena la sensacin de que venamos del mar, del puerto, y la ciudad propia- mente dicha estaba all arriba, sobre loscliffs. Hacia all bamos nosotros. Me recordaba Basilea, all abajo se divi- sa el mercado, y por la Totengassen se llega a una planicie, a la Petersplatz y a la grandiosa Peterniche. Cuando llegamos a la altiplanicie hallamos una amplia plaza, dbilmente iluminada por los faroles, donde desembocaban muchas calles. Los barrios de la ciudad eran radiales y tenan por centro a esta plaza. En el centro se hallaba un estanque redondo y en su interior una pequea isla central. Mientras todo estaba cubierto por la lluvia, la niebla, el 16. Sobre Richard Wilhelm, cfr. Apndice, p. 433 y ss. 235 humo y la noche escasamente iluminada, la pequea isla resplandeca a la luz del sol. All haba un rbol solitario, un magnolio recubiertode flores rojas. Era como si el r- bol estuviese al sol y a la vez fuera luz. Mis compaeros comentaban el terrible tiempo y al parecer no vean el r- bol. Hablaban de otro suizo que viva en Liverpool y se asombraban de que se hubiera trasladado precisamente aqu. Yo estaba admirado por la belleza del rbol florido y por la isla iluminada por el sol y pens: Ya s por qu, y despert. Por ltimo, debo agregar algunas particularidades del sueo: los barrios aislados de la ciudad eran a su vez ra- diales y distribuidos alrededor de un punto. ste formaba una pequea plaza abierta, iluminada por un gran farol y reproduca as una pequea copia de la isla. Yo saba que el otro suizo viva en las cercanas de uno de estos cen- tros secundarios. Este sueo representaba mi situacin de entonces. Veo todava el impermeable gris-amarillento que brillaba entre el gotear de la lluvia. Todo resultaba notoriamente antip- tico, oscuro y tenebroso tal como yo me senta entonces. Pero yo posea el rostro de la belleza supraterrena y por ello poda vivir; despus de todo, Liverpool es el pool of life. Liver, hgado,* es segn antiguas opiniones la sede de la vida. La vivencia del sueo se vincul con el sentimiento de lo definitivo. Vea que aqu se expresaba el objetivo. El centro es el objetivo y ms all de l ya no se puede ir. Por el sueo comprend que el Uno Mismo era un principio y un arquetipo de la orientacin y del sentido. En l reside su saludable funcin. De este conocimiento surgi en m un primer atisbo de mi mito.
Despus del sueo dej de dibujar o pintar mndalas. Aqul expresaba la cima del desarrollo de la consciencia. Me satisfaca por completo, pues daba una imagen acaba*Leter, en alemn. (N. de la t.) 236 da de mi situacin. Era consciente de que me ocupaba algo importante, pero me faltaba todava la comprensin, y a mi alrededor no haba nadie que lo comprendiera. La aclaracin por medio del sueo me dio la posibilidad de considerar objetivamente lo que me satisfaca. Sin una visin de este tipo hubiera perdido quizs mi orientacin y tenido que abandonar mi intento. Pero aqu estaba expresado el sentido. Cuando me separ de Freud saba que caa en lo no conocido, en lo desconocido. Ms all de Freud; no saba propiamente nada, pero haba dado el primer paso en la oscuridad. Cuando se presenta un sueo de este tipo, se le siente como un actus gratiae. Me cost cuarenta y cinco aos, por as decirlo, incluir en el costal de mi obra cientfica las cosas que entonces senta y anotaba. Como hombre joven mi objetivo era conseguir algo en mi ciencia. Pero luego tropec con esta corriente de lava, y las pasiones que existan en su fuego transformaron y reestructuraron mi vida. Tal era la materia prima de la cual se form, y mi obra constituye un esfuerzo ms o menos acertado de inconstar esta materia candente en la ideologa de mi poca. Las primeras imaginaciones y sueos eran como basalto fundido; de ellas cristaliz la piedra que pude ya esculpir. Los aos en que ya trataba de aclarar las imgenes in- ternas constituyeron la poca ms importante de mi vida en que se decidi todo lo esencial. Entonces comenz todo y las posteriores particularidades son slo complementos y aclaraciones. Toda mi actividad posterior consisti en perfeccionar lo que brot del inconsciente, y que comenz inundndome a m. Constituy la materia prima para la obra de mi vida. 237 ACERCA DEL ORIGEN DE LA OBRA Con el comienzo de la segunda mitad de la vida se haba ya implantado el anlisis del inconsciente. Mi trabajo en este sentido prosigui durante mucho tiempo y slo despus de unos veinte aos fui capaz de comprender hasta cierto punto los contenidos de mis imaginaciones. En primer lugar hube de procurarme la prueba de la prefiguracin histrica de las experiencias internas, es decir, hube de responder a la pregunta: Dnde se encuentran mis premisas en la historia? Si no hubiera logrado responderme a esto no hubiera podido confirmar mis ideas. En este aspecto fue un acontecimiento decisivo mi encuentro con la alquimia, pues slo a travs de ella surgan los fundamentos histricos que hasta entonces haba echado de menos.
La psicologa analtica forma parte fundamentalmente de la ciencia natural, pero se halla supeditada a la premisa personal del observador, mucho ms que cualquier ciencia. De aqu que dependa en gran medida de los cortejos histrico-documentales para eliminar, siquiera, los errores ms burdos en el dictamen. Desde 1918 hasta 1926 me ocup seriamente de los gnsticos, pues tambin ellos tropezaron con el mundo primitivo del inconsciente. Captaron sus contenidos e imgenes, que manifiestamente estaban contaminados por el mundo de los impulsos. Es difcil, sin embargo, decir hasta qu punto comprendieron las imgenes, a causa de 238 la escasez de noticias posteriores, que, por lo dems, he- mos de agradecer a sus adversarios, los padres de la Igle- sia. Pero no es probable, en ningn caso, que tuvieran una concepcin psicolgica. Respecto a mis interrogantes, los gnsticos estaban muy lejos en el tiempo para que pudiera relacionarme con ellos. La tradicin entre gnosis y ac- tualidad me pareci rota y durante mucho tiempo no me fue posible hallar el puente entre el gnosticismo o neo- platonismo y la actualidad. Slo cuando comenc a comprender la alquimia reconoc que por medio de ella se produce la vinculacin histrica con el gnosticismo, que por la alquimia se constituye la continuidad del pasado hasta la actualidad. Como filosofa de la Edad Media, la alquimia tendi un puente lo mismo con el pasado, concretamente con el gnosticismo, que con el futuro, con la psicologa del inconsciente. La psicologa del inconsciente haba sido establecida por Freud con los motivos gnsticos clsicos de la sexualidad, por una parte, y la autoridad paterna nociva, por otra. El motivo del gnstico Jehov y Dios creador apareca nuevamente en el mito de Freud del padre primitivo y tenebroso del Super-Yo, descendiente de este padre. En el mito de Freud se manifestaba como un demonio que ha engendrado un mundo de desilusiones, errores y desgracias. Pero la evolucin hacia el materialismo, que ya se prefiguraba al ocuparse de la alquimia de investigar el secreto de la materia, llev a ocultar a Freud la perspectiva de un aspecto esencial y ms amplio del gnosticismo, concretamente la pre-imagen del espritu como otro Dios supremo. Segn la tradicin gnstica, fue este Dios supremo quien envi el crter (mezcladora), el vaso de las transformaciones espirituales, en auxilio de los hombres.1 El cr1. El crter significaba, en los escritos de Poimandres, que perteneca a una secta hedonsticognstica, un recipiente que est lleno de espritu, envia- do por el Dios Creador a la tierra para que los que se esfuerzan en conseguir una consciencia superior puedan ser bautizados en l. Era un tipo de tero de renovacin y renacimiento espiritual. A. I. 239 ter es un principio femenino que no hall lugar alguno en el mundo patriarcal de Freud. Freud no es el nico en sus- tentar este prejuicio. En el mundo espiritual catlico slo hasta hace poco, tras vacilaciones que duraron siglos, se reconoci aproximativamente por lo menos la participa- cin
en el tlamo divino de la madre de Dios y de la espo- sa de Cristo.2 En el mundo protestante y judo predomina hoy como antes el padre. Por el contrario, en la filosofa hermtica de la alquimia el principio femenino desempe un papel destacado y equiparable al masculino. Uno de los ms importantes smbolos femeninos en la alquimia fue el vaso en el que deban cumplirse las transformaciones de la materia. En el centro de mis descubrimientos psicolgicos se encuentra nuevamente un proceso de transformacin interna: la individuacin. Antes de que descubriera la alquimia se repitieron en m sueos en que siempre se repeta el mismo motivo: junto a mi casa haba otra, es decir, un ala, o un anejo, que me era desconocido. Cada vez me asombraba en sueos de no conocer la casa, pese a que aparentemente siempre haba estado all. Finalmente tuve un sueo en el que llegu a la otra parte de la casa. Descubr all una ex- traordinaria biblioteca, que proceda en su mayor parte de los siglos XVI y XVII. Grandes y gruesos infolios, encua- dernados en piel de cerdo, se apilaban en la pared. Entre ellos haba algunos que estaban adornados con grabados al cobre de naturaleza extraa y que contenan ilustracio- nes de fantstico simbolismo, como yo nunca haba visto an. Entonces no saba a qu se referan y supe mucho ms tarde que se trataba de smbolos alqumicos. En el sueo experiment solamente una fascinacin indescrip- tible que provena de estos libros y de toda la biblioteca. 2. Aqu Jung se refiere a la bula papal de Po XII que proclam el dogma de la Asuncin de Mara (1950). En ella se dice que Mara se uni, en la c- mara nupcial celestial (tlamo), como esposa con el hijo y como Sofa con la divinidad. De este modo el principio femenino se vincul estrechamente a la Trinidad masculina (Antwort auf Hiob, 3.a edicin, 1961, p. 110 y ss.). A.}. 240 Era una coleccin medieval de incunables e impresiones del siglo XVI. El ala del edificio para m desconocida constitua una parte de mi personalidad, un aspecto de m mismo; repre- sentaba algo que me perteneca, pero que todava no me era consciente. Esta parte y en especial la biblioteca se re- feran a la alquimia, que igualmente tampoco conoca, pero cuyo estudio era inminente para m. Unos quince aos ms tarde reun en la realidad una biblioteca hasta cierto punto parecida. El sueo decisivo que anticip mi encuentro con la alquimia se produjo hacia 1926. Estoy en el sur del Tirol. Hay guerra. Me hallo en el frente italiano y regreso del frente con un hombrecillo, un campesino, en su coche de caballos. A nuestro alrededor explotan granadas y s que debo proseguir mi marcha lo ms rpidamente posible porque hay gran peligro.3
Debemos ir por un puente y de aqu a travs de un t- nel, cuyo techo ha sido destruido parcialmente por los dis- paros. Al final del tnel vemos ante nosotros un paisaje soleado y reconozco en l la regin de Verona. A mis pies se divisa la ciudad, resplandeciente de sol. Me siento ali- viado y viajamos hacia las llanuras verdes y florecientes de Lombarda. El camino atraviesa el paisaje primaveral y vemos los campos de arroz, los olivos y las vides. Entonces veo, transversalmente a la calle, un gran edificio, una mansin seorial de grandes proporciones, algo as como el castillo de un prncipe lombardo. Es una tpica casa seorial con muchas dependencias y anexos al igual que en el Louvre, la calle pasa por delante del castillo, a travs de un enorme patio. El pequeo cochero y yo pasamos una 3. Las granadas, que caen del cielo, deben entenderse como disparos que vienen del otro lado, del enemigo. Son, pues, efectos que provienen del inconsciente, de la zona de sombra. Lo sucedido en el sueo indica que la guerra, que tuvo lugar algunos aos antes, no ha terminado todava, sino que prosigue en lo interno, en la psiquis. Parece que aqu reside la solucin del problema, la cual no puede hallarse fuera. A. J. 241 proceso de transmutacin arquetpica, que evoluciona durante siglos. Concibi suFausto como un opus magnurn o divinum. Por ello dijo acertadamente que Fausto constitua su misin principal y por ello su vida estaba enmarcada por este drama. Se nota de modo asombroso que era una sustancia viva la que viva y actuaba en l, un proceso suprapersonal, el gran sueo delmundus arquetipus. Yo mismo he sido afectado por el mismo sueo y la obra ms importante de mi vida la comenc a mis once aos. Mi vida se resume y compendia en una obra y un objetivo, a saber: adentrarme en el secreto de la personali- dad. Todo debe explicarse a partir de este punto central y todas las obras se remiten a este tema. Con el experimento de asociacin (1903) comenz propiamente mi trabajo cientfico. Lo considero mi primer trabajo en el sentido de una empresa cientfica. Entonces comenc a expresar ideas propias. A losDiagnostis-chen Assoziationsstudien siguieron los dos trabajos psiquitricos ber die Psychologie der Dementia praecox y Der Inhalt der Psychose. En 1912 se public mi libro Wandlun-gen und Symbole der Libido con el cual se puso
fin a la amistad con Freud. Entonces nolens volens comenz mi propio camino. Se inici al ocuparme de las imgenes de mi propio inconsciente. Esta poca abarc desde 1913 hasta 1917, luego disminuy la avalancha de fantasas. Slo despus de renacer la calma y no estar ya ms preso en la montaa mgica pude situarme en un plano objetivo y comenzar a meditar sobre ello. La primera cuestin que me plante entonces fue: Qu pasa con el inconsciente? Como respuesta surgi Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewussten (Las relaciones entre el Yo y el inconsciente). En Pars di una conferencia sobre este tema (1916)7 que 7. Publicado primeramente como artculo en Archives de Psychologie de la Suisse Remande, Ginebra, 1916. 245 slo posteriormente publiqu en alemn (1928) ampliado en forma de libro. Describo en l algunos contenidos tpi- cos del inconsciente e indico que no resulta indiferente la actitud que toma la consciencia frente a ellos. Paralelamente me ocupaba de los preliminares del li- bro de los tipos.8 Supuso un importante papel para su g- nesis la cuestin: En qu me diferencio de Freud y en qu de Adler? Cules son las diferencias entre nuestras concepciones? Cuando meditaba sobre ello tropec con el problema de los tipos; pues es el tipo el que determina y limita desde un principio el juicio del hombre. El libro sobre los tipos se ocupa principalmente de la divergencia del hombre con el mundo, su relacin con los hombres y las cosas. Expone los diversos aspectos de la consciencia,* las posibilidades de su adaptacin al mundo y constituye por ello una exposicin de la psicologa de la consciencia, considerada, por as decirlo, bajo un prisma clnico. Estudi muchas obras, entre ellas la de Spitteler, concretamente el Prometheus und Epimetheus, luego tambin Schiller, Nietzsche y las historias del pensamiento clsico y medieval desempearon tambin su papel. Cuando me aventur a enviar a Spitteler un ejemplar de mi libro, no obtuve respuesta, pero poco despus dio una conferencia, en la que aseguraba que su Prometheus und Epimetheus no significaba nada; hubiera podido igualmente cantar ha llegado mayo!. En el libro sobre los tipos se llegaba a la conclusin de que todo juicio del hombre est limitado por su tipo y que todo modo de considerar las cosas es relativo. Con ello se planteaba la cuestin de la unidad que compensa esta diversidad. Ello me llev inmediatamente a la concepcin china
de Tao. De la coincidencia entre mi evolucin interna, con el envo de un texto taosta por Richard Wilhelm he 8.Psychologische Typen, 1921, Gesammelte Werke (Obras completas), vol. VI, 1960. * Cfr. Glosario. 246 hablado ya. En 1929 se public el libro escrito en colaboracin con Richard Wilhelm Das Geheimnis der Goldenen Blte. Entonces alcanc en mis meditaciones e investigaciones el punto central de mi psicologa, concretamente la idea de uno mismo. Slo despus de esto hall el camino de regreso al mundo. Comenc a dar conferencias y realic diversos viajes cortos. Numerosas conferencias y artculos aislados constituyeron en cierto modo el contrapeso a la preocupacin interna que me acuciaba desde haca aos, contenan respuestas a las cuestiones que me haban sido planteadas por mis lectores y pacientes.9 Un tema que me preocupaba ya desde mi libroWandlungen und Symbole der Libido era la teora de la libido. Conceba la libido como unanalogon psquico de la ener- ga fsica, es decir, como un concepto aproximadamente cuantitativo, y por ello rechazaba toda determinacin esencial cualitativa de la libido. Mi objetivo consista en desprenderme del concretismo hasta entonces existente en la libido; para no hablar ya ms de los impulsos de ham- bre, agresin o sexuales, sino considerar todos estos fe- nmenos como diversas manifestaciones de la energa psquica. Tambin en la fsica se habla de energa y sus modos de manifestarse, como la electricidad, la luz, el calor, etc. Lo mismo sucede en psicologa. Tambin se trata aqu en primer lugar de energa (es decir de valores de intensidad, en ms o menos), y sus maneras de manifestarse pueden ser muy diversas. A travs de la concepcin energtica de la libido surge una cierta unificacin de las concepciones, mientras que en el trasfondo se hallan las cuestiones en controversia frecuente acerca de la naturaleza de la libido si es sexualidad, fuerza, hambre u otra cosa. Mi objeti- vo era realizar una unificacin, tambin en psicologa, como se expresa en ciencias naturales bajo la forma de una 9. Los artculos estn contenidos en Seelenprobleme der Gegenwart, 1931, y Wirklichkeit der Seele (Realidad del alma), 1934. 247
energtica general. Tal era el fin que persegua con el libro ber die Energetik der Seele (Sobre la energtica del alma) (1928).10 Consideraba, por ejemplo, los impulsos humanos como manifestaciones de procesos energticos y, por lo tanto, fuerzas anlogas al calor, la luz, etc. Del mismo modo que al fsico actual no se le ocurrira que todas las fuerzas derivasen exclusivamente, por ejemplo, del calor, tampoco es lcito a la psicologa subordinar todos los impulsos al concepto de poder o al de la sexualidad. Tal era el error inicial de Freud; posteriormente lo corrigi con la aceptacin del impulso del yo, para otorgar ms tarde, por as decirlo, la supremaca al superyo. En Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbe-wussten constat solemnemente qu y cmo me relaciono con lo inconsciente, pero no dije nada an sobre el inconsciente mismo. El ocuparme de mis fantasas me facilit el presentimiento de que se transforma o causa transformaciones. Slo cuando estudi la alquimia vi claro que lo inconsciente es un proceso y que la relacin del yo con los contenidos del inconsciente motiva una transformacin o evolucin de la psiquis. En el caso individual puede comprobarse en los sueos y en las fantasas. En el mundo de lo colectivo tiene su expresin principalmente en los diversos sistemas religiosos y en la transmutacin de sus smbolos. A travs del estudio de los procesos individuales y colectivos de transformacin y mediante la comprensin del simbolismo de la alquimia llegu al concepto central de mi psicologa, el proceso de individuacin. Un punto esencial de mis trabajos es que desde muy pronto se refieren a las cuestiones sobre la concepcin ge- neral del mundo y tratan de la confrontacin de la psico- loga con la cuestin religiosa. nicamente en Psychologie und Religin (Psicologa y religin) (1940) y a continalo. En ber psychische Energetik und das Wesen der Trume (Energtica psquica y esencia del sueo), 2.a edicin, 1948. 248 cin enParacelsica (1952) me expres exhaustivamente sobre esto. En especial el segundo captulo, Paracelsus als geistige Erscheinung (Paracelso como fenmeno espiritual), es importante en este aspecto. Los escritos de Paracelso abundan en ideas originales en las que se manifiesta abiertamente la problemtica de la alquimia, aunque en una forma trasnochada y barroca. Mi estudio sobre Paracelso fue lo que finalmente me llev a imaginar la esencia de la alquimia, y concretamente en su relacin con la religin y la psicologa, o se podra decir tambin: la alquimia en su aspecto de filosofa religiosa. Esto lo expuse en Psy-chologie und Alchemie
(Psicologa y alquimia) (1944). Con ello se llegaba por fin al terreno que constituy la base de mis experiencias de los aos 1913 a 1917, pues el proceso por el que entonces pas corresponda al proceso de transmutacin de la alquimia, del cual se trata en Psychologie und Alchemie. Naturalmente se me planteaba una y otra vez la cues- tin de la relacin entre el simbolismo del inconsciente con la religin cristiana y tambin con otras religiones. No slo considero al mensaje cristiano como una puerta abierta, sino que para m est en la base del hombre occi- dental. Es verdad que requiere otra visin nueva para ade- cuarse a las transformaciones seculares del espritu de la poca, de lo contrario se quedara al margen de la poca y al margen de la integridad del hombre. Es lo que me he esforzado en exponer en mis escritos: di una interpretacin psicolgica del dogma de la trinidad,11 as como del texto de la misa que compar, adems, con el texto de Zsimo de Panopolis, un alquimista y gnstico del siglo tercero.12 Mi criterio de confrontacin de la psicologa analtica con las concepciones cristianas me llev finalmente a la cuestin de Cristo en cuanto figura psicolgica. Ya en Psychologie und Alchemie (1944) pude demostrar en el concepto 11. En Symbolik des Geistes (Simbolismo del espritu), 1948. 12. En Von den Wurzeln des Bewusstseins, 1954. 249 fundamental alqumico de Lapis, la piedra, una figura paralela a Cristo. En el ao 1939 organic un seminario sobre los ejer- cicios espirituales de Ignacio de Loyola. Paralelamente me ocupaba del estudio de Psychologie und Alchemie. Una noche me despert y vi el crucifijo, baado en luz clara, al pie de la cama. No se mostr en tamao natural, pero era muy ostensible y vi que su cuerpo era de oro verdoso. Fue una visin beatfica, pero me aterr lo visto. Visiones de este tipo no me son extraas, pues veo a menudo imgenes hipnaggicas plsticas. Por entonces haba meditado mucho acerca delAnima Christi, una meditacin de los ejercicios. La visin pareci sugerirme que yo, en mis meditaciones, haba pasado por alto algo, y ello constitua la analoga de Cristo con el aurum non vulgi (el oro no corriente) y con la viriditas de los alquimistas. Cuando comprend que la imagen aluda estos smbolos alqumicos fundamentales, es decir, que se trataba propiamente de una visin de Cristo alqumica, me sent aliviado. El oro verde es la cualidad vital que los alquimistas vean no slo en el hombre, sino tambin en la naturaleza inorgnica. Es expresin de un espritu vital, elanima
mundi o el filius macrocosmi,el antropos viviente en todo el mundo. Hasta la materia inorgnica reviste tal espritu, se encuentra incluso en el metal y Cristo con su analoga que se encuentra en la materia, concretamente el filius macrocosmi. Si no me hubiera llamado la atencin el oro verde, hubiera intentado convencerme de que en mi concep- cin cristiana faltaba algo esencial, en otras palabras, que mi imagen tradicional era insuficiente y por ello hu- biera buscado otro aspecto de la evolucin cristiana. Pero el que el metal se destacase me mostraba la patente concepcin alqumica de Cristo como unificacin de materia espiritualmente viva y fsicamente muerta. EnAion (1951) vuelvo a ocuparme del problema de 250 Cristo. Pero aqu no me ocupo del paralelo histrico-es- piritual, sino de una confrontacin de su figura con la psicologa. Yo no consideraba a Cristo como una figura li- berada de toda exterioridad, sino que quera mostrar la evolucin que sufre a travs de los siglos el contenido religioso representado por l. Me resultaba importante tambin cmo Cristo se poda predecir astrolgicamente y cmo haba sido comprendido por el espritu de su tiempo y en el transcurso de los dos mil aos de la era cristiana. Esto era lo que yo quera exponer, junto con todas las extraas acotaciones que sobre l han ido acumulndose en el transcurso del tiempo. Durante este trabajo se me plante tambin la cuestin de la figura histrica, del hombre Jess. Esto era es- pecialmente importante porque la mentalidad colectiva de su poca se podra decir: el arquetipo entonces constelado, concretamente la prefiguracin delantropos se abati sobre l, un profeta judo casi desconocido. La antigua idea- ntropos, cuyas races se encuentran, por una parte, en la tradicin juda y en el mito-Horus egipcio, por otra, domin a los hombres a comienzos de la era cristiana; pues ella corresponda al espritu de la poca. Se trataba del hijo del hombre, el hijo de Dios que se enfrentaba aldivus Augustus, el seor de este mundo. Esta idea convirti el primitivo problema judo del Mesas en la cuestin del mundo. Pero sera un grave error el querer ver como una simple casualidad que Jess, el hijo de un carpintero, anunciara el Evangelio y se convirtiera en el salvador mundi, en el salvador del mundo. Tuvo que ser una personalidad de talla aventajada que fuera capaz de expresar y representar la esperanza general, aunque ignorada, de su poca de un modo tan perfecto. Ningn otro hubiera podido ser el portador de tal mensaje, sino precisamente este hombre Jess. El poder de Roma que oprima a todos, personificado en
el divino Csar, haba creado entonces un mundo en el 251 que no slo eran desposedos incontables individuos, sino pueblos enteros, a los que se privaba de su autonoma y de su independencia espiritual. Al individuo actual y a las en- tidades culturales les amenaza algo parecido, concreta- mente el peligro de la masificacin. Por ello se discute ya en muchas partes la posibilidad y la esperanza de una rea- paricin de Cristo, y ha surgido un rumor visionario que expresa una esperanza de salvacin. Es verdad que hoy se manifiesta de un modo que no puede equipararse en nada con el pasado, sino que es un hijo tpico de la poca tcnica. Se trata de la expansin mundial del fenmeno UFO.13 Entonces era mostrar mi objetivo, en toda su ampli- tud, hasta qu punto mi psicologa corresponda a la al- quimia o a la inversa, se trataba para m de hallar, junto a las cuestiones religiosas, tambin los problemas especiales de la psicoterapia en la obra qumica. La cuestin central, el problema principal de la psicoterapia mdica es la transferencia. En ello coincidimos por completo Freud y yo. Tambin en este aspecto pude observar una coincidencia con la alquimia, concretamente en la representacin de laconjunctio (unificacin), cuya gran importancia ya haba observado Silberer. La coincidencia se seal ya en mi libro Psychologie und Alchemie. Mis investigaciones me llevaron dos aos ms tarde al trabajo Die Psychologie der bertragung (1946) y finalmente a mi obra Mysterium Coniunctionis (1955- 1956). Al igual que casi todos los problemas que me interesaban humana o cientficamente iban acompaados o eran iniciados por sueos, as tambin el de transferencia: en uno de estos sueos se aludi a ello por medio de una imagen maravillosa e inesperada, junto con el problema de Cristo. So de nuevo que mi casa tena una gran ala adicio13. Cfr. Ein moderner Mythus. Von Dirigen, die am Himmel gesehen werden (Sobre cosas que se ven en el cielo), 1958. 252 nal en la que nunca haba estado an. Me decid a verla y finalmente entr en ella. Llegu a una gran puerta de dos batientes. Al abrirla me hall en una sala donde haba un laboratorio instalado. Ante la ventana se vea una mesa con muchos vasos y todos los utensilios propios de un laboratorio zoolgico. ste era el lugar de trabajo de mi pa- dre. Pero l no estaba all. De las paredes colgaban cientos de frascos con peces de todas las clases. Estaba asombrado: Ahora mi padre se ocupa de ictiologa!
Al seguir all y mirar en derredor mo observ una cortina que se hinchaba de vez en cuando, como si soplase un fuerte viento. De pronto lleg Hans, un muchacho del campo, y le rogu mirara si detrs de la cortina haba una ventana abierta. Fue hacia all y cuando volvi me di cuenta de que estaba profundamente impresionado. El es- panto se retrataba en su semblante. No dijo ms que: S, all hay algo, hay duendes por all! Entonces fui yo mismo hacia all y hall una puerta que conduca a la habitacin de mi madre. No haba nadie. La atmsfera era lgubre. En la enorme habitacin colga- ban del techo dos hileras de cajas, cinco por hilera, a unos dos pies del suelo. Tenan el aspecto de pequeos pabello- nes de aproximadamente dos metros por dos de superficie y en cada una haba dos camas. Saba que en este lugar re- ciba visitas mi madre, quien en realidad haba muerto desde haca tiempo y que ella haba preparado las camas para los espritus, para que pudieran dormir. Eran espritus que venan por parejas, por as decirlo, matrimonios de espritus, que pasaban all la noche o tambin el da.14 14. Record entonces las trampas para los espritus que observ en Kenia. Son casitas en que la gente instala pequeas camas y agregan tambin algo de provisiones,posho. Con frecuencia en la cama hay una figurilla de ba- rro o arcilla, simulacro de un enfermo que debe ser curado. Un camino a me- nudo trazado artsticamente con piedrecitas conduce por un atajo a estas casitas para que los espritus se dirijan hacia all y no al pueblo de los hotentotes, donde est el enfermo, que estos espritus querran llevarse. En estas trampas para los espritus pasan luego la noche los espritus y regresan antes de nacer e! da al bosque de bamb, que constituye su morada propia. C. G. J. 253 Frente a la habitacin de mi madre haba una puerta. La abr y me hall en una gran sala; recordaba la sala de un gran hotel con sillones, mesitas, columnas, y dems lujo inherente. Se oa una msica de instrumentos de metal. La haba odo sonar a lo lejos todo el tiempo, sin saber de dnde provena. No haba nadie en la sala, slo la banda desgranaba sus canciones, bailes y marchas. Esta charanga en el vestbulo del hotel denotaba mie- dosa alegra y mundanidad. Nadie hubiera sospechado tras esa simple fachada el otro mundo que se hallaba tambin en la casa. La imagen en sueos de la sala representaba, por as decirlo, una caricatura de mibonhomie o jovia- lidad mundana. Pero esto no es ms que el aspecto exter- no; detrs hay algo totalmente distinto, que nada tiene que ver con esta msica: el laboratorio ictiolgico y las casas colgantes de espritus. Ambas cosas eran lugares sugestivos en los que reinaba un misterioso silencio. Tena la sensacin de que aqu segua viviendo la noche, mientras que la sala representaba el mundo diurno y su mundanidad superficial. Las imgenes ms importantes del sueo eran la an- tesala de los espritus y el laboratorio ictiolgico. La pri- mera expresa de un modo algo ridculo el problema de la conjunctio o de la transferencia; y el laboratorio seala mi
preocupacin por Cristo, pues l mismo es el pez(ictis). Ambos argumentos me preocuparon durante ms de una dcada. Es curioso que el ocuparse de los peces se atribuye en el sueo a mi padre. Es, por as decirlo, un fiel mentor de almas cristianas, pues stas son, segn una antigua tradi- cin, peces que son apresados por la red de Pedro. Igual- mente curioso es el hecho de que mi madre apareciera como guardiana de las almas descarriadas. As, pues, se atribuye a mis padres en sueos el problema de lacura animorum, que en realidad es mi tarea. Algo segua inacabado y precisamente en mis padres, y, por lo tanto, latente an en el inconsciente y reservado al futuro. Todava no 254 conoca los principios de la alquimia fisiolgica, de la coniunctio, y no haba pues encontrado respuesta a las preguntas que me planteaba el alma del cristiano, ni se haba terminado todava el estudio sobre el Grial, al cual mi es- posa consagr su vida.15 Recuerdo que con mucha fre- cuencia pensaba en la Queste du St.Graal el rey de pes- cadores cuando me ocup enAion del smbolo deictis. Si no me lo hubiera impedido el respeto al trabajo de mi mu- jer, no hay duda que hubiera tenido que incluir en mi in- vestigacin de la alquimia la leyenda del Grial. El recuerdo de mi padre es el de un desgraciado que sufra una herida de Amfortas,* un rey de pescadores, cuya herida no quera curarse el sufrir cristiano, para el cual buscaban los alquimistas la panacea (el remedio). Yo, como Parsifal, fui testigo en mi juventud de esta enfermedad y, como aqul, qued privado del habla. Presenta nada ms. Mi padre nunca se ocup en realidad del simbolismo triacomrfico de Cristo, pero, en cambio, experiment, li- teralmente hasta su muerte, los sufrimientos mostrados y previstos por Cristo, sin llegar a ser claramente consciente de la imitatio Christi. Consideraba sus sufrimientos como un asunto privado que se consultaba con el mdico, y no como sufrimientos del cristiano en general. La frase de Glat,** II, 20, Vivo, pero ya no yo, sino que Cristo vive en m, no la comprendi claramente en su difcil significado, pues en el aspecto religioso rehusaba pensar. Quera contentarse con la fe, pero sta le traicion. As se recompensa con fre15. Despus de la muerte de mi esposa, en 1955, se encarg del estudio del grial la doctora MarieLuise von Franz, que lo termin felizmente en 1958. Cfr. E. Jung y M.-L. v. Franz, Die Graalslegende in psychohgischer Sicht (La leyenda del Grial en el aspecto psicolgico), Estudios del Instituto C. G. Jung, vol. XII, Zurich, 1960.
* Rey del los Caballeros del Santo Grial, herido por una flecha envenenada. (N. de la t.) ** Se refiere, sin duda, a la epstola a los glatas. 255 cuencia el sacrificium intellectus. No todos comprenden esta palabra, sino slo aquellos a los que les es dado... hay castrados que se han castrado a s mismos por amor al rei- no de los cielos. El que pueda comprenderlo que lo com- prenda (Mateo, XIX, 11 y sigs.). Una ciega aceptacin nunca lleva a una solucin, nicamente en el mejor de los casos a la inaccin y lastra a toda la generacin siguiente. La posesin de atributos triacomrficos indica que los dioses no imperan solamente en las regiones sobrenatura- les, sino tambin en las zonas infrahumanas de la vida. Los animales representan en cierto aspecto sus sombras, a los cuales la naturaleza asocia a imgenes luminosas. Los pis-ciculi Christianorum muestran que, los que siguen a Cristo, son ellos mismos peces. Son almas de naturaleza inconsciente que necesitan la cura animorum. As pues, el laboratorio ictiolgico es un sinnimo de la ciera espiritual de almas. Del mismo modo que el que hiere a otro se hiere a s mismo, el que sana a los dems se cura tambin a s mismo. Significativamente se cumple en el sueo la actividad decisiva de muerto a muerto, concretamente en el otro mundo de la consciencia, por lo tanto, en el inconsciente. Un aspecto esencial de mi tarea no me era entonces consciente todava, y por ello no hubiera sido tampoco ca- paz de interpretar satisfactoriamente el sueo. Slo poda presentir su significado y deba todava superar los mayores obstculos hasta que pudiera redactar la Respuesta a Job. La raz interna de este escrito se encuentra ya enAion. All trataba de la psicologa del cristianismo y Job es, en cierto modo, una prefiguracin de Cristo. A ambos los une la idea del sufrimiento. Cristo es el doliente siervo de Dios y lo mismo fue Job. En Cristo es el pecado del mundo lo que origina el sufrimiento y el sufrimiento es su respuesta general. Ello lleva inmediatamente a la cuestin: Quin tiene la culpa de estos pecados? En ltima instancia es Dios quien ha creado el mundo y su pecado y quien a travs de Cristo debe tolerar el mismo destino humano. 256 EnAion se encuentran alusiones al difcil tema del lado oscuro y numinoso de la imagen de Dios. Me he re- ferido a la clera de Dios, al mandamiento de temer a Dios, el no nos induzcas a la tentacin. La ambivalente imagen de Dios desempea un papel decisivo en el libro bblico de Job.
Job espera que Dios le asista en cierto modo contra Dios, con lo que se expresa su trgico antagonismo. Tal es el tema principal de la Respuesta a Job. La raz exterior de este escrito se halla en mi ambien- te. Muchas preguntas del pblico y de los pacientes me haban forzado a expresarme claramente sobre el proble- ma religioso del hombre moderno. Haba dudado durante aos porque era consciente de la tormenta que se desencadenara. Pero finalmente no pude menos que ceder ante la dificultad y premura del problema y me vi forzado a dar una respuesta. Lo hice en la forma en que sobrevino, es decir, en la de una experiencia cuyas emociones yo no reprima. Esta forma la eleg con una intencin preconcebida. Me interesaba evitar el dar la impresin de que quera proclamar una verdad eterna. Mi escrito deba ser solamente la voz y el voto de un individuo que espera o confa en la reflexin del pblico. No se me ocurri en ningn momento que alguien pudiera pensar que quera proclamar una verdad metafsica. Pero esto fue lo que me reprocharon los telogos, porque el pensamiento teolgico est habituado a ocuparse de las verdades eternas. Cuando el fsico dice que el tomo tiene tal o cual propiedad y esboza un modelo de l, no se propone tampoco expresar con ella una verdad eterna. Pero los telogos desconocen el pensamiento cientfico y en especial el psicolgico. Los datos de la psicologa analtica, sus hechos esenciales, son testimonios humanos y concretamente los que con frecuencia coinciden en diversos lugares y pocas. Tambin el problema de Job se anunci con todas sus consecuencias en su sueo. Fue un sueo en el cual hice yo una visita a mi padre, muerto ya desde haca mucho. Vi257 va en el campo, ignoro dnde. Vi una casa al estilo del si- glo XVIII. Pareca muy espaciosa y con algunos anejos ms grandes. Originariamente haba sido posada de un balneario; me enter tambin de que en el transcurso del tiempo se haban alojado all muchos prncipes y grandes personalidades, gentes famosas. Despus se dijo que algu- nos haban muerto y en la cripta, que perteneca tambin a la casa, se hallaban sus sarcfagos. Mi padre se encargaba de custodiarlos. Pero mi padre no era slo el guardin, como pronto descubr, sino tambin, en completo contraste a lo que fue en su vida, un hombre de letras. Le hall en su cuarto de estudios y all estaban inexplicablemente tambin el doc- tor Y. de mi edad aproximadamente y su hijo, ambos psiquiatras. No s si plante una pregunta o mi padre que- ra explicar algo, el caso es que fue a buscar en la estante- ra una biblia, un grueso infolio, parecida a la biblia de la Casa Merian que se encuentra en mi biblioteca. La biblia que mi padre tena en sus manos estaba encuadernada en lustrosa piel de lija. La abri por el antiguo testamento sospech que se trataba del libro de Moiss y comenz a interpretar un cierto pasaje. Lo hizo tan rpidamente y tan a fondo que no era yo capaz de seguirle. Slo observ que lo que deca revelaba un arsenal de conocimientos de todo tipo cuyo significado presenta en cierto sentido, pero que no poda apreciar ni comprender. Vi que el doctor Y, no comprenda nada en absoluto y que su hijo comenzaba a sonrer. Pensaba que mi padre se encontraba en un estado de excitacin senil y se entregaba a una absurda locuacidad. Pero para m estaba claro que no se trataba de una excitacin enfermiza y menos an de algo absurdo, sino de un argumento tan inteligente y documentado que nuestra ignorancia no
alcanzaba a seguir. Se trataba de algo muy importante que le fascinaba. Por ello hablaba con tal intensidad, desbordado por profundos pensamien- tos. Me indign y pens que era una pena que tuviese que hablar ante nosotros, tres almas de cntaro. 258 Los dos psiquiatras representaban un punto de vista mdico limitado que naturalmente tambin me interesaba como mdico. Reproducan mi sombra, primer y segundo plano, por as decirlo, como padre e hijo. Luego la escena cambi: mi padre y yo estbamos ante la casa y enfrente se encontraba una especie de granero donde por lo visto se almacenaban reservas de lea. Se oa all fuerte estrpito como si los trozos de madera fueran lanzados al suelo. Tena la impresin de que como mnimo haba dos obreros ocupados en este trabajo, pero mi padre me indic que all haba duendes. Eran, pues, un cierto tipo de duendes los que ejecutaban tal estruendo. Entonces entramos en la casa y vi que tena unos mu- ros muy gruesos. Subimos por una estrecha escalera al pri- mer piso. All se ofreca ante nuestra vista una visin ex- traa: una sala que representaba la copia exacta de la Diwn-i-kaas (sala del senado) del sultn Akbar en Fateh- purSikri. Era una habitacin redonda de techo elevado con una galera a lo largo de la pared, de la que partan cuatro puentes que llevaban al centro de la sala con forma de pila. La pila descansaba en una columna enorme y for- maba la silla circular del sultn. Desde all hablaba a sus consejeros y filsofos, que estaban sentados en la galera a lo largo de la pared. Todo ello constitua una enorme mndala. Corresponda exactamente al Diwn-i-kaas que haba visto en la India. En sueos vi de pronto que en el centro de la sala ha- ba una empinada escalera que suba a la pared, esto ya no corresponda a la realidad. Arriba haba una pequea puerta, y mi padre dijo: Ahora te conducir a la presen- cia suprema! Para m fue como si dijera: Highest pre- sence. Entonces se arrodill y toc con la frente el suelo, yo le imit y me arrodill tambin presa de gran agitacin. Por algn motivo no lograba tocar el suelo con la frente. Quedaba quizs un milmetro entre la frente y el suelo. Pero yo haba seguido el gesto y supe de pronto, tal vez por mi padre, que detrs de la puerta, en una pieza aislada, ha259 hitaba Urias, el general del rey David. Este ltimo haba infamado a Urias por amor a su mujer Betsab y haba or- denado a sus guerreros que le apualaran en presencia del enemigo. Debo hacer un par de observaciones adicionales acer- ca de este sueo. La escena inicial muestra cmo repercu- ta en m la tarea ignorada por m y que por as decirlo haba confiado a mi padre, es decir, al inconsciente co- rrespondiente. l se ocup abiertamente de la Biblia (Gnesis?) y se esforz en transmitirnos sus opiniones. La piel de lija dota a la Biblia de un contenido inconsciente, pues los peces son mudos e inconscientes. Mi pa- dre no logr hacerse comprender: el pblico es en parte inepto y en parte malvolamente estpido.
Despus de este percance atravesamos la calle y fui- mos al otro lado, donde, al parecer, trabajaban los duen- des. Los fenmenos de duendes se manifestaban especial- mente en la poca juvenil, ante la pubertad; ello significa que soy todava bisoo y demasiado inconsciente. El ambiente indio ilustra la otra parte. Cuando estuve en la India me impresion mucho el carcter de mndala del Diwn-i-kaas como representacin de un contenido re- ferido a un centro. El centro es la sede de Akbar el Grande que rige un subconsciente, del seor de este mundo, algo as como David. Pero por encima de ste est su vc- tima inocente, su fiel general Urias, a quien entregaba al enemigo. Urias es una prefiguracin de Cristo, del Hom- bre-Dios, que es abandonado por Dios. David se haba apropiado adems la mujer de Urias. Slo posterior- mente comprend lo que significaba esta alusin a Urias: no slo me vi forzado a hablar en pblico y muy a pesar mo sobre la ambivalente imagen de Dios del Antiguo Testamento y sus consecuencias, sino que mi mujer me fue arrebatada por la muerte. Tales eran las cosas que, ocultas en mi inconsciente, me esperaban. Tuve que doblegarme ante este destino y hubiera debido tocar con mi frente el suelo para que mi 260 sumisin fuera total. Pero algo me haba impedido llegar al suelo, siquiera por unos milmetros. Algo deca en m: S, es as, pero no del todo. Algo se obstina en m y no quiere ser el pez mudo; y si no hubiera sido as en el hombre libre, no se hubiera concebido ningn Job algunos siglos antes del advenimiento de Cristo. El hombre incluye en s una contradiccin, incluso frente a la decisin divina. Dnde estara su libertad? Y dnde estara su carcter si no fuera capaz de amenazar a sus amenazadores? Ms arriba que Akbar habita Urias. Es incluso tal como el sueo dice highest presence, una expresin que en realidad se emplea slo para Dios, bizantinismos aparte. No puedo menos de pensar aqu en Buda y en su relacin con los dioses. Sin lugar a dudas, para los asiticos creyentes el Tathagata representa lo supremo por antonomasia. Por ello se ha sospechado atesmo en el budismo de Hnayna muy injustamente. En virtud del poder de los dioses, el hombre es capaz de llegar a trabar conocimiento con su creador. Posee incluso la posibilidad de destruir la creacin en su aspecto esencial, concretamente en la consciencia universal del hombre. Hoy el hombre puede suprimir toda vida superior en la tierra por medio de la radiactividad. La idea de una destruccin del mundo se encuentra expresada ya en Buda: mediante iluminacin, la cadena de Nidna la dependencia causal que conduce inapelablemente a la vejez, enfermedad y muerte puede interrumpirse de tal modo que la ilusin del ser llegue a su fin. La negacin de Schopenhauer de la voluntad alude de modo proftico a un problema del futuro que se nos acerca de modo alarmante. El sueo encierra una idea y presentimiento que se encuentran desde hace tiempo presentes en la humanidad, la idea de la criatura que supera el creador por margen escaso pero decisivo.
Tras esta digresin en el mundo de los sueos vuelvo a ocuparme de mis libros: enAion se abord una problemtica distinta que exiga un estudio especial. Intent establecer un paralelo entre la aparicin de Cristo y el co261 mienzo de un nuevo Aeon, de la constelacin zodiacal de Piscis. Este paralelismo entre la vida de Cristo y el aconte- cimiento astronmico objetivo, concretamente el inicio del equinoccio vernal en el signo de Piscis, debe definirse como sincronizacin. Por ello Cristo es el pez y se reve- la como seor del nuevo Aeon (como Hammurabi, el se- or de la constelacin de Aries). Tales hechos me plantea- ron el problema del sincronismo que expuse en mi trabajo Syncrhronitt als ein Prinzip akausaler Zusammenhnge (Sincronismo, principio acausal de la interdependencia).16 El problema de Cristo, tratado enAion, me llev fi- nalmente a la cuestin de cmo se expresa el fenmeno del ntropos, del gran hombre psicolgicamente: de la persona en el conocimiento del individuo. La res- puesta intent darla en Von den Wurzeln des Bewusstseins (1954). Aqu se trata de la armona entre consciencia e in- consciente, de la evolucin de la conciencia a partir del in- consciente y del impacto de la personalidad ms destaca- da, del hombre interior, en la vida de cada uno. El Mysterium Coniunctionis constituye el trmino de la confrontacin de la alquimia y mi psicologa del in- consciente. En este libro me ocup de nuevo del problema de la transferencia, pero ante todo prosegu mi antigua tentativa de exponer todo lo que abarca la alquimia como un tipo de psicologa de la alquimia, o como una fusin alqumica de la psicologa profunda. Slo conMysterium Coniunctionis mi psicologa se situ definitivamente en la realidad y se ciment histricamente como un todo. Con ello mi tarea estaba terminada, mi obra hecha y concluida. En el instante en que logr mi objetivo acced a los lmites ms extremos de lo para m concebido cientficamente, a lo trascendente, la esencia del arquetipo en s, ms all de lo cual ya no es posible expresar nada ms en el aspecto cientfico. 16. En Jung-Pauli, Naturerklrung und Psique (La interpretacin de la naturaleza y la psique), Zurich, 1952. 262 La visin que he dado aqu de mi obra es natural- mente slo esquemtica. En realidad hubiera debido decir mucho ms o mucho menos. El captulo ha sido improvi- sado y naci en un momento, como todo lo que he ido ex- poniendo.
Mis obras pueden considerarse como etapas de mi vida, son expresin de mi desarrollo interior, puesto que el ocuparse de los temas del inconsciente forma al hombre y provoca sus cambios. Mi vida es mi quehacer, mi trabajo espiritual. Una cosa no puede separarse de la otra. Todos mis escritos son, por as decirlo, encargos que proceden del interior; surgieron bajo la presin del desti- no. Lo que escrib parti siempre de mi interior. Dejo que se exprese el nimo que me mueve. Nunca previ eco para mis escritos. Representan una compensacin a mi mundo contemporneo y tuve que decir lo que nadie quiere or. Es por ello que me he sentido, particularmente al princi- pio, tan a menudo perdido. Saba que los hombres reac- cionaran negativamente porque es difcil aceptar la com- pensacin al mundo consciente. Hoy puedo decir: es in- cluso sorprendente el xito que tuve, muy superior al que poda esperar. Pero para m lo principal fue siempre que lo que deba decir lo he dicho. Tengo la sensacin de haber hecho lo que me fue posible. Evidentemente podra ser ms y mejor, pero no en razn de mis aptitudes. 263 EL TORREN A travs de mi trabajo cientfico fui asentando paula- tinamente mis fantasas y los temas del inconsciente sobre terreno firme. Sin embargo, la palabra y el papel no me bastaron; necesitaba algo ms. Tuve que reproducir en la piedra mis ideas ms ntimas y mi propio saber, o hacer una confesin en piedra. Tal fue el principio del torren que me constru en Bollingen. Puede parecer una idea ab- surda, pero as lo he hecho y significa para m no slo una satisfaccin asombrosa sino tambin una culminacin del espritu.1 Desde un principio me result evidente que lo cons- truira junto a un lago. El particular encanto de la orilla norte del lago de Zurich me haba fascinado siempre y en 1922 compr un terreno en Bollingen. Se encuentra en la regin de San Mainrad y es solar de templos que pertene- ci anteriormente al monasterio de Saint Gall. Ante todo no plane una casa exactamente, sino ni- camente un edificio de un solo piso, con un hogar en el centro y los dormitorios junto a los muros, un tipo de vi- vienda primitiva. Para ello me inspir en una cabana afri- cana donde el fuego arde entre dos piedras, y toda la exis1. El torren de Bollingen fue para Jung no slo un lugar de recreo, sino que pas all aproximadamente la mitad de su vida trabajando y descansando. Sin mi tierra, mi obra no hubiera podido surgir. Hasta avanzada edad, Jung hall distraccin en cortar lea, cavar, cultivar y cosechar. En su juventud fue aficionado a los deportes nuticos. A. ]. 264 tencia de la familia se desenvuelve alrededor de este centro. En el fondo, las cabanas primitivas representan una idea de la totalidad se podra decir, una totalidad de familia en que participan toda suerte de animales domsticos. Algo semejante yo quera construir: una vivienda que correspondiera a los sentimientos primitivos del hombre. Deba dar la sensacin de estar a salvo
no slo en un sentido fsico sino tambin en el psquico. Pero ya durante las primeras obras cambi de plan; me pareci demasiado primitivo. Me di cuenta de que deba construir una autntica casa de dos plantas y no una cabana que sobre el suelo se aplasta. As surgi en 1923 la primera casa circular. Cuando estuvo terminada vi que era un autntico torren. La sensacin de tranquilidad y recreo que yo asociaba con el torren fue desde un principio muy fuerte. Significaba para m algo as como una morada materna. Pero paulatinamente fui experimentando la sensacin de que no expresaba an todo lo que haba que decir, que faltaba algo todava. As surgi al cabo de cuatro aos, en 1927, la construccin mixta, con un anexo tambin en forma de torren. Al cabo de cierto tiempo tuve nuevamente la sensacin de insuficiencia. Tambin en esta forma la construccin me pareca todava excesivamente primitiva. As, en 1931 haban transcurrido nuevamente cuatro aos el anexo en forma de torren se convirti en un autntico torren. En este segundo torren reserv un espacio exclusivamente para m. Me inspir para ello en las casas indias en las que con frecuencia se encuentra un departamento aunque a veces sea slo un rincn separado de la habitacin por una cortina donde los hombres pueden retirarse. All meditan, quizs durante un cuarto de hora o media hora, o realizan ejercicios de yoga. En esta habitacin aislada quedo a solas conmigo mis- mo. Llevo la llave siempre encima; nadie puede penetrar all si no es con mi autorizacin. En el transcurso de los 265 aos he pintado las paredes y he expresado as las cosas que de aquel momento me suman en el aislamiento, de la actualidad en la eternidad. Constituye un prisma de medi- taciones e imaginaciones con frecuencia meditaciones muy desagradables y pensamientos asaz difciles, un lugar de concentracin espiritual. En 1935 naci en m el deseo de poseer un trozo de tierra acotada. Necesitaba un gran espacio que se abriera al cielo y a la naturaleza. Por esta razn agregu haban transcurrido de nuevo cuatro aos un patio y una logia junto al lago. Formaban la cuarta parte del conjunto, se- parada del triple complejo principal. De este modo surgi uno cudruple, con cuatro diferentes alas, y concretamente en el transcurso de doce aos. Despus de la muerte de mi esposa, en 1955, sent el ntimo deber de llegar a ser lo que yo mismo soy. En el lenguaje de la casa de Bollingen: de repente descubr que en el ala intermedia, que hasta entonces se alzaba insigni- ficante y oculta entre los dos torreones, representaba, por as decirlo, a m mismo o a mi Yo. Entonces lo aument un piso. Antes no hubiese sido yo capaz de ello; lo hubiese considerado nicamente una audaz ostentacin. En realidad se manifestaba la supremaca del ego o de la cons-ciencia alcanzada en la vejez. De este modo, un ao despus de la muerte de mi esposa, la obra qued terminada. La construccin del primer torren haba comenzado en 1923, dos meses despus de la muerte de mi madre. Estas fechas son significativas, porque el torren, como veremos, est vinculado a los muertos.
Desde un principio el torren se convirti para m en un lugar de perfeccionamiento, un seno materno o una fi- gura maternal en la cual poda volver a ser lo que soy, lo que fui y lo que ser. El torren me daba la sensacin como si hubiera renacido en piedra. Me pareca el cum- plimiento de lo presentido anteriormente y una represen- tacin de la individuacin. Un recuerdo aere perennius. Ello repercuti en m de un modo beneficioso, como una 266 afirmacin de mi modo de ser. Constru la casa por partes aisladas y segu siempre las respectivas necesidades con- cretas. Las conexiones ntimas no las medit nunca. Se podra decir que constru el torren en una especie de sueo. Slo posteriormente vi lo que haba surgido y que ello posea una forma razonable: un smbolo de la integridad psquica. Se haba desarrollado como si una vieja simiente hubiera germinado. En Bollingen estoy en mi ms propia esencia, en lo que a m respecta. Aqu soy, por as decirlo, el hijo pri- mitivo de la madre. As se dice sabiamente en la alquimia, pues el viejo, el primitivo a quien experiment ya de nio, es la personalidad nmero 2 que siempre ha vivido y vivir. Est al margen del tiempo y es hijo del inconsciente maternal. En mis fantasas el primitivo adopt la figura de Filemn y en Bollingen est vivo. A veces estoy como abierto al paisaje y a las cosas, y vivo yo mismo en cada rbol, en el murmullo de las olas, en las nubes, en los animales que vienen y se marchan, y en las cosas. No hay nada en el torren que no haya creci- do y evolucionado en el transcurso de las dcadas y con lo que yo no est unido. Todo tiene su y mi historia y aqu hay espacio para el ilimitado reino del subinconsciente. Prescind de electricidad y yo mismo cuido del hogar y la estufa. Por la tarde enciendo las viejas lmparas. Tampoco hay agua corriente, debo extraer el agua yo mismo mediante bombas. Parto la lea y preparo la comida. Estas cosas simples hacen al hombre sencillo; y qu difcil es ser sencillo! En Bollingen me rodea el silencio y se vive in modest harmony with nature.2 Emergen pensamientos que se hunden en los siglos que, por consiguiente, anticipan futuros lejanos. Aqu se aminora el dolor de la creacin; lo genial y lo frivolo se aproximan. 2. Ttulo de un antiguo grabado en madera chino en el que se ve a un diminuto anciano en un paisaje heroico. A. J. 267 En el ao 1950 erig en piedra una especie de monu- mento a lo que significaba para m el torren. Es una ma- ravillosa historia cmo lleg a m esta piedra: Cuando construa el muro de separacin del as deno- minado jardn necesitaba piedras y las encargu a una cantera de las cercanas de Bollingen. En mi presencia el constructor dict todas
las medidas al dueo de la cantera y ste las anot en una libreta. Cuando llegaron las piedras con el barco y fueron descargadas, vi que lasoi-disant, piedra angular, tena las medidas completamente equivocadas: en lugar de una piedra de triple canto haban trado un cubo. Era un hexaedro perfecto de dimensiones muy superiores a las que se haban dado, de unos 50 centmetros de arista. El constructor estaba indignado y dijo a los descargadores que inmediatamente podan llevarse de nuevo la piedra. Pero cuando vi la piedra, dije: No, sta es mi piedra, he de tenerla! Comprend al instante que me resultaba apropiada y que quera hacer algo con ella. Pero no saba todava qu. Lo primero que me vino a la mente fue un verso lati- no del alquimista Arnaldo de Vilanova (muerto en 1313) y fue tambin lo primero que grab en la piedra. Traduci- do, dice as: Aqu est la piedra, la insignificante. Ciertamente vale poco en cuanto a precio. Ser desdeada por los ignorantes, pero tanto ms amada por los sabios. Este apotegma se refiere a la piedra alqumica, el lapis, que es despreciada y rechazada por los ignorantes. Pronto se convirti en algo distinto. En la superficie anterior de la piedra vi un crculo pequeo, como una es- pecie de ojo que mirara. Tambin esculp esto en la piedra y en el centro coloqu un pequeo hombrecillo. Era el muequito que corresponda a la pupila del ojo, una espe268 cie de cabir o telesforo de Esculapio. Est cubierto por un abrigo con capucha y lleva una linterna tal como se le puede ver en varias representaciones antiguas. Al mismo tiempo es un indicador de caminos! Le dediqu un par de palabras que me vinieron a la mente durante el trabajo. El tiempo es un nio juguetn como un nio jugando al ajedrez el reino del nio. ste es Telesforo, que recorre las oscuras regiones de este cosmos y brilla como una estrella procedente de las profundidades. Indica el camino hacia las puertas del sol y al pas de los sueos.3 Estas palabras vinieron a m, una tras otra, mientras estaba trabajando la piedra. En la tercera cara que mira al lago dej hablar, por as decirlo, a la misma piedra en forma de inscripcin latina. Todas las frases son citas de la alquimia. sta es la tra- duccin: Soy hurfano, estoy solo; sin embargo, se me en- cuentra en todas partes. Soy una unidad pero contrapuesto a m mismo. Soy joven y anciano a la vez. No he cono- cido ni padre ni madre, porque se me tuvo que extraer de las profundidades como a un pez. O porque ca del cielo como
una piedra blanca. Voy vagando por bosques y montaas, pero estoy oculto en lo ms ntimo del hombre. Soy mortal como todos, sin embargo, no me afecta el cur- so de los tiempos. Como final coloqu bajo el versculo de Arnaldo de Vi-lanova las siguientes palabras en latn: En recuerdo de su 75 aniversario C. G. Jung lo ha hecho y colocado en 1950 en accin de gracias. Cuando la piedra estuvo terminada, la contempl de nuevo y me asombr de ello, preguntndome qu signifi- caba a fin de cuentas hacer tal cosa. 3. La primera frase es un fragmento de Herclito [H. Diels, Die Fragmente der Vorsokratiker (Fragmentos de los presocrticos), 1903, fragmento 52); la segunda frase alude a la liturgia de Mitra (A. Dieterich,Eine Mithrasliturgie, Leipzig y Berln, 1923, p. 9); la ltima frase es de Homero (Odisea, canto 24, verso 12). Para las dems inscripciones vase en el Glosario Alquimia. A. J. 269 La lpida se encuentra fuera del torren y viene a ser una especie de justificacin de ella. Es una manifestacin de su morador, que permanece, sin embargo, incompren- dido por los hombres. Saben ustedes qu quera grabar en su parte posterior? Le cri de Merln! Pues lo que la piedra expresa me recuerda la manifestacin de Merlin desde el bosque despus de que desapareci ya del mundo. Los hombres oyen todava su grito, as dice la leyenda, pero no pueden comprenderlo o descifrarlo. Merlin representa el intento del inconsciente medie- val, de crear una figura paralela a Parsifal. Parsifal es el hroe cristiano y Merlin es su oscuro hermano, en cuanto que es hijo del diablo y una pura doncella. En la poca del siglo XII en que surgi la leyenda no existan todava antecedentes para comprender lo que representaba. Por ello termin en el exilio y por ello le cri de Merlin resuena todava despus de su muerte en el bosque. Este grito, que nadie poda entender, demuestra que continu viviendo en una forma enigmtica. En realidad su historia no ha terminado todava y sigue en vigor. Se podra decir que el secreto de Merlin fue proseguido por la Alquimia, particularmente en la figura de Mercurius. Luego fue recogido por mi psicologa del inconsciente y sigue hoy todava incomprendido! La razn de ello es que la vida del inconsciente es algo del todo incomprensible para la mayora de los hombres. Una de mis ms impresionantes experiencias es constatar lo ajena que es a los hombres. Una vez estaba yo en Bollingen, cuando el primer to- rren haba sido ya terminado. Era en invierno de 1923- 1924. Por lo que puedo recordar, no haba nieve, deba- mos estar ya al principio de la primavera. Estuve solo du- rante una semana, puede que ms. Reinaba un silencio indescriptible. Nunca lo haba vivido de modo tan intenso.
Una tarde, lo recuerdo todava con exactitud, estaba sentado junto al fuego y haba colocado encima una gran olla, pues quera calentar agua para lavarme. Entonces el agua comenz a hervir y la olla comenz a cantar. Se oan 270 muchas voces o instrumentos de cuerda y sonaba como una orquesta polifnica. Era algo as como msica polif- nica, que por cierto no puedo sufrir, pero que me pareci singularmente interesante. Era como si en el interior del torren se hallara una orquesta y otra en el exterior. De pronto predominaba una, de pronto la otra, como si se respondieran mutuamente. Yo estaba sentado y estaba fascinado. Durante ms de una hora escuch el concierto, esta mgica meloda de la naturaleza. Era una msica suave con todas las disonan- cias de la naturaleza. Y ello era fiel, pues la naturaleza no slo es armnica, sino terriblemente contradictoria y ca- tica. As era tambin la msica: un torrente de sonidos, como algo propio del viento y del mar tan extraordina- rio, que no hay modo de describirlo. Al comenzar la primavera de 1924 me encontraba de nuevo en Bollingen. Estaba solo y haba encendido la es- tufa. Era una tarde tambin silenciosa. Por la noche me despertaron unos suaves pasos que se oan alrededor del torren. Sonaba tambin una lejana msica que se aproxi- maba paulatinamente y entonces o voces risas y pala- bras. Pens: Quin anda por ah? Qu es esto? Slo hay el pequeo sendero a lo largo del lago y apenas puede ser cruzado. Mientras meditaba me despert por completo y fui a la ventana: abr los postigos todo estaba en calma. No se vea a nadie, ni se oa nada, no haca viento, nada, absolutamente nada. Esto es extrao, pens. Estaba convencido de que ha- ba odo realmente pasos, risas y charla. Pero por lo visto slo haba soado. Volv a la cama y medit acerca de cmo puede uno engaarse y por qu sera que haba te- nido tal sueo. Con estos pensamientos, volv a dormirme y comenz en seguida el mismo sueo: o de nuevo pasos, risas, msica. Tuve, adems, la representacin visual de varios centenares de figuras vestidas de oscuro, quizs za- gales en sus atavos domingueros que venan de las mon- taas que rodearon al torren por ambos lados, cantaban, 271 rean y tocaban el acorden. Enojado, pens: Al diablo! Crea que era un sueo y resulta que es verdad! Esta im- presin me hizo despertar. Me levant de nuevo de un salto, abr ventana y postigos, pero todo estaba como antes, sumido en el silencio ms absoluto. Entonces pens: Se trata de duendes! Naturalmente me pregunt qu significaba que un sueo de este tipo insistiera tanto sobre su realidad y el estado de vigilia. Ello slo sucede con los fantasmas. Estar de vigilia significa percibir la realidad. El sueo representaba, pues, una situacin equivalente a la realidad en la que crea una especie de vigilia. Este tipo de sueos descubren, con- trariamente a los sueos habituales, la tendencia del in- consciente, dando al soador una manifiesta sensacin de realidad, que por su
repeticin se acenta an. Como origen de tales realidades conocemos las sensaciones fsicas por una parte, pero por otra las figuras arquetpicas. En aquella noche todo era tan plenamente real, o por lo menos as lo pareca, que, situado entre dos realidades, apenas poda orientarme. No poda explicrmelo. Qu significaban estos zagales cantando que desfilaban en largas columnas? Me daba la impresin de que haban venido por curiosidad a ver el torren. Nunca ms volv a experimentar o soar algo semejante. Pero aquel acontecimiento me dej atnito y no poda recordar haber odo algo parecido. Posteriormente hall un sentido al sueo al leer la crnica de Lucerna de Rennward Cysat del siglo XVII. En ella se narra la siguiente historia: En un pasto del Monte Pilatos que tiene fama de estar poblado por fantasmas, se dice que hoy todava all ronda el espritu de Woltan!, Cysat, en una ascensin al Pilatos fue molestado por un gran gento que rode su cabana cantando al son de la msica exactamente lo mismo que yo haba experimentado en el sueo. Al da siguiente pregunt al vaquero, en cuya cabana haba pasado la noche, qu podra significar este hecho. ste estaba enterado ya: tuvo que ser el slig lt, es decir, 272 el ejrcito de Wotan de las almas descarriadas. Acostumbraban a rondar de este modo para hacerse notar. Como explicacin de mi sueo puede decirse que fue una aparicin en la soledad en el que el vaco y silencio ex- teriores fueron compensados por la imagen del gento. Ello correspondera a las alucinaciones del ermitao que asimismo significan compensaciones. Pero se sabe en qu realidades se basan tales historias? Se podra creer tambin que la soledad me sensibiliz hasta tal punto que percib el desfile del slig lt que pasaba por all. La explicacin del acontecimiento como una compen- sacin psquica nunca me satisfizo del todo y no me bastaba decir que se trataba de una alucinacin. Me senta obligado a considerar tambin el carcter de realidad. Especialmente se presentaba aqu un paralelismo con el informe del siglo XVII. A lo sumo poda tratarse de un fenmeno de sincro- nizacin. Estos fenmenos manifiestan que aquellos acon- tecimientos, de los que creemos saber algo porque los per- cibimos o presentimos por medio de un sentido interno, muy a menudo tienen tambin una correspondencia en la realidad externa. Y respecto a mi acontecimiento concreto existe en realidad una correspondencia, pues en la Edad Media han tenido lugar tales desfiles de jvenes. Se trata de las peregrinaciones que se realizaban particularmente en primavera desde la Suiza central a Locarno, se agrupaban en la Casa di Ferro en Minusio y proseguan hasta Miln. En Italia se convertan en soldados y luchaban bajo bandera extranjera. Poda pues ser la imagen de una de estas marchas,
que tenan lugar regularmente en primavera y en las que se despeda a la patria con cantos y alborozo. Mi fantasa se ocup todava mucho tiempo de este extrao sueo. Cuando en 1923 comenzamos a edificar aqu nos visit mi hija mayor y grit: Cmo, t edificas aqu? Aqu hay cadveres! Yo pens naturalmente: Qu absurdo! 273 No vale la pena discutir! Pero al cabo de cuatro anos, cuando recomenzamos las obras, hallamos realmente un esqueleto. Se encontraba a 2,20 metros de profundidad. En el codo derecho se encontr una antigua bala de fusil. Se vea por la posicin del esqueleto que haba sido echa- do a la fosa en avanzado estado de descomposicin. Perte- neca a las muchas docenas de soldados franceses que en 1799 se ahogaron en el Linth y fueron arrastrados hasta las orillas del lago. Esto sucedi despus de que los austracos volasen el puente de Grynau que los franceses haban asaltado. En el torren se encuentra una fotografa de la fosa abierta con el esqueleto y la fecha del da en que se hall el cadver en la torre: el 22 de agosto de 1927. Constru entonces en mi finca una sepultura adecuada al soldado, y dispar tres veces por encima de la tumba. Luego coloqu una lpida con una inscripcin. Mi hija haba presentido la presencia del cadver. Su facultad de presentir la hered de mi abuela materna.4 En el invierno de 1955-1956 grab la serie genealgica de mis antepasados en tres lpidas y las coloqu en la logia. La parte superior la adorn con motivos de los blasones de mi familia y de la de mi mujer, as como la de mis yernos. La familia Jung posey originariamente un fnix como animal herldico que evidentemente tiene relacin conjung (joven),verjungung (rejuvenecimiento). Mi abuelo vari los elementos del blasn, probablemente por oposicin a su padre. Fue un inteligente francmasn y un Gran Maestre de la logia suiza. Es a esta circunstancia que se debe la particularidad de su correccin herldica. Menciono este detalle, en s insignificante, porque pertenece a la dependencia histrica de mis ideas y de mi vida. Mis armas herldicas, segn la correccin de mi abuelo, ya no incluyen el fnix original sino que en la parte superior derecha se halla una cruz azul y abajo, a la izquier4. Cfr. Apndice, p. 466. 274 da, un racimo de uvas azul sobre un campo dorado; en la parte intermedia se encuentra, sobre un travesano azul, una estrella de oro. Este llamativo simbolismo es francma- snico o rosicruciano. Del mismo modo que cruz y rosa representan la antagnica problemtica rosicruciana(per
crucem ad rosam), es decir, lo cristiano y lo dionisaco, tambin la cruz y las uvas tienen la significacin de sm- bolo del espritu celestial y ctnico. El smbolo unificador est representado por la estrella de oro, el Aurum Philosophorum.5 Los rosicrucianos procedan de la filosofa alqumica o hermtica. Uno de sus fundadores fue Michael Majer (1568-1622), un conocido alquimista y joven contempor- neo del desconocido, pero importantsimo, Gerardus Dor- neus (fines del siglo XVI), cuyos tratados constituyen el primer volumen del Theatrum Chemicum. Frankfurt, donde vivieron ambos, parece que fue un centro de la filosofa alqumica. En todo caso, Michael Majer fue como comes pa-latinus (conde palatino) y mdico de la corte de Rodolfo II, una personalidad local conocida y respetada. En la vecina Maguncia vivi entonces el doctor en medicina y leyes Carl Jung (muerto en 1654), del que no se sabe nada ms que con mi tatarabuelo, nacido a principios del siglo XVIII, Si-gismund Jung, uncivis Moguntinus (ciudadano de Maguncia), se inicia el rbol genealgico. La razn es que los archivos de la ciudad de Maguncia en un asedio durante una guerra espaola de sucesin fueron pasto de las llamas. Es ms que probable que el instruido Dr. Carl Jung conociera los escritos de ambos alquimistas, dado que la farmacologa de entonces estaba todava bajo la influencia de Para-celso. Dorneus fue un decidido partidario de Paracelso y compuso un comentario amplsimo sobre el tratado de ParacelsoDe Vita Longa. Estudi particularmente a los alquimistas en el aspecto del proceso de individuacin. En relacin con el hecho de que una gran parte de mi vida estuvo 5. El oro de los filsofos, es decir, de los alquimistas. A. J. 275 dedicada a los trabajos de investigacin de la problemtica de los antagonismos y en especial estuvo consagrada al simbolismo alqumico, estos acontecimientos anticipado-res no dejan de resultar interesantes, razn por la cual no quera que el lector los ignorase. Cuando trabajaba en el cuadro genealgico comprend claramente la curiosa vinculacin del destino que me une a los antepasados. Tengo la viva impresin de que estoy bajo la influencia de cosas o interrogantes que quedaron sin respuesta para mis padres y abuelos. Muchas veces me pareci que en una familia exista unkarma impersonal que se transmita de padres a hijos. Me lo pareci siempre, como si hubiera de dar respuesta a cuestiones que se les plantearon a mis antepasados, sin que ellos pudieran responderlas, o como si debiera terminar o proseguir cosas que el pasado dej inconclusas. A este respecto es muy difcil saber si estas cuestiones tienen un carcter ms personal o ms general (ms colectivo). A m me parece que se trata de lo segundo.
Un problema colectivo aparece siempre mientras no se le reconoce como tal como problema personal y despierta en un caso dado la ilusin de que en el terreno de la psique personal algo no est en regla. De hecho, la esfera personal se halla alterada, pero no necesariamente en lo fundamental, sino mucho ms secundariamente a consecuencia de una transformacin insoportable de la atmsfera social. Por lo tanto, la causa del desarreglo debe buscarse en tal caso no en el mbito personal, sino ms bien en la situacin colectiva. Esta circunstancia la ha tenido muy poco en cuenta la psicoterapia hasta nuestros das. Como hara todo aquel que posee algo de introspeccin, en un principio di por sentado que el desdoblamiento de mi personalidad era cuestin de mi ms personal incumbencia. Cierto que Fausto me dio la palabra clave: Dos almas viven, ay, en mi pecho, pero no me aclar la causa de esta discrepancia conmigo mismo. La opinin de Fausto me pareci coincidir con la ma. Pero yo no poda 276 entonces, cuando le elFausto, sospechar hasta qu punto el extrao mito del hroe de Goethe era colectivo y cun profticamente anticip el destino alemn. Por ello me sent aludido personalmente y cuando Fausto, por altivez y petulancia, comete el asesinato de Filemn y Baucis me sent culpable, algo as como si en el pasado hubiera tomado yo parte en el asesinato de los dos ancianos. Esta extraa idea me aterraba y vea como de mi propia responsabilidad el expiar esta culpa o evitar su repeticin. Mis falsas conclusiones se vieron apoyadas por las no- ticias que me comunicaron en aquellos mis aos de juventud gente ajena a la familia. Me enter de que mi abuelo, segn la leyenda, era hijo natural de Goethe. Esta enojosa historia me afect hasta el punto de parecerme que explicaba y fortaleca al mismo tiempo mis extraas reacciones acerca de Fausto. No pensaba en una reencarnacin, pero crea instintivamente en el concepto de lo que los indios denominankarma. Puesto que entonces desconoca por completo la existencia de lo inconsciente, me resultaba im- posible una comprensin psicolgica de mis reacciones. Ignoraba igualmente aunque actualmente tambin se sabe en general muy poco acerca de ello que el futuro se prefigura a largo plazo en el inconsciente y hasta qu punto pueden errar sobre ello los clarividentes. As, por ejemplo, Jakob Burckhardt grita al conocer la noticia de la coronacin del Kaiser en Versalles: Esto es el fin de Alemania. Los arquetipos de Wagner llamaban ya a las puertas y con ellos lleg la vivencia dionisaca de Nietzsche, que se adeca mejor al dios de la embriaguez, Wotan. La altivez de la era guillermina enajenaba a Europa y preparaba la catstrofe de 1914. De este espritu de la poca qued preso inconsciente- mente en mis aos de juventud (all por 1893) y no dispona de medio alguno para sustraerme a l.Fausto me hizo vibrar en lo ms ntimo
y me afect de tal modo que personalmente no poda comprender nada ms. Se trataba principalmente del problema del antagonismo entre el 277 bien y el mal, entre el espritu y la materia, la luz y la os- curidad, que me preocupaba intensamente. Fausto, el fil- sofo inepto, desorientado, me pareca chocar con su parte oscura, con su inquietante nombre, Mefistfeles. Pese a su naturaleza negativa, Mefistfeles representa, frente al sabio marchito que pasa insensible ante el suicidio, el propio espritu de la vida. Mis contradicciones internas aparecan aqu dramatizadas. Goethe haba hecho en cierto modo un rpido esbozo y un esquema de mis propios conflictos y soluciones. El binomio FaustoMefistfeles se resuma para m en un nico hombre, que era yo. En otras palabras, me senta afectado y reconocido, y ah se hallaba mi propio destino, razn por la cual todos los episodios del drama me afectaban; tena que asentir aqu y luchar all apasionadamente. Ninguna de las conclusiones poda resultarme indiferente. Posteriormente vincul en mi obra conscientemente lo que Fausto dej pasar por alto: el res- peto a los eternos derechos humanos, el aprecio de lo antiguo y la continuidad de la cultura y de la historia del es- pritu.6 Tanto nuestra alma como nuestro cuerpo se compo- nen de elementos que todos estuvieron ya presentes en la serie de antepasados. Lo Nuevo en el alma individual es la recombinacin variada hasta el infinito de los ancestra- les componentes, cuerpo y alma tienen por ello un carcter eminentemente histrico y no hallan en lo nuevo, en lo recin nacido la adecuada morada, es decir, los rasgos an- cestrales se encuentran en el propio hogar slo en parte. Nosotros no hemos terminado todava con el Medioevo, la antigedad y el primitivismo tal como nuestra psique exi- ge. En lugar de ello somos lanzados a la catarata del pro- greso que cuanto ms nos impulsa con ms salvaje mpetu hacia el futuro, tanto ms nos arranca de nuestras ra6. La actitud de Jung la expresa la inscripcin que escribi sobre la entrada de su casa en Bollingen: Philemonis Sacrum - Fausti Poenitentia (El atad de Filemn - Penitencia de Fausto). Cuando este lugar fue tapiado, traslad las palabras sobre la entrada del segundo torren. A. J. 278 ces. Pero una vez derribado lo antiguo, generalmente queda tambin destruido y ya no es posible detenerse en absoluto. Pero es precisamente esta prdida de vinculacin, este desarraigo, lo que provoca una especie de insatisfaccin de la cultura y una prisa tal que se vive ms del futuro y de sus promesas quimricas de una era dorada, que en el presente, en el cual todo nuestro trasfondo his-trico-evolutivo ni siquiera se ha alcanzado todava. Desenfrenadamente se arroja uno a lo nuevo llevado por un creciente sentimiento de insatisfaccin, descontento y desasosiego. No se vive ya de lo que se posee, sino de promesas, no a la luz del presente da, sino en las tinieblas del futuro en que se aguarda el autntico amanecer. No se quiere reconocer que todo mejor se adquiere a costa de un peor. La esperanza de una mayor libertad es frustrada por un acrecentamiento de esclavitud al Estado, para no hablar de los terribles peligros que nos ofrecen los ms brillantes descubrimientos de la ciencia. Cuanto menos comprendamos lo que buscaron
nuestros padres y antecesores, tanto menos nos comprendemos a nosotros mismos, y contribuimos con todas nuestras fuerzas a acrecentar la carencia de arraigo e instintos del individuo de tal modo que sigue a la fuerza de la gravedad slo como partcula fsica. Mejoras progresivas, es decir, mediante nuevos mtodos ogadgets, resultan a primera vista verdaderamente convincentes, pero dudosas en cuanto a su duracin y en todo caso se pagan muy caras. En ningn caso incrementan el bienestar, la satisfaccin o la felicidad. En la mayora de casos representan modos pasajeros de endulzar la existencia, como, por ejemplo, las medidas de acortamiento del tiempo que aceleran enojosamente eltempo y de este modo nos dejan menos tiempo que antes. Omnis fes-tinatio ex parte diaboli est: toda prisa proviene del diablo, solan decir los antiguos maestros. Mejoras que se basen en el pasado son generalmente menos costosas y ms duraderas, pues se resumen a los ca279 minos ms sencillos y seguros del pasado y a hacer el ms exiguo uso de peridicos, radio, televisin y casi todas las innovaciones que, por as decirlo, ahorran tiempo. Hablo mucho en este libro de mi ideologa subjetiva que, sin embargo, no representa ningn progreso de la ra- zn. Ms bien es una visin que se obtiene cuando uno se propone ver y or la figura y voz del ser con los ojos semi- cerrados y con los odos algo sordos. Si vemos y omos con excesiva claridad, en tal caso nos hallamos limitados a las horas y minutos del hoy y no percibimos el cmo y el porqu nuestra alma ancestral acepta y comprende el hoy, o en otras palabras, cmo reacciona el inconsciente. Y as permanecemos en las tinieblas sin vislumbrar si el mundo de los antepasados participa con bienestar ancestral en nuestra vida, o a la inversa, si se aparta de ella con aversin. Nuestra tranquilidad y satisfaccin internas dependen en gran medida de si la familia histrica, personificada por el individuo, concuerda o no con las condiciones efmeras de nuestro presente. En mi torren de Bollingen es como si se viviese en muchos siglos. Me sobrevivir y apunta por su emplaza- miento y estilo al ms remoto pasado. Slo en muy pocas cosas recuerda el presente. Si un hombre del siglo XVI se instalase en esta casa slo seran nuevas para l la lmpara de petrleo y las ce- rillas; con el resto se sentira totalmente a gusto. Nada molesta a los muertos, ni la luz elctrica ni el telfono. Pero las almas de mis antepasados perviven tambin en la atmsfera espiritual de la casa, pues les doy respuesta a cuestiones que dejaron pendientes en su vida, respuestas buenas y malas, segn mis propias capacidades. Incluso las he esbozado en las paredes en forma de cuadro. Es como si una gran familia silenciosa, que se extiende a travs de los siglos,
poblara la casa. All vivo en segunda persona y veo la vida, panormicamente, cmo transcurre y pasa. 280 VIAJES FRICA DEL NORTE A comienzos del ao 1920 un amigo me comunic que deba realizar un viaje de negocios a Tnez y me pre- guntaba si quera acompaarle. Acept inmediatamente. En marzo marchamos primero a Argelia. Bordeando la costa llegamos a Tnez y desde all fuimos a Susa, donde dej a mi amigo con sus negocios.1 Por fin me hallaba all, donde siempre haba ansiado ir, es decir, en un pas no europeo donde no se hablara idioma europeo alguno y no imperaran influencias cris- tianas, donde viva otra raza y otra tradicin e ideologa histricas y configuraran el aspecto de las cosas. Haba deseado en muchas ocasiones poder ver al europeo desde fuera, reflejado en un ambiente extico en todos los as- pectos. Ciertamente lament profundamente mi descono- cimiento de la lengua rabe, pero ello me llev a observar a las gentes y sus empresas con mayor atencin. A menu- do permaneca sentado durante horas en un caf rabe y escuchaba las conversaciones de las que no comprenda ni una sola palabra. Con ello estudiaba la mmica y en espe- cial, atentamente, las demostraciones de afecto de la gen- te, notaba la transformacin sutil de sus gestos cuando hablaban con un europeo, y aprend a ver en cierto modo 1. Cfr. Apndice, p. 431 y ss. 281 con otros ojos y a observar al hombre blanco fuera de su propio ambiente. Lo que el europeo interpreta como abandono y apata oriental me pareci una mera mscara, tras la cual se ocul- taba desasosiego, incluso excitacin que no saba explicarme exactamente. Al entrar en el territorio moruno tuve una rara sensacin que no saba interpretar: el pas me pareca oler de un modo extrao. Era un olor a sangre, como si el suelo hubiera sido regado con sangre. Lo nico que se me ocurri fue que esta regin haba terminado con tres civilizaciones, la pnica, la romana y la cristiana. Lo que la era tcnica har con el Islam, es cosa que est por ver. Cuando dej Susa march hacia el sur, a Sfax y de all al Sahara hacia Tozeur, la ciudad oasis. La ciudad est si- tuada en el borde de una altiplanicie a cuyo pie los tibios y ligeramente salados manantiales dan origen a un cauda- loso ro y riegan el oasis en mil pequeos canales. Eleva- das palmeras datileras forman un techo verde y frondoso, bajo el cual crecen melocotoneros, albaricoqueros e higue- ras y ms abajo la inimaginablemente verde alfalfa. Algu- nos alciones, brillantes como piedras preciosas, cruzan raudos los prados. A la sombra relativamente fresca de
esta frondosidad verde circulan figuras envueltas en blan- co y entre ellas llama la atencin muchas tiernas parejas abrazadas, en amistad manifiestamente homosexual. Me sent de pronto retrotrado a la antigedad griega, en que esta inclinacin constitua el aglutinamiento de la sociedad masculina y de lapolis enraizada en ella. Me resultaba claro que aqu los hombres hablaban con hombres y las mujeres con mujeres. Me cruc con pocas figuras femeni- nas, siempre con el rostro embozado como monjas. Vi al- gunas sin velo. Eran, como mi intrprete explicaba, pros- titutas. En las calles principales, hombres y nios eran los nicos que circulaban. Mi intrprete me confirm la habitual frecuencia y naturalidad de la homosexualidad y se apresur a ofrecer- me sus propuestas. El buen hombre no poda sospechar 282 qu pensamientos me cruzaban por la mente que me acla- raban mi situacin. Me sent trasladado muchos siglos atrs, en un mundo infinitamente ingenuo de adolescentes que comienzan a librarse de la situacin de primitivo crepsculo existente desde la prehistoria con ayuda de la exigua ciencia del Corn y comienzan a tomar consciencia de la existencia de ellos mismos, en defensa contra el caos amenazador proveniente del norte. Mientras me hallaba todava bajo la fuerte impresin de la duracin infinita y de la existencia esttica, me acor- d repentinamente de mi reloj de bolsillo y record la pri- sa del europeo. Tal era la intranquilizadora nube oscura que se cerna sobre las cabezas de estos desprevenidos. Se me antojaron entonces animales de caza que no ven al ca- zador, pero le olfatean con cierta angustia, concretamente al dios del tiempo que destrozar y destruir implacable- mente su continuidad a travs del tiempo que recuerda to- dava la eternidad, en das, horas, minutos y segundos. Desde Tozeur me dirig al oasis de Nefta, con mi in- trprete part a caballo a primeras horas de la maana poco despus del amanecer. Nuestras monturas eran grandes acmilas de trote rpido con las que se avanzaba aprisa. Cuando nos acercbamos al oasis vino hacia noso- tros un jinete solitario vestido completamente de blanco, pas al galope ante nosotros en una orgullosa postura, sin saludar, montando en una acmila negra con hermosas bridas de piel incrustadas de plata. Resultaba una elegante figura muy impresionante. Seguro que no tena reloj de bolsillo, menos an de pulsera, pues todos le conocan y sin saber que desde siempre haba existido. Le faltaba aquella extravagancia sutil que es inherente al europeo. El europeo est ciertamente convencido de no ser ya lo que fue en la antigedad, pero no sabe lo que ha llegado a ser entre tanto. El reloj le dice que desde la Edad Media se ha introducido en l subrepticiamente el tiempo y su sinnimo, el progreso, y le han arrebatado lo que para l es irre- cuperable. Con equipaje ligero prosigue su camino hacia 283 metas confusas con progresivo apresuramiento. La prdida de peso y el correspondiente sentiment d'incomplti-
tude lo compensan con la ilusin de sus xitos, como ferrocarriles, motonaves, aviones y cohetes que a travs de su rapidez cada vez le van arrebatando poco a poco su permanencia y le trasladan a otra realidad de velocidades y apresuramientos. Cuanto ms nos adentrbamos en el Sahara, ms se me iba retrasando el tiempo y amenazaba incluso con vol- ver hacia atrs. La cada vez ms intensa reverberacin del calor contribuy poderosamente a sumirme en el sueo y cuando alcanzamos las primeras palmeras y casas del oasis, all todo estaba como siempre haba sido. Al da siguiente, temprano, despert en mi aposento por el ruido insistente, inslito para m, que sonaba ante la casa. All haba una gran plaza abierta que la tarde anterior estaba vaca, pero ahora estaba llena de acmilas, ca- mellos, asnos y hombres. Los camellos geman y manifestaban su inveterado descontento en una gran variedad de tonos y los asnos competan en destemplados rebuznos. La gente corra con patente agitacin, gritando y gesticulando. Parecan salvajes e inspiraban poca confianza. Mi intrprete me explic que hoy haba una gran fiesta. De noche llegaron algunas tribus del desierto con el fin de ofrecer dos das de labranza para el marabut. El marabut se identificaba con la administracin de los pobres y posea muchos campos en el oasis. La gente iba a trazar un nuevo campo y los correspondientes canales de riego. All lejos, al fondo de la plaza, se levant de pronto una nube de polvo, se iz una bandera verde y se oyeron tambores. A la cabeza de una larga columna de hombres salvajes, que llevaban cestos de esparto y cortos azadones de amplia pala, apareci un anciano majestuoso y de barba blanca. Era el marabut, montado en una acmila blanca, rodeado de hombres con tamboriles. Por todas partes reinaba agitacin, gritos salvajes y speros, polvo y calor. La comisin se dirigi hacia el oasis con movimientos fa284 nticos y frenticos como si fueran a un combate. Segu este tumulto a una prudente distancia, hasta que llegamos al sitio en que se trabajaba, mi intrprete no me alentaba a acercarme ms. Aqu reinaba, si es posible, mayor agitacin. Sonaban por todas partes gritos y tambores. El lugar de trabajo semejaba un hormiguero en plena confusin, todo se haca con la mxima celeridad. Con enormes cargas de arena en sus cestos danzaban muchos al ritmo de los tambores, otros se inclinaban hacia el suelo con frentica prisa, cavaban y levantaban diques. En este tumultuoso caos volvi a montar el marabut en su acmila blanca con los majestuosos, suaves y cansados gestos de la vejez avanzada, al parecer dando instrucciones. All donde llegaba l, se acentuaba el ritmo, la prisa y los gritos constituan el trasfondo en que destacaba en grado sumo la figura del santo. Hacia la tarde toda la multitud estaba visiblemente agotada y derrengada y los hombres cayeron junto con sus camellos y pronto durmieron profundamente. Por la noche, despus del habitual gran concierto canino, rein el ms absoluto silencio hasta que con los primeros rayos del sol naciente son la invocacin del almudano convocando a la oracin matinal y que me lleg al alma.
Ello constituy una leccin para m. Esta gente vive de sus afectos, es decir, son vividos por ellos. Su consciencia procura, por una parte, la orientacin en el espacio y las impresiones que provienen del exterior es movida por im- pulsos y afectos internos; pero no es reflejada y al Yo le falta toda independencia. No es que suceda algo muy distinto a los europeos, pero, sin embargo, somos ciertamente algo ms complicados. En todo caso, disponemos hasta cierto punto de libertad y bien meditadas intenciones. Ms bien nos falta la intensidad en la vida. No deseaba cambiarme, pero me sent psquicamente contaminado, lo que se manifest externamente por una enteritis infecciosa que pude curarme en algunos das al modo habitual del pas con agua de arroz y calomelanos. 285 Desbordante de ideas e impresiones regres a Tnez y en la noche de nuestro embarque hacia Marsella tuve un sueo que, en mi opinin, dio remate a todo ello. As de- bi ser, porque yo estaba habituado a vivir en dos planos, uno consciente que quera comprender y no poda, y otro inconsciente que quera expresarse y no conoca mejor medio para hacerlo que el sueo. So que estaba en una ciudad rabe y como en la mayora de ciudades rabes haba tambin en sta una ciu-dadela, la kasbat. La ciudad se alzaba sobre una amplia meseta y a su alrededor haba una muralla. Su contorno era cuadrangular y haba cuatro puertas. La kasbat, situada en el interior de la ciudad lo cual en aquellos lugares no es siempre as, estaba rodeada por una ancha zanja. Yo estaba ante un puente de madera que, por encima del agua, conduca a una puerta oscura en forma de herradura. Estaba abierta. Interesado en ver la ciudadela tambin por dentro, entr en el puente. Cuando me hallaba aproximadamente a la mitad se me acerc un bello rabe de figura elegante, de porte casi regio, un joven con blanco albornoz. Yo saba que era el prncipe que resida all. Cuando estuvo frente a m, me agarr y quiso echarme al suelo. Luchamos y chocamos contra la barandilla; sta cedi y ambos camos en la zanja, donde l intent hundirme la cabeza en el agua para ahogarme. No, pens yo, esto es ya demasiado, y ahora le hund a mi vez su cabeza en el agua. Lo hice, aunque senta gran admiracin por l, pero no quera dejarme matar. No quera matarle, sino slo dejarle inconsciente y fuera de combate. Entonces cambi la escena del sueo y l se encontra- ba conmigo en una gran sala octogonal y abovedada en el centro de la ciudadela. La sala era totalmente blanca, muy sencilla y muy impresionante. A lo largo de las paredes de mrmol claro haba sofs bajos y ante m, en el suelo, ha- ba un libro abierto con caracteres negros que parecan singularmente bellos escritos sobre niveo pergamino. La escritura no era rabe, sino que pareca ms bien una es286 critura nigrica de Turqua occidental que me era conoci- da por los fragmentos maniqueos de Turfan.* En realidad yo no conoca el contenido, pero, sin embargo, tena la sensacin de que erami libro, que yo mismo haba es- crito. El joven prncipe con quien haba yo luchado estaba
sentado en el suelo a mi derecha. Le expliqu que, ahora que yo le haba vencido, deba leer mi libro. Pero l se opuso a ello. Coloqu mi brazo sobre sus hombros y le forc, por as decirlo, con solicitud y paciencia paternales a leer el libro. Yo saba que forzosamente tena que hacer- lo, y por fin accedi. El sueo me dej una profunda impresin. El joven rabe es un doble del orgulloso rabe que sin saludar pas ante nosotros al galope. Como habitante de la kasbat es una figura de la persona, o mejor, un mensajero enviado de la persona. La kasbat propiamente dicha, de la que pro- viene, es un mndala perfecto: la ciudadela rodeada por la muralla cuadrangular con las cuatro puertas. En su inten- cin de matarme se rememora el motivo de la lucha entre Jacob y el ngel; l es hablando en el lenguaje de la Bi- blia como el ngel del Seor, un mensajero de Dios que quiere matar al hombre, porque no lo conoce. A decir verdad, el ngel deba habitar en m. Pero slo conoce la verdad anglica y no comprende nada del hombre. Por ello se comport, ante todo, como enemigo mo, pero, por el contrario, yo me mantuve firme frente a l. En la segunda parte del sueo, yo soy el seor de la ciudadela; l est sentado a mis pies y debe conocer mis pensamientos y con ello al hombre. Mi encuentro con la cultura rabe me impresion po- derosamente. La esencia emocional, casi vital de estos hombres no reflexivos que viven de afectos, provoca un efecto sugestivo en aquellas zonas histricas en nosotros que hemos ya superado, o por lo menos creemos haber superado. * Ciudad china en la provincia de Sinkiang, que posee las minas de la antigua capital nigurica Chotscho. (N. de la t.) 287 Es como el paraso infantil del cual imagina uno haber es- capado, pero que a la menor provocacin causa de nuevo el fracaso. S, nuestra fe en el progreso est el peligro de abandonarse a sueos tanto ms infantiles sobre el futuro, cuanto ms apartemos nuestra consciencia del pasado. La infancia, sin embargo, por otra parte, gracias a su ingenuidad e ignorancia, proyecta una imagen ms com- pleta del individuo, de todo el hombre en su individuali- dad autntica. A consecuencia de ello la visin del nio y del primitivo despierta en adultos civilizados anhelos que provienen de deseos y necesidades insatisfechas. Estas partes correspondientes de la personalidad que, en beneficio de la adaptacin, fueron retocadas en la persona a partir de la imagen de conjunto del hombre. Al viajar a frica para hallar un lugar psquico al margen del europeo quiero con ello hallar en m inconscientemente aquella parte de la personalidad que se ha hecho imperceptible bajo la influencia y presin del modo de ser del europeo. Esta parte se encuentra en inconsciente oposicin conmigo porque no le concedo valor alguno. Quiere, de acuerdo con su naturaleza, hacerme inconsciente (hundirme en el agua) para matarme; pero yo, en cambio, quiero hacerle
ms consciente mediante el conocimiento de cmo puede hallarse un comn modus vivendi. El color de su piel casi negro la caracteriza como sombra, pero no personal, sino ms bien tnica que no tiene nada que ver con mi per- sona consciente, sino ms bien con el todo de mi personalidad, es decir con mi persona. Como seor de la kasbat esta parte es, por as decirlo, una especie de sombra del in- dividuo. El europeo, determinado en gran parte por su ra- cionalidad, es mucho ms ajeno a lo humano y de ello se envanece algo, sin darse cuenta de que ello se hace a costa de su intensidad de vida y que a causa de ello la parte pri- mitiva de la personalidad es condenada a una existencia parcial subterrnea. Del sueo se desprende claramente en qu sentido influy en m mi encuentro con frica del Norte: en un 288 principio estuve amenazado por un avasallamiento de mi consciencia europeo, por un inesperado y fuerte ataque por parte de la psiquis inconsciente. En consecuencia no me haba percatado en absoluto de una situacin de este tipo; por el contrario, no poda librarme de un sentimiento de superioridad porque recordaba a cada paso mi euro- pesmo. Esto no poda pasarse por alto y acentuaba mi ca- rcter de extranjero frente a estos hombres distintos a m. Pero no conceba que en m existieran fuerzas inconscien- tes que aceptaban las cosas de los dems con tal intensidad que originaba por ello un agudo conflicto. El sueo lo puso al corriente de una situacin criminal. La verdadera naturaleza de este trastorno se me hizo patente slo al cabo de algunos aos, cuando estuve en el frica tropical: fue el primer presagio del going black un-der the skin, un peligro que amenaza a los europeos desarraigados en frica. All donde hay peligro surge tambin lo salvador, estas palabras de Hlderlin me vienen a la mente en tales circunstancias. Lo que salva consiste en que se puede tomar cons- ciencia de la influencia inconsciente con ayuda de los sue- os premonitorios. stos muestran que algo en nosotros no se supedita slo de modo pasivo a las influencias in- consciente, sino que se esfuerzan con vehemencia en identificarse con la sombra. Al igual que un recuerdo de la infancia puede aduearse repentinamente de los afectos vivos de la consciencia de modo que uno se sienta re- trotrado a la situacin original, as este mundo rabe, aparentemente del todo extrao y distinto, despierta una rememoracin de un tiempo anterior sobradamente co- nocido, que al parecer hemos olvidado totalmente. Es el recuerdo de una posibilidad de vida posible todava, pero que fue sobrepasada por la civilizacin. Si volviramos a revivirla ingenuamente, ello supondra una recada en la barbarie. Por ello se prefiere olvidarlo. Pero si se nos pre- senta de nuevo en forma de un conflicto, hay que conser- varla en la consciencia y confrontar ambas posibilidades 289
Seix Barral Los Tres Mundos C. G. Jung Recuerdos, sueos, pensamientos Editado por Aniela Jaffe NDICE 7INTRODUCCIN DE ANIELA JAFF 17PRLOGO 20INFANCIA 40PERIODO ESCOLAR 106PERODO UNIVERSITARIO 143ACTIVIDAD EN EL CAMPO DE LA PSIQUIATRA 178SIGMUND FREUD 204EL ANLISIS DEL INCONSCIENTE 238ACERCA DEL ORIGEN DE LA OBRA 264EL TORREN 281VIAJES 281 FRICA DEL NORTE 290 Los PUEBLOS INDIOS 298 Y UGANDA 322 INDIA 334 RAVENA Y ROMA 340VISIONES 351ACERCA DE LA VIDA DESPUS DE LA MUERTE
383LTIMOS PENSAMIENTOS 414RESUMEN 419APNDICE 419 DE LAS CARTAS DE JUNG A SU MUJER DESDE LOS ESTADOS UNIDOS(1909 ) 427DE LAS CARTAS DE FREUD A JUNG (1909A 1911) 431 CARTA Asu MUJER DESDE SUSA, TNEZ(1920 ) 433 DE UNA CARTA A UN JOVEN INVESTIGADOR(1952) 435 DE UNA CARTA A UN COLEGA(1959) 436 THODORE FLOURNOY 438 RICHARD WILHELM 444 HEINRICH ZIMMER 446 COMPLEMENTO AL ROTES BUCH(1959) 447 SEPTEM SERMONES AD MORTUOS(1916) 461 ALGUNOS DETALLES SOBRE LA FAMILIA DE C. G. JUNG, POR ANIELA JAFF
469GLOSARIO 485BIBLIOGRAFA Traduccin del alemn por M.a ROSA BORRAS Ttulo original: Erinnerungen Trume Gedanken 1961,1962: Pantheon Books, Nueva York 1961, 1962, 1963: Random House, Inc. Derechos exclusivos de edicin en castellano reservados para todo el mundo y propiedad de la traduccin: 1964 y 2001: Editorial Seix Barral, S. A. Provenza, 260 - 08008 Barcelona ISBN: 84-322-0829-9 Primera reimpresin argentina: julio de 2002 2002, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. / Seix Barral Independencia 1668, 1100 Buenos Aires ISBN 950-731-334-6 Impreso en Industria Grfica Argentina, Gral. Fructuoso Rivera 1066, Capital Federal, en el mes de junio de 2002. Para Elena y Laura,... a quienes Jung hubiera dedicado complacido este trabajo....
INTRODUCCINHe looked at his own Soul with a Telescope. What seemed all irregular, he saw and shewed to be beautiful Constellations; and he added to the Consciousness hidden worlds within worlds. COLERIDGE,Notebooks En el verano de 1956durante el congreso ranos en Ascona el editor Kurt Wolff habl por vez primera con amigos de Zurich de su deseo de publicar una biografa de Carl Gustav Jung en la editorial Pantheon de Nueva York. La doctora Jolande Jacobi, una colaboradora de C. G. Jung, propuso que se me encargara a m tal biografa. Todos comprendan que no se trataba de una empresa fcil, pues era conocida la aversin de Jung a dar a la publi- cidad su vida. As, pues, Jung accedi slo tras largas vacila- ciones, y me concedi una tarde semanal para el trabajo en comn. Era mucho si se considera su recargado plan de trabajo y su estado de salud debido a la edad. Comenzamos en la primavera de 1957. Kurt Wolff me haba presentado su proyecto de que el libro no fuera una biografa sino una autobiografa: sera el mismo Jung quien hablara. Esto determin el plan general de la obra y mi primera tarea consisti exclusivamente en plantear preguntas y ano7 tar las respuestas de Jung. Pese a que al principio se mostr algo reservado y vacilante, pronto se puso a narrar, con cre- ciente inters sobre s mismo, su evolucin, sus sueos y sus pensamientos. La buena disposicin de Jung para el trabajo en comn condujo, a fines de 1957, a realizar un paso decisivo. Tras una fase de inquietud, afluyeron imgenes de su infancia, ol- vidadas desde haca mucho tiempo. Jung sospechaba su relacin con las ideas de su obra de madurez, sin embargo, no poda an concebirlo con claridad. Una maana me particip que l mismo quera escribir sobre su infancia, de la que me haba ya contado muchas cosas, pero, naturalmente, no todo. La decisin result tan satisfactoria como inesperada, pues yo saba cunto fatigaba a Jung el escribir, y que no emprendera una labor de esta clase sin sentirla interiormente como una misin. As pues, su propsito me pareci confirmar que en su fuero interno aprobaba su autobiografa. Poco tiempo despus de esta decisin anot sus pala- bras: Un libro mo es siempre obra del destino. Existe en ello siempre algo imposible de prever, y yo no puedo prescribirme o proponerme nada. As tambin la autobiografa toma ya ahora un camino distinto al que en un principio supuse. El que yo redacte mis antiguos recuerdos es una necesidad. Si lo abandono un slo da, se manifiestan inmediatamente desagradables sntomas fsicos. Tan pronto como vuelvo a trabajar en ello, desaparecen, y recupero la claridad mental.
En abril de 1958 Jung finaliz los tres captulos sobre la infancia, la poca escolar y los aos de estudios universitarios. l los titul De acontecimientos iniciales de mi vida. Se cierran con el fin de los estudios de medicina en el ao 1900. Sin embargo, sta no fue la nica aportacin que Jung proporcion al libro. En enero de 1959 Jung estaba en su casa de campo de Bollingen. Dedicaba todas las maanas a la lectura de los captulos de nuestro libro que nterin iban redac8 tndose. Cuando me devolvi el captulo Sobre la vida des- pus de la muerte, dijo: Hay algo que me inquieta. Se ha formado un desnivel y debo escribir. As surgi el captulo ltimos pensamientos en el que se exponen sus pensa- mientos ms profundos, aunque quizs tambin los ms ex- traos. En el verano del mismo 1959 Jung escribi, tambin en Bollingen, el captulo sobre Kenia y Uganda. El captulo sobre los pueblos indios tiene su origen en un fragmento in- dito de los manuscritos que restan del ao 1926 y que tratan de cuestiones generales de los pueblos primitivos. Para complementar el captulo Sigmund Freud y El anlisis del inconsciente entresaqu diversos prrafos de un cursillo realizado en 1925. Jung inform entonces por vez primera acerca de algunas cuestiones de su evolucin interna. El captulo Actividades en el campo de la psiquiatra tiene su origen en conversaciones sostenidas por Jung en 1956 con jvenes mdicos auxiliares del sanatorio Burghlz-li de Zurich. En esta poca trabajaba all uno de sus nietos como psiquiatra. Las conversaciones tuvieron lugar en casa de Jung en Ksnacht. Jung ha ledo el manuscrito de este libro y lo ha autori- zado. En algunas ocasiones ha realizado ciertas correcciones y propuesto algunas ampliaciones, o incluso las ha elaborado l mismo. Por mi parte, he ampliado los captulos por l escritos basndome en las notas de nuestras conversaciones, he explicitado sus frecuentes indicaciones de tipo lapidario y suprimido las repeticiones. Cuanto ms avanzaba el libro, ms profunda era la amalgama entre su trabajo y el mo. El modo como surgi el libro determin, en cierto senti- do, tambin el contenido. La conversacin o la narracin es- pontnea comporta el sello de la improvisacin, y tambin adopta este carcter la autobiografa. Los captulos son reflejos de luz que iluminan slo fugazmente la vida exterior de Jung y su obra. No obstante, transmiten la atmsfera de su mundo espiritual y las vivencias de un hombre para quien el alma significaba la ms autntica realidad. He interroga9
do muchas veces en vano a Jung acerca de cuestiones exter- nas; slo la esencia espiritual de lo vivido era para l inolvidable y digno de ser narrado. Ms importantes que las dificultades formales de confi- guracin del libro lo fueron otras que afectaban a su natura- leza personal. Jung se refiere a esta cuestin en una carta a un amigo de su poca estudiantil. ste le haba rogado que esbozase sus recuerdos de juventud. El intercambio de cartas tuvo lugar a fines de 1957. ... Tienes toda la razn! Cuando se es viejo anda uno a vueltas, por dentro y por fuera, con sus recuerdos de ju- ventud. Har unos treinta aos que mis alumnos me pidieron que les explicase cmo llegu a mi concepcin del in- consciente. Con tal motivo di un cursillo sobre esa cuestin. En los ltimos aos se me ha sugerido repetidas veces que escribiese algo as como una "autobiografa" ma. Esto s que yo no podra concebirlo en modo alguno. Conozco de- masiadas autobiografas, con sus deformaciones y conven- cionalismos y s demasiado de la imposibilidad de una au- todescripcin para poder atreverme yo a efectuar ensayos en tal sentido. Recientemente me han solicitado datos autobiogrficos y en esta ocasin he descubierto que entre mis recuerdos se ocultan ciertos problemas objetivos merecedores de una atencin ms cuidadosa. As pues, he meditado sobre tal posibilidad y he llegado a la decisin de limitar mis restantes obligaciones hasta que logre analizar objetivamente siquiera los primeros inicios de mi vida. Esta tarea es tan difcil e inslita que tuve que prometerme a m mismo no publicar los resultados mientras viva. Esta medida me pareci necesaria para asegurarme tranquilidad y aislamiento. Pues he obser- vado que todos aquellos recuerdos que para m se han con- servado vivos suponen vivencias emotivas que sumen al es- pritu en la inquietud y la pasin; una condicin muy des- favorable para una creacin objetiva! Tu carta ha llegado "naturalmente" en el momento que he resuelto, por as de- cirlo, emprender esta tarea. 10 El destino quiere ahora como siempre ha querido que, en mi vida, lo externo sea accidental, y slo lo interno rija como sustancial y determinante. A consecuencia de esto tambin todo recuerdo de acontecimientos "externos" palide- ce y quizs las experiencias "externas" no fueron nunca pro- piamente mas o lo fueron slo en cuanto coincidieron con fases internas de evolucin. De estas manifestaciones exter- nas de mi existencia se me han borrado muchas, precisa- mente porque, as me lo pareci, particip en ellas con todas mis fuerzas. Tales son, sin embargo, las cosas que hacen comprensible una biografa: personas que uno ha conocido, viajes, aventuras, complicaciones, reveses de la fortuna y otras cuestiones del mismo tipo. Pero para m, con pocas excepciones, se han transformado en esquemas rememorables que en modo alguno ya no pueden dar alas a mi fantasa.
Tanto ms fuerte y vivo es mi recuerdo de las experien- cias "internas". Pero aqu surge un problema de exposicin, ante el cual me siento poco capacitado, por lo menos por ahora. Por tal motivo, siento no poder satisfacer tu deseo, lo cual lamento mucho... Esta carta caracteriza la actitud de Jung: pese a que se haba decidido a emprender la tarea, la carta termina con una negativa! El conflicto entre aceptacin y rechazo no se apacigu por completo hasta su muerte. Siempre qued un resto de escepticismo y conserv el miedo a los futuros lectores. Consideraba el libro de recuerdos no como una obra cientfica ni como un libro suyo, sino que habl y describi la obra de Aniela Jaff, a la que l haba prestado su colaboracin. Atendiendo a su deseo no se incluir en la serie de sus Obras completas. Jung fue especialmente reservado en los datos de sus en- trevistas, sea con personalidades conocidas, sea con allegados suyos, con sus amigos. He hablado con muchos hombres famosos de mi poca, con figuras destacadas de la ciencia y de la poltica, con investigadores, artistas y escritores, prncipes y grandes financieros, pero si quiero ser sincero debo decir que pocos de tales encuentros se convirtieron en una expe11 rienda. ramos como barcos en alta mar que mutuamente arribamos bandera. En su mayora estos hombres venan a pedirme tambin algn favor que no puedo o no debo men- cionar. Por ello no he conservado ningn recuerdo a pesar de que ante los ojos fueran personalidades del mundo. Las entrevistas fueron intrascendentes; se desvanecieron rpida- mente y no dejaron huellas profundas. Las relaciones que para m significaron algo, y que despertaron en m recuerdos de viejos tiempos, no puedo escribirlas, pues fueron no slo la parte ms ntima de mi vida, sino tambin de la suya. No me incumbe el abrir a las miradas del mundo las puertas eternamente cerradas. La escasez de datos externos y concretos se suple ampliamente, sin embargo, con otras cosas: con informacin sobre vivencias ntimas de Jung y con multitud de pensamientos que, como l dijo, deben calificarse de biogrficos. En gran medida son tpicamente suyos y constituyen el fundamento de su vida. Esto vale, en primer lugar, para los pensamientos religiosos. El libro incluye las convicciones religiosas de Jung. Fueron diversos los caminos que condujeron a Jung a analizar cuestiones religiosas: experiencias propias, que de nio ya le enfrentaron con la realidad de la experiencia re- ligiosa, que le acompaaron hasta el fin de su vida, y un irrefrenable imperativo mental que abarc todo cuanto hace referencia al alma, a sus atributos y manifestaciones y le ca- racteriz como cientfico last but not least, y su con- ciencia mdica. Jung se senta ante todo mdico. No se le es- cap que la postura religiosa desempea un papel decisivo en la terapia de los hombres con afecciones del alma. En ello se bas su reconocimiento de que el alma crea espontneamente imgenes de contenido religioso; de que, por consiguiente, el alma es religiosa por naturaleza. Jung reconoci que la causa de numerosas neurosis, en especial en la segunda mitad de la vida, son un debilitamiento de esta naturaleza fundamental.
El concepto de Jung de lo religioso se diferencia en muchos aspectos del cristianismo tradicional. Particularmente 12 en su respuesta a la cuestin del mal y en la representacin de un Dios no slo bueno o querido. Desde el punto de vista del cristianismo dogmtico, Jung era un disidente. Esto lo pudo notar l mismo, una y otra vez, en la oposicin que, en todo el mundo, hallaron sus obras. Sufri por ello, y en diversos pasajes de este libro se entrev la desilusin del investigador que en sus convicciones religiosas no se siente comprendido del todo. Ms de una vez se dej llevar por excesivo mpetu: En la Edad Media me hubieran quemado! Slo despus de su muerte se elevaron las voces de los telogos afirmando que no debe considerarse a Jung al margen de la historia de la Iglesia de nuestro siglo. Jung conoca a fondo el cristianismo y las ms impor- tantes de sus obras se ocupan de las cuestiones religiosas del cristiano, y las analiz desde el punto de vista de la psicolo- ga y en la consciente limitacin del problema teolgico. Al hacer esto, contrapuso a la exigencia cristiana de la fe, la necesidad de la comprensin y la meditacin. Para l era esto una evidencia y una necesidad vital. Creo que todos mis pensamientos giran alrededor de Dios, como los planetas alrededor del sol y, as como stos son atrados por el mismo sol, mis pensamientos lo son irremisiblemente por l Me tendra por el ms empedernido pecador si opusiera resistencia a este poder, escribi en 1952 a un joven seminarista. En su libro de memorias Jung habla por primera y ni- ca vez de Dios y de su experiencia personal de Dios. En los das en que escriba sobre su protesta juvenil contra la Igle- sia, dijo una vez: Entonces vi claro que Dios, por lo menos para m, era una de mis experiencias inmediatas ms cier- tas. En su obra cientfica Jung no habla de Dios, sino de la imagen de Dios en el alma humana. Esto no es ninguna contradiccin, sino que en una ocasin se manifiesta subjetivamente, basndose en la experiencia, y en la otra lo hace de modo cientfico y objetivo. En una ocasin habla el hombre, en cuyos pensamientos participan tambin sentimientos pasionales, la intuicin y experiencias internas y externas. Y en la otra habla el investigador, cuyas manifestaciones no tras13 pasan los lmites tericos del conocimiento, sino que se cien conscientemente a los hechos y a lo demostrable. Como cientfico, Jung era un emprico. Cuando para sus memorias hablaba de sus sentimientos y experiencias personales en materia de religin, presupona la buena voluntad del lector para seguirle a travs de sus experiencias subjetivas. Pero slo el que haya tenido experiencias semejantes podr reconocer por valederas para s las afirmaciones subjetivas de Jung. Expresado de otro modo: el que tenga en su alma una imagen de Dios de iguales o parecidos rasgos.
Cuanto ms positiva y activamente intervena Jung en la redaccin de su autobiografa, tanto ms era de prever su duradera actitud crtica y negativa en lo referente a su publicacin. Tema la reaccin del pblico, y no en ltima instancia por la franqueza con que expona sus experiencias y pensamientos religiosos. Las antipatas que suscit con su libro Antwort auf Hiob (Respuesta a Job) eran todava de- masiado recientes y demasiado dolorosas la incomprensin e insensatez del mundo. Toda mi vida he conservado estas notas, y nunca quise que se publicaran, pues si con ello pa- sara algo, sera ms grave que con otros libros. No s si estar lo suficiente lejos de este mundo para que los dardos no puedan alcanzarme y no tenga que soportar las crticas adversas. He sufrido demasiado la incomprensin y el aisla- miento a que se llega cuando se dicen cosas que los hombres no comprenden. Si ya el libro Job ha encontrado tanta in- comprensin, mis memorias tendrn un resultado todava ms negativo. La "autobiografa" es mi vida observada a la luz de lo que he investigado. Lo uno es lo otro y por ello la lectura de este libro es difcil para aquellos que no conocen mis pensamientos o no los comprenden. Mi vida es en cierto sentido la quintaesencia de lo que he escrito y no ala inversa. Cmo soy y cmo escribo son una misma cosa. Todos mis pensamientos y todo mi afn, se soy yo. As pues, la "auto- biografa" no es ms que el punto sobre la i. Durante los aos en que las memorias adquirieron forma se llev a cabo en Jung un cierto proceso de objetivacin 14 y transformacin. A cada captulo se distanciaba ms, por as decirlo, de s mismo y acab por verse desde lejos, al igual que al significado de su vida y obra. Si pregunto por el valor de mi vida, slo puedo medirme con los pensamientos de los siglos, y entonces debo decir: S, significa algo. Medido con los pensamientos de hoy no significa nada. Lo impersonal de esta expresin, as como la sensacin de continuidad histrica que se desprenden de estas palabras son caractersticas de Jung. Ambos aspectos destacan con ms fuerza a lo largo de cada captulo. De hecho, el libro de memorias de Jung se encuentra n- timamente unido a su pensamiento cientfico. Pero quizs no existe mejor introduccin al mundo espiritual de un in- vestigador que el relato de cmo se le ocurrieron sus ideas, y la informacin acerca de las vivencias subjetivas que se encuentran detrs de sus conocimientos. La autobiografa de Jung cumple en gran medida el objetivo de una introduc- cin afectiva. El captulo De la gnesis de mi obra es en realidad un fragmento. Cmo poda ser de otro modo en una obra de ms de veinte volmenes? Tampoco Jung se hubiera decidido a dar una visin de conjunto de su ideologa ni en conversaciones, ni en un escrito redactado por l mismo. Cuando en una ocasin se le encarg esto, escribi en su tpico estilo, algo drstico:. . . debo decir que una cosa as est por completo fuera de mi alcance. No podra expresar sencillamente en forma breve lo que extensamente he expuesto con tantas dificultades y esfuerzos. Debera prescindir de todo
el material de pruebas y slo podra emplear un estilo apodctico, lo que no facilitara en modo alguno la difcil comprensin de mis resultados. La actividad propia de la familia de los rumiantes, que consiste en la regurgitacin de lo ya comido, es para m lo opuesto a lo que despierta el apetito...; que el lector considere el captulo De la gnesis de mi obra simplemente como breve ojeada retrospectiva del viejo maestro. El corto glosario que he aadido a instancias del editor facilita algunas aclaraciones introductorias a los no familia15 rizados con la obra y terminologa de Jung. Siempre que ha sido posible me he referido a los conceptos de la psicologa de Jung mediante citas de sus obras. La citas pueden, sin embargo, servir exclusivamente de indicacin. Jung ha utilizado siempre los conceptos por l empleados de un modo distinto y siempre nuevo, y ha dejado en acertijo o misterio lo indefinible adscrito a la realidad psquica. Son muchos los que me han ayudado en esta tarca dif- cil y agradable a la vez. Sea porque siguieron con inters la lenta evolucin de la obra, sea porque estimularon el trabajo con solicitudes y crticas. A todos ellos expreso mi agrade- cimiento. Citar solamente a Helene y Kurt Wolff, Locarno, que contribuyeron a la realizacin de la idea del libro, a Ma-rianne y Walther Niehus-Jung, Ksnacht ZH, que me ayudaron en los aos iniciales con su consejo y apoyo, y a Richard F. C. Hull, Palma de Mallorca, que me aconsej amablemente con paciencia inagotable. ANIELA JAFF Diciembre 1961 16 PRLOGO Mi vida es la historia de la autorrealizacin de lo in- consciente. Todo cuanto est en el inconsciente quiere lle- gar a ser acontecimiento, y la personalidad tambin quiere desplegarse a partir de sus condiciones inconscientes y sentirse como un todo. Para exponer este proceso de evo- lucin no puedo utilizar el lenguaje cientfico; pues yo no puedo experimentarme como problema cientfico. Lo que se es segn la intuicin interna y lo que el hombre parece ser sub specie aeternitatis se puede expresar slo mediante un mito. El mito es ms individual y expresa la vida con mayor exactitud que la ciencia. La ciencia trabaja con conceptos de trmino medio que son demasiado generales para dar cuenta de la diversidad subjetiva de una vida individual.
As pues, me he propuesto hoy, a mis ochenta y tres aos, explicar el mito de mi vida. Sin embargo, no puedo hacer ms que afirmaciones inmediatas, slo contar his- torias. Si son verdaderas no es problema. La cuestin consiste solamente en si este esmi cuento,mi verdad. Lo ms difcil en la configuracin de una autobiografa consiste en que no se posee ninguna medida, ningn terreno objetivo desde el cual juzgar. No hay posibilidad de comparacin. Yo s que en muchas cosas no soy como los dems, pero no s, sin embargo, cmo soy yo realmente. El hombre no puede compararse con nada: no es un 17 mono, ni una vaca, ni un rbol. Soy una persona. Pero qu es esto? Como todo ente, tambin yo me separ de la divinidad infinita, pero no puedo confrontarme con nin- gn animal, con ninguna planta y con ninguna piedra. Slo un ente mtico est por encima de los hombres. Cmo se puede tener una opinin definitiva acerca de s mismo? Una persona es un proceso psquico al que no domi- na, o slo parcialmente. Por eso no puede dar un juicio fi- nal de s misma ni de su vida. Para ello tendra que saber todo lo que la concierne, pero a lo ms que llega es a figu- rarse que lo sabe. En el fondo, uno nunca sabe cmo ha ocurrido nada. La historia de una persona tiene un co- mienzo, en cualquier punto del que uno se acuerda, pero ya entonces era muy complicado. Uno no sabe adonde va a parar la vida. Por esto el relato no tiene comienzo, y la meta slo se puede indicar aproximadamente. La vida del hombre es un intento arriesgado. Slo cuantitativamente se le puede considerar como un fen- meno prodigioso. Es tan efmero, tan insuficiente, que es un milagro que pueda existir algo y desarrollarse. Esto me impresion ya cuando era estudiante de medicina, y me pareci que sera un milagro no morir prematuramente. La vida se me ha aparecido siempre como una planta que vive de su rizoma. Su vida propia no es perceptible, se esconde en el rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura slo un verano. Luego se marchita. Es un fenmeno ef- mero. Si se medita el infinito devenir y perecer de la vida y de las culturas se recibe la impresinde la nada absolu- ta; pero yo no he perdido nunca el sentimiento de algo que vive y permanece bajo el eterno cambio. Lo que se ve es la flor, y sta perece. El rizoma permanece. En el fondo slo me parecen dignos de contar los acontecimientos de mi vida en los que el mundo inmuta- ble incide en el mutable. De ah que hable principalmente de los acontecimientos internos. A ellos pertenecen mis 18 sueos e imaginaciones. Adems constituyen la materia prima de mi trabajo cientfico. Fueron como de lava y de basalto que cristaliza en piedra tallable.
Al lado de los acontecimientos internos los dems re- cuerdos (viajes, personas y ambiente) se esfuman. La his- toria de la poca la han vivido y escrito muchos: mejor leerles a ellos o escuchar cuando alguien la cuenta. El re- cuerdo de los factores externos de mi vida ha desapareci- do o se ha difuminado en su mayor parte. Sin embargo, los encuentros con la otra realidad, el choque con el in- consciente han marcado mi memoria de modo indeleble. En este aspecto hubo siempre plenitud y riqueza, y todo lo dems qued eclipsado. As, pues, tambin los hombres se convirtieron en re- cuerdos imborrables slo cuando en el libro de mi destino tenan ya sus nombres incorporados desde mucho tiempo antes, y su conocimiento vena a ser como una revelacin. Tambin las cosas que en la juventud o posteriormen- te me afectaron desde lo externo y se me hicieron impor- tantes lo fueron al quedar incorporadas a la experiencia interna. Llegu muy pronto a la conviccin de que si no se da una respuesta y solucin desde lo interno a las relaciones de la vida, su significado es muy pobre. Las circuns- tancias externas no pueden sustituir a las internas. Por eso mi vida es pobre en acontecimientos externos. De ellos no puedo decir gran cosa, porque lo que dijera me parecera vaco o trivial. Slo puedo comprenderme a partir de los sucesos internos. Constituyen lo peculiar de mi vida, y de ellos trata mi autobiografa. 19 INFANCIA Medio ao despus de mi nacimiento (1875) mis pa- dres se trasladaron de Kesswil (cantn de Thurgau) junto al lago de Constanza, a la parroquia del castillo de Laufen, ms all de la cascada del Rin. Mis recuerdos se remontan aproximadamente a los dos o tres aos. Recuerdo la casa del prroco, el jardn, los libros infantiles, la iglesia, el castillo, las cascada del Rin, el castillo de Worth y la finca de Messmer. Son islas de recuerdo que flotan en un mar indeterminado, aparente- mente sin relacin alguna. De aqu emerge un recuerdo, quizs el primero de mi vida y, por consiguiente, slo una impresin bastante vaga: yazco en un cochecito a la sombra de un rbol. Es un bello y caluroso da de verano, de cielo azul. Los dorados rayos del sol juguetean a travs de las hojas. La cubierta del cochecito es alzada. Despierto en medio de tanta belleza y siento un indescriptible bienestar. Veo brillar el sol a travs de la hojas y flores de los rboles. Todo es extraordinariamente maravilloso, alegre y vivo. Otro recuerdo: estoy sentado en nuestro comedor en la parte occidental de la casa, en una alta silla para nios, y tomo leche caliente con trocitos de pan. La leche tiene sabor agradable y olor caracterstico. Era la primera vez que perciba tal olor. Fue el momento en que despert, por as decirlo, al sentido del olfato. Este recuerdo perdur en m mucho tiempo. 20
O bien: un bello atardecer de verano. Mi ta dice: Ahora quiero mostrarte algo. Sali conmigo de la casa, y tomamos la carretera hacia Dachsen. All lejos, bajo el horizonte, estaba la cadena de los Alpes en resplandecien- te puesta de sol. Se vea claramente cada atardecer. Mira ahora all, las montaas son todas rojas. Entonces vi por vez primera los Alpes! Despus me enter que los nios de Dachsen haran al da siguiente una excursin escolar a Zurich a travs del Uetliberg. Yo quise ir con ellos a todo trance. Bien a mi pesar fui informado de que nios tan pe- queos no deban ir, pues nada tenan que hacer all. A partir de entonces Zurich y el Uetliberg se convirtieron en un pas maravilloso e inaccesible, prximo a las resplan- decientes montaas nevadas. De poco tiempo despus: mi madre me llev consigo a Thurgau a visitar a unos amigos. Tenan un castillo jun- to al lago de Constanza. Una vez all, no poda apartarme de la orilla. El sol centelleaba en el agua. El oleaje, cansa- do por el vapor, llegaba a la orilla. Dibujaba pequeas es- tras en la arena del fondo. El lago se extenda en lejanas imposibles de divisar y esta inmensidad produca una feli- cidad inimaginable, de una grandeza sin igual. Entonces se apoder de m la idea de que deba vivir junto a un lago. Sin agua, pens yo, no hay quien pueda vivir. Otro recuerdo: gentes extraas, agitacin, movimien- to. La sirvienta vino corriendo: Los pescadores han de- sembarcado un cadver que fue arrastrado por la cascada del Rin y quieren ponerlo en el lavadero. Mi padre dijo: S, s. Quise inmediatamente ver el cadver. Mi madre me contuvo y me prohibi terminantemente salir al jardn. Cuando los hombres se hubieron marchado, corr si- gilosamente al lavadero, atravesando el jardn. Pero las puertas estaban cerradas. Entonces di la vuelta a la casa. En la parte posterior haba un acceso abierto hacia la pendiente. Agua y sangre goteaban all. Esto me interes ex- traordinariamente. Por entonces no tena yo todava cuatro aos. 21 Otra imagen emerge de mis recuerdos: me siento in- tranquilo, febril, desvelado. Mi padre me lleva en brazos, me pasea por la habitacin y canta viejas canciones de es- tudiante. Me acuerdo de una que me gust especialmente y que siempre me ha emocionado. Era la cancin llamada del Landesvater (cancin festiva coreada en reuniones es- tudiantiles): Todo est en silencio, todos se inclinan..., as comenzaba ms o menos. Hoy recuerdo todava la voz de mi padre que cantaba para m en el silencio de la noche. Sufra, como mi madre me cont ms tarde, de ecce- ma agudo. Presagios sombros de dificultades en el matri- monio de mis padres me inquietaban. Mi enfermedad tuvo que ver seguramente con una separacin temporal de mis padres (1878). Mi madre estuvo entonces varios meses en un hospital de Basilea y posiblemente su afeccin era consecuencia de su decepcin en el matrimonio. De m se ocupaba una ta ma, veinte aos mayor que mi madre. La larga ausencia de mi madre me fue difcil de soportar. Desde entonces sent desconfianza siempre que oa la palabra amor. El sentimiento que me una con lo fe- menino fue durante mucho tiempo inseguridad natural. Padre significaba para m seguridad y... debilidad. ste fue el obstculo con que yo tropec. Posteriormente esta impresin revivi en m. Crea tener amigos
pero me de- cepcion de ellos, y, en cambio, fui desconfiado frente a las mujeres que no me decepcionaron. Durante el tiempo en que mi madre estuvo ausente, tambin se ocup de m nuestra sirvienta. Recuerdo toda- va cmo me tomaba en brazos y pona yo mi cabeza so- bre sus hombros. Tena cabellos negros y un tinte olivceo y era completamente distinta a mi madre. Recuerdo la raz del cabello, el cuello de piel intensamente pigmentada y la oreja. Ello me causaba extraeza y a la vez me resultaba chocante. Era como si ella no perteneciera a mi familia sino solamente a m y como si dependiera de un modo in- comprensible para m de otras cosas enigmticas que no 22 poda comprender. El tipo de la muchacha se convirti posteriormente en un aspecto de mi nima. La sensacin de lo extrao y, sin embargo, conocido ya previamente, que ella me produca, fue lo caracterstico de aquel tipo que posteriormente represent para m la esencia de lo fe- menino. De la poca de la separacin de mis padres hay otra imagen rememorativa: una muchacha joven, muy bonita y simptica, con ojos azules y cabellos rubios, me llev a pasear en un claro da de otoo bajo los dorados arces y castaos, bamos a lo largo del Rin, al pie de la cascada del Rin y cerca del castillo de Worth. El sol brillaba entre el follaje y doradas hojas cubran el suelo. La joven muchacha se convirti ms tarde en mi madre poltica. Ella admiraba a mi padre. Slo volv a verla cuando tena veintin aos. stos son mis recuerdos externos. Lo que ahora si- gue son cosas ms fuertes, ciertamente subyugantes, que en parte slo recuerdo confusamente: una cada por las escaleras, un golpe contra las patas hirientes de la estufa. Recuerdo el dolor y la sangre, un mdico me cosi una herida en la cabeza, cuya cicatriz fue visible hasta mis aos de instituto. Mi madre me cont que una vez fui con la sirvienta a Neuhausen por el puente sobre la cascada del Rin, ca de repente y mi pierna resbal bajo la barandilla. La muchacha pudo an agarrarme y sacarme a rastras. Estas circunstancias indican un impulso suicida inconsciente, relativo a una fatal aversin a la vida en este mundo. Por la noche subsistan vagos temores. Me rondaban fantasmas. Se oa siempre el estrpito sordo de la cascada del Rin y a su alrededor se extenda una zona de peligro. Hombre ahogados, un cadver cay de las rocas. En el cercano cementerio hace el Messmer un agujero; tierra parda amontonada. Hombres enlutados con levita, extraos sombreros altos y relucientes zapatos negros, llevaban una caja negra. Mi padre est tambin all con vestido talar y habla con voz de trueno. Las mujeres lloran. Esto significa 23 que se sepulta a alguien en esta fosa. Algunos de los all presentes dejan repentinamente de verse. Yo o que se les enterraba o queh r Jess se los haba llevado.
Mi madre me haba enseado una oracin que yo de- ba rezar cada noche. Lo haca con gusto porque me daba un cierto sentimiento reconfortante frente a la confusa in- seguridad de la noche: Extiende ambas alas, Oh Jess, mi amigo, Y torna tu pastelito. Si Satans quiere tragrselo haz que los angelitos canten: Este nio saldr inclume. Hr Jess resultaba confortante, un hr,1 benvolo y gentil como elhr Wegenstein en el castillo, rico, podero- so, apreciado y atento para con los nios durante la noche. Por qu tena alas como un pjaro era un pequeo milagro que dej de preocuparme. Pero mucho ms importante y objeto de muchas meditaciones era el hecho de que ios nios se compararan con pequeos pasteles que, por lo visto, slo contra su voluntad y como una amarga medicina fueran tomados. Esto me resultaba difcil de comprender. Comprenda fcilmente que a Satans le gustasen los pastelitos y se deba impedir que se los tra- gara. Puesto que elhr Jess no lo permita. Satans no poda tragrselos. Tal era mi argumento tranquilizante. Sin embargo, esto significaba tambin que elhr Jess coma tambin a otra gente lo que significaba un foso en la tierra. La siniestra conclusin por analoga tuvo fatales con- secuencias. Empec a desconfiar delhr Jess. Perdi su aspecto de pjaro grande, acogedor y benvolo y qued asociado a los enlutados y ttricos hombres de levita con 1.Hr significa seor. 24 sombrero de copa y relucientes zapatos negros que se ocupaban de la caja negra. Estas meditaciones me condujeron al primer trauma* de mi vida. En un clido da de verano estaba yo sentado, solo, en la carretera ante mi casa y jugaba en la arena. La carretera conduca de la casa a una colina, la suba y ms all se perda en el bosque. Desde la casa se poda divisar un largo trecho del camino. Por el camino vi venir del bosque una figura con amplio sombrero y largas vestidu- ras negras. Tena el aspecto de un hombre que llevaba vestiduras de mujer. La figura fue acercndose lentamente y pude comprobar que se trataba realmente de un hombre que llevaba una clase de vestido negro que le llegaba has- ta los pies. Su mirada me infundi miedo, que se convirti rpidamente en temor y pnico, pues surgi en m el pensamiento horripilante: Es un jesuta! Haca poco que haba odo una conversacin de mi padre con un co- lega suyo sobre las intrigas de los jesutas. Del tono de sus observaciones, mitad indignado, mitad angustiado, saqu la impresin de que jesuta significaba algo espe- cialmente peligroso, incluso para mi
padre. En el fondo yo no saba qu significaba jesuta, pero la palabra Jess me era conocida por mi oracin. Por lo visto, el hombre que descenda por el camino, pens yo, iba disfrazado. Por esto llevaba vestidos de mu- jer. Probablemente tena malas intenciones. Con terrible espanto entr precipitadamente en casa, sub por la esca- lera hasta el tico, donde me ocult bajo una viga en un oscuro ngulo. No s cunto tiempo permanec all. Debi ser mucho porque cuando regres al primer piso y con desconfianza mir por la ventana, la negra figura ya no se divisaba. Pero segu con el miedo en el cuerpo durante das y resolv permanecer en casa. Y cuando, tiempo des- pus, volv a jugar a la carretera, el lindero del bosque era para m objeto de inquieta atencin. Naturalmente, ms * Cfr. Glosario. 25 tarde comprend que la figura negra era un inofensivo sacerdote catlico. Aproximadamente por esta poca no puedo decir con seguridad absoluta si fue antes o despus del mencio- nado acontecimiento tuve el primer sueo del que logro acordarme y del cual deba ocuparme, por as decirlo, toda mi vida. Tena yo entonces tres o cuatro aos. La casa parroquial se ergua solitaria cerca del castillo de Laufen, y detrs de la finca de Messmer se extenda un amplio prado. En sueos penetr en este prado. All des- cubr de pronto, en el suelo, un oscuro hoyo tapiado, rec- tangular, nunca lo haba visto anteriormente. Por curiosi- dad me acerqu y mir en su interior. Entonces vi una escalera de piedra que conduca a las profundidades, titu- beante y asustado descend por ella. Abajo se vea una puerta con arcada romnica cerrada por un cortina verde. La cortina era alta y pesada, como de tejido de malla o de brocado, y me llam la atencin su muy lujoso aspecto. Curioso por saber lo que detrs de ella se ocultaba, la apart a un lado y vi una habitacin rectangular de unos diez metros de largo dbilmente iluminada. El techo, abo- vedado, era de piedra y tambin el suelo estaba enlosado. En el centro haba una alfombra roja que iba desde la en- trada hasta un estrado bajo. Sobre ste haba un dorado sitial extraordinariamente lujoso. No estoy seguro, pero quizs haba encima un rojo almohadn. El silln era suntuoso, como en los cuentos, un autntico trono real! Ms arriba haba algo. Era una gigantesca figura que casi llegaba al techo. En un principio cre que se trataba de un elevado tronco de rbol. El dimetro meda unos cincuenta o sesenta centmetros y la altura era de cuatro o cinco metros. La figura era de extraos rasgos: de piel y carne llena de vida y como remate haba una especie de cabeza, de forma cnica, sin rostro y sin cabellos; nicamente en la cspide haba un solo ojo que miraba fijamente hacia arriba. La habitacin estaba relativamente bien iluminada, 26
haba una solemne sala oscura. Haba all buenos muebles y de las paredes colgaban cuadros. Recuerdo especialmente un cuadro italiano que representaba a David y Goliat. Se trataba de una copia procedente del taller de Guido Reni, el original se encuentra en el Louvre. No s cmo lleg a pertenecer a nuestra familia. Haba otro cuadro antiguo que actualmente se encuentra en casa de mi hijo; era un paisaje de Basilea de principios del siglo XIX. Muchas veces me deslizaba secretamente en la oscura habitacin abandonada y permaneca largas horas sentado ante los cuadros para contemplar esta belleza. Era ciertamente la nica belleza que conoca. Una vez yo era an muy pequeo, tendra unos seis aos mi ta me llev consigo a Basilea y me mostr el museo de animales disecados. Permanecimos all mucho tiempo porque queramos verlo todo detalladamente. A las cuatro son la campana que indicaba que el museo iba a cerrarse. Mi ta se apresur para salir, pero yo no poda apartarme de las vitrinas. Entretanto la puerta central de la sala haba sido cerrada ya y tuvimos que ganar las escaleras por otro camino, a travs de la galera de antigedades. Me encontr de repente ante aquellas soberbias figuras! Completamente subyugado abr mucho los ojos, pues nunca haba visto nada tan hermoso. No logr verlo todo. Mi ta me tir de la mano arrastrndome hacia la salida pero yo siempre quedaba rezagado y grit: Nio detestable, cierra los ojos; detestable nio, cierra los ojos! En este instante observ que las figuras estaban desnudas y llevaban hojas de parra! No me haba dado cuenta antes. Tal fue mi primer encuentro con las bellas artes. Mi ta estaba vivamente indignada como si hubiera entrado en un establecimiento pornogrfico. Cuando tena seis aos mis padres hicieron conmigo una excursin a Arlesheim. A la sazn mi madre llevaba un vestido que result inolvidable para m y con el cual la veo siempre que la recuerdo: era de tejido negro con pequeas medias lunas verdes. En esta antiqusima imagen mi madre 31 aparece como una jovencita delgada. En los dems recuerdos mos aparece siempre corpulenta y de ms edad. Fuimos a una iglesia y mi madre dijo: Esto es una iglesia catlica. Mi curiosidad mezclada al miedo me hizo huir de mi madre para echar una ojeada al interior de la iglesia a travs de la puerta abierta. Todava veo los grandes cirios sobre un altar ricamente adornado (era por Pascua), cuando de repente tropec con un escaln y di con la barbilla contra el limpiabarros. Slo recuerdo que mis padres me recogieron del suelo con una herida que sangraba abundantemente. Me hallaba en un curioso estado de nimo, por una parte me avergonzaba de que a causa de mi grito hubiera atrado sobre m la atencin de los feligreses y por otra parte tena la sensacin de haber realizado algo prohibido: Jesuitas la cortina verde, el secreto del ogro... Es, pues, la Iglesia catlica la que tiene que ver con los jesuitas. Ellos son los culpables de que yo tropezara y gritase! Durante muchos aos no pude entrar en una Iglesia catlica sin experimentar un extrao miedo a la sangre, a la cada y a los jesuitas. Tal era la atmsfera que rodeaba a la Iglesia catlica. Pero
siempre me fascin. La proximidad de un sacerdote catlico me resultaba an ms desagradable si cabe. Slo a mis treinta aos, cuando entr en la catedral de San Esteban de Viena, pude dejar de sentir desagrado por la Madre Iglesia. A los seis aos comenzaron mis clases de latn que mi padre me daba. No iba a la escuela a disgusto. Me result fcil, pues siempre me encontraba adelantado respecto a los dems. Saba ya leer antes de ir e importunaba a mi madre para que me leyera precisamente un viejo libro infantil: Orbis pictus,3 en el que haba una descripcin de religiones exticas, en especial de la hind. Haba ilustraciones de Brahma, Visn y Shiva que despertaron en m un inagotable inters. Mi madre me explic ms tarde que 3. De Johann Amos Comenius (1592-1670). 32 una y otra vez volva yo a contemplarlas. Frente a ellas experimentaba yo la oscura sensacin de afinidad con mi prerrevelacin, de la cual no haba hablado nunca con nadie. Era para m un secreto inviolable. Mi madre me lo confirm indirectamente, pues no se me escap el tono de ligero menosprecio con que ella hablaba de los gentiles. Yo saba que hubiera rechazado con horror mi revela- cin y no quera exponerme a tal ofensa. Este comportamiento poco infantil guardaba relacin, por una parte, con una gran sensibilidad y susceptibilidad, y, por otra parte y esto en gran medida, de la acusada soledad de mi temprana juventud (mi hermana era nueve aos menor que yo). Yo jugaba solo a mi modo. Es lstima que no pueda recordar a qu jugaba, sino slo que no quera ser molestado cuando jugaba. Me enfrascaba completamente en mis juegos y no poda soportar ser ob- servado o censurado. Recuerdo, sin embargo, que de los siete a los ocho aos jugaba entusiasmado con tarugos de madera y construa torres que destrua con gusto mediante terremotos. Entre los ocho y once aos dibujaba sin cesar escenas de batallas, asedios, fusilamientos y comba- tes navales. Luego llen todo un cuaderno con borrones de tinta y me divert con su fantstica interpretacin. La escuela me result agradable porque all encontr por fin los compaeros de juego tanto tiempo esperados. Sin embargo, encontr tambin otra cosa que produjo en m una extraa reaccin. Antes de explicarlo quisiera mencionar que la atmsfera nocturna empez a enrare- cerse. Se trataba sobre todo de temor e incomprensin. Mis padres dorman separados. Yo dorma en la habita- cin de mi padre. De la puerta del cuarto de mi madre ve- nan influjos inquietantes. Por la noche mi madre estaba lgubre, misteriosa. Una noche vi salir de su puerta una fi- gura algo luminosa e indeterminada cuya cabeza sobresa- la del cuello hacia delante y penda del aire, como una pequea luna. Inmediatamente surgi otra cabeza que se desprendi nuevamente. Este proceso se repiti de seis a 33
siete veces. Yo tena sueos terrorficos de cosas que tan pronto eran pequeas como grandes. As, por ejemplo, una pequea bola en la lejana que se aproximaba progre- sivamente y se transformaba en algo enorme e impresio- nante, o en postes de telgrafos en los que haba pjaros. Los hilos se volvan cada vez ms gruesos y mi terror au- mentaba hasta que me despertaba. Aunque estos sueos tenan que ver con el preludio fi- siolgico a la adolescencia, tuvieron un prlogo hacia los siete aos: Padeca pseudocroup con ataques de asfixia. Durante estos ataques estaba yo doblado de espaldas a los pies de la cama, mi padre me sostena por debajo de los brazos. Sobre m vi un crculo luminoso azul del tamao de la luna llena y en su interior se movan figuras doradas que yo tom por ngeles. Esta visin apacigu siempre mi temor a la asfixia. En sueos, sin embargo, volva a aparecer. Me parece que un factor psicgeno de- sempeaba aqu el papel decisivo: la atmsfera espiritual haba comenzado a hacerse irrespirable. Yo iba a la iglesia con sumo disgusto. La nica excepcin era el da de Navidad. El canto navideo: ste es el da en que Dios se encarn... me gustaba sobremanera. Por la noche haba el rbol de navidad. Es la nica fiesta cristiana que conmemoraba con fervor. Todas las dems fiestas me dejaban fro. En segundo lugar vena la noche de San Silvestre. El tiempo de adviento tena algo que no concordaba con la navidad que estaba por llegar. Tena que ver con la noche, el estado del tiempo y el viento y tambin con la oscuridad de la casa. Algo susurraba algo daba vueltas por all. En aquella primera infancia tuvo lugar un descubri- miento que hice en relacin con mis compaeros de escuela: me enajenaban. Cuando estaba con ellos era otro distinto a cuando estaba solo en casa. Con ellos haca tonteras o me las imaginaba de tal clase que nunca se me haban ocurrido en casa, o as me lo pareca. Sin embargo, saba muy bien que cuando estaba solo en casa poda imagi34 narme toda clase de cosas. Pero me pareca que mi trans- formacin deba atribuirse a la influencia de mis camara- das que me seducan en cierto modo y me forzaban a ser distinto de lo que yo pretenda ser. La influencia de otros ambientes, en que conoca a otra gente que no fuesen mis padres, me pareca en general sospechosa y en cierto modo hostil. Cada vez ms perciba la belleza del claro mundo diurno en que la dorada luz del sol jugueteaba a travs de las verdes hojas. Pero paralelamente sospechaba un inevitable mundo de sombras con cuestiones angustiosas e incontestables a cuya merced me senta yo. Mi oracin de la noche me daba ciertamente una proteccin ritual al terminar exactamente el da e iniciarse exactamente la noche y el sueo. Pero el nuevo peligro acechaba de da. Era como una desavenencia conmigo mismo que senta y tema. Mi seguridad ntima estaba amenazada. Recuerdo que en esta poca (de los siete a los nueve aos) me gustaba jugar con el fuego. En nuestro jardn ha- ba una vieja pared integrada por grandes bloques de pie- dra cuyos intersticios formaban interesantes cavernas. En ellos procuraba yo mantener un pequeo fuego, en lo que me
ayudaban otros nios: un fuego que deba arder siempre y, por lo tanto, ser siempre avivado. Para ello necesitbamos emplear todas nuestras fuerzas en la reco- gida de lea necesaria. Nadie ms que yo deba cuidarse de este fuego. Los dems podan hacer fuego en otras cavidades, pero estos fuegos eran profanos y dejaban de interesarme. Slo mi fuego permaneca vivo y posea un deje inconfundible de santidad. ste fue durante largo tiempo mi juego preferido. Frente a esta pared haba una pendiente en la que ha- ba una piedra empotrada que destacaba un poco mi piedra. Muy a menudo, cuando estaba solo, me sentaba sobre ella e iniciaba un juego mental que era ms o menos lo siguiente: Yo estoy sentado sobre esta piedra. Yo estoy encima y ella est debajo. Pero la piedra tambin poda decir: Yo, y pensar, estoy aqu en esta pendiente, y l 35 est sentado sobre m. Entonces surga la pregunta: Soy yo el que est sentado sobre la piedra, o soy la piedra sobre la cuall est sentado? Esta cuestin me embrollaba siempre, y dudando de m mismo me levantaba, cavilando acerca de quin era quin. Esto era algo que no estaba claro y mi inseguridad iba acompaada de una sensacin de misterio, curiosa y fascinante. Era indudable, sin embargo, el hecho de que esta piedra estaba en ntima relacin conmigo. Poda permanecer largas horas sentado sobre ella y me senta embelesado por el enigma que me planteaba. Treinta aos ms tarde me encontr nuevamente en aquella pendiente, estaba yo casado, tena hijos, una casa, un lugar en el mundo y la mente llena de ideas y proyec- tos, y nuevamente me sent nio, de repente el nio que enciende un fuego de misteriosa significacin y se sienta sobre la piedra de la que no sabe si ella soy yo o yo soy ella. De repente record mi vida en Zurich y se me hizo extraa como un asunto de otro mundo y de otra poca. Resultaba atrayente y espantoso a la vez. El mundo de mi infancia, en el que me senta ahora inmerso, era eterno, y yo me encontraba desgajado de l; sumido en un tiempo cada vez ms lejano. Tena que separarme bruscamente de este lugar para no perder mi futuro. Este momento es para m inolvidable, pues como un relmpago, aclar el carcter de eternidad de mi infancia. Lo que quiero decir con la palabra eternidad se me evi- denci ya a los diez aos. Mi disensin e inseguridad en el ancho mundo me llev a tomar una medida entonces incomprensible para m: utilizaba por aquel entonces un plu-mier amarillo lacado, con un pequeo castillo, como poseen los alumnos de primera enseanza. En su interior se encontraba una regla. En su extremo tall un pequeo hombrecillo de unos seis centmetros con levita, sombre- ro de copa y lustrosos zapatos. Lo pint con tinta negra, lo aserr de la regla y lo coloqu en el plumier donde le dispuse una camita. Le hice incluso un abriguito de un trozo de lana. Le coloqu, adems, un guijarro del Rin liso, alar36 sin, y, curiosamente, menos por mi madre. Se me apareca como algo ms fuerte. Sin embargo, me pona de su parte cuando mi padre no poda dominar su nerviosismo. Esto no fue
precisamente favorable para la formacin de mi carcter. Para liberarme de estos conflictos me situ en el papel de supremo juez de paz que nolens volens debe juzgar a sus padres. Esto me ocasion un cierto engreimiento que hizo aumentar mi orgullo, ya de por s vacilante, a la vez que lo disminua. Cuando yo tena nueve aos, mi madre dio a luz a una nia. Mi padre estaba nervioso y satisfecho. Esta noche tie- nes una hermanita, dijo, y yo me qued del todo sorpren- dido, pues no haba notado nada anteriormente. El que mi madre permaneciese con frecuencia en cama no me haba llamado la atencin. Lo interpretaba como una imperdonable debilidad. Mi padre me llev a la cama de mam y ella sostena en sus brazos un pequeo ser que por su aspecto resultaba decepcionante: una cara roja y diminuta como de viejo, los ojos cerrados, posiblemente ciegos como perritos. El personaje tena en la espalda algunos largos pelos rojizos, lo que me hizo pensar: Se convertira en un mono? Me senta intimidado y no saba cmo tomrmelo. ste era el aspecto de un recin nacido? Se murmur entonces algo acerca de la cigea que haba trado al nio. Qu pasaba, sin embargo, con una camada de perros y gatos? Cuntas veces hubiera tenido que volar la cigea hasta que todos los cachorros estuvieran all? Y qu suceda con las vacas? Yo no poda imaginarme que una cigea trajera en su pico a toda una ternera. Adems los campesinos decan que la vaca haba tenido terneras y no que la cigea las haba trado. Esta historia era evidentemente una patraa que queran hacerme tragar. Yo estaba seguro de que mi madre haba vuelto a hacer algo que yo no deba saber. Esta repentina aparicin de mi hermana me dej una vaga sensacin de desconfianza que incitaban mi curiosidad e inters. Posteriores reacciones extraas de mi madre confirmaron mis sospechas; algo deplorable iba unido a 41 este nacimiento. Por lo dems, este acontecimiento no me inquiet, pero ciertamente contribuy a agravar un suceso que tuvo lugar cuando yo tena doce aos. Mi madre tena la desagradable costumbre de hacer- me todas las advertencias posibles cuando iba yo de visita o era invitado. Entonces llevaba yo no slo mi mejor traje y zapatos limpios, sino que tambin notaba una sensacin de dignidad en mi aspecto y modales y senta como una humillacin el que la gente de la calle pudiera or las cosas ofensivas que mi madre me gritaba: No olvides tampoco cumplir las recomendaciones de pap y mam, y limpiarte la nariz, llevas pauelo? Te has lavado las manos?, et- ctera. Me pareca del todo inadecuado poner en evidencia mis sentimientos de inferioridad ante todo el mundo, en el que yo desde haca tiempo cuidaba mi vanidad y au- tosuficiencia. Estas ocasiones significaban mucho para m. En el camino hacia la casa donde estaba invitado me sen- ta importante y digno, como siempre que llevaba el vesti- do de los domingos en un da laborable. Pero el cuadro variaba mucho tan pronto como traspasaba el umbral de la casa ajena. Entonces me ofuscaba la impresin de la grandeza y podero de esa gente. Me senta atemorizado ante ellos y en mi pequenez hubiera hundido catorce bra- zas bajo tierra al hacer sonar yo la campana. El sonido que resonaba all dentro zumbaba en mis odos como una maldicin. Me senta tan insignificante y miedoso como un perro
que huye. Lo peor era que mi madre me haba preparado antes correctamente. Mis zapatos estn su- cios y tambin mis manos. No tengo pauelo, mi cuello est mugriento, resonaba en mis odos. Entonces, por despecho, no realizaba ninguna recomendacin o me comportaba deliberadamente de un modo tmido y obsti- nado. Cuando las cosas iban mal pensaba en mi secreto te- soro en la viga que me ayudaba entonces a recobrar mi dignidad humana: recordaba en mi desespero que yo tam- bin era el otro aquel del secreto inviolable, la piedra y el hombrecito con levita y sombrero de copa. 42 No puedo recordar que en mi juventud pensara en la posibilidad de una relacin entre elhr Jess, los jesutas con negro hbito o bien los hombres con levita y sombrero de copa en una tumba, el agujero semejante a una tumba en el prado y el infernal templo flico, con el hombrecillo en el plumier. El sueo de dios itiflico fue mi primer gran secreto; el hombrecillo, el segundo. Sin embargo, hoy me parece como si hubiera experimentado una vaga sensacin de parentesco entre la piedra conmemorativa y la piedra que tambin era yo. No he podido esclarecer hasta hoy, en que a mis ochenta y tres aos escribo mis recuerdos, qu relaciones guardaban entre s mis tempranos recuerdos: son como brotes aislados que nacen de un rizoma subterrneo. Son como las fases de un proceso evolutivo inconsciente. Mientras que siempre me result imposible encontrar una relacin positiva con elhr Jess, recuerdo que a partir de los once aos aproximadamente empez a interesarme la idea de Dios. Empec a rezar a Dios lo que me complaca en cierto modo porque Dios me pareca carente de contradicciones. Dios no intervena en mis desconfianzas. Adems no pera un hombre con negros hbitos ni unhr Jess de los que se representa en cuadros con vestidos de colores y con el que la gentes se comportaba tan familiarmente. l (Dios) era ms bien un ser nico de quien no era posible hacerse una idea exacta, como haba odo decir. Era como un viejo seor muy poderoso; pero me deca para tranquilizarme: No puedes imaginrtelo, ni establecer comparacin alguna. No poda, pues, per- mitirme familiaridades con l como con elhr Jess que no era ningn secreto. Una cierta analoga con mi secreto de la viga empez a perfilarse... La escuela comenz a fastidiarme. Me ocupaba dema- siado tiempo que yo hubiese empleado con gusto en dibujos de batallas y en jugar con fuegos. Las clases de religin resultaban increblemente aburridas y por las clases de 43 matemticas senta verdadero pnico. El maestro haca su- poner que el lgebra es algo por completo evidente mien- tras que yo ni siquiera logr saber qu son los nmeros en s y por s. No eran flores, ni animales, ni fsiles, nada que sea imaginable, meramente cantidades que se representan por cifras. Para mi confusin las cantidades que se susti- tuyeron por letras que equivalan a sonidos, de tal modo que se poda orlas, por as decirlo. Asombrosamente mis compaeros supieron habituarse a ello y lo encontraban natural. Nadie poda decirme qu son los nmeros y yo no poda formular la pregunta. Con gran asombro descubr que nadie comprenda
mis dificultades. El maestro se es- forzaba cuanto poda, debo reconocerlo, para explicarme el sentido de estas maravillosas operaciones, en convertir cantidades comprensibles en sonidos. Comprend, final- mente, que este sistema de abreviaturas resultaba adecua- do para representar muchas cantidades en una forma abreviada. Pero esto no me interesaba en absoluto. Pensaba para mis adentros que era completamente arbitrario expresar nmeros mediante sonidos, se podra igualmente expresar por manzano,*b por peral** y por signo de interrogacin; a, b, c, y yx resultaban inconcretos y no me explica- ban nada de la esencia del nmero, como tampoco del manzano. En especial me sublevaba el principio: sia = b y b = c,entonces a = c, donde se afirma por definicin quea designa algo distinto queb y por ello no poda igualarse, por ser distinto, conb, y nada digamos dec. Si se trata de una igualdad, significa que a = a, b = b, etc., mientras quea = b me pareca una mentira o falsedad patente. Esta indignacin la senta cuando el maestro consideraba, en contra de la propia definicin de paralelas, que se cortaban en el infinito. Esto se me antojaba una absurda majadera en la que yo no poda ni quera participar. Mi moral *Apfelbaum, en alemn. **Birnbaum, en alemn. 44 intelectual se resista a esta frivola incongruencia que me cerraba el acceso a la comprensin de las matemticas. Slo al llegar a una avanzada edad he experimentado la sensacin de que si, como mis compaeros de estudios, hubiera aceptado sin discusin que a = b, sol = luna, perro = gato, etc., habra penetrado para siempre en las ma- temticas; ello, sin embargo, slo he llegado a sospecharlo a mis ochenta y tres aos. Durante toda mi vida me result un enigma por qu no logr hacerme asequibles las ma- temticas, de las que nunca dud que servan para contar. Lo ms incomprensible me pareci, sin embargo, mi inde- cisinmoral ante las matemticas. Slo podan resultarme comprensibles igualdades en que yo sustituyera determinados valores numricos por le- tras y me confirmaran el sentido de las operaciones me- diante un clculo concreto. En lo sucesivo slo pude salir bastante airoso de las matemticas dibujando las frmulas algebraicas, incomprensibles para m en su contenido, y grabando en mi memoria en qu lugar de la pizarra se realizaban las combinaciones de letras. Con el clculo no pude entenderme, pues de vez en cuando el maestro deca: aqu sustituimos la expresin, y trazaba en la pizarra un par de letras. Yo no saba por qu ni para qu posible- mente para facilitar un final satisfactorio al procedimien- to. Estaba tan asustado ante mi incapacidad de compren- sin, que ya no me atreva a preguntar nada.
Las clases de matemticas eran para m temor y tor- mento. Dado que otras asignaturas me resultaban fciles y en matemticas pude salir del paso, frecuentemente gra- cias a mi buena memoria visual, casi siempre obtuve bue- nas notas, pero el miedo a un fracaso y a la insignificancia de mi existencia frente a la grandeza del mundo que me rodeaba me produjeron no slo desgana sino cierto tipo de muda desesperacin que me quit por completo la aficin a la escuela. A esto se aadi que a causa de mi inaptitud para el dibujo fui expulsado de clase de dibujo. Esto fue bien recibido por m por el tiempo que ganaba con 45 ello, pero resultaba un nuevo fracaso, pues tena una cierta habilidad en el dibujo de la que no saba nada ciertamente, y que dependa en especial de mi estado de nimo. Poda dibujar slo lo que interesaba a mi fantasa. Pero en la escuela tena que dibujar reproducciones de divinidades griegas con ojos cegados, y como la cosa no iba bien, mi profesor crey que necesitaba algo ms natural y me puso ante la cabeza de una cabra. Me negu rotundamente a realizar esta tarea y esto puso fin a mis clases de dibujo. El decimosegundo ao de mi vida fue para m real- mente el ao del destino. Una vez, a principios del verano de 1889, me encontraba yo a las doce, despus de salir de la escuela, en la Mnsterplatz, esperando a un compaero con quien recorramos juntos un trecho de mi camino. Repentinamente recib un empujn de otro muchacho que me ech por los suelos. Ca y di con la cabeza en el bordillo de la acera; el golpe me dej aturdido. Permanec una media hora como atontado. En el momento de recibir el golpe me cruz un pensamiento como un rayo: Ahora no tendrs que ir ms a la escuela! Estaba slo semiin- consciente y permanec tendido algunos instantes ms de lo necesario, principalmente a causa del sentimiento de venganza contra mi prfido agresor. Luego me recogi la gente y me dejaron en la cercana casa de dos viejas tas solteras. A partir de entonces empezaron a manifestarse des- mayos y mareos cada vez que tena que ir a la escuela o cuando mis padres me alentaban a realizar las tareas esco- lares. Durante ms de medio ao dej de asistir a la escue- la y esto me vino de perilla. Poda ser libre, soar du- rante largas horas, estar junto al ro en los bosques, o di- bujar. Pintaba escenas de guerra o antiguas fortalezas que eran atacadas o incendiadas, o llenaba pginas enteras de caricaturas. (Todava hoy se me aparecen a veces tales ca- ricaturas en algunas ocasiones antes de dormirme: irnicas figuras grotescas que se transforman sin cesar. A veces 46 eran rostros de hombres que conoca y que murieron poco despus.) Pero principalmente pude profundizar en el mundo de lo enigmtico. A l pertenecan los rboles, el ro, el pantano, las piedras, los animales y la biblioteca de mi padre. Todo resultaba maravilloso. Pero cada vez me alejaba ms del mundo con un vago sentimiento de mala conciencia. Malgastaba el tiempo en vagabundear, leer, coleccionar y jugar. Sin embargo, no me senta con ello ms feliz, sino que me daba cuenta, de modo vago, que hua de m mismo.
Olvid por completo cmo fue que llegu a este esta- do, pero lamentaba las preocupaciones de mis padres, que consultaban a diversos mdicos. stos se devanaban los sesos y me enviaron durante las vacaciones a casa de unos parientes en Winterthur. All haba una estacin que me apasionaba sin cesar. Cuando regres a casa todo volvi a ser como antes. Un mdico habl de epilepsia. Yo saba entonces ya lo que eran los ataques epilpticos y me rea interiormente del disparate. Por el contrario, mis padres estaban cada vez ms preocupados. En una ocasin, un amigo visit a mi padre. Ambos se sentaron en el jardn y yo me escond en un espeso matorral detrs de ellos, pues era de una curiosidad insaciable. O cmo el amigo pre- guntaba a mi padre: Pues qu le pasa a tu hijo? A lo que mi padre respondi: Ay, es una desgraciada historia. Los mdicos no saben qu es lo que le sucede. Creen que quizs sea epilepsia. Sera terrible si resultara algo incurable. Yo he perdido mis escasos ahorros y qu suceder con l si no puede ganarse la vida? Me sent como alcanzado por un rayo. Era el choque con la realidad. Es verdad, hay que trabajar, me cruz la mente. A partir de entonces me convert en un nio serio. Fui al cuarto de estudio de mi padre, tom un libro de gramtica latina y comenc a estudiar con ahnco. A los diez minutos me desmay. Casi ca de la silla, pero transcurridos algunos minutos me sent mejor, y prosegu en mi propsito. Haba ya pasado aproximadamente un cuar47 to de hora cuando me vino el segundo mareo. Pas como el anterior: Y ahora t vuelves al trabajo! Persist y al cabo de media hora lleg el tercero. Pero no ced y trabaj todava una hora ms hasta que tuve la sensacin de que los mareos estaban ya superados. De improviso me encontr mejor que todos los meses anteriores. De hecho, los ataques no se repitieron ms y a partir de este momento trabaj todos los das en mi gramtica y mis cuadernos es- colares. Despus de algunas semanas volv a la escuela y all no experiment mareo alguno. El encanto haba desaparecido. Aqu aprend lo que es una neurosis.* Progresivamente volvieron mis recuerdos, cmo ha- ba sucedido todo, y vi claramente que fui yo el que haba amaado toda esta historia. Por ello no me sent nunca enfadado con el compaero que me derrib. Yo saba que l, por as decirlo, estaba prefijado y hubo por mi parte un arreglo diablico. Esto no me pasara una segunda vez! Senta rabia contra m mismo y al mismo tiempo me avergonzaba de m, pues saba yo que estaba equivocado respecto a m, y as haba hecho el ridculo ante m. Nadie ms era culpable. Yo mismo era el execrado desertor! A partir de entonces ya no poda contenerme cuando mis padres mostraban preocupacin por m y me hablaban en un tono compasivo. La neurosis fue nuevamente un secreto para m, pero era un secreto vergonzoso y un fracaso. Pero, finalmente, me llev a un acentuado vigor y a un celo desmedido. En- tonces comenz mi escrupolosidad, no para salvar las apa- riencias, lo cual tiene algn mrito, sino en m mismo. Puntualmente me levantaba a las cinco para trabajar y a veces trabajaba desde las tres de la maana hasta las siete, antes de irme a la escuela.
Lo que facilit mi conversin fue mi pasin por la so- ledad, el encanto del aislamiento. La naturaleza me pare- ca llena de milagros en los que quera profundizar. Cada * Cfr. Glosario. 48 piedra, cada planta, todo pareca animado e indescriptible. Entonces ahond en la naturaleza, penetr, por as decirlo, en la esencia de la naturaleza, lejos de todo el mundo humano. En aquella poca tuvo lugar un importante aconteci- miento. Fue en el largo camino de KleinHningen, donde vivamos, a Basilea. En una ocasin tuve de repente la in- quietante sensacin de surgir de una niebla espesa cons- ciente de ser ahorayo. A mi espalda haba como una pared neblinosa, detrs de la cual no estaba yo todava. Pero en aquel instanteme realicyo. Anteriormente tambin existayo, pero todo no erams que un hecho. Ahora saba: ahora soyyo, ahora existo. Anteriormente se contaba conmigo, pero ahora quera obraryo. Este acontecimiento me pareci inmensamente significativo y nuevo. La autoridad estaba en m. Extraamente durante esta poca, y tambin durante los meses de mi neurosis, haba olvidado por completo la existencia del tesoro en la viga, pues, de lo contrario, me hubiera llamado la atencin la analoga de mi sentimiento de autoridad con aquel sentimiento del valor que el tesoro me prestaba. Pero no fue tal el caso, sino que todo recuerdo del plumier haba desaparecido. Por aquel tiempo fui invitado en una ocasin durante la vacaciones por una familia amiga que posea una casa junto al lago de los Cuatro Cantones. Con gran entusiasmo vi que la casa estaba situada frente al lago y que tenan un embarcadero y un bote de remos. El seor de la casa nos permiti a su hijo y a m utilizar el bote bajo la firme condicin de no cometer imprudencias. Por desgracia, yo ya saba cmo se rema, cmo se da impulso, o se para. En casa tenamos una fcil embarcacin de este tipo sobre el viejo foso del fuerte Aba-tucci de Hningen en la orilla badense. All habamos realizado toda clase de imprudencias. La primera, pues, que hice en esta ocasin fue saltar a la popa y directamente hund el remo en el lago. Esto fue demasiado para el seor de la casa. Nos hizo volver con un silbido y me propin un 49 sermn dejndome de vuelta y media. Yo me sent muy pequeo y tuve que admitir que haba hecho precisamente lo que nos haba prohibido y que por ello su sermn era plenamente merecido. Pero, al mismo tiempo, sent rabia de que este zoquete ignorante se atreviese a insultarme a m.Este m no era un simple adulto, sino importante, una autoridad, una persona al servicio de la comunidad, un hombre viejo, objeto de respeto y veneracin. El contraste con la realidad era tan grotesco que repentinamente contuve mi rabia, pues me plante la cuestin: Pero quin eres t? Reaccionas como si fueras el diablo y, adems, sabes perfectamente que el otro lleva razn por completo! Eres apenas un simple
muchacho de doce aos, un escolar y l es padre de familia y, adems, un hombre poderoso y rico que posee dos casas y varios soberbios caballos. Entonces, para mayor confusin ma, se me ocurri que en realidad yo era dos personas distintas. Una era el escolar, que no poda comprender las matemticas y que ni siquiera estaba seguro de s mismo y la otra era la im- portante y de gran autoridad, un hombre que no se deja embromar, mucho ms poderoso e influyente que este fa- bricante. La ltima de estas personas era un anciano que vive en el siglo XVIII, usa zapatos con hebillas y una blanca peluca, y viajaba en una calesa con altas y cncavas ruedas traseras entre las que colgaba, de correas y muelles, la caja del carruaje. El caso es que yo tuve una extraa experiencia: cuan- do volvamos en Klein-Hningen, cerca de Basilea, pas por delante de nuestra casa un da un antiqusimo coche verde. Una primitiva calesa como las del siglo XVIII. Cuando la vi tuve la sensacin inquietante: Hla aqu! sta es demi poca! Era como si la hubiera reconocido; pues era del mismo tipo que aquella en que yo mismo haba viajado. Y entonces experiment unsentiment courant, como si alguien me hubiera robado algo, o como si hubiera estado engaado, engaado respecto a mi querido pasado. El carruaje era un resto de aquella poca! No puedo des50 cribir lo que pas entonces por m o qu era lo que me in- quietaba: una aoranza, una sensacin de nostalgia o un reconocimiento: S, as era, eso era pues! Hubo todava otro acontecimiento que me sumergi en el siglo XVIII, una terracota pintada que se compona de dos figuras. Representaba al viejo doctor Stckelberger, una conocida personalidad de la vida de Basilea al final del siglo XVIII. La otra figura era una de sus pacientes. Sacaba la lengua y tena los ojos cerrados. Sobre ello exista una leyenda. Se contaba que el viejo Stckelberger pasaba una vez por el puente del Rin y vino esta paciente que le haba ya disgustado tan a menudo y volvi a importunarle con sus quejas. El viejo seor dijo: S, s, algo debe pasar con usted. Saque la lengua y cierre los ojos! Ella as lo hizo y en el mismo instante l se march, quedando la muchacha de pie con la lengua fuera para regocijo de la gente. La figura del viejo doctor llevaba zapatos con hebilla que extraamente reconoc como los mos o muy pareci- dos. Qued convencido: stos son los zapatos que yo he llevado. Este convencimiento me caus entonces mucha confusin. Pues s, stos eran mis zapatos! Me senta todava los zapatos en mis pies, pero no poda explicarme cmo haba llegado a esta asombrosa sensacin. Cmo era posible que yo perteneciera al siglo XVIII? Con frecuencia me sucedi entonces escribir 1786 en lugar de 1886 y esto suceda siempre con un inexplicable sentimiento nostlgico.
Cuando entonces meditaba despus de mi escapada en bote en el lago de Cuatro Cantones y del merecido cas- tigo, estas impresiones sueltas se concretaron en una ima- gen uniforme: yo vivo dos pocas, soy dos personas dis- tintas. Esta conclusin me desconcert y me sumi en reflexiones. Pero finalmente llegu a la reprimente conviccin de que yo no era por lo menos ahora ms que el joven escolar que se merece un castigo y al que se ha privado de algo de acuerdo con su edad. Lo dems deba ser un absurdo. Me supuse que tena relacin con las muchas na51 rraciones sobre mi abuelo que mis padres y parientes me haban explicado. Pero tampoco esto poda coincidir por completo, pues naci en 1795, es decir, vivi propiamente en el siglo XIX. Adems, haba muerto mucho antes de que yo naciera. No poda ser que fuera idntico a l. Es verdad que estas consideraciones eran entonces slo vagas suposiciones y sueos. No puedo recordar si ya saba entonces algo de nuestro legendario parentesco con Goethe. No lo creo, pues s que obtuve esta noticia de gente forastera. Se basa en una leyenda enojosa el que mi abuelo fuera hijo natural de Goethe.1 A mis fracasos, en matemticas y en dibujo, se aadi un tercero: la gimnasia me result, desde un principio, odiosa. Nadie tena que ordenarme cmo deba moverme. Yo iba a la escuela a aprender algo y no quera realizar ninguna acrobacia absurda e intil. A esto se aada, como tarda continuacin de mis primeros accidentes, un cierto miedo fsico que slo mucho ms tarde logr en cierto modo superar. Tena relacin con una desconfianza frente al mundo y sus posibilidades. El mundo pareca verdade- ramente hermoso y apetecible, pero estaba lleno de vagos peligros y absurdos. Por ello quera siempre saber, ante todo, qu me esperaba y a quin otorgaba mi confianza. Dependa quizs esto de mi madre, que me falt durante varios meses? Result oportuno que el mdico, a causa de mi anterior trauma, me prohibiera la gimnasia. Me libr de esta carga y evit un nuevo fracaso. En un bello da de verano del mismo ao (1887) sal al medioda de la escuela y fui a la Mnsterplatz. La cpu- la de la catedral resplandeca de luz y el sol se reflejaba en las nuevas tejas multicolores. Yo estaba impresionado por la belleza de este espectculo y pens: El mundo es her- moso y la iglesia es bella, y Dios lo ha hecho todo y est sentado en un trono dorado all en lo alto del cielo azul... Aqu se produjo un vaco y una sensacin sofocante. Me 1. Cfr. Apndice, p. 461. 52 sent como paralizado y slo saba: Ahora no pienses ms! Vendr algo temible que no quiero pensar, a lo cual no me est permitido acercarme. Por qu no? Porque cometeras el mayor pecado. Qu es el mayor pecado? El crimen? No, esto no puede serlo. El mayor pecado es el que se comete contra el Espritu Santo, el que no ser perdonado. El que lo comete es condenado eternamente al infierno. Sera demasiado triste para mis padres que su nico hijo, a quien tanto
quieren, incurriera en la condenacin eterna. Yo no puedo hacer esto a mis padres. Yo no puedo, en absoluto, continuar pensando en esto! Esto result ms fcil de pensar que de hacer. En mi largo camino hacia casa intent por todos los medios pen- sar en otras cosas, pero not que mis pensamientos retro- cedan sin cesar a la bella catedral que tanto me gustaba y al buen Dios sentado en su trono, y como alcanzado por una descarga elctrica, volva a olvidarlo. Me repeta siempre: No pensar en ello, no pensar en ello! Llegu a casa muy nervioso. Mi madre not que me pasaba algo y me pregunt: Qu te pasa? Ha sucedido algo en la escuela? Poda asegurarle, sin mentir en absoluto, que en la escuela no haba pasado nada. Pens que quizs me aliviara si le confesase a mi madre la verdadera razn de mi inquietud. Pero entonces pens que al hacerlo deba llevar mi pensamiento hasta el fin, lo queme pareca imposible. La buena mujer no sospechaba nada y era imposible que supiese que yo corra peligro inminente de cometer el pecado que no se perdona, precipitndome en el infierno. Rechac el pensamiento de una confesin, e intent disimular lo ms discretamente que pude. Por la noche dorm mal; constantemente intentaba re- chazar el pensamiento prohibido, que no conoca, y me esforzaba confusamente en defenderme de l. Los dos das siguientes fueron terribles y mi madre estaba convencida de que estaba enfermo. Rechac la tentacin de confesar, contribuyendo a tal decisin el pensar que si yo ceda, causara la ms grande pena a mis padres. 53 Durante la tercera noche la tortura result tan intensa que no supe ya qu hacer. Me despert inquieto y me sor- prend pensando en la catedral y en el buen Dios. Por poco pienso algo ms! Senta que mis fuerzas de resistencia me abandonaban. Sudaba de miedo y me sent en la cama para rechazar el sueo. Ahora ha llegado el momento, esta vez va en serio! Tengo que pensar. Esto ha de pensarse antes. Por qu debo pensar lo que no s? Por Dios!, yo no lo quiero, eso est claro. Pero quin lo quiere? Quin quiere forzarme a pensar algo que no s y no quiero? De dnde procede esta terrible voluntad? Y por qu precisamente yo debo someterme a ella? Yo pens elogiosamente en el Creador de este mundo hermoso, me sent agradecido por este inconmensurable regalo y por qu precisamente yo debo pensar en el mal inimaginable? No lo s realmente, pues no puedo ni debo acercarme siquiera a este pensamiento sin arriesgarme a tener que pensar en ello inmediatamente. Esto ni lo he hecho yo ni lo he querido. Ha llegado a m como un mal sueo. De dnde proceden tales cosas? Me ha ocurrido sin quererlo yo. Cmo es posible que sea as? Yo no me he creado a m mismo, sino que he llegado al mundo tal como Dios me hizo, es decir, como fui realizado por mis padres. O quizs lo quisieron as mis padres? Mis buenos padres nunca hubieran pensado en algo de este tipo. Algo tan infame no se les hubiera ocurrido nunca. Encontr esta idea francamente ridicula. Entonces pens en mis abuelos, a quienes slo conoca por sus retratos. Tenan un aspecto lo bastante bondadoso y respetable para rechazar mi idea de su posible culpa. Recorr toda la larga serie de antepasados desconocidos hasta llegar a Adn y Eva. Y con ello llegu a la conclusin definitiva: Adn y Eva son los primeros hombres; no tuvieron padres sino que fueron creados directa y deliberadamente por Dios tal como eran. No tuvieron
eleccin alguna sino que tuvieron que ser tal como Dios los haba creado. No saban en absoluto cmo hubieran podido ser de otro 54 modo. Eran creaciones perfectas de Dios, pues l slo crea cosas perfectas y, sin embargo, cometieron el primer pecado porque hicieron lo que Dios no quera. Cmo fue esto posible? No hubieran podido hacerlo en absoluto si Dios no les hubiera dado oportunidad para hacerlo. Esto se deduce de la serpiente que Dios cre ya antes que ellos, por lo visto con el fin de que deba persuadir a Adn y Eva. Dios, en su omnisciencia, lo dispens todo de tal modo que los primeros padres deban pecar. Fue, pues, la intencin de Dios el que ellos tuviesen que pecar. Este pensamiento me liber de mi estado de enojoso tormento, pues saba ahora que Dios mismo me haba co- locado en esta situacin. Yo no saba en un principio si l con ello pretenda que yo deba cometer el pecado o pre- cisamente lo contrario. Yo no pens ms en rezar para ilusionarme, pues Dios me haba colocado en esta situacin sin mi voluntad y dejndome desamparado. Estaba seguro de que, en su opinin, slo yo mismo deba buscar la sali- da. Con ello se plante un nuevo argumento: Qu quiere Dios? Que lo haga o que no lo haga? Debo dilucidar qu es lo que Dios quiere y concretamente ahora y conmigo. Saba que, segn la moral tradicional, era del todo evidente que deba evitarse el pecado. As lo haba hecho hasta el presente y saba que no podra ha- cerlo en lo sucesivo. Mi sueo interrumpido y mi apurada situacin anmica me haban conducido al punto en que el esfuerzo por alejar aquellas ideas me destrozaba. As no poda continuar. Pero no poda en absoluto transigir antes de comprender cul era la voluntad de Dios y lo que l se propona. Estaba seguro de que l era el causante de esta desesperante dificultad. Es curioso que no pens ni por un momento que pudiera jugarme una jugarreta el demonio. En mi estado de nimo desempeaba entonces un papel muy pequeo y era completamente impotente frente a Dios. Ms o menos a partir del momento de mi surgir de la niebla y de mi llegar a-su-yo comenz a preocupar mi mente la unidad, grandeza y sobrehumanidad de Dios. 55 As, pues, estaba para m fuera de duda el que era Dios quien me planteaba una prueba decisiva y que todo con- sista en comprenderle a l correctamente. Saba cierta- mente que mi desistimiento definitivo sera forzado; pero ello no deba ocurrir sin mi comprensin, pues se trataba de mi salvacin eterna: Dios sabe que no puedo resistir por mucho tiempo y no me ayuda, pese a que estoy a pun- to de ser forzado al pecado que no se perdona. En virtud de Su Omnipotencia podra l apartar de m este impera- tivo. Pero no lo hace. Ser quizs que quiere probar mi obediencia al proponerme la inusitada tarea de hacer algo contra lo cual me resisto con todas mis fuerzas, porque temo la condenacin eterna? Pues yo contravendra mi propio criterio moral y los preceptos de mi religin si fal- tase a sus propios mandamientos. Podra ser que Dios
quisiera ver si soy capaz de obedecer a Su Voluntad aun- que mi fe y mi entendimiento me amenacen con el infier- no y la condenacin? Podra ser la verdad!, pero no son ms que mis pensamientos. Puedo equivocarme. No puedo arriesgarme hasta el punto de confiarme a mis propias reflexiones. Debo meditarlo a fondo nuevamente! Pero llegu a la misma conclusin. Dios quiere evi- dentemente que me arriesgue, pensaba yo. Si es as y lo hago, entonces l me conceder su gracia e inspiracin. Hice acopio de todo mi valor como si tuviera que pre- cipitarme en el fuego infernal y dej volar mi imaginacin: ante mis ojos surgi la hermosa catedral, sobre ella el cielo azul, Dios sentado en trono dorado, en la cumbre del mundo, y bajo el trono cay una enorme cantidad de excrementos sobre la cpula de la iglesia, la destrozaron y despedazaron los muros del templo. Esto era pues. Experiment un gran alivio y un in- descriptible consuelo. En lugar de la esperada condena- cin me llegaba la gracia y con ello una inexpresable di- cha, como nunca haba experimentado. Lloraba de alegra y agradecimiento de que se me hubieran revelado la sabi- dura y bondad de Dios, tras haber sentido su inflexible 56 rigor. Muchas cosas que anteriormente no haba podido comprender se me hicieron claras. Conoca, ahora, lo que mi padre no comprendi: la voluntad de Dios a la que l se resista con las razones mejor fundadas y la ms pro- funda fe. Por ello tampoco no haba l presenciado nunca el milagro de la gracia que todo lo cura y todo lo hace inte- ligible. l haba tomado los mandamientos de la Biblia por normas de conducta, crea en Dios tal como en la Biblia se lee y como su padre le haba enseado. Pero no conoci al Dios directamente vivo que es omnipotente y libre, que est por encima de la Biblia y de la Iglesia, que llama a los hombres a su libertad y puede impulsarles a renunciar a sus propias convicciones y opiniones para cumplir incon-dicionalmente sus mandatos. Dios al poner a prueba el valor humano no se deja influir por las tradiciones, por sagradas que stas fuesen. Cuida en Su Omnipotencia de que en tales pruebas no sobrevenga nada verdaderamente malo. Si se cumple la voluntad de Dios se puede estar seguro de ir por el buen camino. Dios cre tambin a Adn y Eva de tal modo que tu- vieran que pensar lo que no queran pensar. Lo hizo para saber que eran obedientes. As, pues, poda tambin exigir de m algo que yo quisiera rechazar por tradicin religiosa. Pero fue la obediencia la que me procur la gracia; a partir de aquella experiencia supe lo que es la gracia de Dios. Me enter que estoy a merced de Dios y que todo estriba en cumplir Su Voluntad, nada ms. De lo contrario caer en el absurdo. En este momento comenz mi propia responsabilidad. El pensamiento que deba formular me pareci espantoso y con l surgi la sospecha de que Dios pudiera ser algo temible. Era un terrible secreto el que yo haba descubierto y signific para m una cuestin angustiosa y tenebrosa. Ensombreci mi vida y me dio mucho que pensar.
Experiment tambin la sensacin de mi inferioridad. Soy un demonio o un cerdo, pensaba yo, algo deleznable. Pero entonces comenc a escudriar en los secretos de la 57 Biblia de mi padre. Con cierta satisfaccin le en el Evan- gelio acerca de los fariseos y los publicanos y hall que precisamente los reprobos son los elegidos. Me caus una durable impresin que el administrador desleal fuera ala- bado, y que Pedro, el inconsciente, fuera designado como roca o cimiento. Cuanto mayor era mi sensacin de inferioridad, tanto ms incomprensible me pareca la bondad de Dios. Cier- tamente nunca me sent seguro de m mismo. Cuando mi madre me dijo una vez: T siempre fuiste un buen mu- chacho, no pude comprenderlo. Yo, un buen muchacho? Esto era una novedad. Siempre pens que yo era un hombre depravado o despreciable. Con aquel episodio de la catedral aconteci, por fin, algo verdico en m que formaba parte del gran secreto como si hubiera siempre hablado de piedras que caen del cielo y ahora tuviese una en mi mano. Pero era un epi- sodio humillante. Yo me senta inmerso en algo desagra- dable, en algo malo y tenebroso, y al mismo tiempo era como un mrito. A veces experimentaba un extrao deseo de hablar sin saber exactamente de qu. Quera comprobar e informarme si otra gente haba tenido tales experiencias, o quera indicar que existen cosas maravillosas de las que no se sabe nada. No pude nunca hallar ni el menor rastro de ello en los dems. Me sent, pues, repudiado o elegido, bendecido o maldito. No se me hubiera ocurrido nunca, sin embargo, hablar directamente de la visin que tuve, y menos an del sueo del falo en el templo subterrneo o del hombrecillo tallado en madera, en tanto que lo recordaba todava. Saba que no poda hacerlo. Del sueo del falo slo habl cuando yo tena sesenta y cinco aos. Las otras experiencias se las comuniqu quizs a mi mujer, pero slo en aos posteriores. Transcurridas dcadas despus de mi infancia, exista an un rgido tab sobre tales cosas. Toda mi juventud puede compendiarse bajo el concepto del secreto. A causa de ello me refugi en una soledad casi 58 insoportable y hoy veo aquello como una gran obra, y tambin como tal el que yo resistiera a la tentacin de hablar de ella con alguien. Se configur ya entonces mi relacin con el mundo tal como hoy es: tambin hoy estoy solo porque s cosas y debo sealar que los dems no las saben y que, en su mayora, tampoco quieren en absoluto saberlas. En la familia de mi madre hubo seis sacerdotes, y no slo mi padre era sacerdote, sino tambin dos de sus her- manos. As, pues, oa muchas conversaciones religiosas, discusiones teolgicas y sermones. Tena siempre la im- presin: S, s, esto est muy bien. Pero qu es el miste- rio?
Existe tambin el misterio de la gracia. Vosotros no sabis nada de ello. Vosotros no sabis que Dios quiere que yo haga incluso lo injusto, que piense en lo prohibido para poder participar de su gracia. Todo cuanto los de- ms decan era marginal. Yo pensaba: Por Dios!, alguien debe saber algo de ello. En algn lugar debe encontrarse la verdad. Rebuscaba en la biblioteca de mi padre y lea todo cuanto encontraba acerca de Dios, de la Trinidad, del Espritu, de la conciencia. Devor los libros y no por ello me volv ms sabio. Una y otra vez tena que pensar: Ellos tampoco lo saben! Le tambin la Biblia de Lutero de mi padre. Por desgracia, el habitual sentido edificante del libro de Job no me ofreca un inters profundo. De lo contrario, hubiera encontrado consuelo en l, concretamente en el apartado IX, 30, Si yo me lavo con agua de nieve... t me salpicars de barro. Mi madre me cont posteriormente que en aquella poca yo estaba con frecuencia deprimido. Esto no era exacto, sino que me preocupaba el misterio. Era un con- suelo feliz y curioso el sentarse sobre aquella piedra. Ello me libraba de todas mis dudas. Cuando pensaba que yo era la piedra cesaban los conflictos. La piedra no tiene inseguridad alguna, no se siente impulsada a comunicarse y es eterna, vive durante siglos, pensaba yo. Yo, por el contrario, slo soy un fenmeno pasajero que se desvanece en 59 toda clase de emociones, como una llama que rpidamen- te arde y se extingue despus. Yo era la suma de mis emociones y la piedra sin edad era otro ser en m mismo. II Entonces se produjeron tambin profundas dudas en torno a todo lo que mi padre deca. Cuando le oa predicar acerca de la gracia pensaba siempre en mi experiencia. Lo que deca me sonaba a trivial y hueco, como si explicara una historia que ni l mismo pudiera creer por completo o que slo conociera de odas. Yo le quera ayudar, pero no saba cmo. Tambin me contena el temor a comunicar mi experiencia o a inmiscuirme en sus preocupaciones personales. Adems, por una parte, me senta muy peque- o, y por otra, tema dejarme llevar por aquella sensacin de autoridad que me daba una segunda personalidad. Ms tarde, cuando tena dieciocho aos, tuve muchas discusiones con mi padre, siempre con la secreta esperan- za de hacerle saber algo de la milagrosa gracia y ayudarle con ello en sus cargos de conciencia. Estaba convencido de que cuando l cumpliese la voluntad de Dios todo le ira bien. Nuestras discusiones tenan siempre un final insatis-factorio. Le incitaban y afligan. Bah!, sola decir, t quieres pensar siempre. No hay que pensar, sino creer. Yo pensaba: No, hay que experimentar y saber pero deca: Dame esta fe, a lo cual l se renda siempre resignado y encogindose de hombros. Empec a hacer amistades, especialmente con jvenes tmidos de procedencia sencilla. Mis calificaciones escolares mejoraban. En los aos siguientes llegu a ser incluso el primero de clase. Pero observ que por debajo de m haba algunos que me envidiaban y que queran aventajarme a
todo trance. Esto me desagradaba. Me resultaba odiosa toda rivalidad, y cuando alguien converta el juego en competencia, me separaba del juego. A partir de entonces me mantu6o ve el segundo, lo que me resultaba ms agradable. Los de- beres escolares me eran ya bastante fastidiosos para querer dificultarlos ms todava con las fatigas de la competencia. Unos pocos maestros, a quienes recuerdo agradecido, me inspiraron confianza. Principalmente el profesor de latn, a quien recuerdo con agrado. Era un profesor universitario y un hombre muy razonable. Pero yo saba latn desde mis seis aos porque mi padre me haba dado clases. As este profesor me envi muchas veces a la biblioteca de la uni- versidad a buscar libros que durante el camino de regreso, prolongado lo mximo posible, curioseaba con encanto. Para la mayora de maestros yo era necio y falso. Cuando suceda algo en la escuela se sospechaba de m en primer lugar. Si haba una pelea se daba por supuesto de que haba sido el instigador. En realidad, slo una vez me vi enzarzado en una pelea en la que descubr que tena un buen nmero de compaeros que me eran hostiles. Me tendieron una emboscada ellos eran siete y cayeron inesperadamente sobre m. Entonces, a mis quince aos, yo era fuerte y alto, y era propenso a la clera. Me vi repentinamente en peligro, tom a uno por los brazos, lo atraje hacia m y con sus piernas lanc a otros dos al suelo. El asunto lleg a odos del maestro, pero yo slo recuerdo vagamente una sancin que me pareci injusta. A partir de entonces estuve tranquilo. Nadie se atrevi ya ms a importunarme. Que tuviera enemigos, que se sospechara injustamente de m, era algo inesperado para m, pero no me resultaba del todo incomprensible. Todo cuanto se me reprochaba me disgustaba, pero no me poda defender ante m mismo. Saba tan poco de m y este poco era tan contradictorio, que no poda rechazar ninguna censura a conciencia cierta. Siempre tena mala conciencia y me senta potencial y realmente culpable. Por ello era especialmente sensible a las censuras, pues todas daban ms o menos en el blanco. Aunque no hubiera hecho en realidad lo que se me imputaba, resultaba perfectamente posible que lo hu61 biera hecho. Incluso, a veces, me preparaba coartadas para el caso de que me acusasen. Me senta inmediatamente aliviado cuando realmente haba realizado algo. Por lo menos entonces saba de dnde proceda la mala conciencia. Naturalmente, compensaba mi inseguridad interior con seguridad exterior, o, mejor dicho, el defecto se compensaba a s mismo sin mi voluntad. Me senta a m mismo como quien es culpable y al mismo tiempo quiere ser inocente. En el fondo saba siempre que en m haba dos personalidades. Una era la del hijo de sus padres, que iba a la escuela y era menos inteligente, atento, estudioso, disciplinado y limpio que muchos otros; por el contrario, la otra era adulta, vieja, escptica, desconfiada, apartada de la sociedad. sta tena a favor a la naturaleza, a la tierra, al sol, a la luna, al tiempo, a la criatura viviente y principalmente tambin a la noche y los sueos, y todo cuanto en m manifestaba la influencia inmediata de Dios. Senta en todo ello una seal de Dios. Pongo aqu Dios entre comillas. La naturaleza
me pareca, como yo mismo, desterrada de Dios, corno No-Dios, aunque hubiera sido creada por l como expresin de S Mismo. No me caba en la cabeza que la imagen tuviera que limitarse a los hombres. S, me pareca que las altas montaas, los ros, los mares, los bellos rboles, las flores y los animales revelaban ms la esencia de Dios que los hombres con sus ridculos vestidos, con su ordinariez, estrechez mental, vanidad, falsedad y su despreciable egosmo. Todas estas particularidades las conoca muy bien por m mismo, es decir, por la personalidad nmero 1, el joven escolar de 1890. Junto a ello exista un dominio, como un templo, en el que todo aquel que penetraba se senta transformado. De la contemplacin del universo uno poda sentirse impresionado y slo poda experimentar lo maravilloso si se olvidaba a s mismo. Aqu viva el otro que conoca a Dios como un misterio oculto, personal, y a la vez impersonal. Aqu nada separaba al hombre de Dios. Era como si el espritu humano contemplara la creacin al mismo tiempo que Dios. 62 Lo que hoy expreso en frases coherentes no me era entonces conocido de forma articulada, sino como una su- prema intuicin, y un sentimiento profundo. Aqu me senta digno y propiamente hombre. Por ello buscaba la tranquilidad y la soledad del otro, del nmero 2. Las contradicciones entre las personalidades 1 y 2, que me han acompaado durante toda mi vida, no tienen nada que ver con un desdoblamiento en el sentido usual en medicina. Por el contrario, tales contradicciones se en- cuentran en todo hombre. Principalmente son las religiones las que siempre han hablado del nmero 2 como del hombre interior. En mi vida la personalidad 2 ha de- sempeado el papel principal, y siempre he intentado dejar libre el proceso que del interior quera aproximarse a m. La personalidad 2 es una figura tpica; pero las ms de las veces la inteligencia consciente no es suficiente para ver que tambin se es esto. La Iglesia se me convirti gradualmente en una tortu- ra, pues all se hablaba abiertamente casi dira: desver- gonzadamente de Dios; lo que l quiere, lo que l hace. La gente se exhortaba a experimentar aquel sentimiento, a creer en aquel misterio, del cual saba yo que era la verdad ms profunda, la ms ntima, la que no existen palabras para expresarla. Slo poda deducir de ello que aparente- mente nadie conoca este misterio, ni siquiera el sacerdote; pues, de lo contrario, nunca hubiese podido arriesgarse a revelar pblicamente el misterio de Dios ni a profanar tan indecible sentimiento con los sentimentalismos de mal gusto. Yo estaba seguro de que ste era un camino equivocado para llegar a Dios, pues saba, por experiencia, que esta gracia slo es otorgada a quien cumple incondicional-mente la voluntad de Dios. Tambin esto se predicaba ciertamente en la Iglesia, pero siempre en el supuesto de que la voluntad de Dios fuera conocida por la revelacin. Por el contrario, a m me daba la impresin de ser de lo ms desconocido. Me pareca como si en realidad hubiera que averiguar diariamente la voluntad de Dios. No es que yo lo 63 hiciera, pero estaba seguro de que lo hara en cuanto me encontrara en una situacin perentoria. La personalidad no me absorba con demasiada frecuencia. Me pareca, a menudo, como si los
preceptos religiosos pudieran sustituir la voluntad de Dios que tan inesperada y horrible poda ser y concretamente con el objetivo de no tener que comprender la voluntad de Dios. Me volv cada vez ms excptico, y los sermones de mi padre y de otros sacerdotes me ponan triste. Todos los hombres que conmigo se relacionaban me pareca que aceptaban por descontado toda aquella jerga y la espesa oscuridad que de ella manaba y que se tragaban maquinalmente todas las contradicciones, como, por ejemplo, que Dios es Omnisciente y que ha previsto naturalmente toda la historia de la humanidad. Ha creado a los hombres de modo que tengan que incurrir en pecado y, no obstante, prohibe el pecado y lo castiga incluso con la condenacin eterna y el fuego del infierno. El diablo no desempe papel alguno, durante mucho tiempo, en mis pensamientos. Me pareca el mastn malo de un poderoso seor. Nadie ms que Dios era responsable del mundo, y l era, como yo muy bien saba, temible tambin. Me pareca cada vez ms problemtico e inquietante el que el buen Dios, el amor de Dios por los hombres y de los hombres por Dios, se enzalzase y recomendase en los vehementes sermones de mi padre. La duda creci en m: Sabe l en realidad de qu habla? Podra l degollarme a m, a su hijo, como sacrificio humano, como Isaac, o entregarse a un tribunal injusto que le hiciese crucificar como a Jess? No, no podra hacerlo. As, pues, no poda cumplir, si se diera el caso, la voluntad de Dios que, decididamente, como ensea la Biblia misma, puede ser terrible. Me result claro que cuando se exhortaba, entre otras cosas, a prestar ms obediencia a Dios que a los hombres, esto se deca superficialmente y sin meditacin. Por lo visto, no se conoca en absoluto la voluntad de Dios, pues, de lo contrario, se hubiera tratado este problema central con sagrado temor, aunque no fuese ms que por su miedo al Dios 64 que puede realizar, con pleno poder, Su terrible voluntad en los indefensos hombres, tal como a m me haba suce- dido. Hubiera podido prever alguno de los que pretende conocer la voluntad de Dios, lo que l me orden? El caso es que en el Nuevo Testamento no consta nada parecido. El Antiguo Testamento, particularmente el libro de Job, que hubiera podido iluminarme a este respecto, me era desconocido entonces y tampoco o nada semejante en las clases preparatorias para la primera comunin a las que asista entonces. El temor de Dios, que naturalmente se mencionaba, se tena por algo anticuado, como algo judo y haca mucho tiempo que estaba superado por el mensaje cristiano del amor y bondad de Dios. El simbolismo en mis experiencias infantiles y la bru- talidad de las imgenes me haban inquietado en extremo. Yo me preguntaba: Quin es el que habla de este modo? Quin tiene la desvergenza de presentar un falo as desnudo y en un templo? Quin me hace pensar que Dios destruye de un modo tan abominable a Su Iglesia? Es el diablo quien as lo ha dispuesto? No dud nunca de que era Dios o el diablo el que as hablaba y actuaba, pues senta claramente que yo no era quin para imaginarse tales pensamientos e imgenes. stos fueron los acontecimientos decisivos de mi vida. Entonces me di cuenta: Soy responsable y de m depende cmo se me presente el destino. Era un problema que me planteaba y al que deba dar respuesta. Y quin plantea el problema? A esto no me respondi nadie. Saba que yo mismo
deba responder desde mi propio interior: me encontraba solo ante Dios y Dios slo me preguntaba estas cuestiones terribles. Desde el principio se abri paso en m un sentimiento de confianza sin igual en el destino, como si estuviera dedicado a una vida que deba realizarse. Exista en m una ntima seguridad que nunca pude demostrar. Pero para m estaba demostrado. Yo no posea la certeza, pero ella me posea a m a menudo, cuando estaba 65 convencido de lo contrario. Nadie poda arrebatarme la certeza de que estaba destinado a hacer lo que Dios quiere y no lo que yo quiero. Esto me daba frecuentemente la sensacin, en los asuntos decisivos, de no estar con los hombres sino slo con Dios. Siempre que me encontraba all, donde ya no me senta solo, me senta fuera del tiempo. Me encontraba inmerso en los siglos, y l, el que responda, era Aquel que ha existido siempre y siempre existir. Las conversaciones con aquel Otro fueron mis experiencias ms profundas: por una parte, sangrienta lu- cha, por otra parte, supremo xtasis. De estas cuestiones, naturalmente, no poda hablar con nadie. No saba de nadie en mi ambiente con el que hubiera podido comunicarme, a excepcin, tal vez, de mi madre. Ella pareca pensar igual que yo. Pero pronto me di cuenta de que no me satisfaca en las conversaciones. Ante todo, ella me impresionaba y esto no era bueno para m. As, pues, qued solo con mis pensamientos. Adems, esto era para m lo mejor. Actu slo para m, camin solo, so solo y tuve un recndito mundo para m solo. Mi madre fue para mi una madre excelente. Expanda una candida atmsfera, era extraordinariamente afectiva y muy corpulenta. Escuchaba a todo el mundo, conversaba con agrado y era como un alegre murmullo. Tena un no- table talento literario, de buen gusto y profundo. Pero esto no se pona de manifiesto en ningn sentido, quedaba oculto detrs de una vieja y gruesa mujer que era real- mente simptica, cocinaba magnficamente, era muy hospitalaria y tena mucho sentido del humor. Tena todas las cualidades habituales que se pueden tener, pero en ella se manifestaba una segunda personalidad que era, sin lugar a dudas, insospechadamente poderosa, era una figura grande y oscura que posea una indiscutible autoridad. Yo estaba seguro de que en ella haba tambin dos personas: una inofensiva y humana, la otra, por el contrario, me pareca inquietante. Se manifestaba slo raramente, pero siempre de modo inesperado y temible. Entonces hablaba 66 como consigo misma, pero lo dicho iba por m y me afec- taba, como de costumbre, en lo ms ntimo, por lo que quedaba atnito. El primer caso que alcanzo a recordar tuvo lugar cuando yo tena seis aos y todava no iba a la escuela. Nuestros vecinos eran gente medianamente acomodada. Tenan tres hijos: el mayor, un muchacho aproximada- mente de mi edad, y dos hermanas ms jvenes. Eran, en realidad, gente de ciudad que ataviaban a sus hijos el do- mingo de un modo verdaderamente ridculo: zapatitos
de charol, pantaloncitos con encaje, guantecitos blancos siempre limpios y elegantes, incluso en das laborables. Se sentan infinitamente lejos de los arrapiezos con pantalo- nes rotos, y zapatos agujereados y manos sucias, y ofrecan un elegante aspecto. Mi madre me enojaba sin cesar con sus comparaciones y advertencias: Contempla a esos simpticos nios, son bien educados y corteses, en cambio, t eres un grosero que no sirves para nada. Estas advertencias me molestaban y me determin a darles una paliza a aquellos chicos. Y as lo hice. Enfurecida su madre, se apresur a dirigirse a la ma y protest con sus alteradas palabras contra mi atropello. Esto sac a mi madre de sus casillas y me dirigi una larga filpica, aderezada con lgrimas de un modo nunca visto por m. No me senta culpable en absoluto, sino que pensaba en mi hazaa con satisfaccin, pues me pareca haber vengado en cierto modo la intrusin de estos extraos en el pueblo. Me sent fuertemente impresionado y contrito por el disgusto de mi madre, y regres a mi mesita, detrs del viejo clavicordio donde comenc a jugar con mis tarugos de madera. Durante un largo rato rein la calma. Mi madre se haba retirado a su lugar de costumbre delante de la ventana y haca punto de media. Entonces la o murmurar y, por palabras sueltas que pude captar, logr deducir que hablaba del pasado suceso, pero esta vez en sentido contrario. Pareca como si me aprobara. Repentinamente dijo en voz alta: Naturalmente, nunca se hubiera debido aguantar a67 toda esa caterva! Supe, repentinamente, que hablaba de los atildados petimetres. Su hermano preferido era caza- dor, mantena perros y hablaba siempre de cra de perros, de mestizos, razas y cachorros. Comprob con alivio que tambin consideraba a estos odiosos nios como despreciables bastardos y que su filpica no deba tomarse en se- rio. Pero saba ya entonces que deba mantenerme quiete- cito y no decirle triunfante: Ves, tambin t piensas como yo!, pues me hubiera replicado con indignacin algo as: Maldito arrapiezo, cmo puedes imputar a tu madre tales barbaridades! De ello deduje que deban de haber ocurrido una serie de experiencias anteriores del mismo tipo que he olvidado ya. Explico esta historia porque en la poca de mi inci- piente escepticismo sucedi otro caso que arroja luz sobre la duplicidad de mi madre. Hablamos en la mesa de lo aburridos que eran los cnticos religiosos. Se hablaba de la posibilidad de una revisin del libro de cantos. Entonces mi madre murmur: Oh, t, amor de mi amor, t, bienaventuranza deseada. Como anteriormente, hice como si no hubiera odo nada y, pese a mi sentimiento de triunfo, procur no proferir un grito jubiloso. Exista una notable diferencia entre las dos personalidades de mi madre. As, suceda que de nio soaba a menudo angustiosamente en ella. Durante el da era una madre amable, pero por la noche me pareca misteriosa. Era como una profetisa que a la vez es un animal raro, como una sacerdotisa en una guarida de osos. Anticuada y prfida. Prfida como la naturaleza y la verdad. Adems, era la personificacin de lo que he designado como natural mind.1 Tambin reconozco algo de esta naturaleza arcaica en m. La naturaleza no me ha otorgado siempre el grato don
1. Natural mind es el espritu que procede de la naturaleza y no tiene nada que ver con los libros. Surge de la naturaleza del hombre como una fuen- te de la tierra y expresa la sabidura propia de la naturaleza. Dice las cosas des- preocupadamente y sin consciencia. (Extrado de un informe indito de un cursillo de 1940. Traducido del ingls por A. J.) 68 de ver a los hombres y a las cosas tal como son. Cierta- mente me puedo dejar engaar cuando me sito detrs de la luz, si no quiero convencerme de alguna cosa. Pero en el fondo s muy bien cmo son las cosas. El verdadero conocimiento consiste en un instinto, o en una participa- cin mstica con los dems. Se podra decir que son los ojos del segundo trmino que ven en un acto imperso- nal de intuicin. Posteriormente comprend mejor esto, cuando me su- cedieron cosas extraas, por ejemplo, cuando una vez na- rraba la historia de la vida de un hombre, sin conocerle. Fue durante la boda de una amiga de mi mujer. La novia y su familia me eran por completo desconocidos. Durante la comida se hallaba sentado frente a m un hombre de me- diana edad, de hermosa barba, que me haba sido presen- tado como abogado. Conversbamos animadamente sobre psicologa criminal. Para responderle a una pregunta con- creta, me invent la historia de un caso que adorn con todo lujo de detalles. Mientras estaba todava hablando observ que mi interlocutor cambi por completo su ex- presin y un extrao silencio se produjo en la mesa. Con- fuso, dej de hablar. A Dios gracias estbamos ya en los postres y pude levantarme pronto de la mesa e ir a sentar- me en el vestbulo del hotel. All me ensimism en un rin- cn, encend un cigarrillo e intent meditar sobre la situa- cin. En este instante se me acerc uno de los seores que estaban sentados a la mesa y me interpel: Cmo pudo usted cometer tal indiscrecin?, Indiscrecin?, S, esta historia que usted cont! Pero si me la he inventado! Para mi mayor asombro me dijo que haba narrado con todo detalle la historia de mi interlocutor. Descubr en este instante que ya no recordaba ni una sola palabra de la narracin, e incluso hoy me resulta imposible recordar ni una sola palabra de ella. En suAutocontemplacin Hein- rich Zschokke2 describe un suceso parecido: cmo descu2. Heinrich Zschokke, prosista y poltico suizo (1771-1848). 69 bri en una fonda que un desconocido joven era el ladrn, porque vio el hurto con sus ojos interiores. Me ha sucedido con mucha frecuencia en mi vida que de repente supiera algo que en modo alguno poda saber. El conocimiento me llegaba como si se tratara de mi pro- pio caso. De modo parecido suceda con mi madre. A ve- ces no saba ella lo que deca, sino que era como una voz de absoluta autoridad la que deca exactamente lo adecua- do a la situacin.
Mi madre me tom siempre por mayor a mi edad y me habl como a un adulto. Me deca abiertamente todo lo que no poda decir a mi padre y me hizo muy pronto confidencias sobre sus mltiples preocupaciones. Cuando yo tena once aos aproximadamente me comunic una cuestin que concerna a mi padre y que me alarm. Me rompa la cabeza para ver qu poda hacerse, y llegu a la conclusin de que deba pedir consejo a cierto amigo de mi padre al que conoca de odas por su prestigiosa personalidad. Sin decir una palabra a mi madre, una tarde que tena libre en la escuela fui a la ciudad y llam a la casa de este seor. La sirvienta que abri la puerta me dijo que el seor haba salido. Afligido y desilusionado regres a casa. Pero puedo decir que fue una providentia specialis que no estuviera en casa. Poco tiempo despus mi madre volvi a hablarme de esta cuestin y esta vez me dio una imagen completamente distinta y tranquilizadora, de modo que la anterior se desvaneci como el humo. Esto me impresion profundamente y pens: Y t has sido el asno que crey esto, y tomndoselo en serio casi provoca una desgracia. Decid, a partir de entonces, dividir por dos todo cuanto mi madre me contara. Le tena an una relativa confianza y esto me impidi comunicarle lo que me preocupaba seriamente. Pero a veces hubo ocasiones en que se mostraba su segunda personalidad y lo que ella deca era siempre tantoto the point y tan verdadero que yo temblaba por ello. Si mi madre se hubiera dejado llevar en estas ocasiones, hubiera tenido yo un interlocutor. 70 Con mi padre suceda todo lo contrario. Con gusto le hubiera expuesto mis dificultades religiosas y le hubiera pedido consejo, pero no lo hice porque me pareca como si ya supiera yo de antemano lo que por horrorosos motivos a causa de su magisterio deba responderme. Poco tiempo despus se confirm cun acertado iba yo en mi suposicin. Mi padre me daba personalmente clases para prepararme en la primera comunin, clases que me aburran sobremanera. Una vez hojeaba yo en el catecismo para encontrar algo distinto de las descripciones sentimentales sobre elhr Jess, que me resultaban incomprensibles y poco interesantes. Entonces vi un prrafo sobre la Trinidad de Dios. Esto fue algo que despert mi inters: una unidad que es a la vez una trinidad. Esto era un problema que por su contradiccin interna me cautivaba. Esperaba ansiosamente el momento en que llegaramos a esta cuestin. Cuando llegamos all, mi padre dijo: Ahora llegamos a la Trinidad, pero pasaremos este punto por alto, pues en realidad no comprendo nada de ello. Por una parte me sorprendi la sinceridad de mi padre, pero por otra parte me sent profundamente desilusionado y pens: As est, no comprenden nada, pero no piensan en ello. Cmo puedo yo entonces hablar de ello? En vano efectu experiencias a este respecto con ciertos compaeros que me parecieron reflexivos. No hall eco alguno, por el contrario, una extraeza que me aleccionaba.
Pese al aburrimiento me esforc todo lo posible para lograr convertirme a la fe sin comprensin una postura que pareca corresponder a la de mi padre, y me prepar para la comunin en la que haba depositado mi ltima esperanza. Fue simplemente una comunin memorable, un tipo de fiesta conmemorativa para los 1890-30 = 1860 aos de la muerte delhr Jess. Tuvo cierto significado: Tomad, comed, ste es mi cuerpo, ello se refera al pan eucarstico que debamos comer como Su cuerpo, que ori- ginariamente era sangre. Comprenda que de este modo l 71 deba entrar en nuestro cuerpo. Pero esto se me antoj una imposibilidad tan evidente que detrs de ella slo poda haber un gran misterio. En la comunin de la que mi padre pareca tan convencido, fui instruido as. Mi preparacin para la comunin consisti principalmente en esta esperanza. Tal como era costumbre, tuve como padrino a un miembro del servicio diocesano, un para m anciano sim- ptico, un hombre silencioso, un constructor de carruajes en cuyo taller haba yo observado frecuentemente su diestro trabajo en el torno y con el cepillo. Vino ostentosamente ataviado con levita y sombrero de copa y me llev a la iglesia, donde mi padre, con sus habituales ornamentos, estaba detrs del altar y lea oraciones de la liturgia. Sobre la mesa del altar haba grandes bandejas que contenan trocitos de pan. El pan proceda del panadero, que proporcion un pan poco gustoso e inspido. De un jarro de estao se verti vino a una copa de estao. Mi padre comi un pedacito de pan y bebi un trago de vino, del cual tambin saba yo de qu casa proceda y devolvi la copa a un viejo seor. Todo el mundo tena un aspecto solemne, impasible y ceremonioso. Yo miraba con inters, pero no pude ver ni descubrir si suceda algo especial. Todo transcurra como en las dems ceremonias eclesisticas, en el bautismo, entierros, etc. Tena la impresin de que aqu se haba proyectado algo que deba realizarse de modo tradicionalmente correcto. Tambin mi padre pareca preocupado por realizar las cosas de acuerdo con las reglas; y de ello formaba parte el que las palabras adecuadas fueron pronunciadas o bien ledas con entonacin. No se mencion que ahora haca 1860 aos que Jess haba muerto, lo que se recalcaba, sin embargo, en todas las fiestas conmemorativas. Yo no vea tristeza ni alegra, y la fiesta me pareci, en relacin con la extraordinaria importancia de la personalidad festejada, asombrosamente pobre en todos los aspectos. No poda compararse en absoluto con los dems jubileos mundiales. 72 De pronto me toc a m. Com el pan; tena un sabor inspido tal como ya esperaba. El vino, del que tom slo un pequeo sorbo, era flojo y cido, no era precisamente de los mejores. Entonces lleg la oracin final y todos sa- lieron ni impresionados ni alegres, sino con unos rostros que decan: As fue por esta vez. March con mi padre a casa, muy consciente de que llevaba un sombrero de fieltro y un nuevo vestido negro que ya mostraba tendencia a convertirse en levita. Era un tipo de chaqueta alargada que se ampliaba en dos aletas y entre ellas haba una abertura con un bolsillo en el que se poda
colocar el pauelo, lo que se me antojaba un gesto varonil adulto. Me sent socialmente elevado y alusiva- mente admitido en la sociedad de los hombres. Tambin en este da tuvo lugar una comida especialmente buena. Durante el da fui de paseo en traje nuevo. Por lo dems, yo estaba vaco y no saba en absoluto cmo me senta. Slo progresivamente, en el transcurso de los siguien- tes das, llegu a la conclusin de que nada haba sucedi- do; estuve ciertamente en la cumbre de la iniciacin reli- giosa, donde haba esperado algo, no saba qu. Pero no sucedi nada. Yo saba que Dios poda hacerme cosas inesperadas, cosas de fuego y de luz sobrenatural, pero esta fiesta no dej, para m por lo menos, ninguna huella de Dios. Es cierto que se hablaba de l, pero fueron slo palabras. Tampoco haba percibido en los dems nada de las dudas desconcertantes, de la abrumadora emocin y la del aflujo de gracia, que para m constituan la esencia de Dios. No haba observado nada decommunio, nada de unin o de llegar a ser un solo. Comunin con quin? Con Jess? Era un hombre que muri haca 1860 aos. Por qu hay que devenir una sola naturaleza con l? Se le llama hijo de Dios, era pues, segn parece, un semidis, como los hroes griegos. Cmo puede, pues, un hombre corriente devenir uno solo con l? Se denomina a la reli- gin cristiana, pero esto no tena nada que ver, como yo lo haba experimentado, con Dios. Por el contrario, est 73 del todo claro que Jess, el hombre, tena algo que ver con Dios; estuvo desesperado en Getseman y fue crucificado despus de haber conocido el amor y la bondad de Dios. Esto poda entenderlo yo. Pero a qu, pues, esta triste ce- remonia con este pan y este vino? Paulatinamente se me hizo claro que la comunin haba sido para m un fatal acontecimiento. Transcurri con vaco, peor an, con d- ficit. Saba yo que nunca ms podra tomar parte en esta ceremonia. Para m no constitua religin alguna, ni pre- sencia de Dios. La iglesia era un lugar al cual no deba ir. All no haba nada para m, sino muerte. Me invadi una profunda compasin por mi padre. De repente, la tragedia de su ministerio y de su vida. Se hallaba en un trance mortal que no quera reconocer. Un abismo se abri entre l y yo, y no vi posibilidad alguna de salvar este inmenso precipicio. No poda ayudar a mi padre querido y generoso, que tanto me haba dado y nunca me haba tiranizado, en aquel desespero y en aquel desafuero que eran necesarios para llegar a experimentar la gracia de Dios. Slo un Dios puede esto. No me estaba permitido hacerlo. Hubiera sido inhumano. Dios no es humano, pens yo. Su grandeza est en que nada de lo hu- mano se alcanza. Es bondadoso y temible, ambas cosas a la vez, y por ello un gran peligro el cual uno se intenta sal- var por va natural. Lo que uno hace es aferrarse a Su Amor y Bondad, para no ser vctima del Tentador y del Exterminador. Jess observ tambin esto y por ello ense- a: No nos dejes caer en la tentacin. Mi unidad con la Iglesia y con el ambiente humano, tal como lo conoc, me destrozaba. Haba sufrido, as me lo pareca, el mayor fracaso de mi vida. La concepcin re- ligiosa que me pareca la nica relacin con el Todo, llena de sentido, estaba destruida, es decir, no poda ya partici- par en la fe general, sino que me encontraba inmerso en lo indecible, en mi misterio, que no poda comunicar a na- die. Era terrible y esto era lo peor vulgar y ridculo, una burla diablica.
74 Empec a cavilar: Qu debe pensarse de Dios? Yo no me haba hecho aquella imagen de Dios y de la catedral, ni mucho menos aquel sueo que me sobrecogi cuando tena tres aos. Era una voluntad ms fuerte que la ma la que me haba impuesto ambas cosas. Lo haba hecho en m la naturaleza?; pero la naturaleza no es ms que la voluntad del Creador. Tampoco era solucin culpar de ello al diablo, pues l era tambin una criatura de Dios. Slo Dios era el verdadero fuego asolador y la gracia inefable. El fracaso de la comunin, era mi fracaso? Yo me haba preparado con toda seriedad y esperaba experimentar en m la gracia y la revelacin, pero nada sucedi. Dios permaneci ausente. Por la voluntad de Dios me encontr separado de la Iglesia y de mi padre, y de todos los dems en cuanto profesaban la religin cristiana. Estaba al margen de la Iglesia. Esto me llen de una tristeza que ensombreci todos mis aos anteriores al comienzo de los estudios universitarios. III En la relativa modesta biblioteca de mi padre, que en aquel entonces me pareci considerable, comenc a buscar libros que pudieran decirme lo que se saba de Dios. Encontr primeramente las concepciones tradicionales nada ms, pero no lo que buscaba, a saber, un autor que pensara por s solo, hasta que tropec con la Dogmtica cristiana, de Biedermann, del ao 1869. Aqu haba un hombre que al parecer haba reflexionado por s mismo y aportaba sus propias conclusiones. Aprend que la religin era un acto espiritual por el cual el hombre se relacionaba voluntariamente con Dios. Esto suscit mi protesta, pues siempre haba entendido la religin como algo que Dios hace conmigo; es un acto de Su parte, a merced del cual simplemente estoy, pues l es el ms fuerte. Mi religin no saba de ninguna relacin humana con Dios, pues 75 cmo era posible relacionarse con algo tan poco conoci- do como Dios? Por ello deba saber ms acerca de Dios para hallar una relacin con l. En el captulo La esencia de Dios hall que Dios mismo se manifiesta como personalidad concebible por analoga con el Yo humano, y precisamente como el Yo nico, absolutamente supraterrestre, que lo es de todo el mundo. Por lo que conoca de la Biblia, me pareca estar de acuerdo con esta definicin. Dios tiene personalidad y es el Yo del universo, como yo mismo soy el Yo de mi aspecto anmico y corporal. Pero aqu tropec con un poderoso obstculo: Personalidad es propiamente un carcter. Carcter es esto y no otra cosa, es decir, tiene determinadas cualidades. Pero si Dios lo es todo, entonces cmo puede l poseer an un carcter perceptible? Si posee l un carcter, slo puede ser el Yo de
un mundo subjetivo, limitado. Y qu clase de carcter o qu clase de personalidad tiene l? En esto reside todo, pues de lo contrario no hay modo de relacionarse con l. Me resista con todas mis fuerzas a imaginarme a Dios por analoga con mi Yo. Esto me pareca si no directamente blasfemo, de una insolencia sin lmites. Yo me pareca una cuestin difcilmente concebible. En primer lugar, para m existan dos aspectos contradictorios de este factor: Yo nmero 1, y Yo nmero 2; y tanto de una forma como de la otra, este Yo era algo sumamente limitado; se le atribuan toda clase de engaos y errores, extravagancias, emociones, pasiones y pecados, se experimentaban ms fracasos que xitos, era infantil, vanidoso, egosta, obstinado, falto de amor, codicioso, injusto, sensible, perezoso, irresponsable, etc. Muy a mi pesar, careca de muchas virtudes y talentos que me asombraba con envidia hallar en los dems. Y esto deba ser la analoga por la cual debamos concebirnos la esencia de Dios? Busqu ansioso otras propiedades de Dios y hall to- das las que ya conoca de mis clases preparatorias para la comunin. Hall que, segn 172, la manifestacin ms 76 inmediata de la esencia ultraterrena de Dios es 1)negativa: su invisibilidad para los hombres, etc.; 2) positiva: Su morada en el cielo, etc. Esto fue catastrfico. Inme- diatamente pas por mi cabeza la imagen blasfema que Dios me haba impuesto directa o indirectamente (va dia- blo) en contra de mi voluntad. El 183 me ense que la esencia ultraterrena de Dios frente al mundo moral consiste en su justicia, y Su justicia no es meramente judicial, sino una mani- festacin de Su esencia sagrada. Yo esperaba encontrar en este prrafo algo acerca de las tinieblas de Dios: acerca de Su venganza, Su peligrosa ira, Su incomprensible comportamiento con respecto a las creaciones de Su omnipotencia. Por Su omnipotencia deba l saber lo insuficientes que eran estas creaciones. Pero a l le placa inducirlas a error, o las pona a prueba aunque saba de antemano l el resultado de sus experimentos. As, pues, cul es el carcter de Dios? Qu clase de personalidad humana actuara as? No me atreva a imaginarlo y entonces le todava que Dios pese a que se basta a S mismo y para S mismo, no necesita de nada fuera de S, haba creado al mundo para Su complacencia, que lo realiz como algo connatural a Su bondad y quiere dotarlo moralmente con Su amor. En primer lugar, medit sobre la extraa palabra complacencia. Complacencia en qu o en quin? Evi- dentemente en el mundo, pues l alab su obra como buena. Pero, precisamente, esto no lo haba comprendido nunca. Ciertamente el mundo es desmedidamente bello, pero siniestro a la vez. En el campo, en un pequeo pue- blo donde existan pocos hombres y ocurran pocos acontecimientos se hallaba vejez, enfermedad y muerte de un modo ms intenso, ms extenso y ms brutal que en cualquier otro lugar. Aunque yo no tena an diecisis aos, haba visto mucho
de la realidad de la vida de los hombres y los animales, haba odo bastante en la iglesia y en la escuela de las desgracias y de la perversidad del mundo. 77 Dios pudo, todo lo ms, sentir complacencia por el paraso, pero incluso aqu se preocup l de que tanta felicidad no durase mucho, al dejar introducir la peligrosa serpiente maligna, el propio diablo. Experiment tambin por ello complacencia? Estaba seguro de que Bierdermann no pens en esto, sino que, por aquella inadvertencia habitual en la enseanza religiosa, que tanto me choc, parloteaba devotamente sin percatarse en absoluto de los disparates que deca. Yo mismo no admita ciertamente que Dios sintiera una cruel complacencia en las inmerecidas desgracias del hombre y los animales, pero no me pareca absurdo en absoluto pensar que hubiera previsto crear un mundo de antagonismos en el que uno devore a otro y en el que la vida era un nacer para morir. Las maravillosas armonas de las leyes de la naturaleza se me antojaban un caos penosamente reprimido, y el firmamento eterno, con sus rbitas prefijadas, me pareca un evidente acopio de casualidades sin orden ni sentido, pues las constelaciones de las que se hablaba en realidad no se podan ver en absoluto. Eran combinaciones puramente arbitrarias. Hasta qu punto dotaba Dios al mundo natural con Su bondad, me resultaba oscuro o sumamente dudoso. Esto constitua, por lo visto, otro de aquellos puntos sobre los que no se deba pensar, sino que se tena que creer. Si Dios es el Bien supremo, por qu Su mundo, Su creacin es tan imperfecta, tan corrompida, tan deplorable? Por lo visto porque el diablo lo contamina y lo confunde, pensaba yo. Pero el diablo es tambin creacin de Dios. Deba, pues, leer algo acerca del diablo. Pareca ser muy importante. Nuevamente abr mi dogmtica y busqu respuesta a esta cuestin acuciante de las causas de la desgracia, de las deficiencias y del mal, y no pude hallar nada. Era el colmo. Esta dogmtica no era, evidentemente, ms que intil parloteo, an ms, una extraordinaria estupidez que no poda hacer otra cosa que oscurecer la verdad. Estaba desilusionado, incluso estaba indignado. Pero en algn lugar y en algn tiempo tuvo que haber 78 hombres que buscaran la verdad como yo, que pensaran racionalmente, que no se engaaran a s mismos y a los dems y no quisieran negar la triste realidad del mundo. En esta poca sucedi que mi madre, concretamente su personalidad 2, me dijo repentinamente y sin prembulos: Tienes que leer alguna vez elFausto de Goethe. Nosotros tenamos una reciente y bella edicin de las obras de Goethe y busqu elFausto. Inund mi alma como un blsamo maravilloso. Por fin, he aqu un hombre, pensaba yo, que se toma en serio al diablo, y concluye un pacto de sangre con su enemigo, quien tiene el poder de desbaratar el designio de Dios, de crear un mundo perfecto. Lamentaba el modo de comportarse de Fausto, pues en mi opinin, no hubiera debido ser tan estrecho de miras ni dejarse ofuscar. Debi ser ms sensato y tambin ms digno. Me pareca infantil describir su alma de un modo tan simple! Fausto era evidentemente un calavera! Tuve tambin la impresin de que el peso de la obra y lo ms importante de ella descansaba en
Mefstfeles. No hubiera lamentado que el alma de Fausto hubiera terminado en el infierno. No me hubiera causado lstima. El diablo impostor no me gust en absoluto al final, pues Mefstfeles era cualquier cosa menos un diablo tonto que pudiera proceder de un estpido ngel. Mefstfeles me pareci falso en otro sentido; no es l quien recupera sus privilegios sino Fausto, esta alma inestable y falta de carcter que ha llevado su engao hasta el ms all. Precisamente ah se revelaba su puerilidad, pero me pareci haber merecido la iniciacin en los grandes misterios. Yo le hubiera concedido todava algo de purgatorio y de la iniciacin que sospechaba oscuramente que tena relacin con el misterio radical! En todo caso, Mefistfeles y la gran iniciacin me quedaron finalmente como acontecimiento extraordinario y misterioso al margen del mundo de mi consciencia. Finalmente haba hallado la confirmacin de que hubo uno o varios hombres que vieron el mal y su enorme poder para transformar el mundo, y ms todava, el 79 papel misterioso que desempea en salvar a los hombres de la oscuridad y la desgracia. En esto Goethe me pareci un profeta. Pero no poda perdonarle que se hubiera li- brado de Mefistfeles con un simple escamoteo, con un tour de passe-passe; con un juego de manos. Esto era, para m, demasiado teolgico, demasiado simple e irresponsable. Lamentaba profundamente que Goethe Oh, tan falsamente! sucumbiera vctima del inofensivo mal.En mi lectura haba descubierto que Fausto era un tipo de filsofo que pese a haberse separado de la filosofa, era evidente que haba aprendido de ella cierta franqueza por la verdad. Hasta entonces no haba odo nada de filosofa y una nueva esperanza para m pareca nacer. Quizs, pensaba yo, existieron filsofos que meditaron sobre mis cuestiones y podran arrojarme alguna luz. Dado que en la biblioteca de mi padre no haba libro de ningn filsofo eran sospechosos, porque pensa- ban, tuve que servirme del Diccionario general de las ciencias filosficas de Krug, 2.a edicin, 1832. Me abism inmediatamente en el artculo sobre Dios. Para mi desencanto comenzaba con una etimologa de la palabra de Dios(Gott), que incuestionablemente proviene de bueno(Gut) y define al ens summus operfectissimus. No se poda, as continuaba, demostrar la existencia de Dios, ni tampoco el carcter innato de la idea de Dios. Por ltimo, si no enactu, siquiera enpotentia, poda estar desde un principio en el hombre. En todo caso, nuestra capacidad intelectual tena que desarrollarse hasta un cierto grado antes de ser capaz de formarse una idea tan elevada. Esta explicacin me asombr extraordinariamente. Qu les pasaba a estos filsofos?, me preguntaba. Evi- dentemente conocen a Dios slo de odas. Con los telo- gos es completamente
distinto; por lo menos estn seguros de que Dios existe aunque expresen cosas contradictorias acerca de l. Este Krug se expresa evasivamente, pero se ve claro que le gustara afirmar estar suficientemente convencido de la existencia de Dios. Por qu no lo dice 8o directamente? Por qu hace como si realmente opinara que la idea de Dios se forma y que de ello slo se es capaz en un cierto grado evolutivo? Por lo que s, los salvajes que vagan desnudos en sus bosques tienen tambin tal idea. No fueron, pues, los filsofos los que se decidieron a hacerse una idea de Dios. Tampoco yo nunca me he hecho una idea de Dios. Naturalmente, no se puede demostrar a Dios, pues, cmo podra, por ejemplo, una polilla que come lana australiana demostrar a las otras que existe Australia? La existencia de Dios no depende de nuestras demostraciones. Cmo llegu yo, pues, a la certeza de Dios? Ciertamente se me explic todo lo posible a este respecto y, sin embargo, pude, en realidad, no haber credo nada. Nada me convenci. No es de all en absoluto de donde proviene mi idea. Y no se trata en absoluto de una idea o algo imaginado. No era como si se hubiera primero imaginado y pensado algo y despus se hubiera credo en ello. Por ejemplo, la historia delhr Jess me pareci siempre sospechosa y no la cre nunca realmente. Y sin embargo, me importunaron con ella ms que con Dios, que, como mximo, slo se mencionaba en segundo trmino. Por qu me resultaba evidente Dios? Por qu estos filsofos hacen como si Dios sea una idea, un tipo de suposicin arbitraria que puede hacerse o no, cuando se trata de algo tan patente como si le cae a uno un ladrillo en la cabeza? Entonces me result repentinamente claro que Dios, por lo menos para m, era una de las experiencias ms evidentes e inmediatas. Aquel horrible episodio de la catedral no me lo invent yo. Por el contrario, me fue impuesto, y me sent cruelmente impulsado a pensarlo. Pero despus de ello me fue concedida una gracia indecible. Llegu a la conclusin de que algo no concordaba en los filsofos, pues tena la curiosa idea de que Dios, en cierto modo, es una suposicin que podra discutirse. Tambin hall muy insatisfactorio el no descubrir ninguna opinin sobre las oscuras actividades de Dios, ni nin81 gima explicacin sobre ellas. A mi parecer, stas seran dignas de la atencin y meditacin filosficas. Representaban en realidad un problema que, a mi entender, tena que ser difcil para los telogos. Tanto mayor era mi desengao de que los filsofos, por lo visto, no supieran nada acerca de ello. Pas, pues, al siguiente artculo, concretamente al p- rrafo sobre el diablo. Si se le concibe, as deca, como ori- ginariamente malo se incurre en palpable contradiccin, es decir, se cae en un dualismo. Por ello era mejor admitir que el diablo originariamente haba sido creado como un ser bueno y slo a causa de su orgullo se haba corrompi- do. Para mi gran satisfaccin indicaba el autor, sin embar- go, que esta afirmacin, que intentaba explicar el mal, pre- supona ya la soberbia. Por lo dems, el origen del mal sera inexplicado e inexplicable, lo que para m signifi-
caba: como los telogos, tampoco l quiere pensar acerca de esto. El artculo sobre el mal y su origen resultaba igualmente confuso. Lo que hasta ahora llevo explicado se refiere a acontecimientos interrumpidos por largos perodos, que abarcan algunos aos. Tuvieron lugar en mi personalidad nmero 2 y eran estrictamente secretos. Utilizaba la biblioteca de mi padre para estudiar estas cuestiones sin pedrselo y a escondidas nada ms. Sin embargo, mientras tanto, la personalidad nmero 1 lea despreocupadamente todas la novelas de Gerstcker, as como traducciones alemanas de novelas inglesas clsicas. Tambin comenc a leer literatura alemana, los clsicos en primer lugar, hasta el punto de que las intiles y trabajosas aclaraciones de la escuela sobre cosas triviales no me quitaron el inters por ella. Lea mucho y sin plan alguno: drama, poesa lrica, historia y posteriormente obras cientficas. La lectura me resultaba no slo interesante, sino que me ofreca, adems, un esparcimiento beneficioso. El ocuparme de la personalidad nmero 2 me causaba cada vez ms presiones que en el terreno de las cuestiones religiosas, donde slo hallaba puer82 tas cerradas y en cuanto por casualidad se abra alguna, me encontraba con decepciones. Los dems hombres parecan realmente estar todos en otros lugares. Hubiera hablado con agrado con alguien acerca de estas cuestiones, pero no hallaba a nadie con quien establecer un punto de contacto por el contrario, senta en los dems al venir a mi encuentro una extraeza, una desconfianza, un terror que me dejaban sin habla. Esto me deprima. Yo no saba cmo tomrmelo: Por qu a nadie le ocurra lo que a m? Por qu no se encuentra nada de todo esto en los libros de texto? Soy el nico en tener tales experiencias? Por qu haba de ser el nico? Nunca pens que estuviera algo loco, pues la claridad y oscuridad de Dios se me aparecan como hechos que, a pesar de perturbar mis sentimientos, me parecan comprensibles. La inslita situacin en la que estaba inmerso la senta como una amenaza, pues significaba aislamiento que me resultaba tan fastidioso que yo fui considerado in- justamente como vctima propiciatoria, ms de lo que me hubiese gustado. A esto se aadi algo que me qued gra- bado profundamente. En las clases de alemn me mantena en los puestos intermedios, ya que las materias, en especial la gramtica y la sintaxis, no me interesaban en absoluto. Era perezoso y distrado. La temtica de las redacciones me pareca, por regla general, superficial o completamente pueril, y mis redacciones respondan a este criterio; descuidadas o dificultosas. Me conformaba con notas medianas que para m eran lo justo. Esto convena a mi tendencia general de no sobresalir, pues quera a toda costa librarme de este maldito aislamiento en la singularidad, al cual fui empujado desde diferentes puntos. Mis simpatas se inclinaban por los chicos de familias pobres, que, como yo, procedan de la nada, y a menudo por los escasamente dotados, aunque su tontera e ignorancia me irritaban a veces. Pero me ofrecan por otra parte la tan ansiada ventaja de parecer no sospechar nada y no observar nada especial en m. Mi singularidad comenz a 83
ocasionarme, poco a poco, la sensacin desagradable y algo inquietante de que yo posea ciertos rasgos antipti- cos inconscientes para m que hacan que los maestros y compaeros se apartasen de m. En tales circunstancias aconteci, como un rayo, el si- guiente suceso: nos haban dado un tema de redaccin que excepcionalmente me interes. A causa de ello me apliqu con ahnco y realic, as me pareca, un trabajo esmerado y bien logrado. Por ello esperaba por lo menos uno de los primeros lugares en la calificacin; quizs no el primero, pues esto sera demasiado, pero s uno de los inmediatos. Nuestro maestro comentaba siempre los trabajos por orden de calificacin. El primero fue la redaccin del pri- mero de clase. Esto era justo. Luego siguieron las redacciones de los dems, y siempre esperaba yo intilmente mi nombre. Es imposible, pensaba yo, que mi redaccin sea tan mala que no est entre las redacciones medianas o las peores. Qu ha sucedido? O quizs estoy al final hors concours, es decir, incmodamente aislado y fuera de serie? Cuando todas las redacciones haban sido comenta- das, el maestro hizo una pausa y dijo: Tengo otra redac- cin, la de Jung. Es con mucho la mejor y le hubiera pues- to en primer lugar. Pero, por desgracia, es plagio. De dnde la has copiado? Confiesa la verdad! Me sent tan estupefacto como indignado y grit: No la he copiado, sino que, por el contrario, me esforc mucho en hacer una buena redaccin! Pero l respondi gritando: Mientes! Una redaccin como sta t no puedes escribirla en absoluto. Esto no puede creerlo nadie. As, pues, de dnde la has copiado? Protest intilmente de mi inocencia. El maestro per- maneci inconmovible y respondi: Puedo decirte que si supiera de dnde la copiaste seras expulsado de la escue- la. Y se march bruscamente. Mis compaeros me lanza- ron miradas dubitativas y vi con espanto que pensaban: Aj, eso es! Mis protestas no encontraron ningn eco. Sent que a partir de entonces estaba ya marcado y me 84 quedaban cerrados todos los caminos por los que poda sa- lir de la singularidad. Profundamente desilusionado y ofendido jur odio al profesor y si hubiera tenido ocasin, habra querido imponer la ley del ms fuerte. Cmo poda yo demostrar a todos que no haba copiado la redaccin? Durante varios das di vueltas en mi cabeza a esta his- toria y llegu una y otra vez a la conclusin de que estaba impotente y a merced de un destino ciego y estpido que me tildaba de mentiroso e impostor. Se me hicieron claras muchas cosas que no haba comprendido anteriormente; por ejemplo, el hecho de que un maestro, que se haba en- terado de mi comportamiento en la escuela, fuera a mi pa- dre y le dijera: La verdad es que es mediocre, pero se esfuerza mucho!
Se me tena por relativamente tonto y descuidado. En realidad, esto no me molestaba. Lo que me enojaba era que me creyesen un impostor y a causa de ello se me eliminase moralmente. Mi tristeza y mi clera amenazaban con ser inacaba- bles, pero nuevamente sucedi algo que antes ya haba ob- servado varias veces: rein repentinamente la calma como si un espacio ruidoso se cerrase con una puerta a prueba de ruidos. Era como si una fra curiosidad me invadiera con la cuestin: Qu ha pasado aqu? Ests verdadera- mente irritado! El maestro es, naturalmente, un imbcil que no comprende tu modo de ser, es decir, comprende tan poco como t mismo. Por ello desconfa, como t mismo. T desconfas de ti mismo y de los dems y te tienes por ello por el Simple, el Ingenuo y el Comprensible. Se cae en el nerviosismo cuando no se comprende. En relacin con estas consideraciones, sine ira et studio se me ocurri la analoga con aquella otra reflexin que me haba dejado tan impresionado cuando no quera pensar lo prohibido. Entonces, sin lugar a dudas, no haba visto todava diferencia alguna entre la personalidad nmero 1 y la nmero 2, sino que haba tomado al mundo de la nmero 2 como mi mundo personal; sin embargo, exista siempre una latente sensacin de que all haba todava algo dis85 tinto a m, algo as como si un soplo del mundo de los as- tros y de los espacios infinitos se hubiera alcanzado, o como si un espritu invisible hubiera penetrado en la habi- tacin sin que pudiera ser visto, espritu que hace tiempo se hubiese marchado y a la vez perpetuamente presente fuera del tiempo hasta el lejano futuro. Peripecias de este tipo no se apartaban del halo de una deidad. En aquella poca evidentemente no hubiera podido expresarme nunca de este modo, sin embargo no aado ahora nada a mi estado de consciencia de entonces, sino que intento simplemente aclarar aquel mundo crepuscular con los medios de que dispongo actualmente. Fue algunos meses despus del acontecimiento que he descrito cuando mis compaeros de clases me colgaron el apodo de patriarca Abraham. La nmero 1 no poda comprenderlo y lo encontraba tonto y ridculo. Pero en el fondo yo me senta aludido en cierto modo. Todas las alusiones a mi intimidad me resultaban penosas, pues cuanto ms lea y ms enterado estaba del ambiente ciudadano, ms creca en m la impresin de que lo que conoca ahora como realidad perteneca a otro orden de cosas distinto de la imagen del mundo que se form en m en el campo, entre los ros y los bosques, entre los animales y los hom- bres, en un pequeo pueblo sobre el cual luca el sol, so- plaba viento y pasaban las nubes, y todo ello envuelto en la oscura noche llena de cosas indefinibles. No era tan slo un lugar en el mapa, sino el mundo de Dios, ordenado y lleno de misterioso sentido. Esto pareca que los hombres lo ignoraban y ya los animales haban perdido en cierto modo este sentido. Esto se vea en la mirada triste y perdida en la lejana de las vacas, en los resignados ojos de los caballos, en la sumisin del perro que se apegaba al hombre y en el mismo comportamiento del gato que haba convertido la casa y el
granero en su vivienda y lugar de caza. Del mismo modo que los animales, los hombres me parecan inconscientes; miraban al suelo o hacia los rboles para ver en qu y para qu se podan utilizar; como los animales, for86 maban grupos, se emparejaban y se combatan sin ver que habitaban en el cosmos, en el mundo de Dios, en la eterni- dad, donde todo nace y todo ya est muerto. Amaba a los animales de sangre caliente porque nos son ms cercanos y participan de nuestra ignorancia. Los amaba porque tienen un alma como nosotros y nosotros los comprendemos, as crea yo, de modo instintivo. Expe- rimentaban, as pensaba yo, como nosotros, alegra y tris- teza, amor y odio, hambre y sed, miedo y confianza, todos los componentes esenciales de la existencia, a excepcin del lenguaje, de la aguzada consciencia, de la ciencia. Ad- miraba ciertamente a la ciencia como costumbre, pero vea en ella la posibilidad de un alejamiento y aberracin del mundo de Dios, y de una degeneracin de la cual los animales no eran capaces. Los animales eran lo fiel y lo digno de amor, lo invariable y lo digno de confianza, pero desconfiaba siempre de los hombres. Los insectos no eran exactamente animales y los vertebrados de sangre fra formaban un grado intermedio poco apreciable en la escala que lleva a los insectos. Esta categora de seres eran objeto de observacin y coleccin, curiosidades, como algo extrao y ajeno al hombre, manifestaciones de seres impersonales que tenan mayor afini- dad con las plantas que con los animales. Con el reino de las plantas se inici la presencia de lo terrenal del mundo de Dios como un tipo de comunicacin inmediata. Era como si se hubiera contemplado al creador, quien se imaginaba inobservado, por encima de los hombros cuando elaboraba juguetes o piezas decorativas. Frente a este reino, el hombre y los animales tpicos eran partes de Dios que se haban hecho independientes. Por ello podan vagar libremente y elegir su lugar de vi- vienda. El mundo de las plantas, por el contrario, se en- contraba sujeto para siempre a su lugar de origen. Tal mundo no slo expresaba la belleza del mundo de Dios, sino tambin los pensamientos, sin ninguna intencin o divergencia. Los rboles resultaban especialmente miste87 riosos y me parecan representar el sentido incomprensi- ble de la vida de un modo inmediato. Por ello el bosque era el lugar donde se senta ms de cerca el significado ms profundo y la actividad ms horrible. Esta impresin se me acentu al conocer las catedra- les gticas. Pero aqu la infinitud del cosmos y del caos, del sentido y del absurdo, del propsito impersonal y de las leyes mecnicas se encontraba oculto en la piedra. Contena y era a la vez el misterio inmenso del ser, un concepto inmanente del espritu. Esto era lo que yo experimentaba oscuramente como afinidad ma con la piedra: la naturaleza de Dios tanto en lo muerto como en lo vivo.
No me hubiera sido posible entonces, como ya he di- cho, formular mis sensaciones y presentimientos de un modo concreto, pues tenan lugar en la nmero 2, mien- tras que mi yo activo y comprensivo, la nmero 1, se mantena pasivo y se encontraba inmerso en el mundo del anciano, que perteneca a los siglos. Yo experiment a l y a mi influencia de un modo notablemente irreflexivo: cuando est presente, se desvaneca la nmero 1 hasta desaparecer, y cuando el yo, cada vez ms idntico a la nmero 1, dominaba la escena, entonces anciano, si es que se le recordaba, era un sueo lejano e irreal. Desde los diecisis hasta los diecinueve aos se disiparon paulatinamente las nubes de mi dilema. Con ello mejor mi deprimente estado de nimo, y la nmero 1 se manifest cada vez ms claramente. La escuela y la vida ciudadana me reclamaban, tambin mi saber acrecentado penetraba en el mundo de las inspiraciones llenas de pre- sentimientos o lo eliminaba progresivamente. Comenc a plantearme de un modo sistemtico las consabidas cues- tiones. Le una breve introduccin a la historia de la filo- sofa y adquir con ello una cierta orientacin sobre todo lo que ya haba sido pensado. Con satisfaccin comprob que muchas de mis inspiraciones tenan sus precedentes histricos. Prefera sobre todo el pensamiento de Pitgo- ras, Herclito, Empdocles y Platn, pese a lo insulso de 88 los argumentos socrticos. Eran bellos y acadmicos como una exposicin de pinturas, pero algo lejanos. Slo en el maestro Eckhart sent un soplo de la vida sin llegar a com- prenderlo por completo. La escolstica cristiana me dej fro, y el intelectualismo aristotlico de santo Toms me pareci ms muerto que un desierto. Pensaba: todos ellos quieren llegar, mediante construcciones lgicas, a aquello que no han percibido y de lo que en realidad no saben nada. Quieren probarse a s mismos una fe, donde simplemente se trata de experiencia! Se me antojaban como gente que saba de odas que existan elefantes, pero no haban visto ninguno. Intentaban demostrar con argumentos que, por razones lgicas, tienen que existir tales animales y que deben ser de tal ndole como lo son realmente. La filosofa crtica del siglo XVIII no la entend en principio por razones comprensibles. Hegel me intimidaba por su tan difcil como altanero lenguaje, al que consideraba con franca desconfianza. Me pareca como quien se encontrase prisionero de su propia dialctica de palabras y se deshiciera en gestos arrogantes en su propia crcel. Pero el gran descubrimiento de mi investigacin fue Schopenhauer. Era el primero que hablaba del sufrimiento del mundo, que nos envuelve de modo invisible y ava- sallador, de la confusin, de la pasin, y del mal, que los dems parecan apenas observar y que queran resolver en armona y claridad. Aqu haba por fin alguien que tena el valor de opinar que el fundamento del mundo no se halla en lo mejor. No hablaba ni de una providencia de la creacin, sapientsima e infinitamente buena, ni de la armona de lo creado, sino que deca claramente que el doloroso transcurso de la historia de la humanidad y la crueldad de la naturaleza se basaba en un defecto, a saber, la ceguera de la voluntad creadora del mundo. Esto lo senta confirmado por mis primeras observaciones de peces enfermos y moribundos, de zonas sarnosas, pjaros congelados o muertos
de hambre, la tragedia despiadada que se oculta en un prado esmaltado de flores: lombrices de tierra que89 son torturadas hasta morir por las hormigas, insectos que se destrozan mutuamente, etc. Pero tambin mis experiencias con los hombres me haban enseado todo lo contrario a la creencia en la dignidad y bondad humana originales. Me conoca a m mismo lo suficiente para saber que mi diferencia con los animales era, por as decirlo, de grado nada ms. La imagen sombra del mundo de Schopenhauer en- contraba mi aprobacin, pero no su solucin del problema. Me resultaba seguro que con voluntad aluda en realidad a Dios, el Creador y a ste describa como ciego. Dado que, por experiencia, saba yo que Dios no se ofenda con blasfemia alguna, sino que, por el contrario, poda incluso exigirla, para tener no slo la parte luminosa y positiva del hombre, sino tambin la tenebrosa y contraria a la divinidad, el pensamiento de Schopenhauer no me ocasion ningn trastorno. Lo tuve por un juicio justificado por los hechos. Pero tanto ms me decepcion su pensamiento de que el intelecto slo debe oponer su imagen a la voluntad ciega para hacerla retroceder. Cmo poda la voluntad ver en absoluto esta imagen si era ciega? Y por qu deba, aunque pudiera ver, ser inducida a volverse atrs, si la imagen le mostrara precisamente lo que ella quera? Y qu era el intelecto? Es una funcin del alma humana, no un espejo, sino un espejito de tamao infinitesimal que el nio opone al sol esperando as cegarlo. Esto me pareca completamente inconsciente. Me resultaba un enigma cmo era posible que Schopenhauer hubiera llegado a esta conclusin. Esto me exigi estudiarle ms a fondo, con lo cual fui cada vez ms impresionado al descubrir su relacin con Kant. Comenc, pues, a leer la obra de este filsofo, espe- cialmente la Crtica de la razn pura, con gran atencin. Mis esfuerzos obtuvieron su recompensa, pues cre haber descubierto el error capital en el sistema de Schopenhauer: haba cometido el pecado mortal de hacer una afirmacin metafsica, es decir, calificndolo hipostticamente de sim90 ple noumeno de una cosa en s. Esto se desprenda de la teora del conocimiento de Kant, que para m signific una revelacin mayor que la imagen pesimista del mundo de Schopenhauer. Esta evolucin filosfica se extendi desde los diecisis aos hasta los de mi licenciatura en medicina. Ella trajo como consecuencia un cambio radical de mi actitud frente al mundo y a la vida. Si en un principio haba sido tmido, miedoso, desconfiado, descolorido, delgado y de salud aparentemente precaria, se me despert ahora un insaciable apetito en todos los aspectos. Saba lo que quera y obr en consecuencia. Evidentemente me volv ms amable y expansivo. Descubr que la pobreza no era ninguna desventaja ni mucho menos la causa primordial del sufrimiento y que los hijos de los ricos no se encontraban en absoluto en ventaja con respecto a los muchachos pobres y mal vestidos. Existan razones mucho ms profundas para la felicidad y la desgracia que la cuanta del dinero disponible. Gan ms y mejores amigos que antes. Senta bajo mis pies un suelo ms firme e incluso hall el valor de hablar con toda franqueza de mis pensamientos. Pero esto era, como pronto supe, un error del que tuve que arrepentirme. Choqu no slo con la extraeza
o la burla, sino tambin con un rechazo hostil. Para mi mayor asombro y disgusto descubr que para cierta gente yo pasaba por fanfarrn yblangueur. La primitiva sospecha de impostor volvi a repetirse aunque en otra forma. Nuevamente tuvo que ver con un tema de redaccin que me haba interesado. A tal efecto escrib mi redaccin con especial cuidado, por lo cual pul al mximo mi estilo. El resultado fue catastrfico: He aqu una redaccin de Jung, dijo el maestro, es, desde luego, brillante, pero tan improvisada que se ve cun poca seriedad y trabajo ha puesto en ella. Puedo decirte, Jung, que con esta ligereza no logrars triunfar en la vida. Hace falta seriedad y esmero, trabajo y esfuerzo. Mira la redaccin de D. No tiene nada 91 de tu brillantez, pero es sincera, hecha a conciencia y esmerada. Tal es el camino para triunfar en la vida. Mi fracaso no fue tan radical como la primera vez, pues el profesor contre coeur estaba impresionado por mi redaccin y por lo menos no pens que yo la hubiera plagiado. Sin embargo, protest contra sus censuras, pero me replic con la observacin: Segn la Ars Poetica, el mejor poema es aquel en el que no se observa el esfuerzo para crearlo. Pero esto no vale para tu redaccin. No me hars cambiar de opinin. Ha sido escrita descuidadamente y sin dedicar esfuerzo. En ella, yo lo saba, haba un par de buenos pensamientos en los que el profesor no haba entrado en absoluto. Este hecho me amarg ciertamente, pero los recelos surgidos entre mis compaeros me afectaban ms, pues me amenazaban nuevamente con sumirme en el aislamiento y la depresin anteriores. Yo me rompa la cabeza para dilucidar en qu hubiese yo podido causar tales suspicacias. Tras cuidadas indagaciones averig que se desconfiaba de m porque frecuentemente haca observaciones o referencias a cosas que yo no poda saber en absoluto, por ejemplo, daba yo a entender que saba algo de Kant o de paleontologa, cosas que no se daban en la escuela. Estas asombrosas constataciones me mostraron que las cuestiones propiamente acuciantes no formaban parte de lo cotidiano, sino al igual que mi antiguo secreto, el mundo de Dios, del cual era mejor no decir nada. A partir de entonces procur prescindir de tales cues- tiones esotricas entre mis compaeros, y entre los adultos no saba de nadie con quien pudiera hablar sin tener que temer que se me tuviera por un fanfarrn y un impostor. Lo que me result ms penoso fue el entorpecimiento y el impedimento a todos mis intentos de suprimir en m la separacin entre ambos mundos. Siempre surgan acontecimientos que me sacaban de mi existencia cotidiana y me empujaban al ilimitado mundo de Dios. La expresin mundo de Dios, que para ciertos odos 92
suena a algo sentimental, no tena para m, en absoluto, tal carcter. Al mundo de Dios perteneca todo lo so- brehumano, luz deslumbrante, tinieblas del abismo, la fra apata de la infinitud en el tiempo y en el espacio y lo grotesco y misterioso del mundo irracional del azar. Dios era para m todo, en especial lo no edificante. IV Cuanto mayor me haca, con ms frecuencia me inte- rrogaban mis padres y otra gente acerca de lo que quera yo ser. Es algo que yo no vea en absoluto claro. Mis inte- reses me lanzaban en diversas direcciones. Por una parte me atraan poderosamente las ciencias de la Naturaleza con su verdad que descansa en hechos, por otra parte me fascinaba todo lo que dependa de la historia comparada de la religin. En el primer caso me senta atrado princi- palmente por la zoologa, la paleontologa y la geologa, en el segundo por la arqueologa greco-romana, egipcia y prehistrica. Es verdad que entonces ignoraba lo concor- dante que era esta seleccin de tan distintas disciplinas con mi doble naturaleza. En las ciencias naturales me sa- tisfacan los hechos concretos con sus elementos histri- cos, en las ciencias religiosas la problemtica espiritual en la que tambin entraba la filosofa. En el primer caso echaba de menos el factor del espritu, en el ltimo lo emprico. Las ciencias naturales correspondan en gran manera a las necesidades espirituales de la nmero 1, las ciencias del espritu, o las disciplinas histricas, representaban una bienhechora enseanza objetiva para la nmero 2. En esta situacin contradictoria no poda seguir deso- rientado por largo tiempo. Observ que mi to, el cabeza de familia de mi madre, que era prroco de San Albn en Basilea y que en la familia llevaba el apodo de Isemnn- li, iba orientndome poco a poco hacia la Teologa. No le pasaba por alto la extraordinaria atencin con que yo se93 gua las conversaciones de sobremesa cuando discuta con uno de sus hijos todos ellos estudiaban Teologa al- guna cuestin de la especialidad. Yo no estaba del todo se- guro de si quizs existan telogos que estuvieran en estre- cha relacin con las eminencias de la universidad y supie- ran, por tanto, ms que mi padre. Sin embargo, de estas conversaciones de sobremesa no saqu la impresin de que se ocuparan de experiencias reales, y menos an de ta- les como las mas, sino que discutan exclusivamente hi- ptesis acerca de los relatos bblicos, que a m me resulta- ban fastidiosas a causa de las numerosas y escasamente verosmiles narraciones milagrosas. Mientras estudiaba bachillerato poda ir todos los jueves a comer a casa de mi to. Pero yo no slo estaba agradecido por ello, sino tam- bin por la extraordinaria ventaja de poder seguir de vez en cuando una conversacin de sobremesa inteligente, ele- vada e intelectual. Que existiera algo de este tipo era para m un gran acontecimiento, pues en mi ambiente nunca haba odo a nadie charlar sobre tan doctas cuestiones. Yo diriga los ruegos a mi padre, pero encontraba siempre una, para m, incomprensible impaciencia y una tmida resistencia. Slo algunos aos despus comprend que a mi pobre padre no le era permitido pensar, porque inte- riormente estaba destrozado por las dudas. Estaba huyendo de s mismo, y por ello insista en la fe ciega,
pues deba combatir y quera esforzarse con penoso empeo. Por ello no poda llegarle ms que la gracia. Mi to y mis primos podan discutir con toda tranqui- lidad todas las tesis dogmticas desde los padres de la Iglesia hasta la teologa ms moderna. Parecan bien fundamentados en la seguridad de una evidente ordenacin del mundo. Sin embargo, no se citaba nunca a Nietzsche, y el nombre de Jakob Burckhardt era pronunciado slo con disgustada aprobacin. A Burckhardt se le consideraba liberal, demasiado tolerante y con ello se aluda a que en cierto modo se desviaba l del eterno orden de las cosas. Saba yo que mi to no sospechaba lo lejos que yo estaba de 94 la teologa y lament mucho tener que desilusionarle. Pero entonces no me hubiera atrevido nunca a evadirme de mis problemas, pues saba la enorme catstrofe que ello hubie- ra significado para m. No dispona de nada con qu de- fenderme. Por el contrario, la personalidad nmero 1 ha- ba decidido abrirse paso respecto de mis ciertamente an escasos conocimientos cientficos que estaban impregna- dos por completo del materialismo cientfico de la poca. Slo dificultosamente fue tenida en jaque por el testimonio de la historia y por la Crtica de la razn pura, que en mi ambiente nadie pareca comprender. Es verdad que Kant era citado por mis telogos en tono elogioso. Pero sus principios slo se aplicaban a los casos opuestos, pero nunca al propio. Tampoco dije yo nada a este respecto. A causa de ello cada vez me result ms molesto sen- tarme a la mesa con mi to y su familia. Para mis habitua- les remordimientos de conciencia el jueves se convirti en un da negro. En este mundo de seguridad y sosiego socia- les y espirituales me senta cada vez menos a gusto a pesar de estar yo sediento de estmulos capitales, que all surgan espordicamente. Me senta vil y desleal. Tuve que admitir: verdaderamente eres un embustero, mientes y engaas a los hombres que, sin embargo, te quieren bien. No tienen culpa alguna de vivir en un mundo de seguridad social y espiritual, de que no sepan nada de la pobreza, de que su religin sea a la vez una profesin remunerada y de que por lo visto no les preocupe el que Dios mismo pudiera arrancar a un hombre su mundo espiritual y condenarle a la blasfemia. Yo no tengo posibilidad alguna de explicrselo. Debo, pues, cargar con este odio y aprender a soportarlo. Es verdad que hasta entonces slo lo haba logrado difcilmente. Esta agravacin del conflicto moral en m trajo consi- go que la nmero 2 me resultara cada vez ms sospechosa y desagradable, un hecho que yo no poda ocultarme por ms tiempo. Intent eliminar la personalidad nmero 2, pero no pude lograrlo. Poda realmente olvidarla en la escuela y en presencia de mis compaeros, tambin se me 95 desvaneca al preparar mi licenciatura para ciencias natu- rales, pero tan pronto como me encontraba solo en casa o en plena naturaleza resurgan imponentes Schopenhauer y Kant y con
ellos el gran mundo de Dios. Mis conocimientos cientficos se hallaban tambin all incluidos y llenaban el gran cuadro de matices y figuras. Pero la nmero 1 y sus preocupaciones para elegir una profesin desaparecieron en el horizonte como un episodio insignificante de los aos noventa del siglo XIX. Cuando regresaba de mi excursin al siglo me invadi una especie de modorra. Yo, es decir, la nmero 1, viva ahora y aqu y deba formarse pronto o tarde una idea definitiva acerca de qu profesin quera seguir. Mi padre me habl en varias ocasiones seriamente: poda elegir cualquier carrera, pero, si haca caso de su consejo, mejor que no fuese teologa. Puedes ser lo que quieras, pero no telogo! Entonces exista ya un cierto acuerdo tcito entre nosotros, segn el cual ciertas cosas podan hacerse o mentarse sin comentarios. Por ejemplo, nunca me pregunt por qu faltaba a la iglesia tanto como me era posible y nunca ms comulgu. Me resultaba ms fcil alejarme de la iglesia. Lo nico que echaba de menos eran los coros y el rgano, pero en absoluto la comunidad eclesistica. Por ello no poda yo imaginarme nada; pues la gente que por costumbre iban con regularidad a la iglesia me parecan ser entre s menos comunidad que los mundanos. Estos ltimos eran ciertamente poco virtuosos, pero eran gente mucho ms correcta, con sentimientos naturales, ms sociables y alegres, ms diligentes y cordiales. Pude tranquilizar a mi padre de que no entraba en mis intenciones el hacerme telogo. Oscilaba indeciso entre ciencias de la naturaleza y del espritu. Ambas me atraan poderosamente. Pero comenz a resultarme claro que la nmero 2 no tenapied--terre. Ah estaba yo libre del Aqu y del Ahora; ah me senta como un ojo en un universo de miles de ojos, pero incapaz de mover en la tie96 rra ni una piedrecita. Contra ello se sublevaba la nmero 1: quera hacer y actuar, pero se encontraba de momento ante un dilema. Era evidente que yo deba esperar y ver qu sucedera. Cuando entonces alguien me preguntaba qu quera ser, procuraba responderle: fillogo, con lo cual me representaba yo secretamente la arqueologa asiria y egipcia. Pero en realidad, me dedicaba a estudios cientficos y filosficos en mis ratos de ocio o en las vacaciones que pasaba en casa con mi madre y con mi hermana. Los tiempos en que corra yo hacia mi madre y me quejaba: Es aburrido, no s qu debo hacer! haca ya mucho que haban pasado. Las vacaciones fueron siempre la gran poca en que poda estar conmigo a solas. Adems entonces, por lo menos en verano, mi padre estaba fuera, pues habi-tualmente pasaba sus vacaciones en Sajonia. Slo en una ocasin sucedi que hice yo tambin un viaje de vacaciones. Tena catorce aos cuando nuestro mdico me prescribi una temporada de baos en Entlebuch para estimular mi variable apetito y restablecer mi entonces precario estado de salud. Por vez primera me encontr solo entre adultos desconocidos alojado en casa del prroco catlico. Esto signific para m una aventura inquietante y fascinante a la vez. Vea apenas al prroco y su sirvienta era una personalidad algo huraa, pero por lo dems nada molesta. No suceda nada amenazador. Me hallaba bajo la tutela de un antiguo mdico de la localidad que diriga una especie de hotelsanatorio para convalecientes de todo tipo. Se trataba de una sociedad heterognea en todos los
aspectos: gente campesina, pequeos empleados y comerciantes y unas pocas personas cultas de Basilea, entre ellos un doctor en filosofa y un qumico. Mi padre tambin era doctor en filosofa y tambin fillogo y lingista. El qumico represent para m algo sumamente nuevo e interesante. Un cientfico, alguien que quizs conoca los secretos de las piedras! Era un hombre joven todava que me ense a jugar al croquet, pero que guardaba silencio 97 sobre su (era de suponer que inmenso) saber; yo era de- masiado tmido, demasiado torpe y demasiado ignorante para preguntarle. Pero le honraba como el primer conoce- dor en persona que mis ojos vean, de los secretos de la naturaleza (o por lo menos de una parte de ellos). Se sentaba en la misma table d'hte, coma lo mismo que yo e incluso en ocasiones intercambiaba palabras conmigo. Me senta inmerso en la elevada esfera de los adultos. El que pudiera asistir a las excursiones de los pensionistas me afirmaba en mi elevacin de categora. En una de estas ocasiones visitamos una destilera en la que fuimos a una degustacin. En el sentido textual de las palabras clsicas: Ahora se acerca la desgracia, pues esta bebida es licor... encontr los diversos vasitos tan interesantes que me sent inmerso en un estado de nimo completamente nuevo e inesperado: no exista ni interior ni exterior, nada de Yo y los dems, ni nmero 1 ni nmero 2, ningn cuidado ni miedo. La tierra y el cielo, el mundo, todo cuanto en l se arrastra y vuela da vueltas, sube o baja, se haba unificado. Estaba bebido entre avergonzado y eufrico. Estaba como sumergido en un mar de radiantes reflexiones, y a causa del violento oleaje me as con los ojos, las manos y los pies a todos los objetos firmes para conservar mi equilibrio sobre la fluctuante calle y entre las casas y los rboles que se inclinaban entre s. Todo est bien, pensaba yo, pero por desgracia, quizs demasiado. El suceso tuvo un fin lamentable, pero qued el descubrimiento e intuicin de la belleza y el espritu, lo malo era que se haba corrompido a causa de mi tontera. Al trmino de mis vacaciones mi padre vino a buscar- me y me llev a Lucerna, donde oh felicidad! subi- mos a un barco. Nunca haba visto nada semejante. No me cansaba de contemplar cmo funcionaba la mquina de vapor y repentinamente se anunci que estbamos en 98 Vitznau. Sobre el lugar se elevaba una montana alta y mi padre me explic que era el Rigi y que la ascenda un fe- rrocarril, concretamente un tren de cremallera. Fuimos a una pequea estacin y all estaba la locomotora ms rara del mundo, con la caldera de vapor boca arriba, pero in- clinada. En el vagn los asientos estaban tambin inclina- dos. Mi padre me coloc el billete en la mano y me dijo: Ahora puedes ascender solo a la cumbre del Rigi. Yo me quedo aqu, pues para dos resulta muy caro. Ten cuidado y procura no caerte.
Me qued mudo de alegra. Qu imponente montaa, tan alta, como nunca haba visto otra, tan prxima al vol- cn de mi ya lejano pasado! De hecho era ya casi un hom- bre. Me haba comprado para este viaje un bastn de bam- b y una gorra de jockey inglesa tal como era adecuado para un trotamundos y ahora me encontraba en la cima de esta inmensa montaa! Ya no saba qu era ms grande, si la montaa o yo. Con poderoso impulso la fabulosa lo- comotora me fue empujando a alturas inmensas donde sin cesar se ofrecan a mis ojos nuevas profundidades y lejanas; por ltimo me hall en la cumbre, en un aire nuevo, extraamente enrarecido para m, ante una extensin ini- maginable: S, pensaba yo, esto es el mundo, mi mundo, el verdadero mundo, el misterio, donde no existen maestros, ni escuelas, ni preguntas sin respuesta, donde se existe sin tener que preguntar. Tuve mucho cuidado durante el camino, pues haba enormes precipicios. Resultaba solemne, haba que estar corts y silencioso, pues se estaba en el mundo de Dios. Aqu se le senta vivo. Esto era un regalo, el ms caro y mejor, que nunca mi padre me dio. La impresin fue tan profunda, que mi recuerdo de lo que sucedi despus se borr por completo. Pero tambin la nmero 1 sali beneficiada de este viaje y sus impresio- nes permanecieron vivas durante la mayor parte de mi vida. Me vea adulto e independiente, con hongo negro y un costoso bastn, sobre la terraza de uno de los grandio- sos y enormes hoteles elegantes en el atracadero de Lucer99 na o en los extraordinariamente bellos jardines de Vitz- nau, sentado ante una mesita de blancos manteles bajo una marquesina resplandeciente por el sol matinal, bebiendo mi taza de caf y comiendocroissants con rubia mantequilla y diversas mermeladas, y trazando planes de excursiones para todo el largo da de verano. Despus del caf andaba tranquilamente, sin prisas, con paso lento, ha- cia un barco de vapor que en direccin al San Gotardo, lleva al pie de aquellos gigantescos montes con sus cimas cubiertas de relucientes glaciares. Durante aos so con esta fantasa cuando agotado de tanto trabajar, buscaba un momento de descanso. En realidad me promet una y otra vez tales delicias, pero no cumpl mi promesa. A este primer viaje ya citado sigui un segundo uno o dos aos ms tarde. Pude visitar a mi padre, que pasaba sus vacaciones en Sajonia. Supe por l la sensacional noti- cia de que haba entablado amistad con el sacerdote cat- lico de all. Esto me pareci una hazaa extraordinaria y audaz y en silencio admir el valor de mi padre. All visit el Fleli, la ermita y las reliquias del santo hermano Klaus. Me maravillaba cmo los catlicos supieron que el hermano Klaus fuera santo. Quiz rondaba todava por all y lo haba dicho a los hombres? Me impresion profundamente el genius loci y no slo pude concebir una vida de este tipo consagrada a Dios, sino comprenderla tambin con un ntimo recelo y con una pregunta para la cual no conoca respuesta: Cmo podan su mujer y sus hijos soportar que el marido y padre fuera un santo, cuando precisamente ciertas faltas y defectos hacan que mi padre fuese especialmente digno de ser amado por m? Yo pensaba: Cmo es posible convivir con un santo? Evidentemente esto a l tampoco le fue posible y por ello tuvo que hacerse ermitao. De todos modos, su celda no estaba muy lejos de su casa.
No encontraba tan mal la idea de que la familia estuviese en casa y yo tener otro pabelln, algo alejado, una serie de libros y el escritorio, una lumbre en 100 la cual asar castaas y encima poder colocar en un trpode la olla para la sopa. Como ermitaosanto no tendra que ir ya a la iglesia, sino que tendra mi capilla privada. Fui todava un trecho ms arriba de Fleli, perdido en mis pensamientos como en un sueo y me dispona a descender cuando surgi a la izquierda el afilado rostro de una muchacha. Llevaba el traje tpico, tena un simptico semblante y mostraba risueos ojos azules. Como la cosa ms natural bajamos juntos al valle. Era aproximadamente de mi edad. Dado que yo no conoca ninguna otra muchacha ms que a mi prima me senta algo cohibido al tener que hablar con ella. Comenc, pues, algo titubeante a explicar que estaba all por un par de das durante las vacaciones. Estudiaba bachillerato en Basilea y ms tarde pensaba ir a la universidad. Mientras hablaba me sobrecogi una especial sensacin de fatalidad. Ha surgido precisamente en este momento, pens para mis adentros; va a mi lado con tanta naturalidad como si nos perteneciramos mutuamente. La contemplaba de soslayo y vea en su rostro una expresin como de timidez y asombro, algo que me desconcertaba y me afectaba en cierto modo. Era posible que aqu me amenazara el destino? Era totalmente casual que la hubiera encontrado? Una campesina, cmo era posible? Es catlica, pero quizs su prroco es el mismo que ha entablado amistad con mi padre? Ella no sabe en absoluto quin soy yo. No podra hablar con ella de Schopenhauer y la negacin de la voluntad? No parece ser sospechosa en absoluto. Quizs su prroco no es jesuita, esos peligrosos ensotanados. Pero tampoco le puedo decir que mi padre es un prroco calvinista. Esto podra asustarla u ofenderla. Y adems, la filosofa y el diablo, que es ms importante que Fausto y a quien Goethe tan desdeosamente ha rebajado, esto no puede ser. Ella est en el lejano pas de la inocencia y yo estoy en la realidad, en el esplendor y crueldad de la creacin. Cmo podra ella so- portar esto? Un muro impenetrable se alza entre nosotros. No existe ni puede existir afinidad alguna. 101 Con tristeza en el corazn me encerr en mi abismo y di a la conversacin otro giro. Bajaba ella a Sajonia? El tiempo era bueno, lo mismo que la vista, etc. Este encuentro careca totalmente de importancia vis- to desde fuera. Pero en mi interior tuvo tanta importancia que me preocup no slo durante das sino siempre, y permanece inconmovible como un monumento en el ca- mino de mis recuerdos. Yo me encontraba entonces toda- va en aquella fase infantil en que la vida consiste en acon- tecimientos aislados e independientes. Pues quin sera capaz de descubrir los hilos del destino que conducen del santo Klaus a la bonita muchacha? Aquella poca se caracterizaba por el choque de ideas. Schopenhauer y el cristianismo, por una parte, no lograban coincidir y por otra parte la nmero 1 quera liberarse de la opresin y melancola de la nmero 2. No era la nmero 2 la que estaba deprimida, sino la nmero 1 cuando se acordaba de la nmero 2. En esta poca precisamente sucedi que del choque de antagonismo
naci la primera fantasa sistemtica de mi vida. Se manifest fragmentariamente y tuvo su origen probablemente hasta donde puede recordar con exactitud, en un suceso que me conmovi en lo ms ntimo. Fue un da en que una borrasca del noroeste levant olas espumosas en el Rin. Mi camino hacia la escuela bor- deaba el ro. Repentinamente vi cmo un barco proceden- te del norte con una gran vela cuadrada remontaba el Rin entre la borrasca; un acontecimiento enteramente nuevo para m: Un barco velero en el Rin! Esto dio alas a mi fantasa. Si en lugar de la rpida corriente fuese un lago que cubriera toda la Alsacia! Entonces tendramos veleros y grandes vapores. Entonces Basilea sera un puerto de mar. Entonces sera como si estuvisemos en el mar! Entonces todo sera distinto y viviramos en otra poca y en otro mundo. No existira el instituto, ni el largo camino hacia la escuela y yo sera mayor y dispondra de mi propia vida. Del lago se alzara una colina rocosa unida a tierra firme 102 por un estrecho istmo, cortado por un ancho canal, sobre el cual un puente de madera conducira a una puerta, flanqueada por torres, que dara acceso a una ciudadela medieval edificada sobre la ladera. Sobre las rocas habra un castillo inexpugnable con un gran donjn, una atalaya. Esto sera mi casa. En su interior no habra salas ni lujo alguno. Las habitaciones estaran simplemente entarimadas y seran ms bien pequeas. Habra una sumamente atractiva biblioteca donde se podra hallar todo lo digno de saberse. Tendra tambin un arsenal y los bastiones estaran erizados de pesados caones. Habra tambin una guarnicin de cincuenta oficiales armados en el pequeo castillo. La ciudadela tendra algunos centenares de habitantes y estara gobernada por un alcalde y un consejo de ancianos. Yo sera el arbitro que raras veces aparece juge de paix y consejero. La ciudadela tendra en tierra firme un puerto en el que estara mi buque de dos mstiles, armado con algunas pequeas piezas de artillera. El nervus rerum y a la vez la raison d'tre de toda esta confrontacin era el misterio de la atalaya de la cual slo yo tena conocimiento. El pensamiento me produjo unshock, pues en la torre se encontraba, bajando desde la azotea hasta la bodega, una columna de cobre o un grueso sable que en lo alto se descompona en finsimas rami-tas, como la copa de un rbol, o mejor todava, corno un rizoma con todas sus pequeas raicillas que se elevase en el aire. Expresaba algo inconcebible que fuese llevado a la bodega por la corpulenta columna de cobre. All se encontraba un inimaginable utillaje, una especie de laboratorio, en el cual yo fabricaba oro a partir de sustancias misteriosas, que eran extradas del aire por las races de cobre. Era realmente un arcano de cuya naturaleza yo no tena idea o no poda tenerla. Tampoco era posible imaginarse la naturaleza de la transformacin. Acerca de lo que suceda en el laboratorio, mi fantasa prudentemente pasaba por alto, o mejor dicho, con cierta timidez. Era como una prohibicin interna: ni siquiera haba que fijarse en lo 103
que era extrado del aire. Predominaba por ello una muda perplejidad, como Goethe dice de las madres: Hablar de ellas es verse en un apuro. Espritu era para m naturalmente algo inefable, pero en el fondo no se diferenciaba esencialmente del aire muy enrarecido. Lo que las races absorban y transmitan al tallo era una cierta esencia espiritual que abajo en los stanos se manifestaba en cabales monedas de oro. Esto no era en absoluto un simple truco mgico, sino un mis- terio de la naturaleza respetable y radical que me haba sido confiado, no s cmo, y del que deba no slo mante- ner secreto frente al consejo de ancianos sino tambin, hasta cierto punto, tena que ocultrmelo a m mismo. Mi largo y aburrido camino hacia la escuela comenz a acortarse de un modo oportuno. Apenas sala de la es- cuela me hallaba ya en el castillo donde se emprendan obras de construccin, se celebraban sesiones del consejo, se juzgaban reos, se solventaban litigios y se disparaban los caones. El velero se preparaba, se desplegaban las velas, el barco sala diligentemente del puerto impulsado por una dbil brisa, luego surgiendo detrs de las rocas avanzaba a travs de una fuerte borrasca del noroeste. Y yo estaba ya en casa, como si slo hubieran transcurrido unos minutos. Entonces sala yo de mi ensueo como si descendiera de un coche que me hubiese llevado a casa sin esfuerzo. Esta ocupacin, sumamente agradable, dur algunos meses hasta que le perd el gusto. Entonces encontr mi fantasa tonta y ridicula. En lugar de soar comenc a edificar castillos y primorosas plazas fortificadas, con piedre-citas y barro como mortero, para lo cual me sirvi de modelo la fortaleza de Hningen, que entonces se conservaba an con todos los detalles. A este respecto estudi con inters todos los planos de fortificacin de Vauban asequibles para m y pronto estuve al corriente de los trminos tcnicos. A partir de Vauban profundic tambin en los modernos mtodos de fortificacin de todo tipo e intent reproducirlos ingeniosamente con mis limitados 104 mtodos. Esta preocupacin ocup mis horas de ocio durante ms de dos aos, en cuya poca fortalec mi inclinacin por las ciencias de la naturaleza, y las cosas concretas a expensas de la nmero 2. Mientras que saba tan poco de las cosas reales, tampoco tena ningn sentido, pensaba yo, meditar sobre ellas. Todo el mundo puede fantasear, pero saber realmente es otra cuestin. Me abon a una revista cientfica que le con apasionado inters. Busqu y coleccion nuestros fsiles del Jura y todos los minerales que encontr, as como insectos, huesos de mamut y de hombre, los primeros de las areniscas de los llanos del Rin, los segundos de una fosa comn del ao 1811, cercana a Hningen. Las plantas me interesaban, pero no cientficamente. Por razones incomprensibles para m, no podan ser arrancadas ni desecadas. Eran seres vivientes que slo tenan sentido al crecer y florecer, un sentido oculto y misterioso, un pensamiento de Dios. Haba que contemplarlas con precaucin, haba que asombrarse de ellas filosficamente. Era verdaderamente interesante lo que la biologa tena que decir de ellas, pero esto no era lo esencial. Lo que era esencial a ellas no estaba yo en condiciones de explicrmelo. Cmo se comportaban, por ejemplo, respecto a la fe cristiana o a la negacin de la voluntad? Esto me
resultaba incomprensible. Se mantenan en un estado de inocencia divina, que era mejor no perturbar. En oposicin a ello, los insectos eran plantas, flores y frutos desnaturalizados, a los cuales les fue concedido alcanzar un tipo raro de patas o zancas y llegar a volar con alas, como con ptalos y spalos, y actuar como parsitos de las plantas. A causa de estas actividades destructivas fueron condenadas a ejecuciones masivas por cuyas expediciones represivas fueron atrapados, en especial los escarabajos y orugas. La compasin para todos los seres se limitaba exclusivamente a los animales de sangre caliente. Slo las ranas y los sapos eran excluidos de los animales de sangre fra a causa de su semejanza con el hombre. 105 PERODO UNIVERSITARIO Pese a mi inters creciente por las ciencias naturales volva siempre de vez en cuando a mis libros filosficos. La cuestin de elegir mi profesin era cada vez ms urgente y angustiosa. Esperaba ardientemente el fin de mi perodo escolar. Entonces estudiara, naturalmente, ciencias naturales. Entonces sabra algo positivo. Apenas me propuse esto abiertamente, se me plante ya la duda: No seran indicadas la historia y la filosofa? Entonces me interesaba nuevamente por los egipcios y los babilonios, y lo que ms me gustaba era ser arquelogo. Pero no dispona de dinero para estudiar en otro sitio que en Basilea y all no haba profesores de estas especialidades. As, acabaron pronto mis planes. Durante mucho tiempo no pude decidirme y aplazaba una y otra vez mi decisin. Mi padre estaba muy preocupado por ello. Una vez dijo: El muchacho se interesa por toda clase de cosas, pero no sabe lo que quiere. No pude menos que darle la razn. Cuando se aproxim la prueba de madurez del bachillerato y tuvimos que decidir en qu Facultad queramos inscribirnos, dije sin ms: Licenciatura de Filosofa, grupo II, por lo tanto, ciencias naturales, pero dej en duda a mis compaeros de si realmente quera decir grupo I o grupo II. Esta decisin aparentemente rpida tena, sin embargo, sus antecedentes. Algunas semanas antes, en la poca en que la nmero 1 y la nmero 2 disputaban acerca de la decisin a tomar, tuve dos sueos. En el primer sueo pe106 netr en un oscuro bosque que se extenda a lo largo del Rin. Llegu a una pequea colina, un tmulo funerario y comenc a cavar. Despus de un rato descubr con asombro restos de animales prehistricos. Esto me interes apasionadamente y en el mismo instante supe: debo conocer la naturaleza, el mundo en el que vivimos y las cosas que nos circundan. Entonces tuve un segundo sueo en el que me encontr de nuevo en un bosque. Estaba atravesando por cursos de agua, y en el lugar ms oscuro vi, rodeado por densos matorrales, un estanque circular. En el agua estaba, semi- sumergida, la ms extravagante figura: un animal redondo, matizado de muchos colores, que se compona de muchas celdillas pequeas, o de rganos que tenan la forma de tentculos. Un enorme radiolario de aproximadamente un metro de dimetro. Que esta imponente figura permaneciera tranquilamente en un lugar oculto, en
aguas profundas y claras, me pareci indescriptiblemente maravilloso. Estimul en m un supremo afn de saber y me despert palpitndome el corazn. Estos dos sueos me persuadieron definitivamente por las ciencias y desvanecieron todas las dudas a este respecto. En esta ocasin se me hizo patente que viva en la poca y en un lugar determinado en que uno tena que ganarse la vida. Por tal motivo haba de ser esto o aquello, y me impresion profundamente que todos mis compaeros estuviesen preocupados por esta necesidad y no pensasen ms all de ello. Me sent extraado. Por qu no poda decidirme y organizarme definitivamente? Incluso el meticuloso D., a quien mis profesores de alemn me haban mostrado como modelo de aplicacin y diligencia, estaba seguro de que estudiara teologa. Vi que me resultara ms cmodo decidirme de una vez a meditar sobre la cuestin. Como zologo, por ejemplo, slo podra ser maestro de escuela o en el mejor de los casos empleado de un jardn zoolgico. Esto no tena porvenir, incluso tratndose de aspiraciones modestas. Ante la posibilidad de 107 llegar a ser maestro de escuela hubiera preferido, sin duda, la ltima alternativa. En este callejn sin salida se me ocurri la luminosa idea de que poda estudiar medicina. Extraamente esto nunca se me haba ocurrido antes, aunque mi abuelo pa- terno, del que tanto haba odo hablar, haba sido tambin mdico. Precisamente por ello tena incluso una cierta prevencin contra esta profesin. Ante todo no repetir nada, era mi divisa. Pero ahora, pens que la licenciatura en medicina por lo menos comenzaba con asignaturas cientficas naturales... As, pues, hice yo tambin mis clculos. Adems el campo de la medicina era tan diverso que siempre habra posibilidad de dedicarse a alguna rama cientfica. Ciencias era para m algo incontestable. La cuestin era slo cmo? Deba ganarme la vida y puesto que no dispona de dinero no poda acudir a ninguna uni- versidad extranjera para prepararme en una carrera cientfica. En el mejor de los casos poda llegar a ser un dile- tante de la ciencia. Puesto que por lo dems tena una ac- titud poco simptica hacia muchos de mis compaeros y para mucha gente (lase maestros) que originaba descon- fianza y recriminaciones, no exista ninguna posibilidad de hallar un mecenas que pudiese haber apoyado mis deseos. Me decid pues, finalmente, por licenciarme en medicina con la sensacin, no precisamente agradable, de no ser bueno comenzar la vida con un compromiso de este tipo. De todos modos me sent notablemente aliviado por esta decisin irrevocable. Pero ahora se suscit la penosa cuestin: Cmo obte- ner el dinero necesario para la carrera? Mi padre slo po- da proporcionrmelo en parte. Sin embargo, solicit una beca para la universidad que, para mi vergenza, me fue concedida. Me avergonzaba menos el hecho de que nues- tra pobreza fuera as puesta al descubierto a todo el mun- do, que el de mi secreta conviccin de que, por as decirlo, toda la gente de arriba, es decir, los que la otorgaban, me eran hostiles. Nunca hubiese esperado esta bondad de
108 arriba. Evidentemente me beneficiaba del buen prestigio de mi padre, que era un hombre bueno y sin complicaciones. Me senta extremadamente distinto a l. Tena ciertamente sobre m dos opiniones discordantes entre s. La nmero 1 vea mi personalidad como un joven poco simptico y medianamente dotado con ambiciosas pretensiones y temperamento indomable y modales dudosos, tan pronto ingenuamente interesado como infantilmente desilusionado; en lo ms hondo de su ser como un reaccionario apartado del mundo. La nmero 2 consideraba a la nmero 1 como un difcil e ingrato problema moral, como una especie de trabajo mprobo, dificultado por una serie de defectos, tal como pereza espordica, falta de valor, depresin, entusiasmo estril para las ideas y cosas que nadie valora: amistades imaginarias, estrechez de miras, prejuicios, estupidez (Matemticas!), falta de comprensin por los dems hombres, vaguedad y confusin en cuestiones ideolgicas; ni cristiano ni otra cosa. La nmero 2 no constitua un carcter, sino una vita peracta, nacida, viviente, muerta, todo en uno, una visin panormica de la misma naturaleza humana; despiadadamente lcida sobre s misma, pero inepta y poco voluntariosa, aunque ansiosa por manifestarse a s misma a travs del complejo y oscuro mdium de la personalidad nmero 1. Cuando la nmero 2 prevaleca, la nmero 1 estaba contenida e instalada en sta, y a la inversa, la nmero 2 consideraba a la otra un lgubre mundo interior. La nmero 2 senta la eventual expresin de s misma como una piedra que hubiera sido arrojada desde los linderos del mundo y hubiera cado en la infinitud de la noche. En ella (la nmero 2) dominaba, sin embargo, la luz como en los amplios salones de un palacio real, cuyas altas ventanas se abran a un paisaje baado por el sol. Aqu imperaban sentido y continuidad histrica en el ms estrecho antagonismo con la incoherente contingencia de la vida de la nmero 1 que en el ambiente inmediato no hallaba en realidad ningn punto de contacto. La nmero 2, por el contrario, se senta se109 cretamente identificada como la Edad Media, personificada en Fausto, legado de pocas pasadas por las que Goethe senta profundo inters. As, pues, tambin para l ste era mi gran consuelo la nmero 2 era una realidad. Fausto lo sospechaba yo con cierto temor significaba ms para mi amado Evangelio de San Juan. En l viva algo que yo poda compartir espontneamente; el cristo de San Juan me resultaba ajeno, pero todava ms ajeno me era el Salvador sinptico. Los evangelios escritos por Mateo, Marcos y Lucas, son tan parecidos y de paralelismo tan visible, que se les llama sinpticos (visibles conjuntamente) (N. del t.). Fausto en cambio era un equivalente vivo de la nmero 2 y estaba convencido de que representaba la respuesta que Goethe haba dado a las cuestiones de su poca. Esta opinin no slo me resultaba confortante, sino que me proporcionaba mayor seguridad interna y la certeza de pertenecer a la sociedad humana. Ya no era yo el nico ni un mero curioso, por as decirlo unlusus de la cruel naturaleza. Mi padrino y protector era el mismo gran Goethe.
Aqu se terminaba en efecto la conformidad preliminar. Pese a mi admiracin, censuraba yo la solucin definitiva del Fausto. El frivolo menosprecio de Mefistfeles me ofenda personalmente, as como el impo desdn de Fausto y principalmente el asesinato de Filemn y Baucis. En esta poca tuve un sueo inolvidable que al mismo tiempo me aterroriz y estimul. Era de noche en un lugar desconocido y slo penosamente avanzaba yo contra un poderoso huracn. Adems se extenda densa niebla. Yo sostena y protega con ambas manos una pequea luz, que amenazaba con apagarse a cada instante. Pero todo dependa de que yo mantuviese viva esta lucecita. De pronto tuve la sensacin de que algo me segua. Mir hacia atrs y vi una enorme figura negra que avanzaba tras de m. Pero en el mismo momento me di cuenta pese a mi espanto de que deba salvar mi pequea luz, ajeno a todo peligro, a travs de la noche y de la tormenta. Cuan110 do me despert, en seguida lo vi claro: era el espectro, mi propia sombra sobre la niebla, arremolinndose cansa- do por la pequea luz que llevaba ante m. Saba tambin que la lucecita era mi conciencia; es la nica luz que ten- go. Mi propio conocimiento es el nico y el mximo teso- ro que poseo. Cierto que es infinitamente pequeo y frgil frente al poder de las tinieblas, pero una luz al fin y al cabo, mi propia luz. Este sueo signific para m una gran revelacin: ahora saba que la nmero 1 era la que llevaba la luz, y que la nmero 2 le segua como una sombra. Mi tarea consista en conservar la luz y no mirar atrs a lavita peracta, que evidentemente era un reino prohibido de luz de otro tipo. Yo deba avanzar contra la tormenta que trataba de hacerme retroceder y entrar en la infinita oscuridad del mundo, donde no se ve nada ni se percibe nada ms que la superficie de profundos misterios. Como la nmero 1 deba progresar en la carrera, en las necesidades econmicas, en los compromisos, complicaciones, confusiones, errores, humillaciones y fracasos. La tormenta que yo afrontaba era la poca que sin cesar desemboca en el pasado que, tambin constantemente, me pisaba los talones. En un remolino poderoso que con avidez arrastra consigo a todo cuanto existe y al que slo se sustrae por algn tiempo quien se esfuerza por avanzar. El pasado es inmensamente real y actual y atrapa a todo aquel que no logra redimirse mediante una respuesta satisfactoria. Mi concepcin del mundo experiment entonces un giro de 90 grados: supe que mi camino conduca irremisi- blemente a lo externo, a lo limitado, a las tinieblas de la tridimensionalidad. Tuve la impresin que debi tener Adn al abandonar as el paraso. ste se le haba conver- tido en un espectro y estaba claro que labrara un campo pedregoso con el sudor de su frente. Me pregunt entonces: De dnde proviene un sueo as? Hasta entonces tena por evidente que tales sueos me eran enviados directamente por Dios -somnia a Deo
111 missa. Pero ahora me haba asimilado tanta crtica del conocimiento que me acometieron dudas. Se poda decir, por ejemplo, que mi inteligencia se haba desarrollado paulatinamente y despus, de repente, se desvaneca en un sueo. Evidentemente se trataba de esto. Pero ello no es ninguna explicacin, sino una mera descripcin. La ver- dadera cuestin es por qu este proceso tuvo lugar y por qu irrumpe en la consciencia. Yo no haba hecho nada conscientemente para favorecer este desarrollo, sino que mis simpatas estaban en el lado opuesto. Debe, pues, haber algo entre bastidores de la obra, algo inteligente, en todo caso ms inteligente que yo; pues yo no hubiera cado en la genial idea de que el reino de la luz interior es una enorme sombra a la luz de la consciencia. Ahora comprenda muchas cosas que antes me resultaban inexplicables, a saber: aquella fra sombra de lo ajeno y lo extrao, que siempre caa sobre la gente, cuando me refera yo a algo que afectara al reino interior. Tena que dejar detrs de m a la nmero 2, esto lo vea claro, pero en ningn caso me estaba permitido renegar de m mismo o anularla por completo. Esto hubiera constituido una automutilacin y adems no hubiera existido ya posibilidad alguna de explicarme el origen del sueo. No exista duda alguna para m de que la nmero 2 tena algo que ver con la causa del sueo y era fcil atribuirle la requerida inteligencia elevada. Yo mismo me senta cada vez ms identificado con la nmero 1, y esta situacin se manifestaba como una mera parte de la mucho ms importante nmero 2, con la cual, por esta razn pre- cisamente, no poda sentirme ya idntico. La nmero 2 era de hecho un espectro, es decir, un espritu que haba crecido al conjuro de la oscuridad del mundo. Esto no lo haba sabido yo antes y entonces slo estaba confusa para m, como puedo comprobar mirando hacia atrs, aunque tena la impresin de conocerla incuestionablemente. En todo caso, se haba operado en m un distanciamiento entre la nmero 1 y la nmero 2, que me asignaba 112 la nmero 1 y me apartaba en igual medida de la nmero 2. La nmero 2 se haba convertido, por lo menos en sntesis, en una personalidad en cierto modo autnoma. No asoci a ello ninguna individualidad determinada, como la de un resucitado, aunque por mi procedencia campesina una posibilidad de este tipo me hubiera resultado enteramente admisible. Pues en el campo, segn y cmo, se cree en estas cosas, existen y no existen. Lo nico claro en este espritu era su carcter histrico, su extensin en el tiempo o el estar fuera de su poca. Es verdad que todo esto me lo deca a m mismo no con tantas palabras, del mismo modo que tampoco tena idea acerca de su existencia en el espacio. Desempeaba el papel de un factor an no definido en detalle, presente, sin embargo, de modo definitivo, en el fondo de mi existencia.
El hombre llega al mundo fsica y espiritualmente con una disposicin individual y en primer lugar traba cono- cimiento con el ambiente paterno y su espritu con el que, a causa de su individualidad, slo condicionalmente coincide. Pero el espritu familiar por su parte est en gran medida incluido por el espritu de la poca que, en s, es ignorado por la mayora. Si este espritu familiar representa un consensus omnium, significa una seguridad en el mundo; si est en oposicin con muchos y en contradiccin consigo mismo, en tal caso surge la sensacin de inseguridad en el mundo. Los nios responden mucho menos ante lo que los adultos dicen que ante los imponderables del ambiente. A stos el nio se adapta inconscientemente, es decir, surgen en l correlaciones de naturaleza compensatoria. Las representaciones propiamente religiosas, que ya sobrecogieron en la infancia, son imgenes surgidas es- pontneamente, que deben comprenderse como reacciones a mi ambiente paternal. Las dudas religiosas, a las cuales mi padre debi de sucumbir de modo manifiesto, tuvieron naturalmente en l mi largo perodo preparatorio. Una revolucin as del propio mundo, y del mundo en 113 general, proyect sus sombras durante mucho tiempo y tanto ms tiempo cuanto ms desesperadamente se opone la conciencia a su poder. Es comprensible que las latentes sospechas que suman a mi padre en la inquietud repercu- tiesen evidentemente sobre m tambin. Nunca tuve la sensacin de que tales influencias pro- cedieran en parte de mi madre, pues ella se encontraba inmersa en una sima profunda e invisible, que nunca me pareci una conviccin cristiana. Esto tena que ver, en cierto modo, con mi afecto por los animales, rboles, montaas, praderas y cursos de agua con lo que sus apa- riencias cristianas contrastaban con sus convencionales manifestaciones de fe. Este trasfondo corresponda tanto a mi propia actitud, que no motiv inquietud alguna; por el contrario, esta percepcin me dio siempre un sentimiento de seguridad y el convencimiento de que aqu exista un terreno firme sobre el que se poda permanecer. No se me ocurri pensar cun pagano era su fundamento. La n- mero 2 de mi madre represent siempre para m el ms firme apoyo en los incipientes conflictos entre la tradicin paterna y las extraas imgenes compensatorias a cuya creacin mi inconsciente se senta impulsado. Retrospectivamente veo en qu medida mi desarrollo infantil anticipaba acontecimientos futuros y preparaba modos de adaptacin a la ruptura religiosa de mi padre, as como para la trgica revelacin de la actual imagen del mundo, que ciertamente tampoco ha surgido de ayer a hoy sino que ha proyectado largo tiempo sus sombras. A pesar de que somos hombres de nuestra propia vida personal somos tambin, por otra parte, en gran medida, re- presentantes, vctimas y promotores de un espritu colec- tivo, cuya vida equivale a siglos. Podemos ciertamente imaginar una vida a la medida de nuestros propios deseos y no descubrir nunca que fuimos en suma comparsas del teatro del mundo. Pero existen hechos que ciertamente ig- noramos, pero que influyen en nuestra vida y ello tanto ms cuanto ms ignorados son.
114 As pues, por lo menos una parte de nuestro ser vive en los siglos, aquella parte que para mi uso privado he de- signado como la nmero 2. Que no se tata de una curiosidad individual lo demuestra nuestra religin occidental que se dirige, expressis verbis, a este hombre interior y que, pronto har dos mil aos, intenta formalmente poner de manifiesto su consciencia de las apariencias y su personalismo:Non foras ire, in interiore homine habitat ventas! (No salgis de vosotros mismos, en el interior del hombre habita la verdad.) Desde 1892 hasta 1894 sostuve una serie de violentas discusiones con mi padre. l haba estudiado en Gttingen lenguas orientales con Ewald y preparado su disertacin del Cantar de los cantares. Su poca heroica termin con el examen de licenciatura en la universidad. Luego olvid su disposicin filolgica. Como prroco rural en Laufen, cerca del salto del Rin, se sumi en el entusiasmo lrico y en sus recuerdos de la poca universitaria: sigui fumando su larga pipa de estudiante y fue decepcionado por su matrimonio. Hizo mucho bien demasiado. A causa de ello estaba la mayora de veces de mal humor y su irritacin se hizo crnica. Mis padres se esforzaban al mximo en llevar una vida piadosa con el resultado de que slo raramente haba escenas. Por culpa de estas dificultades es natural que ms adelante se quebrase tambin su fe. Por entonces la irritabilidad y el descontento de mi padre haban aumentado y su estado me llenaba de preo- cupacin. Mi madre evitaba todo cuanto poda irritarle y eluda toda disputa. Si bien tuve que reconocer lo acertado de su comportamiento, no poda refrenar, en muchas ocasiones, mi propio temperamento. Frente a los arrebatos de mi padre me mantena pasivo, pero cuando me pareca estar de humor favorable intentaba iniciar un dilogo abierto con la intencin de conocer ms de cerca sus procesos internos y sus convicciones. Estaba claro para m que algo le incomodaba y sospechaba que esto tena que 115 ver con su ideologa religiosa. Toda una serie de indicios me convencan de que eran dudas de fe. Esto slo poda deberse, me pareca, a que le faltaba la necesaria experiencia. De mis discusiones deduje que deba suceder algo por el estilo, pues a toda mis preguntas seguan o bien las consabidas respuestas teolgicas, sin vida, o un encogimiento de hombros resignado que despertaba mis protestas. No poda yo comprender que no aprovechara l toda ocasin para oponerse combativamente a su situacin. Comprenda que mis preguntas directas lo ponan triste, pero esperaba, sin embargo, una conversacin constructiva. Me pareca casi inconcebible que no poseyera la experiencia de Dios, la experiencia ms evidente de todas. Ciertamente yo saba lo bastante sobre la teora del conocimiento para comprender que no se poda demostrar un conocimiento de este tipo, pero era igualmente evidente que no requiere demostracin alguna,
del mismo modo que la belleza de una salida de sol o el miedo ante la posibilidad del otro mundo no requeran ser demostrados. Intentaba yo, de un modo posiblemente muy torpe, procurarle estas evidencias, con la vana intencin de ayudarle a soportar su especial destino que inexorablemente se cumplira en l. Tena que disputar con alguien y lo haca con su familia y consigo mismo. Por qu no lo haca con Dios, el oscuro auctor rerum creatarum, el nico que es realmente responsable de los males del mundo? l le hubiera enviado seguramente como respuesta uno de aquellos sueos mgicos, infinitamente profundos, que l me enviaba a m, sin haberle preguntado, sellando con ello mi destino. Yo no saba cmo, pero era as. S, l me haba permitido incluso una ojeada en su propia esencia. Pero esto ltimo era realmente un gran secreto que ni siquiera a mi padre poda o deba revelar. Quizs, as me lo pareca, lo hubiera podido descubrir si l hubiera sido capaz de comprender la experiencia inmediata de Dios. Pero en mis conversaciones con l nunca llegu tan lejos, ni siquiera a la vista de la cuestin, porque siempre me mantuve en un plano intelectual y no 116 psicolgico, y eluda en lo posible el aspecto sentimental para evitar sus emociones. Pero este tipo de acercamiento actuaba siempre como el trapo rojo ante el toro y conduca a irritadas reacciones que me resultaban incomprensibles. Pues yo no era capaz de comprender cmo un argumento del todo racional pudiese chocar con una oposicin emotiva. Estas discusiones infructuosas nos enojaban a l y a m y, finalmente, nos retirbamos, cada uno con su particular sentimiento de inferioridad. La teologa nos alej uno de otro. Lo sent nuevamente como un fatal fracaso en el que, sin embargo, no me senta solo. Tena una oscura intuicin de que mi padre haba sucumbido inevitablemente a su destino. l estaba solo. No tena amigos con quienes poder hablar, por lo menos yo no conoca a nadie en nuestro ambiente a quien confiarme para hallar la palabra clave. Una vez le o rezar: luchaba desesperadamente por su fe. Qued conmovido e indignado a la vez porque vea que sin remisin quedaba a merced de la Iglesia y de sus pensamientos teolgicos. Le haban abandonado alevosamente despus de haberle cortado toda posibilidad de llegar directamente a Dios. Entonces comprend lo profundo de mi vivencia: Dios mismo haba desautorizado en mi sueo a la teologa y a la Iglesia sobre ella. Fundada por otra parte, l admita, como tantas otras cosas, la teologa. Me pareci ridculo suponer que los hombres hubiesen sido los causantes de tal evolucin. Qu eran, pues, los hombres? Han nacido tontos y ciegos, como los perritos, como todas las creaciones de Dios, dotados de escasas luces, que no pueden iluminar las tinieblas entre las que andan a ciegas. Todo esto me resultaba claro y tambin estaba seguro de que ninguno de los telogos que yo conoca haba visto con sus propios ojos la luz que brilla en las tinieblas, de lo contrario no hubieran podido ensear ninguna religin teolgica. La religin teolgica no poda servirme para nada, pues no corresponda a mi experiencia de Dios. Sin esperanza de saber, exiga creer. Esto lo 117 haba intentado mi padre con grandes dificultades y haba fracasado en ello. Mal poda mi padre defenderse contra el ridculo materialismo del psiquiatra. Esto era tambin algo que deba creerse
exactamente como la teologa! Yo estaba ms seguro que nunca de que a ambas les faltaba tanto la crtica del conocimiento como la experiencia. Mi padre estaba evidentemente bajo la impresin de que los psiquiatras haban descubierto algo en el cerebro que demostraba que, en el lugar en que deba estar el espritu, exista materia y nada aeriforme. Ello coincida con diversas advertencias de mi padre, en el sentido de que si yo estudiaba medicina deba convertirme en un mate- rialista. Para m, sin embargo, su advertencia significaba que yo no deba creer en nada, pues saba que los mate- rialistas, al igual que los telogos, crean en sus definicio- nes y saba tambin que mi pobre padre simplemente sala del lodo para caer en el arroyo. Me daba cuenta de que la para m siempre loadsima fe le haba jugado esta pasada fatal y no slo a l, sino a la mayora de gente culta y seria que yo conoca. El pecado capital de la fe me pareca consistir en que prescinde de la experiencia. Cmo saban los telogos que Dios haba dispuesto deliberadamente ciertas cosas y otras las permita, y cmo sabrn los psi- quiatras que la materia posee las propiedades del espritu humano? Yo no corra peligro en absoluto de caer en el materialismo, pero s mi padre, lo que me resultaba cada vez ms evidente. Evidentemente alguien le haba susurra- do algo de la sugestin, pues lea entonces, como descu- br, el libro de Bernheim sobre la sugestin, traducido por Sigmund Freud.1 Esto era nuevo y significativo para m, pues hasta entonces slo haba visto a mi padre leer nove- las o descripciones de viajes. Todos los libros inteligen- tes e interesantes parecan ser mal vistos. Sin embargo, la lectura no le hizo feliz. Su humor depresivo aument y se agudiz, as como su hipocondra. Se hallaba aquejado 1.Die Suggestion una ihre Heilwirkung, Leipzig y Viena, 1888. 118 desde haca una serie de aos de toda clase de sntomas abdominales sin que el mdico pudiera determinar nada definitivo. Ahora se quejaba de sentir algo as como pie- dras en el vientre. No tomamos esto en serio durante mucho tiempo, pero finalmente el mdico lleg a preocu- parse. Esto era a fines del verano de 1895. En primavera haba iniciado yo mi licenciatura en la Universidad de Basilea. La nica poca de mi vida en que me aburra, es decir, el perodo escolar, finalizaba y se me abran las puertas doradas hacia la universitas litterarum y la libertad acadmica oira la verdad sobre la naturaleza en sus aspectos principales, averiguara todo lo referente al hombre sobre su anatoma y fisiologa y a ello se aadira el conocimiento de las anomalas biolgicas, es decir, las enfermedades. Adems pude ingresar en una asociacin estudiantil, la Zofingia, a la que ya haba pertenecido. Mi padre cuando era estudiante de primer curso me acompa a una excursin que hicimos a un pueblo vincola del Margraviato, pronunci all un jovial discurso en el que para mi satisfaccin se puso de manifiesto el alegre espri- tu de su propio pasado de estudiante. Asimismo com- prend inmediatamente que su propia vida se haba sumido en el silencio definitivo al terminar su carrera, y el verso de un canto estudiantil me vino a la memoria: Se retiran con la mirada baja al pas de los filisteos Oh jerum,
jerum, jerum, Oh quae mutatio rerum! Estas palabras me llegaron al alma. Un da haba sido l un estudiante entusiasta como yo de primer curso, el mundo se le haba representado como a m; los infinitos tesoros del saber haban pasado ante l como ante m. Qu pudo pasar para que todo le hubiese decepcionado, avinagrado y amargado? No hall respuesta o demasiadas. La alocucin que pronunci aquel atardecer de verano entre 119 botellas de vino fue su ltimo recuerdo vivo de una poca en la que fue lo que deba haber sido. Poco despus de esta excursin empeor su estado. A finales de otoo de 1895 tuvo que guardar cama y muri a comienzos del ao 1896. Llegu a casa despus de las clases y pregunt por l. Ah, est como siempre. Se encuentra muy dbil, dijo mi madre. l le susurr algo y mi madre dijo, indicndome con su mirada el estado de delirio de mi padre: Desea saber si has aprobado ya el examen de licenciatura. Vi que estaba obligado a mentir: S, me ha ido muy bien. Suspir aliviado y cerr los ojos. Algo ms tarde volv a verle. Estaba solo. Mi madre tena algo que hacer en la habitacin contigua. Respiraba con dificultad y vi que estaba agonizando. Qued petrificado junto a su cama. Nunca haba visto todava morir a un hombre. Repentinamente dej de respirar. Yo esperaba y esperaba que volviese a cobrar aliento. Pero no se produjo. Entonces me acord de mi madre y fui a la habitacin vecina donde estaba sentada ante la ventana haciendo calceta. Se muere, dije. Vino conmigo a la cama y vio que estaba muerto. Dijo, como extraada: Qu aprisa ha pasado todo. Los das siguientes fueron lgubres y dolorosos y poco recuerdo de ellos. Una vez mi madre me habl a m o a mi atmsfera con su segunda voz, y dijo: Ha muerto a tiempo para ti, y lo que me pareci que significaba: Vosotros no os comprendais y te hubiese podido resultar un estorbo. Esta interpretacin me pareci coincidir con la nmero 2 de mi madre. El para ti me impresion terriblemente y sent que todo un captulo de los viejos tiempos haba finalizado irrevocablemente. Por otra parte, se despert entonces en m un atisbo de visibilidad y libertad. Despus de la muerte de mi padre me traslad a su habitacin y en el marco de la familia ocup su lugar. Tuve, por ejemplo, que dar semanalmente a mi madre el dinero para el mantenimiento de la casa, porque ella no saba administrarse ni manejar el dinero. 120 Unas seis semanas despus de su muerte, mi padre se me apareci en sueos. Repentinamente surgi ante m y me dijo que regresaba de vacaciones. Se haba repuesto completamente y ahora regresaba a casa. Pens que me re- prochara el haberme trasladado a su habitacin. Pero de ello no dijo nada! Con todo, me avergonc por haberme imaginado que estaba muerto. Al cabo de unos dos das se repiti el sueo de que mi padre volva a casa convaleciente y nuevamente me
reproch haber credo que hubiese muerto. Yo me preguntaba sin cesar: Qu significa que mi padre vuelva en sueos? Que parezca tan real? Esto fue un acontecimiento inolvidable y me llev por vez primera a meditar sobre la vida despus de la muerte. Con la muerte de mi padre surgieron graves problemas en relacin con la prosecucin de mis estudios. Una parte de lo parientes maternos opinaban que deba buscarme un puesto de empleado en una casa comercial para ganar algo lo antes posible. El hermano menor de mi madre se ofreci a ayudarla, pues los medios econmicos de que disponamos no bastaban con mucho. Un to paterno me ayud. Al finalizar mi carrera le deba 3.000 francos. El resto lo gan como ayudante y en la venta particular de una pequea coleccin de antigedades que haba heredado de una vieja ta y que ventajosamente fui vendiendo pieza a pieza, con lo que obtuve una oportuna ganancia. Quisiera no echar de menos mi poca de pobreza. Se aprende a valorar las cosas simples. Recuerdo todava muy bien que en cierta ocasin me regalaron una caja de cigarros. Me pareci algo regio. Me duraron todo un ao, slo los domingos me fumaba uno. Puedo decir mirando hacia atrs: la poca universitaria fue una bella poca para m. El espritu lo avivaba todo y fue tambin una poca de amistades. En la asociacin Zofingia di varias conferencias sobre temas de teologa y psicologa. Mantenamos las ms animadas discusiones 121 y no slo sobre cuestiones mdicas. Discutamos sobre Schopenhauer y Kant. Conocamos bien los distintos esti- los de Cicern y nos interesbamos por la teologa y la fi- losofa. Se poda suponer en todos una formacin clsica y una culta tradicin espiritual. Albert Oeri era uno de mis amigos ms ntimos. Me uni a l una amistad que perdur hasta su muerte (1950). En realidad nuestra relacin era unos veinte aos ms antigua que nosotros, pues a fines de los aos sesenta del pasado siglo comenz la amistad entre nuestros padres. Pero al revs de aquellos que el destino en los posteriores aos separ, no slo nos reuni, sino que hasta final nos mantuvo unidos con el lazo de la fidelidad. Conoc a Oeri como miembro de la Zofingia. Era tan jovial como sensible y un hbil narrador. Me result espe- cialmente emotivo el que fuera sobrino segundo de Jakob Burckhardt, al que nosotros, jvenes estudiantes de Basi- lea, venerbamos como a la gran figura, ya legendaria, que haba vivido y actuado en nuestro ambiente. El mismo Oeri transmita algo de la esencia exterior de ste, hombre singular por ciertos rasgos faciales, en su ademanes y en su modo de hablar. Tambin sobre Bachofen, a quien, al igual que a Burckhardt, encontraba de vez en cuando por la calle, supe muchas cosas por mi amigo. Pero ms que estas cuestiones externas me atraa su carcter meditativo, el modo como valoraba los procesos histricos; ya entonces posea una asombrosa madurez de criterio poltico y una curiosa capacidad para comprender a las personalidades contemporneas que su genio saba intuir como nadie. Su escepticismo saba ver la vanidad y la vaciedad, incluso bajo las apariencias ms engaosas.
Un tercer miembro de nuestro grupo era Andreas Vis- cher, desgraciadamente fallecido a temprana edad y que posteriormente fue durante muchos aos director del Hos- pital de Urfa en Asia Menor. Juntos discutamos en el Adler de Weil y en el Hirzen de Haltingen, ante un vaso de Markgrfler bajo el sol y la mudable luna. Estas conversa122 ciones constituyeron momentos estelares inolvidables de mi poca universitaria. Dado que la profesin y la residencia nos separaban, nos vimos en las siguientes dcadas en escasas ocasiones. Pero del mismo modo que las alegres horas del medioda de la vida nos aproximaron a Oeri y a m, ambos de la misma edad, el destino nos reuni una y otra vez. Cuando llegamos a los treinta y cinco aos hicimos inesperada- mente juntos un viaje memorable en barco, concretamente en mi barco de vela, y nuestro mar fue el lago de Zurich. Como tripulacin tuve tres jvenes mdicos que trabaja- ban entonces conmigo. Nuestro viaje fue de ida y vuelta a Walenstadt. Dur cuatro das. Navegamos con viento fres- co y la vela izada a tope. Haba trado una traduccin de Voss de laOdisea y nos ley en voz alta durante la travesa la aventura de Circe y la Nequia.2 Un fulgor se extenda sobre la rielante superficie del lago y las orillas envueltas en plateados vapores. El viento favorable de turgente sopl hinch la vela del navio con espoln, doliente como la buena acompa- ante, Circe, la hermosa seductora, la sublime diosa me- ldica. Superpuestas a las luminosas imgenes homricas se me ocurran inquietantes pensamientos acerca del futuro, del gran viaje sobre el pelagus mundi, que nos aguardaba todava. Oeri, que hasta entonces se haba mostrado inde- ciso, se casaba poco despus y a m el destino me deparaba, como a Ulises, una Nequia, el descenso a los tenebro- sos infiernos. Luego vinieron lo aos de guerra y nueva- mente le vi muy raras veces. Tambin cesaron las largas 2. Nequia de (cadver) es el ttulo del canto 11 de laOdisea. Sig- nifica la ofrenda en sufragio de los muertos para conjurar la expulsin del Hade. Nequia es una acertada descripcin del descenso al pas de los muertos, como por ejemplo en la Divina Comedia o La clsica noche de Walpurgia en elFausto. Jung lo emplea aqu en un sentido figurado y alude su descenso al mundo de las imgenes del inconsciente, del que se hablar en el captulo El anlisis del inconsciente. A. ]. 123 charlas. En realidad se hablaba slo de la actualidad. Pero un dilogo interior se produjo entre nosotros, como pude descubrir por algunas preguntas aisladas que me plantea- ba. Era un inteligente amigo y me conoca a su modo. Esta compenetracin silenciosa y su inmutable fidelidad significaron mucho para m. En la ltima dcada de su vida nos vimos nuevamente con frecuencia, porque ambos sabamos que las sombras se extenderan.
Respecto a las cuestiones religiosas, experiment mu- chos estmulos durante mi poca de estudiante. En casa se me present la agradable oportunidad de conversar con un telogo, el vicario de mi fallecido padre. Se distingui no slo por su descomunal apetito, que a m me eclipsaba, sino por su vasta erudicin. De l aprend mucho de la pa- trstica, de la historia de los dogmas, y en especial me en- ter de muchas novedades sobre teologa protestante. La teologa de Ritschl estaba entonces de moda. Su integra- cin histrica y sobre todo la metfora del tren.3 Tambin los estudiantes de teologa con los que discuta en la aso- ciacin Zofingia parecan todos ellos conformarse con la idea del efecto histrico, que proceda de la vida de Cristo. Esta concepcin me pareca no slo carente de sentido, sino tambin muerta. No poda habituarme a la opinin que coloca a Cristo en primer plano y lo convierte en la nica figura decisiva en el drama entre Dios y el hombre. Para m esto se opona totalmente a la propia opinin de Cristo, de que el Espritu Santo, que le haba engendrado a l, despus de su muerte le sustituira entre los hombres. El Espritu Santo significa para m una explicacin adaequate del Dios inconcebible. Sus efectos eran no slo de naturaleza elevada, sino tambin de tipo milagroso e incluso problemtico como los hechos de Jehov a quien 3. R. emplea la comparacin del tren, que est en maniobras; la loco- motora da una sacudida hacia atrs, y este impulso se transmite a todo el tren: del mismo modo el impulso de Cristo perdura a travs de los siglos. A. J. 124 identificaba yo ingenuamente, segn las enseanzas reci- bidas para la primera comunin, con la imagen cristiana de Dios. (Tampoco saba yo entonces que el diablo, pro- piamente dicho, nace con el cristianismo.) Elhr Jess era, para m, sin lugar a dudas, un hombre y por ello incierto, o sea, un simple portavoz del Espritu Santo. Esta interpretacin sumamente heterodoxa que difera de la teologa de 90 a 180 grados encontraba naturalmente la ms profunda incomprensin. La desilusin que por ello experiment me llev paulatinamente a un tipo de resignado desinters y fortaleci cada vez ms mi conviccin de que en esta cuestin slo la experiencia poda resultar decisiva. Con Candide, que lea entonces, poda decir: Tout cela est bien dit mais il faut cultiver notre jardn, con lo que se aluda a las ciencias de la naturaleza. En el transcurso de mi primer ao de carrera hice el descubrimiento de que la ciencia posibilitaba, ilimitadamente por cierto, muchos conocimientos, pero slo conocimientos muy precarios y stos sobre cuestiones de naturaleza muy especial. Saba, por mis lecturas filosficas, que todo se basa
en el hecho de la psiquis. Sin alma no existira ni conocimiento ni ciencia. Pero nadie hablaba de ella. Era cierto que se la presupona, tcitamente en todo, pero incluso cuando se la mencionaba, como haca, por ejemplo, C. G. Carus, no consista en ningn conocimiento verdadero, sino slo en una especulacin filosfica que se expresaba de un modo o de otro. No lograba entender esta extraa observacin. Al finalizar el segundo semestre hice, sin embargo, un fatal descubrimiento: hall en la biblioteca del padre de un compaero de clase, que era historiador de arte, un pequeo manual de los aos setenta, sobre aparecidos. Se trataba de un informe sobre los comienzos del espiritismo, escrito por un telogo. Mis dudas iniciales se disiparon rpidamente, pues no poda menos de ver que en principio se trataba de historias iguales o semejantes a la que una y otra vez haba odo contar en el campo desde mi infancia. 125 Los datos eran sin lugar a dudas autnticos. Pero la gran cuestin: Son tambin estas historias fsicamente verda- deras? No se me responda correctamente. Pude comprobar, de modo manifiesto, que en todas partes y en todas las pocas se contaban las mismas historias. Para ello, pues, deba existir una razn. No poda tratarse en absoluto de que en toda partes existieran las mismas creencias religiosas. Tal no era evidentemente el caso. As, pues, deba estar relacionado con el comportamiento objetivo del alma humana. Pero precisamente sobre esta cuestin fundamental, es decir, la naturaleza objetiva del alma, no haba otros datos ms que los que los filsofos decan. A pesar de parecerme tan extraas y discutibles, las ob- servaciones de los espiritualistas fueron para m las primeras noticias sobre fenmenos psquicos objetivos. Los nombres de Zoellner y Crookes me impresionaron y le, por as decirlo, toda la literatura sobre espiritismo que estaba entonces a mi alcance. Naturalmente hablaba tambin de ello con mis compaeros que, ante mi asombro, reaccionaban en parte con mofa e incredulidad, en parte con reserva angustiosa. Me asombraba, por una parte, la seguridad con que podan afirmar que cosas como las apariciones y las mesas que se mueven son imposibles y constituyen por ello una impostura, y por otra parte, su reserva que pareca tener carcter miedoso. Yo tampoco estaba seguro respecto a la autenticidad de tales informes. Por qu no deba haber apariciones? Por qu sabamos en suma que era imposible? Y ante todo qu significaba el miedo? Yo mismo encontraba tales posibilidades muy interesantes y atrayentes. Embellecan mi existencia en grado sumo. El mundo ganaba en profundidad y en perspectiva. Es que, por ejemplo, los sueos tenan algo que ver con los aparecidos? El Sueos de un visionario, de Kant, me result muy oportuno y pronto descubr tambin a Karl Duprel, que evalu estas ideas en un sentido filosfico y psicolgico. Descubr tambin a Eschenmayer, Passavant, Justinus Kerner y Grres y le siete volmenes de Swedenborg. 126 La nmero 2 de mi madre estaba muy de acuerdo con mi entusiasmo, pero el resto de mi ambiente resultaba de- salentador. Hasta entonces me haba estrellado contra la piedra de las
concepciones tradicionales; pero ahora chocaba con el acero de los prejuicios y una manifiesta incapacidad para hacer prevalecer las posibilidades no convencionales, y esto con mis amigos ms ntimos. A ellos les pareca mi inters ms sospechoso an que el ocuparme de la teologa! Tena la sensacin de encontrarme en los confines del mundo. Lo que a m ms acuciantemente me interesaba era para los dems polvo y niebla, e incluso motivo de angustia. Angustia por qu? No poda hallar explicacin alguna. Sin embargo, no era asombroso ni inaudito que quizs hubiese acontecimientos que superasen las limitadas categoras de tiempo, espacio y casualidad? Existen incluso animales que prevean el tiempo y los temblores de tierra, sueos que anunciaban la muerte de determinadas personas, relojes que se paraban en el momento de la muerte, vasos que se hacan aicos en un momento crtico, diversas cosas que eran evidentes a mi mundo de entonces. Y ahora yo era, por lo visto, el nico que haba odo de todas estas cosas! Con toda sinceridad me plante la cuestin sobre en qu mundo me hallaba. Era, evidentemente, el mundo ciudadano que nada saba del mundo del campo, del verdadero mundo de las montaas, de los bosques y ros, de los animales y de los pensamientos de Dios (lase plantas y cristales). Hall consolado esta explicacin y en cualquier caso acrecentaba de momento la sensacin de mi propio valer, pues vea claro que el mundo de la ciudad, pese a su derroche de erudicin, era limitado espiritualmente. Esta opinin me result peligrosa, pues me indujo a arranques de superioridad y a un desmedido afn de crtica y una agresividad que me ocasio- naron merecidas antipatas. Por ltimo, volvieron a resurgir posteriormente las antiguas dudas, los sentimientos de inferioridad y las depresiones un ciclo que decid inte127 rrumpir a todo trance. No quera situarme nuevamente al margen del mundo, ni adquirir la incierta fama de ser un caso raro. Despus de los estudios preparatorios me convert en ayudante de anatoma y en el siguiente semestre el prosector (primer ayudante en un Instituto de Anatoma) me encarg incluso la direccin del cursillo de histologa naturalmente con gran satisfaccin ma. Entonces me preocupaban principalmente las teoras hereditarias y la anatoma comparada y me familiaric con la teora neovitalista. Lo que ms me fascinaba era el punto de vista morfolgico en el ms amplio sentido. Todo lo contrario resultaba para m la fisiologa. Me resultaba profundamente desagradable a causa de las vivisecciones que se realizaban con meros fines demostrativos. No poda sustraerme a la impresin de que los animales de sangre caliente eran nuestros mejores semejantes y no meros autmatas. Por tal motivo faltaba, siempre que me era posible, a tales demostraciones. Comprenda que se deba experimentar en animales, pero no por ello encontraba menos brbaras y abominables y principalmente superfluas las demostraciones de tales experimentos. Tena suficiente fantasa para imaginarme los procesos experimentales por su mera descripcin. Mi compasin por las criaturas no databa de las tendencias budistas de la filosofa de Schopenhauer, sino que descansaba en los ms profundos fundamentos de una primitiva ideologa, es decir, de la inconsciente identidad con los animales. Este importante hecho
psicolgico me era tan grande que mi examen en esta asignatura result tambin adecuadamente malo. De todos modos, logr pasar inadvertido. Los siguientes semestres me ocuparon tanto que apenas tuve tiempo para mis escapadas a lugares apartados. Slo los domingos poda leer a Kant. Lea tambin con inters a E. von Hartmann. Nietzsche estuvo por algn tiempo en el programa, pero dudaba en leerlo porque no me senta suficientemente preparado. Se discuta entonces 128 mucho sobre Nietzsche, pero se rechazaba casi siempre, con mayor viveza por los estudiantes de filosofa competentes, de lo que yo sacaba mis conclusiones sobre la oposicin reinante en las altas esferas. La mxima autoridad era naturalmente Jakob Burckhardt, de quien se divulgaban diversos juicios crticos en relacin con Nietzsche. Adems existan algunos que haban conocido personalmente a Nietzsche y por ello eran capaces de informar acerca de toda clase de curiosidades sobre l, y no precisamente las ms simpticas. La mayora no haba ledo nada de l y, por consiguiente, se recreaban en ciertos aparentes equvocos, por ejemplo, en sus caprichos degentleman, en su modo de tocar el piano, en sus excentricidades estilsticas, pura curiosidad que sacaba de quicio a los estudiantes de Basilea de aquel entonces. Estas cosas no me sirvieron de excusa para aplazar la lectura de Nietzsche por el contrario, fueron para m el mximo incentivo, sino el que se trataba de un miedo secreto a que quizs yo era semejante a l, por lo menos en lo referente al misterio que le aislaba en su ambiente. Quizs, quin sabe, haba tenido una experiencia interior o ideas de las que quera hablar y desgraciadamente no era comprendido por nadie? Resultaba evidente que era una rareza, o por lo menos pensaba por tal, como unlusus natu-rae que yo en ningn caso quera ser. Me atemorizaba el posible descubrimiento de que yo, como Nietzsche, fuera tambin Uno. Naturalmente si parva componere magnis licet, l era ciertamente un profesor, haba escrito libros, es decir, haba alcanzado alturas increbles; es verdad que proceda tambin de una familia de telogos, pero en la gran y vasta Alemania, que se extenda hasta el mar, y yo slo era un suizo que proceda de una modesta casa parroquial de un pequeo pueblo fronterizo. l hablaba un correcto alemn acadmico, saba latn y griego, quizs tambin francs, italiano y espaol, mientras que yo slo saba expresarme con cierta seguridad en el rudo alemn de Basilea. En posesin de todas estas riquezas 129 poda l permitirse despus de todo una cierta excentricidad, pero yo no poda saber entonces hasta qu punto me parecera a l.
Pese a mis temores, senta curiosidad y me decid a leerle. Lo primero que cay en mis manos fueron lasConsideraciones anacrnicas. Qued fascinado por completo y no tard en leer As hablaba Zaratustra. Constituy, como el Fausto de Goethe, una fuerte conmocin. Zaratustra era el Fausto de Nietzsche, y la nmero 2 era mi Zaratustra, era esto me result claro morboso. Tambin la nmero 2 era anormal? Esta posibilidad me dio un miedo que haca mucho que no quera reconocer aunque me preocupaba mucho y se me presentaba siempre inoportunamente forzndome una y otra vez a meditar sobre m mismo. Nietzsche haba descubierto tarde a su nmero 2, transcurrida ya la mitad de su vida, mientras que yo conoca mi nmero 2 ya desde mi primera juventud. Nietzsche habl ingenua y descuidadamente de este Arrheton, que no se debe nombrar, como si todo esto fuese normal. Sin embargo, yo haba visto muy pronto que con ello se adquieren experiencias muy malas. l era por otra parte tan genial que ya en su juventud vino como catedrtico a Basilea sin sospechar nada de lo que le esperaba. Precisamente a causa de su genialidad hubiera debido notar a tiempo que algo no concordaba. Esto fue pues, pensaba yo, su morboso error: resuelta e insospechadamente haba mostrado la nmero 2 a un mundo en el que nada se sa- ba ni se comprenda de tales cosas. Estaba dominado por la infantil esperanza de encontrar hombres que compartiesen sus xtasis y comprendieran la transmutacin de todos los valores. Pero slo hall filisteos de la cultura; en realidad fue tragicmico que l mismo fuera de los que, como todos los dems, no se comprendan a s mismos, cuando se sumergi en el misterio y en lo indecible y quiso ensalzarlo ante una multitud indiferente y dejada de la mano de todos los dioses. De ah lo ampuloso de su lenguaje, lo recargado de sus metforas, la ditirmbica exalta130 cin que intilmente intentaba hacer inteligible este mundo que se bas en datos cientficos inconexos. Y as este equilibrista no concord ni consigo mismo. No conoca a fondo este mundo dans ce meilleur des mondes possi- bles y fue por ello un poseso, alguien que slo poda ser tratado con sumo cuidado por sus adeptos. De entre mis conocidos y amigos supe yo slo de dos que se declarasen abiertamente partidarios de Nietzsche, ambos homosexuales. Uno de ellos acab suicidndose, el otro degener en un genio incomprendido. Todos los dems quedaban no slo algo perplejos ante el fenmeno Zaratustra, sino que tambin absolutamente inmviles. Mientras queFausto me abri una puerta,Zaratustra me cerr otra de modo radical y por mucho tiempo. Me ocurra lo que al viejo campesino a quien el mastn ha conducido dos vacas al mismo ronzal y su hijo pequeo le pregunta: Cmo es esto posible?, y l responde: Ay, no me hables de ello. Comprend que no se llega a ninguna parte cuando no se habla de cosas que son conocidas por todos. Pues el novato en tales cuestiones no comprende la ofensa que supone para el prjimo el
hablarle de algo que l ignora. Una iniquidad as slo se le disculpa al escritor, al periodista o al poeta. Yo haba comprendido que una nueva idea o incluso una opinin inslita slo puede divulgarse a la luz de los hechos. Los hechos quedan y no pueden ocultarse por mucho tiempo bajo la mesa, y en cierta ocasin pasa alguien por all y sabe lo que ha encontrado. Yo comprend que, en realidad, a falta de otra cosa mejor, no haca ms que hablar,en lugar de aportar hechos, y al final todo se vena abajo. No tena nada entre manos, yo tenda cada vez ms a lo emprico. Me disgustaba que los filsofos hablasen de todo lo que no era asequible a la experiencia y silenciasen lo que poda encontrar respuesta en la experiencia. Me pareca que, en alguna ocasin y no importa dnde, haba recorrido un valle de diamante, pero no poda convencer de ello a nadie, pues las muestras de 131 minerales que mostr no eran ms que guijarros, tanto para m mismo como para los inmediatos espectadores. En 1898 comenc a reconciliarme con mi futura pro- fesin de mdico. Llegu pronto a la conviccin de que deba especializarme. Aqu slo haba que considerar la ciruga o la medicina interna. Me inclinaba por lo primero a causa de mi especial formacin en anatoma y por mi predileccin por la anatoma patolgica, y lo ms probable era que hubiese optado por ella si hubiera dispuesto de los necesarios medios econmicos. Me resultaba especialmente desagradable el tener que contraer deudas para poder estudiar. Saba que despus de mi examen de licenciatura deba ganarme la vida lo antes posible. Me propuse, pues, ingresar como ayudante en cualquier hospital sanatorial donde era ms fcil conseguir un puesto retribuido que en una clnica. Un puesto en una clnica dependa en gran medida de las influencias o de la simpata personal del mdico jefe. Teniendo en cuenta mi incierta popularidad y las antipatas que normalmente experimentaba, no me atrev a probar fortuna y me conform por ello con la modesta posibilidad de hallar empleo como asistente en cualquier hospital local. El resto dependa de mi diligencia, de mi habilidad y eficiencia. Durante las vacaciones de verano sucedi algo que debi influir en m poderosamente. Un da estaba en mi gabinete de estudio y repasaba mis libros de texto. En la habitacin contigua, cuya puerta estaba entreabierta, estaba mi madre haciendo calceta. Era nuestro comedor, en el cual se vea la mesa redonda de madera de nogal. Proceda del ajuar de mi abuela paterna y entonces tena ya setenta aos. Mi madre estaba sentada frente a la ventana, aproximadamente a un metro de distancia de la mesa. Mi hermana estaba en la escuela y la criada en la cocina. De pronto se oy una detonacin como un pistoletazo. Me levant de un salto y corr al cuarto contiguo de donde haba odo yo la explosin. Vi a mi madre sobresaltada en un silln, su labor le haba cado de las manos. Dijo tartamu132
deando: Qu, qu ha sucedido? Fue justo a mi lado, y miraba sobre la mesa. Vimos lo que haba sucedido: el ta- blero de la mesa se haba roto por la mitad y no por el sitio encolado, sino en la madera encerada, qued atnito. Cmo haba podido pasar tal cosa? Una madera naturalmente encerada, pero seca ya desde haca setenta aos, que se abre en un da de verano con una elevada humedad habitual para nosotros? Hubiera resultado explicable en un da de invierno fro y seco junto a una estufa encendida. Qu diablos pudo ser la razn de tal explosin? Realmente existen casualidades extraas, pens. Mi madre movi la cabeza y dijo con la voz de su nmero 2: S, s, esto significa algo. Yo me sent contrariado y disgustado por no poder responder nada. Aproximadamente catorce das despus llegu por la tarde a las siete a casa y hall a mi madre, mi hermana de catorce aos y la sirvienta en plena excitacin. Haca una hora que se haba odo de nuevo una explosin. Esta vez no haba sido en la ya deteriorada mesa, sino en el apara- dor, mueble originario del siglo XIX. Haban mirado por todas partes, pero no haban encontrado ninguna grieta. Comenc inmediatamente a inspeccionar detallada- mente el aparador y lo inmediato a l, pero sin xito. Re- gistr el interior del mueble y su contenido. En el cajn, conteniendo la cesta del pan, hall el pan y junto a l el cuchillo, cuya hoja estaba destrozada casi por completo. El mango estaba en un rincn del cesto rectangular y en cada una de las tres restantes esquinas haba un trozo de la hoja del cuchillo. El cuchillo se haba empleado todava a las cuatro de la tarde y despus se haba guardado. Desde entonces nadie lo haba tocado. Das despus llev el cuchillo a uno de los mejores afiladores de la ciudad. Escudri los fragmentos con lupa y movi la cabeza: Este cuchillo, dijo, no tiene ningn defecto. El acero est en buen estado. Alguien lo ha roto en pedazos. Esto se puede conseguir, por ejemplo, introduciendo la hoja en el quicio del cajn y rompindolo trozo 133 a trozo. El acero es de calidad. O quizs se ha dejado caer desde gran altura sobre una piedra. Esto no puede estallar en absoluto. Se ha hecho algo con l.4 Mi madre y mi hermana se encontraban en la habi- tacin cuando fueron sobresaltadas por la repentina de- tonacin. La nmero 2 de mi madre me mir signifi- cativamente y no pude hacer ms que callar. Me senta enteramente desorientado y no poda de ningn modo ex- plicarme lo sucedido. Esto me resultaba tanto ms enojoso por cuanto deba admitir que estaba profundamente impresionado. Por qu y cmo se parti la mesa y se que- br el cuchillo? La hiptesis de la casualidad resultaba del todo inadmisible. Lo de que el Rin se desbordara eventualmente alguna que otra vez para m era muy improba- ble y otras posibilidades quedaban eo ipso descartadas. Qu poda pues ser? Algunas semanas despus me enter de que ciertos parientes se entretenan desde haca cierto tiempo con mesas giratorias y tenan una mdium, una muchacha de poco ms de quince aos. Desde haca algn tiempo en este crculo se pensaba en ponerme en contacto con esta mdium,
que caa en estado de sonambulismo y produca fenmenos espiritistas. Cuando o esto pens inmediata- mente en nuestros fenmenos inexplicables y me propuse entrar en relacin con esta mdium. Comenc a asistir a sesiones con ella y otros interesados regularmente los do- mingos. Los resultados fueron las transmisiones de pensa- miento y los golpes en la pared y en la mesa. Los movi- mientos de la mesa eran dudosos, se producan indepen- dientemente de la mdium. Comprend pronto que las condiciones limitadas eran, en general, inconvenientes. Me conform con la evidente independencia de los golpes en la pared y prest mi atencin al contenido de las trans- misiones de pensamiento. Los resultados de estas observa4. El cuchillo roto en cuatro pedazos lo conserv Jung cuidadosamente. A. J. 134 ciones los he expuesto en mi tesis doctoral.5 Despus de realizar experimentos durante dos aos se manifest una cierta languidez y sorprend a la mdium intentando pro- vocar los fenmenos mediante trampas. Esto me determi- n a interrumpir las sesiones muy a mi pesar, pues con ella haba aprendido cmo se forma una personalidad n- mero 2, cmo se asume una consciencia infantil y se inte- gra finalmente a ella. La muchacha era una malograda. A los veintisis aos muri de tuberculosis. La vi todava una vez cuando tena veinticuatro aos y qued impresionado de la independencia y madurez de su personalidad. Despus de su muerte supe, por parientes, que en los lti- mos meses de su vida fue perdiendo poco a poco su per- sonalidad y regres finalmente al estado de un nio de dos aos, en cuya fase cay en el ltimo sueo. sta fue, en resumen, la gran experiencia que me abo- li mi precoz filosofa y facilit un punto de vista psicol- gico. Haba experimentado algo objetivo sobre el alma hu- mana. Pero la experiencia era de tal naturaleza que nueva- mente nada poda decir de ella. No conoca a nadie al que pudiera comunicar todo este estado de cosas. Nuevamente tuve que dejar a un lado todos estos datos para ms ade- lante. Slo unos aos despus surgi de ello mi tesis doctoral. En la clnica, Friedrich von Mller haba sustituido al viejo Immermann. En Von Mller hall un espritu que corresponda al mo. Vea cmo, con gran inteligencia, captaba un problema y formulaba aquellas preguntas que ya en s representaban la mitad de la solucin. l, por su parte, pareci ver algo en m, pues posteriormente, hacia fines de mis estudios, me propuso ir a Munich como ayu- dante suyo, donde haba sido llamado para ocupar un car- go. Su ofrecimiento poco falt para que me moviese a de5. Zur Psychologie und Pathologie sogennnnter occultes Phnomene (Sobre la psicologa y patologa de los fenmenos denominados ocultos), 1902. 135 dicarme a la medicina interna. A ello hubiera llegado po- siblemente si entretanto no hubiera sucedido algo que di- sip cualquier duda acerca de mi ulterior trayectoria pro- fesional.
Haba asistido ciertamente a clases de psiquiatra y clnica, pero el profesor de psiquiatra de entonces no resultaba precisamente estimulante y cuando recordaba los efectos que en mi padre haban surtido las experiencias del manicomio y en especial de la psiquiatra, no era todo ello lo ms idneo para predisponerme en favor de esta ltima. Cuando me preparaba para el examen de licenciatura, la asignatura de psiquiatra fue sintomticamente la ltima a que me dediqu. No esperaba nada de ella. Sin embargo, recuerdo todava que al abrir el libro de Krafft-Ebing,6 pens: Vamos a ver lo que tiene que decir un psiquiatra sobre su especialidad. Las clases y la clnica no me haban producido la menor impresin. No poda recordar ni siquiera un nico caso clnicamente demostrado, sino tan slo aburrimiento y hasto. Comenc por el prlogo con la intencin de hallar cmo presenta un psiquiatra el tema de su especialidad o cmo fundamenta, en cierto modo, su razn de ser. Como disculpa a esta presuntuosa actitud debo advertir que en el mundo mdico de entonces, la psiquiatra ocupaba un ni- vel muy bajo en la carrera. Nadie saba nada concreto so- bre psiquiatra y no exista ninguna psicologa que consi- derase al hombre como a un todo y que incluyera tambin sus modalidades patolgicas. Del mismo modo que el di- rector estaba encerrado en la misma institucin con sus enfermos, tambin la psiquiatra se hallaba encerrada en s misma y permaneca aislada de la ciudad, como un anti- guo lazareto con sus leprosos. Nadie gustaba de mirar ha- cia all. Los mdicos saban casi tan poco como los profa- nos y, por lo tanto, compartan tambin sus sentimientos de aversin. La enfermedad mental era una situacin de6. Manual de psiquiatra, 4.a edicin, 1890. 136 sesperada y fatal y sus sombras alcanzaban tambin a la psiquiatra. El psiquiatra era una figura especial, como pronto iba a saber por propia experiencia. Le, pues, en el prlogo: El que los manuales de psi- quiatra comporten en s un carcter ms o menos subjetivo se basa ciertamente en lo singular de esta rama del saber y en lo imperfecto de su desarrollo. Algunas lneas ms abajo, el autor denominaba la psicosis enfermedades de la persona. Entonces sent que el corazn me daba un vuelco. Tuve que levantarme y tomar aliento. Me hallaba en la ms viva excitacin, pues fue para m como una fulminante revelacin de que no haba para m otra meta ms que la psiquiatra. Slo aqu las dos corrientes de mi inters podan confluir y encontrar su cauce por medio de un declive comn. Aqu se hallaba el campo comn de las experiencias de los hechos biolgicos y espirituales, que por todas partes yo haba buscado sin encontrarlo. He aqu, por fin, el lugar en que el cruce entre mi naturaleza y el espritu era ya un hecho. Mi apasionada reaccin surgi cuando lea en Krafft- Ebing lo del carcter subjetivo del manual de psiquiatra. As, pues, pens yo, tambin este libro es en parte la confesin subjetiva del autor, que con sus prejuicios, con la totalidad de su propia existencia se encuentra detrs de la objetividad de sus experiencias y responde a la enfermedad de la persona con toda su propia personalidad. No haba odo nunca nada semejante de mis profesores en Clnica. A pesar de que el
manual en cuestin no se diferenciaba propiamente de los dems libros de este tipo, esta breve indicacin proyect una luz cegadora sobre el problema de la psiquiatra y fui fascinado por su hechizo. Mi decisin estaba tomada. Cuando se lo comuniqu a mi profesor de medicina interna pude leer en su rostro la desilusin y el asombro. Mi vieja herida, la sensacin de extraeza y distanciamiento volvi a reavivarse. Pero ahora comprenda mejor por qu. Nadie haba pensado que yo me pudiera interesar por este mundo aparte, ni siquie137 ra yo mismo. Mis amigos estaban asombrados y extraa- dos y me tomaron por un loco al rechazar la oportunidad de hacer carrera como mdico internista, que resultaba tan comprensible para todos y se me presentaba de un modo tan sugestivo y envidiable y que pudiese cambiarla por este disparate psiquitrico. Vi que nuevamente haba entrado en una vereda en la que nadie quera ni poda seguirme. Pero saba y nadie hubiera podido apartarme un pice de este convencimien- to que mi decisin era irrevocable y que era mi destino, como si dos corrientes se hubieran unido y me condujeran irrevocablemente y con gran impulso a lejanas metas. Fue la exultante sensacin de haber unificado la dualidad que, como mgica ola, me llev a superar los exmenes con la mejor nota. Fue tpico el que el diablo cojuelo, que claudica ante todo prodigio bien realizado, pusiese justamente su pata en la asignatura que yo haba preparado a conciencia, a saber, la anatoma patolgica. Comet la ri- dicula equivocacin de pasar por alto, en una preparacin que me pareci contener, aparte de restos histolgicos, nada ms que clulas epiteliales, aquel rincn en que se hallaban hongos patgenos. En otras asignaturas tuve incluso la intuicin de lo que me preguntaran. Gracias a estas circunstancias sorte algunos escollos peligrosos a bombo y platillo. En con- trapartida, me llev un chasco realmente grotesco all don- de me senta ms seguro. De lo contrario hubiera salido airoso de mi examen de licenciatura con la mxima califi- cacin. Otro alumno obtuvo el mismo nmero de puntos que yo. Era un solitario, una personalidad, en mi opinin, poco clara y sospechosamente banal. Con l no se poda hablar nada ms que de cuestiones profesionales. Reac- cionaba ante todo con una sonrisa enigmtica, que recor- daba la de las hierticas esculturas de los frontones. Haba en l superioridad y al mismo tiempo sumisin, y nunca se adapt del todo a la situacin. Nunca pude explicrme138 lo. Lo nico que poda conceptuarse en l de positivo era la impresin de un impulso casi monomaniaco que por lo visto slo se concretaba en los hechos y conocimientos mdicos. Pocos aos despus de terminar los estudios enferm de esquizofrenia. Menciono esta coincidencia como un fenmeno caracterstico del paralelismo de los sucesos. Mi primer libro estuvo dedicado a la psicologa de la demencia precoz (esquizofrenia), en el cual responda al prejuicio de mi
personalidad sobre la enfermedad de la persona: psiquiatra, en el ms amplio sentido, es el dilogo de una psiquis enferma con la psiquis, definida como normal, del mdico, un anlisis de la persona enferma a la luz de la personalidad, en principio igualmente subjetiva, del que la trata. Mi objetividad era exponer que las ideas fijas y las alucinaciones no son slo sntomas especficos de las enfermedades mentales, sino que tenan tambin un sentido humano. La noche siguiente al ltimo examen me permit el lujo, largo tiempo aorado, de ir una vez la primera en mi vida al teatro. Hasta entonces mis medios econmicos no me haban permitido una tal extravagancia. Pero me quedaba todava algo de dinero de la venta de la coleccin de antigedades que no slo me permiti ir a la pera, sino tambin un viaje a Munich y Stuttgart. Bizet me hechiz y subyug como las olas de un mar infinito, y cuando al da siguiente, el tren, traspasando la frontera, me llevaba a un lejano mundo, me acompaaban las melodas deCarmen. En Munich vi por primera vez verdaderas antigedades, y esto, junto con la msica de Bi- zet, cre en m una atmsfera cuya profundidad y signifi- cacin slo sospechaba, pero no pude captar. El estado de nimo era primaveral, nupcial, pero externamente fue una semana nublada, del 1 al 9 de diciembre de 1900. En Stutt- gart vi (por ltima vez) a mi ta, la esposa del doctor Rei-mer Jung. Era hija del primer matrimonio de mi abuelo, del profesor C. G. Jung, con Virginie de Lassaulx. Era una vieja dama fascinante de penetrantes ojos azules y tempe139 ramento apasionado. Su esposo era psiquiatra. Me pareci flotar en un mundo de fantasas intangibles y de recuerdos perdidos el ltimo soplo de un pasado que se esfumaba irreversiblemente, un definitivo adis a la nostalgia de mi infancia. El 10 de diciembre de 1900 ocup mi puesto de ayu- dante en el Burghlzli. March gustoso a Zurich, pues en el transcurso del ao, Basilea me resultaba pequea. Para los habitantes de Basilea no exista ms ciudad que la suya: slo en Basilea se estaba bien y al otro lado de las montaas comenzaba la miseria. Mis amigos no podan comprender que me marchara y contaban con que dentro de poco regresara. Pero esto no me fue posible, pues en Basilea estaba marcado para siempre como hijo del prroco Paul Jung y nieto de mi abuelo, el profesor Carl Gustav Jung. Perteneca, por as decirlo, a un cierto grupo espiritual y a un determinado estamento social. Yo me sublevaba contra esto, pues no quera que se me encasillase. En el aspecto espiritual, la atmsfera de Basilea me pareca incomparable y de una envidiable franqueza, pero el peso de la tradicin era excesivo para m. Cuando llegu a Zurich not una gran diferencia. Zurich se comunicaba con el mundo no por el espritu, sino por el comercio. Pero aqu el ambiente era despejado y esto lo tena yo en mucho. Aqu no se respiraban en ninguna parte las oscuras emanaciones del siglo, aunque se echaba de menos el rico trasfondo de la cultura. Todava hoy siento una dolorosa debilidad por Basilea, pese a que s que ya no es lo que fue. Recuerdo todava los das en que haba un Ba-chofen y un Jacob Burckhardt, donde detrs de la catedral estaba an la casa capitular y el viejo puente sobre el Rin que hasta su mitad era de madera.
Para mi madre result duro que yo me marchara de Basilea. Pero yo saba que no poda ahorrarle este dolor y lo soport valerosamente. Mi madre viva con mi hermana, que era nueve aos ms joven que yo, una naturaleza 140 delicada y enfermiza y en todos los aspectos distinta a m. Pareca haber nacido para quedarse soltera, y realmente no se cas. Pero desarroll una personalidad asombrosa y yo admiraba su actitud. Era unaLady innata y como tal muri. Tuvo que someterse a una operacin que no pareca ofrecer peligro, pero a la que no sobrevivi. Me caus una profunda impresin cuando se comprob que pre- viamente haba ordenado todos sus asuntos hasta el ms mnimo detalle. En el fondo me resultaba extraa, pero senta gran respeto por ella. Yo era mucho ms emotivo; por el contrario, ella estaba siempre serena, aunque de naturaleza muy sensible. Me la hubiera podido imaginar en un convento del mismo modo que la nica hermana de mi abuelo Jung, algunos aos ms joven vivi en un convento.7 Con el trabajo en el Burghlzli se inici mi vida en una realidad unvoca, hecha slo de propsitos, conscien- cias, deber y responsabilidad. Era la entrada en el conven- to del mundo y el someterse al voto de creer slo en lo probable, en el promedio, en lo banal y lo pobre de senti- do, renunciar a todo lo extrao y significativo, y reducir todo lo desacostumbrado a lo habitual. Slo haba superficies que nada ocultaban, slo comienzos sin continui- dad, contingencias sin causalidad, conocimientos que se circunscriban a crculos cada vez ms estrechos, defini- ciones que pretendan ser problemas, horizontes de ago- biante estrechez y el inmenso desierto de la rutina. Du- rante medio ao me encerr entre los muros del convento 7. Inmediatamente despus de la muerte de su hermana, Jung escribi las siguientes lneas; Hasta 1904 mi hermana Gertrud vivi con mi madre en Basilea. Luego se traslad con ella a Zurich, donde vivi hasta 1909, primero en Zollikon y de entonces hasta su muerte en Ksnacht. Desde la muerte de su madre en 1923 vivi sola. Su vida exterior era tranquila, retirada y transcurri en el estrecho crculo de relaciones familiares y de amistades. Era amable, educada, bondadosa y no permita que los que la rodeaban curioseasen en su intimidad. As muri tambin, silenciosamente, sin aludir a su propio destino, con perfecto porte. Culminaba una vida que haba enriquecido interiormente, al margen de los juicios y las opiniones. 141 para habituarme a la vida y el espritu de un manicomio y me le los cincuenta volmenes de la Revista general de psiquiatra desde sus orgenes, para conocer la mentalidad psiquitrica. Yo quera saber cmo reaccionaba el espritu humano en el instante de su propia destruccin, pues la psiquiatra me pareca una expresin articulada de aquella reaccin biolgica que afecta al espritu denominado sano en relacin con la enfermedad mental. Mis propios cole-
gas me parecan tan interesantes como los enfermos. Por ello, durante los posteriores aos, elabor una estadstica, tan secreta como instructiva, sobre las condiciones heredi- tarias de mis colegas suizos tanto para mi propia forma- cin, como para la comprensin de la actitud psiquitrica. Apenas necesito mencionar que mi concentracin y mi autoimpuesta clausura extraaron a mis colegas. Ellos, naturalmente, no saban lo que me extraaba a m la psi- quiatra y lo que me interesaba captar su espritu. El inte- rs teraputico quedaba entonces lejos de m, pero las variantes patolgicas de la denominada normalidad me atraan poderosamente, puesto que se me ofreca la tan aorada posibilidad de adquirir un conocimiento ms profundo de la psiquis. En tales condiciones comenz mi carrera de psiquia- tra, mi experimento subjetivo del cual naci mi vida ob- jetiva. No tengo inters ni capacidad para situarme tan fuera de m mismo que pueda contemplar mi propio destino de un modo realmente objetivo. Caera en los conocidos errores autobiogrficos escribiendo o una ilusin de lo que debi ser o una apologa pro vita sua. En definitiva, se es un acontecimiento que uno mismo no puede juzgar, sino ms bien depende del juicio de los dems for better or worse. 142 ACTIVIDAD EN EL CAMPO DE LA PSIQUIATRA Los tres aos transcurridos en Burghlzli, en la clni- ca psiquitrica de la Universidad de Zurich, fueron mis aos de aprendizaje. En primer plano de mi inters se en- contraba la cuestin acuciante: Qu sucede a los enfer- mos mentales? Esto no lo comprenda yo an entonces y entre mis colegas no se hallaba ninguno que se hubiera preocupado por esta cuestin. Las clases de psiquiatra estaban orientadas a hacer abstraccin, por as decirlo, de la personalidad enferma y contentarse con diagnsticos, con descripcin de sntomas y estadsticas. Desde el de- nominado punto de vista clnico, que entonces predomi- naba, para los mdicos no se trataba de ocuparse de los enfermos mentales como hombres, como individualida- des, sino de tratar al paciente X de acuerdo con una larga lista de diagnsticos y sntomas. Se le rotulaba, se le estampillaba con un diagnstico, y con ello el caso que- daba listo en la gran mayora de los casos. La psicologa del enfermo mental no desempeaba en absoluto ningn papel. En esta situacin Freud se convirti para m en algo esencial y, concretamente, ante todo por sus investigacio- nes fundamentales sobre la psicologa de la histeria y del sueo. Sus concepciones me mostraron un camino para investigaciones posteriores y para la comprensin de los casos individuales. Freud insertaba en la psiquiatra cues-
143 tiones psicolgicas, a pesar de que l no era psiquiatra, sino neurlogo. Todava recuerdo perfectamente un caso que entonces me impresion mucho. Se trataba de una joven que haba ingresado en la clnica con la etiqueta melancola y se hallaba en mi departamento. Se hizo el reconocimiento por el procedimiento usual: historial, tests, reconocimien- tos fsicos, etc. Diagnosis: esquizofrenia, o, como entonces se deca, dementia praecox. Pronstico: grave. Al principio no me atrev a dudar del diagnstico. En- tonces yo era an un jovencito, un principiante y no me hubiera credo competente para establecer un diagnstico distinto. Y, sin embargo, el caso me pareci extrao. Tena la impresin de que no se trataba de una esquizofrenia, sino de una depresin corriente, y me propuse explorar a la paciente segn mis propios mtodos. Entonces me ocupaba yo de estudios diagnsticos por asociacin y realic con ella la prueba de la asociacin. Adems convers con ella sobre sus sueos. De este modo logr aclarar su pasado y llegar a conocer lo esencial, que en el habitual historial no haba quedado explicado. Obtuve los datos, por as decirlo, directamente del inconsciente y de ellos result una oscura y trgica historia. Antes de que la mujer se casara haba conocido a un hombre, hijo de un gran industrial, por quien todas las muchachas de la regin se interesaban. Dado que ella era muy bonita, crey gustarle y tener ciertas esperanzas res- pecto a l. Pero al parecer, l no se interesaba por ella y as, pues, ella se cas con otro. Cinco aos despus visit a un viejo amigo. Intercam- biaron recuerdos y en esta ocasin dijo el amigo: Cuando usted se cas, alguien recibi un rudo golpe, el seor X (el hijo del gran industrial). ste fue el instante!, en este momento comenz la depresin, y al cabo de algunas se- manas se produjo la catstrofe: Baaba a sus hijos, primero a su hija de cuatro aos y 144 luego a su hijo de dos anos. Viva en una regin en la que el suministro de agua era higinicamente defectuoso; para beber haba agua pura de la fuente y agua contaminada del ro para el bao y para lavar. Cuando baaba a su hija vio cmo chupaba una esponja pero no se lo impidi. Incluso dio a beber a su hijito un vaso de agua contaminada. Na- turalmente, hizo esto de modo inconsciente o slo semi- consciente, pues se hallaba ya a la sombra de la iniciada depresin. Poco tiempo despus, tras el perodo de incubacin, la nia enferm de tifus y muri. Era su hijo predilecto. El muchacho no se contamin. En aquel instante la depresin se agudiz y la mujer vino al frenoptico.
El hecho de que fuera una criminal y muchos porme- nores de su secreto lo haba deducido yo mediante la prueba de asociacin* y me result claro que aqu se ha- llaba la causa fundamental de su depresin. Se trataba en el fondo de un trastorno psicgeno. Qu suceda con la teraputica? Hasta entonces haba tomado narcticos, a causa de su dificultad en conciliar el sueo, y puesto que se sospechaba de intento de suicidio se la vigilaba. Pero fuera de esto no se prescribi nada ms. Fsicamente estaba bien. Me vi ahora ante un problema: Debo hablar abierta- mente con ella o no? Debo proceder a la gran operacin? Esto significaba para m un difcil problema de conciencia, un enorme conflicto moral. Pero deba solventar el conflicto yo solo, pues si hubiera preguntado a mis colegas me hubieran advertido: Por Dios!, no le diga tal cosa a la paciente, la enloquecer an ms. Pero en mi opinin el efecto poda ser inverso. Una pregunta puede responderse de un modo u otro segn intervengan o no los factores inconscientes. Naturalmente, era consciente de lo que me arriesgaba: si mi paciente estaba en un aprieto, yo tambin! Pese a ello, me decid a emprender un tratamiento * Cfr. Glosario. 145 cuyo punto de partida no estaba muy claro. Le dije todo lo que haba descubierto mediante el ensayo de asociacin. Pueden ustedes imaginarse lo difcil que result todo. No resulta nada fcil decirle a alguien en la cara que ha come- tido un crimen. Y result trgico para la paciente orlo y admitirlo. Pero el resultado fue que, catorce das despus, pudo ser dada de alta y nunca ms tuvo que ser internada. Otras razones me haban forzado a callar ante mis co- legas: tema que discutieran sobre el caso y a lo mejor me hubieran planteado algunas cuestiones legales. Ciertamen- te no se poda demostrar nada a la paciente y, sin embar- go, tales discusiones hubieran podido tener consecuencias catastrficas para ella. Me pareca ms prctico que vol- viese a la vida normal para expiar en vida su culpa. Haba sido ya suficientemente castigada por el destino. Cuando se la dio de alta marchse de all con una pesada carga. Deba soportarla. Su penitencia haba comenzado ya con la depresin y el internamiento y la prdida de su hija fue para ella un dolor profundo. En muchos casos psiquitricos el paciente tiene una historia que no se relata y que por regla general nadie conoce. Para m, la verdadera teraputica comienza slo despus de la investigacin de dicha historia personal. Constituye el secreto del paciente en el cual ste se ha destrozado. A la vez encierra la clave para su tratamiento. El mdico slo debe saber cmo averiguarlo. Debe plantear las preguntas que afectan a todo hombre y no slo a sus sntomas. La exploracin de los datos conscientes no basta en la mayora de los casos. Bajo ciertas circunstancias el ensayo de asociacin puede abrir la puerta, y tambin la interpretacin de los sueos* puede lograrlo, o el prolongado y sufrido contacto humano con el paciente.
En 1905 me doctor en psiquiatra y el mismo ao me convert en mdico jefe de la clnica psiquitrica de la Uni-* Cfr. Glosario. 146 versidad de Zurich. Ocup este cargo durante cuatro aos. Entonces (1909) tuve que renunciar a l, porque el trabajo me resultaba excesivo. En el transcurso de los aos mi consulta privada se increment hasta tal punto que no poda dar abasto a todo el trabajo. Sin embargo conserv mi cargo de profesor auxiliar hasta el ao 1913. Lea sobre psicopatologa y, naturalmente, tambin sobre las bases del psicoanlisis de Freud, as como sobre la psicologa de los primitivos. stos fueron mis principales objetivos. En el primer semestre me ocup de los cursillos, principalmente sobre hipnosis, as como sobre Janet y Flournoy. Posteriormente situ el problema del psicoanlisis de Freud en primer plano. Tambin en los cursos sobre hipnosis me informaba de la historia personal del paciente, la cual expona a los estudiantes. Recuerdo todava muy bien cierto caso: Una vez apareci una mujer de unos cincuenta y ocho aos, aparentemente versada en cuestiones religiosas. Iba con muletas, conducida por su sirvienta. Desde los diecisiete aos sufra de parlisis dolorosa en la pierna izquierda. La hice sentar en una cmoda silla y le pregunt sobre su historia. Comenz a relatar y a gemir y surgi toda la historia de su enfermedad, con todo detalle. Finalmente la interrump y dije: Bueno, ahora no disponemos de tiempo para hablar tanto. Ahora debo hipnotizarla. Apenas hube dicho esto, cerr los ojos y cay en profundo trance, sin hipnotizarla en absoluto! Me asombr, pero la dej en paz. Hablaba sin tasa y cont los ms extraos sueos que ponan en evidencia la profunda experiencia del inconsciente. Sin embargo, comprend esto slo mucho ms tarde. Entonces lo interpret como una especie de delirio. Pero la situacin me resultaba algo incmoda. All estaban veinte estudiantes ante los que quera demostrar una hipnosis! Cuando al cabo de media hora quise despertar a la pa- ciente, no se despertaba. Me result inquietante y comenc a pensar que al fin pudiera haber hallado una psicosis 147 latente. Transcurrieron diez minutos hasta que logr des- pertarla. No poda permitir que los estudiantes notasen mi miedo! Cuando la mujer volvi en s estaba mareada y confusa. Intent tranquilizarla: Soy el mdico y todo va bien. A lo que exclam: Pero yo estoy ya curada!, tir las muletas y pudo andar. Yo me sonroj y dije a los estu- diantes: Han visto ustedes ahora lo que se puede conseguir con la hipnosis. Pero no tena la menor idea de lo que haba pasado. sta fue una de las experiencias que me alentaron a aceptar la hipnosis. No comprenda qu era lo que haba sucedido, pero la mujer estaba realmente curada y se march feliz. Le rogu que me informara de su estado en lo sucesivo, pues contaba que, a ms tardar al cabo de un da, experimentara una recada. Pero los dolores no volvieron y tuve que admitir, pese a mi escepticismo, el hecho de su curacin.
En la primera clase del semestre de verano del ao si- guiente volvi a aparecer. Esta vez se quejaba de fuertes dolores en la espalda que haca poco se le haban presentado. Yo no exclua que dependieran de las nuevas clases recomenzadas. Quizs haba ledo la noticia de mis clases en el peridico. Le pregunt cmo comenzaron los dolores y qu era lo que los causaba. Pero ella no poda recordar que hubiera sucedido nada en un tiempo determinado y no saba dar explicacin alguna. Finalmente logr arrancarle que los dolores haban comenzado de hecho el mismo da y a la misma hora en que se anunci en el peridico que yo reemprenda las clases. Ciertamente esto confirmaba mis sospechas, pero no llegaba a comprender qu es lo que pudo haber operado la milagrosa curacin. Volv a hipnotizarla, es decir, volvi a caer, como entonces, en trance espontneamente, y luego qued libre de sus dolores. Despus de la clase la retuve para saber detalles de su vida. Result que tena un hijo anormal que se encontraba en la clnica, en mi seccin. Yo no saba nada de ello 148 porque ella llevaba el nombre de su segundo marido, mientras que el hijo naci del primer matrimonio. Era su nico hijo. Naturalmente, ella haba esperado tener un hijo inteligente y afortunado y se sinti profundamente desilusionada cuando ya en sus aos mozos enferm psquicamente. Entonces yo era un mdico todava joven y representaba para ella todo lo que haba deseado para su hijo. Por ello sus ambiciosos deseos, que ella haba alimentado como madre, se proyectaron sobre m. Me adopt, por as decirlo, como hijo y anunci urbi et orbi su extraordinaria curacin. En realidad mi fama local como mago se la debo a ella, y la historia pronto la supieron todos, incluso mis primeros pacientes. Mis actividades teraputicas comenzaron, pues, porque una madre me haba puesto a m en el lugar de su hijo anormal! Naturalmente, le expliqu toda esta serie de circunstancias y supo comprenderlo muy bien. Posteriormente no tuvo ya ms recadas. En realidad sta fue mi primera experiencia teraputica, podra decir mi primer anlisis. Recuerdo claramente la conversacin con la dama en cuestin. Era inteligente y agradecida en grado sumo porque yo me la haba tomado en serio y me haba interesado por su destino y el de su hijo. Esto la ayud. Al principio adopt tambin la hipnosis en mi consulta privada, pero muy pronto la descart porque con ella se obra a ciegas. No se sabe nunca hasta cundo durar un progreso o una convalecencia, y yo siempre me resist a actuar en la incertidumbre. Tampoco me gustaba decidir por m mismo lo que el paciente deba hacer. Me interesaba mucho ms saber por el propio paciente hacia dnde iba l. Para ello necesitaba realizar cuidadosos anlisis de los sueos y de otras manifestaciones del inconsciente. En el transcurso del ao 1904 a 1905 fund yo, en la clnica psiquitrica, un laboratorio de psicopatologa expe- rimental. All tena yo un grupo de discpulos con quienes 149
investigaba las reacciones psquicas (es decir, asociacio- nes*). Franz Riklin (padre) era mi colaborador. Ludwig Binswanger redactaba entonces su tesis doctoral sobre la prueba de asociacin en relacin con el efecto psicogalv- nico, y yo preparaba mi trabajo Zur psychologischen Tat-bestandsdiagnostik (Sobre el diagnstico psicolgico de las circunstancias del delito).1 Haba all tambin algunos americanos, entre otros Carl Peterson y Charles Ricksher. Sus trabajos se publicaron en revistas americanas especializadas. Debo a los estudios de asociacin el que posteriormente fuera invitado, en el ao 1909, por la Clark Univer-sity; all deba exponer mis trabajos. Al mismo tiempo, e independientemente de m, fue invitado Freud. Los dos recibimos el grado deDoctor of Laws honoris causa. Fue tanto por la prueba de asociacin como por los experimentos psicogalvnicos por los que fui conocido en Amrica; pronto acudieron numerosos pacientes de all. Recuerdo todava muy bien uno de los primeros casos. Un colega americano me haba enviado un paciente. El diagnstico deca neurastenia alcohlica. El pronstico le calificaba de incurable. Por ello mi colega, previsoramente, le haba dado el consejo de consultar a cierta autoridad en neurologa de Berln en el caso de que mi tratamiento no condujese a nada. Vino a las horas de consulta y despus de que hube conversado un poco con l advert que el hombre tena una neurosis corriente de cuyo origen psquico l no sospechaba nada. Hice con l la prueba de asociacin y por ello supe que sufra las consecuencias de un formidable complejo materno. Proceda de una rica y distinguida familia, tena una simptica mujer y, por as decirlo, careca de preocupaciones aparentemente. Slo que beba demasiado y esto era un desesperado intento de narcotizarse para olvidar su agobiante situacin. * Cfr. Glosario. 1.Revista de neurologa y psiquiatra, ao XXVIII, 1905. Se reedit en el vol. I de las Obras completas. 150 Naturalmente, por este mtodo no logr librarse de sus dificultades. Su madre era propietaria de una gran empresa y el hijo, extraordinariamente inteligente, ocupaba en ella un puesto directivo. Realmente hubiera debido sustraerse mucho antes a la humillante subordinacin de su madre, pero no poda decidirse a sacrificar su brillante posicin. As pues, qued ligado a su madre, que le haba facilitado su puesto. Siempre que estaba con ella o deba someterse a una de sus intromisiones comenzaba a beber para adormecer sus afectos o bien liberarse de ellos. En el fondo, sin embargo, no quera abandonar el confortable nido, sino que se dejaba seducir, en contra de sus propios instintos, por la comodidad y el bienestar.
Despus de un corto tratamiento dej de beber y se consider curado. Pero yo le dije: No le garantizo que no vuelva a caer en la misma situacin si regresa a su antiguo puesto. No me crey y regres con buenos nimos a Amrica. Apenas estuvo nuevamente bajo la influencia de su madre, reincidi en la bebida. Entonces fui llamado por su madre, que se encontraba de paso en Suiza, para una con- sulta. Era una mujer razonable, pero de un carcter de mil demonios. Me di cuenta de con quin deba enfrentarse el hijo y supe que ste no dispona de las fuerzas necesarias para oponerse. Fsicamente era l de aspecto algo delicado y en condiciones de inferioridad respecto a su madre. As pues, me decid por un golpe de fuerza. En ausencia del hijo, extend ante ella un certificado de que l, a causa del alcoholismo, no poda desempear por ms tiempo su cargo en el negocio. Deba ser despedido. Este consejo fue cumplido y naturalmente el hijo se indispuso conmigo. En este caso realic algo que, normalmente, no es fcil de conciliar con la conciencia mdica. Pero saba que deba aceptar sobre m esta responsabilidad para bien del paciente. Cmo se desarroll el caso en lo sucesivo? Se separ 151 de su madre y pudo desenvolver su personalidad: hizo una brillante carrera pese a o a causa del drstico tratamiento. Su mujer me estaba agradecida, pues su marido no slo haba superado el alcoholismo, sino que segua su propio camino con sumo xito. Durante aos tuve remordimientos respecto a este pa- ciente por haberle extendido a escondidas aquel certificado. Pero saba con certeza que slo un golpe de fuerza poda liberarlo. Y con ello la neurosis quedaba tambin resuelta. Otro caso tambin me qued grabado. Una dama vino a mi consultorio. Se neg a dar su nombre; ello no haca al caso, pues pensaba consultarme slo una vez. Perteneca evidentemente a las altas capas de la sociedad. Declar haber sido mdico. Lo que tena que comunicarme era una confesin: haca veinte aos haba cometido un crimen por celos. Haba envenenado a su mejor amiga porque quera casarse con su marido. En su opinin, un crimen no significaba nada para ella si no se descubra. Si ella quera casarse con el marido de su amiga poda simplemente desembarazarse de ella. Tal era su punto de vista. Las consideraciones morales no contaban para ella. Y despus? Se cas ciertamente con el marido, pero l muri muy joven, bastante joven. En los aos siguientes sucedieron cosas extraas: la hija de este matrimonio quiso separarse de su madre en cuanto fue mayor de edad. Se cas joven y se apartaba cada vez ms de ella. Finalmente desapareci de vista y la madre perdi todo contacto con ella. La dama era una apasionada amazona y posea varios caballos por los que se tornaba gran inters. Un da descu- bri que los caballos comenzaban a inquietarse cuando ella los montaba. Incluso su caballo preferido se asustaba y la arrojaba al suelo. Finalmente tuvo que abandonar la equitacin.
En adelante se dedic a sus perros. Posea un perro lobo especialmente bello al cual apreciaba mucho. 152 La casualidad quiso que precisamente este perro fuese atacado de parlisis. Esto fue ya demasiado y se sinti moralmente acabada. Deba confesarse y por ello haba acudido a m. Era una criminal, pero, aparte de esto, se haba asesinado a s misma. Pues quien realiza un crimen de tal naturaleza destroza su alma. Quien asesina se condena ya l mismo. Si alguien comete un crimen y es detenido, cumple as la sancin legal. Si lo hace en secreto, sin conciencia moral, y el crimen permanece oculto, el castigo le alcanza sin embargo, como nuestro caso demuestra. Acaba, pues, por descubrirse. Adems, parece como si los animales y las plantas lo supieran. La mujer se sinti por el crimen extraa a los animales y lleg a un aislamiento insoportable. Para librarse de su aislamiento me convirti en su confidente. Deba tener un confidente que no fuera un criminal. Quera encontrar un hombre que pudiera aceptar sin condiciones su confesin; pues de este modo lograra recuperar una relacin con la humanidad. Pero no deba ser ningn padre confesor profesional, sino que tena que ser un mdico. Con un sacerdote hubiera sospechado que la atendera en virtud de su ministerio; que no aceptara los hechos como tales, sino con el objetivo de emitir un juicio moral. Haba presenciado que los hombres y los animales la abandonaban, y esta tcita condena la afect de tal modo que no hubiera podido soportar otra condena ms. Nunca llegu a saber quin era; tampoco tengo prueba alguna de que su historia correspondiera a la verdad. Posteriormente me pregunt a menudo cmo transcurrira en lo sucesivo su vida. Pues su historia no haba terminado an. Quizs finalmente termin suicidndose. No puedo imaginarme cmo podra continuar viviendo en esta extrema soledad. Los diagnsticos clnicos son importantes, puesto que dan una cierta orientacin, pero no ayudan en nada al pa- ciente. El punto decisivo es la cuestin de la historia del 153 paciente, pues descubre el trasfondo humano y el sufri- miento humano, y slo entonces puede determinarse la te- raputica a seguir. Esto me lo mostr tambin claramente otro caso. Se trataba de una antigua paciente de la seccin de mujeres, una anciana de setenta y cinco aos, que perma- neca desde haca cuarenta aos en cama. Haca casi cin- cuenta que lleg al manicomio, pero nadie poda recordar cundo fue su ingreso; entretanto, todos haban muerto. Slo una enfermera jefe que haca treinta y cinco aos que trabajaba en la institucin saba todava algo de su historia. La anciana ya no poda hablar y slo poda ingerir alimentos lquidos o semilquidos. Coma con los dedos y desmenuzaba los alimentos en la boca. A veces necesitaba casi dos horas para tomarse una taza de leche. Justamente cuando no coma haca movimientos extraos y rtmicos con las manos y los brazos cuya naturaleza yo no saba comprender. Qued profundamente impresionado por el grado de aniquilacin a que puede llevar una enfermedad
mental, pero no saba explicrmelo. En las conferencias clnicas se presentaba como una forma catatnica de de- mencia precoz, pero esto a m no me deca nada, pues no explicaba lo ms mnimo sobre el significado y origen de los extraos movimientos. La impresin que me hizo este caso caracteriza mi reaccin contra la psiquiatra de entonces. Tena la sensa- cin, cuando era ayudante, de no comprender en absoluto lo que pretenda ser la psiquiatra. Me senta sumamente incmodo junto a mi jefe y a mis colegas, que se compor- taban de forma tan segura, mientras que yo, desorientado, andaba a ciegas. La tarea principal de la psiquiatra la vea yo en el conocimiento de las cosas que suceden en el interior del espritu enfermo y de ello yo no saba nada todava. Me encontraba ahora atado a una profesin en la cual no entenda nada en absoluto! Una noche, a una hora avanzada, recorr la seccin; vi a la anciana con sus enigmticos movimientos y me pre154 gunt nuevamente: Por qu ha de ser as? Entonces fui a nuestra vieja enfermera jefe y me inform si la paciente se haba comportado siempre as. S me respondi, pero mi antecesora me cont que anteriormente haba compuesto zapatos. A continuacin consult nuevamente su antiguo historial mdico y all constaba que haca movimientos como si estuviera remendando zapatos. An- teriormente los zapateros sostenan los zapatos entre las rodillas e introducan los hilos en el cuero con parecidos movimientos. (Todava hoy se puede ver esto en zapateros de pueblo.) Cuando la paciente muri poco despus, su hermano mayor vino al entierro. Yo le pregunt: Por qu enferm su hermana? Entonces me explic que haba querido a un zapatero, pero que l por alguna razn no quiso casarse con ella y entonces se chifl. As, pues, los movimientos de la mujer indicaban su identidad con el amado, identidad que dur hasta su muerte. Entonces tuve la primera sospecha de los orgenes psquicos de la denominada demencia precoz. En lo sucesivo dediqu gran atencin a las relaciones de causa en las psicosis. Recuerdo muy bien la paciente en cuya historia logr ver claro el trasfondo psicolgico de la psicosis y princi- palmente de las absurdas ideas fijas. Comprend en este caso por vez primera el lenguaje de los esquizofrnicos, hasta entonces tenido por absurdo. Se trataba de Babette S., cuya historia he publicado.2 En 1908 di una conferen- cia en el Ayuntamiento de Zurich sobre este caso. La paciente proceda de los barrios antiguos de la ciu- dad de Zurich, de los estrechos y sucios callejones, donde naci y creci en mseras condiciones. La hermana era una prostituta, el padre un bebedor. Enferm a los treinta y 2. ber die Psychologic der Dementia praecox (Sobre la psicologa de la demencia precoz). Halle, 1907, y Der' Inhalt der Psychose (El contenido de la psicosis), Viena, 1908.
155 nueve aos en forma paranoica de demencia precoz con la tpica megalomana. Cuando la conoc, haca ya veinte aos que estaba internada. Varios centenares de estudiantes de medicina pudieron observar con este caso el cuadro del trgico proceso de la desintegracin psquica. Constitua uno de los clsicos casos demostrativos en clnica. Ba-bette estaba completamente loca y deca cosas que no podan comprenderse en absoluto. Pacientemente emprend el intento de comprender el contenido de las abstrusas manifestaciones. Por ejemplo ella deca: Soy la Loreley y ciertamente porque el mdico, cuando intentaba explicrselo, deca: No s lo que esto significa. O profera excla- maciones como: Soy la personificacin de Scrates, lo que deba significar, como deduje: Soy acusada tan injus- tamente como Scrates. Necias expresiones como: Soy el doble politcnico insustituible, Soy pasteles de ciruela elaborados con harina de maz, Soy Germania y Helve-tia de slo mantequilla dulce, aples y yo debemos proveer al mundo de fideos, significaban plusvalas, es decir, compensaciones de un sentimiento de inferioridad. El ocuparme de Babette y de otros casos semejantes me convenci de que mucho de lo que haba considerado absurdo en los enfermos mentales no era en modo alguno tan loco como pareca. Me di cuenta ms de una vez que en tales pacientes se oculta en el trasfondo una persona que debe definirse como normal y que en cierta medida es testigo. En ciertas ocasiones esta personalidad oculta la mayora de las veces a travs de voces o sueos puede tambin hacer objeciones y observaciones enteramente ra- cionales y puede incluso suceder que vuelva al primer plano, por ejemplo a causa de una enfermedad fsica, y el paciente se muestre casi normal. Tuve que tratar una vez una antigua esquizofrenia en la cual vi muy claramente la persona normal oculta. No era un caso a curar, sino slo a cuidar. Como todo mdico, tena yo tambin pacientes que hay que acompaar hasta la muerte sin esperanzas de curacin. Esta mujer oa 156 voces que se repartan por todo el cuerpo, y una voz que se hallaba en el centro del trax era la voz de Dios. No- sotros deberamos confiar en ella, le dije yo y qued asombrada de mi propio valor. Por regla general esta voz haca observaciones muy razonadas y con su ayuda me entend bien con la paciente. Una vez la voz dijo: l te es- cuchar si lees la Biblia. Trajo una vieja y gastada Biblia y cada vez tena que indicarle un captulo que ella tena que leer. La prxima vez deba yo preguntarle sobre ello. Al principio me senta algo extrao por cierto en este papel, pero al cabo de cierto tiempo comprend lo que significaba el ejercicio: de este modo se mantena despierta la atencin de la paciente y as no caa ms profundamente en el sueo desgarrador del inconsciente. El resultado fue que al cabo de seis aos, aproximadamente, las diversas voces, repartidas por todo el cuerpo, se centraron exactamente y de modo exclusivo en la mitad izquierda del cuerpo. La intensidad del fenmeno no se haba duplicado en el costado izquierdo, sino que era igual que antes. Se poda decir que la paciente estaba por lo menos unilateralmente curada. Esto constituy un xito inesperado, pues no me haba imaginado que nuestras lecturas de la Biblia pudieran actuar teraputicamente.
Al ocuparme de la paciente vi claro que las ideas de persecucin y las alucinaciones contenan un ncleo ra- cional. Vi que detrs se hallaba una personalidad, una his- toria humana, una esperanza y un deseo. La culpa es slo nuestra si no sabemos comprenderlo. Me result claro por vez primera que en la psicosis se oculta una psicologa ge- neral de la personalidad, que aqu recae nuevamente en los viejos conflictos de la humanidad. Incluso en los pacientes que actan de modo aptico, estpido o imbcil ocurren ms cosas y ms razonables de lo que parecen. En el fondo no descubrimos nada nuevo o desconocido en los enfermos mentales, sino que hallamos el fondo de nuestra propia esencia. Este conocimiento fue entonces para m una formidable experiencia sensible. 157 Siempre me ha extraado lo que se ha tardado hasta que la psiquiatra se ha dedicado finalmente al contenido de la psicosis. No se preguntaba nunca lo que significaban las fantasas de los pacientes y por qu un paciente tena una fantasa distinta a la de otro, por qu, por ejemplo, uno crea estar perseguido por los jesutas y otro que los judos le queran envenenar, o un tercero que la polica andaba detrs de l. No se tomaba en serio los contenidos de las fantasas, sino que se hablaba, por ejemplo, genricamente de ideas persecutorias. Me parece tambin extrao que mis investigaciones de entonces estn hoy casi olvidadas. Ya a principios de siglo trat esquizofrenias de modo psicoterpico. Este mtodo no se ha descubierto propiamente hoy. Pero transcurri mucho tiempo hasta que se comenz a dar entrada a la psicologa en la psicoterapia. Cuando estaba todava en la clnica tena que tratar a mis pacientes esquizofrnicos muy discretamente. Deba tener mucho cuidado si quera evitar el reproche de que eran fantasas mas. La esquizofrenia, o como entonces se la denominaba, la demencia precoz, se tena por incurable. Si se lograba tratar con xito una esquizofrenia se deca simplemente que no haba sido esquizofrenia. Cuando Freud me visit en Zurich en el ao 1909 le habl del caso de Babette. Despus l me dijo: Sabe usted, Jung, lo que usted ha encontrado en esta paciente es ver- daderamente interesante. Pero cmo pudo usted soportar el permanecer horas y das en esta odiosa sala de mujeres? Deb quedar perplejo, pues esta idea no se me haba ocurrido en absoluto. Para m era en cierto sentido una vieja cosa agradable porque tena bellas ideas fijas y deca cosas interesantes. Y, finalmente, en ella se destacaba la figura humana envuelta en nubes de absurdo grotesco. Con Babette no se hizo nada en el aspecto teraputico, haca demasiado tiempo que estaba enferma. Pero vi otros casos en los que este tipo de tratamiento tuvo efectos teraputicos duraderos. En los enfermos mentales slo es visible exteriormen158 te la trgica destruccin y slo excepcionalmente la vida de aquel aspecto del alma se nos oculta. Con frecuencia, engaan las apariencias externas, tal como me asombr en el caso de aquella joven paciente catatnica. Tena diecio- cho aos y proceda de una familia culta. A los quince aos
fue seducida por su hermano y abusaron de ella sus compaeros de escuela. A partir de los diecisis aos vivi aislada. Se ocultaba ante los hombres y acab por identificarse en sus sentimientos con un mastn malo que pertenece a los dems, y con quienes intentaba reconciliarse. Se volvi cada vez ms extraa y a los diecisiete aos vino al frenoptico, donde permaneci ao y medio. Oa voces, rechazaba los alimentos y mud la voz por completo (es decir, no habl ms). Cuando la vi por vez primera se encontraba en un estado tpicamente catatnico. En el transcurso de varias semanas logr paulatina- mente hacerla hablar. Despus de superar tenaz resistencia me cont que haba vivido en la luna. sta estaba habita- da, pero al principio slo vio hombres. stos la haban lle- vado consigo a una morada sublunar donde se hallaban encerradas sus mujeres e hijos. Sobre las altas montaas de la luna habitaba un vampiro que raptaba y mataba a los nios y mujeres, por lo cual la poblacin selenita estaba amenazada de exterminio. Tal era la razn de la existencia sublunar de la mitad femenina de la poblacin. Mi paciente decidi ahora hacer algo por la poblacin de la luna y se propuso destruir al vampiro. Despus de largos preparativos, esper al vampiro sobre la azotea de una torre que se construy con este fin. Al cabo de una serie de noches lo vio por fin aproximarse volando desde lejos, como un gran pjaro negro. Tom su largo cuchillo para el sacrificio, lo ocult entre sus ropas y esper su llegada. Repentinamente apareci ante ella. Tena varios pares de alas. Bajo stas, su rostro y toda su figura quedaban ocultos, de modo que ella no poda ver ms que sus plumas. Estaba extraada y le pic la curiosidad por lo que decidi saber qu aspecto tena. Se acerc a l sosteniendo el cuchillo en su159 mano. Entonces el pjaro abri sus alas y ante ella apareci un hombre divinamente hermoso. La estrech entre sus brazos alados con un garfio de hierro de modo que ella ya no poda servirse del cuchillo. Adems, qued tan hechizada por la mirada del vampiro que no hubiera sido ya capaz de acuchillarlo. La levant del suelo y vol con ella. Despus de esta revelacin pudo hablar sin impedi- mentos y volvieron a presentarse sus resistencias; y le haba cerrado el camino de regreso a la luna, ya no poda marcharse de la tierra. Este mundo no es hermoso, en cambio la luna s lo era y la vida all estaba llena de atrac- tivos. Algo ms tarde tuvo una recada en su catatona. De- lir durante cierto tiempo. Cuando al cabo de dos meses fue dada de alta, se poda volver a hablar con ella y progresivamente fue viendo que la vida sobre la tierra es algo inevitable. Pero desespe- radamente se resisti a aceptar la inevitabilidad de la vida y sus consecuencias, y tuvo que ser internada nuevamente. Una vez la visit en su celda y le dije: Todo esto no le servir para nada, no puede ya regresar a la luna! Me es- cuch en silencio y completamente indiferente. Esta vez permaneci poco tiempo en el frenoptico y acept resig- nadamente su destino. Se coloc de enfermera en un sanatorio. All haba un mdico asistente que intent acercarse a ella de modo poco atento, a lo cual ella respondi con un disparo de revlver. Por suerte slo le ocasion una leve herida. As pues se haba procurado un revlver! Ya anteriormente haba
llevado consigo un revlver cargado que a ltima hora, al terminar el tratamiento, me entreg. Ante mi asombro, dijo: Con l le hubiera matado a tiros si me hubiera usted faltado! Cuando se repuso de la excitacin a causa del disparo regres de nuevo a su pas. Se cas, tuvo varios hijos y so- brevivi a dos guerras mundiales en el Este sin experimentar ninguna recada. Qu decirse para explicar sus fantasas? A causa del 160 incesto que sufri de jovencita se sinti rebajada ante los ojos del mundo, pero en cambio en el reino de la fantasa se senta ensalzada: se sinti trasladada, por as decirlo, a un reino mtico; pues el incesto es, segn la tradicin, una prerrogativa del rey y de los dioses. A travs de ello, sin embargo, se produjo una total enajenacin del mundo, el estado de psicosis. Se convirti, por as decirlo, en extra- mundana y perdi el contacto con los hombres. Lleg a un distanciamiento csmico, en la bveda celeste, donde encontr al demonio alado. Transfiri esta figura en m durante el tratamiento, siguiendo la regla. Por ello, auto- mticamente, estuve amenazado de muerte, como cualquiera que hubiera intentado convencerla de la existencia humana normal. A travs de sus explicaciones, en cierto modo, haba descubierto el demonio en m y ligado de este modo a un hombre terrestre. Por ello pudo volver a la vida e incluso casarse. Yo mismo, desde entonces, vi con otros ojos el sufri- miento de los enfermos mentales, pues saba ahora tambin de los significativos acontecimientos de su vivencia interna. Se me pregunta muchas veces sobre mi mtodo psico- teraputico o analtico. No puedo dar sobre esta cuestin una respuesta terminante. La teraputica es en cada caso distinta. Si un mdico me dice que sigue estrictamente tal o cual mtodo, dudo del efecto teraputico. Se habla tanto en la literatura de la resistencia el paciente que casi parece como si se le quisiera obligar a tomar algo, mientras que lo curativo debera surgir de l de modo natural. La psicoterapia y los anlisis son tan distintos como los mismos individuos. Yo trato a cada paciente lo ms individualmente posible, pues la solucin del problema es siempre personal. Las reglas vlidas en general slo se pueden formular cum grano salis. Una verdad psicolgica es solamente vlida cuando se puede cambiar. Una solucin que a m no se me ocurra puede ser para otro precisamente la correcta. 161 Naturalmente un mdico debe conocer los denomina- dos mtodos. Pero debe evitar el anquilosarse en lo ru- tinario. Las premisas tericas slo deben aplicarse con mucho cuidado. Hoy quizs son vlidas, maana pueden serlo otras. En mis anlisis no juegan ningn papel. Intencionadamente no soy sistemtico. Frente al individuo no hay para m ms que la comprensin individual. Para cada paciente se requiere un lenguaje distinto. As pues, se me puede or hablar en un anlisis de adlerianismo y en otro de freudismo.
El punto decisivo es que yo, como hombre, me en- frente a otro hombre. El anlisis es un dilogo en el cual participan dos interlocutores. Analista y paciente se sien- tan uno frente al otro,vis--vis. El mdico tiene algo a de- cir, pero tambin el paciente. Dado que en la psicoterapia no se trata de aplicar un mtodo, no basta nicamente con el estudio de la psi- quiatra. Yo mismo hube de trabajar mucho hasta que po- se la necesaria madurez para la psicoterapia. Ya en 1909 comprend que no poda tratar las psicosis latentes si no comprenda su simbolismo. Entonces comenc a estudiar mitologa. Tratndose de pacientes cultos e inteligentes, el psi- quiatra necesita algo ms que un mero dominio de la es- pecialidad. Debe comprender, libre de toda premisa teri- ca, qu es lo que realmente conmueve al paciente, de no ser as provoca resistencias intiles. No se trata de confirmar una teora, sino de que el paciente mismo debe ser concebido individualmente. Evidentemente esto no es po- sible sin una comparacin con concepciones colectivas, de las cuales el mdico debe tener conocimiento. Aqu no basta una simple formacin mdica puesto que el hori- zonte del alma humana abarca infinitamente ms que la perspectiva de la sala de consulta mdica. El alma* es mucho ms complicada y ms impenetra* Cfr. Glosario. 162 ble que el cuerpo. Es, por as decirlo, la mitad del mundo que slo existe en tanto se es consciente de ello. Es por ello que el alma no es slo un problema personal sino del mundo, y el psiquiatra tiene que habrselas con todo un mundo. Hoy puede verse como nunca se vio anteriormente: el peligro que a todos nos amenaza no proviene de la natu- raleza sino del hombre, del alma de un individuo en par- ticular y de muchos. En el desequilibrio psquico el hombre est en peligro! Todo depende de que nuestra psiquis funcione correctamente o no. Si hoy ciertas gentes per- diesen la cabeza explotara una bomba de hidrgeno! El psicoterapeuta, sin embargo, no debe slo com- prender al paciente; es igualmente importante que se com- prenda a s mismo. Es por ello que la conditio sine qua non de la formacin es el propio anlisis, el denominado anlisis terico. La terapia del paciente comienza, por as decirlo, en el mdico: slo cuando l comprenda cmo tratarse a s mismo y a sus propios problemas podr familiarizarse con el paciente. Pero slo entonces. En el anlisis terico debe aprender el mdico a conocer su alma y a tomarse en serio. Si no puede lograr esto, tampoco lo aprender el paciente. Pero con ello pierde un fragmento de su alma, del mismo modo que el mdico ha perdido el fragmento de su alma que no aprendi a conocer. As pues, no basta con que el mdico en los anlisis tericos adopte un sistema de conceptos. Como analista debe lograr que el anlisis le afecte a s mismo, que sea un fragmento de vida autntica y no un mtodo que se pueda
aprender de memoria en el sentido literal! El mdico o terapeuta que no incluya esto en sus anlisis tericos tendr ms tarde que pagarlo caro. Existe ciertamente tambin la denominada pequea psicoterapia, pero en el anlisis propiamente dicho entra en liza todo el hombre, paciente y mdico. Existen muchos casos que no se pueden curar sin renunciar a uno mismo. Cuando se trata de cosas importantes resulta decisivo si el 163 mdico se concibe a s mismo como una parte del drama o se encierra en su propia autoridad. En las grandes crisis de la vida, en los instantes supremos en que se trata de ser o no ser, no ayudan para nada los pequeos y sugestivos juegos de manos, aqu el mdico ha de entregarse con todo su ser. El terapeuta debe dar cuenta siempre de cmo reacciona l mismo a la confrontacin con el paciente. Y se reacciona no slo con la consciencia, sino que hay que preguntarse siempre: Cmo ve mi inconsciente la situacin? Hay pues que intentar comprender los propios sueos, prestarles la mayor atencin posible y observarse a s mismo como al paciente, de lo contrario el tratamiento en ciertas circunstancias puede fracasar. Explicar un ejemplo acerca de esto. Tuve una vez una paciente, una mujer muy inteligente que, sin embargo por diversas razones, me pareci algo sospechosa. Primero el anlisis fue bien, pero al cabo de un tiempo me pareci como si en la interpretacin del sueo no acertase yo y cre observar tambin una cierta languidez en la conversacin. As pues decid hablar de ello con la paciente, pues naturalmente a ella no se le haba ocurrido que algo no funcionaba correctamente. La noche anterior a su prxima visita tuve el siguiente sueo: Andaba por un camino vecinal a travs de un valle entre resplandores crepusculares. A la derecha se alzaba una escarpada colina. En su cumbre haba un castillo y en la torre ms alta estaba sentada una mujer en una especie de balaustrada. Para poder verla bien tena que doblar mucho la cabeza hacia atrs. Me despert con dolores en la nuca. Ya en sueos haba reconocido a mi paciente en la mujer. El significado lo comprend inmediatamente: que en mi sueo hubiera de mirar as hacia mi paciente quera decir que era probable que en realidad la hubiese mirado despectivamente. Los sueos son compensaciones de la actitud consciente. Le comuniqu el sueo y mi interpre164 tacin. Esto provoc un inmediato cambio en la situacin y el tratamiento sigui adelante. Como mdico debo preguntarme siempre qu mensa- je me aporta el paciente, qu significa aqul para m? Cuando no significa nada para m, no tengo ningn punto de partida. Slo en lo que
el mdico mismo es afectado, acta l. Slo el herido cura. En cambio, en lo que el mdico tiene una coraza personal no puede actuar. Yo tomo a mis pacientes en serio. Quizs est yo justamente ante un problema, lo mismo que ellos. Con frecuencia ocurre que el paciente constituye el soporte adecuado para la dbil posicin del mdico. De ello pueden surgir difciles situaciones, hasta para el mdico, o precisamente para l. Cada terapeuta debera tener un control a travs de una tercera persona, para obtener as otro punto de vista. Incluso el Papa tiene un padre confesor. Yo aconsejo siempre a los psicoanalistas: Tened un "padre confesor" o una "madre confesora"! Las mujeres estn muy capacitadas para ello. Tienen en la mayora de los casos una intuicin excelente y una oportuna crtica, y pueden ver bien a los hombres, incluso bajo ciertas circunstancias sus intrigas anmicas en los naipes. Ven aspectos que el hombre no ve. Es por ello que ninguna mujer est convencida de que su marido sea el superhombre! Cuando alguien tiene una neurosis es comprensible que realice su anlisis; pero si se es normal no existe ninguna obligacin. Pero puedo asegurarles que tuve asombrosas experiencias con la denominada normalidad: Una vez top con un discpulo completamente normal. Era mdico y se me present con las mejores recomenda- ciones de un viejo colega. Fue ayudante suyo y se hizo cargo de su consulta. Tena xitos normales, una consulta normal, una mujer normal, hijos normales, viva en una pequea casa normal de una pequea ciudad normal, tena ingresos normales y probablemente tambin una ali- mentacin normal! Quera ser psicoanalista. Yo le dije: 165 Sabe usted lo que significa esto? Esto significa que debe primero conocerse a s mismo. El instrumento es usted mismo. Si usted no est bien, cmo podr ponerse bien el paciente? Si usted no est convencido, cmo podr con- vencerles? Usted mismo es la autntica materia prima. Pero si no lo es, entonces que Dios le ayude! En tal caso llevar a sus pacientes al error. Debe pues usted primeramente iniciar el anlisis de s mismo. El hombre estuvo de acuerdo, pero me dijo en seguida: No tengo nada problemtico que contarle! Esto deba yo sospecharlo. Respond: Bueno, entonces podemos examinar sus sueos. l contest: No tengo sueos. Le dije: Pronto empezar usted a tenerlos. Otro hubiera probablemente soado ya en la noche siguiente. Pero l no poda recordar ningn sueo. As fue durante catorce das, y me pareci algo inquietante. Finalmente se present un sueo muy significativo. So que viajaba en tren. El tren par dos horas en cierta ciudad. Puesto que el soador no conoca este lugar y de- seaba conocerlo se dirigi al centro de la ciudad. All en- contr una casa medieval, probablemente el ayuntamiento, y entr en ella. Recorri largos pasillos y entr en bellas salas de cuyas paredes colgaban antiguos cuadros y hermosos tapices. Valiosos objetos se vean por doquier. Repentinamente, vio que oscureca y el sol se esconda. Pens: Debo volver a la estacin! En este instante descubri que se haba perdido y no saba ya dnde estaba la salida. Se asust, y a la vez se dio cuenta de que en la casa no haba visto a ningn hombre. Se sinti intranquilo y apresur sus pasos con la esperanza
de encontrar a alguien. Pero no hall a nadie. Entonces lleg a una gran puerta y pens aliviado: Aqu est la salida! Abri la puerta y descubri que haba entrado en una enorme sala. Estaba tan oscura que ni siquiera poda distinguir la pared de la sala. Entonces vio exactamente en el centro de la habitacin algo blanco en el suelo y, cuando se acerc, descubri a un nio idiota de unos dos aos. Estaba sentado en 166 un orinal y se haba embadurnado con heces. En este instante se despert, dando un grito de pnico. Esto me bastaba: se trataba de una psicosis latente! Puedo decirles que yo sudaba cuando intent librarle del sueo. Tuve que describir el sueo lo ms tranquilamente posible. No me detuve en detalles. Lo que el sueo expresaba es, aproximadamente, lo si- guiente: el viaje con que empieza es el viaje a Zurich. Pero all permanece slo poco tiempo. El nio en el centro de la sala es una figura de s mismo cuando tena dos aos. En los nios pequeos no son corrientes estos malos modales, pero es algo siempre posible. Las heces atraen su inters por su color y olor! Cuando un nio se cra en la ciudad y sobre todo en una familia severa, esto puede suceder fcilmente. Pero aquel mdico, el soador, no era ningn nio, era un adulto. Y por ello la visin onrica en el centro de la sala constitua un smbolo nefasto. Cuando me explic el sueo me di cuenta de que su normalidad no era ms que una compensacin. Le haba atrapado en el ltimo instante, pues por un pelo la psicosis hubiese brotado y puesto de manifiesto. Ello deba impedirse. Finalmente me fue posible, con ayuda de uno de sus sueos, hallar un plausible final. Los dos quedamos mutuamente agradecidos por este final. No le particip mi diagnstico, pero l haba notado que experimentaba un pnico fatal cuando un sueo le anunciaba que un peligroso enfermo mental le persegua. Poco despus regres el soador a su pas natal. No le inquiet ms el inconsciente. Su tendencia a la normalidad corresponda a una personalidad que no se hubiera desarrollado a travs de la confrontacin con el inconsciente, sino que se hubiera dispersado nada ms. Estas psicosis latentes son lasbtes nones de los psicotera-peutas, pues con mucha frecuencia resultan difciles de reconocer. En estos casos es especialmente importante comprender los sueos. Con esto llegamos a la conclusin de los anlisis reali167 zados por los legos en la materia. Yo acepto que quienes no son mdicos estudien psicoterapia y la ejerzan, pero en el caso de las psicosis latentes pueden fcilmente equivo- carse. Por ello
recomiendo que los legos en psiquiatra tra- bajen como psicoanalistas, pero bajo el control de un es- pecialista en la materia. En cuanto se sientan inseguros en lo ms mnimo deben consultarle. Incluso para los mdi- cos es muy difcil, en la mayora de los casos, reconocer una esquizofrenia latente y tratarla, y tanto ms para los legos. Pero siempre he constatado que los legos que se han dedicado durante muchos aos a la psicoterapia saben y pueden hacer algo. A esto se aade que no hay suficientes mdicos para ejercer la psicoterapia. Esta profesin requiere una formacin general muy larga y metdica que slo poseen los menos. La relacin entre mdico y paciente puede conducir en ocasiones a fenmenos de naturaleza parapsicolgica, especialmente cuando se produce una transferencia del paciente o una identificacin ms o menos inconsciente entre mdico y paciente. Yo he experimentado esto muchas veces. Me impresion especialmente el caso de un paciente a quien libr de una depresin psicgena. Una vez curado regres a casa y se cas, pero la mujer no me gust. Cuando la vi por primera vez tuve una inquietante sensacin. Observ que no me vea con buenos ojos a causa de mi influencia sobre su marido, que me estaba agradecido. Sucede con frecuencia que las mujeres que no quieren verdaderamente al marido son celosas y destruyen sus amistades. Quieren que les pertenezca por entero, porque precisamente ellas mismas no le pertenecen a l. El ncleo de todos los celos es una falta de amor. La intromisin de la mujer signific para el paciente una carga inusitada para la cual no estaba preparado. Un ao despus de la boda, bajo esta carga, cay nuevamente en una depresin. Yo haba convenido con l en previsin de esta posibilidad que me llamase inmediatamen168 te si notaba que se descorazonaba. Pero se abstuvo de ha- cerlo no sin saberlo su mujer, quien dio poca importancia a su mal humor. No recib noticias suyas. Por aquel tiempo di en B. una conferencia. Hacia la medianoche llegu al hotel despus de la conferencia haba ido a comer con un par de amigos y me met en la cama inmediatamente. Estuve sin embargo bastante rato despierto. Hacia las dos deba estar ya dormido me despert con espanto y tuve el convencimiento de que alguien estaba en mi habitacin; me pareca como si alguien hubiera abierto la puerta violentamente. Abr la luz inmediatamente, pero all no haba nadie. Pens que quizs alguien se haba equivocado de puerta y mir en el pasillo, reinaba el silencio ms absoluto. Qu extrao pens, alguien ha entrado en la habitacin. Entonces intent recordar lo pasado y me di cuenta de que me haba despertado por un sordo dolor, como si algo me hubiera dado contra la frente y me hubiera golpeado en la parte posterior del crneo. Al da siguiente recib un telegrama, en que se me comunicaba que aquel paciente se haba suicidado. Ms tarde supe que se haba disparado un tiro y que la bala se introdujo en la parte posterior del crneo. En este suceso se trat de un autntico fenmeno de sincronismo,* como no es raro observar en relacin con una situacin arquetpica en este caso la muerte. Me- diante la relativizacin del tiempo y del espacio en el in- consciente es posible que hubiera percibido algo que en la realidad
suceda en otro lugar completamente distinto. El inconsciente colectivo es comn a todos, constituye el fundamento de lo que en la antigedad se defini como simpata de todas las cosas. En este caso mi inconsciente supo la situacin de mi paciente. Ya la tarde anterior me sent extraamente inquieto y nervioso, contrariamente a mi modo de ser habitual. * Cfr. Glosario. 169 No intento nunca que mis pacientes se conviertan. Para m todo consiste en que el paciente se forme su propio criterio. Un pagano es para m un pagano, un cristiano un cristiano, un judo un judo, cuando ello corresponde a su destino. Recuerdo muy bien el caso de una juda que haba perdido la fe. Comenz con un sueo que tuve en el que se me presentaba una muchacha desconocida. Me expuso su caso y mientras hablaba pens: no comprendo nada de lo que ella me dice. No comprendo de qu se trata! Pero de repente comprend que ella tena un extrao complejo paterno. Tal fue el sueo. Al da siguiente en mi agenda constaba: consulta, a las cuatro. Apareci una muchacha. Una juda, hija de un rico banquero, bonita, elegante y muy inteligente. Se haba so- metido ya a un anlisis, pero el mdico se sinti atrado por ella y le rog finalmente que no le visitara ms, de lo contrario peligraba su matrimonio. La muchacha padeca desde haca tiempo una grave neurosis de angustia que despus de esta experiencia, na- turalmente, se agrav. Comenc la anamnesia, pero no logr descubrir nada especial. Era una juda adaptada al occidente, profundamente instruida. Al principio no logr entender su caso. De repente record mi sueo y pens: Dios mo, es la misma persona! Pero puesto que no poda comprobar en ella ninguna huella de complejo de padre le pregunt, como acostumbro a hacer en tales casos, por su abuelo. Entonces vi cmo cerr los ojos por un instante y supe inmediatamente: Ah est! Le rogu, pues, que me hablara de su abuelo y me enter de que era un rabino que perteneci a una secta juda. Pregunt nuevamente: Si era un rabino, era quizs un zaddiquim? S, se dice que fue una especie de santo y que posea el don de la segunda visin. Pero todo esto no son ms que estupideces! Tal cosa no existe. Con ello conclu la anamnesia y comprend la historia de su neurosis, que le expliqu: Ahora voy a decirle algo 170 que quizs usted no pueda aceptar. Su abuelo fue un zad- diquim. Su padre reneg de la fe judaica. Traicion el se- creto y olvid a Dios. Y usted tiene esta neurosis porque siente temor de Dios. Qued como fulminada por el rayo! La noche siguiente tuve otro sueo. En mi casa se daba una fiesta y he aqu que la muchacha estaba tambin presente. Vino hacia m y me pregunt: Tiene usted un paraguas? Llueve
tanto! Encontr efectivamente un paraguas, lo hice girar para abrirlo y quise drselo. Pero qu sucedi en lugar de esto? Se lo entregu de rodillas como si fuera una divinidad. Le expliqu el sueo y a los ocho das la neurosis ha- ba desaparecido.3 El sueo me haba mostrado que ella no era una persona superficial, sino que tras ella se ocultaba una santa. Pero ella no tena una imaginacin mitolgica y por ello lo esencial no encontraba en ella expresin alguna. Todas sus intenciones giraban en torno a coqueteos, vestidos y sexualidad porque no conoca nada ms que esto. No conoca sino el intelecto y su vida era un absurdo. En realidad era una criatura de Dios que deba cumplir sus secretos designios. Tuve que despertar en ella ideas mitolgicas y religiosas, pues perteneca al tipo de personas a las que se exige una dedicacin a las cosas del espritu. Gracias a ello su vida adquiri sentido y perdi todo rastro de neurosis! En este caso no emple ningn mtodo, sino que vi la presencia del Numen. Se lo expliqu a la paciente y ello determin la curacin. Aqu no existi mtodo alguno; aqu imper el temor de Dios. He visto con mucha frecuencia que los hombres se vuelven neurticos cuando se conforman con respuestas in-satisfactorias o falsas a las cuestiones de la vida. Buscan una buena situacin, matrimonio, reputacin y xitos externos 3. El caso se diferencia de la mayora de los casos de este tipo por la brevedad del perodo de tratamiento. A. J. 171 y dinero, y permanecen desgraciados y neurticos, incluso cuando han conseguido lo que buscaban. Tales hombres se sumen las ms de las veces en una excesiva estrechez espiritual. Su vida no tiene contenido satisfactorio alguno, ningn sentido. Cuando pueden desarrollar una ms amplia personalidad, deja de existir la neurosis en la mayora de los casos. Es por ello que para m, desde un principio, fueron de suma importancia las ideas de desarrollo. La mayor parte de mis pacientes no consistan en per- sonas creyentes, sino en aquellos que haban perdido su fe. A m vinieron las ovejas perdidas. El hombre creyente tiene tambin hoy la posibilidad de vivir los smbolos en la Iglesia. Pinsese en la vivencia de la misa, del bautismo, en la imitacin de Cristo y tantas otras cosas. Pero una tal vida y vivencia del smbolo presupone la participacin viva de la fe y ello falta con mucha frecuencia al hombre actual. En los hombres neurticos falta las ms de las veces. En tales extremos estamos obligados a observar si el inconsciente no ofrece espontneamente smbolos que suplan esta carencia. Entonces queda siempre en pie la cuestin de si un hombre, que tiene los sueos o visiones adecuadas, es capaz de comprender su sentido y aceptar las consecuencias. Yo he descrito un caso de este tipo en ber die Ar-
chetypen des kollektiven Unbewussten.4 (Arquetipos de lo inconsciente colectivo). Un telogo tena un sueo que se repeta con frecuencia. Soaba que estaba en una pen- diente desde la que se divisaba un bello panorama en un profundo valle con frondosos bosques. Saba que hasta en- tonces siempre algo le haba impedido ir all. Pero esta vez quera realizar sus planes. Al acercarse al lago se sinti intranquilo y repentinamente sopl una ligera rfaga de viento sobre la superficie del agua, que se encresp. Se despert con un grito de terror. 4. En Von den Wurzeln des Bewusstseins (Sobre los orgenes de la consciencia), 1950. 172 El sueo parece de momento incomprensible; pero como telogo hubiera debido recordar el estanque cuyas aguas son removidas por un viento repentino y en la que se sumerge a los enfermos el estanque de Bethesda. Un ngel desciende y toca el agua que por ello adquiere facultad curativa. El viento suave es el Espritu Santo que sopla donde quiere. Y ello causa al soador angustia infernal. Se manifiesta una invisible presencia, un numen que vive por s mismo y por el cual se origina una tormenta sobre los hombres. La posibilidad del lago de Bethesda el soador slo la admiti de mala gana. No quiso admitirla, pues tales cosas se discuten slo en la Biblia y a lo sumo los domingos por la maana durante el sermn. No tienen nada que ver con la psicologa. Del Espritu Santo se habla slo en ocasiones festivas, pero no, de ningn modo, es un fenmeno de la experiencia. Yo s que el telogo deba superar su miedo y, por as decirlo, vencer su pnico. Pero no insisto nunca cuando alguien no est dispuesto a seguir su propio camino y a asumir su propia responsabilidad. No estoy dispuesto a concluir fcilmente que se trata nicamente de resistencias normales. Las resistencias concretamente cuando son obstinadas merecen consideracin, porque con fre- cuencia significan advertencias que no se deben pasar por alto. Lo curativo puede ser un veneno que no todos acep- tan, o una operacin que causa la muerte si resulta contraindicado. Cuando se trata de la vivencia interna, de lo ms per- sonal, resulta para la mayora de hombres poco tranquili- zante y muchos huyen de ello. As tambin este telogo. S perfectamente que los telogos se encuentran en una situacin ms difcil que los dems. Por una parte estn ms prximos a lo religioso, pero por otra parte se encuentran ms estrechamente vinculados por la Iglesia y el dogma. El riesgo de la vivencia interna, la aventura espiritual, es desconocida por la mayora de hombres. La posibilidad de que puede ser una realidad psquica es anatema. Debe ba173 sarse en algo sobrenatural o por lo menos histrico, pero psquico? Ante esta pregunta surge a menudo un me- nosprecio del alma tan repentino como profundo.
En la psicoterapia actual se exige con frecuencia que el mdico o el psicoterapeuta coopere, por as decirlo, con el paciente y sus afectos. Yo considero que esto no es siempre correcto. A veces es necesario tambin una intervencin activa por parte del mdico. Una vez me visit una dama, perteneciente a la alta nobleza, que acostumbraba a abofetear a todos sus em- pleados, inclusive a sus mdicos. Padeca una neurosis im- pulsiva y haba estado en una clnica sometida a tratamiento. Naturalmente, no tard en propinar al mdico jefe el obligado bofetn. A sus ojos no era ms que un buenvalet de chambre. ste la envi a otro mdico con el que de nuevo pas lo mismo. Puesto que la dama no estaba propiamente loca, aunque haba que tratarla con pies de plomo, se vio en un apuro y me la envi a m. Era una personalidad imponente, de 1,82 de altura. Realmente poda pegar, se lo aseguro a ustedes! Se present y conversamos agradablemente. Luego lleg el momento en que hube de decirle algo desagradable. Con rabia, se levant de un salto y me amenaz con pegarme. Yo me haba levantado tambin de un salto y le dije: Bueno, usted es la dama, pegue primero Ladies first! Pero luego pegar yo, y sa era tambin mi intencin. Se dej caer en una silla y dijo: Esto no me lo haba dicho nadie todava. Pero a partir de este instante la teraputica surti efecto. Lo que esta paciente necesitaba era la reaccin mascu- lina. En este caso hubiera sido completamente errneo cooperar. Ello no la hubiera ayudado en absoluto. Tena una neurosis impulsiva porque moralmente no poda do- minarse a s misma. Tales gentes son dominadas por la na- turaleza, precisamente mediante los sntomas impulsivos. Hace aos que termin una estadstica sobre los resul- tados de mis tratamientos. No recuerdo con exactitud las cifras, pero en conjunto una tercera parte de los casos se 174 curaron realmente, otra tercera parte mejoraron y el tercio restante no variaron en lo esencial. Pero precisamente los casos en que no hubo mejora son difciles de juzgar, por- que muchas veces el efecto se produce al cabo de aos. Con mucha frecuencia me ha pasado que mis antiguos pacientes me escriben: Slo al cabo de diez aos de haber sido asistida por usted he podido comprender de lo que se trataba. He tenido muy pocos casos que quedaran fuera de mi alcance, muy raramente tuve que renunciar a un paciente. Pero incluso entre stos hubo algunos que me informaron posteriormente de xitos positivos. Es por ello que un jui- cio sobre el xito es difcil de emitir. Un mdico es evidente que en sus actividades trata con hombres que tambin para l tienen importancia. En- cuentra personalidades que, para su felicidad o desgracia, nunca despiertan el inters pblico y pese a ello o precisa- mente a causa de ello poseen una gran talla o han experimentado evoluciones o catstrofes sin par. A veces son se- res excepcionalmente dotados que a
otros llevara a sacri- ficar su propia vida con un entusiasmo inagotable, pero que en ellos se encuentra enraizada en una disposicin tan excepcionalmente desfavorable, que no se sabe si se trata de un genio o de un desarrollo fragmentario. No rara- mente afloran bajo circunstancias inimaginables riquezas del alma que nunca se hubiera sospechado hallar en nive- les sociales tan bajos. El informe necesario para el efecto psicoterpico no permite al mdico sustraerse a la profun- da impresin de altura y profundidad del paciente. El in- forme consiste en continuas comparaciones y equipara- ciones, en la exposicin dialctica de los hechos psquicos entre s confrontados. Si estas impresiones no surten efec- to, por cualquier razn, en uno o en otro, el proceso tera- putico resulta ineficaz y no se logra ningn cambio. Si uno no se convierte para el otro en problema, no se halla respuesta alguna. 175 Entre los pacientes de nuestros das denominados neurticos existen no pocos que en pocas ms antiguas no se hubieran vuelto neurticos, es decir, en desacuerdo consigo mismos. Si hubieran vivido en una poca y en un ambiente en el que el hombre estaba vinculado a travs del mito con el mundo del misterio, y por ste con la naturaleza viva y no meramente contemplada desde fuera, se hubieran ahorrado la desavenencia consigo mismos. Se trata de hombres que no soportan la prdida del mito y no hallan el camino a un mundo meramente externo, es decir, a la concepcin de las ciencias, de la naturaleza, ni puede satisfacerles el fantstico juego de palabras intelectual que no tiene que ver lo ms mnimo con la sabidura. Estas vctimas del desdoblamiento anmico de nuestra poca son meros neurticos facultativos, cuya aparente anormalidad desaparece en el momento en que se cierra el abismo entre el yo y el inconsciente. Quien ha experimen- tado profundamente en s mismo este desdoblamiento es ms capaz de lograr una mejor comprensin para estos procesos anmicos inconscientes e impedir aquel tpico peligro de desorbitacin que amenaza al psiclogo. Al que no conoce por propia experiencia la influencia nefasta de los arquetipos* le ser difcil sustraerse de tal influencia negativa cuando la confronte en la prctica con su expe- riencia. Sobrevalorar o subestimar todo esto, porque posee slo una nocin intelectual, pero no una norma emprica. Aqu comienzan no slo para el mdico los peligrosos extravos, el primero de los cuales es el intento de usurpacin intelectual. Tiene por objetivo secreto sus- traerse a la influencia arquetpica y en beneficio de la au- tntica experiencia de un mundo conceptual aparente- mente asegurado de modo artificial, pero meramente bi- dimensional, que aspira a ocultar la realidad de la vida con las llamadas ideas claras. La desviacin hacia lo abstracto despoja a la experiencia de su sustancia y le presta el mero * Cfr. Glosario. 176 nombre, que a partir de entonces suplanta a la realidad. Nadie est obligado a un concepto y tal es precisamente la conveniencia buscada que promete proteccin frente a la experiencia. Pero el espritu no vive de los conceptos, sino de los hechos. Las meras palabras no sirven para nada, lo
nico que se logra es repetir este proceso hasta el infinito. A los pacientes ms difciles y desagradecidos pertenecen, segn mi experiencia, junto a los habituales mentirosos, los denominados intelectuales, pues en ello una mano ignora lo que hace la otra. Cultivan una psicologa com-partiments. Con un intelecto no controlado por sentimiento alguno, todo se puede solucionar y, sin embargo, se tiene una neurosis. Del encuentro con mis pacientes y del anlisis del fe- nmeno anmico que me presentaba una inagotable sucesin de imgenes he aprendido mucho no de la mera ciencia sino principalmente de la comprensin de la propia esencia, y no poco gracias a los errores y fracasos. He tenido particularmente pacientes femeninas que con frecuencia colaboraron con mucha escrupulosidad, inteligencia y comprensin. Cooperaban decididamente a que yo pudiera hallar nuevos caminos en la teraputica. Algunos analizados se han convertido, en el sentido propio de la palabra, en mis discpulos, que han dado origen a mis ideas. Entre ellos hall hombres cuya amistad se ha mantenido durante dcadas. Mis pacientes y analizados me han situado tan cerca de la realidad de la vida humana que yo no hubiera podido encontrar nada ms esencial en mis experiencias. El encuentro con hombres de los tipos ms dispares y del ms diverso nivel psicolgico fue para m de una importancia mucho mayor que una conversacin fragmentaria con una eminencia. Las conversaciones de mi vida ms bellas y ricas en consecuencias son annimas. 177 SIGMUND FREUD1 La aventura de mi evolucin espiritual comenz al hacerme psiquiatra. De modo insospechado comenc a ob- servar, desde fuera, pacientes clnicamente anormales. En ello me encontr con procesos psquicos de naturaleza ex- traa que yo registraba y clasificaba, sin la menor comprensin por su significado, y que pareca bastar con cali- ficarlos de patolgicos. En el transcurso del tiempo, mi inters se concentr cada vez ms en aquellos enfermos en quienes vea yo algo comprensible, es decir en los casos de paranoia, en las demencias manaco-depresivas y en los desequilibrios psicgenos. Desde el principio de mi carre- ra psiquitrica despertaron en m profundo inters los es- tudios de Breuer y Freud, adems de los trabajos de Pierre Janet. Especialmente las aportaciones de Freud a un mto- do de anlisis de los sueos y su interpretacin me resul- taron valiosos para la comprensin de las manifestaciones esquizofrnicas. Ya en 1900 le la obra de FreudTraumdeutung2 (Interpretacin de los sueos). Dej el libro a un 1. Este captulo debe considerarse nada ms que como un complemen to a los numerosos escritos de C. G. Jung sobre Sigmund Freud y su obra. [Cfr., entre otros estudios, Der Gegensatz Freud und Jung (La oposicin entre Freud y Jung), 1929; en Seelenprobleme der Gegenwart (Problemas anmicos de actua
lidad), 5.a edicin, 1950; Sigmund Freud als kulturhistorische Erscheinung (Sig mund Freud como fenmeno histrico-cultural), 1932, etc.] 2. En su artculo necrolgico sobre Freud (Basler Nachrichten, 1 de oc tubre de 1939), Jung caracteriza esta obra como de las que hacen poca y 178 lado porque no lo comprenda an. A los veinticinco aos careca de experiencia para poder comprobar las teoras de Freud. Slo fue ms tarde cuando pude hacerlo. En 1903 volv a leerlo y descubr la relacin con mis propias ideas. Lo que me interes principalmente en esta obra fue la aplicacin al campo del sueo del concepto mecanismo de represin, procedente de la psicologa de la neurosis. Esto era importante para m, porque en mis experimentos de asociacin de palabras con frecuencia surgan represio- nes: a ciertas palabras sugerentes, los pacientes no saban dar una respuesta asociativa, o se tomaban un tiempo considerablemente largo para reaccionar. Como se com- prob posteriormente, se presentaba este trastorno cada vez que la palabra sugerente afectaba a un dolor o conflic- to anmico. Pero ello era en la mayora de los casos desco- nocido por el paciente, y a mi pregunta acerca de la causa del trastorno respondan de modo extrao y rebuscado. La lectura de la Interpretacin de los sueos de Freud me mostr que aqu actuaba el mecanismo de la represin y que los hechos observados por m coincidan con su teora. No poda ms que constatar sus conclusiones. Algo distinto sucedi en relacin con el tema de la re- presin. En este aspecto no poda dar la razn a Freud. l vea como causa de la represin el trauma sexual y ello no me bastaba. En mi consulta conoc numerosos casos de neurosis en los cuales la sexualidad desempeaba un papel meramente secundario, mientras que haba otros factores en primer plano, por ejemplo, el problema de la adaptacin social, de la opresin por circunstancias de la vida, las pretensiones de prestigio, etc. Posteriormente le present a Freud tales casos, pero l no admita otros factores que no ciertamente uno de los intentos ms audaces que se han realizado para captar el enigma de la psiquis inconsciente y trasladarla al terreno aparentemente fir- me de lo emprico... Para nosotros, que entonces ramos jvenes psiquiatras, constituy una de las fuentes de inspiracin, mientras que para nuestros viejos colegas fue motivo de mofa. 179 fueran la sexualidad. Esto me pareci muy poco satisfactorio. En principio no me result fcil asignar a Freud el lu- gar adecuado en mi vida o situarme correctamente res- pecto a l. Cuando conoc su obra, tena yo todava ante m toda una larga carrera y estaba en vas de acabar un trabajo que deba llevarme hacia adelante en la universi-
dad. Pero Freud, en el mundo acadmico de aquella po- ca, era persona no grata, y el estar en relaciones con l era perjudicial a cualquier celebridad cientfica. La gente im- portante le mencionaba, todo lo ms, a escondidas y en los congresos se le discuta slo en los pasillos, nunca en las sesiones. As pues, no me result agradable tener que constatar la coincidencia de mis ensayos de asociacin con las teoras de Freud. En cierta ocasin me hallaba en mi laboratorio preocupado por esta cuestin cuando el demonio me sugiri que tena derecho a publicar los resultados de mis experimentos y mis conclusiones, sin mencionar a Freud. Realmente haba elaborado mis ensayos mucho antes de comprenderlo. Pero entonces o la voz de mi segunda personalidad: Si t haces como si no conocieras a Freud, ello constituye una falsedad. No se puede situar la vida sobre una mentira. Con ello el caso estuvo solucionado. Desde entonces me declar pblicamente a favor de Freud y combat por l. Romp la primera lanza por l con motivo de un Con- greso en Munich en que se trataba de neurosis forzosas, pero su nombre fue deliberadamente silenciado. En 1906 escrib en relacin con ello un artculo para laMnchner Medizinische Wochenschrift (Semanario mdico de Munich) en que citaba la teora de las neurosis de Freud, que tanto haba contribuido a la comprensin de las neurosis forzosas.3 Sobre este artculo me escribieron cartas de ad3. Die Hysterielehre Freuds, eine Erwiderung auf die Aschaffenburgsche Kritik (La teora de Freud sobre la histeria, rplica a la crtica de Aschaffen-burg), Obras completas, vol. IV. l8o vertencia dos profesores alemanes: si continuaba al lado de Freud y persista en defenderle, mi futuro acadmico estaba en peligro. Yo respond: Si lo que dice Freud es la verdad, entonces persisto en mi postura. Renuncio a una carrera cuya premisa consiste en suprimir la investigacin y silenciar la verdad. Y continu manifestndome a favor de Freud y sus ideas. Slo que a causa de mis propias ex- periencias no poda aceptar el que todas las neurosis estu- vieran motivadas por la represin sexual o traumas de ca- rcter sexual. Para ciertos casos esto era exacto, pero para otros, no. En todo caso, Freud haba abierto nuevos cami- nos a la investigacin y la indignacin de entonces contra l me pareci absurda.4 No hall mucha comprensin para las ideas expresa- das en Die Psychologie der Dementia praecox, y mis colegas se burlaron de m. Pero por este trabajo me encontr con Freud. Me invit a visitarle y en febrero de 1907 tuvo lugar nuestro primer encuentro en Viena. Nos encontramos a la una del medioda y hablamos durante trece horas ininterrumpidamente, por as decirlo. Freud era el primer hombre realmente importante que yo conoca. Ningn otro hombre de los que entonces conoca poda equiparrsele. En su actitud no haba nada de trivial. Le encontr
extraordinariamente inteligente, penetrante e interesante en todos los aspectos. Y pese a ello mis primeras impresiones sobre l fueron poco claras y en parte incomprendidas. Lo que me deca acerca de su teora sexual me impre- sion. Sin embargo sus palabras no lograron disipar mis dudas y reflexiones. Se las plante ms de una vez, pero siempre me objetaba mi falta de experiencia. Freud lleva4. Despus de que Jung (1906) envi a Freud su trabajo sobre losDiagnostischen Assoziationsstudien (Estudios diagnsticos de la asociacin) comenz la correspondencia entre ambos investigadores. El intercambio de cartas se prosigui hasta el ao 1913. En 1907, Jung envi tambin su trabajo Die Psychologie der Dementia praecox a Freud. A. J. 181 ba razn: entonces no posea yo la experiencia suficiente para fundamentar mis argumentos. Vi que su teora sexual era extraordinariamente importante para l, tanto en el sentido personal como filosfico. Ello me impresion, pero no poda explicarme exactamente hasta qu punto esta valoracin positiva dependa en l de premisas subjetivas y hasta qu punto de experiencias concluyentes. En especial, la posicin de Freud respecto al espritu me pareci muy cuestionable. Siempre que en un hombre o en una obra de arte se manifestaba el lenguaje de la es- piritualidad, le pareca sospechoso y dejaba entrever una sexualidad reprimida. Lo que no poda explicarse directamente como sexualidad, lo caracterizaba como psicose- xualidad. Yo objetaba que su hiptesis, llevada a sus lgi- cas conclusiones, conduca a un juicio demoledor sobre la cultura. La cultura apareca como una mera farsa, como fruto morboso de la sexualidad reprimida. Ciertamente conceda l, as es. Ello es una maldicin del destino contra la cual nada podemos. Yo no estaba dispuesto en absoluto a darle la razn. Sin embargo, no me senta maduro todava para entablar una polmica. Hay todava algo en este primer encuentro que me re- sult significativo. Concierne a cosas que, sin embargo, slo logr comprender y meditar despus del fin de nuestra amistad. Era evidente que la teora sexual de Freud resultaba singularmente sugestiva. Cuando Freud hablaba de ello, su voz se haca imperiosa, angustiosa casi, y ya no se notaba nada de su actitud crtica y escptica. Una expresin extraamente agitada, una causa que no lograba yo aclarar, animaba su rostro. Me impresion profundamente que la sexualidad significara para l un numinosum.* Mi impresin qued confirmada por una conversacin que tuvo lugar unos tres aos despus (1910), nuevamente en Viena. Recuerdo todava muy vivamente cmo me dijo Freud:
* Cfr. Glosario. 182 Mi querido Jung, promtame que nunca desechar la teora sexual. Es lo ms importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastin inexpugnable. Me dijo esto apasionadamente y en un tono como si un padre dijera: Y promteme, mi querido hijo, que todos los domingos irs a misa! Algo extraado le pregunt: Un bastin contra qu? A lo que respondi: Contra la negra avalancha, aqu vacil un instante y aadi: del ocultismo. En primer lugar fueron el dogma y el bas- tin lo que me asust; pues un dogma, es decir, un credo indiscutible, se postula slo all donde se quiere reprimir una duda de una vez para siempre. Pero esto ya no tiene nada que ver con una opinin cientfica, sino slo con un afn de poder personal. Esto constituy un rudo golpe para nuestra amistad. Yo saba que nunca podra aceptar esto. Lo que Freud pareca entender por ocultismo era, ms o menos, todo lo que la filosofa y la religin, incluyendo la parapsicologa, que por entonces estaba de moda, tenan que decir sobre el alma. Para m la teora sexual era igualmente oculta, es decir, indemostrable, pura hiptesis posible, como muchas otras concepciones especulativas. Una verdad cientfica era para m una hiptesis satisfactoria por el momento, pero no un artculo de fe para todos los tiempos. Sin poder entonces comprender esto correctamente, haba observado en Freud una secuela de factores religiosos inconscientes. Manifiestamente quera alistarme para una defensa comn contra amenazadores signos inconscientes. La huella que me dej esta conversacin contribuy a mi confusin; pues hasta entonces no haba atribuido a la sexualidad el alcance de una cuestin indecisa a la que se debe prestar fidelidad porque pudiera perderse. Para Freud la sexualidad significaba, por lo visto, ms que para los dems. Era para l una res religiose observanda. Bajo la influencia de tales ideas y cuestiones se incurre, por regla general, en la desconfianza y la reserva. As, 183 nuestras conversaciones terminaron pronto, tras algunos balbucientes intentos por mi parte. Yo estaba profundamente impresionado, confuso y desconcertado. Tena la sensacin de haber lanzado una ojeada a un pas nuevo y desconocido, de donde me llegaban volando bandadas de nuevas ideas. Una cosa estaba clara para m: Freud, que siempre haca hincapi en su irreligiosidad, se haba construido un dogma, mejor dicho, en lugar del Dios celoso que haba perdido, haba puesto una imagen forzosa, concretamente a la sexualidad; una imagen que no era menos apremiante, exigente, desptica, amenazadora y ambivalente moralmente. Del mismo modo que al ms fuerte psquicamente y por lo tanto, terrible, corresponden los atributos de divino o diablico, la libido sexual haba adoptado en l el papel de undeus
absconditus, de un Dios oculto. La ventaja de esta mutacin consista para Freud en que el nuevo principio numinoso le pareca irreprochable cientficamente y libre de todo lastre religioso. Pero en el fondo subsiste la numi-nosidad como propiedad psicolgica de los principios antagnicos inconmensurables racionalmente: Jehov y sexualidad. Slo haba variado la denominacin y con ello ciertamente tambin el punto de vista: no era en lo alto donde haba que buscar lo perdido, sino abajo. Pero qu le importa, al fin y al cabo, al ms fuerte, si se le define de ste o de otro modo? Si no existiera psicologa alguna sino slo objetos concretos, se habra en efecto destruido a uno, para colocar a otro en su lugar. En la realidad, es decir, en el campo de la experiencia psicolgica, no ha desaparecido empero nada en absoluto de la urgencia, angustia, coaccin, etc. Como antes, se plantea la cuestin de cmo aparece o desaparece el miedo, el remordimiento, la culpa, la coaccin, la inconsistencia y la impulsividad. Si no proviene del lado difano, idealista, entonces quiz lo haga del oscuro, del biolgico. Como llamas momentneamente oscilantes pasaron por mi cabeza estos pensamientos. Mucho ms tarde, 184 cuando medit sobre el carcter de Freud, se me hicieron importantes y revelaron su significado. Un rasgo de su ca- rcter me preocupaba en especial: la amargura de Freud. Ya me llam la atencin en nuestro primer encuentro. Durante mucho tiempo no logr comprenderlo hasta que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para Freud la sexualidad significaba ciertamente un numi-noso, pero en su teora se expresa exclusivamente como funcin biolgica. Slo la inquietud con que hablaba de ello permita deducir que en l resonaba ms profundamente. En ltima instancia quera ensear as por lo menos me lo pareci a m que, vista desde dentro, la sexualidad implicaba tambin espiritualidad o tena sentido. Su terminologa concreta era, sin embargo, demasiado limitada para poder expresar esta idea. As pues, me daba la impresin de que trabajaba contra su propio objetivo y contra s mismo; y no existe amargura peor que la de un hombre convertido en el ms encarnizado enemigo de s mismo. Segn su propia expresin, se senta amenazado por la negra avalancha, l, que haba propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades. Freud no se pregunt nunca por qu deba hablar constantemente sobre el sexo, por qu este pensamiento le posea. Nunca tendra consciencia de que en la monotona del significado se expresaba la huida de s mismo, o de aquella otra parte suya que quizs pudiera definirse como mstica. Sin reconocer esta parte no poda sentirse acorde consigo mismo. Era ciego frente a la paradoja y la ambigedad de los significados del inconsciente, y no saba que todo cuanto emerge del inconsciente posee algo superior e inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo y esto hizo Freud se considera slo la mitad de ello y, consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagnica.
Contra esta parcialidad de Freud no haba nada que hacer. Quizs una ntima experiencia personal le hubiera podido abrir los ojos; pero a lo mejor su mente lo hubie185 ra reducido tambin a mera sexualidad o psicosexuali- dad. Fue prisionero de un punto de vista y justamente por ello veo en l una figura trgica, pues era un gran hombre. Despus de aquella segunda conversacin en Viena comprend tambin la hiptesis del poder, de Alfred Adler, pues hasta entonces no le haba prestado suficiente atencin: Adler haba aprendido del padre, como muchos hijos, no lo que stedijo sino lo quehizo. Entonces el problema del amor o eros y del poder me pareci un lastre del espritu tal como l mismo me dijo. Freud nunca haba ledo a Nietzsche. Ahora vea yo su psicologa como un ardid de la historia del espritu que compensaba la deificacin por Nietzsche del principio del poder. El problema no se planteaba manifiestamente Freudversus Adler, sino Freudversus Nietzsche. Me pareci significar mucho ms que una mera querella familiar en la psicopatologa. Comenc a darme cuenta de que eros e impulso de poder eran como hermanos desavenidos e hijos de un mismo padre, una fuerza espiritual constructiva, la cual como carga elctrica positiva y negativa se manifiesta en la experiencia de forma antagnica: una como unpatiens, el eros, y la otra como unagens, el impulso de poder, y viceversa. El eros recurre al impulso de poder tanto como ste al primero. Dnde puede hallarse un impulso sin el otro? El hombre est sometido, por una parte, al impulso, por otra parte intenta dominarlo. Freud muestra cmo el objeto sucumbe al impulso y Adler cmo el hombre se sirve de ste para dominar el impulso. Nietzsche, entregado y supeditado a su destino, tuvo que crearse un superhombre. Freud, as conclu yo, qued tan impresionado por el poder del eros que quiso elevarlo a un numen religioso, incluso a dogma aere peren-nius. No es ningn secreto que Zaratustra es el heraldo de un evangelio, y Freud compite incluso con la Iglesia en su intencin de canonizar los principios. No hizo esto de un 186 modo demasiado ostensible, pero s, sin embargo, con la intencin, sospechosa para m, de querer pasar por profeta. Levanta la trgica reivindicacin y la destruye a la vez. As sucede casi siempre con las numinosidades, y esto es lgico, pues en cierto aspecto son verdaderas y en otro, inciertas. La vivencia luminosa se eleva y se hunde a la vez. Si Freud hubiera observado mejor la verdad psicolgica de que la sexualidad es numinosa es un Dios y un Diablo no se hubiera quedado atascado en la estrechez de un concepto biolgico. Y Nietzsche, con su entusiasmo, no se hubiera situado al margen del mundo, si hubiera dado ms importancia a los fundamentos de la existencia humana. Siempre que el alma, en virtud de una experiencia nu- minosa, es sometida a una brusca oscilacin, existe el peligro de que los hilos, de los cuales cuelga, se rompan. De este modo, un hombre cae en un absoluto s y otro en un no, igualmente absoluto. Nirvana (libre de los
Dos) dice el Oriente. No lo he olvidado. El pndulo espiritual oscila siempre entre la sensatez y el absurdo y entre lo verdadero y lo falso. El peligro del numinoso estriba en que conduce a los extremos, y que una verdad humilde se toma porla verdad y un pequeo error es tenido por un fatal extravo. Tout passe; lo que ayer era verdad, es hoy desilusin y lo que anteayer pasaba por conclusin falsa, puede ser maana un descubrimiento, y naturalmente mucho ms en cuestiones psicolgicas acerca de las cuales en realidad sabemos todava muy poco. No nos hemos dado cuenta siempre de lo que significa que no exista nada en absoluto, si una consciencia pequea oh, tan efmera! no ha observado algo de ello. La conversacin con Freud me mostr que l tema que la luz numinosa de su teora sexual pudiera extinguirse por la negra avalancha. De ello surgi una situacin mitolgica: la lucha entre luz y tinieblas. Esto explica la nu-minosidad de esta cuestin y el recurrir inmediatamente a un refugio religioso, a un dogma. En mi prximo libro, 187 que se ocupa de la psicologa de la lucha heroica,5 describo el trasfondo mtico de la extraa actitud de Freud. La interpretacin sexual por una parte y las ansias de poder del dogma por otra me condujeron, en el trans- curso de los aos, al problema tipolgico, as como a la polaridad y energtica del alma. A ello sigui la investiga- cin, durante varios decenios, de la negra avalancha del ocultismo; intent comprender las premisas histricas conscientes e inconscientes de nuestra psicologa actual. Me interesaba or las opiniones de Freud sobre la pre- cognicin y sobre parapsicologa en general. Cuando le visit en 1909 en Viena le pregunt qu pensaba acerca de ello. De acuerdo con su prejuicio materialista, rechaz ra- dicalmente la cuestin como algo absurdo, basndose en un positivismo tan superficial, que me fue difcil no res- ponderle con acritud. Transcurrieron todava algunos aos hasta que Freud reconoci la importancia de la pa- rapsicologa y la autenticidad de los fenmenos ocultos. Mientras Freud expona sus argumentos, yo sent una extraordinaria sensacin. Me pareci como si mi diafrag- ma fuera de hierro y se pusiera incandescente una cavi- dad diafragmtica incandescente. Y en este instante son un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos. Cre- mos que el armario caa sobre nosotros. Tan fuerte fue el crujido. Le dije a Freud: Esto ha sido un fenmeno de ex-teriorizacin de los denominados catalticos.
Bah dijo l, esto s que es un absurdo! Pues no, le respond, se equivoca usted, seor pro- fesor. Y para probar que llevo razn le predigo ahora que volver inmediatamente a orse otro crujido. Y, efectiva- mente: apenas haba pronunciado estas palabras se oy el mismo crujido en la biblioteca! 5. Wandlungen und Symbole der Libido (Transformaciones y smbolos de la libido), 1912. Nueva edicin: Symbole der Wandlung (Smbolos de la transformacin), 1952. 188 No s an hoy por qu tena tal certeza. Pero saba con toda exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me mir horrorizado. No s qu pensaba o qu miraba. En todo caso, este hecho despert su desconfianza hacia m y yo tuve la sensacin de haberle hecho algo. Nunca ms volv a hablarle de esto.6 El ao 1909 fue un ao decisivo en nuestras relacio- nes. Fui invitado a la Clark University (Worcester, Mass.) para dar unas conferencias sobre el ensayo de asociacin. Independientemente de m, Freud recibi tambin una in- vitacin y decidimos viajar juntos.7 Nos encontramos en Bremen, nos acompaaba Ferenczi. En Bremen sucedi el incidente tan discutido del desmayo de Freud. Fue provo- cado indirectamente por mi inters por las momias del pantano. Yo saba que en ciertas regiones del norte de Alemania se haban hallado los llamados cadveres de los pantanos. Son en parte cadveres de hombres prehistricos que se ahogaron en los pantanos o fueron enterrados all. El agua del pantano contiene cidos hmicos que atacan a los huesos, a la vez que curten la piel de tal modo que sta, al igual que los cabellos, quedan perfectamente conservados. De este modo se realiza un proceso natural de momificacin en el que, sin embargo, por la accin del peso del fango los cadveres han quedado aplanados por completo. Se les encuentra ocasionalmente en las tumbe-ras de Holstein, Dinamarca y Suecia. Estas momias de los pantanos, sobre las cuales haba yo ledo algo, me vinieron a la memoria cuando estba- mos en Bremen, pero estaba algo confundido y los ha- ba tomado por las momias de las cmaras de plomo de Bremen! Mi inters irrit a Freud. Pues qu le pasa a usted con estos cadveres?, me pregunt varias veces. Se disgust mucho y durante una conversacin sobre ello en 6. Cfr. Apndice, p. 427 y ss. 7. Cfr. Apndice, p. 419 y ss. 189 la mesa sufri un mareo. Despus me dijo que estaba convencido de que esta charla sobre cadveres significaba que yo le deseaba la muerte. Qued ms asombrado por esta opinin suya. Qued asustado y ciertamente por el poder de sus fantasas que podan llegar a ocasionarle un desmayo.
De modo parecido, Freud padeci un desmayo en otra ocasin en mi presencia. Fue durante el Congreso psicoa- naltico en Munich en 1912. Alguien gui la conversacin hacia Amenofis IV. Se recalc que su actitud hostil respecto a su padre le llev a destruir las inscripciones en las estelas funerarias y que detrs de su gran intuicin de una religin monotesta se ocultaba su complejo de padre. Esto me irrit e intent explicar que Amenofis fue un hombre genial y profundamente religioso, cuyos hechos no pueden explicarse por antagonismos personales contra su padre. Por el contrario, honr la memoria de su padre y su celo destructor se orient exclusivamente contra el nombre del dios Amn, que hizo suprimir en todas partes, y naturalmente quit tambin de las inscripciones funerarias de su padre la palabra Amn-hotep. Adems, tambin otros faraones hicieron sustituir en los monumentos y en las estatuas los nombres de sus antepasados, divinos o autnticos, por el suyo propio, dado que se sentan, con justo ttulo, encarnaciones del mismo Dios. Pero no haban instaurado ni una nueva religin ni un nuevo estilo. En este instante Freud cay desmayado de la silla. To- dos le rodearon azorados. Entonces le tom en brazos y le llev a la habitacin contigua donde le deposit en un sof. Ya mientras le llevaba en brazos comenz a volver en s y la mirada que me dirigi no la olvidar nunca. En su im- potencia me mir como si yo fuera su padre. Lo que con- tribuy a provocar este desmayo la atmsfera estaba muy tensa fue, igual que en el caso anterior, la fantasa sobre el asesinato del padre. Con anterioridad, Freud haba formulado ante m repetidas alusiones a que me consideraba su sucesor. Estas 190 predicciones me resultaban penosas, pues yo saba que no sera capaz de patrocinar correctamente sus opiniones, es decir, con el significado que l les daba. Adems, tampoco haba logrado exponer mis objeciones de tal modo que l pudiera aceptarlas, y senta demasiado respeto por l para poder exigir una explicacin definitiva. La idea de que deba encargarme de la direccin de un grupo me resultaba desagradable por muchos motivos. No me interesaba una cosa as. No poda sacrificar mi independencia espiritual y este aumento de prestigio me resultaba incmodo porque no significaba otra cosa que un abandono de mis verdaderos fines. Para m se trataba de la investigacin de la verdad y no de una cuestin de prestigio personal. Nuestro viaje a los Estados Unidos, que emprendimos en 1909 en Bremen, dur siete semanas. Estuvimos juntos todos los das y analizbamos nuestros sueos. Tuve en- tonces sueos importantes, con los que Freud no supo qu hacer. No le hice por ello censura alguna, pues al mejor analista le puede suceder que no pueda descifrar el acertijo de un sueo. Era un fallo humano y nunca me hubiera in- clinado a interrumpir nuestros anlisis y nuestra relacin me resultaba sobremanera valiosa. Consideraba a Freud una personalidad de ms edad, ms madura y de mayor experiencia, y a m como a un hijo. Sin embargo, sucedi algo que supuso un duro golpe a nuestras relaciones.
Freud tuvo un sueo cuyo contenido no estoy autorizado a exponer. Lo interpret lo mejor que supe, pero aad que se podan deducir muchas ms cosas si quera comunicarme algunos detalles de su vida privada. A estas palabras, Freud me mir extraado su mirada estaba llena de desconfianza y dijo: El caso es que no puedo arriesgar mi autoridad. En este instante la perdi. Esta frase se me grab en la memoria. En ella estaba escrito el final de nuestra relacin. Freud colocaba la autoridad personal por encima de la verdad. Freud no pudo, tal como he dicho, interpretar mis 191 sueos de entonces ms que parcialmente o incluso en ab- soluto. Se trataba de sueos de significado colectivo con gran cantidad de material simblico. Especialmente uno de ellos fue importante para m, pues me sugiri por vez primera el concepto de inconsciente colectivo y constituy una especie de introduccin a mi libro Wandlungen und Symbole der Libido. Tal fue el sueo: Me encontraba en una casa descono- cida para m que tena dos plantas. Era mi casa. Yo me hallaba en la planta superior. All haba una especie de sala de estar donde se vean bellos muebles antiguos de estilo rococ. De la pared colgaban valiosos cuadros antiguos. Yo me admiraba de que tal casa pudiera ser la ma y pens: no est mal! Pero entonces ca en que todava no saba qu aspecto tena la planta inferior. Descend las escaleras y entr en la parte baja. All todo era mucho ms antiguo y vi que esta parte de la casa perteneca aproximadamente al siglo XV o XVI. El mobiliario era propio de la Edad Media y el pavimento era de ladrillos rojos. Todo estaba algo oscuro. Yo iba de una habitacin a otra y pensaba: Ahora debo explorar toda la casa! Llegu a una pesada puerta, que abr. Tras ella descubr una escalera de piedra que conduca al stano. Baj y me hall en una bella y abovedada sala muy antigua. Inspeccion las paredes y descubr que entre las piedras del muro haba capas de ladrillos; la argamasa contena trozos de ladrillos. Ahora mi inters subi de punto. Observ tambin el pavimento, que constaba de baldosas. En una de ellas descubr un anillo. Al tirar de l se levant la losa y nuevamente hall una escalera. Era de peldaos de piedra muy estrechos que conducan hacia el fondo. Baj y llegu a una pequea gruta. En el suelo haba mucho polvo, y huesos y vasijas rotas, como restos de una cultura primitiva. Descubr dos crneos humanos semidestruidos y al parecer muy antiguos. Entonces me despert. Lo que le interes particulamente a Freud fueron los dos crneos. Una y otra vez volvi a hablar de ellos y me 192 insinu que intentara hallar undeseo en relacin con ellos. Qu pensaba yo sobre los crneos? Y de quin procedan? Naturalmente, yo saba exactamente por dnde iba: que aqu se ocultaban deseos de muerte. Pero qu quiere exactamente?, pensaba yo para mis adentros. A quin debo
desearle la muerte? Me opuse tenazmente a tal interpretacin e incluso llegu a vislumbrar qu significaba realmente este sueo. Pero entonces no confiaba realmente en mis opiniones y quera or la suya. Quera aprender de l. As pues, me dej llevar por sus intenciones y dije: Mi mujer y mi cuada pues tena que nombrar a alguien a quien valiese la pena desearle la muerte! Entonces haca poco que estaba casado y saba con exactitud que nada en m indicaba tales deseos. Pero no poda someter a Freud mis propias opiniones sobre la in- terpretacin del sueo sin encontrar incomprensin y una tenaz oposicin. No me senta preparado para esto y tema tambin perder su amistad si persista en mi punto de vista. Por otra parte, quera saber qu se desprendera de mi respuesta y cmo reaccionara l, si le llevaba por un camino errneo, pero sin salirse de su doctrina. As, pues, le expliqu una mentira. Era plenamente consciente de que mi proceder no era moralmente irreprochable. Pero no me hubiera sido posible permitirle que se enterase de mi ideologa. El abismo entre sta y la suya era demasiado grande. De hecho, Freud pareci aliviado por mi respuesta. Me di cuenta de que se hallaba indefenso frente a tales sueos y se refugiaba en su doctrina. Pero a m me interesaba hallar el verdadero sentido del sueo. Me resultaba evidente que la casa representaba un tipo de psiquis, es decir, mi estado de conciencia de entonces con sus complementos hasta entonces ignorados. La cons-ciencia estaba representada por la sala de estar. En el ambiente se notaba que estaba habitada, pese al estilo antiguo. En la planta baja comenzaba ya el inconsciente. Cuan193 to ms descenda yo, tanto ms extrao y oscuro se volva. En la gruta hall restos de una cultura primitiva, es decir, el mundo de los hombres primitivos en m, que apenas puede ser ya alcanzado o iluminado por la consciencia. El alma primitiva del hombre linda con la vida del alma animal, como tambin las cuevas prehistricas fueron habitadas las ms de las veces por animales, antes de que los hombres se las apropiaran. Me result entonces especialmente consciente cun profundamente senta yo la diferencia entre la actitud es- piritual de Freud y la ma. Me haba educado en la atmsfera intensamente histrica de Basilea a fines del siglo pasado y haba adquirido, gracias a la lectura de los filsofos antiguos, una cierta informacin sobre la historia de la psicologa. Cuando meditaba sobre los sueos y el significado del inconsciente no lo haca sin establecer una comparacin histrica; en mi poca universitaria me haba servido siempre del viejo diccionario de filosofa de Krug. Conoca especialmente los autores del siglo XVIII, as como los de principios del siglo XIX. Este mundo constitua la atmsfera de mi cuarto de estar en el primer piso. Frente a esto tuve la impresin como si la Historia del Espritu de Freud se enraizase en Bchner, Moleschott, Dubois-Rey-mond y Darwin.
A mi estado de conciencia ya reseado, el sueo aada ahora ms estratos de consciencia: la planta baja, desde haca tiempo deshabitada y de estilo medieval, despus el stano romano y finalmente la gruta prehistrica. Representaban tiempos pasados y estratos de consciencia superados. Muchas cuestiones me haban preocupado vivamente la vspera del sueo: sobre qu premisas se apoya la psi- cologa de Freud? A qu categora del pensamiento humano pertenece? En qu relacin se encuentra su casi exclusivo personalismo con respecto a las premisas generales histricas? Mi sueo dio la respuesta. En l se retroceda hasta los fundamentos de la historia de la cultura, de una 194 historia de estados de consciencia sucesivos. Representaba algo as como un diagrama estructural del alma humana, una premisa de naturaleza completamenteimpersonal. Esta idea dio en el blanco: it clicked, como dicen los ingleses; y el sueo se convirti para m en una imagen directriz que en los prximos aos se confirmara de un modo desconocido por m. Me dio el primer presentimiento de una psiquis colectiva a priori de la personal que al principio interpret como huellas de las primitivas funciones. Slo ms tarde, al acrecentar mi experiencia y ms profundos mis conocimientos, reconoc en las funciones las formas instintivas, los arquetipos. No pude nunca darle la razn a Freud de que el sueo es una fachada tras la cual se oculta su sentido; un sentido que es ya consciente, pero que est implcito en la consciencia, por as decirlo, de modo maligno. Para m los sueos son naturaleza a la cual no es inherente ninguna tentativa de engao, sino que expresa algo, lo mejor que puede como una planta que crece, o un animal que busca su alimento. As tambin los ojos no quieren engaar, pero quizs nos engaamos porque los ojos son miopes. O bien omos mal, porque los odos son algo sordos, pero no porque ellos quieran engaarnos. Mucho antes de que conociera a Freud haba considerado lo inconsciente, as como a los sueos, su expresin inmediata, como un proceso natural en el cual no cabe nada arbitrario ni intencin engaosa alguna. No vea motivos para suponer que los estados de consciencia se extiendan tambin a los procesos naturales del inconsciente. Por el contrario, la experiencia cotidiana me enseaba cun tenazmente se opona el inconsciente a las tendencias de la consciencia. El sueo de la casa produjo en m un efecto especial: despert mi antigua aficin por la arqueologa. Al regresar a Zurich abr un libro sobre excavaciones babilnicas y le diversas obras sobre los mitos. Entre ellos cay en mis ma- nos el Symbolik und Mythologie der alten Vlker (Simbolis- mo y mitologa de los pueblos antiguos), de Friedrich 195
Creuzer,8 y qu apasionante! Lea como obsesionado y me abr paso con apasionado inters por entre montaas de cuestiones mitolgicas y finalmente tambin de cuestiones gnsticas. Termin en una confusin total. Me encontr en una situacin de parecida desorientacin como otrora en la clnica, cuando intentaba comprender el significado del estado mental psicoptico. Me sent como en un manicomio imaginario y comenc a analizar y tratar todos los centauros, ninfas, dioses y diosas, como si fueran mis pacientes. En este trabajo no pude menos que descubrir fcilmente la prxima relacin de la mitologa antigua con la psicologa de los primitivos, lo cual me exigi un posterior estudio intensivo. Los intereses paralelos de Freud en este aspecto me causaron algn malestar, pues cre reconocer en l un predominio de su teora frente a los hechos. Durante este estudio hall el trabajo de una joven americana desconocida para m, Miss Miller. Este trabajo ha sido publicado por mi admirado amigo de la familia Thodore Flournoy en los Archives de Psychologie (Gine- bra).9 Enseguida qued impresionado por el carcter mi- tolgico de las fantasas. Produjeron en m el efecto de un catalizador para las ideas estancadas en m y todava de- sordenadas. Progresivamente surgi de ellas, y de mis co- nocimientos sobre los mitos, el libro Wandlungen und Symbole der Libido. Mientras trabajaba en l tuve sueos significativos que acusaban la ruptura de relaciones con Freud. Uno de los ms impresionantes tena lugar en una regin montaosa en las cercanas de la frontera suizo- austraca. Era por la tarde y vi un anciano con el uniforme de funcionario de aduanas austraco. Pas ante m algo encorvado, sin reparar en m. La expresin de su cara era huraa, algo melanclica y enojada. Haba otros hombres y alguien me inform de que el anciano no era real, sino 8. Leipzig y Darmstadt, 1810-1823. 9. Sobre Th. Flournoy, cfr. Apndice, p. 436 y s. 196 el espritu de un funcionario de las aduanas, muerto haca aos. ste es uno de los que no podan morir, se deca. sta es la primera parte del sueo. Cuando empec a analizarlo, la aduana me pareci idntica a la censura; la frontera me recordaba la exis- tente entre la conciencia y el inconsciente, por una parte, y por otra, aqulla entre las opiniones de Freud y las mas. La inspeccin minuciosa en la frontera me pareci representar el psicoanlisis. Con ello se descubren premi- sas ignoradas. l anciano aduanero haba presenciado en su profesin tan pocas cosas satisfactorias y alentadoras que su concepcin del mundo le prestaba una expresin amarga. No poda prescindir de las analogas con Freud. Precisamente entonces (1911) Freud haba perdido en cierto sentido su autoridad para m. Pero significaba ahora como antes una descollante personalidad en la que yo proyectaba a mi padre y
esta proyeccin en la poca en que tuvo lugar el sueo perduraba todava. Cuando ocurre una proyeccin de este tipo, no se es objetivo, sino que se tiene un criterio dividido. Por una parte se est sometido y por otra parte existen resistencias. En la poca en que tuvo lugar el sueo yo valoraba todava muy alto a Freud; pero, por otra parte, adoptaba yo una actitud crtica ante l. sta actitud dividida denotaba que yo, en tal situacin, era todava inconsciente y no la haba reflejado. sto es ca- racterstico de todas las proyecciones. l sueo me ayud a adquirir claridad. Bajo la influencia de la personalidad de Freud me ha- ba privado en lo posible de mi propio juicio y reprimido mi sentido crtico. Esto constitua la condicin previa bajo la que poda colaborar. Me deca a m mismo: Freud es mucho ms experimentado y ms hbil que t. Ahora es- cucha simplemente lo que l dice y aprende de l. Y en- tonces, para mi asombro, so que l era un funcionario amargado de la monarqua austraca, le so muerto, pero como inspector de aduanas an en activo. Significaba esto el deseo de muerte que Freud mencionaba? Yo no po197 da hallar a nadie en m que normalmente hubiese podido abrigar tal deseo, pues quera, por as decirlo, tout prix, colaborar y participar de la riqueza de sus experiencias de un modo resueltamente egosta, y para ello resultaba muy apreciable su amistad. As pues, no tena motivo alguno para desearle la muerte. Ciertamente el sueo poda ser una correccin, una compensacin de mi estima y admiracin conscientes que inoportunamente para m iban por lo visto demasiado lejos. El sueo trasluca una postura algo crtica. Estaba sorprendido, aunque la conclusin del sueo pareca incluir un presagio de inmortalidad. El sueo no termin con el episodio del aduanero, sino que, tras un hiato, sigui una segunda parte muy sig- nificativa. Me hallaba en una ciudad italiana y era medioda, entre las doce y la una. Un ardiente sol calcinaba los callejones. La ciudad estaba construida sobre una colina y me recordaba un lugar determinado de Basilea, el Kohlen- berg. Las callejuelas, que desde all conducan al Birsigtal, que cruza la ciudad, estaban formadas en parte por escaleras. Unas escaleras de este tipo descendan a la Barfs-serplatz. Era Basilea y, sin embargo, era una ciudad italiana, algo as como Brgamo. Era verano y el radiante sol se hallaba en su cnit, todo se encontraba inundado de intensa luz. Mucha gente transitaba ante m y yo saba que los comercios estaban cerrados y la gente se diriga a casa a comer. Entre esta marea humana iba un caballero con toda su indumentaria. Subi las escaleras y pas ante m. Llevaba un yelmo con aberturas para los ojos y un traje de mallas. Encima llevaba una tnica blanca en la que estaba bordada, por delante y por detrs, una gran cruz roja. Pueden ustedes imaginarse qu impresin me caus ver de pronto en una ciudad moderna al medioda,en el momento de mximo trfico, acercrseme un cruzado. Particularmente me extra el que ninguna de las muchas personas que transitaban pareca reparar en l. Nadie se volva hacia l, ni le miraba, me pareca como si fuera por 198
completo invisible para los dems. Yo me preguntaba qu significaba este fenmeno y fue como si alguien me res- pondiera pero all no haba nadie que tal dijese: Esto es un fenmeno corriente. Siempre, entre doce y una, pasa por aqu el caballero y esto desde hace mucho tiempo (tena la impresin que desde haca siglos) y todo el mundo lo sabe. El sueo me impresion profundamente, pero entonces no supe comprenderlo en absoluto. Estaba impresionado y confuso y no hallaba explicacin alguna. El caballero y el aduanero eran figuras entre s opuestas. El aduanero era sombro, como alguien que todava no podr morir un fenmeno que se va extinguiendo. El caballero, por el contrario, estaba lleno de vida y era totalmente real. La segunda parte del sueo era en gran medida luminosa, la escena en la frontera, trivial, y en s no impresionante, y slo me impresion despus de meditar sobre ellas. Hice muchas interpretaciones sobre la enigmtica figura del caballero sin llegar a captar por completo su significado. Slo mucho ms tarde, tras haber meditado mucho tiempo sobre el sueo, pude comprender en cierto modo su sentido. Ya en el sueo saba que el caballero perteneca al siglo XII. Es la poca en que comenz la alquimia y la cuestin del Santo Grial. Las historias del Grial desempearon para m, desde muy joven, un importante papel. Cuando tena quince aos le por vez primera acerca de esta cuestin y ello constituy un acontecimiento inolvidable, una impresin que no me abandon nunca. Sospechaba que all se ocultaba todava un misterio. As pues, me pareci totalmente natural que el sueo evocara de nuevo el mundo de los caballeros del Grial y su sacrificio, pues ello era, en su sentido ms ntimo, mi mundo, que apenas tena nada que ver con el de Freud. Todo en m buscaba lo todava desconocido, lo que poda otorgar un sentido a la banalidad de la vida. Me causaba profunda desilusin el que, pese a todos 199 los esfuerzos de la ciencia, aparentemente no pudiera des- cubrirse en las profundidades del alma nada ms que lo genricamente humano sobradamente conocido. Crec en el campo entre campesinos y lo que no pude aprender en el establo lo aprend en las agudezas de Rabelais y en las ingeniosas fantasas del folklore de nuestros campesinos. Incestos y perversidades no eran para m novedades especiales ni requeran una explicacin especial. Pertenecan, con la criminalidad, al negro poso que me haca perder el gusto por la vida, mientras que no haca ms que ponerme ante los ojos, con demasiada claridad, la fealdad y la insensatez de la existencia humana. Era para m algo evidente que las berzas crecieran sobre el estircol. Tuve que admitir que no poda descubrir en ello ninguna idea interesante. Son siempre las gentes de ciudad quienes nada saben de la naturaleza y del establo humano, pensaba yo, los que hace tiempo que estn hartos de estos infortunios. Naturalmente, los hombres que nada saben de la natu- raleza son neurticos, pues no se adaptan a la realidad. Son demasiado ingenuos, como nios, y se les debe explicar, por as decirlo, que son
hombres corno los dems. Es verdad que con ello los neurticos no estn todava curados y slo pueden conseguir recuperar la salud si se desprenden del cieno de cada da. Pero slo se encuentran a gusto en su situacin de represin, y cmo podran librarse de ella, si el psicoanlisis no les revela algo mejor y distinto, si incluso la teora los aprisiona y slo les deja como posibilidad de solucin la decisin razonable o racional de renunciar definitivamente a sus chiquilladas? Pero esto es precisa- mente lo que, por lo visto, no pueden hacer. Y cmo podran hacerlo si no se les descubre algo en que poder apo- yarse? No se puede rechazar ninguna forma de vida sin sustituirla por otra. Un modo de vivir totalmente razonable es en la prctica generalmente imposible, mxime cuando, en principio, se es un neurtico. Ahora comprenda por qu me resultaba del mayor in200 teres la psicologa personal de Freud. Deba saber a toda costa cmo surgi su solucin razonable. Ello era para m una cuestin vital por cuya respuesta estaba yo dispuesto a sacrificar mucho. Ahora lo vea claro. l mismo tena una neurosis y concretamente fcil de diagnosticar por sus sntomas bastante desagradables, como descubr en nuestro viaje a Amrica. Me descubri entonces que todo el mundo es algo neurtico y que, por lo tanto, hay que ser tolerante. Pero no me senta dispuesto a quedar satisfecho con esto, sino que quera saber mucho ms, es decir, cmo se puede evitar una neurosis. Haba visto que ni Freud ni sus discpulos podan comprender qu significaba el psico- anlisis en la teora y en la prctica, puesto que ni siquiera el maestro haba logrado resolver su propia neurosis. Cuando anunci su intencin de identificar y dogmatizar la teora y el mtodo, ya no pude cooperar ms con l, y no me qued ms opcin que retrotraerme a m. Cuando llegu en mi trabajo sobre Wandlungen und Symbole der Libido al final del captulo sobre el sacrificio saba de antemano que ello me costara la amistad con Freud. Tena que exponer all mi propia nocin del incesto, la transformacin decisiva del concepto de la libido, adems de otras ideas por las que me diferenciaba de Freud. Para m el incesto significaba slo en muy raros casos una complicacin personal. En la mayora de casos representaba algo de naturaleza altamente religiosa, razn por la cual desempea en casi todas las cosmogonas y en numerosos mitos un papel decisivo. Pero Freud persista en la interpretacin textual y no poda captar el significado espiritual del incesto como smbolo. Yo saba que l nunca podra aceptar esto. Habl con mi mujer y le comuniqu mis temores. Ella intent tranquilizarme, pues opinaba que Freud aceptara generosamente mis opiniones, aunque para s no pudiese admitirlas. Yo estaba convencido de que no eracapaz de ello. Estuve dos largos meses sin tocar la pluma y preocu- pado por esta cuestin: debo silenciar lo que pienso o 201
debo arriesgar mi amistad? Finalmente me decid a escribir y me cost la amistad con Freud. Despus de la ruptura con Freud todos mis amigos y conocidos se separaron de m. Mi libro fue declarado un mamotreto. Riklin y Maeder fueron los nicos que me apoyaron. Pero yo haba previsto ya este ostracismo y no me haba hecho ilusiones sobre la reaccin de los que se llamaban mis amigos. Era un punto en el que haba medi- tado mucho. Saba que me jugaba el todo por el todo y que deba responder de mis propias convicciones. Vi que mi captulo El sacrificio significaba mi sacrificio. Con esta idea pude volver a escribir a pesar de que prevea que nadie comprendera mi opinin. Mirando hacia atrs puedo decir que he sido el nico en seguir ocupndose debidamente de los dos problemas que ms interesaron a Freud: el de los restos arcaicos y el de la sexualidad. Es un error muy frecuente pretender que no he sabido ver el valor de la sexualidad. Por el contrario, desempea un importante papel en mi psicologa, concretamente como expresin esencial aunque no nica de la integridad psquica. Fue tambin mi objetivo principal investigar y explicar su significado personal y su aspecto espiritual ms all de la funcin biolgica y su sentido nu-minoso: es decir, expresar lo que fascin a Freud, pero que no pudo comprender. Las obras Die Psychologie der ber-tragung (Psicologa de la transferencia) y Mysterium Co-niunctionis contienen mis ideas sobre este tema. Como manifestacin de un espritu etnico, la sexualidad es de la mayor importancia. Pues aquel espritu es la otra cara de Dios, la parte oscura de la imagen de Dios.* Las cuestiones del espritu etnico me preocuparon desde que penetr en el mundo ideolgico de la alquimia. En el fondo, este inters se me despert en aquella primera conversacin con Freud al comprobar la profunda emocin que senta l por la sexualidad, sin que pudiera yo explicrmelo. * Cfr. Glosario. 2O2 El mrito de Freud consisti en que tom en serio a sus pacientes neurticos y penetr en su propia e indivi- dual psicologa. Tuvo el valor de dejar hablar a la casusti- ca y de este modo adentrarse en la psicologa individual del enfermo. Vea, por as decirlo, con los ojos del enfermo y consigui de este modo adquirir una comprensin de la enfermedad ms profunda de lo que hasta entonces fue posible. En este aspecto tuvo imparcialidad y valenta. Esto le llev a superar multitud de prejuicios, a destronar falsos dioses, a poner en evidencia un montn de hipocresas y falsedades y denunciar despiadadamente a la luz del da la corrupcin del alma contempornea. No temi tener que soportar la impopularidad de tan audaz empresa. El impulso que ha dado a nuestra cultura consiste en haber descubierto un acceso al inconsciente. Al reconocer el sueo como la ms importante fuente de informacin sobre los fenmenos del inconsciente arrebat al pasado y al olvido un valor que pareca irremi- siblemente perdido.
Demostr empricamente la existen- cia de una psiquis inconsciente que anteriormente slo exista como postulado filosfico, concretamente en la fi- losofa de Carl Gustav Carus y Eduard von Hartmann. Se puede decir que la actual consciencia cultural, en su expresin filosfica, no ha aceptado todava la idea del inconsciente y sus consecuencias, a pesar de que se la confronta con l desde hace ms de medio siglo. La idea fundamental y bsica de que nuestra existencia psquica tiene dos polos contina siendo una tarea del futuro. 203 EL ANLISIS DEL INCONSCIENTE Despus de separarme de Freud comenz para m una poca de inseguridad interior, de desorientacin incluso. Me senta enteramente en el aire, pues no haba hallado todava mi propio puesto. Principalmente me interesaba hallar una nueva actitud frente a mis pacientes. As pues, me decid a esperar, por vez primera incondicionalmente, lo que me explicaran de s mismos. Me adaptaba, pues, a lo que la casualidad me brindaba. Pronto se vio que infor- maban espontneamente sobre sus sueos y fantasas, y yo planteaba slo un par de preguntas: Qu le parece a us- ted esto? o Cmo entiende usted esto?, De dnde proviene esto?. De las respuestas y asociaciones se des- prendan los significados por s solos. Dej a un lado los puntos de vista tcnicos y slo resultaba de utilidad para el paciente el comprender las imgenes que l mismo pro- porcionaba. Ya al cabo de poco tiempo comprend que era correc- to aceptar los sueos tel quel como fundamento para su interpretacin, pues ste es su fin. Constituyen hechos de los que hemos de partir. Naturalmente, de mi mtodo se deduca una gran cantidad de aspectos. Cada vez resultaba ms necesario adoptar un criterio, casi dira: la necesidad de una orientacin previae inicial. Entonces tuve un momento de extraordinaria lucidez, en el cual abarqu con la mirada el camino seguido hasta all. Pens: ahora posees la clave de la mitologa y tienes po204 sibilidad de abrir entonces todas las puertas que dan a la psiquis humana inconsciente. Pero entonces alguien susu- rr en m: Por qu abrir todas las puertas? Surgi entonces la cuestin de qu era lo que yo haba logrado hasta entonces. Haba explicado los mitos de los pueblos primitivos, haba escrito un libro sobre los hroes, sobre el mito en el que desde siempre vive el hombre. Pero en qu mito vive el hombre de hoy? En el mito cristiano, podra decirse. Vivest en l?, me preguntaba. Si debo ser sincero, no. No es el mito en el que yo vivo. Entonces ya no tenemos mito? No, al parecer ya no tenemos mito. Pero cul es, pues, tu mito, el mito en que t vives? Entonces me sent a disgusto y dej de pensar. Haba llegado al lmite.
En 1912, durante las fiestas navideas, tuve un sueo. Me encontraba en una bella logia italiana con columnas, pavimento de mrmol y una balaustrada tambin en mr- mol. All estaba yo sentado en una silla dorada de estilo Renacimiento y ante m se hallaba una mesa de exquisita belleza. Era de piedra verde, como de esmeralda. Yo estaba sentado y miraba hacia la lejana, pues la logia se hallaba en lo alto de la torre de un castillo. Mis hijos se encontraban tambin junto a la mesa. De repente se acerc un pjaro blanco, una pequea gaviota o una paloma. Delicadamente se pos sobre la mesa y yo hice seas a mis hijos para que guardaran silen- cio y no asustaran al bello pjaro blanco. De pronto la pa- loma se transform en una muchachita de cabellos dora- dos y de unos ocho aos. Sali corriendo con los nios y jugaron juntos en el soberbio claustro del castillo. Yo qued absorto en mis pensamientos, meditando sobre lo que acababa de presenciar. Entonces volvi la chiquilla y con su brazo me rode cariosamente el cuello. De repente desapareci, volvi a estar all la paloma y habl lentamente con voz humana: Slo en las primeras horas de la noche puedo adquirir forma humana, mientras la paloma est ocupada con los doce muertos. En este momento escap volando y surc los aires. Yo me despert. 205 Lo nico que poda decir acerca del sueno era que mostraba una extraordinaria vivificacin del inconsciente. Pero no conoca ninguna tcnica para poder examinar a fondo el proceso interno. Qu relacin puede tener una paloma con doce muertos? Respecto de la mesa esmeralda me acord de la historia de la tabula smaragdina de la le- yenda de Hermes Trimegisto. l haba legado una mesa en la que estaba grabada en lengua griega la esencia de la sa- bidura alqumica. Pens tambin en los doce apstoles, en los doce meses del ao, en los signos del zodaco. Pero no hall solucin al enigma. Finalmente tuve que rendirme. No me quedaba otro recurso que esperar vivir ms y prestar atencin a mis fantasas. Entonces se repiti una fantasa terrible: all haba algo muerto que todava viva. Por ejemplo, se llevaban cadveres a hornos crematorios y en- tonces se observaba que todava vivan. Estas fantasas se agudizaron y se confundieron en un sueo: Estaba en un lugar que me recordaba los Alyscamps junto a Arles. All se encuentra una avenida de sarcfagos que se remontan hasta la poca de los merovingios. En el sueo sala yo de la ciudad y vea ante m una avenida pa- recida, con una larga hilera de tumbas. Se trataba de pe- destales cubiertos de losas, sobre los cuales estaban los muertos de cuerpo presente. Yacan vistiendo antiguos se- pulcrales los caballeros en sus armaduras, pero con la di- ferencia de que los muertos de mi sueo no estaban escul- pidos en piedra, sino momificados de un modo extrao. Me detuve ante la primera tumba y observ al muerto. Era un hombre de los aos treinta del siglo XIX. Con inters contempl sus vestiduras. De repente se movi y volvi a la vida. Separ sus manos y supe que ello suceda slo porque yo le estaba mirando. Con una sensacin desagradable prosegu mi camino y llegu ante otro muerto que perteneca al siglo XVIII. Sucedi lo mismo: cuando lo mir, volvi a la vida y movi las manos. As fui recorriendo toda la hilera hasta que llegu, por as decirlo, al siglo, a un cruzado en cota de mallas, que tambin ya-
206 ca con las manos juntas. Su semblante pareca tallado en madera. Le contempl largamente, convencido de que estaba realmente muerto. Pero de pronto vi que un dedo de la mano izquierda comenzaba lentamente a moverse. El sueo me preocup durante mucho tiempo. Natu- ralmente haba aceptado anteriormente la idea de Freud de que en el inconsciente se hallan reliquias de antiguas experiencias. Sueos como ste y la autntica vivencia del inconsciente me llevaron a la opinin de que estos restos no son, sin embargo, formas muertas, sino que forman parte de la psiquis viva. Mis posteriores investigaciones confirmaron esta hiptesis y en el transcurso de los aos surgi de ella la teora de los arquetipos. Los sueos me impresionaban, pero no podan ayu- darme a vencer mi sensacin de desorientacin. Por el contrario, viva como bajo una opresin interior. Con el tiempo se hizo tan fuerte que supuse deba existir en m un trastorno psquico. Por dos veces repas todas las particularidades de mi vida, especialmente los recuerdos de mi infancia; pues crea que quizs haba algo en mi pasado que pudiera considerarse como causa de mi trastorno. Pero la ojeada retrospectiva result infructuosa y tuve que aceptar mi ignorancia. Me dije: No s en absoluto lo que hago ahora, ni lo que me sucede. As pues, me abandon conscientemente a los impulsos del inconsciente. En primer lugar emergi un recuerdo de la infancia, quizs de mis diez u once aos. Por entonces jugaba apa- sionadamente con piedras de sillera. Recuerdo claramente cmo construa casitas y castillos y puertas con arcos sobre botellas. Posteriormente empleaba piedras sin tallar y barro como argamasa. Estas construcciones me fascinaron durante mucho tiempo. Para mi asombro, este recuerdo emerga acompaado de una cierta emocin. Vaya, me dije, aqu hay vida! El chiquillo est to- dava aqu y posee una vida fecunda que a m me falta. Pero cmo puedo conseguirlo?. Me pareci imposible cruzar la distancia entre la actualidad, el hombre adulto y 207 mis once aos. Pero si quera volver a establecer contacto con aquel tiempo, no me quedaba sino regresar all y vol- ver a acoger al azar al nio con sus juegos infantiles. Este instante constituy un momento decisivo en mi destino, pues, tras una inacabable resistencia, consent fi- nalmente en jugar. Ello no sucedi sin una resignacin extrema y sin la sensacin dolorosa de humillacin, de no poder hacer en realidad nada ms que jugar. As pues, comenc a reunir piedras apropiadas, en parte a orillas del lago, en parte en el agua, y despus co- menc a edificar: casitas, un castillo, toda una aldea. Faltaba todava la iglesia y levant un edificio cuadrado con una torre hexagonal y una cpula cuadrada. En una iglesia hay tambin un altar. Pero vacilaba en construirlo.
Preocupado por la cuestin de cmo podra realizar esta tarea, recorr un da, como de costumbre, el lago y re- cog piedras en la arenisca de la orilla. De pronto descubr una piedra roja: una pirmide cuadrangular, de unos cua- tro centmetros de alto. Era un casco de piedra que haba adoptado esta forma al rodar en el agua e impulsada por las olas puro fruto del azar. Lo saba ya: he aqu el altar. La coloqu, pues, en el centro bajo la cpula y mientras haca esto record el falo subterrneo de mi sueo infantil. Esta relacin despert en m un sentimiento de satisfaccin. Cada da construa despus de comer, si el tiempo me lo permita. Apenas terminaba de comer, jugaba hasta que llegaban los pacientes; y por la tarde, si el trabajo acababa bastante temprano, volva a mis construcciones. Con ello se aclaraban mis ideas y poda captar las fantasas que sospechaba iba a sentir en m. Naturalmente, reflexion sobre el significado de mi juego y me pregunt: Qu haces realmente? Construyes una pequea localidad y lo cumples como un rito. No saba dar una respuesta al porqu de ello, pero posea la ntima certeza de que estaba en camino de hallar mi propio mito. El edificar no era ms que el principio. Desencaden un alud de fantasas que luego anot cuidadosamente. 208 Este tipo de acontecimiento continu teniendo lugar en m. Siempre que en mi vida posterior quedaba atasca- do, pintaba un cuadro o esculpa una piedra y ello consti- tua siempre un rite d'entre para las idas y trabajos subsi- guientes. Todo lo que escrib en el presente ao,1 es decir, Gegenwart und Zukunft (Presente y futuro), Ein moderner Mythus (Un mito moderno), ber das Gewissen (Sobre la conciencia), naci de mi labor de picapedrero que em- prend despus de la muerte de mi esposa.2 El ltimo re- toque de mi esposa y su final, lo que con ello comprend, me ayudaron de un modo prodigioso a salir del trance. Haca falta mucho para recuperar mi estabilidad y el ocuparme de estas construcciones me ayud en gran medida. Hacia el otoo de 1913 pareci que la opresin que hasta entonces senta en m se desplazaba hacia fuera, como si en el aire hubiera algo; en realidad a m me pare- ci ms oscuro que antes. Era como si ya no se tratase de una situacin psquica, sino de una realidad concreta. Esta impresin se afirm cada vez ms. En octubre, cuando me hallaba solo de viaje, me so- brecogi una alucinacin: vi una espantosa inundacin que cubra todos los pases nrdicos y bajo el nivel del mar entre el mar del Norte y los Alpes. La inundacin comprenda desde Inglaterra hasta Rusia y desde las costas del mar del Norte hasta casi tocar los Alpes. Cuando lleg a Suiza vi cmo las montaas crecan ms y ms, como para proteger a nuestro pas. Tena lugar una terrible catstrofe. Vea la enorme ola amarilla, los restos flotantes de la obra de la cultura y la muerte de incontables miles de personas. Entonces el
mar se troc en sangre. Esta alucinacin dur aproximadamente una hora, me confundi y me hizo sentir mal. Me avergonc de mi debilidad. Pasaron dos semanas y la alucinacin volvi a presen1. 1957. 2. 27 de noviembre de 1955. 2O9 tarse bajo las mismas circunstancias, slo que la transfor- macin en sangre era todava ms terrible. O una voz in- terna: Mralo, es completamente real y as ser; de esto no hay duda. En el invierno siguiente alguien me pregunt qu pensaba acerca de los futuros acontecimientos del mundo. Dije que no pensaban nada, pero va torrentes de sangre. La alucinacin no me dejaba tranquilo. Me pregunt si las visiones aludan a una revolucin, pero no poda acabar de crermelo. As pues, saqu la conclusin de que tena algo que ver conmigo mismo y supuse que estaba amenazado por una psicosis. La idea de la guerra no se me ocurri. Poco despus de esto, durante la primavera y a princi- pios de verano de 1914, se repiti tres veces un sueo: que en pleno verano sobrevendra un fro rtico y dejara al pas completamente helado. As vea helada, por ejemplo, toda la regin lorenesa y sus canales. Todo el pas estaba despoblado y los lagos y ros se haban helado. Toda la vida vegetal estaba aletargada. Este sueo lo tuve en abril y mayo, y la ltima vez en junio de 1914. En el tercer sueo sobrevena nuevamente una terrible helada procedente de los espacios interestelares. Tena, sin embargo, un final inesperado: haba un rbol con hojas, pero sin frutos (mi rbol de la vida, pens yo) y estas ho- jas, por influencia de la helada, se convertan en dulces granos de uva llenos de saludable zumo. Tom las uvas y las regal a una gran muchedumbre expectante. A fines de julio de 1914 fui invitado a ir a Aberdeen por la British Medical Association, donde, en un congreso, deba dar una conferencia sobre La importancia del inconsciente en psicopatologa.3 Estaba convencido de que algo iba a suceder, pues tales sueos y visiones suelen ser pre3. La conferencia se public en ingls con el ttulo On the Importance of the Unconscious in Psychopathology en el British Medical Journal, Londres, II, 1914. 21O monitorios. En mi situacin de entonces y con mis temores me pareci obra del destino el que tuviera que hablar precisamente entonces del significado del inconsciente.
El 1 de agosto estall la guerra mundial. Entonces mi tarea consisti en tener que intentar averiguar qu es lo que suceda y en qu medida mi propia vida dependa de la colectividad. Por ello deba ante todo reflexionar sobre m. En un principio se presentaron las fantasas que haba tenido mientras jugaba a las construcciones. Esta labor pas ahora a primer plano. A travs de esto desapareci un incesante torrente de fantasas e hice todo lo posible por no perder mi orienta- cin y hallar mi camino. Me encontraba desamparado en un mundo extrao y todo me pareca difcil e incompren- sible. Viva constantemente en intensa tensin y me suce- da a menudo como si cayeran sobre m enormes piedras. Una tormenta desencadenaba otra. Que pudiera soportarlo era una cuestin de fuerza bruta. Otros se estrellaron aqu. Nietzsche y tambin Hlderlin, y muchos otros. Pero haba en m una fuerza demonaca y desde un principio estaba claro para m que deba hallar el sentido de lo que experimentaba en las fantasas. La sensacin de estar so- metido a una voluntad superior, cuando haca frente a las embestidas del inconsciente, era innegable y conserv siempre un carcter determinante para cumplir las tareas.4 Me senta muchas veces tan inquieto que deba domi- nar mis emociones mediante ejercicios de yoga. Pero dado que mi objetivo era conocer qu pasaba en m, los haca solamente hasta que se recuperaba la tranquilidad y poda reemprender mi trabajo con el inconsciente. Tan pronto como experimentaba la sensacin de volver a ser yo mismo dejaba de controlarme y volva a dar la palabra a las imgenes y voces internas. Los indios, por el contrario, 4. Cuando Jung habl de estos recuerdos se produca siempre la evocacin. Contento, estar a salvo de la muerte(Odisea), propuso l como lema para el captulo. A. J. 211 practican los ejercicios de yoga con el objeto de eliminar por completo la multiplicidad de cuestiones e imgenes psquicas. En la medida en que lograba traducir mis emociones en imgenes, es decir, hallar aquellas imgenes que se ocultaban tras las emociones, senta tranquilidad interna. Si me hubiera abandonado por completo a mis emociones, lo ms probable es que hubiera sido destrozado por las actividades del inconsciente. Quizs los hubiera podido separar, pero entonces habra cado irremisiblemente en una neurosis y finalmente sus contenidos me hubieran destruido. Mi experimento me afirm en la conviccin de lo valioso que es, desde el punto de vista teraputico, hacer conscientes las imgenes que se hallan detrs de las emociones. Anot las fantasas lo mejor que pude y me esforc en dar expresin a las condiciones psquicas bajo las cuales surgan aqullas. Sin embargo, slo pude hacerlo en un lenguaje muy torpe. En primer lugar formul las visiones tal como las haba percibido, en un lenguaje potico, pues es el que corresponde al estilo de los arquetipos. Los arquetipos hablan de modo pattico y hasta engolado. El estilo de su lenguaje me resulta penoso y va en contra de mis sentimientos, como si alguien araa con la ua una pared enyesada o rasca con un cuchillo en un plato. Pero yo no saba de qu se trataba. As pues, no tena posibilidad alguna de eleccin. No me quedaban ms
recursos que anotarlo todo en el mismo estilo elegido por el inconsciente. A veces era como si lo percibiese con mis propios odos. A veces lo senta en mi boca, como si mi lengua estuviera formulando las palabras, e incluso me sucedi que me oa a m mismo murmurando palabras. Bajo el umbral de la consciencia todo era vivo. Desde el principio haba iniciado la confrontacin con el inconsciente como experimento cientfico que ensayaba en m mismo y cuyo resultado era para m de inters vital. Hoy ciertamente podra decir tambin que fue un experi212 ment que tuvo lugar en m. Una de las mayores dificultades consista para m en tener que arreglrmelas con mis sentimientos negativos. Me entregaba espontneamente a las emociones que no poda admitir. Anotaba las fantasas, que con frecuencia me parecan absurdas y contra las cuales ofreca yo resistencias, pues mientras no se comprende su sentido constituyen una mezcla infernal de cosas sublimes y ridiculas. Me cost mucho mantenerme firme, pero fui forzado a ello por el destino. Slo con mprobos esfuerzos pude finalmente evadirme del laberinto. Para captar las fantasas que me movan subterrnea- mente tuve, por as decirlo, que dejarme caer en ellas. Oponindome experimentaba no solamente resistencias, sino que senta incluso fuerte miedo. Tema perder mi au- tocontrol y convertirme en vctima del inconsciente, y lo que esto significa me resultaba, como psiquiatra, suficientemente claro. Pero deba arriesgarme a apresar estas imgenes. Si no lo haca, corra el riesgo de que me apresaran a m. Un importante motivo para estas reflexiones lo constituy la circunstancia de que no poda esperar de mis pacientes lo que yo mismo no era capaz de hacer. La disculpa de que, junto al paciente, estaba quien le auxiliaba, no era vlida. Saba que el que le auxiliaba, es decir, yo, no conoca an la materia por propia concepcin, sino que posea sobre ello como mximo algunas ideas tericas preconcebidas, de dudoso valor. La idea de que me arriesgaba en tan fabulosa empresa, en definitiva, no slo por m personalmente, sino tambin por mis pacientes, me ayud poderosamente en diversas fases crticas. Fue en la poca de adviento del ao 1913 cuando me decid a realizar el primer paso (12 de diciembre). Estaba sentado ante mi escritorio y meditaba una vez ms sobre mis temores y me abandon. Me ocurri como si el suelo cediera literalmente bajo mis pies, y como si cayese en un oscuro abismo. No poda reprimir en m una sensacin de pnico. Pero de pronto y no a demasiada profundidad, me 213 sent sofocado y dbil sobre mis pies, con lo que experi- ment una gran alivio. Sin embargo, me hallaba en una oscuridad, que ahora pareca un profundo crepsculo. Ante m se hallaba la entrada a una cueva ms oscura to- dava; all haba un gnomo. Me pareci que era de cuero, como si estuviera momificado. Me apresur a pasar delan- te suyo a travs de la estrecha entrada y vade unas aguas heladas que me llegaban a la rodilla hasta el otro extremo de la caverna. All se
encontraba sobre una roca un cristal rojo y resplandeciente. Tom la piedra, la levant y descu- br que bajo ella haba una cavidad. En un principio no poda reconocer nada, pero finalmente en el fondo descu- br una corriente de agua. Un cadver pas flotando, un muchacho de rubios cabellos, herido en la cabeza. Le se- gua un enorme escarabajo negro y entonces apareci, emergiendo del fondo de las aguas, un sol rojo recin sali- do. Cegado por la luz quise colocar nuevamente la piedra en la abertura, pero se precipit un lquido a travs de la misma. Era sangre! Un grueso chorro salt y sent nu- seas. El flujo de sangre continu durante un tiempo inso- portablemente largo para m. Finalmente se extingui y con ello finaliz la visin. Me senta impresionado en lo ms ntimo por las im- genes. Naturalmente vea que la pice de rsistence era un mito de hroe y del sol, un drama de muerte y renovacin. El renacimiento se explicaba por el escarabajo egipcio. Despus de esto hubiera debido seguir el nuevo da. En lu- gar de ello lleg el insoportable flujo de sangre, un fen- meno completamente anmalo. Pero entonces record mis visiones de sangre del otoo del mismo ao y desist de comprender todo intento posterior. Seis das despus (18 de diciembre de 1913) tuve el siguiente sueo: Me encontraba con un joven moreno desconocido, un salvaje, en una solitaria montaa rocosa. Era antes de amanecer, el cielo del este era ya claro y las estrellas se extinguan. Entonces reson por las montaas el cuerno de 214 Sigfrido y supe que debamos matarle, bamos armados con fusiles y le acechbamos en un estrecho acantilado. De pronto apareci Sigfrido en lo alto de la cumbre de la montaa, con el primer rayo del sol naciente. En un carro de osamenta descenda rpidamente por la pendiente rocosa. Al doblar l una esquina, disparamos sobre l y se desplom, herido de muerte. Lleno de asco de m mismo y arrepentimiento por ha- ber destruido algo tan grande y bello, intent huir, impul- sado por el miedo, pues podan descubrir el crimen. En- tonces comenz a llover copiosamente y supe que todas las huellas del crimen quedaran borradas. Haba escapado al peligro de ser descubierto, la vida poda continuar, pero quedaba un insoportable sentimiento de culpa. Cuando despert medit sobre este sueo, pero me re- sult imposible comprenderlo. Intent, pues, dormirme nuevamente, pero una voz dijo: Tienes que comprender el sueo e inmediatamente! La agitacin interior fue au- mentando hasta el terrible instante en que la voz dijo: Si no comprendes el sueo tendrs que disparar sobre ti! En mi mesita de noche haba un revlver cargado y sent mie- do. Entonces volv a meditar y de pronto comprend el sentido del
sueo: ste es el problema que se le plantea al mundo! Sigfrido representa lo que los alemanes quisieran realizar, a saber: imponer heroicamente su propia voluntad. Donde hay una voluntad se encuentra un camino! Lo mismo quera yo. Pero ahora ya no era posible. El sueo mostraba que la actitud que se encarnaba por medio de Sigfrido, el hroe, ya no se adecuaba ms a m. Por ello l tena que ser asesinado. Despus de esto experiment gran compasin, como si hubiesen disparado sobre m. En ello se expresaba mi secreta identidad con el hroe, as como el sufrimiento que el hombre experimenta cuando es forzado a sacrificar su ideal y su actitud consciente. Pero haba que dar fin a esta identidad con el ideal del hroe; pues existe algo ms alto que la voluntad del Yo y a lo cual hay que someterse. 215 Estas ideas me bastaron por el momento y me dorm nuevamente. El salvaje moreno que me haba acompaado y que propiamente haba tomado la iniciativa del crimen es una encarnacin de la sombra* primitiva. La lluvia muestra que desapareca la tensin entre lo consciente y lo inconsciente. A pesar de que entonces no me era posible todava comprender el significado del sueo por los escasos indi- cios, se liberaron nuevas fuerzas que me ayudaron a llevar a su fin mi experimento con el inconsciente. Para captar las fantasas me represent muchas veces una pendiente. Una vez, para llegar a las profundidades, fueron necesarios muchos intentos. La primera vez alcan- c, por as decirlo, una profundidad de trescientos metros; la siguiente fue ya una profundidad csmica. Era como un viaje a la luna, o como un descenso al vaco. En primer lu- gar se present la imagen de un crter y tuve la sensacin de estar en el pas de los muertos. Al pie de una pea di- vis dos figuras, un anciano con barba blanca y una her- mosa chiquilla. Hice acopio de todo mi valor y fui a su encuentro como si fuesen hombres autnticos. Atentamente escuch lo que me dijeron. El anciano explicaba que era Elias y ello me produjo unshock. La muchacha me des- concert an ms, pues se llamaba Salom! Era ciega. Qu extraa paradoja: Salom y Elias! Elias aseguraba que l y Salom se pertenecan mutuamente desde la eternidad y ello me confundi totalmente. Con ellos viva una serpiente negra que manifest visible inclinacin hacia m. Me dirig a Elias porque pareca ser el ms sensato de los tres y pareca disfrutar de buena inteligencia. Frente a Salom senta desconfianza. Elias y yo tuvimos una larga conversacin, cuyo sentido yo no poda captar. Naturalmente, intent explicarme la presencia de las figuras bblicas en mi fantasa por el hecho de que mi pa* Cfr. Glosario.
216 dre haba sido un sacerdote. Pero con ello nada se explicaba an. Pues qu significa el anciano? Qu significa Salom? Por qu estn juntos? Slo aos despus, cuando supe muchas cosas ms, me pareci natural la relacin entre el anciano y la muchacha. En tales incursiones al mundo de los sueos se halla con frecuencia un anciano que va acompaado de una joven y en muchas narraciones mticas se hallan ejemplos de tal pareja. As, por ejemplo, segn la tradicin gnstica, Simn Magus andaba siempre en compaa de una joven que debi recoger en un burdel. Se llamaba Elena y pasaba por la reencarnacin de la troyana Elena. Klingsor y Kundry, Laots y la bailarina, son otros tantos ejemplos. En mi fantasa, como he dicho, junto a Elias y Salom, una tercera figura, la gran serpiente negra. En los mitos la serpiente es con frecuencia la rival del hroe. Existen nu- merosos relatos sobre sus analogas. As se dice, por ejem- plo, que el hroe tena ojos de serpiente, o que despus de su muerte se transform en una serpiente, y se levant como tal, o que la serpiente era su madre, etc. En mi fantasa la presencia de la serpiente anunciaba un mito de hroe. Salom es una figura anmica. Es ciega porque no ve el sentido de las cosas. Elias es la figura del viejo sabio profeta y representa el elemento racional, Salom el ertico. Se podra decir que ambas figuras son encarnaciones del Logos y el Eros. Pero una definicin de este tipo sera ya demasiado intelectual. Es ms razonable en un principio dejar en su lugar las dos figuras, tal como se me aparecieron entonces a m, es decir, como manifestaciones de procesos inconscientes. Poco despus de estas imgenes emergi otra figura del inconsciente. Se haba originado a partir de la figura de Elias. La llam Filemn. Filemn era un pagano que apor- taba una influencia egipcio-helenstica con matiz gnstico. Su figura se me apareci por vez primera en un sueo: El cielo era azul, pero pareca el mar. Estaba cubierto no por las nubes por pardos terrones. Pareca como si 217 los terrones se separaran y que entre ellos pudiera verse el agua azul del mar. Pero el agua era el cielo. De pronto vino volando por la derecha un ser alado. Era un anciano con astas de toro. Llevaba un traje con llaves y sostena una de ellas como si estuviese a punto de abrir la verja de un castillo. Era alado y sus alas eran las del alcin con sus colores caractersticos. Dado que no comprenda la imagen del sueo, la pin- t para hacrmela ms comprensible. En los das en que me ocupaba de esto encontr a orillas del lago de mi jar- dn un alcin muerto! Me sent como alcanzado por un rayo. Slo muy excepcionalmente se encuentran alciones en las cercanas de Zurich. Por ello me afect tanto esta coincidencia aparentemente casual. El cadver era todava fresco, como mximo de dos o tres das, y no presentaba ninguna herida exterior.
Filemn y otras figuras de la fantasa me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por s mismas y tienen su propia vida. Filemn representaba una fuerza que no era yo. Tuve con l conversaciones imaginarias y l hablaba de cosas que yo no haba imaginado saberlas. Me di cuenta de que era l quien hablaba, y no yo. l me explicaba que yo me comportaba con mis ideas como si las hubiera creado yo mismo, mientras que, en su opinin, estas ideas posean su propia vida como los animales en el bosque o los hombres en una habitacin, o los pjaros en el aire: Si ves hombres en una habitacin, no se te ocurrira decir que los has hecho o que eres responsable de ellos, me explic. As iba yo familiarizando paulatinamente con la objetividad psquica, la realidad del alma. A travs de las conversaciones con Filemn se me hizo patente la diferencia entre yo y mi objeto ideolgico. Tambin l se me presentaba objetivamente, por as decirlo, y comprend que hay algo en m, que puede expresar cosas que yo no s, ni sospecho, cosas que, quizs, vayan dirigidas incluso contra m. 218 Desde el punto de vista psicolgico, Filemn repre- sentaba una actitud de superioridad. Era para m una fi- gura misteriosa. A veces se me apareca de un modo casi real. Me paseaba con l por el jardn, y era para m lo que los indios definen como gur. Cada vez que se perfilaba una nueva personificacin experimentaba yo casi un fracaso personal. Ello significa- ba: Y entretanto tampoco sabas t esto! y me invada el miedo de que quizs la serie de tales figuras era infinita y pudiera perderme en los abismos de la ilimitada ignorancia. Mi yo se senta rebajado de valor, a pesar de que los numerosos xitos externos podan hacerme sentir un privilegiado. Entonces no deseaba en mis tinieblas (Hrridas nostrae mentis purga tenebras, dice la Aurora Consurgens)5 nada mejor que un concreto y verdadero gur, una sabidura y un poder supremos que me desenmaraasen las espontneas creaciones de mi fantasa. Esta tarea la emprendi Filemn, a quien, en este aspecto, nolens volens, tuve que reconocer como maestro del alma. De hecho, me transmiti pensamientos inspirados. Ms de quince aos despus me visit un viejo y cul- to indio, un amigo de Gandhi y conversamos sobre la en- seanza india, en especial de la relacin entre gur y che- lah. Titubeando le pregunt si poda darme quizs infor- macin sobre la naturaleza y carcter de su propio gur, a lo que respondi en un tonomatter-of-fact: Oh, s, fue shankaracharya! No se refiere usted al comentarista de los Vedas? observ yo. ste hace muchos siglos que muri. S, a ste me refera, respondi, con gran asombro por mi parte.
As, pues, usted se refiere a un espritu?, pregunt. Naturalmente, era un espritu, corrobor l. En este instante record a Filemn. 5. Una frmula alqumica que se atribuye a Toms de Aquino. Tr: Limpia nuestro espritu de las terribles tinieblas. 219 Existen tambin gurs espirituales aadi. La mayora tienen por gur a un hombre viviente. Pero hay siempre quienes tienen por maestro a un espritu. Esta noticia me result tan consoladora como aclara- toria. As pues, yo no me haba apartado en modo alguno del mundo de los hombres, sino que simplemente haba experimentado lo que les sucede a los hombres que se de- dican a trabajos de este tipo. Posteriormente Filemn qued condicionado a otra figura que se present y a la que design por Ka. En el an- tiguo Egipto imperaba el Ka del rey como su forma te- rrena, como el alma de la forma. En mi imaginacin, el alma de Ka provena de abajo, de la tierra, como de un pozo profundo. Lo pint en su forma terrena, como una columna de Hermes, cuyo zcalo era de piedra y su capi- tel de bronce. En lo ms alto del cuadro aparece un ala de alcin, y entre l y la cabeza del Ka se extiende una redon- da y luminosa galaxia. La expresin del Ka tena algo dia- blico, podra decirse mefistoflico. En la mano sostena un objeto, parecido a una pagoda coloreada o un relicario y en la otra una pluma con la que trabajaba, deca de s mismo: Yo soy el que sepulta a los dioses en oro y piedras preciosas. Filemn tiene un pie paralizado, pero es un espritu alado, mientras que Ka representa una especie de demonio terrestre o metlico. Filemn es el aspecto espiritual, el sentido; Ka, por el contrario, un espritu de la naturaleza como el antroparion de la alquimia griega, que por cierto entonces no conoca yo todava.6 Ka es el que realmente lo hace todo, pero que oculta el espritu del alcin, el sentido, o lo sustituye por la belleza, el eterno destello. Con el tiempo pude integrar ambas figuras. A ello me ayud el sentido de la alquimia. 6. Antroparion es un hombrecillo, una especie de homnculo. En el grupo de los antroparion se encuentran los hombrecillos de la tierra, losdaktyIcn de los antiguos, el homnculo de los alquimistas. Tambin el Mercurius aiqumico era, como espritu del mercurio, un antroparion. A. J.
22O Mientras anotaba mis fantasas, me pregunt una vez: Qu hago realmente? Seguro que no tiene nada que ver con la ciencia. Entonces, qu es? Entonces una voz me dijo a m: Es arte. Qued muy asombrado, pues no se me haba ocurrido que mis fantasas tuvieran algo que ver con el arte, pero me dijo: Quizs mi inconsciente ha adoptado una personalidad que no soy yo y que desea te- ner ocasin de manifestar sus propias oposiciones. Saba que la voz provena de una mujer y reconoc en ella la voz de una paciente, una psicpata muy inteligente que tena gran confianza en m. Haba llegado a ser una forma vi- viente en mi interior. Naturalmente que lo que haca no era ciencia. Pues qu otra cosa poda ser entonces sino arte? En todo el mundo parecan existir slo estas dos alternativas! Tal es el tpico modo de argumentar femenino. Con firmeza y lleno de reticencia expliqu a la voz que mis fantasas no tenan nada que ver con el arte. Entonces call ella y yo continu escribiendo. Luego vino el siguiente ataque; la misma afirmacin: Esto es arte. Nuevamente protest: No, no lo es. Por el contrario, es naturaleza. Esperaba nuevas rplicas y discusiones, pero como no ocurri nada, pens que la mujer en m no posea ningn centro del habla y le propuse servirse de mi lenguaje. Acept la propuesta y expuso su punto de vista en una larga parrafada. Me interesaba extraordinariamente que una mujer de mi interior se mezclara en mis ideas. Probablemente, as lo pens, se trataba del alma en el sentido primitivo y me pregunt por qu el alma se define como nima. Por qu se representaba como femenina? Posteriormente vi que la figura femenina que yo me representaba se trataba de una figura tpica o arquetpica en el inconsciente del hombre, y la defin como nima.* La figura respectiva inconsciente de la mujer la llam animus. * Cfr. Glosario. 221 En un principio era el aspecto negativo del nima lo que me impresion. Senta timidez ante ella, como ante una presencia invisible. Luego intent relacionarme con ella de otro modo y consider las manifestaciones de mi fantasa como cartas a ella dirigidas. Escrib, por as decirlo, a una parte de m mismo, que mantena otro punto de vista distinto al de mi consciencia, y obtuve respuestas sorprendentes e inusitadas. Me sent como un paciente analizado por un espritu femenino! Cada noche haca mis esquemas, pues, pensaba: si no escribo al nima no podr captar mis fantasas. Sin embargo exista otra razn para mi escrupulosidad: lo escrito al nima no poda variarlo, de ello no poda tramar intriga alguna. En este aspecto se puede establecer una profunda diferencia sobre si se trata de contar algo o si realmente se toma nota de algo. En mis cartas intentaba yo ser lo ms sincero posible, segn el refrn griego: Desprndete de lo que posees y recibirs. Slo paulatinamente aprend a distinguir entre mis ideas y los argumentos de la voz. As, por ejemplo, cuando quera desviarme hacia cuestiones banales yo deca: Esto est bien, ya lo he
experimentado y pensado antes. Pero no estoy obligado a estar expuesto a esto hasta el fin de mis das. Para qu esta humillacin? Lo ms importante aqu es la diferenciacin entre la consciencia y el contenido del inconsciente. A ste hay que aislarlo, por as decirlo, y ello se logra ms fcilmente si se personifica y luego se le pone en contacto con la cons- ciencia. Slo de este modo se puede arrebatarle el poder, que, de lo contrario, se ejerce sobre la consciencia. Dado que los temas del inconsciente poseen un cierto grado de autonoma, esta tcnica no presenta dificultades especiales. Es algo distinto intimar con el hecho de la autonoma de los temas inconscientes. Y precisamente aqu reside la posibilidad de entrar en relacin con el inconsciente. En realidad la paciente, cuya voz hablaba en m, ejerca una influencia funesta sobre los hombres. Haba logrado persuadir a un colega mo de que era un artista incom222 prendido. l as lo haba credo y se desanim por ello. La causa de este fracaso? Este hombre viva no de su propio reconocimiento, sino del de los dems. Esto es peligroso. Ello le produjo inseguridad y lo dej a merced de las insi- nuaciones del nima; pues lo que ella dice posee muchas veces una fuerza tentadora y una astucia profunda. Si las fantasas del inconsciente las hubiese considerado un arte, las hubiera podido contemplar con mis ojos internos o proyectarlas como una pelcula. No les hubiera sido inherente la fuerza de conviccin como a toda percepcin sensorial, y un deber moral frente a ellas no se me hubiera impuesto. El nima me hubiera podido convencer tambin de que era un artista incomprendido y misoi-di-sant, vida de artista, me otorgaba el derecho a descuidar la realidad. Si hubiera seguido su voz, lo ms probable era que me hubiese dicho un da: Te imaginas quizs que el absurdo a que te dedicas es arte? En absoluto! La doblez del nima, altavoz del inconsciente, puede aniquilar completamente a un hombre. Decisiva es siempre en ltimo trmino la consciencia que comprende las manifestaciones del inconsciente y adopta una postura frente a ellas. Pero el nima tiene tambin un aspecto positivo. Es la que facilita a la consciencia las imgenes del inconsciente y ante todo de ello se trataba en m. Durante dcadas me dirig siempre al nima cuando senta que mi afectividad estaba alterada y me encontraba sumido en la inquietud. Entonces siempre hallaba algo en el inconsciente. En tales instantes preguntaba al nima: Qu vuelves a tener ahora? Qu ves? Quiero saberlo! Tras ciertas resistencias, me proyectaba ella normalmente la imagen que vea. Tan pronto como emerga la imagen desapareca la desazn o la opresin. Toda la energa de mis emociones se converta en inters y curiosidad por su contenido. Entonces hablaba con el nima de las imgenes; pues deba comprender lo mejor posible estas imgenes, al igual que los sueos. Hoy ya no necesito ms conversar con el nima, pues ya no experimento tales emociones. Pero si volvieran a
223 presentarse volvera a obrar del mismo modo. Hoy las ideas me son inmediatamente conscientes porque he aprendido a aceptar y comprender los temas del incons- ciente. S cmo comportarme frente a las imgenes inter- nas. Puedo interpretar el sentido de las imgenes directa- mente a partir de mis sueos y ya no necesito para ello ninguna intermediaria. Las fantasas que se me presentaban entonces las es- crib primeramente en el Schwarzes Buch (Libro negro) y posteriormente las traslad al Rotes Buch (Libro rojo), el cual ampli tambin con ilustraciones.7 He emprendido el vano intento de disponer de un modo esttico mis fanta- sas en el Rotes Buch, aunque todava no lo he terminado.8 Era consciente de que no hablaba todava el lenguaje ade- cuado, que deba todava traducirlo. As, pues, pronto re- nunci a lo esttico y me esforc formalmente en com- prender. Vea que tantas fantasas requeran una base fir- me y que en primer lugar deba volver a la realidad huma- na. Esta realidad era para m la comprensin cientfica. De las razones que el inconsciente me haba dado deba ex- traer las conclusiones concretas, y ello se convirti en el objetivo del trabajo de mi vida. El retoque esttico en el Rotes Buch era necesario por ms que ello me molestase; pues slo gracias a ello tuve conocimiento de mi obligacin moral respecto a las imgenes. Influy poderosamente en mi vida. Comprend que ningn lenguaje es tan perfecto que pueda sustituir a la vida. Si se intenta sustituir la vida, no slo no se consigue, sino que a la vida se la arruina. Para conseguir liberarse de la tirana de las premisas inconscientes son necesarias dos cosas: cumplir lo mismo con la obligacin intelectual que con la moral. 7. El Schwarzes Buch comprende seis volmenes encuadernados en piel negra; el Rotes Buch, un infolio encuadernado en piel roja, contiene las mismas fantasas, pero en una forma y lenguaje retocados y en escritura gtica caligr fica, a la manera de los manuscritos medievales. A. ). 8. Cfr. Apndice, pp. 446-447. 224 Es naturalmente una irona el que yo, como psiquia- tra, haya topado en mi experimento, por as decirlo, a cada paso con aquel material psquico que constituye los ele- mentos de una psicosis y que por ello se encuentra en el frenoptico. Es aquel mundo de las imgenes inconscien- tes que sume al enfermo mental en fatal confusin, pero tambin a la vez una matriz de la fantasa creadora de mi- tos, que han desaparecido de nuestra poca racional. La fantasa mtica existe ciertamente en todas partes, pero es tan mal vista como temida, y parece incluso una experiencia arriesgada a una aventura equvoca confiarse a la sen- da insegura que conduce a las profundidades del incons- ciente. Pasa por una senda del error, de la doblez y del equvoco. Pienso en las palabras de Goethe: Atrvete a abrir las puertas ante las cuales todos prefieren pasar de largo... Fausto II es algo ms que un ensayo literario. Es un eslabn en la urea Catena,9 que desde los inicios de la alquimia filosfica y del gnosticismo hasta el Zaratustra de Nietzsche casi siempre impopular,
ambiguo y peligroso representa un viaje de exploracin hacia el otro polo del mundo. Naturalmente necesit hacer un alto en este mundo mientras trabajaba en mis fantasas, y puedo decir que ello fue para m la familia y la profesin. Me era vitalmente necesario llevar tambin una vida evidentemente racional, como contrapeso al extrao mundo interior. La familia y la profesin continuaron siendo para m la base a la que siempre poda regresar y que me demostraba que era un hombre corriente que exista realmente. Los temas del in- consciente podan a veces sacarme de quicio, pero la familia y la profesin representaban: tengo un diploma de mdico, debo asistir a mis pacientes, tengo una mujer y cin9. urea Catena (cadena de oro) es una alusin a la frmula alqumi- ca urea Catena Homeri (1723). Con ello se hace referencia a una fila de hombres sabios que, comenzando por Hermes Trimegistos, unen la tierra y el cielo. A. J. 225 co hijos y vivo en la Seestrasse nmero 228, en Ksnacht, eran realidades que me reclamaban. Me demostraban da tras da que exista realmente y no slo como una hoja movida por el soplo del espritu como un Nietzsche. Nietzsche perdi el suelo bajo sus pies porque no posea ms que el mundo interior de sus ideas, que adems le posean a l ms que l a ellas. Estaba desarraigado y volaba sobre la tierra y por ello cay en la exageracin y en la irrealidad. Esta irrealidad era para m el concepto inmanente del horror, pues yo me refera aeste mundo y a esta vida. Incluso cuando muy absorto y desplazado saba siempre que todo cuanto me suceda se refera a mi verdadera vida, a cuya amplitud y sentido yo procuraba responder, mi divisa era: Hic Rhodus, hic salta! As pues, mi familia y mi profesin eran siempre una realidad feliz y una garanta de que yo exista normal y realmente. Muy paulatinamente se perfil en m un cambio. En el ao 1916 experiment una inclinacin por la creacin li- teraria: me sent por as decirlo impulsado desde dentro a formular y expresar lo que en cierto modo podra haber dicho Filemn. As surgieron los Septem Sermones ad Mor-tuos con su tpico lenguaje.10 Con ello comenc a experimentar una intranquilidad, que no saba qu significaba, o qu es lo que se quera de m. Exista una atmsfera extraamente cargada a mi alrededor y tena la impresin de que el aire estaba lleno de entes fantasmagricos. Entonces comenzaron a rondar duendes por la casa: mi hija mayor vea por la noche una figura blanca atravesar la habitacin. Mi otra hija contaba independientemente de la primera que le haban le- vantado la manta de la cama dos veces por la noche y mi hijo de nueve aos tuvo un sueo terrorfico. Por la ma- ana pidi lpices de colores a su madre y l, que nunca
10. Siete sermones a los muertos. Cfr. Apndice, p. 447 y ss. 226 haba hecho un dibujo, dibuj el sueo. Lo llamaba El di- bujo del pescador. En medio del dibujo haba un ro y en la orilla estaba un pescador con una caa de pescar. Haba atrapado un pez. En la cabeza del pez se hallaba una chi- menea a travs de la cual sala fuego y humo. Por la otra orilla llegaba el diablo volando por los aires. Juraba que le haban robado el pez. Pero sobre el pescador se cerna un ngel que deca: T no puedes hacerle nada: pesca slo los peces malos! Este dibujo lo hizo mi hijo la maana de un sbado. El domingo por la tarde, hacia las cinco, en la puerta de la casa son la campanilla con insistencia. Era un domingo luminoso y las dos muchachas estaban en la cocina desde donde se poda ver el espacio abierto ante la puerta de la casa. Yo me encontraba cerca de la campanilla, la o sonar y vi cmo se mova el martillo. Todos corrieron in- mediatamente hacia la puerta para ver quin llamaba pero all no haba nadie! Nos miramos como alelados! Les digo que la atmsfera estaba cargada! Entonces supe que tena que suceder algo. La casa estaba repleta de gento, toda llena de espritus. Los haba hasta bajo la puerta y se tena la sensacin de apenas poder respirar. Naturalmente, me acuciaba la pregunta: Por el amor de Dios, qu es esto? Entonces gritaron en coro: Regresamos de Jerusaln, donde no hallamos lo que buscbamos. Estas palabras correspondan a las primeras lneas del Septem Sermones ad Mortus. Entonces la inspiracin comenz a fluir de m y en tres tardes escrib este acontecimiento. Apenas hube dejado la pluma, desapareci la legin de espectros. El aquelarre haba terminado. La habitacin se volvi tranquila y pura la atmsfera. As hasta la noche siguiente, en que nuevamente se amotinaron algo y se fueron del mismo modo. Esto fue en 1916. Este acontecimiento hay que aceptarlo tal como fue o como pareci ser. Posiblemente tuvo relacin con el estado emocional en que entonces yo me encontraba y en el 227 que podan presentarse fenmenos parapsicolgicos. Era una constelacin inconsciente, y la atmsfera caractersti- ca de tal constelacin me era bien conocida como numen de un arquetipo. Es apto, se manifiesta! El intelecto de- sea naturalmente apropiarse un conocimiento cientfico sobre un hecho de este tipo, o mejor todava aniquilar todo lo sucedido como una anomala. Qu desesperacin sera un mundo sin anomalas! Poco antes de este acontecimiento escrib una fantasa que se me fue el alma. Constituy para m un suceso muy importante. El alma, el nima, crea la relacin en el inconsciente. En cierto sentido es tambin una relacin con la colectividad de los muertos, pues el inconsciente corresponde al pas mtico de los muertos, al pas de los presentimientos. As pues, cuando el alma desaparece en una fantasa ello significa que se ha retirado al incons- ciente o al pas de los muertos. Ello
corresponde a la denominada prdida del alma, un fenmeno que se en- cuentra con relativa frecuencia entre los primitivos. En el pas de los muertos el alma experimenta una secreta vivificacin y da forma a las huellas ancestrales, a los temas colectivos del inconsciente. Igual que una mdium, da a los muertos posibilidad de manifestarse. Por ello, muy pronto despus de la desaparicin del alma aparecieron en m los muertos, y surgieron los Septem Sermones ad Mortuos. Entonces, y a partir de tal momento, los muertos se me han convertido cada vez ms claramente en voces del incontestado, del no-desligado y no-rescatado, puesto que las preguntas y exigencias, a las que yo tena fatalmente que responder, no me vinieron de fuera, sino del mundo interior. As, pues, las conversaciones con los muertos, los Septem Sermones, constituyeron una especie de prlogo de lo que yo tena que comunicar al mundo acerca del in- consciente: un cierto croquis y resumen del contenido ge- neral del inconsciente. 228 Cuando hoy vuelvo la vista atrs y medito sobre el sentido de lo que me sucedi en la poca de mi trabajo sobre las fantasas me parece como si se hubiese presentado ante m una embajada con plenos poderes. En las imgenes haba cosas que no slo me afectaban a m, sino tambin a muchos otros. De ello result que ya no pudiera considerar que me perteneca a m nada ms. A partir de entonces mi vida perteneca a lo universal. Los conocimientos que me afectaban o que yo buscaba en aquellos das no haban entrado an a formar parte de la ciencia. Yo mismo deba realizar preexperimentos y adems tena que intentar situar lo experimentado en el terreno de la realidad, de lo contrario hubiera permanecido en una situacin de condicionamiento subjetivo no viable. Entonces me supe al servicio del alma. La am y la odi, pero constitua mi mayor riqueza. El que me supeditara a ella constitua la nica posibilidad de vivir y mantener mi existencia como un todo relativo. Hoy puedo decir: no me he alejado nunca de mis vi- vencias iniciales. Todos mis trabajos, todo cuanto he creado espiritualmente, parte de mis imaginaciones y sueos iniciales. En 1912 comenz lo que hasta ahora ha durado casi cincuenta aos. Todo cuanto he hecho en mi vida posterior est ya contenido en ellas, aunque slo en forma de emociones o imgenes. Mi ciencia fue el medio y la nica posibilidad de salir de aquel caos. De lo contrario este material me hubiera aprisionado como lampazos o plantas de pantano. Invert todas mis fuerzas para comprender todos los temas, cada imagen en particular, en ordenarlas lo ms racionalmente posible y realizarlas en vida. Esto es precisamente lo que casi siempre se descuida. Se deja emerger las imgenes y se asombra uno quizs de ellas, pero con ello se da uno por satisfecho. No se esfuerza en comprenderlas, y menos en sacar las consecuencias morales. Ello es causa de los efectos negativos del inconsciente.
Incluso aquel que comprende en cierto modo las im229 genes, pero cree sin embargo que lo ha logrado a sabien- das, incurre en un error peligroso. Pues quien no considera su conocimiento como una obligacin moral transgrede el principio de autoridad. Pueden resultar de ellos efectos destructivos que no slo destruyen a los dems sino al mismo objeto de conocimiento. Con las imgenes del in- consciente se impone al hombre una difcil responsabili- dad. La no-comprensin, as como la carencia de obli- gacin moral, arrebatan a la existencia su integridad y otorgan a muchas vidas individuales el penoso carcter fragmentario. En la poca en que me ocupaba de las imgenes del inconsciente decid retirarme de la Universidad de Zurich, en la que durante ocho aos haba sido profesor auxiliar (desde 1905). La vivencia y experiencia de lo inconsciente me haba coartado intelectualmente en grado extremo. Despus de finalizar el libro sobre Wandlungen un Symbole der Libido (1911)11 me fue imposible leer un libro cientfico durante tres aos. As tuve la sensacin de que no poda ya tomar parte en el mundo del intelecto. Adems, no hubiera podido hablar de lo que me preocupaba. El material proporcionado por el inconsciente me haba de- jado, por as decirlo, atnito. No poda entonces com- prenderlo ni en modo alguno darle forma. Sin embargo, en la universidad ocupaba un puesto muy delicado y sent que deba ante todo hallar una orientacin nueva y to- talmente distinta, y que hubiese sido no jugar limpio en- sear a estudiantes jvenes en un estado de nimo domi- nado por las dudas.12 Con ello me vi situado ante la alternativa: o prosigo 11.Symbole der Wandlung, nueva edicin revisada, 1952. 12. Durante este intervalo de tiempo Jung escribi poco: algunos ar tculos en ingls y el trabajo Das Unbewusste im normalen und knanken SeelenIcben (Lo inconsciente en la vida del alma normal y enferma) [tras refundirlo, apareci con el ttulo ber die Psychologie des Unbewussten (Sobre la psicologa del inconsciente), 7.a edicin, 1960]. El perodo finaliz con la publicacin del libro Psychologische Typen (Tipos psicolgicos), 1921. A. ). 230 con mi carrera acadmica, que entonces ante m se abra, o sigo a mi ntima personalidad, la suprema razn, y contino la maravillosa tarea, el experimento del anlisis del inconsciente.
As pues, abandon conscientemente mi carrera aca- dmica, pues antes de que mi experimento hubiera termi- nado yo no poda presentarme en pblico.13 Sospechaba que era algo grande lo que a m me suceda y confi en lo que me pareca sub specie aeternitatis ms importante. Saba que llenara mi vida y por tal causa estaba dispuesto a correr cualquier riesgo. Qu significaba que fuera profesor o no? Natural- mente que me disgust, senta incluso rabia por el destino y en muchos aspectos lament el no poder circunscribirme a lo que es comprensible para todos. Pero emociones de este tipo son pasajeras. En el fondo no significan nada. Por el contrario, lo otro es importante y si uno se concen- tra en lo que la ntima personalidad quiere y dice, desapa- rece el dolor. As me sucedi siempre, no slo cuando re- nunci a mi carrera acadmica. Las primeras experiencias de este tipo las hice ya de pequeo. En mi juventud era irascible, pero siempre que la emocin llegaba a su punto culminante ceda rpidamente y renaca la calma. Enton- ces me senta alejado de todo y lo que me haba irritado pareca pertenecer a un lejano pasado. La consecuencia de mi decisin y del ocuparme de cosas que ni yo ni los dems podan comprender consisti en un gran aislamiento. Lo vi claro muy pronto. Me preocupaban pensamientos sobre los cuales no poda hablar con nadie; slo hubiesen sido mal entendidos. Experiment, 13. En el ao 1933 Jung reemprendi su actividad docente en la Escuela Superior Tcnica de Zurich. En 1935 fue nombrado profesor titular. En 1942 abandon este cargo por motivos de salud, pero en 1944 sigui el nombra- miento de profesor numerario de la Universidad de Basilea en el marco de una ctedra de psicologa mdica fundada para l. Despus de la primera dase tuvo, sin embargo, que abandonar tambin sus actividades docentes a causa de una grave enfermedad y un ao despus dimiti. A. J. 231 del modo ms agudo, la posicin entre el mundo exterior y el interior. La conjuncin entre ambos mundos, que hoy conozco, no poda entonces concebirla. Slo vea un irre- conciliable antagonismo entre lo interior y lo exterior. Pero desde un principio me result claro que slo establecera contacto con el mundo exterior y los hombres, si me esforzaba al mximo en mostrar que los contenidos de la experiencia psicolgica son reales y ciertamente no slo como experiencias personales mas, sino como experiencias colectivas que pueden repetirse tambin en otros hombres. Ello intent demostrarlo en mi posterior trabajo cientfico. Pero al principio lo hice todo para aportar a mis deudos una nueva maniere de voir. Saba que estara condenado al aislamiento ms absoluto si no lograba esto. Slo hacia el final de la primera guerra mundial co- menc a salir progresivamente de la oscuridad. Fueron dos cosas las que contribuyeron a aclarar la atmsfera: romp mi relacin con la dama que quera sugerirme que mis fantasas tenan valor artstico. Pero ante todo comenc a comprender mis dibujos de mndalas.* Ello fue entre 1918 y 1919. El primero de estos dibujos lo pint despus de haber escrito los Septem Sermones ad
Mortuos. Naturalmente, no lo haba comprendido. En 1918-1919 fui al Chteau d'Oex Commandant de la Regin Anglaise des Internes de Guerre. All esbozaba todas las maanas en un carnet un pequeo dibujo circu- lar, una mndala, que me pareca corresponder a mi lti- mo estado de entonces. Con ayuda de los dibujos poda observar da a da las transformaciones psquicas. Una vez, por ejemplo, recib una carta de aquella dama esteta en la que volva a exponer con firmeza su opinin de que las fantasas que provenan del inconsciente posean un valor artstico y que por ello significaban arte. La carta me crisp los nervios. No era tonta en absoluto y por ello resul* Cfr. Glosario. 232 taba insinuante. El artista moderno pretende ciertamente hacer arte del inconsciente. El utilitarismo y la prosecucin que se desprendan de las lneas de la carta despertaron una duda en m, concretamente la incertidumbre de si las fantasas imaginadas eran realmente espontneas y naturales y no el resultado de mi propio trabajo arbitrario. No me senta libre en absoluto del prejuicio general y de la petulancia de la consciencia de que toda ocurrencia hasta cierto punto importante ser mrito propio y que slo de aquel modo casual se producen dbiles reacciones en contra o que proceden de fuentes extraas. En este estado de irritacin y de desacuerdo conmigo mismo dibuj otra mndala al da siguiente: una parte de la curva estaba rota y la simetra quedaba destruida. Slo paulatinamente comprend lo que realmente es el mndala: Formacin-transformacin, el eterno pasatiempo del sentido eterno. Y esto es la individualidad, la integridad de la personalidad, que, cuando todo va bien, es armnica, pero que no soporta autodecepcin alguna. Mis dibujos eran criptogramas del estado de mi indi- vidualidad, que diariamente me eran cursados. Vi cmo mi individualidad, todo yo estaba en la obra. Esto pude comprenderlo al principio slo a modo de intuicin; sin embargo, ya entonces me parecan mis dibujos altamente significativos y los cuidaba como preciosas perlas. Tena la clara sensacin de algo central, y con el tiempo adquir una idea viva de m mismo. Me represent la mnada que soy yo y que constituye mi mundo. El mndala representa esta mnada y corresponde a la naturaleza microcsmica del alma. No s cuntos mndalas dibuj entonces. Fueron mu- chos. Mientras trabajaba en ello surga una y otra vez la pregunta: Adonde lleva este proceso en el que me hallo? Cul es su objetivo? Saba por propia experiencia que por m mismo no hubiera podido elegir un objetivo que me pareciera digno de confianza. Haba experimentado que la idea de la superioridad del yo deba abandonarla 233
por completo. En ello haba fracasado: quera proseguir la investigacin cientfica de los mitos, tal como haba co- menzado en Wandlungen und Symbole der Libido. Tal era mi objetivo. Pero ni soarlo! Me senta forzado a soportar yo mismo el proceso del inconsciente. En primer lugar tuve que dejarme arrastrar por esta corriente, sin saber adonde me conduca. Slo cuando comenc a dibujar mndalas vi que todos los caminos que emprenda, y todos los pasos que daba, conducan de nuevo a un punto, concretamente al centro. Es la expresin de todos los caminos. Es el camino que lleva al centro, a la indivi- duacin.* En los aos que van de 1918 a 1920, aproximadamen- te, vi claro que el objetivo del desarrollo psquico es la propia persona. No existe un desarrollo lineal, slo existe la circunvalacin del uno mismo. Un desarrollo unilateral se da como mximo en un principio; posteriormente todo tiende al centro. Este conocimiento me dio confianza y progresivamente recuper la tranquilidad interior. Saba que haba alcanzado, con el mndala como expresin del uno mismo, el ltimo eslabn para m. Quizs alguien sepa ms, pero no yo. Una confirmacin del pensamiento sobre el centro y el uno mismo la obtuve aos ms tarde (1927) por medio de un sueo. Su esencia la present en un mndala al de- finirlo como ventana a la eternidad. El dibujo est re- producido en Das Geheimnis der Goldenen Blte14 (El se- creto de la flor de oro). Un ao despus hice otro dibujo, igualmente un mndala en cuyo centro haba un castillo dorado.15 Cuando estuvo terminado me pregunt: Por qu esto es tan chinesco? Estaba impresionado por la for- ma y eleccin de colores, que me parecan chinos, a pesar * Ctr. Glosario. 14. II. 3. Cfr. tambin Gestaltungen des Unbewussten (Formaciones del inconsciente), 1950, II. 6. 15.Das Geheimnis der Goldenen Bltte, 1948, II. 10. Gestaltungen des Unbewussten, 1950, II. 36. 234 de que exteriormente en el mndala no haba nada chino. Pero el dibujo me produca tal sensacin. Fue una rara coincidencia recibir poco despus una carta de Richard Wilhelm. Me enviaba el manuscrito de un tratado taosto- alqumico chino con el ttulo Das Geheirmnis der Goldenen Bltte me rogaba que lo comentara. Le rpidamente el texto, pues aportaba una insospechada confirmacin a mis ideas sobre el mndala y el movimiento circular alrededor del centro. ste fue el primer acontecimiento que rompi mi soledad. All me senta afn a algo y poda relacionarme con algo.16 Para recordar esta coincidencia en sincronicidad escrib entonces bajo el mndala: 1928, cuando haca el dibujo que muestra el castillo evaluado en oro, Richard Wilhelm me envi a Frankfurt el
texto chino, cuya antigedad se remonta a varios siglos, del castillo amarillo, el germen del cuerpo inmortal. Tambin el sueo que tuve en 1927 y al que ya me he referido representaba un mndala: Me hallaba en una ciudad, sucia, llena de holln. Llo- va y todo era oscuro, era invierno y de noche. La ciudad era Liverpool. Con otra gente, digamos una media docena de suizos, iba yo por las calles oscuras. Tena la sensacin de que venamos del mar, del puerto, y la ciudad propia- mente dicha estaba all arriba, sobre loscliffs. Hacia all bamos nosotros. Me recordaba Basilea, all abajo se divi- sa el mercado, y por la Totengassen se llega a una planicie, a la Petersplatz y a la grandiosa Peterniche. Cuando llegamos a la altiplanicie hallamos una amplia plaza, dbilmente iluminada por los faroles, donde desembocaban muchas calles. Los barrios de la ciudad eran radiales y tenan por centro a esta plaza. En el centro se hallaba un estanque redondo y en su interior una pequea isla central. Mientras todo estaba cubierto por la lluvia, la niebla, el 16. Sobre Richard Wilhelm, cfr. Apndice, p. 433 y ss. 235 humo y la noche escasamente iluminada, la pequea isla resplandeca a la luz del sol. All haba un rbol solitario, un magnolio recubiertode flores rojas. Era como si el r- bol estuviese al sol y a la vez fuera luz. Mis compaeros comentaban el terrible tiempo y al parecer no vean el r- bol. Hablaban de otro suizo que viva en Liverpool y se asombraban de que se hubiera trasladado precisamente aqu. Yo estaba admirado por la belleza del rbol florido y por la isla iluminada por el sol y pens: Ya s por qu, y despert. Por ltimo, debo agregar algunas particularidades del sueo: los barrios aislados de la ciudad eran a su vez ra- diales y distribuidos alrededor de un punto. ste formaba una pequea plaza abierta, iluminada por un gran farol y reproduca as una pequea copia de la isla. Yo saba que el otro suizo viva en las cercanas de uno de estos cen- tros secundarios. Este sueo representaba mi situacin de entonces. Veo todava el impermeable gris-amarillento que brillaba entre el gotear de la lluvia. Todo resultaba notoriamente antip- tico, oscuro y tenebroso tal como yo me senta entonces. Pero yo posea el rostro de la belleza supraterrena y por ello poda vivir; despus de todo, Liverpool es el pool of life. Liver, hgado,* es segn antiguas opiniones la sede de la vida. La vivencia del sueo se vincul con el sentimiento de lo definitivo. Vea que aqu se expresaba el objetivo. El centro es el objetivo y ms all de l ya no se puede ir. Por el sueo comprend que el Uno Mismo era un principio y un arquetipo de la orientacin y del sentido. En l reside su saludable funcin. De este conocimiento surgi en m un primer atisbo de mi mito.
Despus del sueo dej de dibujar o pintar mndalas. Aqul expresaba la cima del desarrollo de la consciencia. Me satisfaca por completo, pues daba una imagen acaba*Leter, en alemn. (N. de la t.) 236 da de mi situacin. Era consciente de que me ocupaba algo importante, pero me faltaba todava la comprensin, y a mi alrededor no haba nadie que lo comprendiera. La aclaracin por medio del sueo me dio la posibilidad de considerar objetivamente lo que me satisfaca. Sin una visin de este tipo hubiera perdido quizs mi orientacin y tenido que abandonar mi intento. Pero aqu estaba expresado el sentido. Cuando me separ de Freud saba que caa en lo no conocido, en lo desconocido. Ms all de Freud; no saba propiamente nada, pero haba dado el primer paso en la oscuridad. Cuando se presenta un sueo de este tipo, se le siente como un actus gratiae. Me cost cuarenta y cinco aos, por as decirlo, incluir en el costal de mi obra cientfica las cosas que entonces senta y anotaba. Como hombre joven mi objetivo era conseguir algo en mi ciencia. Pero luego tropec con esta corriente de lava, y las pasiones que existan en su fuego transformaron y reestructuraron mi vida. Tal era la materia prima de la cual se form, y mi obra constituye un esfuerzo ms o menos acertado de inconstar esta materia candente en la ideologa de mi poca. Las primeras imaginaciones y sueos eran como basalto fundido; de ellas cristaliz la piedra que pude ya esculpir. Los aos en que ya trataba de aclarar las imgenes in- ternas constituyeron la poca ms importante de mi vida en que se decidi todo lo esencial. Entonces comenz todo y las posteriores particularidades son slo complementos y aclaraciones. Toda mi actividad posterior consisti en perfeccionar lo que brot del inconsciente, y que comenz inundndome a m. Constituy la materia prima para la obra de mi vida. 237 ACERCA DEL ORIGEN DE LA OBRA Con el comienzo de la segunda mitad de la vida se haba ya implantado el anlisis del inconsciente. Mi trabajo en este sentido prosigui durante mucho tiempo y slo despus de unos veinte aos fui capaz de comprender hasta cierto punto los contenidos de mis imaginaciones. En primer lugar hube de procurarme la prueba de la prefiguracin histrica de las experiencias internas, es decir, hube de responder a la pregunta: Dnde se encuentran mis premisas en la historia? Si no hubiera logrado responderme a esto no hubiera podido confirmar mis ideas. En este aspecto fue un acontecimiento decisivo mi encuentro con la alquimia, pues slo a travs de ella surgan los fundamentos histricos que hasta entonces haba echado de menos.
La psicologa analtica forma parte fundamentalmente de la ciencia natural, pero se halla supeditada a la premisa personal del observador, mucho ms que cualquier ciencia. De aqu que dependa en gran medida de los cortejos histrico-documentales para eliminar, siquiera, los errores ms burdos en el dictamen. Desde 1918 hasta 1926 me ocup seriamente de los gnsticos, pues tambin ellos tropezaron con el mundo primitivo del inconsciente. Captaron sus contenidos e imgenes, que manifiestamente estaban contaminados por el mundo de los impulsos. Es difcil, sin embargo, decir hasta qu punto comprendieron las imgenes, a causa de 238 la escasez de noticias posteriores, que, por lo dems, he- mos de agradecer a sus adversarios, los padres de la Igle- sia. Pero no es probable, en ningn caso, que tuvieran una concepcin psicolgica. Respecto a mis interrogantes, los gnsticos estaban muy lejos en el tiempo para que pudiera relacionarme con ellos. La tradicin entre gnosis y ac- tualidad me pareci rota y durante mucho tiempo no me fue posible hallar el puente entre el gnosticismo o neo- platonismo y la actualidad. Slo cuando comenc a comprender la alquimia reconoc que por medio de ella se produce la vinculacin histrica con el gnosticismo, que por la alquimia se constituye la continuidad del pasado hasta la actualidad. Como filosofa de la Edad Media, la alquimia tendi un puente lo mismo con el pasado, concretamente con el gnosticismo, que con el futuro, con la psicologa del inconsciente. La psicologa del inconsciente haba sido establecida por Freud con los motivos gnsticos clsicos de la sexualidad, por una parte, y la autoridad paterna nociva, por otra. El motivo del gnstico Jehov y Dios creador apareca nuevamente en el mito de Freud del padre primitivo y tenebroso del Super-Yo, descendiente de este padre. En el mito de Freud se manifestaba como un demonio que ha engendrado un mundo de desilusiones, errores y desgracias. Pero la evolucin hacia el materialismo, que ya se prefiguraba al ocuparse de la alquimia de investigar el secreto de la materia, llev a ocultar a Freud la perspectiva de un aspecto esencial y ms amplio del gnosticismo, concretamente la pre-imagen del espritu como otro Dios supremo. Segn la tradicin gnstica, fue este Dios supremo quien envi el crter (mezcladora), el vaso de las transformaciones espirituales, en auxilio de los hombres.1 El cr1. El crter significaba, en los escritos de Poimandres, que perteneca a una secta hedonsticognstica, un recipiente que est lleno de espritu, envia- do por el Dios Creador a la tierra para que los que se esfuerzan en conseguir una consciencia superior puedan ser bautizados en l. Era un tipo de tero de renovacin y renacimiento espiritual. A. I. 239 ter es un principio femenino que no hall lugar alguno en el mundo patriarcal de Freud. Freud no es el nico en sus- tentar este prejuicio. En el mundo espiritual catlico slo hasta hace poco, tras vacilaciones que duraron siglos, se reconoci aproximativamente por lo menos la participa- cin
en el tlamo divino de la madre de Dios y de la espo- sa de Cristo.2 En el mundo protestante y judo predomina hoy como antes el padre. Por el contrario, en la filosofa hermtica de la alquimia el principio femenino desempe un papel destacado y equiparable al masculino. Uno de los ms importantes smbolos femeninos en la alquimia fue el vaso en el que deban cumplirse las transformaciones de la materia. En el centro de mis descubrimientos psicolgicos se encuentra nuevamente un proceso de transformacin interna: la individuacin. Antes de que descubriera la alquimia se repitieron en m sueos en que siempre se repeta el mismo motivo: junto a mi casa haba otra, es decir, un ala, o un anejo, que me era desconocido. Cada vez me asombraba en sueos de no conocer la casa, pese a que aparentemente siempre haba estado all. Finalmente tuve un sueo en el que llegu a la otra parte de la casa. Descubr all una ex- traordinaria biblioteca, que proceda en su mayor parte de los siglos XVI y XVII. Grandes y gruesos infolios, encua- dernados en piel de cerdo, se apilaban en la pared. Entre ellos haba algunos que estaban adornados con grabados al cobre de naturaleza extraa y que contenan ilustracio- nes de fantstico simbolismo, como yo nunca haba visto an. Entonces no saba a qu se referan y supe mucho ms tarde que se trataba de smbolos alqumicos. En el sueo experiment solamente una fascinacin indescrip- tible que provena de estos libros y de toda la biblioteca. 2. Aqu Jung se refiere a la bula papal de Po XII que proclam el dogma de la Asuncin de Mara (1950). En ella se dice que Mara se uni, en la c- mara nupcial celestial (tlamo), como esposa con el hijo y como Sofa con la divinidad. De este modo el principio femenino se vincul estrechamente a la Trinidad masculina (Antwort auf Hiob, 3.a edicin, 1961, p. 110 y ss.). A.}. 240 Era una coleccin medieval de incunables e impresiones del siglo XVI. El ala del edificio para m desconocida constitua una parte de mi personalidad, un aspecto de m mismo; repre- sentaba algo que me perteneca, pero que todava no me era consciente. Esta parte y en especial la biblioteca se re- feran a la alquimia, que igualmente tampoco conoca, pero cuyo estudio era inminente para m. Unos quince aos ms tarde reun en la realidad una biblioteca hasta cierto punto parecida. El sueo decisivo que anticip mi encuentro con la alquimia se produjo hacia 1926. Estoy en el sur del Tirol. Hay guerra. Me hallo en el frente italiano y regreso del frente con un hombrecillo, un campesino, en su coche de caballos. A nuestro alrededor explotan granadas y s que debo proseguir mi marcha lo ms rpidamente posible porque hay gran peligro.3
Debemos ir por un puente y de aqu a travs de un t- nel, cuyo techo ha sido destruido parcialmente por los dis- paros. Al final del tnel vemos ante nosotros un paisaje soleado y reconozco en l la regin de Verona. A mis pies se divisa la ciudad, resplandeciente de sol. Me siento ali- viado y viajamos hacia las llanuras verdes y florecientes de Lombarda. El camino atraviesa el paisaje primaveral y vemos los campos de arroz, los olivos y las vides. Entonces veo, transversalmente a la calle, un gran edificio, una mansin seorial de grandes proporciones, algo as como el castillo de un prncipe lombardo. Es una tpica casa seorial con muchas dependencias y anexos al igual que en el Louvre, la calle pasa por delante del castillo, a travs de un enorme patio. El pequeo cochero y yo pasamos una 3. Las granadas, que caen del cielo, deben entenderse como disparos que vienen del otro lado, del enemigo. Son, pues, efectos que provienen del inconsciente, de la zona de sombra. Lo sucedido en el sueo indica que la guerra, que tuvo lugar algunos aos antes, no ha terminado todava, sino que prosigue en lo interno, en la psiquis. Parece que aqu reside la solucin del problema, la cual no puede hallarse fuera. A. J. 241 proceso de transmutacin arquetpica, que evoluciona durante siglos. Concibi suFausto como un opus magnurn o divinum. Por ello dijo acertadamente que Fausto constitua su misin principal y por ello su vida estaba enmarcada por este drama. Se nota de modo asombroso que era una sustancia viva la que viva y actuaba en l, un proceso suprapersonal, el gran sueo delmundus arquetipus. Yo mismo he sido afectado por el mismo sueo y la obra ms importante de mi vida la comenc a mis once aos. Mi vida se resume y compendia en una obra y un objetivo, a saber: adentrarme en el secreto de la personali- dad. Todo debe explicarse a partir de este punto central y todas las obras se remiten a este tema. Con el experimento de asociacin (1903) comenz propiamente mi trabajo cientfico. Lo considero mi primer trabajo en el sentido de una empresa cientfica. Entonces comenc a expresar ideas propias. A losDiagnostis-chen Assoziationsstudien siguieron los dos trabajos psiquitricos ber die Psychologie der Dementia praecox y Der Inhalt der Psychose. En 1912 se public mi libro Wandlun-gen und Symbole der Libido con el cual se puso
fin a la amistad con Freud. Entonces nolens volens comenz mi propio camino. Se inici al ocuparme de las imgenes de mi propio inconsciente. Esta poca abarc desde 1913 hasta 1917, luego disminuy la avalancha de fantasas. Slo despus de renacer la calma y no estar ya ms preso en la montaa mgica pude situarme en un plano objetivo y comenzar a meditar sobre ello. La primera cuestin que me plante entonces fue: Qu pasa con el inconsciente? Como respuesta surgi Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewussten (Las relaciones entre el Yo y el inconsciente). En Pars di una conferencia sobre este tema (1916)7 que 7. Publicado primeramente como artculo en Archives de Psychologie de la Suisse Remande, Ginebra, 1916. 245 slo posteriormente publiqu en alemn (1928) ampliado en forma de libro. Describo en l algunos contenidos tpi- cos del inconsciente e indico que no resulta indiferente la actitud que toma la consciencia frente a ellos. Paralelamente me ocupaba de los preliminares del li- bro de los tipos.8 Supuso un importante papel para su g- nesis la cuestin: En qu me diferencio de Freud y en qu de Adler? Cules son las diferencias entre nuestras concepciones? Cuando meditaba sobre ello tropec con el problema de los tipos; pues es el tipo el que determina y limita desde un principio el juicio del hombre. El libro sobre los tipos se ocupa principalmente de la divergencia del hombre con el mundo, su relacin con los hombres y las cosas. Expone los diversos aspectos de la consciencia,* las posibilidades de su adaptacin al mundo y constituye por ello una exposicin de la psicologa de la consciencia, considerada, por as decirlo, bajo un prisma clnico. Estudi muchas obras, entre ellas la de Spitteler, concretamente el Prometheus und Epimetheus, luego tambin Schiller, Nietzsche y las historias del pensamiento clsico y medieval desempearon tambin su papel. Cuando me aventur a enviar a Spitteler un ejemplar de mi libro, no obtuve respuesta, pero poco despus dio una conferencia, en la que aseguraba que su Prometheus und Epimetheus no significaba nada; hubiera podido igualmente cantar ha llegado mayo!. En el libro sobre los tipos se llegaba a la conclusin de que todo juicio del hombre est limitado por su tipo y que todo modo de considerar las cosas es relativo. Con ello se planteaba la cuestin de la unidad que compensa esta diversidad. Ello me llev inmediatamente a la concepcin china
de Tao. De la coincidencia entre mi evolucin interna, con el envo de un texto taosta por Richard Wilhelm he 8.Psychologische Typen, 1921, Gesammelte Werke (Obras completas), vol. VI, 1960. * Cfr. Glosario. 246 hablado ya. En 1929 se public el libro escrito en colaboracin con Richard Wilhelm Das Geheimnis der Goldenen Blte. Entonces alcanc en mis meditaciones e investigaciones el punto central de mi psicologa, concretamente la idea de uno mismo. Slo despus de esto hall el camino de regreso al mundo. Comenc a dar conferencias y realic diversos viajes cortos. Numerosas conferencias y artculos aislados constituyeron en cierto modo el contrapeso a la preocupacin interna que me acuciaba desde haca aos, contenan respuestas a las cuestiones que me haban sido planteadas por mis lectores y pacientes.9 Un tema que me preocupaba ya desde mi libroWandlungen und Symbole der Libido era la teora de la libido. Conceba la libido como unanalogon psquico de la ener- ga fsica, es decir, como un concepto aproximadamente cuantitativo, y por ello rechazaba toda determinacin esencial cualitativa de la libido. Mi objetivo consista en desprenderme del concretismo hasta entonces existente en la libido; para no hablar ya ms de los impulsos de ham- bre, agresin o sexuales, sino considerar todos estos fe- nmenos como diversas manifestaciones de la energa psquica. Tambin en la fsica se habla de energa y sus modos de manifestarse, como la electricidad, la luz, el calor, etc. Lo mismo sucede en psicologa. Tambin se trata aqu en primer lugar de energa (es decir de valores de intensidad, en ms o menos), y sus maneras de manifestarse pueden ser muy diversas. A travs de la concepcin energtica de la libido surge una cierta unificacin de las concepciones, mientras que en el trasfondo se hallan las cuestiones en controversia frecuente acerca de la naturaleza de la libido si es sexualidad, fuerza, hambre u otra cosa. Mi objeti- vo era realizar una unificacin, tambin en psicologa, como se expresa en ciencias naturales bajo la forma de una 9. Los artculos estn contenidos en Seelenprobleme der Gegenwart, 1931, y Wirklichkeit der Seele (Realidad del alma), 1934. 247
energtica general. Tal era el fin que persegua con el libro ber die Energetik der Seele (Sobre la energtica del alma) (1928).10 Consideraba, por ejemplo, los impulsos humanos como manifestaciones de procesos energticos y, por lo tanto, fuerzas anlogas al calor, la luz, etc. Del mismo modo que al fsico actual no se le ocurrira que todas las fuerzas derivasen exclusivamente, por ejemplo, del calor, tampoco es lcito a la psicologa subordinar todos los impulsos al concepto de poder o al de la sexualidad. Tal era el error inicial de Freud; posteriormente lo corrigi con la aceptacin del impulso del yo, para otorgar ms tarde, por as decirlo, la supremaca al superyo. En Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbe-wussten constat solemnemente qu y cmo me relaciono con lo inconsciente, pero no dije nada an sobre el inconsciente mismo. El ocuparme de mis fantasas me facilit el presentimiento de que se transforma o causa transformaciones. Slo cuando estudi la alquimia vi claro que lo inconsciente es un proceso y que la relacin del yo con los contenidos del inconsciente motiva una transformacin o evolucin de la psiquis. En el caso individual puede comprobarse en los sueos y en las fantasas. En el mundo de lo colectivo tiene su expresin principalmente en los diversos sistemas religiosos y en la transmutacin de sus smbolos. A travs del estudio de los procesos individuales y colectivos de transformacin y mediante la comprensin del simbolismo de la alquimia llegu al concepto central de mi psicologa, el proceso de individuacin. Un punto esencial de mis trabajos es que desde muy pronto se refieren a las cuestiones sobre la concepcin ge- neral del mundo y tratan de la confrontacin de la psico- loga con la cuestin religiosa. nicamente en Psychologie und Religin (Psicologa y religin) (1940) y a continalo. En ber psychische Energetik und das Wesen der Trume (Energtica psquica y esencia del sueo), 2.a edicin, 1948. 248 cin enParacelsica (1952) me expres exhaustivamente sobre esto. En especial el segundo captulo, Paracelsus als geistige Erscheinung (Paracelso como fenmeno espiritual), es importante en este aspecto. Los escritos de Paracelso abundan en ideas originales en las que se manifiesta abiertamente la problemtica de la alquimia, aunque en una forma trasnochada y barroca. Mi estudio sobre Paracelso fue lo que finalmente me llev a imaginar la esencia de la alquimia, y concretamente en su relacin con la religin y la psicologa, o se podra decir tambin: la alquimia en su aspecto de filosofa religiosa. Esto lo expuse en Psy-chologie und Alchemie
(Psicologa y alquimia) (1944). Con ello se llegaba por fin al terreno que constituy la base de mis experiencias de los aos 1913 a 1917, pues el proceso por el que entonces pas corresponda al proceso de transmutacin de la alquimia, del cual se trata en Psychologie und Alchemie. Naturalmente se me planteaba una y otra vez la cues- tin de la relacin entre el simbolismo del inconsciente con la religin cristiana y tambin con otras religiones. No slo considero al mensaje cristiano como una puerta abierta, sino que para m est en la base del hombre occi- dental. Es verdad que requiere otra visin nueva para ade- cuarse a las transformaciones seculares del espritu de la poca, de lo contrario se quedara al margen de la poca y al margen de la integridad del hombre. Es lo que me he esforzado en exponer en mis escritos: di una interpretacin psicolgica del dogma de la trinidad,11 as como del texto de la misa que compar, adems, con el texto de Zsimo de Panopolis, un alquimista y gnstico del siglo tercero.12 Mi criterio de confrontacin de la psicologa analtica con las concepciones cristianas me llev finalmente a la cuestin de Cristo en cuanto figura psicolgica. Ya en Psychologie und Alchemie (1944) pude demostrar en el concepto 11. En Symbolik des Geistes (Simbolismo del espritu), 1948. 12. En Von den Wurzeln des Bewusstseins, 1954. 249 fundamental alqumico de Lapis, la piedra, una figura paralela a Cristo. En el ao 1939 organic un seminario sobre los ejer- cicios espirituales de Ignacio de Loyola. Paralelamente me ocupaba del estudio de Psychologie und Alchemie. Una noche me despert y vi el crucifijo, baado en luz clara, al pie de la cama. No se mostr en tamao natural, pero era muy ostensible y vi que su cuerpo era de oro verdoso. Fue una visin beatfica, pero me aterr lo visto. Visiones de este tipo no me son extraas, pues veo a menudo imgenes hipnaggicas plsticas. Por entonces haba meditado mucho acerca delAnima Christi, una meditacin de los ejercicios. La visin pareci sugerirme que yo, en mis meditaciones, haba pasado por alto algo, y ello constitua la analoga de Cristo con el aurum non vulgi (el oro no corriente) y con la viriditas de los alquimistas. Cuando comprend que la imagen aluda estos smbolos alqumicos fundamentales, es decir, que se trataba propiamente de una visin de Cristo alqumica, me sent aliviado. El oro verde es la cualidad vital que los alquimistas vean no slo en el hombre, sino tambin en la naturaleza inorgnica. Es expresin de un espritu vital, elanima
mundi o el filius macrocosmi,el antropos viviente en todo el mundo. Hasta la materia inorgnica reviste tal espritu, se encuentra incluso en el metal y Cristo con su analoga que se encuentra en la materia, concretamente el filius macrocosmi. Si no me hubiera llamado la atencin el oro verde, hubiera intentado convencerme de que en mi concep- cin cristiana faltaba algo esencial, en otras palabras, que mi imagen tradicional era insuficiente y por ello hu- biera buscado otro aspecto de la evolucin cristiana. Pero el que el metal se destacase me mostraba la patente concepcin alqumica de Cristo como unificacin de materia espiritualmente viva y fsicamente muerta. EnAion (1951) vuelvo a ocuparme del problema de 250 Cristo. Pero aqu no me ocupo del paralelo histrico-es- piritual, sino de una confrontacin de su figura con la psicologa. Yo no consideraba a Cristo como una figura li- berada de toda exterioridad, sino que quera mostrar la evolucin que sufre a travs de los siglos el contenido religioso representado por l. Me resultaba importante tambin cmo Cristo se poda predecir astrolgicamente y cmo haba sido comprendido por el espritu de su tiempo y en el transcurso de los dos mil aos de la era cristiana. Esto era lo que yo quera exponer, junto con todas las extraas acotaciones que sobre l han ido acumulndose en el transcurso del tiempo. Durante este trabajo se me plante tambin la cuestin de la figura histrica, del hombre Jess. Esto era es- pecialmente importante porque la mentalidad colectiva de su poca se podra decir: el arquetipo entonces constelado, concretamente la prefiguracin delantropos se abati sobre l, un profeta judo casi desconocido. La antigua idea- ntropos, cuyas races se encuentran, por una parte, en la tradicin juda y en el mito-Horus egipcio, por otra, domin a los hombres a comienzos de la era cristiana; pues ella corresponda al espritu de la poca. Se trataba del hijo del hombre, el hijo de Dios que se enfrentaba aldivus Augustus, el seor de este mundo. Esta idea convirti el primitivo problema judo del Mesas en la cuestin del mundo. Pero sera un grave error el querer ver como una simple casualidad que Jess, el hijo de un carpintero, anunciara el Evangelio y se convirtiera en el salvador mundi, en el salvador del mundo. Tuvo que ser una personalidad de talla aventajada que fuera capaz de expresar y representar la esperanza general, aunque ignorada, de su poca de un modo tan perfecto. Ningn otro hubiera podido ser el portador de tal mensaje, sino precisamente este hombre Jess. El poder de Roma que oprima a todos, personificado en
el divino Csar, haba creado entonces un mundo en el 251 que no slo eran desposedos incontables individuos, sino pueblos enteros, a los que se privaba de su autonoma y de su independencia espiritual. Al individuo actual y a las en- tidades culturales les amenaza algo parecido, concreta- mente el peligro de la masificacin. Por ello se discute ya en muchas partes la posibilidad y la esperanza de una rea- paricin de Cristo, y ha surgido un rumor visionario que expresa una esperanza de salvacin. Es verdad que hoy se manifiesta de un modo que no puede equipararse en nada con el pasado, sino que es un hijo tpico de la poca tcnica. Se trata de la expansin mundial del fenmeno UFO.13 Entonces era mostrar mi objetivo, en toda su ampli- tud, hasta qu punto mi psicologa corresponda a la al- quimia o a la inversa, se trataba para m de hallar, junto a las cuestiones religiosas, tambin los problemas especiales de la psicoterapia en la obra qumica. La cuestin central, el problema principal de la psicoterapia mdica es la transferencia. En ello coincidimos por completo Freud y yo. Tambin en este aspecto pude observar una coincidencia con la alquimia, concretamente en la representacin de laconjunctio (unificacin), cuya gran importancia ya haba observado Silberer. La coincidencia se seal ya en mi libro Psychologie und Alchemie. Mis investigaciones me llevaron dos aos ms tarde al trabajo Die Psychologie der bertragung (1946) y finalmente a mi obra Mysterium Coniunctionis (1955- 1956). Al igual que casi todos los problemas que me interesaban humana o cientficamente iban acompaados o eran iniciados por sueos, as tambin el de transferencia: en uno de estos sueos se aludi a ello por medio de una imagen maravillosa e inesperada, junto con el problema de Cristo. So de nuevo que mi casa tena una gran ala adicio13. Cfr. Ein moderner Mythus. Von Dirigen, die am Himmel gesehen werden (Sobre cosas que se ven en el cielo), 1958. 252 nal en la que nunca haba estado an. Me decid a verla y finalmente entr en ella. Llegu a una gran puerta de dos batientes. Al abrirla me hall en una sala donde haba un laboratorio instalado. Ante la ventana se vea una mesa con muchos vasos y todos los utensilios propios de un laboratorio zoolgico. ste era el lugar de trabajo de mi pa- dre. Pero l no estaba all. De las paredes colgaban cientos de frascos con peces de todas las clases. Estaba asombrado: Ahora mi padre se ocupa de ictiologa!
Al seguir all y mirar en derredor mo observ una cortina que se hinchaba de vez en cuando, como si soplase un fuerte viento. De pronto lleg Hans, un muchacho del campo, y le rogu mirara si detrs de la cortina haba una ventana abierta. Fue hacia all y cuando volvi me di cuenta de que estaba profundamente impresionado. El es- panto se retrataba en su semblante. No dijo ms que: S, all hay algo, hay duendes por all! Entonces fui yo mismo hacia all y hall una puerta que conduca a la habitacin de mi madre. No haba nadie. La atmsfera era lgubre. En la enorme habitacin colga- ban del techo dos hileras de cajas, cinco por hilera, a unos dos pies del suelo. Tenan el aspecto de pequeos pabello- nes de aproximadamente dos metros por dos de superficie y en cada una haba dos camas. Saba que en este lugar re- ciba visitas mi madre, quien en realidad haba muerto desde haca tiempo y que ella haba preparado las camas para los espritus, para que pudieran dormir. Eran espritus que venan por parejas, por as decirlo, matrimonios de espritus, que pasaban all la noche o tambin el da.14 14. Record entonces las trampas para los espritus que observ en Kenia. Son casitas en que la gente instala pequeas camas y agregan tambin algo de provisiones,posho. Con frecuencia en la cama hay una figurilla de ba- rro o arcilla, simulacro de un enfermo que debe ser curado. Un camino a me- nudo trazado artsticamente con piedrecitas conduce por un atajo a estas casitas para que los espritus se dirijan hacia all y no al pueblo de los hotentotes, donde est el enfermo, que estos espritus querran llevarse. En estas trampas para los espritus pasan luego la noche los espritus y regresan antes de nacer e! da al bosque de bamb, que constituye su morada propia. C. G. J. 253 Frente a la habitacin de mi madre haba una puerta. La abr y me hall en una gran sala; recordaba la sala de un gran hotel con sillones, mesitas, columnas, y dems lujo inherente. Se oa una msica de instrumentos de metal. La haba odo sonar a lo lejos todo el tiempo, sin saber de dnde provena. No haba nadie en la sala, slo la banda desgranaba sus canciones, bailes y marchas. Esta charanga en el vestbulo del hotel denotaba mie- dosa alegra y mundanidad. Nadie hubiera sospechado tras esa simple fachada el otro mundo que se hallaba tambin en la casa. La imagen en sueos de la sala representaba, por as decirlo, una caricatura de mibonhomie o jovia- lidad mundana. Pero esto no es ms que el aspecto exter- no; detrs hay algo totalmente distinto, que nada tiene que ver con esta msica: el laboratorio ictiolgico y las casas colgantes de espritus. Ambas cosas eran lugares sugestivos en los que reinaba un misterioso silencio. Tena la sensacin de que aqu segua viviendo la noche, mientras que la sala representaba el mundo diurno y su mundanidad superficial. Las imgenes ms importantes del sueo eran la an- tesala de los espritus y el laboratorio ictiolgico. La pri- mera expresa de un modo algo ridculo el problema de la conjunctio o de la transferencia; y el laboratorio seala mi
preocupacin por Cristo, pues l mismo es el pez(ictis). Ambos argumentos me preocuparon durante ms de una dcada. Es curioso que el ocuparse de los peces se atribuye en el sueo a mi padre. Es, por as decirlo, un fiel mentor de almas cristianas, pues stas son, segn una antigua tradi- cin, peces que son apresados por la red de Pedro. Igual- mente curioso es el hecho de que mi madre apareciera como guardiana de las almas descarriadas. As, pues, se atribuye a mis padres en sueos el problema de lacura animorum, que en realidad es mi tarea. Algo segua inacabado y precisamente en mis padres, y, por lo tanto, latente an en el inconsciente y reservado al futuro. Todava no 254 conoca los principios de la alquimia fisiolgica, de la coniunctio, y no haba pues encontrado respuesta a las preguntas que me planteaba el alma del cristiano, ni se haba terminado todava el estudio sobre el Grial, al cual mi es- posa consagr su vida.15 Recuerdo que con mucha fre- cuencia pensaba en la Queste du St.Graal el rey de pes- cadores cuando me ocup enAion del smbolo deictis. Si no me lo hubiera impedido el respeto al trabajo de mi mu- jer, no hay duda que hubiera tenido que incluir en mi in- vestigacin de la alquimia la leyenda del Grial. El recuerdo de mi padre es el de un desgraciado que sufra una herida de Amfortas,* un rey de pescadores, cuya herida no quera curarse el sufrir cristiano, para el cual buscaban los alquimistas la panacea (el remedio). Yo, como Parsifal, fui testigo en mi juventud de esta enfermedad y, como aqul, qued privado del habla. Presenta nada ms. Mi padre nunca se ocup en realidad del simbolismo triacomrfico de Cristo, pero, en cambio, experiment, li- teralmente hasta su muerte, los sufrimientos mostrados y previstos por Cristo, sin llegar a ser claramente consciente de la imitatio Christi. Consideraba sus sufrimientos como un asunto privado que se consultaba con el mdico, y no como sufrimientos del cristiano en general. La frase de Glat,** II, 20, Vivo, pero ya no yo, sino que Cristo vive en m, no la comprendi claramente en su difcil significado, pues en el aspecto religioso rehusaba pensar. Quera contentarse con la fe, pero sta le traicion. As se recompensa con fre15. Despus de la muerte de mi esposa, en 1955, se encarg del estudio del grial la doctora MarieLuise von Franz, que lo termin felizmente en 1958. Cfr. E. Jung y M.-L. v. Franz, Die Graalslegende in psychohgischer Sicht (La leyenda del Grial en el aspecto psicolgico), Estudios del Instituto C. G. Jung, vol. XII, Zurich, 1960.
* Rey del los Caballeros del Santo Grial, herido por una flecha envenenada. (N. de la t.) ** Se refiere, sin duda, a la epstola a los glatas. 255 cuencia el sacrificium intellectus. No todos comprenden esta palabra, sino slo aquellos a los que les es dado... hay castrados que se han castrado a s mismos por amor al rei- no de los cielos. El que pueda comprenderlo que lo com- prenda (Mateo, XIX, 11 y sigs.). Una ciega aceptacin nunca lleva a una solucin, nicamente en el mejor de los casos a la inaccin y lastra a toda la generacin siguiente. La posesin de atributos triacomrficos indica que los dioses no imperan solamente en las regiones sobrenatura- les, sino tambin en las zonas infrahumanas de la vida. Los animales representan en cierto aspecto sus sombras, a los cuales la naturaleza asocia a imgenes luminosas. Los pis-ciculi Christianorum muestran que, los que siguen a Cristo, son ellos mismos peces. Son almas de naturaleza inconsciente que necesitan la cura animorum. As pues, el laboratorio ictiolgico es un sinnimo de la ciera espiritual de almas. Del mismo modo que el que hiere a otro se hiere a s mismo, el que sana a los dems se cura tambin a s mismo. Significativamente se cumple en el sueo la actividad decisiva de muerto a muerto, concretamente en el otro mundo de la consciencia, por lo tanto, en el inconsciente. Un aspecto esencial de mi tarea no me era entonces consciente todava, y por ello no hubiera sido tampoco ca- paz de interpretar satisfactoriamente el sueo. Slo poda presentir su significado y deba todava superar los mayores obstculos hasta que pudiera redactar la Respuesta a Job. La raz interna de este escrito se encuentra ya enAion. All trataba de la psicologa del cristianismo y Job es, en cierto modo, una prefiguracin de Cristo. A ambos los une la idea del sufrimiento. Cristo es el doliente siervo de Dios y lo mismo fue Job. En Cristo es el pecado del mundo lo que origina el sufrimiento y el sufrimiento es su respuesta general. Ello lleva inmediatamente a la cuestin: Quin tiene la culpa de estos pecados? En ltima instancia es Dios quien ha creado el mundo y su pecado y quien a travs de Cristo debe tolerar el mismo destino humano. 256 EnAion se encuentran alusiones al difcil tema del lado oscuro y numinoso de la imagen de Dios. Me he re- ferido a la clera de Dios, al mandamiento de temer a Dios, el no nos induzcas a la tentacin. La ambivalente imagen de Dios desempea un papel decisivo en el libro bblico de Job.
Job espera que Dios le asista en cierto modo contra Dios, con lo que se expresa su trgico antagonismo. Tal es el tema principal de la Respuesta a Job. La raz exterior de este escrito se halla en mi ambien- te. Muchas preguntas del pblico y de los pacientes me haban forzado a expresarme claramente sobre el proble- ma religioso del hombre moderno. Haba dudado durante aos porque era consciente de la tormenta que se desencadenara. Pero finalmente no pude menos que ceder ante la dificultad y premura del problema y me vi forzado a dar una respuesta. Lo hice en la forma en que sobrevino, es decir, en la de una experiencia cuyas emociones yo no reprima. Esta forma la eleg con una intencin preconcebida. Me interesaba evitar el dar la impresin de que quera proclamar una verdad eterna. Mi escrito deba ser solamente la voz y el voto de un individuo que espera o confa en la reflexin del pblico. No se me ocurri en ningn momento que alguien pudiera pensar que quera proclamar una verdad metafsica. Pero esto fue lo que me reprocharon los telogos, porque el pensamiento teolgico est habituado a ocuparse de las verdades eternas. Cuando el fsico dice que el tomo tiene tal o cual propiedad y esboza un modelo de l, no se propone tampoco expresar con ella una verdad eterna. Pero los telogos desconocen el pensamiento cientfico y en especial el psicolgico. Los datos de la psicologa analtica, sus hechos esenciales, son testimonios humanos y concretamente los que con frecuencia coinciden en diversos lugares y pocas. Tambin el problema de Job se anunci con todas sus consecuencias en su sueo. Fue un sueo en el cual hice yo una visita a mi padre, muerto ya desde haca mucho. Vi257 va en el campo, ignoro dnde. Vi una casa al estilo del si- glo XVIII. Pareca muy espaciosa y con algunos anejos ms grandes. Originariamente haba sido posada de un balneario; me enter tambin de que en el transcurso del tiempo se haban alojado all muchos prncipes y grandes personalidades, gentes famosas. Despus se dijo que algu- nos haban muerto y en la cripta, que perteneca tambin a la casa, se hallaban sus sarcfagos. Mi padre se encargaba de custodiarlos. Pero mi padre no era slo el guardin, como pronto descubr, sino tambin, en completo contraste a lo que fue en su vida, un hombre de letras. Le hall en su cuarto de estudios y all estaban inexplicablemente tambin el doc- tor Y. de mi edad aproximadamente y su hijo, ambos psiquiatras. No s si plante una pregunta o mi padre que- ra explicar algo, el caso es que fue a buscar en la estante- ra una biblia, un grueso infolio, parecida a la biblia de la Casa Merian que se encuentra en mi biblioteca. La biblia que mi padre tena en sus manos estaba encuadernada en lustrosa piel de lija. La abri por el antiguo testamento sospech que se trataba del libro de Moiss y comenz a interpretar un cierto pasaje. Lo hizo tan rpidamente y tan a fondo que no era yo capaz de seguirle. Slo observ que lo que deca revelaba un arsenal de conocimientos de todo tipo cuyo significado presenta en cierto sentido, pero que no poda apreciar ni comprender. Vi que el doctor Y, no comprenda nada en absoluto y que su hijo comenzaba a sonrer. Pensaba que mi padre se encontraba en un estado de excitacin senil y se entregaba a una absurda locuacidad. Pero para m estaba claro que no se trataba de una excitacin enfermiza y menos an de algo absurdo, sino de un argumento tan inteligente y documentado que nuestra ignorancia no
alcanzaba a seguir. Se trataba de algo muy importante que le fascinaba. Por ello hablaba con tal intensidad, desbordado por profundos pensamien- tos. Me indign y pens que era una pena que tuviese que hablar ante nosotros, tres almas de cntaro. 258 Los dos psiquiatras representaban un punto de vista mdico limitado que naturalmente tambin me interesaba como mdico. Reproducan mi sombra, primer y segundo plano, por as decirlo, como padre e hijo. Luego la escena cambi: mi padre y yo estbamos ante la casa y enfrente se encontraba una especie de granero donde por lo visto se almacenaban reservas de lea. Se oa all fuerte estrpito como si los trozos de madera fueran lanzados al suelo. Tena la impresin de que como mnimo haba dos obreros ocupados en este trabajo, pero mi padre me indic que all haba duendes. Eran, pues, un cierto tipo de duendes los que ejecutaban tal estruendo. Entonces entramos en la casa y vi que tena unos mu- ros muy gruesos. Subimos por una estrecha escalera al pri- mer piso. All se ofreca ante nuestra vista una visin ex- traa: una sala que representaba la copia exacta de la Diwn-i-kaas (sala del senado) del sultn Akbar en Fateh- purSikri. Era una habitacin redonda de techo elevado con una galera a lo largo de la pared, de la que partan cuatro puentes que llevaban al centro de la sala con forma de pila. La pila descansaba en una columna enorme y for- maba la silla circular del sultn. Desde all hablaba a sus consejeros y filsofos, que estaban sentados en la galera a lo largo de la pared. Todo ello constitua una enorme mndala. Corresponda exactamente al Diwn-i-kaas que haba visto en la India. En sueos vi de pronto que en el centro de la sala ha- ba una empinada escalera que suba a la pared, esto ya no corresponda a la realidad. Arriba haba una pequea puerta, y mi padre dijo: Ahora te conducir a la presen- cia suprema! Para m fue como si dijera: Highest pre- sence. Entonces se arrodill y toc con la frente el suelo, yo le imit y me arrodill tambin presa de gran agitacin. Por algn motivo no lograba tocar el suelo con la frente. Quedaba quizs un milmetro entre la frente y el suelo. Pero yo haba seguido el gesto y supe de pronto, tal vez por mi padre, que detrs de la puerta, en una pieza aislada, ha259 hitaba Urias, el general del rey David. Este ltimo haba infamado a Urias por amor a su mujer Betsab y haba or- denado a sus guerreros que le apualaran en presencia del enemigo. Debo hacer un par de observaciones adicionales acer- ca de este sueo. La escena inicial muestra cmo repercu- ta en m la tarea ignorada por m y que por as decirlo haba confiado a mi padre, es decir, al inconsciente co- rrespondiente. l se ocup abiertamente de la Biblia (Gnesis?) y se esforz en transmitirnos sus opiniones. La piel de lija dota a la Biblia de un contenido inconsciente, pues los peces son mudos e inconscientes. Mi pa- dre no logr hacerse comprender: el pblico es en parte inepto y en parte malvolamente estpido.
Despus de este percance atravesamos la calle y fui- mos al otro lado, donde, al parecer, trabajaban los duen- des. Los fenmenos de duendes se manifestaban especial- mente en la poca juvenil, ante la pubertad; ello significa que soy todava bisoo y demasiado inconsciente. El ambiente indio ilustra la otra parte. Cuando estuve en la India me impresion mucho el carcter de mndala del Diwn-i-kaas como representacin de un contenido re- ferido a un centro. El centro es la sede de Akbar el Grande que rige un subconsciente, del seor de este mundo, algo as como David. Pero por encima de ste est su vc- tima inocente, su fiel general Urias, a quien entregaba al enemigo. Urias es una prefiguracin de Cristo, del Hom- bre-Dios, que es abandonado por Dios. David se haba apropiado adems la mujer de Urias. Slo posterior- mente comprend lo que significaba esta alusin a Urias: no slo me vi forzado a hablar en pblico y muy a pesar mo sobre la ambivalente imagen de Dios del Antiguo Testamento y sus consecuencias, sino que mi mujer me fue arrebatada por la muerte. Tales eran las cosas que, ocultas en mi inconsciente, me esperaban. Tuve que doblegarme ante este destino y hubiera debido tocar con mi frente el suelo para que mi 260 sumisin fuera total. Pero algo me haba impedido llegar al suelo, siquiera por unos milmetros. Algo deca en m: S, es as, pero no del todo. Algo se obstina en m y no quiere ser el pez mudo; y si no hubiera sido as en el hombre libre, no se hubiera concebido ningn Job algunos siglos antes del advenimiento de Cristo. El hombre incluye en s una contradiccin, incluso frente a la decisin divina. Dnde estara su libertad? Y dnde estara su carcter si no fuera capaz de amenazar a sus amenazadores? Ms arriba que Akbar habita Urias. Es incluso tal como el sueo dice highest presence, una expresin que en realidad se emplea slo para Dios, bizantinismos aparte. No puedo menos de pensar aqu en Buda y en su relacin con los dioses. Sin lugar a dudas, para los asiticos creyentes el Tathagata representa lo supremo por antonomasia. Por ello se ha sospechado atesmo en el budismo de Hnayna muy injustamente. En virtud del poder de los dioses, el hombre es capaz de llegar a trabar conocimiento con su creador. Posee incluso la posibilidad de destruir la creacin en su aspecto esencial, concretamente en la consciencia universal del hombre. Hoy el hombre puede suprimir toda vida superior en la tierra por medio de la radiactividad. La idea de una destruccin del mundo se encuentra expresada ya en Buda: mediante iluminacin, la cadena de Nidna la dependencia causal que conduce inapelablemente a la vejez, enfermedad y muerte puede interrumpirse de tal modo que la ilusin del ser llegue a su fin. La negacin de Schopenhauer de la voluntad alude de modo proftico a un problema del futuro que se nos acerca de modo alarmante. El sueo encierra una idea y presentimiento que se encuentran desde hace tiempo presentes en la humanidad, la idea de la criatura que supera el creador por margen escaso pero decisivo.
Tras esta digresin en el mundo de los sueos vuelvo a ocuparme de mis libros: enAion se abord una problemtica distinta que exiga un estudio especial. Intent establecer un paralelo entre la aparicin de Cristo y el co261 mienzo de un nuevo Aeon, de la constelacin zodiacal de Piscis. Este paralelismo entre la vida de Cristo y el aconte- cimiento astronmico objetivo, concretamente el inicio del equinoccio vernal en el signo de Piscis, debe definirse como sincronizacin. Por ello Cristo es el pez y se reve- la como seor del nuevo Aeon (como Hammurabi, el se- or de la constelacin de Aries). Tales hechos me plantea- ron el problema del sincronismo que expuse en mi trabajo Syncrhronitt als ein Prinzip akausaler Zusammenhnge (Sincronismo, principio acausal de la interdependencia).16 El problema de Cristo, tratado enAion, me llev fi- nalmente a la cuestin de cmo se expresa el fenmeno del ntropos, del gran hombre psicolgicamente: de la persona en el conocimiento del individuo. La res- puesta intent darla en Von den Wurzeln des Bewusstseins (1954). Aqu se trata de la armona entre consciencia e in- consciente, de la evolucin de la conciencia a partir del in- consciente y del impacto de la personalidad ms destaca- da, del hombre interior, en la vida de cada uno. El Mysterium Coniunctionis constituye el trmino de la confrontacin de la alquimia y mi psicologa del in- consciente. En este libro me ocup de nuevo del problema de la transferencia, pero ante todo prosegu mi antigua tentativa de exponer todo lo que abarca la alquimia como un tipo de psicologa de la alquimia, o como una fusin alqumica de la psicologa profunda. Slo conMysterium Coniunctionis mi psicologa se situ definitivamente en la realidad y se ciment histricamente como un todo. Con ello mi tarea estaba terminada, mi obra hecha y concluida. En el instante en que logr mi objetivo acced a los lmites ms extremos de lo para m concebido cientficamente, a lo trascendente, la esencia del arquetipo en s, ms all de lo cual ya no es posible expresar nada ms en el aspecto cientfico. 16. En Jung-Pauli, Naturerklrung und Psique (La interpretacin de la naturaleza y la psique), Zurich, 1952. 262 La visin que he dado aqu de mi obra es natural- mente slo esquemtica. En realidad hubiera debido decir mucho ms o mucho menos. El captulo ha sido improvi- sado y naci en un momento, como todo lo que he ido ex- poniendo.
Mis obras pueden considerarse como etapas de mi vida, son expresin de mi desarrollo interior, puesto que el ocuparse de los temas del inconsciente forma al hombre y provoca sus cambios. Mi vida es mi quehacer, mi trabajo espiritual. Una cosa no puede separarse de la otra. Todos mis escritos son, por as decirlo, encargos que proceden del interior; surgieron bajo la presin del desti- no. Lo que escrib parti siempre de mi interior. Dejo que se exprese el nimo que me mueve. Nunca previ eco para mis escritos. Representan una compensacin a mi mundo contemporneo y tuve que decir lo que nadie quiere or. Es por ello que me he sentido, particularmente al princi- pio, tan a menudo perdido. Saba que los hombres reac- cionaran negativamente porque es difcil aceptar la com- pensacin al mundo consciente. Hoy puedo decir: es in- cluso sorprendente el xito que tuve, muy superior al que poda esperar. Pero para m lo principal fue siempre que lo que deba decir lo he dicho. Tengo la sensacin de haber hecho lo que me fue posible. Evidentemente podra ser ms y mejor, pero no en razn de mis aptitudes. 263 EL TORREN A travs de mi trabajo cientfico fui asentando paula- tinamente mis fantasas y los temas del inconsciente sobre terreno firme. Sin embargo, la palabra y el papel no me bastaron; necesitaba algo ms. Tuve que reproducir en la piedra mis ideas ms ntimas y mi propio saber, o hacer una confesin en piedra. Tal fue el principio del torren que me constru en Bollingen. Puede parecer una idea ab- surda, pero as lo he hecho y significa para m no slo una satisfaccin asombrosa sino tambin una culminacin del espritu.1 Desde un principio me result evidente que lo cons- truira junto a un lago. El particular encanto de la orilla norte del lago de Zurich me haba fascinado siempre y en 1922 compr un terreno en Bollingen. Se encuentra en la regin de San Mainrad y es solar de templos que pertene- ci anteriormente al monasterio de Saint Gall. Ante todo no plane una casa exactamente, sino ni- camente un edificio de un solo piso, con un hogar en el centro y los dormitorios junto a los muros, un tipo de vi- vienda primitiva. Para ello me inspir en una cabana afri- cana donde el fuego arde entre dos piedras, y toda la exis1. El torren de Bollingen fue para Jung no slo un lugar de recreo, sino que pas all aproximadamente la mitad de su vida trabajando y descansando. Sin mi tierra, mi obra no hubiera podido surgir. Hasta avanzada edad, Jung hall distraccin en cortar lea, cavar, cultivar y cosechar. En su juventud fue aficionado a los deportes nuticos. A. ]. 264 tencia de la familia se desenvuelve alrededor de este centro. En el fondo, las cabanas primitivas representan una idea de la totalidad se podra decir, una totalidad de familia en que participan toda suerte de animales domsticos. Algo semejante yo quera construir: una vivienda que correspondiera a los sentimientos primitivos del hombre. Deba dar la sensacin de estar a salvo
no slo en un sentido fsico sino tambin en el psquico. Pero ya durante las primeras obras cambi de plan; me pareci demasiado primitivo. Me di cuenta de que deba construir una autntica casa de dos plantas y no una cabana que sobre el suelo se aplasta. As surgi en 1923 la primera casa circular. Cuando estuvo terminada vi que era un autntico torren. La sensacin de tranquilidad y recreo que yo asociaba con el torren fue desde un principio muy fuerte. Significaba para m algo as como una morada materna. Pero paulatinamente fui experimentando la sensacin de que no expresaba an todo lo que haba que decir, que faltaba algo todava. As surgi al cabo de cuatro aos, en 1927, la construccin mixta, con un anexo tambin en forma de torren. Al cabo de cierto tiempo tuve nuevamente la sensacin de insuficiencia. Tambin en esta forma la construccin me pareca todava excesivamente primitiva. As, en 1931 haban transcurrido nuevamente cuatro aos el anexo en forma de torren se convirti en un autntico torren. En este segundo torren reserv un espacio exclusivamente para m. Me inspir para ello en las casas indias en las que con frecuencia se encuentra un departamento aunque a veces sea slo un rincn separado de la habitacin por una cortina donde los hombres pueden retirarse. All meditan, quizs durante un cuarto de hora o media hora, o realizan ejercicios de yoga. En esta habitacin aislada quedo a solas conmigo mis- mo. Llevo la llave siempre encima; nadie puede penetrar all si no es con mi autorizacin. En el transcurso de los 265 aos he pintado las paredes y he expresado as las cosas que de aquel momento me suman en el aislamiento, de la actualidad en la eternidad. Constituye un prisma de medi- taciones e imaginaciones con frecuencia meditaciones muy desagradables y pensamientos asaz difciles, un lugar de concentracin espiritual. En 1935 naci en m el deseo de poseer un trozo de tierra acotada. Necesitaba un gran espacio que se abriera al cielo y a la naturaleza. Por esta razn agregu haban transcurrido de nuevo cuatro aos un patio y una logia junto al lago. Formaban la cuarta parte del conjunto, se- parada del triple complejo principal. De este modo surgi uno cudruple, con cuatro diferentes alas, y concretamente en el transcurso de doce aos. Despus de la muerte de mi esposa, en 1955, sent el ntimo deber de llegar a ser lo que yo mismo soy. En el lenguaje de la casa de Bollingen: de repente descubr que en el ala intermedia, que hasta entonces se alzaba insigni- ficante y oculta entre los dos torreones, representaba, por as decirlo, a m mismo o a mi Yo. Entonces lo aument un piso. Antes no hubiese sido yo capaz de ello; lo hubiese considerado nicamente una audaz ostentacin. En realidad se manifestaba la supremaca del ego o de la cons-ciencia alcanzada en la vejez. De este modo, un ao despus de la muerte de mi esposa, la obra qued terminada. La construccin del primer torren haba comenzado en 1923, dos meses despus de la muerte de mi madre. Estas fechas son significativas, porque el torren, como veremos, est vinculado a los muertos.
Desde un principio el torren se convirti para m en un lugar de perfeccionamiento, un seno materno o una fi- gura maternal en la cual poda volver a ser lo que soy, lo que fui y lo que ser. El torren me daba la sensacin como si hubiera renacido en piedra. Me pareca el cum- plimiento de lo presentido anteriormente y una represen- tacin de la individuacin. Un recuerdo aere perennius. Ello repercuti en m de un modo beneficioso, como una 266 afirmacin de mi modo de ser. Constru la casa por partes aisladas y segu siempre las respectivas necesidades con- cretas. Las conexiones ntimas no las medit nunca. Se podra decir que constru el torren en una especie de sueo. Slo posteriormente vi lo que haba surgido y que ello posea una forma razonable: un smbolo de la integridad psquica. Se haba desarrollado como si una vieja simiente hubiera germinado. En Bollingen estoy en mi ms propia esencia, en lo que a m respecta. Aqu soy, por as decirlo, el hijo pri- mitivo de la madre. As se dice sabiamente en la alquimia, pues el viejo, el primitivo a quien experiment ya de nio, es la personalidad nmero 2 que siempre ha vivido y vivir. Est al margen del tiempo y es hijo del inconsciente maternal. En mis fantasas el primitivo adopt la figura de Filemn y en Bollingen est vivo. A veces estoy como abierto al paisaje y a las cosas, y vivo yo mismo en cada rbol, en el murmullo de las olas, en las nubes, en los animales que vienen y se marchan, y en las cosas. No hay nada en el torren que no haya creci- do y evolucionado en el transcurso de las dcadas y con lo que yo no est unido. Todo tiene su y mi historia y aqu hay espacio para el ilimitado reino del subinconsciente. Prescind de electricidad y yo mismo cuido del hogar y la estufa. Por la tarde enciendo las viejas lmparas. Tampoco hay agua corriente, debo extraer el agua yo mismo mediante bombas. Parto la lea y preparo la comida. Estas cosas simples hacen al hombre sencillo; y qu difcil es ser sencillo! En Bollingen me rodea el silencio y se vive in modest harmony with nature.2 Emergen pensamientos que se hunden en los siglos que, por consiguiente, anticipan futuros lejanos. Aqu se aminora el dolor de la creacin; lo genial y lo frivolo se aproximan. 2. Ttulo de un antiguo grabado en madera chino en el que se ve a un diminuto anciano en un paisaje heroico. A. J. 267 En el ao 1950 erig en piedra una especie de monu- mento a lo que significaba para m el torren. Es una ma- ravillosa historia cmo lleg a m esta piedra: Cuando construa el muro de separacin del as deno- minado jardn necesitaba piedras y las encargu a una cantera de las cercanas de Bollingen. En mi presencia el constructor dict todas
las medidas al dueo de la cantera y ste las anot en una libreta. Cuando llegaron las piedras con el barco y fueron descargadas, vi que lasoi-disant, piedra angular, tena las medidas completamente equivocadas: en lugar de una piedra de triple canto haban trado un cubo. Era un hexaedro perfecto de dimensiones muy superiores a las que se haban dado, de unos 50 centmetros de arista. El constructor estaba indignado y dijo a los descargadores que inmediatamente podan llevarse de nuevo la piedra. Pero cuando vi la piedra, dije: No, sta es mi piedra, he de tenerla! Comprend al instante que me resultaba apropiada y que quera hacer algo con ella. Pero no saba todava qu. Lo primero que me vino a la mente fue un verso lati- no del alquimista Arnaldo de Vilanova (muerto en 1313) y fue tambin lo primero que grab en la piedra. Traduci- do, dice as: Aqu est la piedra, la insignificante. Ciertamente vale poco en cuanto a precio. Ser desdeada por los ignorantes, pero tanto ms amada por los sabios. Este apotegma se refiere a la piedra alqumica, el lapis, que es despreciada y rechazada por los ignorantes. Pronto se convirti en algo distinto. En la superficie anterior de la piedra vi un crculo pequeo, como una es- pecie de ojo que mirara. Tambin esculp esto en la piedra y en el centro coloqu un pequeo hombrecillo. Era el muequito que corresponda a la pupila del ojo, una espe268 cie de cabir o telesforo de Esculapio. Est cubierto por un abrigo con capucha y lleva una linterna tal como se le puede ver en varias representaciones antiguas. Al mismo tiempo es un indicador de caminos! Le dediqu un par de palabras que me vinieron a la mente durante el trabajo. El tiempo es un nio juguetn como un nio jugando al ajedrez el reino del nio. ste es Telesforo, que recorre las oscuras regiones de este cosmos y brilla como una estrella procedente de las profundidades. Indica el camino hacia las puertas del sol y al pas de los sueos.3 Estas palabras vinieron a m, una tras otra, mientras estaba trabajando la piedra. En la tercera cara que mira al lago dej hablar, por as decirlo, a la misma piedra en forma de inscripcin latina. Todas las frases son citas de la alquimia. sta es la tra- duccin: Soy hurfano, estoy solo; sin embargo, se me en- cuentra en todas partes. Soy una unidad pero contrapuesto a m mismo. Soy joven y anciano a la vez. No he cono- cido ni padre ni madre, porque se me tuvo que extraer de las profundidades como a un pez. O porque ca del cielo como
una piedra blanca. Voy vagando por bosques y montaas, pero estoy oculto en lo ms ntimo del hombre. Soy mortal como todos, sin embargo, no me afecta el cur- so de los tiempos. Como final coloqu bajo el versculo de Arnaldo de Vi-lanova las siguientes palabras en latn: En recuerdo de su 75 aniversario C. G. Jung lo ha hecho y colocado en 1950 en accin de gracias. Cuando la piedra estuvo terminada, la contempl de nuevo y me asombr de ello, preguntndome qu signifi- caba a fin de cuentas hacer tal cosa. 3. La primera frase es un fragmento de Herclito [H. Diels, Die Fragmente der Vorsokratiker (Fragmentos de los presocrticos), 1903, fragmento 52); la segunda frase alude a la liturgia de Mitra (A. Dieterich,Eine Mithrasliturgie, Leipzig y Berln, 1923, p. 9); la ltima frase es de Homero (Odisea, canto 24, verso 12). Para las dems inscripciones vase en el Glosario Alquimia. A. J. 269 La lpida se encuentra fuera del torren y viene a ser una especie de justificacin de ella. Es una manifestacin de su morador, que permanece, sin embargo, incompren- dido por los hombres. Saben ustedes qu quera grabar en su parte posterior? Le cri de Merln! Pues lo que la piedra expresa me recuerda la manifestacin de Merlin desde el bosque despus de que desapareci ya del mundo. Los hombres oyen todava su grito, as dice la leyenda, pero no pueden comprenderlo o descifrarlo. Merlin representa el intento del inconsciente medie- val, de crear una figura paralela a Parsifal. Parsifal es el hroe cristiano y Merlin es su oscuro hermano, en cuanto que es hijo del diablo y una pura doncella. En la poca del siglo XII en que surgi la leyenda no existan todava antecedentes para comprender lo que representaba. Por ello termin en el exilio y por ello le cri de Merlin resuena todava despus de su muerte en el bosque. Este grito, que nadie poda entender, demuestra que continu viviendo en una forma enigmtica. En realidad su historia no ha terminado todava y sigue en vigor. Se podra decir que el secreto de Merlin fue proseguido por la Alquimia, particularmente en la figura de Mercurius. Luego fue recogido por mi psicologa del inconsciente y sigue hoy todava incomprendido! La razn de ello es que la vida del inconsciente es algo del todo incomprensible para la mayora de los hombres. Una de mis ms impresionantes experiencias es constatar lo ajena que es a los hombres. Una vez estaba yo en Bollingen, cuando el primer to- rren haba sido ya terminado. Era en invierno de 1923- 1924. Por lo que puedo recordar, no haba nieve, deba- mos estar ya al principio de la primavera. Estuve solo du- rante una semana, puede que ms. Reinaba un silencio indescriptible. Nunca lo haba vivido de modo tan intenso.
Una tarde, lo recuerdo todava con exactitud, estaba sentado junto al fuego y haba colocado encima una gran olla, pues quera calentar agua para lavarme. Entonces el agua comenz a hervir y la olla comenz a cantar. Se oan 270 muchas voces o instrumentos de cuerda y sonaba como una orquesta polifnica. Era algo as como msica polif- nica, que por cierto no puedo sufrir, pero que me pareci singularmente interesante. Era como si en el interior del torren se hallara una orquesta y otra en el exterior. De pronto predominaba una, de pronto la otra, como si se respondieran mutuamente. Yo estaba sentado y estaba fascinado. Durante ms de una hora escuch el concierto, esta mgica meloda de la naturaleza. Era una msica suave con todas las disonan- cias de la naturaleza. Y ello era fiel, pues la naturaleza no slo es armnica, sino terriblemente contradictoria y ca- tica. As era tambin la msica: un torrente de sonidos, como algo propio del viento y del mar tan extraordina- rio, que no hay modo de describirlo. Al comenzar la primavera de 1924 me encontraba de nuevo en Bollingen. Estaba solo y haba encendido la es- tufa. Era una tarde tambin silenciosa. Por la noche me despertaron unos suaves pasos que se oan alrededor del torren. Sonaba tambin una lejana msica que se aproxi- maba paulatinamente y entonces o voces risas y pala- bras. Pens: Quin anda por ah? Qu es esto? Slo hay el pequeo sendero a lo largo del lago y apenas puede ser cruzado. Mientras meditaba me despert por completo y fui a la ventana: abr los postigos todo estaba en calma. No se vea a nadie, ni se oa nada, no haca viento, nada, absolutamente nada. Esto es extrao, pens. Estaba convencido de que ha- ba odo realmente pasos, risas y charla. Pero por lo visto slo haba soado. Volv a la cama y medit acerca de cmo puede uno engaarse y por qu sera que haba te- nido tal sueo. Con estos pensamientos, volv a dormirme y comenz en seguida el mismo sueo: o de nuevo pasos, risas, msica. Tuve, adems, la representacin visual de varios centenares de figuras vestidas de oscuro, quizs za- gales en sus atavos domingueros que venan de las mon- taas que rodearon al torren por ambos lados, cantaban, 271 rean y tocaban el acorden. Enojado, pens: Al diablo! Crea que era un sueo y resulta que es verdad! Esta im- presin me hizo despertar. Me levant de nuevo de un salto, abr ventana y postigos, pero todo estaba como antes, sumido en el silencio ms absoluto. Entonces pens: Se trata de duendes! Naturalmente me pregunt qu significaba que un sueo de este tipo insistiera tanto sobre su realidad y el estado de vigilia. Ello slo sucede con los fantasmas. Estar de vigilia significa percibir la realidad. El sueo representaba, pues, una situacin equivalente a la realidad en la que crea una especie de vigilia. Este tipo de sueos descubren, con- trariamente a los sueos habituales, la tendencia del in- consciente, dando al soador una manifiesta sensacin de realidad, que por su
repeticin se acenta an. Como origen de tales realidades conocemos las sensaciones fsicas por una parte, pero por otra las figuras arquetpicas. En aquella noche todo era tan plenamente real, o por lo menos as lo pareca, que, situado entre dos realidades, apenas poda orientarme. No poda explicrmelo. Qu significaban estos zagales cantando que desfilaban en largas columnas? Me daba la impresin de que haban venido por curiosidad a ver el torren. Nunca ms volv a experimentar o soar algo semejante. Pero aquel acontecimiento me dej atnito y no poda recordar haber odo algo parecido. Posteriormente hall un sentido al sueo al leer la crnica de Lucerna de Rennward Cysat del siglo XVII. En ella se narra la siguiente historia: En un pasto del Monte Pilatos que tiene fama de estar poblado por fantasmas, se dice que hoy todava all ronda el espritu de Woltan!, Cysat, en una ascensin al Pilatos fue molestado por un gran gento que rode su cabana cantando al son de la msica exactamente lo mismo que yo haba experimentado en el sueo. Al da siguiente pregunt al vaquero, en cuya cabana haba pasado la noche, qu podra significar este hecho. ste estaba enterado ya: tuvo que ser el slig lt, es decir, 272 el ejrcito de Wotan de las almas descarriadas. Acostumbraban a rondar de este modo para hacerse notar. Como explicacin de mi sueo puede decirse que fue una aparicin en la soledad en el que el vaco y silencio ex- teriores fueron compensados por la imagen del gento. Ello correspondera a las alucinaciones del ermitao que asimismo significan compensaciones. Pero se sabe en qu realidades se basan tales historias? Se podra creer tambin que la soledad me sensibiliz hasta tal punto que percib el desfile del slig lt que pasaba por all. La explicacin del acontecimiento como una compen- sacin psquica nunca me satisfizo del todo y no me bastaba decir que se trataba de una alucinacin. Me senta obligado a considerar tambin el carcter de realidad. Especialmente se presentaba aqu un paralelismo con el informe del siglo XVII. A lo sumo poda tratarse de un fenmeno de sincro- nizacin. Estos fenmenos manifiestan que aquellos acon- tecimientos, de los que creemos saber algo porque los per- cibimos o presentimos por medio de un sentido interno, muy a menudo tienen tambin una correspondencia en la realidad externa. Y respecto a mi acontecimiento concreto existe en realidad una correspondencia, pues en la Edad Media han tenido lugar tales desfiles de jvenes. Se trata de las peregrinaciones que se realizaban particularmente en primavera desde la Suiza central a Locarno, se agrupaban en la Casa di Ferro en Minusio y proseguan hasta Miln. En Italia se convertan en soldados y luchaban bajo bandera extranjera. Poda pues ser la imagen de una de estas marchas,
que tenan lugar regularmente en primavera y en las que se despeda a la patria con cantos y alborozo. Mi fantasa se ocup todava mucho tiempo de este extrao sueo. Cuando en 1923 comenzamos a edificar aqu nos visit mi hija mayor y grit: Cmo, t edificas aqu? Aqu hay cadveres! Yo pens naturalmente: Qu absurdo! 273 No vale la pena discutir! Pero al cabo de cuatro anos, cuando recomenzamos las obras, hallamos realmente un esqueleto. Se encontraba a 2,20 metros de profundidad. En el codo derecho se encontr una antigua bala de fusil. Se vea por la posicin del esqueleto que haba sido echa- do a la fosa en avanzado estado de descomposicin. Perte- neca a las muchas docenas de soldados franceses que en 1799 se ahogaron en el Linth y fueron arrastrados hasta las orillas del lago. Esto sucedi despus de que los austracos volasen el puente de Grynau que los franceses haban asaltado. En el torren se encuentra una fotografa de la fosa abierta con el esqueleto y la fecha del da en que se hall el cadver en la torre: el 22 de agosto de 1927. Constru entonces en mi finca una sepultura adecuada al soldado, y dispar tres veces por encima de la tumba. Luego coloqu una lpida con una inscripcin. Mi hija haba presentido la presencia del cadver. Su facultad de presentir la hered de mi abuela materna.4 En el invierno de 1955-1956 grab la serie genealgica de mis antepasados en tres lpidas y las coloqu en la logia. La parte superior la adorn con motivos de los blasones de mi familia y de la de mi mujer, as como la de mis yernos. La familia Jung posey originariamente un fnix como animal herldico que evidentemente tiene relacin conjung (joven),verjungung (rejuvenecimiento). Mi abuelo vari los elementos del blasn, probablemente por oposicin a su padre. Fue un inteligente francmasn y un Gran Maestre de la logia suiza. Es a esta circunstancia que se debe la particularidad de su correccin herldica. Menciono este detalle, en s insignificante, porque pertenece a la dependencia histrica de mis ideas y de mi vida. Mis armas herldicas, segn la correccin de mi abuelo, ya no incluyen el fnix original sino que en la parte superior derecha se halla una cruz azul y abajo, a la izquier4. Cfr. Apndice, p. 466. 274 da, un racimo de uvas azul sobre un campo dorado; en la parte intermedia se encuentra, sobre un travesano azul, una estrella de oro. Este llamativo simbolismo es francma- snico o rosicruciano. Del mismo modo que cruz y rosa representan la antagnica problemtica rosicruciana(per
crucem ad rosam), es decir, lo cristiano y lo dionisaco, tambin la cruz y las uvas tienen la significacin de sm- bolo del espritu celestial y ctnico. El smbolo unificador est representado por la estrella de oro, el Aurum Philosophorum.5 Los rosicrucianos procedan de la filosofa alqumica o hermtica. Uno de sus fundadores fue Michael Majer (1568-1622), un conocido alquimista y joven contempor- neo del desconocido, pero importantsimo, Gerardus Dor- neus (fines del siglo XVI), cuyos tratados constituyen el primer volumen del Theatrum Chemicum. Frankfurt, donde vivieron ambos, parece que fue un centro de la filosofa alqumica. En todo caso, Michael Majer fue como comes pa-latinus (conde palatino) y mdico de la corte de Rodolfo II, una personalidad local conocida y respetada. En la vecina Maguncia vivi entonces el doctor en medicina y leyes Carl Jung (muerto en 1654), del que no se sabe nada ms que con mi tatarabuelo, nacido a principios del siglo XVIII, Si-gismund Jung, uncivis Moguntinus (ciudadano de Maguncia), se inicia el rbol genealgico. La razn es que los archivos de la ciudad de Maguncia en un asedio durante una guerra espaola de sucesin fueron pasto de las llamas. Es ms que probable que el instruido Dr. Carl Jung conociera los escritos de ambos alquimistas, dado que la farmacologa de entonces estaba todava bajo la influencia de Para-celso. Dorneus fue un decidido partidario de Paracelso y compuso un comentario amplsimo sobre el tratado de ParacelsoDe Vita Longa. Estudi particularmente a los alquimistas en el aspecto del proceso de individuacin. En relacin con el hecho de que una gran parte de mi vida estuvo 5. El oro de los filsofos, es decir, de los alquimistas. A. J. 275 dedicada a los trabajos de investigacin de la problemtica de los antagonismos y en especial estuvo consagrada al simbolismo alqumico, estos acontecimientos anticipado-res no dejan de resultar interesantes, razn por la cual no quera que el lector los ignorase. Cuando trabajaba en el cuadro genealgico comprend claramente la curiosa vinculacin del destino que me une a los antepasados. Tengo la viva impresin de que estoy bajo la influencia de cosas o interrogantes que quedaron sin respuesta para mis padres y abuelos. Muchas veces me pareci que en una familia exista unkarma impersonal que se transmita de padres a hijos. Me lo pareci siempre, como si hubiera de dar respuesta a cuestiones que se les plantearon a mis antepasados, sin que ellos pudieran responderlas, o como si debiera terminar o proseguir cosas que el pasado dej inconclusas. A este respecto es muy difcil saber si estas cuestiones tienen un carcter ms personal o ms general (ms colectivo). A m me parece que se trata de lo segundo.
Un problema colectivo aparece siempre mientras no se le reconoce como tal como problema personal y despierta en un caso dado la ilusin de que en el terreno de la psique personal algo no est en regla. De hecho, la esfera personal se halla alterada, pero no necesariamente en lo fundamental, sino mucho ms secundariamente a consecuencia de una transformacin insoportable de la atmsfera social. Por lo tanto, la causa del desarreglo debe buscarse en tal caso no en el mbito personal, sino ms bien en la situacin colectiva. Esta circunstancia la ha tenido muy poco en cuenta la psicoterapia hasta nuestros das. Como hara todo aquel que posee algo de introspeccin, en un principio di por sentado que el desdoblamiento de mi personalidad era cuestin de mi ms personal incumbencia. Cierto que Fausto me dio la palabra clave: Dos almas viven, ay, en mi pecho, pero no me aclar la causa de esta discrepancia conmigo mismo. La opinin de Fausto me pareci coincidir con la ma. Pero yo no poda 276 entonces, cuando le elFausto, sospechar hasta qu punto el extrao mito del hroe de Goethe era colectivo y cun profticamente anticip el destino alemn. Por ello me sent aludido personalmente y cuando Fausto, por altivez y petulancia, comete el asesinato de Filemn y Baucis me sent culpable, algo as como si en el pasado hubiera tomado yo parte en el asesinato de los dos ancianos. Esta extraa idea me aterraba y vea como de mi propia responsabilidad el expiar esta culpa o evitar su repeticin. Mis falsas conclusiones se vieron apoyadas por las no- ticias que me comunicaron en aquellos mis aos de juventud gente ajena a la familia. Me enter de que mi abuelo, segn la leyenda, era hijo natural de Goethe. Esta enojosa historia me afect hasta el punto de parecerme que explicaba y fortaleca al mismo tiempo mis extraas reacciones acerca de Fausto. No pensaba en una reencarnacin, pero crea instintivamente en el concepto de lo que los indios denominankarma. Puesto que entonces desconoca por completo la existencia de lo inconsciente, me resultaba im- posible una comprensin psicolgica de mis reacciones. Ignoraba igualmente aunque actualmente tambin se sabe en general muy poco acerca de ello que el futuro se prefigura a largo plazo en el inconsciente y hasta qu punto pueden errar sobre ello los clarividentes. As, por ejemplo, Jakob Burckhardt grita al conocer la noticia de la coronacin del Kaiser en Versalles: Esto es el fin de Alemania. Los arquetipos de Wagner llamaban ya a las puertas y con ellos lleg la vivencia dionisaca de Nietzsche, que se adeca mejor al dios de la embriaguez, Wotan. La altivez de la era guillermina enajenaba a Europa y preparaba la catstrofe de 1914. De este espritu de la poca qued preso inconsciente- mente en mis aos de juventud (all por 1893) y no dispona de medio alguno para sustraerme a l.Fausto me hizo vibrar en lo ms ntimo
y me afect de tal modo que personalmente no poda comprender nada ms. Se trataba principalmente del problema del antagonismo entre el 277 bien y el mal, entre el espritu y la materia, la luz y la os- curidad, que me preocupaba intensamente. Fausto, el fil- sofo inepto, desorientado, me pareca chocar con su parte oscura, con su inquietante nombre, Mefistfeles. Pese a su naturaleza negativa, Mefistfeles representa, frente al sabio marchito que pasa insensible ante el suicidio, el propio espritu de la vida. Mis contradicciones internas aparecan aqu dramatizadas. Goethe haba hecho en cierto modo un rpido esbozo y un esquema de mis propios conflictos y soluciones. El binomio FaustoMefistfeles se resuma para m en un nico hombre, que era yo. En otras palabras, me senta afectado y reconocido, y ah se hallaba mi propio destino, razn por la cual todos los episodios del drama me afectaban; tena que asentir aqu y luchar all apasionadamente. Ninguna de las conclusiones poda resultarme indiferente. Posteriormente vincul en mi obra conscientemente lo que Fausto dej pasar por alto: el res- peto a los eternos derechos humanos, el aprecio de lo antiguo y la continuidad de la cultura y de la historia del es- pritu.6 Tanto nuestra alma como nuestro cuerpo se compo- nen de elementos que todos estuvieron ya presentes en la serie de antepasados. Lo Nuevo en el alma individual es la recombinacin variada hasta el infinito de los ancestra- les componentes, cuerpo y alma tienen por ello un carcter eminentemente histrico y no hallan en lo nuevo, en lo recin nacido la adecuada morada, es decir, los rasgos an- cestrales se encuentran en el propio hogar slo en parte. Nosotros no hemos terminado todava con el Medioevo, la antigedad y el primitivismo tal como nuestra psique exi- ge. En lugar de ello somos lanzados a la catarata del pro- greso que cuanto ms nos impulsa con ms salvaje mpetu hacia el futuro, tanto ms nos arranca de nuestras ra6. La actitud de Jung la expresa la inscripcin que escribi sobre la entrada de su casa en Bollingen: Philemonis Sacrum - Fausti Poenitentia (El atad de Filemn - Penitencia de Fausto). Cuando este lugar fue tapiado, traslad las palabras sobre la entrada del segundo torren. A. J. 278 ces. Pero una vez derribado lo antiguo, generalmente queda tambin destruido y ya no es posible detenerse en absoluto. Pero es precisamente esta prdida de vinculacin, este desarraigo, lo que provoca una especie de insatisfaccin de la cultura y una prisa tal que se vive ms del futuro y de sus promesas quimricas de una era dorada, que en el presente, en el cual todo nuestro trasfondo his-trico-evolutivo ni siquiera se ha alcanzado todava. Desenfrenadamente se arroja uno a lo nuevo llevado por un creciente sentimiento de insatisfaccin, descontento y desasosiego. No se vive ya de lo que se posee, sino de promesas, no a la luz del presente da, sino en las tinieblas del futuro en que se aguarda el autntico amanecer. No se quiere reconocer que todo mejor se adquiere a costa de un peor. La esperanza de una mayor libertad es frustrada por un acrecentamiento de esclavitud al Estado, para no hablar de los terribles peligros que nos ofrecen los ms brillantes descubrimientos de la ciencia. Cuanto menos comprendamos lo que buscaron
nuestros padres y antecesores, tanto menos nos comprendemos a nosotros mismos, y contribuimos con todas nuestras fuerzas a acrecentar la carencia de arraigo e instintos del individuo de tal modo que sigue a la fuerza de la gravedad slo como partcula fsica. Mejoras progresivas, es decir, mediante nuevos mtodos ogadgets, resultan a primera vista verdaderamente convincentes, pero dudosas en cuanto a su duracin y en todo caso se pagan muy caras. En ningn caso incrementan el bienestar, la satisfaccin o la felicidad. En la mayora de casos representan modos pasajeros de endulzar la existencia, como, por ejemplo, las medidas de acortamiento del tiempo que aceleran enojosamente eltempo y de este modo nos dejan menos tiempo que antes. Omnis fes-tinatio ex parte diaboli est: toda prisa proviene del diablo, solan decir los antiguos maestros. Mejoras que se basen en el pasado son generalmente menos costosas y ms duraderas, pues se resumen a los ca279 minos ms sencillos y seguros del pasado y a hacer el ms exiguo uso de peridicos, radio, televisin y casi todas las innovaciones que, por as decirlo, ahorran tiempo. Hablo mucho en este libro de mi ideologa subjetiva que, sin embargo, no representa ningn progreso de la ra- zn. Ms bien es una visin que se obtiene cuando uno se propone ver y or la figura y voz del ser con los ojos semi- cerrados y con los odos algo sordos. Si vemos y omos con excesiva claridad, en tal caso nos hallamos limitados a las horas y minutos del hoy y no percibimos el cmo y el porqu nuestra alma ancestral acepta y comprende el hoy, o en otras palabras, cmo reacciona el inconsciente. Y as permanecemos en las tinieblas sin vislumbrar si el mundo de los antepasados participa con bienestar ancestral en nuestra vida, o a la inversa, si se aparta de ella con aversin. Nuestra tranquilidad y satisfaccin internas dependen en gran medida de si la familia histrica, personificada por el individuo, concuerda o no con las condiciones efmeras de nuestro presente. En mi torren de Bollingen es como si se viviese en muchos siglos. Me sobrevivir y apunta por su emplaza- miento y estilo al ms remoto pasado. Slo en muy pocas cosas recuerda el presente. Si un hombre del siglo XVI se instalase en esta casa slo seran nuevas para l la lmpara de petrleo y las ce- rillas; con el resto se sentira totalmente a gusto. Nada molesta a los muertos, ni la luz elctrica ni el telfono. Pero las almas de mis antepasados perviven tambin en la atmsfera espiritual de la casa, pues les doy respuesta a cuestiones que dejaron pendientes en su vida, respuestas buenas y malas, segn mis propias capacidades. Incluso las he esbozado en las paredes en forma de cuadro. Es como si una gran familia silenciosa, que se extiende a travs de los siglos,
poblara la casa. All vivo en segunda persona y veo la vida, panormicamente, cmo transcurre y pasa. 280 VIAJES FRICA DEL NORTE A comienzos del ao 1920 un amigo me comunic que deba realizar un viaje de negocios a Tnez y me pre- guntaba si quera acompaarle. Acept inmediatamente. En marzo marchamos primero a Argelia. Bordeando la costa llegamos a Tnez y desde all fuimos a Susa, donde dej a mi amigo con sus negocios.1 Por fin me hallaba all, donde siempre haba ansiado ir, es decir, en un pas no europeo donde no se hablara idioma europeo alguno y no imperaran influencias cris- tianas, donde viva otra raza y otra tradicin e ideologa histricas y configuraran el aspecto de las cosas. Haba deseado en muchas ocasiones poder ver al europeo desde fuera, reflejado en un ambiente extico en todos los as- pectos. Ciertamente lament profundamente mi descono- cimiento de la lengua rabe, pero ello me llev a observar a las gentes y sus empresas con mayor atencin. A menu- do permaneca sentado durante horas en un caf rabe y escuchaba las conversaciones de las que no comprenda ni una sola palabra. Con ello estudiaba la mmica y en espe- cial, atentamente, las demostraciones de afecto de la gen- te, notaba la transformacin sutil de sus gestos cuando hablaban con un europeo, y aprend a ver en cierto modo 1. Cfr. Apndice, p. 431 y ss. 281 con otros ojos y a observar al hombre blanco fuera de su propio ambiente. Lo que el europeo interpreta como abandono y apata oriental me pareci una mera mscara, tras la cual se ocul- taba desasosiego, incluso excitacin que no saba explicarme exactamente. Al entrar en el territorio moruno tuve una rara sensacin que no saba interpretar: el pas me pareca oler de un modo extrao. Era un olor a sangre, como si el suelo hubiera sido regado con sangre. Lo nico que se me ocurri fue que esta regin haba terminado con tres civilizaciones, la pnica, la romana y la cristiana. Lo que la era tcnica har con el Islam, es cosa que est por ver. Cuando dej Susa march hacia el sur, a Sfax y de all al Sahara hacia Tozeur, la ciudad oasis. La ciudad est si- tuada en el borde de una altiplanicie a cuyo pie los tibios y ligeramente salados manantiales dan origen a un cauda- loso ro y riegan el oasis en mil pequeos canales. Eleva- das palmeras datileras forman un techo verde y frondoso, bajo el cual crecen melocotoneros, albaricoqueros e higue- ras y ms abajo la inimaginablemente verde alfalfa. Algu- nos alciones, brillantes como piedras preciosas, cruzan raudos los prados. A la sombra relativamente fresca de
esta frondosidad verde circulan figuras envueltas en blan- co y entre ellas llama la atencin muchas tiernas parejas abrazadas, en amistad manifiestamente homosexual. Me sent de pronto retrotrado a la antigedad griega, en que esta inclinacin constitua el aglutinamiento de la sociedad masculina y de lapolis enraizada en ella. Me resultaba claro que aqu los hombres hablaban con hombres y las mujeres con mujeres. Me cruc con pocas figuras femeni- nas, siempre con el rostro embozado como monjas. Vi al- gunas sin velo. Eran, como mi intrprete explicaba, pros- titutas. En las calles principales, hombres y nios eran los nicos que circulaban. Mi intrprete me confirm la habitual frecuencia y naturalidad de la homosexualidad y se apresur a ofrecer- me sus propuestas. El buen hombre no poda sospechar 282 qu pensamientos me cruzaban por la mente que me acla- raban mi situacin. Me sent trasladado muchos siglos atrs, en un mundo infinitamente ingenuo de adolescentes que comienzan a librarse de la situacin de primitivo crepsculo existente desde la prehistoria con ayuda de la exigua ciencia del Corn y comienzan a tomar consciencia de la existencia de ellos mismos, en defensa contra el caos amenazador proveniente del norte. Mientras me hallaba todava bajo la fuerte impresin de la duracin infinita y de la existencia esttica, me acor- d repentinamente de mi reloj de bolsillo y record la pri- sa del europeo. Tal era la intranquilizadora nube oscura que se cerna sobre las cabezas de estos desprevenidos. Se me antojaron entonces animales de caza que no ven al ca- zador, pero le olfatean con cierta angustia, concretamente al dios del tiempo que destrozar y destruir implacable- mente su continuidad a travs del tiempo que recuerda to- dava la eternidad, en das, horas, minutos y segundos. Desde Tozeur me dirig al oasis de Nefta, con mi in- trprete part a caballo a primeras horas de la maana poco despus del amanecer. Nuestras monturas eran grandes acmilas de trote rpido con las que se avanzaba aprisa. Cuando nos acercbamos al oasis vino hacia noso- tros un jinete solitario vestido completamente de blanco, pas al galope ante nosotros en una orgullosa postura, sin saludar, montando en una acmila negra con hermosas bridas de piel incrustadas de plata. Resultaba una elegante figura muy impresionante. Seguro que no tena reloj de bolsillo, menos an de pulsera, pues todos le conocan y sin saber que desde siempre haba existido. Le faltaba aquella extravagancia sutil que es inherente al europeo. El europeo est ciertamente convencido de no ser ya lo que fue en la antigedad, pero no sabe lo que ha llegado a ser entre tanto. El reloj le dice que desde la Edad Media se ha introducido en l subrepticiamente el tiempo y su sinnimo, el progreso, y le han arrebatado lo que para l es irre- cuperable. Con equipaje ligero prosigue su camino hacia 283 metas confusas con progresivo apresuramiento. La prdida de peso y el correspondiente sentiment d'incomplti-
tude lo compensan con la ilusin de sus xitos, como ferrocarriles, motonaves, aviones y cohetes que a travs de su rapidez cada vez le van arrebatando poco a poco su permanencia y le trasladan a otra realidad de velocidades y apresuramientos. Cuanto ms nos adentrbamos en el Sahara, ms se me iba retrasando el tiempo y amenazaba incluso con vol- ver hacia atrs. La cada vez ms intensa reverberacin del calor contribuy poderosamente a sumirme en el sueo y cuando alcanzamos las primeras palmeras y casas del oasis, all todo estaba como siempre haba sido. Al da siguiente, temprano, despert en mi aposento por el ruido insistente, inslito para m, que sonaba ante la casa. All haba una gran plaza abierta que la tarde anterior estaba vaca, pero ahora estaba llena de acmilas, ca- mellos, asnos y hombres. Los camellos geman y manifestaban su inveterado descontento en una gran variedad de tonos y los asnos competan en destemplados rebuznos. La gente corra con patente agitacin, gritando y gesticulando. Parecan salvajes e inspiraban poca confianza. Mi intrprete me explic que hoy haba una gran fiesta. De noche llegaron algunas tribus del desierto con el fin de ofrecer dos das de labranza para el marabut. El marabut se identificaba con la administracin de los pobres y posea muchos campos en el oasis. La gente iba a trazar un nuevo campo y los correspondientes canales de riego. All lejos, al fondo de la plaza, se levant de pronto una nube de polvo, se iz una bandera verde y se oyeron tambores. A la cabeza de una larga columna de hombres salvajes, que llevaban cestos de esparto y cortos azadones de amplia pala, apareci un anciano majestuoso y de barba blanca. Era el marabut, montado en una acmila blanca, rodeado de hombres con tamboriles. Por todas partes reinaba agitacin, gritos salvajes y speros, polvo y calor. La comisin se dirigi hacia el oasis con movimientos fa284 nticos y frenticos como si fueran a un combate. Segu este tumulto a una prudente distancia, hasta que llegamos al sitio en que se trabajaba, mi intrprete no me alentaba a acercarme ms. Aqu reinaba, si es posible, mayor agitacin. Sonaban por todas partes gritos y tambores. El lugar de trabajo semejaba un hormiguero en plena confusin, todo se haca con la mxima celeridad. Con enormes cargas de arena en sus cestos danzaban muchos al ritmo de los tambores, otros se inclinaban hacia el suelo con frentica prisa, cavaban y levantaban diques. En este tumultuoso caos volvi a montar el marabut en su acmila blanca con los majestuosos, suaves y cansados gestos de la vejez avanzada, al parecer dando instrucciones. All donde llegaba l, se acentuaba el ritmo, la prisa y los gritos constituan el trasfondo en que destacaba en grado sumo la figura del santo. Hacia la tarde toda la multitud estaba visiblemente agotada y derrengada y los hombres cayeron junto con sus camellos y pronto durmieron profundamente. Por la noche, despus del habitual gran concierto canino, rein el ms absoluto silencio hasta que con los primeros rayos del sol naciente son la invocacin del almudano convocando a la oracin matinal y que me lleg al alma.
Ello constituy una leccin para m. Esta gente vive de sus afectos, es decir, son vividos por ellos. Su consciencia procura, por una parte, la orientacin en el espacio y las impresiones que provienen del exterior es movida por im- pulsos y afectos internos; pero no es reflejada y al Yo le falta toda independencia. No es que suceda algo muy distinto a los europeos, pero, sin embargo, somos ciertamente algo ms complicados. En todo caso, disponemos hasta cierto punto de libertad y bien meditadas intenciones. Ms bien nos falta la intensidad en la vida. No deseaba cambiarme, pero me sent psquicamente contaminado, lo que se manifest externamente por una enteritis infecciosa que pude curarme en algunos das al modo habitual del pas con agua de arroz y calomelanos. 285 Desbordante de ideas e impresiones regres a Tnez y en la noche de nuestro embarque hacia Marsella tuve un sueo que, en mi opinin, dio remate a todo ello. As de- bi ser, porque yo estaba habituado a vivir en dos planos, uno consciente que quera comprender y no poda, y otro inconsciente que quera expresarse y no conoca mejor medio para hacerlo que el sueo. So que estaba en una ciudad rabe y como en la mayora de ciudades rabes haba tambin en sta una ciu-dadela, la kasbat. La ciudad se alzaba sobre una amplia meseta y a su alrededor haba una muralla. Su contorno era cuadrangular y haba cuatro puertas. La kasbat, situada en el interior de la ciudad lo cual en aquellos lugares no es siempre as, estaba rodeada por una ancha zanja. Yo estaba ante un puente de madera que, por encima del agua, conduca a una puerta oscura en forma de herradura. Estaba abierta. Interesado en ver la ciudadela tambin por dentro, entr en el puente. Cuando me hallaba aproximadamente a la mitad se me acerc un bello rabe de figura elegante, de porte casi regio, un joven con blanco albornoz. Yo saba que era el prncipe que resida all. Cuando estuvo frente a m, me agarr y quiso echarme al suelo. Luchamos y chocamos contra la barandilla; sta cedi y ambos camos en la zanja, donde l intent hundirme la cabeza en el agua para ahogarme. No, pens yo, esto es ya demasiado, y ahora le hund a mi vez su cabeza en el agua. Lo hice, aunque senta gran admiracin por l, pero no quera dejarme matar. No quera matarle, sino slo dejarle inconsciente y fuera de combate. Entonces cambi la escena del sueo y l se encontra- ba conmigo en una gran sala octogonal y abovedada en el centro de la ciudadela. La sala era totalmente blanca, muy sencilla y muy impresionante. A lo largo de las paredes de mrmol claro haba sofs bajos y ante m, en el suelo, ha- ba un libro abierto con caracteres negros que parecan singularmente bellos escritos sobre niveo pergamino. La escritura no era rabe, sino que pareca ms bien una es286 critura nigrica de Turqua occidental que me era conoci- da por los fragmentos maniqueos de Turfan.* En realidad yo no conoca el contenido, pero, sin embargo, tena la sensacin de que erami libro, que yo mismo haba es- crito. El joven prncipe con quien haba yo luchado estaba
sentado en el suelo a mi derecha. Le expliqu que, ahora que yo le haba vencido, deba leer mi libro. Pero l se opuso a ello. Coloqu mi brazo sobre sus hombros y le forc, por as decirlo, con solicitud y paciencia paternales a leer el libro. Yo saba que forzosamente tena que hacer- lo, y por fin accedi. El sueo me dej una profunda impresin. El joven rabe es un doble del orgulloso rabe que sin saludar pas ante nosotros al galope. Como habitante de la kasbat es una figura de la persona, o mejor, un mensajero enviado de la persona. La kasbat propiamente dicha, de la que pro- viene, es un mndala perfecto: la ciudadela rodeada por la muralla cuadrangular con las cuatro puertas. En su inten- cin de matarme se rememora el motivo de la lucha entre Jacob y el ngel; l es hablando en el lenguaje de la Bi- blia como el ngel del Seor, un mensajero de Dios que quiere matar al hombre, porque no lo conoce. A decir verdad, el ngel deba habitar en m. Pero slo conoce la verdad anglica y no comprende nada del hombre. Por ello se comport, ante todo, como enemigo mo, pero, por el contrario, yo me mantuve firme frente a l. En la segunda parte del sueo, yo soy el seor de la ciudadela; l est sentado a mis pies y debe conocer mis pensamientos y con ello al hombre. Mi encuentro con la cultura rabe me impresion po- derosamente. La esencia emocional, casi vital de estos hombres no reflexivos que viven de afectos, provoca un efecto sugestivo en aquellas zonas histricas en nosotros que hemos ya superado, o por lo menos creemos haber superado. * Ciudad china en la provincia de Sinkiang, que posee las minas de la antigua capital nigurica Chotscho. (N. de la t.) 287 Es como el paraso infantil del cual imagina uno haber es- capado, pero que a la menor provocacin causa de nuevo el fracaso. S, nuestra fe en el progreso est el peligro de abandonarse a sueos tanto ms infantiles sobre el futuro, cuanto ms apartemos nuestra consciencia del pasado. La infancia, sin embargo, por otra parte, gracias a su ingenuidad e ignorancia, proyecta una imagen ms com- pleta del individuo, de todo el hombre en su individuali- dad autntica. A consecuencia de ello la visin del nio y del primitivo despierta en adultos civilizados anhelos que provienen de deseos y necesidades insatisfechas. Estas partes correspondientes de la personalidad que, en beneficio de la adaptacin, fueron retocadas en la persona a partir de la imagen de conjunto del hombre. Al viajar a frica para hallar un lugar psquico al margen del europeo quiero con ello hallar en m inconscientemente aquella parte de la personalidad que se ha hecho imperceptible bajo la influencia y presin del modo de ser del europeo. Esta parte se encuentra en inconsciente oposicin conmigo porque no le concedo valor alguno. Quiere, de acuerdo con su naturaleza, hacerme inconsciente (hundirme en el agua) para matarme; pero yo, en cambio, quiero hacerle
ms consciente mediante el conocimiento de cmo puede hallarse un comn modus vivendi. El color de su piel casi negro la caracteriza como sombra, pero no personal, sino ms bien tnica que no tiene nada que ver con mi per- sona consciente, sino ms bien con el todo de mi personalidad, es decir con mi persona. Como seor de la kasbat esta parte es, por as decirlo, una especie de sombra del in- dividuo. El europeo, determinado en gran parte por su ra- cionalidad, es mucho ms ajeno a lo humano y de ello se envanece algo, sin darse cuenta de que ello se hace a costa de su intensidad de vida y que a causa de ello la parte pri- mitiva de la personalidad es condenada a una existencia parcial subterrnea. Del sueo se desprende claramente en qu sentido influy en m mi encuentro con frica del Norte: en un 288 principio estuve amenazado por un avasallamiento de mi consciencia europeo, por un inesperado y fuerte ataque por parte de la psiquis inconsciente. En consecuencia no me haba percatado en absoluto de una situacin de este tipo; por el contrario, no poda librarme de un sentimiento de superioridad porque recordaba a cada paso mi euro- pesmo. Esto no poda pasarse por alto y acentuaba mi ca- rcter de extranjero frente a estos hombres distintos a m. Pero no conceba que en m existieran fuerzas inconscien- tes que aceptaban las cosas de los dems con tal intensidad que originaba por ello un agudo conflicto. El sueo lo puso al corriente de una situacin criminal. La verdadera naturaleza de este trastorno se me hizo patente slo al cabo de algunos aos, cuando estuve en el frica tropical: fue el primer presagio del going black un-der the skin, un peligro que amenaza a los europeos desarraigados en frica. All donde hay peligro surge tambin lo salvador, estas palabras de Hlderlin me vienen a la mente en tales circunstancias. Lo que salva consiste en que se puede tomar cons- ciencia de la influencia inconsciente con ayuda de los sue- os premonitorios. stos muestran que algo en nosotros no se supedita slo de modo pasivo a las influencias in- consciente, sino que se esfuerzan con vehemencia en identificarse con la sombra. Al igual que un recuerdo de la infancia puede aduearse repentinamente de los afectos vivos de la consciencia de modo que uno se sienta re- trotrado a la situacin original, as este mundo rabe, aparentemente del todo extrao y distinto, despierta una rememoracin de un tiempo anterior sobradamente co- nocido, que al parecer hemos olvidado totalmente. Es el recuerdo de una posibilidad de vida posible todava, pero que fue sobrepasada por la civilizacin. Si volviramos a revivirla ingenuamente, ello supondra una recada en la barbarie. Por ello se prefiere olvidarlo. Pero si se nos pre- senta de nuevo en forma de un conflicto, hay que conser- varla en la consciencia y confrontar ambas posibilidades 289 la vivida y la olvidada. Pues sin razones suficientes, lo aparentemente perdido no volvera a expresarse en pala- bras. En la estructura psquica viviente nada sucede de un modo meramente mecnico, sino en relacin con la eco- noma del todo, referido al todo: tiene un objetivo y un
sentido. Pero dado que la consciencia no posee nunca una visin panormica del todo no puede generalmente com- prender este sentido. Hay que contentarse ante todo con la constatacin de los hechos y confiar al futuro y en las posteriores investigaciones, para hallar una respuesta a lo que significa este choque con la sombra del individuo. En todo caso, no tena yo entonces la menor idea de la na- turaleza de esta experiencia arquetpica y todava menos de los paralelismos histricos. Sin que viera claro el lti- mo significado del sueo me qued grabado en la memo- ria de modo imborrable y me dej el ms vivo deseo de volver a frica en la prxima oportunidad. Este deseo pude realizarlo slo cinco aos despus. LOS PUEBLOS INDIOS Necesitamos siempre un punto de vista al margen de las cosas para emplear eficazmente la palanca de la crtica. Ello es especialmente vlido para las cuestiones psicolgicas en las cuales somos ms parcialmente subjetivos que en cualquier otra ciencia. Por ejemplo, cmo podremos hacernos cargo de las caractersticas nacionales si nunca tenemos ocasin de contemplar nuestra nacin desde fuera? Contemplar desde fuera significa ver desde el punto de vista de otra nacin. Para ello es necesario adquirir un conocimiento suficiente del alma colectiva ajena, y en este proceso de asimilacin se enfrenta uno con todas aquellas incompatibilidades que constituyen el prejuicio nacional y la idiosincrasia nacional. Todo lo que a m me irrita, en otro puede convertirse en conocimiento de m mismo. Comprendo a Inglaterra slo cuando yo como suizo no 290 encajo con ella. Europa, nuestro mayor problema, slo la comprendo si veo, como europeo, que yo no encajo en el mundo. Gracias a mi trato con muchos americanos y a mis viajes hacia Amrica y a travs de ella se debe mucho de mi comprensin y crtica de la naturaleza de europeo, y me parece que no hay nada ms provechoso para un europeo que contemplar a Europa desde lo alto de un rascacielos. Por primera vez contempl el espectculo europeo desde el Sahara, rodeado de una civilizacin que es a la nuestra algo as como la antigedad romana es a la poca moderna. Luego en Amrica comprend hasta qu punto estaba yo preso todava en la consciencia de la cultura del hombre blanco. Entonces creci en m el deseo de proseguir de este modo la comparacin histrica descendiendo a un nivel cultural an ms profundo. Mi siguiente viaje lo realic en compaa de algunos amigos americanos. Visit los indios de Nuevo Mxico, y concretamente a los pueblos indios constructores de ciuda- des. Por cierto, que ciudades es decir demasiado, pues en realidad son aldeas nada ms, pero sus casas apiadas y construidas una sobre otras sugirieron la palabra ciudad, as como su idioma y todas sus costumbres. All tuve por primera vez la suerte de hablar con un no europeo, es decir, con un hombre no blanco. Era un cacique del pueblo Tao, un hombre inteligente de entre cuarenta y cincuenta aos. Se llamaba Ochwi Biano (Lago de montaa). Pude hablar con l de un modo como raramente he hablado con un europeo. Evidentemente estaba preso en su mundo, como un europeo lo est en el suyo, pero en qu mundo! Si se habla con un europeo, uno encalla siempre en lo conocido desde tiempo inmemorial y, sin embargo, nunca comprendido; en cambio all uno navega por mares profundos y exticos. En ello no se sabe qu es lo ms fascinante, si la visita
desde la otra orilla o el descubrimiento de nuevos accesos a lo remotamente conocido y casi olvidado. Mira, deca Ochwi Biano, lo crueles que parecen los blancos. Sus labios son finos, su nariz puntiaguda, sus 291 rostros los desfiguran y surcan las arrugas, sus ojos tienen duro mirar, siempre buscan algo. Qu buscan? Los blan- cos quieren siempre algo, estn inquietos y desasosegados. No sabemos lo que quieren. No les comprendemos. Creemos que estn locos. Le pregunt por qu crea que todos los blancos estn locos. Me respondi: Dicen que piensan con la cabeza. Pues claro! Con qu piensas t?, le pregunt. Nosotros pensamos aqu, dijo sealando su cora- zn. Qued sumido en largas reflexiones. Por vez primera en mi vida me pareci que alguien me haba trazado un retrato del autntico hombre blanco. Era como si hasta entonces slo hubiera recibido impresiones teidas de sentimentalismo. Este indio haba acertado nuestro punto vulnerable y sealado algo para lo que somos ciegos. Sent nacer en m como una niebla difusa, algo desconocido y, sin embargo, entraablemente ntimo. Y de esta nebulosa iban surgiendo, imagen tras imagen, primero legiones ro- manas, tal como irrumpieron en las ciudades de la Galia, las facciones angulosas de Julio Csar, Escipin el Africano, Pompeyo. Vi la nobleza romana en el mar del Norte y a orillas del Nilo blanco. Entonces vi a Agustn cmo pre- dicaba el credo cristiano a los britnicos a punta de lanzas romanas, y la gloriosa misin de Carlomagno entre los gentiles; luego las bandas criminales y devastadoras del ejrcito de cruzadas y con una ntima punzada vi clara- mente la futilidad del tradicional romanticismo de las cru- zadas. A continuacin venan Coln, Corts y los dems conquistadores que con el fuego y la espada, la tortura y hasta con el cristianismo aterrorizaron a estos pueblos re- motos, que soaban apaciblemente al sol, su padre. Vi tambin la despoblacin de Oceana mediante las ropas infectadas de escarlatina, el aguardiente y la sfilis. Con esto tuve ya bastante. Lo que describimos como colonizacin, misiones, difusin de la civilizacin, etc., presentan tambin otro rostro, un rostro de ave de rapia 292 que acecha con cruel avidez el lejano botn, un rostro digno de una ralea de piratas y salteadores. Todas las guilas y dems animales de rapia que adornan nuestros escudos de armas me parecieron exponentes psicolgicos adecuados a nuestra verdadera naturaleza. Todava algo ms de lo que me dijo Ochwi Biano se me grab en la memoria. Lo que me dijo me parece tan unido a la atmsfera ambiente, que mi descripcin sera incompleta si de ello no
mencionara nada. Nuestra con- versacin tuvo lugar en el tejado del quinto piso del edificio principal. Desde all se vean figuras en otros tejados envueltas en sus sarapes de lana abismados en la contem- placin del sol errante que todos los das se elevaba en un cielo puro. A nuestro alrededor se agrupaban las humildes casas cuadradas construidas con ladrillos secados al aire (adobes) con las tpicas escaleras de mano que conducan desde el suelo al techo o de techo en techo a los pisos su- periores. (En los primitivos tiempos de inseguridad la en- trada acostumbraba a estar en el techo.) Ante nosotros se extenda la ondulante meseta del Tao (aproximadamente a 2.300 metros sobre el nivel del mar) hasta el horizonte donde se elevaban algunas cumbres cnicas (antiguos volcanes) hasta los 4.000 metros. Detrs de nosotros, frente a las casas, corra un ro claro, y en la otra orilla haba un segundo pueblo, con sus casas de adobes rojas edificadas una detrs de otra en direccin al centro de la poblacin, y que anticipaban curiosamente la perspectiva de una gran urbe americana con sus rascacielos en el centro. Quizs a una media hora, aguas arriba, se alzaba una enorme montaa aislada,la montaa, que no tiene nombre. La leyenda dice que los das en que la montaa est oculta por las nubes, los hombres desaparecen aguas arriba en cumplimiento de misteriosos ritos. El pueblo indio es extremadamente reservado e impe- netrable por completo en lo que respecta a su religin. Del ejercicio de su culto hace intencionadamente un misterio. Es algo tan celosamente guardado que abandon sin espe293 ranzas el camino de la pregunta directa. Nunca anteriormente haba notado an tal atmsfera de misterio, pues las religiones de los actuales pueblos civilizados son todas ac- cesibles; sus sacramentos hace ya mucho tiempo que han dejado de ser misteriosos. Pero aqu el aire estaba saturado de misterio, lo que era consciente para todos, pero inacce- sible a los blancos. Esta extraa situacin me record a Eleusis, cuyo secreto era conocido por una nacin y, sin embargo, nunca fue revelado. Comprend lo que sinti un Pausanias o Herodoto cuando escriba ...no me est per- mitido citar el nombre de aquel Dios. Sin embargo, no lo sent como un secreto insidioso, sino como un secreto vital, cuya revelacin comportaba peligro tanto para el individuo como para la colectividad. El guardar el secreto da al pueblo orgullo y fuerza de resistencia frente al predominio del blanco. Le da unidad y firmeza y se siente como certeza que los pueblos existirn como colectividad independiente mientras sus misterios no sean desvelados. Me result asombroso ver cmo vara la expresin del indio cuando habla de sus concepciones religiosas. En la vida corriente demuestra el indio un notable autodominio y dignidad, hasta una indiferencia casi aptica. Si, por el contrario, habla de cuestiones que tienen relacin con sus misterios, experimenta una sbita emocin que no puede ocultar, hecho que contribua mucho a mi curiosidad. Tal como ya dije, tuve que abandonar por intil el interrogatorio directo. Pero si quera saber algo esencial haca ob- servaciones de tanteo y me fijaba en el rostro de mi interlocutor en los para m bien conocidos gestos emotivos. Si yo haba acertado en lo esencial, el indio callaba o daba una respuesta evasiva, pero con todos los signos de una profunda emocin, con frecuencia se le saltaban las lgrimas de los ojos. Sus concepciones no son para l teora alguna
(que debera ser de naturaleza muy especial para poder provocar lgrimas), sino hechos de significado tan grande y conmovedor como las realidades externas que les corresponden. 294 Cuando estaba sentado en el tejado con Ochwi Biano y al elevarse el sol cada vez ms alto y con luz deslum- brante, dijo, sealando al sol: No es nuestro padre el que por all va? Cmo se puede decir otra cosa? Cmo puede haber otro Dios? Nada puede existir sin el sol, su excitacin, visible ya, aument an ms, medit unas palabras y por fin exclam: Qu quiere hacer un hombre solo en las montaas? No puede ni siquiera encender el fuego sin l. Le pregunt si no crea que el sol fuese una bola de fuego creada por un dios invisible. Mi pregunta ni siquiera le produjo asombro, y menos an enojo. Nada en absoluto pareci reaccionar en l, a pesar de que era evidente que mi pregunta no le pareca tonta. Le dej completamente fro. Tuve la sensacin de estar ante una pared in- franqueable. La nica respuesta que obtuve fue: El sol es Dios. Todo el mundo puede verlo. A pesar de que nadie puede sustraerse a la poderosa impresin del sol, me result una experiencia nueva que me afect profundamente ver a estos hombres maduros y dignos bajo una emocin que no podan ocultar cuando hablaban del sol. En otra ocasin me hallaba junto al ro y miraba hacia la montaa que se elevaba todava casi 2.000 metros sobre la meseta. Pensaba concretamente que tal era el techo del continente americano y la gente aqu viva en la presencia del sol, como los hombres que, envueltos en su serape, se hallan en los ms elevados techos del pueblo, taciturnos y absortos en s mismos, en presencia del sol. Entonces se oy una voz profunda que vibraba de secreta emocin detrs de mi odo izquierdo: No crees que toda vida viene de la montaa? Un anciano indio se haba aproximado, calzado con silenciosos mocasines, y me planteaba esta pregunta que no s hasta dnde abarcaba. Una ojeada al ro que surga de la montaa me mostr la imagen externa que corroboraba esta concepcin. Evi- dentemente aqu toda vida provena de la montaa, pues 295 donde hay agua, hay vida. Nada era ms evidente. Sent en su pregunta una emocin vinculada a la palabra montaa y pens en el rumor de los ritos secretos que se celebraban en la montaa. Le respond: Todo el mundo puede ver que dices la verdad. Desgraciadamente se interrumpi pronto la conversa- cin y no pude obtener una idea ms profunda del sim- bolismo del agua y de la montaa. Observ que los pueblos indios tan a disgusto como hablaban de algo que afectaba a su religin, hablaban con gran solicitud y viveza de sus relaciones con los yanquis. Por qu, dijo Mountain Lake, no nos dejan los yanquis en paz? Por qu quieren prohibir nuestras danzas? Por qu no quieren permitir a nuestros jvenes dejar la escuela cuando nosotros queremos llevarles a la Kiwa (templo) e instruirles en religin? Pero si nosotros no hacemos nada en contra de los yanquis!.
Tras una larga pausa, prosigui: Los yanquis quieren prohibir nuestra religin. Por qu no pueden dejarnos en paz? Lo que nosotros hacemos, lo hacemos no slo por nosotros, sino tambin para los yanquis. S, lo hacemos para todo el mundo. Pues es bueno para todos. Observ en su excitacin que evidentemente se refera a algo muy importante de su religin. Por ello le pregunt: Creis que lo que hacis en vuestra religin es bueno para todo el mundo? Respondi apasionadamente: Naturalmente, si no lo hiciramos, qu sera del mundo? Y con un gesto lleno de significado seal el interlocutor al sol. Sent que llegbamos a un terreno muy espinoso que lindaba con los misterios de la raza. Nosotros somos un pueblo, dijo, que vive en el techo del mundo, somos los hijos del padre sol, y con nuestra religin ayudamos dia- riamente a nuestro padre a recorrer el cielo. No lo hace- mos slo para nosotros, sino para todo el mundo. Si no pudiramos ejercer ms nuestra religin, no saldra el sol ya ms en diez aos. Entonces sera siempre de noche. Entonces comprend en qu consista la dignidad, la 296 serena naturalidad del individuo: es el hijo del sol, su vida tiene un sentido cosmolgico, ayuda a su padre y mante- nedor de toda vida en su salida y ocaso diarios. Comparemos con ello nuestra automotivacin, nuestro sentido de vida que nos formula la razn, y con ello no podemos menos que sentirnos impresionados por nuestra miseria. Por mera envidia tenemos que rernos de la ingenuidad de los indios y mostrarnos orgullosos de nuestra inteligencia para no descubrir cun empobrecidos y rebajados estamos. El saber no nos enriquece sino que nos aleja cada vez ms del mundo mstico, en el cual tuvimos una vez nuestra verdadera patria. Desprendmonos por un instante de todo racionalismo europeo y sumerjmonos en la clara atmsfera de aquellas aisladas mesetas, que por una parte dan a las extensas praderas continentales y por la otra al silencioso ocano, prescindamos de nuestra consciencia del mundo y cambimosla por un aparentemente infinito horizonte vinculado a una inconsciencia del mundo y comenzaremos a comprender el punto de vista del pueblo indio. Toda vida viene de la montaa es algo directamente convincente para l. Del mismo modo es profundamente consciente de que vive en el techo de un mundo infinito, inmediato al caos. l, ante todo, posee el odo de la divinidad y sus cultos alcanzarn lo antes posible el lejano sol. El carcter sagrado de la montaa, la aparicin de Jehov en el Sina, la inspiracin que Nietzsche experiment en Engadina, se encuentran en la misma lnea. La idea, que nos parece absurda, de que una ceremonia litrgica pueda influir mgicamente en el sol, no resulta menos irracional al contemplarla de cerca, pero tiene para nosotros un sig- nificado ms ntimo de lo que pueda parecer en un principio. Nuestra religin cristiana, como todas las dems, est imbuida por la idea de que mediante una ceremonia especial o un tipo determinado de acto se pueda influir en Dios, por ejemplo, mediante ritos u oraciones o mediante una moral del agrado de Dios. 297
Frente a la influencia de Dios sobre los hombres est el culto litrgico del hombre como respuesta y repercu- sin y quizs no slo esto, sino tambin como influencia activa, como imperativo mgico. El hecho de que el hombre se sienta capaz de responder satisfactoriamente a la poderosa influencia de Dios y ejercer a su vez una contrainfluencia esencial en el mismo Dios es una sensacin de orgullo que eleva al individuo a la categora de factor metafsico. Dios y nosotros incluso cuando no es ms que unsous-entendu inconsciente, en un plano equivalente se basa aquella serenidad envidiable. Un hombre tal est, en el pleno sentido de la palabra, en su lugar. Y UGANDA Tout est bien sortant des mains de l'Auteur des choses. ROUSSEAU Cuando visit la exposicin de Wembley (1925) en Londres me atrajo poderosamente el desfile de las tribus bajo el dominio ingls y decid emprender en un futuro prximo un viaje al frica tropical. Haca mucho tiempo que senta este deseo de pasar largo tiempo en un pas y entre unos hombres que tuviesen que ver lo menos posible con Europa. En otoo de 1925 march con dos amigos, un ingls y un americano, hacia Mombasa. Viajamos en un vapor Woerman, acompaados de muchos jvenes ingleses que ocupaban cargos en diversas colonias africanas. Se notaba en el ambiente que estos viajeros no realizaban un viaje de placer, sino que afrontaban su destino. Ciertamente la ale- gra reinaba en muchas ocasiones, pero se trasluca un deje de seriedad. En realidad supe del destino de varios de mis compaeros de viaje antes de mi regreso. Algunos murieron en el transcurso de los dos meses siguientes. 298 Murieron de malaria tropical, disentera amebiana y pul- mona. Entre los muertos se hallaba tambin el joven que siempre comi en la mesa, frente a m, durante el viaje. Otro era el Dr. Akley, quien haba prestado grandes servi- cios en la conservacin de los gorilas. Haba hablado con l en Nueva York poco antes de salir de viaje. March al mismo tiempo que yo, pero procedente del oeste, en una expedicin en busca de gorilas y all muri, cuando yo me encontraba todava en el Mount Elgon. Slo supe de su muerte a mi regreso. Mombasa es, en mi recuerdo, una localidad de negros, clido-hmeda, situada en un bosque de palmeras y man- gos, donde haba poblacin europea e india, singularmente pintoresca, con un puerto natural, dominado por un anti- guo fuerte portugus. Permanecimos all dos das y al caer la tarde nos dirigimos al interior en tren de va angosta ha- cia Nairobi, adentrndonos a la vez en la noche tropical. Bordeando la costa pasamos por muchos poblados de negros donde la gente estaba sentada conversando alrede- dor de un exiguo fuego. Pronto el tren comenz a subir. Las poblaciones
dejaron de verse y rein la noche oscura como boca de lobo. Poco a poco el tiempo fue refrescando y ca en sueos. Cuando el primer rayo de sol anunci el comienzo del da me despert. En este momento el tren, envuelto en una roja nube de polvo sobre nuestras cabezas, bordeaba una escarpada pendiente de rocas rojas. Sobre un pico rocoso haba, inmvil, una figura delgada y negra, apoyada sobre una larga lanza, que miraba el tren. Junto a l se alzaba un enorme cactus en forma de candelabro. Qued fascinado por esta visin. Era una imagen ex- traa, jams vista y a la vez como un sentiment du dj vu muy vivo, la sensacin de haber vivido ya este momento y como si hubiera conocido de siempre aquel mundo sepa- rado de m slo por el tiempo. Me pareca como si regresara al pas de mi juventud y como si conociera a aquellos hombres de piel oscura que me aguardaban desde haca cinco mil aos. 299 La impresin que me produjo tan maravilloso suceso me acompa durante todo mi viaje por la salvaje frica. Slo puedo recordar otra experiencia nica del incons- ciente, y ello fue cuando, por vez primera, junto con mi antiguo jefe, profesor Eugen Bleuler, observ un fenme- no parapsicolgico. Antes haba imaginado que si llegaba a presenciar algo tan imposible me desmayara de asom- bro. Pero, sin embargo, cuando sucedi, no slo no me asombr, sino que me pareci un fenmeno totalmente normal, como si fuese para m algo evidente y conocido desde haca mucho tiempo. No sospechaba qu fibra de mi ser hara vibrar la vi- sin del solitario cazador negro. Slo saba que su mundo era el mo desde haca incontables milenios. Algo somnoliento llegu a Nairobi a eso del medioda, situada a 1.800 metros de altitud; baada por una indescriptible y deslumbradora luz que me recordaba el resplandor del sol en Engadina cuando se sale de las nieblas invernales del pas llano. Con asombro vi que los numerosos mozos agrupados en la estacin llevaban los gorros de esqu anticuados de lana grises y blancos, que es habitual ver o llevar en Engadina. Eran muy apreciados porque el calado borde poda bajarse como una visera, en los Alpes sirve de buena proteccin contra el viento glacial y aqu contra el calor sofocante. Desde Nairobi visitamos, en un pequeo Ford, los Athi Plains, un gran coto de caza. Sobre una baja colina en esta amplia sabana nos esperaba un panorama sin igual. Hasta el ms alejado horizonte se vean enormes manadas de animales: gacelas, antlopes, gnus, cebras, jabales, etc. En lento tropel, paciendo, inclinadas las cabezas, se mo- van las manadas, apenas se oa el melanclico chillar de un ave de presa. Era el silencio del eterno principio, el mundo tal como siempre haba sido, en el estado del no- ser; pues hasta hace poco no exista nadie que supiese que se trataba de este mundo. Me separ de mis acompa- antes hasta que ya no les vi y tuve la sensacin de estar 300
solo. Ahora era el primer hombre que reconoca que esto era el mundo y que mediante su saber slo en este instante lo cre.Aqu vi asombrosamente claro el significado csmico de la consciencia. Quod natura relinquit imperfectum, ars perficit (lo que la naturaleza deja imperfecto, lo perfecciona el arte), se dice en la Alquimia. El hombre, yo, dio al mundo, en un acto creador imperceptible, el ltimo toque nada ms, el ser objetivo. Se ha atribuido este acto slo al creador y sin meditar que de este modo vemos la vida y el ser como una mquina proyectada hasta en sus mnimos detalles, que sigue su marcha absurdamente, junto con la psiquis humana, segn reglas preconocidas y predeterminadas. En una tal fantasa despiadada de relojero no existe ningn drama de hombre, mundo y Dios; ningn nuevo da que conduzca a nuevas orillas sino slo al desierto de trmino precalculado. Mi viejo amigo-Pueblo me vino a la mente: l crea que la raison d'tre de su Pueblo consista en la misin de ayudar diariamente a su padre, el sol, a recorrer el cielo. Yo le envidi por este alarde de sensatez y busqu sin esperanza nuestro propio mito. Ahora lo saba y todava ms: el hombre es imprescindible para dar un ltimo toque a la creacin, pues ciertamente es el segundo creador del mundo, que da al mundo el ser objetivo, que sin ello transcurrira inadvertido, desapercibido, silencioso, comiendo, pariendo, muriendo, inclinando la cabeza a travs de cientos de millones de aos en la ms profunda noche del no-ser, hacia un indeterminado fin. La consciencia humana ha creado el ser objetivo y su significado y mediante ello ha hallado el hombre su puesto imprescindible en el gran proceso del ser. Con el tren de Uganda, que entonces se encontraba en vas de construccin, nos dirigimos a su provisional fin de trayecto, Sigistifour (sixty-four). Nuestros mozos descar- garon el voluminoso equipaje de la expedicin. Yo me sent en unachopbox (una caja con provisiones, cada uno 301 cargaba con una) y encend una pipa meditando sobre el hecho de que aqu nos hallbamos, por as decirlo, al bor- de de la oikumene (extensin de tierra habitada), desde donde pistas y senderos se extendan infinitamente por el continente. Al cabo de un rato se me uni un ingls, ai pa- recer unsquatter* se sent y sac igualmente una pipa. Pregunt hacia dnde bamos. Cuando le hube esbozado nuestros objetivos, pregunt: Is this the first time you have in frica? I am here since forty years. S, respond, por lo menos en esta parte de frica. Then may I give you a piece of advice? You know, Mister, this here country is not Man's, it is God's country. So, if anything should happen, just sit down and don't worry. Tras lo cual se levant sin saludar y desapareci entre la muchedumbre de negros.
Sus palabras me parecieron significar algo e intent representarme a qu estado psicolgico correspondan. Evidentemente eran la quintaesencia de su experiencia; aqu no cuenta el hombre, sino Dios, es decir, no voluntad y propsito, sino inescrutable designio. No haba terminado todava de meditar, cuando son la seal de la partida de nuestros dos autos. Se coloc el equipaje, lo que requiri ocho hombres, y se at tan fuerte como se pudo. El traqueteo que sigui y que dur varias horas no dej lugar a pensamiento alguno. Para llegar a la prxima localidad, Kakamengas, la sede de un D. C. (District Commissioner), una pequea guarnicin de fusileros africanos, un hospital y un manicomio tal como digo, se tard ms de lo previsto. Al mismo tiempo se desencaden una tempestad tropical con casi ininterrum- pidos relmpagos, truenos y una lluvia torrencial que en un momento nos cal de pies a cabeza y que convirti al torrente en un peligroso obstculo. Una media hora despus de medianoche, aclarndose el cielo, llegamos extenuados a Kakamengas, donde nos * Colono advenedizo, arrendatario de pastos del Estado. (N. de la t.) 302 acogi solcito el D. C. con whisky en sudrawing-room. En la chimenea arda un alegre oh, qu bien recibido! fuego. En el centro de la elegante sala haba una gran mesa cubierta de peridicos ingleses. Se hubiera podido creer que nos hallbamos en una finca de Sussex. Ya no saba, en mi agotamiento, si nos habamos trasladado de la realidad a un sueo o de un sueo a la realidad. Todava hubimos de montar nuestras tiendas de campaa y por vez primera, afortunadamente, no faltaba nada. Al da siguiente me despert con fiebre a causa de una laringitis y hube de guardar cama un da. A esta circuns- tancia hube de agradecer mi memorable encuentro con el denominado brainfever bird, que se caracteriza por cantar en una escala correcta, pero en ella suprime el ltimo tono y recomienza desde el principio. Como msica de acom- paamiento para la fiebre es difcil imaginar nada ms irritante. Otro habitante con plumas de las plantaciones de pl- tanos produce dos de los ms dulces y melodiosos tonos armnicos que uno pueda imaginarse y finaliza con una tercera disonancia horrible. Quod natura relinquit im- perfectum... Slo el tono del pjaro campanero destaca por su belleza no dulcificada. Cuando cantaba era como si una campana traspasara el horizonte.
Al da siguiente habamos reunido, con ayuda del D. C., nuestra columna de portadores, completada por una escolta militar de tresaskaris. Y entonces comenz la marcha hacia Mt. Elgon, la pared de cuyo crter, de 4.000 m, divisamos pronto en el horizonte. El camino atravesaba una sabana relativamente seca. Todo el paisaje estaba cubierto de pequeos tmulos redondos, de dos o tres metros de altura, que eran antiguas colonias de termitas. A lo largo del camino haba paradores cubiertos de hierba para los viajeros, que estaban abiertos y no contenan nada. Por la noche, como proteccin contra intrusos, se colocaba una linterna encendida en la entrada. Nuestro 303 cocinero no posea tal linterna, pero a cambio tena su propia cabaita en miniatura en la que estaba muy con- tento. Pero casi lleg a serle fatal. El da anterior haba trado un carnero que habamos adquirido por cinco che- lines, de Uganda. Lo degoll y prepar excelentemuttonchops frente a la cabana para nuestra comida. Cuando, despus de la comida, estbamos an sentados fumando junto al fuego, omos en la lejana un extrao sonido que luego fue aproximndose. Sonaba tan pronto como el gru- ido de un oso como el aullido y ladrido de los perros, luego fueron unos tonos estridentes y risas histricas. Mi primera impresin fue: un nmero cmico por Barum and Bailey. Pero pronto la escena se hizo ms inquietante: estbamos rodeados por todas partes por una gran manada de hienas hambrientas que al parecer haban olfateado la sangre de carnero. Nos daban un concierto endiablado y al resplandor del fuego se vean brillar sus ojos entre las gigantescas hierbas. Pese a nuestro conocimiento tranquilizador de que su- puestamente las hienas no atacan a los hombres, no nos sentamos seguros del todo, particularmente al sonar de- trs de la cabana un horripilante grito humano. As, pues, nos dirigimos hacia nuestra artillera (un fusil de 9 mm y una escopeta de caza) y disparamos algunos tiros en direc- cin a los ojos centelleantes, entonces nuestro cocinero entr precipitadamente y dijo con el mayor pnico que una fizi (hiena) haba entrado en su cueva y de poco le mata. Todo el lugar estaba alborotado. Ello asust al grupo de hienas hasta el punto de que entre ruidosas protestas abandonaron el lugar. El resto de la noche transcurri tranquilamente y sin molestias tras las largas y prolongadas risotadas iniciales de las tropas de guarnicin. Al da siguiente vino temprano el cacique de la localidad con el regalo de dos pollos y un cesto lleno de huevos y nos suplic que permaneciramos un da ms para matar a las hienas, pues el da anterior, a un anciano que dorma le arrancaron de su propia choza y le devoraron: de Africa nihil certum! 304 Al nacer el da volvimos a or salvas de carcajadas en el cuartel de los muchachos. La razn era que representa- ban una pieza en que se repeta lo sucedido en la noche anterior. Uno de ellos haca
de cocinero dormido y uno de los soldados era la hiena que sigilosamente se acercaba al dormido con intenciones sanguinarias. Esta escena se re- piti, no s cuntas veces, para placer del pblico. A partir de este momento el cocinero se llev el apo- do fizi. Nosotros, los tres blancos, recibimos tambin nuestros trademanes. Mi amigo, el ingls, fue llamado Rothals o el que tiene el pescuezo rojo, pues todos los ingleses, segn la leyenda, tenan el pezcuezo rojo. Al americano, que realmente posea un elegante vestuario, se le llam bwana maredadi (el gentleman atildado). Dado que entonces yo tena ya cabellos grises (tena cincuenta aos), me llamaron el mzee (el anciano) y pas a tener cien aos. All no era frecuente llegar a una edad avanza- da. Durante el viaje vi muy pocos hombres con los cabe- llos blancos. Mzee es tambin un ttulo honorfico que se me otorg como jefe de la Bugishu Psychological Expedi-tion, un distintivo que nos haba sido impuesto por el Foreign Office en Londres como un lucus a non lucendo. Visitamos realmente a los Bugishus, pero pasamos la mayor parte del tiempo con los Elgonyi. Mis negros se manifestaron en general conocedores muy certeros de los caracteres. Uno de sus mtodos intui- tivos de conocimiento consista en saber imitar, de modo insuperable, el modo de hablar, los gestos y el porte de la persona observada, y as se introducan bajo su piel. Su conocimiento de la naturaleza emotiva de los de- ms me pareci sorprendente. Yo no recelaba de las largas conversaciones de las que ellos gustaban. De este modo aprend mucho. Dado que viajbamos con carcter semioficial tuvimos la ventaja de poder reclutar ms fcilmente portadores y obtuvimos incluso una escolta militar. Ello no fue superfluo, pues nuestra intencin era viajar a regiones que 305 todava no estaban bajo el control de los blancos. As, pues, acompaaron a nuestro safari hasta Mt. Elgon un sargento y dos soldados. Recib una carta del gobernador de Uganda en la que me rogaba que aceptramos con nosotros a una inglesa que regresaba a Egipto a travs del Sudn. Se saba que nosotros tenamos el mismo plan de viaje y puesto que habamos conocido a la dama en Nairobi, no haba razn alguna para negarnos. Adems nos sentamos muy obligados al gobernador por su generosa ayuda. Menciono este episodio para mostrar por qu sutiles caminos nuestros actos estaban influidos por un arquetipo. ramos tres hombres y ello era puramente casual. Yo haba rogado a un tercer amigo que nos acompaara, pero circunstancias adversas le impidieron venir. Ello bastaba para configurar el inconsciente o el destino. Emerga como arquetipo de la trada, que pide al cuarto, tal como ha ocurrido una y otra vez en la historia de este arquetipo. Puesto que estoy siempre predispuesto a aceptar lo ca- sual que se me presenta, admit satisfecho a la dama en nuestro grupo de tres hombres. Era deportiva y valiente y se manifest como
compensacin til a nuestra exclusiva masculinidad. Cuando mi amigo ms joven enferm posteriormente de un peligroso ataque de malaria tropical nos sentimos agradecidos por su experiencia como enfermera, que haba adquirido en la primera guerra mundial. Despus de nuestra aventura con las hienas nos tras- ladamos sin tener en cuenta los ruegos del cacique. El te- rreno ascenda suavemente. Abundaban los signos de co- rrientes de lava terciarias. Marchbamos a travs de franjas de selva virgen con enormes rboles Nandi-Flame, que estaban colmados de flores de un rojo llameante. Enormes escarabajos, y mariposas todava mayores de vivas tonali- dades, animaban el linde del bosque y los claros. Los monos, curiosos, agitaban las ramas. Pronto nos hallamos miles from anywhere en la selva. Era un mundo paradi306 saco. El paisaje se compona principalmente de la llana sabana de suelo ininterrumpido de color rojo subido. Marchbamos principalmente por vericuetos indgenas que, con recodos sorprendentemente estrechos, es decir, con cortos radios de curvatura de tres a seis metros, serpenteaban a travs de la selva. Nuestro camino nos llev a la regin de Nandi y a travs del bosque de Nandi a un amplio grupo de selvas vrgenes. Sin ms incidentes llegamos a un parador al pie del Mt. Elgon, el cual haca das se elevaba sobre nosotros. Aqu comenz el ascenso por un estrecho sendero. Fuimos saludados por el cacique local, hijo de un curandero, ellaibon. Montaba un pony, el nico caballo que habamos visto hasta entonces. Por l supe que su rbol genealgico perteneca a los Masai, separado sin embargo de stos por vivir aparte en las laderas del Mt. Elgon. Tras algunas horas de ascenso alcanzamos un ancho y hermoso claro cruzado por un lmpido y fresco arroyuelo con una cascada de unos 3 m de alto, cuya cuenca escogi- mos como lugar para baarnos. El lugar en que acampa- mos se hallaba a cierta distancia de una pendiente suave y reseca, sombreada por un techo de acacias. En las cerca- nas se encontraba un poblado de hotentotes. Estaba for- mado por un par de cabanas y unaboma, un lugar vallado por un zarzal deWait-a-bit-thorn. Con el cacique pude entenderme ensuahel. l dispuso quines seran nuestras portadoras de agua: una mujer con dos hijas semiadultas; iban desnudas y no llevaban ms que un cinturn dekauri.2 Eran de cutis achocolatado y graciosamente bonitas, de figura estilizada y movimientos elegantemente descui- dados. Era mi placer de todas las maanas or desde el arroyo el suave tintineo de los aros de hierro que llevaban en los pies y poco despus, contonendose, balanceaban 2.Kauri (ok o wr i ) son pequeas conchas que se emplean tambin como dinero. 307
sobre sus cabezas las nforas de agua, surgiendo de las gi- gantescas hierbas amarillas. Se adornaban con aros en los tobillos y con bandas de latn en el cuello y en los brazos, con pendientes de cobre o en forma de pequeo huso de madera y el labio inferior atravesado por una aguja de hie- rro o de hueso. Tenan muy buenos modales y nos saluda- ban siempre con una tmida y encantadora sonrisa. Correspondiendo a las esperanzas de todos no habl durante este viaje con mujeres indgenas, con una excep- cin que luego contar. Los hombres hablaban all, como tambin en el sur de nuestro pas, con hombres y las mu- jeres con las mujeres. Otra cosa significabalove-making. Pero con esto ltimo el blanco arriesga no slo su autori- dad sino que corre el serio peligro del goingblack, de lo cual haba visto yo varios casos muy aleccionadores. Ms de una vez o en boca de los negros la condena sobre cierto blanco: Es un mal hombre. Al preguntarles yo por qu, la respuesta era: Duerme con nuestras mujeres. Entre mis Elgonyi el hombre se ocupaba del ganado mayor y de la caza, la mujer era idntica, por as decirlo, a lashamba (plantacin, pltanos, patatas dulces, mijo de los negros y maz). Tena hijos, cabras y gallinas que vivan todos en la misma cabana redonda. Tal es su dignidad y razn de ser: es una eficiente compaera de negocios. El concepto de iguales derechos para la mujer es hijo de una poca en la cual tal compaerismo ha perdido su sentido. La sociedad primitiva est sin embargo regulada por el egosmo y el altruismo; inconscientes ambos, se traducen sustanciosamente en sus cuentas. Este orden inconsciente se destruye inmediatamente si se presenta cualquier alteracin que pudiese y debiese ser compensada slo por un acto de conciencia. Recuerdo con placer a un importante informador acerca de la familia entre los Elgonyi: era un bello y llamativo muchacho, de nombre Gibrat, hijo de cacique, de muy elegantes y amables modales, cuya confianza al parecer haba yo ganado. Es verdad que aceptaba gustoso mis 308 cigarrillos, pero no era vido, como los dems, de obtener regalos. Me explic muchas cosas interesantes y de vez en cuando me haca una visita de gentleman. Me di cuenta que se propona algo, que albergaba algn deseo. Slo des- pus de mucho tratarnos comprend que quera que yo trabase conocimiento con su familia. Sin embargo, yo saba que no estaba an casado y sus padres haban muerto. Se trataba de una hermana mayor. Estaba casada en segundas nupcias y tena cuatro hijos. l deseaba vivamente que yo le hiciera una visita para que ella tuviese oportunidad de conocerme. Era evidente que ella era para l como una madre y yo acept conocerla porque de este modo, por as decirlo, sociable, esperaba obtener una visin de la vida familiar. Madame tait chez elle, ella sali de la cabana cuando llegamos y me salud del modo ms natural del mundo. Era una bella mujer de mediana edad, es decir de unos treinta aos aproximadamente; adems del obligado cinturn de
kauri, llevaba aros en los brazos y en los tobillos; en el lbulo de la oreja, extraordinariamente agrandado, llevaba unas chucheras de cobre y sobre el pecho una piel de caza. Sus cuatro pequeosmtotos los haba encerrado en la cabana desde donde miraban a travs del quicio de la puerta y sonrean con cierto nerviosismo. Le rogu que los dejara salir. Tardaron un rato en atreverse a hacerlo. La mujer tena los mismos elegantes modales de su hermano, a quien el rostro resplandeca de alegra por el xito logrado. Nos sentamos en el suelo, pues no haba nada para poder sentarse excepto el polvoriento suelo, cubierto de excrementos de gallinas y cabras. La conversacin abarc los lmites de una tertulia de saln, semifamiliar, y gir sobre la familia, los nios, la casa y el jardn. La mujer que comparta con ella el marido, y cuya finca lindaba con la suya, tena seis hijos. La Boma de la hermana se hallaba a unos 80 m de distancia. Aproximadamente a mitad de camino entre las dos cabanas de las mujeres se hallaba la 309 cabana del marido y, detrs de ella, a unos 50 m de dis- tancia, una pequea cabana en la cual habitaba el primo- gnito de la primera mujer, que era ya adulto. Cada una de las dos mujeres posea sushamba, es decir, una plantacin de pltanos, boniatos, mijo y maz, de la cual mi anfitrio-na estaba visiblemente orgullosa. Yo tena la sensacin de que la seguridad y la arrogan- cia de su actitud dependa en gran medida de su identifi- cacin con su ostensible integridad, la cual se compona de los hijos, la casa, el ganado menor, lashamba y last but not least su fsico ciertamente agradable. Del marido se habl poco. Tan pronto pareca estar all, como no estar. Mi anfitriona representaba de un modo notorio y sin problemas, lo existente, un autnticopied--terre del marido. La cuestin de sil estaba all o no pareca no existir, ms bien se trataba de siella en su totalidad era realmente el centro magntico de su marido errando con sus rebaos. Lo que pasaba en el interior de esta alma sencilla era inconsciente, es decir, ignorado y slo perceptible a travs de los datos comparativos europeos de diferenciacin progresiva. Yo me preguntaba si la masculinizacin de la mujer blanca no tena relacin con la prdida de su integridad natural(shamba, hijos, ganado menor, casa propia y hogar), es decir, si era una compensacin de su depauperacin y si el afeminamiento del hombre blanco no representaba un fenmeno originado por el anterior. Los estados ms racionales hacen desaparecer la diferencia de sexos en grado mximo. El papel que en la sociedad moderna desempea la homosexualidad es enorme. Es en parte consecuencia del complejo materno, y en parte un fenmeno natural lgico (inhibicin de la procreacin!) Mis compaeros de viaje y yo tuvimos la suerte de presenciar antes de su fin el primitivo mundo africano con su insospechada belleza y tambin con su profundo dolor. Nuestra vida de
campamento fue una de las pocas ms bellas de mi vida: procul negotiis et integer vitae scelerisque 310 puns (alejado de los negocios, no corrompido por la vida y libre de culpa) disfrut de la paz de Dios en un pas todava primitivo. Jams haba visto algo semejante: El hombre y los dems animales (Herodoto). Miles de millas me separaban de Europa, la madre de todos los diablos, que aqu no podan alcanzarme! Ni un telegrama, ni una llamada telefnica, ni cartas, ni visitas! Esto era un elemento esencial de la Bugishu Psychologi-cal Expedition. Mis fuerzas anmicas liberadas refluan jubilosas en las lejanas del mundo primitivo. Cada maana nos era fcil entablar conversaciones con los curiosos que diariamente acudan a nosotros y se- guan con inters insaciable todos nuestros movimientos. Mi gua Ibrahim me haba iniciado en la etiqueta de tales ocasiones: todos los hombres (las mujeres no nos visitaron nunca) deban sentarse en el suelo. Ibrahim me haba pro- porcionado una pequea silla de cuatro patas, propia para caciques, en la que hube de sentarme. Entonces comenza- ba yo mi charla, y explicaba lashauri, es decir lo que se iba a tratar en aquella sesin. La mayora de los participantes hablaban un aceptablesuahel, de modo que podan entenderme, pues pude expresarme correctamente con ayuda de un diccionario. El librito fue objeto de admiracin interminable. Mi escasez de medios de expresin me forz a una necesaria simplicidad. Con frecuencia la charla derivaba a divertidos acertijos, que animaba el ambiente en grado sumo. Pero raramente duraba ms de una hora, porque la gente se cansaba visiblemente y decan con inquietos ademanes: Ah, estamos tan cansados... Me interes naturalmente por los sueos de los ne- gros, pero no pude al principio conseguir que nadie me explicara nada. Les ofreca pequeas recompensas, por ejemplos cigarrillos, cerillas, imperdibles, cosas con las cuales ellos estaban muy encaprichados. Nada produca efecto. Nunca pude explicarme bien su temor a contarme sus sueos. Sospechaba que la razn era el miedo y la desconfianza: es sabido que los negros tienen miedo a ser fo3" tografiados; temen que de este modo se les robe el alma y quizs sentan tambin temor de que les sucediera algo malo si divulgaban sus sueos. Pero esto no era as para nuestros portadores integrados por somales y suaheles. Tenan un libro rabe de los sueos que consultaban diariamente, especialmente durante nuestras marchas. En cuanto dudaban de alguna expresin acudan incluso a m en busca de consejo, pues a causa de mi conocimiento del Corn me llamaban el hombre del libro y me tenan por un mahometano furtivo. En una ocasin tuvimos una charla con ellaibon, el doctor del viejo cacique. Apareci envuelto en un rico abrigo de piel de mono que pretenda ser una suntuosa prenda de valor. Cuando le
pregunt acerca de sus sueos, me explic con lgrimas en los ojos: Anteriormente loslaibon tenan sueos y saban si habra guerra, enfermedades, o si iba a llover y adonde haba que llevar el ganado. Su abuelo haba tenido todava tales sueos. Pero desde que los blancos estn en frica, nadie ha vuelto a tener sueos. Ya no se necesitaban los sueos, pues ahora todo lo saban los ingleses. Su respuesta mostraba que el curandero haba perdido su raison d'tre. Ya no era necesario or la voz de Dios que aconsejaba a la tribu, pues los ingleses saban mejor estas cosas. Anteriormente el curandero trataba con los dioses o con el poder del destino y aconsejaba a su pueblo. Ejercan una gran influencia, igual que en la antigua Grecia la palabra de la Pitia era la suprema autoridad. Actualmente la autoridad del curandero haba sido reemplazada por la del District Commissioner. Todo el valor de la vida actualmente reside en este mundo y me pareci que era cuestin de tiempo y de vitalidad de la raza negra el que llegue a tomar consciencia el negro de la importancia de la fuerza fsica. Nuestrolaibon no era en modo alguno una personalidad imponente sino ms bien un antiguo seor algo lacrimoso. A pesar, o a causa de ello, representaba de un modo 312 preciso e impresionante una decadencia que iba minando un mundo caduco e irreversible. En muchos casos llev la conversacin sobre lo numi- noso, en especial sobre los ritos y ceremonias. A este res- pecto slo logr una nica observacin en un pequeo pueblo. All se encontraba, en la animada calle del pueblo, ante una cabana vaca, una plaza cuidadosamente limpia. En el centro haba un cinturn dekauri, brazaletes para los brazos y tobillos, pendientes y fragmentos de toda clase de ollas, as como un bastn funerario. Lo nico que nosotros pudimos saber fue que en esta cabana haba muerto una mujer. Nada denotaba que se tratara de un funeral. En la charla la gente me asegur con nfasis que sus vecinos del oeste eran gente mala. Cuando alguien muere all se hace saber al pueblo vecino y por la tarde el cadver se lleva a mitad de camino entre los dos pueblos. De otras partes se traen regalos de distinto tipo a este lugar y por la maana el cadver ha desaparecido. Se insinu claramente que el muerto fuese devorado por los vecinos del otro pueblo. Sin embargo, entre los Elgonyi tal cosa nunca sucede. Los cadveres se dejan en la selva donde las hienas en el transcurso de la noche se encargan de la inhumacin. De hecho, no hallamos nunca huellas de un entierro. Pero en esta ocasin supe que cuando muere un hom- bre, su cadver se coloca en el suelo, en el centro de la ca- bana. Ellaibon lo transforma y salpica el suelo con leche de una taza, mientras murmura: ayk adhsta, adhsta ayk!.
El significado de estas palabras me era ya conocido por una memorable charla en la cual se haba tratado de ello. Al terminar aquella charla un anciano grit de pron- to: Por la maana, cuando sale el sol, salimos de la caba- na, escupimos en las manos y las ponemos al sol. Me hice mostrar la ceremonia con todo detalle. Escupan o soplaban enrgicamente en sus manos que mantenan frente a su boca, luego volvan las manos y ponan las palmas al sol. Pregunt qu significaba esto, por qu lo hacan, por 313 qu soplaban o escupan en las manos. Fue en vano, as se ha hecho siempre, decan. Era imposible obtener ex- plicacin alguna, y comprend que en realidad slo saban que lo hacan, pero no lo que hacan. No vean en este acto ningn sentido. Pero tambin nosotros realizamos ceremonias iluminacin del rbol de Navidad, escondemos huevos de pascua, etc. sin que sepamos claramente por qu lo hacemos. El anciano deca que sta era la verdadera religin de todos los pueblos: todos loskevirondos, todos losbuyandas, todas las tribus que se podan ver desde lo alto de las montaas y ms all todava, todos rendan culto aladhs- fa, es decir, al sol en el momento de su salida. Slo enton- ces esmungu, Dios. Tambin la primera media luna dora- da de la luna nueva, en la prpura del cielo de occidente, es Dios. Pero slo entonces, no en otro momento. Evidentemente, en la ceremonia de los Elgonyi se tra- taba de una ofrenda al sol, que en el momento de su salida es divino. En cuanto a la saliva, es la sustancia que, segn una concepcin primitiva, contiene elmana* personal, la fuerza curativa, mgica y vital. En cuanto al aliento,roho, en raberuch, en hebreoruach y en griegopneu-ma, es el viento y el espritu. El acto dice, pues: Yo ofrezco a Dios mi alma viva. Es una oracin activa, sin palabras, que igualmente podra decir: Seor, en Tus manos encomiendo mi espritu. Junto aladhsta los Elgonyi rinden culto alayk segn supimos ms tarde, que vive en la tierra y es un sheitan (el diablo). Es el creador del miedo, un viento fro que golpea al caminante nocturno. El anciano silba una especie de motivo de Loki** para evidenciar cmo elayk ronda entre las hierbas de la selva, altas y enigmticas. La gente, en general, profesaba el convencimiento de * Cfr. Glosario. ** Dios nrdico del
fuego y del mal. 314 que el Creador lo ha hecho todo bueno y hermoso. Es a la vez el Bien y el Mal. Esm'zuri, es decir, bello y todo cuanto ha hecho esm'zuri. Cuando pregunt: Pero y las fieras malas que os ma- tan el ganado?, dijeron: El len es bueno y hermoso. Y: Vuestras terribles enfermedades? Respondieron: Puedes sentarte al sol y esto es hermoso. Me sent impresionado por este optimismo. Pero por la tarde, hacia las seis, esta filosofa cesaba, como descubr pronto. Desde la puesta del sol impera otro mundo, el mundo tenebroso, el mundo del ayk: era el mal, el peligro y el que causa miedo. Desapareca la filosofa optimista y comenzaba la filosofa del temor a los espectros y de los ritos mgicos que deban proteger contra las desgracias. Luego, con la salida del sol, sin contradiccin interna, volva el optimismo. Fue para m una experiencia que me afect profunda- mente el tener noticia, en las fuentes del Nilo, de la primitiva concepcin egipcia de los dos aclitos de Osiris, Ho-rus y Seth, una vivencia africana que haba descendido, junto con el agua sagrada del Nilo, hasta las costas del Mediterrneo. Adhsta, el sol naciente, la luz, como Horus: ayk,la oscuridad, el que da miedo. En el sencillo ritual de los muertos, las palabras del laibon y su ofrenda de leche unan lo antagnico, al sacrificar a ambos. Ambos son de igual poder y significado, pues el inter- valo de tiempo de su reinado, tanto el da como la noche, dura ostensiblemente doce horas cada uno. Sin embargo, lo que tiene ms sentido es el momento en que surge el primer rayo de luz de las tinieblas de modo repentino como sucede en el ecuador, y en el que la noche se transforma en luz viva. La salida del sol era en estas regiones un acontecimiento que cada da me impresionaba de nuevo. No era tanto al despertar de los primeros rayos, en s grandiosos, como lo que suceda. Inmediatamente despus de la salida del sol acostumbraba a sentarme en mi silla de campaa 315 bajo una acacia. Ante m, en el fondo del pequeo valle, se hallaba una franja de selva virgen, casi verdinegra; ms all se extenda el lejano borde de la meseta. Primero reinaban agudos contrastes
entre la oscuridad y la claridad; luego todo naca plsticamente a la luz que inundaba al valle de una luminosidad compacta. El horizonte resplandeca en su blancura. Paulatinamente la luz ascendente penetraba, por as decirlo, en los cuerpos, los cuales, como iluminados por dentro, brillaban difanos al fin como un cristal de color. Todo se converta en cristal centelleante. El clamor de los pjaros campaneros resonaba en el horizonte. En estos instantes me senta como un templo. Era la hora ms sagrada del da. Contemplaba esta magnificencia con placer insaciable, o mejor dicho, con xtasis al margen del tiempo. Cerca de m se alzaba una alta roca, habitada por grandes monos (baboons, zambos). Cada maana se sentaban silenciosos, casi inmviles, en la parte soleada de la roca, mientras que durante el da alborotaban el bosque con chillidos y gruidos. Al igual que yo, parecan reverenciar la salida del sol. Me recordaban los grandes zambos del templo en Abu Simbel, en Egipto, que hacen gestos de adoracin. Cuentan siempre la misma historia: Desde siempre hemos rendido culto al gran Dios, que salva al mundo, sacndolo de la gran oscuridad para baarlo en la deslumbradora luz del cielo. Entonces comprend que en el alma habita desde un principio un anhelo de luz y un impulso irresistible de salir de sus tinieblas iniciales. Cuando llega la gran noche, todo adquiere un tono de profunda melancola, y una inexpresable nostalgia por la luz. Esto era lo que se expresa en los ojos de los primitivos y lo que puede verse tambin en los ojos de los animales. En los ojos de los animales hay tristeza y no se sabe si lo que representa aquel ser primitivo es el alma del animal o un sentido doloroso. Tal es la voz de frica, la experiencia de sus soledades. Son las tinieblas primitivas, un secreto materno. Por ello, el acon316 tecimiento ms impresionante para el negro es el nacimiento del sol por la maana. El instante en que se hace la luz, que es Dios. El instante comporta la salvacin. Es una vivencia primitiva del momento, y ya ha desaparecido y se ha olvidado cuando se piensa que el sol es Dios. Estamos contentos de que la noche, en la cual rondan los espritus, haya ahora terminado!, significa ya una racionalizacin. En realidad reina otra oscuridad en el pas completamente distinta a la noche natural: es la primitiva noche psquica, la noche de hace incontables millones de aos, en la que todo siempre fue como hoy es. El anhelo de luz es el anhelo por la consciencia. Cuando se aproximaba el fin de nuestra feliz estancia en Elgon desmontamos con tristeza nuestras tiendas y nos prometimos volver otra vez. No me hubiera entonces podido imaginar que nunca volvera a experimentar esta in- sospechada serenidad. Desde entonces se descubrieron en Kakamengas yacimientos de oro, mi lejano pas fue azotado por el movimiento del Mau-Mau y en nosotros interrumpi un brusco despertar al ao de la cultura. Bordeamos la pendiente sur del monte Elgon. Progre- sivamente fue cambiando la fisonoma del paisaje. Montaas ms altas, cubiertas de espesos bosques, y cada vez ms prximas las llanuras. El color de los habitantes era cada vez ms negro, los cuerpos perdan la elegancia de los masai y eran cada vez ms torpes y abultados. Llegamos a la regin de los bugishu y perdimos algn
tiempo en el elevado parador de Bunambale. Un panorama magnfico se ofreca a nuestros ojos desde all hasta el ancho valle del Nilo. Entonces continuamos hacia Mbala, desde donde, en dos camiones Ford, alcanzamos Jinja, junto al lago Victoria. Cargamos nuestro equipaje en el tren de estrecha va que cada catorce das conduca al lago Chioga. Un vapor de rueda de popa, que alimentaba su caldera con lea, nos recogi y tras algunos incidentes nos llev a Masindiport. All trasladamos nuestro equipaje a un camin y llegamos 317 a Masinditown, que se halla en la meseta que separa el lago de Chioga de Albert Nyanza. En un pueblo del camino del lago Albert a Rejf, en el Sudn, tuvimos un acontecimiento inolvidable: el cacique local, un hombre de elevada estatura, joven todava, apareci con su escolta. Eran los negros de tez ms oscura que habamos visto. El grupo no inspiraba mucha confianza. El mamur3 de Nimule nos haba dado como escolta a tresaskaris, pero pronto vi que ellos, al igual que nuestros porteadores, no se sentan a gusto en absoluto. Slo disponan de tres cartuchos para sus fusiles. Su presencia era un gesto meramente simblico por parte del Gobierno. Cuando el cacique me propuso asistir por la noche a unN'goma (danza) celebr esta idea. Esperaba de este modo permanecer al lado mejor de esta sociedad. Cuando la noche lleg y todos ansibamos dormir, omos tambores y sonar de cuernos, y pronto aparecieron los sesenta hombres, armados para la guerra, con lanzas brillantes, corazas y espadas, seguidos a alguna distancia de las mu- jeres y los nios, incluso lactantes, que las madres lleva- ban a la espalda. Se trataba evidentemente de una gran fiesta de sociedad. Pese al calor, que llegaba a los 34, se encendi un gran fuego, alrededor del cual las mujeres y nios formaron un crculo. A su alrededor se colocaron los hombres en un crculo extenso, tal como haba observado una vez al creernos amenazados por una manada de elefantes. No saba si deba sentirme alegre o temeroso, ante tan gigantesco alarde. Busqu a nuestros portadores y militares: Haban desaparecido sin dejar rastro! Como captatio benevolentiae repart cigarrillos, cerillas e imperdibles. El coro masculino comenz a cantar melodas di- sonantes, vigorosas y blicas y entonces las piernas co- menzaron a ponerse en movimiento. Las mujeres y los nios marcaban el paso alrededor del fuego, los hombres danzaban con las armas dirigidas hacia el fuego y retroce3. El mamur es, literalmente, el prefecto encargado, el gobernador. 318 dan para volver nuevamente a avanzar, con cantos salvajes acompaados de tambores y cuernos. Fue una escena salvaje y apasionante, baada por el resplandor del fuego y la mgica luz de la luna. Mi amigo y yo nos levantamos de un salto y nos mezclamos entre los danzantes. Como nica
arma que posea bland mi ltigo y danc tambin. Vi por la expresin radiante de sus caras que nuestra participacin era bien acogida. Su frenes se multiplic y todos pateaban, cantaban, gritaban y sudaban a mares. Paulatinamente fue acelerndose el ritmo de la danza y de los tambores. En esta danza y msica los negros caen fcilmente en una especie de estado de locura. Lo mismo pas aqu. Hacia las once comenz a desorbitarse la situacin y tom un aspecto extrao. Los danzantes formaban todava una horda de salvajes y sent miedo de cmo iba a terminar. Le manifest al cacique que ahora se haba acabado y deba ir con su grupo a dormir. Pero quera siempre danzar una vez ms y otra y otra. Recuerdo que uno de mis compatriotas, concretamente uno de los dos primos Sarasin, en su viaje de exploracin a las Clebes fue alcanzado por una lanza que se escap de un similarN'goma. Me decid, pues, a convocar a toda la gente, sin tener en cuenta los ruegos del cacique, repart cigarrillos y luego hice el gesto de dormir. Despus bland mi ltigo con gesto de amenaza, aunque ridculo, y a falta de otra cosa mejor les increp en voz alta en mi alemn-suizo, que ya estaba bien y era hora de ir a dormir. La gente advirti naturalmente que slo aparentaba clera, pero por lo visto era lo acertado. Estall una carcajada general, se dispersaron dando fuertes brincos y desaparecieron en la noche en diversas direcciones. Durante bastante rato omos todava gritos y tambores en la lejana. Finalmente rein el silencio y camos en el sueo de los extenuados. En Rejj, junto al Nilo, terminaba nuestra marcha. Subimos a un vapor con rueda de popa, el cual, a causa 319 del alto nivel de las aguas en Rejj, apenas poda avanzar. Poco a poco me he sentido abrumado por la profusin de incidentes presenciados. Miles de pensamientos me ro- deaban y comprend penosamente que mi capacidad de recibir nuevas emociones y de abarcar el ilimitado mar de mis pensamientos se aproximaba rpidamente a su fin. Ello me forz a pasar revista una vez ms a todas mis ob- servaciones y experiencias para conservar sus conexiones internas. Todo lo interesante lo anot. Mis sueos, durante todo el viaje, se aferraron tenaz- mente a su tctica para negar a frica, al ilustrarlos exclu- sivamente con escenas de mi pas y de este modo despertar en m la impresin de que el viaje por frica no era considerado propiamente como algo real, sino ms bien un hecho sintomtico o bien simblico, si se me permite as expresarlo, hasta el punto de personificar los procesos inconscientes. Esta suposicin me fue sugerida por el hecho de la aparentemente deliberada omisin incluso de los sueos exteriores ms impresionantes. Una sola vez durante todo el viaje so con un negro. Su cara me pareci curiosamente conocida desde haca tiempo, pero hube de meditar mucho hasta que logr recordar dnde le haba visto. Finalmente me acord: Era mi peluquero de Chat-tanooga en Tennessee! Un negro americano! En el sueo aplicaba a mi cabeza unas enormes tenacillas para rizar incandescentes, quera hacer mis
cabelloskinky, es decir, quera endosarme cabellos de negro. Senta ya un calor doloroso y me despert con una sensacin de angustia. El sueo me pareci una advertencia del inconsciente; pues afirmaba que lo primitivo constitua un peligro para m. Entonces estaba, por lo visto, muy cerca del going-black. Haba tenido un ataque de sandfly fever que pudo haber debilitado mi resistencia psquica. Para imaginarme un negro amenazador se haba movilizado un viejo recuerdo de haca doce aos, sobre mi peluquero negro en Amrica, para que nada recordara lo actual. El verdadero contenido del sueo corresponda, por lo 320 dems, a la experiencia que se haba tenido ya en la primera guerra mundial: los soldados del frente soaban menos con la guerra que con su casa. Entre los psiquiatras militares rega como principio sacar un hombre del frente cuando soara demasiado con escenas blicas, pues entonces no tendra ninguna defensa psquica frente a las impresiones del exterior. Paralelamente a los sucesos en el sugestivo ambiente africano, en mis sueos se sigui y se mantuvo con xito una lnea interior. Se trataba de mis problemas ms personales. De estos hechos no poda extraer otra conclusin que mi personalidad europea se mantendra ntegra en cualesquiera circunstancias. Con asombro conceb la sospecha de que con mi aventura en frica haba alcanzado el secreto fin de lograr liberarme de Europa y su problemtica, para caer en el pe- ligro de seguir all al igual que muchos otros antes de m y al mismo tiempo que yo. El viaje me pareci ser menos una investigacin de la psicologa primitiva, Bugishu Psy- chological Expedition (.. E., en letras negras sobre el equipaje) que la algo penosa cuestin de tener un objetivo: Qu sucede con el psiclogo Jung in the wilds of frica? Cuestin que intentaba constantemente apartar de m, pese a mi tendencia intelectual a investigar la reaccin del europeo ante las condiciones del mundo primitivo. Pero esto no era, como comprob con asombro, una cuestin exclusivamente objetiva y cientfica, sino una cuestin sabiamente personal, cuya respuesta se desarrollaba en todas las posibles zonas dolorosas de la psicologa propia. Hube, pues, de aceptar que fue mucho menos la exposicin Wembley lo que me decidi a realizar este viaje que la circunstancia de que en Europa el aire se me haba vuelto demasiado espeso. Con tales pensamientos me deslic por las aguas tran- quilas del Nilo hasta el norte: Europa, al encuentro del fu- turo. El viaje termin en Kartum. All comenz Egipto. Con ello complet mi deseo y plan de acercarme a esta es321 fera de cultura no desde occidente, desde Europa y Grecia, sino desde el sur, desde la parte de las fuentes del Nilo. Ms que el complejo asitico me interesaba la aportacin camitica a la cultura egipcia. Haba esperado, siguiendo el transcurso geogrfico del Nilo y con ello el curso del tiempo,
averiguar algo al respecto. Mi mayor descubrimiento en este sentido fue la experiencia de Horus de los Elgonyi que recordaba tan claramente los gestos de adoracin de los zambos de Abu Simbel, a la puerta sur de Egipto. El mito de Horus es la historia de la luz divina nueva- mente renovada. Se contaba despus de que a partir de las tinieblas de los tiempos prehistricos se haba manifestado por vez primera la salvacin por medio de la cultura, es decir, por medio de la consciencia. As, el viaje desde el interior de frica a Egipto se convirti para m como en un drama del nacimiento de la luz, lo que estaba ntima- mente vinculado conmigo, con mi psicologa. Esto me re- sultaba aclaratorio; sin embargo, me vi en la imposibilidad de hallar palabras para expresarlo. No saba de antemano lo que me aportara frica, pero aqu resida la respuesta y experiencia satisfactorias. Esta ltima me resultaba ms valiosa que cualquier adquisicin etnolgica, como armas, joyas y vasijas o trofeos de caza. Quera saber cmo frica actuara sobre m y lo supe. INDIA El viaje a la India (1938) no surgi por mi propia vo- luntad sino que he de agradecerlo a una invitacin del Go- bierno indio-britnico a participar en las festividades que tenan lugar con ocasin del jubileo de los 25 aos de la Universidad de Calcuta.4 4. En dos artculos, The Dreamlike World of India y What India can teach us, inform Jung sobre las impresiones de su viaje. Se publicaron inmediatamente despus de su regreso en la revistaA si a (Nueva York, enero y febrero de 1939). A. J. 322 Por entonces haba ledo ya mucho acerca de la filosofa india y la historia de la religin y estaba profundamente convencido del valor de la sabidura oriental. Pero deba viajar, por as decirlo, como un ser autrquico y permanec en m mismo como un homnculo en el alambique. La India me impresion como un sueo, pues buscaba y me busco a m mismo, a mi propia verdad. As, pues, el viaje constituy un intermezzo en mi preocupacin intensiva de entonces por la filosofa alqumica. sta no me dejaba tranquilo, sino que por el contrario me indujo a llevarme conmigo el primer tomo del Theatrum Chemicum de 1602 que contiene los escritos ms importantes de Gerardo Dorneo. En el transcurso del viaje estudi el libro desde el principio hasta el final. De este modo se estableci un constante contacto entre el ideario de la Europa antigua y las impresiones de un espritu cultural extrao. Ambas cosas procedan en lnea directa de las primitivas experiencias anmicas del inconsciente y por ello se establecen consideraciones iguales o semejantes o por lo menos comparables entre s. En la India estuve por vez primera bajo la impresin inmediata de una cultura extraa, altamente diferenciada. En mi viaje por frica fueron decisivas impresiones distintas por completo a la cultura; y en frica del Norte nunca tuve ocasin de hablar con ningn hombre que fuese capaz de definir su cultura. Pero ahora tuve ocasin de hablar con representantes del espritu indio y de comparar ste con el espritu europeo. Esto era de suma importancia para m. Convers bastante
con S. Subramanya lyer, el gur del maharaj de Mysore, de quien fui husped por algn tiempo, tambin convers con muchos otros cuyos nombres por desgracia he olvidado. Por el contrario, evit el encuentro con los llamados santones. Los evit porque deba contentarme con mi propia verdad y no me estaba permitido aceptar ms que lo que yo mismo poda alcanzar. Me hubiera parecido un robo si hubiera querido aprender de los santones y aceptar para m su verdad. Su sabidura pertenece a ellos y a m slo me pertenece lo que323 procede de m mismo. Tanto ms cuanto que en Europa no puedo pedir ningn prstamo a oriente, sino que debo vivir por m mismo, de lo que dice mi interior o lo que la naturaleza me aporta. No subestimo por completo la importante figura del santn indio, pero no est a mi alcance valorarlo correcta- mente como un fenmeno aislado. As, por ejemplo, no s si la sabidura que l expresa es una manifestacin propia o un proverbio que circula por el pas desde hace mil aos. Recuerdo un suceso tpico en Ceiln. Dos campesinos conducan con sus bicicletas sus carros en direccin con- traria en una calle estrecha. En lugar de la esperada dispu- ta cada uno de ellos murmur palabrasde discreta cortesa que sonaban como adkan antman y significaba: Molestia pasajera, no hay alma (individual). Fue algo inusitado? Era tpicamente indio? Lo que me preocupaba principalmente en la India era la cuestin de la naturaleza psicolgica del mal. Me im- presionaba cmo es asimilado este problema por la vida espiritual india y adquir all una nueva concepcin de ella. Tambin en conversaciones con chinos instruidos me ha impresionado siempre que es enteramente posible asi- milar el denominado mal sin por ello perder la cara. No sucede as entre nosotros en occidente. Para el oriental el problema moral no parece figurar en primer lugar como entre nosotros. Lo bueno y lo malo estn contenidos lgicamente en la naturaleza y en el fondo slo son graduales diferencias a una misma cosa. Me impresion profundamente el ver que la espiritua- lidad india tiene tanto de bueno como de malo. El cristia- no aspira al bien y queda a merced del mal; el indio, por el contrario, se siente al margen del bien y del mal o busca alcanzar este estado mediante la meditacin o el yoga. Sin embargo, aqu surge mi objecin: en una actitud de este tipo ni el bien ni el mal tienen contorno propio y esto causa una cierta tranquilidad. No se cree del todo en el bien ni se cree del todo en el mal. A lo sumo representami 324 bien omi mal, lo que a m me parece bueno o malo. Se podra decir paradjicamente que la espiritualidad india est desprovista tanto del bien como del mal, o que se halla tan abrumada por los antagonismos que necesita del nirvana para conseguir la liberacin de lo contradictorio y de las diez mil cosas ms. El objetivo del indio no es la perfeccin moral, sino el estado de nirvana. Quiere liberarse de la naturaleza y, por consiguiente, quiere alcanzar en la meditacin el estado de indiferencia y de vaco. Yo, por el contrario, quiero perse- verar en la concepcin viva de la naturaleza y de las im-
genes psquicas. No deseo ni liberarme de los hombres, ni de m, ni de la naturaleza, pues todo ello constituye para m prodigios indescriptibles. La naturaleza, el alma y la vida se me muestran como la divinidad manifestndose. Qu otra cosa podra imaginarme? El supremo sentido del ser no puede consistir para m sino en quees y no en que no es o deja de ser. Para m no existe liberacin a tout prix. No puedo li- berarme de nada que no posea o no haya experimentado o realizado todava. La liberacin verdadera ser slo posible cuando haya hecho lo que poda hacer, cuando me haya dedicado completamente o tomado parte totalmente. Si prescindo de mi participacin, amputo en cierto sentido la parte correspondiente de mi alma. Puede naturalmente suceder que esta participacin me resulte demasiado difcil, y existan buenas razones por las cuales yo no pueda dedicarme plenamente. Pero entonces me siento forzado al reconocimiento del non possumus a admirar que quizs prescindo de algo esencial y no he llevado a cabo tarea alguna. Un conocimiento de este tipo sobre mi insuficiencia sustituye la carencia de hechos positivos. Un hombre que no haya pasado por el infierno de sus pasiones no las habr dominado todava. Las pasiones se encuentran entonces en la casa contigua y, sin que l lo ad- vierta, puede surgir una llama y pasar a su propia casa. En cuanto uno se abandona demasiado, se posterga o casi se 325 olvida, existe la posibilidad y el peligro de que lo abandonado o pospuesto vuelva con redoblada fuerza. En Konarak (Orissa) me encontr con unpandit que me acompa y me inform amablemente durante mi visita al templo y al gran templo ambulante. La pagoda se encuentra cubierta desde la base hasta la flecha por esculturas exquisitamente obscenas. Conversamos largamente sobre este hecho curioso que l me interpret como un medio de espiritualizacin. Yo objet, mostrndole un grupo de jvenes campesinos que miraban boquiabiertos aquella magnificencia, que esta gente joven apenas poda comprender la espiritualizacin y que por el contrario tena la cabeza llena de fantasas sexuales, a lo que l me res- pondi: Pero si de esto se trata precisamente. Cmo podran espiritualizarse si antes no cumplen con sukarma? Las imgenes supuestamente obscenas estn ah para re- cordar a la gente sudharma (ley), de lo contrario, podran olvidarla inconscientemente! Me pareci sumamente extrao que creyera que los jvenes pudieran olvidarse de su sexualidad como los ani- males fuera de la poca de celo. Pero mi interlocutor sostena con firmeza que eran inconscientes como los animales y realmente necesitaban que se les exhortase vivamente. Para este objetivo, antes de la entrada en el templo se les llamaba la atencin sobre sudharma por medio de esta decoracin externa, sin cuyo requisito no podran participar de la espiritualizacin. Cuando traspasamos la puerta del templo, mi acom- paante me seal a las dos tentadoras, las esculturas de dos danzarinas que sonrean al visitante arqueando seduc- toramente las caderas. Mire estas dos bailarinas, dijo, significan lo mismo. Naturalmente, esto rige para
gente como usted y yo, pues hemos alcanzado ya una superior consciencia de esas cuestiones. Pero para estos jvenes campesinos representa una enseanza y advertencia im- prescindibles. Cuando abandonamos el templo y pasebamos por 326 una avenida, dijo de pronto: Ve usted estas piedras? Sabe qu significan? Voy a revelarle un gran secreto. Qued asombrado, pues crea que la naturaleza flica de aquellos dos monumentos hasta un nio poda reconocerla. Pero me susurr al odo muy seriamente: These stones are man's private parts. Yo esperaba que iba a decirme que significaban el gran Dios Shiva. Le mir como alelado, pero l asinti con gravedad, como si quisiera decir: S, as es. No te lo hubieras imaginado en tu ignorancia europea. Cuando cont esta historia a Zimmer, exclam fascinado: Por fin oigo algo autntico de la India!5 Lasstupas de Sanchi me resultan inolvidables. Me impresionaron con insospechada fuerza y me causaron una emocin que acostumbra a presentrseme siempre que diviso una cosa o persona, o una idea cuyo significado me es todava desconocido. Las stupas se alzan sobre una colina rocosa a la cual se asciende por un agradable camino de baldosas atravesando un verde prado. Son tmulos o bien relicarios de forma semiesfrica, propiamente dos cascaras de arroz colocadas una encima de la otra (cncavo sobre cncavo), segn el precepto de Buda en Maha-Parinibba-na-Sutta. Han sido reconstruidas piadosamente por los ingleses. El mayor de estos edificios est rodeado por un muro con cuatro primorosas puertas. Cuando se penetra en su interior, el camino va hacia la izquierda, realizando una circunvalacin en el sentido de las manecillas del reloj. En los cuatro puntos cardinales se alzan estatuas de Buda. Si se completa una circunvalacin se penetra en un segundo camino circular, situado ms alto, que sigue el mismo recorrido. El amplio panorama de la llanura, lastupa misma, las ruinas del templo y el singular silencio del lugar sagrado constituyen un conjunto indescriptible que me sobrecogi y me conmovi. Nunca anteriormente me haba sentido tan fascinado por un lugar semejante. 5. Sobre Heinrich Zimmer, cfr. Apndice, p. 444 y s. 327 Me separ de mis compaeros de viaje y qued sumido en una atmsfera subyugadora. Entonces o en la lejana un sonido de gong que iba aproximndose rtmicamente. Era un grupo de peregrinos japoneses que, uno tras otro, marchaban haciendo sonar un pequeo gong. Con ello subrayaban rtmicamente la primitiva oracin: Om mani padme hum, y el golpe de gong coincida con el hum. Se inclinaban pro- fundamente ante lastupa y entraban luego por la puerta. All hacan otra reverencia ante la estatua de Buda y ento- naban un canto coral. Luego realizaron la doble circunva- lacin, entonando un himno ante cada estatua de Buda. Mientras mis
ojos les contemplaban, mi espritu y mi alma se iban con ellos y algo en m les agradeca silenciosamente que me hubieran ayudado tan acertadamente en mi inarticulacin. Mi estado emotivo me indicaba que la colina de San- chi representaba algo central para m. Era el budismo que all se me apareca en una nueva realidad. Comprend que la vida de Buda representaba la realidad de la persona, que ha impregnado su vida personal y la ha reclamado para s. Para Buda la persona est por encima de todos los dioses y representa la esencia de la existencia humana y del mundo en general. Como un unus mundas comprenda tanto el aspecto del ser en s, como tambin el de su ser conocido, sin lo cual el mundo no existe. Buda vio y comprendi la categora cosmognica de la consciencia humana; por ello vio claramente que cuando a uno le es posible extinguir la luz de la consciencia, el mundo se sume en la nada. El mrito imperecedero de Schopenhauer consisti en haber reconocido esto. Tambin Cristo es como Buda una encarnacin del individuo, pero en otro sentido totalmente distinto. Ambos son vencedores del mundo: Buda es, por as decir- lo, la comprensin racional, Cristo se convierte en vctima del destino. Enel cristianismo se padece ms, en el budis- mo se ve y se hace. Ambos son correctos, pero en el senti328 do indio Buda es el hombre ms perfecto. Es una perso- nalidad histrica y por ello ms fcilmente comprensible para los hombres. Cristo es hombre histrico y Dios y por ello ms difcilmente concebible. En el fondo, tampoco l se comprendi a s mismo; slo saba que deba sacrificar- se tal como le fue ordenado desde su interior. Su sacrificio le fue impuesto como un destino. Buda actuaba por con- viccin. Vivi su vida y muri anciano. Cristo probable- mente slo actu muy poco tiempo como tal.6 Posteriormente sucedi lo mismo en el budismo que en el cristianismo: Buda se convirti enimago del devenir mismo, que se toma por modelo, mientras que l mismo anunci que mediante la superacin de la cadena Nidna cada hombre en particular puede llegar a ser el iluminado, el Buda. De modo parecido sucede con el cristianismo: Cristo es el prototipo que en todo cristiano vive como personalidad total. La evolucin histrica condujo, sin embargo, a la imitatio Christi, en la que el individuo no sigue su propio y fatal camino hacia la totalidad, sino que busca imitar el camino que Cristo sigui. Del mismo modo, en oriente se lleg a una imitacin de Buda. Se convirti en imitado prototipo y de este modo la debilidad de su pensamiento se manifest, del mismo modo que en la imitatio Christi la funesta inactividad es presupuesta en la evolucin de la idea cristiana. Al igual que Buda por su comprensin misma es superior a los dioses Brahma, as Cristo grita a los judos: Vosotros sois dioses (San Juan, 10, 34) y no fue escuchado a causa de la incompetencia de los hombres. Y por ello el mundo occi6. En posteriores observaciones, Jung confront Buda y Cristo en su ac- titud frente al sufrimiento. Cristo reconoce en el sufrimiento un valor positivo, y como vctima es ms humano y real que Buda. Buda se opuso al sufrimiento, pero con ello tambin a la alegra. Estaba al margen de las emociones y sen- timientos y por ello no fue realmente humano. En los evangelios, Cristo es
descrito de tal modo que no puede comprenderse ms que como hombre-Dios, a pesar de que en realidad nunca dej de ser hombre, mientras que Buda, ya en vida, se elev por encima del ser humano. A. J. 329 dental, llamado cristiano, se acerca a pasos de gigante a la posibilidad de destruir un mundo, en lugar de crear uno nuevo.7 La India me honr con tres diplomas de doctor: en Allahabad, Benars y Calcuta. El primero representa el is- lam, el segundo el hindusmo y el tercero la medicina y ciencia anglo-india. Esto fue demasiado y necesitaba un descanso. Una estancia de diez das en un hospital me lo proporcion, al enfermar en Calcuta de disentera. De este modo, apareci para m en el infinito mar de las impre- siones una isla de salvacin y recuper el suelo bajo mis pies, es decir, un lugar desde el cual poda contemplar las diez mil cosas y su vorgine abrumadora, las alturas y profundidades, la magnificencia de la India y su inexpresable miseria, su belleza y su tenebrosidad. Cuando, ya completamente restablecido regres al ho- tel, tuve un sueo que fue tan caracterstico que deseo contarlo: Me encontr en una isla desconocida con un grupo de amigos y conocidos de Zurich, que probablemente se en- contraba en las cercanas de la costa del sur de Inglaterra. Era pequea y casi deshabitada. Era estrecha y se extenda de norte a sur en unos 30 km. En la parte sur se alzaba un castillo medieval sobre la costa rocosa, en cuyo patio est- bamos nosotros, como grupo de turistas. Ante nosotros se levantaba un imponente torren a travs de cuya puerta poda verse una amplia escalera de piedra. Tal como poda verse, conduca a una sala de pilastras que estaba dbil- mente iluminada por candelabros. Se deca ser el castillo del Grial y hoy por la noche se festejara el Grial. Esta informacin pareca ser de carcter secreto, pues un pro- fesor alemn que se hallaba entre nosotros y que se pare7. Acerca del problema de laimitatio, cfr. Einieitung in die religions-psychologische Problematik der Alchemie (Introduccin a la problemtica religiosopsicolgica de la alquimia), en Psychologie und Alchemie, 1952 (2.a edicin). 330 ca extraordinariamente al viejo Mommsen, no saba nada de ello. Convers con l vivamente y qued impresionado por su sabidura y brillante inteligencia. Slo una cosa me molestaba: hablaba incesantemente de un pasado muerto y disertaba muy convencido sobre la relacin de las fuentes britnicas con las francesas en la historia del Grial. Evi- dentemente desconoca el sentido de la leyenda, ni conoca su viva actualidad, mientras que yo estaba profundamente impresionado por ambas cosas. Tambin pareca no percibir el autntico ambiente inmediato, pues se comportaba
como si hablase en un aula ante sus estudiantes. Intilmente intent llamarle la atencin sobre lo singular de la situacin. No vea las escaleras ni el solemne resplandor de la sala. Mira mi alrededor algo desanimado y descubr que estaba frente a la muralla de un elevado castillo, cuya parte inferior estaba cubierta como por una parra. Sin embargo no era, como de costumbre, de madera, sino de hierro negro que estaba diseado primorosamente como una vid, con hojas, sarmiento y racimos. En las ramas horizontales haba, a una distancia de dos metros cada una, unas casitas pequeas, tambin de hierro, como incubadoras. De pronto percib un movimiento entre el follaje; primero pareci que se trataba de un ratn, pero luego vi claramente un pequeo encapuchado de hierro, uncucu-llatus, que se deslizaba de una casa a otra. Mire, le grit al asombrado profesor, ya lo ve.... En este instante se produjo un hiato, y el sueo vari. Estbamos los mismos de antes, pero sin el profesor fuera del castillo en una regin rocosa desrtica. Saba que deba suceder algo, pues el Grial no estaba todava en el castillo y deba ser festejado aquella misma noche. Se deca que estaba en la parte norte de la isla, oculto en una pequea casa deshabitada, la nica que all se hallaba. Yo saba que era nuestra misin ir a buscar all al Grial. Fuimos unos seis los que marchamos hacia el norte. Despus de varias horas de agotadora marcha alcanza331 mos la parte ms estrecha de la isla y descubr que estaba partida en dos mitades por un brazo de mar. En la parte ms estrecha la anchura del agua llegaba a casi cien metros. El sol se haba puesto y la noche comenzaba. Cansados, nos echamos al suelo. El lugar estaba despoblado y desierto. Ningn rbol, ningn arbusto, slo hierba y rocas. No se vea un puente ni un barco a la redonda. Haca mucho fro y mis compaeros se durmieron uno tras otro. Yo meditaba qu podamos hacer y llegu a la conclusin de que deba nadar solo a travs del canal e ir a buscar el Grial. Me haba sacado ya la ropa, cuando despert. Este sueo europeo surgi cuando apenas me haba dedicado a poner en orden la abrumadora diversidad de las impresiones indias. Ya unos diez aos antes haba podido comprobar que en Inglaterra en muchos lugares no ha terminado todava el sueo del Grial, pese a la amplia divulgacin de sus leyendas y poemas. Este hecho me im- presion tanto ms cuanto que me di cuenta de la coinci- dencia del mito potico con las expresiones de la alquimia sobre el unum Vas, la Una Medicina y el Unus La- pis. Mitos que el da olvid se volvan a contar por la noche y poderosas figuras que la consciencia tildaba de triviales y haba reducido a pequeneces ridiculas son de nuevo rememoradas y supuestamente reavivadas por los poetas; por ello pueden reconocerse en una forma transformada en la meditacin. Los grandes desaparecidos no han muerto como imaginamos, sino que simplemente han cambiado de nombre. El Pequeo en la talla y sin embargo grande en poder proporciona al embozado cabir una nueva casa.
El sueo ahuyentaba con mano dura las tan intensas impresiones indias de cada da y me trasladaba al tanto tiempo deseado occidente que se haba expresado tanto en la Gesta del Santo Grial como en la bsqueda de la piedra filosofal. Me sent arrancado al mundo de la India y se me recordaba que la India no era mi misin, sino slo un trecho de mi camino aunque importante que de332 ba acercarme a mi objetivo. Era como si el sueno me pre- guntara: Qu haces t en la India? Es mejor que busques para tus semejantes la copa sagrada, elsalvator mundi, del que estis necesitados urgentemente. Estis a punto de arruinar todo cuanto ha sido construido a travs de los siglos. Ceiln, cuyas impresiones son las ltimas que me lle- v de mi viaje, ya no es la India, es ya el ocano Pacfico y tiene algo del paraso en el que no es posible permanecer demasiado tiempo. Colombo, un puerto internacional- mente frecuentado, donde por la noche, entre las cinco y las seis, caen torrentes de agua del cielo despejado, lo de- jamos pronto detrs nuestro, para llegar al pas de las co- linas del interior. All est Kandy, la vieja ciudad de los reyes, envuelta en una fina niebla, que con humedad clido-fra favorece el crecimiento de una exuberante vegetacin. El templo Dalado Maligava que guarda la reliquia del diente sagrado (de Buda) es ciertamente pequeo, pero posee un encanto especial. Estuve mucho tiempo en la biblioteca conversando con los monjes y contempl los textos del Canon inscritos en folios de plata. All asist a una ceremonia nocturna inolvidable. Mu- chachos y muchachas vertan ante el altar montaas de flores de jazmn despezonadas y cantaban en voz baja una oracin. Un mantra, para s. Yo pensaba que oraban a Buda, pero el monje que me acompaaba me explic: No, Buda ya no existe; est en el nirvana, no se le puede orar. Cantan: Pasajera como la belleza de estas flores es la vida. Quiera mi Dios compartir conmigo el merecimiento por esta ofrenda.8 Que los jvenes canten es algo autnti- camente indio. La ceremonia se inici por un concierto de tambores que dur una hora en el Mandapam o donde en el templo indio se llama sala de espera. De los cinco tamborileros, 8. Aqu se emple para designar a Dios la palabra snscrita deva = ngel custodio. 333 cuatro se colocaron en las esquinas de sala cuadrada y el quinto un hermoso joven se situ en el centro. Era el solista; un verdadero artista en su especialidad. Con el tor- so desnudo, de brillante tez morena, una faja roja, blanca
shoka (una camisa larga hasta los pies) y un turbante blanco, cubiertos los brazos con brazaletes refulgentes, se co- loc con sus dos tambores frente a Buda para ofrecer el sonido. All toc solo una meloda maravillosa de consu- mado arte, moviendo a la vez graciosamente el cuerpo y las manos. Yo le vea por detrs; estaba ante la entrada al Mandapam, flanqueada de pequeas lmparas de aceite. El tambor habla en el lenguaje primitivo al vientre o plexus solaris; ste no ruega, sino que produce el mantra meritorio o la exteriorizacin meditativa. No se trata, pues, de una veneracin a un Buda ausente, sino de uno de los muchos actos de autorredencin del hombre al despertar. Hacia principios de primavera emprend el viaje de regreso a mi pas, tan abrumado por las impresiones que no desembarqu en Bombay, sino que me engolf en mis textos alqumicos. La India, sin embargo, no pas ante m sin dejar huellas, por el contrario, me dej huellas que me llevaron de una infinitud a otra. RVENA Y ROMA Ya la primera vez que estuve en Rvena (1913) me impresion profundamente el monumento funerariode Gala Placidia, me pareci importante y me fascin de modo extraordinario. En mi segunda visita, unos veinte aos despus, me sucedi exactamente igual. Nuevamente ante el monumento me sent embargado por una emocin especial. Estuve all con un conocido y de all fuimos al baptisterio de lo ortodoxos. Lo que aqu me llam la atencin particularmente fue una tenue luz azul que inundaba la sala sin que, sin em- bargo, me asombrara por ello. No me preocup de dnde 334 proceda ni me extra en absoluto el que faltara la fuente de luz. Con asombro vi que all donde recordaba las ventanas haba cuatro grandes frescos de mosaicos de insuperable belleza que, as me pareci, haba olvidado. Me enoj no poder confiar completamente en mi memoria. El cuadro del ala sur representaba el bautismo en el Jordn; el del ala norte, el paso de los hijos de Israel a travs del mar Rojo, el tercero en la parte oriental lo olvid pronto. Quizas mostraba el bao que limpi a Naamn de su lepra en el Jordn. En la antigua Biblia de la Edicin Merian que hay en mi biblioteca se encuentra una ilustracin muy parecida de este milagro. Lo ms impresionante era el cuarto mosaico, en el ala occidental del baptisterio, que fue el ltimo que miramos. Representaba a Cristo alargando la mano a Pedro cuando ste se hunda. Ante este mosaico nos detuvimos por lo menos veinte minutos y discutimos acerca del rito primitivo del bautismo, especialmente sobre la maravillosa concepcin del bautismo como iniciacin que estaba vinculada a un verdadero peligro de muerte. Las iniciaciones de este tipo comportaban fre- cuentemente un peligro para la vida, con lo que se expresaba la idea arquetpica de la muerte y la resurreccin. As pues, el bautismo originariamente constitua una verdadera inmersin que por lo menos aluda al peligro de morir ahogado.
Del mosaico que representaba a Pedro hundindose en las aguas conserv el ms claro recuerdo y todava hoy lo veo con todo detalle ante m: los tonos azules del mar, las piedras del mosaico, las franjas con inscripciones que salan de las bocas de Cristo y de Pedro y que intent descifrar. Despus de abandonar el baptisterio fui inmediatamente a Alinari para comprar fotografas del mosaico, pero no encontr ninguna. Dado que el tiempo apremiaba se trataba de una breve visita, dej para ms tarde el comprarlas; pens que desde Zurich podra encargarlas. Cuando estuve de nuevo en casa rogu a un conocido que pronto hara un viaje a Rvena, que me procurase las 335 fotografas. Naturalmente no pudo conseguirlas, pues comprob que los mosaicos que le describ no existan! Mientras tanto di un seminario en el que habl acerca de la concepcin primitiva del bautismo como iniciacin y en tal ocasin mencion los mosaicos que haba visto en el baptisterio de los ortodoxos.9 An hoy recuerdo los de- talles con toda claridad. Mi acompaante no pudo creer durante mucho tiempo que lo que ella vio con sus pro- pios ojos no existiera. Naturalmente, es muy difcil comprobar si y hasta qu punto dos personas ven lo mismo al mismo tiempo. Pero en este caso puedo asegurar suficientemente que nosotros dos, siquiera en los rasgos principales, vimos lo mismo. Este acontecimiento que nos ocurri en Rvena es algo de lo ms extrao que me haya sucedido. Apenas se puede explicar. Una cierta luz quizs proviene de un suce- so de la historia de la emperatriz Gala Placidia (muerta en el 450). En una borrascosa travesa de Bizancio a Rvena, en pleno invierno, hizo ella la promesa de edificar una iglesia y hacer describir los peligros del mar si se salvaba. Cumpli su promesa con la construccin de la baslica de San Giovanni en Rvena, que hizo decorar con mosaicos. A principios de la Edad Media San Giovanni con sus mo- saicos qued destruido por un incendio, pero en la Am- brosiana de Miln se encuentran todava los esbozos que muestran a Gala Placidia en una embarcacin. Me impresion inmediatamente la figura de Gala Pla- cidia y me preocupaba la cuestin de qu debi significar para esta mujer muy instruida y de notable cultura la vida entre los prncipes brbaros. Su monumento me pareci como el ltimo resto por el cual poda captarla personalmente. Su destino y su condicin me afectaron profunda- mente y en su existencia mi nima encontr una expresin histrica adecuada. Con esta proyeccin se alcanzaba 9. Seminario sobre tantra-yoga, 1932. 336
aquel elemento eterno del inconsciente y de aquella at- msfera en que poda tener lugar el milagro de la visin. En el instante de producirse no se diferenci en lo ms mnimo de la realidad.10 El nima del hombre tiene un carcter eminentemente histrico. Como personificacin del inconsciente est impregnada de historia y prehistoria. Incluye el contenido del pasado y sustituye en el hombre lo que ste debera sa- ber de su prehistoria. Todo lo que es vida que existi y que est viva todava en l, es el nima. En relacin con ella me he sentido siempre como un brbaro, que propiamente no ha tenido historia: como alguien justamente salido de la nada, sin antecedente, sin subsecuente. De hecho, en el anlisis del nima me encontr con peligros que vi representados en el mosaico. Por poco no muero ahogado. Me sucedi como a Pedro, que grit pi- diendo socorro y fue salvado por Jess. Me hubiera podi- do suceder como con el ejrcito de Faran. Como Pedro y como Naamn regres salvo y sano y la integracin de los contenidos inconscientes contribuy en lo esencial para completar mi personalidad. Lo que le sucede a uno cuando se integran a la cons- ciencia contenidos anteriormente inconscientes, apenas puede describirse con palabras. Slo se puede experimentar. Se trata de una cuestin indiscutiblemente subjetiva: me imagino de un cierto modo y manera, y ello es para m un hecho del cual no es posible ni razonable dudar; lo mismo que imagino a los dems de un cierto modo y manera que no puede ponerse en duda. Que nosotros sepamos, no existe ningn trmite que sea capaz de conciliar las probables discrepancias de las impresiones y opiniones. Si ha tenido lugar y qu clase de transformacin por la integracin, es y 10. Jung explicaba la visin no como un fenmeno sincrnico, sino como una nueva creacin momentnea del inconsciente, en relacin con la idea arquetpica de la iniciacin. La causa prxima de la objetivacin se en- cuentra en la relacin del nima con Gala Placidia y la emocin suscitada por ella. A. J. 337 sigue siendo un convencimiento subjetivo. A pesar de que no representa ningn dato cientfico suficientemente calificado y por ello podra sin ms no encajar en una imagen oficial del mundo, constituye, sin embargo, un hecho prctico muy importante y rico en consecuencias, que en todo caso es raro que sea pasado por alto por los psicotera-peutas y por los psiclogos interesados en la teraputica. La experiencia en el baptisterio de Rvena me dej una profunda impresin. Desde entonces s que algo inte- rior puede parecer algo exterior, como tambin lo inverso. Los verdaderos muros del baptisterio que deban ver mis ojos fsicos estaban recubiertos y transformados por una visin que fue tan real como la invariable pila bautismal. Qu fue real en aquel instante? Mi caso no es en absoluto nico en su tipo, pero cuando a alguien le sucede algo semejante no podr me- nos que tomrselo ms en serio que cuando lo oye contar a otro. En general, ante
descripciones de este tipo inme- diatamente se encuentran a mano toda clase de explica- ciones. En todo caso, he llegado a la conclusin de que respecto al inconsciente nos falta mucho todava por experimentar antes de que podamos establecer teoras. He viajado mucho en mi vida y hubiera ido a Roma con agrado, pero no me senta todava a la altura de la im- presin de esta ciudad. Ya Pompeya result demasiado, las impresiones casi sobrepasan mi capacidad de captacin. Pude visitar Pompeya cuando asimil ciertas ideas de la psicologa de los antiguos a travs de mis estudio realizados desde 1910 hasta 1912. En 1912 fui de Genova a aples en barco. Me encontraba en la borda del barco cuando recorrimos la costa en la latitud de Roma. All a lo lejos estaba Roma! All se encontraba el foco todava ardiente y humeante de viejas culturas, enraizado en la Edad Media cristiana y occidental. All estaba todava viva la antigedad en toda su magnificencia e iniquidad. 338 Me asombr siempre de los hombres que viajan a Roma como si fueran, por ejemplo, a Pars o a Londres. Ciertamente se puede gozar estticamente tanto de una ciudad como de otra, pero cuando se siente uno afectado por el espritu que ha imperado aqu por todas partes, uno queda impresionado en lo ms ntimo cuando se contempla aqu el resto de una murallay all una columna, mirarme con rostro inmediatamente reconocible, entonces es otra cosa. Ya en Pompeya supe de cosas indescriptibles y se me plantearon preguntas para las cuales mis capacidades no estaban a su altura. Cuando en 1949, ya a avanzada edad, quise recuperar lo perdido, sufr un desmayo al comprar los billetes. Despus de esto el plan de realizar un viaje a Roma qued de una vez para siempre ad acta. 339 VISIONES A comienzos del ao 1944 me fractur el pie y a ello sigui un infarto cardaco. En estado de inconsciencia experiment delirios y visiones que debieron comenzar cuando estaba expuesto a un inminente peligro de morir y me daban oxgeno y alcanfor. Las imgenes eran tan sobrecogedoras que yo mismo conclu que estaba cerca de la muerte. Mi enfermera me dijo ms tarde: Estaba usted como rodeado por un claro resplandor! ste era un fen- meno que ella haba observado algunas veces en los mo- ribundos. Estaba en el lmite ms extremo y no s si me encontraba en un sueo o en un xtasis. En todo caso, co- menzaron a sucederse ante m cosas sumamente impresio- nantes. Me pareci como si me encontrase all arriba en el es- pacio. Lejos de m vea la esfera de la tierra sumergida en una luz azul intensa. Vea el mar azul profundo y los con- tinentes. Bajo mis pies, a lo lejos, estaba Ceiln y ante m estaba el subcontinente de la India. Mi campo de visin no abarcaba toda la tierra, sin embargo, su forma esfrica era claramente visible, y sus contornos brillaban plateados a travs de la maravillosa luz azul. En diversos lugares la esfera terrquea pareca
coloreada o manchada de verde oscuro como la plata oxidada. A la izquierda, en la lejana, haba una amplia extensin: el desierto amarillo-rojizo de Arabia. Era como si all la plata de la tierra hubiera adoptado una tonalidad amarillo-rojiza. Luego estaba el 340 mar Rojo, y muy a lo lejos, tambin a la izquierda y arri- ba, poda divisar todava un cabo del Mediterrneo. Mi mirada se diriga precisamente all. Todo lo dems apare- ca borroso nada ms. Tambin vea las montaas nevadas del Himalaya, pero all estaba nublado o envuelto en va- por. Hacia la derecha no mir. Saba que estaba a punto de abandonar la tierra. Posteriormente me inform a qu altura deba encon- trarme para poder alcanzar una visin de tal extensin. Aproximadamente a unos 1.500 kilmetros! La contem- placin de la Tierra desde tal altura es lo ms grandioso y ms fascinante que he experimentado. Despus de un rato de contemplar el panorama me volv. Me situ, por as decirlo, de espaldas al ocano ndico, con la cara hacia el norte. Entonces me pareci como si me volviese hacia el sur. Algo nuevo apareci ante mi vista. A escasa distancia divis en el espacio una enorme masa de piedra oscura, como un meteorito, aproximadamente del tamao de mi casa, quizs mayor todava. La piedra en el universo flotaba y yo mismo flotaba en el universo. He visto piedras parecidas en la costa del golfo de Bengala. Son bloques de granito marrn oscuro en los cuales algunas veces se esculpan templos. Un bloque enorme oscuro de este tipo era mi piedra. Un acceso con- duca a un pequeo vestbulo. A la derecha, sobre un ban- co de piedra, estaba sentado un indio negro en trono de loto. Llevaba vestiduras blancas y se encontraba en un es- tado de impasividad total. As me esperaba a m: silencio- so. Dos peldaos conducan a este vestbulo en cuya parte interior izquierda se encontraba la puerta del templo. In- numerables cavidades como pequeos nichos, llenos de aceite de coco y mechas ardientes, rodeaban la puerta con una corona de pequeas llamas. Tambin esto lo vi una vez en la realidad. Cuando visit en Kandy (Ceiln) el templo del diente sagrado, varias filas de lmparas de aceite ardiendo flanqueaban as la puerta. 341 Cuando me acerqu a los peldaos de la entrada en la roca me sucedi algo extrao: tuve la sensacin de que todo aquello desaparecera borrado por m. Todo cuanto pensaba, deseaba o crea, toda la fantasmagora de existencia terrena me abandon o me fue arrebatada: un proceso extraordinariamente doloroso. Pero algo qued; pues era como si todo lo que haba vivido o realizado, todo cuanto haba sucedido a mi alrededor, lo tuviese ahora conmigo. Podra tambin decir: estaba en m, y yo era esto. Por as decirlo, yo me compona de esto. Me compona de mis historias y tena la sensacin plena de ser ahora Yo. Yo soy este haz de lo realizado y lo pasado. Esta vivencia me dio la sensacin de la ms extrema miseria, pero tambin a la vez de la mayor satisfaccin. No exista ya nada que yo pretendiese o desease, sino que permaneca, por as decirlo, objetivo: era esto lo que haba vivido. Es verdad que primero predomin la sensacin de la
aniquilacin, de ser arrebatado o de ser despojado, pero repentinamente tambin esto pas. Todo pareca expirado, quedaba un fait accompli, sin relacin alguna con lo antiguo. Ya no haba que lamentar que algo hubiera desaparecido o caducado. Por el contrario: tena todo lo que yo era y no tena ms que esto. Todava me preocupaba otra cosa: tena la certeza, mientras me acercaba al templo, de que entraba en una sala iluminada y encontrara all a todos aquellos hombres con los que tuve relacin en la realidad. All comprendera por fin tambin esto era evidente a qu filiacin histrica pertenecan yo o mi vida. Sabra lo que haba sido antes de m, por qu exist y adonde me conducira mi vida en lo sucesivo. Mi vida transcurrida me pareca a menudo una historia que no tena ni principio ni fin. Tena la sensacin de ser un precedente y subsecuente. Mi vida me pareca como recortada con las tijeras de una larga cadena y muchas cuestiones haban quedado sin respuesta. Por qu transcurri as? Por qu he aportado tales hiptesis? Qu he hecho con ello? Qu resultar de todo ello? A 342 todo esto estaba seguro de ello hallara all respuesta. All sabra por qu todo haba sido as y no de otro modo. Me encontrara con hombres que saban la respuesta a mis preguntas sobre el pasado y el porvenir. Mientras meditaba todava sobre estas cosas sucedi algo que me llam la atencin: de abajo, de Europa, se elev una imagen. Era mi mdico, o mejor dicho su retrato, aureolado por una cadena de oro o de una corona de laurel dorada. Supe en seguida: Ah!, ste es mi mdico, el que me ha tratado. Pero entonces adquiri una forma* primitiva, unbasileus de Kos.1 En vida fue un avatar de este Basileus, la encarnacin temporal de la forma primitiva, que ha existido desde siempre. Ahora adoptaba su forma primitiva. Posiblemente tambin yo estaba en mi forma primiti- va. En realidad no lo percib, slo imagino que as debi ser. Despus de llegar ante m como una imagen surgida de las profundidades, tuvo lugar entre nosotros una muda transmisin de pensamientos. Pues mi mdico haba sido delegado por la Tierra para traerme un mensaje: se pro- testaba en contra de que estuviera a punto de marcharme. No deba abandonar la Tierra y deba regresar. En el ins- tante en que me enter de esto desapareci la visin. Me senta profundamente desilusionado; pues ahora todo pareca haber sido en vano. El doloroso proceso de exfoliacin haba sido intil y no me estaba permitido ir al templo ni ver a los hombres a los que yo perteneca. En realidad transcurrieron todava tres semanas hasta que pude decidirme a volver a vivir. No poda comer porque senta undgout por todas las comidas. El pano- rama de la ciudad y montaas, que se divisaba desde mi cama de enfermo, se me antojaba como una cortina pin- tada con negros agujeritos, o como una hoja de peridico * Cfr. Glosario,
1.Basileus = rey. Kos fue famosa en la antigedad por el templo de Esculapio y fue el lugar de nacimiento del mdico Hipcrates (siglo a.J.C). 343 agujereada con fotografas que no me decan nada. Desi- lusionado, pensaba: Ahora debo volver a insertarme en el sistema de los "cajoncitos"! Pues pareca como si tras el horizonte del cosmos se hubiera construido artificialmente un mundo tridimensional, en el cual cada hombre se encontrara por separado en un cajoncito. Y ahora tendra que volver a imaginarme que esto vala la pena! La vida y el mundo entero parecan una crcel y me indign mucho al pensar que volvera a encontrarlo bien. Haba estado tan contento de que finalmente hubiera terminado todo esto, y ahora todo volva a ser como si yo al igual que los dems estuviera en una cajita colgando de unos hilos. Cuando estaba en el espacio, yo era ingrvido y nada me atraa. Y ahora esto deba terminar otra vez! Sent antipata por mi mdico porque me haba vuelto a la vida. Por otra parte, estaba preocupado por l: Pero si est en peligro, por el amor de Dios! Se me ha aparecido en su forma primitiva! Y cuando alguien ha alcanzado esta forma ello quiere decir que debe morir. Luego pertenece ya a la sociedad de "sus hombres". De pronto me vino a la mente la terrible idea de que l debe morir: en lugar mo. Me esforc al mximo en hablarle de esto, pero no me comprendi. Por qu se comporta siempre como si no supiera que es unbasileus de Kos? Y que ha adquirido ya su forma primitiva? Querr hacerme creer que no lo sabe! Esto me enoj. Mi mujer me recriminaba que fuera tan descorts con l. Tena razn; pero me molest mucho que no quisiera hablar de todas estas cosas que yo haba experimentado en mi visin sobre l. Dios mo!, se lo repito, debe tener cuidado, no puede ser tan confiado. Quisiera hablar con l sobre el particular, para que haga algo para s; tena la firme conviccin de que estaba amenazado por habrmelo mostrado en su forma primitiva. De hecho, fui su ltimo paciente. El 4 de abril de 1944 todava recuerdo con toda la exactitud la fecha se me permiti sentarme por vez primera en el borde de la cama 344 y en este mismo da l se puso en cama y ya no se levant. En su da supe que tuvo un acceso febril. Poco despus muri de septicemia. Fue un buen mdico y tena algo ge- nial. De lo contrario, no se me hubiera aparecido como prncipe de Kos. Aquella semana viv a un ritmo extrao. De da estaba casi siempre deprimido. Me senta desvalido y dbil, apenas tena nimo para moverme. Muy afligido pensaba: ahora debo volver a penetrar en este lgubre mundo. Por la tarde me dorma y mi sueo duraba hasta medianoche aproximadamente. Luego volva en m y permaneca des- pierto quizs una hora, pero en un estado totalmente dis- tinto. Me encontraba como en xtasis o en un estado de mxima felicidad. Me senta como si flotase en el espacio, como si estuviese oculto en el seno del universo en un
vaco inmenso, pero desbordante de una sensacin de m- xima felicidad. Esto es la eterna bienaventuranza, no hay modo de describirlo, es demasiado maravillosa!, pensaba. Tambin el ambiente pareca embrujado. A aquella hora de la noche la enfermera me traa la comida, pues slo entonces poda tomar algo y coma con apetito. Por algn tiempo me pareci ser una anciana juda, mucho ms vieja de lo que era en realidad y como si me trajera comidas rituales, preparadas segn el rito judo. Cuando la miraba era como si tuviera un halo azul alrededor de su cabeza. Yo mismo me encontraba as me lo pareca en el Pardes rimmonim, en el jardn de las granadas y tena lugar la boda de Tiferet con Malkut.2 O yo era como el rab Simn ben Jochai, cuyas bodas se celebraban entonces. Se trataba de las bodas msticas, tal como se representan en la tradicin cabalstica. No puedo decirles a ustedes 2. Pardes rimmonim es el ttulo de un tratado cabalstico de Mose Cordovero del siglo XVI. Malkut y Tiferet son, segn la concepcin cabalstica, dos de las diez esferas de las manifestaciones divinas, en las que Dios sale de su retiro. Representan un principio femenino y masculino dentro de la divini- dad. A. I. 345 lo maravilloso que esto era. Slo poda pensar incesante- mente: ste es el jardn de las granadas! Ahora son las bodas entre Malkut y Tiferet. No s exactamente qu pa- pel desempeaba yo all. En el fondo se trataba de m mis- mo: yo era las bodas. Y mi bienaventuranza era una boda bienaventurada. Paulatinamente la vivencia del jardn de las granadas fue desvanecindose y se transform. Sigui la fiesta pascual en Jerusaln, que estaba solemnemente adornado. No soy capaz de describirlo en detalles. Eran estados de bienaventuranza indescriptibles. Haba ngeles y luz. Yo mismo era la fiesta pascual. Tambin esto desapareci y se me present una nueva representacin, la ltima visin. Ascenda por un amplio valle hasta la cumbre, al borde de una apacible cordillera. El final del valle formaba un anfiteatro antiguo. Se vea extraordinariamente bello en medio del verde paisaje. Y all, en el teatro, tena lugar elhierosgamos* Bailarines y bailarinas entraron en el escenario y, en un lugar adornado con flores, ejecutaron el hierosgamos para Zeus, el padre del universo, y Hera, como se describe en laIlada. Todas estas vivencias eran maravillosas, y me sumer- ga noche tras noche en la ms pura bienaventuranza, es- coltado por las imgenes de toda criatura. Paulatinamen- te los motivos se confundieron y palidecieron cada vez ms. Casi siempre las visiones duraban aproximadamente una hora; luego volva a dormirme y ya cerca del amane- cer volva a sentir: Ahora vuelve la lgubre maana! Ahora vuelve el lgubre mundo con sus sistemas de cel- das! Qu estupidez, qu horrible disparate! Pues las vi- vencias internas eran tan fantsticas que en comparacin con ellas este mundo pareca francamente ridculo. En la medida en que me acercaba de nuevo a la vida, apenas tres semanas despus de la primera visin, cesaron los estados visionarios.
* Cfr. Glosario. 346 No es posible hacerse una idea de la belleza e intensi- dad del sentimiento que experimentaba durante las visio- nes. Fueron lo ms inmenso que he experimentado en mi vida. Y luego este contraste con el da! Entonces me sen- ta atormentado y con los nervios enteramente destrozados. Todo me irritaba. Todo era demasiado material, de- masiado grosero y demasiado torpe, limitado espacial y espiritualmente, ceido artificialmente a irreconocibles fi- nes, y sin embargo posea algo as como una fuerza hip- ntica que haca creer en ellos, como si se tratara de la misma realidad, mientras que se poda reconocer fcil- mente su vanidad. En principio, desde entonces, pese a la fe revalorizada en el mundo, nunca ms me he librado completamente de la impresin de que la vida es un fragmento de existencia que se desenvuelve en un sistema adecuado de magnitud tridimensional. Me acuerdo todava exactamente de algo. Al principio de la visin del jardn de las granadas le rogu a la herma- na, que me disculpase si es que iba a ofenderse; en la ha- bitacin reinaba una gran beatitud. Ello era peligroso y poda herirla. Naturalmente no me comprendi. Para m la presencia de la beatitud era una atmsfera embrujada, pero tema que pudiera resultar insoportable para los de- ms. Por ello me disculpaba, pues no poda hacer nada. Entonces comprend por qu se habla del olor del Esp- ritu Santo que llena el espacio. As era. Haba un espritu, en la habitacin, de inexpresable beatitud, cuya explica- cin era el Mysterium Coniunctionis. Nunca hubiera pensado que se pudiera experimentar algo as, que sea posible por completo una beatitud perpe- tua. Las visiones y vivencias fueron completamente reales; nada qued por experimentar, sino que todo fue de la mxima objetividad. Se recela de la expresin eterno, pero yo slo puedo describir el vivir como beatitud de un estado no temporal, en el cual presente, pasado y futuro son una misma cosa. 347 Todo cuando sucede en el tiempo estaba all compendiado en una totalidad objetiva. Ya nada se encontraba separado en el tiempo ni poda medirse mediante normas tempora- les. El vivir podra definirse en ltima instancia como un estado, como un estado de nimo, que, sin embargo, no puede imaginarse. Cmo puedo imaginarme que existo a la vez anteayer, hoy y pasado maana? Entonces algo no habra comenzado todava, otra cosa sera de la ms difa- na actualidad y nuevamente algo estara ya terminado, y, sin embargo, todo sera una misma cosa. Lo nico que la sensibilidad podra captar sera una suma, una irisada to- talidad en la que estara incluida tanto la esperanza de lo que comienza, como la sorpresa acerca de lo ya sucedido y la satisfaccin o desilusin sobre el resultado de lo sucedido. Un todo indescriptible en el que se est inmerso; y, sin embargo, se percibe con objetividad completa.
La vivencia de esta objetividad volv a experimentarla otra vez. Fue despus de la muerte de mi mujer. La vi en un sueo que fue como una visin. Ella estaba a cierta dis- tancia y me miraba de hito en hito. Se encontraba en la flor de su edad, tena unos treinta aos y llevaba el vestido que mi prima, la mdium, le haba hecho haca muchos aos. Fue quizs el vestido ms bonito que jams llevara. La expresin de su cara no era ni de contento ni de tristeza, sino de objetivo convencimiento sin la menor reaccin sensible, como ms all de las nieblas del afecto. Yo saba que no era ella sino una imagen motivada o esta- blecida por m. Encerraba el principio de nuestras relacio- nes, los acontecimientos de los cincuenta y tres aos de nuestro matrimonio y tambin el fin de su vida. Frente a una integracin de este tipo uno se queda atnito, pues apenas se puede concebir. La objetividad que experiment en este sueo y en mis visiones pertenece a la plena individuacin. Significa un librarse de las clasificaciones y de lo que designamos como compenetracin afectiva. En la compenetracin afectiva reside mucho del hombre en general. Pero ello implica 348 siempre proyecciones de las que hay que prescindir para llegar a ser uno mismo y conseguir la objetividad. Las re- laciones afectivas son relaciones volitivas, lastradas por la pasin y la ausencia de libertad; se espera algo de otro, por lo cual, ste y uno mismo dejan de ser libres. El conocimiento objetivo se encuentra detrs de la dependencia afectiva; parece ser el misterio fundamental. Slo a travs de l resulta posible la verdadera Coniunctio. Despus de la enfermedad comenz una poca de tra- bajo terrible para m. Muchas de mis obras principales surgieron slo despus. El conocimiento, o la visin del fin de todas las cosas me dieron valor para nuevas formu- laciones. Yo no intent imponer mis propias opiniones sino que me confi al flujo de las ideas. De este modo fue- ron surgiendo en m un problema tras otro y maduraron hasta adquirir forma. Hubo adems otra cosa que result de mi enfermedad. Podra formularlo como una afirmacin del ser: un s incondicional a lo que es, sin objeciones personales. Aceptar las condiciones de la existencia, tal como yo la veo: tal como la entiendo. Y aceptar mi propia esencia, tal como soy concretamente. Al principio de la enfermedad tuve la sensacin de haber incurrido en un error en mi actitud y por ello ser responsable, en cierta medida, del fracaso. Pero cuando se sigue el camino de la individuacin, cuando se vive la vida, hay que aceptar tambin el error; de lo contrario, la vida no sera completa. No existe garanta alguna en ningn instante de que no incurramos en el error o en un peligro mortal. Se cree quizs que existe un camino seguro. Pero ste sera el camino de los muertos. Entonces ya no sucedera nada o en ningn modo lo que debe ser quien sigue el camino seguro, est exactamente muerto. Slo despus de la enfermedad comprend lo impor- tante que es para el propio destino el decir s. Pues de este modo hay ah un Yo que luego no desertar cuando suce-
349 da algo inconcebible. Un Yo que persiste, que soporta la verdad y que est a la altura del mundo y del destino. De este modo se ha experimentado en un fracaso tambin una victoria. Nada es estorbo ni por fuera ni por dentro, pues la propia continuidad ha resistido al fluir de la vida y del tiempo. Pero esto slo puede ocurrir cuando uno no se inmiscuye indiscretamente en los designios del destino. Comprend tambin que se deben aceptar los pensa- mientos que a uno se le ocurren como algo realmente existente, al margen de toda clasificacin. Es verdad que las categoras de verdadero y falso existen constantemente, pero al mismo tiempo se muestran poco propicios; pues la presencia del pensamiento es ms importante que su apreciacin subjetiva. Sin embargo, no deben reprimirse tampoco los juicios, puesto que como pensamientos presentes contribuyen a la visin de la totalidad. 350 ACERCA DE LA VIDA DESPUS DE LA MUERTE Lo que voy a explicarle a ustedes del ms all y sobre la vida despus de la muerte, todo son recuerdos. Son imgenes e ideas que yo he vivido y que me han inquietado. En cierto aspecto forman la base de mis obras, pues stas en el fondo no son sino renovados intentos de dar respuesta a la interdependencia entre este mundo y el otro mundo. Nunca he escrito expresis verbis sobre una vida despus de la muerte, pues en tal caso hubiera tenido que justificar mis ideas y esto no se puede hacer. Ahora las expreso simplemente. Sin embargo, no puedo hacer ms que exponer historias sobre el particular -mythologein. Quizs es necesaria la proximidad de la muerte para alcanzar la libertad necesaria para ello. Yo no deseo ni dejo de desear que tengamos una vida despus de la muerte y tampoco es mi intencin fomentar ideas de tal carcter; pero debo hacer constar, para dejar que hable la realidad, que, sin quererlo yo, ni desearlo, me invaden ideas de este tipo. Yo no s si son verdaderas o falsas, pero s que existen y que pueden manifestarse, a no ser que yo las reprima en virtud de ciertos prejuicios. Pero cierta prevencin traba y daa el fenmeno total de la vida psquica, que conozco muy poco para poder corregir por medio de un conocimiento mejor. Recientemente la razn crtica ha hecho desaparecer, junto con muchas otras concepciones mticas, la idea de la vida postmortal. Esto result posible porque actualmente 351 los hombres casi siempre se identifican exclusivamente con su consciencia y se imaginan ser nicamente lo que de s mismos saben. Todo el que tenga una idea de psicologa puede darse cuenta de lo restringido que es este saber. Ra- cionalismo y doctrinarismo son las enfermedades de nues- tra poca; ellas pretenden saberlo todo. Pero se descubri- rn muchas cosas que hoy definimos como imposibles a causa de nuestro limitado punto de vista. Nuestros con- ceptos de espacio y tiempo tienen una validez slo aproxi- mativa y dejan abierto un amplio campo de
discordancias y absolutas. Teniendo en cuenta tales posibilidades presto atencin a los extraordinarios mitos del alma y observo los sucesos que me ocurren, indiferente a si concuerdan con mis premisas tericas o no. Desgraciadamente el aspecto mtico del hombre se manifiesta en la actualidad muy espordicamente. El hombre actual ya no es capaz de crear fbulas. Por ello se le escapan muchas cosas, pues es importante y saludable hablar tambin de las cosas inaccesibles. Esto es como una bella historia de espectros, que se cuenta cuando se est sentado ante el fuego de la chimenea, fumando una pipa. Lo que significan en realidad los mitos o historias de una vida despus de la muerte, o qu clase de realidad est detrs de ellos, ciertamente no lo sabemos. No pode- mos decidir si todava poseen alguna validez por encima de su valor de proyecciones antropomorfas. Ms bien debemos comprender que no existe posibilidad alguna de conseguir certeza acerca de cosas que sobrepasan a nues- tro entendimiento. Nosotros no podemos imaginarnos en absoluto otro mundo en circunstancias totalmente distintas, ya que vivi- mos en un mundo determinado a travs del cual nuestro espritu y nuestras condiciones psquicas son conformadas y configuradas. Estamos estrechamente limitados por nuestra constitucin innata y por ello estamos vinculados a este mundo nuestro con nuestro ser y existencia. El hombre mtico pretende, sin embargo, un traspasar los l352 mites, pero el hombre cientficamente responsable no puede admitirlo. Para el entendimiento, elmythologein es una especulacin estril, sin embargo, para el espritu sig- nifica una saludable actividad vital; presta a la existencia un brillo que no se quisiera perder. No existe, adems, motivo suficiente alguno que justifique su prdida. La parapsicologa descubre una prueba cientficamen- te vlida para la vida que sigue despus de la muerte en el hecho de que un muerto se manifiesta sea como fantas- ma, sea por intermedio de una mdium y comunica co- sas que son conocidas exclusivamente por l. Aun cuando existen casos perfectamente dignos de crdito, queda en pie la cuestin de si el fantasma o la voz se identifican con el muerto o son una proyeccin psquica, y si la declara- cin procede realmente del muerto o quizs se origina en el saber existente en el inconsciente.1 Pese a todas las consideraciones razonables, que hablan en contra de la certeza en estas cuestiones, no hay que olvidar una cosa: significa mucho para la mayora de hombres el aceptar que su vida tiene una indeterminada continuidad ms all de la actual existencia. Entonces viven ms juiciosamente, les va mejor y se sienten ms tranquilos. Se tienen siglos, se tiene todo un tiempo inimaginable para derrochar! Por qu entonces esta absurda precipitacin? Naturalmente, esto no es vlido para todos. Existen hombres que no experimentan necesidad alguna de in- mortalidad, y para los que resulta horrible pensar que de- ben permanecer sentados diez mil aos sobre una nube y tocar el arpa! Tambin hay, y no pocos, quienes la vida les ha
tratado tan mal o que sienten tal aversin a la propia existencia, que les resulta mucho ms sugestivo el fin ab- soluto que continuar viviendo. Pero en la mayora de los casos es tan apremiante la cuestin de la inmortalidad, tan 1. Acerca del saber absoluto en el inconsciente, cfr. C. G. Jung, Symchronizitt als ein Prinzip akausaler Zusammenhnge, en Jung-Pauli, Naturerklarung und Psyche,1952. 353 inmediata y tambin tan inextinguible que hay que arries- garse a formarse alguna opinin acerca de ello. Pero cmo es posible esto? Mi hiptesis es que somos capaces de ello con ayuda de los datos que el inconsciente nos enva, por ejemplo, en los sueos. En la mayora de casos nos negamos a tomar en serio las indicaciones del inconsciente porque estamos convencidos de la incontestabilidad de tal cuestin. A este razonable escepticismo opongo yo las siguientes conside- raciones: cuando no podemos llegar a saber algo, debera- mos plantearlo como un problema intelectual. Yo no s por qu razn ha surgido el universo, ni llegar a saberlo. As, pues, debo plantear esta cuestin como un problema cientfico o intelectual. Pero si se me ofrece una idea acer- ca de ello por ejemplo, a travs de sueos o transferen- cias debo tenerla en cuenta. Debo incluso arriesgarme a formarme una idea de ello, aunque siempre siga siendo una hiptesis y sepa que no podr demostrarla. El hombre debe poder acreditar que ha hecho lo posi- ble para formarse una idea acerca de la vida despus de la muerte, o hacerse una imagen aunque sea a costa de re- conocer su impotencia. Quien no lo hace ha perdido algo. Pues lo que se le plantea interrogativamente es patrimonio antiqusimo de la humanidad, un arquetipo, rico en vida misteriosa, que desea sumarse al nuestro para completarse. La razn nos pone lmites demasiado estrechos y nos exige vivir exclusivamente lo conocido e incluso esto con limitaciones en un lugar conocido, como si se co- nociera la autntica dimensin de la vida! En realidad trascendemos da a da ms all de las delimitaciones de nuestra consciencia; sin nuestro conocimiento lo incons- ciente vive en nosotros. Cuanto ms prevalece la razn crtica, ms pobre deviene la vida; pero cuanto ms inconsciente, cuantos ms mitos podamos llegar a comprender, tanta ms vida es integrada. La razn sobreestimada tiene de comn con el estado absoluto lo siguiente: bajo su dominio se empobrece el individuo. 354 Lo inconsciente nos ofrece una posibilidad al transmitirnos algo o aportarnos datos significativos. Afortunadamente es capaz de comunicarnos cosas que nosotros no podemos saber por lgica alguna. Piensen ustedes en los fenmenos sincrnicos, en los sueos premonitorios y en los presentimientos!
Una vez regresaba de Bollingen a casa. Era en la po- ca de la segunda guerra mundial. Llevaba un libro conmi- go, pero no poda leer, pues en el instante en que el tren se puso en movimiento se me present la imagen de una per- sona ahogndose. Era el recuerdo de una desgracia ocurri- da durante el servicio militar. En todo el viaje no pude li- brarme de esta imagen. Esto me inquiet y pens: Qu ha sucedido? Ha sucedido alguna desgracia? En Erlenbach me ape y fui hacia casa preocupado todava por este recuerdo. En el jardn correteaban los ni- os de mi segunda hija. Viva con su familia con nosotros, despus de que, a causa de la guerra, tuvieron que regresar de Pars a Suiza. Todos me miraron con extrae-za y yo pregunt: Qu ha pasado? Me contaron que Adrin, entonces el hijo menor, haba cado al agua en el embarcadero y como no saba nadar, por poco se ahoga. El hermano mayor le haba salvado. Esto tuvo lugar exac- tamente en el momento en que yo en el tren fui invadido por mis recuerdos. As, pues, mi inconsciente me haba dado una advertencia. Por qu, pues, no puede tambin darme informacin sobre otras cosas? Algo parecido experiment ante un caso de defuncin de un familiar de mi mujer. Entonces so que la cama de mi mujer era una profunda fosa con muros tapiados. Era una tumba y recordaba algo antiguo. Entonces o un pro- fundo suspiro, como cuando alguien expira. Una figura que se pareca a mi mujer se incorpor en la tumba y sur- c los aires. Llevaba una tnica blanca en que haba bor- dados extraos signos negros. Me despert, despert a mi mujer y mir la hora. Eran las tres de la maana. El sueo haba sido tan extrao que pens inmediatamente en que 355 pudiera anunciar una defuncin. A las siete lleg la noticia de que una prima de mi mujer haba muerto a las tres de la maana! Con frecuencia no se trata slo de una advertencia, sino tambin de una previsin. As, tuve una vez un sueo en el cual me encontraba yo en un garden party. Divis a mi hermana, lo que me extra mucho, pues haba muerto haca ya varios aos. Tambin estaba presente un amigo mo que haba muerto. Los dems eran conocidos que vivan todava. Mi hermana se encontraba en compaa de una dama muy conocida ma y ya en el sueo conclu que esta ltima se encontraba evidentemente amenazada de muerte. Ya est marcada, pens. En el sueo saba quin era la dama y que viva en Basilea. Apenas me despert no pude recordar, pese a mis esfuerzos, de quin se trataba, a pesar de que en el sueo la vea an. Repas mentalmente a todos mis conocidos de Basilea y prest atencin por si descubra quin era. Nada! Una semana ms tarde recib la noticia de la defuncin de una amiga. Lo supe inmediatamente: era a ella a quien haba visto yo en sueos y no haba logrado recordar. Posea un recuerdo vivo de muchas de sus peculiaridades, pues haba sido durante mucho tiempo mi paciente, hasta el ao anterior a su muerte. Sin embargo, cuando haba intentado recordar todos mis conocidos de Basilea no ca en ella, pese a que con toda probabilidad hubiera debido ser una de las primeras que recordase.
Cuando se tienen experiencias de este tipo se toma un cierto respeto por las posibilidades y aptitudes del incons- ciente. Sin embargo hay que ser siempre crtico y saber que tales comunicaciones pueden tener siempre un sentido subjetivo. Pueden coincidir con la realidad o no. Pero he experimentado que las concepciones que pude obtener con motivo de tales indicaciones del inconsciente han arrojado luz y comprensin en el terreno de los presentimientos. Naturalmente no escribir ningn libro sobre revelaciones, sino que reconocer que tengo un mito que me interesa 356 y que me induce a plantear cuestiones. Los mitos son las formas ms primitivas de la ciencia. Cuando hablo de lo que sucede despus de la muerte, hablo con agitacin in- terna y no puedo hacer sino contar sueos y mitos. Naturalmente puede objetarse previamente que mitos y sueos acerca de la continuidad de la vida despus de la muerte no son sino fantasas compensatorias, que residen en nuestra naturaleza: toda vida quiere eternidad. Contra ello no tengo ms argumento que los mismos mitos. Por encima de ellos existen indicaciones de que por lo menos una parte de la psique no se encuentra sometida a las leyes del espacio y del tiempo. La prueba cientfica acerca de ello la aportaron los conocidos experimentos de Rhine.2 Junto a incontables casos de presentimientos es- pontneos, las percepciones fuera del espacio y otras casos de este tipo, de las cuales ya les he contado algunos ejemplos de mi vida, demuestran que la psique en ocasiones funciona ms all de la ley de la causalidad espacio-tiem-po. De ello se desprende que nuestras concepciones de espacio y tiempo, y con ello la causalidad, son imperfectas. Una imagen del mundo perfecta debera, por as decirlo, ser ampliada con otra dimensin; slo entonces podra aclararse unitariamente la totalidad de los fenmenos. Por ello los racionalistas insisten todava hoy en que no existen experiencias parapsicolgicas, pues con ello se derrumba su ideologa. Si tales fenmenos se presentan en general, la imagen del mundo racionalista queda invadida, porque es imperfecta. Entonces se plantea la posibilidad de una realidad de otro tipo para urgentes problemas existentes tras los fenmenos, y debemos aceptar que nuestro mundo con espacio, tiempo y causalidad se refiere a otro orden de cosas, inferior o posterior en el cual no son esenciales los del aqu y all, ni los antes y despus. No veo ninguna 2. J. B. Rhine, Duke University en Durham, Estados Unidos, ha demos- trado con sus experimentos con naipes la capacidad del hombre para realizar percepciones ultrasensibles. A. J. 357 posibilidad de discutir el que por lo menos una parte de nuestra existencia psquica se caracteriza por una relatividad de espacio y tiempo. Al darse un reciente distancia-miento de la consciencia parece ascender a una absoluta carencia de espacio y tiempo.
No fueron slo mis propios sueos, sino tambin a veces los de otros, los que me formaron en la creencia sobre una vida posterior a la muerte, me la hicieron revisar o me la confirmaron. Fue de especial significado para m el sueo que tuvo una muchacha de diecisis aos, dos meses antes de su muerte: llegaba al otro mundo. All haba un aula en la que estaban sentadas, en los primeros bancos, sus amigas muertas. Reinaba expectacin general. Busc con la mirada el maestro o encargado de la clase, pero no hall a nadie. Se le indic que ella misma era la encargada, pues todos los muertos inmediatamente despus de morir deban entregar un informe sobre todas sus experiencias de la vida. Los muertos se interesaban sobremanera por las experiencias aportadas por los fallecidos y si los sucesos decisivos eran hechos o evoluciones en la vida terrena. En todo caso, el sueo despertaba una desacostumbrada atencin que difcilmente se hallara en la tierra. Nos in- teresamos apasionadamente por el resultado final psicolgico de una vida humana, que en ningn caso segn nuestra postura es digno de atencin, al igual que la conclusin que de ello pueda extraerse. Sin embargo, si el pblico se encontraba en un Notiempo relativo, en el que transcurso, acontecimientos, desarrollo se han convertido en conceptos cuestionables, casi siempre poda sentir inters justamente por lo que en su estado le faltaba. En la poca de este ao, la difunta tena miedo de su muerte y quera apartar cuanto antes esta posibilidad de su consciencia. Sin embargo es uno de los intereses ms importantes de los hombres que envejecen el llegar a com- prender esta posibilidad. Se les presenta, por as decirlo, 358 una cuestin ineludible a la que deben responder. A este fin debera poseer un mito de la muerte, pues la razn no le muestra ms que la oscura fosa a la que se dirige. El mito, en cambio, podra presentarles otra imagen til e ilustrativa de la vida en el pas de los muertos. Si el hombre cree en ellos, o les concede siquiera algo de crdito, tiene tanta razn como le falta, igual que aquel que no cree en ellos. Mientras que el que los niega se enfrenta con la nada, el que se obliga al arquetipo sigue las huellas de la vida hasta la muerte. Ambos estn en la incertidumbre, uno en contra de sus instintos, el otro de acuerdo con ellos, lo cual significa una considerable diferencia y ventaja a favor de este ltimo. Tambin las figuras del inconsciente son informales y necesitan del hombre, o del contacto con la consciencia para llegar a ser saber. Cuando comenc a ocuparme del inconsciente, las figuras de Elias y Salom desempearon un importante papel. Luego se situaron en segundo plano, aunque volvieron a reaparecer al cabo de unos dos aos aproximadamente. Para mi mayor asombro, no haban cambiado en absoluto; hablaban y se comportaban como si entretanto no hubiera sucedido nada en absoluto. Y sin embargo en mi vida haban ocurrido ms hechos trascendentes. Hube de comenzar desde el principio, por as decirlo, y exponrselo y explicrselo todo. Esto me asombr mucho entonces. Ms tarde comprend lo que haba sucedido: ambos, durante aquel intermedio haban permanecido en el inconsciente y en s mismos; se podra tambin decir:
inmersos en la intemporalidad. Siguieron sin contacto con el Yo y sus circunstancias cambiantes y por ello ignoraban lo que haba sucedido en el mundo de la consciencia. Ya muy pronto tuve la experiencia de que yo deba in- formar a las figuras del inconsciente, o a los francamente inseparables de l, los espritus de los descarriados. La primera vez lo experiment en una excursin en bicicleta por Italia que realic en 1911 con un amigo. En nuestro 359 regreso llegamos desde Pava a Arona, a la parte baja del lago Mayor y pernoctamos all. Tenamos la intencin de recorrer el lago y luego, a travs de Tesino seguir hasta Fai-do. All queramos tomar el tren hasta Zurich. Pero en Arona tuve un sueo que ech por tierra nuestros planes. En el sueo me encontr en una reunin de ilustres espritus de los primeros siglos y tuve una sensacin se- mejante a la que luego experiment frente a los presen- timientos sublimes en mi visin de 1944 y que se en- cuentran en la piedra negra. La conversacin tena lugar en latn. Un seor con una larga peluca me habl y me plante una difcil pregunta de cuyo contenido no logr acordarme al despertar. Le comprend, pero no dominaba suficientemente el idioma para responderle en latn. Esto me avergonz profundamente, hasta el punto de que la emocin me despert. Ya en el instante mismo de despertarme record el trabajo que entonces realizaba, Wandlungen und Symbole der Libido y tuve tal sentimiento de inferioridad por la pregunta no contestada que tom inmediatamente el tren hacia casa para dedicarme a este trabajo. Me hubiera re- sultado imposible proseguir la excursin en bicicleta y sa- crificar a ella todava tres das. Deba trabajar para hallar la respuesta. Slo posteriormente comprend el sueo y mi reac- cin: el seor de la peluca era una especie de espritu o antepasado muerto que me haba planteado su pregunta y yo no supe dar respuesta! Entonces era todava dema- siado pronto, hasta aqu an no haba llegado; pero tuve una vaga sospecha de que a travs del trabajo en mi libro respondera a la pregunta. Me haba sido planteada en cierto modo por mis antecesores espirituales con la espe- ranza de que entonces oiran lo que en su poca no pu- dieron experimentar; deba situarse en los siglos siguien- tes. Si la pregunta y su respuesta hubieran existido en la eternidad desde siempre, no hubiera habido necesidad de esfuerzo y lo hubieran podido descubrir en cualquier otro 360 siglo. Parece existir en la naturaleza un saber ilimitado que slo puede ser captado por la consciencia bajo circunstancias de tiempo favorables. Sucede, probablemente, como en el alma del individuo: tiene durante muchos aos un presentimiento en s, pero slo lo conoce verdaderamente en cierto momento posterior.
Cuando posteriormente escrib los Septem Sermones ad Mortuos fueron nuevamente los muertos los que me plantearon preguntas decisivas. Regresaban as se dice de Jerusaln, porque all no hallaron lo que buscaban. Esto me extrao mucho entonces; pues, segn opinin tradicional, son precisamente los muertos los que tienen el mayor saber. Se cree que saben mucho ms que nosotros, porque el dogma cristiano admite que en la gloria miraremos la verdad a la cara. Sin embargo, posiblemente las almas de los muertos no saben sino lo que saban en el momento de su muerte y nada ms. De ah sus esfuerzos por penetrar en la vida para participar en el saber de los hombres. Frecuentemente tengo la sensacin de que nos rondan y esperan saber la respuesta que les daremos de los vivientes, es decir, de aquellos que les sobreviven y viven en un mundo continuamente cam- biante y recibir respuestas a sus preguntas. Los muertos preguntan como si no dispusieran de la sabidura total o de la consciencia absoluta, como si tan slo pudieran penetrar en el alma corporal de los vivientes. El espritu de los vivientes parece tener por lo menos una ventaja respecto al de los muertos, concretamente la capacidad de lograr conocimientos claros y decisivos. El mundo tridimensional en el tiempo y en el espacio me parece como un sistema de coordenadas: se separa en ordenadas y abscisas lo que all, en la intemporalidad e inespacialidad, puede mostrarse quizs como una prefiguracin con muchas facetas, quizs como una difusa nube de conocimientos acerca de un arquetipo. Se requiere, sin embargo, un sistema de coordenadas para posibilitar la diferencia361 cin de diversos contenidos. Una operacin de esta natu- raleza nos parece inconcebible en el estado de omnisciencia difusa o en el de una consciencia sin sujeto y sin lo- calizacin espaciotiempo. El conocimiento presupone, como la procreacin, una oposicin, un aqu y all, un arriba y abajo, un antes y un despus. Si existe una existencia consciente despus de la muerte, debe transcurrir, me parece, en el sentido de la consciencia de la humanidad que tiene siempre una delimitacin superior, pero movible. Hay muchos hombres que en el instante de su muerte no slo se quedan por debajo de sus propias posibilidades, sino principalmente detrs de lo que ha sido comprendido por otros hombres de su poca. De ah su penetracin a alcanzar en la muerte la parte consciente que no consiguieron en vida. He llegado a esta opinin por la observacin de sueos sobre muertos. As, por ejemplo, so una vez que visitaba a un amigo que haba muerto unos catorce das antes. En su vida no haba tenido ms que ideologa convencional, y permaneci en esta postura irreflexiva. Su vivienda se ha- llaba en una colina, semejante a la colina de Tlling, junto a Basilea. All haba un viejo castillo, cuyas murallas rodeaban una plaza con una pequea iglesia y algunos pequeos edificios. Me recordaba la plaza del castillo de Rapperswil. Era en otoo. Las hojas de los viejos rboles tenan un color dorado y tibios rayos de sol iluminaban el cuadro. All estaba sentado frente a una mesa mi amigo con su hija, que haba estudiado psicologa en Zurich. Yo saba que ella le explicaba algunas
nociones de psicologa. l estaba tan fascinado por lo que ella le deca que me salud slo con un ligero movimiento de mano, como si quisiera hacerme comprender: No me molestes! El saludo era a la vez una negacin. El sueo me deca que ahora l deba realizar la realidad de su existencia psquica, de un modo y manera natu- ralmente ignorados por m; deba hacer lo que nunca ha362 ba sido capaz de hacer en vida. Posteriormente, al recor- dar el sueo, me vinieron a la mente las palabras: Santos anacoretas esparcidos por las montaas... Los anacoretas en la escena final de la segunda parte deFausto son como una representacin de los diversos grados de evolucin que se complementan y elevan recprocamente. Otra experiencia sobre la evolucin del alma despus de la muerte la tuve cuando aproximadamente un ao despus de la muerte de mi esposa me despert de pronto una noche y supe que haba estado en su casa, al sur de Francia, en la Provenza y haba pasado todo el da con ella. Ella realizaba all estudios sobre el Santo Grial. Esto me pareci significativo, pues ella haba muerto sin haber terminado el trabajo sobre este tema. La explicacin al nivel subjetivo mi nima no haba terminado todava el trabajo emprendido por ella no me dice nada, pues s que an no lo he terminado; en cambio, la idea de que mi mujer despus de muerta trabajaba todava en su ulterior evolucin espiritual, lo que siempre es dable imaginar, me pareci razonable, y por ello el sueo fue algo tranquilizador para m. Representaciones de este tipo son naturalmente inco- rrecta y dan una imagen insuficiente, como un cuerpo proyectado en una superficie o como, a la inversa, la construccin de una figura tetradimensional a partir de un cuerpo. Parten de la definicin de un mundo tridi- mensional, para tratar de explicrselo a ellos mismos, al igual que las matemticas no escatiman esfuerzos para crear una expresin de relaciones que superen todo empi- rismo, tambin es propio de una fantasa disciplinada proyectar imgenes de lo inapreciable segn principios lgicos y basndose en datos empricos, como, por ejem- plo, lo manifestado en los sueos. El mtodo empleado para ello es el de expresin necesaria, como le he lla- mado. Representa el principio de la amplificacin* en el * Cfr. Glosario. 363 significado de los sueos, pero puede fcilmente demostrarse enunciando todos los nmeros sencillos. El uno es como primer numeral, una unidad. Pero es tambin la unidad, el uno, el Uno-todo, el nico el sin dos, no un numeral sino una idea filosfica, o un arqueti- po y atributo de Dios, elmonos. Es correcto que el enten- dimiento humano haga tales declaraciones, pero se en-
cuentra determinado y vinculado por la representacin del Uno y sus implicaciones. No se trata, en otras palabras, de manifestaciones arbitrarias, sino que se encuentran de- terminadas por la naturaleza del Uno y son por ello nece- sarias. La misma operacin lgica podra realizarse tericamente en todas las dems representaciones numricas, pero pronto llega su fin a causa de la creciente cantidad de complicaciones que se hace interminable. Cada unidad posterior aporta nuevas propiedades y modificaciones. As, por ejemplo, es una propiedad del nmero cuatro el que puedan solucionarse todava las ecuaciones de cuarto grado, pero no, en cambio, las de quinto grado. Es, pues, una expresin necesaria del n- mero cuatro que constituye el punto culminante y a la vez el fin de un aumento precedente. As, con las unidades posteriores se plantea una o varias nuevas propiedades de naturaleza matemtica, que complican hasta tal punto la expresin que no pueden ya ser formuladas. La serie infinita de los nmeros corresponde al nme- ro infinito de criaturas individuales. Se compone igual- mente de individuos, y ya las propiedades de sus diez miembros iniciales representan si es que algo represen- tan una cosmogona abstracta delmonos. Pero las propiedades de los nmeros son a la vez propiedades de la materia, por ello ciertas ecuaciones son capaces de prede- cir el comportamiento de la materia. Por ello, quisiera atribuir tambin a otras expresiones matemticas de nuestro entendimiento la posibilidad de sealar realidades de tipo inaprensible. Me refiero, por ejemplo, a las creaciones de la fantasa que disfrutan del 364 consensus omnium o que por la gran fantasa de sus apariciones son excelentes, y a los motivos arquetpicos. Hay ecuaciones matemticas de las que se ignoran a qu realidad fsica corresponden; igualmente existen realidades mticas y en principio no sabemos a qu realidad psquica se refieren. As, por ejemplo, se han planteado ecuaciones que determinan la turbulencia de los gases al calentarlos, antes de que ello se hubiera investigado exactamente; desde hace mucho tiempo existenmitologemas que expresan el transcurso de ciertos procesos decrecientes que slo ac- tualmente podemos reconocer como tales. El grado de consciencia que se alcanza constituye, me parece, el lmite superior en conocimiento al cual tambin los muertos pueden llegar. Es por ello que la vida terrena tiene tanta importancia y es tan decisivo lo que un hombre transmite en el momento de la muerte. Slo aqu, en la vida terrena, donde los extremos se tocan, puede elevarse la consciencia general. Esto parece ser la misin metafsica del hombre, que sin embargo slo puede cumplir parcialmente sinmythologein. El mito es el grado de transicin inevitable e imprescindible entre el inconsciente y el conocimiento consciente. Se afirma que el inconsciente sabe ms que la consciencia, pero es un saber de tipo esencial, un saber en la eternidad, casi siempre sin relacin al Aqu y Ahora, al margen de nuestro lenguaje racional. Slo cuando le damos oportunidad de expresarse, amplificarse, tal como se mostr anteriormente con el ejemplo de los nmeros, penetra en el
reino de nuestro entendimiento y se nos hace perceptible un nuevo aspecto. Este proceso se repite de modo convincente en cada anlisis de un sueo que realizamos. Por ello es tan importante no tener opiniones preestablecidas doctrinariamente sobre la expresin de los sueos. Tan pronto como se presenta una monotona del significado se sabe que la interpretacin se ha vuelto doctrinaria y por ello infructuosa. Aunque no sea posible aportar una prueba vlida sobre la vida del alma despus de la muerte, existen, sin em365 bargo, vivencias que dan que pensar. Yo las defino como signos, sin pretender ser lo suficiente osado para atribuirles el significado de conocimientos. Una vez estaba despierto por la noche y pensaba en la repentina muerte de un amigo que haba sido enterrado el da anterior. Su muerte me preocupaba mucho. De pronto tuve la sensacin de que estaba en mi habitacin. Me pareca como si estuviera a los pies de la cama y me pidiera que fuera con l. No tuve la sensacin de una aparicin, sino que se trataba de una imagen de l visual interna, que me la expliqu como una fantasa. Hube de preguntarme: Tengo alguna prueba acerca de que se trata de una fantasa? Si no fuera una fantasa, mi amigo estara aqu realmente y, en cambio, si yo le crea una fantasa, no sera esto una insolencia? Sin embargo, tampoco dispona de prueba alguna de que se tratara de una aparicin, es decir, de que estuviera verdaderamente ante m. Entonces me dije: Fuera demostraciones! En lugar de explicrmelo como una fantasa poda con igual derecho aceptarlo como aparicin y siquiera concederle realidad. En el instante en que pens esto l se fue hacia la puerta y me hizo seas de seguirle. Deba, por as decirlo, cooperar. Pero esto no estaba previsto! Por lo tanto, hube de repetir mi argumentacin. Slo despus de ello le segu en mi fantasa. Me condujo fuera de la casa, al jardn, a la calle y fi- nalmente a su casa. (En la realidad su casa estaba a una distanciade unos cien metros de la ma.) Entr y me condujo a su despacho. Se subi a un taburete y seal el segundo de los cinco libros encuadernados en rojo que estaban en el segundo estante superior. Luego la visin desapareci. Yo no conoca su biblioteca y no saba qu libros posea. Adems, desde abajo no haba podido ver el ttulo del libro que me sealaba. El caso me pareci tan extrao que, a la maana si- guiente, fui a ver a la viuda de mi amigo y le pregunt si me permita echar una ojeada a la biblioteca del difunto. Realmente bajo la estantera vista en sueos haba un ta-
366 burete y vi desde abajo los cinco libros encuadernados en rojo. Sub al taburete para poder leer el ttulo. Eran tra- ducciones de las novelas de Emile Zola; el ttulo del segundo volumen deca: El legado de los muertos. El contenido me pareci intrascendente, pero el ttulo guardaba una relacin sumamente importante con mi vivencia. Tuve otra vivencia, que me dio que pensar, la tuve ante la muerte de mi madre. Cuando muri, yo me encontraba en Tesino. Qued sobrecogido por la noticia, pues su muerte lleg inesperadamente. La noche anterior a su muerte tuve un sueo terrible: me hallaba en un bosque espeso tenebroso. Haba enormes bloques de roca entre imponentes rboles, propios de la selva virgen. Era un paisaje heroico, primitivo. De repente o un silbido estridente que pareca resonar a travs del universo. Las rodillas me temblaban de espanto. Entonces se oy un ruido en un matorral y salt un enorme lobo con terribles fauces. Su visin me hel la sangre en las venas. Pas ante m como una flecha y yo supe que el cazador salvaje le haba ordenado que capturase un hombre. Me despert con espanto de muerte y al da siguiente recib la noticia de la muerte de mi madre. Raramente me ha impresionado tanto un sueo de este tipo, pues, considerado superficialmente, pareca significar que el demonio fue en busca de mi madre. En realidad, sin embargo, el cazador salvaje era el cazador de los bosques que aquella noche, en los das ventosos de enero, cazaba con sus lobos. Era Wotan, el dios de los antepasados alemanes, quien reuna a mi madre con sus antepasados. Slo por los misioneros cristianos Wotan se convirti en el diablo. En s mismo es un dios importante un Mercurio o Hermes, como supieron muy bien los romanos; un espritu de la naturaleza que surgi nuevamente en la leyenda del Grial en Merlin y, como Spiritus Mercurialis, se convirti en el arcano buscado por los alquimistas. As, el sueo deca que el alma de mi madre ha367 ba sido acogida en aquella gran relacin del Mismo, a la otra parte del mundo cristiano moral, es decir, al conflicto antagnico que abarca a la totalidad de la naturaleza y el espritu. March inmediatamente a casa y cuando de noche es- taba sentado en el tren experiment una sensacin de gran tristeza, pero en el interior de mi corazn no poda sentirme triste y concretamente por una extraa razn: durante todo el viaje o continuamente msica de baile, risas y charlas alegres, como si se celebraran unas bodas. Esta vivencia se encontraba en crasa oposicin a la terrible impresin del sueo. Aqu se oa alegre msica, risas gozosas y me resultaba imposible abandonarme a la tristeza. Cons- tantemente la tristeza quera embargarme, pero de nuevo me senta entre alegres melodas. Era un sentimiento de calor y alegra por una parte y espanto y tristeza, por otra, un incesante cambio de contrastes afectivos.
La oposicin se explica porque la muerte en parte se representa por el punto de vista del Yo y en parte por el del alma. En el primer caso parece una catstrofe, es decir, como si poderes despiadados y malos hubieran exterminado a un hombre. Ciertamente la muerte es una terrible brutalidad no hay que dejarse engaar acerca de esto no slo como acontecimiento fsico, sino mucho ms an como psquico: un hombre es destrozado y lo que permanece es el glacial silencio de la muerte. Ya no existe ms esperanza de relacin alguna, pues todos los accesos se han roto. Hombres a los que se deseara una larga vida desaparecen a mitad de su vida y hombres intiles alcanzan una avanzada edad. Esto es una cruel realidad que no debe paliarse. La brutalidad y arbitrariedad de la muerte puede amargar a los hombres hasta el punto de que concluyan que no existe Dios misericordioso alguno, ni justicia ni bondad. Sin embargo, bajo otro punto de vista, la muerte aparece como un suceso alegre. Sub specie aeternitatis es una boda, un Misterium Coniunctionis. El alma alcanza, por as 368 decirlo, la mitad que le falta, alcanza su plenitud. En los sarcfagos griegos se representaba el elemento alegre por medio de bailarinas, en las tumbas etruscas por medio de banquetes. Cuando muri el piadoso cabalista Rabbi Si- mn Ben Jochai, sus amigos dijeron que celebraba bodas. Todava hoy existe cierta costumbre en algunos lugares de celebrar en el da de los difuntos unpicnic en los cemen- terios. Todo esto expresa la sensacin de que la muerte es en realidad una fiesta alegre. Ya un par de meses antes de la muerte de mi madre, en septiembre de 1922, tuve un sueo que se refera a esto. Se trataba de mi padre y me impresion mucho. Desde su muerte, es decir, desde 1896, no haba soado ms con l. Ahora apareca nuevamente en un sueo, como si regresara de un largo viaje. Pareca rejuvenecido y no paternalmente autoritario. Fui con l a mi biblioteca y me alegr enormemente de saber cmo le haba ido. Especialmente me alegr de presentarle a mi mujer y mis hijos, de mostrarle mi casa y explicarle todo cuanto haba hecho en este tiempo y lo que haba llegado a ser. Quera informarle tambin del libro de los tipos, que haba escrito de joven. Pero vi inmediatamente que todo esto no era posible, pues mi padre pareca preocupado. Evidentemente quera algo de m. Me di cuenta claramente de ello y yo mismo me contuve. Entonces me dijo que deseaba consultarme, puesto que yo era psiclogo, y concretamente acerca de psicologa matrimonial. Me dispuse a darle una larga explicacin acerca de las complicaciones del matrimonio y entonces me despert. No poda comprender bien el sueo, pues no se me ocurra qu relacin poda tener con la muerte de mi madre. Esto slo lo vi claro cuando ella muri repentinamente en enero de 1923. El matrimonio de mis padres no fue un convenio fe- liz, sino una prueba de paciencia lastrada por muchas di- ficultades. Ambos cometieron los errores tpicos de mu- chos matrimonios. Por mi sueo hubiera podido prever la
369 muerte de mi madre: despus de una ausencia de veintisis aos se presentaba mi padre en e! sueo en casa del psiclogo en busca de ideas y conocimientos acerca de los problemas matrimoniales, pues haba llegado el tiempo para l de volver a plantearse el problema. En su estado in- temporal no haba adquirido mejores opiniones y deba por ello dirigirse a los vivientes, que bajo circunstancias distintas podan haber obtenido algunos nuevos puntos de vista. As habla el sueo. Indudablemente, hubiera podido conseguir todava mucho ms penetrando en su sentido subjetivo. Pero por qu le so precisamente a l antes de la muerte de mi madre, de la que no tena idea alguna? Se ajusta claramente a mi padre, con quien me una una sim- pata que se acrecent con los aos. Dado que el inconsciente tiene mejores fuentes de in- formacin a causa de su espacio-tiemporelatividad que la consciencia, la cual slo dispone de las percepciones sensoriales, somos instruidos en relacin con nuestro mito de la vida despus de la muerte, acerca de los escasos datos del sueo y de manifestaciones espontneas semejantes del inconsciente. Naturalmente, tal como hemos dicho, no se puede atribuir a estas indicaciones el valor de conocimientos o de pruebas. Pero pueden, sin embargo, servir como fundamento adecuado a las amplificaciones mticas; constituyen para el entendimiento investigador aquella zona de posibilidades que resultan imprescindibles para su actividad. Si falta el mundo intermedio de la fantasa mtica, el espritu est amenazado por la rigidez del doctrinalismo. Pero, a la inversa, la consideracin de los principios mticos comporta tambin un peligro para los espritus dbiles y sugestionables: el peligro de tomar los presentimientos por conocimientos y de hipostasiar las fantasmagoras. Las ideas y concepciones acerca de la reencarnacin constituyen un mito muy difundido acerca del otro mundo. 370 En un pas en que la cultura espiritual es muy dife- renciada y mucho ms antigua que la nuestra, a saber, en la India, la idea de la reencarnacin pasa por algo evidente, al igual que entre nosotros la idea de que Dios ha creado el mundo, o de que existe un spiritus rector. El indio culto sabe que nosotros no pensamos como l, pero esto no le inquieta. De acuerdo con la idiosincrasia espiritual del ser oriental, las consecuencias del nacimiento y de la muerte se consideran un acontecer infinito, como una rueda eterna, que sin objetivo sigue girando constantemente. Se vive, se conoce y se muere y se vuelve a empezar desde el principio. Slo en Buda se manifiesta la idea de un objetivo, concretamente la superacin del ser terrenal. La necesidad mtica del hombre occidental requiere una imagen evolutiva del mundo con principio y fin. Rechaza tanto unfin que slo tenga principio como la concepcin de una rotacin esttica, eternamente encerrada en s misma. El hombre oriental, por el contrario, parece poder tolerar la ltima idea. No existe ciertamente ningnconsensus general respecto a la esencia del mundo, al igual que tampoco han podido hasta hoy ponerse de acuerdo los astrnomos en esta cuestin. Al
hombre occidental le resulta insoportable la absurdidad de un mundo meramente esttico, debe presuponer su sentido. El hombre oriental no necesita esta hiptesis, sino que la personifica. Mientras aqul quiere dar el ltimo toque al sentido del mundo, ste se esfuerza en la realizacin del sentido en el hombre y aparta de s el mundo y la existencia (Buda). Yo dara la razn a ambos. El hombre occidental parece ser predominantemente extravertido,* el oriental pre- dominantemente introvertido.* El primero proyecta el sentido y lo sospecha en los objetos; el ltimo lo siente en s mismo. Pero el sentido est tanto en el exterior como en el interior. * Cfr. Glosario, extraversin e introversin. 371 La idea delkarma no debe separarse de la idea del re- nacer. La cuestin decisiva es si elkarma es personal a un hombre o no. Si la determinacin del destino, con la que un hombre entra en la vida, representa el resultado de acciones y realizaciones de la vida pasada, existe entonces una continuidad personal. En otro caso, se concibe unkarma en cierto modo como un nacimiento, de suerte que se encarna nuevamente sin que subsista una continuidad personal. Por dos veces Buda fue interrogado por sus discpulos si elkarma del hombre era personal o impersonal. Ambas veces eludi la cuestin y no penetr en ella; no contribuye nada a librarse de la ilusin del ser. Buda consider ms til que sus discpulos meditaran acerca de la cadena Nidna, concretamente sobre el nacimiento, la vida, la vejez y la muerte, sobre la causa y efecto de los apasionantes acontecimientos. No conozco respuesta alguna a la cuestin de si el karma, que yo vivo, es el resultado de mi vida pasada o es quizs el patrimonio de mis antepasados, cuya herencia coincide en m. Soy una combinacin de vida de los an- tepasados y encarno nuevamente su vida? He vivido anteriormente como personalidad determinada y llegu en aquella vida tan lejos que puedo ahora intentar una solucin? No lo s. Buda dej en pie la pregunta y quisiera suponer que no lo supo con certeza. Podra imaginarme muy bien que viv en siglos ante- riores y me vi acuciado entonces por cuestiones a las que no poda responder todava; que deba volver a nacer porque no haba cumplido la tarea encomendada. Cuando muera as me lo imagino, mis hechos me seguirn. Aportar lo que haya hecho. Sin embargo, se trata de que al trmino de mi vida no est con las manos vacas. Esto tambin parece haberlo pensado Buda, cuando intentaba apartar a sus discpulos de especulaciones intiles. Es la razn de ser de mi existencia el que la vida me
372 plantee una cuestin. O a la inversa: yo mismo soy una cuestin que va dirigida al mundo, y debo aportar mi respuesta o de lo contrario me encuentro meramente referido a la respuesta del mundo. sta es la tarea supra-personal de la vida, que slo con esfuerzo realizo. Quiz representa algo que ya preocup a mis antepasados, pero que no pudieron responder. Influye quizs en m el hecho de que el desenlace delFausto no encierre solucin alguna? O se trata del problema contra el cual se estrell Nietzsche: la vivencia dionisaca a la que parece escapar el hombre cristiano? O es el inquieto Wotan-Hermes de mis antepasados alemanes y francos, quien me plantea cuestiones acuciantes? O es justa la sospecha de Richard Wilhelm de que en mi vida anterior fui un chino rebelde, que, a modo de castigo, debe descubrir su alma oriental en Europa? Lo que yo siento como resultado de la vida de mis an- tepasados o comokarma adquirido en la vida anterior personal, podra quizs ser igualmente un arquetipo im- personal que actualmente angustia a todo el mundo y me ha conmovido especialmente, como, por ejemplo, la evolucin secular de la Trada divina y su confrontacin con el prncipe femenino, o la respuesta, siempre esperada, a la cuestin gnstica del origen del mal, en otras palabras, la imperfeccin de la imagen cristiana de Dios. Pienso tambin en la posibilidad de que mediante un esfuerzo individual surja en el mundo una cuestin cuya respuesta se reclame. Por ejemplo, mis preguntas y res- puestas podran ser poco satisfactorias. Bajo tales circuns- tancias, alguien que tuviera mikarma, es decir, quizs yo mismo, debera volver a nacer para dar una respuesta ms completa. Por ello puedo imaginarme que mientras yo no vuelva a nacer, el mundo no necesita una respuesta y que dispondr de algunos centenares de aos de calma hasta que nuevamente se necesite alguien que se interese por tales cuestiones, y yo pueda volver a ocuparme de esta tarea con renovado esfuerzo. Tengo la idea de que puede ini373 ciarse ahora cierta tranquilidad hasta que elPensum actual est elaborado. La cuestin delkarma me resulta oscura, como tambin el problema del renacer personal o de la transmigracin de las almas. Liberta et vacua mente, escucho con atencin la creencia india en el renacer y paso revista a mi mundo de experiencias por si en algn aspecto o en alguna cosa encuentro algo que con razn pueda indicar la reencarnacin. Prescindo naturalmente de los testimonios relativamente numerosos entre nosotros sobre la creencia en la reencarnacin. Una creencia no me demuestra, naturalmente, ms que un fenmeno de la creencia, pero no en absoluto el contenido credo. ste debe revelrseme en s mismo empricamente para poder aceptarlo. Hasta hace pocos aos no me ha sido posible, pese a la atencin que prestaba a estas cuestiones, descubrir nada convincente en este sentido. Pero hace poco he observado una serie de sueos que me describan en proceso de reencarnacin en una personalidad muerta que me
era conocida. Ciertos aspectos hacen referencia a la realidad emprica, incluso con probabilidad no del todo descartada. Sin embargo, nunca pude volver a observar algo parecido, de modo que no dispona de comparacin alguna. Puesto que mi observacin es nica y subjetiva, es mi intencin exponer su existencia, pero no sus contenidos. Debo reconocer, sin embargo, que debido a esta experiencia considero el problema de la reencarnacin con otros ojos, sin estar, sin embargo, en situacin de poder defender una opinin concreta al respecto. Si aceptamos que all prosigue la vida, no podemos imaginarnos otra existencia que la psquica; pues la vida de la psique no necesita espacio ni tiempo. La existencia psquica, particularmente las imgenes internas de las que actualmente nos ocupamos, proporcionan la materia para todas las especulaciones mticas acerca de una existencia en el otro mundo, y sta me la imagino como un progre-sor en el mundo de las imgenes. As, la psique podra ser 374 aquella existencia en la que se encuentra el otro mundo o el pas de los muertos. El inconsciente y el pas de los muertos son en ese sentido sinnimos. Desde el punto de vista psicolgico, la vida en el otro mundo parece como una continuacin inmediata a la vida psquica de la vejez. Al ir avanzando la edad, la con- templacin, la reflexin y las imgenes internas adquieren generalmente un papel cada vez ms preponderante. Tus ancianos tendrn sueos.3 Esto presupone que las almas de los ancianos no se anquilosan o petrifican: sero medicina paratur cum mala per longas convaluere moras.4 En la vejez, el hombre comienza a rememorar los recuerdos y a reconocerse en las imgenes internas o externas del pasa- do. Esto constituye una introduccin o preparacin a una existencia en el otro mundo, tal como, segn la concep- cin de Platn, la filosofa constituye una preparacin a la muerte. Las imgenes internas impiden que me pierda en mi mirada retrospectiva. Hay muchos hombres ancianos que quedan presos en el recuerdo de acontecimientos exter- nos. Quedan presos en ellos, mientras que el pasado, cuando se refleja y traduce en imgenes, significa un re- culer pour mieux sauter. Yo intento ver la lnea que me ha introducido en el mundo a travs de la vida y que me lleva ms all del mundo. En general las representaciones que se hacen los hombres acerca del otro mundo estn determinadas por sus deseos y sus prejuicios. En la mayora de casos slo se vinculan al otro mundo representaciones iluminadas. Pero esto no me aclara nada. Puedo igualmente imaginarme que despus de la muerte habitaremos en una bonita pra- dera florida. Si en el otro mundo todo fuera bello y her- moso, debera existir una comunicacin amistosa entre 3. Historia de los Apstoles II, 17. Joel, III, 1.
4. La medicina se apresta demasiado tarde, cuando el mal se ha hecho fuerte desde hace tiempo. 375 nosotros y los espritus puros y bienaventurados, y del estado de prenacimiento podran derivarse consecuencias bellas y hermosas. Sin embargo, no es as. Por qu esta insalvable separacin entre los hombres y los difuntos? Por lo menos la mitad de las informaciones sobre encuentros con los espritus de los muertos hablan de experiencias angustiosas con espritus tenebrosos y es normal que el pas de los muertos comporte un silencio helado de indiferencia ante el dolor de la soledad. Si tengo en cuenta lo que en m me habla del otro mundo, el mundo actual me parece mucho ms unitario que el otro mundo, en el que falta por completo la naturaleza antagnica. Tambin all hay naturaleza que a su modo es Dios. El mundo al que vamos despus de morir ser esplndido y terrible, tal como la divinidad y la naturaleza conocida por nosotros. Tampoco puedo imaginarme que dejen de existir las desgracias. Concretamente esto era lo que experiment en mis visiones de 1944, la liberacin de la carga del cuerpo y la percepcin del sentido, profundamente satisfactoria. Sin embargo, tambin haba all oscuridad y una extraa ausencia de calor humano. Piensen en las rocas negras a las que llegu! Eran oscuras y del granito ms duro. Qu significa esto? Si no existiera la imperfeccin, un defecto original en la base de la creacin, cmo se explicara el impulso creador, el anhelo por satisfacerlo? Por qu les interesa a los dioses el hombre y la creacin? En la prosecucin de la cadena Nidna hasta el infinito. De dnde si no recibi Buda su dolorosa ilusin de la existencia, su quod non y el hombre cristiano espera un pronto fin del mundo? Me parece probable que tambin en el otro mundo existan ciertas delimitaciones; que las almas de los muertos slo descubrirn progresivamente dnde se encuentran los lmites del estado liberatorio. En alguna parte existe all un Debe condicionante de mundo que quiere poner fin al estado del otro mundo. Este Debe creador decidir as lo imagino qu almas se sumergirn nueva376 mente en el nacimiento. Podra imaginarme que ciertas almas encuentran el estado de existencia tridimensional ms dichoso que el de la eterna. Pues quizs ello depen- de de hasta qu punto han trascendido la perfeccin o im- perfeccin de su existencia humana. Es posible que una continuacin de la vida tridimen- sional no tuviera ya sentido cuando el alma ha alcanzado cierto grado de inteligencia; que no hubiera de regresar y la inteligencia elevada impidiera el deseo de reencarna- cin. Entonces las almas del mundo tridimensional se desvaneceran y conseguiran un estado que los budistas de- signan como nirvana. Sin embargo, si resta todava un
karma por ultimar el alma, vuelve a caer en el deseo y se entrega de nuevo a la vida, quizs por la creencia de que existe algo por completar. En mi caso, hay que imaginar, debe haber sido un im- pulso apasionado el que ha originado mi nacimiento. Pues l es el elemento ms destacado de mi naturaleza. Este in- saciable instinto de comprensin ha creado, por as decir- lo, una consciencia para reconocer lo que es y lo que sucede y para descubrir ms all de ello mticas representacio- nes a partir de las escasas indicaciones de lo irreconocible. No est en absoluto a nuestro alcance el poder de- mostrar que se conserve de nosotros algo eternamente. Como mximo, podemos decir que existe una cierta pro- babilidad de que algo de nuestra psique contine viviendo despus de la muerte fsica. Si lo que ahora contina exis- tiendo es consciente en s mismo, tampoco lo sabemos. Si existe una necesidad de formarse una opinin sobre esta cuestin, podra quizs sacarse a colacin los fenmenos de desdoblamiento psquico que se han realizado. En la mayora de casos en que se manifiesta un complejo de desdoblamiento ello sucede en la forma de una personalidad, como si el complejo tuviera una consciencia de s mismo. Por ello, por ejemplo, las voces de los enajenados se personifican. El fenmeno del complejo personificado lo he tratado ya en mi disertacin doctoral. Se le podra guiar, si 377 se quiere, en beneficio de una continuidad de la conscien- cia. En favor de tal hiptesis hablan tambin las observa- ciones sorprendentes que se han realizado en profundos desmayos despus de agudas lesiones cerebrales y en gra- ves estados de colapso. En ambos casos, de la ms acusada prdida de consciencia pueden tener lugar percepciones del mundo externo, as como experiencias onricas. Dado que la corteza cerebral es la sede de la consciencia, descartada la influencia del desmayo, tales experiencias resultan actualmente todava inexplicables. Quizs expresan una conservacin subjetiva mnima de la capacidad consciente incluso en los estados de una aparente carencia de consciencia.5 El problema de la relacin entre el hombre intempo- ral, la persona y el hombre terrenal en el espacio y el tiempo plantea cuestiones de lo ms difciles. Dos sueos me aclararon esto. En un sueo que tuve en octubre de 1958 vi desde mi casa dos discos de forma lenticular y de brillo metlico, que pasaron velozmente, describiendo un estrecho arco, por encima de la casa en direccin al lago. Eran dos OVNIS. Luego pas otro cuerpo que volaba directamente hacia m. Era un lente circular, como el objetivo de un te- lescopio. A una distancia de unos cuatrocientos o quinientos metros se detuvo un instante y luego volvi a vo- lar. Inmediatamente despus lleg otro cuerpo volando por el aire: un objetivo con apliques metlicos, adaptado a una caja: una linterna mgica. A unos sesenta o setenta metros de distancia se detuvo en el aire y se dirigi directamente hacia m. Me despert con la sensacin de extra- eza. El sueo me rondaba todava en la
cabeza. Nosotros creemos siempre que los OVNIS son proyecciones nues- tras. Pero ahora pareca que nosotros ramos sus proyec5. Cfr. a este respecto Synchronizitt als ein Prinzip akausaler Zusamnienhnge, en Jung-Pauli, Naturerklrung und Psyche. 1952, p. 92 y s. 378 ciones. Yo era proyectado por la linterna mgica como C. G. Jung. Pero quin manipulaba el aparato? So una vez sobre el problema de la relacin entre la persona y el Yo. En aquel sueo me encontraba en una ex- cursin. Por un pequeo camino atraves un paisaje acci- dentado, el sol brillaba y yo divisaba un amplio panorama. Entonces llegu a una pequea ermita. La puerta estaba abierta y entr. Ante mi asombro, en el altar no se encon- traba ninguna imagen de la madre de Dios ni ningn cru- cifijo, sino slo un adorno de hermosas flores. Pero luego vi que, ante el altar, en el suelo, vuelto hacia m, estaba un yogui sentado meditando profundamente. Al contemplarle de cerca vi que tena mi rostro. Me despert asustado pensando: Ah!, ste es el que me medita. Ha tenido un sueo que soy yo. Saba que cuando l despertara yo ya no existira ms. Este sueo lo tuve despus de la enfermedad de 1944. Representa una comparacin: mi persona se sume en la meditacin, por as decirlo como un yogui y medita mi for- ma terrena. Se podra decir tambin: adopta forma humana para lograr una existencia tridimensional, como cuando alguien se pone un vestido de buzo para realizar una in- mersin en el mar. La persona se entrega a aquella existencia en el ms all en una actitud religiosa que indica la capilla en el sueo. En la forma terrena pueden realizarse las experiencias del mundo tridimensional y perfeccionarse mediante mayor consciencia en un fragmento ms. La figura del yogui representara en cierto aspecto mi totalidad prenatal inconsciente y el lejano oriente, tal como sucede con frecuencia en los sueos, algo que nos es ajeno, un estado psquico contrapuesto a la consciencia. Al igual que la linterna mgica, proyecta tambin la meditacin del yogui mi realidad emprica. Generalmente, sin embargo, consideramos esta relacin causal a la inversa: descubrimos en los productos del inconsciente smbolos del mndala, es decir, figuras circulares y cuadrangulares, que expresan totalidad; y cuando expresamos totalidad 379 utilizamos tales figuras. Nuestra base es la consciencia de un yo, un campo de luz centrado en el Yo que representa nuestro mundo. A partir de aqu contemplamos un mundo tenebroso, enigmtico y no sabemos hasta qu punto sus huellas tenebrosas estn causadas por nuestra consciencia o hasta qu punto poseen realidad. Un anlisis superficial se da por satisfecho con la aceptacin de la consciencia como causante. Sin embargo, un anlisis ms exacto muestra que generalmente las imgenes del inconsciente no son motivadas por la consciencia, sino que poseen
su propia realidad y espontaneidad. Sin embargo, las consideramos simplemente como una especie de fenme- no marginal. La tendencia de ambos sueos apunta a la relacin de la consciencia del Yo y el Inconsciente considerada a la inversa, es decir, a representar el inconsciente como generador de la persona emprica. Esta inversin indica que, segn la opinin de la otra parte, nuestra existencia inconsciente es la verdadera y nuestro mundo consciente una ilusin o una aparente realidad, producida con fines determinados, algo as como un sueo que parece tener tanta realidad como si nos encontrsemos en ella. Est claro que este planteo tiene mucha semejanza con la concepcin del mundo oriental, en cuanto ste cree en el Maja.6 La totalidad inconsciente me parece por ello como el propio spiritus rector de todo suceso biolgico y psquico. Aspira a realizacin total, es decir, a devenir completa- mente consciente en el hombre. Devenir consciente es cultura en el sentido ms amplio y autoconocimiento, es decir, esencia y alma de este proceso. El oriente atribuye a la persona un significado divino, y segn la antigua concepcin cristiana es el autoconocimiento el camino de la cognitio Dei. 6. La inseguridad acerca de a quin o a qu lugar hay que atribuir realidad desempe una vez, en la vida de Jung un papel: cuando nio, sentado sobre la piedra, meditaba ya sobre siera la piedra la que pensaba o Yo. Cfr. tambin el conocido sueo de la mariposa de Dschuang-Dsi. A. ). 380 La cuestin decisiva para los hombres es: guarda re- lacin con lo infinito o no? Esto es el criterio de la vida. Slo si yo s que la falta de lmites es lo esencial, no pres- to inters a cuestiones vanas y a cosas que no tienen un significado decisivo. Si no lo s, insisto en perseguir tal o cual propiedad que percibo como posesin personal, algo que rige el mundo. As es, pues, quizs a causa de mi inteligencia o mi belleza. Cuanto ms insiste el hombre en la falsa posesin y cuanto menos capta lo esencial, tanto ms insatisfactoria es su vida. Se siente limitado porque tiene objetivos limitados y esto crea envidia y celos. Cuando se comprende y siente que se est unido, ya en esta vida, al infinito, cambian los deseos y actitudes. En ltima instancia, uno se rige slo por lo esencial, y si no se posee esto se ha malgastado la vida. Tambin en la relacin con los dems hombres es decisivo si en ello se expresa lo infinito o no. El sentimiento de lo infinito slo lo alcanzo, sin em- bargo, cuando estoy limitado al mximo. La mayor limita- cin del hombre es la persona; se manifiesta en la vivencia yo no soy ms que esto!. Slo la consciencia de mi estrecha limitacin en la persona me une a la infinitud del inconsciente. En esta consciencia me siento a la vez limitado y eterno, como el Uno y el Otro. Al saberme nico en mi combinacin personal, es decir, limitado, tengo la posibilidad de tomar consciencia tambin de lo infinito. Pero slo as. En una poca que est orientada tout prix a ensan- char el espacio vital, as como al incremento del saber ra- cional, representa uno de los mayores estmulos llegar a tomar consciencia de su
peculiaridad y limitacin. Sin ello no se da percepcin alguna de lo ilimitado y tampoco ningn devenir consciente sino meramente una identi- dad con lo mismo que se exterioriza en la embriaguez por las grandes cifras y por el podero poltico. Nuestra poca ha insistido a toda costa en desplazar al hombre terrenal y ha contribuido a endemoniar al hom381 bre y su mundo. El fenmeno de los dictadores y toda la miseria que ha causado es debido a que se ha despojado al hombre de su tendencia al ms all por la estrechez de mi- ras de los omnisapientes. De este modo se ha sacrifica- do tambin al inconsciente. La tarea del hombre debera consistir precisamente en lo contrario, en llegar a adquirir consciencia de lo que le impulsa desde lo inconsciente, en lugar de permanecer inconsciente o idntico a ello. En ambos casos creara consciencia desleal a su destino. En lo que no es posible alcanzar, el nico sentido de la existencia humana consiste en encender una luz en las tinieblas del mero ser. Incluso hay que suponer que, al igual que lo inconsciente acta en nosotros, tambin el incremento de nuestra consciencia influye en el inconsciente. 382 LTIMOS PENSAMIENTOS Para la aclaracin biogrfica de m mismo, las explica- ciones de este captulo resultan indispensables, a pesar de que puedan parecerle al lector muy tericas. Pero esta teora es una forma de existencia vinculada a mi vida, representa un modo de vida que me resulta tan necesario como comer y beber. I Lo ms digno de mencin en el cristianismo es el hecho de que en su dogmtica anticipa un proceso de transformacin en la divinidad, es decir, una transformacin histrica en el otro aspecto. Esto sucede en la forma del nuevo mito por un desdoblamiento en el cielo, designado por vez primera en el mito de la creacin, donde sale a escena el adversario del creador en forma de serpiente, que conduce al primer hombre a la desobediencia con la promesa de adquirir mayor conocimiento (scientes bonum et malum). El segundo indicio es la cada del ngel, una precipitada invasin del mundo de los hombres por contenidos inconscientes. Los ngeles son genios extraordinarios. Son exactamente lo que son y no pueden ser otra cosa: esencia carente de alma en si, que no representan ms que los pensamientos e intuiciones de su maestro. En el caso de la cada del ngel se tra383 ta exclusivamente del ngel malo. Causan el efecto de lainflacin* que hoy podemos observar en la locura de los dictadores: los ngeles procrean con los hombres una
raza de gigantes que oficialmente se propone devorar tambin a los hombres, como se lee en el libro de Enoch. La tercera y decisiva fase del mito es, sin embargo, la autorrealizacin de Dios en figura humana, en cumpli- miento de la idea del Antiguo Testamento delmatrimonio de Dios y sus consecuencias. En la poca primitiva cristiana ya progres la idea de la encarnacin hasta la concep- cin del Christus in nobis. De este modo penetra la totali- dad inconsciente en el campo psquico de la experiencia interna y otorga al hombre un presentimiento de su forma completa. Esto no slo constituy un acontecimiento decisivo para el hombre, sino tambin para el Creador: ante los ojos de los escogidos borr l Sus oscuras cualidades y se convirti en el Summum Bonum. Este mito se conserv vivo firmemente durante un milenio, hasta que en el siglo XI1 se notaron los primeros sntomas de una transformacin posterior de la consciencia. A partir de entonces aumentaron los sntomas de in- tranquilidad y de duda, hasta que comenz a perfilarse a fines del segundo milenio la imagen de una catstrofe mundial, es decir, en primer lugar una amenaza de la consciencia. Tal amenaza consiste en el fenmeno de los gigantes, es decir, una hipertrofia de la consciencia: Nada es ms grande que el hombre y sus hechos. La trascendencia del mito cristiano se perdi y con ello la concepcin cristiana de la totalidad cumplida en el ms all.A la luz siguen las tinieblas, la otra cara del creador. Este desarrollo alcanza su punto culminante en el siglo xx. Ahora el mundo cristiano se enfrenta realmente con el principio del mal, concretamente con la franca injusticia, tirana, mentira, esclavitud y coaccin de conciencia. Esta * Cfr. Glosario. 1. Este tema lo ha tratado Jung enAion, 1951. 384 manifestacin del mal sin disimulo ha adoptado en el pueblo ruso figura permanente al parecer, aunque el primer brote de incendio se produjo en los alemanes. De este modo se ha evidenciado hasta qu grado est socavado el cristianismo del siglo XX. Frente a esto el mal ya no se deja equiparar con el eufemismo de la inofensiva privatio boni. El mal se ha convertido en realidad determinante. Ya no se puede eliminar del mundo una perfrasis. Debemos aprender a contar con l, pues quiere vivir con nosotros. Cmo sera ello posible: sin grandes desgracias no es de momento concebible. En todo caso, necesitamos una reorientacin, es decir unametanoia. Si se habla del mal existe el peligro de caer en l. Y ya no est permitido caer, ni siquiera en el bien. Un supuesto bien en el que se cae pierde su carcter moral. No se trata de que se convirtiera en mal, pero desencadenara malas consecuencias por haber cado en l. Toda forma de apasionamiento es
mala, indiferentemente si se trata de alcohol, morfina o idealismo. Ya no est permitido dejarse seducir por los trminos antagnicos. El criterio del proceder tico ya no puede consistir en que lo que se reconoce como bueno posea el carcter de un imperativo categrico y que el llamado mal sea incon- dicionalmente evitado. Mediante el reconocimiento de la realidad del mal, el bien se clasifica necesariamente como la mitad de una oposicin. Lo mismo vale para el mal. Ambos juntos constituyen una totalidad paradjica. En la prctica esto significa que el bien y el mal pierden su carcter absoluto y nosotros nos vemos forzados a reflexionar que representanjuicios. La imperfeccin de todo juicio humano nos sugiere siempre la duda de si nuestra opinin es siempre acertada. Tambin podemos encontrarnos sometidos a un juicio falso. Por ello el problema tico se capta solamente cuando nos sentimos inseguros respecto a nuestra calificacin moral. Con todo, debemos decidirnos ticamente. La relatividad de lo bueno y lo malo no significa en absolu385 to que estas categoras queden invalidadas o no existan. El juicio moral se encuentra presente siempre y en todas partes con sus consecuencias psicolgicas caractersticas. Tal como he subrayado en otro lugar, el error cometido, planeado y pensado se vengar en nuestras aulas en el futuro igual que ha hecho hasta el presente, independientemente de que el mundo haya cambiado o no para nosotros. Son solamente los contenidos del juicio los que sucumben a las condiciones de lugar y tiempo, y varan paralelamente. La valoracin moral se fundamenta siempre en nuestro cdigo de costumbres, que nos parece seguro, que pretende saber lo que es bueno y malo. Pero ahora que sabemos lo inseguro que es el fundamento, la decisin tica se convierte en una acto creador subjetivo que slo podemos asegurarnosconcedente Deo, es decir, necesitamos un impulso espontneo y decisivo por parte del inconsciente. La tica, es decir, la decisin entre Bien y Mal, no es afectada por esto, slo se dificulta. Nada puede ahorrarnos la tortura de la decisin tica. Pero hay que tener, por duro que pueda sonar, la libertad de impedir si fuese necesario el bien moral conocido y hacer el mal reconocido como tal, si se quiere alcanzar la decisin tica. En otras palabras: no hay que caer en los extremos. Frente a una parcialidad de ese tipo disponemos del modelo delnetineti de la filosofa india en forma moral. En ella el cdigo de la moral, si el caso lo exige, se suprime sin falta y se deja a la decisin tica del individuo. Esto no es en s nada nuevo, sino que ha sucedido ya desde siempre en la poca pre- psicolgica como colisin de deberes. El individuo, sin embargo, es generalmente tan igno- rante que desconoce en absoluto sus propias posibilidades de eleccin y por esta razn busca siempre angustiadamente las reglas y leyes externas en que poder confiar en su desorientacin. Visto desde la insuficiencia humana general,
una gran parte de culpa reside en la educacin, que se orienta exclusivamente a lo que se sabe en general, pero no trata de lo que es experiencia personal del individuo. 386 De este modo, se ensenan idealismos de los que en la ma- yora de casos se sabe con seguridad que no podrn reali- zarse y, sin embargo, son predicados oficialmente por quienes saben que ellos mismos no los han realizado, ni los realizarn. Esta situacin es aceptada sin reparos. As pues, quien desee obtener una respuesta al actual- mente planteado problema del mal necesita en primera instancia unautoconocimiento bsico, es decir, el mejor conocimiento posible de su totalidad. Debe saber sin pa- liativos hasta qu punto es capaz del bien y qu vilezas estn a su alcance, y debe precaverse de considerar a uno como real y al otro como ilusorio. Ambas cosas son ciertas como posibilidad y ni una cosa ni la otra se eludirn completamente, si quiere como debe vivir sin auto- engao ni autodecepcin. Sin embargo, en general, se est desesperantemente le- jos de un tal grado de conocimiento, pese a que en muchos hombres de hoy sera perfectamente posible un autocono- cimiento ms profundo. Tales autoconocimientos son ne- cesarios porque slo en virtud de ellos resulta posible apro- ximarse al aspecto bsico o al ncleo de la esencia humana, donde choca con los instintos. Los instintos son, a priori, factores dinmicos de los que dependen en ltima instancia las decisiones ticas de nuestra consciencia. Se trata del in- consciente y sus contenidos, acerca de lo cual no existe nin- gn juicio definitivo. Slo se pueden tener prejuicios, pues no resulta posible captar su esencia y fijarle lmites racio- nales. Slo se alcanza conocimiento de la naturaleza mediante la ciencia que ampla el campo de la consciencia, y por ello tambin la ciencia necesita autoconocimiento pro- fundo, es decir, necesita de la psicologa. Nadie construye un telescopio o microscopio, por as decirlo, a pulso y con buena voluntad, nada ms, sin conocimientos de ptica. Hoy necesitamos la psicologa por razones vitales. Nos encontramos perplejos, confusos y desorientados frente al fenmeno del nacionalsocialismo y del bolchevismo, porque no se sabe nada de los hombres o slo se 387 tiene de ellos una imagen parcial y desfigurada. Si tuvi- ramos autoconocimiento no sucedera esto. Ante nosotros se alza la terrible cuestin del mal y no se sabe siquiera dar una respuesta. Y si se supiera darla no se podra concebir cmo pudo suceder todo esto. Con genial ingenuidad un estadista explica que no tiene imaginacin para el mal. Completamente correcto: nose tiene imaginacin para el mal, pero ella nos tiene a nosotros. Unos no quieren saber esto, otros se sienten identificados con ello. Tal es la actual situacin psicolgica del mundo: unos se imaginan an cristianos y creen que pueden aplastar el llamado mal bajo sus pies; otros han cado en l y ya no ven el bien. El mal se ha convertido actualmente en una potencia visible: una mitad de la humanidad se apoya en una doctrina fabricada por especulaciones hu- manas; la otra mitad enferma por falta de una situacin de mito apropiado. En lo que respecta al pueblo cristiano, su
cristianismo est dormido y ha olvidado en el transcurso de los siglos construir nuevamente su mito. No se ha prestado atencin a aquellos que expresaron los oscuros movimientos de crecimiento de las concepciones mticas. Un Gioacchino da Fiore, un Maestro Eckhart, un Ja-kob Boehme y tantos otros siguen siendo para las masas hombres oscuros. Un nico rayo de luz es Po XII y su dogma.2 Pero ni siquiera se sabe de qu hablo cuando digo esto. No se comprende que haya muerto un mito, si ya no vive ni se desarrolla. Nuestro mito se ha vuelto mudo y ya no da respuesta. La falta no est en l, como consta en las sagradas escrituras, sino slo y exclusivamente en nosotros, que no lo desarrollamos, en haber reprimido todos los intentos en este aspecto. En la originaria concepcin del mito se encuentran suficientes principios que llevan en s posibilidades de desarrollo. Se le atribuyen, por ejemplo, a Cristo las frases: Sed astutos como las serpientes y mansos como las palomas. Para 2. Cfr. p. 240, nota 2, a pie de pgina. 388 qu se necesita la astucia de las serpientes? Y qu tiene que ver con la inocencia de las palomas? Si no os volvis como nios... Quin piensa en cmo son los nios en realidad? Con qu moral funda el Seor la usurpacin del asno que necesita para entrar cabalgando en Jerusaln como triunfador? Y quin est de peor humor que un nio que el que luego maldice la higuera? Qu clase de moral se desprende de la metfora del administrador in- justo y qu se deriva para nuestra situacin de las apcri- fas palabras del Seor: Hombre, si t sabes lo que haces eres bienaventurado, pero si no lo sabes eres un reprobo y un transgresor de la ley?3 Qu significa finalmente cuando un Paulo reconoce: Hago el mal que no quiero? Las claras predicciones del apocalipsis no las mencionar porque no gozan de crdito alguno. La pregunta planteada por los agnsticos: De dnde proviene el mal? no ha hallado respuesta en el mundo cristiano y la vaga idea de Orgenes de una posible salva- cin del diablo pas por hereja. Sin embargo, hoy debe- mos hablar de esto y darle respuesta y nos encontramos con las manos vacas, extraados y confusos, y ni siquiera podemos explicarnos el que ningn mito nos ayude, que con tanta urgencia necesitamos. Se tiene, en consecuencia de la situacin poltica y de los xitos terribles y demo- nacos de la ciencia, un presentimiento vago y secretos estremecimientos, pero no se sabe dar consejo alguno y slo los menos sacan la conclusin de que se trata del alma del hombre, olvidada desde hace tanto tiempo. La posterior evolucin del mito debera conectar all donde el Espritu Santo se infunde en los apstoles y les convierte en hijos de Dios, y no slo a ellos, sino a todos los dems que por medio de ellos y despus de ellos sin- tieron lafiliatio, la obediencia filial a Dios, y tambin par- ticiparon de la certeza, de modo que ya no erananimalia 3. Cdice Bezae ad Lucam 6, 4. 389
autctonos brotados de la tierra, sino, como nacidos por segunda vez, se enraizaron en la divinidad misma. Su vida visible, corporal, era de esta tierra; su hombre interior in- visible tena su origen y su futuro en la imagen primitiva de la totalidad, en el Padre eterno, tal como explica el mito de la historia sagrada cristiana. Al igual que el creador es completo, tambin su cria- tura, es decir, su hijo, debe ser completo. De la concepcin de la totalidad divina es verdad que nada puede suprimir- se, pero sin tener plena conciencia de lo que suceda, se origin un desdoblamiento de la totalidad. Se origin un reino de las tinieblas y un reino de la luz. Este resultado estaba claramente anticipado antes de que Cristo aparecie- ra, como se puede percibir, entre otros, en la vivencia de Job o en el libro inmediatamente precristiano y amplia- mente difundido de Enoch. Tambin en el cristianismo prosigui claramente este desdoblamiento metafsico: Sa- tn, que en el Antiguo Testamento se encontraba todava en inmediata adhesin a Jehov, configura en adelante la oposicin diametral y eterna al mundo de Dios. No se le poda extirpar. No es pues de admirar que ya a principios del siglo XI se llegara a la creencia de que el mundo no lo haba creado Dios sino el diablo. Esto era el preludio de la segunda mitad del Eon cristiano, despus de haber relata- do el mito de la cada del ngel, de que eran los ngeles cados los que haban enseado al hombre la ciencia y arte peligrosos. Qu hubieran dicho estos antiguos narradores ante la visin de Hiroshima? La genial visin de Jakob Boehme plasm la naturale- za antagnica de la imagen de Dios y de este modo con- tribuy a la propagacin del mito. El smbolo mndala ideado por Boehme representa al Dios dividido, en el que su crculo interno se divide en dos semicrculos que se dan la espalda.4 Puesto que segn las premisas dogmticas del cristia4. Copiado de Gcstahungen des Unbewussten, 1950, II. 3. 390 nismo, Dios existe plenamente en cada una de las tres per- sonas trinitarias, existe tambin totalmente en cualquier parte del Espritu Santo descendido. De este modo cada hombre puede participar de Dios entero, y con ello, de la filiatio, de la filiacin con Dios. La complexio oppositorum de la imagen de Dios penetra entonces en el hombre y no ciertamente como unidad, sino como conflicto en el que choca la mitad oscura de la imagen con la concepcin ya recibida de que Dios es luz. Este proceso es el que tiene lugar en nuestra poca, sin ser comprendido por los competentes maestros de los hombres, a pesar de que sera su tarea reconocer estas cosas. Es verdad que se est convencido de que estamos en un importante viraje de los tiempos, pero se cree, sin embargo, que su origen est en la fusin y fisin del tomo o en la produccin de cohetes espaciales. Como de costumbre, se pasa por alto cuanto sucede al mismo tiempo en las almas humanas.
Se hace notar ya una compensacin psquica en cuan- to la imagen de Dios, desde el punto de partida psicolgi- co, es una simbolizacin del fundamento del alma y ac- tualmente comienza, en la forma de un profundo desdo- blamiento, a hacerse consciente, el cual se extiende hasta la poltica del mundo. Esta compensacin se presenta en la forma de imgenes circulares aparentemente espontneas, que representan una sntesis de los antagonismos dentro de la psique. Entre ellos se encuentra tambin el rumor mundialmente difundido de los Objetos Volantes No Identificados, que se inici ya en 1945. Se basa en visiones o en ciertas realidades. Los OVNIS se consideran mquinas voladoras que se supone proceden de otros planetas o de la cuarta dimensin. Ms de cuarenta aos antes (1918) descubr yo la pre- sencia de un smbolo aparentemente central de tipo seme- jante a los de mis investigaciones del inconsciente colectivo, a saber, el smbolo mndala. Para estar seguro de esto acumul durante ms de una dcada posteriores observa- ciones, antes de que en 1929 publicara a ttulo de ensayo 391 el descubrimiento.5 El mndala es una imagen arquetpica cuya existencia a travs de los milenios puede comprobar- se. Caracteriza la totalidad o simboliza la totalidad de la persona, del fundamento del alma expresada mticamente: simboliza el fenmeno de la divinidad encarnada en el hombre. En contraposicin al mndala de Boehme, el mo- derno aspira a la unidad, es decir, representa una com- pensacin de la escisin, o una superacin anticipada de la misma. Dado que este proceso tiene lugar en el incons- ciente colectivo,se manifiesta en todas partes. De ello es testimonio tambin el rumor de los OVNIS; constituye el sntoma de una predisposicin universalmente existente. En la medida en que el tratamiento analtico pone de relieve las sombras produce un desdoblamiento y ten- sin en los polos opuestos que buscan una compensacin en la unidad. La mediacin se produce a travs de los sm- bolos. La tensin entre los extremos llega hasta el lmite de lo soportable cuando se la toma en serio o se es tomado en serio por ella. El tertium non datur de la lgica se conserva: no se puede ver solucin alguna. Cuando todo va bien, surge espontneamente de la naturaleza. Entonces, y slo entonces, resulta convincente. Se experimenta como tal y se denomina gracia. Puesto que la solucin nace de la contraposicin y lucha entre los contrarios, se manifiesta casi siempre como una mezcla indescifrable de circunstancias conscientes e inconscientes y por ello es un smbolo (una moneda partida cuyas mitades se adaptan exactamente).6 Representa el resultado de la cooperacin de la consciencia y el inconsciente y alcanza la analoga de la imagen de Dios en la forma del mndala, que es el esbozo ms sencillo de una representacin de totalidad y se ofrece espontneamente a la imaginacin para representar los contrarios, su lucha y su reconciliacin en nosotros. La 5. Jung-Wiihelm, Das Geheimnis der Goldenen Blte. 6.Uno de los significados de symbolon es la tessera hospitalitatis, la mo neda rota, con cuyas mitades, segn antiguas costumbres, se quedaban dos
amigos al separarse. 392 divergencia que primeramente es de naturaleza puramente personal es seguida pronto de la opinin de que el an- tagonismo subjetivo no constituye sino un caso particular del antagonismo del mundo en general. Nuestra psique es configurada por la estructura del mundo y lo que sucede a gran escala acontece tambin a escala mnima y en lo ms subjetivo del alma. Por ello la imagen de Dios es siempre una proyeccin de la experiencia interna de un adversario poderoso. Esta imagen se simboliza mediante objetos por los cuales la experiencia interna ha encontrado una salida y que a partir de entonces han adoptado un significado numinoso, o estn caracterizados por su nu-minosidad y su fuerza extraordinaria. En este caso, la imaginacin se libera de la mera objetivacin e intenta proyectar la imagen de lo imperceptible, detrs de los fenmenos que se presentan. Me refiero a la forma bsica ms sencilla del mndala, la forma circular y la divisin del crculo ms sencilla (concebible), el cuadrado o la cruz. Tales experiencias tienen una influencia beneficiosa o aniquiladora sobre los hombres. El hombre no puede cap- tarlas, concebirlas, dominarlas, no se puede liberar de ellas o desprenderse de ellas y las siente, por ello, como relati- vamente superiores. En el conocimiento correcto, que no escapa a su personalidad consciente, las define comomana, demonio o Dios. El conocimiento cientfico emplea el trmino lo inconsciente y concede que no sabe nada acerca de ello, pues no puede saber nada de la sustancia de la psique porque slo puede reconocerse a s misma por medio de la psique. Por ello no se puede discutir ni afirmar la validez de la designacin comomana, demonio o Dios, aunque ciertamente se puede comprobar que la sensacin de extraeza vinculada a la experiencia de un algo objetivo es autntica. Sabemos que lo desconocido sucede ajeno a nosotros, al igual que sabemos que no somos nosotros los quehacemos un sueo o un accidente, sino que surge de algn lugar a partir de s mismo. Lo que nos sobreviene de este 393 modo puede definirse como efecto que procede de un mana, demonio, Dios o del inconsciente. Las tres primeras designaciones tienen la gran ventaja que encierran y evo- can la calidad emocional de lo numinoso, mientras que la ltima el inconsciente es banal y por ello ms prxi- ma a la realidad. Este concepto incluye la capacidad de experimentar, es decir, la realidad cotidiana tal como nos es conocida y accesible. El inconsciente es un concepto demasiado neutro y racional para poder servir de ayuda prctica a la imaginacin. Est acuado para su empleo cientfico y resulta mucho ms apropiado para una consideracin desapasionada, que no suscita exigencias metafsicas, que los conceptos trascendentales, que son siempre discutibles y por ello conducen siempre a un cierto fatalismo.
As pues, yo propongo el trmino el inconsciente, en el bien entendido de que igualmente podra hablar de Dios y demonio si quisiera expresarme mticamente. Pero si me expreso mticamente sucede quemana, de- monio y Dios son sinnimos de lo inconsciente, desde el momento que sabemos tan poco de lo primero como de lo segundo. Solamente secree saber ms de lo primero que de lo ltimo, que para ciertos fines resulta un concepto ms til y eficaz que un concepto cientfico. La gran ventaja de los conceptos demonio y Dios consiste en que facilitan una mayor objetivacin de lo antagnico, concretamente lapersonificacin. Su calidad emocional les presta vida y eficacia: odio y amor, temor y adoracin ocupan el escenario de la disputa y la dramati- zan al mximo. De este modo, lo meramente mostrado se convierte en actor.7 Todo el hombre se encuentra afectado e interviene con toda su realidad en la lucha. Slo de este modo puede devenir completo y devenir Dios nacido, es decir, penetrar en la realidad humana y asociarse a los hombres en figura de hombre. Mediante este acto 7.Cfr. Das Wandlungssymbol in der Messe,en Von der Wtirzeln des Bewusstseins, 1954, p. 284. 394 de encarnacin, el hombre, es decir, su Yo, es sustituido internamente por Dios, y Dios deviene externamente hombre, de acuerdo con el logos: Quien me ve a m, ve a mi Padre. Con esta comprobacin se evidencia la desventaja de la terminologa mtica. La concepcin media del cristiano acerca de Dios es la de un Padre y creador del mundo to- dopoderoso, omnisapiente e infinitamente bueno. Si este Dios quiere devenir hombre, necesita inevitablemente una knosis (vaciamiento)8 en la que el universo es reducido a la medida infinitesimal del hombre, e incluso entonces re- sulta difcil de ver por qu el hombre no estalla por la en- carnacin. Por supuesto que la especulacin dogmtica ha podido por ello dotar a Jess con propiedades que le rele- van del carcter de ente humano corriente. Le falta particularmente la macula peccati (la mancha del pecado origi- nal) y ya por ello es cuanto menos un Dios-hombre o un semidis. La imagen cristiana de Dios no puede encarnar- se en el hombre emprico sin contradiccin, prescindiendo por completo de que el hombre externo parece ser tan poco acertado para simbolizar un Dios. El mito debe finalmente elaborar en serio el mono- tesmo y abandonar su dualismo (oficialmente negado) que permite coexistir al Bien todopoderoso con un adver- sario tenebroso o eterno. Debe expresar la complexio oppositorum filosfica de un Cusanus y la ambivalencia moral de un Boehme. Slo entonces puede otorgarse a un dios la totalidad propia de l y la sntesis de los contrarios. Quien ha experimentado que a partir de la naturaleza mediante el smbolo, los
contrarios pueden unirse, que no se contraponen antagnicamente ni se combaten, sino que se complementan mutuamente y configuran racionalmente la vida, la ambivalencia en la imagen de un Dios de la naturaleza y creador no le ocasionar dificultad alguna. 8. Phil. 2, 6. 395 Por el contrario, comprender el mito del Dios necesario que deviene hombre, el mensaje cristiano esencial como divergencia creadora del hombre con los contrarios y sus sntesis en la persona, la totalidad de la personalidad. Las necesarias contradicciones internas en la imagen de un Dios creador pueden reconciliarse en la unidad y totalidad de la persona como coniunctio oppositorum de los alqui- mistas o como unio mystica. En la experiencia de la perso- na ya no se prescinde, como antes, de la oposicin Dios y Hombre, sino que la oposicin se sita ya en la misma imagen de Dios. Tal es el sentido del culto divino, es decir, del culto que el hombre puede prestar a Dios para que la luz surja de las tinieblas, para que el Creador se haga consciente de Su Creacin y el hombre de s mismo. Tal es el fin o uno de los fines que oportunamente su- pedita al hombre a la creacin y con ello tambin le presta este sentido. Se trata de un mito explicativo que se ha ido formando en m a lo largo de dcadas. Es un fin que yo puedo reconocer y apreciar y que por ello me satisface. El hombre, en virtud de su espritu reflexivo, se ha destacado del mundo de los animales y demuestra, por medio de su espritu, que la naturaleza ha puesto en l un elevado premio, y precisamente a la evolucin de la cons- ciencia. A travs de ella se aduea de la naturaleza, al reconocer la presencia del mundo y confirmar en cierto modo al Creador. De este modo el mundo se convierte en fenmeno, pues sin reflexin consciente no lo sera. Si el Creador fuera consciente de S mismo no necesitara nin- guna criatura consciente; tampoco es probable que el ca- mino altamente indirecto de la creacin, que derrocha mi- llones de aos en la elaboracin de innumerables especies y criaturas, responda a una intencin orientada a un fin. La historia de la naturaleza nos habla de una transformacin espontnea y casual de las especies a travs de cientos de millones de aos y de un devorar y ser devorado. De esto ltimo informa tambin la historia biolgica y poltica de la humanidad con gran profusin. La historia del es396 pritu, sin embargo, es harina de otro costal. Aqu se evi- dencia el milagro de la consciencia reflexiva, la segunda cosmogona. La importancia de la consciencia es tan gran- de que no se puede menos de sospechar que se encontrara el elemento del sentido, oculto en algn lugar, en los es- tados biolgicos aparentemente absurdos, que finalmente ha encontrado el camino para manifestarse en la categora de los animales de sangre caliente y con un cerebro dife- renciado como casualmente, no previsto sino presentido, sentido, intuido9 como oscuro impulso. Yo no imagino que con mis ideas sobre el sentido y el mito del hombre se haya dicho la ltima palabra, pero creo que es lo que puede decirse al final de nuestroeon del pez y quizs debe
decirse, teniendo en cuenta eleon venidero, del Aquarius (aguador), que tiene figura de hombre. El aguador sigue a los peces contrapuestos (una coniunctio oppositorum) y parece representar la persona. Soberano, vaca su jarra en la boca del piscis austrinus,10 que representa un hijo, un inconsciente todava. De ste sale un futuro, designado por el smbolo de Capricornio (macho cabro), despus de transcurrir otroeon de algo ms de dos mil aos. Capricornio o Aigokeros es el monstruo de un pez-chivo,11 unificando la montaa y los abismos del mar, una oposicin de dos elementos animales crecidos juntos, es decir, inseparables. Este extrao ente podra ser fcilmente la imagen ancestral de un Dios creador, que se opone al Hombre, al antropos. Ms all, de esto reina en m el silencio, al igual que en el material de experimentacin de que dispongo, es decir, en los productos conscientes del inconsciente de otros hombres o en los documentos hist9. Cfr. Apndice, p. 435 y ss. 10. Constelacin de! pez del sur. Su boca se representa por laFomalhaut (rabe = boca del pez) bajo la constelacin de Acuario. 11. El signo astrolgico de Capricornio se llamaba originariamente pez-chivo. Es el animal herldico de la gens Julia, de la estirpe a la que per teneca Julio Csar. 397 ricos. Cuando no se da la comprensin es absurda la espe- culacin. Slo tiene sentido all donde existen datos objeti- vos, tal como es el caso, por ejemplo, deleon de Acuario. Nosotros no sabemos hasta dnde puede llegar el pro- ceso del devenir consciente y hacia dnde desviar al hombre. Es algo nuevo en la historia de la creacin, para lo que no existe trmino comparativo alguno. Por ello no se puede saber qu posibilidades le son inherentes y si es posible predecir a la species homo sapiens una plenitud y un ocaso semejantes a las especies zoolgicas arcaicas. La biologa no puede indicar ningn argumento en contra respecto a tal posibilidad. La necesidad de la expresin mtica se satisface si te- nemos un criterio que explique suficientemente el sentido de la existencia humana en el universo, un criterio que proceda en la totalidad anmica, concretamente de la cooperacin de consciencia e inconsciente. La carencia de sentido impide la plenitud de la vida y significa por ello enfermedad. Ninguna ciencia sustituir al mito y no resultar mito alguno de ninguna ciencia. Pues Dios no es un mito, sino que el mito es la manifestacin de una vida divina en el hombre. No le damos sentido nosotros, sino que es l quien nos habla como palabra de Dios. La palabra de Dios viene a nosotros y no tenemos medio alguno de diferenciar si es distinta a Dios y en qu lo es. Nada existe en esta palabra que no sea conocido y humano, excepto la circunstancia de que se nos aparece espontneamente y nos obliga. Escapa a nuestra arbitrariedad. No se puede explicar una inspiracin. Nosotros
sabemos que una ocurrencia no es el resultado de nuestra agudeza mental, sino que la idea nos ha venido de alguna parte. Y si se tratara despus de todo de un sueo premonitorio, cmo podemos atribuirlo al propio entendimiento? Se ignora en tales casos, con frecuencia durante mucho tiempo, que el sueo representa un saber previo o futuro. La palabra nos acontece; la sufrimos, pues nos encontramos abocados a una inseguridad profunda: en Dios, 398 como complexio oppositorum, todas las cosas son posibles en esta palabra tan plena de significado, es decir, verdad y engao, bien y mal. El mito es o puede ser de doble sentido, como el orculo de Delfos o un sueo. Nosotros no podemos ni debemos renunciar al empleo del entendimiento, ni debemos abandonar la esperanza de que el instinto se apresure a venir en nuestra ayuda, con lo cual un Dios nos ayuda frente a otro Dios, como Job comprendi. Pues todo cuanto se expresa en la otra voluntad es materia moldeada por el hombre, su pensamiento, sus palabras, sus imgenes y todas sus limitaciones. Por ello lo aplica todo a s, cuando comienza con torpeza a pensar psicolgicamente y cree que todo procede de su intencin y de s mismo. Con ingenuidad infantil presupone con ello que conoce todo su mbito y sabe lo que l mismo es. Pero no sospecha, sin embargo, que es la debilidad de su consciencia y el correspondiente miedo al inconsciente lo que le impide distinguir lo que l inventa intencionadamente, de lo que le mana espontneamente de otras fuentes. No tiene ninguna objetividad frente a s mismo y no se puede considerar todava como fenmeno que l encuentra y con el que se identifica for better or worse. Todo al principio se le presenta, se le acaece y se le enfrenta y slo dificultosamente consigue al final conquistar y conservar un ambiente de relativa libertad. Slo cuando se ha apropiado de este botn y slo entonces est en condiciones de reconocer que se enfrenta a sus fundamentos y principios no deseados, por dados, y de los cuales no puede librarse. En esto sus comienzos no son meramente cosas pasadas; antes bien, viven con l como fundamento permanente de su existencia, y su consciencia depende de su cooperacin, siquiera en la misma medida que del ambiente fsico. Estos hechos que se enfrentan abrumadoramente al hombre desde fuera y desde dentro los ha compendiado bajo la concepcin de la divinidad y descrito sus efectos con ayuda del mito, y ha comprendido a ste como pala399 bra de Dios, es decir, como inspiracin y revelacin del numen de la otra parte. II
No existe mejor medio para proteger al individuo del perderse con los dems que la posesin de un secreto que l quiera o deba ocultar. Ya los comienzos de la organizacin de la sociedad manifiestan la necesidad de organizaciones secretas. Donde no existe un secreto a ocultar por motivos justificados se descubren o se elaboran secretos que luego son sabidos o comprendidos por los iniciados privile- giados. As sucedi con los rosicrucianos y con tantos otros. Entre estos pseudosecretos hay irnicamente autnticos secretos ignorados por completo por los iniciados como, por ejemplo, en aquellas sociedades que tomaron su secreto especialmente de la tradicin alqumica. La necesidad de algo secreto es en las sociedades pri- mitivas de decisiva importancia, en cuanto el secreto en comn constituye el cemento de la solidaridad. El secreto en un rango social significa una oportuna compensacin para la falta de sociabilidad de la personalidad individual, que se desintegra una y otra vez en las continuas recadas en la identidad con los dems originaria, inconsciente. La consecucin del fin, concretamente de un individuo cons- ciente de su personalidad, se convierte de este modo en un proceso curativo largo, casi sin esperanza, porque la co- munidad de individuos aislados y adelantados en la inicia- cin slo se logra de nuevo a travs de la identidad in- consciente, si bien se trata aqu de una identidad socialmente diferenciada. La sociedad secreta es una fase de transicin en el ca- mino de la individuacin: se confa todava a una organi- zacin colectiva el lograr diferenciarse de ella; es decir, no se ha reconocido todava que es propiamente tarea del in- dividuo el independizarse diferencindose de los dems. 400 En el cumplimiento de esta tarea se presentan todas las identidades colectivas, como la adhesin a organizaciones, aceptacin de ismos y similares, dificultando el camino. Son muletas para paralticos, corazas para miedosos, pausas separadas para perezosos, asilos para irresponsables, pero tambin albergues para pobres y dbiles, puerto protector para nufragos, un hogar para hurfanos, una meta aorada y gloriosa para vagabundos decepcionados y peregrinos cansados, redil y recinto seguro para ovejas extraviadas y una madre que significa sustento y cuidados. Sera, pues, incorrecto considerar la fase de transicin como un obstculo; significa, por el contrario, durante mucho tiempo, la nica posibilidad de existencia del individuo, que actualmente parece amenazado ms que nunca por el anonimato. Esta forma de existencia es en nuestra poca todava tan importante que rige para muchos con cierta razn como meta definitiva, mientras que todo intento de encauzar al hombre en la posibilidad de un progreso en el camino de la autonoma parece arrogancia o presuncin, fantasma o imposibilidad. Sin embargo, puede ser que alguien, por propios mo- tivos suficientes, se vea precisado a emprender el camino hacia las lejanas con sus propias fuerzas, porque en todas las protecciones, modelos, asilos, modos de vida y atms- feras que se le ofrecen no encuentra lo que necesita. Mar- char solo y representar su propia sociedad. Ser su propia multitud que consta de muchas opiniones y tendencias. Pero stas no van necesariamente en la misma direccin. Se encontrar, por el contrario, en duda con s mismo y hallar grandes dificultades en manifestar toda su
complejidad en una accin unvoca. Incluso cuando se encuentra externamente protegido por las formas sociales de la fase de transicin no posee con ello proteccin alguna contra la interna complejidad que le enemista consigo mismo y le sume en el extravo en identidad con el mundo externo. Del mismo que el iniciado en el secreto de su sociedad 401 sita este extravo en una colectividad indiferenciada, tambin el individuo particular requiere en su sendero propio un secreto que no se pueda o no se deba revelar por cualquier motivo. Un secreto de este tipo le fuerza al aislamiento en su propsito individual. Muchos individuos no pueden soportar este aislamiento. Son los neurticos, que juegan al escondite forzoso con los dems y consigo mismos, sin poder tomar en serio realmente ni a unos ni a otros. Sacrifican generalmente su fin individual a su necesidad de acomodacin colectiva, para lo cual alientan todas las opiniones, convicciones e ideales del medio am- biente. Contra estos ltimos no existen argumentos razo- nables. Slo un secreto que no se puede traicionar, es de- cir, un secreto que se teme o que no resulta posible for- mular en palabras descriptivas (y por ello aparentemente cae en la categora de chiflado), puede impedir el de otro modo inevitable retroceso. La necesidad de un secreto de este tipo es en muchos casos tan grande que se producen ideas y hechos que no se pueden ya justificar. Tras ello no se encuentra arbitrariedad ni insolencia algunas, sino unadira necessitas inexplicable para el individuo que acomete a los hombres con despiadada fatalidad y les demuestra,ad oculos, quizs por vez primera en su vida, la presencia de fuertes y extraos en sus dominios ms propios, donde crea ser el seor. Un ejemplo evidente lo constituye la historia de Jacob que lucha contra el ngel, sale con una cadera dislocada, pero precisamente gracias a ello impide un crimen. El Ja- cob de entonces estaba en la situacin ventajosa de que todos le creyeron su historia. Un Jacob actual se encon- trara slo con sonrisas significativas. Sacara la conclu- sin de que es mejor no hablar de tales asuntos y mxime si le llevan a formarse opiniones privadas sobre el mensa- jero de Jehov. Con ello, nolens volens, entra en posesin de un secreto que no discutir y se separa del crculo en la colectividad. Naturalmente, su reservatio mentalis llegar un da en que ya no le sea posible disimular por ms 402 tiempo. Sin embargo, se convierte en neurtico todo el que intenta dos cosas al mismo tiempo, perseguir su fin individual y adoptarse a la colectividad. Un Jacob de este tipo no acepta que el
ngel sea el ms fuerte, pues despus de esto no se rumore nada acerca de que el ngel tambin coje algo. As pues, el que, instigado por sudaimon, se atreve a traspasar los lmites de la fase de transicin entra propia- mente en lo jams hollado, en donde no se entra, donde ya no encuentra caminos seguros que le guen ni techo alguno protector sobre l. All tampoco existen leyes para el caso de que se encuentre en situaciones imprevistas, por ejemplo, un conflicto de deberes, que no se puede solventar fcilmente. Habitualmente la excursin por la No Man's Land no dura tanto tiempo que no pueda anunciarse una colisin de este tipo, y finaliza rpidamente aun cuando slo se olfatee desde lejos. Si entonces huye rpidamente, yo no puedo censurrselo. Pero no puedo aceptar que transforme su debilidad y cobarda en un mrito. Dado que mi desprecio no le ocasiona dao alguno, puedo tranquilamente expresarlo. Sin embargo, si alguien arriesga la solucin de una co- lisin de deberes bajo su responsabilidad ms propia y ante un juez que trata da y noche de ello, queda sumido, en tal caso, en la situacin de solitario. Posee un secreto que no resiste ninguna discusin pblica, precisamente porque sin miramientos se ha garantizado ante s mismo desconsiderada acusacin y enrgica defensa y ningn juez seglar o religioso podra devolverle el sueo. Si l no conociera sus decisiones hasta la saciedad, nunca hubiera llegado a una colisin de deberes. En ltima instancia, se presupone siempre una elevada consciencia de responsabilidad. Pero precisamente esta virtud es lo que le veda el reconocimiento de una decisin colectiva. Por ello el tribunal del mundo externo se ha trasladado al mundo interno, donde a puerta cerrada se fallar sentencia. Sin embargo, esta transformacin otorga al individuo 403 un significado desconocido hasta entonces. No es slo su bien conocido y socialmente definido Yo, sino tambin el debate sobre ello, lo que tiene valor en y para s. Nada acelera ms el devenir consciente que esta interna confrontacin. No slo la acusacin pone sobre el tapete hechos insospechados hasta entonces, sino que tambin la defensa debe procurarse argumentos en los que nadie hubiera pensado antes. Y as no slo, por una parte, un considerable fragmento del mundo externo ha penetrado en el interno, sino que el mundo externo se ha despojado o descapotado de este fragmento; pero, por otra parte, el mundo interno ha aumentado igualmente en peso hasta el punto de haberse elevado a la categora de un tribunal de decisin tica. El antiguamente denominado Yo unvoco pierde la prerrogativa de ser un mero fiscal a cambio de la desventaja de ser a la vez tambin acusado. El Yo se vuelve en ambivalente y de doble sentido e incluso queda entre martillo y yunque. Se descubre una oposicin a l antepuesta. A la larga, no todas las colisiones de deberes, y quizs ninguna, son realmente solventadas, aunque se argu- mente y discuta sobre ellas hasta el amanecer. Pero un da se presenta la decisin fcilmente, por lo visto por medio de una rpida decisin. La vida prctica no puede seguir
pendiente de un eterno conflicto. Sin embargo, los trmi- nos de oposicin y su conflicto no desaparecen, si bien por un momento retroceden bajo el impulso de la accin. Amenazan constantemente la unidad de la personalidad y una y otra vez sumen a la vida en contradiccin. En tales circunstancias, la prudencia aconseja oportu- namente quedarse en casa, es decir, no abandonar los re- cintos colectivos, porque slo stos garantizan proteccin ante los conflictos internos. Quien nodebe abandonar al padre y a la madre en casa se encuentra sin lugar a dudas inmejorablemente protegido. Pero no pocos son empare- jados por el camino individual. En un plazo mnimo tra- barn conocimiento con el s y el no de la naturaleza humana. 404 Del mismo modo que toda energa proviene de la oposicin, tambin el alma posee su internapolaridad como premisa ineluctable de su vitalidad, tal como ya reconoci Herclito. Tanto terica como prcticamente, es inherente a todo ser vivo. Esta importante condicin se contrapone a la unidad, fcilmente quebradiza del Yo, que slo con ayuda de innumerables medidas de proteccin o progresivamente en el transcurso de milenios lleg a ser una realidad. Que un Yo fuera posible en general parece resultar de que todos los extremos tienden a igualarse. Esto sucede en el proceso energtico que se inicia en el choque entre caliente y fro, alto y profundo, etc. La energa que est en la base de la vida consciente anmica es preexistente a sta y, por ello, inconsciente al principio. Sin embargo, en cuanto se acerca el devenir consciente, aparece primeramente proyectada en figuras comomana, dioses, demonios, etc., cuyo numen parece el manantial de energa que condiciona la vista y de hecho lo es mientras se considera en esta forma. Pero en la medida en que esta forma se desvanece y se vuelve inactiva, parece que el Yo, es decir, el hombre emprico, entra en posesin de esta fuente de energa y concretamente en el sentido pleno de esta fase de doble sentido: por una parte busca apropiarse esta energa o lograr su posesin; por otra parte, se es posedo por ella. Esta situacin grotesca slo puede manifestarse all donde slo los contenidos de la consciencia rigen como formas de existencia psquica. Donde tal es el caso, la in- flacin no puede impedirse con proyecciones regresivas. Sin embargo, donde se acepta la existencia de una psiquis inconsciente pueden darse los contenidos de proyeccin en formas instintivamente innatas que preceden a la cons- ciencia. De este modo se mantiene su objetividad y auto- noma y se impide la inflacin. Los arquetipos, que pree- xisten a la consciencia y la condicionan, aparecen en el papel que desempean en la realidad, es decir, como formas estructurales apriorsticas del fundamento instintivo de la 405 consciencia. No representan en absoluto un en-s de las cosas, sino ms bien las formas en que stas son contem- pladas y concebidas. Naturalmente, los arquetipos no son el nico fundamento del ser-as de las intuiciones. Funda- mentan exclusivamente la parte colectiva en una concepcin. Corno propiedad del instinto, toman parte en su naturaleza dinmica y poseen a causa de ello una energa especfica que motiva o incluso fuerza a determinados modos dos comportamientos o
impulsos, es decir, tienen, bajo ciertas circunstancias, poder posesivo u obsesivo (numi-nosidad!). Su concepcin comodaimonia es, pues, garantizada por su naturaleza. Si alguien creyera que mediante semejantes formulaciones algo vara en lanaturaleza de las cosas, se debera exclusivamente a su fe en las palabras. Los hechos reales no cambian si se les da otro nombre. Slo nosotros mismos somos modificados por ello. Si alguien concibiese a Dios como una pura Nada ello no tendra nada que ver con el hecho de un principio supremo. Estamos tan posedos como anteriormente; no hemos extrado nada de la realidad con el cambio de nombre, sino que como mximo hemos incurrido en error si el nuevo nombre no implica un ments; por el contrario, la designacin positiva de lo inconcebible comporta la ventaja de ocasionar una situacin adecuadamente positiva. As, pues, al designar a Dios como arquetipo no se expresa nada de su propia esencia. Pero expresamos con ello el reconocimiento de que Dios se presiente en nuestra alma preexistente a nuestra consciencia y por ello no puede ser considerado en absoluto como descubrimiento de la consciencia. De este modo no slo no se le aleja o suprime, sino que se le sita propiamente en la proximidad de lo experimentable. La consciencia viene en segundo lugar filo y ontoge- nticamente. Este claro hecho debera ser reconocido de una vez para siempre. As como el cuerpo tiene una prehistoria anatmica de millones de aos, as tambin el sistema psquico; y del mismo modo que el cuerpo huma406 no actual en todas sus partes representa el resultado de esta evolucin y los estadios precedentes a su actualidad se echan de ver en todas partes, as tambin en la psiquis. Al igual que la consciencia se inici evolutiva e histricamente en un momento de semejanza animal a nosotros inconsciente, repite todo nio esta diferenciacin. La psiquis del nio es en su fase preconsciente poco menos que tabula rasa; es ya reconocible y est preformada individualmente, adems de dotada de todos los instintos especficamente humanos, as como tambin de los fundamentos apriorsticos de las funciones superiores. De esta complicada base surge el Yo y es sostenida por ella toda la vida. Donde la base no cumple su cometido surge el vaco y la muerte. Su vida y su realidad son de vital importancia. Frente a ella hasta el mundo exterior es de importancia secundaria. Pues, cmo me las arreglar para dominarla, si me falta el impulso endgeno? Ninguna voluntad consciente sustituir jams a la larga al impulso vital. Este impulso nos viene del interior como un Debe, Voluntad o Mandato, y cuando le designamos tal como siempre se ha visto, con el nombre de un daimon personal expresamos cuanto menos acentuadamente el estado de cosas psicolgico. Y cuando intentamos transcribir el lugar adonde el daimon nos lleva a travs de la nocin de arquetipo no hemos traslocado nada sino solamente nos hemos acercado a la fuente de vida. Una concepcin de este tipo no me parece natural a m como psiquiatra (que significa mdico de almas), pues me interesa en primer lugar cmo puedo ayudar a mis enfermos a recuperar su base sana. Para ello, como he comprobado, se requieren conocimientos de todo tipo. A la medicina en general le ha sucedido tambin algo similar. No realiza sus progresos de modo que halle por fin la treta para curar y de este modo simplifique asombrosamente sus mtodos. Por el
contrario, ha alcan- zado una complejidad insoslayable y no en pequea me- dida gracias a que tom de prestado en todos los terrenos 407 posibles. As pues, no me interesa en absoluto demostrar algo en otras disciplinas, slo intento simplemente convertir sus conocimientos en tiles a mi especialidad. Naturalmente que me incumbe dar cuenta de esta utilizacin y sus consecuencias. Pues se realizan descubrimientos cuando se trasladan conocimientos de un campo para su utilizacin prctica en otro. Cuntas cosas no hubieran seguido ocultas, si no se hubieran utilizado en medi-na los rayos X porque era un descubrimiento fsico? Si la radioterapia, bajo ciertas circunstancias, puede tener consecuencias peligrosas, es algo interesante para el mdico pero no necesariamente para el fsico, que emplea sus rayos de modo distinto y con otros objetivos. Tampoco el fsico opinar que el mdico quiere echarle algo en cara si le advierte de ciertas propiedades dainas o beneficiosas de la radioscopia. Si yo, por ejemplo, utilizo conocimientos histricos o teolgicos en el campo de la psicoterapia, aparecen natu- ralmente bajo otro prisma y conducen a conclusiones dis- tintas a las que se obtienen en su especialidad, donde sirven a objetivos distintos. El hecho de que la dinmica anmica tenga en su base una polaridad lleva consigo el que la problemtica antin- mica pase, en el ms amplio sentido, a la discusin psico- lgica, con todos sus aspectos religiosos y filosficos. Los ltimos pierden el carcter autnomo de su especialidad y ello necesariamente porque son abordados con un cues- tionario psicolgico, es decir, no se consideran ya bajo el prisma de la verdad religiosa o filosfica, sino que ms bien se investiga su fundamento y significado psicolgico. Al margen de su pretensin por la verdad autnoma existe el hecho de que considerados empricamente, es decir, cientficamente, son en primer lugar fenmenos psquicos. Este hecho me parece indiscutible. Que exijan un funda- mento en y por s mismos forma parte del mtodo de in- vestigacin psicolgica y no se excluye como injustificado, sino que por el contrario se considera con especial aten408 cin. La psicologa no conoce juicios exclusivamente reli- giosos o exclusivamente filosficos, en oposicin al re- proche de exclusivamente psquico que se oye con de- masiada frecuencia de parte de la teologa. Todas las expresiones que en general son pensables son realizadas por la psiquis. sta aparece, entre otras cosas, como un proceso dinmico que afecta al fundamento de la polaridad de la psiquis y a sus contenidos y representa una cada de tensin entre sus polos. Puesto que no deben incrementarse los principios explicativos ms de lo necesario y el tipo de concepcin energtica ha resultado fructfero como principio explicativo general de las ciencias, tambin nosotros hemos de ceirnos en psicologa a l. Tampoco existen hechos ciertos que permitan considerar otra
concepcin como adecuada, y adems la antinomia o polaridad de la psiquis y sus contenidos se ha manifestado como un resultado esencial del empirismo psicolgico. Si la concepcin energtica de la psiquis es justa, las expresiones que intentan traspasar los lmites establecidos mediante la polaridad as, por ejemplo, manifestaciones sobre una realidad metafsica son solamente posibles como paradoja, si es que han de reclamar validez alguna. La psiquis no puede elevarse ms all de s misma, es decir, no puede establecer verdades absolutas; pues la po- laridad que le es propia condiciona la relatividad de sus manifestaciones. Siempre que la psiquis proclama verdades absolutas as por ejemplo, la esencia eterna es movimiento o la esencia eterna es unidad cae nolens volens en uno u otro polo. Podra igualmente decirse: la esencia eterna es reposo o la esencia eterna es el todo. En su parcialidad, la psiquis se disgrega a s misma y pierde su capacidad de diagnstico. Se convierte en un flujo irreflexivo (por no decir reflejo) de estados psquicos de los que cada uno se cree bien fundado en s mismo, porque no ve al otro o todava no lo ve. 409 Con esto, evidentemente, no se expresa clasificacin alguna, sino que ms bien se constata el hecho de que con mucha frecuencia y hasta inevitablemente se traspasan los lmites, pues todo es trnsito. A la tesis sigue la anttesis y entre ambas existe una tercera comolisis que antes no se perciba. Con este proceso la psiquis slo afirma de nuevo su popularidad y no ha conseguido en absoluto trascendencia a s misma. Con mi esfuerzo de exponer la limitacin de la psiquis no pretendo en absoluto afirmar ahora queslo exista psiquis. No podemos ver ms all de la psiquis en lo que se refiere a percepciones y conocimientos. De que exista un objeto trascendente, no psquico, la ciencia est tcitamente convencida. Pero sabe tambin lo difcil que es reconocer la autntica naturaleza del objeto, precisamente all donde el rgano de las percepciones falla o falta en absoluto y donde no existen formas de pensamientos adecuadas o an deben ser elaboradas. En aquellos casos donde ni nuestros rganos sensoriales ni sus dispositivos auxiliares o artificiales nos garantizan la presencia de un objeto real, las dificultades devienen enormes hasta el punto de que se siente tentado a afirmar que no existe objeto real alguno. Esta conclusin precipitada yo no la he extrado nunca, pues nunca cre que nuestra percepcin sea capaz de captar todas las formas de ser. Por ello he establecido el postulado de que el fenmeno de las creaciones arquetpicas, es decir, de acontecimientos psquicos exquisitos, descansen en la presencia de una base psicoi-dea,* es decir, de una forma de ser slo condicionada psquicamente o de otra forma. Por falta de datos empricos no tengo noticia ni conocimiento de tales formas del ser, que se designan en general como espirituales. En opinin de la ciencia, no tiene importancia lo que yocrea a este respecto. Debo conformarme con la ignorancia. Sin embargo, en cuanto los arquetipos se manifiestan como * Cfr. Glosario.
41O eficacess on autnticos para m, aunque no sepa ya cul es su verdadera naturaleza. Esto habitualmente no slo vale para los arquetipos, sino tambin para la naturaleza de la psiquis en general. Lo que puede expresar de s misma no sobrepasar nunca a s misma. Todo lo concebible y con- cebido es en s mismo psquico y en este aspecto nos encontramos presos sin remisin en un mundo exclusivamente psquico. Sin embargo, tenemos razones suficientes para afirmar, tras este velo, presuponer el objeto absoluto que acta e influye en nosotros aunque resulte inconcebible que exista, incluso en aquellos casos en especial en el del fenmeno psquico en que no pueden efectuarse comprobaciones reales. Manifestaciones sobre la posibilidad e imposibilidad rigen en general slo dentro de las es- pecialidades, al margen de ellas son meras presunciones. Pese a que, visto desde un punto de vista objetivo, est vedado hacer declaraciones al azar, es decir, sin suficiente fundamento, existen algunas que deben formularse, aparen- temente, sin fundamentos objetivos. Sin embargo, en este caso se trata de una fundamentacin psquico-dinmica que se designa habitualmente como subjetiva y se considera meramente personal. Se comete as el error de no distinguir si la expresin procede en realidad slo de un sujeto en particular y est motivada por motivos exclusivamente per- sonales o si parece general y surge de unpattern dinmico existente colectivamente. En el ltimo caso no debe con- ceptuarse subjetiva sino psicolgicamente objetiva, al verse una serie de individuos forzados por un ntimo impulso a realizar una declaracin idntica, o a experimentar una cierta concepcin como vitalmente necesaria. Puesto que el arquetipo no est dotado de una forma meramente inactiva, sino incluso de una energa especfica, puede considerarse justificadamente como causa efficiens de tal tipo de manifestacin y concebirse como sujeto de las mismas. No es el hombre personal el que hace la declaracin, sino que es el arquetipo el que se expresa en ellas. Si las manifestaciones se reprimen o no se tienen en cuenta, se manifiestan fen411 menos psquicos de carencia, como frecuentemente mues- tran las experiencias mdicas y tambin la psicologa habitual. En el caso individual se trata de sntomas neurticos, y all donde se trata de hombres que no son capaces de una neurosis surgen alucinaciones colectivas. Las manifestaciones arquetpicas se basan en premisas instintivas y no tienen nada que ver con la razn; no estn fundamentadas racionalmente ni pueden omitirse mediante argumentos racionales. Fueron y son desde siempre parte de la imagen del mundo, reprsentations collectives, tal como las defini correctamente Lvy- Bruhl. Ciertamente el Yo y su voluntad desempean un gran papel. Lo que el Yo quiere es sin embargo, en gran medida y de un modo casi siempre inconsciente para l, trabado por la autonoma y numinosidad de los procesos arquetpicos. La consideracin prctica de los mismos constituye la esencia de la religin, en cuanto sta puede quedar sometida a un punto de vista psicolgico. III
En este lugar me veo obligado a mencionar que junto al campo de la reflexin existe otro terreno no igualmente extenso, sino extendindose ms lejos, en el que la concepcin y representacin intelectuales hallan apenas de qu poder aduearse. Es el campo de Eros. El antiguo Eros en su pleno sentido, un dios, cuya divinidad trasciende los lmites de lo humano y por ello no puede ni concebirse ni representarse. Podra aventurarme en este daimon, como tantos antes que yo han intentado, cuyas actividades se extienden desde los espacios infinitos del cielo hasta los abismos tenebrosos del infierno, pero me falta valor de buscar aquel lenguaje que permita expresar adecuadamente las paradojas indescriptivas del amor. Eros es uncosmogonos, un creador y PadreMadre de todo conocimiento. Me parece como si fuera el mismo Conditionalis de Pablo que no tuviera 412 amor, el primero de todos los conocimientos, y prototipo de la misma divinidad. Lo que siempre podra ser la inter- pretacin conocida de la fase Dios es amor; su contexto confirma la divinidad como complexio oppositorum. Mis experiencias mdicas, as como mi propia vida, me han planteado sin cesar la cuestin del amor, y no estoy nunca en condiciones de dar a este respecto una respuesta vlida. Como Job, tuve que colocar mi mano sobre la boca. Una vez habl, despus de ello no quiero responder ms (Job XXXIX, 34 y sig.). Se trata aqu de lo supremo y lo nfimo, de lo ms lejano y de lo ms profundo, y nunca puede decirse uno sin lo otro. No existe lenguaje adecuado a esta paradoja. Lo que siempre se puede decir es que no hay palabra que exprese el todo. Si se habla de aspectos parciales, se dice demasiado o poco, puesto que slo el todo es lo correcto. El amor lo comporta todo y lo permite todo (I Cor. XIII, 7). Esta frase lo dice todo. No se podra aadirle nada. Pues somos, en el sentido ms profundo, las vctimas o los medios e instrumentos del amor cosmognico. Pongo la palabra entrecomillada para significar que no designo con ella, simplemente, instinto, satisfaccin, deseo o algo semejante, sino un todo, nico e indiviso superior al individuo. El hombre como parte no comprende al todo. Aqul queda por debajo de ste. Puede decir s o rebelarse; pero siempre est all preso y encerrado. Siempre depende de ello y se fundamenta en ello. El amor es su luz y sus tinieblas, cuyo fin no divisa. El amor nunca cesa, incluso cuando el hombre habla como los ngeles o con escrupulosidad cientfica sigue la vida de la clula hasta el ms bajo motivo. Puede imponer al amor todos los nombres de que dispone, pero no incurrir ms que en autoengao infinito. Si posee una gran Sabidura rendir sus armas y lo denominar igno-tutn per ignotius, a saber, con el nombre de Dios. Esto constituye una confesin de su inferioridad, imperfeccin y dependencia, pero tambin a la vez un testimonio de la libertad de su eleccin entre verdad y error. 413 RESUMEN1 Cuando se dice que soy sabio o un erudito yo no puedo aceptarlo. Una vez alguien llen un sombrero con agua de un torrente. Qu significa esto? Yo no soy este torrente, pero yo no hago
nada. Lo dems hombres estn junto al mismo torrente, pero piensan las ms de las veces que ellos mismos lo hicieron. Yo no hago nada. No pienso nunca que soy quien ha de velar para que las cerezas ten- gan rabo. Estoy ah, maravillndome de lo que la natura- leza es capaz. Existe una antigua hermosa leyenda de un rab ante el que acudi un discpulo y le pregunt: Antiguamente hubo hombres que vieron a Dios: por qu hoy no los hay? El rab respondi: Porque hoy nadie puede humi- llarse tanto. Hay que humillarse algo para sacar agua del torrente. La diferencia de la mayora entre los dems hombres y yo consiste en que mis tabiques son transparentes. sta es mi peculiaridad. En los dems frecuentemente son tan espesos que no ven nada tras ellos y por ello creen que all no hay nada. Yo percibo en cierto modo los procesos del subconsciente y por ello tengo seguridad interna. El que no ve nada, tampoco tiene seguridad, ni puede sacar conclusin alguna o no confa en las propias conclusiones. Yo no s qu es lo que ha hecho que yo pueda percibir el fluir de la vida. Fue quizs el inconsciente mismo. Quizs fueron los primeros sueos. Influyeron en mi desde el principio. El conocer los procesos del subconsciente prepar ya desde muy pronto la relacin con el mundo. En el fondo era ya en mi infancia tal como hoy es todava. De nio me senta aislado, y an hoy lo soy, porque s cosas y debo sealar que de ellas aparentemente nadie sabe nada ni quieren en su mayora saberlas. La soledad no nace porque uno no tenga a nadie a su alrededor sino ms bien porque las cosas que a uno le parecen importantes no puede comunicarlas a los dems, o considera vlidas ideas que los dems tienen por improbables. El aislamiento comenz con la vivencia de mis primeros sueos y alcanz su punto, su punto culminante, en la poca en que me ocup del inconsciente. Cuando un hombre sabe ms que los dems se queda solo. Pero la soledad no surge necesariamente en oposicin a la comunidad, puesto que nadie siente ms la comunidad que el solitario, y la comunidad florece tan slo all donde cada individuo rememora su propia singularidad y no se identifica con los dems. Es importante que tengamos un secreto y el presenti- miento de algo incognoscible. Ello llena la vida de algo impersonal, de un numinoso. Quien no ha experimentado esto se ha perdido algo importante. El hombre debe percibir que vive en un mundo que en cierto sentido es enigmtico. Que en l suceden y pueden experimentarse cosas que permanecen inexplicables, y no tan slo las cosas que acontecen dentro de lo que se espera. Lo inesperado y lo inaudito son propios de este mundo. Slo entonces la vida es completa. Para m la vida fue desde sus comienzos infi- nitamente grande e incomprensible. Me esforc todo lo que pude para afirmarme en mis pensamientos. En m haba un demonio y era l quien de- cida en ltimo lugar. Me aventajaba, y yo no le respetaba; tanto que el demonio me apremiaba. Una vez alcanzado yo, nunca poda detenerme. Deba apresurarme para adelantarme a mis visiones. Dado que mis contemporneos
415 no podan, por supuesto, percibir mis visiones, vieron solamente una absurda escapada. Yo he ofendido a mucha gente, pues en cuanto observ que no me comprendan, la cosa termin para m. Deba continuar. No tuve excepto en mis pacientes paciencia con los hombres. Deba seguir siempre la ley interna que se me haba impuesto y no me dejaba libertad de eleccin. Es verdad que no siempre la segu. Cmo se puede uno pasar sin informalidad? Para muchos hombres estaba yo inmediatamente pre- sente, en cuanto estaban ellos en contacto con el mundo interno; pero luego podra suceder que, de pronto, ya no estuviese presente porque ya no haba nada ms que me uniera a ellos. Hube de aprender penosamente que los hombres siguen todava all aunque no tengan nada ms que decirme. Muchos despertaban en m la sensacin de viva humanidad, pero slo en cuanto eran visibles en el crculo embrujado de la psicologa; al instante siguiente, cuando el faro diriga sus rayos hacia otra parte, ya nada ms exista. Por muchos hombres pude interesarme vivamente pero en cuanto haba penetrado en su interior el encanto desapareca. De este modo me he hecho muchos enemigos. Pero el hombre creador est entregado, carece de libertad, est encadenado y es aguijoneado por el demonio. Ignominiosamente / el corazn nos arrebata un poder. / Pues todos aspiran a vctimas del cielo, / pero cuando algo es desatendido nunca trajo nada de bueno (Hlderlin). La falta de libertad despert en m una gran tristeza. Con frecuencia me imaginaba estar en un campo de batalla. Ahora has cado, mi buen compaero, pero yo debo continuar! No puedo, no puedo en absoluto quedarme! Pues ignominiosamente el corazn nos arrebata un poder. Siento simpata por ti, te aprecio, pero no puedo quedarme! Esto, de momento, es algo que desgarra el corazn. Yo mismo soy la vctima, nopuedo quedarme. Pero el demonio se las arregla para que uno logre salir del apu416 ro y la bendita informalidad trae conmigo el que pueda guardar fidelidad en una medida insospechada y en la contradiccin ms flagrante con mi infidelidad. Quizs podra decir: necesito a los hombres en mayor medio que los dems y al mismo tiempo menos. Donde acta el demonio se est siempre cerca y demasiado lejos. Slo all donde guarda silencio uno puede quedarse en un trmino medio. El demonio y lo creador se han impuesto en m in- condicional y desconsiderablemente. Lo corriente a que yo me dediqu perdi casi siempre, aunque esto no siempre, ni en todos los casos. Por ello me parece que soy conservador hasta la mdula. Relleno mi pipa en la tabaquera de mi abuelo y conservo todava su bastn de montaa adornado con un cuernecito de gamuza que se trajo de Pon-tresina, por ser l all uno de los primeros veraneantes. Estoy contento de que mi vida haya transcurrido as. Fue una vida rica y me ha aportado muchas cosas. Cmo hubiera podido
esperar tanto? Fueron cosas puramente inesperadas las que sucedieron. Mucho hubiera podido quizs ser de otro modo, si yo mismo hubiese sido otro. Pero fue como deba ser; pues es por ello que soy como soy. Mucho ha surgido intencionadamente y no siempre result ventajoso para m. Sin embargo, la mayora de cosas se han desarrollado naturalmente y por la intervencin del destino. Me arrepiento de muchas tonteras que han sido causadas por mi obstinacin, pero si no hubiera sido por ellas no hubiera alcanzado mi objetivo. As, pues, estoy desilusionado y no estoy desilusionado. Estoy desilusionado de los hombres y yo mismo he logrado realizar ms de lo que esperaba. No puedo formarme un juicio definitivo porque el fenmeno de la vida y el fenmeno del hombre son demasiado grandes. Cuanto ms avanzaba en edad, menos me comprenda, o me reconoca o saba de m. De m estoy asombrado, desilusionado, contento. Estoy triste, abatido, entusiasmado. Yo soy todo esto tambin y no puedo sacar la suma. No estoy en condiciones de 417 comprobar un valor o una imperfeccin definitiva, no tengo juicio alguno sobre mi vida ni sobre m. De nada es- toy seguro del todo. No tengo conviccin alguna definiti- va, propiamente de nada. Slo s que nac y existo y me da la sensacin de que soy llevado. Existo sobre la base de algo que no conozco. Pese a todo la inseguridad, siento una solidez en lo existente y una continuidad en mi ser. El mundo en el que nacemos es rudo y cruel y al mis- mo tiempo de belleza divina. Es cuestin de temperamen- to creer qu es lo que predomina: el absurdo o el sentido. Si el absurdo predominara se desvanecera en gran medida el sentido de la vida en rpida evolucin. Pero tal no es o no me parece ser el caso. Probablemente, como en todas las cuestiones metafsicas, ambas cosas son ciertas: la vida es sentido y absurdo o tiene sentido y carece de l. Tengo la angustiosa esperanza de que el sentido prevalecer y ganar la batalla. Cuando Lao Tse dice: Todos son claros, slo yo soy opaco, eso es lo que siento a mi avanzada edad. Lao Tse es el ejemplo de un hombre con inteligencia superior que vio y experiment el valor y la imperfeccin y que desea- ba al fin de su vida volver a su propio ser, al sentido eter- no incognoscible. El arquetipo del anciano que ha visto ya bastante es eternamente verdadero. En cada grado de inte- ligencia aparece este tipo y es idntico a s mismo, tanto si es un viejo campesino o un gran filsofo como Lao Tse. As, pues, la ancianidad es una limitacin. Y sin embargo, existen tantas cosas que me satisfacen: las plantas, los ani- males, las nubes, el da, la noche y lo eterno en el hombre. Cuanto ms inseguro sobre m mismo me senta, ms cre- ca en m un sentimiento de afinidad con todas las cosas. S, se me antoja como si aquella singularidad que me ha separado del mundo durante tanto tiempo hubiera emi- grado a mi mundo interno y me hubiera revelado una inesperada ignorancia acerca de m mismo. 418 APNDICE
DE LAS CARTAS DE JUNG A SU MUJER DESDE LOS ESTADOS UNIDOS 6. IX. 09, lunes En casa del Prof. Stanley Hall. Clark University, Worcester. ... Ahora hemos llegado,1 pues, felizmente a Worces- ter! He de explicarte el viaje. El sbado pasado tuvimos mal tiempo en Nueva York. Los tres hubimos de guardar cama a causa de diarrea y dolores de estmago. Pese a la afliccin del cuerpo y a la abstinencia alimenticia fui al museo paleontolgico, donde vi los antiguos monstruos, los sueos angustiosos de la creacin del buen Dios. La coleccin es nica para seguir la filognesis de los mamferos terciarios. Me resulta imposible contarte todo cuanto vi all. Encontr a Jones, que precisamente llegaba de Europa. Luego, aproximadamente a las 3,30, fuimos per Eleva-ted de la calle 42 a los muelles y all subimos a un curioso edificio enorme, un barco que tena cinco cubiertas. All embarcamos y navegamos por el Westriver alrededor de la punta de Manhattan, rodeados de los enormes rascacielos, remontando el East River bajo los puentes de Brooklyn y 1. Freud, Ferenczi y Jung. 419 Manhattan a travs de una infinita multitud de remolcadores, ferryboats, etc., etc., a travs del Sound detrs de Long Island. Haca fro y humedad, tenamos dolor de vientre y diarrea, nos acuciaba el hambre y nos metimos en la cama. El domingo por la maana, temprano, estbamos ya en tierra, en Fallriver City, donde con lluvia tomamos el tren hacia Bostn. Luego fuimos seguidamente a Worcester. Ya durante el viaje el tiempo despej. El paisaje era extraordinariamente bello, ligeramente accidentado, mucho bosque, pantanos, pequeos lagos, innumerables bloques errticos, pequeos pueblecitos con casas de madera pintadas de rojo, verde o gris con anchas ventanas blancas (Holanda!) ocultas bajo grandes y bellos rboles. A las 11,30 en Worcester. En el Hotel Standish tuvimos un acogedor hospedaje, incluso barato on the Ameri-can plan, es decir, con pensin. Por la tarde, a las 6, despus del correspondiente descanso, visita a Stanley Hall. Es un agradable y extremadamente educado seor que frisa en los 70 aos y que nos recibi con la mayor hospitalidad. Tiene una mujer alegre, gruesa, bondadosa y, adems, muy fea, pero entendida en buenas comidas. A Freud y a m nos llamaba sus boys, nos cumpliment con manjares selectos y vinos generosos que nosotros saborea- mos con gusto evidente. Dormimos todava en el Hotel y hoy por la maana nos trasladamos a la casa de Hall. La casa est agradablemente instalada, es espaciosa y cmoda. Tiene una sala de estudio majestuosa, con muchos miles de libros y cigarros. El servicio est atendido por dos negros de tez oscura como
la pez vestidos de smoking, que dan una impresin grotesco-festiva. Por todas partes hay alfombras, todas la puertas abiertas, se puede entrar y salir de todas partes, las ventanas llegan hasta el suelo; csped ingls alrededor de la casa sin verja. La mitad de la ciudad (180.000 ha., aprox.) est en un bosque de viejos rboles que dan sombra a todas las calles. Casi todas las casas son ms pequeas que la nuestra, aunque todas rodeadas de flores y arbustos florecidos, llenas de tonalida420 des verdes por cepas vrgenes y glicinas, todo muy bien cuidado, adornado; tranquilo y agradable. Una Amrica distinta por completo! Es la llamada Nueva Inglaterra. La ciudad se fund ya en 1690, es pues muy antigua. Mucho bienestar. La Universidad, muy bien dotada, es pequea pero lujosa y de elegancia realmente sencilla. Hoy por la maana tuvo lugar la sesin inaugural. Habl primero el profesor X. con una disertacin aburrida. Pronto termina- mos y fuimos a dar un paseo por los alrededores de la ciu- dad, que est rodeada por todas partes de lagos, a cual ms pequeo, y fros bosques, y quedamos altamente impresionados por la belleza del paisaje. Constituye un descanso reparador despus de la vida en Nueva York... Clark University Worcester, Massachusetts Mircoles, 8. IX. 09 ... La gente aqu son de la mayor amabilidad y del ms agradable nivel cultural. Estamos atendidos en casa de Hall divinamente y reposamos diariamente de las fatigas de Nueva York. El vientre ahora funciona ya casi perfectamente, de vez en cuando todava molesta algo, pero el estado general es ahora excelente. Freud comenz ayer las clases y obtuvo un gran xito. Aqu vamos siendo conocidos y nuestros asuntos prosperan lentamente, pero con seguridad. Hoy he tenido una conversacin sobre psicoanlisis con dos seoras muy cultas en cuya conversacin las damas se han mostrado muy documentadas y liberales. Me sent admirado puesto que esperaba hallar resistencia. Hacia las nueve tuvimos un Garden-party con unas cincuenta personas en el que estuve rodeado por cinco damas. Pude incluso contar chistes en ingls y de qu modo! Maana tengo mi primera clase, pero ha desaparecido toda inquietud, pues el auditorio es inofensivo y meramente curioso por or novedades y en stas podr complacerles con segu421 ridad. Se dice que nos darn el grado de doctores h. c. de la Universidad el prximo domingo con una gran fiesta. Por la noche habr una formal reception. Mi carta de hoy ser por desgracia corta, pues Hall nos ha invitado a las five o'clock a una fiesta. Tambin nos ha hecho una entrevista el Bostn Evening Transcript. Aqu somos los hombres del da. Sienta bien poder gozar un poco en este sentido. Siento que mi libido goza de esto a pleno pulmn.
Clark University Worcester, Mass. 14. IX. 09. ... Ayer por la tarde hubo una enorme mascarada con toda clase de vestidos rojos y negros y dorados gorros cua- drados. Se me ha nombrado en una gran fiesta doctorof Laws honoris causa, al igual que a Freud. A partir de ahora puedo poner detrs de mi nombre L. L. D. Importante, no? Hoy el profesor M. nos ha llevado en automvil a un lunch en un bello lago. El paisaje era extraordinariamente hermoso. Hoy por la tarde tendremos todava una prvate conference en el saln de la casa sobre psychology of sex. Tenemos el tiempo tremendamente ocupado. Para esto los americanos son especialistas, apenas le dejan tiempo a uno para respirar. Me siento realmente fatigado por tantas cosas fabulosas y aoro un descanso en las montaas. La cabeza me arde. Ayer por la tarde hube de improvisar un discurso para la promocin de doctores ante unas trescientas personas. ... Me alegro infinito de volver junto al mar donde el alma extenuada puede volver a reposar ante la infinita tranquilidad y extensin. Aqu se est en un torbellino casi constante. Gracias a Dios he recuperado mis capacidades de gozar de modo que puedo alegrarme por todo. Ahora capto con pasin todo lo que venga, luego me sentir aba- tido por saturacin... 422 P'.s Camp Keene Valley Adirondacks, N.Y. 16. IX. 09, 8,30 a. m. ... Te quedaras asombrada si vieras dnde estoy aho- ra en este pas de posibilidades realmente ilimitadas. Estoy sentado en una gran cabana de madera que se compone de una nica pieza; ante m hay una chimenea enorme rsticamente tapiada con ladrillos, con grandes troncos de madera delante, abundantes cacharros en las paredes, li- bros y cosas similares. Alrededor de la cabana hay un mi- rador cubierto y si se sale no se ven sino rboles, hayas, abetos, pinos, tuyas; todo un poco extrao, adems cae una fina lluvia. Entre los rboles se divisa un paisaje mon- taoso, todo cubierto de bosques. La cabana est en una pendiente, un poco alejada hay unas diez casitas de made- ra, ah viven las mujeres, all los hombres, aqu est la co- cina, all el comedor, y entre ellas pacen vacas y caballos. Pues aqu viven dos familias P. y una familia X., acompa- ados del servicio. Si se va al riachuelo que pasa por all, perdindose en la lejana, se llega al bosque donde pronto se descubre que se trata de un bosque nrdico primitivo. El suelo est formado por restos rocosos de
la poca glaciar cubierto por una alfombra profunda y suave de musgo y helchos, arriba, en salvaje desorden, un caos de ramas y enormes y mohosos troncos, entre los que nue- vamente se levantan jvenes rboles. Si se sube hacia las alturas por el blando sendero de madera podrida se llega a un terreno de espeso monte donde abundan las zarzamo- ras, las fresas y una especial mezcla de ambas. Miles de enormes rboles muertos sobresalen desnudos de entre los matorrales. Miles han cado y en la cada se han enmara- ado en una trama inextricable. Se atraviesa por encima y debajo por corpulentos troncos de rboles, se penetra a travs de la madera podrida en hoyos profundos, huellas de ciervos cruzan el camino; pjaros carpinteros han per- forado en los rboles agujeros del tamao de una cabeza. 423 En ciertos lugares el cicln ha abatido cientos de enormes rboles parecidos a los wellingtonianos, de tal modo que los fragmentos de sus races sobresalen mucho hacia lo alto. Aqu un incendio devast hace algunos aos una amplia zona. Finalmente se llega a una cima rocosa de una altura superior a los 1.000 m y se divisa desde all un agreste paisaje de rocas y lagos glaciales que est cubierto por una primitiva selva virgen de la poca glaciar. Este extra- ordinario pas salvaje se encuentra en el extremo nordeste de los Estados Unidos, en el estado de Nueva York, cerca de la frontera canadiense. Aqu habitan todava osos, lobos, ciervos, puercoespines. Serpientes las hay tambin por todas partes. Ayer mismo, cuando llegamos haba una all de unos dos pies de larga para recibirnos. Por suerte no se encuentran aqu serpientes cascabel, aunque a algunas horas de distancia hay muchas, junto al clido lago de George y Champlain. Vivimos en una pequea cabana y dormimos en un mestizo entre hamaca y catre... Pienso que deberamos venir aqu alguna vez juntos, aqu se est muy bien. En todas partes donde hay conocidos a uno le tratan y cuidan magnficamente. Todos nosotros estamos de acuerdo en que conservaremos de este viaje los mejores recuerdos. Freud se pasea por este abigarrado mundo con una filosfica sonrisa. Yo hago lo mismo y lo disfruto. Si quisiera llevarme todo lo que podra no ter- minara en dos meses. Es bueno marcharse mientras el tiempo todava es hermoso... Albany, N. Y. 18. IX. 1909. ... Todava faltan dos das para la marcha. Todo es un torbellino. Ayer estaba todava en una cima rocosa de casi 1.700 m de altura rodeada de enormes bosques y contem- plaba a lo lejos la azul infinitud de Amrica, estaba helado hasta los huesos por el helado viento y hoy me encuentro 424 en medio del trajn de la gran ciudad de Albany, la capital del estado de Nueva York. Las miles de impresiones que me llevo de este extraordinario pas no pueden describirse con la pluma. Todo es demasiado grande e inabarcable con la vista. Algo que en los ltimos das poco a poco he ido vislumbrando es el pensamiento de que aqu se ha construido un ideal de posibilidades de vida.
Aqu todo va muy bien para los hombres, tanto como la cultura lo per- mite, y a las mujeres muy mal. Aqu hemos visto cosas que despiertan el mayor asombro y cosas que exigen las ms profundas meditaciones sobre le desarrollo social. En lo que respecta a cultura tcnica, estamos a gran distancia detrs de Amrica. Pero todo esto cuesta horrores y lleva en s el germen del fin. He de contarte muchas cosas. Las experiencias de este viaje me resultarn inolvidables. Ahora estamos cansados a la americana. Maana por la maana muy pronto nos vamos hacia Nueva York y el 21 del IX al mar!... Buque Kaiser Wilhelm der Grosse Norddeutscher Lloyd Bremen. 22 de septiembre de 1909. ... Ayer me sacud el polvo de Amrica de las sandalias, ligero de corazn aunque con dolor de cabeza, pues los Ys me obsequiaron con champaa extraordinario... Con la abstinencia he llegado ahora en punto a la fe a un terreno muy tambaleante de un modo que me salgo de mis casillas de un modo honroso. Me conozco como sincero pecador y espero que pueda permanecer impvido ante un vaso de vino, que est an por beber, claro. Esto es siempre as, slo lo prohibido incita. Creo que no puedo prohibirme demasiado. As, pues, ayer, a la diez de la maana, salimos de Nueva York, a la izquierda los enormes titanes blancos y rojos de la Nueva York City, a la derecha las humeantes 425 chimeneas, diques, etctera de Hoboken. La maana era luminosa y pronto desapareci de la vista Nueva York, y poco despus comenzaron a encresparse las olas. Junto al buque faro dejamos al prctico americano y nos internamos entonces en los tristes desiertos del mar. Como siempre es algo de grandeza y sencillez csmica y fuerza al silencio, pues, qu puede decir aqu el hombre sobre todo cuando el Ocano por la noche est solo con el cielo estrellado? Se contempla en silencio, renunciando a todo podero propio y muchas antiguas palabras e imgenes surgen de la mente: una voz suave dice algo de los tiempos primitivos y de la infinitud del Mar inacabable, del mar y del amor de las olas, de Leucotea, la hermosa diosa que aparece en la espuma de la ondulacin que se rompe y presenta al cansado Ulises el fino velo de perlas, dispensador de dicha. El amor es como la msica, contiene en s y habla de todos los sueos del alma. Lo bello y grande del mar consiste en que nos sentimos sumergidos en los terribles abismos de la propia alma y de modo autocreador se nos enfrenta con la vida de los tristes desiertos del mar. Ahora estamos todava cansados de la tortura de estos ltimos das y meditamos y lo ponemos todo en orden en un trabajo inconsciente sobre lo que Amrica ha removido en nosotros... Norddeutscher Lloyd Bremen Buque Kaiser Wilhelm der Grosse 25. IX. 1909. ... Ayer se levant una tormenta que dur todo el da hasta cerca de media noche. Estuve casi todo el da delante bajo el puente de mando, en el punto ms elevado y protegido y admir el
enorme espectculo, cmo se forman las inmensas montaas de olas y una nube de espuma caa como un torbellino sobre el barco. El barco comenz a balancearse de un modo horroroso; a veces caa 426 sobre nosotros una tormenta salada. Haca fro y fuimos a tomar el t. Pero all el cerebro se desliz por el canal me- dular y busc reaparecer por debajo del estmago. Por ello me volv a la cama, donde pronto me sent muy bien y luego hasta pude saborear una agradable cena. De vez en cuando retumbaba fuera una ola en el barco. Los objetos de la habitacin haban adquirido vida: los almohadones del sof rodaban por el suelo, en la penumbra un zapato se levant, mir asombrado a su alrededor y se desliz suavemente echado bajo el sof, el otro zapato se hizo a un lado cansadamente y fue detrs del otro. Pero ahora el cuadro cambi. Como observ, los zapatos haban ido de- bajo del sof para ir a buscar all mi americana y mi bolso de mano, luego todo el grupo se puso en movimiento y fue hacia la gran maleta, bajo la cama; una manga de mi camisa que estaba sobre el sof, les hizo seas, ansiosa; en el interior de las cajas y cajones se oa ruidos y golpes. De pronto se oy en el suelo un terrible bramido, traqueteo, estrpito y fragor. Pues abajo hay una despensa. Se han roto quinientos platos de un golpe, despiertos de su pri- sin, semejante a la muerte y han puesto rpido fin a su estado de esclavitud, por medio de un intrpido. Por doquier en la cabina inexpresables suspiros revelaban los se- cretos del men. Dorm excelentemente y hoy por la ma- ana el viento comenzaba a soplar de otro lado... DE LAS CARTAS DE FREUD A JUNG2 Viena, IX, Berggasse 19 16 de abril del 09 Querido amigo: ... Es interesante que la misma tarde en que yo le adoptaba a usted formalmente como hijo mayor, le consa- graba como sucesor y prncipe heredero in partibus in2. Con el amable permiso de Ernst Freud. Londres. 427 fidelium, que simultneamente me despojaba de la dig- nidad de padre, acto que le parece gustar tanto como a m, por el contrario, la investidura de su persona. Temo sin embargo que vuelva usted a pensar en su padre si hablo de mi relacin con el espritu golpeador; pero debo hacerlo porque es distinto de lo que usted podra creer. Yo no nie- go, pues, que sus comunicaciones y su experimento me impresionaron profundamente. Me propuse, despus de su marcha, observar esto, y aqu le doy mis resultados. En la primera habitacin se oy un ruido inesperadamente all donde descansaban dos pesadas estelas egipcias sobre dos tablas de roble de la librera, esto es evidente. En la se- gunda habitacin, all donde lo omos, se oye ruido muy
raramente. Primeramente quera hacerlo valer como prue- ba si los ruidos tan frecuentes durante su visita no se hu- bieran repetido despus de marchar usted. Pero se han repetido los ruidos y nunca en conexin con mis pensa- mientos y nunca cuando me ocupaba de usted o de sus especiales problemas. (Ahora no aado esto como provoca- cin.) La observacin qued invlida muy pronto por otras. Mi creencia, o cuando menos mi crdula solicitud desapareci con el encanto de su presencia personal; me resultaba de nuevo totalmente improbable por ciertos motivos ntimos que deba suceder algo de este tipo; el mobi- liario desembrujado est ante m, como ante el poeta la naturaleza desdivinizada despus de la partida de los dio- ses de Grecia. Vuelvo, pues, a colocarme las crneas gafas de padre y advierto al querido hijo que conserve la cabeza fra y es preferible no querer comprender que sacrificar a la com- prensin, tan gran vctima, muevo la cabeza sobre la psi- cosntesis y pienso: S, as son los jvenes, slo les proporciona autntica alegra ir donde ellos no necesitan llevarnos, a donde en nuestro escaso aliento y cansadas piernas no nos es posibleseguirles. Luego, con el derecho que me confiere mi edad, me vuelvo parlanchn y hablo de otra cosa entre el cielo y la 428 tierra que no se puede comprender. Hace algunos anos descubr en m la conviccin de que morira entre los 61 y 62 aos, lo que entonces me pareca todava un largo plazo. (Hoy son slo ocho aos.) Entonces march con mi hermano a Grecia y result inquietante cmo el nmero 61 o 60 en relacin con el 1 y 2 se me presentaba de nuevo en los medios de transporte, lo que anot cuidadosamente. Con el nimo oprimido esperaba en el hotel de Atenas volver a tomar aliento, cuando se nos asign una habitacin en el primer piso; all ciertamente no poda tratarse del nmero 61. Cierto, pero siquiera tuve el nmero 31 (con licencia fatal, pues es la mitad de 61-62) y este astuto y hbil nmero se manifest ms persistente en consecuencias que el primero. Desde el viaje de regreso hasta hace no mucho se me conserv fiel el 31, en cuya proximidad se encontraba a gusto el 2. Dado que tambin en mi sistema tengo regiones en las que slo siento curiosidad por saber, pero no soy en absoluto supersticioso, desde entonces he intentado realizar el anlisis de este convencimiento. Y aqu est este anlisis. Este convencimiento surgi en el ao 1899. Entonces acontecieron conjuntamente dos hechos. Primeramente escrib el significado de los sueos (que est ya prefechado en 1900), en segundo lugar, recib un nmero de telefono que todava hoy lo tengo: 14362. Algo de comn entre ambos hechos se desprende fcilmente. En el ao 1899, cuando escrib la interpretacin del sueo tena43 aos de edad. Qu haba, pues, de ms prximo sino que las otras cifras de mi trmino de vida deban significar 61 62. De pronto el mtodo se convierte en algo absurdo. La supersticin de que yo morira entre los 61 62 se presenta como equivalente de la conviccin de que haba completado mi obra con la interpretacin del sueo, es decir, ya no necesito decir nada ms y puedo tranquilamente morir.
Usted aceptar que despus de esta experiencia no suena tan absurdo. Adems en ello se esconde la secreta influencia de W. Fliess; en el ao de su ataque la supersticin desapareci tambin. 429 Nuevamente podr usted constatar la naturaleza es- pecficamente juda de mi mstica. Por lo dems, estoy in- clinado a decir que aventuras como la ocurrida con el n- mero 61 encuentran explicacin en dos momentos, pri- mero por la acusada atencin del inconsciente, que ve a Elena en toda mujer, y segundo, por la amigablemente existente complacencia del azar que desempea la mis- ma funcin para la ilusin que la complacencia somtica en el sndrome histrico, lo idiomtico en el juego de pa- labras. Estar, pues, dispuesto a seguir enterndome con in- ters en lo sucesivo de sus investigaciones acerca del complejo de los fantasmas, como de una obsesin benigna que no se comparte. Afectuosos saludos para usted, seora e hijo.su amigo. Viena, IX, Berggasse 19 12 de mayo de 1911 Querido amigo, ... S que sus inclinaciones ms ntimas le impulsarn al estudio de lo oculto y no dudo de que volver al redil sumamente abrumado. Sin embargo, nada puede hacerse en contra y adems lleva razn todo aquel que sigue el en- cadenamiento de sus impulsos. Su vocacin por la de- mencia le mantendr el baldn de mstico durante mu- cho tiempo. Pero no permanezca usted mucho tiempo en las regiones tropicales, hay que gobernar en casa... Saludos afectuosos y espero que me escriba no dentro de mucho. Su incondicional Freud. 430 15,6, 11 Viena, IX, Berggasse 19 Querido amigo, ... Despus de la gran leccin de la experiencia de Fe- renczi3 me he vuelto humilde en cuestiones de ocultismo. Prometo creer todo lo que de algn modo pueda conver- tirse en racional. Pero no quisiera que sucediese, usted ya lo sabe. Sin embargo, mi arrogancia se ha roto desde en- tonces. Me gustara suponer que usted est de acuerdo con F., si uno de ustedes se propone dar el
peligroso paso a la opinin pblica y me imagino que ello es realizable du- rante el trabajo con plena independencia... Saludos afectuosos para usted y la bella casa, de Su fiel amigo Freud. CARTA Asu MUJER DESDE SUSA, TNEZ Lunes, 15, III, 1920 Gran Hotel, Susa Este frica es fabulosa! ... Desgraciadamente no puedo escribirte de un modo coherente, pues esto es demasiado. Slo a rfagas. Despus de un tiempo terriblemente fro a causa del mar, fresca maana en Argelia. Casas y calles claras, y entre ellas grupos de rboles verdes, copas de palmeras. Blancos albornoces, fez rojos, entre ellos el amarillo del Tirailleur d'Afrique, rojos espahs, luego el jardn botnico, un bosque tropical encantado, visin india, sagrados rbolesAvatta con enormes races aereas como monstruos y fantsticas viviendas de dioses de enorme extensin, cubiertas de ver- deoscuro, crujiendo el viento del mar. Luego treinta horas de viaje en tren hacia Tnez. La ciudad rabe es antigua y 3. Cfr. E. Iones,Freud, III, Nueva York, 1957, p. 387 y s. 431 de la Edad Media morisca, Granada y los cuentos de Bagdad. Ya no se piensa ms en uno mismo, sino que se est inmerso en esta complejidad que no se puede juzgar y menos describir: en la muralla una columna romana, por delante pasa una vieja juda de indecible fealdad con bombachos blancos, un pregonero se hace paso entre la multitud con un fardo de albornoces y grita en sonidos guturales que podran proceder del cantn de Zurich, un pedazo de cielo azul profundo, una cpula de mezquita blanca como la nieve, un zapatero cose solcitamente los zapatos en una hornacina abovedada, en la estera ante l una mancha de sol clida y deslumbrante, ciegos msicos con tambores y minsculo lad con tres cuerdas, un mendigo que slo se compone de harapos. Vaho de buuelos de aceite y enjambre de moscas, arriba en el radiante ter, sobre el blanco minarete entona un muezin el canto del medioda, arriba un fresco y umbroso patio de columnas con portal en forma de herradura, enmarcada maylica en la muralla toma el sol un sarnoso gato, un ir y venir de capas rojas, blancas, amarillas, azules, marrones, turbantes blancos, fez rojos, uniformes, rostros de tez blanca y amarillo plido o negro profundo, un deslizarse de pantuflas rojas y amarillas, un silencioso y rpido trnsito de pies negros desnudos, etctera, etctera.
Por la maana se alza el gran Dios y llena los dos ho- rizontes con su alegra y poder, y todo lo vivo le obedece. Por la noche la luna es tan plateada y tan divinamente lu- minosa que nadie duda de Astart. Entre Argel y Tnez hay 900 km de tierra africana amontonada en la amplias y nobles formas del gran Atlas, amplios valles y altiplanicies desbordantes de vida y cerea- les, verde-oscuros bosques de alcornoques. Hoy Horus se levant de una lejana montaa plida sobre una llanura infinita, verde y marrn, y del desierto se levant un fuerte viento que sopl hasta el mar azul oscuro. Sobre ondulantes colinas gris-verdes, restos pardo-amarillentos de ciudades completamente romanas, espordicamente olis432 queadas por negras cabras, en las cercanas un campa- mento de beduinos con tiendas negras, camellos y asnos, el tren cruza y mata un camello que no pudo decidirse a bajar de los rales, una figura blanca que corre, gesticula y da vueltas, siempre cerca del mar, tan pronto azul y pro- fundo como dolorosamente resplandeciente al sol. Flotan- do en el vibrante aire solar emerge, de los bosques de oli- vo y palmeras y los enormes setos de cactus, una ciudad blanca como la nieve con cpulas celestialmente blancas y torres que se extienden seorialmente sobre una colina, luego Susa con muros blancos, y torres, bajo el puerto, bajo el muro portuario el mar azul profundo, y frente al mar est el velero con dos velas latinas. Que yo pint una vez!!! Se tropieza con restos romanos, con el bastn desenterr una vasija romana. Esto no es ms que un pobre balbuceo, yo no s lo que me dice propiamente frica, pero habla. Imagnate un potente sol, un aire claro como en las ms altas montaas, un mar ms azul que el que has visto hasta ahora, todos los colores de fabulosa identidad, en los mercados compras t todava nforas de la antigedad, algo as y la luna!!!... DE UNA CARTA A UN JOVEN INVESTIGADOR4 (1952) ... Yo me defino a m mismo como empirista, pues debo ser algo consistente. Con frecuencia se me acusa de que soy un mal filsofo y no me gusta ser naturalmente algo despreciable. Como empirista siquiera he aportado algo. Ciertamente no se escribir en la lpida de un buen zapatero que era un mal sombrerero porque una vez hizo un sombrero desacertado. El lenguaje que yo hablo debe ser forzosamente ambivalente, es decir ha de tener un sentido doble, para poder 4. Slo en la edicin alemana. 433
adecuarse al doble aspecto de la naturaleza psquica. Me esfuerzo consciente e intencionadamente por la expresin de doble sentido porque es superior a la expresin de un nico sentido y se adeca al ser de la naturaleza. Segn mi predisposicin podra muy bien ser parcial. Eso no es difcil, pero sacrifica la verdad. Dejo surgir intencionadamente todos los matices superiores e inferiores, pues de todos modos estn presentes por una parte, y dan, por otra, una imagen ms completa de la realidad. La univocidad slo tiene sentido en la constatacin de hechos, pero no en la interpretacin, pues sentido no es una tautologa sino que abarca siempre ms que el objeto concreto de la expresin. Yo no soy ms especial an sino un psiquiatra, pues mi temtica esencial, que domina todos mis esfuerzos, es la anomala mental, su fenomenologa, etiologa, y teleologa. Todo lo dems desempea en m un papel auxiliar. No me siento llamado ni a fundar una religin ni a reconocer ninguna, sino que solamente pienso en ser, dentro de la tarea que me est especialmente encomendada, un autntico mdico de almas. As me sent y as acto como miembro de la sociedad humana. No niego en absoluto a la dems gente que sepa ms que yo. Yo no s, por ejemplo, cmo Dios podra experimentar al margen de la experiencia humana. Si yo no lo experimento, cmo puedo decir que l existe? Mi experiencia, sin embargo, es muy estrecha y limitada y as tambin lo experimentado, pese al presentimiento impresionante de la inconmensurabilidad, es muy pequeo y semejante a lo humano, lo que se ve muy bien cuando se quiere expresar. En la experiencia todo acontece en la ambivalencia de la psique. La mayor experiencia es tambin la ms pequea y escasa, y por ello se avergenza uno de hablar en voz alta o de filosofar sobre ello. Pues se es demasiado pequeo y demasiado incapaz para poderse adaptar a tal inconmensurabilidad. Por ello empleo el lenguaje de doble sentido, pues resulta apropiado tanto a la subjetividad de las ideas ar-quetpicas como a la autonoma del arquetipo. Dios, por 434 ejemplo, significa, por una parte, un ens potentissimum inexpresable, y por otra una indicacin altamente insufi- ciente y una expresin de la impotencia y perplejidad hu- manas, es decir una experiencia de naturaleza paradjica. El espacio del alma es inconmensurablemente grande y lleno de realidad viva. Al margen del mismo est el secre- to de la materia y del espritu, o del sentido. Para m ste es el espacio en el que puedo expresar mi experiencia... DE UNA CARTA A UN COLEGA5 (1959) ... El concepto de orden (en la creacin) no es idntico al de sentido. Tampoco un ente orgnico tiene, pese a su adecuacin en s mismo, pleno sentido, no es significante de modo necesario en la relacin total... Sin la conciencia reflexiva del hombre el mundo es un absurdo gigantesco, pues el hombre es, segn nuestra experiencia, el nico ente que puede en todas partes comprobar el sentido. No sabemos captar enteramente en qu consiste el factor constructivo del desarrollo biolgico. Pero sabemos ciertamente que los animales de sangre caliente y de dife- renciacin cerebral eran
necesarios para el surgimiento de la consciencia y con ello tambin para la manifestacin de un sentido. Por medio de qu contingencias y riesgos se ha afirmado la construccin de un habitante de rboles le- mrico que se ha convertido a travs de millones de aos en hombre, no se puede soar. En este caos contingente existieron fenmenos sincronizados que, frente a las cono- cidas leyes de la naturaleza y con ayuda de las mismas, pudieron realizarse en factores-sntesis arquetpicos que nos parecen milagrosos. Causalidad y teleologa quedan aqu negadas, pues los fenmenos sincronizados se comportan como contingentes. Dado que la probabilidad de las leyes de la naturaleza 5. Slo en la edicin alemana. 435 no da punto alguno de constancia para sospechar que de lo contingente pudieran surgir sntesis superiores, como, por ejemplo, la psique, necesitamos la hiptesis de un sentido latente para explicar no slo los fenmenos sincrnicos, sino tambin las sntesis superiores. El sentido parece fue en un principio inconsciente y por ello slo puede des- cubrirse post hoc; por ello existe siempre el peligro de que el sentido se site en donde no est. Necesitamos las experiencias sincronizadas para poder fundamentar la hiptesis de un sentido latente que depende de la consciencia. Puesto que una creacin sin la conciencia reflexiva del hombre no tiene ningn sentidoreconocible, se atribuye al hombre, con la hiptesis de un sentidolatente, una significacin cosmognica, una verdaderaraison d'tre. Por el contrario, si se atribuye el sentido latente al creador como plan de creacin consciente, entonces surge la cuestin: Por qu haba de construir el creador todo este fenmeno del mundo, puesto que l ya sabe en qu poda reflejarse y por qu haba de reflejarse si es ya consciente de S mismo? Para qu haba de crear una consciencia de menor valor junto a la suya que es omniscientia?. Para qu millares de infieles espejos de los que l de antemano sabe cmo ser la imagen que podrn dar? Despus de todas estas reflexiones he llegado a la conclusin de que la creacin de imagen no slo vale para los hombres, o idntico a ellos, es decir, l es igualmente inconsciente como el hombre o quizs todava ms inconsciente, pues l, segn el mito, siente laincarnatio tan adecuada a s que se hace hombre para ofrecerse como vctima del hombre... THODORE FLOURNOY6
Durante la poca en que me relacion con Freud encontr en Thodore Flournoy un amigo paternal. Flour6. Slo en la edicin alemana.436 noy era ya viejo cuando le conoc. Por desgracia, muri pocos aos despus. Cuando yo ejerca todava como mdico en Burghlzli, le su pequeo libro Des Indes la Plante Mars, que me impresion mucho. Escrib a Flour-noy que quera traducirlo al alemn. Al cabo de medio ao recib la respuesta en la que se disculpaba por haber tardado tanto en responder. Para mi desilusin haba ya designado a otro traductor. Posteriormente visit a Flournoy en Ginebra y cuando progresivamente fui conociendo los lmites que haba en Freud, le visit de vez en cuando para conversar con l. Era para m importante or qu es lo que pensaba acerca de Freud y dijo cosas muy agudas sobre l. Se refiri especialmente al racionalismo de Freud, que todo se lo haca comprensible y explicaba tambin su unilateralidad. En 1912 suger a Flournoy que asistiera al Congreso de Munich en el que se produjo la ruptura entre Freud y yo. Su presencia constituy un apoyo para m. En aquellos aos tena yo especialmente despus de separarme de Freud el sentimiento de que era todava demasiado joven para ser independiente. Necesitaba todava contacto y particularmente con alguien con quien pudiera hablar abiertamente. Esto lo hall en Flournoy y por ello constituy para m muy pronto una especie de contrapeso de Freud. Con l poda hablar tambin de problemas que me preocupaban cientficamente, por ejemplo del sonambulismo, sobre parapsicologa y psicologa de la re- ligin. No tena entonces a nadie con quien compartir mis intereses en este terreno. Las ideas de Flournoy se encon- traban cercanas a mi lnea y me daban muchas sugerencias. Su concepto de la imagination cratice, que me interesaba en especial, la tom de l. He aprendido mucho de l. Particularmente el modo y manera de observar a un paciente, la profundizacin viva en su historia. Por ello le tom tambin un caso, concretamente el de Miss Miller. En Wandlungen und Symbo-le der Libido (1912) realic de l un detallado anlisis. 437 Desde haca mucho tiempo me haba interesado por las relaciones de los productos de la fantasa de los esqui- zofrnicos y Flournoy me ayud a comprenderlos mejor. l vea el problema en su
conjunto y en especial de un modo objetivo. Para l los hechos eran importantes, lo que sucede. Con precaucin se acercaba a un caso y nunca perda de vista el conjunto. Lo que me convenci de la ac- titud cientfica de Flournoy fue que l tena un verdadero objetivo approach y esto me impresion mucho en comparacin con Freud. Freud tena un arte especialmente penetrante y dinmico: esperaba algo de sus casos. Flournoy no quera nada. Miraba desde lejos y vea claro. A travs de la influencia de Freud adquir conocimientos, pero no me expliqu nada. Flournoy me ha enseado las distancias del objeto y ha despertado y apoyado en m la aspiracin a la ordenacin de un amplio horizonte. Su arte era ms descriptivo, sin dejarse llevar por sospechas, y, pese a un vivo y activo inters por el paciente, mantuvo siempre una distancia considerable. De este modo conser- vaba siempre la visin del todo. Flournoy era una personalidad cultivada y distingui- da, de muy buena educacin y con un diferenciado sentido de las proporciones. Todo esto me resultaba muy agra- dable. Era profesor de filosofa y psicologa. Estaba muy influido por el pragmatismo de James, modo de concep- cin que es algo ajeno al espritu alemn y consecuente- mente no obtuvo el reconocimiento que hubiera debido. Pero el pragmatismo es precisamente para la psicologa de no poca importancia. Lo que yo valoraba especialmente en Flournoy era su modo de observacin filosfica y sobre todo su crtica meditada, que descansaba en una amplia cultura. RICHARD WILHELM Conoc a Richard Wilhelm con ocasin de un Congreso de Escuela de la sabidura en Darmstadt, en casa 438 del conde Keyserling. Era a principios de los anos veinte. En 1923 le invitamos a Zurich y dio una conferencia en el Club psicolgico sobre el I Ging.7 Ya antes de conocerle me haba interesado por la filo- sofa oriental y hacia 1900 haba comenzado a experimen- tar con elI Ging. Fue durante un verano en Bollingen, cuando tom la decisin de emprenderlas con el enigma de este libro. En lugar del tallo de la aquilea, que se emplea con el mtodo clsico, cort ramas de junco. Entonces me sent muchas veces largas horas bajo el secular peral, con el I Ging a mi lado y practiqu la tcnica de modo que relacion mutuamente el orculo que obtena, como en un juego de preguntas y respuestas. De ello se desprendieron curiosidades no despreciables: relaciones llenas de sentido con mis propios procesos de pensamiento, que yo no poda explicarme. La nica intervencin subjetiva en el experimento consiste en que el experimentador corta el haz de los 49 tallos arbitrariamente, es decir, sin contar, por medio de un nico corte. No sabe cuntos tallos contiene uno y otro haz. Sin embargo de esta relacin numrica depende el re- sultado. Todas las manipulaciones restantes estn ordena- das mecnicamente y no permiten arbitrariedad alguna. Si existe un nexo causal psquico en general slo puede resi- dir en la divisin casual del haz (o en la cada casual de monedas).
Durante todas las vacaciones de verano me dediqu a las cuestiones: Tienen las respuestas delI Ging sentido o no? Lo tienen del mismo modo que se presenta la dependencia de la serie de acontecimientos psquicos y fsicos? Me encontr siempre con asombrosas coincidencias que se acercaban a la idea de un paralelismo acausal (de un sincronismo, como entonces lo denominaba). Me senta fascinado por este experimento hasta el punto de que olvid 7. Antiguo libro de sabidura y orculos cuyos orgenes se remontan al siglo IV a.J.C. 439 por completo hacer dibujos, lo que posteriormente la- ment. Posteriormente, sin embargo, realic con tanta fre- cuencia el experimento con mis pacientes que pude asegu- rarme una suma relativamente importante de evidentes coincidencias. Como ejemplo menciono el caso de un hombre joven con un manifiesto complejo de inferioridad con respecto a su madre. Tena la intencin de casarse y haba conocido a una muchacha que pareca adecuada para l. Sin embargo se senta inseguro y tema la posibili- dad de que, bajo la influencia de su complejo de madre, pudiera inadvertidamente casarse con una madre super- dominante. Hice el experimento con l. El texto de su he- xagrama (el resultado) rezaba: La muchacha es dominan- te. No debe casarse con tal muchacha. A mediados de los aos treinta me encontr con el fi- lsofo chino Hu Shih. Le pregunt por el I Ging obtuve por respuesta: Oh!, no es ms que una vieja coleccin de frmulas mgicas sin significado. Evidentemente no conoca el mtodo prctico y su empleo. Slo en una ocasin tropez con ello. Durante un paseo un amigo le habl de su desgraciada vida. Pasaron precisamente por delante de un templo taosta. Para divertirse le dijo a su amigo: Aqu puedes preguntar al orculo acerca de esto. Dicho y hecho. Entraron en el templo y rogaron al sacerdote un orculo I Ging. Pero l mismo no crea este absurdo. Le pregunt si el orculo haba acertado. A lo que, como a disgusto, respondi: Pues s, naturalmente. Re- cordando al buen amigo de la conocida historia, que hace todo lo que no le gustara admitir, le pregunt dis- cretamente si no haba utilizado para l esta oportunidad. S, respondi, por diversin plante tambin una pre- gunta. Contest el orculo con cierto sentido?, pregunt. Titube. Pues s, digamos que s. Le resultaba desa- gradable a todas luces. Personalmente a veces la objetividad estorba incluso. 440 Pocos anos despus de mis primeros experimentos con los tallos de junco se public el I Ging con el comentario de Wilhelm. Naturalmente me lo procur inmediatamente y vi con satisfaccin que l vea las relaciones de sentido de modo totalmente parecido a como yo me lo imaginaba. Pero l
conoca toda la literatura y poda suplir las lagunas que a m me haban quedado. Cuando vino a Zurich tuve ocasin de conversar con l detalladamente y hablamos mucho sobre la filosofa y religin chinas. Lo que me explic sobre el espritu chino me aclar algunos de los problemas ms difciles de los que me planteaba el inconsciente europeo. Por otra parte, lo que yo le expliqu del resultado de mis investigaciones sobre lo inconsciente le caus no poca admiracin, pues en ello reconoca cosas que hasta entonces consideraba exclusivas de la tradicin de la filosofa china. Cuando era joven, Wilhelm se traslad en misin cris- tiana a China y all se haba iniciado en el mundo del oriente espiritual. Wilhelm era una autntica personalidad religiosa de visin amplia y clara. Posea la capacidad de adaptarse incondicional a la postura de la manifestacin de un espritu extranjero y transmitir todo el milagro de la intuicin, lo que le capacitaba para hacer accesible a Europa los valores espirituales de China. Estaba profundamente impresionado por la cultura china y una vez me dijo: Mi mayor satisfaccin es que no he bautizado nunca a un chino! Pese a sus premisas cristianas no poda dejar de reconocer la profunda consecuencia y claridad del espritu chino. De ello estaba no slo profundamente impresionado sino propiamente subyugado y asimilado. El mundo de la concepcin cristiana forma una reservatio mentalis, una reserva moral de significacin condicionada por el destino. Wilhelm tuvo la rara suerte de conocer en China uno de los sabios de la vieja escuela expulsado del continente por la revolucin. Este viejo maestro, llamado Lau Nai San, le inici en el conocimiento de la filosofa yoga chi441 na y de la psicologa del I Ging. A la colaboracin de am bos hombres debemos la edicin del I Ging, con su nota- ble comentario. Introdujo esta profunda obra del oriente en occidente de un modo vivo y plstico. Me parece que la edicin de esta obra es uno de los hechos ms importantes de Wilhelm. Junto a la claridad y comprensin de su actitud espiritual occidental muestra en el comentario alI Ging una adaptacin a la psicologa china que no tiene parangn. Cuando estuvo terminada la ltima pgina de la tra- duccin y aparecieron las primeras galeradas muri el an- ciano maestro Lau Nai San. Fue como si hubiese termi- nado la propia obra y transmitiera a Europa el ltimo mensaje de la China agonizante. Wilhelm cumpli el an- helo del maestro como discpulo incomparable. Cuando conoc a Wilhelm pareca un chino autntico, tanto en la mmica como en la escritura y en el lenguaje. Haba adoptado el punto de vista oriental y la vieja cultura china le haba penetrado. Al llegar a Europa se entreg al trabajo en el China-Institut de Frankfurt del Main. Aqu y en sus conferencias con legos en la materia, se sinti impulsado de nuevo a las necesidades del espritu europeo. Cada vez ms acusadoramente volvieron a manifestarse los aspectos y formas cristianas. Algunas conferencias que le o posteriormente apenas se diferen- ciaban de un sermn.
El regreso y reasimilacin de Wilhelm a occidente me pareci algo irreflexivo y por ello peligroso. Tema que debido a ello llegara a tener un conflicto consigo mismo. Puesto que se trataba, as crea reconocerlo, de una asimi- lacin pasiva, es decir, de una influencia a travs del am- biente, exista el peligro de un conflicto, de un choque del alma oriental y occidental. Si, tal corno yo sospechaba, la postura cristiana originariamente haba sido debilitada por la influencia de China, ahora poda suceder lo inverso, la esfera europea poda predominar frente a Oriente. Sin embargo, si este proceso no tena lugar bajo un profundo 442 anlisis consciente, entonces amenazaba un conflicto in- consciente que poda acarrear tambin perjuicios para el estado general de salud fsica. Despus de or la conferencia de Wilhelm intent lla- marle la atencin sobre el peligro que le amenazaba. Le dije literalmente: Mi querido Wilhelm, por favor, no se lo tome a mal, pero tengo la sensacin de que el Occidente vuelve a predominar sobre usted y que se ha vuelto usted infiel a su misin de transmitir a Occidente el Oriente. Me respondi: Creo que lleva usted razn, algo me subyuga. Pero, qu hacer? Algunos aos despus, cuando Wilhelm se hosped en mi casa, tuvo una recada de disentera amebiana asi- tica, que unos veinte aos antes haba adquirido. La enfer- medad se agrav en los siguientes meses y supe que se en- contraba en el hospital. March a Frankfurt para visitarle y encontr a un enfermo grave. Ciertamente los mdicos no haban perdido las esperanzas, e incluso Wilhelm ha- blaba de planes que quera realizar cuando se encontrara mejor. Yo tena esperanzas, pero dudaba. Lo que me con- fi confirmaba mis sospechas. En sus sueos se hallaba de nuevo en senderos sin fin o en estepas asiticas en la abandonada China volviendo a plantearse el problema que China le haba planteado y cuya respuesta el Occiden- te le haba impedido. Era consciente de esta cuestin, pero no se haba esforzado por hallar solucin. La enfermedad se alarg meses. Algunas semanas antes de su muerte, cuando haca mucho tiempo que no tena noticias suyas, me despert a causa de una visin. Junto a mi cama estaba un chino con un vestido azul oscuro, con las manos cruzadas y dentro de las mangas. Se inclinaba profundamente ante m, como si quisiera comunicarme un mensaje. Yo saba de qu se trataba. Lo curioso en la visin era su extraordinaria clari- dad. No slo vea todas las arruguitas en su cara, sino tam- bin todos los hilos de su vestido. Se podra tambin compendiar el problema de Wil443 helm como un conflicto entre consciencia e inconsciente, que en l se present como conflicto entre Occidente y Oriente. Yo crea comprender su situacin, pues tena el mismo problema que l
y saba qu significaba estar en tal conflicto. Ciertamente Wilhelm no me haba hablado claro en nuestro ltimo encuentro. Sin embargo, me di cuenta de que estaba interesado al mximo cuando yo expona el punto de vista psicolgico. Su inters se mantena mientras hablbamos de lo objetivo, sobre meditaciones o cuestiones religioso-psicolgicas. Entonces todo iba bien. Pero cuando intent rozar los actuales problemas de su conflicto interno percib inmediatamente un titubeo y un encerrarse en s mismo, porque la cuestin le dola. Fenmeno que he observado en muchos hombres impor- tantes. Se trata de un No entrar, prohibida la entrada que no se puede forzar, un destino que no soporta el abordaje humano. HEINRICH ZIMMER8 A principios de los aos treinta conoc a Heinrich Zimmer. Haba ledo su fascinante libro Kunstform und Yoga9 y haba deseado por mucho tiempo conocerle. Encontr en l un hombre genial de temperamento vivo. Ha- blaba mucho y muy rpidamente, pero poda tambin es- cuchar atentamente y con viveza. Pasamos juntos unos bellos das que para m fueron muy ricos en contenido y conversaciones notablemente interesantes. Hablamos principalmente de mitologa india. En esta ocasin me ex- plic cmo haba reaccionado al libro publicado conjun- tamente por Richard Wilhelm y yo Das Geheimnis der Gol-denen Blte. Lstima que cuando escriba acerca de esto no conoca todava Kunstform und Yoga de Zimmer y no pude 8. Slo en la edicin alemana. 9.Kunstform und Yoga im indischen Kultbild (Forma artstica y yoga en la imagen cultural india), Berln, 1926. 444 utilizar su material, que para m resultaba de gran valor. Lo lamentaba mucho. Cuando Zimmer tom en sus manos el libro Das Geheimnis der Goldenen Blte lo hoje, se enfureci as me lo explic y por cierto a causa de mi comentario psicolgico. Arroj el libro contra la pared. Esta reaccin caracterstica no me admir, pues me era conocido por otros casos semejantes, aunque slo in- directamente. Zimmer fue el primero que me hablaba di- rectamente acerca de ello. Haba reaccionado frente a la palabra psicolgico, como tantos otros, como el toro frente al pao rojo. Con tales textos, que slo tienen un in- ters meramente histrico, el alma no tiene nada que ver! No puede tratarse sino de acientifcidad y fantasas!
Al cabo de un tiempo, cuando recuper su equilibrio y conciencia cientfica intent ver qu poda decir en tal caso la psicologa. Recogi el libro del suelo y comenz a leerlo. Como destacado conocedor de la literatura india no poda dejar de descubrir una serie de interesantes paralelismos, para lo que su especial capacidad de intuicin ar- tstica y de captacin eran muy adecuadas. Con cierta iro- na dijo literalmente: Lo que experiment entonces fue la repentina comprensin de que mi texto snscrito presen- taba no slo dificultades gramaticales y sintcticas sino que tambin a la vez tena un sentido. Si bien esta sentencia debe comprenderse cum grano salis y como exageracin, agradezco mucho esta confesin de Zimmer. Resultaba altamente noble y desacostumbrado particularmente si se recuerdadii minorum gentium que le aseguran a uno con resentimiento mal encubierto que ya lo saban todo antes. Lstima que la temprana muerte impidi a Zimmer un viaje a la India. Me he preguntado muchas veces cmo hubiera actuado sobre l el contacto directo con la India. Esperaba mucho de su profundo conocimiento de la lite- ratura india y de su desusada intuicin. En lugar de ello, los manes le llamaron junto a s. 445 Zimmer fue un puer aeternus que, dotado de su len- guaje brillante, hizo florecer todos los capullos del jardn de las leyendas indias. Comparti tambin su destino, pues pronto muri el que los dioses amaban. Wilhelm muri tambin pronto, pero sin que, sin embargo, se hi- ciera patente el carcter de puer aeternus como en Zim- mer, del que se tena la sensacin de que floreca y rever- deca en superabundancia inagotable. Sin embargo, yo sospechaba que algo semejante se ocultaba en Wilhelm en el modo y manera como asimil a China, o mejor dicho, como fue asimilado por China. Zimmer y Wilhelm tuvie- ron una genial infancia. Ambos parecan en realidad vivir en un mundo extrao, mientras que su interior, inagotable e intangible, segua la oscura lnea del destino. COMPLEMENTO ALROTESBUSCH10 En otoo del ao 1959, Jung volvi a tomar, despus de cierto tiempo de intranquilidad, el Rotes Buch para ter- minar el ltimo dibujo que haba quedado inacabado. Pero no pudo o no quiso terminarlo ahora. Tena que ver, as dijo l, con la muerte. En lugar de ello escribi un nuevo dilogo imaginario que se relaciona con una de las con- versaciones primarias del libro. Los que tomaban parte en la conversacin eran nuevamente Elias, Salom y la ser- piente. Tambin esta vez escribi cuidadosamente con tin- ta china negra en la escritura abreviada gtica que puede verse en nuestra ilustracin. De vez en cuando las mays- culas estaban pintadas.
Como conclusin, sigue un complemento que copi como pgina nica de este libro en su escritura habitual; cort por en medio de una frase. ste es el escrito: 1959. He trabajado en este libro durante 16 aos. El conocimiento de la alquimia en 1930 me sac de este trabajo. El 10. Slo en la edicin alemana. 446 comienzo del fin lleg en 1928 cuando Wilhelm me envi el texto de las Goldenen Blte, de este tratado de alquimia. Entonces el contenido del libro hall el camino a la realidad. No poda ya trabajar en ello. Al observador superficial le parecer una locura. As hubiera sido si no hubiera podido captar la imponente fuerza de los acontecimientos originales. Supe siempre que todo acontecimiento encierra algo valioso y por ello no encontr nada mejor que exponerlos en un libro va- lioso, es decir, caro y en las imgenes revividas al pintar- las. S loinadaequat que era esta empresa, pero pese al mucho trabajo y distraccin me siento fiel a ello, incluso si alguna vez otra posibilidad... SEPTEM SERMONES AD MORTUOS(916) Jung public los Septem Sermones ad Mortuos (Siete sermones a los muertos) como opsculo en una edicin privada. Lo regalaba en ocasiones a sus amigos. En la li- brera no poda adquirirse. Posteriormente defini la empresa como un pecado de juventud y se arrepinti de ello.El lenguaje corresponde aproximadamente al deRotes Buch. Frente a las inacabables conversaciones con figuras internas en el Rotes Buch los Septem Sermones ad Mortuos representan un todo encerrado en s. Por ello se eligieron como ejemplo. Transmiten una impresin, aunque fragmentaria, de lo que preocup a Jung desde 1913 al 1917 y lo que entonces cre. El escrito contiene indicaciones plsticas o procesos de ideas que posteriormente desempearon una funcin en la obra cientfica de Jung, particularmente la naturaleza contradictoria del espritu, de la vida y de la expresin psicolgica. El pensamiento en paradojas es lo que Jung tom de los gnsticos (principios del s. II de n.e.) y se mantuvo en esta terminologa en parte, por ejemplo, Dios
447 comoABRAX AS. Esto corresponda a una mistificacin reflexiva e intencionada. Jung dio su permiso para la publicacin en su libro de memorias despus de dudar y slo en aras a la honra- dez. Pero no permiti que se publicara la solucin del anagrama que se encuentra al final del libro. VII SERMONES AD MORTUOS Las siete enseanzas de los muertos. Escritas por Baslides de Alejandra, la ciudad en que Oriente linda con Occidente. Sermo I Los muertos regresaron de Jerusaln, donde no hallaron lo que buscaban. Me pidieron permiso para entrar y solicitaron enseanza de m y as yo les ense: Od: yo comienzo en la nada. La Nada es lo mismo que la Plenitud. En la infinitud hay tanto lleno como vaco. La Nada es vaca y llena. Vosotros podrais igualmente decir otra cosa de la nada, por ejemplo que es blanca o negra, o que no existe o que existe. Lo infinito y eterno no tiene propiedades porque tiene todas las propiedades. La Nada o lo Pleno lo llamamos nosotrosPLEROMA. Ah dentro se deja de pensar y de existir, pues lo infinito y lo eterno no tienen propiedad alguna. En l no existe nadie, pues enton- ces se distinguira del Pleroma y tendra propiedades que le di- ferenciaran como algo del Pleroma. En el Pleroma es nada y todo: no es posible pensar sobre el Pleroma, pues ello significara diluirse a s mismo. LaCREATUR no es en el Pleroma sino en s. El Pleroma es principio y fin de la Creatur. Atraviesa por ella y por entre ella, como la luz del sol penetra el aire por todas partes. Aunque el Pleroma la penetra totalmente, la Creatur no tiene, sin embargo, parte alguna en ello, del mismo modo que un cuerpo totalmente transparente no deviene claro ni obscuro por la luz que la atraviesa. 448 Pero nosotros mismos somos el Pleroma, pues somos parte de lo eterno e infinito. Pero no tenemos participacin en ello sino que estamos distanciados del Pleroma infinitamente, no espacial o temporalmente sinoESENC IALMENTE, en cuanto nos diferenciamos en esencia del Pleroma como Creatur, que est limitada en el espacio y en el tiempo.
Sin embargo, en cuanto somos parte del Pleroma, tambin el Pleroma est en nosotros. Incluso en el punto ms pequeo el Pleroma es infinito, eterno y completo, pues pequeo y grande son propiedades que estn contenidas en l. Es la Nada que es en todas partes total e inevitable. Por ello hablo yo de la Creatur como una parte del Pleroma slo a modo de imagen, pues el Pleroma no est realmente dividido en ningn aspecto, pues es la Nada. Nosotros somos tambin todo el Pleroma, pues, a modo de imagen, el Pleroma es el punto ms pequeo slo apuntado, no existente, en nosotros y la infinita bveda del mundo que est a nuestro alrededor. Por qu, sin embargo, hablamos del Pleroma en general, si es todo y nada? Hablo de ello por empezar en algn sitio, y para desengaaros de que en algn sitio, fuera o dentro, exista algo determinado de antemano fijamente o de algn modo. Todo lo denominado fijo o determinado es slo relativo. Slo lo que est arrojado al cambio es fijo y determinado. Pero lo cambiable es la Creatur; es, pues, ella lo nico fijo y determinado, pues tiene propiedades, ella misma es Propiedad. Planteamos la cuestin: Cmo surgi la Creatur? Las crea- turas han surgido, pero no la Creatur, pues es la propiedad del Pleroma mismo, como tambin la no-creacin, la muerte eterna. Creatur existe siempre y en todas partes, Muerte existe siempre y en todas partes. El Pleroma lo tiene todo, diferenciacin e indiferenciacin. La diferenciacin es la Creatur. Es diferenciada. Diferencia- cin es su esencia, por ello se diferencia ella tambin. Por ello se diferencia el Hombre, pues su esencia es diferenciable. Por ello diferencia l tambin las propiedades del Pleroma que no existen. Las diferencia a partir de su esencia. Por ello el Hombre debe hablar de las propiedades del Pleroma, que no existen. Vosotros decs: Para qu sirve hablar de ello? T mismo has dicho que no es posible pensar sobre el Pleroma. Os dije esto para libraros de ilusiones de que se puede pen449 sar sobre el Pleroma. Cuando diferenciamos las propiedades del Pleroma, hablamos a partir de nuestra diferenciacin y sobre nuestra diferenciacin, y no hemos dicho nada sobre el Plero- ma. Sin embargo, hablar de nuestra diferenciacin es necesario de modo que podamos diferenciarnos suficientemente. Nuestra esencia es diferenciacin. Si no somos fieles a esta esencia, nos diferenciamos de modo insuficiente. Por ello debemos hacer di- ferenciaciones de las propiedades. Vosotros preguntis: En qu perjudica no diferenciarse?
Si no nos diferenciamos, nos desviamos de nuestra esencia, de la Creatur, y caemos en la indiferenciacin, que es la otra propiedad del Pleroma. Caemos en el Pleroma mismo y deja- mos de ser Creatur. Degradamos el desenlace en la nada. Esto es la muerte de la Creatur. As pues, morimos en la medida en que no nos diferenciamos. Por ello, la aspiracin na- tural de la Creatur apunta a la diferenciacin, a la lucha contra la identidad originaria peligrosa. A esto se lo denomina elPRINCIPIUM INDIVIDUATIONIS. Este principio es la esencia de la Creatur. Vosotros veis, pues, por qu la indiferenciacin y la no-di-ferenciacin es un gran peligro para la Creatur. Por ello debemos distinguir las propiedades del Pleroma. Las propiedades son lasANTINOMIAS como lo Activo y lo Inactivo, lo Lleno y lo Vaco, lo Vivo y lo Muerto, lo Diverso y lo Idntico, lo Claro y lo Oscuro, lo Caliente y lo Fro, la Fuerza y la Materia, el Tiempo y el Espacio, el Bien y el Mal, lo Bello y lo Feo, el Uno y el Mucho, etc. Las antinomias son las propiedades del Pleroma que no son porque se eliminan. Dado que nosotros mismos somos el Pleroma, tenemos tambin todas estas propiedades en nosotros; puesto que el fun- damento de nuestra esencia es diferenciacin, esto significa: Primero: las propiedades estn en nosotros mutuamente diferenciadas y separadas; por ello no se anulan, sino que ejer450 cen una accin. Por ello somos la vctima de las antinomias. En nosotros el Pleroma se desgarra.
Segundo: las propiedades pertenecen al Pleroma y nosotros podemos y debemos poseerlas y vivirlas slo en nombre y signo de la diferenciacin. En el Pleroma se anulan, en nosotros no. La diferenciacin de ellas salva. Cuando aspiramos al Bien o a la Belleza, olvidamos nues- tra esencia, que es diferenciacin, y nos entregamos a las pro- piedades del Pleroma que son las antinomias. Nos esforzamos por alcanzar el Bien y lo Bello, pero a la vez captamos el Mal y lo Feo, pues en el Pleroma son uno con el Bien y lo Bello, y por ello tambin del Mal y de lo Feo, y no caemos en el Pleroma, concretamente en la nada y en la disolucin. Vosotros objetis: T dijiste que lo Diverso y lo Idntico son tambin propiedades del Pleroma. Qu sucede cuando as- piramos a la diversidad? No somos entonces fieles a nuestra esencia? Y hemos de caer tambin entonces en la identidad cuando aspiramos a la diversidad? No debis olvidar que el Pleroma no tiene propiedad algu- na. Nosotros las creamos con el pensamiento. As pues, cuando vosotros aspiris a la diversidad o identidad o cualesquiera otras propiedades, aspiris a pensamientos que os fluyen del Pleroma, a saber, pensamientos sobre las propiedades inexis- tentes del Pleroma. Al precipitaros por estos pensamientos cais de nuevo en el Pleroma y alcanzis a la vez diversidad e identidad. No vuestro pensamiento, sino vuestra esencia es di- ferenciacin. Por ello no debis aspirar a la diversidad, como os la imaginis, sino SEGN VUESTRA ESENCIA. Por ello slo existe en principio una aspiracin, a saber: la aspiracin a la propia esencia. Si tuvierais esta aspiracin, no necesitarais en absoluto saber nada sobre el Pleroma y sus propiedades y accederais al objetivo correcto segn la fuerza de vuestra esencia. Pero, puesto que el pensamiento aliena de la esencia, debo instruiros en el saber mediante el cual podris poner freno a vuestro pen- samiento. Sermo II Los muertos seguan por la noche a lo largo de los muros y gritaban: 451 Sobre Dios queremos saber. Dnde est Dios? Est muerto Dios? Dios no est muerto, es tan vivo como siempre. Dios es Creatur, pues es algo determinado y por ello diferenciado del Pleroma. Dios es propiedad del Pleroma y todo cuanto digo de la Creatur vale tambin para l. Sin embargo, se distingue de la Creatur en que es mucho menos claro y ms indeterminado que la Creatur. Es menos di- ferenciado que la Creatur, pues el principio de su esencia es plenitud verdadera y slo en cuanto es determinado y diferenciado es Creatur y en cuanto es la patentizacin de la verdadera plenitud del Pleroma.
Todo cuanto nos diferenciamos cae en el Pleroma y se anula con su oposicin. Por ello, cuando no diferenciamos a Dios, la verdadera plenitud deja de existir para nosotros. Dios es tambin el Pleroma mismo, del mismo modo que cada punto nfimo en lo creado y en lo increado es el Pleroma mismo. El vaco actuante es la esencia del Diablo. Dios y Diablo son las primeras patentizaciones de la Nada, que nosotros llamamos Pleroma. Es indiferente si el Pleroma existe o no existe, pues se anula a s mismo en todo. No es as con la Creatur. Dios y el Diablo, en cuanto son Creaturas, no se anulan, sino que existen opuestamente como contrarios actuantes. No necesitamos prueba alguna de su existencia, basta que debemos siempre hablar de ellos de nuevo. Incluso aunque ambos no existieran, la Creatur, a partir de su naturaleza de diferenciacin, los diferenciara de nuevo del Pleroma. Todo lo que adquiere su diferenciacin a partir del Pleroma es antinomia, por ello siempre a Dios le corresponde el Diablo. Esta mutua pertenencia es tan ntima y, como vosotros ha- bis experimentado, tambin tan indisoluble en vuestra vida como el Pleroma mismo. Ello proviene de que ambos estn muy prximos al Pleroma, en el que todos los contrarios dejan de existir y son uno. Dios y Diablo son distintos por el lleno y el vaco, engen- dramiento y destruccin. LoACTUANTE les es comn. Lo Ac- tuante les une. Por ello lo Actuante est por encima de ellos y es un Dios por encima de Dios, pues unifica lo Pleno y el Vaco en su accin. 452 ste es un Dios del que vosotros nada sabais, pues los hombres lo olvidaron. Nosotros lo denominamos por su nom- bre:ABRAXAS. Es todava ms indeterminado que Dios y Diablo. Para diferenciar a Dios de l, llamamos a DiosHELIOS o Sol. Abraxas es accin, frente a l no hay nada sino lo irreal, por ello su naturaleza activa se despliega libre. Lo irreal no existe y no se opone. Abraxas est por encima del Sol y por encima del Diablo. Es lo improbable, probable; lo irreal, activo. Si el Plero-ma tuviera una esencia, Abraxas sera su manifestacin. Es ciertamente lo activo mismo, pero ninguna accin determinada, sino accin en general. Es irreal activo, porque no tiene accin determinada alguna. Es tambin Creatur, puesto que se diferencia del Pleroma.
El Sol tiene una accin determinada, al igual que el Diablo; por ello nos parecen mucho ms actuantes que el Abraxas indeterminable. Es Fuerza, Duracin, Transformacin. Aqu los muertos levantaron un gran tumulto, pues eran cristianos. Sermo III Los muertos avanzaron como niebla a travs de los pantanos y gritaron: Habanos ms sobre el supremo Dios. Abraxas es el Dios difcilmente reconocible. Su poder es el supremo, pues el Hombre no lo ve. Del Sol ve el summum bonum, del Diablo el infimum malum, de Abraxas, sin embargo, la VIDA indeterminada en todos los aspectos que es la madre del bien y del mal. La Vida parece ser ms pequea y ms dbil que elsummum bonum, razn por la cual resulta difcil pensar que Abraxas supere en poder incluso al Sol, que es, sin embargo, la fuente iluminante de toda fuerza de vida misma. Abraxas es el Sol y a la vez el abismo eternamente arrollador del Vaco, del empequeecedor y disgregador, del Diablo. El poder de Abraxas es ambivalente. Vosotros no lo veis, pues en vuestros ojos lo opuestamente orientado de este poder deja de ser. Lo que Dios Sol dice es vida. Lo que dice el Diablo es muerte. 453 Abraxas, sin embargo, dice la palabra digna y condenada, que es a la vez vida y muerte.
Abraxas produce verdad y mentira, bien y mal, luz y tinie- blas en la misma palabra y en el mismo acto. Por ello es Abra- xas temible. Es soberbio como el len en el instante en que vence a su vctima. Es bello como un da de primavera. S, es el gran Pan mismo y el pequeo. Es Prapo. Es el monstruo del averno, un plipo con mil brazos, serpiente alada, furia. Es el Hermafrodita del principio ms inferior. Es el Seor de las ranas y los sapos, que viven en el agua y suben a la tierra, que cantan al medioda y a medianoche. Es el Lleno que se une con el Vaco. Es la cpula sagrada, es el amor y su homicidio, es el santo y su traidor. Es la ms clara luz del da y la ms profunda noche del absurdo. Verle significa ceguera, rezarle significa muerte, temerle significa sabidura, no oponerse a l significa salvacin. Dios vive detrs del sol, el Diablo vive detrs de la noche. Lo que Dios engendra a partir de la luz, el Diablo lo arrastra a la noche. Pero Abraxas es el mundo, su devenir y dejar de ser mismo. A cada ofrenda del Dios Sol el Diablo presenta su mal- dicin. Todo cuanto solicitis de Dios Sol, produce un acto del Diablo. Todo cuanto creis con Dios da al Diablo poder de actuacin.Esto es el terrible Abraxas. Es la Creatur ms poderosa y en l la Creatur se horroriza a s misma. Es la colisin patente de la Creatur contra el Pleroma y su
nada. Es el horror del hijo ante la madre. Es el amor de la madre por el hijo. Es el encanto de la tierra y la crueldad del cielo. 454 El Hombre queda paralizado ante su semblante. Ante l no hay preguntas ni respuestas. Es la vida de la Creatur. Es la accin de la diferenciacin. Es el amor de los hombres. Es el habla de los hombres. Es la claridad y la sombra del hombre. Es la realidad cambiante. Aqu los muertos aullaron y se enfurecieron, pues eran imperfectos. Sermo IV Los muertos llenaron el espacio de quejas y dijeron: Habanos de los Dioses y Diablos, reprobo. Dios Sol es el supremo bien, el Diablo lo contrario, as pues tenis dos dioses. Sin embargo, hay muchos bienes elevados y muchos males graves, y bajo ello hay dos dios-diablo: uno es loARDIENTE y el otro loCRECIENTE. Lo Ardiente es elEROS en la forma de llama. Alumbra al consumirse. Lo Creciente es el RBOL DE LA VIDA, reverdece al acumular materia viva. El Eros llamea y muere por ello; el rbol de la vida, por el contrario, crece lenta y constantemente a travs de los tiempos incalculables. Bien y mal se unen en la llama.
Bien y mal se unen en el crecimiento del rbol. Vida y amor se enfrentan en su divinidad. Incalculable, como es el ejrcito de estrellas, es el nmero de dioses y diablos. Cada estrella es un dios y cada espacio que llena una estrella es un diablo. Pero el lleno-vaco del todo es el Pleroma. La accin de todo es Abraxas, slo lo irreal se contrapone a l. Cuatro es el nmero de los dioses principales, pues cuatro es el nmero de las medidas del mundo. Uno es el principio, el Dios Sol. 455 Dios es el Eros, pues unifica a dos y se extiende iluminante. Tres es el rbol de la vida, pues llena el espacio con cuerpos. Cuatro es el Diablo, pues abre todo lo cerrado; disuelve todo lo configurado y corporal; es el destructor en el que todo deviene nada. Feliz yo, a quien es dado conocer la pluralidad y diversidad de los dioses. Desgraciados vosotros, que sustitus esta indestructible pluralidad por un Dios. De este modo originis el tormento de la no comprensin y la mutilacin de la Creatur, cuya esencia y anhelos es diferenciacin. En qu sois fieles a vuestra esencia, si queris convertir al mucho en uno? Lo que hacis con los dioses os sucede tambin a vosotros. Todos os volvis iguales y vuestra esencia se mutila. Por la voluntad del Hombre impera igualdad y no por la voluntad de Dios, pues las de los dioses son muchas; en cambio, las de los hombres son pocas. Los dioses son poderosos y soportan su diversidad, pues, como las estrellas, estn aislados y a una inmensa distancia entre s. Los hombres son dbiles y no soportan su diversidad, pues habitan casi juntos y necesitan la comunidad para poder soportar su carcter peculiar. Para la salvacin os enseo lo inadmisible por causa de lo cual soy condenado. La pluralidad de dioses corresponde a la pluralidad de hombres.
Innumerables dioses aguardan devenir hombres. Innume- rables dioses han llegado a ser hombres. El Hombre participa de la esencia de los dioses, proviene de los dioses y va a Dios. Del mismo modo que no resulta posible meditar sobre el Pleroma, tampoco es posible adorar a la multiplicidad de los dioses. Siquiera es posible adorar al primer Dios, la Plenitud ac- tiva y el summum bonum. Nosotros no podemos hacer nada para ello ni tomar nada de ello, pues el vaco activo lo traga todo en s. Los dioses difanos forman el mundo del cielo, ste es plurifactico y se extiende y ampla infinitamente. Su seor supremo es el Dios Sol. Los dioses oscuros forman el mundo de la tierra. Son sim- ples y se empequeecen y disminuyen infinitamente. Su seor supremo es el Diablo, el espritu de la luna, el satlite de la tie- rra, ms pequeo y ms fro que la tierra. No existe diferencia alguna entre el poder de los dioses del 456 cielo y de la tierra. Los del cielo engrandecen, los de la tierra empequeecen. Incalculable es la direccin de ambos. Sermo V Los muertos se burlaron y gritaron: instruyenos, bufn, acerca de la Iglesia y de la santa comunidad. El mundo de los dioses se manifiesta en la espiritualidad y en la sexualidad. Los del cielo aparecen en la espiritualidad, los terrenales en la sexualidad. Espiritualidad recibe y capta. Es femenina y por ello la de- nominamos la MATER CAELESTIS, la madre celestial. Sexualidad produce y crea. Es masculina y por ello la denominamosFALO, el padre terrenal. La sexualidad del hombre es ms terrena, la sexualidad de la mujer es ms espiritual. La espiritualidad del hombre es ms celestial, aspira a lo ms grande. La espiritualidad de la mujer es ms terrena, se dirige a lo pequeo. Mentirosa y diablica es la espiritualidad del hombre que se dirige a lo pequeo. Mentirosa y diablica es la espiritualidad de la mujer que se dirige a lo grande.
Cada uno debe orientarse a su lugar. Hombre y mujer se convierten en diablo cuando no sepa- ran sus caminos espirituales, pues la esencia de la Creatur es di- ferenciacin. La sexualidad del hombre se dirige a lo terreno, la sexuali- dad de la mujer se dirige a lo espiritual. Hombre y mujer se convierten mutuamente en diablo cuando no separan su se- xualidad. El hombre conoce lo pequeo, la mujer lo grande. El hombre se diferencia de la espiritualidad y de la sexua- lidad. Llama a la espiritualidad Madre y la sita entre el cielo y la tierra. Llama a la sexualidad Falo y la sita entre l y la Tie- rra, pues la madre y el Falo son demonios sobrehumanos y pa- tentizadores del mundo de los dioses. No son ms eficaces que los dioses porque estn ms prximamente unidos a nuestra esencia. Si no os distingus de la sexualidad y de la espirituali- dad, ni las consideris como esencia sobre vosotros, entonces 457 las degradis con propiedades del Pleroma. Espiritualidad y se- xualidad no son vuestras propiedades, no son cosas que poseis y abarquis, sino que os poseen y abarcan a vosotros, pues son poderosos demonios, formas de manifestacin de los dioses, y por ello cosas que van ms all de vosotros y existen por s mis- mas. No se trata de que uno tenga una espiritualidad para s o una sexualidad para s, sino que se encuentra bajo la ley de la espiritualidad y de la sexualidad. Por ello ninguno puede ir en contra de estos demonios. Vosotros debis verlos como demo- nios y como asunto y peligro comn, como lastre comn que la vida os ha impuesto. As tambin la vida os es asunto y peligro comn, al igual que los dioses y principalmente el temible Abraxas. El Hombre es dbil, por ello es comunitario inevitable- mente; la comunidad, si no est bajo el signo de la madre en- tonces est bajo el signo del Falo. Ninguna comunidad es des- gracia y enfermedad. Comunidad en cada uno es ruptura y di- solucin. La diferenciacin conduce al ser nico. El ser nico se en- frenta a la comunidad. Pero, en virtud de la debilidad del hom- bre frente a los dioses y demonios y a su ley invencible, es ne- cesaria la comunidad. Por ello sois tan sociales como es nece- sario, no por la voluntad de los hombres, sino a causa de los dioses. Los dioses os fuerzan a la comunidad. En la medida en que os fuerzan, la comunidad origina necesidad, ms desgracia hay. En la sociedad que cada uno se subordine al otro para que se mantenga la comunidad, ya que la necesitis. En la comunidad cada uno se clasifica por encima de otro, de modo que cada uno llegue a s mismo y evite la esclavitud. En la comunidad rige la abstencin,
en el estar slo rige disipacin. La comunidad es lo profundo, el aislamiento es la altura. La medida correcta de comunidad purifica y sostiene. La medida correcta de aislamiento purifica y complementa. La comunidad nos da el calor, la soledad nos da la luz. 458 Sermo VI El demon de la sexualidad entra en nuestra alma como una serpiente. Es como la mitad del alma humana y significa deseo de pensamiento. El demon de la espiritualidad se sumerge en nuestra alma como el pjaro blanco. Es la mitad del alma humana y se llama pensamiento de deseo. La serpiente es un alma terrena, semidemonaca, un espri- tu, y unifica los espritus de los muertos. Al igual que stos, re- volotea en las cosas de la tierra y origina que nosotros las temamos, o que inciten nuestra concupiscencia. La serpiente es de naturaleza femenina y busca siempre la comunidad de los muertos que estn retenidos en la tierra, aquellos que no hallaron el camino que lleva ms all, a saber: a la soledad. La serpiente es una puta y tiene amoros con el diablo y con los malos espritus, un maligno tirano y espritu de tortura, siempre seduciendo a la peor comunidad. El pjaro blanco es un alma semidivina del hombre. Permanece junto a la madre y de vez en cuando se eleva. El pjaro es masculino y es idea actuante. Es casto y solitario, un mensajero de la madre. Vuela muy por encima de la tierra. Ordena la soledad. Trae de las lejanas noticias que han sucedido ya. Lleva nuestras palabras a la madre. Hace de intercesora, advierte, pero no tiene poder alguno frente a los dioses. Es un recipiente del sol. La serpiente desciende y paraliza con astucia al demon flico o lo incita. Eleva las ideas clarividentes de lo terreno, que se originan por todas partes y que con codicia se aspiran por todas partes. La serpiente no quiere, pero debe sernos til. Libera nuestro encadenamiento y de este modo nos muestra el camino que no hallbamos a partir del ingenio de los hombres. Los muertos me miraron con desprecio y dijeron: Deja de hablar de dioses, demonios y almas. Todo esto en general lo sa- bamos ya desde hace tiempo. Sermo VII Por la noche, sin embargo, volvieron los muertos con ade- manes acusatorios y dijeron: Olvidamos hablar de una cosa, instruyenos acerca de los hombres. El hombre es una puerta a travs de la cual penetran del 459
mundo externo los dioses, demonios y almas en el mundo in- terno, del mundo grande al mundo pequeo. Pequenez y na- dera es el hombre, vosotros lo habis ya pasado, pero volvis a encontraros en el espacio infinito, en la pequea o interna in- finitud. A distancia incalculable est una estrella sola en su cnit. ste es el Dios de este uno, ste es su mundo, su Pleroma, su divinidad. En este mundo el hombre es el Abraxas, que da a luz o devora su mundo. Esta estrella es el Dios y el fin de los hombres. ste es su Dios que le gua, a l va el hombre para hallar su descanso, a l conduce el largo viaje del alma hacia la muerte, en l todo brilla como luz, todo cuanto remite al hombre al gran mundo. A ste reza el hombre. El rezo acrecienta la luz de la estrella, lanza un puente sobre la muerte, prepara la vida del mundo pequeo, y aminora el deseo falto de esperanza del gran mundo. Cuando el gran mundo se torna fro, la estrella ilumina. No hay nada entre el hombre y su Dios, en cuanto el Hombre puede separar su mirada del espectculo llameante de Abraxas. Aqu Hombre, all Dios. Aqu debilidad y nadera, all eterna fuerza creadora. Aqu oscuridad total y fro hmedo. All Sol pleno. A esto los muertos guardaron silencio y se elevaron hacia arriba como humo sobre el fuego del pastor, que por la noche esperaba a su rebao. ANAGRAMA: NAHTRIHECCUNDE GAHINNEVERAHTUNIN
ZEHGESSURKLACH ZUNNUS 460 ALGUNOS DETALLES SOBRE LA FAMILIA1 DE C. G. JUNG, POR ANIELA JAFF La familia Jung proviene originariamente de Maguncia. En 1688, durante el sitio de la ciudad por los franceses, tal como menciona Jung en el captulo El torren, los archivos fueron quemados de modo que el rbol genealgico slo puede seguir- se hasta comienzos del siglo XVIII. El bisabuelo de Jung, el mdico Franz Ignaz Jung (1759-1831), se traslad de Maguncia a Mannheim. En la expedicin napolenica dirigi un lazareto. Su hermano, posteriormente noble, Segismundo von Jung (1745-1824), fue canciller de Baviera. Estaba casado con la her- mana menor de Schleiermacher. La personalidad ms conocida por parte de la rama paterna de Jung es su abuelo, nacido en Mannheim, Carl Gustav Jung (1794-1864), al que un extrao destino llev a los veintiocho aos a Suiza. Acerca de la leyenda, mencionada dos veces en el libro, de que su abuelo fue un hijo ilegtimo de Goethe, Jung explic lo siguiente: La segunda mujer de mi bisabuelo Franz Ignaz Jung, Sop-hie Ziegler, y sus hermanas, procedan de las cercanas del teatro de Mannheim, y numerosos escritores pertenecan al crculo de sus amistades. Se considera que Sophie Ziegler tuvo un hijo ilegtimo de Goethe y que este nio era mi abuelo Carl Gustav Jung. Esto se daba, por as decirlo, como algo consabido. Sin embargo, en su diario, mi abuelo no menciona nada de ello. Expone simplemente que vio a Goethe en Weimar y slo por detrs! Sophie Jung-Ziegler tuvo posteriormente amistad con Lotte Kestner, una sobrina de Lottchen Goethe. Vena a menudo como tambin Franz Liszt para ver a mi abuelo. Aos 1. Adems de los relatos orales de Jung, he empleado el llamado libro de familia, un pergamino encuadernado en un volumen, que contiene antiguos documentos y cartas y que fue completado por Jung; el diario de su abuelo Carl Gustav Jung (publicado por su hijo Ernst Jung, o. ).); dos artculos de.. Koelbing, Wie Carl Gustav Jung Basler Professor wurde (Cmo lleg a catedrtico de Basilea Carl Gustav Jung) (Basler Nachrichten, 26 de septiembre de 1954), y C. G. Jungs Basler Vorfahren (Antepasados de Basilea de C. G. Jung) (Basler Nachrichten, 14 de julio de 1955). Adems, estuvieron a mi disposicin los resultados de un trabajo sobre la familia realizado entre 1928 y 1929. (El fragmento sobre la familia de C. G. Jung existe slo en edicin alemana.) 461 ms tarde Lotte Kestner se aposent probablemente a causa de las relaciones de amistad con la casa Jung en Basilea. Tambin mi abuelo tuvo relaciones con su hermano, consejero de legacin,
que viva en Roma y en cuya casa el hijo de Goethe, Karl August, se hosped poco antes de su muerte. En las fuentes disponibles, en el archivo de la casa de Goethe en Frankfurt del Main y en el libro de registros de bautismos de la vicara arzobispal de la ciudad (iglesia de los jesutas) en Mann- heim, no hay nada que indique esto. En la poca en cuestin Go- ethe no estuvo en Mannheim y no se puede comprobar si Sophie Ziegler, por su parte, resida en Weimar o cerca de Goethe. Jung hablaba no sin cierta complacencia sobre la obstinada leyenda, pues le abra un aspecto del trasfondo de su fascinacin por elFausto de Goethe; perteneca, por as decirlo, al mundo de la n. 2. Por otra parte, calificaba el rumor de desagradable. Lo encontraba de mal gusto y slo poda tratarse de bufones que explicaban tales historias del "padre desconocido". Sin embargo, le pareca razonable tambin la legtima ascendencia, en especial por el catlico doctor en medicina y derecho Carl Gus-tav Jung (muerto en 1654), el rector de la Universidad de Maguncia, del que se habla al final del captulo El torren. Carl Gustav Jung estudi en Heidelberg ciencia y medicina y all, en 1816, termin su doctorado con summa cum laude. Para diversin de todo Heidelberg, as lo contaba Jung, cuando era estudiante se compr un cerdito que paseaba por las calles como si fuera un perro. Ya a los veinticinco aos era asistente de ciruga del oftalmlogo Rust en la Charit de Berln y a la vez profesor de qumica en la escuela militar prusiana. Entonces las dos disciplinas estaban mucho ms cerca que hoy! Durante los aos de su estancia en Berln vivi (probable- mente desde fines de 1817) en casa del librero y editor Georg Andreas Reimer. All era como hijo de la casa, y la seora Rei-mer le trataba como a un hijo. Aqu entr en relacin con un crculo de hombres importantes al que pertenecieron tambin los hermanos Schlegel, Ludwig Tiecky Friedrich Schleiermacher. Bajo la influencia del ltimo se pas al protestantismo, pues era catlico. Los crculos literarios de Berln desde un principio estuvieron abiertos al joven mdico. l mismo tena un cierto talento potico y uno de sus poemas fue publicado en Deutsches Liederbuch. 462 Su juventud se desarroll en una poca de agitacin polti- ca. Cuando era joven particip en los ejercicios del padre de la gimnasia Jahn (1778-1852) y tambin en la gran fiesta del Wartburg.2 Aqu los estudiantes de toda Alemania expresaban su anhelo por una Alemania libre y unida. Cuando dos aos ms tarde el estudiante de teologa, amigo de Jung, y perteneciente a las Burschenschaften, Karl Ludwig Sand (nac. 1795), asesin al escritor alemn August Kotzebue (1761-1819) a causa de sus opiniones reaccionarias y por ser considerado espa del Consejo de Estado ruso, fueron prohibidas todas las Burschenschaften y Turnvereine (asociaciones gimnsticas).
Numerosos acadmicos de opiniones liberales fueron detenidos por dema- gogos. Entre ellos tambin Carl Gustav Jung, en poder del cual la polica hall un regalo del homicida, concretamente un mar- tillete para investigaciones mineralgicas (Generalmente se dice que era un hacha!) Estuvo detenido en el calabozo de Ber- ln y despus de trece meses, sin que se celebrara juicio alguno, fue puesto en libertad y expulsado de Prusia. Puesto que no en- contr ninguna posibilidad de trabajo apropiado en el resto de Alemania por demagogo, march en 1821 a Pars, que era en- tonces el lugar ms importante de Europa para la investigacin en medicina. All conoci al gran investigador Alexander von Humboldt (1769-1859), el que le recomend primeramente al departamento quirrgico del Hotel Dieu de Pars. All Carl Gus- tav Jung pudo trabajar como cirujano y continuar formndose. De su primer encuentro con Humboldt se han dado diversas versiones. Segn la tradicin de la familia Humboldt, hall al joven mdico hambriento en un banco pblico y se lo llev consigo. As me lo explic tambin Jung. En una exposicin del mdico Hermann Reimer,3 calificada por.. Koelbing como Dich-tung und Wahrheit (Poesa y verdad), se dice que su padre polti2. Octubre de 1817, fiesta acadmica revolucionaria en conmemoracin de la Reforma (1517) y de la batalla de Leipzig (1813), que celebraban los Burs chenschaften (tipo de asociaciones alemanas) de Jena. 3. Hermann Reimer era el hijo del librero y editor de Berln. Se cas con la hija de Carl Gustav Jung del primer matrimonio con Virginie de Lassaulx. Jung menciona su visita a casa de la seora del Dr. Reimer en Stuttgart, des pus de su examen de licenciatura en 1900 (p. 118). La cita siguiente la he to mado del artculo citado de Koelbing, Wie Carl Gustav Jung Basler Professor wurde. 463 co Carl Gustav Jung fue rogado en un banquete de importantes cirujanos, por un desconocido seor de mediana edad, que le si- guiera a su casa, pues tena una propuesta que hacerle. Ciegamente Jung le sigui y luego se dio cuenta de que su protector le deca que se trataba del puesto de profesor de anatoma y ciruga en la Universidad de Basilea, si es que ello le convena. En este momento no pudo contener su dicha y le pregunt entusiasmado a quin deba agradecer tanta felicidad. A lo que le respondi su interlocutor: "El nombre no viene al caso, me llamo Alexander von Humboldt" H. Reimer aade: A... poda tener conocimiento de lo sucedido a Jung porque mantena frecuente relacin con mi padre, pero tambin por su hermano Wilhelm, que en 1919 valientemente abandon su puesto de ministro. Tal como sucede la mayora de veces con la verdad de las ancdotas, el hecho es que Humboldt recomend primeramente (1821) al joven mdico a la Academia de Berna y al fracasar este plan, un ao despus le recomend a la Universidad de Basilea.
La situacin en la Universidad de Basilea era muy difcil por motivos polticos y de administracin tcnica. Desde 1806 hasta 1814 no tuvo lugar ninguna promocin de doctores. El anatomista y botnico Johann Jakob Burckhardt fue durante varios aos el nico profesor de la Facultad de Medicina y daba sus clases ante un nico estudiante de medicina y algunas asociaciones. En 1818 se dictaron normas para una reestructuracin de la universidad y se legisl el nmero de catedrticos de la Facultad de Medicina. Jung, al encargarse de la ctedra de anatoma, ciruga y obstetricia fue nombrado en 1822 profesor y despus de un semestre catedrtico. La familia Jung se traslad, pues, definitivamente a Suiza. Jung se dedic durante su vida incansablemente y con gran xito a la construccin de la Facultad de Medicina y de las ins- tituciones mdicas de Basilea. En primer lugar reorganiz las clases de anatoma. La reconstruccin y ampliacin del Hospital de la ciudad (1842) se debe a l en gran parte, posteriormente fund la institucin de la esperanza para nios dbiles mentales. Para nosotros su reivindicacin de una institucin psiquitrica resulta interesante. En una conferencia annima posteriormente editada se dice: En nuestra poca, en que la curacin psquica tanta importancia adquiere entre los mdicos, 464 hasta el punto de que muchas revistas se ocupan exclusivamen- te de este objetivo de la ciencia mdica, se ha creado un institu- to que posibilita tales observaciones bajo la direccin del maestro de la Universidad de destacados mritos. Me imagino que tal instituto no representa el habitual manicomio en el que se cuida a los incurables, sino una institucin en la que se intenta por medios psquicos conseguir la curacin. Jung mismo dijo de su abuelo: Era una notable y brillante personalidad. Un gran organi- zador, enormemente activo, brillante, gracioso y de gran facili- dad de palabra. Yo mismo he nadado en sus mismas aguas. S, s, el profesor Jung fue el primero!, se dice en Basilea. Sus hijos estuvieron muy influidos por l. No slo le veneraban, sino que le teman, pues era un padre tirnico. Despus de comer dedi- caba un cuarto de hora al descanso y toda su familia deba per- manecer en silencio sentada a la mesa. Carl Gustav Jung se cas tres veces. En Pars se cas con Virginie de Lassaulx (nac. 1804). Muri muy joven, a los veintisis aos. La nica hija de este matrimonio se cas, como se dijo ya, con el hijo del editor Georg Andreas Reimer, en casa del cual Jung haba vivido en Berln. Contrajo segundas nupcias con Eli-sabeth Catharine Reyenthaler. Jung deca acerca de ello: Se cas con Reyenthaler por venganza. Era camarera en una cervecera de estudiantes de Basilea. l deseaba casarse con la hija del alcalde Frey, pero obtuvo calabazas. Molesto y desorientado por ello, fue inmediatamente a la cervecera y se cas con la camarera. Esta mujer muri pronto de tuberculosis, al igual que sus hijos. Finalmente se cas en terceras nupcias con Sophie Frey, la hija del alcalde. La sepultura de sus padres se halla en el claus- tro de la catedral de Basilea. Sophie Jung muri en 1855 a la edad de
cuarenta y tres aos. Dos hijos murieron jvenes. El hijo menor, Johann Paul Achules Jung (18421896) fue el padre de Carl Gustav Jung. De l ha hablado exhaustivamente Jung en el primer captulo de este libro. Repitamos slo los datos externos brevemente: Paul Jung era telogo y fue primeramente prroco en Kebwil (Thurgau), donde en 1875 naci C. G. Jung. Luego, durante cuatro aos, fue prroco en Laufen, un munici465 pio del Rin junto a Sachffhausen. En 1879 fue nombrado prroco de la iglesia de Klein-Hningen junto a Basilea. La madre de Jung, de soltera Emilie Preiswerk, proceda de Basilea. Era la hija menor del primer pastor de la iglesia evanglica de Basilea, un hombre culto y de talento potico, Samuel Preiswerk (1799-1871), y de su segunda esposa Augusta Faber de Nrtingen (Wrttemberg) (1805-1862). La familia Faber eran protestantes franceses que despus de la supresin del Edicto de Nantes (1785) marcharon a Alemania. Primeramente Samuel Preiswerk fue pastor protestante en Muttenz, pero despus de la separacin del cantn en ciudad de Basilea y pas de Basilea (1833) se traslad a Basilea. Dado que aqu no hall ocupacin, march a Ginebra y desempe el cargo de profesor en la escuela de teologa de la comunidad evanglica. Enseaba lengua hebrea y teologa del viejo testamento. Compuso una gramtica hebrea que se reedit varias veces. Algunos aos ms tarde se le llam a Basilea y fue pastor de la comunidad de St. Leonhard. Junto con su actividad como pastor protestante fue profesor particular de lengua y literatura hebreas. Era de carcter amable y tolerante, lo que tambin se colige de su revista mensual Das Mor-genland (El pas de maana) en que se hablaba a favor de la recuperacin de Palestina por los judos. Todava hoy se cuentan en Basilea ancdotas sobre l. En un estudio conserv Samuel Preiswerk una silla especial para el espritu de su primera mujer difunta, Magdalena. Cada semana Preiswerk mantena conversaciones a horas determinadas con el espritu de Magdalena, con gran disgusto por parte de su se- gunda mujer, Augusta.4 Jung dijo de l: No conoc personalmente a mi abuelo materno. Pero por todo lo que o de l, el nombre del antiguo testamento Samuel le resultaba apropiado. Crea todava que en el cielo se hablaba en hebreo y se consagr por ello con gran estusiasmo al estudio de este idioma. No slo era muy culto sino que tena tambin un notable talento potico; sin embargo, era un hombre especial que se crea siempre rodeado de espritus. Mi madre me ha explicado muchas veces que haba que sentarse detrs de l 4. DeBaslerisches Al l zu b a sl e ri s c h e s, de Hans Jenny, Basilea, 1961. 466 cuando escriba sus plticas. No poda soportar que mientras estudiaba hubiera espritus detrs suyo y le molestaran! Cuan- do se sentaba un vivo detrs suyo los espritus se asustaban!
Sobre su mujer, Augusta Preiswerk, la abuela materna de Jung, existieron muchas historias. A los dieciocho aos enferm gravemente al cuidar a un hermano afecto de escarlatina y per- maneci treinta y seis horas como muerta. Ya haban trado el atad cuando su madre, que no poda creer en su muerte, la volvi a la vida al ponerle una plancha sobre la nuca. Gstele (nombre familiar de Augusta), as se la llamaba, tena la segun- da vista, lo que su familia relacionaba con el suceso de su muer- te aparente. Muri a los cincuenta y siete aos. La mujer de C. G. Jung (1882-1955) proceda de una fami- lia de industriales Rauschenbach de Schaffhausen. En el captu- lo sobre su infancia, Jung explica que su padre cuando era p- rroco de Laufen (1875-1879) tuvo amistad con la familia Schenk, a la que perteneca tambin su futura madre poltica, la seora Berta Rauschenbach, y que ella le llev a pasear en una ocasin (entonces tena l cuatro aos). Sobre el primer encuentro con Emma, Jung explic: Yo tena un amigo de estudios cuya familia viva en Schaffhausen. Una vez que quise visitarle era despus de la muerte de mi padre, en 1896 mi madre me dijo: "Si vas a ver a tu amigo Schaffhausen, ve tambin a ver a la seora Rauschenbach, que conocimos cuando era joven." As lo hice y cuando entr en la casa vi en la escalera una muchacha de unos catorce aos con trenza y supe: sta es mi mujer! Estaba profundamente impresionado, pues slo la haba visto un breve instante, pero haba sabido con absoluta certeza que sera mi mujer. Me acuerdo hoy todava con toda exactitud que se lo expliqu inmediatamente a mi amigo. Pero naturalmente se burl de m. Le dije: "Puedes rer, pero a ti te suceder tambin." Cuando seis aos despus pretend a Emma Rauschenbach obtuve calabazas como mi abuelo. Pero yo no tena a mano, como mi abuelo, una cervecera ni una camarera, ni era catedrtico con una tarea concreta y clara, sino que no era ms que un mdico asistente con un futuro muy nebuloso. Por qu deban serme ahorradas las desilusiones de estemeilleur des mondes possi-bles7., como preguntaba nm. 2. Pero al cabo de unas semanas la situacin cambi y del no sali un s y nm. 1 qued afir467 mado. Por mi parte, di un s al mundo y nm. 2 desapareci de mi vista por once aos. Hasta 1902 llevaba una especie de diario secreto que a partir de entonces qued cerrado durante ms de una dcada. En 1913, bajo la presin de grandes presentimientos, surgi de nuevo en mi recuerdo.
Jung se cas en 1903. Tuvo mucha descendencia. De los matrimonios de sus cinco hijos, Agathe Niehus-Jung, Gret Bau- mann-Jung, Franz Jung-Merker, Marianne Neihus-Jung, Helene HoerniJung, nacieron diecinueve nietos y el nmero de biznie- tos aumenta constantemente.* * Tal como pude saber posteriormente, existe otra versin del escudo original, mencionado por Jung en el captulo El torren, que representa un fnix, y que su abuelo C. G. Jung transform en la forma actual. Se trata de una mariposa que sala de una mueca. Segn una tradicin familiar, el primer nombre del Doctor en medicina y derecho Jung (muerto en Maguncia en 1654) no era Cari, sino Simn. 468 GLOSARIO Alma. C. G.JUNG: Si la psique del hombre es algo, esindescriptiblemente complicada y de una complejidad ilimitada que no se puede abordar con la mera psicologa de los impul- sos. Yo no puedo menos de quedar absorto en el asombro y veneracin ms profundos ante los abismos y alturas de la natu- raleza del alma, cuyo mundo inespacial oculta una cantidad in- calculable de imgenes, que millones de aos de evolucin vital han acumulado y condensado orgnicamente. Mi consciencia es como un ojo que incluye en s al espacio ms lejano, pero el No-Yo psquico es lo que llena el espacio inespacialmente. Y estas imgenes no son plidas sombras, sino condiciones anmicas de poderosa influencia, que slo interpretamos mal, pero que nunca podremos usurpar por la negacin de su poder. Junto a esta impresin quisiera yo poner la visin del cielo estrellado por la noche; pues el equivalente del mundo interno slo se encuentra en el externo, y del mismo modo que alcanzo este mundo a travs del mdium del cuerpo, alcanzo aquel mundo por el mdium del alma. (Einfhrung zu W. Kranefeld, Die Psychoa-nalyse, Sammlung Gschen, 1930, pg. 15.) Sera una blasfemia afirmar que Dios puede manifestarse en todas partes, pero no precisamente en el alma humana. Si la intimidad de la relacin entre Dios y el alma excluye toda ami- noracin del alma desde un principio, sera quizs ir demasiado lejos hablar de una relacin de parentesco; pero en todo caso el alma debe tener en s una posibilidad de relacin, es decir, tener en s una concordancia con la esencia de Dios, de lo contrario, nunca podra darse una dependencia. Esta concordancia es,formulada psicolgicamente, el arquetipo de la imagen de Dios (vase all). (Psychologie und Alchemie, 2.a ed-, 1952, pg. 23.) 469 Alquimia. La antigua qumica, en la que la qumica experimental en el sentido actual se encontraba mezclada con espe- culaciones generales, intuitivoimaginativas, en parte religiosas, sobre la naturaleza y el hombre. En lo desconocido de la mate-
ria se proyectaron muchos smbolos, que nosotros reconocemos como contenidos del inconsciente. El alquimista buscaba el misterio de Dios en la materia desconocida y de ello deduca procedimientos de recetas que pueden equipararse con la actual psicologa del inconsciente. Tambin sta se ve enfrentada a un fenmeno objetivo desconocido: el inconsciente. La alquimia filosfica de la Edad Media debe ser entendida desde el punto de vista de la historia del espritu como un mo- vimiento compensatorio del cristianismo a partir del incons- ciente, pues el objeto de las meditaciones y tcnica de la Alqui- mia el reino de la naturaleza y de la materia no tena lugar ni calificacin adecuada alguna en el cristianismo, sino que se tena como lo que deba ser superado. As pues, la Alquimia es una especie de reflejo oscuro, primitivo, del mundo ideolgico cristiano, como pudo indicar Jung en Psychologie und Religion con respecto a la analoga entre la representacin central alqu- mica de la piedra, del lapis, y Cristo. Es tpico del lenguaje de la Alquimia la imagen simblica y la paradoja. Ambas cosas co- rresponden a la naturaleza inaprensible de la vida y de la psique inconsciente que resultan inabarcables por conceptos. Por ello se dice, por ejemplo, que la piedra no es piedra (es decir, es a la vez un concepto religioso-espiritual), o que el Mercurius alqu- mico, el espritu de la materia, es evasivo, huidizo como el cier- vo, pues resulta imposible de encerrar en conceptos. Tiene mil nombres. Ninguno de ellos expresa por completo su esencia, como tampoco definicin alguna es capaz de esbozar unvoca- mente la esencia de un concepto psquico. Amplificacin. Ampliacin y concentracin de una imagen onrica por medio de asociaciones orientadas y con paralelos de la historia simblica y del pensamiento (mitologa, mstica, folklore, religin, etnologa, arte, etc.), por la cual se aclara su sentido de la interpretacin. nima y nimo. Personificaciones de una naturaleza femenina en el inconsciente del hombre y de una naturaleza mas470 culina en el inconsciente de la mujer. Esta doble sexualidad ps- quica corresponde al hecho biolgico de que el predominio de genes masculinos (femeninos) decide en la determinacin del sexo masculino (femenino). El menor nmero de genes del sexo contrario parecen formar un carcter contrasexual que, sin em- bargo, a causa de su supeditacin, permanece habitualmente in- consciente. C. G.JUNG: Todo hombre lleva la imagen de la mujer desde siempre en s, no la imagen deesta mujer determinada, sino deu na mujer indeterminada. Esta imagen es, en el fondo, un patrimonio inconsciente, que proviene de los tiempos primitivos y, grabada en el sistema vivo, constituye un Tipo (Arquetipo) (vase all) de todas las experiencias de la serie de antepasados de naturaleza femenina, un sedimento de todas las impresiones de mujeres, un sistema de adaptacin psquica heredado... Lo mismo vale para la mujer, tambin ella tiene una imagen
innata del hombre. La experiencia ensea que se debe- ra decir para ser ms exactos: una imagen dehombres, mien- tras que entre los hombres se trata ms bien de una imagende la mujer. Dado que esta imagen es inconsciente, se proyecta siempre de modo inconsciente en la figura amada y es una de las razones principales de la atraccin pasional y su antag- nico. (Seelenprobleme der Gegenwart, 5.a ed., 1950, pg. 256 y ss.). La funcin natural del nimo (as como tambin del nima) consiste en procurar un vnculo entre la consciencia in- dividual y el inconsciente colectivo (vase all). En cierto aspecto la persona (vase all) representa una esfera entre la consciencia del Yo y el objeto del mundo externo. nimo y nima deberan actuar como un puente o puerta para las imgenes del inconsciente colectivo, al igual que la persona representa una especie de puente hacia el mundo. (Trabajos de seminario inditos, v. I, 1925. Traducido del ingls.) Todas las manifestaciones arquetpicas, y tambin nimo y nima, tienen un aspecto negativo y otro positivo, un aspecto primitivo y otro diferenciado. C. G.JUNG: El nimo es, en su primera forma incons- ciente, espontneo, formacin de opiniones no intencionada, que ejerce una influencia dominante en la vida afectiva; el nima, por el contrario, es una espontnea formacin de sen471 timientos con subsecuente influencia, o bien distorsin del en- tendimiento (le ha trastornado la cabeza). El nimo por ello se proyecta preferentemente en autoridades espirituales y de- ms hroes (tenores, artistas y ases del deporte). El nima se aduea preferentemente del inconsciente, del vaco, de lo frgi- do, desvalido, falto de relaciones, oscuro y ambivalente en la mujer... El alma (en el proceso de individuacin) que penetra en la consciencia del Yo tiene, pues, en el hombre el signo fe- menino y en la mujer el masculino. Su nima busca unificar y vincular, su nimo quiere diferenciar y reconocer. Se trata de un estricto antagonismo... En la realidad de la consciencia sig- nifica una situacin de conflicto, incluso aunque la relacin consciente de ambos individuos sea armnica. (Der Psychologie der bertragung,en Praxis der Psychotherapie, obras completas, v. XVI, pg. 323.) El nima es el arquetipo de la vida... Pues la vida llega al hombre a travs del nima, si bien su opinin es que le llega por el entendimiento(mind). El hombre rige la vida por el en- tendimiento, pero la vida vive en l por el nima. Y el secreto de la mujer es que la vida le llega a ella por la forma espiritual del nimo, a pesar de que cree que es el Eros el que le da la vida. La mujer domina la vida, es decir vive habitualmente por el Eros, pero la verdadera vida, en la que ella es
tambin vctima, le llega a la mujer por el entendimiento(mind) que en ella est corporizado por el nimo. (Trabajo de seminario indito sobreZaratustra de Nietzsche, 1937. Traducido del ingls.) Arquetipo. C. G.JUNG: El concepto de arquetipo... se deriva de la observacin repetida varias veces de que por ejemplo los mitos y los cuentos de la literatura universal contienen siem- pre en todas partes ciertosmotivos. Estos mismos motivos los hallamos en las fantasas, sueos, delirios e imaginaciones de los individuos actuales. Estas imgenes y conexiones tpicas se designan como representaciones arquetpicas. Tienen, cuanto ms claras son, la propiedad de ir acompaadas por vivos mati- ces afectivos... Impresionan, influyen y fascinan. Provienen de un arquetipo imperceptible en s mismo, de una pre-forma inconsciente que parece pertenecer a la estructura heredada de la psique, y puede, a causa de ello, manifestarse en todas partes como fenmeno espontneo. (Das Gewissen in psychologischer 472 Sicht (La conciencia en el aspecto psicolgico), en Das Gewissen (La conciencia), Estudios del Instituto C. G. Jung de Zurich, 1958, pg. 199 y ss.). Una y otra vez tropiezo con el equvoco de que los arque- tipos son determinados en su contenido, es decir, una especie de representaciones inconscientes. Por ello debo destacar una vez ms que los arquetipos no estn determinados en su contenido, sino meramente de un modoformal, y esto ltimo, adems, de modo muy condicionado. Determinada en contenido lo es una imagen primitiva (vase al) cuando es consciente y por ello ha sido completada con material de la experiencia consciente. Su forma, por el contrario es... algo as como el sistema de ojos de un cristal, que prefigura en cierto modo y manera de cristalizarse los iones y luego las molculas. El arquetipo es un elemento vaco en s, formal, que no es sino una facultas praeformandi, una posibilidad dada a priori de la forma de representacin. Lo que se hereda no son las representaciones, sino las formas que en este aspecto corresponden exactamente a los instintos determinados tambin formalmente. Del mismo modo que la existencia de arquetipos, puede tambin ser demostrada la del instinto, mientras ste actain concreto. (Von der Wurzeln des Bewusstseins, 1954, pg. 95 y ss.). Me parece probable que la esencia propia del arquetipo es incapaz de conciencia, es decir, es trascendente, por ello la defino como psicoidea (vase all). (Von der Wurzeln des Bewusstseins, 1954, pg. 576 y ss.).
No se puede ni por un instante creer que un arquetipo podra explicarse definitivamente y por ello quedara suprimido. Aun el mejor intento de explicacin no sino una traduccin ms o menos acertada en otro lenguaje de imgenes. (Zur Psy-chologie des Kind-Archetypus (Sobre la psicologa del arquetipo Nio), en Jung-Kernyi: Einfhrung in dar Wesen der Mytholo-gie (Introduccin a la naturaleza de los mitos), 1951, pg. 119.) Asociacin. Vinculacin de representaciones, percepciones, etc., por semejanza, puntos de contacto, antagonismo o sucesin. Libre asociacin en a interpretacin del sueo por S. Freud: cadena espontnea de asociacin del que suea que no requiere referirse a la situacin del sueo. Asociacin orientada o controlada en la interpretacin del sueo por C. G. Jung:coin473 cidencias espontneas que se salen de la situacin onrica dada y se refieren siempre a l. Consciencia. C. G. JUNG: Cuando se medita en lo que es en realidad la consciencia se queda uno profundamente impre- sionado por el hecho altamente asombroso de que a un aconte- cimiento que sucede en el cosmos al mismo tiempo se engendra internamente una imagen, de que, por as decirlo, acontece igualmente internamente, esto significa exactamente: se hace consciente. (Seminario en Basilea, 1934, trabajo de seminario indito.) Nuestra consciencia no se crea por s misma sino que emana de profundidades desconocidas. Despierta paulatina- mente en el nio y despierta cada maana, de la profundidad del sueo, de un estado inconsciente. Es como un nio que es dado a luz diariamente por la causa remota maternal del inconsciente. (Symbolik des Geistes (Simbolismo del espritu), 2.a ed., 1953, pg. 465 y ss.). Cuaternidad. C. G.JUNG: La cuaternidad es un arquetipo que, por as decirlo, se presenta universalmente. Es la premisa lgica de todo juicio de totalidad. Si se quiere llegar a un juicio de este tipo, ste debe tener un aspecto cudruple. Cuando, por ejemplo, se quiere caracterizar la totalidad del horizonte, se nombran los cuatro puntos cardinales. Hay siempre cuatro ele- mentos, cuatro cualidades primitivas, cuatro colores, cuatro
casas en la India, cuatro caminos en el sentido de evolucin es- piritual en el budismo. Por ello tambin hay cuatro aspectos psicolgicos de la orientacin psquica ms all de lo cual no puede ya decirse nada ms fundamentalmente. Debemos tener, como orientacin, una funcin que compruebe que hay algo (sensibilidad), una segunda que verifique qu es esto (pensa- miento), una tercera funcin que diga si esto se adeca o no, si se quiere admitir o no (sentimiento) y una cuarta que indique de dnde viene y adonde va (intuicin). Ms all de ah ya no se puede decir nada... La perfeccin ideal es lo redondo, el crculo (cf.mndala), pero su escala mnima es la cuadratura. (Symbolik des Geistes, 2.a ed., 1953, pg. 399.) Una cuaternidad o un cuaternio tiene con frecuencia una estructura de 3 + 1, pues una de sus magnitudes adopta una 474 postura excepcional y es de naturaleza distinta. (Por ejemplo, los animales del smbolo de los evangelistas son tres y otro un ngel.) Cuando la cuarta magnitud se presenta junto a las otras tres surge el Uno, que simboliza la totalidad. En la psicologa analtica no es rara la funcin de menor valor (es decir, aque- lla funcin que no est a la disposicin consciente del hombre) que encarna al cuarto. Su integracin en la consciencia repre- senta una de las principales tareas del proceso de individuacin. Experimento de asociacin: Test psicolgico para la comprobacin de complejos (vase all) con ayuda de la medida de los tiempos de reaccin y la interpretacin de las respuestas a palabras presentadas como incentivos. A los sntomas de complejos pertenecen: prolongado tiempo de reaccin, o calidad subjetiva propia de las respuestas, cuando, con las palabras in- centivo, se rozan complejos que la persona a analizar quiere ocultar o no tiene consciencia de ellos. Extraversin. Actitud tpica que se caracteriza por la concentracin del inters en un objeto externo. Opuesto: Introversin. Hierogamos. Bodas santas o espirituales. Unificacin de figuras arquetpicas en los mitos de reencarnacin, antiguos misterios y tambin en la Alquimia. Ejemplos tpicos son las re- presentaciones de Cristo y la Iglesia como esposo y esposa (sponsus et sponsa) y la unificacin alqumica (coniunctio)de Sol y Luna.
Imagen de Dios. El concepto procede de los padres de la Iglesia segn los cuales la imago Dei (imagen de Dios) est acuada en el alma del hombre. Si una imagen de este tipo emerge espontneamente en sueos, fantasas, visiones, etc., debe entenderse dentro del modo de observacin psicolgico como un smbolo del Mismo (vase all). C. G.JUNG: Que la divinidad acta sobre nosotros, slo podemos comprobarlo por medio de la psique, en lo que, sin embargo, no nos es dado distinguir si estas influencias proceden de Dios o del inconsciente, es decir, no puede decidirse si la di- vinidad y el inconsciente son dos dimensiones distintas. Ambas 475 cosas son nociones lmites de contenidos trascendentales. Sin embargo, es posible empricamente, con amplio margen de pro- babilidad, comprobar que en el inconsciente se presenta un arquetipo de la totalidad, que se manifiesta espontneamente en sueos, etc., y que consiste en una tendencia independiente de la voluntad consciente de referir otros arquetipos a este centro. Por ello no parece improbable que el primero tenga tambin en s una cierta posicin central que lo aproxima a la imagen de Dios. La semejanza viene adems apoyada especialmente por el hecho de que el arquetipo crea un simbolismo que desde siem- pre ha caracterizado a la divinidad y la ha simbolizado... La imagen de Dios coincide, hablando con propiedad, de ningn modo con el inconsciente, sino con un contenido especial del mismo, concretamente con el arquetipo del Mismo. Es aqu donde no podemos ya separar empricamente la imagen de Dios. (Antwort auf Hiob, 3.a ed., 1961, pg. 120.) Se puede explicar la imagen de Dios como un reflejo del Mismo o a la inversa el Mismo como imago Dei in homine (Symbolik des Geistes, 2.a ed., 1953, pg. 431.) Imagen primitiva. (Jakob Burckhardt.) Empleado originariamente por Jung para el concepto de arquetipo (vase all). Inconsciente, lo. C. G.JUNG: Tericamente no pueden ponerse lmites al campo de la conciencia, puesto que puede ex- tenderse en un mbito ilimitado. Pero empricamente se en- cuentran siempre sus lmites en el terreno de lodesconocido. Esto ltimo se compone de todo lo que no se sabe, de lo que no est en relacin con el Yo, como centro del campo de conscien- cia. Lo desconocido se descompone en dos grupos de objetos, a saber, los externos, captables por los sentidos, y en segundo lu- gar los hechos interiores, captables directamente. El primer gru- po representa lo desconocido del mundo circundante, el ltimo, lo desconocido del mundo interno. La ltima zona la designa- mos como el inconsciente.(Aion, 1951, pg. 15.)
Todo lo que s, pero en lo que no pienso momentnea- mente; todo lo que en alguna ocasin me fue consciente, pero que ahora est olvidado; todo lo percibido por mis sentidos, pero que no lo tiene presente mi consciencia; todo lo que siento , pienso, recuerdo, quiero y hago sin intencin y sin atencin, 476 es decir, inconscientemente; todo lo futuro que se prepara en m y slo ms tarde llegar a la consciencia; todo esto es contenido de lo inconsciente. (Von der Wurzeln des Bewusstseins, 1954, pg. 536.) A estos contenidos se suman tambin todas las represiones ms o menos deliberadas de representaciones e impresiones penosas. La suma de todos estos contenidos lo designo yo como el inconsciente personal. Pero ms all de ello hallamos en el inconsciente tambin las propiedades no adquiridas individualmente, sino heredadas, como son los instintos, como la tendencia a la actividad, que se siguen sin una motivacin consciente, que resultan de una necesidad... (En este aspecto profundo de la psique hallamos tambin los arquetipos.) Los instintos y los arquetipos... forman el inconsciente colectivo. Denomino a este inconsciente colectivo porque, en contraposicin al definido anteriormente, no tiene contenidos individuales, es decir, ms o menos simples, sino difundidos universalmente y en igual proporcin. (ber psychische Energetik und das Wesen der Trume, 1948, pg. 268 y s.) El primer grupo trata de contenidos que representan par- tes integrantes de la personalidad individual y por ello igual- mente podran ser conscientes; el ltimo significa tanto como una condicin o fundamento de la psique, presente en general, continuamente idntica a s misma.(Aion, 1951, pg. 20 y s.) Las capas ms profundas de la psique pierden la pecu- liaridad individual a mayor profundidad y oscuridad. Se vuel- ven ms colectivas hacia abajo, es decir, al aproximarse al sistema autnomo de funcionamiento, para convertirse en universal y diluirse al mismo tiempo en la materialidad del cuerpo, a saber, en los compuestos qumicos. El carbono del cuerpo es carbono en general. En ltimo lugar la psique es mundo en general. (Zur Psychologie des KindArchetypus, en Jung-Kern-yi: Einfhrung in das Wesen der Mythologie, 1951, pg. 136.) Individuacin. C. G.JUNG: Empleo la expresin individuacin en el sentido de aquel proceso que engendra un in- dividuo psicolgico, es decir, una unidad aparte, indivisible, un Todo. (Bewusstsein, Unbewusstes und Individuation; Zentral-blattfr Psychotherapie, 1939, pg. 257.)
Individuacin significa: llegar a ser un individuo y, en 477 cuanto por individualidad entendemos nuestra peculiaridad ms interna, ltimae incomparable, llegar a ser uno Mismo. Por ello se podra traducir individuacin tambin por mis-macin o autorrealizacin. (Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewussten (Las relaciones entre el Yo y lo Inconsciente), 3.a ed., 1938, pg. 91.) Noto una y otra vez que el proceso de individuacin se confunde con el devenir consciente del Yo, y por ello el Yo se identifica con el Mismo (vase all), de lo que naturalmente sur- ge una grave confusin del concepto. Pues de este modo la in- dividuacin se convierte en el mero egocentrismo y autoerotis- mo. Sin embargo, el Mismo comprende infinitamente mucho ms en s que un mero Yo... Es tanto uno como los otros, como el Yo. Individuacin no excluye al mundo sino que lo incluye.) (Von den Wurzeln des Bewusstseins, 1954, pg. 595.) Inflacin. Una expansin que sobrepasa los lmites individuales de la personalidad mediante identificacin con un ar- quetipo (vase all) o, en casos patolgicos, con una figura his- trica o religiosa. En los casos normales se manifiesta como una especie de soberbia y es compensada por un sentimiento respectivo de inferioridad. Introversin. Actitud tpica que se caracteriza por la concentracin del inters por los procesos internos del alma. Opuesto: Extraversin (vase all). Mana. Concepto melansico para un poder extraordinariamente eficaz que proviene de un hombre, un objeto, de actos y acontecimientos, de seres sobrenaturales y espritus. Significa tambin salud, prestigio, fuerza curativa y mgica. Concepto primitivo de la energa psquica. Mndala (snscrito). Crculo mgico. Segn C. G.JUNG: smbolo del centro, del objetivo y del Mismo (vase all) como totalidad psquica. Autorrepresentacin de un proceso central, de la produccin de un nuevo centro de la personalidad. Se ex- presa simblicamente por la forma del crculo, por disposicin simtrica del nmero cuatro y su complejidad (vase cuaterni- dad). En el lamasmo y en el yoga tantra el mndala es el ins-
478 trumento de la contemplacin (Yantra), sede y lugar de origen de los dioses. Mndala alterado: toda forma que difiere del crculo, cuadrado y de la cruz de brazos iguales, o cuyo nmero bsico no es cuatro ni ocho. C. G.JUNG: Mndala significa crculo, crculo especial- mente mgico. Las mndalas se han difundido no slo por todo el Oriente sino que est ampliamente comprobada su existencia tambin entre nosotros en la Edad Media. Mndalas especial- mente cristianas se encuentran a principios de la Edad Media, la mayora de veces con Cristo en el centro de los cuatro evangelistas o sus smbolos en los puntos cardinales. Este smbolo ha de ser muy antiguo, pues ya Horus se representaba as en Egip- to con sus cuatro hijos. (Das Geheimnis der Goldenen Blte, 5.a ed., 1957, pg. 22.) Las mndalas se presentan, segn la experiencia... en si- tuaciones que se caracterizan por su confusin o carcter enig- mtico. El arquetipo constelado de este modo representa un es- quema de orden que en cierto modo se sita sobre el caos psi- colgico como retculo psicolgico o como crculo dividido en cuatro partes, por medio de lo cual cada contenido asume su lugar y mantiene coherente el todo que tiende a dispensarse en lo indeterminado, por medio del crculo guardin y protector. (Ein moderner Mythus. Von Dirigen, die am Himmel gesehen wer-den, 1958, pg. 115.) Mismo. El arquetipo central (vase all). El arquetipo de la jerarqua. La totalidad del hombre. Se representa simbli- camente por el crculo, cuaternidad (vase all), nio, mndala, etc. G. G.JUNG: El Mismo es una magnitud antepuesta al Yo consciente. Comprende no slo la psique consciente, sino tam- bin la inconsciente, y por ello es, por as decirlo, una persona- lidad quetambin somos... No existe posibilidad alguna de al- canzar tambin una consciencia aproximativa del Mismo, pues por ms que queramos hacerlo consciente siempre existir una cantidad indeterminada e indeterminable de inconsciente que pertenece a la totalidad del Mismo. (Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewussten, 3.a ed., pg. 98 y s.) El Mismo es no slo el centro, sino tambin aquel mbito que encierra la consciencia y el inconsciente; es el centro de esta 479 totalidad como el Yo es el centro de la consciencia.(Psycholo-
gie und Alchemie, 2.a ed., 1952, pg. 69.) El Mismo es tambin la meta de la vida, pues es la expre- sin ms completa de la combinacin del destino que se llama individuo. (Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbc-wussten, 3.a ed., 1938, pg. 206.) Neurosis. Estado de desacuerdo consigo mismo originado por el antagonismo de necesidades impulsivas y las exigencias de la cultura, por enojo infantil y la voluntad de adaptacin, por deberes individuales y colectivos. La neurosis constituye un signo de detencin ante un falso camino y una advertencia de la necesidad de un proceso curativo personal. C. G.JUNG: La perturbacin psquica en una neurosis, y la neurosis como a tal, pueden concebirse como un acto fallido de adaptacin. Esta formulacin (corresponde) a la idea de Freud de que una neurosis en cierto sentido representa un intento de autocuracin. (Psychoanalysis and Neurosis, Londres, 1916. Traducido del ingls.) La neurosis es siempre un sucedneo del autntico sufrimiento. (Psychologie und Religin, 4.a ed., 1962, pg. 90.) Numinosum. Concepto de Rudolf Otto (lo sagrado) para lo indecible, lo enigmtico, lo horripilante, lo completamente distinto, la propiedad experimentable directamente slo en lo divino que le incumbe. Persona. Originariamente, la mscara que entre los antiguos llevaba el actor. C. G.JUNG: La persona... es aquel sistema de adaptacin o aquel modo con el cual entramos en relacin con el mundo. As, casi toda profesin tiene una persona caracterstica... El peligro est slo en que se identifique uno con la persona, como por ejemplo el profesor con su manual o el tenor con su voz... Se podr decir con cierta exageracin: la persona es aquello que no es propiamente de uno, sino lo que uno y la dems gente creen que es. (Gestaltungen des Unbewussten, 1950, pg. 55.) Psicoideo. Semejante al alma, de forma anmica, cua-si-anmico. Jung caracteriza s la capa profunda inconcreta del
480 inconsciente (vase all) colectivo y sus contenidos, los arquetipos (vase all). C. G.JUNG: El inconsciente colectivo representa una psique que, en contraposicin a lo psquico conocido por nosotros, resulta inconcreto, por lo que yo precisamente lo designo por spicoideo. (Synchronizitat und Psique, 1952, pg. 20 y s.) Sincronicidad. Concepto acuado por C. G. Jung para expresar una oportuna coincidencia o concordanciaa) de un acon- tecimiento psquico y de otro fsico, que no estn unidos casual- mente entre s. Tales fenmenos de sincronizacin suceden, por ejemplo, si acontecimientos interiores (sueos, visiones, presen- timientos) tienen una concordancia con la realidad externa: la imagen interna o el presentimiento se han mostrado verdaderas; b) de sueos, pensamientos, etc., iguales o semejantes que tienen lugar simultneamente en diversos lugares. Ni una ni otra manifestacin puede explicarse por casualidad. Parecen ms bien depender de procesos arquetpicos en el inconsciente. C. G.JUNG: El ocuparme de la psicologa de los procesos inconscientes me ha exigido, hace ya muchos aos, buscar otro principio explicativo (adems del de causalidad), porque el principio de causalidad me pareca insuficiente para explicar ciertos fenmenos extraos de la psicologa inconsciente. Pri- meramente hall concretamente que existen fenmenos psicol- gicos paralelos que no pueden relacionarse sin ms entre s de un modo causal, sino que deben estar en otro encadenamiento de sucesos. Este encadenamiento me pareci darse esencialmente en el hecho de la relativa simultaneidad, de ah la expresin sincrnico. Pues parece como si el tiempo no sea algo abstracto, sino ms bien un continuo concreto, que contiene cualidades y condiciones bsicas que, con relativa simultaneidad, pueden manifestarse en diversos lugares, en un paralelismo que no puede explicarse causalmente, como por ejemplo en los casos de la aparicin simultnea de pensamientos, smbolos o estados psquicos idnticos. (Zum Gedachtnis Richard Wilhelm (A la memoria de Richard Wilhelm), en Das Geheimnis der Gol-denen Blte, 5.a ed., 1957, pg. XVII.) He elegido el trmino "sincronicidad" porque la simulta- neidad de dos acontecimientos anlogos, pero acausalmente li- gados, parece un criterio esencial. Empleo, pues, aqu, el con481 cepto general de sincronismo en el sentido especial de coinci- dencia temporal de dos o ms acontecimientos, relacionados mutuamente de modo acausal, que tienen un contenido idntico o
semejante. Esto se opone, pues, alsincronismo que representa la mera simultaneidad de dos acontecimientos.(Synchronizitat als ein Prinzip akausaler Zusammenhnge, en JungPauli: Naturerklrung und Psyche, 1952, pg. 26 y s.) La sincronicidad no es ms enigmtico o misterioso que las discontinuidades de la Fsica. Es tan slo la conviccin in- veterada de la omnipotencia de la causalidad lo que ofrece di- ficultades a la comprensin; y hace que se manifieste como in- concebible el que acontecimientos acausales puedan presentarse o existir... Coincidencias anlogas slo son concebibles como puras casualidades. Sin embargo, cuanto ms se acumulan y cuanto mayor y ms precisa es la concordancia, tanto ms dis- minuye su probabilidad y tanto ms aumenta su inverosimilitud, es decir, no pueden ya pasar por simples casualidades sino que deben concebirse como ordenaciones a falta de interpretacin casual... Su (ausencia de explicacin) no consiste en el hecho de que la causa sea desconocida sino en que no resulta concebible una tal causa con nuestros medios de comprensin.(Ib idem, pg. 105 y s.) Sombra. La parte inferior de la personalidad. La suma de todas las disposiciones psquicas personales y colectivas, que no son vividas a causa de su incompatibilidad con la forma de vida elegida conscientemente y se constituyen en una personalidad parcial relativamente autnoma en el inconsciente con tendencias antagnicas. La sombra se comporta respecto a la conscien-cia como compensadora, su influencia, pues, puede ser tanto negativa como positiva. Como figura onrica la sombra tiene el mismo sexo que el que suea. Como parte del inconsciente (vase all) personal, la sombra pertenece al Yo; pero como arquetipo (vase all) del adversario pertenece al inconsciente colectivo (vase all). El devenir consciente de la sombra es el trabajo inicial del anlisis. La omisin y la supresin de la sombra, as como la identificacin del Yo con ella, puede llevar a desdoblamientos peligrosos. Puesto que la sombra est prxima al mundo de los instintos, es indispensable tenerla en cuenta constantemente. 482 C. G.JUNG: La figura de la sombra personifica todo lo que el sujeto no reconoce y lo que, sin embargo, una y otra vez le fuerza, directa o indirectamente, as por ejemplo, rasgos de carcter de valor inferior y dems tendencias irreconciliables.(Be wusstsein, Unbewusstes und Individuation, Zentralblatt fr Psychotherapie, 1939, pg. 265 y s.) La sombra es... aquella personalidad oculta, reprimida, casi siempre de valor inferior y culpable que extiende sus ltimas ramificaciones hasta el reino de los presentimientos animales y abarca, as, todo el aspecto histrico del inconsciente... Si hasta el presente se era de la opinin de que la
sombra humana es la fuente de todo mal, ahora se puede descubrir en una investigacin ms precisa que en el hombre inconsciente justamente la sombra no slo consiste en tendencias moralmente desechables, sino que muestra tambin una serie de cualidades buenas, a saber, instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores, etc.(Aion, 1951, pg. 379 y s.) Sueo. C. G.JUNG: El sueo es la pequea puerta oculta en lo ms interior y en lo ms ntimo del alma, que se abre a aquella primitiva noche csmica en que fue el alma cuando an no exista ninguna consciencia del yo, se inverta en alma mucho ms all de donde puede llegar una consciencia del yo. Pues toda consciencia del yo es aislada, reconoce al individuo, lo separa y diferencia y slo se ve lo que se puede relacionar con este yo. La conciencia del yo adolece de evidentes limitaciones, aun cuando llegue a las ms lejanas nebulosas. Toda consciencia separa; pero en cambio en el sueo penetramos en el hombre ms profundo, ms universal, ms verdadero, ms eterno, que se encuentra todava en el crepsculo de la noche inicial, donde todava era el todo y el todo estaba en l, en la naturaleza indife-renciada desnuda de toda individualidad. El sueo procede en esta profundidad vinculada a todo y as todava es tan infantil, tan grotesco, tan inmoral. (Wirklichkeit der Seele, 3.a ed., 1947, Pg. 49). Los Sueos no son creaciones premeditadas y arbitrarias, sino fenmenos naturales, que no son otra cosa que lo que re- presentan. No engaan, no mienten, no falsean ni encubren, sino que anuncian ingenuamente lo que son y piensan. Slo son 483 enojosos y equvocos porque no los comprendemos. No em- plean artificio alguno para ocultar algo, sino que dicen lo que forma su contenido, tan claramente como le es posible a su modo. Podemos tambin comprender por qu son tan peculiares y difciles: la experiencia muestra concretamente que se es- fuerzan constantemente en expresar algo que el Yo no sabe y no comprende. (Psychologie und Erziehung (Psicologa y educacin), 4.a ed., 1950, pg. 72 y s.) Trauma psquico. Acontecimiento repentino directamente perjudicial al ser viviente, como espanto, angustia, vergenza, repugnancia, etc. 484