Aviso A Los Civilizados ... Vaneigem
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"No sacrifiquéis la felicidad de hoy a la felicidad futura. Disfrutad del momento, evitad toda unión de
matrimonio o de interés que no satisfaga vuestras pasiones desde el mismo instante. ¿Por qué ibais a
luchar por la felicidad futura, si ella sobrepasará vuestros deseos, y no tendréis en el orden combinado
más que un solo displacer, el de no poder doblar la longitud de los días, a fin de dar abasto al inmenso
círculo de goces que deberéis recorrer?".
2.- La historia responde hoy a la cuestión planteada por Lloyd George a los trabajadores, y repetida a coro
por los servidores del viejo mundo: "queréis destruir nuestra organización social, ¿qué pondréis en su
lugar? Sabemos la respuesta gracias a la profusión de pequeños Lloyd George, que defienden la dictadura
estatista de un proletariado a su gusto, y esperan que la clase obrera se organice en consejos para
disolverla y elegir otra distinta a ella.
3.- Cada vez que el proletariado se arriesga a cambiar el mundo, reencuentra la memoria global de la
historia. La instauración de una sociedad de consejos -hasta ahora confundida con la historia de su
aplastamiento en distintas épocas- desvela la realidad de sus posibilidades pasadas a través de la
posibilidad de su realización inmediata. Esta evidencia la han podido ver todos los trabajadores después
de que en mayo el estalinismo y sus residuos trostkistas han mostrado, por medio de su debilidad agresiva,
su impotencia para aplastar un eventual movimiento de los consejos, y, por su fuerza de inercia, su
capacidad para frenar aun su aparición. Sin manifestarse verdaderamente, el movimiento de los consejos
se ha presentado en un arco de rigor teórico que partía de dos polos contradictorios: la lógica interna de
las ocupaciones y la lógica represiva de los partidos y los sindicatos. Quienes confunden aún Lenin y el
"qué hacer", lo único que hacen es prepararse (para ir a) un cubo de basura.
4.- El rechazo de toda organización que no sea la emanación directa del proletariado negándose como
proletariado ha sido sentida por muchos, inseparablemente de la posibilidad al fin realizable de una vida
cotidiana sin tiempo muerto. La noción de consejos obreros establece, en este sentido, el primer principio
de la autogestión generalizada.
5.- Mayo ha marcado una fase esencial de la larga revolución: la historia individual de millones de
hombres, cada día a la busca de una vida auténtica, uniéndose al movimiento histórico del proletariado en
lucha contra el conjunto de las alienaciones. Esta unidad de acción espontánea, que fue el motor pasional
del movimiento de las ocupaciones, sólo puede desarrollar unitariamente su teoría y su práctica. Lo que
sucedió en todos los corazones sucederá en todas las cabezas. Después de haber comprobado que "no
podrían ya vivir como antes, ni siquiera un poco mejor que antes", muchos tienden a prolongar el
recuerdo de una parte de vida ejemplar, y la esperanza, vivida por un instante, de un gran posible, en una
línea de fuerza a la únicamente falta, para ser revolucionaria, una mayor lucidez sobre la construcción
histórica de las relaciones individuales libres, sobre la autogestión generalizada.
6.- Sólo el proletariado precisa, al negarse, el proyecto de autogestión generalizada, porque lo lleva en sí
objetiva y subjetivamente. Por ello las primeras precisiones vendrán de la unidad de su combate en la vida
cotidiana y en el frente de la historia, así como de la conciencia de que todas las reivindicaciones son
realizables de inmediato, pero sólo por él mismo. En este sentido, la importancia de una organización
revolucionaria debe en adelante juzgarse por su capacidad de acelerar su desaparición en la realidad de la
sociedad de los consejos.
7.- Los Consejos obreros constituyen un nuevo tipo de organización social, mediante el cual el
proletariado pone fin a la proletarización del conjunto de los hombres. La autogestión generalizada no es
otra cosa que la totalidad según la cual los consejos inauguran un estilo de vida basado en la
emancipación permanente individual y colectiva, de forma unitaria.
8.- De lo que procede a lo que sigue, es evidente que el proyecto de autogestión generalizada exige tantas
precisiones como deseos hay en un revolucionario, y tantos revolucionarios como personas insatisfechas
hay de su vida cotidiana. La sociedad espectacular mercantil crea las condiciones represivas y
-contradictoriamente, por el rechazo que suscita- la posibilidad de la subjetividad; de igual modo la
formación de los consejos, parecidamente surgida de la lucha contra la opresión global, crea las
condiciones de una realización permanente de la subjetividad, sin otra limitación que su propia
impaciencia por hacer la historia. La autogestión generalizada se confunde así con la capacidad de los
consejos para realizar históricamente lo imaginario.
9.- Sin la autogestión, los consejos obreros pierden todo su significado. Es necesario tratar como futuro
burócrata, por tanto al instante como enemigo, a todo aquél que hable de los consejos en tanto que
organismos económicos o sociales, a todo aquél que no los sitúe en el centro de la revolución de la vida
cotidiana; con la práctica que ello requiere.
10.- Uno de los grandes méritos de Fourier es haber mostrado que es necesario realizar al instante -y para
nosotros esto significa desde el comienzo de la insurrección generalizada- las condiciones objetivas de la
emancipación individual. El comienzo del movimiento revolucionario debe marcar para todos, una
elevación inmediata del placer de vivir; la entrada vivida y consciente en la totalidad.
11.- La cadencia acelerada a la que el reformismo deja tras de sí deyecciona todas tan rídiculas como
gauchistas- la multiplicación, en el cólico tricontinental, de pequeños montones maoistas, trostkistas,
guevaristas- barrunta con mal olor lo que la derecha, y en particular socialistas y estalinistas, había olido
por lo bajo desde hace mucho tiempo: las reivindicaciones parciales contienen en sí la imposibilidad de un
cambio global. Mejor que combatir un reformismo para ocultar otro, la tentación de volver del revés el
viejo truco como piel de burócrata aparece, en muchos aspectos, como una solución final del problema de
los recuperadores. Esto supone recurrir a una estrategia que desencadene al abrasamiento general a favor
de momentos insurrecionales cada vez más aproximados unos de otros; y a una táctica de progresión
cualitativa en la que las acciones, necesariamente parciales, contienen sin excepción, como condición
necesaria y suficiente, la liquidación del mundo de la mercancía. Ha llegado la hora de comenzar el
sabotaje, positivo de la sociedad espectacular-mercantil. En tanto se mantenga como táctica de masas la
ley del placer inmediato, no hay motivo para inquietarse por el resultado.
12.- Es fácil, únicamente para ejemplo y emulación, evocar ahora algunas posibilidades, cuya
insuficiencia demostrará en seguida la práctica de los trabajadores liberados; en toda ocasión
-abiertamente en la huelga más o menos clandestinamente en el trabajo- inaugurar el reino de la gratuidad
ofreciendo a los amigos y a los revolucionarios productos fabricados o de almacén, fabricando objetos-
regalo (emisores, juguetes, armas, armamentos, máquinas de diversos usos, organizando en los los
grandes almacenes distribuciones "al detalle" o "al por mayor" de mercancías. Romper las leyes del
cambio e iniciar el fin del salariado, apropiándose colectivamente de los productos del trabajo,
sirviéndose colectivamente de las máquinas para fines personales y revolucionarios; depreciar la función
del dinero generalizando las huelgas de pagos (alquiler, impuestos, compras a plazos, transportes, etc.)
impulsar la creatividad de todos poniendo en marcha, aunque sea interrumpidamente, pero bajo el solo
control obrero, sectores de aprovisionamiento y de producción, y considerando la experiencia como un
ejercicio necesariamente dudoso y perfectible; liquidar las jerarquías y el espíritu de sacrificio, tratando a
los jefes patronales y sindicales como se merecen, rechazando el militantismo; luchar unitariamente en
todas partes contra las separaciones; extraer la teoría de cualquier práctica y a la inversa, mediante la
redacción de folletos, carteles, canciones, etc.
13.- El proletariado ha demostrado ya que sabía responder a la complejidad opresiva de los Estado
Capitalistas y "socialistas" mediante la simplicidad de la organización ejercida directamente por todos y
para todos; las cuestiones de la supervivencia sólo se plantean en nuestra época con la condición previa de
no ser resueltas nunca; por el contrario, los problemas de la historia a vivir se plantean claramente a través
del proyecto de los consejos obreros, a la vez como positividad y como negatividad; dicho de otra manera,
como elemento de base de una sociedad unitaria y pasional, y como anti-Estado.
14.- Porque no ejercen ningún poder separado de la decisión de sus miembros, los consejos no toleran
otro poder que el suyo. Impulsar en todas partes las manifestaciones anti-Estado no debe ser tanto
confundirse con la creación anticipada de consejos, privados de tal guisa de poder absoluto sobre sus
zonas de extensión, separados de la autogestión generalizada, necesariamente vacíos de contenido y
propicios a atestarse de todas las ideologías. Las únicas fuerzas lúcidas que pueden hoy responder a la
historia con la historia por hacer serán las organizaciones revolucionarias que desarrollen, en el proyecto
de los consejos, una conciencia por igual del enemigo a combatir y de los aliados a sostener. Un aspecto
importante de tal lucha se anuncia ante nuestros ojos con la aparición de un doble poder. En las fábricas,
las oficinas, las calles, las casas, los cuarteles, las escuelas, se bosqueja una realidad nueva, el desprecio a
los jefes, bajo cualquier nombre y actitud que adopten. Pero es necesario que este desprecio alcance su
lógica desembocadura, demostrando, por la iniciativa concertada de los trabajadores, que los dirigentes no
son sólo despreciables, sino que son inútiles, y que se puede, incluso desde su punto de vista, liquidarlos
impunemente.
15.- La historia reciente no va a tardar mucho en manifestarse, tanto en la conciencia de los dirigentes
como en la de los revolucionarios, bajo la forma de una alternativa que les concierne a los unos y a los
otros: la autogestión generaliza o el caos insurreccionar; la nueva sociedad de abundancia, o la
disgregación social, el pillaje, el terrorismo, la represión. La lucha por el doble poder es desde ahora ya
inseparable de tal elección. Nuestra coherencia exige que la parálisis y la destrucción de todas las formas
de gobierno no se separe de la construcción de los consejos; la elemental prudencia del adversario
debería, en buena lógica, convenir que una organización de nuevas relaciones cotidianas viniese a impedir
la extensión de lo que un especialista de la policía americana llama ya "nuestra pesadilla", pequeños
comandos de insurgentes que surgen de las bocas del metro, que disparan desde los tejados, que utilizan la
movilidad y los infinitos recursos de la guerrilla urbana para abatir policías, liquidar a los servidores de la
autoridad, provocar motines y destruir la economía. Pero no es tarea nuestra salvar a los dirigentes a su
pesar. Nos basta con preparar los consejos y asegurar su autodefensa por todos los medios. Lope de Vega
muestra, en una de sus piezas, cómo los villanos, cansados de las exacciones de un funcionario real, le
matan y responden todos a los jueces encargados de descubrir al culpable, con el nombre de la villa
"Fuenteovejuna". La táctica "Fuenteovejuna", que muchos mineros asturianos utilizan frente a los
ingenieros poco sensatos, tiene el defecto de emparentarse demasiado con el terrorismo y con la tradición
del linchamiento.
La autogestión generalizada será nuestra "Fuenteovejuna". No es suficiente con que una acción colectiva
desaliente la represión (piénsese la impotencia de las fuerzas del orden si, durante las ocupaciones, los
empleados de una banca hubiesen dilapidado los fondos), es preciso además que anime, en el mismo
movimiento el progreso hacia una mayor coherencia revolucionaria. Los consejos son el orden frente a la
descomposición del Estado, contestado en su forma por el ascenso de los nacionalismos regionales, y en
su base por las reivindicaciones sociales. A los problemas que se plantean, la policía sólo puede responder
calculando el número de sus muertos. Sólo los consejos obreros aportan una respuesta definitiva. ¿Qué
evita el pillaje? La organización de la distribución y el fin de la mercancía. ¿Qué evita e impide el
sabotaje de la producción? La apropiación de las máquinas por la creatividad colectiva. ¿Qué evita las
explosiones de cólera y de violencia? El fin del proletarismo mediante la construcción colectiva de la vida
cotidiana. No hay otra justificación para nuestra lucha más que la satisfacción inmediata de este proyecto;
más que lo que nos satisface inmediatamente.
16.- La autogestión generalizada sólo cuenta, para sostenerse, más que con el de la libertad vivida por
todos. Sobra con ello para inferir desde ahora el rigor previo a su elaboración. Este tipo de rigor debe
caracterizar por tanto a partir de ahora a las organizaciones revolucionarias consejistas; y a la inversa, su
práctica contendrá ya la experiencia de la democracia directa. Esto va a permitir acercarse lo más posible
a ciertas fórmulas. Así, un principio como "la asamblea general es la única soberana".
Significa también que lo que escapa al control directo de la asamblea autónoma resucita en mediaciones
todas las variedades autónomas de opresión. A través de sus representantes, es la asamblea toda, con sus
tendencias, la que debe estar presente a la hora de decidir. Si bien la destrucción del Estado impide
esencialmente que se repita la burla del Soviet Supremo, es necesario además que la simplicidad de
organización garantice la imposibilidad de aparición de una burocracia. Ya que, precisamente, la riqueza
de las técnicas de comunicación, pretexto para el mantenimiento o el retorno de los especialistas, permite
el control permanente de los delegados por la base, la confirmación, la corrección o la desaprobación
inmediatas de sus decisiones a todos los niveles. Télex, ordenadores, televisiones, pertenecen por tanto sin
que se puedan ceder, a las asambleas de base. Realizan su ubicuidad. En la composición de un consejo -se
distinguirá, sin duda, consejos locales, urbanos, regionales, internacionales- lo correcto será que la
asamblea pueda elegir y controlar una sección de equipamiento destinada a recoger las demandas de
suministros, a levantar las posibilidades de producción, a coordinar estos dos sectores: una sección de
información, encargada de mantener una relación constante con la vida de los otros consejos; una sección
de coordinación a la que incumba, en la misma medida que las necesidades de la lucha lo permitan,
enriquecer las relaciones intersubjetivas, radicalizar el proyecto fourerista, encargarse de las demandas de
satisfacción pasional, equipar los deseos individuales, ofrecer lo necesario para los experimentos y
aventuras, armonizar las disponibilidades lúdicas de la organización de los trabajos obligatorios y
gratuitos (servicios de limpieza, cuidado de los niños, educación, concursos de cocina, etc.); una sección
de autodefensa. Cada sección es responsable ante la asamblea plenaria los delegados, revocables y
sometidos al principio de rotación vertical y nominal, se reúnen y presentan regularmente su informe.
17.- Al sistema lógico de la mercancía, que mantiene la práctica alienada, debe responder, con la práctica
inmediata que implica, la lógica social de los deseos. Las primeras medidas revolucionarias se dirigirían
por fuerza a la disminución de las horas de trabajo y a la reducción lo más amplia del trabajo-
servidumbre. Los consejos obreros se preocuparan por distinguir entre sectores prioritarios (alimentación,
transportes, telecomunicaciones, metalurgia, construcciones, vestido, electrónica, artes gráficas,
armamento, medicina, confort, y en general el equipamiento material necesario para la transformación
permanente de las condiciones históricas), sectores de reconversión, considerados por los trabajadores
afectados como trastocables en provecho de los revolucionanos, y sectores parasitarios, cuya supresión
pura y simple hayan decidido sus asambleas. Evidentemente, los trabajadores de los sectores eliminados
(administración, oficinas, industrias del espectáculo y de la mercancía pura) preferirán a las 8 horas
diarias de presencia en su lugar de trabajo las 3 ó 4 horas por semana de un trabajo libremente elegido por
ellos entre los sectores prioritarios. Los consejos experimentarán formas atractivas de faenas obligatorias
y gratuitas, no para disimular su carácter penoso sino para compensarlo mediante una organización lúdica
y, posible, para eliminarlos en provecho de la creatividad (según el principio "trabajo no, goce sí"). A
medida que la transformación del mundo se identifique con la construcción de la vida, el trabajo necesario
desaparecerá en el placer de la historia para sí.
19.- La autogestión generalizada supone la extensión de los consejos. Al principio, se harán cargo de las
zonas de trabajo los trabajadores afectados, agrupados en consejos. A fin de quitar a los primeros
consejos su aspecto corporativo, los trabajadores los abrirán, tan rápido como sea posible, a sus
compañeras, a las gentes del barrio, a los voluntarios llegados de sectores parasitarios, de manera que
tomen en seguida la forma de consejos locales, de fragmentos de la Comuna (en unidades poco más o
menos equivalentes númericamente, de 8 a 10.000 personas).
20.- La extensión interna de los consejos debe ir pareja con su extensión geográfica. Es necesario cuidar
la total radicalidad de las zonas liberadas, sin la ilusión de Fourier sobre el carácter atractivo de las
primeras comunas, pero sin subestimar tampoco la parte de seducción que comporta, una vez
desembarazada de la mentira, toda experiencia de emancipación auténtica. La autodefensa de los consejos
ilustra de este modo la fórmula: "la verdad en armas es revolucionaria".
21.- La autogestión generalizada poseerá un día próximo su código de posibles, destinado a liquidar la
legislación represiva y su dominio milenario. Tal vez surja incluso en el doble poder, antes de que sean
suprimidos los aparatos jurídicos y las carrozas de la penalidad. Los nuevos derechos del hombre
(derecho para cada uno de vivir a su aire, de construir su casa, de participar en todas las asambleas, de
armarse, de vivir como un nómada, de publicar lo que piensa, -a cada uno su periódico mural-, de amar
sin reservas; derecho al encuentro, derecho al equipamiento material necesario para la realización de sus
deseos, derecho de creatividad, derecho de conquista sobre la naturaleza, fin del tiempo-mercancía, fin de
la historia en sí, realización del arte y de lo imaginario, etc.) esperan sus anti-legisladores.
Raoul Vaneigem
Documentos situacionistas sobre los consejos obreros. archivo situacionista. documentos situacionistas.