Cafe 95
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escritor verdadero. Pero, como Chesterton, nos subyuga por el fondo y por la forma. Un apologeta de la fe sin un estilo literario distintivo acaba resultando insufrible, incluso a quienes estn convencidos, y no digamos a quienes es preciso convencer. Castellani, al igual que Chesterton, tiene un estilo vibrante, lleno de delicias formales; un estilo que al principio puede resultar difcil al lector desprevenido, pero con el que, una vez degustado, uno desea alimentarse siempre. Si Chesterton es un campen de la paradoja, Castellani lo es de la irona y el sarcasmo, en la mejor tradicin cervantina. Y su pensamiento, envuelto en ese estilo tan peculiar y sabroso, tiene la capacidad para adentrarse en los grandes asuntos de su tiempo, y para anticipar los del tiempo que viene; de ah su profunda actualidad, como ocurre en Chesterton. Ambos, por lo dems, son defensores de la ortodoxia; y su capacidad dialctica, su vocacin polemista, son simplemente irresistibles. Ambos, en fin, son capaces de tratar los asuntos ms graves con humor; y los asuntos ms leves con gravedad. Qu ms puede pedirse? Cmo es posible que un autor de esta categora haya permanecido casi en el anonimato fuera de Argentina, e incluso all no haya recibido una mayor atencin?
Juan Manuel de Prada: Esta pregunta casi podra formularse al revs. Cmo es posible que un autor de esta categora haya logrado, aunque slo sea mnimamente, salvar la barrera del olvido? Pues habra que empezar sealando que nunca en la Historia se haba consolidado una dictadura ideolgico-cultural tan monoltica y protegida por la propaganda como la que padecemos en la actualidad. Chesterton, es cierto, ha logrado sortear esa dictadura gracias a que fue apreciado literariamente por Borges; pero los borgianos que redescubrieron a Chesterton ya empiezan a arrepentirse, porque saben que han metido al enemigo en casa. Eso que yo llamo el Matrix progre es una mquina perfectamente engrasada, que exalta a autores mediocres siempre que sean favorables a su hegemona; y condena al ostracismo a cualquiera que ose infringir su dictadura. Esto ocurre con autores contemporneos, y tambin con los que ya murieron. Y, naturalmente, un autor como Castellani, azote de todas las falacias que sostienen los cimientos del Matrix progre, tena que ser silenciado por los repartidores de bulas que mueven el cotarro cultural; de ello depende su hegemona. Ms triste es que los propios catlicos no le hayan prestado una mayor atencin. Esto demuestra que el
Matrix progre ha logrado confinar a los catlicos en un gueto de ostracismo; y que los catlicos se han conformado con tan triste destino. Da la impresin de que Castellani iba por libre, no se casaba con nadie: aplicaba su fervor apologtico lo mismo a la actualidad poltica, que a los problemas internos de la Iglesia, que a poner en solfa a los grandes santones intelectuales y literarios de nuestro tiempo... Juan Manuel de Prada: Esto es una de las mayores delicias de su escritura. Castellani era lo que los franceses llaman un matre penser, un escritor que no slo nos deslumbra con sus agudos pensamientos, sino que nos ayuda a pensar. Y ello es porque se trata de un verdadero sabio, y no de uno de esos sabios de pacotilla que alumbra nuestra poca. Todo su pensamiento se nutre de la fe; y esa fe le transmite un emocionante ardor por la verdad que se contagia a cualquier asunto que trate. Naturalmente, tal ardor le report innumerables enemigos... En la edicin que ha preparado (Cmo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI) destacan las crticas de Castellani a filsofos y escritores que se consideran intocables: Sartre, Joyce, Nietzsche. Encontrar el lector en esta obra pautas para definir una visin catlica de la cultura?
Juan Manuel de Prada: Indudablemente. Una visin que encandilar a cualquier lector que no tenga la visin lastrada por las anteojeras de los prejuicios. Tanto en los autores que defiende Chesterton, Belloc, Bloy, Wodehouse, etc., como en los que denuesta (que incluyen tambin, por cierto, a muchos santones de las letras espaolas) subyace una radical y subversiva apuesta alternativa por otra cultura posible. Se trata de la cultura que el Matrix progre ha decidido ocultar, para imponer hegemnicamente la suya. Y esa propuesta alternativa no puede ser sino catlica; porque, en contra de lo que algunos creen, la nica alternativa cultural posible a la cochambre que hoy nos invade no es ideolgica, sino religiosa. Religiosa, al menos, en sus fundamentos; otra cosa es que, por clculo estratgico, esa apuesta deba usar la accin poltica, como el propio Castellani defiende en un artculo titulado Primero poltica, que he recogido en este volumen. Leo en uno de los artculos: El sacerdote debe odiar el farisesmo en todos sus grados; es el primer deber de su ministerio celar la pureza de la virtud de la religin. Fue ste el gran empeo vital de Castellani? Juan Manuel de Prada: Fue, sin duda, uno de sus grandes empeos. Castellani fue vctima del farisesmo;
y sabe que el farisesmo corrompe el corazn de la fe, vacindolo de su sustento. Castellani nos recuerda que, entre los cimientos de la predicacin de Jesucristo se hallan, junto a las ocho Bienaventuranzas, las siete Maldiciones que lanz contra los fariseos. Casi todos los males que afligen hoy a la Iglesia, como los que la afligan mientras l vivi, tienen su raz en el farisesmo. Castellani lo intuy genialmente, anticipndose en varias dcadas a los que iba a ocurrir tras el Concilio Vaticano II. Lo que Pguy llamaba conversin de la mstica en poltica esto es, el farisesmo fue lo que descompuso a las rdenes religiosas en los aos posconciliares: pensaron que la consecucin de la justicia en la tierra poda anteponerse a la predicacin del Evangelio. Y esta sustitucin de la religin por la ideologa de izquierdas o de derechas es un peligro que subsiste hoy. Usted ha destacado en alguna ocasin la pobreza del autor. Cmo fue su vida en ese sentido, como escritor? Juan Manuel de Prada: Castellani no se cas con nadie, y esto, naturalmente, se paga. Adems, se mantuvo firme en su ortodoxia, que como nos ense Chesterton es la nica forma de heterodoxia que nuestra poca no admite. Castellani dijo en alguna ocasin que si hubiese sido un jesuita heterodoxo habra sido
honrado con todo tipo de distinciones. Pero se mantuvo fiel a sus convicciones, se mantuvo encadenado a la Verdad, y esto lo oblig a vivir siempre en la estrechez si no penuria econmica. En vida apenas obtuvo reconocimientos, ni durante los mandatos de Pern ni con la dictadura de Videla. Y, tras su muerte, la izquierda triunfadora en lo poltico y en lo cultural se ha esforzado por acallar su inmenso legado. En el prlogo de este libro refiero una ancdota que resume el carcter de este gran escritor. En 1974, Videla invita a almorzar a la Casa Rosada a Borges, Sbato y el propio Castellani. Durante la comida, el nico que reclama clemencia para los detenidos e intercede por el escritor Haroldo Conti es Castellani, mientras Borges y Sbato callan; al salir de la Casa Rosada, Borges y Sbato se deshacen en elogios de Videla... mientras Castellani se marcha a su casa, sin decir palabra a los periodistas. Hoy Borges y Sbato son autores consagrados; Castellani ha sido condenado a las tinieblas exteriores. Quien tenga odos para or... Qu futuro le augura ahora que por fin rompe en Espaa la barrera del silencio? Juan Manuel de Prada: Quiero pensar que Castellani ser un revulsivo intelectual para los lectores que se asomen a las pginas de este li-
bro. Y que a la publicacin de Cmo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI se sucedan otras ediciones de su obra. Creo que Castellani puede convertirse en uno de los grandes referentes para el lector catlico inconforme con la alfalfa que le sirve el
Matrix progre... y en general para todo lector que no se halle cmodo en un mundo en el que, bajo los ropajes de la sacrosanta democracia, triunfa la ms feroz tirana de pensamiento que vieron los siglos. A todos ellos va dedicada la edicin de este libro.
FICHA TCNICA Libros Libres, 2008 Rstica, 230 pginas Tamao: 15 cm x 23 cm ISBN: 9788496088849
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Tengo un amigo porteo muy querido, Fabin Rodrguez Simn, lector omnvoro y librepensador recalcitrante, con quien me gusta enzarzarme en arduas (y broncas) disputas teolgicas, cada vez que nos reunimos en Buenos Aires. En cierta ocasin, mientras pasbamos revista a los grandes escritores catlicos del si-
glo XX, de Chesterton a Lewis, de Bloy a Tolkien, mi amigo incorpor a la lista el nombre de un compatriota del que no tena noticia (y eso que me precio de conocer a fondo la literatura argentina): Leonardo Castellani. Confes que jams haba odo hablar del tal Castellani; mi amigo, tras zaherirme y declararse escandalizado,
me procur unos cuantos libros suyos, repescados de los tumultuosos estantes de su biblioteca. Nunca se lo agradecer bastante: Leonardo Castellani (Santa Fe, 1899-Buenos Aires, 1981) es un escritor extraordinariamente vigoroso, dotado por igual para la diatriba y el pensamiento sentencioso, la stira y la exgesis bblica, con un estilo que nace de manantiales cervantinos para discurrir, en arrebatado torrente, por todos los gneros: novela y ensayo, poesa y crtica literaria, cuento policial y artculo de prensa. Apasionado polemista, formidable detractor de la modernidad, poeta con un spero ramalazo proftico, profeta con un ensimismado ramalazo lrico, Castellani es sobre todo un campen de la ortodoxia, nica forma posible de heterodoxia en nuestra poca. Disfrut como un enano leyendo a Castellani, y espero seguir disfrutando por mucho tiempo, pues localizar algunas de sus obras, de tan recnditas y postergadas por la desidia editorial, es tarea propia de sabuesos. En mi existencia de lector he saboreado muchos deslumbramientos; pero nunca el tamao de ese deslumbramiento haba sido tan gigantesco, en comparacin con el diminuto reconocimiento de un autor. Castellani se distingui siempre por sostener y no enmendar aquellas posturas
estticas, filosficas o religiosas que los repartidores de bulas del cotarro cultural han decidido anatemizar; y esta vocacin felina de singularidad lo ha expulsado a esos arrabales de descrdito donde la moderna censura del pensamiento hegemnico sepulta a quienes tienen la gallarda de llevar la contraria sin desmayo. En honor a la verdad, esta condena en muerte no es demasiado diversa a la que padeci en vida: expulsado de la Compaa de Jess, Castellani sufri todo tipo de iniquidades y tropelas, hasta morir, viejo y achacoso, sin ms refugio que su fe montaraz y la lealtad acrrima a sus dos vocaciones, tan ntimamente desposadas entre s: la sacerdotal y la literaria. Hace unos das, invitado por el Colegio Mayor Universitario San Pablo en Madrid, habl a unos jvenes del descubrimiento gozoso de Castellani. Descubr entonces, con sorpresa y jbilo, que haba entre ellos un par de argentinos que compartan mi devocin por aquel cura quijotesco y trabucaire. Ambos eran hijos de discpulos de Castellani, hombres que haban compartido las tribulaciones del maestro y lo haban acompaado en los aos de la tribulacin (que fueron casi todos), cuando apenas encontraba quien editara sus libros. Uno de esos jvenes, Mariano Jora, me confi que en su habitacin guardaba,
a modo de reliquia, las fatigadas gafas que Leonardo Castellani gast en sus postrimeras, antes de cerrar los ojos, o de abrirlos a la nica Gloria que persigui en vida. Le rogu a Mariano, con secreto temblor y rendido alborozo, que me las mostrara; y Mariano corri a su habitacin para trarmelas. Eran unas gafas de montura pobretona, unas gafas tan menesterosas que parecan como en parihuelas o cabestrillo, con las patillas flojas y liadas de esparadrapos costrosos. Eran las gafas de un hombre que vive en el alambre de la pura supervivencia, las gafas de un hombre que no tiene dinero para cambirselas, las gafas de un hombre que ni siquiera piensa en cambirselas, porque ha hecho de la pobreza su
escuela, su avo, su consuelo, su nobleza, su ms ntima sustancia. Me qued mirndolas un largo rato, con emocin compungida, como si en aquellas gafas se cifrase una dolorosa enseanza moral. Y pens que aquellas gafas casi mendicantes, testimonio de una vida de privaciones e infortunios, eran tambin la metfora de una poca miope que gasta a sus mejores hombres sin siquiera reparar en ellos, demasiado engolfada en modas y vanidades filibusteras. Pero est de Dios que Leonardo Castellani sea redescubierto: con que slo una de las personas que lean este artculo rebusque sus libros y se asome a sus pginas, picada por el gusanillo de la curiosidad, ser el hombre ms feliz de la Tierra.
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