Este documento trata sobre la importancia de alimentar al hambriento y dar de beber al sediento como obras de misericordia. Resalta que Jesús multiplicó los panes y los peces para alimentar a la multitud hambrienta, y luego instituyó la Eucaristía para darnos su Cuerpo y Sangre como alimento espiritual. Nos exhorta a imitar a Cristo alimentando a los miembros del Cuerpo místico de Cristo tanto espiritualmente a través de la Eucaristía como materialmente a través de iniciativas
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Este documento trata sobre la importancia de alimentar al hambriento y dar de beber al sediento como obras de misericordia. Resalta que Jesús multiplicó los panes y los peces para alimentar a la multitud hambrienta, y luego instituyó la Eucaristía para darnos su Cuerpo y Sangre como alimento espiritual. Nos exhorta a imitar a Cristo alimentando a los miembros del Cuerpo místico de Cristo tanto espiritualmente a través de la Eucaristía como materialmente a través de iniciativas
Descripción original:
Dar de Comer Al Hambriento y Dar de Beber Al Sediento
Este documento trata sobre la importancia de alimentar al hambriento y dar de beber al sediento como obras de misericordia. Resalta que Jesús multiplicó los panes y los peces para alimentar a la multitud hambrienta, y luego instituyó la Eucaristía para darnos su Cuerpo y Sangre como alimento espiritual. Nos exhorta a imitar a Cristo alimentando a los miembros del Cuerpo místico de Cristo tanto espiritualmente a través de la Eucaristía como materialmente a través de iniciativas
Este documento trata sobre la importancia de alimentar al hambriento y dar de beber al sediento como obras de misericordia. Resalta que Jesús multiplicó los panes y los peces para alimentar a la multitud hambrienta, y luego instituyó la Eucaristía para darnos su Cuerpo y Sangre como alimento espiritual. Nos exhorta a imitar a Cristo alimentando a los miembros del Cuerpo místico de Cristo tanto espiritualmente a través de la Eucaristía como materialmente a través de iniciativas
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Dar de comer al hambriento y dar de beber al
sediento
2 obras de misericordia material
Dios, Padre de Misericordia, ha alimentado a lo largo de los siglos a su Pueblo y lo hace ahora a diario, cuando pone en nuestra mesa los alimentos que tomamos. Por eso, resulta muy oportuno que se extienda entre las familias la costumbre de rezar una oracin antes de las comidas, y de agradecer a Dios sus beneficios al terminar. No nos abstengamos de manifestar esta costumbre, tambin cuando nos encontremos fuera del propio hogar, pues encierra una profunda manifestacin de fe, y quiz sea un apostolado eficacsimo ante quien nos ve. En este Jubileo Extraordinario de la Misericordia, el don diario de los alimentos ha de reavivar en nosotros no slo la accin de gracias a Dios, sino tambin la preocupacin por aquellos hermanos que carecen del sustento diario. Pensemos en esos millones de personas en el mundo, que no cuentan con nada o con casi nada que llevarse a la boca. Por contraste, en algunos lugares se desperdician a veces los alimentos: por motivo de reduccin de reservas, por negligencia o con la finalidad de mantener altos los precios. Los alimentos que se tiran a la basura -son palabras del Santo Padre- se roban de la mesa del pobre. Volvamos nuestra mirada a Cristo, y admiremos cmo multiplica los panes y los peces para saciar a la multitud hambrienta. Poco antes, los Apstoles le haban sugerido que despidiese a la gente: Que vayan a los pueblos y caseros de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto, le proponen. Curiosamente, los Apstoles pretendan, despus de haber escuchado la Palabra de Dios, que cada familia buscase el sustento por su cuenta. Pero el Seor manifiesta con hechos que 1
alimentar al hambriento nos afecta a todos: Dadles vosotros de
comer, les responde, y a continuacin opera el portentoso milagro que llena de sorpresa a todos. Los Doce aprendieron bien la leccin, pues ms adelante, en los primeros aos de la Iglesia, fomentaron la distribucin de alimentos entre los fieles ms pobres. Esta actitud se ha manifestado en la Iglesia hasta hoy, y han brotado numerossimas iniciativas de caridad impulsadas por los cristianos. En pases menos desarrollados, y tambin en las periferias de aquellos desarrollados, han surgido bancos de alimentos, comedores pblicos, escuelas de cocina para personas sin formacin y otras muchas iniciativas de servicio. No nos conformemos con admirar estas iniciativas; al menos, recemos para que sean muy eficaces y pongamos nuestra mano si estamos en condiciones de hacerlo. Llenos de gozo y generosidad, seamos portadores de la misericordia de Dios con todos, y especialmente con los indigentes. Las posibilidades muy variadas no faltarn si practicamos la caridad: por ejemplo, dedicar un tiempo peridicamente en organizaciones de solidaridad; implicarse en esa misma tarea tambin como ocupacin profesional; aportar ayudas econmicas a esas iniciativas; trabajar para modificar las leyes que impiden un comercio justo de los alimentos; evitar el derroche de comida en la propia casa, etctera. Deben resonar en nuestras almas las palabras de Jesucristo: Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber. Preguntmonos: qu puedo hacer yo?, cmo animo a los dems? Jess, que es Dador de Vida, no solamente reparti los panes y los peces en una colina de Galilea sino que, cuando lleg el momento sublime de la ltima Cena, le vemos distribuir el pan convertido en su Cuerpo y el vino convertido en su Sangre. Si en alguna ocasin encontramos excusas para no empearnos en obras de caridad, o si el egosmo nos inclina a apartar la vista de quienes carecen del mnimo necesario; si derrochamos dinero en nuestros gastos; o si 2
pensamos que el hambre es un tema demasiado complejo para
afrontarlo personalmente, miremos ms fijamente a CristoEucarista: l, suma Justicia, se ha ofrecido como Alimento y se ha dado completamente. Vino a este mundo, para que su Vida sirviera como sustento de la nuestra. Su generosidad nos otorga vigor, y su muerte nos devuelve la vida. Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre, nos brinda el sustento de su Cuerpo y de su Sangre bajo las apariencias de pan y de vino, trayndonos as una participacin en la vida eterna. Imitmosle: nosotros no podemos llegar a ese extremo de entrega, pero s contamos con la capacidad de dar de comer y de beber a los miembros del Cuerpo mstico de Cristo, invitndoles a acercarse a la Eucarista y tambin a otras ayudas materiales.