Garcia Hoz Victor - Educacion Personalizada en La Familia

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 369

TRATADO

DE EDUCACIÓN
PERSONALIZADA
Dirigido por Víctor García Hoz
7

LA EDUCACIÓN
PERSONALIZADA
EN LA FAMILIA
ROGELIO MEDINA RUBIO
JOSÉ MARÍA QUINTANA CABANAS
ESTEBAN SÁNCHEZ MANZANO
ELENA SÁNCHEZ GARCÍA
PEDRO CHICO GONZÁLEZ
ANDRÉS DEL MORAL VICO
ISABEL RIDAO GARCÍA
MARÍA JESÚS COMELLAS
VICENTE GARRIDO GENOVÉS
AMANDO VEGA FUENTE
ANTONIO SÁNCHEZ SÁNCHEZ
OLIVEROS F. OTERO
ESCUELA UNIVERSITARIA DE FOMENTO

EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
© 1990 de la presenta edición
by Ediciones Rialp, S. A.
Sebastián Elcano, 30 - 28012 Madrid.
ISBN: 84-321-2699-3
Depósito legal: M. 39.325-1990
Impreso por Gráficas Rogar, S. A. Fuenlabrada (Madrid)
Impreso en España - Printed in Spain
ÍNDICE

Presentación 17

PRIMERA PARTE
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD
DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN

1. LA FAMILIA, DIMENSIÓN CONSTITUTIVA RADICAL DE LA VIDA


HUMANA PERSONAL 20
2. ÁMBITO EDUCATIVO PROPIO DE LA VIDA FAMILIAR 23
3. LA VIDA FAMILIAR Y EL NACIMIENTO DE LAS ACTITUDES RADI-
CALES ANTE LA VIDA 25
4. LA VIDA FAMILIAR Y LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA MO-
RAL 27
5. LA VIDA FAMILIAR Y EL DESARROLLO DE LA AUTONOMÍA PER-
SONAL 32
6. LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LA FORJA DE LA LIBERTAD 38
7. LA COMUNICACIÓN Y LA PARTICIPACIÓN ACTIVA, DIMENSIO-
NES ESENCIALES DE LA CONVIVENCIA FAMILIAR 39
8. LOS FACTORES EDUCATIVOS ESENCIALES DE LA CONVIVENCIA
FAMILIAR 43
9. LA PARTICIPACIÓN EDUCATIVA DE LA FAMILIA EN NUESTRO
CÓDIGO EDUCATIVO CONSTITUCIONAL 45
9.1. El marco constitucional del derecho a la participa-
ción 45
9.2. Principios orientadores de la participación familiar.
La persona, depositaria radical de todos los dere-
chos y libertades educativas 48
8 ÍNDICE

9.3. Participación familiar en libertad y en igualdad 50


9.4. Participación familiar y pluralismo educativo 51
9.5. El derecho de participación de los padres y el
«Ideario educativo» de las instituciones escolares 53
10. LA PARTICIPACIÓN ACTIVA DE LA FAMILIA EN EL DERECHO
EDUCATIVO INTERNACIONAL 57
11. VALORACIÓN PEDAGÓGICA DE LA PARTICIPACIÓN DE LOS
PADRES 62
11.1. La participación no se identifica con la representa-
ción orgánica 62
11.2. Posibilidades educadoras de la participación de
los padres 63
11.3. Insuficiencias en la participación educativa actual
de los padres 64
12. HACIA UNA PARTICIPACIÓN MÁS ACTIVA DE LOS PADRES EN LA
EDUCACIÓN 65
BIBLIOGRAFÍA 67

SEGUNDA PARTE
EL PAPEL DE LA FAMILIA
EN LA EXISTENCIA HUMANA

1. SITUACIÓN ESTRUCTURAL DE LA FAMILIA EN NUESTRA SO-


CIEDAD 75
2. AMBIENTE FAMILIAR Y EDUCACIÓN DE LOS HIJOS 77
3. FAMILIA Y SISTEMA EDUCATIVO 78
4. LA EDUCACIÓN DE LA FAMILIA 80
5. UNA EDUCACIÓN PARA LAS RELACIONES FAMILIARES 82
BIBLIOGRAFÍA 84

TERCERA PARTE
PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN
ÉTICA EN LA FAMILIA:
VIRTUDES Y VALORES

1. INFLUENCIAS DE LA FAMILIA 85
ÍNDICE 9

2. INFLUENCIA GENERALIZADA: EL SENTIDO DE LA VIDA Y LA AC-


TITUD ANTE ELLA 86
3. INFLUENCIAS ESPECÍFICAS 88
4. VALORES Y VIRTUDES 90
5. CONJUNTO DE VIRTUDES Y SISTEMA DE VALORES 93
6. LA CUESTIÓN PRÁCTICA 96
7. LOS VALORES RELIGIOSOS 99
BIBLIOGRAFÍA 102

CUARTA PARTE
COMUNICACIÓN FAMILIAR
Y DESARROLLO DE LA
PERSONALIDAD EN LOS HIJOS

1. RELACIÓN Y COMUNICACIÓN EN LAS PRIMERAS ETAPAS DE


DESARROLLO 108
2. RELACIÓN Y COMUNICACIÓN EN LA EDAD ESCOLAR 113
3. RELACIÓN Y COMUNICACIÓN EN LA ETAPA ADOLESCENTE Y JU-
VENIL 117
4. LA COMUNICACIÓN ENTRE LOS PADRES 119
BIBLIOGRAFÍA 120

QUINTA PARTE
IMPLICACIONES EDUCATIVAS
DE LA RELACIÓN
ENTRE HERMANOS

1. LA FUNCIÓN HERMANO 126


1.1. Características de la relación entre hermanos 128
1.1.1. Naturaleza inclusiva 129
1.1.2. Contactos numerosos 131
1.1.3. Introducción en la vida real y objetiva 133
2. EL SISTEMA FAMILIAR 136
2.1. Sistema de familia pequeña 137
2.2. Sistema de familia numerosa 139
3. EL RANGO EN LOS HERMANOS 141
10 ÍNDICE

3.1. El hermano mayor 142


3.2. El hijo segundo y los hermanos intermedios 144
3.3. El hermano menor 145
3.4. El hijo único 147
4. EL SENTIDO DE LA RIVALIDAD ENTRE HERMANOS 150
BIBLIOGRAFÍA 153

SEXTA PARTE
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN
FAMILIAR PARA CADA EDAD
DE LOS HIJOS

l. LOS OBJETIVOS GENERALES DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR 158


2. LOS OBJETIVOS PARTICULARES DE CADA ETAPA 163
3. SENTIDO DINÁMICO Y PRÁCTICO DE LOS OBJETIVOS EDUCA-
TIVOS 177
BIBLIOGRAFÍA 179

SÉPTIMA PARTE
RESPONSABILIDAD
DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS
AÑOS DE LA VIDA DEL NIÑO

1. LAS BASES LEGALES DE ESTA RESPONSABILIDAD 183


2. EL ÁMBITO FAMILIAR COMO PRIMERA FUENTE DE ESTÍMULOS
EDUCATIVOS 184
3. ¿A QUÉ EDAD EMPEZAR? 187
4. LA FAMILIA Y EL MUNDO DE LA AFECTIVIDAD 189
5. REPERCUSIONES DEL LENGUAJE FAMILIAR 192
6. HABITUACIÓN PARA LA CONDUCTA MORAL 194
BIBLIOGRAFÍA 197

OCTAVA PARTE
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO
EN LA VIDA FAMILIAR

1. EL ESTUDIO DEL AUTOCONCEPTO: DIVERSOS ENFOQUES 198


1.1. Enfoque evaluativo 200
ÍNDICE 11

1.2. Enfoque dinámico 202


1.3- Enfoque organizativo 203
2. ORIGEN Y DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO 206
2.1. Explicaciones sobre el origen del autoconcepto 206
2.2. El desarrollo de sí mismo 208
3. AUTOCONCEPTO Y ACTIVIDAD ESCOLAR 211
4. EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 215
4.1. Las necesidades personales 216
4.2. Niveles de autoestima y vida familiar 217
5. VÍAS DE ACTUACIÓN EN LA VIDA FAMILIAR 218
5.1. Aceptación del hijo 219
5.2. Comprensión y comunicación en la vida familiar. 221
BIBLIOGRAFÍA 226

NOVENA PARTE
LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA
PERSONAL. SU ADQUISICIÓN
EN EL HOGAR

1. QUÉ SON LOS HÁBITOS 230


2. QUÉ ES LA AUTONOMÍA 231
3. LOS HÁBITOS EN LA FAMILIA 231
4. REPERCUSIONES DE LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA 233
5. LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL 234
6. PROCESO DE ADQUISICIÓN DE LOS HÁBITOS 236
7. METODOLOGÍAS ESPECÍFICAS 237
7.1. Área de la alimentación 237
7.2. Área del vestir 239
7.3. Área de la higiene 240
7.4. Área del sueño 241
7.5. Estar sólo 241
7.6. Hábitos de orden y organización 243
7.7. Hábitos de responsabilidad 244
BIBLIOGRAFÍA 245
12 ÍNDICE

DÉCIMA PARTE

LA EDUCACIÓN FAMILIAR
Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS

I. PROBLEMAS DE CONDUCTA 250


1. PROBLEMAS DEL COMPORTAMIENTO QUE AFECTAN A DETER-
MINADAS FUNCIONES 250
1.1. Reacciones hipercinéticas 251
1.2. Los celos 252
1.3. La enuresis 252
1.4. Anorexia mental 253
1.5. Alteraciones del sueño 254
2. PROBLEMAS DEL COMPORTAMIENTO DENOMINADOS SÍNDRO-
MES MAYORES 255
2.1. Las organizaciones neuróticas infantiles 255
2.2. Las psicosis 257
1.3. El autismo 258
3. PROBLEMAS DEL COMPORTAMIENTO RELACIONADOS CON LA
SOCIEDAD 260
3.1. La delincuencia 260
3.2. Drogodependencia 26l
II. PROBLEMAS DEL LENGUAJE 263
1. LA DISLALIA 264
2. LA DISFEMIA (TARTAMUDEZ) 265
3. LA AFASIA 266
III. PROBLEMAS ESCOLARES 267
1. LA FOBIA ESCOLAR 268
2. LA DISLEXIA, DISGRAFIA Y DISCALCULIA 269
3. DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE Y FRACASO ESCOLAR 270
BIBLIOGRAFÍA 271

UNDÉCIMA PARTE
PROGRAMAS EDUCATIVOS
EN NIÑOS MALTRATADOS

1. APROXIMACIÓN EN EL MALTRATO INFANTIL 276


1.1 Grupos de riesgo 277
ÍNDICE 13

2. EFECTOS DEL MALTRATO 278


2.1. Problemas metodológicos 278
2.2. Las secuelas del maltrato infantil 279
3. PADRES QUE MALTRATAN 283
4. LOS PROGRAMAS EDUCATIVOS 285
4.1. Los modelos de acción 285
4.2. Programas basados en el modelo transaccional/eco-
lógico 288
4.2.1. El proyecto 12 vías 288
4.2.2. El modelo de Kelly 290
4.2.3. El programa de educación temprana de Wolfe. 294
4.2.4. Otras intervenciones cognitivo-conductuales. . 296
4.2.5. Algunas precauciones en la aplicación de mé-
todos cognitivo-conductuales 297
4.3. La efectividad de los programas 297
5. MALTRATO INFANTIL: CUESTIONES FINALES 298
BIBLIOGRAFÍA 300

DUODÉCIMA PARTE
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA
DE LAS DROGAS

1. DE LA RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA 309


2. DEL CONSUMO DE DROGAS EN LA FAMILIA 312
3. DE CÓMO PUEDEN ACTUAR LOS PADRES 314
4. ANTE EL HIJO CONSUMIDOR DE DROGAS 317
5. ANTE EL HIJO NO CONSUMIDOR DE DROGAS 320
BIBLIOGRAFÍA 321

DECIMOTERCERA PARTE
PREPARACIÓN DE LOS PADRES
PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA

1.
II. INFLUENCIA DE LOS PADRES EN EL DESARROLLO Y EDUCA-
CIÓN DE LOS HIJOS 326
14 ÍNDICE

1.1. Manifestaciones de la influencia familiar 326


1.1.1. Influencias hereditarias 326
1.1.2. Influencias ambientales 327
1.2. Estudio de las principales influencias familiares 329
1.2.1. La personalidad básica 329
1.2.2. El cerebro 330
1.2.3. Los logros de los hijos 331
1.2.4. La correcta socialización 332
2. LA PREPARACIÓN PARA LA VIDA FAMILIAR EN LA ESCUELA 333
2.1. La disposición personal hacia los demás 333
2.2. Relaciones humanas e ideología 334
2.3. El control psicológico de las relaciones humanas 335
2.4. Modos más corrientes y comunes de tratamiento de
la familia en los curricula escolares en los Estados
Unidos 336
3. LA PREPARACIÓN CONTINUA DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN
EDUCADORA 339
3.1. Objetivos a conseguir en la preparación de los pa-
dres para su función educadora 339
3.2. Metodología a seguir en la preparación de los padres. 341
3.3. Los medios a utilizar en la formación de los padres 342
3.4. Los sujetos de formación 343
3.5. Realizaciones 344
3.6. La formación de los animadores 345
BIBLIOGRAFÍA 346
BIBLIOGRAFÍA GENERAL SOBRE LA FAMILIA 346

DECIMOCUARTA PARTE
ORIENTACIÓN FAMILIAR
Y ORIENTADORES FAMILIARES

1. ORIENTACIÓN FAMILIAR 349


2. SUS ORÍGENES 352
3. SU DESARROLLO 354
4. DESTINATARIOS 356
ÍNDICE 15

5. ORIENTADORES FAMILIARES 359


6. SU FORMACIÓN 362
7. SU PERFECCIONAMIENTO 366
8. PROFESIÓN PECULIAR 368
BIBLIOGRAFÍA 373
PRESENTACIÓN

Si cuando se quiere hablar de los proble-


mas importantes de la educación es menester hablar de la
familia, más obligado resulta cuando las reflexiones se
quieren situar en el marco de la educación personalizada.
La razón es que la familia es una de las pocas institucio-
nes en las cuales el hombre jamás pierde su carácter de
persona. Las primeras adquisiciones de la vida social, y es-
pecialmente el lenguaje, las primeras destrezas motrices,
que constituyen la base de la autonomía física del hombre,
los primeros elementos cognitivos que fundamentan la pos-
terior vida intelectual son adquisiciones familiares. Si a
ellas se añaden el desarrollo de la afectividad, la afirma-
ción personal y la actitud generalizada ante la vida, se
tendrá un puñado de razones para justificar sobradamen-
te el presente libro, que constituye el volumen número 7
del Tratado de Educación Personalizada.
Este volumen empieza por ofrecer una jus-
tificación de la responsabilidad y el derecho de la familia
en orden a la educación del hombre, tomando como fun-
damentos la propia naturaleza humana y de la institu-
ción familiar, así como el derecho natural y positivo. Entra
después en el estudio de la situación, problemas y posibili-
dades reales del desarrollo de la personalidad en las dife-
rentes relaciones que dentro de la institución familiar se
establecen, prestando particular atención a la influencia
que tiene en los primeros años de la vida. Y como el libro
se enmarca en la educación personalizada, el desarrollo
18 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

de la conciencia de sí mismo y de la autonomía personal


son objeto de referencia especial.
Desenvolviéndose en el mundo de las
ideas, los autores tienen, sin embargo, los pies en el suelo.
Son conscientes de las posibilidades y responsabilidades de
la familia, pero se hacen cargo también de las limitaciones
que en su acción ofrece la realidad dentro y fuera de la
familia. Los hijos que plantean especiales dificultades en
su educación y también los padres que traicionan la ten-
dencia natural de proteger a los hijos, así como algunos de
los graves problemas que la sociedad actual presenta res-
pecto de la juventud, tales como el de las drogas, tienen su
cabida en el volumen, que termina con el estudio del cua-
si universal problema de preparación de los padres y la es-
pecial referencia a una actividad que se está poco a poco
convirtiendo en profesión: la orientación familiar.
Siguiendo la línea del Tratado de Educa-
ción Personalizada, en este volumen la preocupación por
fundamentar doctrinal y científicamente las ideas no es
obstáculo, antes es más bien fundamento, para sugeren-
cias que pueden orientar prácticamente a quienes aspiran
a que en la educación familiar los estudios sistemáticos
vengan a clarificar, justificar y reforzar lo que los padres,
de un modo natural, ya presienten sobre el modo de tratar
y educar a sus hijos.

VÍCTOR GARCÍA Hoz


1. La familia, dimensión constitutiva radical de la vida humana per-
sonal.
2. Ámbito educativo propio de la vida familiar.
3. La vida familiar y el nacimiento de las actitudes radicales ante la
vida.
4. La vida familiar y la formación de la «conciencia moral».
5. La vida familiar y el desarrollo de la autonomía personal.
6. La educación familiar y la forja de la libertad.
7. La comunicación y la participación activa, dimensiones esencia-
les de la convivencia familiar.
8. Los factores educativos esenciales de la convivencia familiar.
9. La participación educativa de la familia en nuestro código educa-
tivo constitucional.
9.1. El marco constitucional del derecho a la participación.
9.2. Principios orientadores de la participación familiar. La perso-
na, depositaria radical de todos los derechos y libertades
educativas.
9.3. Participación en libertad e igualdad.
9.4. Participación y pluralismo educativo.
9.5. El derecho de participación de los padres y el «ideario edu-
cativo» de las instituciones escolares.
10. La participación activa de la familia en el Derecho educativo in-
ternacional.
11. Valoración pedagógica de la participación de los padres.
11.1. La participación no se identifica con la representación or-
gánica.
11.2. Posibilidades educadoras de la participación de los padres.
11.3. Insuficiencias en la participación educativa actual de los
padres.
12. Hacia una participación más activa de los padres en la educa-
ción.
Bibliografía.
20 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

1. LA FAMILIA, DIMENSIÓN CONSTITUTIVA RADICAL DE LA VIDA


HUMANA PERSONAL

Uno de los caracteres constitutivos de la


persona humana más conocidos en la tradición filosófica es
el de su racionabilidad. Si por el acto de ser la persona
subsiste como unidad y totalidad ontológica, por ese mis-
mo acto de ser la persona es capaz de relacionarse o abrirse
al universo del ser. La persona es, por su misma naturaleza,
principio agente, actor y creador de sus propios actos; mas
no de un modo absoluto, sino relativo, abierto, comunica-
tivo. Con razón la filosofía clásica se refería a ésta como «la
sustancialidad de un ser individual abierto por su naturale-
za racional a la amplitud infinita» (Boecio).
Pero la persona, como es sabido, no sólo
es capaz de establecer relación con las cosas, con el mundo
natural, transformándolo en los tres pilares fundamentales
de la cultura (la ciencia, la técnica o el arte), sino que va a
depender en su ser de la relación que establezca «con el
otro» o «con los otros». El «ser con» no es una disposición
que la persona adquiera en el transcurso de su desarrollo
existencial, sino que es un rasgo absolutamente connatural
y necesario que posibilita, desde la misma esencia de la
persona, el que ésta llegue a ser lo que es. «Examinar, dice
Coreth, a partir de la esencia del espíritu humano las estruc-
turas de autorrealización; examinar desde ella la necesidad
de ser-con en la relación de la comunicación total humana
en el diálogo..., es examinar el hecho y la razón de que no-
sotros sólo podemos volver plenamente sobre nosotros
mismos y realizarnos plenamente de una manera personal
en la automediación, debida no solamente a lo otro (el ente
objetivo de nuestro entorno material), sino también, y so-
bre todo, en la automediación debida al otro, al ente perso-
nal de nuestro mismo valor que existe en nuestro entorno»
(Coreth, 1964, p. 363).
Es decir, que la persona no es una entidad
subsistente completa en sí misma, originaria e incomunicable,
estática y ya constituida, sino una entidad relacional y consti-
tuyente, que va siendo a medida que se realiza «con los otros»
y especialmente con los que comparte su mundo proximal.
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 21

La familia, en sus diversas manifestaciones


en cuanto forma o agrupación de convivencia social, natu-
ral o cultural, con las notas diferenciales que la distinguen
(respecto de otras unidades de convivencia social) de in-
mediatez, cotidianeidad, totalidad e intensidad en el
vínculo de convivencia entre sus miembros («Convivencia
omnem diem», que decía Santo Tomás), es la primera co-
munidad social en la formación y construcción del ser per-
sonal. Mientras la comunicación de los individuos en otras
comunidades sociales puede tener un carácter objetivo, in-
formativo, epidérmico del yo personal, escasamente accesi-
ble al reducto de la subjetividad, el nivel de comunicación
en la relación familiar, en virtud de aquellas notas que dis-
tinguen a su forma de convivencia, es vital, existencial, ex-
periencial, pleno, abierto a la vida en sus distintas manifes-
taciones, capaz de establecer y fomentar una profunda e
integral relación personal.
En latín hay dos palabras, referidas al «otro»
(alius y alter) que expresan bien esa diversidad de situacio-
nes en la relación personal con «el otro» o «con los otros» y
que, de una manera traslaticia, pueden servirnos de aclara-
ción en este caso. El «otro», en cuanto individuo o ser indeter-
minado, miembro de una existencia colectivizada, un estadís-
tico social, impersonal, abstracto (alius); y, el «otro» en cuanto
ser personal, determinado y concreto, con unas características
singulares, en una situación de vida peculiar (alter). La rela-
ción de alienidad es aquella en la que existe un otro indivi-
dual, como elemento de relación objetiva, pero sin que ese
«otro» tenga mayor relevancia y sea en sí el centro de referen-
cia de la relación personal; en la conducta de alteridad, el
«otro» no es sólo elemento individual de la relación, sino fin y
sujeto agente de una comunicación intersubjetiva, en la que
se tiene en cuenta su singularidad, su situación real, su cali-
dad personal en la relación comunicativa con los demás.
La comunidad familiar, por las notas de
convivencia que específicamente une a sus miembros, es el
ámbito natural al que se abre de forma espontánea el ser
humano y en el que tempranamente puede realizarse, co-
mo en ningún otro ámbito de la vida social, ese encuentro
singular o de relación de alteridad de gran trascendencia
para la génesis biográfica personal.
22 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

La familiares, en efecto, el ámbito natural


en el que la persona viene a este mundo, se abre a los de-
más, y en el que de forma inmediata y fundamental se for-
ma. En ella surgen, de modo espontáneo o intencionado,
los primeros y más profundos influjos educativos de la vida
humana personal. Y ello, desde la misma convivencia indi-
ferenciada, casi instintiva, impregnada de afectividad, de las
primeras edades, hasta la convivencia socializada, ya confi-
gurada, y responsablemente asumida de la niñez y juven-
tud. «De los tipos de educación que vienen determinados
por las diferencias de estímulos educativos, la educación fa-
miliar es el que primero se ha de considerar, por dos razo-
nes: en primer término por una razón cronológica, ya que
de la familia recibe el hombre su ser y los primeros estímu-
los para su educación. En segundo término, porque los in-
flujos familiares son los más extensos y los más hondos en
la existencia humana, de tal suerte que su deficiencia cuali-
tativa o cuantitativa produce perturbaciones o estados ca-
renciales de orden psíquico que difícilmente se pueden re-
mediar» (García Hoz, 1981, pp. 436-437).
Algunos pretenden ver en el proceso histó-
rico que va de la tradicional familia patriarcal, externa, a la
familia «nuclear», reducida, así como en la aparición de
otras alternativas de la familia «consensual», el inevitable
proceso de contracción y disolución de la institución fami-
liar, al menos en lo que concierne al concepto de la familia
tradicional como unidad de convivencia fundada en el pa-
rentesco biológico o cultural; «incluso se ha pensado que la
familia sería algo peor que un elemento meramente ocioso;
se ha llegado a pensar que la familia es una remora para el
progreso de la sociedad, una estructura reaccionaria que
deposita en la personalidad infantil los gérmenes de una
tradición inmovilista y, en consecuencia, se opone al desa-
rrollo del género humano» (Pinillos, 1982, p. 120).
Lejos de ese ataque indemostrado, fruto de
ideologías estatalistas y materialistas de la vida y del hom-
bre, que tratan de reemplazar a la familia con otras estruc-
turas de convivencia históricamente fracasadas, la unidad
familiar, sin fijaciones en modelos anacrónicos con el desa-
rrollo socio-cultural, constituye un elemento estabilizador
para el desarrollo y progreso humano. Pues, a través de la
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 23

asimilación personalizada de las actitudes, pautas de con-


ducta, sistema de creencias y valores de la comunidad fami-
liar, ésta va a desempeñar un papel primordial en el proce-
so de identificación y diferenciación del yo individual y de
su integración en la vida social.

2. ÁMBITO EDUCATIVO PROPIO DE LA VIDA FAMILIAR

Referirse al ámbito educativo que es pro-


pio de la comunidad familiar es una tarea enormemente
amplia y compleja. Casi inabarcable. En primer término,
porque la familia es hoy una realidad polimorfa, suscepti-
ble de manifestaciones o formas distintas, aunque con una
estabilidad profunda a lo largo de la historia, en cuanto a
las funciones o señales propias que la identifican, cualquie-
ra que sean sus formas, cambios en los medios o en las es-
trategias de actuación. Pero, en segundo lugar, porque los
influjos que se ofrecen en el seno de la vida familiar se ca-
racterizan por una extraordinaria riqueza y diversidad. Pues
esos influjos no son sólo los que se ejercen, de un modo
continuado y permanente, desde las relaciones conyugales
o paterno-filiales, en la doble dirección de los padres hacia
los hijos y a la inversa, de los hijos hacia los padres (aun-
que éstos sean el factor educativo principal en la vida fami-
liar), sino también los que provienen desde las relaciones
horizontales o de igualdad, relaciones entre hermanos (fra-
tría), e incluso desde aquellas personas vinculadas, de al-
gún modo, por razones de parentesco, socio-culturales o
laborales, al ámbito de la convivencia intrafamiliar. Cada
uno de esos componentes familiares, con sus peculiares in-
fluencias, espontáneas, difusas o sistemáticas, en perma-
nente interacción, constituyen esa realidad difusa y comple-
ja que es el ámbito educativo familiar. Cada una de las
relaciones con esos componentes familiares satisface nece-
sidades distintas en la vida personal. Así, del mismo modo
que la comunidad de hermanos, la fratría, es el primer esla-
bón natural que el hombre tiene para dar satisfacción a la
necesidad social de relación entre iguales (las vivencias del
sentido de cooperación, de ayuda social, de justicia, de ab-
24 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

negación, de competitividad, de contraste de opiniones, et-


cétera, son, ante todo, resultado de los influjos fraternos de
carácter social), la relación personal, directa, con los pa-
dres, proporciona «una imagen de seguridad y es el princi-
pal punto de apoyo para que los miembros de la familia se
puedan sentir seguros» (García Hoz, 1981, p. 440). Las mis-
mas normas fundamentales de conducta social, pautas de
convivencia, costumbres, actitudes personales ante la vida
social, el sistema de efectivas estimaciones, valoraciones y
preferencias ante las situaciones vitales..., son, en buena
medida, vivencias que se adquieren en la interacción de los
diversos componentes de la vida familiar.
No obstante, si desde un punto de vista
cualitativo, nos preguntásemos por el ámbito educativo que
es más propio de la convivencia familiar, respecto de otros
tipos de convivencia social, tal vez nos encontremos que,
aunque en aquélla se reciban también los primeros y decisi-
vos estímulos para el desarrollo sensorial, lingüístico, inte-
lectual y físico del ser humano es, sobre todo en el espacio
vital de esa convivencia próxima, intensa, personal, radical y
originaria de la familia, «donde la afectividad, la afirmación
personal y la fluencia de la vida como totalidad se viven con
más intensidad»...; de ahí que, «puedan considerarse como
específicas de la educación familiar: el cultivo de la persona-
lidad, la formación predominantemente moral y religiosa, y
la adaptación y orientación de la personalidad» (García Hoz,
1981, p. 4); es decir, la función humanizadora de sus miem-
bros a través del cultivo de los estratos más profundos de la
personalidad. Frente a la formación, fundamentalmente in-
telectual, que corresponde, y de hecho realiza, la comuni-
dad escolar, el ámbito propio de la educación familiar es
más radical y primigenio, en cuanto que afecta a la trama
más profunda de la vida personal. «La familia es la institu-
ción humana donde el hombre encuentra las posibilidades
de desarrollo y perfeccionamiento humano más íntimo y
profundo. Es una institución fundamental para la felicidad
de los hombres y la verdadera paz social» (decía Juan Pablo
II en su Discurso a los estudiantes de la Universidad de Ma-
drid, con ocasión de su visita a esta Universidad).
Multitud de estudios y experiencias confir-
man la estrecha vinculación de la vida familiar con la for-
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 25

mación integral de la persona. Singularmente en situacio-


nes de privaciones afectivas, culturales, sociales y económi-
cas, con la consiguiente carencia o insuficiencia de los estí-
mulos necesarios para una adecuada educación, bien por
carencia familiar (inexistencia o incomplitud de la familia);
bien por constitución anormal de ésta (padres separados o
divorciados, rupturas conyugales) o incapacidad educadora
de los padres (por razones de índole moral, social, de falta
de medios económicos o de tiempo para atender a los hijos
o por simple deficiencia cultural) (Aldous y Hill, 1967).
Me referiré, únicamente, a la influencia
fundamental que la vida familiar tiene en el desarrollo de
cuatro dimensiones básicas, relacionadas con la orientación
y el cultivo de la personalidad: el nacimiento de las actitu-
des radicales ante la vida, la formación de la conciencia
moral, el desarrollo de la autonomía personal y la forja de
la libertad.

3. LA VIDA FAMILIAR Y EL NACIMIENTO DE LAS ACTITUDES


RADICALES ANTE LA VIDA

Las actitudes radicales y primarias de la


persona ante la vida, entendidas como predisposiciones
subjetivas, estables, de naturaleza afectiva y mental, ten-
dentes a facilitar respuestas consistentes, de un modo favo-
rable o desfavorable, ante las situaciones de la vida social,
tienen su aprendizaje inicial y fundamental en la familia.
Una conducta, dice el psicólogo Nuttin
(1980), es, en una primera aproximación, una respuesta a
una situación; situación en la que su percepción y respues-
ta a ella van a estar matizadas no sólo por la capacidad de
información objetiva que nos llega desde la realidad de esa
situación, sino, sobre todo, por la actitud o predisposición
con que se llega a ella. Una situación tiene distinta significa-
ción para cada uno, según su actitud. Incluso nuestra inteli-
gencia depende, sí de nuestros conocimientos, destrezas y
aprendizajes previos, pero, finalmente de nuestras motiva-
26 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

ciones, gustos, proyectos y aficiones; y todo esto se halla


matizado y condicionado por la actitud.
«Los criterios germinales para apreciar al
mundo y a los hombres, el tono optimista o pesimista, de
confianza o desconfianza en los hombres y en la vida, tie-
nen sus raíces en la vida familiar» (García Hoz, 1976, p. 18).
Una copiosa literatura, basada en investi-
gaciones en el campo de la educación temprana, insiste en
las experiencias que el niño adquiere en el hogar en torno
a dos grandes categorías de actitudes básicas: la actitud
abierta, positiva, y la actitud cerrada u obstructiva; así co-
mo en los sentimientos ante la vida que las acompañan: de
seguridad, autonomía, asociados a la primera actitud y de
inseguridad y heteronomía, vinculados a la segunda (Yela,
1979, p. 15). Con la actitud de apertura, que facilita al niño
que vaya a las situaciones y problemas que se le plantean
con el propósito confiado de abrirse a ellas, de encararse
con ellas, de vivir los pequeños obstáculos como proble-
mas que hay que intentar resolver, es coherente que el niño
adquiera y goce de sentimientos de seguridad en sí mismo;
del sentido de autonomía y responsabilidad en sus accio-
nes; que sienta y considere el valor de los demás; que se
sienta estimulado y motivado por el gusto en el pequeño
esfuerzo personal; que propenda a abrirse, a enfrentarse
con las situaciones y trate de resolverlas; que ponga en acti-
vidad sus capacidades, se conozca y exprese; que se abra a
la comunicación con los demás y al aprendizaje; que apren-
da, en definitiva, a conocerse y que «aprenda a aprender».
Con la actitud negativa cerrada u obs-
tructiva, que propicia, por el contrario, que el niño vaya a
las situaciones y pequeñas dificultades que encuentra a su
paso, no con el propósito de enfrentarse a ellas, sino de
rehuirlas, es coherente, con tal actitud y con los sentimien-
tos que la acompañan, que el niño reconozca que no vale;
que es inferior e impotente; que no valore a los demás; que
se vea dominado por sentimientos de heteronomía, es de-
cir, de superprotección o anulación por otros, bajo los cua-
les se siente reprimido o coartado; que se aparte del cami-
no de la lucha sin esperanzas ni deseos de ningún esfuerzo
(Merleau-Ponty, 1949; Yela, 1974).
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 27

Es decir, que en esas actitudes y conductas


resolutivas, aprendidas en un sentido o en otro en el seno
del hogar, el niño va encontrándose o rehuyéndose a sí
mismo; se va poniendo de un modo rudimentario, pero efi-
caz a prueba; se da cuenta de lo que puede y no puede ha-
cer; se va conociendo y autoapropiando; se abre o se cierra
a las vías de la comunicación y al diálogo con los demás;
inicia procesos de colaboración, cooperación y solidaridad,
o se rodea de barreras y disfraces que perturban esa comu-
nicación y posibilidad de autoconocimiento. Se abre, en su-
ma, a unas posibilidades de aprendizaje y desarrollo, o se
dificulta e impide a sí mismo el proceso de formación (Ca-
nestelli y otros, 1968).
En una investigación realizada hace unos
años en la Universidad de Madrid, sobre la relación entre la
vivencia de una infancia feliz y la actitud generalizada ante
la vida, se solicitó a diversos grupos de alumnos de la Fa-
cultad de Filosofía y Letras, en edades comprendidas entre
los 25-30 años, que expresaran, por un lado, su experiencia
de la vida en la infancia, y por otro, su actitud general ante
la vida. Diseñadas ambas variables con una serie de res-
puestas convenientemente graduadas, «en el estudio de la
asociación entre los diferentes tipos de contestaciones se
obtuvo un coeficiente de contingencia de 0,62, lo que indi-
ca el influjo que la vivencia de una infancia feliz ejerce so-
bre un concepto y actitud positiva respecto de la vida en
general» (García Hoz, 1981, p. 455).

4. LA VIDA FAMILIAR Y LA FORMACIÓN DE LA «CONCIENCIA


MORAL»

Importantes son, también, las vivencias ad-


quiridas en el seno de la vida familiar en orden a la forma-
ción de la «conciencia moral". Posiblemente sea éste uno
de los ámbitos en que el cultivo de la personalidad se ex-
prese con más claridad si se piensa en una educación efi-
caz.
28 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Santo Tomás definía a esa «conciencia mo-


ral» como «el último juicio práctico sobre la bondad o mali-
cia moral de un acto personal». En efecto, se trata de:
— un «juicio», es decir, de un acto del entendimiento,
inicialmente;
— de carácter «práctico", porque su finalidad no se re-
duce a una simple información sobre la moralidad
de un acto, sino que se proyecta en la aceptación o
rechazo de la voluntad como último término de su
actividad;
— «último», porque si bien las normas morales son ge-
nerales y abstractas, requieren ser aplicadas a situa-
ciones concretas, lo que supone otro juicio, precisa-
mente el último (el de la conveniencia o no de
realizar un acto) por seguir a otros juicios anteriores
(las normas morales) en los que aquél tiene su senti-
do y fundamento. Las normas de moralidad no son
aplicables al acto de un modo inmediato y directo,
sino inmediatamente a través de un caso o situación
concreta; el proceso por el cual se llega al «juicio» de
conciencia no es sino la mera concreción de una
norma de modalidad general aplicable al caso y si-
tuación particulares, cumpliendo así, entonces, la
función reguladora misma de la norma moral;
— referido ese juicio «a la bondad o malicia moral», pa-
ra distinguir la «conciencia moral» de la simple «con-
ciencia psicológica», que sólo informa de la efectiva
realización por el sujeto de sus propios actos;
— finalmente, es un acto «personal», es decir, se trata
del acto preciso y determinado de una persona en
una concreta situación y circunstancia vital; es una
«personalización» de la norma moral y de su deber
que entraña la obligación dirigida a una persona,
que es la que ha de cumplirla.
Se podría decir, en virtud del proceso por
el que se llega al «juicio de conciencia», que éste es la forma
en que la norma moral, general y abstracta, aunque objeti-
va, se hace presente a la persona en cada caso concreto de
una manera efectiva. El «juicio de conciencia» supone, pues,
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 29

la adaptación de la norma objetiva a las peculiares exigen-


cias del sujeto que obra de ese modo en una personal e
irrepetible situación.
La conciencia, sin más, no puede ser nor-
ma subjetiva de moralidad. Apelar a «la conciencia de cada
uno», como supremo criterio de moralidad, y como un pro-
cedimiento adecuado para formarla, no tiene sentido, o es
un círculo vicioso, si tal apelación no va precedida de la co-
rrespondiente ayuda al esclarecimiento y reflexión sobre
las situaciones y normas morales a ellas aplicables, de for-
ma que las personas vean cómo esos principios inciden en
la normación de un determinado comportamiento.
El camino desde las normas morales a la
acción es largo y escabroso; su aplicación a las peculiares
circunstancias de cada situación exige un discurso racional
más o menos prolongado y, al tener inevitablemente que
solicitar la colaboración de las tendencias para pasar a la
acción, puede aparecer la insurgencia de las extrañas e in-
cluso contrarias a los dictámenes de la razón. De aquí que
la formación de la «conciencia moral» haya de consistir, por
un lado, y fundamentalmente, en facilitar la recta aplicación
de las normas morales —esto es la «recta razón»— y, por
otro, en el influjo sobre la voluntad y el sentimiento a través
del «consejo» y la «deliberación», respetuosos con la libertad
del sujeto.
Identificar la formación de la «conciencia
moral» con cualquiera de esas dimensiones conduce a una
visión unilateral que ignora los factores intelectuales de la
moralidad y reduce la educación de la voluntad y el senti-
miento a una mera técnica psicológica capaz de servir al
mal tanto como al bien; o la reduce, por el contrario, a un
«intelectualismo ético», que olvida que otros factores no
cognoscitivos influyen sobre la conciencia incluso más de-
cisivamente que el propio «saber». «La formación del criterio
ético se puede entender como un proceso de doble vertien-
te: la adquisición y fijación de un sistema de ideas morales
y la capacidad de utilizarlas adecuadamente para solucio-
nar los problemas éticos que la vida plantea, .. .o si se quie-
re hablar en sentido más positivo, para hacer reales las po-
sibilidades de conducta ética que el hombre tiene» (García
Hoz, 1982, p. 74).
30 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Y para esas dos dimensiones esenciales de


la «conciencia moral», la aprehensiva, o de captación del co-
nocimiento, y la volitiva, o de inclinación a un comporta-
miento consecuente, la vida cotidiana familiar proporciona
singulares ejemplos y ocasiones, que ofrecen, además, el
recomendable aliciente de lo vivido.
La creación en el hombre de las primeras
actitudes morales y la clarividente advertencia del puesto
preeminente que la dimensión moral tiene en la vida del
hombre y de la sociedad, como elemento decisivo para el
desarrollo de la propia personalidad, base ineliminable de
cualquier convivencia social, son objetivos de formación de
la «conciencia moral» en los que la familia tiene una inci-
dencia y responsabilidad evidentes.
Un rico caudal de contenidos, que guardan
relación estrecha con la conciencia moral, y que sirven de
fundamento para una eximia educación moral posterior, ta-
les como las normas materiales de conducta y los concep-
tos formales de imputabilidad, responsabilidad y mérito de
los actos, junto a los sentimientos y sentido de benevolen-
cia, dependencia, mutua ayuda, solidaridad, sanción, justi-
cia..., asumibles por cualquier posición filosófica o ideoló-
gica, tienen en el medio familiar un lugar privilegiado de
aprendizaje. Porque, como dice el profesor Millán Puelles,
«la doctrina (o saber intelectual), aunque es indispensable,
no es suficiente para la plena posesión de la virtud moral;
es importante eso que se llama "la experiencia de la vida",
un saber que se adquiere con los años y que podemos y
debemos recibir de quienes lo van teniendo, pero cuyo te-
ma no lo son ni las demostraciones ni los principios pro-
pios de la ciencia, sino ese peculiar tipo de conocimientos
que se refiere a las acciones humanas como algo operable
y al mismo tiempo experimentado o vivido en una concre-
ción práctica» (Millán Puelles, 1984, p. 404).
Hoy algunos pretenden ignorar esa res-
ponsabilidad inicial de la familia, sustituyendo la forma-
ción de la conciencia moral por una «educación para la li-
bertad»; incluso con la pretensión de exagerarla, elevan la
conciencia moral de cada uno a la categoría de suprema
norma de moralidad; pues, no otra cosa pretenden quienes
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 31

consideran que toda moral se reduce a obrar de acuerdo


con lo que cada uno considera bueno, sin otra razón ni
fundamento; sin molestarse en formarla con la reflexión y
el esfuerzo, casi identificándola con el puro capricho. Des-
de estos planteamientos, motejan de «rutina» cualquier vir-
tud moral adquirida y ensalzan la «autenticidad» como má-
ximo valor de la existencia humana. Ignoran —porque de
Ignorancia suele tratarse ordinariamente— que la concien-
cia, como ya se ha dicho, no es fuente originaria de morali-
dad, sino mera transmisora de la que está ya establecida
por unos primeros principios morales, anteriores y supe-
riores a los intereses o caprichos de cada individuo. Desde
San Agustín hasta nuestros días, hay una corriente no inte-
rrumpida que acertadamente ha sido así expresada: «Tanto
el libre albedrío humano como la "libertad transcendental"
de la razón, que lo hace posible, son libertades que no nos
podemos dar, sino que nos son dadas. Nos encontramos
con ellas sin haberlas buscado ni elegido. Son, por tanto,
tan naturales en el hombre como es natural en los anima-
les infrahumanos el carecer de ellas. Pero el hombre puede
darse a sí mismo otra clase de libertad: la que se adquiere
en la práctica de las virtudes morales. A esta libertad que
no es innata, sino que puede y debe ser adquirida por el
hombre para perfeccionar su propio ser, cabe llamarla "li-
bertad moral" por lograrse en el ejercicio de esas mismas
virtudes. Adquirirlas es para el hombre conseguir un pecu-
liar señorío sobre sí mismo, en la medida en que con esto
nos hacemos dueños de nuestras propias pasiones, no por
lograr no tenerlas, lo cual para nuestro ser es imposible, si-
no por conseguir no ser tenidos por ellas ni sometidos, co-
mo si no fuésemos hombres, a una esclavitud y servidum-
bre que solamente son propias del nivel del animal
irracional» (Millán Puelles, 1984, p. 404). La falta de agude-
za para asumir la distinción entre «libertad natural» y «liber-
tad moral» supone, entre otros errores, el de aventar, desde
sus cimientos, cualquier modelo o pauta de educación mo-
ral en la vida familiar.
En este aspecto el cultivo de las «pequeñas
virtudes» en el seno de la vida familiar (los hábitos de or-
den, el cuidado de los detalles, el esmero en la realización
de las cosas, la constancia, la sobriedad...) tiene un valor
educativo relevante. Con razón se ha dicho que la «volun-
32 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

tad se ejercita y fortalece, sobre todo, en la realización es-


merada y perseverante de las cosas pequeñas; y que, por
contra, se debilita si se las desprecia; dicho de otro modo,
que las tareas modestas sirven para edificar las vidas gran-
des» (Föster, 1935).

5. LA VIDA FAMILIAR Y EL DESARROLLO DE LA AUTONOMÍA


PERSONAL

En esta línea de valoración de las posibili-


dades de desarrollo y perfeccionamiento de los aspectos
más íntimos y profundos de la personalidad humana, es
preciso destacar el papel de la vida familiar en el desarrollo
de la autonomía personal.
También aquí todo empieza en ese equi-
pamiento básico que desde la niñez el hombre adquiere en
la estimulación y apoyo que recibe en el medio familiar.
Movimientos contestatarios e indepen-
dentistas de la juventud, cuestionan, hoy, cuando no en-
frentan, el ejercicio de la autoridad en la familia, ante la
necesidad de afirmación de la autonomía de los hijos, o
capacidad de autodeterminación de las acciones conforme
a la razón, que reclama la vida social. Desde una concep-
ción errónea de la autoridad, se piensa que el desarrollo
de la autonomía es proporcional a la reducción de cual-
quier responsabilidad de los padres en el ejercicio de
aquélla, lo que justificaría el inevitable enfrentamiento pa-
terno-filial.
Mas la autoridad no consiste en un reparto
ventajoso de cuotas de poder que se disputen, en tensión
creciente con la edad, padres e hijos; unos en nombre del
ejercicio de la patria potestad, otros, de la necesaria afirma-
ción de la autonomía personal.
El término autoridad, como es sabido, no
es un término unívoco, sino que tiene distintas acepciones
o significados. En un sentido radical, etimológico, la «aucto-
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 33

ritas» entre los romanos tenía el sentido de cualidad perso-


nal, fundada en un «augmentum» personal, hecho efectivo
en la vida real, que investía y legitimaba moralmente a su
poseedor para tomar decisiones que afectaban a los demás;
la autoridad en ese sentido etimológico, pues, envuelve la
idea de superioridad o de prestigio, identificándose con la
capacidad o superioridad de una persona en función de
una determinada actividad o saber. La autoridad supone
una facultad o fuerza moral, que no es la fuerza imperante,
coactiva, que caracteriza al poder, como superioridad que
otorga la capacidad de hacerse obedecer, sino que conlleva
una rara mezcla de valía personal y de efectividad social.
En un sentido sociológico, la autoridad sig-
nifica la facultad que tiene una persona para orientar y de-
terminar la conducta de otras; la autoridad, en este sentido,
hace referencia al título que legitima el derecho a exigir
obediencia a los demás.
En un sentido ético o axiológico, sentido
que se rastrea fácilmente en cualquiera de las anteriores
acepciones o significados de autoridad, ésta envuelve la
idea de superioridad o de prestigio moral, de capacidad o
rango superior de una persona en función de una determi-
nada actividad o saber. Precisamente, ese contenido ético
que fundamenta racionalmente la autoridad, y que es capaz
de justificarla, ha de ser reconocido como tal, por el grupo
en el que se ejerce la autoridad para que ésta pueda estar
legítimamente fundada. El factor constitutivo de la legitimi-
dad de la autoridad es la creencia, el convencimiento que
tiene el grupo de que los valores que justifican esa autori-
dad personal son auténticos. No hay autoridad durable que
no descanse en esa creencia en su legitimidad por el grupo
en el que la autoridad se ejerce.
La autoridad familiar ha de tener, esencial-
mente, este sentido ético. Y como tal, el problema de la au-
toridad familiar, como título capaz de suscitar o generar ac-
titudes de respeto, adhesión u obediencia, tal como se
acaba de decir, es doble; precisa de una fuerza moral o
ejemplaridad, como fundamento o título de sí misma (pro-
blema de su justificación); pero, a la vez, ha de proyectar-
se, y ser reconocida como tal, al servicio de un «augmen-
34 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

tum» en la personalidad de los demás miembros de la co-


munidad familiar (problema de su legitimidad). Sólo quien
posee ambos atributos puede ser sujeto de autoridad.
En el ámbito familiar, hoy, no se acepta fá-
cilmente que el fundamento último de la validez del título
de autoridad de los padres tenga, sin más, una procedencia
divina, mediata o inmediata; ni que radique, al modo políti-
co, en el consenso o voluntad de los miembros de la comu-
nidad familiar; tampoco en la conformidad espontánea de
éstos, sino que el título de autoridad descansa, ante todo,
en el prestigio y en la ejemplaridad de la conducta perso-
nal, capaz de suscitar la adhesión en los hijos como recono-
cimiento de éstos a esa superioridad moral que les atrae.
Este sentido de la autoridad no está reñida
con la existencia de actitudes y convicciones propias, de las
que se sustenta, en el que ejerce la autoridad, como funda-
mento de su contenido moral; ni con el respeto a la digni-
dad ajena y a los puntos de vista de los demás.
Desde esta perspectiva, el sentido de au-
toridad es perfectamente compatible con la responsabili-
dad de los padres en el proceso de transferencia y ayuda
a la afirmación de la autonomía responsable de los hijos,
sin el cual esta autonomía no se da y se confunde con la
pura arbitrariedad. Es más, cuando el educando no ha al-
canzado, todavía, la madurez intelectual y moral, el ejer-
cicio de la autoridad es indispensable. Sólo a medida que
los miembros más jóvenes adquieren la integridad nece-
saria para afirmar su identidad, juzgar lúcidamente las si-
tuaciones y hacerlas frente, responsablemente, con digni-
dad, la autoridad familiar se va haciendo gradualmente
innecesaria.
En este sentido, la psicología social de la
personalidad ofrece una serie de resultados que ayudan a
clarificar la confusión e irracionalidad de algunos plantea-
mientos actuales. Entre esos resultados está el de la relación
sistemática que existe entre determinados estilos o estructu-
ras educativas familiares y escolares, por un lado, y el desa-
rrollo de estructuras cognitivas y de organización de la per-
sonalidad, por otro. Así las características distintivas de los
ambientes educativos familiares tienen una clara incidencia
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 35

en los procesos de desarrollo de los sistemas conceptuales


y en los procesos de organización de la personalidad. La
calidad de las operaciones analíticas y discursivas que un
sujeto es capaz de realizar, y la calidad de su conducta per-
sonal, medida en grados de libertad responsable, tienen
que ver, en buena medida, con la capacidad de abstracción
y elaboración de los sistemas conceptuales que tiene ese
sujeto; y todo ello está fuertemente condicionado por el
ambiente familiar. Tales capacidades, definidas por un re-
pertorio de reglas articuladas en torno a cuatro niveles de
graduación cualitativa creciente, se corresponden con otros
tantos climas de educación familiar: el del «autoritarismo
estable», el «autoritario", el «autoritario inestable», el «sobre-
protector» y de la «independencia creadora» (Harvey y
otros, 1961; Horkheimer, 1978).
El repertorio de rasgos, propio del primer
nivel (el del «autoritarismo estable»), se caracteriza por unas
estructuras y recursos cognitivos poco diferenciados, sim-
plificadores de la realidad social y sin capacidad de autono-
mía personal efectiva. Someramente se distingue,
a) en el plano mental, por:
— un vocabulario pobre, repetitivo, escasamente preci-
so y con referentes muy concretos;
— unas categorizaciones simplistas, dicotómicas, dog-
máticas, con escasa tendencia a la matización;
— un actualismo elemental, con insuficiente capacidad
analítica y rechazo de toda implicación que no sea in-
mediata y de todo contexto que suponga una cierta
complejidad de análisis; ante situaciones complejas,
el sujeto es proclive a soluciones simplistas y al aban-
dono de vías alternativas insólitas e innovadoras;
b) en el orden moral, por:
— una moral heterónoma, con excesiva dependencia
del grupo; consecuentemente, la intencionalidad
de las acciones aparece escasamente subjetivada,
con fuerte dependencia de los determinantes exte-
riores o de la «moral de grupo», que es el que legiti-
ma y justifica, en última instancia, lo que ha de ha-
cerse;
36 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

— una débil identidad personal, con escasa consisten-


cia de fronteras entre el yo y los demás.
Tales déficits conceptuales y morales facili-
tan el germen de personalidades simbióticas con el medio,
sin apenas autonomía existencial y poca conciencia de ac-
tuación responsable ante las situaciones y problemas que
les afectan.
El medio educativo familiar más afín con
estos resultados es el del «autoritarismo» en todos los cam-
pos de convivencia familiar (en las opiniones y en las con-
ductas); el de la asimetría y distancia en las relaciones pa-
terno-filiales; el del rechazo de toda comunicación y
participación bilateral; el de la inhibición ante conductas
que no sean las pautadas y prescritas verticalmente, de
arriba hacia abajo, nunca discutibles, ni en sus metas ni en
sus medios. El resultado de este tipo de formación es el
cultivo de personalidades conformistas, sin apenas crea-
tividad y autonomía, consecuencia del subdesarrollo cog-
nitivo y de la pobreza de sentido de la identidad personal.
En el segundo nivel, el del «autoritarismo
inestable», se apunta un tímido proceso de gradual diferen-
ciación cognitiva y de auto-apropiación personal, bien que
como una forma reactiva y de contraste ante la autoridad
familiar. «No hace falta insistir en que la mejor manera en
que un padre puede actuar para que sus hijos desarrollen
una actitud negativa frente a ellos, frente a las figuras de au-
toridad y frente a la sociedad es, justamente, adoptar el rol
autoritario inestable aludido. El autoritarismo estable favo-
rece el conformismo; el autoritarismo inestable es casi una
garantía de negativismo. Con seguridad, los niños educados
en tales ambientes descubrirán su autonomía frente a la
autoridad de sus padres, y no con ellos» (Pinillos, 1980, pá-
ginas 79-80).
En el clima de «sobreprotección», proclive a
la máxima permisividad, en que los padres tienen como
principal «leiv motiv» de su política familiar conseguir para
sus hijos todo lo que éstos desean ante el temor excesivo a
los riesgos, ahorrándoles la necesidad de lucha para ello, se
estimula la adquisición de hábitos culturales, más sobreve-
nidos que alcanzados con el esfuerzo personal; el desarro-
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 37

llo de un conformismo activo, de escasa autodisciplina y


exigencia personal frente a una importante inflación de la
subjetividad. Anclados en la cómoda infraestructura de la
sobreprotección de una vida fácil, donde todo se da ya he-
cho, el sujeto es proclive a utilizar de forma ventajosa cual-
quier medio para conseguir lo que desea; aun a costa, si
fuese preciso, de falsificar o renunciar a su autenticidad. «La
respuesta de la evasión por la vía de las reacciones depresi-
vas, de la droga o del suicidio hacen acto de presencia. La
evasión, o la entrega servil y astuta al poder, son los resulta-
dos más probables de esta educación sobreprotectora, fre-
cuente en las nuevas clases medias que quieren ahorrar a
sus hijos los esfuerzos y calamidades que aquéllos tuvieron
que afrontar para mejorar. El exceso de facilidades no gana-
das con esfuerzo es, sin embargo, un mal punto de partida
para el logro de una autonomía responsable» (Pinillos,
1980, p. 81).
El último nivel, el de la «independencia
creadora», se distingue por los rasgos polarmente opuestos
que caracterizaban al del «autoritarismo estable»: unas es-
tructuras cognitivas abiertas, consistentes, creadoras, que se
abren con firmeza, a la vez, a la complejidad de la realidad,
y que son fruto de la interacción esforzada con el medio y
de una actitud resolutoria personal ante los problemas de la
vida. En este clima, el sujeto se siente más autónomo, más
libre y responsable de sus propios actos, en solidaridad co-
creadora y respetuosa de la libertad en la convivencia con
los demás.
Un clima de cierta permisividad participa-
tiva, no fundada en la indiferencia y el rechazo, ni en la
dejación de la autoridad responsable, sino en la relación
afectiva y el respeto mutuo, con la mira puesta en el de-
seo de que los hijos se sientan cada vez más libres y res-
ponsables de sus acciones, parece más adecuada para el
desarrollo de la autonomía personal que el clima de los
autoritarismos estables o inestables, la sobreprotección o
la indiferencia. Sólo a medida que la autonomía responsa-
ble se va logrando, que el sujeto se auto-afirma sin la ne-
cesidad de «andaderas» familiares, aquella permisividad va
adoptando, de modo sincronizado, formas más flexibles y
liberadoras.
38 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Ello supone, paralelamente, un proceso de


ayuda para que los hijos encuentren justificado, como algo
que merece la pena, el proceso de su liberación. Cuando
ese proceso se entiende sólo de una forma puramente ne-
gativa, reactiva, de defensa de las constricciones contra al-
guien o contra algo, pero sin otras referencias valorativas
que den consistencia a lo que se hace, el proceso de auto-
nomía se desvanece y se desvía hacia la ruta de la arbitra-
riedad o hacia actitudes evasivas o pueriles.
Y para que la asunción de ese ejercicio de
la autonomía sea posible, es preciso que nazca de la convi-
vencia y no del enfrentamiento; de la autoridad responsa-
ble y no del poder; del ejemplo y no de la palabra vacía;
que los padres, paradójicamente, tengan autoridad y sepan
ejercerla, de forma coherente y responsable, en todas las
manifestaciones de la convivencia, en la vida personal y
profesional. Autoridad que se basa, como hemos dicho, en
la fuerza moral y en el ejemplo. Los consejos y orientacio-
nes sirven de poco cuando la estatura moral es insuficiente
o escasa, y la conducta y los ejemplos ponen de manifiesto
tal endeblez. La afirmación de la autoridad, encarnada en la
vida y en la conducta, por la vía del ejemplo, va forjando,
de forma imperceptible, la «conciencia moral» de los hijos,
la capacidad de autonomía, como subsuelo imprescindible
de la autonomía personal.

6. LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LA FORJA DE LA LIBERTAD

Además del cultivo de las actitudes radica-


les ante la vida, y del papel de la familia en la formación de
la «conciencia moral» y de la autonomía personal, se hacía
referencia, al principio, al papel de la educación familiar en
la forja de la libertad, al desarrollo de la capacidad de con-
vivencia en libertad con los demás.
Si educar es, en última instancia, enrique-
cer la personalidad del niño en tanto que suya, para que és-
te pueda ir apropiándose de ella, haciéndose más dueño de
ella, y más responsable y libre ante su propia vida (Yela,
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 39

1979, p. 17), ese difícil y delicado tránsito, desde la enajena-


ción y la dependencia en que el niño pequeño se encuen-
tra en el medio familiar, a la posesión responsable de la
propia personalidad; es decir, a la conquista de la libertad
interior, es, repito, otra de las importantes tareas educado-
ras propia de la familia. Y ese aprendizaje de la libertad na-
ce de un gradual enfrentamiento del niño, desde edad tem-
prana, con la realidad de los demás; no es algo que
espontáneamente surja, sino un objetivo y una conquista
gradual de la misma formación.
También la investigación psicopedagógica
nos ha llevado aquí a reconocer que el despegue de las po-
sibilidades de liberación personal ante la vida, el que el ni-
ño sea libre, va a depender de las posibilidades y de la ex-
periencia que tenga de apropiación y ofrecimiento a los
demás en las situaciones de la vida familiar. Lo que facilita,
estimula, fomenta o, por el contrario, impide, dificulta o
perturba ese camino de conquista de la libertad ante la vida
en el niño es el potencial personal de autoapropiación libre
de su personalidad en la relación con los demás, que se fra-
güe en la educación familiar (Rof Carballo, 1960). Y como
nos dicen esas investigaciones, no es precisamente en la in-
hibición y en la permisividad indiferente, o en un ambiente
de rígida sumisión, donde se forja la educación para la li-
bertad. El niño necesita de la autoridad, del orden y de la
disciplina para que, apoyado en la seguridad de la acepta-
ción, pueda interiorizar las normas y, personalizándolas,
ejercitarse en la emancipación, en formas de autodisciplina
y en actividades progresivamente más responsables. No se
puede enseñar a ser libre, si no es desde la autoridad. Auto-
ridad y libertad no son conceptos incompatibles y exclu-
yentes, sino recíprocos e inseparables (Jaspers).

7. LA COMUNICACIÓN Y LA PARTICIPACIÓN ACTIVA, DIMENSIONES


ESENCIALES DE LA CONVIVENCIA FAMILIAR

Por lo que hemos expuesto, se comprende


que en la vida familiar es esencial la comunicación y la
participación activa entre sus miembros.
40 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

El término comunicación tiene su raíz eti-


mológica en la palabra latina «communicatio», cuya traduc-
ción es la de comunicar, participar. Mas el sustantivo «com-
municatio» tiene a su vez su origen en el término
«communis», común, comunión; lo que nos habla de la es-
trecha relación que existe, ya en su raíz etimológica, entre
el significado de las palabras comunicación y comunión,
por cuanto ambas tienen como referencia común la idea de
comunidad o de posesión de algo en común; la comunica-
ción familiar supone, pues, unidad o comunidad recíproca
o reciprocidad en la comunicación entre los miembros que
la constituyen.
Y ese poner algo en común, o hacer partí-
cipe de algo a otro, no sólo supone una manera de dona-
ción o entrega de algo propio a los demás, sino que en la
verdadera comunicación recíproca, o reciprocidad en la co-
municación, se opera, en cierto modo, un reconocimiento a
la personalidad del otro, a su diversidad personal, como
elemento igualmente necesario de la comunicación fami-
liar. Sólo desde el reconocimiento del otro como persona
puede existir algo en común; algo en lo cual se participa.
«La comunicación es de esta suerte la vivencia de una co-
munidad que se hace explícita en la experiencia de sentir-
me instado justamente por un ser como el mío. Podré sen-
tirme más o menos él en tal o cual aspecto; podré
despreciarle o admirarle; pero en mi encuentro con su ser
hay algo que radicalmente me sitúa en su mismo nivel: su
hacerme cara, su estar vuelto hacia mí de manera que am-
bos convivimos» (Millán Puelles, 1967, p. 363).
Mas sólo se puede hablar de comunidad
familiar, comunión o unión en común, si existe participa-
ción activa de todos sus miembros.
Elemento esencial de la comunidad es la
participación o posibilidad de actuación de la persona «jun-
to con otros»; es decir, de ser miembro de una comunidad y
participar en ella. La participación supone ayuda en el pro-
ceso de desarrollo personal, pero también tomar parte, sen-
tirse responsable en las decisiones de la comunidad, como
dimensión necesaria de aquel proceso. Participar es dar y
ser responsable de decisiones y realizaciones. Merced a es-
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 41

ta cualidad la persona trasciende el mero tomar parte de y


pasa a tomar parte en las actividades de una comunidad.
Esto es lo que permite trascender un agregado o colectivo
social, como mero contrato de convivencia entre individuos
en una comunidad familiar, o común-unión de personas
en la vida familiar. «En la comunidad encontramos la reali-
dad de la participación en cuanto propiedad de la persona,
que le permite existir y actuar "junto con otros" y, por tanto,
llegar a su propia realización. La participación, en cuanto
propiedad de la persona, es un factor constitutivo de toda
comunidad humana» (Wojtyla, 1980, p. 323).
Lo característico de la participación está en
el hecho de que la persona que «actúa junto con otras» con-
serva en su actuación el valor personal de su propia acción,
al mismo tiempo que toma parte en la realización de la ac-
tuación de otros. «La participación representa una propie-
dad de la misma persona, esa propiedad interna y homogé-
nea que determina que la persona que existe y actúa junto
con otras siga existiendo y actuando como persona» (Wojty-
la, 1980, p. 316). Éste es el sentido que adquiere la partici-
pación en la comunidad familiar en la que coexisten y con-
viven padres e hijos, que actúan conjuntamente, en función
de sus posibilidades personales, con propósito de ayuda, a
fin de lograr la autorrealización de todos y cada uno de los
miembros de aquella comunidad.
Y la forma natural del encuentro huma-
no, para esa participación y comunicación en la convi-
vencia familiar es el diálogo, que no es un simple inter-
cambio de palabras, sino «mutualidad en la acción» (que
decía M. Buber). Este pensador distingue al efecto tres mo-
dalidades de diálogo: el diálogo «auténtico», el diálogo «téc-
nico» y el «monólogo disfrazado de diálogo» (Buber, 1959,
p. 18). En el diálogo «auténtico», que consiste en volverse
hacia el otro, en salir a su encuentro, la relación es mutua,
activa, no cosificadora, porque no acontece sin respeto a la
dignidad y a la libertad personal; el diálogo «técnico» es un
diálogo frío, objetivo, una simple «puesta en contacto» entre
dos instancias personales que se reciprocan en él, aunque
sin salirse cada una de su propia esfera; «el monólogo dis-
frazado de diálogo» es un repliegue de quien se sustrae a la
aceptación del otro y no admite su existencia sino bajo la
42 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

forma de la propia existencia, como una forma de existen-


cia del propio yo.
El diálogo «auténtico» es el diálogo que co-
rresponde a la comunidad familiar, porque en él se estable-
ce una auténtica comunicación personal, como una dimen-
sión del principio que decíamos de relacionabilidad o
apertura personal.
> Desde esta perspectiva, el diálogo familiar
tendría mucho que ver con el «consenso»; no como una es-
trategia pragmática o fórmula contractual de cesiones y
concesiones mutuas al estilo político, de unas conductas
plausibles y otras rechazables para lograr un «equilibrio»
más o menos estable, para llegar a acuerdos o solucionar
conflictos. Sino que el «consenso» familiar es una forma de
entendimiento para la convivencia, basada en la concordia
y en el amor, en la cooperación y el diálogo, que admite
coincidencias y discrepancias para llegar a un sentir común.
El «consenso», así entendido, es una forma emancipadora
de interdependencia que afirma a cada miembro en lo que
tiene de propio, promoviendo, justamente, su realización
como persona. Dicho de otro modo, el «consenso familiar
es una forma de compenetración emancipadora, no simbió-
tica, ni esclavizadora, en la que los padres se realizan en el
bien de los hijos, es decir, en la realización de éstos» (Pini-
llos, 1982).
Este «consenso», basado en el diálogo, en
la comunicación mutua, en la concordia y en la considera-
ción y el respeto a los demás, en la autenticidad de cada
uno, no es antagónico, sino complementario con el recto
ejercicio de la autoridad (a que antes nos referíamos) y la
autonomía personal. Pues la verdadera autoridad, esa que,
como ya se ha dicho, no se impone sino que se decanta y
atrae por sí sola, que libera y humaniza, promueve el diálo-
go y, con él, el consenso; se nutre de ellos y hace posible el
crecimiento de la verdadera libertad.
Cuando la autoridad cede a la permisivi-
dad, cuando las energías juveniles no encuentran ideales
responsables y consistentes que merezcan la pena, el sexo,
la droga, la inadaptación, la agresividad, la integración en
sectas, u otros aliviaderos de renuncia a la responsabilidad
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 43

personal (García Hoz, 1976), harán acto de presencia en los


miembros más vulnerables de la familia. Cuando eso acon-
tece «el consenso de poco sirve; el consenso se degradaría
todavía más si se produce, pues no se pacta con lo que está
mal sin tocar pronto las consecuencias. Y la primera de
ellas es la pérdida de autoridad moral de quien se aviene a
lo que no considera bueno» (Pinillos, 1982, p. 130).

8. LOS FACTORES EDUCATIVOS ESENCIALES


DE LA CONVIVENCIA FAMILIAR

En la comunidad familiar tres factores edu-


cativos destacan por su especial potencialidad: la autori-
dad, el ejemplo y el amor. Nos hemos referido ya a la auto-
ridad; brevemente hagamos referencia a los otros dos.
La actuación de los demás y, especialmen-
te, el ejemplo de los padres tiene un singular poder formati-
vo en la vida familiar. Los padres son las primeras personas
que, de un modo natural y espontáneo, se ofrecen como
objeto de imitación a sus hijos; bien con propósito de iden-
tificación, de algún modo, con alguno de ellos, bien adop-
tando actitudes de oposición respecto de los padres en un
intento de afirmación de la propia personalidad. El halo
afectivo que acompaña al ejemplo (la admiración o el cari-
ño hacia uno o ambos cónyuges, o hermanos) suele ser el
factor más decisivo que, junto a la tendencia a la imitación
de las conductas más próximas, explica el afincamiento en
las conductas familiares como referentes o ideales de vida a
imitar.
La razón última de su eficacia parece radi-
car en lo que de hecho el comportamiento de los padres,
observado por los hijos, les sugiere o suscita; al considerar-
lo como una prueba empírica más fuerte que cualquier re-
comendación verbal sobre lo que es bueno en su conducta
práctica. «Pues, en lo que concierne a las acciones y pasio-
nes humanas, se cree menos en las palabras que en las
obras, por lo cual, si alguien pone en práctica lo que dice
44 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

ser malo, más provoca con el ejemplo que disuade con la


palabra...; cuando las palabras de alguien disuenan de las
obras que en él se manifiestan de una manera sensible, ta-
les palabras dejan de ser dignas de crédito y, en consecuen-
cia, viene a quedar sin valor la verdad en ellas expresa-
das...; las enseñanzas verbales se las cree en tanto que
concuerdan con las obras; y así es como estas enseñanzas
provocan, a los que entienden su verdad, a conformar con
ellas su modo de vivir» (Millán Puelles, 1963, p. 199. Co-
mentando unos textos de la Ética de Aristóteles, Libro X,
n.° 1960-1962).
Refiriéndose al ejemplo, Sören Kierkegard,
comentaba con ironía la estéril enseñanza de aquellos edu-
cadores que, como un profesor de natación que no supiera
nadar, intentase enseñar sólo a base de decir «cómo se na-
da», y enseñase siempre «en seco» con miedo a que el alum-
no le tomase en serio y se lanzase al agua; tal profesor no
estaría en condiciones de ejercer su oficio.
En cuanto al amor, la naturaleza ha dotado
a los padres de esta cualidad o actitud trascendental, tan
necesaria para educar, el amor natural y espontáneo hacia
sus hijos. Sin amor al otro no hay educación posible.
El amor, el buen amor, es el motor de to-
da educación; la condición ineliminable para educar. Cla-
ro que ese amor natural, espontáneo, de los padres ha de
estar al servicio de la acción educativa, por eso ha de te-
ner un carácter electivo, ético, promotor de su madurez
personal, de su propio bien; ese amor es el que suscita
respuesta efectiva, general amistad y obediencia en los
demás. Aristóteles decía que el «buen amor», el amor «ho-
nesto» (a diferencia del «amor satisfactorio», placentero, y
del «amor útil» o de interés para uno mismo) consiste en
«querer el bien para el otro». De ahí sus tres principales
componentes: un «querer» (no simple deseo o apetencia),
es decir, un acto de libertad, de reflexión y elección racio-
nal; un «bien», aquello que realmente es bueno; y «para el
otro», no para uno mismo.
En la familia, cada uno en su singularidad,
es interpelado, asistido personalmente, en la integridad de
su ser, siendo el destinatario directo del amor.
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 45

Veamos ahora cómo está tratada la partici-


pación y responsabilidad educativa familiar en la legisla-
ción nacional e internacional, a nivel de normas-principio
de carácter fundamental.

9. LA PARTICIPACIÓN EDUCATIVA DE LA FAMILIA EN NUESTRO CÓDIGO


EDUCATIVO CONSTITUCIONAL

9.1. El marco constitucional del derecho a la participación


El tratamiento del derecho de participa-
ción de la familia en la educación puede considerarse, en-
capsulado en nuestro «código educativo constitucional», en-
tre los principios rectores de la política social y, sobre todo,
dentro del ámbito de los derechos y libertades relativos a la
enseñanza.
El tratamiento del tema se halla caracteri-
zado, como es sabido, por su generalidad y extremada am-
bigüedad; generalidad y ambigüedad que son las raíces de
las polémicas interpretaciones que constantemente enzar-
zan a la doctrina jurídica, y que hoy día encrespan, política-
mente, buen número de las discusiones sobre nuestro siste-
ma escolar (Zumaquero, 1983; Barnes Vázquez, 1984,
página 29).
Como si ese terreno de la participación fa-
miliar en la educación estuviese minado por la entidad de
los intereses socio-políticos que se hallan, sin duda, hoy en
juego ante el futuro de nuestra sociedad. Con razón, la Sen-
tencia del Tribunal Constitucional, de 8 de abril de 1981
(«BOE» del 25 de abril) decía que, «La Constitución es un
marco de coincidencias suficientemente amplio como para
que dentro de él quepan opciones políticas de muy diferen-
te signo». Y es que ese campo, efectivamente, tan sensible a
concepciones del hombre y de la vida diferentes es, y ha si-
do, justamente, el lugar privilegiado de encuentro de la vie-
ja dialéctica, Estado-libertad, que ha condicionado los vai-
venes históricos de nuestra enseñanza. Y, sin duda, uno de
los de más relevancia práctica en relación con el fenómeno
46 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

religioso en nuestra sociedad (Sánchez Agesta, 1980, pp.


137 y ss.). No olvidemos que el monopolio educativo (y
cuanto más tempranamente se ejerza, mejor) sigue siendo
un excelente (si no el principal) instrumento de conquista
y perpetuación en el poder; dice Mitterrand que, «hoy pa-
ra cambiar la sociedad ya no es necesario tomar cuarte-
les de invierno, basta con tomar la escuela» (Alzaga, 1978,
p. 252).
Los principios ordenadores de nuestro «có-
digo educativo constitucional», por lo que a nuestro tema se
refiere, se hallan contenidos en los artículos 9, 27 y 39,
principalmente, de la Constitución de 1978.
Su formulación sistemática se encuentra en
los siguientes enunciados:
1) En el artículo 39.3, que establece como uno de «los
principios rectores de la política social" del Estado,
«que los padres deben prestar asistencia de todo or-
den a sus hijos..., durante su minoría de edad, y en
los demás casos en que legalmente proceda», aña-
diendo, a tal fin (núm. 4 de este mismo art.) que «los
niños gozarán de la protección prevista en los
acuerdos internacionales que velan por sus dere-
chos". Estos acuerdos internacionales (a los que lue-
go se hará mención) se refieren, expresamente, al
«cuidado y educación» de los menores, como as-
pectos integrantes de la asistencia y tutela que los
padres les deben.
La «asistencia» no puede reducirse a un sentido pu-
ramente biológico, sino que ha de prolongarse en
una «educación» integral, que capacite convenien-
temente al niño para incorporarse activamente a su
medio natural y social. Es decir, que la participa-
ción de los padres en el «cuidado y educación» de
sus hijos es un derecho-deber, preferente e inalie-
nable, vinculado a la «patria potestad», que la Cons-
titución, recogiendo principios de Derecho natural,
reconoce a los padres «erga omnes» y que, por lo
mismo, supone el derecho a adoptar, respecto de
sus hijos, las decisiones necesarias para su efecti-
vidad.
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 47

2) En el artículo 9.2, según el cual, "Corresponde a los


poderes públicos promover las condiciones para que
la libertad y la igualdad del individuo y de los gru-
pos en que se integra sean reales y efectivas, remo-
ver los obstáculos que impidan o dificulten su pleni-
tud y facilitar la participación de todos los
ciudadanos en la vida política, económica, cultural
y social".
Esa participación, en lo que concierne a la educa-
ción, se reconoce, de modo expreso, en dos diferen-
tes niveles:
2.1. El de «participación efectiva de todos los secto-
res afectados en la programación general de la
enseñanza» (art. 27.5); es decir, el de la partici-
pación «corporativa», «institucional» de los gru-
pos y entidades sociales, interesados en la edu-
cación, en orden a satisfacer su demanda
educativa y hacer efectivo el derecho de todos
los ciudadanos a la educación.
2.2. El de la participación interna de los padres, cen-
trada en la intervención, a efectos de «control y
gestión», de los Centros sostenidos con fondos
públicos (art. 27.9).
3) En el artículo 27 (núms. 1 y 3) que reconoce, como
derechos nucleares de nuestro sistema educativo, el
derecho de todos a la educación, la libertad de en-
señanza («Todos tienen derecho a la educación. Se
reconoce la libertad de enseñanza»), y, como coro-
lario o manifestación de ese derecho y libertad, «el
derecho que asiste a los padres para que sus hijos
reciban la formación religiosa y moral que esté de
acuerdo con sus propias convicciones», con garantía,
por parte de los poderes públicos, de esos derechos
y libertades.
Es decir, que la educación, sin restricciones
de etapas educativas, es un bien o «derecho fundamental»,
cuyo disfrute ha de estar abierto a todos los españoles, en
condiciones de libertad e igualdad. Si en el primer enuncia-
do de este artículo (el 27) («Todos tienen derecho a la edu-
48 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

cación»... y los poderes públicos garantizan ese derecho),


parece consagrarse la idea de un Estado intervencionista y
prestador de servicios docentes, al afirmar, a continuación,
la "libertad de enseñanza» y el reconocimiento del «dere-
cho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la
formación religiosa y moral» acorde con sus convicciones,
en un Estado que poco antes se ha autodefinido de «social
y democrático», nos encontramos con que ese derecho de
todos a la educación ha de articularse y ejercerse en un
sistema de enseñanza libre y plural (Sánchez Vega, 1981,
p. 175). Derecho de todos a la educación, en libertad y
en igualdad, con la participación social y de los padres y,
por ende, pluralismo educativo, parecen ser coordena-
das esenciales en la ordenación del sistema educativo
nacional.
Y, todo ello, en función del objetivo funda-
mental de la educación, al que expresamente se refiere y
ordena nuestro «código educativo constitucional», como va-
lor superior de su ordenamiento jurídico: «el pleno desarro-
llo de la personalidad»... en el respeto a «los principios de-
mocráticos de convivencia y a los derechos y libertades
fundamentales» (art. 27.2). Plenitud personal que es impo-
sible sin libertad, por lo cual este objetivo es completivo del
que se apunta, también para la educación, en el artículo
10.1, en el que se afirma que «la dignidad personal, los de-
rechos inviolables que le son inherentes y el libre desarrollo
de la personalidad, con respeto a los derechos de los de-
más», son el fundamento del orden político y social.

9.2. Principios orientadores de la participación familiar.


La persona, depositaría radical de todos los derechos
y libertades educativas

No obstante, y pese a la aludida ambigüe-


dad constitucional, se advierte, de la conexión que han de
tener entre sí esas normas-principio (antes aludidas), y a la
luz de las interpretaciones que el Tribunal Constitucional ya
ha dado de ellas, algunos criterios consecuentes, de natura-
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 49

leza pragmática y tendencial, que son de especial interés


para nuestro tema.
En primer término, que la persona huma-
na, con su «dignidad» y «derechos inviolables», que le son
inherentes, es la depositaria radical y la fuente de todos los
derechos y libertades educativas. La persona, cada persona,
es a la vez el principio y el término de toda acción educati-
va. En ella hay que situar, también, la equidad y la libertad,
como destinataria y protagonista principal de su educación.
Ninguna de las libertades educativas y derechos, ni siquiera
el mismo aludido, como «preferente» de los padres, tendrían
consistencia sin la referencia a esos valores metajurídicos
de la educación de la persona: «el pleno» y «libre desarrollo
de la personalidad» del educando, al que sirven, como valo-
res de la persona; que no son «otorgados» ni «concedidos»
por ningún Estado, porque son anteriores a él y a cualquier
Constitución (Muñiz Nicolás, 1983, p. 343).
La persona es la raíz de todos los derechos
y libertades educativas; sólo en la medida que no pueda
ejercitar, responsablemente, esos derechos y libertades, os-
tentarán los demás, de modo subsidiario, el derecho y la
obligación morales y legales de suplirle y ayudarle en sus
deficiencias o carencia de posibilidades. De ahí que los pa-
dres, en razón de la paternidad, sean, por la naturaleza mis-
ma de la vinculación que tienen con él, los primeros en
asumir la responsabilidad subsidiaria de ayudarle en el pro-
ceso de su educación.
De acuerdo con este primer principio
orientador, considero que una profundización en esos ob-
jetivos de educación de la persona (en lo que significa su
dignidad, el pleno y libre desarrollo de la personalidad, en
un medio social, la inviolabilidad de sus derechos..., en su-
ma, aquello en lo que consiste un progresivo proceso de
personalización educativa en una comunidad social), de-
bería ser la clave interpretativa, principal, de cualquier pre-
tendida colisión o concurrencia de derechos y libertades de
enseñanza por parte de los demás.
Porque, con demasiada frecuencia, cuando
se habla del contenido de los derechos y de las libertades
de enseñanza, se hace sólo desde la óptica jurídica de los
50 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

que se consideran titulares de esos derechos y libertades


(los profesores, la dirección de los Centros, la Admi-
nistración, los padres...); pocas veces se interpretan aque-
llos derechos, de modo preferente, a la luz de lo que con-
viene a la educación del niño, sujeto (no objeto) último del
proceso personalizado de la educación. Es preciso, pues,
situar los problemas y necesidades educativas en el edu-
cando, en la «onda» que puede tener para él alguna signifi-
cación el proceso de su educación, y no en la de los que
imparten la enseñanza o la instrucción. Con razón se ha di-
cho, «que en el hecho educativo actual, el acto de enseñar,
debe ceder el paso al acto de aprender» (Faure, 1976).

9.3. Participación en libertad e igualdad

Un segundo principio, de vital interés para


nuestro tema, es el que se refiere a la estrecha vinculación
que la Constitución establece, a mi modo de ver, entre la li-
bertad y la igualdad(«para que sean reales y efectivas») y la
participación social y familiar, como primera célula de la
vida social, como valores superiores, como ya he dicho, de
nuestro ordenamiento escolar. No se trata de concebir la li-
bertad (o el pluralismo escolar, por un lado), y la igualdad
(o justicia escolar, por otro); menos de enfrentarlas como
antinomias radicales e insuperables, sino de entenderlas en
una necesaria complementariedad: «la igualdad en la liber-
tad", como actividad integrada en la libertad, e integradora
de los españoles en la vida social.
Libertad, igualdad y participación social y
familiar se exigen recíprocamente y, de hecho, aparecen
dialécticamente unidas, en su fortalecimiento histórico, en
todo proceso igualitario y liberador; pues, «no sólo la remo-
ción de las desigualdades y de los obstáculos a la libertad
permiten la participación política, económica, social y cul-
tural de los ciudadanos, sino que, precisamente, una efecti-
va participación de éstos es la que puede producir un pro-
gresivo aumento de la libertad y de la igualdad efectivas»
(Sánchez Moran, 1979, p. 176).
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 51

9.4. Participación y pluralismo educativo

Estamos aludiendo, con el problema de la


participación educativa, social y familiar, en libertad e
igualdad, quizás, a una de las cuestiones más controverti-
das y polémicas, a la par que trascendental, de las que pre-
senta la construcción de nuestro sistema educativo nacio-
nal: la del pluralismo educativo en nuestra sociedad (Carro,
1982, p. 219).
Sin un pluralismo educativo, consolidado
y operativo, desde la participación social y familiar, no hay
posibilidad real de un sistema democrático seguro y funcio-
nal de derechos y libertades educativas y sociales.
No cabe duda que, de entrada, el recono-
cimiento que la Constitución hace de la participación, en el
campo de las «libertades educativas» (derecho a la educa-
ción en libertad, libertad de creación de centros docentes,
libertad de iniciativa docente o «libertad de cátedra», dere-
cho a una determinada formación religiosa y moral...), no
parece que pueda tener otro sentido que el de prevenir y
reforzar a la sociedad ante cualquier pretensión de mono-
polio educativo estatal.
Pero ¿qué es lo que se garantiza con ese
genérico reconocimiento que hace la Constitución a la «li-
bertad de enseñanza»? Porque, la «libertad de enseñanza»,
puede tener dos sentidos: uno amplio (el de la aparente
formulación de ese artículo 27.1: «se reconoce la libertad de
enseñanza»), sin limitaciones; y otro, más estricto (el que
matiza esa «libertad» en los números 3, 5, 6 y 7 de ese mis-
mo artículo).
En un sentido amplio, la «libertad de ense-
ñanza» (de suyo indivisible, como una dimensión o faceta
consustancial con la misma libertad) no sería tanto un dere-
cho público subjetivo cuanto un principio organizativo, que
se proyecta en la arquitectura de todo el sistema escolar.
Sería la garantía institucional que, derivada del pluralismo
escolar, requiere que el ejercicio del derecho a la educación
se realice a través de un sistema plural y libre (Tribunal
Constitucional, 1981).
52 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

En efecto, si la educación ha de cumplir,


como objetivo primordial, según veíamos, una función libe-
radora, y no adoctrinante de la persona, es preciso que és-
ta se eduque en libertad y desde la libertad". «La educación
no puede desarrollar la capacidad de obrar libre en el hom-
bre si ella misma no se desenvuelve en un ambiente de li-
bertad» (García Hoz, 1979; Cardona, 1990, cap. 2). La ense-
ñanza que libera es aquella que se desarrolla en un marco
de libertad. En un contexto de orientaciones, en el que se
decide por el Estado lo que es «bueno» y «verdadero», con
uniformidad de criterio para todos, no es posible que se fa-
cilite ninguna liberación, ni que se efectúe un aprendizaje
de la libertad.
Desde esta perspectiva amplia de una
participación en libertad, se comprendería en ella (como
con distintos matices y modalidades se reconoce en otros
países de la Comunidad Europea) tanto la libertad de ini-
ciativa docente o libertad de crear, fundar, dirigir y gestio-
nar Centros docentes, derecho a fijar un «ideario educati-
vo» para esos Centros, el derecho de los padres a elegir un
«tipo de educación» que desean para sus hijos..., cuanto la
financiación de la enseñanza obligatoria, al menos, con
fondos públicos, en pie de igualdad, con los Centros esta-
tales.
Mas en sentido restringido, o minimista,
como se ha entendido entre nosotros esa «libertad de ense-
ñanza», no se trataría con esa participación «en libertad», de
un principio organizativo conformador del sistema escolar,
sino del reconocimiento de un derecho subjetivo en una tri-
ple dimensión:
a) Como libertad de iniciativa docente o capacidad de
las personas, físicas y jurídicas, para crear Centros
docentes, previa autorización del Estado.
b) Como compromiso de los poderes públicos de pres-
tar ayuda financiera a los Centros que reúnan las
condiciones que el Estado establezca.
c) Como derecho de los padres a elegir para sus hijos la
formación religiosa y moral acorde con sus convic-
ciones.
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 53

Incluso, en la práctica, aún se ha reducido,


indebidamente, entre nosotros, más su significado, al equi-
parar la «libertad de enseñanza» con la existencia de Centros
privados, subvencionados o no. Cuando «la libertad de en-
señanza» ha de defenderse y proclamarse no para un sector
de población (el que envía sus hijos a Centros privados), si-
no para todos los sectores de población y para todos los
alumnos.
No puede existir dialéctica, como algunos
parecen ver (Embid Irujo, 1983, pp. 324 y ss.), sino fortale-
cimiento mutuo, entre «enseñanza en libertad» y «libertad de
enseñanza»; de modo que al identificar, abusivamente, «li-
bertad de enseñanza» con enseñanza privada se considera
que lo importante es la «enseñanza en libertad», como fór-
mula organizativa más idónea, que sacrifica aquella otra li-
bertad para solucionar el supuesto conflicto. «La libertad no
es algo que se conceda ni se otorgue, ni se ceda por el Esta-
do, ni menos aún por el Gobierno. Se es libre. La libertad se
tiene y las instituciones de la democracia deben vigilar que
nadie las recorte y las vulnere, porque la libertad es indivi-
sible» (Mayor Zaragoza, 1985, p. 48).

9.5. El derecho de participación de los padres y el «ideario


educativo» de las instituciones escolares

Tal vez la participación más directa y tras-


cendental de los padres en la educación de sus hijos, des-
de el punto de vista institucional, aquella en la que se re-
sumen, en buena parte, sus derechos educativos, sea la
del aludido derecho a elegir para sus hijos la formación
religiosa y moral acorde con sus convicciones, mediante
la aceptación o elección de un «ideario» o «proyecto edu-
cativo», concreto, confesional o no, en una institución es-
colar.
Sin embargo, ese derecho de los padres a
elegir para sus hijos una determinada «formación religiosa y
moral», ¿se limita a los aspectos puramente instructivos o
54 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

curriculares de la enseñanza moral o religiosa, o ha de ex-


tenderse, también, por exigencias de unidad e integridad
del proceso educativo, a las implicaciones morales y reli-
giosas, y dimensiones de valor, que toda educación, por su
misma naturaleza, contiene? ¿Se extiende el ejercicio de esa
participación al reconocimiento del derecho a un «tipo de
educación», a una «orientación» determinada del proceso
educativo, como dice la «Convención Europea de Derechos
Humanos» —y en general disponen los Pactos y Declaracio-
nes del Derecho Internacional—, de modo que implique
para el Estado el compromiso de determinadas prestacio-
nes que la posibiliten? ¿Se puede contemplar, sin peligro de
ruptura en la consistencia formativa, y, por tanto, de la uni-
dad e integridad de la persona, y de su "educación, una se-
paración entre ambas esferas, la educativa y la de la ense-
ñanza? Porque educar es algo más que informar, que
enseñar; algo más que transmitir unos conocimientos, capa-
citar o adiestrar al alumno en unas técnicas para el aprendi-
zaje posterior; es, ya lo hemos dicho, un proceso de ayuda,
de estímulo al crecimiento intelectual, espiritual, emocio-
nal, social y moral del niño, para que éste, progresivamen-
te, sea más libre; más dueño de su propia existencia y desti-
no. Lo que sólo es posible mediante la participación del
educando en unos valores que, desde una interpretación
de la vida y del hombre, le sirven de pauta y orientan a su
conducta personal y social.
El proceso educativo no es un proceso
neutro, ajeno a connotaciones valorativas, sino que, funcio-
nalmente, está constituido por un conjunto de actuaciones
intencionadas, coherentes e integradas en un sistema de va-
lores culturales. La educación, se quiera o no, se sepa o no,
tiene un imprescindible componente espiritual y moral co-
mo fundamento y sentido de su quehacer. Y cuanto más
pequeño sea el niño, más necesario es velar por la armonía,
continuidad y coherencia de los valores educativos ante las
distintas situaciones y experiencias que el niño vive en el
medio familiar y escolar. La disección o el distanciamiento
de esas situaciones educativas es, pedagógicamente, perju-
dicial para el niño. Cuando desde las instituciones escolares
se configuran espacios de influencias, regidos por valores y
criterios disonantes del medio familiar, el conflicto incide,
negativamente, en el proceso de formación de su personali-
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 55

dad, ante la inmadurez del niño y su incapacidad para su-


perarlo. El niño es una «totalidad integrada» en la que toda
situación educativa le afecta en su unidad como persona.
Lo biológico, lo afectivo, lo intelectual, lo psicomotor, lo
ético o lo social entran en el niño en una fecunda relación
interactiva; de modo que no cabe aislar, como en comparti-
mentos separados, cada una de las dimensiones constituti-
vas de su personalidad (García Hoz, 1989).
No olvidemos, por otra parte, que el ámbi-
to específico de la educación familiar, el que constituye su
contenido propio, porque su acción es más directa y sensi-
ble, tiene que ver, sobre todo, como decía antes, con los as-
pectos más profundos de la orientación de la personalidad.
En el amor y en la autoridad moral de los padres, y en la
tendencia natural del niño a identificarse con ellos, va a en-
contrar la primera fuente de estímulos, de valoraciones, ac-
titudes, creencias y normas de conducta para su vida perso-
nal y social.
Desde esta perspectiva, y salvo que los
padres estén de acuerdo con la definición de una opción
educativa ejercitada por el fundador de una institución, no
parece que los padres hayan de estar, previa y ne-
cesariamente, comprometidos con la «orientación» impuesta
por una dirección escolar. Son los padres los que han de
ser ayudados por los Centros, y no a la inversa; los Centros
cumplen una función subsidiaria por encargo de los pa-
dres. El «ideario» o «proyecto educativo» de un Centro, ha de
cumplir una función instrumental, clarificadora, de informa-
ción a los padres y a la sociedad, «de una manera pública,
sintética e inequívoca», de las «reglas del juego» que van a
presidir el modelo educativo que el Centro se compromete
a dar a sus hijos, si así lo desean. Pero nada más. El dere-
cho a establecer un «ideario educativo» no es un derecho
absoluto, sino que está en función, entre otros condiciona-
mientos, del referido derecho constitucional de los padres a
elegir la formación religiosa y moral que haya de impartirse
a sus hijos (Suárez Pertierra, 1985). No es el Centro una
«empresa de servicios» al uso, regida por el primado de lo
económico.
Y en esta materia no debería existir discri-
minación, entre el derecho de los padres que optan por en-
56 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

viar a sus hijos a Centros públicos y los que deciden enviar-


los a Centros privados o concertados. «El hecho de que la
insuficiencia de aulas u otros condicionamientos impidan, a
veces, la efectiva elección del "proyecto educativo» desea-
do, no justifica la eliminación o la minusvaloración de ese
derecho de los padres, sino que precisamente debe ser esta
situación un argumento "de facto" para transformar esa rea-
lidad y hacer posible aquel derecho. La dificultad organiza-
tiva de un logro inmediato y pleno de un derecho no es ra-
zón para eliminarle, ni para consolidar situaciones que
vayan alejando u obstaculizando su satisfacción. Las dificul-
tades para la realización de un derecho no pueden llevar a
la premeditada perturbación o negación del mismo dere-
cho. Se da por sentado que la decisión sobre la orientación
educativa que haya de darse a los hijos resulta más fácil en
el marco de escuelas privadas, con convicciones homogé-
neas a las de una comunidad social; mas el ejercicio de este
derecho, repito, es extensible a todos y cada uno de los pa-
dres que quieran ejercerlo, independientemente de las mo-
tivaciones que tengan para enviar sus hijos a centros públi-
cos o privados» (Medina Rubio, 1985; González Villa, 1980,
p. 107).
Se ha subrayado, en este sentido, la ten-
dencia colectivista, despersonalizante, que origina el inten-
to de ejercer acciones educativas sobre un alto número de
personas, con el menor coste de medios y tiempo, median-
te organizaciones escolares uniformes que puedan «poner
en juego mecanismos de aceptación, en otras palabras, que
favorezcan la pasividad». Esa tendencia es antagónica con
la concepción de la persona y su educación, «cuyos princi-
pios deberían ir en sentido rigurosamente contrario, quiero
decir hacia la creciente personalización» (Marías, citado por
Carmona, 1990, pp. 30-41).
El derecho de igualdad y de no discrimina-
ción, el derecho a la libertad ideológica y religiosa y el de-
recho a la elección de la formación religiosa y moral de-
mandan la existencia de un «ideario» o «proyecto educativo»
vinculante en el ámbito de los principios y preceptos cons-
titucionales. Si así no fuese, quedaría vulnerado lo previsto
en el artículo 9.2 de la Constitución («Corresponde a los po-
deres públicos promover las condiciones para que la liber-
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 57

tad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se


integra sean reales y efectivas, y remover los obstáculos que
impidan o dificulten su plenitud»); es decir, quedaría trun-
cada la posibilidad de convertir en algo real una declara-
ción formal de libertad y participación de las personas y
grupos sociales en la vida cultural y social (Gómez Pérez,
1979, p. 126).

10. LA PARTICIPACIÓN ACTIVA DE LA FAMILIA


EN EL DERECHO EDUCATIVO INTERNACIONAL

Para completar el análisis del derecho de


participación educativa de la familia en nuestro «código ins-
titucional», hemos también de considerar, siquiera sea bre-
vemente, y en sus líneas más generales, su tratamiento en
el Derecho educativo internacional; pues, en nuestro dere-
cho interno ese tratamiento, por mandato constitucional
(art. 10), tiene valor interpretativo, cuando los tratados y
acuerdos internacionales hayan sido ratificados por España.
Los tratados y acuerdos internacionales más importantes,
en la materia que, una vez publicados oficialmente, en Es-
paña formarán parte del ordenamiento interno (art. 96.1 de
la Constitución) son: la «Declaración Universal de los Dere-
chos Humanos», aprobada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas, en París, el 10 de diciembre de 1948; la
«Declaración de los Derechos del Niño», adoptada por las
Naciones Unidas, el 30 de noviembre de 1959; la «Declara-
ción sobre los principios sociales y jurídicos relativos a la
protección y al bienestar de los niños», aprobada como Re-
solución 41/1985 de la Asamblea General de la ONU, el 3
de diciembre de 1986; el «Protocolo Adicional (Número I) al
Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y
las Libertades Fundamentales», suscrito en Roma, el 4 de
noviembre de 1950, ratificado por España el 4 de octubre
de 1979 («BOE» de 10 de octubre de 1979); el «Convenio re-
lativo a la lucha contra las Discriminaciones en la esfera de
la Enseñanza», adoptado en el seno de la UNESCO, el 14 de
diciembre de 1960, y aceptado por España el 30 de agosto
58 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

de 1969 («BOE» de 1 de noviembre); el «Pacto Internacional


de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, aprobado
por la Asamblea General de la ONU, el 16 de noviembre, y
ratificado por España el 27 de abril d 1977 («BOE», 30 de
abril). También es de interés la «Convención sobre los as-
pectos civiles del secuestro internacional de niños», de 25
de octubre de 1980, suscrito en La Haya, y, especialmente,
la reciente «Convención sobre los Derechos del Niño», de
las Naciones Unidas, rubricada el 20 de noviembre de 1989.
«Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las
libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de
conformidad con la Declaración Universal de Derechos Hu-
manos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las
mismas materias ratificados por España»; («Los niños goza-
rán de la protección prevista en los acuerdos internaciona-
les que velan por sus derechos», artículo 39.4).
Pues bien, el derecho de los padres a inter-
venir en el proceso educativo de sus hijos, consecuencia
del cumplimiento de la responsabilidad natural que como
progenitores les incumbe, es una de las cuestiones más re-
levantes entre el elenco de derechos reconocidos en el De-
recho Internacional («Declaraciones» y «Convenios») y en la
Jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Huma-
nos (Adain Dyer, 1989; UNESCO, 1978).
Creo que no hay acuerdo o declaración in-
ternacional que no reafirme el derecho del niño a cuidados
y asistencias especiales, en razón de su inmadurez y vulne-
rabilidad; y que no subraye, por eso, el derecho «preferen-
te» y la singular responsabilidad de los padres en lo que res-
pecta a ese deber de protección y asistencia, y, en
consecuencia, a la necesidad de una protección, jurídica y
no jurídica, del niño y la familia.
La «Declaración Universal de los Derechos
Humanos» considera «derecho preferente» de los padres la
decisión sobre la orientación educativa de sus hijos («Los
padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de
educación que habrá de darse a sus hijos»). Y el «Protoco-
lo Adicional (número uno) al Convenio Europeo de Dere-
chos Humanos», con una gran similitud semántica (y a ve-
ces hasta literal) con otros textos internacionales, establece
que: "A nadie se puede negar el derecho a la instrucción.
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 59

El Estado, en el ejercicio de las funciones, que asumirá en


el campo de la educación y de la enseñanza, respetará el
derecho de los padres a asegurar esta educación y esta
enseñanza conforme a sus convicciones religiosas y filosó-
ficas" (art. 2). Precepto que guarda conexión con otros de-
rechos de protección a la familia: «el respeto a la vida pri-
vada y familiar»; «a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión»; «el derecho a disfrutar de la liber-
tad necesaria para recibir o comunicar informaciones o
ideas» (artículos 8, 9 y 10 del Convenio). Y ello es así, por-
que, como dice el Preámbulo de la reciente «Convención
de las Naciones Unidas sobre Derechos del Niño» (de 20
de noviembre de 1989), recogiendo una larga doctrina jurí-
dica internacional: «La familia, como elemento básico de
la sociedad y medio cultural para el crecimiento y el bie-
nestar de todos sus miembros, y en particular de los niños,
debe recibir la protección y asistencia necesarios, para po-
der asumir plenamente sus responsabilidades dentro de la
comunidad". Y todo ello orientado, como dice la «Declara-
ción de los Derechos del Niño», al «interés superior» de éste
(Principio 7°). El «interés superior del niño» debe ser el
principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su
educación y orientación. («Incumbirá a los padres o, en su
caso, a los tutores la responsabilidad primordial de la
crianza y el desarrollo del niño. Su preocupación funda-
mental será el interés primordial del niño», dice la Con-
vención sobre Derechos del Niño, de 20 de noviembre pa-
sado).
Dos principios diferenciados parece que
han de ser garantizados por el Estado, de acuerdo con la
normativa internacional: «el derecho de todos a la educa-
ción, y el derecho de los padres o tutores a que esa educa-
ción «se realice conforme a sus convicciones filosóficas o
religiosas». Este último derecho se considera que forma par-
te de la vida familiar, de tal forma que 4a ingerencia de la
autoridad pública para impedir o disfrutar el ejercicio del
derecho de los padres a asegurar una educación acorde
con sus ideas o creencias puede suponer una infracción...
o actuación negativa por parte del Estado» (Castro Rial,
1985, p. 571; Convention Europeenne des Droits de l'Hom-
me, 1981; Marti Veses, 1979, pp. 579 y ss.).
60 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Desde esta perspectiva de «respeto» (subra-


yo el sentido compulsivo del término) a las convicciones de
los padres, éstas no pueden ser desvirtuadas, en nombre del
«derecho a la educación» que tiene todo educando; pues de
este derecho, según el Tribunal Europeo de Derechos Hu-
manos, si bien se deduce que el Estado tiene el deber de ga-
rantizar el acceso a los medios de educación existentes, no
se deriva que asuma la obligación de establecer un sistema
único de enseñanza (Convention Europeenne des Droits de
l'Homme). Resultaría incongruente e inadmisible, ha dicho,
que el Estado estableciera unas condiciones de acceso a sus
Centros, o conductas docentes en ellos, que no se corres-
pondieran o contraviniesen la sustancia del derecho que a
todos los padres corresponde. "Una condición para el acce-
so a un establecimiento educativo que entre en conflicto
con un derecho protegido por el Protocolo número uno, no
puede ser considerado como algo razonable y cae fuera del
poder estatal de regulación" (Dice una Sentencia del Tribu-
nal Europeo de Derechos Humanos, de 25 de febrero de
1982, a propósito de una violación de derechos por parte
del Gobierno británico) (García de Enterría, 1979).
Es importante destacar, cómo el Tribunal
Europeo, en sucesiva y reiterada jurisprudencia, ha ido in-
terpretando la noción del derecho de los padres a la educa-
ción, según «sus convicciones filosóficas o religiosas», en un
sentido más amplio que el estricto que inicialmente tuvo
cuando se elaboró el Protocolo Adicional del Convenio Eu-
ropeo de Derechos Humanos (Castro Rial, 1985); exten-
diéndola a aspectos lingüísticos, de disciplina, de ilegitimi-
dad de castigos corporales, y a otros aspectos de
administración interna de la vida de los Centros, aparente-
mente neutros de valor, pero que son, de algún modo, par-
te integrante del proceso mediante el cual la escuela forma
el carácter de la vida mental y social del niño; el Tribunal
Europeo considera a estos aspectos como otros tantos lími-
tes que, como contenido del derecho de los padres, han de
tener en cuenta los Estados en el ejercicio de sus competen-
cias de organización y administración educativa (Publica-
tions de la Cour Europeenne des Droits de l'Homme).
Claro que ese derecho de los padres a una
«dirección y orientación apropiadas» de la educación de sus
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 61

hijos (como dice la reciente Convención sobre los Dere-


chos del Niño, de 20 de noviembre de 1989), no es absolu-
to. Una serie de limitaciones ha de tener el mismo, basadas
en la «razonabilidad» que ha de servir de base a su ejercicio,
principalmente: que no sean incompatibles con la dignidad
humana del niño; que no entre en conflicto con el derecho
a la educación del menor y que no invada el ámbito propio
de otras libertades (la de «cátedra», o la de creación de Cen-
tros...) con las que no puede haber, rectamente entendido
su ámbito, posibilidad de colisión.
Mas esas «convicciones filosóficas» de los
padres, para que no sean simples apreciaciones momentá-
neas, o fruto de una simple moda, cuando se trata de la
elección de centros, requieren, según el Tribunal Euro-
peo, si han de ser «merecedoras de respeto en una socie-
dad democrática», un nivel de conciencia, de firmeza de
criterios, de cohesión de ideas, de implicación auténtica
de los padres en los problemas educativos de los hijos; lo
que han de apreciar los Jueces, en cada caso. Tales «con-
vicciones», sólo pueden manifestarse y garantizarse me-
diante una adecuada participación de los padres en la
educación.
Por lo demás, la coherencia de criterios y
su proyección en modelos educativos, que puedan ser dife-
renciados, no implica, según el Alto Tribunal Europeo, «dis-
criminación» alguna en el derecho de igualdad ante la edu-
cación. Así, para la «Convención de la UNESCO, relativa a la
lucha contra la Discriminación en la esfera de la enseñanza»
(Convenio internacional que se refiere específicamente al
tema), no pueden considerarse situaciones de discrimina-
ción 4a creación o el mantenimiento, por motivos de or-
den religioso o lingüístico de establecimientos separados
que proporcionen una enseñanza conforme a los deseos
de los padres o tutores legales de los alumnos, si la partici-
pación en esos centros y la asistencia a ellos es facultati-
va. ..» «ni la creación o el mantenimiento de establecimien-
tos de enseñanza privados, siempre que la finalidad de los
mismos no sea lograr la exclusión de cualquier grupo, sino
la de añadir nuevas posibilidades de enseñanza a las que
proporciona el poder político» (Corriente Córdoba, 1980;
Embid, 1983 a, p. 375).
62 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

11. VALORACIÓN PEDAGÓGICA DE LA PARTICIPACIÓN


DE LOS PADRES

11.1. La participación no se identifica


con la representación orgánica

No es la participación educativa de los


padres, por lo que estamos viendo, una cuestión de repre-
sentatividad formal en unos órganos colegiados de un
Centro; no se identifica con ella. Tampoco puede reducir-
se a una labor de «intervención en el control y gestión» de
unos fondos públicos, a través de unos órganos represen-
tativos. La participación educativa no es un entramado de
estructuras o de órganos y comisiones, mediante los cua-
les se «institucionaliza» el ejercicio de unas mismas cotas
de poder, oficialmente asignadas, para todos los miem-
bros de una Comunidad escolar, en nombre de una pre-
tendida igualdad «democrática» de cuantos forman parte
de esa Comunidad escolar. Esta visión «dirigida» de la
participación, que la reduce a la mecánica del voto, o a ta-
reas gestoras, superficializa la realidad; lo que ha de ser
una participación educativa, democrática, que tiene, pre-
cisamente por ser «educativa», y no política, unas caracte-
rísticas específicas, sustanciales, que no conviene olvidar
(García Hoz).
La participación educativa de los padres
supone una implicación mental y actitudinal, voluntaria y
responsable, de éstos en la determinación y tomas de deci-
sión de los objetivos de la institución escolar, contribuyen-
do y compartiendo con ella la responsabilidad de su logro.
Participar es desarrollar la propia capacidad de asumir unos
compromisos educativos. Esa participación en la vida esco-
lar es la que garantiza la coherencia entre las expectativas
del derecho a la educación, según un sistema de valores y
el «proyecto educativo» de una institución escolar (Medina
Rubio, 1988).
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 63

11.2. Posibilidades educadoras de la participación


de los padres

La participación de los padres en la educa-


ción no como miembros receptivos y expectadores, sino
como colaboradores directos, incluso como protagonistas
cualificados de un Programa de actividades institucional, si
fuera posible, tiene un incuestionable valor pedagógico,
que beneficia tanto al niño como a los padres.
Distintas experiencias realizadas en Espa-
ña, y en otros países de nuestro entorno cultural, han pues-
to de manifiesto esos resultados (Merino Rodríguez, 1990;
Fundación Bernard Van Leer, 1986), especialmente en los
primeros años de la vida del niño.
a) Para el niño, cuya vida afectiva es intensa y decisiva
en su proceso de maduración personal, es esencial
que sienta armonía y proximidad entre la casa y la
escuela. Y esa unidad viene garantizada por la ma-
yor coparticipación posible de los padres en la vida
del Centro escolar. Con esa participación directa e
inmediata de los padres en la vida institucional, el
niño pequeño se encuentra más motivado y seguro;
al niño le satisface más saciar su curiosidad natural
exploratoria ante las cosas, cuando advierte la aten-
ción, el acogimiento y el interés de los padres en lo
que hace, que cuando se ve distanciado y desasisti-
do por ellos. Por otra parte, las actividades que el ni-
ño realiza en la escuela y en el hogar son mejor en-
tendidas y valoradas, en su alcance y significación,
por los padres cuando hay una atmósfera de com-
prensión y de comunicación entre la familia y el
Centro; esas actividades pueden ser, además, objeto
de una mayor atención y adaptación a la situación
personal de cada niño, con lo que se abren posibili-
dades a un mejor rendimiento.
b) Para los padres, porque no sólo les da la oportuni-
dad de interesarse y de conocer realmente lo que el
niño hace en la escuela, sino que les estimula en el
conocimiento de los problemas educativos concre-
tos y contribuye a formarles pedagógica y humana-
64 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

mente. La participación es un medio efectivo de ca-


nalización recíproca de ideas e inquietudes entre la
familia y el Centro, en relación con unas mismas in-
quietudes y objetivos de educación. La maduración
pedagógica y humana que experimentan los padres
con su participación en la vida escolar es el mejor
cauce para alumbrar un ambiente educativo, cohe-
rente e ideal en la educación de los primeros años
de la vida del menor.

11.3. Insuficiencias en la participación educativa actual


de los padres

Sin embargo, hay que reconocer y afrontar


una realidad actual. La participación real de los padres, en
los distintos niveles educativos, es insuficiente, cuantitativa
y cualitativamente. En muchos casos es inexistente. Se cum-
plen ciertos requisitos, a veces, por parte de los padres co-
mo una formalidad más en la vida de los Centros (que son
importantes: como la participación representativa en los ór-
ganos de gobierno colegiados; o se mantiene una relación
informativa periódica con los Profesores...), pero no se
participa realmente. Estamos ante una de las ficciones más
perjudiciales para un pluralismo educativo y una educación
en libertad. Y sin una participación real de los padres, con
la mejor voluntad de Directores y de la propia Administra-
ción educativa, existe el riesgo de que el Estado, o una mi-
noría de activistas en los Centros, puedan desvirtuar los va-
lores educativos que los padres desean. Estamos tan
acostumbrados a esperarlo todo (hasta los contenidos de la
cultura y de la educación) del «todopoderoso» Estado, el
«Estado-Providencia», que atrofiamos nuestra capacidad de
decisión y de discernimiento, incluso, de lo que representa
semejante monopolio y uniformización educativa en una
sociedad que se autoproclama democrática y libre.
Incluso las expectativas oficiales de partici-
pación formal de la familia en los órganos colegiados de
gobierno de las instituciones escolares no se cumplen, hoy,
satisfactoriamente. Existe una clara disonancia entre el nivel
de expectativas y el de realidades.
PARTICIPACIÓN Y RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN 65

No conviene confundir la doble perspecti-


va desde la que puede ser enfocada la participación: la más
superficial, que entiende la participación (según ya he di-
cho) como una simple representatividad en unas estructu-
ras de gobierno de los Centros (una simple «tecnología» re-
presentativa); y, la más profunda, que entiende la
participación como «cultura» participativa, como esa impli-
cación mental y actitudinal de los padres en los problemas
de la educación, a que antes me refería.
«Acaso la raíz de las dificultades que se ex-
perimentan a diario en la vida participativa escolar, en mu-
chos ambientes, se deba a esa disonancia entre ambos pla-
nos de la participación; entre la simple "representatividad"
en unas estructuras organizativas y la "cultura participativa"»
(Pascual, 1988). Se han creado las estructuras, pero no se
han conseguido mejores frutos en la participación. Creo
que hoy existe una escisión profunda, todavía, entre ambos
sentidos de la participación, consecuencia de respuestas
políticas a apremiantes demandas sociológicas (más que
educativas), que han puesto más énfasis en una regulación
formal que en la preparación de un ambiente adecuado y
en la educación de los mismos padres para la participación.

12. HACIA UNA PARTICIPACIÓN MÁS ACTIVA DE LOS PADRES


EN LA EDUCACIÓN

Es necesario promover, pues, una partici-


pación más intensa, cualificada y activa de los padres en los
problemas educativos de sus hijos y de las instituciones es-
colares. Una «cultura participativa» de los padres en la edu-
cación requiere cambios socio-culturales, en profundidad,
que es preciso estimular y desarrollar, si de verdad se desea
esa coparticipación responsable de los padres. Pues, no es
posible una participación efectiva sin una información sufi-
ciente sobre lo que se participa; sin unos criterios claros pa-
ra enjuiciar los problemas educativos; sin unas actitudes
66 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

propicias a la participación; sin una predisposición a asumir


responsabilidades...; sin una educación, en suma, para la
participación.
Está en juego el pluralismo social y cultural
de una Comunidad; el progreso y la consolidación de una
sociedad cada vez más democrática, más libre. No hay de-
mocracia auténtica sin participación cualificada.

BIBLIOGRAFÍA
EL PAPEL DE LA FAMILIA
2/ EN LA EXISTENCIA HUMANA
José María Quintana Cabanas

1. Situación estructural de la familia en nuestra sociedad.


2. Ambiente familiar y educación de los hijos.
3. Familia y sistema educativo.
4. La educación de la familia.
5. Una educación para las relaciones familiares.
Bibliografía

La familia es uno de los pocos fenómenos


universales de la sociedad humana. Esta peculiaridad le vie-
ne de las trascendentales funciones que realiza tanto para el
individuo como para esa sociedad. Una de tales funciones es
cabalmente la educación, entendida en casi todos sus posi-
bles sentidos: inculturación, socializacíon, formación de sen-
timientos y actitudes, transmisión de valores, etcétera. En es-
te aspecto la familia es fuente de educacion. Pero en otro
aspecto es ella objeto de educación: en cuanto que la vida
familiar tiene sus dificultades humanas y urge preparar a sus
miembros para que, lejos de ser víctimas de ellas, sepan su-
perarlas. En todo caso, la familia es lugar de educación, tanto
por activa como por pasiva. Las consideraciones que siguen
van a mostrarnos los principales aspectos de esta realidad.
Por más que la familia vaya perdiendo bas-
tantes de sus tradicionales funciones, le quedan otras que
nunca va a transferir, pues son tan privativas de ella como
importantes para la persona humana. En este sentido se
equivocaría quien profetizara la muerte de la familia en la
sociedad del futuro. Hay y habrá cambios en la estructura
familiar, pero parece que el grupo familiar es insustituible.
Algunos lo expresan hablando de la familia como institu-
ción social «natural», que responde a elementales exigencias
de la naturaleza humana.
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EXISTENCIA HUMANA 71

De hecho, cabe enumerar una serie de


funciones que, para los individuos, desempeña la familia y
difícilmente lo haría otra instancia social: educación del co-
razón, relación afectiva, presentación de modelos básicos
de identificación, aceptación personal (con el ofrecimiento
de la consiguiente plataforma para la seguridad personal),
etcétera. Pero de todas ellas destacamos particularmente
dos. 1) Desde el punto de vista de la sociedad, la familia se
presenta como institución mediadora entre individuo y co-
lectividad, como un puente por el que el individuo pasa pa-
ra incorporarse a la vida social; 2) desde el punto de vista
del individuo, la familia colma sus necesidades afectivas,
poniéndolo así en disposición de cumplir sin frustraciones
todas sus tareas sociales impersonales. Vale la pena insistir
en este último punto, porque es esencial. Sucede, en efec-
to, que la vida social con sus normas y exigencias —y máxi-
me en las sociedades industrializadas, por las altas cotas de
trabajo y de rendimiento que imponen— somete al indivi-
duo a una serie de tensiones y a una vida mecánica y masi-
ficada; esto le ocasionaría una profunda carencia si la fami-
lia no actuara como polo afectivo que colma en el
individuo sus ansias de expansión afectiva, de relación per-
sonal y de intimidad. Con ello la familia actúa como institu-
ción estabilizadora del sistema social. Pero esta alta catego-
ría la convierte también en reducto de problemas. Sus
funciones, en efecto, por lo delicadas que son —e intrans-
feribles a otra institución social— resultan, difíciles de cum-
plirse bien, con lo cual inexorablemente la familia acusa
unos fallos que, en definitiva, hieren en lo más íntimo del
ser humano. Es decir, que la triste paradoja social consiste
en que lo mismo que hace a la familia socialmente tan fuer-
te la hace, también, humanamente tan vulnerable.
Una consideración antropológica de la fa-
milia nos ayudará a comprender y valorar mejor esas fun-
ciones privilegiadas que cumple respecto de las facetas más
interesantes de la existencia humana. Como escribe
Oliveros F. Otero, la persona «es un ser que tiene intimidad.
Y el ser humano tiene el mínimo de intimidad suficiente pa-
ra ser llamado persona. La familia es un centro de intimi-
dad: un lugar adecuado para crecer en o para educar la
propia intimidad; un espacio en el que varias intimidades
72 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

crecen juntas» (Otero, 1985, p. 44). Si la familia es, por un


lado, el origen de la colectividad humana, representa —por
otro— el lugar de repliegue del individuo y de su cerrazón
al mundo.
La familia, por otro lado, es también y ha
de ser un centro de apertura del individuo a los demás, lo
cual se realizará a través de dos actividades: en la esfera del
pensamiento mediante el diálogo, y en el ámbito de la acti-
vidad con la prestación de servicios cotidianos a aquellos,
con quienes se convive. Este último pensamiento es co-
mentado por O. F. Otero con las siguientes palabras:
«Podemos comparar la persona y la fuente, de modo que
ser persona, ser fuente y ser generoso vienen a coincidir. Y
así, se entenderá mejor que la persona es el ser capaz de
mantenerse en la vida en la misma medida en que da. Es el
único ser que puede darse sin perderse (...). La persona es
un ser capaz de crear oportunidades» (Otero, 1985, páginas
44 y siguientes.).
La familia es un ámbito natural del amor, lo
cual significa, entre otras cosas, que es el lugar donde la
persona se encuentra acogida, aceptada y atendida. Esto es
especialmente importante para aquellos momentos de la vi-
da en que el individuo humano se halla en estado de indi-
gencia y pendiente de ser atendido por los demás. Tal suce-
de en la primera fase de la vida humana y también en la
última. Por eso resulta exacto el decir que la familia es un
lugar natural para nacer, vivir y morir como persona. La
muerte, con su ordinario antecedente de desvalimiento, en-
fermedad e incapacidades de todo tipo, forma parte de la
existencia humana, y es en el seno de la familia, o en rela-
ción estrecha con la familia, como puede solventarse ese
trance con dignidad.
Hemos aludido a las dificultades que ace-
chan al medio familiar. Aparte de lo agradable que es la
convivencia estrecha, la familia ha de soportar el problema
cotidiano de la coexistencia de unos seres que, siendo dife-
rentes, se hallan no obstante en dependencia unos de
otros; esto supone, junto a frecuentes y profundas alegrías,
ciertos roces, molestias y conflictos. Como dice E. Mounier,
«desde el nacimiento a la muerte, unas mismas presencias
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EXISTENCIA HUMANA 73

repetidas cada día nos ofrecen las mismas invariables difi-


cultades, las mismas reacciones, las mismas ocasiones de
dicha, de irritación y de sufrimiento».
Hemos dicho que la familia no desapare-
cerá. La razón de ello nos la expone el pedagogo alemán
contemporáneo Hans-H. Groothoff: «Al hombre moderno
su familia le aparece, por distintos conceptos, como el úni-
co mundo humano y libre que todavía le queda. En su mar-
co le es todavía posible configurar el mundo y la vida. Por
eso experimenta una invencible tendencia hacia el hogar,
aunque sea éste de nuevo tipo» (Groothoff, 1964, p. 99).
Los hechos confirman este punto de vista. En España, por
ejemplo (según una encuesta de S. del Campo, 1980), el
número de las personas que han adoptado soluciones alter-
nativas a la familia es sumamente exiguo, reduciéndose a
un 3 por 100 de la población; y aún si, dentro de este sec-
tor, descartamos un 1 por 100 de célibes voluntarios y el
1,46 por 100 que viven de formas diversas, resulta que son
solamente un 0,37 por 100 las personas que viven en pareja
que no es matrimonio, y un 0,28 por 100 los que viven en
comuna.
En Francia una encuesta realizada por
L. Roussel en el Instituto Nacional de Estudios Demográfi-
cos (1982) nos muestra dónde viven los jóvenes en edades
entre 18-25 años, resultando ser un 50 por 100 los que vi-
ven en casa de sus padres; los demás se han marchado o
para casarse legalmente (31 por 100) o para vivir con una
pareja (10 por 100) y sólo un 6 por 100 han abandonado el
hogar porque no se entendían con sus padres.
Esta última encuesta nos muestra también
cómo las relaciones sexuales prematrimoniales se han ido
institucionalizando en el vecino país: teniendo lugar sólo
en un 17 por 100 de los casos en la década de los sesenta,
este porcentaje se elevó al 44 por 100 en 1976 y representa
un 70 por 100 en la actualidad. Nos constan las motivacio-
nes de esos cohabitantes, entre los cuales es muy poco re-
presentativo un rechazo expreso al matrimonio (14 por 100
de los casos); predomina el deseo de vivir «libremente» en
pareja (33 por 100) o de hacer una especie de «matrimonio
de prueba» (21 por 100), no faltando quienes ven en eso un
74 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

modo de realizar su noviazgo (22 por 100). El único límite


reconocido a esa cohabitación es el posible nacimiento de
un hijo, que forzará a la pareja a convertirse en matrimonio.
La necesidad de la familia viene también
corroborada por la actitud de la sociedad comunista; pues,
si de acuerdo con sus ideas se comenzó en la Rusia soviética
por prescindir de la institución familiar, muy pronto se hizo
marcha atrás y se recomendó el mantenimiento de las es-
tructuras familiares, insistiéndose en que la familia (más que
el Estado) es la principal responsable de la educación de los
hijos. Así se dice en todos los manuales sociológicos y peda-
gógicos. Entre estos últimos el más notable es el elaborado
conjuntamente por las Academias de Ciencias Pedagógicas
de Moscú y de Berlín, y en el cual podemos leer pasajes co-
mo los siguientes (1983): «La educación es una importante
tarea social y sobre todo pedagógica de la familia. La socie-
dad socialista está profundamente interesada en el afianza-
miento de la familia»; 4a educación de los niños, para que se
conviertan en personas sanas y alegres de vivir, capaces y
formados en todos los aspectos, y en conscientes ciudada-
nos del Estado, es un derecho y el principal deber de los pa-
dres» (p. 283). «La estabilidad de la familia es importante pa-
ra la educación» (p. 284). «La estrecha vida en común y el
íntimo carácter de las relaciones familiares ofrecen especia-
les posibilidades para los influjos mutuos, estímulos para
examinar el propio comportamiento, para el consejo indivi-
dual, para animar personalmente y para la alabanza motiva-
dora, y para la corrección de los modos de hacer y de ser in-
deseables» (p. 284). «La función de la educación familiar está
íntimamente ligada con toda la vida familiar y con la confi-
guración de la vida hecha por la familia. Cuanto mejor con-
sigue la familia conformar su vida con el estilo socialista,
mejores oportunidades ofrece al niño de desarrollar una
personalidad socialista, unas adecuadas convicciones, ma-
neras de hacer, características personales y hábitos» (ibid.)1
1
«Las normas de la moral comunista se manifiestan para el niño sobre todo en
la vida familiar cotidiana, en el comportamiento diario de las personas más próxi-
mas a él. Cuando sus padres lo guían, lo aprueban o lo estimulan, lo reprenden o
lo castigan, el niño se va introduciendo paso a paso en el estilo de vida determi-
nado por esas normas. Mucho antes de que el niño viva conscientemente su en-
torno social, aprende a ver el mundo, la sociedad, las personas y la naturaleza con
los ojos de sus padres» (p. 285).
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EXISTENCIA HUMANA 75

1. SITUACIÓN ESTRUCTURAL DE LA FAMILIA EN NUESTRA


SOCIEDAD

Para no hablar en abstracto del fenómeno


educativo en la familia, convendría conocer la manera con-
creta como ésta existe en nuestra sociedad actual.
Si atendemos a la opinión de Ch. Collange
(1985, pp. 47 y ss.), en la segunda mitad del siglo xx la fa-
milia ha experimentado tres mutaciones que le han resulta-
do beneficiosas. Una ha sido el control de la natalidad y la
legalización del aborto, en tanto que han impedido el naci-
miento de hijos no esperados que, evidentemente, compor-
taban un riesgo de ser hijos no amados; «teniendo sólo hijos
deseados —dice la mencionada autora— hay una manifies-
ta sobreinversión afectiva». Otra ha sido la disminución de
la población y la reducción del volumen de las familias: «la
norma de uno o dos hijos por pareja desespera a los demó-
grafos, pero aumenta el valor de cada uno de los hijos.
Todo lo que es escaso es estimado, y los hijos son cada día
más escasos». Por último, la elevación general del nivel de
vida nos permite criar a nuestros hijos sin necesidad de «sa-
crificarnos» por ellos, lo cual refuerza la felicidad familiar2.
Un Informe del Ministerio de Cultura nos
muestra los cambios experimentados por la familia espa-
ñola al compás de la progresiva industrialización de nues-
tro país, proceso que va acomodando aquélla al modelo
familiar de los países desarrollados. Se han producido
cambios en el ciclo vital familiar, muy apreciables si com-
paramos la situación de nuestras familias a comienzos de
siglo con la de la actualidad, tal como nos muestra el si-
guiente cuadro.
2
La mencionada autora en la página 144 esboza el «retrato de una pobre ma-
má», en el cual hace una mordaz —y realista— caricatura de esas madres de antes
que sacrificaban su destino personal para cumplir con su misión materna. Las in-
suficiencias en sus condiciones de vida venían a ser éstas: falta de sueño (era la
última en acostarse y la primera en levantarse), las privaciones alimenticias (lo
mejor lo dejaba para los hijos), las inhibiciones sexuales (al no haber medio de
control de la natalidad), la salud frágil («desbordada por las obligaciones familia-
res, sólo encontraba un verdadero respiro/refugio en la enfermedad»), el subdesa-
rrollo cultural (para no robar tiempo a los hijos) y la falta de autonomía (tenía la
costumbre de vivir sólo en función de los demás miembros de la familia).
Llama la atención el hecho de que el tama-
ño de la familia en nuestros días es igual que en 1900, sien-
do así que entonces la natalidad era doble; pero es que
también era doble la mortalidad, sobre todo infantil. La mu-
jer española de inicios de siglo invertía 12 años y medio pa-
ra tener de cuatro a cinco hijos; la mujer actual invierte sólo
7 años y medio para tener de dos a tres hijos, con lo cual la
familia y el matrimonio quedan menos vinculados a la sola
función de la procreación y la mujer está más libre para
quehaceres sociales.
La etapa de «nido sin usar» (o período
inicial del matrimonio todavía sin hijos) se ha acortado
en España, pero la tenemos aún un poco más larga que
en otros países. La etapa llamada de «nido vacío» (o pe-
ríodo desde que se ha marchado de casa el último hijo
hasta que muere el primer cónyuge) alcanza hoy día 11,7
años, siendo así que no existía en 1900. La llamada
Tercera Edad, pues, como grupo social es un fenómeno
reciente.
Otros cambios que afectan a la familia son
la aparición de una pauta de creciente permisividad y tole-
rancia respecto de situaciones (como la cohabitación) y una
progresiva disminución de la natalidad. Los efectos del
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EXISTENCIA HUMANA 77

planning familiar se han hecho notar por la reducción de


matrimonios sin hijos, un aumento de los matrimonios con
sólo uno o dos hijos y una drástica disminución de las fami-
lias numerosas. También en las relaciones internas de la fa-
milia se aprecian cambios, tendentes a una igualación y
equiparación entre los esposos, tanto en cuestión de roles
como de status. La familia española, pues, ha aumentado su
grado de «simetría», sobre todo en los matrimonios más jó-
venes y de núcleos urbanos; el machismo se encuentra en
franca regresión.
En la sociedad industrial la familia se ha
hecho más conflictiva, tanto en las relaciones entre padres
e hijos como entre los cónyuges. Como causas podríamos
indicar el proceso de secularización (desmitificación de los
mayores en la familia y de su autoridad), el alargamiento de
la vida, la nuclearización de la familia y el sentar el matri-
monio sobre la base de la afectividad. Pero es preciso acla-
rar que no es que hoy día haya más conflictos familiares, si-
no que lo que hay es sólo una mayor posibilidad de
expresrarlos; la expresión del conflicto familiar se halla ins-
titucionalizada, lo cual en alguna medida representa ya una
terapia. De hecho, el 89 por 100 de los españoles casados
dicen sentirse muy o bastante satisfechos, afectivamente, de
su matrimonio.

2. AMBIENTE FAMILIAR Y EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

La familia educa a los hijos no sólo direc-


tamente por sus intervenciones educativas intencionadas,
sino también —y sin duda con mayor eficacia aún— indi-
rectamente por el ambiente en que les hace crecer. El am-
biente familiar, en efecto, supone un conjunto de condi-
ciones que inciden fuertemente en el desarrollo de la
personalidad y en la formación de actitudes y valores, y
con resultados diferentes según los estilos de ambiente
familiar.
78 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

De hecho son muchas las modalidades de


ambiente hogareño, y podríamos dividirlas en positivas y
negativas pedagógicamente hablando. En este sentido no
son lo mismo familias unidas o desunidas (no sea más que
en cuestión de normas educativas, de exigencias de com-
portamiento o de planificación de objetivos), familias equi-
libradas o desequilibradas (en las reacciones psicológicas
de sus miembros, en su grado de madurez emocional, en el
control o descontrol de sus impulsos temperamentales, en
sus hábitos aceptables o recusables), familias con buena
voluntad o sin ella (según impere la abnegación y la dedi-
cación personal o, por el contrario, el egoísmo y la des-
preocupación), familias ordenadas o desordenadas (actuan-
do con método, previsión y eficacia o, por el contrario, con
improvisaciones fruto de impulsos arbitrarios), familias sa-
tisfactorias o frustrantes (para los hijos; sin que confundan
—además— la satisfacción/frustración de necesidades pro-
fundas con la de necesidades superficiales o caprichosas),
familias con recursos o sin recursos, familias cultas o incul-
tas (lo cual condiciona la posibilidad de comunicación con
los hijos, a medida que van creciendo y se van instruyen-
do), familias autoritarias, liberales o libertarias (con mayor
o menor nivel de exigencia), familias con diálogo o sin diá-
logo (visto el distinto grado de expresividad de sus miem-
bros y, sobre todo, el mayor o menor interés y cuidado
puestos en cultivar la conversación y la convivencia) y, en
fin, familias con mentalidad abierta o cerrada (con la consi-
guiente capacidad de comprensión o, por el contrario, con
una intransigencia que engendra la cerrazón y el distancia-
miento de los hijos).

3. FAMILIA Y SISTEMA EDUCATIVO

El trabajo y rendimiento escolar se ve


muy condicionado por el origen familiar de los alumnos,
es decir, por la atmósfera cultural que han respirado en
sus respectivos hogares. La escuela es poderosa en cues-
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EXISTENCIA HUMANA 79

tión de educación, pero se halla sometida a fuertes límites,


no siendo los menores la mala disposición que, por in-
fluencia familiar, pueden tener los alumnos respecto del
aprendizaje, y esto tanto en cuestión de capacidades co-
mo de actitudes.
El tema es harto conocido, y por eso no
vamos a desarrollarlo aquí, contentándonos con apuntar
unas ideas que pueden referirse a tres aspectos:
1) La aptitud mental de los niños para el estudio.-Es el
asunto de las diferencias de estructura mental de los
niños en relación con las distintas clases sociales a
que pueden pertenecer. Es una cuestión de
Sociología del Lenguaje iniciada por F. G. Lounsbury
y H. C. Conklin, y que se ha hecho célebre con los
estudios de B. Bernstein y el Instituto de Educación
de Londres, concretados en las diferencias de len-
guajes de los niños; se constata que los que pertene-
cen a estratos sociales inferiores tienen un lenguaje
(y por tanto una facultad intelectual) de tipo más
concreto, simple y emocional, que los dispone peor
para las tareas de índole abstracta, matizada y lógica
que constituyen el estudio escolar. Los hogares con
escasa cultura predisponen a sus hijos a ser margina-
dos por el sistema educativo.
2) La desigualdad de oportunidades.-Es una conse-
cuencia de lo anterior. Las desigualdades en la
educación responden mayormente, de hecho, a
desigualdades familiares. De nada sirve que la so-
ciedad se esfuerce en crear una igualación de
oportunidades supuestamente objetiva si los alum-
nos tienen desiguales posibilidades de aprovechar-
se de ellas.
3) El fracaso escolar.-E\ hecho del fracaso escolar es
complejo y obedece a distintos factores, algunos de
los cuales son totalmente ajenos a la familia; pero
son numerosos los que vienen vinculados a la mis-
ma. Desde los ya indicados del clima cultural hasta
la motivación para el estudio, un ambiente que lo
favorecerá más o menos, el seguimiento que los
80 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

padres hagan de los progresos y esfuerzos del hijo,


el apoyo a éste en sus dificultades escolares, y has-
ta el tipo de educación general que le hayan dado
(que, según haya sido enérgica o blanda lo dispon-
drá diversamente para el esfuerzo que el estudio
exige), son muchos los detalles de la actuación fa-
miliar que repercuten en los resultados escolares
de los alumnos. En este sentido haremos constar,
también, que el éxito escolar de los que lo tienen
se debe, en gran parte, a la plataforma pluridimen-
sional que para el mismo les han creado oportuna-
mente sus padres.
Para el niño hay diversos lugares de edu-
cación, pero podríamos decir que, de un modo general (y
en palabras de O. F. Otero), el lugar primero «lo constituye
la familia, en cuanto en ella nace el hombre. Es primer ám-
bito por razón de nacimiento, de amor, de estabilidad; en
síntesis, por adecuación a la dignidad personal del que se
educa (...). La calidad del ámbito familiar como protoámbi-
to le viene facilitada por sus posibilidades naturales» (Otero,
1985, pp. 38 y ss.).

4. LA EDUCACIÓN DE LA FAMILIA

En los dos últimos parágrafos nos hemos


estado ocupando de lo que, de un modo genérico, podría-
mos llamar la educación en la familia. Ahora vamos a ha-
blar de algo distinto: la educación de la familia, es decir, de
los diversos miembros de la familia. Se trata de su educa-
ción para que lleguen a su plenitud humana en tanto que
personas pertenecientes a la comunidad familiar, y para
que lleven a ésta también a un alto g r a d o de desarrollo.
Al oír la expresión «educación familiar» mu-
chos entienden la educación de los hijos. Pero la educación
familiar, aun siendo sobre todo esto, es más que esto: es la
educación de todos y cada uno de los miembros de la fami-
lia. No sólo los padres que educan, aunque a ellos corresponde
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EXISTENCIA HUMANA 81

el crear las condiciones para que el hogar sea campo de


educación; son los primeros responsables de la educación
familiar, y «segundos responsables, los hijos. De la familia y,
por consiguiente, de la educación familiar. Los hijos necesi-
tan aprenderlo. No nacen responsables» (Otero, 1985, pp.
39 y 65).
Entre todos los componentes de la familia
se ejerce una acción educadora recíproca. «De este modo,
surge en la vida familiar algo así como la mutua ayuda edu-
cativa. ¿En qué consiste? No sólo en ayudar, sino también
en buscar y aceptar ayudas. Así, se evita la posibilidad de
dos tipos de personas en una familia: los que sólo ayudan y
los que sólo son ayudados. Esto debe ser aprendido por to-
dos. En primer lugar, por los padres, porque muchos sólo
saben dar y no enseñan a dar. Y, sin embargo, la educación
requiere, centralmente, aprender a dar y a recibir» (Otero,
1985, p. 51).
Esta capacidad doble y simultánea de dar
y de recibir constituye la regla de oro de la buena realiza-
ción personal humana, tanto a nivel individual (madurez
de la personalidad) como social (relaciones humanas sa-
tisfactorias). Como en todas las polaridades, ahí está lo
difícil; pero, como en todas ellas, la educación que consi-
gue situar a la persona en un buen término medio es la
educación adecuada, acertada. Entendemos el grupo do-
méstico como un centro de intimidad y, a la vez, de aper-
tura; ha de tener una dimensión centrífuga y una dimen-
sión centrípeta, entre las que debe establecerse el
equilibrio.
Tan importante es la educación familiar,
que para ocuparse de la misma existe nada menos que
una rama de la Pedagogía, una Pedagogía especial: la lla-
mada Pedagogía Familiar. Sin duda que una de sus partes
esenciales es lo que llamamos «la orientación familiar»,
que puede ser definida como «un servicio de ayuda para
la mejora personal de quienes integran una familia, y pa-
ra la mejora de la sociedad en y desde las familias. No es
más que una ayuda relacionada con la dimensión educa-
tiva de la familia: «se entiende la orientación como pro-
ceso de ayuda a personas, para que se conozcan a sí
82 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

mismas y a su entorno a fin de crecer en libertad y en ca-


pacidad de querer; de desarrollar su personalidad; de re-
solver sus problemas; de asumir sus responsabilidades;
de alcanzar —en definitiva— un alto nivel de madurez
personal». «La orientación familiar es un proceso de ayu-
da a personas, en cuanto miembros de una familia, para
que mejoren precisamente como personas (...). Es un ar-
te que se pone a disposición de las personas que tienen
alguna responsabilidad familiar, con finalidades de mejo-
ra personal, familiar y social» (Otero, 1985, pp. 17 y si-
guientes, y 28).
Vista con esta amplitud, la educación fami-
liar posee un carácter totalizador y vitalicio. Es lo que nos
explica Ana Ma Navarro con estas palabras: «Así como el pe-
ríodo de escolaridad tiene unos plazos, aquí podemos ha-
blar con toda propiedad de educación permanente. Tiene
también el carácter de rotatoria. Aunque los padres nunca
dejarán de serlo, no es extraño descubrir que pueden llegar
a ser orientados y aconsejados por sus propios hijos, inclu-
so en edades anteriores a la vejez de los padres» (Navarro,
1982, p. 89).

5. UNA EDUCACIÓN PARA LAS RELACIONES FAMILIARES

El tema de las relaciones humanas sigue


despertando un notable interés, que no acaba de ser satisfe-
cho por la Psicología contemporánea. Uno de sus últimos
intentos explicativos, la llamada Psicología Transaccional,
no ha aclarado gran cosa. Sigue ahí el reto, pues, sobre to-
do en lo que atañe a las relaciones familiares, ya que está
claro que a través de éstas, y superando el mero nivel de
una «co-existencia» familiar, hay que llegar a una auténtica
«convivencia».
Antes de proseguir consideremos unos
momentos este texto del ya mencionado H. H. Groothoff:
«La relación padres-hijos es irreversible, y en esto se distin-
gue de las relaciones humanas sociales en general. Los pa-
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EXISTENCIA HUMANA 83

dres han de existir para sus hijos, pero no éstos para aqué-
llos (...). Esta irreversible relación entre padres e hijos es la
fuente de la hominización. Se experimenta el amor y se
aprende el amor, se es objeto de responsabilidad y así se la
aprende» (1964, p. 101).
Del mismo modo que se aprende el amor,
se puede y debe aprender a convivir bien. Pues ello no es
fácil, y puede hablarse de una técnica que ayude. Las rela-
ciones humanas, cuanto más íntimas son, resultan también
más difíciles. Y ahí están, como muestra, las relaciones fa-
miliares, que deben ser promocionadas, cuidadas y aten-
didas.
Un medio elemental consiste en fomentar
el diálogo. Hay familias donde no se habla, y miembros
que por sistema no se comunican con los demás. Y no
siempre va a ser por falta de interés hacia ellos ni por acti-
tud egoísta (la cual también es posible y, naturalmente, se
convierte entonces en el primer objetivo de corrección).
Simplemente, hay individuos con poca capacidad de expre-
sión, la cual característica, por más que sea natural en ellos,
es de tipo más bien negativo y ha de ser superada por una
acción educadora.
Queremos referirnos aquí a las dificulta-
des de relación que se suscitan por motivos caracteriales,
es decir, por la constelación de temperamentos de las per-
sonas que componen la familia. Cada cual tiene su carác-
ter personal; pero del mismo modo que hay temperamen-
tos compatibles entre sí, y que facilitan enormemente la
relación humana, los hay también que son incompatibles
y que, por tanto, la dificultan mucho, y a veces acaban por
deteriorarla del todo. El estudio de la Caracterología pue-
de en eso ayudar notablemente, facilitando tanto el auto-
conocimiento (y la posibilidad de controlar y superar las
propias tendencias temperamentales) como el conoci-
miento de los demás (lo cual nos llevará a una compren-
sión de su comportamiento, evitando malas interpretacio-
nes del mismo). Este tema es importante, pero nos
excusamos de tocarlo aquí por haberlo tratado ya en otros
lugares (Quintana, 1971; 1971a).
84 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

BIBLIOGRAFÍA
1. Influencias de la familia.
2. Influencia generalizada: el sentido de la vida y la actitud ante ella.
3. Influencias específicas.
4. Valores y virtudes.
5. Conjunto de virtudes y sistema de valores
6. La cuestión práctica.
7. Los valores religiosos.
Bibliografía

1. INFLUENCIAS DE LA FAMILIA

Entrando en el estudio de los aspectos


concretos de la vida y la educación en los que la familia in-
fluye, conviene distinguir, como se hace frecuentemente,
entre la influencia generalizada y las influencias específicas.
La influencia generalizada es aquel tipo de
acción en el que intervienen todos los elementos y factores
de la familia, el ambiente moral de la casa, el padre, la ma-
dre, los hermanos, otros parientes, las relaciones sociales...
Este influjo familiar alcanza a todos los miembros de la fa-
milia y especialmente a los hijos por su mayor plasticidad
educativa, de tal suerte que van adquiriendo poco a poco,
de un modo imperceptible, una forma de ser y de reaccio-
nar, que viene a constituir eso que corrientemente se llama
•aire de familia». Entrelazada con la influencia generalizada,
la familia influye también en determinados aspectos con-
cretos de la vida y la educación. Son las influencias especí-
ficas, tales como la adquisición del lenguaje, los hábitos de
la vida diaria, los criterios morales, la formación religiosa.
86 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

2. INFLUENCIA GENERALIZADA:
EL SENTIDO DE LA VIDA Y LA ACTITUD ANTE ELLA

La influencia generalizada tal vez se pudie-


ra expresar en síntesis como el descubrimiento del sentido
de la vida y la actitud, también generalizada, respecto de
ella.
Sobre esta idea, el profesor García Hoz
(1978) realizó una experiencia a fin de poder llegar a con-
firmar o abandonar el supuesto de que la influencia genera-
lizada de la familia se manifiesta en la actitud ante la vida,
que se inicia ya en los primeros años de la existencia y se
mantiene a lo largo de toda ella.
El problema que se planteó en concreto es
el de ver si hay evidencia empírica de una relación consis-
tente entre la experiencia que uno tiene de su propia vida
familiar en la infancia y la valoración que se hace de la vida
general. La experiencia se realizó con 134 adultos. Las pre-
guntas y las respuestas sugeridas fueron las siguientes:
a) Mi vida familiar en la infancia ha sido:
Predominantemente feliz.
Bastante satisfactoria.
Más bien insatisfactoria.
Muy desgraciada.
b) La vida en conjunto es:
Algo estupendo.
Bastante aceptable.
Más bien triste.
Muy triste.
Se calculó la relación existente averiguan-
do el índice de asociación correspondiente (en este caso el
coeficiente de contingencia) que resultó claramente signifi-
cativo: C = 0,526,
PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN ÉTÍCA EN LA FAMILIA 87

De acuerdo con el coeficiente de contin-


gencia obtenido y su significación, se puede dar una con-
testación afirmativa a la pregunta planteada, es decir, que
por lo que se puede inferir del grupo estudiado hay una
asociación positiva entre la experiencia de la propia vida
familiar en la infancia y la valoración de la vida en general.
El recuerdo de una infancia feliz se halla asociado al con-
cepto positivo, optimista, de la vida en general.
En los resultados de la exploración se pu-
do apreciar que la evidente asociación entre la experiencia
de la vida familiar en la infancia y la valoración de la vida
en general es un elemento condicionante que no quita la
posibilidad, aunque sea remota, de que tras de una infancia
desgraciada se puede llegar a la valoración de la vida en su
sentido más positivo, y, recíprocamente, el recuerdo de una
infancia feliz puede coexistir con la valoración pesimista de
la vida. Estos hechos parecen indicar que la vivencia de la
vida infantil de ningún modo ahoga la libertad del hombre.
También ha puesto de relieve la experien-
cia que son mucho más frecuentes los casos en los que la
infancia se aprecia como una vivencia más bien feliz y la vi-
da como una realidad más bien satisfactoria, que los casos
de experiencia desgraciada y actitud negativa.
Dentro de la apreciación positiva general
más frecuente se puede también advertir que no es la posi-
ción extrema la que alcanza mayor frecuencia, sino una po-
sición intermedia, la identificación en uno y otro con el nú-
mero 3, es decir, la de una experiencia bastante satisfactoria
de la vida familiar y una actitud de la vida en general como
bastante aceptable. Un optimismo moderado parece ser la
actitud generalizada entre los que participaron en la investi-
gación. Aunque un coeficiente de asociación, tal como el
de contingencia, nada dice respecto de la posible causali-
dad en la relación de los factores asociados, dado que la
experiencia de la vida familiar es anterior al concepto y va-
loración de la vida en general, ya que ésta es un conoci-
miento y actitud al que se llega después de unos años de
experiencia se puede suponer que la vida familiar satisfac-
toria es causa o factor de que se haga una valoración positi-
va de la vida en general.
88 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

En el supuesto anterior, y dado que una


actitud positiva resulta siempre estimulante, fluye espontá-
neamente la consecuencia de que es muy importante en la
vida familiar que los niños se sientan felices. Claro está,
que la interpretación correcta de esta conclusión implica a
su vez la interpretación correcta de lo que es una infancia
feliz.
Fácilmente se comprende que la actitud
generalizada de que se acaba de hacer mención se halla es-
trechamente relacionada con lo que se llama «sentido de la
vida», que da carácter humano a nuestros actos justificándo-
los ante nuestra conciencia y haciendo posible nuestra «ale-
gría de vivir».

3. INFLUENCIAS ESPECÍFICAS

Entre las influencias específicas se deben


contar en primer lugar la adquisición de los primeros ele-
mentos cognitivos y su expresión en el lenguaje; el ámbito
familiar es el lugar donde normalmente se adquiere el len-
guaje, este instrumento universal de comunicación huma-
na. Debe advertirse que no sólo se ha de considerar el len-
guaje verbal en su sentido estricto, sino también el lenguaje
no verbal, especialmente aquel que se llama lenguaje cor-
poral, en el cual los gestos tienen un gran valor por sí mis-
mos y como acompañantes y modificantes de la expresión
verbal.
Los hábitos de la vida diaria, tanto en la
manipulación de objetos cuanto en el trabajo con las perso-
nas, son igualmente adquisiciones de la vida familiar.
Dentro de las relaciones con las cosas podemos considerar
el espíritu de trabajo y la satisfacción en la obra bien hecha,
que tiene multitud de ocasiones de alcanzarse dentro de la
vida en la familia. En el marco de la relación interpersonal,
la amabilidad o aspereza en el trato, manifestaciones exter-
nas del respeto o su falta, la tolerancia ante las diferentes
manifestaciones y actitudes que los otros pueden tomar, el
PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN ÉTICA EN LA FAMILIA 89

aguante de las dificultades, son otras tantas adquisiciones


específicas típicas de la vida familiar.
En el marco de las influencias específicas,
estrechamente relacionadas con las que se acaban de seña-
lar, adquieren particular relieve el desarrollo de la afectivi-
dad, la afirmación personal y el fluir de la vida como totali-
dad; se trata de vivencias más propias de la comunidad
familiar que de cualquier otra ocupación humana.
Volviendo a hacer referencia a los trabajos
del doctor García Hoz (1953), podemos justificar las ante-
riores afirmaciones fijándonos en el vocabulario típicamen-
te familiar. En él encontramos que «alegría», «tristeza», «gus-
to», «disgusto», «agradecer», «querer» son palabras que en
léxico familiar alcanzan frecuencias muy altas y muestran
claramente que ese húmedo y sabroso mundo de los senti-
mientos tiene su marco adecuado en la familia, lo cual vale
tanto como decir, traducido al idioma pedagógico, que es la
familia el medio natural para cultivar este jugoso campo de
la intimidad humana y, por lo mismo, es la comunidad fa-
miliar el más adecuado marco para el establecimiento de
relaciones personales directas.
Los pronombres personales, expresión di-
recta de la persona, y los posesivos, afirmación igualmente
de la persona humana como sujeto de derechos, también
alcanzan frecuencia más elevada en el vocabulario familiar
que en cualquier otro tipo de vocabulario. Si al lado de esto
situamos el hecho de que también en el léxico de la familia
son más frecuentes que en ningún otro las palabras que ex-
presan actitudes claramente definidas, como «así», «sí», «no»
inferiremos igualmente que es en la vida familiar donde la
personalidad se afirma de un modo más patente. Propio del
mundo de la cultura, de las comunidades docentes, será de-
sarrollar la vida intelectual, que al ser humano le hace ca-
paz de reconocer muchas relaciones y posibilidades; pero
es en la vida familiar donde se hará hombre para elegir su
camino. Si el contenido más propio de la institución escolar
es la vida y la educación intelectual, el más propio conteni-
do de la vida familiar es la educación moral. Precisamente
porque el carácter moral es lo que, en definitiva, constituye
la personalidad.
90 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Con la afirmación" de la personalidad pare-


ce que choca otra característica de la vida familiar, puesta
de manifiesto por su vocabulario propio; la que pudiera lla-
marse vivencia del fluir de la vida y que está expresada por
la elevada frecuencia de palabras como «pasar», «seguir»,
«venir», «ir». Más que de una contradicción, pienso que se
trata de una demostración a posteriori de la anterior carac-
terística, ya que quien ahonda en su propia personalidad se
halla en mejor disposición para encontrarse con la radical
insuficiencia del hombre individual, cuya vida se desliza y
se escapa por la herida del tiempo que metafísicamente se
vive desde la adolescencia (Spranger, 1946).
La vivencia del fluir de la vida es, quizá, la
mejor condición natural para que el hombre mire a lo so-
brenatural, esto es, a lo permanente y eterno. De aquí el
que, aun cuando la familia no sea capaz por sí misma de
elevar a sus miembros al orden sobrenatural sea, sin embar-
go, la mejor plataforma de la naturaleza para que el hombre
salte hasta Dios.
Si nos hacemos cargo de que el carácter per-
sonal y ético confiere su principal y definitivo sentido a la
educación y que la educación a su vez se halla al servicio de
la vida, veremos con claridad que lo que importa verdadera-
mente, es decir, la finalidad fundamental de la educación, está
en que el conocimiento no sea un simple saber cómo son las
cosas sino que llegue a convertirse en un «saber vivir». Hablar
de saber vivir es tanto como entrar en el mundo de los valo-
res, es decir, percibir, con conocimiento y sensibilidad, «lo va-
lioso», en otras palabras, «el bien» que hay en el mundo que
nos rodea, en nosotros mismos y en la vida que vivimos.

4. VALORES y VIRTUDES

A pesar de las transformaciones que la so-


ciedad ha sufrido hasta llegar a la situación actual en la que
parecen haber perdido su vigencia los principios en que se
asentaba la vida social, y a pesar también de las modifica-
PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN ÉTICA EN LA FAMILIA 91

ciones que han sufrido las condiciones familiares, aún se si-


gue diciendo que una de las tareas fundamentales de la ins-
titución familiar es la «transmisión de valores». ¿Qué sentido
tiene esta idea?
En la familia tradicional, digamos que has-
ta el siglo xx, la vida se desenvolvía en un cierto ambiente
público, como una especie de polimorfo y colectivo deber,
en el cual los niños y adolescentes se desarrollaban, mira-
ban, veían hacer, imitaban. Esta situación justifica la idea de
que la familia era entidad transmisora de valores, tanto ma-
teriales cuando espirituales, máxime si se tiene en cuenta
que todos ellos iban reforzados por el ambiente de unani-
midad religiosa que en cada familia se vivía.
Los lazos afectivos se veían reforzados por
los factores económicos, los sociales y los religiosos. Pero
la humanidad sufrió un cambio profundo. La industrializa-
ción y el secularismo aflojaron la fuerza aglutinante de es-
tos últimos factores. Por esta razón, la cohesión y la exis-
tencia misma de la institución familiar pasaron a depender
en mayor medida de los lazos afectivos. El amor emerge
como elemento constitutivo esencial de la familia. Se pue-
den tomar como un sueño teológico las palabras de Juan
Pablo II en la Familiaris Consortio: «La esencia y el cometi-
do de la familia son definidos en última instancia por el
amor»; pero desde una perspectiva histórica, poco teológi-
ca, Burgess, Locke y Thomas habían ya escrito que la fami-
lia, a través de un proceso de diferenciación funcional y es-
tructural, ha llegado a ser una unidad especializada del
amor (Burguess et al., 1971).
Por supuesto, no todos los estudiosos de la
familia hablan del amor. Mas hay una palabra que llena un
amplio espacio de las reflexiones sobre la vida familiar: la
solidaridad. Manson, Bengston y Landry, de la Universidad
de Souther, California, en su síntesis de estudios experi-
mentales utilizan el concepto de solidaridad en sus distintas
manifestaciones como pivote fundamental para el estudio
de la relación entre generaciones a través de la institución
familiar (Manson et al, 1988). La familia continúa ejercien-
do su función transmisora. Basta mirar al hecho de que los
valores religiosos —tal vez los que se encuentran más ase-
92 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

diados por la producción y consumo de los bienes materia-


les, típicos de la sociedad actual— se mantienen y transmi-
ten principalmente a través de las relaciones entre padres e
hijos: es fácil la comprobación de que la mayoría de judíos,
cristianos y musulmanes han nacido en familias judías, cris-
tianas o musulmanas, respectivamente.
El gran proyecto de la Asociación Interna-
cional para la Evaluación del Renacimiento Escolar, desa-
rrollado a lo largo de los años sesenta, deja vislumbrar el
hecho de que, mientras la escuela influye más en la adqui-
sición de conocimientos objetivos y técnicos, los valores
pueden ser olvidados, ya que exigen fina distinción, aten-
ción a los aspectos cualitativos del desarrollo humano y
unas relaciones especialmente profundas y significativas.
En estas palabras se dice implícitamente que la escuela
transmite valores intelectuales y técnicos predominante-
mente, mientras la familia transmite valores personales y es-
pirituales. Veinte años después, Coleman, de la Universidad
de Chicago, viene a remachar las mismas ideas, sintetizán-
dolas en las siguientes palabras: las instituciones escolares
«están estructuradas y proveen un cierto tipo de elementos
en el proceso de socialización. Estos elementos pueden ser
caracterizados como "oportunidades", "posibilidades" y
"premios". Pero otra clase de elementos viene sólo de un
ambiente más cerca del niño, más íntimo, más persistente.
Estos elementos se pueden describir como actitudes, es-
fuerzo y concepto de sí mismo; y el ambiente más adecuado
(...) es el del hogar» (Coleman, 1987, p. 35).
Ya se ha dicho que es en la familia donde
tienen mayor relieve las palabras relativas al mundo afecti-
vo (alegría, tristeza, gusto, disgusto, agradecimiento, amis-
tad) y al campo de las decisiones (querer, así, sí, no) y a la
fuerza de la personalidad expresada en el mayor uso de los
pronombres personales.
La intimidad y la singularidad personales,
que en la familia tienen su campo de cultivo más adecuado,
refuerzan la acción de la solidaridad y el amor que en la
transmisión generacional de valores tiene dos grandes ma-
nifestaciones: solidaridad entre los miembros de una misma
comunidad familiar y solidaridad entre las generaciones fa-
miliares que constituyen el linaje.
PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN ÉTICA EN LA FAMILIA 93

Análogo al concepto actual de valor, existe


una vieja palabra tradicional más utilizada en el lenguaje or-
dinario, «virtud». En la actual literatura ética referida a la
educación se utiliza poco el viejo término virtud, es más co-
rriente el uso de la palabra «valor» (Marín, 1976; Bartolomé,
1979).
No voy a entrar aquí en el complicado pro-
blema que ha planteado la llamada «filosofía o teoría de los
valores». Simplemente diré que, a mi modo de ver, valor, ser
y bien se hallan estrechamente relacionados. Y cuando la
teoría de los valores fundamenta un sistema de «preferen-
cias estimativas», el concepto de valor y virtud se aproxi-
man. El valor es una realidad que está en las cosas y en las
acciones objetivadas, en virtud de la que objetos y actos
son o pueden ser «valiosos». La virtud se halla en la persona
en cuanto tiene capacidad para descubrir o, realizar los va-
lores. El hombre «virtuoso» es el que tiene capacidad para
estimar el valor existente en un objeto o en un acto, y el
que es capaz también de dar un valor —dar en el sentido
efectivo de poner, no simplemente de estimar— a sus actos
y a los objetos que por su actividad son afectados. El valor
tiene carácter objetivo, la virtud es personal y siempre tiene
una repercusión en lo convivencial.
Virtudes y valores se manifiestan polar-
mente. Así como a un valor se opone un contravalor —a la
belleza se opone la fealdad, a la bondad la maldad, a la uti-
lidad la inutilidad—, a la virtud se opone el vicio.
La posibilidad de que un hombre realice o
promocione valores en sus acciones está expresada en la
vieja idea aristotélica de que «la virtud hace bueno a quien
la posee y hace buenas sus obras» (II Ethic., c. 6, n. 2) (Bk.
1106 a 15).

5. CONJUNTO DE VIRTUDES Y SISTEMA DE VALORES

En términos operativos, es decir, a efectos


prácticos, tanto da hablar de virtud como de valor, sobre to-
94 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

do si se tiene en cuenta que en última instancia los valores


se reducen a bienes o perfecciones añadidas a la materiali-
dad de las cosas. Sobre este supuesto, fluye ahora espontá-
neamente la pregunta práctica: ¿qué virtudes o valores se
deben y se pueden promover en la familia?
En los estudios actuales sobre la educación
moral es muy frecuente leer alegatos sobre la necesidad
que el mundo de hoy tiene de «recuperar el discurso moral»
(Schwand, 1989). Mas parece que hay un extraño temor a
plantearse el problema particular de los valores que se de-
ben promover. Es un terreno polémico y resulta compro-
metido entrar en él. Por otra parte, los estudios de inspira-
ción tradicional utilizan un esquema filosófico de las
virtudes fundamentales (Pieper, 1976).
Para resolver la cuestión es menester po-
seer una idea clara del conjunto ordenado de virtudes que
especifican el buen vivir del hombre o, si se prefiere la ter-
minología axiológica, aceptar o establecer un «sistema de
valores». Tal conjunto de virtudes o sistema de valores ex-
presan la unidad de la persona y la variedad de la vida hu-
mana. Señalan, a su vez, la finalidad de la educación moral
y de ellos se derivan los objetivos particulares que a este ti-
po de actividades se pueden señalar. Mas la solución de la
cuestión pedagógica, es decir, el camino para alcanzar tal
finalidad no puede señalarse simplemente con reflexiones
filosóficas; es menester acudir a la realidad para tomarla co-
mo punto de partida. Y la realidad es la disposición inicial
de los muchachos para aceptar el camino hacia una u otra
virtud o uno u otro valor. Bien entendido que se habla del
conocimiento de las disposiciones de los muchachos como
punto de partida de la educación. La finalidad viene seña-
lada, como antes se dijo, por el sistema o conjunto de virtu-
des o valores que se estimen necesarios como constitutivos
de la perfección del hombre.
A esta idea responden las exploraciones
sobre la reacción de niños y jóvenes frente a los hábitos del
bien obrar (Fomento, BIOP, 1984). Una exploración realiza-
da en los colegios de Fomento de Centros de Enseñanza
sobre las cualidades humanas que los estudiantes de 12 a
15 años consideran fundamentales en la vida, pusieron de
relieve la existencia de dos conglomerados, el primero
PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN ÉTICA EN LA FAMILIA 95

constituido por sinceridad, generosidad, alegría y trabajo; y


el segundo constituido por voluntad y responsabilidad.
Quiere esto decir que los muchachos en esa edad de transi-
ción entre la infancia, época en la que reciben «dócilmente
las enseñanzas que se le imparten», y la adolescencia valo-
ran positivamente las cualidades que se acaban de mencio-
nar. En ellas hay un buen punto de apoyo para la promo-
ción de virtudes o valores, no sólo en los centros escolares,
sino también en la familia.
Examinando la relación de cualidades se-
leccionadas por los muchachos, no es difícil sacar la im-
presión de que se trata de un conjunto incompleto; faltan
algunas, entre ellas virtudes tan importantes como el orden
o la prudencia. Pero si nos hacemos cargo de las relacio-
nes de unos hábitos —virtudes— con otros, no nos será di-
fícil ver que a partir de las mencionadas se pueden llegar a
todas las manifestaciones de la vida humana. Concretando,
en el primer conglomerado figuran la sinceridad y la gene-
rosidad, dos virtudes que se hallan en la base de las rela-
ciones humanas. La sinceridad ofrece el apoyo de la reali-
dad; somos sinceros cuando sabemos interpretar y
expresamos tanto nuestra realidad interior cuanto la reali-
dad exterior tal como la percibimos. La generosidad se
puede entender como la perfección de la justicia. Unidas
sinceridad y generosidad parece que no habría que pedir
otra cosa a los hombres para que su vida de relación fuera
enteramente satisfactoria. El trabajo hace referencia inme-
diata a la relación del hombre con las cosas que tiene a su
alrededor para modificarlas o utilizarlas mejor. En él va in-
cluido todo el mundo de conocimientos técnicos que el
hombre necesita. La alegría no es propiamente una virtud,
es más bien un sentimiento que nace apoyado en la con-
ciencia de que se ha alcanzado el bien. Viene a ser la con-
firmación de que hemos logrado o esperamos firmemente
un bien que deseamos. En síntesis, generosidad y sinceri-
dad como base de las relaciones entre los hombres; trabajo
como fundamento de las relaciones con las cosas, es decir,
del mundo que nos rodea; y alegría como confirmación de
que estamos apoyados en el bien, constituyen virtudes o
sentimientos que responden a las grandes tendencias del
hombre, la tendencia a la verdad, la tendencia al bien, la
tendencia a la alegría.
96 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

El segundo conglomerado, voluntad y res-


ponsabilidad, sin referirse a un tipo de actos concretos,
mencionan la necesaria energía y esfuerzo para que el
hombre realice su vida y desarrolle su personalidad. La ver-
dad es que si los padres procurasen y alcanzaran que sus
hijos sean sinceros, generosos, trabajadores y alegres, no
necesitarían más. En las virtudes señaladas se halla a su vez
implicado cualquier sistema de valores.
En líneas anteriores está dicho que la fami-
lia es el ámbito adecuado para percibir «el fluir de la vida»,
con lo cual se está abriendo una puerta a la trascendencia.
Para traspasar esta puerta no es menester otra cosa sino
preguntarnos hacia dónde fluye nuestra vida. Tal pregunta
lleva dentro de sí el reclamo de la formación religiosa, con
lo cual entramos en el punto más conflictivo de todo el pro-
blema de la formación ética, porque, de hecho, la forma-
ción religiosa condiciona y fundamenta la vida moral del
hombre.
En las anteriores afirmaciones de ningún
modo va implícita la imposición de una formación religio-
sa. El ateo, el agnóstico o el hombre religioso tienen la obli-
gación de respetar la libertad de aquellos a quienes deben
enseñar o educar. Pero, al mismo tiempo, tienen la obliga-
ción de ponerle en condiciones de que se pregunte si la vi-
da tiene o no sentido encerrada dentro de los límites pura-
mente materiales. Cada padre ofrecerá después a su hijo la
contestación que estime como la mejor, pero siempre como
una ayuda para que sepa interpretar la realidad del mundo
y basar en ella su criterio a fin de responder por su cuenta a
la gran pregunta del sentido de la vida.

6. LA CUESTIÓN PRÁCTICA

Y ahora viene la pregunta práctica: ¿Cómo


la familia puede promover virtudes y transmitir valores?
La contestación con palabras no es muy di-
fícil. La familia misma no es una institución reglamentada,
PRIMA CÍA DE LA FORMA CIÓN ÉTICA EN LA FAMILIA 97

sino que en ella hay unas normas generales de vida y con-


vivencia, pero queda un amplio margen para la espontanei-
dad de cada acto. No se educa en la familia con unos pro-
gramas específicos, sino propiamente con la misma vida
familiar. Y en la vida, familiar hay dos factores fundamenta-
les: el ambiente en el cual se resume la influencia de toda la
institución familiar sobre cada uno de sus miembros y la
comunicación personal como medio de relación particular
entre quienes constituyen la familia. Crear y reforzar el am-
biente adecuado y conversar cotidianamente con sosiego y
armonía son los grandes caminos para transmitir valores y
promover virtudes que se van adquiriendo poco a poco,
casi insensiblemente, a lo largo de toda la existencia
humana.
El ambiente adecuado en una familia se
logra en la medida en que la institución familiar llega a ser
una «comunidad de vida y de amor». Esta frase que a una
mirada superficial puede parecer cursi, responde a una
realidad: la participación real de cada uno en la vida de
los otros y de la vida de los otros en la vida de cada uno.
No parece aventurado pensar que, en última instancia, las
grandes dificultades de la familia nacen de un abandono o
de una falsificación del amor. La permanencia del amor,
que es garantía de la permanencia de los valores familia-
res, no tiene otra garantía que la participación en un con-
cepto claro del amor y la aceptación gozosa de sus exi-
gencias.
El amor se debe entender en primer lugar
como lazo de unión entre el padre y la madre.
Probablemente, la mayor y mejor influencia que un matri-
monio puede ejercer sobre sus hijos es la de que vean en
ellos constantemente una vida de compenetración y armo-
nía. A través de la vida de sus padres los niños, y después
los jóvenes, se van haciendo la primera idea de la humani-
dad en general, bien como una realidad ordenada, pacífica,
constructiva, bien como una realidad distorsionada, agresi-
va, contradictoria, difícil de entender.
Naturalmente, tras del amor matrimonial
opera en la familia el mutuo amor de padres e hijos. En una
investigación sobre «Los padres ante las necesidades psico-
98 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

lógicas de sus hijos» (García Hoz, 1979), se puso de relieve


que una condición para que los niños vivan felices es la de
«sentirse queridos». Pero es interesante tener en cuenta que
tras de esta necesidad de sentirse querido aparece un se-
gundo término «sentirse respetado en sus iniciativas», lo
cual indica con claridad que no quieren sentirse «sobrepro-
tegidos». Desde los comienzos de su vida el ser humano es
activo y a medida que va desarrollando sus facultades aspi-
ra a gobernar sus actos con libertad. Junto al amor, es nece-
sario que los hijos tengan posibilidades de decidir lo que
han de hacer, de obrar con iniciativa, es decir, de «trabajar»
al modo humano.
La atmósfera de amor y trabajo que se aca-
ba de aludir se promueve y refuerza también con la aten-
ción a los pequeños actos cotidianos, tanto los referidos al
trato con las cosas (utilizarlas adecuadamente, cuidar de
ellas, obrar con un cierto orden) cuanto los actos referidos
al trato personal (hablar con cortesía, ayudar en lo que se
pueda, pedir y aceptar ayuda).
El amor, el trabajo, la atención a las co-
sas y actos pequeños crean y refuerzan el clima moral
adecuado para una vida familiar satisfactoria y eficaz.
Pero, a su vez, estas condiciones y actividades se per-
feccionan y refuerzan, como toda la acción del ambien-
te, a través de la comunicación, que tiene su expresión
más clara en las conversaciones diarias entre padres e
hijos.
También alguna investigación ha puesto
de relieve que los hijos desean la compañía de sus pa-
dres; y, preferentemente, la compañía de los dos a un
tiempo. Tal vez en este punto convendría una particular
alusión a los padres que, a pesar de las mutaciones de
los tiempos y del aumento progresivo del número de ma-
dres que trabajan fuera de casa, siguen siendo todavía
ellos los que menos están con los hijos. De todos modos,
para unas y otros vale la siguiente idea: «En la relación
de los padres con la casa se pueden distinguir tres dife-
rentes manifestaciones: la de los que pasan por casa, la
de los que están en casa, la de los que viven en casa. En
el primer caso, el padre o la madre que pasan por la ca-
PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN ÉTICA EN LA FAMILIA 99

sa, tienen el mismo valor que un apeadero en la vía fé-


rrea, algo que apenas significa nada y a lo cual ni siquie-
ra se mira. El estar en casa ya implica alguna mayor rela-
ción; pero conviene pensar que no es de hombres estar
como están las cosas, es decir, de una manera inerte o le-
jana, sin comunicación con los demás. El vivir en casa es
propiamente la verdadera situación humana de los pa-
dres, porque entonces la casa no es apeadero ni estación
sino vivienda, es decir, lugar donde uno actúa, donde
uno crece, donde uno prolonga sus posibilidades, donde
uno ensancha los límites de su personalidad, que todo
esto es vivir y todo esto se realiza en casa cuando en ca-
sa se vive» (García Hoz, 1976).

7. LOS VALORES RELIGIOSOS

Por su implicación en la vida total del


hombre, y en su sentido último, a pesar de ser un tema
conflictivo, vale la pena insistir en los valores religiosos, ya
que, aceptándolos, en ellos se encuentran las respuestas a
las cuestiones más profundas de la existencia humana: la
esencia del hombre, el origen, el destino, el sentido de la
vida. Por otra parte, el mundo occidental se halla impregna-
do de valores cristianos, aunque en muchas ocasiones no
haya conciencia de su raíz.
Ya está dicho, y conviene insistir, que la vi-
da religiosa se apoya en la libertad; la fe es cuestión que se
acepta o no se acepta; no tiene sentido su imposición des-
de el exterior. Las siguientes reflexiones valen para quienes
aceptan y quieren vivir de acuerdo con la fe cristiana, cuyo
primer ámbito natural es precisamente la familia.
La educación es un proceso único, porque
única es cada persona y en cada acto, por nimio que parez-
ca, se proyecta la personalidad entera del sujeto que obra.
De aquí también el que la educación en la fe dentro de la
familia se considere no como algo que se realiza en un mo-
mento y con unos medios determinados, sino como algo
integrado en la ordinaria vida familiar.
100 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Un ejemplo de la interacción vida familiar-


creencias religiosas se halla en un hecho semejante al
apuntado cuando se mencionó la asociación entre la expe-
riencia de una vida feliz y la actitud generalizada frente a la
existencia humana. En más de un estudio se ha puesto de
relieve que también la vivencia de una infancia feliz condi-
ciona positivamente la solución satisfactoria de las posibles
dudas religiosas que frecuentemente se dan en la adoles-
cencia (Hernández Alonso, 1974, pp. 94 y ss.). Por otra par-
te, es de vital importancia en la educación religiosa familiar
hacerse cargo de la diferente receptividad de los hijos cuan-
do son niños y cuando dejan de serlo para entrar en la ado-
lescencia y en la juventud.
Como la fe viene de lo que se oye, si en la
familia se ha de educar en la fe es menester que los padres
enseñen. Esta enseñanza será recibida sin dificultad en la
infancia, pero será sometida a crítica, como todos los conte-
nidos de la vida, cuando se llega a la adolescencia.
El proceso de la educación en la fe arranca
de la aceptación sencilla, sin problemas, de las verdades de
la fe, que se realiza, sin dificultad alguna en los primeros
años de la infancia, en la que el conocimiento infantil de lo
que es el padre, la madre, el cariño en la familia se puede
extrapolar al campo religioso, con lo cual se va adquiriendo
un conocimiento, intuitivo, de la paternidad y la filiación
divinas, del amor como base de la vida cristiana. Tal cono-
cimiento inicial se podrá ir ampliando y racionalizando has-
ta llegar a la aceptación gozosa y libre de la existencia de
Dios y de su amor como razón de ser de la realidad y de la
vida. Quiero llamar la atención sobre esta cualidad de acep-
tación libre, porque también para la formación religiosa va-
le la idea de que el amor y la comunicación de los padres
no debe anular la personalidad de los hijos.
No es ésta la ocasión de entrar en un exa-
men detallado de las posibilidades y técnicas de la ense-
ñanza religiosa en la vida familiar. Baste decir que se ha de
entender principalmente como una consecuencia natural
del trato con los hijos, con quienes los padres han de vivir
la vida propia de los hijos de Dios. La plegaria en común, la
oración personal, la práctica litúrgica y sacramental de pa-
PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN ÉTICA EN LA FAMILIA 101

dres e hijos unidos, son ocasiones entrañables de la vida fa-


miliar que a veces con explicaciones y otras sin ellas van
empapando el mundo de los conocimientos y de los hábi-
tos propios de los hijos. Si a esto se añade la conversación
sistemática y explícita de los contenidos religiosos
implicados en las fiestas familiares y religiosas, tendremos
diseñada a grandes rasgos la acción familiar adecuada para
la educación religiosa de la infancia. Con el fin de comple-
tar este esbozo habría de decirse que es responsabilidad de
los padres buscar una entidad, la Parroquia, la Escuela,
donde los hijos reciban una enseñanza sistemática que
ofrezca el necesario apoyo racional a la vida religiosa. En el
caso de que por cualquier circunstancia las entidades aludi-
das no pudieran cumplir esta misión, entonces estaríamos
frente a la necesidad de que los propios padres se planteen
una enseñanza sistemática dentro de la familia.
Las cosas se complican cuando el hijo em-
pieza a dejar de ser niño. Las mismas características psicoló-
gicas de la adolescencia con el despertar de la actitud y la
capacidad crítica y la influencia social del ambiente y de las
relaciones que establecen los propios adolescentes, impone
el estudio de los factores ambientales como factores intervi-
nientes en la formación o deformación religiosa de la ju-
ventud.
Alguna investigación exploratoria ha pues-
to de relieve con alguna mayor precisión una idea bastante
generalizada, la incidencia que cualquier enseñanza tiene
en la vida de fe. Vaya por delante que una enseñanza ver-
daderamente formativa, es decir, que alcance los objetivos
de desarrollo intelectual y personal, tiene ya una influencia
real, aunque no aparezca en la superficie, en la formación
religiosa de los estudiantes y, más concretamente, en el
aprendizaje de la religión. Porque, efectivamente, si una
enseñanza a través de los objetivos de desarrollo contribu-
ye a que un estudiante se haga más observador, buen lec-
tor, hombre reflexivo, firme en sus ideas, comunicativo, cla-
ro en la expresión y con personalidad operativa,
ciertamente está poniendo las mejores bases para un buen
aprendizaje de la religión. Porque el mensaje cristiano no
vino a anular o dejar inactiva la capacidad de conocer del
hombre, sino que quiso apoyar en ella la enseñanza y el
102 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

conocimiento de las realidades sobrenaturales. Baste leer


un poco despacio los Evangelios y encontrarse en ellos
constantes estímulos para que los hombres ejerciten su ca-
pacidad de ver, oír, leer, identificar, asociar, traer a la me-
moria, hablar, valorar y actuar a fin de penetrar en el senti-
do de la enseñanza revelada.
Implícitamente se alude en los anteriores
renglones a la necesidad de que la familia salga de sí misma
para relacionarse con otras entidades educadoras. «La fami-
lia es la primera —escribe Juan Pablo II—, pero no la única
y exclusiva comunidad educadora; la misma dimensión co-
munitaria, civil y eclesial del hombre exige y conduce a una
acción más amplia y articulada, fruto de la colaboración or-
denada de las diversas fuerzas educativas... En este senti-
do, la renovación de la escuela católica debe prestar una
atención especial tanto a los padres de los alumnos cuanto
a la formación de una perfecta comunidad educadora»
(Juan Pablo II, 1981, 40).
También es interesante hacerse cargo de
cuáles son las ideas corrientes en la sociedad en que el mu-
chacho vive a fin de que en la familia y en la escuela se tra-
ten adecuadamente y los jóvenes lleguen, mediante su re-
flexión y juicio crítico, a comprender el mundo en que
viven y a ser capaces de distinguir los fundamentos reales
para aceptar o rechazar una determinada idea, actitud o
modo de obrar.

BIBLIOGRAFÍA
1. Relación y comunicación en las primeras etapas de desarrollo.
2. Relación y comunicación en la edad escolar.
3. Relación y comunicación en la etapa adolescente y juvenil.
4. La comunicación entre los padres.
Bibliografía

Exigencia fundamental en todos los grupos


humanos es la comunicación. Los términos «común», «co-
munidad», «comunicación» están íntimamente relacionados.
Entendiendo por «común» aquello en lo que varias personas
tienen participación y por «comunidad» un grupo de perso-
nas que tiene relación y participa en la consecución de
unas metas, no puede existir comunidad sin comunicación;
sin comunicación los miembros de una comunidad viven
50/05 aunque estén agrupados. La comunicación cumple un
papel básico no sólo en la constitución de una comunidad,
sino también en su continuidad; cuando la comunicación
se rompe, la comunidad se resquebraja, se fracciona y ter-
mina por desmoronarse.
Pero además, la comunicación humana es
un requisito imprescindible para el desarrollo psicológico
normal y el bienestar psicológico (Scott, 1985). Muchos ca-
sos de niños aislados son un claro ejemplo de esta afirma-
ción. En Illinois (USA) se descubrió una niña (Ana) en un
piso, atada a una silla. Investigaciones posteriores pusieron
de manifiesto que Ana había estado encerrada y aislada casi
desde su nacimiento; no había tenido prácticamente ningu-
na comunicación; el desarrollo psicológico de la niña no al-
canzaba más allá de la primera infancia y fue diagnosticada
de retraso mental. Murió cuatro años más tarde.
106 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Desde los primeros momentos de la vida


existe ya la comunicación; esto lo han observado varios au-
tores que se han dedicado al estudio de los estadios prime-
ros de la conducta humana; de esta forma, Condón y
Sander (1974) han podido señalar que «el neonato participa
inmediata y profundamente en la comunicación y no es en
su nacimiento un ser socialmente aislado». Como es obvio,
el niño participa en un «diálogo» con mensajes no verbales,
pero no menos cargados de significación positiva o negati-
va para la afectividad del niño. Desde este punto de vista
Rof Carballo (1961) ha hablado de una influencia afectiva
de la madre sobre el niño; este autor para designar esta re-
lación ha empleado un término que ha llegado a ser muy
conocido, el término «urdimbre primigenia». Moragas (1970)
refiriéndose a este tipo de comunicación ha empleado el
término «troquelado afectivo».
La comunicación que comienza en los pri-
meros momentos de la vida como expresión de una rela-
ción directa del niño con su entorno familiar va a ir enri-
queciéndose con la aparición del lenguaje articulado, de la
palabra, como expresión simbólica de relación. El lenguaje
verbal será así ese gran protagonista de la comunicación
que va a permitir que se desarrollen nuestras capacidades
cognitivas y disposiciones afectivas.
Es clásica la distinción entre factores cog-
nitivos y factores afectivos o de personalidad que aparece
en la mayoría de los manuales de ciencias del comporta-
miento humano; sin embargo, en la realidad, estas dimen-
siones no están tan separadas, sino que existe una inte-
rrelación y unos procesos actúan sobre los otros; desde
este punto de vista, el desarrollo «cognitivo» (aptitudes in-
telectivas, atención, memoria, creatividad, etc.) influye
sobre las dimensiones denominadas «afectivas» o de «per-
sonalidad» (madurez, equilibrio, extraversión, etc.) y vice-
versa.
Abordar el tema de la personalidad com-
porta serios problemas en los que no es mi intención en-
trar; sin embargo, no quiero dejar de subrayar dos de estos
problemas por la importancia que ellos tienen referidos al
tema que aquí se trata. El primero de ellos es sobre el pro-
COMUNICACIÓN FAMILIAR Y PERSONALIDAD DE LOS HIJOS 107

pio concepto o definición de «personalidad». Los investiga-


dores más sobresalientes distan mucho en ponerse de
acuerdo en una definición básica de personalidad; ello in-
dica el considerable número de teorías y modelos apareci-
dos, desde modelos con tendencias psicoanalíticas hasta
modelos con paradigmas psicosociales, pasando, claro es-
tá, por modelos de la escuela conductista, modelos bioló-
gicos y factoriales. El segundo de estos problemas es un
problema metodológico, dicho de otra forma, no podemos
establecer pronósticos muy exactos sobre la futura con-
ducta humana, ya que el desarrollo y formación de la pro-
pia personalidad es muy flexible, principalmente en etapas
infantiles. Existen estudios que han demostrado que pue-
den producirse cambios muy profundos en la personalidad
de un individuo debidos a circunstancias. Macfarlane
(1977) reconocía que los primeros patrones de conducta
son vulnerables en cualquier momento y que el ambiente
ejerce una poderosa influencia en la conducta de niños y
adolescentes (Jones et al., 1977). Kagan y Moss (1962) con-
cluyeron que era imposible predecir aspectos significativos
de la conducta y temperamento adultos en niños menores
de diez años.
Volviendo al concepto de personalidad y
siguiendo a Pinillos (1975) las características fundamentales
de la misma serían las siguientes:
— La personalidad es única, individual. Ninguna perso-
nalidad es como otra personalidad.
— Un criterio que frecuentemente se utiliza en las defi-
niciones de la personalidad es la forma habitual de
responder a situaciones heterogéneas en virtud de
una cierta disposición.
— Cuando se habla de personalidad se da primacía a
las funciones afectivas y tendenciales sobre las cog-
nitivas.
— El estudio de la personalidad intenta encontrar ca-
racterísticas de la persona que pueda predecir su
conducta en cualquier situación o en muchas de
ellas. (Esto ya se ha indicado que tiene muchas difi-
cultades.)
108 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

l. RELACIÓN Y COMUNICACIÓN
EN LAS PRIMERAS ETAPAS DE DESARROLLO

«En ningún lugar se halla el hombre histó-


rico tan plenamente en su casa como en la familia, donde
se le otorga la herencia genética, se constituye su biología
de base, se conforma fundamentalmente su carácter y su
personalidad» ha escrito con toda razón José Arana (Rof et
al., 1976) y Rodríguez Delgado (o. c. 1976) considera que
uno de los papeles más importantes de la familia es el de
dar al niño información y un sistema de valores, dichos ele-
mentos son fundamentales para «la estructuración anatómi-
ca, funcional y psicológica de su cerebro». El mismo autor
sigue indicando la importancia del contacto social para la
formación de la personalidad y afirma que el aprendizaje
así recibido «modifica de manera decisiva el sustrato anató-
mico y funcional de cada cerebro». Los factores culturales
en el ser humano (los factores culturales primeros son ple-
namente familiares) tienen preeminencia sobre la herencia,
los instintos, en lo referente al desarrollo de la personalidad
individual.
El primer grupo de socialización es la pro-
pia familia: por ella y a través de ella el niño comienza a to-
mar los primeros contactos con los seres humanos, en un
principio a través de un «diálogo» no verbal, posteriormen-
te, enriqueciéndose este «diálogo» con la palabra. La fami-
lia, por tanto, parece tener un importante papel en el desa-
rrollo de las primeras etapas de la vida, pero, ¿qué
influencia ejerce en el futuro desarrollo de la personalidad
de sus propios hijos? ¿Determina una parte importante de la
conducta posterior que adoptarán los hijos? Freud, y en ge-
neral toda la escuela psicoanalítica, concedieron un impor-
tante papel a las relaciones familiares de las primeras eta-
pas del desarrollo; la discrepancia entre el «principio de
placer», instinto biológico y el «principio de realidad», sus-
tancialmente aplicado a las normas familiares, determina la
conducta futura. De otra parte, la escuela conductista de
Watson señaló la importancia que el ambiente tenía como
experiencia de la primera infancia para predecir la futura
personalidad adulta. Este determinismo tan restrictivo de
COMUNICACIÓN FAMILIAR Y PERSONALIDAD DE LOS HIJOS 109

ambas escuelas ha sido en gran parte superado, no sin an-


tes afirmar que si no podemos sostener un determinismo
de la conducta futura, sí se puede sostener que las primeras
experiencias marcan huellas profundas en los futuros com-
portamientos. Como muchos estudios atestiguan, la rela-
ción y comunicación familiar cumplen este cometido. Una
vez más he de referirme a Rodríguez Delgado cuando afir-
ma: «la herencia proporciona una base anatómica y fisioló-
gica del sistema nervioso, con tendencias que favorecen
determinados tipos de respuestas..., el eje referencial, sin
embargo, no es genético sino cultural» (Rof et al, 1976). Y
Cooley (1972) ya afirmaba que aunque la cultura no influye
directamente sobre el comportamiento del individuo, cier-
tos aspectos de una cultura se transmiten por medio del
grupo al que el individuo pertenece. La familia es el más
importante de estos grupos de socialización.
En este papel que la familia desempeña
para la formación de la personalidad de los hijos, varios au-
tores han puntualizado y han puesto de manifiesto la im-
portancia de la madre en el hogar familiar, de modo espe-
cial, en los primeros momentos del desarrollo filial; por
supuesto, que esto no resta nada a la importancia que el
padre tiene también para los hijos en la primera infancia,
especialmente en lo que se denomina el proceso de identi-
ficación. Benedek ha afirmado (Fromm et al., 1977) que la
madre es el primer maestro del niño. Imprime en el niño la
pauta cultural, de aquí la importancia de su papel, ya que
en nuestra cultura la confianza en uno mismo y la indepen-
dencia son dos de los valores más elevados.
Estas pautas culturales se realizan ya en los
primeros momentos mediante la relación afectiva (comuni-
cación) con la madre, mediante la lactancia, el destete, el
aprendizaje de los primeros hábitos, etc. La madre a través
de las caricias, el contacto físico de su cuerpo, de su propio
lenguaje envía mensajes al niño, a los que éste responde. A
su vez, por la necesidad de relación-comunicación del niño
con su madre, él mismo emite mensajes de aceptación o
abandono. En el momento presente, la comunicación ma-
dre-hijo constituye un área de investigación muy interesan-
te y es seguro que en el futuro podamos tener mejores co-
nocimientos de esta comunicación.
110 LA EDUCACIÓN'PERSONALIZADA ENLA FAMILIA

Trevarthen (1975) ha escrito cómo los ni-


ños mantienen conversaciones con sus madres ya a los dos
meses de edad, utilizando una mezcla de balbuceos y mo-
vimientos corporales. Son auténticos intercambios conver-
sacionales en los que cada uno espera a que el otro termine
antes de comenzar otra vez y donde cada comunicado tie-
ne una duración que es específica de esa pareja. El mismo
autor señala que no sólo son específicos de la pareja los rit-
mos de estas conversaciones, sino también los contenidos.
Esta necesidad de comunicación del niño
pequeño puede explicar por qué la presencia de un herma-
no más joven puede mitigar la ansiedad por separación de
los padres. El hermano más pequeño no puede satisfacer
necesidades físicas, pero puede comunicarse afectivamente
y evitar el sentimiento de soledad.
Revisando la literatura sobre las caracterís-
ticas de las figuras de «apego» en los niños, el único factor
común parece ser la comunicación; un importante sector
de la opinión científica considera que el «apego» a una sola
figura materna y el mantenimiento de este «apego» es esen-
cial para el desarrollo normal de la personalidad.
Bowlby (1951) ha defendido también que
la falta de oportunidad para «apegarse» a una figura puede
llevar al desarrollo de lo que él denomina un carácter priva-
do de afecto (affectionless), una personalidad más o menos
psicótica que se caracteriza por la incapacidad de estable-
cer relaciones.
Se han observado diferentes formas de re-
lación-comunicación en los recién nacidos, entre estas for-
mas están:
— La sonrisa. En la tercera semana del nacimiento
pueden observarse ya sonrisas verdaderas. Estas
sonrisas son de corta duración pero abarcan gran
parte del rostro. Bower (1983) ha señalado que el
estímulo más eficaz para esta sonrisa es la voz hu-
mana y especialmente la de la mujer. Una mujer
puede elicitar sonrisas, incluso, en un bebé que llora
o mama. Ésta es, al parecer, ya una auténtica con-
ducta interactiva.
COMUNICACIÓN FAMILIAR Y PERSONALIDAD DE LOS HIJOS 111

— La imitación. Varios investigadores han advertido


que la imitación está presente en las primeras sema-
nas de vida. (Dunkel, 1972; Maratos, 1973; Melzoff y
Moore, 1977). A través del gesto imitado el niño se
comunica.
— «Sincronía interaccional». Según Bower (1983) este
término se refiere a «un tipo de conducta motora
que encontramos siempre que un ser humano habla
con otro». Pues bien, este tipo de conducta la provo-
ca en los bebés tan sólo el habla humana y no otros
estímulos auditivos. Al parecer esta «sincronía inte-
raccional» se ha observado a las pocas horas del na-
cimiento.
— El balbuceo. Es la voz humana la que provoca el
balbuceo en los bebés; el balbuceo comienza a emi-
tirse hacia la cuarta semana de edad. Según Wolff
(1963) ha señalado aproximadamente a las seis se-
manas un bebé puede intercambiar entre 10 y 15 vo-
calizaciones, principalmente si se imitan sus soni-
dos. Algunas semanas más tarde el bebé comienza a
imitar al adulto.
Hacia la edad de doce meses los niños
suelen decir la primera palabra, una vez superado el esta-
dio previo de «laleo», que es una especie de juego funcio-
nal fonatorio. Las primeras vocalizaciones tienen una fun-
ción primordialmente expresiva; a partir de la mitad del
segundo año aparece una función representativa. Stern
ha señalado varias etapas en el desarrollo del lenguaje in-
fantil:
— «Laleo». Se da en el primer año, en la segunda mitad.
— Primeras palabras. El niño emite las primeras pala-
bras en la primera mitad del segundo año. Las pala-
bras poseen aplicación universal.
— Conciencia del significado de la lengua. En la se-
gunda mitad del segundo año, el niño adquiere con-
ciencia del significado de las palabras. En esta etapa
hay un aumento de vocabulario y una diferencia-
ción entre las diversas clases de palabras.
112 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

— Formación de oraciones. El niño forma oraciones en


la primera mitad del tercer año. El orden de las pala-
bras es todavía arbitrario.
— Construcción de palabras propias. En la segunda
mitad del tercer año el niño construye palabras pro-
pias por composición y derivación. Hace ya relacio-
nes cronológicas (cuándo) y causales (por qué).
Desde esta etapa el lenguaje va a constituir
el motor expresivo y comunicativo más eficiente del niño
para con su familia.
Los padres deberán tener en cuenta la im-
portancia que tiene la estimulación del lenguaje en sus hi-
jos y esa relación comunicativa a través de los signos lin-
güísticos para un desarrollo posterior. A través del lenguaje,
los niños reciben los estados emocionales de su familia, a la
vez que ellos comunican los suyos en una interrelación
continua que es básica para el posterior proceso de sociali-
zación. Como ya se ha indicado, las experiencias tempranas
de relación-comunicación influyen positiva o negativamen-
te en posteriores comportamientos. Incluso pueden darse
deficiencias o comportamientos patológicos por algún tipo
de experiencia infantil.
Rene Spitz es uno de los autores que más
ha estudiado este tipo de relaciones en edades tempranas y
su posterior desarrollo de los niños en ambiente normal y
en ambiente de hospicio, llegando a la conclusión de que
el progresivo retraso físico y mental mostrado por los niños
de inclusa, frente al desarrollo mental de los niños de guar-
dería era debido a la acción de una de las variables inde-
pendientes que los diferenciaban, esta variable era la canti-
dad de intercambio emocional que se les ofrecía. Sander
(1974) ha advertido que la sustitución del cuidador-a pro-
duce trastornos en la segunda semana de vida; relacionaba
este trastorno con la incapacidad del cuidador-a para repro-
ducir los patrones de interacción utilizados por el cuidador-
a original.
En un informe emitido por Bowlby (1951)
firmaba que el -cuidado maternal en la primera y segunda
infancia es esencial para la salud mental». Otros informes
también han señalado que los niños de corta edad criados
COMUNICACIÓN FAMILIAR Y PERSONALIDAD DE LOS HIJOS 113

en algunas instituciones mostraban signos de un cierto re-


traso (Dennis, 1938; Dennis y Najarin, 1957).
El proceso de socialización que el niño de-
be ir formando a través de diferentes etapas es consustan-
cial a la comunicación, primero familiar y posteriormente
con vecinos y amigos. Las etapas del desarrollo psicosocial
han sido estuadiadas por autores como Erikson (1963), de
estas etapas doy un breve resumen en el cuadro 1. Se en-
tiende por etapa o estadio del desarrollo en palabras de
Pinillos (1975), «aquellas partes o momentos del desarrollo
que son distinguibles en función de ciertas características
homogéneas».

2. RELACIÓN Y COMUNICACIÓN EN LA EDAD ESCOLAR

Rof Carballo (1972) ha señalado que una


falta de estimulación-comuriÍcación puede llevar a conse-
cuencias graves, tales como: «articulación verbal defectuo-
sa; la adquisicióh de conceptos generales sufre un grave
deterioró; él mundo conceptual queda lacunar, insuficiente,
impreciso y desordenado; en los juegos se observa una de-
fectuosa delimitación entre lo que es "tuyo" y "mío"». Es por
lo que al llegar el niño a la edad escolar debe haber alcan-
zado la suficiente sociabilidad y relación comunicativa en el
grupo familiar para poder adaptarse al grupo de su clase.
En este período el niño se hace más inde-
pendiente del medio familiar porque necesita ampliar las
relaciones con el mundo de otros niños. Esta relación co-
municación se realiza principalmente a través del trabajo y
el juego.
La escuela representa en este momento pa-
ra el niño un mundo nuevo, no sólo porque deberá apren-
der un conjunto de conocimientos, exigido por las reglas
del aprendizaje, sino también porque implica la separación
exclusiva del mundo familiar y la adaptación social a otro
grupo heterogéneo. La comunicación entre maestro y alum-
no ha de venir exigida por el deseo de enseñar uno y de
114 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Estadios del desarrollo psicosocial


según Erikson

I. Primer año. Las relaciones básicas se estable-


cen con la madre; de estas relaciones depen-
den las actitudes de confianza y desconfianza.

II. Segundo año. Las relaciones se amplían a am-


bos padres.

III. Tercero a quinto año. Influencia de la familia


en la definición de las metas del niño.

IV. Sexto año hasta la pubertad. Ampliación de las


relaciones a la escuela y a los vecinos. La com-
petición y la cooperación son importantes en
estas relaciones.

V. Adolescencia. Grupos de amigos y líderes ejer-


cen influencia en la personalidad adolescente.

VI. Primera juventud. Las relaciones sociales se


hacen más diferenciadas; nuevas formas de re-
lación.

VIL Juventud y primera madurez. Predominio de


relaciones laborales y responsabilidades fami-
liares.

VIII. Final de la madurez. Agotamiento de las posi-


bilidades vitales.
COMUNICACIÓN FAMILIAR Y PERSONALIDAD DE LOS HIJOS 775

aprender el otro (Ajuriaguerra, 1975); el maestro ha de ser


el elemento unificador en el grupo; el niño busca en el
maestro un equivalente de la figura paterna desde que se
establece una comunicación.
Algunos padres inconscientemente tienen
como una especie de reviviscencia de su período de escolari-
zación al escolarizar a sus propios hijos y en algunos casos,
como ha señalado Ajuriaguerra (1975), esta escolarización de
los hijos representa una remisión de los problemas persona-
les, proyectando sobre el niño la propia inseguridad y sobre
el maestro las dificultades que ellos tuvieron en clase respec-
to a la autoridad. En este sentido los padres representan un
importante papel de apetencia o indiferencia del niño hacia
la escuela. Los padres son por ello un importante factor de
motivación o desmotivación hacia la escuela. Deben, pues,
los padres estimular a sus hijos hacia los aprendizajes escola-
res y hacia la escuela misma, teniendo en cuenta que se ha
de evitar proyectarse sobre sus propios hijos.
En cuanto al diálogo entre padres e hijos,
éste ha de ser sincero, corno de «amistad», comprensivo y
nada ambivalente y menos contradictorio, ya que en este
caso los hijos" quedarán perplejos ante las incongruencias
de los padres. Como Batenson (1959) ha señalado, algunos
mensajes de los padres, aun adoptando una cierta libertad
verbalmente, dejan por el contrario adivinar una incerti-
dumbre en cuanto a las consecuencias (premio o castigo)
cuando no se hacen sus deseos.
El niño necesita identificarse con roles so-
ciales, claros y estables; éstos, a veces, por desgracia no los
encuentra en sus padres. Lidz ha insistido en la búsqueda
del niño por su identidad a partir del rol desempeñado por
los padres; este papel no lo cumplen a veces los padres por
hostilidades competitivas entre ellos. Y en este sentido,
Wisme y Singer (1964) han indicado que el niño necesita
un ambiente psicosocial estable y condiciones favorables
para transformar sus funciones a lo largo del desarrollo.
Volviendo de nuevo al ámbito del trabajo
escolar, y siempre teniendo presente este ambiente de diá-
logo, los padres han de sentirse solidarios y participar acti-
vamente en el trabajo de sus hijos, alabando los buenos re-
116 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

sultados y no dramatizando en exceso el posible fracaso.


En caso de fracaso o dificultades escolares se deberá acudir
a un especialista para poder obrar en consecuencia. Como
ha indicado Ajuriaguerra (1975) la participación de los pa-
dres en las tareas escolares es buena cuando los niños en-
cuentran un apoyo y un detalle de afecto, pero, por el con-
trario, esta ayuda puede sentirse como agresiva cuando es
fruto de una obsesión de los padres y la nota de un perfec-
cionismo personal.
Otro de los aspectos anteriormente apun-
tados, que tenía una gran importancia, por lo que conlleva
de encuentro y comunicación con los otros, era el juego.
Se admite universalmente la importancia
del juego en el ámbito social y cultural. Chateau (1970) afir-
ma que «el niño se desarrolla jugando». El juego ha sido ob-
jeto de estudio por parte de bastantes autores (Buhler et al.,
1927; Piaget, 1945; Piaget, 1951; Chateau, 1970; etc.), par-
tiendo de concepciones y clasificaciones muy diversas.
Desde un punto de vista de la relación social que conlleva
el juego, Erikson (1959) señaló tres etapas de desarrollo:
— Realización de juegos en la «autoesfera». La relación
lúdica es con su propio juego o con personas cerca-
nas al niño.
— Los juegos en «microesfera». Utiliza juegos represen-
tativos y en solitario.
— Los juegos de «macroesfera». En ellos el niño usa
una relación con otros niños y con los adultos y
aborda el proceso de socialización. El niño jugará
según sus posibilidades cognitivas y de adaptación
social.
Según ha señalado Lebovici y Diatkine
(1962), el juego del niño es un modo de relación con el
adulto con el que expresa la oposición a su dependencia y
autonomía; es símbolo también de relaciones positivas y
constructivas. De igual modo, con el juego y en el juego se
descubren los amigos. La importancia simbólica del amigo
para el niño es grande, hasta tal punto que el amigo estará
presente, aunque ambos estén separados. Al niño lo que le
interesa es un interlocutor para poderse comunicar.
COMUNICACIÓN FAMILIAR Y PERSONALIDAD DE LOS HIJOS 117

Ante la importancia que el juego tiene para


los niños, los padres no deben permanecer pasivos a esta
actividad, por esto el juego es también una forma de comu-
nicación entre ambos. Desde este punto de vista, los padres
se hacen un poco «niños» y los hijos tienen la oportunidad
de dialogar con sus padres mediante mensajes lúdicos.

3. RELACIÓN Y COMUNICACIÓN
EN LA ETAPA ADOLESCENTE Y JUVENIL

Una parte importante de la maduración hu-


mana es la aparición de crisis evolutivas. Uno de los cam-
bios más decisivos e importantes tiene lugar en la adoles-
cencia. Es un período donde el ser humano se siente
incomprendido. El adolescente ni siquiera se entiende a sí
mismo. Autores como Spranger y Bühler han estudiado de-
tenidamente la pubertad. Este último ha distinguido una pri-
mera fase negativa, y una segunda positiva. En la primera
predominan sensaciones desagradables físicas y psíquicas,
cuya manifestación es más acusada en las chicas que en los
chicos. Se advierte flojedad, fatiga y susceptibilidad. Las ex-
presiones de repulsa frente a la familia es una característica,
acompañada de obstinación, rebelión, crítica; aislamiento.
Este enfrentamiento con el mundo de los estudios es un
proceso necesario en la formación de su personalidad.
Muchas veces el adolescente teme no ser
comprendido, y quizá sea la causa principal de su aisla-
miento, de guardar en secreto sus sentimientos más íntimos
y que no se los descubre más que al amigo íntimo por el
que puede ser comprendido.
La necesidad de independencia frente al
núcleo familiar es otra de las características del joven. Es
un proceso positivo si se sabe encauzar. Existe en él una
necesidad de ampliar su integración social y es preciso pa-
ra ello que se genere una pequeña «ruptura» con la familia.
Desea ser aceptado por el grupo social al que pertenece,
pero también, aunque a veces pueda parecer lo contrario,
118 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

por la propia familia. Necesita expandirse y comunicarse


sin demasiados prejuicios ni autoritarismos. Como ha indi-
cado acertadamente Ríos (1984), al adolescente se le trata
como un niño, es decir, no se le deja opinar ni expresar
abiertamente sus sentimientos, pero al mismo tiempo se le
exige como un adulto, esto es, ha de ser responsable, esta-
ble y rendir como una persona mayor. A veces la rebeldía
viene motivada por creerse desvalorizado en todo lo que
hace. Los padres no deben perder de vista que en la mayo-
ría de los casos detrás de esa «máscara» de anarquía se es-
conde un ideal de vida con grandes exigencias a los demás
y a sí mismo.
El adolescente quiere ser escuchado, mani-
festar sus sentimientos, desahogarse sin miedos a críticas o
rechazos; por esto la propia familia ha de armarse de com-
prensión hacia el hijo que no se entiende siquiera a sí mis-
mo. Cuando no se siente comprendido y el diálogo se ha
roto con su familia usa un lenguaje «no verbal» con reaccio-
nes típicas a las normas del hogar. En este momento el jo-
ven puede buscar fuera del hogar lo que en el hogar no en-
cuentra. Sin embargo, la dependencia de la familia es
mayor de lo que él mismo cree.
Son los padres los que en la práctica deben
fomentar en el hogar:
— La creación de un clima de comunicación en el que
el adolescente pueda exponer sin cortapisas sus
sentimientos y razones. Existen algunos grupos fa-
miliares que, semanal o quincenalmente, se reúnen
para hacer una especie de «dinámica de grupo fami-
liar», donde cada miembro expone sus razones y
sentimientos positivos o negativos al grupo para
aclarar lo que no resulta claro.
— Comprensión y aceptación por parte de los padres,
sin que esto quiera decir que se deba aceptar indis-
criminadamente todo, sino más bien entender el
propio período del desarrollo por donde su hijo está
pasando.
COMUNICACIÓN FAMILIAR Y PERSONALIDAD DE LOS HIJOS 119

4. LA COMUNICACIÓN ENTRE LOS PADRES

Según ha afirmado Katz (1977), «el medio


de relación más importante entre los hombres era antes, y
todavía es, el lenguaje. En el diálogo se alcanza el contacto
más íntimo». Este diálogo que los padres deben mantener
entre sí repercute también en los propios hijos. En el grupo
familiar existen reglas de las que uno y otro han de ser
conscientes; estas reglas familiares limitan los comporta-
mientos individuales. A todos nos disgusta perder parte de
nuesta propia individualidad, de nuestros propios puntos
de vista, pero esto es necesario. Buscar un «espacio común
de encuentro» es lo más importante para poder desde aquí
proyectar metas comunes de relación.
Otro aspecto importante es que la comu-
nicación no ha de caer en ser convencional, rutinaria, di-
rectiva, ni cerrada, sino muy al contrario, abierta, sincera y
autorresponsable.
Llewellyn (1977) ha advertido que ante los
conflictos familiares se han de hacer dos cosas:
— Aceptar lo máximo que se pueda y ver, luego, qué
es lo que molesta.
— Limitar la lucha a lo que realmente molesta y hacer
que el cónyuge lo comprenda claramente.
Según este mismo autor, en la familia que
funciona, la principal exigencia es la comprensión, esto
es, la apreciación de los valores de la vida conjunta, del
equipo, frente a los posibles sentimientos de orgullo o de
temor.
En conclusión, he de decir que a pesar de
la crisis que la familia sufre en este tiempo, su valor de co-
tización sigue siendo elevado y difícilmente sustituible.
Katz (1977) ha dicho: «No hay comunidad tan trascenden-
tal para nuestra formación del ideal y nuestra actitud total
ante la vida como la familia. Ella es el grupo primario más
importante, seguido por el del parentesco y la vecindad.»
En ella hemos visto la primera luz; en ella hemos oído las
primeras palabras; en ella nos hemos sostenido para dar
120 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

los primeros pasos de nuestra existencia. La comunicación


ayudará a que nuestros hijos puedan desarrollar lo mejor
que llevamos dentro. Todo ello me recuerdan los excelen-
tes versos de Nolte:

Si un niño vive con crítica


aprende a condenar.

Si un niño vive en el ridículo


aprende a sentirse culpable.

Si un niño vive con ánimos


aprende la confianza de sí mismo.

Si un niño vive con aceptación y amistad


aprende a encontrar amor en el mundo.

BIBLIOGRAFÍA
1. La función hermano.
1.1. Características de la relación entre hermanos.
1.1.1. Naturaleza inclusiva.
1.1.2. Contactos numerosos.
1.1.3. Introducción en la vida real y objetiva.
2. El sistema familiar.
2.1. Sistema de familia pequeña.
2.2. Sistema de familia numerosa.
3. El rango en los hermanos.
3.1. El hermano mayor.
3.2. El hijo segundo y los hermanos intermedios.
3.3. El hermano menor.
3.4. El hijo único.
4. El sentido de la rivalidad entre hermanos.
Bibliografía.

La familia nunca se ha podido sustraer a su


condición de educadora. Por su propia naturaleza y por la
propia esencia del proceso educativo, el niño se forma pri-
mariamente dentro de su contexto familiar. Los padres edu-
carán a sus hijos a través de su peculiar estilo de conviven-
cia, de sus ideas, de su lenguaje verbal o no verbal, porque
educación es, sobre todo, una tarea de inmersión en un de-
terminado ambiente y el más definidor para el ser humano
es el familiar.
Pero es evidente que existe una cierta con-
fusión y que los padres desconocen a menudo la razón de
muchos rasgos comportamentales de sus hijos. ¿Cómo es
posible que se constaten tantas diferencias entre los niños
si proceden de unos mismos padres y el ambiente familiar
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 125

es igual para todos? Pregunta que nos introduce en el mar-


co de las relaciones del sistema familiar, donde es inevita-
ble acudir a la consideración de lo que significa la función
hermano.
Las evidentes diferencias individuales en-
tre los hijos plantearán a los padres la necesidad de educar-
los con una igualdad de criterios generales, armonizándo-
los con la particularización en cada niño, dependiendo de
las demandas educativas derivadas de sus propias caracte-
rísticas de edad, aptitudes, intereses, etc.
Una cuestión de la que parte la educación
personalizada (García Hoz, 1971) es la de considerar a la
educación en un doble sentido: de asimilación, por el que
el niño asume la cultura —en el más amplio sentido del
término— del mundo adulto; y otro de desarrollo de las
peculiaridades personales cuya finalidad será que el hom-
bre llegue a ser capaz de «formular su proyecto personal
de vida», con el objetivo de lograr el desarrollo más pleno
de la personalidad, por un lado, y el propio enriqueci-
miento de la sociedad, por otro. Está claro que la primera
opción presentará pocas dificultades para su asunción por
el adulto, ya. que se inscribe en el sentir tradicional de lo
que se ha considerado educar y porque los padres tienden
a apegarse a sus propios estilos de vida y a sus experien-
cias personales. El segundo concepto puede presentar una
mayor dificultad, si no desde el planteamiento teórico, que
parece claro, sí desde la aplicación práctica que es donde
cobra todo su sentido la pregunta que hacíamos al prin-
cipio.
Sin embargo, la estructura familiar se
presta de un modo óptimo al tratamiento de las vertientes
individuales y sociales de la educación. Ella es el núcleo
donde el niño conoce lo que significa relacionarse con,
colaborar, compartir..., en definitiva; es la primera escue-
la de socialización y de ella van a depender en gran me-
dida las actitudes futuras que adopte. Por otro lado, a tra-
vés de la relación entre los hermanos cada uno va a tener
más oportunidades de experiencias de todo tipo, circuns-
tancias que pueden contribuir al propio desarrollo indivi-
dual.
126 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

1. LA FUNCIÓN HERMANO

En la familia se constituye un sistema de


relaciones que posibilitan diferentes vivencias que van a ir
preparando al niño para su futura vida de adulto. Este he-
cho es tanto más importante si se piensa en el grado de
complejidad de la sociedad actual que requiere múltiples
recursos personales para adaptarse satisfactoriamente a la
misma. Para que este proceso se produzca con naturalidad,
cumple una misión de decisiva importancia la función her-
mano. Como señala F. Escardó (1978), «puede decirse sin
paradoja que si la función de los mayores es hacer conocer
al niño de un modo vivencial la seguridad, el equilibrio y la
justicia, la función de los hermanos es poner en contacto la
vida del niño con la inseguridad, el desequilibrio y la injus-
ticia en una intensidad y en una dosis suficiente y necesaria
como para que ello constituya una experiencia y no una
agresión».
Consideramos que la importancia de la
función de hermano es evidente, aunque paradójicamente
se le ha prestado no demasiada atención en las investiga-
ciones de los diferentes especialistas (Dunn y Kendrick,
1986), ya que han sido las relaciones madre-hijo las que
han acaparado más frecuentemente su atención. Cuando
psicólogos o pedagogos se han ocupado de las relaciones
fraternas ha sido, sobre todo, a propósito del estudio de la
génesis y consecuencias de la rivalidad, fenómeno impor-
tante sin duda, pero no el único y, tal vez, tampoco el más
decisivo en la problemática de las relaciones fraternas.
Al examinar las implicaciones de la fun-
ción hermano, no podemos olvidar que, en la primera in-
fancia, las relaciones que establece el niño con los que le
rodean son básicamente funcionales (Louis Corman, 1980),
lo que viene a significar que el niño pequeño no se atiene
en su interrelación con los hermanos a lo que cabría espe-
rar según su grado de parentesco, sino que sus comporta-
mientos están motivados por el tipo de convivencia que es-
tablecen mutuamente. Tal vez sea esta la razón profunda
que explique el hecho por el que niños que viven en inter-
nados, como ya señalaba Serbe Lebovici, tienden a estable-
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 127

cer con sus compañeros próximos relaciones del tipo frater-


no, incluida la rivalidad.
Ahora bien, al enfrentarnos con el estudio
de los hermanos, hemos topado con la dificultad de la prác-
tica inexistencia de dimensiones psicológicas globales, per-
fectamente tipificadas, que sirvan para explicar los diferen-
tes comportamientos y que sean admitidas por los diversos
autores. De lo dicho hay que hacer la excepción de la riva-
lidad fraterna que ha sido objeto de atención constante des-
de el campo de la psicología al de la literatura, en el prime-
ro sobre todo a partir de los estudios de A. Adler (1928).
Desde este momento surgen numerosos estudios sobre el
tema, casi todos con un trasfondo psicoanalítico (Sewall,
1930; Levy, 1937), en los que el tema de la rivalidad y los
celos se constituyen en el eje básico de la explicación de la
relación entre hermanos.
Desde otra perspectiva, una autora ya clá-
sica, C. Bühler (1939) se ocupó de estudiar la conducta de
los hermanos de mayor edad, aunque acaba reconociendo
la dificultad de describir el comportamiento fraterno en di-
mensiones psicológicas amplias y, por lo mismo, significati-
vas para la conducta. El tema ha ido surgiendo constante-
mente y, ya en la actualidad, empiezan a surgir estudios
sobre interacción de hermanos pequeños (Abramovitch,
Corter y Pepler, 1980; Dunn y Kendrick, 1986) que, sin em-
bargo, difícilmente llegan a establecer categorías comporta-
mentales generalizadas.
Por ello nos parece importante reseñar,
aunque sea brevemente, las diferentes maneras como han
visto autores significados las relaciones entre hermanos. En
este sentido, parece evidente la consideración del juego co-
mo una categoría fundamental de la actividad infantil y ob-
jeto de las numerosas horas que suelen permanecer juntos
los hermanos. Gracias a él, aprenderán el respeto a la nor-
ma, asumirán diferentes papeles sociales y podrá ser fuente
de conflictos y peleas con bastante probabilidad. Este he-
cho ha sido enjuiciado por Piaget como un elemento de po-
derosa influencia en el desarrollo moral de los niños, debi-
do a que entre ellos comparten un status más igualitario
que facilita la posibilidad de ponerse uno en lugar del otro
128 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

cuando surgen los conflictos y, al mismo tiempo, de este


modo empezarán a cobrar todo su sentido las reglas socia-
les. También Anna Freud (1951) pone de relieve la sociali-
zación y la aceptación de las normas morales ligadas a la
percepción del sentido de la justicia, puesto que cada niño
pretenderá que, en la relación con los padres, ningún her-
mano resulte favorecido. El mismo S. Freud coloca la per-
cepción del sentido de la justicia como una consecuencia
de la relación entre hermanos, destacando que, en la rivali-
dad entre ellos por el cariño de los padres está, incluso, el
origen de su lealtad mutua.
Se comprende que esta insistencia a la ho-
ra de colocar la rivalidad como la categoría fundamental de
las relaciones fraternas puede parecer excesiva y, tal vez,
oscurezca otros elementos tanto o más decisivos para el de-
sarrollo de los niños. Por otro lado, el tipo de ambiente fa-
miliar, y los diferentes mensajes que los hijos reciban de sus
padres y hermanos, van a condicionar grandemente las
mismas relaciones que se establezcan entre ellos, lo que
nos indica que el mecanismo de la rivalidad no es algo tan
simple y que en su origen y evolución juegan una gran im-
portancia las personas adultas de la familia. De todos mo-
dos, si bien existe la dificultad ya mencionada de contar
con categorías psicológicas globales lo suficientemente sig-
nificativas del comportamiento fraterno, parece esencial pa-
sar a describir las características básicas que se encuentran
en el meollo de esta relación.

1.1. Características de la relación entre hermanos

Podemos determinar, al menos, tres ele-


mentos típicos que suelen venir derivados del estilo de vida
familiar y que sirven para perfilar los modos relaciónales
entre los hermanos. Estas características son:
1. Naturaleza inclusiva.
2. Contactos numerosos.
3. Introducción en la vida real y objetiva.
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 129

1.1.1. Naturaleza inclusiva

Supone que la vida de los hermanos viene


determinada por un gran número de relaciones tanto en
cantidad como en calidad. No sólo es mucho el tiempo que
se ven obligados a pasar juntos, sino que el tipo de activi-
dades que comparten son muy diversas. De aquí se deduce
que es absolutamente normal que, con cualquier motivo,
surjan fricciones entre ellos, hecho que se suele interpretar
como actitudes de rivalidad. También es frecuente que, an-
te esta situación, el niño acuda al adulto más próximo para
que actúe como arbitro, tarea harto difícil por cuanto las
motivaciones infantiles suscitadoras del problema, con fre-
cuencia escapan a la percepción de los padres que, las más
de las veces, no han presenciado ni tan siquiera el origen
del conflicto. Por ello y porque hay que capacitar al niño
para que sepa desenvolverse en situaciones ligeramente
conflictivas —anticipo de las que vivirá de adulto— es con-
veniente que los padres intervengan lo menos posible en
los pequeños conflictos infantiles, a no ser que presenten
unas peculiaridades que aconsejen no tanto la intervención
correctiva inmediata como el estudio de la situación para
investigar la causa del conflicto.
Ahora bien, la capacidad manifiesta de jue-
go en la infancia presupone, previamente, una compren-
sión y empatia mutuas lo que lleva implícito un cierto gra-
do de madurez. Es natural que los niños demuestren antes
una comprensión empática hacia quienes le son familiares
que ante aquellas personas que no lo son. El problema se
plantea al intentar delimitar los momentos madurativos en
los que son capaces de juzgar de alguna manera las emo-
ciones de los demás, elemento clave que se encuentra en la
base de la empatia. Así, el grupo de Donaldson (1978) hace
hincapié en el argumento de Piaget en el sentido de que ni-
ños menores de seis años tienen dificultad para «descentrar-
se», aptitud básica para llegar a comprender el punto de vis-
ta de otra persona. En sus experiencias —parecidas a las
realizadas por Piaget— los resultados fueron diferentes, ya
que un alto porcentaje de niños de tres años lograron resol-
verlas. Del mismo modo, Dunn y Kendrick (1986) obtienen
el dato de que, por debajo de los tres años, los niños son
130 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

inequívocamente hábiles a la hora de interpretar, anticipar


y responder a los sentimientos de sus hermanos más pe-
queños. Al mismo tiempo, indican que «en un segundo año
los niños entienden el tono afectivo de los adultos, pero to-
davía no tienen experiencia para comprender qué es lo que
constituye un remedio adecuado para el disgusto o ansie-
dad de los adultos. Por el contrario, ellos están en situación
de generar teorías muy buenas sobre el mundo del niño pe-
queño: tantas situaciones en que el hermano bebé muestra
disgusto, excitación, temor o alegría son situaciones enor-
memente familiares para el hermano mayor». También se
constata que el grado de diferenciación individual en sus
reacciones es muy grande debido, probablemente, al grado
de aceptación del hermano unido al propio comportamien-
to de los adultos.
De todo lo dicho se deduce que los her-
manos suelen conocerse entre sí quizá con mayor profundi-
dad que el grado de comprensión que los padres puedan
tener de sus hijos, debido a la espontaneidad de que está
impregnado su comportamiento. También es lógico que, al
tomar posición afectiva frente al hermano, de algún modo,
esté estableciendo sus propias actitudes personales, fijando
las conductas que le van a ser dignas de imitar o de recha-
zar. Estos mecanismos se hacen patentes porque el marco
de las relaciones familiares es inmenso: la madre genera
una determinada actitud frente al padre, o frente al hijo ma-
yor o el pequeño; otro tanto ocurre con el padre; cada her-
mano elabora su propio esquema de comportamiento de-
pendiendo de los estímulos que recibe de sus padres y
hermanos, etc. La consecuencia inmediata es que el niño se
encuentra inmerso en una amplia gama de modelos de ac-
tuación que van a ser otras tantas pautas de referencia de
su propio comportamiento. La aceptación de la autoridad,
la adopción de unos determinados valores, el sentido de la
colaboración mutua, la asimilación de su propio ser sexua-
do, en definitiva, todos los elementos básicos conformado-
res de su personalidad, le van a ser suministrados por los
modelos que de continuo aparecen en la familia y esto, co-
mo ya se ha indicado, desde momentos muy tempranos.
De lo dicho se deduce lo grave que resulta
que un niño se eduque sin pautas referenciales o sin mode-
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 131

los. Como certeramente señala M. Kellmer Pringle (1976), el


drama fundamental del niño de orfelinato consiste en el de-
sarraigo esencial de no tener historia. Carecer de antepasa-
dos o de familia presente, vivir sin raíces, sin marcos refe-
renciales de comportamiento es, sin duda, uno de los
obstáculos a salvar en la educación de estos niños.

1.1.2. Contactos numerosos


Esta característica se deriva lógicamente
del contenido del apartado anterior. Casi por norma gene-
ral, en todas las familias los hijos realizan juntos numerosas
actividades: comida, juego, baño y hasta visten las ropas de
sus hermanos, sobre todo si son muchos. Estas continuas
vivencias relaciónales llevan aparejadas un alto grado de in-
timidad y franqueza que, como ya hemos señalado antes,
suele ser de naturaleza básicamente emocional. Cuando los
niños son pequeños esta perspectiva es la que se impone
(J. Dunn, 1986), pero los términos que utilizan al referirse a
sus hermanos cambian al ir creciendo, así, los menores de
cinco años se expresan de manera egocéntrica, pero, a me-
dida que aumenta la edad, es probable que utilicen térmi-
nos abstractos al referirse al hermano como persona, en el
sentido de «es amable», «es malo», etc. Lo que está fuera de
toda duda es que, debido precisamente a la intensidad de
las relaciones que se establecen entre ellos, crecer con un
hermano u otro puede ser una experiencia muy diferente
en razón a sus diferentes edades y grado de madurez, pu-
diendo ser uno de los motivos fundamentales que sirvan
para explicar las diferencias que con frecuencia se obser-
van entre unos hermanos y otros.
Estos datos nos llevan a la necesidad de
analizar las diferentes relaciones cuantitativas que pueden
establecerse dependiendo de la propia estructura familiar.
De este modo, a medida que la familia crece con la llegada
de nuevos hijos, el tipo de relaciones también se ve modifi-
cado en su cantidad, afectando incluso a la calidad de las
mismas, puesto que cada uno de los componentes del nú-
cleo familiar necesitará hacer un ajuste de su comporta-
miento a las posibles nuevas situaciones. Así, Bossard y
Boll (1969) llegan a formular la «Ley de la interacción fami-
132 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

liar»: «Con la adición de cada nuevo miembro de la familia o


grupo social primario, el número de personas aumenta se-
gún la más sencilla de las progresiones aritméticas de nú-
meros enteros, mientras que el número de interrelaciones
personales en el seno del grupo crece según la serie de nú-
meros triangulares.»
Ello viene a significar que no existe un pa-
ralelismo entre el advenimiento de un nuevo miembro de
la familia y las relaciones que tal hecho generan: tres miem-
bros de una comunidad producen tres tipos diferentes de
relaciones; cuatro producen seis y así sucesivamente. Esta
ley explica en la práctica muchas situaciones familiares, a
veces conflictivas, que no tendrían interpretación lógica
desde otra perspectiva. Así nos hace caer en la cuenta de lo
compleja que se presenta la relación familiar para un niño
pequeño —aunque sea hijo único— que conviva con sus
padres, algún pariente (tíos, abuelos...) y, tal vez, alguna
empleada, por lo que se ve sometido a un marco de rela-
ciones adultas que puede ser el origen de no pocos conflic-
tos interiores.
Puede hacer comprender, también, la si-
tuación de algunos hijos intermedios de familias numerosas
que, si no media un cuidado consciente de los padres para
atenderlos personalizadamente, pueden sentirse perdidos
en la maraña de relaciones familiares y no valorados sufi-
cientemente en su individualidad.
Puede explicar la situación en la que se
encuentra la familia cuando desaparece alguno de sus
miembros. Que falte un hermano, por ejemplo, supone que
las relaciones globales se verán restringidas en mucho más
de la unidad, lo que exigirá de todos un ajuste de su com-
portamiento. En este sentido cabe reseñar la importancia de
la función hermano —nada desdeñable— en estos casos,
ya que suele ser un elemento de apoyo mutuo ante circuns-
tancias extremas, como es la muerte de algún padre o her-
mano (Arnstein, 1981).
Por último, es una realidad sociológica fá-
cilmente constatable que el mapa familiar actual se ha
transformado grandemente. De la familia numerosa se ha
pasado en gran medida a la reducida y de la familia extensa
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 133

a la nuclear. Este cambio lógicamente se dejará sentir en los


mismos procesos de socialización del niño y puede expli-
car la tendencia actual de los jóvenes a integrarse en grupos
de muy diversa índole, a veces marginales (Rof Carballo,
1976) buscando probablemente un marco de relaciones
amplias y una seguridad y apoyo que hoy no proporcionan
muchas familias.
Este dato nos lleva a considerar el hecho
de que cada niño —o adulto— busca en su entorno su pro-
pio espacio vital que satisfaga la necesidad de aprobación
que es fundamental para la constitución del autoconcepto.
La formación de la autoestima viene dada en gran medida
por la imagen que proyectan sobre el niño aquellas perso-
nas con las que convive. El mismo Adler llamó la atención
sobre el efecto «revelador de talentos» que depende, en sín-
tesis, de la actitud estimulante o no que los padres adopten
frente al hijo. Lo mismo podría afirmarse de los hermanos,
puesto que en su contacto mutuo afirman o niegan —de-
pendiendo de la calidad de la relación establecida— su
propia estima personal.
Una última consecuencia de los contactos
numerosos que posibilita la función hermano es que de ella
se desprenden unas constantes lecciones de convivencia de
importancia educativa suma y que están ligadas, muy tem-
pranamente, a la socialización infantil. A través del ambien-
te familiar y, sobre todo, de las relaciones fraternas, apren-
derá de la existencia de otras personas con derechos y
exigencias propias y con diferentes ámbitos personales que
hay que respetar. La existencia de un proyecto educativo
claro y flexible a un tiempo por parte de los padres, le ayu-
dará sin duda a comprender que sus pequeños caprichos
no deben obstaculizar las exigencias legítimas de los que le
rodean, lo que supone, en definitiva, aprender a tolerar y a
convivir.

1.1.3. Introducción en la vida real y objetiva


Es este un aspecto de la relación entre
hermanos de una gran importancia y que se manifiesta
con una fuerza especial en la familia extensa. En ella, el
134 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

niño no necesitaba salir del marco familiar para encontrar


sus compañeros de juegos y cualquier otro tipo de relacio-
nes. Los hermanos, primos o amigos ejercían una acción
portadora de experiencias sobre lo que significa la reali-
dad con todas sus compensaciones o frustraciones. Es un
dato de observación corriente, ratificado por experiencias
diversas (J. Dunn; C. Bühler) que los hermanos pasan lar-
go rato en actividades imitativas que C. Bühler llamó «su-
cesivas» por las que un niño copiaba inmediatamente lo
que acababa de hacer otro para demostrar que era capaz
de hacerlo tan bien o mejor que su hermano. Estas se-
cuencias de imitaciones expresan la íntima unidad que
existe entre la vida e intereses de los niños. Hay estudios
(Bandura, Ross y Ross, 1963) en los que se habla de la
tendencia del niño a imitar a personas que considera su-
periores o también a niños que encuentra más próximos
por edad o intereses. Así Lewis y Brooks-Gunn (1979) su-
gieren que, incluso a los 14 meses, el hermano pequeño
puede sentirse atraído por el mayor, ya que, de algún mo-
do, puede reconocerlo como «igual a mí». Los datos reco-
gidos por Dunn y Kendrick (1986) parecen confirmar es-
tos hechos.
Este mecanismo lleva a que, en la práctica,
los hermanos mayores se convierten en muchos aspectos
en maestros de los pequeños y ello de diversas maneras.
Por un lado, gracias al juego compartido, los hermanos van
a aprender diversas habilidades que están en la base de
aprendizajes posteriores más sistematizados y característi-
cos de un centro escolar. El factor estimulación es un com-
ponente adicional del juego y es decisivo en orden a la
mayor madurez sicomotriz del niño; la ausencia de ella es,
tal vez, lo primero detectable en los niños que acuden al
nivel de preescolar. Además, muchos de los ejercicios que
se realizan en la escolarización de los primeros años, tie-
nen el mismo fundamento —sólo que científicamente sis-
tematizados— que los juegos tradicionales y espontáneos
del hogar.
En segundo lugar, los hermanos pueden
transformarse en auténticos medios de instrucción para los
pequeños. De los aspectos que podríamos citar, tal vez el
más decisivo es la adquisición del lenguaje que viene favo-
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 135

recido por la interacción entre el niño pequeño y sus her-


manos (Lichtenberger, 1965). El lenguaje se aprende, bási-
camente por imitación y, gracias a él, se comunican ideas y
experiencias. Ambas funciones pueden verse muy favoreci-
das cuando existe una convivencia rica entre los hermanos,
ajena a mecanismos entorpecedores —como la sobrepro-
tección exagerada que impide crecer psicológicamente al
que la padece— y siguiendo unas mínimas pautas educati-
vas en el aprendizaje del lenguaje (por ejemplo: sin adivi-
nar lo que el niño quiere antes de que lo pida; evitar res-
ponderle en su jerga, etc.).
En tercer lugar, la relación entre hermanos
puede favorecer, también, el desarrollo correcto de la edu-
cación sexual y ello desde diversos puntos de vista: ayuda-
rá a la aceptación de las diferencias anatómicas de los se-
xos, o bien, cuando los hermanos son mayores, constatando
y asumiendo las diferencias psicológicas entre ellos, puesto
que, de algún modo, las relaciones de los niños con las ni-
ñas en el contexto familiar, suponen un avance de lo que
será después su postura frente al sexo opuesto. En este ca-
so, como en tantos otros, el comportamiento de los padres
es decisivo, ya que si saben establecer como norma de la
convivencia el respeto mutuo, se ofrecerá como la pauta de
conducta para los hijos.
Ahora bien, los hijos de una misma fami-
lia no siempre tienen los mismos intereses ni los mismos
caracteres ni, en consecuencia, las circunstancias vitales
han sido las mismas para todos. De aquí que, cada her-
mano, busque diversos modos con los que afianzar su
personalidad; perspectiva desde la que resulta especial-
mente valiosa la relación fraterna por cuanto se convierte
de esta manera en un instrumento valioso para perfilar la
identidad individual. Un acercamiento educativo a tan im-
portante cuestión exige la formación de lo que Lersch lla-
ma el «sí mismo propio» y que hace referencia a un modo
especial de tratar el desarrollo del niño por el que se rea-
liza una adaptación consciente a sus particularidades so-
bre la base del respeto a su proceso cíe desarrollo perso-
nal. Como hemos reseñado antes, las situaciones
familiares son tan dispares que emplear la frase de tantos
padres «yo trato igual a todos los hijos» y llevarla a la
136 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

práctica, supone el mejor medio de no hacerlo, propi-


ciando que peligre el respeto al ritmo personal de cada
uno. Por el contrario, la vivencia equilibrada y respetuosa
de las diferencias individuales de cada contexto familiar,
supone un medio educativo de primer orden que servirá
para sentar las bases de una mejor convivencia en socie-
dades más amplias; primero en la escuela y luego en la
sociedad.

2. EL SISTEMA FAMILIAR

Muchos son los cambios experimentados


por la familia de nuestro tiempo en relación con la de
épocas no muy lejanas. Las causas son múltiples: una ma-
yor longevidad humana que ha aumentado la duración
del ciclo vital familiar; nuevas concepciones del mismo
significado del matrimonio; una gran reducción del nú-
mero de hijos debido a nuevas pautas sobre la reproduc-
ción; una incorporación creciente de la mujer al mundo
laboral que ha servido, en algunos casos, de elemento de
comprensión mutua entre los esposos y, en ocasiones,
como factor de desintegración y pérdida de los papeles
dentro de la familia; una mayor espontaneidad a la hora
de enfocar las relaciones de la pareja con menores inhibi-
ciones, por lo que los mismos conflictos se hacen más
evidentes, etc. Lógicamente la consecuencia es que la
misma estructura familiar resulte alterada en muchos as-
pectos, siendo el más evidente a la observación directa el
de su tamaño.
Ante esta realidad, hemos de adoptar al-
gún criterio para acércanos a ella; tradicionalmente el pri-
meramente utilizado es el cuantitativo de cuyo análisis se
van a derivar unos concretos estilos de vida. Como conse-
cuencia, hablamos de características comunes a las familias
de sistemas pequeños o numerosos (Bossard y Boll). Este
modo de enfocar la cuestión ha sido de algún modo puesto
en entredicho por cuanto una familia de varios niños puede
diferir significativamente de otra familia si aquéllos tienen
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 13 7

diferencias de edades y están distribuidos de diferente for-


ma en cuanto a su sexo (Walter Toman, 1982). Si tienen dos
hijos, por ejemplo, el núcleo familiar puede componerse de
dos niños, dos niñas o niño y niña. En el último caso cual-
quiera de ellos puede ser el mayor, con lo que las posicio-
nes fraternas son variadas lo que, ciertamente, puede reper-
cutir en las mismas relaciones familiares y, por lo tanto,
educativas.
Los trabajos sobre familias de otras cultu-
ras de Whiting y Edwards (1977), en los que estudiaron la
interacción entre hermanos de tres comunidades africanas,
dieron como resultado que la conducta amistosa se mani-
festaba con más frecuencia entre hermanos del mismo sexo
que entre los de sexo diferente.
Del mismo modo, es fácil deducir que,
desde una perspectiva psicoanalítica, los hermanos del mis-
mo sexo que se encuentran en una situación edípica, ten-
derán probablemente a vivenciar una mayor rivalidad entre
ellos.
La casuística a la que podemos acudir es
muy grande y responde a realidades concretas. Con todo,
es lo cierto que las relaciones fraternas vienen primaria-
mente determinadas por el número de hermanos —piénse-
se en la diferencia de la familia de hijo único en relación
con la numerosa— por lo que creemos conveniente esbo-
zar los puntos básicos que puedan servir para diseñar los
diferentes sistemas familiares:

2.1. Sistema de familia pequeña

Es la que se está imponiendo generalmen-


te en Occidente y, por lo mismo, en nuestro país. En este
sentido en España se ha pasado de un índice medio de hi-
jos del 4,71 en el año 1900, al 2,5 en el quinquenio 1970-
1975 hasta un 1,2 en la actualidad.
Este modelo de sistema familiar presenta
unos rasgos característicos para los hijos que, en síntesis,
serían los siguientes:
138 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

a) Una mayor preocupación de los padres, a veces ex-


cesiva, que puede acabar en actitudes de sobrepro-
tección que coarten la libre expansión de las necesi-
dades infantiles.
b) El juego social interfamiliar se encuentra más reduci-
do, al contar con número mínimo de miembros. Este
sistema pequeño que, casi generalmente coincide
con la familia nuclear, brinda menores posibilidades
de socialización y aporta menores figuras protecto-
ras para el niño que las que podía encontrar en la fa-
milia extensa.
c) Como consecuencia, el niño —sobre todo si es úni-
co— se transforma en el centro de la familia. Si los pa-
dres no se preocupan por ampliar su horizonte rela-
cional favoreciendo el contacto con otros niños de su
edad, pueden aparecer en él sentimientos sobre una
importancia exagerada de su persona, o bien, situacio-
nes de soledad con una incapacidad para desenvol-
verse en las relaciones sociales fuera del marco de la
familia. En este sentido, es típico el trauma de la entra-
da en la escuela propio de niños sobreprotegidos.
d) El hijo de familia pequeña tiene, por otro lado, más
posibilidades de instrucción al ser mayor el potencial
económico de sus padres. Éste es un argumento ha-
bitualmente esgrimido por muchos de ellos —sobre
todo en familias modestas— para justificar la imposi-
bilidad de tener más hijos. Desde otro punto de vista,
es un mecanismo que se inscribe en los deseos pater-
nos de proporcionar lo mejor para sus hijos. El riesgo
estriba en que, al socaire de ese legítimo deseo, no se
contemplen las posibilidades reales de los mismos y
lo que les mueva, en el fondo, sea la satisfacción de
las propias ambiciones adultas que los padres no ha-
yan visto logradas en su vida personal.
e) En este tipo de familia existe normalmente una gran
concentración de emociones, puesto que sus desti-
natarios son pocos, ya se trate de sentimientos de
solicitud, cariño o agresividad. Este problema ad-
quiere una mayor virulencia en las situaciones de
conflictividad matrimonial, acaben o no en ruptura.
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 139

También es digno de tenerse en cuenta el caso del


hijo único, puesto que la carga emocional se dirige a
una sola persona, lo que suele tener serias repercu-
siones para él: si los estímulos son de solicitud pue-
den crear una gran dependencia afectiva; si son de
rechazo los vivirá con todo su rigor al no existir
otros hermanos en los que apoyarse.
Esta concentración de emociones propia de la familia
pequeña tiene una gran repercusión en el estilo disci-
plinar, puesto que las sanciones y gratificaciones pro-
ceden, casi exclusivamente, de los adultos. Si éstos
son poco flexibles, pueden generar emociones difícil-
mente conciliables: por un lado, la preocupación
constante por el hijo; de otro, el sentimiento de un po-
sible rechazo ante el estilo disciplinar impuesto. Esta
ambivalencia suele ser motivo de confusión y posible
origen de conflictos. De aquí la importancia educativa
de propiciar a los niños que viven situaciones cotidia-
nas propias de familias reducidas, experiencias rela-
ciónales que sirvan de contrapeso a los posibles ries-
gos típicos de su configuración sociológica.

2.2. Sistema de familia numerosa

Aunque existe una mayor literatura sobre


el modelo de familia pequeña, sobre todo en el caso del hi-
jo único, sin embargo, no faltan estudios sobre la situación
del niño en las familias de muchos hijos (por ejemplo, los
ya mencionados de Walter Toman y Bossard y Boll) aun-
que, ciertamente, el tema ha sido más tratado desde una
perspectiva sociológica que educativa. Con todo, podemos
establecer unos rasgos comunes para este modelo familiar:
a) La psicología del niño encuentra oportunidades de
hacerse más realista y, por lo mismo, más autónoma,
puesto que los padres no pueden estar tan pendien-
tes de ellos. Los hijos tendrán que aprender a resol-
ver tempranamente muchos pequeños problemas vi-
tales por sí mismos, con lo que se favorece su
140 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

orientación hacia las situaciones de la realidad exte-


rior. El riesgo puede venir dado cuando, por las cir-
cunstancias derivadas del contexto familiar, se en-
cuentra con un nivel de exigencia superior a su
momento madurativo.
b) El campo de experiencias es muy variado, la dinámi-
ca familiar suele ser muy rica y, como consecuencia
de lo anterior, los niños deben aprender a adaptarse
a múltiples situaciones diversas. Esta faceta que
puede ser origen de una gran riqueza en la construc-
ción de la personalidad infantil, puede, sin embargo,
resultar confusa si el niño se pierde en la maraña de
relaciones familiares, sobre todo cuando no existen
pautas educativas claramente asumidas.
c) Los hijos encuentran sus propios compañeros de
juego y trabajo dentro del hogar; los hermanos com-
parten sus actividades constantemente. De aquí no
es imposible que pueda surgir la rivalidad —hecho
que estudiaremos en un punto aparte— o, también,
una especial cohesión dependiendo de la conciencia
de grupo que exista. Ésta se verá favorecida con la
acción educativa de los padres: saber dispensar
amor a todos sin favoritismos, dirigir con equidad,
fomentar la vivencia de una verdadera solidaridad,
son elementos que se encuentran en la base de la
formación de una auténtica conciencia familiar y de
grupo.
d) Los sociólogos suelen afirmar que cuando existe un
grupo numeroso conviviendo junto, sus miembros
adoptan diferentes papeles dentro de él. Así, se ha-
bla de la existencia de un hermano responsable, o el
sociable, o el ambicioso, el irresponsable, etc.
(Bossard y Boll). La razón de fondo estaría en la ne-
cesidad de cada ser humano de afirmar su «yo» bus-
cando su propio espacio en el núcleo social en que
vive, que llevará a adoptar modelos de comporta-
mientos a veces diametralmente dispares en cada
uno de los componentes de la familia. Como hace
observar J. Dunn (1986) no sabemos hasta qué pun-
to corresponden estas clasificaciones con la realidad
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 141

de cada situación, pero parece claro que existe una


tendencia en las familias a asignar papeles, sobre to-
do, durante los años escolares, en relación a las ca-
racterísticas de cada hijo. Las diferencias entre her-
manos se agudizan a medida que crecen y no sería
ilógico suponer que esa manera de situarse cada
uno buscando su espacio personal en el núcleo de
la familia numerosa contribuyera de manera clara a
marcar las diferencias personales.
Ya hemos señalado antes que es corriente encontrar
la aseveración de que, en una familia numerosa, los
hijos intermedios corren el riesgo de quedar aislados
y, por lo mismo, con su individualidad en entredi-
cho. Sin embargo, está comprobado desde distintos
campos (Walter Toman, 1982; I. Boszormeny-Nagy
G. M. Spark, 1983) que las configuraciones de
hermanos en este tipo de familia tienden a dividirse
en grupos. El motivo que origina esta división puede
radicar en la diferencia de edad, cualidades físicas o
psíquicas, distintos intereses, afinidades afectivas, et-
cétera. Estas subdivisiones pueden ser motivadas,
también, por los mismos padres si, por ejemplo, pro-
porcionan a unos hijos mayores atenciones que a
otros.
e) Un problema importante en este sistema familiar es
el de la disciplina. La gobernabilidad de un grupo
amplio exige que ésta se plantee claramente para
que pueda ser aceptada por todos dependiendo, cla-
ro está, del grado de autonomía personal de cada
uno de sus miembros. En este espacio familiar el
sentido de una disciplina educativa —ni autoritaria
ni libertaria, sino estimuladora de las potencialida-
des de cada uno— cobra toda su importancia.

3. EL RANGO EN LOS HERMANOS

Es esta una cuestión importante puesto


que el desarrollo de cada niño va a venir determinada, de
142 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

algún modo, por el lugar que ocupa en la familia. No es lo


mismo ser el hermano mayor que el segundo o el último;
los padres tampoco son idénticos, puesto que su edad va
cambiando así como su experiencia. En resumen, todos los
hermanos viven situaciones diferenciales que se impone
tratar sintéticamente.

3.1. El hermano mayor

En la familia tradicional el hermano mayor


—el primogénito— era el destinado a heredar la profesión
y estatus del padre, por lo que en su entorno se creaba un
estado emocional del que participaba toda la familia.
Aunque hoy la sociedad ha evolucionado mucho, sin
embargo, el hijo mayor sigue siendo el destinatario de bue-
na parte de las expectativas paternas. Como señala
Catherine Petit (1986), todo hijo real viene precedido de
uno imaginario y la distancia entre ambos puede llegar a
ser muy grande. Este mecanismo suele darse con mayor in-
tensidad con el primogénito, puesto que la experiencia re-
petida de la paternidad, tempera de alguna forma las ex-
pectativas ideales de los futuros hijos.
Por otro lado, ya lo puso de relieve
A. Adler, los padres suelen depositar una confianza espe-
cial en el hijo mayor por el mismo hecho de serlo, confian-
za que suele ir acompañada de mensajes verbales o no y
que, con seguridad, servirán para conformar el nivel de as-
piración del niño. No es infrecuente que al hijo mayor se le
confíen prematuramente responsabilidades, sobre todo si
tiene hermanos pequeños, que pueden orientarle a la ad-
quisición de un sentimiento de autoridad o, por el contra-
rio, de un cierto fracaso si no actúa conforme al deseo de
sus padres.
Dada su situación en la familia, este hijo
tiene un estilo de convivencia marcada por los adultos
—durante un cierto tiempo es, en realidad, hijo único—, lo
que puede determinar que esté fuertemente estimulado. Tal
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 143

vez sea por esta causa por lo que muchas veces destacan
en su rendimiento intelectual (Porot, 1969); lo cierto es que
este tipo de hermanos suelen estar descritos (Arnstein,
1981) como «ansiosos, conformistas y conservadores; com-
petentes para dirigir el trabajo ajeno... respetan la autori-
dad, serios, introvertidos, egoístas, dominantes...» caracte-
res que pueden encajar en muchos hijos mayores,
ciertamente, pero que estarán matizados por el tipo de es-
tructura y dinámica familiar en la que vivan.
Un tema que no se puede soslayar, porque
es típico de toda la literatura psicopedagógica, es la situa-
ción planteada ante el nacimiento del hermano segundo. Es
el momento en que el mayor pasa a quedar «destronado»
por el pequeño y en el que se pueden producir los conoci-
dos mecanismos de regresión que acompañan a la vivencia
de los celos. Así, el hijo que antes controlaba sus esfínteres,
empieza a mojar la cama de noche; o comienza a chuparse
el dedo o se niega a comer solo..., la sintomatología es
muy variada. Parece que existe una relación muy estrecha
entre la intensidad de la relación afectiva establecida por el
primer niño con su madre/padre y la reacción del mayor
ante la llegada del segundo. Los profesionales clínicos con-
ceden a este hecho una importancia crucial, ya que, cuanto
más estrecha sea la relación del niño con su madre, mayor
será el problema de hostilidad y de celos. En el fondo de
esta cuestión, como señala F. Escardó (1978), está el hecho
de que el hijo celoso, con seguridad, gozaba de privilegios
dentro de la familia. El nuevo hermano no le roba lo que es
legítimo: el cariño de su madre ni las atenciones que le co-
rresponden por su edad. Si el hermano mayor siente celos,
probablemente disfrutaba de un estatus no correspondiente
al grado de desarrollo que demandaba su edad evolutiva.
Lo dicho presenta una mayor importancia
porque la situación de celos puede aparecer en cualquier
posición fraterna y no sólo en la del hijo mayor, puesto que
depende más del estilo educativo capaz de formarle en la
autonomía personal que del lugar que ocupe dentro de la
familia. Así podemos encontrar el problema en el hijo ma-
yor respecto al segundo, éste en relación al tercero, etc.
Ésta es la realidad que hemos encontrado como resultado
de un trabajo de campo sobre la temática «Familia y rendi-
744 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

miento escolar» realizado sobre una amplia muestra (1.182


muchachos de la ciudad y provincia de Salamanca).

3.2. El hijo segundo y los hermanos intermedios

Después de la experiencia del primer hijo


los padres se sienten más seguros y ven con mayor sereni-
dad los problemas normales de la crianza de sus hijos, lo
que les lleva a una mayor flexibilidad en su comportamien-
to. El estudio de Newson señaló que el cambio principal
en la conducta de los padres con el primogénito y con sus
hijos menores se traducía en un paso de la rigidez a la flexi-
bilidad 0. Dunn, 1986). Actos como la hora de ir a la cama
y hábitos como chuparse el dedo o el recurso a objetos tra-
dicionales (ositos, prendas o juguetes especiales) son más
corrientes entre los hijos menores.
Por lo que hace referencia al hijo segundo,
éste se encuentra con una situación familiar peculiar: en la
casa hay otro hermano mayor que él en todos los aspectos.
De aquí se deriva un posible deseo de competición por
igualarle, ya que es difícil que se dé cuenta de que las ven-
tajas de aquél son sólo aparentes y que desaparecerán con
el tiempo.
En ese momento también empiezan a entrar
en juego las diferentes relaciones señaladas por
W. Toman que ya citamos y en las que el comportamiento de
los hermanos viene de algún modo matizado dependiendo
del sexo de cada uno de ellos. Además, entran en juego las
propias expectativas paternas, porque en una sociedad en la
que todavía los roles masculinos y femeninos están muy
marcados, las esperanzas de los padres pueden ser diversas
según el sexo de los hijos. Se suele tolerar mejor un «fracaso»
en los estudios de una hija que de un hijo, por ejemplo. La
casuística posible es grande: un hermano segundo puede
sentirse alterado cuando la competidora es la hermana, o és-
ta puede adoptar una reacción de avidez por el trabajo o ten-
der a exagerar una manera de ser «especialmente femenina»
cuando tiene que competir con un hermano.
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 145

Una cuestión básica cuando hay varios


hermanos es la que hace referencia al tipo de motivación
que se utilice en la familia. En este sentido, el recurso a la
emulación, tan propio de una disciplina autoritaria, sólo
servirá para fortalecer los sentimientos competitivos entre
los hermanos. De este modo, se puede llegar a sentimien-
tos de fracaso en el empeño de superar al hermano más do-
tado, o bien, mecanismos de oposición ante aquél o ante
los propios padres, propios de una actitud negativista por
el temor de no alcanzar las metas propuestas; o la renuncia
ante un trabajo que desborda las posibilidades individuales,
explicación de muchos fracasos escolares o, por último, la
reacción de compensación por la que algún hermano bus-
cará algún campo en el que destacar diferente de los otros.
La situación de los hermanos intermedios
añade, además, alguna otra característica. Si la familia es
muy numerosa, corren el riesgo de la indiferenciación ya
señalada y que se agudizará con la práctica habitual en tan-
tas familias, de ser los absolutos herederos de todas las co-
sas de sus hermanos mayores. La necesidad de sentirse va-
lorados y de construir su propio espacio personal puede
llevarlos a la adopción de posturas más o menos llamativas
para captar la atención de los que les rodean, sobre todo de
los padres. Esta situación puede ser salvada siempre qué se
potencien y se respeten los espacios vitales de cada uno.

3.3. El hermano menor

La figura del hermano menor ha estado


siempre muy tratada desde diferentes puntos de vista —psi-
cológico, pedagógico, literario y hasta bíblico— y aparece
con unas características especiales. En el sentir de la calle
también encontramos un interés especial por el tema e, in-
conscientemente, se le presenta como un hijo mimado, de-
masiado protegido, algo caprichoso e infantilizado.
Ciertamente la situación familiar a la llega-
da del hermano menor es muy diferente a la que vivieron
146 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

los otros. Los padres suelen ser mayores, a veces demasia-


do si el pequeño llega tarde, lo que puede repercutir en la
crianza del hijo. No es infrecuente que, debido a este he-
cho, deleguen bastantes tareas de su cuidado y educación
en los hermanos mayores. En este sentido resulta importan-
te considerar la diferencia de edad entre el hermano peque-
ño y los anteriores. Si es muy grande, el menor puede en-
contrarse con el hecho de que, en la práctica, tiene varias
figuras parentales y, en cambio, carece de hermanos con
los que compartir todas las experiencias propias de la fun-
ción de hermano.
Ahora bien, generalizar en estos temas es
muy comprometido y es aquí cuando se echa en falta la
existencia de categorías generales de conducta suficiente-
mente contrastadas. A. Adler describió minuciosamente las
posibles reacciones del benjamín: le ve como más inmadu-
ro, debido a su edad; necesitado de una protección espe-
cial que, según este autor ya clásico, le hace crecer en un
ambiente más permisivo. La familia no suele confiarle nada
y este mismo hecho puede actuar de revulsivo psicológico
que le haga buscar la superioridad sobre los que le rodean;
o puede ocurrir que fracase en su empeño encontrándose
desarmado ante las frustraciones, hecho que puede llevarle
a la huida de toda responsabilidad.
Estos datos, con ser sugestivos, hay que in-
terpretarlos desde la perspectiva del pensamiento de Adler
para quien la vida humana se debate constantemente entre
los polos opuestos de la lucha por la superioridad y el sen-
timiento de inferioridad. Ocurre que este autor parte de la
premisa, cuestionable, de que todos los hermanos menores
son objeto de una protección especial por parte de la fami-
lia. Sin embargo, autores como Mauco y Rambaud (1951)
hacían notar ya que los hijos menores que acudían a su
consulta, lejos de estar mimados, presentaban síntomas de
haber sido ignorados por sus progenitores y que, entre los
padres que acudían a consulta existían numerosos casos de
situaciones familiares anómalas (separación, viudez, etc.).
La posible casuística es muy diversa, así
como las reacciones del hijo menor. No es raro que se sien-
ta estimulado por el ejemplo de los mayores y que esto le
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 147

lleve a una maduración más temprana de su personalidad.


Desde otro punto de vista, a través de la experiencia de los
hermanos mayores, tendrá la posibilidad de conocer la «vi-
da real» con la trascendencia que comporta para él la con-
ducta de aquéllos: hay menor distancia generacional, están
más al día, hablan un lenguaje más próximo y son, en defi-
nitiva, los maestros más eficaces de los hermanos menores.
Tampoco es infrecuente que el hermano
pequeño esté cómodo en su papel de protegido —en el su-
puesto de que así suceda— y que no encuentre estímulos
suficientes para superarse, ya que todo se le da resuelto de
antemano; en este caso entran en juego con toda su fuerza
los caracteres del hijo menor tan manejados por todos. Sólo
el conocimiento de los adultos en orden a los posibles ries-
gos llevará a la adopción de los consiguientes medios edu-
cativos que los eviten.

3.4. El hijo único

La situación de la familia que tiene un solo


hijo va siendo cada vez más frecuente en los países desa-
rrollados. No son casos más o menos atípicos corno la con-
secuencia de un matrimonio tardío o la imposibilidad para
tener más hijos. Al contrario, hoy existen muchas parejas jó-
venes que en sus expectativas de futuro queda claramente
prefijada la voluntad de tener un solo hijo. Esta situación fa-
miliar, aparentemente, presenta unas carencias que, en oca-
siones, se manejan de modo inexorable a la hora de fijar el
futuro del hijo único. Sin embargo, creemos que, siendo
conscientes del problema, no se deben establecer unas re-
laciones causa-efecto, porque los condicionamientos perso-
nales del hijo único pueden quedar salvados gracias a la ac-
ción educadora de los padres.
Las circunstancias sociológicas de este tipo
de niños vienen a coincidir en gran medida con la de la fa-
milia pequeña, aunque tal vez, intensificadas. Serían las si-
guientes:
148 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

1) Carece en la familia de compañeros con los que ju-


gar y competir.
2) Todas las demandas afectivas de los padres conver-
gen sobre él.
3) Los padres tienden a ser demasiado solícitos. Al
coincidir en una misma persona el primogénito y el
hijo único, esa solicitud pudiera transformarse en
ansiedad..
4) Las actitudes imitativas del niño se dirigen primor-
dialmente hacia el ejemplo del comportamiento
adulto, al carecer de otros modelos de referencia en
su entorno próximo.
5) Puede gozar de determinadas ventajas, sobre todo
de tipo económico. Ello puede significar en la prác-
tica mejores oportunidades instructivas y más abun-
dancia de bienes materiales.
La situación así planteada puede conducir
a algunos excesos en el estilo educativo del hijo único
(Catherine Petit, 1986). Serían los siguientes:
1) Los padres pueden optar por unas pautas educativas
más permisivas con el objeto de evitar cualquier ti-
po de conflicto. Por este camino se obtiene un hijo
mimado, incapaz de hacer frente a las dificultades
propias de la vida adulta.
2) Si lo que predomina en la familia es el estilo compe-
titivo de la sociedad, los padres pueden adoptar una
actitud rígida que busque el éxito del hijo por enci-
ma de cualquier otra consideración. Si, además, el
criterio esencial para adoptar la decisión de tener un
solo hijo es el de proporcionarle las máximas opor-
tunidades educativas, el nivel de aspiración del que
parten puede ser excesivo en relación con las capa-
cidades reales del hijo. La frustración consiguiente,
en el caso de que no cumpla los ideales paternos,
puede ser grande tanto para aquéllos como para el
propio niño.
3) El hijo único capta fácilmente la importancia que re-
viste para sus padres, lo que puede aprovechar para
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 149

oponerse a ellos con conflictos violentos. Al no dis-


poner de hermanos, siendo un primogénito perpe-
tuo, carece de la posibilidad de compartir y de riva-
lizar. En consecuencia, toda la necesidad de
oposición puede concentrarla en sus padres.
4) Al hijo único le cuesta más afirmar su autonomía,
puesto que sus padres suelen estar muy pendientes
de él. Los pequeños éxitos, así como los fracasos,
pueden ser agrandados por los adultos, lo que pue-
de llevarle a adquirir una idea excesiva sobre su im-
portancia.
De lo dicho se deduce la peculiaridad del
hijo único: por un lado, los niños que se han desenvuelto
con la sola referencia de los adultos, suelen estar sobreesti-
mulados desde una edad muy temprana: esto puede llevar-
les a destacar intelectualmente. Por otro lado, corren el ries-
go de estar carentes de experiencias vitales necesarias para
prepararse para la vida adulta: sentido del riesgo, supera-
ción, necesidad de cooperación, etc. De aquí que se genere
una ambivalencia entre el desarrollo intelectual y el afectivo
que conduce a un tipo de adulto peculiar y no del todo in-
frecuente.
Parece claro, como señala Porot (1965)
que, cuando los padres son conscientes de las limitaciones
en que se desenvuelve la vida de su hijo, es más fácil en-
cauzar la educación. Básicamente, ésta debe ir dirigida a
proporcionarle la función hermano de la que carece. La fa-
milia debe brindarle la posibilidad de relacionarse con
otros niños: primos, vecinos, amigos o el marco de una
educación infantil, pueden ser ayudas inestimables. El ob-
jetivo es que pueda establecer vínculos de amistad, cola-
boración y rivalidad, de las que carece en su entorno in-
mediato.
De lo dicho se derivan dos cuestiones:
una, que la casa debe tener una actitud de apertura hacia el
exterior y, otra, que las relaciones entre niños deben esta-
blecerse con aquellos de una edad similar. En resumen, de-
be conseguirse que el niño sea uno entre iguales lejos de
los privilegios y protecciones maternas, con el fin de que
afloren sus propios recursos y acumulen un bagaje de ex-
150 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

periencias personales que le sirvan de punto de referencia


correcto en su comportamiento infantil y adulto.

4. EL SENTIDO DE LA RIVALIDAD ENTRE HERMANOS

Entramos en el punto que, tal vez, ha des-


pertado más controversias tanto desde el punto de vista psi-
cológico como el educativo o el sociológico. Como afirma
J. Dunn, la relación fraterna tiene una mezcla de afecto y de
hostilidad y ello de una manera inevitable. Por otro lado, el
conflicto entre hermanos posee un significado especial pa-
ra promover el conocimiento y la comprensión entre ellos.
Ahora bien, tal vez la corriente clínica que más ha destaca-
do la importancia de la rivalidad sea el psicoanálisis:
Burlingham y Freud la dotan de una importancia especial y
destacan que, en una familia normal, la relación entre her-
manos sólo se desarrolla en respuesta a la competición por
el amor de los padres. Más recientemente Louis Corman
(1980) interpreta el hecho de la rivalidad como una cons-
tante formando parte «del orden natural de las cosas», y aña-
de, «cuando parece no existir es porque hay censuras muy
fuertes que la han inhibido». Su estudio concluye con una
tipificación sobre las formas manifiestas de rivalidad (la ri-
validad del cuerpo a cuerpo, la rivalidad del rechazo, ver-
balización de la agresividad, las alianzas).
Pero cuando nosotros hablamos de rivali-
dad, la entendemos como algo inevitable e, incluso, nece-
saria para el desenvolvimiento de la personalidad del niño.
Nos estamos refiriendo, también, a un período intermedio
en las relaciones de los hermanos, etapa necesaria y que
debe quedar superada para dar paso a la colaboración y los
sentimientos de solidaridad. Todos sabemos que los herma-
nos —que pueden estar tan unidos entre ellos que no pue-
den vivir el uno sin el otro— se enzarzan en ocasiones en
disputas o peleas por las cosas más nimias. Por eso cree-
mos que, cuando se adopta una actitud negativa frente al
hecho de la rivalidad, se está hablando de procesos patoló-
gicos de la misma, ante los cuales cualquier educador debe
estar en desacuerdo.
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 151

Como ya dijimos en su momento, una de


las características de la función hermano es la de conseguir
que la preparación del niño para la vida adulta se haga sin
traumas y en dosis que pueda asumir sin riesgos. A esto se
une el hecho que, desde el campo de la psicopedagogía, se
ha puesto muchas veces de relieve, la dificultad de adapta-
ción que poseen los niños que nunca han tenido que supe-
rar una situación conflictiva ni han resuelto momentos
difíciles por sí mismos: representan el síndrome del niño
sobreprotegido. Desde esta perspectiva, la pequeña pelea o
discusión adquiere su pleno sentido educativo. Saber re-
nunciar o comprender o ponerse en lugar del otro, son ele-
mentos básicos que se encuentran en cualquier proceso de
socialización.
Ahora bien, el tema de la rivalidad fraterna
puede quedar distorsionado fundamentalmente por dos he-
chos: la adopción en la familia de posturas competitivas o
la problemática de los celos.
La primera cuestión nos introduce en uno
de los problemas más intrincados del momento actual.
Ciertamente, estamos presenciando una carrera para ver
quién vive mejor, quién se sitúa en un mayor nivel socioe-
conómico o quién posee más cosas. Esto, que es propio de
una sociedad consumista, se ve agudizado por la problemá-
tica actual de paro planteada en el mundo del trabajo que
hace desistir del esfuerzo a tantos jóvenes o les inclina a
una carrera por competir. La sociedad —sobre todo a través
de los medios de comunicación que alaban constantemente
la importancia del «tener»— y la propia escuela —califica-
ciones, exámenes constantes al socaire de la «evaluación
continua»— tienen una gran parte de responsabilidad en el
fomento de actitudes abiertamente competitivas. Pero la
realidad nos dice que la propia familia fomenta, en ocasio-
nes, la actitud de competición en la que subyace una buena
dosis de rivalidad. Siempre que se adopten posturas de
emulación entre los hermanos o que se lancen a una exi-
gencia de «notas» con la única finalidad de poseerlas sin su-
bordinarlas al desarrollo individual del «saber», se estará di-
mentando las condiciones para que se distorsione el
fenómeno natural de la «rivalidad».
152 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

La segunda cuestión nos lleva a un análisis


del tema de los celos. Ya dijimos que éstos suelen aparecer
con el nacimiento de un hermano. Por ello numerosos au-
tores coinciden en la importancia de preparar al hermano
mayor para la llegada del siguiente (Spock, 1969; Close,
1980). No obstante, existe algún estudio (Trause, 1978) en
el que, analizada la reacción del hermano mayor, no apare-
ce conexión entre la respuesta inicial al recién nacido y la
incidencia de problemas que se presentan después. Dunn y
Kendrick tampoco encontraron una respuesta clara a esta
cuestión, tal vez porque todos los niños que examinaron
habían sido preparados con más o menos meticulosidad.
Hay otros autores que no ven un significado especial en el
hecho de preparar al hermano mayor y, por último, Anna
Freud sostiene que, por muy bien preparado que estuviera
el niño, podría quedar fácilmente desbordado emocional-
mente por el acontecimiento real de la presencia del her-
mano.
Aunque exista diversidad de opiniones, lo
que no parece pedagógicamente correcto sería presentar al
hermano menor como si en verdad hubiera venido de im-
proviso. Esta afirmación puede estar avalada en la práctica,
puesto que muchos problemas de celos tienen su origen en
una mala introducción del nuevo hermano: actos como es-
perar que nazca el segundo para sacar al mayor de la habi-
tación paterna, o aprovechar este momento para enviarle a
la guardería u otros posibles, se encuentran en la base de
una mala preparación para la llegada del hermano y agudi-
zarán o crearán el mecanismo de los celos.
De esto se deduce lo importante que resul-
ta la conducta de los padres y sobre todo de la madre, que
es la figura más cercana al bebé. En la experiencia realizada
por Dunn y Kendrick encontraron, al menos, tres cambios
fundamentales en la conducta de la madre después del na-
cimiento del hijo menor: en primer lugar, detectaron un au-
mento significativo de los enfrentamientos entre la madre y
el hijo o hijo mayor, lo que se reflejaba en una serie de me-
didas tanto de tipo verbal como no verbal. En segundo lu-
gar, disminuyó el tiempo que el niño mayor y la madre pa-
saban juntos. La frecuencia con que la madre ayudaba al
niño, así como el tiempo que le cogía en brazos o le hacía
IMPLICACIONES EDUCATIVAS DE LA RELACIÓN ENTRE HERMANOS 153

caricias, disminuyó en un 24 por 100 en relación con el ni-


vel que habían alcanzado antes del nacimiento. En tercer
lugar, hubo un cambio en la iniciativa de la madre y del ni-
ño para comenzar la interacción, así las madres comenza-
ban menos veces el juego compartido, aumentando el pro-
tagonismo del niño en estas actividades. Como
consecuencia, observaron un aumento en la conflictividad
entre madre e hijo y ésta se producía de una manera más
sensible en los momentos que la madre atendía al hermano
pequeño.
Como señala F. Escardó (1978), el proble-
ma no consiste sólo en que los niños pugnen por compartir
el cariño de la madre, el problema se evidencia cuando se
trata de compartir «privilegios». Por ello es importante que
en la familia se perciba con claridad que el amor de los pa-
dres es el mismo para todos los hijos, aunque la forma de
manifestarlo dependerá de las necesidades —no de las «exi-
gencias»— de cada uno. Proporcionando a cada hijo senti-
mientos satisfactorios sobre las acciones correspondientes a
su edad no tendrán necesidad de acudir a mecanismos re-
gresores para captar la atención de los padres.
Por último, la actitud solidaria de los pa-
dres debe ser el elemento integrador de la familia que favo-
rezca el paso de la rivalidad —en el sentido empleado por
nosotros— hacia actitudes de colaboración y apoyo mutuo
entre los hermanos (este tema lo hemos tratado con ampli-
tud en el libro: «Los hermanos: convivencia, rivalidad, soli-
daridad). A través de la superación de la rivalidad se apren-
derá, ciertamente, el significado de la relación social,
necesaria para las experiencias posteriores del niño en el
ámbito de la escuela y de la sociedad.

BIBLIOGRAFÍA
1. Los objetivos generales de la educación familiar.
2. Los objetivos particulares de cada etapa.
3. Sentido dinámico y práctico de los objetivos educativos.
Bibliografía

La institución familiar es original y diferen-


te de todas las demás instancias o instituciones educadoras.
Hablar de los objetivos educativos de la familia es penetrar
en lo más profundo de su misión formadora del ser huma-
no. Al mismo tiempo, significa rozar un área por necesidad
inconcreta y compleja (Riego, 1985; Porot, 1980; Alba,
1981).
Por eso no se puede perfilar con nitidez un
mapa de intenciones educadoras familiares, como se puede
hacer con relativa facilidad con la escuela, con la institución
eclesial o con cualquier movimiento artístico, político, so-
cial, religioso, cultural.
La realidad familiar es algo radicalmente
diferente. Ella abarca desde los ámbitos más corporales de
la persona (alimentación, higiene, salud, seguridad), hasta
los más íntimos y profundos (sentimientos, creencias, pre-
ferencias). Por la misma naturaleza humana de la institu-
ción familiar, los padres se hallan interesados y comprome-
tidos en la configuración global y perfecta de sus hijos. En
la medida en que esa configuración constituye un ambicio-
so proyecto de integridad y de radicalidad, los padres no
pueden bastarse para cumplir las normales pretensiones de
desarrollo o promoción total; y deben acudir a otras instan-
cias formadoras que compensen sus insuficiencias. Pero es
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 157

evidente que, por la misma naturaleza del hombre, los pa-


dres son en todo momento los últimos responsables de la
evolución perfectiva de sus hijos; y necesitan ser conscien-
tes, con más o menos claridad, de lo que se debe conseguir
a lo largo de los diversos procesos educadores (Almira,
1976).
En el orden práctico no se puede pedir or-
dinariamente a los padres que sean sistemática y plenamen-
te conscientes de todos y cada uno de los objetivos que de-
ben orientar la formación integral de los hijos. Pero sí es
conveniente que de alguna manera sean ellos los artífices y
protagonistas de las líneas básicas que configuran la educa-
ción de los mismos. La formulación de los objetivos forma-
tivos en la familia tienen que fundamentarse más en las le-
yes de la naturaleza y del sentido común que en
taxonomías artificiales formuladas al calor de planteamien-
tos lógicos o científicos. La misma naturaleza deposita en el
alma paterna el deseo natural de perfeccionamiento de los
hijos; y es en ese depósito en el que hay que hallar las lí-
neas de fuerza de toda educación acertada.
Formar al hombre como persona libre no
implica necesariamente la definición psicológica de perso-
na; y mucho menos los análisis filosóficos, históricos, o me-
tafísicos, de lo que realmente es lo que subyace en la per-
sonalidad. Pero no cabe duda que cierto instinto natural,
sobre todo si se apoya en la reflexión propia y ajena, nos
dice con cierta precisión lo que la dignidad de la persona
reclama: libertad, progreso, conciencia de sí, perfección
cultural, comunicación, trascendencia, etc.
Cuando los padres se preguntan por los
objetivos últimos o inmediatos que pueden plantearse en la
formación de sus hijos pueden eludir, con más indepen-
dencia que otros profesionales de la educación humana, los
presupuestos metodológicos y también ideológicos que
condicionan las variadas taxonomías prefabricadas. Les
basta muchas veces tener la visión general de lo que es
progresar perfectivamente y rechazar aquellos riesgos que
abren la posibilidad de una deformación. Con todo es cier-
to que, si cuentan con una preparación especial de signo
pedagógico, sus criterios serán más firmes, sus plantea-
158 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

mientos más abiertos y sus procedimientos más concretos


y, a la larga, más eficaces.
Por eso es interesante que también ellos
formulen sus planteamientos teleológicos en su calidad de
educadores.

1. LOS OBJETIVOS GENERALES DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR

Como todo en planteamiento educativo,


las intenciones últimas de la formación en familia deben
centrarse en la mejora progresiva de la personalidad huma-
na y en el descubrimiento cada vez más profundo de lo que
significa la dignidad de la persona.
Esto exige valorar la propia conciencia del
ser humano y las consecuencias operativas de la propia li-
bertad, así como la necesidad de ordenar la conducta inte-
rior y exterior en conformidad con ideas consideradas co-
mo posibles, convenientes y alcanzables.
Esto supone la aceptación de un plantea-
miento antropológico radicalmente dinámico y personalis-
ta. En cuanto dinámico, hace posible asumir el cambio co-
mo sucesión de estadios evolutivos que permitan acumular
progresivamente rasgos de perfección humana. Y, en cuan-
to personalista, reclama la atención sobre lo que verdadera-
mente es el ser humano y lo que implica su desarrollo.
Podemos sistematizar los objetivos genera-
les de toda educación personalista en una doble dirección:
hacia el propio interior, en cuanto tiene por misión construir
el ser humano vivo y consciente; y hacia el exterior, en
cuanto le facilita el encuentro con los otros seres humanos.
La misión más o menos explícita y operante de la entidad fa-
miliar tiene que realizarse en consonancia con esta doble di-
rección (Diez Hochleitner, 1986; Vial, 1980; Escámez, 1981).
En la primera, la familia debe ayudar al ser
humano a organizar su inteligencia, a consolidar su volun-
tad y a ordenar su afectividad.
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 159

— La inteligencia se educa en el contexto familiar so-


bre todo en el sector de los criterios. Los criterios
son estructuras complejas del pensar por medio de
las cuales se asume la conveniencia, la excelencia o
la preferencia de las realidades exteriores. Ellos re-
quieren previamente el funcionamiento del pensar,
el cual va desde la abundancia de ideas o abstrac-
ciones e intuiciones hasta la correcta formación de
juicios o relaciones y la capacidad de estructurar
esos juicios de forma encadenada según procesos
inductivos o deductivos, analíticos o sintéticos, dis-
cursivos o reflexivos.
Cuando el hombre piensa bien materialmente, pue-
de constituir cualitativamente juicios objetivos o dis-
cursos adecuados. El fruto son los criterios correctos.
La familia ayuda al niño desde los primeros años a
pensar y acompaña su discurso a lo largo de su de-
sarrollo, aun cuando su independencia en la perso-
na va siendo cada vez mayor y más consciente. Le
anima a fundamentar el propio pensamiento en
principios objetivos y de alguna forma le acompaña
incluso en esta tarea cuando ya se ha superado la in-
fluencia familiar. De ellas uno no se independiza del
todo a lo largo de la existencia, pues siempre que-
dan en el terreno subconsciente reclamos sutiles y
misteriosos que se hacen presentes en los momen-
tos más inesperados (Rodríguez, 1979).
Ayudar al niño a pensar materialmente en los prime-
ros momentos, y acompañar formalmente su pensa-
miento a lo largo de la vida, ha de ser considerado
como un objetivo de singular importancia que los
padres responsables deben con esmero conseguir.
— La voluntad, que es la característica humana que
permite optar positiva o negativamente ante los ob-
jetos, se encuentra supeditada en los primeros años
a los estímulos sensoriales. Va haciéndose más autó-
noma y libre a medida que el ser humano se vuelve
más consciente y el desarrollo intelectual le propor-
ciona mejores posibilidades de deliberación y de de-
cisión.
160 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Una buena educación implica acompañar al ser hu-


mano en la búsqueda de claridad ante los objetos
susceptibles de aceptación o de rechazo. Requiere
acompañamiento paciente en los procesos, rápidos
o morosos, de deliberación. Y reclama una ayuda en
la misma formulación, firme o frágil, de la opción y
del posterior mantenimiento de la misma.
La familia es la plataforma educadora que ofrece a la
persona desde los primeros años aquellas fuerzas de
acción motriz que le lleva a afrontar los objetos que
se presentan ante la voluntad. Estas fuerzas, llama-
das motivos, hacen posible que el ser humano vaya
asumiendo progresivamente sus capacidades de op-
ción con libertad y con consciencia. El predominio
sensorial incapacita al principio de la vida para la
opción libre. Pero, a medida que la capacidad inte-
lectual se va poniendo en ejercicio, la voluntad en-
tra en juego y adquiere autonomía y perfección en
las decisiones.
Hacer posible este proceso de liberación y de cons-
ciencia es un objetivo prioritario de la educación hu-
mana. El olvido del mismo, o la insuficiencia en sus
planteamientos, deja al hombre abandonado a su
impulsividad y, en consecuencia, incapacitado par-
cial o totalmente para el uso de su voluntad.
— La afectividad está constituida por el conjunto de
sentimientos e impulsos emotivos que sitúan al
hombre ante las cosas y ante las personas. Éstas se
presentan como atractivas o como rechazables y an-
te ellas se desencadenan espectros variados de inte-
reses, de actitudes y de gustos o disgustos.
En la medida en que la inteligencia es frágil o la vo-
luntad" débil, los sentimientos predominan en el ser
humano. El niño se rige por ellos en tanto en cuanto
no aprende a regular su intensidad, su modalidad o
su dirección, por criterios o por motivos superiores.
Y le consideramos educado en proporción al grado
de gobierno que su voluntad o su inteligencia consi-
gue sobre sus reclamos afectivos. Los sentimientos
son riqueza para el ser humano, pues ellos dan el
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 161

sentido de la vida a todo lo que procede de la inteli-


gencia y de la voluntad. Mas los sentimientos deben
estar gobernados por la razón y el querer.
La familia, por su infraestructura afectiva y moral,
constituye el ámbito de referencia de los sentimien-
tos del niño. Ella le ayuda a configurar una constela-
ción adecuada de rechazos o de atracciones y, en
definitiva, a ordenar su conducta en referencia a lo
que se considera atractivo o repelente, pero siem-
pre en armonía con los criterios a las opciones con-
venientes.
Educar los sentimientos es el otro objetivo general
de cualquier estilo de educación que pretenda hacer
al ser humano libre de sus impulsos y abierto en sus
relaciones. Si ese planteamiento no se valora ade-
cuadamente existe el riesgo de la autodependencia
afectiva, la cual empobrece la personalidad ence-
rrándola en sus propios impulsos y obstaculiza la
evolución personal alterando o invirtiendo sus rit-
mos o pervirtiendo los propios afectos (Ar-
chambault, 1979; Isaacs, 1986).
En la segunda dirección, la realidad fami-
liar tiende a abrir progresivamente a sus miembros hacia el
encuentro con el mundo exterior, primero ofreciendo mul-
tiplicidad de relaciones; y después, proporcionando habili-
dades expresivas y comprensivas para posibilitar la comu-
nicación.
— La sociabilidad es un rasgo constitutivo del ser hu-
mano. Se inicia en el concreto marco de la comuni-
cación materno-filial; y se extiende a todos los com-
ponentes del entorno familiar. Incluso la relación
social extrahogareña, cuando el proceso madurativo
avanza, tiene que apoyarse naturalmente en las ex-
presiones sociales familiares de manera que existirá
toda la vida una estrecha dependencia entre las acti-
vidades sociales iniciadas en el hogar y las cualida-
des sociales generadas a partir de estas actitudes.
Los padres abren el cauce a la sociabilidad infantil
fomentando intereses, proporcionando datos, esti-
mulando observaciones, creando hábitos adecuados
162 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

de comportamiento, despertando destrezas y encau-


zando experiencias. Las normas y formas familiares
son la palanca de la sociabilidad y de la socialidad
posteriores (Biasutti, 1979; Curvin, 1984).
Educar al ser humano para vivir en sociedad habrá
de ser un objetivo prioritario de todo proceso per-
fectivo humano y a ello habrán de dedicar parte de
su atención educadora. Cualquier limitación o des-
viación de las virtudes sociales posteriores no estará
exenta de raíces deficitarias familiares. Normalmente
los educadores paternos no se apoyaron en progra-
mas explícitos de educación social; pero, implícita-
mente, las costumbres y los usos morales, culturales,
estéticos, políticos o religiosos, dependerán estre-
chamente de los primeros años de la vida y serán
predominantes en los comportamientos hasta que
situaciones posteriores no aporten sus influencias a
la personalidad de los hijos.
— La expresividad, sobre todo la lingüística, se hallará
también en virtud de la misma naturaleza infantil,
imitativa, receptiva y dependiente, a merced de las
circunstancias en las que se desarrollan los años de
iniciación a la vida. Aunque los lenguajes serán
quienes más se nutran de las influencias de los en-
tornos en los que el ser humano convive, muchos
significados verbales, gráficos o gestuales no llega-
rán nunca a desprenderse del todo de las cargas
conceptuales o afectivas adquiridas en esos años de
iniciación (Galo de Lara, 1982; Escudero, 1980).
La familia entera tiene que ser consciente de su va-
lor configurativo en todo lo que se refiere a la co-
municación, tanto pasiva como activa; y ordenará,
en la medida de lo posible, los mejores procesos pa-
ra que cada miembro adquiera los mecanismos ma-
teriales de la comunicación y sobre todo las bases
afectivas y morales que hagan sus procesos espontá-
neos, libres, confiados, autónomos, variados y diná-
micos. Esto se logra fácilmente si el hogar responde
a las necesidades básicas del ser humano, no sólo
en los años iniciales de la vida sino también a lo lar-
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 163

go de las etapas posteriores del proceso de desarro-


llo de cada sujeto, atendiendo sobre todo a sus pe-
culiares rasgos personales: emotividad, nivel intelec-
tual, sexo, intereses, proyectos y deseos.

2. LOS OBJETIVOS PARTICULARES DE CADA ETAPA

Nadie como los padres puede acomodarse


con mayor habilidad a la situación de cada hijo. Por eso en
ningún otro contexto educativo como en el hogar puede
conseguirse una educación más personalizada, sobre todo
si entendemos por tal la armónica proporción entre la pro-
moción individual y la adaptación social a lo largo del itine-
rario que específicamente se considera educativo. El hom-
bre llega a su adultez madura a través de un proceso
peculiar y singular, pero no tan individual que no responda
a ciertas tendencias repetidas y comunes. Los responsables
máximos de la educación familiar, los padres, deben sensi-
bilizarse con los cambios educativos de sus hijos y ayudar-
les a madurar con equilibrio y sensatez. Por sentido común,
y en la medida de lo posible con suficientes conocimientos
generales y particulares de los estadios evolutivos, deben
adaptarse a las exigencias profundas de sus hijos.
Tal itinerario de sus hijos atraviesa funda-
mentalmente dos momentos claramente identificables. El
primero es el de la infancia, cuyo rasgo más general es el
de la dependencia. El segundo es el de la juventud, cuyo
distintivo será el de la autonomía, la cual terminará en la in-
dependencia. Cada uno de estos estadios puede ser dife-
renciado en etapas concretas, internamente también pecu-
liares, y en las cuales hay que adaptarse a finalidades
precisas, de modo que la educación consistirá en su
consecución exacta, evitando retrasos o aceleraciones, de-
sajustes o desviaciones, regresiones o marginaciones, que
puedan poner en peligro el equilibrio interior de las perso-
nas (Ormell, 1978).
Preguntarse por los objetivos de cada mo-
mento, para asegurar la armonía en los procesos y la pro-
164 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

porción entre ellos, es un deber concreto de todo el con-


texto familiar. La adaptación de todas las acciones educati-
vas a esos objetivos personalizadores es más fácil que for-
mular especulativamente una taxonomía general y
completa de objetivos, basta ordinariamente la buena vo-
luntad y el sentido común para conseguir planteamientos
pedagógicos familiares suficientes.
Este sentido de guía para la reflexión fami-
liar tiene los rasgos en los que se sintetizan los objetivos es-
pecíficos y operativos que aquí se dejan consignados para
cada momento evolutivo.

Etapa infantil

Es la etapa de dependencia básica. El niño


se caracteriza por su deseo de crecimiento y se siente domi-
nado por las fuerzas, no sólo físicas, sino también intelec-
tuales, morales, sociales y expresivas, de los adultos.
El objetivo general de la primera docena
de años de la vida ha de ser ayudar al niño a sentirse segu-
ro, gracias a la protección que se le brinda y a los alientos
que se le proporcionan, en sus actuaciones más diversas. El
clima de confianza, que es imprescindible para asegurar
esa protección, es el valor más importante que se debe
ofrecer en el hogar. Su existencia no depende tanto del
tiempo material que se dedica al contacto de los hijos cuan-
to de la evidencia, incluso sensorial, de la aceptación, de
las ayudas, de la protección y de la disponibilidad de los
progenitores (Vimort, 1979; Fullat, 1977).
Si el niño se siente acogido por los mayo-
res, expresa naturalidad en la comunicación y normalidad
en la promoción de todas sus facultades personales. Pero el
desarrollo de sus aptitudes y de sus actitudes sigue un ritmo
constante que en ningún momento de la vida se manifiesta
tan rápido y coherente como en éste. Por eso es preciso en-
tenderlo con claridad, a fin de realizar la tarea educadora
de manera profunda y eficaz.
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 165

La infancia elemental (desde el nacimien-


to hasta los tres años) requiere atención especial afectiva y
protectora.
Es una etapa de total dependencia del
adulto, sobre todo bajo la absorción completa de la rela-
ción maternal. El niño desenvuelve las riquezas sensoriales
y las primeras habilidades motrices. Adquiere, a través del
lenguaje, gran capacidad de comunicación.
Los objetivos de una buena educación per-
sonalizada y adaptada a la peculiaridad de cada niño pue-
den condensarse en pretensiones como las siguientes:
• Satisfacción plena del sentimiento de dependencia y
de la necesidad imperiosa de protección que el niño
experimenta.
• Presencia protectora del adulto, físicamente adverti-
do y experimentado por el niño.
• Libertad de los movimientos corporales, estimulados
en su perfeccionamiento con las ayudas de los otros
miembros del hogar.
• Facilidad de experiencias sensoriales variadas y mo-
deradas, las cuales le permiten descubrir el mundo
exterior en sus aspectos particulares y sobre todo de
manera integrada y coherente.
• Aprobación y acogida por parte de los adultos de
los intereses y realizaciones infantiles, con el consi-
guiente reforzamiento de los aciertos y rectificación
de los errores e insuficiencias.
• Ordenación de las acciones y sensaciones con vistas
al establecimiento de hábitos y tendencias conve-
nientes para la promoción de diversas habilidades.
• Selección de los modos de obrar y de experimentar
sensorialmente, con el fin de eludir los que pueden
resultar peligrosos o inconvenientes y fortalecer los
más adecuados a la satisfacción de las propias nece-
sidades.
• Ofrecimiento de ejemplos operativos por parte de
166 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

los adultos, para que el niño se sienta movido a imi-


tarlos y origine hábitos positivos y progresivos.
• Adaptación a los ritmos lentos y a las operaciones
imperfectas del niño pequeño, a fin de dejarle tiem-
po conveniente en el proceso de su desenvolvi-
miento personal.
• Estimulación moderada de aquellos procesos y ha-
bilidades en los que el niño se manifiesta especial-
mente remiso y requiere algún género de compen-
sación.
En la primera infancia todo tiene que estar
encauzado a que el niño adquiera la suficiente consistencia
física y psíquica con la cual se ha de enfrentar a las cosas y
se ha de relacionar con las personas. Cuando el adulto crea
las condiciones de ese enriquecimiento sensorial y motriz,
y cuando facilita el clima de acogida para que se vaya desa-
rrollando el lenguaje infantil, está proporcionando la segu-
ridad interior y exterior que precisa el niño para ser perso-
na. Nada puede compararse con este contexto de
espontaneidad, de libertad y confianza familiar. El niño lo
requiere por su absorbente afectividad y por el predominio
de sus complejos de insuficiencia y de dependencia. Por
eso ningún ambiente como el familiar es tan necesario para
la construcción de la personalidad infantil y ningún otro
puede sustituirlo (Oleron, 1980).
Organizar adecuadamente la propia vida
familiar debe, pues, ser el primer proyecto educativo de
quien quiera asegurar la conveniente formación de sus
hijos.
La infancia media (de los tres a los siete
años) reclama una atención preferente a los procesos inte-
riores.
Por procesos interiores hemos de entender
todos aquellos que, a partir de la buena organización sen-
sorial conseguida en la primera infancia, construyen al
hombre por dentro. Se fundamentan en los sentimientos
sobre el propio yo, en los intereses egocéntricos, en los re-
cuerdos inmediatos que se organizan a partir de las sensa-
ciones visuales, auditivas, táctiles, motrices, etc., en las fan-
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 167

tasías que se desbordan por carecer todavía de criterios re-


ductores, en los juicios elementales basados más en impre-
siones perceptivas que en abstracciones, en procesos ele-
mentales de reflexión, de discurso, de análisis, de síntesis,
de inducción y de deducción.
El niño de edad media armoniza la necesi-
dad de dependencia ajena, que le es connatural, con múlti-
ples destrezas que velozmente se desarrollan en su interior.
La educación que atiende preferentemente
al equilibrio de su personalidad debe conducirle a la inte-
gración de sus experiencias y a ordenar los cauces de su
expresividad. Por eso podemos señalar como objetivos
concretos de esta edad:
• Facilitar un clima de diálogo y de expresividad es-
pontánea que haga posible al niño comunicar sus
ideas y sentimientos, recibiendo de los adultos apro-
bación o rectificación.
• Ofrecer contrastes y criterios que ayuden a situarse
en el mundo y a diferenciar lo real y concreto de los
meros productos de la fantasía.
• Encauzar los sentimientos, de manera que se eviten
los negativos (miedos, represiones, conflictos...) y
se encaucen adecuadamente los positivos (alegrías,
satisfacciones, desahogos...).
• Satisfacer adecuadamente las necesidades de seguri-
dad, de afirmación y de posesión, que el niño expe-
rimenta en este momento.
• Encauzar los reclamos motrices hacia operaciones
socialmente productivas (dibujar, escribir, manipular
con soltura, etc.) y que el niño descubre ahora en
sus contactos con los que son mayores que él.
• Ayudar al niño desde la propia seguridad del hogar,
y de la protección de los propios padres, a encon-
trarse con otros ámbitos sociales y con experiencias
extrahogareñas.
• Despertar intereses y habilidades operativas que
ayuden a conquistar una primera autonomía social y
168 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

ambiental, la cual al mismo tiempo proporciona se-


guridad en sí y satisfacción en el propio yo.
• Enseñar con paz y equilibrio a cada niño a convivir
con los demás, mediante la aceptación y el cumpli-
miento de las normas y usos convivenciales, y des-
cubriendo las diferencias de los otros.
• Atender a cada niño según sus peculiaridades tem-
peramentales y en función de su identificación se-
xual.
• Abrir en la mente y en la afectividad del niño las di-
mensiones trascendentes (éticas, estéticas, espiritua-
les, religiosas) por medio del contacto con los adul-
tos que las sienten y cultivan.
La familia consciente de su función educa-
tiva sabe que su labor en estos años de la infancia media
pueden parecer de escasa importancia, sobre todo al com-
pararse con la vistosidad de los años posteriores. Pero valo-
ra que el niño se abra a la vida con serenidad y con creati-
vidad conseguidas en clima de libertad y espontaneidad.
Gracias a su acompañamiento logra el niño disponer de re-
cursos múltiples, tanto para el aprendizaje de actitudes y de
habilidades operativas como para la construcción de su
propia personalidad. Así, podrá enfrentarse a las diversas
situaciones ambientales en las que se sabrá desenvolver
con mayores posibilidades de éxito, sobre todo a partir de
ahora en que se irán multiplicando fuera de los muros pro-
tectores del hogar.
L a infancia superior (de los siete a los do-
ce años) constituye el momento en que el hombre se sitúa
en el medio en el que vive y se hace consciente de las posi-
bilidades y relaciones extrahogareñas.
La apertura a las realidades del entorno
descubre al niño múltiples situaciones nuevas, hasta ahora
desconocidas o al menos no apetecidas. El niño aprende
ahora a situarse en las diversas instancias sociales para las
que se tiene que preparar: escuela, grupos, movimientos,
calle, instituciones, etc.
El niño se siente curioso ante el mundo ex-
trafamiliar y empieza a sentir el deseo y el placer de partid-
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 169

par en él. Pero no llega todavía a hacerlo con suficiente au-


tonomía como para prescindir de los padres o de los otros
miembros del hogar. Por eso ellos deben sentirse compañe-
ros y animadores de cada niño atendiendo a sus circunstan-
cias personales.
Deben tener presentes objetivos como éstos:
• Ayudar a descubrir las diversas valoraciones éticas,
ideológicas, espirituales que se proyectan en la con-
ciencia infantil. Ese descubrimiento es el primer pa-
so para enseñarle a reflexionar sobre ella.
• Protegerle contra desviaciones, sobre todo aquellas
que pueden perturbar su afectividad. También inte-
resa el servir de escudo contra criterios incompati-
bles con los predominantes en el hogar, evitando
distorsiones y contradicciones que pueden descon-
certar la inteligencia infantil.
• Alentar y encauzar los progresos intelectuales y cul-
turales del niño, sobre todo los que va realizando en
las otras instancias educativas. Se debe prestar sin-
gular importancia a los procesos escolares cuya mar-
cha dependerá en gran medida de los estímulos que
el hogar ponga en juego.
• Prestar especial atención a las perturbaciones proce-
dentes de los medios de comunicación ambiental.
La primera actitud crítica y la primera energía creati-
va del niño provienen ordinariamente de la ayuda
paterna ante los mensajes ambientales, sobre todo
audiovisuales.
• Orientar las creencias y las actitudes éticas, pues re-
visten especial importancia para la formación inte-
gral del niño. Nada ni nadie puede reemplazar en
este terreno la acción familiar. La conciencia infantil
se organiza a partir de esos valores; y de las pala-
bras, y sobre todo testimonios y actitudes familiares,
depende lo que el niño geste en su interior durante
estos años decisivos.
• Acompañar a los hijos en las primeras experien-
cias sociales, tanto relacionadas con personas de
170 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

su mismo nivel madurativo como de otros niveles


asequibles. El acompañamiento debe ser más
moral que físico; y debe ser más positivo (alientos
e impulsos) que negativo (prohibiciones o ame-
nazas).
• Adaptarse a la configuración temperamental de los
hijos, pero logrando que todos consigan el mínimo
de apertura conveniente en cada momento. La
abundancia de recursos que frecuentemente se pre-
sentan exige que los padres ayuden al hijo a discer-
nir, pero sobre todo a superar miedos, reservas, re-
presiones y clausuras sobre sí mismos.
• Facilitar oportunidades y pluralidad de experiencias
moderadas y graduadas. Esto sólo se consigue cuan-
do los padres saben analizar con sutileza la situa-
ción de los hijos y cuando son conscientes de su
proceso de crecimiento.
• A veces se precisa también corregir, completar, ayu-
dar o rectificar situaciones adversas que improvisa-
damente se han presentado. Cuando los hijos han
tenido experiencias negativas deben encontrar en
sus progenitores la primera acción terapéutica,
pues nadie como ellos puede suavizar los efectos
nocivos de un mal paso. Incluso en los peores ca-
sos de acción perniciosa sobre los hijos, los padres
pueden con delicadeza reconvertir las situaciones
morales o afectivas, sacando bien incluso de adver-
sidades, atropellos morales, frustraciones, pérdidas
de seres queridos, fracasos diversos que no se pue-
den evitar.
Cuando se ha logrado un itinerario educa-
tivo adecuado y adaptado se termina la infancia con gran
armonía interior. Ella capacita para el paso firme y seguro a
los estadios siguientes.
Cada objetivo infantil conseguido es una
garantía de adaptación y de seguridad personal. Y cada la-
guna que queda en la personalidad aparecerá posterior-
mente como una remora que siempre conviene conocer
para compensar en lo posible.
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 171

La etapa juvenil

Es el proceso durante el cual la persona se


integra en la sociedad, superando las ataduras naturales de
los adultos que durante la infancia han hecho posible el
equilibrio interior. El ser humano se hace más consciente
de sus posibilidades y ordena su conducta, para su bien o
para su mal, por decisiones que progresivamente van sien-
do más autónomas y libres (Soto Ortega, 1982).
Los agentes familiares de la educación tie-
nen que ser ahora conscientes de que una nueva etapa vital
comienza. En consecuencia, tienen que adoptar una nueva
estrategia educativa, si quieren ayudar a las personalidades
infantiles a conseguir las metas de madurez convenientes.
Tienen que conservar la conciencia de su protagonismo y or-
denar sus actuaciones en conformidad con criterios de opor-
tunidad, de eficacia, de acompañamiento y de constancia. La
frecuencia con que los progenitores abandonan su protago-
nismo educativo, por el hecho de que los resultados aparez-
can como menos perceptibles, indica que es importante lla-
mar su atención sobre su labor educativa y sobre la
necesidad de depurar criterios y perfilar objetivos educativos
conforme con los avances evolutivos de los hijos.
La preadolescencia (de los 12 a los 15
años) es una etapa especialmente abierta a las influencias
familiares, pero en la cual se construyen determinadas esca-
las de valores personales que no siempre son coincidentes
con los de los progenitores. El preadolescente se hace
consciente de sus posibilidades morales, intelectuales, so-
ciales, afectivas y pretende naturalmente el autoafianza-
miento a costa de determinadas rupturas que frecuente-
mente los adultos intentan paralizar (Riesgo, 1984; Castillo,
1984).
El contexto familiar sigue teniendo un po-
der decisivo, aunque las formas exteriores varíen notable-
mente en comparación a las etapas infantiles anteriores. Por
una parte se comienza a considerar restrictivo por el prea-
dolescente, y frecuentemente es fuente de conflictos cuanto
se expresa con normas disciplinares. Por otra parte, resulta
172 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

imprescindible para el equilibrio del conjunto de la perso-


nalidad. A la prudente sensatez de los padres y adultos co-
rresponde dosificar las exigencias y las condescendencias a
fin de que se cubran suficiente y positivamente las labores
que a este contexto familiar le corresponde durante la prea-
dolescencia y se cumplan los objetivos básicos que sólo él
puede asegurar.
Estos objetivos pueden resumirse en algu-
nos como los siguientes:
• Ofrecer al preadolescente elementos de juicio socia-
les y morales para que se construyan adecuadamen-
te las escalas de valores que son imprescindibles pa-
ra ordenar la propia conducta personal y social.
• Servir de protección contra desórdenes y exagera-
ciones en los juicios y en los comportamientos, no
sólo con el empleo de normas coercitivas y prohibi-
ciones, sino con alientos, juicios de valor y mecanis-
mos de discernimiento de diverso tipo.
• Complementar la experiencia humana que todavía
el preadolescente no ha conseguido y que puede
aceptar de los adultos, si las relaciones con ellos son
afectuosas y la postura de los mayores resulta com-
prensiva y convincente.
• Facilitar cauces de diálogo y reflexión que ayuden a
ordenar las ideas y a proporcionar referencias obje-
tivas y de validez universal.
• Evitar sustituciones o compensaciones de personali-
dades débiles, lo cual es más cómodo a los padres
que el acompañar en la toma de decisiones compro-
metedoras, las cuales, por los riesgos que implican,
son las que más ayudan a madurar a las personas.
• Enseñar al preadolescente a asumir las consecuen-
cias de las propias decisiones, por desagradables o
duras que resulten, evitando decisiones o actitudes
paternalistas y protectoras.
• Fomentar experiencias en grupo y cuidar el naci-
miento de la amistad con otros preadolescentes, es-
timulando la iniciativa y el altruismo. Sobre todo
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 173

conviene esta ayuda con quienes se muestren exce-


sivamente introvertidos y reservados.
• Aceptar los encuentros con el otro sexo en clima de
naturalidad y sin inhibiciones, retraimientos y tam-
poco sin precocidad distorsionante.
• Ayudar a planteamientos de futuro personal, que
normalmente aparecen en estos años como posibili-
dad. Estos planteamientos no serán concretos y pre-
cisos todavía, pero sí es bueno iniciar visiones que
no se reduzcan a intereses crematísticos o a preten-
siones ambiciosas.
• Colaborar en el crecimiento espiritual, ayudando a
despertar la propia conciencia y respetando la inti-
midad. Sólo si los valores trascendentes se presen-
tan ahora como un bien logra el preadolescente in-
tegrarlos en sus nacientes escalas personales de
aprecios y valoraciones.
Cuando el clima familiar es abierto, agra-
dable, sereno, el preadolescente se conduce con libertad,
con independencia incipiente y con relaciones de confian-
za con los adultos. La familia se convierte en crisol purifica-
dor de impresiones negativas provenientes de otros entor-
nos y en cauce para el desahogo afectivo y moral que en
este momento reviste especial necesidad. La labor de orien-
tación es compartida ahora por todas las instancias educa-
doras en la que vive el preadolescente. Pero los padres
mantienen el protagonismo de esta labor si saben sintetizar,
coordinar, discernir y alentar.
La juventud inicial o adolescencia media
(de 15 a 18 años) es también una etapa de relativa vincula-
ción familiar, aun cuando el repliegue sobre los propios
sentimientos, sobre los propios juicios y sobre las propias
experiencias se hace ahora más intensa y más consciente
(Toro Trallero, 1981).
Lo típico de este período es la organiza-
ción autónoma de la propia vida extrahogareña. El sujeto
camina aceleradamente hacia la propia independencia,
pues ahora se vive intensamente el valor de la libertad.
Incluso a veces se asume esta vivencia con cierta agresivi-
174 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

dad y con especial sensibilidad ante los propios derechos y


posibilidades.
No es fácil para los padres asumir esta au-
tonomía filial. Se resisten a aceptar la propia tarea educado-
ra como algo menos coercitivo y por eso surgen fácilmente
los conflictos. Sin embargo, deben aprender el deber del
respeto a la persona del hijo y hacerlo compatible con su
todavía importante protagonismo educador.
El adolescente se comporta como más in-
dependiente, pero no quiere ello decir que pueda prescin-
dir de su contexto hogareño, pues todavía precisa muchos
recursos materiales, intelectuales y ayudas disciplinares.
Los objetivos que los padres deben entre-
ver en este período pueden concretarse en sugerencias co-
mo las siguientes:
• Conseguir de los hijos que la disciplina sea aceptada
como más interna y consciente. No es bueno expre-
sarlo en forma de prohibiciones. No es difícil conse-
guirlo si se sabe distinguir en su vida lo que resulta
importante y lo accesorio en el comportamiento y
en las diversas pretensiones, transigiendo en lo se-
gundo y exigiendo lo primero.
• Estar especialmente atentos al temperamento y a la
emotividad de los hijos, a fin de acomodarse a cada
uno según su modo de sentir y de reaccionar.
• Este trato diferencial se debe mantener también en
las exigencias sociales y personales que requiere ca-
da sexo, evitando confundir la dignidad de cada
uno de ellos con la igualdad que amortigüe diferen-
cias y perjudique la conveniente identificación y
consecuente adaptación de conductas.
• La responsabilidad ante las propias decisiones es
una de las grandes conquistas que debe realizar el
adolescente. El hogar contribuye a su promoción,
respetando las opciones libres y justas que se adop-
tan y creando las condiciones para que sean cohe-
rentes y convenientes.
• Llevar al adolescente a plantearse su orientación an-
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 175

te el futuro, objetivo en el que los padres tienen mu-


cho que decir y poco que imponer, sobre todo si el
carácter y el estilo intelectual de sus hijos hace fáci-
les los planteamientos serenos y realistas.
• Cuidar el área de las evasiones y de las diversiones,
así como el cultivo de las propias aficiones o el de-
sarrollo de determinadas habilidades. Mas debe
quedar siempre a merced de las preferencias afecti-
vas de los hijos. Pero el hogar tiene la posibilidad de
promocionar muchos valores personales con el co-
rrecto encauzamiento de estas acciones y preferen-
cias.
• Vigilar los vínculos y colaboraciones con determina-
dos movimientos, grupos, organismos o institucio-
nes culturales, artísticas, sociales, etc. Constituyen
elementos educadores que se deben siempre aten-
der y promocionar.
• Saber respetar también las elecciones responsables
de compañías y amistades, advirtiendo lo que en
este terreno representan las intromisiones de los
adultos.
• Y del mismo modo, los acercamientos afectivos al
otro sexo, incluso cuando llega al grado de perma-
nente emparejamiento, requieren también el sufi-
ciente respeto de los progenitores.
• La honradez y el sentido de justicia deben adornar
como estilo de vida todo el proceso madurativo de
esta etapa, pues de ese tono de la personalidad ado-
lescente dependerá en adelante el modo ético y so-
cial de comportamiento.
La misión del hogar en el período adoles-
cente, en el cual de una u otra forma la persona se despren-
de de la familia y organiza su vida, sus criterios y sus senti-
mientos sin tanta dependencia de ella, es crear las
condiciones convenientes para que se encuentren en él ele-
mentos de referencia. Los padres, con sus deseos buenos y
sobre todo con sus ejemplos positivos, se deben alzar siem-
pre ante estos hijos mayores como mudo ejemplo y pauta
de conducta. Junto a esta misión que ciertamente reclama
176 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

mucha sinceridad y fortaleza, habrá de admitirse, más o


menos explícitamente, la misión protectora contra los ries-
gos de desorden que pueden aparecer en la vida del ado-
lescente. Unas veces estos riesgos pueden afectar al terreno
del comportamiento social, de las actividades estudiantiles
y académicas o a las insinuaciones del entorno. Pero a ve-
ces pueden aparecer en el mismo interior de la personali-
dad como cuando se producen depresiones afectivas, tras-
tornos éticos o desviaciones ideológicas. También, y tal vez
sobre todo, en estos momentos es cuando los progenitores
pueden y deben actuar oportunamente evitando oposicio-
nes frontales y creando relaciones dialogantes frecuentes.
La juventud adulta o madura (de los 18 a
los 28 ó 30 años) constituye ese período de la vida en el
que se asumen las decisiones en plenitud y en el que la re-
ferencia a los progenitores queda debilitada en proporción
a la capacidad de opción con la que cuenta el individuo.
Podríamos sospechar que poco queda ya
que hacer, al menos explícitamente, en lo referente a la
educación de los hijos, debido a su autonomía de pensa-
miento, a su madurez moral y afectiva y eventualmente a su
independización incluso material, con relación a los proge-
nitores. Pero la experiencia enseña que quedan todavía los
últimos objetivos que cubrir en la conveniente formación
de los propios hijos, al menos si las etapas anteriores se han
realizado satisfactoriamente y se han establecido con ellos
relaciones suficientes de respeto, de afecto y de concordia
adecuada (Hopkins, 1986).
Podemos considerar los objetivos de esta
etapa como más sutiles que los sugeridos en las anteriores y
sospechar que su efectividad dependerá sobre todo de la de-
licadeza con la que se propongan y se persigan serenamente.
Algunos de ellos pueden formularse así:
• Servir de referencia en los criterios y en los compor-
tamientos, sobre todo cuando surgen situaciones di-
fíciles y conflictivas.
• Ofrecerse como ayuda y apoyo, con gran respeto a
la autonomía de las decisiones, amparándose más
en la experiencia que en la ciencia, en la cual pue-
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 177

den los hijos moverse en niveles superiores de infor-


mación y de coherencia.
• Acompañar en los momentos de dificultad profesio-
nal o laboral, especialmente significativos al comien-
zo de los procesos de integración social, aunque en
este momento sean más grandes las esperanzas y
más ambiciosos los proyectos de promoción.
• Acoger comprensivamente los proyectos matrimo-
niales con respeto a las decisiones libremente adop-
tadas y que en todo caso deberán considerarse co-
mo intransferibles.
• Ofrecer plataformas de ayuda, material y moral, en
la medida en que la familia pueda proporcionarla,
pero sin exigir hipotecas afectivas o sociales que co-
accionen las decisiones personales.
• Adaptarse al itinerario de cada hijo, que en este esta-
dio puede ser notablemente diferente e incluso dis-
crepante por la peculiar disposición de cada uno.
• Mantener los ideales de la vida familiar, incluso ante
eventuales rupturas afectivas o convencionales, con-
servando el hogar como refugio abierto y acogedor.
La función educadora de la familia no ter-
mina nunca, ni siquiera cuando se ha dado por concluida la
permanencia habitual en ella. Esto debe constituir una clara
conciencia de los padres que se sienten responsables de lo
que para ellos significa la educación de sus hijos. Incluso
deben considerar como señal de nobleza y motivo de legíti-
mo orgullo contemplar el nacimiento de otras familias, co-
mo el fruto final del itinerario educativo generosamente se-
guido y desinteresadamente coronado.

3. SENTIDO DINÁMICO Y PRÁCTICO DE LOS OBJETIVOS


EDUCATIVOS

La educación de los hijos es, por su propia


naturaleza, un proceso concreto y personal, en el cual
178 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

cuentan menos los planteamientos teóricos que las realiza-


ciones prácticas y efectivas.
No son buenos educadores los que tienen
claras las ideas, sino los que saben con habilidad llevarlas a
la práctica cada día. Los padres, y cualquier otro que parti-
cipa en la responsabilidad educadora del hogar, necesitan
clarificar sus criterios pedagógicos, lo cual se consigue so-
bre todo sabiendo bien lo que pretenden en general, y lo
que debe ser objeto de sus aspiraciones en cada momento.
Pero la misma identidad de la educación familiar reclama el
tacto delicado y el sentido común suficiente para que los
hijos encuentren en el hogar un estilo de convivencia sufi-
ciente por sí mismo para formar ideas, actitudes y senti-
mientos que conduzcan al tipo de hombre que se considera
como ideal (Fullat, 1982).
Son buenos los proyectos objetivamente
válidos. Pero son más importantes los procedimientos que
hacen efectivos los proyectos. Y esto sólo se consigue
cuando verdaderamente es el amor el valor y la fuerza au-
téntica que dinamiza la educación familiar. Sin amor since-
ro y pleno no es posible la educación adecuada de los hi-
jos. Y con el amor auténtico se compensan las deficiencias,
se superan las dificultades, se satisfacen las necesidades, se
mantiene la orientación positiva de cualquier itinerario y se
aseguran los resultados óptimos, en la medida en que son
compatibles con la libertad del hombre, creciente a medida
que la madurez avanza.
Por eso la educación familiar no es de na-
turaleza didáctica, ni tiene sus fuentes básicas en los pro-
gramas o en las transferencias explícitas. Tampoco puede
ser objeto de una valoración cuantitativa contabilizada.
Su originalidad radica en dimensiones más
profundas y por lo tanto más imperceptibles. Los objetivos
que la deben orientar son más dinámicos y vivos que las
mismas sentencias en las que se puede literalmente ence-
rrar. Pueden ser unívocamente formulados en esas expre-
siones literarias, pero son radicalmente análogos en cuanto
son incomparables, irrepetibles e inagotables. Su riqueza
está en su permanente originalidad y por eso son profunda-
mente creativos. La naturaleza ha preparado a los padres
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR PARA CADA EDAD DE LOS HIJOS 179

para educar adecuadamente a los hijos. Y hay que tener


sincera confianza en sus imperativos, confianza que mu-
chas veces se deteriora ante planteamientos especulativos
aparentemente más brillantes, pero no necesariamente más
efectivos (Marín Ibáñez, 1976; Gimeno Sacristán, 1986).
Los padres, como todos los educadores,
pueden mejorar sus procedimientos con el apoyo de una
reflexión seria y sistemática y con la clarificación progresiva
de sus pretensiones, sobre todo a la luz de la experiencia
propia y ajena. Pero no deben depositar su total confianza
en los proyectos o programas de educación familiar, por
atractiva que resulte su formulación, ya que sus plantea-
mientos pedagógicos no son por naturaleza equivalentes a
los culturales, a los académicos, a los estéticos, a los socia-
les, a los éticos o a los religiosos. Los objetivos de la educa-
ción familiar son siempre diferentes, aunque no antagóni-
cos, a todos los otros. Por eso sólo ellos, con el abnegado
trabajo cotidiano y con la disponibilidad de que se hallan
dotados por la misma identidad, deben interpretarse, asimi-
lar y organizar lo que aquí hemos llamado objetivos educa-
tivos.
A ellos, como a cualquier otro educador,
se le puede decir lo que sería bueno intentar alcanzar. Pero
la conquista es cosa irrenunciable de cada uno de ellos.
Son los verdaderos artífices y protagonistas de la educación
de sus hijos.

BIBLIOGRAFÍA
1. Las bases legales de esta responsabilidad.
2. El ámbito familiar como primera fuente de estímulos educativos.
3. ¿A qué edad empezar?
4. La familia y el mundo de la afectividad.
5. Repercusiones del lenguaje familiar.
6. Habituación para la conducta moral.
Bibliografía.

Los individuos recién nacidos en el seno


de cualquier colectividad, ya sea humana o animal, viven
un período de indefensión, de falta de autonomía, que sin
el amparo de sus progenitores se pondría en serias dificul-
tades aun la propia supervivencia de los mismos.
El niño es uno de los seres vivos que más
tiempo necesita de la ayuda de sus padres hasta poder va-
lerse por sí mismo. Vive el período de atención postnatal
más largo de todos los mamíferos. Esta circunstancia hace
que aumente el tiempo de atención recibida de los adultos
que conviven con él y proclama la responsabilidad ineludi-
ble de la familia. Por otro lado, esta indigencia inicial, este
escasísimo repertorio de conductas innatas que lo convier-
ten en un ser extraordinariamente desespecializado, da lugar
a que cada nacimiento sea el origen de una posible grande-
za humana, de un reto único. Parafraseando a Pascal podría-
mos decir que el niño es una débil caña que aprende.
Hay actualmente acumulada una gran can-
tidad de información científica sobre la capacidad natural
del niño recién nacido para aprender de su entorno que
justifica sobradamente la denominación de este capítulo.
RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO 183

Los densos y acelerados procesos de maduración individual


que se producen en los primeros años de la vida son de ex-
traordinaria importancia en el desarrollo de la futura perso-
nalidad del niño. Esta actividad dialogante con los estímu-
los del entorno posibilita el desarrollo de las bases
neurológicas del comportamiento intelectual, siempre que
esa estimulación sea óptima (Luria, 1979).
Afortunada o lamentablemente, depende
de los casos, estas vivencias van a producirse en una fase
de la vida del niño caracterizada por la casi exclusividad de
la estimulación del hogar: la influencia de los miembros de
la familia, los estímulos procedentes de aparatos y objetos
(TV, equipos de música, radio, reproducciones e ilustracio-
nes de libros y cuentos, etc.) que son directa o indirecta-
mente controlados por los padres.
Seguramente todo lo que hagamos por el
niño en estos primeros años de su vida por medio de in-
contables intervenciones más o menos intencionadas va a
tener una clara trascendencia educativa para él. Es por esto
que la idea de responsabilidad que aquí vamos a considerar
estará latente o manifiestamente matizada por la calidad
educativa. De esta manera intentamos aproximarnos al es-
píritu global que orienta esta obra.
Seguidamente abordaremos esta responsa-
bilidad manifiesta de los padres respecto al futuro de la
prole en áreas concretas intentando señalar posibles salidas
prácticas en cada una de ellas.

1. LAS BASES LEGALES DE ESTA RESPONSABILIDAD

Cada día se va tomando más conciencia de


la importancia que para una persona tienen las vivencias
experimentadas durante los primeros años de la vida. Ya es
habitual encontrarse en los tratados de teoría educativa lo
que el sentir general y la lógica más común admiten sin es-
fuerzo, es decir, el derecho de los padres a la educación de
los hijos. Este hecho no parece ser gratuito, sino que puede
184 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

obedecer a una intencionalidad más o menos manifiesta, o


sea, subrayar el ineludible derecho/deber de los padres a
educar a sus hijos frente a una corriente, tan antigua como
nuestra civilización, que intenta confiar al Estado la respon-
sabilidad de la educación de los ciudadanos una vez que se
admite la importancia y trascendencia de la educación.
Aunque estos planteamientos ya son antiguos (Platón,
1923), es en la época actual cuando más se aprecia la pre-
sión estatal para asumir responsabilidades y funciones que
corresponden a la familia, sobre todo cuando se refiere a
intervenciones educativas dirigidas a los más pequeños. La
sociedad moderna vive esta tensión familia-Estado respecto
a las responsabilidades en materia educativa, siendo una
realidad el constante empobrecimiento del rol familiar,
unas veces por la fuerza de la misma presión estatal, otras,
por la declinación de la responsabilidad paterna propia de
los tiempos modernos.
No vamos a entrar en las razones que es-
grimen los defensores del intervencionismo estatal para no
salimos del tema, aunque sí puede caber el decir que tales
prácticas conducen a consecuencias claramente enfrenta-
das a los principios de personalización y autonomía pro-
pios de todo proceso auténticamente educativo.
La misión del padre no acaba con la pro-
creación del hijo, sino que ha de continuar en pro del per-
feccionamiento de éste, es decir, de su educación. Todos
los agentes tienden naturalmente a llevar sus efectos a la
perfección (Millán Puelles, 1963).

2. EL ÁMBITO FAMILIAR COMO


PRIMERA FUENTE DE ESTÍMULOS EDUCATIVOS

El recién nacido comienza a estrenar su vi-


da psíquica en un contexto de estímulos muy definido. El
ámbito familiar constituye la primera referencia para una
palpitante experiencia ávida de todo tipo de estímulos con
los que el niño se va conectando al mundo que le rodea in-
RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO 185

vadiéndole su intimidad y trazándole las líneas de su perso-


nalidad.
Nuestra primera apelación a la responsabi-
lidad de los adultos que rodean al niño, fundamentalmente
a los padres, es que tomen conciencia de este fenómeno,
de esta eclosión, del estreno vital del niño que no se da si-
no en el contexto social más elemental, la familia.
Justamente estamos ante una responsabili-
dad irrenunciable, terreno en el que la familia no podrá ce-
der jamás dado su papel insustituible en las llamadas fun-
ciones formativas primarias: sentimientos, actitudes,
valores, etc., instrumentos que el niño necesitará para con-
figurar sus ejes referenciales básicos que después le permi-
tirán la conquista de otros contextos más extensos.
Para los padres, es de suma importancia
esta toma de conciencia y la consecuente responsabiliza-
ción respecto al comportamiento infantil en los primeros
años. Los estímulos que rodeen la vida del niño en el hogar
podrán ser enormemente eficaces, pero también son condi-
cionantes de su desarrollo en función de la riqueza de esti-
mulación y del tipo de estímulo. La propia naturaleza de-
sespecializada de los pequeños hace que la conducta más
simple tenga que ser adquirida, inducida de los modelos
que se le ofrezcan. Cada vez se hace más necesaria esta
apelación a los padres, esta llamada para su preparación
cualitativa respecto al conocimiento de los procesos psíqui-
cos infantiles con objeto de optimizarse en su función de
factores de absoluta relevancia en el medio en que se de-
senvuelve el pequeño.
La demanda de información por parte de
la familia sobre el conocimiento del niño es una conse-
cuencia del reconocimiento de que una adecuada estimula-
ción afectiva, sensorial, intelectual, etc., es básica para el
establecimiento de una rica trama de interacciones produc-
toras de efectos positivos para el futuro de la prole. Los da-
tos aportados por la investigación psicológica confirman
una vez más la correlación entre niveles óptimos de estimu-
lación y el comportamiento intelectual del menor.
Los padres han de saber que si en este
contexto intermediario entre el niño y su medio se produ-
186 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

cen situaciones estimulantes empobrecidas podrán origi-


narse estados carenciales de tristes consecuencias para los
hijos que en casos extremos requerirán el concurso de pro-
gramas terapéuticos correctores de anomalías que se han
podido evitar con un clima de estímulos adecuado.
Para no quedarnos en generalidades, suge-
rimos algunas orientaciones para promover situaciones esti-
mulantes que, a su vez, pueden incitar abiertamente a otras
propuestas:
— En primer lugar, es fundamental que los padres co-
nozcan científicamente a sus hijos desde una pers-
pectiva psicológica. Una información seria y riguro-
sa desmercantilizada y orientadora se puede obtener
haciendo una selección cuidada de estas posibles
fuentes: cursos de formación, literatura específica,
consulta a expertos reconocidos, etc.
— La familia puede establecer todo un programa para
el aprendizaje de supervivencia tanto en la casa co-
mo en la calle: cocina, enchufes, estufas y radiado-
res, semáforos, aprendizaje del nombre y apellidos,
domicilio, teléfono, etc.
— El niño es un ser de mucho dinamismo, su naturale-
za le impulsa al movimiento y a la actividad cons-
tante, fenómeno que no hay que reprimir, cosa muy
habitual en el comportamiento de los padres. Lo
ideal sería que los menores contaran con un espacio
propio para poder dar expansión a su energía sin
que se sientan excesivamente vigilados y molestar lo
menos posible a los adultos.
— El propio interés de los niños será un buen indica-
dor para detectar aquellos estímulos más adecuados
que deben procurarse para la creación de contextos
racionalizados. A veces se tratará de personas (ami-
gos, vecinos, abuelos, hermanos, etc.), otras de ma-
terial impreso (cuentos, libros, revistas, tebeos, etc.),
itinerarios (paseos programados para aprovechar la
estimulación de los elementos del itinerario), jugue-
tes (la proliferación de estupendos juguetes didácti-
cos facilita esta labor), programas de televisión (se-
leccionar los mejores y apropiados), etc.
RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO 187

— Todos los niños sienten una especial preferencia por


ayudar a los mayores en tareas específicas de éstos.
Las tareas domésticas ofrecen una buena oportuni-
dad para implicar a los hijos brindándoles la posibi-
lidad de ejercitar la motricidad (la pedagogía ha re-
parado en los beneficios de estos juegos desde que
fueron propuestos por María Montessori).
— Un buen ejercicio de atención y relajación es hacer
seguir a los niños narraciones grabadas por los pro-
pios padres en una cassette sobre cuentos ilustrados.
No seguimos, las posibilidades son infi-
nitas. Nosotros invitamos al lector interesado a que ponga
a prueba su imaginación y prolongue esta relación de estí-
mulos.

3. ¿A QUÉ EDAD EMPEZAR?

En el pórtico de un conocido libro (Cohén,


1983) se dice que un sabio de la antigua Grecia recibió la
visita de una joven madre con su hijo de un año. La madre
preguntó: —Dime, sabio anciano, ¿cuándo debo comenzar
a educar a mi hijo?— Llevas un año de retraso —le respon-
dió el sabio.
Hoy la corriente que defiende los aprendi-
zajes tempranos está firme y científicamente asentada (Co-
hén, 1983; Collin, 1981; Lewontin, 1985, Taylor, 1983; Wol-
man, 1982). Las investigaciones al respecto parecen no dar
lugar a dudas en cuanto a la necesidad de una atención
educativa temprana.
Nosotros orientaremos este apartado si-
guiendo la línea de todo el trabajo, es decir, buscando las
responsabilidades que atañen a la familia en relación a la
casi exclusividad del contexto familiar en materia de expe-
riencias tempranas de aprendizaje.
Los tres primeros años de la vida de un ni-
ño son de una importancia decisiva para su futuro. Lamen-
188 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

tablemente sólo un niño de cada diez cuenta con posibili-


dades de iniciar su vida de manera óptima (White, 1978).
Los bebés, en sus aparentemente insignificantes activida-
des, están poniendo en juego el futuro de su personalidad.
Tras veinte años de investigar los orígenes de las competen-
cias humanas, estamos convencidos de que es necesaria
una experiencia educativa de gran calidad durante los tres
primeros años de la vida para que un individuo pueda de-
sarrollar todo su potencial (White, 1979).
La familia, y la sociedad en general, aún no
ha tenido tiempo de asimilar semejantes revelaciones. En
este terreno la responsabilidad de los padres es total. De la
familia depende el que las vivencias, el ambiente, los es-
tímulos sean óptimamente dispuestos para crear el contex-
to adecuado en el que el niño inicie su vida psíquica. Podrí-
amos aventurar que si se reacciona positivamente ante las
conclusiones aludidas, en un futuro no muy lejano la aten-
ción educativa de los niños de cero a tres años será la in-
versión más inteligente en materia de educación. Los pa-
dres se convertirán en los más importantes educadores del
hombre. Éste podría ser el gran reto de una política educa-
tiva de los años próximos. Los primeros maestros, los pa-
dres, tendrán que obtener, dentro de muy poco tiempo,
una formación pedagógica sistemática.
No parece pues descabellado creer que es
también en la familia donde comienza el fracaso de los hi-
jos. Efectivamente, nos encontramos con fracasos escolares
en la mayoría de los países del mundo en niños recién in-
gresados en la escolaridad obligatoria cuando aún no ha si-
do posible que el sistema escolar haya podido incidir como
causa del bajo rendimiento infantil. El itinerario escolar del
niño se encuentra hipotecado por las experiencias vividas
con anterioridad (Cohén, 1983). Lamentablemente las vi-
vencias familiares, en demasiados casos, representan un
peso que el niño no va a poder aligerar cuando se enfrente
a las exigencias de los aprendizajes sistematizados de la es-
cuela.
Es mucha la carga de responsabilidad que
debe soportar la familia. Es cierto que los padres se en-
cuentran desasistidos ante una función que es compleja,
RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO 189

que cada vez se racionaliza más, que alcanza niveles eleva-


dos de dificultad, pero que no por ello deja de ser de su
ámbito competencial, sobre todo cuando de los primeros
años de la existencia del niño se trata. Surge de nuevo la
necesidad de implicar a la sociedad para que haga más lle-
vadera a la familia esta responsabilidad en el sentido de ar-
bitrar medidas para la capacitación psicopedagógica de los
padres de familia en tanto que educadores naturales de los
hijos. Habrá de elaborarse una política educativa que cuen-
te con el factor padres como una de las principales claves
del proceso.
Mientras tanto, nuestra recomendación
consiste en la sensibilización ante semejantes descubri-
mientos y tomar conciencia de lo mucho que la familia
puede aportar en el complejo proceso de desarrollo perso-
nal de los hijos. Además de la preparación científica que to-
dos deseamos para los primeros educadores del hombre,
que no olviden los padres que siguen vigentes algunos pi-
lares fundamentales para establecer un buen clima familiar
posibilitador de educación: el amor a los hijos, la unión y
buen entendimiento entre la pareja, el ejemplo paternal, el
diálogo padres-hijos, etc. (Riesgo, 1982).

4. LA FAMILIA Y EL MUNDO DE LA AFECTIVIDAD

El carácter y la sensibilidad de un indivi-


duo representan un extraordinario papel para su futuro, ya
que son componentes importantes de la personalidad. Sa-
bemos que la génesis de estas características individuales, a
su vez catalizadores de otras importantes funciones (cogni-
tivas, intelectuales, etc.), dependen de dos importantes bas-
tiones afectivos que son el padre y la madre. La virilidad del
primero y la delicadeza de la segunda son tan importantes
para la expansión psíquica del niño como lo es el alimento
para su cuerpo (Mauco, 1978).
La decisiva importancia que la vida familiar
tiene para el desarrollo psíquico del niño es un hecho al
190 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

que todavía no se le ha prestado la suficiente atención.


Desde los primeros meses de vida la sensibilidad del niño
está unida a la de sus padres. Desde muy pronto empieza a
existir imitación e identificación de la actitud de éstos, de
manera que se puede decir que el psiquismo del niño es
consecuencia de la manera de ser de sus padres. No sólo es
la dotación somática la que el hijo recibe de sus progenito-
res, sino la psíquica también.
Entre otros, conviene destacar dos efectos
que se derivan de la trama de relaciones afectivas que se
van a entablar entre padres e hijos. El primero de ellos es
el de seguridad personal que se produce como conse-
cuencia de la calidad de interacciones del niño con los
adultos de la familia, fundamentalmente el padre que se
convierte en el espejo donde se mira el hijo, en el modelo
al que imita. El sentimiento de seguridad personal se va
afianzando en la medida en que las relaciones padre-hijo
se fundamentan en la afectividad transmisora de autocon-
fianza, y no en relaciones de autoritarismo, presión, obli-
gaciones, etc. Este contacto entre padre e hijo produce
otros efectos concomitantes de gran influencia en toda el
área de maduración personal (Ríos, 1980). El segundo de
los efectos aludidos es el de confianza básica que se ori-
gina en las óptimas relaciones con la madre que actúa de
objeto gratificante en las necesidades básicas. El diálogo
verbal y afectivo que la madre entabla con el hijo favorece
la confianza que el niño necesita para iniciar sus relacio-
nes con el mundo exterior. Este efecto será un elemento
clave de la constitución personal del niño (Ajuriaguerra,
1978).
También, en el comportamiento afectivo,
la etapa de máxima maleabilidad se sitúa en los primeros
años de la vida. Los padres suelen ignorar que es antes de
los cinco años cuando se producen las experiencias emo-
cionales más significativas y de mayor trascendencia. Son
auténticamente reveladoras y dramáticas las afirmaciones
de Spitz en el tema de la privación afectiva y las consecuen-
cias que tiene para el individuo el llamado síndrome de
hospitalismo (Spitz, 1948). Los niños lactantes separados de
su madre, al cabo de unos meses de separación pueden de-
generar en idiotez o incluso sobrevenirles la muerte. Pero si
RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO 191

antes de los cinco meses la madre es devuelta al niño, éste


se recupera sorprendentemente.
Terminaremos este apartado con algunas
recomendaciones de carácter práctico que como siempre
serán meramente indicativas y suscitadoras de otras posi-
bles acciones.
Ni que decir tiene que la necesidad de
afecto es enormemente vital para los pequeños, concreta-
mente las manifestaciones de amor de la madre no sólo tie-
nen consecuencias psíquicas sino que, como ya se ha visto,
también originan trastornos somáticos en caso de ausencia
de las mismas. La práctica de amamantar a los bebés, que
va cayendo en desuso, es una de las ocasiones más rotun-
das para el intercambio de afectos entre la madre y el hijo.
Los niños pequeños se apoyan en la auto-
ridad de los padres, que no en el autoritarismo, como un
punto de referencia conductual. Esta autoridad descansa en
la sinceridad. El niño no soporta el engaño, prefiere las
consecuencias reales de la verdad a la frustración de la
mentira, pues con ésta se vienen abajo los soportes de una
seguridad que necesita. Si queremos la confianza de nues-
tros hijos no podemos mentirles nunca. El niño necesita au-
toridad, incluso autoridad rigurosa. Es más perjudicial la fal-
ta de autoridad que el abuso de la misma. El ejercicio de la
autoridad paterna se debe hacer de manera tranquila, pero
firme, orientada al orden y la disciplina de la vida del niño:
comida, sueño, deberes, etc. Esto no quiere decir que nos
convirtamos en esclavos del niño, que vivamos apasionada-
mente la vida de nuestros hijos en una continua actitud de
negaciones o prohibiciones. El ha de disfrutar de su libertad
y nosotros de la nuestra.
El miedo es un lastre para la vida psíquica
del niño. Los padres no deben generar miedos en sus hijos
ni propiciar situaciones que lo favorezcan: cuentos, amena-
zas, películas, etc. Una buena aliada será la entereza y sere-
nidad de los padres frente a situaciones de auténtica prue-
ba. El pequeño percibe rápidamente la debilidad de los
padres y no tendrá ningún inconveniente para utilizar este
descubrimiento en beneficio propio dada su natural inma-
durez.
192 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Un elemento importante de la tranquilidad


y la energía familiar es la armonía y un buen entendimiento
entre la pareja. La función de ambos ha de ser complemen-
taria y no contradictoria. Esto constituirá un buen soporte
para el psiquismo infantil.

5. REPERCUSIONES DEL LENGUAJE FAMILIAR

Las primeras comunicaciones que la fami-


lia va establecer con el recién nacido van a ser a base de
una fusión de palabras y afecto, clima muy adecuado para
el posterior desarrollo de la comunicación exclusivamente
verbal.
El aprendizaje del lenguaje se produce de
manera natural, inicialmente en el contexto familiar para
después ampliarse a otros espacios más abiertos pero ya
con unas bases y un código perfectamente definidos. Ob-
viamente el papel de los miembros de la familia es relevan-
te, dependiendo de éstos la calidad de una de las adquisi-
ciones instrumentales más necesarias para la comunicación
y el comportamiento intelectual del individuo.
Son abundantes las investigaciones sobre
estimulación verbal (Dodd, Turner, Berstein, Brandis) reali-
zadas con niños desde nueve meses de edad cronológica
en las que se destaca la importancia de la estimulación fa-
miliar, sobre todo en la comunicación madre-hijo, en rela-
ción a las puntuaciones alcanzadas por los niños.
Es sabido que el lenguaje familiar está muy
influenciado por el estatus económico y cultural de los pa-
dres. La mayor trascendencia de este hecho radica en que
existe una clara relación entre el desarrollo del lenguaje y el
pensamiento de los niños. Alrededor de los seis meses co-
mienza a darse este juego de influencias que no acaba has-
ta la adultez. Los paradigmas verbales disminuidos de pa-
dres de escasa cultura comienzan a ejercer una negativa
influencia en el desarrollo mental de los hijos. Caso contra-
rio ocurre en los ambientes más favorecidos. Existen intere-
RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO 193

santes estudios (Bernstein, 1961) sobre estas influencias.


Los códigos lingüísticos de las personas de una u otra clase
social condicionan la forma de relacionarse con el mundo
circundante. Estos mismos códigos sitúan a los niños en de-
sigualdad de condiciones para enfrentarse a los contenidos
culturales y a los aprendizajes que se imparten en los cen-
tros educativos que ofertan una cultura más en consonancia
con los códigos elaborados de la clase privilegiada y más
distanciada de los códigos restringidos propios de clases
desfavorecidas.
No vamos a insistir más en estas considera-
ciones, no es nuestro objetivo. Baste lo dicho para subrayar
nuevamente el protagonismo de los padres, de la familia
entera, en este área de las influencias lingüísticas y de sus
repercusiones en los hijos.
Tampoco queremos cerrar este apartado
sin apuntar algunas indicaciones prácticas para el lector in-
teresado. Nuestra primera recomendación va dirigida a la
madre, que sigue muy vinculada a su bebé, ahora ya no
con un vínculo fisiológico (umbilical), sino con uno no me-
nos importante, el afecto, el arrullo, mezcla de gestos, soni-
dos, palabras, melodías, que el pequeño interioriza creando
las bases de su seguridad y desarrollo.
Otra buena estrategia consiste en la preci-
sión, la exactitud en las palabras y su significado. Es muy
gracioso el «parloteo» infantil, pero los padres no deben imi-
tar esta manera de hablar, sino emitir correctamente la fo-
nética de las palabras, es el modelo que el aprendiz necesi-
ta para llegar a un buen nivel de expresión.
Los niños pequeños están impacientes por
comunicarse con los padres, les cuentan todo, a veces de
manera precipitada, como si faltara tiempo. No dudan en
interrumpirnos para hablar, con nosotros. Abandonémoslo
todo, si es posible; merece la pena escucharlos, ya no sólo
por el contenido del mensaje, sino porque ellos se sientan
escuchados. Hay que prestarles una atención seria, con ello
dejamos abierta una buena vía de comunicación que ya se
irá llenando de contenidos importantes.
De toda la vida el cuento ha sido un recur-
so para entretener y ampliar los horizontes del mundo del
194 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

niño. No con demasiado esfuerzo podemos crear nuestras


propias narraciones en las que intencionadamente coloca-
remos elementos nuevos que amplíen tanto el vocabulario
como la experiencia del niño. La atención que presta el pe-
queño en los cuentos es sorprendente, no se cansa, perma-
nece durante mucho tiempo escuchando si la historia guar-
da interés para él. No podemos entrar en la problemática
de los cuentos infantiles, pero sí vamos a señalar un peli-
gro, la aparición del miedo, el terror infantil y sus secuelas
que muchos seres imaginarios de los cuentos originan (Cal-
vo, 1987).

6. HABITUACIÓN PARA LA CONDUCTA MORAL

Reconocemos que la educación moral del


niño hay que iniciarla en fases posteriores a la que venimos
considerando en este capítulo. Posiblemente la responsabi-
lidad de la familia en este ámbito quede reducida a la crea-
ción de modelos que por medio de la impregnación favo-
rezcan la aparición de hábitos de conducta que con el
tiempo llegarán a racionalizarse.
Recogemos, por su interés, los objetivos
que propone el profesor Quintana (1986) en base a lo que
acabamos de decir y dentro de un planteamiento metodo-
lógico que tenga en cuenta la acción concreta del niño:
a) Establecer unos límites a las actividades del niño, de
modo que éste comprenda que el deseo subjetivo
no puede ser absoluto, dado que la adaptación a la
realidad es una ley de vida.
b) Desarrollar la capacidad de autocontrol del niño. A
medida que su maduración cerebral se vaya consoli-
dando habrá que ir preparando acciones que con-
duzcan hacia dicha capacitación.
c) Mostrar al niño la existencia de unas reglas ajenas a
él que le obligan incluso a hacer cosas en contra de
sus deseos.
RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO 195

d) Inicio de una formación del carácter, que se sobre-


ponga a las manifestaciones e impulsos meramente
temperamentales e instintivos.
Los padres han de saber que el mejor ins-
trumento para el logro de hábitos que preparen la morali-
dad del niño es el ejemplo y las acciones que se presentan
en el desarrollo de la vida cotidiana.
En esta ocasión, las recomendaciones para
la acción que proponemos a los padres nos vienen orienta-
das por el mismo trabajo que nos ha servido de fuente
(Quintana, 1986):
El egocentrismo infantil. La conducta egocéntrica en el
niño es normal hasta los cuatro años de edad más o
menos. No obstante, dadas las consecuencias nega-
tivas de este comportamiento para la socialización
del niño, sería conveniente iniciar acciones que
contrarrestaran esta conducta de manera progresi-
va: compartir los objetos (chucherías, juguetes,
cuentos, etc.), ejercicios de comprensión de las
consecuencias de los actos del niño, tratar a los de-
más como a él le gustaría que lo tratasen, etc.
Los fenómenos psicológicos negativos. Algunos compor-
tamientos de los niños pueden ser confundidos con
manifestaciones amorales causando en los padres
gran preocupación que obliga a los mismos a poner
los medios que erradiquen este aparente «mal com-
portamiento» de sus hijos. No se debe caer en ese
error, ya que con esas manifestaciones el niño se es-
tá ejercitando para la afirmación de su personalidad
(cuando, por ejemplo, se opone terca y sistemática-
mente a todo lo que proponen sus padres) y la apa-
rición del autocontrol (en las típicas rabietas o ex-
plosiones temperamentales que tienen los niños sin
motivo aparente).
Atención a los actos agresivos. El comportamiento agre-
sivo es muy frecuente en los niños. Los padres han
de prestar atención a estas manifestaciones tempera-
mentales de los hijos que a veces descargan su vio-
lencia contra otros niños más pequeños o más débi-
196 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

les. Las acciones educativas se orientarán al logro de


conductas cada vez más controladas.
El fenómeno de los celos en los niños. No es extraña la
aparición de este tipo de actitud egocéntrica en los
niños. El caso más típico es cuando nace otro her-
manito que de repente pasa a ocupar el protagonis-
mo en la escena afeciva. Este hecho hay que acep-
tarlo como normal y corresponde a la familia
establecer los medios para su solución. Concreta-
mente, para el caso aludido, la solución podría en-
contrarse en una justa distribución del afecto y aten-
ción que cada hijo merece. Cuando no haya motivos
aparentes que justifiquen la normal aparición de la
celotipia, el caso ha de ponerse en manos del espe-
cialista debido a que estos hechos suelen tener orí-
genes más serios y profundos.
La actitud de dominio y timidez. Son éstas, dos mani-
festaciones de inadaptación social en los niños. Am-
bas necesitan la ayuda de los adultos para su pro-
gresiva erradicación. Respecto al caso de niños
dominantes, se recomiendan acciones que orienten
hacia el respeto de los demás. En cuanto al caso de
los niños apocados y tímidos, habrá que incorporar
en su vida los estímulos suficientes para el reforza-
miento de su personalidad a fin de que sea acepta-
do y respetado por los demás.
Iniciación a los hábitos de respeto a las normas. El niño
debe saber que es un ser libre, pero también que la
libertad tiene unos límites que hay que respetar. Hay
que iniciarlo en el progresivo respeto de las normas
que se establecen para la mejor convivencia entre
los hombres.
Pequeñas responsabilidades. Los padres de hoy tende-
mos a la sobreprotección de nuestros hijos, aun en
las cosas en las que ya están capacitados para resol-
ver por sí mismos. Sería adecuado para el futuro del
niño introducir en la vida familiar cierto aire de aus-
teridad con objeto de ir formándole la responsabili-
dad mediante pequeñas tareas que tendrá que resol-
ver autónomamente.
RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL NIÑO 197

BIBLIOGRAFÍA
1. El estudio del autoconcepto: diversos enfoques.
1.1. Enfoque evaluativo.
1.2. Enfoque dinámico.
1.3. Enfoque organizativo.
2. Origen y desarrollo del autoconcepto.
2.1. Explicaciones sobre el origen del autoconcepto.
2.2. El desarrollo de sí mismo.
3. Autoconcepto y actividad escolar.
4. El desarrollo del autoconcepto en la vida familiar.
4.1. Las necesidades personales.
4.2. Niveles de autoestima y vida familiar.
5. Vías de actuación en la vida familiar.
5.1. Aceptación del hijo.
5.2. Comprensión y comunicación en la vida familiar.
Bibliografía.

1. EL ESTUDIO DEL AUTOCONCEPTO: DIVERSOS ENFOQUES

Cada persona percibe su propia existencia,


sus cualidades, posibilidades y limitaciones. Se conoce co-
mo algo distinto de los demás y de las cosas que le rodean,
pero interacciona con ellas de forma diferente en función
de las cualidades o posibilidades que cree tener; si se cree
capaz, actúa para conseguir su meta; si se cree incapaz, no
lo intenta o lo hace pensando más en el fracaso que en un
posible éxito.
La importancia, pues, de la propia imagen
radica en que todo lo que hacemos, sentimos o percibimos,
se ve influido por la forma en que nos vemos a nosotros
mismos. Esa imagen, en cierto modo, selecciona, desecha o
acoge lo que nos interesa ver y escuchar.
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 199

Todas nuestras acciones parecen contar


con ese previo «qué soy», «qué valgo»; en este sentido, la
propia imagen se transforma en un factor de nuestra con-
ducta, condiciona nuestras actuaciones presentes y los pro-
yectos hacia el futuro.
Ahora bien, ¿cómo adquirimos concien-
cia de nuestras capacidades, de nuestras posibilidades?,
¿qué es lo que nos lleva a decir «soy capaz», «soy inca-
paz»?, ¿qué criterios utilizamos para vernos de una forma
o de otra? y, sobre todo, ¿qué papel juega la familia en
este proceso?
El estudio del autoconcepto y su signifi-
cación en la conducta humana ha sido objeto de múlti-
ples enfoques. Nombres como los de W. James, Allport,
Mead, Combs, Maslow han contribuido desde sus respec-
tivas concepciones teóricas a enriquecer la visión actual
del autoconcepto. No obstante, la diversidad de termino-
logía empleada provoca una cierta confusión y hace difí-
cil la sistematización de datos obtenidos, desde perspecti-
vas teóricas distintas y con instrumentos de medida muy
variados.
Las revisiones realizadas en torno a la na-
turaleza del autoconcepto básicamente se orientan en dos
sentidos (Rogers, Colin, 1987): a) tiende a verse como un
aspecto del yo que, además, incluye otros factores, la auto-
estima y el autorrespeto; b) los componentes del yo, de for-
ma especial, la autoestima y el autorrespeto, son sistemas
dinámicos y en desarrollo que si bien reflejan la conducta,
también la determinan.
Carl Rogers entiende el autoconcepto co-
mo «un conjunto organizado y cambiante de percepciones
que se refieren al sujeto. Como ejemplo de estas percepcio-
nes, citemos: las características, atributos, cualidades y de-
fectos, capacidades y límites, valores y relaciones que el su-
jeto reconoce como descriptivos de sí y que él percibe
como datos de su identidad» (1967, p. 34).
Para Brower (1974, p. 34), «el concepto de
uno mismo es la organización o patrón de actitudes, hábi-
tos, conocimientos, impulsos...». Esto implica, ya de entra-
200 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

da, que todo cambio del concepto de sí mismo en la perso-


na madura, supone una modificación de la percepción, ac-
titud y comprensión y no sólo modificaciones de conoci-
mientos o experiencias.
Para Raimy, «el autoconcepto es el plano
que cada persona consulta para entenderse a sí misma. La
aprobación, desaprobación o ambivalencia que la persona
siente hacia su autoconcepto, está relacionada con su ajus-
te psicológico personal» (1948). En los problemas psicoló-
gicos aparece un alto desagrado hacia sí mismo; el cambio
en la evolución positiva de sí mismo es posible en la medi-
da en que se vaya produciendo la reorganización de la
personalidad.
Combs (1974, pp. 43-51) afirma que
cuando hablamos de la forma en que un individuo se ve
a sí mismo, nos referimos a su autoconcepto; es la ma-
nera en que él siente en relación a sí mismo. Es preciso
distinguir, a su juicio, entre autoconcepto y autoafirma-
ción; esta última se refiere a la forma en que una perso-
na se describe a sí misma. Puede suceder que lo que di-
ce una persona que es y lo que cree ser, sean cosas bien
distintas.
Para Purkey (1970) el yo es «un sistema
complejo y dinámico de creencias que un individuo consi-
dera verdadero con respecto a sí mismo, teniendo cada
creencia un valor correspondiente». Esta definición incluye
tres aspectos: evaluativo, dinámico y organizativo.

1.1. Enfoque evaluativo

Una aclaración a este aspecto la encontra-


mos en Burns (1979). Distingue entre autoconcepto, auto-
estima y autorrespeto. Cuando hablamos de autoconcepto,
afirma, se hace alusión a la descripción que una persona
realiza de sí misma; la autoestima refleja el grado en que
nos gusta lo que pensamos de nosotros mismos, por lo tan-
to, para llegar a elaborar un nivel de autoestima es preciso
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 201

relacionar nuestro autoconcepto con nuestras pretensiones


y esto supone la comparación con determinados criterios.
Por último, el autorrespeto se relaciona con la opinión fun-
damental que uno tiene sobre su propio nivel básico de
competencia o habilidad para controlar el curso de las pro-
pias acciones.
A juicio de Rosenberg (1973, p. 39), «la au-
toestima es una actitud positiva o negativa hacia un objeto
particular: el sí mismo». La alta autoestima implica que el in-
dividuo piensa que él es «muy bueno» o «suficientemente
bueno»; se respeta y se estima, no se ve mejor o peor que
los demás, ni piensa que es la perfección, antes al contra-
rio, reconoce sus limitaciones, pero confía en que puede
mejorar y madurar. La baja autoestima lleva consigo insatis-
facción, rechazo y desprecio por el sí mismo que observa.
Esa imagen que recibe es desagradable y desearía que fue-
se distinta.
Según lo anteriormente expuesto, la auto-
estima de un individuo depende, en gran medida, de lo que
los demás piensen de él, los criterios para esta valoración
se basan, pues, en factores sociales. Una persona no se juz-
ga en abstracto sino en relación al sistema de valores del
grupo en que vive ( el grupo de clase, el grupo religioso, la
pandilla, etc.) y de su estatus (sexo, edad, ocupaciones más
aquellos valores estándar que abarcan la sociedad entera).
El problema está en que una sociedad puede cambiar sus
valores y que un mismo individuo, ante las experiencias so-
ciales, puede modificar el concepto de sí mismo (Rosen-
berg, 1973, pp. 229 y ss.).
Virginia Satir (1978) ha comprobado que
cuando el autoconcepto es alto, el individuo se muestra en
su conducta íntegro, honesto, responsable, tiene fe en su
propia competencia y en sus decisiones respeta el valor de
los demás, irradia confianza, se acepta a sí mismo como ser
humano, con sus posibilidades y limitaciones. Cuando el
autoconcepto es bajo, la persona piensa que vale poco, no
confía en los demás, tiene miedo a ser engañada, menos-
preciada, la desconfianza le lleva a aislarse y este aislamien-
to le vuelve apático e indiferente con él mismo y con las
personas que le rodean. Su propia situación de temor y ais-
202 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

lamiente le impide ver con claridad lo que sucede a su


alrededor, por lo que tiende a actuar del modo que piensa
hacen los otros.
Por su parte J. Weiss (1974) considera la
autoestima como la forma en que «una persona se avala a sí
misma desde el punto de vista de sus características físicas,
habilidades intelectuales, relaciones sociales, temperamen-
to y competencias psicomotoras».

1.2. Enfoque dinámico

El aspecto dinámico del yo procede de la


naturaleza básicamente defensiva del autoconcepto. Para
Rogers el yo actúa de forma defensiva en determinadas cir-
cunstancias, esos mecanismos defensivos pueden llegar in-
cluso a ser contraproducentes para el desarrollo de la per-
sona.
Los psicólogos perceptivos parten de este
principio: todo comportamiento es un producto del campo
perceptivo de la persona en el momento de la acción. En
otros términos, la forma en que una persona se comporta
será el resultado directo de cómo le parecen a ella las cosas
en el momento que actúa.
El campo perceptivo para Combs incluye
en las personas bien equilibradas cuatro características:
a) Poseen una visión positiva de sí mismas. Ello sig-
nifica que se ven como personas íntegras, capa-
ces, preparadas para enfrentarse a la vida. Esta
visión positiva favorece el sentimiento de seguri-
dad, la persona siente más respeto hacia su indi-
vidualidad, presenta un comportamiento poco
egoísta, no tiene miedo a lo nuevo ni a lo dife-
rente.
b) Se identifican con los demás. Este sentimiento les
lleva a compartir y colaborar con los otros en un ob-
jetivo común, lo que les conduce a un alto grado de
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 203

responsabilidad y a un comportamiento basado en


la confianza de los demás. La persona se muestra
respetuosa con los otros, tiene un alto sentido de la
justicia y del deber; es sensible a los sentimientos y
actitudes ajenos.
c) Muestran actitudes de apertura, en la medida en
que se han resuelto positivamente los dos factores
anteriores. La persona se siente con mayor capaci-
dad para integrarse con los demás, se siente acepta-
da, sus actitudes van siendo cada vez menos defen-
sivas.
d) Poseen campos perceptivos amplios y ricos. La
persona necesita comprender lo que sucede a su
alrededor y tener información para disponer de
ella. Estas percepciones pueden proceder tanto
del ámbito de la educación formal como de la in-
formal y se refieren al campo intelectual, a las re-
laciones sociales, al campo del trabajo, etc. En
cualquier caso, cuanto más significativo sea para
la persona el campo perceptivo, más posibilida-
des tiene de que afecte a su comportamiento.

1.3. Enfoque organizativo

Por último, en cuanto al aspecto organiza-


tivo, las investigaciones se han polarizado en torno a dos
modelos básicos (Rogers, Colin, 1987, pp. 138 y ss.). En el
modelo jerárquico, el más aceptado, en la cima se sitúa el
autoconcepto general; éste engloba a su vez niveles inferio-
res más diferenciados, a saber, el autoconcepto académico,
el autoconcepto deportivo y el autoconcepto social. Cada
uno de ellos tiene aspectos subordinados, por ejemplo, el
autoconcepto académico puede incluir autoconcepto de
habilidad en ciencias o en letras, este último puede abarcar
a su vez la lengua, la historia, etc. Cada elemento, de cada
nivel, tiene asociados su propio valor y valencia por lo que
unos elementos pueden valorarse positivamente, lo que su-
204 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

pone estar en posesión de una autoestima alta o positiva, o


valorarse negativamente. Además, a esos elementos positi-
vos o negativos, puede atribuírseles una mayor o menor
importancia. Un alumno puede considerar mucho más im-
portante su autoconcepto negativo en matemáticas que su
autoconcepto positivo en historia (figura 1).
El modelo concéntrico hace hincapié en la
posición relativa de los distintos aspectos del yo. Si una
persona concede al yo social una gran importancia, este as-
pecto ocupará el centro, a continuación puede estar el yo
académico y en último término el yo deportivo. Es posible
que la situación de estos elementos en una persona cam-
bien a lo largo de la vida y, en consecuencia, la importancia
que concede a cada uno de esos aspectos (figura 2). Colin
Rogers propone un modelo combinado de los dos anterio-
res. En él, la parte central de la pirámide, desde la base a la
cumbre, es el núcleo, lo que la mantiene en pie. Los ele-
mentos tanto específicos como generales, en la medida en
que están situados más próximos al centro, adquieren im-
portancia y significado para el bienestar de toda la estructu-
206 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

ra, son los que se definen con mayor intensidad; los ele-
mentos de la periferia podrían cambiarse con pocas conse-
cuencias para la estructura total (figura 3).

2. ORIGEN Y DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO

2.1. Explicaciones sobre el origen del autoconcepto

La forma en que un niño se describe a sí


mismo varía con la edad. Las descripciones se hacen cada
vez más complejas, la atención va pasando de los aspectos
puramente físicos, a los relacionados con dimensiones de la
personalidad tales como intereses, actitudes, ideas, valores.
Este cambio se debe a dos procesos distintos, pero relacio-
nados entre sí. La complejidad de personalidad y una expe-
riencia social más amplia le lleva a describir a los demás e
incluso a sí mismo con una mayor precisión.
Cualquier modelo que intente explicar el
origen y el desarrollo del autoconcepto, habrá de tener en
cuenta las múltiples influencias de los ambientes en que vi-
ve la persona; de modo especial, habrá de considerar la in-
fluencia de los padres y de otros «adultos significativos», en
consecuencia, el modelo ha de ser complejo.
Bandura (1983) lo explica mediante un
proceso de imitación. Esta teoría del modelo parte de que
los niños se parecerán a las personas que les rodean. De
modo concreto, un alto o bajo nivel de autoestima de los
padres será un modelo a imitar. Muchas investigaciones
han tomado como punto de partida el descubrimiento de la
autoestima de los padres, para intentar explicar el autocon-
cepto de los hijos.
Covington (1976) plantea que es la misma
sociedad quien señala pautas de comportamiento que inci-
tan a cada persona en una determinada línea. En nuestra so-
ciedad actual, tan competitiva, uno de los componentes bá-
sicos de la autoestima es poseer un alto nivel de habilidad.
Posiblemente, se valore más en una persona tener habilidad
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 20 7

que el esfuerzo que dedica a resolver una tarea. De aquí


que un alumno, por ejemplo, intente mantener, por encima
de todo, una imagen de sí mismo en la que destaque dicha
apreciación e incluso puede recurrir, para justificar su fraca-
so, al poco esfuerzo que dedicó a la consecución de una ta-
rea. En algunas ocasiones llegará a utilizar, como estrategia
defensiva, el no estudiar por miedo a poner en peligro su ni-
vel de habilidad ante los ojos de los demás.
Para el interaccionismo simbólico, los pa-
dres proporcionan una imagen del hijo que el propio niño
acaba reflejando; si tienden a devaluarlo, el niño acabará
devaluándose, si tienen de él una alta estima, el hijo termi-
nará adoptando esa imagen.
Para Mead, principal representante del in-
teraccionismo simbólico, las personas reaccionan al am-
biente en función del significado que dicho ambiente tiene
para él. Las actitudes favorables o desfavorables de los de-
más, sobre todo los padres y las personas significativas,
acaban aceptándose como propias. Según este principio,
que tanta importancia ha tenido en la explicación de la re-
lación entre autoconcepto y comportamiento humano, la
experiencia familiar ocupa un lugar destacado como ámbi-
to en el que se va generando esa primera imagen de sí
mismo.
Las investigaciones de Coopersmith (1967)
apoyan, en gran medida, las teorías interaccionistas. Intenta
comprobar, de modo retrospectivo el tratamiento dado por
los padres a los hijos durante los primeros años de su vida.
Destaca el sentido y la importancia de la crianza y, de mo-
do especial, el papel de las actitudes de los padres hacia los
hijos en el desarrollo del autoconcepto.
La revisión de la literatura sobre el tema,
realizada por While (1979, pp. 329-352), pone de manifies-
to la dificultad de establecer con claridad las relaciones
causa efecto entre las variables familiares y el autoconcep-
to del niño. Existe, a su juicio, una cierta evidencia en el
sentido de que el nivel de la autoimagen del niño puede
asociarse con el nivel de sí mismo que refleja su padre. Pa-
rece confirmarse que, los padres de niños normales tien-
den a percibir a sus hijos más positivamente que lo hacen
208 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

los padres de niños con problemas emocionales. En lo que


se refiere a otros indicadores familiares, no existen datos
que puedan apoyar, por ejemplo, la tesis de que el orden
de nacimiento influya en la configuración de un determi-
nado autoconcepto, mientras que sí parece encontrarse
cierta relación entre el tamaño de la familia y la autoesti-
ma del hijo. Parece también probable que el hijo único va-
rón alcance valores más altos en la percepción de su pro-
pia imagen.
Para Rosenberg, los componentes que vie-
nen a configurar el autoconcepto son más de naturaleza
psicológica que económica. Otra cosa es plantearse si unas
condiciones económicas determinadas dificultan o posibili-
tan la creación de un clima psicológico que potencie el des-
rrollo de niveles superiores de autoestima.

2.2. El desarrollo de sí mismo

El estudio directo sobre personas sanas es


una vía destacada por Maslow para entender muchos as-
pectos de la conducta humana. Sus puntos de vista pueden
ser especialmente clarificadores.
La observación de niños normales nos de-
muestra cómo no viven con la mirada puesta en objetivos
remotos, sino ocupados en el presente. «Están viviendo no
preparándose para vivir... El desarrollo se produce cuando
el próximo paso hacia delante es, desde un punto de vista
subjetivo, más agradable, más subyugante, más intrínseca-
mente satisfactorio que la gratificación previa con la que es-
tamos familiarizados y de la que estamos ya cansados»
(Maslow, 1983, p. 80).
El niño explora, manipula, se interesa, dis-
fruta, todo ello lo hace de una manera espontánea, creativa,
aunque siga muchas veces un camino con dificultades o
improvisado. Cuando el niño se cansa, se aburre, está pre-
parado para acceder a otras experiencias más gratificantes.
La nueva vivencia tiene valor por sí misma, no por criterios
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 209

extrínsecos a ella. Aprendemos de este modo cuáles son


nuestras cualidades, lo que nos gusta o nos disgusta, capta-
mos nuestras posibilidades y respondemos a cuestiones co-
mo ¿quién soy yo?, ¿qué soy yo?
El camino del desarrollo en el pensamien-
to de Maslow, viene explicado por la conjunción de dos sis-
temas de fuerzas que se dan en el interior de cada persona.
Un sistema le empuja hacia la seguridad y a posiciones de-
fensivas, por miedo a arriesgar lo que posee, el otro sistema
le incita hacia delante, hacia el funcionamiento pleno de to-
das sus capacidades y hacia la confianza en el mundo exte-
rior. En la medida en que el niño se sienta más seguro es
capaz de ir avanzando en el camino del desarrollo. Las ne-
cesidades de seguridad insatisfechas quedarán en espera
incesante de satisfacción.
De terrible enigma califica Allport el pro-
blema del self (sí mismo). Es algo, afirma, de lo que nos
damos cuenta de modo inmediato; es como el núcleo de
nuestro ser, ocupa el papel central de nuestra conciencia.
Pero, ¿cuál es su desarrollo? Es preciso diferenciar, ya de
entrada, entre la conciencia y la conciencia de sí mismo.
El niño al comienzo de su vida no se da cuenta de sí mis-
mo, como sí mismo. No distingue el «yo» del resto del
mundo. La conciencia de sí mismo se va consiguiendo, de
modo gradual, durante los cinco o seis primeros años de
la vida.
Según las ideas de Allport (1968) sucede lo
siguiente: durante el primer año y medio de la vida, la lla-
mada etapa sensoriomotora, el niño recibe impresiones y
reacciona a presiones sobre su cuerpo, pero se pierden en
lo que Piaget denomina «absoluto indiferenciado» del sí
mismo y del ambiente. Ya, a los cinco o seis meses examina
los dedos de sus manos y de sus pies, puede metérselos en
la boca, hacerse daño, pero sin saber que se lo ha hecho a
sí mismo. Reconoce en un espejo, a los ocho meses, la ima-
gen de sus padres, pero no la suya; identifica a las figuras
familiares, padres, hermanos y llora ante extraños. El senti-
do de la identidad de los demás parece preceder a la suya
propia.
210 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

A lo largo de los tres primeros años se desa-


rrollan tres aspectos del sí mismo: a) El «sí mismo corporal»
surge a partir de las sensaciones orgánicas repetidas e, inclu-
so, por las frustraciones procedentes del exterior (no puede
alimentarse siempre que quiere, choca cuando quiere an-
dar). b) «La identidad de sí mismo». Un factor básico de esta
etapa es el lenguaje. Aprende su nombre y, a la vez, se perci-
be como algo distinto de los demás. Es un proceso difícil,
confunde el sentido de los pronombres personales, puede
no darse cuenta si pasa frío o calor, ríe o llora, muchas veces,
no como expresión de emociones personales sino porque ve
que otras personas lo hacen. Carece del sentido preciso de
fuera, allí, detrás, etc. c) «Estima de sí mismo». Su deseo de
explorar el mundo le lleva a formular continuas preguntas.
Cuando esta tendencia exploratoria se contradice, se enfada,
se siente disminuido, se percibe entonces como sí mismo. El
negativismo, que puede continuar hasta los cuatro años, le
lleva a captar cualquier propuesta del adulto como un ataque
a su integridad, protege así ese primer germen de estima de
sí mismo. Hacia los tres o cuatro años, la mayoría de los ni-
ños, ya poseen el sentido de ganar a otro, pero hasta los seis
o siete años no adquiere un carácter competitivo.
Entre los cuatro y los seis años surgen dos
nuevos aspectos del yo: «la extensión de sí mismo» y «la
imagen de sí mismo». Como en la época anterior pierde fá-
cilmente la identidad de sí mismo, la fantasía y la realidad
se confunden, aparecen compañeros imaginarios, un niño,
un animal, etc. Es un período esencialmente egocéntrico.
Sigue desarrollando con intensidad el yo mismo corporal y,
simultáneamente, las bases de una importante extensión de
sí mismo; habla por ejemplo, de «mi pelota», «mi casa» como
partes de sí mismo. Sabe que sus padres esperan que sea
«bueno» y que él, a veces, no lo es, está comparando ya lo
que esperan de él y lo que él hace. Empiezan a configurar-
se los primeros atisbos de lo que serán sus intenciones, ob-
jetivos, el sentido de la responsabilidad moral.
Con el ingreso de la escolaridad obligato-
ria, hacia los seis años, la influencia de los compañeros, su
sinceridad, le ayudan a establecer su identidad. Al comienzo
de ese período se da cuenta que en el colegio y en su casa
esperan de él dos cosas distintas. Adquiere costumbres nue-
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 211

vas, un lenguaje distinto. Conoce y se ajusta a las reglas de


la familia y del juego. La identificación es parte importante
del aprendizaje de este momento. Destaca un nuevo aspec-
to de sí mismo, como «solucionador racional». Puede ya pen-
sar que piensa; inventa excusas y racionalizaciones para jus-
tificar sus acciones, intenta proteger por todos los medios la
propia imagen. Es el comienzo del pensamiento reflexivo y
formal expresado a través de su continuo ¿por qué?
La adolescencia supone una época central
en la búsqueda de sí mismo. Su duda, ¿soy un niño o un
adulto?, duda que, por otro lado, también suele observar en
la actuación de sus padres, le hará repetir insistentemente
«unas veces me tratan como niño y otras me piden respon-
sabilidades de adulto». Busca la popularidad y la aceptación
de los niños de su edad y sufre si nota un desarrollo físico
inferior al de sus compañeros. Los cambios en la forma de
peinarse o vestirse junto a sus cambios de voz, son vías a
utilizar para confirmar que puede llamar la atención de
otras personas. La soledad, las luchas interiores, hacen acto
de presencia. La rebeldía es la última fase de la búsqueda
de la autonomía. Se plantea objetivos tan altos que su idea-
lismo acaba, muchas veces, en una gran desilusión.
Lo fundamental es que se ha iniciado el
séptimo factor de sí mismo al que Allport llama «esfuerzo
orientado». El chico empieza a hacer sus planes, hasta este
momento no se habrá completado el sentido de sí mismo;
el adolescente necesita orientar su esfuerzo, aunque no se
trate aún de objetivos rígidamente definidos. Si esto no se
ha conseguido al entrar en la edad adulta, posiblemente
nos encontramos ante una personalidad inmadura y con un
sentido de sí mismo muy poco desarrollado. Será ya tarea
de adulto intentar conseguir una imagen de sí mismo y
unas aspiraciones realistas.

3. AUTOCONCEPTO Y ACTIVIDAD ESCOLAR

En general, se entiende el autoconcepto


académico como una faceta del autoconcepto global (Gi-
212 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

meno Sacristán, 1976). Vendría constituido por la internali-


zación de las evaluaciones que los «otros significativos»
(padres, profesores, otros compañeros) hacen de los
alumnos, tal como son percibidos por éstos. El alumno, a
través de las calificaciones o de los comentarios informa-
les realizados por sus profesores, sus compañeros, etc., se
va formando un juicio de sí mismo. En este sentido, pa-
dres, profesores y compañeros son los puntos claves de
este autoconcepto. Los estudios realizados no aportan da-
tos concluyentes sobre cuál de estos «otros significativos»
ocupa un lugar destacado en la elaboración de este auto-
concepto. Las diferencias encontradas por Kleinfeld y por
Brookover parecen justificarse por las características de
los distintos ambientes culturales y por las relaciones
mantenidas por los alumnos con sus padres y con sus pro-
fesores.
Es posible, además, que el autoconcepto
académico influya en otras zonas del autoconcepto general;
dicha influencia se explica por el efecto de generalización
que las reacciones de los otros tienen sobre el autoconcep-
to general, quizá esto pueda deberse no sólo a la iniciativa
del sujeto sino como refuerzo del ambiente.
Gilly (1968, pp. 219-235) al comparar dos
muestras de alumnos de la misma edad y el mismo cociente
intelectual, de ellos un grupo con buen rendimiento escolar
y otro con bajo rendimiento, encontró que en los «buenos
alumnos» se reconoce no sólo su rendimiento sino otras
cualidades personales, mayor madurez afectiva, más auto-
nomía, más estabilidad, se les considera más sensibles, que
se controlan mejor, etc. Esta percepción de cualidades en
los demás puede que influya en el enriquecimiento o em-
pobrecimiento del rendimiento académico y, por el efecto
antes dicho de generalización, en otros aspectos del auto-
concepto general.
En la experiencia escolar, el niño se va
viendo como alumno «bueno» o «malo», en principio, en tér-
minos generales, más tarde irá diferenciando sus posibilida-
des en cada materia o cada actividad. El autoconcepto pre-
vio, como antes se ha dicho, posiblemente rudimentario,
actúa como causa y efecto del logro académico.
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 213

Para Covington y Beery los resultados ob-


tenidos por un niño comienzan a afectar su sentido de au-
toimagen y ello puede incidir en su rendimiento académi-
co. Utilizan un doble argumento para justificar su postura:
es un hecho evidente la valoración del éxito académico en
la actual sociedad industrializada. Este éxito es, además,
competitivo, los premios sólo los reciben algunos, los mejo-
res, el fracaso es una amenaza. El segundo argumento parte
de la existencia de una motivación básica en la persona de
incrementar, o al menos, defender los niveles de autoesti-
ma. Esto puede llevar, por ejemplo, a que el estudiante, an-
te el fracaso, intente proteger una imagen de sí mismo co-
mo persona con habilidad, pero con fallos en el esfuerzo
dedicado.
En la medida, entonces, en que el alumno
comience su escolaridad con un mayor autorrespeto inicial,
más fuerza tendrá para resistir los efectos de los primeros
fracasos, pero si éstos continúan empezará a disminuir la
confianza en sí mismo. Entra dentro de lo posible que, en
lo sucesivo, comience a adoptar comportamientos defensi-
vos en los que puede llegar a no intentar conseguir algo
por miedo a perder su imagen de persona capacitada. Es
preciso aclarar que estos estudios se han realizado con es-
tudiantes universitarios y no siempre en el contexto real de
aprendizaje. Habría que comprobar hasta qué punto esto
sucede en circunstancias normales y con alumnos no uni-
versitarios.
Todas las investigaciones señalan las difi-
cultades a la hora de evaluar tanto el autoconcepto (Rodrí-
guez Espinar, 1982) como otros aspectos relacionados con
él, por ejemplo, la valoración personal para el logro. Este
último tiende a verse como la esperanza de conseguir éxi-
tos, la perseverancia en el esfuerzo para conseguirlo y la
valoración positiva hacia el aprendizaje.
La revisión de la literatura al respecto pone
de manifiesto algunos datos a tener en cuenta:
• Los niños en edad preescolar suelen presentar altos
niveles de autoconcepto.
• Si pasados dos o tres años de escolaridad comienza
214 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

la diferenciación, se puede apuntar que son los ni-


veles de éxito los que determinan los tipos de auto-
concepto y no al revés.
• Las medidas de autoconcepto podrían indicar,
muchas veces, diferencias en las habilidades del
niño para entender las instrucciones que se le dan
y para mantener la atención en la realización de
tareas.
• Las medidas de motivación para el logro son las que
presentan mayor nivel de predicción respecto a pos-
teriores éxitos.
• Las primeras experiencias del niño están asociadas
con los niveles de autoestima conseguidos. Esas pri-
meras experiencias están relacionadas con la creen-
cia de que uno puede ejercer influencia sobre el
mundo en que vive.
Puede parecer por lo expuesto hasta aho-
ra, que el futuro del niño está configurado, en gran medi-
da, antes de entrar en la escuela y que ello depende bási-
camente de su ambiente familiar en cuanto favorecedor
de determinadas actitudes hacia sí mismo. Esto equival-
dría a pasar por alto el valor de lo que sucede en el mar-
co escolar y de modo especial el desarrollo de los proce-
sos e interacciones con sus compañeros y con sus
profesores.
En resumen, el nivel de autoconcepto jue-
ga un papel importante en el éxito o fracaso desde el co-
mienzo de la escolaridad. El autoconcepto académico que
se va elaborando parece relacionarse con sucesivos niveles
de logro. Al comienzo de la enseñanza secundaria, ese au-
toconcepto académico empezará a influir en el sentimiento
general de autoconcepto a la vez que actúa como causa en
el rendimiento. De aquí la importancia de los primeros éxi-
tos o fracasos del niño en la escuela. En la educación post-
obligatoria, el autoconcepto académico ocupa un lugar des-
tacado en la autoimagen global, es fuente permanente de
autorrespeto; por esta vía surge de nuevo el autoconcepto
académico jugando un papel causal en la consecución de
niveles de éxito académico.
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 215

4. EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR

La cuestión que interesa plantear ahora es


¿qué acciones en el seno de la familia son más favorecedo-
ras de un autoconcepto positivo de los hijos?
Podemos encontrar pistas valiosas si refle-
xionamos sobre lo que el hijo necesita para el desarrollo de
su personalidad y en qué medida o en qué condiciones ese
proceso se realiza en el seno de cada familia. Se trata de
destacar cómo la familia en la medida en que logra, de mo-
do consciente o inconsciente, crear un «clima acogedor» en
el que tienen cabida y respuesta esas necesidades, está ayu-
dando al hijo en su continuo caminar hacia la realización
personal.
Es preciso recordar que no siempre son los
principios conscientes o más o menos razonados los que
orientan la vida familiar. Muchas veces esos principios son
producto de la racionalización o justificación de actitudes
cuyo origen es mucho más profundo y escapa en muchas
ocasiones al razonamiento (Gratiot, 1975). En todo caso, las
vivencias del niño dependen más del comportamiento con-
creto de los padres que de las teorías o principios que ma-
nifiestan.
Las actitudes del padre y de la madre ante
la paternidad o la maternidad, el concepto que se forman
de los papeles parentales de la familia y de la vida fami-
liar, así como las reacciones que suscita en cada uno de
ellos un hijo determinado, ocupan un lugar destacado. Los
padres actúan con frecuencia con ideas preconcebidas,
con estereotipos referidos a la nueva experiencia en que
se ven implicados, a su papel como padre o como madre
y a lo que debe ser la vida familiar. Unos hacen hincapié
en aspectos formales, el orden, la disciplina; otros desta-
can lo natural, lo espontáneo en las relaciones familiares,
el afecto. Para unos, un hijo es principio de alegría, para
otros fuente de problemas e incomodidades. El sexo del
hijo que nace o sus peculiares características físicas y psi-
cológicas provocan reacciones de satisfacción o frus-
tración.
216 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Por otro lado, la base de las actitudes pa-


rentales hay que buscarlas, con frecuencia, en las experien-
cias que tanto padre como madre han vivido en etapas an-
teriores. Unas veces intentan aplicar modelos que vivieron
durante su infancia y adolescencia, otras actúan en contra
para evitar la experiencia, para ellos negativa, y que no de-
sean ver repetida en sus hijos. En todo caso, se olvidan que
el hijo es un ser distinto ante el que posiblemente no val-
gan esquemas anteriores, por muy eficaces o contraprodu-
centes que hubiesen sido.

4.1. Las necesidades personales

La conocida jerarquía elaborada por Mas-


low (1975) presenta las necesidades fisiológicas como las
primordiales. Esto le lleva a decir que el ser humano que
careciese de todo tendería a satisfacer éstas antes que otras.
Por ejemplo, una persona a quien faltase alimento, seguri-
dad, amor y estima, lo más probable es que sienta la nece-
sidad de alimento de modo prioritario. Si las necesidades fi-
siológicas están relativamente satisfechas aparece un nuevo
grupo de necesidades, las de seguridad. En situación de
amenaza, el niño siente sensación de miedo, por ejemplo,
ante grandes ruidos, ante un trato rudo por sensación de
abandono, por enfermedad, etc. Una persona que tiene ne-
cesidad de seguridad debe satisfacerla antes que pasar a
otras; un niño con sensación de abandono en su hogar in-
tentará buscar la seguridad en los demás, orientará su es-
fuerzo a encontrar quien cuide de él.
Satisfechas las necesidades fisiológicas y
las de seguridad aparecen las de amor, afecto o posesión.
En nuestra sociedad parece ser la frustración de la necesi-
dad de afecto la causa más frecuente del mal ajuste y psico-
patología más graves.
Bessell (1970) indica cuatro formas en que
ésta necesidad puede ser satisfecha: «atención» (cada perso-
na necesita recibir mensajes que le confirmen que existe
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 217

para otras personas) «aceptación» (necesita captar «tienes


derecho a estar aquí») «aprobación» (percibe «me gusta esto
de ti») y «cariño» («te quiero»).
Todas las personas tienen, además, necesi-
dad de una evaluación estable, necesitan autorrespeto y el
aprecio de los otros. Esta necesidad tiene, pues, dos senti-
dos: como deseo de fuerza, suficiencia, dominio, compe-
tencia frente al mundo, independencia y libertad y como
deseo de reputación y prestigio.
La persona con su necesidad de estima sa-
tisfecha, desarrolla sentimientos de autoconfianza, valía,
fuerza, se siente útil y necesaria en el mundo. Por el contra-
rio, la frustración conduce a sentimientos de inferioridad,
debilidad o impotencia. A juicio de Maslow la autoestima
más estable procede del respeto merecido, la fama y la adu-
lación no deseada.
Por último, la necesidad de self-actualiza-
tion descansa en la satisfacción de necesidades fisiológicas,
de seguridad, amor y estima. La persona autorrealizada per-
cibe de modo claro la realidad, es creativa, espontánea, to-
lerante, se acepta a sí misma y acepta a los otros.

4.2. Niveles de autoestima y vida familiar


El sentimiento de autoestima se aprende
de modo especial en la familia; el propio nivel de autoesti-
ma o autoconcepto de los padres se ha destacado en mu-
chas investigaciones, como factor que posibilita, más a unas
familias que a otras, para la creación de ambientes
favorecedores o inhibidores del autoconcepto positivo de
los hijos.
Los trabajos de Coopersmith citados confir-
man, una vez más, la hipótesis del papel destacado de las
actitudes familiares en la elaboración del autoconcepto. Los
chicos con autoconcepto alto han sido educados de tal mo-
do que tienen grandes posibilidades de ver el mundo en
que viven como algo relativamente estable y ordenado. Se
sienten valorados y aceptados por sus logros. Sus padres
habían ejercido una disciplina firme, con normas claras y
218 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

estables, pero a la vez, habían permitido y animado a sus


hijos a participar de modo activo en la elaboración de di-
chas normas. Por su parte, los padres de chicos con autoes-
tima baja se habían preocupado, ante todo, porque sus hi-
jos fuesen obedientes y sumisos a los deseos de los demás.

5. VÍAS DE ACTUACIÓN EN LA VIDA FAMILIAR

Cuanto se ha venido diciendo sobre el ori-


gen y desarrollo del autoconcepto puede sistematizarse en
torno a tres vías primordiales de actuación en la vida
familiar. Nos referimos a la aceptación, comprensión y tipo
de comunicación que se establecen en el ámbito del hogar.
La forma en que el hijo se siente aceptado, comprendido y
se comunica con los miembros de su familia está sentando
los bases para la elaboración de una imagen positiva de sí
mismo.
Si entendemos toda acción educativa como
un proceso de ayuda en el que se estimula a la persona pa-
ra que vaya perfeccionando su capacidad de dirigir su vida
y participar mediante su acción como ser libre en la vida de
la comunidad. Si esto implica un doble proceso de asimila-
ción cultural y moral y despegue individual (García Hoz,
1981), la familia estará educando en cualquier situación en
que ayude al hijo a descubrir quién es él y cómo es.
La acción familiar comienza desde la situa-
ción de «hijo querido», «hijo deseado», a partir de esos pri-
meros momentos la actitud de los padres está impregnando
de sentido acogedor el clima familiar en que el nuevo hijo
va a nacer. Esta actitud configura los modos de actuación
de los miembros de la familia. Desde los cuidados de la ma-
dre durante el embarazo hasta la preparación del lugar que
ocupará el hijo en el hogar son pasos que pueden percibir-
se como de aceptación o rechazo.
Los errores educativos proceden unas ve-
ces de la madre, otras de la figura paterna, en ocasiones de
las discrepancias entre ellos al establecer criterios o normas
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 219

de comportamiento y, casi siempre, del desconocimiento


del desarrollo evolutivo del hijo, de los intereses y necesi-
dades de cada etapa y, en consecuencia, de la dificultad pa-
ra captar la realidad concreta en que está viviendo.

5.1. Aceptación del hijo

Entendemos aquí este término en un do-


ble sentido; es por un lado esa relación entre dos personas
en virtud de la cual una acoge a la otra tal como es, con
sus virtudes y defectos, no como desearía que fuese; por
otro lado, la aceptación se refleja sobre sí mismo, me reco-
nozco con mis posibilidades y limitaciones, no renuncio a
mis aspiraciones, pero parto de lo que creo mi realidad y
me acepto como soy. La aceptación aparece entonces co-
mo una síntesis de actitudes que implican tolerancia, res-
peto, empatia. Supone el punto de partida de ese proceso
perfectivo, necesario, al que llamamos educación. Es la fa-
milia quien debe brindar al hijo la seguridad que produce
el sentirse aceptado, la base desde la que empezar, sin
miedos, su proceso de cambio. La inseguridad inicial, posi-
blemente, le lleve a estrategias defensivas, de oposición
sistemática, de resistencia y de ocultación de un sí mismo
que no acepta.
Evidentemente la aceptación a que aquí
nos referimos no significa, siempre y en todas las circuns-
tancias, aprobación; sí supone un punto de partida desde el
que un sincero análisis puede conducir al cambio que se
desea.
La vida familiar ofrece continuas ocasiones
por las que el hijo se siente aceptado o rechazado. De la
forma en que los padres cuidan a su hijo van a depender
las primeras experiencias del niño ante ese mundo con el
que acaba de tomar contacto. Todos sabemos que una mis-
ma acción puede comunicar sentimientos de aceptación o
de enojo. Las acciones tantas veces repetidas durante la pri-
mera época de la vida del niño: alimentarlo, limpiarlo, los
momentos de llanto, desvelos, enfermedad, implican, es
220 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

cierto, un saber hacer, pero sobre todo, esa transmisión de


sentimientos a que antes nos referimos.
Es en el seno de la familia donde deben
establecerse las condiciones necesarias para la configura-
ción de la personalidad del hijo. La acción familiar incide,
de modo consciente o inconsciente, en la adquisición de
destrezas, cualidades motrices, en los mecanismos de adap-
tación y relación con el medio.
Cualquier momento puede ser importante.
Veamos, por ejemplo, la identificación de las partes del
cuerpo; la hora del baño es ocasión propicia para la distin-
ción del sí mismo corporal, también lo es para el desarrollo
de sentidos como el olfato (colonia, jabón), tacto (toalla, es-
ponja). Es, por supuesto, la oportunidad de ir pasando po-
co a poco de la ayuda y orientación («ahora esta parte» «des-
pués la otra») a la autonomía («tú ya puedes hacer esto»).
Debe llegar a vestirse sólo, pero vamos haciendo con él el
camino; se siente en principio protegido, hablamos con él
incluso antes de saber expresar las cosas que necesita, del
orden al ponérselas, de cómo se ponen («ahora la manga»,
«adelante pie izquierdo», así se hace el nudo de los zapatos,
«ahora hazlo tú»), etc.
En las comidas distingue sabores, olores,
alimentos calientes y fríos. Desarrolla su psicomotricidad fi-
na mediante el uso del cubierto. El hecho de acostarse es
otro momento destacado para la identificación personal, es
a veces un momento difícil, aparecen los miedos. El niño
tiene miedo a la oscuridad pero desaparece de la mano de
su madre; a los ojos de los niños no hay amenaza capaz de
superar la fuerza de su padre o de su madre. Si se le obliga
a superar ese miedo en solitario, es posible que no haga-
mos más que fijarle el temor y facilitarle la aparición de la
angustia ante esa amenaza, seguramente no real para el
adulto, pero vivida por el niño con una gran impotencia
(Lafitte, 1983).
Las discusiones entre los padres, las ame-
nazas de castigo, el insulto, las explosicones de rabia, la
forma brusca de hablar al hijo provoca, a veces, un páni-
co tan fuerte que llega a superar el miedo a la agresión fí-
sica.
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 221

El niño se siente aceptado en la medida


que se le respeta su sueño, su juego, su avergonzarse ante
los demás, su «amor propio»; cuando le tratamos con tacto,
cuando evitamos el «ya no te quiero», cuando le ayudamos
a superar los primeros miedos de la separación al comienzo
del colegio, etc. En un clima familiar de aceptación, los
miedos naturales de las distintas edades pasarán con cierta
facilidad, aparecerán, no obstante, ante aquellas situaciones
que también resultan peligrosas al adulto.

5.2. Comprensión y comunicación en la vida familiar

La comprensión puede describirse como


una situación en la que predomina el «entendimiento» de la
postura del otro. Un chico se siente comprendido si perci-
be que los que le rodean, esencialmente sus padres, en-
tienden sus problemas, se ponen en su lugar, comparten
con ellos sus dudas, sus preocupaciones, sus inquietudes.
Un clima familiar comprensivo supone el contacto afectivo
respetuoso con los hijos; respeto, por ejemplo, a su deseo
de intimidad, a sus gustos, sus intereses, el estar dispuesto
a hablar con el hijo en cualquier momento y de cualquier
tema.
El sentirse comprendido lleva implícito el
sentirse acogido como es, en su situación personal, con sus
problemas, en casa con los hermanos, fuera de casa con los
amigos o con los compañeros en el colegio; no es necesa-
rio insistir en la repercusión de esta idea en la configura-
ción de una personalidad equilibrada y cómo el sentirse in-
comprendido contribuye a la visión de su propia situación
como «problema».
Las personas se sienten comprendidas por
otras en la medida en que pueden compartir con ellas sus
dudas, sus preocupaciones, sus ilusiones, lo que querrían
hacer o aquello a lo que se enfrentan de modo temeroso;
los otros escuchan y opinan, no hay tensión al exponer, ni
miedo a sus reacciones negativas. En suma, la comprensión
222 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

lleva consigo el diálogo y los que comienzan a dialogar es-


tán empezando a comprender o tratan de hacerlo.
En un estudio realizado con alumnos de
Ciclo superior de EGB (Ridao, 1984) tratamos de indagar
qué tipo de situaciones provocaban este «sentido compren-
dido». Encontramos que se relaciona con el tipo de respues-
ta dada a preguntas como ¿crees que tus padres te exigen
más de lo que te corresponde a tu edad?, ¿cómo te sienta si
te preguntan dónde has estado?, ¿te tratan en casa como si
fueras más pequeño de lo que eres?, ¿cómo reaccionan tus
padres ante tus notas?
No puede perderse de vista que unos pa-
dres con actitudes sobreprotectoras transmiten la imagen
de un mundo lleno de peligros para los que piensan sus hi-
jos no están preparados. El hijo puede que desarrolle por
este camino sentimientos de desamparo, miedo y un pro-
fundo sentido de desvalorización y debilidad. De igual mo-
do, un padre ansioso, pendiente del comportamiento co-
rrecto de su hijo, con su crítica excesiva y constante, puede
generar el convencimiento de que nada se hace bien. La ri-
ña continua, el «no hagas esto» insistente pueden conducir,
sobre todo en el niño pequeño, a pensar que lo que quiere
es «malo», en consecuencia pueden hacerle desembocar en
«no soy querido ni merezco serlo». En el estudio a que antes
aludíamos se observa ambigüedad en la actuación del adul-
to, tanto en la exigencia como en la forma de considerarlos
unas veces como adultos y otras como niños. Encuentran,
la mayoría, normal que les pregunten dónde han estado,
pero hay una queja continua cuando hablan de la reacción
ante las notas.
Conviene insistir en que las notas vienen a
hacer patente no sólo las habilidades o capacidades que se
poseen, el esfuerzo o los resultados obtenidos, sino que re-
afirman la valía personal ante los padres, los amigos, los
profesores. Si los resultados son negativos, ¿cómo defiende
el chico su autoconcepto? Posiblemente manifestando el
poco esfuerzo dedicado o buscando la justificación en el
colegio, el profesor o los amigos. Desde la perspectiva de
los padres, dejando a un lado las habilidades que casi todos
reconocen en sus hijos, ¿comprenden la separación entre
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 223

habilidad, esfuerzo y resultado? Muchos interrogantes que-


dan aún sin respuesta. ¿Son las notas el gran factor de deci-
sión a la hora de valorar a los hijos? La rivalidad entre her-
manos, ¿no viene reforzada por las posturas adoptadas en
relación con las notas? Los padres del estrato social bajo pa-
recen ser en este aspecto más intransigentes que los del es-
trato medio, ¿quiere esto decir que la clase baja es más exi-
gente con los estudios de sus hijos?, ¿es consecuencia de la
distinta valoración de los estudios por parte de ambos es-
tratos?, ¿cómo superar la tensión, la angustia generada por
las notas y sus correspondientes consecuencias en el com-
portamiento del chico tanto en casa como en el colegio?; y
más aún ¿en qué medida las notas son un factor significati-
vo para la configuración o el deterioro de un ambiente enri-
quecedor de la persona?
Parece existir una cierta relación entre el
modo en que se estructura la familia y el sentimiento de
comprensión de los hijos. En la familia autoritaria, donde
las reglas no se discuten sino que se obedecen, la autoridad
reside en la figura paterna. Es el padre quien decide cómo
se han de hacer las cosas, qué está bien o mal, cada uno sa-
be a qué atenerse porque todo está claro y definido desde
arriba; este clima no crea conflictos si es coherente con la
sociedad que le envuelve. El problema suele surgir cuando
se da una gran divergencia entre lo que se propone la fami-
lia y lo que se da en el mundo exterior. El mal uso de la au-
toridad en el seno de la familia favorece actuaciones de su-
misión, de falta de capacidad de reacción, en su caso de
rebeldía. De cualquier modo, se consiguen, casi siempre,
resultados opuestos a los que se pretendían. En este mode-
lo no hay consulta, ni participación, ni diálogo, es lo que
Pinillos (1979) ha designado como «autoritarismo estable».
Pueden darse las premisas anteriores den-
tro de una gran arbitrariedad, es el modelo del «autoritaris-
mo inestable», lo que hoy se prohibe mañana se permite, se
descubren las normas viendo en ellas su aspecto negativo.
La sociedad se contempla con tintas negras, la autoridad
con su sello arbitrario, los demás como enemigos.
La familia hiperprotectora se sitúa en el ex-
tremo opuesto. No enseña a enfrentarse con las cosas, ni a
224 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

prescindir de ellas, ni a luchar por conseguirlas, es el entor-


no del niño mimado al que no falta nada. La permisividad
puede hacer acto de presencia y con ella la dificultad para
el conocimiento real que el niño necesita. Maslow llama la
atención sobre el hecho de que el niño necesita permisivi-
dad dentro de ciertos límites y no una permisividad sin res-
tricciones; necesita más un mundo organizado que uno sin
organización y estructura. Llevado por su deseo de seguri-
dad el chico parece preferir cierto orden y rutina. La injusti-
cia de los padres, la excesiva coacción le hacen sentirse in-
seguro, el mismo efecto producen las incongruencias.
El niño necesita, a medida que crece, tener
la oportunidad de vivir en un clima de auténtica libertad
que le permita ir paso a paso decidiendo por sí mismo. Ne-
cesita la actuación coherente de los padres al margen de ar-
bitrariedades y ambigüedades. Necesita normas claras y re-
lativamente firmes. Necesita un clima comprensivo en el
que sabe que cuenta con unos padres que poseen esa auto-
ridad que hace crecer y aumentar al otro.
Las relaciones humanas tienen como pilar
básico en la familia la comunicación. Se ha dicho que una
tarea educativa importante consiste en enseñar a comuni-
car, comprender, salir de sí mismo, participar. Desde un
punto de vista educativo comunicación supone una postura
abierta a la emisión y recepción de información, interac-
ción, intercambio de ideas, diálogo, aceptación del otro.
Para el ser humano la comunicación es,
posiblemente, el factor más importante en la determinación
del tipo de relaciones que establece con los demás y con el
mundo que le rodea. Las distintas formas de comunica-
ción se aprenden. Las experiencias durante los cuatro o
cinco primeros años parecen ser decisivas. Se tiene una
cierta imagen de sí mismo, se sabe lo que podemos esperar
de los demás, en cierto modo lo posible a lo imposible para
nosotros. Lo más probable es que a no ser por circunstan-
cias muy especiales, esta situación experimente pocos cam-
bios a lo largo de la vida.
En la base de la comunicación se encuen-
tra el diálogo, éste es «auténtico si cada una de las persona-
lidades se implican en ese diálogo enteramente, se entrega
EL DESARROLLO DEL AUTOCONCEPTO EN LA VIDA FAMILIAR 225

en él expresando con sinceridad porque se siente aceptada,


las ideas y experiencias propias aceptando íntegramente los
sentimientos, ideas y experiencias de los demás porque de-
sea comprenderlos, modificando si es necesario las propias
actitudes e intenciones para cooperar con ellos en una bus-
ca común» (Leroy, 1971, p. 15). Un compromiso de este ti-
po, afirma Leroy, es el único susceptible de modificar la
personalidad induciéndola a superarse, a realizar transfor-
maciones profundas del pensamiento y las actitudes pro-
pias.
Los que dialogan admiten de antemano
que pueden aprender algo del otro y esto afecta no sólo al
campo intelectual, sino también a las relaciones afectivo-so-
ciales con sus tensiones emocionales. Es la persona en su
integridad la que se pone en juego en el proceso de comu-
nicación, su aspecto físico, su cuerpo que se mueve, su ca-
pacidad de hablar, sus pensamientos, valores, actitudes, ex-
pectativas.
¿Qué sucede en la familia?, ¿cuándo y có-
mo se desarrolla el diálogo en las relaciones padres-hijos?
Tras la primera comunicación madre-hijo, se establecerán
los contactos con el padre o los hermanos, si los hay. Esta
comunicación necesaria lleva pareja la existencia de una es-
timulación múltiple, exigida por la propia evolución del hi-
jo; estimulación no siempre favorecida por las condiciones
actuales de las propias familias, aisladas en su estructura
nuclear, por los horarios laborales o escolares de padres y
hermanos.
La cuestión está en cómo establecer con-
tacto con los hijos. De entrada supone no perder de vista su
edad y sus características propias, no olvidar que cada hijo
es básicamente único, original, distinto.
El diálogo comienza con el nacimiento
quizás antes, y discurre con altibajos según las circunstan-
cias de cada familia. Hay situaciones relativamente fáciles,
durante los primeros años de la vida del hijo, poco a poco
se va ganando confianza, espontaneidad, sinceridad o se va
perdiendo poco a poco. El problema es que no siempre se
cae en la cuenta de lo que puede estar sucediendo. Posible-
mente los momentos de la adolescencia son los más difíci-
226 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

les porque hay que conjugar el deseo de vivir desde sí mis-


mo que lleva al hijo a separarse gradualmente de los pa-
dres, aislarse en su intimidad y, simultáneamente, buscar en
el grupo de amigos el apoyo que necesita.
Es un m o m e n t o difícil para el hijo que
busca su propia afirmación y difícil para el padre que debe
comprender ese deseo del hijo de empezar a actuar como
persona autónoma y responsable de sus actos. Compren-
der no puede entenderse como no preocuparse o desen-
tenderse, significa flexibilidad, tolerancia en aquellos as-
pectos en los que pueden y deben ser flexibles o
tolerantes. Claro, que esto supone por parte de los padres
una delimitación clara de lo que creen básico, verdadero y
de lo que opinan puede ser complementario y cambiante.
Julián Marías (1980) habla de un cierto miedo al juicio de
los hijos. Quizás el gran error de los padres radique en no
mostrarse como son, con ello privan al hijo de una de sus
grandes fuentes de conocimiento, la transmisión de sus vi-
vencias y con ellas su forma de entender la realidad que
puede no ser correcta, pero el sello de coherencia y veraci-
dad que le imprimen es un ejemplo valioso a lo largo de la
vida del hijo.
La comunicación padres-hijos se fomenta
con los hábitos de convivencia que toman como base la co-
laboración en actividades e intereses comunes, al compartir
situaciones de alegría y tristeza. Es preciso superar esos diá-
logos familiares centrados en el plano intelectual, en los es-
tudios o en las notas, en los que la figura paterna queda
tantas veces relegada a un segundo plano.
Es a los padres a quienes corresponde dar
los primeros pasos y mostrar con su actuación que confían
en sus hijos y respetan sus actuaciones y sus puntos de vista.

BIBLIOGRAFÍA
ALLPORT, G. W. (1968): La personalidad. Su configuración y desa-
rrollo, Barcelona, Herder, 2a edición.
1. Qué son los hábitos
2. Qué es la autonomía.
3. Los hábitos en la familia.
4. Repercusiones de los hábitos de autonomía.
5. Los hábitos de autonomía personal.
6. Proceso de adquisición de los hábitos.
7. Metodologías específicas.
7.1. Área de la alimentación.
7.2. Área del vestir.
7.3. Área de la higiene.
7.4. Área del sueño.
7.5. Estar solo.
7.6. Hábitos de orden y organización.
7.7. Hábitos de responsabilidad.
Bibliografía.

Plantearnos los hábitos de autonomía y


su educación nos exige, ante todo, poner en claro no só-
lo los conceptos de hábito y de autonomía, sino también
las posibles repercusiones que en el proceso madurativo
del niño y en su actuación cotidiana, puedan tener, sea
cual sea su edad, lugar o situación en la que se encuen-
tre.
A partir de este análisis podremos decidir
su necesidad y momento oportuno para su enseñanza y
exigencia.
230 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

1. QUÉ SON LOS HÁBITOS

El individuo a lo largo de su existencia rea-


liza una serie de aprendizajes, en contacto con el medio
que le rodea, lo que le permite la realización de unas con-
ductas destinadas no sólo a resolver sus necesidades bási-
cas, sino que también le posibilitan actuar adecuadamente
ante unas exigencias del entorno.

Estos aprendizajes difíciles en principio


(andar, correr, vestirse, uso de instrumentos...) llegan a
interiorizarse y a dominarse de tal manera que pueden
llevarse a cabo sin ningún esfuerzo y además sin necesi-
dad de prestar atención a su realización: automática-
mente.

Cuando se llega a este nivel de dominio, por


la realización constante, adquieren la categoría de hábito.

Para que exista hábito, pues, es necesario


que se den tres condiciones fundamentales:

1) Que se posean unas habilidades para realizarlo.

2) Que se comprenda su necesidad.

3) Que se sea capaz de realizarlo espontáneamente, de


una manera habitual, sin necesidad de control, exi-
gencia o presión exterior.

La adquisición de los hábitos, pues, es un


medio y un objetivo educativo, porque siendo una finalidad
que debe alcanzarse a través de unos aprendizajes concre-
tos y congruentes se constituyen en vía de adquisición de
predisposiciones, actitudes y estilos personales, en los que
el individuo va configurando su personalidad, posibilitán-
dole una mejor actuación desde el aspecto cualitativo (per-
fección en la ejecución) y cuantitativo, ya que es capaz de
realizar otros aprendizajes.
LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL. SU ADQUISICIÓN EN El HOGAR 231

2. QUÉ ES LA AUTONOMÍA

Por autonomía entendemos la capacidad


de dar por sí mismo unas respuestas adecuadas y adaptadas
a las exigencias del momento y lugar.
Su ausencia puede privar la interacción sa-
tisfactoria con el medio, pudiendo afectar tanto a las rela-
ciones como a los aprendizajes, actitudes ante los demás,
autoestima... Piaget (1968), Zazzo (1969), Lurcat (1977),
Cornelias (1986), Rico (1985).
La sociedad se rige por unas normas y exi-
ge a los ciudadanos una capacidad de actuar adecuada-
mente, por ello debemos ayudar al niño a que adquiera es-
ta autonomía a fin de posibilitar que sea un ciudadano
responsable y libre, Cousinet (1972), Fromm (1985).
La adquisición de unos hábitos que posi-
biliten la autonomía facilita que el individuo, con indepen-
dencia y autónomamente, sea capaz de resolver unas ne-
cesidades y dar respuesta a los requerimientos del medio
de forma equilibrada, pudiendo superar cualquier impre-
visto.

3. LOS HÁBITOS EN LA FAMILIA

Este aprendizaje, si bien debe iniciarse


tempranamente y en cualquier núcleo donde el niño resida:
familia, escuela, esplai... es en el seno de la familia donde
se deben poner las bases, criterios, y donde deben estable-
cerse los niveles de dicho aprendizaje.
Es en la familia donde el niño está estre-
chamente vinculado a unas personas, tanto por la calidad
de las relaciones afectivas que se establecen como por la
232 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

frecuencia y estabilidad de dichas relaciones, por lo que


es en este núcleo donde deben plantearse no sólo las
conductas que darán paso a los hábitos, sino también las
actitudes y los valores que fundamentarán dicho aprendi-
zaje.
En este sentido es importante que los pa-
dres comprendan la necesidad de evitar la sobreprotección
del niño, ya que además de privarle de aprender a enfren-
tarse ante las situaciones, provocarán que no disponga de
recursos personales, impidiendo el desarrollo de unas acti-
tudes positivas de superación y unas posibilidades de valer-
se por sí mismo, fundamentales para crecer y madurar.
Quintana (1969), Lowell (1978).
Por otra parte, la familia debe ayudar al ni-
ño a comprender que la vida es una lucha y que es preciso
que disponga de unos recursos para superarse, compren-
diendo que tiene unos deberes, en el seno de la comuni-
dad, además de unos derechos y que debe actuar responsa-
blemente, participando según sus posibilidades. La propia
organización familiar ayudará al niño a interiorizar estas ac-
titudes, siempre que se le posibilite su participación y, si es
preciso, se le exija al igual que a todos los miembros del
grupo.
Por tanto, en la familia el niño se entrena-
rá, realizará sus primeras experiencias y con la ayuda de los
miembros de dicha comunidad: padres, hermanos, abue-
los... logrará un nivel adecuado.
La familia posibilita, asimismo, que el niño
imite el comportamiento de los más mayores, se identifique
con alguno de ellos y con el rol que éste representa, por lo
que se estimula la motivación, factor fundamental para rea-
lizar este aprendizaje.
Valorando sus progresos, dándole el so-
porte afectivo adecuado (no desanimándole ni ante las difi-
cultades ni ante los fracasos, ofreciéndole siempre la posi-
bilidad de reflexión) se permitirá al niño superar el nivel de
rendimiento propuesto por su edad y condiciones madura-
tivas, favoreciendo y estimulando la voluntad.
LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL. SU ADQUISICIÓN EN EL HOGAR 233

4. REPERCUSIONES DE LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA

Sin querer exagerar la trascendencia del


aprendizaje de los hábitos, creemos que su dominio reper-
cute, tanto en la formación de unas actitudes ante la reali-
dad como en la posibilidad de responder adecuadamente,
como hemos expuesto, en cualquier situación y lugar.
Es frecuente encontrar, entre la población
escolar, niños con bajo rendimiento académico, falta de
adaptación a las normas, al juego, a la dinámica escolar. Un
elevado porcentaje son niños que no poseen unos hábitos
de autonomía, conllevando una falta de organización tanto
en el estudio, los deberes, objetos..., así como una falta de
capacidad para resolver sus problemas, para actuar con ini-
ciativa, o unas dificultades para relacionarse adecuadamen-
te, ya sea con sus propios compañeros o con los adultos.
Es frecuente encontrar, también, niños con
un nivel de inseguridad ante situaciones atípicas que acu-
den a buscar ayuda para que se les explicite lo que deben
hacer manifestando reacciones inmaduras (lloros, gritos,
apatía, desánimo...) si no tienen esta ayuda, ya que se sien-
ten incapaces de responder autónomamente y con segu-
ridad.
Igualmente, pero en sentido contrario, hay
niños con un buen nivel de autonomía, que obtienen resul-
tados aceptables, aunque sus niveles cognitivos no sean
muy elevados, siendo capaces de hallar soluciones, res-
puestas o recursos ante múltiples situaciones, asumiendo
sus responsabilidades, lo que les da una seguridad y sereni-
dad, valorando sus propias posibilidades.
Por ello, la importancia y trascendencia de
la educación y adquisición de los hábitos se justifica por el
hecho de que es un medio para:
1) El desarrollo de la personalidad del niño
2) La adquisición de unas actitudes que intervendrán
tanto en el comportamiento como en los aprendiza-
jes.
234 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

3) La adaptación del niño a la sociedad y a la realidad


que le rodea.

5. LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL

Las áreas básicas en las que se podrá traba-


jar la adquisición de los hábitos de autonomía en la familia
son:
Alimentación
Higiene
Vestirse
Sueño
Estar solo
Orden y organización
Responsabilidades
Relaciones fuera de la familia
Los niveles que proponemos se fundamen-
tan en la experiencia, la observación y el trabajo con equi-
pos de educadores y ha sido confrontada con diferentes
profesionales de todos los niveles educativos.
Evidentemente, según el ambiente del ni-
ño, las condiciones de su entorno, el lugar que ocupe en la
constelación familiar y otras variables, podrá facilitar la ad-
quisición de estos niveles o entorpecerla.
Nuestro objetivo es velar para que todos
los niños puedan llegar a dominar los niveles propuestos,
sistematizando la ejecución de las tareas y muy especial-
mente formar las actitudes para que quiera hacerlo es-
pontáneamente adquiriendo el nivel de adaptación ade-
cuado.
236 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

6. PROCESO DE ADQUISICIÓN DE LOS HÁBITOS

El proceso que se ha de seguir para llegar a


esta autonomía es largo. Al ser inmaduro el niño, cuando
nace, depende del adulto. A medida que va despertando a
la realidad es misión de este adulto proponer al niño su par-
ticipación exigiéndole, de acuerdo con su edad, posibilida-
des y habilidades, el nivel de autonomía que pueda tener.
Debemos ser conscientes que las pautas
de comportamiento y especialmente las actitudes no pue-
den ser planteadas sólo verbalmente, sino con el ejemplo,
con la actuación, con las actitudes y coherencia entre lo
que se pide al niño y lo que posteriormente mantengamos
como experiencia.
Para poder llevar a término esta tarea edu-
cativa debemos, pues, garantizar que no falten los elemen-
tos básicos de la educación, a saber:
1) La relación afectiva con el niño.
2) El nivel de comunicación adecuado para que el ni-
ño entienda qué pretendemos y con qué fin.
3) El equilibrio y estabilidad emocional del adulto
frente a posibles respuestas del niño, no pudiendo
responder con agresividad o inestabilidad, ni tam-
poco cediendo ante las presiones.
4) Constancia y sistematización en las exigencias y en
las propuestas que haga.
Como metodología básica, para todos los
aspectos que planteamos, creemos que deben seguirse los
siguientes pasos:
1) Claridad en la formulación de lo que se va a exigir,
es decir, valorar el nivel del niño, no sólo en el as-
pecto madurativo, sino también en los aprendizajes
que tenga, las dificultades que pueda encontrar, para
poder plantearle todos los pasos que debe realizar.
2) Sistematizar el planteamiento, a fin de que no sea
una situación espontánea sino una línea educativa,
que lleve al niño a adquirir el hábito.
LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL. SU ADQUISICIÓN EN EL HOGAR 237

3) Relacionar una serie de hábitos para que el hecho


de realizar uno facilite el recuerdo de los demás que
le son afines por la situación, horario o condiciones
(al levantarse: pipí, lavarse cara, manos, dientes,
vestirse...).
4) Adecuar la forma del planteamiento para posibilitar la
motivación del niño, predisponerle a fin de estrechar
las relaciones afectivas y evitar el control exterior.
5) Comentar con el niño las posibles respuestas ante el
incumplimiento de los hábitos y actividades plantea-
dos, más como una consecuencia que como castigo
a fin de que el niño comprenda que nadie deberá
resolver aquello que le corresponde ni debe esperar
recompensa por su cumplimiento.
Por todo esto, es misión de los adultos ha-
cer un planteamiento que facilite la organización y, por tan-
to, la realización de dichos hábitos, ofreciendo al niño unos
puntos de referencia claros, situaciones que le posibiliten el
recuerdo, intervalos de tiempo suficiente para llevarlos a
cabo, así como la comprensión de los diferentes pasos que
se deben realizar para que su ejecución sea aceptable.

7. METODOLOGÍAS ESPECÍFICAS

Evidentemente cada una de las áreas en las


que hemos clasificado los hábitos de autonomía tiene una
metodología propia que puede facilitar su aprendizaje. No
creemos que debamos llegar a un nivel de concreción que
pueda condicionar las situaciones cotidianas sino más bien
creemos que es importante valorar cada área y los objetivos
que se pretenden para que puedan servir de base en la ac-
tuación concreta de la familia.

7.1. Área de la alimentación

El principal objetivo es conseguir que una


área tan básica para el individuo sea:
238 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

— Un medio para el conocimiento del mundo que le


rodea.
— Una fuente educativa de los sentidos.
— Una fuente de información cultural.
— Una actividad socializante.
De este modo se erigirá en una ocasión
para que la familia se reúna, se comunique y se relacione.
Para que pueda haber armonía durante las comidas es pre-
ciso que cada uno de los miembros de la comunidad tenga
un nivel de autonomía y madurez adecuados, de lo contra-
rio en lugar de ser una relación positiva podrá ser un mo-
mento de tensión especial.
Por ello el niño debe aprender a compor-
tarse en la mesa. Para ello deberemos concienciar al niño
de que no está solo y que un comportamiento inadecuado
no, sólo puede molestar, sino que en muchos momentos
puede ser desagradable para los que le rodean. Asimismo,
el niño debe sentir la necesidad de generalizar este com-
portamiento adecuado esté donde esté, sea solo o en com-
pañía, como prueba de civismo y cultura.
Por ello debe aprender a usar los instru-
mentos que tenemos al alcance para poder comer correcta-
mente, con el mínimo riesgo posible.
Un buen aprendizaje dará la debida con-
fianza y dominio motriz por parte del niño, transformará es-
te riesgo en un factor educativo de reflexión, responsabili-
dad que permitirá la adquisición de una autonomía y una
seguridad en las propias posibilidades.
Igualmente un criterio sobre la bebida lle-
vará al niño no sólo a poderla coger cuando la necesite, si-
no también a saber controlar tanto la cantidad como la cali-
dad de dicha bebida de acuerdo con las situaciones en las
que se encuentre, a unos criterios de salud y en concordan-
cia con su edad.
Por tanto, a través de estas actividades el
niño irá comprendiendo que no debe ser servido. El niño
dará un nuevo paso hacia esta madurez que proponemos
cuando no deje que se le resuelvan sus necesidades y cola-
LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL. SU ADQUISICIÓN EN EL HOGAR 239

bore con los demás miembros de la comunidad participan-


do no sólo en las situaciones que le afectan directamente,
sino también a las que afectan a todos. Por tanto, la prepa-
ración de los alimentos no será una situación propia de la
madre u otros miembros sino de todos.
Por último, creemos que el niño debe te-
ner el mismo comportamiento en casa y fuera de casa.
Cuando está fuera, puede ser capaz de
comportarse mejor debido a la presión social que ejercen
las personas extrañas. Se debe, pues, facilitar que no exis-
tan dualidades en el comportamiento del niño y que sus há-
bitos le permitan una mejor adaptación y que ésta se mani-
fieste en cualquier situación.

7.2. Área del vestir

En esta área, el niño debe salir de la pasivi-


dad propia del bebé para adoptar una actitud colaboradora
y activa.
Esta actitud le llevará tempranamente a
una participación para lograr una autonomía tanto en la
perfección de su ejecución (vestirse y desnudarse) como en
la agilidad con la que pueda realizar estas actividades.
Ahora bien, creemos que no debe acabar
aquí la formación del niño en esta área. Además de las ha-
bilidades mencionadas el niño debe comprender la impor-
tancia de su aspecto general, ya que tiene unas repercusio-
nes en sus relaciones con los demás.
Es preciso que el niño comprenda que no
se trata sólo de ir tapado; no debe ser esclavo de modas o
presiones sociales arbitrarias, pero sí que debe ir correcta-
mente, teniendo en cuenta al lugar donde va, así como que
comprenda cuándo debe cambiarse, ya sea por un cambio
en la actividad o por cuestiones de higiene.
Por ello debemos enseñarle a comprender
los cuidados que deben darse a la ropa, tanto si él es capaz
240 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

de realizarlos como si no; que sepa a quién debe recurrir y


qué es lo que debe hacerse. Así su actuación será conscien-
te y adecuada.

7.3. Área de la higiene

El principal objetivo es que el niño tome


conciencia de que su cuerpo necesita unas atenciones y
que si no hay una higiene adecuada puede haber riesgo pa-
ra la salud. Es preciso que el niño se dé cuenta para que
pueda asumir el control y cuidado sin necesidad de la vigi-
lancia constante del adulto (comer con las manos sucias,
coger cosas del suelo...).
El segundo gran objetivo que debe asumir
el niño es el de la conveniencia de la higiene para la convi-
vencia, ya que el aspecto exterior de la persona es un claro
condicionante para poder relacionarse positivamente con
los demás.
Al plantear el control diurno, no nos refe-
rimos sólo al hecho de que el niño controle los esfínteres,
sino también que lo haga con autonomía, de una manera
adecuada, tanto por la periodicidad como por el hecho de
poder desenvolverse sin necesidad de ayuda, de una mane-
ra correcta.
Las connotaciones respecto al control noc-
turno son mayores estando condicionado este aprendizaje,
tanto al planteamiento que la familia haga, al soporte afecti-
vo que tenga el niño, así como a la constancia con que se
responda ante las posibles dificultades. Creemos que la fa-
milia debe encontrar el método adecuado y seguirlo hasta
que el aprendizaje se adquiera.
Por tanto, una vez el niño haya compren-
dido la importancia de estos hábitos se facilitará el aprendi-
zaje de las diferentes acciones, así como la exigencia de su
realización.
LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL. SU ADQUISICIÓN EN EL HOGAR 241

7.4. Área del sueño

Prescindir de la compañía de los demás,


renunciar a unas actividades que se hacen a su alrededor y
dejar el juego u otras actividades que le interesen, es difícil
para el niño.
Los objetivos principales que perseguimos
con esta área son:
— Que el niño comprenda la necesidad de unas horas
de descanso para superar el desgaste diario.
— Que el niño sepa relajarse, para poder conciliar el
sueño.
— Que acepte que no todos los miembros de la familia
deben hacer el mismo horario.
— Que sepa controlar sus temores o dependencias a
fin de poder ir a dormir solo, sin necesidad de se-
guir una serie de ritos (luces, compañía...) o depen-
dencias (muñecos, chupete...).
Este ámbito, por su complejidad, presenta
unas dificultades y unos trastornos que no aparecen con
igual intensidad en otras áreas. Creemos importante que los
adultos eviten la creación y consentimiento de estos ritos a
fin de evitar unas dependencias que condicionan grande-
mente la autonomía del niño. Por ello las normas deberán
ser muy estables y las excepciones se deberán evitar (dor-
mir con los padres, luces abiertas...) a fin de no alargar esta
dependencia.

7.5. Estar solo

Estrechamente vinculada al área del sueño,


pretende que el niño, siendo capaz de controlar las situa-
ciones con las que pueda encontrarse no precise siempre
de la presencia de los adultos y pueda dar respuesta a pe-
242 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

quenas situaciones siendo capaz de buscar ayuda si le es


necesario, no sintiéndose desbordado por la situación ni
angustiado ante posibles hechos no habituales.
La capacidad de que un niño esté solo en
casa responde a las posibilidades de comprensión de los
motivos por los cuales se queda solo, así como a las posibi-
lidades de hacer frente a cualquier imprevisto.
Por ello es preciso que el niño:
— Asuma las circunstancias por las que se queda.
— Tenga la seguridad de que no necesita constante-
mente ser vigilado o protegido.
— Comprenda que tiene unos recursos y autonomía.
— Comprenda que se confía en él y se le valora.
— Conozca unos recursos para poder hacer frente a un
imprevisto.
Igualmente la posisibilidad de desplazarse
solo, si bien está condicionada por una serie de circunstan-
cias geográficas y del entorno, es importante que no dificul-
ten excesivamente su aparición, ofreciendo al niño recursos
para afrontarlos. Por ello debemos:
— Dar seguridad al niño, para que comprenda el mun-
do, los problemas que puede encontrar y cómo re-
solverlos.
— Posibilitar la comprensión del espacio que le rodea:
barrio, ciudad...
— Ofrecer la posiblidad de moverse en él.
— Posibilitar el aprendizaje responsable, a fin de que
sin un riesgo excesivo pueda moverse autónoma-
mente abriendo los ojos a su entorno.
Creemos que con el nivel adecuado en es-
tas áreas el niño dispondrá de una maduración suficiente
para que pueda afrontar una serie de experiencias adecua-
damente.
Ahora bien, además de esta autonomía, en
los aspectos más personales, debemos educar al niño en
LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL. SU ADQUISICIÓN EN EL HOGAR 243

otros ámbitos que de alguna manera también condicionan,


por lo que su adquisición favorece la maduración del niño:
Hábitos de orden y organización.
Hábitos de responsabilidad.

7.6. Hábitos de orden y organización

El niño a medida que crece va tomando


conciencia de su individualidad, de la de los demás y del
hecho de que en muchos momentos es protagonista de las
situaciones.
Este hecho le crea la necesidad de poder
dar respuestas adecuadas para no ponerse en evidencia. De
aquí se deriva la necesidad de que tenga una organización
y un orden suficiente para poder responder y situarse ade-
cuadamente.
Por ello los objetivos generales que nos
proponemos son:
— Que sepa resolver las situaciones allí donde se en-
cuentre.
— Que tenga conciencia de sus necesidades para po-
der resolverlas sin esperar que los adultos lo hagan.
— Que sepa pedir ayuda cuando la precise, pero con
una actitud positiva, sin dramas, pudiendo ser capaz
de aprender lo que debía hacer y así en un futuro
poder hacerlo.
— Que se conciencie de la necesidad de su organiza-
ción y no espere el control.
Por tanto, pediremos al niño, primero cola-
boración y después autonomía para tener orden en sus ob-
jetos. Al hablar de sus objetos no hacemos referencia a la
posesión sino al uso. Es decir, debe tener orden en todos
aquellos objetos que use, sean de quien sean. Si el orden
afecta al espacio, igualmente se hace referencia al espacio
donde está.
244 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Cuando el niño es capaz de mantener un


orden no sólo en sus objetos sino también en sus activida-
des, quiere decir que es capaz de comprender el tiempo,
así como de asumir las responsabilidades y un orden más
general.
Para ello es preciso ayudarle a organizar
las tareas ofreciéndole la posibilidad de tomar conciencia
del tiempo que necesita, de la distribución de las tareas a
fin de realizar las más urgentes, distribuyéndose el tiempo
disponible posibilitándole no sólo el cumplimiento de sus
obligaciones sino además de disponer de tiempo libre, en
el sentido pleno: libre de actividades para jugar y libre de
preocupaciones, pudiendo dedicarse a dar respuesta a sus
intereses.

7.7. Hábitos de responsabilidad

Estrechamente relacionado con el anterior,


es un paso más en este proceso de autonomía, ya que a
partir de un orden y organización el niño puede responder
responsablemente ante las exigencias del entorno.
Es preciso que el niño comprenda que de-
be dejar de ser el centro de la sociedad (en su caso la fami-
lia) para participar con plenos derechos y deberes, como
cualquier otro miembro, sin esperar que se le desplace, por
cualquier circunstancia y sin mantenerse en él, lo que le
perjudicaría.
Si educamos al niño con este planteamien-
to, le evitaremos problemas de dependencia, inmadurez so-
cial, celos e incluso falta de rendimiento en aquellos aspec-
tos que no puede disponer de la ayuda externa.
Por todo esto los objetivos que nos propo-
nemos son:
— Estimular el sentido de responsabilidad.
— Hacerle descubrir que si bien no debe ser servido ni
LOS HÁBITOS DE AUTONOMÍA PERSONAL. SU ADQUISICIÓN EN EL HOGAR 245

servir a los demás, sí es preciso en muchas situacio-


nes ayudar por un sentido de cooperación.
— Demostrarle que la comunidad se organiza y si entre
todos responden a los requerimientos de esta comu-
nidad, cada uno de acuerdo con sus posibilidades,
todos podrán tener una relación más intensa y posi-
tiva.
— Demostrarle que estas responsabilidades se asumen
de una manera habitual y no esporádica, a fin de
que no deba ser controlado y el grupo confíe en su
actuación.
Esta área tiene grandes repercusiones en el
ámbito de los aprendizajes, ya que difícilmente un niño sin
hábitos de responsabilidad llevará a cabo, con autonomía,
un proceso de aprendizaje, con hábitos de estudio y res-
ponsabilidades.

BIBLIOGRAFÍA
I. PROBLEMAS DE CONDUCTA
1. Problemas del comportamiento que afectan a determinadas
funciones.
1.1. Reacciones hipercinéticas.
1.2. Los celos.
1.3. La enuresis.
1.4. Anorexia mental.
1.5. Alteraciones del sueño.
2. Problemas del comportamiento denominados «síndromes
mayores».
2.1. Las organizaciones neuróticas infantiles.
2.2. Las psicosis.
2.3. El autismo.
3. Problemas del comportamiento relacionados con la socie-
dad.
3.1. La delincuencia.
3.2. La drogodependencia.

II. PROBLEMAS DE LENGUAJE


1. La dislalia.
2. La disfemia (tartamudez).
3. La afasia.
III. PROBLEMAS ESCOLARES
1. La fobia escolar.
2. La dislexia, disgrafia y discalculia.
3. Dificultades en el aprendizaje y fracaso escolar.

Bibliografía.
248 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

«Una madre no supo lo que en ella


había de ternura, paciencia, ingenui-
dad, e incluso de fortaleza física hasta
que un hijo vino a pedírselo todo.»
(Paul Claudel)

Hay temas que no siempre resultan fáciles


de abordar. El tema que presento es uno de ellos.
Los términos: «hijos problemáticos», «niños
problema», «niños difíciles» y otros parecidos son términos
tan amplios y complejos que resulta francamente difícil ha-
cer de ellos una definición adecuada y clarificadora. La difi-
cultad radica en conceptos sinónimos a ellos, pero de ma-
yor universalidad. La propia definición de «normal» y
«patológico» implica multitud de dificultades, como señaló
Laín Entralgo (1950). Para hablar de normal o anormal, no
se pueden hacer generalizaciones, sino muy al contrario, se
ha de tener en cuenta el ser concreto con su historia y la so-
ciedad en la que vive. Ajuriaguerra (1975) al hablar de per-
sona normal, dice que es aquella que «se asimila activamen-
te con el mundo, y no se acomoda pasivamente cuando
supera sus deficiencias y acomoda su organismo para utili-
zar al máximo sus posibilidades sin desorganizarse». El mis-
mo autor considera que la enfermedad (anormalidad) es
para el niño «una no adaptación a las exigencias íntimas y a
las del mundo externo, unida a una incapacidad e imposi-
bilidad descentradora».
A pesar de todo lo complejo que resulta,
se puede señalar la adaptación como la característica más
importante. El niño que se adapta al mundo social que le
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 249

rodea, que interioriza sus normas y las aplica, que mantiene


relaciones positivas, que supera las etapas egocéntricas y se
hace solidario con los demás es un niño psicológicamente
sano.
Cuando hablo de «hijos problemáticos», no
me estoy refiriendo a los problemas que dan los hijos, que
siempre dan alguno a sus familias, ni a esos problemas coti-
dianos y pasajeros o a esas crisis evolutivas, que suelen ser
positivas para el desarrollo de la personalidad, sino me es-
toy refiriendo a esos otros hijos que no quieren o no pue-
den comunicarse, que tienen grandes dificultades de adap-
tación, que continuamente generan discordias, que
generalmente están tristes, que año tras año fracasan en sus
estudios, etc.
La brevedad de la exposición y la exten-
sión de los temas me han obligado a reseñar tan sólo lo que
he considerado más importante en orden a dar unas líneas
de orientación a padres y educadores. En la bibliografía se
han incluido obras sobre cada uno de los temas que se ex-
ponen, al objeto de que los que quieran profundizar o co-
nocer mejor un determinado trastorno o deficiencia puedan
consultarlas.
Mi exposición versará principalmente so-
bre problemas funcionales o perturbaciones psicosociales,
dejando a un lado problemas orgánicos o enfermedades
crónicas. Con este criterio, no se tratarán trastornos motores
o sensoriales (parálisis, sorderas, cegueras...), tampoco se
tratarán las deficiencias mentales, aunque todos estos tras-
tornos y dificultades hacen de los niños que las padecen
personalidades especiales y son en muchos casos genera-
doras de otros tantos problemas.
Voy a dividir en tres bloques o apartados
los problemas a tratar, especificando en cada bloque los as-
pectos de mayor importancia:
I. Problemas de conducta o de personalidad.
II. Problemas de lenguaje, al ser este el medio más im-
portante de comunicación.
250 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

III. Problemas escolares, ya que a partir de una edad el


niño desarrolla su persona en la realización de la
actividad escolar, como una parte importante.

I. PROBLEMAS DE CONDUCTA

Siguiendo las indicaciones de Ajuriague-


rra, voy a dividir en tres grupos los problemas comporta-
mentales:
— El primero de ellos está formado por un conjunto de
síndromes que aparecen en la conducta patológica y
que se refieren a ciertas funciones que el niño tiene
perturbadas sin que globalmente esté afectada la
personalidad.
— El segundo grupo hace referencia a un conjunto de
síndromes que por su mayor gravedad se han deno-
minado síndromes mayores.
— El tercer grupo se refiere a comportamientos patoló-
gicos infantiles y juveniles que tienen una estrecha
relación con los grupos sociales.

1. PROBLEMAS DEL COMPORTAMIENTO QUE AFECTAN


A DETERMINADAS FUNCIONES

La maduración neuropsicológica del niño


es la base del sistema funcional. El sistema nervioso se or-
ganiza y evoluciona a través de las diferentes etapas evo-
lutivas como sistema mecánico para la acción, pero a la
vez, la conducta del niño no sólo es mecánica, sino tam-
bién creadora y abierta a un extenso campo receptivo.
Madurez neurológica y madurez psicológica han de ir pa-
ralelas.
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 251

Algunas funciones de las indicadas pueden


desorganizarse en los niños por falta de aferencias o por
desórdenes en las primeras relaciones. Estos desórdenes
dan lugar a una diversidad de trastornos que reciben dife-
rentes nombres según qué áreas estén afectadas.

1.1. Reacciones hipercinéticas

Dichas reacciones son comportamientos


infantiles caracterizados por una actividad motora excesiva,
falta de atención, impulsividad, falta de autocontrol y, a ve-
ces, irritación y agresividad.
Según algunos autores es uno de los pro-
blemas más frecuentes que se dan en la infancia (Rutter,
1970; Rutter y Garmzy, 1983; Achembach y Edelbrock,
1978). Suele ser más frecuente en los niños que en las ni-
ñas. En cuanto a las causas de estas reacciones se han
apuntado varias, tanto orgánicas (factores neurológicos, re-
traso madurativo, complicaciones perinatales, alergias) co-
mo psicosociales (mal clima familiar, alcoholismo, nivel so-
cioeconómico) .
En el tratamiento de estos niños, la colabo-
ración de los padres es esencial, ya que a estos niños no se
les puede separar del hogar familiar. Los padres deben co-
laborar activamente en los programas de tratamiento.
Deben prestar al niño toda la atención posible, escuchán-
dole y hablándole. Se debe también motivar lo más posible
a estos niños. Las relaciones de los padres con el profesor
han de ser continuas para poder llevar un programa de tra-
tamiento conjunto. Procurarán los padres dar seguridad a
su hijo, que el niño se sienta seguro, ya que algunos de es-
tos síntomas vienen producidos por inseguridad.
En cuanto a los accesos de ira y agresivi-
dad, los padres deben permanecer en una cierta indiferen-
cia; deben procurar una buena organización de las activida-
des que el niño ha de desarrollar.
252 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

1.2. Los celos

Los celos en los niños siguen casi siempre


al nacimiento de un hermano. Estos celos pueden adoptar
diferentes formas de manifestarse; las manifestaciones van
desde estados superficiales de envidias hasta manifestacio-
nes mucho más graves.
Entre las formas más frecuentes de mani-
festaciones celotípicas se pueden enumerar:
— La regresión. El niño adopta conductas que mantu-
vo en etapas anteriores; puede comenzar a comuni-
carse mediante un lenguaje más infantil; puede co-
menzar a no controlar la emisión de orina, que ya
había controlado o a adoptar posturas semejantes a
las de su hermanito, etc.
— Agresión. El niño agrede al hermano, incluso pegán-
dole, cuando los padres se descuidan.
— Depresión. El niño cambia continuamente de hu-
mor, en muchos casos puede llegar a estados de de-
presión.
Si el cuadro se agrava necesita tratamiento
psicológico.
Como prevención a estos estados, antes
del nacimiento del hermano los padres darán al niño una
información adecuada. Después del nacimiento se debe
mostrar el mismo afecto que antes se le manifestaba, tratan-
do en todo momento de vincularle al hermano para que el
pequeño forme parte de su vida.

1.3. La ennresis

Ajuriaguerra ha definido la enuresis como


«la falta de control de la emisión de orina, tanto diurna
como nocturna, aparentemente involuntaria, que se mantie-
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 253

ne o aparece una vez pasada la edad en que se adquiere la


madurez fisiológica, tradicionalmente considerada a la edad
de tres años».
Entre las causas que se han señalado de la
enuresis están:
— Causas fisiológicas o neurológicas: Capacidad vesi-
cal insuficiente, espina bífida, anomalías en la co-
lumna vertebral, irritación de la zona, etc.
— Causas psicológicas: Mala relación con los padres,
nacimiento y relación con los hermanos, estados de
ansiedad, regresión o fijación infantiles, etc.
Puede ocurrir que el niño no aprenda a
controlar el esfínter por presión excesiva de los padres o,
por el contrario, una blandura acentuada hacia el niño; es
preciso no sobreproteger al niño en exceso.
Cuando no existen causas orgánicas apa-
rentes de la enuresis, hemos de considerar que son debidas
a causas psíquicas; en este caso la familia deberá tener pre-
sente una serie de consejos, tales como: educar la micción
diurna para prevenir la enuresis por la noche, despertar al
niño para orinar si se sabe la hora de la incontinencia; dar
confianza al niño y quitarle todo sentimiento de culpabili-
dad; no proteger en exceso al niño; reducir los conflictos si
hubiere; recompensarle con pequeñas satisfacciones, que
pueden ser estímulos verbales, los días que controle el es-
fínter, etc.

1.4. Anorexia mental

La «anorexia mental» viene definida por


una falta de apetito. Su frecuencia es mayor en la adoles-
cencia, aunque también puede producirse en la primera
infancia o etapas sucesivas. No existen causas orgánicas
que la provoquen y afecta más a las mujeres que a los va-
rones.
254 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Algunos autores han descrito la familia


donde suelen darse hijos anoréxicos, como una familia
con malas relaciones de hijos y padres y con tensiones en-
tre los miembros, aunque aparentemente son hogares nor-
males.
Hay terapeutas que consideran que para
curar la anorexia es necesario separar al paciente del hogar
por un tiempo. Se recomienda también psicoterapia para
hacer comprender al paciente su situación y restablecer re-
laciones normales con su familia y con el entorno social.

1.5. Alteraciones del sueño

L os miedos. En los niños son frecuentes los


miedos antes de dormirse, estos miedos hacen su aparición
alrededor de los tres años. Son miedos a objetos, fantasmas,
animales, etc. Suelen ser miedos pasajeros y que los padres
deben saber calmar en sus hijos.
Pesadillas y terrores nocturnos. Algunos
autores hacen una distinción entre pesadillas y terrores
nocturnos, otros, por el contrario, consideran que la dife-
rencia estriba en la intensidad. Las pesadillas serían hasta
cierto punto normales, mientras los terrores tendrían ya un
componente neurótico importante.
En estado de terror nocturno, el niño se
despierta, dando muestras de una fuerte tensión y angustia,
sentándose en la cama o levantándose; a la mañana si-
guiente, el niño no se acordará de nada.
Los padres deberán calmar al niño, hablán-
dole y acariciándole. En general suelen desaparecer.
Sonambulismo. Aparece ya a los siete
años. El niño se levanta de la cama, deambula durante un
tiempo, para después volver a la cama.
Parecen existir componentes de ansiedad
asociados a este síntoma.
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 255
2. PROBLEMAS DEL COMPORTAMIENTO DENOMINADOS
«SÍNDROMES MAYORES»

Es un conjunto de síndromes con una gra-


vedad mayor de los hasta aquí expuestos. Toda la persona-
lidad queda como polarizada hacia el problema patógeno
adoptando un conjunto de síntomas de menor o mayor gra-
vedad.
Tres son los síndromes principales: las or-
ganizaciones neuróticas infantiles, las psicosis infantiles y el
autismo.

2.1. Las organizaciones neuróticas infantiles

A diferencia de los adultos, la personalidad


en los niños no está sólidamente formada, es por ello por lo
que a nivel infantil no se puede hablar de «neurosis» propia-
mente dichas, sino más bien de síntomas organizados que
tienen una semejanza con las neurosis de los adultos. Las
neurosis son patologías de la conducta en las que el pa-
ciente no pierde la conciencia de sí mismo a diferencia de
los trastornos psicológicos más profundos.
Se suelen clasificar los estados neuróticos
en cuatro clases: Estados de angustia, estados fóbicos, esta-
dos obsesivos y estados histéricos.
Estados de angustia o ansiedad. El miedo
y el temor son sentimientos que forman parte del ser huma-
no. Algunos investigadores han afirmado que la angustia se
encuentra ya en los niños desde el nacimiento, otros, al
contrario, consideran que aparece alrededor del octavo
mes.
En los niños pueden darse reacciones de
angustia episódicas, son crisis pasajeras, normalmente aso-
ciadas a algunos tipos de enfermedades y que suelen durar
lo que dura el acontecimiento que las desencadenó.
256 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Resultan menos pasajeras y, por tanto, más graves las reac-


ciones de angustia agudas o ansiedad crónica, estos esta-
dos se inician por lo general, de forma brusca, el niño grita,
tiembla y llora sin causa aparente que lo justifique; después
de estas crisis, los niños quedan cansados. Suelen durar al-
gún tiempo, a intervalos el niño entra en un estado de an-
siedad manifiesta.
Es muy común en los padres que para
tranquilizar al niño no se hable de la situación. Sin embar-
go, es conveniente que el niño exprese sus sentimientos y
temores y que se le deje hablar.
Se ha comprobado que en algunos niños
estos estados de ansiedad sobreviene con el nacimiento de
un hermano, por temor del niño a ser abandonado por su
madre; en estos casos, es preciso que se hable con el niño y
se siga manifestando hacia él el mismo afecto que antes del
nacimiento de su hermano.
Cuando los estados de ansiedad se hacen
crónicos, persistentes a través del tiempo, suelen producir-
se una serie de alteraciones físicas, motoras o viscerales.
Estos niños están constantemente intranquilos, tensos y
conflictivos.
Es necesario prevenir estos estados; el ni-
ño debe sentirse perdonado y comprendido en sus errores.
Cuidado con culpabilizar las acciones del niño. En casos
muy agudos necesitará tratamiento psicológico.
Estados fóbicos. Estos estados son manifes-
taciones de temor injustificado a ciertos objetos, seres o si-
tuaciones; es un temor tan intenso que domina al niño por
completo. Estos temores pueden ser normales en los niños
y remiten solos. Cuando el temor dura años puede conside-
rarse patológico.
Los padres deberán actuar con paciencia
con el niño que manifiesta estos temores; han de dar segu-
ridad a sus hijos.
Estados obsesivos. Aunque en los niños no
se dan como en los adultos auténticos estados obsesivos, sí
existen en algunos niños ciertos síntomas o ritualismos re-
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 257

petitivos; entre estos síntomas están los «ritos del adormeci-


miento». El niño no puede dormirse si no realiza un deter-
minado número de actos o ha de dormir con su juguete
preferido.
Los padres no deberán ser excesivamente
rígidos con estos niños y les deben dejar un mayor margen
de libertad y espontaneidad, no cargarles de preceptos a
una edad temprana.
Estados histéricos. Estas manifestaciones
son raras en la infancia y no suelen aparecer antes de los
cuatro años. La histeria es una neurosis cuya característica
principal es el síndrome de conversión, esto es, disfuncio-
nes o trastornos corporales motivados por causas psicológi-
cas. Estos síntomas pueden estar asociados a problemas
motores (parálisis, desequilibrio en la marcha...), proble-
mas sensoriales (cegueras, sorderas, anestesias...), pro-
blemas viscerales (vómitos, hipo, crisis respiratorias...) y
pueden asociarse también a las llamadas «crisis histéricas»,
que hacen recordar a las crisis epilépticas.
Se ha dicho que estos niños proceden de
una familia típica, cuya organización es tener una madre hi-
perprotectora y ansiosa junto a un padre pasivo que tiene
poca influencia en la actitud de la madre hacia su hijo.
En los niños hay una remisión de síntomas
con el crecimiento; si estos síntomas siguen en la adoles-
cencia la gravedad puede ser mayor.

2.2. Las psicosis

El sentido del término psicosis es muy am-


plio y bajo esta denominación se estudian un conjunto de
enfermedades mentales, que tienen de común un deterioro
profundo de la personalidad con pérdida de identidad del
propio paciente, con grandes dificultades en la relación con
los demás y una especie de ensimismamiento del sujeto.
258 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Normalmente se emplea el término psico-


sis esquizofrénica infantil para las psicosis que surgen tar-
díamente en la infancia, mientras que el término autismo
se refiere a la psicosis que surge antes de los 30 meses de
vida.
El niño tras un período de normalidad co-
mienza a tener síntomas de repliegue, incomunicación y
aislamiento. En estos niños el contacto es superficial; reali-
zan movimientos estereotipados; se alteran ante cualquier
cambio; tienen dificultades de lenguaje, un lenguaje que se
caracteriza por ser monótono y repetitivo, a veces incohe-
rente y difícil de entender; confunden conceptos básicos;
tienen dificultades en cualquier tipo de aprendizaje; la inte-
ligencia, particularmente en algunas funciones, se encuen-
tra bien conservada. Cuando estos síntomas aparecen en
edad escolar suelen aparecer de manera brusca acompaña-
dos de ideas delirantes y alucinaciones.
Todos estos casos necesitan tratamiento.
Se debe procurar que el tratamiento sea en el ámbito fami-
liar o en régimen ambulatorio. Los padres no deberán cul-
par o culparse sino afrontar el problema con la mayor sere-
nidad posible. Han de tratar continuamente comunicarse
con su hijo y que éste se comunique con ellos para no de-
jarle replegado sobre sí mismo. Rodeado el niño de un
buen contacto afectivo, sin duda que se le ayudará a supe-
rar una parte de su enfermedad. Se ha de procurar motivar-
le con objetos por los que pueda sentir alguna atracción.

2.3. El autismo

En el año 1943, Kanner observó y estudió


a 11 niños que presentaban un síndrome semejante y que
hasta ese momento no se había descrito. Estos niños tenían
incapacidad para establecer relaciones con otras personas,
retraso en la adquisición del habla, inversión pronominal,
juegos repetitivos, carencia de imaginación, buena memo-
ria mecánica y aspecto físico normal. Estas anormalidades
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 259

ya se evidenciaban en la primera infancia. Kanner denomi-


nó a este síndrome «autismo». A partir de entonces ha sido
uno de los síndromes infantiles más estudiados. Según el
DSM III (1983), dice del autismo que «la sintomatología
principal consiste en una falta de respuesta ante los demás
(autismo), deterioro importante en las habilidades de la co-
municación y respuestas raras o extrañas a diferentes as-
pectos del medio ambiente, todo ello desarrollado dentro
de los treinta primeros meses de la vida.
O'Gorman (1970) ha descrito algunos de
los síntomas más importantes del autismo:
— Huida o fracaso en relación con la gente.
— Retardo intelectual, con algunas funciones intelec-
tuales bien conservadas.
— Fracaso en la adquisición del habla.
— Respuesta anormal a los sonidos.
— Peculiariedades en el movimiento.
— Resistencia patológica al cambio.
Muchos autores opinan que el problema
central del autista está en la imposibilidad del niño para
manejar símbolos, afectando primordialmente al lenguaje y
a la comunicación. Pero, a parte de esto, están presentes
otro tipo de trastornos.
Unos autores opinan que las causas del
autismo son psicológicas, los niños son normales al nacer,
pero su desarrollo emocional queda perturbado por el
ambiente familiar; otros, en cambio, opinan que el autis-
mo se debe a causas orgánicas principalmente trastornos
cerebrales.
Si los padres detectaran precozmente sín-
tomas autistas en sus hijos, deberán acudir lo antes posible
al especialista. Se ha de observar principalmente, si en su
hijo existe distanciamiento social, si frecuentemente el niño
rechaza ser cogido o esquiva los contactos de relación, si
no responde con balbuceos o sonidos a la madre, ya que
los niños desde muy temprano adoptan esta conducta.
260 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Aunque el bebé no reaccione, el padre y la


madre deberán darle un contacto físico por medio de abra-
zos o caricias. Se ha de procurar hablar con el bebé, aun-
que no responda y responder a sus balbuceos. Procurar
más adelante que el niño tome relación con sus hermanos y
otros familiares. El mejor ambiente para un niño autista es
una familia acogedora y afectuosa. Los padres tendrán un
importante papel en el tratamiento y educación especial
que estos niños han de llevar.

3. PROBLEMAS DEL COMPORTAMIENTO


RELACIONADOS CON LA SOCIEDAD

Aunque la mayoría de los problemas no


pueden desvincularse de los grupos sociales a los que el in-
dividuo pertenece, sin embargo, existe un conjunto de pro-
blemas que tiene una especial relación con la sociedad,
bien porque el grupo social es causa o motivo principal del
problema, bien por su repercusión en los grupos sociales y
sociedad en general en la que el enfermo está. Voy a expo-
ner dos de estos problemas por la extensión e importancia
que han adquirido en nuestra época. Me refiero a la delin-
cuencia y a la drogodependencia.

3.1. La delincuencia

La delincuencia principalmente comporta


tres aspectos: un aspecto jurídico, un aspecto social y un as-
pecto moral.
Los grupos sociales están sometidos a le-
yes que regulan las relaciones de sus miembros, los delitos
contra esas leyes se consideran actos delictivos.
Desde un punto de vista social, también
existen unos comportamientos regulados por la propia so-
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 261

ciedad donde el individuo está inscrito, estas normas man-


tienen el equilibrio social; el no cumplimiento de las nor-
mas supondría un comportamiento antisocial. En la base
delictiva está un comportamiento antisocial.
Desde un punto de vista moral, la delin-
cuencia estaría referida a un conjunto de normas, admitidas
interiormente y que vinculan en conciencia a determinados
comportamientos.
Estos tres criterios son muy fluctuantes a
través del tiempo.
La frecuencia delictiva en el mundo es
muy alta y el aumento de las últimas décadas es un grave
problema social.
Los aspectos sociales y familiares tienen
una gran importancia. Para muchos autores la causa prin-
cipal de la delincuencia es el ambiente social, que puede
hacer de los individuos personas adaptadas o delincuen-
tes. Los medios de comunicación en nuestros tiempos tie-
nen también un importante papel junto con los factores
económicos. Para otros autores es el medio familiar el fac-
tor más importante de prevención de la delincuencia. Si
los niños se crían en un ambiente malsano donde no exis-
ten relaciones favorables o, lo que es peor, existen rela-
ciones que deterioran el desarrollo solidario de la perso-
nalidad, se están poniendo las bases para un futuro
delincuente.

3.2. Drogodependencia

Según la Organización Mundial de la


Salud, se entiende por droga a «toda sustancia que, introdu-
cida en un organismo, puede modificar una o varias de sus
funciones».
El estado de drogodependencia puede ser
de costumbre, sin que la abstinencia tenga perturbaciones
desagradables, de tolerancia, que lleva consigo una necesi-
262 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

dad de aumentar las dosis, de hábito, imperiosa necesidad


con dependencia física y psíquica.
Se han dado muchas clasificaciones de
droga, se puede decir que en general se distinguen tres gru-
pos principales:
— Drogas que disminuyen el estado de tensión. Entre
ellas están el alcohol, los barbitúricos, los analgési-
cos y algunos derivados del opio.
— Drogas estimulantes, sus efectos se hacen notar en
una gran actividad y disminución de la fatiga.
Entre ellas están la coca, sus derivados y las anfe-
taminas.
— Drogas «psicodélicas» que producen sensaciones ex-
trañas y alucinantes. Algunas de estas drogas son la
mescalina, el cannabis y el LSD.
El aumento de droga en el mundo ha sido
espectacular desde los años sesenta, afectando en gran me-
dida a la juventud. En España en el año 1975 se produjo un
aumento considerable de tráfico y consumo que por des-
gracia no ha disminuido.
La Organización Mundial de la Salud
(1978) ha señalado que existen tres niveles de prevención:
- Prevención primaria: Se dirige a los no consumido-
res y a los usuarios ocasionales. Se deben destacar
actividades como la información y educación para la
salud. Estas labores se recomienda sean realizadas
por padres, profesores, educadores.
- Prevención secundaria (Intervención precoz): des-
cubrir posibles casos de adictos y rehabilitar lo antes
posible. Orientación, tratamiento precoz, interven-
ciones en las crisis son algunas de las actividades re-
comendadas.
- Prevención terciaria (Tratamiento): Va dirigida a
personas dependientes de la droga física o psíquica-
mente. Incluye rehabilitación y reinserción social.
El papel de la escuela es fundamental en la
prevención. Los maestros y educadores, asesorados por es-
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 263

pecialistas, han de informar sobre los peligros personales y


sociales que corren los consumidores de droga. También
en el nivel universitario debería haber una mayor informa-
ción.
Cuando en una familia existe un miembro
drogodependiente, el papel de ésta es fundamental para la
rehabilitación. Según indican Grana y García (1986), la fa-
milia ha de asumir dos modalidades de intervención: inter-
vención familiar individual y la Escuela de Padres.

II. PROBLEMAS DE LENGUAJE

La principal función del lenguaje es la co-


municación, aunque ésta no sea la única. Para el empleo de
una lengua se necesita previamente dominar una serie de
capacidades sensoriomotoras, perceptivas, práxicas y cog-
nitivas. Ya desde los comienzos de la vida el niño se comu-
nica con el llanto, la sonrisa y el balbuceo; posteriormente,
el niño comienza a emitir sonidos (pa-pa, ta-ta...), es alre-
dedor de los 8 meses. Entre los 9 y 18 meses aparecen eco-
lalias, el niño repite sonidos por imitación, puede alcanzar
a emitir alrededor de 15 palabras y comprende órdenes
sencillas. Entre los 18 y 36 meses podrá manejar hasta 100
palabras y emplea el "yo", el "mío" y el "tuyo". Entre 3 y 7
años desarrolla un lenguaje interior y perfecciona su expre-
sión. Al final de esta etapa el niño maneja aproximadamen-
te 2.500 palabras y se puede considerar que posee una de-
terminada lengua, desde ahora el niño aumentará su
vocabulario y conocimientos.
La simple emisión de sonidos comporta un
aspecto fisiológico, pero el lenguaje además es un símbolo.
La ideación y comprención son factores fundamentales. El
ambiente exterior tiene un importante papel en el desarro-
llo o bloqueo de este lenguaje.
264 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Al hablar del lenguaje se ha de tener en


cuenta este doble aspecto: un aspecto fisiológico y un as-
pecto psicológico con funciones determinadas cada uno de
ellos, como se puede observar en el esquema:

Por deficiencias en alguna de estas funcio-


nes el lenguaje puede quedar alterado, ya sea en sus prime-
ros comienzos o en etapas posteriores. Partiendo de etiolo-
gías o síntomas diferentes se han dado diversas
nominaciones a las diferentes anomalías que pueden apare-
cer en el lenguaje; voy a centrarme en tres de estas pertur-
baciones: las dislalias, las disfemias y las afasias.

1. LA DISLALIA

El término dislalia corresponde a un tras-


torno o déficit en la articulación de los fonemas (dis=difi-
cultad; laleim=habla).
La dislalia es una de las dificultades que se
presentan con mayor frecuencia entre los niños. Los sínto-
mas más importantes que se observan son:
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 265

— Sustituciones. El niño emite un fonema por otro.


— Distorsiones. Por una mala postura de lengua o la-
bios el niño emite defectuosamente algunos fone-
mas.
— Omisiones. No pronunciación de algunos fonemas.
Entre las causas de este tipo de alteracio-
nes están: malformaciones en los órganos del habla, por lo
que tiene una dificultad para articular (disglosia); audición
deficiente; problemas respiratorios; tensión muscular; ina-
daptación familiar; perturbaciones afectivas; etc.
El no corregir a tiempo estos problemas
puede provocar en el niño sentimientos de inferioridad
frente a otros compañeros y ciertos desajustes en el apren-
dizaje escolar. Los padres deberían acudir a un especialista
para su rehabilitación. Básicamente, el tratamiento consisti-
rá en una serie de ejercicios cuyo objetivo será normalizar
la articulación:
- Ejercicios respiratorios. Con dichos ejercicios se tra-
tará de conseguir una buena inspiración y expira-
ción.
- Ejercicios labiales, linguares, mandibulares y de las
mejillas.
- Ejercicios de articulación, enseñando al niño la po-
sición correcta de lengua y labios para la articula-
ción.

2. LA DISFEMIA (TARTAMUDEZ)

La disfemia o tartamudez es una perturba-


ción del habla que se caracteriza por la repetición o blo-
queo de la palabra.
Se han distinguido dos clases de disfemias
que pueden ir separadas o juntas: una es la disfemia clóni-
ca, cuando el sujeto repite algunos fonemas al hablar, la
266 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

otra es la disfemia tónica, ésta tiene lugar cuando existen


paros en la emisión de algunos fonemas. Parece que el tar-
tamudeo suele iniciarse al comienzo de la escuela primaria.
Se han señalado como causas de este trastorno, de una par-
te, problemas motores y de dominancia lateral, de otra, fac-
tores psicológicos o emocionales.
La labor de los padres consistirá en reducir
la angustia del niño y en lo posible enseñarle a pronunciar
pausadamente, con paciencia. Si persiste sería aconsejable
acudir a un especialista. Su corrección no tiene grandes di-
ficultades.

3. LA AFASIA

Según Perelló se entiende por afasia a «la


incapacidad de reconocer los sonidos del lenguaje o la in-
capacidad de reproducirlos» (Perelló, 1971). La afasia es,
pues, el producto de una incapacidad de reconocimiento
de fonemas (agnosia: a= sin y gnosis = conocimiento) o la
imposibilidad de reproducir los fonemas, aun reconocién-
dolos (apraxia: a = sin y praxis = acción, realización).
La sintomatología que presenta es la desa-
parición total o parcial del lenguaje hablado y escrito. Las
causas de la afasia son orgánicas: infecciones cerebrales,
trombosis, traumatismos craneocefálicos, etc. Es clásica la
distinción en dos tipos de afasia: afasia motora o de Broca
que se caracteriza por la imposibilidad de hablar, y la afasia
sensorial o de Wernicke que presenta incapacidad de com-
prensión del lenguaje. Ambos tipos pueden ir separados o
juntos. La afasia motora tiene un pronóstico mejor que la
sensorial.
Algunos autores distinguen un síndrome
diferente al de la afasia que se ha descrito, a dicho síndro-
me se le denomina: disfasia.
La disfasia es también una pérdida del ha-
bla, pero es un síndrome más complejo que el afásico. Es
un síndrome de carácter no orgánico que se produce en la
adquisición del habla. El niño disfásico no podrá resolver
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 267

problemas de complejidad media, por eso con el tiempo,


algunos de estos niños presentan un retraso intelectual o
síntomas psicóticos. Entre los síntomas que la disfasia pre-
senta diferentes a la afasia están:
— La «logorrea jergafásica»; una especie de discurso
continuo que el niño mantiene (locuacidad).
— La «audición paradójica», el niño parece presentar
una buena audición en ocasiones y en otras sordera.
— Dificultades de simbolización y abstracción, por lo
que los aprendizajes son irregulares.
— Frecuentes bloqueos y regresiones.
Todos estos niños necesitan rehabilitación,
a veces bastante larga. Se ha de comenzar el tratamiento lo
antes posible, por lo que se considera de gran importancia
la detección precoz de síntomas disfásicos; para esta detec-
ción, como ya he dicho al hablar de otros tipos de déficits,
los padres tienen el principal papel. La rehabilitación debe
iniciarse a ser posible a los tres años. También la estimula-
ción precoz del lenguaje es una tarea que puede realizar la
propia familia, por ejemplo: atrayendo continuamente la
atención del niño; aumentando esta atención; hablando
continuamente con él, aunque el niño no entienda o no
responda; respondiéndole, siempre que el niño intente co-
municarse; llamándole habitualmente por su nombre; mi-
rándole a los ojos mientras se le habla. También se le pue-
de estimular mediante órdenes sencillas: pedir que señale
diferentes partes de su cuerpo, señalar objetos que hay en
la casa, señalar diferentes prendas de vestir, traer o llevar
objetos, etc.
Es frecuente que cuando los niños no ha-
blan o hablan poco la familia habla también poco con ellos;
se ha de hablar prescindiendo que el niño responda o no.

III. PROBLEMAS ESCOLARES

La escuela va a representar para el niño un


nuevo ambiente, diferente al ambiente familiar al que esta-
268 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

ba acostumbrado. Para poder lograr los objetivos que la


misma marca, el niño deberá adaptarse a este nuevo am-
biente. Aunque en la actualidad existe una mayor concien-
ciación por parte del maestro de adecuar las programacio-
nes a los alumnos, sin embargo, el alumno necesita
también una adaptación a grupos y a actividades diferentes
que hasta el momento no había tenido que hacer. Hay ni-
ños que se acoplan bien a la nueva situación, otros, por el
contrario, no se ajustan lo suficiente como para poder llevar
sus aprendizajes en correspondencia con la normativa.
Estos niños comienzan a tener síntomas de ansiedad con el
subsiguiente fracaso escolar.
En este apartado voy a exponer algunas de
las dificultades que tienen en la escuela algunos niños y
que se dan con relativa frecuencia: la fobia escolar, la disle-
xia y el fracaso escolar.

1. LA FOBIA ESCOLAR

Al hablar de fobia escolar se está haciendo


referencia al rechazo escolar. Pero el motivo del rechazo
puede ser muy variado. Debemos distinguir, al menos, en-
tre niños que rechazan la escuela por desórdenes en su
propia conducta, incluyendo los niños delincuentes o con
síntomas delictivos, y niños que rechazan la escuela porque
ella es causa de ansiedad sin que exista en ellos otro factor
de rechazo. En este último caso es donde debemos incluir
la fobia escolar. El niño al tener que ir a la escuela se enco-
leriza, llora y patalea; en ocasiones este rechazo se mani-
fiesta con vómitos, dolores abdominales, cefaleas, etc.
Por lo general la fobia de principio de es-
colarización termina pronto y el niño se integra en la escue-
la sin ningún tipo de trauma. Otras veces, la fobia escolar
persiste, en estos casos sería conveniente un tratamiento
para prevenir el fracaso.
Algunos autores han señalado que este
problema proviene de una mala relación del niño con sus
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 269

padres, ya por una frialdad en las relaciones o por unas re-


laciones superprotectoras. En estos casos quizá fuera con-
veniente un tratamiento de los padres.
Por lo general se deberá integrar al niño lo
antes posible en el grupo escolar y remediar las circunstan-
cias que generan ansiedad.

2. LA DISLEXIA, DISGRAFIA Y DISCALCULIA

Con frecuencia se habla en los ambientes


escolares de niños disléxicos hasta el punto que el término
dislexia ha pasado a ser un término del dominio común.
Aunque por lo general el síndrome disléxi-
co comporta también disgrafia y discalculia, sin embargo,
no siempre es así, de forma que hay niños que siendo dis-
gráficos o discalcúlicos no son disléxicos. Por este motivo
he querido aclarar cada uno de estos términos.
L a dislexia es un trastorno de la lectura sin
que existan deficiencias fonoarticulatorias, sensoriales, psí-
quicas o intelectuales.
L a disgrafia es un trastorno de la escritura
que puede afectar a la forma o significado de la misma.
Como la dislexia se presenta en niños sin deficiencias sen-
soriales, psíquicas o intelectuales.
L a discalculia es un trastorno en la capaci-
dad de calcular. No se relaciona con el nivel intelectual bajo
ni con deficiencias sensoriales o psíquicas.
Hay autores que mantienen la teoría que la
causa de la dislexia es un factor constitucional o déficit ce-
rebral. Otros centran su atención en factores psicológicos.
Para la gran mayoría de los autores son muchos los factores
que pueden llevar al niño a ser disléxico, entre ellos:
— Una mala lateralización.
— Anormalidad psicomotora.
270 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

— Perturbación en la percepción visual.


— Trastornos en el lenguaje.
— Desórdenes emocionales y afectivos.
Entre los diferentes errores que cometen
los niños disléxicos están:
— Rotaciones. Confusión de letras similares, pero de
diferente sentido (b por p; b por d; p por q; etc.).
— Inversiones. Modificación de la secuencia (el por le;
sol por los; ne por en; etc.).
— Omisiones. Supresión de una o varias letras (ni por
niño; chocoate por chocolate; etc.).
— Agregados. Añadir letras o sílabas (arire por aire;
maema por mamá; etc.).
— Distorsiones. Escritura imposible de entender.
— Contaminaciones. Letras de una palabra escrita que
se confunden con otra palabra.
Las dificultades que estos niños presentan
para poder leer, escribir y calcular tienen una repercusión
directa en los demás aprendizajes, por ser éstos la base de
los otros. En muchos casos estas dificultades suponen una
angustia grande para el niño.
El niño disléxico necesita tratamiento lo
antes posible. En muchos casos los padres pueden detectar
síntomas disléxicos, han de colaborar con sus hijos en la
realización de ejercicios correctivos.

3. DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE Y FRACASO ESCOLAR

Al hablar de dificultades del aprendizaje


me estoy refiriendo a un término tan amplio y complejo
que resulta imposible definir. Las causas por las que un
alumno no aprende y como consecuencia tiene un fracaso
escolar, son tan variadas que no se pueden determinar fá-
LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y LOS HIJOS PROBLEMÁTICOS 271

cilmente. En términos generales no es una la causa, sino


una concatenación de ellas la que hace que el alumno no
rinda lo suficiente. A veces niños con un magnífico poten-
cial intelectual encuentran graves dificultades y obtienen un
rotundo fracaso en los estudios. Además de las capacidades
debemos considerar otros factores psicosociales, como:
problemas emocionales, lagunas de conocimientos, malos
métodos de enseñanza, etc. Como indican algunos estu-
dios, determinados niños superdotados fracasan en los es-
tudios al adoptar una postura de indiferencia ante los mis-
mos estudios; por otra parte, no siempre la escuela está a la
altura de las exigencias de estos niños.
Ante un fracaso escolar deben buscarse las
causas generadoras del fracaso, a ser posible serán equipos
multiprofesionales quienes deberán hacer el diagnóstico y
un programa de desarrollo individual para su tratamiento.
Siguiendo las directrices de estos programas con clases de
apoyo o especiales muchos de estos alumnos podrían su-
perar estas deficiencias o mejorar sus rendimientos acadé-
micos.

BIBLIOGRAFÍA
1. Aproximación al maltrato infantil.
1.1. Grupos de riesgo.
2. Efectos del maltrato.
2.1. Problemas metodológicos.
2.2. Las secuelas del maltrato infantil.
3. Padres que maltratan.
4. Los programas educativos.
4.1. Los modelos de acción.
4.2. Programas basados en el modelo transaccional/ecológico.
4.2.1. El proyecto 12 vías.
4.2.2. El modelo de Kelly.
4.2.3. El programa de educación temprana de Wolfe.
4.2.4. Otras intervenciones cognitivo-conductuales.
4.2.5. Algunas precauciones en la aplicación de métodos
cognitivo-conductuales.
4.3. La efectividad de los programas.
5. Maltrato infantil: cuestiones finales.
Bibliografía.

No fue hasta los años setenta cuando, en


líneas generales, se pudo apreciar un interés destacado en
las desventuras de los niños objeto de malos tratos. Algunas
de las razones fueron la violencia propia de la década ante-
rior, que «despertó» la conciencia social acerca de sus efec-
tos en niños y mujeres (Gelles y Straus, 1979), así como el
trabajo pionero del pediatra C. Henry Kempe, quien llevó a
cabo un simposio interdisciplinar en 1960 organizado por la
Academia Americana de Pediatría, cuyas conclusiones ayu-
daron mucho a reestructurar las actitudes de los poderes
públicos hacia el tratamiento de los niños. Poco después
los trabajadores sociales se sumaron al esfuerzo de pedir
276 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

medidas para hacer frente a este problema (por ejemplo,


Elmer, 1960). En 1962, Kempe y sus colaboradores acuña-
ron el término «Síndrome del niño maltratado» (battered
child syndrome).

1. APROXIMACIÓN AL MALTRATO INFANTIL

Hay un problema conceptual básico, que


descansa en la misma definición del maltrato infantil, ha-
biéndose dado definiciones variadas en función de la orien-
tación profesional del proponente de la misma: médica,
psicosocial o legal. De este modo, si bien Kempe proponía
que el maltrato infantil es «el uso de la fuerza física en for-
ma intencional, no accidental, dirigida a herir, lesionar o
destruir al niño, ejercida por parte de un padre o de otra
persona responsable del cuidado del niño» (Kempe et al.,
1972:4), usualmente también incluye conductas que van
más allá del empleo de la fuerza física en forma de activi-
dad sexual, presión psicológica y abandono en el cuidado
general del niño (Genes y Straus, 1979).
Una de las dificultades en el concepto de
niño maltratado radica, precisamente, en la ambigüedad
que media entre el castigo y el abuso (Bybee), ya que si
atendemos a las normas sociales para calificar un hecho co-
mo maltrato o no, tendremos que considerar al mismo
tiempo que estos criterios varían en el tiempo, entre cultu-
ras, e incluso entre estratos culturales y sociales (Korbin,
1980; Gelles y Straus, 1979). Esta incertidumbre hace muy
arriesgado el comparar datos extraídos de estudios que no
respondan escrupulosamente a unas mismas directrices de
análisis. Como consecuencia de esto cabe decir que dispo-
nemos de poca información válida en torno a la incidencia
y distribución del maltrato infantil (Gelles y Straus, 1979),
sobre todo si tomamos en cuenta que las fuentes de infor-
mación de la que se extraen los datos son muy variadas: re-
gistros de hospitales, encuestas, informes de los Tribuna-
les... (Bybee, 1979).
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 277

No obstante lo anterior, contamos con al-


gunas estimaciones que merecen ser conocidas. En Estados
Unidos, donde aproximadamente un 10 por 100 de la po-
blación infantil en edad escolar sufre de algún tipo de tras-
torno de conducta (unos 7,5 millones de niños) (UNICEF,
1981), se calcula que de 1,4 a 1,9 millones de niños están
en riesgo de recibir alguna forma de maltrato físico (Gelles
y Straus, 1979). Por lo que respecta a España, cabe decir
(con las precauciones que se deben tomar al comentar los
registros tomados en nuestro país) que existen alrededor de
100.000 niños semiabandonados (Amurrio, 1984) de los
que el Tribunal de Menores se ocupa en escasa medida: se-
gún las estadísticas de este Tribunal, el número de niños so-
metidos a tutela era de 7.413 en 1982 (Sánchez, 1983) y de
7.380 en 1983 (García Martín, 1986). Según Caritas Españo-
la, unos 40.000 casos anuales presentan indicios de haber
sufrido maltrato físico (García Martín, 1986). El 90 por 100
de los hechos de maltrato se atribuyen a los padres (Sán-
chez, 1983).

1.1. Grupos de riesgo

El maltrato suele afectar a los niños de cor-


ta edad. Una revisión del censo de los EE.UU. del año 1984
indica que la edad promedio del maltrato ha declinado en
los últimos años desde 7,8 a 7,1 años (Trad, 1987). Hamp-
ton y Newberger (1985) informan que el 55 por 100 de su
muestra tenía menos de cinco años. Por otra parte, los ca-
sos más severos de maltrato parecen concentrarse también
entre los niños más jóvenes (American Human Association,
1985; Gelles y Straus, 1979). Aproximadamente dos terceras
partes de los actos más violentos (puntapiés, palizas, puñe-
tazos, etc.) ocurren en el grupo de cero a cinco años (Trad,
1987). Gelles y Straus (1979), tomando como indicador el
child abuse index (una medida que combina los ítems que
implican una alta probabilidad de herir o dañar al niño),
hallaron que los grupos de edad de 3-4 años y de 15-17
eran los más victimizados en cuanto a la gravedad de los
278 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

malos tratos, estableciendo la hipótesis de que los padres


entienden que la razón «no sirve» en estas edades. Otros au-
tores, finalmente, sugieren que la mayoría de las víctimas
de malos tratos tienen menos de tres años y muchos menos
de un año (Strauss y Manciaux, 1977; citado en Flórez Loza-
no, 1986).
Por lo que respecta a la clase social de los
afectados, y aunque como dicen Flórez Lozano (1986) y
Korbin (1980) el maltrato y el abandono infantil suceden en
todos los segmentos de la población, los datos de que dis-
ponemos indican con fuerza que es en las clases sociales
inferiores donde se da una mayor prevalencia de este fenó-
meno. Así, en el estudio de la victimización en la familia
conducido por Gelles y Straus (1979) en los EE.UU., apare-
ció una relación inversa entre ingresos paternos y violencia
hacia los niños: la clase social baja registraba un 22 por 100
de casos de malos tratos, por un 11 por 100 de la clase so-
cial alta. Ahora bien, estas diferencias son menores que las
encontradas tradicionalmente en los registros oficiales (po-
licía, Tribunales, agencias públicas). Por ello parece pru-
dente concluir que hay una relación inversa entre clase so-
cial y maltrato infantil (véase también, entre otros, Lutzker,
et al., 1982), si bien ésta aparece magnificada en muchos
estudios porque es en las clases socialmente deprimidas
donde existe mayor probabilidad de que los servicios pú-
blicos etiqueten ciertos casos como de «maltrato infantil»
(Korbin, 1980; Light, 1973).

2. EFECTOS DEL MALTRATO

2.1. Problemas metodológicos

El volumen de investigación reunido en


los últimos veinte años ha sido impresionante; sin embargo,
quizá debido a la urgencia de este problema, mucha de esta
investigación es metodológicamente inadecuada (véase,
entre otros, Gardner y Gray, 1982; Bybee, 1979; Gelles y
Straus, 1979; Gelles, 1987; Plotkin et al., 1981).
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 279

Entre las lagunas metodológicas más so-


bresalientes figuran: falta de grupos de control adecuados;
falta de especificidad de las hipótesis planteadas; muestras
poco representativas; definiciones imprecisas de los proble-
mas; predominio de los análisis retrospectivos en detrimen-
to de los prospectivos y diseños y análisis estadísticos poco
sofisticados.
Aunque se ha puesto mucha atención en
los correlatos del maltrato infantil (véase más adelante), nos
queda mucho por averiguar en términos de su etiología. No
obstante, estamos ahora comenzando a desarrollar metodo-
logías que subsanen estas deficiencias. Por ejemplo, Alte-
meier, et al. (1979) han desarrollado un cuestionario muy
prometedor para predecir el maltrato infantil en niños de
un año de edad. El 75 por 100 de los casos de maltrato y el
50 por 100 de abandono acontecieron en las familias identi-
ficadas mediante el cuestionario como de «alto riesgo».

2.2. Las secuelas del maltrato infantil

El maltrato puede afectar virtualmente ca-


da faceta de la vida física y psicológica del niño, desde el
crecimiento físico, pasando por el desarrollo cognitivo y
motor, la emergencia del temperamento hasta la aparición
de los vínculos afectivos y su regulación, el desarrollo de la
autoestima y la capacidad de hacer frente al entorno (Trad,
1987; Lane y Davis, 1987; Bybee, 1979). Cuando el maltrato
precisa hospitalización o separación de los padres, las pers-
pectivas de deterioro psicológico pueden aumentar todavía
más, especialmente entre los niños muy pequeños, cuya
vulnerabilidad a la «depresión hospitalaria» es muy alta
(Trad, 1987).
Los niños maltratados suelen presentar dé-
ficits cognitivos. Hofman-Plotkin y Twentyman (1984) ha-
llaron que los niños maltratados de su muestra se desempe-
ñaban peor que los niños del grupo control en medidas de
inteligencia general y habilidad lingüística. El estudio de El-
280 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

mer et al. (1975) también reveló lagunas en el lenguaje per-


sistentes en el tiempo. Barahal et al. (1981) exploraron la
cognición social de niños maltratados que tenían de seis a
ocho años de edad, encontrando que tendían a atribuir las
causas de los fenómenos a razones externas (locus de con-
trol externo); también mostraron una menor toma de pers-
pectiva (concepto que suele designar la capacidad de «po-
nerse en el lugar del otro» o role-taking) comparados con
los niños del grupo control. En relación con esto Sroufe y
Egeland (1981) han señalado que su muestra de niños mal-
tratados exhibía más pobres habilidades de solución de
problemas.
Otros trabajos se han centrado en las se-
cuelas de orden emocional. En especial, un hallazgo bas-
tante consistente es el de una escasa vinculación afectiva
entre el niño maltratado y los padres, frecuentemente con
la madre (Egeland y Sroufe, 1981; George y Main, 1979;
Kinard, 1980; Delozier, 1982; Lamb et al., 1985, entre
otros). Numerosos estudios demuestran que el maltrato le-
siona la expresión afectiva en el niño y aparece, en última
instancia, en el estilo de interacción establecido entre el
padre/cuidador y el niño, pudiéndose destacar algunos de
los patrones más significativos: aislamiento social, inter-
cambio infrecuente de interacción (Bousha y Twentyman,
1984), falta de implicación y conductas de evitación (Crit-
tenden y Vonvillian, 1984), escasez de reacciones de agra-
do e impredictibilidad afectiva (Gaensbauer y Sands,
1979). Por otra parte, los niños maltratados suelen expre-
sar tristeza, malestar y depresión (Gaensbauer y Sands,
1979), así como lloro crónico e irritabilidad (Ganesbauer,
1982). Todos estos signos de ensimismamiento tienen
también un impacto profundo en el desarrollo del auto-
concepto del niño. Algunos autores han sugerido la exis-
tencia de una correlación entre la conducta de vinculación
y la habilidad para representar el yo (Main et al., 1985; Le-
wis et al., 1985). El apego permite al niño emplear a la
madre como una base segura para la exploración, lo que
le permite forjarse un autoconcepto basado en numerosas
fuentes de información del ambiente, y desarrollar una au-
toestima positiva y de competencia o dominio (Trad,
1987).
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 281

Otros autores aseguran que el maltrato


puede contribuir al suicidio entre los niños (Monane et al.,
1984; Kosky, 1983), quizá a través de un mecanismo depre-
sivo producto de la alta hostilidad y situación de aislamien-
to que suelen caracterizar estas familias (Crittenden, 1985).
En el polo opuesto aparece la conducta agresiva y antiso-
cial, efecto en los niños maltratados que ha sido repetida-
mente constatado por la investigación empírica (Bybee,
1979; Hoffman-Plotkin y Twentyman, 1984; Patterson et al.,
1984, entre muchos). Para Patterson et al. (1984), la con-
ducta antisocial es el problema básico que afecta a estos ni-
ños, junto con el déficit en las habilidades de relación inter-
personal. Esta relación entre maltrato-violencia/conducta
antisocial está plenamente justificada, ya que no podemos
ignorar la importancia de un efecto de modelo, aprendizaje
y transferencia al que tiene acceso el niño educado en un
hogar violento (Gelles y Straus, 1979; Gil, 1970).
Tal aprendizaje de conductas violentas y
antisociales puede contemplarse desde una doble vertiente.
En primer lugar podemos preguntarnos: ¿Los niños maltra-
tados serán de adultos «padres maltratadores»? Aunque la
evidencia no es del todo concluyente, los datos disponibles
permiten contestar afirmativamente a esta pregunta (Trad,
1987; Genovard et al., 1982; Star, 1981; Kempe y Kempe,
1978). En este sentido, Trad (1987: 244-245) afirma que «el
impacto irónico y comúnmente observado del maltrato es
crear una generación de maltratadores provinientes "de las
filas de los maltratados"». Sin embargo, parece sensato afir-
mar que tal relación no es determinista, sino probabilista.
Gelles y Straus (1979) pusieron esto de relieve cuando en-
contraron en su estudio que el porcentaje de padres maltra-
tados que a su vez habían sufrido maltrato infantil no llega-
ba al 20 por 100.
Con respecto a la segunda pregunta que
cabría formularse (¿los niños maltratados tendrán una ma-
yor probabilidad de cometer actos delictivos cuando crez-
can?), las conclusiones son menos definidas. Así, mientras
para Wolfe (1987), citando los trabajos, entre otros, de
Emery (1982), Bentley (1981) y Alfaro (1981), existe «...una
evidencia confirmatoria acerca de la relación entre el mal-
trato y la delincuencia» (p. 162), para Lane y Davis (1987:
282 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

124-25) «no se ha establecido un vínculo directo entre el


maltrato infantil y la conducta delictiva posterior». No obs-
tante, nuestra opinión va en la línea indicada por Gelles y
Straus (1979) a propósito de la relación probabilista entre
el maltrato sufrido en la infancia y el posterior maltrato de
los padres a sus hijos. No podemos olvidar, como sugieren
Bentley (1981) y Alfaro (1981) que tanto el maltrato como
la delincuencia comparten una gran cantidad de factores
etiológicos, así como que la delincuencia juvenil se alimen-
ta en buena medida de los estilos altamente punitivos ca-
racterísticos de los hogares donde se maltrata a los niños.
Otro posible efecto del maltrato es la alte-
ración mental o psicopatología. Aunque existen induda-
bles lagunas en la información sobre estos tópicos, parece
claro que los antecedentes del maltrato suponen una ca-
racterística usual en aquellas personas que reciben trata-
miento psiquiátrico (Monane et al., 1984; Tarter et al.,
1984).
Para concluir este apartado citamos aquí la
revisión efectuada por Trad (1987) mostrando el patrón pro-
gresivo de sintomatología que desarrollan los niños maltra-
tados:
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 283
3. PADRES QUE MALTRATAN

En las descripciones sobre el tipo de fami-


lias en las que ocurre el maltrato infantil se destacan co-
múnmente los hogares de un solo padre, aquellos en que
las relaciones entre los cónyuges son inestables (Helfer,
1973; Lutzker et al., 1982), con un número de hijos elevado
(Gil, 1970; Young, 1964; sin embargo, no está claro que la
violencia hacia los niños incremente a medida que aumenta
el número de hijos. Véase Gelles y Strauss, 1979) y en una
situación de «aislamiento social», es decir, con pocas vincu-
laciones sociales en la comunidad (Helfer y Kempe, 1972;
Gelles y Straus, 1979, Gelles, 1987).
Por otra parte, en la revisión efectuada por
Azar y Twentyman (1986) se señala que los padres que mal-
tratan a sus hijos presentan déficits en las siguientes áreas:
a) Habilidad para afrontar el estrés. Se sugiere que ta-
les padres tienen una menor tolerancia ante las si-
tuaciones de tensión que los padres no maltratado-
res. No debemos olvidar que, en general, estas
familias soportan un mayor número de situaciones
perturbadoras (desempleo, desavenencia conyugal),
así como el hecho de que los propios niños de estos
hogares con frecuencia suelen exhibir conductas
más perturbadoras que el promedio, incluyendo de-
fectos físicos o enfermedades (Hunter et al., 1978;
Klein y Stern, 1971).
b) Habilidades sociales competentes. Si bien Gelles
(1973, 1987) ha puesto de relieve la falta de acuerdo
entre los investigadores a la hora de definir los ras-
gos de personalidad de los padres maltratadores, los
datos señalan ciertas categorías de desviación com-
portamental que pueden obstaculizar un adecuado
funcionamiento de las relaciones sociales, caso de la
falta de empatia, ansiedad o inmadurez. El aisla-
miento social antes indicado sería también un indi-
cador de la carencia de habilidades sociales.
c) Habilidades de crianza. La investigación apoya la
idea de que los padres que maltratan a sus hijos tie-
284 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

nen repertorios inadecuados de disciplina, son in-


consistentes en los premios y castigos que ofrecen,
y tienen dificultades a la hora de establecer y mante-
ner límites de conducta a sus hijos. También parece
claro que interactúan escasamente con sus hijos,
manifestando altos índices de agresión. Finalmente,
se ha sugerido que su conocimiento de los procesos
básicos de crecimiento de sus hijos es inferior al del
resto de los padres, lo que dificultaría su tarea edu-
cativa (Patterson et al., 1984; Burgess y Conger,
1978).
d) Distorsiones cognitivas. Precisamente, esta falta de
conocimiento sobre el desarrollo de los hijos puede
llevar a mantener expectativas irreales acerca de las
conductas esperables de éstos y a interpretaciones
incorrectas de sus actos. Por ejemplo, muy reciente-
mente, Kropp y Haynes (1987) hallaron que las ma-
dres maltratadoras tendían más que las del grupo
control a identificar incorrectamente las señales
emocionales de sus hijos y a etiquetar el afecto posi-
tivo como negativo. Estos resultados vienen a corro-
borar otros trabajos, así como a explicar, al menos
en parte, la falta de empatia atribuida a los padres
maltratadores (ya que el reconocimiento de las cla-
ves empáticas es un prerrequisito de la respuesta
empática). Otras deficiencias cognitivas registradas
incluyen bajo autoconcepto y depresión.
e) Impulsividad. Aunque en ocasiones el principal ar-
gumento para determinar un pobre control del im-
pulso de los padres maltratadores ha sido el propio
hecho del maltrato (lo cual sin duda es un argumen-
to tautológico) Rohrbeck y Twentyman (1986) han
examinado esta variable usando una perspectiva
multimodal, empleando datos conductuales, cogniti-
vos y escalas de calificación. Los resultados indica-
ron que en diferentes medidas los padres que mal-
trataban a sus hijos fueron más impulsivas que el
grupo control.
Como puede apreciarse, los padres que
maltratan y los hijos maltratados comparten muchas carac-
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 285

terísticas. Precisamente la idea de que tanto unos como


otros participan en una misma espiral de violencia ha asen-
tado las bases de la más reciente metodología de los pro-
gramas educativos en esas familias.

4. LOS PROGRAMAS EDUCATIVOS

4.1. Los modelos de acción

Las distintas estrategias que se han postula-


do para intervenir en los casos de maltrato infantil han teni-
do modelos conceptuales diferentes, si bien hoy en día po-
demos apreciar en los programas más ambiciosos una
aceptación de ciertas presunciones pertenecientes a otros
modelos de actuación.
Ya descartadas las primeras explicaciones
psicoanalíticas, el modelo psiquiátrico se centra en la pato-
logía de los padres para explicar el maltrato, en especial en
los desórdenes de personalidad y mentales (Bybee, 1979).
Sin embargo, las dificultades que han surgido a la hora de
demostrar que la psicopatología sea la principal responsa-
ble del maltrato (Parke y Collmer, 1975) han reorientado la
perspectiva psiquiátrica hacia los terrenos de la psicología
diferencial, investigando las experiencias tempranas de los
padres, sus habilidades de crianza y cognitivas, y sus meca-
nismos de afrontamiento ante las dificultades de la vida, co-
mo determinantes de su conducta violenta hacia los niños
(Trad, 1987).
En el otro polo del espectro explicativo se
ubica el modelo sociológico, que cuenta entre sus filas con
ilustres investigadores del maltrato infantil (Gil, 1970; Ge-
lles, 1973; Garbarino, 1976). En síntesis, la raíz del maltrato
está en la «sociedad enferma» (Korbin, 1980), es decir, en las
condiciones sociales como pobreza, desempleo, viviendas
inadecuadas, pocas oportunidades educativas, etc. Todos
estos factores suponen poderosas fuentes de estrés para los
286 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

padres, que en muchos casos les liberan de la capacidad de


control y les inducen a maltratar a sus hijos. Gil (1970) ha
mantenido que las normas culturales entre las clases socia-
les bajas también promueven el maltrato, ya que muestran
una mayor aceptación de la fuerza física como instrumento
educativo.
Aun cuando ambos modelos tienen aspec-
tos indiscutiblemente ciertos, tal y como ha quedado paten-
te en las páginas anteriores de este capítulo, parece claro
que por sí mismos no bastan para explicar adecuadamente
el maltrato infantil. En concreto, hay una laguna evidente al
no considerarse la relación que se establece entre el padre
y el hijo. Wolfe (1985, 1987) como uno de los autores más
cualificados del modelo transaccional o del aprendizaje
social, ha explicitado que un análisis riguroso del maltrato
exige tener en cuenta el papel del niño en su propio mal-
trato: la conducta y temperamento de los niños, al influen-
ciar las necesidades, deficiencias y vulnerabilidades de los
padres, producen perturbaciones en el ambiente familiar
que pueden, en último extremo, llevar al maltrato (una ilus-
tración de este punto es la alta frecuencia con que los niños
separados de sus padres a causa de su maltrato resultan
nuevamente maltratados en sus hogares adoptivos; Bible y
French, 1979). De este modo, el modelo transaccional in-
corpora tanto el perfil psicológico del padre que maltrata
como el perfil del niño maltratado, enfatizando la naturale-
za bidireccional de la interacción padres-hijos en la situa-
ción de maltrato.
Además de esta asunción, el modelo tran-
saccional entiende que: a) los padres que maltratan presen-
tan un rango de déficits en habilidades sociales, de crianza
y cognitivas que pueden derivar en patrones educativos pu-
nitivos, junto a la ausencia de habilidades de afrontamiento
ante situaciones de estrés y, en muchos casos, un ambiente
físico adverso; b) tanto la investigación como la interven-
ción han de centrarse en las interacciones familiares si que-
remos comprender y erradicar el maltrato infantil (Gardner
y Gray, 1982; Kelly, 1953; Wolfe, 1985, 1987).
Un gran cuerpo de evidencia apoya la no-
ción de bidireccionalidad en la conformación de la relación
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 287

padre-hijo, ya sea ésta patológica o normal (Robison y So-


lomon, 1979; Main, 1974; Stern, 1974; Patterson, Dishion y
Bank, 1984). Una explicación ulterior de este modelo se
centra en el mecanismo de modelado, a partir del cual los
niños moldean su conducta siguiendo los patrones obser-
vados de sus padres. La interacción padre-hijo propone un
refuerzo negativo continuo (al reforzarse el castigo físico
del padre por la finalización de la conducta perturbadora
del niño) de las habilidades de crianza y de afrontamiento
inadecuadas de los padres, expresadas mediante el maltra-
to. Esto produce en el niño, a su vez, nuevas y más persis-
tentes conductas agresivas e inadaptadas. De ahí que estos
teóricos justifiquen la gran comunalidad de variables que
comparten los padres y los niños maltratados (Monane et
al, 1984).
Por consiguiente, podemos sugerir que pa-
ra el modelo transaccional o del aprendizaje social, el mal-
trato infantil es el resultado de un comportamiento descom-
pensado particular entre un niño (en términos de sus
necesidades) y la conducta de sus padres, quienes también
tienen necesidades y expectativas con respecto a sus hijos,
producto de los déficits en su competencia y habilidades
para ejercer como padres. La naturaleza específica de la
conducta del niño variará ampliamente de una familia a
otra e, igualmente, las habilidades de competencia paterna
diferirán según las familias. Sin embargo, el factor común es
que las necesidades del niño no son satisfechas por los pa-
dres, y que éstos son incapaces de manejar a sus hijos sin
recurrir al abuso físico o al abandono» (Gardner y Gray,
1982: 31/32).
Algunos autores (por ejemplo Bybee,
1979; Trad, 1987) entienden que el modelo transaccional no
toma con suficiente consideración el papel jugado por los
factores de riesgo ambientales o ecosistema. Por ello pro-
ponen el modelo ecológico como aportando un paso con-
ceptual superior. La ecología se define como el estudio de
las interrelaciones entre individuos o grupos y su ambiente,
conectando en interacciones de la vida diaria con los valo-
res culturales dominantes. La interpretación ecológica del
maltrato infantil argumenta que como resultado de su pro-
pio desarrollo, los padres que maltratan «entran- en su fami-
288 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

lia (microsistema) predispuestos a maltratar. El estrés deri-


vado de su familia o de factores ambientales externos (el
exosistema) puede activar el maltrato si resulta apoyado
por los valores culturales y las costumbres de crianza
(Belsky, 1980).
Por nuestra parte, no vemos gran diferen-
cia entre uno y otro modelo, salvo una cuestión de énfasis,
ya que en realidad el modelo transaccional suele ser el mo-
delo de cambio empleado en los distintos ecosistemas de
las familias maltratadoras. A continuación presentamos los
programas más sobresalientes pertenecientes al modelo
transaccional/ecológico, que a la postre y según nuestra
opinión, es el único que en la actualidad está en condicio-
nes de diseñar una estrategia de servicios amplia y con re-
sultados prometedores a este problema.

4.2. Programas basados en el modelo transaccional/ecológico

4.2.1. El proyecto 12 vías

A partir de la investigación derivada tanto


de la perspectiva psiquiátrica, sociológica como del apren-
dizaje social, Lutzer y sus colaboradores (Lutzer, 1984; Lut-
zer et al., 1982, 1984) han propuesto un programa ecológi-
co-conductual para el tratamiento y la prevención del
maltrato infantil, el cual comprende un amplio abanico de
servicios: «Por ecológico-conductual queremos decir que
consideramos el maltrato infantil como un problema multi-
facético que requiere servicios de tratamiento también mul-
tifacéticos» (Lutzer et al., 1984:64).
El proyecto 12 vías se encarga de todas las
familias designadas por el Departamento de Servicios So-
ciales para la infancia y familia de Illinois. Tiene su ubica-
ción en el Instituto de Rehabilitación de la Facultad de Re-
cursos Humanos (Universidad del Sur de Illinois). Los
clientes son atendidos en diez condados rurales del sur de
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 289

Illinois. Durante los años 1980-1983, fueron tratados en el


programa un total de 628 familias.
La estructura administrativa del programa
consta de las siguientes personas, enunciadas en orden je-
rárquico: coordinador del proyecto, dos consejeros-jefe en
rehabilitación, los consejeros y los asistentes graduados. La
mayoría de los servicios a los clientes son proporcionados
por los consejeros; los asistentes realizan tareas de registro
y apoyo educativo. Por otra parte, los servicios se prestan
in situ, es decir, en los hogares de los clientes, escuelas, ho-
gares de grupo y residencias de día (esto se denomina «el
manejo de conducta en múltiples ambientes»). Una presen-
tación de los servicios proporcionados por el programa «12
vías», aunque sea de modo sucinto, nos permitirá compren-
der mejor la naturaleza de su realización:
1) Entrenamiento en la relación padres-hijos. Apro-
ximadamente un 90 por 100 de las familias atendi-
das recibieron este tipo de ayuda educativa. Se po-
ne el acento en enseñar a los padres el empleo
con sus hijos de órdenes claras y concisas, meca-
nismos de recompensa y el time-out para los casos
de desobediencia. Este «entrenamiento para la
obediencia» se complementa con otros procedi-
mientos (economía de fichas, actividades planea-
das) destinados a fomentar la interacción familiar
positiva.
2) Entrenamiento en habilidades sociales. Destinado
a los niños, con objeto de que pudieran funcionar
más adecuadamente en su familia y minimizaran
así las oportunidades de maltrato por parte de sus
padres. Ejemplos de las habilidades enseñadas son
higiene básica, mantenimiento de la cama seca en
casos de enuresis y la conducta en el cuarto de
baño.
3) Salud y nutrición. Muchos clientes enviados al
programa son asistidos en regular regímenes mé-
dicos (para los padres o los niños). También se
enseñan conductas para el comer equilibrado y la
compra diaria.
290 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

4) Seguridad en el hogar. Los clientes que vivían en


hogares inseguros (por cuestiones de fuego, elec-
tricidad, etc.) recibieron un programa educativo
de seguridad en el hogar.
5) Consejo conyugal. Se enseña negociación y reci-
procidad.
6) Reducción del estrés. A través de relajación muscu-
lar y entrenamiento en asertividad.
7) Manejo del dinero. Se enseña a usar los recursos
de las instituciones sociales, a distribuirlo correcta-
mente y a comprar económicamente.
8) Tiempo libre. Se enseña a participar en actividades
familiares recreativas que no suponen coste eco-
nómico.
9) Búsqueda de empleo. Se proporciona una versión
modificada del «club de empleo» para los clientes
que quieran buscar o cambiar de empleo.
10) Auto-control. Se desarrollan estrategias individua-
les de autocontrol para ayudar a los padres a con-
trolar su temperamento, perder el exceso de peso,
abandonar el tabaco, etc.
11) Tratamiento en alcoholismo. Los consejeros del
programa derivan los casos de alcoholismo a
agencias comunitarias, pudiendo complementar el
tratamiento mediante el entrenamiento en auto-
control.
12) Madres solteras. Un conjunto de servicios se desti-
nan a las madres solteras: preparación para el par-
to, nutrición, educación de la salud, seguridad en
el hogar y estimulación madre-hijo.

4.2.2. El modelo de Kelly

Kelly (1983) ha estructurado un programa


para intervenir educativamente en los casos de maltrato in-
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 291

fantil basado en tres componentes: habilidades en el mane-


jo de los hijos, habilidades en el control de la irritación (ira)
y disminución (o modificación) de los factores de riesgo en
la vida de los sujetos que puedan alterar sensiblemente el
funcionamiento familiar.
El primer paso consiste en realizar una
evaluación comprehensiva del funcionamiento familiar. Pa-
ra ello, emplea una diversidad de técnicas: a) entrevistas a
los padres; b) informaciones derivadas de los trabajos so-
ciales; c) inventarios y cuestionarios complementarios de
las entrevistas; d) autorregistro de los padres de eventos crí-
ticos ocurridos en el hogar, y e) observación directa en el
hogar.
Cuando la evaluación familiar indica que
los padres utilizan una disciplina extremadamente punitiva
con sus hijos, se requiere un entrenamiento en habilidades
de crianza, adecuadas. Esto exige enseñar métodos de obe-
diencia alternativas a la violencia y, simultáneamente, mé-
todos de reforzamiento positivo. Los pasos empleados en la
enseñanza de estas habilidades son los siguientes:
— Habilidades de disciplina alternativas a la violencia.
• Preparación para el entrenamiento.
—Revisar con los padres cuándo resulta apropia-
do dar una azotaina al chico.
—Informarles de las desventajas derivadas del
frecuente castigo físico.
—Modificar las actitudes paternas favorables al
castigo físico.
• Enseñar a los padres el uso del time-out como al-
ternativa al castigo físico. Este término se refiere a
la remoción de un niño por un corto espacio de
tiempo, de las fuentes de atención y refuerzos
que son contingentes con alguna conducta que se
quiere eliminar.
• Enseñar a los padres el uso de la retirada de aten-
ción como estrategia de control de la conducta. La
investigación empírica ha revelado que la aten-
292 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

ción de los padres, aun siendo de naturaleza «ne-


gativa», puede servir para mantener conductas in-
deseables en el niño.
— Habilidades de refuerzo positivo
• Enseñar a los padres el uso de la atención para re-
forzar la conducta deseable.
• Instaurar programas de manejo de contingencias
en el hogar.
El término «manejo de contingencias» se refiere al
proceso en el cual los padres emplean los princi-
pios del refuerzo (con refuerzos materiales) para
incrementar una conducta deseable en el niño.
— Entrenamiento para el control de la irritación («an-
ger control»).
La investigación nos enseña que la activación fi-
siológica y las ideas de cólera acompañan a mu-
chos episodios de maltrato infantil.
— Enseñanza e intervención para reducir los factores
de riesgo asociados al estilo de vida de los padres
que maltratan.
Este componente del modelo de Kelly se dirige a
minimizar aquellas dificultades o estresores que
también influyen en el funcionamiento familiar, con-
tribuyendo más o menos directamente a propiciar el
abuso. A continuación aparecen estos factores y al-
gunas de las estrategias de intervención.
• Excesiva demanda de cuidado infantil (los padres
han de ocupar todo su tiempo libre cuidando a
sus hijos).
—Centros de día.
—Acuerdos con vecinos, amigos y familiares para
tener algún tiempo libre.
—Programas recreativos en horas de la tarde.
• Aislamiento social (escasas amistades y vida so-
cial)
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 293

—Visitas en el hogar por parte de voluntarios.


—Asignación de tareas para incrementar las acti-
vidades sociales positivas fuera del hogar (por
ejemplo, asistencia a cursos, integración en
asociaciones).
— Entrenamiento en habilidades sociales.
• Estrés económico
Las dificultades económicas pueden actuar como
un estresor directo sobre la familia (por ejemplo,
aumentando la tensión derivada de las dificulta-
des económicas) y, al mismo tiempo, pueden
contribuir a exacerbar otros problemas diarios
(por ejemplo, reduciendo las oportunidades para
poder contar con auxilio en la educación del hijo,
limitando el ocio de los padres o creando unas
condiciones de vida debajo del promedio).
—Estrategias de intervención a corto plazo: ase-
gurarse de que los padres reciben todas las
ayudas a las que tienen derecho; auxiliar en ca-
sos de falta de cobro de la asistencia económi-
ca en situaciones de divorcio o de despido im-
procedente...
—Estrategias de intervención a largo plazo: entre-
namiento en habilidades de búsqueda de em-
pleo, de conservación del empleo, enseñanza
de planes de ahorro...
• Conflicto conyugal
—Consejo/terapia matrimonial.
• Déficits en la habilidad de solución de problemas.
—Ya que algunos padres maltratadores sufren el
efecto de ciertas condiciones difíciles en sus vi-
das, otro tipo de intervención muy prometedor
consiste en la enseñanza de habilidades de solu-
ción de problemas, las cuales proporcionan al
sujeto una estrategia general con la que enfren-
tarse a los problemas de la vida diaria (véase D'-
Zurilla y Goldfried, 1971; Spivack et al., 1976).
294 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

4.2.3. El programa de educación temprana de Wolfe

Si bien los programas expuestos tienen


unas claras posibilidades de cara a la prevención, su diseño
original se concibió con el propósito de intervenir en las fa-
milias donde hubieran casos ya consumados de maltrato in-
fantil. Por el contrario, el programa de Wolfe (1987; Wolfe
et al., 1986) se dirige a «investigar los beneficios preventi-
vos de procedimientos de intervención temprana que enfa-
tizan los aspectos cualitativos y prácticos de la relación pa-
dre-hijo, así como el incremento del funcionamiento
adaptativo del niño» (1987:184).
En efecto, el programa se dirige a padres
jóvenes con menos de cinco años de experiencia con los
hijos, que han sido derivados por la agencia estatal debido
a indicios de un cuidado del niño inadecuado. General-
mente se trata de familias compuestas únicamente por la
madre soltera (sobre los 20 años, educación primaria) que
con ayuda del Estado mantiene a su hijo. Estos niños suelen
mostrar decrementos en su proceso de desarrollo en áreas
tales como el lenguaje expresivo y receptivo, la interacción
social y habilidades motoras gruesas y finas. Los padres son
evaluados en términos de sus habilidades para el manejo
de los niños mediante interacciones estructuradas madre
(padre)-hijo, completándose también medidas de actitudes,
ajuste personal, expectativas y problemas en la crianza de
los niños. Por su parte, el niño es evaluado en su desarrollo
físico, cognitivo y conductual por personal médico y psico-
lógico.
La estructuración de los servicios ofertados
por el programa aparece en la figura 1. Los padres reciben
un entrenamiento que consta de saber emplear el refuerzo
positivo, la retirada de atención (ignorar), dar órdenes y el
castigo apropiado, todo ello de acuerdo con las necesida-
des de la familia y el grado de desarrollo del niño. Además,
los educadores enseñan a los padres a realizar actividades
diarias con sus hijos con el propósito de fortalecer las áreas
donde presentan deficiencias y fomentar su funcionamien-
to adaptativo. Esas actividades incluyen modelado y ensayo
de habilidades de lenguaje (por ejemplo, contacto ocular,
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 295

responder a frases o sonidos sencillos, etc.) y habilidades


de interacción social (por ejemplo, seguir directrices, ex-
presión de afectos y de necesidades, juego compartido con
la madre).
Figura 1

PROGRAMA DE EDUCACIÓN TEMPRANA PADRES/HIJO


Prevención del maltrato infantil con padres de alto riesgo

Como puede apreciarse, hay un marcado


interés en emplear a los padres como agentes de cambio
positivo de sus hijos, en detrimento de la ayuda directa al
niño a cargo de profesionales: «El propósito del entrena-
miento es establecer habilidades beneficiosas y experien-
cias positivas para el padre y el hijo, de ahí que el progra-
ma educativo continúe hasta que el padre haya comenzado
a emplear las habilidades de modo consistente y apropia-
do. Una vez que se ha conseguido esto, el contacto con el
educador se reduce desde dos veces a la semana hasta una
vez cada dos semanas, siguiendo luego sesiones de segui-
miento bimensuales para tareas evaluadoras» (Wolfe, 1987:
184-185).
296 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

4.2.4. Otras intervenciones cognitivo-conductuales

En los últimos diez años han abundado los


esfuerzos de intervención en familias maltratadas que, en
mayor o menor medida, comparten las ideas esenciales ex-
puestas en los programas ya comentados. Por ejemplo, y
por lo que respecta a la intervención con los padres, Helfer
(1980) sugiere un programa de «reaprendizaje de habilida-
des» para adultos que tienen pocos recursos personales pa-
ra educar a sus hijos. Esencialmente consiste en un procedi-
miento de desensibilización sistemática para reaprender
conductas que han sido asociadas con experiencias afecti-
vas negativas (tales como tocar, expresión de sentimientos,
etc.). Conger et al. (1981) diseñaron un programa para mo-
dificar la depresión maternal y la conducta de cinco madres
maltratadoras a través de la enseñanza de habilidades de
crianza, instrucción sobre el desarrollo del niño, técnicas de
control del estrés y terapia de parejas. Sandler et al. (1978)
enseñaron a emplear el refuerzo positivo a dos familias
maltratadoras. Los padres aprendieron a etiquetar en mayor
medida de forma positiva las conductas del niño, y realiza-
ron ciertas tareas que se les asignó, tales como leer el libro
de Beck (1971) «Los padres son profesores», anotar regis-
tros, etc. Se empleó como método de enseñanza el role-
playing, y los padres obtenían refuerzos materiales por la
realización de las tareas asignadas.
La intervención con niños ha sido mucho
más escasa, hasta el punto de que la mayoría de los progra-
mas han sugerido cambios en el ambiente del niño (por
ejemplo, en los responsables de su cuidado, en la nutrición,
condiciones de vida) sin garantizar sus posibles efectos a
corto y largo plazo. Las técnicas de tratamiento menciona-
das en la literatura incluyen psicoterapia, experiencia pre-
escolar, guarderías para casos de crisis y terapia familiar
(Martín, 1976). Sin embargo, y habida cuenta que el modelo
cognitivo-conductual de intervención ha cosechado éxitos
importantes en algunas de las áreas que cualifican a los ni-
ños maltratados (conducta de huida y agresiva, déficits en
el desarrollo del lenguaje, en la interacción social y en la
capacidad de solución de problemas), es de esperar que en
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 297

los próximos años se potencie y expanda la aplicación de


sus métodos a estos casos de maltrato (Azar y Twentyman,
1986).

4.2.5. Algunas precauciones en la aplicación de métodos


cognitivo-conductuales

Una primera precaución es avalada por


muchos teóricos de la intervención familiar e infantil: cam-
biar la conducta del niño sin hacer lo propio con el funcio-
namiento familiar puede ser no sólo inútil, sino perjudicial
para el niño. También hemos de atender a que los padres
no hagan un mal uso de los procedimientos que le son en-
señados. Si tienen marcadas distorsiones cognitivas con res-
pecto a sus hijos, pueden proporcionar registros e informes
inadecuados con respecto a éstos.
Finalmente, hemos de considerar, que ya
que el niño maltratado ha vivido en un ambiente primitivo
y caótico, deberían emplearse ciertos elementos comunes
de intervención, sin importar la naturaleza de la disposición
legal tomada. Tales elementos son: estimulación del desa-
rrollo, oportunidades para socializarse junto a compañeros
y figuras de adultos positivas, y un hogar seguro y cálido
(Azar y Twentyman, 1986).

4.3. La efectividad de los programas

Aunque muchos educadores trabajando en


el campo del menor maltratado han indicado porcentajes
de éxito elevado (véase, por ejemplo, Kempe y Kempe
1978; Linch y Ounstead, 1976; Pollock y Steele, 1972), los
resultados de una evaluación nacional llevada a cabo en
EE.UU. acerca de este tipo de programas han sido más bien
decepcionantes (Cohn, 1977). Cohn indicó que un 30 por
298 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

100 de la población tratada volvió a cometer actos de mal-


trato de naturaleza grave durante su participación en cual-
quiera de los programas evaluados. Sólo un 42 por 100 de
estos adultos fueron considerados como disponiendo de un
menor potencial para maltratar a sus hijos (el trabajo de
Cohn versa sobre 11 programas, que incluyen 1.724 adul-
tos). Otro hallazgo pesimista es el de Herrenkohl y Herren-
kohl (1978), quienes encontraron que de 328 familias trata-
das entre 1967 y 1976, un 50 por 100 de los padres repitió
un abuso sexual y un 44,5 por 100 volvió a descuidar gra-
vemente el cuidado del niño.
Si consideramos que el riesgo de reinci-
dencia de maltrato cuando el niño es devuelto a su familia
sin haber llevado a cabo tratamiento alguno es del 50 por
100 al 60 por 100 (Strauss y Manciaux, 1977), se compren-
derá lo descorazonador de los trabajos comentados. Sin
embargo, hemos de considerar que tales trabajos evaluati-
vos (los de Cohn y los de Herrenkohl) tienen una antigüe-
dad de unos 10 años, y en la actualidad hay otros datos más
esperanzadores.
Es el caso de los programas presentados
anteriormente. Así, en el proyecto 12 vías los resultados
evaluativos indican generalmente que se consigue una dis-
minución estadística significativa con respecto a la reinci-
dencia del maltrato en comparación con las familias no tra-
tadas por el programa (Lutzker et al., 1984). En este mismo
sentido, el modelo preventivo de Wolfe también manifiesta
una acción efectiva en las familias participantes en el pro-
grama. El programa de Kelly, por su parte, ha de contem-
plarse como una secuencialización adecuada de algunas de
las estrategias de intervención más prometedoras con que
contamos en la actualidad.

5. MALTRATO INFANTIL: CUESTIONES FINALES

¿Resulta difícil prevenir el maltrato infantil?


Muy difícil. Tanto como prevenir la conducta violenta en la
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NIÑOS MALTRATADOS 299

familia. Se trata, en buena medida, de un problema de nor-


mas y valores culturales (Gil, 1970; Gelles, 1987). Gelles
(1987) ha enfatizado la necesidad de educar a la sociedad
acerca de las consecuencias negativas de una disciplina vio-
lenta, además de pedir una mayor diligencia en las leyes
para castigar a los maltratadores de los niños. Este autor
asegura en su teoría o modelo del intercambio de la violen-
cia familiar que la estructura familiar (donde reina la desi-
gualdad entre sus miembros, la privacidad es un valor segu-
ro y no hay pérdida de estatus en amplios grupos sociales
como consecuencia del empleo del castigo físico) facilita
considerablemente la continuidad en el maltrato infantil.
Algunos autores han propuesto campañas
públicas para educar sobre el desarrollo del niño y las for-
mas de maltrato, así como para informar a las familias con
problemas sobre los modos en que pueden obtener distin-
tas ayudas (Bybee, 1979). Otros autores pretenden identifi-
car poblaciones de niños en riesgo de abuso físico o aban-
dono. Así, Helfer (1976) ha propuesto un programa
nacional para todos los menores de seis años, en un intento
de identificar varios problemas, incluyendo el maltrato in-
fantil. No obstante, hasta la fecha la dificultad de disminuir
los falsos positivos y negativos no se ha podido resolver
convenientemente. Exactamente lo mismo ocurre si intenta-
mos identificar a los padres de «alto riesgo» de maltrato a
sus hijos (Barton y Schmitt, 1980).
Es indudable que los programas cognitivo-
comportamentales que hemos expuesto tienen un gran po-
tencial en la tarea de prevención del maltrato infantil. Sin
embargo, en la medida en que las condiciones de vida de
las familias sean muy precarias, quizá lo decisivo para el
éxito de tales programas resida todavía en las prestaciones
sociales que simultáneamente debían de proveerse (Wolfe
y Manion, 1984).
Finalmente, debemos recordar que esta-
mos lejos en la actualidad de poder ajustar conveniente-
mente los modelos de tratamiento a las necesidades especí-
ficas de cada familia. Esto es así por cuanto que si bien
hemos sido capaces de detectar variables comunes a mu-
chas familias maltratadoras, ello no significa que respondan
de igual manera a los distintos esfuerzos de intervención.
300 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

BIBLIOGRAFÍA
1. De la responsabilidad de la familia.
2. Del consumo de drogas en la familia.
3. De cómo pueden actuar los padres.
4. Ante el hijo consumidor de drogas.
5. Ante el hijo no consumidor de drogas.
Bibliografía.

1. DE LA RESPONSABILIDAD DE LA FAMILIA

¿Hasta dónde llega la responsabilidad de


la familia ante el problema de las drogas? Hoy día, el pro-
blema de las drogas suele ser una de las grandes preocupa-
ciones para las familias. La falta de formación en el tema de
las drogas (León, 1986) no significa que los padres vivan al
margen de esta problemática.
En general, se puede decir que los padres
se mueven entre el miedo y la desesperanza, sin llegar a un
tratamiento serio y equilibrado del problema de las drogas.
Los padres son también hijos de un contexto sociocultural
inmerso en las contradicciones de una cultura consumista
de todo tipo de drogas. Mal informados por los medios de
comunicación social, absorbidos por trabajos alienantes,
desorientados por la evolución rápida de nuestra sociedad,
son incapaces en general de una reflexión crítica que les
lleve a una actuación coherente con la problemática.
Por todo esto, delimitar la responsabilidad
de los padres ante las drogas resulta un tanto difícil, pues,
ante todo se trata de una responsabilidad de toda la socie-
dad, de la que los padres, la familia, constituyen una parte.
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS 30 7

Por otra parte, existe una gran variedad de tipos de familias,


ubicadas en contextos muy diferentes, lo que impide acep-
tar fáciles generalizaciones. Esto explica también que exis-
tan diferentes explicaciones sobre las relaciones entre la fa-
milia y las drogas (Nicolás, 1984).
Buen número de investigaciones ponen de
relieve la influencia más o menos preponderante de los fac-
tores familiares en la génesis de las perturbaciones que lle-
van hasta el abuso de las drogas. Esta influencia familiar
puede manifestarse, incluso, a nivel de las drogodependen-
cias como forma privilegiada de reducir las tensiones per-
sonales. No hay que recordar que toda influencia social pa-
sa ordinariamente por el tamiz de la familia.
La familia debe ser un «vivero de creci-
miento» (Nowlis, 1975). Una familia bien estructurada pue-
de hacer frente a las presiones internas y externas que se le
presenten y ajustarse a cada situación. Las familias desorga-
nizadas o pobremente estructuradas se ven afectadas en su
funcionamiento con más facilidad, sobre todo en situacio-
nes de crisis. Los grupos familiares en los que un miembro
importante está ausente, en los que los controles son débi-
les o nulos, o en los que los papeles (tanto paternos como
de los hijos) son confusos, vienen a ser familias más aptas
para el florecimiento de problemas, ya a nivel familiar, ya
en alguno de sus miembros (Segond, 1975). González Duro
(1979) encuentra que los grifotas de los años cuarenta pro-
ceden de familias de nivel social bajo, desintegradas en ma-
yor o menor grado, incapaces de ofrecer un clima de segu-
ridad y protección suficiente para un desarrollo normal. En
muchos casos, el sujeto era huérfano de padre desde su in-
fancia, de madre o de ambos; o bien el padre había sido al-
cohólico o enfermo mental, o la madre sufría «mal de ner-
vios» o los padres vivían separados.
Otros autores acusan a los padres de crear
para sus hijos un mundo feliz pero irreal, al margen de las
dificultades de la vida normal (Arana, 1986). Así se evita
por sistema todo tipo de frustración para los hijos. En este
sentido, entienden que la mejor educación para que un ni-
ño no se drogue es preparar a la persona para la frustra-
ción, puesto que el individuo necesita menos defensas
308 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

frente a las frustaciones que, por supuesto, encontrará du-


rante su vida.
Habrá que tener en cuenta también aquí
que falta de información de los padres en este tema dificul-
ta y, en no pocas ocasiones, imposibilita cualquier diálogo
en el ambiente familiar. No extraña la escasa participación
de los padres a la hora de transmitir información sobre las
drogas a sus propios hijos, que recurren normalmente a los
amigos y a los medios de comunicación social (Dirección
General de Juventud, 1980).
Sin embargo, la influencia del medio fami-
liar se ejerce de forma más global y difusa. Muchas investi-
gaciones ponen de relieve que el uso de las drogas por par-
te de los jóvenes presenta una correlación negativa con
unas relaciones familiares insatisfactorias. Así, Blum (1972)
describe las características de los grupos familiares de usua-
rios comparados a las de las familias de los no usuarios.
En los adolescentes expuestos al uso de las
drogas, los padres presentan las características siguientes:
— no están seguros de su papel para con los niños, ni
incluso en su situación de matrimonio;
— son muy indulgentes, titubean al imponer los princi-
pios de los que ellos mismos dudan;
— ausencia de equilibrio entre el afecto y la disciplina;
— contener las emociones y tendencias a intelectuali-
zar al máximo por falta de confianza;
— la comunicación real y auténtica entre padres y ni-
ños resulta insuficiente;
— recurso intensivo a las medicinas en los padres;
— falta de creencias religiosas, hostilidad para con la
autoridad y tendencias progresistas en cuanto a po-
lítica y en el terreno social.
En cambio, en las familias de los sujetos
poco expuestos, encontramos los aspectos siguientes:
— lazos familiares fuertes; .
— equilibrio entre el afecto y la disciplina;
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS .109

— relaciones cordiales y serenas en el seno del matri-


monio;
— una autoridad en el padre ejercida con moderación,
firmeza y humor;
— los padres tienen confianza en sus métodos educati-
vos con principios claros de actuación: respeto, tole-
rancia, dominio de sí mismo;
— dentro de la disciplina, los niños gozan de hecho de
una gran libertad y asumen responsabilidades; sa-
ben lo que los padres esperan de ellos y tienen con-
fianza en sus pareceres; así resisten mejor a las pre-
siones de los compañeros;
— padres y niños son más indulgentes con los demás y
viven en armonía.
Según el mismo Blum (1972) se podría de-
finir cierta forma de familia que favorece el dominio de sí
mismo y la aptitud para resolver los conflictos personales
sin recurrir a las drogas.
Otros estudios llegan a conclusiones muy
parecidas. Así, en el estudio de la farmacodependencia de
una colonia suburbana de la ciudad de México, aparece
que las familias de los drogodependientes muestran pocos
recursos para solucionar el problema; no proporcionan a
éstos ningún tipo de apoyo o ayuda, más bien tienden a ex-
cluirlos como elementos «nocivos», en un intento de negar
la existencia del conflicto. Los problemas familiares no pa-
recen limitarse a un solo miembro, aunque en ocasiones re-
sulten más evidentes en algunos. En varias familias hay más
de un hijo farmacodependiente, caso que se presenta espe-
cialmente en las familias en que el padre abandonó el ho-
gar y en las que predomina un ambiente negativo (Chávez
de Sánchez y otros, 1977, pp. 121-122).
Una encuesta llevada a cabo por N. Galli
(1974) sobre la influencia de los padres en las actividades y
el comportamiento de los hijos en relación con las drogas,
efectuada con 513 alumnos de la escuela de Illinois, llegó a
las siguientes conclusiones:
— Los hijos de padres con puntuación moderada en la
310 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN IA FAMILIA

subescala de carácter dominante eran los que me-


nos experiencias habían tenido con las drogas, así
como los que mostraban actitudes más sanas hacia
las mismas.
— Los hijos de padres que tenían puntuaciones bajas
en la subescala de carácter dominante tenían un uso
de drogas considerablemente mayor.
No se observó ninguna relación entre las
actitudes y el comportamiento de los estudiantes respecto a
las drogas y la puntuación asignada a los padres en la su-
bescala de carácter indiferente.
El estudio de Streit y otros (1974) centra su
atención en la forma en que el hijo interpreta la actitud de
los padres para con él, relacionándola con el comporta-
miento del hijo con las drogas. La información se obtuvo de
1.050 niños de tres distritos escolares del Este de los EE.UU.
Se estudiaron cuatro tipos de drogas la mariguana, el LSD,
barbitúricos y anfetaminas. Los resultados pusieron de ma-
nifiesto que:
— entre las apreciaciones de los estudiantes no consu-
midores figuraba siempre el sentimiento de que
eran amados por su padre y por su madre;
— los consumidores de todas las drogas, excepto de
las anfetaminas, percibían la hostilidad del padre y
de la madre.
— los consumidores de drogas sentían que la autono-
mía concedida por sus padres iba unida a la hostili-
dad.
El estudio de T. J. Prendergast (1974) exa-
mina también la posibilidad de relación del consumo de
drogas con ciertas características de la familia. Aparecieron
los siguientes resultados:
— Al uso de medicinas con receta por el padre corres-
pondía de manera significativa el consumo de mari-
guana por el interrogado.
— El factor «control firme-control relajado» en relación
madre-hijo correspondía con la utilización de mari-
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS 311

guana por el hijo; la mayor percepción del control


iba unida a una disminución en el uso de mari-
guana.
— En la relación padre-hijo, la imposición del control
conducente a una tensión psicológica iba unida a un
mayor consumo de mariguana por el hijo.
— Los hijos de padre y madre con un elevado grado de
educación (sobre todo el padre) comunicaron un
consumo más elevado de mariguana. Podemos ver,
tal como señala el autor, que la motivación de los
adolescentes para el consumo de las drogas es múl-
tiple.
En nuestro país no existen estudios especí-
ficos sobre la familia y el consumo de drogas, aunque no
faltan referencias en estudios epidemiológicos de tipo ge-
neral, que nos aportan datos de interés para la reflexión
educativa. Aquí se recogen referencias de algunos estudios
realizados últimamente.
En el estudio realizado por Arana (1986)
en 1981 sobre la experiencia adolescente de la droga, apa-
rece que los iniciados antes de los trece años muestran su-
frir mutilación o alejamiento familiar, los que se inician a los
trece/catorce años son un grupo «gravemente paciente, sin
apoyo de la sociedad y escaso en la familia, ni siquiera en
los amigos... sin esperanza en los demás, en la vida, ni en
sí mismo». El grupo de los iniciados a los quince/dieciséis
años conviven en general con sus padres y se iniciaron «por
curiosidad, necesidad de experiencia o por nada especial.
Como una forma de estimulación de una vida burguesa
prematuramente fatigada por no haber hecho gran cosa ni
tener nada excitante que hacer. Generalmente por una so-
breprotección despersonalizada de los padres». Finalmente,
el grupo que se inicia a los diecisiete/dieciocho años apare-
ce como un grupo familiarmente desasistido, socialmente
desamparado, individualmente inseguro.
El Equipo de Investigación Sociológica
(Edis, 1985), al tratar de las relaciones familiares y el consu-
mo de drogas, llega a la conclusión de que mientras los
consumidores de drogas-medicamento disfrutan de una in-
312 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

tegración familiar normal e incluso satisfactoria, entre los


que consumen algunas drogas ilegales, sobre todo heroína,
se revela un cierto grado de conflictividad e insatisfacción
familiar.
Elzo y colaboradores (1987) en el estudio
de la población adolescente de San Sebastián llegan a con-
cluir que entre los sujetos que tienen muy mala relación fa-
miliar son pocos los abstemios y relativamente los sospe-
chosos de alcoholismo; las relaciones conflictivas o de
indiferencia en la familia se asocian con un consumo más
elevado de alcohol; el porcentaje menor de sospechosos de
alcoholismo y de bebedores excesivos lo encuentran en la
categoría de jóvenes con muy buena relación familiar. Las
mismas tendencias aparecen en el caso del consumo de po-
rros, tendencias que se amplifican en el consumo de anfeta-
minas y el consumo de cocaína: a peor relación familiar,
mayor consumo.

2. DEL CONSUMO DE DROGAS EN LA FAMILIA

Aquí no se puede olvidar la existencia de


consumo de las diferentes drogas en la familia. Veamos,
también, resultados de estudios que examinan el consumo
de drogas entre los miembros de la familia, analizando fac-
tores como el posible comportamiento imitativo de los ado-
lescentes, la importancia del ejemplo de los padres y la re-
lación general padres-hijos en el consumo de las drogas.
Así, el especialista canadiense Harold
Kallut subraya en sus trabajos que los jóvenes consumido-
res más afectados han tenido padres que eran grandes con-
sumidores de productos psicotrópicos. Smart, por su parte,
precisa que es difícil saber si el recurso a las drogas en es-
tos niños proviene de una imitación directa de los niños o
es efecto de una reacción de defensa ante las perturbacio-
nes emocionales de los mismos padres (Segond, 1975). En
este sentido, sería más el tipo de droga elegido que el uso
mismo el que expresaría la oposición de los adolescentes.
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS 313

El uso o abuso de las drogas ilegales constituye para ellos


un arma de protesta contra la sociedad establecida que pro-
mociona el tabaco, el alcohol y los psicofármacos.
Otros estudios referentes a la drogodepen-
dencia del alcohol ponen el acento en la importancia de las
costumbres de exceso en los padres etílicos (Rodríguez
Martos, Welsch, 1979). Tampoco es raro encontrar en los
consumidores de anfetaminas padres que, al mismo tiempo,
abusan del alcohol. En el estudio sobre la juventud y las dro-
gas en España (Dirección General de Juventud, 1980) apare-
ce un mayor consumo de alcohol y/o fármacos en las fami-
lias de los drogodependientes. Y no hablemos del tabaco. En
el estudio del CIS (1986) aparece que tres de cada cuatro fu-
madores españoles han tenido padres también fumadores.
En un estudio realizado por nuestro equi-
po de trabajo sobre el consumo de drogas entre menores
recluidos en un centro de tutela y de reforma, con altos
porcentajes en el consumo experimental de las diferentes
drogas legales e ilegales, aparecían antecedentes etílicos en
el 48 por 100 de los padres, 10 por 100 de las madres, 38
por 100 de los hermanos y 24 por 100 de otros parientes
(Vega y otros, 1982).
Son interesantes los datos aportados por
un estudio canadiense sobre las modalidades del consumo
de drogas en la familia (Annis, 1974). De un total de 539
hogares de adolescentes de la muestra, 491 correspondie-
ron a unidades familiares completas. Aparecieron las moda-
lidades siguientes:
— Los padres comunicaron un consumo notablemente
mayor de cigarrillos, alcohol, analgésicos y tranquili-
zantes que sus hijos e hijas.
— Los adolescentes de sexo masculino y sus padres
comunicaron un consumo mayor de alcohol y ciga-
rrillos.
— Los adolescentes de sexo femenino y sus madres co-
municaron un mayor uso de analgésicos y tranquili-
zantes.
— Se comprobaron relaciones significativas entre el
314 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

uso de cigarrillos, alcohol, analgésicos por parte del


padre y la madre.
— Sólo en dos drogas —alcohol y analgésicos— se ob-
servó una relación significativa entre el consumo de
los padres y el de los adolescentes, es decir, una re-
lación de consumo de la «misma droga».
El autor llega a la conclusión de que la mo-
dalidad de consumo de drogas puede estar influida por un
efecto de ejemplaridad de la «misma droga». Es decir, que
los adolescentes aprenden el uso de determinadas drogas
por el ejemplo de los padres. El hábito de consumir drogas
se generaliza así hasta llegar al consumo de otras.
Sin embargo, hoy, las drogas se han con-
vertido en un objeto mas de consumo, sin justificación
ideológica alguna, lo que favorece más el, recurso a las
drogas por parte de toda la población, tenga o no proble-
mática familiar. En este sentido, no se puede afirmar hoy
que el problema de las drogas afecte sólo a las familias
desestructuradas. El problema de las drogas se puede pre-
sentar en cualquier familia. Aquí hay que decir con
Rosentha y Mother (1981) que los hijos de la sociedad
son sus hijos. Como síntesis, se pueden recoger aquí las
conclusiones a las que llega Elzo (1987), tras revisar la
investigación epidemiológica y sociológica de la drogadic-
ción en Euskadi (1979-1986): todos los estudios recono-
cen el papel crucial y clave dé la familia y la concomitan-
cia entre las malas relaciones familiares (con sus padres o
entre la pareja) y el mayor consumo de drogas. También
los centros de resocialización de drogadictos reconocen
este papel fundamental de la familia. Pero no debe culpa-
bilizarse a la familia. Tanto en las familias unidas como en
las desunidas existen hijos drogodependientes y no dro-
godependientes. La familia es un factor clave, pero no el
único.

3. DE CÓMO PUEDEN ACTUAR LOS PADRES

Los padres pueden hacer mucho y más de


lo que ellos piensan. El sensacionalismo que suele presen-
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS 315

tarse en los problemas de drogas puede provocar en no po-


cos padres la sensación de impotencia ante un problema
complejo y dramático. Sin embargo, las cosas son más fáci-
les y existen más recursos a disposición de la familia de lo
que a simple vista parece. Precisamente la familia es el lu-
gar ideal para dar respuestas individualizadas y personali-
zadas a cada problema de los hijos.
Pero un requisito resulta imprescindible:
que exista una auténtica comunicación dentro de la familia.
El diálogo sintoniza con la persona, ayuda a recobrar la
confianza perdida, a caminar hacia el futuro. Pero exige de-
terminadas condiciones: equilibrio y disponibilidad, intui-
ción y preparación pedagógica, deseo de oír y renunciar a
I imponerse. Si ha de existir entre padres e hijos, tiene que
existir antes entre los mismos padres como pareja.
El diálogo familiar admite a los hijos como
auténticos interlocutores, como sujetos activos de la vida
doméstica, como fuerzas innovadoras en los proyectos
existentes (Galli, 1976, p. 292).
No debe existir ningún tema tabú en la
conversacion familiar, donde se plantarán todos los temas
que inquietan o por los que tienen curiosidad los hijos, sin
miedo de ningún tipo. Con este clima de diálogo y confian-
:a, será mucho más fácil tratar los temas de las drogas, tema
que sigue siendo conflictivo para muchos padres y que, por
lo tanto, tratan de evitar.
Este diálogo si es auténtico debe ayudar al
hijo a observar, a reflexionar, a expresarse. No olvidemos la
urgencia de una educación del sentido crítico para prever
el abuso de las drogas. El espíritu crítico supone por parte
de los padres la asunción de un método familiar educativo
de tipo democrático, así como la aceptación de no ser po-
seedores de la verdad absoluta. Sólo así los hijos serán ca-
paces de analizar toda situación nueva que se les plantee y
tornarán decisiones maduras y sanas.
El punto de partida será siempre la consi-
deración positiva del hijo, así como de sus posibilidades.
Por esto, también es muy importante que la aprobación y el
aliento tomen el lugar de la crítica y de la humillación siste-
máticas (Galli, 1976).
316 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

El diálogo sobre el tema de las drogas sólo


será viable, por otra parte, cuando los padres tengan tanta
o más información que los hijos. Recordemos que ordina-
riamente los jóvenes tienen más información que los pa-
dres. De aquí la urgencia de que los padres se informen de
forma exacta y fiable para poder dialogar con los hijos.
Los padres deben poner en alerta a sus hi-
jos sobre los peligros de las drogas desde la primera infan-
cia. Por ejemplo, pueden hacer ver a sus hijos que las medi-
cinas sólo son buenas cuando uno está enfermo y el
médico receta el medicamento.
La información deberá adaptarse siempre a
la personalidad de cada hijo y tener en cuenta siempre el
contexto en el que se desenvuelven. Como es fácil compren-
der, esto no resulta difícil cuando en el hogar existe un clima
abierto y sereno de comunicación. Entonces serán los pro-
pios hijos quienes pedirán la información que necesiten.
Cualquier ocasión puede ser buena para
proporcionar la información adecuada: noticias de periódi-
co, una emisión de radio o televisión, un hecho de la calle,
el comentario de un compañero de estudios o de juegos.
Pero en todo momento los padres deben ser conscientes de
lo que dicen y cómo lo dicen, sin miedos que falseen la re-
lación familiar y lleven a los hijos a temer a sus padres co-
mo si fueran policías. En este sentido, hay textos que pue-
den facilitar este diálogo adaptado a los diferentes niveles
de edad y personalidad.
Dos actitudes hay que evitar por igual. La
¡primera consiste en querer que los hijos actúen igual que
los padres, sin permitirles una expresión personal de origi-
nalidad y la segunda que consiste en tratar a los adolescen-
tes como niños. Los jóvenes necesitan el diálogo con los
mayores para confrontar sus problemas y aspiraciones.
Los padres deben interrogarse y compren-
der al margen de toda actitud moralizante y condenatoria.
Pero no deben pasarse al extremo contrario, el abandono y
la falta de compromiso. Son muchos los temas posibles pa-
ra el diálogo a partir de las inquietudes de los propios hijos,
así como de los problemas de nuestra sociedad.
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS 317

Tampoco se debe caer en aquellos «tópi-


cos» que suelen aparecer en los medios de comunicación
social. Para ser objetivos al tratar el tema de las drogas, con-
viene recordar siempre una serie de principios elementales
que facilitarán una mejor comunicación:
— no prestar una atención selectiva y negativa;
— distinguir entre los diversos tipos de drogas, y
— diferenciar modalidades de consumo;
— insistir más en los antecedentes y circunstancias so-
ciales que favorecen el consumo y adopten una pos-
tura más crítica y activa de cara a las soluciones;
— presentar el problema sin traumatismos ni prejuicios
y en toda su complejidad.
Pero esta comunicación educativa no pue-
de quedar encasillada en las cuatro paredes del propio ho-
gar. No hay que olvidar todas las influencias que el hijo re-
cibe del medio en el que vive: escuela, calle, medios de
comunicación social, etc. Ningún padre que quiera cumplir
con su responsabilidad educadora puede permanecer al
margen de estas otras instituciones entre las que cabe des-
tacar la función educadora de la escuela (Vega, 1983) y la
comunidad a la que pertenecen con todos los servicios de
que dispone.
Los padres se han de convertir aquí en
«otro poder» que colabora con estas instituciones para con-
trarrestar el consumo y abuso de las diferentes drogas,
combatir las presiones sociales que favorecen la expansión
de las drogas, crear un ambiente libre de drogas en los ho-
gares, en los centros educativos, en la comunidad.

4. ANTE EL HIJO CONSUMIDOR DE DROGAS

Desde este planteamiento general, se pue-


den entender mejor una serie de criterios concretos de ac-
tuación cuando el hijo está implicado en el consumo de
318 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

drogas. Aquí se presentan, en primer lugar, situaciones rela-


cionadas con el consumo de drogas por parte de los hijos,
así como una serie de criterios básicos de actuación recogi-
dos de la guía para padres preocupados por las drogas
(Junta de Andalucía, 1983). De todas formas, no se pueden
olvidar la existencia de «mitos familiares» (Sternschuss Anjel
y otros, 1987), que dificultan la tarea educativa.
Si el hijo ya se ha iniciado en el consumo
de drogas, evite:
• Desesperarse: no todos los que se inician en el con-
sumo de drogas se convierten en consumidores ha-
bituales.
• Culparle y «echarle en cara» todo lo que usted ha he-
cho por él.
• Convertirse en perseguidor obsesionado de todos
sus pasos.
• Criticar de forma continua y/o violenta sus compor-
tamientos.
• Utilizar el castigo como recurso para evitar la conti-
nuación del consumo.
• Acosarle continuamente con preguntas, acusaciones,
etcétera, pues así conseguirá una mayor distancia.
• Desentenderse de él, dejando de prestarle atención.
En esta situación, los padres han de procu-
rar una comunicación más profunda, que puede orientarse
por los principios siguientes:
• Dialogar con su hijo analizando las circunstancias
que le llevaron al consumo.
• Reflexionar sobre lo que puede hacer por su hijo e
intentar prestar más atención y tiempo a su hijo.
• Estimular el acercamiento del hijo hacia los padres,
como personas en las que podrá encontrar siempre
ayuda.
• Reflexionar en común sobre las posibles formas de
ayudar a su hijo.
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS 319

• Aceptar siempre al hijo como persona, independien-


temente de lo que haga.
Otra situación mucho más complicada es
aquella en la que el hijo no parece dispuesto a dejar el con-
sumo de las drogas. En una situación así resulta muy difícil
seguir abierto a un diálogo comprometido y esperanzado.
A parte de las formas de actuar a evitar señaladas en el caso
anterior, es necesario no ceder a los chantajes del hijo, me-
diante amenazas de autolesiones, delitos o promesas de cu-
ración. Al contrario, en este diálogo comprometido con el
hijo, los padres procurarán:
• Hablar con el hijo con respeto y confianza.
• Reconocer y asumir que su hijo depende ya de las
drogas, lo que impide y coarta su libertad.
• Aprovechar cuantas ocasiones se presenten para ini-
ciar el tratamiento que convenga.
• Establecer unos límites de convivencia familiar, don-
de el hijo reciba siempre la atención que necesite.
• Mantener la calma ante el síndrome de abstinencia,
sin aceptar chantajes.
Tenemos la tercera situación, en principio
más feliz, aunque no menos complicada, cuando el hijo ha
tomado la decisión de abandonar el consumo de las dro-
gas. Habrá que evitar reproches por conductas pasadas,
comportamientos rígidos o posiciones de abandono ante
los problemas del hijo. Al contrario, como señala la guía
antes indicada (Junta de Andalucía, 1986), los padres pro-
curarán:
• Acudir a un centro o profesionales cualificados que
asesoren sobre el tratamiento más adecuado para su
hijo.
• Colaborar con los profesionales encargados del trata-
miento, participando activamente en todas las activi-
dades indicadas por ellos.
• Adoptar una postura comprensiva, entendiendo que
su hijo es el primer interesado en dejar las drogas.
320 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

• No desalentarse si, durante el tratamiento, el compor-


tamiento del hijo no se adapta exactamente a lo espe-
rado.

5. ANTE EL HIJO NO CONSUMIDOR DE DROGAS

Pero existe otra situación que no se puede


olvidar aquí y que, por otra parte, es la más común: cuando
el hijo no está implicado en el consumo de drogas. Es ésta
por suerte la situación más normal, pero que también pide
respuestas a los padres, ya que cualquier hijo puede llegar
al consumo por diferentes factores y circunstancias, como
pueden verse en los estudios epidemiológicos.
También aquí se puede recoger una serie
de criterios básicos, que convendrá recordar con frecuen-
cia, más allá de los consejos moralistas, las amenazas de
castigo o el recurso al miedo de los efectos negativos de las
drogas. Estos criterios básicos son:
• Ser consciente de que ninguna familia está por enci-
ma o por debajo de la posibilidad de la drogodepen-
dencia en el propio hogar.
• Hablar «con» y no «a» los hijos sobre el problema de
las drogas, con información realista y objetiva.
• Aceptar la posibilidad de que el consumidor de dro-
gas no es un enfermo mental o un degenerado por
principio, sino que forma parte de un problema so-
cial más amplio y complejo.
• Participar en la propia comunidad en todas las activi-
dades encaminadas a corregir problemas sociales
que están detrás de las drogodependencias.
• Prevenir es educar a los hijos no sólo con hechos, si-
no también con principios.
• Educar sobre las drogas exige en primer lugar el
ejemplo de los padres, así como la oferta de alterna-
tivas más interesantes que las mismas drogas.
LA FAMILIA ANTE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS 321

Dejemos de lado a propósito la clásica «lis-


ta de síntomas del abuso de las drogas». Cuando en la fami-
lia existe una atención continua y un diálogo comprometi-
do con los hijos, los padres no necesitan de un listado de
indicadores que le hagan ver que su hijo tiene problemas.
Será el propio hijo quien de muchas formas indicará que
necesita ayuda. Por otra parte, cuando los padres disponen
de una información y una formación mínima sobre las dro-
gas (Vega, 1982), dispondrán de la información que necesi-
tan para saber cuando puede existir problema de drogas.

BIBLIOGRAFÍA
1. Influencia de los padres en el desarrollo y educación de los hi-
jos.
1.1. Manifestaciones de la influencia familiar.
1.1.1. Influencias hereditarias.
1.1.2. Influencias ambientales.
1.2. Estudio de las principales influencias familiares.
1.2.1. La personalidad básica.
1.2.2. El cerebro.
1.2.3. Los logros de los hijos.
1.2.4. La correcta socialización.
2. La preparación para la vida familiar en la escuela.
2.1. La disposición personal hacia los demás.
2.2. Relaciones humanas e ideología.
2.3. El control psicológico de las relaciones humanas.
2.4. Modos más corrientes y comunes de tratamiento de la fami-
lia en los currícula escolares en los Estados Unidos.
3. La preparación continua de los padres para su función educa-
dora.
3.1. Objetivos a conseguir en la preparación de los padres para
su función educadora.
3.2. Metodología a seguir en la preparación de los padres.
3.3. Los medios a utilizar en la formación de los padres.
3.4. Los sujetos de formación.
3.5. Realizaciones.
3.6. La formación de los animadores.
Bibliografía.

En todas las sociedades humanas, la insti-


tución básica y absolutamente necesaria es la familia.
Independientemente del número y el sexo de los miembros
de la familia, sus normas, sus funciones y la relación entre
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU PUNCIÓN EDUCADORA 325

ellos, la estructura social de cada cultura comienza con cier-


to tipo de unidad familiar.
«La familia sigue siendo insustituible; el
Estado debe ayudar más a la familia a cumplir su misión
educadora con los hijos.»
Tal es la conclusión a la que llegaron los
ministros encargados de los asuntos familiares del Consejo
de Europa al finalizar una conferencia celebrada en Estras-
burgo en 1985.
Si se tiene en cuenta que los padres son los
primeros educadores naturales, con todo lo que supone
precisamente el ser primeros; que se constituyen de por sí
en tremendos condicionantes del desarrollo futuro de sus
hijos; que, según sean unas u otras sus actitudes, su con-
ducta y las relaciones mantenidas entre sí y con sus hijos,
los resultados pueden ser muy positivos o muy negativos,
se comprenderá cómo una de las grandes lagunas de nues-
tro sistema educativo es, sin duda, el de la preparación de
los padres, tanto durante el período obligatorio mediante la
creación de actitudes positivas y el ofrecimiento de conoci-
mientos básicos de psicología, cuanto en un período poste-
rior, incluida dentro de una educación permanente, como
formación pre y posmatrimonial.
Para justificar la necesidad de una forma-
ción continuada de los futuros o actuales padres, desarro-
llaremos a continuación tres apartados:
a) Influencia de los padres en el desarrollo y educa-
ción de los hijos.
b) Educación para la vida familiar en la escuela.
c) La preparación continua de los padres para su fun-
ción educadora.
326 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

1. INFLUENCIA DE LOS PADRES EN EL DESARROLLO Y EDUCACIÓN


DE LOS HIJOS

1.1. Manifestaciones de la influencia familiar

Las manifestaciones de las influencias pa-


rentales son muchas y muy variadas y se refieren a todos
los órdenes.

1.1.1. Influencias hereditarias

Hoy por hoy es imposible determinar en la


mayoría de los casos si una influencia es claramente am-
biental o hereditaria, no obstante, en casi todas las ocasio-
nes el resultado es fruto de la interacción de ambas clases.
Sin embargo, y a título de ejemplo, podríamos reseñar las
siguientes:
a) La raza, netamente de carácter hereditario, con todo
lo que lleva consigo de condicionamientos socio-
económico-culturales.
b) El sexo, y los consiguientes condicionamientos en
cuanto a nivel cultural y profesional y a la realiza-
ción personal. Por otra parte, el nacer con uno u
otro sexo puede llevar consigo ciertos rechazos por
parte de los padres.
c) La transmisión de determinadas enfermedades, la
predisposición a otras, la mayor o menor fortaleza
física, con sus consiguientes consecuencias.
d) Los condicionamientos respecto al nivel mental, más
estrechos en determinados casos y más amplios en
la mayoría. El caso de la fenilcetonuria es de clara
causación genética: un gen recesivo autosómico vie-
ne a trastornar la evolución de las estructuras cere-
brales.
e) El profesor Rodríguez Delgado ("1972) afirma que la
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 327

herencia proporciona la base anatómica y fisiológica


del sistema nervioso.
f) Pinillos (1976), al estudiar las teorías relativas a la
personalidad, agrupa algunas bajo el epígrafe de
modelo biológico. Tales teorías explican los rasgos
de la personalidad como la introversión o neuroti-
cismo, como dependientes de estructuras con base
neurológica. El autor más conocido dentro de este
modelo es Eysenck.

1.1.2. Influencias ambientales

a) Respecto a la situación social


La familia sitúa a sus hijos dentro de una
nación, desarrollada, en vías de desarrollo o subdesarrolla-
da. Dentro de la misma el individuo puede pertenecer a
una u otra raza —dominante o dominada—, formar parte
de una clase social concreta; ahora bien, la clase social lleva
implícita toda una serie de influencias sutiles como la ali-
mentación, nutrición, higiene, economía, ambiente y nivel
cultural. De igual modo los padres condicionan la ideología
político-social de sus hijos, su sistema y escala de valores,
su religión o su postura frente a la trascendencia.
b) Relaciones con la situación económica
Los padres pueden ser propietarios de me-
dios de producción o asalariados, ya lo sean en cuadros di-
rectivos, medios o administrativos, con las consiguientes
amplitudes o penurias económicas, que repercuten tanto
en la alimentación como en los medios educativos o en la
amplitud o calidad de la vivienda, no indica sino los aspec-
tos más fácilmente apreciables.
A este propósito, las investigaciones de
Burt indican la existencia de una correlación de 0,67 entre
la pobreza y la delincuencia y, en una encuesta sobre la po-
blación penitenciaria andaluza, sobre N = 462, da como re-
sultado que 360 sujetos —el 78 por 100— pertenecen a me-
dios pobres.
328 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

La situación económica y social, por últi-


mo, de los padres es condicionamiento de la futura ubica-
ción de los hijos.

c) En relación con la situación educativa


El nivel cultural de los padres condiciona el
nivel de los hijos, tanto por lo que supone ofrecer un ambien-
te culturalmente más o menos estimulante, cuanto por la va-
loración y consiguiente acción, de todo lo cultural, situándolo
más o menos arriba dentro del propio sistema de valores.
Por otra parte, las herramientas básicas
—lenguaje, idioma— son adquiridas con mayor o menor
facilidad y riqueza. Los hijos de familias humildes, con fre-
cuencia, deben sacrificar lo importante a lo urgente.
Por otra parte, los hijos de clases menos
dotadas en este aspecto con frecuencia carecen de una
orientación y de un plan de acción de cara al futuro, lo que
les hace perder mucho tiempo en ensayos y errores; ade-
más, con frecuencia deben escoger estudios determinados
en función de la facilidad para cursarlos, porque en su ciu-
dad están éstos y no otros. García Yagüe (1978) afirma, co-
mo consecuencia de determinadas investigaciones, que los
hijos de familias poco apuntaladas en la vida cultural están
más expuestos al abandono del esfuerzo, en ocasiones tras
una tensión admirable durante la carrera, no llegando a
consolidar una posición por la que han luchado con denue-
do, entre otras cosas por no ser capaces de superar las pri-
meras frustraciones.
Igualmente se ha apreciado una repercusión
notable del nivel cultural sobre los índices de delincuencia.

d) Referidas a la Idealización geográfica de la familia


El nacer en una familia rural o urbana ofre-
ce diferentes posibilidades para el acceso a la cultura y ni-
vel educativo a alcanzar. No siempre llega la beca, si es que
se tiene, a sufragar los gastos de un colegio-internado o de
un piso. Por otra parte, las posibilidades formativas —cines.
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA. 329

teatros, conferencias, museos— varían enormemente de


una gran ciudad a la aldea.

e) En relación con la situación profesional


Nacer en una familia campesina, marinera
u obrera condiciona tanto por lo que respecta a los ingre-
sos cuanto a la valoración de la cultura o a las mismas posi-
bilidades de mejora.
Igualmente, la familia condiciona la elec-
ción profesional, tanto en el sentido de elegir la profesión
del padre cuando éste como el ambiente que le rodea es
atractivo, como en el de ir a cualquier otra por la poca valo-
ración que hace el padre o por las actitudes de éste hacia
aquélla, entre otras razones. No debe olvidarse otro tipo de
condicionamiento bastante frecuente: empujar al hijo a de-
terminada profesión frustrada de los padres.

1.2. Estudio de las principales influencias familiares

1.2.1. La personalidad básica

Tal vez las mayores influencias de la fami-


lia sean aquellas que afectan a la personalidad básica de los
hijos en cuanto que éstos, justamente a partir de ella y con
ella, se van a enfrentar al mundo y a los demás, percibien-
do todas las nuevas experiencias con un determinado ma-
tiz, alegre, confiado, emprendedor, o triste, receloso y de-
fensivo.
En este sentido, Conde (1984) afirma que
la familia es el lugar de elaboración de los mecanismos bá-
sicos de la personalidad; en ella se da —afirma— una se-
gunda gestación de orden sociocultural, ya que en su seno
se inicia la persona social, se establecen según Pinillos
(1975) las urdimbres afectivas primarias, se forman las acti-
tudes básicas, se refuerzan las pautas y valores compartidos
330 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

y se produce una reducción de los estados de ansiedad; pe-


ro, sobre todo, la familia es el órgano de personación y arti-
culación de la personalidad básica.
La personalidad básica de un individuo,
pues, surge de la confluencia de dos factores: su constitu-
ción psicobiológica y su ambiente cultural. «Este concepto
expresa los rasgos comunes en el estilo de vida de los
miembros de un grupo cultural, transmitidos por la educa-
ción y expresados en sus costumbres, sus sentimientos, sus
ideas y sus actitudes» (Horton, P., y Horton, R., 1973).
Conviene destacar como una de las in-
fluencias de mayor trascendencia en el desarrollo de la per-
sonalidad la ejercida especialmente por los padres en la for-
mación del sentimiento básico de seguridad. Este
sentimiento, en la base de la actitud radical de apertura, tie-
ne a su vez como origen la protección afectivo-efectiva del
niño, el grado en que se sienta acogido, amado, aceptado,
todo ello captado por la satisfacción de sus más imperiosas
necesidades. Según Spitz (1968), este clima de protección,
de seguridad, es de radical importancia para la integración
del yo. En este mismo sentido, la mayoría de los autores
—Kaminsky (1981), Marín Ibáñez (1972), López, F. (1981),
Maslow, Hurlock, etc.— relacionan la seguridad como una
necesidad básica del ser humano.
La importancia de la seguridad es tan gran-
de que se proyecta en uno de los grandes problemas de
nuestro tiempo, la droga. Así lo ha demostrado el profesor
Lucarino (1979) en una investigación realizada con toxicó-
manos, de donde deduce que el 70 por 100 de los casos
examinados por él corresponde a muchachos que revelaban
la componente de una inseguridad fundamental, causada in-
dudablemente por la familia, que no habría sabido constituir
lo que los psicólogos llaman la primera unidad de grupo.

1.2.2. El cerebro

En otro orden de cosas, los padres tienen


una trascendental influencia en el cerebro y en todo el sis-
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 331

tema nervioso. Rodríguez Delgado (1972) afirma que, en


contra de lo que se cree, el cerebro del recién nacido no es
autosuficiente ni puede alcanzar por sí solo un desarrollo
normal, sino que depende de manera decisiva del aporte
sensorial recibido en edades tempranas. Igual afirmación
realiza el profesor Korring (1981) hablando de las configu-
raciones de la actividad nerviosa.
En efecto, parece ser que, si bien no exis-
ten diferencias apreciables en el cerebro de los niños de
países primitivos y de los más desarrollados en el momento
del nacimiento, sí que se dan ya, y son de notable impor-
tancia, a los cinco o seis años, siendo las causas de las mis-
mas la riqueza sensorial del medio en que se desarrollan.
La magnitud y trascendencia de la influen-
cia familiar en este campo es verdaderamente notable, ya
que el cerebro del niño, que en principio podría aprender
cualquier cosa, lo que aprende realmente es aquello que el
grupo en que vive le selecciona —él todavía no tiene capa-
cidad de selección—, lo que representa para aquélla una
tremenda responsabilidad.

1.2.3. Los logros de los hijos

Una influencia muy sutil a la par que im-


portante es la surgida de las actitudes de los padres en tor-
no a las posibilidades y personalidad de sus hijos.
Mia Kellmer reseña estudios de Tizard y
Grad (1961), Kellmer y Fiddes (1970), Dinnage (1971-1972),
Pilling (1973), entre otros, que demuestran cómo las metas
que un niño minusválido puede alcanzar a largo plazo de-
penden no tanto de la natualeza, severidad u origen de su
condición cuanto de las actitudes de quienes le rodean, pri-
mero de sus padres y luego de sus maestros y compañeros.
Esto es una muestra de algo que se viene aceptando total-
mente/las esperanzas que una persona tiene sobre la con-
ducta de otra suelen tener el carácter de profecía de auto-
rrealización; y ello tanto más cuanto más valorada sea tal
persona que espera la conducta del otro) Y qué duda cabe
332 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

que, durante la primera decena de años son los padres, en


la inmensa mayoría de los casos, las figuras adultas más va-
loradas.

1.2.4. La correcta socialización

Otra notable influencia, que en muchos as-


pectos está relacionada con los ámbitos anteriores, se refie-
re a la correcta socialización.
La socialización, que es la introducción de
un individuo en la vida y costumbres de una sociedad, tie-
ne diversos momentos, tanto cronológicos como estructura-
les. Básicamente son dos: socialización primaria y secunda-
ria (que corresponden, respectivamente, a los fenómenos
denominados «endoculturación» y «aculturación»).
Pues bien, la socialización primaria es la
primera fase de la socialización, por la cual el hombre en su
infancia asimila la cultura básica de su sociedad, constru-
yendo así su primer universo. Tiene lugar en los llamados
grupos «primarios», cuyo prototipo es la familia.
En la socialización primaria juegan para el
niño un papel muy importante sus «otros significativos». Son
para el niño los «otros significativos» aquellas personas que
le aparecen con un halo de prestigio e importancia, y a los
cuales se siente vinculado por la admiración, el afecto y la
dependencia. No cabe duda que no existen a los ojos del
niño unos seres más significativos que sus padres, ellos
funcionan respecto del niño como modelos para su apren-
dizaje social, imitando su comportamiento en tanto que es
visto como útil. «El niño se identifica con ellos, internaliza
sus roles y estatus, con lo cual se hace capaz de llegar a su
propio yo e identificarse consigo mismo» (Michel, A., 1974).
De lo dicho hasta aquí podemos llegar a la
conclusión de la fundamental importancia que la familia, y
en concreto los padres, tienen sobre el desarrollo de sus hi-
jos en todos los campos.
No parece justo, o al menos no parece,
que la sociedad, en general, y la escuela, en particular, de-
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 333

ban quedarse con los brazos cruzados ante la preparación


de éstos, tanto durante el período de escolaridad como en
un período posterior, incluida dentro de una educación
permanente, como formación pre y posmatrimonial.

2. LA PREPARACIÓN PARA LA VIDA FAMILIAR EN LA ESCUELA

Lograr una buena convivencia, entendida a


un nivel interpersonal y a un nivel colectivo, a través de
una educación para las relaciones humanas está a la base
para una futura vida familiar exitosa. Casi todas las actua-
ciones humanas implican relaciones con los demás, y su
éxito o fracaso depende, en buena parte, de cómo se llevan
esas relaciones; es por eso que la escuela no debe dejar al
azar el cultivo de esta dimensión.
Es impresionante lo que se puede conse-
guir de las personas según el modo de tratarlas. Esto cabe
enfocarlo de una manera interesada o de una manera de-
sinteresada. Esta última mira al bien de los demás; según
los tratemos haremos que adopten buenas actitudes, reac-
cionen como deben o actúen como les conviene.
Es en este aspecto que las relaciones hu-
manas han sido poco cultivadas y es precisamente el que se
ha de tener en cuenta en educación, la cual, como es sabi-
do, actúa desinteresadamente procurando el bien de los in-
dividuos.
Preocupándonos aquí por los educandos a
fin de que sepan vivir como personas, enfocamos las rela-
ciones humanas sólo en sus supuestos convivenciales, que
tienen a la vez una dimensión antropológica, una dimen-
sión ideológica y otra psicológica. Diremos algo acerca de
cada una de ellas.

2.1. La disposición personal hacia los demás

Las relaciones que mantenemos con las


personas es algo de lo más valioso de la vida, cuando
334 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

esas relaciones se llenan de contenido, de buena volun-


tad, de afecto recíproco, de comunicación y de compe-
netración. Conviene, pues, que el educando no se aisle,
no sea un ser anónimo, sino que devenga apertura. Su
pensamiento ha de terminar en expresividad y diálogo;
su individualismo, en sociabilidad; su egocentrismo, en
adaptabilidad y su egoísmo en relaciones desintere-
sadas.
El caldo de cultivo, donde las relaciones
humanas toman la forma de relaciones personales, se en-
cuentra en los grupos primarios, y es pensando en ellos
que cabe montar una verdadera campaña de educación pa-
ra unas mejores relaciones personales.
Si tales relaciones no se cultivan en los
centros educativos y se dejan abandonadas a su curso es-
pontáneo, terminan a menudo en un lamentable fracaso,
que incide e incidirá en la adaptabilidad del educando en
los distintos grupos en los que le tocará insertarse a lo largo
de su vida, y uno de esos grupos con más peso específico
es la familia.

2.2. Relaciones humanas e ideología

Las relaciones humanas que se establecen


entre dos o más personas o en el seno de un grupo vienen
determinadas, en ciertos aspectos, por la ideología que im-
pera en esas relaciones, esto es, en las personas que las
controlan. Dichos aspectos se reducen, en última instancia,
al uso que de esas relaciones humanas hacen algunas per-
sonas para conseguir, mediante ellas, el triunfo de sus inte-
reses egoístas, a costa de los demás. El método de acción
de estas personas suele ser el autoritarismo, actitud que he-
mos visto funcionar y aún lo vemos, tanto en la sociedad, la
familia y la escuela. El antídoto contra el autoritarismo es la
concepción y vivencia de la igualdad entre los hombres,
por parte del maestro y de los alumnos. Si la escuela educa
para que los alumnos piensen y obren en consecuencia con
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 335

este ideal, está echando uno de los pilares claves para la vi-
da en familia.

2.3. El control psicológico de las relaciones humanas

Las fisuras que, en no pocos casos, apare-


cen en las relaciones humanas tienen su raíz en las caracte-
rísticas psicológicas de las personas. Las personas funcio-
nan psicológicamente, y su psicología individual, por
consiguiente, constituye un gran condicionante de sus inte-
rrelaciones. Las personas deberán conocer, pues, las opor-
tunas técnicas que les permiten superar las dificultades que
se presentan. Capacitar a los individuos para ello es una ta-
rea primordial de la educación para las relaciones humanas
en general, y las relaciones familiares, en particular.
En la educación escolar cultivar la disposi-
ción hacia los demás, la igualdad fundamental (de dignidad
y de derecho) entre los hombres, entre los miembros de la
comunidad escolar e incluir, como cosa importante, unas
nociones claras y prácticas de educación, una perspectiva
psicológica, para las relaciones humanas constituye un ca-
pítulo imprescindible en la lección fundamental que es la
preparación para la vida familiar futura.
Cabe preguntarse ahora ¿la educación fa-
miliar debería formar parte de los contenidos que se impar-
ten en la escuela?
En este apartado examinaremos breve-
mente algunos de los factores que producen esta situación.
También expondremos algunos de los modos más comu-
nes y corrientes de tratamiento de la familia en el plan de
estudios en Estados Unidos, indicando los problemas y di-
lemas que acompañan a este campo de estudio.
¿Por qué, si cada uno de nosotros ha teni-
do experiencia y conocimiento directo de una familia, cabe
esperar que el ya de por sí cargado plan de estudios escolar
asuma otra responsabilidad a este respecto?
336 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN IA FAMILIA

El «conocimiento» que se deriva de nuestra


experiencia familiar está cargado, y conformado, por una in-
superable subjetividad y emoción; por tanto, no siempre es
una guía fiable para la verdad y la acción. El conocimiento de
que se dispone gracias a los científicos sociales puede contra-
rrestar este prejuicio revelando los hechos que hasta ahora se
ignoran, de manera que el sujeto abra los ojos a situaciones y
alternativas que hasta el momento no se han reconocido.
Incluso la mención de que estamos vivien-
do en un tiempo de notable cambio social sería elaborar lo
obvio. Toda la estructura social está sufriendo mutaciones y
cambios drásticos y, sin duda, la máxima tensión recae so-
bre la unidad de la familia tradicional.
Es seguro que cada uno de nosotros, tanto
maestros como alumnos, en algún momento de su vida
afrontará preguntas como las siguientes:
«¿Cuáles son las obligaciones reales de los
miembros de la familia entre sí?»
«¿Que colectividad de individuos constitu-
ye una familia para de esta manera conocerla como una
unidad social, económica y legal?»
Parece que unas acertadas respuestas a es-
tas preguntas exigen que el tema de la familia se incluya en
los planes de estudios escolares.

2.4. Modos más corrientes y comunes de tratamiento


de la familia en los curricula escolares
en los Estados Unidos

En la educación primaria, el estudio de la


familia y de la vida familiar abarca un enfoque bastante
normal en los estudios sociales en los primeros años. El
curso sobre «familias», en Our Working World (Nuestro
mundo en acción), de Lawrence Senesh (1980), pasa de
una descripción de las familias en el propio país y en otros
países a la consideración de la pregunta «¿Qué me hace ser
como soy?» y el efecto de la vida familiar sobre el desarrollo
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 33 7

de la persona. Se consideran los cambios en la estructura


familiar y se concede gran importancia a la familia como
unidad económica. El curso concluye con una serie de lec-
ciones sobre la toma de decisiones familiares y la planifica-
ción del futuro.
En años recientes se han confeccionado va-
rios trabajos para tratar a la familia con una perspectiva inter-
disciplinaria. En ellos figura el confeccionado por March
(1982), Man: a course of study (El hombre: un curso de estu-
dio). Es un plan de estudios para los cursos de enseñanza
media, que se basa en la antropología y que utiliza la meto-
dología comparativa para su estudio.
Otro ejemplo notable del tratamiento in-
terdisciplinario de la familia es el plan de estudios desa-
rrollado bajo la dirección de la profesora Edith West
(1977) para los años del parvulario hasta el penúltimo
curso de la educación primaria. El proyecto abarca ocho
estudios familiares: la familia india hopi, la familia japo-
nesa, la familia antigua de Nueva Inglaterra, la familia as-
hanti de Gana, la familia Kibbutz en Israel, la familia so-
viética en Moscú, la familia quechua en Perú y la familia
aljanquina.
El programa persigue la finalidad de pre-
sentar a los estudiantes, desde su temprana edad, informa-
ción sobre muchas culturas.
El «Human Sciences Program, 1983», se ha
confeccionado para desarrollarse en los centros de ense-
ñanza media. Ofrece a los estudiantes la oportunidad de in-
dagar su propia herencia familiar, utilizando para ello entre-
vistas o correspondencia con los miembros vivos de la
familia, el estudio de objetos familiares: partidas de naci-
miento, de defunción, de matrimonio, escrituras de propie-
dad, álbumes fotográficos, etc. Se estimula a los estudiantes
a confeccionar un perfil de su propia unidad familiar par-
tiendo de sus antepasados.
No son los únicos programas que se impar-
ten y que tienen por objeto de estudio a la familia. En mu-
chos centros de enseñanza media el estudiante puede elegir
como materia optativa, dentro del área de conocimiento de
338 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

sociales, la asignatura de sociología. En este curso de socio-


logía por lo general se le exponen al estudiante los factores
demográficos que describen la familia relacionándolos con la
pertenencia a una clase social y a los cambios dentro de la
estructura social. Los datos de actualidad que describen el
matrimonio, el tamaño de la familia, etc.
En otros centros de enseñanza media se im-
parte un curso de psicología que trata por lo general los as-
pectos emocionales y afiliativos de la familia y considera a
ésta como un aspecto significativo de apoyo en las etapas de
desarrollo de la infancia y de la adolescencia. La experiencia
familiar puede estudiarse como una fuente importante del
concepto de sí mismo y la propia autoestima.
La familia suele ser un tema que se consi-
dera en los cursos de economía doméstica, cuyo enfoque
varía desde la administración y realce del hogar hasta las di-
versas necesidades nutritivas para los niños y los miembros
adultos de la familia. Un curso que se ofrece con frecuencia,
en no pocos centros, es el titulado «Vida Familiar». Este curso
puede tratar algunos de los temas que hemos descrito en los
programas citados, pero dedican gran tiempo a temas tales
como: el noviazgo, el matrimonio y la educación sexual.
¿Qué problemas y dilemas se plantean en
torno al lugar que tiene el estudio de la familia en el plan de
estudios? Aunque existen padres que consideran que el tema
de la familia es un territorio de instrucción del cual solamen-
te ellos son responsables, por incluir fenómenos y procesos
tales como el divorcio, la sexualidad, etc., que caen bajo la
prerrogativa de la propia familia. Sin embargo, hoy, una in-
mensa mayoría está llegando a la conclusión de que cierto ti-
po de estudios formales en este aspecto no solamente es
conveniente, sino esencial. Las escuelas, enfocando el tema
de la familia bajo base optativa, han tratado de dar una res-
puesta a ambas tendencias de los padres.
Sin embargo, el estudio del tema de la fami-
lia en los programas escolares, plantea algunas otras dificul-
tades, tales como ¿qué debe incluir esta educación? Cuando
se habla de familia ¿a qué modelo nos referimos, al modelo
de familia nuclear con sus miembros desempeñando sus ro-
les tradicionales? Si la respuesta es afirmativa, ¿qué dice esto
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 339

a los cientos de estudiantes que viven en circunstancias fami-


liares muy diferentes? La solución de estos problemas es di-
versa, no obstante, se abre camino la tendencia de que sea la
comunidad educativa de cada centro (padres, maestros y
alumnos), según las circunstancias y características del medio
ambiente social, la que dé las respuestas apropiadas.
De cualquier modo, parece irónico que el
estudiante tenga una amplia gama de oportunidades en la
escuela para adquirir una serie de aprendizajes muy diver-
sos y que no adquiera suficientes habilidades para relacio-
narse con sus congéneres en la actualidad, base de sus fu-
turas relaciones familiares. La escuela no puede dejar al
azar este aprendizaje tan importante.

3. LA PREPARACIÓN CONTINUA DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN


EDUCADORA

Del estudio de los dos puntos anteriores


podemos llegar a la conclusión de la fundamental impor-
tancia que la familia, y en concreto los padres, tienen sobre
el desarrollo de sus hijos en todos los campos, incluido de
modo especial el educativo. La preparación para ser pa-
dres, por su importancia capital para los individuos y para
la sociedad en general, exige una meticulosa y larga prepa-
ración, tanto en la escuela, creando actitudes positivas y
ofreciendo conocimientos básicos sobre la familia, como en
un período posterior, incluyéndola dentro de una educa-
ción permanente, como formación pre y posmatrimonial.

3.1. Objetivos a conseguir en la preparación de los padres


para su función educadora

Cabría hablar de dos clases de objetivos:


a) objetivos a nivel informativo; b) objetivos a nivel forma-
tivo.
340 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Con los primeros, de carácter psicopeda-


gógico, se trata de conseguir que los padres conozcan me-
jor a sus hijos, las características de su evolución, los rasgos
propios de cada estadio evolutivo, los problemas típicos
que experimentan, sus necesidades más perentorias y el
tratamiento más adecuado al momento evolutivo y a cada
una de las situaciones concretas, como el nivel de exigen-
cia o responsabilidad, los premios y castigos, la correcta
modificación de los instintos, la educación para el uso del
dinero o cualquiera de los otros problemas de cada día.
Con la segunda clase de objetivos, los for-
mativos, se trata de incidir en los padres para que superen
las limitaciones en su propia formación. Los problemas en
la familia se pueden producir por no saber los padres cuál
es la forma correcta de actuación en un determinado mo-
mento evolutivo o ante un determinado problema. Pero
no es menos cierto que el problema con frecuencia resulta
no tanto de «no saber» cuanto de «no tener» y, aún más, de
«no ser».
Dentro de este campo podríamos resaltar
los siguientes objetivos:
1. Capacitar a los padres para que alcancen la posesión
de actitudes abiertas ante un mundo de cambios ver-
tiginosos que viene a aumentar la tradicional cima
intergeneracional. Conviene advertir que la apertura
hacia ese mundo de cambios rápidos y bruscos debe
hacerse compatible con el respeto y la irrenunciabili-
dad a los valores perennes de la familia.
2. Mejorar las relaciones familiares tanto conyugales
como paternofiliales y fraternales, ayudando a la
aceptación de sí mismo y de los demás, lo que
emerge de una profunda valoración de los bienes y
valores que posee el hombre y que están antes y
por encima de cualquier defecto o limitación.
«En definitiva, lo que se pretende con este objetivo es mejo-
rar la capacidad de comunicación, comprensión, tolerancia,
expresión y diálogo» (Laing, 1982).
3. Creación de actitudes positivas. La actitud, como
disposición adquirida a responder consistentemente
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 341

ante situaciones similares, es una clave de la con-


ducta, la formación de actitudes abiertas, flexibles,
comprensivas, constituye uno de los objetivos pri-
mordiales de la formación de los padres.
4. Ayudar a adquirir una personalidad madura y esta-
ble emocionalmente. Cattell, basándose en los estu-
dios de Terman, relaciona tres tipos de causas de los
fracasos matrimoniales, siendo una de ellas una falta
de estabilidad, de integración, de aceptación.

3.2. Metodología a seguir en la preparación de los padres

Se acepta como la metodología más ade-


cuada, según Utrilla (1985) la de carácter participativo. pre-
tendiéndose la participación directa de los padres tanto en
el estudio cuanto en la discusión y toma de decisiones.
Las formas más pasivas —conferencias,
charlas, proyecciones— sólo tienen sentido si van seguidas
de discusión, de diálogo, para aclarar conceptos, para pro-
fundizar en aspectos problemáticos; y todo ello en grupos
coloquiales en que puede fácilmente establecerse relacio-
nes y en que no se dé una fuerte presión grupal que inhiba
a los más tímidos e inseguros.
La entrevista ofrece la gran ventaja de la
personalización en el tratamiento y aclaración de proble-
mas y dificultades. La entrevista suele tener una mayor efi-
cacia cuando surge su necesidad a partir de una madura-
ción previa mediante las técnicas anteriores. «Una regla de
gran importancia es, sin duda, que a la entrevista vayan am-
bos cónyuges y no sólo uno de ellos, el más interesado o el
menos ocupado».
Nos hemos referido a la discusión en gru-
pos medianos o coloquiales. La constitución de estos gru-
pos suele tener normalmente dos finalidades diferentes,
dando lugar a dos tipos de grupos distintos:
a) De discusión, en que los padres pretenden saber
342 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

más de un tema, adquirir criterios más claros sobre


alguna cuestión, etc.
b) Terapéuticos, cuya finalidad fundamental es el alivio
de tensiones en los padres, conseguido a veces con
la simple verbalización y puesta en común de sus
problemas y angustias, percibiendo así que los su-
yos no son ni los únicos ni, tal vez, los más graves.
En lo que respecta a las personas encarga-
das de ofrecer la formación se recomienda su actuación en
equipo, entre otras razones, porque la amplitud de los te-
mas es de tal magnitud que no es posible encontrar perso-
nas expertas en todas y cada una de las materias.

3.3. Los medios a utilizar en la formación de los padres

Los medios pueden ser muy variados esco-


giendo los más adecuados a las posibilidades y característi-
cas de cada caso y situación.
Se pueden organizar cursos intensivos de
varios días de duración: un fin de semana; estos cursos de-
ben constituir una serie, pero es recomendable que estén lo
suficientemente espaciados a lo largo del año para que se
produzca un asentamiento y asimilación personal de las
ideas recibidas. La importancia de esto reside en que lo que
se pretende con la formación de los padres no es tanto dar-
les instrucción, conocimientos, cuanto precisamente for-
marles, esto es, modificar su conducta, sus actitudes, ayu-
darles a que consigan una personalidad más estable y
equilibrada.
Los cursos intensivos pueden organizarse
también a lo largo de varios años consecutivos, con lo que
se facilita de una parte a ese asentamiento al que aludíamos
y permite adecuar la formación e información a la evolu-
ción de los hijos.
Otra forma consiste en programas sesiones
semanales a lo largo de uno o varios cursos; su ventaja fun-
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 343

damental estriba en el mantenimiento en los padres asisten-


tes de una saludable tensión en torno a su interés por la
preocupación por el problema de la formación de sus hijos;
sin embargo, tiene un fuerte inconveniente que es el de los
abandonos de los menos interesados que, por lo general,
son los más necesitados.
La organización de estos cursos, que exi-
gen la asistencia de los padres a determinados locales pue-
de y debe ser completada mediante una serie de medios
tan actuales como los de la comunicación de masas
(Consejo de Europa, 1982).

3.4. Los sujetos de formación

En principio parece claro que los más di-


rectamente destinatarios son los padres con hijos y que no
han recibido una formación adecuada para la delicada tarea
de educarles. Pero les es igualmente necesaria a muchos
padres que, en principio, contaban con tal formación reci-
bida ya directamente ya indirectamente, pero que, como
consecuencia de los vertiginosos cambios sociales que han
arrastrado cambios en la estructura y funciones de la fami-
lia, han quedado desfasados y con dificultades de adapta-
ción a los nuevos tiempos.
Sin embargo, la preparación debe afectar
igualmente a las jóvenes parejas, antes de casarse, con la fi-
nalidad de que adquieran la formación básica imprescindi-
ble. Teniendo en cuenta que, como afirma Osterrieth
(1975), «el padre, la madre, la pareja parental, con sus ca-
racterísticas, sus actitudes, sus modos de ser, dan el tono en
que se estructurará la vida familiar y, en consecuencia, la
personalidad de los hijos», una formación dirigida a ellos
—los futuros esposos— deberá procurar en primer lugar su
formación como personas y como pareja.
En realidad, debemos afirmar que se debe
tratar de una formación permanente que vaya ofreciendo
en cada momento la información y la formación necesarias
344 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

y adecuadas a la situación en que vivan: actitudes correctas


hacia el matrimonio, paternidad responsable de cuidados
durante el embarazo, importancia de las primeras experien-
cias, de las actitudes, socialización, fracasos escolares, se-
xualidad, ideales, valores...

3.5. Realizaciones

Una de las realizaciones más conocidas en


este campo a nivel mundial es «L'Ecole des parents et
d"Educateurs», de carácter privado y autónomo, fundada en
1926 y reorganizada por Isambert en 1948.
En relación con la anterior, la Federation
Internationale des Ecoles de Parents et d'Educateurs, está
extendida ya por más de 40 países, a pesar de no haber na-
cido hasta 1964.
En España, la orientación familiar tiene un
tratamiento de excepción en el Instituto de Ciencias de la
Educación de las Universidades de Navarra y Salamanca, en
el Instituto Teológico de S. Pío X, con sede en Madrid, y en
la Facultad de Teología de Granada.
Los objetivos de los programas impartidos
en estos centros son muy parecidos, entre ellos podemos
señalar:
a) Orientar en la elección de metas educativas en el
propio hogar.
b) Preparar para adoptar las medidas propias de cada
etapa de la educación mediante el análisis de las ne-
cesidades características de la edad.
c) Ayudar a mejorar la dirección del grupo familiar que
forman los padres con sus hijos.
d) Favorecer una colaboración creciente de la familia
con el centro escolar y con asociaciones.
PREPARACIÓN DE LOS PADRES PARA SU FUNCIÓN EDUCADORA 34 5

3.6. La formación de los animadores

La Escuela de Padres de París cuenta con


el Instituto de Formación de Psicopedagogía familiar y so-
cial que organiza ciclos para la formación y perfecciona-
miento de animadores o expertos en dirección de grupos.
En mayo de 1984 se celebró en la Uni-
versidad de Lyon un coloquio internacional en torno a los
problemas que plantea la formación de estos animadores y
los objetivos a conseguir en los cursos que se imparten.
Respecto a los problemas que plantea la
formación de los animadores se llegaron entre otras a las si-
guientes conclusiones:
a) Para la selección de los animadores debe contar so-
bre todo su experiencia y cualidades humanas, que-
dando en un segundo término la titulación acadé-
mica.
b) Se reconoce que debe poseer una formación básica
en psicología y educación, además de una
experiencia práctica en dinámica de grupos.
Entre los objetivos de los cursos deben
destacarse:
a) Profundizar en los temas básicos de educación fami-
liar.
b) Ensayar las técnicas que mejor puedan servir para el
adecuado desarrollo de los cursos de educación fa-
miliar.
c) Orientar a los participantes en la fijación de los obje-
tivos de estos cursos, en la selección del contenido y
en la preparación del material necesario.
De lo hasta aquí dicho se desprende que la
preparación para los roles de adulto, de compañerismo y
de paternidad son esenciales y que la familia, escuela y so-
ciedad deben cultivar y animar.
346 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

BIBLIOGRAFÍA

Bibliografía general sobre la familia


ACKERMAN, N. W. (1974): Diagnóstico y tratamiento de las relacio-
nes familiares. Psicodinamismo de la vida familiar, Buenos
Aires, Hormé.
1. Orientación familiar.
2. Sus orígenes.
3. Su desarrollo.
4. Destinatarios.
5. Orientadores familiares.
6. Su formación.
7. Su perfeccionamiento.
8. Profesión peculiar.
Bibliografía

1. ORIENTACIÓN FAMILIAR

En principio es bien sencillo decir qué es


la orientación familiar: un servicio de ayuda para la mejora
personal de quienes integran una familia, y para la mejora
social en y desde las familias.
Es orientación. Y, en este sentido, queda
incluida en un conjunto de profesiones de ayuda que tie-
nen en común la acción orientadora. De modo que lo pro-
pio de cada una de esas profesiones es el ámbito en el que
se presta la ayuda orientadora.
Es, en primer lugar, orientación a personas
humanas. Por eso toda orientación es personal. Y como
orientación personal puede decirse que es «el proceso de
ayuda a un sujeto para que llegue al suficiente conocimien-
to de sí mismo y del mundo en torno que le haga capaz de
resolver los problemas de su vida» (García Hoz, 1973, pági-
na 194).
Estos problemas pueden ser muy variados,
dados los acontecimientos y las influencias ambientales que
350 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

inciden en la vida de cada ser humano. ¿En qué ayudar a


cada persona para que sepa enfrentarse con esos proble-
mas? En ese doble conocimiento de sí mismo y de la reali-
dad en la que vive para que «sepa hacer elecciones pruden-
tes y se comprometa con las decisiones tomadas, de tal
modo que logre la integración de su personalidad, el cam-
bio requerido en su conducta, su afectividad como ser hu-
mano y su maduración como persona» (Repetto, 1977, pági-
na. 129).
Esta orientación personal se realiza en di-
versos ámbitos. La orientación familiar tiene lugar en el ám-
bito de la familia. Es orientación a personas, pero la refe-
rencia es familiar: responsabilidades, situaciones,
problemas, proyectos, deterioros, posibilidades familia-
res... Todo lo que tenga una relación inmediata con la di-
mensión educativa de la familia.
La orientación familiar es ayuda a padres, a
hijos, a abuelos, como primeros, segundos o terceros res-
ponsables, respectivamente, de la educación familiar.
Ayuda en el esclarecimiento de valores relacionados con la
educación; en el mejor aprovechamiento de los medios
educativos para la mejora propia y ajena; en el conocimien-
to de las influencias ambientales —educativas y contraedu-
cativas— sobre la familia; en el desarrollo de la capacidad
de buscar y encontrar información sobre cada situación
familiar, respecto al proceso educativo y a la acción edu-
cativa.
Ayudar significa respetar el protagonismo
de su propia vida —en este caso, vida familiar— a los ayu-
dados. Es decir, considerarles personas: sujetos de derechos
y deberes; seres suyos.
¿Qué es, pues, la orientación familiar? Un
proceso de ayuda a personas, en cuanto miembros de una
familia, con responsabilidades más o menos amplias en lo
referente a las funciones educativas de la sociedad domésti-
ca. Estas funciones son: 1) lograr estabilidad familiar; 2)
promover mejora personal en cada uno de los miembros de
una familia; 3) conservar y transmitir valores del espíritu,
herencias inmateriales; 4) animar la vida social.
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 351

Hablamos de un servicio de ayuda, en to-


da situación familiar —en su dimensión educativa—, al ser
humano. Podemos considerar, por tanto, una amplísima ga-
ma de situaciones familiares. Por ejemplo, matrimonios sin
hijos, noviazgo, primer año de matrimonio, familias con un
hijo único, familias numerosas, entrecruzamiento de fami-
lias (familia de origen del otro cónyuge, familias fundadas
de los hijos, familia de origen de los yernos o de las nue-
ras, etc.), familias con algún hijo minusválido, viudez, abue-
los jóvenes, segunda responsabilidad familiar de los hijos,
etc. Como fácilmente se advierte, es un servicio de ayuda
que puede beneficiar a la persona humana, desde la pers-
pectiva de la educación, en muy diferentes situaciones ma-
trimoniales y familiares.
Pero, ¿cuál ha de ser la calidad de esta
ayuda orientadora? La verdadera ayuda es un arte (Alvira,
1980, pp. 25-36). Además, en este caso, se presta a los res-
ponsables de la familia. Ha de estar, pues, a la altura de la
tarea y de la responsabilidad de los asesorados.
En definitiva, la orientación familiar es un
proceso de ayuda a personas, en cuanto miembros de una
familia, para que mejoren precisamente como personas. Y,
por ello, como cónyuges, como padres, como hijos, como
abuelos, etc. Es un arte que se pone a disposición de las
personas que tengan alguna responsabilidad familiar, con
finalidades de mejora: una mejora personal, de la que se si-
gue mejora familiar y mejora social.
Mejora es la palabra clave. La orientación
familiar sirve para mejorar. Para mejorar la educación y la
sociedad, en y desde las familias, con el protagonismo pre-
cario de padres, hijos, abuelos, etc.
Es un proceso y un servicio de ayuda. ¿Y
quién no necesita ser ayudado? La ayuda no sustituye, no
suplanta. Es compatible con el protagonismo de los respon-
sables; todavía más: lo complementa, lo estimula. Sobre to-
do, si se realiza con la calidad artística que le corresponde.
A fin de lograr que cada familia asesorada llegue a ser ver-
dadero ámbito natural de la educación y célula básica, viva,
de la sociedad.
352 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

2. SUS ORÍGENES

Georges Henyer, en el prólogo al libro de


André Isambert, acerca de la orientación de padres
(Isambert, 1967), da un nombre y una fecha: la señora
Vérine, en 1928, tuvo la idea de fundar la Escuela de los
Padres, en París. Isambert, como presidente de la «Escuela
de Padres y Educadores» de Francia, ha querido escribir el
libro que acabo de citar como merecido homenaje a la se-
ñora Vérine.
Desearía hacer una primera observación,
antes de proseguir: donde dice «educación de padres» ha de
entenderse «orientación de padres»; donde dice «educado-
res», léase «orientadores». Por lo demás, la obra de Isambert,
publicada originariamente en Presses Universitaires de
France, al final de la década de los cincuenta, es un libro
clásico de obligada consulta.
Si quisiéramos buscar antecedentes, ten-
dríamos que remontarnos varios siglos atrás. En sentido
amplio, alguna orientación a padres habrá existido siempre,
posiblemente. Stern encontró en Inglaterra, en los postreros
años del siglo XVII, huellas de peticiones de consejo hechas
por los padres (Stern, 1962). Locke, en 1693 (Pensamientos
sobre la educación), manifestó haber sido consultado por
gran número de padres que le confesaban no saber cómo
educar a sus hijos.
En Estados Unidos surgen, a partir de
1815, bajo el nombre de Asociaciones de Madres de familia,
reuniones de padres. Y desde 1923 puede hablarse de edu-
cación de padres, con el apoyo financiero de la Fundación
Rockefeller. Se intenta ayudar efectivamente a los primeros
responsables de las familias y, además, formar especialistas
en la educación de los padres. Por otra parte, se investiga
científicamente la calidad y los efectos de los métodos em-
pleados. Se dedicaron a ello dos centros: la Universidad de
Iowa y el Consejo Nacional para la Educación de los
Padres.
Desde 1946, al final de la Segunda Guerra
Mundial, la orientación familiar recibe un nuevo impulso en
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 353

Norteamérica. Unos años más tarde, al comienzo de la dé-


cada de los cincuenta, la «Asociación Americana para el
Estudio del Niño», con la colaboración financiera de la
«Fundación Rusell Sage», encargó a un equipo de investiga-
dores dirigido por el Dr. Orville G. Grim jr., que establecie-
ra un plan de estudios y encuestas sobre la educación de
padres.
La orientación familiar se centra, durante
ese largo período inicial, sólo en los padres, con motivo de
la educación de sus hijos. Es una orientación apoyada en
bases psicológicas, fundamentalmente, y en el estudio del
niño. De ahí, la fama de un Arnold Gesell (psicólogo) y del
Dr. Spock, por ejemplo. Ya en la década de los cincuenta,
los libros sobre las relaciones entre padres e hijos son muy
numerosos y, a menudo, llegan a figurar entre los «betse-
llers». Hay revistas, como el Parents Magazine, leídas en
más de un millón de hogares (Osborne, 1956)
En Europa podríamos citar algunas publi-
caciones como labor de precursores. Por ejemplo, las car-
tas del Marqués de la Roselle, de Madame de Beaumont
(1764) y Adela y Teodora, de Madame de Benlis (1782), en
las que se expresa la idea de que el papel de los padres
merece un aprendizaje.
En 1909, la señora Moll-Weiss fundó en
París una Escuela de Madres, ayudada por algunas persona-
lidades universitarias. Pero la Escuela tuvo una vida muy
efímera. En ella se desarrollaban cursos para madres jóve-
nes y para chicas.
Y... llegarnos así a la señora Vérine, una
«mujer de letras», esposa de un médico. Esta señora, antes
citada, en 1928, en el transcurso de una conferencia, lanzó
el nombre que debía alcanzar luego tanta difusión: «Escuela
de los Padres». «La iniciativa de la señora Vérine expresaba,
desde un punto de vista social, un esfuerzo para conciliar
los principios antiguos de la autoridad paterna con las
ideas de autonomía de la persona del niño». (Isambert,
1967, p. 54). Podría resumirse el empeño de esta primera
Escuela de Padres del siguiente modo: autonomía y auto-
ridad en la familia. De hecho, entonces, orientación fami-
liar quiere decir sólo niño y padres.
354 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Aunque el nombre por ella imaginado


«Escuela de los Padres», era nuevo y tuvo una acogida favo-
rable, no le faltaron dificultades en esos primeros años, en-
tre 1928 y 1939. Justamente en 1939 «organizó unos cursos
para educadores familiares, sancionados por un diploma,
con la colaboración de la Caja de Subsidios familiares de la
región parisiense» (Isambert, 1967, p. 56). Estos cursos para
orientadoras familiares los reanuda en 1942, en la Facultad
de Medicina.
Quizá deba destacar la colaboración de al-
gunos médicos famosos en la empresa de la señora Vérine.
Cuando ella se enferma, en 1946, es un médico, el profesor
Heuyer, el presidente de la Escuela de los Padres. Un médi-
co que «crearía en Francia una nueva rama de la Medicina:
la neuropsiquiatría infantil, de carácter al mismo tiempo
médico, psicológico y social. En la Facultad de Medicina de
París se fundó una cátedra dedicada exclusivamente a esta
disciplina, que pasó a ser una ayuda valiosísima para la
«Escuela de las Padres» (Isambert, 1967, p. 57).

3. SU DESARROLLO

El desarrollo de la orientación familiar


puede considerarse desde diferentes perspectivas. Por
ejemplo, desde la perspectiva de su extensión a diversos
países; desde los modos de hacerla; desde la ampliación de
sus destinatarios; desde la primera experiencia europea, an-
tes referida; desde otras experiencias; desde los distintos
medios (instituciones culturales, medios de comunicación
social, etc.) en los que puede hacerse orientación familiar.
En todo caso, quisiera destacar lo siguien-
te: la formación de orientadores familiares tiene un efecto
multiplicador tan grande que es imposible evaluar su alcan-
ce. Esto mismo lo hacía notar Isambert respecto a su país y
a su Escuela de Padres: «es imposible —decía—, por lo que
respecta a Francia, apreciar la extensión actual de la acción
educativa realizada en favor de los padres, ya que reviste
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 355

formas muy diversas e incluso difíciles de precisar» (1967,


página. 58).
Isambert se refería a las prioridades en la
orientación de padres. En efecto, los padres forman el ma-
yor colectivo del mundo. Además, no es un conjunto ho-
mogéneo: por su actividad profesional, por su nivel cultu-
ral, por el país en que vivan, por el medio en el que esté
ubicada su vivienda (ciudad, suburbio, medio rural, etc.),
por las diferentes circunstancias de su ambiente familiar.
Esta orientación puede estar apoyada, o
no, por publicaciones periódicas, por colecciones especia-
les en editoriales, por secciones en la prensa, por progra-
mas radiofónicos o televisivos.
Entre las prioridades, puede subrayarse la
ayuda orientadora a profesionales que inciden notoriamen-
te en la familia. Por ejemplo, los médicos, los abogados, los
arquitectos, los asistentes sociales, los profesores, etc. Son
profesionales que intencionadamente o no, orientan o de-
sorientan a los padres.
El desarrollo de la orientación familiar,
desde 1946 aproximadamente, tiene lugar en muy distintos
países del mundo. Pero con enfoques muy diferentes. Con
diversos tipos de influencias, educativas y contraeducativas,
que aporta el microentorno y el macroentorno, y que se en-
trecruzan. Todo ello hace muy difícil seguir este desarrollo
y, de algún modo, evaluarlo.
En principio, la diversidad en el modo de
concebir la orientación de padres podría resumirse en tres
líneas diferentes: 1) la orientación entendida como infor-
mación; 2) como ayuda personal y como acción sobre su
carácter; 3) como atención a las relaciones sociales. De he-
cho, estas líneas se entrecruzan, y no tiene mucho sentido
investigar acerca de los efectos de cada una por separado.
Muchos enfoques de la orientación fami-
liar se apoyan en bases filosóficas deficientes o erradas, con
las consiguientes deficiencias en el modo de entender y de
realizar la ayuda orientadora. En cualquier caso, cada desa-
rrollo de la orientación familiar es muy distinto, y debería
ser objeto de un estudio crítico suficientemente amplio.
356 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Sólo por razón de espacio, es fácil advertir que no corres-


ponde a estas páginas.

4. DESTINATARIOS

Respecto a mi experiencia como formador


de orientadores familiares, en la Universidad de Navarra
(España), desde junio de 1967, quisiera hacer algunas ob-
servaciones en relación con los destinatarios de la orienta-
ción familiar.
Durante años, en diferentes planteamien-
tos de la orientación familiar, los padres son los únicos des-
tinatarios a tener en cuenta. Y además, persiste el uso de la
palabra educar, en lugar de orientar. Por ejemplo, en un li-
bro J. P. Pourtois, publicado en 1984, en Bruselas, el título
es Educar a los padres (o Cómo estimular la competencia
en educación).
Pourtois, Doctor en Ciencias psicopedagó-
gicas, profesor de la Universidad de Mons, empieza pre-
guntándose por qué educar a los padres. Y contesta a su
pregunta, diciendo que los padres son los primeros educa-
dores de sus hijos, y que el hogar es el primer lugar de
aprendizajes múltiples y fundamentales. El medio familiar
—sigue diciendo—, cualquiera que sea su estructura insti-
tucional, ejerce un papel capital respecto al porvenir del ni-
ño. Ahora bien, el oficio de padre no se aprende en ningu-
na parte...
El profesor Pourtois, en el citado libro, de-
dica tres largos capítulos a: 1) la educación familiar, 2) la
educación de padres, 3) los padres formadores de padres.
Sin entrar en los detalles de contenido de los tres capítulos,
puede advertitse que seguimos en la misma línea de la
«Escuela de los Padres», fundada por la señora Vérine: la
orientación familiar es función de la educación familiar, y
los orientadores son una especie de educadores de educa-
dores. Pourtois añade un proyecto, que consiste en formar
a padres para que sean formadores de padres.
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 357

La experiencia que ha tenido lugar desde


junio de 1967 en la Universidad de Navarra —iniciada por
mí, con un pequeño equipo de profesores, en México, en
el Instituto Panamericano de Ciencias de la Educación, du-
rante el curso 1966/67— ha servido, entre otras cosas, para
ampliar los destinatarios de la orientación f a m i l i a r .
Efectivamente, son los primeros destinatarios los padres
por ser los primeros responsables de la familia y de la edu-
cación. Pero la acción orientadora es un servicio que tam-
bién necesitan los hijos, como segundos responsables de su
familia de origen. Y los abuelos jóvenes como terceros res-
ponsables de la educación familiar.
Por ello, en cuanto considera cada situa-
ción personal respecto a la familia, el orientador familiar
puede asesorar a los hijos como segundos responsables; a
los novios en su preparación para el matrimonio, para fun-
dar una nueva familia; a los recién casados como cónyuges,
y en relación con la llegada de los primeros hijos; a los ca-
sados en cualquier etapa del matrimonio, como cónyuges;
a los padres, en relación con los problemas propios de ca-
da edad de los hijos; a los viudos, en tanto que en ellos se
ve más claramente que la educación consiste en hacer de
padre y de madre; a los separados, respecto de esto mismo,
además de los propios problemas que genera el recurso ex-
tremo de la separación matrimonial; a los divorciados, con
toda la problemática creada por este absurdo invento hu-
mano; a los abuelos jóvenes, en cuanto tienen responsabili-
dades concretas en su familia fundada, en las familias de
sus hijos, en la familia extensa; a los abuelos mayores, en
tanto que la familia es el lugar privilegiado para morir como
personas; a los tíos, primos, sobrinos, cuñados, suegros et-
cétera, por razón de sus respectivas responsabilidades fami-
liares y sus posibles ayudas. A todos ofrecerá su cualificada
ayuda profesional, sin juzgar, sin marginar, sin rechazar a
nadie que necesite esa ayuda, siempre que él pueda pres-
tarla.
Me referiré, más tarde, a estos orientadores
familiares y a su formación y perfeccionamiento profesio-
nal. Son personas que prestan un servicio (o una ayuda)
profesional en función de su específica preparación. No
por ello han de excluirse los servicios de otras personas
3 58 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

menos preparadas, pero con la suficiente formación profe-


sional, apoyada en sus propias experiencias familiares —y
en la observación de experiencias ajenas— para orientar a
un determinado tipo de destinatarios. Tal es el caso del que
trata el libro, antes citado, del profesor Pourtois: Los padres
farmadores de padres. Esta ayuda orientadora deberá pres-
tarse, a ser posible, como labor de equipo. Un equipo en el
que se integren personas, con diferentes niveles de prepa-
ración específica, con diversa experiencia familiar y profe-
sional, logrando así aportaciones complementarias en la
ayuda orientadora a las familias.
Los destinatarios son las personas, si toda
orientación es personal. Pero la mejora que se espera no es
sólo personal, sino también familiar. Por eso, podemos con-
siderar a los destinatarios de la acción orientadora como fa-
milias. No es lo mismo orientar a personas en familias pato-
lógicas —como resultantes de contaminación ideológica,
como por ejemplo— en familias normales —en las que la
norma es todavía conocida, aunque no se siga—, en fami-
lias cristianas1. No es lo mismo ayudar a resolver proble-
mas de educación en familias completas o en familias in-
completas. Son distintos, en parte, los problemas de la
familia africana y los de la familia europea. Reclaman dife-
rentes conocimientos, en el orientador, la familia urbana, la
familia suburbana y la familia rural.
No orientamos, aisladamente, a una perso-
na, aunque esa parece ser la pretensión de muchos padres
al acudir a la consulta del orientador familiar —o a la de
otro profesional que haga sus veces— con el problema de
un hijo. Son esos mismos padres que se sorprenden mucho
al descubrir, con la ayuda del orientador, la relación de
«ese» problema con los problemas suyos —como personas
y como cónyuges— o de otros miembros de su familia.
Personas y familias ofrecen un amplísimo
espectro de situaciones y de problemas. Lo suficiente para
considerar, en toda su amplitud, la variedad de destinata-
rios de la orientación familiar.

1
Es en éstas en las que resulta más difícil hacer orientación familiar, si se les quie-
re prestar una ayuda a la altura de sus inmensos recursos.
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 359

Por citar un ejemplo muy actual, piénsese


en la diversísimas situaciones personales y de relación edu-
cativa que pueden darse en familias incompletas. Y en las
dificultades que plantea la orientación a madres solteras
—en menor cuantía, a padres solteros—; a «madres solteras»
que no son madres, porque voluntariamente han abortado;
a «cónyuges» que no lo son, porque nunca se han casado,
aunque sean padres de los mismos hijos; a divorciados que
han contraído, luego, matrimonio civil con terceras perso-
nas; a familias en las que viven hijos de sucesivas uniones
libres —de uno o de ambos—, etc. Añádase a ello toda la
problemática que está empezando a crear —en lo que a
educación familiar se refiere— la fecundación «in vitro»...

5. ORIENTADORES FAMILIARES

¿Quiénes son las personas que han de lle-


var a cabo esta ayuda orientadora a miembros de una fami-
lia, con diferentes responsabilidades en lo referente a la
educación familiar ? Son los orientadores familiares.
A juzgar por lo expuesto anteriormente,
es una ayuda difícil, comprometida, que requiere amplios
conocimientos acerca de la familia —al menos, en su di-
mensión educativa—, un buen dominio de técnicas que fa-
ciliten la comunicación y la colaboración, y algunas cuali-
dades personales.
En sentido amplio, es orientador familiar
todo el que presta alguna ayuda orientadora relacionada
con la educación familiar. Y ¿quién no lo hace, en conversa-
ción informal, con algunos de sus amigos, cuando la amis-
tad se entiende como colaboración vital, desde la confian-
za y el respeto, y cuando un amigo la expone —en ese
clima informal y confiado— sus problemas familiares?
Pero no siempre la ayuda es acertada, efi-
caz, por falta de preparación. A veces, es una ayuda impro-
visada. Otras, son únicamente sugerencias de sentido co-
mún, propias de un aficionado.
360 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Hay personas que no se limitan a esto. Se


proponen orientar a padres, apoyados quizá en su propia
experiencia como padres, y sin plantearse muchos proble-
mas. «Les parece natural que deben comunicar a los padres,
lo mejor posible, sus propios conocimientos o inculcarles
ciertos principios morales que, a su juicio, no se respetan
en la medida necesaria. Algunos, sin embargo, se pregun-
tan acerca de los métodos que deben emplear para ejercer
su acción. Mucho más raros son los que se preguntan cómo
debe ser el educador de padres considerado en sí mismo»
(Isambert, 1967, p.167)
No siempre las dificultades que encuentra
en su tarea un orientador familiar han de atribuirse a los
orientados. A veces, el orientador deberá buscarlas en su
propia persona.
Muchas dificultades se deberán a su falta
de profesionalidad. Es decir, a su falta de competencia (téc-
nica y humana), de preparación, de dedicación, de progre-
so en su mejora, de disposición de servicio. También se de-
berá a su carácter, a sus actitudes, a su conducta.
¿Cómo debe ser el orientador familiar? En
los numerosos estudios sobre las cualidades personales del
orientador, no coinciden y a veces se contraponen las con-
clusiones. Desde luego, destacan la ausencia de nerviosis-
mo, de ansiedad, de impaciencia y de irritabilidad, la ecua-
nimidad de carácter, la amabilidad, la madurez afectiva, la
capacidad de escucha, la honradez intelectual, la facultad
de inspirar confianza, etc.
Se requiere una cierta madurez personal
que le llevará a saber reconocer los límites de su capacidad
y de sus conocimientos; a no sentir la necesidad de contes-
tar a todo; a no creerse superior a los orientados; a reprimir
la influencia de sus propios problemas; a no proyectar, en
su acción orientadora, su propia experiencia familiar; a po-
seer suficiente dosis de «disponibilidad», a mejorar en actitu-
des positivas (confianza, optimismo, apertura, etc.).
Estas cualidades, ¿se pueden adquirir? Con
algunas excepciones, sí. Una buena formación de orienta-
dores familiares no consiste sólo en facilitar la adquisición
ORIENTACIÓN EAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 361

de los conocimientos necesarios, sino también en promo-


ver la actualización de las cualidades requeridas para la ac-
ción orientadora, así como el dominio de técnicas de meto-
dología participativa.
Desde luego, la actividad del orientador fa-
miliar es una labor propia de profesionales. En los Estados
Unidos, hacia 1930, se produjo un movimiento en favor de
la utilización de los lay-leaders como orientadores de pa-
dres. Estos lay-leaders vendrían a ser los «aficionados» en
oposición a los «profesionales». Todavía hoy, un EE.UU., se
distingue entre «profesionales» y «paraprofesionales», dedi-
cados a la orientación familiar.
Me parece que el error consiste en confun-
dir los términos, y en no dar la suficiente importancia a la
formación. Cuenta Isambert cómo «ciertas personas, sin
otro título que su experiencia de padres, se presentan con
frecuencia a nosotros pidiéndonos consejo acerca de la ma-
nera de fundar una escuela» (1967, p 178). La experiencia
familiar —como padres, como hijos, como abuelos jóvenes,
etcétera— es una base importante para la acción orientado-
ra. Diríamos que es necesaria, pero no suficiente. El queha-
cer del orientador requiere una preparación específica.
También es importante, como apoyo, la experiencia de una
primera profesión sobre todo si tiene incidencia directa en
la familia. Pero la experiencia —familiar y profesional— no
suple el estudio, las cualidades requeridas, el perfecciona-
miento profesional, el análisis de otras situaciones familia-
res, etcétera.
Decía que, además, se confunden los tér-
minos: el profesional se distingue del aficionado, como
veíamos, por su competencia, su preparación, su progreso,
su dedicación y su disposición de servicio. El profesional
no es el equivalente al técnico o al especialista. La profesio-
nalidad del orientador familiar le ha de permitir ser, más
bien, un generalista, en cuanto que ha de saber relacionar
las aportaciones de los especialistas a los problemas fami-
liares. La acción orientadora, lo mismo que la acción educa-
tiva, es una tarea relacionante. Muchas veces, se entiende
por profesional una persona fría, distante, que no tiene en
cuenta la situación y la personalidad del cliente. Es tan pro-
362 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

fesional, o más, el que atiende a los destinatarios de su tra-


bajo con simpatía, con paciencia, sin prejuicios, con amabi-
lidad, con actitud participativa.
Si todo trabajo lícito es un servicio, el del
orientador familiar es un servicio de carácter profesional
que los padres, los hijos adolescentes, los abuelos jóvenes,
etcétera, necesitan para asumir plenamente la responsabili-
dad que tengan —responsabilidad titular o de ayuda— en
todo lo referente a las funciones educativas de la familia.

6. SU FORMACIÓN

Podríamos detenernos, ahora, en la selec-


ción de orientadores familiares, que es un problema que
se plantea a todo dirigente de un organismo especializa-
do en estos servicios de asesoramiento. Pero sigue ocu-
rriendo, en la actualidad, lo mismo que en Francia hace
treinta años. Como afirmaba Isambert, «dicho problema
debería resolverse previamente, pero de hecho la escasez
de voluntarios obliga con frecuencia a los dirigentes a
aceptar todas las colaboraciones. Entonces es la práctica
la que se encarga de esta selección, y la formación que se
facilite la que corregirá las disposiciones insuficientes»
(1967, p. 174)
Por consiguiente, la formación de los orien-
tadores familiares es la cuestión clave. Se inicia esta
formación de orientadores familiares, en París, como vimos,
en 1939. Veinte años después se organizan reuniones de es-
tudios en las que miembros representativos de diferentes
profesiones comentan su acción orientadora respecto a los
padres. Son médicos tocólogos y pediatras, directoras de es-
cuelas de párvulos, maestros, jueces de menores, funciona-
rios de la policía, consejeros de orientación profesional, pro-
fesores de colonias de vacaciones, etc. Estimaron —dice
Isambert— «que las prácticas de cursillos en común serían a
la vez más provechosas para todos y susceptibles de hacer
más homogéneas y coherentes sus actividades actuales, con
frecuencia dispersas y a veces contradictorias» (1967, p. 185).
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 363

Desde entonces, esta formación se realiza


en breves cursillos para profesionales interesados en contri-
buir eficazmente a la mejora familiar.
Ha habido gran variedad de cursos para
orientadores familiares, pero siempre breves: cuatro días
completos en el caso de la «Escuela de Padres y
Educadores» de París. No se han limitado a la enseñanza de
métodos. Están centrados en problemas reales. Se armoniza
estudio y práctica. En Brasil, por ejemplo, se utiliza amplia-
mente la dinámica de grupos al mismo tiempo que la ense-
ñanza de la psicología.
La formación de orientadores familiares, a
lo largo de estos años, desde la década de los cincuenta,
aparece situada en tres planos distintos: 1) la adquisición
de conocimientos psicológicos y metodológicos; 2) el de-
senvolvimiento de algunas cualidades de la personalidad y
del carácter, y 3) la preparación con respecto a actitudes so-
ciales de relación y contacto. Son tres formas de aprendiza-
je que se influyen mutuamente.
En todo caso, ha sido una formación esca-
sa en tiempo y contenidos. Con una cierta polarización ha-
cia la psicología. Ciertamente, los conocimientos psicológi-
cos son importantes para la acción orientadora. Pero el
orientador familiar necesita, además, unos mínimos conoci-
mientos biológicos, sociológicos, filosóficos e incluso teoló-
gicos.
Uno de los problemas que suelen darse en
esta formación para profesionales en ejercicio, con respon-
sabilidades familiares es la falta de tiempo. Es decir, un
tiempo disponible, siempre escaso, a distribuir equitativa-
mente entre formación y la acción orientadora.
A este respecto, quisiera hacer las siguien-
tes observaciones: 1) la formación no está limitada en el
tiempo; 2) esta formación se facilita mediante la integración
en un equipo; 3) no deben confundirse formación y acción
—ambas requieren tiempo—; 4) formación y acción se
complementan —hay una realimentación mutua—; 5) el in-
tercambio de experiencias mejora la propia formación; 6) la
acción orientadora —y la correspondiente formación— de-
364 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

be diversificarse de acuerdo con las cualidades de cada


uno; 7) en esta formación debe armonizarse la actividad
académica, la información escrita, el asesoramiento a dis-
tancia y el trabajo en equipo.
Respecto a la experiencia de formación de
orientadores familiares, ya mencionada, en la Universidad
de Navarra, desde 1967, el plan de formación ha ido evolu-
cionando a lo largo de estos años. Al principio, se limitó a
cursos presenciales, en unidades semanales de cuarenta y
cinco horas de duración. Se requería un mínimo de ciento
cincuenta horas. Estas actividades académicas se desarrolla-
ban con metodología participativa, a partir del estudio de
diferentes documentos (notas y fichas técnicas, fichas intro-
ductorias, casos, etc.), tratando distintas áreas de educación
familiar.
Desde 1982, este plan de formación de
orientadores familiares consta de actividades académicas,
de actividades a distancia y de un mínimo de prácticas. El
programa a distancia consiste en un conjunto de dieci-
ocho envíos. En cada envío se incluyen de quince a veinte
documentos (casos comentados, notas y fichas técnicas,
etcétera). Se incluye también una relación de trabajos a re-
alizar.
Este plan de formación de orientadores
familiares, en la institución «Aguas Claras» (Madrid, 1959),
ha adoptado la misma combinación armónica, antes cita-
da, de programas presenciales, programas a distancia y
prácticas, pero con algunas innovaciones. El plan se sub-
divide en tres fases: I) programa inicial (cuarenta horas
presenciales y cinco envíos); II) programa para avanzados
(añade al anterior, sesenta horas presenciales y cinco enví-
os) y III) programa terminal (sesenta horas presenciales y
siete envíos). De este modo, quienes siguen estos estudios
pueden interrumpirlos al final de cada fase, de acuerdo
con sus posibilidades y aspiraciones. Cada una de las fa-
ses cierra un ciclo de formación, con el complemento de
prácticas y trabajos dirigidos.
En cada envío, como veíamos, se sugiere
una relación de prácticas y trabajos dirigidos, a realizar por
cada participante. Éste, a su vez, puede sugerir cambios de
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIRES 365

trabajos y prácticas a realizar, de acuerdo con sus circuns-


tancias familiares, profesionales, etc. Se trata de adecuar lo
más posible estos trabajos y prácticas a los intereses del
participante, a las características de su primera profesión, a
sus experiencias familiares, etc.
Cada fase del plan es un proyecto de for-
mación con el que se intenta preparar, a diferentes profe-
sionales, para un determinado conjunto de actividades de
orientación familiar.
Por consiguiente, la interrupción de los es-
tudios al final de la primera o de la segunda fase —progra-
ma inicial; programa para avanzados— tendrá relación con
las aspiraciones y objetivos de cada participante. Por ejem-
plo, sólo reforzar su primera profesión, cuando ésta tiene
incidencia directa en las familias; sólo dirigir trabajos en pe-
queño grupo; sólo dirigir sesiones en cursos de orientación
familiar.
Los temas correspondientes a los diecisie-
te envíos del Programa M-l a distancia son los siguientes:
1) la orientación familiar; 2) el orientador familiar y los pa-
dres; 3) la dimensión educativa de la familia; 4) autoridad
educativa y participación familiar; 5) promoción de cohe-
rencia educativa; 6) el orientador familiar y los objetivos
educativos; 7) promoción de cultura familiar; 8) felicidad y
amor en las familias; 9) problemas de comunicación fami-
liar; 10) promoción de rebeldía educativa; 11) el orienta-
dor familiar y los hijos (responsabilidad familiar, estudios,
futuro, etc.); 12) la familia como escuela de juventud; 13)
el orientador familiar y los abuelos; 14) situaciones doloro-
sas; 15) tiempo de trabajo, tiempo libre y respeto del tiem-
po; 16) la mejora social desde las familias; 17) el orienta-
dor familiar y las familias cristianas.
Corresponde a cada programa (inicial, de
avanzados y terminal) un DIPLOMA, además de la titula-
ción alcanzada después de haber superado las pruebas re-
ferentes a los tres programas mencionados.
366 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

7. SU PERFECCIONAMIENTO

Suele distinguirse entre formación y per-


feccionamiento profesional. La formación se refiere a las
actitudes, destrezas, y conocimientos necesarios para iniciar
una actividad profesional. El perfeccionamiento es una for-
mación continuada, de acuerdo con las necesidades de sa-
ber y de saber hacer que el profesional percibe, paulatina-
mente, en el ejercicio de su profesión.
En el inmenso campo de la educación fa-
miliar, la formación inicial ofrece una visión de conjunto,
en una selección de temas, siempre incompleta. En esa for-
mación se contemplan algunos aspectos técnicos y huma-
nos del quehacer profesional del orientador.
Luego, en los diversísimos problemas fami-
liares que ha de ayudar a describir y a resolver notará las la-
gunas de su formación, la necesidad de un perfecciona-
miento continuo que le permita estar a la altura de lo que
orienta: personas en el ámbito familiar.
La formación de orientadores familiares gi-
ra en torno a las distintas áreas de educación familiar. Han
de poseer unos conocimientos mínimos acerca de la educa-
ción, de la persona, del matrimonio, de la familia, de la so-
ciedad, de la autoridad y de la participación familiar, de los
medios educativos, de la cultura familiar, de la comunica-
ción en la familia, etc. Han de tener un cierto conocimiento
y un cierto dominio de técnicas de metodología participati-
va. El tiempo dedicado, normalmente, a esta formación no
da para más.
Lo demás entra en el amplio capítulo de
perfeccionamiento. Desde los necesarios complementos
del saber filosófico y teológico, sociológico, psicológico y
biológico, antes mencionados, hasta lo que reclama, en
concreto, la novedad y la sorpresa de cada consulta. En
efecto, la problemática correspondiente a la diversidad de
destinatarios requiere de cada orientador un incremento de
preparación, de acuerdo con la variedad de consultas a las
que deba enfrentarse, además de los problemas nuevos
que genera el progresivo deterioro de la humanidad en esta
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 367

concreta etapa histórica, como puede advertirse a poco ob-


servador que uno sea.
El perfeccionamiento profesional nos obli-
ga a referirnos a la actividad propia del orientador familiar.
La actividad más propia es la consulta, porque en ella la
orientación familiar se personaliza. La actividad más co-
rriente es la de dirigir sesiones de estudio con grupos más o
menos reducidos de participantes —padres, hijos, abue-
los—. Debe quedar claro, no obstante, que estas activida-
des de grupo sensibilizan, ayudan a descubrir problemas (o
cuestiones a mejorar), modifican o mejoran actitudes, con-
tribuyen al desarrollo de capacidades relacionadas con el
saber prudencial, mejoran la relación humana, en algunos
casos, pero no suplen la consulta, en la que se diagnostican
y tratan problemas de una persona o de quienes integran
una familia concreta.
La ayuda profesional de un orientador fa-
miliar puede diversificarse cuanto se quiera. Es, en unos ca-
sos, ayuda orientadora a padres —o a un determinado sec-
tor de padres—; 2en otros, ayuda a hijos; en algunos casos, a
abuelos jóvenes . Pueden prestarse estas ayudas en centros
de orientación familiar, en instituciones de cultura, en cen-
tros educativos, en medios de comunicación social. Puede
hacerse en solitario, o integrado en equipos interprofesio-
nales que facilitan la eficacia de la consulta en la medida en
que se complementan sus primeras profesiones —pedago-
gos, profesores, psicólogos, médicos, etc.
El perfeccionamiento profesional tendrá
lugar en función de las prioridades que cada orientador fa-
miliar establezca en su acción orientadora. Por otra parte,
podrá aprovecharse de planes de perfeccionamiento simila-
res a los planes de formación, antes citados. En concreto,
en el Instituto de Ciencias de la Educación (Universidad de
de Navarra) y en la Institución «Aguas Claras» (Madrid),
combinando armónicamente programas presenciales y a
distancia. Los primeros permiten modificar actitudes y tener
vivencias de metodología participativa; los segundos fo-
mentan el estudio y la realización de trabajos de campo,
2
Para una mayor concreción del contenido de estas ayudas, cfr. mi libro Qué es
la orientación familiar, 19S9, 115-154.
368 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

más o menos relacionados con la investigación operativa o


activa.
Sin embargo, en buena parte el perfeccio-
namiento profesional del orientador familiar se concretará
en proyectos personales de investigación aplicada o de
investigación activa (sobre aquello mismo que está ha-
ciendo).

8. PROFESIÓN PECULIAR

Antes de terminar, quisiera poner de relie-


ve la peculiaridad de esta profesión. Tiene mucho en co-
mún con otras profesiones de ayuda o de consulta. Pero,
aun así, es una profesión peculiar. Del orientador familiar
se espera mucho más que de otros profesionales. Esto con-
trasta, llamativamente, con el tiempo y los recursos dedica-
dos a su preparación específica. Ésta, en los mejores casos,
equivale a unos estudios universitarios de postgrado, de
dos años de duración.
Como habrá notado el lector, entre los te-
mas monográficos que aborda el programa a distancia M-l,
de la Institución «Aguas Claras», hay uno sobre «promoción
de coherencia educativa» y otro sobre «promoción de rebel-
día educativa».
Tarea principal de los orientadores familia-
res es poner a los responsables de la educación familiar en
situación de coherencia. Luego, ellos serán o no coheren-
tes, en el uso o en el abuso de su libertad. Pero correspon-
de al orientador familiar promover esa coherencia, ayudar a
descubrir en cada situación familiar posibles incoherencias
y a ver posibles modos de evitarlas o de superarlas.
Tarea también importante de los orienta-
dores familiares —especialmente, hoy— es ayudarles a des-
cubrir a los orientados la necesidad de ser rebeldes verda-
deros, entendiendo la rebeldía como oposición a lo que
nos perjudicó como personas. Hoy, por ejemplo, lo que
necesitan los hijos son unos padres verdaderamente rebel-
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 369

des que hagan de ellos rebeldes auténticos (Otero, 1985).


Esta profesión peculiar ha de participar de
algunas posibilidades de la familia. O dicho de otro modo,
de las inmensas posibilidades de la sociedad doméstica se
siguen algunas exigencias relativas a la formación y a la ac-
ción del orientador familiar.
Por ejemplo, si la familia es escuela de vir-
tudes convivenciales, escuela de trabajo, escuela del más ri-
co humanismo, el orientador familiar ha de saber mucho de
convivencia, de trabajo y de humanismo. Más aún, se espe-
ra de los orientadores familiares que sean humanistas: los
nuevos humanistas para la familia, en el umbral del tercer
milenio.
La profesión de orientador familiar tiene
mayores exigencias, decíamos, que otras profesiones.
Todas las exigencias que reclama la dignidad de la persona,
el misterio del hombre (del varón y de la mujer), las posibi-
lidades naturales —y sobrenaturales— del matrimonio y de
la familia.
Además, tendríamos que introducir un
nuevo término en la ayuda orientadora: me refiero a la re-
novación. Si hay una ayuda orientadora especialmente cua-
lificada —y socilitada, hoy— es la ayuda para renovarse las
familias, para servir mejor en y desde las familias. Y así, re-
novar la sociedad, renovar la civilización actual.
Por otra parte, ha de ser un servicio vivo, si
ha de orientar a las familias, cuyo cometido fundamental «es
el servicio a la vida», un servicio múltiple a la vida (Juan
Pablo II, Familiaris Consortio, n.° 28 y 41); si ha de orientar
a los padres, que tienen vocación de servicio a la vida, para
transmitirla en la procreación y para ayudar a llevarla a su
plenitud en la educación (Juan Pablo I I , Familiaris
Consortio, n° 28-41). Por eso, no puede asesorarse a las fa-
milias con unos saberes muertos, inertes; con palabras
muertas.
No puede limitarse la orientación familiar a
una serie de recomendaciones —muchas, de sentido co-
mún— a padres, en la difícil tarea de encauzar la conducta
de sus hijos, en la infancia y en la adolescencia.
3 70 LA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Tiene que contribuir, fundamentalmente,


al retorno a la persona, al redescubrimiento en la familia
(incluso para muchos de sus defensores), a la considera-
ción de la sociedad como sociedad de personas y de fami-
lias, a la realización de los mejores proyectos —personales,
familiares, sociales—, en íntima conexión con los mejores
recuerdos, con las auténticas raíces.
Tiene que ayudar a cada persona humana,
como miembro de una familia y como ciudadano, a ser lo
que es. Tiene que ayudar a cada familia a ser familia, como
hace notar Juan Pablo II: «toda familia descubre y encuentra
en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su
dignidad y su responsabilidad: familia, ¡«sé» lo que «eres»!
(Familiaris Consortio, n° 17). De hecho, es una importante
tarea del orientador familiar ayudar a actualizar, en cada
realización familiar, las inmensas potencialidades de la fa-
milia: acercar las familias a la familia.
En las familias, una parte es irrepetible;
otra, repetible. En cuanto irrepetible, porque irrepetibles
son las personas que la integran, cada familia merece trata-
miento aparte. Lo repetible justifica, por ejemplo, la realiza-
ción de cursos de orientación familiar.
Tienen en común las familias las influen-
cias, educativas y contraeducativas, del entorno. Tienen en
común las familias europeas, por ejemplo, la influencia del
«momento» que Europa atraviesa. La falta de unidad de es-
te Continente, esa fractura que separa los pueblos del Este
y del Oeste. La influencia negativa para la persona humana
de unos y de otros, porque «en el Oeste la persona ha sido
inmolada al bienestar; en el Este ha sido sacrificada a la es-
tructura» 0uan pablo II, 1986, n° 11).
Han surgido las utopías del bienestar total,
las ideologías totalitarias, como neblinas que le impiden ver
al ser humano —en nuestro ejemplo, al europeo— su norte
y su camino. Y ¿qué resulta de ello en Occidente, en la
Europea del Oeste? Resulta «una sociedad compleja, plura-
lista y polivalente en la que el individuo quiere recibir sólo
de la propia razón autónoma los fines, los valores y los sig-
nificados de su vida y de su actividad, pero se encuentra a
menudo andando a ciegas en la oscuridad de las certezas
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 3 71

metafísicas, de los fines últimos y de los puntos seguros de


referencia ética. Este hombre que se querría tan adulto, ma-
duro, libre, es también un hombre que huye de la libertad
para arrellanarse en el conformismo, un hombre que sufre
de soledad, está amenazado por varios malestares del alma,
trata de alejar la muerte y está en pavorosa pérdida de es-
peranza» (Juan Pablo II, 1986, n° 11).
Y éstos son los hombres y las mujeres
—miembros de familias deshechas, deterioradas o rutina-
rias, según los casos— a quienes tienen que asesorar, en
cualquier país de Europa del Oeste, los orientadores fami-
liares. Evidentemente, una clientela difícil, ciega para lo
esencial, con grandes dosis de indecisión ética, conformis-
ta, solitaria, miedosa, desesperanzada. Y como único punto
de apoyo, un cierto amor a los hijos que han superado los
«riesgos del embarazo» (riesgos para el nasciturus, natural-
mente).
Esta referencia (más bien, amplia) a las in-
fluencias del entorno, en la actualidad, quiere poner de re-
lieve la necesidad de unos nuevos saberes en el orientador
familiar, así como un profundo conocimiento de la mutua
relación entre la familia actual y la sociedad actual.
Muchos otros aspectos pudieran mencio-
narse en este mar sin orillas de la orientación familiar, con
las correspondientes consecuencias para la peculiar profe-
sión de orientador familiar. Pero yo quisiera insistir sólo en
dos aspectos, antes referidos.
Uno es la orientación como servicio vivo.
Es un servicio vivo en diversos sentidos. Porque se presta a
quienes, como miembros de una familia, han coincidido
misteriosa y amorosamente en torno a las fuentes de la vi-
da. Porque se quiere ayudar a quienes se educan y educan
en y desde su hogar, que es un ámbito vital, y la educación
familiar es una de las formas —inmediata, propias e insusti-
tuibles— de servicio a la vida (Juan Pablo II, 1986, n° 41).
Porque sería ilusorio querer orientar, sin vida, a una comu-
nidad de amor y de vida. Por eso, ha de prestarse este ser-
vicio con profesionalidad, pero sobre todo con un corazón
grande y con un gran respeto.
3 72 IA EDUCACIÓN PERSONALIZADA EN LA FAMILIA

Otro es el de orientar a cada familia según


sus posibilidades, sus recursos, sus aspiraciones, sus res-
ponsabilidades, sin establecer comparaciones odiosas e
inútiles. Por ejemplo, la orientación a familias cristianas no
puede ignorar el peligro de grave incoherencia entre sus in-
mensos recursos inmateriales (o espirituales) y su acción
educativa. El orientador familiar, como promotor de cohe-
rencia educativa, ha de ayudarles a tomar conciencia de lo
que pueden hacer, de lo que deben hacer —con los ingen-
tes y valiosos recursos que han recibido, no por sus méri-
tos, sino por estar bautizados— y que dejen a un lado la
tentación de compararse con los que hacen menos o nada,
la tentación de estar satisfechos con lo alcanzado.
No es esta la ocasión de descender a deta-
lles en la ayuda orientadora al fortalecimiento de buenas
costumbres familiares, a la promoción del mejor servicio
(frente al hedonismo y al utilitarismo, al cultivo de las virtu-
des humanas, familiares, etc.) al correcto entendimiento de
la sexualidad humana (frente a las enaltecidas desviacio-
nes), a la promoción de la elegancia humana, a la educa-
ción de los nobles sentimientos del ser humano, al conoci-
miento de la moral cristiana como garantía de la libertad
humana y del verdadero crecimiento del hombre, al cultivo
del verdadero optimismo, etc. Sólo quisiera destacar la ne-
cesidad de que el orientador familiar que asesore a familias
cristianas, por ejemplo, sea capaz de asesorar en lo común
y en lo específico de estas familias.
No es, pues, nada fácil ser orientador fami-
liar, dada la diversidad de los destinatarios de su quehacer
profesional, y lo peculiar e irrepetible de cada familia aseso-
rada, con las correspondientes incidencias en la mejora de la
sociedad actual. No es nada fácil ninguna actividad profesio-
nal hecha a conciencia. Y todo trabajo profesional lícito, bien
hecho y con disposición de servicio, contribuye a la mejora
social. Pero este servicio profesional tiene especiales conse-
cuencias positivas para la supervivencia y la mejora de la hu-
manidad, porque el futuro de la humanidad pasa por las fa-
milias, como destacó en diversas ocasiones Juan Pablo II 3.
3
. Por ejemplo, en la Familiaris Consortio, n° 86, afirma: «¡El futuro de la humani-
dad se fragua en la familia!»
ORIENTACIÓN FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES 373

Por consiguiente, cabe esperar que mu-


chos profesionales dediquen parte de su tiempo a su for-
mación específica como orientadores familiares, de acuer-
do con las oportunidades que hoy se ofrecen.
En el prólogo al primer libro publicado por
la Escuela de los Padres (L'Enfance, 1930), la señora Vérine
decía que antaño era distinto, pero «desde la guerra —se re-
fería a la Primera Guerra Mundial—, las familias se han ido
desorganizando y los hijos respiran la atmósfera de un
mundo en el que todo es problemático». De este modo,
justificaba la orientación de padres.
La situación mundial es mucho más pro-
blemática, hoy, sesenta años después. Y por consiguiente
es más urgente la acción orientadora en las familias. Por
eso, muchas personas, en los próximos años, mediante su
cualificado quehacer de orientadores familiares, apoyado,
en la experiencia de su primera profesión y en sus expe-
riencias familiares, así como en el estudio de otras muchas
situaciones familiares, podrán prestar excelentes servicios
de mejora a los responsables —padres, hijos, abuelos,
etc.— de la educación familiar. Y en ellos, la sociedad será
educadora.

BIBLIOGRAFÍA

También podría gustarte